los superdotados j herculano pires
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LOS SUPERDOTADOS J HERCULANO PIRESTRANSCRIPT
Los superdotados Educación Espírita J. Herculano Pires
— El hecho de que un educando se presente como superdotado
intelectualmente, con elevado IQ, no lo libra de sufrir disturbios
mentales y emocionales. Si así pensásemos, caeríamos en el otro
extremo de la posición errada en que se encuentran quienes
consideran que la mucha inteligencia desequilibra a la criatura.
La inteligencia nunca es excesiva, pues la verdad es que el nivel
mental de la Tierra aún es muy bajo. La mayoría de la humanidad
terrenal dispone de pocas luces. Aunque las llamadas élites
culturales presentan triste espectáculo en lo tocante a la
inteligencia. Estamos muy distantes de poder enfrentar
exageraciones de desenvolvimiento intelectual.
Como señaló Kardec, los hombres más notables y considerados
dueños de elevado patrón mental son en general tan pueriles que
llegan a despreciar hechos evidentes porque contrarían sus puntos
de vista o proceden de fuentes que ellos consideran inferiores.
En el propio medio espírita la crisis de inteligencia es grande y la
pereza mental, como escribió Bittencourt Sampaio en un mensaje
psicografiado, es la gran responsable por nuestro exiguo
desenvolvimiento doctrinario.
Inteligencia de sobra solo existe en relación a este ambiente
negativo. En realidad los hombres más inteligentes, llamados
genios, fueron siempre sacrificados o despreciados, puesto que lo
que impera en nuestro mundo es la mediocridad aventurera y
parlanchina. Por causa de esta, que domina y aparece, se creó la
leyenda de los desequilibrios por exceso de inteligencia. Pitkins
tuvo razón al escribir su Introducción a la Estupidez Humana. Como
acentuó Ingenieros, otro motivo de la leyenda es el hecho de que un
hombre inteligente, cuando está desequilibrado, se destacará en la
gran planicie de la locura inexpresiva.
La Pedagogía Espírita no puede endosar este crimen generalizado
contra la inteligencia, que es la marca de Dios en nosotros.
Los superdotados, como vimos, son los que, en el decir de Myers,
representan al hombre normal de una civilización que aún está por
completarse, que aún es apenas un esbozo de lo que debería ser.
Para los superdotados la Pedagogía Espírita debe exigirles
condiciones especiales de formación intelectual y moral. En cuanto
a los desequilibrios que algunos de ellos revelaren, será necesario
que se tomen providencias para ayudarlos, sin mezclarlos en una
clasificación genérica absurda e injustificable. El desenvolvimiento
intelectual será siempre seguido del desenvolvimiento de la
sensibilidad. Sabemos que una sensibilidad aguda chocará más
intensamente con la opacidad del mundo, según la expresión de
Sartre. Es natural que esta sensibilidad reaccione contra la
estupidez generalizada y hasta que también lleve al superdotado a
actitudes que lo condenan frente a la opinión general. Hasta hoy
muchas inteligencias brillantes consideran que Jesús fue un loco.
Binet Sanglé escribió un libro científico, transbordante de
erudición, La Folie de Jesus (La Locura de Jesús) para probar esta
tesis. Pero la simple defensa de la tesis demostraba la falencia de la
mal orientada inteligencia del autor.
Se considera ahora que una nueva raza está surgiendo en la
Tierra. Sus exponentes son llamados mutantes. Pero infelizmente la
mayoría de los mutantes, que deberían iniciar la mutación de
nuestra humanidad mediocre, ya se apagaron en el charco de la
mediocridad generalizada.
Los lectores podrían preguntarse qué gran inteligencia tenemos
nosotros para juzgar así a nuestra humanidad. No se trata de
inteligencia, sino apenas del buen sentido. Descartes demostró que
el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo. Todos
nosotros poseemos buen sentido y podemos usarlo cuando
desenvolvemos un poco la humildad. El buen sentido nos señala, a
todos los que quisiéramos ver, la penuria de la inteligencia en que
vive nuestro planeta. La Pedagogía Espírita precisa, por eso mismo,
amparar y defender la inteligencia de los superdotados. Las
escuelas espíritas tienen el deber de estructurar programas que
favorezcan este desenvolvimiento, puesto que estamos cada vez
más necesitados de criaturas realmente inteligentes, para que el
Espíritu pueda cumplir su finalidad.
René Hubert nos propone la tesis neokantiana del Relativismo
Crítico sobre el desenvolvimiento de la consciencia. Parte del
ensayo de Octave Hamelin sobre los elementos principales de la
representación. No vamos a examinar la tesis sino intentar
aplicarla a la solución de nuestro problema. Hamelin le dio nuevo
sentido a la dialéctica, sacándole el aspecto agresivo de la lucha de
los contrarios. Hubert la transforma en un instrumento de acción
pedagógica, para explicar y orientar el desenvolvimiento de la
consciencia. Este desenvolvimiento es el proceso mismo de la
Educación en nuestra vivencia en el mundo y nos señala de manera
clara cómo la vida nos proporciona el dominio de toda la realidad
exterior a través de la evolución del Espíritu. Vamos a intentar
exponer en forma resumida este vasto proceso.
En primer lugar tenemos la consciencia teórica que nace de
nuestra relación con el mundo. Somos el sujeto y el mundo es el
objeto. Captamos la realidad exterior y la interiorizamos en la
formulación de las categorías de la razón. Estas categorías son
nuestra propia experiencia de las cosas. Así, la experiencia nos da
la mundividencia o visión del mundo. Pero la relación sujeto-objeto
se transforma en nuestra consciencia en la recreación del mundo
en nosotros mismos y, por esto, en la recreación de nuestra propia
consciencia, que se rehace en la relación con el mundo. El mundo
opaco de Sartre, ese objeto oscuro, misterioso, se torna
transparente al ser recreado en nuestra consciencia en forma de
representación. Desaparece la relación y al mismo tiempo la
contradicción sujeto-objeto, por la fusión de ambos en la
consciencia.
De esa manera, la representación del mundo en nosotros no será
una simple remonta de la realidad exterior, sino una absorción y
asimilación de la realidad. El saber deja de ser información y
colecta de datos para ser vivencia. La consciencia teórica, al
formular la Teoría del Mundo, reformula su propia posición frente
al mundo y se identifica a si misma con la realidad.
Esta identificación inicial produjo lo que Adolfo Ferriere llamó
refundición de la personalidad. Modificándose al mismo tiempo la
visión objetiva del mundo y nuestra visión subjetiva de nuestra
capacidad de acción en el mundo. Comprendemos así el mecanismo
oculto de la tesis de Renouvier sobre el aprender haciendo. No
basta leer y oír, es preciso hacer.
Con esto pasamos a la consciencia práctica, introduciéndonos por
la voluntad en el orden de los fenómenos. Manejamos las cosas y los
seres, reconstruimos el mundo a través de la Ciencia y de la
Técnica. La Ciencia nos fue dada por la consciencia teórica, la
práctica nos lleva a la actividad de la consciencia, no solo como
simple experiencia, sino como recreación. Recreamos al mundo y
con esto nos recreamos nosotros mismos. Desencadenamos el
tiempo y descubrimos la duración. El futuro se abre ante nosotros y
nos señala otro orden de cosas, además del orden estático, dado por
el presente. Es el orden de las cosas por hacer, el orden de lo
posible. Nos tornamos cocreadores de Dios. Entonces, la consciencia
práctica, nuestra consciencia de actuar y de poder actuar
incesantemente, en el tiempo con sus límites y en la duración
ilimitada, despierta en nosotros el deber y la necesidad de la acción,
que a su vez exige normas de acción y de conducta, despertando el
sentido moral.
Es en este momento cuando alcanzamos la consciencia estética,
síntesis final de la dialéctica de la consciencia. La captación estético
del mundo, esta percepción de la realidad exterior a través de los
sentidos, se transformó en nosotros en una representación total de
la realidad del mundo y de nuestra propia realidad interior. La
estesia se define entonces como un encuentro por nosotros, en el
mundo, de nuestra propia aspiración del ser. La sensación nos llevó
a la razón, esta nos condujo a la moral y esta nos abrió, a través de
la acción y de la reflexión, el portal del amor. La consciencia
estética nos reintegra en el mundo y este nos aparece como una
manifestación de Dios, pleno de orden, equilibrio y belleza.
Implantemos el Reino de Dios en la Tierra y ella se transfigurará.
Esta postura del problema de la consciencia nos indica los rumbos
de la Educación Espírita y nos suministra los elementos necesarios
para que enfrentemos el problema actual, cada vez más acentuado,
de la escolarización eficaz de los superdotados. Clases especiales
tendrían que ser organizadas para estos niños y estos adolescentes
que se proyectan en la vanguardia de la evolución terrena.
Mantenerlos mezclados con los menos capaces sería perjudicial,
tanto para ellos como para los otros. Pero es evidente que los
profesores para estas clases especiales precisan ser también
suficientemente airosos y capacitados. Sus alumnos necesitan
mucho más que estímulos que de enseñanzas. Pero una vez más
tenemos que volver a las sugerencias del Método Montessori. Pero
comprendamos bien: Las sugerencias y no al método en si. La teoría
ambiental de Montessori nos parece fecunda en este sentido.
Tratemos también, rápidamente, de los deficientes físicos. El
concepto espírita del educando en estas condiciones nos revela un
ser sometido a consecuencias dolorosas de vidas pasadas, en
general sujeto a la acción negativa de entidades espirituales que
les dedican odio. Los defectos de los cuales son portadores no son
consecuencias de simples causas físicas, como generalmente se
supone, sino de profundas causas morales. Los traumatismos de la
consciencia culpable repercutieron en la formación del cuerpo o los
conducirán a encarnaciones en la línea hereditaria adecuada. La
Pedagogía Espírita debería indicar a la Educación Espírita los
medios de socorrerlos y auxiliarlos, educándolos en la consciencia
de su naturaleza espiritual. La comprensión de que las deficiencias
físicas no perjudican, sino, por lo contrario, sirven de correcciones
para su espíritu, despertándoles energías renovadoras en su
consciencia, los auxiliarán a superar el sentimiento de inferioridad
y la posible revuelta contra la aparente injusticia a la cual fueron
sometidos.
La Doctrina Espírita de la responsabilidad individual
intransferible los llevará a la comprensión de que no fueron
castigados por Dios ni por cualquier tribunal misterioso. Son
simples accidentados de la evolución, a semejanza de los
accidentados laborales o de las investigaciones. Sabiéndose
dotados de un cuerpo espiritual, cuya naturaleza flexible obedece
fácilmente al comando de la mente y a los impulsos de la voluntad,
aprenderán a controlar sus pensamientos y sus emociones en el
presente, para asegurarse a sí mismos la reintegración futura en
su forma normal. Esta comprensión es muy diferente del consuelo
proporcionado por las doctrinas religiosas que se limitan a
exigirles la sumisión a la voluntad de Dios. La Educación Espírita no
objetiva tornarlos simplemente resignados, sino a transformarlos
en elementos conscientes de sus posibilidades en esta misma
existencia, donde podrán, por el desenvolvimiento del espíritu,
superar las deficiencias físicas.
No necesitan de clases especiales y estas solo les serían
perjudiciales. Deben mantenerse en las clases comunes,
despertando en sus relaciones con los demás, por la convivencia, la
observación y la experiencia, la comprensión de que los portadores
de físico perfecto están a veces cargados de deficiencias mentales y
morales que nunca desearían tener. Una especie de compensación
egoísta, pero que la comparación impone naturalmente y sirve
también para demostrarles que hay en la Naturaleza un principio
inmanente de ecuanimidad.
Todos estos problemas nos revelan la necesidad y la eficacia de la
Educación Espírita. Su contribución en todos los sectores del
proceso educativo prueba el acierto de quienes fundaron escuelas
espíritas, espontánea y corajudamente, en nuestro país, dándole el
liderazgo en la reforma educativa y pedagógica exigida por las
transformaciones profundas por las cuales pasa nuestro mundo.