perry anderson transiciones de la antiguedad al feudalismo 190 205

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4. LA DINÁMICA FEUDAL El feudalismo apareció, pues, en Europa occidental en el si- glo X, se expandió durante el siglo XI y alcanzó su cenit a fina- les del siglo XII y durante todo el siglo XIII . Una vez trazadas algunas de sus diversas vías de implantación en los principales países de Europa occidental, podemos ahora estudiar el nota- ble progreso económico y social que el feudalismo representó1. En el siglo XIII , el feudalismo europeo había producido una civilización unificada y desarrollada que representaba un avan- ce tremendo sobre las rudimentarias y confusas comunidades de la Edad Oscura. Los índices de este avance fueron múlti- ples. El primero y más fundamental de ellos fue el gran salto 1 Uno de los avances más importantes de la historiografía medieval en las últimas décadas ha sido la plena conciencia del dinamismo del modo de producción feudal. Inmediatamente después de la segunda guerra mun- dial, Maurice Dobb podía escribir repetidamente en sus clásicos Studies in the development of capitalism, el «bajo nivel de la técnica», el «esca- so producto de la tierra», la «ineficacia del feudalismo como sistema de producción» y el «estacionario nivel de la productividad del trabajo en esa época» (Londres, 1967, reedición, pp. 36, 42-3 [ Estudios sobre el des- arrollo del capitalismo, Buenos Aires, Siglo XXI, pp. 55, 61-2]). A pesar de las advertencias de Engels, esas opiniones estuvieron probablemente muy extendidas entre los marxistas durante esos años, aunque debe ad- vertirse que Rodney Hilton puso objeciones específicas, criticando a Dobb, por su «tendencia a dar por supuesto que el feudalismo fue un sistema económico y social siempre e inevitablemente atrasado [...] En realidad, has- ta cerca del final del siglo XIII, el feudalismo fue en conjunto un sistema expansivo. En el siglo IX e incluso antes se produjeron cierto número de innovaciones técnicas en los métodos productivos que supusieron un gran avance sobre los métodos de la- Antigüedad clásica. Grandes zonas de bosques y pantanos fueron transformados al cultivo, la población au- mentó, se construyeron nuevas ciudades y en todos los centros culturales de Europa occidental se podía encontrar una vigorosa y progresiva vida artística e intelectual» (The Modern Quarterly, vol. 2, núm. 3, 1947, pá- ginas 267-8). En la actualidad, la mayoría de los autores, marxistas y no marxistas, estarían de acuerdo con la afirmación general de Southern cuando habla de la «secreta revolución de estos siglos»: véanse sus ob- servaciones en The making of the Middle Ages, pp. 12-13, para la impor- tancia que este período de la evolución europea tuvo para la historia del mundo.

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Dinamica Feudal

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  • 4. LA D IN MICA FEUDAL

    El feudalism o apareci, pues, en Europa occidental en el si- glo X, se expandi durante el siglo XI y alcanz su cenit a fina- les del siglo XII y durante todo el siglo XIII . Una vez trazadas algunas de sus diversas vas de im plantacin en los principales pases de Europa occidental, podem os ahora estudiar el nota- ble progreso econm ico y social que el feudalism o rep resen t1. En el siglo X III , el feudalism o europeo haba producido una civilizacin unificada y desarrollada que representaba un avan- ce trem endo sobre las rudim entarias y confusas com unidades de la Edad Oscura. Los ndices de este avance fueron m lti- ples. El prim ero y m s fundam ental de ellos fue el gran salto

    1 Uno de los avances ms importantes de la historiografa medieval en las ltimas dcadas ha sido la plena conciencia del dinamismo del modo de produccin feudal. Inmediatamente despus de la segunda guerra mun- dial, Maurice Dobb poda escribir repetidamente en sus clsicos Studies in the developm ent of capitalism , el bajo nivel de la tcnica, el esca- so producto de la tierra, la ineficacia del feudalismo como sistema de produccin y el estacionario nivel de la productividad del trabajo en esa poca (Londres, 1967, reedicin, pp. 36, 42-3 [E studios sobre el des- arrollo del capitalism o, Buenos Aires, Siglo XXI, pp. 55, 61-2]). A pesar de las advertencias de Engels, esas opiniones estuvieron probablemente muy extendidas entre los marxistas durante esos aos, aunque debe ad- vertirse que Rodney Hilton puso objeciones especficas, criticando a Dobb, por su tendencia a dar por supuesto que el feudalismo fue un sistema econmico y social siempre e inevitablemente atrasado [ ...] En realidad, has- ta cerca del final del siglo XIII, el feudalismo fue en conjunto un sistema expansivo. En el siglo IX e incluso antes se produjeron cierto nmero de innovaciones tcnicas en los mtodos productivos que supusieron un gran avance sobre los mtodos de la- Antigedad clsica. Grandes zonas de bosques y pantanos fueron transformados al cultivo, la poblacin au- ment, se construyeron nuevas ciudades y en todos los centros culturales de Europa occidental se poda encontrar una vigorosa y progresiva vida artstica e intelectual (The Modern Quarterly, vol. 2, nm. 3, 1947, p- ginas 267-8). En la actualidad, la mayora de los autores, marxistas y no marxistas, estaran de acuerdo con la afirmacin general de Southern cuando habla de la secreta revolucin de estos siglos: vanse sus ob- servaciones en The making of the M iddle Ages, pp. 12-13, para la impor- tancia que este perodo de la evolucin europea tuvo para la historia del mundo.

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    adelante en el excedente agrario producido por el feudalism o. Las nuevas relaciones rurales de produccin perm itieron, en efecto, un sorprendente increm ento en la productividad agrco- la. Las innovaciones tcnicas que constituyeron los instrum en- tos m ateriales de este avance fueron, esencialm ente, la utili- zacin del arado de hierro par el cultivo, los arreos rgidos para la traccin equina, el m olino de agua para la energa m ecnica, los abonos para la m ejora del suelo y el sistem a de rotacin trienal de los cultivos. La inm ensa im portancia de estos descu- brim ientos para la agricultura m edieval en los que tuvieron una gran repercusin las previas transform aciones ideolgicas aportadas por la Iglesia es indiscutible, pero no deben aislar- se com o variables fetichizadas y determ inantes en la historia econm ica de la p o ca 2. En realidad, es evidente que la sim ple existencia de estas m ejoras no era una garanta de su amplia utilizacin. Al contrario, hay un lapso de unos dos o tres siglos entre su inicial y espordica aparicin en la Edad Oscura y su constitucin en un sistem a diferenciado y predom inante en la Edad M edia3, porque slo la form acin y consolidacin de las nuevas relaciones sociales de produccin fue precisam ente lo que posibilit su em pleo en una escala general; slo despus de la cristalizacin de un feudalism o desarrollado en el campo pudieron ser am pliam ente apropiadas. En la dinmica interna del m odo de produccin, y no en la llegada de una nueva tec- nologa, que fue una de sus expresiones m ateriales, es donde hay que buscar el m otor bsico del progreso agrcola.

    Hem os indicado desde el principio que el m odo de produc- cin feudal se defina, entre otras caractersticas, por una gra- dacin escalonada de la propiedad que, por tanto, nunca fue perfectam ente divisible en unidades hom ogneas e intercam bia-

    2 El volumen de Lynn White, Mediaeval technology and social change, Londres, 1963 el estudio ms detallado de los inventos feudales hace precisamente eso: el molino y el arado se convierten en demiurgos de grandes pocas histricas. El fetichismo de esos artefactos y la manipu- lacin de las pruebas por White han sido speramente criticados por R. H. Hilton y P. H. Sawyer, Technical determinism: the stirrup and the plough, Past and Present, nm. 24, abril de 1963, pp. 90-100.

    3 Duby seala que las mejoras en los arados y los arreos eran todavabastante raras entre el campesinado europeo de los siglos IX y X y que la traccin equina no se extendi hasta el siglo XII: Rural economy andcountry life in the mediaeval West, p. 21. La mayor cautela de Duby contrasta con las conjeturas sin freno de White: la diferencia en sus fechas no es un puro problema de precisin cronolgica, sino de posi- cin causal de la tcnica dentro de la agricultura feudal. Este tem a se desarrolla ms arriba.

  • La dinm ica feudal 187

    bles. Este principio organizativo gener el dom inio em inente y el feudo revocable en el plano caballeresco; en el plano de la aldea, determ in la divisin de la tierra entre el dom inio seo- rial y las parcelas de los cam pesinos, sobre las que los derechos del seor estaban, a su vez, diferenciados por grados. Esta di- visin fue precisam ente la que m odel la doble form a de con- frontacin de clase entre seores y cam pesinos en el m odo de produccin feudal. Porque, por una parte, el seor intentaba naturalm ente maximizar las prestaciones de trabajo personal en su reserva seorial y las entregas en especie procedentes de las parcelas de los cam pesinos4. El nivel de organizacin alcan- zado por el noble feudal en su dom inio tena frecuentem ente una im portancia fundam ental para la aplicacin de las nuevas tcnicas. El ejem plo ms obvio de esto, am pliam ente documen- tado por Bloch, lo constituye la introduccin del m olino de agua, que necesitaba una cuenca de cierta extensin para ser rentable y que dio as origen a una de las prim eras y ms duraderas de todas las banalits o m onopolios de explotacin seoriales: la obligacin d e l cam pesinado local de llevar su grano para ser m olido en los m olinos del se o r5. En este caso, el seor feudal era verdaderam ente, en palabras de Marx, el director y dom inador del proceso de produccin y de todo el proceso de la vida soc ia l6, o, dicho de otra forma, una necesi- dad funcional del progreso agrcola. Al m ism o tiem po, claro est, este progreso se alcanz en beneficio represivo del propie- tario del m olino y a costa del villano. Otras banalits tuvieron un carcter ms estrictam ente confiscador, pero en su mayor parte se derivaron del uso coercitivo de los superiores medios

    4 Van Bath indica que tuvo que encontrarse un equilibrio entre la explotacin de la reserva seorial y de las parcelas de los campesinos de aproximadamente 1 : 2, con objeto de no agotar la fuerza de trabajo de los villanos y poner as en peligro el cultivo de la propia reserva seorial, a menos que hubiera una oferta adicional de trabajo asalariado, The agrarian history of Western Europe, pp. 45-6. La experiencia de Euro- pa oriental no parece confirmar esta hiptesis, ya que, como veremos, las prestaciones de trabajo personal pudieron ser all muy superiores a las de Occidente.

    5 Bloch traz la aparicin y la importancia de este ltimo en un cle- bre ensayo, The advent and triumph of the water-mili, reimpreso aho- ra en Land and work in mediaeval Europe, Londres, 1967, pp. 136-68. Las banalits fueron introducidas normalmente en los siglos X y XI, des- pus de que el sistema seorial se hubo consolidado, en un nuevo golpe del martillo seorial.

    6 Capital, III, pp. 860-1 [EI capital, libro m , vol. 8, p. 1120]. Marx se refiere retrospectivamente a toda la poca anterior a la llegada del ca- pitalismo.

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    de produccin controlados por la nobleza. Las banalits fueron profundamente odiadas a lo largo de toda la Edad M edia y siempre constituyeron uno de los principales objetos del ata- que popular durante los levantam ientos cam pesinos. El papel directo del seor en la direccin y la supervisin del proceso de produccin descendi a medida que aum entaba el exceden- te; desde muy pronto, adm inistradores y agentes adm inistraron las grandes fincas para una alta nobleza que haba pasado a ser econm icam ente parasitaria. Por debajo del nivel de los magnates, sin embargo, los nobles m s pequeos y los inter- mediarios m inisteriales ejercan norm alm ente una fuerte pre- sin sobre la tierra y el trabajo para tener una m ayor produc- cin a disposicin de los propietarios; la im portancia social y econm ica de este estrato tendi a crecer ininterrum pidam ente durante el perodo medieval. A partir del ao 1000, la clase aristocrtica en su conjunto se consolid gracias a nuevas pau- tas de herencia, destinadas a proteger la propiedad nobiliaria contra la divisin, y todos los sectores de la nobleza desarro- llaron un creciente apetito por el consum o de objetos agrada- bles y lujosos que actu com o poderoso estm ulo para la ex- pansin de la oferta de bienes del cam po, as com o para la introduccin de nuevas exacciones, com o la taille, que se re- caud por vez primera de los cam pesinos hacia finales del si- glo XI. Un signo caracterstico del papel seorial en el desarro- llo de la econom a feudal de esta poca fue la expansin de la viticultura durante el siglo XII: el vino era una bebida selecta y los viedos eran em presas tpicam ente aristocrticas que en- traaban un grado ms alto de trabajo especializado y de ren- tabilidad que los cultivos de cerea les7. De form a ms general, dentro del conjunto del sistem a seorial, la productividad neta del dom inio del seor era sustancialm ente superior a la de las parcelas cam pesinas que lo rodeaban8, lo que constituye una prueba no s lo de la apropiacin de la m ejor tierra por la clase dominante, sino tambin de la relativa racionalidad econm ica de su explotacin.

    Por otra parte, el im pulso m asivo del desarrollo agrcola m e- dieval provena de la clase social de los productores inmedia-

    7 Duby, Guerriers et pay sans, pp. 266-7.8 M. Postan, England, The Cambridge economic history of Europe,

    volumen I, The agrarian life of the Middle Ages, p. 602 [Inglaterra, Historia economica de Europa, I, La vida agraria en la Edad Media, Ma- drid, Revista de Derecho Privado, 1948]; The mediaeval economy and so - ciety, p. 124.

  • La dinm ica feudal 189

    tos, porque el m odo de produccin feudal que surgi en Europa occidental ofreca generalm ente al cam pesinado el espacio m- nim o para aum entar el producto que quedaba a su disposicin en el marco de las duras obligaciones del sistem a seorial, El cam pesino norm al tena que proporcionar prestaciones de tra- bajo en el dom inio del seor a m enudo hasta tres das por sem ana y num erosas obligaciones adicionales; sin embargo, quedaba libre para intentar durante el resto de la sem ana au- m entar la produccin en sus propias parcelas. Marx observ que la productividad de los restantes das de la sem ana de los que dispone el propio productor directo es una magnitud va- riable, que debe desarrollarse en el curso de su experiencia [ ...] Aqu est dada la posibilidad de cierto desarrollo econ m ico9. Las rentas feudales recaudadas sobre la produccin de las par- celas cam pesinas tendieron a adquirir cierta regularidad y es- tabilidad, cuyo carcter consuetudinario slo podan m odifi- car los seores com o resultado de un cam bio radical en el equilibrio local de fuerzas entre am bas clases so c ia le s10. Haba, pues, un margen para que los resultados de una m ejor productividad beneficiaran al productor directo. As, la Alta Edad Media se caracteriz por una continua expansin del cul- tivo cerealista y, dentro de l, por un cam bio hacia m ejores cosechas de trigo, que fue obra esencialm ente de un cam pesi- nado que consum a pan com o alim ento bsico. Se produjo tam - bin una transicin gradual hacia el u so de caballos para las faenas de arado, m s rpidos y m s eficaces que los bueyes que les haban precedido, aunque tam bin m s caros. Un creciente nm ero de aldeas lleg a poseer forjas para la produccin local de herram ientas de hierro, a m edida que se desarrollaba un

    9 Capital, III, p. 774 [E l capital, libro III, vol. 8, p. 1010].10 R. H. Hilton, Peasant movements in England before 1381, en Es-

    says in economic history, v o l. I I , comp. E. M. Carus-Wilson, Londres, 1962, pp. 73-5. Marx subray la necesidad de esta regularidad para la cohe- rencia del conjunto del modo de produccin: Adems, est claro que aqu, como siempre, a la parte dominante de la sociedad le interesa san- tificar lo existente confirindole el carcter de ley y fijar como legales sus barreras, dadas por el uso y la tradicin. Prescindiendo de todo lo dems, por otra parte, esto se produce por s solo apenas la reproduc- cin constante de la base de las condiciones imperantes, de la relacin en la que se basa, asume con el correr del tiempo una forma regulada y ordenada; y esta regla y este orden son, de por s, un factor impres- cindible de cualquier modo de produccin que pretenda asumir solidez social e independencia del mero azar y la arbitrariedad, Capital, vo- lumen III, pp. 7734 [El capital, libro III, vol. 8, p. 1009].

  • 190 E uropa occidental

    artesanado rural d isp erso 11. Las m ejoras en el equipo tcnico as creado tendieron a rebajar la demanda de prestaciones de trabajo personal en los dom inios seoriales, perm itiendo el co- rrespondiente aum ento de la produccin en las parcelas cam - pesinas. Al m ism o tiem po, sin embargo, y a medida que la poblacin creca con la expansin de la econom a medieval, la extensin m edia de las parcelas del cam pesinado dism inuy in- cesantem ente a causa de su fragm entacin, descendiendo quiz de unas 40 hectreas en el siglo IX a unas 8 12 hectreas en el siglo x iii12. El resultado normal de este proceso fue la cre- ciente diferenciacin social en las aldeas, cuya principal lnea divisoria separaba a aquellas fam ilias que posean yuntas para arar de aquellas que no las posean. Un incipiente estrato de cam pesinos acom odados acaparaba norm alm ente la mayor par- te de los beneficios del progreso rural dentro de la aldea y ten- da frecuentem ente a reducir a los cam pesinos ms pobres a la posicin de jornaleros dependientes que trabajaban para ellos. Sin embargo, tanto los cam pesinos prsperos como los pobres se oponan estructuralm ente a los seores que vivan a costa de ellos y durante toda la poca feudal se libraron entre am- bos constantes y silenciosas luchas por los arrendam ientos (que ocasionalm ente estallaron en guerras abiertas, aunque en con- junto esto fue poco frecuente en los siglos que estam os estu- diando). Las form as que adopt la resistencia cam pesina fue- ron muy variadas: recurso a la justicia pblica (donde exista, com o en Inglaterra) contra las desorbitadas pretensiones seo- riales; incum plim iento colectivo de las prestaciones de trabajo (protohuelgas); presiones para obtener reducciones directas de las rentas o engaos en los pesos del producto o en las m edi- ciones de t ierra 13. Por su parte, los seores, fuesen laicos o ecle- sisticos, recurran a la fabricacin legal de nuevas obligacio- nes, a la violencia directam ente coercitiva para im poner au-

    11 Vase Duby, Guerriers et paysans, pp. 213, 217-21.12 Rodney Hilton, Bond men made free, Londres, 1973, p. 28 [Siervos

    liberados, Madrid, Siglo XXI, 1978].13 Para estas diferentes formas de luchas, clandestinas unas y abier-

    tas otras, vase R. H. Hilton, A mediaeval society: the West Midlands, pginas 154-60; Peasant movements in England before 1381, pp. 76-90; The transition from feudalism to capitalism, Science and Society, oto- o de 1953 pp. 343-8 [Comentario, en R. Hilton, comp. La transicin del feudalismo al capitalism o, Barcelona, Crtica, 1977], y Witold Kula, Thorie economique du sy s tme fodale, La Haya-Pars, 1970 pp. 50-3, 146 [Teora econmica del sistem a feudal, Buenos Aires, Siglo XXI, 2. ed., 1976].

  • La dinm ica feudal 191

    m entos de rentas y a la apropiacin de tierras com unales o disputadas. Las luchas por las rentas podan generarse, pues, en ambos polos de la relacin feudal y tendan a estim ular la productividad en sus dos extrem os14. Los seores y los cam- pesinos estaban objetivam ente inm ersos en un proceso conflic- tivo cuyas consecuencias globales llevaran hacia adelante al conjunto de la econom a agrcola.

    Un rea de conflicto social fue especialm ente im portante en sus consecuencias para el desarrollo del m odo de produccin en cuanto tal. Las disputas en to m o a la tierra fueron obvia- m ente endm icas en una situacin en la que el suelo comunal de la aldea no era en absoluto un suelo prim ordialm ente agr- cola y en la que grandes extensiones de tierra eran pantanos, brezales o selvas vrgenes. La roturacin y conversin de tierras no cultivadas era, por tanto, la va ms fructfera de expansin de la econom a rural en Ia Edad Media y la ms espectacular expresin de la mayor capacidad productiva de la agricultura feudal. De hecho, entre los aos 1000 y 1250 tuvo lugar un vasto m ovim iento de ocupacin y colonizacin de nuevas tierras. Se-

    14 Duby, por el contrario, atribuye nicamente al campesinado el m- petu econmico bsico de esta poca. En su opinin, la nobleza dirigi el crecimiento de la economa europea en el perodo comprendido entre los aos 600 y 1000 por medio de la acumulacin de botines y tierras en la guerra; el campesinado dirigi el desarrollo de la economa entre los aos 1000 y 1200 gracias al avance del cultivo rural en el marco de una nueva paz; la burguesa urbana dirigi el desarrollo del perodo que comienza en el 1200 por medio del comercio y las manufacturas de las ciudades: Guerriers et paysans, passim. La simetra un poco sospechosa de este esquema no est sostenida, sin embargo, por las mismas pruebas de Duby. Es muy dudoso que la influencia global de la guerra descendie- ra seriamente despus del ao 1000 (como Duby concede en una ocasin, pgina 207), mientras que el activo papel seorial en la economa de los siglos XI y XII est ampliamente documentado por el propio Duby. Por otra parte, es difcil comprender por qu deba concederse a las activi- dades militares de la nobleza una preeminencia econmica tan grande en el perodo anterior al ao 1000 a expensas del trabajo campesino. De hecho, el vocabulario de Duby oscila significativamente en la localizacin de los orgenes del dinamismo econmico en cada fase (comprense las formulaciones aparentemente contradictorias de las pp. 160 y 169 y de las pginas 200 y 237, que asignan sucesivamente una prioridad causal a la guerra y al cultivo en la fase 1, y a los nobles menores y a los campe- sinos en la fase 2). Estas oscilaciones reflejan verdaderas dificultades de anlisis dentro del magistral estudio de Duby. En realidad, es abso- lutamente imposible asignar una exacta proporcin econmica a los roles subjetivos de las clases sociales en pugna de esta poca: la estructura objetiva del modo de produccin fue lo que puso en movimiento sus res- pectivas y diversas realizaciones en la forma de una lucha social anta- gnica.

  • 192 E uropa occiden ta l

    ores y cam pesinos participaron decididam ente en este proceso de expansin. Las talas de los cam pesinos fueron generalm ente am pliaciones poco sistem ticas de los lm ites existentes de tierra cultivable a costa de los bosques y pastizales de los alrede- dores. Las roturaciones nobiliarias fueron norm alm ente em pre- sas posteriores y ms amplias que m ovilizaron m ayores re- cursos para la recuperacin de tierras m s difciles15. El rescate ms arduo de tierras rem otas y yermas fue obra de las grandes rdenes m onsticas, sobre todo de los cistercienses, cuyas aba- das fronterizas ofrecan una prueba tangible de los beneficios del antinaturalism o catlico. La duracin de la vida de un m onasterio no era la de un barn. El m onasterio no tena que recuperar en una sola generacin la inversin en trabajo hu- m ano necesaria para las roturaciones d ifciles. La explotacin de las regiones ms rem otas e inhspitas, que se recuperaban para el cultivo o el pastoreo y necesitaban una proyeccin eco- nm ica a largo plazo, era em prendida frecuentem ente por las r- denes religiosas. Estas, a su vez, eran tam bin con frecuencia especialm ente opresivas para el cam pesinado, ya que sus com uni- dades clericales residan ms tiem po en sus tierras que los caba- lleros o barones, que a m enudo podan estar fuera, en las ex- pediciones m ilitares. Las presiones y pretensiones conflictivas que se originaban a consecuencia de estas disputas por las nuevas regiones constituan, pues, una nueva form a de lucha de clases por la tierra. En algunos casos, y con objeto de con- seguir m ano de obra para la roza de bosques y brezales, los nobles liberaban a los cam pesinos de la condicin servil; para las grandes em presas, sus agentes o locatores tenan que pro- m eter norm alm ente a los alistados especiales exenciones feu- dales. En otros casos, las roturaciones cam pesinas eran tom a- das y expropiadas posteriorm ente por los nobles, y los peque- os propietarios que vivan en ellas quedaban reducidos, por tanto, a la servidumbre.

    De un m odo ms general, a finales del siglo XII y durante el XIII pudieron observarse m ovim ientos profundam ente con- tradictorios en la sociedad rural de Europa occidental. Por una parte, las tierras seoriales se redujeron y las prestaciones de trabajo personal dism inuyeron en la mayor parte de las regio- nes, con la notable excepcin de Inglaterra. En los dom inios seoriales se hicieron m s frecuentes los trabajadores estacio-

    15 Vase el estudio de Duby, Rural economy and country life in the mediaeval West, pp. 72-80.

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    nales, pagados en salarios pero sujetos a obligaciones consue- tudinarias, m ientras que el arrendam iento de las reservas se- oriales a arrendatarios cam pesinos aum entaba enorm em ente a costa del cultiv directo. En algunas zonas, especialm ente quiz en el norte de Francia, las com unidades de cam pesinos y aldeas com praban su libertad a unos seores ansiosos de obte- ner ingresos en m et lico 16. Por otra parte, la m ism a poca presenci tam bin una nueva oleada de servidum bre, que priv de su libertad a grupos sociales anteriorm ente libres y aadi un nuevo rigor y precisin a las definiciones jurdicas de la falta de libertad, con la form ulacin por vez prim era a partir de finales del siglo XI de la doctrina de la servidumbre de la gleba. Las tierras de los cam pesinos libres, que a diferencia de las tenencias de los villanos estaban sujetas a reparto por herencia, cedieron sim ultneam ente en m uchas regiones ante las presiones seoriales y se convirtieron en tenencias depen- dientes. Las posesiones alodiales retrocedieron y se esfum aron generalm ente en esta poca, que fue testigo adem s de una ma- yor expansin del sistem a de fe u d o 17. Todas estas conflictivas tendencias agrarias eran m anifestaciones de la silenciosa lucha social por la tierra que dio a esta era su vitalidad econm ica. Esta oculta aunque incesante e im placable tensin entre dom inantes y dom inados, entre los seores m ilitares de la so- ciedad y los productores directos som etidos a ellos, fue lo que produjo la gran expansin m edieval de los siglos XII y XIII.

    El resultado neto de estas presiones dinm icas, innatas a la econom a feudal de Occidente, fue Un aum ento considerable de la produccin global. Naturalm ente, el aum ento de la exten- sin de tierra cultivada n o puede cuantificarse a escala conti- nental debido a la im posibilidad de establecer proporciones m edias a causa de la diversidad de clim as y tierras, aunque no hay duda de que prcticam ente en todas partes fue muy con- siderable. Los historiadores han calculado, sin embargo, con alguna m ayor precisin, aunque todava con cautela, los aumen- tos en las cosechas. El clculo de Duby es que entre los si- glos IX y XIII los rendim ientos m edios cosecha/siem bra aum en- taron com o m nim o de 2, 5/1 a 4 /1 , y que la parte de la cosecha que quedaba a d isposicin del productor se duplic: En los

    16 Normalmente esas compras fueron obra de campesinos ricos que dominaban las aldeas situadas en regiones con relaciones de mercado, ya fuese en Francia o en Italia: Hilton, Bond men made free, pp. 80-5.

    17 Boutruche, Seigneurie et fodalit, II, pp. 77-82, 102-4, 276-84.

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    campos de Europa occidental tuvo lugar, entre el perodo ca- rolingio, y el am anecer del siglo X III, un gran cambio en la productividad, el nico de la historia hasta los grandes avances de los siglos XVIII y XIX [ ...] A finales del siglo XIII, la agricultura medieval haba alcanzado un nivel tcnico equivalente al de los aos que precedieron inm ediatam ente a la revolucin agrco- la18. La espectacular aceleracin de las fuerzas de produccin desencaden, a su vez, la correspondiente expansin demogr- fica. Entre los aos 950 y 1348, la poblacin total de Europa occidental posiblem ente creci ms del doble, pasando de unos 20 a 54 m illones de personas19. Se ha calculado que la esperan- za m edia de vida, que haba sido de unos veinticinco aos en el Im perio romano, se elev a treinta y cinco aos en el si- glo XIII en la Inglaterra feu d a l20. En el marco de esta socie- dad que se m ultiplicaba, el com ercio se revi taliz despus de su larga decadencia durante la Edad Oscura, y un mayor n- mero de ciudades crecieron y prosperaron com o puntos de in- terseccin de los m ercados regionales y com o centros manu- factureros.

    El auge de estos enclaves urbanos no puede separarse de la levadura agrcola que los rodeaba. Es absolutam ente incorrecto aislar a uno de otro en cualquier anlisis que se haga de la Alta Edad M edia21. Por un lado, la mayor parte de las nuevas ciu- dades fueron, en su origen, prom ovidas o protegidas por se- ores feudales, para quienes constitua un objetivo natural aca- parar los m ercados locales u obtener grandes beneficios del com ercio de larga distancia concentrndolo bajo su gida. Por otro, el fuerte aum ento en los precios cerealsticos experim en- tado entre 1100 y 1300 un salto de alrededor del 300 por

    18 Rural economy and country life in the mediaeval West, pp. 103-12. Esta pretensin de Duby sobre la poca medieval parece exagerada, van- se los clculos realizados por Van Bath sobre las cosechas en la agri- cultura posmedieval, infra, pp. 267-8. Pero su nfasis en la magnitud del desarrollo medieval exige un consenso general.

    19 J. C. Russell, Late ancient and mediaeval populations, Filadelfia, 1958, pginas 102-13. Parece ser que, de hecho, la poblacin de Francia, Gran Bretaa, Alemania y Escandinavia se triplic durante esos siglos; los ndices ms lentos de crecimiento en Italia y Espaa hacen que dismi- nuya la media global.

    20 R. S. Lopez, The birth of Europe, Londres, 1967, p. 398.21 Una opinin expresada con frecuencia es que, en palabras de Pos-

    tan, las ciudades de esta poca fueron islas no feudales en ocanos feu- dales (The mediaeval economy and society, p. 212). Esa descripcin es incompatible con cualquier anlisis comparado de las ciudades medieva- les dentro de una tipologa histrica ms amplia del desarrollo urbano.

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    ciento proporcion la base inflacionista propicia para la ven- ta de todas las m ercancas urbanas. Sin embargo, una vez ci- m entadas y puestas en marcha econm icam ente, las ciudades m edievales consiguieron muy pronto una autonom a relativa, que adopt una form a poltica visible. Dominadas en un pri- m er m om ento por agentes seoriales (Inglaterra) o por peque- os nobles residentes en ellas (Italia), posteriorm ente crearon unos patriciados especficam ente urbanos, procedentes en su mayor parte de las filas de los antiguos interm ediarios feuda- les o de triunfantes m ercaderes y m anufactureros22. Estos nue- vos estratos patricios controlaban una econom a urbana en la que la produccin lleg a estar fuertem ente regulada por los grem ios, que generalm ente aparecieron en las ltim as dcadas del siglo XII. En estas corporaciones no exista separacin al- guna entre el productor artesano y los m edios de produccin, y los pequeos m aestros formaban una masa plebeya situada inm ediatam ente debajo de la propia oligarqua mercantil-ma- nufacturera. Slo en las ciudades flam encas e italianas apa- reci por debajo de este artesanado, y con una identidad y unos intereses especficos, na clase social asalariada de trabajado- res urbanos de cierta magnitud. El m odelo de gobierno m unici- pal variaba de acuerdo con el peso relativo de la actividad ma- nufacturera o mercantil de las respectivas ciudades. Donde la primera actividad tena una im portancia fundam ental, los grem ios artesanos tendieron finalm ente a conseguir alguna par- ticipacin en el poder civil (Florencia, Basilea, Estrasburgo, Gante); m ientras que all donde predominaba de form a decisi- va la segunda, las autoridades de la ciudad norm alm ente se reducan a los m ercaderes (Venecia, Viena, Nuremberg, L- beck) 23. Las m anufacturas a gran escala estaban concentradas esencialm ente en las dos regiones densam ente pobladas de Flan- des y el norte de Italia. Los tejidos de lana eran naturalmente el sector ms expansivo, ya que su productividad probablemen- te se m ultiplic por ms de tres con la introduccin del telar horizontal de pedal. Sin embargo, los mayores beneficios co- sechados por el capital urbano m edieval procedan indudable-

    22 J. Lestocquoy, Aux origines de la bourgeoisie: les villes de Flandre e t de l Italie sous le gouvernement des patriciens (X Ie-XVe sicles), Pars, 1952, pp. 45-51, estudia los orgenes de las oligarquas florentina, genove- sa y sienesa, A. B. Hibbert, The origin of the mediaeval town patricia- te, Past and Present, nm. 3, febrero de 1953, pp. 15-27, es el mejor an- lisis del problema.

    23 Vanse las observaciones de Guy Fourquin, H istoire conomique de lOccident mdival, Pars, 1969, pp. 240-1.

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    m ente del com ercio de larga distancia y de la usura. Dado el continuo (aunque decadente) predom inio de una econom a na- tural y la todava rudimentaria red de transportes y com uni- caciones de Europa, las oportunidades de comprar barato y re- vender caro en mercados im perfectos eran desproporcionada- m ente lucrativas. El capital m ercantil pudo obtener beneficios muy altos por la sim ple m ediacin entre esferas separadas de valores de u s o 24. El sistem a de ferias de la Champaa, que uni a los Pases Bajos con Italia desde el siglo XII hasta principios del XIV, se convirti en el clebre eje de estas transacciones in- terregionales.

    Por otra parte, la fusin estructural de lo econm ico y lo poltico que defini al modo de produccin feudal no poda reducirse nicam ente a la extraccin seorial del plusproducto agrcola. La coercin extraeconm ica de carcter poltico-m ili- tar fue utilizada tambin con toda libertad por las oligarquas patricias que llegaron a dominar las ciudades m edievales: ex- pediciones armadas para im poner m onopolios, incursiones de castigo contra los rivales, campaas para im poner peajes y le- vas al cam po circundante. El punto m s alto de esta aplicacin de la violencia poltica para la dom inacin forzosa de la pro- duccin y el com ercio se alcanz, por supuesto, con el anexio- nism o de las ciudades italianas, con su vida sujecin y extor- sin de las provisiones y la m ano de obra de sus conquistados contados rurales. El carcter antiseorial de las incursiones urbanas en Lombarda o Toscana no las haca antifeudales en sentido estricto: eran ms bien m odalidades urbanas del m e- canism o general para la extraccin del plusproducto caracte- rstico de la poca y dirigido contra los com petidores rurales. A pesar de ello, las com unidades corporativas urbanas repre- sentaron indudablem ente una fuerza de vanguardia en el con- junto de la econom a m edieval, porque s lo ellas estaban de- dicadas nicam ente a la produccin m ercantil y se basaban exclusivam ente en el intercam bio m onetario. Naturalm ente, el m ism o volum en de los beneficios realizados por la otra gran vocacin com ercial de los mercaderes es prueba de su papel fundam ental a este respecto en el m arco de la rarefaccin m o- netaria general de la poca. El pinculo de las fortunas patri- cias fue la banca, donde podan obtenerse astronm icos tipos de inters por los exorbitantes prstam os concedidos a prn- cipes y nobles faltos de dinero lquido. Marx seal que la

    24 Vase Marx, Capital, III, pp. 320-5.

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    usura parece vivir en los poros de la produccin, as com o en Epicuro los d ioses viven en los interm undos. Es tanto m s di- fcil conseguir dinero cuanto m enos form a m ercantil se cons- tituya en la form a generalizada del producto. Por eso, el usu- rero no conoce lim itacin alguna salvo la capacidad de pago o de resistencia de quien necesita d inero25. El carcter para- sitario de estas operaciones no las haca, sin embargo, nece- sariam ente im productivas desde el punto de vista econmico: de los exuberantes ros de la usura corran a m enudo caudalo- sos afluentes de inversiones hacia las m anufacturas o los trans- portes. La vuelta de la m oneda de oro a Europa a m ediados del siglo XIII, con la sim ultnea acuacin en 1252 del ja n u a r iu s y el florn en Gnova y Florencia, fue el sm bolo resplande- ciente de la vitalidad com ercial de las ciudades.

    Fueron ellas tam bin las que devolvieron a la Europa feudal el dom inio de los mares lim trofes, prenda decisiva de su ex- pansin. La econom a urbana de la Edad Media era absoluta- m ente indisociable del transporte y el com ercio martimo; no fue accidental que sus dos grandes centros regionales, en el norte y el sur de Europa, estuvieran cerca del litoral. La pri- mera condicin para el auge de las ciudades italianas fue el establecim iento de su suprem aca naval en el M editerrneo oc- cidental, que qued lim pio de flotas islm icas a principios del siglo X I. Esta suprem aca fue seguida de dos nuevos avances internacionales: el dom inio del M editerrneo oriental, con la victoria de la prim era cruzada, y la apertura de rutas regula- res para el com ercio atlntico, desde el M editerrneo hasta el canal de la M ancha26. El podero m artim o de Gnova y Vene- cia fue lo que garantiz a Europa occidental un continuo su- pervit com ercial con Asia, supervit que financi su vuelta al oro. El volum en de la riqueza acum ulada en estas ciudades m e- diterrneas puede apreciarse por m edio de esta sim ple com - paracin: en el ao 1293, s lo los im puestos m artim os del puer- to de Gnova produjeron tres veces y m edia m s que todas las rentas reales de la monarqua fran cesa27.

    Como ya hem os sealado, la condicin estructural que po-

    25 Capital, III, p. 585 [El capital, libro III, vol. 7, p. 772].26 Bautier, The economic developm ent of mediaeval Europe, pp. 96-

    100, 126-30, subraya correctamente la importancia de estos avances.27 Lopez, The birth of Europe, pp. 260-1. Ese fue un ao excepcional

    en Gnova: los ingresos fueron cuatro veces ms altos que en 1275 y dos veces ms que en 1334. Pero la misma posibilidad de alcanzar esa cima es tambin bastante sorprendente.

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    sibilit este poder y esta prosperidad urbana fue la parcela- cin de la soberana caracterstica del m odo de produccin feudal en Europa. Slo este hecho perm iti la autonom a po- ltica de las ciudades y su em ancipacin del control seorial o m onrquico directo, que separ radicalm ente a Europa occi- dental de los Estados orientales de la m ism a poca, con sus concentraciones m unicipales m ucho ms extensas. La forma ms madura que adopt esta autonom a fue la comuna, insti- tucin que recuerda la diferencia irreductible que exista entre la ciudad y el cam po incluso dentro de su unidad feudal. La comuna era, en efecto, una confederacin basada en el jura- m ento de lealtad recproca entre iguales: la conjuratio28. Esta promesa jurada constitua una anomala en el m undo m edie- val porque, aunque las instituciones feudales de vasallaje y fi- delidad tuvieran un carcter enfticam ente m utuo, eran, sin embargo, vnculos de obligaciones entre superiores e inferio- res en una expresa jerarqua de rango. Se definan por la des- igualdad m s incluso que por la reciprocidad. La conjuratio urbana, pacto fundador de la com una y una de las aproxima- ciones histricas realm ente ms cercana a un contrato social formal, entraaba un principio nuevo y diferente: una com uni- dad de iguales. Por su naturaleza, era odiada y tem ida por nobles, prelados y monarcas: la comuna era un nombre nue- vo y detestable para Guibert de Nogent, a principios del si- glo x i i 29. En la prctica, la comuna qued limitada, natural- m ente, a una estrecha lite dentro de las ciudades. Su ejem plo inspir ligas interciudadanas en el norte de Italia y en Renania y finalm ente, por extensin, ligas de caballeros en Alemania. Sin embargo, la novedad ms prom etedora de la institucin se derivaba del autogobierno d las ciudades autnom as, que se remontaba precisam ente a la coyuntura en la que las ciudades lombardas se sacudieron la dom inacin seorial de sus obispos y cortaron as la cadena de dependencia feudal en la que pre-

    28 Weber, Economy and society, III, pp. 1251-62. Las especficas obser- vaciones de Weber sobre las ciudades medievales son casi siempre exac-tas y agudas, pero su teora general le impidi captar las razones es-tructurales de su dinamismo. Weber atribua el capitalismo urbano deEuropa occidental esencialmente a la posterior pugna entre naciones- Estados cerrados: General economic history, Londres, 1927, p. 337 [Historia econmica general, Madrid, FCE, 1974].

    29 Frase que llam la atencin tanto de Marx (Selected corresponden- ce, p. 89) como de Bloch (Feudal society, p. 354). Para otro prelado, Jac- ques de Vitry, las comunas eran violentas y pestilentes, Lopez, The birth of Europe, p. 234.

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    viam ente estaban integradas. Las com unas de tipo italiano nun- ca tuvieron un carcter universal en Europa, sino que consti- tuyeron el privilegio de las regiones econm icam ente ms avan- zadas. As, las otras dos grandes zonas en las que pueden en- contrarse son Flandes y un siglo despus Renania. Sin embargo, en estas dos zonas existieron gracias a las cartas de autonom a concedidas por soberanos feudales, mientras que las ciudades italianas ya haban dem olido definitivam ente y para siempre la soberana imperial sobre Lombarda en el siglo XII. Las com unas fueron tam bin im portantes, durante un siglo aproximadamente, en las regiones vasallticas situadas fuera de los dom inios reales del norte de Francia, donde su influen- cia garantiz un trato tolerante de las bonnes villes del centro y del sur por parte de la m onarqua30. En Inglaterra, por su parte, donde el predom inio de las com unidades m ercantiles ex- tranjeras era un signo de la relativa debilidad de la clase bur- guesa local, las ciudades eran demasiado pequeas para alcan- zar la im portancia econm ica necesaria para la emancipacin poltica, con la excepcin de Londres, que, al ser la capital, fue m antenida de form a directa bajo el control r e a l31. En la isla nunca se establecieron com unas propiam ente dichas, lo que ha- bra de tener im portantes consecuencias para su posterior evo- lucin constitucional. En toda Europa occidental, los centros urbanos conquistaron, sin embargo, cartas bsicas y una exis- tencia m unicipal corporativa. Las ciudades m edievales represen- taron en todos los pases un com ponente econm ico y cultural absolutam ente crucial del orden feudal.

    Sobre esa doble base del im presionante progreso agrcola y de la vitalidad urbana se elevaron los m ajestuosos monumen- tos estticos e intelectuales de la Alta Edad Media, las grandes catedrales y las prim eras universidades. Van Bath seala: En el siglo X II se abri un perodo de exuberante desarrollo en la Europa occidental y meridional. Tanto en el campo cultural com o en el material se alcanz un punto culm inante en los aos com prendidos entre 1150 y 1300 que no fue igualado de nuevo hasta m ucho despus. Este avance se produjo no slo en la teologa, la filosofa, la arquitectura, la escultura, la vi- driera y la literatura, sino tam bin en el bienestar m aterial32.

    30 C. Petit-Dutaillis, Les communes f ranaises, Pars, 1947, pp. 62, 81.31 En el ao 1327, Londres recibi de Eduardo III una carta formal

    de libertades, pero a finales de la Edad Media la ciudad estaba firme- mente sometida al poder central de la monarqua.

    32 The agrarian history of Western Europe, p. 132.

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    Los orgenes de la arquitectura gtica, artefacto suprem o de esta exuberancia cultural, constituyeron una llam ativa expre- sin de las energas unitarias de la poca: su lugar de nacim ien- to fue el norte de Francia, corazn del feudalism o desde Car- lomagno, y su fundador fue Sigerio, abad, regente y patrn, cuya triple vocacin fue reorganizar y racionalizar el seoro de Saint Denis, consolidar y extender el poder de la m onarqua capeta para Luis VI y Luis VII y lanzar sobre Europa un estilo areo de construccin, cuyo programa potico era su propio verso re lig io so33. Estos logros interiores de la civilizacin me- dieval de Occidente tuvieron su reflejo exterior en su expansin geogrfica. Del ao 1000 al 1250, el em puje del m odo de produc- cin feudal produjo en su m om ento culm inante las expedicio- nes internacionales de las cruzadas. Las tres grandes puntas de esta expansin se localizaron en el Bltico, la pennsula Ibrica y el Oriente Prximo. Brandemburgo, Prusia y Finlan- dia fueron conquistadas y colonizadas por caballeros germa- nos y suecos. Los moros fueron expulsados desde el Tajo a la sierra de Granada; Portugal qued com pletam ente lim pio y all se fund un nuevo reino. Palestina y Chipre fueron arrebatados a los m usulm anes. La conquista de Constantinopla, que acab definitivam ente con los vestigios del viejo Im perio de Oriente, pareca consum ar y sim bolizar el vigor triunfante del feudalis- m o occidental.

    33 Vase el estimulante ensayo de Erwin Panofsky sobre Sigerio en Meaning in the visual arts, Nueva York, 1955, pp. 108-45.