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RELATOS POPULARES:EL BOFE TON. De repente, tras un recodo del camino, me cerró el paso el cortejo. Ja- más el espectáculo de la muerte me produjo más ruda e intensa emocion. El cadáver, tendido de espaldas en una especie de camilla hecha con dos maderos sobre los cuales se habían cruzado algunas ramas de boldo y arrayán, era conducido en hombros por cuatro campesinos jóvenes y vigorosos, cuya marcha descompasada imprimía a la fúnebre carga sacu- didas tan violentas, que me parecía a cada instante ver al difunto desli- zarse de su féretro y rodar en el polvo espeso y blanco de la carretera cal- cinada por el sol. ¡Qué extraño cortejo aquél! El traje mortuorio del cadáver consistía en una camisa hecha jirones y un par de calzoncillos de lienzo que apenas llegaban a las rodillas. Los pies enormes, anchos, terrosos, conservaban aún las ojotas del vagabundo. Como aquel muerto de que nos habla Gor- ki, iba también con la cabeza descubierta, cara al sol. Puse mi caballo al paso y traté de indagar algo sobre el difunto, in- terrogando a los labriegos. Mas, sus respuestas incoherentes satisfi- cieron sólo a medias mi curiosidad. La causa de la poca precisión de sus noticias era muy simple. Sendas botellas asomaban sus cuellos por los bolsillos de sus chaquetas cortas de huaso: iban borrachos perdidos. Sin embargo, de sus embrolladas contestaciones pude comprender que el muerto había llegado en la noche al rancho de uno de ellos y que al día siguiente lo encontraron sin vida cerca del fuego. Nada sabían del nombre y profesión del desconocido. Ni siquiera de dónde venía ni adón- de se encaminaba. El huésped, a pesar de su repugnancia, no pudo me- nos que hacerse cargo del entierro y, mediante la oferta de una botella de aguardiente a cada uno, encontró aquellos tres mocetones que le ayuda- ran en la faena. Desde lo alto de la montura podía contemplar a mi sabor el cadáver. Anales de literatura hispanoamericana, núm. 15. Ed. Univ. Complutense,, Madrid, 1986

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RELATOS POPULARES:EL BOFETON.

De repente,tras un recododel camino,me cerróel pasoel cortejo.Ja-másel espectáculode la muertemeprodujomásrudae intensaemocion.

El cadáver,tendido de espaldasen unaespeciede camillahechacondosmaderossobrelos cualessehabíancruzadoalgunasramasde boldoy arrayán, era conducidoen hombrospor cuatrocampesinosjóvenesyvigorosos,cuyamarchadescompasadaimprimía a la fúnebrecargasacu-didas tan violentas, que me parecíaacadainstantever al difunto desli-zarsede suféretroy rodaren el polvoespesoy blancode la carreteracal-cinadapor el sol.

¡Quéextrañocortejoaquél! El traje mortuorio del cadáverconsistíaenunacamisahechajironesy un par decalzoncillosdelienzoqueapenasllegabana las rodillas. Los pies enormes,anchos,terrosos,conservabanaúnlas ojotasdel vagabundo.Comoaquelmuertode que noshablaGor-ki, ibatambiénconla cabezadescubierta,caraal sol.

Pusemi caballoal pasoy traté de indagaralgo sobreel difunto, in-terrogandoa los labriegos. Mas, sus respuestasincoherentessatisfi-cieronsólo a mediasmi curiosidad.La causade la pocaprecisiónde susnoticias era muy simple. Sendasbotellas asomabansuscuellos por losbolsillos de suschaquetascortasdehuaso:ibanborrachosperdidos.

Sin embargo,de susembrolladascontestacionespude comprenderqueel muertohabíallegadoen lanocheal ranchodeuno deellos y quealdía siguiente lo encontraronsin vida cerca del fuego. Nada sabíandelnombrey profesióndel desconocido.Ni siquierade dóndeveníani adón-de se encaminaba.El huésped,apesarde su repugnancia,no pudo me-nosquehacersecargodel entierroy, mediantela ofertadeunabotelladeaguardientea cadauno, encontróaquellostres mocetonesquele ayuda-ranen la faena.

Desdelo alto de la monturapodíacontemplarami saborel cadáver.

Anales de literatura hispanoamericana,núm. 15. Ed. Univ. Complutense,,Madrid, 1986

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Eraun viejo cuyanariz largadeunadelgadezextrema,dividía en doslafaz amarilla y apergaminada.Los ojos vidriosospercibíansepor entrelospárpadosmal cerrados.La niandibula inferior, caídaun tanto sobreelpecho, dejaba al descubierto la negra cavidad de la bocadesdentada>horrible. Un enjambredemoscasrevoloteabanencimade aquellacabezacoronadade largos y enmarañadoscabellosgrises. Y un tábanoquehacíarato hostigabatenazmentea mi cagalgadura,seposóck improvisoen la frentedel difunto y paseópor ella sugruesocuerpomatizadode ro-jo. Cuandome preparabaparaasustarlocon la extremidadde la huasa,levantóel vueloy desaparecióen la atmósferacaliginosaconla velocidaddel relámpago.

Empezabaunapendientey los conductoreshicieronalto paradescan-sar.Colocadaen el suelo la camilla, extrajeronde las faltriqueraslas bo-tellas y aplicándoselasa los labiosquedaronun momentoinmóviles conla vista clavadaen el cielo. Despuésde beber,eí másjovenavanzódandotraspiésen mi dirección y levantandoen alto la botella di jome convozentrapajosa:

— ¿Untraguito, patrón?Le hice señasrechazandoel convite.Se volvió haciendounapiruetay

acercándosea la camilla, profirió> mientrasvertíael líquido en la bocadel muerto:

— Tomeun trago, compadre,y calienteel cuerpo.Esto da corajey siel Diablo quiere refrescarlocon plomo derretido, le haceun guapoy loagarrapor los cuernos.

La ocurrencia fue celebrada por todos con grandes carcajadas.

Indignadopor aquellaodiosa profanación, clavé las espuelasal ca-ballo, y huascaen alto, avancéhacia los sacrílegos,dispuestoa casti-garloscomo merecían.Pero,con la rapidezdel rayo dosde ellos se aya-lanzaronsobrelasvarasy tiraron de ellasechandoarodarel cadáverporel sueloy juntos con los otros que sehabíanarmadode piedras,espera-ron a pie firme la acometida.Tiré de las riendasy reflexioné. La ventajano estabade mi partey me limité a afearlessuaccióncon lasmásenérgi-casexpresiones.Luego los amenacécon dar aviso a la autoridadsi norecogíanel cuerpoy lo llevabanal cementerioparadarlela debidasepul-tura.

A pesarde la embriaguezde queestabanposeídos,obedecieron,aun-quea regañadientes.Rehechala camilla, tendieronencimade las ramasel cadávercubierto de pies a cabezacon un blanco sudario de polvo, ydespuésdeafirmar nuevamentelasvarassobreloshombros,la comitiva,escoltadapor mi, prosiguió la interrumpida marchaa travésde las des-nudasy rojizas lomas,bajo un sol defuego.

Excitadospor el alcohol y por aquellaatmósferasofocante,los con-ductoresde la camilla cantabana voz en cuello. Susbáquicascancionesresonabanlúgubrey siniestramenteen la calladay solemnesoledaddelos campos.El difunto, sacudidoviolentamenteen todo sentido,amena-

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zabaa cadapasodescolgarsedel féretro, lo cual meobligabaano apar-tar deél Javista, temerosode presenciarotraescenacomo laanterior

De repente,y, mientrasuno de los conductores,el mismo quehabíaprofanadoel cadáver,perdido el tino por la locuraalcohólica, proferíalas másespantosasblasfemias,el muertoalzandola diestrala dejó caersobrela bocadel maldiciente,contal fuerza>que la sangresaltóaborbo-tones>en rojasoleadasde la nariz y los labioshendidospor la terrible ru-dezadel choque.

Un grito ronco, inarticulado, se escapódel pechodel herido, cuyosojos casi fuera de las órbitas contemplabanel brazovengadory amena-zantequecolgabade la camilla comodispuestoa repetirel golpe.

Anteaquellaespantablevisión, galvanizadopor el miedo hinquéinvo-luntariamentelas espuelasal caballo, el cual dandoun bote hacia ade-lante que estuvoa puntode derribarme,se desbocógalopandofuriosa-menteenel caminodesierto,enel quesusferradoscascosresonabanco-mo el redobledel trueno. Cuandopudepor fin sujetarlo y volver atrás,encontréla camilla y el cadáverabandonadosen tierra. Meempinéen losestribos y miré en derredor,buscandoa los desaparecidosconductores,y, despuésde un instantede observación,los distinguí fuera de la carre-tera, en plena campiña> huyendo como ciervos perseguidospor unajauría de lebreles.Ningún obstáculolos deteníaen suvertiginosacarre-ra. Fosos,cercas>matorraleseran salvadoscon agilidad pasmosa.El delbofetón iba un pocodistanciadode suscompañeros>quienes,de vezencuando,volvían la cabezapara mirar atrásy algo muy pavorosodebíanversusojos porqueredoblabanla velocidad,pareciendono tocarcon suspies al suelo,Tal vez la vista del rostro ensangrentadode su camaradaaguijoneabasuterror con el recuerdodel extraordinariosuceso,o quiénsabesi tomabana surezagadocompañeropor el muerto mismo que lesiba a los alcances.

Despuésde haberlosperdidode vista y pasadaya la primera impre-sión queme produjoel acontecimiento,empecéa reflexionarsobrelo su-cedido, buscandouna explicación.Recordéqueal muerto,a consecuen-cia sin dudadel golpeque recibieracuandoparaapoderarsedelas varasy agredirme lo hicieronrodarpor el suelo,sele desprendieronlos brazosque llevabacruzadosencimadel pecho;y paravolverlos a susitio, huboque oprimir la diestracon la siniestraquehabíaconservadosu rigidez.Luego, con los vaivenesque la desigual marcha de los conductoresimprimía al cadáver,nadamássencillo que la mano resbalasepocoapo-cohastaquede pronto un movimientobruscode la camilla soltóel brazodel todo, cayendocomounaramaquesedesgajasobreel rostro del blas-femo> que iba precisamrntea la derechadel difunto> el cual era conduci-do con los pies hacia adelante>Sin embargo,a pesarde lo satisfactoriaque yo estimabaestaexplicación, sentíque dejaba en mi espíritu unvacíoy unainterrogación.¿Porquéa ésey no a otro,por quéaquellapre-cisiónparagolpearloen la boca?¿Eracasualidad,sólo casualidad?

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lIS Relatospopulares:el bofetón

Y, mientrasgalopabaen dirección al pueblo más cercanopara daraviso de lo ocurrido y recogieseel cadáverque dejabaa mis espaldas,abandonadoalas avesde rapiña,seguláinterrogándome:

¿Prodigio,casualidad,azar?Y el caminosolitarioy la campiñadesoladamerespondíanconsuelo-

cuentesilencio.

El Mercurio, 25 deenerode 1907