presencia de satan en el mundo moderno por l cristiani

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  • Monseor Cristiani

    Presencia de Satn en el

    Mundo Moderno

    TRADUCCION DE

    MARTA ACOSTA VAN PRAET

    Ediciones PE U S E R

  • Ttulo original en francs: PRSENCE DE SATAN DANS LE MONDE MODERNE

    Editado en francs por: Editions France-Empire, Pars

    1959 by Editions France-Empire

    ILUSTR TAPA:

    R M U L O MACCIO

    Nihil Obstat: Parisiis, die Januarii 1960

    A. de Parvillez, s. j.

    IMPRESO EN ARGENTINA

    1962 by PEUSER, Buenos Aires, Argentina

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11723

  • INTRODUCCION

    Palabra del Evangelio

    Cuando decimos que una afirmacin es o no es "palabra del Evangelio", queremos aseverar que es o no es una verdad indiscutible.

    Para los cristianos Cristo es la autoridad soberana, aquella ante la cual nos inclinamos, a la cual damos toda nuestra fe y toda nuestra confianza, todo nuestro amor. Hasta para los mismos incr-dulos, Jess es una de las personalidades ms eminentes de la historia. Es la rectitud y la sinceridad. Es aquel que dijo: Que tu discurso sea: esto es o esto no es! Todo lo que est fuera de esto de nada sirve!

    Preguntmonos, pues, lo que Jess ha pensado y ha dicho de Satn. El Evangelio, sobre este punto, como sobre todos los otros puntos que conciernen a la vida religiosa de los hombres, es normativo y definitivo. Si no lo es ya para los que han perdido la fe, no es menos cierto que no se puede comprender nada de la mentalidad religiosa de los siglos que nos han precedido en Francia sin recurrir al Evan-gelio. Quienes han tenido o credo tener contactos con el Demonio, quienes han sufrido sus ataques como nuestro cura de Ars, quienes han sido tratados como "posedos" y han sido objeto de exorcismos ms o menos eficaces, haban extrado del Evangelio y de la tradicin emanada del Evangelio sus interpretaciones de los estados experimentados por ellos.

    Abramos pues el Evangelio. Habla de Satn? Contiene histo-rias de posedos, de expulsiones de demonios?" Jess en persona h^ credo en el Diablo y qu ha dicho sobre ello?

  • 8 PRESENCIA DE SATAN

    La tentacin de Jess

    En primer lugar debe llamar nuestra atencin la tentacin de Jess en el desierto. Tres de nuestros Evangelios hablan de ello. Nos muestran a Jess y a Satn solos y frente a frente. Pero prestemos atencin a lo siguiente: nadie haba sido testigo de este encuentro memorable. Nuestros tres evangelistas no podan saber nada de lo ocurrido ms que por boca del mismo Jess. Por consiguiente, El se tom el trabajo de decir a sus discpulos lo que haba pasado entre El y el Demonio. El quiso que se supiera que lo haba visto, lo que se llama verlo, por decirlo as, "cara a cara"; que Satn le haba hecho proposiciones, haba tratado de someterlo a su yugo, tratado de desviarlo de su camino! En una palabra, Jess quiso ser tentado. Lo fu. Revel a los suyos en qu haba consistido esa tentacin: Satn le haba mostrado el mundo, dicindole: "Te dar toda esta potencia y la gloria de esos reinos, puesto que a m me ha sido entregada y a quien quiero la doy; si, pues, t te postrares delante de m, ser tuya toda." (Lucas, IV, 5-7.)

    No digamos que la tentacin fu pequea. Tena las dimensiones del planeta. Satn haba adivinado, pues, que tena las dimensiones de Jess.

    Y Jess, por su parte, al llamar en dos oportunidades a Satn "prncipe de este mundo" (Juan, XIV, 30; XVI, 11), est de acuerdo con l para reconocerle una preponderancia en todos los reinos de la tierra. Hablando de los relatos de la tentacin en el desierto, el padre Lagrange los compara a esos prlogos de las tragedias antiguas en los cuales todo el drama que iba a desarrollarse estaba anunciado y como prefigurado. La batalla entre Satn y Jess en el desierto fu un prlogo de esta naturaleza. Deca todo con respecto a la misin de Cristo. Este slo vena para derribar la dominacin de Satn. San Juan iba a decir en su primera epstola: "Para esto se manifest el Hijo de Dios, para destruir las obras del Diablo." (Juan, III, 8.) Todo el Evangelio, pues, tiene que estar lleno de acciones dirigidas por Cristo contra Satn y por Satn contra Cristo. Y est bien que as sea. No podemos leer nuestros Evangelios sin que esto nos llame la atencin. No comprenderamos nada de los Evan-gelios sin la certidumbre de la existencia de Satn y de su accin entre nosotros.

    Ejemplos

    Sera demasiado largo enumerar aqu todos los prrafos donde se habla de los demonios en el Evangelio. Citemos, sin embargo, los principales.

  • I N T R O D U C C I O N 9

    Jess comienza a predicar en Galilea, y San Marcos escribe que echa a los demonios (Marcos, I, 34). Antes del Sermn de la Mon-taa las multitudes se renen alrededor de El, por qu? San Lucas nos lo dice: "Los cuales haban venido a orle y a ser curados de sus enfermedades; y los que eran vejados por espritus inmundos eran ctirados." (Lucas, VI, 17-18.) Porque, dice San Mateo, "le pre-sentaron todos los que se hallaban mal, aquejados de diferentes en-fermedades y recios dolores, endemoniados, lunticos y paralticos, y los cur". (Mateo, IV, 24.)

    Cuando se habla de Mara Magdalena, se nos puntualiza que Jess haba echado de dentro de ella "siete demonios" (Lucas, VIII, 2) . Cuando Jess enva a sus apstoles a predicar en Galilea, les otorga poder sobre los demonios. Cuando regresan les dice con jbilo: "Contemplaba yo a Satn caer del cielo como un rayo. . ( L u c a s , X, 17-20.)

    Cuando Jess cur a la mujer "que tena un espritu de enfer-medad haca dieciocho aos" y el jefe de la sinagoga se indign porque era da sbado, Jess responde: "Hipcritas, cualquiera de vosotros en sbado, no desata a su buey o su asno del pesebre y lo lleva a abrevar? Y a sta, que es hija de Abrahn, a quien at Satn !hac^ ya dieciocho aos no era razn desatarla de esta cadena en da de sbado?" (Lucas, XIII, 10-16.)

    Y recordemos la expulsin del demonio llamado Legin, porque era numeroso dentro de los mismos posedos. Legin pide que se los enve a una piara de cerdos. Jess consiente y todos los cerdos se arrojan al mar y se ahogan. (Los tres Evangelistas; ver sobre todo Marcos, V, 1-20.)

    Este episodio burlesco es asombrosamente evocador. Los demonios estn all perfectamente representados. Presentimos su naturaleza, su carcter.

    Presentimos su "psicologa", sobre la cual tendremos oportunidad de volver a hablar: qu hacen en un ser humano cuando lo tienen en su poder? "Introducen en l escribe monseor Catherinet y mantienen en l perturbaciones morbosas emparentadas con la lo-cura; tienen una ciencia penetrante y saben quin es Jess; sin ver-genza se prosternan ante El, le rezan, le hacen juramentos en nombre de Dios, temen ser de nuevo lanzados por El al Abismo y para evitarlo piden entrar en los cerdos y establecerse all. No han terminado de instalarse cuando, con un poder no menos asombroso que su versatilidad, provocan la destruccin cruel y malvada de los seres en los cuales haban pedido refugiarse. Miedosos, obsequiosos, poderosos, malignos, verstiles y hasta grotescos, todos estos rasgos, fuertemente revelados aqu, vuelven a encontrarse en grados diver-sos en los otros relatos evanglicos de expulsiones de demonios."1

    1 Satn, Estudios carmelitanos, Pars, 1949, pg. 319.

  • 10 PRESENCIA DE SATAN

    En suma, es imposible, no slo para un catlico sino para un historiador serio, dejar de comprobar que Jess no se limita a hablar como se acostumbra en sus tiempos, que no tiene la intencin de conciliar con la ignorancia y los prejuicios de su medio, pero que cree en la existencia y en la accin de Satn, que nos pone en guardia contra Satn, que no cesa de luchar contra Satn, tanto que Satn est presente en todo el Evangelio, a tal punto que esto nos plantea un problema que debemos examinar con la mayor atencin.

    Por qu tantos posedos?

    Los relatos demonolgicos son tan numerosos en el Evangelio, el Diablo ocupa en ellos tanto lugar, que debemos preguntarnos si en todo esto no habr algo de exageracin. Es bien sabido que en la vida corriente no encontramos a seres posedos en la cantidad relativamente considerable con que aparecen al paso de Jess. Los crticos modernos por lo menos los que se complacen en llamarse "crticos independientes" no han dejado de proclamar que lo consideran inverosmil. Para ellos la mayor parte de estos "posedos" eran simplemente maniticos, medio locos, o dementes ms o menos furiosos.

    Aun cuando as fuese, aun cuando Jess al tratar a esta categora de enfermos se hubiera avenido a las ideas medicales de su siglo, no dejara de ser menos notable que hubiera tenido xito, en la mayora de los casos, en liberar con una palabra de su invalidez a estos desgraciados y devolverlos a su estado normal. Pero esta forma de resolver el problema, debe tenerse por singularmente sumaria, si se considera lo que hemos dicho ms arriba. Los textos evanglicos dis-tinguen muy claramente entre los enfermos y los posedos. Estos ltimos manifiestan, mediante signos patentes, la presencia de una inteligencia extraa que habita en ellos. Esta inteligencia es hostil a Jess, es lo que llamamos la inteligencia de un espritu maligno.

    Si a continuacin de ese Prlogo, del cual hemos sealado la grandeza: la tentacin de Jess en el desierto, Satn no hubiera inter-venido en el transcurso de la carrera de Cristo, o no hubiera interpre-tado ms que un papel secundario, hubisemos tenido, antes bien, la ocasin de habernos sorprendido. Pero no es el caso. Jess ha demostrado abiertamente que es "el fuerte" que ha venido para reprimir el imperio de Satn sobre el mundo. A decir verdad, esta lucha se desarrollaba principalmente en el terreno de lo invisible, en los dominios de la gracia y del pecado. Y hasta el fin del mundo esto ser as. Pero con el permiso de Dios, esta lucha inmensa y secular presenta tambin signos visibles y nos ofrece episodios espec-taculares. Estos episodios no son lo esencial. N o lo olvidemos. Aun cuando en este libro insistimos sobre ellos, no cabe en nuestro espritu el extremar su importancia. Lo que est en juego son las almas, es la

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    eleccin entre el cielo y el infierno, entre el odio y el amor, entre la felicidad y la condenacin! Entraba, pues, en los designios de la Providencia hacer conocer a los hombres algo del poder de Satn y de humillar a ste ante el poder del Redentor.

    No estamos de ningn modo obligados a creer que el nmero de posedos del cual se habla en el Evangelio corresponde a un trmino medio en el mundo de entonces o en el mundo actual. Es muy posible y hasta verosmil que estos casos se hayan producido con una frecuencia extraordinaria alrededor de Jess. La unin personal de la divinidad con la naturaleza humana en Jess, Hijo del Hombre e Hijo de Dios, todo junto, habra tenido como contragolpe, con el permiso divino, manifestaciones repetidas y mltiples de diablismo. La posesin es, en cierto sentido, una rplica, una caricatura de la Encarnacin del Verbo! El paganismo y el mismo judaismo empe-zaban a estar rodos por esa incredulidad con respecto a lo sobre-natural que es una de las seales del tiempo en que vivimos. La venida de Jess a la tierra y los numerosos casos de posesin que se produjeron alrededor de El constituyen una revelacin sobreco-gedora del mundo sobrenatural en sus dos aspectos complementarios que son la Ciudad de Dios y la Ciudad de Satnl

    En este sentido fu que dijimos que para nosotros el Evangelio es normativo. Plantea principios, proporciona claridades, establece leyes, arroja sobre todos los siglos por venir, luces que no deben apagarse jams. Todo lo que sabemos y creemos con respecto al Demonio est arraigado en el Evangelio. La creencia en la existencia y en la malignidad del Demonio es un dogma para los cristianos. Nuestro destino est emparentado con el de los Angeles o los Demo-nios. Veremos a Dios, como los ngeles, dice Jess, o bien seremos malditos con Satn y todos sus demonios.

    Todo esto tena que ser dicho o recordado antes que llegramos a los hechos contemporneos.

    Y para conducirnos del Evangelio a estos hechos contemporneos ser suficiente una rpida ojeada.

    En conjunto tendremos que cuidarnos de dos peligros: el de exagerar el satanismo y el de reducirlo a la nada. En algunos siglos se ha visto al Diablo por todas partes y en otros no se quera verlo por ninguna parte. Doble exageracin igualmente engaadora, igual-mente falsa y por consiguiente igualmente salida de Satn, padre de la mentira.

    En la antigedad

    No podra decirse que los cristianos de los primeros tiempos tuvieran obsesin por la accin de los demonios. Podramos citar textos de San Pablo y de San Pedro que permanecen siempre actuales y que deben ser considerados por nosotros como la expresin de la

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    estricta realidad. Tenemos que luchar contra el Demonio. La vida moral no es ms que una lucha. Hay otra cosa ms que la carne y la sangre. El Dragn se halla constantemente en accin. San Juan en el Apocalipsis ha dicho todo cuanto haba que decir sobre las vicisitudes de la historia cristiana. Pero es indudable que el Dragn interpreta en ella un papel de primer plano. Los perodos de perse-cucin tan abundantes en la historia de la Iglesia son eminentemente diablicos. No cabe duda, por otra parte, que los primeros cristianos consideraban diablico al culto rendido a los dolos bajo el paganismo. Los dioses paganos, para ellos, eran demonios.

    Al hablar de todo esto, sin embargo, no se dir que los Padres de la Iglesia hayan exagerado jams. Un Agustn ha visto muy bien las dos Ciudades. Las ha descrito con lucidez, con fuerza, con toda la amplitud de visin de un genio espiritual.

    A veces lo consideramos pesimista. Pero es por una razn muy distinta de la teologa demonolgica. No relaciona solamente con el demonio todo lo que hay de tenebroso en las acciones de los hombres. Nosotros tenemos en ello nuestra parte. El es quien afirma por el contrario volveremos a hablar de esto que "ese perro est encadenado". El Diablo no puede nada contra nosotros sin nosotros. De nuestro consentimiento es de donde extrae su fuerza y de nuestra resistencia es de donde procede su debilidad.

    Las historias ms demonacas llegadas hasta nosotros desde las profundidades de la antigedad cristiana son las de los Padres del desierto. Un Antonio ha luchado frente a frente con el demonio. Los ermitaos de la Tebaida y los monjes de todo origen y de toda poca han tenido que pelear con Satn. San Martn de Tours, en nuestro pas, saba bastante de esto. Sin embargo, podemos atravesar rpidamente la Edad Media, podemos hojear los infolios de los grandes telogos escolsticos sin enloquecernos con evocaciones demonolgicas. Los autores que han hecho un estudio especial de la literatura medieval que se refiere a la posesin demonaca o la brujera, opinan que los ms grandes maestros Alberto el Grande, Toms de Aquino, Duns Scot se inclinaban antes bien a rechazar los pretendidos prodigios de las brujas. En el siglo xv todava, Gerson y Gabriel Biel, el ltimo de los nominalistas, disentan porque el primero afirmaba y el segundo negaba el poder de los demonios sobre el mundo terrestre.

    Un viraje peligroso

    Se estaba en esto cuando apareci, en 1486 una obra destinada a tener una enorme repercusin, que iba a orientar todo un siglo hacia las exageraciones ms manifiestas y ms deplorables.

    Se trata del Malleus maleficarum El martillo de las brujas de dos dominicanos alemanes: Jacques Sprenger y Henri Institoris,

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    el primero profesor en la Universidad de Colonia, el segundo inquisidor en Alemania del Norte. La obra se propag en forma prodigiosa. Se conocen 2 8 ediciones en los siglos xv y xvi. Fu el manual de la cacera de las brujas, y di el impulso a toda una literatura demonolgica. No terminaramos nunca de citar los ttulos publicados para uso de los inquisidores o los confesores en el siglo xvi y en los cuales slo se habla de brujera o de pactos con el Diablo. El siglo xvn, en sus comienzos, vi pulular este gnero de obras. Se hablaba en ellos de la "posesin" con detalles rechazantes, de monstruos, vampiros, diablillos caseros, espritus familiares, etc. En 1603, un autor, Jourdain Guibelet, publica un "Discurso filosfico", cuyo ttulo "anzuelo" slo recubre un tratado de ncubos y scubos, es decir, de relaciones carnales con los demonios.

    La bibliografa de Yves de Plessis, que slo comprende las obras francesas sobre la accin demonaca, contiene alrededor de dos mil ttulos, ms o menos. La opinin general tiende, a la sazn, a ver al demonio en todas las enfermedades que atacan al cuerpo humano. Emile Brouette en el Satn de los Estudios carmelitanos (pg. 363), transcribe estas lneas del ilustre Ambroise Par, autor de esta frase citada con tanta frecuencia: "Yo lo cur, Dios lo san!". "Dir con Hipcrates, padre y autor de la medicina, que en las enferme-dades hay algo de divino de lo cual el hombre no sabra dar razn . . . Hay brujas, magos, envenenadores, seres malficos, malvados, astu-tos, tramposos, que construyen su destino mediante el pacto que han concertado con los demonios que son sus esclavos y vasallos quiz por medios sutiles, dibolicos y desconocidos, corrompiendo el cuerpo, el entendimiento, la vida y la salud de los hombres y otras criaturas."

    Imaginaciones malsanas

    Podemos decir que en el siglo xvi va a producirse una orga de imaginaciones malsanas desde el punto de vista demonolgico. Se ver al diablo por todas partes. Se inventarn, del principio al fin, infes-taciones diablicas. La polmica anticatlica del protestantismo na-ciente estar dominada por el satanismo. La llamada Reforma pro-testante ha hecho causa comn desde el principio con la obsesin demonaca. Si bien la persecucin de las brujas y los brujos haba empezado mucho antes de Lutero y Calvino, stos no slo se abstu-vieron de hacer algo para detenerla, sino que se apoyaron sobre la Biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento para autorizarla y promo-verla. "Lutero, Melancton, Calvino, escribe Brouette, crean en el satanismo, y sus discpulos, predicadores fanticos, no hicieron sino agravar la credulidad natural de los pueblos convertidos al nuevo Evangelio." (loe. citpg. 367.)

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    Cifra* impresionantes

    El mismo autor proporciona cifras increbles sobre el nmero de procesos por brujera. Es cierto que las da "bajo la reserva ms grande y con beneficio de inventario". "N. Van Werveke nos dice estima en 30.000 el nmero de procesos presentados ante los tri-bunales del ducado de Luxemburgo. L. Raiponce (Ensayo sobre la brujera, pg. 64) calcula para Alemania, Blgica y Francia, la cifra ms moderada de 50.000 ejecuciones. A. Louandre (La brujera, pg. 124) escribe que en el siglo xvi durante 15 aos, en Lorena, en 1515, 900 brujos fueron enviados al suplicio, 5 00 en Ginebra en tres meses; 1.000 en la dicesis de Come, en un ao. En Estrasburgo, segn J. Frangais, en tres aos se habran encendido 2 5 hogueras por causa de la brujera. De acuerdo con G. Save (La brujera en Saint-Di), el total de procedimientos antisatnicos para el distrito nom-brado se eleva a 230, de 1530 a 1629. Para toda la Lorena, C. E. Dumont (Justicia criminal de los ducados de Lorena, pg. 48 del tomo II) estima que hubo 740 procesos de 1 5 53 a 1669." Un catlogo completo de los procesos por brujera sera, no cabe duda, una obra de largo aliento.

    Contrariamente a la opinin corriente, acreditada por los mejores historiadores, no es en las postrimeras del siglo xvi que culmina el furor de la represin antisatnica. Los accesos de esta represin son raros en el siglo xiv; ms abundantes ya en el siglo xv, los procedi-mientos proliferan desde 153 0, es decir, en la primera mitad del siglo xvi. Esta primera mitad del siglo ser, en realidad, casi tan sangrienta como la segunda, es decir la de 1580 a 1620, que fu la ms feroz.

    Nos parece que no cometemos un grande error al atribuir en su mayor parte a Lutero y al protestantismo, la profusin de literatura demonolgica que se manifiesta despus de 153 0.

    Era sta la opinin de monseor Janssen en su gran historia de La civilizacin en Alemania l.

    "Vimos entonces, escribe, desarrollarse una literatura satnica muy variada y muy importante. En Alemania es casi exclusivamente de origen protestante y concuerda en todo sentido con la enseanza de Lutero y su imperio."

    Lutero y el Diablo

    No cabe duda que en todo el conjunto de su doctrina Lutero atribuye al Demonio una accin mucho ms importante que la que se le acordaba antes. Pretenda tener pruebas personales de esta

    1 Plon, Pars, 1902, tomo IV, pg. 432 y siguientes.

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    accin. El, Lutero, haba visto a Satn, naturalmente. Y lo afirmaba a todo el que quera orlo.

    "Satn, escriba, se presenta con frecuencia bajo un disfraz: lo he visto con mis ojos bajo la forma de un cerdo, de un manojo de paja en llamas, etc." Contaba a su amigo Myconius que en la Wartburg, en 1521, el diablo haba ido a buscarlo con la intencin de matarlo y que lo haba encontrado a menudo en el jardn bajo la forma de un jabal negro. En Coburgo, en 153 0, lo haba reconocido una noche en una estrella.

    "Se pasea conmigo en el dormitorio escribe , y encarga a los demonios que me vigilen; son demonios inquisidores." Relata en detalle sus conversaciones con el Diablo. Cita casos "muy verdicos" de atentados satnicos que le eran contados por sus amigos. En Sessen tres sirvientes haban sido raptados por el demonio; en la Marche, Satn haba extrangulado a un posadero y llevado por los aires a un lansquenete; en Mhlberg, un flautista ebrio haba corrido la misma suerte; en Eisenach, otro flautista haba sido raptado por el Diablo, por ms que el pastor Justus Menius y varios otros mi-nistros vigilaron constantemente para cuidar las puertas y ventanas de la casa donde se encontraba. El cadver del primer flautista haba sido hallado en un arroyo y el del segundo en un bosquecillo de avellanos. Y Lutero da testimonio de estos hechos con una especie de solemnidad: "No son d i c e cuentos en el aire, inventados para inspirar miedo, sino hechos reales, verdaderamente aterradores y no chiquilinadas como lo pretenden muchos que quieren pasar por sabios." Dice tambin: "Los diablos vencidos, humillados y golpea-dos se convierten en duendes y en diablillos caseros, porque hay demonios degenerados y me inclino a creer que los monos no son otra cosa."

    Esta ltima conjetura le agrada porque insiste: "Las serpientes y los monos estn sometidos al demonio ms que los otros animales. Satn est dentro de ellos: los posee y se sirve de ellos para engaar a los hombres y hacerles mucho dao. Los demonios viven en muchos pases, pero ms particularmente en Prusia. Tambin los hay en gran nmero en Laponia; demonios y magos. En Suiza, no lejos de Lucerna, sobre una altsima montaa existe un lago que se llama el estanque de Pilatos; all el Diablo se libra de toda suerte de actos infames. En mi pas, en una elevada montaa llamada Polsterberg, montaa de los duendes, hay un estanque; cuando se arroja dentro de l una piedra se desata en seguida una tormenta y todos los alrededores son devastados. Este estanque se halla lleno de demonios: Satn los tiene prisioneros all . . . " 1

    1 Todos estos textos estn citados por monseor Janssen, obra citada, pg. 43 3, tomo VI.

  • 16 PRESENCIA DE SATAN

    Pero no era solamente en sus cartas privadas o sus charlas durante las comidas que Lutero hablaba as. La demonologa ocupaba un lugar muy grande en su doctrina misma. En 1520, cuando todava no estaba completamente separado de la tradicin catlica, haba declarado que era un pecado contra el primer mandamiento atribuir al demonio o a los malvados los fracasos en las empresas o las des-gracias del destino. Pero ms tarde vea los designios del demonio por todas partes. En su Gran Catecismo, que data de 1529 y contiene las ideas que le son ms caras, ensea expresamente que son los demonios quienes suscitan las querellas, los asesinatos, las sediciones, las guerras, lo cual puede, como lo diremos ms adelante, sostenerse, pero que sea l tambin la causa de los truenos, las tormentas, la piedra que destruye la cosecha, y que mata los animales y reparte veneno en el aire! Qu hubiera dicho de los automviles cuyas ex-halaciones infectan nuestras ciudades!

    "El Demonio escribe amenaza sin cesar la vida de los cris-tianos; satisface su ira haciendo llover sobre ellos toda clase de males y de calamidades. De ah que tantos desgraciados mueran, los unos estrangulados, los otros atacados de demencia; l es quien arroja a los nios a los ros, l es quien prepara las cadas mortales."

    De acuerdo con Lutero los poderes del Demonio son inmensos: "El Diablo dice es tan poderoso que con una hoja de rbol

    puede ocasionarnos la muerte. Posee ms drogas, ms redomas llenas de veneno que todos los boticarios del universo. El Diablo amenaza la vida humana con medios que le son propios, l es quien envenena el aire."

    Y no son stos textos aislados y raros en las obras de Lutero. Encontramos en sus escritos las aseveraciones ms increbles. No duda, por ejemplo, que Satn abusa algunas veces de las nias, que stas quedan embarazadas por su accin y que los nios nacidos de esta unin atroz son hijos del Diablo y que no tienen alma. No son ms que un "montn" de carne, segn l, y nos da esta razn peren-toria: "El Diablo puede hacer un cuerpo pero no sabra crear un espritu: Satn es, pues, el alma de sus criaturas!" Y nos da esta conclusin dogmtica:

    "No es horrible y aterrador pensar que Satn pueda torturar de este modo a los seres y que tenga el poder de engendrar hijos?" 1

    Despus de Lutero

    No es menester sealar que tales afirmaciones, tan repetidas, tan impresionantes y que provenan de un hombre como l, no se per-dieron para las iglesias protestantes y para los escritores luteranos.

    1 Obra citada, pg. 43 6, de monseor Janssen.

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    En casi todos los sermones de los ministros luteranos el diablo desem-pea un papel de primer orden. La literatura popular se halla invadida por una multitud de demonios.

    Un polemista catlico alemn, Jean as, se indignaba ante esta proliferacin de libros satnicos.

    "En el espacio de pocos aos escribi en 1588 se han publi-cado y propagado cantidades de libros sobre el demonio, libros escri-tos en nombre del demonio, impresos en nombre del demonio, com-prados y ledos vidamente en nombre del demonio: se les hace muchsimo caso y sus autores son clebres entre los pretendidos ser-vidores del Verbo!

    "Antao aade los cristianos devotos prohiban a sus hijos que nombraran al espritu del mal y hasta que lo designaran por alguno de sus horribles apodos; estaba prohibido jurar por el demonio, de acuerdo con estas palabras de Salomn: Cuando el pecador mal-dice en nombre del demonio, maldice su propia alma. Pero ahora se predica sobre el diablo, se escribe en nombre del diablo y esto pasa por justo y laudable. Puedo muy bien deciros la razn: es porque el abuelo de nuestros evanglicos, el santo patriarca Martn Lutero, di el primer ejemplo."

    En 1595, un "superintendente", es decir un obispo luterano, Andrs Celichius, quizo llenar una laguna publicando un tratado completo sobre la Posesin diablica. Y en los siguientes trminos declar que consideraba indispensable su libro:

    "Casi por doquier, cerca de nosotros tanto como lejos, el nmero de posedos es tan considerable que uno se sorprende y se aflige y tal vez sea sa la verdadera llaga por la cual nuestro Egipto y todo el mundo caduco que lo habita est condenado a morir."

    En su pas, Mecklemburgo, estimaba que el nmero de "posedos" que sembraba por todas partes el miedo y el terror se elevaba por lo menos a treinta.

    "Las criaturas frgiles y dbiles escribi , las mujeres y las nias se perturban enormemente por todo lo que estn obligadas a or y ver. Muchas han renunciado a la fe y a la caridad, puesto que han odo los consejos de los demonios, lo cual constituye una prctica anticristiana e idlatra . . . "

    Y describe largamente los estragos de la demonologa en su poca. Pero detengamos aqu estos lamentables recuerdos. En nuestros

    tiempos actuales tales exageraciones no son, indudablemente, posibles ya. Es hora de buscar los sntomas de la presencia de Satn en nuestro mundo moderno y pasamos por lo tanto, inmediatamente, a nuestro siglo xix francs.

    Podemos an citar seriamente "diabluras" en una poca tan prxima a la nuestra? Trataremos de contestar esta pregunta me-diante certidumbres, evitando toda exageracin.

  • CAPITULO I

    El santo cura de Ars y el Demonio

    Un centenario notable

    En momentos en que la Iglesia Catlica entera, y ms particular-mente la Iglesia de Francia, celebra el centenario de la muerte del santo cura de Ars, es natural que busquemos primeramente en su caso las pruebas de la presencia del Diablo en el mundo. Todos sus bigrafos, al contar su vida, han tenido que tratar este tema. En este ao del centenario se cree que tal vez le sern consagrados por lo menos veinte volmenes. La serie ha sido brillantemente iniciada por monseor Fourrey, obispo de Belley, la dicesis de la cual depende la parroquia de Ars. Debemos nombrar entre los autores que han hablado de l o se preparan a hacerlo al abate Nodet, de Ars, uno de los conocedores ms penetrantes de todo cuanto concierne al santo cura; al R. P. Ravier, a escritores de renombre como La Varende, Michel de Saint Pierre, sin olvidar a los maestros como monseor Trochu, el autor de la vida del santo ms reputada y de varios libros sobre l, o a Jean Fabrges, etc. Todos ellos nos dicen que es impo-sible hablar con alguna seriedad del cura de Ars sin nombrar al "Arpeo". Era el nombre que daba al Diablo. En el dialecto de la provincia y de la poca este nombre designaba una horquilla con tres dientes. Por qu haba elegido el cura de Ars esta palabra para apodar al demonio? Sin duda porque Satn trata sin cesar de arrojar las almas al infierno como se empuja el estircol con una horquilla de tres dientes.

  • 2 0 PRESENCIA DE SATAN

    Es necesario antes de abordar el captulo de las infestaciones diablicas, presentar al cura de Ars? Su vida es harto conocida. Re-summosla brevemente hasta la entrada en escena del diablo.

    El santo cura haba nacido en Dardlly, dicesis de Lyon y a ocho kilmetros de esta ciudad, el 8 de mayo de 1786, en el seno de un modesto hogar campesino. La Revolucin no tard en des-encadenarse, en cerrar las iglesias, en perseguir a los sacerdotes fieles. Pero la fe viva en el fondo de las almas cristianas a pesar de la tempestad. Jean-Marie Vianney era ste su nombre pese a que se lo denomina generalmente con el nombre que ya es el suyo: el el cura de Ars reciba de sus padres y sobre todo de su piadosa madre las santas tradiciones cristianas. Era muy joven an cuando decan sus prjimos: "Sabe muchas letanas, habra que hacer de Jean-Marie un sacerdote o un hermano." Y sin embargo, cmo po-dran pensar, entonces, que la religin pareca a punto de ser herida de muerte?

    Pero he ah que todo renacer. La paz religiosa ser restablecida por Bonaparte. Los sacerdotes llamados "refractarios" que la ley persegua hasta entonces con rigor, vuelven a desempear sus fun-ciones. Las iglesias se abren. Las campanas tocan de nuevo a todo vuelo. Jean-Marie Vianney desea ser sacerdote. Pero su memoria es escasa e infiel. El latn le cuesta. La teologa y sobre todo la filosofa ms an. El joven tiene una enorme dificultad para proseguir sus estudios. Trabaja, reza, persevera. Dios le da un maestro en la per-sona del abate Ballay, cura de Ecully, pero un maestro que se empea, que interviene en su favor en el arzobispado y que obtier*e por fin que sea admitido en las rdenes. Sin duda es nada ms que por su fervorosa piedad y no se le otorgan en seguida los poderes para con-fesar. Y sin embargo Dios lo destina a convertirse en uno de los confesores que han odo ms penitentes en el santo tribunal, durante todo ese siglo!

    Despus de un laborioso vicariato en Ecully, fu nombrado cura ecnomo en Ars, una pequea aldea de Dombes. Estamos en 1818. Jean-Marie Vianney trabajar en Ars hasta su muerte acaecida el 4 de agosto de 18 59. Tal es el sacerdote que vamos a ver en lucha con el Diablo!

    Pero es menester ante todo descartar la objecin que podra nacer en algunos espritus y que provendra de las mismas dificultades que hemos sealado a propsito de sus estudios. Pues bien! se nos dir , nos habla usted de un pobre sacerdote tan poco abierto a los vuelos intelectuales, que. tuvieron que aceptarlo como cura sola-mente por causa de la extrema escasez de ministros de Dios en esa poca y nicamente porque saba rezar muy bien el rosario. Si este hombre viene a decirnos que el Diablo se le aparece, o que lo ator-menta, o que manifiesta su presencia en forma sensible cmo har-

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 2 1

    mos para creerlo? Qu autoridad tendr sobre nosotros esta ciencia que usted declara tan escasa?

    Tal es, en efecto, la objecin. Veremos que fu hecha al santo cura de Ars por sus propios colegas. Y veremos tambin la respuesta que los acontecimientos le dieron. Por fin tendremos que consultar la opinin de los mdicos que lo vieron y pudieron juzgarlo. Ellos nos dirn si fu un ser ms o menos tonto, vctima de su imagina-cin y de sus nervios.

    Por el momento, vamos directamente a los hechos.

    Primeros ataques

    El abate Vianney tena treinta y dos aos cuando lleg a Ars. La pequea parroquia estaba muy abandonada, muy pobre, muy in-diferente. El estaba devorado por el amor a su Dios y a las almas. Pvecurri a la plegaria y al ayuno. Fu desde el primer da lo que iba a seguir siendo toda la vida, lo que la Iglesia dice de l en la oracin de su aniversario: el hombre de la plegaria incansable y de la continua penitencia. Y qu le peda a Dios en sus oraciones ince-santes y sus mortificaciones cotidianas?': la conversin de su parroquia.

    Si existen enemigos del alma que nosotros llamamos demonios, no pudieron ignorar por mucho tiempo estas grandes aspiraciones del joven sacerdote. Y no podan evitar el deseo de anular sus esfuerzos. Justamente el joven cura, desde sus primeros sermones en la iglesia, se haba erigido contra los vicios y el desorden que manchaban su parroquia: el baile y la ebriedad. Era fatal que los intereses lesionados por sus palabras se sublevaran en contra de l. Los dueos de cabarets, los asiduos de las tabernas, los infaltables a los bailes, los profanado-res del domingo, se sintieron amenazados en sus pasiones, sus cos-tumbres, sus apetitos sensuales. En su parroquia, con todo, lo vean tan bueno, tan dulce, tan piadoso, tan fervoroso que lo consideraban ya como un santo. Pero los muchachos malvados del vecindario, extranjeros a la parroquia, no vacilaron en emplear contra l el arma de la ms odiosa de las calumnias: tuvieron la audacia de atribuir su palidez, la flacura de su rostro, a secretas perversiones. Este hombre que viva como un ngel, que castigaba su carne todos los das para domarla como a una esclava dcil, y para asociarse a la Cruz del Salvador, hicieron sobre l canciones innobles, le envia-ron cartas annimas, colgaron en su puerta carteles ignominiosos.

    "En esa poca escribe Catherine Lassagne, el testigo ms asiduo y ms seguro de sus virtudes fu calumniado, despreciado. Iban a tocar la corneta debajo de su ventana . .

    Sin querer atribuirle slo al demonio toda esta maniobra, cabe ver en esta campaa odiosa contra su reputacin y su honor, el primer ataque del Diablo contra un apstol tan ardiente como era

  • 22 PRESENCIA DE SATAN

    el joven cura. Y falt poco para que este ataque fuera coronado por el xito. Un testigo dir, en efecto, en el proceso de beatificacin:

    "Se sinti tan cansado de los viles rumores que se propagaban sobre l que quiso dejar su parroquia, y lo hubiese hecho si una persona que estaba cerca de l no lo hubiera convencido que su partida poda acreditar esos rumores infames."

    Qu deba hacer entonces? Abandonarse a Dios, seguir rezando y haciendo penitencia y rogar, en particular, por sus perseguidores. As lo hizo y fu su primera victoria sobre Satn.

    Horrible tentacin

    El Demonio no se dio, sin embargo, por vencido. Y en un nuevo ataque la emprendi directamente contra su adversario. Las morti-ficaciones mismas que ste se infliga tuvieron tal vez por resultado quebrantar su salud. Aunque de constitucin robusta, como verda-dero hijo de campesinos que era, tuvo que pasar en los primeros aos de su ministerio en Ars una enfermedad bastante grave, debida sin duda a lo que l llamaba ms tarde sus "locuras de juventud", es decir los ayunos y maceraciones que se impona en su prebisterio aislado, bajo las nicas miradas de su Dios. Tuvo, en el transcurso de su enfermedad, pensamientos de desfallecimientos y desesperacin. Se crey muy cerca de la muerte. En varias ocasiones le pareci or, en lo ms profundo de s mismo, una voz insolente que deca: "Ahora es cuando tendrs que caer en el infierno!" Todo esto se sabe por l mismo y por los testigos que han declarado en el proceso de beatificacin, pero sobre todo por Catherine Lassagne, ya nom-brada por nosotros.

    En el fondo de su corazn, no obstante, su fe era tan ardiente que grit su confianza en Dios y que, por este medio, volvi a encontrar prontamente la paz interior que haba estado a punto de perder.

    Hasta aqu nos vemos obligados a comprobar que el joven sacer-dote est en la lnea ms pura del apostolado cristiano, que da pruebas de buen sentido, de cordura espiritual, de fuerza y de solidez mental.

    Calumnias, tentaciones: no salimos todava de los mtodos co-munes, de los procedimientos ordinarios que caracterizan las inter-venc:ones diablicas en nuestros destinos humanos.

    Pero ahora llegamos a las infestaciones demoniacas que constitu-yen una cosa completamente distinta, como vamos a ver.

    Los juegos de Satn

    Va a producirse en la lucha de Satn contra el cura de Ars un crescendo notable. Parecera, pues, que le ocurre exactamente lo que

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    le haba sucedido muchos siglos antes al que llamamos "el santo hombre Job". Las tentaciones se convierten en infestaciones. El de-monio ha obtenido de Dios, soberano Seor de nuestros destinos, el permiso para llegar ms all de los lmites que le son comnmente impuestos con respecto a nosotros felizmente, por otra parte . Admitamos que San Agustn haya podido hablar de "ese perro en-cadenado" que no puede morder.

    Pero la cadena, con el permiso divino, puede aflojarse un poco. La cosa comenz para el abate Vianney durante el invierno de 1824 a 182 5. Era cura de Ars desde haca seis aos y contaba treinta y ocho. Siempre los fenmenos extraos se producan durante la noche. Ruidos inquietantes le impedan dormir. Nada miedoso, crey al principio que se trataba de vulgares roedores que desgarraban los cortinajes de su cama. Puso entonces a mano una horquilla para espantarlos. Fu intil, cuanto ms golpeaba las cortinas para ate-morizar a las ratas, ms ruidosos se tornaban los dientes roedores. Pero de da no quedaba ningn rastro de sus estragos en las cortinas. Ni un instante, sin embargo, pens que tena que vrselas con el diablo. De acuerdo con las palabras de un sacerdote, que ms tarde le fu enviado como ayudante, el abate Toccanier: "No era un crdulo y no prestaba fe con facilidad a las cosas extraordinarias."

    No obstante, todo nos induce a creer que se trataba ya entonces de intervenciones demonacas, como lo demostraron los aconteci-mientos ulteriores.

    Un autor, que tendremos oportunidad de citar largamente ms adelante y que goza de autoridad en materia de mstica diablica, como asimismo de mstica divina, el cannigo Saudreau, escribe con mucha claridad:

    "El demonio acta sobre todos los hombres, tentndolos. . . Na-die escapa a sus ataques: son stas sus operaciones comunes. En otros casos mucho ms raros, los demonios muestran su presencia mediante vejaciones penosas, pero que son ms aterradoras que peligrosas: hacen ruidos, se mueven, trasladan, hacen caer y a veces rompen ciertos objetos: es lo que se llama infestacin."

    No es imposible que el cannigo Saudreau haya tenido presente al escribir estas lneas precisamente las experiencias del cura de Ars, pero no eran stas las nicas, sin duda, que ocupaban su mente.

    Y Satn siempre, creemos nosotros, con el permiso de Dios, va a ir ms lejos.

    Pronto, en efecto, en el silencio de las noches, el joven cura oy que golpeaban a las puertas; gritos extraos cuyo eco resonaba en el presbiterio. El abate Vianney sigui sin pensar en el demonio y simplemente atribuy a ladrones tentados por los bellsimos adornos y objetos preciosos ofrecidos a su iglesia por el vizconde de Ars que ya se hallaban almacenados en el granero. Se levant, pues, baj hasta el pequeo patio, revis todo, busc en los rincones y recove-

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    eos. Nada. No haba nada! Todava no comprendi. Y decidi pedir ayuda a algunos fieles contra los asaltantes invisibles que lo ame-nazaban.

    El relato de un testigo

    El carretero de la aldea era entonces un fuerte muchacho de veintiocho aos estamos en 1826 y vivir lo bastante para declarar como testigo en el proceso de beatificacin. Se llamaba Andr Verchre. Hay que dejarle la palabra y leer simplemente su decla-racin hecha bajo juramento, por primera vez el 4 de junio de 1864, cinco aos despus de la muerte del santo, y por segunda vez el 2 de octubre de 1876.

    "Desde haca varios das dice , el padre Vianney oa en su presbiterio un ruido extraordinario. Una noche fu a verme y me dijo: No s si sern ladrones. . . Querra usted venir a dormir en el presbiterio?

    "Cmo no, seor cura, voy a cargar mi fusil. "Llegada la noche fui al presbisterio. Convers al calor de la chi-

    menea, con el seor cura, hasta las diez. Vamos a acostarnos, dijo l por fin. Me cedi su cuarto y ocup el contiguo. No me dorm. Alrededor de la una o que sacudan con violencia el pestillo y el pomo de la puerta que da sobre el patio. Al mismo tiempo, contra la misma puerta, resonaban golpes de maza, en tanto que en el pres-biterio se oa el ruido de truenos como si fuera el rodar de varios coches.

    "As mi fusil y me precipit hacia la ventana que abr. Mir y no vi nada. La casa tembl alrededor de un cuarto de hora. Mis piernas hicieron otro tanto y me sent mal durante ocho das. Cuando el ruido empez, el seor cura haba encendido una lmpara. Se acerc a m.

    "Ha odo usted? m e pregunt. "Por supuesto que he odo, por eso me he levantado y tengo

    mi fusil. "El presbiterio se mova como si la tierra temblara. "Tiene miedo, entonces? volvi a preguntarme el seor

    cura. "No repuse , no tengo miedo, pero siento que mis piernas

    se aflojan. El presbiterio va a derrumbarse! . . . "Qu cree usted que es? "Creo que es el Diablo! "Cuando ces todo el ruido volvimos a acostarnos. El seor cura

    regres la noche siguiente a rogarme que volviera con l. Le contest: Seor cura, ya he tenido bastante con lo de anoche!" Este relato fu confirmado por el mismo cura de Ars que con-

    taba, aos ms tarde, en la "Providencia" institucin de caridad

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 25

    fundada por l cmo su primer guardin, en el presbiterio haba tenido miedo: "El pobre Verchre deca riendo estaba todo tembloroso con su fus i l . . . No se acordaba ms que lo tena en la mano!"

    Otros testigos

    Con la retirada del carretero, el abate Vianney se dirigi al al-calde quien envi al presbiterio a dos guardias juntos: su propio hijo Antoine, fuerte muchachn de veintisis aos, y el jardinero del castillo de Ars, Jean Cotton, de veinticuatro. Todas las noches durante unos diez das pernoctaron en el presbiterio. Y stas fueron sus declara-ciones en el proceso de beatificacin:

    "No omos ningn ruido informa Jean Cotton . No ocurri lo mismo con el seor cura que dorma en un departamento conti-guo. Ms de una vez su sueo fu perturbado y nos interpelaba diciendo: Hijos, no oyen ustedes nada? Le contestbamos que nin-gn ruido llegaba a nuestros odos. Con todo, en cierto momento, o un ruido semejante al que produce la hoja de un cuchillo gol-peando con rapidez un recipiente con a g u a . . . Habamos dejado nuestros relojes cerca del espejo del cuarto. Estoy muy asombrado nos dijo el seor cura porque los relojes de ustedes no se han roto."

    A pesar de todo el abate Vianney no se atreva an a pronunciarse sobre el origen y la naturaleza de los ruidos inslitos que oa. Pero por fin se hizo la luz plena en su espritu como consecuencia de una nueva experiencia.

    Las calles se hallaban cubiertas de nieve. Era pleno invierno. S-bitamente, en el transcurso de la noche se oyen gritos en el patio del presbiterio.

    "Era escribe Catherine Lassagne, que lo saba por el mismo cura como un ejrcito de austracos o de cosacos que hablaban confusamente un idioma que l no comprenda."

    Baja, entonces, abre la puerta, mira la nieve inmaculada en la calle. Ninguna huella de pasos! Entonces todo este barullo, todos estos rumores de ejrcitos que pasan, no eran ms que imaginacin! En todo caso, pens, no hay nada de humano en todo esto. Pero si no era humano no poda tampoco ser hecho por "espritus buenos". Esta vez, haba tenido miedo! Fu el presentimiento de un ataque infernal. Su conviccin estaba hecha:

    "Pens que era el demonio deca ms tarde a su obispo, mon-seor Devie, que lo interrogaba , porque tena miedo: Dios no da miedo!"

    Desde ese momento no crey til recurrir a protecciones huma-nas. Despach a todos los guardianes y qued solo frente al Ad-versario.

  • 26 PRESENCIA DE SATAN

    El Arpeo

    Este Adversario es el sentido, lo sabemos ya, de la palabra Diablo o Satn l lo llamaba el Arpeo, y hemos dicho por qu.

    Cuando ya estuvo seguro de lo que se trataba adopt una tctica muy sencilla y muy juiciosa.

    "Le pregunt varias veces declar su confesor, el abate Beau cmo rechazaba estos ataques. Me contestaba: Me vuelvo hacia Dios; hago la seal de la Cruz; dirijo algunas palabras de desprecio al demonio. Por lo dems he advertido que el ruido es ms fuerte y los ataques ms frecuentes cuando, al da siguiente, debe venir a verme un gran pecador."

    Esto fu para el humilde cura, que los pecadores iban a ver desde todos los puntos de la dicesis y an mismo desde toda Francia y a veces del extranjero para confesarse con l, un gran descubrimiento y una maravillosa consolacin.

    "Tena miedo decale ms tarde a un amigo fiel que declar luego, tena miedo en los primeros tiempos; no saba qu era; pero ahora estoy contento. Es una buena seal: la pesca del da siguiente es siempre excelente."

    Y otra vez: "El diablo me ha perturbado en grande esta noche; maana tendremos a mucha gente . . . El Arpeo es muy tonto: me anuncia l mismo la llegada de los grandes pecadores. . . Est enco-lerizado: tanto mejor!"

    Un ejemplo memorable

    Uno de los ejemplos ms notables de estas infestaciones diabli-cas es el que se produjo en ocasin de los ejercicios del jubileo, en diciembre de 1826, en Saint-Trivier-sur-Moignans.

    Esta pequea ciudad se halla situada a una docena de kilmetros de Ars. Todos los sacerdotes de los alrededores se haban dado all cita para el jubileo que deba, segn se esperaba, atraer a muchas gentes y suscitar numerosas confesiones.

    El abate Vianney haba salido de su casa mucho antes del alba. Mientras caminaba rezaba su rosario. Era su arma favorita contra Satn. Cosa inexplicable en este mes del ao, cercano al invierno, alrededor de l se levantaban fulgores siniestros. El aire pareca en llamas. Vea arder los arbustos a los lados del camino. Pens que sera Satn que, previendo los frutos de salvacin que el jubileo iba a producir, intentaba espantarlo. Pero esto no le impidi proseguir su camino.

    Cuando lleg al presbiterio de Saint-Trivier, empez sin tardanza la tarea que le era propia. Por la noche, cuando todo se hallaba en

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    calma en el presbiterio, se oyeron ruidos inexplicables. Parecan pro-venir del cuarto del cura de Ars. Sus colegas, molestos por estos ruidos inslitos, fueron a quejrsele. "Es el Arpeo repuso l sen-cillamente: est enojado por todo el bien que se hace aqu!"

    Pero sus colegas no hicieron sino rerse de su seguridad: "Usted no come, no duerme le dijeron, le zumba la cabeza, las ratas le corren por el cerebro! . . . "

    Y en los das siguientes las bromas arreciaron. Pero una noche que los reproches se hicieron ms vehementes no dijo nada. Apenas se haba acostado cuando se oy el ruido como de un carruaje muy cargado que haca temblar el presbiterio. Todos se levantaron aterrados.

    Mientras se preguntaban de dnde poda venir semejante barullo, se oy en el cuarto del cura de Ars un escndalo tal que el cura del lugar, Benoit, exclam: "Estn asesinando al cura de Ars!" En seguida, todos se dirigieron a la habitacin y abrieron la puerta. Y qu vieron? El abate Vianney estaba tranquilamente acostado en su cama, pero manos desconocidas lo haban empujado hasta el centro del cuarto. En ese momento, se despert para decirles tranquilamente: "Es el Arpeo el que me ha arrastrado hasta aqu y que ha hecho todo este estruendo . . . No es nada . . . siento no haberlos prevenido. Pero es buena seal: maana habr aqu un pez gordo."

    Se preguntaron de cual "pez" se tratara. Sus compaeros lo embromaron un poco temiendo lo que llama-

    ban sus "alucinaciones". Sin embargo no se haba equivocado. Lo vieron bien cuando un personaje de la regin que todos saban ale-jado de las prcticas religiosas, el caballero de Murs, entr en la iglesia y se dirigi directamente al confesionario del cura de Ars. Esta conversin hizo una impresin enorme en toda la provincia. Desde ese momento, uno de los crticos ms agresivos con respecto al abate Vianney empez a considerarlo como "un gran santo".

    Otras manifestaciones

    Las infestaciones de Satn siguieron producindose durante lar-gos aos. Ora el santo cura Je Ars sufra solo los ataques. Ora el Demonio intentaba perturbar las almas de quienes lo rodeaban. Las directoras y las hurfanas de la "Providencia", esa magnfica insti-tucin fundada por el cura de Ars, oyeron, ciertas noches, ruidos extraos. O si no el demonio empleaba sus tretas con esa comunidad:

    "Cierto da declar ms tarde en el proceso de beatificacin Marie Filliat , despus de haber lavado la marmita, la haba llenado de agua para hacer la sopa. Vi en el agua unos pedacitos de carne. Era da de abstinencia. Vaci bien la marmita, la lav y volv a echarle agua. Cuando la sopa estuvo pronta para servirla vi que se

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    haban mezclado pedacitos de carne. El seor cura cuando lo enter me dijo: Es el diablo quien ha hecho eso. Sirva igualmente la sopa."

    Como puede verse, el cura de Ars no se perturbaba. Su buen sentido permaneca inalterado y su confianza en Dios lo pona fuera del alcance de Satn. Cierto da que le preguntaron si nunca tena miedo respondi simplemente: "Uno se acostumbra a todo! . . . \El Arpeo y yo somos casi camaradasl"

    Esto no quiere decir, evidentemente, que haca causa comn con l. El 4 de diciembre de 1841, hizo la siguiente confidencia a las directoras de la "Providencia": "Oigan esto: anoche el demonio vino a mi cuarto mientras yo rezaba mi breviario, soplaba fuertemente y pareca vomitar no s qu, trigo o maz, sobre mis mejillas. Yo le dije: ;Me voy all (al orfelinato) a contarles cmo procedes, para que te desprecien! Y l se call inmediatamente."

    Otra vez, cuando el abate Vianney trataba de dormirse tena tanta necesidad de reposo! , el demonio, interesado en gastar lo ms posible sus fuerzas, se puso a gritar: /Vianney, Vianney, te vencer te vencer!

    "No te tengo ningn miedo!" replic el santo hombre. Muestran en el presbiterio de Ars una cama que perteneci al

    abate Vianney y que fu quemada no se sabe cmo mientras l estaba en la iglesia. Cuando corrieron a decirle que su casa se incendiaba se limit a dar su llave para que pudieran entrar a apagar el incendio. Pero agreg sin emocin visible: "Ese vil Arpeo! No ha podido apoderarse del pjaro y ha quemado su jaula!"

    Con mucha frecuencia el Diablo injuriaba al abate Vianney, le profera amenazas, lanzaba gritos de animal. Lo apostrofaba en tr-minos groseros: "Vianney, Vianney! . . . Comedor de trufas! (lla-maban as en la regin a las papas). Ah, no te has muerto toda-va!. . . No te me escapars!" Y en seguida imitaba los gruidos de un oso, los aullidos de un perro, sacuda las cortinas de la casa con furor, etc.

    Otras veces, segn las declaraciones de Catherine Lassagne y del hermano Athanase, el demonio "imitaba el ruido de un martillo que clavara clavos en el piso o rodeara un barril con aros de hierro; to-caba el tambor sobre la mesa, sobre la chimenea, sobre la vasija de agua, o bien cantaba con una voz aguda y falsa, lo cual haca decir al abate Vianney': "El Arpeo tiene una voz muy fea!"

    En el fondo todo esto era ms grotesco y pueril que peligroso. Y es porque el demonio felizmente no tiene permiso para hacer todo. El abate Vianney haba recibido de su Dios una tarea que cumplir. Si el demonio la tornaba ms difcil privndolo de dormir, atacndolo por todas partes, tambin la tornaba ms meritoria y ms eficaz. Las infestaciones se volvan en suma contra el propio autor. Veremos que ocurre lo mismo en algunos casos de posesin.

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 29

    Existen en la actualidad "posedos-vctimas" que han aceptado su prueba para estar asociados con la Cruz redentora, esa Cruz debi significar el triunfo de Satn y fu su ms grande derrota. Pero todo esto se aclarar ms adelante.

    No nos cabe duda que lo mismo ocurri con el cura de Ars. Acept soportar todas las vejaciones del demonio por la salvacin de las almas. Aprendi muy pronto, por su experiencia cotidiana, que estos combates con el demonio estaban ligados a la conversin de los grandes pecadores que Dios le mandaba de todas partes de Fran-cia y aun del extranjero.

    Pero citemos todava las manifestaciones ms notables de Satn en esa vida del "modelo de los curas catlicos", como ha podido llamrsele con todo derecho.

    La serpiente

    Desde San Juan Evangelista, el Dragn o la Serpiente que tent a Eva han estado identificados con Satn. No es, por tanto, asom-broso que el demonio se muestre de nuevo, a veces, bajo la forma de una serpiente. Veremos un ejemplo de ello, en un captulo ulte-rior, a propsito de la posesin diablica de Claire-Germaine Cele, en Africa del Sur. Pero aqu citamos una pgina del ms antiguo bi-grafo del cura de Ars, el abate Monnin, relatando el testimonio de Catherine Lassagne, tan conocida por su abnegacin con el santo cura:

    "Cierta noche habla Catherine , el seor cura haba venido a casa nuestra para ver a un enfermo. Cuando regres de la iglesia me dijo: Le agradan las noticias; pues bien! aqu tiene una bien fresca: escuche lo que me ocurri esta maana. Tena algo sobre mi mesa; sabe lo que es? . . ."

    Aqu un parntesis: quera hablar de su disciplina. Nunca haba hablado de ello con Catherine, pero ella haba hallado muchas veces, debajo de la cama, el terrible instrumento. Ella saba bien que no estaba ah para adorno. Con toda evidencia el santo sacerdote lo usaba, no slo a menudo, sino todos los das. Pero ella jams se lo haba mencionado; ni l a ella. Cmo, entonces, esta vez pudo decirle: Sabe lo que es? . . . De pronto, prosigui:

    "Empez a moverse sobre mi mesa como una serpiente . . . Esto me asust un poco. Usted sabe que tiene una cuerda en la punta: agarr esta cuerda; estaba tan dura como un pedazo de madera: la volv a poner sobre la mesa; empez de nuevo a moverse, y as hasta tres veces.

    "Tal vez usted haca oscilar la mesa? objet una de las maestras presentes en la conversacin.

    " N o repuso el seor cura, ni la haba tocado!"

  • 30 PRESENCIA DE SATAN

    Apariciones del Maligno

    Tambin es el abate Monnin quien se pregunta si el Diablo se le apareci realmente al cura de Ars. Quiere decir una aparicin visible, una aparicin que no se notara solamente con el odo. Sabe-mos que en reiteradas ocasiones el demonio ha "soplado la cara" del santo, o que ste ha sentido sobre su rostro no se sabe qu de semejante al paso de una rata o de un topo. Pero vio a Satn y bajo qu forma? A esta pregunta el abate Monnin contesta con dos hechos.

    El abate Vianney vi cierto da, a las tres de la madrugada, un enorme perro negro que tena ojos fulgurantes, el pelo erizado y que rascaba la tierra en el lugar donde se haba enterrado, pocas semanas antes, el cuerpo de un hombre que haba muerto sin con-fesin. La vista de ese perro en semejante lugar lo asust mucho. No tuvo dudas sobre su identidad. Convencido de que era el Diablo, corri a refugiarse en su confesionario. Encontramos, aade el abate Monnin, algo muy semejante en la vida de santo Stanislas de Kotska, a quien el diablo se le apareci en el curso de una enfermedad, bajo la forma de un perro furioso, que pareca querer lanzarse sobre l, y que l rechaz por tres veces mediante la seal de la cruz.

    El abate Vianney contaba tambin que el Demonio se le haba aparecido bajo la forma de murcilagos que andaban por su cuarto y revoloteaban alrededor de su cama. Eran tantos que cubran las paredes.

    Con lo cual nos preguntamos, como el abate Monnin, por otra parte, si el santo cura de Ars era el nico que oa, senta o vea tantas cosas sospechosas.

    Testimonios

    A esto tenemos ya pronta una respuesta. Al principio de las infestaciones, el buen cura no saba de qu se trataba. Haba pedido y obtenido la intervencin de algunos de sus fieles, un Verchre y otros ms. Y todos oyeron al igual que l. Todos haban tenido miedo, mucho ms que l. Y todos haban llegado a la conclusin, como l, que era imposible confundir con ruidos naturales lo que haban odo. Pero el abate Monnin cita adems otros testimonios y nosotros los consignaremos de acuerdo con l, porque van a demostrarnos cabalmente el hecho capital de las infestaciones diablicas en Ars, alrededor del santo Jean-Marie Vianney.

    En 1829, cuando estas "diabluras" duraban desde alrededor de cinco aos atrs, lleg a Ars un joven sacerdote de la dicesis de Lyon, que era el hijo de la viuda Bibot quien haba prestado tantos ser-vicios al santo cura cuando ste se instal en 1818.

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 31

    El abate Blbot, heredando la confianza de su madre en el abate Vianney, haba ido junto a l para hacer all un retiro espiritual. Fu, naturalmente, acogido con el mayor afecto por el cura de Ars que guardaba un profundo agradecimiento a la madre, y lo hosped en el presbiterio.

    Ahora bien, poseemos un relato del abate Bibot sobre lo que ocurra entonces en el presbiterio perseguido del santo cura. Este relato fu registrado por el abate Renard, un amigo del abate Bibot, que lo interrog en esta forma:

    "Usted duerme en el presbiterio. Pues bien! va a darme noti-cias del diablo. Es verdad que hace ruido? Lo ha odo usted?

    "S repuso el abate Bibot . Lo oigo todas las noches. Tie-ne una voz aguda y salvaje, que imita el aullido de una fiera. Se agarra a las cortinas del seor cura y las sacude con violencia. Lo llama por su nombre; he odo muy claramente estas palabras: Vian-ney! Vianney! Qu haces ah? Vete! Vete! . . .

    "Ese ruido y esos gritos deben de haberlo asustado? "No precisamente. No soy miedoso y por otra parte la pre-

    sencia del abate Vianney me tranquiliza. Me recomiendo a mi ngel guardin y consigo dormirme. Pero tengo sinceramente lstima del pobre cura; no quisiera quedarme siempre con l. Como no estoy aqu ms que de paso me las arreglar ms o menos bien con la gracia de Dios!

    "Ha interrogado al seor cura sobre este asunto? "No. Lo he pensado varias veces, pero el temor de afligirlo

    me ha cerrado la boca. Pobre cura! Pobre santo hombre! Cmo puede vivir en medio de ese barullo? . .

    He ah un primer testimonio que tiene mucha fuerza. El abate Bibot ha odo. Ha tenido lstima del abate Vianney. Ha compren-dido que l no tendra la fuerza de sufrir semejantes ataques cons-tantemente repetidos. Era pues algo muy real y muy torturante esta batalla continua que se libraba con el demonio!

    Pero hay otra cosa ms que debemos retener del relato del abate Bibot, son las palabras que he estudiado: esas palabras repetidas por Satn en el odo del santo cura:

    "Vianney! Vianney! Qu haces ah? Vete! Vete! . . Insistiremos sobre estas palabras un poco ms adelante, pero desde

    ya podemos retener que constituy sta una de las formas de la persecucin o infestacin diablica en la santa vida de ese confesor y convertidor infatigable que fu Jean-Marie Vianney.

    Otro testimonio

    Pero aqu tenemos, siempre en la biografa escrita por el abate Monnin, un segundo testimonio.

  • 32 PRESENCIA DE SATAN

    En 1842 p o r tanto trece aos despus de la visita del abate Bibot lleg a Ars un penitente, pero que vacilaba an en su resolucin de confesarse con el santo cura de Ars. Se trataba de un antiguo militar convertido en gendarme, en el departamento del Ain. Se haba, como todos los dems, levantado en plena noche para espe-rar a la puerta de la iglesia la llegada del confesor tan famoso que todos veneraban.

    Mientras tardaba en llegar, el hombre dio unos pasos alrededor de la iglesia, junto al presbiterio. Haba sufrido recientemente aflic-ciones y le quedaba como una impresin a la vez de tristeza, de inquietud y de terror religioso, todo ello mal analizado, en el fondo de s mismo. La verdad cristiana lo atraa y le daba miedo. Quera confesarse, pero se libraba an un tremendo combate en su espritu, alrededor de su decisin de convertirse . . .

    Fu en el transcurso de esta lucha que tantos otros han conocido, ya sea en Ars, ya sea en otra parte, que oy sbitamente un ruido extrao que le pareci provenir de la ventana del presbiterio.

    "Escucha escribe el abate Monnin una. voz fuerte, aguda y estridente, como debe ser la de los condenados; esa voz repite varias veces estas palabras que llegan claramente a sus odos: Vianney! Vianney! Ven pues! Ven pues! Este grito infernal lo hiela de horror. Se aleja presa de una extrema agitacin. En ese momento, en el gran reloj del campanario suena la una. Pronto apa-rece el seor cura con una lmpara en la mano. Encuentra al hom-bre todava presa de una viva emocin, lo tranquiliza, lo conduce hasta la iglesia y, antes de haberlo interrogado y haber odo la pri-mera palabra de su historia lo deja atnito con stas palabras: Ami-go mo, tiene usted penas; acaba de perder a su mujer como conse-cuencia de un parto. Pero tenga confianza; Dios vendr en su a y u d a . . . Es menester primero poner orden en su conciencia; pondr usted despus ms fcilmente orden en sus asuntos.

    "No trat de resistir cuenta el gendarme ca de rodillas, como un nio, y empec mi confesin. En mi perturbacin apenas poda ligar una idea con la otra, pero el buen cura me ayud. Pronto haba penetrado en el fondo de mi alma; me revel cosas que no pudo haber conocido y que me asombraron ms all de toda ex-presin. No crea yo que se pudiera leer as en los corazones."

    A propsito de este nuevo testimonio, no est, sin duda, fuera de lugar subrayar que uno de los rasgos que ser menester destacar en el captulo que deseamos consagrar a la posesin diablica y a sus signos reveladores, es justamente el del conocimiento de hechos ocultos. Y en nuestros captulos ulteriores, en varias ocasiones ten-dremos que dar ejemplos de este conocimiento de las conciencias por parte de Satn.

    Qu quiere decir? No era por el demonio, ciertamente, que el santo cura de Ars posea el don de leer en las almas! Lo que Satn

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 33

    conoce, podemos casi asegurarlo, surge de sus dones de espritu anglico, aunque sea un ngel cado. En el abate Vianney, por el contrario, el conocimiento del secreto de las conciencias era el ms admirable de los carismas, aquel por el cual consegua los ms gran-des resultados para la conversin de los pecadores. La declaracin del gendarme que acabamos de anotar no es ms que un ejemplo entre miles.

    Testimonio del mdico

    Estamos ahora en posicin de rechazar las explicaciones dema-siado sumarias segn las cuales se trata de atribuir los hechos diab-licos consignados aqu a los ayunos excesivos del abate Vianney o a una tendencia en l a ver lo sobrenatural en todo lo que le aconte-ca. Sus colegas haban empezado por ah. Pronto hicieron marcha atrs. Haban terminado, todos, por rendir homenaje a su serenidad robusta y sana, al realismo tranquilo de sus relatos sobre Satn. Efec-tivamente, l hablaba de todo ello sin hacerse rogar. A menudo, haca bromas al respecto. Catherine Lassagne ha anotado muchas veces lo que les deca sobre este asunto a quienes lo rodeaban. Era tambin, lo hemos visto, una de sus rplicas al demonio: "Les dir lo que haces para que se burlen de ti! . . ."

    Pero no dejemos de or sobre este tema lo que pensaban sus mdicos.

    Quienes lo han conocido dijeron, todos, que era un hombre dotado de un perfecto equilibrio fsico y moral.

    Cuando interrogaron a su mdico* habitual, M. J. B. Saunier, pre-cisamente sobre las infestaciones, y como se atrevieron a pronunciar delante de l la palabra "alucinacin", este respondi categricamen-te: "Slo tenemos una palabra que decir en lo tocante a las llamadas explicaciones psicolgicas de los fenmenos de este tipo. Si es que estas explicaciones pueden ser admitidas cuando se trata de informar sobre hechos rodeados de circunstancias patolgicas concomitantes, que descubren su naturaleza y que en general nunca dejan de produ-cirse estupidez, convulsiones, signos de demencia , se torna im-posible atribuirles la misma causa cuando se hallan unidos, como en el caso del seor Vianney, al cumplimiento regularsimo de todas las funciones del organismo, a esa serenidad de ideas, a esa delicadeza de percepcin, a esa seguridad de juicio y de miras, a esa plenitud de posesin de s mismo, al mantenimiento de esa salud milagrosa que no conoca casi desfallecimientos en medio de la incesante serie de tareas que absorbieron semejante existencia."

    Este mdico tiene razn. Los dones sobrenaturales con que Dios honr al cura de Ars se hallaban injertados en cualidades de natu-raleza que la historia comprueba sin esfuerzo. Ms que ningn otro

  • 34 PRESENCIA DE SATAN

    sacerdote de su dicesis, y quiz de su tiempo, tena las aptitudes necesarias para ejercer con ventaja las funciones de exorcista. Su obispo, monseor Devie, el que un di a dijo, para cerrarles la boca a ciertos crticos: "No s si el cura de Ars es instruido, pero s que es un iluminado", estaba tan convencido de ello que le haba dado un permiso general para usar sus poderes de exorcista todas las veces que se le presentara la ocasin. Lo veremos actuar en otro captulo de nuestro libro.

    Pero antes es necesario que continuemos nuestro estudio sobre los ataques del -demonio en esta vida de un santo de nuestra poca.

    La ms grande de las tentaciones

    En el gran panegrico de san Jean-Marie Vianney que monseor Fourrey, obispo de Belley, expuso en Nuestra Seora de Pars en el ao del centenario, el 12 de abril de 1959, las infestaciones diabli-cas estaban descritas en estos trminos:

    "No me explayar en evocar aqu los tormentos extraos que, repetidos a lo largo de treinta y cinco aos, hubieran ineluctable-mente paralizado el ministerio de cualquier otro sacerdote. En cuanto hubo discernido el origen diablico de ellos, l se tranquiliz: el Seor que l serva era ms fuerte que el Adversario. Lleg hasta regocijarse cuando los fenmenos nocturnos se hicieron particular-mente aterradores: era para l la seal que al da siguiente grandes pecadores peces gordos, como el deca llegaran hasta su confesionario, prisioneros de la gracia."

    Pero el elocuente prelado aadi en seguida, indicando el rasgo ms importante, a su juicio, de las persecuciones demonacas, en esta vida de un gran santo.

    "Deseo sealar dijo el obispo el juego ms sutil del espritu maligno, tratando de hundirlo en la desesperacin, luego de sepa-rarlo so pretexto de una ms alta santidad , de la funcin que la Iglesia le haba encomendado.

    "La obsesin de la salvacin de las almas que colmaba el corazn del cura de Ars iba a convertirse en la pasin santa de la cual paradjicamente el enemigo de todo lo bueno iba a servirse para cegarlo. Iba a encerrar al hombre de Dios en el drama ntimo ms desgarrador que pueda concebirse. Al querer salvar las almas no arriesgaba l, ignorante, incapaz, de conducirlas a la perdicin y de condenarse junto con ellas?' Su verdadero deber no era hacerse a un lado ante un sacerdote de valor y ocultar en- el retiro, la oracin, la penitencia, su inmensa miseria? Pero he aqu el desgarramiento que hace presa de l: el jefe de la dicesis le ordena permanecer en su puesto, continuar en sus funciones, esa funcin superior a sus fuerzas que tiene miedo de traicionar."

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 35

    Nada ms conmovedor que este drama. El demonio ha atacado al santo por lo que podamos llamar su "punto dbil" y ese "punto dbil" es en realidad su "punto fuerte!" Es el sacerdote fiel, es el que ama, que desea servir! Pero es el que conoce su nada, que se humilla ante su Jess. Y el demonio entra en su juego, se apodera de esta humildad para llevarla a cierto exceso que, de una virtud muy grande hara el ms temible de los peligros para el alma del santo! Puede concebirse una maniobra ms hbil ni ms peligrosa para aquel contra el cual estaba dirigida? Agreguemos que lo que reforzaba al santo cura en sus designios de retiro, era su creencia, como lo han credo muchos santos sacerdotes antes que l, y aun mismo de su poca, que conviene poner un poco de espacio entre el ejercicio del ministerio y la muerte para reparar en la penitencia, todas las insuficiencias de la accin en el transcurso de una vida.

    "El Maligno prosigue monseor Fourrey trata de atrapar al cura de Ars en la nica trampa en la cual puede caer. Lo empuja por un camino que no es el que Dios le ha trazado, poniendo en juego la angustia de conciencia en la cual se debate.

    "Escuchemos al hermano Athanase: El servidor de Dios tena muchas penas interiores. Estaba particularmente atormentado por el deseo de soledad: hablaba de ello con frecuencia. Era como una tentacin que lo obsesionaba durante el da y ms an por la noche. Cuando no duermo a la noche me deca , mi espritu viaja siempre: estoy en la Trapa, en la Cartuja; busco un rincn donde llorar mi pobre vida y hacer penitencia por mis pecados. Deca tambin a menudo que no comprenda cmo, al ver sus miserias, no se entregaba a la desesperacin. Tena un terror muy grande de los juicios de Dios; cada vez que hablaba de esto temblaba; llo-raba y deca que su mayor aprensin era la de caer en la desespera-cin en el momento de su muerte. Tema y llevaba con miedo su carga pastoral. No quera morir siendo cura. Fu este temor, lo confiesa, la causa de su segunda tentacin de evasin. Quise me di jo poner a Dios contra la espada y la pared, con el fin de hacerle ver que si muero en mi cargo de cura es muy a pesar mo y porque El lo quiere."

    Tal vez, por el contrario diremos nosotros , Dios deseaba, al aproximarse una poca en que las vocaciones se tornaran ms raras, mostrar por medio de ese ejemplo que un buen cura puede y debe morir en la brecha. En los tiempos del cura de Ars los sacerdotes no escaseaban tan cruelmente como en nuestros das. Lo cual explica un dilogo como el siguiente:

    "Me ir de aqu. "Monseor no lo permitir. "Monseor no se preocupa por m: tiene bastantes curas; nece-

    sito mucho, algn tiempo para llorar mi pobre vida y prepararme a morir haciendo penitencia."

  • 36 PRESENCIA DE SATAN

    Este dilogo lo mantuvo con Catherine Lassagne como lo haba tenido con el hermano Athanase y ella lo transcribe con esta con-clusin: "Por eso l trat de irse."

    Y, sin embargo, si creemos al abate Monnin que est tan al corriente de todos los detalles de esta vida, el santo de Ars reco-noca que haba intemperancia en este deseo de l y que el demonio se serva de ello para tentarlo. Y como sabemos que el grito iracundo del demonio: "Vianney! Vianney! qu haces ah? Vete! Vete,!" se haba hecho or desde los primeros aos de su ministerio por lo menos desde 1829, segn el testimonio del abate Bibot, puede decirse que sa fu la tentacin dominante de su vida, que l le resisti valientemente, que estuvo casi por cederle en dos ocasiones, pero termin por obedecer la voluntad de Dios y las rdenes de su obispo, tanto que muri en su puesto como lo deseaba su Jess.

    "Sus huidas" sigue diciendo monseor Fourrey no fueron de ninguna manera gestiones de rebelin. Al partir escribi al jefe de la dicesis: "Est usted seguro que volver cuando usted lo quiera." Pero este modo de poner sobre aviso a la autoridad episcopal sobre su drama de conciencia le pareca el medio de obtener final-mente la liberacin a la cual aspiraba. "Haba credo, al huir, cum-plir con la voluntad de Dios", ha asegurado Catherine Lassagne.

    "Slo despus del fracaso de la tentativa de 18 53, l descu-bri la maniobra del Maligno en sus sueos obsesionantes de soledad y de vida penitente, lejos de Ars . . ."

    Tal fu pues la ms dura batalla del cura de Ars contra el Arpeo. Si el demonio le jugaba malas pasadas, dejndose ir a esas manifestaciones grotescas e irrisorias, saba por otra parte revelarse un tentador singularmente hbil y penetrante.

    El cura de Ars y el espiritismo

    Nuestro estudio concerniente al "cura de Ars y el Diablo" no sera completo si no citramos algunos rasgos precisos de l con res-pecto al espiritismo que consider siempre como diablico.

    Al conde Jules de Maubou, que tena propiedades cerca de Ville-franche, en Beaujolais, le agradaba ir a ver, durante su estada en la regin, al santo hombre del cual era el penitente y amigo. Ahora bien, le haba ocurrido, en medio de una sociedad distinguida en la cual se "divertan" en hacer mover y hablar las mesas, tomar parte en este juego por simple condescendencia con la moda.

    Dos das despus se dirigi a Ars, vio al abate Vianney y, como de costumbre, se acerc sonriente a l tendindole la mano.

    Cul no sera su estupor cuando el buen cura lo detuvo con un ademn antes que l hubiera podido dirigirle la palabra, para decirle con un tono triste y severo:

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 37

    "Julio! Anteayer ha tenido usted tratos con el diablo! Ven-ga a confesarse!"

    Ahora bien, el abate Vianney no poda saber por vas naturales lo que haba pasado haca dos das. Asombrado el joven conde se arrodill dcilmente en el confesionario, y prometi que nunca ms tomara parte en un juego, el cual el hombre de Dios calificaba de diablico.

    Poco tiempo despus, cuando estuvo de regreso en Pars, se en-contr de nuevo en un saln donde se jugaba a hacer moverse y hablar un velador.

    Lo invitan a participar; l rehusa. Insisten, pero se mantiene firme. Los asistentes ignoran su negativa. Las manos se unen alre-dedor del velador. El conde de Maubou se mantiene alejado y desde su rincn protesta interiormente contra el juego que se desarrolla sin su concurso. Contra todo lo esperado el velador no se mueve. El mdium, es decir el que dirige el juego, se muestra muy sorpren-dido y termina por decir: " No comprendo nada! Debe de haber aqu una fuerza superior que paraliza nuestra accin!"1

    Y he aqu un segundo episodio en un todo semejante al primero. Un joven oficial, Charles de Montluisant, habiendo odo hablar

    de las maravillas de Ars, decidi ir hasta all, por pura curiosidad. En el camino los oficiales convinieron en que cada uno de ellos hara una pregunta al cura de Ars. Slo de Montluisant declar que "no teniendo nada que decirle, nada le dira!"

    Llegan, pues a Ars. De pronto, uno de los visitantes, queriendo hacerle una pequea broma a su camarada y dirigindose al cura, le dice:

    "Seor cura, este es Charles de Montluisant, un joven capitn de porvenir que deseara preguntarle algo."

    El capitn est atrapado. Siguiendo la broma de su compaero y no sabiendo qu decir, le hace simplemente esta pregunta:

    "Pues bien, seor cura, estas historias de diablos que se cuen-tan con respecto a usted no son reales, verdad? . . . Es pura ima-ginacin!"

    El cura, por toda respuesta fija su mirada penetrante en el oficial y dice, con voz breve y categrica:

    "Ah, amigo mo! Usted sabe algo al respecto! . . . Sin lo que usted hizo no hubiera podido liberarse de l!"

    Respuesta enigmtica y sin embargo llena de seguridad. Todos se miraron. Todos callaron y el joven capitn, ante el asombro de sus amigos, no contest.

    1 En nota, monseor Trochu (obra cit., pg. 304) precisa: "Este relato se basa por entero sobre las notas escritas el 16 de mavo de 1922, por el Sr. de Frminville, de Bourg, sobrino nieto del conde de Maubou. El Sr. de Frminville a autorizado al autor a citar su nombre y el de su t o abuelo."

  • 38 PRESENCIA DE SATAN

    Pero cuando estuvieron solos sus compaeros quisieron aclarar las cosas. O bien el cura haba hablado al tuntn, sin decir nada preciso, o bien haba querido decir algo, pero qu?

    De Montluisant respondi que estando en Pars para sus estudios se haba afiliado a un grupo filantrpico en apariencia pero que en realidad era una asociacin espiritista.

    "Cierto da les cont al volver a mi cuarto tuve la impre-sin de no estar solo. Inquieto por esa sensacin tan extraa, miro, busco por todas partes: nada. Al da siguiente la misma cosa . . . Y adems me pareci que una mano invisible me apretaba la gargan-ta . . . Yo tena fe. Fui a buscar agua bendita a Saint-Germain-PAuxerrois, mi parroquia. Asperj el cuarto en sus rincones y reco-vecos. A partir de ese instante toda impresin de una presencia extra-natural ces. Y despus no volv a poner los pies en casa de los espiritistas . . . No dudo que sea se el incidente, ya lejano, al cual acaba de hacer alusin el cura de Ars." 1

    Los hechos que acabamos de relatar son para integrar el expe-diente del espiritismo, del cual tendremos ocasin de volver a hablar en otro captulo. Pero cuando pensamos en las luces exclusivamente divinas por las cuales el santo cura de Ars se ha mostrado iluminado, a todo lo largo de su vida, en las numerosas experiencias que ha hecho por las innumerables confesiones que ha odo, es imposible no sen-tirse impresionados por la certidumbre categrica en extremo', que fue siempre la suya, del carcter demonaco de la mayora de las operaciones que constituye el espiritismo propiamente dicho.

    El cura de Ars vea y saba cosas que nosotros no vemos ni sa-bemos. Su sentimiento sobre semejantes temas no es despreciable y es por ello que hemos credo necesario insistir, sin querer por eso resolver problemas tan complejos como son los de la metafsica.

    Balance y comparaciones

    Al trmino de este captulo que nos ha puesto en presencia de rasgos tan particulares y, para nuestro espritu moderno, tan extra-os, no podramos hacer nada mejor que establecer un balance por una parte y hacer algunas comparaciones por la otra. El balance vamos a pedrselo al demonio mismo y l nos explicar su encar-nizamiento contra el cura de Ars. Las comparaciones que haremos a rengln seguido, con el abate Monnin, nos servirn para situar al santo hombre dentro de la serie de los grandes servidores de Dios del pasado.

    1 Aqu de nuevo una nota de monseor Trochu: "La aventura del capitn se halla consignada en los archivos del presbiterio de Ars. El general de Montluisant muri cristianamente el 11 de mayo de 1894."

  • EL DEMONIO Y EL PARROCO DE ARS 39

    Si el diabla le tena rencor a Jean-Marie Vianney, si trataba de desviarlo a cualquier precio de su tarea, ya sea gastando sus fuerzas por el insomnio, ya sea sumindolo con sutileza en angustias que le daban deseos de huir al desierto, es porque saba bien toda la efi-cacia de su plegaria, de su maceracin, de su ministerio junto a los pobres pecadores. Una mujer que mostraba seales de posesin y por boca de la cual Satn en persona parece haber hablado, le dijo cierto da delante de testigos:

    "Cmo me haces sufrir! . . . Si hubiera tres como t sobre la tierra mi reino sera destruido. . . Me has robado ms de ochenta mil almas!"

    En el momento en que estas palabras fueron pronunciadas el cura de Ars tena en su parroquia a un misionero a quien haba encargado que predicara a sus fieles. Volvindose hacia l, le dijo, disminuyendo en tres cuartos la cifra que todos haban odo bien: "Oy usfced, seor misionero?; el demonio pretende que nosotros dos solos des-truimos su imperio y que le hemos quitado veinte mil almas."

    Pero el demonio haba dicho bien ochenta mil y no haba hablado para nada del misionero, sino solamente del cura de Ars. Fu por un acto doble de humildad que el santo redujo el balance de sus vic-torias y asoci a l a su colega.

    No es necesario decir que el nmero citado en este caso por la mujer poseda que iba a ser curada por nuestro santo, no era el balance definitivo. Como lo dir un da el mismo cura de Ars:, "Slo Dios sabe todo el bien que se ha hecho aqu!" y al decir esto mostraba su confesionario. Si todos sus penitentes no fueron convertidos, ni mucho menos, es indiscutible que para muchos de ellos, para la mayora quiz, se trataba de un regreso a la fe o, por lo menos, a la prctica religiosa.

    Abordemos ahora las comparaciones. Cuando estudiamos de cerca la calidad espiritual del cura de Ars, no podramos dejar de advertir la evidencia de que su amor prodigioso de la penitencia haba sido extrado de los grandes ejemplos de los santos de antao, pero ms especialmente de los santos de la Tebaida y de los desiertos egipcios. Existen buenas pruebas de que el cura de Ars conoca las vidaS de los eremitas y cenobitas de Egipto y que citaba con gusto episodios de esas vidas en sus famosos catecismos y en sus sermones.

    Y justamente es un rasgo de semejanza entre l y esos santos, que su maestro, el abate Balley, le haba tantas veces elogiado, tra-tando de imitarlos delante de l, el hecho de que fuera gratificado con infestaciones diablicas. Es imposible hablar de San Antonio el Grande, sobre todo, antepasado de la vida eremtica, sin recordar las infestaciones demonacas con que fu perseguido. Los visitantes que llegaban hasta l, en la montaa desierta de Kolsim, casi nunca arribaban all sin or alrededor del santo, rompiendo el silencio de la inmensidad, una mezcla de ruidos confusos pero formidables, como

  • 40 PRESENCIA DE SATAN

    un estruendo de armas y de caballos. Hubirase dicho una ciudad sitiada por un ejrcito enemigo. Y eran los espritus invisibles los que armaban toda esa batahola, como iba a hacerlo el Arpeo en Ars, muchos siglos ms tarde.

    Otro clebre solitario, San Hilarin, no poda ponerse a rezar sin or a su alrededor ladridos de perros, mugidos de toros, silbidos de serpientes u otros ruidos no menos extraos y aterradores.

    Alrededor de la celda de San Pacomio, el padre del cenobitismo, los diablos hacan tal batahola que hubirase dicho que iban a echar por tierra y a destruir todo.

    Aparecan alrededor de la cabaa de San Abraham con un hacha en la mano, como para demolerla.

    Otras veces prendan fuego a su estera, lo mismo que iban a hacer con la cama del cura de Ars.

    Y, como lo dice el abate Monnin, podemos recorrer la vida de los santos. Hay pocos de ellos que no hayan estado en lucha 'abierta y a menudo ruidosa y memorable con Satn. Nombremos con el autor citado a San Benito, San Francisco de Ass, Juan de Dios, Vicente Ferrier, Pedro de Alcntara y entre las santas: Margarita de Cortone, Angela de Foligno, Rita de Cascia, Rosa de Lima y tantas otras.

    No nos sorprender, pues, encontrar tambin muchas "diabluras" en Lourdes, alrededor de la humilde Bernadette. Es lo que vamos a ver en el captulo siguiente.

  • CAPITULO II

    Las '"diabluras" de Lourdes

    Una pequea ciudad sale de la sombra

    Si la muy modesta aldea de Ars debe toda su fama a su santo cura, en el sentido de que era completamente desconocida en el mundo antes de l, no es exactamente lo mismo en el caso de Lourdes. En su Francia pintoresca, que data de 1835, Abel Hugo, el hermano mayor de Vctor, habla de ella en estos trminos: "Esta capital del antes llamado Lavedan-en-Bigorre tena el nombre, anti-guamente, de Mirabel, palabra que en el dialecto del lugar sig-nifica bella vista."

    En Lourdes existe un viejo castillo que haba servido sobre todo de prisin de Estado desde el siglo xiv. Este castillo acababa, nos dice Abel Hugo, de ser reparado. Y aade:

    "La ciudad rodea la roca del costado opuesto al Gave; se ex-tiende en una barranca atravesada por un torrente. Bien construida pero irregular, ningn edificio notable la decora; pero se halla si-tuada ventajosamente en la unin de cuatro valles que recorren las rutas de Pau, Tarbes, Barges y Bagnres."

    Pero no fu un bello lugar lo que acudieron a ver millones de peregrinos en el transcurso del ao 1958. Este ao marc el cente-nario de las apariciones. De qu apariciones se trata? Todo el mundo lo sabe. El 11 de febrero de 18 58, una nia, muy simple, muy pobre, muy ignorante, pero muy piadosa, Bernadette Soubirous, vio de pronto, en el hueco de una roca, en la entrada de la gruta de Mas-sabieille, a "un^ joven blanca".

  • 42 PRESENCIA DE SATAN

    Y dieciocho veces, entre el 11 de febrero y el 16 de julio, la aparicin volvi.

    Pero nuestro objeto no es, evidentemente, repetir un relato tantas veces ofrecido a los lectores de todos los pases del mundo.

    El diablo ha intervenido en esta extraordinaria aventura? Su si-lencio o su ausencia sera bastante asombroso... Iba a rondar sin duda por Ars, alrededor de un santo. Poda desatender lo que ocurra en la Gruta milagrosa? Todos los que han escrito sobre Lourdes, y son muchos, han sealado, en efecto, sus intervenciones. Fueron lo que se llama en teologa infestaciones y vamos en este captulo a recorrer las rarezas tan dignas de Satn.

    Un alerta dudoso

    Si creemos al excelente J. B. Estrade, uno de los primeros rela-tores de las apariciones, hubo ya un alerta, el 19 de febrero, en ocasin de la cuarta aparicin.

    Cuando Bernadette, desde la Gruta, suba hacia la ciudad, habra revelado que la aparicin haba sido perturbada por clamores extraos e inslitos. Estos clamores parecan subir del Gave, y eran numerosos y como contestndose unos a otros. Se interpelaban, se cruzaban como las vociferaciones de una muchedumbre tumultuosa. Entre estos au-llidos deformados una voz ms clara se elev iracunda y se oyeron estas palabras proferidas como una amenaza: "Escapa!. . . Es-capa! . .

    A quin se diriga esta orden perentoria? Bernadette compren-di en seguida que no era a ella, demasiado insignificante para ser peligrosa, sino a la "joven blanca" que se mostraba a sus ojos exta-siados, y cuyo nombre an ignoraba. Pero siempre de acuerdo con la versin de J. B. Estrade la Visin de luz no hizo ms que volver los ojos un instante hacia el punto de donde salan los clamo-res y esta rpida mirada fu tan eficaz, de una autoridad tan per-fectamente soberana, que el silencio sigui inmediatamente a los cla-mores que se haban odo hasta ese instante.

    J. B. Estrade declara que el relato de este primer alerta le fu "hecho directamente por la vidente, a l y a su hermana". El abate Nogaro, cura de la catedral de Tarbes, recibi tambin el dato de "la misma exttica".

    Creemos, pues, con monseor Trochu, que debemos admitir el hecho. Pero tenemos dudas sobre la fecha. El padre Cros, S. J., en efecto, que ha estudiado con tanta minucia todo lo que concierne a las Apariciones, no habla de ello en la fecha 19 de febrero, ni ms tarde por cierto. Adems, tiene ocasin, con harta frecuencia, de sealar los errores en los recuerdos del buen seor Estrade, lo cual nos induce a creer que ste ha situado mal el citado episodio en el

  • DIABLURAS EN LOURDES 43

    sentido de habernos dado una fecha muy anterior. N o lo descartamos, por cierto, pero pensamos que ha de haberse producido ms adelante.

    Lleguemos, pues, a las "diabluras" mejor fechadas y por lo tanto ms seguras.

    Pero cumpliendo nuestro propsito de no dar ms que hechos bien atestiguados seguiremos de muy cerca los datos del padre Cros 1 . Antes que nada, entonces, los hechos y despus los ensayos de ex-plicacin.

    Cantidad de visionarias

    Fu un jueves 15 de abril cuando el alcalde de Lourdes, el seor Lacad, entreg un primer informe al subprefecto de Argeles sobre otras visionarias adems de Bernadette Soubirous. Recordemos bien la fecha. De acuerdo con los clculos del padre Cros, habanse pro-ducido ya 18 apariciones, del 11 de febrero al 7 de abril 2. La serie estaba, pues, terminada. Bernadette permanecer alejada de todo cuanto va a producirse. Pero leamos