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Project Gutenberg's Tristán o el pesimismo, by Armando Palacio Valdés This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: Tristán o el pesimismo Author: Armando Palacio Valdés Release Date: September 19, 2008 [EBook #26655] Language: Spanish *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK TRISTÁN O EL PESIMISMO *** Produced by Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net OBRAS COMPLETAS DE D. ARMANDO PALACIO VALDÉS TOMO XV

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ProjectGutenberg'sTristánoelpesimismo,byArmandoPalacioValdés

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withthiseBookoronlineatwww.gutenberg.org

Title:Tristánoelpesimismo

Author:ArmandoPalacioValdés

ReleaseDate:September19,2008[EBook#26655]

Language:Spanish

***STARTOFTHISPROJECTGUTENBERGEBOOKTRISTÁNOELPESIMISMO***

ProducedbyChuckGreifandtheOnlineDistributed

ProofreadingTeamathttp://www.pgdp.net

OBRASCOMPLETAS

DE

D.ARMANDOPALACIOVALDÉS

TOMOXV

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TRISTÁN

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OELPESIMISMO

NOVELADECOSTUMBRES

MADRIDLIBRERÍADEVICTORIANOSUÁREZ

Preciados,número48.1922

Imp.Helénica.PasajedelaAlhambra,3.Madrid.

ÍNDICE

———

I.—EldueñodelafincaII. —FelicesespososIII. —¡Quieto,Fidel!IV.—UnaVisitayotrasvisitasV.—LoquedicenlasabejasVI.—LafamiliadeTristánVII. —SusamigosVIII. —UnbuendíaqueconcluyemalIX.—UntropezóndeGustavoNúñezyotrodesuamigoTristán

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X.—UnanochedenoviosXI.—ElestrenodeunaobradecarácterXII. —LanovenasinfoníaXIII. —VidaliterariaXIV.—UndescubrimientodelpaisanoBarragán

XV.—ElpaisanoBarragáncomerciaconlosespíritusyluegoconloscuerpos

XVI.—¡Corazón,arriba!XVII. —LabodadeAraceliXVIII. —LaflechadeldesterradoXIX.—FierosdesengañosdeTristánXX.—ConsecuenciasdeunoscelosXXI.—LamaldiciónXXII. —Haciaotromundo

I

ELDUEÑODELAFINCA

Unbandoprodigiosamentegrandedepalomasvinoaposarsesobreeltejadodelacasa.Estequedóblancocomosiunacopiosanevadahubiesecaídosobreél.Las palomas todas, sin fallar una, eranblancas.En la pared enjalbegadade lacasa,encimadelampliocorredorconrejasdemaderaseabríaunventanilloquedabaaccesoalpalomar.Laspalomasniporuninstantesoñaronconacercarseaél;ningunaintentósiquieraponersesobrelatablaque,aguisaderecibimiento,teníadelante.Eldíaerademasiadoespléndidoparameterseencasa;undíatibioyclarodeprimaveraenCastilla.

Porelventanillodelpalomar,contodaprecauciónycuidado,asomóelrostrounhombre; un rostro atezado, varonil, de bigote gris.Giró sus ojos recelosos,

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inspeccionó minuciosamente los contornos y se retiró en seguida; volvió aasomarseyotravezseretiró,comosiespiaselallegadadeunladrón.

El ladrón llegó, en efecto. Dio un brinco y se plantó sobre la baranda delcorredor;ascendió luegofácilmenteporelgruesosarmientode laparraqueseenlazaba retorciéndose a las columnas de madera que sostenían el tejadillo,encaramosesobreésteyechandounamiradarecelosaentornoyotradeávidoanheloalaventanadelpalomar,sacólalenguayserelamiórepetidasvecesconrepugnante ausencia de sentido moral. Luego, no sin cierto estremecimientonerviosoquecorriópor todosucuerpo, sepreparóadarelgransalto.Grandeera,enefecto;enorme.Sólounbandidoavezadoacorreríaspeligrosastuvieralaaudaciadeintentarlo.Despuésdealgunasvacilacioneslanzosealespacio,logrótocar con las uñas la tabla, y presto se encaramó sobre ella.Y sin pérdida detiemposeintrodujoenelpalomar.¡Desdichado!Latraiciónleacechaba.Apenaspusoallí laplanta,unpesadogarroteconfuriamanejado lehizopagarcarasuosadía. El criminal comenzó a arrastrarse por el suelo dando mayidos bienlastimeros.Suferozagresor lecontemplóestupefactoconojosextraviados, losbrazos caídos y respirando anhelante. Quiso acercarse a su víctima, pero éstahuía arrastrándose por el sucio aposento donde estaban colocados, como enanaqueleríadetienda,losnidosdelospichones.

—¡Válgate Dios! Le he roto una pata—exclamó con voz temblorosa elhombre.

Erauncaballeroalto, fornido,deunoscuarentaañosdeedad, la tezmorena,los ojos negros, los cabellos crespos y comenzando a blanquear; fisonomíaabiertaysimpática.Vestíatrajedecasa,chaquetaobscuraygorradecazador.

—¡Bis,bis...!¡menino...!¡pobrecito,pobrecito!

El gato permitió al fin que se le acercase y le dirigió una mirada triste ymedrosa.

—¡Vaya por Dios! ¡vaya por Dios!—murmuró el caballero con acento quedistabamuchodesonarcomoelgritodetriunfodelvencedorsatisfecho.

Lepasólamanosuavementeporellomoyquisoreconocerlelaherida;peroelpobreanimallanzabamayidoscadavezmásdolorosos.

—¡Quédiablo!¡quédiablo!—profirióenelcolmodeldisgusto.

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De pronto, como si le hubiese ocurrido una idea feliz, se irguió de nuevo yabandonandoalestropeadogatoenelsuelosaliódelaposento,bajandounpocolacabezaparanochocarconeldintelde lapuertecillaqueledabaacceso.Notardó muchos minutos en presentarse otra vez con un canasto en las manosguarnecido en el fondo por un cojín de lana. Tomó al gato con infinitasprecaucionesy lodepositósobreél.Luego,sacandodelbolsillounpaquetedevendas,sepusoaliarlelapiernarotaconladelicadezadeuncirujano.Elgatoledejaba hacer como si entendiese que de aquello dependía su salud. Cuandoestuvohechalaoperacióncogiódenuevoelcesto, transformadoyaencamillade hospital, y a paso lento y prevenido lo sacó de allí, bajó la escalera y lodepositóenunadelasestanciasdelúnicopisoaltoqueteníalacasa.

Eraéstaunamansióndehidalgoolabradoracomodado.Lospisosdeladrillorojo, las paredes enjalbegadas, los techos con las vigas al descubierto. Losmuebles eran viejos, macizos, lustrosos; en las alcobas camas enormes demaderasinpabellón;enlasparedescolgadosgrandescuadrosalóleorenegridosyconfusos.

Reynoso,queasísenombrabaelinventordelaemboscadadescrita,contemplólargoratoasuvíctimaqueasuvezlemirabaconexpresiónindefinibledetemor,reconvenciónytristezadejandoescapardébilesmayidos.Elagresorrespondíaaestos mayidos con otros obscuros sonidos guturales que expresabanremordimiento. Al fin, no pudiendo resistir más tiempo la vista de aquellatragediadolorosa,girósobrelostalonesysaliódelaestancia.Recorrióalgunasotrasdesiertasenbuscadesubastóndebojhastaque,recordandoquelohabíadejadoenelpalomar,hizoungestodepesarynoatreviéndoseaempuñarotravezelfatalinstrumentodescendióalaplantabaja,tambiéndesierta,ysalióalacalle.

Delante se abría un anchuroso patio recientemente empedrado, cercado porelevadaverjadehierro.Nadiepensaríaqueaquelmagníficopatiopertenecíaalahidalgaperohumildemoradadedondesalíanuestrocaballero.Yenrealidadnoera así. Aquella casita de paredes blancas y balcones de madera estaba allísolamentecomoun recuerdode familia.Asu lado,apartado treintaocuarentapasos, se alzaba un moderno y suntuoso hotel que bien pudiera denominarsepalacio. Gran escalinata de mármol, montera de pizarra a lo Luis XIV, lunasenormesdecristalenlosbalcones,todoelarreo,enfin,dequeahorahacengalaloshombresopulentoscuandofabricanunamansiónparasuregalo.Lascuadras

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ylascocheras,tambiénsuntuosas,cerrabanelpatioporlaizquierda.

Asíquelaspalomasdeltejadoledivisaronenmediodelpatioabrieronlasalasrepentinamenteyvinieronaposarsesobreéltransformándoleeninformeestatuadenieve.Reynosonorecibióaquellaacostumbradacariciaconlabenevolenciadeotrasveces.Elpesodesuculpalehacíaatrabiliario.

—¡Quitad,quitad!¡Fuera!

Yabriendolosbrazoscomoaspasdemolinoysacudiendopuntapiésaunladoyaotrolasrechazógroseramente.

Herida la susceptibilidad de las cándidas palomas por aquel insólitorecibimiento, se escaparon nuevamente al tejado. Algunasmás zalameras quepersistieronenquererpicotearlelacabeza,fueronllamadasaladignidadporsuscompañerasynotardarontambiénenremontarelvuelo.

Reynoso se acercóa las cocherasydirigiéndose aunmozoque limpiabauncarruaje:

—DileaPedroqueengancheantesdelasdiezparairabuscaralaestaciónalseñoritoTristán.

Sacóluegosucronómetro.Eranlasocho.Dejólascocherasyabriendolagranpuerta enrejada se introdujoenelparque.Bello, esmeradamentecuidado,peronodegrandesdimensiones.EnelcentrohabíaunaplazoletarodeadadecañasdelaIndiaydentrounaglorietaconenredaderademadreselvaypasionaria.Enelfondoyenunode losángulos, adosadaal altomuroque locercaba, estaba lacasita del jardinero. Reynoso, sin pasar delante de ella como tenía porcostumbre,quisoabrirlapuertademaderaquecomunicabaconelbosque,peroantesdehacerlolodivisaronloschicosdeljardineroquevolaronhaciaéldandochillidospenetrantes.Quedóuninstanteinmóvilyunasonrisadealegríailuminósusemblanteenfoscado.Laspalomashabíantenidomenossuerte.

—¿Quéqueréis?—preguntófingiéndoseserio.

—Unbeso...unbeso—respondieron loschicos,unaniñayunniñodeseisycincoañosrespectivamente.

—¿Nadamás?

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Laniña,avergonzada,hizosignosnegativosconlacabeza.Reynososeinclinópara besarla.Mas he aquí que cuando lo estaba haciendo, el niño le introdujosuavementelamanoenelbolsillo.

—¿Qué haces, pícaro?—exclamó el caballero alzándose bruscamente ymirándoleconafectadaseveridad.

Elchico,aterrado,sedioalafuga.Laniñareía:suscarcajadassonabanfrescasycristalinascomoelgorjeodelospájaros.

—¡Aése!¡aése...!¡Alladrón!—gritabaReynoso.

Luego,sacandodelbolsillouncaramelo,selodioalaniñadiciendo:

—Tú,queeresbuena,toma.Aesetunantenada.

Peroelchico,advertido,comenzóavolversobresuspasosgimoteando:

—¡Amí!¡amítambién!

—Túyalohasrobado.

—¡No!¡no!

Ymovíalacabezaaunladoyaotrohastaquererdescoyuntársela,yenseñabalaspalmasdesusmanecitasuntadasdetierra.

—Bien.¡Perolávateesacarayesasmanos,gorrino!

El chico, sin vacilar, se fue corriendo al pequeño estanque de una fuente demármol y comenzó a echarse agua a la cara. En vez de quitarse la tierra, laesparciódetalmodoporsusrosadasmejillasquedabahorror.Reynosonopudomenosdesoltarlacarcajada.Elniñocomenzóallorarperdidamente.Entoncessuhermanitasebrindóconmaternalsolicitudalavarle.Lellevóalestanque,lerestregó la cara haciéndole pasar sucesivamente del negro al gris, luego alblanco,despuésalrojosubido,tanrojoqueelniñochillabacomouncondenadoyestuvoapuntoderenunciardeunavezyparasiempreaaquelcaramelo tandolorosamentecomprado.

Reynoso estaba enajenado. Su faz resplandecía como la de un justo, aunquedistabamuchodeserlo,comoacabamosdever.Despuésquesehartódebesaralos chicos salió del parque en una felicísima disposición de ánimo, prueba

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irrecusable de que un fútil suceso basta no pocas veces para acallar los másatrocesremordimientosdenuestraalma.

El bosque contiguo al parque era delicioso: una espesura casi impenetrableformadaderobles,olmosyfresnosquehabíadadonombrealafinca.EstaeraconocidaconelnombredeElSotilloyestabasituadaen las inmediacionesdeEscorialdeAbajo:todaella,desdelacasa,ensuavedeclivehastalacañada,pordondecorríaunarroyo.Despuésascendíadenuevoelterreno.Reynosoatravesóelbosqueporunlindoyretorcidocaminoenarenadoqueélmismohabíahechoconstruir.Alcabodealgúntiempodemarchaelbosquedejabadeserespesurasombría,impenetrable,ysetransformabaenmonteralodeolmosyencinasporcuyosgrandesclarospastabanalgunasvacasnegrasybravasconsuschotillosallado.Elpastorlesalióalencuentro.Llevoselamanoasusombrerotedefieltroyleinformóconrostroalegredequeaquellamismamadrugadaunadelasvacashabía parido. El propietario se acercó con satisfacción también a la vaca quelamíaaltiernochotillo,echadodebajodeella,dejandoescapardébilesmugidosdeamorydeorgullo.Despuésemprendiódenuevosupaseo.Segúncaminaba,el monte se hacía cada vez más ralo y más bajo: las robustas encinas setransformaban en chaparros. La naturaleza rocosa del terreno, oculta en elparqueyenelbosque,semostrabayaaldescubierto.Laspiedrasasomabanportodas partes. Algunas veces veíaselas desprendidas y yacentes en enormesbloquesunassobreotrasenperenneequilibrio.Enlatierraquehabíaentreellas,ardiente y feraz, crecían innumerables especies de flores silvestres de formascaprichosas,dearomapenetrante.

Reynoso arrancó a puñados el tomillo, lo aspiró con voluptuosidad y se loguardóenlosbolsillos.

—Ricooloreldelamejorana,¿verdad,miseñor?—dijounavozasuespalda.

—Noesmejorana,Leandro,essalsero.¿Novessusflorecitas?

—Verdades.Muyricotambién,muymajo;peromegustamáslamejorana.

Leandro se había acercado. Era el anciano pastor encargado de los grandesrebaños de ovejas que Reynoso poseía, el personaje más considerable deaquelloscampos,grave,prudente,sentencioso.Enposdeélotrostreszagalonesqueleayudaban,ymástardeelpastordelasvacasqueacudíacomosiemprealseñuelo del cigarro. Porque Reynoso gustaba de pararse en compañía de sus

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servidoresyfumarconellosuncigarro.

—Hasta ahora no hemos disfrutado de unamañana tan templada como esta.Miradlostrigosquéverdesaún.Elcierzoylaescarchanoleshadejadocrecer;perounoscuantosdíascomoestebastaránparahacerlesganarloperdido.Noséporquésospechoqueesteañovamosatenerunaabundantetrilla.

Así dijo el propietario pasando su petaca en torno. Los pastores, con susgrandessombrerosdefieltroysusmedioscalzonesdecuero,formabancírculo.Tomaron gravemente un cigarrillo, lo pusieron en el rincón de la boca y cadacualsacósusavíos:yescade trapoquemado,eslabónypedernal.Bastaríaconque uno encendiese; pero se hubiesen juzgado desairados si no se mostraseclaramentequeeranposeedoresde todos losmediosconducentesaproducirelfuego.Chocaronloseslabonescontralospedernales,saltaronlaschispas,ardiólayescaymástardeloscigarros,todoenmediodeunsilenciosolemnecomoelcaso requería. Se dieron algunos ansiosos chupetones, y uno de los zagalonescon inclinaciones más señaladas a la retórica dejó al cabo escapar estadeclaracióninesperada:

—Mepaeceamí,mepaeceamíquesieltiemponotuerceelhocico,encosade ocho días levantarán los trigos un par de palmos más... Es un decir,mayormente.

El auditorio guardó silencio, dando tiempo para que estas notables palabraspenetrasenlentayprofundamenteensuespíritu.EltíoLeandrolasrebatióalfinseveramente.

—Cuandosehablaunacosa,Celipe, esporque se sabe. ¿Sabes tú,porun siacaso,quehandelevantarlostrigosdospalmos?

—Esundecir,tíoLeandro.

—Bien,pero¿sesabeonosesabe?

Nadiechistó.LalógicainflexibledeltíoLeandropesabacomounalosasobretodos los cerebros, particularmente sobre el del zagalón que tanto se habíaaventurado en su discurso. Pero haciendo al cabo terribles esfuerzos paralevantar el enorme peso que le agobiaba, logró al fin proferir, dando a sufisonomíaunaimpresióndeincreíbleastucia:

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—Mepaeceamí,tíoLeandro...Yohevisto...

—Túnohasvistona—replicóelviejopastorconungestodesupremodesdén.

Nuevoyprofundosilencio.AquelosadoÍcaroquehabíaqueridoelevarseconalasde cera,vinoal sueloparano levantarseya.La sabiduríadel tíoLeandrocayósobreélyledejósepultadoporsiempre.Lapazyelsilenciodebidosalosque han desaparecido le acompañaron piadosamente. Se dieron algunoschupetonesfunerariosparahonrarsumemoria.

Mas he aquí que al pastor de las vacas se le ocurre resucitarlo de entre losmuertos.

—TíoLeandro,yonodirémayormentedospalmos...peroquehandecrecer¡eh!¡eh...!quehandecrecer¡eh!¡eh!

Ysepusoareírbárbaramente,abriendounabocadeorejaaorejasinquenadielesecundase.

El tío Leandro dio un profundo y amenazador chupetón al cigarro, y sedisponía a disparar una de sus granadas formidables para reducir al silencio aaquelzángano,cuandonomuylejosdeallísonarondostiros.

—¿Cómo?—exclamó Reynoso levantando súbito la cabeza—. ¿Un cazadorfurtivo?

—¡Quiá!—replicóunzagal—.EslaseñoritaClara.Bientempranitopasóporaquíconlosperros.

Elrostrodelamoseserenó,dilatándoseconunasonrisadecomplacencia.

—¡Quéchica!¡Quéchica!

Todoslosrostrossevolvieronhaciaelsitioenquehabíansonadolosdisparos,expresandocordialalegría.

—¿Yparacuándoeslaboda,miamo?—seatrevióapreguntaruno.

—Alláparaoctubre—respondióamablementeelcaballero.

EltíoLeandroextendiólamanosolemnementeyhablódeestamanera:

—Que Dios, nuestro Señor, esparza a puñados la felicidad sobre esa buena

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señorita.Lahemosvisto nacer, la hemosvisto crecer y volversemáshermosaqueunaazucena.Másdeunoymásdedosentrenosotroslahanllevadoenlosbrazos.Nolevantabaunavaradelsueloyyalegustabamontaracaballocomoahora.Unatardelabestiaseleespantóysemetióalaadentroporunacharca.Lamadre(queengloriaesté)gritaba.Sóloyo,queestabacerca,laoí;meplantoendossaltosalaorilla,meechoalagua,ycuandoyaandabacercadellegarmealcuello, pude alcanzar el caballo y sujetarlo. Salimos chorreando y la niñameabrazó y me besó. Podéis creerme—añadió volviéndose a sus compañeros—,másestiméyoaquelbesoquesimehubieranpuestounaonzadeoroenlapalmadelamano.

—¡Estávisto,hombre!—¡Puesbuenofuera!—¡Niquedecirtiene!

Asíaplaudentodoslasnoblespalabrasdelviejopastor.

—Lo único que siento—prosiguió éste—es que nuestro amo se nos vaya deestafincadondetantodinerotieneenterradocuandoseconcluyaelpalacioqueestáfabricando,segúncreo,alláenelcaminodelaFuenteCastellanadeMadrid.

—Mepaeceamí,tíoLeandro—dijoelimprudenteFelipe—,quenuestroamonosevadebuenagana,porqueaquíbienseregala...Perocomolaseñoraestanamigadellujo...

—¿Qué dices?—exclamó Reynoso levantando vivamente la cabeza yencarándoseconelzagalón.

Estesepusopálidoybalbuciómiserablemente:

—Esloquetengooídoporahí...

—¿Aquiénselohasoído?—preguntóelcaballeroafectandocalma,peroconelrostrocontraído.

—¡Calla, zángano, calla! ¡Si eres más cerrado que un cerrojo! ¿No te davergüenza,grandísimozote?

Todoslerecriminanduramente.Reynosounpocodulcificadoledijo:

—Niatinianadiepuedoconsentirquepronuncieunapalabraqueredundeendesprestigiodelaseñora.Hastaahoranohahechomásquevivirconarregloasuclase; pero aunque gastase todo el lujo que puede ostentarse enMadrid, todo

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seríapocoparaloqueellamerece...Entiéndelotúylosquetelohayandicho.

—¡Bienpuedeustedperdonarlo,miamo—manifestóeltíoLeandro—,porqueestemozonoesmásqueunacaballería salvoel almaqueesdeDiosynodeél...!Esquecaviloquesitardauncuartodehoramásennacer,naceyaconlaalbardapuesta...Enfin,señor,queesunagrandísimabestia...Nohaymásqueverlo.

Comonadie,nielmismointeresado,tuvieronporconvenienteoponerelmenorreparo a los extremos de este sensato discurso, todo él quedó aprobado porunanimidad. Nuestro caballero se serenó por completo. Despidioseafectuosamente y caminó de nuevo la vuelta de su casa sin volver la cabezaatrás.SilahubiesevueltohabríavistoconcuántasolicitudlospastoresseguíaninculcandoenelánimodesucompañeroFelipelaideaenteramentepanteísticadesuidentidadesencialconlafamiliadeloséquidos.

II

FELICESESPOSOS

Reynosohizounavisitaasuvíctimaylemandóproveerdeaguayalimento.Luegosubiólentamentelagranescalinatademármolyseintrodujoenelhotel.Pasóalashabitacionesdesuesposaquesehallabanenelpisoprincipal.

—¿Quiéneslaqueestádurmiendotodavía?¿Quiénes...?¿quién?

—¡Nadie... nadie... nadie!—respondió una voz femenina de timbre claro yarmonioso.

—¿NoesElena?

—¡No,noesElena!

Yalmismotiempohizoirrupciónenelgabineteunahermosajovenyleechólosbrazosalcuello.

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Eralaesposadelpropietario,rubia,conojosnegros;poseíauncutisnacarado.Sutalleesbeltoloocultabaunespléndidosaltodecama.

—¿Paraquénecesitoyosaliralcampodemadrugada,sielcampovieneamicuarto...? Hueles a mejorana... hueles a romero... hueles a malva rosa—decíacolgadaasucuellocomounaniñamimosa.

Eraunaniñaporlafrescuradesurostroyporlavivezadesusmovimientos,aunqueyateníacumplidosveintidósaños.

—Te equivocas; hoy no puedo oler más que a tomillo—respondió Reynososacandoelpuñadoquetraíaenelbolsillo.

—¡Milagrosería!—exclamólajovensoltandoareíryapoderándosedeaquellayerbayrestregandoconellalacaradesumarido—.¿Paraquéhasatravesadolamar? ¿Para qué has estado tantos años trabajando y metiendo en la huchadinero?Hubierassidotanfelizaquícomiendoensaladasdepimientos,corriendotras las ovejitas, plantando árboles... y metiendo puñados de tomillo en losbolsillos.

—¡Bien puedes decirlo!—repusoReynoso con franca sonrisa—.El cielomedestinabaparapobre.Nomeagradanlosalimentosdelosricos,nomeagradanlos colchones de pluma, no me agradan los muebles suntuosos. Una camitablanca sincortinas,unas sillasde rejilla,unamesadepino,y lechey judíasapasto...¡heaquímifelicidad!

—Peroentonces,granperverso—replicó la jovenesposaconvozdemimoyatusándoleelbigoteconlapuntadelosdedos—,nopodríasregalaratuElenaun aderezo tan hermoso como le has regalado el día de su santo, no podríasllevarla en coche, no podrías vestirla con trajes elegantes, no podrías traerlepastelitosdecasadeLhardy,nibombonesdelaMahonesa.

—NisobreasadadeMallorca.

—¡Oh,Diosmío,cómomegustaamí lasobreasada...!Hoymismolacomo,aunquemehagadaño...Tútetieneslaculpaporhaberlamentado...¡Yporfin,ypor fin! ¿quién le hubiera dado a Elena un hotelito en la Castellana, con unbudoirtanlindoquenohayotroentodoMadrid,consuserre,consucuartodebaño...?Mira,vamosahablarunpocodelacasadeMadrid.Voyadesayunarmeaquímismo.

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Pusoeldedoeneltimbre,acudióuncriadoynotardaronenservirlecaféconleche y picatostes en un primoroso juego de plata. Se sentó delante de unamesillavolantemientrassumaridosedejócaerenundivánderasoazulbordadoenblanco.

YhablaronlargamentedelacasadeMadridaúnnoterminada.Reynosodabapormenoresdeldecorado,consultabaelasuntodelmobiliario.Sumujerlepedíaunacosa,ydespuésotraydespuésotraparasusaloncito,parasucuartodebañomientrasengullíalindamente.

—¡Elena,Elena!Quenovasatenerapetitoalahoradealmorzar.

—Yaverásquesí.Déjameserfeliz.

—¿Eresfelizdeverdad?

—Muchísimo...Nopuedoserlomás.—Yaldecirestoextendió lamanoa suesposoquelabesórepetidasveces.

—¿Ytúloerestambién?—dijolevantándosedelasillayviniendoasentarseasulado.

—¿Yo?—exclamóReynosopasándoleelbrazopordetrásdelacintura—.¡Yoestoygozandodeuncieloanticipado!Diosnotieneyanadaquedarmecuandomemuera.

—Puesyotedigo...tedigo...queeresungrandísimoembustero(yletirabadelasguíasdelbigote,queeraalparecersuocupaciónmásapremiante).Porquemehandicho...mehandicho...quenotevasdebuenaganaaviviraMadrid.

—Puestehanengañado.

—¿Noserástúelquemeengañas...?Mira,Germán,voyapedirteunfavoryesquemehables con toda franqueza. Sé que por condescendencia, por lo buenoqueeresyporlomuchoquemequieres,seríascapazdefingirquevascontentoaMadridaunquetedisguste.Meparecegranlocuraesedisimulo.Yasabesquemehallobien,quesoyfelizentodaspartesestandoatulado,yquesimeagradairaMadrid,hevividohastaahorabiencontentaenelSotillo.Enrealidad,másquepormívoyaMadridporproporcionarteatiunasociedadmásescogida.Yoestoyacostumbradaalavidadepueblo...¡comoquenohesalidodeél...!Perotú,aunquegocesenelcampo,hasviajadomuchoynopuedesmenosdesentirel

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aburrimiento de esta soledad...Háblame, pues, francamente. ¿Vas con gusto aMadrid?PuesElenava congusto aMadrid. ¿Prefieres quedarte en elSotillo?PuesElenasequedatanricamenteenelSotillo.

Reynosolamiróprolongadamenteconojosescrutadores.

—Estábien,hijamía;yaquequieresatodotrancequetehableconfranqueza,yyaqueveoquenotieneseseempeñoenvivirenMadridqueyoimaginaba,teloconfesaré...NodejoelSotilloconplacer.Aquíhenacidoymehecriadoyaquí y en todas partes donde he vivido la soledad ha sidomi fiel compañera.Aunque tengo un carácter sociable, según dicen, la Providencia ha queridotenermealejadode loshombresacasoporqueno seacapazdehacerlesmuchobien... ¿Pero quién habla de soledad estando cerca de ti, Elena mía? ¿Quésociedad en este mundo podrá proporcionarme goce alguno no estando túpresente? ¿Y si tú estás presente qué falta me hacen los demás? Ningunaconversación vale lo que tu silencio, ninguna música lo que tu voz, ningúnrumormás suave nimás grato que el de tusmenudos pies sobre la alfombra,ningún espectáculomás delicioso que el de tu cabellera rubia cuando la dejascaersobrelaespalda...¡Nobusco,noquiero,nonecesitomásenestemundo!

Yalpronunciarestaspalabraslaestrechabacontrasupecho.

Estabaenverdadbienenamoradoaquelcaballero.¡Felizelhombreque,comoél,nohatenidomásamorqueeldesuesposa!

DonGermánReynoso era hijo de un agente deBolsa.Cuando sólo contabaseis o siete años, su padre, por virtud de algunas operaciones desgraciadas,quedóarruinado.ElmatrimoniosevionecesitadoaabandonarlacasalujosadeMadridyarefugiarseenelSotillo,fincaquepertenecíaalaesposaporherenciadesuspadres.Dondeantessolíanpasarsolamentealgunosdíasdeprimavera,enunodeloscualeshabíanacidoGermán,tuvieronqueresidirforzosamentetodoelaño.Conlosescasosproductosdeella,puesnoeraentoncesloqueahoraes,ycon un cortísimo caudal que habían salvado, vivió aquel matrimonio algunosañosenlasoledadbastantemásfelizquelohabíasidoentrelosnegociosylosesplendoresdelacorte.GermánseguíasuscursosdelbachilleratoenelcolegiodelMonasterio;supadreledestinabaalosnegocios,peroelchiconomostrabaaficiónalacarreradecomercio: todosuamoryentusiasmoeraporlamúsica.Con las nociones que había adquirido en Escorial tocaba yamedianamente elpiano.Tantasdisposicionesmostraba, tanto le instaron los amigosy sumisma

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esposa,queteníasobradosmotivosparaodiarlosnegocios,quealfinconsintióelviejoReynosoenenviarasuhijoaMadridparaestudiarenelConservatorio.ResidíaencasadeunosamigosyveníaalSotillolossábadosporlatardeparamarcharellunesporlamañana.Teníayacatorceañosyllevabadosdecarreraconbrillantesnotascuandofalleciósupadre.Supobremadretuvoladebilidadde casarse antes de cumplir los dos años de viudez con un sujeto de carácterbondadoso,perodominadoporelviciodeljuego,ydespuésdecasadotambiénpor laembriaguez.Aquello fueundesastre.Germán,desesperado,viendoasumadredesgraciadaypreviendounaruinainminente,puessupadrastroestabayaterminandoconsucaudalynotardaríaencomenzarconeldesuesposa,decidióemigraraAmérica,abandonandosusesperanzasdeserunartistadefama.

EnGuatemalaunhermanodesupadrebeneficiabaalgunasfincas,dedicándoseprincipalmenteal cultivodel café.Allá se fueGermáncuandonocontabaaúndiez y ocho años. ¡Cuántas horas transcurridas en la soledad y en el silencio!Nadie con quien hablar y reír a la edad precisamente en quemás lo exige elhombresiDioslehadotadodeuntemperamentoabiertoysociable.Sutíoeradecarácter adusto y los trabajadores tan rudos que no era posible conversar conellosdenadaplacentero.Lavidasedeslizabaigual,monótona,soñolienta.Peroal fin se acostumbró a ella. El campo, donde permanecía casi todo el día,vigorizósucuerpoycomunicóasuespírituunequilibrioque lepreservóparasiempredeltedio.Alprincipionodisponíademásinstrumentomusicalqueunviolín,yconélseentreteníaporlasnoches;masandandoeltiempologrótraerhastaaqueldesiertounpiano,yfuefeliz.Horasdulces,horasdichosasaquellasenque,despuésdeunajornadalaboriosa,regresabaasucasayseponíadelantedelpianoparainterpretarunasonatadeBeethovenounconciertodeChopin.

SutíoregresóaEspañapocodespués,retirándosedelosnegociosydejándoleenarriendodos fincas.La suerte favorecióal jovenReynoso.Lascosechasdecafé,queúltimamentehabíansidobienlimitadas,principiaronaserabundantes,copiosísimas. En pocos años Germán logró hacerse dueño de las dos fincascomprándoselasasutío;tomóenarrendamientootramagníficayalcabosehizotambiéndueñodeella.ViajóporlaAméricadelSuryporlosEstadosUnidos.AlostreintaycincoañosGermáneraunhombrerico,muchomásricodeloqueselesuponíaenEscorial,aunqueselesuponíabastante.

En el transcurso de este tiempo su padrastro había muerto: el niño que elmatrimoniohabía tenidoyqueGermánconocía, también: sólovivíaunaniña,

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nacida después que él se marchara a América. La finca del Sotillo estabahipotecada y corría riesgo de pasar a manos de acreedores. Germán envióbastante dinero para rescatarla y mantuvo a su madre y a su hermana conholgura. Cuando, atendiendo a las reiteradas súplicas de aquélla, pensaba enrealizarsuhacienda,recibiólatristenoticiadesufallecimiento.InmediatamentesepusoencaminoparaEspaña,afindeencargarsedeaquellahermanitadetreceañosquequedabaabandonada.

Al llegar la sacó de casa de unos parientes donde provisionalmente sealbergaba y la trajo de nuevo al Sotillo, tomóun aya francesa para ella, tomócriados,comprócocheycaballos,hizoalgunosreparosenlacasaylamontóconboato.Nopasaba,sinembargo,muchotiempoenEscorial.Tanprontohacíaunaexcursión a París, tan pronto a Londres, tan pronto a Berlín y Roma; todasrápidas,porquenoqueríadejarasuhermanitasolamuchotiempo.Enlosdíasque pasaba en el Sotillo solía subir alguna que otra tarde al Escorial y allíconocióaElena.

Elena era huérfana de un farmacéutico. Sumadre, que sabía de farmacopeacasitantocomoél,regentólaboticaalgúntiempodespuésdeviudaconanuenciadelvecindario.Perovinounadenunciadelsubdelegado;sevioobligadaatraerunregentecontítulo;ycomoelproductodelaboticanoerabastanteparapagareste sueldoymantenerse, la enajenóal fin aunode sus cuñadosque teníaunhijo enMadrid estudiando la carrerade farmacia.Con el dineroque le dieronpusounatiendecillaheterogénea,bisutería,mercería,cacharrería,debajodelosarcos. Las ganancias fueron muy exiguas. Elena y su madre vivían bienestrechamentealallegadadeReynosoalEscorial.

CuandoaquélentróporcasualidadundíaenlatiendafuereconocidopordoñaDámasa.Sehabíanconocidodeniños.Saludáronseafectuosamente,yelindianocomenzó a tutear a lamadreyporde contado a la hija, que contaba entoncesdiezysieteaños.SiemprequesubíaalEscorialdabasuvueltecitaporlatiendade doñaDámasa y allí se estaba charlando un rato. Estas visitas, al principioraras, se fueron haciendo más frecuentes y prolongadas. La hermosuraespléndidadeElenacomenzóaimpresionarle.Yamedidaqueleimpresionabale hacía más tímido. Cuando la niña estaba sola en la tienda mostrábaseembarazado,silencioso.Y,sinembargo,eraevidentequebuscabalasocasionesenqueestuviesesola.Aningunamujerselehubieraescapadoestatáctica,peromuchomenosaElenaqueeratraviesaypicarescaysegozabaenverleapurado.

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Latimidezdeunhombretanmadurohalagómuchosuvanidadylariquezaqueselesuponíatambién.Principióacoquetearconéldelolindo.Perocuantomássegurayaunatrevidasemostrabaella,mástímidoaparecíaél.Estatimidezyelsufrimiento que le acarreaba llegaron a tal punto que le retuvieron de subir alpuebloyvisitarla.Susvisitascomenzaronasermásrarasycuandolashacíaseingeniaba para quitarles el objetivo que tenían. O pasaba al Escorial para unnegocioenelAyuntamiento,oveníaacompañandoaunamigoparaenseñarleelMonasterio, o había subido para buscar un operario... Estos pretextos, aunquebiensabíaqueeranfalsos,irritaban,sinembargo,aElenaylaibaninteresandoenlaaventura.Habíajuzgadoalprincipioqueeracosadepocosdíasqueaquelhombre se le declarase, y cuanto más tiempo transcurría más lejos veía estadeclaración.Porotraparte,susconocidoslaembromabanyyasehablabaenelpueblonopocodeaquellassupuestasrelacionesamorosas.

LanoticiadequeReynososeibaotravezaAméricacayócomounabombaenla pequeña tienda de doña Dámasa. El mismo la comunicó con afectadaindiferencia;teníamuchosnegociospendientes;necesitabaliquidar;nosabíaeltiempoquepermaneceríaporallá.Elenarecibiólanuevasinpestañear,peroelcorazónlediounvuelco.NosabíasiamabaaReynosoaunqueestabaseguradeque pensaba en él todo el día. Aquel golpe le reveló su amor. Sí, sí, estabaenamoradadeél,noporquefuesericocomosedecíaenelpueblo,sinoporsufiguraarrogante,porsucaballerosidad,porsubondad,porsuesplendidez,portodo,portodo,hastaporaquellashebrasdeplataqueasomabanensuscabellosyensubigote.

Después que él partió estuvo algunos días enferma y aunquemucho trabajósobre sí misma para vencer la tristeza, no pudo conseguir que dejase de serobservada y comentada. Pero transcurrieron los meses y se fue olvidando suabortada aventura.Ellamismavivía ya tranquila sin pensarmás en el indianocuandounatardeleentregóelcarterounacartadeGuatemala.EradeReynoso;seinformabadesusalud,deladesumadreyamigosdelacasa,lehablabaentono jocosodesuviaje,desuvidaenaquellassoledades;porúltimo,antesdedespedirseledecíaquehabíallegadoasusoídospormediodeunpaisanoreciéndesembarcadoquesecasaba.Ledabalaenhorabuenaylomismoasumamáyledeseabatodasuertedefelicidades.

Elenatuvounainspiración.Tomólaplumaparacontestarle;adoptóelmismotonoamicalyjocoso;lediocuentadesuvidaydelasnoticiasmásculminantes

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en el pueblo. Pero al concluir estampó con increíble audacia las siguientespalabras:«Encuantoalanoticiademibodaesabsolutamentefalsa.Yonomecasonimecasaréjamásconnadiesinoesconusted.»

Lacontestaciónaestacartafueuncablegramaquedecía:«Salgoenelprimercorreo.Preparatodoparanuestromatrimonio.»

He aquí cómo aquella linda y picaresca niña logró, invirtiendo los papeles,alcanzarlametadesusafanes.Conelamorvinolaopulenciaquenosuelesersucompañera.LosreciéncasadosseinstalaronenelSotillo.ElenayClara,queyaeranamigas,lofueronenseguidamuchísimomásyaunquelaunateníacatorceañosylaotradiezyochosetrataroncomosinomediasetaldiferencia,alocualayudóladisparidaddesuscaracteres;launaeramásniña,laotramásmujerdeloquereclamabansusrespectivasedades.

Los dioses no se fatigaron en cuatro años de verter sobre aquella casa todasuertedemercedes.Sólosereservaronuna.Elmatrimonionotuvohijos.Elenasemostrabaporestaprivacióninquietaydoloridaalgunasveces;otrasloechabaabromayabrazabaybesabaconentusiasmounaperritaquesumaridolehabíaregalado,diciendoqueaquellaerasuhijayquemuyprontolacasaríaparadarseel gustode tener nietos a los veinte años.DonGermánaún lo sentíamásqueella,perolodisimulabamejor.Entregoseconafánalamejoradesufinca:logrócomprar otra contigua de enorme extensión y la añadió a la suya. Esta nuevafinca, que había sido residencia antiguamente de una comunidadde frailes, secomponíademonteytierraslaborables,yconteníaademásdosgrandescharcasdonde se criaban sabrosas tencas y se cazaban las aves emigrantes que allí sereposaban. Aunque no necesitaba más que su antigua casa, porque estabaacostumbradoaunavidasencilla,Elenaleexcitóaconstruirelmagníficohotelque sehavisto.Con tristezadejó elpequeñoperodulcehogarquealbergó suniñez, para habitar la nueva y suntuosa morada. Pero conservó aquél con elmismoesmeroconqueseguardauna joyadesuspadres;ynuncadejóde iradormirlasiestaalacamaenquenacióyenquesuspadresdurmieronlaprimeranochedenovios.

Elenarecibiólaconfesióndesuesposoconsorpresaysecretodespechoqueseesforzóendisimular.

—Me alegro,me alegro en el alma de que hayas sido franco—exclamó conafectación—.¡Quédolorseríaparamísialcabohubieradescubiertoqueteibas

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a Madrid sólo por complacerme! Te vería de mal humor, te vería huraño ysilencioso,ylapobreElenataninocente,sinsaberqueellaeralacausa.

—¡Huraño,Elena!¡Silencioso!

—Sí,huraño,incivil...inaguantable.

—¿Perocuándomehasvisto...?

—Sinotehevistotevería...Ea,hablemosdeotracosapuesqueéstayaestáresuelta.

Hablarondeotracosa,perolajovennopodíadisimularsudecepción.Saltabadeunasuntoaotroconnerviosavolubilidad,seplacíaenllevarlacontraria;porúltimo,cayóenunsilencioobstinado,fingiendohallarseabsortaenlafranjadelatapiceríaqueestababordando.Sumaridolaobservabacondisimuloyensusojosbrillabaunachispamaliciosa.

—Vaya, vaya—dijo frotándose las manos—. ¡Cuánto me alegro de que noshayamosentendido!YosinatrevermeadecirtequenoteníaningunaganadeiraMadrid,ytúsacrificándoteporproporcionarmeunasociedadmásescogida.

Elena levantó losojosydirigióunarápidamiradarecelosaasumarido.EstemirabafijamentealrelojdeestiloImperioquehabíasobrelachimenea.

—Nosécuándomehedeconvencer—prosiguió—dequetutemperamentoseacomodaadmirablementeatodaslascircunstanciasyquetufelicidadnosecifraenvivirenunsitiooenotro,sinoenelsosiegoylacomodidaddetucasa.

Nueva mirada y más recelosa por parte de Elena. Reynoso seguía encontemplaciónextáticadelreloj.

—Ynoerayosolo:habíamuchagente(sinsentidocomún,porsupuesto)quesuponíaqueestabas encaprichadaconvivir enMadrid.Yo lesdiría ahora: ¡noconocenustedesamimujer...!¡nolaconocen!

Elena,cadavezmásdesconfiada,volvióalevantarlosojos.Estavezchocaroncon los de su marido. Este no pudo aguantar más y soltó una estrepitosacarcajada.Elenaselevantóairada,ypresadeunfurorinfantilsearrojósobreélycomenzóaapretarleelcuelloconsuspreciosas,delicadasmanos,atirarledelasorejasydelbigote.

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—¡Toma!¡porcazurro...!¡pormalo!¡porgañán!

Reynosonopodíadefenderse;seloimpedíalarisa.

—¡Puessí,quieroiraMadrid!¡quieroiraMadrid!¿Quéhay...?Ytútedaráspor muy satisfecho con que te admita en mi hotelito y no te deje aquí parasiempreentrelasvacasylasovejas...

Al fin, cansada de golpearle, se dejó caer a su lado en el diván. Reynoso,acometidodeunaccesodetos,estuvoalgúntiemposinhablar.

—¿PeroesdeverasquequieresiraMadrid?

—Mira,Germán,noempecemos,o...

Yselevantóotravezparaecharlelasmanosalcuello.

Reynoso cogió al vuelo aquellas lindas manecitas y trató de llevarlas a loslabios.

—¡No!¡no!

—¿Quéquieredecirno?

—No quiero que me beses... no quiero... Eres un gañán... Te pasas la vidahaciendoburlademí...

Ysedefendíafuriosamente.Alcabosedejócaerdenuevoeneldiván,sellevólasmanosalrostroysepusoallorar.

—¡Hijamía,nollores!—exclamóReynosoconmovido.

—¡Sí,lloro!¡lloro...!,ylloraréhastaquesemeponganlosojosmalos—decíasollozandocondolor cómico—.Porqueeresmuymalo...Porque te complacesenhacermerabiar...SinoquieresiraMadrid,¿porquénolodicesdeunavez...?Ynoquetepasaslavidaatormentándome...

—¡Atormentándote,Elena!

—Sí,sí,atormentándome.

—Mira,prefieroquemearranqueselbigoteaquemedigaseso.

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—¡Oh, no por Dios! ¡Qué feo estarías sin bigote!—exclamó separando susmanosdelosojos,dondebrillóunasonrisamaliciosadetrásdelaslágrimas.

Reynosoaprovechóaquelfurtivorayodesolparaconsolarla.Peronofueobradeuninstante.Elenaestabamuyofendida,¡mucho!Eraprecisoqueeldetractorcantaselapalinodia,hicieseunacompletaretractacióndesuserrores.

—ConfiesaquetienesmásganasqueyodeiraMadrid.

—Loconfiesoalafazdelmundo.

—Porqueteaburresaquí.

—Porquemeaburrosoberanamente.

—Yporquenecesitasunpocodeexpansióncontusamigos.

—Yporquenecesitomuchaexpansión.

—¿Bromitastodavía,socarrón?—exclamólamujercitatirándoledelanariz.

Enaquelmomentoseoyóelruidodeuncocheenelpatio.

—Yaestá ahíTristán...Sal tú a recibirlo...Voyapeinarmeyvestirmeenunperiquete.Adiós,gañán...¡Toma,pormalo!(Ylediounabofetada.)¡Toma,porbueno!(Ylediounsonorobesoenlamejilla...)¡Rosario!¡Rosario!Vengaustedapeinarme.

III

¡QUIETO,FIDEL!

EljovenquedescendíadelcarruajeenelmomentoenquedonGermánponíaelpieenlaescalinataeraalto,delgado,deagradablerostroornadoporunosojosdesuavemirarinteligenteyporunpequeñoysedosobigotenegro.Sesaludaronalegrementeconuncordialapretóndemanos.

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—Noentremosencasa—dijoReynoso—.ClaraandaporahícazandoyElenase está vistiendo. Vamos a la glorieta a descansar y tomaremos una copa devermutodecerveza,loquetúquieras.

Se introdujeron en el parque, penetraron en la glorieta de pasionaria ymadreselvayseacomodaronendosbutacasrústicasdepajadelantedeunagranmesademármol.Notardaronenservirleslosaperitivospedidosporelamo.

—¿Cómohasdejadoatustíos?

—Sinnovedad:mitíacasilocaymitíodemasiadocuerdo—respondióeljovenriendo.

—¡Oh, es un matrimonio que me encanta!—replicó don Germán tambiénriendo—. Son dos elementos químicos que se neutralizan y forman uncompuestoadmirablementesólido.

—¡Ytansólido!Comoquemitíoesdemampostería.

—No, hombre, no; tu tío es un hombre de una razón muy clara. No sabráescribir,comotú,librosycomediasnitendrágranilustración,perodiscurreconacierto,juzgaconjusticiaysabelonecesarioparaconducirseenlaesferaenqueDios le ha colocado. Desgraciadamente los que como él y yo hemos pasadonuestravidadedicadosalcomercionopudimosdisponerdemuchotiempoparailustrarnos...

—¡Oh,nosecompareustedconél!

—¿Por qué no?Queyo he conservado algunamayor relación con elmundoespiritualgraciasa lamúsicaesosignificapoco.Ambos,comovosotrosdecís,somosmercachifles.

—Ustedhaleídomucho.

—Algunos librosque llegabanamismanosalláen las soledadesdelcampo.Lecturadispersa, heterogéneaque entretiene el hambre intelectual sinnutrir elcerebro...Porlodemás,situtíocarecedelascualidadesdehombredeestudio,las de hombre de acción las posee largamente.Yo le he visto no hacemuchotiempoencircunstanciasbiencríticasdarpruebasrelevantesdeello.Acababadeestallar laguerracon losEstadosUnidos.Elpánicosehabíaapoderadode loshombresdenegocios:porlaBolsa,portodosloscírculosfinancierossoplabaun

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viento helado de muerte; los más audaces huían; los más valientes seapresuraban a poner en salvo sudinero; a las puertas delBancodeEspaña seacumulaba la muchedumbre para cambiar por plata los billetes. En aquel díamemorablehevistoatutíoenlaBolsahechounhéroe,laactitudtranquila,losojos brillantes, la voz sonora, lanzando con arrojo todo su capital a laespeculación.«¡Compro! ¡compro! ¡compro!»gritaba.Ysuvozsonabaalegre,confiada, en medio del terror y la desesperación. No sabes el aliento queinfundióycuánto levantóel ánimode todosenaquellos instantes aciagos.Nocontentoconestohizoponerenlosbalconesdesucasauncartelquedecía:SecambianlosbilletesdelBancodeEspañaconprima.Yestolollevóacabosinser consejero del Banco ni tener sino una parte pequeña de su capital enacciones.

—Sí,yaséquehizoesalocura.

—¡Locura sublime! Locura de un mercachifle que acaso no realizara unpoeta... Si tú lo eres, Tristán, si tú puedes tranquilamente entregarte a lacontemplaciónde labellezayverteren lascuartillas tus ideasy tussueños, lodebesaquetupadrehizoelsacrificiodesusideasydesussueñosparalabrarteuncapital...Éltambiéneraunpoeta,éltambiénteníatalento...Peronacistetúycomprendiendoquesuliranopodíadartedecomerlaarrojólejosdesíysepusoatrabajar...Agradecealdiario,almayor,alcopiador,aesosprosaicoslibrosenblancoque túdesprecias elquepuedas recrearte ahora conotrosmásamenos.¡Felizelqueensujuventudnonecesita lucharporlaexistenciaypuedegozarlibrementedesupropiocorazónydelostesorosdepoesíaquelaProvidenciahadepositadoenél!

—Vamos,nomesermoneeustedmás,donGermán.Loquehedichodemitíoesunabroma.Yasabeusteddemasiadoqueleestimo.

—Serías un ingrato si otra cosa hicieras. Tu padre no dejó mucho más decincuentamildurosytutíoacabadeentregarteochentamil.

TristánAldamaerahijodeunperiodistaqueabandonómuyjovensuprofesiónparadedicarseaasuntoscomerciales.Cuandosólocontabacincoañosfalleciósumadreyaúnnoteníadocecuandoquedótambiénhuérfanodepadre.Esteteníauna hermana casada con don Ramón Escudero y a este encomendó portestamento la tutela de su hijo. Escudero había sido cuando joven, primerocriado,luegocobradorymástardedependienteyhombredeconfianzadelpadre

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deReynoso.Cuandoéstehizoquiebra,graciasalareputacióndehonrado,activoeinteligentequehabíaadquiridoentreloshombresdenegociosseabrióprontocamino en la Bolsa, montó una casa de banca y logró adquirir un capitalconsiderable.ClaroestáqueasíquedonGermán regresóaEspaña, laprimerapersonaquevisitóenMadridfuealantiguoyfieldependientequetantasvecesle había llevado de niño al colegio. En su casa fue donde Tristán y Clara seconocieron y entablaron las relaciones amorosas que estaban a punto deconsolidarsetanfelizmenteconlabendiciónnupcial.

—¿Cómovanlasobrasdelcuarto?—preguntóReynoso.

—Así, así...Madridno esuna capital; es un lugarón.En cuanto tratamosdeintroducir en la vida algo elegante o cómodo, algo parecido a lo que en otrasnacionesesyadeusocorriente,tropezamosconnuestrosoperariosdesmañados,rutinarios,zafios...

LosfuturosespososhabíanelegidoparavivirunpisoenlacalledelArenalyloestabanarreglando.TantoEscuderocomoReynosoposeíanmagníficascasasenMadrid y ambos les habían ofrecido habitación en cualquiera de ellas; peroTristán había rehusado la oferta de su tío y Clara la de su hermano. Este,resarciéndola de la parte que la correspondía en el Sotillo, la había dotadogenerosamenteconmediomillóndepesetas.

Hablaron del piso alquilado y de los preparativos matrimoniales. Tristán semostrabasobriodepalabrasyensimismado.

—¿Quéeseso...?Parecequeestásdemalhumor.

—Nada tengo distinto de otros días. En general no encuentro en la vidagrandesmotivosparaestarmuycontento.

—Asíhablansolamentelosquesondemasiadofelicesenestemundo.

—¿Locreeusted?—preguntódistraidamenteeljoven.

—Sin duda; y tu ejemplo me lo confirma. Eres un hombre mimado por lafortuna. Naciste rico, inteligente, dotado de buena figura, y aunque perdistetemprano a tus padres hallaste en tus tíos un afecto parecido y una vigilanciaigual.Loséxitosuniversitarioscomenzaronahalagardesdeniñotuamorpropio,siguierondespuéslosdelAteneo,escribisteunlibroylograstellamarsobretila

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atenciónpública;presentasundramaenelteatroyteloaceptan.

—Me lo aceptan... pero no lo representan...Mire usted, donGermán, comotodo el mundo, usted juzga por las apariencias. Se adivina que ha habido unesfuerzo cuando se ve un resultado; pero aquellos otros que no han logradocuajarse en el espacio, tomar cuerpo y gozar de la luz, aquellos que viven ymuerenenlasombramiserablesydesgraciados,aquelloselmundolosignoraynoseleechanencuentaalhombrefeliz.

—Porque no deben echársele. Las aspiraciones del hombre son infinitas yquisierabeberlaeternidaddeuntrago.¿Perosontodasellaslegítimas?¿Todasdebenrealizarse?Metelamanoentusenoyverásquemuchosdetusdeseosnopodrían satisfacerse sino a expensas de la satisfacción de tus semejantes... ¡Ytodostenemosquevivir,quédiablo!

—Esquesitenemosquepartirlafelicidadcontodostocamosamuypoco.

—Seríamuchosilafelicidaddelosdemásfueralanuestra;sisupiésemossalirdenosotrosmismos.

Tristánsoltóunacarcajada.DonGermánsepusounpococolorado.

—Comprendobienqueenestosasuntosnoestoyendisposicióndemedirmeconlosquecomotúlosestudianylosdiscutenadiario...

—No es eso, don Germán... Me río porque toda la vida estoy oyendo esamisma frase sin haber logrado saber lo que significa.No sé por qué puerta obalcón podemos salir fuera de nosotrosmismos... Es decir, he averiguado quehaciendounagujeroenlasienconlabaladeunrevólversesaleinmediatamentefueradesí...,peroesparanovolveraentrar.

—Repito que carezco de conocimientos y de medios de expresión paraexplicarte esa fraseni ningunaotra por ese estilo.Pero si nopuedo explicarlasientosuverdadenelfondodelalmaymebasta...Perovolvamosa ti.Porundon gracioso de Dios tú eres de los pocos que aun encerrados en sí mismosencuentranladicha.Despuésdetodosloselementosdefelicidaddequehemoshablado te enamoras; lamujerque esobjetode tu amor te corresponde;vas acasarteyalsatisfacerlosardientesdeseosdetucorazón,teencuentrasconqueelángeldetussueñosnovieneaticonlasmanosvacías...

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Esta frase causó unamordedura en el amor propio deTristán.Disimuló, sinembargo,loechóarisaysiguiólapláticaentonojocoso.

Pocosminutosdespués saltaban ladrandoen laglorietadosperrosde cazaydetrás de ellos una gallarda joven de tezmorena, cabellos negros ensortijadosqueapretabaunagorrillarusadepiel,pechoexuberante,ampliascaderasceñidasporunafaldacortadecolorgris,calzadaconbotasaltasyllevandocolgadadelhombro una primorosa carabina. Recordaba por su arrogancia la estatua deDiana cazadora que se admira en el Museo del Louvre; pero esta arroganciaestaba templadaporunosgrandesojosnegrosde suaveyafectuosaexpresión.EraalavezDianayClorindalaheroínadelpoemadelTasso.

Los ojos de los futuros esposos se encontraron y brillaron con alegría. ATristánseledisipórepentinamentesumalhumor.

—Tus perros, linda cazadora, han descubierto este par de piezas... ¡Tira, tirasobreellas!—exclamódonGermánriendo.

—¡Fuego!—respondió la joven acercándose a él y dándole un beso en lamejilla.

—Disparaelsegundo.Miraquelaotrapiezaseescapa.

Claraseruborizó.

—Aunqueseescapevolverádenuevoaltirocomolaspalomastorcaces.

YalargóalmismotiemposumanoaTristánquelaestrechótiernamente.

—Yaestoyencañonado,yporlejosquemevayaeltirodeClaramealcanzará.

—¡Oh,sisupieseisquélejoshedisparadoaunodeestosánades!—ymostrabalosdosquetraíacolgadosalcinto—.Unaverdaderacasualidadquehayacaído...DelladodealládelacharcagrandeFidellevantólosdos.¡Pan!Tiroalprimeroy cae a la orilla. ¡Pero el otro...! El otro estaba ya en lo alto enmedio de lacharca.Disparo sin esperanza alguna y con gran sorpresa le veo caer al agua.¡Allí vierais a Fidel echarse al agua y nadar como un pez mientras este otroanimalito,laDora,aquienteníasujetaporelcuello,aullabayseestremecíadeafánporseguirle!

La joven se animabanarrando los incidentes de la cacería.Tristán lamiraba

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embelesado, admirando en lo íntimo de su ser la juventud, el vigor y lahermosuradesuprometida.

—¿Peroestásseguradequehasalcanzadoconlosperdigonesaeseánade?

—¿Cómono,puestoquehacaído?

—Esqueyonocreounapalabradelaeficaciadetupuntería.Eseánadecomoel otro y como todos los demás que has cazado mueren de orgullo de versetiroteadosporti.

—¡Seríamuchagalantería!—replicólajovenruborizándosedenuevo.

DonGermánquisodejarlossolosalgunosmomentosysaliódelaglorietaconelpretextodedarordenparaquepintasenlascanoasdelascharcas.Llamóalosperrosparaqueleacompañasen.Losanimalessalierongozososensucompañía,peroviendoqueClarasequedabavacilaronunosinstantes,ladraronaReynosocomorecriminándoleporponerlesenaquelladisyuntivayalfinsedecidieronavolversealaglorieta,echándosealospiesdesuama.

—Telodigocontodaslasverasdemialma,Clarita;yoquisieramorirdeuntirodetumanocomohanmuertoesospatos.

—Noteacerquestanto.Amímegustatirardelargo—dijolajovenriendo.

Tristánsesentófrenteaelladelantedelamesademármol.

—Loquemesorprendeesquetengastantaaficiónalacaza:¡porquecuidadoqueesaburridoesodecazar!Yonosalímásquetresocuatrovecesenmividaypenséquemoríadetedio.

—¡Aburrido!—exclamóClaraenelcolmodelasorpresa.

—¡Aburridísimo!Levantarsedemadrugadacuandomásagustoseencuentraunoentresábanas,echarsealmonte,sufrirlosrigoresdelsolyaveceslosdelasnubes,caminar todoeldíaconla lenguafuera,caerse,pincharse,ensuciarse,ydevezencuandotropezarconunodeesosanimalitosqueseencuentranentodaslaspolleríasyrestauranesdeMadrid.

—Calla,calla,Tristán;estásdiciendodisparates.Túnosabesloqueessentirlabrisamatinal en lasmejillas porque te has acostumbrado al aire viciado de lacerveceríaydelcírculo;nogozasconelsolporquevives lamayorpartede la

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vida con luz artificial; te repugna el caminar porque has estado demasiadotiempo tendido en las butacas... Pero yo soy otra cosa... yo he nacido en elcampo;elsolmeconoceylasnubestambiénylaspiedrasylosabrojos...Paramíesungrandisgustoquetúnoseascazador.

—¿De veras...? Pues no tengas cuidado, hermosamía, que por tu amor soycapaz,nodirédecazarpatosyconejos, sinohasta tigresy leones...Aúnmás:soycapaz,sitúloexiges,hastadepescarconcaña.

—¡No tanto!—exclamó la joven riendo—. Bastará con que alguna vez meacompañes.Teprometonollevartelejos.

—¡Quéhermosaeres,Clara!Sinofueseselemblemadelabellezaseríaseldelasaludydelafuerza.DiceGustavoNúñezquesimediesesunabofetadameharíaspolvo...yvoycreyendoquetienerazón.

—¿PuescuándomehavistotuamigoGustavoNúñez?

—DíaspasadoscuandoíbamosdecomprasconElena.

—Debedesermuyburlóneseamigo.

—Eselhombremásgraciosoqueconozco.

YactocontinuosepusoahacerelelogiocalurosodeaquelsuamigoGustavo,unpintoreminentequehacíayaalgunosañoshabíaobtenidoprimeramedallaenlaExposición,unhombredemundo, elegante, fino, culto ¡yconunas salidas!TodoelmundolascelebrabaenMadrid.Sofocadoporlarisanuestrojovennarróalgunasdeellas.

Clara escuchaba con fingida atención. En realidad estaba distraída.Aquelloschistesdecafé,aquellamaledicenciaqueserevelabaenellosnopodíaproducirefectoenunanaturalezasencillayrectacomolasuya.AsíquecuandoTristándio treguaasupanegíricodesvió laconversaciónaotrositio.Lepreguntóporlas obras del cuarto, por una joya que había encargado a Holanda, por losmueblesquelesestabanconstruyendo.

Laconversaciónlanguidecióalcabo.Tristáncomenzóamostrarsepreocupado,a emplear un estilomás conciso, que poco a poco se convirtió en displicente.Claraloobservó,perocomoyaestabaacostumbradaaestoscambiosrepentinosdehumor,queraravezpersistíanlargotiempo,nohizoenellomuchoalto.Sin

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embargo,setratabadeasuntosqueatañíanasupróximoenlaceyelacentodesunoviosonabapormomentosmásdisplicente.

—¿Qué tepasa?—preguntóal findesazonada—.Haceunmomentoerasmássuaveymásblandoqueunapieldeliebreyahorapinchasportodaspartescomoloscardosdelmonte.

Tristánhizoungestodeindiferenciaypermaneciósilencioso.

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—¿Hedichoalgoquepudieramolestarte?

Elmismosilencio.

—Ohablasomemarcho—dijoconenergíahaciendoademándelevantarse.

Tristánclavóenellasusojosconexpresióncolérica.

—Meestásprobandodeesaforma—dijoconacritud—quemisrecelosnosoninfundados.Desdehacealgúntiempoparecequetodoelmundoponeempeñoenhacermecomprenderquedebo estar no sólo satisfecho sinomuyagradecido aquesemeconcedatumano.Esdecir,quierenatodacostapersuadirmedequesoyunquídamquehabuscadosunegocioylohahalladoalfin...

—¿Quépalabrassonesas,Tristán,tanfeas...tanindignasdeti?

—Sí,quesoyporlovistounbuscavidas—insistióeljovenconmásviolencia—yquesimecasocontigonolohagotantoporamorcomoportudote...Haceunmomentotumismohermanomedecíaquedeboestarsatisfechoporquetúnovienes amí con lasmanos vacías... ¿Qué quiere decir eso?O no quiere decirnadaoesunagrosería...

—Esonoescierto—profiriólajovenconacentovibrantedeindignación—,nopuede sermás que unmal sueño de losmuchos que tú tienes...Y siGermánhubierapronunciadoesaspalabras lohabríahechoburlandoysin intencióndecausartelamáspequeñaofensa,porquemihermanoeselhombremásbuenoymásdelicadodelatierra.

—Nosoyunnáufrago,hijamía—siguiódiciendoconsonrisaamargaycomosi nohubieseoído la interrupciónde suprometida—,no soyunnáufragoquecorriendoun temporal deshechoviene a refugiarse en tupuertopara abrigarsedentrodeél.Yohenavegadosiemprecon lasvelasdesplegadasenunmardeaceite,iluminadoporelsolradiante,empujadoporlabrisayacompañadodelasmusasylasgracias.Estoyacostumbradoavencer;hehalladoenlavidatodaslaspuertas abiertas y todos los corazones también. Cuando me acerqué a ti y teofrecí el mío no reparé si estabas dorada o plateada: te vi buena, inocente,hermosaymebastóparaquererteymesiguebastando.

—¿Tieneesoalgoqueverconlaofensaquehasinferidoamihermano?

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—Primerome laha inferidoél amí.Estoy fatigado... estoyhartode recogeralusionesmásomenosembozadasatufortunapresenteyfutura.Estohieremiamor propio y no estoy dispuesto a sacrificarlo por ningún matrimonio, nicontigoniconnadie.

—¿Quieres decir que no me estimas lo bastante para sufrir por mí ningunamolestia?

—Esaclasedemolestiasno.

—Entonces tuamoresmás ligeroqueesanieblaquecaesobre lascharcasyquebarreunpequeñosoplodeviento.

—Ligeroopesado,miamorescomoyo,yyosoycomolanaturalezamehahecho. El gozo de unirme a ti no es bastante poderoso para cambiar micondición...

—Nonecesitashablarmás...¡Basta...!Leoentucorazónbienclaramentequebuscasunpretextopararompernuestraunión.Noteesfuerces tanto,porquesinoestássatisfechoynoesperasserfeliz,yotedevuelvotupalabra.

—En tu actitud altiva advierto que estás infiltrada de lamisma idea de queestán llenos al parecer tus parientes y tus amigos. ¿Medevuelvesmi palabra?Puesyolarecojo.Midignidadsesublevaanteesaidea.

Tristánprofirióestaspalabrasexasperadocomosirealmenteacabarandedarasu dignidad un golpe de pronóstico reservado. La joven se puso pálida yllevándoselamanoalcorazónsealzódelasientoparasalirdelaglorieta.

Tristánhabíasidosuprimeroysuúnicoamor.Cuandoseconocieronellateníatrece años y él veintiuno. La impresión que en su naturaleza infantil produjoaquel joven guapo, elegante y de cuya inteligencia toda la familia se hacíalenguasnoseborrójamás.Paróélmuypocolaatenciónenella,embriagadoporsustriunfosenlacátedrayenlasociedad;latratóconlaprotecciónamablequeconcedeungrandehombreaunniño.PerodonGermánhizosusegundoviajeaAmérica, transcurriómásdeunañosinverlaycuandoal caboseencontraronClarasehabíatransformadoenmujer.Nuestrojovenlamiróentoncesconmásatención y bajando de su pedestal académico la trató con menoscondescendencia.Sevieronamenudo,unasvecesencasadeEscudero,otrasenelSotillo,adondeéstesolíairconsufamiliaalgunosdías.Encadaunadeestas

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entrevistaselsabioateneístaperdíaunpocodesumajestad.Estaruinallegóatalpuntoquehayquienasegurahaberlevistopegandocalcografíasenloscristalesencompañíade aquellaniñagrandey, loque esmás absurdo, elladandoa lacuerdasujetaaunárbolporelotrocaboyélconlasmejillas inflamadasyloscabellospegadosa la frente saltandoygritando«¡tocino! ¡tocino!»Realmentehaycosasquelaimaginaciónnopuederepresentarse.Preferimoscreerqueéstaesunadetantascalumniasalasquehanestadosiempreexpuestosloshombresserios y científicos. De todos modos cierto es, porque hay personas que locertifican,entreellasmademoiselleAmelie,elayadeClara,queundíaporqueleganódospartidasdetennisellalellamóantipático,ledijoquenolequeríaysefue muy desabrida y que él entonces desahogó su pecho en el de la citadamademoiselle y lloró a hilo como un buey. Pero aun aquí la historia llega anosotros tan envuelta y obscurecida por la leyenda que es casi imposiblediscernir loquehayenelladeverdadydeerror.¿Lamismamademoisellenopudoequivocarse?¿QuiénsabesiTristánsacóelpañueloparasonarseyaellaseleantojóqueeraparasecarselaslágrimas?

Reynosovioconbuenosojosaquellosamores.Erahombreaquieneltalentoyloslibrosinspirabanunrespetoidolátrico.LafamiliadeTristánapetecíaunióntanventajosaportodosconceptos.Todomarchóvientoenpopa,aunquedurantemás tiempo de lo que los novios hubieran deseado. Reynoso se opusoresueltamenteaquesuhermanasecasaseantesdetenerdiezyochoaños.Ibaacumplirlos y su dicha a colmarse. Porque realmente amaba profundamente aaquel hombre a pesar de su humor sombrío y fantástico, o tal vez por estomismo.Laarmoníadeloscontrariosnopudojamásmostrarsedeunmodomáscabalqueenaquellagentilpareja.

Claraibaasalirdelaglorietaconelcorazónmortalmenteherido,puesenlasmuchas reyertasquehabían tenidonuncahabían llegadoapalabras tanagrias,cuandoentrabaElena en subusca.Alverlade aquella forma,descompuestaypálidayobservarlaactitudairadadeTristán,hizoaltosorprendida.

—¿Quéeseso,habéisreñido...?¡Quéfeo,quéfeoenvísperasdeboda!

Pero Clara en aquel momento se abrazó a ella y estalló en sollozos. Laestupefaccióndesucuñadallegóalosúltimoslímites.

—¡Cómo! ¿Qué significa esto...? ¿Qué le ha hecho usted a mi hermana,caballero...?¡Dígaloustedahoramismo!¡Ahoramismoomepierdoyletiroa

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usteddelbigote!

Estaferozdecisiónqueexpresabamuybienlanativaincompatibilidaddesuspreciosasmanos con los bigotesmasculinos abatió por completo el ánimo yamuyalteradodeTristán.

—Hágameustedelfavordenoponeresosojosdebesugoamedioasfixiar.¿Looye usted? A mí no me gustan los besugos ni crudos ni guisados... ¡Hableusted...!¡Hableustedenseguida...!

—Acaso...—profirióeljovenbalbuciendo.

Elenallevóasucuñadahastalabutacadepaja,lahizosentarseenellaycubriósurostrodebesos.DespuésvinoaplantarsedelantedeTristánquecontinuabasentado.

—¿Acasoqué...?vamosaver.

—AcasohayadichoaClaraalgunaspalabrasmortificantes...

—¿YconquéderechodiceustedaClarapalabrasmortificantes?

—Conninguno.

—¡Ah,conninguno!¿Entoncesconvieneustedenqueesunhombreatrevido,intratable, digno de que le vierta toda la cerveza de esta botella por el cuelloabajo?

—Convengo.

—¿Confiesa usted, además, que es un novio fastidioso, antipático, pesado,insufrible?

—Loconfieso.

—¿PrometeustedenmendarseynodecirenadelanteaClaramásquepalabrassuavesycariñosas?

—Loprometo.

—Estábien.Ahorapidaustedperdóndesufechoríaquenoconozconiquieroconocer.

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—Clarita—dijoTristánmirandoasuprometidaquecontinuabatapándoselosojosconlamano—,perdónameloquetehedicho.Tejuroqueteadoro,quetequierocontodamialma...

—¿Cómo?¿Cómo...?¿Quémododepedirperdónesese...?Hágameustedelfavordehacerlocomosedebe.

Y la esposa deReynoso señalaba enérgicamente el suelo con su índice. LasmejillasdeTristánsetiñerondecarmín.

—Bueno: ¿se pone usted colorado? Mejor, así se demuestra que le quedatodavíaunpocodevergüenza...Saqueustedelpañueloypóngalodebajoquesevaamancharlospantalonesenlaarena.

Tristánsearrodillódelantedesunoviasonrienteyruborizado.

—Béseleustedlamano...Digono...Noselades,Clara,nolamerece.

Elperroqueestabaechadoalospiesdelajovenalversemolestadogruñó.

—¡Muérdele,Fidel...!¡Muerdeaeseantipático,muerdeaesesoso...!¡aese!¡aese!

Elanimal,asíazuzado,comenzóagruñirdeunmodoamenazadoryestabaapuntodearrojarsesobreelsoso.Claralevantólacabezariendoaltravésdesuslágrimas.

—¡Quieto,Fidel!

IV

UNAVISITAYOTRASVISITAS

Apenas se había llevado a feliz término la reconciliación de los noviosoyéronseenelparquealtasyalegresvocesycarcajadas.

—¿Cómo? ¿Están ahí Visita y Cirilo?—exclamó Elena con el semblante

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iluminadodealegría.

Yactocontinuosaliócorriendodelaglorieta.ClarayTristánlasiguieron.Losdos huéspedes venían acompañados de donGermán conversando y riendo. Elmarido,quearrastrabamuchoelpieizquierdoyparecíatambiénimposibilitadodel brazo correspondiente, se apoyaba en el de su esposa.Esta era alta, rubia,corpulentaysusojosabiertos,inmóviles,mostrabanqueestabaciega.Ningunodelosdospasaríadetreintaaños.

—¡Pero qué sorpresa!—dijo Elena besando con efusión a la ciega yestrechandolamanosanadelparalítico.

—¡Sorpresalanuestra,querida...!Llegamosalaestación,nosapeamosdeltrenyniunalmaquenosdélosbuenosdías.Puesseñor,¿quéhacemos...?Lacartasindudanohallegadoasusmanos,nosdijimos.¡Niuncochesiquieraporallí!Eranecesariopasarosunrecadoyesperarmásdeunahora.EnestoveCirilouncarrodebueyesquehabíavenidoa traermadera.«¡Eh,buenhombre!¿QuiereustedllevarnosalSotillo?»—«Porallítengoquepasar;amóntenseustedes.»

—¡Enuncarrodebueyes!—exclamóElena.

Tristánseexcusódenohaberlesvistoaunquehabíavenidoenelmismotren.Saltódelcocheprecipitadamente,salióconlamismavelocidaddelaestaciónymontóenellandauqueleaguardabafuera.

—Ennadanoshaperjudicadousted.Hemoshechoelviajemásdivertidoqueospodéisimaginar.Elcarreterotendióunamantayyomeacostésobreella.Esteiba en pie mirando el paisaje y contándome todo lo que miraba. Los bueyesresoplando, el buen hombre cantando todo el camino y nosotros riendo. ¡Quésacudidas!¡Quétraqueteo!Unadelasveceséstenopudosujetarseycayósobremíysinquerermediounbeso...

—Seríamuybienqueriendo;Ciriloespícaro—dijoElena.

—¡No,no;sinquerer! ¡Quérisa,hijamía,quérisa...!Elcarreteropensóquenos había pasado algo y vino asustado, pero al vernos reír de tan buena ganasoltótambiénlacarcajadacomountonto...Allálelevantamoscomopudimos.Elbuen hombre dijo que si quería podía amarrarle para que no se cayese. Esteaceptóenseguidaysedejóamarrarcomounsanto.Yomedesternillabaderisa...

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—Hasidounviajedelicioso—corroboróCirilocontodasualma.

Tristándisimuladamentesacudía lacabezamirandoaClaraconexpresióndeburlay sorpresa;peroaquélla,gozandocon la risadeVisita,no lehacíacaso.Eraenefectolarisadelaciegatanfresca,tancomunicativaquenoselapodíaoírsinsentirsetentadodeella.

AquelmatrimonioteníaunparentescolejanocondonGermán.Ciriloerahijodeunprimoenterceroocuartogradodesupadre;elladeunmodestoempleadoen Hacienda. Cuando Reynoso llegó de América, Cirilo trabajaba con cortosueldoenunacasadebancayestabayaen relacionesamorosasconsuactualesposa; ambos perfectamente sanos. Era un joven activo, inteligente, de unahonradez a prueba. DonGermán, que advirtió en seguida estas cualidades, leprotegiócontodadecisión;lenombrósuadministradorysuagente,ylogróqueEscudero hiciese lo mismo. Viéndose ya en posición desahogada pensó encasarse; pero en aquella misma sazón su prometida comenzó a padecer de lavista y en poco tiempo quedó ciega por atrofia del nervio óptico, enfermedadincurable. ¡Cuánto lloró aquella buena y hermosa joven! Desesperada por tanterrible desgracia, y todavía más pensando en que Cirilo suspenderíadefinitivamente el matrimonio, estuvo a punto de suicidarse. Pero aquél secondujoentalocasióncomounhombredealmagrandeygenerosa;nosólonosuspendió laboda, sinoque laprecipitócuantopudo.Talproceder impresionófuertementeelcorazónde lapobreciega;siantesamabaentrañablementeasunovio, desde entonces su amor se convirtió en adoración. Efectuose elmatrimonio, casipor lamismaépocaqueeldedonGermánconElena.Nosepasaron muchos días sin que una nueva desgracia cayese sobre ellos y lespusiese a prueba. En el mismo salón de la Bolsa sufrió Cirilo un ataque dehemiplejia, le trajeron a casa accidentado y aunque recobró prontamente elconocimiento,senotóquehabíaquedadoheridodelbrazoypiernaizquierdos.Mejoró bastante luego gracias a ciertos baños, pero en el brazo apenas teníamovimientoylapiernalaarrastrabapenosamente.Visitafueparaélentoncessuprovidencia como él lo había sido antes para ella. No sólo le ayudaba en losmenesteres de la vida, sino que apoyado en su brazo podía ir a todas partes.Siguió desempeñando a conciencia sus tareas habituales sin que desaparecieratampocotodasudicha,comosehavisto.

DonGermánreíatambiénhastasofocarse.CuandosehubososegadounpocopusolamanoenelhombrodeTristán.

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—Túhasvenidoconmáscomodidad,peroellossehandivertidomásquetú.

—Noesmuyseguroquehubieragozado fuertementecayendo, aunque fuesesobretangratolecho,yamarradodespuésaunposte—repusoaquélconsonrisairónica.

—Porquetúnosabesloqueesdivertirse,niacasolosepasentuvida—replicóelcaballero.

Ysinaguardarrespuestaechóaandarendireccióndelacasa.

—¡Ea!,aalmorzar,queyameparecequevallegandolahora.

En alegre charla se dirigieron todos hacia la escalinata y entraron en elsuntuosocomedor,situadoenlaplantabajadeledificio.Contiguaaélhabíaunaserre donde crecían plantas tropicales y en medio de ellas una fuente rústicaformando cascada.Colgadas condisimulo entre el follaje había algunas jaulascon ruiseñores, canarios y un sinsonte que Reynoso había logrado aclimatardespuésdehaberfracasadoconotrosdos.

Clara subió a cambiar de traje y mientras tanto los invitados bebieronaperitivos,escuchandoalaciegaquenocesabadecharlaryreírcontandocomosi lo hubiese visto todo lo que pasaba en Madrid, las obras dramáticas quehabíantenidoéxito,lasbodasaristocráticas,lasóperas,losconciertos,hastalassesionesborrascosasdelCongreso.

—¿Nosabéis?EljuevesestuveaoíraPérezenelCongresoyayeraMarconien Hugonotes. ¡Qué discurso, queridos, qué discurso! Se metió a todos losdiputadosenelbolsillo.¡YeldecirquehabíaamiladounaseñoraquesosteníaqueLópezhablamejor!Nosécómomecontuve.Peroéstemetocóconelcodoy me dijo al oído que era prima de una cuñada de López y me reprimí. Alparentesco hay que perdonárselo todo... El otro, ¡qué dulzura!, ¡qué brío almismotiempo!,¡quémododefilarlasnotas!

—¿Pero filan también las notas en el Congreso?—preguntó Elena conasombro.

—¿Quéestásdiciendoahí,criatura?HablodeMarconi.

—Perdona,hija:penséquetereferíasaPérez,dequienestabashablando.

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—¡Y el sainete de Ruiz que se estrenó en Lara! Delicioso, delicioso. Tieneunoschistesqueesparamorirsede risa.Hayunosobre todo,elquehizomásefecto... ¿Está por ahí Clarita? ¿No ha venido todavía...? Pues entonces os lodiré...

Ybajóunpocolavozylocontó.Elenasoltólacarcajada.Reynososecontentóconsonreír.PeroTristándejóescaparunbufidodespreciativoyactocontinuosepuso a disertar sobre la decadencia del arte dramático: los autores unosganapanes que miraban sólo a las ganancias repitiendo hasta la saciedad losmismos chistes y lasmismas situaciones, losmúsicos unos plagiarios que sinpudorfusilabanalosmaestrosfrancesesyalemanes,loscómicosunospayasosamaneradosinsufribles...

Ciriloleatajósuavementehaciéndoleobservarquedelartesublimesonpocosen la tierra los que pueden gozar, que es necesario otro más asequible a lospequeños. Pero Tristán, que no sufría la contradicción, se lanzó aún conmásviolencia contra el teatro moderno. La discusión iniciada con prudencia fueadquiriendountemplesobradocaluroso.Elenalacortóresueltamente.

—¡Ea!, dejemos las disputas. Hasta ahora no he oído ninguna en que seconvenciese nadie... ¿Qué me cuentas, Visita, qué me cuentas de RosaritoAbella?

—Muchas,muchísimascosastevoyacontar.Enprimerlugartediréquesehapintadoderubia...Está,segúndicen,paradarleuntiro.PerosumaridocreequetieneencasaalaVenusdeMilo,aladeMédicisyalabellaOtero,todoenunapieza,ycuandosaledecasasellalosbalconesconpapeldegomaparasabersisehaasomado...

En aquelmomento entrabaClara con traje distinto.DonGermán dijo por lobajosonriendo:

—VeréisaClarita.Encuanto seenteredequeseestáhaciendoburladeunapersonaseescaparásindecirpalabra.

Yasísucedióenefecto.LajovensesentóalladodeTristán,pusoeloídoaloque se hablaba. Visita y Elena, siguiendo la broma, forzaron la nota alegre acosta de aquel infeliz matrimonio. Clara se movió en la silla con visibleinquietud y al cabo de un momento se levantó para salir. Los circunstantesestallaron en una carcajada. La joven volvió la cabeza con asombro y viendo

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todoslosojosposadossobreellaconexpresiónmaliciosaseruborizó.

Poco tiempo después se sentaban a la mesa. Era ésta suntuosa, refinada,provista de todas las adquisiciones gastronómicas. Pero don Germán eraenemigodeellas; lasdejabaasuesposaya losconvidados;élsemanteníadeverduras, judías, huevos y tal cual trozo de carne asada.Aquella alimentaciónprimitivaservíaparaembromarleyarmaralgazara.Sobretodoloquedespertabasiempremásrisaeraverlecomerapuñadoselmaízcocido,costumbreadquiridaenAmérica.

—Yononecesito viajar por las tierras vírgenes—decíaElena—.Teniendo allado a mi marido que huele a todas las yerbas del campo y viéndole comerpatatasasadasyforrajemecreotransportadaalaspampas.

—¡Allí tequisieraveryo!—exclamabaReynosoconsuclara risadehombrefeliz—.Entoncessabríasloqueescomer.

—¿Puesquéesloqueestoyhaciendo?

—Pillando una indigestión. Sois unos locos de remate. Pasáis la vidaenvenenándoosconlaquímicadeloscocineros.

—Paratifueradelmaíztodoesquímica.

—Sí;mehartodemaíz,mehartodejudías,peromañananoimplorocomotúlosauxiliosde lamagnesia.LosgranosdemaízsevansolitosalestómagosintemordequelesdenescoltalaspastillasdeVichy.

Loscomensalesreían.Elenaconcluyóporimpacientarseydarpuntapiésasumaridopordebajodelamesa.

Perootradesazónmásgravelaaguardaba.Fueabeberelburdeosyestabafrío.Laconsternaciónsepintóensurostro.

—¿Cómonohatempladoustedelvino,Inocencio?

—Dispenselaseñora,peroseloheencargadoalaDoloresyhabíaquedadoenhacerlo—respondióconfusoelcriado.

—Aver,llamaralaDolores.

SepresentólaDolores.

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—¿PorquénohatempladoustedelvinocomoselohaencargadoInocencio?

—Dispenselaseñora,peroenaquelmomentoestabaponiendolasfloresenlamesayseloencarguéaManuelquepasabaporaquí.Penséquelohabíahecho.

—LlamenaManuel.

—Nollamesyaanadie—manifestóReynoso—.Nadasacarásenlimpio.

—¡Peroesbientriste...!—exclamósuesposaenelcolmodelacontrariedad.

—¡Tristísimo!—respondióélhaciendoesfuerzosparanoreír—.Peroesmejorresignarse, porque no conseguirás más que disgustarte y que te haga daño lacomida.

Elena siguió a medias el consejo. No propuso la comparecencia de nuevosdelincuentes,perohizorepetidasveces lagravedeclaracióndequeeran todos,¡todos!unosneciosyunosantipáticos.

Pasada aquella nube sombría, volvió el regocijo a lamesa.Visita comía conapetito,peronoleimposibilitabadecharlaryreírprodigiosamente.Sumaridolaayudaba lindamente en todo ello. Tristán, después de la reconciliación con sunovia,habíallegadohastaponersedebuenhumor;charlabaynarrabaanécdotasyaunseautorizabaalgunosdonaires,aunqueestoúltimosiempreporcuentadesuamigoNúñez,elhombremásgraciosodeEspaña,yasesabe.

—Nocharlestanto,Tristán—ledecíaReynoso—,noestásacostumbradoaelloytevaahacerdaño.

—Verdad. El hablar demasiado nos perjudica. Pero también el tabaco esperjudicial.Sin embargo, afirmaNúñezqueel queno fumaydice algunaveztonterías,seprivadedosgrandesplaceresenlavida.

Habíatambiénsusentremesesdemurmuración,aunquesuaveypiadosa.Asíytodo, estomolestaba aClara que, no pudiendo levantarse, se permitía algunastímidasobservacionesenfavordelausente.

—Que hable el abogado de pobres. ¡Dejadle que hable!—decía su hermanoriendo.

Yellaentoncesenrojecíaycallaba.

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—Ese señor de la Peña no es malo, porque no puede serlo—manifestabaTristánconasombrodetodos.

—¿Cómoquenopuede?Todoslosseresenlatierrapuedenhacerelmal.Hastaunapulgatemuerdesiledalagana—respondíadonGermán.

—Créanme ustedes, muchos de los hombres que en el mundo pasan porbuenos,sinohacendañoesporquelesfaltatiempo.YesolepasaaPeña.Estátan ocupado en su importantísima persona que no le queda unmomento libreparahaceralgomalo.

—¡Quéatrocidad!—exclamaronriendoalgunos.

—¡Vamos, vamos, Tristán!—expresó por lo bajo Clara pellizcándolesuavementeelbrazo.

—Además Peña es muy gordo—proseguía él sin hacer caso de la cariñosaadvertencia—ydicecon razónGustavoNúñezque loshombresgordosnosoncapaces de bondad ni de maldad. Sólo los delgados son realmente buenos omalos.

ReynosoprincipiócómicamenteapalparseyapalparaCirilo.

—¿Túyyosomosdelgadosogordos,querido?

—¡Pero qué chistosísimo es ese amigo de usted!—exclamó Elena con unaentonaciónirónicaquehirióaTristán.

—Nohaynadiequedejedereconocerlo—respondiófriamente.

—Tampoco yo lo dudo, pero es lástima que ese talento no lo emplee en lapintura,delacualhaceyatiempoalparecerqueandadivorciado.

—NúñezhaobtenidolaprimeramedallaysucuadroestácolgadoenelMuseo.

—Losé,perodesdeentoncesdicenlosinteligentesquenohaproducidonadaquevalgalapena,queselimitaapintarcuadritosdebudoir,dondevivemuchomástiempoqueenelestudio.

—Eseeselrumordelaenvidia.HaymuchosenMadridaquienesduelensustriunfos:loshaytambiénaquienesescuecenloslatigazosquesabepropinarles.

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—¿Esenvidiatambiéneldecirqueyanovivedelospinceles,sinoacostadelasmujeres?

—¡Sí; lo es...! ¡Y además una calumnia!—repuso el joven próximo aenfurecerse.

—Mesorprende,Elena,quetútehagasecoderumorestanfeos—saltóClaraconunavivezabastanteraraensunaturaleza—.PiensoqueningúndañotehahechoNúñezparaqueletratesdeesemodo.

Elenasoltóunacarcajada.

—¡Anda!¿Noaguardasaqueelcurateechelabendiciónparadefenderalosamigosdetufuturo?

DonGermán intervino con palabras conciliadoras. Aunque los hombres quegozandenotoriedadvivensometidosa lacríticaypor lomismoloquecontraellos se dice tiene escaso valor, en este caso había que tener presente que setrataba de un amigo íntimo de Tristán. ¿Por qué molestarle haciéndole oírmurmuracionesycríticasdelascualesjamássevenlibresloshombresdegranvaler?

Tristánsecalmó,yElena,consunaturalligereza,pasóinmediatamenteaotraconversación.

—¡Peroquélindísimobudoireltuyo,Elena,quécoquetón,quéelegante!—ledecíaVisitaaludiendoaldelhotelqueestabaterminandoenMadrid.

—¿Tegusta?

—Muchísimo. ¡Quéguirnaldas talladas! ¡qué ricomosaicoeldelpavimento!¡quépinturastanfinaslasdeltecho!

Laciegahablabacomosinolofuerayasíhacíasiempre.Loscomensalessemiraban unos a otros sonriendo con una mezcla de alegría y de compasión.Elena, entusiasmada con el elogio, no parecía fijarse y le hacía preguntas yconsultaba detalles.—«¿Qué te parece, pondré sobre la chimenea un relojimperio o una estatua? ¿Pondré la luz en el techo o en los rincones? Pocosmuebles,¿verdad?Esyacursiesodeamontonartrastos...»

—SupongoqueencargaráustedparasubudoiralgúncuadritoaNúñez—dijo

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Tristánconsonrisamaliciosa.

—¡Vamos,noseaustedrencorosoniimpertinente!—replicóElenadándoleconlaservilletasuavementeenlacara.

Ylacharlaprosiguióvivayalegre.Labellaesposadelanfitriónnosecansabadedeciryhacer travesuras,de talmodoqueel regocijonodecaíaun instante.Mas ¡ay!aquellanubesombría, temerosa,quehabíacruzadosobre lamesanomuchoantes,elvientodelafatalidadlaempujódenuevohaciaella.Elheladoque sirvieron al terminar la comida era de avellana.AElena no le gustaba elhelado de avellana. Repetidas veces lo había dicho en alta voz. El cocineroestabahartodesaberlo.¿Porqué,pues,lomandabaalamesa?Indudablementepormolestarla,porinferirleunaofensa.

Estapatéticaconsideraciónlaenterneciódetalmodoqueestuvieronapuntodesaltársele las lágrimas. Pero Reynoso, secundado noblemente por todos losdemás, declaró con voz conmovida (aunque haciéndoles guiñosdisimuladamente)quenoeraposibleachacaralcocinerotamañaperfidiaindignadelanaturalezahumana,yquesolamenteporhaberbebidodemasiadooporuntrastorno inconcebible de sus facultades mentales pudo haber olvidado hastaaquel punto sus deberes. De todos modos él cuidaría severamente derecordárselos.

Con estas graves palabras y con ciertos ¡bah! y ¡oh! muy expresivos ycariñosos de los comensales la joven señora se dio por satisfecha y parademostrarlo se desquitó de aquella inesperada privación atacando de unmodoalarmante a las yemas de coco. Pasaron a la serre a tomar el café, donde lessorprendiópocodespuéslallegadadelmarquesitodelLago.

V

LOQUEDICENLASABEJAS

Sólo por su juventud, pues no contaría más de veinte años, merecía elmarquesitoestediminutivoquetodoelmundoleaplicaba.Porlodemáseraun

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muchachocorpulento,rubiocomoeloroyconunaexpresióninfantilenelrostroque contrastaba con la apariencia atlética de su musculatura. Los modalescorrespondían a aquella expresión: parecía un niño grande. Entró diciendo enaltavozqueaélnoleengañabanadie,queallíhabíahabidounahuelguecitayqueéldeseababeberunacopadechampagnealasaluddelareunión.Todaslasmanosquisieronllamarparaqueselesirvieseyentodoslosrostrosbrillóunasonrisa benévola. Aquel chico inspiraba general simpatía por su franqueza ybondadtantocomoporelsellodeinocenciaqueseleíaensurostro.Alúnicoaquien no había caído en gracia era a Tristán, quien solía decir, alzando loshombros con desdén, que era un imbécil. En efecto, la inteligencia del jovenmarquésnoeramuydespiertaysóloposeíalosescasísimosconocimientosquelehabíaintroducidocasialafuerzaunabatefrancésquelesirvieradeayohastahacíapocotiempo.Peroseleperdonabadebuengradoestalimitaciónengraciadesusencillezynaturalafectuoso.

Asíquebebiólacopadechampagnesepusoanarrarincidentesdecaza.Erasurecreoysuocupaciónsempiterna.Ocazandoohablandodecaza.PoresteladosimpatizabamuchoconClarayenestasimpatíaacasosehallelaocultarazóndelaantipatíadeTristán.Estababienpersuadidoéstedelamorapasionadoqueleprofesabasuprometida;comprendíaqueniporsuedadniporlascircunstanciasde su carácter e inteligencia era capaz de despertar una violenta pasión enninguna mujer, pero así y todo estaba celoso de él. En cuanto se le ofrecíaocasiónyaestabadedicándolealgunapalabritaamarga.

Pertenecíael jovenmarquésalacoloniaveraniegadelEscorial.Sumadre, lamarquesaviuda,poseíaunbonitohotelenlapartealtadelpuebloysolíavenirconsuhijotempranoymarchartardeporqueaéste,supuestassusaficiones,leplacíaextremadamentelaestanciaallí.Ysumadreleseguiríanosóloaesterealsitio,sinoaotroinfernalsifuerapreciso.Pocasvecessehabíavistounapasiónmásviva,másfrenéticaquelaqueestaseñorasentíaporsuhijo.Paraellaseguíasiendo el mismo niño que arrullaba en la cuna, consolándose de la muerterepentina de su esposo. Decíase burlando entre los veraneantes que seguíaacostándolecalentándolepreviamentelacamayhaciéndolerepetirsuoraciónalsanto ángel de la guarda. No sería cierto, pero poco le faltaba. La noblemarquesa se consolaba con este hijo no sólo de la pérdida de su esposo, sinotambiéndelossinsaboresqueleproporcionabaunahijaquetambiéntenía.EraéstamuchomayorqueFernando,casiledoblabalaedadpuesnoandabayamuylejanadeloscuarenta:sehabíacasadoconelcondedePeñarrubiayestabahacía

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algunosañosseparadadesumaridopormotivospocohonrososparaella.Vivíasola en Madrid. Sus aficiones a la sociedad y aun a la galantería, segúnmurmuraban,noencajabanenlaausteraypiadosamansióndesumadre.AlgunavezveníaalEscorial,perosóloporpocosdías,ycasisiemprepararecabardelamarquesaalgúndineroconquehacersuscorreríasporSanSebastiányBiarritz.Lagraveseñoranolamentabanuncayllorabaensecretolaposiciónequívocaenquesehabíacolocadoparamaldesualmaymenoscabodelafamilia.

Desdelaserrepasaronalsalón.SetratódequedonGermánleshicieseoíralpianoalgunasonataoconcierto,peronoloconsiguieron.Aunquedominabaesteinstrumento como unmaestro eramuy difícil, por no decir imposible, hacerletocardelantedegente.Seamodestiaotemordeprofanarelmisteriosoencantoquelasobrasmusicalesleproducían,eslociertoquesóloleplacíatocarasolas.Elena losabíabienyporesohizoseñasdequeno lemolestasenmásconsusinstancias.

FueVisitaquiensesentódelantedelpiano.EllanosabíanadadeChopinnideHaendel,peroconocíatodoslosvalsesypolcasquecorríanporMadrid.

—Aver,niños,abailar.VoyatocaroselvalsdelosPajeles.Marqués,déustedunavueltaconClaraporqueyaséqueTristánnobaila.

Elmarquesitosinaguardarmástomódelamanoalajoven,lasacóalmedioycomenzaron a girar acompasadamente por el amplio salón. Tristán sintió depronto vivo despecho. La invitación de la ciega le irritó sobremanera porquellovía sobre mojado. Había creído observar desde hacía algún tiempo que elmatrimonio de los inválidos guardaba grandes deferencias y una simpatía porextremoafectuosahaciaelmarquesito.YdeellodedujoquenoveríanconmalosojosqueserompiesensusrelacionesconClarayqueéstalasanudaseconaquél.Deestoapensarquetrabajabansecretamenteparaellonohabíamásqueunpasoy con su habitual impetuosidad Tristán lo dio inmediatamente. ¡Claro! Lostítulosnobiliariosejercensiemprefascinaciónsobrelosplebeyos.Eranecesariovivirprevenido.Loestaría.

Cuandosehubieroncansadodevalsesymazurcas,salieronalpatio.Reynosolesmostró de nuevo conorgullo no sólo sumaravillosa colección de palomasblancas,sinootraporcióndeavesybichosqueteníaenjaulados,unáguila,unaardilla,un jabalí, etcétera.Admiraron lapacienciay lamaestríaconquehabíasabidodomesticaraalgunosdeellos.

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—Este es un prodigio para entenderse con toda clase de bichos—manifestóElena—. Figuraos que ha llegado a domesticar un bando de gorriones... ¿Ossorprende...? Pues es como lo oís. Un día entraron en nuestra habitación porcasualidad. Germán cierra los balcones y no sé qué hace con ellos. Al díasiguiente vuelven, y lo mismo. En fin, llegaron a dormir en nuestro gabineteencima de las lámparas. Por la mañana al despertarnos, Germán les gritaba:¡Chiquitines!Y los pájaros venían volandohasta nuestra camay se comían elalpisteyloscañamonesqueteníanpreparadosenlamesadenoche.

Celebroseconrisaestaaptitudsingulardelamodelacasa.Tristán,pensativoyconacentoconcentrado,diolaexplicaciónmetafísicadelfenómeno.

—Hayhombrescuyaalmasehallatanpróximaaladelamadrenaturalezaqueapenas parece desprendida de ella. Por eso hablan y entienden el lenguaje detodos los seres vivientes, penetran fácilmente en los limbos obscuros de laanimalidadyvivenalláadentrocomoensupropiamorada.

—¡Gracias, querido!—exclamó Reynoso poniéndole una mano sobre elhombro—.EnpocasyfilosóficaspalabrasmehasllamadounanimalitodeDios.

—¡Oh,donGermán,nolotomeustedasí!—respondióTristánturbado.

—Tampocotúdebestomarasímispalabrasyponertecolorado—replicóriendoel indiano—.De todosmodos convendrás en que soy un animal inofensivo...¡Vayaporlosquesondañinos!

Entraronenelparqueysediseminaronporél.TristányClaraseapartarondelgrupo; Reynoso se fue a dar algunas órdenes al jardinero. Elena con Visita,Cirilo y elmarquesito entraron en el cenador. Pero al poco rato Elena vino abuscar a Clara para hablarle de un gran lavadero cubierto que su maridoproyectabahacerfueradeljardín;invitaronaTristánavenirconellasparaverelsitio,peroseexcusópretextandoqueteníamásdeseosdesentarsequedeandar.Enrealidadestabapreocupado,nopodíavencersusrecelosyqueríacerciorarse,saber si sus sospechas eran fundadas, qué significaba aquella amistad súbita,aquellaternuraquelaciegayelmancomostrabanhaciaelmarquesitodelLago.

ClarayElenasalieronporlapuertademaderadeljardíny,sininternarseenelbosque, siguiendo el muro llegaron hasta uno de los ángulos, examinaron elparajeenquese ibaaerigirel lavaderoydieronsuopiniónacercadeél.PeroElenaprontosedistrajoechandomiradascodiciosasaunamatadenísperosque

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crecíaunpocomáslejos.

—Mira,Clarita,aguárdameuninstante...

—¡Elena!¡Elena!Tevanahacerdaño.Hacepocoquehascomido—repusolajovenriendo.

—¡Dos nada más...! Nada más... No se lo dirás a Germán, ¿verdad...? Memueroporlosnísperos...

Yapasomenudoy ligero,unpoco temblorosa comoquienva a cometerunhurtocorrióhacialamata.Masalllegaraellaycuandoyasedisponíaacomerdel fruto prohibido surgió de entre los árboles un hombre, ¿qué diremos unhombre?¡Unmonstruo!

Gastabazamarranegra,sombreroanchodefieltro.Lasbarbaslellegabanhastaelvientre.Elcolordesurostroeramorenoaceitunado,lanarizancha,losojosatravesadosytodoelconjuntoespantable.

Elena al ver al bandido dio un grito penetrante y extendiendo las manosexclamó:

—¡Oh por Dios! ¡Por Dios nome secuestre usted...! Ya le daremos todo eldineroquequiera...Déjemeiracasa...Letraerétodasmisjoyas...DéjemeustedporDios.

Claraaloírelgritodesucuñadahabíacorridohaciaelsitioyalencontrarseconelbandidoseencaróintrépidamenteconél.

—¿Cómo...?¿Quéeseso...?¿Quéhaceustedaquí?

Elsecuestradortratódeacercarsesonriendodeunmodohorrible.

—¡Noseacerqueustedoletirounapiedraalacabeza!—dijolaheroicajovenhaciendoademándebajarseacogerla.

Elenaviéndoselibresedioacorrerhaciacasa,dejandoasuinfelizcuñadaenlasgarrasdelmonstruo.

—¡Germán!¡Germán!—ibagritando—.¡Germán,unsecuestrador!

YReynoso,queporencimadelmurohabíaoídoelgrito,salíayaporlapuerta

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deljardínyveníacorriendohaciaella.

—¡Un secuestrador! ¡Un secuestrador!—seguía gritando cada vez mássofocadaElena.

Don Germán dirigió la vista al sitio que su esposa había dejado y vio a suhermanahablandotranquilamenteconelbandido,aunquearespetabledistanciaunodeotro.Acercosevelozmenteaellosycuandoyaestuvopróximoexclamóconsorpresa:

—¡SieselpaisanoBarragán...!PeroBarragán¿túporaquí...?

Ysinvacilarseacercóaélyambosquedaronabrazados.

Elenaenelcolmodeladesesperaciónlegritaba:

—¡Germán, no le abraces! ¡por la Virgen no le abraces...! ¡Mira que va aecharteunlazoalcuello...!

—¡Pero, mujer, si es el paisano Barragán! ¿No ves que es el paisanoBarragán...?Venacá,Barragán,venasaludaramimujer.

—¡No,no!—gritóElenadandounsaltoatrásydisponiéndoseacorrer.

CostótrabajoconvencerladequeelpaisanoBarragánnoeraunsecuestradoryaúnnopudollegaraconvencerseporcompleto.Laverdadesquejamásbandidonicriminalalgunotuvounaspectomásaterrador.

—Pero hombre, ¿sigues todavía con la manía de dejarte esas barbasdisparatadas?—manifestóReynoso,unpocoamostazadoporelsustoquehabíarecibidosuesposa.Sindudacreíaquelatrazaterroríficadesuamigodependíaexclusivamentedelabarba.Eraunerror.Nodependíadelabarba,nidelanariz,nidelosojos,nideloscabellos,sinodelaaciagacombinaciónquelanaturalezapérfidamentesepropusohacercontodosestoselementos.¡Cuántosdisgustoslehabíacostado!

Los ojos de Barragán quisieron sonreír y sonrieron en efecto, como si unbuldogsehallasedotadodeestafacultad.

—¿Creestúquelabarba...?

—Sí,hombre,sí.Quítatela.

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—¡PerosimelaquitéhacedosañosyaldíasiguientemellevaronalacárcelenVeracruz!

Don Germán soltó a reír y le abrazó de nuevo. Elena le tiró de la mangadiciéndoleporlobajo:

—¡Basta,Germán,basta!

En efecto, el paisano Barragán, según explicaba más tarde Reynoso a susamigos, nunca había logrado quitarse de encima aquella gran traza de ladrón,aunquelo intentórepetidasveces.Porconsejodesusamigosempezóenciertaocasión a vestirse de levita y sombrero de copa; pero con esta indumentariaestabatanhorrible,tanpatibularioquelosmismosamigosleaconsejaronquesevolviesealachaquetayalsombrerodefieltro.HabíanacidoenEscorial(poresole llamaba siempre paisano), pero le había conocido en Guatemala, dondetambién se empleaba en el comercio del café, con el cual logró juntar unpequeñocapital.PocoantesderegresarReynosoaEspañasehabíatrasladadodeGuatemalaaMéxico,ynosupoyamásdeélsinoqueallísehabíacasado.

Alosgritoshabíanacudidotambiénel jardineroysumujeryunpeóndelosque trabajabanpor allí cerca.Todos emprendieron juntos el caminode la casasatisfechos de que no hubiera acaecido nada malo. Pero Barragán tocó en elhombroaReynosoyledijo:

—Dispénsameuninstantequevayaarecogerelcaballo.

—¡El caballo!—exclamó su amigo en el colmo de la sorpresa—. ¿Pero hasvenidoacaballo?

—Sí,hevenidodesdeMadrid...Ya teexplicaré...Seguidandando,queyoosalcanzoenseguida,porqueestáamarradoahícerca.

Siguieron, en efecto, a paso lento el camino que ceñía el muro. Reynosoaprovechólaocasiónparadarlesbrevementenoticiasdesuamigo.

—Porlodemás—terminódiciendo—Barragánesdeloshombresmáshonradosqueheconocido.Unpocoagarradoencuantoaldinero,perodecente,pacífico,conciliador,incapazdehacerdañoanadie...Enfin,uncordero.

—¡Unlobo!—murmuróElenaaloídodeClaravolviendoalmismotiempolacabezaatrásconsusto.

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Barragánllegabayaconelcaballodeldiestro.Reynosoordenóalpeónqueallívenía que lo llevase a la cuadra, y emparejándose después con su amigomarcharonunpocodelante.Este le informó,mientras llegaban a la puerta delparqueyloatravesaban,delosúltimossucesosdesuvida.Sehabíacasado,enefecto, en México con una viuda que ya tenía dos hijos bien crecidos, casihombres.(«¡Claro—decíaparasusadentrosReynoso—unajovennoseatreveríacontigo!»)Alpoco tiempoempezaron lasdisensionesenel senode la familia.Lamadre teníamuymimadosa suschicosy lesdejabagastar cuantoquerían.Comonoteníamuchodineroquedarles,seempeñabaenqueélsubvencionaseasusvicios.

—Naturalmente,yo...

—Ya,ya;nomedigasmás.

Pues bien, el asunto se había ido poniendo tan serio, las pretensiones de losmocitoscrecieronatalpunto,queyaleinjuriabanyleamenazabancuandonosoltabaloscuartos.Porfin,unodeellosledisparóuntiro...

—¿Quédices?—exclamódonGermán.

—¡Nimásnimenos...!Esposiblequefueraporasustarmenadamás,porquelabalaquedóincrustadaeneltecho...perodetodosmodos...

—¡Yalocreoquedetodosmodos!

—En fin, decidí escaparme. Realicé a la callandita casi todomi dinero y loenviéenletrasaEuropa.Despuésunamañanalesdejéplantados,toméelvapory anduve viajando algunosmeses por Inglaterra yAlemania para despistarlos,porquesospechoquemeseguiránlospasos.Porfin,vineaMadrid,yallíestoydesde hace quince días. Tenía grandes deseos de verte, pero, francamente, elEscorial es un sitio peligrosoparamí porquehande suponer quehevenido arecalaraestatierra.

—¡Perohombre,parecementiraqueconeseaspectotremendónyesasbarbastengasmiedodetushijastros!

—Es que no los conoces, Germán. ¡Mis hijastros son dos gauchos, dosleopardos!

—¡Perotúparecesuntigre!—repusoriendoReynoso.

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Mientrasestosucedíaenlasafuerasdelparque,dentrodeélTristánllevabaacaboungravísimodescubrimiento.HostigadoporlosrecelosqueCiriloyVisitale infundíany ardiendoendeseosde cerciorarsede la intrigaque contra él setramaba,nodudóenfaltaraladelicadezaespiándolos.Sabíaqueelmatrimoniosehallabaenelcenadorconelmarquesito,yhaciaallásedirigiósinhacerruido.Metiéndose en el macizo de las cañas que lo circundaban, observó en quésituación se hallaban colocados y se aproximó buscándoles la espalda. Lasprimeraspalabrasqueoyóledejaronyerto.

—¡Perosiyaestáarreglado!—exclamabaelmarquesito.

—Lo que está arreglado se desarregla y lo que está hecho se deshace—respondíaVisita.

Una ola de sangre subió al rostro deTristán. Estuvo a punto de caer.Quisoavanzarmásparaescucharlaconversaciónqueseleescapabaporhaberbajadolavozlosinterlocutores,perounodelosperrosqueallíestabanloolfateóysepusoaladrar.Entoncesnotuvomásremedioquedescubrirse,fingirquellegabaenaquelmomentohaciendodetripascorazón,sonreírydirigirpalabrasamablesa aquellos traidores. Ellos le recibieron con la más perfecta tranquilidadfingiendopasmosamentequeteníangustoenverleporallíypreguntándoleporClara.Imposiblellevaragradomásaltolahipocresía.¡Quéabismodemaldadeselcorazónhumano!

Nohacíamucho ratoque estaban allí sentados cuando llegó la caravanaqueconducía en triunfo al paisano Barragán. El marquesito y Cirilo, al verle, sepusieron en pie y sus ojos no pudieron menos de expresar la sorpresa y lainquietud.ElmismoTristán, apesardehallarsebajoelpesodeundesengañodoloroso,miróconestuporaaquelextrañopersonaje.Reynosolopresentóconpalabras afectuosas y cordiales, desvaneciendo la primera desagradableimpresión.SenarróenmediodealgazaralaterribleaventuradeElenayelvalordesplegadoporClara enaquellas críticas circunstancias.Tristán, cuyocorazónestabahenchidodeamargura,tomólapalabraparadejarcaerunagotadehiel.

—Nada tiene de extraño el susto de Elena. Los peligros de toda clasehormiguean en el mundo y nos vemos acechados constantemente por unenjambredeenemigosqueespíannuestrospasosparacaerde improvisosobrenosotrosalmenordescuido.Nosólolanaturalezaesnuestraenemigaysehalladispuesta siemprea trituramossincompasión, sinoque los riesgosmás tristes,

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por ser losmás insidiosos, nos llegandenuestros semejantes, de aquellos quejuzgamosnuestros amigos, nuestroshermanos.De tal suerteque elmísero serhumanovive en elmundo comoel pájaro en el bosque, afinando la vista y eloído para huir ante la sombramás fugaz y al menor ruido. El egoísmo es laesenciadelmundo,essumismosostény jamáspodremosguardarnosbastanteloshombreslosunosdelosotros.«Elhombreesellobodelhombre»,hadichoconrazónHobbes.

ElenaseinclinóaloídodeClaraparadecirlemuybajo:

—¿No te he dicho yo que era un lobo? ¡Mira qué pronto le ha conocidoTristán!

Clarallevóelpañueloalabocaparanosoltarlacarcajada.

—Notanto,Tristán,notanto—replicóReynoso—.Existemuchoegoísmoenelmundo,peroexiste tambiénmuchoamor.Loshombresamamosmásdeloquepensamos.Túmismo, que acabas de afirmar que el egoísmo es la esencia delmundo,nohacemuchotiempoqueviendosalirdeunportalaunapobremujercon los vestidos ardiendo, envuelta por las llamas, te quitaste el abrigo, tearrojaste sobre ella, la envolviste y, quemándote lasmanos, con peligro de tuvida,lograstesalvarladeunamuertehorrorosa...Loquehayesqueelamornolevantatantoestrépitocomoelegoísmo.Ennuestrasalmassueleentrarcubiertodeharaposcomounmendigo,sesientaenel rincónmásobscuroyallíesperasilencioso a que le arrojemos algunos mendrugos de nuestra mesa. ¡Ay delmortalqueleniegueesosmendrugos!Máslevalieranohabernacido,diceJesúsensuEvangelio.

—Másnosvalieraatodosnohabernacido.Laraízinconscientedenuestroserproclamalaidentidad,escierto,yyo,porunmovimientoirreflexivo,melancéensocorrodeaquellamujer;pero¡ay!encuantoreflexionamossedesvanecelailusión y los hombres quedamos unos enfrente de los otros como seresradicalmente distintos, como adversarios que se disputan encarnizadamente eltiempo y el espacio.Nuestrasmás caras ilusiones, el amor conyugal, el amorfilial son «imágenes de oro bullidoras», como dice Espronceda, que brillanmientraslaluzdelsollashiere,peroasíqueéstaempiezaafaltarlessevuelvenfantasmas repugnantes, hijos legítimos del pérfido destino, como aquellahermosadoncellaqueelmoroFerragut,enelpoemadelobispoValbuena,teníaentresusbrazosyalcaerselavelaviotransformadaala luzdela lunaenuna

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flacaviejaconelrostrollenodeverrugas...

Quedó un momento pensativo con los ojos melancólicamente puestos en elvacíoyluegoañadióbajandomáslavoz:

—Hace algún tiempo fui a visitar a un amigo cuyo padre se había muerto.Estabasumidoenladesesperación:elllantobañabasusmejillas.Ynolefaltabamotivo.Eraunpadrebondadoso,justo,unperfectocaballero,deraramodestiaapesar de ser título de Castilla y poseer cuantiosas riquezas... A los ocho díasvolvíporallá.Encontréamiamigotanafanosoypreocupadodictandoórdenes,conferenciandoconsusadministradores,escuchandolaspeticionesdeunanubedeparásitos,quenotuvimostiempoadedicarunrecuerdoaaquelnoblevarónque desde hacía pocos días descansaba en la cripta. Viéndole tan activo, tansolicito, tanposeídodesupapeldeamo,meacometióundeseopunzante,quecondificultadlogréreprimir,depreguntarle:«Vamosacuentas,amigomío:yono dudo que amases entrañablemente a tu padre; pero si por un movimientolibérrimo y absolutamente secreto de tu voluntad pudieses resucitarle paraentregarledenuevoese títuloyesagran fortunaqueahoraposees,¿loharías?¡Nomientas! ¿loharías...?»Despuésdeesto lehe tropezadomuchasveces ensociedad, saludado, acatado por todo elmundo.Y siempre lamisma preguntaindiscretísimaretozóenmislabios,lamismacuriosidadoprimiómicorazón.

—¡Peroesoqueestásdiciendoeshorrible!—profirióClaraconímpetu.

—¡Horrible!—repitieronauntiempoElenayVisita.

Tristánsediocuentainstantáneamentedesuindiscreciónalhablarentalformadelante de su prometida y de Elena (en cuanto a Visita se alegraba) y dijoechándoloabroma:

—Notomenustedesenserioestasmetafísicas.Soncuriosidadesmalsanasquenosacudencuandonotenemosotracosamásseriaenquepensar.

PeroReynosonosedejóengañarporlarectificación.

—Nadiehadudado jamás, y lamisma religión cristiananos lo repite a cadamomento,queenelfondodenuestraalmaviveninstintosdepravados,seagitanapetitos bestiales, dormita, en una palabra, la fiera. Pero la experienciame haenseñado que esmás fácil adormecerla con el humode la lisonja que con losgritos del miedo.Mostrando confianza a nuestros hermanos solemos hacerlos

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mejores: recelando de ellos, jamás... Recuerdo que hace bastantes años tuvenecesidadenGuatemaladeirdesdemifincaalacapitalparacobrarunasletras.Me acompañaba un criado de confianza que lo había sido también demi tío.Cuando regresábamos observé en aquel hombre extrañas señales que meinfundieron sospechas: se mostraba taciturno, preocupado; examinaba conatenciónmis armas; dirigíamiradas penetrantes en torno suyo; apenas comía.Recelé, en suma, que aquel hombre proyectaba robarme, tal vez asesinarme.Llegamosalanocheceraunamiserableestancia,dondenosalbergamos.Antesdeacostarnoslellaméaparteyledijeconfidencialmente:«Pepe,elestancieroylagentequeaquítienenomeinspiranconfianza.Tomamirevólverymiestoqueyhazme el favor de vigilarlosmientras yoduermo tres o cuatro horas.Luegodespiértameyyotevelaréatiotrastresocuatro.»Nopuedenustedesfigurarsecómocambiólafisonomíadeaquelhombreenuninstante.Ensusojosvolvióabrillar de repente la alegría y la serenidad. «Pierda usted cuidado, mi amo—respondióconvozclaraygozosa—;antesque le tocasenaustedelpelode laropayahabíayodespachadotresocuatroalotrobarrio.»Meacostéenlaíntimapersuasión de que decía verdad. Y, en efecto, me dejó dormir toda la noche,velandomisueñoconlasolicituddeunpadre...Siempreheimaginadoquetodosloshombrestienenenelfondodesualmaungato,Tristán,ungatodebondadydenobleza.¡Hayquebuscárselo,hayquebuscárselo!

—Sebuscaelgatoysehallaelratón—respondióaquélalzandoloshombros.

Mientras Tristán y Reynoso departían de esta suerte, el paisano Barragán,sorprendidoyasustadodeaquellas filosofías,mirabaaunoyotro interlocutor,haciendorodarsusojosferoces,encarnizados,deunmodotanodiosoqueElena,altropezarconellos,sintióunescalofríocorrerportodosucuerpo.

—Vaya, vamos a dar una vuelta por el jardín—dijo levantándose para huiraquellavisiónsiniestra.

Pasearonunratoporelparque.Reynosolesdijodepronto:

—Os he mostrado casi todos mis bichos, pero aún nos falta algo digno deverse,aunqueseabienmodesto.Venidconmigo.

Leshizosalirporlapuertadeljardíny,dandolavueltaporél,losllevóhastaun paraje donde adosadas a la pared sobre tableros había hasta veinte o máscolmenasdecorcho.

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—Niunpasomás—lesdijo—porqueespeligroso.Dejadmeamísolo.

Se adelantó él efectivamente y cuando hubo llegado salieron de pronto losenjambresylecubrierontodo,cabeza,rostro,manos,comosiderepentehubieraquedadonegro.Ungritodesustosaliódetodaslasbocas.

—¡No hay cuidado!—exclamó don Germán en voz alta—. No se muevanustedes.

Dioalgunasvueltasenestaformayluego,pasandopordelantedelascolmenasydeteniéndoseencadauna,lasabejasfueronlevantandoelvueloymetiéndosecadacualensucasa.

—Ya lo ven ustedes como no había miedo—dijo viniendo hacia elloscompletamentelimpio—.Niunasolamehapicado;nohanhecholaspobrecitasmásquedarmelabienvenida.

—Pero¿cómohalogradousted...?—dijoelmarquesito.

—Deunmodomuysencillo.Empecéaproximándomeconcautela,cadadíaunpocomás.

—¿Sincareta?

—Sincaretaniguantes.Mefuiacercandopocoapoco.Doso tresvecesmepicóalguna,pero losufríconresignación.No leshacíaningúndañoyalcabologréconvencerlasdequenadadebían temerdemí.Desdeentoncesmedejanacercarmetodoslosdías,ynosóloeso,sinoquemesaludandelmodoafectuosoqueacabanustedesdever...¿Nopiensas,queridoTristán—añadiódirigiéndosealegrementeaéste—,queelmismoprocedimientoeselquedebemosemplearconloshombres?Persuadámoslesdequenoqueremosperjudicarles,dequenodeseamossiquierautilizarlosennuestroprovecho,yentoncesnuestrasrelacionesconellosserándulcesycordiales.

—Todo eso estámuybien—repusoTristán en elmismo tono jocoso—,peroustedlasutilizaseguramenteensuprovechoquitándoleslamielylacera.

—¡Tienes mucha razón, amigo mío!—exclamó Reynoso riendo—. En estecaso soy un traidor... Pero ellasmeperdonan porque las dejo lo bastante paraalimentarseylasestimuloatrabajar.Deotromodoseaburrirían...

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—No se apure usted, don Germán. Los traidores saltan en todas partes—replicóTristándirigiendounamiradapenetranteaCiriloyVisita.

VI

LAFAMILIADETRISTÁN

PornoregresarconellosaMadridprefirióquedarseacomerenlacasaypartiren el trenquedebíapasar a lasnuevede lanoche.Encuanto aBarragán, fueinstadoparaquepernoctaraallí,peronoaceptó.Alahoradeobscurecermontóde nuevo a caballo y la emprendió hacia Villalba, donde pensaba dormir.Reynosoquedóhaciendocomentariosalegres.

—EsunhombreoriginalmiamigoBarragán,¿noescierto?Añadanustedesaesatrazadesalteador,queDiosoeldiablolehandado,lamaníaquesiemprehatenido de caminar de noche y por veredas apartadas, de hacer los viajes acaballo,depernoctarenlasventasycomerenlas tabernas,ycomprenderánlaseriedeaventurascómicasunasydesagradablesotrasque lehansucedido.Enmás de una ocasión le llamaron aparte para proponerle un negocio, esto es,desvalijaroasesinaraalguno.

—¿Yestássegurodequenohamojadonuncaenalgunodeesosnegocios?—preguntóElenaconacentodubitativo.

—¡Mujer,quéestásdiciendo!—exclamósumaridosoltandoareír.

Elenasacudiólacabezareservándosesuopinión.

YabiencerradalanocheseenganchóelcocheyTristánfuetransportadoalaestación.

Al entrar enunode losdepartamentosdeprimeranohabía allímásquedosseñoras,una jovenyotravieja,queparecíanmadreehija.Tristánsearrellanócómodamenteenunrincónfrenteaellas.Cuandosonólacampanayeltrenibaaponerseenmarchasubióalcocheunseñorderostroapopléticoyaspectorural.

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—Caballero,éseesmisitio—dijoencarándoseunpocorudamenteconTristán.

Este,cuyasusceptibilidadsiemprevivasehallabaahoraexacerbada,respondióconcalmaafectadaeimpertinente:

—Enestemomentoeselmío.

—Esciertoquenohedejadoenél señalningunaporquecreíqueno subiríanadie, pero estas señoras son testigos de que he venido ocupándolo desdeValladolid.

Las señoras corroboraron el aserto con un murmullo y una inclinación decabeza.

—Laopinióndeestasseñorasesmuyrespetable,peronomeparecesuficienteparadarleaustedelderechodereclamarelsitiodelmodoperentorioquelohahecho.

—¡Quémodoperentorioniquécalabazas!—exclamóelbuenseñorperdiendolapaciencia.

Tristán, que ya la tenía perdida de antemano, replicó en el mismo tono. Ladisputa se fuehaciendocadavezmás agria.PorúltimoTristánponiéndoseunpocopálidoymirándolefijamentealosojosprofirióresueltamente:

—¡Hágameustedelfavordesentarseynomolestarmás!

Elcaballero tambiénsepusopálidoy ledirigióuna largamiradacentellante.Hubouninstanteenqueparecióqueibaaarrojarsesobreél;perohaciendounsupremoesfuerzosobresímismoalzóloshombroscondesdén,dejóescaparunbufidoexpresandoelmismosentimientoyfueasentarseenel rincónopuesto.Tristánpermanecióenelsuyoyafectandoindiferenciacerrólosojoscomosisedispusieraadormir.Biencomprendíaque las señoras leestabanmirandoynocongranbenevolencia.

Alcabodeun rato, comoen realidadnopodíani teníadeseodeconciliar elsueño,sealzódelasientoyseasomóalaventanilla.Lanocheeraclaraytibia;la vasta llanura erizadade lomas se extendía debajo de un cielo tachonadodeestrellas. Aspiró algunos minutos con placer el fresco y cuando se disponíanuevamenteasentarseunaráfagadevientolellevóelsombrero.

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Lasdosseñoras levantaron lacabezaaloír la interjecciónquesoltó,peronodieronmuestrasdepesarningunoporelaccidente.Tristánsepusoamaldecirenvoz baja y con rabiosa cólera de sumala suerte, pues no traía gorra y le eraprecisollegarhastasucasaconlacabezadesnuda.Elcaballerodelareyertalemiróconexpresiónde indiferenciay luego, levantándosey tomandode la redunasombrerera,selapresentóabiertadiciéndole:

—Veaustedsiesesombrerolesirve.

—Muchas gracias—respondió avergonzado—.En cuanto lleguememeto enuncoche...

—Loscochesestánfueradeledificio.Pruebeustedaversi lesirve—insistióconacentorudoyfrancoelcaballero.

Tristánsacóelsombreroyenefectoleestababastantebien.

—Peroyonopuedo...Notengoelhonordeconocerausted.

—LoenvíaustedmañanaalhoteldeParís.Aquítieneustedmitarjeta.

Tristándiolasgraciasrepetidasvecessinpoderdisimularsuembarazo.Estabarealmenteabochornadoporsuintemperanciapasada.Elcaballerosevolvióasurincón y de nuevo reinó el silencio. Tristán creía notar que las dos señoras lemirabancondesprecioyacasonolefaltabarazón.

Pocodespuéselgenerosocaballeroseasomótambiénalaventanilla.AlcabodealgúntiempodioungritoyTristánleviosinsombrero.

—¡Qué!¿tambiénausted?—dijosinpoderdisimularsusatisfacción.

Peroelcaballeropresentósusombrerodiciendoconsorna:

—No;yohesidomáslistoqueustedyhepodidoatraparloenelaire.

Las señoras, que se hicieron cargo de la broma, soltaron la carcajada y aunexageraronunpocosurisa.Tristán tambiénhizounesfuerzodesesperadoparareír, pero estaba irritadísimo y no volvió a pronunciar palabra hasta llegar aMadrid. En la estación el caballero se despidió muy atento: las señoras ni lemiraronsiquiera.

LacasadesutíoEscudero,conquienvivía,estabasituadaenlacalledeAlcalá

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yeragrandey lujosa.Ocupabaaquél todoelpisoprincipal, teníadestinadoelbajo a oficinas y los demás alquilados. El criado les dijo que los señores sehallabanenelteatroyTristánseretiróasuhabitaciónsinesperarlos.

Pasólanocheintranquilo,agitadoportristespresentimientos.Ningunacosaenelmundopuedetenersoluciónfelizyaquelmatrimonioqueélhabíaacariciadodurantealgunosaños,aquelsueñodeamoracompañadodelosricospresentesdela fortunaestabaapuntodedisiparse tambiéncomo todo.Lapérfidavoluntadque rige eluniversonoshacever la felicidada algunospasosdedistancia sinpermitirnos jamás llegar a ella. Ya le parecía haber entrado en una de lasratonerasqueelgeniodelaespecietienearmadassiempreparalosmortales.Sinembargo, no era todavía bastante filósofo para dejarse estrangular como unmísero ratón sin tratar de romper la malla. Estaba resuelto a luchar aunquepersuadido¡ay!dequeenlaluchaseríavencido.

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Apenas pudo trabajar aquella mañana. Los libros que sucesivamente ibaponiendo delante de los ojos no le interesaban: las cuartillas permanecían enblanco a pesar de sus esfuerzos desesperados para llenarlas. Cuando seaproximabalahoradelalmuerzoseencaminóalashabitacionesdesustíosconánimo de hablar con ellos acerca del asunto que le preocupaba. Don RamónEscuderoestabayaenelcomedorsentadoenunabutacayechandofrecuentesojeadasal reloj,quenosedaba tantaprisaacaminarcomoélquisiera.Eraunhombregruesoconelpeloblanco, lasmejillasrasuradas, lafisonomíaplácida.Suesposa,queentraba tambiénenelcomedorcuandoTristán, formabaconélraro contraste; delgada, ojos inquietos, rostro afilado, movimientosespasmódicos.

—¿Han llegado los niños, Eugenia?—preguntó Escudero—. Buenos días,Tristán.¿Quétaldeexcursión?¿Hanquedadotodosbuenos?

La señora respondió que los niños acababan de llegar. Tristán dio cuentasumariatambiéndelasaluddesusamigosdelEscorial.Después,sinpreámbuloalguno,antesque llegaran losniñosysuprimaAraceli,delantede lacualpornadahubieraentradoentalesconfidencias,abordóelasuntoquelepreocupabaycelebróconsultaconsustíos.NarrótodoloquehabíasucedidoenelSotilloentono dramático y con reticencias adecuadas para infundir las sospechas queatormentaban su espíritu. Escudero escuchó el relato sin pestañear. DoñaEugeniabastantedistraída.

—Todoeso—manifestóaquélconacentoperfectamentetranquilo,comosisetratasedeunasuntoinsignificanteybaladí—noespruebasuficienteparaacusara Cirilo de que trabaje para deshacer tu matrimonio... Pero aunque trabajase,¿qué?YoestoysegurocompletamentedeGermán.¿No loestás túdeClara...?¡Puesentonces...!Ellatienecienmilpesos.Tútienesochentamil...PerotúereslicenciadoenFilosofía...Totaliguales...Vaya,vamosaalmorzar.

Don Ramón Escudero poseía el triste privilegio de descomponer el sistemanerviosodesusobrinoTristánporsosegadoqueestuviese(quenosolíaestarlo).Este don natural no falló tampoco en la ocasión presente. Nuestro joven seencrespóterriblementeycomonoseatrevíaconsutío,aquiendebuenaganahubierallamadoimbécil,laemprendiócontraCiriloysuesposaaquienescubriódedicterios.DonRamónestabayaacostumbradoaestascólerasinsensatasynohacíacasoalgunodeellasporhaberlepersuadido,nosesabequién,dequeera

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achaque común de todos los jóvenes que estudiaban filosofía y letras. Laspresenciabaimpasibleyhastaconciertorespetocomoseñaldesualtavocación,puesinclinabasucabezadelantedelascienciasfilosóficasynadaenelmundolecausaba tanta admiración como oír a un hombre hablar una hora seguida sinlograrcomprenderunapalabra.Sinembargo,comoera lahoradelalmuerzoypodía hacer daño a su sobrino, trató de calmarle. Se alzó de la butaca yacercándoseaélledijoaloído:

—Pierdecuidado,querido,quecomoresulteciertoesoquesospechas,yomeencargarédeponerunbuencastigoaCirilo...Lereduzcoeltantoporcientodela administración al cuatro... ¡Ya ves, le doy el cinco...!Me parece que no lequedaránmásganasdemetersedondenolellaman...

Ymirabaasusobrinocon tal semblante triunfalysatisfecho,queéste temióperder la razón y darle un golpe con el puño cerrado sobre las narices. Paraevitar semejante catástrofe, determinó sentarse a la mesa. Don Ramón quisohacerlomismo,perosuesposaledetuvoconungrito:

—¡No,Ramón...!Hazmeelfavordedesinfectartelasmanos.

—¡Pero,mujer,sinohetocadonadainfectado!

—Sí;hasestadoenlaoficinaytodosesosempleadossuelentenermicrobios.

—¡Mis empleados no tienen microbios!—replicó Escudero saliendo por elhonordesudependencia.

—Todoelmundolostiene.Enesabotellahayunasolucióndesublimado.

DoñaEugenia hablaba con tal autoridad y firmeza que parecía no admitir laposibilidad de una réplica. Su esposo, sin intentarla siquiera, se dirigió alpequeñogabinetede toillettequeestabacontiguoalcomedorydebuenomalgradollevóacabolaoperaciónhigiénica.

EnaquelinstantellegabasuhijaAraceli.Eraéstaunajovendeveinteañosdetipodistinguido,oloqueesigual,unmanojitodehuesosconojosinteresantes.Ningunaotracosade interésofrecíasupersona,peroresultabaagradablesinobella.Tristánlahabíaencontradotalenotro tiempocuandolaniñacomenzóahacersemujer,yestoayudadodelafortunacuantiosaquesutíoposeíaacasolehubiera decidido a fijar en ella sus miras matrimoniales. Por su próximo

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parentesco,porhabitarbajoelmismotecho,yporlaaltaestimaciónquemerceda su aplicación y talento había logrado Tristán inspirar a sus tíos, parecíandestinadoselunoparaelotro.Perolaniñahabíamostradodesdesumástiernaedadunavocacióndecididayfervorosaporelestadodemarquesa,ysuspadres,comoesnatural,noquisieronecharsobresuconcienciaelpesodecontrariársela.Apenas sabía coger la aguja y ya se entretenía, con inocencia angelical, enbordarunacoronamásomenostorcidaenelpetodesusdelantalesosobresualmohadilladecostura.Enelcolegionoadmitíaconversaciónsinoconlashijaso por lo menos sobrinas de algún título del reino, y cuando los jóvenescomenzaronaseguirla,suprimeramiradanoeraalbigote,sinoalosgemelosdela camisa por ver si descubría grabada en ellos la corona de sus ensueños. Sepuedeasegurarquesinestepreciososímbolodenoblezaypoderío,aunquefuesebordadoencañamazo, lavida leparecíaunáridodesiertodehorrory tristeza.Así, pues, ni los triunfos universitarios ni la simpática figura de su primolograronhacerlamáspequeñamellaenaqueltiernocorazón,inflamadodeamorpor la aristocracia. Tristán, despechado, la guardó toda su vida oculta ojeriza.Ella,porsupartelecorrespondíaconundesdéntanefectivo,tanmanifiesto,queeracapazdeencenderlairadelhombremáspaciente.

Antesdesentarsealamesallegaronlosniños,unchicodenueveañosyotraniñadeseis.Comoeradomingo,despuésdemisaladoncellaloshabíallevadoen coche al Retiro: allí se habían apeado, habían corrido por prescripciónfacultativa media hora (ni un minuto más ni un minuto menos) y los habíanrestituidoacasaenperfectoestadodeconservación.Elcriadocomenzóaservirelalmuerzoyladoncellasecolocódetrásdelosniñosparasucuidado.Aracelino había podido lograr de sus padres que comiesen enmesa aparte según laspragmáticasdelabuenasociedad.

Ladistinguidajovenestabadehumorjovialaquellamañana.HabíaidoamisadeonceaSanJoséconmademoiselle(lacualtambiénsesentabaalamesa)ylehabíaocurridounaaventura...veránustedesquéaventura.

—Puesseñor,oímisacercadelaltardelaVirgendelCarmen,yalsalirdelaiglesiasientoquemetocanenelhombro.¿Quiénmetoca?mepregunto.Vuelvola cabezaymeveoa lavizcondesadeMazorca. ¡Perovizcondesa! ¿esusted?Meinformodelasaluddelvizcondeydelosniñosydebuenasaprimerasmediceconmuchagracia:«Araceli,porserdíaseñaladoleregaloestebolsillito.»Miroelbolsilloyveoqueeselmío,quehabíadejadoolvidadosobrelasilla.La

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vizcondesahabía estado arrodillada cercademí sinque laviesey advirtiendocuando me levanté que dejaba el bolsillo se apresuró a recogerlo. ¡Lo quepudimosreír...!Alsalir,enlasescalerasdelaiglesiatropezamosalmarquésdeCabezóndelaSal,íntimoamigodelvizconde,ynospropusodarunavueltaporlacalledeAlcalá.DespuésquisoqueentrásemosenelreservadodelSuizo,peroyo tenía mucha prisa porque papá no retrasa por nada unminuto la hora delalmuerzoyallálosdejéalapuerta.

Realmenteaquellatiernaescenaeraapropósitopararegocijaratodoelmundo,perosisehadeconfesarlisamentelaverdadanadieregocijómásquealagentilnarradora.Supapárumiabatranquilayfilosóficamentecomounbuey;sumamá,como siempre, se hallaba distraída, inquieta, en espera a cada instante de unadesgracia;y encuantoaTristánes imposiblequenadiepudiesemostrar en surostroungestodedisplicenciaydetediomásseñalado.

LadoncellaaprovechóunapausaparadarasuseñoranoticiadeunencuentroagradablequehabíantenidoenelRetiro.

—¿No sabe la señora a quién vimos en el paseo? Pues estábamos ya paravenirnos cuando veo cruzar una mujer de mantón... Aquella mujer pareceAurora, digo paramí... Y así fue como lo pensé: lamismaAurora que habíavenidoaMadridacomprarzapatitosparalosniñosysemarchabaasucasa.

Auroraeraunajovenquehabíasidosegundadoncelladurantealgunosañosencasa de Escudero, se había casado con un tipógrafo y vivía en el Puente deVallecas.

—¡Ay, señora,quécambiadaestá!No laconocería si laviese. ¡Quédelgada,quédescuidada,quésucia!Vergüenzamediosiquieraquehubierabesadoalosniños...

Doña Eugenia dejó escapar un grito doloroso y se puso en pie de repente.Escudero,asustadodelsustodesuesposa,soltóeltenedorquecayóenelplatoconestrépito;losniñoschillaron,ladoncellasepusopálida.

—¡Cómo!—profiriólaseñoraconvozalterada—.¿Nosabeustedqueletengoprohibidoquenadiebesealosniños...?¡Ylesbesaunamujerqueviveenunodeesosbarriossucios,llenosdemiseria,yhabitaenunacasaqueseráseguramenteun foco de infección...! ¡Ahora mismo a desinfectar a estos niños! ¡Ahoramismo,sinpérdidadetiempo!

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—Pero, mujer—se atrevió a apuntar Escudero, recogiendo el tenedor yvolviendoaengullir tranquilamente—,noes tanseguroque lacasadeAuroraseaunfocodeinfección,porqueellatambiéntieneniñosyesdesuponerquelosbesará...

DoñaEugenianoescuchabanada.

—¡Queloscontagieellasiquiere...! ¡Yonoquierocontagio...! ¡yonoquieroquesemateamisniños!

Ydiciendoyhaciendolosagarróconmanocrispadadelbrazo,ybajándolosdela silla los arrastróhasta el lavabodelgabinete contiguo,yquierasqueno lesmetió la cabezaenunadisoluciónde sublimadoy les restregó los labiosy lasmejillas casi hasta hacerles brotar la sangre. Los niños protestaban con altosgritosdeaquellavatoriointempestivoycruel.Laconsternaciónsepintabaenelrostro de los espectadores, exceptuando el de Escudero que reaccionabaadmirablemente ante los continuos sobresaltos que su espasmódica esposa leproporcionaba.

Todoquedóencalmaalfin,peroladoncelladelincuentesemarchóllorandoyvino otra a sustituirla. Sin embargo, al cabo de pocosminutos se presentó denuevoconunacartaurgenteparaelseñor.Sepusoésteconcalmalosanteojos,laleyóatentamenteyluegosacudiólacabezacontristeza.

—¡PobreManuel!

Un antiguo agente de negocios, compañero suyo, había quedado arruinadotiempohacía;veníaviviendoenlamayormiseriayporfinlenotificabaqueelcaserolehabíapuestolosmueblesenlacalleylepedíaporelamordeDiosqueledieseveinteduros.

—¡Nofaltabamás...!¡Yalocreoqueselosdaré!—exclamódonRamón,queerahombrecaritativo,echandomanoalacartera.

Perodeprontosedetuvo,quedóuninstantesuspensoyporfin,levantándose,fue a su despacho. Miró su libro de gastos y vio que el día anterior habíaquedadoagotadalaconsignaciónmensualdelimosnas.Asíquevolviódiciendoconcaracompungida:

—Dilequenopuedeser...Losientomucho...peronopuedeser.

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—¡Pero,papá!—exclamóAraceli.

—Nopuedeser,hija...nopuedeser...—repusoconimpaciencia.

Escudero hacía cuantiosas limosnas, tenía destinada para ello una partidacrecidadesupresupuestomensual,peroeraunhombretanformalytanexactoque, una vez agotada ésta, por nada ni por nadie haría un adelanto sobre elpresupuestodelmessiguiente.Fuenecesarioconformarse.Sinembargo,Tristánsacódisimuladamentedelbolsillounbilleteyhaciendoseñaaladoncella,selodiopordebajodelamesa.

Araceli seguía de humor placentero. La poética aventura con la vizcondesahabíaexaltadosussentimientosdegrandeza.Mecidacondeleitesobrelasnubesirisadas del cielo aristocrático, no daba paz a la lengua. Las costumbresexcéntricas pero respetables de la marquesa de C.***, tía de su amiguitaEnriqueta,labellezadelacondesadeB.***,lostrajesdeladuquesaH.***,losescándalos del barón de S.***, un verdadero loco, pero ¡tan fino! ¡tandistinguido!Siempreseacordaríadeaquellatardeenquesesintióindispuestaenlascarrerasyelmismobarónfueporunatazadeteyselasirvióporsupropiamano.

Lamisma sobrexcitaciónheráldica le impulsó adirigirse a suprimoen tonojovial.

—¿Y qué tal, qué tal el marquesito del Lago? Dicen que es un cazador deprimerafuerza.

Tristánseencogiódehombroscondesdén.

—Nosésiesdeprimeraodeúltima,peronoleoíhablarnuncadeotracosa.

—MehadichoVisitaqueesunchicomuysimpático.

Unapedrada en la cara no le hubiera hechopeor efecto a nuestro jovenqueaquellafrase.Obscureciosesurostroydijoconacentodeconcentradodesprecio:

—¡ElmarquesitodelLagoesunimbécil!

—Para ti todos son imbéciles—repuso picada la prima—. No asistiendo alAteneoynocitandoalosfilósofosalemanes...yasesabe,unimbécil.

—Lo digo y puedo probarlo. Ni aun sabiendo de antemano lo que iban a

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preguntarleenelexamenypreparándolesuayotodaunanoche,fueposiblequeaprobaseelderechoromano.

—¿Y para qué necesita saber derecho romano si es marqués?—replicó conaudaciairritantelajoven.

Ladisputaprosiguióconacritudporambaspartes,sobretodoporladeTristán.Sinembargo,Escuderohizocallar a suhija,porquedespuésde loqueTristánhabíareveladoeradisculpablesucólera.

VII

SUSAMIGOS

AlentrardenuevoTristánensucuartodespuésdelalmuerzo,encontróallíasuamigoGarcía.

—¡Hola!¿estástúaquí?Nomehandichonada—dijoenuntonoentrecariñosoydisplicente.

Claroquenolehabíandichonada,nihabíaparaqué.García,enopinióndeloscriados de la casa, no representaba nada porque traía el chaquet raído, lospantalones deshilachados, el sombrero con grasa y las barbas terriblementeaborrascadas. Y sin embargo, García era el amigo más íntimo que tenía elseñoritoTristán,sucondiscípuloyuncatedráticoenciernes.

Su amistad databa de la Universidad. Un día en que a Tristán le tocó laconferencia, la pronunció con tal galanura que el profesor, sorprendidoagradablemente,manifestóquesefelicitabadehaberhalladoalfinundiscípulodetanclaroentendimientoydepalabratanfácil.Alsalirdeclaseunmuchachofeo,peludoydesaseado,conquiennuncahabíacruzadolapalabra,leabrazóylefelicitóconentusiasmo.EraGarcía.DesdeentoncesnotuvoTristánotroamigomásleal,máscariñoso,másabnegado.Alcompásdelosprogresosquenuestrojoven hacía tanto en laUniversidad como en elAteneo y la prensa, crecía enproporción geométrica la admiración de García. Cuando Tristán publicó sus

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primerosartículosypoesíasenunarevista,juzgoledegolpeungranhombre,ydeestaopiniónyanoleapeónadieentodalavida.AlponersealaventaelañoanteriorsuvolumendepoesíastituladoEngañosyDesengaños,Garcíalecreyóenelpináculodelagloriayélasuladoparacompartirla.Recorríalascallesconeltomoenlamano,entrabaenlaslibreríasyseenterabadecuántosejemplaresse habían vendido, iba a los cafés y leía en alta voz algunos versos dejandoestupefactos a los parroquianos, y en todas partes voceando y gesticulandodilataba la fama del poeta. Tristán agradecía aquella devoción; pero no lobastante;hayquedecirlosinambages.Asíesnuestrapecadoranaturaleza.

Comoveníadelamesamalhumoradonohizomásquesaludarle,encerrándosedespués enun silencio sombríoypoco cortés.PeroGarcía estabahabituado aestossilenciosyrespetabaelcaráctercaprichosoyaratospococomunicativodesu amigo.Encendió éste un cigarro, le ofreció otro y se puso a pasear de unaesquinaaotradeldespachoexactamentecomosiestuvierasolo.Garcíateníaunlibro en la mano, aparentaba leerlo, pero cuando Tristán volvía la espaldalevantabalosojoshaciaélylemirabaconmezcladeinquietudyrespeto.Alfin,sonriendoconhumildad,seatrevióadecir:

—¿Nosabes,Tristán?HoyhetenidounaagarradaenelColegioPlatónico.

Tristán sin interrumpir su paseo dejó escapar por la nariz un sonido queindicabaquelehabíaoído.

—Sí,unaagarradaconeldirectoryportucausa.

—¿Pormicausa?—expresódemalaganaeljovendignándoseapenasvolverlacabeza.

—Sí;noséquiénlefueconelsoplodequeyoenlaclasedeRetóricacitabatuscomposicionesyselashacíaaprenderdememoriaalosniñosymellamóymedijomuyhosco:—«AmigoGarcía,tengoentendidoquesepermiteustedenclasehablardelosversosdeunamiguitodeustedyponerlosnadamenosqueallado de los grandes modelos literarios. Sepa usted que eso no es tolerable ydebierausted considerar que el afectoy la amistadpor apasionadaque seanodan derecho a mixtificar (es una palabreja que emplea a troche y moche), amixtificar la tierna inteligencia de sus discípulos.»—«Señor director—lecontesté—, cuando yo me autorizo el citar con elogio una composicióncualquiera es porque estoy persuadido de que lomerece sin que la amistad ni

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otromotivo cualquiera tenga parte en ello.»—«¿Acaso se figura usted que suamigo (que no pasa de ser un principiante) puede colocarse a la altura de losgrandes poetas que hemos tenido y que tenemos en España?»—me preguntacada vez más encrespado.—«No señor, no me lo figuro, sino que estoyconvencidodeello»—lereplico.—«¡Vamos,García,déjeseusteddebadajadasynoseaganso!»Sí;creoquemellamóganso.Yodebieraresponderle:Elgansoyel avestruz y el cernícalo es usted que dirige un colegio en España sin sabercastellano...Peroyaves,amigoTristán,necesitolosquincedurosmensualesquemeda...

Enefecto,Garcíavivíasosteniendotambiénasuancianamadreconlosquinceduros que le daban en elColegio Platónico, veinte del colegioGreco-latinoyalgunasleccionesparticulares.Entotalcincuentaosesentadurosalmes.HabíahechoyatresoposicionesacátedrasdeRetóricayPoéticaocupandosegundoytercer lugar en las ternas y estaba resuelto a oponerse a todas las que vacaranhastaapoderarsedeuna.

—¡Túsiemprehaciendotonterías,García!—exclamóTristánconacentodondesetransparentabalacomplacenciaconquelasobservaba.

Ycomosepusierarepentinamentedemejorhumorpropusoasuamigoelsalira tomar café. Lo tomaron en la Cervecería Inglesa y desde allí bajaron aRecoletos dando un paseo y siguiendo por la Castellana hasta el final. AllíTristánquisoentrarunmomentoeneltirodepistola.Eraunaficionadoardorosodeesteejercicio,enparteporqueconociendosucarácter temíaacada instanteverse obligado a acudir al terreno del honor; en parte también porque habíamostrado desde el principio excepcionales disposiciones para él. Frecuentabaasimismo las salas de armas, pero aquí sus éxitos habían sidomuy inferiores.Penetraron, pues, en el recinto del tiro y fue recibido por los tres o cuatroparroquianosqueallíhabíaconmuestrasderespetocomounalumbreradelarte.Tristán dio claras pruebas de que merecía este honor metiendo ocho balasseguidas a voz de mando en un pequeño círculo del tamaño de un duro. Esimposibleimaginarseelrendimiento,laveneraciónconqueelmozoquecargabalaspistolasselasibapresentandodespuésdecadatiro.Unsacerdoteofreciendola mirra y el incienso en el altar no adoptaría una actitud más humilde ycontemplativa.EncuantoaGarcía,aunqueeraunhombreenteramenteretóricodelospiesalacabeza,mirabaasuamigodesdeeldivándondesehabíasentadocon ojos alegres y triunfantes y los volvía a los parroquianos con ganas de

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decirles:«¿Venustedesquéojotieneparameterlabalaenelblanco?Puesestancerteroparamedirlossáficosadónicos.»

Salieronporfindeallíyregresaronalcentroporelmismopaseo.Estabaéste,comodomingo,muyconcurrido,peroaunqueGarcíaibabastantemaltrajeadoycontrastabaconlaeleganciaperfiladaqueostentabasiempresuamigo,éstenoseavergonzabapoconimuchode llevarleasu lado:unabuenacualidadquehayque reconocerle.García la agradecía con todo el calor de su alma.No habíanandadomuchocuandotropezaronconelgranpoetadonLuisdeRojas,elamigocariñosoyelmaestroveneradodeTristán.Eraunviejecitopulcro,defaccionescorrectasyojosvivosquegastabaperillaybigoteenteramenteblancosyayelcabello cortado enmediamelena como tributo pagado a su gloriosa juventudromántica. Traía un nietecito de lamano que Tristán besó y agasajómientrasGarcíaseapartórespetuosamentealgunospasos.Maestroydiscípulodepartieronconafectounosmomentos,yenlaformacordialconqueRojasleabordópodíaobservarse que Tristán era su predilecto. Así lo había declarado en efecto elmaestro francamente en el prólogo que puso al volumen de poesías tituladoEngañosyDesengaños, publicadopornuestro jovenel añoanterior.Mercedaesteprólogo,ellibrohabíalogradounaresonanciaquenoalcanzandeordinariolasproduccionesdelospoetasnoveles.

—Adiós, Aldama—concluyó diciéndole y apretándole al mismo tiempo lamano—;quenofalteustedelviernes.Hacedosotressemanasquenolevemos.

Rojasrecibíaasusamigoslosviernesporlanocheensucasa.Eraunatertuliacasiexclusivamentedeliteratosdondepredominabanlosjóvenes.

Tristán,que leadmirabadecorazónyestabamuypagadode supredilecciónafectuosa, comenzó luego que se hubo emparejado con García a cantar susalabanzas.

—¡Quépoeta,amigomío! ¡Qué fantasía! ¡Quévena fácil,armoniosa, fresca!Jamássehanescritoenespañolni imaginoqueen idiomaalgunounosversosmásmelodiosos.Hastaensusúltimascomposiciones,cuandoyanoesmásqueun pobre viejo caduco, asoma en todas partes la garra del león. ¡Mira queLabarcaapiqueeshermosadeveras...!¡Hermosa,hermosa!

Yalpasoquecaminabansepusoarecitarconunpocodeénfasislasoctavasdeaquellafamosacomposicióndelmásfamosopoetaespañol.Garcíaaprobaba

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conelgestoyconalgunaspalabrassueltaslabellezadelacanción.«¡Grandiosoenverdad!¡Muypatético!¡Quépompa!¡Quéornato...!»

CuandoTristánterminó,caminaronalgúntiempoensilencio.DeprontoGarcíasedetieneyexclamaentonoresuelto:

—¿Sabesloquetedigo,Tristán...?Labarcaapiqueesunapiezaderelevantemérito.Lapompaesmagnífica,muypatéticaydemuchoartificio...peroyonocambiaríaporellatuGolpedeviento...

Tristánsepusorojo,nosabemossidevergüenzaodeplacer;acasodeambascosasauntiempo.

—¡Hombre,porDios,nodesbarres!

—Yono tediréque tenga tantoestroy tantonúmero.RojasesúnicoparaelnúmeroenEspaña...Peroprefierolatuyaporquetienemásvariedaddetropos...

—¡PorDios,García!

—Lo dicho... Tienemás riqueza de tropos. De eso no hay quienme apee...Además, te lo diré francamente—añadió parándose y ahuecando la voz—, notransijo, no puedo transigir con la metonimia que Rojas emplea en el quintoverso de la segunda octava. Es más que atrevida, disparatada. Eso de «lasestrellassus rayosesgrimiendo»podráhabercríticosque loaprueben,no te loniego,peromiconciencialiterariameimpideenestepuntoemitirundictamenfavorable.

Tristánsiguióprotestando.Garcíamanifestóconcrecienteenergía:

—Te lo digo y te lo repito.Me juzgaría indigno del título de licenciado enFilosofíayLetrasydeinculcarenlainteligenciademisdiscípuloslasprimerasnociones de la Poética si no sostuviese que tu composición ostenta mayorvariedaddetroposqueladeRojas.

¿QuéibaahacerTristánenvistadeestadecisióninquebrantable?Seresignócomoesnatural.

YpasoentrepasollegaronhastaelsalóndelPradoysubieronporlacalledelmismo nombre hasta el Ateneo. Allí se despidieron. García no era socio, nociertamenteporfaltadeganas,sinoderecursospecuniarios.

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ColumpiándoseenunamecedoraconunperiódicoenlasmanoshallóTristánasuamigoNúñezenunadelassalitasdeconversacióndeaquelcentrodocente.Erahombredetreintaycuatroatreintayseisaños:demásedadporlotantoquenuestrojoven;rubio,conojosdecolorindefinibletirandoaverde,penetrantesymaliciosos;labarbaralaypartidaporelmedio.Vestíaconlaeleganciaunpocofantástica y afectada que alguna vez usan los artistas para apartarse de lavulgaridad burguesa. Saludáronse con frialdad de buen tono que mostraba almismotiempoconfianzayNúñezsiguióleyendo.

—¡Cuidado que se pone cursi el paseo de la Castellana los domingos...! Esdecir,seponemásporqueloestásiempre.Esasniñasquevanrezumándoseconlos papás detrás de ellas; esos jóvenes que marchan ciñendo la orilla de loscochesvueltahaciaelloslacabezayquitándoseelsombrerocadacuatropasos,sinconoceranadie, sóloparaque lasdamaspedestres losadmirenyveneren;esosaristócratasquepaseanencarruajeysemiranyseremiransincesarcomosinoseconociesen,aunqueseestánmirandodesdequenacieronyseseguiránmirandohastalahoradelamuerte...Dime,¿nocausagrimaacualquiera?

Núñez dejó escapar unmurmullo de aprobación sin levantar la cabeza, peromiróconelrabillodelojoasuamigoyunachispademaliciaatravesóporsusojos.

—Dudoqueexistaenelmundo—prosiguióTristán—unaciudadmásaburrida,másprosaicaycomineraquelacapitaldeEspaña.Aquílagentesevuelveparamirarseporlaespaldacomositodosfuesenseresrarosoadmirables;delantedecadaciegoquetocalaguitarrahayunamuchedumbreapiñada;lasseñoraspasanlavidaaveriguandoloquecomensusvecinasyloscaballeroscuántoganansusamigos; la juventud se ocupa en descifrar las charadas o en contestar a laspreguntasqueproponenlosperiodiquitosilustrados:«¿cuáleselmejorliterato?¿cuáleseltoreromásbruto?»,etc.Ycontestansiemprelosquenohanleídounlibronihanasistidoaunacorrida.Losviejospiropeanalasjóvenesylassiguenyhablandepolíticaynosabenunapalabradelaprofesiónquehanejercidotodala vida. Los generales discuten la separación de la Iglesia y del Estado y losobispossepreguntansiestamospreparadosparaunaguerraconelextranjero.Yen lascallesyen lospaseos,en los teatrosyen las iglesias, seobservaen lasfisonomíaslamismavulgaridad,elsignoindelebledecursileríaydeignoranciaquecaracterizaanuestrosamablesconvecinos...

Altiempodepronunciarestaspalabras,comoestuviesejugandoconelbastón,

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selecayóalsueloconestrépito.

Dejó escapar una interjección de impaciencia, lo recogió y se quedó unosinstantespensativo.

—¿Porquésehabrándecaerlascosas,vamosaver?—exclamóalcabocomosi hablase consigo mismo—.¿Por qué no habían de quedarse donde se lascolocase? Esta ley de la gravedad que nos encadena al suelo, que nos ponegrillosalnacercomosifuéramospresidiarios,¿noesunaleyestúpida?¡Yluegonos hablan de inteligencia en la naturaleza! ¡Menguada inteligencia que correparejasconsubondad!

Núñezsoltóunacarcajada.

—AmigoPáramo,hoyvienesmáspáramoquenuncatehevisto.¡MeríoyodelasestepasdelaSiberiaydelosventisquerosdelmontedeSanBernardo!

Era una de las bromitas que se autorizaba con Tristán el ponerle estesobrenombre a causa de sus ideas sombrías. A menudo, cuando tenía queenviarleunacartaporelcorreointerioropormediodemensajero,escribíaenelsobre: «Señor don Tristán Aldama del Páramo», o bien añadía al apellido «yFernándezYermo»o«DesiertoArenoso».Tristántolerabaestasbromasporquerespetabayadmirabaasuamigo.Núñez,comoyasehadicho,lellevabaochoodiezañosdeedad,gozabadeunnombreilustrecomopintor,frecuentabalaaltasociedad y era temido y agasajado por su mordacidad. Estas circunstanciashacíanqueTristánsesintiesehalagadoporaquellaamistadque,aunquenacidahacíadosañosnadamás,habíaadquiridogranintimidad,hastallegaratutearse.Por su parte Núñez hizo de Tristán su amigo porque le halló inteligente yfigurandoentre los jóvenesdemásporvenir en la literatura,porquevestíaconeleganciaypertenecíaaunafamiliaopulenta.Lavidadeambosnoeraigual,sinembargo.LadeNúñez,másdisipada;frecuentabamáselCasinoqueelAteneo,tenía queridas y gastabamucho dinero, sin que se supiese de dónde procedía,pueshacíaañosquepintabapoco.

Tristánsonrió,avergonzadodeaquellasextemporáneaslamentaciones.

—¿Y qué tal lo has pasado ayer en el Escorial? Apenas hay necesidad depreguntarlo,porqueenmediodeesepáramo,elSotillovieneaserunjardincitoabrigadoydelicioso...Yapropósito,¿cuándomellevasalSotillo?

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HacíayaalgúntiempoqueNúñezleveníainstandoparaquelellevaseaverlaposesióndesufuturocuñado,de lacualsehacían lenguasenMadrid.Tristán,prometiendo hacerlo, dilataba la presentación por cierto vago recelo que enmomentoniocasiónalgunapodíadesechardesi.PorestoyaúnmásporqueelnombredelSotilloletrajodenuevoalaimaginaciónlaintrigaindignatramadacontra él, su semblante volvió a obscurecerse. Núñez no reparó o no quisoreparar en elloy le apretó con sudesenfadohabitual paraque le señalasedía.Tristán al cabo se vio obligado a fijar uno de la próxima semana en que porcelebrarseelaniversariodelmatrimoniodesusfuturoscuñadoshabíaallíotrosinvitados.

—¿Yquétal?EsalindajovendelEscorial¿estáconformecontucuñado?

—¿Quéquieresdecir?—repusocongravedadTristán.

—Siestáconformeconélenlascosastemporalesyenlasespirituales.

El joven se sintió herido por aquella desvergonzada pregunta y replicósecamente:

—Nohayotromatrimoniomásfelizsobrelatierra.

—Me alegro... me alegro que no discutan... Ella es una hermosa mujer, unejemplaradmirabledenereida...Quisierahacersuretratodesnuda,saliendodelagua...

PeroviendoqueTristánseponíacadavezmáshoscocambiódeconversación.

—¿Sabestú?Hacepoco,cuandoveníahaciaaquí,tropecéenlacarreradeSanJerónimoa tuamigoMorel.Meparaymepregunta,mientrassedibujaensuslabiosunasonrisade lástima:«¿Ha leídoustedel librodeSánchezAbellán...?¡Qué extravagancia! ¡Qué majadería! Imposible llegar más allá en el arte dedisparatar.Es laobradeun idiotaodeun loco.»Ylascarcajadasfluíandesubocay teníaqueapoyarseen laparedparanocaerde risa.Sigocaminandoyunoscuantospasosmásallá, aldarvueltaa lacalledelPríncipe,encuentroalmismo Sánchez Abellán. Nos saludamos, cambiamos algunas palabras, y debuenasaprimeras,sonriendomefistofélicamente,mepregunta:«¿Haleídoustedlos últimos artículos de Morel en El Noticiero...? ¡Prodigioso...! ¡Enorme...!Léalos usted si quiere pasar un buen rato... Indudablemente ese hombre es unloco o un idiota.» Los dos habían empleado iguales calificativos. ¿No tiene

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gracia?

—Paramínotieneninguna—dijoTristánmalhumorado.

Núñezlemiróunmomentoconcuriosidadburlonayrepusotranquilamente:

—Consisteenqueesemolinoquetienesenelcerebronotrituramásquecosasnegras.Peroelmíomuelericotrigocandealyproduceharinablancasuperior...Vamos a ver, ¿no es una satisfacciónobservar cómo esos dos hombres se hanconocidoperfectamente?¿Noespuroylegítimoeldeseodequelaluzpenetreenlosespíritus?

En el curso de la conversación había cruzado por delante de ellos un chicoimberbe a quien Núñez saludó inclinándose muy reverente y quitándose elsombrero.ATristán le sorprendió un poco aquel saludo aunque no dijo nada.Peroahora,comocruzaraotrojovenzuelodediezyochoaveinteañosyNúñezvolviese a inclinarse y saludar con la misma reverencia, no pudo ocultar susorpresa.

—Dime,Gustavo,¿porquésaludastanrespetuosamenteaesoschiquillos?

—Te lo explicaré en pocas palabras—repuso Núñez tranquilamente—. Elprimeroquehacruzadoporaquíhaceunratoessecretariotercerodelasecciónde Ciencias morales y políticas y ha presentado una Memoria acerca de laCuestiónsocial,quesediscutiráelañopróximo.Estedeahorahapublicadoyatres artículos en El Defensor de los Ayuntamientos sobre El individuo y elEstado. Ahora bien, estos jóvenes que discuten la cuestión social y escribensobre las relaciones del individuo y el Estado son indudablemente los futurosgobernadores, losconsejerosdeEstado, losdirectoresgenerales, losministros.Estosjóvenes,notequepaduda,seránnuestrosamosporaquellodeque«jovensociólogoenpuerta,caciquealavuelta».Hayquetenerlossatisfechos,hayqueganarsesuamistad.

—Pero, hombre, ¿a ti, que eres un artista, qué te importa la amistad de lospolíticos?

—¡Anda!¿ImaginasquesepuedeserenEspañaunmedianocoloristasinteneralgúnamigoministro?

Tristánsonriólevemente,quedóunosinstantespensativoyalcabolepreguntó:

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—¿Ynosotroslospoetastambiénnecesitamoslaamistaddelosministros?

—No,vosotrosnecesitáisperteneceraunode losdosCuerposcolegisladores—respondiógravementeelpintor.

—¡Vamos,Gustavo,hoytraeslaguasaverde!

—Noesbroma,querido,es lapuraverdad.Túescribesun tomodeversosypones en la cubierta: «Poesías, por Tristán Aldama». Eso no dice nada; elpúbliconosabeaquéatenerse,porqueloignoratododeti.Peroestampadebajodel título, verbi y gratia: «por TristánAldama, diputado por Puertocarnero osenadorvitalicio»,yyaelpúblicotienemotivosparaconocerteylacríticaparaguardarte consideraciones. Tus versos no son advenedizos; demuestran quetienenalgúnarraigoenelpaís.

—¡Vaya,vaya,Gustavo!—exclamóriendoAldama.

—¡Quesí,querido,quesí!Elpúbliconecesitasiempreunagarantía...

Unjovendeagradablerostroycorrectamentevestidoibaapasarporlasalita,pero viendo a nuestros amigos se volvió recelosamente para no cruzar pordelantedeellos.

—¡Eh!¡eh...!amigoValleumbroso,nosenosescapeusted.

Eljovendiolavueltayquedóenpiefrenteaellos.

—Atraque usted, querido—dijo Núñez—. Bien se conoce que quiere ustedsustraersea las felicitacionesde losamigos.Losgrandesespíritusdesdeñanelaplausodelamuchedumbre.

—¡Yo...! ¿Qué motivo hay para felicitarme?—exclamó el joven sonriendo,haciéndosedenuevasyrebosandodeorgullo.

—¡Casi nada!Aunque pormi profesión, y aunmás pormi holgazanería, nopuedaestarmuyal tantode lasnovedadesliterarias, la trompetade lafamahatraídoamisoídos lanoticiadequehapublicadoustedunvolumendepoesíasmuynotable,queesosPelillosa lamar sondeliciososyque sevenden comopanbendito.

Lasmejillasdelpoetaenrojecieronsúbitamenteyrepusoentonodesabrido:

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—MilibronosetitulaPelillosalamar.

—No,hombre,setitulaPétalosalaire—seapresuróadecirTristán.

—¡Ah...!perdoneusted,amigoValleumbroso.Nosécómosememetióenlacabeza... Es que suena algo parecido... Bien se conoce que soy profano enasuntosliterarios.Enfin,detodosmodosmeconstaqueespreciosoellibro.

—Muchasgracias—dijoelpoetasecamente.

—Todavía no hace muchos minutos que preguntándole al amigo Aldamaacercadelasúltimaspublicaciones,medecía:«Loúnicoquepuedeleerseentrelo recientemente publicado son losPelillos... (usted perdone)... losPétalos deValleumbroso.»Yolerespondí:«Encuantosalgamosdeaquípasoporlalibreríayloscompro.»

—Muchasgracias:nosemolesteusted:yoselosenviaré.

—No acepto el regalo. En España son tan pocos los libros que se publicandignos de comprarse, que el presupuesto del más aficionado a las letras nopadecemucha alteración aunque se proponga ser despilfarrador. Lo único quemeatrevoaesperardesuamabilidadesquemefirmeelejemplar.

—Loharéconmuchogusto.

Eljovenpoetaestabasobrebrasas.ElcarácterdeNúñezleinspirabaunvivorecelo.Asíquenofueposibleretenerleallímástiempoapesardelosesfuerzosqueaquélhizoparaello.Mientrassealejabaapasorápidotodavíalegritaba:

—Mil enhorabuenas.En cuanto lea el libro ya hablaremos de esos Peli... deesosPétalos.Queagoteustedlaediciónpronto.

CuandoTristánreprochabaasuamigoquesesirviesedeélparaburlarsedeuncompañero,sepresentóenlasalaunhombrealto,enjuto,pálido,conlosbigoteslargosy caídos como los de los chinosyunosojos saltones, resplandecientes,que sonreían al vacío. Vestía levita negra, larga, amplia, flotante y no muylimpia. Más que levita parecía una basquiña. Sobre la cabeza grande ydespeinada llevaba un sombrero de copa bastante viejo y también despeinadoquenolatapabasinoamedias.

—¡VivamilañoselilustrePareja—exclamóNúñez—,elsabioenciclopédico,

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queeshonradelAteneoygloriadesupatria!

Elhombredelabasquiñaseacercóapasolentoyreposadoysufazacadémicasedilatóconunasonrisadeplácidacondescendencia.

—ElamigoNúñez—dijoquitándoseelsombrero,quesindudalemolestaba,yacomodándoseenunamecedora—siempretangalante,tanlisonjero.

Núñez,volviéndosehacíaTristánycomohablándoleen tonoconfidencial, ledijo:

—Cuandounodeestoshombres tanprofundamenteobservadoresseacercaamí,nopuedomenosdesentirmeinquieto,cohibido.Parecequeestáunodelantedeunamáquinafotográficaytemeversereproducidoenmalapostura.

—Hasta ahorameparecequeno tieneustedmotivoparapensarque lehayaenfocado.

—Perolotemo.Esamáquinaqueustedllevaenelcerebronosecansajamásdeimpresionar.HacepocosdíasentréenelcafédeLevanteyleviaustedenunrincóncomiéndoseunaraciónderiñonessalteados.«¿Vesaquelseñorqueestáenlamesadelaesquina?—ledijealamigoqueconmigovenía—.¿Quépiensasque está haciendo?»—«Comiendo riñones»—me contestó—. «Pues no señor,estáobservando,observandosiempre;paraélnohayriñonesquevalgan.»

—Notanto,amigoNúñez,notanto.Bienseseñalanenustedalaparquelosestigmas sintomáticos de la idiosincrasia artística los caracteres étnicos de lanaturalezaandaluza.

—Nosoyandaluz,señorPareja;soyextremeño.

—Muchomejor.¡Razadeconquistadores!

—Pero yo, aunque le parezca una gran inmodestia, estoy persuadido de quesoyelhombremásnotabledemiraza.Cuandoteníaveinteaños,conquistéamipatronaqueteníacincuenta.NocreoqueHernánCortésniPizarro,niAlvaradoniGarcíadeParedes...

—¡Nada,nada,seleconcedeaustedlaprimacía!—exclamóelsabiosoltandounacarcajadavibranteymajestuosa.

—Lo que me admira principalmente en este señor—prosiguió Núñez

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volviéndosedenuevohaciaTristán—noestantosutalentodeobservadorcomolaprofundaironíaquecomunicaatodoloquesaledesuplumaydesuslabios.

—La ironía, querido Núñez, es la flor que brota siempre del conocimientoadecuado de las cosas y muestra la imposibilidad de reducir el conocimientointuitivo al conocimiento abstracto—expresó Pareja dejando caer las palabrasunaaunacomoperlasdestinadasaenriquecerlatierra.

—Pero de todos los grandes irónicos que hoy florecen en España, estoyconvencidodequeesustedelqueofrecemayorsolidez.

—¿Quiere usted decir con eso que los demás suenan a hueco?—preguntó elsabioconfinasonrisamaliciosa.

—Cabalmenteyqueelhombreverdaderamentemacizoqueconozcoesusted.Una cosa para mí incomprensible, señor Pareja, es cómo ha llegado usted aprofundizarmateriastandiversas,lafilosofía,lascienciasnaturales,lahistoria,lapolítica,lamúsica...

—Cuestióndemétodo,queridoNúñez;adecuadadistribucióndel tiempo;ésees el secreto. Horas destinadas a la observación; horas destinadas a laespeculación;horasdestinadasalapráctica,sinquejamásniporningúnmotivose compenetren. Si en las horas destinadas a la especulación hacemos unaobservación,todoestáperdido.

HablabaParejacontalacentodesuficiencia,recalcabadetalmodolassílabas,sonreía,dirigíaaNúñezyTristánmiradas tanamablesycondescendientesqueresisten a toda descripción. Imposible manifestar con más claridad la íntimasatisfaccióndesímismodequesehallabaposeído.

—Ayer tarde—prosiguió—estuve en Alcalá a visitar el penal. ¡Curioso!¡curiooooso! ¡curio-sí-si-mo!No pueden ustedes formarse idea del número denotas que he tomado. Hablé con muchos penados, me enteré de infinidad dehistorias, verdaderos casos clínicos, y por último, distribuí entre ellos, conpermiso del director, algunos ejemplares de mi folletoEl delincuente ante laciencia.

—Nada me parece más a propósito para infundirles algún consuelo—dijoNúñez—.Realmenteenlosmomentosdetristezaydesesperación,sialgopuedellevarelsosiegoalalmaulceradadeldelincuente,eslaconsideracióndequese

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encuentradelantedelacienciaydequeéstalecontempla.

—Asíes,amigoNúñez,asíes.Ustedsabeponerlospuntossobrelasíes.

—Algunavezsemeolvidan.

—¡Nada,nada,poneustedlospuntossobrelasíes!

Yaldecirestosebalanceabasobrelamecedorayechabasuspiernasdidácticasalaltocontalalegríaqueningúnemperadorlasintiómayoralponerunaplacasobreelpechodealgunodesusgeneralesvictoriosos.

—Creo que se alegrará usted de saber—expresó después en tono másplacentero si cabe—que desde hace algunos días vengo haciendo estudiostambiénenlosbarriosbajosdeMadrid.¡Quécosashevisto!¡Quécosasheoído!¡Curioso!¡Curioooso!¡Curio-sí-si-mo!

—SupongoqueallínohabráustedrepartidoelfolletodeEldelincuenteantelaciencia.

—¡No,hombre,no!—exclamóriendoyañadióluegoconáticohumorismo—.Porque si bien me figuro que se encontrarán allí igualmente bastantesdelincuentes, éstos no son in actu, sino in potentia. Dejando, pues, aquellosfolletos paramejor ocasión, he distribuido algunos otros sobreEl sentimientoreligiosocomoundesequilibrioenlanutrición.

—Bien hecho. Me parece lo más urgente para las clases trabajadorasrestablecerelequilibrioenlanutrición.LacreenciaenDiosyenlainmortalidaddelalmaenresumidascuentasnosirvemásqueparaturbarladigestión.

—Esasí,queridoNúñez,esasí.Ustedsabeponerlospuntossobrelasíes.

Tristán se llevó la mano a la boca para reprimir un bostezo. Así que sepresentabaestesíntomadeaburrimiento, laenfermedadsedeclarabaenélcontalviolenciaquenosepasarontresminutossinquesealzasebruscamentedelamecedoraylesdijeseadiós.

Cuando Gustavomontaba sobre uno de estos asnos no se hartaba nunca dehacerlecorrer.Peroentre todos losasnosantiguosymodernosningunoestuvomássatisfechodesunaturalezaasnalqueelilustrePareja.

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VIII

UNBUENDÍAQUECONCLUYEMAL

Cirilo quedó sorprendido cuando oyó tocar suavemente en la puerta de sudespacho.Conocíaperfectamentelamanoquedabaaquellosgolpecitos.

—¡Peroya!—exclamó—.¡Adelante,adelante!

Visitasepresentópeinadayvestidacomoparasalir.Lasorpresadesuesposofuemuchomayor.Ordinariamenteélselevantabamuytempranocomohombrede negocios que era, y apoyándose en su bastón iba hasta su despacho y allítrabajabahasta las nueve, hora enquevenía adesayunar al dormitorio con sumujer,queaúnpermanecíaenlacama.Luegolaayudabaavestirsesinllamaraladoncellaytornabaalescritorio.

Visitareíaacarcajadasadivinando,sinverlo,elrostroasustadodesumarido.Avanzó lentamente llevando extendidas las manos y acercándose le tomó lacabezaylebesórepetidasveces.

—¡Pero,hijamía,sinosonmásquelasocho!—dijoél,quecomohombredevidametódicayescrupulosamenteregularizadaaúnnovolvíadesuasombro—.¿Cómoestásyapeinadayvestida?

—Porque hoy nos desayunamos antes, iremos a misa antes... y después...,despuésDiosdirá.

—Peronecesitoconcluirdeextenderestosrecibos.

—Puesnoseconcluyen.

—EntoncesnoesqueDiosdirá;esquedicestú—repusoélentonojocoso.

—Esoes,digoyo...ymandoquetevengasconmigoahoramismoadesayunar.

Asísehizo.Arreglosedespuésprontamenteysalierondecasapocoantesdelas nueve para oír misa en la Encarnación. Habitaba nuestro matrimonio uncuartitobajoenlaplazadeOriente,amuebladoconeleganciayprovistodetodaslascomodidadescompatiblesconsufortuna,quedesdehacíaalgúntiempoibaprosperandolindamente.Cirilotrabajabafirme.Ademásdelaadministraciónde

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Reynoso yEscudero tenía alguna otra y se ocupaba en negocios como agenteprivado.MenosalaBolsa,atodaspartessehacíaacompañarporsuesposaqueestaba ya enterada de bonos, pagarés, cheques, talones y resguardos como unconsumadozurupeto.VisitaleayudabaasubirybajarlasescalerasdelBancoylos coches de punto, le llevaba los rollos de valores, le tenía por el bastónmientrasfirmabadocumentosocontababilletesyleechabalagomaalacartera.¡Yquenohacíaellaestascosasconpocogozo!Lacuitadasejuzgabataninútilquecuandopodíaprestaralgúnserviciosucorazónseinundabadealegría.

Alsalirdelaiglesialedijoresueltamente:

—Hoy,quierasqueno,tienesquedejarteguiarporunaciega.Hazmeelfavordebuscaruncoche.

Se fueron al primer puesto y en el trayecto Cirilo no dejó de preguntarleadóndepensabaconducirle.

—Yalosabrás.

HastaquesubieronalvehículoyVisitadijotriunfalmente«alaBombilla»nologróaveriguarlo.

Ya están en la Bombilla. Allí se apean un momento, entran en un café-restaurant y encargan el almuerzo para las doce: vuelven a montar y siguenpaseandoporlaMoncloa,dejanelcochecercadelafuentedelasDamasysubenlentamente por un montecillo cubierto de pinos hasta colocarse en un alto ydeleitosoparajetapizadodecéspeddesdedondesedivisaelúnicopaisajedignoquetienelacapitaldeEspaña.AlaizquierdaelríoocultoentreelfollajedelaCasadeCampo;delanteelGuadarramaconsucresteríarecortadaquesedestacapuramenteconelazuldelcielo;aladerechalaDehesadelaVilla,elcaminodeAmaniel,loscamposverdesdelaMoncloa.

Cirilo dejó escapar un suspiro de satisfacción y contempló arrobado elespléndido panorama que tenía delante murmurando «¡Qué hermoso! ¡Quéhermoso!»AsuladoVisitatambiénparecíaaspirarsubellezagraveysolemne,sinopor losojospor labocaypor lanarizqueseabríanparadejarpasoa lafrescabrisadelasierra.

—¿Verdad que esmuy hermoso?—dijo apretándose contra sumarido—. Túapenashasvistoesto,peroyoloconozcoperfectamenteporquedesolteravenía

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conmipadreamerendaraestesitiotodoslosdomingos.Algunasvecesveníalacriadaconnosotros,traíamoselalmuerzoypasábamosaquítodoeldía.Puedodecirte cómo es el paisaje lomismo que si lo estuviera viendo... ¡Es decir, loestoyviendo,loestoyviendodeveras!MiraaquídebajolaPuertadeHierro,lasencinas del Pardo que se extiende hasta las faldas del Guadarrama. ¡ElGuadarrama! ¡Qué hermosasmontañas de color violeta...! Y el cielo, el cieloazulencima,profundo,inmenso,convidandoavolarporél.

ACiriloseleapretóelcorazón.Aquellaalegríadesupobreesposa,ciegaenlomejor de la vida, le removía las entrañas como si quisieran arrancárselas. Nopudocontestar; hubouna largapausa.De repenteVisita aproximó su rostro alsuyoylebesóenlosojos.

—¡Ya sabía que estabas llorando...! No llores, tonto... ¡Si soy feliz,enteramente feliz! ¿Qué importa que no pueda ver esas montañas? Ya las hevistoyacasoenmiimaginaciónlasfinjaahoramáshermosasaúndeloqueson.Además,Diosmepermiteestaralladodeellas,sentirsualientoembalsamadoyfresco...ytenerteatialmismotiempo.Peor,milvecespeorseríaquelasvieseynopudieratenertumanoenlamíacomolatengoahora.

Cirilolepasóelbrazopordetrásdelacinturaylaapretótiernamentecontrasí.

—¡Ea!—dijo ella dejándose caer en el césped—. Basta de paisajes y deenternecimientos.YosoylaciegamásdichosaqueexistealahorapresenteenMadrid, y tú el cojito más guapo, más simpático, más bueno y más feliz...¿Verdadquesí...?¡Diquesí!

Cirilosesentóconalgúntrabajoasulado.Ellasacódesuridículounlibroyselodiodiciendo:

—Ahoratendráslaamabilidaddeleermeunpoquito,estoyseguradeello.Hetraídoestanovelaporqueesde tuautor favoritoyquieroqueeldíadehoy tediviertasmucho,mucho...porquesi túno tediviertesmucho,mucho,yoestoydecididaaaburrirme.

Cirilocogióellibroriendoysepusoaleer.Lalecturasiempreteníaatractivopara ellos porque eran aficionados a la buena literatura y devotísimos de losmejoresautores;peroahoraalairelibre,entanpoéticoparajeyconlaexcitaciónplacentera que el paseo dado y la perspectiva que el suculento almuerzo lesproducía, era sin dudadoblemente grata.AmenudoVisita le interrumpía para

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hacer comentarios, unas veces deplorando la maldad de algún personaje oalegrándose de que la heroína fuese tan simpática, otras veces vaticinandoalgunodelossucesosoperipeciasdequelanarraciónlesibaadarcuenta.Reíanacarcajadasenalgunapáginaya lasiguientesinsabercómoseenternecíanyhacían pucheritos, porque aquel autor gozaba el privilegio de subyugarlos yarrastrarlos al sentimiento que bien quería.CuandoVisita notó que sumaridocomenzabaafatigarselehizocerrarellibroyloguardódenuevoensubolsita.Se aproximaba ya la hora del almuerzo y se disponían a levantar el vuelo deaqueldeliciosositiocuandoVisitapercibióunleveruidoasuespalda.

—¿Quiénandaahí?—preguntóaCirilo.

—Unapobremujer—respondióéste.

—¿Quéhace?

—Meparecequeandarecogiendoplantas.

En efecto, con una raída navajita aquella mujer iba cortando cardillos yguardándolosenunafalda.Cuandoseaproximóaelloslesdiolosbuenosdías.Visita inmediatamente trabóconversaciónconellayseenteródesu tarea.Losguardas ledejabancortar cardillos: losqueenalgunashoraspodía recoger losllevabaalamañanasiguientealaplaza.Visitalepreguntócuántosolíanvalerle.

—Undíaconotrotreintacéntimos.

—¡Treintacéntimos!—exclamóasombrada.

—¡Ay, señorita! y esos días me doy por satisfecha porque al fin podemoscomerpanencasa...Pero la señorita... (dijounpocoacortada fijándoseen losojosinmóvilesdeVisita).

—Sí,laseñoratieneladesgraciadeestarciega—respondióCirilotristemente.

Hubounapausayalcabolamujerprofirióconacentodesesperado:

—¡Ciegaquisiera estar yopara nover lo queveo enmi casa!—Yalmismotiempoprorrumpióenamargollanto—.Hacepocosmesesquesalídelhospital,dondemehancortadounpecho...Conelotrosolamentealimentoaminiño...,esdecir,pudieraalimentarlosituviesequécomer...¡Peronolotengo!Mimaridoescochero, pero está enfermode reumatismo sinpoderse apenasmover y le han

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despedidodelacasa...Ahoraqueestáunpocomejor,noencuentratrabajo...Sinlacaridaddelosvecinos,quesoncasitanpobrescomonosotros,yahubiéramosmuerto de hambre hace tiempo...Algunas vecesme dan pan y otras veces unpocodesopa...Perolacasa¡aylacasa!Yadebemoscincomesesydeundíaaotro nos pondrán los pocos trastos que tenemos en la calle... ¡Diosmío,Diosmío,quévaaserdenosotros!

—¡VayaporDios!¡Infelizmujer!—exclamóVisitaporlobajo.

Cirilosacóunamonedadelbolsilloyselaentregó.

—¿Quélehasdado?—lepreguntósuesposaaloído.

—Unapeseta.

—Dalemás.

Sacóunduroyselodio.

—¿Quélehasdado?

—Unduro.

—Dalemás.Nosotrosnotenemoshijos.Diosnoshaprotegidohastaahoraynosseguiráprotegiendo.

Ciriloechómanoa lacarteray leentregóunbilletedecincuentapesetas.Lamujer,sorprendidayrojadeemociónydealegría,noencontrabapalabrasparadarlasgracias.Sedeshacíaenfervorosasbendiciones.

—¡Diosselopague,señorita,Diosselopague!¡Benditasealahoraenquesumadrelahaparido!¡Benditalalechequehamamado...!

—Pasemañana por nuestra casa.Ahora le dará una tarjetamimarido—dijoVisita—. Tenemos amigos que están en mejor posición que nosotros y acasopuedancolocarasuesposo.

Iban ya lejos y todavía les seguía la voz de la pobre mujer que gritaba sincesar:

—¡Dios les bendiga, señoritos! ¡Que nunca pase la desgracia por su casa...!¡QueDioslaproteja,señorita,queDioslaprotejayyaquenovelatierralehaga

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verelcielo!

—Ya loestoyviendo—murmuróVisitamientrasdos lágrimas resbalabanporsusmejillas.

El coche les esperaba abajo.Montaron de nuevo en él y se trasladaron a laBombilla.Antesdeentrarenelgabineteque les teníanreservadodieronordenpara que sirviesen también de almorzar al cochero. Pasaron después, y en uncomedorcitoagradableconvistasalríohicieronloshonoresalalmuerzo,cuyosplatoshabíandeantemanoelegido.Elpaseo,elairepuroleshabíadespertadoelapetito.Visitabebióunpocomásdeloordinarioysequedótraspuestaalgunosinstantes enun sofá,mientras sumarido leía el periódicoquehabía enviadoacomprar.

—¡Ea, ahora con la música a otra parte!—exclamó al cabo la ciegalevantándoseysacudiendolapereza.

—¿Aquéparte?—preguntóCiriloriendo.

—AdondelaproporcionanmejorenMadrid;alcircodelPríncipeAlfonso.

Y así se verificó rápidamente. Oyeron el concierto que en las tardesdominicales de primavera allí se celebraba y ya de noche se restituyeron a sucasa, no sin haber dado antes una vuelta por la confitería para comprar lospostresdelacomida.

—¡Buendía...!¡Superior,hija,superior!—exclamabaCirilodespuésdecomer,reclinadocómodamenteenunabutacaysaboreandounatazadecaféalparquechupaba un fragante tabaco de la caja que el día antes le había regaladoReynoso.

—¿Te has divertido? ¿Has estado a gusto con tu mujercita?—le respondíaVisita,quetambiéntomabacafésentadaasuladoenunasillitabaja.

—Con mi mujercita estaría yo a gusto aunque viviese en una zahurdacomiendoberzasypannegro.

Yalmismotiemposeinclinóparabesarsuscabellos.Hubounalargapausaenqueambosparecíanpaladearsudichaenternecidos.

—¿Sabesloqueestoypensando?—profirióellaalcabobuscandoatientassu

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manoyapretándola tiernamente—.Puespiensoquesiyono fueseciegano tequerríatantocomotequiero...ymeparecequetútampocomequerríasamídeestemodo.Portantoquenoseríamostanfelices.

—Quizá sea como piensas—repuso él inclinándose otra vez para besarla—.Perodaríalavidaporquerecobraseslavista.

—Y estoy pensando también que el invierno próximo lo vamos a pasar aúnmejor que este, porque tendremos enMadrid a donGermán y aElena, ymáscercaaúndenosotrosaClarayTristán...Yaves,vienenaviviracuatropasosdeaquí, en la calledelArenal.Todas lasnochesal teatroesmonótonoyademáscostoso: algunas iremos a su casa, o vendrán ellos a la nuestra. ¿Qué gusto,verdad?¡Quétertulitasíntimas,agradables,vamosateneraquíloscuatro!

En aquel instante sonó el timbre de la puerta y la doncella se presentóanunciandoalseñoritoTristán.Esteapareciódetrásdeella.LafazdeCiriloyladeVisita se iluminaron con una sonrisa de alegría. La de aquél se apagó, sinembargo,alobservarelrostroserioycontraídodeljoven.

—Buenasnoches.

Aloírelsaludo, lasonrisadeVisita tambiénseapagó:sufinooídodeciegahabíanotadoalgoextrañoeneltimbredelavoz.

Después de preguntarse por la salud y de unas cuantas frases superficiales,Tristán abordó con premura, pero en tono afectadamente sosegado, la magnacuestiónqueallíleconducía.

—Elobjetoquemetraeaestashoras(apartedelplacerquesiempretengoenverles y en departir con ustedes) es un poco raro, un poco molesto... acasotambién un poco ridículo... Pero en fin, en estemundo no es todo corriente yagradablepordesgracia:algunavezhayquetocartambiénenlomolestoyenloridículo, y a mí me llega el turno a la hora presente. Desearía obtener de suamabilidad me dijese si en el tiempo que llevamos de relación amistosa heincurridoensudesagradoporalgunaacciónoporalgunaomisiónqueleshayamolestado,sihanobservadoustedesenmíalgoquenoestuviesedeacuerdoconuna franca y leal amistad, o bien si inadvertidamente creen ustedes que lesocasionéalgúnperjuicio.

CiriloyVisitapermanecieronmudos,estupefactosanteaquelextrañodiscurso.

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—Deseosaber—repitióalcabodeuninstante,recalcandomáslaspalabras—,sienelcursoquehastaahorahaseguidonuestraamistad tienenustedesalgúnmotivodequejacontramí.

—Me parece ociosa la pregunta, Tristán—manifestó Cirilo recobrándose—.Demasiadosabeustedquenuncanoshadadomotivosparaotracosaqueparaestimarleen lomuchoquevaleyconsiderarlecomounodenuestrosbuenosycariñososamigos.

—¿Tampocolesheocasionadoperjuicioalgunodeunmodoindirecto,estoes,sindarmecuentadeello?

—Absolutamenteningunoqueyosepa.

—Está bien... ¿Entonces por qué conspiran ustedes contramí yme hacen laguerra?

—¿Conspirarcontrausted...?¿Hacerlelaguerra?

—Sí. ¿Por qué me hieren en la sombra y trabajan cautelosamente a fin dedesbaratarmipróximomatrimonio?

—¿Quéestáusteddiciendo?

—Comprendo perfectamente—profirió Tristán sin querer hacerse cargo delasombro de Cirilo—que el afecto que les liga a sus parientes los señores deReynoso(pormásqueelparentescosea lejano) leshagaverelmatrimoniodeClara poco ventajoso y apetecer para ella otro de más relieve. Comprendoigualmentequemipersonalesinspireunasecretaantipatía...queleshastíe,quelescargue.Esopasanopocasvecesconaquellaspersonasquelascircunstanciasnosimponenlaobligacióndetratar...LoquenopuedocomprenderesquehayanaguardadoaúltimahoraparahaceraClaraelfavordeproporcionarleunenlacemás ilustre o paramostrarme amí su hostilidad... Bien es cierto—añadió conamargaironía—queloqueestáarregladosedesarreglayloqueestáhechosedeshace.

—Permítameustedque le diga, amigoTristán, queno entiendo lo queustedquieredecir ni aun el pasoqueusted acabadedarvisitándonos en esta formabrusca y desusada... es decir, sí veo que está usted irritado y que juzga quenosotros le hemos hecho algún agravio en lo que se refiere a su próximo

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matrimonio,peropormásquediscurronosédóndeestáeseagravio.LomismoVisita que yo nos hallamos tan contentos y nos parece tan bien esa boda queprecisamente en este momento hablábamos de ella con alegría y nosfelicitábamosdeque...

—¡Bien,bien,dejemoseso!—exclamóTristánconaspereza.Aquellaspalabrasleparecíanelcolmodelahipocresíaydelaimpudencia.—Nonecesitodeciraustedquelaalegríaolatristezadeustedesenloqueamibodaserefiere,aunqueen símismas tenganmucha importancia, paramí la tienen secundaria. Puedocasarmeopermanecersolteroyvivirbienomalyserfelizodesgraciadosinqueenningunadeestascosasinfluyadeunmododecisivolaalegríaolatristezadeustedes...Perosinoinfluyensussentimientospuedeninfluirlasacciones.Todosestamosexpuestosenlavidaatristesdesengaños,alasasechanzasdenuestrosenemigos...yalatraicióndenuestrosamigos.

—¡Veaustedloqueestádiciendo,señorAldama!—profirióCiriloperdiendolapaciencia e incorporándose en la butaca—. Considere usted que con esasreticenciasmeestáustedofendiendoyqueyonolehedadomotivoalgunoparaello.

—«Lo que está arreglado se desarregla y lo que está hecho se deshace»—repitió Tristán sonriendo sarcásticamente—. Hasta ahora nada le he dichoofensivo... No ha sido más que la queja de quien se siente herido. Pero norespondodequemástardenopuedadecirlealgoquelemolestedeveras.

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—¡Pues entonces cortemos inmediatamente esta conversación!—exclamóCirilo apoyándose con mano crispada sobre la mesa para levantarse—.Consideroaustedunhombredehonoryséquesearrepentiríadehaberofendidoaquiencarecedemediosparapedirlareparacióndelaofensa.

VisitasehabíapuestoenpietambiénvivamenteyTristánhizolomismo.

—Tampoco es noble ampararse de su debilidad para dar rienda suelta arencoresinjustificadosyhacerdañoaquiennuncaselohahechoausted.

—Repitoquenosemehapasadoporlaimaginaciónjamásocasionarausteddaño alguno y que sólo un chisme de algún malintencionado pudo hacérselocreeryponerletanobcecado.

—¡Obcecado! ¡obcecado!—exclamó Tristán con voz enronquecida ya por laira—.Nohaychismes,nohaymalintencionados.Yonopuedocreerquetenganmala intenciónnipretendanengañarmemispropiosoídos.A lapostre todo sedescubre. Para quien no procede con lealtad el mundo es transparente. Ahacérseloveresaloúnicoaquehevenidoaaquí,oloqueesigualadecirlesaustedes que ya no me engañan y que desprecio como merecen sus falsostestimoniosdeamistad...AhoraquedenustedesconDios.Mehandeclaradolaguerra...Estábien,lucharemos.Lucharemossí;ustedesenlasombra;yocaraacarayalaluzdeldía.Buenasnoches.

Y tomando el sombrero que tenía sobre una silla se lo encasquetóviolentamenteysaliócomounhuracándelaestancia.

Visita, cuyo estupor le había impedido pronunciar una palabra en esta breveescena,sedejócaerdenuevoenlasillayrompióallorar.

—¡Diosmío,undíatanfelizcomohabíamospasado!

Cirilosepasólamanoporlafrenteyrespondióconamargura:

—Yaves, querida, que ningúndía puede llamarse feliz hasta que suenan lasdocedelanoche.

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IX

UNTROPEZÓNDEGUSTAVONÚÑEZYOTRODESUAMIGOTRISTÁN

AldíasiguienterecibióTristánunacartadeCirilo.Entérminosdignoslehacíapresenteque si suenojoprocedíadeciertaspalabrasquecon insistenciahabíarepetido en la conversaciónhabida la noche anterior, lo que está arreglado sedesarreglay loqueestáhechosedeshace,Visita recordabaenefectohaberlaspronunciado hablando con el marqués del Lago. Estas palabras se referían alproyectoqueteníalamarquesadeabandonaraMadridparairseavivirconsuhijo a sus posesiones de Extremadura. El citadomarqués del Lago podía dartestimoniodeellosifueseinterrogado.

Tristán ya estaba arrepentido de su violencia. Aunque la carta no disipaseenteramentesusdudas, lehizopensarquepudierahaber incurridoenunerror.Porotrapartecomprendíaeldañoquetalprecipitaciónpodíaocasionarleenelánimode la familiaReynoso.RespondióaCirilodándoleexcusasy rogándoleguardasereservadeloocurrido.

Llegó el día del aniversario delmatrimonio de losReynoso, que siempre secelebrabaconalegría.SóloelsegundoañodejódehacerseporestarrecienteelfallecimientodedoñaDámasa,madredeElena.Tristáncumpliósucompromisollevando al Sotillo a su amigo Núñez, previamente anunciado hacía tiempo.Claralorecibiócontodalaexpansióndequeeracapazsucaráctercircunspecto.Se trataba de un amigo íntimo del elegido de su corazón y se esforzó enmostrarse locuazyafectuosa.Elena,encambio,prevenidacontraél, loacogiócon toda la gravedad de que era susceptible su temperamento infantil ybullicioso. De suerte que equilibrándose por el esfuerzo ambas naturalezasvinieronaproducirresultadosanálogos.Masnosepasómuchotiemposinqueladistinta condición de ambas recobrase sus derechos. La charla viva, irónica,chispeante de Núñez empezó a causar secreta alegría a la gentil señora deReynoso; su rostro serio comenzó a iluminarse y no tardó su linda boca enestallarencarcajadas ruidosascelebrando losdonairescasi siempremaliciososdel pintor. En cambio en el dulce y grave semblante de Clara no tardó enseñalarse la inquietudy el tedioque tanta charla frívola, tanta frasepicante leproducían.

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Reynosohabíahechocolocarlamesaparaalmorzarenunaisletaquehabíaenel centro de una de las dos charcas que en la gran finca adquirida por él yagregadaalSotilloexistían.Era lamáspequeñayestabacasisiemprevacía,ycrecíanenellabosquetesdejuncosycantabanlasranas.Losfrailes,aquieneslamansión perteneciera en la antigüedad, habían hecho construir para su recreosobre esta isleta un gran cenador formado de columnas de granito amodo detempletegriego.Estabanlascolumnasenpie,peroeltechohabíadesaparecido.DonGermán,queteníainstintoartístico,noquisorestaurarningunadelasruinasquelapesadumbredeltiempohabíacausadoenlasconstruccionesdelosfrailesy todos los hombres de gusto se lo aplaudían. Los restos de la abadía, de laiglesia,deloscenadoresylosmurosestabancubiertosdemalezayexhalabanladulcemelancolíadelascosaspasadas.Para llegara la isletadelcenadorhabíaun puente de piedra de fábrica suntuosa como todas las demás antiguasconstrucciones, pero igualmente deteriorado; el piso, formado por grandesbloques de granito, alguno de los cuales se había desprendido.En torno de laderruida columnata crecían algunas acacias y todo lo demás invadido por layerbaylamaleza.

Formabaextrañocontrastelagranmesaadornadaalgustomoderno,lavajillaresplandeciente, los criados de frac, con la tristeza y desolación de aquellasruinas.NúñezloencontróoriginalenaltogradoyfelicitócalurosamenteaElenapormásquenohabíapartidodeéstalaidea.Sentáronsealamesaamásdelafamilia,deTristányNúñez,CiriloyVisita,elmarquesitodelLago,suhermanalacondesadePeñarrubiaquesehallabapasandounosdíasenelEscorialconsumadre, Escudero y su hija Araceli, Narciso Luna, muy popular en el mundoelegante y disipado de Madrid, amigo íntimo de la condesa de Peñarrubia,Gonzalito Ruiz Díaz, primogénito de los duques del Real-Saludo quepertenecían también a la colonia veraniega del Escorial y habitaban en unsuntuosohoteldesupropiedad,doshermanasdeésteamigasdeClarayde laedad de ella aproximadamente, el farmacéutico Vilches, primo hermano deElena,consuseñora,elpaisanoBarragányotrospocosinvitadosmáshastaelnúmerodetreinta.

ElgastodelaconversaciónhiciéronloTristán,GustavoNúñez,lacondesadePeñarrubia y Narciso Luna. Los tres últimos se conocían y se tratabaníntimamente,yGustavoyNarcisosetuteabancomosociosasiduosdelaPeña.Aquéleraingeniosoycultocomoyasabemos;ésteunhombrevulgarquesuplíaamenudoelingenioconladesvergüenza.Imposiblesaberlosañosquetenía:lo

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mismopodíaserunjovendetreintaañosenvejecidoqueunancianodesesentaremozado:el rostrobastantearrugado,peroningunacanaen labarbanien loscabellos,desuertequeaprimeravistahacíaelefectodellevarlosteñidos;lavoztomadayelaspectocrapuloso.

—Haceunsinfindetiempoquenoveoningúncuadrodeusted,Núñez—dijolacondesadePeñarrubiadirigiéndoseallaureadopintor.

—¡Oh cielos! ¿También usted, condesa?—exclamó aquél con aspavientocómicodesusto.

—¿Quéquiereusteddecir?—replicósonrienteladama.

—Quiero decir que me pareció usted una persona segura tratándose de esegénerodeterriblesinquisiciones...Peroveoquenoloesusted...Lapreguntaqueacabadehacermeesmisombranegra,esmicastigo.Novoyaningunapartequenoresueneenmisoídos...Salgodecasaporlamañana,doyunoscuantospasosy me encuentro con un señor mi conocido que me estrecha la manoefusivamente.Alcabodeuninstanteseechaunpocohaciaatrásyexclamaconacento rudo y campechano:—¡Hombre, hace muchísimo tiempo que no veoningúncuadrodeusted!—ElañopasadopintéunoparalaExposicióndeBellasArtes—contesto.—¿Ydesdeelañopasadonohapintadoustedningúnotro?—No, señor.—Pero loestaráustedpintando.—Tampoco...La fisonomíadeaquelseñor,miconocido,secontrae;susojosadquierenunaexpresiónseveraquemeinfunde tristeza y pavor.—¿Y entonces qué se hace usted?—No sé quéresponder,vaciloytiemblo.

Lacondesasoltóunacarcajada,dejandoverelorodealgunosdesusdientesempastados.

—Mearrepientoypidoperdónhumildemente.Tieneustedrazón;nohaynadamásestúpidoquefiscalizareltrabajodelosartistas.Alegrémonosdelresultadodesusesfuerzoscuandonosloofrecenynolespersigamosconnuestrasprisas.

La de Peñarrubia frisaba ya, como sabemos, en los cuarenta. Fisonomíabastanteajada,aunquenodesprovistadebelleza;pintadoelrostroyteñidosderubioloscabellos.

—Elpredominiodelasideasutilitariasennuestrasociedad—dijoTristán—,lafiebredeprogreso,el interéssocial sustituidoa la felicidad individual tiendea

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convertirelhombreenmáquina.Unavezdeterminadasufunciónenvirtuddeladivisión del trabajo se le exige un esfuerzo sin tregua. El industrial debeocuparse noche y día en la fabricación de sus productos, el militar no debeperderdevistajamáslaespada,elabogadonodebepasarundíasinpronunciarsudiscurso,elmineroalláensupozoarrancaránocheydíaelmetaldelsenodela tierra y el poeta en su gabinete compondrá desdequeDios amanezcaodas,elegíasyepitalamios.

—PeroamigoTristán—repusolacondesa—,heoídodecirqueelque trabajaeselúnicohombrefeliz.

—Cierto;esoesloquesedice.Enlaimposibilidaddeemanciparsedeltrabajoloshombreshanconvenidodealgúntiempoaestaparteenquenoesunapena,comosediceenlaBiblia,sinoungoce.Yrazonandelmodosiguiente:«Sinotrabajásemosnosaburriríamos.Luegoel trabajonoesunamaldición,sinounabendición.»Laconclusiónnoes legítima,comoaprimeravistaseobserva.Loúnicoque se puede afirmar es que el aburrimiento significa para nosotros unapenamayorqueladeltrabajo.

—Puesyonomeaburro jamássinocuandoestoyacatarradoyelmédicomeobligaa sudaren la cama—dijoNarcisoLuna:y la frase fuecelebradapor suamigaladePeñarrubia.

—Llámeseustedunhombreexcepcional—dijoTristándirigiéndoleunamiradade desdén—, porque la vida, para la casi totalidad de los humanos, oscilasiempre entre la pena y el aburrimiento. Cuando no nos domina el tedio noshallamosenplenacatástrofe.

—Contupermiso,queridoTristán—manifestóNúñez—,paramíelmundoesunacomediamuyinteresante.Elúnicodefectoquelaencuentroesquedecaeunpocoalfinal...delespectador.

—Para entonces también hay ciertos recursos—apuntó Narciso Lunadirigiendounamiradaamorosaalacondesa.—Mientrasunoesjovenunamujerdeveinticincoañoslehacefeliz.CuandolleguemosaviejosacasounabotelladeJerezdeigualedadnoshagaelmismoefecto.

—Perooyetú—dijounadelaschicasdelReal-Saludoaloídodesuhermana—,¿NarcisoLunaesjoven?

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—Naturalmente—respondió la otra—. ¿No has oído queMarcela Peñarrubiatieneveinticincoaños?

A las dos les acometió una risa tan loca que los ojos de todos se volvieronhaciaellas.LadePeñarrubia,quesospechóqueellaeralacausa,lesclavóunalargayfríamirada.Perolaschicasnopodíanreprimirse...¡nopodían...!¡vamos,quenopodían!

—Pues yo, con tu permiso también, querido Gustavo—manifestó Tristánadoptando el mismo tono jocoso—, no pienso que la vida sea una comediainteresante. Me parece que es o una tragedia espeluznante o un sainete nosiempregracioso.Enelprimercasodebemosretirarnostempranodelteatro.Lasemociones fuertes turban ladigestión.Enel segundodebemosesforzarnosporreír...siquieraparanoperdereldinerodelalocalidad.

—¿Ynuestroanfitrión,elhombrecuyauniónfelizcelebramoshoy,quépiensadelavida?—dijoladePeñarrubiadirigiéndoseaReynoso.

—Comohe tenido que luchar con ella casi desde niño la respeto y la honrocomo hacen los viejos combatientes. En general sólo hablan mal de la vidaaquellosaquienesselesmuestraamigadesdeloscomienzosdesucarrera.¿Seráque loshombresnacemos todos conunhuecodestinadoa losdisgustosyquecuandosevacianososegamoshastaque logramosotravez llenarlo?No losé,peroestoypersuadidodequeapenashayningúnhombreaquienDiosnohayaproporcionado en algún momento de su vida los medios necesarios para unaexistenciaseguraytranquila,perosonmuypocoslosquesabenaprovecharlos.Nos entregan los vientos encerrados en un odre como el rey Eolo a Ulises:pudiéramos caminar por la vida sin fuertes tropiezos y llegar a la muerte singraves desazones; pero nuestro egoísmo, nuestra imprudencia o nuestracuriosidadnosexcitaadesatarelodre.Entonceslosvientosseprecipitanfueraynosarrastranaltravésdemildesgraciasyconflictos.

Tristán se creyó aludido por estas palabras, y poniéndose serio, dijo conseguridadimpertinente:

—Todosloshombresdeespírituelevadollevandentrodesíungranfondodemelancolía.Lascircunstanciashacenqueestefondosemanifiestedeunmodoode otro. Cuando el hombre tropieza con serios obstáculos, la envidia, lacalumnia, la hipocresía o lamiseria, se ostenta de unmodoviolento y trágico

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unas veces, otras de suave resignación o de amarga ironía. Cuando por unconjuntodecircunstancias felicesno tropiezaen suvidaconobstáculos seriosestefondonoseproduceydeahíquesecreaquenoexiste.Esunerror.Existesiempre,porqueestamelancolíaeslamedulamismadelaexistencia.

—Enbuenhoraqueseanmelancólicosloshombresdeespírituelevado—dijoReynoso—y que la alegría sea patrimonio de los que no alcanzamos ciertasalturas. Pero creo que tenemos derecho a pedirles que no turben con suhipocondríanuestravulgarexistencia,quenonosagüenlafiesta.

Aunquepronunciadasestaspalabrasentonojocoso,Elena,queconocíabienasumarido,descubrióenlainflexióndelavozunpocodecólera.Enefecto,donGermánestabaenteradodelaescenadeTristánconsuamigoyparienteCirilo.VisitaselahabíacontadoensecretoaElenayéstatambiénensecretoaél.Contal motivo nuestro caballero empezó a sentirse inquieto por la suerte de suhermana.Sinofueraporelamorentrañable,frenético,queéstaprofesabaasuprometido quizá hubiera pensado en desbaratar su unión. Elena se apresuró acortarlaconversación.

—¡Ea, basta de filosofías!—exclamó con acento mimoso—. Yo soy laobsequiadaenestedíaynadieseocupademíparanada.SinofueseporNúñez,creoquemehubieramuertoyadehambreydesed.

El pintor, que como nuevo huésped se sentaba en el puesto de honor a suderecha,laenvolvióefectivamenteenunareddeatencionesdelicadas.Notardóenpasaralasgalanterías.Antesdeterminarseelalmuerzoleestabahaciendolacorte descaradamente. Pero con todo eso atendía a la plática y no perdía laocasióndemostrarseingenioso,incisivoydominaralosdemásporsudonaire.Abandonadalafilosofía,sehabíaentradoenelterrenodelaspersonalidades.Setrajoacuentolosdefectos,lasmaníasyridiculecesdelaspersonasconocidasdelaaltasociedad.Núñezsupoexcitarlarisaasucostadetalmaneraunasveces,otrasmeterelbisturítanadentroenlascarnesdelosdesgraciadosausentes,queaparecían sus pobres entrañas palpitantes a la vista de los regocijadoscomensales.

Clara estaba horrorizada de aquella murmuración insolente, de tanta hiel ytanta injuria. Hubo un instante en que no pudo más y encarándoserepentinamenteconelpintorledijosonriendo,peroentonoresuelto:

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—Señor Núñez, hace ya bastante tiempo que se está usted cebando en losdefectosdelosotros,delosqueestánausentes.¿Acasolosqueestamosaquínotenemosninguno?¿Porquénolossacaustedareluciryloscastigaconlagraciaquelecaracteriza?Esoestaríamejorhecho.

Núñez quedó suspenso y acortado ante aquel exabrupto, pero reponiéndoseinstantáneamentereplicó:

—Porqueeso,señorita,seríaunainsolencia.

—¿Yelburlarsedelosqueestánausentesquées?—replicóClara.

—Loqueustedquiera.Meentregoalasseverasperobellasmanosdeustedysólo le pido que nome haga demasiado daño—dijo Núñez con galantería unpocoirónica.

Tristán,quesehallabasentadoalladodesuprometida,lareprendióporlobajoaquelladescortesíaconunamigosuyoqueporprimeravezveníaalacasa;peroella,tandócilgeneralmenteasusobservacionesyhastaasusreprensiones,estavez se mantuvo firme. De todos modos, la píldora hizo su efecto: cortose lamurmuraciónysehablódeasuntosmásinocentes.

A lospostres llegaron algunasotras personasdelEscorial yde la coloniadeMadrid, entre éstas losduquesdelReal-Saludoy lamarquesaviudadelLago.Eraéstaunaancianadeelevadaestatura,loscabellosenteramenteblancos,lafazdoloridaylosojosimponentes,quesóloadquiríanunaexpresióndulcecuandoseposabansobresuniño(queasíllamabasiemprealjovenmarqués).

Aesteniñoobeso,aestebotóndeoro(comotambiénsolíallamarlesumamá)le estabamoviendo terrible guerra otroniño también rubioyhermoso, el diosCupido, por mediación de los preciosos ojos de la hija de Escudero. Habíaacudidoéstaa lafiestaconsupadre.DoñaEugenianohabíapodidovenirporhallarse un poco indispuesta. No tendría nada de extraño que esto fuese unadisculpa y que el motivo real estuviera en su invencible temor al contagio,porque nunca le habían satisfecho las aptitudes antisépticas de los señores deReynoso.LasaspiracionesheráldicasdeAracelihallaroninmediatamentedignoobjetivo en la persona del joven marqués. Araceli le dirigía las miradas másincendiarias y explosivas de su variado repertorio, le adulaba, le mimaba, leaturdía con el ruido de su charla insinuante, hacía, en suma, esfuerzosprodigiososporacapararleyhacerlesuyoconexclusióndelrestodelasociedad.

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Peroeljovenmarquésnoentendíaloqueaquellosignificaba,seaburría,ymásdeunavezseleescapóparapreguntaraNarcisoLunasinopensabairesteañoaÁlavaacazarcodornicesysiéstaserantangordascomolasdeCastilla,obienseacercabaaClaraparadecirlequedentrodealgunosdíasesperabadeLondreslacarabinaqueteníaencargadayqueeraunamaravilla,aldecirdelamigoqueallíselahabíacomprado.Yencadaunadeestasescapatoriasseespaciabamásdelacuenta,yAracelinopodíareprimirsuimpacienciaydabaconelpiececitoen el suelo y clavabamiradas iracundas en los interlocutores, y al fin se veíanecesitada a acercarse ella también y, como los toreros, echarle de nuevo elcapoteysacarledelsitioconunalargaquenosiempredabaresultados.

LasúltimasescapatoriasmásqueaellamolestabanaúnaTristán.Nopodíaveral marquesito hablar con su novia sin sentirse acometido de un furor ciego,irracional. Irracional, sí, porque no existía motivo alguno para temer ni parasospecharqueaquelniñopensaseensustituirle.Existíaenelfondo,nohayquedudarlo, un acuerdo entre las naturalezas de ambos. Aquellos dos cuerposvigorosos, aquellasdos almasquietas, inocentes,debíancomprenderse: esto loadvertíaTristán:deahísusrecelos,transformadosprestoennegrasvisionesporsuimaginacióninquieta.

Tomadoel café la sociedad juvenil sederramópor la finca.Losviejosy laspersonas serias permanecieron sentados en torno de la mesa. Cerca de lapequeña charca estaba la gran charca que se comunicaba con ella.Merecía elnombre de laguna, si no de lago, pues nomediríamenos de un kilómetro delargopormediodeancho.Estabacircundadaporpequeñas lomascubiertasdejaraymaleza,dondesealbergabanlasavesacuáticas,emigradoras,quealcruzarde Norte a Sur o de Sur a Norte descendían allí para reposarse y para sertiroteadasporlagentilhermanadeReynoso.Habíacompradoéstedosesquifesparasurcarlaypescarcuandoleacomodase.Aellosselanzaronlosjóvenesconalegríayhuborisasychoquesysustos,ysinohubomásqueunremojón(eldeunseñoritoindígenaquetratódelucirsealasaluddeunadelasniñasdelReal-Saludoycayóalagua)fueporqueDiosnoquiso.

Masalpocoratosurgióentrelabulliciosajuventudelproyectodetrasladarsealpueblo,hacerunaexcursiónenborricoporlosjardinesdelaHerrería,salvarlapequeñasierraque losseparadeZarzalejoyregresardesdeestepuntoeneltrendelassieteymedia.Noesposibleafirmardeunmodoterminantedequiénpartió tan salvadora idea, aunque no es aventurado el pensar que brotó en el

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cerebro malicioso de algún joven madrileño de los que gustan pescar, no enlaguna tranquila, sino en río revuelto. Porque este género de excursiones esveneroinagotablederiquezaparalosmocitosaprovechados.Peroesindudablequefueacogidaconentusiasmoyllevadaa laprácticaconenergíayceleridadpocas veces vistas. Enviose aviso al pueblo para que allí les esperase unarazonablecantidaddeborriquitos,yenloscochesdelacasayenlosquehabíantraído las personas que últimamente habían acudido se trasladó no muchodespuésladoradajuventudalagranplazaquehaydelantedelMonasterio,puntoinicialdelacorrería.

Elenaquisoquedarse con laspersonas serias, pero sumarido,que conocíayadoraba su naturaleza infantil, la instó para que formase parte de losexcursionistas.Almismotiempodioordenparaqueloscriadosllevasenalgunasvituallasparamerendar.Atodoatendía laprevisióneficazy lacortesía llanaytranquiladeaquelhombrerespetable.Clara,entusiastadelosejerciciosfísicosymuyespecialmentedelaequitación,insinuóaTristánlaideadehacerelviajeacaballo.Aceptóaquél,porquehabíaaprendidoestearteaunquenolopracticabamucho.Sepusoellaunlindotrajedeamazonaymontóensucaballofavorito,una jaca viva y revoltosa demiembros finos y ojo ardiente. ¡Oh, qué gozosoespectáculover a aquella apuesta jovenbrincar sobre ella, revolverla, agitarla,lanzarla,contenerla,ponerlafuriosaycalmarlaasutalante!

—¡Lodicho,Tristán!—legritóNúñezdesde el landau abierto enque iba—.No riñas nunca con Clara, porque preveo tu desaparición del número de loscuerpossólidos.

La joven sonrió dirigiendo una suave mirada amorosa a su prometido. Sufisonomía,tandulce,tanhumilde,tanplácida,formabacontrastesingularconlafiguraarroganteypoderosaqueelcielolahabíaasignado.

Delante del Monasterio se les reunieron otros jóvenes de ambos sexos quequisieroncompartirconelloslosgocesdelpaseo.Dejaronelpuebloyentraronenlosfamososyrealesjardines,riendo,zumbando,chillandocomounbandodepájarosgrandesquepusoensuspensiónymiedoalosotroschicosquecantabanentrelafrondadelosárboles.Peroelaveguiadora,laabejareinadeaquelbandoo enjambre era la esposa de Reynoso. ¡Cuánto rió, cuánto chilló, cuántastravesuras hizo aquella linda criatura! Gustavo Núñez no se apartaba de ella,sirviéndoladeespoliqueyfielescudero,porquecaminabaapiecomolamayoríadeloshombres,mientraslasdamasibansentadassobrelosclásicosborriquitos.

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Conaudaciacrecienteelpintorcambiabaconellapalabrasybromasnosiemprerespetuosas; lagalanteabay larequebrabaabiertamente,aunquedisfrazandosuinsolenciaconlaburlonaexcentricidaddequehacíagala.Elena,comounniñoen asueto, marchaba tan alegre, tan aturdida con la algazara, con sus propiosgritosygraciosassalidas,quenosedabacuentaapenasdelgalanteodequeeraobjeto.Considerábalocomounadetantasbromasapropósitoparaaumentarelregocijodeaquelviaje.

LahijadeEscudero,persuadidaal cabodequealmarquesitodelLagose lepaseabaelalmaporelcuerpoyquenoeramásqueunhermosopedazodecarne,enderezósustirosalprimogénitodelosduquesdelReal-Saludo,Gonzalito.Estenoeraunpedazodecarne,sinomásbiendehueso.Unosdecíanquesehallabaensegundogradodetisis,otrosqueentercero,yhabíatambiénquiensosteníaque sólo se hallaba en primero. De todos modos, nadie dejaba de asignarlealgunodeestosgradosconfortables.Eraunserapacibleytransparenteoporlomenostraslúcido,comosiestuvierafabricadodeporcelanadeSevres,quevivía,sonreía y tosía. Araceli procuró acercar su borriquito al que élmontaba y notardóentrabaranimadaconversación,todoloanimadaquepermitíalaextremalanguidezdetaninteresantejoven.ComolamayorpartedelosseresdébileseraGonzalitoRuizDíazmuysensiblealcaloryalfrío,lomismoenlofísicoqueenlomoral.Una atención afectuosa le impresionaba y le conmovía; un pequeñodesaire le martirizaba. Por eso acogió con gratitud las muestras de cariñosointerésqueAraceliempezóadarle.

—Gonzalo,tengaustedcuidadoconesaramitaquelevaadarenlacara.Novayaustedtanalaorillaqueeseanimalpuederesbalarycaerenlacuneta.¿Veustedquéairesehalevantado?¿Porquénoalzaustedelcuellodelaamericana?

En poco tiempo la hija de Escudero ganó la confianza del primogénito delReal-Saludo.Nosepasómuchomássinquehiciesesuconquista.

AlllegaralafaldadelascolinasqueseparanlosjardinesrealesdeZarzalejoylavíaférreahayunafuenteenparajeapacibleydeleitoso.Allíechópieatierrala caravana y se dispuso a descansar un rato y luego a restaurarse con elcontenidode las fiambreras.La juventud sediseminópor los alrededores, queeran amenísimos, principalmente siguiendo el cauce del arroyo que surtía lafuente,todosombreadodesaucesyolmos.

Clara se prendió su larga falda de amazona y se internó conTristán por los

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bosquetes recogiendo florecitas silvestres y charlando de su casa y de susproyectos.No tardó en seguirles y unirse a ellos elmarquesito delLago.Estepobre chico parecía estar dotado del don de la importunidad, al menos en lotocanteasusrelacionesconlosnovios.ATristánlesupomalísimamenteaquellareuniónyapenaspudodisimularsudisgusto.Clara,quesedabacuentadeello,tampoco pudo menos de turbarse y ponerse un poco encarnada. Siguieron elpaseo hablando poco y deteniéndose a cortar las florecillasmás vistosas parahacerunbouquet.Elmarquesitoseentusiasmóenlabuscaycorríadeunladoaotro,saltandolaszanjasylosarroyos,trepabaporlasescarpasysepinchabaenlossetos,fatigándoseportraeralgunaflorecitararayvistosa.

—Nosemolestemás,Nanín,yatengobastantes—dijoClara.

Nanín era el diminutivo de Fernando, con que nombraban cariñosamente aljovenmarquéslafamiliaylosamigosíntimos.Estediminutivoenloslabiosdesu prometida hacía daño a Tristán. Había estado muchas veces a punto dedecírselo; pero sólo ahora a impulsos del desabrimiento que experimentaba searrojóahacerlo.

—¿Por qué le llamas Nanín?—le dijo con aspereza en voz baja.—LlámalemarquésoFernando,puesquenoestuparientenituamigoíntimo.

Claralemiróconasombrounosinstantesyluegoseencogiódehombros.

Elmarquesitovinogozosoatraerleunalindaflordeunazulmuyvivo.

—¡Estasíqueeshermosa!Hastaahoranohehalladootramejor.

Clara tomó la flor, peroencuantoelmarquesitovolvió la espaldapara ir enbusca de otras, Tristán se apoderó de ella y la dejó caer al suelo. Vino pocodespuésNanínconunanuevaylaentregóaClaraconigualalegría,peroTristánvolvióaapoderarsedeellay,haciéndoseeldistraído,laarrojóotravezalsuelo.Cuandoal cabodealgunos instantes llegópor terceravezelmarquésconunanuevaofrenda,nopudomenosdeadvertirquesuslindasfloresazulesnoestabanen las manos de Clara. Entonces, sin darse cuenta cabal de lo que aquellosignificaba, pero entendiendo vagamente, quedó un instante suspenso con susgrandesojosazulesmuyabiertos.Yyanovolvióacogermásflores.

MientrastantolacondesadePeñarrubia,sentadacercadelafuente,hacíalasdelicias de los excursionistas recitando con alta declamación La siesta, de

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Zorrilla.Desdeniñahabíaadquiridofamadedecirmuybienlosversos.Enlossalones suele haber señoras que cantan, y se las aplaude; las hayque tocan elarpa, y a éstas también se las aplaude, aunque no tanto; otras, por fin, bailansevillanas,yéstasson,enrealidad,lasquemásentusiasmoinspiranyconsiguenarrastrarloscorazonesmasculinos.MarcelaPeñarrubianopertenecíaaningunade las trescategorías.Suesferadedominaciónnosalíadelnoblerecintode lapoesía. Sus aristocráticas amigas sabían que nada lograba halagarla más quepedirle el recitado de alguna composición romántica y se lo pedían por darlegusto, aunque ellas no lo sintiesenmuy vivo.Cómo arraigaran tales aficionesrománticas en una mujer que arrastraba una vida prosaica con ribetes deescandalosa,entreaprietosytrampas,enrelaciónconstanteconlasprenderasylascasasdepréstamos,esloquecuestatrabajoexplicar.Perosuelenofrecerseenelmundo estos singulares contrastes: basta recordar que durante la revoluciónfrancesa,cuandofuncionaba laguillotinasindescanso,se representabanen losteatrosdeParíslosmássuavesytiernosidilios.Detodosmodos,silacondesadePeñarrubiatuvieseunavozmejortimbradaynolaahuecase,sideclamaseconmenosénfasisylequitasenelacentoextremeño,nohayquedudarqueseríaunanotablerecitadoradeversos.

Elena había comenzado a impacientarse por el galanteo asiduo de GustavoNúñez.Durantelameriendayenocasiónenqueelpintorestabasentadoasuspies sirviéndole con rendido alarde había sorprendido entre las dos niñas delReal-Saludounamiradamuymaliciosaseguidadeunarisamásmaliciosaaún.Quedoseseriaymalimpresionadaylevantándosebruscamentesereunióaotraspersonas.Pocodespuésleacometierondeseosdeespaciarseporelcampoysinsernotadaseapartódelosexcursionistasyseintrodujoporelbosqueadelante.Aunquelatardeeracalurosa,entrelaespesuradeaquellaselvaumbríasegozabaunfrescodelicioso.Lanaturalezaejercióprestosuinfluenciasedante.Notardóen recobrar aquélla su inagotable alegríaque tanto realzabaelbrillodivinodesusojos.

Unos cabellos más dorados, unos dientes más menudos, unos ojos máspicarescos, un talle más esbelto, unos pies mejor torneados no se habíanpresentado jamás en aquellos parajes solitarios. El bosque se estremeció dejúbilo,lasfloressedieronprisaaexhalardeunavezsusaromasmásdelicados,lospájarosagitadosportancelesteapariciónsedeshacíanentrinosygorjeossinperderla de vista, los árboles inclinaban paternalmente su cabeza venerable enseñaldeaprobación.

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Elenamarchabasonriendoalasflores,alosárboles,alospájaros,sonriéndoseasímismaqueeramásbellaquetodasestascosas.Ahorasedeteníauninstante,recogíadelsuelounaflorecita,latocaba,laexaminabaatentamente,lallevabaala boca (¡oh venturosa florecita!), ahora corría sobre el césped saltando comounacervatilla,ahorasequedabarepentinamenteinmóvilconeloídoatentoalacancióndeunpájaroquealláenloaltodeunaramaalcolumbrarlaycerciorarsede que se había parado a escucharle, convulso, enfervorizado, agotaba todo elrepertoriodesusarpegiosyfloriturasensuhonor.Peroheaquíquealsalirdeunodeestoséxtasisidílicosyponersedenuevoenmarchaaciertaaverdelantedesí...¿Qué?¿Quéesloquehabíavisto?¿Porquéseponepálidacomolaceraydeja escapar de su garganta un grito? Nada menos que la figura odiosa,espantable, bárbara del paisano Barragán. En cualquier paraje de la tierra elrostrodeestehombreeramuyaptoparaproducirunaimpresióndeespanto.Enmediodeunbosquesolitarionohayparaquéencarecerloqueharía.Elenanohabíapodidoacostumbrarseamirarleycuandonecesitabadirigirlelapalabralohacía bajando los ojos o volviendo la cabeza. Todas las seguridades que sumarido se complacía en darle acerca del carácter pacífico de aquel hombre sedesvanecían en cuanto lemiraba a la cara. Estaba íntimamente convencida dequeundíauotroconcluiríaporasesinaraGermánosecuestrarlaaella.

Este hombre terrible ¡quién lo diría! se hallaba completamente abstraídorecogiendoflorecitasdelsuelo.AloírelgritodeElena levantó lacabezayensuslabiossinuososyamoratadossedibujóunasonrisaferoz.

—¿Conquetambiénsevieneustedporaquí,Elenita?¿Ynotieneustedmiedoalasfieras?

La esposa de Reynoso quedó inmóvil, petrificada, sin poder responder unapalabra.Hizoesfuerzosporsonreír,peroresultóunamueca.

—¡Oh!Aquíenestosbosquesnohaypeligroninguno—prosiguióBarragán—.Pero si usted caminase por algunos de América ya podría usted ir con máscuidadito.Alomejorsaltaeltigreosetropiezaconlosbandidos...

BarragánalproferirestaspalabrasdiounpasohaciaElena.Estasepusomáspálidaaúnysinsaberloquedecíaconvozalteradaexclamó:

—¡Hagaustedelfavor!

—¿Qué?¿Laheasustadoconmispalabras,verdad?—dijosonriendodenuevo

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máspavorosamente,sinpresumirelpobrehombrequenoeransuspalabrassinosurostroloquelaasustaba—.Aquínohaypeligroninguno.Nienestossitiossecríanfierasnihaytemordebandidos.Estámuybienguardaditoesto.

Ydiootropasohaciaella.Elenavolvióaexclamarconacentomásafligido:

—¡Hagaustedelfavor!

Yvolviendorepentinamentelacabezasepusoagritardesesperadamente:

—¡Tristán!¡Clara!¡Tristán!¡Nanín!

ElbuenBarragánquedóasustadodeaquelsustoyacercándosemásexclamócondulzura:

—¡No tengaustedmiedo,Elenita! ¡Siestoyaquíyo!Además,estoestámuybienguardado.

—¡Clara!¡Tristán!¡Nanín!

—¡Pero,Elenita,siestoyaquíyo!

FelizmenteparaBarragán,notantoparaElena,sepresentóallíGustavoNúñezquelahabíaseguidolospasos.Recobróaquéllalacalmaydisimulandolacausadesu turbaciónparanoheriralamigodesumarido,contóquehabíavistounbicho negro y largo, así como una serpiente.Barragán yNúñez se pusieron abuscar,pero,esnatural,nodieronconél.

Cuando de nuevo se unieron a los excursionistas, Elena, arrastrada por suhumoralegreytravieso,hizoaNúñezlaconfianzadedecirlelaverdad.Elpintorse desternillaba de risa y no dejó de hacer comentarios muy sabrosos,consiguiendo con ello ponerla de buen humor. En realidad, Barragán habíalogradointeresarlemuchodesdequeleviera.DecíaquesipintasesuretratoylopresentaraenlaExposiciónseríaeléxitomásgrandedelatemporada.

Pero se llegaba la hora de emprender nuevamente la marcha. Era necesariosalvaraquellascolinascubiertasdeárboles,luegounapequeñasierrayllegaraZarzalejoantesdelassieteymedia.Todofueruido,júbiloyalgazaraantesquelas damas se acomodasen en sus borriquitos. Los jóvenes se apresuraron aayudarlas;pero lohicieroncon talardorqueno lograbanmásqueasustarlasyponerlasnerviosas.Huboen tanmemorableocasiónunverdaderoderrochede

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rubor,degritos,derisasmaliciosasydefrasesmásomenosfelices.

GustavoNúñez, en su calidad de escudero de la señora deReynoso, hizo loposible por llenar a conciencia su cometido. Pero cuando la bella dama sehallabaya sentadaen sucabalgadura, tuvoel insolente la audacia increíbledepellizcarlaunapierna.Elena,arrebatadadecólera,lediounpuntapiéenelrostrocontalímpetuqueelpintorvacilóyestuvoapuntodecaer.Sellevólamanoalacarayseledeclaróunaviolentahemorragiaporlanariz.

—¿Quéeseso?¿quéeseso?—dijeronvariosacudiendoensuauxilio.

—Nada,quealbajarmeelborriquitodelaseñoraalzólacabezaymedioungolpeenlanariz—tuvolahabilidaddedecir.

Después fue a lavarse al arroyoymientras los demásmostraban sudisgustoconfrasesdecompasión,éllashacíajocosas.

—Nodiránustedesahoraqueenestaocasiónnoha llegado la sangreal río,porquehallegado...oporlomenosalarroyo.

Mientras tanto Elena, con la hermosa frente fruncida y un poco pálida, lemiraba aún con ojos centelleantes de ira. Gracias a que los demás estabanvueltos al pintor, no se observó su actitud que hubiera hecho sospechar laverdad.

Apesardetodo,Núñez,siempreaudaz,quisodenuevoacercarseaella,perose vio inmediatamente defraudado, porque la dama no volvió a separarse uninstante de la condesa de Peñarrubia, con quien trabó conversación animada.Esta le había propuesto tutearse: entre jóvenes no hay nadamás grato ni queinspiremásconfianza.

Porespaciodemediahoracaminaronentreárbolescon todas lasmolestiasytodos los goces que esto produce.Al cabo salieron al descubierto atravesandounasierrapelada.Algunosrebañosdecabraspastabanlapocayerbaquecrecíaen lashendidurasde laspeñas.Hicieronunalto,yalgunosbebieron lechequelospastoresordeñaronasuvista.Pocodespuésllegaronalomásencumbrado,dando vista a Zarzalejo.Desde aquel sitio elevado se divisaba la gran llanuraondulante que se extiende delante del Escorial. Monte bajo, mieses, rocaspeladas, todo formaba un conjunto armónico debajo del hermoso sol radianteque descendía ya majestuosamente escoltado de nubes rojas. Y en medio de

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aquellallanuralagrancharcadelSotilloparecíaunapequeñamanchadeplata.

Labajadafuerápida.LlegaronalaestacióndeZarzalejopocoantesdelahoraseñalada,peroaúnelsolnosehabíapuestoporqueestábamosenlosdíasmáslargosdelaño.ClarayTristánsintierondeseodeproseguirelviajeacaballoyganarelSotilloaltravésdelastrochasquesurcanlasllanuras.EstabansegurosdellegaralláantesqueElena.Consultaronconéstaelcaso,yteniendoencuentalopróximoquesehallabasumatrimonio,lajovenseñoranotuvoinconvenienteendarlespermisoparahacerlo.

Llegóeltren.Unminutodeparada.Dejaronlascabalgadurasenpoderdelosmozosyseabalanzaronaloscoches,produciendodisturbiosycuriosidadenlosviajerosquenocontabanconlanovedaddeaquellanumerosacaravana.

Gustavo Núñez, cada vez más terco e insolente, quiso sentarse al lado deElena,peronologrómásqueexperimentarunclaroydolorosodesaire.Lajovensealzóinstantáneamentedesuasiento.

—Aver,Gonzalito,déjemeustedesesitio;quieroestaralladodeAraceli.

El pintor se mordió los labios de coraje. Cuando pocos minutos despuésllegaronalEscorialestabanallíesperándolosReynosoycasitodoslosinvitadosquehabían asistido a la fiesta.Los que habitaban en el pueblo se apearondeltren;losquevivíanenMadridsequedaronenél,uniéndoseaelloslosquecomoCirilo y Visita no habían participado de la excursión. Despedidas, besos,plácemes,risas,gritosypromesas.Silbalamáquina.¡Adiós,adiós!

Elenaseagarrófuerteyafectadamentealbrazodesumaridoencuantosebajódel trenynovolvióasoltarlo.GustavoNúñezasomadoa laventanilla lesvioalejarseenestaformaparamontarenel landauquelesaguardaba.Enlosojosexpresivos del pintor se pintaban al mismo tiempo diversos sentimientos; lacólera,eldeseo,laamenaza,laburla.

Mientras tanto Clara y Tristán caminaban en amor y compaña la vuelta delSotillo a campo traviesa. Dejando los caballos al paso conversabananimadamente. A solas con su amada, Tristán recuperó la tranquilidad que lapresenciadelmarquesitodelLagoturbabaysedejóarrastrardulcementeaunaalegríaquemuycontadasveceshabíadisfrutado.

—¿Quieresquepongamosloscaballosaltrote?—dijoClaraqueveíaconcierta

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inquietudacercarserápidamenteelsolalatierra.

—¿Paraqué?Tiempotendremosagaloparunpococuandoelsolseponga—dijoél.

Y paseando sus ojos con admiración y arrobo por la campiña exclamó conacentorecogido:

—¡Quéhermoso!¡Quéhermosoestáesto!¡Quédeliciosanaturaleza!

Atravesaban en aquel instante por un extenso sembrado. Los trigoscomenzaban a amarillear. Soplaba sobre ellos la brisa fresca del Norte quepasaba estremeciéndolos con leve, fugaz escalofrío, inclinándolos suavementebajo la llamadelsol.Parecíanunmarondulantecon transparenciasverdesdelcualpartíavagorumordesederíasquesedespliegan.Yentreestasolasverdeshería losojos el brillo sangrientode alguna amapolao lanotadelicadade losazuleschupamieles.Lasfigurasdealgunoslabriegosqueatravesabanlastrochassedestacabanconadmirablepureza.Porentrelostrigoscorríaunperrodecazadel cual se divisaba solamente su cola, agitada con movimiento vertiginoso;alguna vez aparecía su cabecita de color canela. El sol moribundo, conresplandoresrojizos,esparcíasusrayosoblicuosporlaseras.ElGuadarramasinrelievealgunoparecíaunalargamanchavioláceapintadacondifuminosobreunfondolechoso.Unpastoralolejosclavabalasestacasdelredil.Seescuchabanlosgolpesamortiguadospor ladistancia.Alláen loaltodelcielounpájarosecerníabatiendolasalasconceleridadunasveces,otraspermaneciendoinmóvilconellasextendidas.

—¡Cuántomealegrodehabervenidoporestossitios!¡Meencuentrotanbien!

Claralemirabaconojosbrillantesdesatisfacción.

Dejaronlossembradosyempezaronacaminarporlaspraderascortadasaquíyalláporgruposdeárboles,esmaltadasdeflorecitasblancas,amarillas,rojas.Porentre estosmacizosde florecitas silvestres asomabadevezencuandoel lomoturgentedeunarocaenorme,comoungigantequedurmieseocultoentreellas.

Se aproximaba el crepúsculo. La tierra exhalaba con calma su alientoperfumadopreparándoseadormir.Delcielobajabaunsilenciograve,solemne,quesólointerrumpíalasonoridaddesuspasos,elleveresoplidodeloscaballos.Los cascos de éstos al pisar las yerbas aromáticas, la mejorana, el hinojo, la

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yerbabuena, el romero, alzaban vapores penetrantes que les embriagabanproduciéndolesunvértigofeliz.

—¿Noquieresquecorramosunpoco,Tristán?

—No,déjamegozardeestahoradichosa.Lanaturalezaaquínotienemásquealgunosmomentosenciertosdíasdelaño,peroestosmomentossontandulces,son tanespléndidos,quedudohayanadasobreelplanetaque lossupere.Miraese cielo que aquí parece un rubí y allí una amatista transparentes, mira esallanura tan caprichosamente manchada con todos los matices del verde y delgualdo, mira la masa informe de esa sierra envuelta en neblina azulada. ¿Norespiras esa oleada de perfumes penetrantes que oprime las sienes, que correhaciaelcorazónanegándoloenunalanguidezdefelicidadinefable...?Escucha.Alláalolejossuenaelcantodelcuco.Notardaráencomenzarelruiseñor.

Clara sonreía viéndole feliz. Pocas veces le había oído aplaudir con talentusiasmoniaunalamismanaturaleza.

AlllegarcercadelSotilloelterrenodescendíaformandounacañadapordondesaltaba el torrente que surtía de aguas las charcas de aquella finca. Antes desalvarloporunpuentecillodemadera,Tristánpropusoapearseydescansarunpoco.Claraseresistiódébilmente;erayatarde;deseaballegaracasaantesqueregresasendelaestaciónsushermanos.Perocedióalfinporcomplacerle.

—¿Unratitonadamás,verdad?Cincominutosechandoporlargo.

Elaguabajababrincandoentrerocasmanchadasdemusgo.Ellechorocosoerademasiado grande para tan pequeño arroyo; pero en los meses de inviernocuando venía rugiente, amenazador, no bastaba a encauzarlo. Sus orillas enfuertedecliveestabantapizadasdetanmenudocéspedqueparecíanunacolchadeterciopeloverde.Sombreábaloporentrambosladosunmacizodemimbrerasysauces,bardaguerasychopos.

Allí se sentaron dejando los caballos amarrados. Tristán se mostraba pormomentosmástranquilo,másfelizymástierno.

—No sé lo que me pasa, Clara mía—murmuraba reclinado a sus pies ycontemplándola con embeleso—, pero me hallo distinto de lo que hace unosmomentosera,distintodeloquehesidotodalavida.Mesientoinquieto,peroesuna inquietud deliciosa,muy lejana de esa otra dolorosa y amarga que tantas

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vecesmeacomete;esunainquietudquecorrepormisvenascomounbálsamo,queme oprime el corazón dulcemente yme hace dichoso. Estos árboles, estecésped,estasflores,estesoltienenlaculpa...Perosobretodosontusojos,Clara,son tus ojos tan brillantes, tan nobles, tan serenos los queme arrancan de lastristezasdelatierraparatrasportarmealcielo.

—¿Estás contento de ser mío dentro de poco?—preguntó ella inclinandosuavementesucabeza.

—Tanto,queeltiempoquefaltaquisierapasarlodormido.

—Yono;yoquieroestardespiertaysentirlospasosdeltiempo.Quierovermiequipo,tocarlo,guardarlo,quierovermiblancotrajedenovia,quieropensarenmiszapatos,enmiscamisas,enmisgorros,quierosacardesuestuchelasjoyas,quiero recibir los regalos queme envíen las amigas.Vosotros los hombres nosabéisloquepasapornuestrocorazónenestetiempo.

—Quisieradormirme,sí,quisieradespertarentusbrazosyqueinfundiesesdeunavezenmialmaesesosiegoadorablequeseescapadeturostro,quehiciesescorrerpormisvenasesafrescuravirginalenquesebañatupuranaturaleza,quesoplases en mi corazón el aliento de tu caridad inagotable. Aborrezco a loshombresyquisieraamarlos,quisieraamarloscomomeamoamímismocuandotúmemiras,Clarademialma.Aquídentrohayalgobueno,algosanto,peroelsagrarioenqueseencierranoestáguardadoporángeles,sinopordiablos.

—Notemas,Tristán—profiriólajovensorprendidayenternecidaporaquellaspalabras—, no temas; yo no soy un ángel, pero sabré guardar y respetar lossentimientosnoblesdetucorazón.Esosdiablosnopodránnadacontralafuerzademismanos.

Tristántomóunadeellasentrelassuyas,unabellamanofría,tersa,maciza,devirgenamazonaylallevóconpasiónaloslabios.

—¡Vamos,vamos!—exclamólajovenhaciendoademándealzarse—.Sevaacaerlanocheenuninstante.

—Espera,déjamesentirelbesodeadiósdeesesolqueseestáhundiendo.

Elastroreyocultabayalamitaddesudiscoenlallanurayenviabaunoaunosus rayos de púrpura con sonrisa melancólica, colgándolos suavemente a las

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ramasdelosárboles.

—¿Loves?Yaelsolsehaido.¡Vámonos,vámonos!

—Espera un instante; déjame escuchar la serenata de ese ruiseñor que cantaencimadenosotros.Siyotuviesesuvozysuinspiración,hermosamía,tambiénpasaríalanochecantándotealoídoelhimnodelamor.

—No aquí—dijo ella riendo y poniéndose en pie—, porque aquí no teescucharía.

—¡Un instante, un instante nada más! Gocemos el encanto de esta horafugitiva, retengámoslapor loscabellos,dejemosquenosacaricieblandamente.¡Quién sabe si en pos de esta tan dulce vendrán otras tétricas! Permite que laretengaunminutomásporsumantoazulyflotante...

Yaldeciresto,sujetabalafaldadesuprometida.

—¡Arriba,Tristán,arriba!—replicóellariendo.

—Puesayúdame.

Lajovenleentregósusmanos.Mientrasseapoyabaenellasparaalzarse,¿quéibaahacerTristánsinobesarlascontransporte?Enefecto,fueloquehizo.

Montaron de nuevo, pusieron los caballos al galope para salvar los treskilómetrosqueaúnrestabanantesdellegaracasa.

Frescasporelcortodescansoymecidasporladulceilusióndealcanzarprestoel pesebre, corrían las jacas sobre el campo con creciente brío sin ayuda deespuelas. Ellos, con el corazón henchido aún por la suavidad que aquellosinstantesfeliceshabíandejadoenél,sonreíanvagamente,aspirabancondeleiteel aliento embalsamado del crepúsculo.Guardaban silencio, pero este silencioles decía mil cosas tiernas y placenteras que sus labios no serían capaces depronunciar.

Clara dio un grito. El caballo de Tristán había metido su casco en lamadrigueradeunconejo,ycayódecabezaarrastrandoaljinete,envolviéndolo.

—¡Tristán,Tristán!—gritólajovenarrojándoseatierra.

PeroTristánnoresollaba,habíaperdidoelconocimientoyyacíadebajodela

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cabalgaduraabrumadobajoelpesodeella.

Clara corrió a él y con un supremo esfuerzo logró arrancarlo de aquellasituación.Elcaballonoqueríamoverse;debíadeestarherido.

—¡Socorro!¡socorro!—gritódesesperadamente.

Pero nadie había entonces por los contornos y sólo el campo y los pájarosoyeronsusgritos.

—¡Diosmío!—murmuróechandounamiradaentorno.

MiródespuésaTristánqueparecíadormido,ynoadvirtióensurostroseñalesdesangre;palpósusbrazosysuspiernas,peronopudocerciorarsesisehabíafracturadoalgúnhueso;pusoeloídoasuslabiosynotóquerespiraba.

Era necesario echarle agua a la cara para hacerle volver en si, pero el aguaestaba lejos.¿Iríacorriendohaciacasahastaencontraraalgunapersonaque lesocorriese?Apenasbrotóestaideaensumenteaturdidaladesechóconhorror.No, no podía dejar a su prometido solo y privado de sentido en medio delcampo.

Sinembargo,alcabodeuninstante,Tristánparecióvolverensíydejóescaparundébilgemido.

—Tristán,Tristán,¿cómotesientes?¿Tienesdolores?—legritósofocadaporlaemoción.

Eljovensellevólamanoaunhombro.

—No te asustes... sólo aquí siento algún dolor—murmuró con aliento casiimperceptible.

—¿Quieresquenosquedemosesperandoquealguienpase?

Tristánhizounsignonegativoconlacabeza.

—¿Voyacasaabuscarsocorro?¿Puedesquedaraquí?

Hizounsignoafirmativo.

Entonceslaintrépidajovensaltóconincreíbleenergíasobresujacaylapusoaungalopefurioso.Elanimal,comosicomprendieseloquesuamaexigíadeél,

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devoróencortosminutosladistancia.

Cuando llegó al Sotillo su hermano salía ya a su encuentro. El valerosoesfuerzodelajovensedisipóasuvista.Cayóensusbrazossollozandoysólopudodecir:

—¡Corred,corred!Tristánestáheridomásacádelpuentedemadera.

X

UNANOCHEDENOVIOS

PorfortunalaconmocióncerebralqueTristánpadeciófuepasajera.Perosevioque tenía el brazo derecho dislocado por la articulación del hombro. Losmédicosdelpuebloquefueronllamadosporteléfonovinieronprontamenteylehicieronlareducciónnosinagudosdolores.Elenfermoquedótranquilo,durmióyamaneciósinfiebrealdíasiguiente.Escudero,queavisadoportelégrafollegóenelprimertrendelamañana,viéndoleenestadosatisfactorioquisollevárseloaMadrid.Reynososeopusoenérgicamente.Tristányapertenecíaasufamiliadederecho; iba a ser su hermano próximamente y no saldría de casa sinoenteramentecurado.

Nohayparaquéencarecerelesmeroafectuosoconquefueatendidoymimadoen los pocos días que permaneció postrado. Todos querían hacerle compañía,todos querían agasajarle envolviéndole en una atmósfera tibia de vigilancia yamor.EncuantoaClarasepuededecirquenovivíamásqueparaél.

Una tarde en que por haberse ausentado momentáneamente Elena quedaronsoloslosnovios,Tristánaprovechóaquellosinstantespararepetirasuamadalaadmiración y la gratitud de que estaba poseído.Después, quedandopensativo,dijomelancólicamente:

—¡Era yo tan feliz en aquelmomento,Clara! Jamás había visto el cielo tandiáfanonielcampotanhermoso,jamáspercibítangratoelaromadelasfloresnioímássuavelasnotasdelruiseñor,jamássentímicuerpotanvigorosoymi

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espíritu más lúcido. Pero ¡ay! el hombre es siempre un niño que persiguemariposasalbordedeunabismo.Lanaturalezaseríedenuestroamorynuestraadmiración;esunamadrelocaqueestrangulaasuhijocuandoéstelabesa.

—Desechaesasideaslúgubres,Tristán.Novuelvastantolosojoshaciaatrás.YaqueDioshapermitidoquesalvarasdeestepeligroenquefácilmentepudistepereceroquedarlisiadoparasiempre,esqueconsienteenhacertefeliz.

Tristántomólamanodesuprometida,laapretótiernamenteydijosonriendo:

—Laedaddeoro,queridamía,sehavueltoalcielo.

—Perotufelicidadnosehadeshecho;sólosehainterrumpidouninstante...sies queme quieres como aseguras. Dentro de pocos días estarás sano... Yo tequieromuchomásque antesporque al verte caer comprendí deunavezhastadóndehabíasentradoenmicorazón...Ymihermano—añadióbajandolosojosyruborizándose—quiereadelantarlafechadenuestromatrimonio.

LosojosdeTristánbrillaronconalegría.

—¿Cómo...?¿Esdeveras?

—Esomehadichoayer—respondióClaradulcemente.

En efecto, Reynoso pensó que estando ya Tristán alojado en su propia casarazones de delicadeza le aconsejaban no demorar la boda hasta octubre yrealizarla en cuanto fuera posible. Todos en la casa aplaudieron estadeterminación,yElenafuelaprimeraencelebrarlacongritosdejúbilo.

—¡Aversiselequitandeunavezesosmalditoscelos!—ledijoaloídoasucuñada.

Tristán lossentíacadadíamásrabiososdelmarquesitodelLago.Estechico,sin darse cuenta de ello, hacía lo posible pormantenerlos vivos; se juntaba aClaraencuantoteníaocasiónynosabíaluegoapartarsedeella.Eraseguroquenohablabamásquedecazay loqueconellaserelacionase,peroelobcecadoTristán hallaba en estas conversaciones un sentido misterioso. Cuando elmarquesito,porejemplo,pedíanoticiasaClaradelasgarzas,seimaginabaqueel amor salía volandode sus palabras como salen estos graciosos animales deentre los juncos. No solamente, pues, por el cariño profundo que aquélla leinspirabasinoporverselibredeestosceloscruelesquelemordíanlasentrañas

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experimentóvivasatisfacciónalsaberlanoticia.

Apresuráronse los preparativos de boda. En cuanto pudo levantarse se fue aMadrid, pero allí recibía todos los días la visita de Clara y Elena y lasacompañabaalastiendasparacomprarloqueaúnfaltabayparaapremiaralasmodistas, joyeros y maestras de confecciones. Él por su parte vigilaba losúltimostrabajosrealizadosenelpisodelacalledelArenal.AúltimahoraselesjuntóundíaGustavoNúñezyentróconellosenelSuizoatomarunhelado.LaacogidaqueElenalehizofuedesconcertante;peroelpintor tenía lacaradura,no se dio por enterado y tan bien se las arregló con su charla graciosa,insinuante, que al cabo logró hacerla sonreír. No tardó en tomar parte en laconversaciónymostrarsecomosiemprelocuaz, traviesayunpocoaturdida.Alos pocos días volvieron a encontrarse y Elenamostró desde luego que habíaolvidado su atroz insolencia. Gustavo, arrepentido de ella, se presentabarespetuoso,amable,cordial,huyendodetodagalantería.Peroestosóloeraenlaapariencia;supropósitofirmeyocultoerabloquearlaplazacontodaslasreglasdelarte,hacersucorteconjuicioycautela.TantaempleóquecuandolasdamassedespedíanparamontarencocheytrasladarseacasaseabsteníadeestrecharsumanoysóloseladabaaTristán.ConésteyotrosrasgosdedelicadezalogróprestovolveralagraciayalaconfianzadelagentilseñoradeReynoso.

Llegóporfineldíaseñalado,unodelosúltimosdejulioqueamaneciócomolosantecedentesclaro,sofocante,abrasador.LafamiliadeEscuderohabíaidolanocheanterioradormirencasadeReynoso.Tristánse trasladópor lamañanaacompañadodeGustavoNúñezyelpaisanoBarragán.

Gran parte de la colonia veraniega y mucha también del vecindario quisopresenciarlaceremonianupcial.Conestemotivorodaronloscochesyhubonopoca confusión a las puertas del templo, que estaba adornado suntuosamentepara el acto. La novia se presentó pálida y sonriente con su traje blanco y sucoronadeazahar,debajodelacualsaltabanjuguetoneslosrizosdesuscabellosnegros.Hubomuchaadmiraciónparaella,perotambiénquedóalgoparaTristán,cuya figura elegante despertó en los corazones femeninos una ola deincondicionalaprobación.¡Hermosapareja!¡Gentilpareja!Bendijolauniónunpersonaje eclesiástico deMadrid auditor del Tribunal de la Rota; hubo misa,órganoyorquesta.

Terminada la ceremoniay lamisaTristán se acercó a su amigoNúñez en lamismaiglesiayledijo:

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—¿Sabes,Gustavo,queesaepístoladeSanPabloquenosacabandeleermepareceunpocogrosera?

Núñez soltó una carcajada discreta y exclamó poniéndole la mano sobre elhombro:

—Perohombre,¿hastaconSanPablotehasdemeter?¡Eresdelicioso,Tristán!

Los novios regresaron con los padrinos en un coche. La comitiva se fueacomodandoenotros,yaNúñezyBarragánlestocóvenirjuntosenunaberlina.Noeraempresa llanaydegustometerse soloenuncocheconhombrede tanendiablado rostro como el paisano. Alguno había en la comitiva que hubierapreferido viajar con un lobo. Pero Núñez no sentía aprensión alguna: alcontrario,habíasimpatizadomuchoconélyleestudiabaatentamente,lomismoen lo físico que en lo moral. Pero ahora hablaron poco en los comienzos.Barragánestabapreocupadoyél también,aunquepormuydiferentecausa.Ladelprimeroeradivina:ladelsegundodemasiadohumana.

Enefecto,elpaisanoBarragánsesintióacometidoeneltemploporuntropeldeideasmetafísicas.Desdeniño,enquesefueraaAmérica,nohabíaentradoenunaiglesiamásqueeldíaenquesecasóconlaviuda,hacíayabastantesaños.En aquella sazón los afanes matrimoniales no permitieron el paso a lospensamientos ultramundanos que ahora soplaban lúgubremente por su cerebrovacío.Sumergidotodasuvidaenelgolfodelosinteresesmateriales,trabajando,comerciando, lucrándose y no tratando más que con hombres que hacían lomismo,noselepresentónuncaalaimaginaciónlaideadeDios,delalmaydelaotra vida.Ahora, viejo ya, sereno, desocupado, se filtraron de rondón cuandomenospodíaesperarseensuespíritufinanciero.Lasluces,lasvestidurasdelossacerdotesysobretodoelórganotuvierondeellolaculpa.

Alcabodeunosminutosdesilenciodijoelpaisanoconvozsorda:

—Estaba pensando en la iglesia, señor Núñez, estaba pensando en que esteasuntodelareligiónescosacuriosa.

—¿Lepareceausted?—respondióNúñezcompletamentedistraído.

—Mucho. Sería interesante saber si después de esta vida hay otra, comodicen...Pero,enrealidad,deboconfesarleaustedqueaquellosvestidosdorados

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deloscuras,aqueldoblarseylevantarse,aquellasvueltasenredondoyaqueliryvenirdeunapuntaaotradelaltarestarámuybien,peronomepareceserio.

—Pues yo no lo encuentro nada risueño—afirmó el pintor con el mismoensimismamiento.

—Perovamosaver,señorNúñez,¿piensaustedquehayainfierno?

—Realmentenohepodidohastaahora formarclara ideadeél,porque si loscondenados cuecen allí a fuego lento, como aseguran, no comprendo cómo alpoco tiempo no se convierten en papilla y si se asan no se transforman encarbón... Pero, en cuanto al cielo, lo concibo admirablemente. Es un sitioencantado, con buenos restauranes, donde se almuerza siempre con ostras ychampagne y donde los ángeles camareros no le presentan a uno la cuenta niquierenrecibirpropina.

Elpaisanosonrió,peroponiéndoseprontoserioexclamócomosisehablaseasímismo:

—SiDiosnoexiste,¿quiénhizoelmundo?

—Acasosehayahechoporsímismocomoelanísescarchado—replicóNúñezasomandolacabezaporlaventanillaparaversidivisabaelcochequeconducíaaElena.

Hubo algunosminutos de silencio durante los cuales el cerebro deBarragándaba terribles vueltas en el piélago de lo insondable. Al cabo murmurósordamente:

—De todos modos es curioso, ¡muy curioso! Yo daría cinco mil duros porsabersihayDiosonohayDios.

—Por mucho menos dinero se lo dirían a usted en Alemania, donde haypersonasdedicadasaaveriguaresascosas.Yhastamefiguroquesillevaseunacartadelembajadorleharíanaustedunarebajadeunveinticincoporciento.

El carruaje se detuvo al fin delante del hotel cerca de otros que habíandescargado. Elena estaba asomada ya a uno de los balcones presenciando lallegadadelacomitiva.

—¿Conquiénhavenidousted,Núñez?—lepreguntódesdearriba.

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—¡Noseaustedindiscreta,Elena,nomeobligueustedaruborizarme!

—Bueno, si usted nome lo dice pronto lo averiguaré—replicó ella un pocointrigada.

—Nohaysecretoninguno,Elenita:havenidoconmigo—dijo—Barragán.

Elenasacudiólacabezariendoacarcajadas.

Enelampliocomedorsehabíancolocadodosmesasa lascualessesentaronmásde cincuenta invitados.A los postres se desbordóun río de champagneyotroríoaúnmáscaudalosodebrindisenprosayverso.Losdesdichadosnoviosquedaronpormásdeunahorasumergidosentreellos.Nofaltóalcabounamanocaritativa que los sacó de aquel abismo. Los comensales se levantaron y sedistribuyeronporlossalones.

Reynoso seacercóa sucuñado, lepasóunbrazopor la cinturay le llevóalhuecodeunbalcón.

—Dentrodeunrato—ledijo—,cuandoyotehagaseña,podéisbajar.Elcocheestaráalapuertaenganchado.Montáisenélyosvaissinquenadieseentere...Yahora,Tristán—añadióponiéndoleunamanosobreelhombro—,sólomerestaquedecirteunacosa.Teentregoamihermana,mejordicho,teentregoaunahijaadorada,puesesohasidoparamisiemprelaquehoyestuesposa.Micariñoymi vigilancia han protegido sin descansar jamás su inocencia. No llevas unadama elegante, distinguida, espiritual para brillar en los salones, pero sí unaesposanobleytiernaqueteacompañaráfielmenteenlacarreradelavida,quecompartirá tus penas y tus alegrías. La elevación de tu espíritu suplirá lo quehayadelimitadoenelsuyo.Ysialgunavezteimpacientaestalimitación,siunasombra de malestar se interpone entre vosotros, considera que es una pobrehuérfanaqueyano tieneanadiemásquea ti enelmundo: tencompasióndeella,ségenerosocomounpadreyDiostelopagará.

Tristánsesintióenternecidoporaquellaspalabrasydijoconefusión:

—Responderé a esa confianza con todo el amor de que es susceptible micorazón.VelarésobreClaracomosifueseuntesoroquemefueseencomendado,untesorodeinocencia,deternuraydenoblezaqueestoymuylejosdemerecer.

—Gracias, Tristán, gracias—repuso don Germán a su vez conmovido y

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apretándole la mano fuertemente—. Ya somos hermanos, y puesto que elparentescohaborradoladiferenciadeedadllamémonosdetúenadelante.

—Como tú quieras—dijoTristán devolviéndole con creces su apretón—.Noolvidaréjamástugenerosoprocederyquetedebolafelicidad.

Sesepararon.AquellabreveescenadejóenelcorazóndeTristánunaalegríasuave, íntimaque se advertía en sumirada.Mas era el sinode este jovenquejamás pudiera perdurar en él la calma. En cuanto se mezcló a los invitadosadvirtió un grupo de señoritas que rodeaban al marquesito del Lago y con élparecían divertirse. Este muchacho, de excelente natural, dócil, modesto yrespetuososiempre,teníaeldefectodebebermásdeloconvenienteentodoslosbanquetesyfestejosaqueasistía.Selehabíametidosindudaenlacabezaqueerade rigor en tales casos.Y en cuanto tenía en el cuerpo algúnvinodemásperdíaaquél sunatural reservadoyse transformabaenuncharlatán insufrible.Unas cuantas jóvenes se complacían en burlarse de él haciéndole soltar unchorrodesimplezas.

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EncuantoelmarquesitodivisóaTristándesdeelcentrodelgrupoenquesehallabaapartóalasdamasbruscamenteysevinohaciaéldiciendoenvozalta:

—¡Aquí llega el novio! ¡Aquí está el hombre feliz...!Déjemeusteddarle unabrazo(yleabrazóenefecto)...Meparece,amigoAldama,queenestemomentonoleabrazoaustedsolamentesinoalmatrimoniocompleto.

Aquellasalidahizoreíralasdamas.ATristánlecausómalísimoefecto.

—Ustedesunsabio,amigoAldama,ysiyohubieraadivinadoqueestudiandobienellatínylasmatemáticasllegaríaacasarmeconunamujertanguapacomolasuyanohubierasidotanzángano,mehubieraaplicadomás.

—Aúnestáustedatiempo—manifestóTristán.

—¿Paracasarmeconsumujer?

Lasdamasrieronacarcajadas.

—¡Hombre, no!—replicóTristánhaciendo esfuerzospor reír también—.Esoya no puede sermientras yo esté vivo, pero aplicándose, y aun sin aplicarse,hallaráustedunamujermásguapa.

—Ustedmepermitiráqueledigaunacosa,amigoAldama...¿Verdadquemelo permitirá...? Pues bien, su novia es muy guapa, es guapísima..., yo no heencontradonuncaotramásguapa.¿Hedichoalgo?¿Eh,eh?¿Hedichoalgo...?

Elmarquesito con la fazcongestionaday losojosunpocoextraviadoshacíaguiñosmaliciososymetíasucaraporladeTristán.

—Ustedmepermitiráqueledigaotracosa,¿verdadquemelopermitirá...?Sí,sí,me lopermiteusted...Puesbien, amigoAldama,usted esmuy sabio, tienemuchotalento,pero¿quéfaltalehaceaellaeltalento?¿Nolepareceausted?

—Yo no tengo talento, es usted demasiado amable—profirió Tristánvisiblementemolestoya.

—Sí, sí; lo tiene usted..., pero don Tristán, es usted demasiado tristón paraella...Esaniñamerecíaunmaridomásalegre...,asícomoyo,porejemplo...

Tristánsepusopálidorepentinamente.Lasseñoras,aunquenopodíanadivinar

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todoelefectoquetalespalabrasdebíanproducirenelnovio,comprendieronqueaquelchicoseestabavolviendoasazinsolente.Seapresuraron,pues,acortarlaconversación llevándoloconsigoaotraparte.Tristán losmiróalejarse inmóvilconlafrentefruncidaylosojoscargadosdecólera.

MientrastantoClara,vestidaconunsencillotrajedeviaje,hacíayaparaéllosúltimospreparativos.Unadelasdoncellasseacercóaellayledijo:

—Ahíabajoestáel tíoLeandrocon lospastoresy losguardasquepidenporfavorquelespermitandespedirsedelaseñorita.

—¡Yalocreoqueiré!—respondióClaraapresurándoseabajaralagrancocinadelsótano.

Allíestabanenefectolospastoresydosguardasjuradosconsussombrerotesdefieltroenlamano.EltíoLeandro,elhombremásgraveysentenciosodetodalacomarca,estabaalfrentedeellosyhablódeestamanera:

—Perdone nuestra ama a estos probes que la hayan incomodao. HacíasenosmuycuestaarribanoverlaantesquesenosfueseparasiemprealosMadrilesymásentovíanodecirlenuestrossentires.Laseñoritasevaynosdeja...Pueshaticuentaquepanosotroscayólanocheencimayquenoamanecemás.¿Verdad,amigos...?Vosotrosbiensabéisquecuandoallápordetrásdeloschaparrosylasmatas sonaban los tiros que disparaba la señorita, cuando oíamos su vozllamando a los perros, al que más y al que menos de nosotros le bailaba elcorazón dentro del pecho como si quisiera salir a su encuentro. Y cuando laveíamosaparecerentrelosárbolesmásgalanaymásfrescaqueunaazucenademayo,nohubonuncaunluceroenelcieloquenospareciesemáshermoso.Nolaveremosyaconsucarabinamajacorriendoporelmonteyporlaseras,perodendeaquíenadelantelaspiedrasqueellahayapisao,lasfuentesenquehayabebió,lassombrasenquehacíaaltoparadescansarseránparanosotrossagradascomosiallíhubiesepuestosuspiesbenditoslamesmaVirgendelCarmen.

Claraescucharuborizadaestasnoblespalabrasymurmura:

—Gracias, gracias, tío Leandro...Gracias todos. Jamás les olvidaré y esperoqueprontonoshemosdever.

Yvolviéndoseauncriadoañadió:

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—Veal comedorybájamechampagney cigarros.Quieroqueustedesbebanunacopayfumenuncigarroamisaludyalademimarido.

Estasúltimaspalabraslaspronuncióconunacentodeorgulloyternuraalavezquemostrabanbienclaralaalegríaquerebosabadesuinocentecorazón.

Vino el champagne y los cigarros, se destapó una botella y luego otra, y lamismadesposada lo escanció y lo sirvió a sus servidores.El tíoLeandro, conunacopadelvinochispeanteenlamano,tomódenuevolapalabra.

—Nosehizoeste regalo,nuestraama,pa labocade losprobes.Nisabemosgustarlo,nisabemosestimarlo.Peroyanonosmoriremossinprobarcómosabeel vino de los ricos. Y cuando alguna vez oigamos esos tiros tan alegres quesuenanenelcaféydentrodelascasas,podremosdecir:«Graciasanuestraamahemossentidotambiéndentrodelcuerpoesadescarga.»Benditasealamanoquesabedarcosastanbuenasyquenoarreparaaquiénlasda.Amigos,bebamosalasaluddenuestraseñorita;pidamosaDiosqueelesposonuestroamolahagatanfelizcomomerece,quesilohace,tanestimadoseráentrenosotroscomoelarcángelSanRafael.

Estas graves palabras determinaron una explosión en la cocina, donde sehabían congregado también criados y criadas y mozos de labranza. Con lasmejillas encendidas y los ojos brillantes de entusiasmo todos la colman debendiciones, todospidenalcielodicha interminablepara lacaritativa señorita.Lasmujeresmásatrevidasseabalanzanaellaylebesanlasmanos,loshombresagitan sus sombreros y de sus gargantas salen hurras y vivas que estremecengozosamenteelrecinto.

Clara,conmovidahastasaltárselelaslágrimas,detodossedespide,subeporlaescalerilla y todavía desde lo alto les envía con su hermosamano un beso dedespedida.

Sin embargo, arriba ya estaban buscándola su hermano y Tristán. El cocheenganchadoesperabaalapuerta.DonGermánlesdicealoídoalgunaspalabrasylesordenaquecadaunoporsuladosedirijanalapuertasinllamarlaatencióndelosconvidados.Asílohacen,perocuandoyahansubidoalcarruaje,alguienleshace traición; los invitadosseenteran,se lanzana losbalconesy leshacenunadeliranteovación.

Elcocheeraunfaetóntiradoporseismulasrojasquehabíansidoadquiridas

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pordonGermánendiversasferiasdeEspaña.Nopocotrabajoydinerolehabíacostadojuntarlastaniguales.Peroahoraestesoberbiotirocausabalaadmiracióndelostranseúntes,cuandoenjaezadoalacaleseraconmadroñosverdesentrabaporlascallesdeMadrid.Losnovioshabíanresueltoirencocheparaevitarselacuriosidaddelagenteenlaestación:además,lahoradelostrenesnolesparecióconveniente.

Las seismulas de tostado lomo corrían arrastrando a la pareja feliz hacia sunido.Losgritosdejúbilodelosinvitadosylarapidezdelamarchalosembriagópor unos instantes: permanecían mudos sin saber qué decirse. Pero Tristánvolviólosojoshaciasuesposayleclavóunalargamiradadeamorapasionadoytierno.Ellabajólasuya.Eljovenletomóunadesusmanos,lallevóaloslabiosyenvozquedacomenzóacantarlealoídoelhimnodelamoracompañadodeloschasquidos del látigo y del tintineo de los cascabeles. Era Tristán elocuente,poseía una imaginación viva. Clara con los ojos cerrados y una leve sonrisadivinaesparcidaporsurostronosehartabadeoírle.

CuandollegaronaMadridanochecía.Lascallesrebosabandegente:laslucesdelosfarolescomenzabanaencenderseydespedíanunaclaridadblancaazuladaalchocarconladelcrepúsculo.Lagranciudadabrasadaporelcalordeldíasepreparabacongozoarefrescarse.Lamuchedumbrediscurríaporlasaceras.Yanoseveíanaquellosrostrosrojosyfruncidosquepasanrápidosenelcentrodeldíabuscandosombra.Ahorasedilatabangozosos,sonrientes,contemplandolosescaparatesbajolaluzblancayfantásticadelosarcosvoltaicos.Elcochedelosnovios hacía volverse a todos y le seguían con la vista curiosos y admiradoshastaqueseperdíaalolejos.

A los balcones de su piso de la calle delArenal estaban ya asomados desdehacíamásdedoshorasloscriados,lacocinera,lasdosdoncellasyelcriado.Encuanto divisaron el coche se apresuraron a bajar al portal y los recibieronhumildes,agasajadores.

TristányClara,tímidosyembarazados,recorrieronlashabitacionesdelacasa,pequeñas comparadas con las del suntuoso hotel que acababan de dejar, peroamuebladas con refinado gusto y coquetería. Clara lo hallaría todo preciosoaunquefuesemuchopeor.Perolacocineraardíaendeseosdemostrarleshastadónde llegaban los primores de su arte. Antes que se hubiesen reposadoconvenientemente fueron invitados a comer y los jóvenes aceptaron no comoseñoresde la casa, sinocomohuéspedes,dejándosedirigirpor los criados.La

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comida fue alegrísima. Tristán esperaba que el criado volviese la espaldallevándose los platos para robar algunos besos a su mujercita. Cuandoterminaronyhubierontomadoelcaféconalgúnespacio,Tristánpropusosaliratomar el fresco y dar una vuelta por casa de sus tíos y ver a los niños, puesaquéllos con Araceli no vendrían del Sotillo hasta la mañana siguiente. Laprimera doncella se opuso: los señoritos habíanmadrugado; luego el viaje noteníamásremedioquehaberlesfatigado;debíanacostarsetemprano.¿Quéibanahacersinosometerse?Peroenaquel instantesonóel timbrede lapuerta.Unjoven que traía un bulto debajo del brazo quería verles. EraGarcía, el peludoGarcía,quedejandosubultosobreunasillacorrióaabrazaraTristányadarlamanoaClara.Nopudoconseguiraquélquefueseasubodaynoinsistiómuchoenlainvitaciónpordelicadeza,comprendiendoqueelmotivoderehusareraelnoposeertrajeadecuado.Nohabíapodidovenirantesporqueteníaunalecciónen aquella misma hora y tuvo luego que ir a casa por aquel encarguito. Elencarguito, que se apresuró a destapar, era nadamenos que un barómetro concajademaderabarnizada,queofrecíaasuamigocomoregalodeboda.Lohabíacomprado en un bazar, le había costado seis duros y había estado dos mesesprivándosedecaféparaello.Tristánnopudoreprimirunasonrisadelástimaylepreguntó que por qué se había molestado. Pero Clara con la intuición de lasesposasamantesqueadivinanaprimeravistacuálessonlosamigosverdaderosylosfalsosdesusmaridosencontróelregalopreciosoynosehartabadealabarlo.Mostrose con García amable y cordial, de tal modo que el pobre opositor acátedrasalpocoratohubieraandadodecabezaporella.

Arrimaron las butacas al balcón abierto y fumaron un cigarro. García, queestabahaciendooposicionesaunacátedradeRetóricaenPontevedra,lesenteródelcursodeellasaconciencia,contodaexactitud.Nolequedóenelcuerpounsolo pormenor. «—Alvarez, que es muy largo, muy sutil me dice:—¿Cree elseñorGarcíaqueCervantesescribióconpurezael idiomacastellano?—Yoquelevivenirenseguidalerespondo:Distingamos:¿QuéentiendeelseñorAlvarezpor escribir con pureza un idioma? ¿Es acaso aceptar en absoluto como unesclavo todos sus giros y locuciones? Pues en ese caso Cervantes no fue unescritor castizo de su tiempo porque pululan en su obra inmortal lositalianismos...»

Y el pobre chico sin dar paz a la lengua les encajaba las objeciones de suscontrariosysusrespuestasvictoriosasyelefectoqueellashabíanproducidoeneltribunal.ValerasehabíarascadolacabezaconseñalesdealegríayCañetele

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habíadirigidounasonrisadeaprobación.

Del aspecto teóricopasódespués al prácticoynarró conprolijidad todas lasintrigas, todas las arterías de que se valían sus contrarios para arrancarle lacátedra. ParticularmenteAlvarez, el infectoAlvarez no reparaba en valerse delos medios más reprobados, más odiosos. A un miembro del tribunal carlistamuy exaltado le había dicho que era republicano y que no oía misa losdomingos.ACañetelefueconlaembajadadequesereíadesuscríticasenelcafé.Enfinunaseriedecanalladasquelevantanelestómago.

Y en efecto, García al narrarlas se ponía pálido y parecía estar atacado denáuseas.Tristán leescuchabadistraído,pensandoensuscosas;Claracon todaatención, aprobando con el gesto, dejando escapar frases de conmiseración ysacudiendolacabezaindignadacontrasusenemigos,sobretodocontraAlvarez,elinfectoAlvarez.ÚltimamenteGarcíayanohablabamásqueparaellaynosedirigía a Tristán. Entre aquellos dos seres buenos se había establecido unacorrientedetiernasimpatía.

Pero la noche avanzaba. Tristán empezó a dar muestras de impaciencia,bostezando, levantándose y poniéndose de bruces sobre el balcón. Garcíaentendió al fin y se dispuso amarcharse.Tomó el sombrero, volvió a abrazarefusivamente a Tristán, apretó con elmismo cariño lamano deClara y salió.Tristán le acompañó hasta la puerta. Al llegar a ella García le dijomisteriosamente:

—Esperoquemarcharábien,¿sabes?Perosisedescomponenotienesmásqueavisarme,queyolollevaréparaqueloarreglen.

—Bien,hombre,gracias—respondióTristánsinpoderreprimirunasonrisa.

Luego,cuandotornóalcomedor,entródiciendo:

—¡PeroquépesadísimoesestepobreGarcía!

—¿Porqué?—preguntóClara—.Yoleencuentrounchicomuybueno.

—Buenosí;peronotienelaspiernasligeras.

Estuvieronalgunosmomentosaúnasomadosalbalcón.Alcaboseretiraronasu dormitorio. Habían sonado las doce. Tristán estaba jovial, cariñoso,prodigandoasuesposamilrespetuosasatenciones.Perodepronto,mirandoun

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primorosovasodeaguaquehabíasobrelamesadenoche,sequedóserio.Aquelservicio de cristal era regalo de la marquesa viuda del Lago. Una arruga sedibujóensufrentepálidaquefuepocoapocohaciéndosemáshonda.AlvolverlosojoshaciaélClaraquedósorprendida.

—¿Quétienes?—lepreguntóconafectuosointerés.

—Nada—respondiósecamente.

Transcurrieronalgunosinstantesdesilencio.Tristánhablóalfinconvozsorda:

—Un destino fatal parece descender de lo alto para interponerseconstantementeentrelafelicidadyyo.Sumanofríamesacudeconrudezaparadespertarmedetodosueñodichoso,detodadulceilusión.Esevasomerecuerdaquehacepocashorastambiénsehallabamiespíritunadandoenunaatmósferade paz y de dicha como hace un instante, y que una voz para mi antipática,odiosa,lavozdelmarquesito...

—¡Todavíaelmarquesito!—interrumpióClaravivamente.

—Sí,todavía.Ysiélnohubierasido,lafatalidadseencargaríadebuscarotroinstrumento animado o inanimado para recordarme que este mundo es dolor,siempre dolor... Unos ojos que me miran agresivos, impudentes, una fazcongestionada por el alcohol, una lengua estropajosa que me suelta algunasinsolencias rayanas en la injuria.Y eso he tenido que sufrirlo en elmomentomismo en que todas las potencias del cielo y de la tierra parecían habersereunidoparahacermedichoso.

—Pero si ese niño estaba ebrio como dices, ¿qué podían importarte sustonterías?

—En la embriaguez comoen los sueñosmanifestamos lo que somos, lo queguardaelfondodenuestraalmayquenoconfesamosalosdemásnianosotrosmismos.Eseniñoestáenamoradodetiyamímeodia;eslógico.Ignorosihadado algún paso para obtener tu amor y desbaratar nuestra unión, aunque lopresumo. Pero eso no es lo principal. Lo capital en este asunto, loverdaderamente importante para mí es el saber si tú has alentado directa oindirectamenteeseamor.

—¿Acaso no te lo he repetido infinitas veces? Estoy persuadida de que ese

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amordelmarquesitonoexistemásqueentuimaginación:nadielohaechadodeverenlacasamásquetú.Peroaunqueasífuese,niyoheescuchadodesubocajamássinofrasesinsignificantes,nilehetratadomásquecomounamigo.

Tristánguardó silencio.Sehabía sentado sobreelbordede la camaycon lamiradafijaenelsuelopermanecióalgunosminutosinmóvil,abstraído.Claralecontemplaba con expresión ansiosa que por momentos se iba haciendo másdolorida.

—¡Esraro!¡esraro!—murmuróalcabocomosisehablaseasímismo.

—¿Elquéesraro,Tristán?—profirióellaconvozangustiadaqueparecíahaberpasadoentresollozos.

—Esraroquenohabiéndoledadotúningúnalientohayaosadoesechicosoltarpalabrastanatrevidas.

—¿Esquedudasdeloqueacabodedecirte?Esasdudascuandoéramosnoviostenían poco valor, no engendraban más que riñas pasajeras que según measeguraban eran la salsa de las relaciones amorosas, aunque yo jamás quisecreerlo.Pero ahora no somos libres y la sombra de cualquier sospechaque seinterponga entre nosotros puede ocasionar nuestra desgracia. Considéralo,Tristán, medita que ya no puedes hablarme de ciertas cosas sin ofendermegravemente.

—Quisieracreerte,Clara.Túnosabesloquemehacesufrirladudadequenoseastodamíaencuerpoyalma,dequepermanezcaescondidaenelfondodetucorazónunapequeñainclinación,unalevesimpatíagermendeamorhaciaotrohombre. ¡Pero no puedo! La duda se me ofrece siempre como un fantasmadelante de los ojos. No puedo apartarla de mi presencia. Me agarra cuandomenoslopiensoyseintroducedentrodemiser,sefiltraenmisvenascomounvenenosutilymeinflama...

Clara le miró fijamente con ojos donde además de la tristeza se pintaba lacóleraymurmurósacudiendolacabeza:

—¡Estábien!¡estábien!

—¿Qué quieres decir?—profirió élmirándola a su vez a la cara—. ¿Te estápesando de haberte casado conmigo, verdad...? ¡Sí, sí... no lo niegues...! Lo

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estoyleyendoentusojos.

—No,nomepesaelhabermecasadocontigo,perosíelquemedesaentenderquenopuedohacertefeliz.

Hubo algunos instantes de silencio. Al cabo Tristán comenzó a decirlentamentemirandoalsuelo:

—Unatardeestábamostuhermanoyyohablandoensudespacho.Tútefuistealbalcónyapoyastetuscodosenelantepecho.Pocodespuésentróesechicoyapenasnoshubosaludadofueareunirsecontigo.Ycomenzasteisahablarenvozbajayareírosmientrasyoteníalavistaclavadasobrevosotros.Ycomosimisojosospenetrasenporlaespaldaunoyotrovolvisteislacabezaparamirarmeyunpocoderuborsubióatusmejillas.¿Porquéteruborizabas?

—Tristán,¿quéestásdiciendo?—gritóellaconvozdesesperada.

—Otra noche—prosiguió el joven sin hacer caso de aquel grito doloroso—estábamosenelteatrodelaComediaenunpalcocontiguoaldeproscenio.Yocharlabacontigoynuncahabíaestadomásalegreymásenamoradoqueaquellanoche.Frenteanosotroshabíaunespejo.Cuandounavezsemeocurrelevantarlos ojos hacia él, veo allí pintada la imagen del marquesito, que detrás denosotros,enotropalco,teestabacontemplandoasusabor.Túlohabíasvistoynomedecíasnada...

—¡Tristán!—tornóaexclamarlajovenconacentoaúnmásdesesperado.

Yllevándoselasmanosalrostroprofirióestallandoensollozos:

—¿Diosmío,quémeestápasando? ¡Estonoesverdad, esto esunahorriblepesadilla!

Tristánlamiróuninstanteconfusoyarrepentido.Peroalzándosebruscamentecomenzó a pasear con agitación por la estancia mientras decía gesticulandonerviosamente:

—¿Yyoquéculpatengo...?Quisiera,aunacostademisangre,arrancarmedela imaginación estas escenas, pero ellas no quieren huir. Si por algunosmomentosseeclipsanesparaaparecernuevamentemásvivas,máscrueles.

Clarasehabíadejadocaersobrelaalmohadaysollozabaconelrostrometido

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en ella. Él también se sentó al cabo y acometido de una tristeza profunda,infinita,contagiadoporlaslágrimasdesuesposa,comenzóigualmenteallorar.Prontosealzóotravez;volvióasupaseoagitado,volvióasumonólogoamargoy exaltado; pero de nuevo vino a sentarse al lado de su esposa abatido ysollozante.

Las primeras claridades de la aurora les sorprendieron todavía llorandosentadossobreelbordedelacama.

XI

ELESTRENODEUNAOBRADECARÁCTER

AlgunosdíasdespuéssalierondeMadrid.ViajaronporSuizayporAlemania;enelmesdeoctubrevisitaronaInglaterra.AMadridregresaronbienentradoyanoviembre.ElviajeejercióinfluenciasaludableeneltemperamentodeTristán,serenando sus ideas y amortiguando sus celos. Mostrose en el transcurso deaquellos meses con su joven esposa lo que era realmente, galante, sensible,extremadamente afectuoso.Hasta pudo pagarle en Suiza aquel auxilio solícitoque leprestaracuandocayódelcaballo.También la intrépidaClara resbalóenunadesusexcursionesalpestres,desapareciendodelavistadeTristán,quienselanzó por la escarpada pendiente en su auxilio y rodó por ella sin lograrprestárselo.Felizmenteambosquedarondetenidosenunamatadearbustosysesalvaron de una muerte cierta. Clara fue quien primero se alzó. Rojos deemoción,con lágrimasen losojosseabrazaronestrechamenteysebesaronenmediode la soledaddeaquellasmontañasqueunavezalmenos semostraronpiadosas.Claraeradichosa.Sinembargo,elrecuerdofataldesuprimeranochedenovialeasaltabaalgunavezestremeciéndola;fueunavisiónsiniestraquelapersiguiótodalavida.

Cuando llegaron a Madrid, sus hermanos aún no se habían instalado en elnuevohoteldelaCastellana:losúltimosretoqueshabíanllevadomástiempodelo que pensaban. Fuéronse a pasar unos días con ellos al Escorial para darsatisfacciónalcariñofraternaldeClarayalgotambiénasuaficiónalacaza.Era

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el tiempo propicio: días claros y frescos: la gentil cazadora los empleabacorriendoporelmonteatirosconlasperdicesyconejos.

—Corre, corre, hija mía—le decía don Germán viéndola llegar sudorosa yjadeanteacasa—.Aprovéchatedequeelpobrecitoaúnpesapoco.

Clara sonreía ruborizada. Su estado interesante ya era conocido en la casa yempezabaaservisibleparalosdefuera.

Tristán tambiéncorría losmontes,sinocon lacarabinaalhombro,almenoscon un libro en lamano. Placíase en tenderse en el fondo de las cañadas a lasombradelossaucesypasarallílargashorassaboreandoaratoslaspáginasdealgúnescritoradmirado,aratosescuchandolosgorjeosdelospájaros,elmansoruidodelvientoenlosárbolesyelrumorcristalinodelasaguascorrientes.Sehallabaenunperíododegranactividadintelectual: laplacidezyamenidaddelsitio,lapazdelhogar,latranquilidaddesusnerviosinvitábanlealtrabajo.Hastatuvo la dicha de no tropezar a su vuelta con el marquesito del Lago queinconscientementetanmalosratoslehabíahechopasar:lamarquesaviudahabíadecididoalfintrasladarsuresidenciaasusposesionesdeExtremadurahuyendodelosescándalosdesuhijaydelospeligrosqueamenazabanasuhijo.MuchosyvastosproyectosdelibrosydramasgerminabanenlamentedeljovenautordeEngaños yDesengaños. Escribía poco, sin embargo, aunquemeditabamucho.AlgunavezseacordabadesudramaentregadoalteatroEspañolhacíamásdeunañoyentoncesseponíademalhumor.Estévanez,elfamosodramaturgo,elqueempuñabaalasazónelcetrodelteatro,lohabíatomadobajosuprotección,lehabíaprometidohacerlorepresentar,perohastalahorapresenteningunanoticiatenía del éxito de sus gestiones. Era demasiado orgulloso nuestro joven parapedirestasnoticiasnimenosconvertirseenpretendiente.DonGermánlehabíahabladomásdeunavezdelasuntodesdequellegaron,peronodabasubrazoatorceryesquivabalaconversaciónportemordequeselefueralalengua.

Al fin se le fue cierto día estando de sobremesa. Habían comido con ellosCiriloyVisitayelfarmacéuticoVilchesconsuesposa,primosdeElena.Visitainocentementelepreguntócuándoserepresentabasudrama.Tristánsecamenterespondió:

—Nunca.

Estupefacción en todos los comensales. Viendo el efecto que había causado

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añadióalcabodeunmomento:

—NuncamientrasEstévanezejerzaenelEspañolelsupremomangoneo,seaelcancerberoquelaEmpresatienealapuerta.

—¿Pero no fue Estévanez quien lo ha presentado y el que prometió hacerloponerenescena?—preguntóelprimoVilches.

—Precisamenteporeso—replicócondisplicentelaconismo.

Hubo unos instantes de silencio. Tristán comenzó a hablar en voz baja yafectando mucha calma. En realidad, había padecido una equivocaciónlamentable depositando su confianza en Estévanez, porque éste jamás habíadejadopasarningunaobraapreciable.Noqueríadecirquelasuyalofuese,massialgúnamigose lohabíadadoaentenderosiélmismohabíaencontradoenellaalgoque lehicieradudardesu fracaso, teníaporseguroqueestorbaríasurepresentación.Todosseasombrarondetalruindadyladeploraron:algunoslepropusieron que retirase sumanuscrito del Español y lo llevase a otro teatro.Sólo don Germán se atrevió a protestar aunque tímidamente de aquel juicioprecipitado.

—Túestásmejorenteradoqueyodelasmiseriasdelavidaliteraria,Tristán,perosemehacemuyduropensarqueunapersonaquesehallaenelpináculodelagloriayqueespontáneamentetehabrindadoproteccióntetraicionetanprontoycontalvileza.

—Pueslascosasdurassonlasquesedebenpensarenestemundo—respondióTristánalzandoloshombroscondesdén.

No se hablómás del asunto.Al cabo de un rato se levantaron de lamesa yfueronalparque.Algunashorasdespués,hallándosereunidosenelgrancenadordevueltadelpaseo,llegóuncriadoconuntelegramaparaReynoso.Leyóloésteyunasonrisamitadmaliciosa,mitadplacentera,seesparcióporsurostro.

—Toma,Tristán;elcontenidoesparati—dijoalargandoelpapelasucuñado.

Eltelegramadecíatextualmente:

«IgnorosiAldamaregresódesuviaje.Hágalesaberqueensayosdesudramacomenzaránsemanapróxima.—Estévanez.»

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Lasmejillas deTristán se tiñeron levemente de rojo.DonGermán soltó unacarcajada.Losdemás,cuandoseenterarondelasunto,tambiénrieron.Elenaseaprovechó lindamente para embromar a su concuñado y ponerle de verasamoscado.

Comenzaronenefectolosensayosdeldramaomásbienaltacomediasegúneltecnicismoteatral.TristánsetrasladóaMadridconsuesposaycomenzóaasistira ellos. No los dirigió porque la Empresa tenía contratado para ello un viejoacadémicoirasciblequellamabaalosautoresbadulaquescuandoosabanhacersobre la representación de su obra lamás tímida advertencia. ¿Qué sabían losautoresdelarte?¿Quésabíanloscómicosdelarte?¿Quésabíaelpúbliconilosperiodistas del arte? Del arte nadie sabía nada más que él: pronunciaba lapalabraahuecandolavozypaseandosumiradafulguranteporloscircunstantescomositemiesecualquierprofanaciónyestuvieseapercibidoareprimirladeunmodosangriento.

ElamigoGarcíagozóelprivilegiodeasistiraestosensayosyhacersobreellosprofundas y sabias disquisiciones, aunque siempre confidenciales, esto es,cuando se ponía al habla con Tristán. De otra suerte, sentía por el ancianoacadémico un medroso respeto. Desde que comenzaron los ensayos todas lasfacultades psíquicas deGarcía se concentraron en estemagno acontecimiento.NoviviónirespirómásqueparalaobradeTristán.Hastapuededecirsequenose alimentó siquiera. Sumadre se hallaba profundamente contristada viéndoleengullir los garbanzos del cocido como un perro de caza y renunciargenerosamente a los cuatro higos pasos que indefectiblemente le ponía parapostre.

—¡Pero,hijo,nomasticas!

—¿Cómohedemasticar,mamá,sialaunaymediacomienzaelensayodelaobra?

GarcíapronunciabaestapalabraconelmismoalientosonoroylaunciónconqueeldirectordelEspañoldecíaelarte.Yal teatroseibayvagabacomounasombra espectral del escenario a las butacas y desde aquí a las galeríasmeditandoelefectoqueharíantalesversosoídosdesdeloaltoydesdelobajo,cómo resultarían los apóstrofes y los apartes.Perohayquedecir que aquellosmalditos cómicos le llenaban de indignación y excitaban su bilis de unmodoalarmante.Notomabanenserioelensayodelaobra.Elprimeractordeclamaba

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conlasmanosenlosbolsillosydandopaseosdeuncaboaotrodelescenario.Laprimera dama se estaba arrellanada en una butaca y no cesaba de chuparbombones.Elbarbanosedesembozabadesucapabajoelespeciosopretextodequesehallabaacatarrado,yelgalánjovensepasabalamayorpartedeltiempodiciendorecaditosaloídoaladamajoven,riendodespuésdeloquehabíadichoyvolviendoareírdeloquelajovenlerespondía.Eracosaparahacerperderlapaciencia a un santo. Por fortuna estos excesos se fueron corrigiendo segúnavanzaronlosensayos;elprimeractorsacóalfinlasmanosdelosbolsillos;laprimeradamacesódeengullirbombonesysealzódelabutaca;elbarbadeshizoelembozodelacapa.Sóloelgalánjovenpersistiócínicamenteenhablaraloídoaladamajovenyenprovocarsurisayenreírélmismodehaberlaprovocado.Este galán joven era un ser perfectamente ligero y superficial, indigno dedesempeñarunpapelenlaobra.Nosabíapronunciar,nidistinguíalossonidos,ni separaba las palabras, ni sostenía los finales. Además su tono era siemprefamiliarcuandoenalgunoscasosprecisabaemplearelsostenido,porejemploenlabellahipotiposisdelsegundoacto,cuandonarrabauninteresanteincidentedecaza.Nosabíaaccionar.Susmovimientoserandesproporcionados.Nomanteníael cuerpo recto, ni las rodillas derechas, ni el pie izquierdo un poco trechodelantedelotro,niloshombrosquietos,nilosbrazosalgoseparadosdelcuerpo.Además(yestoeralomásgrave)cuandobajabaelbrazo,envezdedejarcaerprimero la mano y que las demás partes siguiesen por su orden, en vez depresentar losdedosdobladosconsuavidadyconservarentreellos lagradaciónnatural,extendíasiempreelbrazoprecipitadamenteyconrigidezymanteníalosdedos de la mano tiesos y abiertos. Naturalmente estas y otras infamias ibannutriendo en el corazón de García un odio feroz. Al principio este odio seexteriorizóporunaseriedefruncimientosdecejas,desonrisassarcásticasydebufidos desdeñosos en cuanto aquel impostor entraba en parlamento.DespuéscomenzóGarcíaahacercírculosentomodeélcomounavedepresaalrededorde su víctima y a expresar en voz bien perceptible su descontento, haciendoademándedirigirlapalabraaTristán.Porúltimoenunodelosúltimosdíasleabordóresueltamenteyconsonrisacontraídayvozalteradaledijo:

—Me parece, señor mío, que está usted equivocado respecto al modo derepresentar esta obra. La está usted representando como si fuese una obra deenredoyestaesunaobradecarácter.

Elgalánjovenlemiróestupefacto.Aquelsermenudo,velloso,deojillosvivosy hundidos, con su sombrero grasiento y su capa raída había excitado ya la

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curiosidaddelosactores.Lecontemplóunosinstantesensilencio,ydespuéssindignarseresponderlevolviólaespalda.Peronodejódecomunicaralmomentoel lance con la dama joven. García pudo cerciorarse de ello por la risa y laalgazara que armaron y por las miradas insolentes y burlonas con que desdeentoncesleregalaron.

Llegó por fin el día del estreno.Desde veinticuatro horas antes el estado deagitacióndeGarcía superabaa todo lo imaginable.AtacadodeunaespeciedeepilepsiaambulatoriacorríadesucasaaladeTristán,deaquíalteatro,despuésal colegio Platónico a prevenir al mayordomo, al inspector y a uno de lospasantes,hombresdetodasuconfianza,queestuviesenpreparadosparatodo,enseguidaalGreco-Latinoahacer lomismo,más tardeabuscaralmaridodesulavanderaparaentregarleunaentradadeparaíso, luegoalcafédeMadridparaver a Fariñas, su camarero favorito, quien le había prometido tres o cuatrohombresdebuenasmanoscallosasquesonabancomotablas,luegoavisitaraundependientedelaDaliaAzulquehabíaconocidounatardedemeriendaenlosViveros.EntretodosestosamigosyconocidoshabíarepartidotreintaocuarentaentradasdegaleríayparaísoqueTristán lehabíaentregadoparael caso.PeroGarcía no se había limitado a repartirlas, sino que como un general expertorecorríaamenudolaslíneas,dabainstrucciones,infundíaalientosyexaltabalaimaginación de aquellos honrados alabarderos, haciéndoles pensar que delchoque adecuado de sus manos una contra otra dependía el porvenir de laliteraturaespañola.

PeroheaquíquecuandoveníarendidoyjadeantedeunadeestasrevistasseleacercaenlaCarreradeSanJerónimounamigoyledicealoído:

—García, teprevengoque laobrade tuamigoseráestrepitosamentesilbada.Yosédeunacasade lacalledeToledodonde sehan reunidoesta tardehastaveinticuatro reventadores y esa ha sido la consigna.Además, en la calle de laEscalinatacreoquehahabidoayerotrareuniónporelestilo.

OírestoGarcíayperderlarazónfuetodouno.Yensulocurafuriosacomenzóadesbarrardeunmodolamentable.Lomejorqueseleocurrióparacontrarrestarlaobratenebrosadeaquellavilcanallafueiravisitaralinspectordepolicíadeldistrito y prevenirle de tales focos de conspiración. El inspector escuchó sudenunciaconindiferenciaysólorespondióconun«bien,bien;yaveremos:nohayquepreocuparsedeeso»quedejódescorazonadoanuestroprofesor.

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—Es que, señor inspector, si esa canalla se obstina en armar bronca norespondodeloquepuedasucederenelteatro.

—Pierdaustedcuidado;yorespondodeellos...ydeustedtambién—replicóelinspectorconsorna.

Media hora antes de abrirse el teatro la noche del estreno ya estaba Garcíarondándoloprovistodeunenormegarrote.

—¡Vayauncódigoquellevausted,amigo!—ledijounrevendedordelosqueestabanalapuerta.

—Todopuedehacerfalta—murmuróGarcíaconferozexpresión.

Pocoapocofueronllegandolosdelzaguanete,losleales,elmayordomoyelpasante del colegio Platónico, dos alumnos espigados del Greco-Latino y ellavandero, la guardia negra del camarero Fariñas, etc., etc., todos provistosasimismodeigualesrazonescontundentesquesudignojefe.

Tristánnoquiso iral teatroaprimerahora:se reservabaconocereléxitodelprimeractoparasalirdecasa.Claraleacompañaba,resueltaanoparticipardelasemocionesdelestreno.Silaobrateníabuenéxitoyalaveríaaldíasiguiente.En cambio Elena y la condesa de Peñarrubia, que eran ya íntimas amigas, seacomodaron en dos butacas a primera hora.Aquélla no quiso asistir desde unpalcopornohacersedemasiadovisible,cosahartoenojosa,silaobranologrababuen éxito. Reynoso se quedó también con Tristán en casa, dispuesto atrasladarsealteatroencuantosevieseelcarizquepresentabaelasunto.

El primer acto produjo agradable efecto en el público, aunque no se letributaronaplausosmuyruidosos.ApenassebajóeltelónGarcíacorriócomouncohete a participar a su amigo la fausta nueva. Este la recibió con aparentefrialdad, aunque vivamente satisfecho en el fondo. García se volvióinmediatamentealteatro,acompañadosolamentededonGermán,puesTristán,haciéndoseunpocoeldisplicente,manifestóquenoiríahastaquesesupieseeléxitodelsegundo,clavedelaobra.

El éxito del segundo fue brillante. El público complacido, tanto por la felizdisposiciónde las escenascomoporaquella espléndidaversificacióndonde seadvertía al discípulo predilecto del granRojas, llamó al autor repetidas veces.García desde el paraíso también le llamaba con voz estentórea a sabiendas de

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que no podía presentarse. Esta vez no quiso salir del teatro: era imposibleabandonarlabatalla.Envióunemisarioasuamigoconestaspalabrastrazadascon lápiz: «Éxito indescriptible. Ven inmediatamente.» Una vez cumplido sudeber,secreyóenelcasoderecorrerelteatrodearribaabajoparafelicitarasusvalerosas huestes y recibir de ellas la misma enhorabuena. La faz de Garcíabrillabapurayradiantecomounaauroradeprimavera.Cuandosubíaalparaíso,cuandoentrabaenlasgalerías,cuandobajabaalvestíbulocreíasentirtodaslasmiradasposarse sobreél, creíaescuchara supaso rumores lisonjeros:«EseesGarcía,elamigoíntimodelautor,¡soncomohermanos!»Yelgloriosoopositora cátedras se balanceaba lleno de importancia aunque haciendo esfuerzos poraparecermodestoyserenoenmediodeltriunfo.

Pero he aquí que al entrar una de las veces en el vestíbulo escucha vocesacaloradas de dos personas que disputaban con sobrada viveza. Eran doscaballeros,unodeedadmadura,elotrojoven.Entornodeelloshabíaungruponumerosoqueescuchabaladiscusión.Versabaéstasobrelosméritosdelaobra.El viejo la atacaba: el joven la defendía.García sintió el estremecimiento delsoldadoquevaaentrarenfuego.Elcaballeromaduronocomprendíaporquéseaplaudía aquella obra. Ningún efecto teatral que tuviese novedad, ningúncarácterconverdaderorelieve;nadamásqueversossonoros,esdecir,hojarasca.

García creyó escuchar una voz misteriosa en sus oídos que le gritaba:«¡Arráncalelavida!¡Bebetodasusangre!»Seabriópasoaltravésdelamurallade carne que le separaba de aquel ser abyecto y encarándose con él le dijotemblandodecólera:

—Sóloporundesconocimientoabsolutodelosprincipiosqueinformanelartedramáticosepuedehacerunacríticatanligera,tansuperficialytaninjustacomolaqueustedestáhaciendodelaobraqueserepresenta.

Elcaballero,poseídodevivaindignaciónanteaquelgroseroexabruptolemiróde lospiesa lacabezaensilencioyalcabodijodandoasuvozuna increíbleinflexióndedesprecio:

—¿Yustedquiénes?

—Yosoyquiensoy—respondióGarcíaplagiandoalSupremoHacedor—.Porsupuesto—añadió con énfasis—el autor de la obra se halla a demasiada alturapara quepuedan alcanzarle las críticas de los pasillos y las habladurías de los

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ignorantes.

ElcaballerorefractariosepusopálidoymirandoaGarcíafijamentealosojoslepreguntó:

—¿Esustedelautordelaobra?

—No,señor,soysuamigo.

—Pueslomismoustedqueelautorsondossolemnísimosmamarrachos.

Garcíasoltóelgarrote,cuyaarmanopodíajugarenaquellaocasiónacausadela estrechez del recinto, y se arrojó al cuello del crítico no diremos como untigre, pero sí como el animal que más se le parece. Gran confusión en elvestíbulo.Intervinieronloscircunstantes, intervinodespuésunagentedeordenpúblico,peronofueposiblequeGarcíasoltarasupresaysaliócolgandodeellaalacalleempujadosporelagenteyotrosguardiasqueacudieronasecundarle.PocodespuéseraconducidoignominiosamentealaPrevención.Envanosuplicóque se le dejase en el teatro hasta el final de la representación prometiendoconstituirseinmediatamentepreso.Losguardiasfueroninsensibles.Garcíahubodepasarporeltrancefierodenoverelestrenodelaobra.

MientrastantoReynosoyElena,Escudero,doñaEugeniayAraceli,todoslosparientesensumadelafortunadoautorrecibíanalegrísimoslasenhorabuenasdelosamigosyconocidos.Elenahabíatenidoenelentreactolavisitadealgunos,entreellosdeGustavoNúñez,quiensólopermanecióasuladoalgunosinstantesgrave y ceremonioso. Se despidió para ir al escenario a ver a Tristán y si noestaba para ir a buscarle a su casa. Mientras Elena hablaba con uno de susamigosacercosepordetrásasaludarasucompañeralacondesauncaballerodemediana edad y elegante porte, se estuvo un rato departiendo con ella y sedespidió al cabo amable, sonriente, reteniendo algún tiempo en sumano la deMarcela.

—¿Quiénesesecaballero?—lepreguntóElena.

—No te lo he presentado porque estabas muy distraída... Es el conde dePeñarrubia.

—¿Tumarido?—exclamóElenadandounsaltoenlabutaca.

—Él mismo... ¿Te sorprende?—añadió sonriendo—. Siempre se ha

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manifestadomuyfinoconmigo.Encualquierparteadondevoy,seaalteatrooalascarreras,nuncadejadehacermesuvisitaydeenviarmefloresobombones.Esunperfectocaballeroaunquenotienepizcadevergüenza.

Elenasehallabaaturdida.Hacíaloposibleporencontraraquellonatural,peroensusojossepintabatalsorpresaquelacondesareíaacarcajadas.

—Ysinosencontramosencualquierreuniónobailemehacesumijitadecortey baila conmigo un rigodón... Esto no impide que nos aborrezcamoscordialmente, ¿sabes? Pero la corrección ante todo, hija... ¿Lo ves?—añadióvolviendolacabeza—.Elconsabidoramito.

En efecto, la florista se estaba abriendo paso por la fila posterior de butacasparaentregarunramodefloresacadauna.

Escuderorebosabadecontentoysudignaesposaigualmente.PeroAracelisemostrabaenabsolutoindiferentealtriunfodesuprimo.Sucorazónvirginalnolatíayasinoconlosrecuerdosfeudales,yGonzalitoRuizDíazeraelencargadoderefrescárselos.Allíloteníaasuladoentodoslosentreactos.Nopodíabajarlavistaasusgemelosornadosdeunacoronaducalsinsentirseagitadaporunestremecimientodeplacer,deanheloydeveneraciónalmismotiempo.AcasoelfeudalismosehallaramejorrepresentadosiGonzalitoestuviesemásprovistodecarnes, peroAraceli no parecía echarlas demenos y se decía a símisma conrazónqueenestaépocasólolosplebeyosengordan.Lainteresantejoventenía,sin embargo,unaespina en el corazón.ElduquedelReal-Saludono laqueríapornuera.Erauncaballerotanalmidonadoytantiesoqueaserlodeigualmodoelnoblefundadordesuestirpefuera imposiblequehiciesealreyaquelsaludoque le valió el ducado. Naturalmente mientras este señor no se ablandase unpococonlahumedadnohabíaquepensarenboda,porqueGonzalitoteníamásmiedoasupadrequealmarembravecido.LahijadeEscuderosufríamuchoconesta repulsa, pero la encontraba justificada y aun por ella profesaba hacia elduque un respeto sin límites. La duquesa, en cambio, se le había mostradopropicia. La saludaba desde su coche en elRetiro con extrema amabilidad, laconvidóasupalcodelRealdosotresvecesyleenvióunpreciosoregaloeldíade su cumpleaños. No era extraño, pues, que tuviese esperanzas de que a lapostrelograsereducirasumarido.Gonzalitoprocurabaalimentárselas,peroenel fondo dudabamucho de ello, porque su claro papá eramás tozudo que uncaballerodelaTablaRedonda.

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Vencida la indiferencia del público, o por mejor decir enardecido ya por elaplauso, el tercer acto fue un gran triunfo para el autor. Llamadas a escena,palmoteo ruidoso, bravos y otras señales de complacencia. Tristán, rojo deemoción, avanzaba por la escena entre los actores recibiendo los aplausos yhaciendoprofundascortesías...Despuésenelsaloncillounanubedeamigosquebrotansiemprealcalordelosaplausoscomosecuentaquenacenlossaposconla lluvia de verano. El autor se sintió abrazado y tuteado por una porción desujetos con quienes jamás en la vida había cambiado un saludo. El grandramaturgo Estévanez recibía casi tantos plácemes como Tristán por haberdescubierto a aquel muchacho y ponerle en el camino de la celebridad.Realmente el viejo se sentía contento y se mostraba orgulloso de haberleadivinado.

CuandoyasehabíasosegadounpocoelentusiasmoyAldamadepartíaentreun círculo de amigos distribuidos por los divanes, apareció en el saloncillo lafiguraprolongadadelilustrePareja,elsabioateneísta,consulevitónflotanteyeldeslucido sombrerode copaenel cogote.Avanzómajestuosamentehasta elautoryestrechandosumanoconfuerzaexclamó:

—¡Bravo, joven, bravo! Le doy a usted mi cordial enhorabuena. Hademostradoustedmuchotalento.Creoquenoesposiblehacermássinlaayudadelaculturacientíficaqueentreustedeslosliteratos(meperdonaráustedqueselodiga)esporlogeneralbiendeficiente.

ATristánnolesupobienaquellaenhorabuena,perolaaceptódisimulando.

Parejasevolvióhacialoscircunstantessonriente,benévolo,dichosodesentirsetansabio.

—Noesposiblehacermás,lorepito.MiamigoAldamaesunodelosliteratosquepudiéramos llamarsimplistas;peroen laestrechaesferaenquesemueve,pocos, poquísimos le aventajarán.Yoapetezco, sin embargo, un artemás alto.¿Noesverdad,señores,queesunatristezaelobservarcuánpobreeslaculturadenuestrasescuelasenelementoscientíficos?Los literatos ignorantes, losquejuzgan que basta escribir una novela agradable o un drama interesante sinpreocuparsedelosgrandesinteresessocialesydelosproblemascientíficos,sonlosqueaúndominan.Deahíprocedeeseartefrívolo,inconsistente,sinenjundiaquedurantetantossiglosnoshainmovilizadoyconelcualesprecisoacabar.Unarteenelcualelconceptono tienevalor¿quésignifica?Unaobra literariasin

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análisiscientífico¿quées?Hacefaltaunanuevadirección.Simisocupacionesmelopermiten,señores,noserádifícilquemeentretengaalgúndíaenescribirunanovelayundrama.Yentonceslesdiréalosliteratos:«Ahítenéislanuevafórmula;ahítenéislafórmuladelanovelaydeldramamodernos.Recogedlasiqueréis:sacaddeellaelpartidoqueosfuereposible.Yoosladejoymeretiroamis queridos trabajos científicos sin intentar pormás tiempo invadir vuestrosdominios.»

Estediscurso,pronunciadodeunsoloaliento,produjoefectogratísimoen lareuniónajuzgarporladisposiciónalaalegríaquesemanifestóinmediatamenteentodoslosrostros.Unodeaquellosjóvenesselevantódelasientoyestrechólamanodelsabioconveneracióndiciéndole:

—Señor Pareja, me haría usted el más desgraciado de los hombres si noinfluyeseparaquemereservaranunabutacaeldíadelestrenodesudrama.

Otro le fue acompañando hasta la puerta haciéndole presente que pensabadedicarsealapoesíalíricayconsultándolealpropiotiemposidebíacomenzarporelestudiodelaBiologíaoeldelaPatologíainterna.

Cuandoyahabíaterminadoelsaineteysedisponíaelautoraretirarseconsusamigos, el inspector de policía vino a decirle que había hecho detener porsospechosoaunhombredemalaspectoquesehallabaenelparaísoyquedecíaconocerle.

—¿Malaspecto?—preguntóTristán.

—Malísimo.

—¿Unasbarbasmuylargas?¿Caradeasesino?

—Sí,señor,sí—seapresuróadecirelinspector.

—Suéltenloustedes:esunsanto.

El funcionario quedó estupefacto, y aunque nunca quiso convenir en lasantidaddelpaisanoBarragán(puesnoeraotroeldetenido)alfinsedecidióasoltarlo.

Enaquel instante entrabaenel saloncilloReynosoconGarcía.Este,paranoturbar a su amigo Aldama, había escrito desde la delegación una esquelita a

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aquél haciéndole saber lo que le ocurría. DonGermán se apresuró a ir allá yafianzarle. Llegaba el buen García feliz, resplandeciente. En cuanto divisó aTristánseprecipitóhaciaélycayóensusbrazosllorandodealegría:

—¡Hemostriunfado!Yaséquehassalidosietevecesaescena...Siyohubieraestadoenelteatromedejocortarlasmanossinosalescatorce.

—¿Peroesdeverasquehasestadopreso?

—Ya lo creo, por haber querido explicar el argumento a un tío que nocomprendíaporquégustabatuobra.Meparecequeaestashorasyalohavistoclaro.

Tristánleabrazóriendo.

Unaporcióndeamigosdeúltimahoraacompañaronalautorhastasucasaenunión de Reynoso y de García. Este hubiera querido organizar una procesiónnocturnaconhachasdevientocomolasquesolíaimprovisarlaempresaenlostriunfosdeEstévanez,peroelpercancede ladetenciónhabíahechoabortar suidea.

Tristándurmiómalaquellanoche.Laembriaguezdelagloriacomoladelvinoenciendelasangreyagitalosnervios.Porlamañanasehizotraerlosperiódicosy se regaló con su lectura. En general se mostraban no sólo benévolos, sinolisonjeros con la producción del poeta novel. A Tristán no le parecía, sinembargo,bastante todoaquello: recordaba las revistasdedicadasa losestrenosdeEstévanez,lascomparabaconlasdesuobrayéstasseleantojabanbienfrías.Pero al tomar en manos El Universal y leer la revista del famoso críticoLeporellolairalehizoempalidecer.Eraunartículodesdeñoso,irónico,todoéltraspirandoamarguraymalevolencia.Unfurorciegoleacometió.Borráronsederepentedesuimaginaciónlosaplausosdelanocheanterior,loselogiosdelrestodelaprensa;borráronsetambiéntodaslasprosperidadesquedisfrutabaenestemundo,yenuninstantesejuzgóelhombremásdesgraciadodelatierra.CuandodonGermánysuamigoGustavoNúñezentraronensucuartoporlamañanalehallaronpaseandodeunladoaotroconelperiódicoenlamanoyrechinandolosdientes.

—¡Claro, estoyame lopresumíayo!¿CómoesposiblequeEstévanezvieraconbuenosojosmitriunfo?¡Yabrazándomeayerelhipócrita!¡elcanalla!

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—Pero ¿qué tiene que ver Estévanez con ese artículo de El Universal?—preguntóconasombroReynoso.

—Pero, ¿no sabes, inocente—profirió Tristán sonriendo sarcásticamente—,queLeporelloestácasadoconunaparientadeEstévanezyquenovemásqueporsusojosnipiensamásqueporsucerebro?

A don Germán no le pareció aquello una prueba irrefutable de que el grandramaturgo fuese el inspirador del artículo, pero no quiso llevarle la contrariaabiertamenteobservandoelestadodeagitaciónenquesehallaba.

—Peroenesecaso¿porquéhatomadotalinterésportuobrayporquélahahechorepresentar?

—¿Sabes por qué?—respondió Tristán apretándole la mano y con unaexpresión de infinita perspicacia—. Porque estaba persuadido de quemi obraharíafiasco.Así locreíanloscómicos todosyéstosnoseatrevenarespirarsiEstévaneznoselopermite.

Reynosoguardósilencio.

Gustavo Núñez se sentó en una butaca, encendió un cigarro y cruzando laspiernasdijoconsuhabitualdisplicencia:

—CuandoeraniñomimadreacostumbrabaaleermeelAñocristianoantesdedormirme.Puesbien,recuerdolahistoriadeunsantoqueporespaciodemuchosaños sehizopasarpor idiota, sufriendocon admirablepacienciaparaganar elcielotodaclasedeburlasydeescarniostantodeloshombrescomodelosniños.Después de haber vivido un poco encuentro igualmente admirable elprocedimientoparaganar la tierra.Siquieres,amigo, lograralgúnresultadoenlas letras es menester que comiences por fingirte tonto y que lleves elconvencimiento a todos de que lo eres. La empresa no es fácil porque losliteratos son suspicaces y bien despiertos, y no se les engaña de buenas aprimeras.Todaclasedeobstáculosseteenredaránenlaspiernasynopodrásdarun paso. Pero si persistes y logras convencerles y te ponen el marchamo demedianía incurable, entonces verás cuán desembarazado caminas; las selvasenmarañadas se abrirán para dejarte paso, las montañas se abatirán, los ríosquedarán en seco y entre nubes de incienso proseguirás tu marcha gloriosaarrulladoporlos¡hosanna!delacrítica.

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Tristán, sin hacer casode estas palabras, siguió paseando agitadoy colérico.DonGermánsonrióyreplicósuavemente:

—Todo eso, amigo Núñez, me parece más gracioso que exacto. Jamás haexistidounanimidaddepareceresenestemundo.Muchomenospuedehaberlaenlasobrasliterariasenquesetratadelofeoylobonito.Peroesonoimpideque aquí como en todas partes prevalezca al cabo lo que debe prevalecer yperezcaloquedebeperecer.Yohevividosiemprebienalejadodelmundodelasartes y las letras, pero tengo el presentimiento de que en la literatura losenemigoscontribuyenmásaformarlasreputacionesquelosamigos.Unasvecesconunsilencioinjustificadoyreceloso,otrasconunataqueintempestivocomoelqueahorahaexperimentadoTristán,señalanalpúblicoelsitiodondeestálobueno.EnlasaldeasdeFranciahevistoqueparadescubrirlastrufassueltanloscerdosalcampo.Enelsitiodondelashaysedetienenycomienzanahozarestosanimales.Entoncesacudenasepararlos,secavalatierrayserecogeelfruto.Asílosenvidiososdelatanelparajedondeexisten las trufas literarias;allíacudeelpúblico, los separa y se las come. Perdone usted lo feo de la comparación engraciadesuexactitud...

Núñeznoquisoconcederlaexactituddelsímilysedesbordóinmediatamenteen un torrente de paradojas e ingeniosidades, todas bien amargas yresquemantes.DonGermán le respondióconsuhabitualsencillezyseentablóunadiscusiónprolongada.Tristánsepusoenseguidadelapartedelpintorylesuperó si no en gracia en amargura y exaltación. Al fin Reynoso la cortójocosamenteadvirtiendoquelesesperabaelalmuerzo.Núñezsedespidió.

DuranteelalmuerzoTristánsemostró tan taciturnoqueClara, sorprendidaydolorosamente impresionada, no apartaba de él los ojos. Reynoso y Elena sedirigíanmiradasfurtivas,sonriendounasveces,otrassacudiendolacabezaconseñales de enfado. Particularmente Elena se iba poniendo nerviosa con elsilencio descortés y embarazoso de su cuñado. En poco estuvo que no leinterpelase bruscamente y sólo atendiendo a las señas de su marido logrócontenerse.Peronopudomenosdemurmurarunadelasveces:

—¡Parece mentira que un hombre tan majadero haya escrito una obra tanbonita!

Tristánalzólacabezaypreguntódistraído:

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—¿Quédecías?

—Queestáadmirableestasalsa.

Don Germán sonrió y Tristán bajó de nuevo la cabeza persistiendo en susilenciodesconsiderado.

Encuantoterminóelalmuerzoseencerróensudespacho.AllívinoallamarnomuchotiempodespuésGarcía,quetraíaigualmenteunnúmerodeElUniversalenlamano.EncuantoentróapretóladeTristánfuertementeydejóescaparestasfatídicaspalabras:

—¡Hayqueaplastaralavíbora!

Tristánseestremeció.Garcíasedejócaerenunabutacaypaseandosusojosrelampagueantes por la estancia como si esperase descubrir oculto en algúnrincónalodioso reptil seechómanoalbolsillo interiordelchaquette, sacóunmanojodecuartillas,dejócaerhaciaatráslacapaysepusoaleerconvozhueca.Eraunarespuestaaplastante,enefecto,alacríticadeLeporellonutridadesanadoctrinaretóricayadornadacontodoslosrecursosqueproporcionaaldiscursolaortografíaespañola;signosdeadmiración,interrogantes,puntossuspensivos,paréntesis,etc.,etc.Tristán,muycaviloso,apenasleescuchaba.

«¡Pero váyase a Leporello con las diferencias entre el estilo adornado y elvehementeypatético!¿Quésabeelcríticozorroclocodehumanidades?Deéstasnosabemásqueloquealasuyaserefiere,ycomoéstanovemuchomásalládesusnarices...deahíque...¡tentepluma!¿Cómoesposiblequeunhombredetancorta vista logre entender que el fin moral de la tragedia es purgar nuestraspasionespormediodelacompasiónydelterror,mientrasqueeldelacomediaescorregirnuestrosviciospormediodelridículo?Peronohablemosderidículo,no mentemos la soga en casa del ahorcado. Si el escritor insigne a quienLeporellomoteja...»

—¡PorDios,García!—exclamóTristánavergonzado.

—¡Déjame!Yoséloqueescribo—exclamóGarcíaconlamismavozvibrante,campanuda,conqueleíasuartículo.

«Sielescritorinsigneaquien...»

—¡PeroGarcía,esoesdemasiado!¿Nocomprendes?...

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El retóricoextendió sumanoparaatajarley sinhacerlecasovolvióa repetirconmásénfasis:

«Si el escritor insigne a quien Leporello moteja pudiera descender aresponderle; si la pluma brillante que ha trazado los prodigiosos versos deMagdalenapudieramancharseunasolavez,etc.»

García, trémuloygritandocomounenergúmeno,concluyóalcabo la lecturadelartículo.Unamiradafeliz, triunfantebrillóensusojillosnegros,debajodesus pobladas pestañas, como una linterna dentro de un bosque. Envolvió lascuartillas lentamente, las metió en el bolsillo y acercando la boca al oído deTristán y haciendo una serie prodigiosa de muecas pronunció estas palabrasmemorables:

—Este artículo saldrá en el correode estanoche, ypasadomañanao a todomáselsábadosepublicaráenElClamordeAlicante.Elsábado,pues,yapodráscaminarporlacalleconlacabezabienlevantada.

XII

LANOVENASINFONÍA

En un billetito perfumado,muy perfumado, y las armas de la noble casa dePeñarrubiaestampadasenlacredecolorrosa,invitabalacondesaacomerasuentrañableamigaElena.

«Cherie:Yaquetuseñormaridotehadejadohoyporaquellosbichostanfeosque guarda en el Sotillo, ven a alegrar unos instantes esta humilde casitacomiendoconmigoestanoche.Alasocho.Túpuedesvenircuandoseteantojequepara eso eres el ama.Adieu,mapetitte poupéede biscuit.Muchosbesos,muchos,muchos...

MARCELA.»

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El matrimonio Reynoso se hallaba instalado desde el 1.º de enero en sumagnífico hotel de la Castellana. Corrían los últimos días de febrero. DonGermán,quehabíaaceptadoconsemblanterisueñopornodisgustaraElenaeltrasladodedomicilio,seaburríamortalmenteenlacorte.Sólolaóperayalgunosconciertosleindemnizabandeaquellashorribleshorasdepaseoconloscochesen fila viendo cruzar a su lado una ristra de rostros contraídos y de cuellosalmidonados. Luego otra vez a verlos en el teatro, en las soirées, después dehaberlosvistoporlamañanaenlaaceradelacalledeAlcaláyporlatardeenalgúnfiveo'clock,enlaexposicióndepinturas,enlascarreras,endondequieraquerepicasen.Cualquieradiría,pensabaReynoso,alobservarlostanpresurosos,tansedientosdeverseatodashoras,queestosseñoresseamanentrañablemente.Y,sinembargo,eldíaqueunodeellossepresentaconunnuevotrentiradoporuntroncoderazaseríaasesinadogozosamenteporsusmásíntimosamigos.

Casitodaslassemanasseescapabaelindianoalgunashorasoundíaenteroasu finca. Hasta entonces no había dormido nunca allá, pero como necesitasehacerunalargaexcursiónalmonte,determinóquedarseaquellanocheyregresaraldíasiguiente.

A lasochoenpunto sedetenía laberlinadeElenadelantedeunacasade lacalledeSerranodondevivía ladePeñarrubia.Ocupabaestadamaunmodestoentresuelo sin lujo ni ostentación; la escalera estrecha, los muebles pocos ysencillos, laservidumbrereducidaaunacocinerayunadoncella.Elúnicolujoqueseautorizabaeraunexcesodeluzydeperfumes.Losvecinosdelosotroscuartos al subir la escalera y cruzar por delante de su puerta advertían por elmontanteunaviva,esplendorosailuminaciónysentíanenlanarizunpenetrantearomadevioleta.Nonecesitabanmásparapenetrarsede la clara estirpede lainquilina.

Cuando Elena llegó no estabaMarcela y aún se pasó un buen rato sin queapareciese.AlcabohizosuentradaencompañíadeNarcisoLuna,deGustavoNúñezydeotradamaquellamabaEnriqueta.VeníandeunamatinéeencasadeladeSomorrostro,dondedecíaquesehabíanencontradocasualmente.MarcelahabíainvitadoacomeraGustavo.Todoparecíamuyclaro.Sinembargo,Elenasintióun leveestremecimientoolfateando la trampa.Aquelladamaaquiennoconocía se llamaba Enriqueta Atienza, hermana del marqués de Raigoso, detreintayochoacuarentaañosdeedad,casadaconunbanquero,rubiayseparadadesumarido.

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Pasaron inmediatamente al comedor. El criado de Narciso Luna servía lacomida.EstevivíaenuncuartitodelacalledeRecoletos,haciendosuscomidasenelClub.Uncriadoarreglabasuhabitación,limpiabasuropayleayudabaavestirse.MuchasvecessevestíaenelmismoClub,haciéndosetraerelfracylacamisa. La de Peñarrubia utilizaba al muchacho para sus recados y aun paraservirlamesacuandoteníainvitados.

—No;ahíno,Elena...Siéntateaquí.

YdespuésquelatuvoacomodadalacondesasentóasuladoaGustavoNúñez.

Elenanopudomenosdesentirunpocodemalestarmezcladodemiedo.Estamala impresión se disipó al cabo en el curso de la comida. La alegreconversaciónyelvinohicieronefectoensucerebrovolátil.Todoslacolmabande atenciones y demimos. Elena que era propensa a ellos, como una niña depocosaños,prontosehallóensucentrodejandopasaraltravésdesusojosysubocaaquellainfantil,inagotablealegríaqueformabasuprincipalencanto.

Antes que hubiesen terminado de comer llegó el vizconde de las Llanas, elcual,porciertossignosindubitables,prontohizocomprenderaElenaqueeraelamante deEnriquetaAtienza.Un noble de traza innoble, joven aún pero bienestropeado; el pelo lacio, las mejillas hundidas, la nariz amoratada, la vozaguardentosa, los ojos levemente torcidos y aviesos. A Elena le produjomalísimo efecto aquel aristócrata que tenía todo el aspecto de un caballero deindustria. Además hablaba con un cinismo repugnante bien lejano del culto eingeniosodeNúñez.

La conversación era animada aunque reducida casi toda a la narración ycomentario de las intrigas amorosas que se anudaban y se desanudaban en elcírculodesusconocimientos.PepitaZ***habíaentradoalfinenrelacionesconelmarquésdeG***. ¡Cuánto tiempo lehabíaestadodespreciando!ComoqueesperabaqueelduquedeA***serindieseasusencantos.Convencidaalfindeque el duque no se hallaba dispuesto amorder aquellamanzana pasada, cayóarrepentida en los brazos del marqués. Blanquita H*** estaba pasando lasgrandesducasporManoloL***yéstesinhacerlecaso.

—¿Y por qué no la quiere Manolo?—preguntó Núñez—. Blanquita es unapreciosacriatura.

—Porque está enamorado de su mujer según dicen—respondió Enriqueta

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Atienza.

—¡Quémalgusto!—exclamólacondesa—.Gordacomounabarricadeaceiteybizcaporañadidura...¿PeroManolonosehabíacasadoconellaporeldinero?

—Todoelmundopensabaesoyélmismonoseocultabaparadecirlo.Ahoraalcabode seis años resultaque sepone locoperdidopor ellay tieneunoscelosatrocesdeMarquina.

—¡Válgate Dios! ¡Después de tanto tiempo como llevan de relaciones! MeparecequeMarquinaentróenamoresconellaantesdeserministro,¿verdad?

—Ya lo creo; ni soñaba con serlo. Pues a pesar de esoManolo está furioso,persigue a sumujer y la vigila. El díamenos pensado va a dar un escándaloprovocandoaMarquina.

—Muymalhecho—profiriólacondesa.

—Muymalhecho—repitióGustavoNúñez.

—Muymalhecho—corroboraronelvizcondedelasLlanasyNarcisoLuna.

—Unos amores tan largos es cosa quedebe respetarse—manifestóEnriquetaconprofundaconvicción.

Losdemásexpresarontambiénsuaprobaciónponiéndosemuyserios.Parecíaqueaqueladulterioeracosasagradaeintangible.

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AlospostresllegóRositaLeón,unamujercillaquesóloteníadejovenlafiguragrácil,eleganteyvivaracha.Elrostrobastanteajadoyconpronunciadasojeras.Rubiatambiényseparadadesumarido.

—Esunaobservaciónquevengohaciendodesde largotiempo—dijoGustavoNúñezechándoseatrásenlasillaylimpiándoselabocaparabeber—.Todaslasseñoras que no están de acuerdo con sus maridos se pintan el pelo de rubio.Parece así como la primera señal ostensible de su independencia, unadeclaraciónenérgicayvalerosadequeestánhartasdelyugomatrimonialyquenosehallandispuestasasoportarlopormástiempo.

—Esonoesexacto—repusolacondesaunpocopicada—.AquítieneustedaElenaqueesrubiaysinembargosehallabienconformeconsumarido.

Núñeznodiosubrazoatorceryreplicóinclinándosecorrectamente:

—Cuando se tiene un marido tan amable y tan simpático como Elena, nosorprendeesaconformidad.

El vizconde de las Llanas y Enriqueta levantaron hacia él los ojos concuriosidadnoexentademalicia.

—Eso de la conformidad—manifestó Rosita León aceptando una copa dechampagne que le tendía la condesa—es cosa complicada. Se puede estar deacuerdodesdeciertospuntosdevistaysinembargonoestarlodesdeotros.

Elvizcondesoltóunaestrepitosacarcajada.

—¿Ycuáleselpuntodevistadesdedondesumaridonoesaceptable,sepuedesaber?—preguntógroseramente.

—¿Se puede saber cuándo dejará usted de ser un sinvergüenza?—Luegoañadió bajando la voz:—Yo estimo mucho, muchísimo a mi marido, pero...francamentenolequiero,¿porquénohededecirlo?

—Élencambiolaquiereaustedmuchísimo,peronolaestima—dijosonriendoNúñez.

—¿Pordóndelehavenidoaustedesanoticia?—replicóladeLeónvivamentey con señalesde cólera.Era sinodel pintordespertarla fácilmente; pero comohombrebieneducadoycautosabíarestañarprontamentelasheridas.

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—Porloqueamímesucede.Yocuandoquieromuchoaunamujerdesearíaestrujarla.

Rosanopudomenosdereír.

—Está visto,Marcela, que te complaces en recibir en tu casa a los hombresmásdesvergonzadosdeMadrid.

Mas el pintor tenía la atención puesta en otro punto y temía que aquel librechisporroteoahuyentaselacazaqueperseguía.Poniéndoseserioyconademanesdehombresensatoyconvencidoprincipióadecirlentamente:

—En este asunto de la fidelidad conyugal pienso que casi todos nosequivocamos. Así que vemos a una mujer casada corriendo una aventura, loprimeroquedecimoses:«Esamujernoestáconformeconsumarido»,siesquenoaseguramos:«Esamujeraborreceasumarido».Simeditásemosconcalmayobservásemosconcuidadocomprenderíamosquees injusta la sospecha.Estoyabsolutamente persuadido de que la mayoría de las mujeres que faltan a susmaridos no lo hacen porque dejen de hallarse conformes con ellos ni menosporquelosaborrezcan...

—¿Entoncesporquélesfaltan?—preguntóNarcisoLunariendo.

—Porlatendenciainvenciblequetodoslosseressentimoshacialavariedad,alomenoscomoserescorporales.Seríamuybelloquefuésemosespírituspuros.Entoncesacasoexistieraenlosmatrimoniosfidelidad,aunquelodudo,porquelainclinación al cambio reside igualmente en el fondo de nuestra naturalezaespiritual.Pero¿cómoniporquécontrarrestar los impulsosvitales conque lanaturalezanosadviertequeporencimadenuestrosmezquinosinteresesestánlossuyos, que esas convenciones que llamamos sagradas son cosas para ellaabsolutamente despreciables? Toda mujer percibe instintivamente que lapromiscuidadnoesuncrimennaturalcomoelrobooelasesinato,sinoartificialinventadopor el egoísmode loshombres.Sino falta a sumarido seráporquetemealasconsecuencias,noporqueleaterreelpecado.

—¡Choque usted, Núñez: eso mismo he pensado yo siempre!—exclamóEnriqueta Atienza alargando su copa que Gustavo se apresuró a tocar con lasuya.

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—Una mujer puede amar mucho a su marido—prosiguió el pintor—, perollegaunmomentoenquesindarseellamismacuenta,porunimpulsovivoperofugazdesunaturalezaseentregaaotrohombre.¿Quiénno tieneenelmundocaprichos?¿Quiénnosienteestosimpulsosinconscientesdesunaturaleza?¿Quétiene que partir con ellos nuestra alma ni nuestras verdaderas y profundasafecciones? El mundo injusto y cruel como siempre condena a aquella pobremujer,lapersigueylamaldice.

—Sin embargo—apuntó la condesa que presumía de dialéctica sutil—, laresponsabilidadqueelmundoexigea lamujernose fundaprecisamenteen laconcienciaoinconscienciadesucapricho,sinoenlasconsecuenciasqueconsigoarrastra. Hay maridos tranquilos, que tienen la piel dura... que no son muyaprensivos...

—Vamos,maridossinvergüenza—exclamóRosaLeón.

Loscomensalesrieronylacondesatambién.

—A esta clase de maridos no se les hace ningún daño. Pero hay otrossusceptibles,deuna sensibilidadexquisitaya éstosuna faltaqueen símismatienetanpocovalorpuedeherirlesdemuerte.

—Sileshieredemuerteesporquepadecenunaaberración—replicóelpintor—.Nosonespíritussanos,bienequilibrados.Peroenfin,nosetratadeeso.Alamujer corresponde evitar disgustos a su marido por medio de una granprudencia, delmás profundo secreto. Basta con eso, porque repito y sostengoquenohay tal crimen.Si lohubiese sería igualpara losdoscónyuges,ybiensaben ustedes que las faltas del marido, cuando no son excesivamenteescandalosas,niatentanalmatrimonioniextinguenporlogeneralelamordelaesposa.

Elenaescuchabaconintensaatención.Laspalabrasdelpintorlesorprendíanyaunque no les diese completo asentimiento, no pudo menos de hallarlasrazonables.

Núñez con astucia cambió en seguida la conversación. Las señoras dieronpermisoparaencenderloscigarrosy,conasombrodeElena,lacondesaaceptóuncigarritodetabacoturcoqueNarcisoleofreció.

—¿Y dónde anda ahora Menelao, amigo Gustavo?—preguntó con sonrisa

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insolenteelvizcondedelasLlanas.

NúñezseturbólevementeyechóunarápidamiradadereojoaElena.Luegosepusoserioymurmuródemalhumor:

—Nolosé.

—¿ViajalejosdeEsparta?

Elpintorvisiblementemolesto secontentóconalzar loshombros,dirigiendoenseguidalapalabraalacondesa.ElvizcondehizounguiñoaNarcisoLunaydejóescaparunarisitamaligna.

Se levantaron de lamesa.El café se les sirvió en el gabinete de la condesa.Esta se fue a la sala antes de terminar, abrió el piano y comenzó a teclearsuavemente:luegollamóaElena,lahizosentarasuladoenundiványcomenzóacharlarperdiéndoseenunmardegraciosasymenudasconfidenciasqueaúnalegraronmásaElenaconestarloyamuchoacausadelchampagne.CuandosehallabanmásdistraídasvinoainterrumpirlasGustavoNúñez.

—¡Ustedsiempretanimportuno!—exclamólacondesa.

—¡Perdón!Medabaelcorazónqueseestabanustedescontandosecretos...ylos secretosde las señorasme fascinan.Diosnohahechonipuedehacerotracosamásinteresante.Meretiro—añadiódandounpasohacialapuerta—,peroconstequelohagocontodoeldolordemialma.

—Acérquese usted, granuja, arrime usted una silla y venga usted a pedirperdónaElenadehaberlaescandalizadohaceunmomento.

ElenanadahabíahabladoalacondesadelasopinionesdeNúñez.

—Sientomuchoquenoleparezcanbienysihubierasabidosudisconformidadmeguardaríadeemitirlas.

—Debieraustedsuponerlo,malvado,porqueElenaadoraasumarido.

—Volvemosa lomismo,condesa.Lasmujeresqueadoranasusmaridosmeencantan.Ysicometenalgunafalta(delocualnadieestálibreenelmundo)yolasperdonodebuengradoporquetienencorazón.

Elenasoltóunacarcajada.

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—Sabeusteddecirlascosasdeunmodo,Núñez,quecualquierapensaríaquehablaustedenserio.

—¿Tanabsurdasencuentraustedmisideas?

EfectivamenteElenalashallabacompletamentedisparatadasyasílomanifestósinrodeos.Seinicióunadiscusiónvivaperoamicalentreelpintoryladama.Lacondesa les dejó enfrascados en ella y fue a reunirse con sus amigos en elgabinete. Núñez se mostró paradójico y chispeante como siempre, pero másdelicado,másinsinuantequenunca.Elenanopudomenosdereírmuchasvecesadmirandosugraciayhabilidad.Gustavotuvoespacioyocasiónparadecirtodo,todo lo que bullía en su mente desde hacía algunos meses sin que la damaencontrasemotivoparaenojarse.Eltiempotranscurría,lacharlafuehaciéndosecada vez más íntima. Elena, un poco aturdida, se iba dejando arrastrar a lasconfidencias.Comoseveíaaplaudidaymimadaporaquelhombre,lemostrabasuinteriorinocente,perovolubleycaprichoso.Núñezcomprendióqueelvicionoarraigaríajamásensutemperamentoinfantilperopodíacaerporlaligerezaincreíbledesuespíritu.

Alcabosealzósofocadadeldiván.Cuandoentróenelgabinetedebíadetenerelrostroencendido.Todoslamiraronconinsistenciaycreyónotarensusojoscierta curiosidad burlona. Vio que a hurtadillas el vizconde de las Llanasapretaba lamano del pintor como si le diese la enhorabuena. Bruscamente sedespidió.

—¡Tanpronto!—exclamólacondesa.

En vano la suplicaron que se quedara otro ratito. Resueltamente se iba. Sesentía sofocada, con un deseo irresistible de salir de aquella casa. Bajó laescaleraprecipitadamente,montóenelcocheysedejócaerenunrincón.Peroallísuagitaciónfueenaumento,teníatodalasangreacumuladaenlasmejillas;latíansussienes,temblabansusmanos,sonabanensusoídosaquellosrequiebrosdelicadosen lasuperficie,enel fondodesvergonzados.Lentamentesedespojódel guante de la mano izquierda que acababa de ponerse. En aquella manohabían estampado un beso hacía un instante y ella, en vez de castigar lainsolencia, se había limitado a levantarse del asiento roja como una amapola.¿Cómohabía perdido la fuerza para rebelarse?Esta idea dolorosa trazaba unaarrugaprofundaensu frente.Su imaginaciónvolaba,volabahaciaelEscorial.¡Quéfelizhabíasidoallísiempre!¿Porquéhabíatomadotantoempeñoenvenir

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aMadrid?Esta ciudadempezabaa causarlemiedo. Jamás en suvida sehabíahalladotanhumilladaytaninquieta.Cuandollegaronalapuertadelhotelyellacayo vino a abrir la portezuela, sin hacer movimiento alguno para salir lepreguntó:

—¿EltirodemulasestáaquíoenelSotillo?

—Estáaquí,señora.

—Quitadésteyenganchadlo.

—Estábien,señora—replicóellacayosorprendido.

Ycomopermaneciesedepieconlaportezuelaabiertaesperandoquelaseñorabajase,éstaledijoconalgunaimpaciencia:

—Cierra,yonosalgodelcoche.

La sorpresadel lacayo fuemuchomayor.Habló envozbaja conel cochero,bajó éste del pescante, tomó otra vez la orden de la señora y se dispuso acumplimentarla. Un buen cuarto de hora se tardó en cambiar los tiros de laberlina,porqueeldemulasnoestabaenjaezado.Elcocheropropusocambiarelcocheporunacarreteladecamino,peroElenasenegóaello.Erapocomásdelasonce.

—AlSotillo—dijoconfirmezaallacayocuandotodoestuvoapunto.Niésteni el cochero sintieron esta vez sorpresa porque ya se lo habían tragado—.¡Vivo! ¡vivo!—Apenas salieron por la puerta de SanVicente emprendieron elgalope.Lanocheeraobscura;elcieloestabaaborrascado;grandesnubesnegras,informes,monstruosas corrían por él dejando por intervalos descubierto algúnrincóndeazulobscuro.Latierraseextendíanegra,amenazadoracomoelcielo.EnpocomásdetreshorasalcanzaronelSotillo,quedormíaelsueñoprofundoytranquilo del labriego. Ladraron los perros furiosos, pero al oír la voz delcochero se amansaron repentinamente. Elena subió a las habitaciones de sumarido. Este al sentir el ruido del coche y los ladridos de los perros se habíavestido apresuradamente. Cuando la vio aparecer quedó estupefacto. ¿Quéocurría?¿Cómoataleshoras...?

—Nada—replicóellaturbada—.Hesentidomuchomiedoynopuderesistir.

DonGermántuvounasonrisacariñosaparaaquelcaprichoinfantil.Yaestaba

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acostumbradoaellos.

—¡Vendrásmuertadefrío,hijamía!—dijoacariciándoleelrostro,palpandosuespalda.

—No,hevenidomuybienabrigada.

Reynoso mandó encender las chimeneas del dormitorio y del saloncitocontiguoqueyaestabanapagadas;luegodespidióaloscriadosyseencerróconsuesposa.

—¿Peroquéeseso?¿quéeseso?—dijopaternalmentetomándoleunamanoyarrastrándola suavemente hacia un diván. Elena le echó los brazos al cuello yrompióa llorar.DonGermánasustado, confuso la instóparaque seexplicase.¿Quéhabíapasado?¿Había tenidoalgúndisgustocon loscriados?¿Lehabíandadoalgúnsusto?Elenacallaba,llorandocadavezconmássentimiento.Alcaboprofirióentresollozos:

—Noséloquetengo...nadamehapasado...perohesentidomiedodepronto...¡unmiedotanhorrible...!Penséquenotevolveríaavermás...

Reynososonrióaplicandosobresusmejillasalgunosbesosprolongados.

—Esqueestásnerviosa,hijamía.

—Sí,muynerviosa.

—Voyallamarparaquetetraiganunatazadetilaconazahar.

Elenaseopusoresueltamente.Seencontrababien;nonecesitabaotracosaquetranquilidadysentirlecercadesí.Yseestrechabacontraélyleapretabalamanoy de vez en cuando la llevaba a sus labios. Reynoso a su vez la apretabatiernamentecontrasupechoyleacariciabalacabezarozandoconloslabiossuscabellosdorados.

Al cabo de un largo silencio, Elena levantó sus ojosmojados de lágrimas ysonrienteyconfusabalbucióconmimo:

—¡Simehiciesesunfavor,Germán!

—¡Cuantotúquieras,almamía!

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—Esqueacasotemoleste...

—Simemolesta,mejor:asítendráalgúnmérito.

—QuisieraquetocaseslanovenasinfoníadeBeethoven,esaobraquetantomegusta...Yopiensoquemetranquilizaríamásquelatilayelazahar.

—¡Peroesonoesmolestia,hijamía!Esunplacer—replicóriendoelcaballero.

Yabrazándoladenuevoyestampandounbesoensufrentesealzódelasiento,seacercóalpianoyloabrió.

Elenacomenzóaescucharcontalinmovilidadysilencioqueparecíalaestatuasimbólica de la atención. Aquel ser pueril, de natural tan ligero y aturdidohallabarepentinamenteenelfondodesualmaunaseriedadincreíble.Lasfrasesgraves, solemnesde la inmortal sinfonía le revelabanel acuerdomisteriosodelascosasentresíyeldesupropiocorazónconeluniverso.Suespíritusebañabaen lo infinitoypercibía comounode losmásescogidosde la tierra la eterna,profunda armonía que reside en el centro de la vida inmortal.No lloraba: susgrandes ojos abiertos parecían absorber oleadas de luz.De vez en cuando loscerrabaconungestoaprobador.¡Asíes;asíeselmundo;asíeslavida!Reynosoquehabíaadvertidovagamenteelefectoqueaquellaobraproducíasiempreensuesposalatocabaahoraconsingularmaestría,conunsentimientoarrobadoyunaunciónquehastaentoncesjamáshabíasentido.

Cuandoterminóysealzódelasiento,Elenavinohaciaél,secolgódesucuelloy dejó caer la cabeza sobre su pecho sin decir palabra. Así estuvieron unosinstantes.SuavementeReynosolacondujoaldiványlasentósobresusrodillas.¿Y ahora estaba contenta? Sí, sí, Elena estabamuy contenta; todo se le habíapasado. Y volviendo repentinamente a su acostumbrada alegría comenzó acharlarconanimadavolubilidad.¡Quésustolehabíadado!¿verdad?¡Vayaunacarachistosaquehabíapuestocuandolavioaparecer!¡Niquefuera laestatuadel Comendador! Él se defendía; se había asustado, es cierto, peroinmediatamentehabíasentidounaextraordinariaalegría.

—¡Mentira!Tútedijiste:«Vayaunashorasoportunasque tienemimujercitaparavisitarme.»Yechastedemenosenseguidatuhermososueñointerrumpido.

—¡Qué idea! Al contrario; por ver estos ojos divinos, por acariciar estoscabellosdeoro,porbesarestasmanosdenieveyderosavelaríayotodalavida.

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—Noseasembustero.ConfiesaquedormíasapiernasueltaymuyagustolejosdetupobrecitaElena.

—Quedormía, sí, lo confieso; pero niegoque durmiera a gusto.Mientras elsueñonomerindiótuimagennoseapartódemipensamiento.

Elena alegre con estas palabras como un pajarito en el árbol aparentaba nocreerle,letirabadelbigote,ledabasuavesbofetadasenlasmejillas,letapabalaboca,«elfrascodelasmentiras»comoelladecía.Peroél,aunqueenajenadoporaquella lluvia de caricias, concluyó pormostrarse inquieto.Tal vez su ruidosaalegríadependieradelmalestadodesusnervios, fueseunacontinuaciónde lacrisis. Así que con timidez le insinuó la idea de acostarse. Elena protestóinmediatamente.Sehallabaadmirablemente:nosentíaningúnsueño.

—Pero,hijamía,esimposiblequedespuésdelsacudimientonerviosoquehastenido, después del viaje tanmolesto en carruaje, no te sientas fatigada. ¿Noseríamejorquefuesesalacama?

Hizonuevasprotestasdequenoestabafatigada,dequenoteníasueño.Quienloteníaeraél,elgrandísimocazurro,queconelachaquedequeellasereposasesentía unasganas atrocesdemeterseotravez entre sábanasy roncar comoungañán.DonGermánreíaasegurandoquesólotemíaporlasaluddeella.

—¡Pero cuántas mentiras me has dicho hoy, Virgen del Carmen! ¿No teremuerdelaconcienciadeengañardeesemodoaunainfelizmujer?

Ydenuevovolvióasucharlavoluble,incoherente,hablandodeladornodelacasa,queerasutemafavorito,saltandoporintervalosalteatro,alastertuliasquehabía asistido, a las amigas, para volver de nuevo a la casa, a sus eternosproyectosdereforma,echarabajoel tabiquedelcomedor, levantarenel jardínsobre columnas una serre que comunicase con él, cambiar la decoración deldespachodesumaridoqueeramuyvulgarporunmobiliarioestiloamericanoquehabíavistoenlacalledeAlcalá.PorqueElenasemetíaareformarhastalashabitacionesparticularesdesumaridoyéste ladejabahacer,felizdeverla tandivertida.

Poco a poco, no obstante, aquel chorro de palabras se fue haciendo menoscopioso. Su marido se lo hizo notar. ¿Tendría sueño por ventura? Elena semostró indignadísima ante aquella superchería y para castigarla le dio unoscuantospellizcosyletiródelbigoteconrefinadacrueldad.Peroentonces,¿por

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qué comenzaba a apoyar la cabeza en su pecho? ¿Por qué no se manteníaderecha?

—Porquehablomejorasí,antipático.¿Nocomprendesquetengolabocamáscercadetuoído?

Sinembargocadavezhablabamenos.Últimamentesequejódequesumaridonodecíanada.¿Porquénohablaba?¿Todolohabíadedecirella?Reynosoporcomplacerlasepusoacontarleloquehabíahechoduranteeldía,suexcursiónalasierra.Elenaescuchabacediendocadavezmásal letargoque la invadía.Sumaridosonrió.Ellaadvirtiósusonrisa.

—¿Dequéteríessocarrón?¿Tefigurasquetengosueño?

No,noteníasueño:yparademostrarloabríadesmesuradamentesushermososojosnegros.—¡Habla,hablaqueteescucho!

DonGermánsiguióhablandomaquinalmente,sinpreocuparsedeloquedecía.Alcaboaquellosojosbrillantesquedaroninmóvilesunosinstantesydeprontosecerraron.Elenasedurmiócomounniñoenlosbrazosdesumarido.

XIII

VIDALITERARIA

El estreno feliz de su drama fue una verdadera desgracia para Tristán. Losreparosquealgunoscríticospusierona laobra,particularmente losdel famosoLeporello, le hirieron como graves injurias.Además, esperando fundadamenteque permaneciese mucho tiempo en el cartel, la empresa, atendidas ciertascircunstancias de renovación de abono, la retiró después de la quincerepresentación.Fueungolpemortalparasuamorpropio.Desdeluegosospechóque la mano de Estévanez, del traidor Estévanez había intervenido en esteasunto.Asíquevioquecomenzabanlosensayosdeundramadeésteyanolecupodudaalguna.Unodiofrenéticoprendióensucorazón.Paradesahogarlounpoco comenzó a asistir a las tertulias literarias de los cafés y cervecerías, con

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predilecciónaunaquesereuníaporlasnochesenunrincóndelcafédeFornos.Allí, sobre aquellas dos mesas de mármol pegadas, se hacía diariamente ladisecciónenvivodelosescritoresdemásnota.NaturalmenteEstévanez,ensucalidaddeastrodeprimeramagnitud,eraquienmásamenudoofrecíasuscarnespalpitantes al estudio de aquellos jóvenes anatómicos. Tristán gozabavoluptuosidades desconocidas metiendo en ellas el bisturí de su lengua. Susaptitudesquirúrgicassedesenvolvieronprodigiosamenteconelejercicio.Él,quehabía sido hasta entonces hombre de estudio, en pocos meses se hizo unmaldicientedecafé.Pasabaaquíhorasyhorasno sólo sinpreocuparsede suslibrossino,loqueerapeor,sinpreocuparsemuchodesujovenesposa.Esta,quecadavezseencontrabamáspesadaacausadesuembarazo,salíapocodecasa.LaacompañabanElenayVisita; recibía también las frecuentesvisitasdedoñaEugeniayAraceli,perosuseñormaridonohacíamuchopolvoencasa.

ElcasoesqueTristán,pasando lavidaenel caféyen los saloncillosde losteatros, juzgaba de buena fe por una increíble aberración de su espíritu quellevabalaexistenciamásadecuadaparaunliterato.Ocupadoincesantementeentriturarlasobrasdelosdemás,aguzaba,escierto,susentidocrítico,peroseleiba embotando la inspiración creadora.Así que cuando se ponía delante de lamesadetrabajolecostabainsuperableemborronaralgunascuartillas.Ycuandoaldíasiguientelasleíaparecíanletandesabridasquesolíadarcasisiempreconellasenelcestodelospapelesrotos.Hervíanoobstantesucerebroenproyectos,sentíacadadíamásvivoeldeseodelagloria,perocadadíasehallabatambiénmásincapazdecualquieresfuerzotenazyserioparaconquistarla.Porotraparte,unavezalcanzadapreveíalossinsaboresqueconsigoarrastra,sentíasedébilparasufrir lasobjecionesdelacríticacomoyalohabíaexperimentado,comprendíaqueencuantose levantaseunpoco tendríacontrasía todossuscamaradasdecafé y de saloncillo y se sentía intimidado. Veíase yacente y desnudo sobreaquellas dos mesas pegadas del café de Fornos. ¡Cuán torvas brillaban lascuchillasy losbisturíes!Ya loscreíasentirensusentrañas.Ydehechoestababiensegurodequelaamistadconlosjóvenesanatómicosnoaplacaría,sinoqueexacerbaría su fiereza. Indudablementeeramásdulcebuscar las articulacionesde los otros. Ya no frecuentaba tanto a Gustavo Núñez porque a éste leagradaban más los apartes con las damas que las reuniones con los hombresaunquefuesenliteratos.Sinembargo,algunavezpaseabanocomíanjuntos.Elpintor no había dejado de visitar la casa de los recién casados aunque estabaseguro de que no era santo de la devoción de la señora. Y en estas

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conversaciones solía embromar lindamente a Tristán con sus nuevos amigosreprochándole el tiempo que perdía. Tristán se defendía alegando que el tratoconlagentedelamismaprofesióneradeabsolutanecesidadparasostenerseyconfortarse.

—No lo pienses, queridoPáramo, no lo pienses.La unión hace la fuerza entodaspartesmenosenelarte.Enelarteelaislamientoeselquehacelafuerza.

NuestrojovensedabaalgunavezcuentadeéstayotrasverdadesqueNúñezlesoltabaaquemaropa.Enciertosmomentosveíaloestérildeaquellascríticasylotristedeestaracechandoycomentandoeltrabajodelosotrosdescuidandoelsuyo.Porotraparte,tantoenelcafécomoenlossaloncillosdelosteatros,habíatenidoyamásdeunrozamiento,algunadisputaagriaquenohabíaterminadoenel campo del honor por milagro. Acaso no fuera milagro, sino el temor queinspiraba la misma violencia de Tristán y su extraordinaria habilidad en lapistola,yaconocidadealgunos.Peropormásquedespreciaseenel fondodelalmaaquellasresquemantestertuliasysepropusieramásdeunavezhuirlas,noleeraposible.Despuésdealmorzar,lospieslearrastrabanquierasquenoalcafédeFornosydespuésdecomerhaciaelsaloncillodelEspañolodelaComedia.Paraelloamenudonecesitabadespertarasu jovenesposa,quedespuésde lascomidasgozabaensentarsesobresusrodillasyquedarunmomentotraspuestacon lacabezaapoyadaensuhombro.Crueldadestúpidade lacualnosedababiencuenta.LapobreClarasentíaelcorazónapretadocuandosumaridoporiragozarlacompañíadesusamigoslaobligabaalevantarsedeaquelasientodondeelamorlaclavaba.¡Sisupieraqueaquellosamigosporquieneslaabandonabaleaborrecían cordialmente como se aborrecían entre sí y estaban siempreaparejadosparainferirletodoelmalquepudieran!

Una de las pocas, casi la única admiración que ya le quedaba a Tristán enliteraturaeraladeRojas,sumaestroyprotector.Noasistíaconpuntualidadasustertuliasnocturnasdelosviernes,peroibadevezencuando.Ycuandotropezabaenlacallealcélebrepoeta,nuncadejabadedepartirconélalgunosinstantesysolía acompañarle hasta el paraje adonde se dirigía. Además se complacía endefenderleentodaspartesyabocallenaleapellidabaelprimerpoetaespañoldesusiglo.Undíafueinvitadoparalaveladaqueenhonorsuyodebíacelebrarsealdía siguiente en el salón paraninfo de laUniversidad.Como admirador, comodiscípulo y amigo íntimo, ocupó un puesto en primera fila, «entre losalabarderos» como él mismo decía riendo a su maestro. Leyó éste con su

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reconocidamaestría,admiradaentodaEspaña,lomejordesurepertorio,LaodaaGravina,Labarcaapique,Lacita,Elcóndorysobre todo las leyendas, lasincomparablesleyendas.Elpúblicoelectrizadonosehartabadeaplaudirypedirmás. Mas he aquí que a Tristán le acomete repentinamente un grande, uninmenso tedio. Toda aquella poesía ¿qué era en el fondo? Palabritas sonorasenlazadasunasaotrasparahalagareloído.¿Quépensamiento,quéemociónseagitabadebajodeesabrillantecascada?Ciertoquelasdescripcioneseranfelices,¿peroeldondelapoesíaconsistesolamenteendescribirlosobjetosexteriores?Elespírituhumanonosealimentadedescripciones,sinodeideasysentimientos.Todo le pareciópueril, primitivo en aquella poesía.Enuna épocadeduda, detristes desengaños como la nuestra se le debe exigir al poeta que remuevanuestraalmaconlasideasmáscarasytentadoras,queechealgunavezlasondaenlosgrandesmisteriosqueatodosnosfascinan...

Acometiole tedio y tristeza.Miraba a aquel hombrecillo ya caduco con suslargasmelenasgrisesquehabíapasadocincuentaañosdescribiendolosojosdelasodaliscasyelgalopede loscaballos, los rugidosde lamar,elvuelode lasmariposas.¿Yestoesungranpoeta?—sepreguntabaconunbufidodesdeñoso.Enunpuntopasódelaadmiraciónaldesprecio.Leparecióquecaíalavendadesus ojos y se rió de sí mismo que por mucho tiempo había adorado a aquelidolillodemarfil.CuandoinstadoporelpúblicoRojassepusodenuevoaleerLadanzade las ondinas no pudo resistirmás; se alzó del asiento y salió a lacalle.

AburridoyencolerizadobajóhastalaPuertadelSolyentróenuncaféatomarchocolate.PocodespuésentróGustavoNúñezconotrosamigos,pero losdejóunosinstantesyvinoasentarseasumesa.Bajolaimpresióndelcambiobruscode ideas, cuando se habían cruzado algunas palabras indiferentes, Tristándesahogó con el pintor aquel nuevo desprecio que sentía. Pocas cosas en estemundolequedabanyapordespreciar.Núñezhacía tiempoque lasdespreciabatodas. Escuchole sorprendido y risueño. En sus ojos verdosos chispeaba unaalegríaburlonaobservandoconquéfurorTristánacometíatodalaobraliterariade Rojas. En verdad que no le dejó hueso sano. Como si se hallase bajo elresquemor de un agravio personal se mostró tan excesivo en sus críticas, tandescompuesto y exasperado que producía un efecto cómico. Núñez soltó lacarcajada.

—¡Andaconél,hijo!¡Chúpalelasangre!¡Arrástraleporlasmelenas!

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Tristánsesintióunpocoavergonzado.

—Noteimaginesqueéstossonsolamentedesahogosdecafé.AntesdemuchosdíaspiensopublicarunestudiosobreRojasysesabráloqueahorapiensodesupoesíaanodina.

—Noharásbien—dijofríamenteNúñez.

—¿Porqué?

—Porque siendo hasta ahora su amigo y admirador se supondrá, como esnatural,quehabéisreñido.

—Nodiréunapalabraendesdorodesupersona;alcontrario,letrataréconelmayormiramiento.¡Peroencuantoasuobra...!

—Esoespeor,porqueentoncesseachacarátuataquealoscelosdeloficio.

Tristánlevantólacabezaconorgullo.

—Jamáshesentidolaenvidia.

Núñezalzóloshombrosconindiferencia,sequedóunosinstantessilenciosoypensativo,yalcaboponiéndoseenpieparairserepusoenvozbaja:

—¡Laenvidia...!Laenvidia,queridoTristán,esunsentimiento tanconstanteen el corazón del hombre que aun los juicios más exactos, más imparcialesacercadenuestroscontemporáneoscuandonolessonabsolutamentefavorablesseatribuyenaenvidia.

Lediolamanoysedespidió.

No hizo caso de la juiciosa advertencia. Pocos días después aparecía enElIndependienteelprimerartículodelaseriedetresquededicabaalestudiodelaobra poética de Rojas. Aunque hizo lo posible por moderarse y de buena fepensóhaberlologrado,elestudioresultóunataqueviolentoquedejóestupefactoalmundoliterario.ComolohabíaprevistoNúñez,levantópolvaredayprodujoindignación. Aun los mismos enemigos de Rojas censuraron con acritud laconductadeTristán.Alcabosetratabadeunancianocubiertodelaureles.Nadiemenos que él, su protegido y discípulo, tenía derecho a escribir semejantesartículos.Talescensurasquellegaronprontoasusoídosyquenotardótampocoenverestampadasenlaprensalemortificaronenormemente,lepusierondeun

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humorendiablado.

Nonecesitabadeestepequeñotropiezoparavivirmalhumorado.Lavidaparaélerauncontinuotropiezo.Dondelosdemásveíanelcaminorasoycómodo,élencontrabaunacarreradeobstáculos.Eldescuidodeuncriado,lainformalidaddeunamigo,lapérdidadecualquierobjeto,unavisitapesada,elfrío,lalluvia,elsol,todoservíaparaobscurecerleyerapretextoparauntorrentedeamargasreflexiones sobreeluniverso, lavida, eldestinodelhombre, etc., quedejabanatónita a Clara. Esta padecía bastante del humor tétrico de su marido. Sinembargo, el misterio adorable que en su ser se efectuaba y el faustoacontecimiento que esperaba con impaciencia manteníanla en un estado deembelesamientoydeéxtasisdelcualnoerafácilsacarla.

Undisgustoproducidoporeltemperamentorecelosoysuspicazdesumaridovino no obstante a arrancarla de él y desazonarla por algunas horas. Habíaencargado Tristán a un agente privado llamado Samper la venta de ciertosefectosylacompradeotros.Esteagentehabíasidoenotrotiempodependientede su tío y entonces había hecho amistad con él. Era hombre afectuoso,trabajadoryexactoenelcumplimientodesusdeberes.Porestoyporlabuenaamistadqueconélmanteníasolíaencargarledesuspequeñosnegocios,cobrodeintereses, permutas de efectos, etc., con preferencia a otros demás posición ycategoría.Elasuntodequeahorasetratabaeradealgunaentidad,ventilándoseuna cantidad de treintamil pesetas aproximadamente. Por lamañana le habíaentregadoTristánlostítulosconelobjetodenegociarlosenlaBolsaporlatarde,yquedaronenverseaquellamismanocheenelcaféaprimerahoraparaquelediesecuentadelaoperación.Tristánacudiópuntual,peroSampernoparecióporallí.Aguardolemediahora,unahora,horaymedia.Nada.Entoncesacometiolede pronto la sospecha de que se hubiese fugado con el dinero.Apenas nacidaesta sospecha se fue enseñoreando rápidamente de su espíritu. Samper no erarico y treinta mil pesetas pudieran haberle seducido. Aguardó todavía algúntiempoyal cabose lanzóa lacalledirigiéndoseapaso largohacia lacasadehuéspedesenqueaquélhabitaba.Enefecto,Samperhabíasalidoaquellamismanoche de Madrid para Santander. Había llegado turbado a casa diciendo quetenía a su padremuriendo,metió apresuradamente alguna ropa en lamaleta yhabía partido. Tristán quedó sofocado de indignación. Comprendió que todoaquello no era más que una comedia. Sin pérdida de tiempo se dirigió alGobiernocivil,hablóconelsecretarioqueerasuamigoylogróquesepusierantelegramasparaqueseledetuvieseenelcamino.

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Al día siguiente supo que se le había detenido en Palencia y que regresabaaquellanocheconducidopor laguardiacivil.Peroantesque llegase recibióelpaquetedelosnuevostítuloscompradosqueleenviabaunbanqueroamigodeSamperaquienésteloshabíadejadocontalobjeto.Tristánquedóestupefactoyaterrado de su precipitación.No se atrevió a ir a la estación a esperarle, peroenvió a García para que le diese toda clase de excusas y escribió al mismotiempo al secretario del Gobierno haciéndole saber lo que había pasado ylamentándosemuchodeello.Garcíallegódelaestaciónpálidoytembloroso.Laescena que allí se había desarrollado fue violenta en extremo. Samper, másdesesperadoaúnporel retrasodelviajequepor lavergüenzasufrida, sehabíadesbordado en palabras de indignación. Los presentes compartíanla con él ycensuraban acremente a Tristán, a quienGarcía no osaba apenas defender. Eldesgraciadoagente,sinirasucasa,tomóotravezeltren.

Pocos días después un hombre enlutado se presentó en casa de Tristán. EraSamper.HabíasalidoaquélyelagenteibaaretirarsecuandovioenelcorredorlafiguradeClaraqueseasomabaparaverquiéneralavisita.

—Sólovenía,señora—legritódesdelapuerta—,adarlasgraciasasumaridoporelbuenconceptoquelemerezco...

—Hasidounaequivocaciónsegúncreo—respondióClaratodaturbada.

—Yotambiénmeheequivocado,señora,porquepenséquelossabioscomosumaridoseríanloshombresmásprudentesylosmásdelicados.

—Perdoneusted...Élhatenidoundisgustobiengrande...

—Siento muchísimo habérselo proporcionado—replicó Samper con sonrisasarcástica—. No deje usted de decírselo de mi parte y de darle las graciasigualmente por haber impedido que abrazase por última vez a mi padre y lecerraselosojos...

Aquí lavozse leanudóen lagargantaalpobrehombrey rompióa sollozar.Clara, llorando también, acudió a consolarle y después que partió se sintióindispuesta.

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XIV

UNDESCUBRIMIENTODELPAISANOBARRAGÁN

Elena había logrado tener sus martes. Desde las cuatro recibía en su lindoboudoiralosamigosyamigasdemásintimidad.Secharlaba,sereía,setomabate, se comíanbastantes emparedadosy se decíannopocas tonterías.Hecho locualentresieteyochodelatardemarchabadignamentelaelegantesociedadaprepararse con recogimiento para los emparedados y las tonterías de losmiércolesdeotranomenosamableseñora.La institucióndeestosmartes,porvenerable que fuese, no había encontrado eco simpático en el corazón deReynoso.Noseopusoasuerecciónporquejamáscontrariabalosgustosdesuesposa,perosereservabaelderechodenocontribuirasuesplendor.Pocasvecesseleveíaenaquelcírculo,ycuandosedejabaversóloeraporcortosmomentos.Formábanlo,ensumayoría,lasfamiliasdelacoloniaveraniegadelEscorialqueElenahabía tenidoocasiónde tratar,pero tambiénacudíanotroselegantísimosmiembrosdelaaltasociedadmadrileñaquenoreparabanensacrificarparaelloalgunashorasdesupreciosotiempo.

Aquel día rebosaba de distinción y de elegancia el gabinete y el saloncitocontiguo de la bella esposa de Reynoso. Una duquesa, tres condesas, unamarquesa y dos vizcondesas; además las de Domínguez y las de Mínguez,emparentadas con lo más elevado e inaccesible de la aristocracia española.Araceliestabaensusglorias.EmpezabaaperdonaraElenasuobscuraestirpeengraciadelosmuchostítulosqueyaacudíanasusmartes.AdemásallícelebrabalargaseinteresantesconferenciasconelprimogénitodelduquedelReal-SaludoyElenaprotegíasusamoresyladuquesalostoleraba.Larazóndeestoúltimoconsistíaenquesusprincipiosimpedíanaladuquesaelestardeacuerdoconsumarido en ningún asunto de este mundo. Erigido en sistema tan saludableprecepto, es preciso confesar que desde su juventud fue un modelo deconsecuencia. El duque por su parte lo fue igualmente toda la vida de nobleterquedad. El matrimonio de Araceli no adelantaba pues un paso, pero susamoresibanagalope.Porlamañanaenelbalcón,porlatardeenlaCastellanaoelRetiro,porlanocheenelteatrooenlossaraoslosenamoradosnoseperdíanapenasdevistayaunpuededecirsedeoído.Perodondemásseplacíanpor lalibertadyconfianzaquegozabaneraencasadeReynoso.

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Hablabapues animadamenteAraceli conGonzalito enun rincón;hablaba enotroconnomenoranimaciónelchicodeDomínguezconunade laschicasdeMínguez;ydistribuidasporlaestanciaenbutaquitasysillasvolantescharlabanlasseñorasconzumbidodecigarrasalahoradelasiesta.Clara,porinstinto,sehabíaacercadoaotrajovenseñoratambiénencintaycomunicabaconellasabiasyprofundasobservacionesacercadelartedefajarlosinfantes.Elena,lacondesadePeñarrubiayotraseñorasedecíanardorosamente losúltimossecretosde lamoda.Tristánbostezabaconlamayoreleganciahojeandounálbumderetratos.Perohabíaallíunamamá,laseñoradeGoyeneche,cuyahijaalta,huesuda,erauna notabilidad en el piano. Como es natural se la instó, se la suplicó convehemenciaparaquehiciesefelizporalgunoscortos instantesa lareunión.Lajoven se resistía con palabras humildes como todas las notabilidades: «¡Oh,felices! ¡Si yonohagomásque cencerrearunpoquito...!Tendránustedesquetaparse los oídos.»Y otras frases por el estilo acompañadas de un poquito deruborqueimpresionabagratamentealostertuliosylesobligabaaredoblarsusesfuerzos. No obstante, la mamá ni aun en broma podía oír que su hijacencerreabaydecíaenvozbajaqueMr.Lamotte,suprofesor,habíadeclaradomásdeunavezquejamáshabíatenidounadiscípulatanaprovechada.

Alfinselogróquelaniñaseacercasehaciendocontorsioneshastaelpiano.

—¿Quétoco,mamá?—preguntódulcementeencarándoseconlaautoradesusdías.

—Toca Les premieres feuilles du printemps—respondió la mamá con unapronunciaciónquehubierahechodarunsaltoacualquierparisién.

—Nosésimeacordaré...¡Hacetantotiempoquenotocoesapieza!

¡Mentira!Aquellamismamañanalahabíatocadodosvecesconelprofesor.Lamamáguardóelsecreto.

Se puso al cabo a teclear. Los tertulios escucharon dos o tres minutos conatención:luegocadacualanudólaconversacióninterrumpidaconsuvecino.Detalsuertequealoscincominutosnadieescuchabaalanotablejovenmásquesuentusiastamamá.Esta,conlosojosfijosenelsuelo,lasmejillasencendidas,elespíriturecogido,estabapendientedelosdedosdesuniñacomosientreellosseestuvieseventilando la salvacióndelgénerohumano.DevezencuandoElenasuspendíalaconversaciónuninstanteyexclamabaenvozalta:

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—¡Quéhermoso!¡Quédelicadezadeejecución!¡Esunapreciosidad!

Los demás volvían también la cabeza y murmuraban: «—¡Precioso!¡precioso!»

Inmediatamente todos anudaban su cuchicheo interesante, empezando por laseñoradelacasa:«—Elsombreromalva,elvestidomalva,lasombrillamalva,elforrodelcochemalva...»

Lapianistaanimadaporloselogiosponíaelalmaylavidaenlainterpretaciónde Les premieres feuilles du printemps. Pero las nuevas hojitas primaveralesbrotaban en medio de una espantosa soledad. Sólo la señora de Goyenecheapreciabasusmaticesdelicadosysufrescuravirginal.

Lapieza terminó.Transcurrieronunosmomentossinque la reunióndistraídasediesecuentadeello.Encuantosecomprendióestallaronlosbravos; todoelmundofelicitabaconelogioshiperbólicosa laartistaqueconfusayruborizadase agitaba en contorsiones humildes, mientras su mamá embargada por laemociónestabaapuntoderomperallorar.

Algunosminutosdespués,abrumadaquizáporelpesodesugloriaysintiendogenerosamente el deseo de compartirla, la pianista preguntó por qué el señorAldamano leía alguna de sus hermosas poesías que tanto renombre le habíandado.Comosetratabadeunhermanodelosamosdelacasalosdemástambiénlo preguntaron. Tristán, que no era aficionado a esta clase de lecturasdomésticas, rehusó bruscamente la invitación. Sin embargo, la condesa dePeñarrubiaconungestomelodramáticolepidiópermisopararecitarellamismaunade susmejores composiciones,Elgolpedeviento, que sabía dememoria.Tristán se lootorgó congalantería.La condesaobtuvoun triunfo ruidosísimo.Hubonecesidadderepetir.Entonceselpoetaanimadoporeltufillodegloriaquele entraba por la nariz se aventuró a sacar de la cartera una poesía que habíaterminadoeldíaanterior,aunqueadivinasequenoeramuyapropósitoparaserleídaenunareuniónmundana.

Enefecto, lapoesíase titulabaMicadáver.Eraunavisiónfúnebrede loqueseríasucuerpodespuésde lamuerte.Elpoetadescribíaprolijamente todas lasfasesdesudescomposicióncadavéricaconverdadyrelieveadmirables.¿Cómoestaránmisojos?—sepreguntaba.Susojosquedaríanopacos,vidriososypocoapoco se irían poblando de gusanos que concluirían presto con ellos dejando

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negras,vacíaslasórbitas.¿Cómoquedaríasucabeza?Lamasadesuscabellosse iría desprendiendo de ella cayendo al cabo en el fondo del ataúd como unmontón de barreduras, la piel se huiría dejando al descubierto blanca como laporcelana la tapa del cerebro. ¿Cómo quedarían sus manos? ¡Ah! sus pobresdedos, aquellos dedos que tantas veces habían acariciado las sortijas de tuscabellos de ébano, que oprimieron las rosas de tus mejillas y humildes ytemblorososbuscabanlostuyosenlaobscuridad,serviríandurantealgunosdíasde festín a una legióndegusanosy seríanprontoobjetodehorror aunpara timisma,hermosa,silosvieses...

La tertulia de Elena quedó estupefacta y aterrada. La composición estabaescrita con talento y esto mismo la hacía aún más aterradora. Muchos sedespidieroninmediatamente;otrosquedaronhaciendocomentariosenvozbaja,poco halagüeños para el poeta. Elena, cuyo miedo infantil a la muerte eraproverbial en la familia, se sintió indispuesta a los pocos momentos. Fuenecesarioquelediesenalgunascucharadasdeazaharylehicieranolerelfrascodesales.Alcabocongestodeindignacióndijoasucuñada:

—Mealegro,hija,denohallarmeentucaso,porquesi loestuvieraabortaríaseguramente.

Cuálseríaelasombroyelsustoquerecibiócuandoalasdosdelamadrugadavinieron a decirle que Clara estaba con los dolores de parto. Vistioseapresuradamentediciendoparasusadentros:«¡Estabaprevisto!¡Cómonohabíadesucederestodespuésdehaberescuchadoaquellapoesíadelosgusanos!»

Reynosoyellasetrasladaronlomásprontoquelesfueposiblea lacalledelArenal, pero ya llegaron tarde. Clara acababa de dar a luz un hermoso niño.Elenaapenaspodíacreerlo; tanpersuadidaestabadequesucuñada tendríaunaborto. Inmediatamente se apoderó del infante, y después de arregladoconvenientemente se lo llevó a su padre que arrellanado en una butaca deldespachoestabacomiendomelancólicamenteunasrajasde jamónendulce.Laemociónlehabíaproducidohambre.

—¡Aquí está el botón de rosa...! ¡Aquí está el tesoro...! ¡Este es el reySalomón!¡EsteeselemperadordelaChina!

Detrás de Elena venían doña Eugenia y Visita, a quienes se había enviadoaviso,yalgunascriadas.Tristántomóasuhijoenlasmanosyclavándoleuna

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largamiradadeinfinitacompasiónexclamó:

—¡Desdichada criatura condenada a la vida! ElDestinome ha elegido amícomoinstrumentoparadártela.Siasínofuesetepediríaperdónporello.¡Quépreferibleseríaparatiquepermanecieraseternamenteenloslimbosdelanada!Dentrodepocosdíasabrirás losojos,el telónsealzaráy laescenadelmundoquedará al descubierto. Sorprendido y ansioso esperarás con impaciencia lasbellas,lasdulces,lasalegresaventurascomoyolasheesperado,comolasesperatodoelmundo.Prontosabrásatucostaqueenesteplanetaalumbradoporelsolnohaymásquedolor,trabajo,pesaresymiseria.

—¡Quita allá, majadero!—exclamó Elena furiosa arrancándole el niño—.¡Vayaunmodograciosoquetienesdesaludaratuhijo!¡NohacíafaltayasinoqueleleyeseslaOdadelosgusanosdeestatarde!

Losdemásmostrarontambiénensurostroelmalefectoquelescausabaaquelexabrupto.

—Tienes razón, Elena—repuso el joven engullendo un pedazo de jamón yaplicandoa sus labios lacopadeJerez—.Haycosasquedeben reservarse.Alenamoradonose lepuededecirquelanoviaesfeaaunquelosea.Despuésdetodotampocohacefalta.Lamiseriadeestemundoestanvisiblequeniaunelque voluntariamente cierra los ojos deja de percibirla, porque si no la ve lasiente.

—Y si hubiera muchos antipáticos como tú este mundo sería sin duda másdesgraciado—replicóElenasaliendobruscamentedelaestanciaconelniño.

Contra loquepodíapresumirse,supuestoel recibimientoque lehabíahecho,Tristánsemostródesdeelprincipiocomopadreatentoyvigilantehastacaerenlo ridículo.Asíquesuhijo tuvoabienpresentarseenestemundodehorrorytristeza,secreyóeneldeberdehacérselomásllevadero.Elmediomásadecuadoparaellopensóqueseríacomprarloslibrosrecientesquetratabandelahigieneyeducacióndelosniños.Díaynocheseentregóasulecturaconverdaderofuror.En pocos días adquirió una suma increíble de conocimientos que puso enconmoción a todos los criados de la casa. El modo de lactarlo, el modo devestirlo,elmododebañarlo, todos losagentes internosyexternosa loscualespudiera estar expuesto el infante cayeron inmediatamente bajo la críticainflexibledesuenormesabiduría.Clara,quecomobuenayrobustamadrecriaba

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a su hijo, estaba sorprendida, pero acataba los fallos de sumarido porque loscreíafundadosenlasprescripcionesdelossabios.Lopeordelcasoeraque¡cosarara!éstosnosolíanestarconformesensusmétodos.Unlibroafirmabaquealosniños no se les debe ponermás que vestidos holgados; otro decía que esto esexpuestísimo a las desviaciones de la columna vertebral.Un sabio aconsejabaquedesde losprimerosmesesse lescalzaraconzapatosdesuela;otro tronabacontra esta horrible costumbre y vaticinaba resultados tristísimos si se lesaprisionabalospies.Elunopreconizabaelusodelaguafríaenlosbaños;elotrose revolvía contra este procedimiento y afirmaba condatos estadísticos que elaguafríaaumentabalamortalidaduntreintaycuatroporciento,mientraselusodelaguacalientelarebajabahastaunveintitrés.

El resultado de esto era que nadie sabía a qué atenerse en la casa y todo elmundoandabadecabeza.Seleestababañandounosdíasenaguafría;deprontovenía la orden de que se usase el agua caliente. Se le estaba fajando con unadocena de vueltas; cuando menos podía pensarse quedaba proscrita la faja.Mamabael infantecadadoshoras;puesbien,undíacambiabaradicalmenteelsistemayseledejabamamarencuantollorase.Todoamerceddelúltimolibroorevistaquecayeseenlasmanosdelamodelacasa.

Todavíanoeraestoloquecausabamásdesazónenlafamilia.Tristánleyóunartículo en que se descubrían los abusos infames que las criadas cometíanalgunas veces con los niños más tiernos, unas veces atormentándoles, otrasacariciándoles demasiado. Inmediatamente se puso a sospechar de cuantostomaban al niño en las manos, a ejercer una vigilancia incesante sobre laservidumbre.Encuantounamuchachacogíaelniño,yaestabasupapáconlosojosclavadosenella;laseguíaatodaspartes,leprohibíatocarlesinofueseporencimade la ropa. Procuraba también ocultarse y hacerles pensar que estabansolas,espiándolasporelquiciodelaspuertasopresentándosedegolpecuandomenos lo esperaban. Al principio las domésticas no podían comprender quésignificaban aquellos desusados pasos y lo tomaban como una de susmuchasextravagancias; pero así que lo supieron se mostraron tan ofendidas queresolvieron marcharse. Sólo por los ruegos de Clara, a quien adoraban,consintieronenquedarse.

Hacíayadosmesesquehabíanacidoelniñoycorríanlosúltimosdíasdelmesdejunio.Unanoche,antesdeponerseacomer,cuandoaúnestabaTristánensudespacho,entróunadoncellaaanunciarlequepreguntabaporélaquelcaballero

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quelosseñoritosllamabanpaisano...

—¡Ah!sí,Barragán...Paseusted,Barragán,paseusted—añadióenvozaltaydandoalgunospasoshacialapuerta.

—No;sinohaentradoaún,señorito—respondiólacriadaconfusa.

—¿Cómoquenohaentrado?¿Lehadejadoustedenlaescalera?

Efectivamentelehabíadejadoenlaescalerayconlapuertacerrada.Cuantasseguridades se habían dado a la servidumbre de que Barragán era una buenapersonaynounmalhechorfueroninsuficientesadisiparsusrecelos.Enelfondolas criadas estaban convencidas de que un día u otro aquel sujeto jugaría unamalapartidaasusseñoritos.

—Páseleinmediatamenteynovuelvaustedahacereso.

Un instantedespués aparecía eneldespachoel rostro espantabledelpaisanoBarragán. Lo primero que hizo antes de saludar fue cerrar cuidadosamente lapuerta.Luego,dirigiendomiradastorvasenderredoryentregándoseaunaseriede muecas a cual más odiosa y espeluznante, avanzó cautelosamente haciaTristánylepusounamanosobreelhombro.Apesardelaabsolutaconvicciónque éste tenía de su honradez no pudo menos de retroceder un paso, dandoseñalesdesusto.

—Usted me perdonará, Tristanito, que le moleste un momento. Tengo quehablarledealgunascosillasserias.

Barragáneraelhombredelosdiminutivos.

—Estoy a sus órdenes, amigo Barragán—respondió Tristán completamenteasegurado...—Perosiénteseusted.

BarragánsesentóyasuladoTristán.Aquélvolvióapasearunamiradasalvajeporlaestanciaysonriendoferozmentepreguntóconlamayorfinura:

—¿Cómoestáusted,Tristanito?Bien,¿eh?¿YClarita?¿yelniño?Mealegro,mealegromuchísimo.

UnavezenteradodelasaluddetodospensóTristánqueelpaisanopasaríaaexplicarleelasuntoserioqueallíletraía.Peronofueasí.Loúnicoquehizofuemirarledurantelargoratofijamentecomositratasedeinquirirsiefectivamente

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sehallababiendesaludoesqueleocultabaalgunasecretadolencia.

—¿Conquebien,Tristanito?¿biendeverdad,eh?

Tristánunpocoimpaciente leaseguróquenadaledolía.PerodisipadasestasdudasparecequerenacieronmásvivaslasreferentesalasaluddeClara.Hubonecesidaddeasegurarle igualmenteque la jovenmadre jamássehabía sentidomás vigorosa. ¿Y el niño? ¿Cómo seguía el pobrecito? Inmediatamente elpaisanosepusoadisertarsobreeltiempoyahacercomparacionesgeográficasentreEspañayGuatemala,ydandounsaltodespuésllegóhastaMéjicoyhablódelosgauchosydelasvacassalvajesydelasdiligenciasdondelosviajerosibanpertrechadosdetodasarmasydelosasaltosdelosbandidos,etc.Enfin,despuésdeunlargoratodevagarporaquelloslejanospaísesselevantódelasillaysedispuso a marcharse. No quería estorbar; sin duda irían a comer... Tristánasombrado también se levantó del asiento y le acompañó hasta la puerta deldespacho,perounavezallínopudomenosdedecirle:

—¿Sehaolvidadousteddequeteníaquehablarmedeciertoasunto?

Barragánsepusounpocopálido,ycomosilehubiesenaplicadoenlosriñonesuna fuertecorrienteeléctrica,agitadoyconvulsocomenzóadarvueltaspor laestanciamientras Tristán le contemplaba presa de lamayor estupefacción. Alcaboparándosedelantedeélledijo:

—Siéntese usted, Tristanito, siéntese usted... Voy a hablarle... pero mepermitiráquenomesiente...Nopuedo;meencuentroalterado,completamentealterado.

—¿Quiere usted una taza de tila?—preguntó Tristán sonriendo interiormentedeofrecertilaaaquelmonstruo.

—No, señor,muchasgracias; sólo lepidoquemepermitaestardepieydaralgunospaseos...

—Paseeustedcuantoquiera, amigoBarragán—repusoTristánmirándoleconcuriosidad.

Perocongransorpresasuyaenvezdehacerusodeestafacultadelpaisanosedejócaercomounplomosobreeldiván,sacóelpañueloyselollevóalafrenteempapadadesudor.

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—¡Estantriste!¡Estantriste!—murmuróconabatimiento.

—Hatenidoustedalgúndisgusto,¿verdad?¡Oh!lavidaesunacadenaquenosecomponedeotros eslabones—dijoTristáncon filosóficaconmiseraciónqueocultabaunapositivaindiferencia.

—Sí;undisgustobiengrande...Peroaúnsientomáselquevaustedatener.

Tristándiounsaltoenlabutacaapesardesumetafísicaresignación.

—¿Cómo?¿Cómo?¿Quéesello?¿Quédisgustovoyatener?

—¡Es una desgracia, es una verdadera desgracia!—murmuró con másabatimientoaúnBarragán.

—¿Quédesgraciaesesa?¿Quéhapasado?—profirióeljovenenelcolmodelaimpaciencia.

Barragán, que parecía más inclinado a las vagas lamentaciones que a lasconfidencias,repitiócadavezconacentomásdesolado:

—¡Quétristeza!¡Quétristeza!

—Perovamosaver...¡hableusted!—profirióeljovenexasperadosacudiéndoleporelhombro.

—¡Cálmese usted, Tristanito! Le aconsejo a usted que tenga calma en estascircunstancias.

No hay consejomenos calmante que el de la calma. Tristán, ya fuera de sí,comenzó a patear con furor, soltando al mismo tiempo una serie deinterjeccionesbienenérgicas.

—¿Quiereustedhablarono?¡Malditaseamisuerte!

—Allávoy...Yasabeusted,Tristanito,queamínomegustapasearmeporlascallesyquemuchosdíasmontoacaballoymesalgoporlasafueras.

—Sí,sí,yalosé.¡Adelante!

—Yquesuelocomerdondemepilla...alomejorencualquiertaberna...Creoque con esonoofendoanadieyqueustednomedespreciará, ¿verdad, señorAldama?

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—Nimásnimenos.¡Adelante!

—PueshabíaidoestatardehastaVallecasyalavueltaentréenunatabernadelcamino, y como tenía hambre, mandé que me frieran unos huevitos y meguisasenunpisto.EsadmirablecómoguisalospistoslatíaBibianadelPuentedeVallecas.Nodejeusteddeprobarlosialgúndíallegahastaallá...

—¡Loprobaré...!¡Adelante!

—Puescomoledigo,estabacomiendo,noenlatabernaprecisamente,sinoenunapiececitacontiguadondesuelenserviralosparroquianosquequierenestarsolos.Estahabitacióntieneunaventanillaalcamino,yporellaviquesedeteníauncochedepuntofrentealatabernayquebajabadeélesepintoramiguitodeusted...

—¿Núñez?

—Sí, señor.Entró en la taberna y le vi que pedía un vaso de agua para unaseñora que quedaba en el coche. La chica de la tía Bibiana quiso salir paraservírselo,peronoloconsintióyélmismofueallevárselo.Yohabíanotadoaltravésdelosvisillosquelaseñoraprocurabaocultarseretirándosehaciaelfondodelcarruajeyestodespertóunpoquitomicuriosidad.Asíquecondisimuloalcéunsiesnoeselvisillo,apliquéelojo,ycuandolaseñoraseinclinóparatomarelvasodeaguaquedéasustadoviendoqueeraElenita.

—¿Cómo?¿Quéestáusteddiciendo?¿MicuñadaElena?

—Lamisma,Tristanito,lamisma.

—¡Nopuedeser!

—Ledigoquelahevistotanbiencomoleestoyviendoaustedahora.

—¿Ynopudoustedhaberseequivocado?¿Quefueseunamujerparecida?

—Lerepitoqueestoybiensegurodeello.Yaseharáustedcargodeldisgustilloquehabrétenido.Condecirlequenopudeprobarotrobocadoestádichotodo.Allí sequedóelpistode la tíaBibianasinque lo tocase.YoquieroaGermáncomo si fuese mi hermano y le digo a usted en conciencia, Tristanito, quehubierapreferidoperdercuatromilpesetasasaberloquehesabido.Mevineacasa y no pude parar en ella.Hace dos horas que ando dando vueltas por las

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callesytantascosashepensadoquetengolacabezacomounvolcán...

No había más que mirarle para cerciorarse de la verdad. Sus ojossanguinolentossemejabanlavaencendida:labocaunnegro,espantosocráter.

Tristánquedóunosmomentospensativoyluegoponiéndoleunamanosobreelhombrolepreguntó:

—¿Hadichoustedunapalabradeestoaalguien?

—Laprimerapersonaconquienhablodesdeelsucesoesusted.

—Puesbien,leinvito,leexijoporelinterésdetodalafamiliaqueguardeustedabsolutosilenciosobreloquehavisto...ocreehabervisto.

—Loguardaré,Tristanito,loguardaré.

—Yapensaremos loquesehadehacer.Peroentre tanto, le repito, ¡silencio,muchosilencio!

Luegosepusoadarpaseosporlaestanciasindecirpalabra,comosiBarragánnoestuvieseallí.Estecomprendióqueestorbabaysedespidió,anunciandootravez, más que con palabras por medio de signos desesperados, que si habíahombre en elmundo que semejase un sepulcro ese hombre era él, el paisanoBarragán.

CuandoquedósoloTristánsiguiópaseandoabsortoenprofundameditación.Ypensando,pensando,resultóquealospocosminutosadquirióelconvencimientode que Barragán había visto visiones. No tenía nada de extraño. Como erahombre tan poco acostumbrado a vivir entre damas ni aun entre personascivilizadas,bastabacualquiersemejanzaderostroodetoiletteparaqueelinfelizse confundiese. Ni en el carácter de Elena ni menos en el de Núñez entrabasemejante ruindad.Además, casode que fuesen amantes no era verosímil quecometiesenlaimprudenciadeexhibirsepaseandoencocheporlascercaníasdeMadrid.¡ElpobreBarragán...!

Ybientranquilo,conlasonrisaenloslabiossedirigióalcomedor,dondeyaleesperaba Clara. No pudo resistir a la tentación y dio cuenta a ésta de laconversaciónqueacababadetenerconelpaisanoentonodebromayhaciendocomentarios humorísticos como quien está bien seguro de lo disparatado delasunto.Clarasepusopálida,luegorojacomounabrasa,yrenuncióacomerpor

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el momento dando señales de profundo abatimiento. Tristán se manifestósorprendidodeaquellaemociónyseesforzóencalmarlaadoptandocadavezuncontinente más tranquilo. Llovieron sobre la atribulada joven multitud dereflexiones, unas serias, otras jocosas. ¿No sabía queBarragán era un hombreprimitivoyselváticoparaquientodaslasseñoraseranunamismaseñoracomoparalosniñossupapátodosloscaballerosqueencuentranenlacalle?Estoencuanto a la explicación material del suceso. En cuanto a la moral no habíamotivo alguno para dudar de la fidelidad de Elena, cuyo carácter inocente yafectuosoellapodíaconocermejorquenadie.YporpartedeNúñezbienpodíaestarseguradequeeraincapazdefaltaralasleyesdelacaballerosidad.Gustavoteníauntemperamentoburlón,legustabapasarporescépticoyoriginal,peroenelfondoeraelhonorylarectitudpersonificados.

Clara levantóhaciaélunamiradadondese leíael asombro.Y realmenteeraasombrosoqueaquelhombrequedetodoelmundorecelabasóloenNúñezteníacompletaconfianza.

PorlodemásélerayahermanodeGermányleinteresabatantosuhonorcomoaellamisma.EraofenderleelsuponerquesiaquellaespeciedeBarragántuvieraasomo de fundamento no le ofendería gravemente y no se arrojaríainmediatamenteaponerremedio.EstaúltimaobservaciónimpresionóunpocoaClara,sinolatranquilizóporcompleto.

Tristánselevantódelamesa,encendióuncigarropuro,jugóunmomentoconelniñoysalióalacalleenlamismaactitudquetodaslasnoches.Sinembargo,en el fondo de su alma aunque no quisiera confesarlo había una levepreocupación,algoqueleescocía.EsteescozorfueelqueleobligóaencaminarsuspasosalAteneoenvezdelcafédeFornos.UncélebrecríticodearteestabadandoenaquelcentrounasconferenciasacercadelpintorVelázquez.Letocabala segunda aquella noche, y aunque él no había asistido a la primera porquedesdehacíaalgúntiempoleinteresabanmáslosdonairesymurmuracionesdelcaféque lasdisquisicionesestéticas,sabíaperfectamentequeNúñeznodejaríadeestarallíyatodotrancequeríaverle.Enefecto,alospocospasosquedioporelespaciosocorredordondeseamontonabanlossociosenesperadelavisodelaconferenciavioasuamigoenelcentrodeungrupodeartistas,sorprendiéndolesy haciéndoles reír como siempre con sus paradojas. Tristán se dirigió a estegrupo,tercióenlaconversaciónyencuantolefueposiblesearreglóparasacaraGustavodeallíyllevarlehaciaunrincóndondehabíadosmecedoras.Ambosse

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sentaronunofrenteaotro.Hablaronunosinstantesdeasuntosindiferentes.DeprontoTristánafectandounarisitairónica:

—¿Aquenosabes,Gustavo,dóndetehanvistohoy?

—Seguramenteenningúnsitiodondenohayaestado—repusoelpintorconsuhabitualdisplicencia.

—¿Has estado en una taberna del Puente de Vallecas?—replicó Tristán sinabandonarlasonrisa,peromirándoleconatenciónintensaalacara.

Niunplieguedeéstasedescompuso,nielmásligerocambioensucolor,niunaráfagadesorpresaporlosojos.SóloenlasmanoshubounlevetemblorquenollegóapercibirTristán.

—¿Hasestadotú?

-No;Barragán es el que ha estado y pretende haberte visto nadamenos queservirunvasodeaguaamicuñadaElenaquehabíasdejadoenelcoche.

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Nada,niunimperceptiblesignodeconfusiónodesorpresa.Lamáscompleta,la más absoluta tranquilidad. Hubo una pausa. Núñez dio un prolongadochupetónalcigarro,sacudiólacenizaconeldedomeñique.

—¿Barragánhavistoohaolidoatucuñada?—preguntóalcaboconafectadaindiferencia.

—Dicehaberlavistocuandoseinclinóparatomarelvaso—replicóTristánsinperderledevista.

—¡Oh! entonces no hay cuidado. El sentido infalible en los hombres comoBarragáneselolfato...Almenosesodicentodoslosviajerosynaturalistas.

—Desde luego he pensado que ha sido una equivocaciónmuy explicable enquiennohafrecuentadotodasuvidamássociedadqueladelosgauchos...

DespuésdeestaspalabrasTristánpensóquesuamigoibaamanifestardeunavezsihabíaestadoonoenlatabernayencasoafirmativodarunaexplicación.Peronofueasí.Núñezadoptóuncontinentemásglacialaúnquedecostumbreyempezóacolumpiarsesuavementechupandoelcigarroporintervalosymirandoaltecho.Aunquenocreyesenimásnimenosenlaaventura,aTristánleirritóunpoco tantadisplicencia.Fingiendo, sin embargo, alegredesembarazo ledijo alcaboponiéndoleunamanosobrelarodilla:

—Vamosaver,¿quiéneralaincógnita,Gustavo?

—¿Quéteimporta?

—¿Unaduquesa?

—Loesaratossolamente—repusoelpintorsinpoderreprimirlarisa.

—¡Nonecesitomás!¡LaTrini!—exclamóTristánriendotambién;luegoañadióbajando la voz—: Efectivamente... rubia con ojos negros... no es extraña laequivocación.

—¡No digas sandeces, Tristán! Si tu cuñada te oyese te arrancaría los ojos.¡ConfundirunamadonnadeRafael,unaestatuadePraxítelesconesamozadecántaro!Yapropósito,¿tepegamuchoClara?

—¡Todavíano!—exclamóelpoetariendo.

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—Efectivamente aún no te he visto con la cara hinchada... ¡Pero no tedescuides!

Todavíacharlaronunosmomentosembromándosemutuamentecuandoseoyóelgritodelconserje—:ConferenciadelseñorJiménez...ConferenciadelseñorJiménez.

—VamosaoíraJiménez—dijoNúñezalzándosedelamecedora.

Sinembargo,Tristántodavíasentíaunvagomalestarensuespíritu.Altiempode avanzar hacia la cátedra cogidos del brazo dijo a su amigo,mitad en seriomitadenbroma:

—Conste, querido, que la equivocación de ese bruto me ha dejadocompletamentefrío.Teheconsideradosiemprecomounabuenapersonaytengoabsolutaconfianzaentufidelidad.

—Haces mal—repuso Núñez gravemente—. Yo soy un hombre lleno devirtudescomo todoelmundosabe,peroeldíaenque tucuñadamehagaunaseñaestoydispuestoaarrojarlastodasporlaventana.

Tristánriódebuengradoylasúltimassombrasdedudasedisiparon.

CuandoterminólaconferenciaysalieronaloscorredoreselpintorsejuntóasusamigosdejandoaTristánsinceremonia.Estevagótodavíaunratodegrupoengrupoescuchandocomentarios.Teníaganasde irse, perohabíavisto enuncorro cerca de la puerta a su antiguo maestro y ex amigo Rojas. Desde lapublicaciónde los artículoshabía evitadocuidadosamente el tropezar conélypornopasarcercaseestuvoquieto.Enelampliocorredoriluminadoresonabancada vezmás altas las voces de los socios.Había risas, violentas discusiones,ensayosvergonzantesdediscursos.Enungruposediscutíaelpanteísmo,enotrola necesidad de rebajar el presupuesto de marina; más allá se narraba unaaventura escandalosa, mientras cerca comentaban unos señores la últimaencíclicadeSuSantidad.

—¡Curioso!¡curioso!¡curio-sí-si-mo!

EnelcentrodeungrupotronabayrelampagueabaelilustrePareja.

—Porque yo en mis modestísimos estudios he aprendido... Reconozco enusted,amigoValleumbroso,lapsicosisepileptoidesdelgenio...

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—Muchas gracias—decía el mosquito lírico ruborizándose—. Me favoreceusteddemasiado...

—Nada, nada: es justicia seca. Esa instabilidad en sus estudios, esaoriginalidad excesiva en el absurdo, ese agotamiento de que usted se queja amenudosonlosestigmasreconocidosdelgenio...

—Muchasgracias,muchasgracias—balbuceabaelmosquito.

—PeroelseñorValleumbrosonopadececonvulsiones,ysegúnmehandicho,los genios...—apuntó tímidamente uno de los admiradores que rodeaban aPareja.

Estesonriódeunmodotansuficientequetalsonrisabastaríaporsisolaparareduciracenizacualquierargumentoporpoderosoquefuese.Hayqueimaginarcómoquedaría cuandoel ilustreParejamanifestó agitando subrazoderechoyhaciendoimprimiralasfaldasdesulevitaunprincipiodemovimientorotativo:

—Porque la forma clínica aplicable al señor Valleumbroso no es la de loscaracteres bien conocidos de convulsibilidad, pérdida de conciencia, etc. Pero,amigoRodríguez,hayotra—¡hayotra!—.Estaforma,másomenoslarvada,másomenosesfumada,escapaalainvestigacióndelosespíritussuperficiales,peronoalostemperamentosreflexivos.¿Estamos,amigoRodríguez?¿Estamos?

El pobre Rodríguez se encogió, se encogió hasta quedar convertido en untrapo.

—Hay en Valleumbroso—prosiguió el sabio con voz resonante—unapreocupacióndelapersonalidadpropia,queesunodeloscaracterestípicosdelaformaclínicagenial.¿Noesverdad,amigoValleumbroso?—añadióponiéndolecon protección una mano sobre el hombro—¿no es verdad que vive ustedexcesivamentepreocupadodesímismo?

El autor de los Pétalos al aire comenzó a tragar saliva como si algo leestorbaseenlagarganta.Eraduroafirmarsuvanidad;perocomodenohacerlose le escapaba uno de los caracteres típicos del genio concluyó por estarconforme con que jamás pensaba en otra cosa más que en sí mismo. Yruborizándose aún más de lo que estaba añadió en voz baja dirigiéndose aRodríguez:

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—Cuandoniñomehadichomimamáquehepadecidoconvulsiones.

—¡Lovenustedes!—exclamóParejaenaltavoz.

Yhenchidodeentusiasmodiounavueltaenredondoysulevitaflotócomolasalasdeunamariposa.

—Seríaacasoporlaalferecía—murmuróelrecalcitranteRodríguez.

—¡Quéalferecía,señormío,niquécalabazas!—gritóel ilustrePareja—.Esonoesmásqueunefectode la leybinomial,segúnlacualningúnfenómenoseproduce aislado. Esas convulsiones infantiles eran la voz de la naturaleza queanunciaba ya la aparición de un genio. Yo tengo la seguridad de que cuandoValleumbrosocomponesuspoesíaselaccesocreadorsemanifiestasiempreenélinstantáneo, inconsciente y con intermitencias. ¿Verdad, amigoValleumbroso?¿verdadquepadeceustedintermitencias?

—¡Oh,muchísimas!

—No era posible otra cosa. La ciencia sólo consiste en descubrir las leyeseternas de la naturaleza. Cesaron las convulsiones, pero vino comocompensación fatal, comoequivalentepsíquico lacreacióngenial.O loqueesigual,Valleumbrosoyanoesunconvulsivo,perosiguesiendounepilépticoenel momento que siente el estro creador. Si usted me lo permitiese, queridoValleumbroso, yo quisiera una vez estar a su lado en el instante de componerparahacersobreustedalgunasexperienciascientíficas.

—Cuandoustedguste—replicóelmosquito,rojodeplacer.

—Tengo la seguridad de encontrar la insensibilidad dolorífica en mayor omenorgradoylairregularidaddelpulsoengendradaporelimpulsoconvulsivodelasarterias...

Tristánquesehabíaparadoun instanteaescuchar,sintióunestremecimientodeira.Yrechinandolosdientesmurmuró:¡Imbéciles!

Sealejódeaquel interesantegrupodispuestoasalira lacalleaunquetuviesequepasar por delante deRojas.Felizmente éste ya no estaba allí. Salió, pues,confiadodel corredor, pero al pasarpor el vestíbulo salía el ancianopoetadelguardarropa donde acababa de ponerse el abrigo. Se encontraron de frente.Tristántuvouninstantedevacilación.Alcabobajólosojosytratódeganarla

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puertasinsaludar.Rojasnoledejó:

—Buenasnoches,Aldama.¿Porquénoquiereustedsaludarme?¿Temeustedlosreprochesdesuvíctima?

—¡Mivíctima!—exclamóeljovenvisiblementeconfuso—.¡Ohno,donLuis!¡Yonohagovíctimasdetalcategoría!

—Déjeme sorprenderme, amigo mío, al saber que conservo aún algunacategoría.Yo pensaba que después de sus artículos ya no quedaban del poetaRojasniloshuesos,queestabanosóloenterrado,sinoputrefacto.

La sonrisa con que el anciano vate acompañó estas palabras hirió a Tristáncomounlatigazo.

—Carezcodelpoderdeenterraranadieporquenosoysepulturero—repusoentonoalgodesabrido—.Mehelimitadosiempreaexpresarcontodafranquezamiopiniónsincuidarmedesaberaquiénexaltóoaquiéndeprimióesaopinión,yaquenoversajamássobreasuntosqueatañenalahonra.

—¿Estáustedsegurodequesiemprehaexpresadoconfranquezasuopinión?

—Eldudarloesunaofensa.

—¿Tambiéncuandoafirmabaustedqueyoeraelprimerpoetaespañolnosólodelostiemposmodernos,sinotambiéndelosantiguos?

—Entonceslocreía.

—Usted lo creía: yo no. En cambio yo pensaba que era posible ganar elcorazóndeunjovendedicándoleuncariñoapasionado,alentandoyprotegiendosusesperanzas;creíaqueelafectodesinteresadodelosviejosdebíaengendrarelrespetoyconsideracióndelosjóvenes.Esonolocreíausted.

—Lacualidadquemásheestimadosiempreenloshombresyportantoenmímismoeslasinceridad.Siustedimaginaquepudieraenajenartesorodetalvalíaacambiodefavoresliterarios,viveustedenunerror.Meconsideronosóloconelderecho,sino tambiénconeldeberdedecirclaramente loquesientoacercadelarteydelosartistas.

Rojassonrió,guardósilenciounosinstantesyalcabodijo:

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—Aungeneralseleconfíaladireccióndeunacampaña.Estegeneralcombinasu plan estratégico y el enemigo le derrota. Una casa de comercio entregapoderesaunempleadopara lagerenciadesusnegociosy lacasaexperimentagravespérdidas.Elgeneralyelgerentesonhombresmuysinceros,nohayquedudarlo, pero ni la nación ni la sociedad depositarán ya en ellos jamás suconfianza. ¿No teme usted, amigo Aldama, que el público haga con usted lomismo?

—Esono es cuentadeusted, donLuis, ni debepreocuparle—replicóTristánconmaldisimulada irritación—.Sielpúbliconoaceptamis juicios,yosufrirélasconsecuenciasdesudesvío.

—Estáustedbienpagado,hijomío,desusjuicios.

—Cadaunoloestádesuspropiasobrasporpocoquevalgan.

—Lashayquelomerecenylashaytambiénquemerecenserdespreciadasporsumismoautor.

—Comprendo,donLuis,queustedsehallebienufanodelassuyas,pero¿porqué no quiere usted dejar a los demás la ilusión de que no escriben cosasdespreciables?

—Hesidoelprimeroenapreciaryelogiar las suyas,peronopuedohacerelmismo caso de una obra realmente literaria escrita con la frescura de unaimaginación juvenil que de un ataque injustificado y violento inspirado por lamusadeltedioyfraguadoporladelahipocondría.

—¿Esejuiciotanseveronoestaráinspiradoahoraporladeldespecho?

El anciano vate lemiró fijamente a los ojos durante unosmomentos; luegoalzandoloshombrosreplicósuavemente:

—Meencuentroenunaedad,señorAldama,enquelasrosasyloslaurelesquelabenevolenciadelpúblicoacumulósobremissienesquierenescaparsedeellastemiendo la obscuridad de la tumba. El barquero fatal me hace ya señas: laspotencias celestes me invitan a desprenderme de todo humano cuidado. Hellegado al fin de mi carrera y puede usted creerme que los aplausos de loshombresnomeembriagan,porque apetezcoya losde los ángeles.Si aquéllosmealegrasenpodríamorirtranquilo,porquenoestáenelpoderdeustednienel

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deningúncriticoelarrebatármelos.Elpuebloolvidafácilmentealosricos,alosguerreros, a loshombresdeEstado, pero recuerda siempre conamor al artistaqueunavezleproporcionóalgunosinstantesdealegríaespiritual.AunquetodosloscríticosdeEspañasearmasenhoyparaarrancarmedelacabezalacoronaydeloshombroslapúrpura,mañanaalsaliralacallelasmiradasdeloshombresmesaludaríancomoaunrey.Perdónemeustedeste rasgodeorgullopóstumo.Hoyyanolosiento,yporquenolosientopuedodecirle,amigoAldama,queporencimadelaglorialiteraria,porencimadetodagloriahumana,hayalgoqueloshombresdebenrespetar,ycuandono lo respetandejandeserhombres.QuedeustedconDios.

XV

ELPAISANOBARRAGÁNCOMERCIACONLOSESPÍRITUSYLUEGOCONLOSCUERPOS

¿HayDiosonohayDios?Silohay¿dóndeestá?Sinolohay¿quiénhizoestemundo?¿Morimosparasiempreo resucitamosdespuésenotravida?¿Porquénacemos?¿porquémorimos?¿Quéeselcielo?¿quéesel infierno?Taleseranlasgravescuestionesmetafísicasqueseagitaban incesantementeenelcerebrotenebroso del paisano Barragán. La misa nupcial de Clara y Tristán habíalasdespertado y desde entonces nuestro indiano ni había podido darles solución(¡cosarara!),nihabíalogradososegar.Sepuededecirqueapenasvivíayaparaotracosaqueparapensarenellas,salvoelcortarpuntualmenteelcupóndesustítulosycomeralgúnguisadoenelPuentedeVallecasoenlosCuatroCaminos.DoñaMónica, la patrona que le tenía alojado por la módica cantidad de trespesetas cincuenta céntimos diarios en un cuarto de la calle de las Hileras, leaconsejaba prudentemente «que no hiciese caso y comiese», pero él no podíaseguir este consejo prosaico al menos en su primera parte. En lo que a lanutriciónsereferíaacasolosiguieramásdecididamentesidoñaMónicaalcabodesusañoshubieraadquiridolacostumbredeponerlosgarbanzosmásblandos.

—Es terrible, es terrible pensar—decía Barragán engulléndolos con ladificultad que debe suponerse—, es terrible pensar, doñaMónica, que cuando

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nosmuramosquedetantodenosotroscomodelasmulasdeltranvía,aunqueseamalacomparación.

—Ysiustedseentristece¿porquépiensaenello?Lomejorespensarsiempreencosasalegres,enlosteatros,enlostoros,enlassesionesdelCongreso...¡Ay!,yomemueroporlassesionesdelCongreso.Escosaqueenamoraveraaquellosseñoresquehablan tanbienysinequivocarse.Unasvecesseenfadanyechanfuego por los ojos como si les hubiesen quitado la cartera, otras lo toman abroma y hacen desternillarse de risa a todo el mundo. Sobre todo cuando sellevanlamanoalcorazónymuevenlacabezaaunladoyaotroylestiemblalavoz,ledigoaustedseñordeBarragánqueescosadecomérselos.Envidademidifuntonoperdíaunasesión,porqueeraprimohermanodelporteromayor;peroahora ya ve usted... las cosas han cambiado, y los parientes gracias que lesaludenaunoenlacalle.Vayausted,vayausted,señordeBarragán,porqueledigoaustedquesiallínosecuralaictericiaenningunaparteselacuraráusted.

—Señora, yo no padezco de ictericia nime duele nada—repuso gravementeBarragán—.Loúnicoquetengoesquequisierasaber...vamos,quisierasabersihayalgoonohaynada...

—Paraustedhaybastante.¿Noesustedunhombrerico?¿Puesparaquéquiereloquetiene?Coma,beba,triunfeyríasedelamuerte.

El semblante de Barragán se obscureció. Cualquier alusión a su dinero lecrispabacomositemiesequeinmediatamentelepidiesenalgo.

—¿Pordóndesabeustedqueyosoyrico?

Lafealdaddesurostroeratalcuandoformulóestapregunta,quedoñaMónicanopudomenosdeapartarlosojosconhorror.Sinembargo,sabíaaquéatenersesobre su carácter y le apreciaba tanto que tenía confianza bastante para nobarrerleelcuartohastalascuatrodelatardeyllevarleelchocolatequemadodosotresvecesporsemana.¡BuenadiferenciaconFreireelhuéspeddelasala!Esteque era un hombrecillo, flaco, rasurado, de aspecto tímido e inofensivo,empleadoenelTribunaldeCuentas,guardababajocapadecorderouncorazónde lobo. Jamás se vio un nombre más exigente para las patatas fritas y elchocolate. DoñaMónica temblaba en su presencia como la hoja de un árbol.Comoocupaba lamejorhabitaciónde lacasaypagabacincopesetas, secreíaconderecho amantenerse constantemente en una actitud rígida.No sólo doña

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Mónicay ladoméstica,sino también losotroshuéspedessentíanelpesodesuautoridadinflexible.¿SeráaventuradoelsuponerqueFreireenelfondodelalmadespreciaba a sus compañeros? Por el momento no tenía otro que Barragán,porque don Matías, el capellán castrense que ocupaba el gabinete, se habíamarchadoconelregimientoaValladolid.SobreBarragán,pues,solamentecaíanlosdesdenesyvejámenesdelempleadodelTribunaldeCuentas.Enlamesalellevaba la contraria constantemente. No podía nuestro indiano emitir unconcepto cualquiera, por sensato que fuese, sin que Freire dejase escapar unarisitamaligna o se llevase el dedo a la frente como si quisiera indicar que elpaisano Barragán carecía de sustancia gris en la masa encefálica. Le hablabasiempreentonoprotectorodespreciativo,apenascontestabaasusaludocuandoledabalosbuenosdíasporlamañanaysereíaenpresenciadedoñaMónicaylacriadadesusluengasbarbas.Aquíestabaeltoqueprobablementedesufuriosaantipatía. Las barbas deBarragán crispaban al tirano ymás de una vez habíaamenazadoconiracortárselasporlanochemientrasdurmiese.Ademásteníalafeacostumbredeservirseprimerosiempreyservirselomejor.Nopocasveceslequedósóloalpaisanolasalsayalgunaspatatasdelescasoguisadodecarnequedoña Mónica les ofrecía. Barragán era hombre sobrio y no se enfadabademasiado por estas impertinencias. Solía vengarse de ellas en el queso, conhartosentimientodeaquellaseñora.

Perocuantomáscomedidosemostrabael indiano,tantomásinsolenteseibahaciendoelempleadodelTribunaldeCuentas.SobretododesdequeBarragánse autorizóde sobremesa el dudar de la capacidad financiera de JuanBautistaTrúpitaquehabíasidoelprotectordelempleadoensujuventudlarabiadeésteyanotuvolímites.YciertodíaenunodesusaccesoscoléricosmotivadoporqueBarragánsehabíaatrevidoaleerElImparcialantesquelacriadaselollevaseaélplanteórepentinamentelacuestióndeconfianza.

—Estávisto,doñaMónica,estávisto:Barragányyonopodemosvivirbajounmismotecho.Unodelosdostienequesalirdeestacasa.Elijausted.

DoñaMónica,sorprendidayconfusa,nosupoquéresponder.

—Vamos,decídaseusted,señora.¡Ounouotro!

Lapatronavacilóunosinstantes,dirigióunamiradacompasivaaBarragánqueinmóvil, con el tenedor suspendido sobre el plato miraba estupefacto alempleado,yprofiriócontrabajo:

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—Puesbien,señordeFreire,sihededecirlelaverdad...prefieroquesequedeelseñordeBarragán.

Lomismo éste quedoñaMónica esperabanuna terrible explosiónde cólera.Nadadeesoacaeció.Freire,conlamayoralegríapintadaenelrostro,miróunosinstantesalindianoensilencioyluegoechándosehaciaatrásenlasillaexclamó:

—¿Qué le ha hecho usted, amigo Barragán, qué le ha hecho usted a doñaMónicaparaqueasílequiera?

Naturalmente,ladignaseñorasintioseheridaporestapreguntagroserayasílohizo entender inmediatamente dirigiendo a Freire las miradas más furiosas ydespreciativas de su repertorio. En cuanto a Barragán parecía no comprendernadadetodoaquello.DesdeentonceslaalegríadeFreirefueenaumentocadavez que se sentaba a lamesa conBarragán. En cuanto aparecía por allí doñaMónicaseponíaahacerguiñosaaquélcontanpocodisimulo,acompañándolosde una tosecilla tan falsa y burlona, que la buena señora enrojecía deindignación,y tanto llegóa irritarseque, aunperdiendo lascincopesetascadadía,pensóenarrojaraaquelinsolentedesucasa.

Los pensamientos de Barragán eran más altos, como ya sabemos. Estasminucias domésticas no lograban detener el torrente de sus meditacionesultramundanas.Enelrecintodomésticonodabacuentadeellasanadie,porquedoña Mónica no parecía interesarse, y en cuanto a Freire, una vez que lecomunicó tímidamente algunas de sus lucubraciones filosóficas hizo indignachacotadeellasylepreguntósipensabasolicitarlacátedrademetafísicadelaUniversidadCentralqueestabavacante.Peroencuantoponíaelpieenlacalleseplacíaextremadamenteencomunicarlasyconsultarlasconcuantaspersonasse le acercasen.No sólo con sus amigos, sino también con sus conocimientoseventuales, con los comerciantes a quienes compraba algo, con losacomodadoresdelosteatros,conelcamareroqueleservíaenelcafé,entodaspartes dejaba escapar el flujo de sus dudas crueles, esperando siempre quealgunolepusieseencaminodedescifrarelterriblemisterio.HabíaunzapateroenlacalledeCarretasatormentadotambiéndelanecesidadmetafísicaconquienechabalargospárrafos.EstehonradoindustrialhabíaleídolaBibliayeltratadodelaRazóndedonPedroMata,untomodelahistoriadeEspañadeLafuenteyvarios folletos de Buckner, ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? etc. Era hombreingenioso, afluente, profundo. Barragán le admiraba. Sin embargo, la mayorpartedelasvecesnolograbapenetrarelrecónditosentidodesusrazonamientos,

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quizáporquecomoneófitonoestabaaltantodeltecnicismofilosóficousadoenlasescuelas.

Porestarazónsuconfidentemásasiduonoeraelzapatero,sinounguardadelRetiro.Esteleinstruíacomounmaestrodelaescuelaperipatéticapaseandobajolas amplias avenidas de olmos. Era un espíritu prudente, metódico, fértil enrecursosparaexplicarelorigenyelfindelascosas,yprocedíacasisiempreensusdisquisicionespormediode símilesque extraíadel reinovegetal y algunararaveztambiéndelanimal.SentíaseinclinadoacreerenlametempsicosisyeracapazdefumarseenmediahoraunacajetilladetreintaycincosiBarragánselahubieradado,quenoseladaba.Sinembargo,cadalecciónpodíacostarlebiendetresacuatrocigarrillos.

PorfinBarragáncayóenelespiritismo.Elcamarerodelcaféledescubrióquesuamoeraposeedordeunamesagiratoriapormediodelacualconsultabaconlosespírituscuantoquería.Bastóestoparaqueelpaisanoardieseendeseosdeconferenciarconelcafeteroyasistiraalgunadeaquellassesionesmaravillosas.Realizóseestedeseoydesdeentoncesquedóabsolutamenteconvencidodequehabía resuelto el gran problema de la vida futura. Buscó en el barrio deChamberí un carpintero que por poco precio le fabricó otra mesa giratoriasemejantea ladelcafetero,yasíque la tuvoensupoderyanodejóenpazaningunodesusamigosdifuntos.Generalmenteeraenlasaltashorasdelanochecuando éstos se veían obligados a venir a conferenciar con él; pero tambiéndurante el día solía molestarles, como si no tuvieran en el otro mundo otraocupaciónmásperentoria.

Después de tomar café y pasear un rato entre calles buscando fresco, serestituyó cierta noche el paisano a su casa resuelto a tener una conferenciaimportanteconFernández,unsargentoquesehabíamuertoensusbrazoshacíaalgunos años enMéjico.Deseaba enterarse de algunos detalles referentes a lafamiliaqueallíhabíadejado,ynadiemejorqueélpodíadárselossí,comoeradesuponer,vagabasuespírituaúnporaquellarepública...

—Fernández...¡Fernández...!¿Estásaquí?

Lamesagiróyseñalólasdosletrasdelapalabrasí.

UnavezenteradodequeelsargentosehabíadecididoaatravesarelAtlántico,Barragán procedió con toda solemnidad a hacerle una multitud de preguntas

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referentesasuesposa:«¿Estababuena?¿Podíavivirconloquelehabíadejado?¿Cómo iban sus negocios? ¿Explotaba la finca por su cuenta o la habíaarrendado?¿Leguardabarencorporhaberrotoelyugomatrimonial?»

Fernández respondía a estas preguntas con muchas vacilaciones, conincongruenciatambién.Barragánnecesitabaformularlasrepetidasveces,instarlecon vehemencia, amenazarle, forzar de mil maneras la interpretación de laspalabras que la aguja iba componiendo. Al fin la palabra salía bien o malconstruidayBarragánpodíaadivinarquelosnegociosnomarchabanbien,quesuesposaestabamuytristeperoquenoleguardabarencor.

Era de ver al paisano en aquel momento agitado, convulso, hablando muyquedo pero con singular vehemencia en la expresión, unas veces imperativa,otrassuave,acariciadora,otrasterribleyamenazante.Algunasgotasdesudorlerodaban por la frente; sus luengas barbas negras y ásperas barrían como unaescoba la mesa cuando bajaba hacia ella la cabeza para invitar dulcemente aFernández a que se explicase mejor; sus ojos encarnizados rodaban por lasórbitasconinquietudyansiedad.

Alfinsedecidióapreguntar:

—¿Ymishijastros?

—Muerte—dijolamesa.

Barragándiounsaltoenlasillaypreguntóotravezconvoztemblorosaylagargantaseca:

—¿Hanmuerto?

—Sí—respondiólaaguja.

—¿Losdos?

—Sí.

YasabemosqueBarragánapesardesusojos,desusnaricesysusbarbas,todoello excepcional y temeroso, guardaba dentro del pecho un corazónexcelentísimo. Sin embargo no pudo evitar al saber la desaparición de susenemigosquecorrieseporsucuerpounestremecimientoplacentero.

—¿Dequéhanmuerto?—preguntóconelrostroinflamadoyacercándolohasta

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casibesaralamesa.

—Hinchazón—respondiólaaguja.

—Se le hinchó algo, ¿verdad?—insistióBarragán cadavezmás dulce ymásinsinuanteconFernández—.¿Seríaelvientrequizá?

—Elvientre—dijoFernández.

—¿Yelotro?

—Caída—señalólaaguja.

—Caídadecaballo,¿verdad?

—Si.

—¡Yalocreoquesería!—exclamólevantandolacabezaconexpresióntriunfal—. Federiquito era un temerario que montaba los caballos salvajes en pelo.¡Cuántasveceslehedichoasumadrequeaesechicolemataríauncaballo!

Arrepentidode su inevitable alegría, el paisano sacudió la cabeza a guisa deoración fúnebre, se echó hacia atrás en la silla, sacó la petaca y se dispuso afumaruncigarroalamemoriadeaquellosmalogradosjóvenes.

Fumándolo estaba y envolviéndose en nubes de humo y en otras aún másespesas de cavilaciones trascendentales cuando llamaron suavemente con losnudillosyseoyólavozdedoñaMónica:

—¿Estáustedvisible,señordeBarragán?

Esteseapresuróaencerrarlamesagiratoriaenelarmario.

—Adelante,doñaMónica.

Apareciólabuenaseñora.

—Puesaquípreguntanporustedunoscaballeros.

—¿Qué caballeros?—replicó vivamenteBarragán, acometido de inexplicableinquietud.

—Nosealborote,padre,somosnosotros—pronuncióunavozjuvenilymelosa

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condejoamericano.

Aloír estavoz fueprecisamentecuandosealborotóelpaisano.Diounsaltocomosilehubieranpinchadoyavanzódospasoshacialapuertaconlosbrazosextendidos como si fuera a cerrarla violentamente. Pero ya los visitantes sehabíancoladodentropasandopordelantededoñaMónica.

—Buenasnoches,padre...¿Cómosigue,padre?—dijounotomándolelamanoconademánrespetuoso.Elotrovinoahacerlomismo.

Erandosjovenzuelosexiguosymorenos,decabellosnegrosensortijadosquegastabanuncuellodecamisatandescotadoquecasiselesveíaelpecho.Ambossonreíanhaciendomuecasycontorsionescomomonosamaestrados.Barragánsehabíapuestomuypálidoy lesmirabaconojosdeextravíosin responderasusrepetidas salutaciones. Doña Mónica estupefacta les miraba a unos y a otrosolfateandounmisterioynosedecidíaasalirdelahabitación.Alcabo,comolosdosextranjerossevolviesenhaciaellamostrandosorpresadeverlaaúnallí,notuvomásremedioqueabandonarelgabinete.Pero,¿cómoabandonarelagujerode la cerradura? ¿Qué era aquello? ¿Por qué estos jóvenes le llamabanpadre?Barragán jamás le había dicho que tuviera hijos. ¿Sería por desgracia unsacerdoterenegadoquesehubieradejadocrecerlasbarbas?Elademándeunodeloschicosleparecióalabuenaseñoraqueeradebesarlelamano.Deestoadarloporhechonotardótressegundos.Porotrapartelamaníadehablarsiemprede cosas del otro mundo, ¿no era también indicio de su profesión? ¡Tendríagraciaquehubieraalojadoensucasaauncuraapóstata!¿QuédiríadonMatíaselcapelláncastrense?¿QuédiríaFreire?

LoschicosvolvieronaenterarseconcrecienteinterésdelasaluddeBarragán.

—¿Cómo se encuentra, padre? No ha habido novedad, ya lo vemos. Estágordo, señor; está usted muy lúcido... Pero siéntese, padre, siéntese... Noqueremosquesemoleste.

Barragánsedejócaerenlasillaqueocupabaylosdosleopardos(porqueeranelloscomoyasehabrásupuesto)seacomodaronenotrasfrenteaélsinperderledevista.

—¿No ves qué gordo y qué florido está el padre?—dijo Federiquitodirigiéndoseasuhermano.

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—Estábrillantecomounespejo.Parecequelehandadobarnizdemuñequilla—respondióFabricianito(queasísellamabaelotro).

—YocreoqueelsoldeAméricaleechabaaperderelcutis.

—Losmosquitoslehacíanmásdañotodavía.

Barragán permanecía silencioso con el fiero semblante contraído,mostrandobienlopocogrataqueleeraaquellavisita.Loschicosnoparecíanadvertirloysiguieron piropeándole todavía tirándose uno al otro la pelota en el tonomássuaveymelosoquepuedeimaginarse.

—Bienseconocequesedabuenavidaelpadre,¿noteparece,Fabriciano?

—¿Ycómono,compadre?Yoharíalomismosituviesetantaplatacomoélenelbolsillo.

AloírestoBarragánseencrespócomosilehubiesenhechounaofensamortal.

—Yonotengoniplatanioro,¿estamos?Ysiesquehabéishechounviajetanlargoparaenterarosdeellopudisteishaberloexcusado.

—¿Sehabrágastadoyaelpadretodalaplataquehatraídodeallá,Fabriciano?

—Nolopienses,compadre.¡Sieraunmontóntanaltoquetocabaeneltecho!Estoysegurodequenolehadesmochadotodavíaelpico.

—¿Qué queréis decir con eso? ¿Que yo he traído algo de allá que no fueramío?—preguntóBarragáncondignidad.

—Las cuentas estabanmuy embrolladas, padre, y sin quererlo se ha podidotraerloquenolepertenecía.¿Verdad,Fabriciano,quesólovenimosadeshacereseenredo?

—¡Yque lodigas!Tenconfianzaenqueelpadrenonosdejarámarchar sinllenarnosbienlosbolsillos.

—Sivosotrosnolosabéis,vuestramadresabequetodoloquehabíaenlacasamepertenecía.Cuandomecaséconellalafincaenquevivísestabahipotecada.Yo la he desempeñado con mi dinero y al marcharme se la he dejado sinreclamaruncentavo.Yaoshehecho,pues,bastanteregalo.

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—Perooye,Fabriciano,¿lafincanohaproducidonadaenlosdiezañosqueelpadrelahaexplotado?

—¿Que si ha producido, compadre? ¡Una mina de oro! ¡El oro en pepitas,niño!Lomenoslehanquedadoalpadredespuésdemantenerlacasacincuentamilpesos.

—¿Peroestanto,Fabriciano?Entoncesveinticincomilpesossondelamadre.

—¡Yquelodigas,amigo!Novayasafigurartequenosdarámenoselpadre.

—¡Queyoosvoyadarveinticincomilpesos!—exclamóBarragántrémulo—.Yaquisieratenerparamíesacantidad.¿Sabéisloqueosdigo?Quemedejéisenpazyosvayáispordondehabéisvenido,porqueaquínoestamosenMéjico.

—No se ponga tan bravo, señor—respondió con calma amenazadoraFederiquito—.Aflojeelbolsillounpocoyyaveráquéprontoembarcamos.

—Os he dicho que estáis equivocados. No sólo no me he llevado nada devuestra madre, sino que la he dejado los quince mil pesos de la hipoteca. Sihabéisvenidoconintencióndecorreralgunashuelgasamicosta,podéisesperarsentados,porquenoveréisuncuarto.

—¿Esdeveraseso,señor?

—¡Ytandeveras!

—Yalooyes,Fabriciano.Elpadrenoquiereentregarloqueesnuestro.¿Quédebemoshacernosotros?

—Puessacarle las tripasalaireaesependejo—respondióFabricianitocon lamismacalmayacentomelosoquesiordenaraservirleunalimonada.

—Tomaelfierrito,niño.

Fabricianitonosehizoesperaryechómanoalcuchillo.Federiquitohizootrotanto. Barragán, dando un salto, gritó: «¡Socorro!» y se abalanzó a la puerta;peroviendoquesusenemigoslecerrabanelpasoretrocedióvelozmente,sedejócaer sobre la puerta vidriera de la alcoba, que se abrió con rotura de algunoscristales,ypudoganarladeescapequecomunicabaconelcorredor.

—¡Socorro,quemeasesinan!

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Los dos leopardos, viendo que su presa se les escapaba, en vez de seguirlehicieron irrupción por la puerta del gabinete para cortarle la retirada, pero allítropezaron con doña Mónica que había estado escuchando y que ya gritabadesesperadamentetambién:

—¡Socorro!¡Asesinos!

Graciasaesteencuentro,queleshizovacilaralgunosinstantes,Barragánpudoabrirlapuertadelaescalerayprecipitarseporella.Sushijastroslesiguieronalinstanteconloscuchillosabiertosygritándole:

—¡Sueltalaplata,ladrón!

Perounavezenlacalleelpaisanolesllevabagranventajaporqueconocíayabien las deMadrid y pudomuy presto ocultarse a su vista,mientras ellos notardaronenserdetenidosporlosguardiasdeordenpúblico.

BarragándespuésdeesquivarsellegóalacalledelArenalycorrióderechoalacasadeTristán,subióencuatrosaltoslaescalerayapretóeltimbredelapuertahastaquevinieronaabrirle.Aquelrepiqueprolongadoyangustiosoa lasoncedelanochesobresaltóaTristánquevivíasiemprebajoeltemordeunadesgraciainmediata.SalióprecipitadamentedelcomedordondesehallabaconClaraysuniño.Al ver aBarragán su faz se obscureció y dirigiéndose a él con paso unpoco teatral y apretándole la muñeca le dijo al oído en voz baja pero convehemenciatrágica:

—¡Loshevistoya!

—¿Los ha visto usted?—preguntó Barragán abriendo los ojos hasta querersalírseledelasórbitas.

—¡Sí,hoymismohevistoalostraidores!

—Vengohuyendodeellos.Nofaltónadaparaquemeasesinasen.

TocólavezaTristándeabrirlosojosdesmesuradamente.

—¡Asesinarleausted!¿Perocómo...?¿Quéestáustedahídiciendo?

—Sí,enmimismacasaabrieronloscuchillosparamí...Sinoescapoatiempoallímedegüellansinremisión.

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—¿Peroestáustedloco,amigoBarragán?¿Dequiénhablausted?

—¡Deesosgranujas!Demishijastros.

—Yo me refería a Gustavo Núñez y a mi cuñada Elena—replicó Tristánfriamente.

XVI

¡CORAZÓN,ARRIBA!

Elenasemostraba reaciaaquelveranopara iralEscorial.Conelpretextodeesperar la terminacióndeunosmueblesquehabíaencargadoparasusalón ibaretrasandodíasydíaseltrasladodefinitivo,pormásquesolíapasaralláunoqueotro.Reynosoyanopodíamás.Suamorysuprudencialereteníandetomarlainiciativa, pero empezaba a mostrar en su semblante la impaciencia que ledominaba. Elena lo comprendió y le propuso que se fuese antes que ella,aguardándolaallílospocosdíasquefaltabanyaparaqueelebanistayeltapicerodejasenterminadalareformadelsalón.Aceptógustosocontandoquesolamenteunasemanatardaríasuesposaenjuntarseconél.Transcurriólasemana,corríanyalosúltimosdíasdelmesdejulioyElenanodabaavisodesupartida.Pensabaya don Germán en volverse a Madrid y renunciar a sus placeres campestrescuando recibió un telegrama urgente de Tristán concebido en los siguientestérminos:«Venteenelprimertren.Urgemuchotupresenciaaquí.»

Justamenteacababadealmorzar;eran lasdoceymediayelprimer trenparaMadridsalíaalauna.Mandóengancharatodaprisaysetrasladóalaestación.El telegrama le había trastornado. No sabía lo que pensar, pero sentía unazozobrainmensa.LoprimeroquelehabíavenidoalpensamientoeraqueElenaestuviese enferma, le hubiese ocurrido cualquier accidente. Sin embargo, noparecía natural que le avisasen en aquella forma enigmática. Luego pensó enClara, en el niño. Tampoco imaginaba que era forma adecuada de darle lanoticia.Alfin,presadelamayorcongoja,llegóaMadrid.CuandopusoelpieenelandényvioaTristánacompañadodeEscuderoydeBarragánlediounsalto

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terribleelcorazón.Sedirigiócorriendohaciaellos.

—¿Quépasa?¿Elenaestáenferma...?¿Clara?

—Lasdosestánbuenas—respondióTristángravemente—.Vamosa tomarelcocheyallítehablaremosdelasuntoquemehaobligadoatelegrafiarte.

EstaspalabrascausaronunfríosingularenelcorazóndeReynoso.Vagamenteadivinóunadesgraciamayorquelaenfermedad,mayorquelamuertemisma,yquedó paralizado sin osar decir otra palabra. Siguió dócilmente a sus amigos,cuyas caras largas, contristadas, eranaúnmás inquietantesque laspalabrasdeTristán.FueradelaestaciónlesesperabaellandaudeEscudero.

—AlaMoncloa—dijoTristánallacayo.

LamayorestupefacciónsepintóenlosojosdeReynoso,peroguardósilencio.ProntamenteelcochedejólascercaníasdelaestacióndelNorteyseinternóenel largo y umbroso paseo de la Moncloa, que se hallaba en aquella horacompletamente solitario. Tristán, con los ojos bajos y voz levementeenronquecida,principióalcaboahablar.

—He vaciladomucho,muchísimo, antes de darte el susto que te he dado yhacerte pasar por una prueba bien triste... Hubiera querido, aun a costa delsacrificio más grande, ahorrártela. Conozco tu corazón confiado, noble,afectuoso y sé perfectamente la herida profunda que ha de abrir en él undesengaño... Pero... yo no puedo olvidar que eresmi hermano, quemimujerllevatunombreyquetengoelsagradodeberdevelarporqueestenombrenosea arrastrado por el suelo... Yo no quiero—añadió exaltándose—que estenombre,quehade llevar tambiénmihijo,sirvadeburlayescarnioa lagente.Antesqueesosucedaestoyresueltoahacerjusticiapormipropiamano...

Reynosohorriblementepálidolecontemplabaatónito,sinpestañear.

—Antesdedarestepasoheconsultadocontusamigosmásfieles,conlosquetequierencomounhermanoyelloshanvistocomoyoqueerade todopuntonecesarioestaoperacióndolorosa.Tenvalor,pues...Prepárateasaberquesehahechobefadetussentimientosmásíntimos,quesehaolvidadoinfamementetunoblezaytugenerosidad,quesehapisoteadotucorazónytunombre...Elena...

Ungritoásperoyextraño,mezcladerugidoydelamento,saliódelagarganta

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deReynoso.

—¡Laprueba!¡laprueba!

Tristán, Escudero,Barragán quedaron aterrados viendo la palidez cadavéricadeaquelhombre,sumiradacentellantedefieraacorralada.

—¡Laprueba!¡laprueba!—repitióapretandoelbrazodesucuñado.

—Dentrodepocosmomentoslatendrás.

Reynosopaseóunamiradaanhelanteporelrostrodesusamigos,yviendoquelosdosbajaban la cabeza confirmando laspalabrasdeTristán, se llevó ambasmanoscrispadasa loscabellosmesándoseloscon furor.Fueunaccesode locadesesperación. Gritos, sollozos, interjecciones, movimientos convulsivos. Susamigos turbados y confusos hacían vanos esfuerzos por calmarle. No durómuchotiempo,sinembargo,aquelataque.Dejóalcabocaerlacabezacontraelrincón, se tapóconunamano losojosyextendiendo laotrahaciaTristándijoconvozdébil:

—Habla.Quierosaberlotodo.

—Todo está dicho ya—repuso Tristán visiblemente afectado—. ¿Para quénecesitas más palabras? Ahora mismo te llevaremos a un sitio donde puedesquedarbienpersuadido...¡Manuel!—añadiósacandolacabezaporlaventanilla—dalavueltayllévanosalacalledeAtocha.ParadelantedelaiglesiadeSanSebastián.¡Vivo!

Obedeció el cochero, entraron en la ciudady llegaronal puntodesignadoenpocosminutos.Se apearon allí y dieronordendeque el carruaje les esperase.Dejaron la calle deAtocha y se internaron por una de sus travesías laterales.TristánmarchabadelanteconEscudero,detrásBarragánconReynoso.Estenohabíadespegadoloslabios,peropocosmomentosdespuésdecaminarlosacercóaloídodelpaisano.

—¿Quiénes?

—Núñez—murmuró Barragán apretando al mismo tiempo con afectuosaternuralamanodesuamigo.

TristányEscuderosedetuvierondelantedeuna taberna,abrieron lapuertae

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invitaronalosotrosaentrarconellos.Reynososedejabaconducirdócilmente.Tristán,queparecíahaberestadoyaallíalgunasveces,hizoademándesentarsea unamesa próxima al escaparate. Tenía éste doble cierre de cristales y a sutravésseveíaperfectamentelacallequeeraestrecha.Enfrentehabíaunacasaderecienteconstrucciónquehacíacontrasteconlasdelrestodelacalle,casitodasviejas.

—¡Ahídentroestán!—dijoenvozbajaapuntandohaciaella.

Reynosolevantólosojosyvolvióabajarlosrápidamente.Barragánpidióunosvasosdevino.Elchicodelatabernalossirvióprontamentemirandoalmismotiempo con temor y curiosidad las barbas insólitas y el rostro espantable delpaisano.Nadiemásqueélllevóaloslabioselvaso.Aguardaronallílargorato.Reynoso con los ojos en lamesa y lamano en lamejilla permanecía en unaactitud de indiferencia desesperada.Barragán, Escudero yTristán hablaban envoz baja espiados por la tabernera y el chico que mostraban en su rostroinquietud.Aquellaconferenciamisteriosadecuatroseñoresensutiendaysobretodola trazadebandidoqueunotenía les intrigaba.Quizáse lespasarapor lamentequeestabanfraguandouncrimen.

Al cabo de una hora, lo menos, Tristán, que no cesaba de echar ojeadasimpacientesalacasadeenfrente,exclamó:

—¡Yasalen!

ReynosolevantólacabezaysufazsepusolívidaviendosalirdelportalasuesposaencompañíadeNúñez.Dieronunoscuantospasosprecipitadamenteporlacalleysemetieronenuncochedepuntoqueunpocomásallálesesperaba.ElrostrodeElenaen aquel instanteparecía turbadoypálido,y susojosmirabanconespantoatodoslados.Estafuelaimpresiónquelesprodujo.Reynosoquisolevantarse de la silla al verla, pero cayó de golpe otra vez en ella ymetió lacabezaentrelasmanos.Tristánsellevólasuyaalbolsilloydejandoasomarlaculatadeunrevólverprofirióconreconcentradaira:

—¡Mátalos!¡Mataaesostraidores!

Reynosonosemovió.Seoyóel ruidodelcochequesealejaba.Nadiehablóuna palabra en algunos minutos. Al fin Escudero puso una mano sobre elhombrodeaquélydijoconvozconmovida:

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—¡Germán!¡amigomío!¡valor!

Yporelrostrodeaquelhombre,quenoparecíasensiblemásquealoschequesytalones,rodabandosgruesaslágrimas.Reynososealzóytambaleándosecomoun beodo salió de la taberna seguido de sus amigos. Cuando estuvieron en lacallesevolvióhaciasucuñadoyapretándolelamanodijo:

—¡Tienesrazón,Tristán,lavidaesunasco!

Guardaron todos silencio y caminaronhacia el sitio en que habían dejado elcoche.DonGermánmanifestósuresolucióndevolversealEscorial.Todosellosse brindaron a acompañarle, particularmente Tristán, pero opuso una enérgicanegativaasusinstancias.TampocoaceptóelcochedeEscuderoquehablabadeañadirotrosdoscaballosalosquellevaban.Nada,sólopedíaqueledejasenenlaestación.Salíauntrenalassieteysólofaltabaunahora.Acataronsuvoluntadaunquedemalagana.

—Ossuplicoqueosvolváisavuestrascasasymedejéisya—lesdijocuandohubieron llegado. Y llamando aparte a Tristán:—Cuida mucho de Clara.Conozcosucorazónyséqueestegolpepuedehacerlemuchodaño.Osesperodentrodecuatroocincodías.Hastaentoncesdejadmesolo.

Tristánlemiróconasombro.

—Pero¿quépiensashacer?

—Nada.

—¿Noquierescastigaraesemiserable?

—No.

—Entoncesvoyyoaprovocarle.

—Nada.Nohagasnada,Tristán.Enestemundotodoesnada,¡nada,nada!

Ydiciéndolesadiósconlamanoyhaciéndolesalmismotiemposeñadequenolesiguiesen,semetióenlaestaciónuniéndosealamultitudqueenaquellahoralallenaba.

—¡Nada! ¡nada! ¡nada!—murmuraba reclinado en el fondo de un cochemientraslalocomotoralearrastrabavelozmentealtravésdeloscamposadustos,

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melancólicos que cercan a Madrid. El humo se esparcía delante del paisajeocultándolopormomentos.Elsolmoríaalolejosentreresplandorescarmesíes.Una dulce serenidad se desprendía del cielo pálido. Reynoso dejó el rincón ypusosurostroenardecidoalgolpeviolentodelabrisaqueseibahaciendomásfresca según se aproximaban a la sierra.Con los ojos atónitos sentíamás queveía el raudo cruzar de los objetos por delante. Todo huía, todo se escapabacausándole una extraña impresión de desquiciamiento universal. El mundo sedeshacía,seevaporaba,rodabavertiginosamentealosabismosdelanada.

—¡Todoesnada!¡nada!¡nada!—repetíasincesarconvozronca.

Cuandoel trensedetuvoenlaestacióndeEscorial,saliódelcochesindarsecuenta de ello y emprendió como un autómata el camino del Sotillo. Estabaanocheciendo.Enelcielobrillanteeinmóvilcentelleabanalgunasestrellas.Asuespalda lamolede la sierra seocultabaentrecendalesdeunvioletaprofundo.Delanteel inmensohorizontede loscamposparecíacerrarse fundiéndose todoenuntenuevaporgris.

Alcanzósucasaypenetróenellasinruido,casifurtivamentecomosifueraunintruso.Unodeloscriadosseasombródeverlealcruzarunpasilloyseexcusóde no haber prevenido a los demás. Don Germán ordenó que todospermaneciesen tranquilos.Seencerróensudespacho,sacó legajosypapelesyestuvo trabajando largo rato. Llamaron a su puerta humildemente y unadomésticapreguntó si el señorbajaba a cenar.Respondióque le subiesen a lahabitación contigua caldo y algunos fiambres y siguió trabajando.Al cabo sealzó del sillón y pasó al saloncito contiguo donde ya le habían preparado lamesa.Ordenóenseguidaque todosseacostasenyvolvióasu trabajoqueaúndurómuchotiempo.Cuandoterminóeranlasaltashorasdelanoche.Descansóunosinstantesyescribióunacartadepocaspalabrasquedepositósobrelamesaensitiovisible.Luegosacódeunodeloscajonesunrevólver, loexaminócondetenimiento, locargóconnuevascápsulas, locolocósobre lamesayechódenuevo la llave al cajón. Abrió la puerta del salón, abrió la de la habitacióncontigua, que era el dormitoriomatrimonial, encendió un cigarro y se puso apasearalolargodelacrujíaconaparentecalma.

Alláenelfondoentrelascamasdelosesposospendíauncrucifijo.EnunodelospaseoslosojosdedonGermántropezaronconél.Quedóinmóvil,clavadoalsuelo, losojos fijos en aquella imagen sangrienta. ¿Cuánto tiempoestuvo así?¿Unahora?¿Unminuto?Jamáspudoélmismosaberlo.Alfindejóescaparun

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suspiro,setapóelrostroconlasmanosycayóderodillassollozando.

Cuandosepusoenpiehabíarecobradoelsosiego,todoelsosiegodelalma.Suresolución estaba tomada.Sedirigió conpaso firme a sudespacho, guardódenuevoelrevólverysepusoaescribiralgunascartas.UnalargaparaTristán,otraparaCirilo.Laúltimaparasumujer.

«Elena: Perdona que por última vezme dirija a ti. Es de absoluta necesidadparatufuturaexistencia.Cuandorecibaséstamehallarélejosyjamásvolveréaimportunarte con mi presencia. Te dejo toda mi fortuna: sólo me llevo lonecesarioparavivir.GastatodaslasrentasqueteentregaráCirilo.Eselúltimofavorquetepidoytambiénquedisculpesmiausencia.PuedesdecirqueestoyenAmérica,dondeteníacomprometidosalgunosintereses.Nadamás.QueDiosteprotejayqueamínomeabandone.»

Cerrólacartaylomismoquelasotraslaguardóenelbolsilloparaenviarlasalcorreo en la oportuna ocasión. Hizo después pedazos la que había dirigido aljuez y sacó otro cigarro y de nuevo se puso a pasear, esta vez no con calmaaparente sino bien verdadera. Por fin abrió el balcón y salió a una pequeñaterraza, recostándose de bruces sobre el antepecho de mármol. La noche eracalienteypobladadeestrellas.Elpaisajesevero,erizado,dormíabajosudoselalargando la sombra inmensa de sus collados. Reynoso abría los ojos sin ver,tendíalosoídossinoír,noviendonioyendomásqueloslatidosdesucorazóndesgarrado.Estecorazónlatíayhablaba.¿Quéimportatodo?¿Quévalecuantoexisteenelmundo?Riquezaymiseria,grandezasyhumillaciones,desgraciaoventura todocambia, todosehundeal finen losabismosde lanocheeterna...¿Tambiénsehundiráelamor?¿Nadaquedarádeestaemoción incomprensiblequeparecetransformarnospormomentos,arrebatarnosdelatierraaotrasesferasmásaltas?DonGermáncontemplóelcielo,largorato,escrutandoconavidezsusabismos azulados, susmillones de luminariasmaravillosas.Al fin los bajó denuevo murmurando: «¡No; el amor no se hundirá porque el amor es Dios!»Paseódespuéssumiradaporelcampo.Allá,haciaeloriente,enlosconfinesdelhorizonte un tenue reflejo del firmamento señalaba el sitio donde se asentabaMadrid.Apartó losojosconhorror.Del cielovieneel rayoquenosabate,delmarvienelaolaquenostraga,delcampoladentelladadelafieraolapuñaladadelbandido.¡Perodeallí...!¡ah,deallívieneeldañoquenopuedeexplicarse,laagoníasinmuerte,eldolorincreíble!

Permaneció algún tiempo perdido enteramente en una meditación profunda.

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Erauntorrentedepensamientosgraves,desensacionesconfusasqueatravesabasu cerebro y su corazón.Apenas guardaba la conciencia de que fuesen suyos.Unaoladeolvidoleenvolvíapocoapoco;unavozbienaltasubíainvitándoleamirarhaciaarribayadespreciarlodeabajo.Despuéshaciendounesfuerzoalzósuscodosdelabaranda,contemplótodavíacondistracciónelhorizonteobscuro,sacódelbolsillosullavero,delllaverounlápizyescribiótrespalabrassobreelmármol.Entróensushabitaciones,sedirigióasuarmarioytomandodeallílaropaylosobjetosmásindispensableslosempaquetóenunamaleta.Cuandolatuvo hecha bajó cautelosamente hasta la puerta del jardín y salió de casa.Atravesóelparque,atravesóelbosqueyenpocosminutosseencontróacamporaso.EmprendióporlossenderoselcaminodeZarzalejoparamontarallíenelprimer trenque le alejasedeMadrid.Cuandohubocaminadoalgún tiempo sedetuvoyvolviólosojoshaciasucasa.Allíquedaba,silencioso,tranquilo,elquehabíasidosuparaísoenlatierra.Jamás,jamásvolveríaaentrarenél.¡Cuántafelicidaddeshechaenuninstante!Tomólamaletaquehabíadejadocaeralsueloyemprendiódenuevolacarrera.Lossollozoslerompíanelpecho,laslágrimaslecegaban.AsímarchabaaquelhombrealtravésdelanochedesiertaenbuscadeDios.

XVII

LABODADEARACELI

Araceli,laniñaespiritualyaristocráticadelosseñoresdeEscudero,tocabaalameta de sus ambiciones heráldicas. Iba a ser duquesa. Poco después de lacatástrofe sobrevenidaadonGermányde suviajemisterioso, se leocurrióalduquedelRealSaludoelmorirsedeunaapoplejíafulminante.Cuandorecibiólanoticia Araceli sintió que las piernas le flaqueaban; todo su cuerpecitodistinguido se estremeció con un escalofrío de ansiedad y de gozo. Supodisimular,sinembargo,pusolacaralarga,sevistiódenegroydioelpésamealafamiliaylaacompañómuchosratosenaquellosdíasdetristeza.Habíaqueverlaentalesmomentos,entrarysalirenlashabitaciones,recibirrecados,pronunciarórdenes y darse aire de pariente. Sus esperanzas no quedaron fallidas. La

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duquesaviudanopensóqueunsepulcroabiertolaeximíadepermanecerfielasusprincipiosdecontradiccióndoméstica,yotorgóelconsentimientoasuhijo,realizando así contra el duque un acto de oposición de ultratumba. Se dejótranscurrir por respeto un plazo de seis meses. Comenzaron al fin lospreparativosdelaboda.Sinembargo,huboenciertosinstantestemordequeéstazozobrase al tratarse la cuestión de intereses. La duquesa sólo ponía adisposición de su hijo una renta de treinta mil pesetas, que era lo que lecorrespondíaporherenciadesupadre.Escudero,hombreexactísimo,metódico,ordenado, manifestó que en ese caso él daría a su hija otro tanto. Pero estascantidades no bastaban para que el jovenmatrimonio viviese con arreglo a surango.Setrabajóconempeñoparaqueelsuegroaumentaselarenta;huboenlacasareyertas,desmayos,lágrimasenabundancia.DonRamónconsintióalfinendoblarlacantidad,peroacondicióndequetalexcedentesededujeseensudíadelosganancialesatribuidosasuesposaenelcasodequefallecieseantesqueél.

Corríanyalosdíasprecedentesdelaboda.SehabíancambiadolosregalosyAraceli había recibido de la sociedad elegante y de la que no lo era un bazarcompletodebisutería.Losperiódicospublicaronlargascolumnasconlalistadelosobjetoscomosisetratasedeunaliquidación.«SeñoresdeL***:neceserdeviajeenpieldeRusiaguarnecidodeplata.—SeñordeC***:juegodetocadorencristaldeBohemia.—MarquesesdeH***:bandejadeplatarepujada.—DuquesadeN***:cajitadeoroesmaltada,etc.,etc.»Araceliexhibíaestoschirimbolosalasvisitasconsingularcomplacencia.Sólofaltabasobreellosuncartoncitoconel precio para que semejase por completo un almacén de saldos. Pero lo quemostrabaconmayordeleitelahijadelosseñoresdeEscuderoerasuequipo,unsoberbiotrousseauconfeccionadoenParís,dondesobrecadapiezaseostentabauna corona ducal, pequeña o grande, bordada en blanco o en color. Habíacoronashastasobrelospañosdelacocina.

Algunasamigasíntimassereuníanlavísperadeldíaseñaladoparaelenlaceenelgabinetedelaprometida.Selafelicitaba,selaacariciaba,selabesaba,seledecíanmilternezas.Habíasinceridadenunas,habíafalsedadenotras,queenelmundo el bien y el mal no se encuentran jamás solos. Aquella juventud seentregabaa la alegríay retozabaacordándosede los tiempos enquehacían lomismoeneljardíndelasUrsulinas.

—Notedarástonodeseñoracasadaconnosotras,¿verdad,Araceli?

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—¿Nideduquesatampoco?

—¡Oh,madameladuchesse!

Yunadelasamiguitasseinclinabadelantedelanoviaconreverenciacómicaque despertaba las carcajadas de las otras. Araceli, lisonjeada, sonreía conbenevolencia.

—¿Notardarásentomarlaalmohada?

—¡Quién piensa en eso todavía!—respondió Araceli que había pensado yainfinitasveces.

—Es una ceremonia imponente,muy imponente—manifestó con gravedad yponiendolosojosenblancounajovencitarubiaqueseguíalashuellasdeAraceli—.Cuando la tomómiprima lamarquesade laSuave-Conquistavinoantesaensayarseconmamá,quehasidocamaristadelareinaIsabel.Hayqueesperaren un salón; vendrá a buscarte lamadrina y otras damas, se te anunciará y alentrarharástresreverencias...unaasí...otraasí...yporúltimootraasí.

Lajovencitarubia,puestaenpieyenmediodelcorro,hacíalasgenuflexionescontalunción,delicadezayprimor,queparecíaqueensuvidahabíahechootracosa.Sinembargo,Araceliirguiósucabecitaconaltaneraindiferencia.

—Yasé,yasétodoeso,querida.

—¡Aver,quelatomeaquíahoramismoantenosotras!—exclamólaamiguitadehumorjocosoquelahabíasaludadoenfrancés—.¡Yosoylareina!Dejadqueme siente ahí en lomás alto.Margarita, echa ese cojín en el suelo. Esa es laalmohada.Carmen, tú serás lamadrina.A ti,Beatriz, te nombromi camaristamayor.No reírse,queéstas soncosasserias,¿verdadMimí? (dirigiéndosea lajovencitarubia).Vamos,llevadmeaesachicafuera.Lallamarécuandomedélarealgana.Vosotrasaquíensemicírculohaciéndomelacorte...

La traviesa niña empujando a unas, arrastrando a otras, cambiando sillas ycerrandopuertasimprovisóprestounsalóndecorte.Serepresentólaescenaconno poca algazara. Araceli vino del gabinete de su mamá donde la tuvieronrecluida largo rato, hizo sus reverencias casi tan bien como la rubita Mimí(pruebadequeyalashabíaensayadoasolas)ysesentósobreelcojínnaciendotantosremilgosquelareinaincomodadaletiróotroalacabeza.

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—Pero, duquesa, ¿cómo tiene usted valor de presentarse sin diadema?—exclamóS.M.enelcolmodelaestupefacción.

—¡Ah!¡Ladiadema,esverdad!—exclamaronasuvez todas lasdamasde lacorte.

—Póngase usted la diadema inmediatamente—prorrumpió con energía laaugustapersona.

Araceli se disculpó diciendo que estaba guardada en la caja de hierro de supapá, pero no le valieron excusas. Fue necesario que bajase al escritorio deEscudero y que éste sacase de la caja la preciada joya regalo del novio.Enteradasporestepasoalgunascriadasdelaceremoniaqueibaarealizarse,nodejaron de acudir para ver si percibían algo espiando por las cerraduras y losquiciosdelaspuertas.Elactoseefectuódenuevoconmuchamayorsolemnidada causa de la diadema y también del ensayo previo que se había hecho.Terminado, S.M. se dignó felicitar con las palabras más amables a la gentilduquesadelRealSaludo,ydiosumanoabesaryunabofetadaenlamejillaatodassusdamas.

Aracelidurmiómuypocoaquellanoche.Encuantoselevantócomenzóahacersuspreparativosdetocado,aunquelaceremonianupcialnohabíadecelebrarsehastalatardeensupropiacasa.SehizovenirparaquelapeinaseaMr.Gaston,famoso peluquero de la corte, y acudieron a adornarla dos oficialas deMme.Verlet, la granmodista.No se perdonógasto algunopara que la ceremonia secelebraseconinusitadapompaysuntuosidad.Escuderopusoadisposicióndesuesposaydesuhijaunacantidadrespetable,lacargóensuslibrosynovolvióaocuparse del asunto. Pero he aquí que su esposa, no poco confusa porque leconocíabien,vinoa anunciarleque faltabanmildoscientaspesetasparapagarlasfloresdelaquintadelPilar,ysuhijaAraceli,menosconfusaperotambiénunpocoasustada, lemanifestóqueaún restabapor abonar al joyerounapequeñacantidad.Escuderomontóencólera,unacóleraciega.«¡Cómo!¿Quéformalidaderaaquélla?¿Nosabíanqueyaestabaagotadoelpresupuestode losgastosdeboda,quenosepodíaandarenloslibros,queéleraunhombredenegocios,unhombredeorden?»DoñaEugeniaviéndoletanirritadodeterminópagarconsusahorrosaquellasumaydejarenpazloslibrosdesuesposo.DoñaEugeniaeraunamujereconómica,perohabíaadquiridounvicioconsiderable,eldelpapel.Cada día más enemiga de los microbios y resuelta a darles guerra crudísimamientraslequedaseunsoplodevida,desdehacíaalgúntiemponidabalamano

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anadiesinoenguantadanitocabaobjetoalgunosinoerainterponiendoentrelosbacilusysusdedosunpapel.LocomprabaporresmasenunalmacéndelacalledelasInfantas.EldueñodeestealmacénsolíadecirburlandoquelaseñoradeEscuderoleconsumíatantocomounaimprenta.

Otro de los asuntos que dio origen a algunos disturbios domésticos quehubierandegeneradoengravesconflagracionessiunodelosbandosnohubieseoperadounaprudenteretirada,fueeldelasinvitaciones.Escudero,queacausadel citado desequilibrio en el presupuesto de boda se hallaba en un estadoalarmante de disgusto y de profunda decepción, exigió que se invitase a laceremonia a sus amigos y compañeros de tresillo en el Círculo Mercantil,Buceta, Trompeta y Rubau. Esta monstruosa exigencia llevó la desolación alespíritu refinado de su hija. En vano doña Eugenia agotaba para convencerlatoda clase de razonamientos y representaciones. Araceli, en el colmo de ladesesperación,torciéndoselasmanos,exclamaba:

—¡Peromamádemialma!¿quédiráladuquesadeColmenardelaOreja,quédiráelmarquésdeCabezónde laSalalverse juntoaunhombrequese llamaTrompeta?

Todavía el hado adverso reservaba una prueba más cruel al temperamentoprimoyelevadodelaprometida.Escudero,enardecidoconsuvictoria,despuésde haber impuesto a Buceta y a Trompeta, llevó su audacia hasta proponer aBarragán. El paisano se había hecho su amigo íntimo, le había confiado lagestióndesus interesesyporúltimohabía tenidoelrasgofelizdeofrecera lanovianounregalocomocualquierhombrevulgar,sinounbilletedequinientaspesetasparaqueellacompraseelobjetoquemáslegustase.EsteprocedimientogenerosoyprácticoalavezlehabíaelevadoconsiderablementeenelconceptodeEscudero.Laconsternaciónmásprofundasepintóenelsemblantedesuhijaaltenerconocimientodelafataldecisión.Novalieronsúplicasnilágrimasniselogrónadacon la intervenciónoficiosadealgunosamigosdiputadosparaello.DonRamónpermanecióinflexible.OBarragánerainvitadooélmismodejaríade asistir a la ceremonia. Se tragó, pues, a Barragán, ¡un trago bien amargo!Araceli,pateandodecóleraensugabinete,seprometía tomaren lofuturounadignavenganza.En cuanto estuviese casada ¡ni uno solo de aquellos hombresordinarios pondría los pies en la casa ducal! Por su parte Escudero, temiendohaber llevado demasiado lejos sus exigencias, suplicó aBarragán en términossentidos«quesi eraposible se recortaseunpoco lasbarbas».Cedióéste,bien

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convencidosinembargoensu interiordequenose lograríaconelloborrar laodiosatrazadebandidoconque,implacable,lanaturalezalehabíadotado.Perocomohombredócilydebuenapasta,nosólocedióarecortarseunsiesnoeslabarba,sinoquesevistióunaflamante levita,sepusobotasdecharol,pantalónbombacho, sombrero de copa y en la corbata un alfiler con una enormeesmeraldafalsa.¡Estabahorrible!¡patibulario!Losinvitadosalpasarjuntoaélnopodíanmenosdesentirunescalofrío.UnodelosamigosdelnoviolellamóRebolledo,aludiendoalbandidodelazarzuelaLosdiamantesdelacorona,ylapalabrahizofortunaentrelajuventudmaleante.

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Laceremoniadebíadecelebrarsealascincodelatarde.Losnoviospartiríanenelsud-expresspocodespués.Alastres,lamultituddelosconvidadosinvadíalosfastuosossalonesdelacasadeEscudero,enlacalledeAlcalá.Tristánestabaallí.Eraunode los testigosdesignadospor lanovia.Andabasolo,huyendodejuntarseanadiesegúnsucostumbre.Elsensiblelanceacaecidoasucuñadoyenelcualhabíaél tomadopartenohabíacontribuidoamejorarsugeniodifícilysombrío. El matrimonio de su prima, a la cual nunca había profesadomuchaestima,leinspirabaunpocoderisa,unpocodelástimayotropocodedesprecio.¡Casarse,porserduquesa,conunespectro!

EfectivamenteGonzalitoRuizDíazloera.Alprincipiodesusrelacionesconlaniña deEscudero pareció animarse un tanto su naturaleza, pero amedida quetranscurría el tiempo se fue debilitando nuevamente hasta inspirar miedo. Sedecía en la familia que la oposición tenaz de su padre era la causa de taldecaimiento.Sinembargo,despuésdelfallecimientodelduquenadamejoródeaspecto. Entonces se achacó a los amores. En cuanto satisficiese, uniéndose aAraceli, los vivos anhelos de su corazón engordaría hasta ponerse como unabola. Esta era la profecía que había encontrado más eco en la familia deEscuderoydetodossusallegados.

Cuando se presentó en el salón ataviado con el uniforme de maestrante deGranada,sufazlívida,elcírculoazuladoquerodeabasusojos,lafatigaqueseleía en todos sus rasgos no pudomenos de sorprender a los circunstantes queempezaron ahablarse al oído. «Es el uniforme—decían algunos—loque le daeseaspectodemuertodesenterrado.»«¡Quéuniforme!Eslaemoción.¡Hasidosiempre un chico tan sensible!» El pobre Gonzalito se sentía en efecto bienfatigado,bienconmovido,bienamarradodentrodesuvistosouniforme.Todoslos amigos se apresuraron a rodearle vertiendo en su oído palabras defelicitación.Unos lo tomaban por lo serio, le hablaban de su preclaro nombreque pronto iba a encontrar quien lo perpetuase, otros echaban el santosacramento a broma.—«¡Ánimo,Gonzalo! Para sostenerte en este trance fieroaquí tienesa losamigos. ¡No tiemblesa lavistadelpatíbulo!»Yseñalabanalaltarcitoerigidoalláenelfondodelsalóncontiguoyqueseveíaporlapuertaentreabierta.

AlfinllegómonseñorIsbertquedebíabendecirlaunióndelosjóvenes.EraunpreladodomésticodeS.S.,hombredemundo,jovial,diplomático,tolerante.Porestas razones gozaba de gran crédito en la alta sociedad madrileña y había

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casado ya un número considerable de sus miembros. Señoras y caballeros lerodearon al instante y gozaron de su conversación culta y jocosa. Cuando sehubocansadomonseñorsacóelreloj.

—Ya se acercan las cinco—manifestó dirigiéndose con graciosa sonrisa aAraceli—.Perdoneusted,señorita,quelerecuerdeeldulceysolemnemomentoque se aproxima en que cumpliendo los mandatos divinos entregará usted sulibertadalelegidodesucorazón.

Aracelibajólosojosruborizada.

—¿Dónde está el novio?—preguntó después monseñor con su voz clara ypastosadeorador.

—Esoes,¿dóndeestáelnovio?—preguntaronalgunosdirigiendomiradasentorno.

—¿DóndeestáGonzalo?¿dondeestáGonzalo?—repitieronotros.

Al fin se le halló en un gabinete solitario sentado, con la cabeza entre lasmanos.

—¿Qué es eso?—se apresuraron a preguntarle su madre, su novia y laspersonasqueseleacercaroncorriendo—.¿Quétepasa?¿Tesientesindispuesto?

—Sí,mesientomal.

Yallevantarlacabezadejóverunrostrotanpálidoquesumadrediounpasoatrás,aterrada.

—Sí,mesientomal,¡muymal!

Apenas había pronunciado estas palabras una ola de sangre se escapó de suboca.Gritaronlasmujeres,seconmovieronloshombres,acudieronloscriados.Todosestántanasustadosquenosabenmásquegritar:

—¡Unmédico...!¡unajofaina...!¡unvasodeagua!

El vómito fue terrible. Pensaron que se quedaba en él. Cuando cesó letransportaron a una cama en las habitaciones que había ocupado Tristán desoltero.EldoctorUstariz,que sehallabacomo invitadoentre lospresentes, leprodigósuscuidados.Sinembargo,pocosminutosdespuéslerepitióelvómito.

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Eldoctorseapresuróahacersalirdelcuartoatodoelmundo,haciendoseñaamonseñor Isbertparaque seacercase.El sacerdote ledio laabsoluciónde suspecados sin oírlos, porque el pobre Gonzalito no volvió a pronunciar otrapalabra.

XVIII

LAFLECHADELDESTERRADO

LamasadefollajedelSotilloseteñíadeamarillo.ConunaojeadaperezosaydistraídaElenaabrazabaelbosqueyelvastohorizonte,fijándolaconinsistenciaensusconfinesazulados.Aquelnoviembreveníaseco,perofríoya.Elaireeratransparente,lasierratomabauncolordevioletaobscuro,lallanuraseteñíadegris;porelambientecorríanlasfríasclaridades,elalientofrescoquedenunciabalaproximidaddelinvierno.

—Nohacemásquecuatrodíasquelaseñoritaha llegadoyyapareceotra—dijoladoncellaquesehallabaasuspiesarrodilladacambiándoleelcalzado.

—Sí,elEscorialmehaprobadosiemprebien—repusolaseñorasinapartarsumiradadistraídadelhorizonte.

—¿Por qué no viene más a menudo?—se atrevió a preguntar la mimadadoncellita.

Elenanocontestó.

Alcabodeunratoapartólosojosdelpaisajeylosvolvióalarmariodeespejoque tenía delante. Se miró prolongadamente en la luna y murmuró como sihablaseconsigomisma:

—¡Detodosmodosmeencuentrobiencambiada,biendecaída,bienfea!

—¿Cómofea?

La doncellita protestó con todas sus fuerzas de aquellamonstruosa aserción.

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Jamáshabíaestadotanhermosalaseñorita.

—Parece mentira—prosiguió ésta—que una fiebrecilla gástrica me hayaarruinadotanto.

—Quince días en el campo y se pondrá la señorita tan gorda que habrá queenviartodoslostrajesalamodista.

—¡Más,más...!Meconvendríatalvezpasartodoelinviernoaquí.

La doncellita se puso seria. ¡El invierno! ¡Alegre humor echaría su novio elencargadodelatiendadeultramarinosdelacalledeOlózagasitardasemásdequincedíasenvolveraMadrid!Asíquetratóportodoslosmediosqueestabanasu alcance (que no eran muchos) de disuadir a la señorita. Esta parecía noescucharla. Sus ojos volvieron a perderse al través del balcón abierto en laslejaníasdelhorizonteinmenso.Envanotocólosrecursosqueenotrasocasioneshabíansurtidoefectoparadistraerla,losvestidos,lossombreros,lasreformasdela casa, los coches. Elena permanecía absorta, ensimismada, sin dignarsesiquieravolverlacabeza.Viendosusesfuerzosdefraudados,ladoncellitaadoptóelacuerdodesalirsedelaestanciasinhacerruido.

ElSotillolecausabaahoraunaimpresiónextraña,mezcladedolorydealegría,deagitaciónydesosiego.Desdeeldíafatal,hacíayamásdeunaño,enquesuesposohuyeraparasiempre,nohabíapuesto lospiesallí.Perodesdehacíayatiempo soñaba con él. Su espíritu se volvía hacia aquel paraje ansiando lafrescuradesusárboles,elrumordesusaguas,lapazdesuambiente.¡Lapaz,lapaz!Estoeraloquenecesitabasucuerpogastado,sucorazóndeshecho.Lacartadesumarido lehabíaproducidoelefectodeunrayo.Cayódebrucessobreelsueloprivadadeconocimiento.Cuandolaalzaronylatransportaronalacamaseledeclaróunaviolenta fiebreque la tuvopostradamuchosdíasy amenazó suvida.DurantesuenfermedadniClaraniTristánniVisitaparecieronporsucasa.SóloMarcelaPeñarrubia lavelócomounahermanacariñosa.CuandoentróenconvalecenciasupoporellaqueTristánhabíaprovocadosecretamenteaNúñezyqueéstehabía rehusadoeldueloalegandoquenoeraélquien teníaderechoaexigirle una reparación. Entonces Tristán le había abofeteado. No otra cosabuscabaelpintorpara tener laeleccióndearmas,puesaunquenoeracobarde,ninguna gracia le hacía servir de blanco a la certera puntería de su amigo. Sebatieron a espada y Tristán salió herido ligeramente en el brazo derecho.Despuésseviorodeadaporaquellasamigasdeúltimahora,MarcelaPeñarrubia,

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EnriquetaAtienza,Rosita León y sus respectivos amantes que la asistían y lamimabanconasiduidadconmovedora.

Pero en cuanto pudo salir a la calle fue a casa deVisita resuelta a enterarseadóndehabíaidosumaridoycorrerapedirleperdón.EnveraClarayTristánnosoñaba siquiera. La recibió Cirilo con ceremoniosa cortesía hablándole dedinero, presentándole cuentas y libros, anunciándole que al día siguiente leenviaríalosinteresesvencidosdelasaccionesdelBanco.Visitanosepresentó.Sehallabaunpocoindispuesta,aldecirdesuesposo.Saliódeaquellacasaconelcorazóntanapretadoqueencuantomontóenelcocheestallóensollozos.Nosehabíaatrevidosiquieraapronunciarelnombredesumarido.CuandollegóasucasaescribióunalargacartaaTristán.Estenolecontestó.Entonceslapobremujer, rechazada y despreciada por todos los deudos y amigos de Reynoso,aisladayavergonzadasedejómarcharporlasuavependientequedelanteseleofrecía.RecibióporfinaNúñez,quediariamenteleenviababilletesinflamados;intimóconlasamigasquesedesvivíanpordistraerlayentróaformarpartedeaquella sociedad divertida y galante. Fue una rebelión, una necesidad de sunaturaleza,quedeotromodohubierasucumbido.

Yparamásaturdirse,paraolvidarlapenaqueleroíaelalmafuemásalládeloque la prudencia aconsejaría a una mujer en su caso. Lanzose a una vida deplaceresruidosos;teatros,paseos,partidasdetresillo,tiendas,modistas,cenasaúltima hora con sus flamantes amigas y adláteres. Estas no la dejaban ni denoche ni de día.GustavoNúñez lamantenía en perpetua risa con sus bromaspicantes y excéntricas. El lindo hotel de la Castellana se convirtió en centrobulliciosodeplacer.Elenaseentregabaaélmásqueconpasiónconverdaderarabia. No quería quedarse sola un instante, y para evitarlo intentaba nuevospretextosycorrerías,derrochabaamanosllenaslasrentascuantiosasqueCirilole entregaba cada trimestre. Naturalmente, no había mujer más mimada, másagasajadadesusamigos.Todoelmundoestabapendientedesusonrisa,desusgestos,desuapetitoynoseescatimabanlosmediosdedivertirlayaunaturdirla.

Asítranscurrióunaño.Alcabo,aquellavida,másqueagitada,febril,agotósusnervios. Acometiole un decaimiento físico y moral que en vano trataron decombatirlosquealacontinualarodeaban.Elprimeroquesintiólosefectosdeeste desmayo fue Núñez. Hasta entonces Elena había sido con él, si noextremadamente afectuosa, a lo menos complaciente, risueña, generosa, unaqueridaagradableensumayquelerealzabaenlasociedadquefrecuentaban.A

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últimahoraempezóamostrarsefría,exigente,caprichosaysobretodoasentirunaextrañamelancolíaquelateníahorasenterastaciturna,sinpoderarrancarleniunasonrisaniunapalabra.Elenaempezóameditar.Aquellacabecitaligera,evaporada, principió a darse cuenta vagamente del carácter de la gente que larodeaba, sobre todo del carácter de su amante. Este había principiado pormostrarconellaundesinterésdesdeñoso,susceptible,queaunhaciéndolasufrirunpoconodejabade lisonjearlaenel fondo.Hasta talpuntoparecíacelosoelpintordesudignidadquenopodíahacerleelmáscortoobsequiosinquealdíasiguientesevieraregaladaconotrodemásprecio.Sinembargo,coneltiempofuecambiandoestemododeser,sedejómimaryregalarsinprotesta,comíacasiadiarioencasadeellayaceptóporfinqueElenaabonaselosgastosdeunviajeque hicieron por Francia y Alemania. Duró cerca de dosmeses, se gastó porlargo,ylagalanteríadeNúñezsufrióenelcursodeélbastantemenoscabo.Lavida íntima,marital, descubrió a los ojos deElena los puntos negros de aqueltemperamentotanjovialysimpáticoensociedad.Dominanteunasveceshastalabrutalidad,otrasincisivoycruelycasisiempreegoísta,hacíarecordaraElenalapaciente dulzura de su marido, aquella galantería nunca desmentida, aquellaprotección paternal que tanto calor daba a su corazón. Elena no eramujer depasiones ardientes; poseía un temperamento infantil; la gran necesidad de suvida era la de sermimada.Defraudada en este impulso de su naturaleza y nosabiendo fingir, pronto empezó a mostrar a Núñez un claro desvío. CuandohabíanllegadodeAlemania,afinesdeoctubre,estabahartayadeaquelhombre.

Sinorompióconélabiertamentefuepormiedonotantohaciaélcomohacialacamarilla que le rodeaba. Sentíale apoyado por todas sus amigas y creía lainocentedebuenafequesiledespedíaéstassedespediríantambiényvolveríaaquedarsesola. ¡Buenagana teníandehacerlo!Aquellasamiguitas lautilizabanlindamente.Comíanbienensucasa,asistíanalteatroensupalco,ibanapaseoensuscochesyademásdevezencuandoletomabanalgúndineroprestado.LacondesadePeñarrubiaselohabíapedidodosveces,unaseismilpesetasyotradiezmilparaunnegociosegurosegúndecía.DetodosmodosElenanovolvióaversudinero.ÚltimamentealregresardeAlemaniaMarcelavinoaproponerlequecompraseaccionesdeunaminadeplataquesuamigocomúnelvizcondedelasLlanasposeíaenAlbacete.Setratabasolamentedeundesembolsodeveintemil pesetas que antes de un año se convertirían en cuarentamil. Elena no lasteníaenaquelmomento,peronolashubieraentregadoaunquelastuviese.Habíaentrado ya la desconfianza en su espíritu. Esta desconfianza se hizomás viva

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cuando observó el mal humor que mostró Núñez al conocer su negativa. Nopudomenos de sospechar, viendo su gesto de contrariedad, queMarcela y élestaban en connivencia. Tal sospecha, que el recuerdo de otros incidentesautorizaba,convirtiósudesvíoendesprecio.Pocosdíasdespuéssevioprecisadaaguardarcama;lafatigadelviajeylascomidasdehotelhabíanestropeadosuestómago. Mientras estuvo enferma meditó mucho: la fiebre exaltaba suimaginación, exacerbaba su aburrimiento, hacía crecer los agravios que creíahaber recibido de su amante. Cuando se levantó del lecho estaba decidida arompersusrelacionesconél.Sehallabahartadeaquelsinapismo.Sequedaríasola,trasladaríasuresidenciaalextranjero,entraríaenunconvento,tomaríaotroamante,¡todo,todomenoscontinuarunidaaaquelpomitodeácidonítrico!Sindecirle una palabra ni avisar tampoco a ninguna de sus amigas, en cuanto sesintióconfuerzasparaellosetrasladóundíaalSotillo.DesdeaquíhabíaescritoaNúñezunacartaanunciándolequeestabaresueltaacortarellazoamorosoquelosunía.Noqueriendodecirleelmotivorealqueaelloleimpulsabaynosiendoextremadamentehábilenelgéneroepistolar,seperdíaenunaserie lamentabledefrasessinsentido,reticenciasyexclamacionesinútiles.Cuandoleyólacartaantesdeenviarlacomprendióquenoestababien,quetodoaquelloeraridículo.Sin embargo no quiso escribir otra. Alzó los hombros con desdén y exclamósonriendomaliciosamente:—«¡Bienestá!Quelotomecomoquiera.»

EnelSotillosintiólosúnicosmomentosdesosiegoquehabíadisfrutadodesdehacíaquincemeses.Unadulcemelancolíapenetrabaensualmaalcontactodeaquellos sitios donde tan feliz había sido. Le parecía que su dicha no habíamuerto, que aún estaba allí guardada esperándola. Vagamente soñaba con versurgirdelparquelagranfiguraatléticadesumaridoyescucharsurisasonora.Noeraposible,no,que todoaquellohubieramuertopara siempre.Recorría lacasa,setendíasobreelsillóndelecturadesumarido,escrutabaelparque,dabade comer a las palomas y esperaba.Una esperanza irracional pero no por esomenospoderosasehabíaapoderadodesualmaenaquelloscuatrodías;sentíalaimpresióndelquesehallasoñandounasiniestrapesadillayguardalaconcienciadeque loesyno tardaráendespertar.Nohabíasubidoalpueblo,nadiehabíavenido a visitarla ni aun susmismos parientes, acaso porque no supieran queestaba allí. Sin embargo, aquella excitación placentera que acude siempre entoda convalecencia como una resurrección de la vida comenzaba a ceder. Elcuervodelasoledadyeldesconsuelocomenzabaabatiryalasalasnegrassobresufrente.Aquellapequeñaytersafrentedeestatuagriegasentíasusombrayse

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obscurecía.

Elenadejóescaparunsuspiro,apartósusojosextáticosdelhorizonteysealzódelasiento.Miróelrelojdelachimenea:eranlasonce.Tomóelquitasolybajóalparque.Hastaentoncesnohabíasalidodeél,satisfechaderecorrerloentodossentidos,detocarsusflores,deacariciarsusárbolesysentarselargashorasenelgran cenador leyendo una novela. Ahora le había entrado curiosidad de verlotodo,undeseovivodeespaciarseporelcampoimitandoasucuñadaClara.Debuena gana hubiera tomado una carabina como ella. Entró en el bosque y loatravesóconpieligero:lasombraespesaaúndesufollajelasofocaba.Cuandolosárbolesseenrarecierondejandopasoalosrayosdelsolsedetuvouninstanteyrespiróaplenospulmonesconlasonrisaenlosojos.Yyamáslibreytranquilasiguió caminando lentamente entre las encinas y chaparros hasta tocar en losbordesdelalaguna.Unalanchaestabaamarradaalaorilla:saltósobreellaconalegríaynohabiendoremossebalanceóunratogozandolagrataimpresióndehallarse a flote. ¡Lástima de remos! Si los tuviera se habría lanzado almedioseguradenohaberolvidadoaúnsumanejo.Conpesarvolvióasaltara tierra.Un poco más allá vio la columnata del vetusto cenador derruido, atravesó elpuentebrincandosobrelosagujerosquehabíandejadolaspiedrasdesprendidasysesentóentrelamalezadelosespinosyacaciasqueloenvolvían.Seacordódel último banquete que allí se había celebrado. ¡Qué feliz, qué inocente eraentonces! ¡Cuánpocopodíapresumir loque leaguardaba!La frentearrugada,losojosserios,volvióapasarelpuenteymarchóporelmonteapasomásvivo.Losárbolessehicieroncadavezmásrarosymásbajos, lamalezaobstruíalossenderos.Enalgunossitioslibrescrecíaneltomilloyelromero.Acometidadeunfuerteenternecimientoalrecuerdodesumaridoarrancóalgunospuñadosyselos llevó a la nariz con los ojosmojados de lágrimas.Pero allámás lejos unacolumnita de humo blanco se elevaba hacia el cielo. Sin darse cuentamarchóhacia ella, pero cerca ya se detuvo vacilante. En torno de una hoguera dondeardían hojas y ramas secas se hallaban de pie y fumando algunos pastores ymozos de labranza. Quiso volverse acometida de una vergüenza inexplicable,peroyalahabíandivisadoyeltíoLeandroveníahaciaellaconelsombrereteenlamano.

—Buenosdías tenganuestraama, ¡buenosdías!Ningúnpájarohayaquímásalegrecuandosaleel solquenosotros loestamosviéndolaporsusposesiones,miseñora.

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—Gracias,gracias.Todosestánbuenos,¿verdad?—profirióElenaconextrañatimidezydeseosdevolverse.

—Lasaludeslariquezadelpobre.Vieneelagua,vienelaescarcha,calientaelsol hasta quemarnos, pero todo eso no nos quita de dormir a pierna suelta ycomerloquehayconapetito.

—Pueslodemásvalebienpoco—murmuróElenaconunsuspiro.

—Ya teníamos viento de que había llegado la señora y que había estado unpocoenferma...

—Sí, sí... he estado enferma, peroya estoybien—respondió conunpocodeimpaciencia.

Lospastoresy losmozos sehabían idoacercando lentamente, todoscon sussombreros en la mano, avergonzados y confusos con una estúpida sonrisaestereotipadaenelrostro.Elenaestabamásconfusaqueellos.

—¿Ylosrebañoshancrecido?—preguntóhaciendounesfuerzoporrecobrarsuaplomo.

No, los rebaños no habían crecido. El ganado lanar estaba de baja. Unaenfermedadmalignahabíaentradoporlasovejasysehabíallevadomuchas.Encambiolasvacasteníanunosternerosmuylucidos.Elpastordelasvacastratódellevaralaseñoraparaquelosviese,peroéstamanifestóquenoteníatiempo:porlatardeoaldíasiguientelosvería.

—¿A que no sabéis por qué viene la señora en este tiempo?—preguntó conincreíble finura y sonriendo con una boca que le llegaba de oreja a oreja elzagalónFelipe.

Nadierespondió.EltíoLeandrodirigióhaciaéllosojosconinquietud.

—Puesarecogerlabellota—profiriórotundamentedespuésdehabersegozadoentenerlosunosinstantessuspensos.

—¡Celipe,Celipe,noseasburro!—exclamóeltíoLeandroconacentosevero.

—¡Anda!—replicóFelipeencrespándose—.¡Puespocoqueserecreabaelamoel día de San Eugenio viéndonos cargar con los costales llenos yemborrachándonosdimpués!Bienseguroqueallápor lasAméricasnosereirá

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tantoesedíacomoaquísereía.

LasmejillasdeElenaenrojecieronaloírmentarasumarido.El tíoLeandro,quealgosabíaaquéatenersesobreelviajededonGermán,clavóunamiradairacunda sobre el bárbaro zagal y se le vieron intenciones claras de arrojarsesobreaquel«piazoanimal».

DeestaconfusiónvinoasacaraElenaunavozquesonóasuespalda.

—Estoyconvencidodequehubierapodido serungranexploradorde tierrasvírgenes.Hellegadohastaaquíperfectamentesinplanosysinbrújula.

LasangredeElenaseagolpóasucorazóndejandolasmejillaspálidas.

—¿VerdadqueniMarcoPoloniMagallaneslohubieranhechomejorqueyo?—dijoNúñezavanzandohaciaellacon lamanoextendida.Surostropálidodebarba partida sonreía con la acostumbrada expresión irónica. Elena no pudoreprimirungestodedisgusto,perorecobrándosesúbitoletendiólamanoconunesbozodesonrisa.

—¡Ya,ya!Hayquedarleaustedunacondecoraciónporsuaudacia.

—Lafortunanosayudasiemprealosaudaces—replicóelpintorrecogiendolaintención que parecía desprenderse de las palabras de Elena. Y echando unamirada en torno:—¡Pero ésta es una escenade la antigüedadgriega!Penélopesaledesupalacio,recorresusdominiosenlarocosaItaca,encuentraaEumeoysuszagalescelososguardadoresdesusmanadasdepuercos,ydeparteconellos.

—Escena que usted ha venido a interrumpir con su figura y sus airesmodernistas—dijoElenasonriendo,peroconvozligeramentecambiada.

—La hospitalidad es la única virtud que resplandece en los poemas griegos.Soyunpobreviajeroquecansadoyhambrientovienepidiendounatarimadondedescansarypanparasatisfacersuapetito.

—Vamosenbuscadelatarima—manifestóElenasecamenteyechandoaandarcon una resolución que sorprendió aNúñez. Este, antes de seguirla, se volvióhacialospastores:

—¡Salud,amigos!Seguidcuidandofielmentedelospuercosdevuestroseñor.

—Aquínohahabidopuercos,caballero,hastaeldíadehoy—respondióeltío

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Leandrogravemente.

Núñezleclavóunamiradainsolenteyescrutadora.Elviejopastorlasostuvosinpestañear.Elpintorseemparejóconladamaexclamandoconrisitairónica:

—¡ParecequeEumeosigueaborreciendocomoantesalospretendientes!

Elenanodijonadaysiguiócaminandoconpasovivohacialacasa.Unacólerasordarugíadentrodesupechoyteníamiedodedejarlaestallardondepudieranverla. Es decir que aquel hombre no sólo no había hecho caso de la resueltadespedidaqueledabaensucarta,sinoquellevabasuosadíahastapresentarseenelSotillo.¡EnelSotillo,dondedespuésdelamarchadesumaridonohabíapuestoellamismalospiesportemordecometerunaprofanación!Elenateníauncorazón tierno, inocente, peroun carácter impetuosísimoque losmimosde sumarido y de la gente que la rodeaba desde hacía algunos años no habíanatenuado.Estabaacostumbradaaquesuscaprichosfuesenley.Mientraselpintorsemostró sumiso y cariñoso obtuvo de ella cuanto quiso;mas así que por laconfianzadejósuactitudrendidaymostrósuverdaderocarácterfríoyegoísta,instantáneamentenacióenellaunaviolentarebelión.Núñezsehabíaequivocadodemedioamedioconella.Pensódominarlaafuerzadesarcasmosyloqueéstosprodujeronfueunincendiodeiramuydifícildeapagar.

—Penélope era la más amable de las mujeres, al decir de Homero, y sabíaencontrarpara todosunapalabracortésyunasonrisagraciosa.¿Esqueconeltiemposehaconvertidoenunaviejecitahurañaygruñona?

Elena guardó silencio. Núñez siguió bromeando unos instantes; pero viendoque no lograba arrancarle una palabra, despechado, concluyó por imitarla ydejarse conducir hasta la casa.Al llegar a ellaElena subió a sushabitaciones.Núñezlasiguió.

—¿Nohasrecibidomicarta?—lepreguntórudamenteasíquepusoelpieensusaloncito.

—Lasmalasnoticiasllegansiempre—respondióNúñez.

—Entonces,¿quévienesahaceraquí?

—Abuscarunaexplicación.Tucartitatienemásclaralaletraqueelespíritu.NoteofenderássitedigoquenuncaseráslaémulademadamadeSevigné.

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—¡Ah!¿Nolahasentendido?Puesentonceshayqueconvenirenqueestabademasiadobiendoradalapíldora.Nonecesitabastanto.

—Seráporqueyonoentiendatantodepíldorascomotú.

Elena se puso roja.Aquella alusión a sunacimiento la hirió en lomásvivo.Hizounesfuerzoparareprimirseydijoconcalma:

—Nuestrasrelaciones,Gustavo,nopuedennidebencontinuar.Ellazoquenosune,comotúcomprenderás,nadatienedesagradoypocoimportaromperleundíauotrosialcabosehaderomper.Túhassentidouncapricho:yo también.Solamente que a nosotras las mujeres estos caprichos nos salen siempre máscaros.Meparecequeesbastante.Despidámonoscomobuenosamigos.

—¿Esqueyanotegusto?—preguntóelpintorcínicamenteclavándolesusojosverdososchispeantesdemalicia.

Elena le miró fijamente sin turbarse y alzando los hombros profirió condisplicencia:

—Tienesdemasiadotalentoparamí.

Núñez guardó silencio unos instantes, sacó un cigarro, lo encendió yarrellanándosecontodacomodidadenunabutacadijo:

—Siemprehesospechadoqueel talentomehabíadeperder.Esrealmenteunexceso, lo comprendo, pero bien sabe Dios que no pocas veces me heprosternadodiciéndole:«Señor,nohayqueexagerar.¿Porquémehasdotadodetantas facultadesyhasdejadodesmanteladosamuchosministros,profesoresyacadémicos a quienes hacen más falta que a mi?» No seas injusta, Elena.Compadécetedemí.¿PiensasqueesunagangaeltenertalentoenEspaña?

Elena no estaba para bromas. Escuchó con indiferencia lo que su amante ledecía y sin responderle abrió el balcón y salió a la terraza. Núñez la siguió.Ambos se reclinaron sobre el antepechoy guardaron silencio unosmomentos.EntoncesNúñez,aquiensutácticahabitualnovalía,sepusoserio,hablódesuamor,delosfelicesinstantesquejuntoshabíanpasadoensusviajes,lehizoverqueaquellafatigamoralqueparecíasentireraengendradaporlafatigafísica.Encuantoserepusieradeltodovolveríaaellalaalegría,queerasuestadonatural,el tesoro de más valía con que la naturaleza la había dotado. Un poco de

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debilidad, un pequeño desequilibrio nervioso nos hace ver elmundo como unpozo;perodescansamos,nosfortalecemosyelmundovuelveaserelmismo,unvenerodegocesparaquienposeehermosura,dineroyuncarácterjovialyfelizcomoella...

Era ya tarde. El alma de Elena, conmovida, llena de melancolía por lainfluenciadeaquellossitios,dondesehabíadeslizadosuinfancia,dondehabíagozado después unos años de felicidad inefable, no podía responder alllamamiento brutal de la pasión. La ironía, la malignidad, el ingenio de suamante,quealprincipiolahabíancautivado,ahoralecausabanaversiónyhastadesprecio. Sin abrir la boca hacía signos negativos con la cabeza, mirandofijamente al horizonte azulado. En vano Núñez derrochó su ingenio paraconvencerla, en vano apeló después a las súplicas ardientes, a los dictadoscariñosos. Nada, nada, el mismo inflexible signo negativo respondíaconstantementeasusargumentosyasusquejas.

Al bajar los ojos una de las veces Elena creyó ver algunas palabras escritassobre el mármol del antepecho. Bajó un poco más la cabeza y las leyó.Súbitamente acudió la sangre a su rostro, poniéndose roja como una brasa;inmediatamente pálida. Se irguió con extraño ímpetu ymirando al pintor conojosextraviadosledijo:

—Tengaustedlabondaddesalirporunmomento.Mesientomal.

Núñez la miró sorprendido: su actitud y sobre todo aquel tratamientoceremoniosoquenuncahabíausadosinoesenpúblicodesdequesehallabanenrelaciones le dejaron estupefacto. Y como no semoviera, Elena exclamó conimpaciencia:

—¡Mesientomal!¡mesientomal...!Hagaustedelfavor...

Señalóimperiosamentealapuerta.

—¿Quéteocurre?¿Quieresquellame?¿Quieresquevayaaavisaralmédico?

—¡Salgausted...salgausted!

Núñezobedecióalfin.Sinconsideraciónalgunaencuantotraspasólapuerta,Elenadiovueltaalallave.Luegovinoendossaltosalantepechoyvolvióaleerlastrespalabrasquesumaridohabíaescritoconlápizlanocheaciagaenquese

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apartó de aquellos lugares para siempre.Estas palabras decían: «Acuérdate demí.»Elenacayóderodillas.

—¡Sí, sí,Germándemi alma, esposomío,me acuerdode ti, yme acordarémientrasmequedeunsoplodevida! ¡Diosmío,Diosmío!,¿quées loquehehecho?

Y la infelizapretaba sus labioscontrael fríomármoly regaba la inscripciónconsuslágrimas.

XIX

FIEROSDESENGAÑOSDETRISTÁN

Tristánsehabíaidodespuésdealmorzaralcafésegúncostumbre.Claraenelcomedor jugaba con su niño y éste con el perro. El niño había envejecidoterriblementedesde laúltimavezque tuvimoselgustodeverle,que fue, si lamemorianonosesinfiel,eneldíafelizdesunacimiento.Podríateneryaunosdiezyseismeses,malcontados.Elperroeramuchomásprovecto.AquelFidel,ferozcorredordeconejosydeánades,hacíayalargotiempoqueestabajubilado.SuamaalcasarselehabíatraídodelSotilloconcediéndoleunhonrosodescanso,alcualyateníaderechoporsusdilatadosservicios.LavidaregalonaysedentarialehizoecharunpocodetripacomoesosmilitaresaquieneselministropremiaconcediéndolesunaplazaenelministeriooenelConsejoSupremoyalcabodedosañosnopuedenmeterseeluniforme,porque lesestallan lascosturasy lessaltanlosbotones.Silehablabandelasperdicesylosconejoshacíaunmohíndedisgustoymovíaelraboconimpacienciacomositratasedepasaraotroasunto.Lasperdicesylosánadeseranparaélcuentosdeltiempoviejo,calaveradasdelajuventud;queledejasenderomanticismosylehablasendelasbuenassiestasalpiedelachimeneaydelosbuenosplatosdecocidocondesperdicios.

PuesapesardeladiferenciadeedadFidelyPaquito(queésteeraelnombredelinfante)parecíanamigosíntimosysellevabanbastantebien.Laexperienciadelunohacíacontrapesoalanaturalirreflexiónyfogosidaddelotro.Algodebía

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desufrirconelloelveteranosabueso.CuandoPaquitoseponíaguasónloeradetodas veras: le tiraba bárbaramente de las orejas, le tapaba el hocico y hastallegabaenocasiones¡ohsutilrefinamientodecrueldad!ameterlelosdedosporlosojos.PeroFidelsabíazafarsedeestasvejacionesycuandoadvertíaquesucamaradamostrabatendenciasaponersepelmaselargabapianpianomoviendoel rabo hacía la cocina dejándole en lamás espantosa soledad. En cambio seaproximabademasiadocuandoPaquitoteníaentremanosybocaalgúnpedacitode pastel o una galleta. Entonces, si el amiguito se hacía el remolón y no seapresuraba a compartir con él la golosina, arrimaba el hocico y, no se laarrancabaviolentamente,queestonocuadrabaa sueducaciónni a sucarácterdiplomático, pero con sutileza increíble se insinuaba, se insinuaba; principiabapor lamertímidamenteelpastelyconcluíaporabrirconextremadelicadezalamano del niño y engullírselo. Hecho lo cual, siempre prudente y previsor, seeclipsaba. Paquito, viéndose estafado, ponía el grito en el cielo.—«¿Quién hasido,rico?¿Quiéntehallevadoelpastelito?—exclamabasuniñera.—¿HasidoelFidel?Vamosapegarleconellátigo.»¡DóndeestabayaelFidel!Enunbuenratonoseleveíaporningunaparte.

Clarajugabaconsuniñoteniéndoleenbrazos,mientraséstesujetabaconsustiernas manecitas las orejas del Fidel. Eran los grandes placeres de la gentilhermanadeReynoso,casipuededecirselosúnicos.Desdeelgravedisgustoqueaquél había sufrido y su marcha repentina, apenas había vuelto al teatro portemordeencontrarseconElena;noasistíaaningunatertulia,nihabíatomadoenmanoslaescopetaparacazar.ElveranolohabíanpasadoenSantander.Además,a pesar de las instancias de Tristán, que no veía ya la necesidad, persistía enamamantara suhijoy seempeñabaenhacerlohastaquecumpliese losveintemeses. Esto la sujetaba mucho a la casa, pero nada le costaba. Sentía talvoluptuosidadpenetranteteniendoasuhijocolgadoasuspechos,mirándolaconojosgraves,acariciándolelacaraconsumanecitamientrassaciabaávidamenteelapetito,quenocambiaríaaquellosmomentosportodoslosgocesdelatierra.¿Porventuraserefugiaríalajovenesposaenelamormaternalcontantoímpetuparaconsolarsedealgunasdecepcionesconyugales?Noesfácildecirlo.Seguíatanenamoradadesumaridocomoelprimerdíadecasada;peroTristánnohabíarespondido a sus anhelos de dicha y amor. No es que se mostrase con elladespegado;alcontrario,ordinariamentemásquemaridoeraunamantefogosoyrendido, pero las desigualdades y suspicacias de su genio la hacían sufrirbastante. No había instante seguro con él. En medio de una expansión

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placentera, cuando fluían de la boca de ambos alegres carcajadas, de prontoaparecíaunaarrugaensufrente,quedabarepentinamentegrave,luegosombríoycomenzaba a pensar y hablar de las desgracias que en pos de tales alegrías lepodíaaportarelDestino.¡Sisemurieseaquelniño!¡SiClarasequedaseciegacomoVisita!¡Siélsearruinaseyquedasenenlamiseriasujetosapedirlimosna!¡Sicualquieradelosdosenfermaseysevieseobligadoapermanecerenlacamaparalítico como tal o cual persona de su conocimiento! La vida nunca traeconsigomásquesorpresasdesagradables.Lavidaesesencialmenteinstabilidady dolor. ¿Cómo es posible pensar en la alegría y la paz aquí donde nadapermanece, donde todo está sujeto a un cambio irresistible? Y se lanzabainmediatamentealanálisisyalaexposicióndelosdoloresdelmundodejandoalapobreClaraconelcorazónapretadoyganasdellorar.Lapobremujerestabahartayadelasverdadessantasdelbudhismo,delaverdadsantasobreeldolor.«Elnacimientoesdolor,lavejezesdolor,laenfermedadesdolor,lamuerteesdolor,launiónconloquenoseamaesdolor,laseparacióndeloqueseamaesdolor»,etc.

«Pero Tristán—le decía ella cuando ya no podía más—, el temor de lasdesgracias multiplica nuestro sufrimiento. Yo creo que ese temor nos hacepadeceraúnmásque lamismadesgraciacuandollega.Enlavidahaymuchosdisgustos,escierto,peroentreunosyotrosDiosnosconcedealgúnrespiroysiloaprovechásemosparaserfelices,paraviviralegres,acasolascalamidadesnoshallaranmásfuertesypudiéramossoportarlasmejorysabríamoscuandollegalaocasión mostrarnos valerosos como mi hermano, que no ha sido ante sudesgracianiuncobardeniunafiera.»

Clara estabaorgullosade suhermano.Esteorgullo inspiraba celos aTristán,quesesentíahumillado.Aunquetenía laconsideracióndenocontradecirestasexpansiones del cariño fraternal guardaba, cuando estallaban, un silenciodesdeñoso,yestesilencioheríaasuvezaClara.

Sehallaba,pues,éstajugandoconsuniñocomosehadichocuandoaparecióelcriadoanunciándolequehabíaalapuertauncaballeroquedeseabavisitaralosseñores.

—¿Nolehasdichoqueelseñoritohasalido?

—Síseñora,peromehadichoqueestandolaseñoraesigual.

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—¿Notehadadosutarjeta?

—Noseñora.

Claravacilóuninstante,peroalcabodijoalzandoloshombros:

—Estábien;pásaloalsalón.

Yentregandosuhijoalaniñerafueseaverquiéneraelvisitante.Cuandopusoelpieenelsalónunaoladeruborsubióasusmejillas.Enmediodeél,grande,colosal,más colosal aúnque antes, sehallaba elmarquesitodelLago.Este sepusotambiénfuertementecoloradoalverla.Sesaludaronafectuosamente,peroambosextremadamenteembarazados.Clarapensabaenloscelostaninfundados,tanpuerilesqueTristánsentíadeaquelchico.Elmarquesitonopodíamenosderecordar la escena del día de la boda, cuando un poco ebrio había soltadoalgunaspalabrasinconvenientesdelantedeuncorrodeseñoras.Sinembargo,notardaronenrecobrarsuaplomo.Naníneraelmismoniñogrande,unpocomásgrande, un pocomás moreno. Su mamá le había tenido cerrado aquellos dosañosenunafincaenorme,solitaria,delaprovinciadeBadajoz,sinsalirmásqueuna que otra vez a la capital en tiempo de ferias o cuando algún negocio lorequería.PeroalfinlehabíadejadoveniraMadridparaasistiralmatrimoniodeunprimohermanosuyoyaquíestabadesdehacíacuatrodías.

—Nosehabráustedaburridomucho,sinembargo,porquemehandichoqueporallíhaycazaabundante.

¡Oh,Diosmío! ¿Caza?Cuanta se quería y de todas clases,mayor ymenor.Inmediatamenteelmarquesito,puestoyaeneldisparadero,selanzóaunaserieinterminable de descripciones cinegéticas, de aventurasmaravillosas, de luchaespantable con los jabalíes. En todo cazador por honrado que sea dormitasiempreunembustero.Cuandodespiertacuestatrabajodormirle.Claralosabía,pero así y todo se hallaba arrobada escuchándole. La boca se le hacía aguaviendo desfilar por delante de su vista aquellas legiones de perdices, aquellosejércitos innumerables de conejos, aquellos venados corredores y jabalíesferoces.¡Ay!ellanohabíatenidoelgustodetiraraunjabalí.¡Cuántoapetecíaencontrarsefrenteauno!

—¿Sí?Puesnotieneustedmásquevenirseapasarunosdíasconnosotrosyyole harématar una docena de ellos. ¡Poco gusto que le daría amamá verles austedesporallá!

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—¿Pero,Nanín, no sabe usted que tengo un niño y que le estoy criando?—exclamóellariendo.

—¿Yesoquéimporta?Sellevaalniñoylaservidumbrequeustedesnecesiten.Tenemos casa para alojar dos familias numerosas... ¿Y dónde está ese niño?Quieroverle—añadióconsufranquezayaturdimientohabituales.

Clarahizotraerasuhijo.Elmarquesitolealzóentresusmanosdegiganteylezarandeó un rato con no poca alegría del infante, que soltaba carcajadas y seagarrabaasusorejasconigualconfianzaquealasdeFidel.Entreaquellosdosniños el uno grande y el otro chico nació súbitamente una tierna simpatía.Cuando la niñera quiso tomarle de nuevo en brazos Paquito se resistiófuertemente,persistiendoenagarrarsealcuellodelmarqués,queentusiasmadocontalpreferencianocesabadeacariciarleydivertirlecontodoelrepertoriodesuspayasadas.

—Esteniñotienequeserungrancazador.¡Mireustedquémanos,Clara!Veráusted...escapazdealzarunasillaenpeso.

Y le hacía coger con susmanecitas una silla y le alzaba con ella sin que elchicolasoltase.

—¿Nolodecíayo?Bastabaverestasmuñecas.¡Tanfuertecomosumamá!Encuanto pueda coger una escopeta me lo llevo a la dehesa. Ya verá usted québuenacuentadadelasperdices.

—¡No, no,me lo va usted a fatigar demasiado!—respondió riendo lamamá,entusiasmadaporlaperspectivadeverasuhijohechounhombreyentrajedecazador.

—¡Quésehadecansar!Lemontaremosacaballo.Ademásallínosenecesitaandar mucho para hallar las perdices. Desde el balcón de mi cuarto las veomuchasmañanas.

—¡Oh,quégusto!¡Québienestaríayoallí!

—Si viviera usted allí, mientras el niño echaba un sueñecito podía dispararmediadocenadetirosytraerseenelmorralotrastantasperdices.

El marquesito seguía fantaseando, pero esto le hacía gozar. Clara tambiénhallabadeleiteenaquellasexageracionesconvenidasyaentrecazadores.Asíse

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estuvo un largo rato de visita, alternando las narraciones cinegéticas con losjuegosdePaquitoqueacadainstantehallabamásdesugustoelnuevocamaradaquelehabíasalido.Alcabosedespidióconnopocopesardelchiquillo,aquiendejó llorando.Clara tambiénhabíapasadoun rato agradable.Hacíaya tiempoquenadielehablabadecazaysintiórenacerdentrodesíaquellaantiguaaficiónque la dominaba. Pero cuando el criado cerró la puerta, cuando oyó almarquesito gritar aún desde la escalera: «Muchos recuerdos a Tristán: dígaleusted que ya le veré uno de estos días», entonces nació repentinamente en sualmauna inquietud. ¿Cómo tomaría sumaridoaquellavisita?Dados suscelosrabiososporaquelchicoquetantosdisgustoslehabíancostado,nopodíamenosdeproducirleunefectodesagradable.Entonces lepesó fuertementedehaberlorecibido.Pasótodalatardepreocupada.Amedidaqueeltiempotranscurríayseacercaba la hora en que Tristán solía regresar a casa su inquietud fue enaumento.Noeraunamujernerviosayfantástica,peroconocíayabastantebienya sus expensas el temperamentode sumarido, para quien los granos de arenaeranmontañasy loscéfirosviolentoshuracanes.Recordabaconterrorsu tristenochedenoviosytemblabaantelaideadequeserepitiesenaquellasescenasdedesesperación y de lágrimas. Felizmente, hacía ya tiempo que Tristán no semostrabacelososinoporfugacesintervalos.Sienlacalle,enlostranvíasoenlos teatros la miraba demasiado algún hombre solía disgustarse y aunenfurecerse,perotodoaquellopasabaprontoconlaocasiónqueloproducía.Suvida retirada, el poco o ningún trato que últimamente tenían y sobre todo elcarácterdeClaraserio,tranquilo,sinasomodecoqueteríahabíanconcluidoporinfundirle sosiego sobre este asunto. Además, otros celos eran los que desdehacíatiempoembargabansuespíritu,loscelosdeloficio.Cadadíasesumergíamás y más en esa llamada vida literaria que consiste en maldecir de suscompañerosyvivirconstantementepreocupadodeloquehacen.Lasrivalidades,las intrigas, lasminuciasy ruindadesde estavidamantenían su espíritu enunestadodetensióndolorosayensusquebrantosydecepcioneshallabasiemprelaconfirmación de sus teorías filosóficas.—«¡Oh, la vida!»—exclamaba cuandoalgúncríticonoencontrababonitossusversos.—«¡Oh, lavida!»—cuandoveíaaplaudirlaobra(estúpidaporsupuesto)deunodesusamigos.

Cuando llegóacasaveníadeunhumorextremadamentesombrío.Clara,queibaacomunicarlelavisitaquehabíatenido,sesintiótancohibida,tanparalizadaalversurostrocontraídoquenoseatrevióahacerlo.

—¿Quétepasa?¿quéesloquetienes?

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Tristán seencogiódehombros sin responder,diounoscuantospaseospor laestancia y al cabo como si hablara consigomismo,másquedirigiéndose a sumujer:

—Nada,quejamás,¡jamás!puedeunoconvencersedetodasverasdequelosdesengañosysinsaboresparticularesdecadaunonosonunaexcepción,yquelatristezaeslaleygeneraldelavida.

Luegosiguiópaseandosinpararseahacerunacariciaasuhijo.

Efectivamente, Tristán había sufrido aquella tarde uno de los mayoresdesengañosdesuvida,yesoqueésta,aloqueéldecía,nohabíasidootracosaqueunaserieinterminabledeellos.Sufraternal,suabnegadoamigoGarcíaerauntraidorcomotodoslosdemás.Lohabíaaveriguadodelmodosiguiente:Ibapaseando por una de las avenidas solitarias del Retiro cuando acertó a verdelantedesíyporlaespaldadosfigurasqueleparecieronconocidas.Seacercóunpocomásysecercioródequeunadeellasera ladelgrandramaturgoysuenemigomortalEstévanez.¿PorquéerasuenemigomortalEstévanez?Tristánlo demostraba por medio de una serie de razonamientos que no a todosconvencían. Sin embargo, él cada día parecía más persuadido y cada día lededicabamayorodio.Esmás,suponíaquedespuésdehaberinspiradoelartículodeLeporelloenElUniversalquetantolehabíaherido,despuésdehaberinfluidopara que retirasen prematuramente su drama del cartel, todavía se empleabavillanamente en perseguirle y desacreditarle. No había insinuación en losartículosliterariosdelosperiódicosquepudieraperjudicarleenquenovieselamanodeEstévanez,nollegabaasusoídosningunafrasemortificantedelacualnoleatribuyeselapaternidad.

Acercose un poco más y vio con sorpresa y horror que la persona que leacompañabaeranimásnimenosquesuamigoGarcía.Sintióunfríoextrañoenel corazón, el frío que nos causan las grandes decepciones de la vida.Disimuladamente, ocultándose detrás de los setos y de los árboles los siguiólargorato.Observóquesehablabanconfranquezayanimación,queGarcíasemostrabaconelcélebreliteratollenodedeferenciayqueésteasuvezlepagabaotorgándoleunaconfianzaafectuosa.Acercosetodavíaporversipodíaescucharalgodesuconversación;percibióalgunaspalabrassueltas,pueshablabanenvozalta,yalcabodeunosinstantescreyóoírdistintamentelasiguientefraseenbocadeGarcía:«ElpobreTristán,aunquesecreeungranpoeta,nopasadeserunamedianía.»EstafrasejamásfuepronunciadaporelbuenGarcía,nieraposible,

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peroTristánlaoyóclaramente.Esunfenómenodeautosugestiónquecasitodoshemos podido comprobar alguna vez. Cuando nos hallamos temerosos oprofundamente convencidos de que se ha de decir una cosa, llevamosmuchoadelantadoparaoírlaaunquenosediga.

Una rabia insensata le mordió en las entrañas. De buena gana les hubieratocado en la espalda para decirles: «¡Aquí estoy yo!» y estuvo a punto dehacerlo, pero se contuvo. Dio la vuelta con presteza y se puso a marcharagitadamente por los caminosmás solitarios del parque, presa de unaviolentacólera.

—¡Miserable...!¡traidor...!¡granuja...!¡Despuésdeloqueyohehechoporél!

Ibamurmurandoporintervalosestasyotrasfrasesporelestilo.Recordabalosfavores que había hecho aGarcía sin pensar, por supuesto, en los que éste lehabíahechoaél.Alcabodealgúntiempodedarvueltasymásvueltassinsaberpordóndeandaba,conelcerebroencendidoyelcuerpoconvulso,alatravesarporunodelosparajesmásrecónditosdelparqueoyódetrásdeunsetolavozylarisadepersonaconocida.AsomólacabezaporencimadelfollajeypudoverasusamigosCiriloyVisitasentadosenunbanco.Elparalíticoleíaporunlibro;laciega escuchaba y amenudo interrumpían la lectura para reír y comentar conadmiración los pasajes que más les agradaban. Aquella simple y tranquilafelicidadhirióaTristáncomounabofetadaentalmomento.Loscontemplóconojoscargadosdedesdénydecólerayalfinsealejómurmurando:—«¡Quépardeimbéciles!»

—¿Peroquétehaocurrido?—volvióapreguntarlesumujer.

—Nada,hijamía, quehoy semeha caído lavendade losojos.El amiguitoGarcía, ese desdichado a quien sólo por compasión admitía en mi casa, meestabaarrancandoestatardelapieldelolindoconmiotroamigoEstévanez.

HayqueadvertirqueTristánsentíaparticularpredilecciónporestametáforadela venda y que solía emplearla con bastante frecuencia. En cuanto cualquierpersona de su conocimiento no satisfacía todas sus pretensiones y hasta suscaprichos,erasabido,«lecaíalavendadelosojos».

—No puede ser—respondió resueltamente Clara con el instinto seguro quetienenlasmujeresparajuzgarelcarácterdelosamigosdesusmaridos.

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—¿Cómonohadeser,siyomismoleheoído?

Claraquedóuninstantesuspensa,perovolvióadecirconmayorresolución:

—No puede ser. García es absolutamente incapaz de cometer contigo unavillanía.

—¡Qué sabes tú de lo que son capaces o incapaces los seres humanos!—replicóalzandoloshombroscondesdén—.Lohadichoconprofundasabiduríaelmaestroalemán,elmaestroclarividente:sólocuando llegamosaciertaedadcomprendemosenquécuevadebandidoshemoscaído.

—Garcíanosólotequiereentrañablemente,sinoqueteadmiracomoaningúnotrohombre.

—De la admiracióna la envidianohaymásqueunpaso.Yohecaídoenelerrorde tratarconexcesiva familiaridadaunhombre tanvulgarcomoGarcía.Estasnaturalezassesublevanalaspectodeotranaturalezaopuesta.Disimularánsuenvidiadurantealgúntiempo,eltiempoquelesconvenga,peroenlaprimeraocasiónfavorablelamostrarán.SisehahechoamigodeEstévanez,miamistadleimportayapocoysevengarádeltiempoquehaperdidoadulándome.

—¡Oh,quéatrocidad!Tristán,nopienseseso.

Envanoconlaelocuenciaqueledictabasurectocorazóntratódedisuadirleydesvanecer aquellas negras sospechas. Agarrado con irresistible presión comosiempre a sus ideas, su marido no quiso escucharla, oponiendo a todas susrazonesunaactitudaltivaydesdeñosa.

Comió poco y estuvo sombrío y silencioso mientras duró la cena. Cuandohabíanllegadoalospostressonóeltimbredelapuerta.Elcriadofueaabriryentródespuéssindecirnada.

—¿Quiénllamaba?

—ElseñoritoGarcía—respondióconindiferencia—.Noquisopasar:dijoqueseibaaldespacho.

Tristán se alzó de la silla. Clara también se levantó y sujetándole conmanotrémulaporunamangaledijo:

—Novayasallá,Tristán.Déjameiramí...Lediréqueestásindispuesto,quete

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duelelacabezaynopuedeshablarconnadie.

—¡Suelta,suelta!—respondióélhaciendounmovimientobruscoyzafándosedesumano.

Yconpasovivosedirigióaldespacho,dejandoaClaraacongojada.

Garcíaleíayaatentamenteporunlibroalaluzdelquinqué.

—¡Hola,amigo!—profirióTristánconunavoztanextrañaqueGarcíalevantólacabezasorprendido.

—¿Cómo estamos, amigo?—siguió con la misma inflexión de voz yacercándosealamesa.

—Bien,¿ytú?—respondióGarcíamirándolecadavezconmayorsorpresa.

—¿Yo...?¡Divinamente!

Ysesentófrenteaélyleclavóunalargamiradainsistenteydura.

—Desde que hago una vida más higiénica—añadió—me encuentroperfectamente.Yanopasolastardesenelcafé,comoantes;ahoramededicoadarpaseosentrelosárboles,buscandoatmósferamáspura.HoyhepaseadoporelRetiro...y¡miratúloquesonlascosas,amigo!—prosiguióconacentoirónico—,tambiéndebajodelosárbolessesuelenencontrarcosasimpuras.

García se puso levemente colorado. Tristánmirándole aún conmayor fijezacontinuó:

—Suverduranosólotienelapropiedaddedescomponerelácidocarbónicodelaire, sino también de corromper los más puros sentimientos y de poner aldescubiertoelfondodeloscorazones.EsunexperimentoquepiensocomunicaralaAcademiadeCienciasyquecomotodoslosgrandesinventossedebealacasualidad...

—¡Basta,Tristán!SitehasofendidoporquehayapaseadoconEstévanez...

—¿Ofenderme...? No, querido, no; el espectáculo de la miseria humana noofende;entristecesolamente.

—Tristán, ¿qué estás diciendo? Repara que ahora me ofendes tú. Yo no he

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buscadolaamistaddeEstévanez.ÉlmehahabladoenelsaloncillodelEspañol,y sabiendo que estaba haciendo oposiciones a una cátedra se brindóespontáneamentearecomendarmeadosdelosmiembrosdeltribunal.¿Queríasquememostraseingratoconél?

—Yonoquieronada—respondióconsequedaddesdeñosaTristán.

—Además,ahoraqueletratopuedodecírtelo,estásenunerrorsuponiendoquees tu enemigo: las pocas veces que ha hablado de ti conmigo lo ha hecho entérminosmuylisonjeros.Teconsideracomoel jovenmásbrillantedelanuevageneración literaria y se lamenta de que sin motivo alguno hayas dejado desaludarle.

—¡Ah, sinmotivo!—exclamóAldamaconacento sarcástico—.Loshombresperversosnunca encuentranmotivoparaque se les odie.Y en el fondo tienenrazón.¿Quéculpatienenellosdehabernacidoperversos?Ati teconstamejorqueanadielaseriederuindadesqueesehombrehahechoconmigo.

—Amísólomeconstaporquetúmelohasdicho.

—¡Sí te consta, y si no lo confiesas es porque eres un traidor como él!—exclamóconfuriosaexaltación.

—¡Tristán!—dijoGarcíalevantándose.

—¡Untraidorpeorqueél,porqueélnomedebenadaytúsi!—gritóaúnconmayorexaltaciónagarrándoseconmanoscrispadasalamesaparaalzarse.

—Meestásinsultandosinmotivoyentupropiacasa—profirióelpobrejovenpálidoyacomolacera.

—Untraidoresquiensintenerencuentalaamistadfraternalqueleligaaotrohombrevaadesacreditarleyamurmurardeélconsusenemigos.

—¡Esoesfalso!

—Noesfalso,no,porquesontestigosdeellomispropiosoídos.

—¡Pues mienten tus propios oídos!—exclamó con valerosa indignaciónGarcía.

Tristán, muy pálido también, quedó unos instantes silencioso y al cabo dijo

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haciendovisiblesesfuerzosparahablarconcalma:

—Esinútilquehablemosmás.Todaslascosastienenuntérminotristeenestemundoylaamistadesdelasqueprimerosemarchitan.Yohecometidolalocurade estrechardemasiadomis relaciones contigo sin tener en cuentaque todo loqueseaprietademasiadoacabaporromperse.Hallegadoelmomentoenquelacuerdaestalle,peroconstequeseharotoportulado,noporelmío.Alejémonos,García, alejémonos para siempre el uno del otro y comencemos en elmundootrosensayosquetendránidénticoresultado.

—Nadaseha rotopormi lado,Tristán.Esaesunade tantasvisionesnegrascomohastenidoentuvida,sobretododepocotiempoaestaparte.Miamistadportiestanfirme,tanverdadera,quenadiemásquetúenelmundohapodidodudardeella.

—Laamistadverdaderaentreloshombresesalgoquepertenecealafábula.Siyo lo hubiera tenido bien presente no tomaría el grave disgusto que me hacausado tu proceder. Debiera analizarla como un mineralogista examina unapiedra; hubiera visto que aunque sincera en la apariencia descansaba sobremotivossecretamenteegoístas,yviviendoasíprevenidola traiciónmehubieradejadotranquilo.

—¿Quién habla de traición? ¡Miente! ¡miente quien lo diga!—volvió aexclamarconlamismaindignaciónGarcía.

—Basta, repito. Mi resolución está tomada. Tú y yo hemos concluido parasiempre.

Alpronunciarestaspalabrasdiounospasoshacialapuertamirandofijamenteasuamigo.Estetambiénlemiróestupefactohaciéndosecargoporaquelademánque le arrojaba de su casa. Hubo un instante en que ambos permanecieroninmóvilesmirándosealosojos.AlfinGarcíasedirigióconpasoprecipitadoalapuerta.Antesdetraspasarlasevolvióyconlosojosllenosdelágrimasledijo:

—¡QuenotetomeDiosencuenta,Tristán,lainjusticiaqueestáscometiendo!

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XX

CONSECUENCIASDEUNOSCELOS

Tristánsóloentróenelcomedorparadespedirsedesumujerybesarasuhijo.Viéndole pálido y trémuloClara no quiso darle la noticia de la visita, aquellavisitaquetantolepesabayasobreelalma.Ellatambiénsehallababienturbadaporlaescenaqueacababadeadivinar,másquedepercibir.Suespíritu,siemprerecto, se rebelaba contra el proceder brutal de su marido. Si le hubiera vistomenos alterado se lo habría expresado con toda franqueza porque era unavalerosamujerytodainjusticiasublevabasusangre.Aplazó,pues,tambiénestaexplicación para el día siguiente y procuró distraer como siempre susinquietudes con las gracias de su hijo, mientras Tristán caminaba la vueltaacostumbradadelcafé.Latertulialiteraria,cuandollegó,ardíayaendisputasybromas. Pronto se dejó vencer por el influjo de aquella ruidosa alegría y sedisiparon las sombras que obscurecían su frente. Olvidó su disgusto. PerocuandomásenfrascadosehallabaenlaalgazaraaparecióenlapuertalafigurasiniestradelpaisanoBarragánconsueternazamarranegra,suenormesombreroy sus barbas hasta el medio del pecho. Los ojos de todos los tertulios sevolvieronconsorpresahaciaélyhubouninstantedesilencio.

—¡Hola!¿quévendráahaceraquíestepájaro?—dijouno.

—¡Soberbia figura para mi drama! Estoy por ir a preguntarle si se quierecontratar—dijootro.

—¡Aquenoteacercasaél!

Mientras tanto Barragán avanzaba por el medio del café echando miradassanguinariasatodoslosrinconescomosibuscaseaalgunoparaarrojarsesobreélydegollarlo.Al findivisóaldesgraciadoquebuscaba.Eraunsujetode fazbermeja. En los labios sinuosos del paisano se dibujó una sonrisa feroz y sedirigióhaciaelsitioqueocupaba.PeroalpasarcercadelamesadelosliteratospercibióaTristányexclamósonrienteyespantoso:

—¡Adiós,Tristanito!Haceyaunatemporaditaquenonoshemosvisto.¿Cómova esa salud? Por Clarita y el chiquitín no le pregunto porque sé que estánbuenos.Nanínmelohadichoestatarde.

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—¿QuéNanín?—preguntóAldamaporcuyosojospasóunanube.

—¿QuéNanínhadeser?ElmarquesitodelLago.Mehadichoqueloshavistoensucasayquehabíasentidomuchonoencontrarleausted.

La impresión que Tristán sintió con estas palabras fue tan violenta, que ungolpe en la cabezano lehubieradejadomás aturdidoyparalizado.Sólopudoexclamarconforzadayestúpidasonrisa:—«¡Ah!»

—Bueno—siguióBarragán viendo queTristán no decíamás—.He venido abuscaraaquelamigoquemehacitadoaquíyvoyahablarun ratoconél.Esmaestro cortador de La Confianza, esa gran sastrería de la calle Mayor; unhombre instruidísimo, Tristanito, un verdadero filósofo. Conoce la historia deEspañaaldedillo.Lediceausted todos los reyesgodosdememoriasin faltaruno, ¡es que sin faltar uno, Tristanito, créalo usted! En Calatayud, que es supueblo,hapublicadounosartículoscontraelcelibatoeclesiásticoquelevantaronroncha en el clero. Ahora está escribiendo un folleto contra Moisés, ¡unaverdaderahermosura!

Enaquelmomentoelsujetoencuestiónacercabasunarizescarlataaunacopadecognac,haciendoconcebirlasospechadequesurencorcontraelcaudillodelosisraelitasquizánaciesepornohaberlogradoentrarenlatierradeCanaanydisfrutardesusfamososviñedos.

MientrasduróestabreveconversaciónlosamigosdeTristánseburlabandelolindo,aunqueenvozbaja,delpaisano.«¡Guardias,socorro!»—exclamabauno—. «Tome usted la cartera. ¡No me haga usted daño por Dios!»—decía otrollevando la mano al bolsillo—. «Pues habla en diminutivo con muchadulzura.»—«Será un bandidogeneroso comoDiegoCorrientes.»—«Mirad quépálidosehaquedadoAldama.»

En efecto, Tristán se había quedado tan descompuesto que apenas podíaarticularunapalabra.Sinembargo,hizounesfuerzoheroicosobresimismoysonrióbalbuciendoqueaquelamigodetanfeacataduraeraunapersonahonradae inofensiva.—«¡Ya, ya, bien inofensivo te déDios!—Pues tú buen susto hasllevado. Estás más yerto que Hamlet viendo el espectro de su padre.» Hizocuantolefueposiblepormostrarsetranquilo;peroalospocosinstantes,connopocasorpresadelostertulios,selevantóbruscamenteysindespedirsesedirigióconpasorápidoalsitioqueocupabaBarragán.

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—Amigo Barragán—le dijo en el tono más indiferente que pudo—, ¿sabeustedenquéhotelparaelmarquésdelLago?

—Noestáenningúnhotel.Vive, segúnmehadicho,encasadesuprimoelmarquésdeHenares...UnhermanodeéstecreoquesecasaahoraconlahijadeRoda...

—Ya.¿YdóndeviveelmarquésdeHenares?

—Esosíquenopuedodecirle,Tristanito.MañanapuedeustedaveriguarloenelCongreso,porqueesdiputado.

Sindirigir siquieraunamiradaa lamesadondesehallabansusamigos salióapresuradamente del café.Una vez en la calle, quedó un instante inmóvil. Lacabezaleardíayelcorazónlepalpitabafuertemente.Alcaboemprendióapasolargoelcaminodesucasa.Seacercóalaporteríadondelosporterosformabantertuliaentornodeunamesaconalgunosamigos.Llamóconlosdedosenloscristales.

—Digausted,Juan,¿estatardehavenidoalgúncaballeroaverme?

Elporterovacilóunmomentosinacordarse,perosumujer respondióenvozalta:

—Sí, hombre, ¿no te acuerdas de un señorito joven que preguntó por losseñoresdeAldama?

—¡Ah! sí, un señorito alto, grueso, de pelo rubio. Le dije que no estaba elseñorito.Mecontestóqueeraigualysubió...

—Bien; ése ya sé quién es porque ha entrado en casa—respondió paradisimular—.¿Nohavenidoningúnotroapreguntarpormí?

—Meparecequenoseñor.

Inmediatamente se trasladóauna libreríade laCarreradeSanJerónimoqueaúnestabaabierta,pidiólaGuíadeMadridyseenteródóndevivíaelmarquésdeHenares.EraenunacalledelbarriodeArgüelles.TomóuncocheenlaPuertadelSolydio lasseñas.Pocosminutosdespuéssebajabadelantedelhotelqueocupabaelmarqués.Preguntóalportero.ElseñorylaseñorahabíansalidohacíayaunahoraconsuprimoelmarquésdelLagoyunaseñorita.

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—¿Nosabeusteddóndehanido?

—No,señor...,peroaguardeustedunmomento.

Tomólabocinadeltuboacústicoyllamó.

—MaríaLuisa,¿sabesdóndehanidolosseñoresestanoche?

Elporteroescuchóloquelerespondíanycolgandolaboquilladijo:

—Los señores tenían tomado un palco en el teatro deApolo.Allí deben deestar.

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Tristán subió de nuevo al coche dando estas señas. Cuando cruzaba por laPuertadelSolsonabanenelrelojdelministeriodelaGobernaciónlasdiez.Seapeódelantedel teatroydespidióelcoche,yusandodesuprivilegiodeautorentró sin detenerse en la taquilla. Había comenzado ya el acto segundo. Seacercóalapuertacentraldelasbutacas,laentreabrióyechóunarápidamiradaalospalcos.Enseguidalevio.Habíadosseñorasenprimertérminoyélconotrocaballero detrás de ellas. Se cercioró bien del número del palco y subió hastacolocarsedetrásdelapuertecita,yporunmovimientoirreflexivollamóconlosnudillosdelosdedossobreella.Elmismomarquesitoselevantóparaabrir.Susemblantesedilatóconunafrancaycordialsonrisa.

—¡AmigoAldama,ustedporaquí!Paseusted.¡Cuántosdeseos...!

Perolafraseexpiróensuslabios.LasonrisaquecontraíaelrostrodeTristáneratanextrañaysurostrosehallabatandescompuesto,queelmarquesitoquedóparalizado.

—¿Tendríaustedlaamabilidaddeescucharmedospalabras?

—Conmuchogusto...¿Peronoquiereustedpasar?

—Noseñor,gracias.

—¿Estanurgenteelasunto?

—Loes.

Nanínquedóuninstantesuspenso.

—Bien, bien—dijo al cabo—. Será como usted guste. Y dirigiéndose a susprimosañadió:—Soyconvosotrosalinstante.Necesitohablarunaspalabrasconesteamigo.

Salióycerrólapuertadelpalco.

—Estoyasudisposición—dijoyaconsemblantegraveparaacomodarsealdeTristán.

EsteechóaandarhacialaescalerayNanínlesiguióalvestíbuloquesehallabasolitario. Sólo los encargados de recibir los billetes de entrada charlaban a lapuerta.

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—Acabodesaberquehaestadoustedenmicasa.

—Efectivamente,estatardehetenidoelgustodeveraClara...

—¿Y no hubiera usted hechomejor en haberse privado de ese gusto?—dijoTristán,aquienlafrasedelmarquéscalentóaúnmáslasangre.

Nanínlemiróestupefacto.

—Nocomprendo...

—Quierodecirquevisitaralasseñorasjóvenesenausenciadesusmaridosnosiempreesoportuno.Generalmenteestaconfianzaselaautorizanlosamigosdemucha intimidad... Y francamente, por ahora no puedo contarle a usted entreellos.

Elmarquesito,cadavezmássorprendido,balbuceó:

—No pensé que eso tenía nada de particular... ConClara y con su hermanosiemprehemosmantenidorelacionesmuyíntimas.

—Peroconmigomuysuperficiales...yyosoyahoraelamodelacasayquienpuedeautorizarodesautorizarlasvisitasdemimujer.

Nanínavergonzadoyqueriendosacudirelembarazoquesentíareplicó:

—¿Yparaunatonteríacomoéstamehaceustedsalirdelpalco?¡Hombre,nomerecíalapena!

—Permítame usted que le diga—profirióTristán con reconcentrada ira—quejamás he concedido ni pienso conceder a nadie el derecho de calificar detonteríasmisactos.Ysialguienesbastanteatrevidoparatomarseesalibertadseexponeasufrirlasconsecuencias.

—Pero¿quémotivohayparaenfadarsedeesemodo?—exclamóelmarquesito—.Queaustednolegustaquevayaasucasa,niquieresermiamigo...Bueno;paraesonoteníaustednecesidaddevenirconesoshumosallamarmeestandoconseñoras.Bastabaconhabermeenviadounacarta.

—Si a usted le parece que vengo con humos debe tener presente que dondesalehumoesquehayfuego.Niparaenfadarmeniparadesenfadarmelepidoausted permiso... Por lo demás, me acomoda mejor hacerle a usted esa

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advertenciadepalabra.Noquieroqueustedponga lospiesenmicasa.¿Sehaenteradousted?

Elmarquesitoalzóloshombroscondesdén.

—Lomismoustedquesucasametienensincuidado.

—Y a mí menos que mis palabras le desagraden—respondió Tristándirigiéndoleunamiradaprovocativa.

Elmarquesitolemiróasuvezensilenciounosmomentosyvolviendoalcabolaespaldaconungestodesdeñosomurmuró:

—Razóntienenendecirqueestáustedloco.

—Másrazóntienenendecirqueesustedunimbécil.

Nanín se volvió rojo, exasperado, y avanzando hasta acercar su cara a la deAldamaexclamóconfuror:

—¿Quédecíausted?

Tristán,sinretrocederpoconimucho,respondióconigualfiereza:

—Loquetodoelmundosabe:queesustedunimbécil.

ElmarquesitoalzólamanoyAldamarodóporelsuelo.Losdependientesdelapuertayuncaballeroquecruzabaalasazónysehabíadetenidoaloírladisputaacudieronalevantarle.MientrasestaoperaciónserealizabaNanínpálidoyconlosojosextraviadosparecíadecididoarepetirlasuerte.Tristánporsuparte,unavezenpie,tambiénquisoarrojarsesobreél.Ambascosasfueronimpedidasporlosporterosyelcaballeroquelesauxiliaba.

—¡Déjenme ustedes!—exclamaba Tristán—. ¿No ven ustedes que me haabofeteado?

Nanín guardaba silencio. Al fin volvió de nuevo la espalda y con tranquilopasosedirigióalaescaleraparasubiralpalco.Tristán,sujetoporlasmanosdelosdependientes,legritó:

—¡Prontotendráustednoticiasmías!

Elmarquesitosiguiócaminandocondesdeñosaindiferencia.

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Tristán corrió al café. Tenía lamejilla roja y un poco inflamada.Cuando seacercóalatertuliadesusamigos,éstosleacogieronconlasalegreschanzasdesiempre,peroalverletandescompuestoyalobservarquesedirigíaaunjovencapitán,únicomilitardelareunión,yaotroamigoqueteníafamadetiradordearmas y duelista, entendieron de lo que se trataba y se callaron con respeto.Tristánllevóaotramesaasusdosamigosyconferencióconellosbrevemente.

—Tengo, sin ninguna clase de duda, la elección de armas, porque he sidoabofeteadodelantedevariaspersonas.Elegidlapistolaenlascondicionesmásgravesquepodáis.

Los amigos se dirigieron al Teatro de Apolo. El marquesito, que ya habíacontado a su primo el de Henares la aventura y esperaba la visita, eligió porpadrinosporindicacióndeésteaGonzálezdelaRiva,unhombrepolíticomuyconocidoquesehallabaalasazónenelteatro,yaunjoventenientedeartillería.Comoelteatronoerasitioapropósitoparaventilaraquelasunto,sedirigieronloscuatroalCírculodelaPeñayconferenciaronenunsaloncitocompletamentesolos.GonzálezdelaRiva,acostumbradoa las transaccionesdelapolíticayaloscabildeosdelsalóndeconferenciasdelCongreso,quisodesdeluegoarreglarpacíficamenteelasuntoyempleóparaelloaquellafacundiapersuasivaquetodoelmundolereconocía.Susfrasesaliñadas,todassushabilidadesparlamentariasseestrellaroncontralaresueltayarrogantedecisióndelospadrinosdeAldama.

—Noqueremosacta,porqueelactaquepropusiéramosnolaaceptaríaningúnhombredehonor,ynotenemosintencióndeofenderalmarquésdelLago.

Luego, al tratar de las armas, hubo también su poquito de discusión. SereconocíaelderechodeAldamaaelegir,pero lospadrinosdelmarqués, sobretodoGonzálezdelaRiva,expresaronsudeseodequitargravedadalduelo.Conigual firmeza los de Aldama rechazaron este deseo e impusieron suscondiciones.Dosdisparossimultáneosatreintapasos:inmediatamenteotrosdosa veinte avanzando cinco cada uno. Cuando salían del saloncito después dehaberlas convenido llegaba Narciso Luna, aquel joven-viejo o viejo-jovenamantedelacondesadePeñarrubia.Habíatenidonoticiadeloquesetratabayveníadesdeelbillarjadeante,trémulo,comosisetrataserealmentedeldesafíodeunhermano.Sedirigióconvozalteradaalospadrinosdiciéndolesqueaquellancenopodíaefectuarse,queeranecesarioarreglarloyqueélestabadispuestoahacercuantofuesenecesarioparaellodejandoelhonordeambosasalvo.Lospadrinosdelmarqués(conelcualnisumismahermanalacondesadePeñarrubia

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setratabaya)hicieroncomprendercortésmenteaaquelcuñadosuigenerisqueno debía mezclarse para nada en el asunto que les estaba confiado. Los deAldama ni siquiera se dignaron contestarle pasando fríos y arrogantes pordelantedeél.Cuandosehallabanyaaalgunadistanciaunodeellosdejóescaparenvozbastantealtauna frase sangrientaqueNarcisoLunanooyóonoquisorecoger.

Tristán les esperaba en el café impaciente. En cuanto llegaron y le dieroncuenta de las condiciones convenidas quedó repentinamente tranquilo ysatisfecho. Se puso a charlar y bromear con sus amigos con una alegría yserenidadqueéstosadmiraron.Pocodespuéssedespidiónosinhaberconvenidoconsustestigoslahorayelsitioenquedebíanverse.ParaevitarsospechasenlasfamiliasseconcertóellanceporlatardeenunafincasituadaenLeganés.Elmarquesito debía salir del Veloz-Club con sus amigos a las dos en punto yTristánde laPeñaa lamismahoracon lossuyos.Cuandosevioen lacalleysolo, una arruga profunda se marcó en su frente: desapareció súbitamente laalegría,unpocoforzada,queaúltimahorahabíamostrado.Unproblemanegro,pavoroso se alzó delante de él. Clara. ¿Por qué había recibido la visita delmarquesito?¿Porquéselahabíaocultado?Muchomenosqueestonecesitabasuespíritucavilosoparalanzarseatodaslassospechas,alashipótesismásgraves.El corazón comenzó a palpitarle fuertemente, las sienes le latían como si sucabezafueseaestallar:emprendiólacarrerahaciasucasa.Cuandollegó,Claraaúnestabavestida esperándole aunque erayamás tardequede costumbre.Alverladescomposicióndesurostro,alsentirsobresílamiradafulgurantedesumarido comprendió que éste tenía conocimiento de la visita del marqués. Laescena que se desarrolló fue violentísima: gritos, lágrimas, recriminaciones,protestas. Sin embargo, la verdad vibraba tan elocuente en la voz de la jovenesposa, resplandecía en sus ojos tan nobles, tan sinceros que Tristán no pudomenosderendirseenelfondodesucorazónalaevidencia.Lavisitahabíasidoinevitable porque el criado no dijo el nombre delmarqués, se había hecho enpresenciadelaniñeraysóloporeltemordeaumentarsudesazónhabíaaplazadodarle conocimiento hasta verle más tranquilo. Tristán se rindió en el fondo aestasverdades,peronoenlaapariencia.CuandodespuésdeunratodesilencioClarafueadarleunbesolarechazóylevantándosebruscamentesefueadormiraotrocuartodejándolabañadaenlágrimas.

Clara era inocente, así lo comprendió; mas por una de esas misteriosasdepravacionesqueexperimentaelespíritudeloshombrespreocupadosporuna

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ideafija,aferradostenazmenteaunaabstracción,casisesentíamolestodequelo fuese. Quisiera poder gritar con furor «¡ah! ¡la vida!» y maldecir comosiemprede la creación.Sufrir,morir, tal es eldestinodelhombre.Todoamor,aunelmástierno,aunelmássanto,noesmásqueelinstintosexualdisfrazado.El matrimonio es un lazo que la naturaleza nos tiende, etc.; todos lospensamientosenfindequeestabaatiborradosucerebroyquebuscabanelmásmínimopretextoparaexhalarse.Aquellodehaberencontradounsertannoble,tanpuro,tanexentodeegoísmocomosuesposaconstituíaparaélunaverdaderadecepción.Peroyaquepor este ladonopodía refocilarseen sus ideasnegras,desesperadas, halló manera adecuada de darles satisfacción pensando en elmarquesito. No le cabía duda que aquel majadero insistía en pretender a sumujer,quelavisitaasolashabíasidocalculada,yaunllegabansussospechasaimaginarquehabíaestadoespiandosusalidaparaentrar,sabiéndoleausente.Poresto,porlaprofundaantipatíaquedesdeluegoleinspirabaysobretodoporlaafrenta que de él acababa de recibir, su sangre hervía de odio y ansias devengarse. Su habilidad suprema en el manejo de la pistola le ponía encondiciones de saciar este deseo, pero al mismo tiempo despertaba en suconciencia ciertos leves escrúpulos que procuraba sofocar por medio dereflexiones más o menos fundadas. «Nanín es un gran cazador—se decía—.Conoce admirablemente el manejo de la carabina. ¿Por qué no ha de tirartambiénlapistola?»

A la mañana siguiente hizo la vida de siempre. Después de desayunar encompañía de su esposa, estuvo leyendo o trabajando en su despacho. Conaquélla, aunque todavía serio, semostródulceyafectuoso.Clara, sorprendida,fuetandichosa,queantesdeencerrarselebesócontransporteyluegolloródefelicidad a solas. Las vagas sospechas de que Tristán pudiese provocar almarquéssedisiparon.Almorzaroncontranquilidad,ydespuésdehaberpasadoun rato jugando con el niñomientras fumaba un cigarro, tomó el sombrero ysalió como de costumbre. Se hallaba perfectamente tranquilo. Sin embargo,cuandoClara, que salía siempre a despedirle, cerró la puerta, cuando bajó losprimerosescalones,unpensamientolúgubreatravesósucerebro:«¡Siesechicomematase!»Quedóuninstanteinmóvilytuvointencionesdevolverseybesarasuhijoyasuesposaconmásefusióndeloquelohabíahecho.PerosearrepintióinmediatamentecomprendiendoelefectoqueestocausaríaaClara.SetrasladóapiehastalaPeña.

Yaleesperabanallísustestigos.Conellosibaunamigomédico.Subieronal

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carruajealsonar lasdosycuandomontabanvieronquearrancaba tambiéndelVelozotrocarruajedondedebíadeirelmarqués.Mientrasduróeltrayectotantoél como sus amigos afectaron alegría. El médico, que era aragonés, les fuecontando una serie de chascarrillos baturros y el capitán, nacido en Málaga,correspondióconbuengolpedetimosandaluces.Alllegaralaposesiónlagranpuertaenrejadadehierroestabaabiertayuncriadoalpiedeellaesperándoles.Lesdijoquelosotrosseñoresyaestabandentro.Hechoslossaludosderúbricalos testigos conferenciaron brevemente. Luego uno después de otro hicieronentrar a sus apadrinadosen la casay escribir sobreunamesade comedorunacarta dirigida al juez, la consabida carta del suicida. Salieron de nuevo todos,caminaron largo trecho por la posesión hasta salir de ella y buscar un sitioretiradodetrásdesustapias.Eldueñodelafincasehabíanegadoaqueelduelose realizase dentro aunque les facilitó todos los medios para que no tuviesennecesidaddehacerlo.

Secargaronlaspistolas,seeligióterreno,semidió,sesortearonlossitios.Porfinse lepusoacadaunounapistolaen lamano.Mientrasduraron todasestasoperaciones Tristán estaba más que grave, ceñudo. El marquesito sonreía.Cuando le entregaron la pistola y le invitaron a ponerse en guardia todavía sedibujóunasonrisaensus labios,peroaquellasonrisaexpresabaunamezcladesorpresayconfusión.EnrealidadNanínsesentíasorprendidoyavergonzadodehallarse en una situación que dado su carácter pacífico y bondadoso niremotamentepudoprever.

—¡Prevenidos!—gritóunodelostestigos.Ydiotrespalmadas...

Losdostirossonaroncasisimultáneamentesinhacerblanco.Tristánnopudoreprimirunimperceptiblegestodesorpresa.Yacontabaconquelaspistolasnoestarían montadas al pelo, pero no sospechó que estuvieran tan duras, y diogatillazo comodicen los tiradores.Secargaronnuevamente, tomócadauno lasuyayelmismotestigogritó:

—¡Avanzar!

PeroantesdehacerloGonzálezdelaRivaseacercóvelozmentealalíneadeloscombatientesydijoconsuvozreciadeoradortribunicio:

—Señores: Sean cuales fueren los motivos que a este penoso trance hanconducido a los caballeros que tenemos la honra de apadrinar ya no puede

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ofrecerlamenordudaqueelhonordeamboshaquedadoplenamentesatisfecho,limpiodetodamácula,puroydiáfanocomoundíaesplendorosodesol.Elvalor,laserenidad,laperfectahidalguíadequehandadogallardamuestraloatestiguanmejorquepuedenhacerlomishumildespalabras.Inútilytemerarioycontrarioatodas las leyes de humanidad sería que prosiguiesen dando iguales pruebas.Nadaañadiríayaasuacabadacaballerosidad,quitandomuchoasuprudenciayasussentimientoshumanitarios.¡Ahseñores!elhombrenoesunafieradelosbosquesaquienenardeceenvezdecalmarlasangredesuenemigoyluchaconél hasta destrozarlo y no queda satisfecha hasta que le arranca sus entrañaspalpitantes.Elsoldelainteligenciaresplandeceennuestrocerebro,elrayodelamor penetra en nuestro corazón. Somos hombres, estamos sellados por lanaturaleza como reyes de la creación y nuestros actos deben responder a estasagradarúbrica.¿Queréisporunatristeymentidasusceptibilidadarrancarosdela cabeza la corona insignia de vuestra majestad, despojaros del manto depúrpura que señala vuestra grandeza? ¿Queréis que habiendo nacido hombresenvidiemos la condiciónde las fieras?Lejos demi ánimo el suponerlo.Yo séquevuestrocorazónesdemasiadonobleparaalbergarlosinstintossanguinariosdelabestiaferoz,yoséqueestemismocorazónosdiceenestemismomomentoquehabiéndoosportadocomovalienteseshorademostrarosgenerosos...¡Bastaya,señores!¡bastaya!Dadlasatisfacciónavuestrosamigosdedepositarenelsuelo esas armas y estrecharos la mano como lo que sois, como hombres dehonor,comoclarosyperfectoscaballeros.

Hablaba acompañándose con la acción desenvuelta y elegante del oradorencanecidoen las lidesparlamentarias, ahuecando lavozyhaciéndola temblarpormomentos lomismoquecuando tratabadehacerpasarunproyectode leyquelamayoríaseobstinabaenrechazar.

Cuandoterminó,Tristán,queleescuchabasinpestañear,volviólacabezacondesdeñosaindiferenciayavanzóloscincopasosquelehabíanseñalado.Nanínhizo lomismo.El testigovolvió a dar las palmadas convenidas.Los dos tirospartieron.Entoncessevioalmarquesitosoltarlapistola,llevarseambasmanosal pecho, sonreír de unmodo doloroso y dandomedia vuelta desplomarse debrucessobrelatierraconunruidosordoquehelólasangredeloscircunstantes.

Losdosmédicosseprecipitaronasusocorro.Desgraciadamentesecercioraronen seguida de que estaba muerto. Con una intensa emoción pintada en lossemblantescambiáronsealgunaspalabrasyTristán,acompañadodesusamigos,

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entró apresuradamente en la finca y volvió a salir por la puerta enrejada,subiendoalcochequelesaguardaba.

XXI

LAMALDICIÓN

PocoantesdelahoradecomerClararecibióunacartasuyapreviniéndolequenoleesperase,quecomíaconunosamigosynovolveríaacasahastalahoradecostumbre. No le sorprendió porque alguna vez lo había hecho, aunque muyrara.PerosíquedóadmiradadequehallándoseaúnenelcomedorsepresentaseEscudero.Despuésde los saludosyde algunaspalabras indiferentes, el tío deTristánlemanifestó,conemociónmaldisimulada,quesusobrinohabíatenidounlancedehonoraquellatardeyquehabíaheridoasuadversario.Paraevitarsemolestiasyparasustraersealacuriosidaddesusamigoshabíaresueltodormiraquellanocheencasadesustíos,adondepodíairellatambiénsigustaba.

Claraquedóyertaypreguntósabiendoyadeantemanolarespuesta:

—¿Conquiénfueellance?

—ConelmarquésdelLago.

Sepusopálidaypermanecióuninstantepensativa.

—Nolehaherido,lehamatado,¿verdad?

DonRamónbajólacabezasincontestar.

Ambos quedaron silenciosos. Al cabo Clara, alzando la frente, dijo conresolución:

—Vamosallá.Voyaponermeotraropayapreveniralaniñera.

Loquepasabaporelcorazóndelajovenesposaenaquelmomentonoesfácildefinir.NoseleocultabaqueellancehabíasidoprovocadoporTristánacausadesusridículoscelos,yaunqueamabaciegamenteasumaridosuconcienciano

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podíamenosdesublevarsecontratalbarbarie,contraunainjusticiatannotoria.Aquel desenlace trágico la llenaba de confusión y de terror. ¿Qué hombre eraéstequeporunaestúpidaaprensiónllegabaadarmuerteaunchicoinocente?LaentrevistaconTristánencasadeEscuderoseresintiódetalconfusióndeideas,deestechoquedesentimientostandiversos.Huboinstantesdeemociónintensa,de demostraciones de cariño frenético; pero los hubo también de visible yextrañafrialdad.Tristán,turbadoporlasemocionesdelatarde,aturdidoporlasconsecuencias fatales que sus celos habían ocasionado, no pudo advertir lasingularidaddelaconductadesuesposa.Pasaronallí lanoche.Claranoquisoacostarse y se estuvo hasta las primeras horas de la madrugada con su tíaEugenia, que dormía poco y vivía cada vezmásmiserable bajo un constanteterrordetodaslascalamidadesposibleseimaginables;unasvecesdelosgrandesagentesfísicos,elaire,elfuego,elagua,otrasdelosorganismosmicroscópicos,bacilos,microbios,etc.Escuderohabíaaconsejadoasusobrinoquesalieseunosdías de Madrid. Aquel desafío seguramente iba a levantar mucho ruido, losperiódicos hablarían, las autoridades acaso hicieran averiguaciones: nada másoportuno que mantenerse alejado hasta que la marejada se calmase. Por lamañana salieron,pues, los espososenelgran familiarde su tío, acompañadossolamente de la niñera y la cocinera, para una finca que aquél poseía en loslímitesdelaprovinciadeToledo.Allípermanecieronaproximadamentequincedías.Duranteeste tiempo, la influenciadelcampo, lavidamás íntimay sobretodo la necesidad de acallar el grito de su conciencia, hicieron a Tristánmáscariñosoyatentoconsuesposa.Apartadodelavidadecaféydecírculoydelasrivalidadesdelavidaliteraria,ellazodelamorconyugalseestrechó.Claraporsu parte hacía esfuerzos extraordinarios por apartar de su imaginación aqueldesafío fatal.Algunavez, sentada al ladode sumaridoal piedeuna fuenteocaminandoemparejadaconélporelmonte,llevandoamboscolgadadelhombrolaescopeta,sesintiófeliz.Hubierapermanecidoallítodalavida.

CuandovolvieronaMadridlacasaselecayóencima.Adiósilusionesdepazydeamor,adiósairepuro,adiósgratascorrerías,adióssueñotranquilo.Otravezalasoledaddesucasa,alastristesalternativasdeunhumorsuspicazysombrío.En la tarde del mismo día en que regresaron se hallaban los esposos en eldespacho de Tristán. Clara sentada en un diván tenía al niño en sus brazosmientrasaquélasuladoseesforzabaenhacerreíralpequeñueloretozandoconél.Elcriadosepresentó.

—Unaseñorapreguntaporlosseñoritos.

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—¿Quiénes?¿Hadadosunombre?

—No,señor.Hadichoqueesdeconfianzayquieredarlesunasorpresa.

Tristánquedóunmomentovacilante.Clarasepusorepentinamenteseriacomosiunpresentimientotristeatravesasesucorazón.

—Bien;hazquepase.

El criado se retiró y a los pocos instantes apareció en la puerta lamarquesaviuda delLago.Clara sintió que toda la sangre de sus venas fluía al corazón.Tristán se alzó del asiento como movido por un resorte. La marquesa, alta,delgada,vestidaconunmantonegrohastalospies,parecíaunfantasma.

—¿Nome esperaban ustedes, verdad?—dijo con voz enronquecida, extraña,quejamáslehabíanoído—.Sinembargo,yolesaguardabaaustedesdesdehacemuchosdías;lesaguardabaconimpaciencia.Losvecinosdelacallepuedendartestimoniodeello.Ellosmehabránvistopaseardíaynochebajoelsolybajolalluvia sin perder de vista los balcones de esta casa que con ansia deseaba verabiertos.Allíhadormido,medecíamirandohaciaacá,allíhadormidotranquilomuchotiempo,peronodormirámáselasesinodemihijo...

—¡Señora! ¿qué está usted diciendo?—profirióTristán con ímpetu dando unpasoadelante.

—¡No dormirá más, no!—prosiguió la marquesa sin hacer caso de lainterrupción—.Yome encargaré de envenenar su sueño, de tener abiertos susojos hasta que apunte la aurora.No quiero que para él haya ya aurora ni luz,quiero que se agite entre las sábanas como entre envolturas de llamas, que lepersigaelfantasmadelinocentequehasacrificado,quemildemoniosletaladrensincesarelcorazón...

—¡Veaustedloquedice!—gritóTristánrojodecólera—.Sihagollamarparaqueescuchenestaspalabrasdaráustedcuentadeellasantelajusticia.

—Llameustedasuscriados, llameusteda losvecinos, llameusteda todoelmundoparaqueseenterendequehaprovocadoustedaundesgraciado jovenparamatarle no como hacen los caballeros, con riesgo igual de su vida, sinocomo los traidores y cobardes, buscando la ventaja para hurtar el cuerpo. Lomismoustedquelosamigosquelehanapadrinadosabíanquemihijomarchaba

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comouncorderoalsacrificio,porquesuinfernalhabilidadenelarmaquehabíaelegidoledabasobreélunasuperioridadindudable.

—¿Quería usted que habiendo sido abofeteado le diese a elegir el arma quemásleconviniese?—replicóAldamaconmáshumildad.

—Pero ¿quién ha ido a provocarlo? ¿Quién fue a sacarle de su palco parainjuriarlo?¿Quiéneselquefríamenteconciertalascondicionesdeundesafíoenquesinremediohabíadeperecerunpobrejoven,casiunniño?Únicamenteelquenotieneninobleza,nivalor,nisentimientoshonradosenelcorazón...¡Ah,mipobrehijo!¡hijodemisentrañas!¡Cómohascaídoenellazoquetetendieronlos traidores...!Noestaba aquí tudesgraciadamadreparaprevenirte, lamadreque teha tenido colgadode suspechos, laquebesaba los rizosdoradosde tupeloalacostarteyvolvíaabesarloscuandotedespertabas.Yanoexistes,pobrehijo mío... Una bala traidora ha agujereado tu pecho, y cuando empezabas avivir,cuandotodoelmundotesonreíaytumadrevivíapendientedetusonrisa,tú tannoble, tanhermoso, tanvaliente, yano eresmásque ceniza...Diosqueestásenloscielos,¿porquémedejasvivirsinmiNanín...?

Lavozdelamarquesasollozabaalpronunciarestaspalabras.Tristán,presadehondaemoción,nosupomásquebalbucir:

—Señora,paramíhasidotambiénunadesgraciairreparable...

—¡Miente usted!—exclamó revolviéndose furiosa con los ojos llameantes—.Es usted incapaz de sentir lo que ha hecho, porque en usted no haymás queenvidiayvanidad.

—En el estado en que usted se halla sus palabras no tienen valor alguno.Créaloustedonolocrea,sudolordemadreconmuevehastaloprofundodemialma,ydaríacongustoenestemomentomividapordevolverleladesuhijo...

—¡Nomehableustedcondulzura!Noquierodeustedlacompasión.Prefieroel odio. Ya que odiaba usted a mi hijo, ódieme también a mí.Máteme ustedcomolehamatadoaél.Acasofueraelúnicobienqueustedpuedehacerenestemundo... ¡Oh, mi Nanín! ¡oh, hijo de mi corazón...! Venganza del cielo, ¿nocaerás sobre la cabeza de su verdugo? Sí, sí... caerá... Dios es justo. ¡Jamásvivirátranquiloelquehamatadoaunángel...!¡Maldición,maldiciónsobreél!

Lamarquesaavanzóunpasotodavía.Susojosbrillabancomoascuasdebajode

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suscabellosblancos; todosucuerpo temblabadeodioydecóleracomoeldeunafataleuménida.

—¡Malditoseaustedyquienlehaengendrado!¡Malditasealahoraenquehanacido!¡PermitaDiosquesuesposaveasiempreesasmanosteñidasdesangre!¡Maldita sea ella también! ¡Maldita la leche que ese niño está mamando...!¡Malditosseáistodos,malditos,malditos,malditos...!

Clara cayó sobre la alfombra con el niño entre los brazos. Tristán acudió asocorrerlos.Cuandovolviólacabeza,lamarquesahabíayadesaparecido.

Al recobrar el conocimiento y después de haberle prodigado los cuidadosnecesarios se hizo venir al médico. Este, teniendo en cuenta el estado de lamadreyeltiempoqueyacontabaelniño,ordenóqueseledestetase.Sedispuso,pues,quedurmieseenuncuartoseparadoconlaniñera.Clarapasóelrestodelatardellorando.Tristánsalióunmomentodespuésdecomeryquisodistraerseenelcafé,peronopudolograrlo.Sehallabatanmelancólico,tanabatidoquemuyprestoserestituyóasucasa.Clarasedisponíaaacostarse,peronoenlaalcobadel gabinete donde dormía el matrimonio, sino en otra habitación alejada. AlpresentarseTristánymostrarenlosojossusorpresaledijobalbuciendo:

—Dispénsame,Tristán,meencuentromuydébil,meduelemucholacabezaytemoquememolestenallílosruidosdelamañana...Yaves,estátanpróximaalapuerta...Aquíhaymássilencio...

—Está bien—dijo Tristán fingiendo creer la disculpa—. No te levantesmañana.Yoencargaréatodosquenohaganruido.

Hablaron unos momentos de cosas indiferentes, procurando ocultarse suemociónyelabatimientoque losdominaba.PerocuandoTristánaldespedirsequiso darla un beso, Clara se echó hacia atrás con un movimiento de terrorgritando: «¡No!»—Después se puso roja y bajó los ojos. Tristán la mirólargamenteensilencio.Luegogirandosobrelostalonessaliódelaestancia.Porlamañanasaliendodesudespachoseencontróenelcorredorconella.Estabapálida.Seacercóaélycayóensusbrazos.Tristánlaestrechócontrasupecho.Lloraronensilenciolargorato.Ambossentíanquesufelicidadestabarota,quealgosiniestrosecerníasobreellosyquenolesdejaríahastasecarelamorensucorazón.

Clara luchó denodadamente en los días sucesivos contra sus negros

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presentimientos,contrasusterrores,contralasangrientavisiónquelaspalabrasdelamarquesahabíandejadoensumente.Semostróconsumaridocariñosaysolícita hasta el exceso, procurando envolverle en una red de atenciones. Estecuidadoalejabadeellaotrospensamientos,peroerademasiadoexageradoparaquenoseadvirtieseelesfuerzo.Tristánloadivinabaysesentíamásheridoensuorgullo que en su amor. Hubiera podido, hubiera debido dar explicaciones,rebatirlaterribleacusacióndelamarquesa;losojosdeClaraselasdemandabancon insistencia; pero la innata y fiera altivez de su naturaleza le cerraba loslabios. Suponer que él era capaz de dejarse abofetear con el objeto de tenerfacultadparaelegirarmaseraunainjuriaquesuesposanoteníaderechosiquieraa imaginar. Este silencio fue fatal para ambos.Clara al cabo de algún tiemposintiódesfallecer su fe.Cuandounalmapurapierde la fe, ladesesperación seapoderadeella.Amabaasumaridoporquecreíaenél,porquecreíatantoenlanoblezadesucorazóncomoensutalento.Alfiltrarseladudaensumentetodolovionegro,todoloviohorribleyleacometierondeseosdehuirodemorir.Sefatigódeaquellascalurosasexpresionesdeamorquenoencontrabanladebidacorrespondencia. Tristán cada día más frío, más serio, más encerrado en símismo, detenía sus caricias y congelaba sus expansiones. El malestar fuecreciendo y el alejamiento de los esposos haciéndosemás ostensible.Y ¡casoestraño! este alejamiento, provocado principalmente por su actitud, hirió aTristán tan cruelmente que le volvió loco de ira. Era frío y altivo; comenzó amostrarse grosero. Su carácter, inclinado al despotismo, se agrió todavíamás,particularmentecon loscriados.ConClaraunciertorespeto,queaúnnohabíaperdido, le detuvo durante algún tiempo. Pero también llegó a perderlo. Porcualquier negligencia promovía en la casa un fuerte disturbio, se exasperaba,gritaba como un loco. Nadie le entendía, nadie le daba gusto. Habiendosorprendidounasonrisadeinteligenciaentreelcriadoyladoncellalebastóestopara imaginar que en la casa se conspiraba contra él, que todos estaban deacuerdoparavejarleyClara laprimera.Entoncescomenzóparaéstaunavidabienmiserable.Tristánapenaslehablaba:algunasvecessesentabanalamesayse levantabansinhaberdespegado los labios.Sólo sedirigíaaellaalgunavezcuandonecesitabadesahogarsumalhumorpara reprenderlaásperamente,parainjuriarla también en ocasiones. La joven contestaba a estas violencias conlágrimasysollozos.Llegóunmomento,sinembargo,enquesucorazónherido,deshecho,yanopudomás.Sesecaronlaslágrimasrepentinamenteyundíaenque sumarido enloquecido se desbordaba en palabras ultrajantes le clavó unamiradalarga,fría,despreciativaqueledejóparalizado.«Mimujermeodia»,se

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dijo estremecido.Y desde entonces aquella idea no se apartó de sumente. Sepuso a observarla con ansiedad queriendo sorprender en sus ojos, en susademanesaquelodioqueélmismohabíatrabajadopordespertar.Noeraverdad,sinembargo.Claranoleodiaba,ledespreciaba.Armadadeestedesdéncomodeuna coraza que la naturaleza piadosa colocara en su corazón escuchaba losinsultosdesumaridosinpestañearyseguíaejecutandoloqueteníaentremanosconlamismacalmaquesioyeseelruidodelamar.

Tristáncomenzóapadecerdelestómago.Susdigestionessehicieronpenosas,contribuyendoestoaexacerbaraúnmássumalhumor.Noresignándoseapensarquefueseunaenfermedadenviadaporlanaturalezaespontáneamente,sepusoaimaginarqueteníalaculpalacocinera,quelosalimentoserandemalacalidad,quese losservíanunasvecescrudos,otrassaladosopicantes,etc.Por reflejo,Clara tenía la culpa de todo. Se despidió a la cocinera; vino otra y pasó lomismo.Avecessemarchabaacomeralrestaurant,yentoncesllegabatriunfantea casa y decía en alta voz que aquel día se sentía admirablemente aunque nofueseverdad.Undíalepreguntóaunamigomédicoenelcafé:

—Dime,¿esverdadqueexistenvenenoslentos?

—Cualquiersustancianocivaesunvenenolentosiseadministraalacontinua—lerespondió.

Aqueldíaestuvodoblementepreocupadoycaviloso.Desdeentoncescomenzóa observar con intensa atención losmovimientos de su esposa, a reconocer ahurtadillas todos los cacharros que había en el aparador, a dirigir rápidas ypenetrantesmiradasaaquéllacadavezquegustabalosalimentos.Ciertanoche,despuésdecomer,nosintiéndoseconganasdesalir,seacomodóenunabutacaypidió que le hiciesen te.Al oír los pasos del criado que se lo traía,Clara queestaba bordando debajo de la lámpara, se alzó precipitadamente de la silla,reconoció la azucarera donde sospechaba que ya no quedaba azúcar, y viendoconfirmada su presunción, corrió al encuentro del criado y le hizo volver a lacocina. Mandó sacar azúcar de la despensa, le echó los tres terrones que sumarido necesitaba siempre, y ella misma vino a servírselo. Mientras tantoTristán,quehabía seguido lamaniobradesuesposaconvivo recelo,esperabaanhelanteacometidodeunaterribleinquietudqueserevelabaensurespiraciónyensusojos.Tomóconmanotemblorosalatazaquelepresentaban,ydespuésdevacilarun instante,sedecidióa llevarlaa los labios.Fueseaprensiónoqueenrealidad el te estuviese mal hecho, lo cierto es que percibió un extraño y

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desagradable sabor.Dejó caer la taza al suelo, y sujetando a su esposa por lamuñecaconfuerzalepreguntófuriosamente:

—¿Quéhasechadoenestete?

—¿Cómo...? ¿Qué dices?—respondió Clara aterrada al ver los ojos de sumarido,perosincomprendertodavía.

—¡Te pregunto qué es lo queme has echado en el te!—gritó conmás furorsacudiéndoleelbrazoysoltándolodespuésconunmovimientoderepulsaquelahizotambalearse.

Clara comprendió al fin y llevándose las manos a los ojos exclamó conespanto:

—¡Diosmío,quéhorror!

Despuéscomosifueseacometidasúbitamenteporunraptodelocurasepusoagritaralaniñera:

—¡Juana!¡Juana...!¡Elniño!¿Dóndeestáelniño?¡Traermeelniño...!

—¿Quéhaces?¿Quéquieres?—preguntóasuvezsorprendidoAldama.

—¡Elniño!¡Elniño!—seguíagritandoClarasinhacercaso.

Corrióasuhabitación,seechóunabrigoencimadeloshombrosytomandoalniño que le presentaba ya Juana se dirigió a la puerta de la calle. Tristán leinterceptóelpaso.

—¿Adóndevas?

—Adondenotevea—replicóresueltamentelajoven.

EntoncesenelcerebrodeAldamabrillóunrayodeluz;tuvoporuninstantelavisiónclaradesuinjusticia,desuincreíblenecedad,ycayóderodillas.

—¡Clara,perdón!¡Notevayas!

—¡Aparta, aparta, miserable! Ya he sufrido bastante. ¡Mi corazón no puedemás!

YcomoTristántratasederetenerla,ledioconsubrazovigorosounempujón

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quelehizocaerdeespaldas.

Cuandoselevantó,suesposabajabanyalaescaleraconelniñoyJuanadetrásdeella.

Sepusoenpie.Lavergüenzaylacóleraardíanalmismotiempoensupecho.Escuchó unos instantes, hasta que el ruido de los pasos dejó de percibirse, ycerró lapuerta,quehabíaquedadoabierta.Luegosedirigióal salón,encendiólas luces y comenzó a pasearse de una esquina a otra con las manos en losbolsillos.Unfríocortantecomounaespadaentrabaensucorazón.Veíasesolo,ycon profundo estupor se daba cuenta de que todo había concluido para él. Sehallaba en la situación de un jugador que acaba de arriesgar su fortuna a unacartay lapierde.Alcabodeun rato llamaronconsuavidaden lapuertade laestancia.

—¡Adelante!—dijoparándose.

Entróladoncella,cuyaadoraciónporClaraeraconocida.

—Señorito—manifestó con resolución—, habiéndose ido la señorita yo nopuedoquedarenestacasa.Situvieselabondaddedarmelacuenta...

—Ahoramismo—replicóTristáncuyafrentesefruncióterriblemente.

Fuealdespacho,lepagóysevinodenuevoalsalón.Peroalospocosinstantessepresentóelcriadobalbuciente,ruborizado.Éltambiénqueríairse,noporqueestuviese descontento del señorito, pero era novio de la doncella... pensabacasarseenabril...Lucilaselohabíaexigido...

—Basta—dijoAldamasecamente.

Y sin pronunciar otra palabra fue al despacho y le entregó su cuenta. Sintiódespuéselruidoquehacíanalarrastrarsusbaúles,oyóabrirselapuerta,oyólavozdeunoshombresquedebíandeserlosmozosdecuerda,yluegosecerrólapuerta y todoquedó en silencio.Pero inmediatamente se presentó la cocinera.Eraunamujerdemásdecuarentaañosydetanfeacataduraqueinspirabarisa.

—Aunque hace poco tiempo que estoy en la casa ya cogí ley al señorito,porque es simpático y amable... y tiene ángel... ¡vamos porque sí, porquemegusta!Peroyaelseñoritopuedecomprenderqueunajovensolaenunacasaconuncaballeronoparecebien...Lagenteesmuymalayseagarraacualquiercosa

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parahacerdaño...Necesitomirarpormihonra.

Tristánlacontemplófijamenteconcuriosidadburlona.Ledioporcompletolarazón.Nada, nada, los jóvenes de distinto sexo no estaban bien solos bajo unmismo techo. Le pagó y la pudorosa doméstica se despidió hecha una jaleadiciendoquealdíasiguientevendríaabuscarelbaúl.

EntoncesTristánquedósoloenlacasa.Unatristezainmensa,infinita,pesabasobresualma.Sentíadeseosdesollozar.Acasoestohubieraaliviadosucorazón,pero el orgullo dominaba sus lágrimas, las obligaba a volverse atrás cuandoqueríansalir.

Largo rato paseó por la estancia sin detenerse, con el rostro pálido, los ojossecos y febriles, la frente dolorosamente fruncida. A la puerta oyó los levesaullidosdelperroquequeríaentrar.Fueaabrirle.ElFidelcomenzóarecorrerelsalón con la cola agitada, oliendo en todas partes: luego salió como untorbellino, recorriendo los pasillos, entrando en las habitaciones, buscando,olfateando.Entródenuevo,miróaTristán,dejandoescaparquejidoslastimeros,se fue a la puerta de la calle, volvió y repitió varias veces estamaniobra. Elpobreanimalbuscabaasuama.

UnasonrisaamargasedibujóenloslabiosdeAldama.

—¿Tútambiénquieresirte?¡Anda,anda,marchacuandoquieras!

Se dirigió a la puerta y la abrió. El perro se precipitó raudo por la escalera.Tristánvolvióalsalónyentonces,sí,quedóenteramentesolo.

XXII

HACIAOTROMUNDO

Cuando Elena quedó sola, después queNúñez hubomarchado, se dirigió alsalóndondesehallabaunmagníficoretratodesumaridopintadoporPradilla.

—Lohechoyano tiene remedio,Germán... ¡Pero sabrépagar con lavida lo

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quehehecho!—dijoenvozaltahablandoconlaefigiecomoconunservivo.

Una resolución sombría, inquebrantable, animó sus ojos desde entonces.Despuésquelesirvieronelalmuerzo,queapenastocó,vistioseapresuradamenteydioordendequeengancharanlaberlinayquelacondujesenalaestación.Unavezallídespidióelcocheysubióapiepor lacarreterahastaelpueblo.Sefuedandorodeosparanoservistahastalafarmaciadesuprimo,cuyascostumbresconocía.Despuésdecomersolíapasarésteunpardehorasenelcasinojugandoal dominó. Sin embargo, cruzó rápidamente por delante de la botica paracerciorarse.

—DonManuel,¿noestá?—preguntóaldependiente,unchicodequinceadiezyseisaños.

—No,señora;hastalascuatronosuelevenir.

Elenahizoungestodecontrariedadymanifestóquenopodíaaguardar tantotiempo. Necesitaba encargarle con urgencia una medicina que ya le habíapreparadootrasveces.Elchicoinsinuóqueestabaenelcasino,quesubiríaparaquelamuchachafueseaavisarle.Elenaseopuso.Comoladistanciaeracorta,lesuplicóqueélmismofueseymientrastantoellaquedaríaalcuidadodelabotica.Elmuchacho,quenopodíatenerdesconfianzaviendounaseñoraelegantementevestida, salió corriendo a evacuar el recado. InmediatamenteElena, que habíapasado losprimerosañosdesuvidaenaquella farmaciay laconocía tanbiencomosuprimo,sedirigióconprestezaalatrastienda,abriólacordialera,buscóeltarrodelcurareysacandodelpechounfrasquitoquellevabaechóenélunospedazos de este veneno. Después lo guardó de nuevo y se sentó a esperartranquilamenteasuprimo.Notardóenllegar.

—¡Elena!Pero¿erestú?

ElprimoVilches lasaludóconefusiónunpocoembarazada.LaconductadeElenahabíadisgustadoatodalafamilia.Desdehacíayatiempoelfarmacéutico,que iba con frecuencia aMadrid, no había puesto los pies en su casa. Elena,tambiénconfusa,leexplicóquehabíallegadohacíapocosdíasparareponersedeuna ligera fiebre que había padecido y le suplicó que le preparase una pocióncalmanteparadormirqueenotro tiempo,cuandovivíaenelEscorial, lehabíaprobado muy bien. Vilches se apresuró a complacerla. Mientras duró laconfeccióncharlaron.Vilchesteníaniñosysehablódeellosydeotrosasuntos,

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peroseabstuvodepreguntarporReynosoylomismodeinvitarlaasubiraverasuesposa.EstoúltimohirióprofundamenteaElena,quealdespedirseapenasseatrevióadecir:«RecuerdosaRosa.»

AquellamismatarderegresóaMadrid.AldíasiguientealahoraenqueCirilosalíadecasaparalaBolsasefuealaplazadeOrienteydioordenalcocherodequesedetuvieseenlasproximidades.Desdeelcocheestuvovigilandohastaquevioasomaralparalíticoapoyadoensubastón.Elporterosalióallamaruncochedepuntoyleayudóasubiraél.Elenabajódelsuyo,entróenlacasayllamóenlapuertadeVisitaaltiempoquecruzabaporelpasillounapersona,lacual,asíquesonóeltimbre,tiródelpestilloyabrió.ElenaseencontrófrenteafrenteconsucuñadaClara.Laestupefaccióndeambasfueinmensa.Elenapensóqueallímismoibaamorir.Claramuypálidayconelentrecejofruncidolepreguntóalcabosecamente:

—¿Quédeseabausted?

PeroElenasinresponderclavóenellaunamiradadeangustiaydedolor tanintensos que traspasó el corazón de su cuñada. Dio ésta un paso hacia ella ytomándolaporlamanoycerrandodespuéslapuertaledijogravemente:

—Venconmigo.

Y así la llevó hasta la habitación que ocupaba y la obligó a sentarse en unabutaca.Elenaestabamásmuertaqueviva:hizoalgunosesfuerzosparahablar,perolavoznosalíadesugarganta.Clara,queestabaenpiefrenteaella,ledijoobservándolo:

—Nohablestodavía.Voyamandarquetehaganunatazadetila.

Elenaseapoderódeunadesusmanosylabesó.Claralaretiróvelozmente.

—Nonecesitonada,Clara,nonecesitomásqueverteyquememiresconunpocodecompasión.Ya séqueno lamerezco,perohaymomentosenqueunagota de compasión puede detener a la muerte, puede salvar un alma delinfierno...Yotelopido,Clara,yoteloimploroporlamemoriadetumadre.

Clara se acercó más a ella, volvió a entregarle su mano, que Elena besórepetidasvecescontransporte,yledijocondulzura:

—Sosiégateyhablasindesconfianza.Notemasqueningunapalabraofensiva

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niaundurasalgademislabios.¿Aquéhasvenidohastaaquí?¿Sabíasqueyoestaba?

—No; venía a suplicar aVisita queme dijese dónde se hallami... dónde sehallatuhermano.

Claraguardósilencioyquedóunosinstantespensativa,mientrasquesucuñadapermanecíasentadaconlacabezainclinadaalsueloyelpañueloenlosojos.

—NiVisitaniyopodemosdecírtelo.Estamosobligadas,sinoporjuramento,almenosconpromesasagradaaguardarelsecretodesuretiro.Yacomprenderásqueelrevelárteloseríahacerletraición,añadirunclavomásasucruz.

—¡Locomprendo,Clara,locomprendo!—replicólapobremujersollozando—¡perosisupieras...!¡sisupieras...!DemasiadoentiendoqueporlaleydeDiosnomerezcoser suesposaypor lade loshombresnodeboserloya...Sóloqueríallegarhastaélydecirle¡perdóname,Germán!ymorirasuspies...

Claralamirólargamenteconinfinitatristezaymurmuró:

—¡DesgraciadaElena!

—¡Muchomásdeloquepuedasfigurarte!Miramisemblante,Clara,miramicuerpodeshecho;acuérdatedeaquellaElenaque jugabaycorríacontigoenelSotillocuyaalegríadecíaisqueeracomunicativa,acuérdatedeaquellamujercitamimosa de quien tanto os burlabais que os hacía rabiar y os hacía reír a unmismo tiempo. ¡Mírala ahora bien rota, bien hundida en el fango! Acuérdatetambién,Claramía,deloquelahasquerido.¿Cómoesposiblequemeodiesamíquetequierotanto,amíquetemiroytehemiradosiemprecomounángelbajadodelcielo?

—Yonoteodio,Elena...peroamoamihermanocomohermanoycomopadre.

—Tienes razón. Despreciadme, maldecidme. Hice traición al mejor de loshombres.Nomerezcopisarlatierraquevosotrospisáis...Adiós,Clara—añadiólevantándose—.No tengomás que unmedio de pagaros la ofensa que os hehecho...¡RogadaDiospormí!

Ydioprecipitadamentealgunospasoshacialapuerta.Claracorrióaellayladetuvoporlamano.

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—¿Adóndevas,criatura?

La arrastró de nuevo hasta la butaca y volvió a sentarla. Luego permaneciófrenteaella inmóvilcomounaestatua,sumidaenprofundameditación.Elena,sin levantar los ojos, sentía sin embargo su mirada, adivinaba los contrariospensamientos que luchaban en su mente y su corazón latía dentro del pechohastadejarseoír.

—Está bien—dijo al cabo la hermana de Reynoso con voz grave—. Miconcienciamedicequeporencimadetodas lasconsideracionesydetodas laspromesasestálaleydelacaridad.Yonopuedoconsentirquerealicesloquemehasdejadoadivinar.Sabrásdóndeestátumarido.

Elena dio un salto y se arrojó sobre ella estrechándola, estrujándola mejordichocontrasupechocomosiquisieraasfixiarla,cubriéndolaalmismotiempoel rostrodesonorosbesos.Luegosedejócaerde rodillase intentóbesarle lospies, pero Clara la alzó entre sus brazos vigorosos y la sentó a la fuerza denuevo.Despuéscogiendouna sillavinoa sentarsea su lado,y tomándoleunamanoledijoconvozquetemblabaligeramente:

—Noerestúsoladesgraciada,Elena.Yotambiénlosoy.

—¿Tú?—exclamóaquéllaalzandolacabezaymirándolaconestupor.

—Sí,hacedosdíasquemeencuentroenestacasaporquemehevistoobligadaahuirdemimarido.

Ylenarróconsencillezyconcisiónsuvidadesdichadaenlosúltimostiemposy el suceso increíble que había dado origen a la separación. Elena volvió abesarlacontransporteyalzandolosojosalcieloexclamó:

—¡Oh,Dios!Losmalosmerecemosserdesgraciados,perolosbuenos¿porquétambiénloson?

Ambasguardaronsilencio.

—¿Leamastodavía?—preguntoledulcementealoído.

—No—respondióClarasecamente—.Esehombrehaidoarrancandounaaunalasraícesqueteníaenmicorazón.Elúltimotirónlehaseparadoporcompleto.

—Entonces,huye.

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—Sí,hoymismopiensomarcharareunirmeconmihermano.Mañanairástú.Yoprepararésuánimopararecibirte.

Elenaguardósilencioyunaarrugadolorosasurcósufrentecitadeestatua.

—Perdona, Clara—dijo al fin tímidamente—. Si debiese mi perdón a tussúplicasnuncapodríacreerenélymiexistenciaseríauncontinuotormento.

—Tienesrazón—respondióaquéllaquedandounmomentoperpleja—.Marchatúestatarde.Mañanasaldréyo.

Después le dio cuenta del sitio donde se hallaba su hermano. Don GermánReynosohabitabaenaquelmomentounaaldeadeGuipúzcoallamadaAnzuola,próximaaZumárraga.Saliendoaquellamismanoche,por lamañanatempranollegaría a este punto y de allí podría trasladarse a Anzuola rápidamente. EranecesariopreguntarpordonRicardoVázquez,susegundonombredepilaysusegundo apellido, pues así se hacía llamar desde que había salido deMadrid.Cuando hubieron convenido el asunto del viaje, Clara salió un instante apreveniraVisitade loqueocurría.Notardóenpresentarsedenuevoconésta.LaciegaechólosbrazosalcuelloaElenay labesóconlamismaefusiónqueantes.Después,en lashorasquesiguieronhasta lade lapartida,semostró tanjovial,tancharlatana,queenmásdeunaocasiónlogróquelafrentedeElenasedesarrugase y una sonrisa contrajese sus labios. En fin, hasta les cantó loscoupletsdelosPajaritosfritosytocóeltangodelasCacerolas.PeroElenanopodíadominarunsentimientodevergüenzaqueseleíaclaramenteensusojos.ParticularmentecuandosepresentóCirilosuconfusiónfuetangrandequeClara,advirtiéndola,seapresuróasacarladelaestanciayllevarlaasugabineteyallíladejóentretenidaconelniño.

Se pasó recado al hotel de la Castellana para que enviasen el coche con elequipaje y, después que hubieron comido, las tres mujeres se dirigieron a laestación.AldespedirsedeCiriloledijoElena:

—Hazmeelfavordepagaraloscriadosycerrarlacasa.

—¿Cerrarlacasa?—exclamóaquél.

—Sí—replicó Elena rompiendo a llorar—.Yo no volveré yamás, suceda loquesuceda.

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Yseapresuróamontarenelcoche.EneltrayectoalaestaciónVisitalabesabacariñosamenteyledecíaaloído:

—¡Ánimo,Elena!Elcorazónmedicequevolverásaserfeliz.

EnelmomentodepartireltrenClaraseabrazóaella.

—¡QueDiosteproteja!Hastapasadomañana.

—¡Hastanunca,quizá!—murmuróElenasepultándoseensuberlina.

SedetuvoenZumárraga toda lamañana,puesel trennopartíaparaAnzuolahastalastresdelatarde.Pasóaquellashorasenelabatimientoylaindecisión.Cuandollegóelmomento,sinembargo,saliócomounautómatade lafondaysubióaltrenqueenpocosminutoslatrasladóalfindesuviaje.LaestacióndeAnzuolasehallabastantealtaenlafaldadelamontaña.Parabajaralpueblohayunhermoso camino, yElena lo salvó conpaso rápido.Es un lindopueblecitosituadoenelfondodeunvalle,rodeadoportodaspartesdeverdesmontañasydeárboles.Cuandollegóalasprimerascasas,seencontrabatanfatigadaquesedetuvo un instante para reposar. La primera tienda que vio abierta era unestanquillo.Entróresueltamente,ydirigiéndoseaunamujerquecosíadetrásdelmostradorlepreguntó:

—¿ConoceustedadonRicardoVázquez?

Lamujerlevantólacabezaconsorpresa.

—¡Ohseñora!Aquítodosconocen,sí,todosconocenbienaeseseñor.

—¿Dóndevive?

Lamujerselevantódelasilla,vinoalapuertayextendiendoelbrazo:

—¿Noveustedaquellacasadondehayunestablecimientodecomestibles,dedondesaleaquelhombreahoramismo?Puesallíesdondeélestádehuésped...Perosiustedquiereverleno tardaráenpasarporaquí—añadióvolviendoasusitio—.TodasestastardesvaaensayaralosniñosalaiglesiaparalafiestadelaVirgen.

—¡Ah!

—Sí;michico,quetambiéncanta,sehaidoyahaceunratoyestarájugando

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con los otros delante de la iglesia. Don Ricardo ha sido quien le enseñó lamúsicacomoatodoslosdemás.

—¿Esmaestrodemúsica?

—¡Oh, no señora!—exclamó la estanquera con un poco de enfado—. DonRicardoesungrancaballero.Sienseñalamúsicaa losniñosesporfavor,porcaridad comootrasmuchas caridades quehace.Tambiénha formado aquí esoque llaman orfeón. El pueblo ha cambiado mucho desde que vino ese señor.Antes los hombres pasaban la noche en la taberna malgastando su jornal yhablandocosasfeas.AhorasevandespuésdecenarallocaldelasEscuelasyallíse están cantando comounos benditos toda la noche.Cuando los ve cansadosdonRicardo les da un cigarro, les entretiene un rato charlando y ya los tieneustedtancontentos.¡Oh,señora,québiencantanya!Parecequeestáunoenelcielooyéndoles.Siustedsequedaaquí,paraeldíadelaVirgenlosoiráporquehandecantarporlatardeenlaplaza.

Elenadijoquesíquesequedaría,perotemiendoquepasaseporallísumaridoyquelaestanqueralellamasesedespidiódeésta.Ibahacialaiglesiaparaverelensayoyhablar a donRicardo cuando terminase.Labuenamujer le indicó elcaminoquehabíadeseguir.

Delantedeltemplojugabaunenjambredeniñosyniñasconruidosaalgazara.Elena fuea sentarsealgomás lejosenunbancodepiedra,procurandoqueunárbollaocultase.Antesdeuncuartodehoradeesperaviollegarasumarido.Elcorazón le dio un terrible vuelco. Su estatura elevada, su cuerpo fornido y laboinaque lecubría lacabeza ledabanunaspectocompletamentevasco.Elenaobservóconsorpresaquenohabíaenvejecidopoconimucho;niunacanamás;la misma o mayor frescura en la tez; igual marcha decidida y ligera. ¡Quédiferenciaconella, tanflaca, tanestropeada!Encuanto loschicos ledivisaroncorrieronarodearlecomounbandodegorrionesalborotadores.DonGermánsesentóadescansarenunode losbancosdepiedra, charlando, riendoconellos.Sus carcajadas llegaban alegres, sonoras, como en otro tiempo a los oídos deElena,peroahorasinsaberporqué ¡ay! lepartíanelcorazón.Unazagalitadetreceacatorceañosdepuroperfilvirginalyelmoñodelacabezaapretadoporunpañolitoazulalestilodelpaís seacercóaReynosoyapoyóelbrazoensuhombroconencantadorafamiliaridad.Elenasintiólamordeduradeloscelosyleclavóunamiradafulgurantecapazdereducirlaaceniza.

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—Vamos,vamos,hijos,queyasehacetarde—dijoelcaballerolevantándoseyentrandoenlaiglesia.

PocodespuéslossiguióElena,peroyanovioanadie.Sólooíasusvocesalláenelcoro.Paseóunamiradadeangustiaporelámbitodeltemploy,divisandoenunaltarunaimagendelaVirgen,dioalgunospasosyseprosternódelantedeellayoróconfervor.

—¿Estamosya?—dijoReynosoenvozalta.

InmediatamentesedejóoírenelórganoelpreludiodeBachquesueleservirdeacompañamientoalAveMaríadeGounod.Yelcorodeniñosentonóestecantoadmirabledeamorydedolor,deangustiayesperanzaalmismotiempo.

—¡Suave, hijos míos! Dulcemente... ¡como un murmullo!—se oía decir aReynoso.

Elobscurorecintodeltemploseestremeció.Unaoladearmoníacelestellenóinstantáneamente todo su ámbito llegando hasta los más tenebrosos rincones.Elenasesintióenajenada.Seacordódelosdíaspurosdesuinfancia,seacordóde aquellas oraciones fervorosas que dirigía a la Virgen antes de acostarse yvolvió amurmurarlas con los labios trémulos. ¡Oh! ¿por quénohabíamuertoentonces? ¡Pero morir ahora, con el alma ennegrecida, después de haberengañadovilmentealserquemáslahabíaqueridoenestemundo!¡No,no,porDios!

—¡Fuerte,fuerte,hijosmíos!¡Echadvuestraalmaporlaboca!

¡MorirahoraconlamaldicióndeDiosyladesumarido!¿Quiéniríaaponerunaflorsobresutumba?¿Quiénnomiraríaconhorrorlatumbadeunapérfidamujer,deunasuicida?

—¡María!¡María!—clamabaelcoroangélicohaciendovibrarelaireconaquelgritoanhelante.

—¡Madre, madre, sálvame...! ¡Madre, escúchame!—sollozaba Elena con lafrenteapoyadaenelaltardelaVirgen,mientrasapretabaconmanocrispadaelpomofatalqueguardabaenelpecho.

El templo quedó otra vez en silencio. Cuando Elena volvió de su éxtasisobservó que el pelotón de niños salía por la puerta rodeando como antes a su

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marido. También ella salió, pero no podía andar; los pies le pesaban como sifuesendeplomo.Dejosecaersobreunodelosbancosdelpórticoyallíaguardóun rato. Estaba ya obscureciendo. Levantose al fin y con paso vacilante sedirigiópor laúnicacalledelpueblohasta la casaque lehabíandesignado.Latiendaestaba iluminadaporunamenguada lámparadepetróleo.Unamujerdemedia edad, gruesa, de fisonomía simpática, vestida de negro y ataviada lacabeza con el característico pañuelo de seda, escribía en un libro viejo decomerciosobreelmostrador.

—¿DonRicardoVázquez?

LamujeralzólafrenteyclavóenElenaunalargamiradaescrutadora.

—Aquívive,siseñora—respondióconesagravedadpeculiardelarazavasca.

—Desearíaverle.

Lamujervolvióamirarcon insistenciadesconcertantea laviajeraydespuésdeunapausadijo:

—Bueno...iréaprevenirle...¿Aquiéndeboanunciar?

—Noanuncieustedanadie:quierodarleunasorpresa.

Entonceselsemblantedelatenderareflejólasorpresa,ladudaylaalegríaalmismotiempo.

—¿Seríaustedporventura, señorita, suhermana, lahermanadequien tantasvecesnoshabla?

Elenavacilóuninstante,perorespondióalfin:

—Sí;yosoy.

—¡Oh señorita!—exclamó la buena mujer viniendo hacia ella con el rostroiluminadodeplacer—.¡Cuántosevaaalegrar!Nosabeustedloquelaquiere.Siempre la tiene en los labios y yo creo que la tiene a usted más guardadatodavíaenelcorazón...Siesustedtanbuenazacomoél,todosdaremosgraciasaDiosdeverlaporaquí.Enelpueblonohaynadiequenolequieraya,porqueesuncaballerodelomejor,llano,caritativo,amigodelospobres...Alprincipiodevenir,comonoseleconocía,corrieronalgunasvocessobresieraestoolootro...habladuríasdegentenecia,¿sabeusted,señorita?Peroelseñorvicarionosdijo

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quecuidadoconhablarunapalabradeesteseñorporqueeraunsanto...

—¡Síqueloes!—murmuróElenaconvoztemblorosa.

—Selepuedetenerporlamitaddeldineroqueaotro.Nuncasequeja,anadiecausamolestia:avecespornollamarélmismovieneabajoabuscaralacocinalo que le hace falta. En fin, no se le siente en la casa y por lomismo todosandamosdecoronillaparaservirle.

—Estarátriste,¿verdad...?Hatenidoalgunaspérdidasdefortuna...

—¿Triste?Enlosdiezmesesquellevaenestacasatodavíanolehemosvistoundíatriste.Cuandonoestáarribatocandoelpiano,estáaquíjugandoconlosniños.Noseconoce,no,señorita,quehayatenidopérdidas.

Elenasintióqueflaqueabasuvalor.

—Conpermisodeustedvoyasubir...¿Dóndeestálaescalera?

Labuenamujerlacondujohastaelprimerpeldañodeunaescaleritaestrechayobscura.Subiócasiatientasporella.Cuandoyaestabaalamitadllegaronasusoídos los acordes solemnes, penetrantes, de lanovenasinfonía. Se agarró conambasmanos a la barandilla para no caer.Al fin hizo un esfuerzo supremo ysubiólosúltimospeldaños.Entróenunasalitamodestísimamenteamueblada.Elpianosonabamásalláenungabinetecuyapuertaestabaentreabierta.Atravesóla salaymirópor la rendija.Sumarido tocabavueltodeespaldas a lapuerta.Elena permaneció inmóvil algunos instantes y sintiendo que sus piernasflaqueabanyque ibaacaer,apretóconvulsivamenteel frascoque llevabayseaventuróadecir:

—¡Germán!

Pero la voz no salió apenas de su garganta. Reynoso no la oyó. Entoncesatacada de súbita energía abrió de par en par la puerta y volvió a decirreciamente:

—¡Germán!

Reynosodiounsaltoensutabureteyquedóenpiefrenteaella.Unaintensapalidezcubriósurostro;pero inmediatamentebrillóenél lacordial, laamablesonrisadesiempreydioalgunospasoshaciaellaconlasmanosextendidas.

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—¡Bienvenidaseas,Elena,bienvenida,bienvenida!

La esposa infiel dio un grito y desplomándose cayó a sus pies sin sentido.Aquelrecibimientoinesperadolahiriócomounrayo.DonGermánseapresuróalevantarla, la colocó sobre un sofá y con una toalla mojada roció sus sienes.Luegolehizoolerunfrascodeesencia.Elenatardópocoenabrir losojos.Seapoderódelasmanosdesumaridoyexclamóconvozapenasperceptible:

—¡Jamás, jamás lehequerido...! ¡Jamás, jamáshedejadodequererte a ti...!Uncaprichoinfame...

—¡Calla,Elena!En ti no caben los caprichos infames porque estás amasadacon la pasta de los ángeles... Sintieron que tu corazón era inexpugnable yatacarontucerebro,queesmásdébil,pobreElena...

—Gracias... bendito seas... ¡bendito seas por toda la eternidad...! ¿Meperdonas?

—Si no te hubiera perdonado, hace ya mucho tiempo que estaría muerto.¿Cómoesposiblevivirconunodioenelcorazón?

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—¡Yanoquiero,yanopidomás!—exclamólainfelizmujerincorporándoseysecándose los ojos—. Déjame marchar. Ahora ya puedo morir tranquila encualquierrincóndelmundo.Déjamemarchar.Mipresenciatedeshonra.

Aldecirestosepusoenpie,peroReynosolaretuvoporunamanoylaobligóasentarse.

—No,nomarcharás.Unamanoinvisibleytodopoderosatehatraídodenuevoamisbrazos.Aceptoesedoncomolosaceptotodos.Hoyerafeliz;mañanaloserétambiénporque¡nadie,nadieenestemundopuedehacermeyadesgraciado!Nunca te ha dejado mi corazón, Elena. Mi mente te ha hecho vivir siempreconmigotalcomoeresrealmenteenelfondodelalma,comoseríastambiénenlaaparienciasinotehubieranarrastradoenunmomentodedesmayolasfuerzasinfernales ymisteriosas que aún palpitan en los obscuros rincones de nuestranaturaleza...Escucha:Allá, lejos,muylejos,enelfondodeAmérica,detrásdelosAndes, conozco un valle tibio y risueño como un nido de amor.Un cielosiempreazulseextiendesobreél.Elsoplodelabrisaquellegadelmarinclinalacopadelosárbolesylevantaunrumormásgratoqueningunamúsicahumana;lospájaroscantan;lasfloresexhalandesuscálicesperfumesembriagadores;elespíritu deDios flota sobre el ambiente. En aquel valle la planta soberbia delhombreaúnnohadejadomuchahuella.Allícorreremosarefugiarnuestradicha,lejosdeestemundoquesellamacristianoycubredeignominiaalqueperdona.Allíviviremoselunoparaelotro.Sinoquieressermiesposaserásmihija,serásmihermana...

—¡Tu esposa hasta la muerte y más allá de la muerte!—exclamó Elenaechándolelosbrazosalcuelloanegadaenllanto.

—Allí comenzaremos de nuevo la vida. Alzaremos una casita blanca conventanas verdes. Vivirás rodeada de flores y yo de pájaros. Por lamañana tellevaréhastalaplayayrevolverássusarenasyrecogeráspreciosasconchas.Nossentaremos sobre una roca y contemplaremos silenciosos aquellas olas azulesquellegarándelejosamirarseentusojosyabesartuspies.Alpiedeunafuenteclaratucabezareposaráporlastardessobremihombro,yelairedelamontaña,cargadodearomas,jugaráotravezconesosbuclesdeoro...

—¡Calla,calla...!Esdemasiadafelicidad.¡Yomeahogo!

—Aún quedan para ti días de sol en la vida, Elena mía. Para mí nunca ha

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dejadodelucir,porquelollevoenelcorazón.Huyamos,huyamoshacialadicha.

—¡Sí, sí, huyamos!—exclamóElena apretando sus labios con frenesí contralosdesuesposo.

Perorepentinamentequedóinmóvilconlosojosextáticos.

—¿YClaraquellegamañana?

—¿Clara?—preguntóReynosoenelcolmodelasorpresa.

Entoncessuesposalediocuentadeladesgraciaquesobreaquéllapesabaydelafirmeresoluciónquehabíamanifestadodealejarseparasiempredesumarido.Reynoso nada sabía de sus disgustos domésticos, porque jamás le hablaba deellos en sus cartas. Sólo tenía conocimiento de la muerte desastrosa delmarquesitodelLago.Quedosepensativoyuna lágrimasilenciosarodóporsustostadasmejillas.

—¡PobreClara!—murmuró—.Merecíaserfeliz.Undestinofatalencadenósuvidaaladeesedesdichado,víctimadesutemperamento,víctimatambiéndesuegoísmo y de su orgullo... Está bien—añadió al cabo serenándose—.Mañanallega Clara, pasado saldremos todos para el Havre y dentro de tres díasnavegaremosenaltamarrespirandoelairedelalibertadydeladicha.Dios,aldevolvermeunaesposayunahermana,medatambiénunniñoaquienamar,unniñoqueseráhijodelostresyqueendulzaránuestrashorasconsusjuegosysurisa.AúnpuedenlucirparaClaratambiéndíasdesolsisaberesignarse...lamásaltasabiduríaquepodemosalcanzarlosmortalessobrelatierra.

—Los tres tedeberemosnuestra felicidad.Donde tú respiras, laatmósferasellenadenoblesypurossentimientos.Eres,esposomío,laimagendeDiossobrelatierra,todobondad,todomisericordia.

Guardaron ambos silencio y semiraron largamente a los ojos paladeando ladicha intensa de los primeros días de su matrimonio. Después de una pausaprolongadaElenasacóelfrascodevenenoquellevabaenelpechoysonriendoruborizada:

—Mira—le dijo—. Si me hubieras arrojado de aquí, cuando saliesesencontraríasdetrásdeesapuertauncadáver.

—¡Eso nunca!—exclamó Reynoso apoderándose vivamente del pomo y

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arrojándolo al suelo—. ¿Me he suicidado yo cuando vi el cielo desplomarsesobremí?Elcielosedesplomósobremí,escierto,peroyomeabracéaély...yaloves,mehesalvado.

FIN

OBRASDEPALACIOVALDÉS

4PESETASTOMO

ELSEÑORITOOCTAVIO,untomo.

MARTAYMARÍA,untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alsueco,alrusoyaltcheque.

ELIDILIODEUNENFERMO,untomo.Traducidoalfrancésyaltcheque.

AGUASFUERTES(novelasycuadros,untomo).Traducidasalfrancés,alinglés,alalemán, al holandés, al sueco y al tcheque. Edición española con notas yvocabularioeninglés.

JOSÉ,untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alalemán,alholandés,alsueco,altchequeyalportugués.EdiciónespañolaconnotaseninglésparaelestudiodelespañolenInglaterrayE.U.A.

RIVERITA,untomo.Traducidaalfrancés.

MAXIMINA(segundapartedeRiverita),untomo.Traducidaalinglés.

ELCUARTOPODER,untomo.Traducidaalfrancés,alinglésyalholandés.

LAHERMANASANSULPICIO,untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alholandés,alruso,alsuecoyalitaliano.

LAESPUMA,untomo.Traducidaalinglés.

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LAFE,untomo.Traducidaalfrancés,alinglésyalalemán.

ELMAESTRANTE,untomo.Traducidaalfrancésyalinglés.

ELORIGENDELPENSAMIENTO,untomo.Traducidaalfrancésyalinglés.

LOSMAJOSDECÁDIZ,untomo.Traducidaalfrancésyalholandés.

LAALEGRÍADELCAPITÁNRIBOT,untomo.Traducidaalfrancés,alinglés,alsuecoyalholandés.Ediciónespañolaconnotasyvocabularioeninglés.

LAALDEAPERDIDA,untomo.

TRISTÁNOELPESIMISMO,untomo.Traducidaalinglés.

SEMBLANZAS LITERARIAS (Los oradores del Ateneo, Los novelistas españoles,NuevoviajealParnaso),untomo.

PAPELESDELDOCTORANGÉLICO,untomo.Traducidosalalemán.

AÑOSDEJUVENTUDDELDOCTORANGÉLICO,untomo.

LANOVELADEUNNOVELISTA.Untomo,5pesetas.

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