la primavera arabe: el caso de yemen

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Paloma González del Miño (dir.) Universidad Complutense de Madrid La primavera árabe ¿una ®evolución regional?

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La Primavera Arabe, mujeres, Yemen,

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Paloma González del Miño (dir.)

U n i v e r s i d a d C o m p l u t e n s e d e M a d r i d

La primavera árabe ¿una ®evolución regional?

3

Paloma González del Miño

.)rdi(

La primavera árabe ¿una ®evolución regional?

Universidad Complutense de Madrid

2013

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

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Primera publicación por España en 2013 Universidad Complutense de Madrid Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las

sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Las ideas expresadas por los autores no reflejan

necesariamente las opiniones de la Universidad Complutense de Madrid

© UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID Editorial: SERVICIOS DE PUBLICACIONES UNIVERDAD COMPLUTENSE DE MADRID

C/Obispo Trejo,3 (Edificio de la Piscina de Verano) Ciudad Universitaria 28040, Madrid Tel: +34 913941127 Directora: Paloma Gonzalez del Miño Editores: Zaki Samy Elakawi Nuria de la Fuente Ferrando Alberto Moreno Fernández ISBN: 978-84-616-2080-7 Depósito Legal: 201320939

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

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Movimientos de mujeres en la revolución yemení

Ewa K. Strzelecka

Resumen

La revolución yemení estalló en enero de 2011. Las mujeres desde el principio han

participado activamente en el movimiento revolucionario. Algunas lideresas se han

convertido en su cara visible y destacable, como Tawakul Karman, que recibió el Premio

Nobel de la Paz de 2011 por su activismo. No obstante, si bien las mujeres han jugado un rol

significativo en la oposición al régimen político, la cuestión central es: ¿han buscado también

subvertir el carácter patriarcal dominante en sus sociedades? O por el contrario, lo han

adaptado y reproducido en su movimiento y en su visión del nuevo estado. Tratando de

responder a estas preguntas, se argumenta que la lucha de las mujeres en la revolución yemení

ha tenido una dimensión añadida, y su objetivo ha sido de un doble alcance. Por un lado, sus

demandas eran las mismas que las de los hombres, y se correspondían con las prioridades de

la revolución, es decir, con el desmantelamiento del régimen y con las reformas del sistema

político-social. Y por otro lado, dadas sus experiencias específicas de opresión, las mujeres se

han visto obligadas a responder contra la violencia y la discriminación de género. En

consecuencia, su lucha ha implicado la articulación de unas aspiraciones emancipadoras y las

demandas de mayores cuotas de derechos y de autonomía.

Palabras clave

Revolución, género, movimientos de mujeres, derechos de mujeres, Yemen.

Abstract

Yemeni Revolution broke out in January 2011. Since the beginning, women have been

actively engaged in the revolutionary movement. Some of the female leaders have become

highly visible and prominent figures of the revolution, such as Tawakul Karman who received

the Nobel Peace Prize in 2011 for her activism. Nonetheless, while women have played an

important role in opposing the political regime, the main question is: have they also sought to

overturn the patriarchal character dominant in society? Or, on the contrary, have they

adopted and reproduced that character in their own movement and in their vision of a new

state? Answering these questions, it is argued that the women’s struggle in the Yemeni

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Revolution has had an additional dimension, and aimed at a double goal. On the one hand,

their demands were the same as those of men, which are also consistent with the goals of the

revolution, i.e. overcoming the regime and carrying out social and political reforms. On the

other hand, given their specific experiences of oppression, women felt themselves obligated

to respond to gender-based violence and discrimination. As a consequence, their struggles

have involved the articulation of emancipatory aspirations and demands for more rights and

freedoms.

Keywords

Revolution, gender, women’s movements, women’s rights, Yemen.

Introducción: definición y causas de la revolución yemení

La revolución, según Jack Goldstone, sociólogo americano, se define como un “esfuerzo

por transformar las instituciones políticas y las justificaciones de la autoridad política en una

sociedad, acompañado de movilizaciones —formales o informales— de masas y de acciones

no institucionales que debilitan a las autoridades existentes, o buscan el cambio en las

relaciones políticas, sociales y económicas previas” (Goldstone, 2009:321). Esta definición

permite analizar las revoluciones desde una perspectiva de cambio político y social a largo

plazo, sin tener que reducir el proceso solamente a unos episodios aislados. De este modo, se

ofrece una visión más completa del fenómeno revolucionario.

Jack Goldstone enumera varios factores que deben coexistir para que una revolución

pueda suceder. Estos factores tienen que ver con la relación entre el estado, las elites políticas

y los movimientos populares. A saber: el gobierno debe aparecer como injusto e ineficiente

para que sea visto como una amenaza para el futuro del país; las elites (especialmente

militares) deben alienarse del régimen y no querer defenderlo; amplias y diversas sectores de

la sociedad deben movilizarse de una manera masiva; y los poderes internacionales deben

renunciar a intervenir como respaldo del gobierno nacional y/o constreñirlo para que no

emplee un fuerza máxima para su propia defensa (Goldstone, 2011).

En el triunfo de la revolución yemení se observa la convergencia de todos estos factores.

El estado yemení estaba atravesando diversas crisis políticas, económicas y sociales desde

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

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hace años, las cuales no eran gestionadas de una manera eficiente por el gobierno,

produciendo como resultado una insatisfacción por parte de las elites políticas de la oposición

y de los movimientos populares. En vísperas de la revolución, Yemen se veía como un país

empobrecido, donde casi la mitad de la población vivía con 2 dólares o menos al día y un

tercio sufría de hambre crónica. En el Índice del Desarrollo Humano del PNUD (2011), su

posición era la 154 sobre 187 países evaluados, alcanzando un valor de 0,462.377 Yemen ha

sido también uno de los países más desiguales en términos de género y del empoderamiento

de las mujeres. En el último Índice de Desigualdad de Género (2011), se clasificó en la última

posición en este ranking, es decir la 146 sobre 146 países evaluados, obteniendo un valor de

0,769.378 Además de los altos índices de pobreza y de desigualdad de género, Yemen ha

destacado por sus niveles elevados de corrupción, analfabetismo, desempleo, riesgos de

seguridad global y conflictos armados, y por tener una creciente población mayoritariamente

joven, que se veía con unas oportunidades y unos recursos muy limitados para lograr un nivel

de vida satisfactorio y de mayor calidad en términos del desarrollo humano. Esta situación de

crisis prolongada en el tiempo determinó la percepción social sobre la injusticia e ineficacia

del estado, que progresivamente perdía el apoyo por parte de las elites y los grupos populares.

El descontento ciudadano desembocó en acciones colectivas y no convencionales de protesta

y marchas callejeras, que se iniciaron años antes de la revolución de 2011. El ejemplo podrían

ser las sentadas en frente del parlamento yemení, en las proximidades de la Plaza de Tahrir,

que se producían cada martes desde 2007, y que eran encabezadas por la activista Tawakul

Karman, con el fin de pedir al gobierno reformas en el sistema político-social.

La situación propicia para el estallido de una revolución se produjo en enero de 2011. El

factor clave para su desarrollo fueron las movilizaciones masivas y el giro hacia unas

demandas políticas más radicales. La revolución yemení comenzó con un grupo de jóvenes

independientes que se convocaron, a través de las redes informales y por iniciativas

personales, para salir a las calles en solidaridad con acontecimientos similares de otros países

árabes. Motivados por los resultados de las revueltas en Túnez y en Egipto, que acabaron con

el poder de sus gobernantes, en Yemen también se lanzó la demanda de poner fin a más de

377 El Índice del Desarrollo Humano del PNUD mide tres dimensiones del desarrollo: salud educación y estándar de vida; a través de la combinación de cuatro indicadores: esperanza de vida, años de escolarización previstos y promedios, así como ingresos nacionales brutos per cápita. 378 El Índice de Desigualdad de Género del PNUD mide la pérdida de logros en tres dimensiones del desarrollo humano: salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral, debido a la desigualdad entre hombres y mujeres.

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tres décadas de presidencia de Ali Abdullah Saleh, y pedir las reformas para el

desmantelamiento del régimen. El momento del giro en la revolución yemení se produjo el 18

de marzo de 2011, a raíz del llamado “Juma'at Al-Karama” (“Viernes de la Dignidad”), en el

que 52 manifestantes fueron asesinados y hubo más de 400 heridos en Sana´a, causados por

francotiradores leales al régimen. Como consecuencia, en protesta por la represión violenta

hacia el movimiento revolucionario pacífico, algunos sectores de las elites leales al presidente

Saleh decidieron retirarle su apoyo. Varios ministros, altos ejecutivos, funcionarios del

gobierno y miembros del partido gobernante (GPC) dimiten a partir de entonces y deciden

pasar al lado de la revolución. Además, se produce un fraccionamiento en el ejercito. A partir

del 21 de marzo de 2011, la revolución ganó el apoyo de una parte de la elite militar,

representada por el general Ali Mohsen Saleh, al mando de la primera división blindada, que

se desplegó para proteger a los y las manifestantes en la Plaza del Cambio en Sana´a, uno de

los epicentros de la revolución. Como resultado, a las movilizaciones populares, iniciadas por

los colectivos de jóvenes independientes, pronto se sumaron las elites políticas de la

oposición, las tribus más poderosas de Yemen, los movimientos de Yemen del Sur y de los

Houties, y muchos otros. La revolución se extendió de manera rápida desde sus epicentros en

Sana´a, Taiz y Aden a otras provincias de Yemen, afectando a todo el país, aunque

concentrando sus acciones de protesta y los campamientos revolucionarios en las localidades

urbanas.

Dos factores han sido decisivos en cuanto al rumbo del desarrollo que tomó la revolución

yemení. El primero, tiene que ver con el hecho de que las elites políticas y militares se

sumaron a la revolución, determinando su eficacia, pero también marcando la dirección de los

cambios políticos en el pacto de la transición del poder. El segundo factor determinante en la

revolución yemení tiene que ver con la comunidad internacional y su influencia en la política

del país. Tanto la ausencia como la presencia de una intervención por parte de la comunidad

internacional puede moldear una revolución, determinando su crecimiento, o por el contrario,

su represión. En Yemen, el fin de la presidencia de Ali Abdullah Saleh se aceleró en cuanto

las potencias internacionales retiraron su apoyo al régimen, e intervinieron diplomáticamente

para mediar en las negaciones de la transición del poder. El 21 de octubre de 2011, el Consejo

de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 2014, en la que condenó la

violación de los derechos humanos en Yemen y pidió a las partes involucradas llegar a un

acuerdo de conciliación para iniciar la transición pacifica y poner fin a la violencia en el país.

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

494

Ante las presiones internas y externas, el presidente Ali Abdullah Saleh se vio obligado a

ceder y a firmar el acuerdo negociado por medio del Consejo de Cooperación del Golfo

(CCG), respaldado por Estados Unidos y la Unión Europea. El acuerdo y su mecanismo de

implementación, firmado el 23 de noviembre de 2011 en Riad, estipula la dimisión de Ali

Abdullah Saleh como presidente y asigna un periodo de dos años para la transición del poder.

La primera fase de la transición culminó con las elecciones presidenciales del 21 de febrero de

2012, en la que se acordó la presencia de un solo candidato - Abd Rabbuh Mansur Hadi, el

antiguo vicepresidente, y su elección como jefe del estado para los dos años del periodo de

transición. Actualmente se está llevando a cabo la implementación de la segunda fase de la

transición del poder, en la que se prevé lograr un consenso mediante el Diálogo Nacional con

todas las facciones socio-políticas y de la sociedad civil, con el fin de poder definir las

reformas constitucionales, legislativas y políticas del nuevo estado. Dicha fase culminará en

2014, con la aprobación de una nueva constitución y el lanzamiento de elecciones más

democráticas.

La revolución yemení logró forzar unos cambios políticos importantes, ligados a la

dimisión del presidente Ali Abdullah Saleh y el establecimiento del gobierno de unidad

nacional. No obstante, todavía hay muchas cuestiones pendientes de resolver y, a largo plazo,

se demandan reformas más profundas en el sistema político y en las estructuras socio-

culturales. Se espera que las fases siguientes de la revolución se van a definir mediante el

Diálogo Nacional, en el que se negociará el consenso nacional sobre las reformas

constitucionales y legislativas, entre otros procesos. Por eso, el periodo de transición es

especialmente relevante para las mujeres y para sus demandas de igualdad, sabiendo que en el

se determinará la dirección de las políticas y de las ideologías de género del nuevo estado. Es

importante mencionar que este periodo no está ausente de conflictos entre los grupos

conservadores y liberales, entre las fracciones religiosas y étnicas, así como entre las viejas

elites políticas y los nuevos movimientos sociales. Las movilizaciones de protesta siguen

activas, sobre todo porque algunos grupos revolucionarios mantienen una postura declarada

de que no se van a desmovilizar hasta que todas las demandas de la revolución sean

satisfechas.

La reconsideración de género en los movimientos revolucionarios

La preocupación por las cuestiones de género en los movimientos revolucionarios ha sido

recuperada en los años noventa por la “cuarta generación” de las teorías sociológicas de la

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revolución. Como resultado, se ha logrado documentar y visibilizar el rol importante que las

mujeres han desempeñado en las revoluciones en diversas partes del mundo, desde las

revoluciones inglesa y francesa (Davies, 1998; Hufton, 1992), hasta las revoluciones de los

países no occidentales (Molyneux, 1985; Diamond, 1998; Wasserstrom, 1994, Vieitez, 2001),

incluyendo las recientes revueltas de la Primavera Árabe (Al-Ali, 2012; FIDH, 2012). El caso

de Yemen no ha sido una excepción. Las mujeres yemeníes se han movilizado de una manera

masiva tanto en las revoluciones del pasado, tales como la revolución socialista de Yemen del

Sur de 1967-1969 (Molyneux, 1979, 1980; Moghadam 1997, 2003), como en la revolución

presente de 2011-2012 (Al Wazir, 2012; Gellman, 2012; Shakir, 2012; Strzelecka, 2012).

La historia muestra, sin embargo, que la participación femenina en los movimientos

revolucionarios no necesariamente viene acompañada por una mejora en su condición de

género y por un aumento en su representación de poder político y de toma de decisiones.

Incluso las revoluciones que han articulado de manera explicita una agenda de género, no

siempre han logrado el resultado de la igualdad real, sobre todo por las limitaciones que

tienen los cambios en los valores y en los modelos de relaciones de poder patriarcales. Se

podrían citar como ejemplo las revoluciones basadas en las ideologías socialistas y marxistas,

que a pesar de sus avances en la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo y a otros

espacios públicos, no lograron asegurar su plena emancipación y la alteración de los modelos

jerárquicos de dominación masculina. Así lo muestran los estudios sobre la revolución

nicaragüense de 1978 (Molyneux, 1985), la revolución mozambiqueña (Vieitez, 2001, 2002), y

también la de Yemen del Sur de 1967-69 (Molyneux, 1979, 1980).

La compleja relación entre la cuestión de género y las revoluciones ha sido abordada en la

investigación social sobre todo gracias a las académicas feministas. Las investigaciones de

Valentine Moghadam (1995, 1997, 1999, 2003) y Verta Taylor (1999) han sido especialmente

relevantes en este sentido, ya que han permitido reconsiderar el género como un factor

explicativo clave en el análisis de los movimientos sociales y revolucionarios. Según estas

autoras, las revoluciones siempre conllevan unas implicaciones de género, incluso cuando

éstas no están articuladas de una manera explícita en sus discursos y sus políticas. Pues, el

poder estatal de la mayoría de las sociedades modernas se constituye desde unas premisas

patriarcales, por lo cual, las revoluciones vienen a oponerse a regímenes y a instituciones que,

por lo general, son patriarcales. En consecuencia, los movimientos revolucionarios siempre -

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

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de manera explícita o implícita - tienen que tomar una decisión relevante para el género, dado

que deben posicionarse respecto a la organización de la sociedad y del nuevo estado,

incluyendo a sus instituciones políticas.

El análisis de las revoluciones desde una perspectiva de género permite tener en cuenta

los impactos de género y destacar el rol que los movimientos revolucionarios juegan en la

reproducción, o por lo contrario, en la ruptura con los modelos de género dominantes. En

este contexto, si bien las mujeres participan de una manera masiva en las revoluciones, y se

oponen a los regímenes políticos patriarcales, la pregunta clave es: ¿su lucha trata también de

subvertir el carácter patriarcal dominante en sus sociedades? O por el contrario, ¿lo adaptan y

reproducen en sus movimientos y en su visión del nuevo estado?

Jack Goldstone va más allá en sus reflexiones sobre la divergencia entre la retórica y la

práctica de género en los movimientos revolucionarios. La cuestión está en el hecho de si las

mujeres en las sociedades patriarcales realmente pueden ser lo suficientemente persuasivas y

poderosas como para convertirse en líderes efectivas y visionarias por derecho propio

(Goldstone, 2009:333). Sus respuestas son escépticas, ya que, según el, y a pesar de la amplia

participación de las mujeres en los movimientos revolucionarios y sus contribuciones

importantes como líderes puente (bridge leaders), sus roles no han sido de un liderazgo

dominante desempeñado de una forma independiente hasta la fecha; excepto en los

movimientos por la igualdad política de las mujeres (Goldstone, 2009:333). Mi observación

participante durante la revolución yemení de 2011-2012, no obstante, relativiliza esta tesis,

enfatizando en la necesidad de un análisis más complejo y a largo plazo. De este modo, se

puede entender la interrelación e interacción entre la agencia de las mujeres (women´s agency) y el

proceso de su empoderamiento, por un lado, y los factores estructurales distorsionantes, por otro. Los

factores distorsionantes están ligados a los fenómenos conocidos como “techo de cristal” y

“suelo pegajoso”, que dificultan la llegada de las mujeres al poder y la plena igualdad en las

estructuras sociales y políticas.

En la revolución yemení las líderesas femeninas se han manifestado en el proceso de

toma de conciencia sobre las necesidades de re-pensar su lucha revolucionaria y abordar en

ella las prioridades de género. A lo largo de sus procesos de empoderamiento, se ha observado

también su capacidad para la acción, su “agencia”, con el fin de tomar el liderazgo dominante e

independiente y llevar adelante los cambios basados en los principios de la democracia

497

paritaria y participativa. La integración de estos cambios en las políticas del nuevo estado no

es un asunto fácil y requiere de unas estrategias a largo plazo para poder ir superando

progresivamente los factores distorsionantes de tipo estructural y cultural. Las dificultades vienen

dadas también por las razones siguientes: el debilitamiento y la fragmentación del movimiento

de mujeres y feminista durante la época del antiguo régimen; la influencia del lobby islamista y

conservador en las políticas del estado y en las dinámicas sociales actuales; y las “operaciones

del patriarcado”, que fomentan la hostilidad social hacía la idea de una emancipación de las

mujeres yemeníes y debilitan el soporte popular para los feminismos en Yemen.

Participación de las mujeres en la revolución yemení

Tawakul Karman, la figura simbólica y el rostro femenino más visible de la revolución

yemení, se ha convertido en una líder por derecho propio. Su manto de liderazgo no ha sido

heredado de su padre ni de su marido, sino que se ha dado en un proceso de consolidación,

de ser una “líder puente”, en el concepto de Belinda Robnett, hasta su reconocimiento como

líder principal y formal. La fuerza de Tawakul ha consistido en saber aprovechar su posición y

en hacer de puente entre el partido político islamista más importante de Yemen, el Islah, y la

sociedad civil, gracias a su militancia como activista y presidenta de la ONG: “Mujeres

Periodistas sin Cadenas”. Su poder se debe, por tanto, a sus vínculos, por un lado, con los

partidos políticos de oposición, y por otro lado, a sus contactos con los movimientos cívicos

y con los organismos internacionales del desarrollo y de los derechos humanos. Gracias a su

destreza para saber manejar estas conexiones y hacer de “puente” entre estos grupos, y en

particular entre los colectivos cívicos independientes y los partidos políticos, Tawakul se

convirtió en la líder principal de la revolución yemení. El reconocimiento de su trabajo

activista con el Premio Nobel de la Paz, el 7 de octubre de 2011, la lanzó a la fama mundial y

la convirtió en líder nacional por derecho propio. Con este nombramiento se destacó no sólo

a la primera mujer árabe y la única persona de nacionalidad yemení con un premio Nobel,

sino que también se dio simbólicamente el reconocimiento internacional al liderazgo de las

mujeres en la Primavera Árabe.

Otro ejemplo de las mujeres que se situaron a la cabeza de la revolución como líderes por

derecho propio, es Huria Mashhur. Huria fue nombrada Ministra de Derechos Humanos en

el actual gobierno de unidad nacional. Esta política independiente se sumó a la revolución tras

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

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renunciar a su puesto como directora del Comité Nacional de la Mujer, órgano estatal para los

asuntos de género. Su dimisión se produjo como protesta por la masacre contra el

movimiento revolucionario el día 18 de marzo de 2011. Merece la pena destacar su

implicación en las actividades revolucionarias en la Plaza del Cambio de Sana’a, muchas de las

cuales promocionaban el rol y los derechos de las mujeres en Yemen. Por ejemplo, su

conferencia del 23 de abril de 2011 trataba sobre el empoderamiento político de las mujeres

yemeníes, cuya legitimidad se justificaba a través de los mitos y símbolos nacionales que

glorifican las poderosas reinas del pasado: la mítica reina Bilqís y la reina Arwa Al Sulayhi. El

liderazgo y el rol de Huria Mashhur en la revolución yemení fue reconocido con su elección

como portavoz del Consejo Nacional para las Fuerzas de la Revolución Pacífica (National

Council for Peaceful Revolutionary Forces, NCPRF), órgano ejecutivo de la revolución, formado el

17 de agosto de 2011.

Hay muchos otros nombres de mujeres activistas que han destacado por su liderazgo en

la revolución yemení. En Sana´a, además de Tawakul Karman y Huria Mashhoor, podemos

mencionar a Farida Al-Yarimy, Amal Al-Basha, Wameedh Shakir, Arwa Othman, Bilqís Al-

Lahabi, Nabila al-Zubayr, Huda al-Attas, Nadia Al-Kawkabani, Samia Al-Haddad, Samia al-

Aghbari, Widad Al-Badawi, Majda Al-Haddad, Arwa Aoun, y muchas otras. En la Plaza de la

Libertad en Taiz, los nombres de las lideresas de la revolución más conocidos son: Bushra Al-

Maqtari, Shafiqa al-Qudsi, Ishraq Al-Maqtari, Maha Al-Shurbaji, Basma Abdel-Fattah, Ulfat

al-Dabai, Bilqís al-Abdali y Moeen Sultan. Hay también figuras conocidas entre las mujeres

que lideraban la revolución en Aden y en otras provincias de Yemen, reflejando la diversidad

y las particularidades regionales del movimiento.

La visibilidad que se dio a las mujeres y a su liderazgo durante la revolución de 2011 se

debe ver como un cambio notable en Yemen. Se trata de una transgresión de ciertos tabúes

culturales, que han dificultado el protagonismo de las mujeres yemeníes y su plena

participación en la vida pública y política, exhortándoles a permanecer en un segundo plano y

en una posición de subalternidad respecto de los varones. Ir en contra de las normas

culturales y las costumbres locales se considera “eib” en Yemen (“vergüenza” o “deshonra”),

mientras que romper los mandamientos calificados como propios del islam es “haram”

(“prohibido”). El hecho de que las mujeres revolucionarias acampaban durante meses junto al

colectivo del sexo opuesto, hacían oír su voz en público, se posicionaban en la primera línea

de las manifestaciones, lideraban las muchedumbres masculinas, y participaban en las

499

protestas sin contar con el consentimiento de su “mahram” (guardián masculino), han sido

fenómenos observados en la revolución yemení, y completamente rupturistas con los códigos

normativos de dicha sociedad.

Las mujeres no sólo han roto con los tabúes culturales durante la revolución, sino que se

han convertido en las verdaderas protagonistas de las revueltas. Han participado activamente

en todo el proceso y en las diversas actividades de la revolución yemení. No sólo se han

integrado en la mayoría de los comités revolucionarios, sino que también han desempeñado

diferentes roles. Como lideresas políticas, organizaban marchas, pronunciaban discursos

públicos y consignas, lideraban protestas, formulaban demandas, participaban en las

negociaciones y en las tomas de decisiones. Como trabajadoras de la salud, servían como

médicas y enfermeras. Como periodistas, fotógrafas y bloggers, recopilaban, escribían y

difundían la información en los medios de comunicación y en las redes sociales. Como

guardias de seguridad, ofrecían sus servicios voluntarios para vigilar las entradas a los

campamentos de la revolución. Como administradoras y patrocinadoras, se dedicaban a la

captación de fondos. Como profesoras y maestras, ofrecían cursos y conferencias para

mejorar el nivel educativo y académico del movimiento. Como artistas, escritoras y poetas,

participaban en los programas culturales celebrados en los campamientos revolucionarios.

Aunque las mujeres siempre estaban en minoría respecto a los varones en los espacios

públicos, debido a las restricciones sociales, su activismo no se limitaba a estos lugares

solamente. A sus actividades publicas, hay que sumar su lucha revolucionaria desde sus

lugares de enunciación propios, desde sus espacios privados y de menor exposición pública,

desde sus casas, espacios virtuales y de encuentros femeninos, donde igualmente destacaban

en su rol de líderesas y activistas políticas. También su participación en la revolución desde su

rol reproductivo, como madres, esposas, hermanas o amas de casa, ha sido fundamental. No

sólo por su soporte emocional, sino también porque fueron mayoritariamente las mujeres las

que suministraban el combustible de la revolución, es decir, la comida y la bebida para los y

las residentes de los campamentos revolucionarios. Además, con la cada vez más inadecuada

provisión del estado en materia de servicios básicos, como agua, electricidad y combustible,

las mujeres no solamente han sido las que más lo han sufrido, dado su rol de género,

relacionado con las tareas domésticas y los cuidados, sino también quienes han asumido la

responsabilidad de la distribución de estos escasos recursos para asegurar la supervivencia de

los hogares. Desde su rol comunitario, las mujeres han movilizado y han organizado a sus

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

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vecindarios y grupos de protesta a nivel local, para denunciar la privación de los recursos

básicos y de una situación que conducía al empobrecimiento y a la cada vez más grave crisis

humanitaria de Yemen.

Las mujeres se han mostrado muy creativas a la hora de organizar sus propias marchas y

manifestaciones de protesta en contra del régimen y de las situaciones de violencia. Como

ejemplo, mencionar el acto inspirado en las tradiciones tribales, cuando las mujeres se

convocaron el 26 de octubre de 2011, en la calle Sittin en Sana´a, en las proximidades de la

Plaza del Cambio, para quemar públicamente sus velos y denunciar de esta manera las

masacres sangrientas del régimen, demandando la protección y la justicia. Es importante

destacar que las mujeres desde el comienzo de la revolución se mostraron como defensoras

fervientes de la paz. El hecho mismo de que la mayoría de los sectores leales a la revolución

decidieran renunciar al uso de las armas, y responder a la represión del régimen de una

manera pacífica, es bastante significativo en Yemen, el segundo país más armado del mundo,

donde se estima la presencia de unas 61 armas de fuego por cada 100 habitantes.

Es importante mencionar que las mujeres también han sido particularmente activas en las

protestas y denuncias en contra de la polémica Ley de Inmunidad concedida a Ali Abdullah

Saleh y a sus colaboradores, que fue promulgada por el parlamento yemení el 21 de enero

2012, de acuerdo con la transferencia del poder según el plan del CCG.(379) A pesar de este

pacto, Tawakul Karman, a finales de noviembre de 2011, llevó a la Corte Penal Internacional

(CPI) pruebas en contra del ex-presidente de Yemen, pidiendo su persecución por crímenes

contra la humanidad. El liderazgo de las mujeres para reclamar justicia se explica, en parte,

por el hecho de que ellas también han sido las que más han sufrido a causa de los asesinatos y

de la discapacitación de sus esposos, padres, hermanos e hijos, los cuales solían ser los

379 La Ley de Inmunidad, del 21 de enero de 2012, declara a Ali Abdullah Saleh y a sus aliados legalmente inmunes a la persecución por los crímenes cometidos durante su gobierno. La inmunidad fue concedida a cambio de la dimisión del presidente Saleh y su trasferencia pacífica del poder. No obstante, dicho acuerdo fue cuestionado desde el principio por los movimientos populares e independientes, que lo han visto como un pacto entre las elites políticas que negociaban el plan del Consejo de la Cooperación del Golfo. La Ley de Inmunidad fue criticada también por las organizaciones internacionales de derechos humanos y por varios representantes de las Naciones Unidas. Navi Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, declaró públicamente que dicha ley se contradice con la ley internacional y con la política de las Naciones Unidas, dado que la amnistía no puede concederse en los casos de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra o violación grave de los derechos humanos. Todo esto se ha registrado en Yemen durante la revolución, con miles de personas asesinadas, desaparecidas, heridas o torturadas a manos de las fuerzas armadas leales al antiguo régimen.

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sostenedores económicos importantes de sus hogares. La fuerza laboral en Yemen la

constituyen 11,1 millones de personas, de las que un 51% son mujeres (WNC, 2010:35). No

obstante, sólo 596000 de ellas son económicamente activas, teniendo un trabajo remunerado

(WNC, 2010:35).

El Ministerio de Derechos Humanos estima que unas 2000 personas han sido asesinadas

y unas 22000 han resultado heridas por las fuerzas leales al régimen durante la revolución

yemení. Los mártires de la revolución en su mayoría han sido varones. Sin embargo, y a pesar

de que apuntar con armas hacia las mujeres en Yemen está en contra de los códigos tribales y

las tradiciones culturales, ha habido también víctimas mortales entre las mujeres

revolucionarias. Se estima que unas 20 mujeres, según las estadísticas oficiales del Ministerio

de Derechos Humanos yemení, o unas 80 revolucionarias, según las activistas, fueron

asesinadas en las marchas de protesta. La primera mujer mártir de la revolución fue Aziza

Othman Kaleb, que murió a manos de un francotirador leal al régimen, durante una

manifestación en Taíz, el 16 de octubre de 2011. A partir de entonces hay más casos de

mujeres que mueren, ya no como víctimas casuales de la población civil durante los disparos y

bombardeos en su vecindad, sino que están en el foco de atención de los grupos armados

leales al régimen, y son asesinadas de un modo deliberado durante las protestas. Se podría

arriesgar el análisis de que existe una relación entre el uso indiscriminado de armas contra las

mujeres y el reconocimiento internacional de su rol como líderes principales de la revolución,

ya que el primer disparo mortal a una mujer, la mencionada Aziza Othman Kaleb, se produjo

unos días después de que se conociera la noticia sobre Tawakul Karman como ganadora del

Premio Nobel de la Paz. A partir de entonces se usa la violencia de una manera

indiscriminada contra las mujeres revolucionarias, al percibir que éstas constituyen un

verdadero peligro para el régimen y su sistema patriarcal. La relevancia de los casos de

mujeres víctimas mortales en Yemen fue de tal consideración, que el viernes 18 de noviembre

de 2011, fue nombrado por el movimiento revolucionario como el “Viernes de las Mujeres

Mártires de la Revolución”, con el fin de recordar y honrar a dichas víctimas.

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

502

Empoderamiento de las mujeres revolucionarias: tomando la conciencia de género

Las mujeres no sólo han jugado un papel determinante en la revolución de Yemen, sino

que su participación ha tenido un impacto relevante en sus procesos de empoderamiento. Por

“empoderamiento” se entiende el proceso mediante el cual las mujeres, individualmente y/o

colectivamente, toman conciencia sobre cómo las relaciones de poder operan en sus vidas, y

ganan la autoconfianza y la fuerza necesaria para incidir, a través de sus acciones y estrategias,

en la dirección del cambio en contra de la discriminación y a favor de una sociedad más

equitativa e igualitaria. Los procesos de empoderamiento de las mujeres yemeníes han ido

acompañado sus trayectorias de construcción de una identidad revolucionaria. Un aspecto

particular de su identidad ha tenido que ver con el factor de género, que se ha manifestado en

su representación como sujetos subalternos. La toma de conciencia sobre su otredad respecto

a los varones se ha manifestado a raíz de varios incidentes específicos de discriminación y de

violencia de género que han tenido lugar durante la revolución. Estos sucesos se originaban

en el castigo y la estigmatización de las mujeres por la transgresión de ciertas normas socio-

culturales. Como consecuencia, la lucha de las mujeres ha adquirido una dimensión añadida a

lo largo de proceso, y su intención ha sido perseguir un doble objetivo. Por un lado, las

mujeres han luchado por los objetivos comunes a todos los sectores del movimiento

revolucionario, es decir, por el desmantelamiento del régimen y por un cambio del sistema

político-social. Estas demandas, vinculadas a las reformas políticas, sociales y económicas,

van a ser compartidas con los hombres. Y por otro lado, y a diferencia de los varones, las

mujeres se han sentido obligadas a salir a las calles para denunciar su situación específica de

discriminación de género, y además, articular su propia agenda de mujeres en la revolución y

en las etapas posteriores. Las iniciativas específicas para construir dicha agenda se llevaron a

cabo concretamente desde el movimiento de mujeres activistas y liberales, que llevaban años

trabajando por los derechos de las mujeres y por la igualdad de género en Yemen. Como

ejemplo se puede citar, las jornadas de las mujeres en Sana´a, en abril de 2011, financiados

por la ONG: Responsive Governance Project y la USAID, que lograron reunir a las mujeres de la

“Coalición Watan: Mujeres por la Paz Social”(380) y de otros colectivos, para debatir sobre la

posición y las demandas de las mujeres en la situación revolucionaria en Yemen. Como

resultado, el taller produjo el primer esbozo consensuado de la agenda de mujeres, donde se 380 “Watan Coalition - Women for Social Peace” es una amplia red de mujeres activistas y feministas en Yemen que tienen como objetivo promocionar los derechos de las mujeres. Sus acciones están relacionadas con la organización de campañas específicas, la visibilización de las voces de mujeres y la movilización de la opinión pública. La red se estableció en 2006, y su primera misión fue la de reforzar y apoyar a las mujeres como candidatas en las elecciones locales que se celebraron el mismo año.

503

priorizaba, entre otras cuestiones, una alta representación femenina en todas las estructuras

del poder político y en la toma de decisiones tanto durante la revolución como en el periodo

de transición y en las etapas post-revolucionarias.

A parte del movimiento feminista de las generaciones recientes y anteriores, un nuevo

movimiento de mujeres emergió durante la revolución. Dicho movimiento ha sido más

amplio y popular, y ha agrupado a las mujeres jóvenes y activistas, de diferentes perfiles

profesionales, que han roto con ciertos modelos de género tradicionales y que han tratado de

forjar cambios para la plena integración de las mujeres en la vida pública y política del país. La

revolución fue un punto de inflexión y un cambio significativo para muchas de ellas. A partir

de esta experiencia, ligada a nivel personal con una liberación y con mayores cuotas de

autonomía individual, estas mujeres no imaginan una vuelta atrás. El hecho de participar por

primera vez en las manifestaciones, marchas callejeras y sentadas, entre otras actividades

revolucionarias, fue una oportunidad también para establecer redes con otras mujeres

activistas. La Plaza del Cambio de Sana´a, por ejemplo, fue un lugar idóneo para socializarse y

compartir experiencias y reflexiones sobre género con otras mujeres. Aunque la mayoría de

ellas nunca habían recibido una formación específica en el feminismo, los debates en torno a

la participación y al papel de las mujeres en la construcción del nuevo estado - un Yemen más

democrático e igualitario, impulsó a muchas de ellas a pensar en sus demandas específicas a

fin de asegurarse las libertades y los derechos que han ido ganado durante la revolución.

El factor desencadenante para el surgimiento de una identidad de protesta particular de

las mujeres ha tenido que ver con los actos de discriminación y de violencia de género, que se

produjeron durante la revolución tanto a manos del antiguo régimen como desde el sector

islamista radical del movimiento revolucionario. Estos actos de violencia colocaron la

cuestión de las mujeres en el centro de atención de la revolución yemení. A raíz de esto,

algunas mujeres empezaron a replantearse el objetivo de su lucha revolucionaria,

considerando que ésta debería ser multidimensional, es decir, en contra del régimen y en

contra de un sistema patriarcal. Estas reflexiones se dieron al principio a un nivel individual,

para luego ser compartidas con otras mujeres y hombres, lo cual las llevó a establecer alianzas,

y a organizar acciones de protesta para denunciar el trato discriminatorio contra el colectivo

de mujeres.

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

504

Uno de los acontecimientos más conocidos, vinculados con los actos de discriminación y

de violencia de género, tuvo lugar el 15 de abril de 2011. Se inició con un discurso del

Presidente Ali Abdullah Saleh, que sugería que la mezcla de los sexos en la Plaza del Cambio

estaba prohibida por el islam. Saleh, sabiendo que el movimiento revolucionario era muy

diverso, compuesto por grupos conservadores y liberales, utilizó esta estrategia para crear un

conflicto dentro del movimiento y debilitarlo de esta manera. La cuestión de la religión y de

las mujeres es uno de los temas más sensibles en Yemen, ya que se vincula al honor y a unos

debates más amplios, en los que se discute desde posturas ideológicas opuestas e

irreconciliables. La breve propaganda mediática, que acompañó al discurso del presidente

Saleh, sugería que las mujeres revolucionarias, eran supuestamente las “malas, perdidas,

escandalosas y de una reputación cuestionable”. Fue un intento de deslegitimar y de

desacreditar a las activistas revolucionarias, lo cual demostraba también el temor del régimen

por el alcance de su participación y de su liderazgo en el movimiento de protesta. La

influencia y la visibilidad de las mujeres se había convertido en un peligro real tanto para el

régimen como para el sistema patriarcal. La respuesta de las mujeres al discurso del presidente

fue inmediata y multitudinaria. Las mujeres salieron a las calles, no sólo para denunciar el uso

político del islam y su deshonra por el presidente, sino también para reivindicar sus derechos

a la plena integración en la vida pública y política del país. La protesta de las mujeres fue tan

abrumadora, que el mismo presidente tuvo que desdecirse y asegurar públicamente que las

mujeres en Yemen tienen derecho a participar en la vida política en igualdad de condiciones

que los hombres. Sin embargo, la estrategia del presidente logró el efecto de crear un

conflicto dentro del movimiento revolucionario, ya que a partir de entonces se produjeron

acciones violentas de los islamistas ultraconservadores en contra de las mujeres liberales y de

los jóvenes independientes. El primer incidente de este tipo tuvo lugar en la misma marcha de

protesta contra el discurso del presidente Saleh, el 16 de abril de 2011, cuando un grupo del

colectivo feminista y liberal intentó romper el cordón de las mujeres y “mezclarse” con los

hombres, para contradecir de esta manera las palabras del presidente. En este momento,

fueron atacados por un grupo minoritario de islamistas radicales y guardias de seguridad, que

pretendían mantener el “orden”. Las mujeres fueron insultadas y golpeadas, y los jóvenes

liberales que las acompañaban en este acto de rebeldía contra el fundamentalismo religioso,

fueron encarcelados durante varias horas bajo la vigilancia de los soldados de la primera

división blindada. Posteriormente, el incidente fue condenado por diferentes representantes

del movimiento revolucionario, incluso por los dirigentes del partido Islah y por el jefe del

505

ejército disidente. No obstante, los conflictos, que desembocaron en actos de violencia contra

los colectivos progresistas de jóvenes independientes y contra las feministas, no han

desaparecido desde entonces.

A partir de abril de 2011, los extremistas islamistas se organizaron para desalojar y

destruir las tiendas de campaña de las mujeres en la Plaza del Cambio en Sana´a. Como

consecuencia, el número de mujeres residentes en la plaza disminuyó drásticamente, y la

mayoría optó por participar en las actividades revolucionarias durante el día exclusivamente.

Sólo unas pocas mujeres resistieron la violencia islamista y permanecieron durmiendo en la

Plaza del Cambio hasta fechas recientes. El caso más conocido es el de Farida Al-Yarimy, una

activista independiente, de 50 años, maestra y madre divorciada, que también ha sido la

primera mujer que vino a instalarse con su tienda de campaña en la Plaza del Cambio en

Sana´a, en febrero de 2011, rompiendo de esta manera uno de los tabúes culturales más

restrictivos, el de la separación y la exclusión de las mujeres de los espacios públicos

masculinizados. Otra mujer, Safiya Ahmed Mohsem Saleh, es la que la acompañó durante

meses en esta lucha simbólica por el derecho de las mujeres a residir en el campamento de

protesta de Sana´a. Safíya es una de las mujeres procedentes de las zonas rurales, con un perfil

bastante característico en Yemen: casada muy joven, madre adolescente, divorciada por

repudio (talaq), víctima de malos tratos, mujer pobre, sin estudios y sin fecha de nacimiento

oficial, calcula que debe tener unos 35-40 años de edad. Para ella, la revolución significó una

oportunidad de recuperar sus sueños, de unirse a la lucha por una vida con dignidad y

felicidad, sin pobreza, corrupción e injusticias sociales, y en contra de la explotación y la

opresión de las mujeres.

A raíz del impacto del discurso del presidente Saleh, los grupos islamistas han sido cada

vez más persuasivos para imponer sus visiones y sus modelos sociales y de género en el

movimiento revolucionario. Al quedarse con un mayor control sobre el escenario principal de

la Plaza del Cambio de Sana´a, a través de los miembros de Islah en el comité organizativo,

han logrado restringir, en parte, el acceso al escenario a los colectivos independientes y

progresistas, que se oponían y contradecían sus discursos. En varias ocasiones los grupos de

jóvenes independientes trataron de revelarse en contra de este control y del poder de los

ultra-conservadores, construyendo sus propios lugares de enunciación, que se convirtieron

posteriormente en objetivos de lucha con los islamistas radicales. Como resultado de la

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

506

influencia islamista, la separación entre los sexos también comenzó a ser cada vez más visible

en los campamentos revolucionarios. Como señala Atiaf Al Wazir, activista e investigadora

yemení, al principio de la revolución se veía a las mujeres y a los hombres participando de

manera conjunta en todas las actividades de la revolución, sin ninguna restricción ni barrera

física basada en la separación por sexos (Al Wazir, 2012). El cambio más radical comenzó a

producirse cuando, mediante una cuerda, se delimitó una sección propia para las mujeres en

la Plaza del Cambio en Sana´a. A partir de abril 2011, la cuerda fue sustituida por una lona de

plástico azul, y finalmente por una puerta de metal y una cerca de madera, que con el tiempo

ganó en solidez y altura. Fueron los hombres islamistas del comité revolucionario de

seguridad quienes estaban detrás de estos cambios, asegurando que se trataba de la

construcción de un espacio prudente, para que las mujeres se sintiesen más cómodas al estar

protegidas de las miradas de los varones. Mientras que algunas mujeres conservadoras y los

del partido Islah interpretaban estos cambios en clave positiva, viendo en ellos un logro por

conseguir en el campamento revolucionario un espacio propio para las mujeres, otras

activistas lo criticaban por el hecho de que limitaba sus libertades y sus opciones de elección.

Para ellas, el problema no era el simple muro de separación entre los sexos, sino el significado

político y social que estaba detrás. Era un hecho simbólico que iba en contra de los cambios

hacía la igualdad de género y la construcción de un estado civil moderno. Por eso, algunas

mujeres feministas y liberales se opusieron a esta dinámica, señalando que se trataba de una

maniobra patriarcal que conducía a la marginación femenina de los espacios públicos y del

poder. Afraa Al-Habori es el ejemplo de una joven activista que comenzó una campaña en

facebook contra este muro de separación en la Plaza del Cambio, consiguiendo una cierta

reducción del mismo, aunque sin conseguir moverlo de una manera permanente (Al Harazi,

2012).

Las experiencias de discriminación de género han modelado una identidad de protesta

particular del colectivo femenino durante la revolución. Es más, las mujeres se han mostrado

cada vez más conscientes de que tenían que unirse en torno a sus propios intereses de género

para poder defender eficazmente sus derechos y forjar la inclusión de sus demandas en la

definición del nuevo estado. Gracias a que la revolución yemení se prolongó en el tiempo, las

mujeres han tenido la oportunidad de ir aprendiendo de sus propias experiencias de fracasos y

decepciones, y de modificar sus estrategias de lucha feminista desde las lecciones aprendidas.

De esta manera, el movimiento de mujeres se ha ido consolidando en torno a sus intereses

estratégicos de género. El momento crucial fue la movilización de las mujeres en el periodo

507

de transición para reconducir los efectos de la revolución inmediatos, que han sido poco

satisfactorios en términos de los logros para la igualdad de género. Se trata de los resultados

del acuerdo del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) par la transición yemení y la escasa

representación femenina en el nuevo gobierno de unidad nacional.

El Acuerdo del CCG, firmado por el presidente Saleh, el 23 de noviembre de 2011, se

basaba en el compromiso de una transición pacífica del poder, acordado entre las elites

políticas: el partido gubernamental, el General People's Congress, y la coalición de los partidos

políticos de la oposición, Joint Meeting Parties. Las mujeres y el movimiento de jóvenes

independientes estaban excluidos de estas negociaciones. Como consecuencia, los intereses de

las mujeres no quedaron lo suficientemente asegurados en el pacto. En las versiones del

borrador del documento se sugería una cuota de un mínimo del 20% de representación

femenina en el gobierno, los mecanismos de transición del poder y en otros órganos

estipulados en el acuerdo. No obstante, en la versión final, aprobada por los partidos

políticos, se suprimía esta especificación, y tan sólo se hablaba de una “representación

apropiada” de las mujeres en el nuevo gobierno y en sus instituciones. Esta expresión

ambivalente ha permitido muchas divagaciones, ya que no quedaba claro quién debería

decidir sobre qué es lo “apropiado” respecto a la representación femenina en el poder. Las

opiniones sobre el liderazgo político de las mujeres en Yemen son muy dispersas. Por

ejemplo, la visión de los islamistas radicales se distingue y se diferencia extremadamente de las

demandas de un 30% de cuota femenina por el movimiento de mujeres. En consecuencia,

cuando tocó el reparto del poder y la nominación del gobierno de unidad nacional, mediante

el decreto del 7 de diciembre de 2011, se aumentó la representación femenina tan sólo en una

mujer respecto al gobierno anterior, además se trata de una ministra sin cartera. En total, tres

mujeres han sido incluidas en el nuevo gabinete de 35 miembros (8,57%). A saber: Huria

Mashhur - Ministra de Derechos Humanos, Amat al-Razzaq Hummad - Ministra de Asuntos

Sociales y Trabajo, y Jawhara Hamoud Thabet - Ministra de Estado para Asuntos del

Gabinete.

Las activistas feministas quedaron defraudadas con esta decisión, porque se sabe que la

situación de exclusión y de discriminación femenina no iba a cambiar sin una representación

adecuada de mujeres comprometidas con la igualdad de género en las estructuras de poder.

De hecho, a raíz de la exclusión del movimiento de mujeres y de jóvenes independientes de la

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

508

negociación del Acuerdo CCG, tanto los jóvenes como algunas mujeres revolucionarias

decidieron fundar sus propios partidos políticos con el fin de asegurarse la representación a

nivel político. De este modo, surgió el primer partido político en Yemen - The Arab Spring

Party - encabezado y dirigido por una mujer, Amal Lutf al-Thawr. Se trata de una mujer de 40

años, madre de cuatro hijos, que se dedicaba a su propio negocio de sastrería para mujeres, y

que a raíz de la revolución decidió forjar una carrera política. The Arab Spring Party, según sus

dirigentes, trata de reencontrar un equilibrio en la escena política de Yemen para asegurar que

las voces de los y las jóvenes sean representados, y de que las mujeres tengan las mismas

oportunidades que los hombres, basándose en el principio de paridad.

El factor clave en la consolidación del movimiento de mujeres y feminista en Yemen ha

sido la organización de dos conferencias multitudinarias de mujeres en Sana´a, en marzo de

2012. Su objetivo era el de revisar las prioridades de las mujeres, con el fin de aprovechar las

oportunidades del periodo de transición para exigir la implementación de las demandas de su

movimiento. La conferencia nacional, la más relevante para las políticas estatales de género,

tuvo lugar el 19 y 20 de marzo de 2012, y fue organizada conjuntamente por el Comité

Nacional de las Mujeres y el Ministerio de Derechos Humanos. Las mujeres de diferentes

provincias de Yemen, de los partidos políticos y de la sociedad civil, fueron convocadas en

Sana´a, bajo el lema: “Juntas en el Camino, Juntas en la Toma de Decisiones”. Fue una

iniciativa sin precedentes que logró reunir a un número importante de personas de ambos

sexos y de generaciones diferentes, las revolucionarias y las seguidoras del antiguo régimen,

para construir una plataforma de lucha conjunta por los derechos de las mujeres en Yemen.

La cifra oficial alcanzó unos 900 participantes, aunque según mi observación participante, el

número real fue bastante menor, debido a la rotación de personas. A pesar de los conflictos

ideológicos, las divisiones políticas y las dificultades organizativas, se consiguió llegar a un

consenso sobre la agenda de las mujeres para el periodo de transición y la construcción del

nuevo estado. Dicha agenda recoge las demandas de las mujeres relacionadas con los asuntos

emergentes en el sector político y legislativo, es decir, la demanda de un 30% de cuota para las

mujeres en todos los comités estipulados en el Acuerdo del CCG, y específicamente en los

comités del diálogo nacional y de las reformas constitucionales y legislativas. Además, se

demanda la estipulación en la nueva constitución a favor del derecho a una cuota del 30%

para la representación de las mujeres en los tres poderes estatales: el ejecutivo, el legislativo y

el judicial. La agenda recoge también la necesidad de asegurar los derechos e implementar los

servicios para las mujeres en el sector político, educativo, económico y de salud. Se toma

509

también en cuenta la satisfacción de las necesidades específicas de las mujeres rurales y las

afectadas por los conflictos armados, así como las demandas particulares de las jóvenes

revolucionarias y las mujeres del movimiento del Sur y de los Houties.

Otro paso en la consolidación del movimiento de mujeres yemeníes en torno a sus

intereses estratégicos de género ha tenido que ver con sus movilizaciones para garantizar una

representación adecuada a nivel cuantitativo y cualitativo en la Conferencia del Diálogo

Nacional (National Dialogue Conference, NDC), que se celebrará en 2013. Esta conferencia será

decisiva para la transición política de Yemen y la definición del nuevo estado, incluyendo la

resolución de los conflictos existentes y el consenso sobre el sistema político y la nueva

constitución del país. Respecto al Diálogo Nacional, las mujeres demandan no sólo una

representación alta, sino también que un mínimo del 30% de los asuntos debatidos en la

NDC se dediquen explícitamente a la cuestión del género como tema transversal, con el fin

de asegurar los intereses de las mujeres en todo el proceso. El 15 de julio de 2012, el

presidente Abd Rabbu Mansur Hadi nombró a seis mujeres, entre un total de 25 miembros

(24%), como parte del Comité Técnico para la preparación de la Conferencia del Diálogo

Nacional. Desgraciadamente, la representación inicial de mujeres perdió su fuerza con un

nuevo decreto del presidente Hadi, de 17 de septiembre de 2012, a través del cual se añadía a

seis nuevos miembros a esta entidad, todos varones, con lo cual la presencia femenina se

quedo en un 19%. Es importante mencionar que Amal Basha, una de las feministas más

destacas de Yemen, ha sido elegida portavoz de la comisión técnica, lo cual facilitó la

visibilidad del tema del género en las comunicaciones del comité. La prerrogativa de la

comisión ha sido preparar la Conferencia del Diálogo Nacional, y determinar el número, los

criterios y los mecanismos de selección de los y las representantes en la misma. A finales de

noviembre de 2012, el comité anunció el número de participantes de la Conferencia, fijando

565 plazas. Se declaró también la redistribución exacta de estas plazas entre las entidades que

representarán los intereses de las diversas fracciones políticas y sociales en Yemen: los

partidos políticos, el movimiento separatista del Sur (Hirak), los Houties, las mujeres, los

jóvenes independientes, la sociedad civil, los salafistas y otros grupos minoritarios. El

presidente Abd Rabbuh Mansur Hadi tiene el poder de repartir 62 plazas libres entre los y las

representantes de los grupos marginados, las minorías religiosas, personas con necesidades

La primavera árabe: ¿una revolución regional?

510

especiales, artistas, inmigrantes, empresarios, nuevos partidos políticos, académicos y líderes

religiosos.(381) El comité técnico de la Conferencia del Diálogo Nacional asignó unas 40

plazas para las mujeres que no proceden de las entidades políticas, pero se supone que la

representación femenina debe alcanzar un mínimo del 30% de todos los participantes en la

Conferencia. Por lo tanto, se debe esperar de los partidos políticos y otras entidades que

nominen entre sus representantes tanto a los varones como a las mujeres. Queda por ver

cómo se gestionará este tema, y qué resultados ofrecerá la Conferencia del Diálogo Nacional

para la definición del nuevo estado y sus políticas y prioridades respecto a las mujeres. Lo que

es seguro es que las decisiones tomadas en la Conferencia tendrán una relevancia importante

en cuanto a la determinación de si es posible que se de una democracia participativa y

paritaria en el futuro próximo de Yemen.

Conclusiones

La participación de las mujeres en la revolución yemení se inscribe en la trayectoria

histórica de los movimientos de mujeres en Yemen, donde los procesos de empoderamiento

y la agencia de mujeres constituyen un factor clave para entender las dinámicas de su

emancipación. Con una agenda de acción propia, sus expectativas emancipadoras se han

incrustado en las dinámicas sociales e históricas específicas. Dentro de estos procesos, las

mujeres han sido capaces de formular sus propias estrategias de resistencia y de cambio,

incluyendo las reivindicaciones de sus derechos específicos y renegociando los nuevos roles

sociales y libertades particulares. Las narrativas históricas de sus itinerarios emancipatorios

reflejan los discursos y los códigos de género que han condicionado sus vidas y sus opciones,

así como han determinado sus respuestas colectivas para negociar los cambios y alcanzar

mayores cuotas de libertad y de autonomía. Las mujeres yemeníes siempre han luchado por

sus derechos y por el reconocimiento de su estatuto desde sus lugares de enunciación, desde

sus vivencias de género y aprendizajes cotidianos, y desde sus espacios de poder, formulando

estrategias que plantean formas de relacionar lo «tradicional» y lo «moderno», desafiando la

consideración antitética de ambos términos.

381 “National Dialogue Conference’s share distribution decided”, Yemen Times, 29 de noviembre de 2012, http://www.yementimes.com/en/1629/news/1666/National-Dialogue-Conference’s-share-distribution-decided.htm.

511

La experiencia de las mujeres como lideresas de la revolución de 2011-2012 ha sido de

especial relevancia en los procesos de empoderamiento de este colectivo, y de sus

aspiraciones de poder y libertades en el Yemen actual. El Premio Nobel de la Paz para

Tawakul Karman, sin duda, ha permitido reafirmar a las mujeres yemeníes en este rol,

reconociendo la importancia de su protagonismo en los procesos de cambio social y en la

formación del nuevo estado. Alguien que ha pasado por una experiencia de este tipo no

quiere volver atrás. Las mujeres piden el cambio, y eso es algo que ha reafirmado y reactivado

el movimiento de mujeres y feminista en Yemen, abriendo un nuevo capítulo en su historia.

Se trata de un movimiento todavía débil y bastante fragmentado, no ausente de conflictos

internos, pero también, a pesar de sus diferencias, se ha visto su capacidad de unión en torno

a los mismos intereses para definir sus prioridades de género y para incidir en un cambio

político más amplio. Lo positivo de la situación actual es que las mujeres parecen ser cada vez

más conscientes de los retos que se les están presentando en el periodo de transición actual, y

comprenden la necesidad de permanecer unidas para poder defender eficazmente sus

derechos y su agenda de género. Su lucha durante la revolución por un Yemen más

democrático e igualitario, ha implicado asimismo una batalla contra la desigualdad de género y

a favor de los derechos humanos y la plena ciudadanía para las mujeres. Estos principios se

mantienen actualmente mediante esfuerzos denodados para convertirlos en una realidad del

nuevo estado, tratando de transversalizarlos en el Diálogo Nacional y en la nueva

constitución, y que ésta sea el fundamento para la ciudadanía paritaria y la justicia social en

Yemen.

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