mendez filesi - el laberinto, historia y mito
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MARCOS MÉNDEZ FILES!
Ellaberin to Historia y mito
© Marcos Méndez Filesi, 2009
© de esta edición:
Alba Editorial, s.l.u. Camps i Fabrés, 3-11, 4.0
08006 Barcelona www.a\baeditorial.es
© Diseño: P. Mol! de Alba
Primera edición: marzo de 2009 ISBN: 978-84-8428-442-0
Depósito legal: B-5 225-09
Edición: Paulina Fariza Maquetación: Ángel Solé
Corrección de primeras pruebas: Ana Carrión Mos
Impresión: Liberdúplex, s.l.u. Ctra. BV 2241, Km 7,4 Polígono Torrentfondo
08791 Sant Lloren~ d'Hortons (Barcelona)
Impreso en España
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la reprografía y el tratamiento informático,
y la distribución de ejemplares mediante
Para Eva Pér~z, Daniel Tubau, Rafael Aguilar, Teresa Filesi y Uri Méndez
Índice
Introducción 21 '
Los caminos del laberinto_ 21
Los laberintos de este libro 24
Tipos de laberinto 25
Espirales peligrosas 28
Interpretaciones arriesgadas 29
' 1. Teseo y el Minoiauro 31
El extraño amor de Pasífae 32
El toro del mar ' 33 1
" \
Amores taunnos 34 i Crimen y castigo 36 i·
La casa de Asterión 37
Ariadna en Naxos 38
iLas velas! 39
Dédalo e Ícaro 39
La muerte de Minos 40
2. Tras los pasos de Teseo 43
Un laberinto mítico 44
U na leyenda hecha realidad 47
El culto al toro en la Creta ininoica 50
La cueva de Gortyna 54
El laberinto de Pilos 59
1 i
i· \: 3. La danza del laberinto El laberinto p~otector 63 120
Danzar en el laberinto 64 Hadrumetuin 124
La gerantomaquia 65 El hombre Laberinto 126
La reina de los muertos 68 El laberinto de Cumas 127
Perséfone en el laberinto 69 El laberinto de los herreros 71 7. Laberintos cristianos 131
Un Minotauro en la Iglesia 131
4. Laberintos en la piedra 73 Diaból~co Mino tauro 137
El laberinto de Mogor 74 U na cruz en el Infierno 142
Laberintos, ciervos y guerreros 75 Los laberintos de Pascua 145
El santuario de Lucillo 77 El laberinto de Chartres 148
¿Qué significan? 79 Un laberinto apocalíptic 152
El laberinto de Val Camonica 80 El camino de Jerusalén 157
Dioses cornudos 82
El laberinto de la Casa de las Hadas 84 8. Laberintos góticos 157
Los dos laberintos del mago Merlín 86 Un laberinto masóbico 158
La piedra de Hollywood 88 El misterio del obispo descabezado 161
¿Laberintos alquímicos? ~ 163
5. Tumbas, dioses y laberintos 91 La mansión de Dédalo 168
El laberinto de Hawara 91 Los cuatro laberintos 168
El más allá, instrucciones de uso 95 Un laberinto visceral 97 9. Dragones, jinetes y peregrinos 175
El laberinto del bosque de los cedros 98 Ariadna alegorizada 176
Gilgamesh en el Infierno 102 Laberintos perdidos 178
El laberinto y el dragón 180
6. Labyrintlws, urbi et orbe 105 El laberinto y la vieira 185
El laberinto de Lars Porsenna 106 El polémico peregrino 187
Laberintos de Pompeya 108 Los dos caballeros 190
Un laberinto popular 110 Vikingos calabreses 192
Ariadna vindicada 112 Laberintos fortificados 114 Truia 117
¡ \: 10. Laberintos escandinavos 195 Laberintos de fortuna 264 Tierra de laberintos .. 196 Los peligros de la corte 266 El laberinto y la serpiente Selma 196 El juego de la oca 268 Un laberinto bien realizado 198 Templarios en el Camino de Santiago 271 Laberintos en rojo y azul 200 El juego del laberinto 272 Un laberinto sonoro 207 El Minotauro desahuciado 274 El laberinto y el barco 206
1
La cruz de J ulskov . 208 14. Laberintos en el jardín 279 1 1
Una mujer en el laberinto 2.10 Los tr~s laberintos de Boboli 280
El laberinto y la gruta del demonio de fuego 281 11. Los misteriosos trojeborg 213 El laberinto de Barbarigo de Valsanzibio 284 De nuevo en Troya 213 El laberinto del Alcázar de Sevilla 285 Egeas y el onocentauro 216 Hampton Court. 286 Una antigua costumbre 220 Los autómatas de Salomon de Caus 288 La danza de la doncella 221 Combate estacional 223 15. Magos y alquitnistas 291 Rosaring 225 El Sagrado Bosque de Bomarzo 292 Unos muertos muy pesados 228 Los jardines de Eros 297
1
Los barcos de la muerte 233 La alquimia en Bomarzo 302
Dos laberintos alquímicos 307 12. Viejos dioses, nuevos laberintos 235 Un conjuro de amor 309 La villa pagana del cardenal 236 El arcano perdido del Taro 314 Ariadna desnudada 238 La misteriosa prisión de Salomón 319 El hortus conclusus 238 La imposible ciudad de Sforzinda 242 16. El laberinto y el rey 329 El sueño de Polífilo 245 U na fiesta trágica 330 Tratados de jardinería -250 ·Un jardín faraónico 332
El laberinto de Versalles 333 13. Almas peregrinas y amores enredados 253 El jardinero y el señor de los secretos 337 Un mundo de peligros 254 ·Un laberinto libidinoso 339 Laberintos de amor 257 La granja de San Ildefonso 341 Laberintos secretos 261 Un laberinto caprichoso 343
El laberinto de Horta 346 Principales laberintos El laberinto de Altjessnitz 348 El último laberint~ del Véneto 349 tratados en el libro
17. Laberintos en el prado 351 El laberinto de Alkborough 352 ¿un laberinto medieval? 353
1 El escurridizo J ulián Alemania 1 354
Altjes~nitz (laberinto de setos) El laberinto de William Sparrow 357 348
El laberinto del estudiante 359 Díptico de Núremberg (ilustración) 311
El laberinto de Saffron Walden 360 Hortus Palatinus (laberinto de setos) 288
Cuatro turf maze históricos 362. Los laberintos de Beltain 364 Argelia
Hadrumetum, Hippo Regius (mosaico) 126
18. Laberintos decimonónicos 369 Saint Reparatus (laberinto eclesiástico) 132 Tres laberintos armónicos 370 •"
Laberintos de cristal 373 Argentina Laberintos victorianos 375 Laberintos borgianos (laberinto literario) 386 Un laberinto imposible 378
:. Cómo salir de un laberinto 380 ji' Austria Un laberinto temporal 382
Historia eclesiástica de Cassiodoro (ilustración, La muerte de Asterión 384
emblema, pintura) 137
El hilo de Ariadna Salzburgo (mosaico) 112 387
Para saber más 387 Schonbrunn (laberinto de setos) 339
Referencias y lecturas complementarias 388 Be1gica
Nuestra Señora de San Remy (laberinto eclesiástico)_ 153
Pía Desideria (laberinto literario) 254
14 El laberinto Principales laberintos tratados en el libro 15
Egipto Mogor (petroglifo, grafiti) 74
Hawara (estructura laberíntica) 92 O Rosal (petroglifo, grafiti) 75
Kom Ombo (petroglifo, grafiti) 96 Oia-Terroña (petroglifo, grafiti) 75
Os Campiñas (petroglifo, grafiti) 75 Chipre San Ildefonso (laberinto de setos) 341
Nea Paphos (mosaico) 126 Tanta es fallacia (ilustración, emblema, pintura) __ 266
' Croacia Estad~s Unidos Pula (mosaico) 116 Harmony (laberinto de setos) 370
Dinamarca Estonia Gevninge (laberinto eclesiástico) 202 Aski ( trojeborg) 221
Hesselager (laberinto eclesiástico) 200 Roerslev (laberinto eclesiástico) 201 Francia Skanderborg (laberinto eclesiástico) 203 Amiens (laberinto' eclesiástico) 158
Skive (laberinto eclesiástico) 203 Auxerre (laberinto eclesiástico) 273
Chartres (laberinto eclesiástico) 320
España Danza de Auxerre (otros) 273
Alcázar de Sevilla (laberinto de setos) 285 La Eneida comentada por Servio (il., emblema, pintura) 127
Amor es más laberinto (laberinto literario) 297 Etimologías de san Isidoro (ilustración, emblema, pintura) 312
Armenteira (petroglifo, grafiti) 75 Genainville (laberinto eclesiástico) 173
Barbanza (petroglifo, grafiti) 75 Poitiers (laberinto eclesiástico) 170
El Capricho (laberinto de setos) 343 Reims (laberinto eclesiástico) 171
Filosofía cortesana (otros) 269 San Omer (laberinto eclesiástico) 189
Horta (laberinto de setos) 346 San Quintín (laberinto eclesiástico) 172
In silentio et spe (ilustración, emblema; 'pintura) __ 263 Sens (laberinto eclesiástico) 147
Itálica (mosaico) 114 Toussaints (laberinto eclesiástico) 170
Laberinto de Amor (laberinto literario) 258 V ersalles (laberinto de setos) 257
Laberinto de Fortuna (laberinto literario) 264
Lucillo (petroglifo, grafiti) 77
16 El laberinto Principales laberintos tratados en el libro 17
Finlandia Saffron Walden (turf maze) 361
Korppoo (laberinto eclesiástico) 210 Somerton ( turf maze) 362
Rantamaki (laberinto eclesiástico) 211 S t. Catherine's Hill ( turf maze) · 359
Sipoo (laberinto eclesiástico) 211 The Gardener's Labyrinth (ilustración, emblema,
pintura) 251
Grecia Wing (turf maze) 363
~ Cueva de Gortyna (otros) 55 . ·'
Danza géranos (otros) 62 Holanda Laberinto de. Dédalo (laberinto literario) 64 De Groene Leeuw (ilustración, emblema, pintura)-· 308
Monedas cretenses (otros) 46 Hortorum Viridariorumque (ilustración,
Palacio de Cnosos (estructura laberíntica) '49 emblema, pintura) 251
Prisión de Salomón (otros) 322
1 Tablilla de Pilos (petroglifo, grafiti) SS Islandia '!
Tauromaquias (otros) 273 Volundar hús (labe~into literario) 218
Gran Bretaña Italia
Alkborough (turf maze) 352 Barbarigo (labe;into de setos) 285
Brandsby ( turf maze) 363 Boboli (laberinto de setos) 248
Breamore ( turf maze) 364 Bomarzo (otros) 130
Bridge End (laberinto de setos) 377 Corbacho (laberinto literario) 257
Chevening House (laberinto de setos) 377 Cronología Magna de Paolino Veneto (ilustración,
Compton (laberinto eclesiástico) 369 emblema, pintura) 138
El progreso del peregrino (laberinto literario) 255 Cumas (laberinto literario) 40
Ely (laberinto eclesiástico) 365 El sueño de Polifilo (laberinto literario) 245
Hampton Court (laberinto de setos) 287. La Eneida (laberinto literaric;>) · 258
Hilton (turf maze) 357 Forse che sí, forse che no (ilustración, emblema,
Laberinto de amor, escuela de Tintoretto pintura) 266
(ilustración, emblema, pintura) 259 Fresco del Palacio Ducal de Mantua (ilustración,
Rocky Valley (petroglifo, grafiti) 86 emblema, pintura) 266
Rosherville (laberinto de setos) 27 Giusti (laberinto de setos) 281
18 El laberinto Principales laberintos tratados en el libro 19
1 ~ Illaberi~to de Andrea Ghisi (otros) 317 Irlanda I1 travagliato (ilustración, emblema, pintura) 256 Piedra de Hollywood (petroglifo, grafiti) 88
jc
Juego de la oca (otros) 22 1 1
Juegos troyanos (otros) 105 Líbano 1
La Divina Comedia ~laberinto literario) 189 Bosque de los cedros (Gilgamesh) (laberinto literario) 99 Lars Porsenna (estructura laberíntica) 243
1 i :l Lucca (laberinto eclesiástico) 177 Noruega !
Luzzanas (petroglifo, grafiti) 84 Seljord (laberinto eclesiástico) 197 Non vulganda consilia (ilustración, emblema, pintura) 261 Vetre Slidre (laberinto eclesiástico) 198 Oinochoe de Tragliatella (otros) 117
Ritratto di gentiluomo (ilustración, emblema, pintura) 325 Portugal San Benedetto (laberinto eclesiástico) 193 Conímbriga (mosaico) 120 San Michelle (laberinto eclesiástico) 175 Laberinto métrico (otros) 317 San Pietro (laberinto eclesiástico) 190
San Savino (laberinto eclesiástico) 179 República Checa '
San Vitale (laberinto eclesiástico) 185 Petrin (otros) 374 Santa María en Aquiro (laberinto eclesiástico) 178
Santa María en Trastévere (laberinto eclesiástico) __ 179 Serbia Sforzinda (ilustración, emblema, pintura) 242 Felix Romuliana (mosaico) 115 Symbolicamm quaestionum (ilustración, emblema,
pintura) 308 Suecia Tabla pascual de Tegrimi (ilustración, emblema, Gotland (laberinto eclesiástico) 213 pintura) 145 Grinstad (laberinto eclesiástico) 206 Val Camonica (petroglifo, grafiti) 80 Hablingbo (laberinto eclesiástico) 225 Villa Altieri (laberinto de setos) 276 Horred (laberinto eclesiástico) 205 Villa d'Este en Tívoli (laberinto de setos) 293 Julskov (petroglifo, grafiti)· 209 Villa de Diómedes (mosaico) 110 Jungfrudans (otros) 223 Villa del laberinto (mosaico) 108 Ostra Karup (laberinto eclesiástico) 206 Villa Pisani (laberinto de setos) 349 Rosaring ( trojeborg) 226
Visby ( trojeborg) 215
20 Ellaberinto
Suiza
Villa en Orbe (mosaico) _________ _
Cormerod (mosaico) __________ _
Túnez
Thuburbo Majus (mosaico)--------~ ; ~¡ .
1 ,'
Turquía
Cnido (petroglifo, grafiti) ________ _
114
114
125
135
Introducción
Los caminos del laberinto
La idea de una casa hecha para que la gente se pierda es
tal vez más rara que la de un hombre con cabeza de toro, :pero las dos se ayudan y la imagen del laberinto con
viene a la imagen del minotauro. Queda bien que en el centro de una casa monstruosa haya un habitante mons
t,ruoso. J. L. BORGES, El libro de los seres imaginarios
La primera sorpresa que depara el laberíntico estudio
del laberinto es la multitud de formas y significados que
ha adoptado a 'lo largo del tiempo. Hay laberintos que
decoran las catedrales góticas de Francia y que simboli
zan los pilares de la fe cristiana, pero también hay labe
rintos en los aristocráticos jardines del renacimiento
más relacionados con el juego erótico que con la divini
dad. Hay laberintos paganos que se confunden con el
inframundo y se sitúan cerca de las tumbas para que los
muertos no encuentren el camino hacia los vivos, pero
también hay laberintos en los prados ingleses relaciona
dos con la primavera y la fertilidad. Hay laberintos
lóbregos que albergan espantosas criaturas dispuestas a
zamparse al intruso en cuanto se pierda, mientras que
en el alegre laberinto de V ersalles los únicos que se per
dían eran los amantes clandestinos que buscaban solaz
intimidad.
22 El laberinto
Hay laberintos literarios, como el que le aguarda a
Alicia tras el espejo o las minas de Moira que describe
J. R. R. T olkien en El señor de los aniilos,. al igual que hay
laberintos cinematográficos, como el que recorre Jack
Nicholson en El resplandor o Ivana Baquero en El laberinto del Fauno. Hay laberintos asociados con la danza y
la música; hay laberintos en mitos, manifestaciones artís
ticas, dilemas filosóficos, videojuegos, problemas mate
máticos, parques de atracciones, monasterios medievá
les... hasta en el juego de la oca hay un laberinto, que
álgunos autores relacionan con el Tarot. Sólo en las últi-.
mas dos décadas, se han dibujado cientos de laberintos en
campos cultivados por todo. el planeta. De hecho, seguro
que en alguna ocasión el lector se ha encontrado perdido
en medio de algún laberinto accidental, como un aero
puerto, el museo del Louvre o el barrio antiguo de una ciudad medieval.
Esta inmensa variedad de formas y significados se
pone de manifiesto en la dificultad de encontrar una d~finición apropiada para el laberinto. El diccionario de la
Real Academia Española define laberinto como:
Lugar formado artificiosamente por calles y encrucija
das, para confundir a quien se adentre en él, de modo
que no pueda acertar con la salida.
La definición parece correcta, pero; como suele suceder
en estos casos, en cuanto desenfundamos la lupa descu
brimos que no resulta tan precisa. Así, por ejemplo, en
muchos laberintos la dificultad no es «acertar con la salí-
Introducción 23
da», smo llegar al centro, al corazón del laberinto,
momento en el que el reto se da por superado. Tampoco
sería exacto el verbo confundir, puesto que en algunos
laberintos no hay confusión posible al constar de un solo
camino, así que, más bien, el verbo apropiado sería difi
cultar, ya sea bifurcando los caminos, ya sea haciéndolos
largos y tortuosos.
También podríamos decir que en ocasiones los labe
rintos tienen encrucijadas, pero en otras no. Al igual que
resulta discutible el que se deban haber formado artifi.,
ciosamente, ya que en la naturaleza también hay laberin
tos, como el constituido por las galerías de una cueva, los
arrecifes de coraro los canales del oído. Incluso; se podría
discutir que el laberinto siempre sea un lugar, pues no son
pocas las metáforas donde los laberintos designan con
ceptos abstractos imposibles de localizar, como la confu
sión (Etlaberinto sentimental), la soledad y el aislamiento
(El general en su laberinto) o la dificultad (El laberinto de Palestina).
Paolo Santarcangeli, una autoridad en materia de labe
rintos, resumió perfectamente este problema:
Cuanto más lo pensamos, mejor comprendemos que el
objeto de nuestro interés, a mayor abundamiento labe
ríntico, no· cabe en ninguna definición que lo abarque
por entero y sin equívocos. Conformémonos, pues, con
decir: «Recorrido tortuoso, en el que a veces es fácil per
der el camino sin un guía».
La acertada definición de Santarcangeli pone de manifies
to otro problema en lo que nos atañe, la infinitud y ·varíe-
'·, ''
Ellaberin~o
dad de los laberintos, pues, por extensión, también se
puede considerar laberinto cualquier recorrido tortuoso,
como los viajes accidentados, de los que La Odisea cons
tituye el mejor ejemplo, o los imaginarios senderos que,
según los aborígenes australianos, trazaron los antepasa
dos durante la mítica edad del sueño por toda Australia.
Los laberintos de este libro
En suma, los caminos del laberinto son infinitos o,
cuanto menos, se aproximan. Sin embargo, la intención
de esta obra no es abordar todas y cada una de las for
mas laberínticas que imaginó el ser humano desde que
bajamos de los árboles. Más bien, este libro es un viaje
por los laberintos derivados del mito de Teseo y el Minotauro.
Com~ vamos a ver, el laberinto tomó forma en la
mitología griega, quizá como herencia de referencias más
antiguas de Egipto, Mesopotamia y la cultura minoica
de Creta. Los romanos lo llevaron por todo el Imperio
y, tras las invasiones bárbaras, sobrevivió camuflado en
alegorías cristianas de críptico significado. Mientras
tanto; en algún momento llegó a las islas Británicas y a
Escandinavia, donde los vikingos terminaron de exten:
derlo desde Islandia hasta el principado de Moscú. Con
el rena.cimiento volvió a florecer su n~turaleza paganay
los jardines se llenaron de laberintos a cada cual más
sofisticado y, por último, tras un período de decadencia
decimonónica, volvió a resurgir a finales del siglo XX con
tal variedad de formas que hoy en día resulta imposible
seguirle la pista.
Introducción 25
Quedarán sin visitar laberintos tan interesantes como
el perdedero maya de Oxkintok, el mito hopi del hombre
en el laberinto, los mándalas budistas e hindúes o los jar
dines Zen, pero un mito como el del Minotauro que ha
sobrevivido a tantas culturas bien merece convertirse en nuestro hilo de Ariadna.
Tipos 'de laberinto
Como veremos, a lo largo de la historia se han reali
zado una gran variedad formal de laberintos, algunos están
dibujados en los mosaicos de las villas romanas, otros en
el pavimento de ~as iglesias, unos son de piedra, otros
de hierba, de arbustos y hasta de agua. Algunos laberin
tos nos invitan a entrar para alcanzar el centro, de otros
lo único que nos int~resa es escapar cuanto.antes. A veces
estarán poblados por criaturas espantosas, como el Mino
tauro o el mism~ Satanás, pero en otras sólo nos espera
rán árboles sagrados y cariñosas ninfas. En algunas oca- ·
siones simbolizarán la vida; en otras, la muerte. Los hay
circulares, rectangulares, octogonales, de dos, tres y hasta
cuatro dimensiones, sencillos como el agua y complica
dos como el demonio ...
En la literatura laberíntica, toda esta variedad de labe
rintos se suele ordenar en clasificaciones precisas pero
que sólo resultan útiles para el especialista. Por el contra
rio, en este libro sólo vamos a distinguir dos grandes
categorías, pero es fundamental que comprendamos ?ien la diferencia entre ambas.
El elemento formal más importante de un laberinto es
el tipo de recorrido que sigue el camino . que separa la
i o
26 El laberinto
entrada del centro. Cuando no se debe tomar ninguna
decisión pues solo hay una vía posible, sin encrucijadas,
por muchas vueltas que dé, los ·laberintos se conocen
como unidireccionales (son los laberintos que en inglés
se denominan labyrinth)~ Por ejemplo, el conocido labe
rinto de Chartres es unidireccional, obsérvese cómo el
camino no se bifurca en ningún momento.
Planta de/laberinto de Chartres.
Por el contrario, cuando el recorrido entre la entrada y el
centro se bifurca en varios caminos, algunos de los cuales
pueden terminar en callejones sin salida, se habla de labe
rintos multidireccionales, y equivaldrían al término inglés
mazf; o al alemán irrgarten. La gran diferencia que hay entre un caso y otro es la
naturaleza del reto que nos proponen. Para llegar al cen
tro de un laberinto unidireccional, en el que no hay pér
dida posible, lo que necesitamos es voluntad y perseve
rancia para no desfallecer en el intento. Basta con seguir
hacia adelante y, tarde o temprano, alcanzaremos el cora
zón del laberinto. Aunque aquí también necesitaremos
fuerza si está habitado por alguna criatura terrible, como
Introducción 27
Laberinto de los jardines de Rosherville, en Gravesend (Kent),
un Minotauro, ya que en este tipo de laberintos no hay
lugar alguno donde poder esconderse. Así, por ejemplo,
dado que en la religión cristiana es muy importante la
fortaleza de la fe par~ superar adversidades y tentaciones,
este tipo será el preferido por la Iglesia durante la Edad Media.
Por el contrario, para superar un laberinto multidirec
cional, con encrucijadas en las que debemos descubrir
cuál es el camino correcto, nuestras mejores herramien
tas son la inteligencia, la memoria o, en su defecto, la for
tuna. Deberemos exprimir tod~ nuestra capacidad inte
lectual si queremos descubrir la lógica de su recorrido, si
es que la tiene, pues de lo contrario la situación se com
plica aún más. En estos casos no es necesario incluir un
monstruo para dificultamos el camino, pues el monstruo
es el propio laberinto. De hecho, quizá no sea casualidad
que este tipo de laberintos se desarrollase sobre todo a
partir del renacimientó, cuando el amor por el razona
miento volvió a extenderse por toda la cultura occidental.
28 El laberinto
Pero caben dos advertencias antes de empezar nuestro
viaje, una sobre el peligro que supone laberintizar las
espirales y otra sobre lo arriesgado de cualquier interpre
tación.
Espirales peligrosas
Un día, al ir a preparar café me quedé asombrado al
ver que la incandescente resistencia de ·la vitrocerámica
seguía un recorrido en espiral que asemejaba un laberin
to. Por un instante, incluso, dudé sobre si la persona que
hubiera diseñado aquel artefacto no se habrÍa inspirado
en alguna antigua moneda cretense. En realidad, supon
go, ese trazado debe de optimizar la conducción del
calor. Valga esta anécdota para alertar sobre el mayor
peligro que acecha al buscador de laberintos: encontrar
los por doquier. Y este problema se manifiesta sobre
todo con las espirales.
Dado que muchos laberintos siguen un trazado en
espiral, se pueden confundir las meras espirales con los
laberintos. Sin embargo, al igu~l que sucede con todas las
formas simples, como el cuadrado, el triángulo o el círculo,
la espiral es un dibujo muy intuitivo que puede trazarse
por razones de todo tipo (seguro que en alguna tediosa
reunión o mientras hablabas por teléfono has dibujado
casi sin da~te cuenta una espiral) y, además, puede sim
bolizar todo tipo de fenómenos antes que un laberinto.
Quizá en algunos casos representen el ciclo solar y la
posición del Sol en el firmamento a lo largo de las distin
tas épocas del año, en otros tal vez fueran olas, los largos
intestinos de algún animal, una trampa de caza, un viaje
Introducción 29
psicodélico y u? largo etcétera cuyo único límite es nues
tra imaginación. Por lo tanto, siempre conviene mante
ner cierta cautela antes de identificar un laberinto a partir
de una solitaria espiral.
Interpretaciones arriesgadas
El seg~ndo gran peligro que nos espera está relaciona
do con la lectura de los laberintos, es decir, con la mane
ra en que depemos descifrarlos. Como vamos a descu
brir, tras el laberinto nos aguardan los más variopintos
significados y lo fascinante es, precisamente, tratar de
comprenderlos. Yaquí es donde se produce el problema.
Sobre todo cuando disponemos de pocos datos, como
sucede con los petroglifos prehistóricos, toda interpreta
ción resulta muy arriesgada. De hecho, aunque contemos
con mucha información, hasta la interpretación que pare
ce más evidente.puede estar equivocada.
Al igual que sucede con las palabras homónimas,
como la baca del coche y la vaca que nos proporciona la
leche con la que cortar el café, algunos símbolos pueden
tener la misma forma pero diferente significado y éste
sólo podemos entenderlo por el contexto. Por ejemplo,
una cruz enuna iglesia cristiana representa a Jesús, el hijo
de Dios, pero en un templo maya lo más probable es que
simbolice el Universo, que pensaban dividido en cuatro
partes iguales que confluían .en el centro.
Pero el problema es aún más .grave pues, incluso den
tro del mismo contexto cultural, un símbolo puede
cobrar distintos matices y significados. Volviendo a la
cruz cristiana, si es de color rojo y va sobre un fondo
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30 Ellaberinto
blanco, quizá esté representando a los templarios; si arde
en un páramo del sur de Estados U nidos, lo más proba
ble es que simbolice a los energúmenos del Ku Klux
Klan; si la vemos en un cementerio, la asociaremos con la
muerte, pero si forma parte de una procesión para pedir
que llueva, con la vida; colgando del espejo retrovisor de
un coche, la cruz sirve como talismán protector, pero
plantada en una avenida de la antigua Roma sólo servía
para ajusticiar a los condenados.
¿Debemos, por lo tanto, guardar un prudente silencio
por miedo a malinterpretar un laberinto? No, por
supuesto que no. A lo largo de este viaje veremos un sin
fín de interpretaciones, propias o de otros autores, y,
como es natural, más de una hipótesis se demostrará
equivocada en un futuro, cuando dispongamos de más
información. Sin embargo, siempre será mejor formular
una interpretación disparatada, la cual por lo menos nos
da pie a seguir investigando para refutarla, que atrinche
rarnos en el infértil silencio. Hoy en día muchas hipóte
sis del escritor y mitógrafo Robert Graves han sido
rechazadas por los especialistas en mitología clásica pero,
sin sus teorías, es probable que nuestro conocimiento
sobre los dioses de la antigua Grecia no hubiera avanza
do lo suficiente para poder refutarlas.
1. T eseo y el Mino tauro
Antes de empezar nuestro viaje por los laberintos, vamos a
detenemos para conocer el mito del que proceden, la histo
ria de Teseo y el Minotauro. Aunque el laberinto sea una de
las estructuras más sugerentes jamás pensadas, no habría
go~ado d~ tanta popularidad si no hubiera servido como
escenario de las aventuras de Teseo. Esta leyenda constitu
ye uno de los episodios más interesantes de la mitología grie
ga y cuenta con. todos los ingredientes necesarios de cual
quier relato .. fascinante: héroes complejos y con cierta
ambigüedad moral, amores apasionados, malos tan podero
sos como grotescos, reinas infieles, inventores geniales y monstruos de pesadilla.
En la antigua Grecia cada a~tor adaptaba sus historias
a la inspiración y 'necesidades del momento, por lo que nos
han llegado distintas versiones del mito. Pero, en esencia, contaba lo siguiente.
Mar Mediterrárzeo
.i ',¡
32 El laberinto
El extraño amor de Pasífae
La historia del Minotauro se remonta al momento en
que Zeus, el padre de los dioses, se encaprichó de una
muchacha llamada Europa que estaba jugando con unas
amigas en una playa cercana a la ciudad de Tiro. Para no
asustarla, tomó la forma de un manso toro y se acercó
con paso juguetón al corro de muchachas. Encandilada
por su dulzura, Europa se subió a su lomo y Zeus apro
vechó para adentrarse en el mar. Entre risas y caricias lle
garon hasta las costas de Creta y en sus cálidas, playas
hicieron el amor bajo la sombra de un platanero que
desde entonces jamás pierde las hojas.
Tras la. divina coyunda, Zeus regresó al Olimpo y
Europa se casó con el rey de la isla, Asterión, quien adop
tó con cariño a los tres hijos de Zeus que Europa ya lle
vaba en el vientre: Minos, Sarpedón y Radamantis. De los
tres hermanos, no tardó en sobresalir por su fuerte carác
ter Minos, quien casi mata a los otros dos cuando un
joven del que se había enamorado le rechazó para irse con
Sarpedón.
Con la edad, Minos se volvió aún más prepotente y ni
siquiera cuando se casó con Pasífae, hija del dios solar
Helios, apaciguó ni un ápice su temperamento. A pesar
de que tuvieron varios hijos, no fue un matrimonio feliz.
Al igual que su padre Zeus, Minos trataba de acostarse
con cuanta muchacha se cruzaba en su camino y Pasífae
sufría incontenibles celos. Un día, cansada de las aventu
ras de su marido, le lanzó una maldición por la que eya
_culaba serpientes y escorpiones cada vez que se acostaba
con otra mujer.
Teseo y el Minotauro 33
Linaje principal de !v[.inos.
El toro del mar
Como resultaba previsible, en cuanto murió Aste
rión, Minos reclamó el trono de Creta y, para demostrar
que goz~ba del favor' de los dioses, solicitó a Poseidón
que enviara un torÓ del mar. El día en que debía suceder
el portento, a pie de playa el batir de las olas se fue
entremezclando con el creciente rumor que alimentaban
los cuchicheos de los escépticos nobles. Impertérrito,
Minos oteaba el vasto mar mientras prometía a Poseidón
sacrificar el animal en cuanto saliera del mar. De pronto,
unos y otros enmudecieron maravillados, pues tras una
ola colosal surgió un magnífico toro blanco de ígneo
resuello.
Tan fascinados quedaron por aquella bestia divina,
que aquel mismo día nombraron a Minos rey de Creta.
Más tarde, se suponía que Minos debía sacrificarlo en
honor de Poseidón, soberano absoluto de todos los océa
nos, pero estaba tan embelesado por el animal que deci
dió quedárselo y mandó que lo enviaran con el resto de
34 Ellaberinto
sus rebaños. Fue una mala decisión, pues nunca conviene
desobedecer a los dioses.
Efectivamente, aquel desaire enfureció a Poseidón y
como castigo despertó en Pasífae un amor irrefrenable
por el toro del mar. Día y noche, la reina trató de conte
ner su pasión hasta que por fin sucumbió a la llamada del
deseo y preguntó a Dédalo cómo podía acostarse con
aquella bestia capaz de ·destrozarla de una sola cornada.
Amores taurinos
Dédalo, genial inventor, era el más brillante de todos
los cortesanos de Minos. Provenía de una ilustre familia
de Atenas, donde, entre otras hazañas, había inventado
los primeros autómatas de la historia. Allí, envidioso de
su prometedor talento, ha~ía despeñado a su sobrino
Tal o, al cual había tomado como aprendiz. Cuando des
cubrieron el crimen, los atenienses le condenaron al exi
lio y no le había quedado más remedio que refugiarse en
Creta.
Para Dédalo, con cuyo· ingenio jamás pudo rivalizar
mortal alguno, la petición de Pasífae no representaba nin
gún esfuerzo y en un santiamén construyó un artefacto
con el que confundir al toro: una vaca de madera en cuyo
interior se escondió la reina. Al ver la estatua abandona
da en un prado, el animal cayó en el engaño y dio rienda
suelta a su natural fogosidad.
Meses después, la reina se había olvidado del toro y
sólo le preocupaba el bebé que estaba a punto de alum
brar. Aunque ya habían tenido cuatro hijos y cuatro hijas,
el rey Minos deambulaba nervioso por el palacio. ¿sería
1 Teseo y el Minotauro 35' 1
1
1
1
El Minotauro en el regazo de Pasífae. El canasto que se ve al
fondo es una cesta que servía de cuna. Kylix de figuras rojas
(c. 330 a. C.). Bibliotheque Nationale, París.
un varón al que corifiar los asuntos de la guerra o una
mujer a la que casar· con algún aliado en el futuro? Cuan
do le dijeron que ya podía ver al retoño, Minos corrió
hasta la alcoba de la reina y, al cruzar el umbral de la puer
ta, se quedó paralizado por el espanto. Aquello que su
mujer sostenía maternalmente en brazos no era un varón,
ni siquiera era humano, era un monstruo con cuerpo de
hombre y cabeza de toro.
Crimen y castigo
Alertado por unos sacerdotes, Minos no se atr~vió a
matar al monstruo -al que llamaron. Asterión, como el
abuelo, aunque pasó a la historia como el Mino tauro (el
toro de Minos)- y pidió a Dédalo que construyera un
lugar donde albergarle lejos de cualquier mirada humana.
El genial ateniense se puso manos a la obra y diseñó un
.,. 1'
36 El laberinto
laberinto tan complicado que casi ni él mismo consiguió
encontrar la salida. Minos quedó muy satisfecho con el
tr~bajo; Por sus múltiples meandros, nadie que se aven
turara en su interior podría encontrar la salida y mandó
que encerraran dentro al Minotauro. Quizá en el laberin
to la bif~)fme criatura habría pasado plácidamente el resto
de su existencia, si tiempo después no se hubiera produ
cido un trágico accidente de funestas consecuencias.
Androgeo, uno de los hijos de Minos, había marcha
do hasta Atenas para participar en las Panateneas, las fies
tas de la ciudad, que por entonces estaba gobernada por
el rey Egeo. Según algunas versiones, mientras se dispu
taban las competiciones, Egeo observó que Androgeo
entablaba amistad con el mayor· de sus rivales políticos,
un tal Palarite, y, temeroso de que aquello fuera el princi
pio de una alianza entre los cretenses y su gran enemigo,
mandó que lo asesinasen.
En cambio, otros sostienen que Androgeo murió
accidentalmente cuando se dirigía a Tebas (embestido
por un feroz toro blanco, el llamado toro 'de Maratón,
que no era otro sino el toro que no había sacrificado
Minos y que Heracles se había llevado al continente
como parte de sus doce trabajos). Fuera una muerte for
tuita o premeditada, en cuanto Minos supo la noticia,
mandó zarpar a su imbatible flota de guerra.
Nada pudieron hacer los hombres de Egeo contra
Minos, al que además ayudó Zeus agostando los campos
de Atenas, y los atenienses aceptaron una rendición
incondicional. Como tributo, desde entonces debían
enviar siete muchachos y otras tantas muchachas a Creta
Teseo y el Minotauro 37
cada nueve años para que murieran sacrificados en el
laberinto a manos del Minotauro.
La casa de Asterión
Cuando por tercera vez llegó Minos al puerto de Ate
nas a recoger el tributo de jóvenes, Teseo, hijo de Egeo,
se ofredó voluntario para formar parte de la expedición.
Antes d/partir, dijo a su padre que, si volvía victorioso,
cambiaría las vel~s negras que ahora ensombrecían el
navío por unas blancas y sin más preámbulos se embarcó
rumbo a Creta.
Al llegar a Cnosos, capital de la isla, Teseo sedujo a
Ariadna, una de la~ hijas de Minos, y consiguió su ayuda
a cambio de llevarla consigo de vuelta a Atenas. Ariadna
preguntó entonces.a:' Dédalo qué podía hacer y el inven
tor le dio un ovillo de lana con el que el apuesto héroe
encontraría la s~Hda siguiendo el hilo desenrollado. Hay
otra versión eri la·que se se dice que Ariadna, en vez del
famoso ovillo, ayudó a Teseo con una corona que le habían
regalado los dioses. Era tal su fulgor, que el héroe pudo
alumbrarse por el camino de ida y de vuelta. Fuera de una
u otra manera, lo cierto es que Teseo se adentró en el
laberinto y, tal vez con una espada, tal vez con una maza,
o incluso a puñetazos, terminó con la vida del aciago
Minotauro. Luego recogió a Ariadna y partió hacia Ate
nas cuando la noche aún protegía sus pasos.
Ariadna en Naxos
En mitad del trayecto decidieron descansar en la isla
de Naxos y Teseo y Ariadna disfrutaron de una apasio-
>!
~:
i
38 El laberinto
nada noche de amor. Sin embargo, al despertar por la ·
mañana, Ariadna descubrió que el príncipe la había aban
donado y el barco se alejaba sin ella. No sabemos con cer
teza las razones de este suceso. Algunas versiones sostie
nen que T eseo estaba tan conmocionado por la lucha
contra el Minotauro y su regreso triunfal que, sencilla
mente, se olvidó de la muchacha, aunque otros autores
decían que el dios Dionisia le había ordenado durante la
noche que dejase a Ariadna en tierra, pues se había ena,..
morado de ella.
De hecho, mientras Ariadna vagaba desesperada por
la playa, desnuda y con el pelo revuelto, escuchó de pron
to un creciente sonar de flautas, timbales y címbalos: era
Dionisia que venía a casarse con ella. Lo que ocurrió des
pués tampoco está claro. Tal vez se casaron o quizá,
como sostiene Homero, Artemisa mató a la muchacha
por petición de Dionisia (que este dios salvaje, a medio
camino entre el mundo de los vivos y el de los muertos
decida matar a Ariadna quizá no resulte tan extraño ya
que así la transforma en inmortal).
En lo que sí coinciden las distintas versiones es que,
tras su muerte, Dionisia llevó a su amada al firmamento,
junto a la constelación de la Corona de Ariadna (aunque
Odisea la vio en el Infierno), y que fue adorada en varios
lugares, sobre todo en Naxos, Chipre y Delos.
iLas velas!
Fuera por despi!'lte, fuera por obedecer a Dionisia,
Teseo siguió rumbo a Atenas sin Ariadna y, tan afligida
estaba la tripulación por este percance que se olvidaron
Teseo y el Minotauro 39
del có~igo establecido con Egeo y no cambiaron las velas
negras por otras blancas, señal de que regresaban victo
rioso·s (lo cual también pudo deberse a una maldición que
lanzó la des.esperada Ariadna). ;
Al ver las velas negras, Egeo pensó que su hijo había
muerto y se suicidó lanzándose desde una torre contra el
mar que, desde entonces, lleva su nombre. Teseo fue
nombrado i~y al llegar a Atenas y tras vencer ~ sus riva
les políticos, los 50 hijos de Palante, realizó grandes
empresas, como la elaboración de una constitución y una
batalla contra las Amazonas.
Dédalo e Ícaro
Según la versión más aceptada, cuando el arrogante
Minos descubrió que l' eseo había matado al Mino tauro
y, encima, se había llevado a su hija, montó en cólera y,
por la ayuda prest~da, encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro
en el laberinto. De la madre de Ícaro, una esclava ·de
Minos llamada Náucrate, sin embargo los mitógrafos no
nos dan noticia alguna.
Extraña paradoja. Dédalo fue encerrado en el mismo
lugqr que había diseñado. Su propia obra se volvía contra
él. ¿cómo podría escapar de su propio ingenio? Tras
mucho pensarlo, por fin encontró la solución: saldrían
volando. Con plumas y cera construyó un par de alas y
se preparó para escapar de la isla. Antes de saltar, avisó a
su hijo de que ni se acercara mucho al Sol, pues la cera
podía derretirse, ni al agua del mar, ya que las alas se
mojarían; pero, cuando ya estaban lejos de Creta, Ícaro
se entusiasmó, se aproximó al Sol para contemplarlo
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40 El laberinto
mejor, el calor fundió la cera y el muchacho murió
estampado contra el mar.
Desconsolado, Dédalo siguió huyendo y, tras dete
nerse .en Cumas, cerca de Nápoles, llegó a Siéilia, donde
se refugió en la corte del rey Cócalo, en Acragante.
La muerte de Minos
Mientras tanto, Minos había zarpado con su flota y
marchaba de isla en isla en pos de Dédalo. Para encon
trarle prometió una gran recompensa a quien fuera capaz
de atravesar una tortuosa caracola con un hilo, pues sabía
que sólo el inventor ateniense podría resolver tan com
plicado problema. En efecto, cuando llegó al palacio de
Cócalo, el rey dio a escondidas la caracola a Dédalo y el
inventor consiguió atravesarla con un hilo que había
atado a una hormiguita (y esto parece ser un reflejo del
otro laberinto, también superado gracias al hilo de Ariad
na). Habían caído en la trampa, en cuanto Minos vio la
caracola enhebrada exigió que le entregaran a Dédalo.
Sin inmutarse, Cócalo le felicitó por la argucia y le
invitó a tomar un baño de agua caliente en compañía de
sus hijas. A Minos, amante pasional, no hacía falta decir
le mucho más para convencerle de que su venganza podía
esperar. Lo que sucedió a continuación no se sabe con
certeza, pero parece ser que las hijas de Cócalo aprove
charon para escaldarlo vivo y, todo sea dicho, la verdad es
que no hay muerte más infame en el mundo griego. i.En
vez de caer luchando en épica batalla, Minos murió a
manos de unas pícaras adolescentes mientras se daba un
baño!
Teseo y el Minotauro 41
Mientras tanto, aprovechando que los soldados de
Minos habían acompañado al rey hasta el palacio de Cóca
lo, los sicilianos quemaron .las . naves de los cretenses.
Cuando más tarde Cócalo les dijo que Minos había muer
to resbalando en el baño, se sintieron consternados y no
tuvieron más remedio que quedarse a vivir en aquella isla.
Curiosa f~e también la sepultura que recibió el despó
tico rey. Le)os de toda pompa y gloria, sus soldados
escondieron el cadáver en un templo de Afrodita para
que la gente le honrase; sin saberlo, cuando fueran a lle
var ofrendas'a la diosa del amor. Cruel broma del destino
que Minos, al que engañó su mujer por amor a un toro,
al que engañó su hija por amor a Teseo, tuviera que refu
giarse detrás de las fald~s de .Afrodita para ser honrado tras su muerte.
Y hasta aquí llega él mito. Ahora que lo conocemos,
podemos preguntar,nos si está basado en hechos históri.,.
cos, es decir, ¿existió de verdad algún laberinto en la isla
de Creta? Hagamos el equipaje y marchemos ?asta Grecia para comprobarlo.
:1
2. Tras los pasos de Te seo
Ya conocemos los pormenores del mito. En Creta había un laberinto, diseñado por Dédalo, en el cual habitaba el Minotauro, una criatura mitad toro y mitad humano. Como cas
tigo de una afrenta pasada, los atenienses debían enviar un
grupo de jóvenes cada nueve años a Creta, donde eran encerrados en el laberinto. En una de estas ocasiones, Teseo, el príncipe de Atenas, se incluyó en el grupo y mató al Mino
tauro gracias a la ayuda de Ariadna, hija del rey de Creta. ¿se basa este mito ~n algún hecho histórico? ¿Existió de
verdad un laberinto en la isla de Creta? A finales del siglo XIX,
el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann descubrió la ciudad de Traya, escenario,:de la Ilíada escrita por Homero,
¿podría ser que el laberinto del mito de Teseo y el Minotauro fuera el vago recuerd9 ae alguna estructura de la Antigüedad?
Mar Cmmt
Mediterrá11eo • .Centros micénicos • Centros minoicos
La Grecia de la Edad del Bronce.
44 El laberinto
Un laberinto mítico
Para descubrir el laberinto de Creta, lo primero que
debemos hacer es saber cómo era, lo cual no resulta fácil,
pues en ninguna versión del mito se describe con preci
sión. Así, por ejemplo, Apolodoro se limita a decir que:
El laberinto, construido por Dédalo, era un edificio que
hacía equivocarse en la salida con sus intrincados pasa
dizos.
Tampoco Diodo ro nos da muchas más pistas:
Para el mantenimiento del Minotauro, se dice, Dédalo
construyó un laberinto con recorridos tortuosos cuya
salida era difícil de descubrir para los inexpertos.
Por Plutarco, por lo menos, sabemos que quizá tenía un
trazado en espiral:
Sobre los jóvenes conducidos a Creta, el mito más usual en la tragedia revela que el Minotauro los mataba en el·
laberinto, o que ellos, dando vueltas y sin poder encon-
. trar la salida, allí morían [; .. ].
T eseo recibió de la enamorada Ariadna el hilo e,
informado de cómo pueden recorrerse las espirales del laberinto, mató al Mino tauro.
Como vemos, en general, coinciden en resaltar lo difícil
que resultaba salir pero callan un sinfín de detalles: ¿esta
ba al aire libre o techado?, ¿el Minotauro vivía en algún
habitáculo especial en el centro del laberinto?, ¿se bifur-
Tras los pasos de Teseo 45
caban sus caminos o seguía un recorrido unidireccional? ·
Por lo tanto, de las fuentes escritas tan sólo podemos
deducir que era un lugar de camino enrevesado y, por
inferencia, que por lo menos en algún lugar debía de estar
al aire libre, pues de lo contrario Dédalo e Ícaro no podrían
haber escapado volando.
Más información nos ~portan algunas cerámicas del
período clásico en las que aparece representada la lucha de
Teseo y el Minotauro, como un vaso ático proveniente de
Vulci que se encuentra en el British Museum de Londres,
o un kylix ático muy similar que se guarda en el Museo
Arqueológico de Madrid. En las grecas que decoran
ambos vasos vemos un laberinto unidireccional, de planta
rectangular, y en el centro, donde se desarrolla la lucha,
una especie de templete sostenido por columnas. Lo que
no resulta tan claro es si este templete o torre era una
metáfora visual para' representar la entrada, una construc
ción que se alzaba en el centro o el laberinto en sí mismo.
Kylix ático de figuras rojas (c. 430 a. C.). British Museum, Lon
dres (izquierda). K ylix ático de figuras rojas (c. 41 O a. C.). Museo
Arqueológico de Madrid (derecha).
46 El laberinto
Monedas cretenses (c. 350-200 a. C.). Arriba, Apolo y un labe
rinto unidirea;ional de planta circular; abajo, H era y un laberin
to unidireccional de planta rectangular.
Otra fuente iconográfica son algunas monedas cretenses,
acuñadas a partir del período clásico, en las que incluye
ron la planta del laberinto. Estos diseños siguen el mismo
recorrido unidireccional de las grecas de las cerámicas y
también suelen ser de planta rectangular, aunque en algu
nas excepciones siguen una circular. Este trazado unidi
reccional, en espiral, es más intuitivo, lo que podría expli
car su mayor antigüedad y universalidad, pero resulta
contradictorio con el mito. ¿Para qué necesita Teseo ir
desenrollando un hilo si no hay forma de perderse?
De hecho, en lo único que coinciden las fuentes escri
tas es en destacar lo difícil que era encontrar la salida, por
Tras los pasos de Teseo 47
lo tanto, parece que estamos ante dos laberintos. Uno es
el iconográfico, el representado en cerámicas y monedas,
y es claramente un laberinto unidireccional ya siga una
planta circular o rectangular; mientras que los textos des
criben otro distinto, que podemos suponer multidirec
cional, con encrucijadas y callejones sin salida. mxiste
algún edificio de la antigua Grecia que se corresponda
con alguno"de estos dos diseños?
Para contestar esta pregunta, el arqueólogo inglés
sir Arthur J ohn Evahs comprometió a principios del
siglo XX su vida y su fortuna, pero encontró la respuesta.
Una leyenda hecha realidad En 1870, en contra de la opinión común que sostenía
que La Ilíada escrita por Homero era sólo una fantasía,
el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann descubrió
la ciudad de Troya; y cuatro años después la ciudad de
Micenas, la patria del legendario Agamenón. Los arqueó
logos estaban entusiasmados, ¿sería posible localizar
otros emplazamientos míticos, como el legendario pala
cio de Minos y su laberinto?
Minos Kalokairinos, un cretense de una rica familia de
comerciantes, estaba seguro de que existía y, efectiva
mente, en 1879 descubrió los primeros vestigios del pala
cio de Cnosos. Poco más se avanzó desde entonces, pero
en 1899 sir Arthur John Evat:s, convencido de que aque
llas ruinas se correspondían con ~1 palacio de Minos, con
siguió adquirir el terreno y, después de tres grandes cam
pañas, en 1902 prácticamente había excavado la mayor
parte del complejo palaciego. Al poco, en un folleto de la
i'
48 El laberinto
época, que recoge J. Alexander MacGillivray en su gran
biografía de Evans, el arqueólogo inglés anunciaba:
Podemos estar casi seguros de que este inmenso edifi
cio, con su laberinto de pasillos y pasajes tortuosos, la
combinación de salas pequeñas y la larga serie de depó
sitos sin salida, fue en realidad el laberinto de la tradi
ción posterior que dio alojamiento al Minotauro de tru
culenta fama.
mra cierto? ¿De verdad el palacio de Cnosos era el labe
rinto? Hoy en día disponemos de muchos más d.itos sobre
la cultura que había levantado aquel palacio. Antes de que
se desarrollase la cultura griega clásica, en Grecia habían
surgido dos poderosas civilizaciones: la cultura minoica,
llamada así por Evans en honor de Minos, y la micénica. La
cultura minoica se desarrolló sobre todo en Creta a partir
del año 1900 a. C., cuando poco a poco toda la isla se fue
. ocupando con asentamientos urbanos. En aquel período se
levantaron cuatro grandes palacios -el de Cnosos, Festos,
Malia y Zacro-, en torno a los cuales se organizaba la vida
de cada zona administrativa en las que se dividía la isla.
Cada palacio contaba con un gran patio central que articu
laba el resto de las numerosas dependencias -viviendas,
salas administrativas, almacenes, talleres, templos, peque
ños santuarios, etcétera- y funcionaba como centro de
intercambio y redistribución. Allí se almacenaban los exce
dentes productivos y se realizaban trabajos artesanales
relacionados con la cerámica y el bronce. .
En la actualidad, casi todas las tesis de Evans han sido
refutadas y lo cierto es que el arqueólogo inglés no encon-
Tras los pasos de Teseo 49
tró nada que pudiera probar inequívocamente que el pala
cio de Cnosos fuera el laberinto del mito. Sin embargo, sí
es cierto que había tres factores que permitían suponer
que el propio palacio era el laberinto.
H'atl<¡ c~tf!J)¡ . 2. J!ntradtJ. no de s .l?laZá norte 4· :SiWI ii9Hril#o; !!. ~ ll;mtri!tl'fil~
y ba1llt.aíjioi•ilfi · 6 ·.1\lmac;ttMil
Planta del palacio de Cnosos.
El primero, como hemos visto, es su intrincada planta,
que parece no obedecer a un plan arquitectónico previo y
que podría haber quedado en el recuerdo colectivo como
un lugar laberíntico.
"f
¡
50 El laberinto
El segundo es por el término labrys, que, según nos
cuenta Plutarco en el siglo I era como los lidios designa
ban la doble hacha, un arma sagrada que simbolizaba a las
dinastías reinantes de Creta y a sus palacios. Antaño se
pensaba que de este término labrys provenía la palabra
laberinto, aunque hoy en día esta etimología se ha aban
donado y se piensa que, más bien, podría provenir del tér
mino micénico da-pu-ri-to. ' Y el tercer factor es que, aunque no había aparecido
ningún laberinto propiamente dicho, de quien sí queda
ban huellas era del Minotauro.
El culto al toro en la Creta minoica
Probablemente, la fábula griega del minotauro es una tardía y torpe versión de mitos antiquísimos, la sombra de otros sueños aún más horribles.
J. L. BoRGES, El libro de los seres imaginarios
Por toda la Creta minoica hay abundantes testimonios
arqueológicos de que adoraban un toro sagrado al que
probablemente rendían culto durante unas curiosas tauro
maquias. Por lo que podemos deducir de pinturas mura
les, ·sellos, y representaciones en vasos cerámicos de uso
ceremonial, esta fiesta, en esencia, se basaba en saltar por
encima de un toro cuando embestía.
Según Manuel Serrano, la primera fase de aquellos·
juegos consistía en capturar al toro sobre el que luego
saltarían (lo que recuerda a las capturas del toro de
Maratón por parte de Heracles y, más tarde, de Teseo).
Tras los pasos de Teseo 51
En muchas escenas que nos han llegado de esta fiesta, al
toro se le agarra por la cornamenta, un acto de gran sim
bolismo, pues es probable que sujetar al. toro por los
cuernos fuera una manera de recibir su fuerza y poten
cia fecundadora (como quien come el corazón de un
enemigo. para adquirir su. valor o como el hermano
pequeño que viste, con la ropa del mayor para sentirse
como él). De hecho, en casi todas las representaciones
que muestran la lucha de .Teseo con el Minotauro, el
héroe ateniense le sujeta por un cuerno y, como vere
mos, de cuernos estaba construido el altar que conme
moraba su hazaña en Delos.
La fiesta comenz~ba cuando llevaban el animal a la
arena, situada en el patio central de los palacios o en algún
recinto aledaño. Sentado en una estructura de madera
levantada para la ocasión, el público quizá ovacionase en
ese momento al torb y a los saltadores, varones y quizá
Escena de una tauromaquia en un fresco del palacio de Cnosos.
Las similitudes de las fiestas cretenses con las españolas resultan
muy curiosas. De hecho, en España aún se sigue saltando al toro
en alguna variante del toreo.
52 El laberinto
también mujeres con una gran preparación física. Apenas
vestían un faldellín a la cintura, iban descalzos, una cinta
les sujetaba la larga melena y los músculos de los brazos
resaltaban entre brazaletes de oro.
Encerrados con el toro, debían saltar por encima del
animal mientras embestía y todo indica que practicaban
varios tipos de sáltos: en unos debían sujetarlo por los
cuernos y aprovechar el movimiento de la cabeza del ani
mal para impulsarse y en otros, simplemente, pasar por
encima cuando trataba de atropellarlos a la carrera.
Luego, quizá tocasen el lomo del 'toro y finalmente caían
de pie tras él, saludaban y se marchaban dejando sitio para
otro saltador. Lo que sí parece seguro es que más de uno
se dejaba la vida en el intento, como se deduce de las
representaciones que muestran un salto accidentado y el
toro dándose la vuelta dispuesto a rematar al infortunado
JOVen.
La fiesta concluía con el sacrificio del toro sobre un
altar ceremonial. Algunas partes del animal tal vez se
quemarían en honor de los dioses y la sangre se mez
claría con la tierra reforzando así el carácter propiciato
rio de la fertilidad que conllevaba todo el ritual. Para
· matar al toro, en algunas ocasiones usaban mazas y
quizá la doble hacha minoica, pero, por lo que se infie
re de los sellos, la herramienta más habitual era una
espada corta, lo cual nos vuelve a recordar el enfrenta
miento entre Tese o y el Mino tauro ya que, en muchas
representaciones cerámicas, Teseo empuña una espada
(que sin embargo no suelen mencionar las distintas ver
siones del mito).
Tras los pasos de Teseo 53
Esta fiesta, u otra similar, también gozaba de. gran
popularidaq en otros lugares del Mediterráneo, tanto en
la Grecia micénica como en el Próximo Oriente, pero en
ningún lugar alcanzó ta~ta importancia como en la Creta
minoica. Si a la relevancia de la tauromaquia le sumamos
el gran culto que por este animal sentían losminoicos, ~al
y como prueban la variedad de manifestaciones al respec
to (altares ·~imulando la cornamenta, vasos cerámicos
rituales con forma de toro, etcétera), la pregunta que
podemos hacernos no es, por tanto, por qué el monstruo
del laberinto cretense era una bestia taurina, sino ¿podría
haber sido cualquier otra?
De hecho, es probable que el recuerdo colectivo de
aquellas fiestas taurinas hubiera pasado de generación en
generación, m·ezclándoie c~n otras leyendas, hasta termi
nar cuajando en un rriito que narrase la historia de un ser
sobrenatural con forma de toro al que eran sacrificados
ritualmente un grupo de jóvenes vasallos. Como nos
explica Manuel Serrano:
La relación del sacrificio del toro con el ámbito religio
so queda todavía más patente al observar en la cultura
material cómo el toro sacrificado aparece junto a un
altar o bien junto a un árbol que denota su importancia
como símbolo sacro. J. Y ounger señala una serie de
ejemplos en los que las cabezas del bóvido fueron utili
zadas como máscaras. La leyenda del Minotauro puede
tener su origen en estos aspectos rituales.
En conclusión, una primera pista en la búsq~eda del
laberinto nos ha llevado hasta Cnosos, donde hemos
54 El laberinto
descubierto un palacio de enrevesada planta en el que se
celebraban grandes fiestas taurinas que, pasadas por el
alambique del tiempo, podrían haber inspirado la figura
del Minotauro. Pero Creta nos depara otra sorpresa.
Hay otro lugar de la isla que podría haber sido el labe
rinto: largos corredores, bifurcaciones, meandros
sinuosos, criaturas que viven en la oscuridad ... ¿y si el
laberinto estuviera relacionado con las ~umerosas cue
vas de Creta?
La cueva de Gortyna
A principios del siglo XIX, el explorador y botánico
checo Franz Wilhelm Sieber (1789-1844) recorrió la isla
4e Creta en una de sus expedicio1_1es científicas. Años
después se volvió medio loco y terminó ingresado en un -
ásilo psiquiátrico, pero durante aquel viaje quizá no le
faltó tino cuando un día pensó que se estaba adentrando
por el laberinto del Minotauro:
El lugar en el que se encontraba era la cueva de Gorty
na, también conocida como el Laberinto de Mesara, y se
pensaba que había sido el escenario de la lucha entre T eseo
y el Minotauro desde que, como hipótesi~, el viajero Cris-
. tophoro Bouondelmondi lo propusiera por primera vez
en 1415 en su libro Descripción de la isla de Creta. La cueva está situada cerca del yacimiento de Gorty
na, al sur de la isla, se extiende a lo largo de unos 2,5 kiló
metros y abarca unos 9.000 metros cuadrados surcados
por enrevesadas galerías. Durante la segunda guerra
mundial fue usada por los alemanes como refugio y una
explosión accidental bloqueó su acceso principal; pero
Tras los pasos de Teseo 55
Plano de la cueva de Gort:yna dibujado por Sieber. Reise nach der Insel Kreta in 1817 (L~izpig, 1823). .
hasta entonces era'un lugar al que acudían centenares de
turistas atraídos por la leyenda, tal y como atestiguan las
más de 2.000 firmas quehan dejado en las paredes a lo
largo de los siglos. Ahora bien, ¿era realmente el laberinto?
Se desconocen aún muchas peculiaridades de la religión
minoica, entre otras razones porque aún no se ha conse
guido traducir su enigmática escritura (llamada Lineal A).
Pero lo . que sí .sabemos con certeza es que las cuevas
desempeñaban un papel muy importante en el ámbito reli
gioso. Además de utilizarse como escondite en tiempos de
crisis, servían de santuarios en los que depositaban numerosas ofrendas.
56 El laberinto
De hecho, los mitos de época clásica recogían aquella
importancia religiosa de las cuevas cretenses. Así, por
ejemplo, creían que Rea había escondido a su hijo Zeus
en una cueva del monte Ida cuando era niño para que no
fuera devorado por su padre Cronos y, también, en una
cueva se reunían periódicamente Zeus y Minos para
intercambiar confidencias.
Además, si las cuevas estuvieran relacionadas con el
laberinto, se establece un vínculo muy interesante con
el mundo de los herreros. En la Grecia clásica, el dios
de los herreros era una antigua divinidad llamada
Hefesto, un dios cojo cuya fragua estaba encima del
volcán Etna, en Sicilia. Hefesto presenta varias simili
tudes con Dédalo (aunque no son el mismo). Ambos
crean autómatas, son muy hábiles en el trabajo del
rp.etal y la artesanía, mantienen una relación distante
pero a la vez sumisa con el poder, y, por poner otro
ejemplo, los dos están relacionados con un personaje
llamado Talo. En el caso de Dédalo, Talo era el brillan
te sobrino que toma por aprendiz; y en el de Hefesto,
un coloso de bronce que entregó a Minos para que pro
tegiera la isla de Creta. Además, y esto es muy impor
tante, los dos construyen cosas que atrapan. Dédalo, el
laberinto y Hefesto una red para inmovilizar a su mujer
Afrodita cuando le es infiel con Ares, un trono de oro
donde aprisionó a su madre Hera y unas cadenas con
las que, cumpliendo una orden de Zeus, ató a Prometeo
en lo alto de una montaña.
En suma, ambos personajes presentan muchas seme
janzas y, si identifi~amos a Dédalo con el mundo de los
....... -~~--- --------- ~----------~~~~~~~~-~
Tras los pasos de Teseo 57
herreros, resulta muy sugerente pensar que el mito estu
viera relacionado en su origen con la extracción de meta
les. Por su menor tamaño corporal, mujeres y niños son
quienes realizan las primeras prospecciones en muchas
culturas de la Antigüedad, ¿sería el hilo de Ariadna algún
método minero para no perderse cuando inspeccionaban
una nueva gruta? Ariadna suele traducirse como <<la muy
santa, AptaO~'YJ, ari adnos», aunque su nombre también
recuerda a Aracne, la muchacha que dio origen a las ara
ñas, ápáX,V'Y), que también sueltan hilo, como quizá hicie
ran las muchachas que se adentraban por vez primera en
una cueva.
Hermann Kern, cuya obra supuso un gran impulso en
el estudio de los laberintos, rechazaba con cierta vehe
mencia esta hipótesis: -
La identificación del Laberinto con una caverna es
imposible por razones de principio. Semejante iden
tificación sólo se pudo pensar en el período helenís
tico, después de la fusión de la idea del laberinto
.como dédalo inextricable de caminos con las caracte
rísticas de antiguos cultos en las cavernas. También la
idea de la luminosa corona de Ariadna es «Un pro
ducto relativamente tardío», que se contrapone como
una excepción a la versión habitual del Laberinto
como edificio y del hilo de Ariadna. ¿y qué función
habría podido desempeñar Dédalo como inventor y
arquitecto en una caverna ya hecha? ¿Cómo puede
conciliarse la versión de la caverna con la idea del
laberinto que se muestra en las monedas de Cnosos a
partir del siglo V a. C.? ¿Cómo se puede comparar el
58 El laberinto
azaroso recorrido de las galerías de una caverna con la regularidad, descrita tan precisa, de lá danza del laberinto?
Sus argumentos no son definitivos. Salvo por la tablilla de
Pilos y alguna greca minoica no sabemos cómo concebían
el laberinto antes de la Grecia clásica. Además, como
hemos visto, no tienen por qué coincidir necesariamente
las representaciones iconográficas con las descripciones
de los textos. Las monedas, en tanto que iconos, no bus
can un tratamiento naturalista, sino simbólico. Y también
se puede matizar que una cueva no necesite de un Déda
lo, ya que el trabajo en la mina sí demanda complejas tareas
de ingeniería.
En suma, aunque afirmar que hubiera sido justo la
cueva de Gortyna la que inspiró el laberinto resulta un
tanto aventurado, sí podemos admitir cierta verosimili
tud en algunos argumentos como el de Paul Faure, pro
fesor de la Universidad de Clermont-Ferrand, cuando
señala que «el laberinto cretense cercano a Cnosos no era
otro lugar que una caverna cultual que seguía un compli
cado recorrido»; lo cual no es óbice para que mantenga
mos un prudente escepticismo hasta que la arqueología
nos aporte nuevos descubrimientos.
El laberinto de Pilos Hacia el año 1450 a. C., un gran desastre provocó una
gran crisís por toda la isla de Creta y la civilización minoi
ca nunca más consiguió recuperarse. Menos el palacio de
Cnosos, que consiguió mantener su poder durante algún
Tras los pasos de Teseo 59
i
Tablilla encontrada en Pílos (c. 1200 a. C.).
tiempo, ya fuera gobernado por cretenses o por micéni
cos, el resto de los grandes asentamientos entró en una
profunda decadencia. Las razones ~e este colapso aún
son objeto de controver~ia, tal vez fue la consecuencia de
un gran terremoto, de revoluciones internas, de una inva
sión por parte ~e la emetgente potencia micénica, o de
una suma de todos estos factores, pero el caso es que por
doquier aparecen signo's de destrucción y abandono. De
ahora en adelante, serán los griegos del continente quie
nes marcarán las pautas de los acontecimientos.
Aunque no implica una relación de causa y efecto, y
quizá sea sencillamente que los micénicos aprovecharon
el vacío de poder dejado por los minoicos, lo cierto es que
la decadencia de Creta coincide con· el mayor desarrollo
y la expansión colonial de la cultura micénica que había
germinado en la Grecia continental. Los micénicos reci
ben este nombre por el mayor de sus asentamientos, Micenas.
A pesar de la influe~cia minoica, desarrollaron una
cultura de fuerte personalidad propia. A partir del
siglo XV a. C., se fueron afianzando cada vez más en el
60 El laberinto
Mediterráneo y su presencia se manifiesta en relaciones
comerciales o coloniales desde la costa siriopalestina a la ría de Huelva, en España, incluyendo asentamientos esta
bles en Sicilia, las islas Eolias y el golfo de Tarento.
Bien defendidos en amuralladas fortalezas en lo alto
de las colinas, expertos guerreros dotados de buen arma
mento, una economía floreciente con un fuerte comercio
ext~rior: nada presagiaba que esta civilización también·
entraría yn decadencia, pero hacia el año 1200 casi todos
los centros de poder micénicos cayeron uno tras otro víc
timas de incendios y pillajes por razones desconocidas
(tal vez como consecuencia de la invasión de un pueblo
extranjero, tal vez por conflictos internos fruto de una
gran crisis económica).
Fatalidad para los micénicos, fortuna para los arqueó
logos, durante los incendios se cocieron las tablillas de
arcilla donde llevaban la administración de los palacios.
En el reverso de una de estas tablillas, encontrada en el
palado de Pilos, un anónimo escriba dibujó un laberinto
de planta rectangular. Es el más antiguo de toda Grecia y
resulta de gran importancia, pues nos permite saber que,
por lo menos ya en tiempos micénicos, debía de existir la idea de un laberinto. Sin embargo, si no tenemos más
referencias, ¿cómo podemos estar seguros de que no es el .
dibujo caprichoso de un escriba?
Una prueba definitiva sería contar con algún docu
mento de la época en que se· mencione el mito. Pot
desgracia, casi todas las tablillas tratan de asuntos admi
nistrativos, muy útiles para saber cuántas, cabras se
enviaban a Pilos como impuestos pero poco prácticas
Tras los pasos de Teseo 61
para comprender el paisaje religioso micénico. Aún así,
entre estos archivos contables nos aguarda una grata sorpresa.
En varias tablillas se menciona una diosa llamada
Potnia (nuestra señora, diosa) y en una de ellas se habla
de un da-pu-ri-to po-ti-ni-ja, es decir, de una Diosa del
Laberinto. Esta divinidad todavía está envuelta en un '
halo de misterio, pero es probable que sea similar a una
Diosa Madre (o señora de las bestias) que veneraban los
minoicos y por la que sentían particular afecto los herre- '
ros cretenses, como prueba que en sus talleres -muchas
veces situados en ct~evas- hayan aparecido figuras
suyas. De hecho, el gran micenólogo John Chadwick planteaba que: r
Podría parecer pr~bable que las comunidades de herre
ro~ dedicados a,e~ta diosa se dispersaran por Grecia tras
el colapw minoico del siglo xv. Sus descendientes podrían
muy bien haber mantenido su culto, aunque se heleniza
ran mucho.
Además, este laberinto de Pilos nos permite establecer
una hipótesis muy interesante para interpretar el mito d~
Teseo y el Minotauro. Desde el1900 al1450 a. C., apro
ximadamente, los minoicos no tuvieron rival en el mar.
Aunque no se han encontrado evidencias de una presen
cia colonial pesada, sí es probable que durante todo este·
período mantuvieran con el resto de Grecia una relación
pseudocolonial, de poderío, que aún se recordaba siglos
después. Y, tras el esplendor minoico de la isla de Creta,
62 Ellaberinto
hacia el siglo XV a. C. comenzó el apogeo de los micéni
cos de la Grecia continental.
Dado que el mito habla de tributos entregados por los
griegos del continente a los cretenses y de cómo consi
guieron librarse de este yugo, ¿podría ser que estuviera
reflejando este cambio de liderazgo geopolítico?
La hipótesis es sugerente, pero otra pista nos condu
ce por un camino distinto (aunque no excluyente), en el
cual el laberinto aparece relacionado con una antigua
danza conocida como géranos.
3. ·La•·danza del laberinto
Apenas tenemos datos sobre lo que sucedió durante el perío
do que siguió a la decadencia micénica (entre los siglos XI y IX a. C.). Se conoce como la edad oscura y se caracteriza por
un gran retroceso en todos los campos. Por entonces, se pro
dujo un. gran tr~siego de pueblos que al final terminó por
configurar el paisaje étnico y lingüístico de la Grecia clásica.
Durante dos siglos, la cultura de la H élade fue un enorme
caldo alimentado por rapsodas ambulantes con mitos y leyendas provenientes de todo el Mediterráneo. Cuando
el guiso estuvo listo, despr~ndía aromas minoicos y micéni
cos, pero también de Mesopotamia, Anatolia, Egipto, los Balcanes ... - ··
.m ]Z 270,0 500
~iuili.:;:¡¡ci6n ed¡¡d <;recia;tldsict¡, inié'é,¡tca os&iiti,
t.ab)iUa dél?ifos J)!i\da¡. :wdntpu·ri~fo ·.gérqi!'!"'. po·tic\Ü"j~;,
E( rnltí>í ya comp~etoi. - ~P~-~e~~-. ~·i~~.text<J~, -rnoQed~s }';c~támld\.
Eje cronológico de la antigua Grecia y las correspondientes referen
cias laberínticas.
1.
64 El laberinto
Danzar en el laberinto
La Ilíada es el texto más antiguo de toda la Grecia clá
sica, es decir, de la cultura que surgió tras la decadencia de
los micénicos y los siglos de la edad oscura. Se atribuye a
un poeta ciego llamado Homero y probablemente se
escribió hada, el siglo IX a. C. La referencia más clara del
laberinto que aparece en La Ilíada es una danza que se
celebraba en Creta:
El muy ilustre cojitranc<;> [Hefesto] bordó también
una pista de baile semejante a aquella que una vez en la
vasta Creta el arte de Dédalo fabricó para Ariadna, ·la
de bellos bucles. Allí zagales y doncellas, que ganan
bueyes gracias a la dote, bailaban con las manos cogi
das entre sí por las muñecas. Ellas llevaban delicadas
sayas, y ellos vestían túnicas bien hiladas, que tenían el
suave lustre del aceite. Además, ellas sujetaban bellas
guirnaldas, y ellos sagas áureas llevaban, suspendidas
de argénteos tahalíes. Unas veces corrían formando círculos con pasos
habilidosos y suma agilidad, como cuando el torno, ajus
tando a sus palmas, el alfarero prueba tras sentarse delan
te, a ver si marcha, y otras veces corrían en hileras, unos
tras otros. Una nutrida multitud rodeaba la deliciosa pista de
baile, recreándose, y dos acróbatas a través de ellos, como preludio de la fiesta, hacían volteretas en medio.
Así, según Homero, Dédalo no habría construido un
laberinto, sino una pista de baile en la que se practicaba
una danza relacionada con el matrimonio (como se infie-
La d_anza del laberinto 65
re de la referencia a los bueyes entregados como dote). La
coreografía seguía una espiral (como los surcos que que
dan en la arcilla moldeada en un torno) y se completaba
con diversas acrobacias. Esta danza, en la que tan sólo le
falta un toro para que podamos ver una escena de tauro
maquia minoica con los bailarines dando volteretas, ha
sido relacionaqa con el laberinto: cuando danzaban en
espiral cogidos de la mano, estarían simulando la estruc
tura, y cu~ndo iban en fila, el recorrido. Además, las guir
naldas podrían evocar la corona de Ariadna y los puñales,
la espada de T eseo.
Además, por Calímac;:o y Plutarco, sabemos que siglos
después en la isla de Delos se celebraba otra danza pare
cida durante una fiesta q~e conmemoraba la hazaña de
Teseo. Según una versióri del mito, antes de regresar a
Atenas, T eseo y sus co.mpañeros habían desembarcado
en esta isla para ofrendar una estatua de Afrodita y allí
bailaron en torno a un altar formado por cuernos del lado
izquierdo del toro. En recuerdo de este episodio, una vez
al año se organizaba una danza en Delos durante el mes
de Anesterión, que caía entre febrero y marzo, y Plutar
co señala que los delios llamaban géranos (de la grulla) a
esta danza.
¿Por qué recibía este nombre? ¿Qué relación guarda
el laberinto con las grullas?
La gerantomaquia
Para entender qué hacen las grullas en nuestro labe
rinto, antes debemos saber algo más sobre cómo las per
cibían en el mundo clásico y para eso nuestra mejor fuen-
',1
66 El laberinto
te es una de las mentes más lúcidas de toda la historia del
pensamiento: Aristóteles. En el libro VIII de la Investi
gación sobre los animales, nos explica que al llegar el
invierno las grullas marchan hasta lo más recóndito de
Egipto, donde atacan a un pueblo de pigmeos:
Unos animales encuentran en los mismos lugares donde
tienen la costumbre de vivir los medios para protegerse
contra los rigores del clima; otros emigran: después del
equinoccio de otoño dejan el Ponto y las aguas frías para
evitar el invierno inminente, y después del equinoccio de
primavera vuelven de los países cálidos hacia las regiones
frías por temor a los calores abrasadores. En cl.ertos casos,
los cambios de lugar ocurren desde un extremo a otro del
mundo, como hacen las grullas. Pues su migración les
conduce desde las llanuras de Escitia hasta las marismas
del Alto Egipto, donde nace el Nilo. Se dice que allí inclu~
so atacan a los pigmeos. Pues la existencia de este pueblo
no es una fábula, sino que se trata de una raza de hom
bres, los cuales, según se dice, son de talla pequeña, y ellos
con sus caballos viven metidos en cuevas.
En realidad, Aristóteles nunca bajó hasta las fuentes del
Nilo para comprobarlo, sino que transcribió un mito
griego que hablaba de una batalla mantenida desde tiem
po inmemorial entre grullas y pigmeos. Según este mito,
entre los pigmeos había una mujer llamada Gérana que
era muy soberbia y desagradable. Gérana le faltó al respe
to a Hera y, como castigo, la diosa la transformó en gru
lla. Aún así, el ave no se movió de la aldea, tal vez para no
abandonar a su hijo Mopso, y los pigmeos, molestos por
La danza del laberinto 67
sus graznidos, trataron de ahuyentarla a pedradas. Desde
entonces, cada vez que las grullas migran al sur se pelean
con los pigmeos en una batalla que suponemos pierden
una y otra vez ya que siempre regresan al norte. Esta
gerantomaquia era antiquísima, ya se menciona en La !lía
da de Homero, y aparece en muchas representaciones cerámicas.
'
Poco a· poco vamos montando el rompecabezas. Y a
sabemos que en algunas partes de Grecia se celebraba un
ritual poco antes de que comenzara la primavera (duran
te el mes de Anesterión) y que en esta fiesta se bailaba
una danza llamada géranps, de la grulla, en la cual se evo
caba el laberinto y la victoria de T eseo. Además, hemos
visto que la grulla es un av;e migratoria que en primavera regresa a la Hélade. "'
En general, para los pueblos antiguos cualquier signo
de la naturaleza que les ~yudara a regular el tiempo, como
el deshielo o las migraciones animales, resultaba de vital
importancia. La agricultura demanda un gran dominio de
los tiempos y las estaciones: cada especie vegetal tiene su
temporada. de siembra y recolección, los campos deben
reposar en barbecho, los cultivos no pueden demorar~e o
anticiparse a los meses más extremos del año ... Y, en
menor medida, lo mismo sucede con el pastoreo. Hay
que saber cuándo se acerca el momento de la estabula
ción, la época de cría, cuándo habrá que desplazar el gana
do a climas más benignos, etcétera.
Por lo tanto, es probable que a las grullas les cupiera
el honor de bautizar una danza tan importante como la
de Delos porque, gracias a su ciclo migratorio, los cam-
" '
68 El laberinto
pesinos podían calcular mejor las estaciones y, con ~llo,
ajustar el ciclo agrícola. Y si estamos interesados por las estaciones y la agri
cultura del mundo griego, no nos queda más remedio que
bajar al Infierno.
La reina de los muertos
~--. Una antigua tradición griega decía que Hades, el dios
J/ soberano del reino de los muertos, se enamoró un día de
Perséfone, la hija de Deméter, que era la diosa del trigo
y la tierra cultivada, y en un rapto de pasión la raptó y
se la llevó a su lúgubre morada. Desconsolada, Deméter
buscó a su hija por aquí y por allá, pero no la encontró
y fue tal su pena que se retiró a Eleusis, cerca de Atenas.
Evidentemente, en aus~ncia de la diosa de la agricultura,
nada co~estible crecía sobre la tierra y los mortales se
morían de hambre. Por fortuna, el mismísimo Zeus
decidió intervenir antes de que el desastre fuera a mayo-
res y dijo a su hermano Hades que liberase a la hermo
sa diosa. Hades consintió de mala gana y antes de que Perséfo
ne saliera del reino de los muertos le regaló seis suculen
tas semillas. La diosa se las comió y con tan parca pitan
za selló definitivamente su destino, pues nadie que se
hubiera alimentado con las viandas de los muertos podía
volver entre los vivos. Pero como algo había que hacer
para que a Deméter se le pasase el. enfado, por fin consi~
guieron llegar a un acuerdo. Durante seis meses al año,
tantos como semillas había comido, Perséfone permane-
La danza del laberinto 69
cería con su esposo entre los muertos, y durante los otros
seis estaría con su madre. Por eso desde entonces se alter
nan las estaciones: unas tristes en las que no crece nada,
cuando Perséfone se marcha con Hades, y otras alegres
en las que florece la vida por la alegría de Deméter cuan- j do se reúne con su hija.
Este mito n;fleja con gran belleza el ciclo agrícola y
manifiesta la t~nsión que suponían los meses en que la
tierra perm~necía infértil. En la postrimería del invierno,
cuando las reservas ya casi se habían agotado, los campe
sinos otearían una.y otra vez el horizonte en busca de
alguna señal que indicas~ el regreso de la primavera, y una
de esas señales inequívocas sería precisamente el regreso
de las grullas, un ave que -al igual que sucede con la
lechuza y Atenea- se asoéi~ba con Deméter.
Perséfone en el laberinto
No sabemos con precisión cómo imaginaban el reino
de los muertos en la Antigüedad clásica, pero, en general,
los autores grecolatinos hablan de un lugar por el que
resulta fácil perderse, con varios caminos y encrucijadas,
del que resulta imposible salir si no se conoce el camino;
un lugar lleno de monstruos que vigilan quién entra y
quién sale en cada momento, en cuyo corazón se escon
den los más espantosos peligros. En suma, hablan de una especie de laberinto.
Esta concepción del reino de los muertos como un
laberinto del que resulta complicado escapar y encotltrar
el justo camino nos permite entender el significado más
importante de la danza de Delos. Recapitulemos, duran-
'1 1'
1;
¡ '1
.¡ i
70 El laberinto
te el invierno no crece nada pues la diosa de la agricultu
ra está contrariada al no estar con. su hija, la cual se
encuentra en el reino de los muertos. Por lo tanto, si que
remos que los campos vuelvan a dar frutos, debemos reu
nir de nuevo a madre e hija, es decir, debemos rescatar a
Perséfone del inframundo, el cual se concibe como un
lugar . de complicado recorrido, en el que resulta fácil
entrar pero casi imposible salir, al igual que sucede con un·
laberinto.
Además, hay un mito que relaciona ~ Perséfone con
Teseo y con un Infierno que atrapa. Según Plutarco y
otros mitógrafos clásicos, e(mejor amigo de Teseo era
Piritoo, al cual ayudó durante una lucha contra los cen
tauros. Tiempo después, con 50 años, una edad muy
avanzada para la época, Teseo bajó al Infierno con Piri
too para raptar a Perséfone, de la cual se había encapri
chado su amigo. En esta. ocasión venció el Laberinto.
Hades, soberano del reino de los muertos, los descubrió;
Piritoo desapareció entre las fauces del infernal Cancer
bero y T eseo fue aprisionado en un trono del que no
podía levantarse.
Ert conclusión, es plausible que aquella danza géranos
simbolizase el regreso de Perséfone, ya fuera por su pro
pio pie o ayudada por el hilo de Ariadna que formaría la
hilera de jóvenes cogidos de la mano. Atrás quedaría el
monstruo que la retenía, el Minotauro, cuya derrota
queda bien manifiesta en el altar de cue.rnos izquierdos en
torno al que se danzaba. (Y a que sujetar al toro por su
cuerno izquierdo denotaba la victoria sobre el mismo,
como se infiere por todas las representaciones cerámicas
La danza del laberinto 71
en las que T eseo agarra victorioso al Minotauro precisa
mente por el lado izquierdo de su cornamenta). Un deta
lle significativo al respecto: tras su muerte, Minos se con
virtió en el Juez de los Muertos, al servicio de Hades.' Y
en esto se atisba la naturaleza primigenia del despótico
rey de Creta y su infernal laberinto.
Incluso, pod~mos establecer una relación más entre las
grullas y ellabe~into. Durante la época de celo de las gru
llas, que sucede sobre todo durante el mes de marzo, se
incluye en el cortejo una danza en la que caminan con pasos
rápidos formando círculos, elipses o una· ~specie de ochos
combinados con saltos ep el aire a izquierda y derecha y
paradas bruscas en las que se quedan inmóviles. mxiste
alguna relación entre esta danza y la que bailaban delios y
cretenses? Y si así fuera, ¿~ería en último término la que
habría dado origen a la sinuosa estructura del laberinto?
El laberinto de los herreros
Si las fuentes, las galerías de las minas y las cavernas son asi
miladas a la vagina de la Madre Tierra, todo cuanto yace en
su «Vientre» está aún vivo, bien que en estado de gestación.
O dicho de otro modo: los minerales extraídos de las minas
son, en cierto modo, embriones: crecen lentamente, con un
ritmo temporal distinto al de los animales y vegetales, pero
crecen,, maduran en las tinieblas telúricas.
MIRCEA ELIADE, Herreros y alquimistas
Para concluir nuestro periplo por Grecia, podemos refle
xionar sobre el papel de los herreros en la difusión del
.. í
! q
72 Ellaberinto
mito del laberinto. Por lo que hemos visto, todo indica
que por el Egeo circulaba una antiquísima creencia en una
diosa de la fertilidad, a la cual había que rescatar del reino
de los muertos cada primavera en un ritual propiciatorio
que probablemente incluía danzas en cuya coreografía se
simulaba el sinuoso y complicado recorrido que separa el
mundo de los vivos del inframundo, es decir, un labe
rinto.
En esta creencia, los herreros y mineros -representa
dos por Hefesto o Dédalo- cobraban un destacado papel,
pues el ámbito natural de su actividad se encuentra preci
samente en el inframundo, donde los metales crecen al
calor de la tierra, y son quienes se aventuran una y otra
vez por las cuevas, antesala del Infierno, en busca del pr~
ciado metal. Además, su oficio está envuelto en misterio,
pues son los artífices de un nuevo armamento que ha
probado su letal eficacia cada vez que se ha enfrentado a
una rudimentaria hacha de piedra. Y los herreros son
grandes viajeros.
Como vamos a ver, se han descubierto varios laberin
tos por diversos lugares de la Europa prehistórica. ¿Cómo
ha llegado el laberinto a todas estas culturas? ¿Por propia
inspiración? ¿como resultado de contactos culturales con
los micénicos? ¿fueron los herreros quienes exportaron
este mito por túdo el Mediterráneo? ¿Podría ser que, en
realidad, los micénicos hubieran copiado la idea del labe
rinto de otras culturas aún más antiguas?
4. Laberintos en la piedra
Tallados en piedras, por vario; lugares de Europa se han
descubierto laberintos cuya antigüedad podría remontarse a
tiempos prehistóricós. Resulta de fundamental importancia
conocer bien c14rándo fueron realizados para situar el origen
del mito. ¿son anteriores o posteriores a la tablilla micéni
ca de Pilos? Y, en caso de que sean más antiguos, ¿fueron la fuente en que se inspiró el mito griego?
Además, aparte de su posible parentesco con el laberinto
cretense, todos constituyfn por sí mismos un enigma fasci
nante. ¿Quién los realizó? ¿Qué simbolizaban? ¿Guardan
alguna relación unos con otros?
Laberintos prehistóricos.