perspectiva antropolÓgica y psicosocial de la muerte y el duelo - pacheco

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    2. Semestre 2003 Ao VII - N. 14

    ANTHROPOLOGICAL AND PSYCHOSO-CIAL PERSPECTIVE OF DEATH ANDBEREAVEMENT PROCESSES

    ABSTRACT

    The present crisis of values which industrali-sed societies are suffering from, leads us toavoid any thought related to death or berea-

    vement. Instead, the desire for consumer goods,immediate enjoyment and non-limit pleasure is thegeneral aim. In this study, an anthropologicalreflection about the evolution of the rituals andbeliefs acompanying the death phenomenon ismade. Later, this study deals with the idea of fearto the dead as a belief which determines the ritual

    ceremonies and the bereavement process. From theconcept of bereavement, as a universal reaction toloss, the social functions of bereavement rituals asan external expression of feelings are explored.

    Besides, death and bereavement produce psy-chosocial transitions which in the health contextbecome risk situations when coping with feelingsof loss. An attempt will be made to get a closerview of the psychosocial factors which are presentin this situations. Finally, the changes in values andcultural beliefs which influence the experience of

    death and bereavement in western societies will beapproached.

    KEY WORDS: Death, bereavement, ritual,mourning, feeling of loss, psychosocial transition.

    La muerte es algo que no debemos

    temer porque, mientras nosotros somos, la

    muerte no es, y cuando la muerte es nosotros

    no somos.

    A. Machado

    RESUMEN

    La crisis de valores en las sociedades indus-trializadas conlleva eludir el sufrimiento yla muerte y, por el contrario, hace anhelarbienes materiales, el disfrute inmediato y el gocesin lmites. Considerando que esto no siempre hasido as, se propone una reflexin antropolgicaacerca del fenmeno de la muerte y cmo han ido

    evolucionando las creencias alrededor de la mismay los ritos que la acompaan; para luego adentrar-nos en el temor a los muertos, como creencia quedetermina culturalmente las ceremonias rituales ylos duelos. Y a partir del concepto de duelo, comorespuesta universal al sentimiento de prdida, nosadentramos en las funciones sociales que cumplenlos rituales de duelo, como expresin externa delas emociones. Adems, la muerte y el duelo gene-ran transiciones psicosociales que, en el mbito

    sanitario, implican situaciones de riesgo frente alos sentimientos de prdida. Tratamos de aproxi-marnos a los factores psicosociales que estn pre-sentes en estas situaciones humanas y concluimos

    PERSPECTIVA ANTROPOLGICA Y PSICOSOCIAL

    DE LA MUERTE Y EL DUELOGermn Pacheco Borrella

    Enfermero especialista en Enfermera de Salud Mental. Antroplogo

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    con los cambios de valores y creencias culturalesque inciden en las vivencias de la muerte y el dueloen las sociedades occidentales contemporneas.

    PALABRAS CLAVES: Muerte, duelo, ritual,

    luto, sentimiento de prdida, transicin psicoso-cial.

    INTRODUCCINLa muerte ha estado presente a lo largo del

    devenir del ser humano y, sin embargo, en nuestrasociedad contempornea, la muerte se ha converti-do en un tema tab. No queremos sentirnos prxi-mos a la muerte. Nos angustia el sentimiento deprdida de la vida, por muy conscientes que sea-mos de que nacemos, crecemos y morimos. Con lamuerte la vida se desvanece. Morir es despedirse,es cortar las ataduras, es desligarse de los vnculosque uno ha ido tejiendo a lo largo de su psicobio-grafa. Ser porque nos aferramos a los bienesmateriales? Quizs, sea que la crisis de valoresque padecemos actualmente la que nos impidedarle la consideracin necesaria en nuestras vidas;porque, a pesar de todo, la muerte forma parte de

    nuestra existencia, o mejor dicho, es el ltimo actode nuestra existencia. Morir no es un cambio acci-dental en la vida humana, sino un cambio sustan-cial, un proceso irreversible. Nacemos, llegamos aser... Morimos, dejamos de ser.

    Hoy la muerte, entendemos, es una cuestinsilenciada y casi nos atrevemos a decir que escon-dida en el seno de nuestra sociedad moderna eindustrializada. No damos cabida al sufrimiento,parece que permanentemente anhelamos el disfru-

    te inmediato y el goce sin lmites. Pero el sufri-miento, el dolor y la muerte estn presentes entrenosotros, por ms que pretendamos negarlos.

    En este sentido, sostiene Aris, citado porTorralba, que el hombre occidental vive de espal-das a la muerte, se acerca lentamente a ella, peroelude pensarla. Esta tabuizacin de la muerte sub-siste simultneamente con una autntica banaliza-cin del hecho de morir, con la presencia cotidianade la muerte a travs de la pantalla de la televisin.

    El bombardeo de noticias y de imgenes de muer-te, sin embargo, no activa la reflexin sobre elmorir.

    EL FENMENO DE LA MUERTEDesde la poca prehistrica, el ser humano ha

    venido prestando especial atencin a sus muertos,tanto en lo que se refiere a la forma en que habade tratar sus cuerpos, como al lugar donde deposi-

    tarlos y muy especialmente, a los ritos que se hab-an de celebrar. La necesidad de una conducta espe-cfica alrededor de los muertos fue debida a la apa-ricin de determinadas creencias en relacin con lamuerte y especialmente con la posibilidad desupervivencia ms all de la misma.

    Para corroborar lo complicado de las creenciasque se mueven alrededor del fenmeno de la muer-te y de los muertos, tenemos como ejemplo que enel antiguo Egipto se diferenciaba entre el cuerpovivo o "Khat", la parte espiritual divina o "Ka", elespritu o "Akh" y el principio vital o segunda almallamada "Ba". Los egipcios crean que el cuerpodeba cuidarse porque el espritu lo dejara tempo-ralmente reencarnndose en ave, pero que algnda, terminado su peregrinar, volvera al cuerpo ysi no lo encontraba el "Ka" se extinguira. De ahlas complicadas ceremonias de embalsamamientoy conservacin de los cadveres en las que estepueblo era un verdadero genio.

    Por contra, hasta en una cultura donde se prac-tica la cremacin o desaparicin del cadver, comoes en la India, entre los "Kapale-Kriya", cuando elfallecido pertenece a una orden asctica, quiebran

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    su crneo antes de la incineracin para que el esp-ritu salga por la dcima abertura, esto es la suturasagital o hendidura de Brahmma.

    Y en nuestra propia cultura, los celtas e berosde la Pennsula, incineraban sus muertos y guarda-

    ban las cenizas en una urna cineraria que se ente-rraba con el ajuar correspondiente, con sus armas yutensilios habituales. Adems se dejaba un aguje-ro, denominado "agujero del alma", para que elespritu del fallecido saliese o entrase de su tumba.

    De estos ejemplos, podemos deducir que lospueblos han cuidado especialmente, desde siem-pre, el cuerpo del familiar fallecido, porque creanen la continuidad de la existencia en otra dimen-sin. Esto, que comenz en etapas muy tempranasde la humanidad, como consecuencia de la vigen-cia preponderante de un pensamiento mgico,sigue presente hoy en nuestros das con gran inten-sidad, pese a la evolucin del pensamiento cientfi-co.

    La explicacin que Frazer apunta, en su cono-cido libro "La rama dorada", sobre la existencia delalma, sera consecuencia de la imposibilidad delhombre "primitivo" para comprender el principio

    vital. Para ste, si un animal se mueve, est vivo,es porque un "animalito" habita en su interior y lemueve, y lo mismo le sucede al ser humano. Un"hombrecillo" habita en su interior y le anima. Aesto es a lo que el hombre "primitivo" denominaralma o espritu.

    La incapacidad para las grandes abstraccionesdel modo de pensamiento mgico, hace que en elmundo primitivo se dote a este alma de las mis-mas propiedades que el hombre conoce para su

    mundo, y as el alma puede ser gorda o flaca,pequea o grande y, por supuesto, se puede movery, de hecho, el trance y el sueo no seran sinoabandonos transitorios del alma, mientras que lamuerte sera una prdida definitiva de sta. Por lamisma explicacin, el alma puede marcharsevoluntariamente abandonando el cuerpo por losorificios naturales, preferentemente boca y nariz,en forma de ave, pero tambin puede ser extrada yraptada por otros espritus, sobre todo de los

    recientemente muertos, demonios o brujas.La explicacin de Freud a la creencia en la

    supervivencia ms all de la muerte es un tanto dis-tinta. Se apoya en aspectos afectivos y cognitivos

    ms evolucionados. As, deca que llegado a undeterminado punto del desarrollo de la humanidad,el hombre no poda seguir negando la muerte,puesto que tena la experiencia del dolor por la pr-dida de sus seres queridos, pero tampoco le era

    fcil imaginarla para s mismo. Es por ello por loque este autor pensaba, que el camino intermediofue la aceptacin del hecho fsico de la muerte perola negacin de que sta supusiera el fin de la exis-tencia para uno mismo.

    Freud pensaba que el hombre primitivo habainventado los espritus al confrontarse con el cad-ver del ser querido. Para este autor, la deduccin dela existencia de una o varias almas era la conse-cuencia del recuerdo perdurable de sus muertos, yas lleg a la conclusin de que l mismo sobrevi-vira despus de la aparente muerte. Deca que"ante el cadver de la persona amada nacieron noslo la teora del alma, la creencia en la inmortali-dad y una poderosa raz del sentimiento de culpa-bilidad de los hombres, sino tambin los primerosmandamientos ticos".

    Bowlby llama la atencin sobre que, en casitodas las sociedades, se comparte la creencia de

    que a pesar de la muerte fsica, la persona no slosigue viviendo sino que adems contina su rela-cin con los vivos, al menos durante un tiempo.Sin embargo, este autor no da ninguna explicacina por qu esta experiencia es tan generalizada.Simplemente, se limita a aceptarla como un hechonormal.

    Otros aspectos que se cuestionaba Freud eranpor qu un hecho no contrastable de ningunamanera, como es la existencia de los espritus de

    los muertos, es tan frecuente como creencia huma-na y, adems, por qu muchos de esos espritus sonvivenciados como dainos y potencialmente peli-grosos, dando lugar a rituales de purificacin delos vivos y apaciguamiento del fallecido, aun cuan-do nunca hubiera sido temido ni peligroso en vida,sino todo lo contrario.

    Si bien en nuestra cultura no es tan frecuentecomo en las culturas "primitivas", o por lo menosno estn tan activas, las creencias cotidianas sobre

    los espritus de los muertos, lo que s es cierto esque cuando una persona vivencia en su presente elfallecimiento de alguien muy cercano, el caracte-rstico estado emocional y, sobre todo, la emergen-

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    cia de las percepciones especficas sobre el difun-to, favorecern la reaparicin de todas esas creen-cias culturales arrastradas desde los albores denuestra historia de la humanidad, asentadas yfomentadas por la activacin del pensamiento

    mgico.Todo ello se podra entender como una explica-

    cin mgica individual de los procesos del duelo,que ser apoyada y transmitida culturalmente. Esdecir, que las percepciones de presencia del falle-cido junto a la brusca activacin del pensamientodesiderativo, llevarn a la persona a confundirestas percepciones y sus profundos deseos de reu-nin con el difunto, con la realidad de la existenciade ste. Esto se ver favorecido, adems, por lapresin del pensamiento colectivo, es decir, quemuchas personas previamente habrn sufrido idn-ticas experiencias de prdidas, llegando a las mis-mas conclusiones, lo que ha podido originar unascreencias colectivas de la realidad de un mundo delos espritus.

    Es esencialmente humano tener percepcionesde fantasmas y responder a estmulos familiarescon maneras que slo seran apropiadas en el caso

    de que el difunto estuviera todava vivo. Es decir,que podemos pensar que ser la suma de distorsio-nes perceptivas, activacin del pensamiento mgi-co, temor a la propia aniquilacin y la transmisincultural, lo que nos permite entender el por qu dela creacin de ese mundo de los fantasmas de losmuertos.

    Se puede suponer que, el que tantos y tantospueblos como los egipcios pusieran comida en lastumbas o los romanos pusieran una moneda deba-

    jo de la lengua del difunto, etc., se basaba en unsistema creencial cognitivo, pero lo que intentamosdecir es justo lo contrario. Que hoy en da nospueda hacer sonrer el hecho de que el muertonecesite comida o sus armas para alcanzar la otravida, no tiene sentido. Pues en la sociedad occi-dental, se dedica un da al ao al culto a los muer-tos y, en ese da, la sociedad entera se moviliza, segasta importantes sumas de dinero en flores (aun-que sepa que al da siguiente sern ms baratas),

    porque en realidad lo que desea es apaciguar y con-tentar a sus muertos "vivientes". Es decir, que "ani-mamos" a nuestros muertos y les creemos capacesde sentir, ofenderse y desear, lo mismo que ha

    hecho el hombre "primitivo" desde la poca de lascavernas.

    Por lo mismo, la conducta y actitud del hombre"primitivo" es totalmente congruente con la inter-pretacin creencial que hace de sus experiencias

    afectivas y perceptivas, y depende de un pensa-miento mgico que supone la presencia real delfallecido "en otro mundo", pero es que esa es tam-bin la tendencia "natural" de la persona occiden-tal ante unas vivencias de realidad tan fuertes. Poreso, muchas personas que acaban de sufrir una pr-dida hablarn con el fallecido estando absoluta-mente convencidas de que les escucha, notarn supresencia a su lado y la interpretarn o bien comopeligro (en cuyo caso se asustarn), o bien comogua, en cuyo caso la fomentarn. Por eso sentirnque es preciso seguir unos ritos funerarios y deduelo, acudir a visitar la tumba del fallecido yseguir manteniendo vivo su recuerdo, porque creenrealmente en su existencia en otro mundo. Es fre-cuente que callen por vergenza la mayora de suscreencias, pues si bien, es aceptable en trminos dereligin creer en la existencia del alma, lo que yano es tan aceptable socialmente es hablar con el

    fallecido y, sin embargo, eso sera totalmente con-gruente con la creencia religiosa.Para Torralba, desde un punto de vista sociol-

    gico, la muerte es una cuestin trascendental. Lamuerte es universal, pero los modos de morir en elseno de cada sociedad difieren sustancialmente. Esdistinto morir en Occidente que en Oriente, en elfrica negra o en Europa. Los procesos socialesque acompaan el morir son radicalmente distintosy tambin la consideracin social del hecho de

    morir. Desde el discurso sociolgico, se analiza elsentido del morir y sus procesos rituales y simbli-cos en el seno de una determinada sociedad. A lolargo de la historia de la civilizacin, la caracteri-zacin de la muerte ha adquirido formas distintas yse ha concretado en procesos y formas muy varia-das.

    EL TEMOR A LOS MUERTOSUna caracterstica del pensamiento primitivo,

    como es investir a los supuestos espritus de losmuertos de una potencialidad maligna, es frecuen-te observarla tambin en nuestra sociedad, y esodebe tener alguna explicacin.

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    Deca Frazer que el alma podra ser extrada delcuerpo en contra de su deseo. Por eso, cuando estpasando un funeral ante la casa, los karenes atan asus hijos con unos cordones especiales a un lugardeterminado, temerosos de que las almas de los

    nios abandonen sus cuerpos y entren en el cad-ver que conducen. As los dejan atados hasta que elfuneral se halla fuera del alcance de la vista.Despus, cuando el cadver ha sido depositado enla fosa y antes de cubrirlo de tierra, los familiaresy amigos se alinean alrededor de la tumba, cadauno de ellos con un palo de bamb hendido en unamano y con un palo pequeo en la otra. Cada unointroduce su media caa en la fosa y, arrastrando elpalo por la acanaladura del bamb, sealan a sualma que por aquel camino puede fcilmente saltarfuera de la tumba. Mientras van echando la tierra,sacan gradualmente los bambes, temerosos deque las almas que ya estaban subiendo por el canalpudieran ser inadvertidamente arrastradas por latierra que van arrojando a la fosa. Cuando la genteabandona el lugar, se llevan los bambes y ruegana las almas que vayan con ellos. Adems, a la vuel-ta del entierro, cada karen se provee de tres peque-

    os ganchos hechos de ramas de rbol y llamandoa su espritu para que le siga, se va volviendo a cor-tos trechos y hace un movimiento como si leenganchase, e hinca despus el gancho en el suelo.As impide que el alma del vivo se quede con elalma del muerto. Cuando han enterrado a algnkarobatako y los dems estn cubriendo la fosa,una bruja corre alrededor pegando al aire con unavara, para alejar las almas de los acompaantes,pues alguna podra escurrirse y caer en la fosa,

    quedando cubierta de tierra y muriendo entoncessu dueo.La existencia de los muertos como espritus

    malignos no es slo cosa de culturas "primitivas",y as algo que nos llama la atencin en cualquierfuneral y que, probablemente, tenga relacin con eltemor a "molestar" a los muertos y por consiguien-te atraernos sus desgracias, es la costumbre gene-ralizada de recordar y verbalizar exclusivamentetodo lo que de bueno tuvieran en vida, incluso exa-

    gerando sus bondades, mientras que hacer comen-tarios reales pero negativos del difunto, crea fuerteincomodidad, malestar y rechazo entre los queescuchan.

    Hay estudios antropolgicos en los que secomenta este temor a los muertos; as, se conside-ran como los ms peligrosos, los espritus errantesde los muertos recientes, sobre todo cuando handesempeado un papel importante en la vida. Se

    supone que quieren llevar a los vivos a la muerte.Para apaciguarlos se colocan en la tumba sus per-tenencias, ante todo armas y herramientas. Paraque no retornen se acumulan piedras sobre latumba y se borran las huellas con hojas de palme-ras para que el muerto no encuentre el camino devuelta. Los parientes se embadurnan de colores, secortan el pelo y tratan de desfigurarse para que elmuerto correspondiente no les reconozca.

    Para evitar ese reconocimiento, por si el recien-temente fallecido volviera, en frica del Sur, exis-te una tribu donde los parientes se ponen duranteun cierto tiempo un saco en la cabeza, luego, sehacen atar a un prado y simulan ser vacas para noser reconocidos por su familiar, si diera el caso deque volviera por all a buscarlos.

    Otra tribu de indios sudamericanos tiene porcostumbre cortar los tendones de los pies al difun-to, y atar el cuerpo al "rbol de los cadveres",

    comprobando de vez en cuando que sigue all.Segn las costumbres, pero siempre en relacincon el temor a la potencialidad maligna del muer-to, unas tribus abandonan su lugar de residenciapor temor a que ste vuelva y les dae, mientrasque otras, cortan la cabeza del difunto y la ponenen su casa, hacindole ofrendas para contentarlo yas evitar el dao.

    Un hecho comn a todos los rituales, en las dis-tintas culturas, es que sirven para dar distintas ubi-

    caciones a los muertos y sus recuerdos respecto alos vivos y, en general, se los coloca en un nicolugar, sea este el domicilio familiar, el cementerio,un lugar sagrado, etc., probablemente con la fun-cin de delimitar el peligro dejando el resto delmedio libre y, por tanto, seguro. Es posible que elhecho de que tanto el cadver, como sus posesio-nes ms preciadas permanezcan en un nico lugar,pueda tener como consecuencia el que las percep-ciones que produca el difunto queden delimitadas,

    y as puedan ser evitadas. Pero no slo eso, sinoque en muchos pueblos, se observa el tab de pro-nunciar el nombre del difunto durante un perodovariable de tiempo tras la muerte de ste, o incluso

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    para siempre. El temor a atraer la atencin del esp-ritu, si se le llama por su nombre, y que ello aca-rree todo tipo de males, es llevado al extremo decambiar el nombre a todas las personas u objetosde fontica similar al nombre del muerto. La expli-

    cacin a este curioso tab quiz sea el hecho deque pronunciar en voz alta el nombre del difunto,no es simplemente un hecho verbal, sino que evocauna importantsima cantidad de informacin sim-blica y subjetiva sobre la persona nombrada, yprobablemente d lugar a muchas percepcionessobre la misma. La imposibilidad del pensamientomgico en diferenciar lo objetivo de lo subjetivohar el resto.

    En cierta forma, relacionado con el miedo aatraer la desgracia provocada por el difunto, enmuchos funerales se encuentran incorporadas cere-monias de autocastigo. stas permitiran disminuir,en la conciencia de los vivos, los temores a losdeseos de venganza del muerto, permitindolesque una vez pasados los funerales, pudieran incor-porarse sin sentimientos de culpa ni de temor aldao del desaparecido, a la nueva situacin delvivo.

    Entre nosotros, algo nada infrecuente quepodemos observar a menudo, es como tras el falle-cimiento de alguien, los familiares cercanos que,en muchos casos, le han cuidado durante largasenfermedades y con mltiples sacrificios, tienenmiedo a dormir en la misma cama en que falleciel difunto, utilizar sus ropas, entrar en su habita-cin o en su casa, etc. Antecedentes de estos temo-res los encontramos en muchas culturas, y as, porejemplo en la isla de Ar existe la costumbre de no

    dormir en una casa en la que acaba de moriralguien, por temor de que la propia alma, al pro-yectarse fuera, en el sueo, pueda encontrarse alespritu del muerto y sea raptada por l.

    En culturas muy culpabilizantes, donde lanocin del pecado y la culpa est muy presente,durante los duelos se suelen presentar estos senti-mientos en el superviviente; mientras que, en otrasculturas, se desarrolla el temor a la venganza delfallecido. Por estos motivos, algunos pueblos pri-

    mitivos, inventaron ritos que les permitan rompercon determinados estmulos del difunto y apaci-guarle o ayudarle a encontrar el camino al otromundo, as como simultneamente, mediante una

    ceremonia colectiva, admitir una realidad nuevacomo era la adaptacin del grupo, y especialmentede los ms allegados, a sus nuevos roles sociales.

    Para Reverte Coma, todas las ceremonias, seael pueblo que sea, tendran las siguientes finalida-

    des: Asegurar el reposo del alma o almas. Llevar a cabo los rituales de agregacin y

    separacin de Van Gennep. Preparar el camino del alma, asegurando y

    facilitando su viaje al ms all. Vengar al muerto de sus enemigos. Impedir que el alma sea un peligro para la

    familia o el grupo, mediante ofrendas, sacrificios,comidas funerarias, duelo, ayuno, abstinencia,mutilaciones, ceremonias de purificacin, pues elmuerto es frecuentemente considerado fuente decontaminacin, etc.

    Es decir, que todos los ritos de las diferentesculturas primitivas, tendran como finalidad apa-ciguar al difunto, contentarle de diversas formas y,sobre todo, favorecer su marcha definitiva delmundo de los vivos, para de esa forma evitar eldao. Sin embargo, tambin en culturas donde este

    mundo creencial de los espritus de los muertos noest tan activo, siguen existiendo rituales alrededordel hecho de la muerte.

    CONCEPTO DE DUELOEtimolgicamente, el trmino duelo significa

    dolor (dolus) y, tambin, desafo o combateentre dos.

    Segn Johnson, el duelo fue explorado por pri-mera vez por Freud en 1917, quien describi la

    emocin normal del duelo y su expresin en elluto. La resolucin del duelo, tal como la describiFreud, es un proceso doloroso que no concluye confacilidad.

    El concepto de duelo implica todo un procesodinmico complejo que involucra a la personalidadtotal del individuo y abarca, de un modo conscien-te o inconsciente, todas las funciones del yo, susactitudes, defensas y, en particular, las relacionescon los dems.

    Carpenito (1987) define el duelo como estadoen el que un individuo o familia experimenta unaprdida real o percibida (persona, objeto, funcin,estatus, relaciones), o estado en el que un individuo

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    o familia responden al convencimiento de unafutura prdida (duelo anticipado).

    El duelo puede considerarse como un procesosocial, ya que puede manejarse mejor cuando escompartido y asistido por los dems (Burgess,

    1985; citado por Novel y Lluch). En el caso de lamuerte ejemplo paradigmtico de las causas posi-bles de duelo-, todas las culturas y religiones reco-nocen el duelo como tal y proporcionan normas decomportamiento social que incluyen las conductasadecuadas antes, durante y despus de un entierro,as como el tiempo que el duelo debe durar.

    El duelo es una respuesta universal a una pr-dida (o a una separacin) a la que se enfrentan losseres humanos de todas las edades y de todas lasculturas. Es una respuesta normal y natural; quizno sera natural la ausencia de respuesta. Es algopersonal y nico y cada persona lo experimenta asu modo y manera. Sin embargo, produce reaccio-nes humanas comunes. El duelo es una experienciaglobal, que afecta a la persona en su totalidad: ensus aspectos psicolgicos, emotivos, mentales,sociales, fsicos y espirituales.

    El duelo es, asimismo, una experiencia ambi-

    valente: se presenta como posibilidad y riesgo.Posibilidad de maduracin, que hace que el serhumano emerja del proceso como persona diferen-te: consigue, de manera consciente o inconsciente,deshacer los lazos que le unan al ser querido,adaptarse a la prdida y volver a vivir de manerasana en un mundo en el que ese ser queridonunca ms estar. Sale fortalecido psquica y espi-ritualmente. Y riesgo de cronificacin, al hacer unduelo incompleto o mal elaborado, que puede lle-

    gar a requerir tratamiento psicolgico o psiquitri-co.El duelo surge como reaccin ante el senti-

    miento de prdida. As, por ejemplo, la prdida deun ser querido se experimenta no slo a travs dela muerte, sino tambin a travs de una larga enfer-medad, un divorcio o una separacin. Tambin seexperimenta, en mayor o menor medida, ante laprdida de objetos materiales en los que hemosdepositado importantes vnculos afectivos y ante la

    prdida de roles y/o estatus: posicin econmica ysocial, prdida del puesto de trabajo, etc. Cadanueva prdida requiere la adaptacin a esa circuns-tancia vital especfica. Todas las prdidas, incluida

    la de un ser querido por la muerte, suponen unaprdida por parte de la persona; por esto, la expe-riencia es nica en cada persona.

    FUNCIONES DE LOS RITUALES

    Los rituales representan la afirmacin simbli-ca de los valores del grupo por medio de accionesy declaraciones culturalmente estandarizadas.

    Podemos decir que existen dos tipos de ritua-les: aquellos que se repiten anualmente o ritoscalendricos, que tendran como finalidad garan-tizar el xito y la prosperidad en el futuro, o la pro-teccin contra peligros que pudieran daar lascosechas y los animales; y los llamados ritualesde trnsito o pasajes, entre los que se incluiranlos rituales de duelo. Estos, igual que otros comolos de iniciacin, sealan un cambio social, apartir del cual, se espera una transformacin delindividuo. Suelen tener que ver con etapas delciclo de la vida, a diferencia de los calendricosque tratan con fenmenos de la naturaleza.

    Van Gennep, en un intento de encontrar puntoscomunes y un nico simbolismo en los rituales dediversas culturas, afirmaba que en todo rito de

    transicin encontraramos tres etapas, que l deno-minaba: de separacin, durante la cual el indivi-duo perdera su estado inicial; la marginal o limi-nal, donde el sujeto queda en un estado interme-dio, en el que no se est dentro ni fuera, y que secaracterizar por la ambigedad y el peligro, y quese simbolizar por tener que soportar una serie depruebas desagradables; y por ltimo, la de inte-gracin o agregacin, donde el individuo adquie-re su nueva condicin dentro del grupo. El rito ser-

    vira no slo para conducir a la persona de formareglada de un estado a otro, sino que tambin seraun fenmeno purificador.

    Dentro del rito en s, y admitiendo que esasfases son comunes, sin embargo, los actos ritualespueden presentar diferencias interculturales, aun-que presenten muchos rasgos similares, y as,hechos como el enterramiento de objetos, lavarse,rasurarse, determinadas mutilaciones corporales,

    cruces de corrientes de agua y de otros obstculos,podran ser entendidos como actos simblicos deseparacin, mientras que ungir, comer y vestirropas nuevas, simbolizaran acciones de integra-

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    cin comunes. La extensin sistematizada del fune-ral lo constituiran las reacciones de aniversario.

    Otro aspecto interesante es que, adems dedeterminados actos ritualizados, en las sociedadesprimitivas, se da mucha importancia a la expre-

    sin externa y marcada de las emociones, entre lasque no slo se manifiesta el dolor, sino tambin larabia. Ello indicara un reconocimiento, por partede esas culturas, de ese afecto como algo normaldentro del sentir del duelo y tendra una funcincanalizadora de esa rabia hacia actos socialmenteadmisibles y temporalmente delimitados.

    Para Durkheim, citado por Harris, que estudilos ritos funerarios de los aborgenes australianos,la expresin ritual de los sentimientos, particular-mente en forma de obligaciones de duelo de losparientes, tendra adems la funcin de comprome-ter la solidaridad del grupo.

    La Fontaine seala que los actos rituales sonsimblicos y expresan ideas sociales significativas,asociando lo fsico con lo social. Esto mismo decaVan Gennep cuando afirmaba que lo que era cen-tral en los ritos era el cambio de estatus social antesque una preocupacin por los cambios fsicos. Para

    l, todos los cambios de los ciclos vitales suponenperturbaciones en la vida de la sociedad y del indi-viduo, por lo que, lo que intentan los rituales esregular la relacin de los acontecimientos indivi-duales y, con ello, mantener el orden social y redu-cir sus efectos dainos.

    Aunque, tericamente, este autor supona quelo predominante en los ritos funerarios sera la fasede separacin. Sin embargo, en la prctica seencontr que generalmente, era la fase de transi-

    cin la que dominaba el simbolismo del ritual. Losritos de separacin eran pocos, mientras que los detransicin eran muy complejos y tenan una largaduracin. Para Van Gennep, estos actos no servir-an para facilitar la transicin de un estado a otro,sino que facilitaran la comprensin de la ambi-gedad del estado. Mientras que los ritos de sepa-racin seran simples, puesto que su nica funcinsera la de dar a conocer al grupo el que una perso-na del mismo ha muerto, los ritos de transicin

    implicaran la aceptacin personal y social del sig-nificado de la muerte. Son mucho ms complejosporque suponen el pacto y la aceptacin de quealguien significativo ha muerto.

    Tylor, igualmente citado por Harris, sealaba,en el mismo sentido, tres funciones de los ritualesde trnsito que, perfectamente, encajan con elduelo. Estas seran:

    Validacin y refuerzo de los valores del grupo

    en un momento de disturbio psicolgico. Refuerzo de los lazos dentro del grupo. Reconocimiento del nuevo estatus dando a

    conocer al grupo dicho cambio.En todas las sociedades existen ritos y reglas

    para eliminar a los muertos y para regular el com-portamiento adecuado de los supervivientes. Engeneral, los detalles rituales en una u otra culturavaran, pero lo comn a todas esas prcticas es laprescripcin de una experiencia de grupo en la cualla sociedad completa, y no slo el allegado aldifunto, espera ejecutar un acto colectivo alrededorde la muerte y del fallecido.

    Hoy en da, se puede pensar, que algunas fun-ciones de los funerales seran: ayudar a la personaque sufre de cerca una prdida, registrar dicha pr-dida, intercambiar bienes y servicios, proporcionara los vivos una oportunidad para expresar su grati-tud al difunto y realizar actos que se creen prove-

    chosos para el fallecido. Las ceremonias fnebressirven como rito de paso del muerto hacia el otromundo y, para el superviviente, estas ceremonias,facilitaran la transicin desde una posicin y unpapel social previos, y que ya no son apropiadosdespus de la prdida, hacia un nuevo papel y posi-cin social. Adems se dicta un tiempo de duelopermisible.

    Concluimos este apartado, con el relato de unritual fnebre de nuestros das: Una maana de pri-

    mavera del pasado ao, falleci un joven de 19aos, tras sufrir un accidente traumtico. Al dasiguiente, el cadver fue incinerado. Al tercer dadel fallecimiento, los padres, hermanos, familiacercana y amigos, se trasladaron a la playa deBolonia, en el litoral gaditano, lugar predilecto deldifunto, para esparcir sus cenizas en el mar. Al lle-gar a la playa, se encontraron con amigos del falle-cido, quienes desconocan lo sucedido. Se produje-ron escenas emotivas: abrazos y llantos como

    muestra de solidaridad por el dolor sentido. Luego,se unen al cortejo. Eran veinticinco o treinta perso-nas. Al acercarse a la orilla del mar, el padre delfinado ofrece el cofre, que contena las cenizas, al

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    amigo ntimo de su hijo y le cedi el honor deesparcirlas en el agua. El amigo titube en princi-pio, pero acept el ofrecimiento. Formaron unsemicrculo frente al mar y alrededor de los padresy del amigo que tena el cofre en sus manos. Uno

    de los amigos comenz a tocar una caja de made-ra, instrumento de percusin que habitualmentetocaba el joven fallecido. La bruma con la queamaneci el da fue desapareciendo y empez alucir un sol radiante primaveral. Soplaba una levebrisa. Se oa el ritmo ronco de golpear de lasmanos en la caja. Al mismo tiempo, el jovenamigo, lentamente, con lgrimas en los ojos, seintrodujo en el mar; luego se gir y comenz aesparcir las cenizas en el agua, mirando a los allpresentes, quienes estaban entrelazados, cogidosde la mano. Cuando termin, el sonido de la cajaces. A continuacin los amigos se introdujeron enel agua y se baaron mezclndose entre las ceni-zas. Al salir, tras haberse diluido las cenizas, elamigo se dirigi a los padres y les dijo: hemosquerido dar el ltimo abrazo a nuestro amigo. Elpadre y la madre rompieron a llorar. Unos y otrosse abrazaron. Poco a poco abandonaron la playa,

    hasta el lugar donde estaban los vehculos en losque regresaron a la ciudad.

    PERSPECTIVA PSICOSOCIAL Y ANTRO-POLGICA DEL DUELO

    La forma de elaborar los duelos y transicionespsicosociales es un componente fundamental denuestra adaptacin al entorno. Tambin de nuestrasadaptaciones y dificultades en la relacin social.De ah que los procesos de duelo posean una tan

    importante repercusin en la vida social del indivi-duo. La forma de expresar el duelo, sin embargo,est estrechamente relacionada con la cultura a laque pertenezcamos (por ejemplo vestirse denegro), a las situaciones que rodean a la prdida, ala edad de la persona que fallece, la situacin vital,si se trata de una muerte anticipada o repentina.

    Si bien lo que desencadena un duelo en unapersona es siempre idiosincrsico de la misma,existen situaciones que prcticamente en todos los

    seres humanos desencadenan duelos de ciertaimportancia. Son las situaciones que denominamostransiciones o crisis psicosociales y que, en elmbito sanitario, implican factores de riesgo situa-

    cionales y pueden entenderse como situaciones deriesgo. En tal sentido, un elemento bsico de cadacultura son una serie de costumbres y normassociales con respecto a esas transiciones psicoso-ciales caractersticas de la misma: Orfandad, sepa-

    raciones, entrada en la edad adulta, etc. La mayo-ra de las culturas incluirn entre sus elementosms indelebles y centrales los ritos con respecto ala enfermedad, la prdida, la muerte, el luto...

    Transiciones psicosociales fundamentales:1. En la infancia

    a) Prdida o separacin de los padres.b) Prdida del contacto con el medio del hogar

    familiar por acontecimientos como es el ingreso enun hospital, en un internado o en una escuela.

    2. En la adolescencia

    Separacin de los padres, del hogar y de laescuela.

    3. En los adultos jvenes

    a) Ruptura matrimonial.b) Embarazo (especialmente el primero).

    c) Aborto (ms si es repetido).d) Nacimiento de un nio disminuido.e) Prdida del trabajo.f) Prdida de un progenitor.g) Emigracin.

    4. En los adultos y ancianos

    a) Jubilacin.b) Prdida de las funciones fsicas.c) Duelo por familiares o allegados.

    d) Prdida del ambiente familiar, por ejemplo,al ingresar en residencia de ancianos.e) Enfermedad o incapacidad en miembros pr-

    ximos de la familia.

    Aunque la prdida que precipita el pesar sueleser la prdida de otra persona, las prdidas varanconsiderablemente en cuanto al grado en que supo-nen una prdida de rol o cambian las propias pau-tas de vida. Por ejemplo, la prdida del marido

    altera considerablemente el rol social de la viuda ypuede incluir la prdida de un compaero, unapareja sexual, un chofer, etc., papeles que puedenrequerir una reposicin independiente. Aunque

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    uno puede condolerse sinceramente por la muertede un hroe nacional o de un poltico, la prdidarara vez supone la prdida de rol, y es probable queun sustituto ocupe pronto las funciones del finado.La disponibilidad de restitucin influye considera-

    blemente en la respuesta de uno a la prdida; dehecho, algunas culturas proporcionan un compae-ro a la viuda poco despus de la muerte del mari-do.

    El duelo ocurre o se inicia inmediatamente des-pus, o en los meses siguientes a la muerte de unser querido y est limitado a un perodo de tiempoque vara de persona en persona (no se extiende alo largo de toda la vida). El trabajo de duelo es unproceso psicolgico complejo de deshacer loslazos contrados y enfrentarse al dolor de la prdi-da. Al hablar de duelo no podemos dejar de citar aFreud, quien ha hecho importantes aportes en loque a este tema respecta. Freud compara la melan-cola con el duelo en sus escritos de "duelo ymelancola". Ambas son reacciones ante la prdidade un ser amado. En el duelo, la prdida, trae gran-des desviaciones en la conducta normal. Pero no seconsidera una conducta patolgica. Esto es muy

    importante porque todas las personas que sufrenprdidas afectivas atraviesan un proceso de duelo yes inevitable sentir tristeza ante semejante aconte-cimiento. En el duelo la prdida es real, o sea quese pierde un objeto del mundo externo y se sabecual es, la persona comienza con conductas anor-males (pero no es patolgico), se supera con elpaso del tiempo. Hay una menor productividad y elmundo queda pobre y vaco.

    La melancola sera equivalente a un duelo

    patolgico. En este caso el duelo se produce anteuna prdida que puede o no ser real, se provoca unestado de nimo deprimido, desinters por elmundo externo, autorreproches, autodenigracin,insomnio, productividad inhibida. La persona sien-te un vaco interno. En el duelo, el objeto amado yano existe ms.

    La elaboracin normal del duelo conduce,pues, a la reconstruccin del mundo interno, enri-quecido por esta nueva experiencia y por una con-

    fianza bsica acrecentada. Es la situacin que elluto ritualiza con la obligada permanencia deldeudo en casa, estndole "socialmente prohibidas"diversiones, vestidos vistosos, etc.; as podr con-

    centrarse en el "trabajo interno" del duelo. Sloprogresivamente, desde el negro (el color del lutoen nuestra cultura), se va a pasar a otros colores, loque quiere indicar a los ojos de los dems que laprdida se va alejando en el tiempo (e interiorizan-

    do en el espritu) y que la persona ya est autoriza-da por la sociedad y por s misma para restablecersus emociones sociales o establecer otras nuevas.

    En realidad, pues, las manifestaciones socialesy antropolgicas del duelo y los procesos de dueloposeen una triple vertiente: por un lado, son laexpresin al nivel de sociedad, instituciones ymicrogrupos de esos procesos, que de algunaforma son vividos en algn momento por casitodos los miembros de esa comunidad. A otronivel, la ritualizacin y las costumbres que impli-can, en una cultura lo suficientemente integrada,tienden a ayudar en el trabajo psicolgico delduelo; de ah la importancia de determinados ritos,como, por ejemplo, los funerales. Por ltimo, esosritos y costumbres poseen una vertiente antropol-gica y social: facilitan la comunicacin del hecho ala comunidad, dan pie al intercambio de bienes yservicios, proporcionan a los vivos ocasin de con-

    graciarse con el muerto y sus familiares y allega-dos, preparan para nuevas relaciones a travs delos actos sociales...

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    En tal sentido, esos ritos funerarios poseen uncudruple valor: si no son excesivamente rgidos yritualistas, ayudan en los procesos emocionales delos individuos en duelo, es decir, poseen un valoremocional. En segundo lugar, tienen consecuen-

    cias en la redistribucin de bienes y servicios deuna sociedad, cuentan con un valor econmico yde intercambio. Pero, adems, poseen tambin unvalor simblico y comunicacional: son formas decomunicarse entre sus miembros y, con ello, sonmedios de cohesin social. Ms adelante, en el lti-mo apartado, se profundiza en estos elementos.

    Sostiene Ripoll que son cuatro los factores queafectan, de manera importante, al duelo:

    a) Los factores psicolgicosLa prdida y el sentido de la prdida es nico.

    Una misma prdida tiene un significado diferentepara diferentes personas, porque cada uno la perci-be de manera distinta, dependiendo del:

    - Sentido, calidad e inversin emocional de esarelacin para el doliente.

    - Dependencia o independencia que ha genera-do.

    - Cantidad y calidad de los asuntos sin resol-ver entre el doliente y el fallecido, caractersticasdel fallecido, (edad, sexo, personalidad).

    - Percepcin del doliente sobre la realizacin,satisfaccin y cumplimiento que la vida ha depa-rado al fallecido.

    - Rol y funciones del fallecido para el doliente,su familia y el sistema social en que se mova, quevan a dar lugar a determinado nmero de prdidassecundarias.

    Si las relaciones con el ser querido han sidoconflictivas, el dolor no solo es por la prdida; eldoliente tambin se culpa de no haber tenido mejo-res relaciones con el fallecido; no le queda ni laesperanza de poder mejorarlas algn da. En estecaso, la muerte del ser querido resucita viejos con-flictos, no resueltos con anterioridad: miedos,ansiedades, sentimientos de abandono infantiles; yconflictos de ambivalencia, dependencia, seguri-dad en las relaciones padres-hijo. El doliente tiene

    que enfrentarse a la prdida actual y a viejas prdi-das.

    El impacto que una prdida produce en unapersona no se puede normalizar, de manera que

    se pueda asumir a priori qu prdida va a afectarlems. Pero la pena es mayor cuando muere un hijopequeo o adolescente, y el esposo/la esposa.

    b) Los recursos personales

    La respuesta a la prdida y la manera de afron-tar el duelo es anloga a otras respuestas vitales dela persona. Dependen de:

    - Sus comportamientos adaptativos, personali-dad, carcter y salud mental.

    - El grado de confianza en s mismo.- El nivel de madurez e inteligencia, relaciona-

    dos de manera positiva con una buena resolucindel duelo, al dar ms posibilidades de entender elsentido e aplicaciones de esa muerte.

    - El haber o no sufrido otros duelos, que puedenafectarle de manera positiva sabe que sobrevivea la prdida o negativa.

    - La posibilidad de expresar el duelo.- La concurrencia de otras crisis personales,

    que complican el duelo. Cada una de ellas deman-da energa y atencin, en momentos en que se estvaco.

    La comprensin, implicaciones, manera de

    afrontar y expresar la prdida, estn influidossiempre por el propio sentido de la existencia y lafundamentacin religioso-filosfica, cultural ysocial del doliente.

    c) Circunstancias especficas de la muerteEl modo y momento de morir influye en los

    supervivientes. No es lo mismo:- La muerte de un anciano que la de un nio.

    Los padres experimentan sta como antinatural e

    injusta.- La muerte por una enfermedad terminal, quela sbita e imprevista.

    - La muerte por suicidio o actos violentos.La muerte anunciada por una enfermedad ter-

    minal da a los allegados la oportunidad de prepa-rarse al desenlace. Un accidente de trfico o labo-ral, un infarto, origina muertes muy difciles deaceptar. Todava ms dramtica resulta la muertepor suicidio, que deja sentimientos de culpa pro-

    fundos o la que resulta de actos violentos (asesina-tos, violaciones). Los dolientes pueden obsesionar-se con el pensamiento de cmo habr vivido su serquerido aquellos ltimos momentos.

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    d) Los apoyos externosLos dolientes viven su duelo en una determina-

    da realidad social, que influye en el proceso derecuperacin. La familia es el contexto fundamen-tal y puede ayudar o entorpecer la elaboracin de

    un duelo, permitiendo, por ejemplo, exteriorizar lapena o por el contrario, premiando la fortaleza yentereza del que se controla. Toda culturafamiliar implica comportamientos, tradiciones,valores sociales y expectativas. Los amigos, losprofesionales, los grupos de pertenencia, laIglesia, los grupos de ayuda mutua formadospor personas que han sufrido experiencias simila-res pueden ser otras tantas posibilidades de apoyoy consuelo.

    El ser humano vive apoyado psicoemocional-mente en relaciones con los dems, suponiendo losotros soportes, en muchos casos, fundamentalespara nuestro ntimo equilibrio psquico. Cuandouno de estos soportes externos muere, se producetemporalmente un cataclismo interior, cuya inten-sidad depender del tipo de relacin establecidacon la persona muerta y de la profundidad de susignificacin en nuestra existencia. Una columna

    de nuestro edificio interior se rompe, vindoseamenazado el mismo de distintas maneras, segnla trascendencia de la misma. Todas estas circuns-tancias implican el tipo de duelo que cada uno va arealizar y, en el que se vern comprometidos igual-mente los recursos con que se cuente para enfren-tar la prdida y su restitucin en un mundo dife-rente, en el que el muerto se encuentre ya diluido eincluido, constituyendo la parte ntima de losvivos.

    Slo cuando uno se ha confrontado con lamuerte de un ser querido y prximo, en el que seapoyaba una parte importante de su proyecto vital,se es capaz de entender de duelo. Slo cuando conel tiempo y, habiendo tenido la valenta de la con-frontacin con el dolor de la prdida, pagado elcoste correspondiente, aparece su superacin, len-tamente, sin estridencias, discretamente. Tal ycomo se hace con todo lo importante de la vida.Finalizado el proceso, es entonces cuando uno

    toma conciencia y se sorprende de haber sufridouna transformacin interna e ntima, una metamor-fosis y un aprendizaje que marca un hito en suexistencia, en la que fcilmente se puede distinguir

    un antes y un despus del acontecimiento vivido.Muchos de los planteamientos cotidianos que reg-an la vida, aparecen ante sus ojos como absurdos,vacos de sentido y falsos.

    TRANSICIONES Y VALORES: EL ANTESY EL AHORA

    El hombre nace, crece, se reproduce y muere.Este es un axioma tan natural como la vida misma.Tarde o temprano completamos esta ltima etapa.Somos nosotros quienes llevamos las riendas denuestra vida y con nuestra forma de vivir, vamosenmarcando nuestra forma de morir. Si bien, poruna parte esto es as, por otra, en el libro de lavida ya est escrita nuestra ltima pgina y pode-mos ser llamados o simplemente dejar de exis-tir, antes de completar nuestro proceso biolgico,sin que podamos hacer nada por evitarlo.

    Las formas de morir no han cambiado mucho alo largo de la historia, se pueden resumir en dos: deforma brusca, aguda, sorpresiva, o de forma pre-vista, esperada y no por ello menos angustiante. Elimpacto que produce en los vivos, cualquiera deestas dos clases de muerte, presenta diferentes gra-

    dos de fuerza, que dependern de todo aquello queel difunto haya sembrado, de cmo haya guiado supropia existencia.

    Lo que el tiempo nos ha quitado o nos estquitando es el contacto con la muerte. Los pro-gresos cientfico-mdicos, por un lado, y el com-plejo mundo poltico, social econmico y cultural,por otro, han abolido el derecho a morir en casa,rodeado de los seres queridos y, por diversas razo-nes, se nos esconde la muerte.

    Antes, un buen da llegaba el padre a casa y, sieras lo bastante mayor para entenderlo, te deca:abuelo ha muerto. Quizs el ms pequeo de lafamilia no lograba entender el por qu de los llan-tos, la tristeza reinante. Sus sentidos se impregna-ban de esos sentimientos, esas sensaciones que flo-taban en el aire y que le llevaban a una sola con-clusin: miedo. Miedo a eso que ahora sera sucompaera invisible y desconocida y de lo que mstarde descubrira que es irremediable.

    A excepcin de la muerte, cada rito de paso enel ciclo de la vida representa una transicin para elindividuo que marca el comienzo de una nuevaforma de comportamiento. En cada escaln se

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    espera que el individuo conforme nuevos valores,para que acte de una nueva forma. Las mismasceremonias no sirven tan slo como puntos de tran-sicin para el individuo, sino que tambin anun-cian formalmente a la sociedad que debe juzgar al

    individuo por medio de una serie de normas. Eneste sentido marcan los diferentes niveles de desa-rrollo en el sistema de conciencia y normativa de lacultura de nuestra sociedad occidental.

    La muerte es el ltimo rito importante del ciclode la vida que debe pasar obligatoriamente unapersona. A diferencia de los otros rituales, el fune-ral comienza con un rito orientado hacia la familia,el velatorio y termina con un rito de la comunidad,el entierro. Aunque el estado actual despus demuerto es muy distinto, la importancia de ser ente-rrado dentro de los muros del campo santo es reco-nocida por todos. El entierro como un ritual de lacomunidad reconoce y da fin al cambio de estadode uno de sus miembros. Antes, por ejemplo, lamayora de los hombres del pueblo aunque notuvieran mucha relacin con el muerto acuden a losentierros. El velatorio es el rito ms importante enlo que se refiere a la personalidad y posicin de la

    persona y de la familia. Empricamente, el cambiode estatus involucra a los parientes ms cercanosdel muerto.

    La calidad del funeral y la duracin del entierroson los elementos tradicionales que han relaciona-do y posiblemente todava relacionan el estadomaterial del muerto. En el pasado haba varias cla-ses de funerales. As por ejemplo, para un funeralde tercera clase, que era el ms barato, el cuerpoera trasladado hasta la iglesia pero simplemente

    llevado hasta sus puertas. El cura luca sus vesti-mentas ms radas. Se procuraba no dar este tipode funerales siempre que fuera posible. Las prcti-cas eclesisticas haban sido liberalizadas y losfunerales de tercera dejaron de practicarse. Ahoratodos los funerales son iguales, tan slo varan enla asistencia y en algunos elementos.

    En contraste, el entierro actual todava com-prende diferentes clases. Ms caros si es en elnicho permanente. En muchos pueblos de Espaa,

    el cementerio est limitado por un muro muy altoy en l hay filas de nichos, como casilleros en unaoficina de correos. Estos nichos se pueden alquilaro comprar. Si se alquila y el alquiler deja de pagar-

    se, se sacan los restos y el nicho est preparadopara un nuevo ocupante. Los restos del desalojadoson tirados a una fosa comn. Menos caros que losnichos son los fosos en el suelo dentro del cemen-terio. Tambin estos pueden ser permanentes o

    alquilados. Como en el pasado, el criterio utilizadopara decidir qu tipo de funeral y entierro recibirael muerto depende de la cantidad de dinero que losparientes pudieran pagar.

    Antes, en pueblos y ciudades pequeas losfretros eran llevados a hombros por los hombreshasta el cementerio, que sola estar a poca distan-cia del ncleo de la poblacin. Ahora, el trasladode los restos mortales se hace en un coche fnebre:se recoge al fretro en la casa del difunto, se lelleva a la iglesia y luego al cementerio; o bien,desde el hospital al tanatorio y de aqu al cemente-rio. Antes cuando mora alguien, en algunos pue-blos, se llevaba el fretro en una mula. No es lacomodidad del coche fnebre lo que aprecia lagente, sino el "estilo".

    Como el nacimiento, la muerte est siemprepresente en la atmsfera de la comunidad. En estospequeos lugares la mayora de la gente que muere

    son ancianos. De stos, la mayora mueren lenta-mente en sus camas. Sus mejores amigos y susparientes que no se haban hablado durante aosescogen estos das para reiniciar sus relaciones.

    El velatorio, que comienza cuando alguienmuere, era un momento para hablar bajo, no para

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    muestras catrticas de dolor. Despus de la muerte,el cuerpo era lavado y vestido y colocado en unacama. Los miembros ms cercanos de la familiapasaban el da preparando la casa para la noche,cuando el resto de los acompaantes comenzaran

    a llegar para el velatorio. Algunas personas estabanen el velatorio durante toda la noche, los miembrosadultos de la familia y unos cuantos amigos nti-mos que les acompaaban. A no ser que el difuntofuera una persona muy especial, la mayora de lagente iba al velatorio para acompaar a un amigoen su pena por la muerte de un pariente.

    En el velatorio, los hombres y las mujeres sesentaban en sitios diferentes, las mujeres hablabanen el saln de la casa y los hombres, normalmente,sentados de una manera ms informal enfrente delfuego de la cocina, o en cualquier otra dependenciade la casa El anfitrin, que es normalmente unpariente ntimo, ofreca cigarros a los hombres. Enocasiones, tambin se ofreca caf y licores a losacompaantes. El cuerpo del difunto yaca en sucama, a veces completamente solo, sin compaa.Los parientes ms cercanos hacan turnos para per-manecer sentados con el difunto, y a veces, otros

    parientes echarn un vistazo durante un instante,pero nada ms. No era un tema tab discutir sobreel difunto. De vez en cuando se hacan referenciasal mismo, pero normalmente la conversacin erasimilar a una conversacin diaria de agricultores yhombres del pueblo. Estaban prohibidos los chistesen voz alta, pero entre los hombres se los contabanunos a otros. Mientras tanto, las mujeres solanrezar por el alma del difunto, guiadas por una espe-cialista: la rezandera, que acuda a todos los

    velatorios para dirigir los rezos.Cuanto ms importante o ms querido fuera eldifunto o sus parientes, ms nmero de personasiban al velatorio. Las mujeres dejaban a los niospequeos al cuidado de las abuelas o vecinas yestaban ms inclinadas a ir por razones de paren-tesco o amistad que por otro tipo de relacionessociales.

    La muerte tiene efectos duraderos sobre losvivos, sobre todo, sobre los parientes del difunto.

    Aparte de los cambios obvios de la composicin dela familia, estn las obligaciones progresivas yprescripciones del luto. stas incluyen vestir denegro, abstenerse de llevar joyas y colores fuertes y

    de cantar y bailar. Adems, la asistencia a festejos yentretenimientos tambin estaba prohibida duranteel tiempo del luto. El plazo exacto del luto era dic-tado por la Iglesia Catlica, otros dicen que por latradicin y por la regla de la formalidad. En cual-

    quier caso, haba no sabemos si sigue tal prescrip-cin un plazo especfico para cada posible parien-te: cuanto ms prxima fuera la relacin con eldifunto, mayor era el tiempo del luto. La mayorade los adultos de ms de 35 40 aos, pasaban granparte de su vida en perodos intermitentes de luto dehasta varios aos de duracin. Esto es debido a lasmuertes de personas de su misma generacin y dela de sus padres. Estas mismas muertes causan cor-tos perodos de luto para la gente ms joven, paralos que el difunto era su ta, to o abuelo.

    Mientras el aniversario de una muerte puedeconmemorarse por la familia durante varios aos atravs de misas y servicios religiosos, la prcticams frecuente es conmemorar todas las muertes defamiliares un da al ao. El da de Todos los Santos,el uno de noviembre, es el da oficial para homena-

    jear a los muertos en nuestra sociedad. El cemente-rio es preparado con esmero para esta ocasin, tanto

    por los responsables del mismo como por las fami-lias. Candelabros, flores, imgenes, al igual quemedios conmemorativos modernos tales como lin-ternas con batera, crucifijos de plstico decoran lassepulturas individuales. Se celebra una misa deTodos los Santos en la capilla del cementerio y elpueblo viste sus mejores galas. Durante todo el da,la gente visita el cementerio para presentar sus res-petos a sus parientes cercanos y lejanos.

    Dentro de las caractersticas del ritual funera-

    rio, que comparte con otros rituales, se encuentra elque suele ser inevitable, es decir, no deseado por elsujeto; doloroso, y con una serie de comporta-mientos regulados culturalmente.

    En el duelo, durante los primeros momentos,las marcadas expresiones externas y pblicas dedolor, consistentes en llanto profundo, lamentos,gritos, desvanecimientos, etc., suelen ser muy bientoleradas y, en muchas culturas, esperadas. Tantoes as que, en determinadas pocas y grupos, se

    contrataban profesionales que iban a llorar ante eldifunto (las conocidas plaideras).

    Pero no slo las expresiones de tristeza sonesperables, sino tambin la expresin de la clera

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    est incluida dentro del ritual. Y para canalizar estaclera dentro de lmites admisibles, las diversasculturas han incluido restricciones rituales conperodos forzosos de aislamiento, automutilacio-nes, desgarros en la ropa, etc., proyectando la res-

    ponsabilidad de la muerte en un objeto o espritu.Sin embargo asistimos, en nuestra cultura occi-

    dental, a una negacin de las manifestacionesexternas de dolor y ms an de la rabia, por lo queesa primera funcin catrtica y de llamada de aten-cin, primariamente dirigida hacia el fallecido y ensegundo lugar al grupo social, es impedida. En estesentido, no es infrecuente or desde los medios decomunicacin, ante las muertes sbitas por accio-nes terroristas, comentarios como "la viuda seencontraba muy entera" o "soportaba el dolor conuna gran dignidad", lo que equivale a decir que laexpresin externa de la rabia y la pena son indig-nas y rebajan a la persona que las manifiesta, sien-do nicamente comprensibles para grupos de bajonivel cultural y, an as, se reprueban.

    Estos aspectos y funciones del duelo son mejortratados en las sociedades simples, donde desde elprincipio se favorece la libre expresin de senti-

    mientos y conductas relacionadas con la prdidaque, adems, sirven para fomentar la ayuda ysoporte del grupo. Pero no slo eso, sino otro fac-tor, que tiene que ver con el "progreso", ha induci-do un importante cambio respecto a esas socieda-des; ste es la disminucin de la mortalidad, espe-cialmente en la infancia, y el tratamiento de losenfermos y moribundos en los hospitales.

    En el mundo desarrollado, nos encontramos conun distanciamiento respecto al hecho fsico de la

    muerte, lo que permite llegar al estado adulto sinhaber sufrido ninguna prdida cercana. Adems, esfrecuente la ausencia de contacto de los familiarescon el moribundo mientras se produce el deceso,debido a que ste suele producirse fuera del domici-lio familiar. Y, posteriormente, en muchos casos,mdicos y familiares recomiendan la no-visualiza-cin del cadver, suponiendo que eso podr afectar ala persona o personas ms allegadas. Todo ello hacesuponer que, desde el principio, los allegados al

    difunto tendrn ms dificultades en la aceptacin dela realidad del fallecimiento, que la persona delmundo "primitivo", donde la muerte era una realidadcotidiana que se viva como normal desde nios.

    Adems, hemos visto que dentro de los ritualesde duelo existen una serie de fases, en muchas cul-turas reguladas temporalmente, donde habra unaprogresiva integracin de la persona a su nuevoestatus social, hasta producirse la integracin com-

    pleta. Sin embargo, entre nosotros nos encontra-mos con que apenas existen rituales, y que lospocos que an existen no contemplan un tiemposocial de duelo, o ste es ridculo (de uno a tresdas de permiso laboral), y mucho menos se tieneen cuenta el tiempo individual de duelo. En lamodernidad se suele pretender que a los pocos dasde la muerte de una persona muy significativa, eltrabajador, ama de casa, etc., se encuentre en plenorendimiento, y si eso no sucede as, se tiene porenfermizo, siendo muy mal tolerado y peor an,muy mal soportado, en el sentido de ayuda porparte del grupo familiar prximo. E incluso llevarluto: el vestirse de negro no est bien visto, yaque se considera un vestigio del pasado, que noest en consonancia con los nuevos tiempos quecorren y se sanciona negativamente a quien asobra.

    Los ritos funerarios se han modificado ostensi-

    blemente en el mundo occidental. Estos ritosimplican siempre a tres elementos: el cadver, elalma y el allegado al difunto; mientras que losactos rituales implican las relaciones entre estoselementos. Pero ello slo tiene significado comoparte de un grupo de creencias dentro del contextode un grupo social especfico. El cambio de las cre-encias culturales, por tanto, afectar a las relacio-nes entre cadver, alma y allegado, lo que supon-dr un cambio en los ritos funerarios.

    La presunta y creciente secularizacin de lassociedades de occidente, como consecuencia delauge del pensamiento cientfico-racional, trae con-sigo este cambio en los rituales que, generalmente,quedan muy reducidos con relacin a las culturasms religiosas. Esto tiene implicaciones claras enel cambio de los actos del ritual. Por ejemplo, enoccidente, se est instaurando progresivamente laincineracin sobre el enterramiento, que nos esms prximo culturalmente, en relacin con una

    mayor secularizacin y fomentado con supuestasafirmaciones cientficas sobre su mayor racionali-dad.

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    Por otro lado, en la poca actual, el fretro esllevado al tanatorio. ste ha venido a sustituir elespacio tradicional donde tena lugar el rito delduelo: el domicilio del finado. En este nuevo espa-cio se reproducen los esquemas tradicionales pero

    con ciertas variantes. As, podemos decir que handesaparecido las rezanderas y las plaideraspero siguen llorando ms las mujeres que los hom-bres (en nuestra sociedad: el llorar no es cosa dehombres). Con otros matices, sigue ponindosede manifiesto la divisin de gneros: las mujeresacompaan a la familia y no es frecuente que acu-dan al bar; el caf y la copa que se tomaban loshombres en la cocina, ahora lo toman en el bar deltanatorio. Sigue siendo un momento adecuado para

    las relaciones sociales: reencuentro entre personasque tenan algn tipo de relacin con el finado ocon la familia de ste; y tambin se establecen pri-meros contactos entre personas presentadas por untercero. Antes, se daba un apretn de manos o unabrazo, hoy se deja una firma en un portafolios o sedeja una tarjeta de visita. Antes, el carpintero y elenterrador ejercan su oficio; hoy, han sido susti-tuidos por la Funeraria y el crematorio.

    El mercado tambin ha invadido este mbito de

    la vida cotidiana, ya que nos ofrece distintos tiposde compaas de seguros, distintos tipos deentierros: con cajas de diversos acabados y valor,con ms o menos flores, recordatorios, esquelas enla prensa local y la posibilidad de elegir entreentierro en el cementerio o la cremacin. Y todoello, dependiendo del poder adquisitivo de la fami-lia implicada. El problema surge cuando uno notiene donde caerse muerto.

    En las sociedades capitalistas, donde se preten-

    de dotar al ciudadano de derechos y deberes, tam-bin en el mbito que nos ocupa surge el reclamode los derechos de las personas en duelo. As porejemplo podemos citar, entre otros, el derecho:

    -A ver el cuerpo y a afligirse junto al lecho demuerte inmediatamente despus del desenlace, siesta es su voluntad.

    -A esperar para s una asistencia profesionaladecuada y respetuosa, tanto fsica como emocio-nal, en el momento de la muerte de su ser querido.

    -A una explicacin adecuada de la causa de lamuerte del ser querido, as como a obtener res-puestas relativas a la enfermedad, las intervencio-nes de tratamiento y los fracasos del mismo.

    -A elegir el tipo de funeral ms acorde con susdeseos y medios econmicos, y a no verse obliga-do a acceder a rituales que no comparta.

    -A observar el ritual religioso y social acordecon sus deseos y costumbres.

    -A expresar abiertamente su pesar independien-temente de la causa de la muerte del ser querido.

    Frente a la diversidad que implica la libertadde culto existente en nuestra sociedad, el tanato-rio slo posee una capilla de la Iglesia Catlica endonde se hace el responso antes de proceder altraslado del fretro al cementerio o al crematorio.

    Por tanto, la disminucin de los rituales reli-giosos; el alejamiento de la experiencia de la muer-te dentro de lo cotidiano; la vivencia de sta como

    fracaso de la medicina y del progreso, lo que llevaa que sea vivida como vergonzante y como conse-cuencia negada; la creciente mitificacin de lasalud como derecho de la persona, y la exaltacinde la mente cientfico-racional con descalificacinde aquellas conductas que son supuestamente irra-cionales y de aquellas manifestaciones que soncatalogadas como ms propias de culturas inferio-res, ha llevado a la desaparicin de la mayora delos ritos de duelo y de las funciones de ste, por lo

    que la persona queda abandonada y sola a la expe-riencia ms intensa de su vida y que, posiblemen-te, la marque para siempre. En nuestra cultura, losallegados al difunto parten en desventaja respectoa los de sociedades "primitivas", puesto que ten-drn mayores dificultades en reconocer el hecho dela realidad de la muerte, al no compartir la expe-riencia con el fallecido y, adems, van a presentarconductas de apego que no van a poder expresarseadecuadamente, por lo que no van a conseguir

    mitigar en parte el dolor de la prdida de la figuraamada, ni la respuesta del resto del grupo quecalme su angustia. Y cuando esto as, desde elpunto de vista de los especialistas (mdicos) dehoy se les sanciona, se les etiqueta como que pade-cen un trastorno adaptativo, por no respondersocialmente como se espera que deben hacerlo.

    En la mayora de las culturas, los nios y adul-tos se preparan para la muerte a travs de formaselaboradas de rituales y ceremonias, que son acom-

    paadas de explicaciones populares sobre el signi-ficado de la vida y la muerte. En nuestra cultura, lasecularizacin, urbanizacin y el nfasis en laracionalidad, han hecho perder los rituales y, en la

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    actualidad, los abreviados ceremoniales occidenta-les, a menudo, prohibidos a los nios, ni sirvenpara la comprensin emptica, ni sirven comocatarsis de la experiencia.

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