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Senorita Paulina Salgar de Ia Guadra

REVJSTA AZUL ~

SEPTIE IHRE 2 : 1919

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REPU}lLICA DE COLOMBIA

REVISTf\. f\ZUL DIRIGIDA POR

JUAN y CARLO·S~LOZ~NO Y LOZANO

SERIE I-BOGOTA, SEPTIIblBRE 28 DE 1!)1!)-~·W::\IEROS 2 Y 3

El hi£pano-amsriGanismo Que Ia idea .se coJaque siempre en un terreno·

trascendenlal y que se empine en el para gritar que· es buena. · ·

Que el hispano-ani~ricanism0, erguido sabre· Hispanq-America, r~gite su brazo dirigente, y entu­siasme, como una trompeta, Ia n:z, para decir que· es necesario y noble y 3barcante.

La Revisla Azul, que piensa hacer labor literaria· y racial, me invila para que diga algo sohre el his­pano-amEricanismo desde sus columnas. Yoy a ha­blar de este b'tpico desde Ia gran altura a que Ia idea me ha llevado.

. Cuando he querido hablar de algo que trascien­da a Gloria, he hahlado de los hispano-americanis­tas y de su propagandn en favor d~ una idealidad1 considerada como irrealizable, en estos tiempos en· que los pancistas, nadando en el mar de Ia vida, han levantado c.Jn sus brazos carnosos una ola im­ponderable de loro practicismo.

Por fortuna se lacilita Ia tarea emprendida por aquellos, pursto que poco a poco se accntita en Ia colec1ividad espaiiola yen las de America, un dese()

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no disimulado de acercarse a sus hermanas de san­gre y emulas en glorias.

Lo que en su comienzo fue atribuido a romanti· cismo agudo y a ensonaci6n ineficaz, tiene en esto~ momentos un gr.an significado, y ya el hispano-ame­ricanismo merrce contarse entre las Ideas de Ia hu­manidad.

Con una tenacidad muy digna de encomio e imitaci6n, los hombres que se consideran suficien­tes, por su lalento o su ardor. p~na aynd~u n mol­dear en Ia Idea . el conlorno duro de lo realizable, diluido entre Ia '"vaguedad de Ia utopia, se han im­puesto esa tarea. capitaneados por una rspecie de Ap6stoles de apellidos sonoros: Altamira, Ugarte, Labra, y no sc cuantos mils.

Para poder trabajar al lado de esos obreros se necesitan sanidad corporal y fortaleza espiritual par­que de Ia convergencia de estos dos elementos en una persona resulta el Uptimista y sin esta condi­cion no se ayuda si:1o que se ~storba.

Es reciente Ia inicialiva de hacificar los esfuer­zo_s aislados, por medio de asociaciones de hispano­.americanistas. Este aiio se han eslablecido dos muy importantes en Madrid: Ia «Sociedad de J6ven£'s Hispano-americanistas», enc3bezada por Altamira y secundada por intelectuales, comerciantes, period is· tas y oradores de apreciable valor; y Ia ((Union Par-

. lamentaria hispano-americana» de que es Yicepresi­denle don Augusto Barcia, establecida con loables fines.

Cnando esas corporaciones hayan mamado todo el vigor de Ia Idea que las reune, y cuando emanen eficacia del talento y entusiasmo colectivo, cuando en todos estos paisP.s existan agrupaciones analogas; cuando se haga coherente Ia tarea de todas; cu·lndo un· hilo simp3 tico delicado las vincule haciendolas vibrar a un mismo compas, lograremos Ia eficiencia del esfuerzo ·homogcneo, Jlegaremos a consignar, no

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como accidente sino como esencia de nuestras acti­tudes internacionales, Ia Idea· hispano-americanista que engrandece al pequefio y levanta al caido; con­seguido esto i1ltimo, nos afianzaremos en los Andes para .esperar a los enemigos, par poderosos que sean y aun cuando desciendan, aullantes, del Norte.

AUGUSTO RAMIREZ 1\IORENO

En Ia cascada de Ia ninfa

A Leon Cano Grata sabre la roca loca ondeaba

la plata de $US cabellos la ninfa ,qracil, Y sus destellos eran el iris que iluminaba las raudas ondas multicolores de vue/a facil.

Himno trinante, cambianle y fino se d~sflecaba; mzisicas rapidas, despedazadas ardian a vuelo; brillanle escala sorwramente se armonizaba como ignorado y ambicionado calido anhelo.

Cantaba a golpe riente y rompienle crista/ sonora, saltaba en chispas que repicaban el nuevo cora Y se quebraba convulsa y plena de su alegria ....

•... Jlientras del hondo fonda de mi alma baialladora salia incolora, torpe. brillante por lo insonora, la lriste nota~ que flota rota, de mi elegia.

LEON DE GASEY.RA

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30 ,J

· . •. ·Luis de Hcrndia es uno de los poetas mrjicanos mas -exquisites del actu·1Lgrupo de ndolescentes Jiricos. L:J rique­za romantica de ~ste artista nos s~ra donada en gran parte en un:Jibro d~ muy proxim:t publicacion. Ofrecernos dos so­net~s ineditos de este joven desconocido entre nosotros:

Y tu mentiste .... :. ·~·;/~( Jlanlo? 1,Para que? 11/ejor yo a_preso mi anguslia y la deshago en versos fuzos. Este dolor en todos los caminos sufre quien guarda Ia impiedad de un beso.

Ttl. me amaste qui:li, y en el e.Lceso que fugazmente zudo nuestros destinos, hubo halagos lraidores y felinos

- que malaron las ansias de~ regreso.

Yo con dolor no espero que Ia tarde bajo sus pliegues silenciosos guarde para nosotros una sola brisa:

Porque yo te negue lo que sentia, y !lt mentiste como yo mentia cuando mi pena converli en sonrisa.

Fue solo un cuento ·/llo volvere jamas. ltfurio Ia risa

que dio a mi corazon Ia primavera, Y como se que el viento mwca espera, me acojo a la inconstancia de fa brisa.

El derecho torrecin que martiriza con su gesto feudal mi sementera; opone su desden a Ia quimera .· que mi dolor cobarde az'zn idealiza.

l' asi anuindote voy callado y lri~le. pensando en esa union que ya no existe para lu gloria y para mi tormento.

1' cuando el alma tu recuerdo eLJoca para ?lvidar Ia angustia que provoca ' me dtgo_ que tu amor fize solo un cuento.

LUIS DE HEREDIA

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:Jt

Senor Genera\ Venu~Uano Garr<mza

' Revista Azur'

se descubre con el mayor re peto ante b figura procera del neral \'.·nu liano arranza, Presidente de lexica. e. tadi ta de lo que perdu ran en Ia his-

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toria, porque en Ia hora de su acchSn imprimen a los destinos de su pueblo rumbos definidos y lumi· nosos; hispano-americano ilustre, que en epo~as de· dolorosc:ls expectativa:5 levantn el pend6n de Ia raza e invita a los pueblos iberica.; de America a Ia gran cruzada en salvaguardia de imprescriptibles derechos. de independencia y de soberania.

Revisla A.zul--albergue de pP.chos y de inteligen­cias juveniles-aplaude con entusiasmo Ia actitud internacional del .Presidente de Mexico, y confia en que, como promesa de una futura y eficaz mancomu­nidad, igual aplauso se levante r.desde Ia Tierra del Fuego hasla el Colorado y el Bravo.

El primer vuelo Aquella noche Luisito Tac6n son6 que era avia-

dor ....... un aviador famosisimo que encima de us. biplano muy negro. muy hermosa y polente, reco­rria los nires, volaba por encima de las altas torres de las iglesias y de las chimeneas de las fabricas, tramontaba Ia cordillera andina y se perdia como un punto negro entre las nubes grises .....

La ilusi6n del vuelo habia acariciado su frente muy blanca en que desgrefiados rizos blondos caian perezosamente: en todo el dia, encorvado sobre el quicio. del viejo tugurio, con a!an delirante, de unas tablas y un pedazo de tela burda habia construido su <<modelo», copiado de aquel que Ia vfspera habia visto volar en medio de gritos de triunfo sabre Ia viP.ja ciudad ...•...

Y cuando Ia fatiga y el hambre. doblaron su cuerpecito enferrnizo !-Obre las duras tablas de su !echo formado por cajones, durmi6se apretando con-

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vulsamente entre sus manecitas amoratadas y sucias su pequefia ilusion en forma de juguete, envidia quizas rilafiana de los vecinos del barrio y de los compafieros de Ia escuela, fruto maravilloso de un dia de lrabajo, con muchos golpes del martillo en sus manecitas flacas y muchos regafios de Ia tia Pan­cha, una vieja aspera, rugosa, (eternamente descon­tenta de Ia conducta de Luisin, peleadora Ia mas en­tre todas las vecinas de aquel barrio, extrafio haci­namiento de casuchas sin aire, sin luz, sin sol ....

jComo volaba Luisito Tacc;n! Primero sinti1i cles­prenderse de su viejo tugurio, muy lentamente .... Tia Pancha dormia en un rincon con un gesto macabro; luego abandono el barrio arrabal, :subio mas alto y diviso entonces Ia ciudad inmensamente grande, ilu­minada anemicamente. que le record6 el Pesebre­Nacimiento del vecino Raimundo con sus luces pe­quefiitas y enfermas; y aiJa, en las alturas, pudo en­tonces respirar como se lo pedi::tn sus pulmones, pu­do abrir Ia boca sin temor que el olor a muchedum­bre hacinada, a arrabal, le envenenara el aliento: dejaba atras muy lejos, muy lejos, el cuartucho que servia de escuela rural y en donde don Federico, un viejo regafion, neurastenico y cruel desempeiiaba por varios lustros bacia, Ia tarea de educador de cien cabe­citas infantiles, y tambien [con su tugurio a Ia tia Pancha, tern or y espanto ~de todos los chico• del barrio.

y las alas invisibles de aquel corazon de niii'l, se abrieron entonces ante el viento de Ia felicidad so­fiada, aquellas alas que como las de sn aeroplano de cart,)n habian permanecidotanto tiempo flacidas, ago­bind as, faltas !de los admirables resortes de Ia ac­ci6n, despedazadas bajo Ia presion de las amenazas de Ia t:a Pancha y el peso de Ia ferula de don Federico.

Aquellos dos ..;erdugos de almas, se profesaban especial carifio: la semejanza del :odioso oficio habia

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ci·eado entre ·ellos vinculos tan hondos que no los hubiera logrado crear, quizas, Ia sangre misma.

El nvi<'ln tranrnont6 !a cordillera, siguh'•.s"G cm·so veloz, desatinado, loco como Ia fgntasia de Luisin, atraves1) e1 mar y llego al viejo Continente: los ojos brillan~es, negros y vivos de Tacon divisaron allit a lo Jejos las c.iudades enormes, las torres gigantescas, que en Ia alborada alargaban fanHtsticamente sus siluetas erectas ....•..• Sinti6 desprecio entonces par su arrabal. en donde tantas miscriHs habia sufrido y en donde timtas ilusiones de su mente infantil habian muerto en flor •....

Era ya de dfa: el aeroplano ~ aterrizaba lenta-mente ....... Podia verse Ia bora en lm; carnpanarios de Ia ciudad maravillosa: un ruido sordo levanta­base de las arnplias avenidas: muchos arboles y cAm­pos muy verdes, como los habia visto en las lami­nns murales de Ia escuela. El sol le bei6 Ia frente, aquel sol tan avaro en su tugurio, tan prt)digo aho­ra, lo baiiaba poco a poco en su dtlida caricia.

Un ruido sordo, brusco, violento: el aeroplano golpeaba furiosamenle contra una torre .... Un movi· miento m~\s rudo atin lo desperl6 .... La Realidad le aprel6 entre sus gan·as traidoras y crueles: Ia tia Pancha, ebria de indignaci6n, •novia las tablas de ~u camastro para despertarlo con aquel grito ga n­goso que habia tscuchado desde pequeiiin :

-Lui~, a Ia escuela! No tolero haraganes ni dor­milones.

La irnpresi6n nerviosa le hizo arrojar de sus ma­necitas el juguete, que cayo a los pies de dona Panch a.

Y los pies prsados y burdos de Ia tia lo aplas· taron en media de gritos destemplados y soeces.

Sabre el piso grasiento y sucio del cuartucho el aeroplano de carton parecia una mariposa negra Y fatidica.

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Luisito lleg6 muy tarde a Ia escuela, Pn media de las burlas de sus compaiieros; don Federico lo condeno a t"uatro horns de castigo, ~de rodWas al pie de Ia carcomida tribuna, por grave incnmplimiento en ~u~ deberes de escolar ....

Por encinn del viejo barrio, de Ia cscuela. del tugurio, en el r.zul de aquel dia de verano, vio Lui· sito por· las rt>jas estreclws del sal~~m. que un nero­plano muy nt>gro, muy hermosa y potente, se aleja· ba poco a poco y. sinli6 en su almila una extraiia conmoci•'•n: era que n:oria Ia idtima de sus ilusiones infanhles .......

PABLO DE ACUNA

finette De Cue11fos R(ljos

-Kian-lung no supn de Ins secretas la-xitudes -del Oporto; de lo contra rio el imperial versificador de Ia China lo hubiera ensalzado en sus magistrales poem as.

Tras este salmo, el-mi amigo-apur6 Ia terce· ra parte de una nueva copa, que podia ser Ia duode· cima de Ia tarde.

El Cafe hormi<:rueaba; tal cual vez una nota de cristal anunciaba q~e una copa habia sido arrojada violentamente contra cJ pavimento. '

El habia permanecido un rato en silencio, como reconstruyendo situaciones; el interes del cortado relato habia apagado el cigarro entre sus ded_os, y, al aproximarle Ia cerilla enrendida para reav1var Ia candela, sus ojos brillar. n extraiiamente como los de un febricitante.

Luego contini10:

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- Yeras : asi Begue aquella tarde a casa de Fi­netle: lleno el animo de todos los mas absurdos proposilos que pueden engendrar Jos celos del hom­bre; nunca el deseo de Ia crueldad habia poseido tan intensamente mi espiritu; en uno de mis bolsillos reposaban los esqueletos de sus flares, su retrato, sus bucles perfumados, sus billetes de amor ..••..• Era prr.ciso que todo terminara; mi inmenso orgullo de hombre se encontraba ofendido y era necesario vcn­garlo; vengarlo par encima de todo, por encima de mi, por encima de ella, par encima del amor volca­nico, gigante en que ardia mi juventud, avida de pa-siones violentas. . .

Presentia sus disculpa~, las mentidas j ustifica- ~ ciones que. estan t!D boca de toda rnujer; y sabia ' tambien que estaria dispuesh• a llevar las cosas bas-ta el final por el placer de reanudarlas.

Y Finette estaba aquella tarde mas bella que Ia noche anterior, cuando en el palco del teatro escu­chaba complacida las galantes declaraciones de su amigo.

Desde el instante de mi indiferente saludo se posesion6 de su papel; tambien las mujeres tienen un poco de orgullo.

l\Iis primeras frases salieron secas, ironicas, co­mo para una persona a quien se ve por Ia segunda ocasion. Le rechace de antemano sus ~xcusas, ne· gandole el derecho para ello y evitandole el esfuerzo. de invencion que le ocasionaria.

Y aquella flor de mentira permaneci1) indescon­certable, ostentando una vana fiereza, como si fuera el sea· mas inocente de Ia tierra. Minti6 tan natural .Y descaradamente, que lleg6 a convcncerse de su pro­pia inocencia; cualquiera hubiera pensado que Ia ingenuidad misma hablaha por boca de Finette.

La facilidad con que urdia sus disculpas exas­per6 mi indignacion; y entonces, irguiendome, con Ia poscsi6n plena de Ia superioridad del var6n, Ia in-

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crepe, Ia desmenti, Ia humilJe como un scr cual­quiera. i\Iis palabras salieron amargas, duras, des­garradoras, empapadas en la terrible crueJdad de que estaba lleno mi pecho; cada vcz era mits vehe· mente y cada vez mas sanguinaria; cada lrase era un dardo que se iba a clavar certeramente en el co­r~z?n de Finette en el :pun to preciso a don de yo lo dtngia; y a cada palabra de humillaci6n mi espiritu daba un · vuelco de criminal complacencia.

La fiera s()to deja de serlo ante Ja Hera; y aque­Ha mujcr por vez primera cedi<) su orguiJo ante una altivez rna~ grande.

Cuando, tras de mis ultimas frases me disponla a abandonar Ia sala de nuestra entrevista, Finette, ·con los beJJos ojos humedecidos, como :os de una Dona de las Angustias, y los turgentes senos palpi­tantes de amarga inquietud, se lanz:, hacia mi como presa de una Jocura inusitada; tom6 mi rna no entre las suyas, y antes de que yo pudiera darme cuenta de su intencion, aquellos Iabios de roc;a fresca, aque­Jios labios intocados por cuyo ieve contacfo con los

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mios hubiera dado una vida, aquellos Iabios de mu­jer joven que Umtos desprecios habian regado sabre Ia vida de tantos, se posaron en un fervido momen­ta sobre mi mano, sobre esa mano que acababa de crisparse al fulminar el peso de mi c6lera insaciable.

Fue el beso de la esclava sobre la mano del amo. La esccna de Magda!a se repiti~ y, ante Ia au­sencia de las palabras solo se alcanzo a percibir que se alej~ba esta: Perdon ! ....... r Su eco se esfum6 entre los cortinajes.... .... o se perdio por entre los stores ....

Despues ? ...••..• Bajo las altas cornizas decoradas, por todos los angulos de la sala se repiti6 el sonido inconfundible de Ia caricia inefable ..... ..

En su Joca fiebre habia desgrenado mis cabe-llos, SUS mallOS inquietas decian todo }o que Sll bo- a ca callaba, y al deslizarse sabre mi cabeza parecian ex peri menta r una fruicion felina, pues sus ojos mi·-raban ozonizados; cada vez que sus dedos penetran-do al traves de mis cabellos los opr~mian, los re­volvian, los desencrespaban, llevandoselos a veces prendidos en Ia montura de !as sortijas.

Su delirio aumentaba, y su cuerpo, olowso a Heno de Pravia, se agitaba a mi lado, bajo Ia seda atormentadora del truje, con todas las inquietudes de una sierpe herida.

Su ardor habia desarmado mi orgullo; mas lo inusitado del cambio de Finette y su primera cari­cia, me habian aturdido, basta dejarme mohino y anonadudo, sin palabras y sin pensamieatos, como en un rata de Xirvana.

En un minuto de fiereza habra logrado lo que no habia sido posible en un af10 de tcrnura; hundir Ia \'anidad basta el penMn, p::>slrar Ia frialdad basta las H1grimas, recibir un beso de esclava de quien hubiera esclavizado a! mundo par una mirada de reinn.

Aun temblaba el di\·an bajo el estremecimiento de In pasit)n. ~lis ojos se tornnron bacia los de Fi-

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nelte y p~r un momenta beb~eron en aquellos pozos de augustta, en aquellas puptlas en blanco!

Y enlonces pense ....... pude pensar, al fin para ·su mal, que aquel abandono de su belleza era tal

. vez una nueva forma de su falacia! l\lire nuevamen­

. te. ~n. sus pupilas y odie sus lagrimas, y maldije sus · cal'lflas y sus manos y sus. cabellos y su boca y su perfume y sus sortijas y Ia sed a de su traj e. Senti

· el cdio profunda. de Ia mas grande ofensa! Pense in­creparla d~ nuevo, arrojarle a los oidos las frases mas Sailgrientas que el Jenguaje humano hubiera in­ventado. Mas era tan arrollador el peso a mi indig­nacion, que las palabras murieron agobiadas antes de brotar a los Jabios.

Entonces, no se que hado canibalesco sugirib mi venganza: como poseido del mismo deli rio de Finette, tome sus manos y devol vi sus caricias; be­sc sus brazos y sus hombros y su cuello y el rosado desprendimiento de sus senos calientes. En aquel mo­menta Ia arne y Ia odie tanto como nunca antes y como nunca despues ....... nmor y odio incontenibles. ambos, que en espantable consordo iban a hacer

· brotar Ia flor de Ia crueldad. Mi boca temblando de er:10cion buscc'• Ia suya,

Y una y otra ardieron Jargamente como dos brasns ; que se juntan en el corazon de una misma hogueral

Despues, como si se tratara de una fruta madura,. inqnc mis dientes en aqueHos , Jabios deliciosos con Ia inenar1'3 ble delectacion que hubiera experimenta-do un Yampiro. .

Finette no dio mas que un leve · gem1do de do­lor; mas Ia implacable mordida sigui6 hacienda. hrota1· Ia sangre impiamente: primero se l!urpura­ron mis labios, lue;;o corrio, como una s~rp1~nte ro­ja sobre su cuellv rodeando Ia delicada barbdla, un hilo penetro en su seno por entre. e~ dcscote ~e Ia hlusa y otro fue a caer sobre el d1van. empapo los. ccjinc~ y sigui6 rod<mdo por sobre el tapete. Pare-

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. q(J

cia que hubieran apretado los racimos de todas las uvas de Ia Champana, diriase que hubieran exprimi­do en Ia sala los corazones de cien palomas blancas!

Fue el momenlo. Impulsado por una fuerza ex­traiia, separe bruscamente sus manos de las mias, me levante de improviso y sacando el paquete que guardaba las prcndas de su antiguo amor, lo arroje sobre su canto, como un manojo de recriminaciones.

Sigui6 una doloro~a desperdigacion de objetos: los amarillentos cadaveres de las ros~s y de los jaz­mir.es del Cabo rodaron por su falda con un insigni­ficante sonido de hoja seca; el cordoncillo que ata­ba el anillo dorado de sus bucles, se solt6 al caer sobre su canto y los cabellos se deslizaron en todos

· sentidos en contorsiones de serpiente; Ia sangre, al caer sobre las perfumadas cartas, borr6 muchas fra­ses de un erotismo incipiente, mientras los ojos de su retrato invertido bajo un mlumol de Terpsicore, parerian mirarme con una rara agonia. ,

Sali, para no volver nunca sobre el camino de aquella mujer que para amar habia nccesitado de to· da Ia inmensidad de mi odio.

Y Finette qued6 muda, petrificada, con Ia ag6-nica fijeza de sus pupilas en· blanco, como Ia angus­tiosa estutua de Ia Sorpnsa! Su boca no se abri6 pa­ra Ia protesta, porque sus labios estaban sellados

. por Ia sangre que aim brotaba copiosa, invasora, como en un cuento de magiu, amenazando llenarlo ·todo, purificarlo todo!

l\Ii amigo habia oprimido entre sus dedos Ia co­pa de Oporto, y su mano, herida por los fragmen· ~tos, sangraba como un coraz6n de mujer! ..... .

UAFAEL BERNAL .JIMENEZ

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IJ.l

TrlptiGo ·

Cuando te pones triste

Cuando te pones triste, el dia se atardece mas pronto y con llll vago temor de irrealidad. Cuando te pones triste, Ia tarde se entristece con Ia estrella mas alta de Sll inmortalidad.

Si gustaras d~l frio de ver como perece lo diafano del mundo por tu inserenidad, tendrias Ia suprema piedad de que carece lo rojo, con traslando cual_quier lonalidad.

Cuando, te pones triste-dejo incomplt'io llll vaso; yo lendria cien cinforas para ofrendas de ocaso .. Cuando te pones lrisle suelio mi verso tal,

que casi descono:co mis maneras de artisla. Cuando te pones trisle mi poema !e atrista quedanclo en claras dnforas de szibito crista[.

Cuando te pongas triste

Cuando le pongas lrisle, que nadie lo adivine, . que sOlo ll'z dialogues con Ia melancolia. Cnando le pongas trisle, que todo lo ilumine llll des eo de a/go que a todo conlraria ...•••. •

Sue/ta Ius largos velos como en ciilido dia. La flor perecerci aunque el pajaro trine. . . y ill estards impdvida por mas que yo me me/me a conlarte La historia de mi melanco!ia.

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Cuando te pongas trisle no digas mis poemas: los trajes de la aurora son de {estivas gemas. i Qw; quieres! S6lo tengo magnificos collares.

Las tramas de mis telas estan hechas de luna ... Cuando le pongas triste yo bajare a los mares u encontrare Ia perla que a tu triste::a aduna Ia IL~~ de orienles negros de mis olros pesares.

;, Por que te pones triste ?

;_,Por -qu~ te pones-lrisle? 1Si Ia tdrde es tan bella! Hay nubes cual _mujeres que_ pasan sin querer, i,Por qiu~ I~ pones triste? Fijate en esa eslrella nueva y ·coil ittsirmanles temblores de mujer.

: .

Jlira esa nube p£ilida y esa larga y aquella ·otra que desbarata su geslo sin querer. ~lira como Ia tarde simula una doncella que cuida rosas mistica<; para no ser mujer ....

Por que te pone5 trisle si nadie te ha lleclw nada'f Te llevare a La fizenle, dicen que esld encantada. Pareces una estrella que ha surgido obligada.!

Prince.~a de mis /fJrres, cantame una cancion .... Ella canlflba un c 1nlo que no decia nada .... La tarde se moria junto ami corazon.

En ·ftlejico, a 9 d~ sepliembre cit! 1918.

c,\nLos PELLICER Y CA~L\RA

~­\}1

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GBrman rardo uaroia German Pardo es un real espiritu de seleccitinp­

un verdaoero temperamento nr_tistico. Poeta por vo· caci6n irrcsislibiP, ha escrito versos en los cuales se­siente palpitar su :'mima facelnda; amable recomen­daci6n esta, en tiempos en que Ia alegria cursi y el llanto rct6rico amenazan con una nueva irrupci6n sobre nuestra )iteratura.

Como Bartri 1a, como Becquer, como Nervo en sus ultimos libros. Garcia, guardadas las proporcio­nes, logra resumir en pocas lineas de diverse metro· Y escasa rima, un estado de alma, una emocion fugi­tiva, Ia sugestion de un r•aisaje.

Me dice Germ~m Pardo que el no ha recibido in­lluencia de nadie, que stl esteticn es absolutarilente suya. Bien puede Fer. Tambicn Caldas g~st6 Ia ma­yor parte de su vida en lwcer descubrimientos que· de tiem pos a tras estaban prrfeccionados en Europa. Sin embargo, es tc:n marcado el parecido de los ver-

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4-4

sos del estudiante bogotano con los de Juan R. Ji~ menez, que me atrevo a pensar que el poeta espa­fiol lo ha subyugado definitivamente.

El matiz de Ia poesia de Pardo es dulce y me­lanc61ico, ingenuo y amable. Elogia el Silencio, co­mo Vigny, y ere~ encontral· en el una armoniosa f uen te secreta :

«El Sdenc:o tiene su o<:ulta melot1ia, gravita sobre un eje de armonia» •...••..

(Jaros de Luna, poema de runtro versos, es un 1

feliz ensayo sintelico. En Ia Balada del Amor cele-

1

, br.a el regreso del crguezuelo en versos de rima des­concertante .. En otra de sus poesias hace' del gato una baudelairiana pintura. A Ia sombra del palmar f es una flor de· ingenuidad. Nocturno [tiilebre, La Ba- 11

/ada de los peregrinos, El cirio; los poeinas atras ci-tados y una serie de romances, forman un pequeiio e interesante libra que prllXimamente sera pubficado.

Yo no afirmo que German Pardo sea un ·gran poeta. Para ella le .falta depurar el talento y domi­nar ·todas las sinuosidades de Ia factura. Pero creo que llegarit a serlo, pqrque es dueiio de un oido su­mamente musical, y, sabre lodo, de un gran tempe~ ramento poetico.

La labor de perfecci6n es dura y larga, desgas­ta el furgo corporal y tortura el animo. Y mucho mas cuando, como sucede en el caso de Pardo, se ha roto Ia Jigadura clasica. Sobre cl Iloverit Ia ex­comunion, o (mucho pear) el olvido de los criticos estupendos. Pero nada importe. German Pardo Gar­cia es un espiritu superior; y superioridad-ha di­cho Clarin- debe significar sacrificio.

J. L. y L.

~~ ~

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Atm .. antigua

Para Car:os Villafane

,\i yo llllbi1 ra nncido en tiempos y(J lfjcmo.~~

en tiem,,o de fidrtlfJM y braPO.f) caballeros,

lwbiera sido unu de ar1uellos ca lellanos

de fJfTe habla Ia legemln: ualienles u /rot ros.

Luchar e , brava luc/w lteTJandv entre fa manos

el mlis lemible accro de lodus los aceros;

luclwr para mi dama. mi Dios, mis soberanos

Y ver cubiertn el rnn110 cle nobles y pecbrros.

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46

Despw!s de haber reiiido llescomunal batalla con lodos los f'ollones y tuda La canalla, col gar las fieras armas de algtin laurel en flor .•.•••.•

l entrar b:1jo la noclze discrela y oportuna a Ia cabana lmmilde donde me aguarda una :agala que en mis bra:os se morirci de a mor!

.RAFAEL IG "ACIO CUMEZ

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4'7

CROMO

Gil Perez gast•l equella tarde dos hora s en ha­·cerse Ia toilette. Se hafi6, se peinci, se vistio con un -cuidado especial basta quedar plenamente satisfe­cho. AI mirarse en el espejo encontro que su aspec­to no dejaba nada que desear. Era Gil Perez un mu­chacho de quince afios, muy simpatico, muy buen mozo, muy inteligente. No Je apuntaba aun el bozo y ya se habia enamorado de un~ chiquiJJa encantado­.ra y estaba en una angustiosa ansiedad, en una te­rrible incertidumbre: Ia pequefia y graciosa senora de sus pensamientos ni Je daba una sola prue.Sa de afecto, ni Je rechazaha de plano. El pobre Gil Perez no sahia que pcnsar. Bacia muchos dias que aque­lla traviesa ·criat.ura no le dejabct un momento de paz. Se le aparecia sobr~ Ia hoja del libro que esta-: ba Jeyendo, se deslac~ba del cuadro qne estaba mi-' rando, daba vueltas al rededor de Ia mesa en que' -escribfa, no Jo dejaba cstudiar, ·no lo dejaha dormir.-

Asi ;mes, Gil Perez iba todas las hudes a co· locarse dclante de Ins ventanas de su novia, espe.: ran do Jleno de impaciencin que a pareciera su Iindo rostro. Per.o ~perdia su tiempo. Aquella larde el jo­ven galan, perfumado, admirablemente pulcro, fue como todas !as tardes.

De repente, a traves de los stores y de los cris­tales, Gil Perez distingui•', una cabecita rubia, que se ocultaba detras de las maderas de Ia ventana. Era ella. Estnvo a punta de lanzar un grito de alegria. El corazon le palpitaba violentamente. Se puso muy palido. AI fin era corresporidido. Que felicidad la suya!

No necesitaba mas Gil Perez y con esc desen­fado peculiar de los enamorados, el, muchacho ti­mido, empez,) a pasearse arrogantemente por Ia ace­ra, dirigiendo sus miradas, languidas y suplicantes, a Ia preciosa aparicion. Y luego, llevado de sus apa-

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sionados sentimientos, hizo mi"l rnonerias y mil se· nas, se arreg(,j el nuda de Ia t:orhata, se sacudi6 los zapatos, se colo co en todas Ins posiciones ...... .

Hallitbase Gil Perez. dando sempja.n te espectacu­lo, cuando vio que atravesaba Ia· c.dle y se dirigia a Ia vcntana un perfecto elegante. vestiJo con esa sen­cil!ez impecable que haec resaltar m~1s el porte dis­tinguido de una persona. Basto eso para que Gil Pe­rez se sintiera cortado. AI compararse ~on aquel ca· ballero. se sinti6 ya ridiculo. Estaba tan joven, tan chico. Entonccs las vidrieras se abrieron y Gil Perez se qued() estupefacto: aquella cabecita rubia era Ia de Ia hermana mayor y aquel caballero era su novio, su novio oficial que todo lo hnbia visto. Gil Perez oy6 que ~se reian y se burlaban de el. Que infe­liz y que tonto se sentra. Su turbaci6n era inmen­sa. l,Qne hacer? l,lrse? l,Quedarse? Pero le faltaba el complemento de su desdicba: aturdido como estaba dio un paso en falso y cay6 al suclo. Sus vestidos se cubrieron de polvo. Su vergiienia fue horriblr. Su turbaci6n aumenbi. Y entonces, como imico re­cm·so, humillado, fracasado, echo a correr callc abajo

CARLOS LOZANO y LOZANO

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Gustavo Quijano Torr s

Rasia Ia lleces, drama e trenado por e te joven comediografo con un exito formidable en el Teatro l\lunicipaJ, e una obra in ten . 1, de concepci/m vigo· rosa y Ya to de arrollo. Pertenece Ot ijano a una e · cuela de penultima moda t nlo e, Ia n1vela como en el teatro. El realismo brutal, de concertante, ha cedido el campo a Ia idealizaciones de Bourget y dt Iaeterlink.

Tiene Ia pieza de Quijano escenas muy largas. Y muy rudas, personajes importunos como el amigo

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y el criado que aparecen en el .ultimo Hcto, pero, en conjunto, Ia pieza nos parecc admirable. Psicologia agilmcnte complicada en los personajes, dominio :Casi completo de Ia escena, elegancia sostenida en el lenguaje. · .

Revisla Azul, campo abierfo a todas las opinio­nes, publicar.a en proxima .edici6n un estudio val­buenezco que sabre el drama de Quijano hale envia­do un ilustrado critico.

Gustavo no es Ia primera vez que triunfa; ya Ia :Sociedatl de Autores Jo ha Jaureado. Nunca como .hoy puede decirse a un r.utor con hmto entusiasmo ;Ja palahra sacramental: iAdelnnle!

El enorme exito alcanzado por Ja Revisfa Azuz" en· su primer niunero, es para sus Directores una satisfacci(')n am pi isima y un timbre de orgullo. La Prensa Ia ha abrumado de conceptos amables y el publico, por su parte, agot6, en un dia, toda Ia ·edici6o.

A tanta generosidad solo podemos COJTesponder mejorando cada vez mhs, como hoy hemos procura­·do hacerlo, esta Hevista.

Gracias!, lector amabilisimo. Gracias!, Jarguisimos colrgas.

y

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(Caricatura rle Rend1n)

f\b6l Farina Alto, seco, escualido, con ojos de mistico ator­

mentado, lleno el espfritu de fiebre, pero de fiebre vivificadora, Abel l•""arina es un extrano poeta, un asceta de su corazon que se flagela dolorosamente para · que de sus heridas brote el verso, como manantial de agua buena.

Iba hacienda solo Ia jornado, y melanclJlicamen· te cantaba el a mor por devoci1in.

Pero un dia-hace poco- encontr/•se herido de verdad y a ese amor que tenia por solo ideal, pag6 entero su tributo.

El poeta es romantico: pero su romanticismo es

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una- manera aristocratica y gentil. Si es amarga su P-oesia, si a veces hace llonu dot·midas penas, es porque el las lJp,va dentro y porque llorar es un sa­bio consuelo y extraiio tesoro. .Momentaneamente se muestra pesimista· del mas recio pesimismo:

(( ro soy zin ser nulo· y fruslrado como el vientre de las csleriles, y tengo envidia generosa del que tempranamenle muere.

En mi sendero no podrian amor, ius pasos detenerse, ni en mi cabeza alormeniada sembrar la gloria sus Ia lll·eles».

Rara vez canta con alegria. Pare~e que se hu­biera empeiiado en dura · Jucha, y cuando florecc al­guna herida, Ia mueslra generos(.lmente.

Farina, como el hombre que estaba solo en un camino: ·

Pidi6 a la noclze asilo; forjo szz espada en ella; midio el abismo ciego de szz orfandad sin playas; llor6 sabre las nwertas cenizas de su estrella y apercibi6 el acero con diestra sanguinaria.

Para reizrr las noble.<> luclzas del Pensamiento, rindi6 salud y diclw, prosperidad y calma: pidi6 a Ia noche asilo; j'orj6 su espada en ella; midio el abismo ciego de szz orfandad sin playa:; . ....... .... .... ........ .... .... .... ........ ...... .... .... ········ ............... .

En alguna ocasion quizo Ia Academia Nacional de Ia Lengua tr:o~erlo a Ia gravedad de su seno, y Fa­

. rina con el terror que no tenia Dario

De las Academias, i Libranos, Seizor!

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hizo en formal negativa feliz escapatoria de toda aso­ciaci.)n reglamentaria.

Farina es un rebelde. «Mas que sus preceas de artifice magnifico, de·

cia LE>gris en Panida, mucho mas valen sn rebeldia de incomprendido y Ia oscuridad que-para los mas- -hay en Ia mayor y acaso mejor parte de su obra; oscuridad encantadora que lo libra de ser un poeta popular».

Entre ~us libros recordamos Pliginas locas, Cri­salidas, Modernas y Plantas de pan. Todas son obras de juventud y hoy desgraciadamente agotadas.

Pero Farina esta en todo su vigor; sc',lo cuenta cuarenta y cuatro aiios y el amor le ha enseiiado a vivir suavemente.

La cosecha futura de sus versos sera magnifica y acaso no se haga esperar mucho.

RAFAEL .JARA~ll LLO ARANGO

Verlainc converso

A Fray Amado, poeta

El enano lascivo que murio, fuc gigante baio la Piedra negra. Una llada amorosa bajo Ia Piedra negra lo lransformo en diamante. -Un diamanle que fuese blanco como una rosa.

Como una rosa blanca y yerla; semejanle -a las temzes blancuras de Ia helenica /Jiosa, o al lejano esfumino conque una alba radiosa -amortigua el orie nle de una eslrella flagrante.

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d ••• y Sll c.uerpo ya ex/zausfo ( ... fue el genii/ visionariO' e un eqmvoco ensuefw? .... ) con amor se rendia .

a Ia =arza bendita y a Ia lzez del Calvaria.

~E.ntonce .el bello cisne de Zeus enmudecia . atonzto, y ellwmo surgio del incensario conw una polvareda de terror ....... · .

Nacio el dia). ·

AllEL FARINA

i Herman as mias! Ester

En las horas amc:rgas de mi vida (;de q-~.zien, sino de li, fue mi amargura? (; l' quien supo curar con nuis dulzura los sangrientos rebordes de mi lzerida?

;,Quien comparlio conmigo la escondida felicidad de la primer terrwra? ;,Quien bendijo mi sed cuando era pma y quien me Ia an·anco, si era mentida?

TLi, mi hermana maynr, dulce tesoro que en mi ruindad 11 en mi do.'or invoco~ fli, que en mi carmen taciturno brillas.

Demosirarte no se cwinto le adoro ya que besarle Ia s·Jndalia es poco y es muy poco cantarle de rodillas!

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·Lucia Sobre /u {rente virgiiw1, ilermana,' · · 1

se complace Ia lu:: en ser divino, y a I raves de tu." labios se ·adivina el poem a ideal de Ia. mq.ilana .

.LVo se que dulce placide:: em~wa de Ius manos de rosa alejandrina, pero a su !eve /acto cada espina se perjimza~ suavi:a y eligalana.

Es mi amor, lzermanila, tan ardienle que pido a Dios con insislenda loca satisjaga el mayor de mis anlojos:

lencr en el placer fi·enfe tu {rente, en el dolor ltl boca entre mi baca · y en fa muerle Ius manos en mis ojos.

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JUAN LOZANO Y LOZANO

DB mi Gortijo Del llbro en prep.aracion ''Turris Eburaea

En Ia cosecha Hay en el 'valle bris?s oloiiales

prefzadas de dulzuras u de ensneiios, !J en los blnncos tu_qurios riberelios luce el presligio de los pavos reales.

En ei jan/in florecen los rosales con [a vaga inconciencia de los sueiios y remecen los vienlos oct:zbrefios en a/ marejadas de oro, los lrigales.

,

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En el /agar hacinanse las twas, suena amores Ia virgen campesina, fermenta el moslo en las olienles cubas.

r en media de sus /zijus, junto al fuego, cuenla el viejo feliz de faz celrina hislorias del corlijJ so!ariego.

El dorningo

Florece en Ia campiiia Ia alborada con el grato frescor de llll asfodelo, duerme min rn el valle Ia vacada, lloran min estrellas en el cielo.

la en el pueblo sono Ia cameanada del alba, man.mmcnle, como un duelo, y se escucha el perdido rilornelo del organo en la paz de Ia caiiada.

Duerme el mas/in en Ia polvosa puerta zm sueiio, del que sOlo lo despierta Ia lonada genial del gallinero.

Y cual banda de pardas golondrinas a misa van las bel/as campesinas veslidas con su lraje dominguero. ·

CAM!LO BARRERA v ARGAS

CONDICIONES

Valor del ejemplar . .... t 0 05 .Serie de seis ml.meros. · .. , • 0 30

Se 11ende en Ia Agencia de Ia Prensa, calle 14. Dirigir Ia correspondencia a Ia carrera 12, numero 294

ESTE NUMERO DOBLE VALE 10 CENTAVOS