sarda - en torno al androcentrismo en la historia

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Page 1: Sarda - En Torno Al Androcentrismo en La Historia

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\ EN TORNO AL ANDROCENTR~SMOEN «LA HISTORIA" '~

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«No hay indicador más impbrtaute dei carác-ter de una sociedad que él tipo de historia queescribe o deja de escribir.»

E. H. CARR, (Qué es ia Historia?

-e-

«La producción histórica se halla hoy en expan-sión ( ... ) Pero esta expansión espectacular ocul-ta un debate político: len qué sentido actúay en beneficio de quién?»

!J. C I-I ESNEAUX, (Hac~/11os labia rasadel pasado?

« Un movimicnto revolucionario definido en tér-minos masculinos resulta tarr.paralizante comouna toma de conciencia que, abarque exclusi-vamente Ia liberación de Ia rnujer. Ambos seencuentran atrapados eu sei propia singula-ridad.»

SHEILA ROWBOTI-If,M, Feminismoy revolucián. .

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i. SEXISMO O ANDROCENTRISMO?

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Ias considerados t iem.po s históricos de Ia cultura occidental, aIas mujeres se nos ha impedido acceder, por diversos medias, aIas valorados como niveles superiores del conocimiento y de Iaelaboración cultural, niveles que han estado reservados a varonesvinculados, de alguna forma, al poder hegemónico. Sin embargo,clesde finales deI sigla XIX, Ia progresiva alfabetización de secto-res cada vez más amplias de Ia población, necesaria para Ia im-plantación de Ia Revolución Industrial, afectó no sólo a Ias hom-bres de Ias cJases dependientes, sino también al conjunto elemujeres, aunque más lentamente y con: notarias discriminacio-nes que aún hoy se pueden percibir. Así. en Espafia existe el do-ble ele mujeres analfabetas que de hornbres analfabetos, y Iasmujeres tienen, en líneas generales, .la mitad de posibilielades deacceder a Ias estudios superiores, en especial a Ias carreras con-sideradas de mayor prestígio social y que conllevan remunera-

. ciones más elevadas y mayor status social, 1 Pero, sólo a partirde Ia segunda mitad del presente siglo, Ias mujeres nos hemosincorporado ampliamense a los distintos niveles deI sistema edu-cativo, no sólo como alumnas sino también, luego, como profe-saras: prirnero, en Ias niveles más elementales y, en Ias úl timosafies, también en Ia docencia universitaria.

No obstante, como sefiala M." Angeles Durán, «el acceso gene-ralizado de Ia muier ai dominio de Ia escritura no se ha producido~,n Espana hasta hace escasamente media siglo, Ia que en unaperspectiva histórica significa que acaba de suceder, y todavíavive Ia generacion que tuvo que luchar por conseguir el accesopleno a Ia Universidad y a formas específicas de enseiianza alta-mente cualijicada. A pesar de Ia rapidez dei cambio y de Ia acele-racián con que van cayendo Ias barreras legales .a Ia instrucciônde Ia mujer, todavia no ha nacido Ia generaciôn que vivirâ elacceso a todas Ias formas de ensenanza, incluidas Ias más altas,como una condicion inherente a Ia estructura social e indepen-cliente dei sexo de Ias enseiiados»?

Este Ienómeno, cuyas causas profundas y razón histórica qui-z á habría que analizar más profunda y críticamente de 10 quesolemos hacer,' ha supuesto:

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"J. En prirner lugar, Ia asimilación por parte de Ias mu-

jeres de estos conocimientos valorados como superiores,hasta ahora patrimonio de Ias varones hcgernónicos. (,Enqué medida esto se produce en detrimento de otras formasde conocimiento no por no-hegernónicas menos humanas?:es ésta una pregunta que, aI menos, hay que hacer.) AI igualque los hornbres. Ias mujeres que hemos pasado por el sis-tema escolar, en sus distintos niveles, hemos asimilado losconocimientos que en él se imparten, y hemos aceptado queel pensarniento lógico-científico es una forma superior eleconocer Ia realidad, que nos acerca más a Ia «verdad».

2. Recienternente, sin embargo, se ha iniciado un prece-so de interrogación por Ia ausencia y marginación ele Iarealielad de Ias mujeres ele todo aquello que hemos estu-e1iado y asimilaelo y que, a nuestra vez, explicamos en Iasaulas. Entre Ias mujeres que nos dedicamos a Ia docenciaha surgido, en Ias últimos afias, una inquietucl por cl silen-cio que Ias distintas ramas ele Ia ciencia, en especial Iascicncias humanas, guardan sobre nuestra realielael p<1S<1el<:1y presente (excepto, claro, casos excepcionalcs que confir-man Ia regla ). Y, peco a poco, ha empezaelo a cundir Ia dudaele si el silencio que se cierne sobre Ia mujer no afectará,en su raíz, a Ia eJaboración e1el pensarniento lógico-científi-co, o, al menos, en qué meelida puede haberla afectaclo.

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de Ias ninas. Feminario antropológico, expresa claramente estaexperiencia: "

'I«Este libro es mi rito de pasaje, en el que celebro mi trânsito

de licenciada asexuada a mujer antropóloga. Los nombres de iasetapas no SOl1 meras frases bonitas ; signiiican dhs situacionesexistenciales e intelectuales que bien. vale Ia pena' explicar. UnaLicenciada asexuada es W1a mujer que ha terminado ia primeraparte d. sus estudios universitários en cualquier universidad deimundo .•50n cuatro o cinco aiios arduos durante los cuales depo-ne, con mayor o menor resistencia, todos sus intereses y se dedi-ca a aprender los conocimientos patriarcales, Las mujeres apare-cen poco el1 [os textos y en el cuerpo de proiesorcs. Ha dejadode ser mujer, pero tampoco es W1 hombre ; de ahiel adjetivo de"asexuada" ( ... ) Mujer antropóloga es aquella que;:desde su con-dicion. de mu.jer )' en cualquier âmbito, decide adopt ar Ias técni-cas antropológicas como instrumento intelectual.Ôl.a tarea 110 esasi de simple, ya que no se trata. de incorporar [0.5 conceptos deIa antropologia patriarcal, SÍl10 de aplicarles el Mftodo Gineco-céntrico» 5 (al que me referiré más adelante), ::.

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En países con una mayor tradición de participación femeninaen los estudios universitarios, estos problemas ernpezaron a plan-tem-se con especial Iuerza en los afies sesenta de .nuestro siglo.En Espana, Ias Primeras Jornadas de Inyes tigación Interdiscipli-nar ia, organizadas por el Seminario de Estuelios sobre 1<:1Mujer,ele Ia Universidad Autónoma de Madrid, en 1981,6 y"l el Seminariosobre Androcentrisrno en Ia Ciencia, organizado po~l el Seminariode Estudios de Ia Mujer de Ia Universidad Autónoina de Barce-lona, en 19.82,7 pueelen considerarse Ias primeras manifestacionespúblicas de Ia amplia y·tliversa inquietud que este problema veníasuscitando, desde hacía algún tiempo, entre numerosas profeso-ras de universidad y otros niveles educativos y çntre algunosprofesores. Encuentros de este tipo y publicaciones se han mul-tiplicado notablemente en estos últimos afies, 10 qve indica queestamos viviendo un proceso intenso ele cuestionarrííento dei dis-curso acadérnico, a pesar de que el orden jerárquico tradicionalparece ignorarlo o, en el mejor de los casos, considerarIo temaespecífico y sobre el que hay que conocer preferenternente 10 quese publica en Estados Unidos, Inglaterra o Francia i., , aunque sedesconozca toelo el esfuerzo que se está produciendo aquí.

Esta no obsta para que pueda decirse ya que se lha planteadouno de los interrogantes de mayor interés que tiene abierto enIa actualidad el pensamiento científico: G en qué medida es sexis-ta, o androcéntrica, esta forma de conocimiento de Ia realidad,hoy hegemónica? :1

Antes de seguir, conviene establecer una p rirnera definiciónde estos elos términos. ;

En el glosario elaborado por Martha L Moia en ' nt no de ias

Podemos e1ecir, pues, que el acceso de Ias mujeres al sabersocialmente valorado como superior ernpieza a repercutir en esesaber. Corno dice M." Angeles Durán, «Ia incor poracián de Ia mu-ier ai mundo de ia cultura institucional es Ul1 hecho generalizadoque e'1 Espana se inicio hace ahora W1 siglo, y esta incorporacián.a Ia cultura tenia que conducir inevitablernente (y afortw1ada-mente} a una renovación intelectual profunda eri todas 'Ias áreasaiectadas por su acceso. N1 se podia esperar que Ia presencia deIa mujer en ia Universidad [uera una eterna escena de repeti-ción: en algúri '11Ome'1to tendria que empezar a pregunt arse si elpapel que recitab a estaba cortado a Ia medida de sus necesidadeso se tratab a, simplemente, de W1a reproduccion obediente». Laautora sefiala que esta «nutoconsciencia», en sus primeras mani-[estaciones. «tOI1W Ia forma de UI1extraiiamiento, de W1 malestarintelectual» del que puede surgir Ia «vitalidad» que conduce a Ia"lucidez y, ai romper los viejos hábitos y los planteamientos re-âucidos, enriquecere extraordinariamente Ia vida cultural y el pa-

norama de Ia investigacion )' Ia docencio»?Esta sensación de extraíiamiento respecto al saber acadérnico.

este proceso de autoconciencia que lleva a Ia necesidad de abor-dar nuevas perspectivas, es un fenómeno confesado por diversasintelectuales y, también, por algunos hornbres. Así, Martha L Moia,cn Ias páginas en Ias que nos explica Ia razón ele su obra EI 110

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niiias .. ,8 aparecen estas cios escuetas definiciones; suficientementeválidas como plln~p de partida: .

SEXISMO:mecanismo por el que se concede' privilegio a unsexo en detrimento dei otro. La persona queLo utiliza .e.s«sexista», .ANDROCENTRI$MO:conceder privilegio ai punto de vista deihombre. .

El sexismo eS'?lpues, una pre-condiclón del androcentrtsnto,EI androcentrtsrnô, una forma específica de sexismo," EI términoandrocentrismo puede clarificarse más si atendemos a Ia etimo-logía y composición de esta palabra. En griego, ANER,-DROShacereferencia ai ser de sexo masculino, ai hombre, por oposición aIa mujer, y por oposición a Ias dioses: ai hombre de una deter-minada edad (que no es nino, ni adolescente, ni anciano ), de undeterminado status (marido) y de unas determinadas cualidades(honor, valentia .. .) vfrIles. En sentido estricto es «el hombre he-cho», que forma parte dei ejército." Es decir, no se trata de cual-quier ser humano de sexo masculino, sino del que ha asimiladoUll conjunto de valores vlrIles, en el sentido latino en el que sehabla dei VIR. Referirnos a ANER,-D1WS,en este sentido estricto,permite diferenciar 10 masculino en general, de una determinadaforma de conceptualizar Ia masculino en función de Ia partici-pación en el podei- bélico-político. Androcentrismo está cornpues-ta por un segundo término que hace referencia a un situarse enel centro, que genera una perspectiva centralista: en este sentidose habla a veces de etno-centrísmo (visión desde el punto de vis-

. ta central de una raza ), por ejernplo ,EI interrogante en torno ai posible sexismo, o androcentrismo

dei discurso lógico-científico, ha surgido ai percibir el contrasteentre Ia tradicional consideración como in-significante 11 de Ia rea-lidad específica de Ias rnujeres, y Ia clara conciencia que hoy tene-mos de Ia falsedacl de tal supuesto de partida. Si es evidente quetoda sociedad huÍnana está constitui da por mujeres y hornbresde distintas condiciones; si es. ai menos, discutible que Ia apor-tación de Ias mujeres a Ia vida social humana sea inferior a Iade los hombres, o; 10 que es 10 mismo, si no parece claro que Iaaportación de los hombres tenga que considerarse superior; en-tonces debemos preguntarnos por qué en el discurso lógico-cien-tífico, con mayor claridad en el discurso de Ias ciencias humanas,Ia realidad y Ia aportación de Ias mujeres a Ia vida social humanaaparece marginada, negativizada, silenciada: menospreciada.

Ante este problema evidente hay distintas posturas. Una granmayoría de íntelectuales 10 ignoran, consciente o inconscientemen-te; esto es especialmente frecuente en nuestro ambiente univer-sitario, más anquilosado en planteamientos tradicionales .que elde otros países. Esta actitucl dernuestra no ya sólo ignorancia,sino además raquitismo intelectual. Hay quien, más atento a Ias

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publicaciories recientes dei extranjero, rechaza tal interroganteCOI1 respuestas dogmáticas (Ia ciencia estada por encirna de Iassexos), o considera que sólo puede interesar a Ias mujeres de sucampo profesional a Ias que advierte, paternalmente, dei nuevotema mientras él continúa repitiendo el discurso propio de suespecialidad.Y hay, cada día más, quien 10 torna en consideracióny 10 incorpora a su trabajo intelectual con mayor o menor Iuer-za. En fin, entre quienes se preocupan por este problema, hayquien habla ele sexismo y hay quien se reíiere a anclrocentrismo:uno u otro término suelen utilizarse como sinónimos si bien, por10 que ya hemos visto, no 10 sono Convendrá avanzar un poco másen Ia clarificación de estas dos conceptos, que pueden conclueira adoptar diferentes puntos de partida o hipótesis de trabajo quecondicionarían, 'de forma fundamental, Ias indagaciones que sehagan. .

En Un diccionario ideológico feminista, Victoria Sau elaboraIas siguicntcs definiciones de estos términos:

SIOXISMO.- Conjunto de todos y cada uno de, los métodos em-picados en el seno dei patriarcado para poder mantener en si-tuacion de inierioridad, subordinacián y explot acion ai sexo do"minado: el [emenino. El sexismo abarca todos los ámbitos de Iavida y Ias relaciones humanas, de modo que es imposible haceruna relacion exhaustiva sino ni tan siquiera aproximada de SLlSiormas de expresion y pU~1toS 4e incidencia ( ... ).

.'Aparta citas de diversas autoras y autores para resaltar Ia

falta de conciencia por parte dé Ia mujer sobre este problema(Martín Sagrcra ), Ia relación entre sexismo y racismo (Eva Figesy Kate Millet), el papel de Ia biologia (S. Firestone ), el análisispsicoanalítico, Ia divisióif social deI trabajo, el papel de Ia edu-cación y eJ dei lenguaje, y el de Ia salud física y mental.

ANDROCENTRISMO. - EI hombre como medida de todas Ias co-sas, Enfoque de un estudio, análisis o investigacion desde Ia pers-pectiva masculina únicamente, y utilizacián. posterior de los re-sultados como válidos para Ia generalidad de los individuos,hombres y mujeres. Este enfoque unilateral se ha /levado a cabosist emiu icam.ent e por los científicos, 10 cual ha deformado ramasde Ia ciencia tan importantes como Ia Historia, Etnologia, Antro •.pologia, Medicina, Psicología y otras. EI enloque androcéntrico,distorsionador de Ia realidad, ha sido denunciado por muchas deIas propias mujeres científicas (desde Ia crítica que realizara Ka-ren Horriey aI androcentrismo de Freud, en los anos treinta, hasta'a crítica al mismo clefecto, en Ia Historia, de Anne Davin y deNancy O'Sull ivan, o Ia discusión que, en el seno de Ia antropología,surge desde mediados dei siglo xrx)."

Victoria Sau identifica, así, el sexismo con Ias formas de vidasocial en el Patriarcado (por tanto, COl1 una' de ias posibles mani-

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Page 5: Sarda - En Torno Al Androcentrismo en La Historia

festaciones deI sexismo, Ia que da preeminencia ai hornbre sobreIa mujer), y androcentrismo con Ia forma de conocimiento pro-pia dei sexismo patriarcàl. Si b ien, en principio, el término sexis-mo no indica cuál de los dos sexos tenga preeminencia sobre e!otro (tal como aparece en Ia primera definición, extraída de Mar-tha r. Moia), puede aceptarse 10 que dice Victoria Sau por cuantohace referencia ai Ienómeno en nuestra sociedad patriarcal. Encuanto al androcentrismo, ambas Ia relacionan con Ia adopciónde un punto de vista, por tanto, de una forma de conocer (estu-diar, analizar o investigar) el mundo. Victoria Sau, ai igual queMartha r. Moia en otros pasajes de su obra, hablan dei enfoqueunilateral (androcéntrico ) dei pensamiento científico, y dei pro-blema que supone el hecho de que este conocimiento parcial sepresente como generalizable a mujeres y hornbres de cualquiercondición, a 10 humano: se identifique como el conocimiento.

Podría concluirse, de, aquí, que sexismo haría referenciu a Iapráctica de Ia vida social, y androcentrismo a Ias' elaboracionesteóricas sobre el funcionamiento de Ia sociedad.

En este sentido se utiliza Ia palabra androcenirismo en rela-ción con Ia antropología en Ia obra Antropologia y feminismo,'}en cuya introducción se plantea que el debate en torno ai andro-centrismo se habría iniciado en el seno de Ia antropologia a me-diados de! siglo XIX, cuando se planteó Ia posibilidad de queoriginariamente Ias sociedades hubieran sido matriarcales, si bienen Ia primera mitad de nuestro siglo se habría olvidado prcgre-sivarnente el papel de Ia mujer en Ia sociedad, y Ia visión andro-céntrica se habría impuesto entre antropólogos y antropólogas,llevando a Ia eJaboración de Ias hipótesis dei «hombre cazador, in-ventar y creador de Ia [amiliao" Desde los anos sesenta, se habríacuestionado ya explícitamente esta perspectiva androcéntrica. Apesar ele que, en Ia primera parte de Ia obra los artículos apare-cen englobados bajo el epígrafe «Androcentrisrno y modelos ma-:chistas», en uno de los artículos se habJa de sesgos machistasP yen el otro de androcentrismo, entendiéndose, en ambos casos, quese trata de «una perspectiva exclusivamente masculina, incomple-ta» y «parcial» que ofrece «U11aimagen distorsionada de Ia reali-dad»," Y «U11a teoria que deja [uera a Ia mitad de la especiehumana es una teoria desequilibrada»." Vemos, pues, que adernásde hablarse de sexismo o de androcentrismo, se hace referencia,otras veces, a sesgos machistas o sexistas.

Pero no .siernpre se utiliza Ia palabra sexismo, en relación aIa práctica social, y androcentrismo en relación a Ias elaboracio-nes teóricas o discursivas. Asi, Celia Amorós habla de sexismoideológico y de que Ia «ideologia sexista está e/l [uncion de W1aorga/úzación social discriminatoria -de Ul1a u otra forma, e17,dis-tinto grado, pero que constituye W1 hecho ul1iversal- para elsexo [emenino»:" Aquí, I,a palabra sexismo se relaciona con Ia for-ma de conocimiento, cóp Ia ideologia. mientras que se habla dediscriminación en Ia organización social.

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Todos estos ejernplos, y podrían ponerse otrcs muchos, mues-tran que Ias pala bras sexismo y androcentrisnur'(v aún otras ex.presiories, como «sesgos machis tas" ... ) suelen u t~lizarse indis tin-tamente: que no existe un acuerdo o convención'jen Ia terminolo-gía. En líneas generales parece que, en principio, se comparteuna cierta noción cornún, Ia que Celia Amorós expone así respectoai discurso filosófico: li

«Lá ideologia sexista iniluye en el discurso fflosófico de dosmaneras: CO'11'l.O condicionante inmediato dei modo como Ia muieres pensada y categorizada en. Ia sistematizació/1.;filosófica de Iasrepreseniaciones ideológicas, y como condicionante mediato deigran. lapsus y Ia mala fe de UI1discurso que se .çonstituye comoIa [erma por excelencia de relacion. conscientemente elaboradacon Ia genericidad -el1 el sentido de Heller- y, procede a Ia ex-clusion sistemática de Ia mujer de ese discurso' .. La ausencia delamitad de Ia especie es el gran lasire y Ia grdn descaliiicaciondel discurso presuntarnente representativo de la, especie humanaconstruida y ajustada consigo misma como U1l iodo en Ia formade autoconciencia: el AUTOS que debe tomar conciencia filosóficade sí mismo es UI1AUTOS que proclama unilateralmente sú preta-gonismo y arroja, a laotra parte de Ia espécie dei lado de Iaopacidad sP '.

Son suficientes estas referencias p'ara poder concluir que elproblema que se percibe aparece caracterizado ppr los siguientesrasgos:

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1. Una marcada diferenciación entre 10s sexos, en Iaque los hombres i~onen su supremacia sobre Ias mujeresno sólo a nivel de Ia práctica de Ia vida social, sino tambiéna nivel de Ias elaboraciones conscientes, discursivas, sobreIa realidad. ,

2. Una visión distorsionada de Ia mujer, vinculada a estadiferenciación jerarquizante. I

,3. Una exclusión o marginación de Ia rnujer de Ias ela-boraciones conscientes, lógico-científicas, no ya sólo comosujeto productor (lo que podría -?!- justificarse por con-cliciones sociales) sino, adernás, como objeto de unos aná-lisis que se proclaman genéricos y universales.

4. En consecuencia. tales elaboraciones lógico-científi-cas se muestran parciales. .~

5. Pero, adernás, tal visión parcial oculta su naturalezapartidista, al proclamarse universal y gene,\-alizable.

:\Si existiese un total acuerdo en torno a estós puntos, quizá

no fuera imprescindible establecer si es mejor h~blar de sexismoo de androcentrismo, de sesgos machistas o sexistas, o patriar-cales, o, sencillamente, abordar el problema sin 'darie un nombre

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preciso unívoco. Pero no es seguro que exista tal acuerdo. Estose nota especialmente en Ias investigaciones concretas que se rea-lizan en torno a <da rnujer » en Ias distintas ramas de Ia ciericia,en Ias reflexiories que se elaboran para subsanar este problema.

Por diversas razones considero que es necesario un debate' yuna clarificación conceptual, a 10 que quisiera colaborar con Iassiguientes reflexiones:

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Primera. La definición conceptual constituye un requisrtofundamental del pensamiento lógico-científico, que tiene sentido,ante todo, en Ia medida en que los conceptos constituyen el uti-llaje básico de esta forma de conocimiento y de su expresión, eldiscurso.

Segunda, En)a diversidad conceptual en torno ai problemaque nos plantearnos parece confundirse, por una parte, 10 quehace referencia a Ia realidad social, a Ia práctica de Ia vida social,y 10 que hace referencia a una forma histórica mente hegemónicade explicar esa realidad social humana, al conocimiento y, su ex-presión, el discurso lógico-científicos.

Tercera. Parece indispensable, también, empezar por clarifi-car conceptualmente Ia naturaleza dei problema que se quiereresolver, para poder establecer los carninos o métodos a seguirpara su resolución. Y esto por dos razones que afectan no sóloaI discurso, sino tarnbién a quien elabora el discurso:

a) La resolución de un problema depende de Ias pre-misas en que '10 hayamos formulado. Que no existe un acuer-do en torno a 10 que podemos llamar el problema de <damujer» y surelación con Ias distintas disciplinas científicas,con el pensamiento lógico-científico en general, se notaespe-cialrnente en' Ias investigaciones que se realizan para tratarde solvenrarlo. Gran parte' ele los trabajos se orientan exclu-sivamente a,l investigar «Ia rnujer» en tal o cual ciencia oaspecto ele esa ciencia, como si se consielerase que rellenan-do el hueco' olvidado, pudiera resolverse ya el problema.Otros, meno;s, elemuestran también una preocupación porIas propios Iundamentos epistemológicos que han hecho po-sible semejante olvido.

b) No podemos menospreciar el hecho de que Ia acti-tud crítica ante el olvido, exclusión, marginación o tergiver-sación de Ia! mujer en el pensamiento científico, Ia hemosdesarrollado .tras un largo proceso educativo en el que he-mos asimilaclo ese pensamiento, empezando por asimilar susclaves conceptuales. Y esta larga asimilación puede condi-cionar, durante mucho tiempo, nuestros hábitos mentalesy, así, nuestras nuevas investigaciones, aunque Ias realice-mos con Ia mejor voluntad; puede incluso orientar nuestra

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tarea hacia los mismos parámetros que han hecho posibleIa exclusión que tratamos de solventar. La crítica al discur-so lógico-científico requiere, pues. una constante autocríticade cuanto hemos asimilado en nuestra formación corno in-telectuales.

Cuarta. Por último, el debate en torno ai sexismo o el andro-centrísmo en el discurso científico debe plantearse, definitiva-mente, quién es el sujeto histórico que ha producido ese discurso,esa forma de conocimiento. La clarificación de Ia naturaleza deisujeto dei discurso ayudará no sólo a resolver los problemas plan-teados en el apartado anterior, sino también a comprender Iarelación en tre Ias condiciones sociales de vida eu el patriarcadoy Ia producción de un discurso que parece pretender legitimarloy reproducirlo; y, en definitiva, a indagar Ias posibilidades de unnuevo sujeto cognoscente que produzca un discurso en el queno se den los defectos que criticamos.

Puede notarse que esta razón que he expuesto en último lugar,podría haberla situado ai principio. La clarificación dei sujeto quehistóricamente ha producido el discurso lógico-científico deberápermitir establecer si tal discurso es una élaboración propia delos hombres en general (es clecir, de seres humanos de sexo mas-culino), o de algunos .hombres, o incluso de algunos hombres yalgunas mujeres, Esto ayudará a c1esbrozar los instrumentos queesta forma histórica c1e conocimiento ofrece para nuevas inves-tigac.iones que permitan eompnender-rnejor Ias relaciones socia-les, Ias relaciones de mujeresy hombres, frente a cuanto se mues-tra parcial y partidista. Además, requerirá un esfuerzo pararescatar ya no sólo a Ia mujer, en abstracto, sino a tocla mujery todo hombre que hayan podido ser también excluídos deI dis-curso (ciertarnente, no sélo Ia rnujer ha sido exclui da). Esto re-quer irá contrastar cuanto hemos asimilado en el aprendizaje deIorden dei discurso, y cuanto acaso convenga elesaprcnder y rcsca-tar dei olvido. Y, ele este modo, poelrá clarificarse mejor Ia rcla-ción que guarda Ia realidad social y Ia producción de explicacio-nes sobre Ia realidaâ: Ias condiciones màteriales de existencia yIa producción de ideologia, en expresión marxista. Lo que vivi-mos y 10 que pensamos acerca de 10 que vivimos.

Todas estas razones legitirnan y exigen que tratemos de ma-tizar conceptos, más acá y más allá de que Ia definición concep-tual constituya un requisito fundamental dei pensamiento lógico-científico.

Todas estas razones justifican, también, Ia dedicación a Ia ela-rificación conceptual y epistemológica antes que aI incrementoindiscriminaclo de investigaciones pragmáticas. Dedicación quehay que justificar en un mundo académico en el que priva Iajerarquización y Ia opinión de que sólo se puede participar enel debate teórico tras haber demostrado que se han pasado un de-

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terminado número de horas o de afios entre el polvo deIos archi-vos o haciendo investigaciones de campo. Pues acaso estás razo-nes jerárquicas no pretendan, consciente o inconscientemente,sino alejar el necesario debate sobre el sujeto histórico produc-tor dei coriocimiento lógico-científico, a un lejano día en el queIa cantidad de datos sobre ia mujer pueda servir, ya entonces, deargumento para dictaminar, de nuevo, Ia no pertinencia o imper-tinencia de! debate.

Mo' Angeles Durán ya ha advertido este problema en otras oca-siones:

«La incorporacián de Ia mujer al proceso de produccián de Iaciencia figura entre Ias condiciones necesarias, pero 110 suficien-tes, para Ia incorporacion. de Ia ciel1cia al proceso de liberacionde ia mujer, No es condicián suficiente porque Ia incorporaciána Ia ciencia puede hacerse -y de hecho asi sucede- el1 el nivelde Ia pura reproduccion o desarrollo de conocimientos previas,sin cuestionar ias posibles 4esgos sexistas de sus cirnientos ; el1este caso, ia presencia de (l/s mu.jeres h.ace menos aparente Ianecesidad de una revision (~órica y reiuer:a Ia contribucion de,Ia ciencia o disciplina el1 'çuestiól1 al conservadurisrno social.Aunque el1 el último cuarto ;~e sigla se ha generalirado Ia presen-cia de mujeres entre el proiesorado y el personal investigador e/1lodos los países desarrollados , este cambio solo signiiica el acce-so de Ias mujeres a los instrumentos de Ia ciencia, y está porver su incorporacián. real a la creacion de la ciencia, 0.1 desarrollode nuevos temas especialmente relevantes para ia mujer, y a Iacrítica de Ias conte/tidos de carâcter sexista, La reilexion críticatendrâ que dirigirse hacia Ia génesis histórica de cada disciplina-para com prender sus resuliados-:-, aios conceptos y teorias-para recharar los que se consideren. falsos o inadecuados-:-, aIa organizacián de Ias colectivos donde Ia disciplina se crea, seenseiia, se divulga y se recompensa -para promover su. cambiocuando sean discriminatorios-«, y alas efectossociales que suuso o abuso producen en la vida cotuliana.» 20

Como punto de partida podría establecerse que hablar desexismo implica poner el acento en Ias relaciones de hegemoníaentre los sexos, en nuestra sociedad hegemonía dei sexo mascu-lino sobre el Iemenino. Tales relaciones sexistas aparecen tantoen Ia vida social como en Ias formulaciones discursivas que ex-plican Ia vida social: 10 masculino aparece valorado como supe-rior, y 10 fernenino como inferior, clependiente o insignificante,La utilización dei término sexismo simplifica, o puede simplifi-car, un problema que' resulta mucho más cornplejo. Si centramosIa atención ien Ias diferencias sexuales, en Ias relaciones dehe-gernonía/dependencia entre los sexos, otros muchos conflicrosque hoy vivirnos parecen escaparse. Además, conviene notar queIa valorado como superior no es ni todo 10 que se refiere a todos

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los hombres, ni, tampoco, solo 10 que se refiere a I~s hombres.Diríase que, más bien, atafie a un determinado colectivo histórico

.masculino que establece un determinado modelo d~ masculini-dad, y que aparece interrelacionado con el ejerciciq del poderhegemónico. En fin, acaso hoy más que nunca, mujeres y hombresparticipamos de diversas formas en el poder y en el no-poder,sin que se correspcnda por completo rnujer y no-poder, hombrey poder: junas y otros ora nos some temos a poderes, superiores,ora actuamos cn planos de superioridad respecto a o~ras y otros;no hay que olvidar que' incluso Ia madre tal como' 'resulta hoydefinida patriarcalmente, conlleva autoridad respecto' a sus cria-turas. Por todas estas razones considero que si adoptamos, comopunto de partida, Ia palabra sexismo, podemos condieionar nues-tra aventura reflexiva a coordenadas excesivamente :aimplistas ya un .marco demasiado restringido, \), La palabra androcent~ismo ,creo q~e pern:ite, Pc9;- el contra-

rIO, adoptar una perspectiva mas amplia y abierta aJa cornpren-sión de Ia complejidad de nuestra realidad social y d~, Ias formasde conocimíento de Ia misma, Andro-centrísmo hac€ rcfcrcnciaa Ia adopción de un punto de vista central, que se 4firma hcge-mónicarnente relegando a Ias márgenes de 10 no-significativo oinsignificante, de 10 negado, cuanto considera im-pertinente paravalorar como superior Ia perspectiva obtenida; es'te punto devista, que resulta así valorado positivamente, seda propío no ya

, . dei hornbre en general, de todos y cualquier ser humano de sexomasculino; sino de aquellos hombres que .se sitúan .én el centrohegemónico de Ia vida social, se autodefinen a sí misrnos comosuperiores y, para perpetuar su hegemonía, se irnponen sobreotras y otros mujeres y hombres mediante Ia coerción y Ia per-suasiórr/rl isuasión. El hombre hecho de que nos habla Ia palabragriega ANER, oDROS, se r~ere no a cualquier hombre de cualquiercondición o edad, sino a aquellos que han asirnilado- los valores

, propios de Ia viriliclad y que imponen su hegernonía.Así entendido, el concepto androcentrlsmo permite clarificar

varios pun tos. Por una parte, deja Ia puerta abierta] a Ia indaga-ción deI sujeto histórico que, en cada sociedad, haya detentadoese punto de vista hegemónico y, así. a precisar, tumbién, quémujeres y qué hornbres, qué otros aspectos humanos diversos,han resultado marginados aI árnbito de 10 no signific.üivo o insig-nificante, Por otra parte, hablar de androcentrlsmo.' ayuda a si-tuar el problema que nos preocupa en el marco mas amplio ycornple]o de Ias relaciones de poder: deja abierta Ia' posibilidadde indagar Ia articulación entre distintos niveles de hegemonía

. central, ya no sólo relacionados con el sexo, sino tarnbién con Iaedad, Ia raza, Ia clase, Ia nacionalidad, etc. Adernás, permite mar-car Ias necesarías distancias respecto aios supuestos biologistasquetratan de legitimar el actual orden social atribuyéndolo a Iashorrnonas masculinas; 21 Ia refutación del fatalismo ]j~ologista de-berá ir acornpafiada de una cuidada indagación sobre e! papel

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de Ia cultura en' Ia configuración de los modelos de comporta-miento, y esta indagación, en nuestra sociedad, debe realizarsedesde un punto de vista histórico." La palabra androcentrísmoabre, también, un interrogante sobre el proceso de asimílacíóndel modelo de compor tarniento viril hegemónico, modelo que enIa actualidad apela ya no sólo a Ios hombres, sino también a Iasmujeres. '

Si conceptualizamos el problema como sexismo, podemos aca-bar incrementanclo considerablemente el número de páginas delos textos académicos, pero quizá sin cuestionar cómo ha sido po-sible .el olvido de algo tan elementàl y tangible corno es Ia exis-teneia de Ias mujeres; sin cuestionar, por tanto, el sentido histó-rico del discurso cien t ífico.

Preguntarnos por el androcentrismo implica, al menos, inte-rrogarnos por Ias raíces más profundas dei conocimiento cientí-fico, por Ia relación entre Ia hegemonía viril y Ias restantes múl-tiples manifestàciones dei orden hegemónico en nuestra -vidasocial, en definitivá, por Ia relación entre Ia práctica social Tiaselaboraeiones teóricas ideológicas que Ia legitiman y perpetúan.

Los plantearnientos de Michel Foucault sobre el orden del dis-curso y Ia articjilación entre saber y poder 23 me han ayudado ameditar en torr(b a este problema: todo discurso incluye, ordenay, así, afirma urja serie de elementos a base de excluir y, así, ne-gar otros. Esta.ipuede ser una línea de indagación fructífera enIa reflexión en :tomo aI orden androcéntrico dei discurso lógico-científico, en sçis distintas manifestaciones: permite empezar avalorar posítívémente 10 excluído, 10 negado, 10 marginado y si-lenciado. Lo hasta ahora considerado como in-significante, 10 re-legado a Ias márgenes no escritas, eleja de ser identificable con in-existente y ernpieza a cobrar significación y vivacidad hasta ahorainsospechadas; a Ia vez, 10 afirmado, 10 incluido y el orden que sele da, resalta sóbre eI fondo de 10 que niega, de 10 que aparecenegativizado y de 10 silenciado y, cobra, así, una dimensión his-tórica más real. La propucsta de avanzar hacia una nueva pers-pectiva no-androcéntríca tiene este sentido: empezar a valorarpositivamente 10 negado; recobrar el significado de todo aquelloque resulta margínado desde el punto de vista hegemónlco central.

Qu iero indicar finalmente que, si bien comparto los interesesque aparecen en Ia definición de Mary Daly del método gineco-céntrico, tal corno 10 recoge Martha L Moia 24 (<<elMétodo Gine-cocéntrico requiere no sólo el asesinato de Ias métodos miságinos(el exorcismo intelectual y afectivo) sino, también, el éxtasis aique llamo cerebracián lúdica. Esta es el libre juego de Ia intui-cián de nuestro pro pio espacio, que da origen a U/1 pensamientovigoroso, informado, multidimensional, independiente, creativo y[uerte»), me parece importante subrayar Ia necesidad de evitarcualquier nueva perspectiva centralista y, en ese sentido, el con-cepto ginecocéntrico puede conducir a un problema similar aique estamos criticando.

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APROXIMACIÚN AL PROBLEMADEL ANDROCENTRISMO

EN EL DISCURSO HISTÚRICO

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Sin duda, el estudio histórico de Ia forma de conocimientológico-científico, hoy hegemónica, podría y debería arrojamos luzsobre sus posibles raíces androcéntricas, sobre su configuración'como ,Saber vinculado al poder androcéntrico. Sin embargo, elpropio discurso histórico, es decir, Ia forma habitual en los me-dios académicos de explicar el pasado, participa de :as premisasdei pensamiento lógico-científico y, quizá por ello, se muestra,también, claramente androcéntrico. Nos encontramos, así, con uncírculo vicioso que es preciso romper. Y acaso corresponda abrirIa brecha a Ia reflexión histórica.

Las mujeres, en Ia histeria, en el discurso histórico, no exis-timos, a no ser como excepción que confirma Ia regla. Así, cual-quier estudiante que llega a Ia universidad, ha tenido Ia posibi-lidad de identificar Ia Revqlución Francesa con los ideales delibertad, igualdad y [raternidad, y con un hecho .decisivo para Iahistoria de Ia humanidad, Ia Declaracián de Ias Derechos deIHombre ; pero se puede obtener el título de licenciado, y has-ta se puede ser doctor en histeria, desconociendo que todasestas formulaciones sólo+hacen refereneia aios varones, e igno-rando que Ias mujeres quedaron excluidas de este acontecimien-to considerado como un avance político: estos derechos, por losque lucharon mujeres y hombres, beneficiaron durante muchotiempo sólo aios hombres, a pesar de que Ias libras de his toria10s presentan siempre como conquistas universales : juegan conIa: confusión ideológica androcéntrica que se deriva dei términohornbre, que puede referirse bien ai género humano (ai con-~unto de mujeres y hornbres ), bien a los machos de Ia especiehumana especificamente. Queda silenciado, así, todo 10 que afec-ta a Ias mujcresren este acontecimiento histórico, su reacción anteIa injusticia cometida y, tarnbién, Ia actuación de Ias hombres de,su época en todo este asunto.

Otro tanto sucede con otros acontecimientos históricos impor-tantes. Así, mientras se estudia el proceso político que ha seguidocada país para establecer Ia que se llama, impropiamente, el su-fragio universal, y el clasismo que condicionó este proceso (pasodei sujragio censitario aI sufragio universal), resulta bastante di-fícil idescubrir. en prirner lugar,' que tal urtiversalidad es falsa

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porque sólo hace referencia aios hombres, y, además, conocerIas dificultades que se han tenido que superar para llegar ai re-conocimiento del auténtico sufragio universal, deI derecho devoto para todas y todos sin discriminación no sólo de clase, sinotambién de sexo. Menos aún puede analizarse, con rigor, Ias cau-sas profundas que están en Ia base de esta transformación his-tórica."

Estos dos ejemplos, entre otros muchos que podrían ponerse,revelan que Ias formas habituales en Ia universidad de explicarel pasado, el discurso histórico hegemónico, han silenciado siste-máticarnente Ia participación de Ias rnujeres en acontecimientoshistóricos destacados, más aún, aspectos que hacen referenciaespecífica a Ia vida de Ia mujer; silencio/ignorancia que permitea muchos historiadores, cuando se les plantea este olvido, repli-car que si Ia historia habla fundamentalmente de los hombres,es porque han sido ellos los principales sujetos activos, mientrasque Ias mujeres más b icn habríamos aceptado historicamente clrol de sujetos pasivos, como si no hubiérarnos acabado de darel paso dei estado de naturaleza ai estado de cultura: (,eJlos hanhecho Ia historia? (,nosotras nos hemos limitado a padeceria conresignación? (si fuera cierto, (,no seríamos hoy Ias mujeres sumi-sos animales domésticos! (,podemos haber cambiado tantos mi-lenios de historia en tan pocas generaciones ?).26Tanta ignoranciainteresada se traduce en silencio que permite justificar Ia per.petuación ele intereses viriles. patriarcales, Ia continuielael y per-petuación dei conocimiento anelrocéntrico de Ia rcalidad histó-rico-social y, en consecuencia, Ia legitirnación ele! orelen socialactual.

Está claro que es preciso que nos planteernos superar, ya eleuna vez, tanto elesconocimiento parti dista, tan ta ignoranc.ia. Elproblema que surge ahora es cómo.

Una primera solución parece consistir en incrernentar Ias [n-vestigaciones que se centran en el estudio de Ia realidad de Iasmujeres. Sin duda es éste un camino que es necesario recorrer.Pero, antes de iniciarlo, convcndrá clarificar el utillaje mental deque nos serviremos: (,Son válidos, para estas nuevas indagacio-nes, los presupuestos episternológicos y hasta conceptuales deuna teoría ele Ia historia que ha permitido desconocer Ia realidadhistórica no sólo ele Ias mujeres, sino tarnbién de Ias relacionesentre mujeres y hombres?

Surge, así, Ia necesidad de abrir un nuevo interrogante quenos lleva, esta vez, hacia Ias premisas habituales dei discursohistórico hegemónico, de Ia historia que hemos estudiado talcomo se imparte mayoritariamente en Ias aulas. (,Es sexista?<.Es androcéntrica? (,Presta atención sólo a Ia realidad históricade todos los hombres? GEn qué medida, 10 que generaliza comohumano, atafie a mujeres y hornbres, o se refiere sólo aIos horn-

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"bres? iA qué hombres? iEn razón de qué apareceu. excepcional-mente, referencias a mujeres? '

Parece claro que, por el momento, es necesario' rastrear uno yotro carninos a Ia vez: explícita o implícitamente, toda investi-gación supone unos postulados teóricos, incluso a! nível más ele-mental que orienta Ia selección de datos, que llevaa destacar unosconjuntos de datas como significativos y a rnenospreciar otroscomo in-significantes o no significativos. Así, Ia clarificación delarealidad histórica ele Ias mujeres debe ir acompaüada de una re-visión crítica ele los presupuestos teóricos dei discurso históricohegernónico, y no sólo a nivel teórico, sino además en Ia medidaen que forrnan parte de Ia propia memoria de quien investiga.Habrá que ejercer una constante autocrítica para sopesar hastaqué punto estos presupuestos, que hemos asirnilado en nuestroproceso de conformación como profesionales de, Ia histeria, nosperrniten avanzar hacia una visión más amplia della realidad his-tórica, que considere Ias relaciones entre mujeres Y hornbres, o,por cl contrario, nos conducen, una vez más, porljderroteros res-tringidos, parciales y partidistas, aunque sea de o\:i:-osigno. Hastael propio instrumental conceptual puede estar: Impregnado deandrocentrismo, como se verá más adelante. '.

Vuelvo aquí sobre 10 que ya sefialé al principio. Si presupo-nernos que el discurso histórico hegernónico es! sexista, acasonos resulte suficiente elaborar una «nueva historia de Ia rnujer»,"es decir, incrementar el número de investigaciones sobre Ia reali-dad histórica de Ias mujeres. Pero, en .este caso.l'no sólo dejare-mos casi incuestionado el discurso histórico hegemónico -y, así,su hegemonía-, sino que, probablemente, nos sé~viremos de losmisrnos postulados de que se ha partido siernpre'j con 10 que po-demos acabar incurriendo en 10 mismo que estarhos criticando:cn producir elaboracíones, discursivas sexistas y,~por tanto, res-tringidas y parciales. -,.. r,.

Por el contrario, tomar como punto de partida el problemadeI androcentrísmo deja Ia puerta abierta, como he sefialado, 110sólo a clarificar el sujeto histórico que aparece j.!11 el centro deIdiscurso y, así, a Indagar Ia realidad histórica margínada al silen-do de Io·in-significante, sino también a indagarIa relacióu queguarda tal centralidad eu el discurso con el funciohamieuto socialdei centro hegemóníco y, así, con otros problemas que se derl-vau de un orden social hegemónico-oentral hoy tan complejo.

Ciertarnente, existen ya hoy numerosas investigaciones, reali-zadas en los últimos afies. que ponen de manifiesto que el papelhistórico de Ias mujeres no es tan despreciable ni tan in-signifi-cante como habíamos aprendido a creer. Y hay que reconocerque acaso sin todas estas aportaciones hubiera sido imposiblepasar a los problemas que estoy sefialando. Sin 'embargo, asisti-mos a una especie de separatismo entre el discurso histórico aca-démico, que permanece mayoritariamente ajeno a todas .estasaportaciones. y Ia «/tueva histeria de Ia mu.ierwí Hay quedecir

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ique esto se da sobre todo en nuestro país. Pero, incluso más alláde nuestras fron terás, diríase que el discurso histórico relega lasaport aciones ele Ia historiografía feminista a un ghetto, en OC;J-sioncs institucionalizado, 10 que le permite perpetuarse sin sen-tirse afectado por los nuevos datas. Por su parte, parece' comasi Ias historiadoras Iemirfistas aceptasen, a su vez, este ghetto: esprobable que este se eleba tanto a Ias dificultades con que se tro-picza en los mcdios académicos para investigar cuestiones quese salen de los limites jerárquicos dei saber, como a Ia tendenciaa Ia especialización que-se eleja notar en todos 10s campos. EIhecho es que se produceeste separatismo que lleva, por una par-te, a que Ias invest igaciones feministas tengan escasa repercusiónen 10 que podemos llarnar los productos acadérnicos hegemóni-cos, mieruras, por el coritrario. Ias presupuestos epistemológicosacadémicos en que se han formado universitarias y universitariosraramente resultan cuestionados cn su raiz, a pesar de que talespresupuestos han perrnitido olvidar el campo ai que ahora se apro-x iman. Dc este mudo, se .cont inúa explicando en Ias aulas un dis-curso que ignora, ai menos, a Ia mitad de Ia población y, pocoa poco, se intenta salvar el expediente permitiendo seminários.asignatu ras y hasta cátedras que se centran exclusivamente en Iarnujer. De este modo, eJ discurso histórico androcéntrico -igno·ran te ele gran parte ele Ia realidad- queda incuestionado, y con-t inúa aparecienclo corno discurso generalizable a mujeres y hom-bres, mientras que Ias .nuevas investigaciones aparecen comomarginales, sectoriales .:/ sexistas. Y, sin embargo, iinstituir unghet t o académico referido a Ia mujer no es indicativo de que elambiente general es exclusiva y excluyentemente del hombre?(ide qué hombres?). .

Este separatismo no lleva sólo a situaciones paradójicas comoésta: tiene repercusiones más graves, en Ia medida en que Iasinvestigaciones sobre Ia historia ele Ia mujer no cuestionan deraiz los discursos hegernónicos y, rnuchas veces, hasta parten delos mismos presupuestos androcéntricos, 10 cual puede llegar ainvalidarias.

Dos ejernplos me permitirán clarificar mejor Ios problemas queestoy serialando:

Los trabajos de Sheila Rowbotham sobre Ia Revolución Indus-trial 110S dan una visión muy diferente de Ia que teníarnos de lossiglas XVI aI xx, especialmente 'ele los dos últimos. Nos permitendescubrir, por ejernplo, que Ia implantación dei sistema capitalis-ta industrial se hizo arrebatando los hombres a Ias mujeres mu-chos puestos de trabajo que éstas habían ocupado tradicional-mente, y de los que hasta fueron excluidas totalmente. Vale Iapena recoger una larga cita de Ia autora. Empieza explicando que,a 10 largo de los siglos XVI y XVII, «Ia competencia entre los hom-bres se intensiiicá. Gradualmente Ias mujeres [ueron expulsadasde los trabaios más rentables. EI trabajo [emenino quedô asocio-

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do COn sueldos baios, Esto no fue un. proceso único y definitivo,sino que continuo a 10 largo del siglo XVIII y se extendió a prin-cipias dei XIX [ ... ] En Ia década de 1630, por ejemplo, los jóve-nes impresores protestaron contra Ia presencia' de Ias muieresen los trabajos de imprenta no especialirados, y virtualmente 10-graron excluirias para mediados dei siglo XVII. Dejó de ser [re-cuente que Ia muier y Ias hijas dei maestro im presor ayudarana ést e en su trabaio, Pero había grandes variaciones entre Iasdiferentes localidades y los diierentes trabajos. En Ia segundamit ad dei siglo XVII, por ejem plo , aún quedab an unas pocas mu-[eres carpint eros. En el comercio de Ia lana, Ias mujeres mantu-vieron una posicián [uer te, aunque para el siglo XVII ya no esta-ban empleadas en todas Ias secciones, dedicándose sólo ai cardadoy ai hilado que realiraban en su. casa, mientras que los hombresse ocu paban de Ia seleccián y Ia tintura. A medida que se aplica-ban. nuevas I-egulaciones en contra de Ia mujer, Ia apelación a Iastradiciones [ue perdiendo [uerza. En el ai'ío 1639, Mar y Arnol d [ueencarcelada por haber seguido fabricando cervezn a pesar de unaorden de los [abricant es cerveceros de Westminster. Las mujereslueron exclui das dei trabaio de [abricacion de cerveza hacia fina-les de ese siglo.

»Est os cambios en Ias in dustrias vinieron aconrpanados por Iatransjor maciári en los oficios art esanales y Ias t radiciones popu-lares en cuanto a trabaio y ciencia profesionales. A [inales deisiglo XVII habia aún mujeres ciruianos, pero a Ias curanderas seIas asociab a cada vez más con Ia bruieria y Ia prâctica de Ias artesmágicas. A medida que Ia medicina ise convertia en una ciencia,los requisitos para el ingreso en el aprendizaje de Ia misma exclu-yerori a Ias mujer es, quedando Ia prolesián reservada para los hi-jos de Ias [amilias que pudieran. permitirse tal instruccián. Lasmujer es. [ueron relega das, a último lugar. La parteria, rama de Iamedicina que desempefíá7ian únicarnente Ias rnujeres, [ue acapa-rada por el médico hombre atando Ias que daban a luz eran rnu-[eres ricas. La pari era sólo se ocu pab a de Ias pobres. Cuando Iasparteras protestaron, adujeron su experiencia frente a Ia abstract ateoria de los hombres. Pero en el nuevo mundo, Ia ciencia suponiaU/1 control de Ias ideas que proporcionaba poder. La experiencia,por si sola, no era. suficientemente valorada.» lB

Como vemos, el mito de que Ias mujeres se incorporan hoy aimundo del trabajo (aunque se precise: deI trabajo productivo},aparece una vez más sin consistencia alguna. EI conflicto entretrabajo masculino y trabajo [emenino aparece vinculado al desa-rrollo del capitalismo, conflicto del que no hablan los libros dehistoria que se manejan en Ias aulas universitarias. Ante los datasele Ia historiadora, surgen diversos ínterrcganies de gran impor-tanciapara Ia historia de rnujeres y hombres: c: qué relación guar-da este conflicto con Ia transformación de los ámbitos privado ypúblico, con el paso ai ámbito público de actividades hasta en-

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tonces propias del ámbito privado? iQué reIación guarda Ia transformación econômico-social. tal como solemos entenderia, con Iatransformación de Ia Iarnilia, que ha variado en Ia historia aunqueno se suela hacer referencia a sus cambios? La intensificación deIa competencia entre los hombres, que llevó a Ia marginación deIas mujeres aIos trabajos peor remunerados, i tiene que ver con Ia

. transformación de Ia organización militar en Ia configuración deiEstado Moderno? Son éstas preguntas que desbordan Ia histeriade Ia mujer, tal como se Ia suele entender, y abren nuevos inte-rrogantes a una reflexión histórica con voluntad de tener en con-sideración a todos los seres que forman parte de una colectivi-dad, mujeres y hombres. Sin embargo, Ia mayoría de los estudio-sos de Ia Revolución Industrial y de Ia 'implantación dei modo eleproducción capitalista no suelen tener en cuenta Ias 'diferenciadascircunstancias históricas de mujeres y hombres, menos aún Ia in-terrelación, Ia influencia recíproca, los conflictos.

Si este ejemplo permite ver Ias aportaciones que Ia hístoriogra-fía feminista está haciendo a una más profunda comprensión denuestra realidad pasada y presente (a pesar de que no suelan fo-marse en consideración), expondré abora cómo una investigaciónque se centre en Ia histeria de Ia muier, sin revisar mínimamentelos presupuestos androcéntricos habituales dei discurso históricohegemónico, puede conducir a un simple incremento cuantitativode datas, en e] mejor de Ios casos.

En el primer volurnen que recoge Ias Actas de Ias PrimerasTornadas de Investigacion Interdisciplinaria, aparece un trabajosobre Ia «Participación de Ia mujer en Ia repoblación de Andalucía(siglos XII y xv). Ejernplo de una metodologia». elaborado porCristina Segura Graífio, de Ia Facultad de Geografía e Historia deIa Universidad Complutense de Madrid."

Como indica el propio título, Ia autora preserita aquí un ejem-plo de «una nueva metodologia». EI tema, nos dice, ha sido siste-máticarnente estudiado desde todos los puntos de vista: «Se hainvestigado Ia poblacián andalura, el origen de Ia misma, Ia es-tructura social, el reparto de Ia propiedad, etc., etc. Pero ha habi-do U/1 aspecto que nunca ha sido estudiado, ni se ha reparado enél. Este aspecto es Ia participaciáti de Ia mujer en esta gran. em-presa que es Ia repoblacián de Andalucia».

La autora nos explica que ha hecho una «nueva relectura. dedocumentos ya publicados «con una óptica totalmente distinta aIa que se ha utilizado hasta ahora. En esta nueva lectura he idobuscando únicamenie nombres de muieres. Estos nombres de mu-[eres se han. utilizado anteriormente, pero ahogados entre los otrosnombres masculinos y sin. cuantiiicarlos separadamente».

«Ouiero, de esta. forma, seiialar un nuevo camino metodolágicopara el estudio de Ia histeria de Ia muier, sú verdader a y realparticipacián en el acontecer histórico. Su participación basada

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en. datos concretos y cuantiiicables, Esta metodsilogia consistiriaen Ia uiilizacián. de material ya publicado y esiudiado desde diver-sos aspectos: políticos, socio-econômicos, etc., ife/1 el que no seha. constatado Ia a.portacián de Ias mujeres. Estevseria U/1 primerpaso, que podrá hacerse sin grandes dificultades y;,Si/1Ia necesidaâde buscar y rebuscar por los archivos documentos espectaculareso textos que hablen de Ia situacián. de Ia mujer en Ia Historia, enIa Edad Media concretamente. .;

»Este estudio de documentos publicados no puede hacerse deforma arbitraria, sino que hay que estudiar series de documentosreferidos a U/1 misrno tema. Por ejemplo, se puede estudiar U/1Cartulario de algún Monasterio y destacar todas Ias mujeres queen él aparecen. y especificar claramente qué [uncián ejercen. Si5011arrendadoras, compradoras o vendedor as ; si hacen donacio-nes, ele. Después de obtener estos daios, será necesario relacio--nados -.con los mismos datos referidos aios hOI11Ures que efectúanIa misma [unciári y sacar Ia proporcián de Ia participacion mas-culina y l o [emenina y Ias conclusiones oportunas.

»La utilizacion. de estos documentos tiene, además, una granventa]a. Las mujeres que en ellos aparecen soe muieres total-mente normales, no destacadas e/1 Ia sociedad, normalmente per-tenecientes a grupos no elevados de Ia misma, mujeres de pueblo.Creo que Ia historia. de Ias mujeres pertenecientes a Ias clasesaltas, la alta nobleza, Ia realeza, es harto conocida y no es ilus-trativa [ ... ] Pero creo que éste 110 es el camino, pues sú actua-cián, más que por su calidad de muier, se debe çz sú pertenenciaai grupo privilegiado de Ia sociedad;»

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La autora abunda en que no quiere centrarse en «Ias clasesaltas de-la sociedad. La -historia que hay que hacer es Ia de loshechos cotidianos, hecha por los hombres y mujeres cotidianos.Esta historia también se está haciendo, pero no se destaca en ellaIa participaciôn de Ia mujer. Se han estudiado los hechos econó-micos, Ias hechos sociales, etc., pero no se ha distinguido clara:mente si eran 11O/11breso muieres quienes prot ágonizab an estoshechos», 'i

«Por todo esto, considero que si queremos sdbel' la actuaciônde Ia mujer el1 Ia Historia, U/1 camino es destacar Ia participa-cion de la muier el1 los hechos sociales, econôinicos, ete., coti-dianos. La mayoria de Ias mujeres son de Ias clfJ.ses inferiores yno participan en los hechos excepcionales. EI l1estacar a estasmuieres anônimas y su participacián en el acont~cer histórico, e/1pie de igualdaâ en muchos casos con el hombre, ls Ia metodologiaque propongo con el ejemplo que a conti/1uació/1~:voy a analizar..

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El estudio de Ios libras de repartimiento le :heva a destacar,en Ios siglos XIII y xv, población por población;\ el número total

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de pobladores, el número de rnujeres pobladoras y, así, el por-centaje de mujeres que participaron en Ia repoblacián de Andalu-cía: el 1,3 % en el síglo.xnr, el 5,02 % en el siglo xv, total gene-ral: el 2,1 %. Hay que tener en cuenta que Ia autora advierte queha descontado a Ias mujeres pertenecientes a Ias «clases altas».

Entre Ias conclusiones, sefiala «el mismo hecho en si ; estaes, que hubiera mu jeres.Ópobladoras», «Se puede deducir que noh abia ninguna restricciôn por condicion de sexo, sino. que unamujer podia desempenar Ias funciones repobladoras exactamenteigual que un hombre», Entre Ias «causas de esta permisibilidaâ.apunta a «Ia dijicultad de encontrar pobladores que [ueran a An-dalucia y a Ia necesidaâ que habia de ellos».

Hay que reconocer que es realmente larnentable que en inves-tigaciones históricas no se realicen cuantificaciones de este tipodiferenciadas por sexo: ello lleva a suponer que tal tarea sólo Iarealizaron hornbres. Este ejercicio ele cuantificación diferenciadaes, pues, imprescindible para mejor clarificar la realidad socialque se estudia. Sin duda 'es éste, como dice Ia autora, «un nuevocamino metodolôgico para el estudio de Ia historia de Ia mujer»,una aportación metodológica necesaria. pero no suficiente, o, sise prefiere, insuficiente .. Conviene estar en guardia incluso' anteIas propias bases conceptuales que consti tuyen Ias unidades bá-sicas mediante Ias que elaboramos el discurso: saber que el 2,1 %de los «pobladores» de 'Andalucía en Ias siglos XIII y XV fueronrnuje res sólo nos indica el pequeno porcentaje ele mujeres queparticiparon en Ia ocupación de Andalucía, pero no nos permitecornprender realmente córno se repobló Andalucía. EI conceptojurídico de pobl ador encubre una realidad más elernental: pararepoblar una zona es preciso, como se sabe, reproclucir nuevascriaturas, 10 cual puede hacerse quizá con pocos hombres perono con pocas mujeres. Sin mujeres que gesten, den a luz y atien-dan a Ia supervivencia de Ia infancia, no es posible ninguria repo-blación, a no ser que sé traigan contingentes humanos de otrastierras, y és te era precisamente el problema que dificultaba cul-minar Ia conquista de Andalucía por parte de 105 cristianos, Lainvestigàoión de Cr istina Segura Graífio nada nos aclara sobrecómo se repobló, realmente, Andalucía: (existía una poblaciónaborigen que solo mediante Ia fuerza se avino a sorneterse a Iasnecesidades de los «põbladores»>; <'. qué medios utilizaron los«pobladoress para que ::su «repoblacián. no terminase ai mo rirellos o dias?... <'. Oué ~~!alidad histórica de mujeres y hombresajenos aios intereses e:n liza en Ia Reconquista enmascara Ia pa-labra poblador? Un sinfín de preguntas, que se derivan de éstas,perrnitirían clarificar este largo y cornplejo fenómeno históricode nuestro pasado ai que se da en llarnar' Reconquista: <'. cómo 10vivieron mujeres y hornbres que no participaron en los 'conflictospor Ia hegernonía territorial>, y (qué relaciones tuvieron con quie-nes, por intereses distintos, envolvieron en tantas guerras, palmo

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a palmo, el suelo de Ia Península, con quienes tenían en comúnIa volun tad de dominio hegemóriico sobre más y más territorio?

Estos ejernplos de los trabajos de Sheila Rowbotham y Cris-l.ina Segura Graíno creo que perrniten ver claramente tanto Iasaportaciones que Ia historiografía feminista puede hacer ai cono-cirniento de nuestro pasado de mujeres y hornbres, como Ias li-rnitacicnes en que puede incurrirse si se tiene una visión demasia-do restringida de Ia historia de Ia mujer y demasiado fiel a presu-puestos teóricos a partir de los cuales se han ignorado tantascosas. Asimismo queda claro que Ias mujeres no somos Ias eternasinexistentes en Ia histeria, ni siquiera en fenómenos sociales enlos que se consideraba que sólo podían haber participado loshornbres.

Si meditamos más a fondo, el problema dei discurso históricohegemónico no se limita sólo al olvido sistemático, a Ia elimina-ción de aquellas páginas que podrían y deberían recoger Ia parti-cipación de Ias mujeres en los acontecimientos que hoy se at ri-buyen sólo a los hornbres. La visión androcéntrica ha permitido,tamb ién, que, hasta ahora, todo el análisis histórico de Ia reall.dad se haya realizado a partir dei punto de vista restringido einteresado de tos hombres (<'. de qué hom bres P), perspectiva quecondiciona que se hayan considerado significativos históricamen-te unos determinados acontecimientos o fenómenos: aquellos en10s que -por razones históricas .. queihabria que clarificar- loshombres (<'. qué hornbresP) han partrcipado mayoritariamente co-mo protagonistas principales o exclusivos; fundamentalmente,todo 10 relacionado con el âmbito público. En consecuencia, seha menospreciado e ignorado todo 10 que Ias mujeres hemos.ealizado. exclusiva o m~oritariamente a 10 largo dei tiernpo:reproducción de los seres humanos, producción doméstica debienes que permi ten Ia supervivencia cotidiana 'de Ia especie y,en general, todo 10 que se considera específico de! âmbito priva-do ... de cada varón. Se presupone, así, que nuestra participación,en el pasado y en el presente, se sitúa en el terreno puramentebiológico" en Ia Naturaleza, ai margen de Ia Historia, de Ia Cul-tura, y no se analizan Ias razones históricas por Ias que los varo-nes se apropian de Ias mujeres y sus criaturas, ni Ias diferentesformas históricas de Ios sistemas de apropiación, menos aún Iarelación entre estas formas de apropiación viril y los restantesFenórnenos sociales. Se evita, así, prestar atención no sólo a Iarealidad de Ias mujeres, sino tarnbién a Ias relaciones histórica-mente conflictivas entre hombres y mujeres, a Ia división en sexosy su articulación con otras divisiones sociales (clases, nacionali-dades, edad, etc.). Ésta puede ser Ia razón por Ia que no estánclaros problemas tan importantes para el análisis dei pasado yel presente, como Ia dialéctica entre naturaleza y cultura, Ia ar-ticulación entre 10 que se considera privado y 10 que ,se considera

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Page 13: Sarda - En Torno Al Androcentrismo en La Historia

público y sus transformaciones históricas, Ias raíccs profundas deIa génesis de Ia jerarquización social y de! funcionamiento deipoder, desde cada ser humano hasta Ia cima más alta de la.jerar-quía social institucionalizada, o e! papel de Ia familia como piezaclave del Estado que, sin embargo, los sistemas más autoritaricshan tenido siempre tan presente en Ia práctica.

.En un momento en que Ia reflexión histórica se ha planteadoya no sólo Ia necesidad de evitar historias sectoriales -que im-piden comprender Ia articulación compleja de los distintos aspec-tos de Ia realidad social-, sino también el imperativo de avanzarhacia una histeria total;" Gdebe trabajarse en una histeria de Iamujer o, más bien, habrá que tratar de sentar nuevas bases haciauna historia auténticamentc total, que tomeen consideración alconjunto ele mujercs y hombres? iPodemos limitamos a proponeruna historia sectorial ele Ias mujeres que se encarte en Ia actualhistoria sectorial de los varones? iO, más bien, deberernos plan-tear nos una revisión profunda deI discurso histórico, ele sus basesconceptuales, episternológicas y metodológicas, a fin de avanzarhacia esa auténtica histeria total, que tenga en cuenta cómo seha organizado históricamente Ia relación entre mujeres y horn-bres, y Ias consecuencias que este orelenamiento ha tenido ' enIa reglamentación de Ias, restantes relaciones sociales?

Seguramente esto requiere revisar todos los fundamentos apartir de los que se han elaborado los proyectos actuales de esadeseada historia total. tarea que abordaré a continuación. Quierosefialar aqui, sin embargo, algunos puntos de meditación: .

Si en el análisis ele una formación social partimos ele Ia basede que «en. Ia produccián social de su vida Ias hombres contraendeterminadas relaciones necesarias e independientes de su. volun-tad, relaciones de produccion e+' y de que el concepto de modode producción es el instrumento teórico que nos permite abordarIa totalidad social. y olvidamos que para Ia producción social de Iavida existe un nivel básico de relaciones entre los seres huma-nos, Ias relaciones entre mujeres y hornbres orientadas hacia Iareproducción de Ia espécie (que han estado reguladas histórica-mente), no sólo caerernos en una visión parcial y androcéntrica,sino que posiblemente el economicismo tantas veces denunciadoquizá sea inevitable.

Si, como consecuencia de estas bases teóricas, se consideraque «Ias dos grandes tipos de divisián de Ia Humanidad» son «Iasclases sociales» y «ias pueblos, estados, naciones, et.nias, etc.s"y se pasa por alto Ia división en razón de sexo y sus plasmacionesinstitucionales e ideológicas, no sólo resulta imposible una his-toria autenticamente total que abarque Ia realidad de mujeres yhornbres, sino que acaso ni tan sólo sea posible comprender pro-fundamente Ia realidad histórica de los hombres.

En verdad, el discurso histórico no se ha preocupado por cx-plicar toda Ia realidad de los varones. sino sólo una parte, enten-diendo, además, por varones aios hombres que participan en el

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ejercicio del poder; Ia ignorancia que el discurso histórico man-tiene sobre Ia existencia de Ias rnujeres permite, entre otras cosas,ocultar Ias relaciones históricas entre hornbres y mujeres, as-pecto fundamental para cornprender el profundo significado deIa hegemonía patriarcal y su transformación histórica. Podr ía-mos decir que «el problema de Ia mujer» eu los jestudios históri-cos, es más bien, o es tambíén, el problema del ;hombre ante supropia historia: parece como si éste no quisierá enfrentarse decara con su realidacl pasada y presente. .,

Hay, pues, razcnes científicas que exigen esta revisión crítica.' dei discurso histórico hegernónico, y de Ias bases teóricas sobre. ias que se sustenta. Pero. más allá de estas razones, o, mejor,fundamentándolas, Ias mujeres tenemos Ia necq'~iclad imperiosa,dadas Ias transformaciones en que hoy nos hal9amos inmcrsas,de una reflexión histórica que nos permita encOl)'trar nuestras se-fias de iclentidad: desprovistas dei conocirniento jde nues tro pasa-cio, icómo poclremos clarificar qué nos int crcsa ~pllscrval- y cómoy qué queremos transformar de 10 que nos qui ..çren hacer crccrque hemos sido y podemos ser? )

Ahora bien: si 10 que nos proponernos es clarificar el funcio-narníento histórico de Ia vida social humana, tornando en consi-deración Ia importancia que para nuestra vida:;~ocial tienen Iasrelaciones conflictivas entre mujeres y hornbresl'de distintas con-diciones. y Ias repercusiones que tales relaciones tienen en Iacompleja vida social en que vivimos, en ese caso resulta irnpres-cindible reconsiderar detenidarnente los parámetros mentales conque hemos aprendido y nos hemos habituado a pensar el pasado,es decir, profundizar crítica mente en Ia teoria de Ia histeria que,aun en el caso de que no Ia explicitcrnos, orienta toda investiga-ción. Todavia más: plantearnos criticamente Ias bases episiemo-lógicas sobre Ias que se.,:.'iustenta Ia forma de conocimiento pro-puesta por esa teoría de Ia historia. ,

He definido, pues, el problema como Ias relaciones histórica-mente conflictivas entre mujeres y hornbres de distintas condicio-nes, y Ias repercusíones que tales relaciones tienen en Ia complejavida social en que vivi1110S, frente a Ias investigaciones que sóloatienden a nuevos datos sobre Ia realidad histórica de Ias muje-res sinl revisar los parámetros teóricos y epistemológicos deI dis-curso histórico. Quiero exponer, así, claramente mi propósito, yponer el acento en Ia complejidad de Ias relaciones históricas;subrayar, en definitiva, que si bien el silencio que el discurso his-tórico ha venido guardando sobre Ia realldad . histórica de Iasmujeres es un serio problema que hav que plantearse, no es elúnico problema ai que debemos atender hoy alireflexionar sobreel pasado para una mejor comprensión dei presente."

EI estudio dei pasado para Ia mejor cornprensión dei presen-te (objetivo de Ia historia como disciplina acadêmica que se pro-pone esta tarea y reclama hoy el estatuto de ciéntificiclad), tienehoy que resolver otras muchas cuestiones de silí;Jilar envergadura

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que posiblemente se :hallan intcrrelacionadas profundamente, yIas soluciones que hallernos para unas pueden ayudar a, o dificul-tar, ia resolución de otras. Ciertamente, el discurso histórico nosólo excluye a Ia mujer, ni excluye a todas Ias mujeres. Excluye.tamblén, a otros colectívos soclales, colectivos de mujeres y horn-bres afecrados-por rasgos cornunes como Ia raza, Ia edad, el tra-bajo. etc. La división 'social en razón de sexo no es Ia única divi-sión existente en Ia vida social; si es Ia primera y principal o no,es una ele tas cosas que hay que aclarar, pero sin olvidar que sehalla articulada, en Ia práctica de Ia vida social de cada persona yele Ia vida colectiva -por tanto, que debe articularse en Ia com-prensión teórica-, con otras divisiones sociales que afectan a Iaedad, a Ia raza, a Ia clase social, en fin, a Ias condiciones ele naci-miento y consecuenternente ele ubicación social ele Ias personas, Larellexión sobre el olvido que el discurso histórico ha mantenielosobre Ia realidad histérica ele Ias rnujeres no debe hacemos olvidarIas divisiones sociales que se elan también entre Ias mujeres Y:debe conelucirnos, asr. a otro ele los problemas que ha de clari-ficar hoy el estudio .del pasaelo y dei presente: Ia articulaciónhistórico-cultural de Ias divisiones sociales y su complejielael ac-tual."

Otro gran paquete de cuestiones que hay que abordar, ele nomenor importancia, ~e refiere ai papel que Ias prejuicios cultu-rales juegan en Ia rtproelucción de los modelos de comporta-miento correspondientes a mujeres y hornbres ele distintas con-diciones espacio-temporales, sociohistóricas; es decir, el papel queIa ideologia, Ias mentalidades o Ias creencias juegan en Ia conser-vación y/ o transforrnación de Ia vida social. Cuestiones que nopodemos olvidar ni siquiera en el caso de que sólo nos preocupeel pasado histórico de Ias rnujeres. Cuestiones que hoy se plan-tean diversos estudios historiográficos y sociológicos y que acasosólo puedan llegar a .clarificarse, precisamente. tomando en con-sideración Ia realidad histórica de Ias mujeres en Ia medida quemerece.

Los carninos para .llegar a resolver tales problemas pueden serdiversos, pero todos ellos deberían permitimos no perder de vistaIa Interrelacíón que cualquíer fenómeno social guarda con losrestantes, Ia globalidad de Ia vida social humana y su dlnamící-dad, es decir, su transformabilidad histórica. Precisamente, sialgo puede y debe apertar el estudio deI pasado, Ia histeria, a Iacomprensión que de!' presente tratan de hacer Ias restantes cien-eias sociales, es esa perspectiva global, cornpleja y dinámica delconjunto de los fenómenos sociales. Pero para ello es preciso queIa reflexión sobre el pasado no se quede en aspectos parcialesde Ia vida social, evitar toda especialización, sea fenoménica ocronológica. Es cierto que toda investigación concreta constituyeun estudio especializado. Pero, por esa misma razón, resulta deespecial importancia no perder de vista Ia clarificación de tascuestiones teóricas globales y hasta de los pre-supuestos epíste-

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mológicos que fundamentan Ias teorías. Es decir: partamos deIestudio de Ia histeria de Ia mujer, o dei estudio de Ia articulaciónde Ias divisiones sociales en un determinado momento histórico.o tomemos como punto de partida Ia historia de Ias mentalida-des o Ia historia de Ia connmicación social, o cualquier otro fe-nómeno social delimitado espaciotemporalmente, todo estudioparticular debe orientarse a Ia comprensión global del funciona-miento histórico de Ia vida social, comprensión global que haceprecisamente cornprensible el fenómeno particular estudiado. Deesta manera, en el proceso de investigación podemos descubrirnuevos interrogantes aios pre-supuestos teóricos de partida ypodemos modificar, así, Ia teoria, de modo que nos permita per-cibir nuevos matices de Ias fenómenos sociales que quedabanexcluidos, nuevas relaciones.

Como he sefialado al principio, Ias iridicaciones de Michel Fou-cault en torno aI orden dei discurso, y Ia relación entre saber ypoder, abren una amplia perspectiva a nuevas reflexiones en Iasque podemos ernpezar a tomar en consideración 10 excluido deidiscurso, 10 silenciado y negativizado, como realidad viva que hasido marginada para poder afirmar el orden -androcéntrico, comoveremos- que gobierna el discurso. Esta puede ser una prirnerahipótesis de trabajo que nos exige detenernos, aunque sea breve-mente, en Ia relación entre nuestros pensamientos y el instru-mental básico mediante el cual los expresarnos académicamente,d lenguaje por medio del cual se construye el discurso.

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LENGUAJE Y ANDROCENTRISMO

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, (Es posible dernostrar que el discurso histórico es predomi-nantemente androcéntrtco, es decir, que constituye una forma deexplicar el pasado vinculada a Ia perspectiva que se obtiene aIadoptar un punto de vista central, propio del colectivo] de varo-nes que se sitúan en el centro hegemóníco de Ia vida s;!ciaP Enesc caso, (qué relación guarda ese punto de vista central. que enun prirner nivel diríase que hace referencia ai sexo, 20n otrasperspectivas centralistas denunciadas por estudiosas y estudiososcríticos, que se refieren a Ia raza (etnocentrismo), a laiclase so-cial, al centralismo estatal.é' a Ia edad," y aun ai propip ser hu-mano (antropocentrisrno-) ? 37 (Podemos considerar, ai menos comohipótesis de partida a investigar, que existe un eje central quearticula todas estas perspectivas centralistas? (Podemds pensarque existe una profunda relacíón que atravíesa Ia hegemonía desexo, de clase, de rala, de nacionalidad, Ia- hegemonía 'adulta yhasta Ia hegemonía de 10 público?

Tratar de dar respuesta a estas preguntas parece iina tareavasta y compleja, pero necesaria, pues se intuye que apulitan a unproblema fundamental, esjlecir , a un problema que pudtkra cons-tituir el Fundamento de otros. EI orden deI discurso pJrece dic-tarninar lo que podemos decir y, aSÍ, incluir y afirmar, ;'y 10 que:;0 podemos c1eciry, en consecuencia, tenernos que exclui;; y negar,tcmade meditaciones de Foucault. (Guarda alguna relación esteorden deI discurso con el androcentrismo, con cualquier' perspec-tiva centralista? Es necesario tratar de clarificar córno' opera elorden androcéntrico deI discurso para intentar romperlo y, endefinitiva, ya no sólo empezar a hablar sino, en primrr lugar,poder reflexionar desde Ias márgenes de 10 excluido, de Ib negado.

Una forma de aproximarnos a este problema consiste en ana-lizar el instrumental básico mediante el que se constit'uye tododiscurso: el lenguaje y sus unidades básicas, Ias palabras.

Según el neurofisiólogo soviético A. R. Luria, Ia pàlabra es"Ia unidad básica dei lenguaje», «el más esencial mecanismo quesirve de base a Ia dinâmica dei pensamiento+P De ahí Ia necesi-dad de clarificar hasta qué punto nuestro universo verbal con-ceptual ha sido forjado históricamente a Ia medida de 'una pers-pectiva androcéntrica. Pero, adernás, «el lenguaje (verbal) es, por

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excelencia, Ia ZO/UL en que convergen y se combinan Ias aporta.ciones de Ia experieiicia individual y Ias de Ia colectividad de queforma parte el nino.»/9 10 que quiere decir que Ia asimilación per-sonal dei lengua]e verbal, a 10 largo dei proceso educativo, im-plica Ia asírnilaclón. de Ia modelación histódco-colectiva dei len-guaje que utilizamos. De ahí que Ia revisión crítica dei instrumen-tal básico de Ia elaboraclón dei discurso exija, a Ia par, unejercicio autocrtttco' que afecta a 105 hábitos mental-lingüísticosque hemos asimilado, personal-eoleetivamente.

Es éste un problema que se han planteaelo ya otras estudiosasy estudiosos, en el que conviene detenerse.

«La acept acion de un lenguaje supone Ia acept acion de unasregias (de clasiiicacion, de relacion, etc.) y unos conceptos que110son unânimes a todos Ias Ienguajes: cada Lengua]e es com pati-ble con U!1Clforma específica de ver el mundo y es el resultado eleuna historia social ( ... )>>, aclvierte M." A. Durán en su ensayo so-bre «La mujer antena ciencia»."

Esto Ia \leva a tesal t ar el carácter político dei lenguaje y, enconsecuencia, a decir que "tal vez no sea posible ún movimient opolítico importante sin un acompaiiamiento o un esjuerzo en elnivel dei lcngua ie, y no sólo el1 el lenguaje de Ias pala/nas sinoeri el de los gestos y Ias expresiones deI arte». La autora se plan-tea Ias repercusiones que el sexismo, que se detecta en el lengua-je, puecle tener en Ia epistemología: «En los Lenguajes que for-m ari parte de Ia cultura occident al, Ia huella de Ia subordinaciánde Ia mujer puede seguirse en ires ordenes diferentes: e/1 losconce pt os ( constr uidos en gran parte sobre experiencias que /10SOI1 Ias suyas ), en Ia estruct ura (Ias regias referentes a.Ias rela-ciones), y en el uso ( Ia aparicián de lenguaies específicos de cadasexo y /a connotacion valorativa de Ias palabras asociadas a Ia/1II1.jer). Para el aceeso de Ia muier a Ia creaciôn de Ia ciencia,e/ lengua]« cast ellano SI/pane 1I1U1b arrer a epist emolágica noiableque 110 ob st ante pasa [ácilmente desapercibi daw"

Sobre el sexismo en el lenguaje, y más concretamente en elcastel lano, existe uÍ1 excelente estudio ele A. García Meseguer eu-yos resultados condensa él mismo en el esquema que se reproduceen Ia página siguiente."

María A. Durán .Ileva esta preocupación por el lenguaje toda-via más lejos. Para ella 10 importante no es ya sólo «que Ias cam-pos a los que se reliere Ia ciencia hayan sido aienos secularmentea Ia experiencia de Ias muieres«; ni siquiera que «las connota-ciones de /os términos referentes a Ia mujer sean con [recuencianegativas». Lo que le parece más importante, y coincido plena-mente con esta valoración, es «Ia permanente equiparacián delsujeto de Ia experiencia ai yo masculino, que se hace más patenteen Ia elaboracion de Ias formas im.personales -/ti.ás ab st.ractasy por tanto características dei pensamient.o sistemático y fôrma-lirado-:-, O' plurales, La generalit.acion dei "yo" masculino a todos

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los titulares de Ia aCClOl1y el predomínio e/1 el caso de Ia coexis-rencia de titulares, es una permanente -simbólica, naturalmen-te- negación de Ia posibilidad de Ll11yo [emenino como titulardel raronamient o impersoridlirado. Las aiirmaciones que Ia ló-gica formal permite, SOI1 negadas en Ia práctica por Ia im posibi-lidad ele expresarlas en un lengua]e que no les concede vali dezgramatical»."

Es decir, se sospecha que el «yo» dei razonamiento abstractoconstituye Ia primera trampa conceptual que conduce a una epis-temología sexista o anclrocéntrica. Ciertamente, Ia permanenteequiparación deI sujeto proeluctor del discurso a un «yo» o un«nosotros» masculino produce, aI menos, una legítima incomodi-clacl en Ias mujeres, pues no deja traslucir SLl personal naturaleza.Una' incomodidad que Martha r. Moia expresa así:

"H ablar "en [ernenino": c' H abéis pensado alguna vez qué ri-dículo es decir uno reiiriéndose a una misma? Y, al mismo tiem-po, i qué ridícula suena una cuando dia 'una! En el lengua]e todoes cuestion. de hábito, por eso es tan arduo cambiar. Es comodejar de fumar o con ducir UI1 auto de marchas diferentes. Loque cambia 110 es sólo Ia expresiôn, sino toda Ia cosmovisián queIa sustenta [ ... ] Las cuestiones lingüísticas SOI1 [undament alesel1 el Iengua]e natural, el cotidiano. Y t amb ién en los metalen-guaJes utilizados para describir Ia realidad; Hay que estar aler-

. tas, dudar, cribar, cambiar.» 44

Aspectosdel lenguaje

ResultadodeI análisis

COMO MEDIaDE CO MUNICACIÓN

EI lengua] e pose euna est ruct ura int e-lectualist a.

COMO RESULTADOY TRANSMISORDE UNA CULTURA

La cultura heredadaes sexista y el len-gua]e t iende a per-petuar el sexismo.

COMO CONDJCIONAN-TE DEL PENSA M lENTOY LA CONDUCTA

Los automatismosde! lengua]e provo-can el menospreciou olvido de Ia mujcry oeul tan Ias si tua-cioncs sexistas.

Concluslones

La áptica int etect ua-lista prima sobre Iavi/alista.

La ápt ica dei varól1prima sobre Ia deIa mujer ideutificán-dose 10 masculinoeon 10 total, el varóncon Ia persona.

ATENcrÓN A tAS CON-DlICTAS VERIlALES 1-1,\-BI.AI)·\S O ESCRITAS.

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Cier tarnente, decir «uno» pienso: que esta podria ser de otromodo, o decir «un.a» piensa. que esto potlria ser de 011'0 modo,suscita en quien escucha o lee, e incluso en quien habla o escribe,la sensación de que uno es una persona investida de autoridad,mientras que W1a diríase que expresa simplemente una opiniónpersonal, es más, una opinión de mujer. Si se quiere reforzar Iaautoridad de un argumento, ell lugar de decir uno diremos /lOS0-Iras, aunque searnos conscientes de que tal opinión sólo Ia com-partimos unas cuantas rnujeres, mientras que Ia mayoría de 1111es-tros colegas hacen oídos sordos a Ia inquietud de Ia que brotatal opinión.

Martha L Moia habla del «esjuerzo deliberado y costoso queimplica hablar desde Ia perspectiva de Ia. muier», esfuerzo querelaciona con «imposiciones gramalicales, [áciles de subvertir,que desdibujan el mensa]e ai hacernos perder de vista el foco»,y con «limitaciones de significado, difíciles' ele reconocer y decorregi/', cuyo efecto no es desdibuiar sino borrar, eles/existir».

"La concordancia de los géneros gramaticales de nucstra len-gua -continúa- exige que si hay aI menos un sujeto masculino,el discurso sea masculino, a pesar de que haya una buena canti-dad de sujetos [emeninos, que q uetlan ((implicados" por el géneromasculino. Si el1 W1a clase hay cien alumnas y dos alumnos, debe-remas decir Ias alumnos. Además, como 1105 aclaran 105 lingüis-tas, es natural que ~l11amuier diga nosotros y una rejiriéndase aella misma. Esto es asi porque Ia concordancia masculina es ohli-gato ria cuando se alude a personas de dist int o sexo. En el casode nosotras, ha» que prestar especial atencián, ya que para poderutilizaria todas Ias personas deben ser [emeninos, El uso dei i11-

definido una] o indican una ligera par ticipacion e/i el suieto im-per sonai, pero Ia forma [emenina no es obligatoria, de ahi quesea gramatical que una mujer diga: "se con11lueve uno" .» '5

Refiriéndose a este problema, Violeta Demente resume así losargumentos que gramáticas y lingüistas elaboran para justificarIa utilización dei masculino como generalizador de 10 que se re-fiere a un conjunto de mujeres y hornbres:

«Dicen. ias gramáticas que el masculino es el término /10 mar-cado de Ia oposiciáii masculino-femenino. (Por qué cuando se1lQ.hechoalusián a W1 conjunto ele indivíduos de ambos sexos se105 engloba luego bajo el pronombre resumidor de ellos? "Vi al uana, Maria. y José, pero ellos 1105 sabian nada ele Ia hist oria,"(Por qué "hombre" es el término ge/1áico designador de Ia espe-cie? (Por qué cuando existe Wi par de términos que permit en Iadistincián dei gé/1.ero-sexo, como "maeslro"-"maestra" es el t ér-mino masculino el que asocia una signiiicacián elogiosa y no el[emenino? (Por qué resulta tan poco produciiva Ia [ormacián. dederivados [emeninos de términos que designa.11 projesiones o agen-tes y se sigue empleando "director" o "minist 1'0" cuan.do quien.

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ocupa el cargo es una mujer? Los estructuralist as responden aestas pregu nt as con Ia ob servacián. de que Ias oposiciones sobreIas que se est ructura el sistema de valores que çs el l enguaíchumano encuentran. estados de equilibrio que soii im.prescindi-bles para Ia economia de este sistema.; sit uacionesjde neutraliza-cion. de ias oposiciones e/i Ias que uno de Ias térmihos sirve pararepresentar el par de elementos. Los investigadores dei sexismo(dice N. Demon te haciendo uso deesa rnisma ecbnornía ele Ialengua, que permite el uso elel masculino como gcneral izador. deque está hablando ) seiialan, por sa par/e, que eso~ usos lingiiis-ticos reflejan y solidijican ia situacián social de Io. muja el1 Iamedida en. que el oyente sigue asociando el término COI1 uri po-seedor masculino aun.que /10 desconozca el valol(! ge/1érico deitérmino. La [uncion. discriminatoria de estas uso'j, dei lengua]eno es tan obvia como a simple Vista po drla parecer ya que obe-deceria i una necesidad general dei Lenguaje comq,,,sis/e111a v /10

r1e l.as lcnguas particulares)' su explicacián l.ílti171a::ent onces, de-penderia de cómo se articulan esas necesidades sistemáticas CO/i

el uso dei lengua]e,» 46 . i

Todas estas justificaciones teóricas no pueden' impedir. sinembargo, que nos paremos a reflexionar sobre Ias 'repercusloriespslco-Hngüístícas deI uso deI masculino como generallzador, ele-mento fundamental para el análisis de quién aparece como sujetodeI discurso histórico, como sujeto productor de e~e discurso y,también. como objeto dei que se habla eu el discurso histórico,es e1ecir, como sujeto agente de nuestro pasado histórico.

Podemos considerar dos tipos de repercusiones:

1. Repercusiones directas: Ia utilización .del masculinocomo generalízador rbculta Ia participación y"hasta Ia exis-tencia de Ia mujer. :

2. Repercusiones inducidas: Ia utilización.del masculinocomo generalizador induce a confundir 10 que sólo afecta aIas hombres con 10 humano, y a creer que cuanto se dice delhombre atafie indistintamente a mujeres y hornbres de dis-tintas condiciones, como seres humanos que ~:omos todas ytodos. ·1

-,Como puede notarse, aI segundo tipo de repercusiones se In-

ducen de Ias prirneras. Así como Ia utilización de! Iemenino quedarestringida a Ias mujeres, eI masculino puede Iuncíonar en oca-siones como uníversalízador de uno y otro sexo, Yl> en ocasionesespecífica mente como masculino. En general, no s~ele matizarseesta distinción, Ia que conduce no sólo a exclusiojies Irecuentesde Ia mujer, o a infravalorar su participación, sinovãdemás, y estoes Ia más grave, a Ia ambigüedad. AmbigUedad q,ue (al menosteórica mente) está reiiida con Ia precisión conceptúal que requíe-re el lenguaje científico. ':

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Page 18: Sarda - En Torno Al Androcentrismo en La Historia

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.".Las repercusiones dei LISO dei masculino como generalizador

o presunto generalizador, en Ia lengua castellana, han sido estu-diadas con derenimienro por Alvaro García Meseguer: «La ambi-giiedad dei género masculino en particular y Ia estructura mascu-/inizada del idioma en general, tiene U/1 ejecto más genérico, yaque 110 SÓ [o provocan. una ocul taciôn sistemática de Ia mujer ytodo /0 que a ella ataiie, sino que además producen una especiede masculinización en el cuadro de clavijas de Ia mente y sesgan,por rutina de reflejos, nuestra forma de captar el mundo». EIautor seiíala que «el género masculino aparece [recuentemente,unas veces COn carâcter específico y otras genérico. El resultadoes que Ia mente identifica por rutina, de modo inconsciente, a 10masculino con 10 total, ai varón con Ia persona [ ... ] Lo [eme-nino, Ia mu jer, es tratado por Ia sociedad hispanohablante comoIa no-masculino, es 'decir, algo que no está en .paridad, que apa-rece COIIlO excepcion a ia regia». Y. considera que el proceso deocultación de Ia mujer «es t an sutil que parece ideado por unamente maquiavélica. Y, en ejecto, tal mente ha existido: es Iameru.e del poderosocolectivo varonil de todos Ias tiempos que haido conformando el Lengua]e a su medida y conveniencia.» 47

poral y causal de los datos de que disponemos para el cono-cimiento dei pasado; ,

- Ia palabra historia se utiliza, además, para 'definir undeterminado período dei pasado, para diferenciar pre-hísto-ria, o proto-hístoría, de tiempos históricos: Ia existencia dedocumentos escritos se considera que marca los límites entreestos dos grandes períodos.

Recordemos el enunciado «el hombre es el sujeto de Ia his-teria». Dado el significado androcéntrico que hemos descubiertoen Ia palabra hombre, (qué expresamos con esta frase? (De quéhombre hablamos? (De qué historia? (Qué hombres, qué sereshumanos son los sujetos dei pasado? (Qué hombres son los pro-tagonistas principales, casi exclusivos, dei discurso histórico?

Como ya he expuesto en otras ocasiones, Ia palabra historiapermite confundir 10 que sucedíó en el pasado, con 10 que loshistoriadores, como colectivo institucional legitimado para tal liu ,explicamos hoy sobre el pasado, y con los valores propios de lost íempos conceptualizados como históricos, tiempos en los quese impone Ia hegemonía patriarcal a partir de una serie ele [01'-mulaciones imaginarias androcéntricas. De esta forma, Ia palabrade los historiadores se erige como traducción verídica de 10 quesucedió, siendo en realidad expresión de 10 valorado posi tiva-mente para perpetuar Ia hegemonía viril. EI confusionismo an-drocéntrico en torno a Ia palabrá historia legitima, así, ai his-toriador como poseedor '(i'e~la' verdácl histórica», definidor, portanto, de 10 significativo histórtcamente y, así, de 10 histórica-mente in-significante.

De este moclo, claves conceptuales fundamentales dei discursohistórico, como son hombre e historia, se muestran claramentev1Ciê.dáS. Todo 10 que s~ refiere aios hombres adultos que hanvenido imponiendo su hegemonía sobre terr itorios cada vez másamplies. sobre Ia Tierra, constituye -colno se verá a continua:ción- 10 significativo históricamente. La mujer queda relegadaa 10 in-significante y, así, ai reino de Ia Naturaleza sobre Ia quetriunfa Ia Cultura occidental. En este sentido estricto. Ia mujerysus criaturas, mujeres y hombres, que no cornparten Ia voluntadde imponerse hegernónicarnente sobre más territorios de los quenecesitan para sobrevivi r ecologicamente. La historia, el discursohistórico, refleja, reproduce y legitima, así, Ia actual hegemoníaandrocéntrica: explica Ia genealogía dei actual conflicto por domi-nar y hasta destruir el máximo territorio con Ia mayor econorníade recursos, en eI menor tiempo, y canta, así, Ia epopeya de Iarazón dei Poder condensada, hoy, en el poder cle Ia Razón.

Dei confusionisrno androcéntrico que genera Ia utilización, sinmatizaciones, de Ia palabra historia, se deriva el problema, funda-mental también, de Ia periodización dei pasado , de Ia cronología.La clelimitación entre tiempos pre- o proto-históricos y tiemposhistóricos, nos Ileva a valorar como superiores Ias sociedades que

(Podemos identificar, históricamente, a ese «poderoso colec-tívo varonil de todos los tlempos», de que nos habla García Mese-guer? (Es posible Ilegal' a desvelar ese «yo», o ese «nosotros» pro-ductor dei razonamiento abstracto y dei discurso lógico-científico?(Qué realidacl histórica subyace a ese hombre que aparece comosujeto agente del discurso histórico" objeto de Ias indagacionesde Ias distintas ciencias sociales? (Se trata de un concepto pre-ciso, o de una palabra ambigüa?

Los ejercicios de lectura crítica no-androcéntrica que he reali-zado, y cuyo resultado expongo a continuación, perrniten desve-lar Ias presumibles trarnpas androcéntricas dei lenguaje a partirde centrar Ia atención en ese hombre que aparece como protago-nista de Ia historta, el sistema de valores que le acompaiía y ~Iuso dei masculino como generalizador de 10 humano. .

Pero, como veremos, no basta con cuestionar solo Ia palabrahombre, o Ias masculinos presuntamente genéricos. Otras clavesconceptuales aparecerán también definidas androcéntricamente.Entre ellas, quiero referirrne ahora a Ia palabra historia, cuyapol isernia es fuenre ele confusionismo androcéntrico.

La palabra histCiria condensa tres significados que suelen con-fundirse si se utiliza este término sin matizarlo:

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hablamos de historia para referimos a cuanto suce-dió en el pasado, identificando, así pasado con historia;

- tarnbién hablamos de historia para referimos a unaforma histórica de explicar el pasado, que he preferido de-nominar discurso histórico: ordenación lógica, espacio-tem-

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se dotaron de contabilidacl y escritura. frente a las que resultan.así, definidas como todavia-no ... plenamente humanas (que debenaspirar. pues, a organizarse de acuerclo con Ias pautas de Ias socie-dades históricas, hegemónicas). Es imprescindible, para una re-visión noandrccéntrica, re-pensar el sistema de clasihcación cro-nológica que constriüe nuestra visión de! pasado, como se verámás adelante.

Por el momento. podemos concluir Ia necesidad de prestarsuma atención a Ias claves conceptuales que nos hemos habituadoa utilizar. pues a través de ellaspodemos incurrir en definicionesy presuposiciones androcéntricas que amordazan nuestra refle-xión, incluso aunque intentemos evitarlo.

Segunda Parte '!

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EJERCICIOS DE LECTURA CRíTICANO-ANDROCÉNTRICA: EL ARQUETIPO VIRIL,

PROTAGONISTA DE LA HISTORIA. :~.

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"No es más fácil reformar un gobierno quecrearlo, 10 mismo que es más difícilolvidar 10 aprendido 'que aprender por primera vei:»

ARISTÓTELES, política, Libro VI

«Las estructuras mentales constituyenprisiones de larga duración.» .. ;

FERNAND BRAUbÊL, La Historiay Ias Ciencias Sociales.

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