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REVISTA NÚM. 280. 6 DE JULIO DE 1879. EL SOMNAMBULISMO PROVOCADO. Es preciso armarse de cierto valor, para pronunciar en voz alta la palabra somnambu 1 lismo (1). La estúpida creencia del vulgo y el descaro de algunos charlatanes han despres- tigiado la palabra y la cuestión en sí, de tal modo, que entre los sabios habrá m uy pocos que no vean sin cierto desden un trabajo sobre este particular. Sin embargo, voy (después de haberme formado lentamente una profunda convicción, apoyada, según mi parecer, en pruebas sólidas) á referir mis experimentos y exponerlos ante la consideración de médicos y fisiólogos; mi tarea sera en extremo difícil, toda vez que son escasos los documentos ver- daderamente científicos y muy complejos los fenómenos que voy á estudiar; de suerte que merece juzgarse con indulgencia. En la pri- mera parte, trataré de hacer la historia de los fenómenos psíquicos y somáticos que se ob- servan en el somnambulismo provocado. En segundo lugar, examinaré la hipótesis de la simulación; y por últirqo, para terminar, tra- taré de exponer las relaciones que existen en-. tre esta neuropatía y las demás manifestacio- nes de la actividad cerebral, ora normales, ora patológicas, ó bien provocadas por intoxi- caciones diversas cuya acción se dirija sobre el sistema nervioso central. En cuanto á la im- portante cuestión de la producción del sueño 111 Los diferentes nombres que se han dado á esta neu- ropatía, no han dejado de contribuir á oscurecer una cnes- tionya de por sí tan oscura. Al principio se le ha llamado agnetis'mo aniña!; pero no existe la menor relación en- a'e el magnetismo verdadero tal y como lo comprenden los íísicos y la neurosis cerebral provocada por los pases. i'rank la llamaba somniatio, y más tarde se le designa con la palabra hipnotismo. Pero estas dos palabras significan pura y exclusivamente sueño. Las frases mesmerismo y braidismo son peores aún, primero, porque indican el acto i.a provocar la neurosis, no la neurosis en sí, después por- gue Mesmer en realidad no obtuvo nunca el verdadero anmambulismo, y Braid no hizo más que repetir experi- .entosya antiguos. La palabra somnambulismo provocá- is vale mas que la de somnambulismo artificial, porque cualquiera que sea su origen es un fenómeno natural. Sin embargo, el término somnambulismo no está al abrigo de toda crítica, pues se aplica á dos estados diferentes aunque análogos. Vale más, empero, servirse de una ex- presión un tanto insuficiente que apelar á neologismos las más veces innecesarios. TOMO XIV. magnético, < do vivamente aclaráV;de,sgYacia<feraénte, to- dos mis esfuerzos han §ido ingaietuosos: y i a única conclusión que puedo deducir de mis experimentos, es que el somnambulismo, idén- tico en sus efectos y manifestaciones, puede provocarse por diferentes actos, siendo los más eficaces el hipnotismo y los pases magné- ticos. De suerte que al propio tiempo que re- conozco la importancia capital del asunto, me veo precisado, muy á mi pesar, á dejarla á un lado abandonándola á experimentadores mas felices. I. , EXPOSICIÓN DE LOS FENÓMENOS. Si se desea obtener el sueño magnético será ventajoso que se sigan los preceptos in- dicados por los magnetizadores de oficio. Son medios puramente empíricos, cuyo valor es, sin duda alguna escaso, pero que á falta de otros mejores, son aun necesarios. El silencio y una semi-oscuridad, sin ser indispensables, son condiciones muy favorables. Es preciso que el individuo esté convenientemente senta- do en un sillón de.respaldo ó sobre un canapé. Se coloca uno frente á él, se le cogen fuerte- méate los dedos pulgares, permaneciendo en esta posición dos ó tres minutos; en seguida se comienzan los pases, llevando las manos abiertas por la frente, los hombros y los bra- zos; esta maniobra nc debe durar más que un cuarto de hora; si al cabo de este tiempo no se ha conseguido nada, hay que dejarlo por completo y esperar uno de los siguientes dias para empezar; la experiencia ha demostrado que no habrá que desmayar por una falta de éxito aparente; en efecto, sucede con frecuen- cia que no se obtienen resultados sino á la se- gunda, tercera y aun cuarta sesión. De todos modos, el primer fenómeno obser- vado es una especie de entorpecimiento., La fisonomía pierde su movilidad y se hace indi- ferente y sin expresión. El paciente experi- menta en sus miembros una pesadez y un adormecimiento especial que le impiden efec- tuar movimiento alguno. Sin embargo, siente sensaciones vagas de calor, de frió ó de hor- migueo; y aunque sus manos permanezcan

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  • REVISTANÚM. 280. 6 DE JULIO DE 1879.

    EL SOMNAMBULISMO PROVOCADO.

    Es preciso armarse de cierto valor, parapronunciar en voz alta la palabra somnambu1

    lismo (1). La estúpida creencia del vulgo y eldescaro de algunos charlatanes han despres-tigiado la palabra y la cuestión en sí, de talmodo, que entre los sabios habrá m uy pocosque no vean sin cierto desden un trabajo sobreeste particular. Sin embargo, voy (después dehaberme formado lentamente una profundaconvicción, apoyada, según mi parecer, enpruebas sólidas) á referir mis experimentos yexponerlos ante la consideración de médicosy fisiólogos; mi tarea sera en extremo difícil,toda vez que son escasos los documentos ver-daderamente científicos y muy complejos losfenómenos que voy á estudiar; de suerte quemerece juzgarse con indulgencia. En la pri-mera parte, trataré de hacer la historia de losfenómenos psíquicos y somáticos que se ob-servan en el somnambulismo provocado. Ensegundo lugar, examinaré la hipótesis de lasimulación; y por últirqo, para terminar, tra-taré de exponer las relaciones que existen en-.tre esta neuropatía y las demás manifestacio-nes de la actividad cerebral, ora normales,ora patológicas, ó bien provocadas por intoxi-caciones diversas cuya acción se dirija sobreel sistema nervioso central. En cuanto á la im-portante cuestión de la producción del sueño

    111 Los diferentes nombres que se han dado á esta neu-ropatía, no han dejado de contribuir á oscurecer una cnes-tionya de por sí tan oscura. Al principio se le ha llamado

    agnetis'mo aniña!; pero no existe la menor relación en-a'e el magnetismo verdadero tal y como lo comprenden losíísicos y la neurosis cerebral provocada por los pases.i'rank la llamaba somniatio, y más tarde se le designa conla palabra hipnotismo. Pero estas dos palabras significanpura y exclusivamente sueño. Las frases mesmerismo ybraidismo son peores aún, primero, porque indican el actoi.a provocar la neurosis, no la neurosis en sí, después por-gue Mesmer en realidad no obtuvo nunca el verdaderoanmambulismo, y Braid no hizo más que repetir experi-.entosya antiguos. La palabra somnambulismo provocá-

    is vale mas que la de somnambulismo artificial, porquecualquiera que sea su origen es un fenómeno natural.Sin embargo, el término somnambulismo no está al abrigode toda crítica, pues se aplica á dos estados diferentesaunque análogos. Vale más, empero, servirse de una ex-presión un tanto insuficiente que apelar á neologismos lasmás veces innecesarios.

    TOMO XIV.

    magnético, <do vivamente aclaráV;de,sgYacia

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    in,móviles, tiene sobresaltos y contraccionesflbrilares de los músculos. Después sus pár-pados se hacen pesados y se cierran; en vanovarias veces los abre para dejarlos caer actocontíaúo. Llega un momento en que es impo-tente para mover'os, observándose entoncesun curioso espectáculo: para abrir los ojos, elpaciente trata de contraer el elevador del pár-pado; pero como este músculo es el que se haparalizado primero, el párpado permanececerrado; entonces trata de levantar el velopalpebral mediante la acción de los músculoscongéneres, del músculo superciliar y sobretodo del frontal; con frecuencia hasta dirigesu cabeza hacia atrás para resistir el sueñode que se siente invadido; en una palabra, seestablece una verdadera lucha, igual en untodo á la que con demasiada frecuencia se veuno obligado á efectuar cuando sobreviene elsueño durante el trabajo, hasta que finalmen-te, después de algunos minutos de resistenciael paciente se ve obligado á ceder. La cabezacae inmóvil sobre el respaldo de la butaca óla almohada. Losvbrazos y las manos están sinmovimientos, conservando la actitud que te-nian anteriormente. La fisonomía es una máscara que no expresa ninguna sensación inter-na. Los párpados se hallan cerrados y si seles quiere abrir por fuerza, lo cual no convie-ne hacer sino muy rara vez, se ven los ojosen convulsión hacia dentro, y en algunas oca-siones agitados por movimientos oscilatoriosLa respiración es tranquila y poco frecuente.El pulso lento, lleno y muy regular. El indivi-duo está dormido.

    Es preciso que no se crea que cualquierpersona indiferentemente, es suceptible depresentar estos fenómenos. Las mujeres sonmucho más fáciles de dormir que los hombres.Sin embargo, he podido provocar el somnam-bulismo en dos amigos mios, y he conseguidosumirles en un sueño profundo que me hapermitido estudiar cuidadosamente la mayo-ría de los fenómenos psicológicos del magne-tismo; pero si se compara esto con todas lastentativas que he hecho en personas del mis-mo sexo, hallaremos que esta cifra de dos esmuy pequeña. Por el contrario en las mujeresjlo he conseguido casi siempre, con tal queconsintieran en intentar la prueba cuatro ócinco veces. Por regla general, el primer ex-perimento da buenos resultados en ciertos in.divíduos predispuestos. En efecto, he creídonotar que las mujeres de pelo negro con unsistema filoso muy desarrollado, de más de 25años y monos de 40, y padeciendo afecciones

    uterinas crónicas (?), eran más Susceptiblesque las demás: de suerte que me ha sido bas-tante fácil juzgar, de un golpe de vista, si unprimer experimento daba buen resultado. Noobstante, no se pueden establecer reglas acer-ca del particular y mucho menos deducir con.sideraciones fisiológicas.

    Aun cuando no se obtenga este sueño mag-nético, no deja de haber algunos fenómenosintesantes que estudiar. Primero hay cefalal-gia, ó mejor dicho, una especie de aturdimien-to que los pacientes comparan con frecuenciaal primer grado de la embriaguez. Enseguidahay cierta pesadez; de suerte que los indivi-duos á quienes se quiere dormir tienen hor-ror al movimiento,y prefieren dejar sus miem-bros inertes, cualquiera que sea su posición,mejor que hacer un penoso esfuerzo para cam.hiarles de lugar. En algunas ocasiones hayvértigo y un sentimiento de náuseas. En al-gunos casos, felizmente muy raros (yo no lohe visto mas que una vez), las maniobrasmagnéticas provocan un ataque áe histeris-mo. Anotaré también un fenómeno curiosoque se me. ha presentado varias veces, entreellas una en mi amigo R., cuando aún no ha-bia conseguido dormirle del todo. Estaba per-fectamente despierto, pero no podía ya abrirlos ojos. A pesar de los esfuerzos verdadera-mente desesperados que hacia para abrirlos,sus párpados permanecían obstinadamentecerrados. En otros casos mucho más frecuen-tes, la conmoción del sistema nervioso pro-duce varios accidentes sin gran importancia,sacudidas convulsivas y ligeras en los mús-culos del brazo,. un temblor fibrilar de losmúsculos de la cara, con alternativas de ru-bor y palidez, sorprendente por su rapidez, óbien un temblor generalizado y cierta impo-tencia en los movimientos musculares, aná-loga á la que se experimenta á consecuenciade una violenta emoción, como la cólera ó elespanto.

    Examinemos ahora lo que sucede en losindividuos dormidos. Pero digamos ante todoque los fenómenos somáticos son nulos ó in-.constantes, mientras que los fenómenos psí-quicos tienen un gran interés. De este modohe podido comprobar en algunos casos que larespiración y la circulación no están modifi-cadas en lo más mínimo, observándose tansolo que se han hecho muy regulares com enlos individuos cloroformizados, con tal que elcloroformo se haya administrado convenien-temente. La analgesia no es rara, pero en al-gunos casos hay hiperestesia; pero no olvide-

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    mos que en muchas mujeres bay, en el estadonormal, cierto grado de analgesia. En unamujer histérica, á quien dormí varias vecesen el hospital Beanjou (en la clínica de mi sa-bio maestro el catedrático Dr. Lefort), he te-nido ocasión de observar un fenómeno bas-tante notable. Se trataba de una enfermedaduterina grave, probablemente un hematocele,y liaeia ya seis meses que la enferma no selevantaba deria cama. En. cuanto estaba dor-mida, podia levantarse, andar, barrer la salay subir por las escaleras con una asombrosaagilidad. Pero en cuanto se despertaba, eraimposible conseguir que se levantara parahacerle la cama. Sé peJfcsctamente que confrecuencia se han notado semejantes rarezasen las enfermedades de las históricas; perodudo que haya muchas tan claramente ca-racterizadas. Otro hecho importante es que,casi siempre, ciertas sensibilidades especialeshan desaparecido, de suerte que se puede ha-cer cosquillas impunemente en el conductoauditivo ó en las fosas nasales con barbas depluma, sobre lo cual han llamado la atenciónlos Sres. Demarquay y Giraud-Teulon. Encuanto á la catalepsia verdadera debe sermuy rara, y por mi parte nunca la he obteni-do {completamente, tal como se describe enlos libros clásicos. Sin embargo, se obtienenresultados bastante parecidos á la catalepsia.Se puede hacer que los individuos dormidostengan durante mucho tiempo la mano ó elbrazo en posiciones violentas, y más adelanteme ocuparé de la influencia especial de la vo-luntad y de la imaginación.

    En cuanto á los fenómenos psíquicos, sonde un orden completamente diferente, y nomenor cuidado y método exigen para ser apre-ciados con exactitud. Ante todo diré, que nun-ca he cpmprobado la pretendida lucidez. Hehecho (lo confieso con rubor) esas preguntasvulgares, á las que, según los charlatanes,dan los somnámbulos respuestas tan claras,como son: la hora que es, el número y nom-bres de las personas presénteseos objetos quese tienen en la mano, etc. etc., y jamás healcanzado la menor respuesta satisfactoria;todo lo que he visto se limita á fenómenos in-telectuales, complejos, que no por no ser so-brenaturales dejan de ofrecer un gran interésal fisiólogo como al psicólogo.

    En primer lugar, la persona á quien se hadormido tiene conciencia de su estado, y estáuno seguro de que se halla dormida real yefectivamente, si responde afirmativamentecuando se la pregunta sobre el particular.

    Tengo la precaución casi siempre de pre-guntarla qué sensaciones experimenta, y lamayor parte de las veces he tenido ocasiónde observar que este sueño es un estado bas-tante agradable. No habiéndolo yo experi-mentado, no puedo hablar con conocimieji-to de causa; pero teniendo en cuenta las res-puestas que me han dado, creo que debe prô -ducir un efecto análogo al del hachich ó al delopio. Los individuos que- sufren la influen-cia de estas sustancias tósicas, tienen unaespecie de anestesia general; no sienten sucuerpo. Parece como que su espíritu se haborrado casi por completo, y que las impre-siones sóidas y confusas que en el estado devigilia trasmiten nuestros órganos al sensorioeomun han desaparecido por completo. Tal es,por lo menos, la idea que se formaba de eseestado una persona muy inteligente, mis. C ,á quien tuve ocasión -,de dormir. Expresabatodo esto por una sola palabra: libertad, y sedaba cuenta cumplida de lo que experimenta-ba. Varios enfermos á quienes he dormido enel hospital Beaujon, me aseguraban que susdolores habían desaparecido, y que eran com-pletamente felices. De manera que deseabanpermanecer mucho tiempo en tal sueño, todavez que sabian que el despertar á la vida or-dinaria equivalía á despertar al dolor.

    Todo el mundo sabe lo que es el sueño.Cuando cansado por los trabajos del dia sen-timos que el sueño nos invade, nuestros pen-samientos se hacen confusos y flotantes, laatención no puede fijarse en- un objeto determinado, perdemos poco á poco la concienciadel mundo exterior, y formas raras cuya rea- -lidad ^stáen nuestra concepción solamente,se nos imponen, y pasan y vuelven á pasarcon maravillosa facilidad, cambiando en cadasegundo y asombrándonos con su aparatomovible y fantástico. Son figuras humanascon cabezas de animales extraños, monstruos,jardines, palacios, personajes que há tiempodesaparecieron y ya creíamos arrebatadospor completo á nuestro recuerdo. Todo esto seagita, se mueve ante nosotros y el espírituasiste como impotente espectador á los cua-dros que él mismo ha formado completamen-te, Esta facultad de ver los objetos que noexisten y de asistir á escenas que no se He»"van á cabo, se llama imaginación. A nadie sele ocurrirá negar su existencia ó su poder;todos la reconocen y comprenden; pues bien,puédense explicar la mayoría de los fenóme-nos psíquicos del somnambulismo diciendo:que es esta misma facultad violentamente so-

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    brescitada que domina completamente la in-teligencia y anonada la razón.

    Tomemos un ejemplo: supongo que piensoen un león; veo perfectamente que el león noexiste; comprendo que estoy en mi casa; dis-tingo los objetos que me rodean, y este leónno podrá preocuparme, cualesquiera que seanlos esfuerzos de mi imaginación. Sin em-bargo, podría, estando dormido, soñar queun león habia entrado en mi cuarto, y pormuy absurda que sea esta idea, el aspecto delleón será bastante poderoso para desvanecerlas sujestiones de la razón, inspirarme un in-tenso terror.

    En los somnámbulos sucede lo propio:cuando mi amigo R... estaba dormido, le de-cia yo: mira ese león, y al escucharme se agi-taba, su rostro expresaba miedo, y excla-mando: pero que viene, viene, se acerca; vamo-nos pronto, pronto, tenia casi una crisis ner-viosa provocada por el espanto.

    Si he puesto este ejemplo, es por su sencillezy por demostrar las interesantes relacionesque pueden establecerse entre el sueño natu-ral y el magnético; por mi parte he logrado,mediante variados experimentos, obtener re-sultados al parecer más complicados, peroque pueden, sin embargo, en último término,referirse al mismo hecho elemental.

    Sueñoprovoeado.—Citaré algunos ejemplos.Todo el mundo sabe que los magnetizadorestienen la pretensión de hacer viajar los in-dividuos á través del espacio, haciéndolestambién asistir á lejanas escenas. El hecho esperfectamente exacto; solo estriba el error encreer que estos sueños son realidades, y queestas visiones están en relación con la exis-tencia de las cosas exteriores. Así que, deciayo á esa enferma de Beaujon anteriormentecitada: «venga Vd. conmigo; vamos á salir yá viajar;» y entonces ella describía sucesiva-mente los sitios por donde pasaba; los corre-dores del hospital, las calles que atravesabapara llegar hasta la estación; y como quieraque conocía todos estos sitios, indicaba conbastante exactitud los detalles de los lugaresque su imaginación y su memoria, igualmen-te sobreescitadas!, le representaban bajo unaforma real. Después, de un modo brusco, sela podia trasportar á un sitio lejano que noconocía, por ejemplo, el lago de Como, ó lasheladas regiones del Norte. Y entonces suimaginación, abandonada á sí misma, se lan-zaba á concepciones no exentas de encanto, yque interesaban siempre por su aparente pre-cisión: con frecuencia estábamos sorprendi-

    dos por la viveza con que recibía estas impre-siones interiores.

    Fácilmente se podia también cambiar elcurso de estos sueños artificiales y llevarla áregiones que conocía; por ejemplo, entre su .familia y entre los suyos, veia su madre y sushermanos que llevaban á cabo sus habitualesocupaciones; entraban y salían, y ella asistíaá sus conversaciones, les veía coser, leer, etc.Pero lo que prueba (por lo demás innece-sariamente) la pura subgetividad de estos fe-nómenos, es que yo podia introducir en sucuarto, á mi antojo, éste ó el otro personaje,haciendo que se movieran conforme á mi ca-pricho las personas que veia. En todos loshipnotizados llegué á un resultado idéntico.Mi amigo F... estaba separado de su madrehacia algún tiempo; cuando se durmió le pro-puse que la viera; él aceptó en seguida: la veo,la veo, exclamaba; esta trabajando, piensa enmí, y se puso á verter lágrimas de alegría:de pronto, su alegría trocóse en tristeza. ¡Aijde mi, murmuró, no puede verme! y se agitabadesesperado.

    Pueden sustituirse estos conceptos, más ómenos razonables, por viajes verdaderamen-te fantásticos; lo he ensayado frecuentemen-te, y siempre con extrañeza he comprobadola viveza de impresiones de los individuosdormidos. Así que decia á mi amigo F... «Venconmigo; vamos á hacer un viaje en globo;subimos, vamos subiendo, ya estamos en laluna;» y veia todo lo que'le iba yo diciendo. Enocasiones, cuando se le pregunta á un enaje-nado abundando en su manía, está uno sor-prendido al ver la confianza que le inspiranlas barbaridades que se le dicen. Experimentéuna sorpresa semejante al preguntarme F...«¿Qué es esa gruesa bola que está delante denosotros?» decia. Era la tierra que se repre-sentaba en su imaginación (quizá su memo-ria le recordaba el viaje de Julio Verne). Veiaanimales fantásticos, y al decirle que queríatraerles á la tierra, exclamaba: «¡Siempre se-rás el mismo; no sabes siquiera cómo bajare-mos, y quieres ya cargar con estos enormesanimales.»Todo esto lo decia muy seriamentey se enfadaba.' «Llévatelos si quieres, repetía;por mi parte no quiero estorbos.» Sin embar-go, se daba cuenta de lo extraño de estas vi-siones. «¡Qué bonita relación podíamos hacerdel viaje, añadió; pero desgraciadamente nonos creerán.» Lo que le impedia dudar, eraque real y positivamente veia: lo mismo queun alucinado, que no puede dudar de los ob-jetos que tiene ante sí. Por absurda que sea

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    casi elegante, son ingeniosas las frases y nocarecen de elevación las ideas. Sin pretenderni mucho monos que adivinen el pensamientode los interlocutores, he notado que habianadquirido cierta finura que les permitía com-prender con media palabra. Pero lo más cho-cante, es la extraña viveza de sus sensacio-nes. Así, nada más fácil que hacerles llorar;basta hablarles de una cosa triste para ellos,como por ejemplo, de su enfermedad ó dela muerte de algún pariente; entonces, em-piezan á gemir, después á verter abundanteslágrimas, enseguida á sollozar, y no es raro •ver que sobreviene una excitación nerviosaque conviene calmar lo más pronto posiblepresentándoles cuadros más agradables. Tie-nen también una sensibilidad desarrolladahasta el extremo de que se enternecen de lasdesgracias de los demás., y por lo general ex-perimentan una gran compasión.'No pue-do comparar mejor este estado afectivo másque con el que se experimenta en el primergrado de embriaguez alcohólica. Los senti-mientos de alegría y admiración se elevan áveces hasta el exceso. La poesía, la música,sobre todo, producen un verdadero estasis yno es posible olvidar este espectáculo, cuandose ha presenciado una vez tan solo, la mara-villosa mímica que despliegan; en ocasionesme ocurría que les rogaba que cantaran y seentusiasmaban al oir su propio canto; por re-gla general, cantaban con mucha afinación ysobre todo con mucha expresión. La mayorparte del tiempo se manifestaban en ellas,cóleras infantiles, antipatías inexplicables ósimpatías más raras todavía: á veces se bur-laban, y sus burlas no carecian de ingenio; sereian mucho de las bromas que hacían, y susrisas, lo mismo que sus lágrimas, termina-ban por una extraña sobrescitacion.

    El hecho acaso más singular y al mismotiempo uno de los observados más constante-mente, es el automatismo de los individuosdormidos. Á pesar de la sobrescitacion de suparte intelectual y la viveza de sus sentimien-tos afectivos, se hallan sometidos á la volun-tad de las personas que les rodean, se lespuede obligar que se levanten, canten, per-manezcan de pié, saquen la lengua y unanlas manos, etc. Mi amigo R..., cuando se ha-llaba dormido, hacia todo lo que le mandaba.Durante quince veces consecutivas le obliguéá tomar un pedazo de yeso, tirarlo al suelo yvolverlo á coger sin que pensara ni un mo-mento en resistir: era un autómata, y pare-cia como que no podia oponerse á las órdenes

    que yo le daba. Algunas veces se observanfenómenos que se parecen mucho á los quese presentan en los somnámbulos naturales.La persona dormida, quiere levantarse, ves-tirse y salir: reflexiona antes de coger cual-quier cosa indispensable para su tocado, ydespués de haber pensado bien en ella, va conlos ojos cerrados á cogerla, casi sin tanteos, alsitio que debe ocupar; la meditación del actoes lenta, pero el acto se lleva á cabo con unaviveza extraordinaria. Si una cerradura, uncordón ó cualquier otro obstáculo, ofrecen al-guna resistencia, se impacienta, se irrita y ti-ra coléricamente todo lo que se opone á suintención. Los movimientos son febriles y ásacudidas, pero de una precisión admirable.A veces se detiene como cansada por el es-fuerzo que acaba de hacer, y esta agitaciónnerviosa, caracterizada frecuentemente porun temblor general, es tan notable, que másde una vez ha espantado á los testigos de es-ta escena. Se habla á sí misma, se inquietapor lo que pensarán cuando vuelva, suponeque llegará tarde, y sin embargo, prosigúelaserie de actos comenzados.

    En verdad que no sé cuál sea la significa-ción exacta de esta influencia preponderantede una voluntad extraña: me he limitado,pues, á consignar el hecho. Sin embargo, sepuede arriesgar una hipótesis: se dispone deun modo absoluto de la imaginación de losindividuos dormidos, y es muy posible que nose actúe sobre la voluntad sino porque seobra sobre la imaginación. Al declarar á losindividuos dormidos que se les puede dar ór-denes , ¿no es probable que su imaginaciónagrande el hecho y acabe por hacer real loque no era más que una atrevida afirmación?En otro orden de personas, el automatismoes la verdadera explicación de estos fenóme-nos; hacen lo que uno quiere, porque son in-capaces de querer; todos saben por experien-cia que nos sucede frecuentemente el estardistraídos y hacer mecánicamente, sin refle-xión ninguna, sin participación de la concien-cia ó del libre albedrío, lo que nos han rogadoque hiciéramos. Quizás haya aquí algo pare-cido. Permitido será presentar la hipótesisante un hecho tan raro como la sumisión delos magnetizados á la voluntad de las perso-nas que les han dormido ó les rodean.

    Al afirmar que la voluntad está completa-mente subordinada á la imaginación, hay quehacer algunas reservas. Del mismo modo, quepara el sueño clorofórmico y para la embria-guez, todos los individuos no se conducen de

  • NÚM. 280. G. RIGHBT.—EL SOMNAMBULISMO PROVOCADO.

    igual modo bajo la influencia del sueño mag-nético. La receptividad para emplear la fraseo-logía moderna es diferente, y no he halladodos sujetos que fuesen completamente igua-les. Lo interesante es que en la misma perso-na este sueño clorofórmico es siempre idénticoá sí mismo; solo que cuanto con más frecuen-cia haya sido dormida esta persona, más cla-ros son los fenómenos y más profundo es elsueño. Entonces es cuando pueden hacerseestudios psicológicos fructuosos, pues las másde las veces los primeros resultados son con-fusos y se hallan perturbados por desesperan-tes divagaciones.

    Cuando empecé mis experimentos temiaprolongar la duración de la neurosis magné-tica, y despertaba á los individuos á los diezminutos ó un cuarto de hora todo lo más; peroal ver que no se presentaban trastornos deninguna especie, animado por la inocuidadabsoluta, prolongué poco á poco el tiempo delsueño, de modo que me ha sucedido con fre-cuencia el dejar á los enfermos dormidos des-de las cinco de la tarde hasta una hora avan-zada de la noche. Parecía que no sufrian, y sedespertaban espontáneamente há.cia las cua-tro, cinco ó seis de la mañana; una vez hevisto durar un sueño diez y seis horas: eldespertar, á veces espontáneo, debe las másde las veces ser provocado por maniobras tanempíricas é incomprensibles como las que"produjeron el sueño. Se hacen frotaciones enla frente dirigiendo las manos de dentro haciafuera, siendo necesario repetirlo varias veces;al propio tiempo se abren suavemente los pár-pados. No hay que perder la sangre fria, comome ha sucedido en un principio al experimen-tar cierta resistencia; por el contrario, con-viene perseverar con calma y paciencia, sinasustarse por la sobreexcitación nerviosa ylas ligeras sacudidas que se pueden observaren ciertos casos muy raros.

    El momento en que despiertan es muycurioso, sobre todo en los enfermos que es-tán levantados ó vestidos: se hallan en unaprofunda sorpresa, tocan su traje, miran laspersonas que les rodean y no creen lo que seles cuenta. En efecto, no han conservado nin-gún recuerdo de lo que ha pasado durante elsueño; y como bajo el punto de vista psicoló-gico el tiempo no se mide más que por el re-cuerdo de las ideas, de aquí que hayan perdi-do por completo la noción del tiempo. Paraellos, el momento en que se durmieron se con-funde con aquel en que se despiertan. Miss C .nos decia que su último recuerdo era el de un

    vaso de flores que habia visto sobre la chime'nea: «de repente cesó de ver, decia, y mi ma-reo no ha durado más que un segundo.» Real-mente habia tenido hora y media de duración.Esta pérdida de la memoria es perfectamentecaracterística; no la Jie visto faltar ni unasola vez; pero, y el hecho es muy extraño, loque ha pasado durante el sueño no ha desapa-recido completamente, toda vez que la repro-ducción de la neurosis hace surgir de nuevoel recuerdo: creo que debe explicarse el des-doblamiento de la persona, de que hablan tan-tos magnetizadores. Lo que constituye el yoes, por decirlo así, el conjunto de nuestrosrecuerdos, y cuando se han hallado algunosreservados á un estado físico especial, casipuede decirse teóricamente nada más que lapersona es diferente, puesto que recuerda du-rante el sueño una serie de actos que ignorapor completo en el estado de vigilia.

    Una vez que se despierta, todos los fenó-menos se disipan de un modo gradual: todo lomás que se observa es un poco de soñolenciay cierta pereza intelectual. Cuando el indivi-duo ha sido despertado incompletamente, ex-perimenta un poco de cefalalgia. En todo caso,nunca he notado nada grave, y cuando laspersonas han rehusado someterse á un nuevoexperimento, ha sido siempre por causas aje-nas á su salud y por motivos más ó menosrazonables, entre los cuales ocupaba un lugarpreferente el temor de hablar.

    Creo, pues, poder afirmar que la* magneti-zación no ofrece peligros; pero sin embargo,es imposible que la producción de una neuro-sis tan intensa no origine un trastorno notableen el funcionalismo cerebral y no tenga ver-daderos inconvenientes. Si no los he observa-do, ha sido porque siempre he obrado conmuchísima circunspección: por una parte,durante el sueño magnético hacia pocos ex-perimentos propiamente dichos, como picadu-ras, efectos catalépticos, etc.; por otra, encuanto veia que sobrevenía el menor trastornonervioso, hacia que cesara inmediatamente elsueño. En cuanto á los efectos terapéuticos,les creo muy limitados: los cirujanos han re-husado un procedimiento anestésico de unempleo tan difícil é incontestable, y no hayque dar crédito á las maravillosas curacionesreferidas en los periódicos que son órganosdel magnetismo. Sin embargo, creo que enciertos casos, practicado con moderación elmagnetismo, puede tener una incontestableeficacia. En efecto, me ha parecido que enciertos individuos histéricos ó neuróticos ha-

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    bia una remisión notable en los síntomas des-pués del sueño artificial. Mujeres que no ha-bian dormido hacia mucho tiempo, despuésde una sesión de hipnotización han podidogozar de un sueño reparador, y esta mejoríapersistía durante algunos dias. Me ha pareci-do que volvía el apetito, que la agitación inte-lectual habia disminuido, y que eran menosintensos los dolores erráticos. Sé demasiadocuan difícil es la observación, para asegurarque no me he equivocado; pero creo que losresultados son suficientes para animar á losmédicos á que hagan algunos ensayos sobreeste asunto tan interesante y desgraciada-mente tan poco conocido.

    (Concluirá.)CARLOS RICHET.

    LA REPÚBLICADE LOS

    ESTADOS-UNIDOS DE AMÉRICA.

    IX.

    El conflicto anglo-americano.—La guerra deespada (Continuación). —La crisis y el recono-

    cimiento de la independencia.

    Señores: Los años críticos del período deverdadera guerra allende el Atlántico son el78 y el 81. En aquel tienen efecto, como ya hedicho, varios gravísimos hechos que inclinanla balanza del lado de los Estados-Unidos. Enel segundo, las cosas se ponen ya de tal suer-te, que solo á milagro hubiera podido atribuir-se la feliz salida de Inglaterra de su desesperado empeño. Así y todo, antes de llegar á laplena consagración del éxito alcanzado porlos americanos, pasaron dos largos años deparalización, reservas y tentativas en ordenbien distinto al de la sumisión de los rebeldestrasatlánticos.

    De los hechos á que antes aludí, el másimportante y trascendental fue sin duda elapoyo prestado, primero, directamente porFrancia, y después, de un modo indirecto,por España (ligada á aquella por el Pacto defamilia) á la insurrección americana. He in-dicado que en este apoyo habian pensadosiempre los insurgentes (como se ha llamadosiempre á todos los patriotas de entrambasÁméricas), al punto de que el viaje de su pri-

    mer comisionado, Silas Deane, á Francia sehiciera cerca de tres meses antes la famosafecha del 4 de Julio de 1776. Pero es preciso re-conocer que entonces, y aun después cuandoá fines de aquel mismo año se agregaron áSilas Deane, el septuagenario Franklin y Ar-thur Lee, con un carácter más oficial y acen-tuado, los americanos resistían en cierto mo-do una ayuda por parte de la enemiga tradi-cional de Inglaterra en contra de la MadrePatria. Sus pretensiones se limitaban al re-conocimiento de la independencia y á obtenerrecursos metálicos y medios de guerra. Porbien distinto motivo, el Gobierno francés, bajola inspiración de Mr. de Vergennes (que siem-pre habia visto claro que la cuestión ameri-cana seria una cuestión fatal para la GranBretaña), propendía á limitar á esto mismosu auxilio. Pero las circunstancias y la lógi-ca de las cosas sacaron el negocio de estostérminos.

    Los rigores desplegados por Inglaterraallende el Océano; los compromisos creadospor la guerra de parte de los insurrectos enlos dos años 77 y 78; los progresos realizadospor aquella, dado que los ingleses en rigorno salían del litoral de Nueva Inglaterra, que-dando de hecho el interior en poder de losamericanos; la furia que se apoderó del Rey,del Gabinete y del Parlamento británicos; latorpeza y el mal tono del petulante embajadorde Inglaterra en Versalles (lord Stormont);la gracia de Franklin y las inmensas simpa-tías que, por el contrario del inglés, éste des-pertó en todas las clases sociales de Francia;la intervención de Lafayette y otras circuns-tancias aún de menor monta, llevaron comopor la mano al Gobierno francés á firmar en6 de Febrero de 1778 un doble tratado de co-mercio y de alianza defensiva con los Estados-Unidos,—ésta para en el caso de que el reco-nocimiento explícito de la independencia délosamericanos por parte de Francia produjerauna guerra con la Gran Bretaña. En todo ca-so, esta alianza debia tener por objeto: «man-tener la libertad, soberanía ó independenciaabsoluta é ilimitada.de los Estados-Unidos, asíen materias de gobierno como de comercio.»

    Para dar tan gravísimo paso, Francia ha-bia esperado un hecho de armas tan impor-tante como la victoria dicha de Saratoga, ob-tenida por el insurgente Gates sobre el generalBurgoyne á mediados de Octubre de 1777; su-ceso que produjo honda sensación, lo mismoen Francia que en Inglaterra. Aquella vio ental acontecimiento la seguridad de que la re-

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    conciliación de la Madre Patria y las coloniasanglo-americanas era ya imposible, y le fuefácil echar sus cálculos y tomar una reso-lución sin el temor de quedar en descubiertoy comprometida por una imaginable inteli-gencia de los actuales beligerantes. Inglaterra,á su vez, se detuvo un momento y entrevio eléxito desgraciado de su campaña.

    El resultado inmediato de los tratados deFebrero fue el envío de una escuadra francesade 12 navios y seis fragatas, al mando del al-mirante Conde de Estaing, á las costas de laAmérica septentrional, y además el préstamode 3 millones de libras hecho por el Gobiernofrancés al harto necesitado Congreso norte-americano. Con la escuadra pasaron á Amé-rica Silas Deane y Mr. Girard, éste en con-cepto de embajador de Francia, quedando enEuropa los demás comisarios, junto con JohnAdams, para expedir patentes de corso, reali-zar las capturas hechas por este concepto, ycuidar, en fin, del aprovisionamiento militarde los rebeldes.

    Como era natural, el Gabinete francés co-municó á los demás de Europa su resoluciónde reconocer y amparar la independenciaamericana; pero esto lo hizo respecto del Go-bierno británico en términos cruelmente iró-nicos, que provocaron inmediatamente la re-tirada del embajador inglés de Versalles, y ápoco la declaración de guerra por parte de laGran Bretaña á su eterna enemiga.

    La oportunidad de participar aquel acuer-do á Inglaterra no fuó por cierto la más feliz.El país comenzaba á cansarse de la guerra:la opinión liberal, excitada por hechos tangraves como la suspensión del Habeas Corpusrespecto de todo aquel á quien se considerasesospechoso de simpatizar con los insurgentes,ya hacia escuchar de vez en cuando sus pro-testas; el elocuentísimo Chatam abandonabael lecho del dolor para proponer, á fines deMayo de 1777, que se suspendiese la guerra,reconociendo por completo á los americanosel derecho de disponer de su dinero; Fox enla Cámara de los Comunes, de donde se ha-bian retirado protestando por causa de lossucesos de América los wighs dh'igidos porel Marqués Rockingham, daba la voz de alar-ma, gritando: «Nuestras libertades están enpeligro;» y el mismo jefe del Gabinete, lordNorth, comenzaba á perder la calma y aunla confianza en el término de la empresa, mur-murándose que aquel hombre político deseabadejar el puesto. El suceso de Saratoga llevóal colmo la inquietud.

    El 17 de Febrero de 1778 el Gobierno britá-nico proponía á los Comunes dos bilis dichosconciliatorios. El primero se titulaba «Acta des-tinada á separar todas las dudas y las apren-siones en lo que concierne á la imposición detributos á las colonias por el Parlamento dela Gran Bretaña.» Por él quedaban abolidostodos los impuestos, el del té inclusive, esta-,bleciendo para lo sucesivo que ni el Rey ni elParlamento impondrían derecho ni tributoalguno sobre las colonias americanas, excep-tuando los necesarios al régimen del comer-cio, y éstos á condición de que su importe ha-bria de invertirse en los gastos de las coloniasmismas que los satisficiesen.

    El segundo bilí tenia por objeto autorizarel nombramiento de comisarios encargadosde tratar con los insurgentes y de hacerlestodas las concesiones posibles, como revocartodos los bilis posteriores á 1763 y renunciará toda contribución, siempre que aquellosprescindiesen de la independencia. El llj>deMarzo entrambos bilis eran promulgados, yá poco salían para América los comisarioslord Carlisle, William Edén y Georgé Johns-tone.

    El mero hecho de ser presentados aquellosbilis era un triunfo para la causa americana.Aquellos regimientos de que soberbiamentehablaban los petulantes empleados de Ultra-mar eran impotentes para reducir una insur-rección que tenia de su parte el derecho y elentusiasmo de un pueblo. Ya el mismo lordNorth no esperaba á que América se «proster-nase» para tratar con ella. En realidad Ingla-terra vacilaba.

    v1|Le estaban reservados trances más amar-gos. El 11 de Marzo, como he dicho, obteníanla sanción regia los bilis conciliatorios, y el 13el embajador de Francia, Marqués de Noai-Ues, por medio de una nota ponia en conoci-miento del Gobierno británico el tratado dealianza y comercio franco-americano. «Es deesperar—decia—que S. M. británica, animadade los mismos sentimientos de paz y concor-dia, quiera evitar todo lo que pudiera alterarla buena armonía y que particularmente to-mará medidas efectivas para que nada inter-rumpa el comercio entre los subditos de S. M.y los Estados-Unidos de América.»

    El Parlamento se extremeció é hizo unamoción enérgica al Rey, ofreciéndose á man-tener el honor de la corona. La guerra se pre-paró en la conciencia de todos; pero el 7 deAbril el Duque de Richmond se atrevió ya áproponer á la alta Cámara que suplicase al

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    Rey la retirada de sus tropas y de la escuadrade América y el reconocimiento de la inde-pendencia de las Colonias levantadas.

    Yo, señores, tengo al gran Chattam por elorador político más insigne de los tiemposmodernos, y me admiran lo indecible todos ycada uno de sus soberbios discursos; pero nohallo en ninguno de ellos el movimiento, lafiereza, la elocuencia, de que es acabadísimamuestra la brillantísima oración que pronun-ció con este motivo y cuyos últimos acentosse confundieron con los primeros hipos de laagonía. Para Chattam habia habido tres pen-samientos: traer á la vida política inglesa laburguesía y el nuevo espíritu que habia deinformar la gran Revolución con que amane-ce la Edad contemporánea; mantener unagrande y perfecta intimidad con las Coloniasinglesas, sobre todo con las de América; per-severar en la oposición á Francia hasta con-seguir la ruina de esta formidable rival. Heexplicado de sobra antes de ahora el sentidode cada una, de estas grandes ideas y ya creohaber demostrado como la rivalidad de Fran-cia ó Inglaterra en la conciencia áe Pitt no sereducía á un miserable celo de prepotencia, áuna indigna preocupación del terruño. Fran-cia era el viejo régimen: Inglaterra la Revo-lución, i Y feliz el gran eomoner que podia unirsentimientos tan profundos y nobles como elamor á la patria y la pasión por la libertad yel progreso!

    Pero—¡menguada suerte!—las cosas se ha-bían dado de tal modo que el triunfo del go-bierno personal de Jorge III parecía asegura-do: la guerra de Aníérica era la pasión y hastael compromiso de honor de Inglaterra, y al finFrancia venia á la arena sirviendo la causade la justicia y aprovechándose de los descu-biertos en que la torpeza de los torys habiadejado á la Gran Bretaña! ¡Qué terrible situa-ción la de Pitt! Todas las siniestras prediccio-nes se cumplían: todos sus trabajos venian átierra: todas sus esperanzas volaban.

    Devorado por la gota, envuelto en franela,incapaz ya para sostenerse con su célebremuleta, y apoyado en su hijo Guillermo y ensu yerno, lord Mahon, el gran Chattam apare-ce en Westminster. «¡Jamás, jamás—grita—consentiré en privar de su más bella herenciaá un descendiente de la casa de Brunswick,á un heredero de la Princesa Sofía!... ¿Caere-mos de rodillas ante la casa de Borbon? Cier-to, señores, que esta Nación no es ya la queera. Un pueblo que hace diez y siete años erael térro? del mundo ha descendido al punto de

    decir'hoy á su enemigo inveterado: «tomacuanto tenemos, pero danos la paz.» No. ¡Im-posible! No ataco á nadie, no pido el sitio denadie, no quiero asociarme á hombres que seobstinan en su error; pero ¡en nombre delcielo! es absolutamente preciso optar entre lapaz y la guerra. Si la paz no puede conservar-se sin perder el honor, ¿por qué no comenzarla guerra sin vacilaciones? Desconozco los •recursos del reino, pero estoy seguro de queson bastantes para mantener nuestros justosderechos. Señores, cualquier partido vale másque la desesperación. Hagamos al monos unesfuerzo; y si es preciso caer, caigamos comohombres.»

    A poco, Chattam caia desvanecido bajo unataque de apoplegía. La sesión se suspendió.Todos los lores acudieron en torno del granorador, que al fin, un mes después exhalabasu postrer suspiro, sin haber recobrado susfacultades desde el famoso discurso del 7 deAbril.

    En tanto los comisarios británicos llega-ban á América, solicitaban al Congreso, y so-lo obtenian la respuesta de que no era posiblediscutir nada fuera del supuesto de la inde-pendencia. La misión resultaba, pues, inútil,y al cabo los comisionados desalentados re-gresaban á Inglaterra en el otoño de 1778.

    En esta época ya la causa americana habiaavanzado considerablemente en el interior delos Estados-Unidos. Parecía como que la cues-tión del ejército y el problema de la constitu-ción política del país se resolvían favorable-mente. A instancia de "Washington, el Con-greso concedió á los oficiales la mitad de lapaga 'como retiro para después de la termi-nación de la guerra, y decretó que los alista-mientos se hicieran en lo sucesivo por todo eltiempo de la lucha con la Gran Bretaña.

    De otra parte, el 9 de Julio de 1778 se fir-maba en Filadelfia por los representantes delas 13 colonias los famosos trece. Artículos dela Confederación, aprobados ya por la mayo-ría de las legislaturas de los Estados particu-lares. Definíase, pues, una Nación. No tratoahora de examinar aquel documento, y mu-cho menos de ponerlo en relación con el an-terior de 4 de Julio de 1776. A su tiempo he dedecir lo oportuno de todos estos actos y mani-festaciones del espíritu político norte-ameri •cano hasta llegar á la Constitución del 89.Pero reconociendo ahora la diferencia de losartículos, conviene llamar la atención sobrela necesidad que les dio origen y sobre el tra-bajo que costó reducir á las 13 colonias á que

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    prestasen su adhesión. Porque es evidente quesin esos artículos, que vienen á ser la primeraCarta constitucional de los Estados-Unidos.,hubiera sido absolutamente imposible dar unpaso en el camino de, la independencia y de lalibertad de aquel país.

    Así y todo, no se piense que una vez pro-mulgados los Artículos de la Confederaciónfueron éstos cumplidos en todo su rigor y res-petados siquiera de un modo perfecto por to-dos los Estados. No. El espíritu particularistahacia verdaderas diabluras; y á pesar de laayuda de Francia, de. lag vacilaciones de In-glaterra y de todo cuanto favorecía la causaamericana, ésta volvió á correr serios peli-gros bajo el punto de vista de la irritación delas tropas, del cansancio del país, de la con-fusión de las cosas políticas, de la situaciónprecaria del Tesoro, etc. etc., resultado todoprecisamente de la actitud de los Estados par-ticulares. Así que bien puede decirse que entodo el año 79 y el 80 el verdadero enemigo dela independencia americana fue el partícula"rismo.

    Para que nada faltara on el período de lasfelicidades americanas, es decir en el año 78,temeroso el comandante general inglés de laescuadra y las fuerzas francesas que debianvenir á América ya de un momento á otro, ámediados de Junio, evacuó á Filadelfla con-centrándose sobre Nueva-York, y es naturalque la recuperación de la ciudad y la reinsta-lación en ella del Congreso (que el 6 de Agos-to recibió solemnemente allí al embajador deFrancia, Mr. Gerard) produjera no escaso en-tusiasmo entre los patriotas y gran efecto enlos mismos extraños. A poco, Washington,cuyo ejército no llegaba á la mitad del britá-nico, ataca á éste en Monmouth y obtiene elúnico triunfo que en todo el año se registra,así de parte de los patriotas pomo de los eu-ropeos; y en los primeros dias de Agosto lasescuadras francesa é inglesa se encuentran,y bien que la victoria no se decidiese por nin-guno de los combatientes, de hecho queda ne-gado el dominio que en aquellos mares veniaejerciendo la Gran Bretaña.

    Todo fue, pues, á' maravilla. Pero en el año79y parte del 80 se mostraron las cosas muy deotro modo. «Muchas personas alejadas del lu-gar de la acción,—escribía en los últimos diasde 1778 Washington,—y oyendo solo las noti-cias que más halagan sus deseos, creen que'la,'lucha ha terminado, y que organizar el Go-bierno y la marcha política es lo único quéfalta por hacer.» Los sucesos vinieron á pro-

    bar el error de tal creencia. El año 79 los in-gleses bajan á la Carolina, y por ende extien-den su esfera de acción, dando base á los par-tidarios que la Gran Bretaña tenia en los Es-tados del Sur para intentar una resistencia yuna organización hasta entonces imposible.Charleston cae en su poder en 1780, y el pa-triota Gates, el vencedor de Saratoga, es der-rotado y tiene que huir. La escuadra france-sa abandona las costas americanas, sustitu-yéndola con sus inconcebibles atrevimientosla escuadrilla patriota, que llegó á contarcon barcos como el Bonhome Richard, mon-tado por el legendario Paul Jones, que buscóá los ingleses en las aguas mismas de laMancha.

    El empeño de Washington en esta difícilépoca era evitar las batallas, sosteniéndose átoda costa en lugares como Westpoint, lo cualllegó á perjudicar un tanto su reputación. ¡Peroqué hacer con un ejército otra vez hambrientoé indisciplinado! «A menos que el Congreso—decia el ilustre general en 1780 á un miembrode éste—obre más resueltamente, y si los Es-tados no le revisten de los suficientes poderespara llevar á cabo los grandes objetos de laguerra, induciendo á unos y otros á procedercon más energía que hasta aquí, nuestra cau-sa está perdida, pues ya no es posible conti-nuar bajo el mismo pié que antes. Por noadoptar oportunamente, ciertas medidas, ópor el retraso con que se llevan á efecto, in-currimos eh gastos enormes sin obtener elmás mínimo beneficio. Mientras un Estadocumplimenta una orden del Congreso, otro laolvida, un tercero la ejecuta á medias, y to-doŝ üllos difieren en la forma, en el método óen la aplicación de los medios. Y mientras seproceda de estejnodx), sin aplicar un sistemaconstante, no podremos sacarla menor ven- ^taja, ni de nuestros recursos ni de los esfuer*zos que hagamos.—Esto, amigo mió, es ha»blar claramente á un miembro del Congreso;pero mi lenguaje, á la par qtíte&imistoso, es elde la verdad, y el resultado %e maduras reflexiones y de una continua observación. Yoveo una cabeza que vacila y que no sabe di*rigir como debiera; veo un ejército que sesubdivide en trece partes; y en fin, veo que envez de ser considerado el Congreso comt) elPoder supremo de los Estados-Unidos, cadacual se juzga solo dependiente de su Estadorespectivo. En una palabra; la autoridad d'elCongreso va debilitándose de tal suerte «JU3pronto dejará de inspirar el respeto que se< ..le debe como al gran Cuerpo representtotér?'''.'

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    de América, y temo las consecuencias que deello puedan resultar.»

    El mal, pues, estaba en la misma América,donde la depreciación del papel-moneda emi-tido desde Junio de 1775 á 1778 inclusive, habiallegado al punto de que (lo dice Mr. Laboula-ye) un fondista del Maryland, cuya cuentasubia á unos 3.600 duros, fuera pagado en me-tálico con 25 duros. Los Estados ni pagabanla deuda, ni entregaban sus impuestos al Con-greso, ni acudían al sostenimiento del ejérci-to, que durante las malas cosechas del 79 y 80,á las veces tuvo que apelar á las bayonetaspara no morir de hambre. Reproducíase, pues,aunque en otro grado y solo en cierto modo,el espectáculo tristísimo de los dos primerosaños de la guerra.

    Fuera de América las cosas iban bien paralos patriotas. Francia al cabo habia roto lashostilidades con Inglaterra; y España, á par-tir de Junio de 1779, se habia puesto del ladode aquella. La primera consecuencia fue elenvío á América de una nueva escuadra man-dada por el almirante Ternay, con 6.000 hom-bres de desembarco, á cuya cabeza iba Ro-chambeau, fuerza que arribó á Newport el 1.°de Julio de 1780. A poco vino un choque de In-glaterra con Holanda, á la cual no habíanpodido arrastrar ni Francia mostrándola losbeneficios que pudiera reportarla la caida desu rival en los mares, ni la Gran Bretaña'ha-ciendo valer el texto de tratados diplomáticosque aseguraban la intimidad de las dos Po-tencias. Desgraciadamente para esta, sobre-excitada por el comercio de armas y otrosefectos de guerra que los barcos holandeseshacían por los puertos de Francia, fueronatropellados á fines de 1780 varios buques delos Países-Bajos que navegaban en convoypor el Mediterráneo, y

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    al inglés á la defensiva; y por último, y estoera lo capital y lo imprescindible, que se favo-reciese al nuevo pueblo con un empréstito.

    El éxito más completo coronó los esfuerzosdel gran repúblico. A. fines de Agosto llegó álas costas de los Estados-Unidos el almirantefrancés De Grasse con 28 navios y 4.000 sol-dados. Luis XVI hizo un donativo de 6 millo-nesde libras, y la garantía del Gobierno francésprodujo que los Estados generales de Holandaadelantasen otros 10 millones, á condición deque el dinero dedicado al ejército americanofuese puesto desde luego en manos de Was-hington.

    Todo cambió. Mientras en el resto del mun-do peleaban rabiosamente y con varia suertefranceses, españoles, holandeses é ingleses,probando á cada instante la soberbia Albionla magnitud de sus fuerzas y la enormidad desus recursos, en América su causa ca.yó heri-da de muerte. El 16 de Enero los americanos,mandados por Morgan ganan la gran batallade Cowpens y las retiradas de Greene, favo-recidas maravillosamente por la temperaturay el desbordamiento de los rios, en todo el in-vierno de 1781, revisten el carácter de verda-deras victorias sobre el inglés' cansado y mal-trecho. Vence lord Cornwallis y lord Rawdonen Guildfort House y en Hobkir's Hill respecti-vamente en Marzo y Abril, pero de tal suerte,que sobre ser las pérdidas de los ingleses ma-yores, la desventaja de los patriotas se reduceá tener que retirarse lenta y ordenadamente,conservando su ejército íntegra la fuerza mo-ral, al punto de obligar en seguida á Rawdoná evacuar muchas localidades y puestos mili-tares. En Setiembre, de nuevo vencen losamericanos en Eutaw Spring, cerrándoseverdaderamente con esta batalla la campañade la Carolina que queda por los patriotas, sibien el inglés Leslie se mantiene aislado enCharleston hasta el 14 de Diciembre de 1782.El 30 de Setiembre de 1781 es atacado York-town (en Virginia) por los aliados, y el 19 deOctubre capitula lord Cornwallis. Todo el Surestá en poder de los americanos. El inglés seconcentra en Nueva-York, de donde no debiasalir sino para abandonar definitivamente á

    • los Estados-Unidos.Como ya he indicado, con el año 81 conclu-

    ye en rigor la guerra de América. El generalen jefe Sir Enrique Cliuton es sustituido enMayo por el general Carleton, que va á Amé-rica con el almirante Digby. Este, autorizadopara negociar la paz con los americanos,prescindiendo de los aliados (cosa que no lo-

    gró); el otro dispuesto á ordenar, como hizo,que por parte de los ingleses se suspendiesenlas hostilidades y no se excitase álos indios.Washington, empero, si bien limitó la acciónde sus tropas á reprimir los excesos de los in-dios, no por esto prescindió de los preparati-vos para una nueva campaña.

    En tanto se verifica un nuevo y trascen-dental progreso en el interior del nacientepueblo. El proyecto de los Artículos de la Cotí'federaeion votado por el Congreso en 15 deNoviembre de 1777 y aceptado en 9 de Juliode 1718 por la mayoría de los Estados particu-lares, al cabo venció, la resistencia que le opo-nían los pequeños Estados de Rhode Island,Delaware, Nueva Jersey y Maryland, y con lasanción de todos comenzó á regir como leypositiva, organizándose todo el país con arre-glo áella hacia el mes de Marzo de 1781. Apoco, y en su virtud, el segundo Congreso con-tinental se disolvía y era el egido el nuevo Con-greso de 1782.

    A tales progresos correspondieron de unmodo completo el de la opinión pública en In-glaterra y la nueva actitud de los poderes dela Metrópoli. Aquella mostrábase alarmadahasta lo indecible y decaído el ánimo del Mirnisterio, descompuesto el Rey y perturbadossus íntimos servidores, fue posible desde el 12de Diciembre de 1781 al 4 de Marzo de 1782 lapresentación al Parlamento de una serie demociones á la Corona en el sentido de retirarlas tropas de los Estados-Unidos reconociendola independencia del nuevo pueblo. A la penúl-tima (que logró ser votada)'habia contestado,el Rey que «tendría en cuenta la advertenciay totearía las medidasnecesarias, para resta-blecer la armonía entre la Gran Bretaña y lasColonias rebeladas.» Pero la oposición volvióá declarar á instancias de Connway que «laCámara miraría como enemigos de S. M. ydel país á cualquiera que aconsejase ó inten-tara continuar la guerra ofensiva en América,á fin de reducir á las Colonias por la fuerza.»

    Quince dias después caia el Gabinete Northy subían al poder los wighs, con el programadel reconocimiento de la independencia de losEstados-Unidos. La súbita muerte del presi-dente del nuevo Ministerio, lord Rockingham(ocurrida el 1.° de Julio), hizo que la direcciónde esta política tocase á lord Shelburne, susucesor, que envió á París á Mr. Oswald ylord Santa. Helena para negociar la paz conFranklin, John Adams, Laurens y Jay. El tra-tado se firmó el 30 de Noviembre; el 5 de Di-ciembre se anunció al Parlamento inglés; el 3

  • 14 REVISTA EUROPEA.—6 DE JULIO DE 1879. NÚM. 280

    de Enero siguiente quedaron establecidos lospreliminares de la paz en Versalles, entreFrancia, España e-Inglaterra, representadosrespectivamente par el Conde de Vergennes,el de Aranda y lord Santa Helena; el 3 de Se-tiembre se firmó también el tratado definitivoapareciendo como mediadores el Emperadorde Alemania y la Emperatriz de Rusia, y el 25de Setiembre de 1783 el ejército inglés evacuóá Nueva-York. Los Estados-Unidos se habíanemancipado de Inglaterra. ¡A cuánta costal¡Pero con qué, trascendentales efectosl

    Casi en los mismos dias en que se disolvíael segundo Congreso continental de los Esta-dos-Unidos, es decir, aquel que luchando contodo género de obstáculos y sin más poderque la fuerza moral habia dirigido la Revolu-ción americana desde 1775; casi en el instantemismo en que era elegido y se constituía elnuevo Congreso trasatlántico conforme á losArtículos de la Confederación, es decir, en 1782poco antes de las mociones presentadas alParlamento británico, decia el elocuenteBuriie:

    «Aún se nos hablará de los derechos porque hemos sostenido la guerra. ¡Excelentesderechosl ¡Oh! ¡Derechos preciosos! Precio-sos sin duda por lo caro que nos cuestan;preciosos porque Inglaterra los ha pagado conla pérdida de 13 colonias, cuatro islas, 100.000hombres y 1.750 millones. ¡Oh, maravillososderechos que han hecho jrerder á la GranBretaña el imperio de los mares, aquella gran-de y sólida superioridad que hacia al mundoplegarse delante de nosotros! Derechos inesti-mables que nos han quitado nuestro rangoentre las Naciones, nuestra importancia fue-ra, nuestra felicidad dentro; que han arrui-nado nuestra industria, nuestro comercio ynuestra navegación; que del más florecienteImperio han hecho la potencia más reduciday menos envidiable del Universo. Derechosmaravillosos que nos tomarán muy luego lopoco que nos queda.»

    Es imposible, señores, encontrar en la his-toria moderna otra lección más elocuente.Permitidme que os llame ligerísimamente laatención sobre este particular, ya que, comohabréis observado, en toda esta noche me helimitado á la pura relación de hechos.—Losucedido á la Gran Bretaña en esta época espara imponer á cualquiera, y para admirartambién la ley que no permite aquí en la tierraque la victoria seasiempredelmás fuerte. ¡Oh!Caidas las habido igualeá aun y superioíes.La de Luis XIV es tremenda; pero lo que cons-

    tituye la excepcional ejemplaridad del casti-go sufrido por Inglaterra es que la mano quecastiga su incomparable soberbia es precisa-mente la de aquellos mismos colonos que ellapretendía mandar como esclavos y aplastarcomo reptiles. Mas hay, señores, otra cosatan grande y tan fortificante como este he-cho. Lo he dicho muchas veces. Y es la buenavoluntad con que Inglaterra á la postre acep-tó la lección y el ánimo con que aplicó á suvida posterior y en beneficio del progreso yde la humanidad los resultados de aquellaterrible experiencia. Después de 1783, Ingla-terra no ha vuelto á los eriores del antiguosistema colonial.

    —RAFAEL M. DE LABRA.

    LA INTELIGENCIA DE LOS ANIMALES.

    La inteligencia de los animales es un temaque siempre ha interesado mucho á los espí-ritus filosóficos; pero este interés se ha hechotodavía mayor de algún tiempo á esta parte,con motivo de la significación que actualmen-te da al asunto la teoría de la evolución.

    El estudio de esta cuestión es de una im-portancia incontestable bajo el punto de vistacientífico, y de un modo puramente científiconos vamos á esforzar en hacerlo. Procurare-mos, cuanto sea posible, evitar el lado anec-dótico que ofrece, á excepción de los casosen que sea necesario citar algunos hechos tí-picos, para hacer comprender mejor los dife-rentes principios que sentemos. Y con el finde que el trabajo sea tan completo como debeser, buscaremos siempre las relaciones queexisten entre la inteligencia de los animalesy la del hombre.

    Como la inteligencia humana es la únicaque directamente conocemos, y al mismotiempo la del orden más elevado que conocela ciencia, de ella nos valdremos como térmi-no de comparación. Empezaremos, pues, porexponer e,n algunas palabras los principiosde psicología humana, de que habremos detener necesidad en el trascurso de este es-tudio.

    Citando nos hallamos en medio de una nu-merosa asamblea y dirigimos la vista en tor-no nuestro, experimentamos un número deimpresiones que seria difícil de contar. Estasimpresiones, en tanto que entran en la cor-

  • NÚM. 280. J. G. ROMANES.—LA INTELIGENCIA DE LOS ANIMALES. 15riente general de nuestra conciencia, consti-tuyen lo que se conoce con el nombre de per-cepciones. Supongamos que, después de cer-rar los ojos, se fija nuestra atención en el re-cuerdo de cierta percepción; por ejemplo, en elrecuerdo de un rostro dado; esta imagen inte-lectual deunapercepcion anterior, será lo quese llama unaidea. Y supongamos que analizan-do muchos de los rostros considerados, reco-nocemos que, aunque no haya dos completa-mente semejantes, existe, sin embargo, entretodos ellos cierto parecido general. Para lle-gar á este resultado, nuestra imaginaciónhabrá debido, al considerar aquella multitudde rostros, separar ó abstraer todas las cua-lidades esenciales de un rostro como tal: estaabstracción* de cualidades, hecha por nuestrainteligencia, constituirá lo que podemos lla-mar nuestra idea abstracta de un rostro engeneral, en oposición á nuestra idea concre-ta de tal ó cual rostro particular.

    Tenemos, pues, tres fases distintas: prime-ro, percepción inmediata; segundo, represen-tación ideal de los objetos particulares; terce-ro, concepción generalizada, ó idea abstractade cierto número de cualidades pertenecien-tes á toda una clase de objetos. Para mayorfacilidad, dividiremos la tercera fase en doscategorías: primera, ideas abstractas bastan-te sencillas para desarrollarse sin auxilio dellenguaje; y segunda, ideas- abstractas dema-siado complejas para desarrollarse sin ese au-xilio. Como ejemplo de idea abstracta de laprimera categoría, podemos tomar la idea delalimento. Esta idea se despierta en nosotrospor la sensación del hambre; y como se hallaen completa independencia del lenguaje, nocabe dudar de que es lo que se llama una ideaabstracta. En efecto, no es en ningún modonecesario que la idea del alimento que se nosocurre sea la de una especie determinada dealimento; por el contrario, la idea es ordina-riamente la de alimentación en general, yesta idea es la que ordinariamente nos llevaá buscar tal ó cual clase de alimento en par-ticular. Las ideas abstractas sencillas puedenformarse, pues, sin auxilio del lenguaje; poresto se hallan comprendidas en lo que se lla-ma la lógica de los sentimientos. Pero lasideas abstractas más complicadas no puedenformarse sino con el concurso de las pala-bras; se hallan, pues, comprendidas en lo'quese ha llamado lógica de los signos. Es fácilhacer ver de qué manera el lenguaje contri-buye á la formación de las ideas más abstrac-tas. Como vemos que á un gran número de

    objetos es común cierta cualidad, por ejem"pío, que son rojos, hallamos cómodo dar ünnombre á esta cualidad; y una vez hecho es-to, hablamos de una manera abstracta delcolor rojo, es decir, como si existiese inde-pendientemente de un objeto particular. Lapalabra rojo llega á ser, pues, el signo ó elsímbolo de una cualidad, considerada inde-pendientemente de todo objeto particular alque pueda pertenecer; y cuando hemos hechoesta abstracción simbólica para una cualidadsimple, tal como lo rojizo, podemos en segui-da combinarla con otras abstracciones sim-bólicas, y después, por nuevas combinacio-nes, llegar á los símbolos de cualidades cadavez más complejos, así como á cualidades ca-da vez más alejadas de la percepción inme-diata. Estos símbolos nos permiten, pues, re-montarnos cada vez más alto en las regionesde la abstracción; calculando con la ayuda designos verbales, pensamos en cierto modocon imágenes de las ideas; y si después decombinar estos signos de diferentes maneras,damos á los compuestos obtenidos así nom-bres distintivos, llegaremos á condensar enuna palabra, es decir, en un signo, un sentidomuy extenso. Así como los símbolos de quenos servimos en matemáticas expresan gran-des cálculos bajo una forma fácil, así en lasdemás clases de razonamientos los símbolosque llamamos palabras encierran, bajo unaforma abreviada, una significación muy lata.Basta estudiar á fondo ésta cuestión paraconvencerse de que es imposible atribuir de-masiado grande importancia á los serviciosque la palabra presta al pensamiento. Sin lapalabra, el pensamiento no podría elevarsepor encima de las ideas abstractas más sen-cillas, mientras que con la palabra podemosrepresentar las cualidades y llegar, en fin, ácomprobar que tenemos conciencia de nues-tra propia conciencia.''

    He aquí, pues, la clasificación de las ideas:ideas simples, ó ideas de percepciones parti-culares; ideas abstractas, ó ideas de cualida-des genérales; subdivisión de esta segundaclase en ideas que pueden desarrollarse porsentimientos sencillos, é ideas que no puedenserlo más que-con ayuda de signos.

    En cuanto á las ideas, nos bastará añadirque son las unidades psicológicas que formanel tejido intelectual. Constituyen su ciertomodelo, la primera materia del pensamiento,materia que puede trasfornaarse, por la facul-tad reflexiva en diferentes productos de laimaginación. Una vez formadas, tienen la pro-

  • 16 REVISTA EUROPEA.—6 DE JULIO DE 1879. NÚM. 280

    piedad esencialde presentarse por series, detal suerte, que una idea atrae á otra con la queantes ha estado unida. Este principio de la aso-ciación délas ideas, tal como se manifiesta enlas últimas unidades del tejido intelectual, esel más importante de todos los de la psicolo-gía; este es el principio que hace posibles to-das las facultades del espíritu; memoria, ins-tinto, juicio, razón, emoción, conciencia y vo-luntad.

    Ahora es cuando verdaderamente se pue-den estudiar los hechos de la psicología com-parada, y para hacerlo de una manera com-pleta, empezaremos por considerar lo quepuede llamarse la base fisiológica del espíritu.No se podrá dudar de que todos los actos de lainteligencia vayan acompañados de accionesnerviosas, ó para adoptar los términos ex-presivos del Profesor Huxley, de que la psico-genosis está invariablemente asociada á laneurosis. Hé aquí cuál es probablemente, encuanto podemos saberlo en el estado actualde la ciencia, la naturaleza de esta asocia-ción. El tejido nervioso se compone de doselementos, que son las células nerviosas y lasfibras nerviosas. Las células nerviosas estángeneralmente reunidas en grupos que se lla-man centros nerviosos; de estos centros par-ten fibras nerviosas, viniendo otras á ter-minar en ellos. Estas últimas conducen alascélulas del centro nervioso, los estimulantesó impresiones; y cuando las células recibenasí una impresión, producen una descarga deenergía nerviosa que, recorriendo las fibras-que parten de las células, se comunican conotros centros nerviosos, con los músculos.Así es como entre los centros nerviosos se es-tablece la armonía y conducen ó enlazan laacción de los músculos que dirigen. Este prin-cipio fundamental de la neurosis es el que losfisiólogos llaman principio de acción refleja;para manifestarse, no necesita mas que unnervio aductor, un centro nervioso y un ner-vio abductor, cuya unión constituye lo que sellama arco nervioso. Por otra parte, no es du-doso que en el tejido complejo del cerebro unarco nervioso no esté ligado á otro, y éste áun tercero y así sucesivamente hasta lo infini-to; es también casi cierto que á los actos delpensamiento acompañan descargas nervio-sas, que se producen ya en un arco ya en otro,segun la excitación producida en el centronervioso respectivo por la descarga de algunode los Qtros arcos nerviosos con los que puedaestar en contacto ó relación. Además, es pro-bable que, á medida que una descarga nervio-

    sa se reproduzca con frecuencia en un grupodado de arcos nerviosos, á las siguientes des-cargas les será mucho más fácil seguir losmismos caminos, facilitándose así la comuni •cacion de las descargas sucesivas. Así el prin-cipio fisiológico de la acción refleja nos ofrecesin duda el lado objetivo del principio psicoló-gico de la asociación de las ideas. En efecto,puede admitirse que una serie de descargasque pasen por el mismo grupo de arcos ner-viosos, siempre serán seguidas por la produc-ción de una misma serie de ideas; y también,que el anterior pasaje por un grupo dado dearcos nerviosos, haciendo más practicable lacomunicación, dará por resultado que las des-cargas subsiguientes recorran el mismo ca-mino siempre que tengan el mismo origen.Esto sentado, se desprende, que la tendenciade las ideas á presentarse aun en el mismoorden que antes se habían presentado, no esdespués de todo más que la expresión psicoló-gica del hecho fisiológico, de que las líneas dedescarga refleja se han hecho cada vez máspracticables por el uso. Así se ve que el prin-cipio más fundamental de la psicología, el dela asociación de las ideas, no es más que unaexpresión anversa del principio fundamentalde la neurología, el de la acción refleja. Peroaquí es necesario tener presente una rectric-cion importante. Ninguna acción refleja ónerviosa va nunca acompañada por la idea-ción. En el hombre, por ejemplo, las accionesreflejas, cerebrales, son las únicas acompaña-das de ideas; y se puede creer que en su ma-yor parte no van acompañadas de ideaciónconsciente, porque el análisis prueba que lasúnicas descargas cerebrales acompañadas deideas ó de cambios de conciencia, son aque-llas cuya producción es relativamente monosfrecuente, y cuyo paso es, por consecuencia,relativamente más lento. A medida que unacto se hace habitual, va siendo menos nece-sario que tengamos conciencia de su realiza-ción; entonces decimos que éste tiene efectoautomáticamente y sin la intervención delpensamiento. De aquí resulta el importantehecho de que la conciencia se manifiesta so-lamente cuando las acciones reflejas cerebra-les siguen caminos monos trillados, y que porconsiguiente las descargas cerebrales queempezaron por acompañarse de ideas defini-das,, pueden, renovándose frecuentemente,dejar de ser acompañadas de ninguna. Es dela mayor importancia comprobar este hecho,porque en él estriba la explicación del origende muchos instintos de los animales. Estos

  • NÚM. 280. J. ROMANES.-f-LA INTELIGENCIA DB LOS ANIMALES. 17

    instintos han debido empezar por tener un ca-rácter inteligente; pero los actos que ellos de-terminaban, habiéndose repetido continua-mente durante toda una serie de generacio-nes, se han trasformado al fin en acción re-fleja, puramente mecánica, y así tienen ahorael carácter de actos puramente automáticos óde instintos ciegos. A propósito de este asun-to, hé aquí una experiencia curiosa. El doctorAlien Thomson hizo nacer pollos sobre unaalfombra, y en ella los- dejó durante muchosdias. Los tales pollos no han mostrado incli-nación alguna á escarbar, porque la estimu-lación ejercida por la alfombra en la plantade sus patas tenia un carácter demasiadonuevo para despertar el instinto hereditario;pero luego que Mr. Thomson arrojó un pocode arena sobre la alfombra, suministrándolesasí el estimulante conveniente ó habitual, in-mediatamente se pusieron á escarbar. Paralo que ellos sabían, tantas probabilidades te-nían de encontrar •granos en la alfombra conioen la delgada capa de arena puesta bajo suspies. Se podrían citar otros muchos ejemplosque demuestran que los animales adquiereninstintos por la frecuente repetición de actosinteligentes, lo mismo que el hombre, en lacorta duración de su vida individual, adquiereel instinto, por ejemolo, de ponerse su gorrode dormir; instinto que puede llegar á ser bas-tante pronunciado para afirmarse aun en elestado profundamente inconsciente de la mo-dorra apoplética.

    Podemos, pues, explicar todos los más com-plicados instintos de los animales como casosen que la inteligencia ha dejado poco á pocode funcionar. Pero por otra parle hay un grannúmero de los instintos más sencillos que se•han producido probablemente de una maneramás sencilla. Es decir, que por lo regular és-tos nunca han tenido el carácter de actos in-teligentes; pero desde luego se han manifes-tado bajo la forma de actos puramente acci-dentales, por los que el organismo se adaptóal centro en que se encontraba; después sehan adaptado por selección natural, y se handesarrollado en actos reflejos automáticos.Tenemos por ejemplo el acto por el cual uninsecto ó un animal inferior «se finge muerto»

    • en presencia del peligro. Esto no es un actointeligente, podemos estar seguros de ello,porque seria absurdo suponer qu« los insectospueden tener ideas tan abstractas como lasde la muerte y de su imitación consciente, yporque ademas M. Darwin ha hecho variasveces gran número de observaciones sobre

    TOMO XIV.

    este asunto,, sin que jamás haya podido ver enla actitud con que representaba la muerteningún parecido con la verdadera del mismoanimal. No hay que ver, pues, en este actomás que el instinto de quedar inmóvil, es de-cir, de no llamar la atención del. enemigo; yfácil es ver que este instinto ha podido des-arrollarse por selección natural síh haber sidonunca un acto inteligente. Los individuos me-nos dispuestos á huir ante sus enemigos, seconservan mejor que los que llaman la aten-ción con sus movimientos.

    Tenemos, pues, que los instintos de los ani-males pueden originarse de dos diferentesmaneras: pueden Ser el resultado de actosprimitivamente inteligentes, pero que llega-ron á ser automáticos por su frecuente repe-tición; y pueden provenir de que el animalmás á propósito para resistir sobrevive á losdemás y perpetúa así actos que, aunque nun-6a hayan sido razonados, han prestado ser-

    •vicio, sin embargo, á los animales que por ca-sualidad los ejecutaron desde el primar mo-mento. Añadiremos por otraparte, que aunquebajo el punto de vista psicológico haya unagran diferencia entre estas dos especies deinstinto, no la hay bajo ej punto de vista flsio"lógico; en efecto, bajo este último punto devista, las dos son únicamente la expresióndel hecho de que células nerviosas y ñbrasnerviosas especiales están destinadas á eje-cutar sus actos reflejos automáticamente, esdecir, sin intervención de la inteligencia.

    Esto es lo que entendemos por base fisio-lógica del espíritu; y antes de pasar á otrapar^ del asunto, queremos hacer ver que elreconocimiento del hecho incontestable de laexistencia de tal base, no es precisamenteuna declaración de materialismo. La existen-cia de relaciones intimas entre lo» fenómenospsíquicos y los físicos, no podría ponerse enduda un solo instante; pero en cuanto á lanaturaleza de estas relaciones, la ciencia seve obligada á confesar que es actualmentedesconocida, y en cuanto es posible juzgarlaen el presente estado de cosas, que se halladestinada á permanecer desconocida'siempre.La ola siempre agitada de la inteligenciaavanza desde el principio de los siglos, inva-diendo por todos lados las escarpadas riberasdel por qué; pero en la línea de unión del es-píritu y de la materia se eleva, como una rocainaccesible, un gran misterio, y eii 1» oscuri"dad que le envuelve, oimos la voz de la ver-dadera filosofía que nos grita: «tú llegaráshasta aquí, pero no más lejos, y tus ondas

    2

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    orgüllosas sé detendrán ante esa barrera.»; Pero pasemos ahora al estudio de la psico-logía, comparada. Los primeros animales enlos que podemos estar seguros de que la ac-ción refleja va acompañada de ideaccion, sonlos insectos. En efecto; M. Darwin ha com-probado que las abejas recuerdan la posiciónde las flores que han sido visitadas solamentecarias veces, aun cuando estuvieran ocultas,por casas situadas entre ellas y la colmena, ópor otros obstáculos. Sir Johon Lubbock tam-bién ha hecho ver que, según corto numero deexperiencias individuales, las abejas llegan aestablecer una relación definida entre ciertoscolonos, en el papel y en su alimento; y hastaque un limitadísimo número de lecciones bas-ta para que una aveja aprenda el camino quedebe seguir cuando quiere salir de un frascode vidrio.

    Estas observaciones parecen probar queciertos articulados poseen un grado de inteli-gencia superior al de los vertebrados inferió*res. Aún no habrán olvidado muchos la expe-riencia en virtud de la cual el profesor M. Mo-bius ha demostrado que un sollo necesita tresmeses para establecer una asociación de ideasentre ciertos pescados de que se alimenta ysu protección por una pared invisible. Enefecto, un sollo encerrado en un vivero, em-pezó desde el primer momento á chocar con-tra una pared de vidrio que le cerraba el ca-mino, cuantas veces trataba de coger los gu-bios colocados al otro lado de la pared. Nece-sitó tres meses para.establecer en su cerebrola asociación de ideas necesaria para com-prender que sus esfuerzos eran inútiles, de-dejando entonces de renovarlos. Quitada laplaca de vidrio, la asociación de ideas, arrai-gada ya en el cerebro del sollo, no salia de él,pues aunque con ansia devorase todas las de-más especies de pescados, respecto á los gu-bios no volvió á mostrarse hostil. De aquí sededuce q-ue si un sollo tarda mucho en formarsus ideas, aún es más lento para perderlas,pareciéndose en esto á muchos miembros res-petables de una raza superior que inviertenla mitad de su vida en asimilarse las antiguasideas de sus antepasados, y la otra mitad enconsiderarla como las únicas verdades posi-bles. Ellos tampoco conocen cuando la manode la ciencia hace desaparecer una barrerade cristal.

    En cuanto á la asociación de las ideas enlos animales vertebrados superiores, bastaráañadir que en todos ellos, como en el hombre,la base de la psicología es el principio de que

    en los más inteligentes las asociaciones delas ideas se forman rápidamente, y, una vezformadas, son muy persistentes; y que, en fin,dentro de los límites en que ella se extiende,la ideación de los animales está sometida álas mismas leyes que la del hombre.

    Natural es ahora preguntar hasta dóndellega la ideación del animal. La respuesta esmuy sencilla, por más que la pregunta seformule ordinariamente bajo una forma erró-nea en absoluto. Díeese por lo general, quelos animales no tienen la facultad de la abs-tracción, y que por consiguiente, la diferen-cia que hay entre la inteligencia del animal yla del hombre, consiste en que los animalesson incapaces de formar ideas abstractas.Pero este es un gran error. No debe olvidarsela distinción que al principio hemos hecho en-tre las ideas abstractas que pueden desper-tarse por simples sentimientos, tales como elhambre, y las ideas abstractas que no puedendesenvolverse sino con auxilio de la palabra.Si se tiene en cuenta esta distinción, se reco-nocerá que la única diferencia entre la inteli-gencia del animal y la del hombre, consisteen que la del animal es incapaz de producirideas abstractas, cuya formación depende dela facultad de hablar. En otros términos, losanimales son tan capaces como los hombresde formar ideas abstractas, si se entiendencomo abstractas las ideas generales de lascualidades, que por su sencillez no necesitanser fijados con nombres. Por ejemplo, si ve-mos un zorro en un corral, no podemos dudarde que haya sido impulsado por el hambre áintroducirse en un lugar donde él tiene la ideageneral de que ha de encontrar muchas cosasbuenas, del mismo modo que nosotros podría-mos sentirnos impulsados por un motivo igualá entrar en una fonda.

    Es indudable que los animales tienen con-cepción general de las ideas de causa y efecto.Y así se explica el que un perro que se asus-taba mucho de la tormenta, oyendo cierto diael ruido producido al echar sobre el suelo demadera de un desván una gran cantidad demanzanas, cuya fruta ocasionaba en su pro-longada caida un rumor bastante parecido aldel trueno lejano, se sintió acometido de ter-ror; pero luego que se le llevó á ver en quéconsistía y conoció la verdadera causa delruido, recobró su ordinaria tranquilidad. Otroperro, al cual se le habia acostumbrado á ti-rar por el aire huesos viejos, como si tuvie-ran vida y movimiento, cierto dia, en que porhacer una experiencia, se le arrojó un hueso

  • NúM. 280. a. J. ROMANES—LA INTELIGENCIA DE LOS ANIMALPS.' 19

    atado con hilo casi imperceptible, y despuésde dejarle jugar con él de un lado para otro,desde lejos se tiró del hilo suavemente pararetirárselo, al apercibirse de que el hueso semovia solo realmente, corrió á refugiarse ba-jo un sofá, en actitud de observación y comohorrorizado de lo que veía. Pues todavía sele infundió mayor espanto arrojándole al sue-lo pompas de jabón que rodaban en torno su-yo. Una vez tuvo valor para acometerlasechándolas la pata; pero al verlas desvane-cerse, huyó sobrecogido por la misteriosadesaparición. Y de otro modo se le causó tam-bién horrible miedo: llevándole á una habita-ción, donde sin pronunciar palabra, se pusosu dueño á hacerle toda clase de gestos. Seaterrorizó por lo inusitado que hallaba enuna conducta tan poco conforme con susideas generales de uniformidad en materiade psicología. Es verdad que la misma expe-riencia se ha repetido con otros perros menosinteligentes, sin obtener más resultado queel de que se pusieran á ladrar.

    Las operaciones intelectuales de los ani-males no pueden en absoluto distinguirse delas nuestras. En efecto, después de haber pro-bado, como se acaba de ver, que los animalesposeen la facultad de la abstracción, vamos ádemostrar que tienen igualmente las faculta-des de juicio y de razón. Un amigo nuestro,el Doctor Rae, viajero y naturalista muy co-nocido, observó en las Orcades un perro quetenia la "fcostumbre de ir cada quince dias ála iglesia con su amo. Para esto, se veja obli-gado á cruzar nadando un estrecho de kiló-metro y medio de anchura, y antes de arro-jarse al agua, caminaba por la ribera más deun kilómetro en dirección al Norte cuando lamarea subia, y descendiendo hacia el Surcuando bajaba, calculando casi siempre ladistancia á fin de arribar á punto al sitio máscercgíio de la iglesia. Añade nuestro amigoen su carta: «Siempre me he preguntado có-mo podría arreglarse el perro para calcularla fuerza de las grandes y pequeñas mareasy sus diversos grados de rapidez, para tomarla dirección que precisamente necesitaba.»

    Respecto al juicio, la misma autoridadcientífica nos suministra notables ejemplos.Mr. Rae, que quería cazar algunos zorros ár-ticos, habia colocado lazos de varias clases;pero como su experiencia anterior habia en-señado á los zorros á conocer los lazos, nin-guno dio buen resultado. El Doctor tendió,pues, un nuevo lazo que nunca habia usadoen aquella región, y que solo consistía en una

    carabina cargada puesta sobre un apoyo conla puntería dirigida al cebo, el cual se hallabaatado con bramante al gatillo de la carabinade manera que al tirar del pedazo de carne elzorro hacia salir el tiro, causándose él mismola muerte. La carabina estaba colocada á ladistancia de unos 20 metros del cebo, y el bra-mante estaba oculto por la nieve en casi todasu longitud. Este lazo mató un zorro, pero fueel único* pues desde aquel momento los zor-ros recurrieron á dos medios para coger elcebo sin peligro. El primero fue roer el bra-mante cerca del gatillo por el sitio en que sehallaba al descubierto; el segundo consistióen abrir en la nieve un camino subterráneoperpendicular á la línea del tiro, de tal suerte,que á pesar de dispararse la carabina no re-cibian los zorros el tiro, porque el cebo eraextraído por debajo de su dirección antes quela tensión del bramante fuese suficiente paraproducir el disparo. Estos dos medios com-prueban una facultad que bien merece el nom-bre de razonamiento, y en muy alto grado ennuestra opinión. El camino abierto por los zor-ros, dice M. Rae, era siempre perpendicular

  • 20 REVISTA, EUROPEA.-1^BE JULIO DE 1879. NÚM. 280

    Sie el segundo, no obstante la tentación delcebo, había estudiado con detenimiento la ca-rabina antes dó ponerse á cortar el bramante.En fin, respecto á la zanja perpendicular á lalínea de tiro, Mr. Rae y uno de sus amigos,persona de entero crédito, observaron el he-cho un número de veces bastante crecido paraconvencerse de que la dirección dada era elresultado de la reflexión y no el efecto de lacasualidad.

    (Concluirá.)G. J. ROMANES.

    (Trad. de B. da la Loma.)

    ALFREDO TENNYSON.

    En el Norte del condado de Lincoln, muycerca de la estación de Bartneby, punto deempalme del ferro-carril de Nottingam á Hullcon los de Sheffleld y Doncaster á GreatGrinsby, y á 191 millas de Londres, hay un os-curo y humilde pueblecito, que á pesar de suinsignificancia está indudablemente llamadoá tener gran celebridad. En la parroquia deSomerby (1) no hay, que nosotros sepamos,ningún dolmen celta, ni sepulcros daneses, nicampamento.romano; no encierra en su re-cinto ningún notable monumento, ni se dio ensu jurisdicción batalla alguna famosa, y sinembargo, no faltarán viajeros de todos lospaíses que vayan á visitarla, y que experi-menten al llegar á ella una emoción tan pro-funda como la que se siente al entrar en unpueblo famoso en los fastos de la humanidad;una emoción tal vez tan profunda, y segura-mente más grata, que la que se experimenta-ría én Arbela, en Cannas, en Farsalia, enPoitiers, en Pavía, en Waterloo, y en los de-más lugares inmortalizados por la barbarieds los hombres. Y es que la humilde parroquiade Somerby es cuna de uno de los más gran-des poetas que ha habido jamás, un dulce éinspirado cantor, regocijo de las musas y de-licia de la humanidad, ¿Qué importa que elaguilucho nazca en pobre nido rodeado de pe-ñascos, en alguna lóbrega hendidura de lamontaña? En cuanto le salgan las plumas, seelevará por los aires sobré las más altas cum-bres, irá á rozar con sus alas la bóveda azul,

    (1) Algunos escriben equivocadamente Summerby, yotros Somersby.

    y mirará frente á frente sin mover los párpa-dos, al fulgurante luminar del dia.

    Alfredo Tennyson es el tercer hijo de unclérigo anglicano, el rector de Somerby, y na-ció en esta parroquia en 1809, no en 1810 comose ha dicho equivocadamente. Su tio CarlosTennyson D'Eyncourt, hermano menor de supadre, fue un distinguido miembro del Parla-mento británico; y los hermanos mayores delpoeta, Federico y Carlos, el último de los cua-les ha tomado el nombre de Turner, han escri-to varios tomos de poesías, y todavía conti-núan publicando excelentes poesías sueltas.

    Poco espacio se necesita para referir lavida de Alfredo Tennyson. Su existeucia noha sido agitada é infeliz como la de Alfredode Musset ó la de Lord Byron, sino tranquilay serena como la del autor de El Paraíso per-dido. Así, y solo así, han podido desarrollarsesus maravillosas facultades. Lejos de arre-drarle el estudio de los hombres y de sus en-contradas pasiones, lo ha llevado tan lejos,más lejos quizá, que c íalquier poeta contem-poráneo; pero al mismo tiempo ha estudiadola naturaleza, ha conversado con ella, por de-cirlo así, seguro de que esta madre de todosnosotros tenia todavía innumerables secretosque revelar á la humanidad, á pesar de queantes que él, hombres como Shakspeare, She-lley, Pyron y Wordsworth habían conseguidocon su genio, con su elocuencia y con el infi-nito amor que la tuvieron, hacerla tan confia-da y comunicativa. Al obrar de ese modo Te-nyson h§a demostrado á todos los amantes delas musas el rumbo que deben seguir: pues noes el más grande de los poetas el que estudia,comprende y canta la naturaleza, ni el que lo-gra penetrar en el corazón del hombre y hacerel poema de la humanidad, sino el que reúnela cuidadosa observación y el- profundo estu-dio de ambas, humanidad y naturaleza, y sabemostrar las relaciones que existen entre unay otra. Esta irrefutable verdad ha guiadosiempre á Tennyson como un faro luminosoen su larga y gloriosa carrera; y como dice eleminente crítico Barnett Smith, desde queallá en sus juveniles años hizo el retrato deLilian con thebaby-rosesinher-checks, hastaque en la edad provecta ha pintado los pesa-res de la reina Ginebra, el Poeta Laureado nose ha dormido en la bu3ca del Santo Grial (1)de lo bueno, d© lo grande y de lo bello.

    (1) La b«sca 6 recuesta del Sanio aríal ó Oraal por lo»caballeros de la Tabla Redonda, ea el asunto de uno de losmejores poemas de Tennyaon, y el sexto de sus Idilio*«fe» Bey.

  • NÚM. 280. V. DE ARANA.—ALFREDO TENNYSON. 21

    Una notable prueba de la falibilidad de loscríticos ofrece la carrera de Alfredo Tenny-son. Afortunadamente, este no escuchó losvaticinios de muchos de' los que gozaban dereconocida autoridad en literatura, y que qui-sieron apagar la voz de este dulce cantor, porparecerles que sus cantos eran indignos dedejarse oir en las sagradas florestas del Par-naso. A pesar de tan desfavorables juicios,prevaleció en el corazón del joven la coafian-za, hija del genio y no de la vanidad, y el deli-cado poeta lírico de hace cuarenta años fuedesarrollando sus facultades hasta trasfor-marse en uno de los más grandes poetas idí-licos que el mundo ha visto hasta ahora. Co-mo al insigne Wordsw'orth, su predecesor enel honrosísimo puesto de Poeta Laureado, sele aseguró al principio de su carrera que soloespinas y abrojos le produciría el cultivo dela poesía, que debía dejarse á más privilegia-dos talentos; pero el hijo del rector de Somer-by no se separó del camino que se habia tra-zado, y con una serie de magníficas obras,destinadas á hacer las delicias de las futurasgeneraciones, como hacen ya las de esta ge-neración, ganó los laureles que adornan suaugusta frente, y que le fueron concedidoscon aplauso de la universalidad de sus com-patriotas.

    A los 18 años de edad Mr. Tennyson fue ála Universidad de Cambridge, famosa por losmuchos grandes hombres que han salido desus aulas. No pocas páginas necesitaríamospara mencionar solamente los más ilustres,entre los cuales se cuentan Milton, Byron,Dryden, Coleridge, Sterne, Bacon, Newton,Cronrwell, Pitt y Walpole. En la Universidadconoció á Arturo Hallan, hijo del célebre his-toriador; y la amistad de los dos estudiantesha sido inmortalizada en una obra de todosconocida en los países en que se habla la len-gua inglesa. Nuestro poeta hizo sus estudioscon brillantez. Todavía no se le habia confe-rido grado alguno, cuando en 1829, hallándoseen Trinity College, que es el principal colegiode la Universidad, obtuvo un premio de poe-sía, la medalla del Canciller, por su composi-ción titulada Timbuctoo, que constaba de unos250 Versos libres, y que se publicó aquel mis-mo año. Verdad es que, como dice BarnettSmith, obtener el premio de poesía inglesa yla medalla del Canciller no significa ser granpoeta ni adquirir fama de tal; con frecuenciasucede enteramente lo contrario.

    Algunos años después de salir de Cambrid-ge, Mr. Tennyson se