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Luisa Piccarretta Las Horas de la Pasión Editorial ARCA DE LA ALIANZA

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Luisa Piccarretta

LasHoras de la Pasión

Editorial ARCA DE LA ALIANZA

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EDITORIALARCA DE LA ALIANZAPº de la Habana, 6828036 Madrid - España

Teléfonos:91 563 37 17656 85 71 46

Fax: 924 650 982

Director:Natalio Babiano Sánchez

Consejo Editorial:Blanca Castilla de CortazaJoaquín FerrerEnrique LlamasFélix OchaitaGermán Rovira

Está permitida –para facilitar la difusión de la tesis que aquí se difunden– lareproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, y su trans-misión por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, porregistro u otros métodos, sin necesidad del permiso previo y por escrito del titu-lar (aunque se agradece su notificación al autor).

I.S.B.N.: 84-611-1720-4Depósito Legal: M-30013-2006Imprime: CAMPILLO NEVADO, S.A. - Tlf.: 91 560 94 75 - 28019 Madrid

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Imprimatur y Nihil ObstatLas horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

De Luisa Piccarreta

Con Imprimatur dado en el año 1915 por el obispode la Archidiócesis de Trani-Barletta-Bisciglie

Mons. Giuseppe M. LeoCon Nihil Obstat dado en el año 1915

por San Annibale M. di Francia

Con la Beatificación y Santificación de San Annibale M. Di Franciahan sido aprobados por la Iglesia todos sus escritos y prefacios, y portanto las obras de la sierva de Dios Luisa Piccarretta (S. E. Mons.Carata 23-1-91 en S. Domenico in Corato).

CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM

Prot. N. VAR. 2522/85TRANEN.-BAROLEN.-VIGILIEN.BeatificationisServae Dei ALOISIAE PICCARRETALaicaeE Tertio Ordine Sancti Dominici

DECLARATIO

Congregatio de Causis Sanctorum, quaesito sibi proposito respondens,declarat ex parte Sanctae Sedis NON OBSTARE quominus CausaBeatificationis Servae Dei Aloisiae Piccarreta, Laicae, e Tertio OrdineSancti Dominici, initiari possit, sed ad mentem, quae in adnexis litterisdiei 25 mensis Martii anno Domini 1994, Exc.mo ac Rev.mo Domino D.Carmelo Cassati, M.S.C., Archiepiscopo Tranensi-Barolensi-Vigilensi,scriptis, statuitur: servatis de cetero omnibus aliis de iure servandis.

Datum Romae, ex sedibus eiusdem Congregationis, die 25 mensisFebruarii A.D. 1994.

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RICARDO GUIZAR DÍAZOBISPO DE ATLACOMULCO

Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor JesucristoDe la Sierva de Dios Luisa Piccarretta

Es una serie de 24 meditaciones sobre la Pasión de Nuestro SeñorJesucristo, precedida la presentación de la autora y la introducciónescrita por su censor oficial y primer editor San Aníbal de Franciaconsta en el epílogo final.

Está escrita especialmente para almas amantes de Jesucristo, quedesean cultivar su vida espiritual, y para almas consagradas, comoindica el Beato Aníbal de Francia. Les servirá para “internarse en lossentimientos del Corazón Santísimo de Jesús en sus divinos padeci-mientos” y obtener gozosos frutos de mayor amor y gratitud haciaJesús, purificación del alma, progreso espiritual, fortalecimiento en laspruebas, mayor unión con Dios…

Que la Sma. Virgen María, la primera en haber acompañado aJesús en su camino de la Cruz y en rememorar después muchas vecesen su corazón, volviendo a recorrerlo, el amor y el dolor por el queJesús quiso redimirnos, haga que sean muchos los que, aprovechandola guía de este librito, gusten en acompañarla a Ella y a su Divino Hijoen la Vía Dolorosa ahora y en la Gloria y Dicha Celestial, en su com-pañía, después.

Atlacomulco, Méx., a 22 de enero de 2005

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SANTO ANNIBALE MARIA DI FRANCIAConfessore straordinario e Censore degli Scritti di Luisa

Apostolo del Divin VolereCanonizzato il 16 Maggio 2004

Da una lettera di S. Annibale a Luisa:

“Sono Scritti che ormai bisogna far conos-cere al mondo. Credo che procurerannograndi beni. Per quanto sublime e’ questascienza del Divino Volere, altrettanto questiscritti di una dettatura celeste, la presentanochiara e limpida. Ma, a parer mio, nessunumano ingegno avrebbe potuto formarli”.Vostro in G.C.

Canonico A.M. Di FranciaMessina, li’ 20.6.1924

San Aníbal María de FranciaConfesor extraordinario y censor de los escritos

de la sierva de Dios Luisa PiccarrettaApóstol de la Divina Voluntad

Canonizado el 16 de Mayo de 2004

De una carta de S. Aníbal a Luisa Piccarretta:

“Son “escritos” que ya es necesario dar a conocer al mundo.Creo que producirán grandes frutos. Por cuanto la grandeza deesta ciencia del “Divino Querer” es sublime, igualmente estosescritos dictados celestialmente nos la presentan clara y límpi-da. Pero a mi parecer, ninguna inteligencia humana hubierapodido crearla”. Vuestro en J. C.

Canónigo A. M. Di FranciaMessina, 20.6.1924

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INTRODUCCIÓN1

La presente obra, si bien publicada bajo mi nom-bre, o mejor a mi cargo, no ha sido escrita por mí. Yo laconseguí, la obtuve, después de mucho insistir, de unapersona que vive solitaria en íntima comunión de inefa-bles sufrimientos con nuestro adorable y Divino RedentorJesús, y no sólo con los de Él, sino también con las penasde su Santísima e Inmaculada Madre María.

Esta persona inició la serie de sus meditaciones a par-tir del siguiente suceso:

Tenía la edad de trece años cuando, mientras se encon-traba un día en su estancia, escuchó ruidos extraños,como de una multitud de gente ruidosa que pasara por lacalle. Corrió al balcón... y asistió a un espectáculo con-movedor. Una turba de feroces soldados, con antiguoscascos, armados con lanzas, con aspecto como de genteebria y enfurecida, y cuyo caminar se mezclaba con gri-tos, blasfemias y empellones, y llevaba entre ella a unhombre encorvado, vacilante, ensangrentado... ¡Ay, quéescena!...El alma contemplativa se conmueve y se estre-

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1 Escrita por San Annibale Maria de Francia.

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mece...Mira entre la turba para ver quién es ese hombre,ese infeliz así maltratado, así arrastrado...Ese hombre seencuentra ya bajo su balcón...y levantando su cabeza, lamira, y con una voz profunda y lastimera, dirigiéndose aella, le dice: “¡Alma, Ayúdame...!”.

Oh Dios, el alma lo fija, lo mira...lo reconoce, ¡esJesús!, es el Redentor Divino...coronado de espinas, car-gado con la pesada Cruz, quien es cruelmente llevadohacia el Calvario.

La escena de la Vía Dolorosa se le presenta ante lamirada espiritual y corporal. Lo que sucedió veinte siglosatrás se le hace presente por la Divina Omnipotencia...yJesús la mira y le dice: “¡Alma, ayúdame...!”.

En ese momento la jovencita, a punto de desvanecer-se ante tal vista y no pudiendo soportar tan desgarradorespectáculo, rompe en llanto y deja el balcón para entrara la estancia, pero el amor, la compasión que han surgi-do hacia el Sumo Bien así reducido, la llevan de nuevoal balcón...Temblando dirige su mirada hacia lacalle,,,pero todo ha desaparecido: Desaparecida la turba,desaparecidos los gritos, desaparecido Jesús. Todo hadesaparecido... excepto la viva imagen de Jesús sufrien-te que fue al Calvario a morir crucificado por nuestroamor..., excepto el sonido, siempre vivo, de esavoz...“¡Alma, ayúdame!”.

El alma solitaria, en el florecer de su juventud espiri-tual fue presa en aquel momento del tal amor a Jesússufriente, que ni de día ni de noche ha podido dejar de

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meditar, con la más profunda contemplación de amor y deamoroso dolor, en los sufrimientos y en la muerte deladorable Redentor Jesús.

Muchos años han transcurrido desde el día de aquellavisión, desde aquella doliente invitación...“¡Alma,Ayúdame...!”, y la persona a quien fueron dirigidas estaspalabras no ha dejado nunca sus dolorosas contemplaciones.

No me es lícito manifestar su nombre, ni el lugardonde sencillamente y en la soledad ella vive.

Me contentaré con llamarla simplemente con el nom-bre de “Alma”, y a este nombre lo complementaré fre-cuentemente con adjetivos de toda clase, tanto en el cursode esta introducción como en el cuerpo de las meditacio-nes de este libro.

* * *

Antes de todo, hay que decir que cualquier medita-ción acerca de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo esde suma complacencia al Corazón adorable de Jesús, yde sumo provecho espiritual para quien devotamente lahace.

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Del valor y del Provecho del Ejercicio de Estas Horasde la Pasión

Con la debida reserva y con la más perfecta sumisiónal juicio de la Santa Iglesia, según el decreto del PapaUrbano VIII, transcribo ahora algunas REVELACIONESque Nuestro Señor Jesucristo habría hecho al AlmaSolitaria, a la que inspiró esta Obra. Revelaciones quemuestran cuán agradable es al Corazón adorable de Jesúsque se practique este Ejercicio.

Comienzo con transcribir una carta enviada a mí porla Autora:

“Muy Reverendo Padre Annibale:

Finalmente, le remito las Horas de la Pasión. Todopara gloria de nuestro Señor. Le envío también otras hojasen las que se contienen los efectos y las bellas promesasde Jesús para quien hace estas Horas de la Pasión.

Yo creo que si quien las medita es pecador, se conver-tirá; si es imperfecto, se hará perfecto; si es santo, se harámás santo; si es tentado, encontrará la victoria; si sufre,encontrá en estas Horas la fuerza, la medicina y el consue-lo; si su alma es débil y pobre, encontrará un alimentoespiritual y un espejo donde mirarse continuamente paraembellecerse y hacerse semejante a Jesús, nuestro modelo.

Es tanta la complacencia que del ejercicio de estas HorasJesús bendito recibe, que Él quisiera que hubiera un ejem-plar en cada ciudad y pueblo y que se practicara, porqueentonces sucedería como si en esas reparaciones Jesús sin-

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tiera reproducirse su misma voz y sus mismas oraciones talcomo Él mismo las elevaba al Padre en las 24 horas de sudolorosa Pasión. Y si esto se hiciera por las almas en todaslas ciudades y hasta en los más pequeños pueblos, Jesús mehace entender que la Justicia Divina quedaría en gran parteaplacada y serían en gran parte evitados y como aligeradoslos flagelos en estos tan tristes de dolores y de sangre.

Haga UD. Reverendo Padre, una llamada a todos, paraque tenga su cumplimiento esta obra que Jesús me hahecho hacer.

Quiero decirle que la finalidad de estas Horas de laPasión no es la de narrar la historia de la Pasión, puesmuchos libros hay que tratan este piadoso tema, y nohabría sido necesario hacer uno más. La finalidad es la deuniros con nuestro Señor Jesucristo para hacernos corre-dentores en Él, aceptándonos el Padre Eterno como a supropio hijo. De aquí la importancia que tiene el meditar yreparar estas horas junto a Jesús, en algunos pasajes sebendice, en otros se da correspondencia, en otros se supli-ca, se pide, se implora, etc.

Pero dejo a Ud. Padre Annibale, hacer conocer a todosesta finalidad de las Horas con un prólogo o introducción”.

Las hojas con los escritos a que se refiere la Autora alprincipio de esta carta, contienen lo que Jesús le ha dichoen relación al ejercicio de las Horas, y son, con susfechas, los siguientes:

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9 de noviembre de 1906

Encontrándome en mi habitual estado, estaba pensan-do en la Pasión de nuestro Señor, y mientras esto hacía, élvino y me dijo:

“Hija mía, me es tan grato quien siempre va rumiandomi Pasión, la siente y me compadece, que me siento comoretribuido por todo lo que sufrí en el curso de mi Pasión.El alma, rumiándola siempre, llega a formar un alimentocontinuo en el que hay variados condimentos y sabores,que producen en ella diversos efectos. Entonces, si duran-te mi Pasión me dieron cadenas y cuerdas para atarme, elalma me desata y me da libertad; aquellos me desprecia-ron, me escupieron y me deshonraron, ella me aprecia, melimpia de esas escupitinas y me honra; aquellos me des-nudaron y me flagelaron, ella me cura y me viste; aque-llos me coronaron de espinas, me trataron como rey deburla, me amargaron la boca con hiel y me crucificaron;el alma, rumiando todas mis penas, me corona de gloria yme honra como su Rey, me llena la boca de dulzura y meda el alimento más exquisito, como es el recuerdo de mismismas obras; me desclava de la Cruz y me hace resuci-tar en su corazón. Y por cada vez que todo esto hace, Yocomo recompensa le doy una nueva vida de Gracia; demanera que ella es mi alimento y Yo me hago su alimen-to continuo. Así que, la cosa que más me gusta es que elalma rumie continuamente y siempre mi Pasión”.

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10 de Abril de 1913

Esta mañana, Jesús ha venido y estrechándome a suCorazón me ha dicho:

“Hija mía, quien piensa siempre en mi Pasión formaen su corazón una fuente, y por cuanto más piensa tantomás esta fuente sea grande, y como las aguas que brotanson comunes a todos, esta fuente de mi Pasión que seforma en el corazón sirve para el bien del alma, para glo-ria mía y para bien de las criaturas.”

Entonces yo le he dicho: “Dime, Bien mío, ¿qué cosadarás en recompensa a quienes hagan las Horas de laPasión, tal como Tú me has enseñado?”

Y Él: “Hija mía, estas Horas no las consideraré comocosas vuestras, sino como cosas hechas por Mí, y os darémis mismos méritos, como si Yo estuviera sufriendo enacto mi Pasión, y así os haré conseguir los mismos efec-tos, según las disposiciones de las almas, y esto en la tie-rra, por lo que cosa mayor no podría daros; luego en elCielo, a estas almas me las pondré de frente saeteándolascon saetas de amor y de contentos por cuantas veceshabrán hecho las Horas de mi Pasión, y ellas me saetea-rán a Mí. ¡Qué dulce encanto sea éste para todos los bien-aventurados!”

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6 de septiembre de 1913

Estaba pensando en las Horas de la Pasión escritas, ycomo están sin Indulgencias, quien las hace no gana nada;en cambio hay tantas oraciones enriquecidas con muchasIndulgencias...Y mientras esto pensaba, mi siempre ama-ble Jesús todo benignidad, me dijo:

“Hija mía, con las oraciones indulgenciadas se ganaalguna cosa, en cambio las Horas de la Pasión son mismismas oraciones, mis mismas reparaciones; son todoamor y han salido del fondo de mi Corazón. ¿Has acasoolvidado cuántas veces me he unido contigo para hacer-las juntos y he cambiado los flagelos en gracias para todala tierra? Y es tal y tanta mi complacencia que en lugar dela Indulgencia le doy al alma un puñado de amor, quecontiene precio incalculable de infinito valor. Además,cuando las cosas son hechas por puro amor, mi amorencuentra ahí su desahogo... y no es indiferente que lacriatura dé alivio y desahogo al amor de su Creador”.

Octubre de 1914

Estaba escribiendo las Horas de la Pasión y pensabapara mí: “Cuántos sacrificios por escribir estas Horas dela Pasión, especialmente por tener que poner en el papelciertos actos internos que solo entre mí y Jesús han pasa-do. ¿Cuál será la recompensa que Él me dará?”. Y Jesúshaciéndome oír su voz tierna y dulce me dijo:

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“Hija mía, en recompensa por haber escrito las Horasde la Pasión, por cada palabra que has escrito te daré unalma, un beso”.

Y yo: “Amor mío, eso para mí, pero a aquellos que lasharán, ¿Qué les darás?”.

Y Jesús: “Si las hacen junto Conmigo y con mi mismaVoluntad, por cada palabra que reciten les daré tambiénun alma, porque toda la mayor o menor eficacia de estasHoras de la Pasión está en la mayor o menor unión quetienen Conmigo, y haciéndolas con mi Voluntad la criatu-ra se esconde en mi Querer y actuando mi Querer puedohacer todos los bienes que quiero, aun por medio de unasola palabra; y esto cada vez que las hagan”.

Otro día estaba lamentándome con Jesús porque despuésde tantos sacrificios para escribir las Horas de la Pasión, eranmuy pocas las almas que las hacían, y entonces me dijo:

“Hija mía, no te lamentes, aunque fuera solo una,deberías estar contenta. ¿No habría sufrido Yo toda miPasión aunque se debiera salvar una sola alma? Pues asítambién tú. Jamás se debe omitir el bien porque seanpocos los que lo aprovechan; todo el mal es para quien nolo aprovecha. Y como mi Pasión hizo adquirir el mérito ami Humanidad como si todos se salvaran, a pesar de queno todos se salvan, porque mi Voluntad era la de salvarlosa todos, merecí según Yo quise y no según el provechoque las criaturas habrían querido recibir. Así tú, según tuvoluntad se ha fundido con la Mía de querer hacer el biena todos, así serás recompensada, todo el mal es de los que,

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pudiendo no las hacen. Estas Horas son las más preciosasde todas, que no son otra cosa que repetir lo que YO hiceen el curso de mi vida mortal y lo que continúo en elSantísimo Sacramento. Cuando oigo estas Horas de miPasión, oigo mi misma voz, mis mismas oraciones, veomi voluntad en esa alma, voluntad de querer el bien detodos y de reparar por todos, y Yo me siento transportadoa morar en ella para poder hacer en ella lo que ella mismahace. ¡Oh, cuánto quisiera que, aunque fuera una sola porpueblo, hiciera estas Horas de la Pasión; me oiría a Mímismo en cada pueblo, y mi Justicia, en estos tiempos tangrandemente indignada, quedaría en parte aplacada”.

Agrego que otro día estaba haciendo la Hora cuando laMamá Celestial dio sepultura a Jesús, y yo la seguía juntopara hacerle compañía en su amarga desolación para com-padecerla. No tenía la costumbre de hacer esta Hora siem-pre, sino solo algunas veces, y estaba indecisa si la hacía ono, y Jesús bendito, todo amor y como si me rogara, me dijo:

“Hija mía, no quiero que la descuides, la harás poramor mío y en honor de mi Mamá. Has de saber que cadavez que la haces, mi Mamá se siente como si Ella mismaen persona estuviera en la tierra repitiendo su vida y, porlo tanto, recibe Ella la gloria y el amor que me dio a Míen la tierra. Y Yo siento como si estuviera de nuevo miMamá en la tierra, sus ternuras maternas, su amor y todala gloria que Ella me dio. Y por todo esto te tendré en con-sideración de madre...”

Y entonces, abrazándome Jesús, me decía quedo,quedo al oído: ”Mamá, mamá...” y me sugería lo que hizo

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y sufrió en esta Hora la dulce Mamá, y yo la seguía...Ydesde ese día en adelante no he descuidado esta Horaayudada siempre por su gracia...

4 de Noviembre de 1914

Estaba haciendo las Horas de la Pasión, y Jesús, com-placiéndose todo, me dijo:

“Hija mía, si tú supieras la gran complacencia quesiento al verte repetir estas Horas de la Pasión y siemprerepetirlas, y de nuevo repetirlas, quedarías feliz. Es ver-dad que mis santos han meditado la Pasión y han com-prendido cuánto sufrí, y se han deshecho en lágrimas decompasión hasta sentirse consumar por amor de mispenas, pero no lo han hecho así de continuo y siemprerepetido con este orden. Así que puedo decir que tú eresla primera que me da este gusto tan grande y especial. Yal ir desmenuzando en ti hora por hora mi vida y lo quesufrí. Yo me siento tan atraído que hora por hora te voydando el alimento y como contigo ese mismo alimento yhago junto contigo lo que haces tú. Debes saber que terecompensaré abundantemente con nueva luz y nuevasgracias; y aún después de tu muerte, cada vez que seanhechas por las almas en la Tierra estas Horas de miPasión, Yo en el Cielo te cubriré siempre de nueva luz ynueva gloria”.

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6 de noviembre de 1914

Continuando las acostumbradas Horas de la Pasión,mi amable Jesús me ha dicho:

“Hija mía, el mundo está en continuo acto de renovar miPasión, y como mi inmensidad envuelve todo dentro y fuerade las criaturas, así estoy obligado por su contacto a recibirclavos, espinas, flagelos, desprecios, escupitajos y todo lodemás que sufrí en mi Pasión, ..y aún más. Ahora bien,quien hace estas Horas de mi Pasión, a su contacto Me sien-to sacar los clavos, pulverizar las espinas, endulzar las lla-gas, quitar los salivazos; me siento cambiar en bien el malque me hacen los demás; y Yo, sintiendo que su contacto nome hace mal sino bien, me apoyo siempre más en ella.”

Después de esto, volviendo el bendito Jesús a hablarde estas Horas de la Pasión me ha dicho:

“Hija mía, has de saber que con estas Horas, el almatoma mis pensamientos y los hace suyos, mis reparaciones,las oraciones, los deseos, los afectos y aún mis más íntimasfibras, y las hace suyas; elevándose entre el Cielo y laTierra hace mi mismo oficio, y como corredentora diceconmigo:”Ecce ego mitte me”, quiero repararte por todos,responderte por todos e implorar el bien para todos”.

23 de abril de 1916

Continuando mi habitual estado, mi adorable Jesús sehacía ver todo circundado de luz, luz que le salía de den-

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tro de su santísima Humanidad y que lo embellecía enmodo tal que formaba una vista encantadora y raptora; yoquedé sorprendida y Jesús me dijo:

“Hija mía, cada pena que sufrí, cada gota de sangre,cada llaga, oración, palabra, acción, paso, etc., produjouna luz tal en mi Humanidad de embellecerme de mane-ra de tener raptados a todos los bienaventurados. Ahora,el alma, a cada pensamiento de mi Pasión, a cada compa-decimiento, a cada reparación, etc. que hace, no hace otracosa que tomar luz de mi Humanidad y embellecerse a misemejanza, así que un pensamiento de más de mi Pasiónserá una luz de más que llevará un gozo eterno.”

13 de octubre de 1916

Estaba haciendo las Horas de la Pasión y el benditoJesús me dijo:

“Hija mía, en el curso de mi vida mortal, millones ymillones de ángeles cortejaban a mi Humanidad y recogí-an todo lo que Yo hacía, los pasos, las obras, las palabrasy aún mis suspiros y mis penas, las gotas de mi sangre, ensuma, todo. Eran ángeles encargados de mi custodia, ypara hacerme honor, obedientes a mis más pequeñas seña-les subían y bajaban del Cielo para llevar al Padre todo loque Yo hacía. Ahora estos ángeles tiene un oficio especial,y cuando el alma hace memoria de mi vida, de mi Pasión,de mis oraciones, se ponen en torno a ella para recoger sus

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palabras, sus pensamientos, sus compadecimientos, y losunen con los míos y los llevan ante mi Majestad para reno-varme la gloria de mi misma vida. Y es tanta la compla-cencia de los ángeles que, reverentes, se están en torno alalma para oír lo que dice y rezan junto con ella; por eso,con qué atención y respeto el alma debe hacer estas Horas,pensando que los ángeles toman de sus labios sus palabraspara repetir junto a ella lo que ella dice.”

Luego agregó: “Ante tantas amarguras que las criatu-ras me dan, estas Horas son los sorbos dulces que lasalmas me dan, pero ante tantos sorbos amargos que reci-bo, son demasiado pocos los dulces, por tanto, más difu-sión, más difusión”.

9 de diciembre de 1916

Estaba afligida por la privación de mi dulce Jesús, quesi viene, mientras siento que respiro un poco de vida,quedo más afligida al verlo más afligido que yo y que noquiere saber de aplacarse, pues las criaturas lo constriñen,le arrancan otros flagelos, y mientras flagela, llora por lasuerte del mundo y se oculta dentro de mi corazón, casipara no ver lo que sufre el hombre. Parece que no sepuede vivir en estos tristes tiempos, y además parece quese está solo al principio de ellos. Entonces mi dulce Jesús,estando yo pensativa por mi dura y triste suerte de deberestar casi continuamente privada de Él, vino y poniéndo-me un brazo al hombro me dijo:

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“Hija mía, no acrecientes mis penas con afligirte, sonya demasiadas y Yo no espero esto de ti; es más, quieroque hagas tuyas mis penas, mis oraciones, y todo Yomismo, de modo que pueda encontrar en ti otro Yomismo. En estos tiempos necesito gran satisfacción y soloquien hace suyo a Mí mismo me la puede dar. Y lo que enMí encontró el Padre, es decir, gloria, complacencia,amor, satisfacción, completas y perfectas y para bien detodos, Yo lo quiero encontrar en estas almas como otrostantos Jesús que me lo hagan a la par de Mí, y estas inten-ciones las debes repetir en cada Hora de la Pasión quehagas, en cada acción, en todo. Y si no encuentro missatisfacciones...ah, para el mundo se habrá terminado; losflagelos lloverán a torrentes.¡Ah hija mía! ¡Ah hija mía!”

2 de febrero de 1917

Continuando mi habitual estado me encontré fuera demí misma y vi a mi siempre amable Jesús todo chorrean-do sangre y con una horrible corona de espinas; con difi-cultad me miraba por entre las espinas y me dijo:

“Hija mía, el mundo se ha desequilibrado porque haperdido el pensamiento de mi Pasión. En las tinieblas noha encontrado la luz de mi Pasión que lo ilumine y quehaciéndole conocer mi amor y cuántas penas me cuestanlas almas, pueda reaccionar y amar a quien verdadera-mente lo ama, y la luz de mi Pasión, guiándolo, lo pongaen guardia de todos los peligros. En la debilidad no ha

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encontrado la fuerza de mi Pasión que lo sostenga. En laimpaciencia no ha encontrado el espejo de mi pacienciaque le infunda la calma, la resignación; y ante mi pacien-cia, avergonzándose, tenga como un deber dominarse a símismo en las penas no ha encontrado el consuelo de laspenas de un Dios, que sosteniendo a las suyas le infundaamor al sufrir. En el pecado no ha encontrado miSantidad, que haciéndole frente, le infunda odio a laculpa. Ah, en todo ha prevaricado el hombre porque se haseparado en todo de quien puede ayudarlo. Por eso elmundo ha perdido el equilibrio. Ha hecho como un niñoque no ha querido más conocer a su madre, con un discí-pulo que desconociendo al maestro no ha querido másescuchar sus enseñanzas ni aprender sus lecciones. ¿Quéserá de este niño y de este discípulo? Serán el dolor de símismos y el terror y el dolor de la sociedad. Tal se hahecho el hombre: terror y dolor, pero dolor sin piedad.¡Ah, el hombre empeora, empeora siempre más...y Yolloro con lágrimas de sangre!”

16 de mayo de 1917

Encontrándome en mi habitual estado, estaba fundién-dome toda en mi dulce Jesús y luego me extendía toda enlas criaturas para darles a todas por entero a Jesús.Entonces Él me dijo:

“Hija mía, cada vez que la criatura se funde en Mí daa todas las criaturas un flujo de Vida Divina, y según tie-

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nen ellas necesidad obtienen su efecto: la que es débilsiente la fuerza, la obstinada en la culpa recibe la luz, laque sufre recibe consuelo; y así de todo lo demás.”

Después, me encontré fuera de mi misma y me halla-ba en medio de muchas almas que me hablaban y parecí-an ser almas del Purgatorio y santos y nombraban a unapersona conocida mía que había fallecido no hacíamucho, y oía: ”Él se siente como feliz al ver que no hayalma que entre al Purgatorio que no lleve el sello de lasHoras de la Pasión, y ayudada y rodeada por el cortejo deestas Horas toma sitio en lugar seguro. No hay alma quevuele al Paraíso que no sea acompañada por estas Horasde la Pasión. Estas Horas hacen llover del Cielo continuorocío sobre la Tierra, en el Purgatorio y hasta en el Cielo.”

Al oír esto decía yo para mí: “Tal vez mi amado Jesús,para mantener la palabra dada de que por cada palabra delas Horas de la Pasión daría un alma, hace que no hayaalma salvada que no se haya servido de estas Horas.“Después he vuelto en mi misma, y habiendo visto a midulce Jesús le he preguntado si eso era cierto y Él me hadicho:

“Estas Horas son el orden del universo, ponen enarmonía el Cielo con la Tierra y me detienen para que nodestruya al mundo. Siento poner en circulación miSangre, mis Llagas, mis ansias de salvar a las almas y mesiento repetir mi Vida. ¿Cómo podrían obtener las criatu-ras algún bien sino es por medio de estas Horas?. ¿Porqué dudas? La cosa no es tuya, sino mía; tú no has sidomás que el esforzado y débil instrumento”.

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12 de julio de 1918

Estaba rezando con cierto temor y ansiedad por unalma moribunda, y mi amable Jesús, al venir, me hadicho:

“Hija mía, ¿por qué temes? ¿No sabes tú que por cadapalabra sobre mi Pasión, pensamiento, compasión, repa-ración, recuerdo de mis penas...se establecen nuevascomunicaciones de electricidad entre el alma y Yo, y porlo tanto el alma se va adornando de tan múltiples y dife-rentes bellezas? Esa alma ha hecho las Horas de miPasión y Yo la recibiré como hija de mi Pasión, vestida yadornada con mis Llagas. Esta flor ha crecido en tu cora-zón y Yo la bendigo y la recibo en el mío como una florpredilecta.”

Y mientras esto decía, se desprendía una flor de micorazón y emprendía el vuelo hacia Jesús...

21 de octubre de 1921

Estaba pensando en la Pasión de mi dulce Jesús, yentonces Él, al venir me ha dicho:

“Hija mía, cada vez que el alma piensa en mi Pasión,se acuerda de lo que sufrí o me compadece, en ella serenueva la aplicación de mis penas, surge mi Sangre parainundarla, se ponen en camino mis Llagas para sanarla siestá llagada o para embellecerla si está sana, así comotambién todos mis méritos para enriquecerla. El negocio

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que hace es sorprendente, es como si pusiera en un bancotodo lo que Yo hice y sufrí y ganara el doble. Todo lo queYo hice y sufrí está en acto continuo de darse al hombre,como el sol está en acto continuo de dar su luz y su calora la tierra. Lo que Yo he obrado no está sujeto a agotarse,basta con que el alma lo quiera y por cuantas veces loquiera para que reciba el fruto de mi vida. De modo quesi se recuerda veinte veces, o cien, o mil , de mi Pasión,otras tantas gozará los efectos de Ella, pero...¡qué pocosson los que de Ella hacen tesoro! Con todo el bien de miPasión...y se ven almas débiles, ciegas, sordas, mudas,cojas, cadáveres vivientes que dan asco, y ¿por qué?Porque mi Pasión es olvidada.

Mis penas, mis Llagas, mi Sangre, son fortaleza quequita las debilidades, son luz que da vista a los ciegos,son lengua que desata las lenguas y que abre los oídos,son camino que endereza a los cojos, son vida que haceresucitar a los muertos.

Todos los remedios necesarios a la humanidad están enmi Vida y en mi Pasión, pero las criaturas desprecian lamedicina y no se preocupan de los remedios, por eso se veque con toda mi Redención...y el hombre perece en su esta-do, como afectado por una enfermedad incurable. Pero loque más me duele es ver a personas religiosas que se fati-gan por la adquisición de doctrinas, de especulaciones, dehistorias, pero de mi Pasión...¡nada!; de manera que miPasión muchas veces está lejos de las iglesias, lejos de laboca de los sacerdotes, por lo que su hablar es sin luz, y asílas gentes se quedan más en ayunas que antes”.

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Exhortación

Oh almas que amáis a Jesucristo, oh almas que hacéisprofesión de vida espiritual, y vosotras especialmente,Esposas de Jesucristo, consagradas a Él con votos o conpertenecer a santas Congregaciones, considerad, despuésde haber leído todo lo anterior, cuánto agrado dais alCorazón Santísimo de Jesús con practicar estas Horas de laPasión. Ha sido para vosotras, especialmente, para quieneshan sido inspiradas por Nuestro Señor estas Horas de laPasión a aquella Alma Solitaria y contemplativa, que desdehace tantos años las ejercita con gran provecho para ella ypara toda la Iglesia. Gracias especiales os están reservadassi os aficionáis a este santo ejercicio cotidiano y os inter-náis en los mismos sentimientos y en las mismas disposi-ciones del Alma que lo escribió y que lo practica desdehace tantos años. Y de los sentimientos tan íntimos y de lasdisposiciones tan amorosas de esta Alma, vosotras pasaréisa los sentimientos y a la disposiciones mismas de NuestroSeñor Jesucristo en las veinticuatro horas en las que sufriópor amor nuestro. Y es imposible que en este ejercicio elalma no se encuentre con la dolorosísima Madre María, yno se una a la misma compasión y a los mismos afectosincomprensibles de la Dolorosa Madre de Dios.¡Será unvivir con Jesús sufriente y con María doliente, y un cose-char todos los inmensos eternos bienes para sí y para todos!

¿Qué decir del gran medio que sería este ejercicio paratoda la Comunidad Religiosa para adelantar en santidad,para conservarse, para crecer en número de almas elegi-das y para lograr toda verdadera prosperidad? ¡Cuán

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grande empeño, entonces, cada Comunidad debería teneren practicar constantemente este ejercicio! ¡Y las almasde la Comunidad, que se llegan diariamente a la SagradaMesa, oh, entonces sí que la Santa Comunión la haríancon tales disposiciones de fervor y con tal amor a Jesúsque cada Comunión sería un renovado esponsal del almacon Jesús en la más íntima y creciente unión de amor!

¡Si Jesús, por un alma sola que haga estas Horas evi-tará castigos a esa ciudad en que se hagan y hará graciasa tantas almas por cuantas son las palabras de este RelojDolorosa, ¿Cuántas gracias no podrá esperar unaComunidad?, ¿de cuántos defectos y relajamientos noserá curada y preservada?, ¿y de cuántas almas no procu-rará su santificación y de otras su salvación si practicaeste piadosísimo ejercicio?

¡Hubiera en cada Comunidad un alma que se aplicase apracticarlo con atención en el día, si bien entre las ocupa-ciones diarias, y en la tarde y noche con un poco de vigilia;pero sería el colmo del divino y máximo provecho para laComunidad y para todo el mundo si un tal ejercicio fuerapracticado por todas, turnándose de día y de noche!

P. Annibale Maria de Francia

Algunas Consideraciones Acerca Del Modo de HacerEstas Horas de la Pasión

A algunos les parecerá cosa difícil, si no imposible,hacer estas Horas de la Pasión. ¿Cómo, podrá decir algu-

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no, se puede estar todos los días editando 24 horas, desdelas 5 de la tarde de hoy hasta las 5 de la tarde de maña-na...y luego empezar de nuevo? Ciertamente que esto eshumanamente imposible. Y decimos humanamente por-que con el concurso especial de la gracia divina, este ejer-cicio continuo, ininterrumpido, es el que ha hecho ydesde hace tantos años el Alma solitaria que lo ha escrito.

Pero sin pretender nosotros tanto, el ejercicio de las 24horas puede hacerse de diversas maneras, según las con-diciones y las circunstancias de cada quien.

“Hacer” una Hora de la Pasión significa leerla conatención, meditándola, contemplándola, haciendo inte-riormente lo que el Alma Solitaria hace, y todo esto parahacer de la Pasión la vida propia. Sí, porque no se trata dela meditación en general de la Pasión, como cuando semeditan los misterios dolorosos en el Santo Rosario o selee una narración de lo que pasó, por muy elocuente quesea, sino que es un modo concreto, específico y eficaz,inspirado por el Amor mismo de Jesús, de fundirse elalma antes que todo con la Voluntad Divina para repetir,para rehacer continuamente la vida interior, los actos ylos sentimientos que Jesús hizo y tuvo en el curso de suvida y de su Pasión. No se trata, entonces, de sólo medi-tarlas, no se trata sólo de una devoción más, sino que setrata de una EDUCACIÓN A UNA VIDA. Y con estafinalidad es con la que el alma ha de hacer estas Horas.

Como primera cosa, es importante que el alma memo-rice el Horario, con el título o enunciado del contenido decada Hora. Esto le servirá muy bien para referenciar inte-

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riormente las diversas horas de la jornada diaria con loscorrespondientes pasos de la Pasión.

Para quien no puede, no es necesario hacer la medita-ción de alguna Hora precisamente en la hora del día queestá transcurriendo; es decir, a las 7 de la mañana sepuede hacer la hora de las 6 a las 7 de la tarde, por ejem-plo. Se debe meditar todas las Horas, de principio a fin,de acuerdo con las circunstancias y condiciones de cadaquien, haciendo hoy una o unas y mañana la o las siguien-tes, según se pueda, hasta terminar y volver a empezar,pero siempre con la intención de continuarlas, aunquesólo sea con el enunciado o título de cada una, mientrasno se puede uno retirar o dedicar a la meditación.

Otro modo será el de formar y organizar un grupo decuatro, ocho o doce personas y repartirse el Horario com-pleto, comprometiéndose cada una a hacer las que lecorrespondan en los diversos momentos del día de quepueda disponer, y todos los integrantes del “grupo” con laintención comunitaria, uniéndose en sus intenciones a lasdemás personas. Jesús tendrá entonces sus “Relojes” queno se detienen nunca: su Vida y sus intenciones en acto enese grupo. ¡ Y oh, cuántas gracias divinas lloverán sobreel grupo y sobre cada uno de sus integrantes y se difundi-rán en bien de los demás! Deberán rotarse periódicamen-te las diferentes Horas para que cada uno en un períodorazonable pueda hacerlas todas.

Pero quien tenga interés y empeño en hacer personal ocomunitariamente este santo ejercicio podrá encontrarotros modos, siempre válidos, de hacerlo.

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Horario

1ª HoraDe las 5 a las 6 p.m.Jesús se despide de su Santísima Madre

2ª HoraDe las 6 a las 7 p.m.Jesús se aleja de su Madre Santísima y se encamina alCenáculo

3ª HoraDe las 7 a las 8 p.m.La cena legal

4ª HoraDe las 8 a las 9 p.m.La cena Eucarística

5ª HoraDe las 9 a las 10 p.m.Primera Hora de agonía en el Huerto de Getsemaní

6ª HoraDe las 10 a las 11 p.m.Segunda Hora de agonía en el Huerto de Getsemaní

7ª HoraDe las 11 a las 12 p.m.Tercera Hora de agonía en el Huerto de Getsemaní

8ª HoraDe las 12 a la 1 a.mLa captura de Jesús

9ª HoraDe la 1 a las 2 a.m.Jesús, atado, es hecho caer en el torrente de Cedrón

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10ª HoraDe las 2 a las 3 a.m.Jesús es presentado a Anás

11ª HoraDe las 3 a las 4 a.m.Jesús en casa de Caifás

12ª HoraDe las 4 a las 5 a.m.Jesús en medio de los soldados

13ª HoraDe las 5 a las 6 a.m.Jesús en la prisión

14ª HoraDe las 6 a las 7 a.m.Jesús de nuevo ante Caifás y después es llevado a Pilatos

15ª HoraDe las 7 a las 8 a.m.Jesús ante Pilatos. Pilatos lo envía a Herodes

16ª HoraDe las 8 a las 9 a.m.Jesús de nuevo ante Pilatos. Es pospuesto a Barrabás.Jesús es flagelado.

17ª HoraDe las 9 a las 10 a.m.Jesús es coronado de espinas. “Ecce Homo”. Jesús escondenado a muerte.

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18ª HoraDe las 10 a las 11 a.m.Jesús abraza la Cruz.

19ª HoraDe las 11 a las 12 a.m.La Crucifixión de Jesús.

20ª HoraDe las 12 a la 1 p.m.Primera Hora de agonía en la Cruz.

21ª HoraDe la 1 a las 2 p.m.Segunda Hora de agonía en la Cruz

22ª HoraDe las 2 a las 3 p.m.Tercera Hora de agonía en la Cruz. Muerte de Jesús.

23ª HoraDe las 3 a las 4 p.m.Jesús muerto, traspasado por la lanza. El descendimientode la Cruz.

24ª HoraDe las 4 a las 5 p.m.La Sepultura de Jesús

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Preparación antes de la Meditación

Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina pre-sencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quierasadmitirme a la dolorosa meditación de las VeinticuatroHoras en las que por nuestro amor quisiste padecer, tantoen tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta lamuerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profun-da compasión y entendimiento de tus padecimientosmientras medito ahora la Hora...Y por las que no puedomeditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, yquiero en mi intención meditarlas durante las horas enque estoy obligada dedicarme a mis deberes o a dormir.Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención yhaz que sea de provecho para mí y para muchos, como sien efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unióncontigo por medio de la oración. Y para agradecertemejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón ycon éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad yen tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte yapoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

Ofrecimiento Después de Cada Hora

Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora detu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecíasentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas ysufrías y que con las palabras más elocuentes y conmove-

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doras suplicabas la salvación de las almas. He tratado deseguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mishabituales obligaciones, siento el deber de decirte:“Gracias” y “Te Bendigo”. Sí, oh Jesús!, gracias te repitomil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho ypadecido por mí y por todos...Gracias y Te bendigo porcada gota de sangre que has derramado, por cada respiro,por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cadaamargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesúsmío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”.Ah Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuode gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobremí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y detus gracias...Ah Jesús, estréchame a tu Corazón y con tusmanos santísimas séllame todas las partículas de mi sercon un “Te Bendigo” tuyo, para hacer que no pueda salirde mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupacio-nes, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Túme mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos setocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor yestrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulceJesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tuslatidos se sientan más fuertemente en los míos, que tusmanos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, quetus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para quesintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. OhJesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje deTi. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmi-go lo que debo ahora hacer...

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DE LAS 5 A LAS 6 DE LA TARDE

PRIMERA HORA

Jesús se despide de su Santísima Madre

Oh Mamá Celestial, ya se acerca la hora de la separa-ción y yo vengo a ti. Oh Madre, dame tu amor y tus repa-raciones, dame tu dolor, pues junto contigo quiero seguirpaso a paso al adorado Jesús. Y he aquí que Jesús viene yTú con el alma rebosante de amor corres a su encuentro,pero al verlo tan pálido y triste, el corazón se te oprimepor el dolor, las fuerzas te abandonan y estás a punto dedesmayarte a sus pies. Oh dulce Mamá ¿sabes para qué havenido a ti el adorable Jesús? Ah, ha venido para decirtesu último Adiós, para decirte una última palabra y pararecibir tu último abrazo...

Oh Mamá, me estrecho a ti con toda la ternura de quees capaz este mi pobre corazón, para que estrechada yunida a ti pueda yo también recibir los abrazos del adora-do Jesús. ¿Me desdeñas acaso Tú? ¿ No es más bien un

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consuelo para tu corazón tener un alma a tu lado y quecomparta contigo las penas, los afectos y las reparaciones?

Oh Jesús, en esta Hora tan desgarradora para tu terní-simo corazón qué lección nos das, lección de filial y amo-rosa obediencia para con tu Madre. ¡Qué dulce armonía laque hay entre María y Tú! ¡Qué suave encanto de amorque sube hasta el Trono del Eterno y se extiende para sal-var a todas las criaturas de la tierra!

Oh Celestial Madre mía, ¿sabes lo que quiere de ti eladorado Jesús? No quiere otra cosa sino tu última bendi-ción. Es verdad que de todas las partículas de tu ser nosalen sino bendiciones y alabanzas al Creador, pero Jesúsal despedirse de ti quiere oír esas dulces palabras: “TeBendigo...” . Y yo me uno a ti, oh dulce Mamá, y en lasalas de los vientos quiero recorrer el Cielo para pedir alPadre, Al Espíritu Santo y a los ángeles todos un “TeBendigo” para Jesús, a fin de que, yendo a Él, le puedallevar sus bendiciones. Y aquí en la Tierra quiero ir atodas las criaturas y obtener de cada boca, de cada latido,de cada paso, de cada respiro, de cada mirada, de cadapensamiento, bendiciones y alabanzas a Jesús, y si ningu-na me la quiere dar, yo quiero darlas por ellas.

Oh dulce Mamá, después de haber recorrido y giradopor todo para pedir a la Sacrosanta Trinidad, a los ánge-les, a todas las criaturas, a la luz del sol, al perfume de lasflores, a las olas del mar, a cada soplo de viento, a cadallama de fuego, a cada hoja que se mueve, al centellear delas estrellas, a cada movimiento de la naturaleza, un “TeBendigo” vengo a ti y uno mis bendiciones a las tuyas.

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Dulce Mamá, veo que recibes consuelo y alivio y ofre-ces a Jesús todas mis bendiciones en reparación por todaslas blasfemias y maldiciones que recibe de las criaturas.Pero mientras te ofrezco todo, oigo tu voz temblorosa quedice: “Hijo, bendíceme también Tú”. Y yo te digo, ohdulce Jesús mío, bendíceme a mí también al bendecir a tuMadre, Bendice mis pensamientos, mi corazón, mismanos, mis pasos y todas mis obras, y bendiciendo a tuMadre bendice a todas las criaturas.

Oh Madre mía, al ver el rostro del dolorido de Jesús,pálido, acongojado y triste, se despierta en ti el pensa-miento de los dolores que dentro de poco habrá desufrir...Prevés su rostro cubierto de salivazos y lo bendi-ces; su cabeza traspasada por las espinas, sus ojos venda-dos, su cuerpo destrozado por los flagelos, sus manos ysus pies atravesados por los clavos, y adonde quiera queÉl está a punto de ir Tú lo sigues con tus bendiciones...Yjunto contigo yo también lo sigo. Cuando Jesús será gol-peado por los flagelos, traspasado por los clavos, golpea-do, coronado de espinas, en todo encontrará junto con tu“Te Bendigo”, el mío.

Oh Jesús, oh Madre, os compadezco. Inmenso esvuestro dolor en estos últimos momentos, tan inmensoque parece que el corazón del uno arranque el corazón delotro. Oh Madre, arranca mi corazón de la Tierra y átalofuerte a Jesús para que estrechado a Él pueda tomar parteen tus dolores. Y mientras os estrecháis, os abrazáis, osdirigís las últimas miradas y los últimos besos, estando yoen medio de vuestros dos corazones, pueda yo recibir

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vuestros últimos besos y vuestros últimos abrazos.¿Noveis que no puedo estar sin Vosotros, a pesar de mis mise-rias y frialdades? Jesús, Madre mía, tenedme estrechada aVosotros, dadme vuestro amor, vuestro Querer, saeteadmi pobre corazón, estrechadme ente vuestros brazos, yjunto contigo, oh dulce Madre, quiero seguir pasa a pasoal adorado Jesús con la intención de darle consuelo, ali-vio, amor y reparación por todos.

Oh Jesús, junto con tu Madre te beso el pie izquierdosuplicándote que quieras perdonarme a mí y a todas lascriaturas por todas las veces que no hemos caminadohacia Dios. Beso tu pie derecho pidiéndote me perdonesa mí y a todas las criaturas por todas las veces que nohemos seguido la perfección que Tú querías de nosotras.Beso tu mano izquierda pidiéndote nos comuniques tupureza. Beso tu mano derecha pidiéndote me bendigastodos mis latidos, mis pensamientos, los afectos, para querecibiendo el valor de tu bendición sean todos santifica-dos. Y bendiciéndome a mí bendice también a todas lascriaturas y con tu bendición sella la salvación de susalmas.

Oh Jesús, junto con tu Madre te abrazo y besándote elcorazón te ruego que pongas en medio de vuestros doscorazones el mío para que se alimente continuamente devuestros amores, de vuestros dolores, de vuestros mismosafectos y deseos, en suma, de vuestra misma Vida.

Así sea.

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De las 6 a las 7 de la tarde

Segunda hora

Jesús se aleja de su Madre Santísima y se encamina alCenáculo

Jesús mío adorable, mientras tomo parte junto contigoen tus dolores y en los de tu afligida Madre, veo que tedecides a partir para encaminarte adonde el Querer delPadre te llama. Es tan grande el dolor entre Hijo y Madre,que os hace inseparables, por lo que Tú te quedas en elcorazón de tu Mamá y la dulce Mamá y Reina se deja enel tuyo, de lo contrario os hubiera sido imposible separa-ros. Pero después, bendiciéndoos mutuamente, Tú le dastu último beso para darle fuerzas en los amargos doloresque va a sufrir, le dices Tu último adiós y partes. Pero lapalidez de Tu Rostro, los labios temblorosos, tu voz sofo-cada, como si fueras a romper en llanto al decirleAdiós...ah, todo esto me dice cuánto la amas y lo quesufres al dejarla. Pero para cumplir la Voluntad del Padre,con vuestros corazones fundidos el uno en el otro, a todoos sometéis queriendo reparar por aquellos que por no

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vencer las ternuras de los familiares o amigos o los vín-culos y los apegos a las criaturas no se preocupan porcumplir el Querer Santo de Dios y corresponder al estadode santidad al que Dios los llama. Qué dolor te dan estasalmas al rechazar de sus corazones al amor que quieresdarles y se contentan con el amor de las criaturas...

Amable amor mío, mientras reparo contigo permiteque me quede con tu Mamá para consolarla y sostenerlamientras Tú te alejas, después apresuraré mis pasos paraalcanzarte.

Pero con sumo dolor mío veo que mi angustiadaMamá tiembla, y es tanto su dolor que mientras trata dedecir adiós al Hijo, la voz se le apaga en los labios y nopuede articular palabra alguna; se siente desfallecer y ensu delirio de amor dice:”Hijo mío, Hijo mío, te bendigo!¡Qué amarga separación, más cruel que cualquier muer-te!” Pero el dolor le impide hablar y la enmudece...

¡Desconsolada Reina, deja que te sostenga, que teenjugue las lágrimas, que te compadezca en tu amargodolor! Madre mía, no te dejaré sola. Tú tómame contigoy enséñame, en este momento tan doloroso para Jesús ypara Ti, lo que debo hacer, cómo debo defenderlo, cómodebo repararlo y consolarlo, y si debo exponer mi vidapara defender la suya...No, no me separaré de debajo detu manto, a una señal tuya volaré a Jesús y llevaré tuamor, tus afectos, y tus besos junto con los míos y lospondré en cada llaga, en cada gota de su sangre, en cadapena e insulto, a fin de que sintiendo en cada pena losbesos y el amor de su Mamá, sus penas queden endulza-

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das, y después volveré bajo tu manto trayéndote sus besospara endulzar Tu Corazón traspasado.

Madre mía, el corazón me palpita, quiero ir a Jesús, ymientras beso tus manos maternas bendíceme como hasbendecido a Jesús y permíteme que vaya a Él.

Dulce Jesús mío, el amor me descubre tus pasos y tealcanzo mientras recorres las calles de Jerusalén con tusamados discípulos, te miro y te veo todavía pálido, oigotu voz, dulce, sí, pero triste, con una tristeza que rompe elcorazón de tus discípulos, que están turbados.” Es la últi-ma vez -dices- que recorro estas calles por Mí mismo,mañana las recorreré atado y arrastrado entre mil insultos.“ Y distinguiendo los lugares en los que serás más insul-tado y maltratado sigues diciendo: “ Mi vida está por ter-minar acá abajo, como está por ponerse el sol, y mañana,a esta hora, ya no existiré...Pero como sol resucitaré altercer día.”Al oír tus palabras, los Apóstoles más seentristecen y no saben qué responder. Pero Tú añades:“Ánimo, no os abatáis, Yo no os dejo, siempre estaré convosotros, pero es necesario que Yo muera por el bien detodos.” Y así diciendo te conmueves y con voz tembloro-sa continúas instruyéndolos. Antes de entrar en elCenáculo miras el sol que ya se pone, así como está porponerse tu Vida y ofreces tus pasos por aquellos que seencuentran en el ocaso de su vida y das la gracia de quela hagan ponerse en Ti y reparas por aquellos que a pesarde los sinsabores y de los desengaños de la vida se obsti-nan en no rendirse a ti. Después miras de nuevo aJerusalén, el centro de tus milagros y de las predileccio-

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nes de tu corazón, y que en pago ya te está preparando laCruz y afilando los clavos para cometer el deicidio, y teestremeces, y se te rompe el corazón y lloras por su des-trucción. Y con esto reparas por tantas almas consagradasa Ti, almas que con tanto cuidado tratabas de convertir enportentos de tu amor y que ellas, ingratas, no te corres-ponden y te hacen así padecer mayores amarguras...y yoquiero reparar contigo para endulzar esta herida de tucorazón. Pero veo que te quedas horrorizado ante la vistade Jerusalén y retirando de ella tus miradas entras ya enel Cenáculo...Amor mío, estréchame a Tu Corazón paraque haga mías tus amarguras y las ofrezca junto Contigo.Y Tú mira piadoso mi alma y derramando tu amor en ellabendíceme.

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De las 7 a las 8 de la noche

TERCERA HORA

La Cena Legal

Oh Jesús, ya llegas al Cenáculo con tus amados discí-pulos y te pones a la mesa con ellos. Qué dulzura, quéafabilidad muestras en toda tu Persona al abajarte a tomarpor última vez el alimento material. Aquí todo es amor enTi, y también en esto no sólo reparas por los pecados degula sino que nos obtienes también la santificación delalimento; y de igual modo que éste se convierte en fuer-za, así nos obtienes la santidad hasta en las cosas másbajas y más corrientes.

Jesús, vida mía, tu mirada dulce y penetrante pareceescrutar a todos los Apóstoles; y aún en ese acto de tomarel alimento, tu corazón queda traspasado viendo a tusamados Apóstoles débiles y vacilantes todavía, sobretodo el pérfido Judas, que ya ha puesto un pie en el infier-no. Y Tú desde el fondo de tu corazón amargamentedices: “¿Cuál es la utilidad de mi Sangre? ¡He ahí un

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alma, tan beneficiada por Mí: está perdida!” Y con tusojos resplandecientes de luz lo miras, como queriendohacerle comprender el gran mal cometido. Pero tu supre-ma caridad te hace soportar este dolor y no lo manifiestasni siquiera a tus amados Apóstoles...Y mientras sufres porJudas, tu corazón querría llenarse de alegría viendo con-tener más el amor, atrayéndolo dulcemente a ti le hacesapoyar su cabeza sobre tu corazón, haciéndole probar elParaíso por adelantado. Es en esta hora solemne cuandoen los discípulos son representados dos pueblos, el répro-bo y el elegido. El réprobo en Judas, que ya siente elinfierno en el corazón y el elegido en Juan, que en ti repo-sa y goza.

Oh dulce Bien mío, también yo me pongo a tu lado yjunto con tu discípulo amado quiero apoyar mi cabezacansada sobre tu corazón adorable y rogarte que a mítambién me hagas sentir sobre esta tierra las delicias delCielo, y así la tierra ya no sea más tierra para mí sinoCielo, raptada por las dulces armonías de tucorazón...Pero estas armonías dulcísimas y divinas sientoque se te escapan dolorosos latidos:¡Son por las almasque se perderán ¡Haz que tu palpitar corriendo en el suyoles haga sentir los latidos de la vida del Cielo como lossiente tu amado discípulo Juan y que atraídas por la sua-vidad y la dulzura de tu amor puedan rendirse todas a Ti.

Oh Jesús mientras me quedo en Tu Corazón dametambién a mí el alimento como se lo diste a los Apóstoles:El alimento de la Divina Voluntad, el alimento del amor,el alimento de la Palabra Divina. Y Jamás, oh Jesús mío,

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me niegues este alimento que tanto deseas Tú darme, demodo que forme en mí tu misma vida.

Dulce Bien mío, mientras me estoy a tu lado veo queel alimento que tomas con tus amados discípulos no essino un cordero. Es el cordero que te representa, y comoen este cordero no queda ningún humor vital por la accióndel fuego, así Tú, místico cordero, que por las criaturasdebes consumirte todo por fuerza de amor, ni siquiera unagota de tu sangre conservarás para ti, derramándola todapor amor a nosotros. Nada hace Tú que no represente a lovivo tu dolorosísima Pasión, la que tienes siempre en lamente, en el corazón, en todo, y así me enseñas que si yotuviera también siempre en la mente y en el corazón elpensamiento de tu Pasión, jamás me negarías el alimentode tu amor.

¡Cuánto te doy las gracias, oh Jesús mío! Ningún actose te pasa en que no me tengas presente y con el que nopretendas hacerme un bien especial, por eso te ruego quetu Pasión esté siempre en mi mente, en mi corazón, enmis miradas, en mis pasos, en mis obras, a fin de que adondequiera que me dirija, dentro y fuera de mi teencuentre siempre presente para mí, y dame la gracia deque no olvide jamás lo que Tú sufriste y padeciste por mí.Esto sea para mí como un imán que atrayendo todo mi sera Ti, haga que no pueda nunca jamás alejarme de Ti.

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Introducción

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DE LAS 8 A LAS 9 DE LA NOCHE

CUARTA HORA

La Cena Eucarística

Dulce amor mío, incontentable siempre en tu amor,veo que al terminar la Cena Legal, junto con tus amadosdiscípulos te levantas de la mesa y en unión con ellos ele-vas el himno de agradecimiento al Padre por haberosdado el alimento, queriendo con esto reparar todas las fal-tas de gratitud y suplir por el agradecimiento que no tie-nen las criaturas por tantos medios como nos das para laconservación de la vida corporal. Por eso Tú, oh Jesús, entodo lo que haces, tocas o ves, tienes siempre en tuslabios las palabras:”¡Gracias, oh Padre, por mí y portodos”, para continuar yo la reparación por las faltas deagradecimiento.

Más, oh Jesús, tu amor parece no darse tregua, veo quede nuevo haces sentarse a tus amados discípulos, tomasuna palangana con agua y ciñéndote una blanca toalla tepostras a los pies de los Apóstoles en un acto tan humil-

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de que atrae la atención de todo el Cielo y lo hace quedarestático. Los mismos Apóstoles se quedan casi sin movi-miento al verte postrado a sus pies...Pero dime, amor mío¿qué quieres, qué pretendes con este acto tan humilde?¡Humildad nunca vista y que jamás se verá!

“¡Ah hija mía, quiero todas las almas y postrado a suspies como un pobre mendigo las pido, las importuno yllorando les tiendo mis insidias de amor para ganarlas!Quiero, postrado a sus pies, con este recipiente de aguamezclada con mis lágrimas lavarlas de cualquier imper-fección y prepararlas a recibirme en el Sacramento. Meimporta tanto este acto que no quiero confiar este oficio alos ángeles, y ni aún a mi querida Mamá, sino que Yomismo quiero purificar hasta las fibras más íntimas de losApóstoles, para disponerlos a recibir el fruto delSacramento, y en ellos es mi intención preparar a todaslas almas.

Quiero reparar por todas las obras santas, por la admi-nistración de los Sacramentos y en especial por las cosashechas por los Sacerdotes con espíritu de soberbia, vací-as de Espíritu Divino y de desinterés.¡Ah, cuántas obrasbuenas me llegan más para deshonrarme que para darmehonor! ¡Más para amargarme que para complacerme!¡Más para darme muerte que para darme vida! Estas sonlas ofensas que más me entristecen. Ah sí, hija mía, hijamía, enumera todas las ofensas más íntimas que se mehacen y dame reparación con mis mismas reparaciones yconsuela mi Corazón amargado”.

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¡Oh afligido bien mío! Tu vida la hago mía y juntocontigo quiero repararte por todas esas ofensas. Quieroentrar en todos esos lugares más íntimos de tu Corazóndivino y reparar con tu mismo Corazón por las ofensasmás íntimas y secretas que recibes de tus predilectos.Quiero, oh Jesús mío, seguirte en todo, y en unión conti-go quiero girar por todas las almas que te han de recibiren la Eucaristía y entrar en sus corazones. Y junto con tusmanos las mías y con esas lágrimas tuyas y con el aguacon que lavaste los pies a tus Apóstoles lavemos las almasque te han de recibir, purifiquemos sus corazones, incen-diémoslos, sacudamos de ellos el polvo con que estánmanchados, a fin de que, al recibirte, Tú puedas encontraren ellas tus complacencias en lugar de tus amarguras.

Pero mientras estás todo atento lavando los pies de losApóstoles, te miro y veo otro dolor que traspasa tuCorazón santísimo. Estos Apóstoles representan para ti atodos los futuros hijos de la Iglesia. Cada uno de ellosrepresenta la serie de cada uno de los males que iban ahaber en la Iglesia y, por tanto, la serie de cada uno de tusdolores...En uno, las debilidades; en otro, los engaños; enotro, las hipocresías; en otro, el amor desmedido a losintereses...En San Pedro, la falta a los buenos propósitosy todas las ofensas de los Jefes de la Iglesia; en San Juan,las ofensas de tus más fieles; en Judas, todos los apósta-tas, con la serie de los graves males causados porellos...Ah, tu corazón está sofocado por el dolor y por elamor, tanto que no pudiendo sostenerte, te detienes a lospies de cada Apóstol, rompes en llanto y ruegas y reparaspor cada una de esas ofensas y para todos imploras el

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remedio oportuno. Jesús mío, también yo me uno conti-go, hago mías tus suplicas, tus reparaciones, tus oportu-nos remedios para cada alma y quiero mezclar mis lágri-mas con las tuyas para que nunca estés solo sino que metengas siempre contigo para dividir tus penas.

Pero mientras prosigues lavando los pies de losApóstoles veo que ya estás a los pies de Judas. Siento turespiro afanoso, veo que no sólo lloras, sino que sollozas,y mientras lavas esos pies los besas, te los estrechas alcorazón y no pudiendo hablar con la voz, porque te ahogael llanto lo miras con tus ojos hinchados por las lágrimasy con el corazón le dices: “¡Hijito mío, ah, te ruego conla voz de mis lágrimas: No te vayas al infierno, dame tualma, que a tus pies postrado te pido! Dime, ¿qué quie-res? ¿Qué pretendes? Todo te daré con tal de que no tepierdas. ¡Ah, evítame este dolor, a Mí tu Dios!”Y te estre-chas de nuevo esos pies a Tu Corazón...Pero viendo ladureza de Judas, tu corazón se ve en apuros, tu amor teahoga y está a punto de desfallecer....Corazón mío y vidamía, permíteme que te sostenga entre mis brazos. Me doycuenta de que estás son tus estratagemas amorosas queusas con cada pecador obstinado...Ah, te ruego, corazónmío, mientras te compadezco y te doy reparación por lasofensas que recibes de las almas que se obstinan en noquererse convertir, que recorramos juntos la tierra ydonde hay pecadores obstinados démosles tus lágrimaspara enternecerlos, tus besos y tus abrazos de amor paraencadenarlos a Ti, de manera que no te puedan huir, y asíte consolaré por el dolor de la pérdida de Judas.

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Jesús mío, gozo y delicia mía, veo que tu amor corre,que rápidamente corre. Doliente como estás te levantas ycasi corres a la mesa, donde está preparado el pan y elvino para la consagración. Veo que tomas un aspecto todonuevo y nunca antes visto, tu Divina Persona toma unaspecto tierno, amoroso, afectuoso; tus ojos resplandecende luz más que si fueran soles; Tu Rostro, encendido, res-plandece; tus labios, sonrientes, abrasados de amor; y tusmanos, creadoras, se ponen en actitud de crear...Te veo,amor mío, todo transformado. Parece como si tuDivinidad se desbordara fuera de tu Humanidad. AhJesús, este aspecto tuyo, nunca visto, llama la atención detodos los Apóstoles, quienes subyugados por tan dulceencanto no se atreven ni siquiera a respirar. La dulceMamá corre en espíritu al pie de la mesa, del altar, a con-templar y a participar en los prodigios de tu amor. Losángeles descienden del Cielo y entre ellos se preguntan,“¿qué pasa?...”Son verdaderas locuras, auténticos exce-sos: ¡Es Dios que crea, no el cielo o la tierra, sino a Símismo...¿Y dónde? En la vilísimas materia de un poco depan y un poco de vino. Y mientras están todos en torno aTi, oh amor insaciable, veo que tomas el pan en tusmanos...lo ofreces al Padre...y oigo tu dulcísima voz quedice: “Padre Santo, gracias te sean dadas, pues siempreescuchas a Tu Hijo. Padre Santo, concurre conmigo.Tú,un día me enviaste del Cielo a la tierra a encarnarme en elseno de mi Mamá para venir a salvar a nuestros hijos.Ahora permíteme que me encarne en cada hostia paracontinuar la salvación de ellos y para ser vida de cada unode mis hijos...Mira, oh Padre, pocas horas quedan de mi

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vida y ¿cómo tendré corazón para dejar solos y huérfanosa mis hijos? Sus enemigos son muchos: las tinieblas, laspasiones, las debilidades a que están sujetos...¿Quién losayudará? ¡Ah, te suplico me quede en cada hostia para servida de cada uno, para poner en fuga a sus enemigos y serpara ellos luz, fuerza y ayuda en todo. Pues de lo contra-rio ¿a dónde irán? ¿Quién los ayudará? Nuestras obrasson eternas, mi amor es irresistible, por eso no puedo niquiero dejar a mis hijos.”

El Padre se enternece a la voz tierna y afectuosa delHijo y desciende del Cielo...y ya está sobre el altar, unidocon el Espíritu Santo, para concurrir con el Hijo. Y Jesús,con voz sonora y conmovedora, pronuncia las palabras dela consagración, y sin dejarse a Sí mismo, se crea a Símismo en ese pan y vino...

Después te das en comunión a tus Apóstoles, y seguroque nuestra Madre Celestial no se vio privada de recibir-te. ¡Ah Jesús, los Cielos se postran y todos te envían unacto de adoración en tu nuevo estado de tan profundoanonadamiento! Y así tu amor queda saciado y satisfecho,no teniendo ya nada más que hacer.

Y yo veo sobre ese altar, en tus manos, todas las hos-tias consagradas que se perpetuarán hasta el fin de lossiglos, y en cada hostia, toda tu dolorosa Pasión desple-gada, pues las criaturas, a los excesos de tu amor, te pre-paran excesos de ingratitud y de enormes delitos. Y yo,corazón de mi corazón, quiero estar siempre contigo encada sagrario, en todos los copones y en cada hostia con-

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sagrada que habrá hasta el fin de los tiempos, para dartemis actos de reparación a medida que recibes las ofensas.

Por eso, corazón mío, me pongo ante ti y te beso lafrente majestuosa...Pero al besarte siento en mis labios eldolor de las espinas que rodean tu cabeza, porque en estahostia santa, oh Jesús mío, no te limitan las espinas comoen la Pasión...pues veo que las criaturas vienen a tu pre-sencia y en vez de ofrecerte el homenaje de sus pensa-mientos, te envían pensamientos malos, y Tú bajas denuevo la cabeza, como en la Pasión, para recibir las espi-nas de los malos pensamientos que se tienen en tu presen-cia. Oh amor mío, también yo la bajo contigo para com-partir tus penas y pongo todos mis pensamientos en tumente para sacarte esas espinas que tanto te duelen y teentristecen, y quiero que cada pensamiento mío corra encada uno de los tuyos para formarte una acto de repara-ción por cada pensamiento malo de las criaturas y endul-zar así tus afligidos pensamientos.

Jesús, bien mío, beso tus hermosos ojos...Te veo enesta hostia santa, con esos ojos amorosos en espera detodos aquellos que vienen a tu presencia, para mirarloscon tus miradas de amor y para obtener la corresponden-cia de amor de sus miradas, pero, cuántos vienen a tu pre-sencia y en vez de mirarte y buscarte a Ti, miran cosasque las distraen de Ti y te privan del gusto del intercam-bio de miradas entre Tú y ellas,,,y Tú lloras. Por eso, albesarte siento mis labios empapados por tus lágrimas. AhJesús mío, no llores. Quiero poner mis ojos en los tuyospara compartir estas penas tuyas, llorar contigo y darte

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reparación por las miradas frías y distraídas, ofreciéndotemis miradas y manteniéndolas fijas siempre en Ti.

Jesús, amor mío, beso tus santísimos oídos...Ah, teveo todo atento, escuchando lo que quieren de Ti las cria-turas, para consolarlas, pero ellas, por el contrario, hacenllegar a tus oídos oraciones mal echas, llenas de recelos,sin verdadera confianza; oraciones, en su mayor parte,por rutina y sin vida...Y tus oídos en esta hostia santa sonmás molestados que en la misma Pasión. Oh Jesús mío,quiero tomar todas las armonías del Cielo y ponerlas entus oídos para repararte por estas molestias; quiero poneren mis oídos en los tuyos, no sólo para compartir estasmolestias sino para estar siempre atenta a lo que quieres,a lo que sufres y darte inmediatamente mi acto de repara-ción y consolarte.

Jesús, vida mía, beso tu santísimo rostro...Lo veo san-grante, lívido e hinchado. Ah, las criaturas vienen anteesta hostia santa y con sus posturas indecentes, con susconversaciones malas que tienen ante Ti, en vez de dartehonor, te dan bofetadas y salivazos, y Tú, como en laPasión, con toda paz, con toda paciencia los recibes y losoportas todo...Oh Jesús, quiero poner mi rostro no sólojunto al tuyo, para acariciate y besarte cuando te dan esasbofetadas y limpiarte los salivazos, sino que quieroponerlo en tu mismo rostro para compartir contigo estaspenas; y aún más, quiero hacer de mi ser tantos diminu-tos pedacitos para ponerlos ante Ti como otras tantas esta-tuas arrodilladas, en continua genuflexión, para reparartepor tantos deshonores como te dan ante Tu presencia.

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Jesús mío, beso tu dulcísima boca...Y veo que Tú, aldescender al corazón de las criaturas, el primer sitiodonde te apoyas es sobre la lengua y oh, cómo quedasamargado al encontrar muchas lenguas mordaces, impu-ras, malas...Ah, te sientes como ahogar por esas len-guas...y peor aún cuando desciendes a los corazones. OhJesús, si me fuera posible quisiera encontrarme en la bocade cada criatura para endulzarte por cada ofensa que reci-bes de ellas.

Fatigado bien mío, beso tu santísimo cuello...pero teveo cansado, agotado y todo ocupado en tu quehacer deamor. Dime ¿qué haces?...

Y Jesús: “Hija mía, Yo, en esta hostia trabajo desde lamañana hasta la noche, formando continuas cadenas deamor, a fin de que al venir las almas a mí, encuentren yapreparadas mis cadenas de amor para encadenarlas a micorazón. Pero, ¿sabes tú lo que a cambio ellas me hacen?Muchas toman a mal estas cadenas mías y se liberan deellas por la fuerza y las rompen, y como estas cadenasestán atadas a mi corazón, Yo me siento torturado y doyen delirio...Y mientras hacen pedazos mis cadenas,haciendo fracasar el trabajo que hago en el Sacramento,buscan las cadenas de las criaturas y de los pecados...yesto aún en mi presencia, sirviéndose de Mí para lograr suintento. Esto me da tanto dolor que me da una fiebre tanviolenta que me hace desfallecer y delirar.”

¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Tu amor se ve en unextremo agobio...Ah, te ruego, para consolarte por tu tra-bajo y para repararte cuando son despedazadas tus cade-

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nas amorosas, que encadenes mi corazón con todas estascadenas para poder darte por todos mi correspondencia deamor.

Jesús mío, flechero divino, beso tu pecho...Y es tantoy tan grande el fuego que contiene que, para dar un pocode desahogo a tus llamas, que tan en alto se elevan, Tú,queriendo descansar un poco en tu trabajo, en elSacramento quieres entretenerte también, y tu entreteni-miento es formar flechas, dardos, saetas, para que cuandolas almas vengan a Ti, Tú te entretengas con ellas hacien-do salir de tu pecho tus flechas para herirlas, y cuando lasreciben, forman tu fiesta y Tú formas tu entretenimiento.Pero muchas, oh Jesús, te las rechazan, enviándote a suvez, flechas de frialdad, dardos de tibieza y saetas deingratitud. Y Tú te quedas tan afligido que lloras porquelas criaturas te hacen fracasar en tus entretenimientos deamor. Oh Jesús, he aquí mi pecho, dispuesto a recibir nosólo las flechas preparadas para mí, sino también todaslas que las demás rechazan...Así no volverás ya a fracasaren tus entretenimientos, y por correspondencia quierodarte reparación por las frialdades, por las tibiezas y porlas ingratitudes que recibes.

Oh Jesús, beso tu mano izquierda...Y quiero repararpor todos los tocamientos ilícitos y no santos hechos en tupresencia y te ruego que con esta mano me tengas siem-pre estrechada a Tu Corazón.

O Jesús, beso tu mano derecha...Y quiero repararte portodos los sacrilegios, en particular por las misas celebra-das malamente...¡Cuántas veces, amor mío, te ves forza-

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do a descender del Cielo a las manos del Sacerdote, queen virtud de su potestad te llama, y encuentras esas manosllenas de fango, que chorrean inmundicia, y Tú, aunquesientes náusea de esas manos, te ves obligado por tu amora permanecer en ellas! Es más, en algunos Sacerdotes espeor, en ellos encuentras a los sacerdotes aquellos de tuPasión, que con sus enormes delitos y sacrilegios renue-van el deicidio...Jesús mío, es espantoso pensarlo: otravez te encuentras, como en la Pasión, en esas manosindignas, como un corderito, aguardando de nuevo tumuerte. ¡Ah Jesús, cuánto sufres! ¡Cómo quisieras unamano amorosa para librarte de esas manos sanguinarias!¡Ah, cuando te encuentres en esas manos, te ruego quehagas que me encuentre presente también yo para dartemi reparación. Quiero cubrirte con la pureza de los ánge-les y perfumarte con sus virtudes para neutralizar el hedorde esas manos, y darte mi corazón como consuelo y refu-gio y mientras estés en mí, yo te rogaré por losSacerdotes, para que sean dignos ministros tuyos, y así nopongan en peligro tu vida sacramental.

Oh Jesús, beso tu pie izquierdo...Y quiero reparartepor quienes te reciben por rutina y sin las debidas dispo-siciones.

Oh Jesús, beso tu pie derecho...Y quiero repararte poraquellos que te reciben para ultrajarte. Cuando eso seatreven a hacer, ah, te ruego que renueves el milagro quehiciste cuando Longinos te atravesó el corazón con lalanza, que al fluir de aquella sangre que brotó, abriéndo-

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le los ojos, lo convertiste y lo sanaste; que así al contactotuyo sacramental, conviertas esas ofensas en amor.

Oh Jesús, beso tu Corazón, el lugar donde se concen-tran las ofensas...Y quiero darte mi reparación de todo ypor todos, quiero corresponderte con amor, y en unióncontigo, compartir tus penas. Ah, te suplico que si olvidorepararte por alguna ofensa, me hagas prisionera en tuCorazón y en tu Voluntad para que nada se me escape...Anuestra dulce Mamá suplicaré que me haga atenta, y enunión con Ella te repararemos por todo y por todos, jun-tas te besaremos y haciéndonos tu defensa, alejaremos deti las olas de amarguras que por desgracia recibes de lascriaturas.

Ah Jesús, recuerda que yo también soy una pobreencarcelada2, si bien es cierto que tus cárceles son muchomás estrechas, como lo es el breve espacio de una hostia.Así pues, enciérrame en tu Corazón, y con las cadenas detu amor no sólo aprisióname sino ata a Ti uno por uno mispensamientos, mis afectos, mis deseos. Inmovilízame lasmanos y los pies, encadenándolos a tu Corazón; mis cade-nas, el amor; las rejas que me impidan absolutamentesalir, tu voluntad Santísima; y tus llamas de amor seránmi alimento, mi respiración, mi todo...Así que ya no veréotra cosa sino llamas, y no tocaré sino fuego, que me darámuerte y vida, como Tú lo sufres en la Hostia, y así tedaré mi vida. Y mientras yo quedo prisionera en Ti, Tú

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2 Lo dice Luisa, que vivió 64 años prisionera en su cama, en calidad deVíctima de Jesús.

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quedarás libre en mí. ¿No ha sido este tu propósito alencarcelarte en la hostia: Ser desencarcelado por lasalmas que te reciben, recibiendo vida en ellas, así pues,bendíceme como señal de tu amor y dame un beso, y yote abrazaré y me quedaré en Ti.

Pero veo, oh dulce Corazón mío, que después de quehas instituido el Santísimo Sacramento y de que has vistola enorme ingratitud y las innumerables ofensas de lascriaturas ante tantos excesos de amor tuyos, aunque que-das herido y amargado, sin embargo no te haces paraatrás, al contrario, en la inmensidad de tu amor quisierasahogarlo todo...

Te veo, oh Jesús, que te das en comunión a tusApóstoles, y que después agregas que eso que has hechoTú, lo deben hacer también ellos, dándoles así el poder deconsagrar. De esta manera los ordenas Sacerdotes e insti-tuyes este otro Sacramento. Y así lo reparas todo: las pre-dicaciones mal hechas, los Sacramentos administrados yrecibidos sin disposiciones y que quedan, por lo tanto, sinsus efectos buenos; las vocaciones equivocadas de algu-nos Sacerdotes, tanto por parte de ellos como por parte dequienes los ordenan, no usando todos los medios paraconocer las verdaderas vocaciones...Ah Jesús, nada se teolvida...Y yo quiero seguirte y repararte por todas estasfaltas y ofensas.

Y después de que has dispuesto y hecho todo esto, encompañía de tus Apóstoles te encaminas al Huerto deGetsemaní para continuar tu dolorosa Pasión. Y yo entodo te seguiré para hacerte fiel compañía...

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DE LAS 9 A LAS 10 DE LA NOCHE

QUINTA HORA

Primera hora de agonía en El Huerto de Getsemaní

Afligido Jesús mío, como por una corriente eléctricame siento atraída a este huerto...Ah, comprendo que Túme llamas, y como por un potente imán siento atraído miherido corazón, y yo corro pensando para mí: “¿Qué cosaes esta atracción de amor que siento en mí? ¡Ah, es miperseguido Jesús que se encuentra en tal estado de amar-gura que siente necesidad de mi compañía.” Y yo corro,vuelo, ¿pero qué?, me siento sobrecogida al entrar en esteHuerto...es la oscuridad de la noche, la intensidad del frío,el moverse lento de las hojas que como voces lastimeraspresagian penas, tristezas y muerte para mi doloridoJesús. El dulce centellear de las estrellas, que como ojosllorosos están mirando atentas, y haciendo eco a las lágri-mas de Jesús me reprochan mis ingratitudes. Yo tiemblo,y en la oscuridad lo voy buscando y lo llamo: Jesús,¿dónde estás? ¿Me llamas y no te dejas ver? ¿Me llamasy te escondes?”. Todo es terror, todo es espanto y silencio

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profundo...Pongo toda mi atención en mis oídos y perci-bo su respirar afanoso...y es precisamente a Jesús a quienencuentro. ¡Pero qué cambio funesto ha habido! Ya no esel dulce Jesús de la Cena Eucarística, cuyo rostro resplan-decía con una hermosura arrebatadora y deslumbrante,sino que ahora está triste, con una tristeza mortal queeclipsa su belleza...Ya está en agonía, y yo me siento tur-bada al pensar que no escucharé más su voz, pues pareceque muere, y por eso me abrazo a sus pies, y haciéndomemás atrevida me acerco a sus brazos, le pongo la mano enla frente para sostenerlo y en voz baja lo llamo: “Jesús,Jesús”.

Y entonces Él respondiendo a mi voz, me mira y medice:

“Hija, ¿estás aquí? Te estaba esperando, pues el com-pleto abandono de todos es la tristeza que más me opri-me. Y te esperaba a ti para hacerte espectadora de mispenas y para hacerte beber conmigo el cáliz de las amar-guras que mi Padre Celestial me enviará dentro de pocopor medio de un ángel. Lo beberemos juntos, no será uncáliz de consuelo sino de intensa amargura, y siento lanecesidad de que las almas que me aman beban algunagota al menos...Por eso te he llamado, para que tú lo acep-tes y compartas conmigo mis penas y me asegures que nome vas a dejar solo en tanto abandono.”

Ah sí, angustiado Jesús mío, bebamos juntos el cálizde tus amarguras, suframos juntos tus penas, yo no mesepararé jamás de estar a tu lado. Entonces mi afligidoJesús, después de habérselo asegurado, entra en agonía

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mortal y sufre penas jamás vistas ni escuchadas. Y yo, nopudiendo resistir y queriendo compadecerlo y aliviarlo, ledigo: Dime, ¿por qué estás tan triste, tan afligido y soloen este Huerto y en esta noche? Es la última noche de tuvida en la tierra, pocos momentos te quedan para comen-zar tu Pasión...Yo pensaba encontrar al menos a laCelestial Mamá, a la amante Magdalena, a tus fielesApóstoles, pero por el contrario, solo, solo te encuentro,abrumado por una tristeza que te da muerte despiadada,pero sin hacerte morir. Oh Bien mío y todo mío, ¿no merespondes?, háblame. Pero parece que te falta la palabra,tan grande es la tristeza que te oprime...Oh Jesús mío, esamirada tuya, llena de luz, sí, pero afligida e inquieta, queparece que busca ayuda...Ese tu rostro tan pálido, esos tuslabios tan abrasados por el amor, esa tu Divina Personaque tiembla toda de pies a cabeza, ese tu corazón que tepalpita tan fuerte y esos latidos tuyos que buscan almas yque te dan tal afán que parece que de un momento a otrovayas a expirar...me dicen que Tú estás solo y que quie-res mi compañía...¡Y aquí me tienes, Jesús toda para ti ycontigo! Pero mi corazón no resiste al verte tirado por tie-rra; entre mis brazos te tomo y te estrecho a mi corazón;quiero contar uno a uno tus afanes, una por una las ofen-sas que se te presentan ante tu mente, para darte por todo,alivio, por todo, reparación, y por todo darte mi compa-sión por lo menos. Pero oh Jesús mío, mientras te tengoentre mis brazos tus sufrimientos aumentan; siento correren tus venas un fuego, siento que la sangre te hierve y tequiere romper las venas para salir fuera. Dime, Amormío, ¿qué tienes? No veo azotes ni espinas ni clavos ni

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Cruz, y sin embargo, apoyando mi cabeza sobre tu cora-zón siento que crueles espinas te traspasan la cabeza,¿qué flagelos tan despiadados son esos que no te dejan asalvo ninguna partícula, ni dentro ni fuera de tu DivinaPersona y que hacen que tus manos están contraídas ydesfiguradas más que si fuera por clavos? Dime, dulceBien mío, ¿quién es el que tanto poder tiene, hasta en tuinterior, para atormentarte tanto y hacerte sufrir tantasmuertes por cuantos tormentos te da? Y parece que Jesúsbendito abriendo sus labios exánimes y moribundos medice:

“Hija mía, ¿quieres saber quién es el que me atormen-ta más que los mismos verdugos, es más, que ellos seránnada en comparación con él? ¡Es el amor eterno!, que que-riendo tener la supremacía en todo, me está haciendo sufrirtodo junto y hasta en lo más íntimo, lo que los verdugosme harán sufrir poco a poco.¡Ah hija mía! Es el amor queprevalece por entero sobre Mí y en Mí. El amor es para Míclavo, el amor es para Mí flagelo, el amor es para Mí coro-na de espinas, el amor es para Mí todo, el amor es para Mími Pasión perenne, mientras que la Pasión que los hombresme darán es temporal...Ah hija mía, entra en mi corazón yvente a perder en mi Amor y sólo en mi Amor comprende-rás cuánto he sufrido y cuánto te he amado, y aprenderás aamarme y a sufrir sólo por amor”.

Oh Jesús mío, ya que Tú me llamas adentro de tuCorazón para hacerme ver lo que el amor te hizo sufrir,yo entro en él, y al entrar encuentro los portentos delamor, que no te corona la cabeza con espinas materiales

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sino con espinas de fuego, que no te flagela con cuerdassino con flagelos de fuego, que te crucifica no con clavosde hierro sino de fuego...todo él es fuego que te penetraen tus huesos hasta la médula, y que destilando en fuegoa toda tu Santísima Humanidad te causa penas mortales,evidentemente más que en la misma Pasión, y prepara unbaño de amor para todas las almas que hayan de quererlavarse de cualquier mancha y adquirir el derecho de serhijas del amor.

¡Oh amor sin fin yo me siento retroceder ante talinmensidad de amor, y veo que para poder entrar en elamor y comprenderlo, debo ser toda Amor! ¡Y, oh Jesúsmío, no lo soy! Pero ya que Tú quieres mi compañía yquieres que entre en Ti, te suplico que me hagas conver-tirme toda en amor; te suplico que corones mi cabeza ycada uno de mis pensamientos con la corona del amor; tepido, oh Jesús, que con el flagelo del amor flageles mialma, mi cuerpo, mis potencias, mis sentimientos, misdeseos, mis afectos, en suma, todo, y en todo quede fla-gelada y sellada por el amor. Haz, oh amor interminable,que no haya cosa alguna en mí que no tome vida delamor...Oh Jesús, centro de todos los amores, te suplicoque claves mis manos y mis pies con los clavos del amorpara que enteramente clavada por el Amor, en Amor meconvierta, el amor entienda, de amor me vista, de amorme alimente, y el amor me tenga toda clavada en Ti a finde que ninguna cosa, ni dentro ni fuera de mí, se atreva adesviarme y alejarme del amor, oh Jesús”.

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DE LAS 10 A LAS 11 DE LA NOCHE

SEXTA HORA

Segunda hora de agonía en el Huerto de Getsemaní

Oh dulce Jesús mío, ya ha transcurrido una hora desdeque llegaste a este Huerto. El Amor tomó la primacíasobre todo, haciéndote sufrir todo junto lo que los verdu-gos te harán sufrir en el curso de tu amarguísima Pasión;más aun, suplió y llegó a hacerte sufrir todo lo que ellosno podrán, y en las partes más internas de tu DivinaPersona. Jesús mío, te veo ya vacilante en tus pasos, perono obstante, quieres caminar. Dime, oh bien mío, ¿adónde quieres ir? Ah, ya comprendo, a encontrar a tusamados discípulos...y yo también quiero acompañartepara sostenerte si Tú vacilas. Pero, oh Jesús mío, otrasamarguras encuentra tu corazón: Ellos duermen y Túsiempre piadoso, los llamas, los despiertas y con paternalamor los amonestas y les recomiendas la vigilancia y laoración. Vuelves luego al Huerto, pero llevas otra heridaen el Corazón, y en esta herida veo, oh amor mío, todas

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las heridas de las almas consagradas a ti, que, o por ten-tación o por estado de ánimo o por falta de mortificación,en vez de estrecharse a ti, de velar y orar, se abandonan así mismas y, somnolientas, en vez de progresar en el amory en la unión contigo, retroceden...Cuánto te compadez-co, oh amante apasionado, y te reparo por todas las ingra-titudes de tus más fieles. Estas son las ofensas que mayor-mente entristecen a tu corazón adorable y es tal y tangrande su amargura que te hacen delirar. Pero, oh amormío sin límites, tu amor que te hierve en las venas vencetodo y olvida todo. Te veo postrado por tierra, y oras, teofreces, reparas y quieres glorificar al Padre en todo porlas ofensas que le hacen las criaturas. También yo, ohJesús mío, me postro contigo y unido a ti quiero hacer loque haces Tú...

Oh Jesús, delicia de mi corazón, veo que la multitudde todos los pecados, nuestras miserias, nuestras debilida-des, los más enormes delitos, las más negras ingratitudes,te vienen al encuentro, se arrojan sobre ti y te aplastan, tehieren, te muerden...Y Tú, ¿qué haces? La sangre que tehierve en las venas hace frente a todas estas ofensas,rompe las venas y en copiosos arroyos brota fuera, teempapa todo y corre hasta la tierra, dando sangre porofensas, Vida por muerte...¡Ah, a qué estado te veo redu-cido, estás expirando ya!. Oh bien mío, dulce vida mía,no te mueras, levanta la cara de esta tierra que has moja-do con tu sangre preciosísima, ven a mis brazos y haz queyo muera en vez de ti...Pero oigo la voz trémula y mori-bunda de mi dulce Jesús, que dice: “¡Padre, si es posible,

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pase de Mí este cáliz, pero hágase no mi voluntad sino laTuya!”.

Ya es al segunda vez que oigo esto de mi dulceJesús.¿Pero que es lo que me quieres hacer comprendercon estas palabras: “Padre, si es posible pase de Mí estecáliz?” Oh Jesús, se te hacen presentes todas las rebelio-nes de las criaturas, ves por casi todas rechazado aquel“Hágase tu Voluntad” que debía ser la vida de cada cria-tura, y éstas, en vez de encontrar la vida, encuentran lamuerte; y Tú, queriendo dar la vida a todas y hacer unasolemne reparación al Padre por las rebeliones de las cria-turas, por tres veces repites: “¡Padre, si es posible pase demí este cáliz”, es decir, el cáliz amargo de que las almas,separándose de nuestra Voluntad, se pierdan”...”Este cálizes para Mí muy amargo; sin embargo, no se haga mivoluntad, sino la Tuya”.

Pero mientras dices esto, es tal y tan grande la amar-gura, que te reduce al extremo, te hace agonizar y estás apunto de dar el último respiro...

Oh Jesús mío, Bien mío, ya que estás en mis brazos,yo también quiero unirme contigo, quiero reparate y com-padecerte por todas las faltas, por todos los pecados quese cometen contra tu Santísimo Querer, y suplicarte queyo siempre haga todo en tu Santísima Voluntad; que tuVoluntad sea mi respiro, mi aire, que tu Voluntad sea milatido, sea mi corazón, mi pensamiento, mi vida y mimuerte...Pero, ah, no te mueras. ¿Adónde podré ir sin ti?¿A quién me volveré, quién me ayudará? Todo acabaríapara mí. Ah, no me dejes, tenme como quieras, como a ti

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más te plazca, pero tenme contigo, siempre contigo; quejamás suceda que, ni por un instante, me quede separadade Ti. Es más, déjame endulzarte, repararte y compade-certe por todos, porque veo que todos los pecados, detodas las especies, pesan sobre Ti.

Por eso, Amor mío, beso tu santísima cabeza...Pero,¿qué veo? Todos los malos pensamientos, y Tú sientes suhorror. Cada pensamiento malo es una espina para tusacratísima cabeza, que te hiere acerbamente; ah, no sepodrán comparar con la corona de espinas que te pondránlos judíos...¡Cuántas coronas de espinas te ponen en tuadorable cabeza los malos pensamientos de las criaturas!,tanto que la sangre te brota por todas partes, de la frente,y hasta de entre los cabellos...Jesús, te compadezco y qui-siera ponerte otras tantas coronas de gloria y para endul-zarte te ofrezco todas las inteligencias de los ángeles y tumisma inteligencia para ofrecerte una compasión y unareparación por todos.

Oh Jesús, beso tus ojos piadosos...Y en ellos veo todaslas malas miradas de las criaturas que hacen correr sobretu rostro lágrimas de sangre...te compadezco y quisieraendulzar tu vista poniéndote delante todos los gustos quese puedan encontrar en el Cielo y en la tierra.

Jesús, bien mío, beso tus sacratísimos oídos...Pero,¿qué escucho? En ellos oigo el eco de las horrendas blas-femias, los gritos de venganza y de malediciencia; no hayni una voz amante y dulce que resuene en tus sacratísimosoídos...Oh amor insaciable, te compadezco, y quiero con-solarte haciendo resonar en ellos todas las armonías del

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Cielo, la voz dulcísima de tu querida Mamá, los encendi-dos acentos de la Magdalena y de todas las almas que teaman.

Jesús, vida mía, un beso más encendido quiero poneren tu rostro, cuya belleza no tiene par...Ah, este es el ros-tro ante el cual los ángeles no se atreven a levantar lamirada, y es tal y tanta su hermosura que a ellos los arre-bata, pero que las criaturas sí se atreven a ensuciarlo consalivazos, a golpearlo con bofetadas y a pisotearlo bajolos pies. ¡Amor mío, qué osadía! ¡Quisiera gritar fuerte-mente para ponerlos en fuga! Te compadezco, y parareparar estos insultos me dirijo a la Trinidad Sacrosantapara pedir el beso del Padre y del Espíritu Santo y lasinimitables caricias de sus manos creadoras, me dirijotambién a la Mamá Celestial para que me dé sus besos,las caricias de sus manos maternas y sus profundas ado-raciones, me dirijo también a todas las almas consagradasa Ti y te lo ofrezco todo para repararte por las ofensashechas a tu santísimo rostro.

Dulce bien mío, beso tu dulcísima boca...Pero la sien-to amargada por las horribles blasfemias, por las náuseasde la gula y de las embriagueces, por las conversacionesobscenas, por las oraciones mal hechas, por las malasenseñanzas y por todo lo malo que hace el hombre con lapalabra...Jesús, te compadezco y quiero endulzarte laboca, para lo cual te ofrezco todas las alabanzas angélicasy el buen uso de la palabra que hacen tus hijos.

Oprimido amor mío, beso tu cuello...Y ya veo atadocon las sogas y las cadenas de los apegos y los pecados de

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las criaturas. Te compadezco, y para aliviarte te ofrezco launión inseparable de las Divinas Personas; y yo, fundién-dome en esta unión, extiendo a ti mis brazos y formandoen torno a tu cuello dulces cadenas de amor alejar de ti lasataduras de los apegos que casi te ahogan, y para endul-zarte te estrecho fuerte a mi corazón.

Fortaleza divina, beso tus santísimos hombros...Y losveo lacerados, veo tus carnes arrancadas a pedazos porlos escándalos y los malos ejemplos de las criaturas. Tecompadezco, y para aliviarte te ofrezco tus santos ejem-plos de la Mamá y Reina y los de todos tus santos; y yo,Jesús mío, haciendo correr mis besos en cada una de estasllagas quiero encerrar en ellas las almas que por motivode escándalo han sido arrancadas de tu Corazón, y quieroasí sanar las carnes de tu santísima Humanidad.

Fatigado Jesús mío, beso tu pecho...Y lo veo heridopor las frialdades, por las tibiezas, por las faltas de corres-pondencia y por las ingratitudes de todas las criaturas...Tecompadezco, y para endulzarte te ofrezco el recíprocoamor del Padre y del Espíritu Santo, la perfecta corres-pondencia entre las tres Divinas Personas; y yo, oh Jesúsmío, sumergiéndome en tu amor, quiero ser defensa paraimpedir estas heridas que las criaturas te causan con suspecados, y tomando tu amor, quiero con él herirlas paraque ya no se atreven a ofenderte nunca más, y quieroderramarlo en tu pecho para endulzarte y sanarte.

Oh Jesús mío, beso tus manos creadoras...Y veo todaslas malas acciones de las criaturas que como otros tantosclavos traspasan tus manos santísimas, de modo que no

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quedas Tú crucificado sólo con tres clavos, como sobre lacruz, sino por tantos clavos por cuantas son las obrasmalas que hacen las criaturas...Te compadezco, y paraendulzarte te ofrezco todas las obras santas, el valor delos mártires al dar su sangre y su vida por tu amor; y qui-siera también, Jesús mío, ofrecerte todas las buenas obraspara quitarte todos los clavos de las obras malas.

Jesús, beso tus pies santísimos, siempre incansablesen la búsqueda de las almas...Y veo que en ellos encierrastodos los pasos de las criaturas, pero muchas de ellassientes que te escapan y Tú quisieras tomarlas a todas.Por cada uno de sus malos pasos Tú te sientes traspasadopor un clavo, y quieres servirte de todos estos clavos paraclavarlas en tu amor...Y tal y tan intenso es el dolor quesientes y el esfuerzo que haces por clavarlas a tu amorque te estremeces todo. Oh Jesús, te compadezco, y paraconsolarte te ofrezco los pasos de todas las almas fielesque exponen su vida por salvar almas.

Oh Jesús, beso tu Corazón...Y veo que sigues agoni-zando, no por lo que te harán sufrir los judíos, no, sinopor el dolor que te causan las ofensas de las criaturas...enestas horas quieres dar el primer lugar al amor, el segun-do lugar, a todos los pecados, por los cuales expías, repa-ras, glorificas al Padre y aplacas a la divina Justicia; y eltercer lugar, a los judíos. Y con esto me das a entenderque la Pasión que te harán sufrir los judíos no será sino lasombra de la doble Pasión amarguísima que te hacensufrir el amor y el pecado, y por esto es por lo que yo veoconcentrado en tu corazón la lanza del amor, la lanza del

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pecado, y esperas la tercera lanza, la lanza de los judí-os...Y tu Corazón sofocado por el amor sufre contradic-ciones violentas, afectos impacientes de amor, deseos quete consumen, latidos de fuego que quisieran dar vida acada corazón. Y precisamente es aquí, en tu Corazón,donde sientes todo el dolor que te causan las criaturas, lascuales con sus malos deseos, con sus desordenados afec-tos, con sus latidos profanados, en vez de querer tu amor,buscan otros amores...

¡Jesús mío, oh cuánto sufres! Te veo desfallecer,sumergido por las olas de nuestras iniquidades; te compa-dezco y quiero endulzar la amargura de tu Corazón triple-mente traspasado, ofreciéndote las dulzuras eternas y elamor dulcísimo de la Mamá querida.

Y ahora, oh Jesús, haz que mi pobre corazón tomevida de este Corazón tuyo, para que no viva más que contu solo Corazón, y en cada ofensa que recibas, mi corazónse encuentre siempre preparado para ofrecerte un consue-lo, un alivio, un acto de amor interrumpido...

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DE LAS 11 A LAS 12 DE LA NOCHE

SÉPTIMA HORA

Tercera hora de agonía en El Huerto de Getsemaní

Dulce bien mío, mi corazón no resiste...Te miro y veoque sigues agonizando; la sangre como en arroyos te cho-rrea de todo el cuerpo y con tanta abundancia que no sos-teniéndote de pie, has caído en un lago.¡Oh amor mío, seme rompe el corazón viéndote tan débil y agotado! Turostro adorable y tus manos creadoras se apoyan en la tie-rra y se llenan de Sangre...; me parece que a los ríos deiniquidad que te mandan las criaturas, quieras Tú dar ríosde sangre para hacer que todas las culpas queden en éstosahogadas, y dar así con tu Sangre a cada uno el perdón.

¡Más, oh Jesús mío, reanímate, ya es demasiado lo quesufres; baste ya hasta aquí a tu amor! Y mientras pareceque mi amable Jesús muere en su propia sangre, el amorle da de nuevo vida. Lo veo moverse penosamente, sepone de pie y así, cubierto de sangre y fango, parece que

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quiere caminar, pero no teniendo fuerzas, fatigosamentese arrastra...Dulce vida mía, déjame que te lleve entre misbrazos...¿Es que vas, acaso, a tus amados discípulos?¡Pero cuánto es el dolor de tu adorable corazón al encon-trarlos nuevamente dormidos! Y Tú con voz apagada ytrémula los llamas: “Hijos míos, no durmáis, la hora estápróxima.¿no veis a qué estado me he reducido? Ah ayu-dadme, no me abandonéis en estas horas extremas.” Ycasi vacilante estás a punto de caerte a su lado mientrasJuan extiende sus brazos para sostenerte. Estás tan irreco-nocible que de no haber sido por la suavidad y dulzura detu voz, no te habrían reconocido. Después, recomendán-doles que estén despiertos y que oren, vuelves al Huerto,pero con una segunda herida en el Corazón. En esta heri-da veo, oh bien mío, todas las culpas de aquellas almasque a pesar de las manifestaciones de tus favores endones, caricias y besos, en las noches de la prueba, olvi-dándose de tu amor y de tus dones se quedan somnolien-tas y adormiladas, perdiendo así el espíritu de continuaoración y vigilancia.

Jesús mío, es cierto que después de haberte visto ydespués de haber gustado tus dones, se necesita gran fuer-za para quedar privados y resistir; sólo un milagro puedehacer que esas almas resistan la prueba. Por eso, mientraste compadezco por esas almas, cuyas negligencias, lige-rezas y ofensas son las más amargas para tu corazón, teruego que en el momento que llegasen a dar un solo pasoque pudiera en lo más mínimo entristecerte, las rodees detanta Gracia que las detengas, para que no pierdan el espí-ritu de continua oración.

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Dulce Jesús mío, mientras vuelves al Huerto parece queya no puedes más; levantas al Cielo el rostro cubierto desangre y de tierra y por tercera vez repites: “Padre, si esposible, pase de Mí este cáliz...; Padre Santo, ayúdame,tengo necesidad de consuelo; es verdad que por las culpasque he tomado sobre Mí soy repugnante, despreciable, elúltimo entre los hombres ante tu Majestad infinita; tuJusticia está airada contra Mí; pero mírame, oh Padre, puessiempre soy tu Hijo y formo una sola cosa contigo.¡Ah,socorro, piedad, oh Padre, no me dejes sin consuelo!”.

A continuación, oh Bien mío, me parece escuchar quellamas en tu ayuda a la querida Mamá: “Dulce Mamá,estréchame entre tus brazos como me estrechabas siendoniño; dame aquella leche que tomaba de ti para darmefuerzas y endulzar las amarguras de mi agonía; dame tucorazón que es todo mi contento. Madre mía, Magdalena,Apóstoles queridos, vosotros todos los que me amáis,ayudadme, confortadme, no me dejéis solo en estosmomentos extremos, hacedme todos corona a mi alrede-dor, dadme el consuelo de vuestra compañía y de vuestroamor...

Jesús, amor mío, ¿quién puede resistir viéndote enestos extremos? ¿Qué corazón será tan duro que no serompa viéndote ahogado en tu sangre? ¿Quién no derra-mará a torrentes amargas lágrimas al escuchar los doloro-sos acentos con que buscas ayuda y consuelo? Jesús mío,consuélate; veo que ya el Padre te envía un ángel comoconsuelo y ayuda, para que puedas salir de este estado deagonía y puedas entregarte en manos de los judíos. Y

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mientras Tú estás con el ángel, yo recorreré Cielos y tie-rra. Tú me permitirás que tome esta sangre que has derra-mado para que pueda dársela a todos los hombres comoprenda de salvación para cada uno y llevarte el consuelode la correspondencia de sus afectos, latidos, pensamien-tos, pasos y obras.

Celestial Madre mía, vengo a Ti para que juntas vaya-mos a todas las almas y les demos la sangre de Jesús.Dulce Mamá, Jesús quiere consuelo, y el mayor consueloque podemos darle es llevarle almas...Magdalena, acom-páñanos; ángeles todos, venid a ver a qué estado se hareducido Jesús. El quiere consuelo de todos y es tal y tangrande el abatimiento en que se encuentra que no desde-ña a ninguno.

Jesús mío, mientras bebes el cáliz lleno de intensasamarguras que el Padre te ha enviado, oigo que suspirasmás, que gimes y que deliras, y con voz sofocada dices:“¡Almas, almas, venid aliviadme, tomad sitio en miHumanidad! ¡Os quiero, os suspiro! ¡Ah, no seáis sordasa mi voz, no hagáis vanos mis deseos ardientes, mi san-gre, mi amor, mis penas! ¡Venid almas, venid!”.

Delirante Jesús mío, cada uno de tus gemidos y suspi-ros es una herida para mi corazón, herida que no me dareposo, por lo que hago mía tu sangre, tu Querer, tu celoardiente, tu amor, y recorriendo Cielos y tierra quiero ir atodas las almas para darles tu sangre como prenda de sal-vación y llevártelas a Ti para calmar tus anhelos, tus deli-rios y endulzar las amarguras de tu agonía, y mientrashago esto, acompáñame Tú mismo con tu mirada...

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Madre mía, vengo a ti porque Jesús quiere almas, quie-re consuelo; dame, pues, tu mano materna y recorramosjuntas todo el mundo en busca de almas...Encerremos ensu sangre los afectos, los deseos, los pensamientos yobras, los pasos de todas las criaturas e incendiemos susalmas con las llamas de su Corazón para que se rindan, yasí, metidas en su sangre y transformadas en sus llamas lasconduciremos en torno a Jesús para endulzarle las penasde su amarguísima agonía.

Ángel mío de mi guarda, precédenos tú y prepáranoslas almas que han de recibir esta Sangre para que ningu-na gota se quede sin su copioso efecto.

Madre mía, pronto, pongámonos en camino; veo queJesús nos sigue con su mirada, escucho sus repetidossollozos que nos incitan a apresurar nuestra tarea.

Y he aquí, oh Mamá, que ya a los primeros pasos nosencontramos a las puertas de las casas donde yacen losenfermos. ¡Cuántos miembros llagados! ¡Cuántos enfer-mos, bajo la atrocidad de los dolores prorrumpen en blas-femias e intentan quitarse la vida...¡Otros se ven abando-nados por todos y no tienen quien les dé una palabra deconsuelo ni los más necesarios socorros, y por eso más selamentan contra Dios y se desesperan. Ay Mamá, escucholos sollozos de Jesús, pues ve correspondidas con ofensassus más delicadas predilecciones de amor, que hacensufrir a las almas para hacerlas semejantes a El. Ah,démosles su Sangre para que las provea de las ayudasnecesarias y les haga comprender con su luz el bien quehay en el sufrir y la semejanza que adquieren con Jesús.

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Y tú, Madre mía, ponte a su lado y como Madre afectuo-sa toca con tus manos maternas sus miembros doloridos,alíviales sus dolores, tómalas en tus brazos y derrama detu Corazón torrentes de gracias sobre todas sus penas.Haz compañía a los abandonados, consuela a los afligi-dos; para quienes carecen de los medios necesarios dis-pón tú las almas generosas que los socorran; a quienes seencuentran bajo la atrocidad de los dolores obtenles con-suelo y reposo; para que así, aligerados, puedan conmayor paciencia sobrellevar todo lo que Jesús disponepara ellos.

Sigamos nuestro recorrido y entremos en la estanciade los moribundos...¡Madre mía, qué terror! ¡Cuántasalmas hay a punto de caer en el infierno! ¡Cuántas, des-pués de una vida de pecado quieren dar el último dolor aese Corazón repetidamente traspasado, sellando su últimorespiro con un último acto de desesperación! Muchosdemonios están en torno a ellas infundiendo en su cora-zón terror y espanto de los divinos juicios, dándoles así elúltimo asalto para llevarlas al infierno; desearían avivarlas llamas del infierno para envolverlas a ellas y no darasí lugar a la esperanza...Otras, atadas por los apegos dela tierra no saben resignarse a dar el último paso...AhMamá son los últimos momentos, tienen mucha necesi-dad de ayuda, ¿no ves cómo tiemblan, cómo se debatenentre los espasmos de la agonía, cómo piden ayuda y pie-dad? La tierra ya ha desaparecido para ellas. Mamá Santa,ponles tu mano materna sobre sus heladas frentes y acogeTú sus últimos respiros. Demos a cada moribundo la san-gre de Jesús, la que poniendo en fuga a todos los demo-

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nios, disponga a todos a recibir los últimos Sacramentosy los prepare a una buena y santa muerte. Démosles elconsuelo de la agonía de Jesús, sus besos, sus lágrimas ysus llagas; rompamos las ataduras que los tienen sujetos;hagamos oír a todos las palabras del perdón y pongámos-les tal confianza en el corazón que hagamos que se arro-jen en los brazos de Jesús. Y así El, cuando los juzgue, losencuentre cubiertos con su Sangre y abandonados en susbrazos haga que quieran recibir todo su perdón.

Pero continuemos, oh Mamá. Tus ojos maternos mirencon amor la tierra y se muevan a compasión por tantaspobres criaturas que necesitan esta Sangre...Madre mía,me siento incitada por la mirada indagadora de Jesús acorrer, porque quiere almas. Siento sus gemidos en elfondo de mi corazón que repiten: “Hija mía, ayúdame,dame almas...”

Mira, Mamá, como está llena la tierra de almas queestán a punto de caer en el pecado, y cómo Jesús rompeen llanto viendo su Sangre sufrir nuevas profanacio-nes...Hace falta un milagro que les impida la caída;démosles pues, la Sangre de Jesús para que encuentren enella la fuerza y la gracia para no caer en el pecado.

Un paso más, Madre mía, y he aquí otras almas ya caí-das en culpa, las cuales necesitan una mano que las levan-te. Jesús las ama pero las mira horrorizado porque estánenfangadas, y su agonía se hace aún más intensa.Démosles la Sangre de Jesús para que encuentren así esamano que las levante...Mira, Mamá, son almas que tienennecesidad de esta Sangre, almas muertas a la gracia. ¡Oh,

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qué lamentable es su estado! El Cielo las mira y llora condolor, la tierra las mira con repugnancia; todos los ele-mentos están contra ellas y quisieran destruirlas, porqueson enemigas del Creador. Oh Mamá, la Sangre de Jesúscontiene la vida: démosela pues, para que a su contactoestas almas resuciten y resurjan más hermosas, y haganasí sonreír a todo el Cielo y la tierra.

Pero sigamos, oh Mamá. Mira, hay almas que llevanla marca de la perdición, almas que pecan y huyen deJesús, que lo ofenden y desesperan de su perdón...Son losnuevos Judas dispersos por la tierra, que traspasan esecorazón tan amargado. Démosles la Sangre de Jesús paraque esta Sangre borre en ellos la marca de la perdición yles imprima la de la salvación; para que ponga en suscorazones tanta confianza y amor después de la culpa quelos haga correr a los pies de Jesús y estrecharse a esospies divinos para no separarse jamás...Mira, oh Mamá,hay almas que corren locamente hacia la perdición y nohay quien detenga su carrera. Ah, pongamos esa Sangreante sus pies para que al tocarla, ante su luz y ante susvoces suplicantes, que quieren salvarlas, puedan retroce-der y ponerse en el camino de la salvación...

Continuemos, Mamá, nuestro recorrido. Mira, hayalmas buenas, almas inocentes en las que Jesús encuentrasus complacencias y su descanso de la Creación, pero lascriaturas están en torno a ellas con tantas insidias y escán-dalos para arrancar esta inocencia y convertir las compla-cencias y el descanso de Jesús en lágrimas y amarguras,como si no tuvieran más fin que el de dar continuos dolo-

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res a ese Corazón divino...Sellemos y circundemos puessu inocencia con la Sangre de Jesús, para que sea comoun muro de defensa para que en ellas no entre la culpa:pon en fuga, con su Sangre, a quienes quisieran contami-narlas, y consérvalas puras y sin mancha para que en ellasJesús encuentre su descanso de la Creación y todas suscomplacencias, y por amor de ellas se mueva a piedad detantas otras pobres criaturas...

Madre mía, pongamos estas almas en la Sangre deJesús, atémoslas una y otra vez con el Santo Querer deDios, llevémoslas a sus brazos y con las dulces cadenasde su amor atémoslas a su Corazón para endulzar lasamarguras de su mortal agonía...

Pero escucha, oh Mamá esta sangre grita y quiere toda-vía más almas...Corramos juntas y vayamos a las regionesde herejes y de infieles...¡Cuánto dolor siente Jesús enestas regiones! El, siendo vida de todos, no recibe encorrespondencia ni siquiera un pequeño acto de amor y noes conocido por sus mismas criaturas...Ah Mamá, démos-les esta Sangre para que les disipe las tinieblas de la igno-rancia o de la herejía, para que les haga comprender quetienen un alma, y abra para ellas el Cielo. Después pongá-moslas en torno a El como tantos hijos huérfanos y deste-rrados que al fin encuentran a su Padre, y así Jesús se sen-tirá confortado en su amarguísima agonía.

Pero parece que Jesús no está aún contento, porquequiere más almas. En estas regiones de paganos e infielessiente que de sus brazos le son arrancadas las almas de losmoribundos para ir a precipitarse en el infierno. Estas

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almas están ya a punto de expirar y caer en el abismo, nohay nadie a su lado para salvarlas. ¡El tiempo apremia, losmomentos son extremos y se perderán sin duda! No,Mamá, esta Sangre no será derramada inútilmente porellas, por tanto volemos inmediatamente hacia ellas yderramemos sobre su cabeza la sangre de Jesús para queles sirva de Bautismo e infunda en ellas la Fe, laEsperanza y la Caridad...Ponte a su lado, Mamá, y supleTú todo lo que les falta; más aún, déjate ver; en tu rostroresplandece la belleza de Jesús, tus modos son en todoiguales a los suyos, y por eso, viéndote, podrán conocercon certeza a Jesús. Estréchalas después a tu corazónmaterno, infúndeles la vida de Jesús que tú posees, dilesque siendo Tú su madre, las quieres para siempre felicescontigo en el Cielo, y así, mientras expiran, recíbelas entus brazos y haz que de los tuyos pasen a los de Jesús. Ysi Jesús mostrase, según los derechos de la justicia, queno puede recibirlas, recuérdale el amor con el que te lasconfió bajo la Cruz, y reclama tus derechos de Madre, demanera que a tu amor y a tus plegarias El no pueda resis-tir, y mientras contentará tu Corazón, contentará tambiéntus ardientes deseos.

Y ahora, oh Mamá, tomemos esta Sangre y démosla atodos: A los afligidos, para que sean consolados; a lospobres, para que sufran su pobreza resignados y agrade-cidos; a los que son tentados, para que obtengan la victo-ria; a los incrédulos, para que en ellos triunfe la virtud dela Fe; a los blasfemos, para que cambien sus blasfemiasen bendiciones; a los Sacerdotes, para que comprendan sumisión y sean dignos ministros de Jesús; toca sus labios

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con esta Sangre para que no digan palabras que no seande gloria de Dios; toca sus pies para que corran y vuelenen busca de almas y las conduzcan a Jesús...Demos estaSangre a quienes rigen los pueblos, para que estén unidosy tengan mansedumbre y amor hacia sus súbditos.

Volemos ahora hacia el Purgatorio y demos tambiénesta Sangre a las almas penantes, pues ellas lloran y supli-can esta Sangre para su liberación...¿No escuchas, Mamá,sus gemidos y sus delirios de amor que las torturan, ycómo continuamente se sienten atraídas hacia el SumoBien? ¿Ves cómo Jesús mismo quiere purificarlas paratenerlas cuanto antes consigo? El las atrae con su amor, yellas le corresponden con continuos ímpetus de amorhacia El, pero al encontrarse en su presencia, no pudien-do aún sostener la pureza de la divina mirada, no puedensino retroceder y caer de nuevo en las llamas de amorpurificadoras...Madre mía, descendamos en esta profundacárcel y derramando sobre ellas esta Sangre, llevémoslesla luz, mitiguemos sus delirios de amor, extingamos elfuego que las abrasa, purifiquémoslas de sus manchas,para que así, libres de toda pena, vuelen a los brazos delSumo Bien; demos esta Sangre a las almas más abando-nadas y olvidadas, para que encuentren en Ella todos lossufragios que las criaturas le niegan; demos a todas, ohMamá esta Sangre, no privemos a ninguna, para que envirtud de Ella todas encuentren alivio y liberación. Haz deReina en estas regiones de llantos y de lamentos, extien-de tus manos maternas y saca de estas llamas ardientes,una por una a todas las almas, haciéndolas emprender atodas el vuelo hacia el Cielo...

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Y ahora hagamos también nosotras un vuelo hacia elCielo. Pongámonos a las puertas eternas y...permíteme,oh Mamá, que también a ti te dé esta Sangre para tumayor gloria. Esta Sangre te inunde de nueva Luz y denuevos contentos...y haz que esta luz descienda en bene-ficio de todas las criaturas para darles a todas la gracia dela salvación.

Ahora, Madre mía, dame también Tú a mí estaSangre...Tú sabes cuánto la necesito. Con tus mismasmanos maternas retoca todo mi ser con esta Sangre yretocándome, purifícame de mis manchas, cura mis lla-gas, enriquece mi pobreza, haz que esta Sangre circulepor mis venas y me dé toda la Vida de Jesús, que descien-da a mi corazón y me lo transforme en su mismoCorazón, que me embellezca tanto que Jesús puedaencontrar todas sus complacencias en mí.

Ahora sí, oh Mamá, entremos en las regiones del Cieloy demos esta Sangre a todos los bienaventurados, a todoslos ángeles, para que puedan tener mayor gloria, para queprorrumpan en himnos y acciones de gracias a Jesús yrueguen por nosotros, viadores, para que en virtud de estaSangre podamos un día reunirnos con ellos.

Y después de haber dado a todos esta Sangre vayamosde nuevo a Jesús. Ángeles y santos, venid con nosotras.Ah, El suspira las almas y quiere hacerla entrar todas ensu Humanidad para darles a todas los frutos de su Sangre.Pongámoslas, pues, en torno a El y se sentirá volver laVida y recompensar por la amarguísima agonía que hasufrido.

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Y ahora, Mamá santa, llamemos a todos los elementosa hacerle compañía a fin de que ellos rindan tambiénhonor a Jesús...Oh luz del sol, ven a disipar las tinieblasde esta noche paa dar consuelo a Jesús. Oh estrellas, convuestras centelleantes luces descended del cielo y venid aconsolar a Jesús. Flores de la tierra, venid con vuestrosperfumes; Pajarillos de los aires, venid con vuestros tri-nos; elementos todos de la tierra, venid a confortar aJesús. Ven, oh mar , a refrescar y a lavar a Jesús...El esnuestro creador, nuestra vida, nuestro todo; venid todos aconfortarlo, a rendirle homenaje como a nuestro sobera-no Señor...

Pero, ay, Jesús no busca luz, ni estrellas, ni flores, niaves...¡El quiere almas, almas!

Helas aquí, dulce bien mío, a todas junto conmigo: Atu lado está nuestra Mamá querida...descansa Tú entre susbrazos; también ella tendrá consuelo al estrecharte a suregazo, pues ha participado intensamente en tu dolorosaagonía...También está aquí Magdalena, está Marta, yestán todas las almas que te aman de todos los siglos...OhJesús, acéptalas, y a todas di una palabra de amor y deperdón; en tu amor átalas a todas para que no vuelva ahuirte ningún alma...pero parece que me dices: “¡Ah hija,cuántas almas por la fuerza huyen de Mí y se precipitanen la ruina eterna! ¿Cómo podrá, entonces, calmarse midolor, si Yo amo tanto a una sola alma cuanto amo a todaslas almas juntas?...”

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Conclusión de la Agonía

Agonizante Jesús, parece que está por apagarse tuvida, oigo ya el estertor de tu agonía y veo tus hermososojos eclipsados por la cercana muerte y tus santísimosmiembros abandonados, y siento cada vez más como queya no respiras, y siento que el corazón se me rompe porel dolor. Te abrazo y te siento helado; te toco y no dasseñales de vida...¡Jesús! ¿Estás muerto?

Afligida Mamá, ángeles del Cielo, venid a llorar aJesús; y no permitáis que siga yo viviendo sin El, porqueno puedo. Y me lo estrecho más fuete y siento que da otrorespiro, y luego que otra vez no da señales de vida...Y lollamo: ¡Jesús, Jesús, vida mía, no te mueras! Ya oigo elruido de tus enemigos que vienen a prenderte...¿Quién tedefenderá en el estado en que te encuentras?”

Y El, sacudido, parece que resurge de la muerte a lavida. Me mira y me dice: “Hija, ¿estás aquí? ¿Has sidoespectadora de mis penas y de tantas muertes como hesufrido? Pues bien, debes saber, oh hija, que en estas treshoras de amarguísima agonía he reunido en Mí todas lasvidas de las criaturas, y he sufrido todas sus penas y hastasus mismas muertes, dándoles a cada una mi mismaVida...Mis agonías sostendrán las suyas; mis amarguras ymi muerte se tornarán para ellas en fuente de dulzura y devida. ¡Cuánto me cuestan las almas! ¡Si fuese al menoscorrespondido! Es por eso que has visto cómo, mientasmoría, volvía a respirar...Eran las muertes de las criaturasque sentía en Mí.”

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Fatigado Jesús mío, ya que has querido encerrar en titambién mi vida, y por lo tanto también mi muerte, teruego que por esta amarguísima agonía tuya, vengas aasistirme en el momento de mi muerte. Yo te he dado micorazón como refugio y reposo, mis brazos para sostener-te y todo mi ser a tu disposición y oh, con cuánto deseome entregaría en manos de tus enemigos para poder moriryo en lugar tuyo...Ven, oh vida de mi corazón, en aquelmomento extremo, a darme lo que te he dado, tu compa-ñía, tu Corazón como lecho y descanso, tus brazos comosostén, tus respiros afanosos para aliviar mis afanes, demodo que al respirar lo haré por medio de tu respiración,que como aire purificador me purificará de toda manchay me prepararás la entrada en la felicidad eterna...Másaún, dulce Jesús mío, aplicarás a mi alma toda tuHumanidad santísima, de modo que al mirarme me verása través de ti mismo y viéndote a ti mismo en mí, nohallarás nada de qué juzgarme; luego me bañarás en tuSangre, me vestirá con la blanca vestidura de tu SantísimaVoluntad, me trasfigurarás en el sol de tu Amor y dándo-me el último beso me harás emprender el vuelo de la tie-rra al Cielo...

Y ahora te ruego que hagas esto que quiero para mí, atodos los agonizantes; estréchatelos a todos en el abrazode tu amor y dándoles el beso de la unión sálvalos a todosy no permitas que ninguno se pierda.

Afligido Bien mío, te ofrezco esta hora, en la que hehecho memoria de tu Pasión y de tu muerte, para desar-mar la justa ira de Dios por tantos pecados, por la conver-

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sión de los pecadores, por la paz de los pueblos, por nues-tra santificación y en sufragio de las almas del Purgatorio.

Pero veo que tus enemigos están ya cerca y Tú quieresdejarme para ir a su encuentro. Jesús, permíteme que tebese en la mejilla, donde Judas osará besarte con su besoinfernal. Permíteme que te limpie el rostro bañado en san-gre, sobre el cual van a llover bofetadas y salivazos. Y Tú,estrechándome fuerte a tu corazón, no dejarás que te dejejamás, sino que harás que te siga en todo...¡Bendíceme!

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DE LAS 12 DE LA NOCHE A LA1 DE LA MAÑANA

OCTAVA HORA

La captura de Jesús

Oh Jesús mío, es ya medianoche. Ya oyes que se apro-ximan los enemigos. Te veo ahora limpiándote y enjugán-dote la sangre y reanimado por los consuelos recibidos.Veo nuevamente a tus Apóstoles, a quienes llamas y losamonestas y te los llevas contigo, y sales al encuentro detus enemigos, queriendo con esto reparar con tu prontitudmi lentitud, mi desgana y mi pereza en obrar y en sufrirpor tu amor. Más, oh Jesús mío qué escena tan estrujanteveo: Al primero que encuentras es al pérfido Judas, elcual, acercándose a ti y poniendo un brazo a tu hombro tesaluda y te besa; y Tú, Amor entrañabilísimo, no desde-ñas el beso de esos labios infernales; abrazas a Judas y loestrechas a tu Corazón queriendo arrancarlo del infierno,dándole muestra de nuevo amor...

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Jesús mío, ¿cómo es posible no amarte? La ternura detu amor es tanta que debiera arrebatar a cada corazón aamarte, y sin embargo, no te aman. Más, oh Jesús mío, eneste beso de Judas Tú reparas las traiciones, los fingi-mientos, los engaños bajo aspecto de amistad y de santi-dad, y sobre todo en los sacerdotes. Tu beso, además,declara que a ningún pecador, con tal que venga a ti humi-llado y arrepentido, rehúsas perdonarlo.

Ternísimo Jesús mío, ya que te entregas a merced detus enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir todo loque quieran, yo también Jesús mío, me entrego a tusmanos, para que libremente puedas hacer de mí lo quemás te agrade. Y junto contigo quiero seguir tu Voluntad,tus reparaciones y sufrir tus penas. Quiero estar siempreen torno a ti para hacer que no haya ofensa que no te repa-re, amargura que no endulce, salivazos y bofetadas querecibas que no vayan seguidas por un beso y una cariciamía...En tus caídas estarán siempre dispuestas mis manosayudarte para levantarte. De manera que, oh Jesús, siem-pre quiero estar contigo, ni un solo minuto quiero dejartesolo; y para estar más segura, introdúceme dentro de ti, yasí yo estaré en tu mente, en tus miradas, en tu Corazón yen todo tu Ser para hacer que lo que Tú haces puedahacerlo también yo; así podré hacerte fiel compañía y nopasar por alto ninguna de tus penas, y podré darte portodo mi correspondencia de amor. Dulce Bien mío, a tulado estaré para defenderte, para aprender tus enseñanzasy para numerar una por una todas tus palabras...¡Ah,cómo me descienden dulces en mi corazón las palabrasque dirigiste a Judas: “Amigo, ¿a qué has venido?”. Me

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parece que a mí también me diriges las mismas palabras,no llamándome amiga, sino con el dulce nombre deHija...”Hija, ¿a qué has venido?” Y yo te respondo:“¡Jesús, a amarte!”...”¿A qué has venido?” me dices sihago oración; “¿A qué has venido?”me repites desde laHostia Santa, o si trabajo, o si tomo alimento, o si sufro,o si duermo...¡Qué hermoso reclamo para mí y para todaslas almas ¡ ¡Pero cuántos, a tu pregunta “A qué has veni-do?” responden: ¡Vengo a ofenderte!; otros, fingiendo noescucharte se entregan a toda clase de pecados, y a tu pre-gunta”¿A qué has venido?”responden con irse al infier-no...¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Quisiera tomaresas mismas sogas con que van a atarte tus enemigos,para atar a estas almas y evitarte este dolor.

Y de nuevo oigo tu voz ternísima que ahora dice,mientras sales al encuentro de tus enemigos: “¿A quiénbuscáis?” y ellos responden: “A Jesús Nazareno”. Y Túles dices: “YO SOY”, los vuelves a llamar a la vida, y porti mismo te entregas en manos de tus enemigos. Y ellos,pérfidos e ingratos, en vez de quedar humildemente pos-trados a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondady despreciando gracias y prodigios te ponen las manosencima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan tehacen caer por tierra, te pisotean, bajo sus pies, te arran-can los cabellos, y Tú con paciencia inaudita callas,sufres y reparas las ofensas de los que, a pesar de losmilagros, no se rinden, sino que además cada vez más seobstinan...Con tus sogas y cadenas suplicas que seanrotas las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con lasdulces cadenas de tu amor. Y a San Pedro, que quiere

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defenderte, y llega hasta a cortar una oreja a Malco, locorriges amorosamente, y quieres reparar con esto lasobras buenas que no son hechas con santa prudencia, yque por excesivo celo caen en la culpa.

Pacientísimo Jesús mío, estas cuerdas y cadenas pare-cen añadir algo de más hermoso a tu persona. Tu frente sehace más majestuosa, tanto que atrae la atención de tusmismos enemigos; tus ojos resplandecen con más luz; turostro divino manifiesta una suprema paz y dulzura, capazde enamorar a tus mismos verdugos; con tus modos sua-ves y penetrantes los haces temblar, tanto que si se atrevena ofenderte es porque Tú mismo así lo consientes...

Oh Amor encadenado y atado. ¿Es que vas a permitirque estando Tú atado por mí, para probar más que meamas, yo, que soy tu pequeña hija, esté sin cadenas? ¡No,no! Con tus manos santísimas átame con tus mismassogas y cadenas. Te ruego que ates, mientras beso tu fren-te divina, todos mis pensamientos, mis ojos, mis oídos,mi lengua, mi corazón, mis afectos y todo mi ser, y queates juntamente a todas las criaturas, para que sintiendolas dulzuras de tus amorosas cadenas, no se atrevan aofenderte más.

Ah, dulce Bien mío, ya es la una de la madrugada y lamente está cargada de sueño; voy a hacer lo más quepueda por mantenerme despierta, pero si el sueño me sor-prende, me quedo en Ti para seguir lo que haces Tú; esmas, Tú mismo lo harás por mí en ti, Jesús mío, dejo mispensamientos para defenderte de tus enemigos, mi respi-ración para hacerte compañía, mis latido para que te

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digan siempre que te amo y para darte el amor que no tedan los demás, y las gotas de mi sangre para repararte ypara restituirte los honores y la estima que te quitarán conlos insultos, salivazos y bofetadas. Jesús mío, bendíceme;y si Tú quieres que duerma, hazme dormir en tu adorableCorazón, para que por tus latidos, acelerados por el amoro por el dolor, pueda ser yo despertada frecuentemente yasí no quede interrumpida nunca nuestra compañía...

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DE LA 1 A LAS 2 DE LA MAÑANA

NOVENA HORA

Jesús, atado, es hecho caer En el torrente Cedrón

Amado Bien mío, mi pobre mente te sigue entre la vigi-lia y el sueño.¿Cómo puedo abandonarme del todo alsueño si veo que todos te dejan y huyen de ti? Los mismosApóstoles, el ferviente Pedro, que hace poco dijo que que-ría dar su vida por ti..., el discípulo predilecto que con tantoamor has hecho reposar sobre tu Corazón, ah, todos teabandonan y te dejan a merced de tus crueles enemigos...

Jesús mío, estás solo, y tus purísimos ojos miran a tualrededor para ver si alguno de aquellos a quienes hashecho tanto bien, te sigue para testimoniarte su amor ypara defenderte,,,Y al descubrir que ninguno, ninguno haquedado fiel, el corazón se te oprime y rompes en amar-go llanto, pues sientes aún mas el dolor por el abandonode tus más fieles amigos que por lo que están haciéndotetus mismos enemigos. No llores, Jesús mío,. O haz que yollore contigo...

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Y mi amable Jesús parece que me dice: “Ah hija mía,lloremos juntos la suerte de tantas almas consagradas a Míy que por pequeñas pruebas o por incidentes de la vida nose ocupan de Mí y me dejan solo. Lloremos juntos por tan-tas otras almas tímidas y cobardes que por falta de valor yde confianza me abandonan; por tantos Sacerdotes que alno hallar su propio gusto en las cosas santas, en la admi-nistración de los Sacramentos, no se ocupan de Mí..; porotros que predican, que celebran la Santa Misa o que con-fiesan por amor al interés y a su propia gloria, y mientrasparece que están a mi alrededor, siempre me dejansolo...Ah hija mía. ¡Qué duro es para Mí este abandono!No sólo me lloran los ojos sino que me sangra el Corazón.Ah, te ruego que mitigues mi acerbo dolor prometiéndo-me que no me dejarás nunca más solo.”

¡Sí, oh mi Jesús, te lo prometo, ayudada por tu graciay en la firmeza de tu Voluntad Divina!

Pero mientras lloras por el abandono de los tuyos, tusenemigos no olvidan ningún ultraje que puedan hacerte.Oprimido y atado como estás, oh Bien mío, tanto que nopuedes por ti mismo dar un paso, te pisotean, te arrastranpor esas calles llenas de piedras y de espinas; no haymovimiento que te hagan hacer en el que no te hagan tro-pezar en las piedras y herirte con las espinas...Ah Jesúsmío, veo que mientras te maltratan, vas dejando tras de titu Sangre preciosa y los rubios cabellos que te arrancande la cabeza...

Vida mía y todo mío, permíteme que los recoja, a finde poder atar todos los pasos de las criaturas, que ni aún

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de noche dejan de herirte; al contrario, se aprovechan dela noche para herirte aún más, unos con sus encuentros,otros con placeres, con teatros y diversiones, otros se sir-ven de la noche hasta para llevar a cabo robos sacríle-gos...Jesús mío, me uno a ti para reparar por todas estasofensas que se hacen en la noche...

Mas, oh Jesús, ya estamos en el torrente Cedrón, y lospérfidos judíos te empujan a él, y al empujarte te hacenque te golpee contra las piedras que hay ahí, y con tantafuerza que de tu boca derramas tu preciosísima Sangre,con la cual dejas selladas aquellas piedras...Después,tirando de ti, te arrastran bajo aquellas aguas negras, a lasque te entran por los oídos, en la nariz y en la boca...Ohamor incomparable, quedas todo bañado y como cubiertopor un manto por aquellas aguas negras, nauseantes yfrías. Y en ese estado representas a lo vivo el estadodeplorable de las criaturas cuando cometen el pecado.¡Oh, cómo quedan cubiertas por dentro y por fuera con unmanto de inmundicia que da asco al Cielo y a cualquieraque pudiese verlas, de modo que atraen sobre ellas losrayos de la Divina Justicia!

Oh vida de mi vida, ¿puede haber amor más grande?Para despojarnos de este manto de inmundicia permitesque tus enemigos te hagan caer en ese torrente, y parareparar por los sacrilegios y las frialdades de las almasque te reciben sacrílegamente y que te obligan a queentres en sus corazones, peores que el torrente, y quesientas toda la náusea de sus almas, permites que esasaguas penetren hasta en tus entrañas, tanto que tus enemi-

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gos, temiendo que te ahogues, y queriendo reservarte paramayores tormentos, te sacan fuera...pero causas tantarepugnancia que ellos mismos sienten asco de tocarte.

Mansísimo Jesús mío, ya estás fuera del torrente, y micorazón no resiste al verte tan empapado por esta aguarepugnantes. Veo que por el frío tiemblas de pies a cabeza;miras a tu alrededor buscando con los ojos, lo que no hacescon la voz, uno al menos que te seque, que te limpie y tecaliente..., pero en vano; no hay nadie que se mueva a com-pasión por ti; los tuyos te han abandonado, y la dulceMamá está lejos porque así lo dispone el Padre...

Pero aquí me tienes, Jesús, ven a mis brazos. Quierollorar hasta formarte un baño para limpiarte y lavarte, ycon mis manos reordenarte los desordenados cabellos...Amor mío, quiero encerrarte en mi corazón para calentar-te con el calor de mis afectos; quiero perfumarte con misdeseos insistentes; quiero reparar estas ofensas y empeñarmi vida junto con la tuya para lavar a todas las almas;quiero ofrecerte mi corazón como lugar de reposo, parapoderte reconfortar en algún forma por las penas que hassufrido hasta aquí...Después continuaremos de nuevo elcamino de tu Pasión.

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DE LAS 2 A LAS 3 DE LA MAÑANA

DECIMA HORA

Jesús es presentado a Anás

Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamosjuntas a Jesús. Jesús mío, centinela divino. Tú, que en elcorazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí,me despiertas y me haces hallar contigo en casa de Anás...

Ya te encuentras en ese momento en que Anás te inte-rroga sobre tu doctrina y sobre tus discípulos; y Tú, ohJesús, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratí-sima boca y con voz sonora y llena de dignidad respon-des: “Yo he hablado en público, y todos los que aquí estánme han escuchado. “A estas dignas palabras tuyas, todosse sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un sier-vo, queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con guantede hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tam-balear, mientras se hace lívido tu rostro santísimo.

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Ahora comprendo, dulce Vida mía, por qué me hasdespertado. Tenías razón: ¿Quién había de sostenerte eneste momento en que estás por caer? Tus enemigos rom-pen en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas,aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tamba-leándote, no tienes en quien apoyarte. Jesús mío, te abra-zo; más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrez-co mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquierpena por tu amor. Te compadezco por este ultraje, y unidaa ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácil-mente se desaniman, por aquellos que por temor no dicenla verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdo-tes y por las murmuraciones.

Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía aCaifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y tú,Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellosque de noche caen en la culpa, aprovechando la oscuri-dad; y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe.También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mien-tras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defen-derte de tus enemigos. Y tú, sigue haciéndome de centi-nela mientras duermo y despiértame cuando tengas nece-sidad. Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso tucorazón y en él continúo mi sueño.

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DE LAS 3 A LAS 4 DE LA MAÑANA

UNDÉCIMA HORA

Jesús en casa de Caifás

Afligido y abandonado Bien mío, mientras mi débilnaturaleza duerme en tu dolorido corazón divino, yo,entre la vigilia y el sueño siento los golpes que te dan ydespertándome te digo: ¡Pobre Jesús mío...abandonadopor todos, sin nadie que te defienda! Pero desde dentro detu Corazón yo te ofrezco mi vida para servirte de apoyoen el momento en que te hacen tropezar...; y me adormez-co de nuevo. Pero otra sacudida de amor de tu Corazóndivino me despierta, y me siento ensordecer por los insul-tos que te hacen, por las voces, por los gritos, por el correrde la gente...Amor mío,¿cómo es que están todos contrati?¿Qué has hecho que como tantos lobos feroces te quie-ren despedazar? Siento que la sangre se me hiela al oír lospreparativos de tus enemigos; tiemblo y estoy triste pen-sando qué podré hacer para defenderte.

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Pero mi afligido Jesús teniéndome en su corazón, meestrecha más fuerte y me dice: “Hija mía, no he hechonada de mal...Oh, el delito del amor contiene todos lossacrificios, el amor de precio ilimitado...Aún estamos alprincipio; mantente en mi corazón, observa todo, ámame,calla y aprende. Haz que tu sangre helada corra en misvenas para dar descanso a mi Sangre, que es toda llamas.Haz que tu temblor esté en mis miembros para que fundi-da tú conmigo, puedas estar firme y calentarte, para quesientas parte de mis penas y al mismo tiempo adquierasfuerza al verme tanto sufrir. Esta será la más hermosadefensa que me hagas; séme fiel y atenta.

Dulce Amor mío, el escándalo de tus enemigos es taly tan grande que no me permite dormir más; los golpes sehacen cada vez más violentos...Oigo el rumor de las cade-nas con las que te han atado tan fuertemente que te hacensangrar por las muñecas, y vas dejando las huellas de tuSangre en aquellas calles. Recuerda que mi sangre está enla tuya, y al derramarla, mi sangre te la besa, la adora y larepara; y mientras te arrastran y el ambiente ensordecepor los gritos y los silbidos, haz que mi sangre sea luzpara aquellos que de noche te ofenden, y un imán queatraiga a todos los corazones en torno a ti, amor mío ytodo mío.

Ya llegas ante Caifás, y te muestras todo mansedum-bre, modestia, humildad...Tu dulzura y tu paciencia estanta como para aterrorizar a tus mismos enemigos, yCaifás, todo una furia, quisiera devorarte...¡Ah, que biense distingue a la inocencia y al pecado! Amor mío, Tú

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estás ante Caifás como el más culpable, como quien va aser condenado. Caifás pregunta a los testigos cuáles sontus delitos.¡Ah, mejor hubiera hecho preguntando cuál estu amor! Y hay quien te acusa de una cosa y quien, deotra, diciendo necedades y contradiciéndose ente ellos; ymientras ellos te acusan, los esbirros que están junto a tite tiran de los cabellos, descargan sobre tu rostro santísi-mo horribles bofetadas que resuenan en toda la sala, tetuercen los labios, te golpean..., y Tú callas, sufres y, silos miras, la luz de tus ojos desciende a sus corazones, yellos no pudiendo sostener tu mirada se alejan de ti perootros intervienen para hacerte sufrir más...

Pero entre tantas acusaciones y ultrajes veo que agu-zas el oído y que el corazón te late con mayor violencia,como si fuese a estallar por el dolor...Dime, afligido Bienmío, ¿qué sucede ahora? Porque veo que todo eso que teestán haciendo tus enemigos, es tan grande tu amor quecon ansia lo esperas y lo ofreces por nuestra salvación; ytu corazón repara con toda calma las calumnias, los odios,los falsos testimonios, el mal que se hace a los inocentescon premeditación, y reparas por aquellos que te ofendenpor instigación de sus jefes, y por las ofensas de los ecle-siásticos...Pero ahora, mientras en unión contigo sigo tusmismas reparaciones, siento en ti un cambio, un nuevodolor no sentido nunca hasta ahora. Dime, dime, ¿quépasa? Hazme partícipe en todo, oh Jesús.

“Hija, ¿quieres saberlo? Oigo hasta aquí la voz dePedro que dice no conocerme, y ha jurado y ha perjuradopor tercera vez, que no me conoce...¡Oh Pedro! ¿Cómo?

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¿No me conoces? ¿No recuerdas con cuántos bienes te hecolmado? ¡Oh, si los demás me hacen morir de penas, túme haces morir de dolor! ¡Oh, cuánto mal has hecho alseguirme desde lejos y exponiéndote después a la oca-sión!”

Negado Bien mío, cómo se conocen inmediatamentelas ofensas de los tuyos más queridos. Oh Jesús, quierohacer correr mis latidos en los tuyos más queridos. OhJesús, quiero hacer correr mis latidos en los tuyos paramitigar el dolor atroz que sufres, y mi palpitar en el tuyo tejura fidelidad y amor; y yo con él, mil y mil veces repito yjuro que te conozco...Pero tu amor no se calma todavía ytratas de mirar a Pedro. A tus miradas amorosas, llenas delágrimas por su negación, Pedro se enternece, llora y seretira de allí; y Tú, habiéndolo puesto a salvo te clamas yreparas las ofensas de los Papas y de los jefes de la Iglesia,sobre todo de aquellos que se exponen a las ocasiones.

Pero tus enemigos continúan acusándote, y viendoCaifás que nada respondes a sus acusaciones, te dice: “Teconjuro por el Dios vivo: Dime, ¿eres tú verdaderamenteel Hijo de Dios?”

Y tú, Amor mío, teniendo siempre en tus labios pala-bras de verdad, con una actitud de majestad suprema ycon voz sonora y suave, ante lo cual quedan todos asom-brados y los mismos demonios se hunden en el abismo,respondes: “Tú lo has dicho: ¡Sí, Yo soy el verdaderoHijo de Dios! Y un día vendré en las nubes del Cielo parajuzgar a todas las naciones.”

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Ante tus palabras, todos quedan en silencio, sintiendoescalofríos de espanto...Pero Caifás, después de algunosinstantes de espanto, reaccionando furibundamente, másque una bestia feroz, dice a todos: “¿Qué necesidad tene-mos ya de testigos? ¡Ha dicho una inmensa blasfemia!¿Qué esperamos para condenarlo? ¡Ya es reo de muer-te!”.Y para dar mayor fuerza a sus palabras se rasga lasvestiduras, con tanta rabia y furor, que todos, como si fue-sen uno solo, se lanzan contra ti, Bien mío; y hay quien teda puñetazos en la cabeza, quien te tira por los cabellos,quien te da bofetadas; unos te escupen en la cara, otros tepisotean con los pies. Los tormentos que te dan son tales ytantos que la tierra tiembla y los cielos quedan sacudidos...

Amor mío y vida mía, al ver que tanto te atormentan,mi pobre corazón queda lacerado por el dolor. Ah, permí-teme que salga de tu dolorido corazón, y que yo en tulugar afronte todos estos ultrajes. Ah, si me fuese posible,quisiera arrebatarte de entre las manos de tus enemigos,pero tú no quieres, porque esto lo exige la salvación detodos. Y yo me veo obligada a resignarme.

Pero, dulce Amor mío, déjame que al menos te limpie,que te arregle los cabellos, que te quite los salivazos, quete limpie y te seque la sangre, y que me encierre en Ti.

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De las 10 a las 11 de la Noche. Sexta Hora

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DE LAS 4 A LAS 5 DE LA MAÑANA

DUODECIMA HORA

Jesús en medio de los soldados

Vida mía, Jesús dulcísimo, mientras dormía fundidaen tu Corazón, sentía muy a menudo las punzadas de lasespinas que herían a tu Corazón Sacratísimo; y querién-dome despertar contigo para ser una que conoce todas tuspenas y que te compadece, me estrecho aún más fuerte atu Corazón, y sintiendo aún más vivas las punzadas medespierto. Pero, ¿qué veo? ¿Qué siento? Quisiera escon-derte dentro de mi corazón para ponerme yo en lugar tuyoy recibir sobre mí penas tan dolorosas, insultos y humilla-ciones tan increíbles y ultrajes tan bárbaros que sólo tuamor podría soportar... Pacientísimo Jesús mío, ¿quépodías esperar de gente tan inhumana?

Ya veo que se divierten contigo y te cubren el rostrocon densos salivazos...La luz de tus hermosos ojos quedaeclipsada por los salivazos, y Tú, derramando ríos delágrimas por nuestra salvación, con ellos, de tus ojos reti-

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ras esos salivazos. Pero aquellos malvados, no soportan-do su corazón ver la luz de tus ojos, vuelven a cubrirlosde nuevo con salivazos...Otros, haciéndose más atrevidosen el mal, te abren tu dulcísima boca y te la llena dehediondos salivazos, de lo que hasta ellos mismos sientenasco; y como esos salivazos caen en parte, y en partemuestran la majestad de tu rostro y tu sobrehumana dul-zura, ellos se sienten estremecer y se avergüenzan deellos mismos...Y para sentirse más libres te vendan losojos con un trapo repugnante y así poder del todo desen-frenarse contra tu adorable persona: de manera que te gol-pean sin piedad, te arrastran, te pisotean bajo sus pies,vuelven a descargar los puñetazos y las bofetadas sobre turostro y en tu cabeza, rasguñándote, tirando de tus cabe-llos y empujándote de un lado para otro...

Jesús, Amor mío, mi corazón no resiste viéndote entantas penas...Tú quieres que ponga atención a todo, peroyo siento que quisieras cubrirme los ojos para no verescenas tan dolorosas que arrancan de cada pecho loscorazones, pero tu amor me obliga a ver lo que sucedecontigo. Y veo que no abres la boca, que no dices ni unapalabra para defenderte, que estás en manos de estos esbi-rros como un harapo, y que te pueden hacer lo que quie-ren; y al verlos saltar sobre ti, temo que mueras bajo suspies...

Bien mío y todo mío, inmenso es el dolor que sientopor tus penas, y quisiera gritar tan fuerte que me hicieraoír allá arriba en el Cielo para llamar al Padre, al EspírituSanto y a los ángeles todos, y aquí en la tierra, de un

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extremo a otro, para llamar a la dulce Mamá y a todas lasalmas que te aman, a fin de que haciendo un cerco entorno a Ti, impidamos que se acerquen esos insolentessoldados para insultarte y atormentarte...Y juntamentecontigo reparemos toda clase de pecados nocturnos, sobretodo los que cometen los sectarios sobre tu Sacramentalpersona en las horas de la noche, y todas las ofensas delas almas que no se mantienen fieles en la noche de laprueba.

Pero veo, oh insultado bien mío, que los soldados,ebrios y cansados, quieren descansar; y mi pobre corazón,oprimido y lacerado por tantas penas tuyas, no quierequedarse solo contigo, siente la necesidad de otra compa-ñía...Ah dulce Madre mía, sé Tú mi inseparable compa-ñía; me estrecho fuerte a tu mano materna y te la beso. Túfortifícame con tu bendición. Y Jesús, abrazándonos jun-tas, nos hace apoyar nuestra cabeza sobre su doloridoCorazón para consolarlo.

Oh Jesús, junto con nuestra Mamá te beso y te bendi-go y en unión con Ella tomaremos el sueño del amorsobre tu adorable Corazón.

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De las 10 a las 11 de la Noche. Sexta Hora

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DE LAS 5 A LAS 6 DE LA MAÑANA

DÉCIMOTERCERA HORA

Jesús en la prisión

Prisionero Jesús mío, me despierto y no te encuentro;el corazón me late fuerte y delira de amor. Dime ¿dóndeestás? Ángel mío, llévame a casa de Caifás...Pero por másque busco, recorro e indago por todas partes, no teencuentro...Pronto, amor mío, mueve con tus manos lascadenas con que tienes atado mi corazón al tuyo y atráe-me hacia ti para que, atraída por ti, pueda emprender elvuelo para ir a arrojarme en tus brazos. Amor mío, yasiento que me atraes, herido por mi voz y queriendo micompañía...Pero veo que te ha puesto en la cárcel...Y micorazón, mientras exulta de gozo por encontrarte, me losiento herido de dolor al ver a qué estado te han reducido.

Te veo con las manos atrás atadas a una columna, conlos pies inmovilizados y atados, con tu santísimo rostrogolpeado, hinchado y ensangrentado por las bárbarasbofetadas recibidas...Tus ojos santísimos están lívidos,

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con la mirada cansada y apagada por la vigilia; tus cabe-llos todos en desorden; tu santísima persona toda golpea-da, y hay que agregar que no te puedes valer por ti solopara ayudarte y limpiarte, porque estás atado. Y yo, ohJesús mío, llorando y abrazándome a tus pies exclamo:¡Ay, cómo te han dejado, oh Jesús!

Y Jesús, mirándome, me responde: “Ven, oh hija, ypon atención a todo lo que ves que hago Yo, para que lohagas tú junto conmigo y pueda Yo así continuar mi vidaen ti.”

Y veo con asombro que en vez de ocuparte de tuspenas, con un amor indecible quieres ocuparte en glorifi-car al Padre para darle satisfacción por todo lo que nos-otros estamos obligados a hacer, y llama en torno a ti atodas las almas para tomar sobre ti todos sus males y dar-les todos tus bienes...Y como ya hemos llegado al alba delnuevo día, oigo tu voz dulcísima que dice: “Padre Santo,te doy las gracias por todo lo que he sufrido y por lo queme queda por sufrir. Y así como esta aurora llama al díay el día hace surgir el sol, quiero que así la aurora de lagracia despunte en todos los corazones, y haciéndose día,Yo, Sol Divino, surja en todos los corazones y reine entodos. Mira, oh Padre, a todas las almas, pues Yo quieroresponderte por todas ellas, por sus pensamientos, por suspalabras, por sus obras, por sus pasos, etc.,a costa de misangre y de mi muerte.”

Jesús mío, amor sin límites, me uno a ti y también yote agradezco por cuanto me has hecho sufrir y por lo queme quede por sufrir, y te suplico que hagas surgir en todos

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los corazones la aurora de la gracia para que Tú, SolDivino, puedas resurgir en todos los corazones y reinar entodos.

Pero veo que Tú, dulce Jesús mío, también reparas portodas las primicias de los pensamientos, de los afectos yde las palabras que desde el principio del día no son ofre-cidos a ti para darte honor, y reúnes en ti como si fueranuno solo, los pensamientos, los afectos y las palabras delas criaturas, para dar al Padre la reparación y la gloriaque ellas le deben.

Jesús mío, maestro divino, ya que disponemos en estaprisión de una hora libre y estamos solos, quiero hacer nosólo lo que haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabe-llos y fundirme toda en ti. Por tanto, me acerco a tu santí-sima cabeza y reordenándote los cabellos quiero reparartepor tantas mentes ofuscadas y llenas de tierra, que no tie-nen ni siquiera un pensamiento para ti; y fundiéndome entu mente quiero reunir en ti todos los pensamientos de lascriaturas y fundirlos en tus pensamientos para hallar sufi-ciente reparación por todos los malos pensamientos y portantas luces y santas inspiraciones sofocadas...quierohacer de todos los pensamientos uno solo con los tuyospara darte la verdadera reparación y perfecta gloria.

Afligido Jesús mío, beso tus ojos cargados de lágrimasy de tristeza. Y como tienes las manos atadas a la colum-na no puedes secártelos ni limpiarte los salivazos con quete han ensuciado, y como es insoportable la postura enque te han atado, no puedes cerrar los ojos cansados parareposar un poco...y yo quiero enjugarte los ojos y supli-

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carte perdón, dándote reparación por todas las veces queno hemos tenido la intención de agradarte y de mirartepara ver qué querías de nosotros, que debíamos de hacery a dónde querías que fuésemos; y en tus ojos quiero fun-dir los míos y los de todas las criaturas, para poder repa-rar con tus mismos ojos todo el mal que hemos hecho conla vista.

Piadoso Jesús mío, beso tus oídos santísimos pararepararte por los insultos de toda la noche, y mucho mástodavía por el eco que resuena en tus oídos por todas lasofensas de las criaturas...y te pido perdón y te reparo portodas las veces que nos has llamado y hemos sido sordos,fingiendo no escucharte, y Tú, cansado bien mío, hasrepetido tu llamada, pero en vano...Quiero fundir en tusoídos los míos y los de todas las criaturas para darte unacontinua reparación completa.

Enamorado Jesús, beso tu rostro santísimo, todo lívi-do e hinchado por los golpes...y te pido perdón y te repa-ro por cuantas veces nos has llamado a ser víctimas dereparación, y nosotros, uniéndonos a tus enemigos, tehemos dado bofetadas y salivazos...Jesús mío, quiero fun-dir mi rostro en el tuyo, para restituirte tu hermosura natu-ral y darte entera reparación por todos los desprecioshechos a tu adorable majestad.

Amargado Bien mío, beso tu dulcísima boca, doloridapor los golpes y abrasada por el amor...y quiero en tu len-gua fundir la mía y la de todas las criaturas, para repararcon tu misma lengua por todos los pecados y las conver-saciones malas que se tienen. Quiero, sediento Jesús mío,

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hacer de todas las voces una sola con la tuya, para hacerque cuando las criaturas estén a punto de ofenderte, tuvoz, corriendo en las voces de ellas, sofoque esas vocesde pecado y las cambien en voces de alabanza y de amor.

Enamorado Jesús, beso tu cuello oprimido por esaspesadas cadenas y cuerdas, que yéndote desde el pechohasta detrás de los hombros y sujetándote los brazos tetienen fuertemente atado a la columna. Tus manos yaestán hinchadas y amoratadas por la estrechez de las ata-duras, tanto que de ellas brota sangre...Ah, Jesús encade-nado, permíteme que te desate; y si gustas ser atado, teato con las cadenas del amor, que siendo dulces te alivia-rán en vez de hacerte sufrir...Y mientras te desato, quierofundirme en tu cuello, en tu pecho, en tus hombros, en tusmanos y en tus pies para poder reparar contigo por todoslos apegos y llevar a todas las almas las cadenas de tuamor, para reparar por todas las frialdades y llenar lospechos de todas las criaturas con tu fuego, porque veo quees tanto el que Tu tienes que no puedes contenerlo; parareparar por todos los placeres ilícitos y el amor a lascomodidades, y dar a todos el espíritu de sacrificio y elamor al sufrimiento...Quiero fundirme en tus manos parareparar por todas las malas obras y por el bien hechomalamente y con presunción, y dar a todos el perfume detus obras. Y fundiéndome en tus pies, encierro todos lospasos de las criaturas para repararte y dar tus pasos atodos para hacerlos caminar santamente.

Y ahora, dulce Vida mía, permíteme que, fundiéndo-me en tu corazón, encierre todos los afectos, los latidos,

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los deseos, para repararlos contigo y dar tus afectos, tuslatidos y tus deseos a todos, para que ninguno vuelva aofenderte.

Pero oigo ya que en mis oídos resuena el chirrido dela llave... Son tus enemigos que vienen a llevarte... ¡Jesús,me siento estremecer! ¡Me siento helar la sangre porqueTú estarás de nuevo en manos y a merced de ellos! ¿Quéva a ser de ti? Pero me parece oír también el ruido de lasllaves de los sagrarios... Cuántas manos profanadoras vie-nen a abrirlos y tal vez a hacerte descender a corazonessacrílegos. En cuántas manos indignas te ves forzado aencontrarte... Prisionero Jesús mío, quiero encontrarmeen todas tus cárceles de amor para ser espectadora cuan-do tus Ministros te sacan... y hacerte compañía y reparar-te por las ofensas que recibes...

Pero veo que tus enemigos ya llegan, y Tú saludas alnaciente sol, al último de tus días, y ellos, al desatarte,viéndote lleno de majestad y que los miras con tantoamor, en pago descargan sobre tu rostro bofetadas tanfuertes que lo hacen enrojecer y ensangrentar con tu pre-ciosísima sangre.

Amor mío, antes que salgas de la prisión, en mi dolorte ruego que me bendigas para tener la fuerza de seguirteen todo lo demás de tu Pasión.

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DE LAS 6 A LAS 7 DE LA MAÑANA

DECIMOCUARTA HORA

Jesús de nuevo ante Caifás y después es llevado a Pilatos

Dolorido Jesús mío, ya estás fuera de la prisión, peroestás tan agotado que a cada paso vacilas. Y yo quieroponerme a tu lado para sostenerte cuando estés a punto decaer... Pero veo que los soldados te presentan ante Caifás,y Tú, oh Jesús mío, como sol apareces en medio de ellos,y aunque desfigurado, envías luz por todas partes... Veoque Caifás se estremece de gusto al verte tan malamentereducido, y a los reflejos de tu luz se ciega todavía más,y en su furor te pregunta de nuevo: “¿Así que tú eresverdaderamente el Hijo de Dios?” Y Tú, amor mío, conuna majestad suprema, con una voz llena de gracia y contu habitual acento tan dulce y conmovedor que rapta loscorazones, respondes: “Sí, Yo soy el verdadero Hijo deDios”. Y ellos, a pesar de que sienten en ellos mismostoda la potencia de tus palabras, sofocando todo y sin

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querer saber más, con voces unánimes gritan: “¡ Es reo demuerte, es reo de muerte!”.

Caifás confirma la sentencia de muerte y te envía aPilatos. Y Tú, Jesús mío, viéndote condenado, aceptasesta sentencia con tanto amor y resignación que casi laarrebatas al inicuo pontífice, y reparas por todos los peca-dos hechos deliberadamente y con toda malicia, y portodos aquellos que, en vez de afligirse por el mal, se ale-gran y exultan por el mismo pecado, y esto los lleva a laceguera y a sofocar cualquier luz y gracia en ellos.

Vida mía, tus reparaciones y plegarias hacen eco en micorazón, y reparo y suplico en unión contigo. Dulce amormío, veo que los soldados, habiendo perdido la poca esti-ma que les quedaba de ti, viéndote condenado a muerte,añaden nuevas cuerdas y cadenas y te oprimen tan fuerteque impiden casi el movimiento a tu divina persona, yempujándote y arrastrándote, te sacan del palacio deCaifás... Turbas de populacho te esperan, pero nadie paradefenderte; y Tú, divino sol mío, sales en medio de ellosqueriendo envolverlos a todos con tu luz... Al dar los pri-meros pasos, queriendo encerrar en los tuyos todos lospasos de las criaturas, suplicas y reparas por quienes dansus pasos para obrar con fines malos: Unos para vengar-se, otros para matar, otros para traicionar, otros pararobar, y para tantas otras cosas pecaminosas... Oh, cómohieren tu Corazón todas estas culpas, y para impedir tantomal oras, reparas y te ofreces a ti mismo por entero.

Pero mientras te sigo, veo que Tú, sol mío Jesús, ape-nas comienzas a bajar del palacio de Caifás. Poco des-

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pués, te encuentras con María, nuestra hermosa y dulceMamá. Y vuestras recíprocas miradas se encuentran, sehieren, y aunque os es un alivio el veros, de ahí nacennuevos dolores: Tú, al ver a la dulce Mamá traspasada,pálida y enlutada, y la querida, Mamá al verte a ti, sol di-vino, eclipsado, cubierto con tantos oprobios, en lágrimasy con un manto de sangre... Pero no podéis disfrutarmucho el intercambio de miradas: Con el dolor de nopoder deciros ni siquiera una palabra, vuestros corazonesse dicen todo, y fundidos el uno en el otro, han de dejarde mirarse, porque los soldados lo evitan, y así, pisotea-do y arrastrado, te hacen llegar a Pilatos.

Jesús mío, me uno a mi doliente Mamá para seguirte,para fundirme junto con Ella en ti; y Tú, dirigiéndomeuna mirada de amor, bendíceme...

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DE LAS 7 A LAS 8 DE LA MAÑANA

DECIMOQUINTA HORA

Jesús ante Pilatos. Pilatos lo envía a Herodes

Encadenado bien mío, tus enemigos, unidos a lossacerdotes, te presentan ante Pilatos; y ellos, con aparen-te santidad y escrupulosidad, y teniendo que festejar laPascua, permanecen fuera, en el atrio... Y Tú, amor mío,viendo en el fondo su malicia, reparas por todas las hipo-cresías de los que son piadosos. Y también yo reparo con-tigo. Pero mientras Tú te ocupas del bien de ellos, ellos,por el contrario, empiezan a acusarte ante Pilatos, vomi-tando todo el veneno que tienen contra ti... Pero Pilatos,mostrándose insatisfecho ante las acusaciones que tehacen, y para poderte condenar con motivo, te llama apar-te y a solas te examina y te pregunta: “¿Eres Tú el Rey delos judíos?” Y Tú, Jesús, verdadero rey mío, le respondes:“Mi Reino no es de este mundo; de lo contrario, miles delegiones me defenderían.” Y Pilatos, conmovido por lasuavidad y la dignidad de tus palabras, sorprendido te

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dice: “¿Cómo, Tú eres Rey?” Y Tú: “Yo lo soy, como túdices, y para esto he venido al mundo: a enseñar laVerdad.” Y él, sin querer saber más y convencido de tuinocencia, sale a la terraza y dice: “Yo no encuentro culpaalguna en este Hombre.”

Los judíos, enfurecidos, te acusan de tantas otrascosas, y Tú callas y no te defiendes, y reparas por lasdebilidades de los jueces cuando se encuentran ante lospoderosos y sus injusticias, y rezas por los inocentes,oprimidos y abandonados.

Entonces Pilatos, viendo el furor de tus enemigos ypara desentenderse, te envía a Herodes...

Rey mío divino, quiero repetir tus plegarias, tus repa-raciones y. quiero acompañarte hasta Herodes... Veo quetus enemigos, enfurecidos, quisieran devorarte y te llevanentre insultos, burlas y befas, haciéndote así llegar anteHerodes; el cual, en actitud soberbia te hace varias pre-guntas, pero Tú no le respondes, ni siquiera lo miras... Yél, irritado al no verse satisfecho en sus preguntas y sin-tiéndose humillado por tu prolongado silencio, declara atodos que Tú eres un loco, un demente; y ordena quecomo tal seas tratado; y para deshonrarte y despreciartehace que seas vestido con una vestidura blanca y te entre-ga a la soldadesca para que te haga lo peor que pueda...

Inocente Jesús mío, nadie encuentra culpa en ti, sinosólo los judíos, pues por su falsa e hipócrita apariencia dereligiosidad ¡no merecen que resplandezca en sus mentesla luz de la verdad!

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Jesús mío, Sabiduría infinita. ¡Cuánto te cuesta serdeclarado loco! Los soldados, abusando de ti, te arrojanal suelo; te pisotean, te cubren de salivazos, te escarne-cen, te apalean con bastones... y recibes tantos golpes quete sientes morir. Son tantas y tales las penas, los oprobiosy las humillaciones que te hacen, que los ángeles lloran ycon sus alas se cubren el rostro para no verlas...

Y yo también, mi loco Jesús, quiero llamarte loco,pero loco de amor... y es tan grande tu locura de amor queen vez de desfallecer, rezas y reparas por las ambicionesde los gobernantes que ambicionan reinos para ruina delos pueblos; por las destrucciones que provocan, por todala sangre que hacen derramar, por sus caprichos, portodos los pecados de curiosidad y por las culpas que secometen en los juzgados y en la milicia.

¡Oh Jesús mío, qué conmovedor es verte en medio detantos ultrajes orando y reparando! Tus palabras resuenanen mi corazón y sigo lo que Tú haces...

Déjame ahora que me ponga a tu lado y que tomeparte en tus penas y te consuele con mi amor. Y alejandode ti a tus enemigos, te tomo entre mis brazos y para dartefuerzas y besarte la frente...

Dulce amor mío, veo que no te dan reposo y queHerodes te envía nuevamente a Pilatos... Si la venida hasido dolorosa, más trágico será el regreso, pues veo quelos judíos están más enfurecidos que antes y están resuel-tos a hacerte morir a cualquier precio. Por eso, antes quesalgas del Palacio de Herodes quiero besarte para testi-

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moniarte mi amor en medio de tantas penas. Tú for-tifícame con tu beso y con tu bendición y así te seguiré denuevo ante Pilatos..

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DE LAS 8 A LAS 9 DE LA MAÑANA

DECIMOSEXTA HORA

Jesús de nuevo ante Pilatos. Es pospuesto a Barrabás.Jesús es flagelado.

Atormentado Jesús mío, mi pobre corazón atormenta-do te sigue entre angustias y penas, y viéndote vestido deloco y sabiendo quién eres Tú, Sabiduría infinita, que dasa todos el juicio, me siento enloquecer y exclamo:¿Cómo? ¿Jesús... loco? ¿Jesús... malhechor? ¡Y ahora vasa ser pospuesto a un gran malhechor: a Barrabás!

Jesús mío, Santidad infinita, ya te encuentras otra vezante Pilatos, y éste, al verte tan malamente reducido yvestido de loco, y sabiendo que tampoco Herodes te hacondenado, se indigna aún más contra los judíos y más seconvence de tu inocencia y confirma que no quiere con-denarte, pero queriendo contentar en algo a los judíos, ycomo para aplacar el odio, el furor, la rabia y la sed quetienen de tu sangre, te propone a ellos junto conBarrabás... Pero los judíos gritan: “¡No queremos libre a

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Jesús, sino a Barrabás!” Entonces Pilatos, no sabiendo yaqué hacer para calmarlos, te condena a la flagelación.

Despreciado Jesús mío, el corazón se me hace pedazosal ver que mientras que los judíos se ocupan de ti parahacerte morir, Tú, concentrado en ti mismo, piensas endar la vida por todos la Vida... Y poniendo yo atención enmis oídos, te oigo que dices:

“Padre Santo, mira a tu hijo vestido de loco... Esto terepare por la locura de tantas criaturas caídas en el peca-do. Esta vestidura blanca sea en tu presencia como la dis-culpa por tantas almas que se visten con la lúgubre vesti-dura de la culpa... ¿Ves, oh Padre, el odio, el furor, larabia que tienen contra Mí, que les hace perder casi la luzde la razón? ¿Ves la sed que tienen de mi sangre? Pues Yoquiero repararte por todos los odios, las venganzas, lasiras, los homicidios, e impetrar para todos la luz de larazón. Mírame de nuevo, Padre mío. ¿Puede haber uninsulto mayor? Me han pospuesto al gran malhechor... Yyo quiero repararte por las posposiciones que se hacen...¡Ah, todo el mundo está lleno de estas posposiciones!Hay quien nos pospone a un vil interés; quien, a los hono-res; quien, a las vanidades; quien, a los placeres, a losapegos, a las dignidades, a comilonas y embriagueces yhasta al mismo pecado; y todas las criaturas por unanimi-dad e incluso hasta en la más pequeña cosa, nos pospo-nen... Y Yo estoy dispuesto a aceptar ser pospuesto aBarrabás para reparar por las posposiciones que noshacen las criaturas.”

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Jesús mío, me siento morir de dolor y de confusión alver tu grande amor en medio de tantas penas, al ver elheroísmo de tus actitudes en medio de tantas penas einsultos... Tus palabras, tus reparaciones, repercuten enmi corazón y forman otras tantas heridas, y en mi amar-gura repito tus plegarias y tus reparaciones... y ni siquie-ra un instante puedo separarme de ti, de lo contrario, seme escaparían muchas cosas de todo lo que haces Tú...

Pero ahora, ¿qué veo? Los soldados te llevan a unacolumna para flagelarte. Amor mío, yo te sigo; y Tú, contu mirada de amor mírame y dame la fuerza para asistir atu dolorosa flagelación...

Purísimo Jesús mío, ya estás junto a la columna. Lossoldados, con ferocidad te sueltan para atarte a la colum-na, pero no les es suficiente, te despojan de tus vestiduraspara hacer cruel carnicería de tu santísimo cuerpo... Amormío y vida mía, me siento desfallecer de dolor viéndotecasi desnudo. Te estremeces de pies a cabeza y tu santísi-mo rostro se tiñe de virginal pudor, y es tan grande tu con-fusión y tu agotamiento que no sosteniéndote en pie, estása punto de desplomarte a los pies de la columna... Perolos soldados, sosteniéndote, no por ayudarte sino parapoderte atar, no dejan que caigas... Ya toman las sogas yte atan los brazos, pero con tanta fuerza que en seguida sehinchan y de los dedos te brota sangre. Después, en tornoa la columna pasan sogas que sujetan tu santísima perso-na hasta los pies, tan apretadamente que no puedes nisiquiera hacer un movimiento... y así poder ellos desen-frenarse sobre ti libremente.

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Despojado Jesús mío, permíteme que me desahogue,pues de lo contrario no podré continuar viéndote sufrirtanto... ¿Cómo? Tú, que vistes a todas las cosas creadas,al sol de la luz, al cielo de estrellas, a las plantas de hojasy de flores y a los pajarillos de plumas... Tú, ¿desnudo?¡Qué osadía, qué atrevimiento!

Pero mi amantísimo Jesús, con la luz que irradia desus ojos, me dice: “Calla, oh hija. Era necesario que Yofuese desnudado para reparar por tantos que se despojande todo pudor, de candor y de inocencia; que se desnudande todo bien y virtud y de mi Gracia, y se visten de todabrutalidad, viviendo a la manera de las bestias. En mi vir-ginal confusión quise reparar por tantas deshonestidadesy lascivias y placeres bestiales... Pero sigue atenta a todolo que hago, ora y repara conmigo y... cálmate.”

Despojado Jesús, tu amor pasa de exceso en exceso.Veo que los verdugos toman los flagelos y te azotan sinpiedad, tanto, que todo tu santísimo cuerpo queda lívido;y con tanta ferocidad y furor te golpean que están ya can-sados, pero otros dos verdugos los sustituyen... tomanotros flagelos y te azotan tanto que en seguida comienzaa chorrear sangre de tu santísimo cuerpo a torrentes... y locontinúan golpeando todo, abriendo surcos... haciéndolotodo una llaga. Pero aún no les basta, otros dos continú-an, y con nuevos flagelos más agudos y pesados prosi-guen la dolorosa carnicería. A los primeros golpes esascarnes llagadas se desgarran y a pedazos caen por tierra;los huesos quedan al descubierto y la sangre chorrea y cae

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al suelo formando un verdadero lago en torno a la co-lumna...

Jesús, flagelado amor mío, mientras te encuentras bajoesta tempestad de golpes me abrazo a tus pies para podertomar parte en tus penas y quedar toda cubierta con tupreciosísima Sangre. Y cada golpe que recibes es unanueva herida para mi corazón, y mucho más, puesponiendo atención en mis oídos, percibo tus ahogadosgemidos, los cuales no se escuchan bien porque la tem-pestad de golpes ensordece el ambiente, y en esos gemi-dos oigo que dices: “Vosotros, todos los que me amáis,venid a aprender del heroísmo del verdadero amor; venida saciar en mi sangre la sed de vuestras pasiones, la sedde tantas ambiciones, de tantos deseos de placeres... detanta sensualidad. En esta sangre mía hallaréis el remediopara todos vuestros males.”

Y con tus gemidos continúas: “Mírame, oh Padre,hecho todo una llaga bajo esta tempestad de golpes, perono me basta, pues quiero formar en mi cuerpo tantas lla-gas que en el Cielo de mi Humanidad sean suficientesmoradas para todas las almas, de modo que conforme enMí mismo su salvación, para hacerlos pasar luego alCielo de la Divinidad... Padre mío, cada golpe de flagelorepare ante ti, una por una, cada especie de pecado, y algolpearme a Mí, sean excusa para quienes los cometen...Que estos golpes golpeen los corazones de las criaturas yles hablen de mí amor por ellas, tanto que las forcen arendirse a Mí.”

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Y mientras así dices, es tan grande tu amor que incitascasi a los verdugos a que te azoten aún más.

Descarnado Jesús mío, tu amor me aplasta y me sien-to enloquecer. Y aunque tu amor no está cansado, los ver-dugos no tienen. ya más fuerzas y no pueden proseguirtan dolorosa carnicería... Te sueltan las cuerdas, y Tú, casimuerto, caes en tu propia sangre. Y al ver los pedazos detus carnes te sientes morir de dolor, pues ves en esas car-nes arrancadas de ti a las almas perdidas... y es tan in-menso tu dolor que agonizas en tu propia sangre.

Jesús mío, déjame que te tome entre mis brazos pararestaurarte un poco con mi amor. Te beso, y con mi besoencierro a todas las almas en ti; así ninguna se perderá...Y mientras tanto, Tú me bendices...

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DE LAS 9 A LAS 10 DE LA MAÑANA

DECIMOSÉPTIMA HORA

Jesús es coronado de espinas. “Ecce Homo” Jesús es condenado a muerte.

Jesús mío, amor infinito, más te miro y más compren-do cuánto sufres... Ya estás todo lacerado y no hay partesana en ti. Los verdugos, haciéndose aun más feroces alver que Tú, en medio de tantas penas, los miras con tantoamor, y que tus miradas amorosas forman un dulceencanto, como si fueran tantas voces que ruegan y quesuplican más penas y nuevas penas, aunque ellos soninhumanos, pero también forzados por tu amor, te ponende pie, y Tú, no pudiéndote sostener, de nuevo caes en tusangre... Y ellos, irritados, con puntapiés y a empujoneste hacen llegar al lugar en que te coronarán de espinas.

Amor mío, si Tú no me sostienes con tu mirada deamor, yo no puedo continuar viéndote sufrir... Siento ya

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un escalofrío hasta en mis huesos, el corazón me latefuertemente, me siento morir... ¡ Jesús, Jesús, ayúdame!

Y mi amable Jesús me dice: “Ánimo, hija mía, no pier-das nada de lo que sufro. Sé atenta a mis enseñanzas. Yoquiero rehacer al hombre en todo... El pecado le ha quita-do la corona y lo ha coronado de oprobio y de confusión,de modo que no puede comparecer ante mi majestad. Elpecado lo ha deshonrado, haciéndole perder todo derechoa los honores y a la gloria; por eso quiero ser coronado deespinas, para poner la corona sobre la frente del hombrey para devolverle todos los derechos a todo honor y glo-ria... Y mis espinas serán ante mi Padre reparaciones yvoces de disculpa por tantos pecados de pensamiento, enespecial de soberbia, y voces de luz para cada mente cre-ada, suplicando que no me ofenda; por eso, tú únete con-migo y ora y repara conmigo.”

Coronado Jesús mío, tus crueles enemigos te hacensentar, te ponen encima un trapo viejo de púrpura, tomanla corona de espinas y con furor infernal te la ponen sobretu adorable cabeza; a golpes y con palos te hacen penetrarlas espinas en la cabeza, en la frente, y algunas de ellas sete clavan hasta en los ojos, en las orejas, en el cráneo yhasta en la nuca... ¡Amor mío, qué penas tan desgarrado-ras! ¡Qué penas inenarrables! ¡Cuántas muertes cruelessufres! La sangre te corre sobre la cara, de manera que nose ve más que sangre, pero bajo esas espinas y esa sangrese descubre tu rostro santísimo radiante de dulzura, de pazy de amor. Y los verdugos, queriendo completar el tor-mento, te vendan los ojos,, te ponen como cetro una caña

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en la mano y empiezan sus burlas... Te saludan como alRey de los Judíos, te golpean la corona, te dan bofetadas,y entre gritos te dicen: “¡Adivina quién te ha golpeado...!”Y Tú callas y respondes con reparar las ambiciones dequienes aspiran a gobernar, de quienes aspiran a las digni-dades, a los honores, y por aquellos que, encontrándose entales puestos y no comportándose bien, forman la ruina delos pueblos y de las almas confiadas a ellos, y cuyos malosejemplos son causa de empujar al mal y de que se pierdanalmas... Con esa caña que tienes en las manos reparas portantas obras buenas pero vacías de espíritu interior, eincluso hechas con malas intenciones. En los insultos ycon esa venda reparas por aquellos que ridiculizan lascosas más santas, desacreditándolas y profanándolas, yreparas por aquellos que se vendan la vista de la inteligen-cia para no ver la luz de la verdad. Con esta venda impe-tras para nosotros el que nos quitemos las vendas de laspasiones, del apego a las riquezas y a los placeres...

Jesús, Rey mío, tus enemigos continúan sus insultos;la sangre que chorrea de tu santísima cabeza es tanta quellegando hasta, tu boca te impide hacerme oír claramentetu dulcísima voz, y por tanto me veo impedida a hacer loque haces Tú... Por eso vengo a tus brazos, quiero soste-ner tu cabeza traspasada y dolorida, quiero poner micabeza bajo esas mismas espinas para sentir sus punza-das...Pero mientras digo esto, mi Jesús me llama con sumirada de amor y yo corro, me abrazo a su Corazón ytrato de sostener su cabeza. ¡Oh, qué alegría es estar conJesús, aún en medio de mil tormentos! Y entonces El medice:

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“Hija mía, estas espinas dicen que quiero ser constitui-do Rey de cada corazón. A Mí me corresponde tododominio. Tú toma estas espinas y punza tu corazón y hazque salga de él todo lo que a Mí no pertenece... y deja unaespina clavada en tu corazón en señal de que soy tu Reyy para impedir que ninguna otra cosa entre en ti. Despuéscorre por todos los corazones y, punzándolos, haz que sal-gan de ellos todos los humos de soberbia y la podredum-bre que contienen... y constitúyeme Rey en todos.”

Amor mío, el corazón se me oprime al dejarte... Poreso te ruego que cierres mis oídos con tus espinas paraque sólo pueda oír tu voz, que me cubras con tus espinasmis ojos para poder mirarte sólo a ti, que me llenes contus espinas la boca para que mi lengua permanezca mudaa todo lo que pudiera ofenderte y está libre para alabartey bendecirte en todo... Oh Rey mío Jesús, rodéame de e-spinas, y estas espinas me custodien, me defiendan y metengan inabismada por entero en ti...

Y ahora quiero limpiarte la sangre y besarte, pues veoque tus enemigos te llevan de nuevo ante Pilatos, y él tecondenará a muerte. Amor mío, ayúdame a continuar tudoloroso camino y bendíceme...

Coronado Jesús mío, mi pobre corazón, herido por tuamor y traspasado por tus penas, no puede vivir sin ti, ypor eso te busco... Y te encuentro nuevamente antePilatos. ¡Pero qué tremendo espectáculo! ¡Los Cielos sehorrorizan y hasta el infierno tiembla de espanto y derabia! Vida de mi corazón, mi vista no puede aguantarmirarte sin sentirme morir; pero la fuerza de tu amor me

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obliga a mirarte para hacerme comprender bien tuspenas... y yo te contemplo entre lágrimas y suspiros...¡Jesús mío, estás casi desnudo, y en vez de con ropas teveo vestido con sangre, las carnes abiertas y destrozadas,los huesos al descubierto, tu santísimo rostro, irreconoci-ble... Las espinas clavadas en tu adorable cabeza te llegana los ojos al rostro... y yo no veo más que sangre que cor-riendo hasta el suelo forma un charco bajo tus pies. ¡Jesúsmío, ya no te reconozco! ¡Cómo has quedado! ¡Tu estadoha llegado a los excesos más profundos de las humillacio-nes y de los dolores! ¡Ah, no puedo soportar tu visión tandolorosa! Me siento morir y quisiera arrebatarte de la pre-sencia de Pilatos para encerrarte en mi corazón y dartedescanso; quisiera sanar tus llagas con mi amor, y con tusangre quisiera inundar todo el mundo para encerrar enella a todas las almas y llevarlas a ti como conquista detus penas... Y Tú, oh paciente Jesús mío, a duras penasparece que me miras por entre las espinas y me dices:

“Hija mía, ven entre mis atados brazos, apoya tu cabezasobre mi Corazón, y sentirás dolores más intensos y acer-bos, porque todo lo que ves por fuera de mi Humanidad noes sino lo que rebosa de mis penas interiores... Pon atencióna los latidos de mi Corazón y sentirás que reparo las injus-ticias de los que mandan, la opresión de los pobres, los ino-centes pospuestos a los culpables, la soberbia de quienes,con tal de conservar dignidades, cargos o riquezas, nodudan en transgredir toda ley y en hacer mal al prójimo,cerrando los ojos a la luz de la verdad... Con estas espinasquiero hacer pedazos el espíritu de soberbia de “sus señorí-as”, y con las heridas que forman en mi cabeza quiero abrir-

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me camino en sus mentes para reordenar todas las cosassegún la luz de la verdad... Con estar así humillado ante esteinjusto juez, quiero hacer comprender a todos que solamen-te la virtud es la que constituye al hombre como rey de símismo, y enseño a los que mandan que solamente la virtud,unida al recto saber, es la única que es digna y capaz de go-bernar y regir a los demás, mientras que todas las demásdignidades, sin la virtud, son cosas peligrosas y que másbien hay que lamentar... Hija mía, haz eco a mis reparacio-nes y sigue poniendo atención a mis penas.”

Amor mío, veo que Pilatos, viéndote tan malamentereducido, se siente estremecer, y todo conmovido exclama:“¿Pero es posible tanta crueldad en los corazones humanos?¡Ah, no era esta mi voluntad al condenarlo a los azotes!” Yqueriendo liberarte de las manos de tus enemigos, parapoder encontrar razones más convenientes, todo hastiado yapartando la mirada, porque no puede sostener tu visiónexcesivamente dolorosa, vuelve a interrogarte: “Pero dime,¿qué has hecho? Tu gente te ha entregado en mis manos...Dime, ¿Tú eres Rey? ¿Cuál es tu reino?”. A estas pregun-tas de Pilatos, Tú oh Jesús mío, no respondes, y abstraídopiensas en salvar mi pobre alma, a costa de tantas penas...

Y Pilatos, no viéndose respondido, añade: “¿No sabesque en mi poder está el liberarte o el condenarte?”.

Pero Tú, oh amor mío, queriendo hacer resplandeceren la mente de Pilatos la luz de la verdad, le respondes:“No tendrías ningún poder sobre Mí si no te viniera de loAlto; pero aquellos que me han entregado en tus manoshan cometido un pecado más grande aún que el tuyo.”

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Entonces Pilatos, como movido por la dulzura de tuvoz, indeciso como está y con el corazón en turbulencia,creyendo que los corazones de los judíos fuesen más pia-dosos, se decide a mostrarte desde la terraza, esperandoque se muevan a compasión al verte tan destrozado, ypoderte así liberar.

Dolorido Jesús mío, mi corazón desfallece viéndoteseguir a Pilatos... Fatigosamente caminas, encorvado ybajo esa horrible corona de espinas; la sangre marca tuspasos, y saliendo fuera oyes el gentío tumultuoso queaguarda con ansiedad tu condena. Y Pilatos, imponiendosilencio para captar la atención de todos y hacerse escucharpor todos, con visible repugnancia toma los dos extremosde la púrpura que te cubre el pecho y los hombros, los le-vanta para hacer que todos vean a qué estado has quedadoreducido, y dice en voz alta: “¡Ecce Homo! ¿He aquí alHombre! ¡Miradlo, no tiene ya aspecto de hombre!¡Observad sus llagas; ya no se le reconoce! Si ha hechomal, ya ha sufrido bastante, demasiado. Y yo estoy arre-pentido de haberle hecho tanto sufrir; dejémoslo libre...”

Jesús, amor mío, déjame que te sostenga, pues veo quevacilas bajo el peso de tantas penas ... Ah, en estemomento solemne se va a decidir tu suerte. A las palabrasde Pilatos se hace un profundo silencio en el Cielo, en latierra y en el infierno... Y en seguida, como una sola voz,oigo el grito de todos: “¡Crucificalo, crucificalo! ¡A todacosta lo queremos muerto!”.

Vida mía Jesús, veo que te estremeces... El grito de“Muerte” desciende a tu Corazón, y en esas voces oyes la

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voz de tu amado Padre que te dice: “¡Hijo mío, te quieromuerto, y muerto crucificado!”

Y ah, oyes también a tu querida Mamá que, aunquetraspasada, desolada, hace eco a tu amado Padre:“¡Hijo... te quiero muerto!”

Los Angeles y los Santos, así como el infierno, gritantodos con voz unánime: “¡Crucifícalo, crucificalo!” Demanera que no hay nadie que te quiera vivo. Y, ay, ay, conmi mayor confusión, dolor y asombro, también yo me veoforzada por una fuerza suprema a gritar:. “¡Crucificalo!”.

¡Jesús mío, perdóname si también yo, miserable almapecadora, te quiero muerto! Sin embargo, ah Jesús, teruego que me hagas morir contigo...

Y mientras Tú, oh destrozado Jesús mío, pareces decir-me, movido por mi dolor: “Hija mía, estréchate a miCorazón y toma parte en mis penas y en mis reparaciones...El momento es solemne: Se debe decidir entre mi muerte ola muerte de todas las criaturas. En este momento doscorrientes chocan en mi Corazón. En una están todas lasalmas que, si me quieren muerto, es porque quieren hallaren Mí la Vida, y así, al aceptar Yo la muerte por ellas, sonabsueltas de la condenación eterna y las puertas del Cielose abren para admitirlas. En la otra corriente están aquellasque me quieren muerto por odio y como confirmación desu condenación... y mi Corazón está lacerado y siente lamuerte de cada una de éstas y sus mismas penas del infier-no... Mi Corazón no soporta estos acerbos dolores; sientola muerte en cada latido, en cada respiro, y voy repitiendo:

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“¿Por qué tanta sangre será derramada en vano? ¿Por quémis penas serán inútiles para tantos? ¡Ah hija, sosténme,que ya no puedo más... Toma parte en mis penas y tu vidasea un continuo ofrecimiento para salvar las almas y paramitigarme penas tan desgarradoras.

“Corazón mío, Jesús, tus penas son las mías, y hagoeco a tu reparación...

Pero veo que Pilatos queda atónito, y se apresura adecir: “¿Cómo? ¿Debo crucificar a vuestro Rey? ¡Yo noencuentro culpa para condenarlo!”

Y los judíos, llenando el aire, gritan: “¡No tenemosotro rey que el César, y si tú no lo condenas, no eresamigo del César! ¡Quita, quita, crucificalo, crucifícalo!”.

Pilatos, no sabiendo ya que más hacer, por temor a serdestituido, hace traer un recipiente con agua y lavándoselas manos dice: “Soy inocente de la Sangre de este Justo”.Y te condena a muerte.

Y los judíos gritan: “¡Su sangre caiga sobre nosotros ysobre nuestros hijos! Y viéndote condenado, estallan enuna fiesta, aplauden, silban, gritan... Y mientras, Tú, ohJesús, reparas por aquellos que, hallándose en el poder,por temor vano y por no perder su puesto, pisotean hastalas leyes más sagradas, no importándoles la ruina de pue-blos enteros, favoreciendo a los impíos y condenando alos inocentes. Y reparas también por aquellos que despuésde la culpa, instigan a la Cólera Divina a castigarlos.

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Pero mientras reparas por todo esto, el Corazón te san-gra por el dolor de ver al pueblo escogido por ti, fulmina-do por la maldición del Cielo... que ellos mismos conplena voluntad han querido, sellándola con tu Sangre, quehan imprecado... Ah, el Corazón se te parte, déjame quelo sostenga entre mis manos, haciendo mías tus repara-ciones y tus penas... Pero el amor te empuja aun másalto... y ya con impaciencia buscas la Cruz...

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DE LAS 10 A LAS

11 DE LA MANANA

DECIMOCTAVA HORA

Jesús abraza la cruz

Jesús mío, amor insaciable, veo que no te das tregua;siento tus delirios de amor y tus dolores; el Corazón telate con fuerza, y en cada latido siento explosiones, tortu-ras, violencias de amor; y Tú, no pudiendo contener elfuego que te devora, te afanas, gimes, suspiras, y oigo queen cada gemido dices “¡Cruz!”, y cada gota de tu sangrerepite “¡Cruz!”. Y todas tus penas, en las cuales nadascomo en un mar interminable, repiten entre ellas“¡Cruz!”. Y Tú exclamas: “¡Oh Cruz amada y suspirada,tú sola salvarás a mis hijos, y en ti concentro Yo todo miamor!”.

Entre tanto, tus enemigos te hacen nuevamente entraren el pretorio y te quitan la púrpura y quieren ponerte denuevo tus vestidos. ¡Pero ay, cuánto dolor! ¡Más dulce mesería morir que verte sufrir tanto! ¡La vestidura se atora

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en la corona y no pueden sacártela por arriba, así que, concrueldad jamás vista, te arrancan todo junto: la púrpura yla corona. A tan cruel tirón se rompen muchas espinas yquedan clavadas en tu cabeza; la sangre te llueve a chor-ros, y es tan intenso el dolor, que gimes; pero tus enemi-gos no teniendo en cuenta tus torturas, te ponen tus vesti-duras y de nuevo vuelven a ponerte la corona, y oprimién-dola fuertemente a tu cabeza hacen que las espinas te hie-ran en los ojos, en las orejas... De manera que no hayparte en tu santísima cabeza en que no sientas las punza-das de ellas. Y tan intenso es el dolor bajo esas manoscrueles que vacilas, te estremeces de los pies a la cabezay entre atroces espasmos estás a punto de morir... perocon tus ojos apagados y llenos de sangre, penosamenteme miras para pedirme ayuda en medio de tanto dolor...

Jesús mío, Rey de los dolores, déjame que te sostenga yte estreche a mi corazón. Quisiera tomar el fuego que tedevora para hacer cenizas a tus enemigos y ponerte a salvo,pero Tú no quieres, porque las ansias de la Cruz se hacenaún más ardientes y quieres inmolarte ya sobre ella, aunpara bien de tus mismos enemigos... Pero mientras te estre-cho a mi corazón, Tú estrechándome al tuyo, me dices:

“Hija mía, hazme desahogar en amor y repara conmi-go por aquellos que haciendo el bien me deshonran...Estos judíos me visten con mis ropas para desacreditarmeaun más ante el pueblo, tratándolo de convencer de queYo soy un malhechor. En apariencia, el acto de vestirmeera bueno, pero en sí mismo era malvado... Ah, cuántoshacen obras buenas, administran Sacramentos o los fre-

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cuentan, pero lo hacen con fines humanos e incluso per-versos, y como el bien, mal hecho, conduce a la dureza,Yo quiero por segunda vez ser coronado, y con doloresmás atroces que en la primera, para romper esta dureza yasí atraer con mis espinas a las criaturas a Mí...

Ah, hija mía, esta segunda coronación es para Mí aunmás dolorosa, la cabeza me la siento nadando entre espi-nas, y en cada movimiento que hago y en cada golpe queme dan, otras tantas muertes crueles sufro. Y así reparopor la malicia de las ofensas, reparo por aquellos que, encualquier estado de ánimo que estén, en lugar de ocupar-se de la propia santificación, se disipan y rechazan miGracia, y vuelven a procurarme espinas aun más punzan-tes, y Yo me veo obligado a gemir, a llorar con lágrimasde sangre y a suspirar por su salvación... ¡Ah, Yo hago detodo por amar a las criaturas, y ellas hacen de todo porofenderme! Al menos tú no me dejes solo en mis penas yen mis reparaciones”.

Destrozado Bien mío, contigo reparo, contigo sufro;mas veo que tus enemigos te precipitan por la escalinata;el populacho con ansia y furor te espera; ya te hacenencontrar preparada la cruz, que con tantos suspiros ansí-as; con amor la miras y con paso decidido te acercas aabrazarla, pero antes la besas, y corriéndote un estreme-cimiento de alegría por tu santísima Humanidad, consumo contento tuyo vuelves a mirarla midiendo su longi-tud y su anchura... En ella estableces la porción para todasy cada una de las criaturas, y las dotas suficientementepara vincularlas a la Divinidad con un vínculo nupcial y

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hacerlas herederas del Reino de los Cielos; y luego, nopudiendo contener el amor con que las amas, vuelves abesar la Cruz y le dices:

“Cruz adorada, por fin te abrazo... Tú eras el suspiro demi Corazón, el martirio de mi Amor; pero tú, oh Cruz, tar-daste hasta ahora, en tanto que mis pasos siempre se dirigí-an hacia ti... Cruz Santa, tú eras la meta de mis de misdeseos, la finalidad de mi existencia acá abajo. En ti con-centro todo mi ser; en ti pongo a todos mis hijos... Tú serássu vida y su luz, su defensa, su protección, su fuerza... Túlos sostendrás en todo y me los conducirás gloriosos alCielo. Oh Cruz, cátedra de Sabiduría, sólo tú enseñarás laverdadera santidad, sólo tú formarás los héroes, los atletas,los mártires, los Santos... Cruz hermosa, tú eres mi trono, yteniendo Yo que abandonar la tierra, quedarás tú en milugar... A ti te entrego en dote a todas las almas:¡Custódiemelas, sálvamelas... te las confío! “.

Y diciendo esto, ansioso te la haces poner sobre tushombros... Ah Jesús mío, la Cruz para tu amor es dema-siado ligera, pero el peso de la Cruz se une al de nuestrosenormes e inmensos pecados, tan enormes e inmensoscomo es la extensión de los cielos; y Tú, triturado bienmío, te sientes aplastar bajo el peso de tantos pecados. Tualma se horroriza ante su vista y sientes la pena propia decada pecado; tu Santidad queda conmocionada ante tantafealdad, y por esto, sosteniendo la Cruz sobre tus hom-bros, vacilas, jadeas, y de tu Humanidad santísima brotaun sudor mortal.

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Ay, Amor mío, no tengo ánimo de dejarte solo; quierodividir contigo el peso de la Cruz, y para aliviarte del pesode los pecados me estrecho a tus pies... Y en nombre detodas y de cada una de las criaturas quiero darte amor por laque no te ama; alabanzas, por la que te desprecia, y bendi-ciones, gratitud y obediencia, por todas. Declaro que porcualquier ofensa que recibas quiero ofrecerte todo mi ser enreparación y hacer el acto opuesto a las ofensas que las cria-turas te hagan y consolarte con mis besos y con mis conti-nuos actos de amor... Pero veo que soy demasiado misera-ble, por lo que tengo necesidad de ti para poder darte repa-ración de verdad. Por eso me uno a tu santísimaHumanidad, y junto contigo uno mis pensamientos a lostuyos para reparar los pensamientos malos míos y los detodos; uno mis ojos a los tuyos para reparar por las malasmiradas; uno mi boca a la tuya para reparar por las blasfe-mias y por las malas conversaciones; uno mi corazón altuyo para reparar por las inclinaciones, por los deseos y porlos actos malos; en una palabra, quiero reparar por todo loque repara tu santísima Humanidad, uniéndome a la inmen-sidad de tu amor por todos y al bien inmenso que haces atodos. Pero no me contento aún... Quiero unirme a tuDivinidad para perder mi nada en ella y así poder dar todo...

Camino al Calvario

Pacientísimo Jesús mío, veo que das los primerospasos bajo el enorme peso de la Cruz... Y uno mis pasosa los tuyos, y cuando Tú, débil, desangrado y agobiado,vayas a caer, a tu lado estaré yo para sostenerte, y pondré

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mis hombros bajo la Cruz para compartir contigo el peso.No me desdeñes, sino acéptame como tu fiel compañera...

Oh Jesús, me miras y veo que reparas por aquellos queno llevan con resignación su propia cruz, sino que renie-gan, se irritan, se suicidan o cometen homicidios; y Túimpetras para todos resignación y amor a la propia cruz...Pero es tanto tu dolor, que te sientes aplastar bajo el pesode la Cruz. Son los primeros pasos apenas que das y yacaes bajo ella, y al caer te golpeas en las piedras, las espi-nas se clavan más profundamente aun en tu cabeza ytodas tus heridas se abren y sangran nuevamente; y noteniendo fuerzas para levantarte, tus enemigos, irritados,a puntapiés y empellones tratan de ponerte en pie.

Amor mío caído, déjame que te ayude a ponerte depie, que te bese, que te limpie la sangre y que contigorepare por quienes pecan por ignorancia, por fragilidad ypor debilidad, y te ruego que des ayuda a todas estasalmas.

Vida mía Jesús, tus enemigos, haciéndote sufrir dolo-res inauditos, han logrado ponerte de pie... Y mientrascaminas vacilante, oigo tus respiros afanosos; tu Corazónlate con más fuerza y nuevas penas te lo traspasan acer-bamente; y sacudes la cabeza para quitar de tus ojos lasangre que los llena, y miras con ansiedad... Ah Jesúsmío, comprendo todo: Es tu Mamá, que, como gimientepaloma, va en tu búsqueda y quiere decirte una palabra yrecibir una última mirada tuya; y Tú sientes sus penas,sientes en tu Corazón el suyo lacerado, y enternecido yherido por vuestro común amor la descubres abriéndose

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paso entre la gente, pues quiere a toda costa verte, abra-zarte y darte su último adiós... Pero Tú quedas aún mástraspasado al ver su palidez mortal y todas tus penasreproducidas en Ella por la fuerza del amor. Y si Ella con-tinúa viviendo es sólo por un milagro de tuOmnipotencia... Ya diriges tus pasos al encuentro de lossuyos, pero dificilmente podéis apenas cruzaros unamirada... ¡Oh dolor del corazón de ambos! Los soldadoshan caído en la cuenta y a empellones impiden que la Ma-dre y el Hijo os deis un último adiós, y es tan grande eldolor y la angustia de los dos, que tu Mamá queda petri-ficada por el dolor y está a punto de desfallecer... Pero elfiel Juan y las piadosas mujeres la sostienen mientras Túcaes nuevamente bajo la Cruz. Entonces tu Mamá doloro-sa, lo que no hace con el cuerpo porque se ve imposibili-tada, lo hace con el alma: Entra en ti, hace suyo el Que-rer del Eterno y asociándose en todas tus penas te hace eloficio de Mamá, te besa, te repara, te cura, y en todas tusllagas derrama el bálsamo de su materno y doloroso amor.

Penante Jesús mío, yo también me uno con la traspa-sada Madre; hago mías todas tus penas, y en cada gota detu sangre, en cada una de tus llagas quiero hacerte demadre, y junto con Ella y contigo reparo por todos losencuentros peligrosos y por quienes se exponen a las oca-siones de pecado, o que forzados a exponerse por necesi-dad, quedan atrapados por el pecado...

Y Tú entre tanto gimes caído bajo la Cruz... Los sol-dados temen que mueras bajo el peso de tantos tormentosy por haber perdido tanta sangre; y es por esto por lo que

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a fuerza de latigazos y a puntapiés tratan de ponerte enpie... Y así reparas por las repetidas caídas en el pecado,los pecados graves cometidos por toda clase de personas,y ruegas por los pecadores obstinados, llorando con lágri-mas de sangre por su conversión.

Quebrantado Amor mío, mientras te sigo en las repa-raciones, veo que no eres ya capaz de sostenerte bajo elpeso enorme de la Cruz... Vacilas... Y a los continuos gol-pes que recibes, las espinas penetran cada vez más en tusantísima cabeza; y la Cruz, por su gran peso, se hunde entu hombro, formando en él una llaga tan profunda que tedescubre los huesos... A cada paso me parece que te mue-res, y por todo esto te ves imposibilitado para seguir ade-lante... Pero tu amor, que lo puede y lo vence todo, te danuevas fuerzas. Y al sentir que la Cruz se hunde en tuhombro reparas por los pecados ocultos, que no siendoreparados acrecientan la crudeza de tus dolores... Jesúsmío, déjame que ponga mi hombro bajo la Cruz para ali-viarte, y que repare contigo por todos los pecados ocultos.

Entonces tus enemigos, por temor de que mueras bajola Cruz, obligan al Cirineo a ayudarte a llevar la Cruz, yél te ayuda, pero de mala gana y vociferando; no poramor, sino por fuerza... Y ante esto, en tu Corazón resue-nan como un inmenso eco todos los lamentos de quienessufren, las faltas de resignación, las rebeliones, los enojosy los desprecios en el sufrir; pero quedas aun más dolo-rido al ver que las almas consagradas a ti, a quienes lla-mas por compañeras y ayudas en tu dolor, te huyen, y siTú con el dolor las estrechas a ti, ah, se liberan de tus bra-

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zos para ir en busca de placeres y te dejan a ti solo en elsufrir...

Jesús mío, mientras reparo contigo, te ruego que meestreches entre tus brazos, y tan fuerte, que no haya nin-guna pena que Tú sufras en la que yo no tome parte, paratransformarme en ellas y para compensarte por el abando-no de todas las criaturas.

Quebrantado Jesús mío, a duras penas y todo encorva-do caminas... pero veo que te detienes y tratas de mirar.Corazón mío, ¿qué pasa, qué quieres? Ah, es la Verónicaque, sin temor a nada; valientemente te enjuga con unpaño el rostro, cubierto todo de sangre. Y Tú se lo dejasestampado en señal de gratitud... Generoso Jesús mío,también yo quiero enjugarte, pero no con un paño, sinoque quiero presentar todo mi ser para aliviarte, quieroentrar en tu interior y darte, oh Jesús mío, latidos por lati-dos, respiros por respiros, afectos por afectos, deseos pordeseos... Quiero arrojarme en tu santísima inteligencia, yhaciendo correr todos esos latidos, respiros, afectos ydeseos en la inmensidad de tu Voluntad, quiero multipli-carlos infinitamente... Quiero, oh Jesús mío, formar olasde latidos para hacer que ningún otro latido malo reper-cuta en tu Corazón, y así poderte aliviar todas tus amar-guras íntimas; quiero formar olas de afectos y de deseospara alejar todos los afectos y deseos malos que pudieranentristecer en lo más mínimo a tu Corazón; y deseo asímismo formar oleadas de respiros y de pensamientos quepongan en fuga cualquier respiro y pensamiento quepudiesen desagradarte en lo más mínimo... Estaré bien

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atenta, oh Jesús, para que nada más te aflija y añada otrasamarguras a tus penas internas... Oh Jesús mío, haz quetodo mi interior nade en la inmensidad del tuyo; así podréencontrar amor suficiente y voluntad capaz de hacer queno entre en tu interior un amor malo ni una voluntad quepudieran desagradarte.

Entre tanto, tus enemigos, viendo mal este acto de laVerónica, te empujan, te azotan y te hacen proseguir elcamino... Otros pocos pasos y de nuevo te detienes, perotu amor, bajo el peso de tantas penas, no se detiene, yviendo a las piadosas mujeres que lloran por tus penas, teolvidas de ti mismo y las consuelas diciéndoles: “Hijas,no lloréis mis penas, sino por vuestros pecados y los devuestros hijos.”

¡Qué enseñanza sublime! ¡Qué dulce es tu. palabra!Oh Jesús, contigo reparo por las faltas de caridad y tepido la gracia de olvidarme de mí misma para que no meacuerde sino sólo de ti.

Pero tus enemigos; al oírte hablar se llenan de furor,tiran de ti con las cuerdas y te empujan con tanta rabiaque te hacen caer, y cayendo te golpeas en las piedras. Elpeso de la Cruz te oprime, te tortura y te sientes morir...Déjame que te sostenga y que con mis manos alivie tusantísimo rostro... Veo que tocas la tierra y te ahogas entu misma sangre. Pero tus enemigos te quieren poner depie, tiran de ti con las cuerdas, te levantan por los cabe-llos, te dan empellones y puntapiés... pero todo es envano. ¡Te mueres, Jesús mío! ¡Qué pena! ¡El corazón seme rompe por el dolor! Y casi arrastrándote te llevan al

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monte Calvario; y mientras te arrastran, siento que repa-ras por todas las ofensas de las almas consagradas a ti,que te dan tanto peso, que Tú, por más que te esfuerzaspor levantarte, te resulta imposible... Y así, arrastrado ypisoteado llegas al Calvario, dejando por donde pasasrojas huellas de tu sangre preciosa.

Jesús es despojado de Sus vestiduras

Y aquí en el Calvario te esperan nuevos dolores. Tedesnudan de nuevo y te arrancan vestidura y corona deespinas. Ah, gimes al sentir que de tu cabeza te arrancanlas espinas; y arrancándote tus ropas, te arrancan tambiéntus pocas carnes laceradas que aún te quedan y que estánadheridas a ellas. Las llagas se abren de nuevo, la sangrecorre a ríos hasta el suelo, y es tan grande el dolor quecaes casi muerto. Y nadie se mueve a compasión por ti,bien mío... al contrario, con bestial furor te ponen denuevo la corona de espinas, te la clavan a golpes y son taninsoportables los dolores por las laceraciones y al arran-carte los cabellos amasados en la sangre ya coagulada,que sólo los ángeles podrían decir lo que sufres, mientrashorrorizados retiran sus angélicas miradas y lloran...

Desnudado Jesús mío, déjame que te estreche a micorazón para calentarte, porque veo que tiemblas y que ungélido sudor de muerte invade tu santísima Humanidad.¡Cuánto quisiera darte mi vida y mi sangre para sustituira la tuya, la que has perdido para darme Vida!

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Y Jesús, mientras, mirándome con sus lánguidos yagonizantes ojos parece decirme: “¡Hija mía, cuánto mecuestan las almas! Aquí es el lugar donde las espero atodas para salvarlas, donde quiero reparar los pecados deaquellos que llegan a degradarse por debajo de las bestiasy que se obstinan tanto en ofenderme que llegan a nosaber vivir sin cometer pecados. Su razón queda ciega ypecan frenéticamente, y por eso me coronan de espinaspor tercera vez. Y siendo desnudado reparo por quienesllevan vestidos de lujo e indecentes, por los pecados con-tra la modestia y el pudor y están atados a las riquezas, alos honores y a los placeres, que de todo eso hacen undios para sus corazones... Ah sí, cada una de estas ofen-sas es una muerte que siento, y si no muero es sólo por-que el Querer de mi Padre Eterno no ha decretado aún elmomento de mi muerte.”

Desnudado bien mío, mientras reparo contigo, tesuplico me despojes de todo con tus santísimas manos yno permitas que ningún afecto malo entre en mi corazón;vigílamelo, rodéamelo con tus penas y llénamelo con tuAmor. Haz que mi vida no sea sino la repetición de tuVida, y confianza mi despojamiento con tu bendición.Bendíceme de corazón y dame la fuerza de asistir a tudolorosa crucifixión para quedar crucificada yo tambiéncontigo.

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DE LAS 11 A LAS 12 DEL DÍA

DECIMONOVENA HORA

La Crucifixión de Jesús

Jesús, Madre mía, venid a escribir conmigo, prestad-me vuestras santísimas manos para que pueda escribir loque a Vosotros os plazca y sólo lo que queráis.

Jesús, amor mío, ya estás despojado de tus vestiduras;tu cuerpo santísimo está tan lacerado, que pareces un cor-dero desollado... Veo que de la cabeza a los pies tiemblas,y no sosteniéndote de pie, mientras tus enemigos te pre-paran la Cruz, caes por tierra en este monte. Bien mío yTodo mío, el corazón se me oprime por el dolor al vercómo la sangre te diluvia de todas partes de tu santísimocuerpo, y todo cubierto de llagas, de la cabeza a los pies.

Tus enemigos, cansados, pero no satisfechos, al desnu-darte han arrancado de tu santísima cabeza, con indecibledolor tuyo, la corona de espinas, y después te la han clava-do de nuevo entre dolores inauditos, traspasando con nuevasheridas tu sacratísima cabeza... Ah, Tú reparas la perfidia y

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la obstinación del pecador, especialmente en el pecado de lasoberbia... Jesús, veo que si el amor no te empujase aún másarriba, Tú ya hubieras muerto por la intensidad del dolor quesufres en esta tercera coronación de espinas. Pero veo queno puedes soportar el dolor, y con esos ojos velados por lasangre miras para ver si al menos hay uno que se te acerquepara sostenerte en tanto dolor y confusión...

Dulce bien mío, aquí no estás solo como en la nochede la Pasión, aquí está la dolorosa Mamá que, lacerada ensu Corazón sufre tantas muertes por cuantas penas sufresTú... Oh Jesús, también está la amante Magdalena, queparece enloquecida por causa de tus penas; el fiel Juan,que parece enmudecido por la intensidad del dolor de tuPasión... Este es el monte de los amantes... y no podíasestar solo, pero dime, Amor mío, ¿quién quisieras que tesostuviera en tanto dolor? Ah, permíteme que sea yoquien te sostenga. Yo soy quien tiene más necesidad detodos... La Mamá querida, con los demás, me ceden elpuesto, y yo, oh Jesús, me acerco a ti, te abrazo y te ruegoque apoyes tu cabeza sobre mi hombro y que me hagassentir en mi cabeza tus espinas. Quiero poner mi cabezajunto a la tuya„ no sólo para sentir tus espinas sino tam-bién para lavar con tu sangre preciosísima, que de lacabeza te chorrea, todos mis pensamientos, para quetodos puedan estar en tacto de repararte por cualquierofensa de pensamiento que cometan las criaturas. Ohamor mío, estréchate a mí, pues quiero besar una por unalas gotas de tu sangre que chorrean sobre tu rostro santí-simo; y mientras las adoro una por una, te ruego que cada

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gota de tu sangre sea luz para cada mente creada, parahacer que ninguna te ofenda con pensamientos malos...

Y mientras te tengo estrechado y apoyado en mí, temiro, oh Jesús, y veo que miras la Cruz que tus enemigoste preparan. Oyes los golpes que dan a la Cruz para hacer-le los agujeros en los que te clavarán. Oh Jesús, sientoque el Corazón te palpita con violencia, anhelando eselecho, para ti el más deseado, si bien con dolor indescrip-tible, con que sellarás en ti la salvación de nuestras almas;y te oigo decir:

“Amor mío, Cruz amada, lecho mío precioso: Tú hassido mi martirio en vida y ahora eres mi descanso. OhCruz, recíbeme pronto en tus brazos; estoy impaciente enla espera. Cruz santa, en ti daré cumplimiento a todo.¡Pronto, oh Cruz, cumple mis ardientes deseos, que meconsumen para dar Vida a las almas, y estas Vidas seránselladas por ti, oh Cruz! ¡Ah, no tardes, que con ansiaespero extenderme sobre ti para abrir el Cielo a todos mishijos y cerrarles el Infierno! Oh Cruz, es verdad que túeres mi batalla, pero eres también mi victoria y mi triun-fo completo. En ti concederé abundantes herencias, victo-rias, triunfos y coronas a mis hijos...”

¿Pero quién podrá decir todo lo que mi dulce Jesúsdice a la Cruz?

Pero mientras Jesús se desahoga con la Cruz, sus ene-migos le mandan que se extienda sobre ella, y El inme-diatamente obedece a lo que quieren, y esto para repararpor nuestras desobediencias.

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Amor mío, antes que te extiendas sobre la Cruz déja-me que te estreche más fuerte a mi corazón y que te de, ytú me des, un beso. Oye, Jesús, no quiero dejarte; quieropermanecer contigo y extenderme también yo sobre laCruz y quedar clavada junto contigo. El verdadero amorno soporta ninguna clase de separación. Tú perdonarás laaudacia de mi amor y me concederás quedarme cru-cificada contigo... Mira, tierno amor mío, no soy yo solaquien te lo pide, sino también te lo pide la doliente Mamá,la amante Magdalena, el predilecto Juan; todos te dicenque les sería más soportable quedar crucificados contigoque sólo asistir y verte a ti solo crucificado... Por eso enunión contigo me ofrezco al Eterno Padre, identificadacon tu Voluntad, con tu Amor, con tus reparaciones, contu mismo Corazón y con todas tus penas.

Ah, parece que mi dolorido Jesús me dice: “Hija mía,has previsto mi Amor, esta es mi Voluntad: Que todos losque me aman queden crucificados conmigo. Ah sí, ven tútambién a extenderte conmigo sobre la Cruz; te haré vidade mi Vida y te tendré como la predilecta de mi Corazón.”

Dulce bien mío, he aquí que te extiendes sobre laCruz, miras a los verdugos, que tienen en las manos cla-vos y martillo para clavarte, y los miras con tal amor ydulzura que les haces dulce invitación para que pronto tecrucifiquen... Y ellos, aunque sienten repugnancia, conferocidad inhumana te sujetan la mano derecha, presentanel clavo y a golpes de martillo lo hacen salir por el otrolado de la Cruz, pero es tanto y tan tremendo el dolor que

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sufres, oh Jesús mío, que te estremeces; la luz de tus ojosse eclipsa, tu rostro santísimo palidece y se hace lívido...

Diestra bendita, te beso, te compadezco, te adoro y teagradezco, por mí y por todos... Y por cuantos fueron losgolpes que recibiste, tantas otras almas te pido en estemomento que libres de la condena del infierno; por cuan-tas gotas de sangre derramaste, tantas almas te ruego quelaves en esta Sangre Preciosísima; y por el dolor atrozque sufriste, especialmente cuando te clavaron en la Cruz,te ruego que a todos abras el Cielo y que bendigas atodos, y ésta tu bendición llame a la conversión a lospecadores, y a la luz de la fe a los herejes e infieles.

Oh Jesús, dulce Vida mía, habiéndote crucificado ya lamano derecha, los verdugos, con inaudita crueldad te tomanla izquierda y te tiran de ella tanto, para hacer que llegue alagujero ya preparado en la Cruz, que te sientes dislocar lasarticulaciones de los brazos y de los hombros, y por la vio-lencia del dolor, las piernas se contraen convulsamente...

Mano izquierda de mi Jesús, te beso, te compadezco,te adoro y te agradezco... Y te ruego, por esos golpes ypor los dolores que sufriste cuando te traspasaron con elclavo, que me concedas muchas almas que en estemomento hagamos volar del Purgatorio al Cielo; y por lasangre que derramaste te ruego que extingas las llamasque atormentan a esas almas, y para todas sea refrigerio yun baño saludable que las purifique de todas las manchasy las disponga a la visión beatifica... Amor mío y Todomío, por el agudísimo dolor que sufriste cuando te clava-ron el clavo en la mano izquierda te ruego que cierres el

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infierno a todas las almas y que detengas los rayos de laDivina Justicia, que por nuestras culpas está por desgra-cia irritada... Ah Jesús, haz que este clavo en tu izquierdabendita sea la llave que cierre la Divina Justicia, para ha-cer que no lluevan los flagelos sobre la tierra, y abra lostesoros de la Divina Misericordia a favor de todos. Poreso te ruego que nos estreches entre tus brazos... Ya hasquedado inmovilizado para todo, y nosotros hemos que-dado libres para poderte hacer todo; por tanto, pongo entus brazos el mundo y a todas las generaciones, y teruego, Amor mío, con las voces de tu misma sangre, queno niegues a ninguno el perdón, y por los méritos de tuPreciosísima Sangre te pido la salvación y la Gracia paratodos, sin excluir a ninguno.

Amor mío Jesús, tus enemigos no están todavía satis-fechos; con ferocidad diabólica toman tus pies santísi-mos, siempre incansables en la búsqueda de almas, y,contraídos como estaban por la fuerza del dolor de lasmanos, tiran de ellos tan fuerte que quedan descoyunta-das las rodillas, las caderas y todos los huesos del pecho...Mi corazón no resiste, oh Bien mío... Veo que por la vehe-mencia del dolor, tus hermosos ojos eclipsados y veladospor la sangre se ponen en blanco, tus labios lívidos e hin-chados por los golpes se tuercen, las mejillas se hunden,los dientes entrechocan, el pecho se sofoca, y el Corazón,por la fuerza de la tensión con que han sido estiradas lasmanos y los pies, queda todo desquiciado... ¡Amor mío,con cuánto deseo me pondría en tu lugar para evitartetanto dolor! Quiero extenderme en todos tus miembros

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para darte un alivio, un beso, un consuelo y una repara-ción por todo.

Jesús mío, veo que colocan un pie sobre el otro, y te lotraspasan con un clavo, por añadidura despuntado... AhJesús mío, permíteme que mientras te los traspasa elclavo, te ponga en el pie derecho a todos los Sacerdotes,para que sean luz para todas las gentes, y en especialaquellos que no llevan una vida buena y santa; y en el pieizquierdo a todas las gentes, para que reciban la luz de losSacerdotes, los respeten y les sean obedientes; y en la mi-sma forma que el clavo te traspasa los pies, así traspase alos Sacerdotes y a las gentes para que unos y otras no pue-dan separarse de ti...

Pies benditos de mi Jesús, os beso, os compadezco, osadoro y os agradezco... Y por los atrocísimos dolores quesufriste cuando fuiste estirado, descoyuntándose todos loshuesos, y por la sangre que derramaste, te suplico que pon-gas y encierres a todas las almas en tus llagas. No desde-ñes a ninguna, oh Jesús... Que tus clavos crucifiquen nues-tras potencias para que no se separen de ti; nuestro cora-zón, para que siempre y solamente quede fijo en ti; todosnuestros sentimientos queden clavados con tus clavos paraque no tomen ningún gusto que no provenga de ti...

Oh Jesús mío crucificado, te veo todo ensangrentado,nadas en un baño de sangre, y estas gotas de sangre no tegritan sino: ¡Almas! Más aún, en cada una de estas gotasde tu sangre veo presentes a todas las almas de todos lossiglos; de manera, que a todas nos contenías en ti, oh

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Jesús. Y por la potencia de esta Sangre te pido que ningu-na huya nunca más de ti.

Oh Jesús mío, terminando los verdugos de clavarte lospies, yo me acerco a tu Corazón. Veo que ya no puedesmás, pero el amor grita más fuerte y exige: “¡Más penasaún!”. Jesús mío, abrazo tu Corazón, te beso, te compa-dezco, te adoro y te agradezco, por mí y por todos... OhJesús, quiero apoyar mi cabeza sobre tu Corazón parasentir lo que sufres en esta dolorosísima crucifixión... Ah,siento que cada golpe de martillo resuena en tu Corazón.Tu Corazón es el centro de todo, y por él empiezan losdolores y en él terminan ...Ah, si no fuera porque esperasuna lanza para ser traspasado, las llamas de tu Amor y lasangre que hierve en torno a tu Corazón, se hubieranabierto camino y te lo habrían ya traspasado. Estas llamasy esta sangre llaman a las almas amantes a hacer su felizmorada en tu Corazón, y yo, oh Jesús, por amor de esteCorazón y por tu sacratísima Sangre, te suplico, te pido lasantidad de todas tus almas amantes... Oh Jesús, no lasdejes salir jamás de tu Corazón, y con tu Gracia multipli-ca las vocaciones de almas amantes y víctimas que conti-núen tu vida sobre la tierra. Tú quisieras dar un puestoespecial en tu Corazón a las almas que te aman; haz queeste puesto no lo pierdan jamás.

Oh Jesús, que las llamas de tu Corazón me abrasen yme consuman, que tu sangre me embellezca, que tu Amorme tenga siempre clavada al Amor, con el dolor y con lareparación.

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Oh Jesús mío, ya los verdugos han clavado tus manosy tus pies a la Cruz, y volteándola para remachar los cla-vos obligan a tu rostro adorable a tocar la tierra empapa-da por tu misma sangre, y Tú, con tu boca divina, labesas... Y con este beso, oh dulce Amor mío, quieresbesar a todas las almas y vincularlas a tu amor, sellandosu salvación. Oh Jesús, déjame que tome yo tu lugar paraque tu sacratísimo cuerpo no toque esa tierra, aunque estéempapada por tu preciosísima sangre; déjame que teestreche entre mis brazos, y mientras los verdugos doblana golpes los clavos, haz que estos golpes me hieran tam-bién a mí y me crucifiquen por entero a tu Amor.

Jesús mío, mientras las espinas se van hundiendo cadavez más en tu cabeza, quiero ofrecerte todos mis pensa-mientos, para que como besos afectuosos te consuelen ymitiguen la amargura de tus espinas.

Oh Jesús, veo que tus enemigos aún no se han hartadode insultarte y de escarnecerte, y yo quiero confortar tusdivinas miradas con mis miradas de amor.

Tu lengua está pegada casi a tu paladar por la amargu-ra de la hiel y por la sed abrasadora. Para aplacar tu sedquisieras todos los corazones de las criaturas rebosantes deamor, pero no teniéndolos, te abrasas cada vez más porellas... Dulce amor mío, quiero enviarte ríos de amor paramitigar de algún modo la amargura de la hiel y la sedardiente... Oh Jesús, veo que a cada movimiento que haces,las llagas de tus manos se van abriendo más y el dolor sehace más intenso y acerbo. Querido Bien mío, para confor-tar y endulzar este dolor te ofrezco las obras santas de

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todas las criaturas... ¡Oh Jesús mío, ay! ¡Cómo está destro-zado tu pobre Corazón! ¿Cómo podré confortarte en tantodolor? Me difundiré en ti, pondré mi corazón en el tuyo, entus ardientes deseos pondré los míos para que sea destrui-do cualquier deseo malo; difundiré mi amor en el tuyo a finde que con tu fuego sean abrasados los corazones de todaslas criaturas y destruidos los amores profanos y pecamino-sos. Y así tu Corazón sacratísimo quedará reconfortado. Yoprometo desde ahora, oh Jesús, mantenme siempre clava-da a este Corazón amorosísimo con los clavos de tusdeseos, de tu Amor y de tu Voluntad. ¡Oh Jesús mío:Crucificado Tú, crucificada yo en ti! No permitas que medesclave lo más mínimo de ti; sino que quede siempre cla-vada, para poder amarte y repararte por todos y mitigar- eldolor que te dan las criaturas con sus pecados...

Jesús clavado en la CruzEn esta hora, en íntima unióncon Jesús, el alma, ejerciendoel oficio de víctima, quiere desarmara la Justicia Divina.

Mi buen Jesús, veo que tus enemigos levantan el pesa-do madero de la Cruz y lo dejan caer en el hoyo que hanpreparado; y Tú, dulce Amor mío, quedas suspendidoentre el Cielo y la tierra. En este solemne momento tediriges al Padre, y con voz débil y apagada le dices:

“Padre Santo, héme aquí cargado con todos los peca-dos del mundo; no hay pecado que no recaiga sobre Mí.Por eso no descargues sobre los hombres los flagelos de

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tu Divina Justicia, sino sobre Mí, tu Hijo. Oh Padre, ¿noves a qué estado me he reducido? Por esta Cruz y en vir-tud de estos dolores, concede a todos el perdón, verdade-ra conversión, paz y santidad. Detén tu indignación con-tra la pobre humanidad, contra mis hijos; están ciegos yno saben lo que hacen... Por eso mírame bien, cómo hequedado reducido por causa de ellos. Si no te mueves acompasión por ellos, enternécete al manos al ver mi ros-tro escupido y cubierto de sangre, lívido e hinchado portantas bofetadas y golpes que he recibido... ¡Piedad,Padre mío! Yo era el más hermoso de todos, y ahora estoytan desfigurado que ya no me reconozco. He llegado a serla abominación de todos. ¡Por eso, a cualquier precioquiero salvar a la pobre criatura!”.

Crucificado Amor mío, yo también quiero seguirte anteel Trono del Eterno. y junto contigo quiero desarmar a laDivina Justicia. Hago mía tu santísima Humanidad, meuno con mi voluntad a la Tuya y junto contigo quierohacer lo que haces Tú... Es más, permíteme que corran mispensamientos en los tuyos; mi amor, mi voluntad, misdeseos en los tuyos; mis latidos corran en tu Corazón ytodo mi ser, en ti, a fin de que no deje escapar nada y repi-ta acto por acto y palabra por palabra todo lo que haces Tú.

Pero veo, crucificado Bien mío, que Tú, viendo alDivino Padre grandemente indignado contra las criaturas,te postras ante El y ocultas a todas las criaturas dentro detu santísima Humanidad, poniéndolos al seguro, para queel Padre, mirándonos en ti, no nos eche a las criaturas deSí. Y si las mira airado, es porque todas las almas han des-

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figurado la bella imagen que El creó, y no tienen máspensamientos que para desconocerlo y ofenderlo, y de suinteligencia, que debía ocuparse en comprenderlo, for-man por el contrario una guarida donde anidan todos lospecados... Y Tú. oh Jesús mío, para aplacarlo, atraes laatención del Divino Padre a que mire tu santísima cabezatraspasada en medio de atroces dolores, que en tu mentetienen cono clavadas a todas las inteligencias de las cria-turas, y por las cuales y por cada una ofreces una expia-ción para satisfacer a la Divina Justicia. ¡Oh, cómo estasespinas son ante la Majestad Divina voces piadosas queexcusan todos los malos pensamientos de las criaturas!

Jesús mío, mis pensamientos sean uno solo con lostuyos; por eso contigo ruego, imploro, reparo y excusoante la Divina Majestad por todo el mal que hacen todaslas criaturas con la inteligencia. Permíteme que tome tusespinas y tu misma Inteligencia, y que vaya recorriendocontigo todas las criaturas y una tu Inteligencia a lassuyas, y que con la santidad de tu Inteligencia les de-vuelva la primera Inteligencia, tal como fue por ti creada;que con la santidad de tus pensamientos reordene todoslos pensamientos de las criaturas en ti, y que con tus espi-nas traspase la mente de todas y de cada una de las cria-turas y te devuelva el dominio y el gobierno de todas... Ahsí, oh Jesús mío, Tú solo sé el dominador de cada pensa-miento, de cada acto de todas las gentes; rige Tú solocada cosa, y sólo así la faz de la tierra, que causa horrory espanto, será renovada.

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Mas me doy cuenta, crucificado Jesús, que aún ves alDivino Padre indignado, que mira a las pobres criaturas ylas ve a todas tan enfangadas de pecados y cubiertas conlas más repugnantes asquerosidades, que dan asco a todoel Cielo. ¡Oh, cómo queda horrorizada la pureza de lamirada divina, casi no reconociendo como obra de susmanos santísimas a la pobre criatura! Es más, parece quesean otros tantos monstruos ocupan la tierra y que atraenla indignación de la mirada del Padre... Pero Tú, oh Jesúsmío, para aplacarlo tratas de endulzarlo cambiando susojos por los tuyos, haciéndole verlos cubiertos de sangree hinchados de lágrimas; y lloras ante la Divina Majestadpara moverla a compasión por la desgracia de tantaspobres criaturas, y oigo que le dices:

“Padre mío, es cierto que la ingrata criatura cada vezmás se va enfangando con pecados, hasta no merecer ya tumirada paterna; pero mírame, oh Padre: Yo quiero llorartanto ante Ti, que forme un baño de lágrimas y de sangrepara lavar todas las inmundicias con que se han cubiertolas criaturas. Padre mío, ¿querrás acaso Tú rechazarme?

¡No, no puedes; soy tu Hijo! Y a la vez que soy tu Hijosoy también la Cabeza de todas las criaturas, y ellas sonmis miembros... ¡Salvémoslas, oh Padre, salvémoslas!”.

Jesús mío, amor sin fin, quisiera tener tus ojos parallorar ante la Majestad Suprema por la pérdida de tantaspobres criaturas... y por estos tiempos tan tristes.Permíteme que tome tus lágrimas y tus mismas miradas,que son una con las mías, y recorra todas las criaturas. Ypara moverlas a compasión por sus almas y por tu amor,

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les hará ver que Tú lloras por su causa, y que mientras sevan enfangando Tú tienes preparadas tus lágrimas y tusangre para lavarlas... y así, al verte llorar, se rendirán.Ah, con estas tus lágrimas permíteme que lave todas lasinmundicias de las criaturas; que haga descender estaslágrimas en sus corazones y ablande a tantas almas endu-recidas en el pecado, venza la obstinación de los corazo-nes y haga penetrar en ellos tus miradas, haciéndoleslevantar al Cielo sus miradas para amarte, y no las dejenmás vagar sobre la tierra para ofenderte. Así el DivinoPadre no desdeñará mirar a la pobre humanidad.

Crucificado Jesús, veo que el Divino Padre aún no seaplaca en su indignación, porque mientras su paternabondad, movida por tanto Amor a la pobre criatura, Amorque ha llenado Cielo y tierra de tantas pruebas de amor yde beneficios hacia ella, tantas que se pueda decir que encada paso y acto de la criatura se siente correr el Amor ylas gracias de ese Corazón Paterno, y la criatura, siempreingrata, no quiere reconocerlo sino que hace frente a tantoAmor llenando cielos y tierra de insultos, de desprecios yde ultrajes, y llega a pisotearlo bajo sus inmundos pies,queriendo destruirlo si pudiera, y todo por idolatrarse a símisma ¡Ah, todas esas ofensas penetran hasta en losCielos y llegan ante la Majestad Divina, la Cual, oh cómose indigna viendo a la vilísima criatura que llega hastainsultarla y ofenderla en todos los modos posibles!

Pero Tú, oh Jesús mío, siempre atento a defendernos,con la fuerza arrebatadora de tu Amor fuerzas al Padre a

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que mire tu santísimo rostro, cubierto de todos estosinsultos y desprecios, y le dices:

“Padre mío, no rechaces a las pobres criaturas; si lasrechazas a ellas, a Mí me rechazas. ¡Ah, aplácate! Todasestas ofensas las tengo sobre mi rostro, que te respondepor todas... Padre mío, detén tu furor contra la pobrehumanidad; son ciegos y no saben lo que hacen. Por esomírame bien cómo he quedado reducido por su causa. Sino te mueves a compasión por la mísera humanidad, quete enternezca mi rostro lleno de salivazos, cubierto desangre, amoratado e hinchado por tantas bofetadas y gol-pes como he recibido... ¡Piedad, Padre mío! Yo era el másbello de los hijos de los hombres y ahora estoy tan desfi-gurado que soy irreconocible; soy oprobio para todos.¡Por eso, a cualquier precio quiero a la criatura salva! “.

Jesús mío, ¿pero es posible que nos ames tanto? Tuamor tritura mi pobre corazón, pero queriéndote seguir entodo, déjame que tome este tu rostro santísimo para tener-lo en mi poder, para mostrarlo continuamente así desfigu-rado al Padre, con el fin de moverlo a compasión por lapobre humanidad, que tan oprimida está bajo el látigo dela Divina Justicia que yace como moribunda; y permíte-me que vaya en medio de las criaturas y les haga ver turostro tan desfigurado por su causa, y las mueva a com-pasión de sus almas y de tu amor; y que con la luz quebrota de ese rostro y con la fuerza arrebatadora de tu amorles haga comprender Quién eres Tú y quiénes son ellasque se atreven a ofenderte, y haga resurgir sus almas deen medio de tantos pecados en que viven muertas a la

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Gracia, y les haga postrarse ante ti a todas, en acto de ado-rarte y de glorificarte.

Jesús mío, Crucificado adorable, la criatura continúairritando sin cesar a la Divina Justicia, y de su lenguahace resonar el eco de horribles blasfemias, voces deimprecaciones y maldiciones, conversaciones malas, tra-mas para preparar cómo destrozarse mejor entre ellas yllevar a cabo horribles matanzas y asesinatos... Ah, todasestas voces ensordecen la tierra y penetrando hasta en losCielos ensordecen los oídos divinos, y Dios, cansado deestos ecos malignos que las criaturas le envían, siente quequerría deshacerse de ellas y arrojarlas lejos de Sí, porquetodas estas voces malignas imprecan y claman venganzay justicia contra ellas mismas... ¡Oh, cómo la DivinaJusticia se siente constreñida a descargar flagelos! ¡Oh,cómo encienden su furor contra la criatura tantas blasfe-mias horrendas! Pero Tú, oh Jesús mío, amándonos consumo amor, haces frente a estas voces malignas con tuvoz omnipotente y creadora y haces resonar tu dulcísimavoz en los oídos del Padre para repararlo por las moles-tias que le dan las criaturas, con otras tantas voces de ben-diciones, de alabanzas, y clamas: “¡Misericordia, Gracias,Amor para la pobre criatura!” Y para aplacarlo más, ledemuestras tu santísima boca y le dices:

“Padre mío, mírame de nuevo; no oigas las voces delas criaturas sino escucha la mía; soy Yo quien te da satis-facción por todas; por eso te ruego que mires a las criatu-ras, pero que las mires en Mí, pues si las miras fuera deMí, ¿qué sería de ellas? Son débiles, ignorantes, capaces

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sólo de hacer el mal, llenas de todas las miserias. Piedad,piedad de las pobres criaturas. Yo te respondo por ellascon mi lengua amargada por la hiel, reseca por la sed yquemada y abrasada por el Amor...”

Amargado Jesús mío, mi voz en la tuya también quie-re hacer frente a todas esas ofensas. Déjame que tome tulengua, tus labios y que recorra todas las criaturas y toquesus lenguas con la tuya, para que sintiendo ellas en elmomento de ofenderte la amargura de la tuya, no vuelvana blasfemar, si no por amor, al menos por la amargura quesientan...; déjame que toque sus labios con los tuyos a finde que, haciéndoles sentir en sus labios el fuego de laculpa, y haciendo resonar tu voz omnipotente en todos lospechos, pueda detener la corriente de todas las vocesmalas, y cambiar a todas las voces humanas en voces debendiciones y alabanzas.

Crucificado Bien mío, ante tanto amor y dolor tuyo lacriatura no se rinde aún; por el contrario, despreciándote,va añadiendo pecados y pecados, cometiendo enormessacrilegios, homicidios, suicidios, fraudes, engaños,crueldades y traiciones... Ah, todas estas obras malashacen más pesados los brazos paternos, y el Padre, nopudiendo sostener su peso, está a punto de dejarlos caer,haciendo llover sobre la tierra cólera y destrucción. Y Tú,oh Jesús mío, para librar a la criatura de la cólera divina,temiendo ver a la criatura destruida, tiendes tus brazos alPadre para que El no los deje caer y destruya a la criatu-ra, y ayudándolo con los tuyos a sostener el peso, lo des-armas e impides a la Justicia que actúe. Y para moverlo a

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compasión por la mísera humanidad y enternecerlo, convoz más conmovedora le dices:

“Padre mío, mira mis manos destrozadas y estos cla-vos que me las traspasan, que me tienen clavado juntocon todas estas obras malas. Ah, en estas manos sientotodos los dolores que me dan todas estas malas obras.¿No estás contento, oh Padre mío, con mis dolores? ¿Noson acaso capaces de satisfacerte? Ah, estos mis brazosdescoyuntados y descarnados sean para siempre cadenasque tengan atadas a todas las pobres criaturas a fin de queninguna me huya, sólo la que quisiera arrancarse de Mí aviva fuerza; y estos mis brazos sean las cadenas amorosasque te aten también a ti, Padre mío, para impedirte quedestruyas a la pobre criatura; más aún, te atraigan siem-pre más hacia ella para que derrames abundantementesobre ella tus gracias y tus misericordias.”

Jesús mío, tu amor es un dulce encanto para mí, y memueve a hacer todo lo que haces Tú; por eso dame tusbrazos, pues quiero impedir junto contigo, a costa decualquier pena, que intervenga la Justicia Divina contra lapobre humanidad. Con la sangre que escurre de tus manosquiero extinguir el fuego de la culpa que la enciende yaplacar su furor; y para mover al Padre a más piedad porlas criaturas, permíteme que en tus brazos ponga tantosmiembros destrozados, los gemidos de tantos pobres heri-dos, tantos corazones doloridos y oprimidos, y déjameque recorra todas las criaturas y las estreche a todas en tusbrazos para que todas vuelvan a tu Corazón. Permítemeque con la potencia de tus manos creadoras detenga la

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corriente de tantas obras malas y pecaminosas e impida atodos hacer el mal.

Amable Jesús mío crucificado, la criatura no estásatisfecha aún de ofenderte; quiere beber hasta el fondotodas las heces del pecado y corre como enloquecida porel camino del mal; se precipita cada vez más de pecado enpecado, desobedece y desconoce tus Leyes, y descono-ciéndote a ti, se rebela más contra ti , y casi sólo por dartedolor quiere irse al infierno... ¡Oh, cómo se indigna laMajestad Suprema! Y Tú, oh Jesús mío, triunfando sobretodo, para aplacar al Divino Padre le muestras toda tusantísima Humanidad lacerada, descoyuntada, descarna-da y destrozada en modo horrible, y tus santísimos piestraspasados, en los que contienes todos los pasos de lascriaturas, que te dan dolores de muerte, tanto que estándeformes por la atrocidad de los dolores; y oigo tu vozmás que nunca conmovedora, como a punto de extinguir-se, que a fuerza de amor y de dolor quiere vencer a lacriatura y triunfar sobre el Corazón del Padre diciendo:

“Padre mío, mírame de la cabeza a los pies: No hayparte sana en Mí. Ya no tengo donde hacerme abrir nue-vas llagas y procurarme otros dolores. Si no te aplacasante este espectáculo de amor y de dolor, ¿quién va apoder aplacarte? ¡Oh criaturas, si no os rendís ante tantoamor, ¿qué esperanza de conversión os queda? Estas misllagas y esta Sangre mía sean siempre voces que hagandescender del Cielo a la tierra gracias de arrepentimiento,de perdón y de compasión hacia la pobre humanidad...”

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Jesús mío, te veo en estado de violencia para aplacar alPadre y para vencer a la pobre criatura; por lo cual permí-teme que tome tus santísimos pies y vaya a todas las cria-turas y ate sus pasos a tus pies para que si quieren caminarpor el camino del mal, sintiendo las ataduras que has pues-to entre Tú y ellas, no puedan. Ah, con estos tus pies haz-les echarse atrás del camino del mal y ponlas en el sende-ro del bien, haciéndolas más dóciles a tus Leyes; y con tusclavos cierra el infierno para que nadie más caiga en él.

Jesús mío, amante crucificado, veo que ya no puedesmás... La tensión terrible que sufres sobre la Cruz, el con-tinuo moverse de tus huesos, que cada vez más se dislo-can a cada pequeño movimiento, las carnes que cada vezmás se abren, las repetidas ofensas que te añaden, repi-tiéndote una pasión y muerte más dolorosa, la sed ardien-te que te consume, las penas interiores que te ahogan deamargura, de dolor y de amor, y en tantos martirios tuyosla ingratitud humana que te hace frente y que penetracomo una ola impetuosa hasta dentro de tu Corazón tras-pasado, ay, te aplastan de tal manera que tu santísimaHumanidad, no resistiendo bajo el peso de tantos marti-rios, está a punto de sucumbir, y como delirando por elamor y por el sufrimiento suplica ayuda y piedad...

Crucificado Jesús. ¿Será posible que Tú, que riges todoy das vida a todos, pidas ayuda? ¡Ah, cómo quisiera pene-trar en cada gota de tu Sangre y derramar la mía paraendulzarte cada llaga, para mitigar el dolor de cada espinay hacer menos dolorosas sus punzadas, y para aliviar encada pena interior de tu Corazón la intensidad de tus amar-

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guras! Quisiera darte vida por vida y, si me fuera posible,quisiera desclavarte de la Cruz para substituirte... Pero veoque soy nada y que no puedo nada; soy demasiado insi-gnificante, por eso, dame a ti mismo; tomaré Vida en ti, tedaré a ti mismo, sólo así mis ansias quedarán satisfechas.

Destrozado Jesús, veo que tu santísima Humanidad seagota para dar en todo cumplimiento a nuestra reden-ción... Tienes necesidad de ayuda, pero de ayuda divina ypor eso te arrojas en los brazos del Padre y le pides ayuday piedad. ¡Oh, cómo se enternece el Divino Padre miran-do la horrenda destrucción de tu santísima Humanidad, laterrible obra que el pecado ha hecho en tus sagradosmiembros! Y El, para satisfacer tus ansias de amor, te e-strecha a su Corazón paterno y te da los auxilios necesa-rios para dar cumplimiento a nuestra redención. Y mien-tras te estrecha, en tu Corazón sientes más fuerte repetir-se los martillazos y los clavos, los rayos de los flagelos,el abrirse las llagas, las punzadas de las espinas... ¡Oh,cómo queda conmovido el Padre! ¡Cómo se indigna vien-do que todas estas penas te las dan en tu Corazón hasta lasalmas a ti consagradas! Y en su dolor te dice:

“¿Pero es posible, Hijo mío, que ni siquiera la parte porti elegida esté contigo? Al contrario, parece que sean almasque piden refugio y ocultarse en este tu Corazón paraamargarte y darte una muerte más dolorosa y, lo que espeor, todos estos dolores que te dan, van ocultos y cubier-tos con hipocresías. ¡Ah, Hijo, no puedo contener más miindignación por la ingratitud de estas almas que me danmás dolor que las de todas las demás criaturas juntas!”.

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Pero Tú, oh Jesús mío, triunfando en todo, defiendes aestas almas y con el amor inmenso de tu Corazón dasreparación por las oleadas de amarguras y de heridasmortales que estas almas te envían; y para aplacar alPadre le dices:

“Padre mío, mira este mi Corazón: Que todos estosdolores te satisfagan, y por cuanto más amargos, tanto máspotentes sean sobre tu Corazón de Padre para obtenerlesgracia, luz, perdón... Padre mío, no las rechaces: Ellas seránmis defensoras y continuarán mi Vida sobre la tierra”.

“Oh Padre amorosísimo, considera que si bien miHumanidad ha llegado ahora al colmo de sus sufrimientos,también este mi Corazón estalló por las amarguras y porlas íntimas penas e inauditos tormentos que he sufrido a lolargo de casi 34 años, desde el primer instante de miEncarnación... Tú conoces, oh Padre, la intensidad deestas penas interiores, tan dolorosas que hubieran sidocapaces de hacerme morir a cada momento de puro dolorsi nuestra Omnipotencia no me hubiera sostenido paraprolongar mi padecer hasta esta extrema agonía... Ah, sitodas las penas de mi santísima Humanidad, que te heofrecido hasta ahora para aplacar tu Justicia sobre todos ypara atraer sobre todos tu misericordia triunfadora, no tebastan, ahora de un modo particular Yo te presento, por lasfaltas y los extravíos de las almas consagradas a Nosotros,este mi Corazón despedazado, oprimido y triturado,pisoteado en el lagar de todos los instantes de mi vidamortal... Ah, observa, Padre mío, que éste es el Corazónque te ha amado con infinito amor, que siempre ha vivido

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abrasado de amor por mis hermanos, hijos tuyos en Mí...Este es el Corazón generoso con el que he anhelado sufrirpara darte la completa satisfacción por todos los pecadosde los hombres. Ten piedad de sus desolaciones, de sucontinuo penar, de sus tedios, de sus angustias, de sustristezas hasta la muerte... ¿Acaso ha habido, oh Padremío, un solo latido de mi corazón que no haya buscado tuGloria, aun a costa de penas y de sangre, y la salvación detodos mis hermanos? ¿No ha salido de este mi Corazónsiempre oprimido las ardientes suplicas, los gemidos, lossuspiros, los clamores, con que durante casi 34 años hellorado y clamado Misericordia en tu presencia? Tú mehas escuchado, oh Padre mío, una infinidad de veces y poruna infinidad de almas, y te doy gracias infinitas..., peromira, oh Padre mío, cómo mi Corazón no puede calmarseen sus penas, aun por una sola alma que haya de escapar asu amor, porque Nosotros amamos a un alma sola tantocomo a todas las almas juntas... ¿Y se dirá que habré dedar el último respiro sobre este doloroso patíbulo viendoperecer miserablemente incluso almas a Nosotros consa-gradas? Yo estoy muriendo en un mar de angustias por lainiquidad y por la pérdida eterna del pérfido Judas, que mefue tan duro e ingrato que rechazó todas mis finuras amo-rosas y delicadas, y al que Yo hice tanto bien que llegué ahacerlo Sacerdote y Obispo, como a los demás Apóstolesmíos. ¡Ah Padre mío, baste este abismo de penas, baste...Oh, cuántas almas veo, elegidas por nosotros a esta voca-ción sagrada, que quieren imitar a Judas... cual más, cualmenos! ¡Ayúdame, Padre mío, ayúdame; no puedo sopor-tar todas estas penas! ¡Mira si hay una fibra en mi

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Corazón, una sola fibra que no esté atormentada más quetodos los destrozos de mi cuerpo divino! ¡Mira si toda lasangre que estoy derramando no brote, más que de mis lla-gas, de mi Corazón, que se deshace de amor y de dolor!Piedad, Padre mío, piedad, no para Mí, que quiero sufrir ypadecer hasta lo infinito por las pobres criaturas, sino pie-dad de todas las almas, especialmente de las llamadas a sermis Esposas, a ser mis Sacerdotes. Escucha, oh Padre, miCorazón, que sintiéndose faltar la vida acelera sus encen-didos latidos y grita: ¡Padre mío, por mis innumerablespenas te pido gracias eficaces de arrepentimiento y de ver-dadera conversión para todas estas infelices almas; queninguna se pierda! ¡Tengo sed, Padre mío, tengo sed detodas las almas... pero especialmente de éstas; tengo sedde más sufrir por cada una de estas almas! Siempre hehecho tu Voluntad, Padre mío, y ahora, ésta es mi Volun-tad, que es también la Tuya, ah, haz que sea cumplidaperfectamente por amor a Mí, tu Hijo amadísimo en quienhas encontrado todas tus complacencias!”

Oh Jesús mío, me uno a tus súplicas, a tus padecimien-tos, a tu amor penante. Dame tu Corazón para que sientatu misma sed por las almas consagradas a ti y te restituyael amor y los afectos de todas... Permíteme ir a todas yque les lleve tu Corazón, para que a su contacto se enfer-voricen las frías, se conmuevan las tibias, se sientan lla-mar de nuevo las extraviadas y lleguen a ellas de nuevolas gracias que han rechazado. Tu Corazón está sofocadopor el dolor y por la amargura al ver incumplidos, por suincorrespondencia, tantos designios que tenías sobreellas, y al ver a tantas otras almas, que deberían tener vida

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y salvación por medio de aquellas, que sufren las tristesconsecuencias... Por eso quiero mostrarles tu Corazón tanamargado por causa suya, y arrojar en ellas dardos defuego de tu Corazón; quiero hacer que escuchen tus sú-plicas y todos tus padecimientos por ellas, y así no seráposible que no se rindan a ti; así volverán arrepentidas atus pies y tus designios amorosos sobre ellas se veráncumplidos; estarán en torno a ti y en ti, no ya para ofen-derte sino para repararte, para consolarte y defenderte.

Crucificado Jesús, Vida mía, veo que continúas agoni-zando en la Cruz, pero que no está aún satisfecho tu amor yque quieres dar cumplimiento a todo. También yo agonizocontigo y llamo a todos: “Angeles, Santos, venid alCalvario a contemplar los excesos y las locuras de amor deun Dios! Besemos sus llagas sangrantes, adorémoslas, sos-tengamos esos miembros lacerados y agradezcamos a Jesúspor nuestra Redención. Mirad también a la traspasadaMamá, que tantas penas y muertes siente en su Corazón In-maculado por cuantas penas ve en su Hijo y Dios; sus mis-mos vestidos están llenos de sangre, sangre que está derra-mada por todo el Calvario, y nosotros, todos juntos tome-mos esta sangre, suplicando a la dolorida Mamá que se unaa nosotros, recorramos todo el mundo y vayamos en ayudade todos; socorramos a los que están en peligro de muerte,para que no perezcan; a los caídos en el pecado, para que selevanten de nuevo; y a aquellos que están por caer, para queno caigan. Demos esta Sangre a tantos pobres ciegos paraque en ellos resplandezca la luz de la verdad; vayamosespecialmente en medio de los pobres combatientes, sea-mos para ellos vigilantes centinelas, y si van a caer alcanza-

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dos por las balas, recibámoslos en nuestros brazos para con-fortarlos; si se ven abandonados por todos o si están impa-cientes por su triste suerte démosles esta Sangre para que seresignen y se mitigue la atrocidad de sus dolores... Y sivemos que hay almas a punto de caer en el Infierno, démos-les esta Sangre divina que contiene el precio de laRedención, y arrebatémoslas a Satanás... Y mientras tengoa Jesús estrechado a mi corazón para tenerlo defendido detodo y reparado por todo, estrecharé a todos a este Corazóna fin de que todos puedan obtener gracias eficaces de con-versión, de fuerza y de salvación”.

Oh Jesús, veo que la sangre te chorrea de tus manos yde tus pies... Los ángeles, llorando y haciéndote corona,admiran los portentos de tu inmenso amor. Veo al pie dela Cruz a tu dulce Mamá, traspasada por el dolor, a tu pre-dilecto Juan... todos petrificados en un éxtasis de estupor,de amor y de dolor... Oh Jesús, me uno a ti y me estrechoa tu Cruz, tomo toda tu Sangre y la derramo en mi cora-zón. Y cuando vea tu Justicia irritada contra los pecado-res, para aplacarla le mostraré esta Sangre. Cuando quie-ra la conversión de almas obstinadas en el pecado, temostraré a ti esta Sangre y en virtud de ella no podrásrechazar mi plegaria, porque en mis manos tengo ya laprenda para ser escuchada...

Y ahora, Crucificado Bien mío, en nombre de todas lasgeneraciones, pasadas, presentes y futuras, junto con nues-tra Mamá y con todos los ángeles, me postro profundamen-te ante ti diciéndote: “Te adoramos, oh Cristo, y te bende-cimos, porque por tu Santa Cruz has redimido al mundo.”

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DE LAS 12 A LA 1 DE LA TARDE

VIGÉSIMA HORA

Primera hora de agonía en la CruzLa Primera Palabra

Crucificado Bien mío, te veo sobre la Cruz como en tutrono de triunfo, en acto de conquistar todo y a todos loscorazones, y de atraerlos tanto a ti, que todos puedan sentirtu sobrehumano poder... La naturaleza, horrorizada ante tangran delito, se postra ante ti y espera silenciosa una palabratuya para rendirte homenaje y hacer que tu dominio seareconocido. El sol lloroso retira su luz, no pudiendo soste-ner tu vista, demasiado dolorosa. El infierno siente terror y,silencioso, espera... De modo que todo es silencio...

Tu traspasada Mamá, tus fieles, permanecen todosmudos y petrificados ante la vista, ay, demasiado doloro-sa, de tu destrozada y descoyuntada Humanidad; y silen-ciosos esperan también una palabra tuya... Tu mismaHumanidad, que yace en un océano de dolores entre losatroces espasmos de la agonía, permanece silenciosa,tanto que se teme que de un respiro a otro Tú mueras...

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¿Qué más? Los mismos pérfidos judíos, los despiadadosverdugos, que hasta hace poco te ultrajaban y te escarne-cían llamándote impostor y malhechor; los ladrones quete blasfemaban..., todos callan, enmudecen. El remordi-miento los invade, y si algún insulto se esfuerzan por lan-zarte, les muere en los labios...

Pero penetrando en tu interior, veo que el amor seacrecienta, te ahoga y no puedes contenerlo, y obligadopor tu amor que te atormenta más que las mismas penas,con voz fuerte y conmovedora hablas como el Dios queeres, levantas tus agonizantes ojos al Cielo y clamas:“¡PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LOQUE HACEN!” Y de nuevo te quedas en silencio, in-merso en tus penas inauditas...

Crucificado Bien mío, ¿es posible tanto amor? ¡Ah,después de tantas penas e insultos, la Primera Palabra esde perdón, y de tantos pecados nos excusas ante el Padre!Ah, esta Palabra la haces descender en cada corazón des-pués de la culpa, y Tú eres el primero en ofrecer el per-dón... Pero cuántos lo rechazan y no lo aceptan; y tu amorentonces da en delirio, porque Tú quieres dar a todos elperdón y el beso de paz...

A esta Palabra tuya tiembla el infierno y te reconocecomo Dios... La naturaleza y todos quedan atónitos yreconocen tu Divinidad, tu inextinguible amor, y silencio-sos esperan para ver hasta dónde llega. Y no sólo tu voz,sino también tu Sangre y tus llagas gritan a cada corazóndespués del pecado: “Ven a mis brazos, que te perdono; yel sello del perdón es el precio de mi Sangre.”

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Oh amable Jesús mío, repite de nuevo esta Palabra acuantos pecadores hay en el mundo. Implora misericordiapara todos, aplica los méritos infinitos de tu preciosísimaSangre a todos, a todos... Oh buen Jesús, continúa apla-cando a la Divina Justicia y concede la gracia a quien,hallándose en el momento de tener que perdonar, no sien-te la fuerza...

Jesús mío, Crucificado adorado, en estas tres horas deamarguísima agonía Tú quieres dar cumplimiento a todo;y mientras permaneces silencioso en la Cruz, veo que entu interior quieres satisfacer en todo y por todo al Padre.Por todos le agradeces, por todos lo satisfaces, por todospides perdón, y para todos impetras la gracia de que yanunca más te ofendan. Y para obtener esto del Padre,resumes toda tu Vida, desde el primer instante de tu Con-cepción hasta tu último respiro... Jesús mío, Amor inter-minable, déjame que también yo recapitule toda tu Vidajunto contigo y con la inconsolable Mamá...

Dulce Jesús mío, te doy las gracias por tantas espinasque han traspasado tu adorable cabeza, por las gotas deSangre que de ellas has derramado, por los golpes que enella has recibido y por los cabellos que te han arrancado...Y te doy las gracias por todo el bien que has hecho e impe-trado para todos, por las luces y las buenas inspiracionesque a todos nos has dado, y por cuantas veces has perdo-nado nuestros pecados de pensamientos malos, de sober-bia, de orgullo y de estima propia. Te pido perdón en nom-bre de todos, oh Jesús mío, por cuantas veces te hemoscoronado de espinas, por cuantas gotas de sangre te hemos

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hecho derramar de tu sacratísima cabeza y por todas lasveces que no hemos correspondido a tus inspiraciones.Por todos estos dolores que has sufrido te suplico, ohJesús, la gracia de no volver a cometer nunca más pecadosde pensamiento... Quiero además ofrecerte todo lo que Túmismo sufriste en tu santísima cabeza, para darte toda lagloria que todas las criaturas te habrían dado si hubieranhecho uso de su inteligencia según tu Voluntad.

Adoro, oh Jesús mío, tus sacratísimos ojos... Y te doylas gracias por todas las lágrimas y la sangre que handerramado, por las crueles punzadas de las espinas, porlos insultos, befas y burlas soportados durante toda tuPasión. Te pido perdón por todos los que se sirven de lavista para ofenderte y ultrajarte, suplicándote, por losdolores sufridos en tus santísimos ojos, que nos concedasla gracia de que nadie más te ofenda con malas miradas...Y quiero ofrecerte todo lo que Tú mismo padeciste en tussantísimos ojos, para darte toda la gloria que las criaturaste habrían dado si sus miradas hubieran estado fijas sola-mente en el Cielo, en la Divinidad y en ti, Jesús mío.

Adoro tus santísimos oídos... Y te doy las gracias portodo lo que sufriste mientras aquellos malvados te aturdí-an con gritos e injurias, estando sobre el Calvario. Te pidoperdón en nombre de todos por cuantas malas conversa-ciones se escuchan, y te ruego que los oídos de todos loshombres se abran a la Verdad Eterna, a la voz de laGracia, y que ninguno más te ofenda con el sentido deloído... Y quiero ofrecerte igualmente todo lo que Túmismo sufriste en tus sacratísimos oídos, para darte toda

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la gloria que las criaturas te habrían dado si de este senti-do siempre hubieran hecho uso según tu Voluntad.

Adoro y beso tu santísimo Rostro, oh Jesús mío... Y tedoy las gracias por cuanto sufriste por los salivazos, porlas bofetadas y por las burlas recibidas y por todas lasveces que te dejaste pisotear por tus enemigos. En nom-bre de todos te pido perdón por cuantas veces se tiene laosadía de ofenderte, suplicándote, por esas bofetadas ysalivazos recibidos, que hagas que tu Divinidad sea portodos reconocida, alabada y glorificada... Es más, ohJesús mío, quiero ir yo misma por todo el mundo, deoriente a occidente y de norte a sur, para reunir a todas lasvoces de las criaturas y convertirlas en otros tantos actosde alabanza, de amor, de adoración... Y quiero, oh Jesúsmío, traer a ti todos los corazones de las criaturas paraque puedas derramar en todos luz y verdad, amor y com-pasión de tu Divina Persona; y mientras das el perdón atodos, te ruego que no permitas que ninguno más te ofen-da... y si fuera posible, aun a costa de mi sangre. Quieroofrecerte todo lo que Tú mismo sufriste en tu santísimoRostro, para darte toda la gloria que las criaturas te habrí-an dado si ninguna se hubiera atrevido a ofenderte.

Adoro tu santísima boca... Y te doy las gracias por tusprimeros llantos, por la leche que mamaste, por todas laspalabras que dijiste, por cuantos besos encendidos deamor diste a tu Santísima Madre, por el alimento quetomaste, por la amargura de la hiel y por la sed ardienteque padeciste en la Cruz y por las plegarias que elevasteal Padre. Y te pido perdón por cuantas murmuraciones y

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conversaciones pecaminosas y mundanas se hacen y porcuantas blasfemias son pronunciadas por las criaturas;quiero ofrecerte además todas tus santas palabras, enreparación por sus palabras no buenas. Quiero ofrecertela mortificación de tu gusto para reparar sus gulas y todaslas ofensas que se te hacen con el mal uso de la lengua. Yquiero ofrecerte todo lo que Tú mismo sufriste en tu san-tísima boca, para darte toda la gloria que las criaturas tehabrían dado si ninguna hubiera osado ofenderte con elsentido del gusto y abusado de la lengua.

Oh Jesús, te doy las gracias por todo y a nombre detodos. A ti elevo un himno de agradecimiento eterno einfinito... Quiero ofrecerte, oh Jesús mío, todo lo que hassufrido en tu sacratísima Persona, para darte toda la glo-ria que te habrían dado todas las criaturas si hubieran uni-formado su vida a la tuya.

Te doy las gracias, oh Jesús, por todo lo que has sufri-do en tus santísimos hombros, por cuantos golpes hasrecibido, por cuantas llagas te has dejado abrir en tusacratísimo cuerpo y por cuantas gotas de tu sangre hasderramado. Te pido perdón en nombre de todos, por todaslas veces en que, por amor a las comodidades, te hanofendido con placeres ilícitos y pecaminosos. Te ofrezcotu dolorosa flagelación para reparar por todos los pecadoscometidos con todos los sentidos, por el amor a los pro-pios gustos, a los placeres sensibles, al propio “yo” y atodas las satisfacciones naturales... Quiero también ofre-certe todo lo que has sufrido en tus hombros, para dartetoda la gloria que las criaturas te habrían dado si hubieran

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en todo tratado de agradarte sólo a ti y de refugiarse a lasombra de tu divina protección.

Jesús mío, beso tu pie izquierdo... Y te doy las graciaspor todos los pasos que diste en tu vida mortal y por cuan-tas veces cansaste tus santos miembros para ir en busca dealmas para conducirlas a tu Corazón; y te ofrezco, ohJesús mío, todas mis acciones, mis pasos y movimientos,con la intención de ofrecerte reparación por todo y portodos. Te pido perdón por todos aquellos que no obran conrecta intención. Uno mis acciones a las tuyas para que lasmías sean divinizadas por las tuyas, y te las ofrezco unidasa todas las obras que hiciste con tu santísima Humanidad,para darte toda la gloria que te habrían dado todas las cria-turas si hubieran obrado santamente y con fines rectos.

Te beso, oh Jesús mío, el pie derecho... Y te doy lasgracias por todo cuanto has sufrido y sufres por mí, espe-cialmente en esta Hora en que estás suspendido en laCruz... Te doy las gracias por el desgarrador trabajo quete hacen los clavos en tus llagas, las cuales se abren cadavez más, con el peso de tu sacratísimo cuerpo. Te pidoperdón por todas las rebeliones y desobediencias que co-meten las criaturas, ofreciéndote los dolores de tus piessantísimos en reparación por estas ofensas, para dartetoda la gloria que las criaturas te habrían dado si en todose hubieran mantenido sujetas a ti.

Oh Jesús mío, beso tu santísima mano izquierda... Y tedoy las gracias por todo lo que has sufrido por mí, y porcuantas veces has aplacado a la Divina Justicia satisfa-ciendo por todos.

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Beso tu mano derecha... Y te doy las gracias por todoel bien que has obrado y que obras para todos, especial-mente te doy las gracias por las Obras de la Creación, dela Redención y de la Santificación. En nombre de todos tepido perdón por cuantas veces hemos sido desagradeci-dos e ingratos entre tantos beneficios tuyos, y por tantasobras nuestras hechas sin la recta intención de agradarte.Y en reparación por todas estas ofensas quiero ofrecertetoda la perfección y la santidad de tus obras, para dartetoda la gloria que las criaturas te habrían dado si hubierancorrespondido a todos esos beneficios.

Oh Jesús mío, beso tu Sacratísimo Corazón... Y te doylas gracias por todo lo que has sufrido, deseado y ardien-temente anhelado por amor de todos y de cada uno enparticular... Y te pido perdón por tantos malos deseos,afectos y tendencias malas... Perdón, oh Jesús, por tantosque posponen tu amor al amor de las criaturas. Y paradarte la gloria que todos te hemos negado, te ofrezco todolo que ha hecho y lo que continúa haciendo tu adorabilí-simo Corazón.

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DE LA 1 A LAS 2 DE LA TARDE

VIGÉSIMA PRIMERA HORA

Segunda Hora de Agonía En la CruzSegunda Palabra

Crucificado Amor mío, mientras oro contigo, la fuer-za raptora de tu amor y de tus penas mantiene mi miradafija en ti, pero el corazón se me rompe viéndote tantosufrir... Tu deliras de amor y de dolor, y las llamas queabrasan tu Corazón se elevan tanto que están en acto dedevorarte, reduciéndote a cenizas. Tu amor reprimido esmás fuerte que la misma muerte, y Tú queriendo desa-hogarlo, mirando al ladrón que está a tu derecha, se lorobas al infierno, con tu gracia le tocas el corazón y eseladrón se siente todo cambiado, te reconoce y te confiesacomo Dios, y lleno de contrición te dice: “Señor, acuér-date de mí cuando estés en el reino”, y Tú no vacilas enresponderle: “HOY ESTARÁS CONMIGO EN ELPARAISO” y haces de él el primer triunfo de tu amor.

Pero veo que en tu amor no solamente al ladrón lerobas el corazón, sino también a tantos moribundos. Ah,Tú pones a su disposición tu Sangre, tu amor, tus méritos,y usas todos los artificios y estratagemas divinas para

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tocarles el corazón y robarlos todos para ti... Pero tambiénaquí tu amor se ve obstaculizado... ¡Cuántos rechazos,cuántas desconfianzas, cuántas desesperaciones! Y es tangrande tu dolor, que de nuevo te reduce al silencio...

Quiero reparar, oh Jesús mío, por aquellos que desespe-ran de la divina Misericordia en el momento de la muerte...Dulce amor mío, inspírales a todos fe y confianza ilimita-da en ti, especialmente a aquellos que se encuentran entrelas angustias de la agonía, y en virtud de esta Palabra tuyaconcédeles luz, fuerza y ayuda para poder morir santamen-te y volar de la tierra al Cielo. En tu santísimo cuerpo; entu Sangre, en tus llagas contienes a todas las almas, a todas,oh Jesús, así pues, por los méritos de tu preciosísima San-gre, no permitas que ni siquiera una sola alma se pierda.Que tu Sangre aún hoy les grite a todas, juntamente con tuPalabra: “Hoy estaréis conmigo en el Paraíso”.

Tercera Palabra

Crucificado Jesús mío, tus penas aumentan cada vezmás. Ah, sobre esta Cruz Tú eres el verdadero Rey de losDolores, y en medio de tantas penas no se te escapa ningúnalma, sino que le das tu Vida a cada una. Pero tu amor se veresistido por las criaturas, despreciado, no tomado en cuen-ta, y al no poder desahogarse, se hace cada vez más intensoy te procura indecibles torturas; y en estas torturas va idean-do qué más puede dar al hombre para vencerlo, y te hacedecir: “¡Mira, oh alma, cuánto te he amado! ¡Si no quierestener piedad de ti misma, ten piedad al menos de mi amor!”

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Entre tanto, viendo que no tienes ya nada más que darle,pues ya te has dado todo, vuelves tu mirada agonizante a tuMamá... También Ella está más que agonizante por causade tus penas, y es tan grande el amor que la tortura que latiene crucificada a la par contigo... Madre e Hijo os com-prendéis..., entonces Tú suspiras con satisfacción y te con-suelas viendo que puedes dar tu Mamá a la criatura; y con-siderando en Juan a todo el género humano, con voz tantierna que enternece a todos los corazones dices: “MUJER,HE AHÍ A TU HIJO” y a Juan: “HE AHÍ A TU MADRE”.

Tu voz desciende en su Corazón materno y juntamen-te con las voces de tu Sangre continúas diciéndole“Madre mía, te confio a todos mis hijos; todo el amor queme tienes a Mí, tenlo para cada uno de ellos; todos tuscuidados y ternuras maternas sean también para cada unode mis hijos... Tú me los salvarás a todos.”

La Mamá acepta... Pero son tan intensas tus penas,que de nuevo te reducen al silencio...

Oh Jesús mío, quiero reparar por las ofensas que se lehacen a la Santísima Virgen, por las blasfemias e ingratitu-des de tantos que no quieren reconocer los beneficios quenos has hecho a todos, dándonosla por Madre... ¿Cómopodremos agradecerte por tan gran beneficio? Recurro a timismo, oh Jesús mío, y en agradecimiento te ofrezco tumisma Sangre, tus llagas y el amor infinito de tu Corazón...

-Oh Mamá santa, ¿cuál no es tu conmoción al oír lavoz de tu Hijo, que te deja como Madre de todos nos-otros? Yo te doy las gracias, Virgen bendita, y para agra-

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decerte como mereces te ofrezco la misma gratitud de tuJesús. Oh dulce Mamá, sé Tú nuestra Madre, tómanos atu cargo y no dejes que jamás te ofendamos en lo másmínimo; manténnos siempre estrechados a Jesús y con tusmanos átanos a todos, a todos a El, de modo que nuncamás podamos huir de El. Con tus mismas intencionesquiero reparar por todas las ofensas que se hacen a tuJesús y a ti, dulce Mamá mía...

Oh Jesús mío, mientras continúas inmerso en tantaspenas, abogas aun más por la causa de la salvación de lasalmas; y yo por mi parte no me quiero quedar indiferen-te, sino que quiero recorrer tus llagas, besarlas, curarlas ysumergirme en tu Sangre, para poder decir junto contigo:“¡Almas, almas!”. Y quiero sostener tu cabeza traspasaday dolorida para repararte y pedirte misericordia, amor yperdón para todas.

Cuarta Palabra

Penante Jesús mío, mientras me estoy abandonada yestrechada a tu Corazón numerando tus penas, veo que untemblor convulsivo invade tu santísima Humanidad; tusmiembros se debaten como si quisieran separarse unos deotros, y entre contorsiones por los atroces espasmos, gri-tas fuertemente: “DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉME HAS ABANDONADO?”.

Ante este grito, todos tiemblan, las tinieblas se hacenmás densas, y la Mamá petrificada palidece y casi se des-

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maya... ¡Vida mía y Todo mío! ¡Jesús mío! ¿Qué veo? Ah,estás próximo a la muerte, y aun las mismas penas, tanfieles a ti, están por dejarte; y entre tanto, después detanto sufrir, ves con inmenso dolor que no todas las almasestán incorporadas en ti; por el contrario, ves que muchasse perderán, y sientes su dolorosa separación como si searrancaran de tus miembros... Y Tú, debiendo satisfacer ala Divina Justicia también por ellas, sientes la muerte decada una y hasta las penas mismas que sufrirán en elinfierno, y gritas con fuerza a todos los corazones:

“¡No me abandonéis! Si queréis que sufra más penasestoy dispuesto, pero no os separéis de mi Humanidad.¡Este es el dolor de los dolores, ésta es la muerte de lasmuertes! ¡Todo lo demás me sería nada si no sufrieravuestra separación de Mi! ¡Ah, piedad de mi Sangre, demis llagas, de mi muerte! ¡Este grito será continuo envuestros corazones: ¡Ah, no me abandonéis!”.

Amor mío, cuánto me duelo junto contigo... Te asfi-xias; tu santísima cabeza cae ya sobre tu pecho; la vida teabandona... Amor mío, me siento morir... Pero tambiényo quiero gritar contigo: ¡Almas, almas! No me separaréde esta Cruz y de estas llagas tuyas, para pedirte almas; ysi Tú quieres, descenderé en los corazones de las criatu-ras, los rodearé con tus penas para que no se me escapen,y si me fuese posible quisiera ponerme a la puerta del in-fierno para hacer retroceder a las almas que quieren ir ahíy conducirlas a tu Corazón.

Pero Tú agonizas y callas, y yo lloro tu cercana muer-te... Oh Jesús mío, te compadezco, estrecho tu Corazón

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fuertemente al mío, lo beso y lo miro con toda la ternurade que ahora soy capaz, y para procurarte un aliviomayor, hago mía la ternura divina y con ella quiero com-padecerte, con ella quiero convertir mi corazón en un ríode dulzura y derramarlo en el tuyo, para endulzar la amar-gura que sientes por la pérdida de las almas...

Es en verdad doloroso este grito tuyo, oh Jesús; másque el abandono del Padre, es la pérdida de las almas quese alejan de ti, lo que hace escapar de tu Corazón estedoloroso grito.

Oh Jesús mío, aumenta en todos la Gracia, para que nadiese pierda, y que mi reparación sea a favor de aquellas almasque habrían de perderse, para que no se pierdan. Te ruegoademás, oh Jesús mío, por este extremo abandono, que desayuda a tantas almas amantes, que por tenerlas de compañe-ras en tu abandono, parece que las privas de ti, dejándolas entinieblas. Que sus penas sean, oh Jesús, como voces que lla-men a todas las almas a tu lado y te alivien en tu dolor.

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DE LAS 2 A LAS 3 DE LA TARDE

VIGESIMA SEGUNDA HORA

Tercera Hora de agonía En la CruzMuerte de JesúsQuinta Palabra

Crucificado mío agonizante, abrazado a tu Cruz sien-to el fuego que devora a toda tu Divina Persona; elCorazón te palpita con tanta violencia que, hinchándote elpecho, te atormenta en un modo tan-tremendo y horribleque toda tu santísima Humanidad sufre una transforma-ción que te hace irreconocible... El amor, del que tuCorazón es hoguera, te seca y te quema todo, y Tú, no pu-diendo contenerlo, sientes la fuerza de su tormento, quemás que por la sed corporal, por haber derramado toda tuSangre, te atormenta por la sed ardiente por la salvaciónde nuestras almas. Tu sed de nosotros es tanta que quisie-ras bebernos como agua para ponernos a todos a salvodentro de ti, y por eso, reuniendo tus debilitadas fuerzas,gritas: “¡TENGO SED!”.

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Y ah, esta Palabra la repites a cada corazón diciéndo-le: “Tengo sed de tu voluntad, de tus afectos, de tusdeseos, de tu amor; agua más fresca y dulce no podríasdarme que tu alma... ¡Ah, no me dejes abrasarme! Tengosed ardiente, por la que no sólo me siento abrasar la len-gua y la garganta, tanto que no puedo ya articular ni unapalabra, sino que me siento también secar el Corazón ylas entrañas. ¡Piedad de mi sed, piedad...!.

Y como delirando por la gran sed, te abandonas a laVoluntad del Padre.

Ah, mi corazón no puede vivir más, viendo la impie-dad de tus enemigos, que en lugar de darte agua, te danhiel y vinagre, y Tú no los rechazas... Ah, lo comprendo,es la hiel de tantos pecados, es el vinagre de nuestraspasiones no dominadas lo que quieren darte, y que enlugar de confortarte te abrasan aun más... Oh Jesús mío,he aquí mi corazón, mis pensamientos, mis afectos..., heaquí todo mi ser para calmar tu sed y para dar un alivio atu boca seca y amargada. Todo lo que tengo, todo lo quesoy, todo es para ti, oh Jesús mío. Si fueran necesarias mispenas para poder salvar incluso a una sola alma, aquí metienes, estoy dispuesta a sufrirlo todo. A ti yo me ofrezcopor entero, haz de mí lo que mejor te plazca.

Quiero reparar el dolor que sufres por todas las almasque se pierden y por la pena que te dan aquellas que,cuando Tú permites que tengan tristezas o abandonos,ellas, en vez de ofrecértelos a ti para aplacar la sed devo-radora que te consume, se abandonan a sí mismas, y asíte hacen sufrir aún más.

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Sexta Palabra

Agonizante Bien mío, el mar interminable de tuspenas, el fuego que te consume, y más que nada el QuererSupremo del Padre, que quiere que Tú mueras, no nospermiten esperar ya que puedas continuar viviendo. ¿Yyo cómo voy a poder vivir sin ti?

Ya te faltan fuerzas, tus ojos se velan, tu rostro setransforma y se cubre de una palidez mortal..., la bocaestá entreabierta, la respiración fatigosa e intermitente,tanto que ya no hay más esperanzas de que te puedas rea-nimar... Al fuego que te abrasa se sustituye un frío, unsudor frío que te baña la frente; los músculos y nervioscada vez más se contraen por la crudeza de los dolores ypor las heridas que hacen los clavos. Las llagas se siguenabriendo aún..., y yo tiemblo, me siento morir... Te miro,oh Bien mío, y veo que de tus ojos brotan las últimaslágrimas, mensajeras de tu cercana muerte, mientras quefatigosamente haces oír aún otra Palabra:”¡TODO ESTACONSUMADO!”.

Oh Jesús mío, ya lo has agotado todo, ya no te quedanada más. El amor ha llegado a su término... Y yo, ¿me heconsumido toda por tu amor? ¿Qué agradecimiento nodeberé yo darte, cuál no tendrá que ser mi gratitud hacia ti?

Oh Jesús mío, quiero reparar por todos, reparar por lasfaltas de correspondencia a tu amor, y consolarte por lasafrentas que recibes de las criaturas mientras que Tú teestás consumiendo de amor en la Cruz.

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Séptima Palabra

Jesús mío, Crucificado agonizante, ya estás a punto dedar el último respiro de tu vida mortal. Tu santísimaHumanidad está ya rígida; el Corazón parece que no telate más... Con la Magdalena me abrazo a tus pies y qui-siera, si fuera posible, dar mi vida para reanimar la tuya.

Entre tanto, oh Jesús, veo que de nuevo abres tus ojosmoribundos y miras en torno a la Cruz, como si quisierasdecir tu último Adiós a todos; miras a tu agonizanteMamá, que ya no tiene más movimiento ni voz por lastremendas penas que sufre, y con tu mirada le dices:“Adiós Mamá, Yo me voy, pero te tendré en mi Corazón.Tú cuida de los míos y tuyos.”

Miras a Magdalena, anegada en lágrimas, a tu fiel Juan,y con tu mirada les dices: “Adiós...”. Miras con amor a tusmismos enemigos y con tu dulce y agonizante mirada lesdices: “Os perdono y os doy el beso de paz”. Nada escapaa tu mirada; de todos te despides y a todos perdonas...

Después, reuniendo todas tus fuerzas y con voz poten-te y sonora gritas: “¡PADRE, EN TUS MANOS ENTRE-GO MI ESPIRITU! “.

E inclinando la cabeza, expiras...

Jesús mío, a este grito se trastorna toda la naturaleza yllora tu muerte..., la muerte de su Creador. La tierra seestremece fuertemente y con su temblor parece que llorey quiera sacudir el espíritu de todos para que te reconoz-can como el verdadero Dios... El velo del Templo se

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rasga; los muertos resucitan; el sol, que ha llorado hastaahora por tus penas, retira su luz horrorizado... Tus e-nemigos, a este grito, caen de rodillas y golpeándose elpecho, algunos dicen: “Verdaderamente Este es el Hijo deDios”. Y tu Madre, petrificada y moribunda, sufre penasmás amargas que la muerte...

Muerto Jesús mío, con este grito nos has puesto tam-bién a nosotros todos en las manos del Padre, para que nonos rechace. Es por esto por lo que has gritado fuerte, yno sólo con la voz sino con todas tus penas y con la vozde tu Sangre: “¡Padre, en tus manos pongo mi espíritu ya todas las almas!”.

Jesús mío, también yo me abandono en ti. Dame lagracia de morir por entero en tu amor, en tu Querer, y tesuplico que no permitas jamás que ni en la vida ni en lamuerte salga yo de tu Santísima Voluntad.

Quiero reparar por todos aquellos que no se abando-nan perfectamente a tu Santísima Voluntad, perdiendo oreduciendo así el precioso fruto de tu Redención... ¿Cuálno será el dolor de tu Corazón, oh Jesús mío, al ver tan-tas criaturas que huyen de tus brazos y se abandonan a símismas? Oh Jesús mío, piedad para todos...

Beso tu cabeza coronada de espinas... Y te pido perdónpor tantos pensamientos de soberbia, de ambición y depropia estima. Te prometo que cada vez que me venga unpensamiento que no sea totalmente para ti, oh Jesús, y meencuentre en ocasión de ofenderte, gritaré inmediatamen-te: “¡Jesús, María, os entrego el alma mía!”

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Oh Jesús, beso tus hermosos ojos, húmedos aún porlas lágrimas y cubiertos por la sangre... Y te pido perdónpor cuantas veces te ofendí con miradas inmodestas ypecaminosas. Te prometo que cada vez que mis ojos sesientan impulsados a mirar cosas de tierra, gritaré inme-diatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

Oh Jesús, beso tus sacratísimos oídos, aturdidos hastalos últimos instantes por insultos y horribles blasfemias...Y te pido perdón por cuantas veces he escuchado o hehecho escuchar conversaciones que nos alejan de ti, y porcuantas conversaciones malas tienen las criaturas. Te pro-meto que cada vez que me encuentre en la ocasión de oíraquello que no conviene, gritaré inmediatamente: “Jesús,María, os entrego el alma mía”.

Oh Jesús mío, beso tu santísimo Rostro, pálido, lívido,ensangrentado... Y te pido perdón por tantos desprecios,insultos y afrentas como recibes de nosotros, vilísimascriaturas, con nuestros pecados. Te prometo que cada vezque me venga la tentación de no darte toda la gloria, elamor y la adoración que se te deben, gritaré inmediata-mente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

Oh Jesús mío, beso tu santísima boca, abrasada, secay amargada... Y te pido perdón por todas las veces que tehe ofendido con malas conversaciones y por cuantasveces he cooperado en amargarte y en acrecentar tu sed.Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento dedecir cosas que podrían ofenderte, gritaré inmediatamen-te: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

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Oh Jesús, mío, beso tu cuello santísimo, en el que veoaún las marcas de las cadenas que te han oprimido... Y tepido perdón por tantas cadenas, vínculos y apegos de lascriaturas, que han añadido nuevas sogas y cadenas a tu san-tísimo cuello. Te prometo que cada vez que me sienta turba-da por apegos, deseos y afectos que no sean sólo para ti, gri-taré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

Jesús mío, beso tus hombros santísimos... Y te suplico per-dón por tantas ilícitas satisfacciones, perdón por tantos pecadoscometidos con los cinco sentidos de nuestro cuerpo. Te prome-to que cada vez que me venga el pensamiento de tomarmealgún placer o alguna satisfacción que no sea para tu gloria, gri-taré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

Jesús mío, beso tu pecho santísimo... Y te pido perdónpor tantas frialdades, indiferencias, tibiezas e ingratitudestan horribles que recibes de las criaturas. Te prometo quecada vez que me sienta enfriar en tu amor, gritaré inme-diatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

Jesús mío, beso tus sacratísimas manos... Y te pidoperdón por todas las obras malas o indiferentes, por tan-tísimos actos envenenados por el amor propio y por lapropia estima. Te prometo que cada vez que me venga elpensamiento de no obrar por solamente tu amor, gritaréinmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”

Jesús mío, beso tus santísimos pies... Y te suplico per-dón por tantos pasos y por tantos caminos recorridos sintener la recta intención de agradarte, por tantos que de ti sealejan para ir en busca de placeres de la tierra. Te prometo

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que cada vez que me de placeres de la tierra, cada vez queme venga el pensamiento de separarme de ti, gritaré inme-diatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía.

Oh Jesús, beso tu Sacratísimo Corazón... Y quieroencerrar en El, junto con mi alma, a todas las almas redi-midas por ti, para que todas se salven, sin excluir alguna...Oh Jesús, enciérrame en tu Corazón, y cierra sus puertas,de modo que yo no pueda ver, desear o conocer nadafuera de ti. Te prometo que cada vez que me venga el pen-samiento de querer salir de éste tu Corazón, gritaré inme-diatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

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DE LAS 3 A LAS 4 DE LA TARDE

VIGESIMA TERCERA HORA

Jesús muerto, traspasado por la lanza.El Descendimiento de la Cruz

¡Oh Jesús mío, ya estás muerto! Y yo, estando en tuCorazón, empiezo a gozar ya de los copiosos frutos dela Redención.

Aún los más incrédulos se doblegan reverentes ante ti,golpeándose el pecho; lo que no hicieron ante tu cuerpoviviente, lo hacen ahora ante tu cuerpo ya muerto... Lanaturaleza se estremece, el sol se eclipsa, la tierra tiembla,los elementos se conmueven y parecen tomar parte en tudolorosísima muerte. Los ángeles, sobrecogidos de admi-ración y de amor, descienden del Cielo a millares, te ado-ran y te rinden homenajes de reconocimiento, confe-sándote como nuestro verdadero Dios. Oh Jesús mío, yotambién uno mis adoraciones a las suyas y te ofrezco migratitud y todo el amor de mi pobre corazón.

Pero veo que tu amor no está aún satisfecho, y paradarnos una última muestra, permites que un soldado se

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acerque a ti y con una lanzada te abra el Corazón, hacién-dote derramar las últimas gotas de Sangre y agua, conte-nidas aún en él.

Oh, ¿No quisieras Tú permitir, Jesús mío, que estalanza hiera también mi corazón? ¡Ah sí, que esta lanzasea la que hiera mis deseos, mis pensamientos, mis lati-dos y mi voluntad, y que me de tu Querer, tus pensamien-tos y toda tu vida de amor y de inmolación!

Corazón de mi Jesús herido por esta lanza, ah, prepa-ra a todas las almas a un baño, un refugio a todos los cora-zones, un descanso a todos los atribulados.

De esta herida es de donde haces brotar a tu amadaEsposa, la Iglesia; de ahí haces salir los Sacramentos y laVida de las almas; y yo, junto con tu Madre Santísima,cruelmente herida en su Corazón, quiero reparar por lasofensas, abusos y profanaciones que se le hacen a laIglesia, y por los méritos de esta herida y de MaríaSantísima, nuestra dulcísima Madre, te suplico que encie-rres a todos en tu amantísimo Corazón, y que protejas,defiendas e ilumines a quienes rigen la Iglesia.

Oh Jesús mío, después de tu dolorosísima muerte,parece que yo no debería tener más vida propia, pero eneste tu Corazón herido encontraré mi vida, de modo quecualquier cosa que esté por hacer, la tomaré siempre deeste Corazón Divino. No volveré a dar vida a mis pensa-mientos, pero si quisieran vida, la tomaré de tus pensa-mientos. Mi querer no volverá a tener vida, pero si vidaquisiera, la tomaré de tu Santísima Voluntad. No volverá

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a tener vida mi amor, pero si quisiera amor, tomaré la vidade tu amor. Oh Jesús mío, toda tu Voluntad sea mía, puesésta es tu Voluntad, y ésta es también la mía.

Jesús mío, nos has dado la última prueba de tu Amor:tu Corazón traspasado. Ya no te queda más qué hacer pornosotros; pero he aquí que ya se preparan a descendertede la Cruz; y yo, después de haber puesto todo en ti, contus amados discípulos quiero quitar los clavos de tussacratísimos pies y de tus sagradas manos, y mientras tedesclavo, Tú clávame toda en ti.

Jesús mío, la primera en recibirte en su regazo, bajadode la Cruz, es tu Madre Dolorosa; y entre sus brazos, tucabeza traspasada, dulcemente reposa...

Oh dulce Mamá, no desdeñes tenerme en tu compañía,y haz que también yo, junto contigo, pueda prestar los últi-mos servicios a mi amado Jesús... Madre mía dulcísima, esverdad que Tú me superas en el amor y en la delicadeza altocar a mi Jesús, pero yo trataré de imitarte en el mejormodo posible para complacer en todo al adorado Jesús. Poreso juntamente con tus manos pongo las mías y quito todaslas espinas que rodean su adorable cabeza, con la intenciónde unir a tus profundas adoraciones las mías.

Celestial Mamá, ya llegan tus manos a los ojos de miJesús y se disponen a remover la sangre coagulada deesos ojos que un día daban luz a todo el mundo y queahora están oscurecidos y apagados... Oh Mamá, me unoa ti, besémoslos juntas y adorémoslos profundamente...Veo los oídos de mi Jesús llenos de sangre, macerados por

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los golpes, heridos por las espinas... Hagamos penetrar,oh Madre, nuestras adoraciones en esos oídos que ya nooyen y que también han sufrido tanto por llamar a tantasalmas obstinadas y sordas a las voces de la Gracia... Ohdulce Mamá, veo tu rostro bañado en lágrimas, y a ti todallena de dolor al ver el rostro adorable de Jesús. Uno midolor al tuyo, y juntas limpiemos el fango y los salivazosque tanto lo han ensuciado; adoremos ese rostro demajestad divina que enamoraba al Cielo y a la tierra y queahora ya no da señal alguna de vida...

Besemos juntas su boca, dulce Mamá, esa boca divinaque con la suavidad de su palabra ha atraído a tantasalmas a su Corazón... Oh Madre, quiero con tu mismaboca besar esos labios lívidos y ensangrentados... y pro-fundamente los adoro.

Oh dulce Mamá, junto contigo quiero besar y volver abesar el cuerpo adorable de Jesús, hecho toda una llaga;juntamente contigo pongo mis manos para unir esos jiro-nes de carne que en él aún quedan, y adorémoslo profun-damente...

Besemos, oh Madre, esas manos creadoras, que hanobrado por nosotros tantos prodigios... Esas manos tala-dradas, que ya están frías y con la rigidez de la muerte.

Oh dulce mamá, encerremos en esas sacrosantas heri-das a todas las almas, para que Jesús, al resucitar, lasencuentre a todas en El, depositadas por ti, y así no sepierda ninguna. Oh Mamá, adoremos juntas estas profun-das heridas en nombre de todos y con todos...

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Oh Celestial Mamá, veo que te acercas a besar lospies de Jesús... ¡Cuán desgarradoras son estas heridas!Los clavos se han llevado gran parte de la carne y de lapiel, y el peso de su santísimo cuerpo los ha herido horri-blemente... Besémoslos juntas, adorémoslos profunda-mente y encerremos en estas heridas todos los pasos delos pecadores, para que cuando caminen sientan los pa-sos de Jesús, que de cerca los sigue, y no se atrevan aofenderlo...

Veo, oh dulce Mamá, que tu mirada se detiene en elCorazón del adorado Jesús... ¿Qué haremos en esteCorazón? Tú me lo mostrarás, Mamá y en él me sepulta-rás, lo cerrarás con la piedra y lo sellarás; y aquí adentro,depositando en él mi corazón y mi vida, me quedaré ence-rrada hasta la eternidad... ¡Dame tu amor, oh Mamá, paraque con él ame a Jesús, y dame tu dolor para intercedercon él por todos y para reparar toda ofensa que se le hagaa este Corazón!

Acuérdate, oh Mamá, que al sepultar a Jesús, quierocon tus mismas manos ser también yo sepultada, para quedespués de haber sido sepultada con El, pueda resucitarcon El y con todo lo que es suyo.

Y ahora unas palabras a ti, oh dulce Mamá: ¡Cuánto tecompadezco! Con toda la efusión de mi pobre corazónquiero reunir todos los latidos, todos los deseos y todaslas vidas de las criaturas y postrarlos ante ti en un acto delmás ferviente amor y compasión. Te compadezco en elextremo dolor que has sufrido al ver a Jesús muerto, coro-nado de espinas, destrozado por los azotes y por los cla-

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vos..., al ver esos ojos que ya no te miran, esos oídos queno escuchan más tu voz, esa boca que ya no te habla, esasmanos que ya no te abrazan, esos pies que nunca te deja-ban y que aun desde lejos seguían tus pasos... Quieroofrecerte el Corazón mismo de Jesús, rebosante de amor,para compadecerte como mereces y para dar un consueloa tus amarguísimos dolores.

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DE LAS 4 A LAS 5 DE LA TARDE

VIGÉSIMA CUARTA HORA

La sepultura de Jesús

Dolorosa Mamá mía, ya veo que te dispones al últimosacrificio: tener que dar sepultura a tu Hijo Jesús muerto.Y resignadísima a los Quereres del Cielo, lo acompañas ycon tus mismas manos lo depones en el sepulcro... Ymientras recompones esos miembros, tratas de decirle unúltimo adiós, de darle el último beso, y por el dolor tesientes arrancar el corazón del pecho. El amor te deja cla-vada sobre esos miembros, y por la fuerza del dolor y delamor tu vida está a punto de quedar apagada junto con tumuerto Hijo...

Pobre Mamá, ¿cómo harás ya sin Jesús? El es tu vida,tu todo... y sin embargo, es el Querer del Eterno el que asílo quiere. Ahora tendrás que combatir con dos potenciasinsuperables: El Amor y el Querer Divino... El amor tetiene clavada, de modo que no puedes separarte, pero elQuerer Divino se impone y quiere este sacrificio... PobreMamá, ¿cómo harás? ¡Cuánto te compadezco! ¡Ah, ánge-

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les del Cielo, venid a ayudarla a separarse del cuerpomuerto de Jesús... pues si no, Ella morirá!

Mas, oh prodigio, mientras parecía extinguida junta-mente con Jesús, oigo su voz temblorosa e interrumpidapor sollozos, que dice:

“Hijo, Hijo amado, éste era el único consuelo que mequedaba y que mitiga mis penas: tu Santísima Humanidad,desahogarme sobre estas llagas y adorarlas y besarlas...Pero ahora también se me quita esto, porque el QuererDivino así lo quiere. Y Yo me resigno. Pero sabe, oh Hijo,que lo quiero... y no puedo. Al solo pensamiento de hacer-lo, las fuerzas se me desvanecen y la vida me abandona...Ah permíteme, oh Hijo, que para poder recibir fuerza yvida para esta amarga separación, me deje sepultada ente-ramente en ti, y que para mi vida tome tu vida, tus penas,tus reparaciones y todo lo que Tú eres... Ah, sólo un inter-cambio de vida entre Tú y Yo puede darme la fuerza decumplir el sacrificio de separarme de ti.”

Afligida Mamá mía, así decidida, veo que de nuevorecorres esos miembros, y poniendo tu cabeza sobre la deJesús, la besas y en ella encierras tus pensamientos,tomando para ti sus espinas, sus afligidos y ofendidospensamientos y todo lo que ha sufrido en su sacratísimacabeza... ¡Oh, cómo quisieras animar la inteligencia deJesús con la tuya para poder darle vida por vida!... Y yasientes que empiezas a revivir, con haber tomado en tumente los pensamientos y las espinas de Jesús...

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Dolorosa Mamá, te veo que besas los ojos apagadosde Jesús. Y se me parte el corazón al ver que Jesús ya note mira más... ¡Cuántas veces esos ojos divinos, mirándo-te, te extasiaban en el Paraíso y te hacían resucitar de lamuerte a la vida! Pero ahora, al ver que ya no te miran, tesientes morir ... Por eso veo que dejas tus ojos en los deJesús y que tomas para ti los suyos, sus lágrimas y laamargura de esa mirada que ha sufrido tanto al ver lasofensas de las criaturas y tantos insultos y desprecios.

Veo que besas también, oh traspasada Mamá, sus santí-simos oídos, y lo llamas y le dices: “Hijo mío, ¿pero esposible que ya no me escuches más? Tú, que me escucha-bas y que atendías hasta el más pequeño gesto mío... Yahora que lloro y que te llamo ¿no me escuchas? ¡Ah, elamor verdadero es el más cruel tirano! Tú eras para Mí másque mi propia vida, ¿y ahora tendré que sobrevivir a tangran dolor? Por eso, oh Hijo, dejo mis oídos en los tuyos ytomo para Mí todo lo que han sufrido tus santísimos oídos,el eco de todas las ofensas que en ellos resonaban... Sóloesto me puede dar la Vida: tus penas y tus dolores...”.

Y mientras ésto dices, es tan intenso el dolor y lasangustias en tu Corazón, que pierdes la voz y te quedassin movimiento... ¡Pobre Mamá mía, pobre Mamá mía,cuánto te compadezco! ¡Cuántas muertes crueles estássufriendo!

Pero, Mamá dolorosa, el Querer divino se impone y teda el movimiento, y Tú miras el rostro santísimo de Jesús,lo besas y exclamas: “¡Hijo adorado, cómo estás desfigu-rado; si el amor no me dijera que eres mi Hijo, mi Vida,

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mi todo, no sabría reconocerte... tanto has quedado irreco-nocible! Tu natural belleza se ha convertido en deformi-dad, tus rosadas mejillas se han hecho violáceas; la luz, lagracia que irradiaba tu hermoso rostro -que mirarte y que-dar arrobado era una misma cosa- se ha transformado enla palidez de la muerte, oh Hijo amado... ¡Hijo, a qué hasquedado reducido! ¡Qué horrible trabajo ha realizado elpecado en tus santísimos miembros! ¡Oh, cómo quisiera tuinseparable Mamá devolverte tu primitiva belleza! Quierofundir mi cara en la tuya y tomar para Mí tu rostro, lasbofetadas, los salivazos, los desprecios y todo lo que hassufrido en tu rostro adorable... ¡Ah Hijo, si me quieres aúnviva, dame tus penas, de lo contrario me muero!”.

Y tan grande es el dolor que te sofoca, que te corta laspalabras y quedas como extinguida sobre el rostro deJesús... ¡Pobre Mamá, cuánto te compadezco! Angelesmíos, venid a sostener a mi Mamá, su dolor es inmenso,la inunda, la ahoga, y ya no le quedan más vida ni fuer-zas... Pero el Querer Divino, rompiendo estas olas dedolor que la ahogan, le restituye la vida.

Y llegas ya a su boca, y al besarla te sientes amargartus labios por la amargura de la hiel que ha amargadotanto la boca de Jesús, y sollozando continúas:

“Hijo mío, dile una última palabra a tu Mamá... ¿Peroes posible que no haya de volver a escuchar nunca más tuvoz? Todas las palabras que en vida me dijiste, comootras tantas flechas me hieren el Corazón de dolor y deamor; y ahora, al verte mudo, estas flechas se remuevenen mi lacerado Corazón y me dan innumerables muertes,

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y a viva fuerza parece que quieran arrancarte una últimapalabra... y no obteniéndola, me desgarran y me dicen:“Así es, ya no más lo escucharás; no volverás a oír mássus dulces acentos, la armonía de su palabra creadora, queen ti creaba tantos paraísos por cuantas palabras decía”...¡Ah, mi paraíso se terminó y no tendré sino amarguras!¡Ah Hijo, quiero darte mi lengua para reanimar la tuya!Ah, dame lo que has sufrido en tu santísima boca, laamargura de la hiel, tu sed ardiente, tus reparaciones y tusplegarias; y así, oyendo por medio de éstas tu voz, midolor podrá ser más soportable... y tu Mamá podrá seguirviviendo en medio de tus penas...”.

Mamá destrozada, veo que te apresuras porque los queestán contigo quieren ya cerrar el sepulcro, y casi comovolando pasas sobre las manos de Jesús... las tomas entrelas tuyas, las besas, te las estrechas al Corazón y dejandotus manos en las suyas, tomas para ti los dolores y lasheridas que han deshecho esas manos santísimas... Y lle-gando a los pies de Jesús y mirando la cruel destrucciónque los clavos han hecho en sus pies, pones en ellos lostuyos y tomas para ti esas llagas, entregándote en lugar deJesús a correr en busca de todos los pecadores para arran-carlos al infierno...

Angustiada Mamá, ya veo que le dices el último Adiósal Corazón traspasado de Jesús... Aquí te detienes; es elúltimo asalto que recibe tu Corazón materno, y te lo sien-tes arrancar del pecho por la vehemencia del amor y deldolor, y por sí mismo se te escapa para ir a encerrarse enel Corazón Santísimo de Jesús; y Tú, viéndote sin

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Corazón, te apresuras a tomar para ti el Corazón Sa-cratísimo de Jesús, su amor rechazado por tantas criatu-ras, tantos deseos suyos ardentísimos, no realizados por laingratitud de ellas, y los dolores, las heridas que traspasanese Corazón sagrado y que te tendrán crucificada durantetoda tu vida... Y mirando esa ancha herida, la besas ytomas en tus labios su sangre, y sintiéndote la vida deJesús, sientes las fuerzas para soportar la amarga separa-ción... Y así, lo abrazas y te retiras... y estás a punto depermitir que sea cerrado el sepulcro con la piedra...

Pero yo, dolorosa Mamá mía, llorando te suplico queno permitas aún que Jesús nos sea quitado de nuestramirada; espera que primero me encierre en Jesús paratomar su Vida en mí... Si no puedes vivir sin Jesús Tú,que eres la Sin Mancha, la Santa, la Llena de Gracia,mucho menos podré yo, que soy la debilidad, la miseria,la llena de pecados... ¿Cómo voy a poder vivir sin Jesús?Ah Mamá dolorosa, no me dejes sola, llévame contigo;pero antes deposítame toda en Jesús, vacíame de todopara poner a Jesús por entero en mí, así como lo has pues-to en ti... Comienza a cumplir conmigo el oficio de Madreque te dio Jesús estando en la Cruz, y abriendo mi pobre-za extrema una brecha en tu Corazón materno, enciérra-me toda por completo en Jesús con tus mismas manosmaternas. Encierra los pensamientos de Jesús en mimente, a fin de que no entre en mí ningún otro pensa-miento. Encierra los ojos de Jesús en los míos para quenunca pueda escapar yo a su mirada. Pon sus oídos en losmíos para que siempre lo escuche y cumpla en todo suSantísimo Querer... Su rostro ponlo en el mío a fin de que

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contemplando ese Rostro tan desfigurado por amor a mí,lo ame, lo compadezca y repare. Pon su lengua en la mía,para que hable, rece y enseñe con la lengua de Jesús. Ponsus manos en las mías para que cada movimiento que yohaga y cada obra que realice, tomen vida en las obras ymovimientos de Jesús. Sus pies ponlos en los míos, a finde que cada paso que yo dé sea vida, salvación, fuerza ycelo para todas las criaturas...

Y ahora, afligida Mamá mía, permíteme que bese suCorazón y que beba su Preciosísima Sangre, y encerran-do Tú su Corazón en el mío, haz que pueda vivir yo de suamor, de sus deseos y de sus penas... Y ahora toma lamano derecha de Jesús, rígida ya, para que me des conella su última bendición...

Veo que ahora ya permites que la piedra cierre el sepul-cro, y Tú, destrozada, la besas y llorando dices tu últimoAdiós a Jesús... y después te alejas del sepulcro. Pero tudolor es tanto que quedas petrificada y helada...Traspasada Mamá, contigo le digo Adiós a Jesús y, lloran-do, quiero compadecerte y hacerte compañía en tu amar-ga desolación. Quiero ponerme a tu lado para decirte encada suspiro tuyo, en cada dolor, una palabra de consuelo,para darte una mirada de compasión... Recogeré tus lágri-mas, y si te veo desvanecerte, te sostendré en mis brazos.

Ahora veo que te ves obligada a volver a Jerusalén porese mismo camino, por donde viniste... Unos cuantos pasosy te encuentras de nuevo ante la Cruz, sobre la que Jesúsha sufrido tanto y ha muerto, y corres a ella, la abrazas, yviéndola tintada en sangre, en tu Corazón se renuevan uno

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por uno todos los dolores que Jesús ha sufrido sobre ella...Y no pudiendo contener tu dolor, entre sollozos exclamas:

“¡Oh Cruz! ¿Tan cruel habías de ser con mi Hijo? ¡Ah,en nada lo has perdonado! ¿Qué mal te había hecho? Nohas permitido siquiera a Mí, su dolorosa Mamá, que lediera un sorbo de agua al menos, cuando la pedía, y a suboca abrasada le has dado hiel y vinagre; sentía Yo licuár-seme el Corazón traspasado y hubiera querido dar a aque-llos labios mi Corazón licuefacto para calmar su sed, perotuve el dolor de verme rechazada... Oh Cruz, cruel, sí,pero santa, porque has sido divinizada y santificada alcontacto de mi Hijo. Esa crueldad que usaste con El, cám-biala en compasión hacia los miserables mortales, y porlas penas que El ha sufrido sobre ti, obtén gracia y forta-leza para las almas que sufren, para que ninguna se pier-da por causa de cruces y tribulaciones. Mucho me cuestanlas almas; me cuestan la vida de un Hijo Dios; y Yo, comoMadre y Corredentora, las confio todas a ti, oh Cruz.”

Y besándola y volviéndola a besar te alejas... ¡PobreMamá, cuánto te compadezco! A cada paso y encuentrosurgen nuevos dolores, que haciendo más grande suinmensidad y su amargura, te inundan como oleadas, teahogan, y a cada momento te sientes morir.

Pocos pasos más... y llegas al sitio donde esta mañanalo encontraste bajo el enorme peso de la Cruz, agotado,chorreando sangre, con un manojo de espinas en la cabe-za, las cuales, a los golpes de la Cruz penetraban más ymás y en cada golpe le procuraban dolores de muerte... Lamirada de Jesús, cruzándose con la tuya, buscaba piedad,

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pero los soldados, para privar de ese consuelo a Jesús y ati, lo empujaron y lo hicieron caer, haciéndole derramarnueva sangre; y ahora, viendo la tierra empapada, te po-stras por tierra, y mientras besas esa Sangre te oigo decir:

“Angeles míos, venid a hacer guardia a esta Sangre,para que ninguna gota sea pisoteada y profanada.”

Mamá dolorosa, déjame qué te dé la mano para levan-tarte y sostenerte, porque te veo que agonizas en laSangre de Jesús...

Pero al proseguir tu camino, nuevos dolores encuen-tras. Por doquier ves huellas de su Sangre y recuerdas eldolor de Jesús... Por eso apresuras tus pasos y te encierrasen el Cenáculo. Yo también me encierro en el Cenáculo,pero mi Cenáculo sea el Corazón Santísimo de Jesús; ydesde su Corazón quiero venir a tus rodillas maternaspara hacerte compañía en esta Hora de amarga desola-ción... No resiste mi corazón dejarte sola en tanto dolor.

Desolada Mamá, mira a esta pequeña hija tuya; soydemasiado pequeña, y sola no puedo ni quiero vivir.Tómame sobre tus rodillas y estréchame entre tus brazosmaternos, haz conmigo de Mamá. Tengo necesidad deguía, de ayuda, de sostén... Mira mi miseria y derramasobre mis llagas una lágrima tuya, y cuando me veas dis-traída, estréchame a tu Corazón materno, y en mí vuelvea llamar la Vida de Jesús...

Pero mientras esto te suplico, me veo obligada a dete-nerme para poner atención a tus acerbos dolores, y sientoque el corazón se me rompe al ver que al mover tu cabe-

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za sientes que te penetran más las espinas que has toma-do de Jesús, con las punzadas de todos nuestros pecadosde pensamiento, que penetrándote hasta en los ojos, tehacen derramar lágrimas de sangre... Y mientras lloras,teniendo en los ojos la vista de Jesús, desfilan ante tuvista todas las ofensas de las criaturas... ¡Cómo sientes suamargura! ¡Cómo comprendes lo que Jesús ha sufrido,teniendo en ti sus mismas penas! Pero un dolor no esperaal otro, y poniendo atención en tus oídos te sientes atur-dir por el eco de las voces de las criaturas, y según cadaespecie de voces ofensivas de las criaturas te los hieren, yTú repites una vez más: “¡Hijo, cuánto has sufrido!”.

Desolada Mamá, ¡cuánto te compadezco! Permítemeque te limpie tu rostro todo bañado en lágrimas y en san-gre..., pero me siento retroceder al verlo ahora violáceo,irreconocible y pálido, con una palidez mortal... ¡Ah,comprendo, son los malos tratos que le han dado a Jesús,que has tomado sobre ti y que te hacen tanto sufrir, tanto,que al mover tus labios en tu oración o para dejar escaparsuspiros de fuego de tu pecho, siento tu aliento amar-guísimo y tus labios abrasados por la sed de Jesús...

¡Pobre Mamá mía, cuánto te compadezco! Tus doloresparece que van creciendo cada vez más, y parecen darsela mano entre ellos... Y tomando tus manos en las mías,las veo traspasadas por clavos... En ellas precisamentesientes el dolor al ver los homicidios, las traiciones, lossacrilegios y todas las obras malas, que repiten los golpes,agrandando las llagas y exacerbándolas cada vez más.

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¡Cuánto te compadezco! Tú eres la verdadera MadreCrucificada, hasta el punto que ni siquiera tus pies que-dan sin clavos; más aún, no sólo te los sientes clavar, sinotambién como arrancar por tantos pasos inicuos y por lasalmas que se van al infierno, y Tú corres tras ellas paraque no se precipiten en las eternas llamas infernales...

Pero no es todavía todo, Crucificada Mamá. Todas tuspenas, reuniéndose juntas, resuenan haciendo eco en tuCorazón, y te lo traspasan, no con siete espadas, sino conmiles de espadas; y mucho más porque teniendo en ti elCorazón Divino de Jesús, que contiene a todos los cora-zones y envuelve en su latido los latidos de todos, ese lati-do divino va diciendo en sus latidos: “Almas, Amor”, yTú, en ese latido que dice “Almas” te sientes correr en tuslatidos todos los pecados, y te sientes dar la muerte porcada uno de ellos; y en ese otro latido que dice “Amor”,te sientes dar la vida; de manera que estás en un acto con-tinuo de muerte y vida.

Crucificada Mamá, mirándote, compadezco tus dolo-res... éstos son inenarrables. Quisiera transformar mi seren lengua, en voz, para compadecerte, pero ante tantosdolores mis compadecimientos son nada. Por eso llamo alos ángeles, a la Trinidad Sacrosanta, y les ruego que pon-gan en torno a ti sus armonías, sus contentos, sus belle-zas, para que endulcen y compadezcan tus intensos dolo-res; que te sostengan entre tus brazos y que te devuelvantodas tus penas convertidas en amor.

Y ahora, desolada Mamá, gracias en nombre de todospor todo lo que has sufrido, y te ruego, por ésta tan amar-

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ga desolación tuya, que me vengas a asistir en la hora demi muerte, cuando mi pobre alma se encontrará sola,abandonada de todos, en medio de mil angustias y temo-res; ven Tú entonces a devolverme la compañía que tan-tas veces te he hecho en mi vida; ven a asistirme, ponte ami lado y ahuyenta al enemigo; lava mi alma con tuslágrimas, cúbreme con la Sangre de Jesús, revísteme consus méritos, embelléceme con tus dolores y con todas laspenas y las obras de Jesús; y en virtud de sus penas y desus dolores, haz desaparecer de mí todos mis pecados,dándome el total perdón. Y al expirar mi alma, recíbemeentre tus brazos y ponme bajo tu manto, ocúltame a lamirada del enemigo, llévame en un vuelo al Cielo yponme en los brazos de Jesús... ¡Quedemos en este acuer-do, querida Mamá mía!

Y ahora te ruego que les hagas la compañía que te hehecho hoy a todos los moribundos presentes y futuros, atodos hazles de Madre; son los momentos extremos y senecesitan grandes auxilios, por eso, a ninguno niegues tuoficio materno...

Y por último unas palabras: Mientras te dejo, te ruegoque me encierres en el Corazón Sacratísimo de Jesús, yTú, doliente Mamá mía, hazme de centinela para queJesús no me tenga que echar fuera de su Corazón, y paraque yo, ni aun queriendo, pueda salir jamás...

Y ahora, te beso tu mano materna y Tú dame tu ben-dición...

AMEN

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EPÍLOGO

Unas palabras acerca de la autora de estas Horas de laPasión:

LUISA PICCARRETTA. Nació el 23 de abril de 1865en la pequeña ciudad de Corato, en la provincia de Bari,al sur de Italia, ahí vivió siempre, y ahí murió en olor desantidad el 4 de marzo de 1947.

Ochenta y dos años de vida, sesenta y cuatro de los cua-les, sí, sesenta y cuatro, los pasó en la “celda más pequeñaque haya habido en el mundo”: su cama. Encima y alrede-dor de su cama una ligera estructura metálica de la cual porlos cuatro costados pendían sendas cortinas, que hacían desu cama un claustro de escasos dos metros cuadrados;espacio suficiente para ella y su Amado: Jesús, que casi adiario la visitaba y la amaestraba para que ella modelaratodo su interior a semejanza de Él. Y no sólo para Él, sinotambién había espacio para la Mamá- la Santísima Virgen,a quien Luisa llamaba-, la que con la misma finalidad dehacer de Luisa una copia perfecta del interior de Jesús y delde Ella, la visitaba también con frecuencia.

Luisa estuvo siempre bajo la potestad de la “SeñoraObediencia”, ante la que siempre se doblegó y sometió,

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y que desde el Obispo le venía por medio del Confesoren turno.

Nuestro Señor intervino para poner a Luisa definitiva-mente y sin dudas en su estado de víctima de reparación,para lo cual se sirvió de una epidemia de cólera que en1886 cosechaba muchas víctimas en la región de Corato.Jesús le pidió que aceptara un estado de sufrimientos paraponer fin a aquel flagelo, y habiendo aceptado Luisa, des-pués de tres días de sufrimientos desapareció el cólera,que desde meses antes cundía.

Cuando ella tenía 21 años, su nuevo confesor, DonMichele de Benedictis, para conocer, probar y discernirsu espíritu, le impuso por primera cosa que, si debíasufrir, debía primero pedirlo a la obediencia.

Un año después, Jesús le pidió ofrecerse a sufrir, perono ya a intervalos, como en el pasado, sino de modo con-tinuo, y todo para reparar a la Divina Justicia, demasiadoairada, y evitar a los hombres tantos castigos que cada vezmás merecían y que estaban a punto de llover. Luisa hizosaber estos deseos de Jesús al Confesor y le pidió que lediera la obediencia, pues debía sufrir “por un cierto tiem-po”-que ella pensaba fueran cuarenta días-; el Confesorconsintió y Luisa quedó así definitivamente en cama,desde los 22 años, en el otoño de 1887. Y aún debió vivirpor otros 60 años, sí, 60, en su “celda”, pues la obedien-cia le venía renovada, y los vivió así sin haber estadoNUNCA enferma de nada y sin que jamás presentara unallaga debido a su estado.

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Se inició, entonces, una nueva cadena de gracias sin-gulares, Jesús se hacía ver frecuentísimamente, dispo-niéndola a los “Desposorios Místicos” y llevándola a unaperfecta conformidad con la Voluntad de Dios. Jesús con-tinuó preparándola para otros desposorios, los“Desposorios de la Cruz”, y, una mañana, mostrándosecrucificado, le comunicó los dolorosísimos estigmas desu Pasión, pero, consintiendo los deseos de Luisa dedejárselos invisibles, ninguna señal externa le dejó.Desde entonces le era renovada por Jesús mismo la cru-cifixión. Luisa, que se veía consumar por un hambre insa-ciable de sufrir, años más tarde debió aprender que todo,voluntad de sufrir y aún el deseo de ver sensiblemente aJesús, todo debía morir en la Divina Voluntad.

Muerto este Confesor, uno nuevo, Don Gennaro diGennaro, en 1899, la tomó a su cuidado y así fue durante 24años. Y por primera cosa le dio la obediencia, dolorosísimapara ella, de escribir todo lo que había sucedido, desde el ini-cio, entre Jesús y ella, y empezó a escribir en febrero de 1899.

Jesús continuó enseñándola y preparándola a su excel-sa misión, a la máxima gracia y a un “estado superior”:Vivir en y de la Divina Voluntad. En 1900 le habla porprimera vez de esto y da a ella por primera esta Gracia delas gracias y la constituye como la Pequeña Hija de laDivina Voluntad, iniciando así con ella, en el silencio y enlo escondido, la nueva Era de Gracia, el verdadero Reinode la Divina Voluntad en la Tierra, el cumplimiento delPater Noster: Fíat Voluntas Tua Sicut in Coelo et in Terra.Hágase Tu Voluntad como en el Cielo en la Tierra.

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Luisa escribió, a partir de entonces, 36 volúmenesacerca de esta doctrina del vivir en la Divina Voluntad, yotros escritos, entre los cuales estas Horas de la Pasión,de las que se publicaron cuatro edici8ones, en 1915, 1917y 1921. La obediencia de escribir cesó y el último capítu-lo del Vol.36 lo escribió el 28 de febrero de 1938.

Finalmente, el 4 de marzo de 1947, a las 6 de la mañana,murió, después de una breve pero inmensa pulmonía.Después de 4 días de veneración pública de sus restos, tuvosu primera apoteosis: sus triunfales funerales, en los que par-ticiparon innumerables personajes de la Iglesia local de Trani,diócesis a la que pertenece Corato, así como de otras partes,según se puede constatar en algunas fotografías de la época.

Pero dejemos ahora la palabra a uno de susConfesores, uno con el que estuvo en contacto por 17años, si bien solo casi 2 años fue su confesor extraordina-rio, hasta la muerte de él en 1927; aquel que se interesóde tal manera en la persona, en los escritos de Luisa y enla doctrina de la Divina Voluntad, que fue quien publicóestas Horas de la Pasión: San Annibale María de Francia.

El P. Annibale Maria di Francia llegó a Corato en1910, iniciando una serie de visitas y un frecuente e ínti-mo contacto espiritual con Luisa. Conocerla, para él sig-nificó un viraje trascendental en su vida, y el conocimien-to de la Divina Voluntad fue decisivo en su espiritualidad.El Arzobispo de Trani lo nombró Censor eclesiástico desu diócesis y director en lo que se relacionaba con losescritos de Luisa, en vista de la publicación que el Padredeseaba hacer.

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Entonces el P. Di Francia se dedicó, con todos susdeseos y energías, a la publicación de estas Horas de laPasión, para las que escribió una larga introducción, ehizo cuatro ediciones, siempre con el Imprimatur y elNihil Obstat. El Padre, como Censor de los escritos deLuisa obtuvo de S.E: el Azobispo de Trani el Imprimaturpara los primeros 19 volúmenes escritos por Luisa, queeran los que a la sazón había escrito.

Dejémosle, pues, la palabra a él, transcribiendo partedel válido testimonio que de Luisa dejó escrito:

“...Ella quiere vivir solitaria, oculta y desconocida.Por ninguna razón habría puesto por escrito las íntimas yprolongadas comunicaciones con Jesús adorable, desdesu más tierna edad hasta hoy, y que continúan quién sabehasta cuándo, si Nuestro Señor mismo no la hubiera obli-gado, ya sea directamente por Él o por medio de la santaobediencia a sus directores, obediencia a la que siemprese rinde con gran violencia por su parte, junto con unagrande fortaleza y generosidad, porque el concepto queella tiene de la Obediencia le haría rehusar aún la entradaal Paraíso...” “Y esto constituye uno de los más importan-tes caracteres de un espíritu verdadero, de una virtud sóli-da y probada, y además se trata de cuarenta años en losque con la más fuerte violencia contra sí misma se some-te a la gran Señora Obediencia, la que la domina...”

“Esta Alma Solitaria es una virgen purísima, toda deDios, objeto de singular predilección del Divino RedentorJesús Nuestro Señor, que de siglo en siglo acrecientasiempre más las maravillas de su amor, parece que de esta

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virgen, a quien Él llama la más pequeña que haya encon-trado en la tierra, desprovista de toda instrucción, ha que-rido formar un instrumento apto para una misión tansublime que NINGUNA OTRA se le puede comparar,esto es, para el triunfo de la Divina Voluntad en la tierra,de conformidad con lo que está dicho en el Pater Noster:Fiat Voluntas Tua Sicut in Coelo et in Terra”.

“Esta Virgen del Señor, desde hace más de cuarentaaños, desde que era adolescente, fue puesta en cama comovíctima del Amor Divino. Y durante todo este tiempo havivido una larga serie de dolores naturales y sobrenatura-les, de embelesamientos de la Caridad eterna del Corazónde Jesús. Origen de dolores que exceden todo orden hasido una casi continua y alternada “privación de Dios...”.

“A los sufrimientos del alma se agregan también los delcuerpo, todos originados por el estado místico: sin que nin-guna señal aparezca en las manos, en los pies, en el costa-do o en la frente, ella recibe de Nuestro Señor mismo unafrecuente crucifixión... Y si Jesús no lo hiciera así, seríapara esta alma un sufrimiento espiritual inmensamente másgrande... Y esta es otra señal de verdadero espíritu...”.

“Después de cuanto hemos dicho acerca de la larga ycontinua vida de años y años en una cama en calidad devíctima, con participación de tantos dolores espirituales ycorporales, podría parecer que la vista de tal desconocidavirgen debería ser una cosa dolorosa y afligente, puessería ver a una persona que yace con todas las señales delos dolores sufridos...pero aquí hay otra cosa admirable:Esta Esposa de Jesús Crucificado, que pasa las noches en

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éxtasis dolorosos y en sufrimientos de todo género, alverla luego en el día, medio sentada en su cama, trabajan-do en sus bordados, nada, nada se transparenta, ni lo másmínimo, de una que en la noche haya sufrido tanto.Ninguno, ningún aire de extraordinareidad o de sobrena-turalidad. Se ve en todo con el aspecto de una personasana, alegre y jovial; habla, discurre y a veces ríe, si bienrecibe a pocas personas amigas...”.

“No continúo más. La vida de esta virgen Esposa deJesús es MÁS CELESTIAL QUE TERRENA, y quierepasarla en el mundo ignorada y desconocida, no buscan-do sino a Jesús y a su Santísima Madre, quien la ha toma-do bajo su particular protección”...

Y para terminar esta Presentación, diré que el Padre DiFrancia, que con tanto fervor publicó esta obra y cuyo tes-timonio acerca de LUISA en parte he reproducido, fueBEATIFICADO por el Papa Juan Pablo II el pasado 7 deoctubre de 1990 y fue por Él elogiado y puesto comoejemplo para los sacerdotes de nuestros días.

José Luis Acuña

Enero de 1991

Nota: El 16 de mayo de 2004 Aníbal María di Francia fue canonizado

por el Papa Juan Pablo II

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Por esto leemos en las revelaciones de SantaGertrudis, de Santa Matilde, de la Venerable Le Royer,del Beato Enrique Susson, y de muchos otros santos con-templativos, que Jesucristo mismo les ha revelado que Élacepta la piadosa contemplación de sus divinos padeci-mientos como si en el tiempo de su Pasión el alma quehoy lo compadece lo hubiera ayudado y socorrido, lehubiera dado alivio y descanso en sus mismos brazos y ensu mismo corazón.

Y cuán grande sea el bien espiritual que obtiene unalma de la asidua y cotidiana meditación de los padeci-mientos de nuestro amorosísimo Bien Jesús, no hay len-gua humana que lo pueda dignamente expresar. Ante todoes imposible que el alma no se sienta inflamar de día endía de amor hacia el Divino Redentor Jesús. Aquí se rea-liza lo dicho por el Profeta: “In meditatione meaexardes-cit ignis”(En la meditación el fuego se enciende). ¿Ycómo podrá quedar indiferente un alma considerando dia-riamente los excesos, o mejor los extremos de la Pasiónde Nuestro Señor?.

¿Y cuáles son estos extremos? En primer lugar: quiénes Aquel que se somete a padecer y a las humillaciones?¡Es el Hijo eterno del Eterno Padre; Dios igual al Padre;Creador, con el Padre, del Cielo y de la Tierra, de losángeles y de los hombres! Aquel que si mira indignado laTierra, la Tierra tiembla y los montes eructan. Aquel bajocuyos pies se inclinan los más sublimes coros de losángeles. Aquel de quien nadie puede hablar dignamente,y cuyas grandezas son tan infinitas que ni siquiera María

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Santísima puede llegar a comprenderlas enteramente. Esees Jesucristo, Hombre y Dios, el Santísimo, de bellezainenarrable; la dulzura, la Bondad y Caridad infinitas. Yeste Hombre Dios, digno de todas las adoraciones y de loshomenajes de los ángeles y de los hombres es Aquel quepor nuestro amor se hizo como un leproso, escarnecido yhumillado, colmado de oprobios y pisoteado como un vilgusano de la tierra...

En segundo lugar: ¿Cuáles son las penas que sufrió?Estas son de tres clases: Sufrimientos corporales, igno-mias y sufrimientos interiores. Cada una de estas trescategorías es un abismo inconmensurable...

Si contemplamos los padecimientos que sufrióJesucristo Nuestro Señor en su cuerpo adorable, nos sen-timos estremecer ante el Varón de Dolores, como lo llamóIsaías, y en el Cual no había parte sana, porque se hizouna sola llaga, desde las plantas de los pies hasta el extre-mo de la cabeza..., hasta el punto de quedar irreconoci-ble:”Et vidimus eum et non erat aspectus”. (Y lo vimos yno era de mirarse. Is.53, 2).

Meditando en los padecimientos de la humanidadSantísima de Jesucristo, nuestro Sumo Bien, los Santos sedeshacían en lágrimas, se desvanecían de amor y no cesa-ban de flagelarse y mortificarse de todas maneras a símismos.

Otra categoría de inauditos padecimientos son lasignominias sufridas por el Verbo Divino hecho Hombre.Aquí el alma contemplativa se siente desmayar viendo la

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majestuosa, divina y sacrosanta Persona de Jesucristo,abandonada a la ferocidad, más diabólica que terrena, delos pérfidos y vilísimos hombres que no se saciaban decubrir de ultrajes e ignominias al Omnipotente, al Eterno,al Infinito...Y golpearlo, arrojarlo a tierra, pisotearlo,arrastrarlo , darle puñetazos, puntapiés, escupirle en surostro santísimo, en su boca adorable...colmarlo con todaclase de injurias. ¡Qué espectáculo inexpresable, que haincitado a los siervos de Dios a desear, a suspirar losultrajes, las ignominias y los desprecios como el másgrande tesoro que puede haber en esta Tierra!

Una tercera serie de penas inefables del Hombre-Dios,y poco o nada comprendidas, son las que Él sufrió en sualma santísima y en su amorosísimo y sensibilísimoCorazón...

¡Aquí entramos en un océano sin playas! En un gradoinfinito Él sufrió las tristezas, las angustias, los dolores, elabandono, la infidelidad, la ingratitud, los temores, losterrores...Como cuatro inmensas cataratas se derramabanen su interior, por cuatro motivos, las aguas de todas laspenas que se dicen del alma:

Primera: De la vista horrenda de todas las iniquidadeshumanas que Él había tomado sobre Sí como si Él hubie-se sido el responsable y el culpable...¡Él, que era laSantidad Infinita!-

Segunda: La vista continua de las cuentas que debíarendir a la Justicia inexorable de la Divinidad, y las penascon las que debía todo pagar.

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Tercera: La vista amarguísima de todas las ingratitu-des humanas, y el terrorífico espectáculo mismo de todaslas almas que se habrían condenado, y para las cuales suPasión no habría servido sino para hacerlas más infeliceseternamente...

¡Oh, qué dolor para el Corazón Santísimo de Jesús queama infinitamente a cada alma! Por esto, Él habla con elProfeta diciendo:”Doloris inferni circumdederunt me”(Los dolores del Infierno me circundaron. Sal. 17, 6).Como si dijera: Siento en Mí los acerbísimos dolores enlos que serán atormentados eternamente los pecadoresque se condenarán.

Cuarta: La vista de todas las aflicciones que habríasufrido su Santa Iglesia. La vista de todas las penas cor-porales y espirituales a las que habrían sido sometidosinevitablemente todos los elegidos, tanto en esta vidacomo en el Purgatorio, y mucho más la pena del detri-mento de los elegidos en las virtudes y en la adquisiciónde los bienes eternos, habiendo Él dicho que la adquisi-ción de todo el Universo no es de compararse a un simpledetrimento del espíritu...”¿Quid enim proderit homini, silucretur mundum totum, et detrimentum animae suaefaciat? (¿De qué sirve al hombre ganr todo el mundo yperder su alma?) Mc.8, 36). Uno de los extremos de estasinterminables categorías de padecimientos del alma y delcuerpo de Nuestro Señor Jesucristo que ha de considerar-se también es su duración, la cual no es desde el JuevesSanto en la tarde hasta el Viernes Santo, sino desde el pri-mer instante de su Encarnación en el Seno Purísimo de

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María Virgen hasta el último respiro dado en la Cruz. Sontreinta y cuatro años de continua agonía y de continuoinefable sufrir del alma y del cuerpo, en lo que se realizade un modo misterioso la palabra del Profeta: “Abyssusabyssum invocat, in voce cataractarum tuarum”. (Unabismo llama a otro abismo, al fragor de tus cataratas.Salmo 41, 8).

El alma Santísima de Jesucristo bajo el ímpetu y lacaída continua de las cataratas anegadoras de sus penasespirituales y de las agonías de su Corazón Divino pasa-ba de abismo en abismo, porque un abismo de penas lla-maba a otro, y a otro...hasta lo infinito.¡Ah, Él debíapagar en Sí mismo toda la deuda de culpa y de pena eter-na de sus elegidos y sentir todas sus penas temporales!.

De aquí venía que Nuestro Señor amorosísimo moríaa todo momento, en cuanto que el colmo de sus penas eratal que como puro Hombre Él habría muerto a cada ins-tante, pero que, como Dios, sostenía con un milagro con-tinuo su vida mortal para prolongar hasta el fin sus pade-cimientos y coronarlos con todos los dolores y los ultra-jes de su Pasión y de su muerte de Cruz.

¡Cuán cierto es entonces que estamos obligados anteNuestro Sumo Bien Jesús no por una muerte sola, sinopor miles y cientos de miles de muertes por amor nuestro!

Y sin embargo, Jesucristo Nuestro Señor, tratando consus criaturas durante los treinta y tres años y tres meses desu vida terrena, aparecía calmado, dulce, sereno, tranqui-lo, manso, conservador...y hasta sonriente. Él mantuvo

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perfectísimamente y comunicó este estado de paz y sere-na quietud en medio de abismos absolutamente inescruta-bles de penas interiores, diciendo por boca del Profeta,con una expresión que sólo el Espíritu Santo podía dictar:“Ecce in pace amaritudo mea amarissima”. (He aquí en lapaz mi amargura amarguísima. Is.38, 17).

Otro extremo, o mejor, exceso, que se debe meditar enla Pasión adorable de Jesucristo Nuestro Señor es quepara salvar las almas nuestras, para redimir el mundotodo, no era en realidad necesario que Él sufriera laspenas inefables del Alma y del Cuerpo a que se quisosujetar, no todas las ignominias a que se quiso someter.Héchose Hombre en el Seno Inmaculado de su SantísimaMadre, le bastaba elevar una sola oración a su Padre,hacer un solo acto de adoración a la Divinidad, derramaruna sola gota de su Sangre Preciosísima, cuanta se puedederramar por una pequeña herida hecha con la punta deun alfiler, y con esto habría podido redimir no un mundosolo, sino millones y millones de mundos, pues cadaacción, aún la más pequeña, del adorable Señor NuestroJesucristo era de valor infinito.

¿Pero por qué, entonces, quiso ser más que inundado,sumergido en tantos cruelísimos, acerbísimos y dolorosí-simos tormentos, penas, ignominias y agonías...que lohicieron decir con el Profeta: “Veni in altitudinem mariset tempestas demersit me”? (Me he adentrado en altamary la tempestad me ha anegado. Sal.68, 3). ¡Oh misterio deamor infinito del Corazón de Jesús! Lo que bastaba pararedimir millones de mundos era nada para el amor suyo

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por nosotros. Él quiso mostrarnos cuánto nos ama, hastadónde se extiende su amor por nosotros, y quiso preparar-nos una Redención copiosa de demostraciones, de expia-ciones, de ejemplos admirables y de inobjetables argu-mentos y pruebas de su ternísimo y obligantísimoamor.¡Ah, que bien dijo el Apóstol Pablo: “Si quis nonamat Jesum Chirstum anathema sit” (Quien no ama aJesucristo sea maldito). ¿Y qué corazón es el nuestro sisomos insensibles a una amo que para convencernos yatraernos se quiso manifestar a nosotros con las pruebasde penas tan inauditas como continuas?

Ah, una de las causas de nuestra dureza e insensibili-dad es precisamente el imperdonable descuido en meditary considerar cotidianamente la Pasión adorable deNuestro Sumo Bien. Jesús no se cansó de sufrir y agoni-zar treinta y cuatro años, en su alma y en su cuerpo, pornosotros. ¿Y nosotros nos cansamos en dirigir, por lomenos media hora al día, la mirada del alma a meditarpenas tan inefables y por amor a nosotros sufridas por elHijo de Dios hecho Hombre, por el Santo de los Santos,por el Impecable, que por nosotros se hizo pecado, estoes, víctima de todos los pecados, como lo proclamó elenamorado Bautista? Por todo lo cual sabiamente SanBuenaventura escribe: “Non debet nos taedere meditariquod Christum ipsum non taesuit tolerari.”(No debemosnosotros cansarnos en meditar en lo que Jesucristo no secansó en soportar en Él mismo).

Pero otro extremo de tan infinito amor debemos con-siderar en la dolorosa e ignominiosa Pasión de Nuestro

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Señor Jesucristo. Un extremo que es como el golpe deci-sivo para destrozar la frialdad y dureza de nuestro cora-zón y encadenarlo todo al amor del Eterno DivinoAmante de las almas, extremo que si no sirve para con-movernos, servirá para hacernos reos de la más culpablecrueldad, y para precipitarnos por el camino de la perdi-ción. Este extremo, sí, es considerar que todo lo queJesucristo Nuestro Señor sufrió por amor y salvación detodas las generaciones humanas, es decir, por un númerointerminable de almas, lo sufrió igualmente por cadaalma en particular. Es decir, que si en el mundo no hubie-ra existido sino una sola alma, por aquella alma solaNuestro Señor Jesucristo habría hecho y sufrido cuantohizo y sufrió por la redención de todo el género humano.O sea, oh lector o lectora míos, que si en el mundo nohubiera existido sino sólo tu alma que salvar, por ti solael Hijo de Dios habría bajado del Cielo a la tierra, sehabría encarnado tomando un cuerpo pasible, habríasufrido treinta y cuatro años, sin un solo instante de tre-gua, en el alma y en el cuerpo; se habría entregado por tisola en manos de los mismos sufrimientos, de los mismosultrajes, de las agonías, de los flagelos, de las espinas, dela misma Cruz y de la misma muerte...¡Sí, así es! Pues esverdad que Nuestro Señor Jesucristo ama tanto a un almacuanto ama a todas las almas presentes, pasadas y futuras,juntamente tomadas.

¿Quién podrá permanecer indiferente ante estaCaridad Infinita?

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El alma que contempla la dolorosa e ignominiosaPasión del Redentor Divino, debe contemplarla con estaconsideración; debe decir: Por mí, Jesús sufrió treinta ycuatro años; por mí sudó Sangre en el Huerto, por mí sehizo capturar, por mí se hizo conducir a los injustos tribu-nales, por mí soportó ignominias, golpes, escupitinas,empellones; por mí se hizo flagelar, coronar de espinas,condenar a muerte; por mí subió al Calvario, se hizo cru-cificar, agonizó tres horas, sufrió la sed, la hiel, el vina-gre, el abandono; por mí por amor a mí, murió sumergi-do en un abismo de sufrimientos...

¡Qué ingratitud...Olvidarse de Jesús sufriente; esto es,de cuanto sufrió por amor a nosotros, que no somos másque vilísimos gusanos! ¿Qué, acaso Él tenía necesidad denosotros? ¡Ah, Él, que sin criatura alguna habría sido, porvirtud de su misma Divinidad, eterna e infinitamentefeliz, como lo es!

Una Comparación

La enorme ingratitud del hombre que no correspondeamor por amor y se olvidad de cuanto por él ha sufrido elSumo y Eterno Amante, se demuestra con esta compara-ción, propuesta por el gran Doctor de la Iglesia, SanAlfonso M. De Ligorio, y que yo quiero reproducir aquí,ampliándola:

Un esclavo, por sus delitos fue condenado a muertepor un rey. Puesto en la cárcel, entre cadenas esperaba

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temblando el momento de ser conducido al patíbulo. Peroel rey tenía un hijo único que era toda su delicia. Estejoven Príncipe, por una bondad incomparable, tiempohacía que había nutrido un gran afecto, junto con una grancompasión, por aquel mísero esclavo. Habiendo conocidoel estado infeliz en que aquel se encontraba, ya próximoa ser ajustado, fue invadido por tal dolor, por tan tierno ypiadoso amor, que presentándose ante su padre y arroján-dose a sus pies, con lágrimas y suspiros le suplicó queperdonara al mísero esclavo y que revocara la terriblesentencia. El padre, que amaba intensamente a aquel suúnico hijo, fue presa también él de un profundo e inaudi-to dolor en lo más íntimo de su corazón, y dirigiéndose asu Hijo le dijo:” Oh Hijo mío y delicia de mi corazón,grande es mi pena por haber sido obligado a condenar amuerte a aquel culpable esclavo, y tú bien conoces lasinevitables exigencias de mi tremenda Justicia. Tú sabesque Yo no puedo, sin gran deshonor mío, dispensarme deexigir una satisfacción digna de mi Majestad ultrajada; yla satisfacción puede venirme solo de la muerte del cul-pable, pues se necesita que mi Justicia sea satisfecha”.“Padre mío amantísimo, replicó el joven Príncipe, estiempo ya de que Yo os manifieste que mi amor por esteesclavo es tal y tanto que Yo no puedo resistir ante el solopensamiento de su condena; por tanto, oh Padre mío, yaque vuestra justicia no puede revocar la terrible sentencia,Yo os pido una gracia, pero Vos, Padre mío, prometedmeque me la concederéis.” “Hijo mío, agregó el Rey, Yoempeño mi palabra de que, conque no me pidas lo quepueda lesionar mi Justicia, cualquier otra gracia te la con-

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cederé”. Empeñada así la palabra del Padre, el Hijo, rom-piendo en lágrimas de amor le dijo: “Padre mío, Padre ySeñor mío, aceptad otra víctima y dejad libre al escla-vo...” “¿Otra víctima?” exclamó el Padre, “Oh Hijo míoamadísimo, para poder Yo aceptar otra víctima en lugardel culpable, ésta debería ser no otro esclavo, no un sercualquiera, sino una víctima digna de mi Majestad ofen-dida, uno igual a mí.¿Y dónde encontrar a esta tal vícit-ma?” “Héme aquí, héme aquí Padre, esta Víctima soyYo”, respondió el hijo.”Ecce ego, mitte me (Is.6, 8).Mandadme a Mí, mandadme a Mí a la muerte! ¡Muera Yoy viva el esclavo! ¡Esta es la gracia que os pido y quehabéis empeñado vuestra palabra en concedérmela!”. Ohmomento tremendo...El Rey no puede retirar su pala-bra...Su Justicia no puede evitar el tener una satisfac-ción... Y queda obligado a aceptar el cambio...y lo acep-ta. Pero el generoso Hijo no está aún satisfecho, y le pidea su Padre otra gracia más y le dice: “Padre mío, en estemomento no podéis negarme nada, Yo os suplico que alesclavo culpable no solo lo perdonéis de corazón, sinoque además lo toméis y lo recibáis como hijo en lugarmío, y lo hagáis partícipe en todos los bienes de vuestroReino y heredero de los mismos.”¡El Rey y Padre estávencido! Traspasado por el dolor y profundamente con-movido concede todo al Hijo...El cual inmediatamente,despidiéndose de su Padre y Rey, se encamina a la prisióndel esclavo, hace abrir la puerta, quita de sus manos lascadenas al culpable, lo besa tiernamente, lo estrecha a sunoble corazón con un fuerte abrazado, llorando le dice:“¡Oh esclavo, mira cuánto te he amado! Eres ya libre,

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eres el nuevo hijo y el heredero del rey, mi Padre, el cualte acogerá en su seno como a mi misma Persona, pero yovoy a morir en lugar tuyo para satisfacer la Justicia de miPadre y Rey. ‘Adiós, hermano mío amado, hijo de midolor y de mi muerte... ¿Ves cuánto te amo? ¡Tú pecastey Yo pago por ti! Antes de morir sufriré, según la ley delReino, mil torturas, que debías sufrir tú, y luego seré lle-vado al patíbulo! Pero una sola cosa te pido: Que no teolvides de cuánto te amé y de cuanto por ti voy a sufrir.No me seas ingrato y me desconozcas, prométeme que terecordarás siempre de las torturas y de los tormentos acuyo encuentro voy por amor a ti, y de la muerte ignomi-niosa que voy por ti solo a sufrir...¿me lo prometes?”.

En este punto considera, oh lector mío, cuál habríasido tu respuesta si tú te hubieras encontrado en el lugard aquel esclavo culpable...

Seguramente que arrojándote a los pies de tan enamo-rado Príncipe, en medio de un diluvio de lágrimas lehubieras dicho: “Oh generoso e inapreciable Príncipe¡Ah nobilísimo corazón, rico de inefable Bondad yCaridad! ¿Qué habéis encontrado en mí para amarmehasta este exceso? Yo he pecado. Yo, miserable esclavoque nada valgo...seré libre, seré hijo del Gran Rey, partí-cipe de los bienes de su Reino, su heredero...Mi infelici-dad será cambiada en una suerte tan inmensamente gran-de que no podría no soñarla!¡Y todo esto sólo porque Vosos habéis ofrecido a sufrir y a morir por mí, oh generosí-simo Amante mío! Y ahora Vos, en este momento en queos encamináis al encuentro de los tormentos y de la muer-

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te en el Patíbulo por amor mío, me pedís de favor que yono olvide vuestros dolores y vuestra muerte, ni el amorcon el que, para hacerme feliz los abrazáis. Ah mi ternísi-mo Amante!, ¿Cómo podré jamás olvidarlos? ¡No,no!¡Desde este momento mi vida no será sino una vida delágrimas, pensando en cuánto habéis sufrido y la muerteque habéis encontrado por amor mío! ¡Os prometo, osjuro que recorreré todos los días el mismo camino por elque ahora vais a morir, me postraré sobre vuestra tumba,y ahí pensará en vuestro amor, en las ternuras para mí devuestro nobilísimo Corazón; tendré continuamente en mipensamiento las torturas que, por el riguroso decretoReal, me correspondía sufrir, y que Vos las habéis queri-do sufrir en lugar mío. Meditaré continuamente en la ago-nía mortal, en la muerte lenta e ignominiosa que os serádada ante todo el pueblo. Y quiero tanto llorar y amarosque querré morir de dolor sobre vuestra tumba!”.

Mi querido lector, mi devota lectora, vosotros habéisya comprendido todo el significado de esta comparación,la cual, por cuanto conmovedora sea, está aún inmensa-mente lejana de poder representar los extremos de amordel Hijo Eterno de Dios por el hombre. Y no sólo por todala humanidad, sino por cada alma en particular.

Cada uno de nosotros es ese esclavo culpable anteDios, que es el Rey del Cielo y de la tierra; esclavo dignoy merecedor de eterna muerte y eternos tormentos...Elhijo Unigénito de Dios, delicia eterna del Eterno Padre,lleno de amor infinito e incomprensible por este esclavo ,se presentó al Padre y le dijo: “ Padre mío, tu Divina

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Justicia exige una víctima digna de Ti para poder liberara este mísero esclavo. Nadie podrá jamás darte tan dignasatisfacción, excepto Yo. ¡Pues bien...Muera Yo y viva elesclavo! “Ecce ego, mitte me”. “Héme aquí envíame a latierra, fórmame un cuerpo pasible, en el cual yo puedaexperimentar los más atroces, los más inauditos tormen-tos y la muerte más dolorosa e ignominiosa por amor deeste esclavo. Quiero ponerme enteramente en su lugar,me haré Yo el esclavo, me haré encadenar, me haré arras-trar a los tribunales, me someteré al juicio de inicuos jue-ces; de inocente pasaré a ser declarado reo malhechor;Pues quiero demostrar a este mísero esclavo hasta dóndellega mi amor por él. Y con tal de que él sea libre y feliz,Yo me haré ultrajar, golpear, maldecir; me haré el opro-bio, el vituperio de todos; seré semejante a un gusano quetodos pisotean; pero te suplico, oh Padre Mío, que elesclavo, siempre y cuando te sea fiel y agradecido, entreen tu Gracia como mi misma Persona, que Tú lo amescomo me amas a Mí mismo, que él sea hijo adoptivo, quetodos nuestros bienes eternos se los participes en vida ydespués de la muerte; que por los méritos de mi muerte enCruz, él sea enriquecido de gracias, sea confortado en suspenas, le sean aliviados los indispensables dolores de lavida, le sirva de mérito eterno la misma necesaria peni-tencia por el pecado; tenga, en el final de su vida, unamuerte tranquila y preciosa, y, de ahí, venga a reinar conNosotros eternamente en nuestro mismo gozo.”

Y así, o bastante mejor que así, habló el Verbo Divinoa su Padre. Y el Padre, encendido de un igual amor por elmísero esclavo culpable que soy yo, que eres tú, oh lector

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o lectora míos, le concedió todo lo que con lágrimas, sus-piros y clamores le pidió. Como dice el Apóstol: “Oravitcum lacrimis et clamore valido, et exauditus est pro reve-rentia sua.” (Oró con lágrimas y clamor válido, y fueescuchado con reverencia. Hebreos 5, 7).

Y así sucedió que por este mísero esclavo rebelde, elSanto de los Santos, el Impecable, el Inocentísimo, elCordero Inmaculado, se dio a toda clase de sufrimientosy vivió treinta y cuatro años ahogado en inefables penas,nunca interrumpidas ni por un solo instante, penas en elalma y en el cuerpo, y que luego todas se reunieron en sutremenda Pasión desde la tarde del Jueves hasta elViernes Santo, en el que expiró como el más abyecto y elmás nefando de los culpables, sobre el patíbulo, entoncesinfame, de la Cruz.

¡Oh hombre! ¿Cómo podrás tú olvidar cuánto te amó ycuánto sufrió y soportó tu Divino Eterno Amante? ¿No erestú, no soy yo, más duro que el granito y más cruel que lamás feroz bestia si olvidamos lo que Jesucristo, SumoBien, padeció por nuestro amor?. Considera, oh alma cris-tiana, que Jesús yendo a morir y a sufrir por ti, te hayadicho como a aquel joven Príncipe de la misteriosa narra-ción: “Oh, hijito mío, ah alma que Yo voy a redimir derra-mando toda mi Sangre, esta correspondencia y esta com-pensación de amor te pido: que no olvides cuánto habrésufrido por amor tuyo. Recuérdate a menudo de los dolo-res, de las heridas y de las llagas de mi cuerpo santísimo, aque me someteré. Recuérdate que para arrancarte de lamuerte eterna venceré una tal lucha con la humana repug-

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nancia al sufrir y al morir que agonizaré y sudaré sangre.¡Ah, recuérdate de cuánto me cuestas! Recuérdate decómo, por amor tuyo, presentaré mi adorable rostro a losgolpes, a las escupitinas, a los crueles tirones de mi barba,a los puñetazos; mira esta corona de espinas que me tras-pasará la cabeza con penas tales que ni criatura humana niangélica comprenderá jamás...Pero he aquí que ya me con-denan a muerte, como indigno ya de vivir; he aquí que mecargan con la pesantísima Cruz...Adiós, hijito mío amado,delicia de mi Corazón, no más esclavo, sino heredero de miReino, adiós..., otros tormentos más atroces me esperan,seré extendido horriblemente y clavado a un madero encruz, estaré tres horas en una agonía terrible, tan desprovis-to de todo socorro, tan abandonado por todos, hasta por miPadre, tan miserable y oprimido en el alma y en el cuer-po...que estas tres horas no serán tres horas, sino tres siglosde dolores. Todo, todo lo voy a sufrir por ti, por amor tuyo.¡ Pero no me seas tan ingrato que olvides mi sufrir y mimorir! Yo recorreré contento la Vía Dolorosa, llevaré con-tento la Cruz, contento abrazaré las terribles agonías queme esperan, me será ligera la ignominiosa y amarguísimamuerte, con tal de que tú me prometas que no olvidarás misufrir ni mi morir, ni el amor infinito con el que, por ti,tanto a uno como a otro me someteré!”.

¡Alma! ¿Qué cosa habías respondido tú en aquelmomento a tu Dios, a tu Divino y amorosísimo Redentor?

Jesucristo, verdadero Hombre y verdadero Dios, tuvotodo presente. Él vio la frialdad e indiferencia inexcusa-bles de quienes nunca, o casi nunca, meditan en su adora-

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bilísima Pasión y muerte, y también tuvo presente el pia-doso y santo fervor de aquellas almas que de esta salutí-fera y obligada meditación hacen su alimento cotidiano.Subió al Calvario con el Corazón desolado por los prime-ros y experimentó un consuelo por la fidelidad y el amorde las segundas. ¿Y qué cosa vió Él de ti, oh mi lector, ohmi lectora? ¿Eres tú esclavo redimido con tantas penas,que olvidas qué te redimió y lo que por ti sufrió tuRedentor, para pasarla distraído entre bagatelas y vanida-des del mundo, y renuevas al Amante de las almas todossus padecimientos y su atrocísima muerte con tus pecadosy con tu ingratitud y olvido?

¡Ah, meditemos, meditemos diariamente en la Pasiónadorable del amantísimo Redentor nuestro Jesús! “Nondebet nos taedere meditare quod Chirstus ipsum non tae-dit tolerari”. ¡No nos cansemos de meditar en lo queJesucristo no se cansó de soportar por nosotros!

La meditación de la Pasión Santísima de nuestroSeñor Jesucristo produce bienes inestimables en quien lahace diariamente. Esta meditación enciende el alma deamor y gratitud; produce la verdadera y perfecta contri-ción de los pecados, esto es, el arrepentimiento no portemor a los castigos, temporales o eternos, sino por elmotivo del puro amor a Dios; desapega de las cosas terre-nas; aleja el pecado, el cual no puede subsistir con estasanta meditación; mortifica sin violencia y por vía deamor las pasiones; purifica el espíritu; infunde la Cienciay la Sabiduría, suscita grandes deseos de perfección; for-tifica al alma en el sufrimiento; aumenta de día en día la

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gracia santificante; acelera la perfecta unión con Dios...”¡Oh hombre -exclama San Buenaventura-, ¿quieres siem-pre crecer de virtud en virtud, de gracia en gracia?¡Medita diariamente la Pasión del Redentor!” el alma quemedita con amor diariamente la Pasión de nuestro adora-ble Redentor y Sumo Bien de nuestros corazones, lamedita, se puede decir, en compañía de Jesús penante,Jesús la asiste, la transporta, la llena de compunción, lacompenetra, la ilumina, la inflama, y frecuentemente lecomunica el don tan precioso de las lágrimas, ese don quees una de las ocho bienaventuranzas en esta tierra, puesnuestro Señor Jesucristo dijo: “Beati qui lugent”,Bienaventurados los que lloran.

Y oh, cuántas almas elegidas, meditando cotidiana-mente en las dolorosas escenas de la Pasión, finalmente,de las arideces han pasado a la profunda conmoción delos sollozos, del llanto y de los suspiros. Quiera tambiéna nosotros el Sumo Bien darnos tan grande gracia dándo-nos la santa perseverancia en esta amorosa meditación.

Leemos de un San Francisco de Asís que por el tantollorar sobre la Pasión de nuestro Señor se quedó ciego. Elprofeta Zacarías, como si tuviera presente todas las lágri-mas que habrían derramado en el tiempo del cristianismolas almas amantes de Jesucristo sobre sus penas, y todoslos lamentos que habrían elevado, dijo: “¡Y se llorarásobre Él como suelen llorar las madres, las muertes de susunigénitos!” (Zac.12,10).

Yo no sé si entre los signos de predestinación a la vidaeterna haya alguno mayor que éste; por eso el Apóstol

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dijo que si compadecíamos a Jesucristo, seríamos con Élglorificados. Y si ahora lloramos y nos interesamos porlos padecimientos, por las ignominias, por las angustiassufridas por Jesucristo por amor nuestro, es muy justo queun día participemos también de su gozo y de su eternafelicidad.

Otro gran provecho de meditar diariamente en laPasión de nuestro Señor Jesucristo es el del más eficazmedio que se adquiere para obtener toda gracia del EternoPadre. Quien se familiariza con los misterios de la Pasiónde nuestro Señor, los cuales son innumerables, adquierecomo un derecho de presentarse ante el Divino Padre ypedirle todo lo que quiera. Fue esta también una revela-ción de nuestro Señor Jesucristo a Santa Gertrudis: “MiPadre -le dijo-, no puede negar nada que se le pida en vir-tud de mi Pasión”. Y no debemos olvidarnos que el obje-to principal de nuestro Señor Jesucristo en su inmensosufrir y humillarse fue el amor, la obediencia y el celohacia su Eterno Padre. Y por eso, Él mismo en elEvangelio nos dejó dicho: “Hasta ahora habéis pedido yno habéis obtenido, porque no habéis pedido en mi nom-bre, y Yo ahora en verdad os digo que todo lo que pidie-reis al Padre en mi nombre, todo se os concederá, y vues-tro gozo será pleno”. ¿Y en dónde esta petición hecha alEterno Padre por los méritos de la Pasión y muerte denuestro Señor Jesucristo tiene su mayor eficacia? Sí, en elgran Sacrificio de la Santa Misa, en el cual se renueva, sibien de manera incruenta e impasible, el misterio delGólgota. ¿Y qué cosa es la Santísima Eucaristía si no elmemorial continuo de la Pasión y muerte de nuestro

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Señor Jesucristo? Precisamente por esto, nuestro Señor lainstituyó la tarde del Jueves Santo, mientras sus enemigospreparaban sus padecimientos y su muerte, y, al instituir-la como exceso de su infinito amor por el hombre, dijo:“Tomad y comed, esto es mi Cuerpo, que por vosotrosserá entregado a los flagelos y a la muerte. Tomad ybebed, esto es mi Sangre, la Sangre del Nuevo y EternoTestamento, que será derramada por vosotros y pormuchos en remisión de los pecados. Esto que Yo hehecho, hacedlo en memoria mía”. Y con esto dicho,¿Quién puede separar la Pasión de nuestro Señor de laSantísima Eucaristía, o ésta de aquella?

Y he aquí otro gran e inmenso provecho de la cotidia-na meditación de la pasión y muerte del Divino redentor,el cual es el crecer en el conocimiento, en el amor y en elacercamiento al Santísimo Sacramento del altar. De lospies de Jesús crucificado se va a los pies del Sacramento,donde se adora, se ama y se pasa a la unión más íntimaque pueda haber entre el alma y Dios mediante laSantísima Comunión Eucarística. Ninguno que se acer-que a recibir la Santa Comunión debe descuidar dedicarmedia hora de meditación sobre los sufrimientos de nues-tro Señor Jesucristo. Especialmente las almas que tienenel gran bien de acercarse diariamente a la Mesa de losÁngeles deben antes dedicarse a meditar cualquier pasa-je de la Pasión de nuestro Señor. El doctor de la Iglesia,San Alfonso, expresa este concepto cuando comienza lapreparación de la Santa Comunión en sus “ObrasEspirituales” con aquellas palabras del sagrado Cantar:“Ecce iste venit in montes, transaliens colles, “He aquí

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que Él viene por los montes, superando las colinas. Yexplica: Oh mi Divino Redentor Jesús, cuántos colladosdifíciles y ásperos habéis debido superar, etc.

Quién descuida la santa meditación de la adorablePasión de nuestro Señor Jesucristo nunca hará una comu-nión fervorosa ni sacará nunca verdadero provecho de ella.

Lector o lectora mía, la meditación cotidiana de lospadecimientos y de la muerte de nuestro Señor Jesucristo,mientras en nosotros produce los citados provechos, y milotros que yo, mísero no sé decir, otro bien inmenso pro-duce, y del cual gran aprecio hemos de tener: ¡Ella nosune a la compasión de la más pura, de la más Santa entrelas criaturas, de la Santísima Virgen María, de la Madremisma del Verbo Divino hecho Hombre!

¡Oh, qué otro misterio de amor y de dolor hay aquí, yque el cristiano no debe jamás olvidar! ¡Maria SantísimaDolorosa, Desolada, Reina de los mártires, copartícipe detodas las penas del Redentor Divino! ¡María SantísimaCorredentora del género humano en unión con el HombreDios!

Los dolores de la gran Madre de Dios menos se pue-den comprender y penetrar por quien no los medita dia-riamente, pues éstos no tienen nada de corporal y visible,sino que todas son penas interiores, desolaciones íntimas,proporcionadas al amor incompresible de esta granMadre de Jesucristo, su Dios y su Hijo... Aquí los extre-mos son también ellos excesivos, tanto por la sensibilidaddelicadísima y materna de la Santísima Virgen, que por

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cuanto era Inmaculada, purísima, santísima y sapientísi-ma, tanto más era susceptible de penas interiores, comopor la medida del amor por Jesús, que en Maria era incon-mensurable, tanto, que superaba al ardor de todos losSerafines, y también por el conocimiento de la infinitamajestad y dignidad de Jesucristo, a quien Ella veía tanignominiosamente ultrajado y pisoteado como un gusano.Y también por la inmensidad de su caridad por el génerohumano y por cada alma en particular, puesto que porcada alma entregaba con pleno consentimiento de suvoluntad a su Divino Hijo a los dolores, a los oprobios, lamuerte...y también conocía y ponderaba la pérdida detantas almas.

Sólo Ella comprendió y dividió las penas interiores ylas agonías del Corazón Santísimo de Jesús, desde laEncarnación hasta la muerte, y todas las sufrió, bebiendohasta las heces el cáliz doloroso. Y de esta manera elMartirio de la Santísima Virgen, como dicen los autoressagrados, empezó en el momento de la Encarnación ycontinuó siempre creciendo hasta la muerte del RedentorDivino; y desde ésta hasta la Resurrección de Jesucristonuestro Señor tenemos lo que se llama Desolación de laSantísima Virgen, que es el mayor de sus insuperablesdolores; y después del misterio de la Resurrección tene-mos un período de penas sensibilísimas de la InmaculadaSeñora, que es precisamente la gran Escuela abierta atodas las almas amantes de Jesucristo acerca de la obliga-ción y del modo de meditar la pasión de Jesucristo bendi-to. período éste que duró todo el tiempo restante de lavida mortal de la Santísima Virgen Maria, que según unos

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fue de doce años, según otros, de dieciséis, y según otrosde veintiún años. Durante todo este tiempo la SantísimaVirgen no hizo sino repasar día y noche en su alma santí-sima y uno por uno todos los padecimientos de nuestroSeñor Jesucristo en el modo más íntimo que sólo Ellapodía recordar y penetrar, tanto los padecimientos queJesús soportó en su Santísima Humanidad como las igno-minias y los ultrajes a los que se quiso someter, comotambién las penas aún más tremendas de su DivinoCorazón y de su alma. La Santísima Virgen, al recordarestos divinos padecimientos, los renovaba todos dentrode Ella misma con tanto dolor y con tanta pena que porello habría podido morir a cada momento si la virtud divi-na no la hubiese continuamente sostenido, como la sostu-vo con un continuo milagro durante la Pasión de NuestroSeñor, en la cual no una sino innumerables veces habríamuerto de puro dolor. Durante el tiempo que vivió enJerusalén, Ella visitaba todos los lugares en lo que suDivino Hijo padeció por nosotros, y en modo particularrecorría personalmente, con profundas y dolorosas con-templaciones, la Vía de la Cruz, comenzando desde elpalacio de Pilatos, donde Nuestro Señor fue condenado amuerte, y siguiendo hasta el Calvario. ¡De aquí nació elpiadoso ejercicio del Vía Crucis, que es una de las mássantas devociones de la Iglesia!

¡Así que, la Escuela de la Meditación de la Pasión ymuerte de nuestro Señor Jesucristo la encontramos enMaría Dolorosa y Desolada! Oh, bienaventurada el almaque se está todo su tiempo pensando entre Jesús y María,compadeciendo ora al Hijo ora a la Madre, ora llorando

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con Una, ora con Otro, ora representándose las escenasdel Huerto, de la Captura, de los tribunales, de los flage-los, de las espinas, de la condena, del camino al Calvario,de la Crucifixión, de las tres horas de agonía, de la sed,del abandono, y luego dirigiendo los ojos del alma a todala parte que tuvo en tales misterios de amor y de dolor laMadre de Dios, la más afligida de las madres, la Cualsufrió con Jesucristo, si bien en un modo todo espiritual,y por eso más doloroso, el Huerto, la captura, los ultrajes,los flagelos, las espinas, el camino al Clavario, los clavos,la agonía de la Cruz y la misma amarguísima muerte...

¡Bienaventurada el alma que, internándose en losCorazones Santísimos de Jesús y de María, entrevé, porcuanto es posible, el abismo de las penas interiores, y enlas olas tempestuosas de esta “ contrición tan grande comoun mar sin playas” (Magna velut mare contritio), mezclaafanosamente sus lágrimas de amor, extraídas por la coti-diana contemplación de las penas de Jesús y de María!

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Las Horas de la Pasión Escritas por el Alma Solitaria

La Divina Providencia, que en todo tiempo suscitaalmas que conozcan a Dios, que lo amen y que lo haganconocer y amar por los demás, ha suscitado un alma,como fue ya dicho en la primera página de esta

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Introducción, que se ha consagrado a las penas del DivinoRedentor.

La particular inspiración que ha tenido esta almaforma un nuevo y muy proficuo método de cómo contem-plar los padecimientos de nuestro Señor Jesucristo; y éstees: ordenar una por una las veinticuatro horas, de las 5 alas 6 de la tarde del Jueves Santo hasta las 5 de la tardedel Viernes Santo, y contemplar, hora por hora, lo queJesucristo sufrió sucesivamente en aquellas veinticuatrohoras.

He dicho “nuevo” este método no en cuanto a la orde-nación de los padecimientos de Nuestro Señor en veinti-cuatro horas, sino nuevo en cuanto a la forma, a los sen-timientos y a la finalidad, que forman un todo nuevo. Noes nuevo dividir en veinticuatro horas la Pasión de nues-tro Señor Jesucristo, y esto es lo que se llama “El Relojde la Pasión”, y que se encuentra en varios libros devotos,como por ejemplo en “El Jardín Espiritual” y en las obrasespirituales de San Alfonso y si bien entre los diversosautores existen siempre pequeñas diferencias en los hora-rios y los acontecimientos esto no tiene importancia.

Como todos podrán ver, esta obra de “Las Horas de laPasión”, entre todas las que se refieren a la Pasión denuestro Señor Jesucristo y a los dolores de su SantísimaMadre, está entre las primeras y más importante, puesanaliza, desmenuza y medita uno por uno los padecimien-tos externos e internos del adorable Redentor nuestroJesucristo. Es una especie de Vía Crucis más entero ycompleto, porque toma a Nuestro Señor no desde la con-

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dena a muerte en el tribunal de Pilatos, sino que comien-za desde donde propiamente comenzó la dolorosa Pasión,esto es, desde la despedida de nuestro Señor Jesucristo desu Santísima Madre, como es piadosa creencia universal,para ir a morir, sigue luego el Cenáculo, el Huerto, la cap-tura, etc.

Lo que hay de verdaderamente nuevo en “Las Horasde la Pasión” del Alma Solitaria que las escribió y meconfió, sí, es, en primer lugar, que de la repartición de las24 horas no ha hecho sólo el enunciado de cada una,como lo hacen los autores por mí antes citados, los que secontentan con decir, por ejemplo: de las 6 a las 7 de lamañana, Jesús es llevado a Pilatos. De las 7 a las 8, esconducido a Herodes, etc., etc,; pero de cuanto sucedió enesa hora en particular, nada dicen. En cambio, el Almasolitaria hace una viva descripción de cuanto sucedió yagrega consideraciones, afectos y REPARACIONES. Yen segundo lugar, estos afectos y estas reparaciones sontan singulares, nuevas e íntimas que no parecen ser obrahumana sino Celestial...

Todo parece nuevo en estas santas meditaciones, y sibien no se meditan sino los mismos misterios sobre loscuales tanto se ha escrito y meditado por tan variados ysantos autores, pero aquí, ciertamente, la divina inspira-ción, que siempre obra cosas nuevas y varía en tantas for-mas su gracia (Multiformis gratia Dei), se manifiesta pormedio de esta Alma en un modo todo singular.

Debo decir que el Alma Solitaria que escribe estas“Horas” no es una letrada, ¡apenas sabe leer y escribir!, y

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sin embargo, los padecimientos, los maltratos, los ultrajes,los dolores y heridas del adorable Redentor Jesús están a lovivo descritos y con términos que penetran el corazón, loconmueven, lo impresionan y lo atraen al Amor.

El Amor, y debemos subrayarlo, sí, el Amor Divino,en su tierna expresión, es la nota predominante de estas“Horas de la Pasión”; esto es, ¡el Amor de Jesucristo porlos hombres y el amor de esta Alma Solitaria porJesucristo! Ella es una enamorada que se funde en la másamorosa compasión por su Amado; lo compadece, lo aca-ricia, lo abraza, lo besa y lo besa, lo acompaña en todos yen cada uno de sus padecimientos, con unaSUBSTITUCIÓN continua, es decir, se pone ella misma,por cuanto está en ella, en el puesto del Amado penante,y recibe todo sobre sí, como si en esta piadosa substitu-ción quisiera aligerar, dividir y evitar los padecimientosal Sumo Bien ahora por entonces, pues para esta almacontemplativa no hay pasado. Ella reproduce las escenascomo presentes y en ellas se funde, se ensimisma, y en elexceso de la compasión del amor ella se arroja con talconfianza que, al besarlo en los ojos, en el rostro, en laboca, en las manos, en los pies, en el Corazón, le pidetambién ella besos amorosos a Jesús, con una confianzatal que en ninguna de las más amantes almas se encuen-tra una semejante. ¡Es la Esposa del Cantar que exclama:¡Béseme Él con el beso de sus labios!”.

No se puede poner en duda que si a Nuestro Señorplace mucho el reverente temor, no le plazca menos a suamantísimo Corazón la filial y tierna confianza. ¿Y cómo

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no tenerla con Aquel que pudiéndose salvar con derramaruna sola gota de su Preciosísima Sangre, toda la quisoderramar, en medio de los más inauditos tormentos y delos más ignominiosos ultrajes, para demostrarnos cuántonos ama? ¿Acaso pide mucho un alma cuando pide besosa aquél Jesús que se ha dado y se da siempre todo Símismo? ¿Y por qué deberían privarnos de esta gran con-fianza de amor nuestros pecados, cuando hemos sido deellos purificados con el arrepentimiento, la Penitencia yla humildad? ¿No es acaso cierto que el padre del hijopródigo cuando lo vio volver le echó los brazos al cuelloy lo colmó de besos? ¿Y la oveja perdida, encontrada y enlos hombros del Buen Pastor no habrá sido también ellaacariciada y besada? ¿No sea cierto, entonces, lo queaquella angelical enamorada de Jesús, Santa Inés, dijo:Yo amo a Aquel que por cuanto más lo abrazo y lo toco,tanto más pura y casta me hago? ¡Ah, más bien: La con-fianza amorosa que parte de un corazón humilde roba elCorazón de Dios! Y es en este modo como se hace unoniño, como enseñó Nuestro Señor cuando abrazando ensu regazo amoroso a un tierno niño, dijo: “De éstos es elReino de los Cielos”.

Tal es la confianza que transpira cada página de estas“Horas de la Pasión”. Y el alma que pone en sus manoseste libro y se interna en este piadoso ejercicio con estaguía, poco a poco se encontrará partícipe de los senti-mientos, de la compasión, del amor y de la confianza, detodos los cuales está este libro lleno y rebosante.

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A veces, el Alma Solitaria en este libro hace hablar aNuestro Señor, y entonces todas esas palabras no son yaun particular sentimiento suyo, sino una inspiración quese manifiesta con las palabras que el alma es capaz, pues-to que toda inspiración y toda revelación que pasa por elcanal humano brota según la capacidad, o mejor, según laintuición mística del sujeto. De ahí la diversidad enexpresarse de las almas contemplativas sobre un mismotema.

Pero sí, el Alma Solitaria, autora de estas “Horas”, lashace nuevas en los afectos, y novísimas, y diría yo, úni-cas, en las REPARACIONES.

En verdad, la reparación por todas las ofensas querecibe nuestro Señor Jesucristo ha sido siempre el prin-cipal objeto de tantas almas amantes, de tantos libros dedevoción y, tal vez, de especiales Revelaciones. Así, porejemplo, tenemos los escritos de Santa Margarita Maríade Alacoque, que en la devoción del Corazón Santísimode Jesús incluye especiales reparaciones. Más dirigidasa este objeto son las devociones del Santísimo Nombrede Jesús y de su Sagrado Rostro, de las que tuvo bellasrevelaciones la Sierva de Dios Sor María de San Pedro,carmelita. Ordinariamente, todas estas reparaciones sonformadas de atenciones, de intenciones y de plegarias.En cambio, las reparaciones de estas “Horas de laPasión” que ahora publicamos, son un fundirse, un ensi-mismarse, un revestirse con las Reparaciones mismas denuestro Señor Jesucristo; es un internarse en los senti-mientos del Corazón Santísimo de Jesús, en sus divinos

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padecimientos y con Jesús que sufre, que reza, que ofre-ce y que repara, el alma compadece, sufre, reza, ofrece yrepara. ¿y por qué cosa repara? Aquí las reparaciones seextienden, se multiplican y se adaptan a toda especie depecados que puedan tener relación con los particularespadecimientos de Nuestro Señor. Desde la primera hastala última palabra, se puede decir, esta Obra es una con-tinua y variada REPARACIÓN de todos los pecados contodas sus especies; y no solamente de los pecados gra-ves, sino también de los veniales y más leves; no sola-mente de los pecados que fueron cometidos contra laPersona adorable de Jesucristo cuando estuvo en manosde sus enemigos, sino por todas la culpas pasadas, pre-sentes y futuras en persona de todos los pecadores, seande los llamados como de los elegidos. El Alma compa-deciente se arroje y se sumerge en casi todos los padeci-mientos de nuestro Señor, y mide, por cuanto lo puedehacer un ser humano, el infinito abismo de cada uno, yuniéndose a las infinitas intenciones reparadoras delHombre-Dios penante, ofrece a Él, ofrece al padre, ofre-ce a la Divina Justicia REPARACIONES INFINITASpor todos y por todo. Y es precisamente la grande, nece-saria y universal REPARACIÓN lo que exigen éstosnuestros tan tristes tiempos, las innumerables iniquida-des de las presentes generaciones y el justo y tremendoairarse de los divinos castigos.

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Pedidos: 924 65 09 82 / 656 85 71 4691 563 37 17

EditorialARCA DE LA ALIANZA10.000 ejemplares. 2ª Edición Revisada

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LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUES-TRO SEÑOR JESUCRISTO, de LuisaPiccarretta, con aprobación eclesiástica.

Leyendo este libro entenderemos mejor elinfinito amor con que nuestro SeñorJesucristo nos trata, intentando hacernos par-ticipar de su propia divinidad; por eso en laSanta Misa se nos da por alimento en lacomunión.

Él, lo mismo que nos invita a comer y beberde su propia sustancia, nos invita a que leacompañemos activamente en su padeci-miento, por nuestra propia redención.

De forma que al unirnos con Jesucristo en supasión y muerte nos una Jesucristo a sutriunfante resurrección y singular gloriareservada para nosotros sus predilectos.

NO DEJE DE LEERLO,

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EDITORIAL ARCA DE LA ALIANZA

Próximos títulos:

I. Teología:

1. Immaculada, Reflexiones sobre la Inmaculada ConcepciónCardenales: J. Ratzinger, J. Meisner, L. Scheffczyk.Editor: Germán Rovira.

2. Josefina, sumario de las excelencias del glorioso San José,esposo de la Virgen MaríaJerónimo Gracián de la Madre de Dios, carmelita descalzo; maes-tro y confesor de Santa Teresa de Jesús. –Introducción y notas delP. Enrique Llamas OCD.

3. San José, Padre y EsposoGermán Rovira

4. La Venerable María de Jesús de Agreda y la Mariología delVaticano II.2ª edición con anexo, del Padre Artola sobre, el proceso de beati-ficación Enrique Llamas, OCD.

5. Mariología BíblicaStephano María Manelli, F.I.

3. San José, nuestro Padre y Señor (La Trinidad de la tierra)Joaquín Ferrer Arellano.

II. Espiritualidad:

1. La contemplación infusaMaría Luisa Andreu, religiosa de la Visitación.

2. Escritos EspiritualesMadre Patrocinio del Niño Jesús, religiosa de la Asunción y Ánge-les Arratíbel.

3. Escritos EspiritualesMadre Teresa Emmanuel, coofundadora de la Asunción.

4. Las horas de la PasiónLuisa Piccarretta. Introducción del Beato Aníbal de Francia.

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