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REVISTA EUROPEA. NÚM. 72 1 DE JULIO DE \ 875. AÑO II. PRINCIPIOS NUTRITIVOS DE LAS PLANTAS. En otra ocasión nos hemos ocupado del examen de las condiciones generales de la asimilación de las plantas para determinar la suma de elementos mi- nerales que cada una contiene y poder deducir la composición del abono que en cada cultivo, ó en cada sistema de cultivos, debemos poner en el suelo para restituir á los campos su fertilidad: hoy pensamos ocuparnos del estudio de cada uno de los principios nutritivos que son indispensables al mantenimiento de la vida vegetal. Ya hemos dicho que las plantas contienen dos cla- ses de sustancias: la primera llamada materia orgánica, la segunda materia inorgánica. Diversas son las eus- tancias que entran á formar cada una de estas mate- rias, que, en general, podemos dividir en dos: las unas desempeñan el papel de materias plásticas, some- tidas á la influencia de las fuerzas vitales y de los agente3 exteriores, y las otras obran como generado- ras de las fuerzas que en el interior de las plantas concurren con la luz y el calor á realizar las funciones vitales. La fisiología vegetal, que en estos últimos años ha hecho progresos rápidos, ha estudiado, no sólo !a ac- ción de la luz, del calor y de todos los agentes exte- riores juntamente con todos los elementos del suelo que son indispensables para el mantenimiento de la vida vegetal, sino también ha examinado bajo qué forma debe encontrarse cada uno de los principios nutritivos para ser útiles á la vida vegetal. Los elementos químicos que hoy se consideran como verdaderos principios nutritivos de las plantas, son aquellos que son absolutamente indispensables para realizarlas funciones Ue la vida vegetal. Una sustancia puede encontrarse frecuentemente en una ó muchas plantas; pero no por esto sólo podemos asegurar que gozan un papel imprescindible en la vegetación. Puede suceder que, por la abundancia de ciertos elementos en el suelo y en el aire, ciertas sustancias indiferentes, y aun algunas nocivas, puedan penetrar en el interior de las plantas, pero de aquí no se deduce que gocen un papel indispensable en las diferentes fases de la vegetación. La ciencia moderna nos enseña á conocer los elementos que al entrar en la célula S3 conefueen ya como materiales plásticos, ya como origenes de fuerza; y, per lo tanto, los que se consideran como in- dispensables. TOMO V . Dos son los criterios que la ciencia tiene adoptados para determinar los elementos que son indispensables para la vida de las plantas. Es evidente que debe considerarse como indispen- sable un elemento cuando forma parte integrante de la fórmula de una combinación necesaria á la constitu- ción de la célula; así, estando ésta compuesta de oxí- geno, hidrógeno y carbono, podemos asegurar que estos tres elementos son principios nutritivos de las plantas. De la misma manera sabemos que la albúmina ontiene ázoe y azufre, de modo que podemos ya con- tar que son cinco los elementos indispensables para a existencia de la célula. Este criterio no puede aplicarse á todas las sustan- 3ias que entran en la composición de ¡as plantas, por- que hay ciertos elementos minerales contenidos en algunos vegetales que no son indispensables para el mantenimiento de la vida vegetal. Hasta hoy la fisiología vegetal no ha podido descu- brir la naturaleza de la influencia química que ejercen la potasa, la cal, la magnesia, etc., sobre la formación de ¡a celulosa y de la albúmina, y sin embargo parece más que probable que estos compuestos no pueden formarse sin la presencia de estas bases alcalinas. El criterio que debe emplearse entonces para reco- nocer si estas sustancias minerales son indispensables para la vida vegetal, es acudir directamente á la ex- periencia para investigar si una planta, en las circuns- tancias más favorables, puede recorrer todas las fases de la-fida sin la presencia de eslos cuerpos. Las experiencias repelidas en un gran número de plantas, lian demostrado quu es imposible la vida ve- get'd sin la presencia de la potasa, de la cal, de la magnesia, del hierro y del acido fosfórico; parece igualmente que son indispensables el sodio, el cloro y el yodo en algunas plantas. Los orígenes quo suministran á las plantas el oxí- geno, el hidrógeno, el carbono, el ázoe y el azufre, considerados como indispensables para formar la ma- teria orgánica son, como ya hemos dicho, el agua, el ácido carbónico, el amoniaco y el acido sullúrico. Los principios minerales que son indispensables igualmente para la vegetación, deben encontrarse en el suelo, bajo forma de sales; así, Id potasa y la sosa deben estar al estado de silicatos, de nitratos, de sul- fato ó oe fosfato; la magnesia al estado de sulfato y de carbonato, y la cal al estado de fosfato y de sulfato, y el hierro al estado de cloruro, de sulfato ó de carbo- nato. Cuando estas condiciones ge verifican, la planta

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Page 1: REVISTA EUROPEA. · 2007. 4. 25. · REVISTA EUROPEA. 11 DE JULIO DE 1875. N.° 72 encuentra siempre los ácidos fosfórico, sulfúrico y silícico, y las bases potasa, sosa, cal,

REVISTA EUROPEA.NÚM. 72 1 DE JULIO DE \ 8 7 5 . AÑO II .

PRINCIPIOS NUTRITIVOS DE LAS PLANTAS.

En otra ocasión nos hemos ocupado del examende las condiciones generales de la asimilación de lasplantas para determinar la suma de elementos mi-nerales que cada una contiene y poder deducir lacomposición del abono que en cada cultivo, ó en cadasistema de cultivos, debemos poner en el suelo pararestituir á los campos su fertilidad: hoy pensamosocuparnos del estudio de cada uno de los principiosnutritivos que son indispensables al mantenimiento dela vida vegetal.

Ya hemos dicho que las plantas contienen dos cla-ses de sustancias: la primera llamada materia orgánica,la segunda materia inorgánica. Diversas son las eus-tancias que entran á formar cada una de estas mate-rias, que, en general, podemos dividir en dos: lasunas desempeñan el papel de materias plásticas, some-tidas á la influencia de las fuerzas vitales y de losagente3 exteriores, y las otras obran como generado-ras de las fuerzas que en el interior de las plantasconcurren con la luz y el calor á realizar las funcionesvitales.

La fisiología vegetal, que en estos últimos años hahecho progresos rápidos, ha estudiado, no sólo !a ac-ción de la luz, del calor y de todos los agentes exte-riores juntamente con todos los elementos del sueloque son indispensables para el mantenimiento de lavida vegetal, sino también ha examinado bajo quéforma debe encontrarse cada uno de los principiosnutritivos para ser útiles á la vida vegetal.

Los elementos químicos que hoy se consideran comoverdaderos principios nutritivos de las plantas, sonaquellos que son absolutamente indispensables pararealizarlas funciones Ue la vida vegetal. Una sustanciapuede encontrarse frecuentemente en una ó muchasplantas; pero no por esto sólo podemos asegurar quegozan un papel imprescindible en la vegetación. Puedesuceder que, por la abundancia de ciertos elementosen el suelo y en el aire, ciertas sustancias indiferentes,y aun algunas nocivas, puedan penetrar en el interiorde las plantas, pero de aquí no se deduce que gocenun papel indispensable en las diferentes fases de lavegetación. La ciencia moderna nos enseña á conocerlos elementos que al entrar en la célula S3 conefueenya como materiales plásticos, ya como origenes defuerza; y, per lo tanto, los que se consideran como in-dispensables.

TOMO V.

Dos son los criterios que la ciencia tiene adoptadospara determinar los elementos que son indispensablespara la vida de las plantas.

Es evidente que debe considerarse como indispen-sable un elemento cuando forma parte integrante dela fórmula de una combinación necesaria á la constitu-ción de la célula; así, estando ésta compuesta de oxí-geno, hidrógeno y carbono, podemos asegurar queestos tres elementos son principios nutritivos de lasplantas. De la misma manera sabemos que la albúminaontiene ázoe y azufre, de modo que podemos ya con-

tar que son cinco los elementos indispensables paraa existencia de la célula.

Este criterio no puede aplicarse á todas las sustan-3ias que entran en la composición de ¡as plantas, por-que hay ciertos elementos minerales contenidos enalgunos vegetales que no son indispensables para elmantenimiento de la vida vegetal.

Hasta hoy la fisiología vegetal no ha podido descu-brir la naturaleza de la influencia química que ejercenla potasa, la cal, la magnesia, etc., sobre la formaciónde ¡a celulosa y de la albúmina, y sin embargo parecemás que probable que estos compuestos no puedenformarse sin la presencia de estas bases alcalinas.

El criterio que debe emplearse entonces para reco-nocer si estas sustancias minerales son indispensablespara la vida vegetal, es acudir directamente á la ex-periencia para investigar si una planta, en las circuns-tancias más favorables, puede recorrer todas las fasesde la-fida sin la presencia de eslos cuerpos.

Las experiencias repelidas en un gran número deplantas, lian demostrado quu es imposible la vida ve-get'd sin la presencia de la potasa, de la cal, de lamagnesia, del hierro y del acido fosfórico; pareceigualmente que son indispensables el sodio, el cloro yel yodo en algunas plantas.

Los orígenes quo suministran á las plantas el oxí-geno, el hidrógeno, el carbono, el ázoe y el azufre,considerados como indispensables para formar la ma-teria orgánica son, como ya hemos dicho, el agua, elácido carbónico, el amoniaco y el acido sullúrico.

Los principios minerales que son indispensablesigualmente para la vegetación, deben encontrarse enel suelo, bajo forma de sales; así, Id potasa y la sosadeben estar al estado de silicatos, de nitratos, de sul-fato ó oe fosfato; la magnesia al estado de sulfato y decarbonato, y la cal al estado de fosfato y de sulfato, yel hierro al estado de cloruro, de sulfato ó de carbo-nato. Cuando estas condiciones ge verifican, la planta

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encuentra siempre los ácidos fosfórico, sulfúrico ysilícico, y las bases potasa, sosa, cal, magnesia y hier-ro, que son indispensables á su constitución.

Las plantas asimilan en algunos casos las sales sinque se descompongan; pero en general, la asimilacióntiene lugar absorbiendo por las raicillas, ya los ácidos,ya las bases, según explicaremos después.

Los que conocen las afinidades que tienen entre sílos ácidos y las bases que sirven de alimento á las plan-tas, no comprenden cómo las raicillas, que son tan de-licadas, puedan ejercer una acción descomponente so-bre las sales, y sin embargo la experiencia nos confirmaque la materia minera!, que constituye las cenizas decada vegetal, no está formada de ácidos y de bases enproporciones para su neutralización; en efecto, hayplantas en las que los ácidos fosfórico, sulfúrico y silí-cico, no pueden ser neutralizados por las bases potasa,cal y magnesia; es decir, que los ácidos se encuentranen exceso, y existen, por el contrario, otras plantas,en las que las bases potasa, sosa, cal, magnesia y hier-ro, se encuentran en exceso después de neutralizadauna parte por los ácidos que contienen; y seguramentepara que esto se verifique, es preciso que la asimilaciónse realice, por lómenos en parte, absorbiendo, ya elácido, ya la base para ser neutralizados tal vez porácidos ó bases orgánicas, ó lo que es lo mismo, des-componiéndose la sal para facilitar la cantidad de ácidoó de base que requiera la constitución de cada planta.

Expuestas las consideraciones generales que ante-ceden, vamos á ocuparnos de los principios nutritivosque constituyen los elementos de la materia combus-tible, y después pasaremos á ocuparnos de los elemen-tos de las cenizas.

CARSOIÍO. El elemento más importante de la mate-ria combustible es el CAÍIBONO, que como ya hemosdicho, proviene del ácido carbónico del aire, ó el quelleva en disolución el agua de lluvia, ó el que resultade la descomposición de los restos orgánicos conteni-dos en el suelo; éste es descompuesto por las partesverdes de las plantas, bajo la influencia de la luz, ab-sorbiendo el carbono y exhalando el oxígeno. Esteorigen del carbono es hoy absolutamente probado, ytodos los químicos y agrónomos se hallan completa-mente conformes, por loque, teniendo en cuenta la ín-dole de dichos artículos, nos parece inútil insistir mássobre la asimilación de este elemento.

HIDRÓGENO. Este es otro de los elementos quecons-lantemente se encuentran en todas las combinacionesorgánicas de las plantas, y proviene de dos orígenesdiversos, del agua y del amoniaco. Es evidente que lascombinaciones no azoadas de las plantas no puedenlomar el hidrógeno más que del agua, y como éstasson lasque se encuentran en mayor proporción, po-demos deducir en consecuencia que el origen princi-pal que suministra este elemento á las plantas es elagua; sin embargo, las sales amoniacales que sirven

para la formación de la albúmina y los productosazoados do la asimilación que se derivan del amoniaco,suministran igualmente el hidrógeno á las plantas.

El agua no solamente sirve como principio nutri-tivo por suministrar el hidrógeno y aun una parte deloxígeno en algunos casos, sino que penetra en la cé-lula y entra siempre en cierta proporción en la cons-titución de la celulosa, del protoplasma, del almidón,de los granos, de la clorofila, etc.; todos estos cuerposexisten mediante la asociación de la sustancia orgánicacon cierta cantidad de agua, y si ésta desaparecióse,la celulosa, el protoplasma, etc., perderían su vita-lidad.

El agua goza en la formación de los principios in-mediatos contenidos en las plantas, un papel análogoal de los cristales de muchos cuerpos, pertenecientesal reino mineral, y del mismo modo que en éstos sedice el agua de cristalización, en los vegetales se con-sidera igualmente el agua de organización.

El agua además sirve como disolvente de ciertassustancias; sirve igualmente para trasportar las com-binaciones de un punto á otro de la planta, y por úl-timo, la célula tiene necesidad de una cierta cantidadde agua para mantener sus paredes en estado de ten-sión.

OXÍGENO. Este elemento es igualmente un principionutritivo porque forma parte de ciertas combinacionesorgánicas, y concurre por esto al aumento de peso dela materia seca de las plantas. El que penetra del exte-rior obra como oxidante, formando ácido carbónico yagua á expensas de la materia organizada, y dismi-nuye por lo ta#to el peso de la materia seca de laplanta, y entonces no puede ser considerado comoprincipio nutritivo; el papel que goza en este caso, sedesigna con el nombre de respiración, que es en ciertomodo opuesto a! de nutrición.

El oxígeno que ee encuentra en las grasas, en la al-búmina, en los hidratos de carbono, etc., es suminis-trado á las plantas al absorber la mayor parte de losprincipios nutritivos, que son combinaciones oxige-nadas, en las que el oxígeno se encuentra en mayorproporción que la que requiere la formación de lasustancia vegetal. Si á pesar de este exceso de oxí-geno que la planta rechaza pura la asimilación, loabsorbe además bajo forma gaseosa, éste último estáevidentemente destinado á otras funciones que el queha penetrado con los compuestos nutritivos, es decir,á la respiración, función importante de la vida ve-getal.

ÁZOE. Este elemento es también un principio nu-tritivo de las plantas: forma parte de los principiosazoados de las mismas en corta cantidad; en generalapenas excede del 2 por 100 en las que en mayor pro-porción se encuentra este elemento.

Los orígenes que suministran el ázoe á las plantas,son el amoniaco y el ácido nítrico, según ya hemos de-

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mostrado en el artículo Asimilación del ázoe (1), y laimportancia que goza este elemento en la vegetaciónnos condujo á tratarlo en un artículo especia!, endonde hemos condensado las opiniones diversas queexisten sobre su asimilación.

AZUFRE. Este cuerpo es también un principio nu-tritivo de las plantas: entra en la composición de la al-búmina, y por consiguiente, es un elemento indispen-sable del protoplasma: además, se encuentra tambiénformando parte de algunas esencias.

El origen que suministra este elemento á las plan-tas es el ácido sulfúrico, que se encuentra en e! suelobajo forma de sulfatos alcalinos y de sulfatos tórreos;este ácido es igualmente asimilado por las plantas, yes á su vez un principio nutritivo, porque se encuen-tra en las cenizas de los vegetales.

Examinados ya los principios nutritivos de la mate-ria combustible de las plantas, vamos ü estudiar loselementos de las cenizas, que tanta importancia gozanen la vida vegetal.

Hace algunos años que no se daba im¡jortancia al-guna á las sustancias minerales que forman parte de lascenizas de las plantas; se creía que estos cuerpos seencontraban accidentalmente y que no era indispensa-ble su presencia; pero hoy no existe ningún agricultorinteligente que ponga siquiera en duda la importanciaque en la vida vegetal tienen la potasa, la ca!, la mag-nesia y el hierro, y los ácidos fosfórico, sulfúrico y si-lícico para la nutrición de las plantas ó de las célulasaisladas.—Todas las experiencias hechas en estos úl-timos tiempos nos demuestran que es imposible lavida vegetal cuando falta alguna de las sustanciasexpresadas, y después de lo que ya llovamos consig-nado en los artículos anteriores, nos parece inútil ci-tar más ejemplos de las experiencias que lo com-prueban.

De la misma manera que sabemos que es indispen-sable la existencia en el suelo de estos principiosnutritivos, debemos consignar que hasta hoy es com-pletamente desconocida la verdadera naturaleza delpapel que desempeñan las sustancias minerales en laasimilación ó en la metamorfosis do los principios ela-borados.— Sachs supone que el ácido fosfórico debeejercer su influencia en la formación de la albúmina,porque se encuentra siempre el uno cerca de la otra,y en muchos granos se observa una relación constanteentre estas dos sustancias. Lieb'g ha observado unarelación análoga entre la potasa y los hidratos de car-bono; las piar,tas ricas en azúcar, almidón, etc., sonlas que contienen mayor proporción de potasa, yT. de Saussure ha observado igualmente que las plan-tas que crecen y se desarrollan con más rapidez y conmás energía son las que han asimilado mayor proporcion de sales potásicas. •

Vcase el niim. S5, pág. £7, tomo IV de la REVISTA EUBOPBA.

Independientemente de la relación que existe entre'as bases y la trasformacion de las sustancias vege-lales, Sachs opina que la potasa, la cal y la magnesiapueden directamente, ó combinadas con ácidos mine-rales ó vegetales, entrar en la constitución molecularde las partes organizadas de la célula; toda mem-brana, por muy joven que sea, según análisis re-ientes, deja, después de incinerada, compuestos for-

mados por sales de potasa, cal y magnesia , y estosprincipios minerales se encuentran tan íntimamenteunidos á la celulosa, que es imposible separarlos sindesorganizar la membrana.

Sanchs supone que durante el periodo del creci-miento, además de las moléculas de agua y de celu-losa ó de protoplasma que se agrupan según leyesfijas, intervienen en ia estructura molecular de la sus-tancia vegetal un cierto número de sales de potasa,cal y magnesia.

Las consideraciones anteriores prueban de un modoconcluyeme que, á pesar de que no conozcamos lamanera de obrar de las materias minerales en la for-mación de los órganos de las plantas, se puede sinduda alguna clasificar estas sustancias como principiosnutritivos indispensables para el mantenimiento de lavida vegetal.

La cuestión que nos queda por examinar es el orí-gen que proporciona cada uno de estos principios álas plantas, el estado en que deben encontrarse parasu más fácil asimilación.

El análisis químico nos demuestra que las cenizasde todas las plantas contienen siempre los ácidos fos-fórico, sulfúrico y silícico, así como las bases potasa,cal y magnesia; estas sustancias, según ya hemos di-cho, deben encontrarse en el suelo para ser asimiladaspor lf.s raicillas, puesto que la experiencia nos con-firm^que sin ellas no hay vegetación posible.

El análisis practicado en las tierras dedicadas alcultivo de las planiza nos dice que las tierras fértilescontienen siempre fosfatos de cal y de magnesia, algu-nas veces fosfatos de biei'ro, así como silicatos de po •tasa y otras sales alcalinas.

El ácido fosfórico se encuentra en la mayor partede los terrenos al estado do fosfatos tribásicos de caly de niagnesi.-i que son insolubles, y por lo tanto noestán en estado de ser ¡ibsorbidos por las raicillas delas plantas.

Los excrementos sólidos y líquidos de los hombresy üe los animales contienen los mismos principios fijosque los alimentos de dundo proceden; por ¡o tanto,según ya hemos ¡ncüeiido antes, el estiércol que seemplea para abonar las tierras contiene también fosfa-tos tórreos igualmente insoiublcs.

Los huesos de los hombros y de los animales estánformados de un 30 por 100 próximamente de ma-terias orgánicas, y el resto está compuesto, en su ma-yor parte, de fosfatos tribásicos de cai.

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Existen igualmente acumulados en el trascurso delos siglos, en algunos puntos del globo, principal-mente en el Perú, grandes cantidades i!e sustanciasfertilizantes, conocidas con el nombre de guano, y quehan prestado servicios importantes á la agricultura,principalmente por su riqueza en fosfatos; desgracia-clámenle esta inmensa cantidad de guanos que hacealgunos años existía, empieza á desaparecer, y segu-ramente sería objeto de preocupación, si la ciencia con¡sus notables descubrimientos no tuviera ya resuelto elproblema de alimentar las plantas con abonos artifi-ciales, preparados de modo que vengan á sustituir álos guanos, con ventaja para el porvenir de la Agri-cultura.

Y por último, desde hace algunos años se explotanlos coprolitos, el apatitc-, la esparraguina, la fosforita yotros minerales, que contienen cantidades notables defosfatos tribásicos de cal, los que se emplean hoy enla Agricultura para suministrar á las plantas su ácidofosfórico.

Las primeras minas de fosforita que se descubrie-ron fueron las de España en Extremadura; pero pos-teriormente casi todos los países de Europa hanencontrado igualmente otras más ó monos importan-tes. Aunque España fuó el primer país que encon-tró estos preciosos minerales, todavía hoy apenas se«provecha de esta riqueza, y con pesar vemos que,casi de una manera absoluta, no sirve más que parallevar la fertilidad á los campos de Inglaterra, Fran-cia, Bélgica y demás países de Europa. La índolede estos artículos no nos permite seguir en este ordende consideraciones, que nos conducirían á pensar enIÍI ignorancia de nuestros labradores y en la respon-sabilidad que á todos nos alcanza al ver la indiferen-cia con que miramos salir de nuestro suelo el elementoque, á no dudar, tiene más importancia en el cultivode los campos, que es la mayor fuente de riqueza denuestro país.

Hemos dicho que los fosfatos que contienen lastierras, así como los fosfatos de los huesos y la fosfo-rita y demás minerales fosfatados, se encuentran alestado insoluble, es decir, al estado de fosfato tribá-sico de cal. En este estado de insolubilidad, las plan-tas no pueden asimilarlos más que en cantidades tanmínimas, que ha sido preciso estudiar de qué manerasus efectos puedaa ser más rápidos.

El estudio hecho sobre estas materias fertilizantesnos ha demostrado que el ácido fosfórico es absoluta-mente indispensable en la vida vegetal, y que lasplantas toman este principio nutritivo del ácido fosfó-rico que contienen los fosfatos terrees que se encuen-tran en el suelo y los que se agregan como abonos, yaempleándolos huesos, ya la fosfurila.

Todos los que tienen una idea elemental do lasciencias naturales saben que la división de la materiafavorece la disolución; en efecto, pulverizando fina-

mente los fosfatos, aumenta algo la solubilidad en elagua; pero este aumento es tan pequeño, que no essuficiente para proporcionar este ácido en la propor-ción que exige una buena vegetación.

Las experiencias hechas por varios químicos y agró-nomos han demostrado de una manera concluyenteque los fosfatos eran asimilados por las plantas, disuel-tos á favor del ácido carbónico; en efecto, los fosfatosdel suelo y los contenidos en el estiércol se disuelvená favor del ácido carbónico, que en tan gran santidadse forma al descomponerse la materia orgánica, junta-mente con el quo arrastra de agua de lluvia.

A pesar del aumento de solubilidad que adquierenlos fosfatos por la acción del ácido carbónico, no esen muchos casos suficiente para la rapidez que exigehoy la producción agrícola. Los fosfatos que proce-den del reino vegeta! y del reino animal, es decir,¡os contenidos en los restos de vegetales y de ani-males, se disuelven por la acción del ácido carbónicocon más rapidez que los fosfatos de origen mineral;pero para que esta acción tenga toda la energía quenecesita la asimilación de las plantas, es preciso queel agua de riego ó de lluvia sea abundante, condicio-nes que no se verifican en muchas de nuestras pro-vincias; y así vemos con frecuencia perderse las cose-chas por faltar el agua quo debe disolver los fosfatos;en efecto, la materia orgánica, al descomponerse porel contacto del aire y de la humedad, desarrolla elácido carbónico y los productos amoniacales, que am-bos serían suficientes para disolver los fosfatos; perola falta de agua y el aumento de temperatura en estareacción, es causa muchas veces que se quemen lasplantas y el labrador vea perdida toda la cosecha.

Los huesos de Io¿ animales, reducidos á polvo fino,siendo una mezcla de fosfatos y de materia orgánica,producen los mismos resultados que el estiércol; esdecir, que necesitan constantemente grandes cantida-des de agua, de riego ó de lluvia , sin cuyo requisitono es posible la asimilación.

Los fosfatos minerales mezclados con materias aní-males ó vegetales, pueden proporcionar á las plantas elácido fosfórico, pero es menester tener presente queestos fosfatos, por su mayor cohesión, se disuelven enmenor proporción que los de origen vegetal y animal,y necesitan mayor proporción de materia orgánica;este aumento de materia orgánica, indispensable paradisolver los fosfatos, da lugar á la formación de ma -yor cantidad de protoplasma, y como ya hemos dichoen el articulo anterior, cuando hay un exceso de ma-teria orgánica y una falta de materias minerales, lavegetación se verifica en condiciones anormales; estarazón nos explica que algunos prácticos, careciendode conocimientos teóricos, han podido observar que eiefecto producido por los fosfatos pulverizados y lacarne desecada no les ha producido jamás el resultadoque esperaban.

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El ácido fosfórico, para ser asimilado, noces:ta es-taren disolución. Liebig, el primero de todos los quí-micos, aconsejó hacer solubles los fosfatos por mediode los ácidos minerales, sulfúrico ó clorhídrico.

La conversión del fosfato tribásico de cal en fosfatosoluble, se efectúa rápidamente mediante la ecuaciónsiguiente:

PhO5 3 CaO+2 Sü5 HO=PhOs CO 2 HO+2 (CaO SO3).

Para determinar la cantidad de ácido sulfúrico quedebe agregarse conforme lo indica la ecuación ante-rior, es indispensable que preceda el análisis de la fos-forita. Conocido este dato, se deduce fácilmente lacantidad de ácido sulfúrico que requiere esta reacción.

Cuando no está bien calculada la cantidad de ácidosulfúrico que debe emplearse, y es menor que la que lecorresponde, la reacción no se verifica de una maneraincompleta, por dos razones: 1.a, por ser el ácido in-suficiente; y 2.a, por la dificultad que produce la faltade líquido para malaxar debidamente la mésela, ob-servándose con frecuencia partes donde hay un excesode ácido, y partes donde no ha habido la menor reac-ción. Si la cantidad de ácido es mayor que la que cor-responde á la riqueza del mineral, queda éste en li-bertad.

En los dos casos anteriores, hay una cantidad deácido Ubre que es en extremo perjudicial al vegetal.En efecto, las raicillas puestas en contacto con esteácido libre se destruyen, y en su consecuencia la plantaperece.

En el comercio se encuentran alguna vez los fosfa-tos solubles, llamados superfosfatos con ácido sulfúricolibre, y su aplicación ha producido perjuicios: quizáspor esta razón M. Malou aconsejaba no hacer solubleslos fosfatos por medio de los ácidos minerales; consejocon el cual no estamos conformes, porque se puedecalcular la cantidad de ácido, de modo que no hayaningún exceso; y en el caso que por error se hayapuesto mayor cantidad, se puede neutralizar esteexceso.

El fosfato soluble que resulta se encuentra en lamayor parte de los casos convertido en un verdaderoprincipio nutritivo, porque es generalmente de estecuerpo donde toman las plantas su ácido fosfórico.Conviene advertir que hay casos en que el fosfato so-luble se convierte en fosfato insolubie, y esto se veri-tica cuando el suelo contiene carbonato de cal.

El inconveniente que resulta en este caso, puede re-mediarse dedos maneras, ó agregar juntamente con elabono disolventes del fosfato tribásico que nuevamentese forma, ó mejor aún, antes de ponerlo en el suelotrasformar el fostato soluble de cal en fosfato de po-tasa, cuerpo que ya no hace insolubie el carbonato decal del terreno.

De las consideraciones anteriores deducimos que,para que el ácido fosfórico realice las condiciones de

principio nutritivo, ha de encontrarse al estado defosfato soluble de cal, y mejor aún do fosfatos alcali-nos, de potasa ó de amoniaco.

ACIDO SULFÚRICO. Ya hemos dicho que el azufreque necesitan las plantas para constituir la albúmina yalgunas esencias, lo toman del suelo; este ácido formaparte también de la materia mineral indispensable enla vegetación; y como se encuentra en el suelo y entodos los abonos en un estado bastante soluble y enproporción suficiente para alimentar los vegetales,nada más se nos ocurre decir sobre este principionutritivo.

ACIDO SILÍCICO. La sílice ó ácido silícico se encuen-tra en todos los vegetales. Hay algunos, como el arrozel trigo y otros cereales, que, lo contienen en granproporción, y otros, como las habas, los guisantes, yen general todas las leguminosas, que la contienenen menor cantidad. Antes se creía que había algunosvegetales que no contenían este elemento, pero traba-jos rscientes han demostrado que no hay planta algunade la que no formo parte la sílice.

No están de acuerdo los químicos en el papel quedesempeña la sílice en la vegetación, y aunque nadieha explicado hasta hoy la naturaleza de la acción quí-mica que verifica en la vegetación, han creído algunosque desempeñaba funciones análogas á la potasa, lacal, la magnesia y el ácido fosfórico; y por lo tanto loincluían entre los principios nutritivos de las plantas.

Otros autores modernos, y entre ellos M. Sachs,da una importancia mayor á la silicc, y opinan que lasplantas la utilizan directamente á la manera de unprincipio elaborado, y en comprobación de ello vamosá citar sus mismas palabras:

«El ácido silícico, que no se encuentra solamenteen las gramíneas y equisetáceas, sino que, segúnWicke^ II. O. Mohl, forma la mayor parte de las ce-nizas en un gran número de familias, no puede ser con-siderado como un principio nutritivo en el mismo sen-tido que la potasa, el ácido fosfórico, etc. Su manerade obrar en el interior de las plantas, es esencialmentedistinto. Parece, en efecto, que el ácido silícico, lejosde conducirse en los fenómenos de asimilación y dela formación de la sustancia orgánica como un prin-cipio nutritivo ordinario (potasa, cal, etc.), es utili-zado directamente por la planta á la manera de unprincipio elaborado; esta manera de ver se funda so-bre la posibilidad probada por experiencias, de redu-cir á un mínimo el contenido en sílice de una planta,sin que la vegetación se perjudique, sobre la tenden-cia del ácido silícico á almacenarse en las membranas,en las capas más abrigadas de las metamorfosis de lassustancias, sobre su rareza en las partes jóvenes decrecimiento rápido, y su abundancia en los órganosmás antiguos de las plantas. Si mi teoría es exacta,sería fijado inmediatamente en las sustancias de lasmembranas de la misma manera que las moléculas de

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46 REVISTA EUROPEA.—11 DE JULIO DE 1 8 7 5 . N.° 72celulosa, y no tomaría ninguna parte en las reaccio-nes químicas que se verifican en el tejido; gozan enla planta el papel de una sustancia plástica; no sepuede afirmar, por tanto, que sea indispensable: nopuedo ser más que ayudar al establecimiento de la es-tructura molecular de las membranas. Estas ideas en-cuentran su apoyo en la naturaleza de las cualidadesmoleculares de la sílice misma, que bajo tantos puntosde vista se aproxima á los principios elaborados, celu-losa, albúmina y almidón. No serían, pues, las afini-dades del ácido silícico las que serían útiles á la plan-ta, sino sus propiedades moleculares, su solubilidad,su estado de agregación en general, sus relaciones conla difusión, etc.»

Algunos autores habían supuesto que la sílice ejer-cía una influencia marcada para dar rigidez á los ta-llos, y atribuían la causa que producía el echarse eltrigo en el momento de la madurez á la falta de sílicesoluble en el suelo.

Isidoro Puere ha contribuido al abandono de estaopinión, haciendo notar que á peso igual las hojas deltrigo contienen de siete á ocho veces más sílice quelos nudos, y de cuatro á cinco veces más que los en-tre-nudos; que los entre-nudos, los más pobres ensílice, son los de la parte media y de la parte inferiordel tallo.

Este estudio nos demuestra que la silice no se en-cuentra, como se creía, acumulada en el tallo, sino queen su mayor parte se halla en las hojas, y entonces seexplica que pueda echarse un trigo cuya paja con-tenga mayor proporción de sílice que la de otro queno se eche.

La experiencia nos enseña que, en igualdad de cir-cunstancias, los trigos que están expuestos á echarseson aquellos en que las hojas han adquirido el mayordesarrollo, y por esto se observa que la paja de iostrigos echados es frecuentemente más rica en síliceque la de los que no se han echado.

La verdadera causa deque los trigos se echen, esque las hojas, por su gran desarrollo, dan sombra altallo, y no permitiendo la libre circulación del aire,queda aquél blando y no puede soportar el peso deestas grandes hojas, y por esto se comprende que seeche, sobre todo, si esta acción se aumenta por la pre-sión del viento y por el peso del agua de lluvia.

Las ideas de M. Sachs, que el ácido silícico obracomo materia plástica y que es absorbido por las plan-tas á causa de sus propiedades moleculares y no porsus afinidades químicas, se funda sobre el esqueletosilíceo de las membranas que se obtienen después dedestruir la materia orgánica. Antes se creía que la¡gramíneas y las equisetáceas eran las únicas que ensus membranas celulosas se encontraba la presenciade la sílice; pero después de los trabajos de Mohl y deWicke, hay lugar á creer que la sílice se encuentraesparcida en todo el reino vegetal.

El excelente trabajo de Mohl sobre el esqueleto si-íceo de las células vivientes, tiene para nosotros gran-

dísima importancia, y no lo damos á conocer hoy por-que nuestro estudio, aunque en parte teórico, vaencaminado á propagar esta clase de conocimientosntre los labradores, á los que importan poco los co-

nocimientos de histología vegetal.Para nuestro intento basta consignar que, aun su-

poniendo cierta la idea antigua de que la sílice existeen un gran número de plantas y que se asimilaobrando como principio nutritivo, ó ya se admita,como parece más verdadero, que se encuentra espar-cida en todo el reino vegetal, obrando como principioelaborado ó como materia plástica, es lo cierto queexisten plantas que asimilan grandes cantidades desílice, como son, entre otras, las gramíneas, y si,como supone Liebig y otros autores ingleses y alema-nes, es indispensable que el suelo las contenga en es-tado asimilable, se debe tener presente este elementopara explicarnos todos los fenómenos que tienen in-fluencia sobre la nutrición y la vida de las plantas.

Terminando el estudio de los principios nutritivosácidos, vamos á considerar el papel que desempeñanen la nutrición las bases potasa, cal y magnesia, ydespués el hierro.

Ya hemos dicho que, si bien no se conoce la natura-leza de la acción química que verifica en la vegetaciónlas bases potasa, cal y magnesia, es lo cierto que laexperiencia se encarga de demostrar que es imposiblela vida vegetal sin su presencia, y por lo tanto nadiepone en duda que estas bases se coloquen entre losprincipios nutritivos indispensables para la vida de lasplantas.

Ei suelo fértil debe contener estas bases al estado defosfatosde potasa, de cal y de magnesia, y al de sulla-tos, de carbonatos, y aun de silicatos; la potasa se en-cuentra igualmente al estado de nitrato. Muchas deestas sales son solubles, y las que son insoluoleshemos dicho cómo se hacen solubles, y parece evi-dente que en los fosfatos y en los silicatos, al asimi-larse el ácido, se asimila igualmente la base.

La sosa es una base que algunos consideran comoprincipio nutritivo indispensable, y otros no, pero fal-tan todavía experienciasconcluyent.es. La experiencia,sin embargo, nos demuestra que hay muchas plantasque apenas asimilan este elemento, mientras que lasmarinas, por ejemplo la solsola, asimila la sosa enproporciones considerables, y se cree que en estasúltimas la planta no vegeta cuando falta esta base.

El hierro es hasta hoy el único metal al cual seatribuye con certeza un papel fisicológico positivo. Al-gunos creen que forma parte de la fórmula químicade la clorofila que es, como sabemos, la materia colo-rante verde que se halla esparcida con profusión entodos los vegetales, y que da á las hojas su color habi-tual; pero lo que está fuera de toda duda es, que cuando

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N.°72 L. M. DTOR.—PRINCIPIOS NUTRITIVOS DE LAS PLANTAS. 47la planta no asimila el hierro, deja de producir al mo-mento la clorofila. Como la presencia de la clorofila esindispensable en la vida vegetal, el hierro goza un pa-pel importante como principio nutritivo. Numerosasobservaciones demuestran que cuando un vegetal casade producir clorofila, disminuye la fuerza de vegeta-ción y aparece la clorosis (coloración blanca de lashojas por falta de hierro); y cuando ésta adquiere al-guna intensidad, la planta acaba por perecer. Es ciertoque continúa creciendo durante algún tiempo despuosque ha desaparecido el hierro (como sucede en la os-curidad), hasta que ha agotado toda su provisión deprincipios elaborados, entonces para la vegetación: elpapel de este metal no se refiere á la trasformacion desustancias ya existentes; las hojas producidas en se-mejantes circunstancias no tienen la menor traza decolor verde, y por lo tanto son incapaces de asimilar:así el hierro debe ser considerado como un anillo ne-cesario en la vida vegetal, y aunque su proporción seapequeña es tan importante su misión, que Sachs lo con-sidera como uno de los pilares principales sobre elque descansa el edificio de las plantas de clorofila.

Las pruebas quo demuestran el papel importanteque desempeña el hierro en la vegetación son tan nu-merosas como completas, y según Sachs, son las si-guientes:

1.a Las plantas cloróticas enverdecen en algunosdias cuando absorben sales de hierro por las raíces.

2." Una porción cualquiera de una hoja cloróticalavada exteriormente con una disolución de sal dehierro, enverdece rápidamente.

3.a Las investigaciones microscópicas de Geis handemostrado en este último caso que el protophsmaincoloro é informe se trasforma en clorofila.

4." Se puede producir la clorosis haciendo vegetarsemillas en soluciones exentas de hierro; se empieza ámanifestar después del agotamiento completo de laprovisión de los principios elaborados; las primerashojas serán verdes, porque hay hierro en el grano;pero cuando éste falte, las hojas tomarán primero uncolor verde claro, y por último llegarán á ser total-mente blancas.

ü.' Una planta semejante puede vivir algunos dias;pero no tarda mucho en sucumbir por faltarle los ór-ganos asimilantes.

6.* Si la clorosis artificial no ha ocasionado unadesorganización en las hojas, se puede curar la plantahaciendo absorber sales de hierro por las raíces ó porlas hojas mismas.

7.a El manganeso, que tanta analogía tiene cou elhierro, no produce los mismos resultados; ó lo que eslo mismo, no pueden reemplazarse estos dos metales.

Para observar todo lo que acabamos de decir, sepuede hacer la experiencia siguiente:

Se prepara una disolución, formada c'e fosfatos decal y de magnesia, de sales de potasa \ de amoniaco;

se eligen con cuidado estas sales, de modo que no con-tengan ni un solo átomo de hierro; se divide esta solu-ción en dos partes y se coloca en dos vasos; al pri-mero no se le agrega hierro, y al segundo so añadenalgunas gotas de sulfato ferroso ó de cloruro férrico.

En el primar vaso se siembra algunos granos deuna simiente cualquiera, y al cabo de algunos días seobserva que las hojas empiezan á tomar color claro, yretirando de este primer vaso una planta y colocán-dola en el segundo, se nota al cabo de pocos dias quela planta adquiere el color correspondiente á una buenavegetación y se desarrolla con lozanía, mientras quelas plantas que quedan en el primer vaso llegan con eltiempo hasta perecer.

Si antes que las hojas se hayan desorganizado sesaca una planta clorólica del primer vaso y se la tocapor las hojas con una disolución de sal do hierro, se veigualmente el revordecimiento, y examinando sucesi-vamente las hojas cloróticas y las que han reverde-cido, se nota la trasformacion del protoplasma inco-loro en clorofila, según humos dicho anteriormente.

Las tierras do labor contienen siempre hierro, asies que la clorosis no se observa más que en casosmuy raros, y entonces la enfermedad desaparece tanpronto como se incorporen al suelo pequeñas cantida-des de sales de hierro.

De lo que llevamos expuesto se deduce:1." Quo los elementos que se consideran como

principios nutritivos para la formación de la materiaorgánica son el oxígeno, el hidrógeno, el carbono, elázoe y el azufre.

2.° Que los elementos que, formando parte de lascenizas, son igualmente indispensables para la vidavegetal, son los ácidos fosfórico, sulfúrico y silícico, ylas bases potasa, sosa, cal, magnesia y el hierro.

3.° Que el ácido silícico, según los trabajos de losfisiólogos modernos, forma parte de todas las plantas,y no es un principio nutritivo, que desempeña elmismo papel que la potasa, cal, ácido fosfórico, etc.,sino que es un principio elaborado, análogo á la celu-losa, al almidón, etc.; os decir , que no obra por suspropiedades químicas, sino por sus propiedades mo-leculares.

4." Que el hierro goza de una gran importancia enla vida do las plantas; que forma parte de la clorofilay que, á pesar de ser tan corta la cantidad que asimi-lan los vegetales, la experiencia nos confirma que, sinla presencia de esto metal, es imposible la vida vegetal,las plantas sin hierro se vuelven cloróticas y padecenla misma enfermedad que la especie animal.

Luis MARÍA UTOR,

Director del Conservatorio (le Artes y Oficios de Madrid.

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FUNDAMENTOS Y EFECTOS

DE LA PROPIEDAD INDIVIDUAL.

IV. *

ESCUELAS COMUNISTAS.

POP participar de muchos de los errores en quecayeron los socialistas, é incurrir en otros que lesson peculiares, sobro los móviles de las accioneshumanas, son también irrealizables las utopias co-munistas, cuya base general es la posesión colec-tiva por la asociación de todos los agentes de laproducción, y el reparto entre sus miembros de losproductos obtenidos con el trabajo de todos.

Este sistema, defendido por Tomas Monis, Campa-nella, Owen, Cabet, Fourrier, y planteado por al-gunos de éstos y por los Hormones, rechaza lacreación como base del derecho de propiedad indi-vidual, y busca la razón de la forma y condicio-nes del aprovechamiento de la tierra y sus produc-tos en el beneficio y felicidad del mayor númeroposible de individuos; pero exagerando esta baseen su desarrollo, admitiendo la ¡limitación de losderechos y de los productos, y desconociendo losverdaderos móviles de la actividad y del esfuerzohumanos, que suponen distintos de los que requie-re su organización, anulan y neutralizan los quedeterminan la energía del trabajo, y al mutilar conla aplicación de esta parle de sus teorías la perso-nalidad humana, asientan premisas falsas, de cuyainexactitud se deriva forzosamente la do las conse-cuencias que de ellas deducen, y cuyos trascenden-i ÍI los errores son ya harto conocidos.

Suponen, en efecto, que en los sores humanoslienen mayor, más general y constante energía lossentimientos menos poderosos y activos, y ponién-dolos en pugna con los que ordinariamente los im-pulsan, crean una utopía de imposible realización,pues, que lo confiesen ó no, sus doctrinas y teoríasdescansan en la hipótesis de que el amor á la hu-manidad y el sentimiento del deber son móviles másenérgicos que el Ínteres personal y el amor de lapropia familia, y según ellos, los individuos, aso-ciados con arreglo á sus planes, sentirían mayorestímulo para el trabajo y el ahorro, que impulsados|ior la esperanza de alcanzar, con la propiedad, elgoce de sus ventajas y la satisfacción de las nece-sidades de cada uno y de su prole.

La opinión pública, la de los asociados, serviría,según esas doctrinas, de eficacísimo correctivo álos extravíos y falta de actividad del individuo, yla educación, ilustrando y moralizando la humani-dad, haría general una exacta noción de todos los

¡lj Véase el número anterior, pég. H.

deberes, demostrando, á todos, los beneficios quereportarían de su concurso á la obra común, ha-ciéndolos más sensibles al aprecio y á la censurapúblicas, y susceptibles de una independencia y li-bertad infinitamente superiores á las que disfrutanbajo el régimen de la propiedad individual.

Pero la realidad, lejos de responder á tan lison-jeras ilusiones, viene á demostrar, con la ásperalógica de la razón y la irrecusable autoridad de laexperiencia, que, con la organización que forzosa-mente impone el comunismo, no pueden coexistirni la justicia ni la libertad del trabajo, y por consi-guiente la del individuo, que imprescindiblementetrae el trabajo forzado ó su paralización, y con élla explotación del hombre activo y laborioso, porel indolente y perezoso; explotación injusta y re-pugnante, con la cual el trabajo ha sido, es y serámenos fecundo y eficaz que el libre que espera sumerecida remuneración.

Y, en efecto, prescindiendo de las trascendenta-les consideraciones que sugieren las insuperablesdificultades que se presentarían para el señala-miento de la participación de cada individuo en eltrabajo común, la más miope vista percibe la impo-sibilidad de armonizar la igualdad en la distri-bución de los productos, que constituye la teoríacomunista, con la justicia y demás condiciones ne-cesarias, para obtener esa intensidad creciente deltrabajo que, trayendo el desarrollo creciente de laproducción, da medios do vida á mayor númerode seros.

Para que la distribución del producto en esascondiciones fuera equitativa, sería necesario quelos seres humanos fuesen—á la manera que otros,como las abejas, las hormigas, los castores, etc., loson,—completamente iguales, uniformemente aptospara unos mismos trabajos, no siéndoles dado pres-cindir de su prestación, y que, como ellos, experi-mentasen también idénticas necesidades, y los hom-bres están muy lejos de esa igualdad de fuerzas,aptitudes y exigencias. Tienen, además, en cuanto ála forma y condiciones de su concurso á la produc-ción, la facultad, exclusivamente suya, de aumen-tarle considerablemente, de disminuirle hasta ha-cerle enteramente nulo y también nocivo, facultadque ejerce con pleno conocimiento de los efectosque ha de producir, que dependo de su voluntad yle constituye en un agente libre y consciente, y enconsecuencia sujeto á la responsabilidad de sus ac-tos, de su acción, de su inacción, etc.; facultadque, dentro de un sistema de distribución, comoel establecido por las asociaciones comunistas,anula la responsabilidad que por la misma razónqueda suprimida.

Que, á poner remedio á tan inconvenientes anula-laciones, no bastaría que en el sistema comunista

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J. RODRÍGUEZ SAN PEDRO.—LA PROPIEDAD INDIVIDUAL.

se admitiese la modificación de que á cada indivi-duo pudiese asignarse una remuneración proporcio-nada á su trabajo, aumentando ó disminuyendo laparte que en la distribución se le adjudicase, estambién evidente; porque limitadas, como lo son,las exigencias de cierto carácter en el individuo, nose concibe cómo una cantidad de alimento mayorde la precisa—y que dado el comunismo ni ne-cesita ni puede conservar,—baste á remunerar susesfuerzos en cuanto sean superiores á los nece-sarios para obtener la satisfacción del dia, y deconsiguiente á estimular su voluntad para que losdesarrolle en mayor escala y con la energía á queIludiera llevarle la esperanza de mayor recompen-sa, esperanza que bajo el comunismo no puede ali-mentar.

Porque, aun en la hipótesis anómala ó irregularde la existencia de la familia dentro de una asocia-ción comunista, precisamente fundada en la nega-tiva de los vínculos que la forman, no se compren-dería cómo, sin faltar al espíritu absorbente de esateoría que determina la situación y condiciones decada miembro, habría de invertir el exceso de suremuneración en mejorar las de sus hijos; ni tam-poco cómo podrá reservarlos para garantir la satis-facción de sus necesidades futuras, cuando, en pri-mer lugar, ya lo están por la asociación, y, ensegundo lugar, la reserva constituiría una propiedadindividual incompatible con la existencia de la uni-dad ó falansterio; ni, por último, para aumentar ydesarrollar sus medios de producción, creando conel ahorro capitales que facilitasen sus produccionessucesivas, porque, además de la ya indicada incom-patibilidad de la existencia de esa propiedad par-ticular, nada ó casi nada—una parte infinitamentepequeña, la alícuota que como miembro de la aso-ciación le correspondiera,—iba á ganar con la pri-vación del goce en el consumo inmediato de losproductos.

De esta suerte, no cabe tampoco, en el sistemacomunista, haya en el individuo estímulo algunopara la formación del capital, ese agente tan pode-roso de la producción. Verdad es que, en últimoextremo, la previsión de los gerentes ó administra-dores, reservando una parte del producto común,dando la dirección conveniente á una parte del tra-bajo social, podían responder á esa necesidad detoda producción considerable; pero, dado caso queasí se hiciera, ¿podría competir, en cantidad é impor-tancia, con las que el interés personal del individuo,la previsión del propio porvenir, el amor á su prole,haría acumular al total de sus miembros, bajo el ré-gimen de la propiedad individual, cuando asumie-sen toda la responsabilidad favorable y adversa desus actos?

Respondan á esta pregunta los numerosos casos

prácticos que, en numerosa copia, nos presenta lahistoria en las corporaciones animadas de) espíritucomunista, y sometidas á una organización ajustadaá sus principios on Europa y en Asia. Véase, si nó,como los bonzos y los servidles, que no son nifueron nunca otra cosa que sociedades comunistas,no lograron reunir otras riquezas que las que ob-tienen de la superstición de sus sectarios ó de lamunificencia de los soberanos; cómo, según testi-monio.de Robertson, en los libros ix y x de su His-toria de América, se hallaron en una situación pre-caria y miserable las colonias puritanas, fundadasbajo el principio de la comunidad de bienes en Vir-ginia y New-Plymoulh; y, si más cercanos y paten-tes ejemplos se necesitan, véase cómo se disolvie-ron por falta de recursos los falansterios de losfourrierislas y las asociaciones de los Sansimonia-nos, y cómo aquellas colonias prosperaron rápida-mente, según el mismo respetable autor, apenasestablecieron la propiedad individual; y los queformaban parte de aquellas asociaciones vivieronantes y después con el producto de su trabajo, eman-cipado del yugo asfixiante de su organización co-munista, aunque dentro de la situación creada porla propiedad individual.

Y que esto mismo habrá de suceder á toda co-lectividad organizada bajo los mismos principios, esde una completa evidencia, porque no son las quesuponen los comunistas, las condiciones de los sé-res humanos, mezcla confusa de ignorancia é ilus-tración, capaz de vicios y virtudes, inteligente, li-bre y dotada de una voluntad que impulsan sus ape-titos y contra la conciencia de su responsabilidad, ólo que es lo mismo, la conciencia del deber ligadacon la esperanza del premio y el temor del castigo,en términos que, dígase en contrario lo que se quie-ra, siempre, á la mayoría, á la inmensa mayoría, ála casi totalidad de los hombres, no les bastaránunca, para imponerse el sufrimiento del trabajo 6la privación del ahorro, el estímulo del simple co-nocimiento del deber, y les será necesario el agui-jón de la necesidad ó la esperanza de un mejor por-venir; y que si el temor de incurrir en la censurapública puede ser freno suficiente para los extra-víos de algunas personas, y el deseo de obtener elgeneral aplauso, móvil de grandes y levantadoshechos, tienen uno y otro muy poca influenciapara determinar la oscura virtud del trabajo, delesfuerzo diario é incesante del obrero que sufreel castigo de la primera falta en la humildad desu condición, y procura redimirla y eximirse delas más penosas de sus consecuencias por mediodel ahorro que le aconseja una prudente previ-sión.

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50 REVISTA KDHOPEA. 1 1 DE JDLIO DE 1 8 7 5 .

v.TEORÍA DE LOS LIÜRE-CAMBISTAS.

Enfrente de aquellos autores y de estas escue-las, M. Bastiat, que ha formado una sobre muchospuntos importantes de economía política, levantasu bandera, defendiendo la propiedad individual conuna nueva teoría digna de detenido examen.

«Dios, dice este autor, creó la tierra y puso ensus entrañas y superficie una muchedumbre de co-sas útiles al hombre, en cuanto son á propósito parala satisfacción de sus necesidades. Creó, además,materia y fuerza y colocó al ser humano enfrentede ellas, entregándoselas gratuitamente. El hombreaplicó á esos elementos su actividad, trabajandopara satisfacer, ora sus propias necesidades, ora lasde otros que le pagaron con servicios equivalentes.Estos servicios, comparados por el cambio, hicie-ron nacer la idea del Valor, y el Valor la de la Pro-piedad.

«Cada uno ha llegado, pues, á ser propietario enproporción á sus servicios. Pero las fuerzas y ma-teria dadas por Dios gratuitamente al hombre desdesu origen, son y serán siempre gratuitas á travésde todas las transacciones humanas; y en las aprecia-ciones á que dan lugar los cambios, lo que se ava-lúa son los servidos humemos, no los dones deDios.»

La consecuencia que de estas premisas deduceM. Bastiat, es la de que idos hombres son siempreusufructuarios de los dones de Dios, sin más quelomarse el trabajo necesario para aprovecharse deellos ó pagar el esfuerzo ajeno con otro equivalente,y por tanto que la tierra, la materia, las fuerzasnaturales nunca tienen por si mismas valor alguno,debiendo exclusivamente el que alcanzan al trabajohumano en ellos empleado.»

En demostración de este corolario, «designadme,dice, una tierra que no haya sufrido la influenciadirecta ó indirecta de la acción humana, y yo osmostraré en ella una tierra desprovista de Valor,»de cuya afirmación y de las ya consignadas de quela Propiedad recae únicamente sobre el Valor, y de((lie éste es obra y creación exclusiva del hombre,deduce la consecuencia final de que al individuocreador corresponde la Propiedad.

Tal es, en concisa pero exacta síntesis, la teoríade M. Bastiat, la cual, como es fácil advertir, nodescansa en bases más aceptables que las otras yaexaminadas, que este autor intentaba poner deacuerdo, siendo suficiente un ligero análisis paraencontrar graves inexactitudes en la mayor partede sus premisas, que además se contradicen, y laconsiguiente falta de lógica é insuficiencia de laconclusión que deduce.

Con efecto, aceptando la creación por Dios de la

tierra, sus fuerzas y materia y su cesión gratuita ála especie humana, no es posible convenir en quela Propiedad recaiga sobre el Valor de las cosas,porque éste, como el mismo Bastiat reconoce yasienta, consiste en la relación de dos utilidades, yes, de consiguiente, una idea abstracta no suscep-tible de Propiedad, por cuanto este derecho con-siste en el de disponer de un objeto, utendi etabutendi, en el conjunto de todas sus condicionesy cualidades, nunca aisladamente sobre una de es-tas ó su empleo condicional, que no existen por sísolas, siendo tanto más extraño que el autor, decuya teoría nos ocupamos, asiente la Propiedad so-bre el Valor, cuando, por admitir sólo el de cambioy no el de uso, constituye forzosamente aquel dere-cho sobre las apreciaciones de un tercero, extrañoal dueño.

Aun admitiendo que en la designación del Valorcomo objeto del derecho de Propiedad, so propu-siera indicar con ese nombre lo que llama utilidadonerosa, que es la que parece recabada por el tra-bajo humano, no podría admitirse como exacta yverdadera su proposición, pues, aun con esa inter-pretación, se desconocería la existencia de la utili-dad producida, derivada de los agentes naturales.

Cualesquiera que, en efecto, sean las afirmacionesy protestas en contrario, la propiedad, si bien en suejercicio puede ser objeto de división, no se limitaá la parte de su utilidad que se manifiesta á conse-cuencia de la aplicación de la actividad humana á lamateria y fuerzas naturales; se extiende también ála que de éstas exclusivamente procede, y cuyaexistencia reconoce M. Bastiat; y esta inquebranta-ble reunión de una y otra utilidad, en todo lo que esobjeto de propiedad, es tan necesaria ó inexcusablecuanto que las desarrolladas por la cooperación hu-mana han de serlo forzosamente en materias, cosas,objetos ó personas dotadas de las naturales, subsis-tiendo las otras únicamente en el caso de que seunan á éstas, completándolas y formando un todoinseparable, sobre el cual viene á recaer la Pro-piedad.

Estos efectos de las condiciones en que toda pro-ducción se verifica, no desaparecen tan completa-mente, como M. Bastiat afirma, porque, á conse-cuencia del cambio, la Utilidad, debida á los agentesnaturales, se comunique á la humanidad entera,porque todos los hombres sean usufructuarios de losdones gratuitos de la naturaleza, sin masque tomarseel trabajo necesario para aprovecharse de ellos ó pa-gar el esfuerzo ajeno con otro equivalente.

Como eso mismo autor consigna, a! ocuparse delcambio, éste tiene en cuenta, no ta equivalencia delos esfuerzos, sino la de los servicios, que son unacosa distinta de aquéllos, y que, así como puedenser más ó menos importantes, por la mayor ó menor

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N.° 72 J. RODRÍGUEZ SAN PEDRO.—LA PROPIEDAD INDIVIDUAL. 51

fuerza, aptitud ó capacidad del que los presta,—condiciones que también pueden ser gratuitas,—asítambién por la diferencia de los agentes naturalesexplotados, los cuales, como es fácil advertir, ofre-cen espontáneamente mayores ó menores dificulta-des á su empleo, y claro está que el que explota lasde condiciones más ventajosas podrá con igual tra-bajo prestar servicios de más valor que el que dis-ponga de una inferior y emplee esfuerzos idénticos,hecho que, dada la igualdad de valores iguales paraproductos iguales en el mismo mercado y ocasión,representa, en beneficio del primero, la reserva deuna parte de la Utilidad excepcional del agente queposee.

No proviene, pues, el Valor exclusivamente deltrabajo, esfuerzo ó acción humanos, y lo mismopara determinar el de Uso, negado por M. Bastiat,que para estimar el de Cambio, único que reconocey acepta, hay forzosamente que tener en cuenta,además de la Utilidad debida á la cooperación hu-mana y sus condiciones, las de los agentes natura-les, cuya escasez, en todo lo que es superior á la deotros empleados en la misma producción, contribuyetambién á elevar el Valor de cambio.

Es además evidentemente ilógico, cuando el cam-bio es una de las consecuencias y manifestacionesde la propiedad, presentar, argüir con los efectosde éste, con una de sus tendencias que minea llegaá realizar por completo, como determinantes, comocausa y origen de aquélla: como también lo es lacoexistencia del derecho individual de propiedadcon esa facultad de todos los hombres de usufruc-tuar los dones gratuitos de la naturaleza, que re-quiere el trabajo necesario para aprovecharse deellos, y de consiguiente una posesión universal quesupondría la negación del derecho que se reconoce.

Consecuencia de todo cuanto queda expuesto, esla inexactitud de la afirmación de que los agentesnaturales y sus utilidades no tienen por sí solasningún Valor, siendo el que alcanzan debido á laaplicación del trabajo humano, porque, si bien escierto que, como M. Bastiat observa, para los hom-bres no tienen valor esos agentes, fuerzas ó mate-ria que no hayan sufrido la influencia de su activi-dad, entrando en su comercio, por serle desconoci-dos ó no poder ó no querer aprovecharse de ellos,como también lo es que para que los aprecie, espreciso que de cualquier modo, por medio de unesfuerzo, siquiera sea el de simple ocupación, sorelacionen con su vida para quo les atribuya impor-tancia y les dé valor; esta precisión no obsta paraque en esos agentes exista una utilidad de aprove-chamiento posible antes de estar influidos por laacción humana, y para que, siendo esa utilidadmás ó menos grande en cada uno, una, igual é idén-tica suma de cooperación, dé lugar, cuando les sea

aplicada, á resultados mayores ó menores de igualcondición y. por consecuencia á Valores diversos.

Bien mirado, si so lo da algún valor, el argu-mento de M. Basliat es de dos filos, y así como éllo emplea en procurar la demostración del ningúnvalor de los agentes naturales, puede servir parasostener que el hombro no tiene derecho alguno alproducto obtenido mediante el concurso de su acti-vidad1, pues, si el hecho de que la utilidad gratuitade los agentes naturales, por no tener valor entanto que no está influida por el esfuerzo humano,no puede ser objeto de Propiedad, el trabajo de loshombres, que, por sí solo, aislado, sin objeto á queaplicarse, no es tampoco susceptible de proporcio-nar utilidad, y carece por tanto de Valor, no puedepor la misma, idéntica razón ser ocasión de Propie-dad. El trabajo y los agentes naturales, en tantoque no se ponen en contacto, aislados, no dan orí-gen á utilidades aprovechadas por el hombre parael consumo, y, por lo general, para la producción esnecesario el concurso de ambos; de su cooperaciónviene el producto, y los medios de obtenerlo, y dela comparación entre la facilidad que haya de pro-ducirlos y la urgencia de las necesidades que lossolicitan, nace la mayor ó menor estimación decada uno, el Valor, relación que no proviene de laimportancia especial de ninguno de los dos agen-tos, y sí sólo de la comparación de los resultadosde su acción común.

Agrégase todavía á tan patentes y trascendenta-les inexactitudes, la no menos importante de laabsoluta falta de lógica en la deducción de sus con-secuencias. Admitiendo como reales y verdaderastodas las ya indicadas inexactas hipótesis conce-diendo que el hombre, y sólo el hombre, creara elValor; que éste, á pesar de sor una relación, fuerasusceptible do Propiedad; que la creación de eseValor ó de la utilidad desarrollada por los esfuerzosdel individuo le diesen titulo bastante para apro-piárselo; y hasta que los productos de sus esfuer-zos, de su trabajo, se cambiasen por los de otrosesfuerzos ó trabajo equivalentes, ¿se deducirá deesas premisas que el individuo, con exclusión delos domas, tenga el derecho de crear ese Valor so-bre determinados agentes?

Dios dio á la humanidad, á la especie entera, átodos, no á éstos ó aquéllos, ni á una parte de susindividuos, los agentes naturales, para que por sumediación satisfacieran sus necesidades y las exi-gencias de su vida. Parto de esos agentes son limi-tados, pero indispensables para la vida, y uno, dos,tres, unos cuantos millones de individuos se apode-ran de ellos y les aplican su trabajo, fecundándaloscon él, creándoles un valor, proporcionándoles unautilidad que antes no tenían, y por tal medio impi-den á los demás ejecutar sobre esos agentes iguales

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operaciones. Planteado así el problema, lo que sediscute no es si los poseedores de esos agentescrearon ó no valores, sino si tienen un derechoexclusivo del de los demás para aplicar esos valoresá los agentes naturales, que aunque gratuitos, nopor eso dejan de ser necesarios para obtener losproductos indispensables para la conservación desu vida. Los aspirantes á la participación en el em-pleo de esos elementos podrán no tener derecho áexigir de los propietarios la cesión de la utilidadonerosa debida á sus esfuerzos y sacrificios; pero,¿le tienen para pedir que cesen en el monopolioexclusivo de los elementos cuya concurrencia, gra-íuita ó no, es indispensable para gozar de los donesde la Providencia?

La cuestión de la Propiedad, del derecho á mono-polizar uno ó muchos agentes naturales, queda,pues, en pié, importando poco que se discuta sobresi hay el derecho de apropiárseles porque carezcanile Valor ó porque su utilidad se aumente ó des-arrolle; el hecho será que los agentes naturales,con su utilidad ó su valor, han sido dados gratuita-mente á la especie humana, á todos los hombres, yque sólo parte de ellos los poseen.

¿Con qué derecho se apropiaron esa utilidad losque se aprovechan de ella directa é inmediatamente,excluyendo á los demás? Tal es el problema, yTuerza es reconocer que M. Bastiat no trató siquierade plantearlo.

JOAQUÍN RODRIUUEZ SAN- PEDRO.

(Continuará.)

LOS MUSEOS DE ESPAÑA.

LOS MUSEOS DE MADRID.

Tres grandes é importantísimas colecciones depinturas hay en Madrid, que merecen detenido exa-men: el Museo Real, ó Museo del Prado; el nacio-nal, y la galería de la Academia de San Fernando.Kl gran valer de todas ollas, con especialidad elMuseo del Prado, consiste en el gran número doobras de algunos de los primeros artistas, en lo quetal vez ninguna otra colección del mundo iguale áésta; pero todas son muy incompletas si se quiereestudiar la historia del arte, y no sóLo del arte uni-versal, sino que ni aun del arte en Espafia. Estafalta, remediable algún tanto con buen deseo, y re-mediable del todo con empeño de ello, se explicaperfectamente atendiendo al modo con que estas co-lecciones se formaron.

El Museo Real debe su origen á la feliz idea deFernando VII, que se propuso reunir en un solo edi-

ficio la multitud de pinturas y obras de arte disemi-nadas en el Palacio de Madrid y en los de los SitiosReales. Eligió, al efecto, el magnifico Museo deCiencias naturales, empezado á construir en tiempod3 Carlos III por el arquitecto Villanueva, pero queno llegó á ser concluido por las vicisitudes de laguerra de la Independencia que contribuyeron á quese deteriorase parte de lo construido por haber sus-traído el emplomado que resguardaba el edilicio delas inclemencias del viento y del agua. Con tan no-ble empeño tomó Fernando VII su gran pensamien-to, que contribuyó con veinticuatro mil reales men-suales de su bolsillo particular, hasta la terminaciónde la obra. Por otra parte la reina consorte, que loera á la sazón doña María Isabel de Braganza, cedióen beneficio del Museo una pensión que disfrutabasobre la renta do Correos. Es digno de tenerse encuenta, que un hecho tan trascendental para la ins-trucción, y particularmente para el adelanto y esti-mación de las bellas artes, se verificase en un rei-nado en que los artistas habían llegado á la mástriste y desconsoladora decadencia. Fue tan acer-tada esta magnífica idea del Rey, que se dieron áconocer multitud de obras que podían conceptuarseantes como perdidas, ya por la dificultad de poderverlas y estudiarlas, ya también por las malas con-diciones de luz en que muchas de ellas se hallabancolocadas.

Los principales cuadros que adornaban los pala-cios, fueron adquisiciones de los reyes de la casa deAustria; y como en los tiempos de Carlos V y Feli-pe II dominábamos en los países donde las artes al-canzaban mayores adelantos, era natural que vinie-ran á España en abundancia las obras más selectas.La gran afición á las artes que distinguió á Feli-pe IV, hizo que no sólo los palacios se poblaran contas obras insignes de los españoles que entoncesflorecieron, sino que también la compra de muchosobjetos de la colección de Carlos I de Inglaterra vi-niera á aumentar el rico tesoro. La casa de Borboncontribuyó algún tanto al crecimiento de las rique-zas artísticas, pues Felipe V adquirió bastantes cua-dros en Sevilla y en otras partes; compró la colec-ción de estatuas, bustos y relieves, que fue de lareina Cristina de Suecia, y trajo cantidad de alhajasy objetos de arte, que le tocaron en herencia delDelfín de Francia. Muy poco fue lo que después soaumentaron las colecciones de los reyes, si bienCarlos III y Carlos IV hicieron algunas adquisicio-nes importantes.

Por efecto, pues, de las épocas de que procedenlos objetos que sirvieron para formar el Museo, fal-tan en él obras de casi todos los artistas españolesy extranjeros, anteriores al siglo XVI; faltan tam-bién de las escuelas modernas y contemporáneas, yaun en las mismas escuelas de los siglos XVI y XVII,

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muchos nombres de autores de primero y segundoorden, quo son indispensables, tanto por sn impor-tancia, como para la historia del Arte.

El Museo nacional que se proyectó á la supresiónde Ios-conventos, no llegó á formarse, y los cuadrosque todos conocemos, colocados en las galerías yhabitaciones del convento de la Trinidad, ocupadastambién por el Ministerio de Fomento, proceden delos conventos de la provincia, algunas pocas com-pras hechas modernamente de varios cuadros anti-guos, y los que han merecido esta distinción en lasexposiciones de Bellas Artes. La colección que,procedente del secuestro del infante D. Sebastian,figuró algún tiempo en el Museo, volvió á la propie-dad de dicho señor. Así es, que esta colección esni más ni menos que las que en la misma época seformaron en las principales capitales de provincia.Se compone, en su mayor parte, de obras de se-gundo orden de autores españoles, muy interesan-tes para la historia del Arte en nuestro país; peroestá muy lejos de ser un gran Museo, como algunoscreen.

Habiéndose dispuesto en estos últimos tiempos laincorporación de este Museo con ei del Prado, yhabiéndose trasladado á éste último la mayor partede los cuadros importantes do aquél, trataré de losdos al mismo tiempo como si estuvieran en un mis-mo local, no haciendo distinción de su procedenciamás que en aquellos cuadros que aún permanecenen el edificio de la Trinidad.

Mucho más importante, aunque no tan numerosacomo el Museo de la Trinidad, es la Galería de pin-turas de la Academia de San Fernando, compueslade diversas procedencias, como donativos de losreyes y particulares; de algunas pinturas de lasllevadas á Francia en 1808, devueltas después; dealgunas otras procedentes de los conventos, yfinalmente de obras do los académicos.

Dice con mucha razón y oportunidad el distingui-do y sabio Sr. Caveda, hablando de esta colecciónen sus Memorias para, la historia de la Real Acade-mia de San Fernando: «Perteneciente al Estado,«como el mismo establecimiento que la posee, y«debida en su mayor parte á la generosidad de«nuestros Monarcas, carece, por desgracia, del es-«paeio y de las luces convenientes para que pueda»ser bien apreciada. Se ven los cuadros repartidos«en oscuros salones ó tránsitos estrechos, sin otro«orden en su colocación que el necesario para con-«servarlos en buen estado, y como si sólo se pre-«tendiese establecer interinamente un depósito de«ricos materiales, para erigir con ellos más tarde«un monumento digno de las Artes y de nuestra«cultura. No es, pues, quien puede suplirle el local«de la Academia, ni por sus reducidas dimensiones,«ni por su distribución acomodada á otros fines. Si,

«como hay razón para esperarlo, se construye antes»de poco el edificio destinado á Museo Nacional,nmuy ventajoso sería agregar á sus pinturas las•^existentes en la Academia, constituyendo con«todas ellas un magnífico conjunto. Ambos estable-«cimíenlos pertenecen al Estado; ambos se consa-«gran al mismo objeto; ambos abren al público sus«respectivas colecciones. ¿Por qué separarlas, cuan-«do de reunirías resultaría uno de los estableci-«mientos más notables de su clase? La necesidad«podrá justificar hoy esta separación: continuarla,«más aún que una inconveniencia, será una falta in-«coneiliablc con nuestra cultura, con el aprecio que«las Artes nos merecen, y el empeño de extender y«mejorar sa enseñanza.»

Cito estas calurosas palabras de un respetable éilustre académico, cuya obra fue impresa y publi-cada por acuerdo unánime de la corporación, por-que han de tener mucho más valor que cuanto yodijese sobre refundición de los museos, que pudieratomarse, por muchos poco inteligentes, como unafán de querer introducir innovaciones.

Conforme del Museo del Prado hay un notable yerudito catálogo hecho por el Sr. I). Pedro de Ma-drazo, y del Museo Nacional le hay también, no me-nos interesante, formado por el Sr. D. GregorioCruzada Villaamil; la Academia que no poseía másque algunos imperfectos inventarios, ó no ba redac-tado catálogo formal, ó por lo menos no le ha dadoal público, y por cierto que el hacerlo hubiera sidode menos coste y de mayor interés y utilidad quela desdichada publicación que ha emprendido,, dela reproducción por medio de grabados de las prin-cipales pinturas que adornan sus salones, obra quedada á luz por un editor comercial seria aceptable;publicada por la Academia de San Fernando, es ver-gonzoaS: y si el grabado no está más adelantadoentre nosotros, si no hay medios materiales parahacer las cosas cual se debe, no era razón el expo-nerse la Academia á ser el ludibrio de los aficiona-dos. Sé muy bien, que se dirá que el móvil princi-pal de esta empresa ha sido dar trabajo yestimulará los grabadores justamente para procurar que loshaya; porque aquí el particular exige siempre queel Estado, y las corporaciones todas, se conviertanpara él en casa de socorros, y unos y otros lo acep-tan de buen grado, llegando á creer que es la cosamás natural del mundo; pero ni aun esta disculpa esadmisible ni puede cohonestar lo débil de la mayo-ría de los grabados, ni el haberse traducido á mediamancha obras cuyo valer dependía del colorido yclaro oscuro.

El amor que profeso al Arle, me hace ser justo,no duro, como creerán algunos; pero entiéndasebien que á nadie quiero ofender. He dicho en otraliarte que uno por uno, los individuos de la Acade-

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mia eran todos personas dignas, distinguidas y sa-bias, pero que creía que toda colectividad estabamucho más expuesta á error, que un individuo ais-lado; porque se mira mucho más la responsabilidadpersonal, que la que nos toca en compañía de otros.Por lo que atañe á los grabadores, apreciabilisimostambién para el grado de adelanto en que esteramo está entre nosotros, que nunca llegó á la al-tura de otros países, creo que no tendrán la preten-sión de creer que los trabajos que han hecho parala Academia pueden responder á lo que los aficio-nados deben exigir de la primera corporación artís-tica de España.

Pero dejando esta digresión, diré, que piensotambién hacerme cargo de los cuadros de la galeríade la Academia, al mismo tiempo que los del Museodel Prado; viniendo á reunir imaginariamente enuno sólo todos los Museos de pinturas de Madrid,pues trato de que este trabajo sea una especie deproyecto de lo que con facilidad puede hacerse paramejorar y completar, en lo posible, el verdaderoMuseo Nacional. El Museo Arqueológico y la Arme-ría, lo mismo que algunos elementos dispersos per-tenecientes á estos ramos que se encuentran en al-gunos Museos provinciales, no caben en el cuadroque por ahora me he propuesto, pero serán objetode otro estudio que preparo.

Antes de analizar los principales cuadros, deboadvertir que tengo formada una idea particular delo que son las escuelas, tratándose de Arte, y queno creo aceptables las clasificaciones que rutinaria-mente se vienen haciendo; cuestión que no es tanindiferente como pudiera creerse, tanto para tratarde la historia del Arte, cuanto para arreglar metó-dicamente un Museo, si algún dia quisiera hacerse.Ordinariamente, en todos los catálogos de los Mu-seos de Europa se ha tomado por base para las cla-sificaciones, la localidad en que han nacido los au-tores, creando escuelas dificilísimas de determinary que hacen incomprensible la definición de la pala-bra escuela. En Italianos presentan nada menos quequince diferentes: la florentina, sienesa, de Um-bría, romana-, veneciana, mantuana, modenesa, par-tnesana, cremonesa, milanesa, ferraresa, boloñesa,piamontesa, (/enovesay napolitana. En España, unosla madrileña, sevillana, granadina, cordobesa, tole-dana y valenciana; otros, solamente las de Sevilla yMadrid. En las escuelas del Norte, la alemana, laflamenca y la holandesa. Más lógicos los franceses,nunca han adoptado para su país estas subdivisionesarbitrarias, si bien creen que tienen una que puedellamarse escuela francesa.

De las definiciones que da el Diccionario de laLengua, de la palabra escuela, la única aceptable enel caso presente, pero que cuadra á las mil maravi-llas, es ésta: la doctrina, principios y sistema de

algún autor. Dada esta definición, ¿cómo es posiblesostener que haya escuela francesa, componiéndosede artistas de tan diferentes sistemas y principios,como Poussíno y Watteau, Boucher y David? ¿Encualquiera de las subdivisiones adoptadas en Italia,cómo es posible querer encontrar una tradición ymáximas constantes? ¿Por qué Rafael, Federico Bar-roquio, Pompeyo Battoni y Pedro de Cortona, hande pertenecer todos á una misma escuela? (la roma-na.) ¿Si el último pertenece á ella, cómo Lúeas Jor-dán, que fue su discípulo é imitador fiel, se quiereque sea de la napolitana? ¿Si Leonardo de Vinci estácomprendido en la escuela florentina, cómo Bernar-dino Luini, que aunque no fuera su discípulo, fuá suimitador servil, ha de pertenecer á la escuela lom-barda? ¿En España, qué tienen de común Zurbaran yMurillo, sevillanos; ó Pantoja y Carreño, madrile-ños? Serían interminables si me propusiera señalartodas las divergencias que encuentro entre autoresque se quiere pertenezcan á la misma escuela, ybastan las que acabo de indicar para mi propósitodel momento. Se me argüirá, tal vez, que muchasde las comparaciones que acabo de hacer son entreautores de diferentes épocas, y que aunque parez-can antagonistas, no lo son tanto, pues represen-tan una misma escuela en diferentes períodos desu desenvolvimiento, lo cual niego por completo,porque no la concedo á ninguna una larga duración.

Dos cosas constituyen la obra de Arte, el pensa-miento y la forma; pues bien, ni uno, ni otra, veoque duren mucho en ningún tiempo.

Pueden en rigor los trabajos de Tuddeo Gaddi, yel beato Angélico, en el siglo XIV, tomarse comocontinuación de los esfuerzos hechos en el siglo an-terior por Cimabue y Giotto, para sacar á la pinturareligiosa de las formas simbólicas y tradicionales enque había permanecido durante la Edad Media, perodesde el momento en que se valían de la expresióny de una forma más conforme á la naturaleza, paraexpresar su idea, no podía ser su escuela continua-ción de la anterior, que en nada de esto había pen-sado, por más que unos y otros estuvieran penetra-dos de la misma fe religiosa y trataran con susobras de entonar himnos en alabanza del cristianis-mo. Cuando más adelante Rafael, sus discípulos éimitadores buscan, no sólo en el natural, sino en losmodelos de la escultura pagana, la belleza y la idea-lidad de la forma, que ponen al servicio á un mismotiempo, ya de la mitología de los griegos, ya de lashistorias del Antiguo Testamento, más con la idea delucir sus conocimientos y saber, que con la de pro-pagar y sostener una fe que se iba debilitando, malpodían ser tampoco los continuadores de los que parapintar la pureza de la Virgen habían tratado de bus-car este sentimiento en el fondo de su pensamien-to, en vez de pedírsele á las líneas severas de una

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C. ARADJO. LOS MUSEOS DE MADRID. 55

Venus antigua, ó á los rasgos embellecidos de unaprostituta. La escuela de Rafael era una escuelanueva, como lo tüé después la de Pedro de Corto-na, que despreciando las sencillas formas de lospintores primitivos, despreciando también la cor-rección y el bello ideal de Rafael, atendió sólo alaspecto decorativo, á la riqueza y profusión de losagolpamientos, extraviada en las complicaciones dela alegoría, sin tener más idea que la de procurarla ilusión á los sentidos.

No quiero decir con esto, que la independenciade unas escuelas con las anteriores sea tan absolu-ta, que el Arte haya procedido á saltos; creo queRafael no hubiera sido lo que fue, si no le hubieranprecedido Mantegna, Signorelly, Chirlandajo, Car-paccio, Perugino y Vinci, y que éstos se aprovecha-ron de los trabajos de sus antecesores; pero no bastaesto para suponer tampoco que todos ellos compo-nen una misma escuela en diferentes períodos dédesarrollo, pues ni la fe religiosa los anima conigual fuerza, ni persiguen la forma buscando unmismo ideal. Muchos de los artistas anteriores queprepararon el advenimiento de Rafael, prepararontambién el de Miguel Ángel, y todo el mundo con-viene en que forman escuela aparte, y así es laverdad.

Por estas razones he creído siempre que no debeaplicarse la palabra escuela más que á individuos,no á naciones ó pueblos. Encuentro que lo que esclaro, y puede servir de verdadero elemento de cla-sificación, es hacer tantas escuelas cuantos maes-tros eminentes se crea que tienen originalidad su-ficiente para constituirlas, agrupando á su alrede-dor á todos sus verdaderos discípulos é imitadores,sean de la nación que sean, no titubeando ni un mo-mento en incluir á nuestros Vargas, Céspedes yJuanes, en la Escuela de Rafael. No es esto decirque si tratara de arreglar un Museo pusiera á estosmaestros mezclados con los italianos, sino que con-servaría cada nación como base de grandes agru-paciones; dentro de éstas establecería otras porépocas, y finalmente vendrían las escuelas de quehe hablado.

Muy difícil es siempre hacer una buena-clasifica-ción, y casi imposible que sea rigorosamente exac-ta; pero creo que la que propongo tiene algo másde lógica que la rutina hasta aquí seguida.

En la revista que voy á hacer de los cuadros delos Museos de Madrid, tendré ocasión más adelantede presentar ejemplos para hacer más comprensiblemi plan.

Como el edificio del Prado no se construyó parael destino que hoy tiene, son muy pocas las salasque reúnen las condiciones de luz necesarias. Re-cientemente se han hecho algunas mooifieaeiones,como ensayo, en uno de los salones flamencos, muy

laudables por cierto, pero que no llenan por com-pleto el fin apetecido. Los cuadros se hallan colo-cados en las diferentes salas, por grandes gruposde naciones, pero sin ningún otro orden metódico;colecciones de un mismo autor, referentes á unmismo asunto, están completamente diseminadas.Conforme he dicho que examinaré los cuadros delas tres colecciones como si estuvieran reunidas enuna. lo haré también agrupándolos como si estuvie-ran colocados conforme á la clasificación que acabode proponer, lo cual no ofrece inconveniente nin-guno desde el momento en que este trabajo no esun catálogo que haya de servir de guía para visitarel establecimiento.

Empezaré por los pintores italianos, precursoresy maestros de todos los demás; seguiré por los ale-manes, flamencos y holandeses; los españoles des-pués, dejando para concluir á los franceses, por elescaso número de obras que lo representan.

PINTORES ITALIANOS.

SIGLO XIII.

Giunta de Pisa y Margarilone de Arezzo, son losprimeros que podemos considerar en este siglocomo iniciadores del movimiento para romper conlas tradiciones de los pintores bizantinos que teníanel arte enoerrado dentro de símbolos y formas tra-dicionales. Supongamos á Giunta el primer jefe deescuela, de él se deriva Juan Cimabue, que consti-tuye una, más determinada ya, á la que pertenecenGaddo Gaddi y Giotto de Uondono. De ninguno deestos autores tiene obras nuestro Museo, y creomuy difícil que se las pueda procurar.

SIGLO XIV.

Giotto á su vez constituye escuela, y como en unprincipio conservan todos mucho aún de la tradicióncon que quieren romper, tienen tanta semejanza en-tre sí, que á los autores anónimos de este siglo seha convenido en darles el nombre de Giottescos.Buffalmaco, Caballini, Tomás de Stefano, TaddeoGaddi, Angelo Gaddi, Puccio Capanna, pertenecentambién á esta escuela, así como Andrés Orcagna, ySimón Memmí, de mayor importancia que los otros.De ninguno de estos autores ni de esta épocaposeemos nada en los museos de Madrid, falta muysensible para la historia del arte, tanto más, cuantoque dos pintores notables de este siglo, GerardoStarnina, y Dolió, estuvieron largo tiempo en Espa-ña, siendo pintores; aquél, del rey D. Juan I, y éstede D. Juan II.

SIGLO XV.

Comienza este siglo con Fray Juan de Fiesole,llamado el Beato Angélico, perteneciente siempre ála escuela de Giotto, no porque se sepa de quién

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fue discípulo, sino por obedecer en su manera ála tradición de los gioüescos, si bien adelantandoen la marcha de mejorar ó idealizar las máximas desus predecesores. Pablo Uccello, y sobre todo Ma-saccio, rompen ya por completo las antiguas vallas,inaugurando las tendencias del Renacimiento, cuyashuellas siguen Fray Felipe Lippi, Sandro Botticelli,Fray Diamante da Patro, Cosme Roselli, FilippinoLippi, Lorenzo di Credi, Lúeas Signorelli, Chirlanda-jo, Andrés Mantegna, Víctor Carpaccio, Gentil yJuan Iielrino, Francisco Francia, Pedro Perugino,Bernardino Pinturichio, y otros menos nombrados,los unos de la Toscana, los otros de la Umbría ó deVenecia, de Ferrara, de Lombardía, etc. No puededecirse de ningún modo que consütuyen por gruposuna escuela particular para cada país; no puede de-cirse tampoco que constituyen una escuela común,como casi la formaban los pintores del siglo XIII yparte del XIV, porque ahora, desprendidos ya com-pletamente de las antiguas tradiciones, aunque sevan sucediendo los unos á los otros, se van dife-renciando en los adelantos que cada cual logra, yvan reuniendo en torno suyo discípulos é imitado-res que constituirán escuelas personales pero nolocales; Mantegna, y Carpaccio, venecianos los dos,están muy lejos de parecerse ni de poder constituiruna misma escuela.

Algunos, aunque contados cuadros, hay en elMuseo de autores de este siglo; el más antiguo, esla Anunciación (14) de Beato Angélico, tabla pintadaal temple, por la que puede formarse idea de losesfuerzos hechos para apartarse de la tradición bi-zantina, y de la ineficacia del pensamiento para ele-varse á las regiones de lo sobrenatural, cuando susabstracciones se han de representar por figuras. Estecuadro se hallaba en uno de los altares del claustroalto del monasterio de las Descalzas Reales, y esmuy de alabar en D. Federico de Madrazo, cuandofue director del Museo, el que gestionase el cambiode este interesante cuadro que se hallaba ignorado,por otra pintura ejecutada ex profeso para aquellasreligiosas; en lo que ellas ganaron tener una obramás apropiada á su objeto, y el público y los artis-tas una verdadera joya que estaba como enterrada.

Un solo cuadro hay de Andrés Mantegna, y querepresenta el Tránsito de la, Virgen (295), sirve ad-mirablemente para dar idea de las grandes cualida-des de su autor; la expresión, la corrección ygrandiosidad del dibujo, y la noble y sencilla distri-bución de los grupos, ponen á esta pequeña tablaen las condiciones de un cuadro de mayor tamaño,dándole también singular valor la escasez de obrasde este artista.

Tampoco hay más que un cuadro de Juan Bellino;una preciosa tabla, que representa á la Virgen conel niño Jesús entre dos santas (60), la cual, aunque

no es de sus trabajos más importantes, sirve paradar á conocer la gran valía de este maestro, dignosucesor de las máximas de Mantegna; también en laAcademia de San Fernando hay un cuadrito peque-ño, un busto del Salvador, atribuido á Bellino.

Una tabla en que se ve á santa Margarita, acom-pañada por San Jerónimo y San Francisco, estáfirmada, F. Y. Francia F. MDXVIII.x. Julii. Procededel Museo de la Trinidad, y recientemente ha sidocolocada en el del Prado; en su origen pertenecióal Colegio mayor de Bolonia para donde fue pintada.Supone el catálogo de Villaamil que el autor esFrancisco Francia, y no conociendo yo ninguna otraobra de este artista, no tendría ninguna dificultaden creerlo, si como el mismo catálogo asegura mu-rió en 1535; aunque nunca me explico la Y, que enla firma va interpuesta entre la inicial del nombrey el apodo; porque el apellido, según los biógrafos,era Raibolini. Sucede también que la mayoría doellos suponen que nació en 1450, y están acordesen que murió en 6 de Enero de 1517, en cuyo casono pudo pintarla tabla en cuestión. De todos modoses una obra importante, que pertenece más bien alsiglo XVI, y en la que se ve muy marcada la influen-cia de Rafael.

Aunque no con completa certeza, atribuyese áVicencio Catena una buena tabla, indudablementede escuela de Bellino, que representa en mediasfiguras á Jesús dando las llaves á San Pedro, acom-pañando á éste las tres Virtudes Teologales (108).

Pedro Perugino, maestro del gran Rafael de Ur-bino, no tiene obras en el Museo; creen los críticosque pueden atribuirse á Bernardino Pinturicchio,discípulo, ó condiscípulo, de Perugino los dos cua-dros 873 y 574, y á Gerino de Pistoja la Sacra fami-lia (168).

Una joya puede llamarse la única tabla que tene-mos de Jorge Barbarelli (el Giorgione); representaá la Virgen con el niño, adorados por Santa Bri-gida y su marido (236); está tratado el asunto enmedias figuras, según costumbre frecuente de sumaestro Juan Bellino, á quien aventaja mucho en elcolor.

SIGLO XVI.

Este siglo es en el que las Artes alcanzaron ma-yor esplendor en Italia, y aunque por desgraciafalten en el Museo obras de Miguel Ángel, de Leo-nardo de Vinci, de París Bordone y de otros gran-des maestros, tenemos una riqueza y una profusiónincomparable de algunos de los más importantes.

Debo advertir que en esta clasificación por épocasque voy haciendo me atengo al tiempo en que losartistas produjeron sus obras más nombradas, pueslo creo más racional que tomar por base la fechadel nacimiento, caso en el que nos encontraríamos

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con la extrañeza do colocar entre los pintores delsiglo XV, por ejemplo, á los que hubieran nacidoen -1499.

En los antiguos catálogos del Museo Real se atri-buían á Leonardo do Vinci algunos cuadros que, hoycon mejor acuerdo, se suponen solamente excelen-tes copias ó imitaciones. En este caso se hallan lastres tablas do Bcrnardino Luini, que representan laSacra Familia (290), Herodías recibiendo la cabeza deSan Juan, de manos de un soldado (291), y los.niñosJesús y San Juan (289), copia de los dos niños delnúmero 290; la copia del cuadro de la Santa Ana,con la Virgen sentada en su regazo (399), cuyo ori-ginal se encuentra en el Museo del Louvre, atribuidaactualmente, aunque sin seguridad, á César da Ses-to; y finalmente la notabilísima copia del retrato dela Gioconda (550).

Nada tenemos tampoco do Fray Bartolomé de SanMarcos, ni de Mariotto Alberünelli. J)e Andrea Va-nucchi, llamado del Sarlo, hay un precioso retratode su mujer Lucrecia Fede (383), que es de lo me-jor que puede verse de este artista; La Sacra Fa-milia (386), muy notable también; una repeticiónde El Sacrificio de Abraham (387), cuyo original,de mucho mayor tamaño, se encuentra en la galeríade Dresde, y digo original, porque, aunque exce-lente, ésta pudiera muy bien no ser más que copia.El cuadro de mayor importancia por su tamaño ycomposición, de los atribuidos al Sarlo en osle Mu-seo, es el que representa á La Sacra Familia acom-pañada de un ángel mancebo con un libro en lamano (385). Está tan deslavazado y miniado con larestauración, que es muy difícil poder determinarcon certeza su originalidad. En mi opinión, aunqueno me atreveré á asegurarlo, no pudiendo ver jun-tos los dos cuadros, el verdadero original, pintadoal lemple y sin concluir, es el que se encuentra enuno de los oratorios del Palacio del Escorial, seña-lado con el núm. 610. También es un buen cuadroLa Virgen y el Niño Jestís (388); los señalados conlos números 385 y 384 son de dudosa autenticidad.

Ya he dicho que nada teníamos de Lúeas Signo-reli, ni de Chirlandajo, predecesores do Miguel Án-gel, y aun La flagelación de Cristo (69), que so atri-buye al gran maestro, es muy dudoso que sea obrade su mano, aunque notabilísima por muchos con-ceptos; pero justamente una de las cualidades quela distinguen os una asombrosa práctica del manejodel óleo, procedimiento que se supone no empleónunca este autor, y que no llega á dominarse doeste modo no empleándole mucho.

De los discípulos é imitadores de Miguel Ángelhay algunas obras; pero ahora no me haré cargomás que de los italianos más principales, pues á sutiempo examinaré algunos de los deims cuandotrate de los españoles y flamencos. Fray Sebastian

del Piombo, que es indudablemente el mejor de lossecuaces del pintor do la capilla Sixtina, está admi-rablemente representado en el cuadro de Jesús lle-vando la cruz (395), obra maestra digna de ponerseal lado de las mejores.

También es de suma importancia otro cuadro,La bajada de Jesucristo al limbo de los justos, queViardot, en su libro do los Museos de España, creíapoder equipararse con la famosa Resurrección deLázaro, do la Galería nacional de Londres. Cuando,en ocasión reciente, se trasladó este cuadro á lasección de pintores españoles, y se le clasificó enabsoluto como original de Navarrete (el mudo),hice algunas observaciones y di algunos datos enuno do los primeros números do la primera épocade la revista El Averiguador, que he tenido la sa-tisfacción de ver que han sido atendidas en la nuevaclasificación. Entóneos decía, y ahora lo ratifico,que do no ser original este cuadro, es una mag-nifica copia, de Ribalta. tal vez, pero de ningúnmodo de Navarrelc. De todas maneras, aunque so-lamente puede asegurarse la originalidad del Jesúsllevando la cruz, Piombo está bien representado,con tanto más motivo, cuanto que sus obras sonmuy escasas.

Es de tan dudosa autenticidad FJI Calvario (559),como oportunamente indica el catálogo, que no citoaquí á Daniel do Volterra más que para señalar lafalta de alguna de sus obras.

Una buena Sacra Familia (340) da idea de Ja-cobo Pontormo.

De Alejandro Allori y de su hijo Cristóbal, asícomo de Ángel Allori (el Broneino), se ven algunosexcelentes retratos; procedente del Museo de laTrinidad hay también un cuadro del primero de loscitados autores, que representa una Sacra Familiacon olN?ardenal Fernando de Mediéis en oración.

Pocos Museos podrán contar igual número deobras de la importancia de las que éste posee delgran discípulo de Perugino, Rafael Sanzio. La Vir-gen del Pez, El Pasmo de Sicilia, La Visitación,La Virgen de la Rosa, otras tres Sacras Familias,entre las que está la conocida con el nombre de LaPerla, y tres retratos, son las riquezas que pode-mos ostentar con más orgullo.

Tenemos además una notabilísima copia de LaTransfiguración , hecha por Juan Francisco Penni(il Fattore), uno de los mejores discípulos de Ra-fael. Esta tabla, que se hallaba en el convento demonjas de Santa Teresa, pasó al Museo Nacional, yde éste al del Prado, donde hoy se halla. Nada seencuentra, y es sensible, de los principales discí-pulos italianos de esta gran escuela de Sanzio, áexcepción de una Sacra Familia (237) de Julio Ro-mano, que tiene poca importancia.

Tros obras de Bartolomé Carducho representan

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los últimos fulgores de las máximas de Rafael, yalgunas pinturas de poca monta, de Luis, Agustín yAníbal Carracci; de este último sería fácil tener unaobra de algún más valer é importancia, trasladandoel San Juan (646) que está en la casita del Principe,del Escorial, como deberían traerse también los se-ñalados en el Catálogo de aquel Real sitio con losnúmeros 539 y 674, originales de Benvenulo Garo-folo, llenándose el vacío completo que hay hoy aquíde pinturas de este autor, ya que de otros sea muydifícil encontrar en España para poder completar.De Rómulo Cincinato hay algunos cuadros en lagalería de la Academia de San Fernando. No ha-biendo aquí nada tampoco de Juan Antonio Razzi(il Sodoma), seria muy conveniente traer la tablade La Anunciación (572), existente en el Palaciodel Escorial.

Cuatro cuadros se atribuyen al gran Correggioen el Museo del Prado; el más importante repre-senta á Cristo apareciéndose á la Magdalena, si-gue después el de La Virgen con el Niño , y SanJuan (-135), cuya autenticidad podría ponerse enduda, pero no así la de los otros dos (133 y 134),que indudablemente son copias. Puede decirse queeste célebre autor no tiene nada en el Museo quedé idea de sus grandes cualidades. De su amane-rado imitador Federico Raroceio, hay un Naci-miento (17) y un Crucifijo (18), y aunque con estasobras no está mal representado, se podría añadir elcuadro de La vocación de San Pedro y San Andrés,que está en el Escorial.

Vamos ahora á tratar de los coloristas , que sederivan de Jorge Rarbarrelli (el Giorgion), cuyojefe fue el gran Ticiano. Es tal la riqueza del Museodel Prado en obras de este autor, que so necesita-ría un libro sólo para describirlas y analizarlas.Grandes composiciones, como La Gloria (462), es-cenas mitológicas, como La Bacanal (450), Laofrenda á la Fecundidad (451), La Danae (458),Santos, composiciones alegóricas ó históricas, re-tratos, todo abunda y todo es de primer orden.Pasan de treinta las obras de este insigne artista,sin contar las que se hallan en el Escorial, cantidadexcesiva, con la que se puede contar, si alguna vezse pensara en ello, para, dejando aquí á Ticiano larepresentación que se merece, hacer cambios conlos museos provinciales; pero no con los extranje-ros, porque con éstos no creo (pie se debían esta-blecer tratos más que ofreciendo nosotros cuadrosespañoles.

Pablo Cagliari (Veronés) figura también espléndi-damente, y el Jesús disputando con los doctores (327)puede ponerse en parangón con sus buenas compo-siciones; veinte hay en el Museo, y podrían traersedel Escorial La Anunciación y La bajada de Cristoal Limbo; como podrían traerse también dos de su

discípulo Miguel Parrassio, de quien aquí no haymás que un pequeño cuadro.

Jacobo Robusti (Tintoreto), tiene también multi-tud de composiciones y retratos, éstos do primerorden en su mayoría; aquellas, bocetos la maycu-parte, exceptuando la Batalla de mar y tierra (410);pero podían traerse del Escorial lienzos importantí-simos, con especialidad el que representa El lava-torio.

De Dominico Theolocopuli (el Greco) hay exce-lentes retratos, un cuadro que representa La Tri-nidad (239), y otro que se trasladó del Museo Na-cional, en el eme quedan algunos más que debíantrasladarse, como también El entierro del conde deOrgaz, que posee la Academia.

Carlos Cagliari, hijo de Veronés; Pordenone, Pal-ma el viejo, los Rassanos, todos figuran convenien-temente, y no sería difícil tener más pinturas de es-tos autores, si preciso fuese, trayéndolas de otraspartes donde existen. Faltan obras de Miguel Án-gel Amerighi (El Caravaggio), y de algún otro comoBonifacio, que serán difíciles de adquirir; pero delas eminencias principales de este siglo ya hemosvisto que no tenemos nada que envidiar.

SIGLO XVII.

Con los discípulos de los Carraccis, va la pinturaapartándose del camino seguido por los inmediatosdiscípulos de Rafael, y tomando uno nuevo, basadomás en el natural, que en la idealidad do la escul-tura griega. Guido, Dominiquino, el Albano y elGuorchino, son los autores más importantes que re-corren esta senda, en la que avanza Pedro de Cor-tona un paso más, para cuidarse sólo del aspectodecorativo. Ni Guido, ni Dominiquino están bien re-presentados en el Museo; del primero se conservandiez y seis cuadros, que aunque apreciablos algu-nos, no son de importancia, y del segundo sólo haydos muy medianos. Mejor puede juzgarse del méritode el Albano por su Tocador de Venus (1) y el Jui-cio de Páris (2). Dominiquino y Albano pintaron porlos dibujos y bajo la dirección de Aníbal Carracci,su maestro, los frescos de la capilla de San Diegoen la iglesia de Santiago do los españoles en Roma.El año de 1850 fueron pasados á lienzo, y traslada-dos á España; los más importantes quedai-on en Bar-celona, y siete vinieron al Musco Nacional, do loscuales tres figuran ahora en el del Prado, quedandootros cuatro que también deberían llevarse, puesson cosa excelente. De Guercino figuran algunoslienzos, siendo los de más valor el San Pedro en laprisión (248), y Susana en el baño (249).

De Lanfranco se ven obras más importantes, conespecialidad Las exequias de Julio César (280); ymás notables aún, por ser artista de mayor valer,cinco grandes composiciones de Massimo Stanzioni,

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E. GÜ1LLINY. EL IMPERIO PERSA. 59

llamado el caballero Máximo. Abundan los cuadrosde Andrea Vaccaro, de cuyo autor también la Aca-demia y el Museo de la Trinidad poseen algunasobras. Como con muchas inénos de las que hay se-ría bastante, las sobrantes pudieran servir paracambios y dotación de Museos provinciales, puesaunque autor algo amanerado, no son sus lienzosindignos de ser estudiados, y pudieran servir deprovecho á los jóvenes que en las provincias se de-dican al cultivo del Arte.

Oracio Gentileschi, el caballero de Arpiño, Cigoli,Antonio Rieci, Castiglione, el paisajista Gaspar Du-che I (Pusino), Matías Preti, Procaccino, Sassofer-rato, y otros de menos nombre, ó menos importan-cia figuran, ya en estos Museos, ya en la Academia.

Quien, aunque tiene tres cuadros, no sirven paradar idea de sus condiciones, es el famoso Pedro deCortona, artista muy notable por la gran influenciaque ejerció en la marcha que después de él siguióla Pintura en Italia durante una buena parte delsiglo siguiente.

Increíble parece el número de obras que Jordándejó en España; oreo que pasarían de tres ó cuatromil si se reunieran todas las que se le atribuyen;sólo el Museo del Prado encierra sesenta y cinco,algunas de lo mejor del autor, y casi todas autén-ticas; el Museo Nacional tiene una, y la Academiaseis ó siete; también tenemos en eslos cuadros unelemento para poder establecer cambios con losMuseos provinciales, y aun con algunas iglesias,pues los lienzos de Jordán son eminentemente de-corativos, y podrían sustituir con ventaja á otrosde menos efecto, pero más necesarios al Museo.

Muy sensible es la falta de pinturas de MiguelÁngel Caravaggio, que, además de su valor real,tuvo gran influencia en su tiempo, sobre lodo ennuestro Ribera. De Salvador Rosa no hay más queuna marina, en mediano estado de conservación, yde Anielo Falcone, una batalla, estando mejor re-presentado Benito Castiglione, que tiene algunasobras muy estimables. Dos cuadros de Carlos Ma-ratta no son bastante para dar idea de un artistaque contribuyó poderosamente al giro tomado porla Pintura en el siglo siguiente; pero creo no seadifícil proporcionarse algunas otras obras de sumano.

SIULO XVUl.

Durante este siglo los pintores italianos, con ra-ras excepciones, continuaron dedicados á seguir lastradiciones decorativas de Jordán y de Maratta;Francisco Solimena fue uno de los artistas que másse distinguieron, y aunque el Museo posee algunasobras suyas, son de poca importancia. Tampocohay más que dos buenos retratos de Pompeyo Bat-loni; pero en la Galería de la Academia m conserva

uno de sus mejores cuadros, que représenla el ma-trimonio de Sania Lucia. Santiago Amiconi, Cigna-roli, Corrado, Juan Bautista Tiépolo, y su hijo Do-mingo, Santiago Nani, y Pablo Panini, que son delos principales maestros de esta época, están bienrepresentados, y hay facilidad de completar más lascolecciones de estos artistas y otros sus contempo-ráneos, pues abundan en el Escorial y Sitios Reales.

Vemos por la ligera descripción que acabo dehacer, que ricos nuestros Museos en pinturas delos primeros maestros del siglo XVI, y no escasotampoco do trabajos de los siglos siguientes, esmuy incomplelo en obras de los primeros tiem-pos de la escuela italiana, y en algunos maestrosimportantes de primero y segundo orden, necesa-rios para completar la historia del Arte, listo mismohallaremos en los pintores de los demás países.

ARAUJO SAÍXHEZ.

(Continuará.)

EL IMPERIO PERSA.SUS PRODUCCIONES.— SU INDUSTRIA.—SU COMERCIO.

En vista de la estancación general de los nego-cios, que deja improductivas sumas inmensas,adviértese la necesidad de buscar en el exteriornuevas salidas para nuestros productos manufactu-rados, y colocaciones seguras y lucrativas paranuestros capitales, que sufren diariamente pérdidasconsiderables á causa de la falta de actividad de laindustria y del comercio.

Aunqu£ poco alejada relativamente de nosotros ypudiendo abrirnos nuevas fuentes de riqueza, nadiese lija en Pci'sia, por no ser bien conocida. Al decirlo que vale este país, todavía sin explotar; al de-mostrar las inmensas riquezas de su territorio,tales y como me las ha dado á conocer un detenidoestudio de muchos años, creo prestar un servicio,tanto más grande á nuestros capitalistas é indus-triales, cuanto que este reino está destinado, hága-se lo que se quiera, á ser el lazo de unión entreEuropa, la India y la China, y la cosecha más ricaen los beneficios de esta Irasformaeion perteneceráá los primeros que lleguen.

Persia está situada entre los 42 y 61 grados delatitud, y entre los '26 y 39 grados de longitud. Suextensión de Norte á Sur, es decir, desde el marCaspio al golfo Pérsico, es de unos mil trescientoskilómetros, y su anchura de Este á Oeste, desde elAfghanistan hasta la frontera turca, de unos dos milkilómetros, lo que da una superficie de más de dosmillones y medio de kilómetros cuadrados, una

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gran parte de los cuales la constituyen dilatados de-siertos.

El gobierno de Persia es el despotismo militarpuro;'el Shah dispone á su eaprieho de la vida y delos bienes de sus subditos, y los gobernadores delas provincias gozan, á título do delegados, los ple-nos poderes soberanos en cuanto abarca su juris-dicción. En tal concepto pueden aprisionar, apa-lear y condenar á muerte á quien les parezca: laúnica limitación que tiene su autoridad, como ladel Shah, consiste en las costumbres que reempla-zan á las reglas políticas, y que son barreras impo-tentes contra la arbitrariedad. La mejor salvaguar-dia de los administrados es la avaricia, la continuanecesidad de dinero que atormenta á los goberna-dores. Nombrados por limitado tiempo y por reco-mendación de personas influyentes en la corte,cuyo apoyo compran, costándoles enormes sumas,de que necesitan reembolsarse; impulsados ademáspor el deseo de hacer fortuna, sólo persiguen losdelitos para nacerlos ocasión de multas, más ó me-nos considerables, que aplican á su provecho. Lapena de muerte, impuesta con frecuencia por robospequeños, sólo se aplica á hombres demasiado po-bres para comprar el perdón; por esta causa lassentencias do los gobernadores y de sus subordi-nados carecen siempre de osa sanción moral queacompaña á los fallos de nuestros tribunales.

Se calcula en ocho millones de almas la pobla-ción de este imperio, que se compone de musulma-nes descendientes do los antiguos Güebros, con-vertidos por los árabes; de los Güebros ó Persasque han continuado sábeos y que sólo asciendená algunos miles, que viven bajo el protectoradoinglés; de unos treinta y dos mil armenios, católi-cos ó cismáticos; de unos cíen mil caldeos, católi-cos ó nestorianos, y de otros tantos kurdos, musul-manes ó yezedis, es decir, adoradores de Satanás,ángel igual al mismo Dios, y su rival. El interior delpaís es casi llano y casi completamente desprovistode arbolado. Sólo se encuentran bosques en lasprovincias de Ghilan y Mazenderan, ribereñas delCaspio, y en !as montañas que separan á Persia deTurquía, del centro del Asia y del Afghanistan. Ex-ceptuando estos lejanos parajes, no se encuentranotros árboles de madera de construcción, que cho-pos, plantados expresamente en tierras de riego óalrededor de i as poblaciones. A causa de esta faltade arbolado son rarísimas las lluvias, casi nulas enel verano, los frios más rigurosos, y los calores másintensos que en las comarcas de Europa situadasen iguales latitudes. La grande extensión de Persiaes causa de no escasa variedad de climas. En elNorte, en Tabriz, en Teherán, en Meehched cae lanieve desde íines de Noviembre y cubre la tierrahasta Mayo, mientras las comarcas que rodean el

golfo Pérsico, que los indígenas designan con elcaracterístico nombre de tierras calientes, estánsiempre quemadas por un sol abrasador: por estacausa se encuentran en aquel territorio las plantasy los frutos de Europa y de Asia, desde la manzanahasta el dátil.

El suelo varia de naturaleza y de calidad, segúnlas provincias; es más ó menos compacto, pero entodas partes produce mucho cuando puedo ser ro-gado. Su valor depende, pues, de la cantidad deagua que tiene afecta, y casi siempre la perdida doeste agua por cualquier causa produce el abandonode la propiedad.

El trigo mismo sólo produce cosecha segura enlos terrenos de regadío. Probablemente la nievoque cae todos los años con abundancia en el Nortey en el centro del imperio, bastaría para la vege-tación de los cereales si la tierra estuviese sufi-cientemente preparada, pero las herramientas agrí-colas son defectuosísimas; el arado, de formaprimitiva, arrastrado por varias yuntas de bueyes óde búfalos, apenas araña la tierra; la capa do tierralaborable es tan delgada, que algunos dias de grancalor bastan para despojarla de toda la humedadque adquiere en la primavera. La adopción debuenos arados y de buenos métodos agrícolas pro-duciría en Persia un aumento considerable de rique-za. En el estado actual, la adquisición y la con-servación del agua es la constante y casi únicapreocupación del propietario persa; los riachue-los y los arroyos se quedan completamente secospor los diques con que detienen sus aguas en laproximidad de sus nacimientos, para aprovecharlasen el riego de los campos: su posesión es, entremuchos pueblos, causa de ruinosos pleitos y hastamotivo de sangrientas luchas.

Los abonos, objeto de tan minucioso cuidado enEuropa, son casi desconocidos en Oriente. Los per-sas, salvo los de ispahan, cuyos cultivos son losmás bellos del Imperio, repugnan el empleo deabonos humanos, y los producidos por los establosse trasforman en combustible á causa de la falta demadera, y llegan á la tierra en forma de cenizasdespués de haber perdido la mayor parte de suscualidades fertilizadoras.

Se produce en Persia:Seda, lana, algodón, cáñamo, lino, formiun, índi-

go, rubia, azafrán, safranum, nuez de agalla, man-zanas, peras, pistachos, aceitunas, uva ordinariay sin orujo, todos los frutos de Europa, y dátiles,naranjas, palma-eristi, sésamo, tembeki ó tabaco deNarghili, opio, casia, maná, son, nuez vómica, gomaadraganto y goma amoniácea. Pero de todos estosfrutos solamente se cultivan en cierta escala la seda,la uva, el tembeki y el opio.

La soda cruda, que es el ramo más importante

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N.°72 E. O.UILUNY. EL IMPERIO PERSA. 61

de la exportación persa, se cosecha en las provin-cias do (íhilan y del Mazenderan, ribereñas delBáltico, y en el Khorassan, pero principalmente enGhilan. Esta última comarca, formada por terrenosbajos abandonados por el mar, que tiende ú reti-rarse cada dia más, y cubierta de grandes bosques,goza un clima constantemente templado, pero ex-cesivamente húmedo. Las continuas lluvias con-vierten aquellos parajes en un inmenso pantano,practicable sólo para los indígenas. De la necesidadde preservar de la humedad al gusano de seda, hanacido la costumbre do construir los edificios des-tinados á ellos, sobre pilares de piedra de dos me-tros de altura, que los aislan por completo del suelonatural: estos edificios son chozas en forma rec-tangular, sin ventanas ni chimeneas, y cuyas dosextremidades, apenas corradas por tabiques, dejanpenetrar, con la luz, un aire saturado de humedad.

El precioso insecto se encuentra allí como al airelibro, pudiendo apenas librarse de la lluvia, y áesta mala higiene debe atribuirse la lentitud do sudesarrollo y la cualidad inferior de sus productos.Los persas, como los turcos, dan á los gusanosramas de morera cubierta de hojas, sistema que,dejándoles más aire y espacio, les evita los cambiosde cama al pasar de las hojas secas á las verdes,pero que sólo puedo practicarse cuando la cria esen cortas proporciones.

El clima y costumbres del Mazenderan son casiiguales á los de Ghilan: el Khorassan, al contrario,es un país seco, árido, un verdadero desierto, enmedio del cual, de distancia en distancia, aparecen,como oasis, pueblos y aldeas rodeados de una es-trecha zona de tierra cultivada. Los capullos doesta comarca son preferibles á los de las provinciascaspianas. Los más notables provienen deNichapur,puebleeillo situado á cuatro jornadas de caminomás allá de Meehched, y de Turbet, otro pueblo ácuatro ó cinco jornadas en la dirección de Hcrat.El gusano de Khorassan es muy vigoroso, y tras-portado á Ghilan, en el momento en que la enfer-medad había casi destruido la raza indígena, diobastante buenos resultados, mientras que el gusa-no del Japón sucumbió. La inferioridad de la sedade Persia depende, sobre todo, de la mala organiza-ción de los hilados, y la adopción de los procedi-mientos perfeccionados de Europa duplicaría, por lomenos, el valor: la empresa vale el trabajo de serensayada, pues se trata de un beneficio de muchosmillones de francos, realizable con pocos gastos.

Antes de la invasión de la enfermedad, de los gu-sanos, según los datos directamente dados al autorde este escrito por el ministro de Haeieneia de Per-sia (datos confirmados por los informes del repre-sentante de una gran casa do comercio griega), laproducción general de la seda se elevaba á 43 ó

44 millones de kilogramos, de los que, 800.000, sevendían al precio do 40 francos el kilogramo: elresto se empicaba en hacer una tela grosera peromuy sólida, siendo una parte de ella consumida enel país, y exportado el resto á Caucasia y á Turquía.

El desarrollo de la sericultura bastaría por sísolo para cambiar la situación económica de Persia,porque nada se opone á que el cultivo de la morerase generalice en todas las provincias.

El principe Malek Quassem Mirza, uno de los co-laterales antepasados del Shan reinante, hizo ensa-yos con el mejor éxito en sus propiedades, en lasinmediaciones de Ourmia: por desgracia, murióantes de que se popularizase esto nuevo cultivo, ylos campesinos que no habían sacado de él todavíaningún producto, so apresuraron á abandonarlo.Este ensayo debe considerarse decisivo, y además,la morera se cultiva en aquellos parajes por todaspartes, pero en pequeña escala y como árbol frutal.Las moras se venden en tos mercados y se consu-men frescas ó socas y saladas.

La lana de Persia es generalmente bella, y en elKurdistan persa se encuentran, según se dice, enTabriz, productos que podrían rivalizar con los deEspaña; pero la mayor parte, ó la casi totalidad dela producción de las provincias persas, se consumeen el mismo país, tanto en la fabricación de alfom-bras y tapices, como en la de telas de lana. Las del'Kurdistan, cuya producción es mucho más abun-dante, se envían á Consfantinopla con las nueces deagalla por el camino más inmediato á Alejandría.Sobre poco más ó menos, acontece lo propio con elpelo do cabra que los indígenas llaman tiftik.Encuéntraselo totalmente blanco y gris que es muyinferior al do Cachemira. El más burdo sirve parahacer (¿alectas pintadas de diversos colores, que lospersas llevan casi todo el año.

El cáñamo, el lino y el formium, llamado tambiéndjut, se producen muy bien, pero á causa del exce-sivo precio de los trasportes y de su po_co valor in-trínseco, es imposible explotarlos, y la producciónestá reducida á las necesidades del consumo local.

El algodón fue, en el momento de la guerra civil,en los Estados-Unidos, objeto de un tráfico consi-derable, y su cultivo tomó gran desarrollo. La ex-plotación de este sólo textil, se elevó en 1866 á20.000 balas de á 80 kilogramos, ó sean 1.600 tone-ladas, que representaban más de la cuarta parte dela exportación general. Aunque esta cifra sea pococonsiderable en sí misma, merece indicarse comoprueba de la potencia productora de la agriculturapersa, que, á pesar de todo género de trabas, hallegado á crearse un nuevo ramo de riqueza. Noquiere decir esto que el cultivo del algodón se hayaintroducido recientemente; al contrario, se practi-caba de tiempo inmemorial, y por tanto, era muy

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familiar á los campesinos, pero lo notable de este¡mínenlo es, que ha podido producirse sin auxilioextranjero, y sólo por la demanda del comercio. Laagricultura persa está diezmada por la más desen-frenada usura; el precio del dinero en los campos,es de 40 á 60 por 400 al año, y algunas veces sepresta á la semana: á cada vencimiento, los intere-ses se añaden al capital, que se duplica así en pocotiempo, por lo cual puedo decirse, que el hombroque toma prestado está perdido. Un campesinocristiano de las inmediaciones de Khossrowava,propietario de una hermosa finca y de dos pares debúfalos, de una casa y de un mueblaje acomodado ásu posición, tomó prestados 15 francos, y encon-tróse al poco tiempo tan apremiado que, no pudiendopagar la deuda y ante la amenaza de morir á palos,abandonó su casa y sus bienes, y se refugió enel monasterio católico de Kossrowava, donde sehallaba hace pocos años. La necesidad de hacerfrente á las exigencias de un acreedor implacable,obliga al campesino á vender en el otoño, con 40 ó60 por 100 de rebaja, toda ó parte de su cosechadel año siguiente. No se comprende cómo estoshechos, repetidos diariamente, no matan la agricul-tura. No quiere decir esto que falte el dinero enPersia, pues, al contrario, parece ser muy rica ennumerario, pero las colocaciones son tan inciertas,la legislación tan incompleta y la arbitrariedad tangeneral, que los capitales se ocultan, y los que seatreven á darlos en préstamo, sobre todo en loscampos, exigen una prima enorme, desproporcio-nada con los riesgos que pueden correr. El preciodel dinero para el comercio, según veremos másadelante, es mucho más equitativo y no pasa del 12por 100.

El algodón más apreciado procede de Mazende-ran; el de Chiraz ocupa el segundo puesto, y elmenos estimado de todos es el que se cosecha enAderhidjan, antigua Media Atrópateme. La paz quepermitió á los algodones del Sur de los Estados-línidos reaparecer en nuestros mercados, detuvo laexportación de Persia, pero este país demostró almenos que, aun sin auxilio extranjero, podía pro-ducir en gran-cantidad cuanto reclamaba el comer-cio y podía colocarse en los mercados de Europa.

El cultivo de las plantas tintoriales está muy li-mitado por la falta de salida, por la ruina de la in-dustria de tejidos, y por lo cara que la producciónresulta á causa de la situación deplorable de laagricultura. El precio es tal, que el índigo indígenano puede soportar la concurrencia del de las Indiasque llega á Tabriz por via de Inglaterra. El safra-num parece ser un producto particular á Persia, yda un bello color rosa oscuro, casi pardo. Se hanhecho inútilmente varios ensayos para introducirloen Europa. Las agallas, que en realidad son un pro-

ducto del Kurdestan, se envían á Constantinoplacomo todos los de esta comarca por la vía deAlcxandretta. La palma-cristi, el sésamo, las plan-tas medicinales, se cultivan en corta cantidad ¡taralas necesidades locales.

No sucede lo mismo con el lembeki ó tabaco deNarghili, (pie ocasiona un tráfico importantísimo.Esta planta es un producto particular del suelo dela Persia meridional, y no se encuentra en ningunaotra parte. Diferenciase del tabaco ordinario en quela hoja es un poco más gruesa, y en sus cualidadesquímicas. Se la fuma en una pipa de agua construidacon arreglo al mismo sistema que el narghilé turcoy que se llama kalion. No se la corta como el taba-co, sino que la pliegan groseramente, colocándolamojada en el hornillo del kalion, poniéndole en-cima carbones encendidos. Existen muchas cuali-dades de tembeki; el mejor procede de Chiras; al-gunas personas lo mezclan, cuando lo fuman, opioó hachisch, especie de narcótico que llega de laIndia en forma de bola amarillenta del tamaño delpuño, y que sobrexcita poderosamente todo el sis-tema nervioso.

El opio es una de las principales produccionesdel territorio de Ispahan y llega á las provincias delNorte en forma de barritas del grueso y forma delas del lacre. Es blando y contiene gran cantidadde materias extrañas, entre ellas el azúcar. Lospersas parten con los dedos pedacitos que tragandurante el dia para procurarse una sobrexcitacióncerebral, muy semejante, bajo ciertos puntos de vis-ta, á la embriaguez alcohólica. Gran cantidad de estonarcótico se consume en el mismo país. El resto seenvía, según so cree, á la India, por Bonder-Uuchir.Cuando la enfermedad de los gusanos de seda rom-pió el equilibrio que había existido hasta entoncesentre la importación y la exportación, varias casasde comercio procuraron hacer compras de opio enIspahan, pero no pudieron entenderse con los pro-ductores.

Entre los frutos de Persia, la uva sin orujo apa-rente, conocida vulgarmente con el nombre de uvade Corinto, sólo se cultiva en grande escala en losterritorios próximos á la ciudad de Ourmia, al Oestedel lago de este nombre. La única particularidadinteresante del cultivo de la viña en esta localidad,es la costumbre de plantar las cepas en surcos muyprofundos, cuyas orillas las ocultan á los rayos delsol saliente: dicen que, por este medio, so retardala vegetación y se preservan las plantas de las hela-das de la primavera. Se valúa en 20 ó 30.000 cargasde 150 kilogramos, ó de 3.000 á 4.500 toneladas, laproducción de este excelente fruto que se vendecon dos distintos nombres, según la manera comoestá preparado. El que se llama kichemiche y seemplea habitualmente en la fabricación del aguar-

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diente, está sólo secado al sol; el nombrado sebzé,se baña en una lejía caliente bien decantada, hechacon una cuarta parte de cenizas Uc sarmiento y t\'escuartas partes de agua. Conforme se le va sacandode la lejía, se le pone á escurrir en unas banastasy después se le acaba de secar sobro una plata-forma de tierra bien batida, bajo la cual hay unacapa de estiércol. Este es el mismo procedimientoque se emplea en Grecia. El Mchemiche es oscuro,casi negro, y so consume en gran cantidad en elmismo país: lo restante se exporta por la vía deErivan á Caucasia. El sebzé tiene hermoso coloramarillo claro, y casi lodo él se envía á Europa,•principalmente á Inglaterra, por la vía de Esmirna.

Los pistachos de Persia son muy bellos, pero laproducción es tan pequeíia, que no puede tenerseen cuenta bajo el punto de vista comercial: son, conlas almendras de cascara tierna y algunos meloco-tones secos, objeto de una exportación sin im-portancia.

La Persia, tan favorecida bajo el punto de vistaagrícola, no lo es menos bajo el mineralógico. Po-see minas de antimonio, de cobre, do estaño, dehierro, de hulla, do nafta, de níkel, do petróleo, desal, de salitre, do azufre, de turquesa y de mármo-les de diversos colores (1).

Sólo las minas de cobre, hulla, turquesas, azufrey salitre han sido hasta ahora objeto de un princi-pio de explotación.

El cobre se encuentra on el Mazenderan, cercade la ciudad de Sary y on el Aderbidjan, cerca delAraxe. Esta última mina la explotan los campesinos,y prueba su riqueza el producto que sacan de ella, ápesar de la falta de dirección y de lo imperfecto delas herramientas. Á algunos miriámetros de distan-cia, en la orilla izquierda del Araxe, que perteneceá Rusia, se encuentran minas de cobre explotadastambién por los campesinos, y que clan igualmentebuenos resultados. Si, como se presume, estas dosexplotaciones son extremidades de la misma mina,no hay en el mundo yacimiento metálico más impor-tante. El consumo del cobre en Persia es conside-rable. Todos los instrumentos caseros que se hacenen Europa de hierro batido ó fundido, hoja de lata ózinc, los hacen los persas de cobre.

Las minas de carbón son numerosas; encuén-transe en Aderbidjan, en las provincias del Caspio y

(1) Hablase lamhíen de minas de plata y aun de minas de oro, des-cubiertas por un mineralogista alemán que murió a su vuelta á r.uropa,cuando esperaba aprovechar su descubrimiento consignado en sus pape -les úe un modu bastante ambiguo á fin du que nadie si no él lo enten •diese. Sea el hecho real ó sea un rumor sin fundamento, !a verdad es,que los persas están convencidos de que poseen minas de metales precio -sos: hablase de minerales presentados a! Shah, conteniendo oro, y cuyoanálisis sólo ha dado cobre ó productos de inferior valor; peso estosdesengaños no quitan las ilusiones á los buscadores dj oro, que siguentrabajando con entusiasmo.

en las inmediaciones de Teherán. La única minaexplotada hasta ahora, está situada en las monta-ñas próximas á la capital: el carbón que so saca osgraso, ligero, arde bien, da mucho calor y producemuy buen cok. Al pié de la mina cuesta un franco75 céntimos la tonelada, pero como se trasporta enmulo, la tonelada, puesta en Teherán, cuesta unos60 francos.

Hay minas de sal gemina en muchos puntos dePersia, como en el Aderbidjan y en Irak-Adjemi.Las minas de Aderbidjan son muy extensas y se pa-recen á cerros de forma irregular cubiertos detierra rojiza. Aunque desde hace siglos, las lluvias,y, sobre todo, el derretimiento de las nieves hayanarrastrado incalculables cantidades de sal, no seadvierte ningún cambio en su forma y su extensión.Los arroyos y los rios que nacen en la pequeña me-seta situada al Norte de Tabriz y que corren haciael lago de Ourmia, son excesivamente salados; elmismo lago es una de las más ricas salinas delmundo: la saturación de sus aguas es tan grande,que cualquier cuerpo sumergido en ellas durantealgunos instantes, sale cubierto de sal, y ningúnanimal puede vivir dentro de ellas.

Nada positivo se sabe acerca de la explotacióndel hierro. Díecse que sacan del monte Damavend,situado cerca de la capital, un hierro nativo suma-mente dulce. Lo comprobado es que las minas decobre, de carbón y de sal pueden ofrecer recursos,beneücios considerables.

Las minas de turquesas están situadas en el Kho-rassau: su explotación está mal dirigida, comotodas las operaciones de esta clase en Oriente, ylos beneficios muy inciertos. El azufre se recoge enel Damavend, antiguo volcan apagado, y se empleaen la fabricación del ácido sulfúrico, cuyo monopo-lio peleen los israelitas de Teherán. El salitre seconsume principalmente en las fábricas de pólvorade! Estado. En cuanto al petróleo, á la nafta, al an-timonio, al nikel, aunque su existencia esté com-probada, inspira tan poco interés, que llevan deBakou, en Caucasia, el petróleo refinado necesariopara el alumbrado del palacio imperial.

La industria persa, tan decaida, tan nula hoy, hatenido su época de grandeza, y lo prueban los no-tables restos de porcelana, do alfarería y de esmal-tes que se sacan de vez en cuando de las ruinas delas antiguas ciudades, y las armaduras y armasantiguas que los obreros de Ispahan imitan conbastante buen éxito, pero sin poder darles la finuraque resalta en las obras de sus antecesores. La in-dustria de los tejidos estaba tan adelantada comolas de la cerámica y de la herrería. Las fábricas deCachan producían tela de oro que valía á 3.000francos el metro, y las indianas que llevan aún elnombre de Persia y que tienen el honor de ser imi-

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tadas en Europa, atestiguan el talento y GI buengusto de las antiguas manufacturas persas. Los pro-ductos de la industria persa se reducen hoy á algunosterciopelos de inferior calidad que sólo son buenospara las poblaciones musulmanas de Caucasia y delimperio otomano, á algunas telas de algodón de di-versos colores, comparables por el grano y la soli-dez á nuestros nankines, y que por su elevado pre-cio de fabricación se consideran artículos de lujo,que no pueden gozar las clases medias. Lo mismosucede con los tejidos de lana, de pelo de cabra, depelo de camello, que tienen el inconveniente decostar muy caros, algunas veces más que nues-tros paños, sin que puedan compararse á ellos nipor la vista, ni por la duración, ni por la flexibilidad.Además, exceptuando las fábricas de chales de Ker-man, que pertenecen á la Corona, no hay en Persianinguna fábrica propiamente dicha. Las groserastelas de seda que se consumen en el país, ó se lle-van á las comarcas musulmanas, son obra de loscampesinos del Ghilan y del Mazenderan. Las muje-res del Aderbidjan tejen gruesas telas de algodón,muy parecidas á nuestras servilletas, y los nankinesprovienen, según se asegura, de la provincia deIspahan, donde se encuentran algunos restos de lasuperioridad intelectual y artística que distinguía áesta ciudad en la época de su esplendor.

Los tapices que se fabrican en nuestros dias,aunque excelentes y de larga duración, no valen loque valían los de épocas anteriores: encuéntrensediariamente tapices, de más de cien años de fe-cha, que conservan los colores tan frescos y vivoscomo cuando se hicieron, y que se prefieren á losnuevos. La costumbre persa de andar descalzopor el interior de las casas, influye mucho en la du-ración y conservación de las alfombras, pero ladecadencia de la industria actual es manifiesta.Los productos actuales son inferiores á los anti-guos, no sólo como tejido, sino también comocolor y dibujo. Los tapices más brillantes procedende Faravan, pequeña comarca situada al Mediodíade la provincia de Ispahan. Fabrícanse también enel Khorassan. en el Kurdistan y en el Karabag, enCaucasia. Su forma y su dimensión les impiden, áfalta de otra causa, ser utilizados en Europa; gene-ralmente son largos y estrechos, y lo habitual esponer cuatro en cada habitación. El más grande secoloca en medio, otro á la cabeza, es decir, en laparte de la habitación opuesta á las ventanas, yotros dos á los lados. Fabrícanse también tapicesde una sola pieza, pero cuestan una tercera partemás, por lo menos.

Existen, además, tapices de pié y cortinas de seda,pero son rarezas cuyo uso parece reservada de he-cho al soberano y á los príncipes de su familia.

Los tapices son de uso general, y forman, con

algunas cajas de madera destinadas á guardar losvestidos y la ropa blanca, todo el mobiliario de lashabitaciones. Entre las personas poco acomodadasse usa con más frecuencia el fieltro, cuyo precio esmás inferior. Los mejores, sin disputa, provienendel Khorassan. Los llamados dn-leh, ó dobles, tienená io menos una pulgada de espesor y un color rosapálido tirando á amarillo. El centro y las orillasestán adornadas- de graciosos arabescos dibujadoscon hilos de color claro y pegados al tejido al tiem-po de la fabricación. Verdad es que estos fieltroscuestan tanto como los tapices, y se preferirían áestos, bajo el punto de vista de la comodidad, si noestuvieran expuestos á ser destruidos por la polilla.

I Véndense en Rech, en el Ghilan, tapices de mesa,hechos con recortes de paño de diferentes colorescolocados sobre un fondo de un solo color. Estostapices son más extraños que bellos: la moda, sinembargo, los ha aceptado en Francia: pero estasimitaciones están desprovistas de la originalidadque constituye todo el mérito del trabajo persa. Loschales que salen de la manufactura real de Kerman,constituyen, sin disputa, el producto más preciosode la industria persa. Su precio varía considerable-mente; los hay que valen 40 francos y otros 1.000y 1.500. El Shah distribuye anualmente gran can-tidad en regalos, sea en su forma natural, sea tras-formados en túnicas ó en pellizas forradas. En elpalacio del Shah hay un almacén de estos chalesy de estos trajes de distinción.

La cualidad principal del chai persa es la solidez:dura muchísimo, pero como finura, dibujo y colores muy inferior á los chales de la India: su formalarga y estrecha, su elevado precio y su pesadez loalejarán siempre de los mercados europeos. Losmusulmanes lo aprecian mucho y lo emplean enhacer túnicas, ó arrollados, como fajas y turbantes.

Los campesinos persas esculpen finamente ele-gantes copitas de madera, que sirven para tomarsorbetes. Encuéntranse también, pero rara vez,lindas tapaderas de caja elegantemente cinceladas.Las mantas de caballo, bordadas de oro y plata, lujoun poco bárbaro, pero que demuestra el orgullo deljinete y el amor al caballo, no carecen de mérito.Las cubiertas de álbum de papel marcado, adorna-das con dibujos barrocos, y las cajas maqueadas,nada tienen de particular, á no ser lo extraño deltrabajo y á veces del asunto. Uno de los más comu-nes es el de José y la esposa de Putifar con unaleyenda bíblica desconocida en Occidente.

Los persas trabajan bien el oro, la plata y el co-bre. Á los objetos de cobre, especialmente, le danelegantes formas. Los utensilios de cocina, tan pesa-dos entre nosotros y de un carácter tan positivo,tienen entre ellos aspecto artístico. En cambio tra-bajan mal la madera, el hierro y el cuero, y no eo-

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nocen la hoja de lata ni el zinc, que ahora empiezaá introducirse en aquellas comarcas y que sólo tra-bajan medianamente los israelitas.

El gobierno persa, justo es reconocerlo, se es-fuerza desde hace algunos años en regenerar laindustria, creando fábricas copiadas de las de Euro-pa. Mehemed-shah, padre del actual soberano, ha-bia hecho construir en Teherán una fábrica ele pa-pel, otra de cristal y otra de bujías y jabón. Lafábrica de papel no tuvo éxito y los ediñcios cons-truidos costosamente están hoy casi arruinados.Las fábricas de cristal y de bujías han sido res-tauradas hace pocos años por orden del Shan rei-nante, pero, por causas que seria largo enumerar,no han realizado las esperanzas que se fundaron enellas. La fabricación del cristal común responde áuna necesidad real, pero no sucede lo mismo conla de velas. Persia no es país de pastos: la leche,la manteca y el sebo son allí poco abundantes. Elsebo proviene únicamente de un carnero que pare-ce especial á aquellas comarcas y difiere de su con-génere europeo, no sólo por la bola de sebo líquidoque lleva en la cola, sino por una gruesa capa de lamisma grasa que le cubre todo el lomo. Este seboloconsumen por completo las clases pobres, en reem-plazo de la manteca, cuyo precio es muy elevado.Tomar una parte de él para convertirlo en velas yjabón sería perjudicar la alimentación pública, yamuy restringida. Rusia proporciona á Persia todaslas velas que consume, posee inmensos pastos éinnumerables rebaños, una parte de los cuales, enlas comarcas alejadas, se emplea para el aprovecha-miento del sebo. No es posible luchar en tales con-diciones y el Gobierno persa hará bien en renunciará ello.

Á estas fábricas debe añadirse la de la moneda,destinada á centralizar y á mejorar la fabricación demonedas que es defectuosísima. Hace algunos añosque dura su construcción, pero la maquinaria esmuy incompleta.

COMERCIO.

Encontrando Persia, como China, en las produc-ciones de su inmenso territorio, cuanto exigen susnecesidades, no tenía, sobre todo después de la in-vasión musulmana, más relaciones con Europa quelas que pudieran llamarse accidentales.

Las manufacturas producían cuanto era necesarioal consumo de un pueblo numeroso y al lujo de unaclase rica y fastuosa. Unida á China por una seriede pueblos inteligentes y laboriosos, sumidos hoyen la barbarie, y locando á la India por el Afghanis-tan, que entonces formaba parte de su territorio,mantenía con ambos imperios relaciones políticasy comerciales constantes.

Lo poco que allí se consumía de las manufacturasTOMO V.

europeas, lo llevaban desde Alepo las caravanas, yaun estas relaciones tan indirectas con Europa eranmuy raras. La necesidad de caminar en grandescaravanas para hacer frente á las partidas armadasque infestaban todas las vías de comunicación, ha-cía que los viajes fueran en corto número, y ademásla lentitud de la marcha de estas grandes aglomera-ciones de hombres y de bestias de carga de todasclases, la prolongación de las paradas, el tiempoempleado en el cambio de las mercaneías en Alepo,convertía un viaje por Siria en una operación labo-riosa que duraba medio año á lo menos.

Los viajes á Oriente eran entonces tan difícilesy peligrosos, que los europeos no se atrevían á em-prenderlos, y tan completo el aislamiento de Persiaen 1807, que el misino Gobierno francés apenastenia una vaga idea de su situación, y á la embajadade Feth-Ali-Shah, antepasado del soberano actual,contestó al pronto con el envío de un empleado su-balterno, hombre de mérito, encargado de infor-marse.

Las relaciones que se establecieron en aquellaépoca entre ambos países no podían tener ni tuvie-ron, en efecto, otro carácter que el político. Lasrelaciones comerciales sólo empezaron cuando seestableció la legación en Teherán, hacia 18'2b2, y losprimeros cambios se hicieron por Alemania, Odessa,Hedut, Kaleh y Caucasia. Este comercio no podía, ácausa de los gastos que lo grababan, pasar de unacifra muy corla. Para formarse idea do las cargasque tenía que soportar, baste saber que sólo latravesía de Caueasia, aunque se hacia en carruaje,costaba 687 francos por tonelada, en una distanciade unos 600 kilómetros, y que á este gasto enormese añadía un o por 100 advalorem que cobraba laaduanaj'usa. En los diez años que duró el paso porCaucasia, el comercio europeo no pasó de dos mi-llones de francos.

Una medida del Gobierno ruso, que parecía deberacabar con dicho comercio, sirvió, porel contrario,para darle la gran extensión que adquirió pocotiempo después.

El tránsito por Caucasia había sido autorizado átitulo de ensayo y por un período de diez años queacababa en 1833. Antes de tomar una resolucióndefinitiva, el gabinete de San Petersburgo mandóhacer en aquella época una información en la loca-lidad. Los armenios de Tiilis que habían hecho gran-des provisiones de mercancías esperando venderlasmuy caras á los persas cuando el camino de Cauca-sia estuviera cerrado, intrigaron tanto que, por unukase imperial, se prohibió el tránsito de las mer-cancías destinadas á Persia. Pero las intrigas de losarmemos les fueron contraproducentes; el comercioperso-europeo escapó á las manos que pretendíanviolentarlo y encontró inmediatamente una vía me-

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jor para sus necesidades que la que acababan decerrarle. Desde tres años antes, el tratado de Andri-nópolis (1828) había abierto el Mar Negro á todos lospabellones, y para llegar á él no encontraban desdeentonces los buques más obstáculos que las cor-rientes de los Dardanelos y del Bosforo. La aplica-ción del vapor á la navegación vencía este últimoobstáculo en el momento en que Rusia se dejabaarrastrar al extremo de tomarla desastrosa medida,cuyos efectos sintió muy pronto, y el comercioeuropeo pudo llegar sin dificultad á Trebisonda, quefue desde entonces el principal punto de depósitode sus mercancías. Este cambio procuró primerouna economía considerable en el precio de lostrasportes que se hicieron por la vía marítima hastaTrebisonda. El Gobierno otomano, por su parte,redujo á dos por ciento y definitivamente a uno porciento el derecho de tránsito. La conducción porcaravana hasta Tabriz, sitio del comercio persa,bajó de 88 á 88 céntimos por tonelada y por kiló-metro, y desde entóneos el comercio empezó á to-mar todo su desarrollo.

Tabriz, capital del Aderbidjan, antigua MediaAtropatene, es, comprendiendo los arrabales, unacuidad de setenta á ochenta mil habitantes, y estásituada á 800 kilómetros de Trebisonda, á igual dis-tancia próximamente de Redutkalé, á -100 kilóme-tros de la frontera de Caucasia, á 600 de Tifusy de Teherán y á 300 del Caspio, en línea recta.Forman esta ciudad el Kaleh, ciudad fortificada,rodeada de una muralla de tierra de -4 kilómetrosde circunferencia, una parte de la cual está com-pletamente arrumada, y muchos grandes arraba-les. En el recinto amurallado está el gobierno deprovincia, las administraciones y el comercio. Losedificios de la ciudad cercada, lo mismo que los delos arrabales, son de tierra, y sólo los caravan-serails, donde están los almacenes y los despachosde los comerciantes, son de ladrillo cocido y mor-tero. Como hay en olios encerrados grandes valo-res, los guardan de noche los mozos de carga quesirven en ellos durante el dia; se cierran las puer-tas al ponerse el sol para no abrirlas hasta por lamañana después que sale. Los negociantes no vivenallí, sino que van por la mañana y se retiran porla noche. El tratado de Turkman Tehai (1828), queha llegado á ser base del derecho de los extranje-ros en Persia, los autoriza á adquirir en plena pro-piedad una casa, un jardín y un almacén para susmercancías; pero los comerciantes europeos no hanaprovechado estas ventajas y prefieren alquilar áelevados precios casas armenias, en las inmediacio-nes del consulado de Inglaterra, que, para hacerlashabitables, tienen que reconstruirlas casi por com-pleto.

Los derechos de aduanas, tanto de importación

como de exportación, varían según la nacionalidaddel comerciante: son del 5 por 100 advaloren paralos europeos, y sólo de 4 por 100 para los indíge-nas y los subditos otomanos: el importador puedepagar en efectos ó en numerario, y como las adua-nas están arrendadas, la percepción de los derechoses muy rígida. La importación europea comprende:indianas, percales, paños, sederías, té, azúcar, co-chinilla, índigo, quincallería, armas, mercería, por-celanas, cristales, vidrios, virios, licores, etc.

De estas mercancías, las telas de algodón, losazúcares, los tés y los índigos, vendidos por ricascasas greco-inglesas, son objeto de un comercioimportante: los demás artículos, aunque represen-tando en conjunto una cantidad bastante elevada,sólo constituyen, propiamente hablando, un acce-sorio.

El comercio de telas de algodón es el más impor-tante de todos. Es el único cuya cifra se conocebien, y asciende anualmente á unos cuarenta millo-nes de francos, siendo regular y fácil. El comer-ciante importador, llamado en Persia tadjir, seaeuropeo ó indígena, vende por medio de su corre-dor al binektar ó comerciante al por mayor indíge-na, que á su vez vende á los besas ó comerciantesal por menor. Las ventas se hacen á seis meses;pero este plazo se reduce á tres meses, medianteun descuento de 4 por 100 mensual, y el binektar,antes de llevarse la mercancía, salda su cuenta pormedio de un pagaré que el vendedor tiene que le-galizar ó timbrar en la oficina del comercio; forma-lidad importantísima, cuya omisión pudiera tenerdesastrosas consecuencias. Estas obligaciones sopagan rara voz á dia fijo, y lo ordinario es que seabonen por fracciones antes ó después del venci-miento, de modo que el resultado venga á serigual. El interés legal para el comercio es, segúnse ha visto, 1 por 100 al mes: para el que no escomerciante so eleva algunas veces á 2 por 100 almes, con lianza de valores sólidos, como oro, dia-mantes, ele.

El MneJUar ó comerciante que no atiende su fir-ma, puede ser declarado en quiebra, despojado dosus bienes, de su libertad y hasta apaleado. En ge-neral, los que se encuentran en tal situación se re-fugian, si tienen tiempo para ello, en algunos edifi-cios religiosos, que gozan el derecho do asilo, y nosalen de él hasta'que obtienen un arreglo. Estosasilos están también abiertos á los ladrones, á losasesinos y hasta á los acusados por causas políticas.Estos asilos son reminiscencias de nuestra legisla-ción de la Edad Media, trasportada á Asia, y un cor-rectivo, algunas veces útil, contra la arbitrariedadlegislativa, que juega con demasiada facilidad conla vida humana. Al ministro de Negocios extranje-ros corresponden las cuestiones entre comerciantes,

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y las juzga, no con arreglo á las leyes del Koran,sino conforme al derecho común, por uno de susempleados, que al efecto reside de un modo perma-nente en la ciudad de Tabriz, con el título de ndibvizaret, ó teniente del Ministerio (de Negocios ex-tranjeros). Uno de estos empleados, cen el sueldoanual de 30.000 francos, que acaso no cobraba, en-contró el secreto de gastar 100.000 cada año, yahorrar todavía un millón en seis años. Verdad esque, á su vuelta á Teherán, fue preso y obligado áentregar estos ahorros, hecho lo cual se le nombrógobernador de un distrito del Kurdestan.

El büieklar no tiene, por decirlo así, mercancíasalmacenadas, y sólo compra á medida de las nece-sidades de su clientela, sobre la cual exige rigurosavigilancia; semanalmente cobra á ésta el importede lo que le da, y entrega la cantidad cobrada á sutadjir, á cuenta de sus obligaciones. El hineUar es,más bien que un comerciante, un vigilante intere-sado y responsable, sin el cual el comercio de telasde algodón en Persia seria, si no imposible, al me-nos dificilísimo. Los comerciantes europeos en Ta-briz aseguran que lo que ganan estos comisionistasal año es el 3 por 100, cifra que parece exagerada.

Las telas de algodón llevadas á Persia procedende Inglaterra, y ninguna fábrica francesa podríaproducir tejidos tan baratos y tan inferiores. Estastelas las usan todos los habitantes para sus vesti-dos. El percal sirve particularmente en trajes demujeres y de niños; los hombres emplean, por reglageneral, una lela gruesa de algodón, llamada ame-ricana, que llega blanca de Europa y la tifien deazul en Tabriz mismo. Probablemente el bajo preciode las telas de algodón inglesas ha contribuido mu-cho á las ruinas de las fábricas que sobrevivieron ála invasión de los afghanes.

Se aprecia en tres millones de francos el valor delos azúcares, y en dos el de los tés importados áTabriz; el valor del índigo y el de la cochinilla,nunca se ha establecido de un modo casi cierto, locual es difícil porque también llega por Bender-Buchir y por Bagdad.

El azúcar la llevan en caja de 75 á 80 kilogramos,y se vende á 1 franco 70 céntimos próximamente elkilogramo en Tabriz, y á 1 francos en Teherán. Engeneral, la llevan con preferencia á principios delverano, porque en esta estación las bestias de car-ga comen la yerba de los campos, y no costandonada el pienso, las caravanas hacen los trasportesmás baratos. Los azúcares vendidos en Tabriz pro-vienen de todas las comarcas occidentales de Euro-pa, de Inglaterra, de Bélgica, de Francia y deHolanda. Los azúcares franceses forman una parteconsiderable de la importación, y, como los belgasy holandeses, los compran en Constaruinopla losmercaderes persas que les llevanáTalriz. Los azú

ares ingleses los venden generalmente las casas;reco-inglesas que tienen su principal residencia enLondres.

El té llega en cipos, cuatro de los cuales, formanla carga de un caballo; el precio de la venta enTabriz es de 20 francos el kilogramo para el queprocede de Inglaterra. El té de Java, del cual Per-sia consume ó exporta á Caueasia 600 ó 700 cipos,vale, á lo más, la cuarta parte de aquel precio.

Las sederías, los paños, la quincalla, la mercería,as porcelanas, la alfarería y la cristalería, consti-

tuyen un comercio de lujo; las ganancias son con-siderables, pero las mercancías salen con granlentitud. Por esta causa se ha abandonado dichocomercio á los indígenas que generalmente seproveen en Constantinopla. Sólo los paños pro-ceden directamente de Leipsick; están hechos conuna mezcla de lana y algodón, siendo en la aparien-cia blandos y suaves, pero duran poco. Los her-mosos paños franceses ó ingleses son demasiadoclaros para aquel país, y las tentativas hechas paraaclimatar su comercio, á pesar de reducirse á cortascantidades, han sido infructuosas. Las telas de sedavendidas en Tabriz, en gran parte son de origenfrancés, pero generalmente de calidad inferior; laimportación, se compone sobre todo de tafetanesde todos colores, entre los cuales se encuentranpequeñas cantidades de telas bordadas de oro yplata, paños de oro, etc. Estas mercancías, las com-pran los persas y los armenios en Constantinopla,donde también adquieren satenes hechos con unamezcla de lana ó de algodón, producto groserísimo,probablemente de fabricación alemana, que por subajo precio está al alcance de los indígenas.

Los demás ramos de la importación europea sontodavía de salida más difícil; el coste de los tras-porlesfy sobre todo la fragilidad, elevan conside-rablemente el valor de la cristalería, de la porce-lana y de la alfarería, limitando su uso á los ricos.El persa aprecia nuestros vinos, nuestros licores,y todos los productos de nuestra industria, pero setiene que privar de ellos por no poderlos pagar. Elcomercio de relojería ha sido, durante algún tiem-po, muy lucrativo, pero hoy ha decaido como todoel comercio de lujo, viéndose obligada á liquidaruna casa suiza establecida en Teherán.

Persia recibe de Uusia hierro en barras, cobreen láminas y en lingotes, pieles curtidas, hilos do-rados y plateados, velas, quincalla muy inferior,y paños extraordinariamente bastos. El único pro-ducto realmente interesante de la industria rusa, esel samo-vard ó cocinilla de cobre con hogar interiorpara hacer el té y, caso de necesidad, el cafó. Estees un utensilio muy conocido, y de uso general enOriente.

Los comerciantes güebros, establecidos en Teht-

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ran, hacen llegar por la vía de Bonder-Buchir y deBagdad el índigo, un excelente cogucho que sevende al precio del azúcar, té negro de Java, café,estaño, sal de amoniaco, alcanfor, pimienta, cane-la, nuez moscada y algunas mercancías inglesas.

EXPORTACIÓN.

El artículo más importante de la exportación per-sa, es la seda cruda; de todos los productos deaquel país, este es el único que por su gran valorintrínseco puede soportar los más caros precios detrasporte. Antes de la enfermedad de los gusanos,la venta de seda en Persia ascendía á la suma de35 á 40 millones por año, sin contar la que salía decontrabando. La enfermedad disminuyó la cosechaen tres cuartas partes. Teniendo en cuenta la subidadel precio de las sedas, Persia debió tomar de susahorros de 15 á 18 millones de francos al año paraliquidar sus cuentas con el comercio de Europa, ysobre todo, con el de Inglaterra. El golpe fue rudí-simo; el gobierno de Teherán creyó con fundamentoque habría una crisis monetaria, y prohibió la ex-portación del oro; pero como esta medida era unaviolación de los tratados de comercio, tuvo quederogarla en vista de las observaciones de los re-presentantes europeos. El primer ministro MirzaAgha Mustoíi Memalek, intentó entonces orillarla dificultad: no pudiendo impedir que los comer-ciantes europeos importasen mercancías, prohibió álos comerciantes persas comprarlas, y hasta fijó unplazo para que se deshicieran de las que tenían al-macenadas, con lo cual creyó obligar á sus admi-nistrados á usar tan sólo los objetos fabricados ensu país; pero como Persia no tiene ninguna fabrica-ción, su deseo era imposible, la orden no se tomónunca en serio, y el primer ministro acabó deperder la poca consideración que le quedaba y elnumerario continuó dirigiéndose á Europa.

Poco á poco se restableció el equilibrio por unadisminución de la importación europea que afectóprincipalmente, como debía esperarse, á los objetosde lujo, pero la miseria fue grande, y el comerciosufrió sus consecuencias.

La exportación del Tembekii hace entrar anual-mente sumas considerables en el país, pero no seconoce la cifra ni aun aproximadamente, porque lospersas que ejercen este monopolio ocultan cuida-dosamente estas operaciones. El consumo de estaplanta no traspasa, sin embargo, los límites de losEstados musulmanes de Caueasia, de Turcia y deEgipto; el Kalion ó el narghilé, bien preparado, esmucho más agradable que la pipa europea, peropara fumarlo, es preciso aprovechar un momentode reposó completo; este instrumento es el másapropiado a\far niente de los musulmanes, pero noes compatible con la actividad europea; además, su

uso prolongado, es más pernicioso á los pulmonesque el de la pipa.

Las pasas de Ourniia forman la base de un grancomercio; el Mchemiche no pasa de Caueasia y sirvepara hacer aguardiente que sería muy bueno si es-tuviera bien hecho, pero que conserva siempre ungusto empireumático que le estropea. El Mchemi-che cuesta en Ourmia mismo, en el momento de lacosecha, de 18 á 20 francos los cien kilogramos; y elsebze de 20 á 25; pero este precio se eleva rápida-mente á una tercera parte más. Arabos productospueden ser embalados desde el 20 de Setiembre;los gastos de trasportes hasta Smirna, compren-diendo los derechos de aduanas, triplican por lomenos el valor primitivo del sebze.

La lana, aunque muy bella, no puede clasificarsecomo valor comercial á causa de su pequeña canti-dad y de la dificultad de adquirirla. En Oriente haymuy pocas reuniones ó ferias donde acudan gentesde diversos paises ó cantones á cambiar sus produc-tos, y no existe aún la costumbre de llevar á ellaslas lanas, de modo que los compradores se ven obli-gados á ir por ollas de aldea en aldea, y á comprarlasen pequeñísimas cantidades, lo cual ocasiona gas-tos que absorben las ganancias y que á veces sonsuperiores á éstas. Cuando la invasión de la enfer-medad de los gusanos de seda, se intentó suplirla insuficiencia de la exportación de sedas con la delopio, la lana y todo cuanto se creyó poder enviar ánuestros mercados. Los esfuerzos para procurarseel opio fracasaron completamente, lo mismo suce-dió con la lana, y las casas europeas abandonaronla empresa.

Se calcula en 100 balas la cantidad de chales ex-portada á Caueasia y á Constantinopla; en este nú-mero figuran los productos de la India, conducidos áPersia por las caravanas, de suerte que es imposi-ble formarse una idea, ni aun aproximada, del valorde este ramo de exportación. Lo mismo sucede conlos tapices y los fieltros que son enviados en parteá Caueasia y en parte á Constantinopla.

En la Rusia propiamente dicha, Persia no exportamás que sedas crudas del Ghilan, pieles sin curtirde zorro, de marta y de garduña. La parte del Ader-bidjan, en esto comercio de peletería, es de 180 á200 cargas de mulo ó de cerca de 100.000 pielesvendidas, por término medio, en Nidjini-Novogorodpor los armenios persas, por valor de tres ó cuatromil francos; la cantidad de peletería enviada por lasotras provincias no se conoce en Tabriz, ni siquierade un modo aproximado.

Es casi imposible saber la verdad cuando se pre-gunta á los orientales, desconfiados por instinto ypor temor; los arrendatarios de las aduanas espe-cialmente, á quienes interesa por razones fáciles decomprender ocultar sus ganancias, responden con

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N.° 72 E. GÜ1LLINY. EL IMPERIO PERSA. 69

excusas muy finas á los informes que se les piden.El comercio de Persia con la Europa occidental,comprendiendo la importación y la exportación, re-presenta en la opinión general la suma de 180 mi-llones de francos, y con Rusia y Caucasia de 50 á60 millones. Hecho notable es la cantidad de ororuso que llega anualmente á Persia, la cual pruebaque por aquella parte la exportación es superior ála importación; un comerciante armenio sostenía, yme parece cierto, que los rusos saldan las dos ter-ceras partes de sus compras en numerario y unatercera parte en mercancías; con oro ruso saldanlas casas greco-inglesas de Persia las diferenciasque existen entre sus ventas y sus compras conEuropa. En Tabriz es este oro generalmente másabundante después de la feria de Nidjini-Novogorod.

El conjunto del comercio de Persia con la Europaentera y la Transeaueasia es, pues, de 200 millonesde francos por año. Esta cantidad es pequeña aten-diendo á la grande extensión del país, habitado porunos ocho millones de almas, población notable porsu inteligencia y por su aptitud para toda clase detrabajos.

La situación deplorable de Persia es consecuen-cia de la falta de caminos. Este país puede producirinmensamente, pero la imposibilidad de exportardetiene la producción. Ha probado, cuando la guerracivil anglo-americana, que podía organizarse por símisino, sin auxilio extraño, para producir y exportartan pronto como uno de sus productos encontrasendemanda en nuestros mercados. En aquella épocaalgunos comerciantes de Ko'í, pueblo importante delas inmediaciones de Tabriz, formaron, bajo la di-rección de un tal Molían Sadik, una sociedad de ex-portación, que tuvo buen éxito durante la guerra.La materia exportable, no falta; el suelo persa sepresta á todos los cultivos apropiados á las indus-trias; la población es laboriosa y pacífica, y sólofaltan á este pais, para llegar al más alto grado deprosperidad, medios de trasporte en armonía consus necesidades, pero desgraciadamente continúareducido al medio lento, costoso é inseguro de lascaravanas. El precio medio de 5S céntimos por to-nelada y por kilómetro impide la salida de todos losobjetos de poco valor, es decir, de la generalidad delos productos agrícolas. Los 150 millones de francosque forman la cifra de su comercio con el occidentede Europa, están representados por 11.700 toneladasde mercancías, de las cuales 5.700 corresponden ála exportación. Las gastos de trasporte de Trebi-sonda á Tabriz, unidos á los de comisión, se elevaná 6 millones de francos por año, y á 7 millones porlo menos, si se añade el derecho de 1 por 100 quecobra la aduana turca. Además, debe añadirse que elviaje de Londres á Tabriz dura por lo '.nénos tresmeses, lo cual obliga al comercio á pro'-'isiouarse de

antemano. Se ha intentado volver por el camino deCaucasia, por Poli y Tiflis; el comercio ruso pre-ocupado constantemente de arbitrar medios paramejorar la suerte de sus provincias musulmanas, hadecretado la franquicia plena y completa del trán-sito, y el comercio de Tabriz ha contestado á su lla-mamiento con laudable solicitud, pero este acuerdono ha producido los resultados que se esperaban;los lardos enviados por la vía de Caucasia, ó se hanperdido, ó han permanecido cerca de un año en elcamino. Verdad es que se ha indemnizado á los co-merciantes, pero el tránsito caucasiano, aun des-pués de la apertura del ferro-carril de Poti á Tiflis,'no ha podido destronar la caravana turca y persa,porque la distancia de Tabriz á Tifus es todavía de500 á 600 kilómetros. El camino atraviesa monta-ñas difíciles. Los artículos indispensables á la vidason en ellas caros, y á pesar del empleo de car-ruajes, á causa de este precio excesivo, el trasportees más costoso que por el camino de Turquía.

La construcción de un ferro-carril desde el marNegro al Indo, sería una operación tanto más lucra-tiva, cuanto que, en casi toda la extensión del territo-rio persa, atravesaría terrenos muy fértile.s, casi to-dos de regadío, y susceptibles de producir inmensascantidades de algodón, granos oleaginosos, mate-rias tintoriales y frutas, sin contar el producto delas minas, que sería considerable. Por desgracia,la imposibilidad de conciliar de un modo equitativolos intereses de las dos grandes potencias que in-fluyen en Oriente, no ha permitido dar una soluciónfavorable á los proyectos presentados hasta el dia.

También sería beneficiosa la construcción de unramal de ferro-carril desde el mar Negro á Hassan-Kaleh, á orillas del Araxe, á corta distancia del Erze-roum, J*el abrir un canal desde este rio de Hassan-Kaleh á Djoulfa, punto de la frontera rusa, que seencuentra á unos cien kilómetros de Tabriz. Esta em-presa es tanto más factible, cuanto que sólo habríaque tratar con Turquía y Kusia, los dos gobiernosmás dispuestos hoy á favorecer las construccionesdo todas clases en su territorio. La construcción deun ferro-carril desde el mar Negro á Hassan-Kalehno presenta ninguna gran dificultad, y en cuanto alcanal, el valle por el cual corre el Araxe, esr llano entoda su longitud; la única dificultad que puede pre-verse es la del paso del rio Kars, su principal afluen-te, por la izquierda. El rio Kars llevaría al canal elsobrante de las aguas del lago Sabanga, situado porencima y al Norte de Erivan. Este lago, que tienevarios miriámelros de largo, parece situado allí ex-presamente para servir de depósito y para utilizarsus aguas, y bastaría agrandar el conducto naturalque le pone en comunicación con el rio Kars. El canalpodría continuarse de una parte hasta el marCaspio,y de otra hasta el lago de Ourmia, vasta sabana de

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agua de 450 á 200 kilómetros de longitud, que seconvertiría en el centro de todo el movimiento co-mercial de Porsia. Acaso fuera posible unir el lago al.Chat-el-Arab por medio de un canal que alimentasenlos rios ó corrientes de agua que proceden de lavertiente oriental del monte Zagros, en cuya ver-tiente opuesta nace, segun se sabe, el rio Tigris.Las tierras que forman las orillas del Araxe y dellago de Ourmia son de una fecundidad extraordina-ria, y las poblaciones Armenias, Kurdas y Persasque envían todos los años multitud de jóvenes áConstantinopla, proporcionarían trabajadores ba-ratos.

No debe olvidarse que Persia es un país esencial-mente agrícola, y que necesita, sobre todo, tras-portes baratos más que medios rápidos de comuni-cación*, que desde el mes de Setiembre sus productosestán ya dispuestos para la exportación; que losfrios empiezan en Navidad y acaban en el mes deMayo, y que se tendrían, por lo menos, siete mesesde navegación, tiempo sobrado para hacer todoslos trasportes. La construcción de un canal prepa-raría la de un ferro-carril, sin que se perjudicaranambas empresas, á causa del alejamiento de los dostrazados, que sólo se cortarían en dos puntos, Has-san-Kaleh y cerca del lago de Ourmia.

A la industria y al comercio europeo interesa quese extienda la producción en el vasto territorio dela Persia, puesto que cada bala de algodón ó de sé-samo que salga de aquellas comarcas, hará entraren ellas un valor igual de productos manufactura-dos de Europa. Los 40 millones de telas de algodónque llegan anualmente de Inglaterra, no bastanpara las necesidades del país. La población, sobretodo la del campo, va, la mayor parte del tiempo,vestida con asquerosos harapos, pero el dia en quela exportación sea fácil, las condiciones económi-cas del país cambiarán completamente: no sóloPersia consumirá más, sino que pedirá mercancíasde mejor calidad que los percales que hoy le envíaInglaterra. Los productos de la industria francesa,que tanto le gustan, pero que no. puede pagar hoydia, encontrarán entonces puesto en sus mercados.

Bajo el punto de vista del rendimiento, el canalsería una obra excepcional, y la compañía conce-sionaria no tendría que establecer tarü'as diferencia-les para favorecer la exportación, encontrando enla explotación de las minas, sobre todo de las decobre y de sal, flete dispuesto para cuando, (ermi-nado el trasporte de los productos persas, se encon-trara el canal desocupado. La exportación de lasminas sería tanto más ventajosa cuanto que la com-pañía tendría á su disposición obreros inteligentesiniciados ya en esta clase de trabajos. Habituado elpersa desde hace siglos á buscar en las entrañas dola tierra el agua, sin la cual el cultivo es inútil, es

hábil constructor de pozos y llegaría á ser exce-lente minero.

Relativamente á la población, Persia presentamás ventajas que la China, porque, refiriéndonos tansólo á un producto que les es común, Persia, consus ocho millones de habitantes, produce cerca demillón y medio de kilogramos de seda, mientrasque la China, con una población sesenta veces másnumerosa, sólo produce de 7 á 8 millones.

En lo porvenir, sobre todo, es donde Persia laaventaja, puesto que presenta á los trabajadores in-mensos campos por roturar. Sus producciones pue-den lo menos centuplicarse, mientras que en China,cultivada, oradada la tierra por todas partes, apenasbasta á las necesidades de una población super-abundante.

En una palabra, para sacar inmensas riquezas dePersia, basta darle vias de comunicación.

E. GUILLINY.Encargado de una misión en Orienle.

(Journal des Ecotiomistes.)

EL TOCADO DE LAS DAMAS ISRAELITAS.

He tenido la suerte de escuchar, durante algúntiempo, las lecciones de un profesor cuya erudiciónera tan variada como profunda. Hombre originalí-simo, nos autorizaba á los discípulos', entre otrascosas, á escribir en la pizarra cada quince dias elasunto de una conferencia que debía dar sin pre-paración alguna. Jamás olvidaré el dia en que unbromista tomó el clarión y escribió la palabra ca-misa. Sonó la hora y entró el profesor, tan gravecomo Atlas, que, segun sabe el lector, llevaba elmundo sobre sus hombros. Cuál sería nuestra ad-miración cuando con aire impasible comenzó á ex-plicar la historia de la citada prenda de vestir, conuna elocuencia que no decayó un momento duranteel tiempo reglamentario de la lección.

El profesor Schneider ha muerto, pero sobrevivosu espíritu, y al encontrarnos algunos de sus discí-pulos, nos confesamos mutuamente que nos inspiravivo interés el estudio de los trajes—viejos ó nue-vos—por la filosofía que encierran. A nuestros ojos,Le Follet ó cualquier otro periódico de modas, nosólo es una gaceta de la frivolidad, sino que evocapensamientos de orden más grave.

Me propongo hacer aquí algunas observacionesacerca del tocado de las damas israelitas. Una delas preguntas más interesantes que en la actualidadpueden hacerse es la de ¿Quién es vuestro sastre?¿Quién es vuestra modista? Al querer contestar áellas he averiguado que los hebreos no los tenían.

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E. C. EL TOCADO DE LAS DAMAS ISRAELITAS. 71

De los sastres se habla por primera vez en el Tal-mud. Las damas israelitas sabían hacer, no sólo susvestidos, sino también los de sus maridos y los desus hijos. ¡Qué talento y qué economía! Recuerdoque en una época en que estábamos amenazadosde una huelga de sastres, apareció una caricaturaen el Punch, representando á los hermanos y á losmaridos con los trajes hechos por los lindos dedosde sus esposas y hermanas, y estaban completa-mente grotescos. No debemos admirarnos de quehubiera tan pocos célibes entre los hebreos, porquesi todas las mujeres se parecían entonces á la des-crita en el libro de los Proverbios, era muy econó-mico casarse.

El tocado de las mujeres, en un principio, parecíaser de extraordinaria sencillez, y no creo faltar alrespeto a nuestra madre Eva afirmando que no esposible describir su vestido. Ninguna mención sehace de peluqueros y peinadoras antes de la épocade Ezequiel; por lo visto, las damas israelitas sepeinaban por sí solas. Dícese que se miraban en losarroyos; pero dudo que estuvieran reducidas á estaextremidad. ¿Se concibe acaso una mujer sin unespejo? Además, en el Kxodo se habla de espejos, ygeneralmente se cree quo las mujeres llevaban unoen forma de sortija (1), de modo que, con sólo ele-var un poco la mano, disfrutaban el placer de mirar-se. ¿Apelaban á este recurso porque la vanidadfuese defecto innato á las damas israelitas ó porevitarse el trabajo de ir al tocador? Sólo un Schnei-der puede resolver cueslion de tanta importancia.

Podemos estar seguros de que tal situación delas cosas no duró largo tiempo. ¿Acaso el vestirse ydesnudarse uo constituye la ocupación principal deuna mujer? ¿Qué conversación puede haber más in-teresante para una señora que un diálogo con sucosturera? ¿Cuándo es más feliz que el (lia que es-trena un vestido? Apartemos, pues, de nuestramente las hojas de higuera y otros adornos análo-gos. Si se los usó (2) en la antigüedad, la modaduró poco. No es, sin embargo, imposible que algu-na modista la resucite.

Antes de entrar en detalles debo hacer dos ob-servaciones generales. En primer lugar, había gransemejanza en el traje de hombres y mujeres, con-sistiendo la principal diferencia en la mayor ó me-nor amplitud del vestido. Prueba verdaderamenteconmovedora de la humildad de las mujeres, y biensabemos los esfuerzos que hacen algunas hoy paraparecérsenos en todas las cosas. Además, el arte nodesempeñaba un papel tan importante como hoy enla belleza de las mujeres. Zillah no necesitaba decir

(1) Los espejos eran primitivamente de metal, deforma redonda, por

lo general, y con mareosa veces riquísimos.

(2) Dícese que Naaman, mujer de Lameeh, introc'jjo el uso de ¡as

te'iis de algodón.

á Cain al dejar suelta hasta la cintura su magníficacabellera:

—Es mia, mi querido esposo.La primera cosa que nos sorprendería al exami-

nar el ropero de una dama israelita, hubiese sido lacantidad de vestidos que encerraba. Sí; las damasisraelitas amaban el tocado, y entre los hebreos, semanifestaba el lujo por la riqueza y variedad de lostrajes (1). Llegó á exagerarse tanto la profusión deaderezos y alhajas, que fue preciso protestar contraella. No cabe dudado que, cuando las relaciones delos judíos con las demás naciones fueron más fre-cuentes, abandonaron las mujeres la primitiva sen-cillez, apresurándose á estudiar y á reproducir lasmodas de los sabios egipcios, de los elegantes feni-cios y de los lujosos persas. Job mismo, el pacienteJob, declama contra los abusos del tocado, y todoshemos leido la magnífica diatriva de Isaías contra lasmujeres de aquella época, á quienes censura conprofunda ironía no vivir sino para la coquetería, y *no tener más deseo que el de ver y ser vistas (2).

Examinemos primero ahora el vestido interiorkeluet (túnica) que llevaban lo mismo los hombresque las mujeres, siendo naturalmente las de lasmujeres de un tejido más fino. Eran estas túnicasde lana ó de hilo, azules ó blancas, algunas vecesrayadas, y posteriormente, gracias á Los persas, laseda reemplazó á la lana ó al hilo. Llevábase estavestidura junto á la piel, tanto, que con frecuenciase designa como desnuda á una persona así vestida,lo cual, en el lenguaje del siglo XIX, significa que es-taba en negüyé. Los trajes orientales no se llevabanajustados, y la keluet era primitivamente un ves-tido llolanle sin mangas, bajando hasta las rodillas;poco á poco, se fueron haciendo más estrechos, ylos perals, que eran los lechugm'nos del mundo an-tiguo, lo llevaban larguísimo, pero no todo el mundopodía permitirse este gasto adicional.

Encontrábase en seguida en el ropero de las per-sonas ricas el sadijin, que se puede traducir lienzofino en nuestra versión del tercer capitulo de Isaías.Creo que se llevaría encima del ketuel. La mismapalabra hebrea encontrada en el capílulo XIV dellibro de los jueces, se traduce de distinto modo.

Algunas damas llevaban otro vestido interior queora una túnica larga y ancha, con ó sin mangas,como entre los griegos, los romanos, y también losfenicios.

Empleábase para este vestido, una tela preciosaen la que aparecían tejidos ó bordados, llores ypersonajes, y alrededor del cuello, estaba cubiertade adornos: las (lores eran del color púrpura másintenso, y las orillas estaban guarnecidas de oro y

\\\ Leemos en la Biblia: Vos sois rico en vestidos; sed nuestro

príncipe.

!2) Isaías «numera veintiún artículos de tocador.

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REVISTA EUROPEA.—W DE JULIO DE 1 8 7 5 . N.°72de colores vivos. A estas prendas do vestir, debe-mos añadir el cinturon para ceñidas, cuya grandeimportancia en la actualidad conocen bien los lec-tores de Hornero. La materia de que se hacía elcinturon, variaba según el gusto ó, más bien, elbolsillo de quien lo usaba. Los cinturones comuneseran de cuero y muy estrechos; algunos de seda óde oro con presillas de plata. Se los ceñían por Jacintura, y las mujeres los llevaban un poco másbajo que los hombres. Era frecuente llevar cogi-dos á la cintura frasquitos de olor, y á veces tam-bién un elegante bolsillo para el dinero y otrosobjetos de valor.

Finalmente, la prenda de vestir llamada simlak,era una especie de manto largo y ancho con cola,que deleitaría á las damas de nuestros dias. En suorigen era un pedazo de tela cuadrado, parecido áun gran chai: se hacía al principio de pelo de came-llo, y después de algodón. Los que lo llevaban usa-ban en verano un tejido fino, parecido á nuestramuselina. En invierno se empleaba generalmenteuna tela más gruesa. El simlah servía de tapiz ó decubierta por la noche, y por esto la ley de Moisés,que reglamentaba multitud de detalles—como, porejemplo, que se empleara una mezcla de lana y dealgodón en la fabricación de las telas,—ordenabaque si un hombre se veía obligado por pobreza áempeñar su manto, le fuese restituido antes de lanoche. El simlah se sujetaba con alfileres de oro álos hombros, y caía formando elegantes plieguespor encima de las demás vestiduras. Algunos deestos mantos debían ser espléndidos, y según hedicho ya, el ropero de una dama israelita teníacon qué llenarse. En el libro de los jueces, hablandoDeborah del botin que la madre de Sisarah suponehaber tocado en suerte á su hijo, se expresa así:

«Puede ser que ahora se reparta el botin y quese escoja para Sisarah la más bella de las cautivas,con los vestidos de colores bordados á la aguja».

«Su vestido es de seda y de púrpura», dice el reySamuel.

Sobresalían los fenicios en los tejidos y en lostintes, y eran famosos por su azul oscuro y su púr-pura. Los persas eran muy reputados por sus sedas,y no cabe duda de que ellos eran los que propor-cionaban á las damas israelitas las más preciadasvestiduras.

Conocidas ya las principales prendas del traje,pasemos al tocador. No hay para qué decir, que lacabellera larga se consideraba un gran adorno. Seha dicho de la Sulamita:

«Tus cabellos son como rebaños de cabras.»Fue, por algún tiempo, moda llevarlos sueltos,

cogiéndolos sólo con una cinta, que es, sin duda al-guna, el peinado más sencillo, y más lindo. Peromás tarde, cuando la principal'preocupaeion denlas

mujeres fue aparecer bollas, formaron trenzas consus cabellos, las retorcieron de todos los modosposibles, lo untaron con aceites olorosos y lo cu-brieron con polvo de oro. Algunas de ellas lo riza-ban formando una corona gigantesca detrás de lacabeza ó lo dejaban caer en largos bucles. Lassolteras coquetas y las jóvenes viudas consolablesdejaban caer graciosamente sobre la frente un me-chón que daba sombra á sus cejas. Pero, ¿quienpodría enumerarlos mil distintos peinados imagina-dos por las mujeres? Las damas israelitas copiabaná las de otras naciones. Jezabel era una de las adep-tas al arte extranjero en el peinado. Se pintaba dia-riamente, siendo imposible decir por la mañana cuálsería el color de sus cabellos y de su rostro al llegarla noche. Las damas israelitas no teñían sus cabe-llos y los arreglaban coa curiosidad. Pero, ¿con qué?Lo ignoro; porque se sabe que no conocían lospeines. Se embadurnaban la cara como se la emba-durnan en el siglo XIX, cuidando especialmente desus cejas y de sus uñas.

El velo desempeñaba entonces un papel impor-tantísimo; ninguna mujer respetable podía prescin-dir de él, y no había insulto más grave que el deque se quejaba la Sulamita:

«Los que guardan la muralla me han quitado mivelo.»

Las mujeres, sin embargo, no se cubrían tan es-trictamente como lo hacen hoy en Oriente. Habíadiferentes clases de velos. Unos eran una especiede manteleta ligera, que se llevaba como se llevanhoy los fchus; había otro que se sujetaba al pei-nado, caía sobre la frente y se le echaba hacia atrás,y otro que, sujeto por encima de los ojos, caíasobre el pecho.

Pero el adorno en el cual desplegaban los israe-litas ricos mayor magnificencia, era el turbante.Los pobres tenían que contentarse con un pedazode tela rodeado á la cabeza. Los turbantes de losricos eran de diferentes colores y arrollados de dis-tintos modos, afectando algunos la forma de eleva-das torres. Las mujeres llevaban también coronasen determinadas ocasiones. Arrollábanse tambiénalrededor de la cabeza muchas cintas que termina-ban en punta.

Los zapatos y las medias eran desconocidos; cal-zábanse con sandalias de cuero, sujetas con doscorreas. Las mujeres, más cuidadosas que los hom-bres de cuanto al traje se refería—cosa que no sor-prenderá de seguro á las que hoy no son indiferen-tes á un par do botinas bien hechas ó á elegantesbabuchas,—tenían sandalias con correas de cueroteñido; el azul oscuro, el violeta y la púrpura eransus colores favoritos. Salomón admiraba mucho lassandalias de la Sulamita y también quizá los piesque las llevaban, porque dice:

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M. REVILLA.—CRITICA LITERARIA. 73—«¡Qué bellos son tus pies, oh hija de principe!

á causa de lo lindo de tu calzado.»Eu los tobillos llevaban aros de oro ó cadenas de

plata, con campanillas también de plata. En tiempode Isaías se empleaba este adorno para llamar laatención de los transeúntes; pero no todas las mu-jeres, agitaban sus campanillas ni hacían signos conlos ojos con este fin poco decoroso. No podernoscreer que las mujeres pintadas por Isaías sean eltipo de toda la nación.

La mujer de Jeroboam era muy conocida por sumodo de andar... musical. Las campanillas iban ge-neralmente sujetas á anillos por medio de un bro-che. Acaso fuera feliz idea resucitar esta moda, yde todos modos lo someto á la meditación de nues-tras aficionadas al lujo. Además de los artículosque he enumerado, había otra multitud de acce-sorios, acerca de los cuales creo superfluo dete-nerme.

Usábanse mucho los cordones y las cintas; estasúltimas eran de oro ó de plata. Las arracadas eranun adorno apreciadísimo, y dícese que pesaban1.700 sicles de oro (peso y moneda de los judíos),y eran tan grandes, que podía un hombre pasar lamano por medio de ellas. Aunque parece estar denuevo en moda las arracadas muy largas, espera-mos que no llegarán á tales dimensiones. Llevá-banse también muchos anillos, de los cuales pen-dían campanillas; los anillos eran ordinariamente decuerno ó de plata; pero el anillo más popular era elque se llevaba en la nariz, agujereando el narigalizquierdo y pasando por él un anillo de marfil ó demetal. A nuestras ideas occidentales repugna estacostumbre; pero, en realidad, tan bárbaro es aguje-rear la nariz como las orejas. ¿Hay acaso algo másfeo que esos pesados adornos que penden de lasorejas de una joven? Era costumbre que los jóve-nes regalasen un anillo para la nariz á su prome-tida esposa. ¿Será este el origen de la frase «lle-varla por las narices?» Creo que no, porque hastaen Israel era el marido quien iba llevado de estemodo.

Se usaban generalmente brazaletes en el brazoderecho, y los había tan grandes que llegaban hastael codo. Los dedos los adornaban con sortijas; al-rededor del cuello arrollaban cadenas de oro fino 6cordones de perlas, de los que pendían bolitas ócampanillas de plata.

«Tus mejillas—decía Salomón, que conocía mejorlas mujeres que la mayoría de nosotros,—tus meji-llas están adornadas con filas de joyas, y tu cuellocon cadenas de oro.»

Acostumbrábase á unir á estas cadenas otros ador-nos, unos sin significación, como las cruces que hoyse llevan, otros que servían de amuletos. Tales erandijes redondos como la luna, frasquiti>d de olor, ser-

pientes y plaquitas de oro ó de plata, sobro las cua-les estaban grabadas plaquitas á las cuales se atri-buía virtud mágica. No estoy seguro de que, aunhoy día, hayamos prescindido de todas estas supers-ticiones.

No parece que las damas israelitas llevasen guan-tes; las manos no eran á sus ojos un simple adorno,y por tanto se servían de ellas sin que á nadie ocur-riera encontrarlas menos bellas porque estuvieranun poco tostadas del sol. Tampoco usaban pañuelosde las narices. Siento infinito dar cuenta de estaenormidad, y comprendo que, después de esta de-claración, nelesito acabar inmediatamente (1).

Bien pensado, creo que una doncella de labor is-realita—no refiriéndonos al marido—tenía derechopara estar orgullosa de su señora cuando ésta sevistiese de ceremonia. No cabe duda de que la ope-ración debía ser larga, y el marido tendría queimpacientarse más de una vez antes de que sumujer estuviese dispuesta... ¿Pero acaso el objetoprincipal de la mujer no es hacer al hombre pa-ciente?

E.C.(Dublin Magazine.)

CRITICA LITERARIA.LAS ILUSIONES DEL DOCTOR FAUSTINO

POR D . JUAN VALERA.

En el trascurso de breves dias la literatura espa-ñola seJia enriquecido con dos novelas nuevas: Lasilusiones del doctor Faustino, del Sr. Valera, y ElEscándalo, del Sr. Alarcon. Tenemos, pues, yabuenos novelistas españoles. A la reducidísima listaque do ellos podía formarse, hay que agregar yanombres por todo extremo valiosos, que eclipsarándefinitivamente á la turba-multa de pseudo-novelis-tas que entre nosotros pululaban; y para que nues-tra dicha sea completa, estos nuevos escritoresparecen movidos por igual propósito á aclimatarentre nosotros la novela psicológica, la novela enque la intención y trascendencia del asunto igualan,cuando no aventajan, al interés dramático de laacción; en que se analizan con la maestría del filó-sofo, pintándolas juntamente con el talento del ar-tista, esas variadas manifestaciones do la humananaturaleza que se llaman caracteres y tipos; en que,finalmente, no se ofrece al lector como único incen-tivo el interés, un tanto ínfimo y sensual, que des-

(1) Cuando Denis tradujo (Helo para la escena francesa, sustituyócon un t'e/iel pailunlo de Desdémona.

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piertan los variados y portentosos lances de unaacción complicada, sino aquel otro, más espiritualy levantado, que se origina de la fiel y delicadapintura de las pasiones y de los caracteres humanos,pintura bajo la cual se oculta un importante proble-ma ó una profunda é intencionada enseñanza.

No diremos nosotros que todos los que este ca-mino emprenden logran en sus propósitos completoacierto; pero basta con el intento para su satisfac-ción y gloria. Sin negar ni desconocer la sustantí-vidad del arte y el valor intrínseco de lo bello ensí, sin sostener en absoluto la teoría del arte do-cente, sin confundir esferas distintas del pensa-miento y de la vida, lícito ha de sernos, sin embar-go, señalar un hecho y manifestar un deseo: elhecho de que la sociedad moderna profiere á lasobras de arte que sólo hacen gozar, las que hacenjuntamente gozar y sentir, y que á estas mismasantepone las que además obligan á pensar; el deseode que sepan nuestros artistas — sin convertir elarte en simple medio de exposición didáctica nirenegar del culto que á la forma siempre y con en-vidiable éxito tributaron, — satisfacer esta legítimaexigencia de nuestro siglo, nutriendo do pensa-miento, de intención y de trascendencia á susobras, y siguiendo en todas las esferas del arte elcamino que van trazando ya algunos esclarecidosingenios.

En la poesía lírica tiempo hace que se sigue lasenda acertada, por todos los que saben inspirarseen la gloriosa tradición iniciada por Quintana, con-tinuada por Espronceda y representada en estosúltimos tiempos por el grupo., más escogido quenumeroso, de poetas de pensamiento y de idea, acuyo frente figuran Campoamor y Nuñez de Arce.En la novela el movimiento comienza á iniciarsecon buen éxito. No así en la dramática, apartadahoy de las corrientes de la época y empeñada enuna insensata restauración romántica que á nadaresponde y á nada conduce, como no sea al rápidodecaimiento del teatro.

Al Sr. Vale.'a corresponde parte muy señalada enesta regeneración de la novela. Su Pepita Jiménezrepresenta un paso decisivo en esta senda á cuyotérmino ha de hallarse la verdadera novela psicoló-gica, tipo ideal de la novela contemporánea en susvarias manifestaciones. Y no se entienda por estoque rechazamos en absoluto los restantes génerosnovelescos. La novela histórica, concebida y des-empeñada al modo que lo hicieron Walter Scott,Litton Bulwer, Víctor Hugo y otros escritores insig-nes; la novela de costumbres picarescas, de quetan incomparables modelos nos legaron nuestrosclásicos; la novela de enredos y aventuras, mante-nida en los límites de lo razonable y lo verosímil,son y serán siempre tan legítimas y aceptables como

aquella cuyas excelencias pregonamos; pero en to-das ellas alcanzará mayor y más merecido renom-bro la que mejor acierte á pintar el corazón humanoy la que más intención y enseñanza entrañe; y átodas superará la novela psicológica, aquella cuyoprincipal objeto sea pintar con vivos colores eldrama íntimo que se desarrolla en los senos pro-fundos de la conciencia, y de que sólo es retlejo ytraducción sensible el drama exterior y materialque se anuda en el terreno de los hechos. Esta no-vela, ora aspire á dilucidar temerosos problemasfilosóficos y sociales, ora á trazar animado cuadrode las actuales costumbres, ora se encierre en loslímites de un carácter y revista las proporciones doun simple retrato, es la novela propia de nuestrosiglo, la que mejor simboliza su carácter y satisfacesus aspiraciones, y os precisamente la única de quecarecíamos hasta ahora en España (salvo honrosasexcepciones, abundando en cambio las produccio-nes creadas por el desordenado genio que inspiróen la vecina Francia á Dumas (padre), Soulié, Fóval,Ponson du Torran, Gaboriau y toda la turba-multade novelistas- del género terrorífico que tan gravesperjuicios han ocasionado al arte, á la moral y alsentido común.

Pepita Jiménez obtuvo un éxito completo. Losdefectos que en ella pudieran encontrarse (y ni eranmuchos, ni graves), desaparecieron ante las exce-lencias que la avaloran y ante lo acertado del pro-pósito que en su autor revelaba. Este éxito (cuyamejor confirmación es la nueva y elegantísima edi-ción que de Pepita Jiménez acaba de darse á la es-tampa) animó al Sr. Valora á perseverar en el ca-mino emprendido, y fruto de esta resolución ha sidouna segunda novela, de más enredo y extensión quela primera, tan gallardamente escrita como ella, nomenos dotada de intención ni menos abundante endoctrina, pero, á nuestro juicio, inferior á PepitaJiménez como concepción y corno desempeño. Ajustificar este aserto y á hacer imparcial juicio de laúltima producción del Sr. Valera se encamina elpresente artículo.

Y ante todo, ¿en qué aventajan Las ilusiones deldoctor Faustino á Pepita Jiménez? ¿Qué defectos dela primera novela del Sr. Valera se han corregidoen la segunda, y qué cualidades se han acrecentado?Hé aquí las primeras cuestiones que debemos re-solver.

Forzoso es reconocer que Las ilusiones del doc-tor Faustino son una novela más abundante enacción que Pepita Jiménez; en tal sentido son (per-mítasenos la frase) más novela que ésta. Pero Pe-pita Jiménez no desmerecía por ser su acción tanpobre; era un estudio psicológico más que una

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novela; pero en aquel simple estudio, en aquellaacción sencillísima había mucho más interés queen la acción más complicada y rica en episodios deLas ilusiones del doctor Faustino. La razón es muysencilla: en Pepita Jiménez había muy pocos per-sonajes, pero todos eran interesantes y simpáticos;en la novela que examinamos hay muchos; pero losmás son repulsivos, y los que más interesantes pa-recen, son falsos.

Dos defectos podían señalarse en Pepita Jiménez.Era el uno el desnivel que se advertía entre la po-sición y cultura de sus personajes y el modo cómopensaban y so producían; era el otro la crudeza conque se pintaba la escena de seducción con que sedesenlazaba la novela. Ambos defectos subsistenen Las ilusiones del doctor Faustino, con una solaventaja: la de estar multiplicados. En Pepita Jimé-nez había dos ó tres personajes que hablaban mejorde lo que á su condición y cultura correspondía: enLas ilusiones, esto acontece con todos (y son mu-chos); en Pepita Jiménez había una escena de se-ducción pintada al fresco: en la segunda novela delSr. Valera hay tres escenas de la misma índole ypintadas de idéntica manera.

Los defectos de Pepita Jiménez se han conserva-do, pues, en esta obra, mejorándolos en tercio yquinto. De las cualidades, no se ha perdido ningunade las que son, por necesidad, inherentes á todaobra del Sr. Valera; pero en cambio, algunas de lasque á este número no pertenecen, han desapareci-do ó se han amenguado, y de aquí la indudable in-ferioridad de esta novela con relación á su antece-sora. Pero la verdad de este juicio comparativo sedesprenderá mejor del análisis de Las ilusiones deldoctor Faustino que de estas consideraciones que,formuladas antes de que el lector tenga idea del librosobre que versan, pecan de abstractas, y podrían,con razón, estimarse como desautorizadas y arbi-trarias. Procedamos, pues, á dar alguna idea de loque es la novela que nos ocupa.

Combatir las vanas y falsas ilusiones es el objetoque se ha propuesto el Sr. Valera; y decimos lasfalsas y vanas ilusiones, porque no pudo entrar ensus intentos el de ridiculizar las verdaderas y legí-timas, por más que no haya trazado con el cuidadonecesario la linea divisoria entre unas y otras. Enrigor, más bien es la presunción que la ilusión loque el Sr. Valera ridiculiza; porque la ilusión en símisma, es decir, la creencia en la inmediata y com-pleta realización del ideal que la mente concibe,sólo es ridicula en uno de dos casos: ó cuando elideal es falso ó anacrónico, ó cuando et sujeto ca-rece por completo de medios y recursos para con-seguir su realización, esto es, cuando hay despro-

porción evidente entre los medios y el fin; fuera deestos casos, la ilusión, por contraria á lo real quesea, nunca os ridicula, aunque pudiera ser conde-nable, porque no es ridículo el anhelo de lo ideal yde lo perfecto, ni siquiera la candida creencia deque uno y otro se encarnan y realizan en este bajomundo. La ruina de la ilusión, lo que se ha llamadoel desengaño, en tesis general, tiene más de trágicoque de cómico; para ser esto último, es necesarioque la ilusión sea muy infundada y pequeña, ó elsujeto muy presumido y necio. Cuando un hombrecomo Byron ó Kspronceda, poseído del tedio de lavida, canta con desesperado acento la ruina de susilusiones más caras, podrá experimentarse al escu-charle conmiseración ó tristeza, horror ó escánda-lo, pero nunca sus quejas parecerán risibles; cuandoun escolar lamenta el desengaño que le infirió unaLaura de obrador, lo pequeño de la ilusión perdidaengendra el sentimiento de lo cómico.

Y hé aquí una de las primeras dificultades queofrece el singular personaje bautizado por el señorValera con el nombre de doctor Faustino. ¿En quéconsisten el error y la ridiculez del doctor Faustino?¿En la pequenez de sus ilusiones? De ninguna ma-nera. La aspiración á la verdad cientílica, el cultodel bello arte, el amor á la gloria y al poder, el an-helo de sublimes é ideales amores, la ilusión, ensuma, de ser á la vez profundo filósofo, hábil polí-tico y renombrado poeta, no son cosas pequeñas,aspiraciones baladíes ni ideales despreciables. Siabrigar tales ilusiones fuera inmoral ó ridiculo, sedeclararía á la humanidad entera incapacitada paraaspirar á lo noble y á lo grande.

¿Consistirán, por ventura, el error y la ridiculezdel doctor Faustino en aspirar á tan altos fines,contando con medios débiles ó nulos? Todo monosque eso. Noble, bien educado, instruido, dotado deagudo entendimiento y viva fantasía, el doctorFaustino no es un hombre tan vulgar é inepto quecarezca de todo derecho para ambicionar levanta-dos destinos. El principal obstáculo que á sus pla-nes se opone es la falta de dinero; pero si fueraridículo soñar en grandes cosas, careciendo de esterequisito, se declararía de plano que la ciencia, elarto, el poder y la belleza son cosas vedadas á lospobres, y la historia de todos los grandes hombres,por regla general nacidos de la miseria y del polvo,sería la más acabada refutación de tan peregrinatesis.

¿En qué consiste, repetimos, la vanidad de Lasilusiones del doctor Faustino? El examen detalladode la novela no da, en nuestro concepto, otra res-puesta que la siguiente:

El doctor Faustino, Heno do ilusiones legítimasy nobles, dotado de facultades suficientes pararealizarlas, si no en absoluto, al menos en los lími-

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76 REVISTA EUROPEA.—11 DE JULIO DE 1 8 7 5 . N.° 72tes de lo posible á los seres finitos, carece de ener-gía, de resolución, de fijeza en sus ideas y propósi-tos, en una palabra, de carácter. Más convencidoque lo necesario del valer de sus propias cualidades,juzga en su vanidosa presunción que sin esfuerzoni fatiga le ha de ser posible conseguir cuanto sue-ña su mente ambiciosa; falto de ideas fijas y deconvicciones arraigadas y profundas, no acierta ;torientarse en su vida ni á dar, por tanto, forma con-creta y dirección constante á sus aspiraciones ypropósitos; voluntad voluble en sus motivos, débilen sus resoluciones, falta por completo de energía,decisión y carácter, déjase imponer por las circuns-tancias y arrollar por los acontecimientos, en vezde sobreponerse á éstos, y merced á esta serie deconcausas, váse precipitando de error en error y detropiezo en tropiezo, hasta caer despeñado desdelo más alto de sus ilusiones hasta las más hondasprofundidades del mal y del error. Este es, en susrasgos generales, el complejo, contradictorio yantipático protagonista de la novela del Sr. Valera;éste el tipo en que ha intentado personificar lasfalsas y vanas ilusiones. ¿Lo ha conseguido? El lec-tor contestará, de seguro, con nosotros, que no sonlas ilusiones verdaderas ni falsas lo que aquí re-sulta condenado, sino más bien la presunción vani-dosa del sujeto y la carencia de carácter, traducidaen falta de ideas y convicciones, flojedad y anar-quía de propósitos, pereza intelectual, y á la postre,decaimiento de la conciencia moral y perversiónconsiguiente de la voluntad.

El doctor Faustino ¿es un tipo, un carácter ó am-bas cosas á la vez? Si por carácter se entiende pre-cisamente la carencia de todo carácter, de tal sepuede calificar al doctor Faustino; si se entiendeuna personalidad activa, poderosa, dotada de vigo-roso relieve, la respuesta tiene que ser comple-tamente distinta. No; el doctor Faustino no es uncarácter; apenas es una personalidad. Es algo flo-tante, incoloro, inconsistente como la sombra, queresiste al análisis, que se escapa de entre las ma-nos; algo que obra sin saber por qué, piensa sin sa-ber qué piensa, y á punto fijo no sabe si siente; algoque podrá existir en la realidad, pero que carece devaler y de belleza en el terreno del arte, donde loprimero que se exige es figuras acentuadas, vigo-rosas, activas, que interesen y conmuevan al con-templador.

Más tiene el doctor de tipo que de carácter, perode tipo vulgar y desdichado. No escasean en elmundo hombres como él; pero bastante pequeñospara no inspirar horror, y harto culpables para noexcitar conmiseración, atraviesan por el mundo sinproducir otra cosa que el desden ó la mofa. ¿Vale lapena de sacar á la escena del arte tipos semejantes?¿Despréndese de su pintura interés estético ó pro-

vechosa enseñanza? Lo último, quizá; lo primero, no.El lector no experimenta jamás interés ni simpatíahacia el doctor Faustino; á veces le produce aver-sión, pero al contemplar lo inconsciente de su con-ducta, este sentimiento se desvanece, y lo únicoque en el ánimo queda es el asombro de que tandespreciable carácter haya comprometido en elvulgar drama de su vida á criaturas, nobles ó impu-ras, pero al cabo de alguna valía y significación.Con tales condiciones, el interés estético y la emo-ción dramática son imposibles; y dado esto, ¿nocabe preguntar si es lícito convertir á semejantepersonaje en protagonista de una acción en que to-dos, monos él, han de ser necesariamente protago-nistas?

Rodean al doctor Faustino, y con él se enlazan(no ciertamente por iniciativa ni esfuerzo del prota-gonista) otros personajes, trazados con acierto mu-chos, é interesantes y simpáticos no pocos. Todosellos entran en el círculo de acción (ó mejor, de in-acción) del doctor Faustino, y todos (ó casi todos)reciben de él graves heridas, causadas por una es-pecie do ciega ó inconsciente fatalidad que es marcacaracterística de todos sus actos. De algunos sufreél análogos golpes, pero ni de éstos reporta ense-ñanza, ni contra ellos reobra con energía. Medita-ciones infructuosas, propósitos vanos y jamás cum-plidos, dudas, vacilaciones: hó aquí los frutos queen su espíritu engendran, lo mismo la adversidadque la fortuna.

Pero lo monstruoso, lo inconcebible, es la con-ducta del doctor en materias amorosas. El juiciocabal de esta conducta resiste á todo examen: nohay psicología capaz de explicar lo que acontece entales ocasiones en el alma del doctor. Un idealismoromántico y vaporoso parece dominarle, y, sin em-bargo, constantemente cae, sin qué ni para qué,en los abismos de la más vulgar y desatentada lu-juria. Con pasmosa facilidad se apasiona (ó al menosasí lo cree), de cuantas mujeres se ofrecen á supaso, y con facilidad no menos notable las deshon-ra, las aborrece y las ultraja. En su corazón y en sufantasía caben holgadamente los amores más ro-mánticos y los más vulgares; pero nunca caben elsentido moral ni la dignidad do caballero. Objetoindigno de un amor sublime, halla en él la salvacióntras largos sinsabores, y lo sacrifica inmediatamen-te, sin escrúpulo ni racional motivo, á una intrigavulgar ó indecorosa. Al cabo termina su vida tandignamente como la desarrolló; suicidándose sinsaber por qué. Su muerte, como su vida, se pare-cen en una cosa: en ser inconscientes. Vivió sin ob-jeto y sin objeto muere, y su muerte no excita ma-yores simpatías que su existencia.

Dado el exquisito ingenio del Sr. Valera, fácil escomprender cuan grandes habrán sido sus esfuerzos

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N.° 72 M. REV1LLA.—CRITICA LITERARIA. 77para hacer inteligible y simpático á su personaje.Que no lo ha conseguido, es evidente. La serie deingeniosísimos monólogos y de discretas reflexio-nes de que para tal intento se vale, muestran todala delicadeza de su entendimiento penetrante y po-nen de relieve todos los primores de su inimitableestilo, pero no alcanzan á dar claridad á lo que desuyo es ininteligible. El doctor Faustino es cons-tantemente un enigma, y sus hechos una serie dologogrifos inexplicables, á pesar de los esfuerzosdel Sr. Valera.

No ha sido más feliz este eminente escritor en lapintura de algunos otros personajes de la obra. Ma-ría—el más bello, interesante y simpático de todos,la creación más delicada y poética de la novela,—es un carácter absolutamente falso. Aparte de loinverosímil de sus actos, y de lo imposible de suposición, María abriga ideas y sentimientos que nopueden existir humanamente en una condición comola suya. Su amor al doctor Faustino dista mucho deser verosímil; la forma en que lo concibe y mani-fiesta lo es menos aún. Prescindiendo de que lasideas espiritistas (utilizadas con escaso acuerdo ysin notoria ventaja por el Sr. Valera para embelle-cer á este personaje) no existían en 1843 y no po-dían tampoco (caso de haber existido) producirseen la mente de una persona de baja extracción yescasa cultura; la conducta de María es inexplica-ble, sobre todo, cuando descendiendo de las alturasdel platonismo, se entrega al doctor con una facili-dad y un descaro que no tienen justificación posi-ble. La caida de María es una mancha en su carác-ter y también en la novela; en cambio, nada máshelio que su conducta después de su casamiento, ynada más conmovedor que su muerte.

Costanza es otro enigma como el doctor; calcu-ladora, coqueta, interesada, y al mismo tiempovirtuosa en la primera parte de la novela; tierna,amorosa después, infame y cínica más tarde, Cos-tanza es inexplicable también. Su caida, menos ver-tiginosa y más natural que la de María, carece, sinembargo, de preparación suficiente. Su manera deproducirse en la época de su primera aparición noes más propia que la de los restantes personajes.

Rosita es más comprensible que sus compañe-ras de infortunio; pero es demasiado culta parasu clase, cae muy luego en infamias indignas, nobien justificadas, y se entrega al doctor con igualfacilidad que las demás habitadoras de Villaber-meja.

Los personajes secundarios aventajan en generaá los principales, Doña Ana, la niña Araceli, Respe-tilla, D. Juan Fresco, Joselito el Seco, el padre Pi-ñón, Irene, Manolilla, son figuras muy bien dibuja-das, muy verdaderas y algunas muy irieresantes.El único defecto que hay en estos personajes, comí

3n los restantes, es que hablan, no como corres-ponde á su condición, sino con tanta discreción ycultura como D. Juan Valera.

No acierta, con efecto, el Sr. Valera á eclipsarsecuando obran sus personajes, ni á conservar en eldiálogo el carácter propio de cada uno de éstos.Olvidase á cada paso de que son personas incultaslas que hablan, y pone en su boca discretísimos dis-uirsos, llenos de erudición y filosofía, sin duda muybellos, pero de todo punto impropios, üe aquí queel diálogo parezca, no un coloquio de señoritas deprovincia, aperadores,, cortijeros y eminencias dealdea, sino una conversación entre una multitud dencarnaciones distintas del espíritu de D. Juan Va-

lera, multiplicado en sus personajes; con lo cual lanovela se convierte en un perpetuo y sabrosísimomonólogo del discreto autor de Pepita Jiménez.

La acción de la novela no carece de movimiento,aunque peca de desproporcionada; pues en extre-mo detallada en su principio, se precipita al finalmás de lo necesario. No hay que decir que las des-cripciones en que abunda son bellísimas, las digre-siones discretas y llenas de sales y ocurrenciasoportunas, y el diálogo fácil y elegante, aunque casisiempre impropio. El buen gusto y la delicadezaque, caracterizan al Sr. Valera, resplandecen en laobra. Sin embargo, fuera de desear algo más de re-cato en la narración de las multiplicadas caídas desus heroínas, y lo hubiera sido que no afease su no-vela con la repugnante escena descrita en el capí-tulo xx, escena que constituye un desliz imperdo-nable en escritor tan delicado. Del estilo y lenguajenada hay que decir. Se trata de un libro escrito poruno de nuestros primeros hablistas, y fuera super-fino todo encarecimiento.

Este artículo va siendo interminable, y fuerza esque le concluyamos aquí. Mucho podíamos decirtodavía sobre esta importante producción; perojuzgamos que con lo expuesto basta para formarjuicio de ella. Creemos haber probado que Las ilu-siones del doctor Faustino son inferiores á PepitaJiménez; y creemos haber cumplido con sujeción áestricta justicia, y aun con severidad, nuestra mi-sión de críticos. Pero también consideramos justodeclarar que los defectos señalados (y no son po-cos) no impiden que Las ilusiones del doctor Faus-tino sean producción de indudable valía, más quepor su asunto y por su acción, por su riqueza enbellísimos detalles, y por la gallardía y discrecióncon que está escrita.

M. DE LA RE VILLA.

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CRÓNICA INDUSTRIAL.

MATERIAS T E X T I L E S . — E L YUTE Y EL MAGUEY.—LA IN-

DUSTRIA CÁÑAMO-LI.XERA EN ESPAÑA.—'LuCES ELÉCTRI-

CAS EN LAS LOCOMOTORAS Y EN LOS BUQUES.— ExTIN-

CION DE INCENDIOS POR MEDIO DEL VAPOR.—UN NUEVO

PROCEDIMIENTO DE BLANQUEO PERFECTO PARA TODAS

LAS MATERIAS VEGETALES.

Empieza á llamar la atención en los centros in-dustriales y fabriles de España, la idea de sustituirel yute con el magrey en las hilaturas bastas, desti-nadas especialmente á saquería y embalaje, no sólobajo el punto de vista de la gran abundancia de laúltima de dichas materias textiles, sino también porel interés, con que se relaciona, de aumentar el co-mercio español con nuestro Archipiélago filipinodonde se produce el inayrey, emancipando al mismotiempo á las fábricas españolas de la dependenciabritánica que hoy, hasta cierto punto, tienen quesufrir, toda vez que algunas de las comarcas de laindia inglesa, especialmente Calcuta, son las quesuministran el yute, que es la materia que en laactualidad se emplea.

Aunque ligeramente y sin tratar de resolverla, setrata de esta cuestión en una exposición que hanelevado á S. M. el rey, los señores Ros y Verde,Hos yMuntadas y Mumbert, pidiendo protección parala industria de hilados y tejidos en España, por me-dio de mayores derechos arancelarios. Prescindien-do de esta tendencia que forma el asunto principaldel folleto de dichos señores, y sin más que hacernotar la coincidencia con que, en la época presente,se reclama protección arancelaria, lo mismo para loscereales que para los tejidos, vamos á ocuparnospura y sencillamente del asunto industrial de lasustitución del yute por el magrey, acerca del cualdan algunos detallos los señores Ros y Mumbert.

Como los tejidos de yute, en su mayoría, se desti-nan á la saquería y embalaje, cuyas telas son de te-jido grueso, se puede muy bien emplear dicha ma-teria magrey para elaborar las hilazas de dichostejidos.

Hoy tenemos en España telares que consumenmensualmente 39.800 arrobas de hilados para sacosy embalajes, los cuales representan en materiabruta unas 49.500 arrobas.

Los consumidores de estas 49.500 arrobas deyute, si fuesen reemplazadas por igual cantidad demagrey, las emplearían en las fábricas de hiladosque existen, y que en lo sucesivo se establezcanen España, sin temor de que los hiladores ingleses,belgas ó franceses fuesen á buscar el magrey áManila; en primer lugar, por la cuestión del traspor-te, y, en segundo término, porque el yute que se

produce en Calcuta basta para todas las necesidadesde la hilatura extranjera en sus diferentes clases detejidos.

Las 49.500 arrobas citadas auxiliarían un retorno,que hoy no existe, de Manila, y con ello se podríaorganizar una línea de vapores con itinerario fijo,tan indispensable para el comercio del Mediterráneocomo para las necesidades del Gobierno; línea queproporcionaría la grande economía de llevar á Ma-nila los vinos y aceites de España.

También en nuestro Archipiélago existe otra ma-teria textil llamada abacá, que sale en grandes can-tidades para diferentes puntos del globo, y sólopara España en pequeña escala, para la confecciónde jarcias y otras cuerdas.

Tanto el abacá, que sólo se produce en determi-nados puntos de nuestro Archipiélago, como el ma-grey, tienen la ventaja, sobre el yute, de que resis-ten frecuentes lavados, lluvias y humedades, sindeteriorarse de una manera sensible.

Este asunto y el del desarrollo de la industriacáñamo-linera son de la maya^importancia bajo elpunto de vista fabril. Como en la industria cáñamo-linera cabe distinguir dos parles, la agrícola y lamanufacturera, debe advertirse que, si bien es yaregular la producción agrícola del lino y cáñamo enEspaña, no deja por eso de ser susceptible de ad-quirir mayores proporciones si llega á introducirsey extenderse la hilatura mecánica de estas materiastextiles en nuestra patria, porque la gran cantidadque de ellas necesitaría aquélla, operaría un granaumento en el consumo, y ésta haría otro tanto enla producción agrícola. En cuanto á la parte manu-facturera, existiendo como existen las primeras ma-terias, los capitales y los conocimientos industrialesnecesarios , debe ser muy grande la importan-cia que la hilatura llegue á tener dentro de pocosaños.

Hace algún tiempo se hicieron en Rusia ensayosde alumbrado eléctrico en la via férrea de Moscou áKurek, cuyos resultados fueron bastante satisfacto-rios. El aparato consistía en una batería de cuarentay ocho pares herméticos, cuya corriente dirigía unregulador colocado sobre la máquina. Á pesar de latrepidación de la locomotora, se obtenía una luzbastante regular, que alumbraba la via á 500 ó 600metros. Estos ensayos revelaron desde luego unadelanto bastante notable, entre otras razones, porlo que contribuía á evitar los choques de trenes denoche, especialmente en tiempo de niebla; pero noha sido bastante, y M. Girouard, conocido mecánicofrancés, ha propuesto un nuevo sistema, preferibleal empleado en Rusia. Como las pilas no siempredan buenos resultados, conviene servirse de una

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N.° 72 A. LEÓN. CRÓNICA INDUSTRIAL.

pequeña máquina magneto ó dinamo-eléctrica, quepodría fijarse sobre uno do los ejes. La rotación deltren movería el aparato, cuya corriente pasaría porun regulador colocado dolante de la máquina entredos luces rojas.

El peligro en las vias férreas es tanto mayorcuanto más rápida sea la velocidad del tren; porocon este sistema, la intensidad de la luz crece en lamisma proporción hasta cierto límite, de suerte quehay garantía completa de seguridad. En las marchaslentas bastan las señales ordinarias do la máquina,pues, aun suponiendo que viniese en sentido opuestoun tren en gran velocidad, las luces de éste basta-rían para iluminar la vía en una extensión suficienteá evitar el peligro. Por otra parte, es muy l'áeil aña-dir al mecanismo un pequeño pistou motor indepen-diente, poniendo en acción la máquina dinamo-eléc-trica y tomando el vapor en la caldera común.

Del mismo modo que los choques de los trenes,podrían evitarse con este sistema los de los buquesen alta mar, choques tan funestos como frecuentesen las noches oscuras,ó de niebla. El siniestro delVille cíe Calais, ocurrido en el mes de Vbril último

á consecuencia de haberlo pasado por ojo el vaporinglés Diadem, es una prueba de lo que decimos.Los buques de vapor tienen máquinas de potenciaconsiderable, y por lo tanto, pueden distraer de lafuerza total, sin perjudicar en nada su marcha, lafuerza de un caballo y aplicarla á osa pequeña má-quina tan útil como poco costosa, y creadora deuna luz tan intensa, que no extingue la tem-pestad.

Los reguladores actuales, que funcionan muybien en tierra, no son infalibles con mal tiempocuando el buque impulsado por las olas se inclinacon grandes sacudidas, formando ángulos demasia-do violentos. Las máquinas conocidas con el nom-bre de la Alianza, necesitan, por lo menos, unafuerza de 3 á 4 caballos do vapor y ocupan muchositio; pero existen las máquinas Gramm que sólo ne-cesitan un caballo de fuerza, y las máquinas Lon-tin, menos costosas y que producen con la mismapotencia una luz más intensa. Con estas máquinas,el servicio se hace admirablemente, porque todaslas operaciones de señales blancas, rojas ó verdes,encender las luces y apagarlas, etc., puede hacer-las un oficial desde el interior de su camarote.

Á pesar de tantas y tan notables ventajas, todavíano se ha empezado á usar en los buques el sistemaque dejamos descrito someramente, y es lamentableesta indiferencia de las empresas y compañías ma-rítimas, y aun do los capitanes que exponen su vidaal mismo tiempo que las de tripulantes y pasajeros.Confiamos en que las compañías españolas, entre lascuales las hay tan formales y afortunadas como laÜ. Antonio López, no serán las últimas en adoptar

un sistema que indudablemente ha de constituir unverdadero progreso para la navegación.

Se ha descubierto un nuevo medio para extinguirpor medio del vapor los incendios que suelen de-clararse en las minas, lié aquí cómo:

!ín unas pertenencias hulleras do la compañíaWilkes, de Inglaterra, se había declarado uno deesos incendios lentos y terribles que hace imposiblela explotación, pone en peligro la vida de centena-res de obreros y amenaza destruir ricos filones.En vano se habían empleado, para combatir el des-tructor elemento, todos los medios que se acostum-bran y que aconseja la práctica; y en este estado, elingeniero encargado de las minas incendiadas, aunsufriendo las burlas de sus colegas, hizo tapar todaslas bocas de galerías y de pozos y por una de ellas,que dejó abierta, echó en las minas todo el vaporque podían producir los generadores que tenía á sudisposición. Durante algún tiempo continuó repi-tiendo esta operación, y á los dos meses abriéronselos pozos y galerías y entraron los ingenieros yoperarios; el incendio estaba completamente extin-guido.

Cuál fue, en este caso, el principal efecto del va-por, no puede explicarse. Sin embargo, podemos ha-cer una suposición con bastantes visos de fundamen-to. Sabido que las corrientes de aire exterior enlos pozos y galerías son, por regla general, las queproducen los incendios en las capas hulleras super-ficiales que constantemente exhalan gases inflama-bles, natural es que, al calentarse por medio delvapor, la atmósfera de las minas, y operándose porconsecuencia una presión ligeramente superior á ladel exlenioi-, se impidió de un modo absoluto laentrada del aire que sostiene la combustión y queno se puede evitar ni aun por la obturación de lospozos y galerías.

El bello ideal de los industriales respecto alblanqueo de las materias textiles y do las hilaturasde todas clases, consiste en blanquear sin quemar,y blanquear pronto y barato; y, sin embargo, nin-guno de los procedimientos conocidos llena estascondiciones, porque generalmente, el que menosquema, blanquea menos, y el que más blanquea,más quema. Con la pretensión de evitar estos incon-venientes sin alterar la baratura actual, ha empe-zado á usar un nuevo procedimiento de blanqueoM. Coinsin-Bordat, fabricante de tejidos en la casade corrección de Saint-Denis. Para evitar los incon-venientes del cloro, que altera todas las sustanciasvegetales, emprendió una larga serie de investiga-ciones y pruebas, cuyo resultado ha sido la compo-

Page 40: REVISTA EUROPEA. · 2007. 4. 25. · REVISTA EUROPEA. 11 DE JULIO DE 1875. N.° 72 encuentra siempre los ácidos fosfórico, sulfúrico y silícico, y las bases potasa, sosa, cal,

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sicion de una pasta que tiene la propiedad de disol-ver, tratándose de materias vegetales, todas laspartos resinosas ó gomosas que ligan las fibras entresí, y á las cuales deben éstas en gran parte su colo-ración. Lo más importante en este descubrimiento,es que la composición resulta de un precio poco ele-vado y que no hay necesidad de material para ope-rar. El blanco que se obtiene es de una pureza y deuna finura tales, que sustancias que antes de la ope-ración sólo eran á propósito para hacer cuerdas, seconvierten en una materia análoga á la lana ó á laseda que se hila muy bien y sirve para confeccionartejidos que rivalizan por su belleza cou la más finabatista. Recomendamos también á los fabricantes depapel este procedimiento de blanqueo que les per-mitirá utilizar, aun para elaboraciones esmeradas,sustancias vegetales como la paja, las hojas demaíz, etc. Las fábricas de hilados podrán entregaral comercio telas de mucha mayor consistencia quehasta aquí, de blancura verdaderamente sorpren-dente y de precio bastante módico.

A. LEOÍÍ .

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Congreso científico de Hartford.Poner C. Bliss: La civilización antigua <>n Méjico.

Mr. Bliss lee dos Memorias; la primera es una cla-sificación de las lenguas indias usadas en Méjico, yprovoca alguna discusión. La segunda trata de hue-llas de la civilización antigua que existen en aquelpaís. Mr. Bliss hace varios argumentos en favor delorigen oriental de la civilización mejicana: i." com-paración del calendario y del sistema de cronologíaegipcia con los cuatro calendarios mejicanos, azte-ca, maya, zapoteca y chiapaneca; 2.", comparacióndel sistema gerogliflco egipcio con los tres sistemasgeroglífleos encontrados en Méjico; 3.°, compara-ción entre la configuración y el objeto probable delos monumentos egipcios y los monumentos do Mé-jico, especialmente las pirámides de Cholula y deTolihuacan, los templos de Tacuba y de Tula, y lasfortalezas de Xochicalco y de Tepexi; 4.", semejan-za física general de los tipos mejicanos y de lostipos orientales y, especialmente, el tipo africanode ciertas estatuas descubiertas por el autor enmedio de selvas vírgenes vecinas del golfo de Mé-jico; 5.°, empleo de la cruz en los monumentos me-jicanos como símbolo religioso. La forma es, nocristiana, sino precristiana, y fue empleada por losfenicios y los budistas de las indias orientales;6.°, semejanza general de las costumbres y de lasideas religiosas y difusión de las tradiciones queindican un origen oriental.

En contestación á esta Memoria el profesor Hen-ning hace observar que los edificios mejicanos erancasas comunes, y el pueblo entero vivía, por decirloasí, en un sólo edificio. Se ha hablado demasiadode la civilización de los antiguos Aztecas que no hansido nunca un país de comerciantes. La humanidadha pasado por tres fases, el estado de cazador, elestado pastoril y la agricultura; los Aztecas eranpastores y parece que no retrocedieron ni adelan-taron. Es imposible tener una civilización antes deposeer una autoridad basada sobre el territorio,una organización en tribus apoyada primero en re-laciones amistosas de los miembros, y después enuna clase preponderante.

MISCELÁNEA.

Un vapor en miniatura.Ha llegado á Greenwich (Inglaterra), un vapor

minúsculo construido por los Sres. Edwards y Sy-mes, do Cubitt Town. La novedad principal de estebuque de hélice, consiste en sus pequeñas dimen-siones. Ha sido construido tan ligeramente como esposible, y todo de caoba. La pequeña caldera verti-cal y la máquina de la hélice que le dan impulsión,están dispuestas de manera que pueden quitarseen un instante. En los ensayos ha recorrido unadistancia de 6 '/2 millas por hora, con cuatro perso-nas á bordo y provisión de carbón. Cuando se lequita la máquina puede servir de lancha como unaembarcación ordinaria, y navegar á remo ó á vela.Este pequeño vapor está destinado á servir de cha-lupa á un yacht de velas destinado á navegar en losFiords de Noruega.—(The Navy).

El continuador de Livingstone.M. Young, que organizó la expedición de 1867 en

busca del doctor Livingstone, está preparando en laactualidad otra expedición que tiene por objeto na-vegar por el lago Nyassa (África). Al efecto ha he-cho construir en Poplar, cerca de Londres, un pe-queño buque de vapor de 15 metros de largopor 3 de ancho, que puede llevar una cargade 15 toneladas. Este pequeño buque será remitidopor fragmentos que no excedan de 50 kilogramos,porque en aquel país, desprovisto de todo medio decomunicación, todo hay que llevarlo á hombros. Seha bautizado el pequeño buque con el nombre deHala, que es el mismo del sitio en que murió eldoctor Livingstone. Será el primer buque de vaporque surque las aguas del lago Nyassa. La expedicióntiene por objeto continuar la obra del doctor Li-vingstone y reprimir la esclavitud en las orillas dellago.—(Nature).