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491 Sancho rex sacerdos: “quedaron todos admirados y tuvieron a su gobernador por un nuevo Salomón” (II, 45) Gustavo Alejandro Waitoller Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso” (FFyL – UBA) A unque harto trabajado por la crítica, intentaremos analizar el corpus de capítulos correspondientes al Gobierno de Sancho a la luz del arquetipo del rex sacerdos. 1 Dos citas de nuestro recorte actúan a manera de clave de lectura y per- miten legitimar el punto de vista que propondremos. La instancia narradora profiere en una de ellas que: “Dice Cide Hamete, puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia (…)” (II, 50) mientras que en otro pasaje narra Y, así, en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los mesmos sucesos que la verdad ofrece, y aun estos limitadamente y con solas las palabras que bastan a declararlos; y pues se contiene y cierra en los estrechos límites de la narración, teniendo habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar del universo todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir (II, 45). A partir de ellas el texto deja abierto un haz de luz para discernir los alcances propuestos. En primer lugar, escudriñar los átomos de la historia conlleva el análisis de su lectura global pero también del detalle intencional puesto como al descuido. En segundo término, analizar lo silenciado, aquello que el moro “ha dejado de escribir”. En este sentido, sostendremos que en el gobierno de Sancho en la Ínsula Barataria se erige la figura de un rex sacerdos dentro de un espacio cerrado que actúa como palacio-monasterio. Allí, el escudero, al transformarse en gobernador, es tenido por todos como un “nuevo Salomón” (II, 45, 995), 1 El recorte de capítulos trabajados comprende los capítulos II, 42 a II, 54. Exceptuamos del análisis, por exceder el espacio propio de un congreso, los capítulos correspondientes a la historia de don Quijote y la dueña dolorida. Citaremos por la edición de Francisco Rico (Cervantes, 1998) colocando entre paréntesis parte, capítulo y página.

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Sancho rex sacerdos: “quedaron todos admirados y tuvieron a su

gobernador por un nuevo Salomón” (II, 45)

Gustavo Alejandro WaitollerInstituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso” (FFyL – UBA)

Aunque harto trabajado por la crítica, intentaremos analizar el corpus de capítulos correspondientes al Gobierno de Sancho a la luz del arquetipo

del rex sacerdos.1

Dos citas de nuestro recorte actúan a manera de clave de lectura y per-miten legitimar el punto de vista que propondremos. La instancia narradora profiere en una de ellas que: “Dice Cide Hamete, puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia (…)” (II, 50) mientras que en otro pasaje narra

Y, así, en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los mesmos sucesos que la verdad ofrece, y aun estos limitadamente y con solas las palabras que bastan a declararlos; y pues se contiene y cierra en los estrechos límites de la narración, teniendo habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar del universo todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir (II, 45).

A partir de ellas el texto deja abierto un haz de luz para discernir los alcances propuestos. En primer lugar, escudriñar los átomos de la historia conlleva el análisis de su lectura global pero también del detalle intencional puesto como al descuido. En segundo término, analizar lo silenciado, aquello que el moro “ha dejado de escribir”.

En este sentido, sostendremos que en el gobierno de Sancho en la Ínsula Barataria se erige la figura de un rex sacerdos dentro de un espacio cerrado que actúa como palacio-monasterio. Allí, el escudero, al transformarse en gobernador, es tenido por todos como un “nuevo Salomón” (II, 45, 995),

1 El recorte de capítulos trabajados comprende los capítulos II, 42 a II, 54. Exceptuamos del análisis, por exceder el espacio propio de un congreso, los capítulos correspondientes a la historia de don Quijote y la dueña dolorida. Citaremos por la edición de Francisco Rico (Cervantes, 1998) colocando entre paréntesis parte, capítulo y página.

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es decir, en el legendario rey veterotestamentario sabio, justo y pacífico que edificó un templo a pedido de su padre David. No podemos dejar de soslayar, en pos de nuestro análisis, la correspondencia que en el siglo XVI se estableció entre estos monarcas israelitas y el emperador Carlos V y su hijo Felipe, quien encarga la construcción del palacio, monasterio y templo de El Escorial por pedido de su padre con el fin de erigir un mausoleo para la familia real.

Ambos linajes ponen en práctica un programa político-religioso en donde, tanto los gobernantes descendientes de Judá como los Austrias mayores, comparten atributos del rex sacerdos. Los trabajos que los críticos literarios y los historiadores han publicado al respecto son asaz numerosos. A pesar de ello, nuestro aporte apunta a incluir en las parejas arriba señaladas a don Quijote y Sancho respectivamente. Se formarían así dos tríadas cuyos personajes paternales son David, Carlos V y don Quijote y sus herederos, Salomón, Felipe II y Sancho.2

Rastrear a través de los átomos y lo silenciado esta isotopía del rey sacerdote podría dar cuenta, no de una nueva lectura, sino de un elemento más que complemente lo señalado en investigaciones de otros críticos.3

Sancho es un personaje carnavalesco en un ambiente burlón. Lo pri-mero que llama la atención al lector es la mezcla que presenta su vestido de gobernador.4 Y no es casual la mixtura que presenta su vestimenta puesto que “los trajes se han de acomodar con el oficio o dignidad que se profesa” (II, 42, 968).

En este sentido, el sincretismo armas y letras que encuentra Redondo (1997, 456) como superador de este tópico cobra una nueva dimensión. En efecto, el duque anuncia al futuro gobernador que “Vos, Sancho, iréis ves-tido parte de letrado y parte de capitán, porque en la ínsula que os doy tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas. (II, 42, 968)”. Podríamos asociar entonces, las armas con el poder regio y las letras con el poder sacerdotal. Es decir, justicia y misericordia se hallan presentes simultáneamente, en un mismo personaje que posee un conocimiento onto-lógico de su persona y lo pone de manifiesto al decir: “vístanme (…) como quisieren que de cualquier manera que vaya vestido seré Sancho Panza”.

2 Nuestro trabajo limita su estudio a los Austrias mayores. Entendemos que Cervantes fue soldado en tiempos de Felipe II y escritor en tiempos de Felipe III. Los vínculos entre el texto y este último monarca son pertinentes pero exceden el espacio y el objetivo de nuestra ponencia.

3 Seguiremos particularmente los trabajos de Redondo (1997) y Peña Fernández (1997).4 El Tesoro de la Lengua Castellana o Española (Covarrubias, 1995, 752) menciona en la segunda

acepción de su entrada ‘mezcla’ “la contextura de diversas colores en los paños” y que es “juntar cosas diversas, que llama el italiano mesalanza” en su entrada ‘mezclar’.

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Y es precisamente ese autoconocimiento el que permitirá al personaje que no sabe el abecé y no puede manejar las armas que le dan –dos paveses atados cubriendo el pecho y su espalda– discernir cómo ser un buen gober-nador: “básteme tener el Christus en la memoria” (II, 42).

Sancho gobernará de este modo a imagen de Cristo, rey y sacerdote supremo, con ecuanimidad, justicia y misericordia. Según esta concepción cristomimética, para

la teoría policía de la época, el príncipe cristiano, era “una imagen de dios animada” o un “retrato de Dios en la tierra”. De acuerdo con el P. Ayala, predicador de San Benito el Real de Valladolid, Felipe II era un lugarte-niente de Cristo, pues “una cosa era ser Rey de tantos Reynos; y otra, ser Virrey de Christo: ser un Vicechristo en sufrir azotes y tribulaciones, y por este camino assegurava el partido de su salvación y reino eterno” (González García, 1999, 458).

No podemos dejar de observar al respecto la línea ascendiente de Cristo hasta los reyes sacerdotes Salomón y David. Tanto los personajes del Antiguo como del Nuevo Testamento tienen orígenes humildes al mismo tiempo que están construidos como servidores sufrientes (Peña Fernández, 2007, 253-254). David es un pastor devenido en rey mientras que Sancho reconoce que, si bien guardó gansos, en su tierra esto “no hace al caso, que no todos los que gobiernan vienen de casta de reyes” (II, 42, 970).

Es importante tener en cuenta que ni don Quijote ni Sancho son personi-ficaciones de los reges sacerdotes veterotestamentarios. Sin embargo, com-parten similitudes y diferencias con este arquetipo inherentes a la complejidad y multiplicidad de sentido propio del nuevo género que gestaba Cervantes y, en este sentido, no es menos cierto que en ambos puede leerse un ideal al que alcanzar que comparte caracteres regios y sacerdotales.

Un segundo elemento que coadyuva en la construcción del rex sacerdos se puede encontrar en los consejos que da don Quijote a Sancho en los capítulos II, 42 y 43. De todos ellos sólo el relativo a la comida no es tolerado por el escudero.5 No obstante, y a pesar de la tensión entre los excesos carnavalescos y las privaciones cuaresmales, Sancho cumple con el mandato de su amo hasta abdicar y esta renuncia no es otra cosa sino el resultado de la estricta sujeción a los preceptos de don Quijote.

5 La observancia del ayuno nos remite al soneto preliminar de 1605 donde se produce, quizá, uno de los puntos de animalización máximo de los protagonistas, cuando Babieca y Rocinante dialogan: “B. Metafísico estáis. / R. Es que no como. / B. Quejaos del escudero. / R. No es bastante. / ¿Cómo me he de quejar en mi dolencia, / si el amo y escudero o mayordomo / son tan rocines como Rocinante?” (I, Prel, 34).

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Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada.Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse (II, 42, 970).

Así, al irse de la isla, Sancho justifica su dimisión con las siguientes palabras:

Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos a andar por el suelo con pie llano, que si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda. Cada oveja con su pareja y nadie tienda más la pierna de cuanto fuere larga la sábana; y déjenme pasar, que se me hace tarde (II, 53, 1066).

Estos consejos de don Quijote a Sancho se inscriben en la larga tradi-ción de regimiento de príncipes que podemos encontrar en Erasmo (1516), Antonio de Guevara (1529) o Francisco de Monzón (1444) entre otros.6 Sin embargo, quisiéramos destacar que los consejos de don Quijote son un remedo de la tradición davídica. Justamente, la imagen antigua del rey de Judá –matador de gigantes, poeta, loco– se fue corriendo al llegar sus últimos días hacia la cuestión hereditaria (Gonzalo Sánchez Molero, 1996, 734-735). David es representado dando consejos en su lecho al joven Salomón y así, la propaganda imperial de los Austrias recurrió a este ejemplo sucesorio. Un tableaux vivant de 1556 con motivo de la abdicación de Carlos muestra este motivo (fig. 1).7

Como observamos, el texto que construye Cervantes permite desplazar la figura del rex sacerdos, a causa de lo que la crítica denomina la “quijotización de Sancho”, de la figura del caballero a la del escudero.

Un tercer elemento que quisiéramos destacar se produce en el mismo capítulo donde se menta explícitamente al rey Salomón. En el texto, además de esta referencia literal encontramos la invocación a Apolo (II, 45) que, si bien remite a los tópicos caballerescos –el carácter solar de los caballeros, la descripción del amanecer mitológico en el capítulo I, 2, la rodela de don Quijote–, en este contexto, señala también al monarca español quien tenía como uno de sus lemas “Iam Illustrabit omnia”8

6 Educación del príncipe cristiano, Reloj de príncipes, Espejo de príncipe Christiano respectivamente.7 Ver al respecto De la Cuadra Blanco (2005).8 Ver Gonzalo Sánchez Molero (1996, 738), y Mínguez (1996, 148).

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¿Oh perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del mundo, ojo del cielo, meneo dulce de las cantimploras, Timbrio aquí, Febo allí, tirador acá, médico acullá, padre de la poesía, inventor de la música, tú que siempre sales y, aunque lo parece, nunca te pones! A ti digo, ¡oh sol, con cuya ayuda el hombre engendra al hombre!, a ti digo que me favorezcas y alumbres la escuridad de mi ingenio, para que pueda discurrir por sus puntos en la narración del gobierno del gran Sancho Panza, que sin ti yo me siento tibio, desmazalado y confuso (II, 45, 991).

Si bien es verdad que el símbolo solar no es exclusivo de la casa de los Austrias no es menos cierto que la imagen del carro de Apolo refiere a Felipe II a partir de los años 1554, cuando contrae matrimonio con María Tudor o de 1555, al momento de conocer la noticia sobre la abdicación de Carlos. La medalla conmemorativa acuñada por Jacopo Nizzola da Trezzo en 1555 (fig. 2), las empresas de Felipe II grabadas por Pittoni en 1562 (fig. 3) y por Ruscelli en 1573 (fig. 4) representan esta idea. Los comentarios acerca de ella remiten al casamiento del monarca –el salto del paso de Calais–, la oposición a Enrique II de Francia – cuya divisa era una luna llena– y causas político religiosas –la unión de la cristiandad–.

En la primera explicación el sentido es personal. En la segunda y la ter-cera, remite a la aspiración a la monarquía universal. En otros comentarios a estas divisas, el mesianismo se hace evidente. El rey viene a iluminar al mundo con su fe según se menta en el Salmo XXXIII, 6.

¿Será entonces casual la invocación a Apolo en este capítulo donde San-cho despliega todas sus virtudes salomónicas o nos encontramos ante una presencia sesgada del Rey Prudente Hispánico?

— II —

No podemos dejar de tener presentes los conceptos de Agustín Redondo (1997) acerca de la estructura carnavalesca de estos capítulos donde se ins-taura el reino del revés. Sancho guarda demasiadas similitudes con el rey del carnaval. Su entronización guarda, además muchas similitudes con la sociedad del espectáculo de los Austrias. Sin embargo, son también muchas las similitudes que expresa o insinúa el episodio con la construcción del templo de Salomón y la construcción del palacio monasterio de El Escorial. El poblado que comprende la ínsula Barataria es una villa cercada, posee un suntuoso palacio, Sancho es admitido como gobernador perpetuo y llevado de la Iglesia a la silla del juzgado mostrando en este acto su aspecto sacerdotal, su prudencia, justicia, misericordia.

Peña Fernández (2007) observa las fuentes bíblicas y populares que dan origen a los casos que Sancho debe resolver como segundo Salomón y realiza

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una pertinente observación: el modelo sobre el que se construye Sancho es el rey hierosolimitano Salomón como el modelo sobre el que se construye don Quijote es el Amadís. El antagonista de Sancho, por su parte, no es otro que el duque, burlador, mal servidor de don Quijote durante su ausencia, mal gobernante. Agregamos nosotros además, que detrás de la referencia explícita Sancho-Salomón se debe agregar una nueva referencia: Felipe II. Diferentes emblemas, divisas, frescos avalan nuestra hipótesis. En el coro de la Catedral de Gante se puede observar la pintura de Lucas de Heere “La visita de la reina de Saba al rey Salomón” (1584). En ella se representa al rey veterotestamentario con los rasgos faciales del rey prudente hispánico, Felipe II (fig. 5). Otro grabado más temprano de 1571, en la edición deci-mosexta de la Humanae Salutis Monumenta de Arias Montano, el grabado de la plancha 24 muestra también al rey Salomón con los rasgos faciales de Felipe II. Los ejemplos se repiten.

Sancho se asocia a ellos en tanto gobernador justo, prudente, defensor del débil, correcto en su actuar y misericordioso que conoce la tradición judeocristiana medieval y en tanto es el iluminado por Dios para resolver los casos según nos previene el narrador: “le vino a la imaginación”.

— III —

El Templo de Salomón y El Escorial son los espacios sagrados donde reside el rex sacerdos. El segundo se construye a imagen del primero. Existen varios indicios que parecen reforzar esta tesis. Entre ellos se podría mencionar la planta de ángulos rectos, la posición de la iglesia dentro del conjunto y la presencia en la fachada de las efigies de los reyes de Israel (figs. 6 y 7). Encontramos, además, la afirmación en ese sentido del padre Sigüenza. Se refiere a El Escorial como “otro Templo de Salomón, al que nuestro patrón y fundador (Felipe II) quiso imitar en esta obra” (Taylor, 2006, 48).

Asimismo, la Biblioteca de El Escorial se presenta como un orbis pictus que recorre desde la Filosofía –propia del rey sabio– hasta la Teología, propia del sacerdote. En el camino para alcanzar la ciencia teológica se encuentran las siete artes liberales ilustradas con episodios de la cultura clásica y del Antiguo Testamento. En una de ellas puede observarse el encuentro de la Reina de Java con el rey Salomón (fig. 8). No es casual entonces, que la ima-gen del hijo de David en tanto juez se reserve para la celda del prior (fig. 9).

A pesar de ello, en El Escorial hay pocas imágenes en tiempos de Felipe II. Se piensa como una acrópolis político religiosa centro del rex sacerdos legitimado por el Antiguo y Nuevo Testamento. Sirve para justificarse como monarca sabio, justo y elegido de Dios. Encontramos a esta unión muy arraigada en España desde los tiempos de los reyes católicos: unión del poder espiritual y terrenal que deriva paulatinamente en un absolutismo

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confesional. El Rey sacerdote escurialense se presenta de esta manera como mediador entre el poder profano y el sagrado.

— IV —

En el plano político religioso, ambos, Carlos y Felipe, se consideraban emperadores cristianos, cuyo deber era civilizar al mundo y someterlo al dominio de una monarquía católica única verdadera.

El primero, se creía heredero de un poder universal que, de Augusto había sido transferido a Constantino y de este a Carlomagno. El imperio era calificado como una misión divina y esta idea exigía la reivindicación de la soberanía imperial sobre todo el mundo. Así lo muestra la simbología de la casa de los Austrias ideada por Mercurio da Gattinara: dos columnas de Hércules y el lema “Plus Ultra”.9 Aun más, Gattinara hace referencia en su obra Pro divo Carolo a la categoría de Carlos V como heredero de Justiniano e instala entre el círculo intelectual erasmista cercano al emperador la idea de que este “había sido enviado por Dios a la tierra para culminar la obra de Carlomagno en el Siglo IX” (Pagden, 1997, 59).10 Como descendiente de Eneas, Carlos era depositario de la pietas, que comprendía, a su vez, la práctica de la virtus, la calidad de humanidad que buscaba la utilitas publica.11

Campanella mismo subrayó en su Ciudad del Sol, antes de sufrir el desencanto y buscar la protección de la corona francesa, la responsabilidad de proteger a Italia que tenía el emperador –recordemos la dedicatoria al Conde de Lemos, Virrey de Nápoles como protector de las artes– y opinó que posiblemente América no fuese más que un puente para acceder a Asia para cumplir el sueño imperial de Colón e instituir a la monarquía española como soberana del antiguo imperio del Gran Khan y del mundo.

9 Mercurio da Gattinara, canciller de Carlos V entre 1518-1530. Su idea de la monarquía universal se basa en Dante (Pagden, 1997, 59).

10 Se consideraba que Carlos era descendiente de Hércules y por lo tanto representaba un modelo heroico aunque también se pensaba que era descendiente de Jasón por vía directa de la rama borgoñesa de su familia. Este último héroe lo asociaba con los viajes a tierras remotas y el descubrimiento de mundos desconocidos.

11 Durante el Siglo XVII el título de dominus mundi se disputó entre los reyes de España y Francia. Ambos sustentaban sus pretensiones en las teorías políticas de su época (Kantorowicz, 1985) a partir de la idea de una monarquía universal. El primero intentaba convertirse en el Sanctus Imperator Romanus; el segundo se arrogaba el título de Rex Christianissimus, sucesor de Carlomagno (Yates, 1991). En otras palabras, ambos pretendían para sí un título comparable con la figura de Cristo en tanto rey y sacerdote que legitimara su dominio temporal. El rey participa, entonces, de una doble naturaleza: es una gemina persona en tanto unigenitus (cualidad divina) y primogenitus (cualidad humana). En la propia idea conviven resabios de la ideología medieval y proyectos de establecer un estado moderno; esto es: la idea de un poder paneuropeo y la voluntad de construir un absolutismo nacional. Estas intenciones no estaban aisladas de un contexto religioso turbulento. Nos encontramos frente a una Iglesia dividida que busca dar una respuesta a su crisis interna a partir de una Reforma y de una Contrarreforma.

498498 HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR

Felipe II continuó las ideas imperialistas de su padre. La batalla de Lepanto pronto cobró un valor cósmico similar a la batalla de Actium ganada por Augusto. Esta batalla anunciaba una nueva Edad de Oro Cristiana regida por una sola ley cristiana y española.

En Carlos V y Felipe II se construye la doble naturaleza, regia y sacerdo-tal, puesto que cada uno de ellos se considera el “unus pastor, unum ovile” a imitación de Cristo. No olvidemos que ambos se erigen como únicos defensores de la fe frente a los herejes turcos, los mahometanos, y los herejes europeos, los reformistas.

En este sentido, no es menos relevante el hecho de que ambos pertenecen a la Orden del Toisón de Oro y por lo tanto comparten su misión evangeli-zadora y un carácter de cruzado.12

La imagen de estos monarcas como reges sacerdotes se hace visible, también, en la edificación de El Escorial, palacio y monasterio que manda construir el hijo de Carlos como celebración de la batalla de San Quintín el día 10 de agosto de 1557, día de San Lorenzo. Este palacio se alza como un nuevo Templo de Salomón para honrar a su padre, como hiciera el hijo de David en tiempos histórico-legendarios. El hecho de que los cuatro monarcas ostentaran el título de “reyes de Jerusalén” enfatiza esta visión. Carlos se identificaría con el guerrero David, como Felipe, el Rey Prudente, lo haría con Salomón.

Y si la épica del siglo XVI celebraba las figuras de estos reyes capaces de restituir al mundo la Edad de Oro perdida, el Quijote como nuevo libro de caballerías que incluye a este género puede ser leído, asimismo, como un panegírico sesgado, claro está, con algunas modificaciones inherentes a su propia naturaleza.

En el texto cervantino, la tradición culta y popular judeocristiana puede funcionar como intertexto válido para la construcción de un gobernante ideal y de un espacio utópico. De ahí que la figura del rey sacerdote se sitúa, como paradigma de un novus ordo basado en la pax et iustitia. En este sentido coincidimos con Agustín Redondo (1997) cuando señala que en Sancho el lenguaje carnavalesco se torna un lenguaje político. Porque en tal caso, la Edad de Oro siempre se relacionó con la edad de un gobernante determinado que logra imponer esa pax aurea (Gombrich, 1999). El modelo perseguido durante el Renacimiento no es ya el ideal homérico sino el virgiliano. El héroe debe establecer el equilibrio entre pietas y armis para lograr la concordia universal y convertirse en Señor del Mundo (Curtius, 1955). En esta línea, el texto insinúa soslayadamente las imágenes regias de los Austrias mayo-

12 Sigo en estos conceptos a Vilà i Tomàs (2001). El abuelo de Carlos, Fernando de Aragón era el Maestre de las tres órdenes militares.

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res como reyes sacerdotes capaces de restablecer en “nuestros calamitosos tiempos” una dichosa y dorada edad.

Sin embargo, lejos estaban de este ideal las consecuencias históricas de los hechos de ambos monarcas. Durante el reinado de Carlos, luego de la promisoria batalla de Pavia en 1925, partir de 1930 más precisamente, los prometedores contactos entre protestantes y católicos fracasan debido a la rigidez ortodoxa de ambos bandos, fallecen Gattinara y Valdés y se comienza la persecución de los erasmistas. En 1541 se produce la desastrosa campaña a Argel y la victoria del emperador en Mühlberg en 1547, retratada por Tiziano, no unifica nada en realidad (Redondo, 2007). Bajo el reinado de Felipe II, luego batalla de Lepanto, se producen la segunda bancarrota en 1576 y el desastre de la Armada Invencible en 1588. Comienzan, entonces, a ser oídas las críticas al monarca hasta entonces silenciadas. Debido a ello, debemos atender que los arquetipos que construye el texto deben ser enmarcados en las palabras que el protagonista enuncia en el centro laberíntico de la novela:

Digo asimismo que cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe, y esta mesma regla corre por todos los más oficios o ejercicios de cuenta que sir-ven para adorno de las repúblicas, y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando a Ulises, en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento, como también nos mostró Virgilio en persona de Eneas el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolo ni descubriéndolo como ellos fueron, sino como habían de ser, para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes” (I, 25, 274).

Así, escudriñando los átomos e infiriendo lo que un moro ha dejado de escribir, podríamos sostener que Carlos y Felipe pintados “como habían de ser” pueden ser también modelos de reyes sacerdotes que se encuentran bajo el disfraz literario de Sancho y don Quijote. En otras palabras, el texto cervan-tino incluye, dentro de las relaciones establecidas por la épica y la literatura panegírica, David-Carlos V y Salomón-Felipe II, a don Quijote y Sancho respectivamente. De esta manera, quedan establecidas dos tríadas unidas por una relación filiatoria cuyos padres son David, Carlos y don Quijote, y cuyos hijos son Salomón, Felipe y Sancho. Los seis personajes participan de las naturalezas regia y sacerdotal, aunque el último de los elementos de cada grupo esté asociado a la parodia. Una relación análoga puede establecerse entre el Templo de Salomón, El Escorial y la ínsula Barataria. Cervantes, frente a la idealización de los monarcas y la realidad de su patria, recurre a un loco, un escudero carnavalesco y un espacio burlesco para dar cuenta, no sin hilaridad, de un gobernante asociado al arquetipo del rex sacerdos.

500500 HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR

Apéndice de imágenes

Tableaux vivant sobre la abdicación de Carlos V - 1556

Medalla Jacoppo da Trezzo – 1555

501ANEXO DIGITAL

Lucas de Heere – La visita de la reina de Saba al rey Salomón – coro Catedral Gante – 1584

502502 HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR

Monegro – 1580 – David

Monegro – 1580 – Salomón

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Pellegrino Tibaldi – El Rey Salomón interrogado por la Reina de Saba – 1586-1591

Francesco Urbino – Juicio de Salomón – 1581

504504 HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR

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Yates, Frances, 1991. Ensayos interrumpidos II. Renacimiento y Reforma: La contribu-ción italiana. México: Fondo de Cultura Económica.

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Resumen:El trabajo intenta demostrar que durante el episodio de la ínsula Barataria, Cervantes construye el arquetipo de un rex sacerdos como gobernante ideal basado en las figuras de Salomón, Felipe II y el escudero de don Quijote. El análisis relaciona el texto cervantino, las imágenes del monarca español, la construcción del Templo de Salomón y de El Escorial y los hechos históricos para probar que a través de la parodia se intenta alcanzar un ideal perdido.

Palabras clave:Don Quijote – Sancho Panza – Ínsula Barataria – gobierno de Sancho – El Escorial – Templo de Salomón – Felipe II.

Abstract:The study intents to demonstrate that during de Barataria island episode, Cervantes construct the archetype of a rex sacerdos as an ideal ruler based in the leading figures of King Salomon, Philip II of Spain and don Quijote’s squire. The essay relates the Cervantine text to the Spanish ruler, the Salomon’s temple, El Escorial and the historical facts to prove that throughout the parody Cervantes endeavor to reach a lost ideal.

Keywords:Don Quijote – Sancho Panza – Barataria island – Sancho’s rule – El Escorial – Salomon’s temple – Philip II of Spain.