1

La pedagogía del terror católico

(LA SANTA INQUISICIÓN MURCIANAY EL ADVENTISMO ALICANTINO)

Raimundo Montero

2

Diseño portada y contraportada:Retablo Auto de fe presidido por Santo Domingo de Guzmán. Obra dePedro Berruguete (1450-1503). Museo del Prado (Madrid).

Primera edición: Edicions de Ponent, 1998.Segunda edición: Editorial Club Universitario, 2001.

Título: La pedagogía del terror católicoAutor: © Raimundo Montero

I.S.B.N.: 84-8454-XXX-XDepósito legal: A-XXXX-2001

Edita: Editorial Club Universitariowww.editorial-club-universitario.es

Printed in SpainImprime: Imprenta Gamma - Telf.: 965 67 19 87C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)e-mail: gamma@1gamma.comwww.1gamma.com

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libropuede reproducirse o transmitirse por ningún procedimientoelectrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnéticao cualquier almacenamiento de información o sistema dereproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares delCopyright.

3

A Francisco Jarauta, excelenteprofesor de Historia de laFilosofía.

4

5

ÍNDICE

Prólogo: Contra la intolerancia ................................................. 7

Nota del autor a la segunda edición ........................................ 11

PRIMERA PARTE: ................................................................ 15De Murcia a Alicante .......................................................... 15

1.- El hallazgo en la catedral de Murcia.......................... 152.- El encuentro en el paseíto de Ramiro de Alicante..... 20

SEGUNDA PARTE:............................................................... 25La Santa Inquisición y el Anticristo en el Reino de Murcia25

I.- Los prolegómenos del auto de fe................................ 25II.- El malestar de los conversos ..................................... 27III.- Fray Carlos y fray Esteban ...................................... 31IV.- La confesión de los herejes...................................... 37V.- El delito de practicar la ley de Mahoma ................... 46VI.- Juan do Xes, acusado de secuaz de Lutero.............. 53VII.- Ofrecer el alma en holocausto................................ 60VIII.- El auto de fe en la plaza de Santa Catalina ........... 66IX.- La profecía del Anticristo........................................ 73X.- Las diversas torturas de la Santa Inquisición............ 82XI.- La historia de Inés de Fajardo ................................. 89XII.- Inés de Fajardo y Juan do Xes................................ 91XIII.- Juadaísmo versus luteranismo .............................. 97XIV.- Edicto de fe y carta de anathema ........................ 102XV.- Observar la ley de Moisés.................................... 109XVI.- El tormento de Inés de Fajardo........................... 112XVII.- La muerte por hoguera de los herejes................ 118XVIII.- Domine, adiuva servum tuum .......................... 121

6

TERCERA PARTE:.............................................................. 127La esencia de la fe y las falacias del adventismo alicantino........................................................................................... 127

1.- La defensa del Santo Oficio..................................... 1272.- Yolanda y Sofía ....................................................... 1333.- Cómo operan las sectas en Alicante ........................ 1404.- El ambiente universitario alicantino ........................ 1565.- La crítica filosófica de la religión............................ 1726.- El abandono de la sectas .......................................... 186

BIBLIOGRAFÍA .................................................................. 205

7

Prólogo: Contra la intolerancia

De Raimundo Montero tuve noticia por algunos de susartículos publicados en El País, Información y Diario 16. Yciertamente no me fue nada complicado deducir su actividadprofesional, sus conceptos sociales y culturales, y susplanteamientos ideológicos: en los referidos artículos,expresaba con razonada contundencia su actitud ética eintelectual respecto a todo un inventario de temas actuales quenos afectan e interesan a muchos. Advertí rigor, crítica, ironía yhasta un ligero y conveniente punto de duda, en ocasiones.

La lectura de una columna periodística nos ofrece laposibilidad de descubrir pistas y claves e incluso un vago perfilde su autor diluido en las interlíneas. Algo así como un ADNinaccesible al microscopio y a cualquier otro mangoneogenético, e invulnerable igualmente a la asepsia de las másposmodernas artes gráficas. Es, en definitiva, o tal me loparece, un aliento que empuja el carro de la noble y viejamáquina de estrépitos o el discreto ordenador, empañado descherzos, ventanitas y mandolinas.

El mismo aliento y el mismo vago perfil se meaparecieron en la lectura de un cuento que Raimundo Monterodedica a Franz Kafka. En tal cuento, titulado Un filósofohonesto y entrometido y publicado en el volumen de relatosNueva narrativa alicantina, después de un amor frustrado quese resuelve en un erotismo excitante y agresivo, el protagonista-la historia está redactada en primera persona- concluye,evocando a Nietzsche, con una confesión nada novedosa,aunque bien encajada en el discurso literario y personal delautor: "(…) aunque sea trágica y estremecedora, amo la verdadpor encima de todas las cosas". A continuación, le hanpublicado el libro de relatos La secta de los egoístas (ECU,1999), el relato Paraula de Déu (Contes del Migjorn. 7 i mig

8

editorial, Valencia, 1999); el cuento La infamia del éxito(Instituto alicantino de Cultura “Juan Gil-Albert”, 2000).

Anoté en esas distintas publicaciones que RaimundoMontero reincide obstinadamente en sus principios ypropósitos: desde la reflexión periodística a la obra de creaciónliteraria, esa otra realidad fertilizada por la imaginación y lamemoria. En unos momentos en los que impera el arte de laconfusión, de la ambigüedad y de una semántica que hace lacalle complaciendo a cada usuario según sus caprichos, lacoherencia y el empeño de escampar turbiedades yresignaciones, siempre se manifiestan como un acto deinsumisión frente a la estupidez almidonada.

Cuando, por fin, nos conocimos, confirmé misapreciaciones: aquel vago perfil se sustanció en un jovenprofesor de Filosofía, exigente, enfático, a veces, y en trance deebullición creativa. Raimundo Montero, en un segundoencuentro, me confió el original de esta novela, con una cita deAristóteles en el frontispicio y una dedicatoria que es supronunciamiento cívico contra la hipocresía y el fanatismo. Mepidió también que, si me parecía oportuno, le escribieraalgunas frases, en tanto él procedía a revisar el texto de nuevo,antes de entregárselo al editor. Con el paso del tiempo, seenriqueció nuestra relación amistosa y literaria: le presenté estelibro, en su primera edición, en la librería Compas, despuésejercí igualmente de presentador de La secta de los egoístas yhasta llegamos a aparecer en varios artículos en prensa,firmados por ambos, y compartimos alguna que otra agradablevelada literaria.

La pedagogía del terror católico es, por su propiatitularidad, un desafío a cualquier intento de imponer laobediencia y el silencio desde la sinrazón y el temor.Raimundo Montero desbarata los residuos de aquella suntuosadivisa medieval: philosophia ancilla theologiae, y nos muestrauna galería de atrocidades perpetradas a mayor gloria de las

9

divinidades, cuando las divinidades enmascaran los privilegiosdel poder. Una conversación entre estudiantes universitariosacerca de un secreto pasadizo que conduce desde la catedral deMurcia a la colina de Monteagudo, nos va a desenmascarar unauténtico museo de los horrores: las siniestras actividades delSanto Oficio en el Reino de Murcia. La estrategia narrativadesplegada con decisión y sencillez nos introduce en la tramamediante una historia novelada del auto de fe de 7 de junio de1568 en la plaza de Santa Catalina de Murcia; para, en laúltima parte, describirnos cómo actúan las sectasestadounidenses en la ciudad de Alicante. La pedagogía delterror católico es, en resumen, una novela histórica que cuentay muestra la intolerancia y sus perversos efectos: la crueldadcristalizada en dogma y la ternura, un fugaz vuelo de mariposasincandescentes. Pero la intolerancia no concluye en lamancuerda, ni en el potro ni en el fuego: su vigencia persiste ylamentablemente continúa atentando contra la conciencia y lavida. Bradbury nos lo recordó en una tremenda metáfora.Raimundo Montero en una narración histórica, sólidamentedocumentada. Con la pedagogía del terror católico cuántosestragos se han cometido.

ENRIQUE CERDÁN TATO(Premio de honor de las letras valencianas 1991)

10

11

Nota del autor a la segunda edición

Pese a no ser necesario, sí que me parece convenienteinsertar una breve introducción con la finalidad de hacer máscomprensible la novela al lector.

En primer lugar, se ha de tener en cuenta que se trata deuna obra de juventud, elaborada como trabajo de la asignaturaLa época de Nietzsche que impartía el profesor FranciscoJarauta en la Facultad de Filosofía de la Universidad deMurcia. Por esa causa, tiene la fuerza de la juventud y laautenticidad de alguien que busca la verdad con la ayuda de laFilosofía Occidental; pues analiza los entresijos de unosadolescentes que se encuentran ante la disyuntiva de orientar suvida según los mitos propios de nuestra civilización odecantarse por la sabiduría de filósofos como Feuerbach, Marx,Nietzsche, etc. Asimismo, narra las peripecias y lo trágico de lafigura del Anticristo y del tribunal del Santo Oficio en elantiguo Reino de Murcia.

En lo tocante a la estructura del libro, evidentemente esuna novela histórica que narra dos hechos reales biendiferenciados: el auto de fe de 7 de junio de 1568 en la plaza deSanta Catalina de Murcia y las experiencias de una pandilla dejóvenes alicantinas que han sido captadas por la sectaestadounidense Adventista del Séptimo Día y las aventuras queles ocurren en Alicante. Acerca de la parte murciana de la obra,salvo las debidas licencias literarias, la mayoría de los hechoscomo los nombres de los personajes son históricos. Los datoshistóricos de la parte de la Inquisición han sido extraídos deuna treintena de libros específicos sobre este tema, de labiblioteca del Instituto Teológico de Murcia -del cual fuialumno mientras cursaba Filosofía-, especialmente me fueronútiles los archivos del citado Instituto, de la obra monumentalHistoria de la región de Murcia, de Fco Chacón, los ensayosque menciono al final de la novela de Emilio Martínez, del

82

X.- Las diversas torturas de la Santa Inquisición

Por el reverendísimo señor don Gonzalo Arias Gallego,obispo de Cartagena, el licenciado Jerónimo Manrique y ellicenciado Alonso de Salazar y Frías; es declarada Inés deFajardo cristiana apóstata, no siendo completa su conversióna la Santa Iglesia Católica y habiéndose confirmado suasistencia secreta a una casa que utilizaban de sinagoga, lacual fue debidamente destruida, y teniendo en cuenta que haabjurado de sus errores contra la fe cristiana, es condenada adoce años de cárcel, así como la confiscación de parte de susbienes. Y declaramos a sus hijos, si los tuviere, inhabilitadosde todos los oficios públicos que son privados los hijos desemejantes condenados.

El veredicto de Inés le produjo a Ismael tan granquebranto que se deshacía a lágrimas, justo cuando le rogaba asu amigo al oído:

-Pedro, no lo soporto más...-¿Ella sabía que tú la quieres?-¡Qué importa ahora eso! Me voy de aquí. ¿Me

acompañas?-Toda Murcia está en la plaza; si nos vamos

sospecharán de nosotros, pero si vamos a continuar platicandoaquí, con el peligro que corremos de que nos oiga alguien, másvale que nos marchemos.

-No te inquietes, nadie nos ha podido escucharhablándonos al oído y entre tanto murmullo, y si nos vamos nopasará nada. A nuestra edad otros se marchan o no asisten.

-Te acompañaré. Yo tampoco aguanto esta ceremonia y,mucho menos, más tarde presenciar cómo los queman vivos enla pira. ¡Vayámonos!

Con gran melancolía se alejaron lentamente de lasinmediaciones del auto de fe. Buscaban refugio al abrigo de lamisma roca de antes de acudir al auto de fe, ubicada en el lecho

83

del río Segura. Por el camino que les conducía a su destino nocesaban de mentar a Inés, Catalina y a otros condenados. Unavez en la tranquilidad de su particular abrigo, Pedro no lograbaapartar de su mente la idea de qué les conducía a los esbirrosdel Anticristo a complacerse con estas sanguinarias matanzasde inocentes y actuar tan impíamente:

-El rabino os reveló la profecía del Anticristo, pero, ¿osdijo algo de sus paladines que nos explique por qué obran contanta maldad? -inquiere Pedro.

-Que les guía el mismo espíritu del mal.-¿Y qué pretenderá el Anticristo con tanta bellaquería?-Quiere destruir el cristianismo desde dentro. Con el

pretexto del celo por continuar la obra de Cristo, tratan deaniquilarla: si él era pobre, el Papa no para de enriquecerse; siél predicaba el perdón y la misericordia, el Papa autoriza latortura y aprueba que se atemorice con las penas del purgatorioy del infierno eterno de fuego y azufre -responde Ismael.

-Así es. No sólo el Anticristo o los diversos papas, sinotambién sus paladines siempre están amenazando con las penasdel pecado. Sobre la riqueza que poseen, ¿cómo la consiguen sirara vez no se les ve ociosos?

-Nos lo contó el rabino. Consiste en que a muchos delos apresados por la Inquisición les confiscan los bienes con laexcusa de sufragar los gastos del tribunal del Santo Oficio.Esto explica que innumerables hacendados hayan sidoprocesados con el propósito de apropiarse de sus fortunas.Además de la confiscación de las haciendas, ingresan buenosducados y reales por medio de composiciones; o sea, multas aquienes declaren su herejía espontáneamente. O aceptandopagos de unos 500 reales por licencias y habilitaciones parapoder tener un empleo honorífico. También cobran unos 300reales por redimir de la penitencia de llevar puesto elsambenito y unas 600 libras por la conmutación de galeras.

84

-Desde luego, son más usureros que los publicanos, losantiguos arrendadores de impuestos. Y sobre los suplicios quellevan a cabo, ¿son los mismos que se conocen por Murcia: lapolea, el potro y la toca?

-Ésos y muchísimos más. Han inventado innumerablesaparatos para causar el máximo sufrimiento.

A Pedro le disgustaban las conversaciones tanmacabras, mas se impuso su curiosidad a la aversión que lereportaban esos temas:

-¿Os llegó a indicar el nombre de cada aparato y laforma de su manejo?

-Tan sólo de aquéllos que él había oído hablar -contestaIsmael.

-¿De cuántos aparatos disponen?-Sobre el número de utensilios no se atrevió a darnos

una cifra exacta debido a que continuamente están investigandonuevas formas de suplicio y sólo las que más dolor causan lasincorporan al uso. Él pensaba que vendrían utilizandoalrededor de cien.

Pedro, muy indignado, exclama:-¡Tantos!-También a mí me parecieron muchos, pero no hay

duda de ello.-Él, ¿cómo enjuiciaba estos hechos?-Si mal no recuerdo, decía: Es el fruto del hombre de

pecado, del hijo de la perdición, del Anticristo o Papa.-¿Recuerdas el nombre de cada aparato y su forma de

aplicación?-Los nombres se los suelen poner quienes los

construyen o las víctimas, cuando no vienen de antaño. En lospueblos que no disponen de ellos, los transportan desde lapoblación más cercana que los tenga. Las gentes del lugardonde vive el rabino, cuando por primera vez vieron descargaresos artefactos de las carretas, preguntaron extrañados: “¿Qué

85

es eso?” Uno de los inquisidores, respondió. ”Muy pronto losabréis”.

-Explícame el funcionamiento de los que te acuerdes.-Uno de los más conocidos, lo llaman el potro: consiste

en ser atado fuertemente a un bastidor o banqueta con cuerdasamarradas en torno al cuerpo y las extremidades. Ligan lasmanos y los pies, y entre la mesa y el cuerpo de la víctima hayunos cinco rodillos de madera provistos de clavos. Conformevan estirando de las sogas o cuerdas, la persona atormentada vaalargándose, entre terribles sufrimientos, hasta medio codo. Elverdugo va controlando el sufrimiento apretando mediantevueltas dadas a los extremos. Con las cuerdas se muerde lacarne estirándola. Cuesta mucho recuperarse de sus llagas. Aotro instrumento, unos le dicen polea y otros péndulo ogarrucha. Es una soga de la que cuelgan a los interrogados delas muñecas, atadas éstas a la espalda y con pesas ligadas a lospies. Levantan violentamente al martirizado tres codos o másen el aire y, si les parece, lo desploman de un estirón. El efectoconsiste en tensar y quizá dislocar brazos y piernas. Enocasiones, este suplicio sólo lo usan como preparatorio de otrosmás graves padecimientos.

-Ese es muy utilizado en Murcia -lo interrumpe.-Con el brasero -prosigue- inmovilizan a la víctima en

una silla de hierro con cepo, debajo de ésta prenden fuego ylentamente se achicharran las posaderas y los pies hasta ladesesperación. La virgen de hierro consiste en un sarcófagocon forma de imagen de la Virgen, la madre de Jesucristo. Setrata de uno de los tormentos más macabros. En él introducenal atormentado y, al cerrar la imagen, se le van clavando lasparedes recubiertas de clavos. La silla del interrogatorio, oasiento de grandes dimensiones, lo emplean repleto de aristasde madera que se clavan en quienes sientan en ella. Lahorquilla del hereje sirve a manera de hierro que se ensanchauna vez incrustado entre la barbilla y el agujero del cuello.

86

Jaulas colgantes, pequeñísimas en comparación con las de lospájaros, allí introducen a las personas hasta que se les antoja, sino las abandonan hasta que perecen quemadas por el Sol omueren a causa de la sed o el hambre. El más asqueroso ysalvaje, la cuña de Judas, lo emplean como escarmiento debrujas: clavan un madero en el suelo, en la punta del cualponen una cuña de hierro bien afilada que meten por la vaginaa una mujer desnuda. Como comprenderás, el peso de lainfortunada le introduce la estaca hasta que se le desgarran lasvísceras...

-¡Qué bestias! ¡Juro por el Dios de mis padres -lointerrumpe Pedro- que la próxima vez te haré caso y entre losdos prenderemos fuego a las graderías del diablo.

-Mejor será que no siga.-Sí, no me cuentes más el funcionamiento de los

artefactos, tan sólo dime si es verdad que a algunos judíos loshan empalado a la entrada de los pueblos y que han ajusticiadoincluso cerdos, perros y gallos, tal como se dice por doquier.

-Desgraciadamente, el rabino nos lo confirmó. Esomismo efectúan con judíos, moriscos, luteranos y no se libranni las mujeres. También nos declaró que si cae alguien en susmanos no quieren que acabe sus días de muerte natural. Por esarazón, si observan que un hereje no va a llegar con vida a lapira, antes de que agonice lo asesinan con el empalamiento o elhacha. Si se trata de hombres desviados sexualmente, lossierran desde la verga hasta la cabeza; si son mujeres, lesdestrozan los pechos con desgarradores de senos y, después deintroducirles una estaca en la vagina o donde se les antoje, lasdecapitan. O los acaban de eliminar a la manera de un vulgarmatarife, con rompecabezas, ruedas para despedazar... y lo dejoya, que me da asco y me repugna tan sólo de mencionarlo -termina, al fin, Ismael.

87

-¿Sabes si es verdad lo que te he preguntado sobre quelos animales también pecan y son mandados ajusticiar por losinquisidores? -insiste Pedro.

-Al parecer se basan literalmente en aquello que sedictamina en el Antiguo Testamento, eso de que si un bueyacornea a un hombre o a una mujer y lo mata, el buey sealapidado. La ley del talión de nuestro pueblo. Por esa causa,han encarcelado y procesado a cerdos, gallos, bueyes. Algunosde ellos han acabado ahorcados o quemados vivos por haberlosencontrados en pecado o endemoniados.

-A mí, conforme pasan los años, me da asco ser hombrey, por tanto, pertenecer a la clase de bestias que se distraen yllegan a disfrutar con el sufrimiento ajeno.

-No olvides que nuestro Dios tiene un pueblo especial-asegura Ismael.

-Te confieso que hoy ni eso tengo firme. Nuestropueblo apedrea a las mujeres adúlteras o presuntamenteadúlteras, mientras observan cómo mueren lentamente; quesirve al Dios de la ira, y que cuando fue poderoso exterminó asus vecinos por cuestiones de fe, ¿en qué se diferencia de lacristiandad? -manifiesta con amargura y desencanto.

Ismael no logró rebatir los argumentos de Pedro. Deambos se posesionó una melancolía infinita.

A decir verdad, Ismael aceptó al pie de la letra todo loque le dijo el rabino al interpretar como éste que el Papadorepresenta al verdadero Anticristo. Sin embargo, las torturasque mandaba practicar el Santo Oficio murciano estaban todasdebidamente reglamentadas y procuraban que el reo no murieseni quedase mutilado en la sesión, si bien en algunas ocasioneslos inquisidores perdían la paciencia y el verdugo se aplicabademasiado a fondo y no seguían esa indicación. Tampocoejecutaban las atrocidades descritas por Ismael, sino sólo latortura de la garrucha o polea, la toca o tortura del agua y elpotro o cama de los tormentos. De igual manera, el tormento

88

no lo administraban con ligereza, y se cuidaban de que losupervisara un facultativo de prestigio y en los siguientescasos: cuando el reo entraba en contradicciones, si se hallabanincongruencias con declaraciones anteriores, si reconocía unaacción torpe mas negaba su intención pecaminosa o se opusiesea colaborar con el Santo Oficio denunciando a otros herejes.Por otro lado, mandaban aplicar unos tormentos de unacrueldad similar a la que ejecutaban las autoridades seglares delReino de Murcia; cuando no menor, ya que algunos encausadospor la justicia civil murciana se declararon herejes paraconseguir que su caso se trasladase a la Santa Inquisición,donde ingenuamente creían que no se les vejaría tanto.

89

XI.- La historia de Inés de Fajardo

El frágil cuerpo de Inés, en tanto que escuchaba suveredicto inquisitorial, y al recordar el de su hermana Franciscay mayormente el de muerte por hoguera de Juan do Xes,temblaba de rabia, horror e impotencia. Su rostro se tornópálido. Le tiritaban los dientes al unísono de su alma. Parecíaque sus pies no lograrían soportar el peso de su cuerpo. Era eltemblor de un espíritu tierno que se estremecía en unsentimiento hondo, desesperanzado, implorante decomprensión y equidad. Infinidad de vivencias revoloteaban ensu mente:

“Señor, ¡apiádate de mi hermana y de Juan! ¡Somosinocentes! ¿Por qué han de obrar tan injustamente connosotros? ¿Qué será de Juan después de las llamas?, pese a queprefiero que muera por defender la causa de su Dios a que vivasin su amparo. Y a mis demás familiares, ¿también losapresarán? Supongo que ya los dejarán tranquilos, pues hanconseguido lo que buscaban: apropiarse de nuestros bienes”.

Sobreponiéndose al cercano y fatal desenlace de suamado Juan, presa de una actitud estoica que nunca antesmantuvo en su vida, sus pensamientos se refugiaron en susrecuerdos de antaño. Llegó a perder la conciencia delmomento, y sólo ocupaba su mente en rememorar los sucesos ypadecimientos con el Santo Oficio desde que se anunció elfatídico edicto de fe y carta de anathema. Asimismo, se recreóen los episodios más sobresalientes vividos con su amado Juando Xes. Recorría toda la experiencia pasada con él, e incluso larevivía con una intensidad si cabe aún mayor. Recordaba lossucesos más placenteros, como si quisiera evadirse parasiempre de la realidad. No obstante, no lo conseguía y evocabalos episodios más macabros que, desde los últimosapresamientos de varios conversos murcianos, la forzaron asufrir bajo la potestad de los inquisidores. Dispuso del tiempo

90

suficiente, desde que escuchó su sentencia hasta que vio porúltima vez a Juan, para rememorar gran parte de su trágicaexistencia.

Y he aquí el contenido de la historia no literal, sinonovelada, que sus pensamientos recorrieron en tan trágicosinstantes:

91

XII.- Inés de Fajardo y Juan do Xes

Una amiga de Inés le indicó a ésta que no se personaseen la casa que hacía las veces de sinagoga. Ese sábado, comomuchos otros, no asistió al culto mosaico al ser advertida delpeligro a que se exponía.

Tenía tantos problemas para acudir al culto sabático enMurcia como ahora en Cartagena, donde estaba al cuidado deuna tía enferma. Los días que por temor a los familiares delSanto Oficio no se reunía con sus correligionarios, una aureolade pesadumbre largo tiempo le acompañaba.

Afligida, y apenas con ganas, tomó unos alimentos einmediatamente emprendió el camino hacía una playa solitaria,cercana a Cartagena, que le servía de refugio espiritual. Entanto que sus ojos no divisaron nítidamente el contorno de lasolas, no comenzó a sentir la paz que tanto anhelaba. Cuandollegó a la orilla de la playa, tal como acostumbraba, se descalzósus sandalias de esparto, se introdujo en el agua y se mojó laspiernas hasta las rodillas; y cuando alguna ola se embravecía,aún más. En esos instantes, el paraje era tristemente hermoso:su belleza tétrica parecía estar hecha para almas alicaídas.Rocas de morriña, olas de nostalgia y una luctuosa niebladaban al entorno un encanto pausado, melancólico yemancipador. Con semblante trascendente y mirada fija,preguntaba el Señor Dios de sus padres:

-¿Qué me tienes reservado en esta vida, mi Dios? ¿Seréde las bienaventuradas en gozar del Paraíso celestial, en lanueva Jerusalén? ¿Por qué me impiden honrarte cada sábado,en tu día santo?

Sus ojos traspasaban la niebla y parte del firmamento, ydejaban en lo más profundo de su alma estigmas de libertadque, por lo insondable y maravilloso, le hizo postrarse dehinojos ante la majestad de su Eterno Dios Invisible:

-Señor, aquí estoy, no he faltado a tu cita -decía.

92

Juan do Xes, que gustaba encomendarse a su Dios enlugares solitarios, ocasionalmente se encontraba en la mismaplaya que Inés, arrodillado detrás de una roca. Allí solía orar aDios. En el punto que concluyeron sus plegarias, pedidas en elnombre de Cristo, se incorporó de la arena y divisó en la orillaa una joven postrada dentro del agua. Le impactó observarla enese lugar y de esa manera. La encontraba encantadora y sedistrajo contemplándola largo rato. Su rostro, si bien lodivisaba tenuemente, no le resultaba desconocido. Trató deacordarse de quién se trataba y, por fin, se dio cuenta de quecorrespondía a Inés, la mujer con quien su padre le queríadesposar, si llegaba a un acuerdo con la familia de la moza.Esta circunstancia provocó que Juan se fijase en ella de otromodo a las restantes doncellas murcianas en sazón de tomarestado. Al contemplarla se sintió hechizado por un amorsobrecogedor y eterno en sus raíces, pues antes sólo laadmiraba. Su más que dudosa belleza se le antojaba dulcecomo la miel, aunque, no faltando a la verdad, por guapa nohabía quien la estimara. Deseaba conocerla personalmente; sinembargo, temía asustarla.

«¿Cómo he de acercarme para hablar con ella yconocerla?» -cavilaba.

Su indecisión se asemejaba a la de cualquier enamoradoque ha de padecer su mismo trance. Rendido al deseo deentablar comunicación con esa, en su opinión, beldad; se armade valor y se dirige a su encuentro.

-¿Qué hay? ¿Acabaste ya las oraciones?Inés, aunque lo había visto acercarse y lo conocía de

vista, no por eso dejó de comportarse con recelo.-No sientas temor, tan solo deseo hablar contigo.-¿Por qué habría de asustarme? -expresa ella

irónicamente.-Creía que lo estabas; pero si no es así, tanto mejor.-¿Qué te trae por aquí? -pregunta Inés sorprendida.

93

-Te he reconocido de milagro -manifiesta Juan sinprestar atención a la pregunta de Inés.

-Sí, y ¿qué?-Pues que, si no te importa...-Lo siento -lo interrumpe-. Presto he de marchar.-¿Me permites que te acompañe? No es conveniente que

vayas por aquí sola -le ruega contrariado por su desconfianza.-Bueno, si te empeñas.-¿Hacía dónde te diriges? -pregunta Juan.-A Cartagena.-¡Qué coincidencia!. Yo también voy en esa dirección.

No debo abandonar por mucho tiempo a los compradores.-¿Es que vendes algo?-Sí, soy sombrerero.-Ya decía yo que recordaba tu aspecto. ¿Qué haces

ahora por Cartagena?-He venido una temporada a probar suerte, a ver si ganó

más en esta villa que en Murcia. ¿Sabes cómo me llamo?-pretende dar un giro más personal e íntimo a la plática.

-No.-Sin embargo, yo sé tu nombre.-¿De veras?-Sí.-Dímelo, y sabré que no me mientes.-Inés de Fajardo.-¿Cómo lo averiguaste?-Se lo pregunté a un amigo.-¡Cuánto misterio! ¿Por qué...?-Deseaba que alguien me hablase de una preciosa

doncella que a veces veía de compras por el mercado.-Me halagas mucho, mas no creo que lo sea realmente.-Ni lo dudes; lo sois.-Te lo agradezco. ¿Y tú cómo te llamas?-Juan.

94

-Bien, Juan, y además de mi nombre, ¿qué te reveló tuamigo y de quién se trata?

-Me aseguró que tienes un alma muy bella.-¿Qué más te dijo? Dime quién es, por favor.-Me obligó a jurar por Dios que a nadie confesase que

practicas la religión judía. De lo cual no te preocupes, yocomprendo tus reservas porque tampoco soy católico.

-¿Cómo se llama?-Calixto, uno de los que venden telas en la calle

Trapería.-Lo suponía.Inés estaba intrigada porque nunca había conocido a

nadie que no fuese hebreo, sarraceno o católico.-No tienes rasgos de morisco, menos de judío, dices que

no eres católico, ¿acaso no crees en Dios?-¡Claro que creo en Dios! Soy cristiano.-Lo acabas de negar.-No me entiendes. Que no sea católico no significa que

no sea cristiano. Se puede seguir a Cristo sin necesidad depracticar el catolicismo. A quienes profesan mi fe se les llamaluteranos o protestantes.

-¿Luteranos?, ¿Qué religión es esa?-Hace alusión a un monje alemán llamado Martín

Lutero. Este monje fue excomulgado por el papa León X, y alos que siguen las reformas de la Iglesia que él predicó se lesconoce por luteranos. Su teología se resume en aceptar comomeritorio en orden a la salvación el sólo sacrificio de Cristo enla cruz, en observar como regla de fe y de práctica la Bibliasola, que el pueblo tenga acceso a ella en su lengua vernácula yla interprete libremente.

-Y lo de protestantes, ¿qué significa?-Este despertar religioso, las gentes lo conocen por dos

de sus características: una, como te he dicho, por el nombre desu fundador; y la otra, porque seis príncipes luteranos y los

95

dirigentes de catorce ciudades libres alemanas, partidarios delas reformas de Lutero, protestaron en la segunda Dieta deEspira, del año 1529, porque la mayoría católica les retiró latolerancia en esa dieta. Los partidarios de Lutero firmaron undocumento de protesta, en el cual defendían la libertad deconciencia, por lo que se les llamó, a partir de entonces,protestantes.

-De todos modos, y a pesar de no conocer tu religión,pienso que la única fe verdadera es la hebrea; por algo Diosmismo la ha revelado y transmitido a su pueblo por medio deMoisés y los demás profetas.

-En parte estoy de acuerdo contigo. Tu pueblo fueelegido por el Señor a fin de que de su simiente naciera elMesías; pero, una vez acaecida su venida, lo rechazaron ycrucificaron; por eso mismo, Dios buscó otro pueblo para quefuese el depositario de la salvación. Si has oído laspredicciones del profeta Isaías, ¿no has reparado que esasseñales proféticas se cumplieron en la vida y en la muerte deCristo en la cruz? Por lo tanto, yo acepto como librosinspirados por Dios los del Antiguo Testamento, que relata lahistoria del pueblo hebreo, y los del Nuevo Testamento oconfirmación profética del Antiguo, que narran la historia delMesías, del Salvador del mundo.

Se sucedían los minutos de disputa teológica y ningunode los dos consideraba los argumentos del otro. Para ellos lomás importante estribaba en que el infiel del legado divino seretractase de su postura. Ella aseveraba que el advenimiento delLiberador de su pueblo aún no se había producido. Él afirmabaque hacía dieciséis siglos que nació en Belén. Al rato de estasdisquisiciones, que con el tiempo se tornaron anodinas, lesresultó inaguantable continuar con tal pugna teológica. Por esomismo, Juan alteró premeditadamente el rumbo de laconversación:

-¿Cuántos años tienes?

96

-Sobre los veinte.-¿A qué se debe que te haya encontrado en una playa

tan solitaria?-Imagínatelo.-¿Para orar en libertad a Dios?-Principalmente; si bien también me gusta la paz de ese

lugar, tan apartado de las pesquisas de los familiares de laInquisición.

Conforme transcurría el tiempo, la disposición deambos ante el diálogo se iba modificando a fin detransformarse en una tertulia más amena e íntima. Al nocomulgar ambos con el catolicismo, se contaban sin trabasciertas intimidades que con gran cautela reiteradamenteguardaban en secreto. No cesaban de hablar; se interrumpían demanera constante. Desde hacía largo tiempo no habíandisfrutado tanto de una conversación. Ya en las cercanías deCartagena, Inés quiso continuar el camino sola.

-Falta poco para llegar a casa de mi tía; espero vertealgún otro día.

-¿Volverás a la playa el sábado que viene?-Si me surgen problemas, y no puedo asistir al culto

sabático, sí.-¿No hay posibilidad de vernos antes?-No; exceptuando los sábados, que se deben dedicar al

culto al Señor, estoy muy atareada.Juan no quiso replicarle que según su religión el día del

Señor es el domingo y continuo el diálogo sin atender a esacircunstancia.

-Iré a la playa, siempre que me sea posible, por si teveo. ¡Ve con Dios! ¡Cuídate! -le declara Inés mientras dulcesmuecas de agradecimiento irrumpían de su rostro.

-¡Hasta pronto! ¡Que Dios te acompañe! -concluye él.