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  • 7/24/2019 Memorias en Conflicto Alrededor Del Museo Arqueolgico Gustavo Le Paige, En San Pedro de Atacama, Chile

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    Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world Newworlds

    Questions du temps prsent| 2016

    H A F

    Memorias en conflicto alrededor delMuseo arqueolgico Gustavo LePaige, en San Pedro de Atacama,ChileMemory conflicts around the Archaeological Museum Gustavo Le Paige in San Pedro de Atacama, Chile

    [25/01/2016]

    Rsums

    Espaol EnglishLos conflictos sociales y tnicos que se produjeron durante las ltimas tres dcadas en el nortechileno erigen como uno de sus escenarios el museo construido por el sacerdote belga y lasactividades que en l se realizan. La figura misma del P. Gustavo Le Paige muestra las diversascaras del conflictivo trabajo de la memoria de la comunidad.

    The social and ethnic conflicts that occurred during the last three decades in north of Chile standas one of their scene the museum built by the Belgian priest and activities that are performed onit. The same figure of Father Gustavo Le Paige shows the different faces of the conflicting memory

    work in the community.

    Entres dindex

    Keywords : Conflict, memory, ethnicity, State, archeology

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    Palabras claves : Conflicto, memoria, etnia, Estado, arqueologa

    Texte intgral

    Introduccin- Memoria, reflexin e

    identidad

    En general, la historia slo comienza en el punto en que acaba la tradicin,momento en que se apaga o se descompone la memoria social. Mientras un

    recuerdo subsiste es intil fijarlo por escrito, ni siquiera fijarlo pura ysimplemente.2

    Durante las ltimas dcadas la bsqueda de reconocimiento de las distintas etnias

    que comparten los espacios nacionales ha sido causa de luchas, deliberaciones, nuevasleyes y, especialmente, un arduo trabajo de la memoria y de los historiadores. En elmbito latinoamericano, y con el encuadre de los ya lejanos festejos por el quintocentenario de la llegada del europeo a estas tierras, la cuestin tom especial relevancia,

    llegndose al punto de que todos o casi todos los Estados se vieron en la obligacin delegislar sobre el asunto, alcanzndose en algunos casos el estatus constitucional de los

    pueblos originarios y hasta el reconocimiento de la nacin como multitnica (como enBolivia).

    1

    Uno de los fenmenos ms interesantes que se han producido, sobre todo a nivel decomunidades locales, es una suerte de dialctica entre la reflexin (dentro de la cual

    podramos incorporar el trabajo de la historia) y la memoria, impulsada por la bsquedade reafirmacin de la identidad. El caso que nos ocupa es interesante, ya que este juego

    se produce en la reconstruccin y reinterpretacin de hechos de los cuales an vivenmuchos testigos y protagonistas, con lo cual escapamos a lo que propiamentepodramos considerar el trabajo de la historia, para situarnos en el terreno de lamemoria.1

    2

    La reafirmacin de la identidad tnica atacamea en este caso se produce en esta

    interaccin de ideas y reflexiones modificadas y producidas por la actividad de losrecuerdos; los cuales a su vez son reconstruidos por la bsqueda de la inteligencia. Estefenmeno ha sido estudiado por Halbwachs enLos cuadros sociales de la memoria, yen su consideracin afirma que es este uno de los procesos que develan que la memoria

    individual debe entenderse siempre encuadrada en un colectivo que busca darlecoherencia a sus recuerdos.3 Cunto ms se acentuar esta bsqueda de coherencia,

    cuando lo que est en juego es la bsqueda del reconocimiento. Al decir del autor,cuando la reflexin est operando, el pasado no reaparece como as sino que es

    reconstruido por un esfuerzo de razonamientos y, en esta reconstruccin, se le danuevas formas con el fin de otorgarle un mayor grado de coherencia4. La puja de

    sentidos se da no solo dentro de la misma comunidad, las ideas son ms abarcadorasque las tradiciones, lo que ocasiona una interaccin, que llega hasta la oposicin entrelos miembros de la comunidad y los de otros grupos contemporneos. Del mismo modo,ideas que no se producen dentro del mismo grupo se introducen en l como nuevas, yganan presencia en la reconfiguracin de la tradicin.5 Cuando, como vamos a ver,Gustavo Le Paige comienza con los trabajos arqueolgicos en la zona del Salar de San

    Pedro de Atacama, introduce nuevas ideas de continuidad histrica que cambianradicalmente la consideracin de la tradicin en muchas personas del pueblo. Y lo

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    En resumen, las creencias sociales, cualesquiera que sea su origen, tienen unadoble condicin: son unas tradiciones o unos recuerdos colectivos pero tambinson unas ideas o unas convenciones que resultan del conocimiento del presente.6

    Contexto sociopoltico

    El espritu que motiv la creacin de esta Comisin, el 18 de enero del 2001, fue lanecesidad de conocer la visin de nuestros pueblos indgenas sobre la historia deChile y la elaboracin de recomendaciones para construir una poltica de Estadoque permitiera avanzar hacia el reencuentro de la sociedad chilena en sutotalidad.9

    mismo suceder cuando la cuestin indgena es puesta sobre el tapete a nivel estatal,exigiendo una nueva reflexin entre los miembros de la etnia (as como sucedi con

    otras) que reconfigur sus relatos identitarios, incluso aportando elementos cientficosque las comunidades usufructuaron al tiempo que reconstruan sus propias historias.

    El marco actual, configurado por el pensamiento poltico y por el discurso cientficoque lo atraviesan con fuerza, estimul la emergencia de recuerdos colectivos pero

    reconstruidos segn la ptica y la reflexin de cada uno de los grupos involucrados, quepartiendo de elementos comunes arribaron muchas veces a narraciones con sentidos

    divergentes7.

    4

    Dado los alcances de este trabajo, lo que realizamos es apenas un bosquejo de lo quepodra dar origen a una investigacin mayor, ya que en realidad se cruzan varias lneasde escritura de historias y reconstrucciones de memoria que se van influyendo

    mutuamente para terminar originando diversos relatos en distintas reas. Los estudiossobre la cuestin estn todava en sus inicios. Recurriremos frecuentemente a relatos y

    experiencias que hemos recogido personalmente.

    5

    El 18 de enero del ao 2001 se crea en Chile la Comisin de Verdad Histrica y Nuevo

    Trato con los Pueblos Indgenas, conformada por un grupo de connotados dirigentesindgenas y especialistas (antroplogos, arquelogos, historiadores, gegrafos, etc.; queen realidad la mayora no forma parte de la comisin sino de los grupos de trabajo, o delgrupo de colaboradores), dirigidos por el ex Presidente Patricio Aylwin. El nombre de la

    comisin es tan pretencioso como confuso, si se quiere. Notable que a esta altura deldesarrollo de las disciplinas, un grupo de cientistas sociales acepte como as que su

    trabajo sea titulado como verdad histrica, lo que hace presumible un objetivo mspoltico que cientfico. El control de la memoria, segn Pollak, se realiza en lasorganizaciones ms formales a partir del acceso de los investigadores a los archivos, ypor el empleo de los historiadores de la casa.8

    6

    La expresin nuevo trato merecera en s misma un estudio. Se refiere a una nuevaforma de tratar a los pueblos originarios, a la que el estado chileno se compromete de

    aqu en ms? O a un trato al que se lleg con estos pueblos, para comenzar a reescribirla historia de relaciones? Compromisos legales y de reconocimiento? O un programapoltico al estilo new deal(las resonancias son inevitables) que tenga como objetivo eldesarrollo y la integracin de los pueblos indgenas? En teora:

    7

    Hay una distancia entre verdad histricaa secas, y la visin sobre la historia queposee uno de los grupos involucrados. La cuarta presidencia desde el retorno a lademocracia, casi una dcada despus de la constitucin de la comisin, lo reconoce.

    Correccin epistemolgica o justificacin de la real relevancia que se le dio o dej dedar al trabajo de la comisin? En todo caso, la oficializacin de una verdad histrica, en

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    La poblacin indgena localizada en la Puna no fue considerada comopotencialmente chilenizable y en parte tambin, se exclua a la localizada en lastierras bajas de la subdelegacin. Desde la visin chilena, la categora indio notena alguna relacin con un tipo de pertenencia nacional: Segn el intendente de

    Antofagasta, la nica dificultad que presentaba la administracin de San Pedro deAtacama era la falta de chilenos, pues sus habitantes son en casi su totalidadindios.12

    un momento de disputas porque ciertas memorias subterrneas y acalladas comienzana emerger con fuerza, podra ser en el fondo un reforzamiento de las polticas de olvido

    y silencio. El nuevo trato que se persigue, no ser una manera de oficializar lamemoria de los pueblos originarios, formateada por la academia, e incorporada a la

    gran construccin de la memoria nacional?10

    El da 28 de octubre de 2003, la Comisin Verdad Histrica y Nuevo Trato entrega alentonces Presidente de la Repblica Ricardo Lagos Escobar, el informe a partir del cualse disearan las estrategias para la vinculacin del Estado chileno con las comunidades

    indgenas. De este informe extraeremos algunos tpicos que nos ayuden acontextualizar.

    9

    Cuando termina la Guerra del Pacfico, en 1883, la regin del Salar de Atacama seincorpora a la soberana chilena junto con el resto de la Puna. En 1888 se crea por Ley elDepartamento de Antofagasta, y se establece a San Pedro de Atacama como capital de laNovena Subdelegacin, que abarcaba a los pueblos del Salar y la Puna. Ya estaba

    consolidado el dominio geopoltico sobre la zona, de la mano de la explotacin minera.En 1899, y en virtud de un juicio arbitral a cargo del Gobierno de los Estados Unidos,

    Chile debe ceder a Argentina parte de la Puna, demarcndose as los lmites polticosdefinitivos, aunque los atacameos siguieron considerando el territorio como uno solo.En estos ltimos aos el sentimiento se ha acentuado, varias comunidades del lado

    argentino, Abra Pampa incluida, se consideran atacameas, y realizan asiduasactividades de intercambio con las que reconocen como sus hermanas chilenas y

    bolivianas. Los antecedentes histricos sobran, an en tiempos de la colonia. Hemos

    visto libros de bautismo de fines del Siglo XVIII, existentes en la parroquia de SanPedro, en el que figuran inscritos ritos realizados en Susques, pueblo distante unos 300km. de San Pedro, ya bien adentrado en el actual territorio argentino (casi 150 km.).Lamirada de los funcionarios chilenos hacia los indgenas de la puna, fue la de

    comunidades aisladas de todo contacto externo y al margen de la ... civilizacin y elprogreso...11

    10

    En este contexto, se obliga a los atacameos a nacionalizarse como chilenos oabandonar sus tierras, permaneciendo como bolivianos. Fue una etapa de pacificacin

    y as se comienzan a implantar las estructuras estatales en la zona.

    11

    A fines de la dcada del 30 el Estado adopta polticas de inclusin para estos sectores

    sociales. Dentro del proceso de modernizacin, se busca para las poblaciones indgenas

    la participacin ciudadana, con el ejercicio de derechos civiles y polticos, ms el accesoa servicios estatales. En 1955, la Iglesia Catlica y la Universidad del Norte impulsan elPlan Cordillera, cuyo fin fue generar la reactivacin de las reas agrcolas, ganadera y

    artesanal de las comunidades atacameas.13 Ante los problemas fronterizos se generun fuerte proceso de chilenizacin de la poblacin andina, de la mano de la proliferacin

    de escuelas de concentracin fronteriza, en las que se resaltaban, desde un discurso deintegracin, los valores patrios y los smbolos nacionales de la historia.14

    12

    Al asumir el gobierno de la Concertacin, reimplantada la democracia, se crea por undecreto supremo la Comisin Especial de los Pueblos Indgenas, en la que participaban

    representantes de organizaciones indgenas, miembros de partidos polticos yfuncionarios del gobierno. El resultado final fue la promulgacin de la Ley Indgena de

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    La Ley n 19.253 permite promover, coordinar y ejecutar la accin del Estado afavor del desarrollo integral de las personas y comunidades indgenas en Chile,especialmente en lo econmico, social y cultural, y de impulsar su participacin enla vida nacional. En la lnea de favorecer los programas de desarrollo integral,MIDEPLAN15a propuesta de CONADI16, puede establecer reas de DesarrolloIndgena (ADI) de acuerdo con el artculo 26 de la ley, las que quedan definidascomo espacios territoriales en que los organismos de la administracin delEstado, focalizarn su accin en beneficio del desarrollo armnico de los indgenas

    y sus comunidades.17

    La estrecha articulacin de lo poltico y de lo econmico evita dos reducciones muyfrecuentes: ya sea la asimilacin de lo "propio" a una "identidad" culturalestereotipada por la etnologa (cuando no la hace sustancial!), aislada de lasociedad global, retirada de la historia y condenada a repetirse casimecnicamente; ya sea la desaparicin de una especificidad tnica y poltica bajola generalidad de las relaciones de produccin y de los conflictos de clase. A lacoartada de una identidad cultural (ms o menos prestigiosa y nostlgica)construida por la ciencia etnolgica, o a la prdida de s bajo el dominio(efectivamente imperialista) de las leyes y de los conflictos socioeconmicosimpuestos por el mercado internacional, los indios prefieren una tercera vapoltica: cambiar, segn estrategias propias, una realidad que los hace solidariosde los movimientos campesinos no indios.19

    1993:

    En marzo de 1997 se crea el ADI de San Pedro de Atacama. Est encabezada por elIntendente Regional (mxima autoridad de la Regin), el Gobernador de la Provincia deEl Loa y el Director de CONADI, y en ella participan representantes de las comunidades.

    14

    Nos ha tocado vivir y trabajar en dicha ADI. Nuestra labor, precisamente en uno delos nodos donde se entrecruzan los relatos, se llev a cabo en el Museo Arqueolgico de

    San Pedro de Atacama, un pueblo que se sita en la Segunda Regin de Chile, en elNorte, lindante con la provincia argentina de Jujuy (con la cual se conecta a travs del

    Paso de Jama). En esta zona predomina la poblacin atacamea, una de las etniasreconocidas por la ley de 1993. Antes de la promulgacin de dicha ley, los habitantes de

    la cuenca del Ro Loa y del Salar de Atacama se identificaban con identidades locales,que no se adscriban a la etnia atacamea, que hoy engloba a toda la regin.18Luego de

    la ley, se constituye dicha adscripcin, un poco como diferenciacin de otroshabitantes de la zona (quechuas y aymaras), otro poco porque fue un recurso necesariopara acceder a ciertos beneficios que el Estado ofreca a quienes estuvieran adscriptos auna etnia reconocida. Estos riesgos de esencializacin o, su contracara, la prdida deidentidad local, fue visionariamente descrito por Michel de Certeau en la dcada del 70,

    aunque tal vez con resultados distintos de los que l, esperanzado, presagiaba:

    15

    Esta afirmacin no pretende ni mucho menos negar el hecho de que exista una

    tradicin comn, pero dicha tradicin no se objetivaba en un relato de corte

    occidental, algo as como la historia de los atacameos. Efectivamente, una de lasconsecuencias de la ley fue la esencializacin (sustancializacin, dira de Certeau) delas etnias, en un proceso que algunos antroplogos denominaron etnognesis 20, y que

    es acompaado por el surgimiento de muchos relatos que tienen que ver tanto con lahistoria como con la memoria21. Contrariamente a lo que pueda pensarse, esto no

    result en una unin mayor entre las poblaciones, operando al contrario un cambiosemntico muy poderoso: de pueblo a comunidades. Dentro de la etnia eranlegalmente reconocidas y constituidas distintas comunidades, lo que trajo consigodisputas por la posesin de territorio y agua. Paralelamente, se da otro cambio que ser

    determinante para la configuracin de los relatos histricos. La denominacin deindio pierde su sentido peyorativo, otorgado por las polticas nacionales-

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    Los perodos de crisis internas de un grupo o de amenazas externas generalmenteimplican reinterpretar la memoria y cuestionar la propia identidad. Estos perodosson precedidos, acompaados o sucedidos por crisis del sentimiento de identidadcolectiva y de la memoria. Son los momentos en que puede haber una vueltareflexiva sobre el pasado, reinterpretaciones y revisionismos, que siempreimplican tambin cuestionar y redefinir la propia identidad grupal.23

    El Museo del Padre Le Paige

    modernizantes, para comenzar a connotar una identidad valiosa, la de pueblooriginario. Esto es en parte producto de la ley indgena (y sus discusiones antecedentes),

    ya que hasta la misma dictadura iniciada en 1973 trabaj por negar la categora,sinnimo de atraso y barbarie. Cmo es posible que () acepten llamarse indios, eso es

    aceptar el insulto, ahora firmado, recoge Ayala de un dirigente atacameo durante sutrabajo de investigacin, refirindose a ese momento.22

    En definitiva, es para las poblaciones indgenas del pas, y en particular para losatacameos del Salar, un momento de crisis. Y en estos momentos, los trabajos de la

    memoria cobran especial fuerza. Como nos dice Elizabeth Jelin:

    17

    Hasta ahora, en esta contextualizacin, podemos distinguir dos actores en la tramaque vamos desarrollando: las comunidades indgenas y el Estado chileno.Introduzcamos al tercer actor.

    18

    Los trabajos arqueolgicos en la zona haban comenzado con algunas expedicioneseuropeas a mediados del siglo XIX. Las excavaciones localizadas se van sucediendo ms

    o menos aisladamente hasta el evento que marcar un hito generador de relatoscontrovertidos para la zona y para la poblacin originaria: la llegada, en 1954, del

    sacerdote jesuita belga Gustavo Le Paige. Obsrvese que su llegada es apenas un aoantes del comienzo del Plan Cordillera del cual, si bien no tenemos documentacin,debemos suponer particip activamente, siendo la principal autoridad eclesial en SanPedro. El dato no es menor, porque a partir de all su figura ser resaltada por muchos

    como un gran benefactor y modernizador del pueblo. En efecto, a su llegada asumecomo prroco de San Pedro de Atacama, lo cual en esa poca (todava no exista el

    municipio) representaba algo as como poseer la suma del poder pblico (de hecho lmismo lote parte del pueblo). Le Paige llega del entonces Congo Belga, lascircunstancia de su traslado desde frica y el por qu de su llegada a Chile preferimosno abordarlas aqu, dado que los archivos de la orden an no han sido desclasificados y

    todo lo que se hace en torno al tema es conjetural, y demasiado cargado deemocionalidad (a favor o en contra del cura)24. Lo cierto es que fue gran admirador de

    Teilhard de Chardin (vimos incluso, en una antigua foto, un retrato del telogo en elescritorio de Le Paige) y que trae consigo algunas ideas, ms all (o ms ac) de su afnmisionero: la modernizacin del pueblo y muchas inquietudes cientficas, que lo

    llevarn a excavar casi compulsivamente cuanto cementerio indgena encuentre25. Oms bien, cuanto cementerio le es mostrado por sus ayudantes, todos atacameos,muchos de los cuales eran nios y hoy da trabajan en el museo (veremos la importancia

    de este dato). Es as como en 1957 organiza un museo en la casa parroquial, y en 1963,con el apoyo de la Universidad del Norte (hoy Universidad Catlica del Norte, entoncesdictaba la carrera de Arqueologa, luego sera cerrada, junto con casi todas lasHumanistas, por la dictadura), comienza la construccin del actual museo, que todava

    es uno de los principales atractivos de la zona. Hoy cuenta con unas trescientas ochentamil piezas arqueolgicas, no todas clasificadas, en su mayora desenterradas por Le

    Paige. Entre ellas, y aunque personalmente nos cueste llamarlas piezas por la

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    objetivacin que esto conlleva, unos trescientos cuerpos humanos (las condicionesgeogrficas ayudan a la preservacin) y cerca de cinco mil crneos, producto de los

    desentierros del cura y de los arquelogos que luego siguieron su lnea de trabajo. Dems est decir que, aunque hoy en el mismo mbito del museo hay un instituto de

    investigaciones que cuenta con antroplogos y etnohistoriadores, sumados a losarquelogos, sigue manteniendo el carcter colonial con el que fue fundado. El museoha sido en los ltimos aos uno de los puntos de conflicto con las comunidades, que ensu proceso de etnificacin (en gran parte coadyuvado por el propio trabajo de los

    arquelogos) realizaron constantes reclamos. Estos se reparten en una gama que abarcadesde la administracin del recinto (posicin en la que se mezclan, adems de los

    polticos, intereses econmicos, ya que existe la creencia de que el museo generaingentes recursos), hasta la propiedad del mismo y, en sus versiones ms radicales, larestitucin y re-entierro de las piezas arqueolgicas. Si tomamos en cuenta la evolucinque la mirada sobre los museos ha tenido en las ltimas dcadas, as como los procesos

    de patrimonializacin que, con fuerza, acompaaron a los de etnificacin, es biencomprensible que el museo se haya convertido en un centro de disputas materiales y de

    sentidos. Partamos por los primeros. El Consejo de Monumentos Nacionales es laentidad estatal que entiende y fiscaliza todo lo referido al patrimonio. Museos de ndoleprivada, como el de San Pedro, son comisionados para la custodia de los bienes

    patrimoniales. Estamos, segn Candau, en un momento de emergencia de la cuestinpatrimonial. Y un presente de lucha, porque apropiarse del patrimonio es, de algnmodo, apropiarse de la memoria.26 Tomando el concepto de Andr Castel, define al

    patrimonio, en su concepcin moderna, como el vnculo electivo con ciertas huellas delpasado o ciertas herencias, materiales o ideales; culturales o ideales.27En el caso queestudiamos se presenta muy clara la eleccin del vnculo, porque ciertas cosas ideales(las costumbres indgenas) como otras, desde nuestra cosmovisin, ms difciles de

    clasificar (por su valor simblico ms all de la materialidad, hablamos en concreto delos cuerpos humanos) trataban de ser, hasta no hace mucho, desvinculadas del

    presente, por cuestiones ideolgicas o culturales. El patrimonio no es algo dado, unmero objeto o conjunto de objetos, sino que es un trabajo selectivo de la memoria. Por

    lo mismo, es uno de sus aparatos ideolgicos, y como tal es utilizado como bandera deidentidad o como reafirmacin de derechos, en un esquema de disputas por el poder. En

    Chile, por ejemplo, el patrimonio es un bien del Estado Nacional. No todas lascomunidades estn de acuerdo con ello, y ante el riesgo de reapropiacin por parte de

    estas, la academia tiende a justificar, so pretexto de custodia, la legislacin vigente. Sehabla mucho, en este contexto, de la puesta en valordel patrimonio, como una de lastareas del museo. Pero esta no sera posible si no se hubieran producido antes losprocesos de patrimonializacin, en tanto actos de la memoria, que dieron existencia y

    visibilidad a los objetos calificados como patrimonio.28El museo de San Pedro, si bienes construido casi al mismo tiempo en que se despertaba esta fiebre patrimonialista, por

    un lado museific todo objeto arcaico que cay en sus manos, y paralelamente loamonton en vitrinas, sin demasiada simbolizacin ni discernimiento. Por eso semejams una coleccin que un museo propiamente dicho, ya que no hay presencia de laetnografa, y los objetos flotan en el aire de su materialidad. Pero paradjicamente,

    posibilit que las comunidades comenzaran a darle valor cultural positivo, o sea, valorpatrimonial. Esos objetos empezaron a ser considerados, con razones arqueolgicas o

    no, parte de su historia, la misma que justifica la propiedad ancestral de sus tierras, desu agua, de su pueblo, y del mismo museo que las posiciones ms radicales combaten.Los enterramientos (nombre que se les da a las tumbas) pasaron de ser lugares a evitar,por las consecuencias que pudieran traer a quien los profanara volveremos a esto

    luego a monumentos difusores de la memoria, objetos patrimoniales por excelencia.

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    Fundamentalmente dialctico, el museo sirve a la vez como cmara sepulcral delpasado con todo lo que ello implica de deterioro, erosin y olvido y como sedede posibles resurrecciones, bien que mediatizadas y contaminadas, a los ojos delcontemplador. Por mucho que el museo, consciente o inconscientemente,

    produzca y afirme el orden simblico, hay siempre un excedente de significadoque sobrepasa las fronteras ideolgicas establecidas, abriendo espacios a lareflexin y la memoria antihegemnicas.33

    Como la mayora de ellos fueron destruidos por el trabajo de Le Paige y los arquelogos,esa simbolizacin fue absorbida por los cuerpos ya separados de sus tumbas. De ah la

    lucha de las comunidades por que sean retirados de la exposicin (la mirada de losotros le otorga, o resta en este caso, valor patrimonial a los objetos)29, y ubicados en un

    recinto especialmente dedicado a ellos, con los cuidados que merecen. A ese recinto que se encuentra dentro del museo no puede acceder nadie, ni siquiera con un afncientfico, sin el consentimiento de la comunidad. La nueva consideracin de loscuerpos le dio un fuerte soporte afectivo a la lucha de las comunidades por la identidad,

    convirtindolos adems, en tanto lugar de memoria (aunque material ycompulsivamente trasladados a otro sitio), en uno de los ms importantes elementos

    simblicos de la comunidad. Es probable que el mismo traslado compulsivo los hayaconvertido en un smbolo doble: por un lado, de la identidad histrica con losantepasados; por otro, de los atropellos reiterados que los impele a unirse para la lucha.Tal vez sea este ltimo sentido el que, ms o menos inconscientemente, haya operado en

    la idea surgida en estos ltimos aos de demoler el museo en s mismo unmonumento , alegando riesgos estructurales y museogrficos, para construir en su

    lugar uno nuevo. Segn argumenta Candau, la destruccin de un lugar tiene comoobjetivo la muerte de una memoria, objetivo que no se alcanza mientras viva alguienque recuerde.30 Este mismo motivo, omnipresente en los momentos de colonizacin,

    puede haber motivado a Le Paige a destruir los enterramientos, segn algunas hiptesisque expondremos ms adelante. Porque el museo actual, lejos de ser una mquina deolvido activo, segn la categora utilizada por Candau, aislando los objetos de su

    realidad exterior, est operando polticamente como reafirmacin de esa realidadmovilizada en su reivindicacin. Podramos constatar con el mismo autor que, en estecaso, memoria e identidad estn intrnsecamente ligadas, y el trabajo arqueolgicoinaugurado con el museo, permiti a las comunidades resignificar el encadenamiento de

    secuencias temporales referidas a su propia historia.31El museo se ha convertido en undoble lugar de memoria: primero, por ser depsito de los objetos que atestiguan la

    continuidad de la poblacin del Salar. Esto pareciera pertenecer ms al mbito de lahistoria que de la memoria, tal como la venimos definiendo, pero no se restringe a dicho

    mbito, porque la construccin de una identidad milenaria a travs de esos objetos esalgo que tiene que ver con los ltimos treinta o cuarenta aos. Segundo, entonces,

    porque es en s el monumento de una poca que signific un vuelco en la vida y lamentalidad del pueblo.32

    Desde aqu podramos perfectamente dar fe de esos procesos que menciona Huyssen,los que terminaron desbordando el soporte ideolgico con los que la modernidad penslos museos:

    20

    Por otra parte, y en concordancia con el autor, la musealizacin (que trasciende, en su

    concepcin, a la mera ereccin de museos)34, se ha convertido en este caso en unbaluarte que defiende a la comunidad del miedo y la angustia de que su culturadesaparezca, bajo el creciente y acelerado proceso de modernizacin al que occidente laha sometido. Aqu la teora de la compensacin de Lubb podra funcionar, aunque con

    similares reparos a los que le hace Huyssen: esa misma cultura que se refugia en elmuseo buscando estabilidad, ha sido afectada en sus tradiciones precisamente por la

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    injerencia de la ciencia de la arqueologa, establecindose una suerte de crculo entre losprocesos de identificacin y cambio de perspectiva. Al contrario de lo que Huyssen dice,

    aqu el museo y el mundo real del presente no han permanecido separados, y el primerono constituye un lugar de ocio y calma frente a la aceleracin del segundo. 35Ms bien, el

    museo se convirti en el escenario y adems en el proveedor de argumentos para lalucha poltica de la comunidad por su reconocimiento tnico, y creemos que estosprocesos se repiten anlogamente en todos los museos de este tipo. Con mayor o menorgrado de conflictividad, todos han contribuido, ms all de sus intenciones, a la

    reivindicacin del pluralismo en la identidad cultural y la forma de autoconocimiento36.Pero se nos ocurre que consisti en un mecanismo de resistencia por parte de las

    comunidades, ms que en una poltica del Estado o de la Academia.Como se ve, lo relatado hasta aqu abre la posibilidad de muchas lneas de

    investigacin, ya que los tres actores principales (el Estado, las Comunidades y losArquelogos) portan sus propias memorias y sus historias, y poseen sus propios

    emprendedores, verdaderos creadores de memoria. Pero en este breve trabajo nosinteresa resaltar el Museo como monumento, terreno en el cual se desata, para usar

    palabras de Ricoeur, el conflicto de las interpretaciones.

    22

    A partir de sus trabajos, Le Paige defiende la tesis de continuidad cultural de losatacameos desde tiempos (largamente) prehispnicos.37Este dato es vital, ya que a l

    van a recurrir todos los actores a la hora de defender los propios relatos. Segn Pollak,el trabajo de encuadramiento de la memoria se alimenta siempre de los datos que leprovee la historia.38 Hemos escuchado a los arquelogos sostener, con gran

    convencimiento, que los atacameos les deben su historia (lo cual, y dadas lascircunstancias introducidas por las polticas estatales, es casi como decir que le debensu etnia). Hemos recogido tambin de los dirigentes ms radicalmente indigenistas, queconsideran a Le Paige y sus continuadores como ladrones de su patrimonio, apoyarse en

    la misma tesis de Le Paige para defender los derechos que les da su identidad. Porltimo, el Estado, al definir el status de la etnia atacamea, debe apoyarse en la misma

    tesis. La tesis de Le Paige, en ltima instancia, opera como un fuerte encuadre de lamemoria, cualquiera sea la direccin que los diferentes actores en lucha adopten.39

    23

    Tomemos algunos ejemplos que ilustren lo que venimos diciendo. Nadie, que noestuviera investido a la vez de la autoridad cientfica y espiritual, hubiera podido

    excavar las tumbas y desenterrar los cuerpos. Segn las tradiciones ms antiguas, perotodava presentes en el pueblo, las tumbas prehispnicas son lugares a evitar. Son

    llamados gentilares, trmino heredero de la Conquista y la Evangelizacin. Los gentilesfueron los habitantes de estas tierras antes de la llegada del Evangelio y,concomitantemente, del bautismo. Como si pertenecieran a otro en, una humanidadanterior, precristiana, no deben ser molestados porque tiene el poder de enfermar. De

    hecho, todava hoy, algunas personas evitan el Museo, por su presencia. Recibimospersonalmente el relato de un funcionario del museo, ayudante de Le Paige en sus

    excavaciones (y por ende, representante de una nueva cosmovisin), que contaba que sumadre solo entraba al museo llevando agua bendita. Los mismos objetos desenterradospueden ser portadores de ese poder. Recordamos aqu el caso del que fuimos testigo de un trabajador que, cavando zanjas en las proximidades del pukara de Quitor

    (distante tres kilmetros del pueblo), encontr algunos instrumentos antiguos (tpicaspalas prehispnicas y restos de cermica) y se los llev su la casa. Al tiempo lleg al

    museo para entregarlos, ya que no poda dormir en paz (en realidad ni l ni su familia)desde que tena esos objetos. Para la memoria popular, en definitiva, sus antepasadoseran los que descansaban en el cementerio cristiano, no los gentiles.40Le Paige, desdesu autoridad espiritual, convenci a algunos jvenes (que bien saban dnde estaban los

    gentilares, presentes en la tradicin comunitaria y familiar como lugares a evitar) para

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    que lo ayudaran en sus excavaciones. En las tumbas, enterramientos o complejosfunerarios es donde ms objetos arqueolgicos se encuentran, adems del muerto.

    Muchos de estos jvenes son los que hoy da siguen trabajando en el museo, comodijimos arriba. Actualmente, el relato de los gentiles convive con otro, el de los

    antepasados, y como decamos arriba las tumbas o su contenido se han convertido enmonumentos. Ocurre que para las posiciones ms indigenistas, reconocer al gentil comoantepasado sirve para sostener la tesis de la continuidad cultural desde los primeroshabitantes de la zona. Se da la paradoja de que si bien consideran la tarea de los

    arquelogos una profanacin (recordemos que de hecho, en el ao 2007 y, digmoslo,en consonancia con tendencias museogrficas mundiales, consiguieron que se retiraran

    los cuerpos de la exhibicin), se apoyan en su trabajo para elaborar su memoriareivindicativa. Ambas tendencias, basadas en sus relatos fundacionales, solicitan hoyda la restitucin de los cuerpos y su re-entierro, aunque con motivaciones diferentes :unos, para restablecer la paz con los gentiles, otros, como reclamo anticolonialista.

    La misma figura de Le Paige, y su historia en el pueblo (muri en 1980, est enterradosegn su voluntad en el cementerio de San Pedro, su tumba es otro monumento) es

    protagonista de al menos dos relatos divergentes. Para algunos, fue quien trajo lamodernizacin al pueblo, y en parte porque le confiri visibilidad (en especial cientfica

    y turstica) a partir de la construccin del museo. Dirigentes indgenas consideran como

    una fecha refundacional del pueblo la realizacin, en San Pedro, del II Congreso deArqueologa Chilena y I Internacional organizado en el pas, en enero 1963. De msest decir que Le Paige fue el mentor de ese congreso, que segn los dirigentes

    mencionados, le otorg por primera vez a San Pedro visibilidad. Adems, consigui paramuchos indgenas (y en especial, aunque no exclusivamente, para sus colaboradoresms cercanos) ttulos de propiedad de tierras, y les dio trabajo y un cierto estatus socialal emplearlos en el museo (todava hay familias completas, colaboradores, compadres y

    ahijados del cura trabajando en la institucin, acrrimos defensores de sus excavacionesa pesar de ser atacameos). Algunos de ellos hasta llegan a considerar que es el cura

    quien les ha devuelto su historia. Dos universidades le confirieron, en vida, eldoctorado honoris causa, y una sala del museo est dedicada al personaje. En ellas se

    exhiben, entre otras cosas, diversas condecoraciones que recibiera tanto del estadochileno como del belga. Adems, no dejemos de lado su imagen de misionero llegando,

    con el bautismo y la ayuda espiritual y material, hasta los confines del Salar. Unaancdota referida por el historiador belga Gilles Rahier41, corroborada por l mismo con

    documentos archivados en el Museo y a los que pudimos acceder, refiere a la visita quehicieran el rey Leopoldo III de Blgica y su esposa (rey que abdicara en razn de sucontrovertida relacin con el nazismo, cuando la invasin a Blgica). Le Paige los llevhasta un recndito (en ese entonces) pueblito del Salar, Peine, donde una familia tena

    un nio sin bautizar, para armar all mismo el bautismo con los monarcas comopadrinos.42

    25

    Por otro lado, un grupo cada vez mayor, nacido de la nueva conciencia tnica, loconsidera un profanador y ladrn, el primero dentro de una serie inaugurada con eltrabajo arqueolgico del museo. Las ancdotas que cuentan son otras, por ejemplo, eltrato dado a las mujeres en sus prdicas, de burras, por tener muchos hijos. Sus

    relaciones estrechas con Pinochet son ms bien rescatadas por personas contrariasa su figura pero sin el peso de la adscripcin tnica, afuerinos (como llaman a los

    habitantes que no pertenecen a la etnia atacamea, aunque hubieran nacido en lacomuna) con posiciones polticas antidictatoriales. Entre los originarios, ms bien sonmencionadas con cierto orgullo por sus partidarios, como modo de demostrar el poderque el sacerdote tuvo y supo poner al servicio de San Pedro. En rigor de verdad, se

    documentan relaciones de Le Paige con varios presidentes de Chile. Incluso los relatos

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    En efecto, hay varias memorias colectivas; es la segunda caracterstica por la quese distinguen de la historia.44

    Conclusin

    de su muerte (muri de un cncer de pncreas que lo fue consumiendo) soninterpretados como la venganza de los gentiles profanados, que finalmente lo secaron a

    l tambin. Esto ltimo es muy interesante, ya que algunos antroplogos opinan que, enel cuadro de su ideologa catlica, el excavar tumbas junto a sus ayudantes atacameos

    pudo tener una intencin de extirpacin de idolatra, al demostrar que el gentil erainofensivo43. De ser as, y por el tipo de muerte que sufri (seco como una momia refieren algunos , su cuerpo despeda polvo mientras agonizaba), el efecto terminsiendo el contrario: el antiguo encuadre venci al que quiso imponer.

    Esta historia es muy reciente, todava tiene muchos silencios. Quizs ms quehistoria, debemos decir memoria, ya que estamos an en presencia de muchos

    integrantes de la generacin en la que ocurrieron los hechos. Y adems, porque al decirde Halbwachs:

    27

    En medio de tantos conflictos, es difcil, muy difcil dira, conocer detalles de lacotidianidad, en especial en cuanto a la relacin del cura con sus colaboradores. O elmismo hecho de que no se conozcan oficialmente los verdaderos hechos que motivarona su congregacin a trasladarlo, solo, a este desierto. Mucho se podra escribir sobre la

    impronta colonialista que reforz en la zona, otro tanto del nacionalismo que sembr(dot a la escuela del pueblo de smbolos patrios y banda de guerra). Es notable como,en la conmemoracin de su muerte (con una romera al cementerio) y de su nacimiento(se realiza una boda, que es una especie de comida ritual que se celebra en las fiestaspatronales, con lo cual se est reconociendo a Le Paige como uno de los patronos delpueblo), siguen llegando las mismas personas, descontando a los viejitos que nos van

    dejando, y se cuentan los mismos relatos, ao tras ao, lo cual de algn modo refuerzael silencio, erigiendo una historia cada vez ms oficial. Pero el museo sigue ah,

    monumento para unos y para otros.

    28

    Custodio del patrimonio para los cientficos y el Estado, recuerdo casi familiar de unapoca que qued atrs por el vertiginoso crecimiento del pueblo en parte debido al

    museo mismo para los ms cercanos, el museo enfrenta una inminente demolicin,puerta de entrada a una nueva etapa, precio infranqueable de la modernizacin. Mas,incorporando a su historia de conflictos este nuevo y no exento de polmicas paso, tal

    vez siga conservando su carcter testimonial. Testimonio ambivalente de una

    prehistoria que se imbrica con una historia (utilizamos el trmino prehistoria porquees el que aparece en los guiones del museo, aunque no estemos de acuerdo con su uso) y

    que inaugura y refuerza una identidad tnica, a la vez que la amenaza como smboloviviente del colonialismo del imperio y luego de la nacin. Hay lecturas para todos losgustos y necesidades . Pero lo ms interesante sea quizs ver cmo, en unaconcrecin monumental, absoluta e irreconciliablemente polismica, terminanconfluyendo relatos que presentimos evolucionaron aparalelamente (para utilizar untrmino usado por Deleuze y Guatarri en su Rizoma) y que terminaron o bien

    reforzndose, o bien transformndose mutuamente, cada uno cargando con suscontradicciones internas. Nos referimos al relato poltico sobre la accin del Estado, al

    relato cientfico sobre el quehacer antropo-arqueolgico y el relato tnico. Citamos paracerrar palabras de Jelin que representan el estado de cosas que hemos querido reflejar :

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    Partiendo del lenguaje, entonces, encontramos una situacin de luchas por lasrepresentaciones del pasado, centradas en la lucha por el poder, por lalegitimidad y el reconocimiento. Estas luchas implican, por parte de los diversosactores, estrategias para oficializar o institucionalizar una (su) narrativadel pasado. Lograr posiciones de autoridad, o lograr que quienes las ocupanacepten y hagan propia la narrativa que se intenta difundir, es parte de estasluchas. Tambin implica una estrategia para ganar adeptos, ampliar elcrculo que acepta y legitima una narrativa, que la incorpora como propia,identificndose con ella, tema al cual volveremos al encarar las cuestionesinstitucionales en las memorias. 45

    Bibliographie

    Notes

    1 La memoria colectiva, por el contrario, es el grupo visto desde dentro y durante un perodo queno supera la duracin media de la vida humana, que le es, las ms de las veces, muy inferior.Presenta al grupo un cuadro de s mismo que, sin duda, se extiende en el tiempo, porque se tratade su pasado, pero de modo que se reconozca siempre en esas imgenes sucesivas. (Halbwachs,Maurice, Memoria colectiva y memoria histrica, Reis: Revista espaola de investigacionessociolgicas, Madrid, Centro de Investigaciones Sociolgicas, 1995, p. 209-222 [Traduccin de unfragmento del Captulo II de La mmoire collective, Paris, PUF, 1968], 218)

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    Guillaume Boccara et Patricia Ayala, Patrimonializar al indgena. Imagi-nacin delmulticulturalismo neoliberal en Chile, Cahiers des Amriques latines [En ligne], 67 | 2012, misen ligne le 15 mai 2013, consult le 27 janvier 2015. URL: http://cal.revues.org/361 ; DOI :10.4000/cal.361

    Boccara, Guillaume; Bolados, Paola, Qu es el multiculturalismo? La nueva cuestin tnica en elChile neoliberal, Revista de Indias, 2010 vol. 70 no. 250 p. 651-690.

    Candau, Jol, Antropologa de la memoria, Buenos Aires, Nueva Visin, 2002

    Certeau, Michel de, La larga marcha india, La toma de la palabra y otros escritos polticos,Mxico, Universidad Iberoamericana, 1995

    Comisionado Presidencial para Asuntos Indgenas, Informe de la Comisin Verdad Histrica yNuevo Trato con los Pueblos Indgenas, Primera edicin, Santiago de Chile, octubre de 2008,

    consultado el 16 de abril de 2015, URL: http://www.corteidh.or.cr/tablas/27374.pdfHalbwachs, Maurice, Memoria colectiva y memoria histrica, Reis: Revista espaola deinvestigaciones sociolgicas, Madrid, Centro de Investigaciones Sociolgicas, 1995, p. 209-222(Traduccin de un fragmento del Captulo II de La mmoire collective, Paris, PUF, 1968).

    Halbwachs, Maurice, Los cuadros sociales de la memoria, Barcelona, Anthropos, 2004

    Huyssen, Andreas, Pretritos presentes: medios, poltica, amnesia, En busca del futuro perdido.Cultura y memoria en tiempos de globalizacin, Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2002

    Jelin, Elizabeth, Los trabajos de la memoria, Siglo XXI, Madrid, 2002

    Pavez Ojeda, Jorge, Fetiches kongo, momias atacameas y soberana colonial. Trayectoria deGustavo Le Paige s.j. (1903-1980), Estudios Atacameos Arqueologa y Antropologa Surandinas,N 44 / 2012, pp. 35 - 72

    Pollak, Michael, Memoria, olvido, silencio. La produccin social de identidades frente a

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    2dem, p. 212

    3 Halbwachs, Maurice, Los cuadros sociales de la memoria, Barcelona, Anthropos, 2004, p.336-337

    4Al respecto, afirma Jol Candau: Dado que los marcos sociales de la memoria orientan laevocacin, la anamnesis de un informante depender de los marcos sociales contemporneos a l

    y, por consiguiente, ste otorgar una visin de los acontecimientos pasados en parte modificadapor el presente. (Candau, Jol, Antropologa de la memoria, Buenos Aires, Nueva Visin, 2002,p. 100-101)

    5 Halbwachs, Maurice, Los cuadros sociales de la memoria, Barcelona, Anthropos, 2004, p.

    336-3386dem, p. 343

    7En efecto, hay varias memorias colectivas; es la segunda caracterstica por la que se distinguende la historia. (Halbwachs, Maurice, Memoria colectiva y memoria histrica, Reis: Revistaespaola de investigaciones sociolgicas, Madrid, Centro de Investigaciones Sociolgicas, p.209-222 [Traduccin de un fragmento del Captulo II de La mmoire collective, Paris, PUF,1968], 216)

    8 Pollak, Michael, Memoria, olvido, silencio. La produccin social de identidades frente asituaciones lmite, La Plata, Argentina, Ediciones Al Margen, 2006, p. 27

    9Palabras de la entonces presidenta Michel Bachelet en el prlogo de la edicin que manejamos:Comisionado Presidencial para Asuntos Indgenas, Informe de la Comisin Verdad Histrica yNuevo Trato con los Pueblos Indgenas, Primera edicin, Santiago de Chile, octubre de 2008,

    consultado el 16 de abril de 2015, URL: http://www.corteidh.or.cr/tablas/27374.pdf10Pollak, Michael, op. cit., 23-24

    11Comisionado Presidencial para Asuntos Indgenas, Informe de la Comisin Verdad Histrica yNuevo Trato con los Pueblos Indgenas, Primera edicin, Santiago de Chile, octubre de 2008,consultado el 16 de abril de 2015, URL: http://www.corteidh.or.cr/tablas/27374.pdf, p. 175-176

    12dem, p. 179

    13dem, p. 180-181

    14Ibid.

    15Ministerio de Planificacin.

    16Corporacin Nacional de Desarrollo Indgena.

    17dem, p. 188

    18Ayala Rocabado, Patricia, Polticas del Pasado. Indgenas, arquelogos y estado en Atacama,Chile, Lnea Editorial IIAM, 2008, p. 61

    19de Certeau, Michel, La larga marcha india, La toma de la palabra y otros escritos polticos,Mxico, Universidad Iberoamericana, 1995, p. 188

    20 Para profundizar el concepto de etnognesis en especial en el contexto chileno, puedeconsultarse: Boccara, Guillaume, Etnognesis Mapuche: Resistencia y Restructuracin entre losIndgenas del Centro-Sur de Chile (Siglos XVI-XVIII), The Hispanic American Historical

    Review, Vol. 79, No. 3 (Aug., 1999), p. 425-461; Boccara Guillaume, Nuevo Mundo MundosNuevos, 2005 URL : http://nuevomundo.revues.org/426; Guillaume Boccara et Patricia Ayala,Cahiers des Amriques latines, 67 | 2012 ; URL : http://cal.revues.org/361

    21Podemos recordar solamente con la condicin de encontrar, en los marcos de la memoriacolectiva, el lugar de los acontecimientos pasados que nos interese. (Halbwachs, Maurice, Los

    cuadros sociales de la memoria, Barcelona, Anthropos, 2004, p. 323). La nueva situacin crenuevos intereses, a partir de los cuales emergieron, reconfigurados y en conflicto, muchosrecuerdos. La sociedad, adaptndose a las circunstancias, y adaptndose a los tiempos, serepresenta el pasado de diversas maneras: la sociedad modifica sus convenciones. Dado que cadauno de sus integrantes se pliega a esas convenciones, modifica sus recuerdos en el mismo sentidoen que evoluciona la memoria colectiva. (dem, p. 324).

    22Ayala, op. cit., p. 62

    23Jelin, Elizabeth, Los trabajos de la memoria, Siglo XXI, Madrid, 2002, p. 8

    24Sobre la trayectoria de Gustavo Le Paige antes de su llegada a Chile y su actuacin posterior enSan Pedro de Atacama, puede leerse la completa investigacin y el anlisis de Jorge Pavez Ojeda,en su artculo Fetiches kongo, momias atacameas y soberana colonial. Trayectoria de GustavoLe Paige S.J. (1903-1980), en Estudios Atacameos Arqueologa y Antropologa Surandinas,

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    25En rigor, Le Paige no era arquelogo, su aficin por la disciplina se desarrolla a partir de sullegada a la que hoy es denominada en parte gracias a su tarea capital arqueolgica de Chile.Haba demostrado en su estada en frica, eso s, un gran inters por la antropologa cultural.

    26Candau, op. cit., p. 87

    27dem, p. 88

    28Ibid.

    29dem, p. 97

    30dem, p. 112

    31dem, p. 116

    32En este caso, la memoria se convierte en un instrumento de gerenciamiento: se supone quesirve para soldar al grupo y para reforzar la competitividad. Asimismo, con frecuencia los Estadosrecuperan y convierten en emblemticas ciertas investigaciones arqueolgicas porque formanparte de las estrategias de afirmacin tnica o nacionalista. (dem, p. 118). Podramos agregar, eneste caso, que ms all de las intenciones nacionalistas puede predominar, en contra de ellas, laafirmacin tnica.

    33Huyssen, op. cit., p. 45

    34Una reaccin social al temor a la destruccin de huellas se manifiesta en la urgencia de laconservacin, de la acumulacin en archivos histricos, personales y pblicos. Es la obsesin dela memoria y el espritu memorialista de los que hablan Nora, Gillis y Huyssen. (Jelin,

    Elizabeth, Los trabajos de la memoria, Siglo XXI, Madrid, 2002, p. 12)35dem, p. 65

    36Idem, p. 55

    37Ayala, op. cit., p. 69

    38Pollak, op. cit., p. 25

    39En el momento en que considera su pasado, el grupo siente claramente que ha seguido siendoel mismo y toma conciencia de su identidad a travs del tiempo. (Halbwachs, Maurice, Memoriacolectiva y memoria histrica, Reis: Revista espaola de investigaciones sociolgicas, Madrid,Centro de Investigaciones Sociolgicas, 1995, p. 209-222 [Traduccin de un fragmento delCaptulo II de La mmoire collective, Paris, PUF, 1968], p. 218)

    40Ayala, op. cit., p. 83

    41Comunicacin personal

    42La figura de Le Paige es asociada a una serie de transformaciones de la sociedad sampedrina,de las cuales incluso fue promotor como presidente del Centro del Progreso. Entre los cambiosproducidos por este sacerdote se mencionan la construccin e implementacin de la postamdica, de la hostera y del museo. Asimismo, su relacin con el turismo y lo forneo fuecompleja, ya que si bien lo propici tambin neg rotundamente la llegada de influenciasexternas. Junto con esto, otro aspecto interesante de destacar es que, de acuerdo a algunosatacameos, las excavaciones de Le Paige junto a miembros de la comunidad local influyeron enque actualmente se estn perdiendo los valores relacionados con los abuelos en San Pedro de

    Atacama. Como se plante en anteriores captulos, la presencia de Le Paige fue determinante enla definicin de la cultura atacamea y en la instalacin del discurso de continuidad histrica delos mismos, adems de difundir la idea de que los sitios arqueolgicos representan a susantepasados y que es necesario proteger, conservar y rescatar estos vestigios de valor cientfico.

    (Cfr. Ayala, op. cit., p.109-110).43Ayala nos dice al respecto que la excavacin de tumbas, en algunos perodos cotidiana, pudoestar ligada, junto al inters cientfico, a erradicar creencias paganas. Recoge el testimonio de unode sus ayudantes atacameos que plantea que con las excavaciones, el sacerdote quera dar aconocer que los gentiles no hacan nada (cfr. Ayala, op. cit., p.104)

    44 Halbwachs, Maurice, Memoria colectiva y memoria histrica, Reis: Revista espaola deinvestigaciones sociolgicas, Madrid, Centro de Investigaciones Sociolgicas, 1995, p. 209-222(Traduccin de un fragmento del Captulo II de La mmoire collective, Paris, PUF, 1968), p. 216

    45Jelin, Elizabeth, Los trabajos de la memoria, Siglo XXI, Madrid, 2002, p. 16

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    Rfrence lectroniqueHugo Alberto Finola, Memorias en conflicto alrededor del Museo arqueolgico Gustavo Le

    Paige, en San Pedro de Atacama, Chile , Nuevo Mundo Mundos Nuevos[En ligne], Questions

    du temps prsent, mis en ligne le 25 janvier 2016, consult le 09 fvrier 2016. URL :

    http://nuevomundo.revues.org/69148 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.69148

    Auteur

    Hugo Alberto Finola

    Universidad Nacional de Quilmes, Maestra en Ciencias Sociales y Humanidades

    [email protected]

    Droits dauteur

    Todos los derechos reservados

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