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REVISTA EUROPEA. NÜM. 61 25 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . AÑO II. CARTAS INÉDITAS DE ENRIQUE HEINE. II.* Abandonemos estas consideraciones generales, y pasemos á la lectura de las cartas de que al comenzar hemos hablado. Estas cartas van dirigidas á un anti- guo camarada de colegio, Cristian Sethe, hombre que ocupó más tarde cargos importantes en la magistra- tura prusiana, y de carácter recto y severo, que por su seriedad y buen sentido era llamado desde muy joven Staatsratk (consejero de Estado). Heine describe el aprecio y estima en que le tiene diciendo: Du aber standest fest gleich einem Thurme; Ein Leuchtthurm war dein Kopf mir in dem [Sturme; Dein treues Herz war mir ein guter Hafen. Wohl wogt um jenen vildé Bmndung, Nur wen'ge Schieff erringen dort dic Landung, Dochistman dort, so kann man sieher schlafen. (Te levantabas firme y seguro como una torre. En la tormenta érame tu cabeza salvadora luz, y tu nobie pecho generoso puerto. Había, es verdad, en su re- dedor terrible oleaje, y pocos buques lograban la en- trada; pero una vez dentro, dormíase tranquilo.) Sethe conservó siempre las cartas de Heine, hasta que, después de su muerte, ocurrida un año más tarde que la del poeta, en 1887, han pasado á las manos de su hijo Heinrieh Sethe, juez municipal en Berlin. Por mediación de éste, las ha publicado el profesor Hüffer en el número 2 der Deutschen Rundschau. La pri- mera carta está fechada en Hamburgo, donde traba- jaba en el comercio al lado de su tio, el rico y gene- roso judío Salomón Heine. Esta carta nos pinta el estado psicológico del futuro poeta en esta ciudad. CARTA PRIMERA. Hamburgo, 6 de Julio 1815. Accepi: 13 Julio 1816. Respondí: 10 Agosto 1816. A CRISTIAM SETHE. Sí, decididamente, ahora voy á escribir á mi amigo Cristian. No digo sin duda que ésta sea la hora más propicia, porque siento algo extraordi- nario en mi espirita y hallase mi corazón tan pro- fundamente excitado, que muy grande es la aten- ción que debo poner para que no se escape alguna Véale el número 89, página 201. TOMO IV. palabra indiscreta que acuse el estado de mi ánimo. Ya adivino con qué atención habrían de mi- rarme dos hermosísimos ojos azules que conozco y amo mucho; pero que son, en mi concepto, de- masiado fríos. He vuelto de nuevo á sentarme para continuar mi carta, y he dejado salir de mi cora- zón lo que para tí hubiera sido siempre hablarte en griego. Te tengo bastante cariño. ¿Qué hay de bueno, viejo? ¡Qué placer tan grande y extraordi- nario experimento cuando veo que me escribes! ¡Hazlo! Y cuenta que el mucho rogar, ni aun á nuestro mismo Dios, me es agradable. Sigo muy bien. Soy mi únieo señor, y me encuentro tan dueño de mí mismo, y me hallo tan orgulloso, tan firme y tan elevado, que contemplo á los hombres que me rodean como gentecillas, como enanuelos; hé aquí dónde están mis alegrías. Cristian, ¿conoces al vano fanfarrón? Sin em- bargo Wenn die stunde konunt, wo das Herz mir [sclrwillt. Und blühender Zanber den Busen entquillt, Dann greif ich zenn Griffel rasch und wild, Und mahle mit worten das Zanbergebild. (Cuando llega el momento que mi corazón bulle, sé presto y alegre empuñar la pluma, y con vivas pala- bras pintar mágicos cuadros.) Mas ¡ay! ¡maldita vanidad! parece como si la musa me fuera infiel, como si, quedándose atrás, me hubiera dejado venir solo hacia el Norte. ¿Es ella también mujer? ¿O se asustará tal vez de las horribles cuestiones mercantiles que aquí me ocupan? Es verdad que esto es un nido de comer- ciantes. Prostitutas hay muchas; musas^ni una. Algunos bardos alemanes han adquirido tisis en la laringe por cantar en este lugar. Voy á decirte algo. Ais ich ging naeh Ottensen hin, Auf Klopstocks Grab gewesen ichbin. Viel schumcke und stattliche Menschen dort [standen Und den Leichenstein mit Blumen umwanden, Die lachelten sich einander an Und glauben Wundérs was sie gethan. Ych aber stand beim heiligen Ort, Und stand so stiü und sprach kein wort, Meine seele war da unten tief Wo der heilige deustche Sanger schlief. (Cuando ful á Ottensen visité el sepulcro de Klops- tock. Hallábanse allí muchos muy vestidos y engalana- dos, que rodeaban la tosa de flores y sonreían entre sí como si hicieran algo extraordinario. Yo estaba en pié en el lugar santo, inmóvil y sin pronunciar una pala- 32

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REVISTA EUROPEA.NÜM. 61 2 5 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . AÑO I I .

CARTAS INÉDITAS DE ENRIQUE HEINE.

I I .*

Abandonemos estas consideraciones generales, ypasemos á la lectura de las cartas de que al comenzarhemos hablado. Estas cartas van dirigidas á un anti-guo camarada de colegio, Cristian Sethe, hombre queocupó más tarde cargos importantes en la magistra-tura prusiana, y de carácter recto y severo, que porsu seriedad y buen sentido era llamado desde muyjoven Staatsratk (consejero de Estado).

Heine describe el aprecio y estima en que le tienediciendo:

Du aber standest fest gleich einem Thurme;Ein Leuchtthurm war dein Kopf mir in dem

[Sturme;Dein treues Herz war mir ein guter Hafen.Wohl wogt um jenen vildé Bmndung,Nur wen'ge Schieff erringen dort dic Landung,Dochistman dort, so kann man sieher schlafen.

(Te levantabas firme y seguro como una torre. Enla tormenta érame tu cabeza salvadora luz, y tu nobiepecho generoso puerto. Había, es verdad, en su re-dedor terrible oleaje, y pocos buques lograban la en-trada; pero una vez dentro, dormíase tranquilo.)

Sethe conservó siempre las cartas de Heine, hastaque, después de su muerte, ocurrida un año más tardeque la del poeta, en 1887, han pasado á las manos desu hijo Heinrieh Sethe, juez municipal en Berlin. Pormediación de éste, las ha publicado el profesor Hüfferen el número 2 der Deutschen Rundschau. La pri-mera carta está fechada en Hamburgo, donde traba-jaba en el comercio al lado de su tio, el rico y gene-roso judío Salomón Heine. Esta carta nos pinta elestado psicológico del futuro poeta en esta ciudad.

CARTA PRIMERA.

Hamburgo, 6 de Julio 1815.Accepi: 13 Julio 1816.Respondí: 10 Agosto 1816.

A CRISTIAM SETHE.

Sí, decididamente, ahora voy á escribir á miamigo Cristian. No digo sin duda que ésta sea lahora más propicia, porque siento algo extraordi-nario en mi espirita y hallase mi corazón tan pro-fundamente excitado, que muy grande es la aten-ción que debo poner para que no se escape alguna

Véale el número 89, página 201.

TOMO IV.

palabra indiscreta que acuse el estado de miánimo.

Ya adivino con qué atención habrían de mi-rarme dos hermosísimos ojos azules que conozcoy amo mucho; pero que son, en mi concepto, de-masiado fríos. He vuelto de nuevo á sentarme paracontinuar mi carta, y he dejado salir de mi cora-zón lo que para tí hubiera sido siempre hablarteen griego. Te tengo bastante cariño. ¿Qué hay debueno, viejo? ¡Qué placer tan grande y extraordi-nario experimento cuando veo que me escribes!¡Hazlo! Y cuenta que el mucho rogar, ni aun ánuestro mismo Dios, me es agradable. Sigo muybien. Soy mi únieo señor, y me encuentro tandueño de mí mismo, y me hallo tan orgulloso,tan firme y tan elevado, que contemplo á loshombres que me rodean como gentecillas, comoenanuelos; hé aquí dónde están mis alegrías.Cristian, ¿conoces al vano fanfarrón? Sin em-bargo

Wenn die stunde konunt, wo das Herz mir[sclrwillt.

Und blühender Zanber den Busen entquillt,Dann greif ich zenn Griffel rasch und wild,Und mahle mit worten das Zanbergebild.

(Cuando llega el momento que mi corazón bulle, sépresto y alegre empuñar la pluma, y con vivas pala-bras pintar mágicos cuadros.)

Mas ¡ay! ¡maldita vanidad! parece como si lamusa me fuera infiel, como si, quedándose atrás,me hubiera dejado venir solo hacia el Norte. ¿Esella también mujer? ¿O se asustará tal vez de lashorribles cuestiones mercantiles que aquí meocupan? Es verdad que esto es un nido de comer-ciantes. Prostitutas hay muchas; musas^ni una.Algunos bardos alemanes han adquirido tisis enla laringe por cantar en este lugar. Voy á decirtealgo.

Ais ich ging naeh Ottensen hin,Auf Klopstocks Grab gewesen ichbin.Viel schumcke und stattliche Menschen dort

[standenUnd den Leichenstein mit Blumen umwanden,Die lachelten sich einander anUnd glauben Wundérs was sie gethan.Ych aber stand beim heiligen Ort,Und stand so stiü und sprach kein wort,Meine seele war da unten tiefWo der heilige deustche Sanger schlief.

(Cuando ful á Ottensen visité el sepulcro de Klops-tock. Hallábanse allí muchos muy vestidos y engalana-dos, que rodeaban la tosa de flores y sonreían entre sícomo si hicieran algo extraordinario. Yo estaba en piéen el lugar santo, inmóvil y sin pronunciar una pala-

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bra, y con mi alma profundamente postrada ante elsitio donde duerme el santo bardo alemán.)

¿Y bien? ¡Ya lo ves! Aun ante la sepulturamisma de Klopstoek mi musa enmudece. Sólo deuna manera lastimosa puedo terminar mis rimas.Antes que todo, querido Cristian, te suplico aco-jas en tu seno al pobre Levita. Es la voz de lahumanidad la que escuchas. Te pido por todo loque es más santo que le ayudes. Está en grandí-sima necesidad. Mi corazón sangra. No puedohablar mucho, las palabras me abrasan las en-trañas.

Lavo, pues, mis manos en la inocencia, y todocae sobre tu alma...

Mi dirección: Harry Heine. Grosse Bleiehe 307.Hamburgo. •

Regocíjate! Regocíjate! dentro de cuatro sema-nas veré á Molly.—Al venir ella, vendrá tambiénmi musa.

Hace dos años que no la veo. ¿Qué tienes, co-razón, que tanto te alegras y tan vivamente pal-pitas?

Adiós, querido Cristian, no me olvides.—Tuamigo, H. HKTNE.

Saludos á Pellman, y especialmente al buenZu^emaglio (suplica á éste te dé la carta quequiere enviarme). No olvides á Unzer, Lottner yWunneberg. Divertirse y engordar mucho.

Mis respetos á tus padres y hermanas.

Por empezar la lectura de la carta tropezamos conla contradicción que existe entre la fecha que la enca-beza y la del accepi, la cual no puedo dar ocasión áduda alguna, pues positivamente sabemos que en esafecha no se hallaba Heine en Hamburgo, y que contoda seguridad podemos admitir que fue escritaen 1816 y no en 181b. De todos modos, muy pocosson los años que el poeta contaba, y vemos que bientemprano germinó en su pecho aquel amor, que, ilu-sión primero y estéril imagen después, nunca le aban-donó en el penoso camino de su vida. Ya en sus mis-mos comienzos, cuando más ardiente debió ser lapasión y más ciego el entusiasmo, vemos que Heinesupone que esos hermosos ojos, «que conoce y amamucho, son demasiado frios.»

A pesar de su propósito de no revelar á su amigoSctho lo que por su espíritu acontecía, manifiesta á laposteridad datos de gran importancia para el estudioúe su carácter, pues le observamos luchando consigomismo y con el medio que le rodea, donde ni su pro-pia musa quifo acompañarle, horrorizada tal vez delbullicio y agiotaje del comercio hamburgués. Nosconfiesa su amor por Molly, esa Molly tan elogiadacomo maldecida, y nos abra su pecho para mostrarnosel regocijo y la emoción que experimenta con la espe-ranza de ver á Molly, que, á la vez que la ilusión, letrae su rezagada musa.

Mas ¿quién es Molly? ¿quién es esa amante tan cele-brada por el poeta en todas las formas de la alegría,como llorada con todos los tonos del dolor? Molly noses conocida. Sabemos que es su prima Amalia Heine,

la hija del rico Salomón Heine, y la que más tarde,en 1821, fue la esposa de un tal John Friedlánder,de Konigsborg. Desde bien pronto fijó Heine ese amorque quedó grabado en su alma con persistencia incom-parable, amor que, al llenarle de poesía, le colmó detriste amargura. Veamos qué efecto hacía en Molly elamor del vehemente poeta:

CARTA SEGUNDA.Hsmfcurgo, 27 Octubre, 1816.

Accepi: 23 Noviembre, 1816.Respondí: 19 Enero, 1817.

A L ESTUDIANTE CRISTIAN SETHE.—DUSSELDORF.

¡No me ama! ¡Pronuncia, querido Cristian, estapalabra en voz baja, muy baja! En la última estáel eterno cielo, siempre vivo; pero en la primeraestá el infierno mismo, siempre eterno. Si tú pu-dieras ver un sólo instante á tu pobre amigo,contemplar su pálido rostro y el aire descom-puesto y enloquecido que tiene, seguramente queel legítimo disgusto que mi largo silencio te ha-bía causado, iría amortiguándose poco á poco.Fuera mejor aún que pudieras penetrar una solade tus miradas en las profundidades de su alma;entonces únicamente empezarías á quererle.

Conviene ahora que sepas, querido Cristian,que cada uno de mis pensamientos es una cartaque te dirijo, ó al menos, así parece que ésta sedesenvuelve; y últimamente tenia preparada unamuy larga, dunde te refería todo, desde el huevode Leda hasta la destrucción de Troya. He rotola carta, en lo cual creo haber obrado sólidamen-te, porque nunca habría podido servir para otracosa sino para caer en manos extrañas y ser en-tonces de fatales consecuencias para mí. Tam-poco hubieras podido ayudarme en esta materia.

Tengo algo que contarte. Tú ya sabes, Cristian,que desde el primer instante en que tuve el gustode verte, me he sentido atraído hacia tí de unamanera involuntaria, y sin poder darme cuenta deello, he ido queriéndote y amándote más cadadia. Hace tiempo que creo haberte hablado delas muchas veces que al mirar tu rostro he en-contrado en él, y particularmente en tus ojos,algo que de una manera extraña me rechazaba yá la vez me atraía hacia tí vivamente, casi comosi en un mismo momento recibiera de ellos undulce bienestar y también la burla más fria, ás-pera y amarga. Pues bien, ese mismo misterio,ese enigma, lo he encontrado en las miradas deMolly. Eso es precisamente lo que tanto me con-funde. No obstante que tengo pruebas evidentesé irrefutables de que nunca ha de amarme, prue-bas que el mismo rector Schallmeyer aceptaríacomo lógicas y que no producirían la más pequeñacuestión para negar la verdad de su sistema,—sin embargo, mi pobre corazón enamorado noquiere dar todavía su concedo, y se dice á sí mis-mo: ¿qué me importa tu lógica? Yo tengo mi ló-gica particular.—La he vuelto á ver.

Dem Teufel meine Seele,Dem Henker sei der Leib,Doch ich allein erwahleFür mich das schone Weib.

(Vaya mi alma al demonio, y al verdugo mi cuerpo,que para mi sólo quiero el amor de la mujer.)

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N.° 61 J. PEROJO. CARTAS INÉDITAS DE ENRIQUE HEINE. 283

¡Ay! ¿No te estremeces de miedo, Cristian?Tiembla, tiembla que también tiemblo yo.—Que-ma esta carta. Dios tenga piedad de mi alma.—No, no he sido yo quien ha escrito esas pala-bras.—Hay sentado en mi silla un hombre pálidoy demacrado que lo ha escrito. Esto sucede por-que es ya media noche.—¡Oh, Dios! El loco nopeca.—¡Oh tú! tú no respires demasiado fuerte;acabo de erigir en este, lugar un preciosísimo cas-tillo de naipes y en su cúspide me encuentro yoteniéndola entre mis brazos.—Mira, Cristian, sólotu amigo podría elevar su mirada hasta el Altí-simo (¿le conoces?); ciertamente que parece comosi eso también ha de ser su perdición. Pero tútampoco serias capaz de imaginarte la magnifi-cencia y el encanto que hay en mi perdición!—Aut Cesar aitt nikil; ha sido siempre mi lema.—Todo en todo.

Soy un jugador atolondrado de aljedrez.—A laprimera jugada pierdo la reina; pero, no obstante,sigo jugando y—juego por la Reina.—¿Debo con-tinuar?

«Quand on a tout perdu et qu'on n'a plus d'espoir»La vie est une opprobre et la mort un devoir.»

¡Calla, perverso y maldito francés, con la he-dionda gangrena de tu desesperación!—¿No cono-ces el amor alemán? Se funda en dos indestructi-bles pilares, en la dignidad del hombre y en la fe.—Mas presérvame, Santo Dios, del tenebroso éimperceptible poder del momento. Lejos de eila, yllevar en mi seno, durante largos arios, abrasado-res deseos, es sufrir el martirio del infierno, y sólogritos infernales de dolor pueden brotar de mi pe-cho. Mas estar cerca de ella y consumirse á vecesen vano durante semanas enteras por su purifica-dora mirada y. . ¡Oh Cristian! ¡El espíritu máspuro, el más piadoso, puede también abrasarse enla más insensata impiedad!

¡Ay, Cristian! Tú tienes muy buen sentido y nohas de reconvenirme por mi largo silencio. Nosabes el horrible martirio que me causa el agu-zado arpón con que arranco las palabras de mialma. Otras gentes pueden escribir como quiereny cuando quieren, y cálzanse el coturno para pa-sar mejor por encima del fango. Lo que tú pue-des tener aquí por coturnos, son figuras gigan-tescas de amargura que salen de las sangrientasy ancuas heridas del corazón. No te enfades, Cris-tian; te estimo tanto, te quiero tanto y... |ay! ¡mesiento tan desgraciado! Cristian, ¿tú también merechazas? ¡Ay! mucho me han engañado los pre-sentimientos de mi razón; esta vez, ¿serán tam-bién falsos? Dime sí ó nó. Eres el único que mequeda; di sí ó nó. Por lo que te sea más santo,dime la verdad. ¿Sí? ¡Ah! cobro entonces la espe-ranza de que mi presentimiento respecto á Mollytampoco me engaña. ¿No? ¡Ah! Entonces...

Escribe pronto, querido Cristian; ¿no es verdadque así lo harás?

Desgarra mi corazón el ver con qué sequedady dureza humilla ella mis canciones, sólo paraella compuestas; y cómo se burla de mí. Pero,¿creerás que, á pesar de todo esto, amo ahora á mimusa más que nunca? Es mi fiel y consoladoraamiga, tiene una dulzura tan misteriosa, quesiento por ella vivísimo amor.—Con qué verdadme alcanzan aquellas palabras de Goethe en elTasso: «¡Todo ha concluido; sólo una cosa resta!

Natura nos dio lágrimas, el grito del dolor, cuan-do el hombre no puede ya más. Y á mí me dioaún algo más. Me dio melodía y voces en el dolorpara quejarme de mi sufrimiento. Y cuando elnombre de tanto penar enmudece, dióme Dios eldon de decir cómo sufro.»

Compongo mucho, pues tengo bastante tiempo,y las numerosas especulaciones del comercio nome hacen pensar gran cosa.—No sé si mis poesíasde ahora son mejores que las anteriores; pero se-guramente son mucho más suaves y dulces, comodolor templado en la miel (1). Tengo pensado ha-cerlas imprimir en breve plazo (esto, sin embar-go, puede durar largos meses). Mas la cuestióncapital está en que, como son puras canciones deamor, podrían perjudicar mucho á mi posición decomerciante. Bsto no puedo explicártelo tan exac-tamente como quisiera, porque tú ignoras el es-píritu que aquí reina. Pero te confesaré con todasinceridad, que además de que en esta ciudad deagios no hay el más mínimo sentimiento de poe-sía (aunque privadamente se encomienden y pa-guen al contado carminadas para matrimonios,entierros y bautizos), se ha desarrollado tambiéndesde hace algún tiempo una gravísima tirantezentre los judíos bautizados y los no bautizados(todos los hamburgueses son, para mí, judíos; ylos que, para distinguir de los circuncidados,llamo bautizados, son los que el vulgo llama cris-tianos). Con tal estado de cosas, se presume fácil-mente que el amor cristiano no dejaría muy bienparadas las canciones de amor del judío. Un buenconsejo me será muy importante; fuera de esto,no sé tampoco cómo se dispone la impresión deun libro: espero, Criatian, entendido como eres enla materia, que me instruyas al efecto.

Llevo aquí una vida aisladísima.—Esto te loexplicarás fácilmente después de lo que acabo deescribirte. Mi tio vive en el campo; pásase allí lavida entre fiestas y ceremonias: así, que el des-preocupado bardo peca muy á menudo contra laetiqueta. La volatería diplomática, los millona-rios, los sapientísimos senadores, etc., etc., no esgente para mí. Últimamente ha pasado por aquíel soberbio, el homérico, el divino Blücher, y heteñidora dicha de comer en su compañía en casade mi tio. ¡Qué hombre! Eso si que da placer.

En todas partes es muy considerado y recibidoel sobrino del gran (¿ ?) Heine. Muchachasmuy bellas le miran con muy buenos ojos, pal-pitan los senos, y las madres calculan... pero...pero y más .pero, es lo único que en limpio resul-ta; y nadie más me queda que yo mismo. Lo quees este extravagante personaje', lo sabe Cristianmejor que yo.—Estoy muy preocupado porque nosé si esta carta te encontrará aún en tu casa ó sillegará á tus manos cuando te la remitan. En todocaso, si aún te queda alguna chispa de amistad,escríbeme en seguida si la has recibido oportuna-mente. Mientras tanto no puedo dormir con todatranquilidad.—¿Cómo te va? Escribe. Mucho pla-cer experimento descifrando tu letra; pero, mira,un poquito más de claridad no vendría muy mal.No obsta esto para que, aunque sean garabatos,me dé por contento.

Quizá muy pronto tenga algo importante que

[i) Hemos hecho la traducción textual del origina! ¡avie in Hottíg

getauchter Schmerz,» porque es tan gráfica la comparación, que no he-

mos podido encontrar en castellano una que la equivalga.

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284 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 64

decirte sobre asuntos religiosos... ¿Se ha vueltoloco Heine? te dirás tú. Pero, qué quieres; es nece-sario que yo también tenga una Madona. ¿tendrálo celestial á reemplazarme lo terrenal? Quieroembriagar mis sentidos. Sólo en las profundida-des infinitas de la Mística puede desvanecerse miinterminable dolor. ¡Cuan miserable me pareceahora el saber, en su traje de pordiosero! Lo queantes me pareció evidente claridad, muóstrasemeahora en descubierta desnudez.

«Sed como los niños» (1): ¡qué estúpido he sidocuando presumía comprender esas palabras!—Los niños creen.—HEINE.

Cuando tenga ocasión te remitiré el tabaco.Hace cerca de un mes que tengo esta carta en

mi pupitre.—He querido saber antes si ya te ha-bías marchado de Dusseldorf. Acabo de recibirtu muy querida carta. ¡Dios mió! ¡Aún no hanmuerto para mí todas mis alegrías! Perdóname,noble Cristian, siempre te he querido con toda mialma; pero hay momentos, y quién sabe si siem-pre, en que no he sabido comprenderte. ¿Cómo teha permitido tu orgullo escribir tres veces al po-bre Harry, ignorando si recibirías respuesta?Mas, ¡Dios mió! ¡el pobre Harry, ya no lo serátanto! Por mi carta verás lo que hay eu mi cora-zón; aún sigue ocurriendo lo mismo; pero soportoahora el dolor con. más virilidad. Siento, es ver-dad , un acabamiento interior, y veo tambiéncómo la Poesía se desvanece. ¡Oh! 11...! muchome cuestas!—Te abrazo, Cristian; pero, oye, nooprimas tan fuerte, que sobre el desnudo pechocuelga una cadenita negra de hierro, y allí dondeprecisamente el corazón palpita, cae una cruz delmismo metal, dentro un... rizo de M... ¡Ah! Esoquema... ¡oh! Cristian.

Ya no puedo más.—El correo sale al instante.Mi tio quiere tenerme lejos de aquí. Mi padre sequeja de que no hago ningún negocio, á pesar delos grandes gastos que le origino, pero coute ceque coute, aquí me quedo.—Escríbeme pronto.

Pocos documentos podríamos encontrar que nosdieran tanta luz y nos guiaran mejor en el conocimien-to de Heine como las revelaciones que esta carta nosnaco, pues hallamos en ella aquel corazón tan veladoy misterioso, libre de todo disimulo y recelo, abiertofranca y noblemente, y presentando toda la sencillezé ingenuidad de sus pocos más que diez y seis años.

Admira, por otra parte, observar cómo se habíanagotado ya para el poeta casi todas sus esperanzas enedad tan temprana, y sorprende no poco la fuerza,energía y plenitud de espíritu que en tan pocos añosllegó á alcanzar. Risn al comienzo de su vida le vemosdesesperarse con un amor que no le prome'.e un éxitolisonjero, amor que resume toda su ambición, y que

( i ) Estas palabras han sufrido una traducción demasiado libro, y nodeterminan, sin embargo, todo el sentido que Hoine expresa. Ai citar esafrase de la Biblia: «Werdet wie die Kindlein», se hace aquí relación á¡Kfuftl pasaje del Evangelio de San Mateo, cap. xvm, 3 , en que dijoJt'siis: «de cierto os digo que si no os volviereis y fuere¡3 como niños, noentrareis en el reino de los cielos.» La traducción alemana de la Bibliaemplea un giro diferente á la nuestra, y así, al bailarnos con las pala-bras «Werdet wie die Kindlein», hemos resuelto hacer la traduccióncomo el lector acaba de ver.

es tanto lo que le importa, que aun viéndose recha-zado, se sostiene, sin embargo, por esas sinrazonesinternas que el hombre se forma en sus mayores con-tratiempos, y que se fundan y explican en esas «lógi-cas particulares» que para cada caso poseemos.

En rudo combate con todo lo que le rodea, limitasu aspiración en el triunfo de esa mujer, aun á costade dar al demonio su alma, y al verdugo su cuerpo;por ese motivo, no obstante, de que á la primera ju-gada perdió la reina, continuaba jugando por ella. Conlas revelaciones ingenuas que nos encontramos en estacarta, obtenemos el alma, la vida, por decir así, demuchas de sus composiciones que se presentaban an-tes á nuestra vista envueltas en cierta oscuridad ymisterio, y comprendemos que respondían, no á in-venciones fantásticas y caprichosas, sino al estado y álas necesidades de su espíritu. Así, cuando en sus ver-sos hallamos alusiones á un amor infiel y perverso, sa-bemos ya, que no debemos atribuir esto á un amor enun tiempo correspondido y más tarde defraudado,sino que esta infidelidad se refiere á las esperanzasmismas del poeta, fundadas únicamente en la «lógicaparticular» del amor que se consume en los despre-cios que recibe, y que considera su desgracia tan enor-me que no quiere reconocerla ni suicidarse para siem-pre con su concedo.

Muy interesante es la confesión que nos hace dosus sentimientos religiosos y de los propósitos que eneste respecto le animaban; muéstranos aquí el estadoangustiado de su espíritu, que abrumado por las milesdificultades que en todas partes encuentra, desesperado hallar calma y sosiego en medio de elementos quesiempre le fueron antipáticos, y con los cuales teníaque sostener una lucha permanente. De aquí, queacosado por todo género de molestias, sin presumirtampoco que alcanzaría alguna vez una tregua que lealiviara y repusiera de sus constantes malestares,pensara un momento aislarse por completo de la at-mósfera que le emponzoñaba la vida, y arrojarse re-sueltamente á las profundidades de la mística, con laidea de encontrar lo que en el mundo del saber y delmovimiento había siempre deseado, pero nunca obte-nido, la paz del alma. Hastiado de la esterilidad delsaber y de su ineficacia, buscó la vida en el seno dela fe. Esto le hace experimentar la necesidad de tenersu Madona, su Virgen, para que de esta manera nosea tan pobre como antes, y con el entusiasmo y exal-tación por ésta, olvidar los desprecios y los desdenesde la altiva Molly.

Este propósito, comunicado con la franqueza quepuode existir entre jóvenes de muy corta edad, y ma-nifestado con una espontaneidad que jamás volvere-mos á hallar en ninguna otra carta ú obra de Heine,le limpia de las injustas acusaciones que se le dirigenpor haber abrazado más tarde, en 1828, el protestan-tismo. No sostendré ciertamente que Heine admitiera

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N.° 61 J. PEROJO. CARTAS INÉDITAS DE ENRIQUE HEINE. 285

en ese momento los dogmas de esa religión, lleno deun verdadero fervor, pues confiesa con sinceridad ensu autobiografía que no era únicamente el acto delbautismo el lazo quo á esa religión le unía; pero encambio, existen motivos para suponer que si nuncalogró perder ni disimular sus arraigadas conviccionespanteistas, no fue esto efecto de su voluntad, pues nile faltó el deseo ni monos la esperanza de dominar suimpotencia. Puede sentarse con toda seguridad y sintemor de ser desmentido, que existió en su alma lanecesidad de acallar con el sentimiento religioso loscontinuos martirios que ie aquejaban, y que pensó undia calmarlos sumiéndose en ias profundidades de lamística; pensó en esto como medio de curación quesirviera de bálsamo á su lacerado espíritu, ó comopuerto de refugio don¡ie tomar fuerzas más activasque las que hasta entonces disponía.

Mas, á pesar del propósito y del deseo de tener unaMadona, no abrazó Heine este culto, al menos públi-camente, y su vida exterior continuó conservandosiempre el mismo disgusto é indiferencia por todaslas religiones. Pero el pensamiento este, que induda-blemente existió cuando así lo comunica á su amigoSethe, nos sirve además para resolver una dificultadque ocurría al lector cuando tropezaba con algunaspoesías cuyo objeto de inspiración es María, y que ge-neralmente citaban los críticos para demostrar la in-constancia y contradicción de su carácter. Al mismotiempo se ve que muchas de sus composiciones pu-blicadas en época muy posterior á ésta, fueron creadasen este período, cosa que no sólo comprueban las queahora mencionamos, sino también otras que reflejanperfectamente el mismo estado psicológico que en estacarta hallamos, y que no citamos por no ser prolijos.

Mucho tenía que luchar Heine para decir «couk ceque conté aquí me quedo,» en una ciudad donde todole era repulsivo, y mucho debía ser el amor que pro-fesaba á Molly para apetecer la vida en un pueblo, ob-jeto de sus odios y testigo de los desdenes de suamada. Mas e! corazón desgraciado tiene su lógicaparticular, y Home se sirvió de la suya todo cuantopudo, que fue hasta mediados del verano del año de1819, en que, convencido por fin su tio Salomón dela mala suerte y poca habilidad de Heine para asuntosmercantiles, y del mal éxito de cuantas tentativas ha-bía acometido, se decidió á destinarle para una car-rera académica, eligiendo entre éstas la que conceptuómás lucrativa, y estimando en poco la vocación poé-tica del sobrino.

En el semestre de invierno de ese año se hallaba yaHeine visitando los cursos de h Universidad de Bonn,recientemente fundada, en unión de sus antiguos ca-maradas Sel-ho, Pellman, y en compañía y amistad conLiebig, Juan Müller, Jarcko, Simrock, Bauerband yotros varios, después tan conocidos y tan célebres ensu culta patria. En esta Universidad conoció y admiró

á Augusto Guillermo de Schlegel, por quien sintió unentusiasmo que no fue tan exagerado como aigunoshan querido, y cuya importante influencia en la for-mación de su talento es para todos cosa manifiesta.

Permaneció Heine un año en esta Universidad, ypasadas las vacaciones del otoño del 1821 en el pue-blecito Beul, enfrente de Bonn, con el objeto de tra-bajar con todo reposo en su tragedia Almanzor, em-prendió un viaje á pió por Westfalia en dirección áGótlingen, donde se matriculó en el semestre de in-vierno. Si corta fue su residencia en Bonn, menos lofue aún en esta última ciudad, porque empeñadas aquíuna cuestión y un duelo, tuvo que abandonar esa Uni-versidad en Enero de 1821. Con la autorización de sutio, paso á Berlín buscando campo mayor para sus as-piraciones, que de dia en dia crecían y aumentabancomo su talento, y cambiando la monotonía y pocavida del pueblo, por el movimiento y actividad de lagran ciudad.

Mayor fue el círculo que en esta ciudad encontróHeine y mayor también el número de aquellos que enprivado tuvieron ocasión de estimar las dotes y lascualidades de su musa. Además de esto, el comercio yamistad que sostuvo con Varnhagen, Moser, MichaelBeer, le fueron de gran provecho, lo mismo que elcírculo literario de Emilia von Hohenhausen, donde elconocimiento y trato de autores ya célebres, le guia-ban y excitaban en sus primeros pasos.. S Jlo en estaépoca consigue Heine ver impresas sus poesías desdacinco años antes anunciadas á su amigo Setho, y queen vano pidieron hospitalidad al editor Weber, deBonn, y á Brockhaus, de Leipzig, pues tenían por au-tor á un desconocido nombre no muy atractivo paraun editor. Sus relaciones y su crédito, un tanto ex-tendido, lo abrieron las columnas de la revista de Gu-bitz, El Gesellschafter, entóneos muy leido, y á con-tar HBl 7 de Mayo de 1821 salieron al público unascuantas composiciones, que gustaron y sorprendierontanto, por su tono original y la novedad de su carác-!er, que fueron notadas por lodos, alabadas por mu-chos, censuradas por otros ó imitadas por aigunos, yen Octubre del mismo año parodiadas.

Este periodo es seguramente el que más aliento yvalor proporcionó al poeta, pues sus triunfos son yareales y no ilusiones de su caprichosa fantasía. Yo,por mi parte, no dudo que en estos momentos sintióHiene por primera vez que su espíritu se embriagabacon el deleite de ver que realizaba una de sus espe-ranzas, mejor dicho, una de sus convicciones. En lostiempos inmediatos á estos acontecimientos, le vemosactivo, emprendedor, lleno de ilusiones y de propó-sitos; en esta ocasión escribe y compone mucho; sumusa es viva, fresca, jovial, tan fecunda, que en tresdias inventa, traza y acaba el Ractliff. Si alguna vezuna lágrima furtiva, testimonio mudo del sumo placer,pudo rodar por aquellas mejillas tan gastadas y que-

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286 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 4 8 7 5 . N.°61bryntadas por las del dolor, sólo pudo suceder en es-tos primeros momentos de confianza en sus propias -fuerzas y de satisfacción por el éxito.

¡Cuan cortos fueron estos momentos y cuan prontoso extinguió el avaro manantial que calmaba la seddel poeta! El sino de Heine fuó el sufrimiento, y sien momentos fugace•* gustó el placer, fuó para estimarmejor el martirio de su destino y el dolor de sus des-gracias. Naturaleza excitable como pocas, y exigentecual ninguna, duélenle más las censuras de unos po-uos que las alabanzas de los más, y de tal modo so-bredomina á esto lo anterior, que más preocupado dela inquinia de aquéllos que de los elogios de éstos,siente de nuevo latir en su alma ese weltschmerz(dolor universal) de que con tanta razón se hizo eco.Por otro lado, esos aplausos que un minuto le enlo-quecieron, no llenaban el vacío que en su corazón ha-bía, ni cicatrizaban la sangrienta herida que le destro-zaba. Resucitan con más fuerza sus antiguas penas, ycon éstas crecen de nuevo otras que su misma famale produce. Desarróllasele también, por otra parte, unmal nervioso, que debía acompañarle hasta el sepul-cro; así, por do quiera ve envidiosos de su nombre yde su gloria; en todos los labios sonrisas de burla quese dibujaban á su presencia misma; no encuentra suespíritu lugar donde desahogarse; para colmo de des-ventura tiene efecto en esta época el casamiento deMolly, y en un momento de rabia y encono protestaconlra sus amigos, contra sus conciudadanos, y pien-sa: «on una palmera que lejos Oriente, etc.»

La carta tercera, que á continuación traducimos,corresponde á la situación de que hablamos.

CARTA TERCERA.a. U[4 22.

Querido Cristian:Sabes que he escrito pocas esquelas. Puedes por

lo tanto comprender que vas á leer algo de mu-chísima importancia y quizá también eminente-mente racional.

Esta noche pasada, cuando me era imposibleconciliar el sueño, he reflexionado mucho, y heido enumerando todas las cosas que amo; és-tas son:

Núm. 1. La sombra de una mujer, que ahorasólo en mis poesías vive.

Núm. 2. Una idea preciosa, encarnada en elpolaco.

Núm. 3.bido en tí.

Núm. 4.Núm. 5.

Un hombre, que hasta hoy he conce-

Mi nueva tragedia.Una olla podrida de Familia, Ver-

dad, Revolución francesa, derechos humanos,Lessing, Herder, Schiller, etc., etc.

En el núm. 3 está lo que ohora se trata. Siem-pre he de amarte, pues esto no depende de mí.Hace ya mucho tiempo que sé esto.

Poro nuestra amistad no puede continuar.Te declaro que desde el 15 de Abril dejaré de

ser tu amigo, y que por lo tanto, me desprendo

de todos los lazos y deberes que á tí me unen,y que, por consiguiente, tampoco podrás por tuparte exigirme más de lo que pueden pretenderla urbanidad y la cortesía convencionales. Si sediera el caso que fueras mi amigo, cosa quenunca he creído completamente, te libro por miparte para lo sucesivo de todos tus deberes. Es-pero, según la ley internacional entre antiguos ybuenos amigos, que nunca hables de todo lo quete he dicho antes del 15 de Abril, pues es quizámi deseo que nadie se entere de ello. Ahora,todo lo que te diga después del 15, que, si noestoy equivocado, será mañana, puedes decirlo átodo el mundo, á Klein, y éste puede tambiénhacerlo á su hermano, éste á los Clicke, éstos áBerlín y Berlín á toda Alemania. Quedas tambiénlibre para poderme llamar ignorante, á mí, el másinstruido de todos los hombres, y desacreditarmepor todas partes como necio y vano. Pero te su-plico que en ese caso no olvides añadir que ya nosomos amigos. Estoy seguro y te doy mi palabrade estar perfectamente convencido de que nadieen Alemania sabe tanto como yo. Lo que sucede,es que á mí no me gusta hacer alarde de misaber, y,—querido Cristian, no creas que no teaprecio al decirte que ya no puedo ser tu amigo,pues hago esto porque me ha gustado siempreproceder contigo noble y francamente, y no podríaahora quebrantar mis hábitos. Me encuentro eneste instante en una disposición de ánimo muyparticular, y esto quizá tenga gran parte en todolo que me acontece. Todo lo que es alemán mees antipático, y tú desgraciadamente eres alemán.Todo lo alemán me causa el mismo efecto que sifuera un vomitivo. La lengua alemana destrozamis oidos. A veces me repugnan mis propiaspoesías cuando veo que están escritas en alemán.Esta misma esquela me es repulsiva, porque lasletras alemanas crispan mis nervios. Je n auraisjamáis crw que ees beles qu'on nomine allemands,soient une race si ennuyatite et malicíense en mémetemps. Aussitót que ma santé sera restablie, je quit-terai l'Allemagne, je passerai en Arabie, j'y mene-rai une vie pastor ale, je serai homme dans íoutel'étendue dv, terme, je vivrai parmis des chameaux,qui ne sont pas étndiants, je ferrai des vers árabes,beaux comme le morlaccat, en fin, je serai assissur le rocher sacré,^ o* Modschnun a soupiré aprésLeila.—¡Oh, Cristian!—Si supieras cuánto sus-pira mi alma por la tranquilidad, y cuánto, sinembargo, va aumentando diariamente mi dolor.Ya casi no puedo dormir. En mis sueños veo ámis llamados amigos cuchichear secretamentecuentos y noticias que corren por mi cerebrocomo gotas de plomo. Durante el dia, persigúemeun incesante recelo; por todas partes oigo minombre y veo en seguida sarcásticas sonrisas. Sideseas envenenarme, tráeme á la memoria lascaras de Klein, Simons, Bólling, Stucker, Plü-ke;1; las de los estudiantes de Bonne, y la denuestros paisanos. La chusma miserable ha con-tribuido bastante para emponzoñarme el aire deBerlin. A tí, Cristian, te debo también algo.

Mas no creas que esté enfadado contigo y queexista algún hecho especial que sea causa deesta carta.

Espero que en todo el tiempo que permanezcaen Berlin, hemos de vernos y hablarnos frecuen-temente. Deseo también que vengas á verme al-guna vez, pues no quiero correr el riesgo de encon-

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N.° 61 J . PEROJO. CARTAS INÉDITAS DE ENRIQUE HEINE. 287

trarte en sociedad con caras desagradables. Uno deestos dias te visitaré. Siento mucho no poderdevolverte los nueve thalers hasta el 1.° de Mayo,y más ser causa, de que tengas compromisos de di-nero. Es muy censurable que no te haya devueltoese dinero hace algunos meses cuando cobré miorden. En otros tiempos solia ser la puntualidaduna de mis virtudes. También visitaré á tu fami-lia en estos dias. Adiós, querido Cristian, y apré-ciarae tanto como puedas en estas circunstanciasespeciales.

Tu amigo, hasta mañana.—E. HEINE.Berlín 14 de Abril, 1822.

El designado en el número 2 como una de las cosasqueridas, es el conde Eugenio de Breza, polaco, hom-bre que supo inspirar á Heine una amistad decidida yduradera, y á cuyo recuerdo prodigaba todo génerode elogios. De él dijo Heine: «era el único hombre encuya sociedad nunca me aburrí, el único que por suschispeantes ocurrencias sabía inspirarme algún gustopor la vida, y en cuyas nobles y dulces facciones podíayo contemplar con toda fidelidad el aspecto que debiótener un dia mi alma, cuando era mi vida bella y puracomo una flor, y cuando todavía no había sido man-chada por el odio y por la mentira » Con motivo deuna visita que hizo más tarde á este amigo, escribiósu trabajo sobre Polonia.

La antipatía que muestra en esta carta contra losalemanes, no es sistemática, como algunos han su-puesto (prueba contraria su admiración por Blucher),sino efecto de las circunstancias, y sobre todo, creadapor la incompatibilidad que sentía por todo lo que lerodeaba. La manera repentina como comunica al nobley leal Sethe sus desrazonados propósitos, no es tam-poco la única, pues lo mismo hizo en otra ocasión conMoser y conRahel. Afortunadamente para Heine, delmismo modo que concebía en un minuto odios morta-les para su mejor amigo, sin darse gran cuenta de loscargos que podía hacerles, del mismo modo tambiénpasaba aquella tempestad, y tranquilizado, comprendíasu error ó injusticia.

Algún tiempo después salió Sethe de Berlín paraMünster, donde fue á ocupar un puesto oficial. En estemismo lugar se encontraba también un antiguo cama-rada, Steinmann, y además un nuevo amigo, Immer-mann, que había hecho una crítica muy notable desus poesías.

CARTA CUARTA.

Berlín, 21 Enero de 1823.

Querido Cristian.Realmente no debía escribirte, porque al ha-

cerlo, debía escribírtelo todo. Además, ya puedescomprender cómo vivo y cómo pienso.—Ya noestás aquí.—Hé ahí el tema, todo lo demás songlosas.

Enfermo, aislado, enemistado é incapaz de go-

zar de la vida. Ahí tienes cómo vivo aquí. Ahorano escribo casi nada, y necesito tomar duchas.No tengo en este lugar casi ningún amigo; unapandilla de bribones se ha propuesto perdermede cualquier manera que les sea posible, y re-únense con antiguos amigos de nombre... Misdramas saldrán con toda regularidad dentro deseis ú ocho semanas.—El editor será probable-mente Dümler. Por el correo próximo te remitirémi artículo sobre Polonia, que he escrito paraBreza y bajo el chorro de las duchas; le hallarásvergonzantemente trasformado por Gubifcz, y mu-tilado por la censura de una manera atroz. Esteartículo me ha hecho odiar por los barones y con-des; en lugares aún más elevados me encuentrotambién bastante denigrado. Da, no obstante, áImrnermann el sitio donde trata de su escrito crí-tico. Profeso á Immermann mucho cariño por elcarácter valiente que en él veo. Deseo oir el jui-cio que formas de él. Deseo aún más que tengascon él las mayores relaciones de amistad. Esto selo he dicho también. Si esto sucede, os haré unavisita en Münster. Adiós, sigue estimándome.

Mi dirección: H. H. Taubenstrasse, 32.Nunca te imaginarás la falta que me haces, tú,

á quien tanto quiero y ¡de quien no tengo quetemer tener una queja.

Adiós.—E. HEME.

En algún tiempo no pudo Heine realizar el plan davisitar á sus amigos; en el mes de Julio pasó á Ham-burgo, donde de nuevo despertaron en su pecho losrecuerdos de su amada, y de nuevo su fantasía los per-petuó con bellísimas formas. Ya entonces quiso pasará Paris; pero careciendo del apoyo de su tip para esteobjeto, y siguiendo su consejo, fue á Góttingen, dondepasó todo el año de 1824. En Mayo de 182S hizo suexamen académico, y en Junio del mismo año abrazóel Protestantismo en Keiligenstadt. Como premio delresultado de su examen recibió de su tio los mediospara hacer un viaje á Norderney y visitar esa nuevaamadft, el Mar, cuyos amores y caprichos cantó contanta belleza. Estando al lado de una dama en estaisla, vio aparecer ;i su amigo Sethe, acompañado de laque acababa de hacer su esposa. Heine escribió á unamigo, á Klein: «He visto á Sethe, que se ha casado,para que la noble, fiel y hermosa raza no se pierda.»

CARTA QUINTA.

Norderney, á fines de Agosto 1825.

Querido Cristian:¡Si te hubieras quedado un par de dias más en

Norderney, ó si hubiera yo sido un poco menosasno! Por más, Cristian, que soy el más eruditode Alemania, no puedo asegurar bajo mi palabraque sea también el de más talento. Fís necesarioque me prestes seis luíses de oro. Me encuentroen el mayor compromiso. No creo te extrañaráque justamente acuda á tí. Estás todavía muyvivo en rni memoria, y si no eres aún mi mejoramigo—cosa que no espero,—eres entre mis me-jores amigos al que más fácilmente puedo recur-

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REVISTA EUROPEA.—25 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.°61

rir, y el que, como completo filisteo (1), puede,privarse con menos trabajo de un par de íuisesdurante dos meses. Además, eres el que tiene ga-rantías más seguras de no perder conmigo esedinero. Creo que recibirás esta carta con toda se-guridad, y que me prestarás los seis Íuises de orohasta que haga mi viaje á Berlin, es decir, hastaEnero; de otra manera me veré en un grandísimocompromiso y tendré que confesar á mi familiaque he malgastado los cincuenta Íuises que hacepoco me ha remitido para viajes y baños, lo cual,dada mi situación con ella, que tú conoces per-fectamente, sería para mí de gravísimas conse-cuencias.

El correo va á salir de un momento á otro, yestoy demasiado fastidiado para poder escribirlargo; pero aunque necesito abrirte todo mi pecho,esto no sería nunca hoy, porque el objeto particu-lar de esta carta es el préstamo que te pido.¿Realmente no han cambiado, Cristian, tus opi-niones sobre mí? Por mi parte, siguen las miassiempre inalterables; es decir, que lo mismo meenfado contigo ahora que antes. Ya me entiendes,hablo de la antigua falsedad. Daría cualquier eosapor no tener qué contenerme y empezar á reir yburlarme de tí, hoy sobre todo, que quiero sa-carte dinero. He sabido por Griesen,—que porcierto perdió anteayer quince Íuises al faraón,—que tu hermana ha sido prometida á Unger. Estoyconvencido que si pudieras no me habrías dichouna palabra detu casamiento. No pregunto nunca,pero me enfado siempre.—Lo mejor que tienes eslo mucho que te quiero y lo poco difícil que erespara soltar dinero. Mándame, pues, los seis Íuisesde oro en una carta bajo la dirección:

Al Doctr. Jur. E. Heine, en casa de los señoresHerold y Wahlstab.—Lüneburg.

Ten cuidado de no escribir nada en esta carta,que haré abrir por un conocido en ese lugar; enotra particular, y con la misma dirección, puedesescribirme.—Dime también si debo devolverte esasuma antes del mes de Enero, y si debo hacerloen Berlin á tu familia. En el próximo correo teescribiré más largo.

CARTA SEXTA.

Norderney, 1." de Setiembre 1825.

Consejero de Estado:En este instante sé tan sólo que la semana pa-

sada te he escrito en un momento de grandísimodisgusto, y que lo hice á toda prisa. El barco es-taba dispuesto para salir, sólo por mi carta sedetenía, y en tal situación me llevaban los dia-blos, porque tenía que escribir á todo escape. Es-pero que al cabo te has orientado en mi carta yque has comprendido que te pido seis Íuises deoro y la manera cómo debías remitirlos y demás

( t ) Esta palabra es empleada en Alemania por lo« estudiantes paradesignar, no sólo a aquellos que tienen ocupaciones ajenas á las académi-cas, sino también a tocios los caracteres tranquilos amigos del retrai-miento y del poco ruido, á las gentes egoístas y de miras personales, alos timoratos y avejentados; en una palabra, á los que no son como ellosgente del bronce. Heine aplica esl* calificativo 4 su amigo en el sentidode metódico y hombre de orden, y, por lo tanto, libre de trampas y deapuros.

accesorios. Vuelvo á escribirte, porque no sé si teadvertía de no escribirme nada en la carta que losremitieras, porque mando desde aquí la orden deque la abran y que me envíen su contenido. Mo-tivos muy poderosos me detendrán todavía poralgún tiempo en Hannover; así, si tienesque de-cirme algo privadamente, escríbeme en una cartaparticular bajo la misma dirección.

Puedes estar convencido que te doy la pruebamás grande de mi amistad al dirigirme á tí enesta necesidad de una manera tan confiada, noobstante de ciertos motivos de desconñanza queinteriormente siento. No olvides nunca este hecho,particularmente para cuando llegue el caso—cosaque dudo,—de prestarte un servicio. Mas tu meentiendes.

¡Oh Cristian! hoy me encuentro muy abatido,y todos mis deseos son hablar de cosas pasadas,de la antigua melancolía y de las nuevas locuras,de la amarga estupidez y de la tierna dulzura deldolor. Siempre soy el antiguo loco, el que cuandoapenas ha hecho la paz con el mundo exterior,empieza de nuevo á ser atormentado por luchasinteriores.—Hace un tiempo muy triste; sólo es-cucho el bramido del mar.—¡Ay, si me fuera dadoyacer sepultado bajo las blanquecinas dunas!—Mis aspiraciones se han ido moderando. Hubo untiempo que deseé ser enterrado bajo una palmeradel Jordán.—¡Malditas sean las despedidas quetan tierno me ponen! He pasado aquí dias encan-tadores; he sentido mi vanidad personal dulce-mente halagada, casi llegué á creerme que el doc-tor Heine es una persona amabilísima, y deleitarmi espíritu en la contemplación de la bella damaá cuyo lado me encontraste. En los últimos diaaésta me distinguía mucho... pero ya se ha mar-chado. La marcha de la princesa Solms me hasido muy sensible; estábamos tanto juntos y sa-bíamos bromear tan bien. Ella me lisonjeabamucho, y ya sabes, Cristian, que esto siempreproduce su efecto.—Los oficiales hannoverianosque he visto aquí no me han desagradado deltodo; no tienen la inteligencia que los prusianos,pero son más honorables, y bajo el uniforme, queraramente visten, esconden el más fino gentleman.Hablo aquí principalmente de los oficiales quehan servido en la legión y que cuentan tantosrasgos bellos y gloriosos en España, Portugal,Irlanda, Inglaterra, Sicilia, y hasta en las islasJónicas y en la India. ¡Qué pequeños resuenan, alcontrario, los nombres deJena, Katzbach, Leipzig,Bellalianz y... Paris, el último grado de nuestragloria á que hemos llegado (Dios sabe cómo!)—¡Silencio, silencio! que quiero poder leer en Ber-lín!—Mas yo mismo estoy curioso de saber en quéparará todo esto.—Saludos á tu esposa, la cualparece convenirte macho y que no perdonará nadapara hacer tu felicidad.

Tan pronto como llegue á Berlin publicaré algo.Tengo que cuidarme mucho de lo que publico,porque no tengo quién me aconseje. Estoy descri-biendo el viaje que ha^o. En el mes "próximopienso remitirte mi viaje por el Harz.—Adiós,consérvate bueno, no seas filisteo y sigue estimán-dome,-—mas ¡alto aquí! que me vuelvo senti-mental.

Tu amigo, E. HEINE.

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N.° 61 M. FERNANDEZ.—RECUERDOS FINANCIEROS. 289CAUTA SÉTIMA.

Lüneburg, 12 de Noviembre de 1825.25.

Querido Cristian:He recibido los cinco luises de oro, y he encon-

trado también en estos dias tu carta del 10 deOctubre. Presumo que no estás en Bokum, y tedirijo ésta á Coblenza. Me hallo en disposición desalir de un instante al otro para Hamburgo, paracuyo sitio quise marchar desde Norderney, peroque no fue posible realizar á causa del viento con-trario. Estuve, seis dias en el mar, y al ñn tuvi-mos que arribar; saltamos á tierra, me enfermé,tuve que escribir pidiendo dinero, y etc., etc. Tuscinco luises han llegado, aunque algo tarde, muyá tiempo, y en ocasión oportuna te serán devuel-tos, y por ahora no te molestaré, dándotelas gra-cias y mi reconocimiento. Es verdad que para esome falta también el tiempo, pues me apremianmuchos asuntos que tengo que arreglar para miviaje. Una vez en Hamburgo, te escribiré comose debe. Quién sabe si desde allí te escribo que heabierto mi bufete de abogado, que me he casado,que escribo mucho, etc., etc.

Me va bastante bien con mis escritos.—Muchaprovisión de manuscritos.

Pensaba haberte enviado algo, pero no he reci-bido nada impreso; mas, dentro de algunas sema-nas con toda seguridad te remitiré alguna cosa.

Consérvate bueno, querido Cristian, y siguesiempre estimándome. Mil saludos á tu señora.Cuando me escribas, dime algo de Kreisler. Estédonde quiera, recibo siempre tus cartas contalque las dirijas: Doctor E. Heine, por medio delseñor Heine, Mercado, Lüneburg. Vive en la per-suasión que te aprecio entrañablemente; pues pnrmi parte estoy convencido de tu adhesión, de lacual he recibido la prueba más evidente.

Siempre tu amigo.—E. HKIMB.

Con esta carta termina la correspondencia entreHeine y Sethe, sin que por eso haya razón para negarque no hubiera continuadc; pues más tarde, en 1843,al visitar Heine Alemania después de una ausencia dedoce años, no olvidó á su antiguo camarada y pasó áMünster, donde estuvo algunos dias en su compañía.Por otra parte, es casi evidente que aquella amistaddebió enfriarse bastante, según Heine acentuaba másen París su burla y despecho contra Prusia, y segúnfue siendo mayor el abismo que entre él y el severoy rígido magistrado prusiano existía.

La importancia y significación de estas cartas sonbien palpables y no es necesario insistir en su valor, ymenos aún en la belleza y encanto que encierran es-pecialmente la segunda y tercera. Esta parte la de-jamos completamente al juicio y competencia del lec-tor; en la que hemos insistido especialmente, es en laparte íntima del poeta, en su estado personal, mejordicho, en su carácter psicológico. Hemos insistido eneste punto, porque no queremos ni podemos conside-rar la obra del artista como cosa casi ajena á él, comoun simple producto, sino como el aspecto, como la

manifestación de su espíritu. Cuando esta obra es lade un Heine ó un Leopardi, su estudio es mucho mááinteresante, y hay que considerarla como espejo de sualma, y no establecer una especie de diferencia entrelo sentido por el poeta y lo compuesto y poetizado, ypermanecer frió ó insensible cuando llegan á nuestrooido los gritos de dolor que desgarran el alma delpoeta. En una palabra, porque no somos de los quedicen:

Suave, mari magno turbantibus oequora ventis,E térra magnum alterius spectare laborem.

JOSÉ DEL PEROJO.

RECUERDOS FINANCIEROS.

UN MINISTRO DE HACIENDA EN TIEMPO

DEL ABSOLUTISMO.

I.

Excmo. Sr. D. Gabriel Rodríguez:Ahora que vive usted retirado de la vida pública,

donde se cosechan grandes amarguras, y le será gratorecordar las aficiones económicas de otros tiempos, esocasión oportuna de que consulte á usted mi parecer,siempre humilde y escasamente valedero, respecto ála iniciativa, á los proyectos y á los trabajos de unhombre eminente entre los más eminentea hacendistasespañoles.

Aludo á D. Martin de Garay, aquel Ministro entu-siasta y laborioso que desempeñó la Cartera de Ha-cienda, allá por los años de 1817 y 1818, cuando lareacción absolutista estaba en todo su esplendor, y eldeseo de perseguir á los devotos de las libertades pú-blicas ora una manía de carácter nacional. Los espa-ñoles, siempre impresionables, caminan de escollo enescollo, buscando ó combatiendo soluciones extremas,sin tener en cuenta que la libertad práctica, defendidamás por el poder de la costumbre que por la fuerzade la ley, lleva consigo el enaltecimiento del ciudada-no, el predominio de la moral pública, la satisfacciónde la propia conciencia y el respeto á todos los dere-chos.

Ministros hubo en España muy ilustrados, de pu-reza intachable, de carácter entero, de virtudes cí-vicas, prácticos en el arte de gobernar, conocedoresde las necesidades públicas, amamantados en el es-tudio y tolerantes por educación; pero sin desconocersus merecimientos, que la historia consigna y consig-nará siempre para perpetua enseñanza de los venide-ros, entiendo que D. Martin de Garay sobresale comouna gran figura en la Hacienda española, y puede pa-

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290 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL nE 4 8 7 5 . N.°61

rangonarse su espíritu de reforma con el más innova-,dor de los pasados y de los presentes tiempos.

Es preciso fijarse en la época y en las corrientes po-líticas del momento histórico en que Garay fue Minis-tro de Hacienda; es preciso conocer, como usted sabeá las mil maravillas, la serie de sucesos ocurridos desdeel 8 de Febrero de 1817, fecha de su definitivo nom-bramiento, hasta el 14 de Setiembre de 1818, dia desu relevación; es preciso penetrar en los misterios, enlas confabulaciones, en las intrigas cortesanas, paracomprender todas las amarguras que sufrió en brevepsriodo de tiempo aquel respetable hombre público yla recompensa negativa que obtuvieron sus desintere-sados servicios á la Hacienda nacional. La envidia porun lado, planta que crece y se desarrolla fácilmenteen nuestra España, ahora y antes, antes y siempre; laresistencia á toda innovación por otro, y el carácterindependiente de Garay, fueron causas ó pretextosbastantes á derribarle de las alturas del poder, masno á que perdiese en la opinión de los doctos y entre¡as gentes imparciales el título de honrado, de sabioy de tolerante.

Vencieron las malas pasiones puestas en juego por lapreocupación y la ignorancia, pero subsiste y subsistiráen la historia el plan de Garay, mientras que sus émulosy detractores apenas son conocidos ó fueron pronta-mente glvidados en el gran libro de nuestras glorias óde nuestras desdichas nacionales.

Fijemos, pues, la atención y la inteligencia, si ustedlo consiente, Sr. Rodríguez, en ¡os hechos que pre-cedieron ó siguieron á la justificada elevación de nues-tro D. Martin de Garay. Aunque este hacendista subióal Ministerio en 23 de Diciembre de 1816, lo fue conel carácter de interino y por la cualidad de Consejerode Estado, pero su nombramiento definitivo y su po-sición ministerial corresponde, como indiqué á ustedhace breves momentos, al 8 de Febrero del año si-guiente.

Garay, educado en la escuela do Jovellanos y adicto ála libertad constitucional, era entonces una esperanzapara los espíritus afligidos y una buena nueva para losespectadores de tantas y tan insoportables reacciones.En él tenían fija la mirada las inteligencias liberales,los caracteres varoniles, aun los mismos que desma-yaban ante la presencia de los mártires ó el terror delos castigos impuestos por la pasión política ó la ven-ganza de las muchedumbres. Los antecedentes deaquel respetable hacendista, sus servicios en la guerrade la Independencia, su prodigiosa actividad en laJunta Central y el favor de la opinión, justifican sobra-damente el voto de los hombres ilustrados.

Garay era necesario en el poder. El Rey así lo creía,y Fernando VII así lo dispuso.

La gente cortesana, que busca en la adulación elmedro de su privanza personal, procuró impedir laentrada de Garay en el Ministerio. Sabían que era un

hombre peritísimo y una inteligencia primorosa; lesconstaba que su carácter no se doblegaba ni al interés,ni al elogio, ni á la amenaza, y todos sus esfuerzosse dirigieron á dejar sin efecto su nombramiento desecretario del despacho, como más tarde lo prepararony consiguieron con D. Manuel Abad y Queipo, obispode Mechoacan, electo Ministro de Gracia y Justicia,que no llegó, por orden Real, á tomar posesión de sualtísimo cargo; es decir, que fue entonces y siguesiendo en la historia el docto prelado un Ministroelecto que, por causas ajenas á su voluntad, no des-empeñó la cartera que le estaba designada.

Todas las asechanzas, todos los anónimos, todas lascalumnias que se dirigían contra Garay, se estrellaronante la actitud del Soberano y de sus consejeros irres-ponsables. Es preciso hacer justicia en esta parte á lafuerza de voluntad del Rey y de sus ministros.

Hasta ta! punto llegaron en aquel período de silen-cio los desahogos de la maledicencia, que circulabany se leían en públicas y misteriosas reuniones coplasvulgares, poniendo en ridículo, primero al honradoMinistro, y después á su plan de Hacienda. La décimaque obtuvo más éxito por entonces, y que fue objetode picantes comentarios, es la siguiente:

Señor don Martin Garay, ;Usted nos está engañando,Usted nos está sacandoEl poco dinero que hay:Ni Smith ni Bautista SayEnseñaron t,al doctrina;Y desde que usted dominaLa nación con su maniobra,El que ha de cobrar no cobraY el que paga se arruina. ••

Los amigos de Garay, mal aconsejados sin duda, pa-rodiaron la decimilla en estos términos:

No es el honrado GarayEl que nos está engañando,Ni quien nos está sacandoEl poco dinero que hay:De Smith y Bautista SaySabe muy bien la doctrina,Pero

El Rey solo es el que cobraY el Estado se arruina.

La copla dirigida al Ministro de Hacienda revelamala intención; la que tiende á defenderle entrañamalicia: aquella busca la ironía para zaherir su buennombre y su reputación financiera; ésta procura lasti-mar á quien estaba más alto que Garay; la una sacri-fica al chiste la honra personal, la otra sacrifica unainstitución por defender un hombre.

Tales cantares, pródigamente oidos, y otros que eldeber exige olvidar, tenían que producir lamentablesdesavenencias.

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N.°61 M. FERNANDEZ. RECUERDOS FINANCIEROS. 291

Pero sigamos adelante.La Hacienda se hallaba perdida; el Tesoro de la Na-

ción y el Tesoro de Palacio, confundidos entre sí, nocontaban con productos saneados; la administraciónde las rentas en manos imperitas ó desleales; la situa-ción de España era verdaderamente apurada, sin me-dios para sufragar los gastos de la expedición á Amé-rica, preparada en Cádiz, sin dinero bastante paranormalizar el presupuesto del Estado y sin los recursosque demandaban, no sólo el Empréstito de Holanda,fruto del Reinado anterior, sino los intereses vencidosy no satisfechos do la inmensa Deuda nacional y ex-tranjera por nosotros contraída. Acabábamos de salirtriunfantes en la guerra de la Independencia, dondeel valor, el ingenio y el heroísmo español rayaron ágrande altura; todas las clases y todas las fortunas,excepción hecha de contadas individualidades, habíanprodigado su sangre y sus tesoros en defensa de lamadre patria; asi es, que nuestro país era un vastísi-mo cementerio, tumba de tantos valientes, y un es-pectáculo de ruinas, entre las que se hallaban granparte de los frutos y edificios de nuestros contribu-yentes.

España, exhausta, desangrada y sin recursos, nece-sitaba reponerse de pasados quebrantos metálicos, ylo hubiera conseguido si la reacción absolutista, maldirigida y peor aplicada, ávida de odios y codiciosa devenganzas, no fomentase una emigración forzada,base de conjuraciones incesantes y de eternos pronun-ciamientos.

La verdad es, que á fines de 1816 y primeros diasde 1817 la Hacienda nacional estaba en gravísimo pe-ligro, y en más peligro todavía la situación de nues-tras, entonces, posesiones americanas. La declaraciónde nulidad de los créditos liquidados ó inscritos en loslibros del Rey intruso y el restablecimiento del SantoOficio, cuyos bienes estaban afectos á la amortizaciónde los vales reales, trajeron consigo lo que no podíanmenos de traer: 1.°, grandísimos quebrantos á mu-chos inocentes compradores de bienes nacionales,y 2.°, el descenso inmediato de los valores públicos,por la desaparición de toda hipoteca ó garantía es-pecial.

Garay estaba imposibilitado de operar, ya con losbienes ó rentas del Tribunal de la Inquisición, ya conlos del clero, hermandades, cofradías, aniversarios yobras pías; ya con los propios y privativos de las cor-poraciones civiles, hospitales, hospicios y casas dematernidad; ya con los pertenecientes á conventos ómonasterios. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué camino tomar?¿Qué proyecto seguir?

Ante una situación tan desesperada, no fue extrañoque consintieran ios enemigos ocultos ó declarados deGaray en que éste se encargara y permaneciera alfrente del Ministerio de Hacienda, después de haberseopuesto á su nombramiento con todas las artes de la

intriga y de la maledicencia. Pero Garay, enaltecidopor la merced Real y por el honor quo le dispensabala corona, se veía y se deseaba para salir airoso entrance tan difícil y de compromiso tan insuperable.

Los buques mercantes se hallaban en Cádiz paradarse á la vela; veinte mil soldados esperaban en eldepósito la orden de embarque, y sólo faltaban losrecursos para realizar la expedición. Es decir, que te-níamos hombres, material de guerra y aun buquesfletados á particulares, pero se carecía del elementoindispensable en toda empresa guerrera, que es eldinero.

Garay examina, medita, trabaja y encuentra recur-sos para las necesidades del momento. Más que Minis-tro de Hacienda, fue en su primera época un excelenteMinistro de Tesorería. Desahogado un tanto, aunqueno exento de libramientos diarios de guerra y Marina,pensó en nuevas combinaciones, cuyo resultado leprodujese el aplazamiento necesario oara desarrollaren vasta escala un plan general ríe Hacienda.

En vano el Ministerio Pizarro procura contener yaun zaherirá su compañero Garay; en vano se oponenen Consejo á los propósitos del Ministro de Hacienda,para facilitar su salida del Gobierno; Garay, que estaballamado á dejar un nombre importante y una reputa-ción acrisolada en la historia de la Hacienda española,devora en silencio tristísimas amarguras y prepara lanegociación con el Santo Padre para el consentimientoen la cobranza de ciertos arbitrios. Esta negociación,reservada, hábilmente dirigida, fue un triunfo paraGaray, pues se ha visto que la corte de Roma, porBula de 26 de Junio de 1818, consintió, á petición deEspaña: 1.°, en que se aplicasen á la extinción de laDeuda los productos de dos anualidades, correspon-dientes á prebendas eclesiásticas de nombramientoreal que vacaren en lo venidero; y 2.°, que obtuvieranel mismo destino las cantidades afectas á asignacionespersolr&les de los beneficios de libre colación que va-caren en el término de seis años.

El Santo Padre, que estaba enterado de la situaciónfinanciera de nuestro país por avisos y noticias de losNuncios apostólicos y de los Prelados españoles, otorgóel consentimiento; sin que le hiciesen apartar de estedeseo las súplicas interesadas de alguien que buscabaen la negativa del Pontífice más que el bien de su pa-tria, la caida de Garay.

Este celoso Ministro, sin importarle los ecos de laenvidia que llegaban á regios oidos y se divulgaban ensociedades murmuradoras, ni hacer caso de cantaresdeshonestos, continuó en su propósito firme y segurode dictar medidas provisionales, como base de unplan meditado y como trabajo preparatorio de másgraves y urgentes soluciones.

Ante todo ofreció solemnemente: i.°, reemplazarlos vales no consolidados por suerte á los consolida-dos que se extinguiesen; y 2.°, la clasificación de la

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292 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 61

Deuda en dos grandes secciones, con interesó sin él;aquella con el 4 por 100, y ésta sin rédito, pero conel capital declarado y reconocido.

La gente de negocios, pues entonces ya existía, ycon grandes pretensiones de dinero y de lucro, elcomercio, en sus distintas ramas, y los industrialescatalanes, llegaron á concebir de Garay, en vista detalos providencias, aunque tomadas con el carácter deprovisionales, las más halagüeñas esperanzas, y fiabanen su inteligencia y en su iniciativa los planes másatrevidos y mejor combinados.

Y no era extraño que así sucediese. Garay habíasatisfecho durante el año 1817 la respetable cantidad(Je 206 millones de reales para cubrir atenciones de laDeuda pública. La Gaceta del dia 27 de Enero de 1818anunció al público que durante al año anterior, y bajola administración de Garay, se entregaron:

Reales.

Por el pago de anualidades y créditosde deuda sin interés 14.7S50.047

Y por los de la deuda con interés, can-celados en el mismo año y de igualprocedencia 192.032.771

Que hacen un total de 206.782.818

cifra importantísima en época tan angustiosa.Había hecho más todavía. Según la Gaceta de 31 de

Enero de 1818, resulta que Garay dio colocación á831 empleados cesantes y á 666 militares de todasclases destinados a Rentas, habiendo suprimido 942destinos inútiles con una economía efectiva para elTesoro de cinco millones de reales..

Dados estos precedentes, necesarios para el estudioque vamos haciendo, Garay, el intimo amigo del poetaQuintana, el antiguo secretario de la Junta Central, elilustre hijo de Aragón, acomete á la edad de 58 añosla empresa gigantesca de reformar los abusos, de re-organizar los ingresos, de supri nir servicios excusa-bles, de mejorar el crédito público, de contener ellímite de los gastos; en una palabra, de dar más pres-tigio 4 la firma del Tesoro, y de enlazar los principiosde la ciencia con Lis enseñanzas de la práctica.

Y cuando esto hace, y cuando esto intenta con no-bilísimos propósitos y por móviles patrióticos aconse-jado , entran en el Ministerio de la Guerra D. Fran-cisco Eguía, y en el de Gracia y Justicia D. JuanEsléban Lozano de Torres, que por cierto no era abo-gado, y según el eminente orador Alcalá Gahano, nisiquiera hombre de letras, como contrapeso en lá ba-lanza á las ideas políticas y tolerantes de Garay. Esdecir, que se buscaba en otros elementos la lucha conGaray, la fiscalización de los actos de Garay, la des-confianza ministerial de Garay.

El hacendista aragonés representaba en el Gobierno

la experiencia y la libertad de opinión; Eguía y Lozanoentrañaban la intolerancia absoluta y el realismo mo-nárquico más pronunciado. Entre estas tendencias, launa amplia, generosa, expansiva, verdaderamenteliberal; la otra resistente, desconfiada, meticulosa,devota de la fuerza y enemiga de la discusión, teníaque triunfar, dados los elementos de la política y loshombres del Gobierno, la última, que era la que seadaptaba más y mejor á los principios rigorosos delabsolutismo.

Garay, que se veía contrariado dentro del Ministe-rio , pudo acallar resentimientos personales, y losacalló. En fuerza de desdenes y á prueba de sistemá-ticas oposiciones, publica su plan de Hacienda en cir-cunstancias difíciles, con cierta disimulada oposiciónde sus compañeros, con el voto negativo de algunasclases sociales, entonces avasalladoras y prepotentes,y contra el deseo de las gentes vulgares, ávidas unasveces, y opuestas otras á las novedades de la admi-nistración, de la ciencia y de la política.

La ira de los cortesanos y eV ruido de las conspira-ciones impiden que el plan de Garay obtenga todoslos buenos resultados que eran de esperar. Contra él,Ministro inofensivo, se levantaban los realistas exal-tados, y se declaraba su enemigo personal D. CarlosEspaña, conde de su apellido.

Mientras la Hacienda enflaquecía y los vasallos nopodían soportar los tributos, Lacy, el valiente tenientegeneral Lacy, era arcabuceado en los fosos del castillode Bellver; la riqueza pública iba perdiendo entre aso-nadas, pronunciamientos y oposiciones sistemáticas,sus productivos manantiales, y el Tesoro español com-praba aquella célebre escuadra rusa , compuesta decinco navios de línea de 74, y tres fragatas de á 44,que fondeó en el puerto de Cádiz, al mando del almi-rante Moller, en 21 de Febrero de 1818.

Las clases elevadas, temerosas de pagar más, y lamedia, siempre adinerada é indiferente, se opusieroná los deseos de Garay. No faltó quien pidiera al sobe-rano su separación, y aunque por si pronto el poderReal no hizo caso de los ayes de los lastimados, nide las quejas de las muchedumbres, la verdad es, queen 14 de Setiembre de 1818 fueron despedidos los mi-nistros de Hacienda, Estado y Marina, señores Garay,León Pizarro, y Vázquez Figueroa, reemplazándolesImaz, marqués de Casa Irujo, ó Hidalgo de Cisneros.

[Nueve ministros de Hacienda en dos años y medio!¿Qué le parece á usted, señor Rodríguez?

La política de resistencia venció en toda la línea; elespíritu de reforma, si bien subsistente en los decre-tos reales, quedó amortiguado entre los vítores de lasclases vencedoras.

Abandona Garay el Ministerio y también la villa ycorte de Madrid, con harta satisfacción para su tran-quilidad, pero con sentimiento para su conciencia, yel Tesoro necesitó al punto tres millones de duros.

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N.°64 T. RIBOT. LA PSICOLOGÍA ALEMANA. 293

El nuevo Ministro los busca á préstamo en las plazasmercantiles; ofrece el 8 por 100 de interés, y estádispuesto á dar toda clase de garantías. Los judíos dela banca y los mimados de los negocios no aceptan laoperación, y el gobierno se vio en la necesidad deimponer al país un préstamo forzoso de 60 millones,á propuesta de la comisión de reemplazos que existíaen Cádiz.

Para que usted vea hasta qué límite los males de lapatria se cebaron en este pobre país, ¡pero qué he dedecirle si usted lo sabe mejor que yo! basta indicarlas conspiraciones descubiertas; la peste dominante enlas principales ciudades de Andalucía; la instabilidadde los ministerios; la miseria pública; la falta de re-cursos en el Tesoro; en una palabra, desde 1818 á1820, la epidemia, la propaganda revolucionaria y laindigencia nacional, fueron el pan nuestro de cada diaen aquel período de tristeza y de agitación, de lucha yde resistencia.

Garay estaba voluntaria ó forzosamente en el des-tierro, cuando amaneció el dia I.° de Enero de 1820,y marchaba más ó menos triunfante la insurrección deAndalucía, luego auxiliada poderosamente por la deGalicia. Si la política de Garay predominase en lasregiones del poder, la transición del sistema absolutoal constitucional se hubiera realizado sin violenciasni dificultades. Sobrevinieron los lamentables aconte-cimientos del 20 al 23, la tristísima reacción del 24al 32, y la penosa guerra civil del 34 al 39, fomen-tada más tarde en distintas ocasiones. Todo esto sehubiera evitado con la política prudente de Garay,con sus reformas cuerdas ó incesantes; con su ansiade progreso; con su espíritu innovador en las leyes yen las costumbres. Diez años de gobierno, desde 1817á 1826, siendo Garay, como debía ser, el alma y lavida del Ministerio, eran bastantes para convertir altemplo de la libertad constitucional á no pocos devo-tos del absolutismo, llamándolos indistintamente á lavida pública y al ejercicio del derecho.

No se ha hecho así, y de revolución en revolución,de motin en motin, de pronunciamiento en pronuncia-miento, España pierde su fuerza y su vitalidad en loscombates y en los campos de batalla. Desiertos los ta-lleres y sin brazos la agricultura, ¿qué va á ser denosotros? ¡Piedad para nuestra España!

Como quiera que de propósito, y sin hacerme vio-lencia, olvidé la enumeración del plan de Garay y eljuicio crítico que merece esta obra imperecedera, parahacerlo con más detención en la siguiente carta, sedespide por hoy su afectísimo servidor,

MODESTO FERNANDEZ Y GONZÁLEZ.

42 de Abril de 187».

LA PSICOLOGÍA ALEMANA CONTEMPORÁNEA.

GUILLERMO WUNDT.

¿Se encuentra en Alemania algo equivalente a.los grandes trabajos psicológicos publicados enInglaterra durante los últimos veinte años? EnFrancia hay tendencia á contestar á esta pregunta,negativamente. Sin embargo, los alemanes hanrealizado también su obra y contribuyen con susesfuerzos á constituir la psicología, según el mé-todo de las ciencias positivas. Aunque no hayaentre ellos una escuela psicológica propiamentedicha, ni hayan publicado tratados completos ysistemáticos como los ingleses, no por ello handejado de enriquecer la psicología con gran nú-mero de estudios nuevos y de un carácter verda-deramente científico. No se deben estos estudiosá filósofos de profesión, sino á fisiólogos, natura-listas y físicos. Procuraremos dar aquí á conoceruno de ellos, el de Mr. Wundt, quien, á pesar deser uno de los primeros psicólogos de Alemania,en Francia sólo tiene reputación de fisiólogo (1).

I.

La psicología es una ciencia natural, debe serconcebida y tratada como tal. Este es el punto departida común de los subios psicólogos á quienesnos hemos referido. No hacen ellos metafísica, ysi la hacen, no la dan por ciencia. «Desde que lafilosofía, dice Mr. Wundt, ha vuelto en sí de latemeridad de sus últimas empresas, para buscarel apoyo fecundo de las ciencias experimentales,la ciencia que ha ganado más terreno que ningu-na otra, es una ciencia de experimentación inme-diata, la psicología: y los pocos trabajos origina-les elbritos en nuestros dias y correspondientesal dominio filosófico, son esencialmente de ordenpsicológico.

«Más de una vez en esta época se ha tratado dela psicología, bajo el punto de vista propio de lasciencias naturales, pero no puede deducirse queestos ensayos constituyan un progreso funda-mental sobre los sistemas especulativos anterio-res, porque procurando la psicología llegar áciencia natural, reconocía como su fuente únicala observación interior. Ahora bien; á los hechosde la conciencia, que cada cual puede encontrar ensí mismo por la observación, nada se ha añadido .desde que el hombre piensa y reflexiona; apenas

{!) Su Tratado de Fisiología y (le Física médica han sido traduci-do» al francés: pero no sucede así con sus obras psicológicas: Vorleaun-gen über die Manchen nnd Thicmecte 1863; Beifruge zur Tlteorie derSinneswahrnehmwig 1862, y Grtntdzi'ine der physiologivchen Psicho-logie, 1874.

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294 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.°61puede añadir algo la ciencia que no sea familiar ála experiencia de todo el mundo. Gracias á estemétodo, la psicología ha debido permanecer igualen el fondo durante siglos; estando en ella apenasseparado lo que es científico y lo que es de vul-gar experiencia.»

Los que han estudiado la escuela escocesa y lapsicología nacida de ella, comprenderán cuanfundada es la critica de Mr. Wundt. Había en ellasincero esfuerzo para proceder como los natura-listas, apoyándose en los hechos, gran talento deobservación y de análisis, pero también fe ciegaen el sentido común, que jamás podrá, haga loque haga, fundar una ciencia. Además, esta es-cuela estaba encerrada en un callejón sin salida.Bueno es observarse á sí mismo; pero esto sólo esel principio, y si la psicología estuviera reducidaá dicho método, moriría de inanición. iQué se ne-cesita, pues, para que llegue á ser una ciencianatural? Es preciso algo más que observar; espreciso experimentar en el sentido positivo de estapalabra.

«Desde el momento que se penetra un poco eneste asunto, se ve que la opinión tradicional queadmite que la conciencia es la escena que abrazatoda nuestra vida interior, es inaceptable. Laúnica cosa que, por todas partes, en la naturalezase presenta inmediatamente á la observación, esel fenómero complejo; pero las leyes, por cuyaacción el fenómeno se realiza, permanecen ocul-tas á nuestros ojos. ¿Será la psicología únicaexcepción de esta regla? ¿Deberemos admitir queen ella las leyes sean accesibles á la percepcióninmediata? ¿Cuáles serán entonces las relacionesrecíprocas de estas leyes? En la conciencia, losactos psíquicos son muy distintos entre sí: los de-seos, los sentimientos, las sensaciones, las ideasnos han sido dadas como modos de actividad dis-tintos. ¿Es preciso atribuir á cada una de estasactividades un dominio separado? Esto es lo quese ha hecho en la doctrina corriente de las facul-tades fundamentales del alma. Pero sólo unaciencia, todavía en la infancia, ha podido creerque su empresa se limita á demostrar las diferen-cias entre los objetos que analiza: la ciencia adul-ta aspira á la unidad, y la observación por símisma conduce necesariamente la psicología áesta unidad... Pero lo que une los fenómenos psí-quicos está fuera de la conciencia: ésta sólo conocelos resultados del trabajo verificado en ese labo-ratorio oscuro, situado en el fondo de la concien-cia. A cada momento aparece un pensamientonuevo: no sabemos de dónde procede, porque, des-de hace largo tiempo, las condiciones que podíanproducirlo han desaparecido. El análisis íntimode los procesos psíquicos, nos probará que el tea-

tro de los fenómenos espirituales más importan-tes es lo inconsciente. Por todos lados la concien-cia supone, como condición, lo inconsciente.

«¿Cómo es posible descender á ese laboratoriosecreto donde el pensamiento tiene su fuente invi-sible? ¿Cómo descomponerlo en ese millar de hilosque sirven para tejerlo? Las siguientes investi-gaciones tienen por objeto demostrar que la expe-riencia, es en psicología el medio esencial que con-duce los hechos de la conciencia á ese lugarrecóndito y oscuro donde se elabora la vida cons-ciente. La observación interior, como toda obser-vación en general, nos da sólo fenómenos com-puestos. Por la experimentación, al contrario,despojamos el fenómeno de todas sus condicionesaccesorias; por ella producimos el fenómeno arti-ficialmente en condiciones determinadas, que po-demos cambiará nuestro gusto y que nos permi-ten medir el fpnómeno. Por todas partes y siemprenos conduce la experiencia á las leyes naturalespermitiéndonos abarcar simultáneamente la causay el efecto.

«El naturalista parte siempre de la observaciónde los fenómenos que la naturaleza le presentainmediatamente; el psicólogo debe también partirde los hechos de la conciencia. Cuando, en segui-da, por la experimentación resuelve los fenómenospsicológicos en sus elementos simples, dirige unamirada furtiva al mecanismo que en las profundi-dades inconscientes del alma elabora los impulsosderivados de las impresiones exteriores. Esta mis-ma vía es la que la naturaleza escoge. Cuando,partiendo de estos fenómenos embrollados que laobservación le entrega, remonta hasta las leyesque los rigen, lo que hace es producir á su vistaese fondo inconsciente que está bajo los hechos.El proceso situado más allá de la conciencia yde donde sale el acto consciente, se encuentra conéste en la misma relación que l,a ley oculta con elfenómeno, tal y como nuestras sensaciones nos lopresentan.

»La experimentación va acompañada paso ápaso per la medida. Mediry pesar son los grandesmedios de que la investigación experimental sesirve siempre para llegar á leyes exactas. Con laexperiencia, el peso y la medida han entrado en laciencia, porque son ellos quienes le dan un carác-ter definitivo. La medida encuentra los constantesde la naturaleza, esas leyes fijas que arreglan losfenómenos. Toda medida puede traducir sus re-sultados con nombres, pero los nombres no sonel objeto de la medida, sino el medio indispensablepara llegar al objeto último de la investigación,porque solólos nombres pueden revelarnos la ley.

»Pero, se dirá: ¿cómo es posible aplicar la ex-perimentación al principio psíquico que se sus-

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N."61 T. RIBOT. LA PSICOLOGÍA ALEMANA. 295

trae por completo á nuestras sensaciones? ¿Cómose puede poner en la balanza ó someter á cual-quier otra medida esta esencia inmaterial? Elprincipio productor de los fenómenos escapa ánuestros sentidos; trátase, pues, de apreciar sóloel fenómeno mismo. Aunque los efectos y condicio-nes exteriores de la vida psicológica sean lo únicoaccesible á nuestras investigaciones, si estas con-diciones y efectos son suficientemente analiza-das, pueden hacernos penetrar hasta la esenciaíntima de los hechos que constituyen la vida psi-cológica. Por medio de los sentidos y de los movi-mientos del cuerpo, el alma está en relación con-tinua con el mundo exterior. Podemos, á voluntad,aplicar ag-entes exteriores á los sentidos y á losmovimientos, observar los efectos producidos, y deestos efectos sacar conclusiones acerca de la na-turaleza de los procesos psíquicos. Nuestras me-didas no se aplican jamás directamente ni á lascausas productoras de los fenómenos, ni á lasfuerzas productoras de movimientos: sólo los po-demos medir por sus efectos. El físico mide lasfuerzas motrices por los movimientos producidos,y de la observación de éstos infiere las leyes,—ab-solutamente inaccesibles á sus sentidos,—segúnlas cuales obran las fuerzas. De igual manera me-dimos las funciones psíquicas por los efectos queproducen ó que las producen, por las impresionessensoriales ó los movimientos del cuerpo. Pero loque determinamos por las experiencias y la me-dida no son simplemente esos efectos exteriores,sino las mismas leyes psicológicas de donde re-sultan estos efectos.

»La psicología, pues, en cuanto existe comociencia natural, descansa casi por completo en elcampo de las investigaciones experimentales y dela medida. Muchas de estas investigaciones sonya antiguas, y se deben, no á psicólogos, sino áfísicos, astrónomos y fisiólogos que las han hechoaveces incidentalmente, y con más frecuencia handesconocido su valor psicológico» (1).

«He intentado, dice Wundt en el prefacio dela obra de que tratamos, estudiar las cuestionespsicológicas con ayuda de los medios que nosproporciona el método científico. Sé que mis es-fuerzos distan mucho del término, pero si logrodemostrar que es éste el camino que debe seguirsepara construir la psicología, habré logrado el ob-jeto principal de mi trabajo.»

La cuestión de método está, pues, claramentepuesta y resuelta de un modo nuevo. Era costum-bre creer basta ahora que la experimentación esimposible en psicología,y hé aquí que senos pro-pone como el único método científico, ¿es una sen-

(t) Mentchen und Thierteele, Vorrede.

cilla promesa óha dado ya estemétodo resultadosiLos trabajos de Weber, de Fechner, de Lotze, deHelmholtz, de Wundt mismo, responden á estapregunta. La intensidad de las diversas sensacio-nes ha sido determinada por la experiencia y elcálculo, y expresada por una ley: la velocidad delos actos psicológicos y del pensamiento ha sidomedida; hechos importantes para la estética hansido analizados y reducidos á sus elementos: enuna palabra, si no hay ningún trabajo de conjun-to, numerosas y minuciosas investigaciones en-caminan hacia él, y ya la psicología se nos pre-senta bajo distinto aspecto.

Comprendida de este modo, sin metafísica,apoyada en los hechos, mejor dicho, en la medi-da, pudiendo como toda verdadera ciencia distin-guir lo que sabe de lo que ignora, la modernapsicología alemana es antítesis de la psicologíaespeculativa de Scheling y de Hegel. En estasgrandes construcciones metafísicas que todo loabarcan, que todo lo explican—la ciencia, el arte,la religión, el Estado,—la psicología tenía peque-ñísimo espacio, y toda ella estaba creada «por ladialéctica del pensamiento puro.» No era extraño,dice "Wundt, que el pensamiento capaz de pro-ducir tales efectos mágicos, mirase con desden laexperiencia vulgar. ¿Para qué necesito la expe-riencia? decía el metafísico: lo más que puede ha-cer es inducirme á error, porque los sentidos sonengañadores y sólo el pensamiento no engaña.Yo soy quien debo instruir á la experiencia y nola experiencia quien debe instruirme. No creo enla experiencia, á menos que el pensamiento no lafunde y afirme prévipmente. La ciencia que seapoya en la experiencia no es ciencia; porque todaciencia debe nacer del pensamiento (1).»

Ya hemos visto el método que Wundt opo-ne ágatas huecas especulaciones. Expuesto estáen términos claros y precisos; pero hay otropunto que reclama algunas explicaciones. Estasleyes que rigen los fenómenos y cuyo conoci-miento sólo constituye la ciencia, deben ser in-vestigadas, dice, en «lo inconsciente,» en ese «la-boratorio oscuro que está debajo de la conciencia.»¿Qué significan estos términos, cuya aparienciaun poco mística parece conformarse bastante malcon el método positivo? Debía esperarse más cla-ridad en este punto, porque es capital. El autorse refiere á él de continuo, y en lo inconscienteencuentra la última explicación de las leyes de lapercepción, del pensamiento, de los sentimien-tos, de la voluntad; en una palabra, es la idea ma-dre de su psicología.

(1) Menschen unA Thierseele, t. I, 1.a lección. Adviértase que losidealistas franceses no se expresan en la actualidad de otrft manera.

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296 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 64

¿Qué significación tiene, pues, esta tesis? Lasleyea psicológicas deben buscarse en lo incons-ciente. Para explicarla, citaremos un ejemplonues-tro, pero que creemos aclarará la tesis de "Wundt.

Todo el mundo sabe que nuestras ideas, y engeneral nuestros estados de conciencia, se asocian.Este es uno de los hechos dados por la observa-ción y de que es preciso partir siempre, comoantes decíamos. El primer esfuerzo científico con-siste en demostrar que estas asociaciones se ve-rifican conforme á leyes o relaciones determi-nadas. En los últimos tiempos la escuela inglesaha sostenido que esta ley es la ley última de lapsicología, ó, en otros términos, que todos nues-tros estados de conciencia, tan complejos comosean, son producidos por asociaciones. Pero admí-tase ó no este último punto, por el momento im-porta poco. Es cosa indudable que existen asocia-ciones conforme á las leyes, y la razón de estasleyes, según la tesis de "Wundt, debe buscar-se en lo inconsciente. ¿Qué significan estos tér-minos, si no es que la explicación de los fenó-menos mentales debe investigarse en los hechosfisiológicos ó físicos, que son la base y condiciónde ellos? En una palabra, á todo fenómeno ógrupo de fenómenos de orden psicológico, corres-ponde un hecho ó grupo de hechos de orden fisio-lógico, y la explicación científica de los primerosdebe buscarse en el conocimiento de los segun-dos. Lo que prueba la exactitud de nuestra inter-pretación, es que el autor, tratando—brevísima-mente por cierto—la cuestión de la asociación quenos sirve de ejemplo, dice: «La única base sobrela cual puede apoyarse una teoría de las causasfísicas de la asociación, es el conocimiento exactode la organización anatómica y de las funcionesfisiológicas del cerebro; conocimiento que esta-mos lejos de poseer (\).n

En el curso de este trabajo se esclarecerá la té-sis sobre la misión de lo inconsciente. Basta fijarel verdadero sentido y demostrar que tiene unvalor positivo. La reflexión del lector hará lo de-mas. Advertiremos solamente el carácter con-creto y real de la psicología así concebida, noexpresada por una frase solitaria llena de vanasabstracciones. No forma un mundo aparte. Todohecho mental está considerado en su correspon-dencia inmediata con los hechos biológicos; ensu correspondencia mediata con las influenciasdel mundo inorgánico, de modo que entra denuevo en la serie de causas y de efectos, de ac-ciones y de reacciones que constituyen lo quellamamos la naturaleza.

[i) Obra citad», tomo I, pág. 586. Mr. Wundt no conocía, al pare-

cer, cuando escribió este párrrafo, los trabajos de la escuela inglesa.

II.Entremos ahora en la exposición propiamente

dicha.«Desde que el primer resplandor de conoci-

miento ha entrado en nosotros por medio de lossentidos, hemos comenzado por comparar los ob-jetos que nos rodean y reflexionar acerca de ellos.Nuestro pensamiento ha asignado á las cosas supuesto, ordenado é iluminado el caos informe delas impresiones sensibles. Pero después que elpensamiento ha colocado así todas las cosas,queda un residuo.que no tiene puesto alguno; esteresiduo es el mismo pensamiento. ¿Qué hacerentonces? Habiendo reflexionado el pensamientosobre todas las cosas, sólo le resta reflexionar so-bre sí mismo: investigación, en la cual es á la vezmedio y fin. Viniendo, pues, á la cuestión: ¿quées el pensamiento? Sólo el pensamiento puede res-ponder (1).»

Es opinión generalmente admitida, dice Wundt,que el hombre piensa siempre; sin embargo,hay numerosos hechos que demuestran que estaopinión es errónea. Un síncope, un profundosueño, pueden durar largo tiempo sin que re-cordemos después ningún pensamiento. El hom-bre sano permanece sin conciencia durante algu-nas horas, el enfermo durante días y semanas, yal despertar creen que se acaban de dormir. Po-seemos en el tiempo una medida cierta de nuestropensamiento, porque, desde que no pensamos, eltiempo se desvanece. El tiempo y el pensamientose acompañan; cuando el pensamiento comienza,el tiempo comienza también; cuando cesa, se de-tiene. El pensamiento y el tiempo son de la mismaespecie. Esta es la respuesta á la pregunta quehabíamos planteado, pero esta contestación no esdecisiva, porque en vez de la pregunta ¿qué esel pensamiento? tenemos esta otra: ¿qué es eltiempo?

Nada más erróneo que la opinión popular acercade la naturaleza del tiempo. Confúndese de "ordi-nario la medida del tiempo con el tiempo mismo,y se cree que un reloj, un calendario, el orto yel ocaso del sol, son el tiempo. Bajo el punto devista filosófico se siente uno inclinado á pensarque es una noción abstracta sacada de los cam-bios de la naturaleza, y en particular de los mo-vimientos de los cuerpos celestes. Pero comonuestra tierra, que se mueve, sólo es un gran re-loj cuya muestra ó esfera es la bóveda celeste, yel disco solar la aguja, era fácil advertir quela salida y ocultación del sol, el curso de la luna,la vuelta de las estaciones, son fenómenos unifor-

(1J Menscken und Thieiseelet lomol, tercera leoclon.

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mes, y por tanto propios para ayudarnos en la de-terminación del tiempo.

Esta necesidad de una determinación suponeque tenemos ya en nosotros el tiempo. Es preciso queantes tengamos la idea para procurar medirla ar-tificialmente. No puede buscarse con ánimo deli-berado una cosa, si esa cosa se revela á nosotrospor la primera vez cuando la encontramos. Debe-mos, pues, reconocer que el tiempo está en nos-otros y que el pensamiento es nuestra medidanatural del tiempo.

Esta medida natural sería muy grosera y esté-ril si no se la hubiera sustituido con medidas ar-tificiales que la perfección de los instrumentosempleados hace cada vez más exactas. Por mediode ellos medimos la velocidad del pensamiento, yal llegar aquí encontramos un ejemplo de estemétodo experimental de que Wundt nos hablabaantes. Se parte del hecho brutal, tal y como lopresenta la observación: después, con ayuda delos instrumentos y del cálculo, se interpreta, sepenetra la naturaleza íntima y se llega al cono-cimiento científico.

Las investigaciones acerca de la. velocidad delpensamiento, de la duración de los actos psíqui-cos, de la ecuación personal, forman un capítulocurioso de la nueva psicología. Wundt los hareasumido en su nueva obra (1), conforme á losúltimos descubrimientos, y de ellos hablaremosdespués.

¿Qué hemos hecho hasta ahora? Sólo hemosconsiderado el pensamiento en su manifestaciónexterior, es decir, teniendo cierta duración y re-vistiendo la forma general del tiempo. Pero la na-turaleza íntima del proceso del pensamiento estodavía para nosotros un libro cerrado, y este li-bro es el que se intenta abrir (2). Las investiga-ciones hechas sobre la medida nos han demos-trado, dice el autor, que no podemos coger jamássimultáneamente dos impresiones distintas, sinoque hay siempre entre ellas cierto tiempo. Todoacto del pensamiento tiene una duración medible.Somos incapaces de hacer estas dos cosas á la vez:contemplar una forma y oir un sonido; percibir unaimpresión actual y tener conciencia de un recuer-do, etc.. Donde la observación interior nos da lafalsa apariencia de una simultaneidad, somos enrealidad inducidos á error por una sucesión rápida.Hé aquí uno de esos numerosos casos en que laobservación, reducida á sí misma, nos engaña, yhechos vulgares nos explican fácilmente esta ilu-sión. Cuando el herrero golpea con su martillo elhierro enrojecido, se ve brillar la chispa antes de

(1) Orunixtge, A. pnys. píych., pig. 726 y siguicnlcs.(2) Tomo I, «."lección.

TOMO IV.

oír el golpe del martillo. Cuando el médico sangraun enfermo, se ve con frecuencia correr la sangraantes de ver penetrar la lanceta en la vena. Estoshechos demuestran, tan bien como las investiga-ciones científicas de que antes he hablado, que nopodemos pensar en dos cosas á la vez. Muestranademás, que en esta sucesión rápida que toma-mos por una simultaneidad, puede suceder queel segundo fenómeno sea conocido antes que elprimero, porque evidentemente el martillazo debepreceder á la chispa, y el lancetazo á la efusión dela sangre. Estos hechos, y todos los de igual natu-raleza, tienen, según dice Wundt, una significa-ción psicológica: son expresión de un hecho in-terno que es la unidad del pensamiento.

En resumen, el pensamiento, entendiendo poresta palabra la actividad psíquica en general,puede considerarse de dos maceras. En su forma,según acabamos de ver, está sometido á las con-diciones del tiempo, y es, por tanto, medible comoél por medio de los instrumentos y del cálculo. Ensu fondo, según vamos á ver, el pensamiento sereduce á un solo hecho: razonar, deducir,(schliessen).

Hay para todos los fenómenos mentales, porvariados y diversos que sean, una unidad de com-posición. Las sensaciones de todas clases, los jui-cios, las ideas, los sentimientos, etc., son produ-cidos por razonamientos, son el resultado de unadeducción. Todas las diferencias proceden de losdiversos grados de complejidad del acto primitivoy de la diversidad de los materiales que pone enacción. De modo que el espíritu, así entendido,podría definirse: una cosa que razona.

Tal es la tesis fundamental de Wundt. Poroscura ó inesperada que pueda parecer, rogamosal lector que la acepte desde luego con confianza:sólo después de haber leído este trabajo podrá,con conocimiento de causa, admitirla ó desecharla.Sin embargo, para simplificar su empresa, inten-taremos desde ahora hacer comprender en pocaspalabras la marcha seguida por el autor.

Todos los hechos psicológicos se reducen final-mente á un hecho único: la sensación. La sensa-ción más sencilla es para Wundt una conclusión.¿Qué supone una conclusión? Premisas. ¿Cuá-les son aquí las premisas? Los hechos absolu-tamente inconscientes, los hechos fisiológicos,los procesos nerviosos. Entre el razonamiento or-dinario y la sensación simple hay» pues, esta di-ferencia: en el primer caso las premisas y la con-clusión son actos conscientes: en el segundo, laspremisas son estados fisiológicos, y sólo la con-clusión un estado de conciencia. Se dice general-mente: pensar es juzgar. Wundt sostiene, por elcontrario,que el acto de juzgar no es primitivo,

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298 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE ' 1 8 7 5 . N.° 61

sino un estado consciente que presupone una seriede estados inconscientes; que es el término de laoperación, no toda la operación, la cual es un ra-zonamiento, es decir, una síntesis de premisas.

Wundt aplica el mismo método á todas lasformas de la actividad psíquica. Cada forma su-perior es una conclusión cuyas formas inferioresson las premisas. De modo que, refiriéndose losfenómenos complejos por el análisis á fenóme-nos cada vez más simples, éstos á la sensación yla sensación á los procesos nerviosos, llegamospor tal camino á encontrar la ley oculta de todoslos fenómenos psicológicos en lo inconsciente, esdecir, en el dominio fisiológico.

Esto nos permitirá comprender mejor los aná-lisis siguientes:

«Para esclarecer bien la conexión de las leyesinternas del pensamiento con sus manifestacio-nes exteriores, debemos poner á la vista sus ele-mentos esenciales. Ahora bien: los elementos delpensamiento son las ideas, los juicios y los razo-namientos. Las ideas y los razonamientos formanun dominio estable que abraza toda nuestra cien-cia y todo nuestro conocimiento. Los razonamien-tos son el medio por el cual damos valor á estedominio, y sin el que todas las ideas y todos losjuicios serían capital improductivo. Comprende-remos cuan esenciales son los razonamientos parael pensamiento, considerando de qué manera seforman los juicios y las ideas.»

Tomemos un juicio cualquiera, por ejemplo,—el león es un animal.—Indudablemente este juiciopresupone para formarse gran número de actosmentales anteriores. Sin entrar en un análisis quesería larguísimo y que suplirá la reflexión dellector, limitémonos á algunas observaciones. Nopuedo saber lo que es un animal sino después ibliaber comparado este objeto á multitud de otrosobjetos, sean semejantes, sean diferentes (plantas,piedras, líquidos); cada objeto está caracterizadopor cierto número de marcas ó cualidades que leson propias, y la comparación de dos ó muchosobjetos no puede verificarse sino á condición deque las marcas de los objetos comparados seanen parte semejantes y en parte diferentes. De lacomparación de diversas cosas, bajo el punto devista de sus marcas, resulta el juicio.

Todo juicio que, como el que nos ocupa, estáfundado en una suma considerable de experiencias,nace, pues, de gran número de juicios anterioresque son por sí mismos afirmativos unos y nega-tivos otros; porque determinamos una cosa di-ciendo á la vez lo que es y lo que no es. Cada unade estas experiencias, que sirve de base al juiciototal, es por sí misma un juicio, puesto que alquerer expresar una experiencia expreso un jui-

cio. Estos juicios de experiencia que refiero á unobjeto determinado, carecen de lazo y de conexiónentre sí. Para que me conduzcan á un juicio finalque comprenda mi intuición del objeto, necesitoun lazo cualquiera que reúna todas las marcasdispersas. ¿Cómo se produce este lazo? ¿Continua-rán siendo mis experiencias particulares un agre-gado sin ninguna unidad, ó existe algo que lasuna más profundamente? Sólo conocemos unaforma en la cual los juicios estén ligados unos áotros: esta forma es el razonamiento. lia conclusiónreúne cierto número de juicios dados para produ-cir un nuevo juicio.

¿De qué clase es este razonamiento? Es una in-ducción, porque va de lo particular á lo gene-ral. "Wundt, que habla aquí exactamente comoStuart Mili, hace observar que toda deducciónsupone una inducción previa, puesto que el prin-cipio que sirve de base á la deducción, debe serresultado y condensación de una masa de expe-riencias anteriores (1).

Estos juicios do experiencia—que son al mismotiempo juicios particulares,—de donde sacamoslas leyes de la naturaleza y del pensamiento, son,al parecer, los elementos de nuestro conocimien-to. ¿Es posible llevar más lejos el análisis y de-mostrar que son compuestos de elementos aúnmás simples? En realidad, no hay juicio, por sen-cillo que sea, que no suponga antes de él algúnacto del pensamiento. Si resuelvo un juicio enjuicios más simples, éstos en otros más simples yasí sucesivamente, ¿á qué llegaré en último caso?A las sensaciones primitivas. Todo objeto me esdado como teniendo tal color, tal forma, sufriendotales cambios, etc., etc; en una palabra, las mar-cas últimas, aquellas en las cuales debemos dete-nernos, son por todas partes y siempre percep-ciones de nuestros sentidos. «Pero toda percepciónsensorial, es por sí misma un juicio de experien-cia, el más simple de todos los juicios de expe-riencia. Lo que veo, es blanco, rojo, brillante,corporal;—estos son juicios de experiencia dadosá nosotros en la intuición sensible. ¿Estos juiciosson actos primitivos del pensamiento, ó suponenotros actos?

«Cuando tengo conciencia de que lo que veo esrojo, por ello mismo lo distingo de lo amarillo, delo verde, de lo azul, etc. También distingo una sen-sación de luz de una sensación de sonido ó de tacto.

(1) Tomo I, cuarta lección, Wundt hace notar, que el razona-miento inductivo se compone de tres miembros como el razonamientodeductivo: i ." ios juicios ó hechos afirmativos (fulano d mengano hanmuerto:) 2 .° los juicios ó hechos negativos (no hay ejemplo alguno dohombre que no haya muerto). Sin éstos, los hechos afirmativos, pornumerosos que fuesen, carecerían de valor: 5.° la conclusión generalque sirve de base a su vez á la deducción.

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¿Cómo puedo hacer esta diferencia? Evidentemen-te, gracias á las marcas determinadas que ellotiene para mi sensación. Estas marcas están enparte de acuerdo y en parte difieren: así, pues, elrojo, el amarillo, el verde, etc., están de acuerdoen ciertas marcas y difieren por otras del sonido,del olor, etc. Hemos visto que cada una de estasmarcas no es otra cosa que un juicio. Toda per-cepción sensorial, resulta pues de una masa dejuicios en parte afirmativos y en parte negativos,y la percepción en sí misma, sólo es la conclusiónsacada de estos juicios.

«Esto nos conduce más lejos. El acto de pensa-miento primitivo, no es ese juicio que existe enla intuición sensorial inmediata, sino el juicio quefija la marca particular de la sensación. ¿Cómo seforma ese juicio verdaderamente primitivo? Tieneuna propiedad que le es absolutamente exclusivapero no hay nada que pueda expresarlo; ni laspalabras, ni el pensamiento pueden abarcarlo. Loúnico que sabemos de este juicio es que existe.Yo sé bien que la sensación del rojo se distinguepor marcas ó señales de la del azul, del amari-llo, etc. Pero ¿cuáles son estas señales? Es abso-lutamente desconocido. No podamos descubrirestas señales, ni por la reflexión más profunda, nipor la investigación minuciosa de las condicionesen las cuales se uroduee la sensación. Sabemosen verdad que las ondulaciones etéreas de ciertalong'itud, al caer sobre el ojo, producen la sensa-ción del rojo, pero estas ondulaciones no son lasseñales por medio de las cuales distinguimos elrojo de otros colores, puesto que dicha distinciónla habíamos hecho mucho tiempo antes de saberque la luz resulta de las ondulaciones del éter.»

Estos juicios primitivos presentan, pues, el ca-rácter de que no puede dudarse de su existencia,y que, sin embargo, su contenido, lo que les cons-tituye en su fondo, es de todo punto inconsciente.«El pensamiento no empieza, pues, por juicios,sino por razonamientos.» Un juicio no existe paranosotros, es decir, como estado de conciencia,sino á consecuencia de un razonamiento ; desuerte que puede decirse «que el razonamiento esel conocimiento que se hace; el juicio, el conoci-miento que está kecho.»

Réstanos decir ahora cómo se forma el tercerelemento del pensamiento: la idea. Resulta tam-bién de un razonamiento. Si tomo, por ejemplo,la idea de hombre, observo que presupone ciertonúmero de datos experimentales, cada uno de loscuales está caracterizado por una marca ó señal:tiene tal forma, se mueve, piensa, etc., etc. Es-tos son los juicios que forman nuestra idea de unhombre. Pero nuestra idea no resulta de una sen-

• cilla justaposicion de todos estos juicios, porque,

si fuera así, la idea sólo sería sencilla suma demarcas ó señales, y una suma de marcas ó seña-les no constituyen una idea; como una cabeza yvarios miembros sobre un tronco, no forman unhombre. La idea consiste en la fusión de todas lasmarcas ó señales en una unidad. ¿De dónde puedevenir esta fusión? Evidentemente de la única for-ma de actividad mental en la cual reconocemospoder de ligar, de unificar; es decir, del razona-miento.

Se habrá observado, sin duda, que en esta re-ducción de todas las formas de actividad mental áuna sola, Wund no está de acuerdo con la opi-nión común, y él mismo lo manifiesta. «Hemo3demostrado, dice, que la verdadera serie de actospsíquicos es distinta de lo que generalmente secree. No admitimos en primer lugar ideas dedonde salgan juicios y después razonamientos,sino que el pensamiento empieza para nosotrospor razonamientos que conducen á los juicios,quienes forman las ideas.» La actividad del pen-samiento consiste, pues, únicamente en el razo-namiento, y todo lo demás sólo es un resultado,un producto. De aquí aparece también establecidala unidad de composición del pensamiento. Todaslas actividades y facultades se reducen finalmenteá una forma única, y esta forma tiene por carácteresencial ser una sucesión.

Todos los fenómenos mentales se reducen, pues,así á una operación lógica (el razonamiento). To-dos los fenómenos físicos se reducen á un movi-miento, y después veremos cómo el autor, relacio-nando la lógica del mecanismo, procura identifi-carlos.

III.

Por ahora, el estudio que se presenta en pri-mer^ugar es el de esos juicios primitivos, queafirman sencillamente que lo rojo es rojo, que loverde es verde, que el color azul difiere del blancoy la octava de la tónica; en una palabra, que sontales, que nada puede decirse de ellos sino queson. Como la conciencia empieza con ellos, nopuede enseñarnos la manera cómo se producen nilo que contienen. El análisis psicológico es aquíabsolutamente impotente, y nos hace entrar enotra vía: la de la investigación fisiológica. Distin-guiéndose cada sensación por una señal, si pode-mos resolver el hecho material de la sensación ensus elementos, habremos esclarecido la naturalezade esta señal, mostrado lo que contiene y encon-trado lo que en ella hace la materia. Los fisiólo-gos han estudiado con mucho cuidado el fenó-meno material de la sensación, y aunque susinvestigaciones dejan gran número de puntos os-curos, hé aquí lo que noa enseñan.

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300 REVISTA EUROPEA.—25 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.°61Toda sensación va precedida de cambios en

loa nervios, y la naturaleza de estos cambios eshasta cierto punto conocida. Cuando una impre-sión visual, táctil, auditiva, cae sobre la extremi-dad de un nervio en relación con algún órgano delos sentidos, se produce una disminución de lasfuerzas electro-motrices propias del nervio. Estadisminución, que ha recibido el nombre de oscila-ción negativa de la corriente nerviosa, dura tantocomo la sensación; sobreviene casi instantánea-mente después de la excitación; se trasmite á lolargo del nervio con la misma velocidad que laexcitación y varía en razón de la misma. Noes, pues, dudoso que hay una relación íntima en-tre lo que pasa en los nervios y el hecho de lasensación. A decir verdad, la sensación dependetambién de los demás procesos vitales, la nutri-ción, la hematósis, etc.; pero no está con ellos enrelación tan íntima.

La fisiología nos enseña algo más sobre lo quepasa en los nervios á consecuencia de una excita-ción. En primer lugar, la excitación exterior queobra sobre la vista, sobre el oido, sobre el tacto ósobre cualquier otro sentido, se relaciona siempreá un movimiento. Cuando este movimiento seha trasmitido á los nervios, ¿qué sucede? En elnervio que funciona parece producirse una espe-cie de vibración molecular que se propaga deproximidad en proximidad con una velocidadapreeiable.

Pero la trasmisión de un movimiento puedeverificarse de dos maneras: ó bien por la trasmi-sión directa de una molécula á otra, ó bien porponer en libertad fuerzas de tensión, y por la tras-formacíon de estas fuerzas en fuerzas vivas.

El movimiento del sonido nos presenta unejemplo del primer modo; el influjo nervioso unejemplo del segundo. EL movimiento nerviosodebe considerarse como acto de poner en libertadfuerzas de tensión, determinado por la fuerza vivade la excitación. Aumenta, pues, al propagarse,y se parece al alud, que rodando reúne másnieve, ó al fuego, que aumenta á proporción queavanza. Si hubiese trasmisión pura y simple, laacción nerviosa permanecería constante, ó másbien disminuiría en razón de la longitud del ner-vio que atraviesa. Sucede lo contrario, por ejem-plo, si se excita un nervio motor en un puntoalejado del músculo, la contracción será másfuerte que si se excita en un punto próximo.

Tales son los hechos: ¿qué debemos deducir?Sabemos que los nervios en estado de reposo es-tán constantemente recorridos por corrientes eléc-tricas, y que este hecho, llamado fuerza electro-motriz del nervio, desaparece ó se debilita desdeel momento en que la fibra nerviosa está some-

tida á una excitación: en una palabra, la fuerzadisminuye hasta el momento en que se requiereuna acción más intensa. Este hecho, paradójicoen primer término, aparece como necesario desdeque se hace entrar el caso que nos ocupa bajo laley general de la conservación de la fuerza. Si enel hecho de la sensación las fuerzas electro-mo-trices disminuyen, prueba es, para nosotros, deque estas fuerzas son las que producen la fuerzaviva de la sensación. La fuerza electro-motrizdel nervio puede producir un trabajo; puede ha-cer en pequeño lo que una pila hace en grande,mover la aguja imantada; producir combinacio-nes químicas. Pero la cantidad de trabajo em-pleada en producir la sensación, no puede obraral mismo tiempo como fuerza química ó comofuerza motriz de la aguja imantada; es decir, queporque una parte de la fuerza electro-motriz estáempleada dentro del nervio, no puede manifes-tarse fuera.

Esto nos conduce á un resultado importante:la fuerza productora de las sensaciones dependede la misma ley que las otras fuerzas naturales,y por tanto está identificada con ellas. Convienerecordar que en 1862 fue cuando Wundt, apo-yándose en la electro-fisiología, extendió porprimera vez la ley de equivalencia de fuerzas aldominio psicológico, y su tesis ha ganado terreno,especialmente en Inglaterra, aunque parezca queno ha dado de sí, ni con mucho, cuanto contiene.Wundt cedería de buen grado al placer de inves-tigar la cantidad de fuerza empleada para produ-cir una sensación determinada, pero la cuestiónes muy compleja. «Supongamos que en todas lascircunstancias, esté ó no el nervio enactividad,se produce la misma cantidad de fuerza electro-motriz; la disminución de esta fuerza durante elestado activo, nos daría una medida exacta de lafuarza necesaria para producir una sensación de-terminada. Pero no es este el caso. Está demos-trado que la cantidad de fuerza electro-motrizproducida por el nervio no es constante, sino queaumenta durante la actividad, y disminuye du-rante el reposo. Para encontrar nuestra medidaexacta se necesitaría, pues, establecer la diferen-cia entre la fuerza desprendida en estado de repo-so, y la desprendida en estado de actividad: senecesitaría saber también cuánta fuerza electro-motriz se produce de más en estado activo. Estaproducción en más está establecida por un consu-mo de materia más grande y por la fatiga... Elproblema se encuentra por consiguiente algúntanto embrollado, y no ha sido- aún resuelto, perono es en manera alguna insoluole (1).»

(1) HenscMend und Thieriede, tomo I , páginas 80 y 81 . Con-

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N.° 61 T. RIBOT. LA PSICOLOGÍA ALEMANA. 301

Después de este estudio general acerca de lascondiciones fisiológicas de la sensación, Wundtaborda el estudio especial de las diversas especiesde sensaciones. Deben distinguirse en la sensa-ción dos cosas: su intensidad y su cualidad.

1.° La experiencia y el cálculo demuestranque la intensidad de las diversas sensaciones va-ría según una ley llamada psico-física, que seformula así: «La sensación crece como el logarit-mo de la excitación que la produce (1).»

2.° La cualidad de las diversas sensaciones,es decir, su carácter específico, ha sido para losfisiólogos alemanes objeto de investigaciones va-riadas y numerosas, que Wundt resume aña-diendo las suyas. Aquí es donde puede verse enactividad el método experimental de que hablaen su prefacio. Nada diremos de estos trabajos,que por su importancia exigen una exposiciónaparte. Señalemos tan sólo el lugar que ocupa elestudio sobre las sensaciones en la exposición deWundt, y continuemos.

Las sensaciones sólo son materiales de nuestrosconocimientos; réstanos ver cómo se trasforman.La sensación pura y simple consiste en la modi-ficación que experimentamos cuando uno de nues-tros órganos sensoriales está excitado directa-mente. Llega á ser percepción, ó como dicen losalemanes representación, desde el momento que lareferimos á una causa situada fuera de nosotros;es decir, que la percepción consiste en poner fue-ra de nosotros, en las regiones determinadas delespacio, los objetos reales. La percepción está,pues, íntimamente ligada á la noción de espacio.Ahora bien, uno de los puntos originales de lapsicología de Wundt, es haber deducido de los fe-nómenos de movimientos reflejos, su teoría dela percepción. Empecemos por examinar el actoreflejo.

¿Cuál es la consecuencia inmediata de la sen-sación? La observación nos demuestra que laconsecuencia inmediata de toda sensación, cu&n-do tiene una intensidad suficiente y no la sirvede obstáculo ninguna acción contraria, es un mo-vimiento muscular que se llama movimiento re-flejo. La excitación es trasmitida por los nerviossensitivos hasta un órgano central, y desde allíreflejada por los nervios motores que obran sobrelos músculos. La acción refleja no consiste, como

viene añadir que, á consecuencia de Ja excitación, se producen en losnervios ciertos fenómenos á propósito para complicar la cuestión. Asi,pues, Schiff, en las Investigaciones sobre el calentamiento de íct ner-vios y de ios ceñiros nerviosos, ha demostrado que loa nervios en acciónproducen calor, independientemente de todo cambio en la circulación,por el solo hecho de su acción.

(1) Para exposición complela de esta ley y de los hechos en que seapoya, véase la Revne Scienlifique correspondiente al 12 de Diciembrede 1874.

tampoco la sensación, en una simple trasmisiónde fuerza; supone dejar en libertad fuerzas enestado de tensión. El movimiento producido ental caso es generalmente más fuerte que la exci-tación que lo causa. Y esta desproporción entre laexcitación y el movimiento, es sobre todo notablebajo la influencia de ciertos tóxicos, (como la es-tricnina) que aumentan considerablemente la ten-sión y la intensidad de los movimientos reflejos,fenómeno que sólo puede explicarse admitiendoque los cambios químicos que se producen en lascélulas nerviosas bajo la influencia de estos tóxi-cos, favorecen el poner en libertad las fuerzas detensión.

La acción refleja en su forma más sencilla (unaexcitación inconsciente trasformada en movi-miento) no parece muy embarazosa; pero hayotras acciones reflejas mucho más complicadasque parecen producirse en vista de v,ti objeto; porejemplo, si vertéis una gota de ácido acético so-bre el cuerpo de una rana, se esforzará, con ayudade una de sus patas, á enjugarla. La observación,dice Wundt, nos demuestra que la aceion re-fleja tiene un objeto bien determinado, y este ob-jeto es el contacto de la parte donde la excitación seproduce (1). La rana nos da un ejemplo para eltacto. Obsérvase un caso análogo en la excitaciónque se produce en el ojo. Examinando ios ojos deun niño recien nacido, llama la atención la fijezade la mirada. El ojo se mueve, es verdad, espe-cialmente cuando obra sobre él una excitaciónluminosa, pero es sin regla y sin que se puedareconocer una relación determinada entre sus mo-vimientos y el sitio de donde parte la excitaciónluminosa. Esta relación se va estableciendo su-cesivamente. Si el niño tiene algunos días ó al-gunaf semanas y se hace obrar una luz dentro desu limite visual, la mira fijamente. Si se colocanvarias luces, dirige la víata de un lado á otro;pero su mirada está siempre fija en la luz, rete-nida por una especie de necesidad física, salvo elcaso de fatiga ó la influencia de otra impresión.Evidentemente sucede aquí en el fondo lo mismoque respecto al contacto de la piel por el movi-miento reflejo. Cuando una acción obra sobre elojo, éste se mueve hacia la excitación luminosa,como la mano hacía la excitación táctil.

Admitido que el objeto del acto reflejo es elcontacto de la parte excitada, veamos cómo losmovimientos que en su origen son sin regla, des-ordenados, puedeu llegar á la regularidad y á laarmonía. Para esto son necesarias dos condicio-

(1) Para evitar una equivocación, es conveniente hacer notar que

se trata aqui, no de tudos los actos reflejos en general, sino sólo de los

actos reflejos visuales y táctiles, que explican el mecanismo de la per-

cepción .

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302 HEV1STA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.°61

nes: 1 .* que la parte excitada anteriormente seareconocida como tal; 2.° que los movimientospuedan ser acomodados.

En lo que toca al primer punto, examinemos eltacto y la vista, los dos sentidos más importantespara la acción refleja; los únicos, además, quenos dan la noción del espacio. Wundt procurademostrar, que cada punto de la piel y de laretina tiene su especial manera de sentir. «Laepidermis entera de nuestro cuerpo es sensible álas excitaciones, lo mismo que toda la retina,salvo el sitio donde entra el nervio óptico; pero nosentimos de igual manera, ni con todos los pun-tos de nuestra epidermis, ni con todos los puntosde nuestra retina. Fácilmente puede demostrarse«n lo que á la piel concierne. Si se toca con eldedo, primero las mejillas, y después el hueco dela mano, ejerciendo cada vez igual presión, la sen-sación es muy distinta en ambos casos: lo mismosucede si se compara el hueco y el dorso de lamano, el pecho y la espalda; en una palabra, dospartes de la piel alejadas entre sí. Además, obser-vando atentamente se advierte que también esalgo diversa la naturaleza de la sensación produ-cida en dos puntos inmediatos á la piel. Si se pasade un punto de la epidermis á otro, se encuentraque hay un cambio sucesivo y continuo en la sen-sación, aunque la naturaleza de la presión exteriorsea igual. Las sensaciones producidas sobre laspartes correspondientes á las dos mitades del cuer-po, aunque análogas, no son semejantes, Y no secrea que estas diferencias proceden simplementede que nos representamos las sensaciones com-paradas como producidas en sitios distintos: pro-cediendo con suma atención, y considerando lanaturaleza de la sensación sin atender para nadaal lugar, se encuentra una diferencia tan grandecomo antes.

«Diferencias análogas existen respecto al ojo.Téngase, por ejemplo, en la mano, y delante delojo, un pedazo de papel encarnado; diríjasele len-tumente hacia un lado sin seguirlo con la vista,de modo que la imagen del objeto rojo, proyectadaprimero sobre el punto amarillo se proyecte enseguida cada vez más sobre los lados de la retina,y se advertirá, que mientras que el movimientohacia un lado se verifica, la sensación de lo rojosufre un cambio sucesivo: el color se hace al prin-cipio más oscuro, en seguida se aproxima al azu-lado, y finalmente el objeto rojo parece negro.Pueden producirse cambios análogos con cual-quier otro color simple ó compuesto: es evidenteque este fenómeno sólo puede explicarse por ladistinta manera de sentir de las diversas partesde nuestra retina...»

Estas diferencias de sensación sólo pueden te-

ner una causa local, que consiste en la natura-leza propia del órgano sensorial, en las pequeñasdiferencias que existen, sea en la constitución,sea en la disposición de las terminaciones ner-viosas.

El resultado es el siguiente: podemos reconocerque tal sonido es el mismo que otro ya oido, talcolor igual á un color ya visto, y de la mismamanera podemos reconocer el lugar donde unaimpresión se verifica por la naturaleza misma deesta impresión, siempre que tengamos ya a'lgunaexperiencia de su situación. Esto sirve para con-testar á la pregunta hecha antes, de cómo el actoreflejo, primeramente sin regla, llega á ser regu-lar. Si el acto reflejo tiene por objeto el contactode la parte excitada, es indispensable que esta par-te sea reconocida para que procure llegar á ella.Ahora bien, este reconocimiento es posible, segúnhemos visto, porque cada parte está caracterizadapor una señal ó sensación que le es propia y quela distingue de las demás.

Dicha explicación no es, sin embargo, comple-ta, porque la observación nos demuestra que elmovimiento reflejo llega siempre á su objeto porla vía más corta y más sencilla, y en lo que pre-cede no hay nada que pueda hacérnoslo compren-der. Examinemos, pues, el movimiento en símismo.

Nuestros movimientos varían en intensidad yse extienden á una región más ó menos grande.¿Podemos medir estas variaciones de intensidady de extensión? Sí, porque tenemos en nuestrosmovimientos mismos una medida de ellos. Cuan-do andamos podemos apreciar la intensidad y laextensión de nuestro esfuerzo.

Todos nuestros movimientos van acompañadosde una sensación en los músculos; sensación quepuede ser tan débil que no la advirtamos, pero queexiste, como lo prueba el sentimiento de fatigaresultante de los movimientos más débiles, si serepiten largo tiempo. Esta sensación que acom-paña la contracción del músculo, ¿se realiza enesos mismos hilillos nerviosos que trasmiten elimpulso motriz del cerebro á los músculos, ó hayhilillos nerviosos especiales para la sensaciónmuscular?

Este es un punto discutido, pero la primera hi-pótesis parece la más verosímil. Desatendiendootras consideraciones, la apoyan hechos patológi-cos. En los casos de paresía (semi-parálisis) de lapierna ó del brazo, el enfermo no puede moverel miembro sino con gran esfuerzo, y tiene sen-sación clara de este gran esfuerzo; se engaña so-bre la extensión y el alcance de sus movimien-tos; sus pasos no tienen seguridad; su mano nopuede alcanzar los objetos que busca, pero, poco á

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N.°61 T. RIBOT.^— LA PSICOLOGÍA ALEMANA. 303

poco, va adquiriendo cierta seguridad en sus movi.mientos, y se orienta por la costumbre en su nuevosistema de sensaciones musculares. Cuando elmúsculo abductor de la pupila está parcialmenteparalizado, resulta un cambio particular en la vi-sión. El enfermo ve todos los objetos más aparta-dos de lo que lo están realmente, y cuando quierecogerlos sólo encuentra el espacio exterior. Un pi-capedrero, afectado de esta enfermedad, comenzópor golpear con el martillo su mano, en vez de laspiedras; pero también en este caso el enfermo seacostumbraba á rectificar sus movimientos, cos-tándole sólo mayor esfuerzo en la parte lesionada.Este acomodamiento sucesivo á un estado patoló-gico es, por lo menos, tan instructivo como elmismo estado patológico, porque aclara cómo handebido pasar las cosas en su origen. Si cuando lascondiciones han cambiado podemos de nuevo re-conocer la posición de un objeto, gracias á losmovimientos del órgano dirigido hacia ese objeto,natural es admitir que en su origen ha debi-do establecerse una relación entre la sensaciónmuscular y el sitio donde la excitación exteriorobra sobre nosotros. Podemos, pues, deducir quetenemos en realidad, en la sensación que acompa-ña al movimiento, una medídp. de la intensidad yde la extensión de este movimiento.

Hó aquí, pues, según Wundt, la idea gene-ral que debemos tener de la formación del actoreflejo: una sensación, un movimiento, una sen-sación muscular; el movimiento es sólo el in-termediario entre la sensación que sigue á la ex-citación, y la sensación que sigue al movimiento.No es esto todo. Nuestros miembros se muevenponiéndose así en contacto con tal cual parte de lapiel, produciéndose una tercera sensación, la decontacto, que se verifica naturalmente en la pro-ximidad de la sensación primitiva; pues es propiode la naturaleza de las sensaciones moderadas noproducir movimientos (con sus sensaciones con-secutivas), sino en un espacio restringido. Prontosucede que pasan al primer plano entre las sensa-ciones de contacto, las que tienen alguna analo-gía de naturaleza con la sensación primitiva cau-sada por la excitación. Esto no puede sucedersino á condición de que la sensación de contactoocupe más ó menos el mismo lugar que la sensa-ción inicial, puesto que hemos visto que cada sen-sación tiene su lugar característico. Cuando estaserie de hechos se repite gran número de veces,los diversos movimientos de la serie se liganperfectamente entre sí, en el orden siguiente: ex-citación seguida de sensación; sensación de mo-vimiento y movimiento; sensación de contacto,último término que por su local característico,es idéntico con la sensación inicial.

Así explica Wundt (1) la regularidad de losactos reflejos, pero conviene no perder de vista,que esta serie de hechos que acabamos de expo-ner en forma lógica, consiste en actos incons-cientes. «Los hechos que fijamos como nece-sarios para la regularizacion de los actos reflejos,no tienen distinta naturaleza que los que hemosencontrado ya en la sensación simple. Son juiciosy conclusiones que se encadenan con una necesi-dad mecánica, pero en este caso tienen ya una.forma algo más complicada.»

Siguiendo su costumbre, "Wundt presenta elacuerdo del análisis fisiológico y del análisispsicológico sobre la cuestión de que tratamos. Ob-jetivamente, el acto reflejo consiste en una serieregular de sensaciones asociadas. Fisiológica-mente encontramos una serie uniforme de movi-mientos; psicológicamente, una asociación uni-forme de sensaciones, es decir, una memoria; por-que esta relación invariable entre dos sensacionesque hace que, desde que la una aparece, la otraaparezca también, es loque constituyeel recuerdo.Y como la memoria, bajo su forma más perfecta,es una costumbre organizada, un mecanismo in-consciente, la analogía entre los dos mecanismoses manifiesta.

No debe perderse de vista, que para Wundtesta teoría de las acciones reflejas sólo es un me-dio preparatorio. Tiene por objeto explicar lanoción de espacio, y de aquí el acto de percepciónque consiste en colocar un objeto fuera de nos-otros en un sitio determinado. Siendo aquí impo-sible tratar el asunto con los desarrollos que llevaconsigo, limitémonos á algunos puntos esen-ciales.

¿La percepción del espacio resulta de una dis-posición nativa ó de la experiencia? Tal es el puntode partida del debate.

La doctrina de la innatividad (nativistiche) quepor largo tiempo ha reinado sola en fisiología,admite que la excitación de determinadas fibrasnerviosas da lugar á una representación del espa-cio á consecuencia de un mecanismo preestable-cido, de una disposición innata de los órganos.

La doctrina empírica está reasumida por Hel-mholtz en esta proposición fundamental: Las sen-saciones son signos que nuestra inteligencia in-terpreta según su naturaleza y según los resul-tados de la experiencia anterior.

(4) Menschend una Thiemele, t . I, IB.* lección y siguientes. En loq u e concierne á los movimientos reflejos del ojo, la transición hacia elautomatismo armónico, consiste en hacer prevalecer cada vez más los re-flejos que permiten á la excitación obrar sobre el punto amarillo. Enla fisiología humana (traducción francesa, pág. 576), ge encontraránconsideraciones interesantes de Mr. Wundt sobre ei hecho de que losmovimientos apropiados pueden no depender únicamente de accionesconscientes anteriores del individuo, sino ser trasmitidos por herencia.

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Al aproximarse á esta doctrina, Wundt lamodifica. Para él, la fisiología proporciona hechosde grande importancia, pero que deben ser com-pletados por una explicación psicológica. La per-cepción del espacio es el resultado de una síntesispsíquica que tiene por elementos el orden de lassensaciones periféricas y el orden délas sensacio-nes correspondientes de inervación: en otros tér-minos: supongamos que se recorra una serie deimpresiones locales a, b, c,... el paso de a á b; de bk c, etc., responderá á sensaciones elementales demovimiento a, 6, y..., que, durante el curso de laserie de impresiones locales basta el término x,se adiccionarán en una sensación A. Ni la serie a,b, c... por sí sola, ni tampoco la serie a, 6, y...solamente, pueden hacernos percibir la coordina-ción en el espacio, ni proporcionarnos la nocióndel lugar. La percepción del espacio se debe á larelación recíproca de las dos series a, b, c...,ya, 6, y...

Si recordamos que Wundt llama á cada sen-sación una conclusión, diremos con él: la síntesisde las dos series de conclusiones (las impresio-nes sensoriales y las sensaciones de movimien-to), en una conclusión única, da el espacio. Estasíntesis la asimila á una combinación química.«Lo mismo que en la síntesis química, de la com-binación de ciertos elementos nacen propiedadesnuevas, de igual manera la síntesis psíquica nosda un nuevo producto que es el orden en el espa-cio de las sensaciones elementales. Así, pues,mientras las sensaciones elementales nos son da-das por el análisis psicológico, la noción del es-pacio no puede serlo, porque resulta de su sínte-sis.» En otros términos: siendo la noción delespacio el resultado de una síntesis, no puede sermás conocida por el análisis de sus elementos,que lo pueden ser las propiedades del agua por elanálisis químico del hidrógeno y del oxígeno.

La percepción es, pues, una síntesis de sensa-ciones, y si se fija la atención en el papel que des-empeñan en esta teoría, los movimientos más ómenos inconscientes, se verá cómo se apoya engran parte en los actos reflejos.

Las percepciones sirven de base á una nuevaelaboración mental que tiene por término la for-mación de ideas ó de conceptos cada vez más ge-nerales. Para el ser puramente sensiti vo la reali-dad sólo es una masa de fenómenos sin lazos ysi n relaciones. El objeto del conocimiento es ponerorden en este caos. Conocer, es relacionar los he-chos con sus causas.

La idea resulta de la fusión de gran número enhechos y de marcas ó señales, esenciales ó no,cuidadosamente comparadas. Ella nos da, no elfenómeno, pero sí la ley. Idea y ley son, pues,

idénticas. Lo que es la idea para el sujeto que co-noce, es la ley para el objeto conocido.

Este trabajo de simplificación, que consiste depasar de los hechos á las leyes, y de leyes par-ticulares á leyes cada vez más generales, tiendeá una ley última que abraza la conexión completade los fenómenos: esta es la ley de causalidad.Dicha ley general está realmente deducida de grannúmero de leyes de causalidad especiales. Estasson leyes reales, porque sólo ellas expresan la liga-zón determinada de ciertos grupos de fenómenos.«La ley general de causalidad jamás puede seruna ley en el sentido estricto de la palabra, porquenunsa se agota la experiencia. No tenemos, pues,el concepto real de esta ley superior, sino sólo elconvencimiento de que debe existir.» La historianos demuestra, dice Wundt, que la extensiónde la ley de causalidad á todos los fenómenos sinexcepción, es más moderna de lo que se podríacreer. La fe en los milagros y en los prodigios, laidea que muchas personas se forman del azar estáen antagonismo con la ley de causalidad. Aunentre los filósofos, muchos han ereido y creen to-davía que en el dominio psicológico todo efecto notiene su causa: el libre albedrío se considera comoun milagro psicológico, como un hecho indepen-diente de toda causalidad.

La ley de causalidad universal se presenta,pues, como el objeto último hacia el cual tiendenuestro conocimiento, y al que se aproxima siem-pre, sin poder alcanzarlo.

Quédanos ahora por estudiar los sentimientosy la voluntad.

TEODORO RIBOT.Se concluirá.

(Revue Scieniiflgue.)

LA ASCENSIÓN DEL GLOBO «CÉNIT.» (1)

La ciencia empieza á entrever las leyes que pre-siden á los movimientos del Océano, porque losnavegantes han cruzado la superficie de las aguasen toda su extensión y porque los observadoreshan arrojado la sonda en sus abismos y medidosu temperatura á diferentes profundidades.

Si queremos conocer la atmósfera que envuelvenuestro globo, que arregla el curso de las esta-

(1) Al traducir para la REVISTA EUROPEA, ei presente articulo deldistinguido director del semanario La Nature, M. Gastón Tissnndier,nos comunica el telégrafo la noticia de una horrible catástrofe ocurridaen una segunda expedición aérea dirigida por el mismo Tissandfer, y dela cual formaban parte los aeronautas MM. Sivel y Crocé-Spinelli, ven-tajosamente conocidos por sus anteriores investigaciones científicas. És-tos han muerto asfixiados en una elevación de 8.000 metros, y M. GastónTissandier y otros compafieroB de expedición, han recibido, en el des-

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N.°61 O. TISSANDlllR. ASCENSIÓN DEL «CÉNIT.» 305

ciones, que mantiene la vida, preciso es procederde la misma manera, preciso es recorrer vastasextensiones, sondear de abajo arriba, desde la su-perficie déla tierra hasta sus más altas regiones.De aquí la necesidad de dos formas de explora-ción por medio de aerostáticos: ascensiones delarga duración y ascensiones de grande altura.

Las expediciones aéreas deBiot de Gay-Lussac,de Robertson, de "Welseh, de los señores Barral yBixio, de Glaisher, en Inglaterra, han abiertogloriosamente la vía de la exploración científicade la atmósfera. Gran número de viajes aereonáu-ticos se han ejecutado en Francia en estos últi-mos años con objeto de estudiar los fenómenosaéreos, mereciendo mencionarse los de los señoresFlammarion, Fonvielle, etc., fecundos en intere-santes resultados; pero son muchos los obstácu-los y las trabas que detienen al observador entre-gado á sus propios recursos.

Desde el sitio de Paris han fijado los aerostárticos especialmente la atención. Habiéndose fun-dado la Sociedad francesa de navegación aérea, pre-sidida el año último por uno de los miembrosmás ilustres del Instituto, M. Jacssen, que porsus grandes trabajos y su varonil energía, tieneya segura la admiración de la posteridad; presi-dida este año por otro miembro de la Academiade Ciencias, M. Hervó-Mangon, cuya rara abne-gación á la ciencia es de todos conocida , y cuyoactivo papel en la organización del correo aéreodurante la guerra no puede olvidarse; la Sociedadde navegación aérea ha llamado á su seno al ma-yor número de los que se preocupan de la areo-náutica y del estudio de la atmósfera.

Bajo los auspicios de los señores Ooeé-Spinelliy Sivel, se ejecutó el pasado año el magníficoviaje de altura, cuyos resultados todo el mundoconoce. Gracias á los notables trabajos fisiológi-cos de Paul Bert y á la inhalación del oxígeno,los intrépidos y sabios viajeros han podido lle-gar á la altura de 7.£00 metros y traer de su ex-pedición el fruto de numerosas y fecundas obser-vaciones.

Este año ha estudiado la Sociedad de navegaciónaérea un nuevo programa de ascensiones cientí-ficas, quedando decidido que se ejecutarían suce-sivamente dos viajes aéreos con el globo el Cénit

censo del globo Cénit, gravísimas heridas cuyas resultas no pueden pre-

verse.

Asi, pues, el relato de la primera expedición del Ceníl tiene, ademásde su interés científico, una triste oportunidad en estos momentos enque el mundo científico lamenta hondamente la desgracia de quienes hanperdido ó han expuesto su vida en aras de su amor a la ciencia.

Esperamos con ansiedad los detalles da catástrofe tan lamentable, yentre tanto hacemos votos por U conservación de la vida de M. Tissan-dier, ya que acerca de sus dos desgraciados compañeros no es posibletener análoga esperanza.—(N. del T.)

TOMO IV,

de tres mil metros de cabida, y construido porM. Sivel; uno de larga duración, y otro de grandealtura.

Gracias al concurso de la Academia de Ciencias,de la Asociación científica de Francia, de la Aso-ciación francesa para el adelanto de las ciencias,de algunos sabios eminentes como los señoresDumas, Hervé-Mangon, Enrique Giffard, doctorPablo Bert, Dupuy de L&me, doctor Hureau deVilleneuve, secretario general de la Sociedad,d'Eichthal, doctor Marey, Houel, Lavalley, F. B.Duval, Dailly, Chabrier, etc., las condiciones ne-cesarias á la ejecución de la empresa han sido rá-pidamente aseguradas.

El primer viaje del globo Cénit ha satisfecholas esperanzas de la Sociedad de navegación aérea,durando 22 h. 40 m., y traspasando así con mu-cho la duración de las más largas ascensiones ve-rificadas hasta hoy. Los miembros de la expedi-ción han podido hacer una serib de importan-tes observaciones, y ejecutar numerosos experi-mentos.

Partió el globo el 23 de Marzo, de la fábrica degas de la Villette, donde la compañía parisiénproporcionó el gas de alumbrado necesario parallenar el globo. A las seis y 20 minutos de latarde se elevó éste majestuosamente en el espa-cio, llevando en su barquilla á los aereonautasdesignados por la Sociedad de navegación aérea,señores Sivel, Crocé-Spinelli, Alberto Tissandier,Jovertyyo, 1.100 kilogramos de lastre formadode arena fina, instrumentos y aparatos de físicay química.

Nos elevamos en la atmósfera atravesando Pa-ris, donde brillaban millares de luces como cons-telaciones de un cielo estrellado, y pasamos len-tamente sobre el jardín de las Tullerías y por en-cima^de la cúpula de los Inválidos, sucediendo alpoco tiempo al espectáculo de la metrópoli el cua-dro no menos majestuoso del campo. El sol lan-zaba sus últimos rayos sobre las lejanas brumasamontonadas en grandes capas de vapores; em-pezaba la oscuridad, y sólo nos iluminaban enmedio de la noche nuestras lámparas de DavyDespués da ordenarlo todo en la barquilla y dearreglados metódicamente los sacos de lastre, co-menzamos las experiencias.

M. Sivel, á quien debemos por su energía, porsu amor á la ciencia y por su infatigable perseve -rancia el éxito de la ascensión, se ocupaba endeterminar la dirección del globo por medio de labrújula y de un cordelillo de 800 metros, que,arrastrando por la tierra, se dirige siempre haciala espalda de la barquilla. Mr. Crocé-Spinelli co-menzósus observaciones espectroscópicas, valién-dose de dos buenos aparatos, de distinto modelo,

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debidos á M. Duboscq. M. Jovert lanzaba á tierraimpresos imaginados por ál, y destinados á serrecogidos y enviados á Paris.

En estas hojas iban las indicaciones de la pre-sión barométrica de la temperatura y el estadodel cielo en todos los puntos sobre los cuales hapasado el Cénit. M. Alberto Tissandier dibujaba,tornándolos del natural, los paisajes aéreos y ladeformidad de la luna que acababa de aparecersobre las nubes.

Yo hacía pasar sucesivamente cien litros deaire, por medio de un aspirador de vuelta, en tu-bos de piedra pómez, embebidos de potasa, dondeel ácido carbónico absorbido había de despren-derle después en el laboratorio y medirse en elestado gaseoso por un nuevo método que hemosestudiado M. Hervé-Mangon y yo.

Era preciso además anotar constantemente lapresión barométrica, para lo cual alumbraba albarómetro una lámpara de minas; inscribir latemperatura, que durante la noche llegó al mí-nimum de cuatro grado3 y m«dio bajo cero, ob-servar los grados en dos termómetros, uno seco yotro humedecido en el psicrómetro, cuya aguano tardó desgraciadamente en helarse, pero quefue reemplazado con ventaja por el higrómetro deEegnaut. Era preciso descender desde la barquillaun largo hilo de cobre de 200 metros y acercará él con frecuencia un electróscopo de hoja deoro, para comprobar el estado eléctrico del aire,y contemplar, por fin, el espectáculo infinito delcielo resplandecíante, donde las estrellas errantestrazaban de vez en cuando su luminosa curva;mirar también la tierra pálidamente iluminadapor los plateados rayos de la luna, y que, graciasá una ilusión óptica, se ahuecaba debajo de labarquilla, tomando la apariencia de un inmensoespejo cóncavo. Repetidas veces se nos ha dichoá nuestra vuelta que nos debió parecer larga lanoche y rudo el frió. No es así; jamás trascurrióel tiempo con tanta velocidad; jamás empleamosmejor las horas. El globo, gracias á la habilidadde M. Sivel, se mantenía en línea horizontal deTOO metros á 1,100 metros de altura, y desdeluego nos persuadimos de que nuestra permanen-cia on la atmósfera sería prolongada.

Gracias á un aparato imaginado por uno de losmiembros más activos de la Sociedad de navega-ción aérea, M. A. Penaud, y que los señoresCrocé-Spinelli y Jovert hacían funcionar, podía-mos determinar constantemente desde lo alto delos aires la velocidad de nuestra marcha. Esteinstrumento está formado de un limbo graduado,en cuyo centro se mueve una alidada móvil alre-dedor de un eje. Un observador mira por un án-gulo de 30 grados un objeto visible en la tierra en

el sentido de la marcha del globo; cuando esteobjeto ha pasado por la línea de la alidada, colocaésta á 60 grados y espera á que el mismo objetopase exactamente por segunda vez. Otro obser-vador anota el tiempo trascurrido entre los dospasos, y con ayuda de los dos ángulos y cono-ciendo además la altura, una sencilla fórmula tri-gonométrica permite deducir la velocidad delglobo. Ejecutada repetidas veces esta experien-cia, ha dado cifras exactas, según ha podido com-probarse después de la expedición.

Hablaremos más adelante de los resultados ge-nerales de nuestra ascensión: continuando ahoranuestro viaje que se ejecutaba con un vientoN. N. E. en la dirección de la Rochela y delOcéano.

A las i h. 30 m. de la mañana, se presentó ánuestra vista un espectáculo grandioso. La luna,que no había cesado de brillar en el azul del cielo,rodeóse de un halo ó corona resplandeciente de uncírculo de fuego debido á la refracción de la luz átravés de las pajillas de hielo suspendidas en laatmósfera; este círculo era blanco como la plata,destacándose sobre fondo oscuro, y engrandecíasepor momentos, tomando pronto el aspecto de unaelipse. Poco á poco empezó á extender sus brazosalrededor de la luna una cruz de luz, completandoel extraño y majestuoso cuadro que han podidoadmirar algunas veces los exploradores de lasregiones polares.

La atmósfera presentaba en aquel momento unaspecto particular. Sobre la tierra, un vapor se-mitrasparente de 500 metros de espesor, próxima-mente, había disminuido de opacidad, en el mo-mento de levantarse la luna, lo cual determinó unaascensión del globo. Dos horas después de apare-cer el sol en el horizonte, se había disipado porcompleto. Mientras duró el halo, eran muy visi-bles algunos cirrus suspendidos en las aitas re-giones del aire, y que permanecieron en la atmós-fera con más persistencia que el vapor inferiorhasta 11 h. 30 m. Al bajarse hacia el horizonte,tomaron estos cirrus el aspecto de larga cordi-llera montañosa cubierta de nevados picos.Durante algunos minutos fue la ilusión tan com-pleta, que creímos ver á lo lejos la cordillerapirenaica. A las tres de la tarde se presentaronen el cielo otros cirrus á una altura elevadísima.

El halo y la cruz luminosa que habían apare-cido gradualmente, desaparecieron lo mismo deun modo lento y progresivo, disipándose su luz alpresentarse el sol sobre lejanas nubes. La tierrase iluminó presentando el Océano á lo lejos lainmensidad de sus aguas. Estábamos en efecto ála vista de la Rochela, y M. Sivel observó aten-tamente la dirección del Cénit. Por fortuna, el

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N.° 61 6 . T1SSANDIER. ASCENSIÓN DEL «CÉNIT.» 307

viento cambió al Norte é impulsó el globo haciael Sur. Pudimos, pues, costear el mar; durantemuchas horas aproximarnos á él varías veces, yno perderle de vista. Tan pronto como el soltraspasó la línea del horizonte, la atmósfera, siem-pre seca á la altura de 1850 metros en que nosencontrábamos, se cargó súbitamente de electri-cidad. Las hojas de oro del electróscopo, al aproxi-mar nuestro hilo de cobre, se desviaban 0ra, 06.La cantidad de electricidad decreció poco á pocoy era muy débil cuando pasamos por encima delGironda, que reflejaba los rayos solares con inten-sidad y producía una elevación de temperaturaconsiderable. La travesía de este gran rio, ejecu-tada á las diez de la mañana á la vista de la torrede Cordouan, fue por cierto uno de los momentosmás conmovedores de nuestro viaje. El Cénitllegó al citado rio por el sitio de su mayor an-chura, y pasó majestuosamente sobre él durante35 minutos. Cuando nos encontrábamos sobre lamitad del cauce, navegaban por éste varios bu-ques de vela dirigiéndose hacia el mar, dos vapo-res que, al pasar por debajo de nuestra barquilla,izaron por tres veces sus pabellones tricolores.Respondimos á este simpático saludo agitandonuestros pañuelos. Aquel rio, visto desde la al-tura, aquellos buques liliputienses, aquel faro deCordouan reducido á las proporciones de un alfilerbrillante sobre fondo brumoso, aquella agua ama-rillenta que rizaban las olas coloreándose con lostonos calientes de un bello sol, formaban uno deesos deliciosos cuadros que dejan larga impresiónen el espíritu.

En esta parte del viaje echamos á volar sucesi-vamente cuatro palomas viajeras que nos habíaentregado M. Cassier, uno de los colombófilos delsitio de Paris- La primera paloma salió de la bar-quilla á las nueve de la mañana, las otras tresfueron soltadas antes y después de atravesar elGironda. La última no echó á volar inmedia-temente, sino que se paró en el borde de la bar-quilla, advirtiéndose en ella un momento de vaci-lación. Las cuatro aves mensajeras se dirigieroná tierra describiendo grandes círculos en la at-mósfera, pero ninguna de ellas ha vuelto al palo-mar. Debe presumirse que estarían desorientadaspor la influencia de una larga noche pasada en losaires, y que además la distancia que las separabade Paris era demasiado grande para que encon-trasen su camino.

Después de haber atravesado el Gironda, elviento que nos impulsaba dirigió el globo haciael estanque de Carcans, que pronto estuvo á lavista, y hacia el Océano, separado tan sólo poruna estrecha lengua de tierra. Por fortuna, algu-nas hogueras encendidas en el suelo en medio de

las pantanosas llanuras donde empiezan las lan-das, producían espeso humo que sé dirigía haciaelS.E. Esta observación nos indicó con claridadque reinaba en la superficie de la tierra una cor-riente de N. O. y que podíamos aprovecharla paraalejarnos del mar.

El sol era muy ardiente: el Cénit se inflaba conrapidez, y el gas, al dilatarse, se escapaba por elapéndice, descendiendo á oleadas hasta la bar-quilla.

Subimos rápidamente hasta* la altura de 1.200metros, y como era una imprudencia traspasareste límite en la proximidad al mar, M. Sivelabrió la válvula un momento, el globo cesó deelevarse; pero la acción del sol produjo una dila-tación de gas tan considerable, que el Cénit ape-nas había bajado 200 metros, volvió á ascender,sijndo preciso abrir la válvula cinco ó seis vece3para bajarlo á 60 metros sobre la tierra, dondefue arrastrado por la corriente inferior.

Esta corriente era muy húmeda, mientras quaen la superior había una sequedad casi absoluta,según habíamos comprobado M. Crocé-Spinelliy yo, con ayuda del higrómetro y del espectrós-copo.

Señalóse el paso del globo de la capa superiorde aire á la inferior por movimientos de rotaciónfrecuentes y enérgicos. Sintióse una impresiónparticular al llegar al límite de separación de losvientos superpuestos; la atmósfera estaba muyagitada, el globo se estremecía y giraba circu-larmente, y su tela temblaba, mientras que cuan-do estaba bien equilibrado en la atmósfera seencontraba perfectamente inmóvil. Había, pues,entre ambas corrientes remolinos y olas aéreasque no se veían, pero cuya influencia sufría elglobo, y se producían movimientos análogos álos <f*ie habría en la superficie inferior de unacapa de aceite deslizándose sobre otra de aguaque estuviese dotada de rápido movimiento. Lacorriente inferior fue poco á poco disminuyendode espesor, y al terminar el dia apenas tenía lf>0metros de altura, pero al mismo tiempo creeíaen celeridad. La corriente superior, por el contra-rio, reinaba uniformemente, siendo siempre elN. N. E., corriente dominante general que iosobservatorios terrestres no veían, sin embargo,por encontrarse dentro de la corriente N. O. infe-rior, viento superficial y probablemente acci-dental.

Durante seis horas consecutivas, el Cénit en-contró admirables recursos en el empleo de estasdos corrientes superpuestas. Ocho veces subió ála corriente superior, que le dirigía hacia el mar,para descender alternativamente á la inferior,que le impulsaba hacia la tierra firme. El camino

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en la vertical es singularmente tortuoso, como loindica el diagrama de la ascensión; su marcha,en progresión horizontal, forma una serie de zig-zags que le aproximaban algo á Areachon, á cuyacuenca llegó al terminar el dia, después de haberhecho bordadas como un buque de vela.

Después de .este largo viaje por encima de losflacos pinos de las landas, entremezclados connumerosos charcos; después de permanecer seishoras en una atmósfera abrasadora, donde el solnos lanzaba ardientes rayos, el Cénit tocó á tierraen Montplaisir, distrito municipal de Lanton (Gi-ronda), en las inmediaciones de Areachon. Labrisa era fuerte y arrastraba la barquilla con ra-pidez, pero el ancla arrojada por M. Sivel, agarróinmediatamente y sin sacudida, gracias á un sis-tema de amarre ingeniosísimo, formado de frota-dores que hacen deslizarse el ancla con resisten-cias siempre crecientes á lo largo del cable, á queestá unida por medio de la hebilla.—Nos colga-mos á la cuerda de la válvula y pronto dominamosal Cénit.

Ya habíamos puesto el pié en tierra cuando al-gunos pastores de las landas acudieron montadosen zancos, y dando gritos de alegría y de admira-ción. Con la mejor voluntad nos prestaron elútil concurso de sus vigorosos brazos.

Una ascensión de largo tiempo como la que aca-bamos de referir, exactamente trazada con ayudade un diagrama, cuyos datos han sido consigna-dos sin interrupción, no es escasa en hechos ge-nerales que presentan real interés bajo el puntode vista de la física del globo. Gracias á los impre-sos lanzados desde la barquilla, y que en númerode sesenta fueron enviados á París desde todos lospuntos de nuestro camino, el diagrama indica lastemperaturas de la tierra, al mismo tiempo quelas del aire superior, resultando que la tempera-tura del aire era más elevada en todo el tránsitoque la temperatura de la tierra. El diagramamuestra además, que el globo, cuando se mante-nía en la horizontal, seguía las prominencias delsuelo, y se elevaba por un viento ascendentecuando pasaba por encima de una colina. Estehecho se puso de manifiesto al pasar el globo á000 metros por encima de una colina, situada enla Turena, colina que tiene 268 metros sobre elnivel del mar. El trazado gráfico de la ascensiónpone en evidencia la. línea curva seguida por unacorriente aérea durante largo trascurso; el globo seve en efecto alejado frecuentemente de una direc-ción en línea recta; este trazado demuestra, en fin,las variaciones muy apreciables de velocidad delviento, que era de unos cinco metros por segundodurante la noche, de diez metros al despuntar eldia, y que contra lo que sucede habitualmente

disminuía en las altas regiones. La velocidad dela corriente N. N. E. en las landas de la Girondano pasaba de tres metros por segundo, mientrasque el viento inferior cuya velocidad fue aumen-tando hasta el momento en que llegamos á tierra,era al principio de siete metros por segundo, yllegó poco después á doce metros.

No seguiremos adelante en el resumen de estasmúltiplos observaciones, por necesitar entrar endetalles minuciosos para hablar de los efectos delas nubes, de la deformidad del sol y de la lunapor la refracción, fenómenos cuya sucesión ha idopresentando M. Alberto Tissandier por medio deldibujo, indispensable complemento de los estu-dios meteorológicos; pero debemos añadir algunaspalabras acerca de las observaciones espectroscó-picas de M. Crocé-Spinelli. Cuando el sol y la lunahan estado por debajo del horizonte, los espeetrós-copos mostraron fajas de vapor de agua extraor-dinariamente mareadas. Al elevarse ambos astrossólo algunos grados sobre el horizonte, las fajashan llegado á ser mucho más débiles, acabandopor ser poco visibles, lo que demostraba que lacantidad de vapor de agua en las regiones supe-riores del aire, era muy débil. Esta sequedad esun hecho que merece ser notado. El psicrómetro,antes de que se hubiese helado el agua que con-tenía, y el higrómetro de Renaut, han comprobadoestas observaciones según antes hornos dicho.

Deberíamos hablar además dalas sondas aéreasimaginadas por M. Sivel, de un aparato destinadoá medir la sombra del globo que hemos visto di-bujarse en el suelo sobre los rios, de un notabletermómetro, registrador de M. Negreti, destinadoá marcar las temperaturas á algunos centenaresde metros por debajo de la barquilla, de un nuevoanemómetro de los señores Crocé-Spinelli y Re-dier; oportunamente describiremos algunos deestos aparatos.

Terminamos aquí el resumen de una ascen-sión que durante 22 h. y 40 m. ha sido objetode constantes experimentos y observaciones,porque siendo la atmósfera tan poco conocida,todo cuanto se ve en ella es objeto de estudio.

Esperamos que la Sociedad francesa de navega-don aérea no se limitará á estas primeras tenta-tivas, y probará en lo porvenir que merece tomarpor divisa la bella frase «siempre más lejos ysiempre más alto.»

GASTÓN TISSANDIER.

(La Nature.)

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N.° 61 N. HAWTHORNE.——EL PARAÍSO PERDIDO. 309

EL PARAÍSO PERDIDO.Allá en los primeros años del mundo, vino á él,

sin padre ni madre, un niño llamado Epimeteo; ycomo el pobre se aburría de estar solo en su caba-na, le enviaron de regiones muy apartadas unaniña preciosa, también sin padres (1), para que lehiciese compañía. Se llamaba Pandora.

Al llegar Pandora á la cabana de Bpimeteo ¿quécreerán ustedes que le llamó la atención?

Una caja.;Y qué pregunta la primera que hizo á Epi-

meteo?Qué tenía dentro.El interpelado, que era, según lo pinta la tra-

dición, un niño muy formal y muy juicioso, lecontestó:

—Aquí la trajo un caballero para que se laguardase; y como no me dijo su contenido, nolo sé.

—Pero, ¿de dónde vino ese caballero?—Tampoco lo sé.—¡Jesús! ¡qué fastidio!—exclamó Pandora, ha-

ciendo un mohin remonísimo;—¿y cuándo se lallevan?

—¡Qué sé yo!—dijo el chico, encogiéndose dehombros.

—Por mi parte, ya se la podían haber llevado.—Pues no pienses más en eso, y vamonos á

jugar.Dichosa edad y siglos dichosos aquellos en que

andaban los niños libres y sueltos por el mun-do; pues como no había inquietudes, afanes, nipeligros, ni calcetines que zurcir, ni era pre-ciso para alcanzar el sustento necesario tomarseotro trabajo que cogerlo de los árboles, los pa-pas y las mamas eran cosa inútil y no se co-nocían ! ¡Oh vida deliciosa, y cuan diferentede la trabajada que pasamos en estos detesta-bles tiempos! Todo era paz, todo amistad, todoconcordia entre los chiquillos que, ni trabajaban,ni estudiaban, ni reñían, ni lloraban nunca. ¡Bienhicieron los antiguos en llamar á ese tiempo, queya pasó, para nunca más volver: Edad de oro!También es verdad que las penas y los cuidados,hoy tan innumerables, no se conocían, como queantes de la curiosísima de Pandora, jamás sufrióningún chiquillo desazón tan grande como lasuya al verse contrariada por Epimeteo, delantede la caja.

Lo que tenia Pandora no era, sin embargo, unapena, sino la sombra de ella; pero la niña dio en

(1) ¿Ni qué falta le hacían á una nina modelada por Vulcano, ani-

mada por Minürva y dotada por los dioses con tanta generosidad como

lo fue ella?—(N. del T.)

pensar en aquello; y como se pasaba el angelitolas horas muertas haciendo reflexiones acerca dela dichosa caja, se puso pálida, embebida y triste;y Epimeteo se aburrió, y la cabana se convirtió enun calabozo, relativamente, por supuesto, á lascabanas de los otros chicos de la vecindad, dondetodo era contento y alegría.

—Anda, Epimeteo, ¿dime de dónde han traídoesa caja?—repetía sin cesar Pandora.—¿No sabeatú lo que tiene dentro?

—¡Por Dios, hija, siempre estás á vueltas conla caja! Ya te he dicho que no lo sé. Vamos—prosiguió cambiando de tono,—vente conmigo poruvas para merendar. Mira, yo sé una viña quetiene unos racimos que da gloria verlos.

—Y tú no piensas sino en comer,—exclamó laniña de mal humor.

—Pues entonces—replicó Epimeteo, que teníamuy buena pasta,—iremos á jugar.

—No quiero, ea; ya me fastidio de jugar y detodo.

—¿De todo?—Sí, de todo, si no me dices qué tieneesa caja...—Pero, mujer, si no lo sé, ¿cómo te lo he de

decir?—Ábrela y lo veremos — le replicó Pandora,

dirigiendo á Epimeteo la mirada más provocativaque se puede imaginar.

—Que se te quite eso de la cabeza. Y la fisono-mía del niño expresó tanto terror á la idea deviolar el secreto que le habían confiado, que Pan-dora tuvo por cuerdo no volver á decírselo. Perocomo seguía preocupada con la misma idea:

—Pues ¿dime siquiera quién la trajo?—le pre-guntó.

—Mujer, la dejó á la puerta, poco antes de quetú legases, un hombre con la cara más burlonaque se ha visto, y por poco no suelta el trapo áreir cuando la puso en el suelo! Tenía puesta unacapa muy rara y un sombrero con alas. ¿Quieresque te lo diga otra vezi

—¿Con bastón?—Sí, por cierto, y muy extraño: con dos cule-

bras enroscadas á manera de borlas.—Ya sé quien es—exclamó Pandora, quedán-

dose pensativa:—Mercurio! Él me trajo también.Ya ves tú si en esa caja no vendrá mi ropa, ómuñecas ó algo para nosotros.

—Podrá ser; pero mientras él mismo no me délicencia de abrirla, ni tú ni yo debemos hacerlo.

—¡Ave-María! ¡qué chiquillo más tonto!—mur-muró Pandora, viendo alejarse á su compañero;—¡y qué corto es!

Verdaderamente era un fastidio para el pobreniño estar oyendo siempre la misma canción, dela mañana á la noche, y sobre todo en unos tiem-

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pos en los cuales, como ya dije antes, la gentemenuda sufría tan pocas contrariedades, que lamenor cosa les producía el mismo efecto que ennuestros dias causan á los hombres los malesmás graves.

No bien hubo salido Bpimeteo, se quedó Pando-ra como en éxtasis contemplando la caja. Muchas,infinitas veces había dicho la caprichosa niña quela caja era fea; pero, á pesar de esto, la tal cajaera un mueble de la más exquisita elegancia,tanto que hoy dia hubiera hecho muy buen papelen el gabinete mejor amueblado. Figúrense uste-des que la madera de que estaba hecha era her-mosísima, veteada de colores, y tan perfectamentepulimentada y bruñida como un espejo. Sólo poresta circunstancia, ya que Pandora carecía deespejo, debía desear conservarla. Luego, los file-tes y cantoneras estaban tallados con primor ymaestría maravillosa, y alrededor ostentaba unaguirnalda de figuras de hombres, mujeres y niñosentre follaje; pero todo de dibujo y trabajo tandelicado y de composición tan artística, que lasflores y las formas humanas ofrecían al combi-narse, un conjunto de singular belleza. No obs-tante, Pandora creyó descubrir una ó dos vecesentre la hojarasca una figura menos hermosa quelas demás, con cierta expresión desagradable; peromirándola más despacio y tocándola, no vio enella nada que la confirmase en su primera impre-sión: en realidad, aquella cabeza tenía buenasfacciones; mas el artista, que'debía serlo consu-mado, la dio tal traza que, al mirarla de ciertomodo, pareciese fea.

La obra más notable se hallaba esculpida en uncírculo sobre la tapa; dentro de aquel círculocampeaba, en fondo negro y brillante, un bustocon la frente ceñida de flores. Después de haberlacontemplado largo rato, Pandora se convenció deque la boca se sonreía y se ponía seria como la decualquier mortal, y de que reinaba en las demásfacciones una expresión viva, suspicaz y mali-ciosa en grado sumo.

Kstoy cierto de que, si aquella boca hubiesehablado, habría dicho:—¡No tengas miedo, Pan-dora! ¿qué mal puede pasarte de abrir esta caja?No hagas caso del tonto de Epimeteo. ¡Pues nofaltaba otra cosa, teniendo tú diez veces más ta-lento que él! ¡Abre la caja, chiquilla, y verás quécosas tan lindas trae dentro!

La caja, y ya se me olvidaba decirlo, estabacerrada, no con llave ni cosa parecida; sino pormedio de una cuerda de oro, atada con el nudomás ingenioso, complicado y difícil que puedeimaginarse; y esto mismo aumentaba la curiosi-dad de Pandora y le avivaba el deseo de desatarlo,únicamente, así decía ella, para resolver el proble-

ma 'de su combinación. Dos veces, abismada ensus reflexiones, llevó distraída la mano á lacuerda.

—Ya me parece que voy dando con el secreto—dijo para su sayo.—Si lo desato, lo vuelvo á atary punto concluido; por eso no se incomodará Epi-meteo... en no abriendo la caja... eso no, lo que esla tapa no la levanto aun cuando no pueda volverá echar el nudo.

Mejor hubiera sido para Pandora tener algunalaborcita entre manos, y distraerse bordando si-quiera unas zapatillas para Epimeteo, ó una randapara ella, que no estarse todo el dia de Dios conlos brazos cruzados mirando la caja. ¡Pero, ya seve, los chicos hacían una vida tan holgazanaantea de que los males invadieran la tierra! ¡Comosi cuando no hace falta trabajar para comer, nofuese indispensable trabajar para vivir!

No sé si la tal caja llegó á convertirse con eltiempo en una distracción para Pandora; lo quesí sé es que le inspiraba muchas y diversas cavi-laciones el bruñido de sus tablas, y los festones ylas orlas de sus filetes y cantoneras. También so-lía ponerla de mal humor, y entonces ¡oh! enton-ces, se desahogaba dándole un puntillón con supiececito, y así llevó infinitos... ¡más se merecía!

—Pero, ¿qué tendrá esa caja?—exclamaba sincesar.

Pónganse en el lugar de Pandora todas las ni-ñas del universo, y en las mismas condiciones defarniente, y les sucede lo propio.

Ignoro si Pandora creía encontrar juguetes enla caja, porque, á la verdad, entonces no se ha-cían, probablemente á causa de que en aquellaépoca el mundo todo no era otra cosa que un granjuguete para sus habitantes. Lo que sí esperabadescubrir dentro era alguna cosa muy bonita, yved ahí por qué la consumía la impaciencia y lacuriosidad.

El dia de que hablamos, mientras Epimeteo ju-gaba á los pollitos en el prado vecino con una ca-terva de chicuelos de su edad, le díó á Pandoramás fuerte que nunca por la caja, y se fue á ellacasi decidida á destaparla si podía. ¡Infeliz cria-tura!

Quiso levantarla, pero pesaba demasiado paralas fuerzas de una niña; así que, no bien la huboalzado algunas pulgadas del suelo; se le cayó delas manos. Parecióle entonces que se escapaba delinterior de la caja un leve ruido; puso atención,detuvo el aliento y escuchó. iSerían los latidos dosu corazón? Ella misma no lo sabía; mas es locierto que su curiosidad iba creciendo de una ma-nera extraordinaria.

Al levantar la cabeza, sus ojos se fijaron en lacuerda de oro.

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N.°61 N. HAWTHORNE. EL PARAÍSO PERDIDO. 311

—Por supuesto que es preciso tener mucho ta-lento—dijo casi en alta voz,—para echarun nudosemejante. Puea yo voy á ver si lo suelto.

Cuando más engolfada estaba en su trabajo,entró por la ventana un rayito de sol muy bri-llante y muy dorado, y lo llenó todo de alegría, ydetras del sol entraron por el mismo sitio qué séyo cuántas carcajadas de los amigos de Epimeteo,que bullían por allí junto. Pandora se detuvo paraoírlos.

—¡Qué día tan hermoso!—exclamó, y se le esca-pó un suspiro.

El manuscrito que me está sirviendo para hil-vanar ésta historia, dice que en aquel momentotuvo Pandora impulsos de soltar la cuerda, de nopensar más en la caja, y de irse á correr con losdemás chicos de la vecindad; y yo creo al manus-crito bajo su palabra. Pero lo cierto y averiguadoes que sus deditos no desistieron de la empresa,y que, aun cuando le pareció notar en la cabezaesculpida sobre la tapa, cierto gesto desagradable,siguió dando tirones, apretando aquí, aflojandoallí, hasta que al fin ¡qué horror! siu saber cómo,se soltó la cuerda.

Pandora se quedó inmóvil.—¡Ay! ¿qué va á decir aquél cuando entre?

¿Cómo podría yo hacer el nudo otra vez?¡Pues ahí era nada reanudar aquello! ¡Así hu-

biera estado haíta la consumación de los siglosen probaturas! ¿Ni cómo había de dar tampococon la clave, si ya se le había borrado de la me-moria de qué manera estaba hecho el lazo? Notenía, pues, más remedio que fastidiarse y aguan-tar la reprimenda de Epimeteo.

Ocurriósele entonces una idea peregrina.—Si cuando entre mi compañero—dijo—ve Ja

cuerda en el suelo, desde luego se figura que yola be desatado para registrar la caja, y aunqueme ponga en cruz, no va á creer que no me heatrevido á tanto; pues si de todos modos me ha deatribuir esa indiscreción, levantemos la tapa yveamos.

¡Pícara niña! Lo que debió haber hecho, la cre-yesen ó nó, era dejar quieta la caja, y no apurarsepor las dudas de Epimeteo; que, cuando se incul-pa sin razón, la conciencia puede aguardar tran-quila á que, más tarde ó más temprano, brille laverdad y triunfe. Tengo para mí que Pandora hu-biera obrado así de no advertir en la figura de latapa una expresión seductora y persuasiva, y, loque es peor, percibir ciertos rumores vagos de laparte de adentro, los cuales se iban haciendo pormomentos más claros é inteligibles, hasta el pun-to de parecerle que le decían muchas vocecitas:

—Déjanos salir, Pandora, y estaremos siemprecontigo.

—¿Qué podrá ser esto?—se preguntaba la niña.—jPues yo he oido bien, esas son voces! ¡Ea! pechoal agua; voy á levantar la tapa, miro una vez nomás, y vuelvo á cerrar en seguida. ¿Qué tiene esode malo?

Pero volvamos á Epimeteo, á quien nada le sa-lía derecho aquel dia: si jugaba al toro siempre letocaba ser caballo; si buscaba uvas, todos los ra-cimos eran agraz; sí higos (Epimeteo gustabamucho de los higos), no había uno sano para él.Resultado, que se aburrió, que cerró su boca yque se fue á un rincón á llorar su mala ventura.Los demás niños se devanaban los sesos paradarse cuenta de lo que le pasaba, cosa que ni élmismo comprendía; pues, como ya dije al princi-pio, todo el mundo era feliz entonces, y nadie ha-bía sufrido todavía lo más mínimo, física ni mo-ralmente.

Conuciendo al fin el pobrecillo que sólo ser-vía de estorbo á sus compañeros, tomó el caminode su casa en busca de Pandora, con quien esfama se llevaba perfectamente, excepto en" elasunto consabido. Para no entrar con las manosvacías, cortó unos pensamientos, y fue por lavereda tejiéndole una corona con el primor y ladestreza que en aquellos felices tiempos hacíanestas cosas los muchachos.

Bueno será dejar consignado, que mientrasiba Epimeteo la vuelta de su casa, comenza-ron á formarse en el cielo unos nubarrones muydensos, los cuales fueron poco á poco extendién-dose, hiista interceptar el sol comptetamente átiempo que entraba en ella. Quiso el niño ir depuntillas hasta donde estaba Pandora (la cual, deespaldas á la puerta, se disponía entonces á le-vantar la tapadera), para ponerle por sorpresa lacoros!*; pero bien hubiera podido adelantarse, nodigo á su paso, sino con más ruido que un ele-fante, seguro de que ella lo sintiese. Cuando Epi-meteo vio en qué se ocupaba su compañera, sequedó parado, con los ojos de par en par, pero nochistó.

¡Ay! Epimeteo, si hubieras dado un grito, tucompañera DO habría levantado la tapa, y ¡quiénsabe si el misterio fatal que contenía no se hubie-ra conocido jamás!

Pero también Epimeteo, á pesar de la pocacuriosidad que aparentaba, sentía de vez en cuan-do muchas ganas de asomar las narices por allí.Así fue que, al ver á Pandora en actitud de apo-derarse del secreto, siguió el partido de no dejarque ella sola lo poseyera. Y luego, si había allídentro juguetes ó golosinas, era preciso repartír-selos como buenos hermanos. De este modo, Epi-meteo se hizo tan culpable como Pandora, y portanto, siempre que en el curso de la presente ma-

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ravillosa historia digamos mil merecidas picar-días á la curiosa niña, no podremos menos deencogernos de hombros al pensar en su cóm-plice.

Apenas hubo Pandora levantado la tapa, selleiió la cabana de tinieblas y de horror; y las nu-bes, pardas y amenazadoras, se interpusieron en-tre el sol y la tierra, como si estuviese á punto decaer nuevo diluvio universal en medio de un tu-multo de truenos.

Pero la funesta niña, sin parar mientes en tanlúgubres presagios, acabó de abrir la caja y miródentro. Entonces, una multitud innumerable deseres con alas de murciélago y colitas de escor-pión, tan menudos como abejas, salieron en tro-pel , tropezando con su cara y desparramándosepor la cabana.

—¡ Ay! ¡ay! ¡Dios mió! ¿Qué es esto?—gritó contoda la fuerza de sus pulmones Epimeteo, á quienpor lo visto habían saludado ya los animalitoscon sus lancetas.—¿Por qué has abierto esa caja?¿No te lo decía yo?

Asustada Pandora con las voces de Epimeteo,dejó caer la tapa del cofre y miró a su alrededor;pero fue en vano, porque nada le permitía ver lanube que formaban los insectos.

Aquella escena era horrible. La cabana, sumidaen sombra; Epimeteo, llorando á grito herido;Pandora, muertecita de miedo y toda temblorosa;por el aire, millones de insectos, zumbando comocien enjambres de abejas, y desde fuera, dominán-dolo todo, con voz pavorosa, el trueno, que reso-naba por las nubes con infernal estrépito.

Cuando los ojos de Pandora se hubieron hechoalgo a la oscuridad, vio que á Epimeteo le habíapicado uno de aquellos insectos. Ella misma es-tuvo á punto también de recibir un saetazo decierto monstruo tamaño como una mosca.

¿Y saben ustedes qué clase de animalitos erala que se escapó de la caja? Pues nada menos quela terrible familia de las penas terrestres: las ma-las pasiones, los cuidados, más de doscientasclases de pesadumbres, quinientas enfermedades,todas las infamias y todas las malicias; en fln,cuantos males afligen ahora á la especie humanay que habían sido encerrados allí de orden supe-rior para preservar de sus estragos á los ventu-rosos hijos de la naturaleza.

Si los depositarios de la tranquilidad universalhubieran sido fieles y obedientes, nadie habríasufrido jamás el más leve, el más insignificantedolor; pero, ¡admírense ustedes de la calamidadque trajo al mundo la falta de un sólo individuo!Pandora con abrir la caja y Epimeteo con tole-rarlo, dieron lugar á que todas las penas se des-parramasen por la tierra, y vivieran, creciendo y

multiplicándose entre nosotros por los siglos delos siglos.

Como no era posible que los dos niños pudieransoportar aquella nube de malignos animales enlos estrechos límites de su cabana, abrieron depar en par puertas y ventanas para librarse deellos; los cuales, una vez fuera, se extendieron ásu placer por toda la redondez de la tierra á cazade criaturas humanas. Todo se puso triste, yhasta la misma naturaleza pareció resentirse deaquella invasión inesperada. Las flores, que an-tes no se marchitaban, comenzaron á tener vidafugaz y leve, quedando en estrecho límite encer-rada; y los niños ¡qué dolor! dieron en crecer, enhacerse hombres, en ponerse viejos y en morirsedespués, sin haber tenido tiempo siquiera de pen-sarlo.

La picara de Pandora y su cómplice se habíanquedado muy serios y pensativos, suspirandoy poniéndose saliva en los picotazos para calmarsus dolores, que les parecían insufribles. Ya seve, ¡no estaban acostumbrados á padecer!

Al fln, Pandora rompió á llorar y apoyó tris-temente su cabecita en la caja para dar mejor sa-lida á las lágrimas y sollozos que la ahogaban.Estando así oyó dentro del cofre un golpecito.

—¿Qué será eso, Epimeteo?El niño no contestó palabra.—¿Epimeteo?—dijo la niña entre suspiros:—

¡contéstame!Y el ruido volvió á percibirse más claro, como

si una mano muy chiquita diese contra las tablas".—¿Quién eres?—preguntó Pandora por un resto

de curiosidad.Una voz sutil y armoniosa le respondió:—Le-

vanta la tapa y lo sabrás.—No por cierto.Y se volvió hacia Epimeteo, esperando que

aprobase su prudencia; pero el niño se contentócon decir:—¡A buena hora!

—Ábreme, Pandorita, que yo no soy hermanade esos que han salido. Ábreme, anda, Pandora,y verás cómo te quiero

—Había en el acento de la voz una dulzuratan encantadora, que no era posible resistir. Ade-más, los niños, sólo con oiría, experimentabancierto consuelo, cierto alivio en sus penalidades,como si les quitasen un peso de encima del co-razón.

—¡Epimeteo!—exclamó Pandora,—¿has oído?¡Qué voz tan bonita! ¿no es verdad?

—Sí, ¿y qué?—lAbro?—Como quieras. Después de lo que has hecho,

tanto da una pena más ó menos.—¡Picaro!—le gritó desde adentro la vocecita

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N.° 61 M. CALA VIA. EL REALISMO EN EL ARTE. 313

riéndose:—¡Si tú tienes más ganas que ella todavíadesaber quién soy! Abridme, que quiero salir paraconsolaros: ya veréis cuando yo esté fuera cómolas cosas no son tan malas como parecen.

—Epimeteo, yo voy á abrir.—Espérate, mujer, y te ayudaré.Y entre los dos alzaron la tapa, y al punto sa-

lió volando de la caja una figura humana del ta-maño de una muñequita; pero muy esbelta, muysimpática, muy risueña, y con un mirar tan res-plandeciente, que allí donde ponía los ojos, alpunto quedaban disipadas las sombras.—¿Hanhecho ustedes alguna vez bailar un rayo de solen la pared con la luna de un espejo? Pues esoparecía la encantadora aparición, volando de acápara allá, hasta que acercándose á Epimeteo, lepuso la punta del índice sobre la picadura de unapena, y le quitó el dolor, lo mismo que á Pandoratodos los suyos, dándole un beso en aquel pimpo-llo que tenía por boca. Y siguió la risueña cria-tura, dando vuelecitos por la cabana, y llenándolatoda de una cosa mejor que la alegría. Tan ama-ble, tan afectuosa, tan buena se mostraba, quellegaron los chicos á ponerse contentos de haberabierto por segunda vez 1a caja. A decir verdad,hubieran hecho muy mal en dejar cosa tan pere-grina dentro de ella.

—Dime, ¿quién eres?—le preguntó Pandora.—Soy... la Esperanza—respondió la apari-

ción;—y como tengo el poder de consolar, me pu-sieron en esta caja con las penas. Ya ves que noera justo estuviesen ellas libres y yo prisionera.

—¡Qué alas tan preciosas tienes!—Sí, son de los colores del arco iris; pero no

creas al verme alegre que hay en mí menos lágri-mas que sonrisas.

—¿Quieres quedarte con nosotros para siem-pre?—le preguntó Epimeteo.

—Mientras que os haga falta estaré con vos-otros—contestó la Esperanza sonriendo,—y du-raré mientras estéis en el mundo.—Tal vez hayamomentos—añadió,—en los cuales creáis que osdejo en olvido; pero tened por cierto que, cuandomenos lo penséis, veréis brillar el iris de mis alasen vuestra cabana; sí, y además, yo sé una cosamuy buena, muy buena, que os está reservada.

—Pues di lo que es, sí, dilo.—Por ahora es un secreto; pero no hay que

desesperar si no veis realizada esa esperanzamientras estéis en la tierra.—Confiad y esperad.

—Mira que confiamos en tí—exclamaron á unavoz Epimeteo y Pandora.

Y no sólo confiaron ellos en la Esperanza, sinoes todos los demás mortales.

A decir francamente mi opinión, conozco quePandora cometió una falta gravísima por ser cu-

riosa, pero casi me alegro de ello. Porque si bienes cierto que por su desobediencia se extendieronlas penas por el mundo, creciendo y multiplicán-dose entre nosotros de una manera prodigiosa,también lo es que tenemos la Esperanza en el puntomismo que la necesitamos; que ella espiritualizala vida y la renueva sin cesar, y que, hasta enlos momentos de mayor ventura, cuando se nosofrece la existencia como un sueño de color derosa, la Esperanza nos hace ver en esa dicha mis-ma un destello de la infinita felicidad que, siendobuenos, podremos alcanzar en el cielo.

N. HAWTHORNE.Traducción de M. JUDERÍAS BENDER.

BIBLIOGRAFÍA.

EL REALISMO EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO.

Con este título acaba de publicar el Sr. D. EmilioNieto un interesante libro-folleto. Ameno en el len-guaje, correcto en la frase, expresivo en las ideas queen dicho folleto se emiten, revela que su autor hapensado el asunto, y lo expone con singular facilidad.La cuestión que en dicho libro se debate, es por demásatractiva, ora para su üascendencia.oraparasu signi-ficación y sentido, y como todos los temas que en nues-tros tiempos vienen á la arena de la discusión, ofrecetambién el de este libro, por su carácter, motivo sufi-ciente para traer á examen todos los asuntos de lavida, pues todos ellos son asuntos del arte, y hasta elarte mismo en su n.ás universal sentido, no es tam-poco otra cosa que la vida, y toda la vida, en sistemarealizada, y en ley artística cumplida.

Sin embargo, hay que convenir en que el trabajodel Sr. Nieto es más estimable en su parte crítica,que en la que pudiéramos llamar expositiva de su doc-trina y de su fórmula concreta. Idealista por tempe-ramento, el Sr. Nieto refuta, con incontrastables argu-mento?, todi esa dirección sensualista que lleva elarte en nuestros dias, y la combate victoriosamente.Amante del ideal, un poco soñador como todos los jó-venes que en la épooa contemporánea acarician unaaspiración noble, y desean dirigir sus ojos á una re-gión más pura que la que nos ofrece el espectáculodiario que contemplamos, el Sr. Nieto truena magní-ficamente contra ese realismo enervador que desna-turaliza el arte, y ataca con sin igual poder de aná-lisis, todas esas manifestaciones de un mundo más bienartesano que artista, y que se pierde en las pequene-ces de la imitación sensible llevada al escrúpulo, peroque lan poca sustancia contiene en su fondo, y quetan carente se halla de esa idealidad divina que el artedebe reflejar, y que nos trasporta al mundo no menosreal, pero interno, de nuestros pensamientos más ca-ros, y de nuestras emociones más queridas. El señorNieto, además, tiene exquisita delicadeza estética, yesta espontánea impresionabilidad por lo bello, le haceestimar con exactitud y precisión, no ya sólo las lagu-nas capitales del realismo sensualista contemporáneo,sino también los que pudiéramos llamar sus defectosmenudos, y las pequeñas deformidades de que tam-poco se halla exento, por lo mismo que quiere ser en

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314 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 61

sus obras, una copia fiel y fotográfica de las rea-lidades sensibles á que mecánicamente suele ajus-tarse.

Todas las artes las recorre en su examen el librodel Sr. Nieto; las artes del espacio, como las artes deltiempo, y todas, exceptuada la música, por su carácterespecial, adolecen, á su buen juicio, dei temperamentorealista, que ea propiamente hablando, el hecho devida de nuestra época, y el verdadero inspirador delarte contemporáneo.

Pero después de este previo trabajo crítico quesentimos no haya hecho ei Sr. Nieto más extenso,ocúpase de lo que pudiéramos llamar la obra de edifi-cación y de reconstitución artística, y en este puntose halla, en nuestro concepto, la debilidad de su nobleaspiración emprendida. No quiere esto decir, sin em-bargo, que ei Sr. Nieto deje de sospechar y presentiren algunos puntos el verdadero camino de la reconsti-tución artística, y que en algún modo no lo señale,poniendo, como si dijéramos, jalones que marcan lospuntos de partida, y las estaciones que hay que recorrerdeteniéndose en ellas; pero todo esto, mases una adi-vinación de bella ocurrencia, que una determinaciónsistemática de todo su proceso reconstitutivo. Deter-minar el concepto de la belleza, aunque un poco con-fundido con el de la verdad y del bien, esencialmentedislintos, por más que sean indivisos é inseparables:señalar como por vía de nota y aunque no todos, al-guno de los caracteres que distinguen el conocimientodel sentimiento, y éstos de la voluntad y yice versa;patentizar la propia finalidad del arte, á distinción tam-bién esencial de la finalidad de la Ciencia y de la Mo-ral, é indicar, aunque muy vagamente, la objetividadde la belleza, pero de la objetividad como idea, que noes otra cosa que el eterno subjetivismo de Kant y deHegel arbitrariamente objetivado, no es en nuestroconcepto, resolver e! problema regenerador.

Por otra parte, negar su absolutividad real á la be-lleza, es neg:ir de plano el fundamento mismo deArte y su eterna fuente de inspiración para el artista,el cual, al traducir la belleza al mundo exterior por loque de ella siente y concibe en cada paso y punto den-tro de sí, no bace otra cosa que expresarla según laconcibe y siente, pero quedando la belleza misma ab-soluta por encima de nuestro concepto sentido y pro -ducido, tan absoluta como en sí nos es presente, y tanpermanente y eterna ó inagotable para ulteriores obras,como si el artista nada de ella hubiera ideado, desen-vuelto y expresado. Idear la realidad, es cualidad nues-tra, y el resultado de nuestra obra cumplida cada vez,así como la obra por cumpiir siempre, sin que el objetode nuestra idea, es decir, el ser y esencia reales de lascosas, se agoten nunca porque las ideamos; y hó aquípor qué, nosotros juzgamos como un error fundamen-talísimo del Sr. Nieto, su consideración de que la be-lleza absoluta de Dios no tiene verdadera realidad. Sila belleza, como cualidad esencial y sustantiva y per-manente del Ser Supremo, como de cada uno de losseres particulares por él fundados y de él derivados,no fuera cualidad viva, intrínseca, eterna, permanentey real en ellos mismos, independientemente de nuestromodo de concebirlos, idearlos y sentirlos; entonces,¿qué valor, ni qué realidad, ni qué sustantividad esen-cial expresarían en su idea y forma, las obras artísti-cas? No, Sr. Nieto; en nuestro concepto, «Dios no esuna sombra eterna que acompañe á lo determinado,como signo de la perpetua indeterminación, ni Espí-ritu indefinido, inseparable de una definición cualquie-ra, que rodee á los objetos todos como Sujeto uni-versal;» sino Realidad eterna, dentro de la que se

contienen é individualizan las realidades particularesdel Mundo, de cuyo ser absoluto toman un ser y esen-cia, y de cuyo Espíritu determinante tienen su espí-ritu determinado, las cosas y los objetos creados porel Eterno artista. Considerar á Dios como el determi-nante absoluto, pues como tal se nos ofrece á la con-ciencia y á la razón, no es una vaguedad confusa,como supone el concepto déla indeterminación, á suidea aplicado. La indetermipcion, bajo que nosotrosconsideramos á Dios, se refiere sólo al carácter infi-nito, inabarcable por nuestro entendimiento, de sunaturaleza y de sus esenciales atributos; pero de nin-gún modo al sentido de su Realidad en todo su ser, yen todo lo que como de su eterna propiedad, es ensus atributos constitutivos. El error del Sr. Nieto eneste punto, es el error capitalísimo do la escuela He-geliana, al tomar la idea, y por consiguiente nuestraidea por el ser mismo, sin tener en cuenta que laidea, como del que idea, supone previamente el ser dequien la idea se afirma, y el ser del que idea, sin locual la idea no podría venir á ser. Hegel tiene razónai decir que la idea viene á ser; pero el sor que en laidea aflrmf.mos como resultado de nuestra concepción,es, y es sobre todo tiempo, no viene á ser.

Por eso también nuestras ideas y conceptos de Diosson infinitamente rectificables, y por eso nos es posiblecada vez, formarnos una noción más clara de Dios, sinque por eso Dios mismo, como realidad viva, deje deser absortamente el mismo, y el idéntico, y el perma-nente, y el eterno, y el inmutable, y el que es, en unapalabra, sobre nuestra concepción de ó!, y sobre todotiempo, sobro toda edad, sobre todo pensamiento ysentimiento humanos que de él hayamos tenido y ten-gamos actualmente en'la historia, y podamos tener enel porvenir.

No es, pues, cierto, como quiere suponer el señorNieto, que el insensato afán de darnos hecho el todoconduzca á la nada; pues una cosa es la realidad sus-tantiva del Todo que se nos ofrece para idearlo, y otranuestros conceptos, nuestras ideas y sentimientos deesta realidad, siempre incompletos y carentes, me-diante los cuales vivimos, y según los cuales, regula-mos la dirección del arte.

Nuestro concepto, nusstro sentimiento de Dios, sonlos que cambian en la historia, y ios que constante-mente van señalando en la vida de la humanidad losprogresos de ésta, y la elevación de su nivel y de sucultura, así religiosa como moral, así científica comoartística, así jurídica como social. Además, un Todoideal, vago, indefinido, abstracto, y que sólo tienorealidad cuando se concreta en los hechos, como su-pone el Sr. Nieto siguiendo á Hegel, es un imposiblemetafísico. Además, ¿cuál puede ser esta realidad?¿de qué sustantividad , de qué esencia puede ser ex-presión en su fondo? Si no tiene realidad ese Todo in-determinado, ¿qué realidad tendrán las particularida-des que de ese Todo vacío se deriven y determinen?

Sólo ai dogmatizarla, petrificamos ó inmovilizamosnuestra idea de Dios, y sólo entonces es cuando cae-mos en su anulación, y cuando comienzan á seña-larse las decadencias artísticas, y los marasmos, y lastisis históricas, que paralizan la vida entera, lo mismoen la religión que en la moral, lo mismo en la cienciaque en el arte. Los que afirman que el dogmatismo delas creencias es una cordicion necesaria de la reli-gión, no saben hasta qué punto, al querer poner enconserva la idea de Dios, la esterilizan, la matan y laconvierten, al cabo, en un obstáculo pernicioso, y enun fermento mal sano y corruptor, lo mismo para lareligión, que para la vida, que para el arte. No; la idea

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N.° 61 M. CALAV1A. EL REALISMO EN EL ARTE. 315

de Dios, como todas las ideas, necesita estar siempreen movimiento; necesita airearse continuamente, serpenetrada por el espíritu de investigación y de exa-men , animada por e! calor del sentimiento, y de estemodo, agrandando á nuestros ojos sus horizontes ysus perspectivas, entrar en la realidad histórica comoelemento fecundo, como elemento vivo y vivificadorpor tanto, de todas y de cada una de las esferas de laactividad humana, para ser en el arte ideal vivo deque hoy carecemos, y fuente fecunda de inspiraciónartística en el todo del arte, como en cada una da susramas particulares. Una idea de Dios petrificada, esuna idea fósil, una idea antidiluviana, una idea deotra edad, que con ella ha muerto y que con ella ne-cesita regenerarse, tranformarse, ¿qué digo trasfor-marse? trasflgurarse, y salir, como el fénix, renovadade sus cenizas.

Con efecto, este es el primer elemento, el elementofundamental que ha de constituir en su dia la base delideal artístico venidero; pero esto no es lo suficiente,ni mucho menos. Todo un mundo de condiciones his-tóricas, así objetivas como subjetivas, necesitan venirinfluyendo en la vida, no ya como lo han necho hastaaquí, sino con dirección en cierto modo nueva, contendencia en algún mo-'o más íntimamente recono-cida. El mundo sensible y el mundo ideal el mundode lá naturaleza y el del espíritu, el mundo de loshechos y el de las ideas, el mundo de las sensacionesy el de los sentimientos, necesitan refundirse, y estaes otra de las consideraciones que no se escapan á ladelicadeza analítica del Sr. Nieto, y que oportuna-mente hace notar en el curso de si¡ trabajo; pero porlo mismo que al Sr. Nieto no se le oculta la importan-cia de la fantasía y del sentimiento, como mediadoreseternos entre el mundo sensible y el mundo ideal, de-terminando la interna condición característica delarte, por esto mismo es por lo que se ve precisado,más bien á formular sus dudas, que á omitir un juiciodecisivo sobre punto tan delicado. El sentimiento y lafantasía, viven, á no dudarlo, de la exaltación, quevigoriza, y de la fe, que imagina; y si estos dos facto-res, agentes poderosos, inexcusables, de la creaciónartística, se encuentra» hoy devorados por el ansiacritica, que no reconoce barreras ni obstáculos, ¿dóndey cómo podrá encontrarse la fórmula artística del idealfuturo de la humanidad?

Hó aquí el problema, que el Sr. Nieto no resuelve,ni puede históricamente resolver. La fantasía y el sen-timiento no han pordido, ni pueden perder su carác-ter, y eternamente serán, fuente la una de las bellasimágenes del arte, y fuente el otro de las pasionesque vivifican las imágenes, y que son como el perpe-tuo calor de que se sostiene la belleza; pero si el tem-peramento constitutivo de la fantasía y del sentimientoes inalterable, porque es permanente; en cambio, havariado sin posible réplica, la dirección de la fe, y si-gue otro rumbo el entusiasmo del que estos-factoressiguieran en otros tiempos y en otra edad histórica. Deque todavía la fe nueva no haya logrado formular porentero el cuadro futuro de sus creencias y de sus sen-timientos, ¿podrá deducirse que no logre" formularlosen su hora oportuna, y en el momento adecuado de laplenitud de los tiempos de esa tercera edad humana,que todos ya hoy presentimos y sospechamos? Lostiempos actuales,"aunque esencialmente críticos, son,sin embargo, artistas en todo lo que ha llegado á serpara ellos una verdadera creencia. El siglo XIX creeen la libertad, y tiene poetas que la cantan, y artistasque la glorifican; ei siglo XIX crea en e! progreso,tiene fe en el mejoramiento sucesivo de la humanidad,

y canta todo aquello que responde á esa dirección, ylo cantn con entusiasmo, con grandeza. Pero si el si-glo XIX no tiene ni puede tener la fe de la Edad Me-dia, ¿cómo ha de cantarla? ¿cómo se habrá de poseerde unes sentimientos que no son ya los suyos? En lanecesidad de aparentarlos, lo más que hará es rever-decer su recuerdo como de encargo, y entusiasmarseoficialmente; pero ya todos sabemos muy bien lo quses entusiasmarse oficialmente.

No; el mundo de la fe, y de la fe como adhesiónespontánea de nuestro pensamiento hacia lo conocido,cuya interna naturaleza ignoramos, no ha muerto, nipuede morir, porque e3, bajo la razón, el eterno ó in-agotable campo de nuestras aspiraciones iníbrmula-das, y de nuestros más queridos y más acariciados ymás misteriosos deseos. La ciencia misma, que áprimera vista parece la encargada de limitar la esferade la.s creencias, es por el contrario, la que si de unlado cierra la puerta á las creencias inmotivadas, laabre de otro más ancha, más profunda, más íntima yamplia al ralionabile obsequium de San Pablo. Cadaverdad que la ciencia patentiza ó demuestra, ¿á quémundo de deducciones en olla contenidas y por nos-otros adivinadas, presentidas, sospechadas, creídas,en una palabra, no se adapta en su fórmula?

Pues bien; todo ese mundo reflexivamente formu-lado por la ciencia, viene á ser la fuente de produc-ción de todo un mundo espontáneamente afirmadode creencias vivas, y de sentimientos palpitantes deaquel derivado, y que al arte toca sensibilizar, indivi-dualizar, particularizar en imágenes eternas, así comovice versa; de este mundo espontáneo de las adivina-ciones y de las creencias, brota y viene brotando elmundo reflexivo del análisis científico, que conviertela adivinación en corteza, y lo meramente creído enconvicción profunda, desechando lo puramente qui-mérico, y depurando la fe que verdaderamente salvacreando el arle, y el sentimiento que verdaderamentelo dignifica divinizándolo. \

Tales son, á grandes rasgos, las consideracionesmás importantes que el notable trabajo del Sr. Nietonos ha sugerido, haciéndonos sentir que su libro nohaya sido más extenso, sobre todo en su parte crítica,por lo bien que en ella ha señalado las lagunas capi-tales del ai te contemporáneo, y los vicios del realismomaterialista de que hoy el arte so halla tan lamenta-blemente poseído.

El Sr. Nieto ha hecho un bien considerable á la li-teratura y al arte, llamando en su folleto de un modointeresante la atención de los cultos sobre su estadoactual, y sobre sus necesidades reconstitutivas. Esti-mable por muchos conceptos, nada más justo pornuestra parte, que recomendar su lectura, á cuantos enEspaña se consagran con entusiasmo á este género deasuntos, por más quael libro de suyo, y por su vnlorintrínseco, llove en sí mismo su recomendación másimportante. Por todo ello, y por sus lonbles esfuerzos,felicitamos sinceramente al Sr. Nieto.

M. CAT.AVIA.

Í7 de Abril de 187S.

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316 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE ABRIL DE 4 8 7 5 . N.° 61

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS:

Ateneo científico y literario.

CIENCIA PREHISTÓRICA.LECCIÓN XV.—20 ABRIL.

ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE.

¿POCA PALEOLÍTICA. CARÁCTER ANTROPOLÓGICO.

Es, señores, de trascendencia tal el conocimientoetnográfico de este primer período, que no temo in-sistir en el estudio del carácter antropológico ya em-pezado á examinar en la última conferencia, siquieraexpuesto, por la premura del tiempo, en sus rasgosmás generales.

Siguiendo en esta materia á Quatrefages y Hamy ensu grandiosa obra intitulada Crania ethnica, llama-mos raza de Canstadt á la representante del periodoantehistórico que examinamos, colocando alrededor deios más antiguos restos humanos encontrados junto ála capital de Wurttimberg en 1700 por el doctor Pleiss,bajo los auspicios del príncipe Eberhardo Luis, loscríneos y mandíbulas de Neanderthal, Gibraltar, Equi-sheim, Denise, Olmo, Naulette y otros muchos ya-centes en estado fósil en los horizontes diluviales infe-riores depositados al exterior ó en el fondo de lascavernas y brechas huesosas, y muchos cráneos ymandíbulas de épocas relativamente modernas, de fe-cha tan reciente algunos, que pueden considerarsecomo contemporáneos nuestros.

Merced al admirable grado de perfección que hoyalcanza la Anatomía humana y la comparada, lo pri-mero que llima la atención es que, sin gran dificultad,se distingue el tipo masculino del femenino, en elcual, aunque se reproducen los rasgos generales ca-racterísticos de la raza, siempre se nota cierta ate-nuación en los principales accidentes y hasta su com-pleta desfiguración.

Los restos del tipo masculino son el frontal y pa-rietal que dan nombre á la raza de Canstadt; los en-contrados por Faudel en Equisheim; el cráneo de Bruxen Bohemia; el célebre do Neanderthal; el de Deniseen Auvernia, etc.: el tipo femenino se halla representado por los cráneos de Stangenas (Escania), de O!mo,Italia, y de Clichy, París. A estos documentos antro-pológicos de la época que examinamos, deben agre-garse algunos otros, tales como las mandíbulas dela Naulette, de la caverna de Arcy, de Clichy, deGoyet y de otros puntos, y los restos del cráneo de Gi-braltar, aunque sea difícil determinar su edad, porcuanto no se encontraron en su yacimiento objetoscaracterísticos en el sentido arqueológico ó paleon-tológico.

Los distintivos de esta raza son un cráneo suma-mente prolongado y deprimido, circunstancias queexpresa perfectamente la palabra compuesta dolico-platicefalia; un gran desarrollo de los senos fronta-les que se acusa al exterior por la marcada prominen-cia de los arcos superciliares ó de las cejas; depresiónnotable de la frente; gran extensión de la protuberan-cia occipital, y por último, exageración de lo que sellrtma prognatismo, ó sea un ángulo facial agudo muypor debajo del que se observa en las razas más per-fectas.

Completan la característica de estos cráneos el no-table grasor de sus huesos, que en algunos es verda-daderamente anormal, sobre todo en la parte de lafrente y occipucio. Los que se han encontrado en es-

tado fósil ofrecen á menudo dendritas de manganesohasta el interior de su tejido; circunstancia que, unidaal apegamiento á la lengua, se ha considerado exa-geradamente quizás por algunos, como prueba evidentede una remota antigüedad.

Todos los cráneos hasta el presente encontrados enlos horizontes inferiores diluviales, correspondientesal mismo período de la historia humana, ofrecen endiferentes grados los rasgos característicos que aca-bamos de apuntar, siquiera se hallen algún tanto ate-nuados en los del tipo femenino, tales como los doEngis, Olmo -y Clichy, al paso que en alguno del tipomasculino hasta tal punto se acentúan, que anatómi-cos tan insignes como Schafausen y King, llevados talvez de ideas preconcebidas, han querido ver en ellos,aquél un sello único y excepcional en el hombre, yéste motivo bastante para crear una especie y hastaun género distinto. Homo Neanderthalensis lo apellidaM. King, inclinándose poderosamente á considerar alantiguo habitante del valle de Neander y de Dussel-dorff, siquiera no pensara aún ni remotamente en fun-dar dicha población, no sólo como especie, sino auncomo género distinto del resto de la humanidad. ¿Quéofrece, pues, de notable dicho cráneo que sea á élpeculiar, como si dijéramos exclusivo, y que no en-contrándose en los demás humanos pueda motivar laformación de un tipo, nada menos que genéricoaparte? Examinado el asunto con el ánimo sereno ylibre de toda preocupación, puede decirse que en eldichoso cráneo, cuyo modelo en yeso puede examinarel que quiera en el Gabinete de Historia Natural en laurna del Megaterio donde se halla todo lo relativo áprehistórico y terreno cuaternario, sólo ofrece la exa-geración de los caracteres asignados á la raza deCanstadt, sin que deje por ello de ser un cráneo per-fectamente humano. Algunos, siguiendo á Wirchow,quieren ver en los huesos de aquella incompleta cala-vera, un estado patológico; pero como esto no pasade ser una opinión particular, no confirmada ni de-mostrada, preferible es considerarle en su estado nor-mal y ver si es cierto que sea ó forme este resto untipo único y aparte, ó si por el contrario es compa-rable, no sólo con muchos cráneos fósiles, sino conotros pertenecientes á hombres contemporáneos. Paraesto lo mejor es sobreponer á la curva que representael perfil de dicho cráneo, la de los principales de lara/.a que examinamos, y luego establecer la compara-ción con cráneos de tiempos relativamente modernos.Fijándonos en las dimensiones principales conocidas,resulta que el diámetro anteroposterior, que en el deNeander es de 0,m 200, es igual al de uno de los crá-neos de Estangenas, é inferior en 4 milímetros á losde Olmo y Clichy; el diámetro trasversal que es daO,n>l44, excede al de Cüchy que sólo mide 0,138 ysólo es algo menor que los de Olmo y Estangenas quealcanzan 0,149 y 0,147; el índice cefálico, ó sea larelación entre el diámetro trasversal y el anteroposte-rior tomado como 100, es de 72 en el de Neander; de67,6B en el de Clichy; de 73,S y 7B respectivamenteen los de Estangenas. Pero en lo que más se distin-gue precisamente el cráneo de Neander es en un ca-rácter esencialmente humano, á saber: en la cavidadque forma la superficie inlerior de sus huesos, la cualexcede en mucho á la de cualquier cráneo humano:hállase aquel, con efecto, representado por h enormecifra de 1200 centímetros cúbicos, y quizás sea aún ma-yor, si se toma como dato la curva que mide la circun-ferencia horizontal que alcanza 0,890, siquiera hayaque restar algo por los enormes senos frontales. Dé-bese tan extraordinaria capacidad á la considerable

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N.° 61 J . VILANO VA. LA ANTIGÜEDAD BEL HOMBRE. 317

extensión del diámetro fronto-occipital y á la anchuradel cráneo que compensan con creces la notable de-presión de la frente.

La comparación, pues, de este cráneo con otros en-contrados como él eu estado fósil en los horizontesdiluviales correspondientes á este primer período, nodemuestra la existencia de rasgos y caracteres que aosean humanos y aun de razas superiores.

Veamos ahora si el examen craneológico de restosantiguos y contemporáneos puede darnos alguna luzacerca de la raza de Canstadt y de sus relaciones conalguna de las actualmente existentes.

La reproducción de los rasgos distintivos del cráneodeEquisheim,Engis, Olmo,Estangen;ts, etc.rseobser-va en tiempos modernos y no como hecho aislado, sinomás bien como demostración tal vez del atavismo, enuna extensión considerable del globo, desde las islasbritánicas y la Península ¡bórica hasta el Indostan y elcontinente austral. La reproducción del tipo Neander-thalense no se observa por igual en todos los paísescomprendidos en una tan vasta superficie, pues alpaso que en algunos no se han presentado ejemplosnotables hasta el dia, en otros abundan sobre manera.Y cosa singular, en Inglaterra, donde nació, ó por lomenos se ha desarrollado en mayor escala, quizás, lateoría del transformismo ó de la evolución orgánica,es donde en mayor número se reproduce el tipo de laraza en cuestión, ofreciendo el mismo Darwin unejemplo notable, á juzgar al menos, por el retrato pu-blicado en la Ilustración y en otros periódicos.

Turner, refutando las singulares ideas sostenidaspor Schaffaussen y Ring acerca del cráneo de Nean-derthal, cita tan sólo de Edimburgo cuatro ó cincocasos muy parecidos y varios de otras localidades deEscocia. Entre los cráneos más notables figura el deRoberto Bruce, rey de Escocia, y el de S. Mansuy,obispo de Toul (Francia) en el siglo IV, en cuya cala-vera todos los caracteres de la raza de Canstadt seacentúan de una manera muy notable.

Además de Turnor, otros eminentes antropológicos,tales como King, Cárter Blake, Huxley, Pruner Bey,etcétera, han dado á conocer numerosos cráneos, tantode Escocia, como de Inglaterra é Irlanda, que repro-ducen los rasgos de esta primitiva raza humana, al-guno de los cuales es tan parecido al de Neander, quesobrepuestos ambos perfiles sólo se diferencian en in-significantes detalles. Y para que se vea la importan-cia que bajo otro punto de vista puede tener este es-tudio comparativo, bastará recordar que nótanse estasanalogías en cráneos pertenecientes á Santos ó va-rones de eminentes virtudes cristianas y con los deotros personajes no menos célebres en la política,en las armas y en las ciencias, como se deduce delcráneo del célebre O'Connor, comparado por Nilssoncon uno de los de Estangenas, y probablemente eldel propio Darwin, según indicamos más arriba.

En Francia no son tan abundantes los materiales:sin embargo, el cráneo del Dolmen de Bougon (DosSevres), el encontrado en un túmulo del Poitou, al-gunos de la cuenca del Sena y de otros puntos, repro-ducen los caracteres más pronunciados de la razadolico-platicéfala que nos ocupa. En Bélgica, y so-bre todo en la región oriental, también existen ejem-plos-notables de este singular atavismo, con la par-ticularidad de que en todas partes se repiten en loshombres modernos los rasgos de la raza, allí precisa-mente donde ésta tuvo, por decirlo así, su cuna; comosi quisiera demostrarnos que no es este un hecho ais-lado y casual, sino enlazado con las misteriosas leyesde la herencia.

El misnu hecho se observa en el valle del Rhin,donde Vogt, Weber y otros naturalistas ha» visto yexaminado casos de atavismo muy singulares, y re-producidos en muchos cráneos los caracteres del deCanstadt.

En nuestro suelo y en Portugal tampoco dejan dopresentarse algunos casos de analogía con el cráneode Gibraltar; el frontal encontrado por M. Pherson enla cueva de la mujer (Alhama de Granada), algunosde los dibujados en la obra de Góngora sobre las anti-güedades de Andalucía, y el frontal que tengo elgusto de ofrecer á vuestra consideración, procedentedel túmulo llamndo Castellet del Porquet, sito en eltérmino de la Ollería, pueden citarse como ejemplos,cuya lista crecerá de seguro el dia en que, difundidoel gusto por la nueva ciencia, se multipliquen los ex-ploradores y los entusiastas por la primitiva historia denuestra patria.

En Dinamarca y Suecia, así como en la penínsulaitaliana, en Suiza y Alemania, tampoco son raros loscráneos cuyo diámetro anteroposterior excede de0,200, y el índice cefálico no pasa de 0,68; circuns-tancias que recuerdan los cráneos tipióos de la razaprimitiva.

Una observación digna de tenerse en cuenta, antesde pasar adelante, es la que se desprende del área dedispersión de esta raza, muy diferente de ¡a que, porregla general, se señala al pueblo celta y á sus afines,y si á esto se agregan las divergencias tan notablesque existen en la distribución y caracteres étnicos deaquel pueblo y de los primeros pobladores cuaterna-rios de Europa, claramente quedará demostrada laimposibilidad de confundir, como suele con frecuenciahacerse, aquella raza con ésta.

Tampoco estará de más notar que puede perfecta-mente coincidir una notable depresión del cráneo ygrandes senos frontales, con inteligencias y cualidadesnada comunes, como lo justifican los cráneos de SanMansuy, de O'Counor, de Roberto Bruce, [del perso-naje famoso en la historia danesa, llamado Kai-Lykke,y otros muchos. Y de aquí el poder considerar comofalsa la opinión de Pruner Bey, y otros, que atribuyená una especie de idiotismo la conformación del cráneode Neauder, sin echar de ver que para ello sería pre-ciso referirlos á los cráneos microcéfalos ó excesiva-mentexsequeños, en los cuales el diámetro antero-posterior es sensiblemente más reducido; como ejem-plo puede citarse el cráneo del idiota Cachet, regaladopor Gratiolet al Museo de Paris, cuyo diámetro es muyinferior al del cráneo de Neander.

La diferencia entre la raza de Canstadt y la celta sepronuncia más y más á medida que nos alejamos delas tierras ocupadas en Europa por los celtas de lahistoria y de la lingüística, y nos dirigimos haciaOriente, donde, sea cualquiera la población domi-nante, siempre se ofrece á nuestra consideración unsubstrato étnico, cuyos caracteres quedan apuntadosen los restos vivos y fósiles, habitantes en la parteoccidental y central de Europa, siquiera los materia-les representativos de este substrato sean escasos enlas comarcas donde la antropología es poco conocida.

Desde el valle del Danubio, empezando por Aus-tria, se encuentran en Rusia, Crimea y otros puntos,cráneos que pueden referirse á los de la raza de Cans-tadt. Hasta en el Indostan, en el S. de Australia y enmuchas islas del Pacífico se reproduce el hecho, au-mentando con esto las relaciones de dicha razahumana.

Basta, creo, lo dicho para demostrar que el tipo delos primitivos habitantes de la Europa occidental y

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318 REVISTA EUROPEA.—$5 DE ABR-IL DE 1 8 7 5 . N.° 61central uo se ha extinguido por completo, sino que,por vía de atavismo, reaparece en diferentes puntosy en una vasla superficie del antiguo y del novísimomundo, donde el hombre primilivq ha dejado clarosvestigios de una tosca é incipiente industria en tiem-pos muy remotos.

Fundado, por último, el eminente Quatrefages en laanalogía que anatómicamente ofrece una de las razasindígenas de la Australia, tronco de la población másantigua, con la de Canstadt y de Neanderthal, se inclinaa reconstituir el tipo fósil por medio de un grupo étnicopróximo á aquel en el que figuran, al lado de los aus-trales del S. y del O., ciertos pueblos negros do la Indiacentral. Sin embargo, hay que esperar la adquisiciónde mayor copia de datos para afirmar que las razasmás inferiores actuales sean descendientes más ó me-nos remotos del hombre de la época paleolítica. En lapróxima lección abordaremos el estudio del períodomesolítico, del cuchillo y del reno.

JUAU VHANOVA.

SECCIÓN DE LITERATURA Y BELLAS ARTES.10 ABait 1875.

EL IDEAL DEL ARTE.El Sr. Moreno Nieto empezó combatiendo la

doctrina presentada por el Sr. Vidart sobre lasfacultades humanas que producen la obra artís-tica, y sobre el ideal en g< ñera!, con cuyo motivodijo que era, á su juicio, inexacto lo que el indi-cado señor había manifestado de que eran sólodos las facultades del espíritu humano, la inteli-gencia y la voluntad, y que el arte era sólo el ser-vidor y como traductor del pensamiento. Seme-jante doctrina, decía el orador, mutila el espírituhumano y quita al arte su valor sustantivo, sudestino y su grandeza. No expresa, decía, la inte-ligencia todo el ser y virtualidad del alma huma-na, ni la voluntad su actividad toda. Ai lado dela inteligencia se halla otra facultad llamada sen-sibilidad, que considerada en su modo pasivo, re-cibe el mundo, así el interior como el exterior, deun modo distinto á como lo recibe la inteligencia,siempre con emoción y resonancia; y en la vidade ese espíritu, produciéndose en medio de losseres del mundo en íntima relación con ellos, enese mundo de la causalidad y de la acción, no estodo engendrado mediante la idea y por su deter-minación, sino por impulso de esas mil energíasque representan dentro del alma fuerzas superio-res y anteriores al pensamiento, fuerzas y ener-gías que á la hora presente están siendo objeto deimportantísimos trabajos en la docta Alemania, yque forman parte de ese llamado mundo de lo in-consciente.

Mayor era la diferencia en su manera de pensaren lo que toca a la naturaleza del arte. El arte yla ciencia, seguu el orador, tienen fines distintosy un carácter diferente. La ciencia se encamina áconocer la verdad, el arte á realizar la belleza: laprimera es conocimiento con reflexión y método ybajo forma sistemática, el segundo es más bienintuición, visión espontánea y directa de lo bellointeligible ó de lo bello individual. Pero más quee3to, el arte es producción en la cual entran, esverdad, las facultades superiores de la inteligen-cia, siempre en forma y modo distintos á los queproducen la ciencia, pero hace el principal papella fantasía creadora, la cual no pide á la razón

ni al entendimiento sus conceptos penosamenteelaborados y vistos á la luz de la reflexión, sinoque recibe calor é inspiración de esa energía in-terior y misteriosa que agita al artista y que lla-mamos genio. Es algo de divino que el artista nose atreve á llamar suyo, porque lo siente como vi-niendo desde fuera y de más alto.

El arte, añadió el Sr. Moreno Nieto, es ademáspasión y emoción, de tal manera, que si él creafiguras en que realiza los tipos eternos y los eter-nos ejemplares, en ellos pone sus sentimientos yemociones, ellos llevan la vibración y !a resonan-cia de su alma, y al darlas en arrebatadora visióná la sociedad que los contempla, despierta en ellaenergías dormidas y remueve todo lo que existeen los oscuros limbos del espíritu social. Por talescosas, el arte es fuente de alegrías purísimas, nosdeleita con hechizos y nos consuela del.gran fas-tidio de la vida.

Llegado á este punto, el Sr. Moreno Nieto ma-nifestó, que al negar que el arte fuese la traduc-ción del pensamiento científico, no quería decirque él viviese fuera de la idea; ¿cómo había de vi-vir fuera de ella siendo obra del espíritu? El artees creador de obras individuales, y no hay obraalguna en el mundo de la realidad material, nipuede haberla en el mundo de la fantasía, que nosea representación de algo inteligible. Por eso elarte tiene siempre ideal, y el de cada civilizacióny cada período histórico vive al calor y por la ins-piración de un ideal determinado, que es el quele alimenta y caracteriza.

Y aquí planteó el Sr. Moreno Nieto la cuestióndel realismo y del idealismo, pero tomada en estemomento como cuestión de la filosofía del arte.El realismo, en su sentir, consistía en afirmarque no había otra realidad que la que ofrecían, lanaturaleza en su vida, y el espíritu en su historia;añadiendo que era bello todo lo real, por dondedaba por asunto y destino al arte el reproduciren obras individuales lo que se ofrecía á él en elmundo de la experiencia, así la interior como lasensible. El idealismo tiene un sentido y doctri-nas por todo extremo diferentes, como quiera queatribuye principalmente la realidad y la perfec-ción á la idea, y da por misión al arte expresaresa idea y encarnarla en sus diversas obras. Perohay, decía, dos concepciones idealistas no pocodiferentes: la de Platón y la de Hegel. Para elprimero existe un mundo, donde están desde laeternidad los arquetipos y ejemplares de todaslas cosas, y los principios de todo bien, de todajusticia y de toda belleza. Estos arquetipos se en-carnan, por misteriosa operación, en este mundode lo temporal y lo finito, dando forma y vida álos seres; pero de tal manera, que su bellezaqueda oscurecida y menguada. Por donde el artedebe tender, no á recoger esos tipos ó ideas reali-zadas, sino á elevarse en alas de la contem-plación á aquella etérea región de las ideas purasy crear un mundo en que ellas se expresen conmayor verdad y pureza. Para Hegel la idea, aun-que se desenvuelve en sí y vive en su propio ser,es idéntica á la realidad, y la realidad toda es se-gún la idea y está dentro de ella; por lo cual elarte no puede sino expresar la idea, como lo haceel mundo, y sólo le da que pueda, á diferencia delmundo en que por el movimiento de la vida y latrama de los hechos, se oscurece á menudo la ver-dadera esencia, que pueda presentar en obras in-

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N.° 61 J. MORENO NIETO.—EL IDEAL DEL ARTE. 319dividuales una creación en que desaparezca todaaccidentalidad y aun todo lo que no es de la esen-cia del tipo específico, haciendo que éste se ma-nifieste en todo su esplendor y belleza.

Para el orador, entrambas concepciones son in-completas, y cree que debe fundírselas en un con-cepto superior para llegar á fórmula más verda-dera. Él cree que el fundamento del idealismodebe buscarse en la teoría de Platón, reconociendocon él la soberana virtud y ejemplaridad de lasideas, y dando por misión al arte el rehacer, se-gún ellas, el mundo que se ofrece á nuestras mi-radas, y expresar en una creación libre y másperfecta el verdadero ideal, que se comunica alespíritu por una manera de elevación hacia la re-gión en que residen esos tipos; pero es menesterreconocer á la vez que esas ideas no vienen asícomo de fuera á imprimirse en las cosas, sino queson, podemos decir, inmanentes en ellas, por locual el mundo y los seres que le constituyen, y lasformas con que se realizan, y la vida con que des-envuelven su esencia, son, en lo que tienen defundamental, hijos de esas ideas, y por tanto le-gítimos. Y debe en su virtud darse como deber alarte el de mirar á la realidad, tomando de ellasus principales elementos, y aun sus formas esen-ciales; no aspirando á crear seres y mundos depura fantasía.

En seguida el orador anunció que iba á entraren la que consideraba como parte principal deltema, que era el juicio sobre el realismo, ó sobreel arte contemporáneo; y para hacerlo de la ma-nera debida, después de indicar las divisionespresentadas por los modernos escritores sobre lasprincipales épocas del arte estudiado en la his-toria universal, dijo que el arte contemporáneoera un momento, la conclusión si se quiere, peroun momento del arte que ha vivido y se ha des-envuelto en el seno de la civilización europea,cuyo principio más principal ó íntimo había sidohasta ahora el ideal cristiano. Arrancando de estaafirmación, trató de determinar el sentido y pecu-liar carácter de ese ideal, tomado como principioreligioso, y con tal intento declaró que el cris-tianismo había traido á la historia el verdaderoreinado del espíritu, levantándole soberanamentesobre la naturaleza, á la cual daba sólo valor muysubordinado y temporal, y á este reino del espí-ritu humano para redimirle del mal y para digni-ficarlo y ensalzarlo, hizo descender el espíritu di-vino, trayendo así á la historia con la encarnacióndel hijo de Dios la unión misteriosa y augusta delo divino y humano, unión que vino á safisfacsrlo que el mundo antiguo había esperado y comopresentido vagamente, y que había de cambiarnecesariamente las direcciones de la vida.

Este ideal religioso que se hizo, durante la EdadMedia, la creencia universal de los pueblos euro-peos, engendró un arte distinto por todo extremodel arte clásico, encaminado, no ya á crear unmundo de individualidades en que se reflejasen losdivinos contornos de la belleza, sino á expresarpor los modos del arte adecuados al propósito, esdecir, por la poesía lírica y por la arquitectura yla música, el vago anhelar del espíritu tomadodesde entonces de un como vértigo de lo abso-luto y lo infinito, y á representar el mundo dela conciencia con sus luchas, sus contradicciones,sus angustias y temores, y con sus esperanzas,sus satisfacciones y alegrías.

Según el orador, este arte, creado en el primermomento de la historia europea, á que se llamaRdad Media, había recorrido todo el ciclo que lepermitían aquellos tiempos y aquella sociedad, yal compás que ésta decaía ó se inmovilizaba,aquél agotaba su originalidad. Entonces, decía elSr. Moreno Nieto, presentóse ante la Europa elideal de la civilización griega, que como la Ve-nus de ¡a mitología de la espuma del mar, salíadel fondo de las edades, radiante de gracia y her-mosura. Este ideal venía, podemos decir, de fuera,y se presentaba cual modelo que movía á imita-ción, y por la soberana virtud que va unida al artegriego, verdaderamente clásico y universal, poraquella euritmia, aquella regularidad y la armo-nía que resplandecen en él, y por ser como ejem-plar eterno de la gracia y acabada copia de laforma bella, produjo una manifestación fugitiva,es verdad, pero esplendorosa en aquellos dias delRenacimiento, que es menester saludar como unade las horas escogidas de la historia.

Desde este punto, ei Sr. Moreno Nieto, atrave-sando dos siglos que consideraba como un ver-dadero paréntesis del arte europeo, aparte delgran florecimiento que en él alcanzaron el teatroespañol y el inglés, los cuales, á decir verdad, novivieron con el espíritu de esos tiempos, llegabaal gran acontecimiento que abre el nuevo, y, á sujuicio, definitivo período de la humanidad. Ja-más época alguna nació más llena de esperanzas,más rica de ideas, más ganosa de perfecciona-miento y de mudanzas. Nuevos horizontes, nue-vos cielos parecían abrirse delante de las nuevasgeneraciones, y anhelos vagos generosos las sa-cudían y agitaban. Jamás, desde la aparición delcristianismo, se había sentido tan universal es-tremecimiento: un ardor de vida y de renovaciónuniversal circulaba por las venas del mundo.¡ Época grandiosa, á la cual pocas, si alguna, puedecompararse; pero época, decía el orador,-turbaday temerosa! Sí, hora turbada, exclamaba conVíctor Hugo: ¿Cómo te llamaré? ¿te llamaré sa-tánica ó divina? Porque en la crisis que ha co-menzado en esa época, en medio de la cual vivimostodavía, háse mezclado el mal al bien; la ideanoble y generosa al torpe error y á la blasfemia,la aspiración levantada á la vil pasión, la espe-ranza al desaliento, la confianza á la fatiga.

El arte, añadía el orador, ha sido, como todo,grande y terrible. ¡Qué nombres: Schillery Gcethe,Byron y Schelly, Leopardi y Manzoni, Lamartiney Víctor Hugo, líspronceda y Larra! Hasta queacabe su evolución, que aúo será larga, peligrosoes fallar sobre él; mas puesto que se le ha some-tido hoy aquí á juicio, diré algo, añadió, de susprincipales direcciones, muy penetrado de3u gran-deza, aun cuando haya de hablar de sus extravíos.

No contando la música, de la cual anunciabaque no hablaría por no extender demasiado sudiscurso, dos eran á su juicio las principales for-mas en que se había manifestado el arte moder-no; por una parte la poesía lírica y el poema filo-sófico, y por otra el drama y la novela. En losprimeros había depositado el poeta sus aspiracio-nes y sus dudas, sus tormentos y dolores; en lossegundos, había retratado el drama de la concien-cia cual lo expresa la vida exterior. Unos y otroshan planteado en la forma propia del arte, el pro-blema del destino humano, y la cuestión del bieny del nial, cuestiones que vienen siendo la pre-

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320 REVISTA EUROPEA . - 2 5 DE ABRIL DE 1875. N.° 61ocupación constante del espíritu en la civilizacióneuropea: unos y otros han dado, con más ó menosconciencia de ello, una concepción de la vida; perolian hecho todo esto los primeros bajo la formasubjetiva como inspiración propia, como estadodel alma del poeta; los segundos lo han exteriori-zado bajo la forma de lo que podemos llamar lacomedia humana.

El tipo dePrometeo ylos de Don Juan y el doctorFausto, recogidos y acariciados por los poetas deeste período, muestran la índole y carácter de lapoesía lírica y el poema filosófico contemporáneos.Apasionada en la literatura, inquieta, tomada deanhelos sobrehumanos, ella ha renovado la em-presa del Titán de la mitología, y si sus inspiradosy resonantes acentos han hecho vibrar, como nun-ca quizá vibraron, las fibras de las generaciones,ella ha pecado gravemente contra Dios y la mo-ral, y hecho desgraciada la sociedad que la hallevado en su seno.Después de todo, y sobretodo,ella es la literatura del orgullo, del escepticismo,de la rebeldía y de la desesperación. El más som-brío pesimismo baña con tintas lívidas sus crea-ciones, que á veces exaltan, es verdad, pero paradejar sólo á la postre el frió en el alma. Y esteespíritu de tinieblas, añadía el Sr. Moreno Nieto,este soplo de glacial ironía y estas notas, unas veees sarcásticas, otras fúnebres, respiran tambiénen aquel romanticismo que nació al calor de la fi-losofía de Fichte, y de que fueron principales cori-feos Federico Schlegel y Novalis, y se acentúamás y más en esa concepción de Schopenhauer,que considera la vida como farsa lúgubre, y queda. por destino al hombre acabar con la voluntady buscar su consuelo en la infinita nada.

No nos es posible detenernos á expresar todaslas consideraciones que expuso el orador en estaparte, la más delicada de su discurso, limitándo-nos á decir que, aunque con rapidez, hizo un jui-cio severo del Fausto de Goethe, al cual considerócomo la epopeya del panteísmo.

Pasando en seguida al examen de la novela ydel drama, después de hacer notar el gran papelque tocaba á estas formas del arte en la vidacontemporánea y que será aún mayor en el por-venir, dirigió sus miradas á la novela y al dramafranceses, á los cuales dirigió ásperas censuras,acusándoles de haberse inspirado en un groserosensualismo y de aspirar á cambiar la moral puray austera de las sociedades cristianas por otramoral que quiere rehabilitar al vicioso y al crimi-nal, y que lleva derecho á la idolatría de la mate-ria y al libre vuelo y santificación de las pa-siones.

Y tratando ahora, decía el orador, del ideal quedebe la crítica proponer al arte moderno, ya queá nombre de la ciencia hablamos aquí, mi opiniónes que el arte moderno no tiene salvación si con-tinúa moviéndese fuera del ideal cristiano. Re-conociendo que los nuevos rumbos que habíatomado en el período moderno eran los que porley de su naturaleza, y por las condiciones de lavida toda, debía llevar, y declarando que el artedebe seguir el movimiento de la historia, y ser desu tiempo y de su siglo, volviendo su vista, antesque al pasado, al porvenir, para ser como el vale-dor de las nuevas aspiraciones y el heraldo de losgrandes destinos que se divisan ya en no leja-nos horizontes de la historia futura, dijo que lees fuerza buscar su ideal en las altas regiones del

espiritualismo cristiano, de donde bajarán, sobreesta sociedad atormentada y hoy llena, de pasión,de incertidumbre y de tinieblas, las ideas queconsuelan y fortifican, y los sentimientos que pa-cifican y ennoblecen.

El arte, decía el orador, vive en todos los pue-blos y en todas las edades, al calor y á la sombrade la idea religiosa, y el de la Europa se arrastra-rá en el fango y morirá si no vuelve amoroso haciala idea cristiana. ¡Que vuelva á ella; que vea depreparar y ayudar al renacimiento de Dios y de lafe en la conciencia general, y que visitando lososcuros y profundos senos del alma humana, re-mueva todo lo que hay en ella de nuevo y genero-so, y haciéndola sentir la palpitación de lo eterno,la levante á las grandes cimas y á las grandesalturas!

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

Al tiempo de cerrar este número recibimos li-geros detalles de la catástrofe del globo Cénit, deque damos cuenta en otro lugar. El presidente dela Sociedad francesa de navegación aérea, M. Hu-reau de Villeneuve, fue el primero en recibir enParis la noticia del siniestro por medio de un te-legrama fechado en Ciron, pueblecito cerca deTours, que decía así:

«El globo Cénit, que salió de Paris el 15 á lasonce de la mañana, ha caido aquí hoy 16 á lascuatro de la tarde. En la barquilla se hallabanM. Tissandier desmayado, y los cadáveres de losseñores Sivel y Crocé-Spinelli.»

Un telegrama posterior, firmado por M. Tissan-dier, dice lo siguiente:

«A la una, á 8.000 metros de altura, caimos enun estado de postración completa. El sol calen-taba mucho, y al abrir una vez los ojos, noté queel globo bajaba y que Crocé arrojaba el aspira-dor. Me desmayé de nuevo hasta las tres; enton-ces estábamos á 6.000 metros. Crocé y Sivel te-nían la cara negra y la boca llena de sangre; es-taban muertos. A las cuatro caimos en Ciron.»

# *Los periódicos de Suiza hablan de un fenómeno

muy curioso que se acaba de producir en la cor-riente del alto Danubio, cuyo rio ha desaparecidosúbitamente en la extensión que media entreMorhinghen ó Immindingen, frontera del ducadode Badén y de Wurtemberg.

Hace cuarenta años se observó cerca del mismositio, que una parte de las aguas desaparecíanpor entre las rocas calizas para no reaparecerhasta cerca del pueblo de Aach, en el Hobgan,entre Engen y Stockback.

En la actualidad, toda la corriente se pierdeantes de llegar á Immindingen, cuya localidad seha visto privada de todos los aprovechamientosque tenía, y parece muy difícil obstruir los agu-jeros por donde se escapa el agua en un fondo pe-dregoso que forma la separación entre el JuraSuizo y el Jura de Suabia.

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Del último folleto de Mr. Gladstone sobre lacuestión religiosa en Inglaterra, se han vendidoen Londres más de 150.000 ejemplares.