teoria del cambio cultural - julian h. steward(cut)

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8/18/2019 Teoria Del Cambio Cultural - Julian H. Steward(Cut) http://slidepdf.com/reader/full/teoria-del-cambio-cultural-julian-h-stewardcut 1/19 1. EVOLUCIÓN MUTILINEAL:EVOLUCIÓN Y PROCESO EL SIGNIFICADO DE EVOLUCIÓN a. evolución cultural, a pesar de ser un concepto largamente en desuso, 4 ha suscitado nuevo interés durante las dos últimas décadas. Este interés no indica ninguna reconsideración seria de las reconstrucciones históricas particulares de los evolucionistas del siglo xix, que fueron descartadas por razones producto de las bases empíricas. Nace de la importancia metodo- lógica potencial de la evolución cultural para la investigación contemporá- nea, de las implicaciones de sus objetivos científicos, sus procedimientos taxonómicos y su conceptualización del cambio histórico y la causalidad cul- tural. Por lo tanto, una evaluación de la evolución cultural debe ocuparse de definiciones y de significados. Pero no quiero involucrarme en problemas semánticos. Intentaré demostrar que si se hacen algunas distinciones en el concepto de evolución, es evidente que ciertas propuestas metodológicas encuentren ahora una amplia aceptación. Para aclarar las cosas, debemos considerar primero el significado de evolución cultural en relación con la evolución biológica, porque hay una gran tendencia a considerar a la primera como una extensión de la segun- da y, por lo tanto, análoga a la primera. Por supuesto que existe una relación entre evolución biológica y cultural, ya que un desarrollo mínimo del homí- nido era una precondición de la cultura. Pero, la evolución cultural es una extensión de la biológica sólo en el sentido cronológico (Huxley 1952). La naturaleza de los esquemas evolutivos y de los procesos de desarrollo difiere profundamente en biología y en cultura. En la evolución biológica se asume que todas las formas están relacionadas genéticamente y que su desarrollo es esencialmente divergente. Los paralelismos, como el desarrollo del vuelo, la natación y la sangre caliente, son superficiales y francamente poco comunes. Aún más, estos últimos generalmente se consideran instancias de la evolu- ción convergente, más que paralelismos verdaderos. Por otra parte, en evolución cultural se asume que los patrones cultu- rales en diversas partes del mundo no están genéticamente relacionados y, sin embargo, pasan por secuencias paralelas. Son tendencias divergentes que no siguen la secuencia universal postulada, como aquellas causadas por am- bientes locales distintivos, a los que se atribuye solamente una importancia 33

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1. EVOLUCIÓN MUTILINEAL:EVOLUCIÓN Y PROCESO

EL SIGNIFICADO DE EVO LUCIÓN

a. evolución cultural, a pesar de ser un concepto largam ente en de suso,

4 h a suscitado nuevo interés durante las dos últimas décad as. Este interés

no indica n inguna reco nsideración seria de las reconstrucciones históricas

particulares de los evolucionistas del siglo xix, que fueron d escartadas po r

razones producto de las bases emp íricas. Nace de la im portancia m etodo-

lógica potencial de la evolución cu ltural para la investigación con tem porá-

nea, de las im plicaciones de sus objetivos científicos, sus procedim ientos

taxonóm icos y su conceptualización del cam bio histórico y la causalidad cul-

tural. Po r lo tanto, una evaluac ión de la evolución cultural debe ocuparse de

definiciones y de significados. Pero no qu iero involucrarm e en problem as

sem ánticos. Intentaré dem ostrar que si se hacen algu nas distinciones en el

concepto de evolución, es evidente que ciertas propuestas m etodológicas

encuentren ahora una am plia aceptación.

Para aclarar las cosas, debem os co nsiderar primero el significado de

evolución cultural en relación con la evolución biológica, porque hay u na

gran tendencia a considerar a la prim era com o una extensión de la segun-

da y , por lo tanto, análoga a la primera. Por supu esto que existe una relación

entre evolución biológica y cultural, ya que un desarrollo mínimo d el hom í-

nido era una p recondición de la cultura. Pero, la evolución cu ltural es una

extensión de la biológica sólo en el sentido cronológico (Huxley 1952). La

naturaleza de los esquem as evolutivos y de los procesos de desarrollo difiere

profundam ente en biología y en cultura. En la evolución biológica se asum e

que todas las formas están relacionadas genéticamente y que su d esarrollo es

esencialmente divergente. Los paralelism os, com o el desarrollo del vuelo, la

natación y la sangre caliente, son superficiales y francam ente poco com unes.

Aún m ás, estos últim os generalmente se con sideran instancias de la evolu-

ción convergente, más qu e paralelismos verdade ros.

Po r otra parte, en evolución cultural se asume qu e los patrones cultu-

rales en diversas partes del mun do no están genéticamen te relacionados y ,

sin em bargo, pasan po r secuencias paralelas. Son tendencias divergentes que

no siguen la secuencia universal postulada, com o aquellas causadas por am -

bientes locales distintivos, a los que se atribuye solamen te una imp ortancia

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crean un a com plejidad cu antitativa, está imp licito el pun to de vista evolu-

cionista, que considera que el desarrollo de niveles está marcado por la apa-

rición de p atrones o tipos d e organización cualitativamen te distintivos. Así

com o las formas simples unicelulares de vida son sucedidas por formas m ul-

ticelulares e internamen te especializadas que con tienen clases distintivas de

organ ización total, así las form as sociales que consisten en fam ilias y linajes

son sucedidas por com unidades m ultifam iliares, bandas o tribus y éstas, en

turno, por patrones de Estado, cada uno env olviendo no solam ente una m a-

yor he terogeneidad interna y especialización, sino sobre todo, nuevas clases

de integración (Steward 195 0, 1951). Así, el evolucionismo se distingue del

relativism o por el hecho de qu e el prim ero atribuy e distintividad cualitativa

a los estadios sucesivo s, sin tener en cue nta la tradición particular, mien -

tras que el segundo las atribuye a la tradición particular de un área cultural,

m ás que al estado de desarrollo.

Esto nos lleva a la cu estión del progreso, que es la segun da característi-

ca, tanto biológica com o cu ltural, atribuida a la evolución. El progreso de be

m edirse con valores definibles. La m ayo ría de las ciencias sociales siguen

siendo tan etno céntricas, especialmen te en su aplicación práctica, que los

juicios de valor son casi inevitables. H asta en la Declaración de los Dere-

chos Hum anos (1947), presentada a las Naciones Unidas por la Am erican

Anthropological Association, se refleja claramente el valor estadoun iden-

se sobre los derecho s individuales y la politica dem ocrática. Sin em bargo,

ni éste ni cualquier otro criterio de v alor imp lican ev olución. De h ech o, el

concepto de progreso es am pliam ente separable de la evolución y puede en-

focarse de m uch as m aneras. Kroeber, quien es sin duda un ev olucionista,

sugiere tres cri terios para m edir el prog reso: la atrofia de la m agia basa-

da en la psicopatología; el debilitam iento de las obsesiones infantiles con el

entendimiento de los acon tecim ientos fisiológicos de la vida hum ana, y la

tendencia persistente al crecim iento acum ulativo de la ciencia y la tecnolo-

gía (Kroeber 1948:304). Éstos no son valores absolutos en sentido filosó-

fico; son las vías por las que el progreso puede legítimam ente considerarse

una carac terística o un atributo de la cultura . Luego, por definición, es po-

sible, aunqu e no ne cesario, considerar el progreso c om o un a característica

de cualquier forma de cam bio cultural, se le considere o no com o evolutivo.

Tenem os que concluir que la evolución cultural no puede d istinguirse del

relativismo cultural o del particularismo histórico, por alguna sim ilitud esen-

cial entre su esquem a de de sarrollo y aqué l de la evolución biológica, por su

característica creciente com plejidad, o por su atributo de progreso. Sin em -

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bargo, esto no sign ifica que la evo lución carezca de características distintivas.

La m etodología de la evolución contiene do s suposiciones de vital impo r-

tancia. Primero, postula que en secuen cias históricamente independ ientes, o

tradiciones culturales, se desarrollan auténticos paralelismos d e form a y fun-

ción. Segundo, explica esos paralelismos p or la operación independiente de

idéntica causalidad en cad a caso. Por lo tanto, la m etodología es reconoci-

dam ente científica y generalizante y no h istórica ni particularizante. Se ocupa

menos de los patrones y las características únicas y divergentes (o convergen-

tes) de la cultura, que de los paralelismos y las similitudes que se repiten in-

terculturalmen te. Se preocup a por determ inar los patrones recurrentes y los

procesos y por enunciar las interrelaciones que existen entre los fenóm enos

en térm inos de leyes . Los evolucionistas del siglo = son im portantes para

los estudios contem poráneo s, más por su objetivo científico y su preocupa-

ción por las leyes que po r sus reconstrucciones históricas particulares.

Entonces, se puede definir a la evolución cultural com o una bú sque-

da de leyes o de regularidades cu lturales, pero hay tres maneras distintas de

m anejar los datos referentes a la evolución. Prim ero, la

evolución un ilineal

la

formu lación clásica del siglo xix que se ocupab a de determ inadas culturas,

ubicándolas en periodos d e una secuencia universal. Segundo , la

evolución uni-

versal—un

nom bre universal para designar a la m odernizada evolución m ul-

tilineal— se interesa m ás en la cu ltura que en las culturas. Tercero, la

evolución

multilineal

un enfoque m enos am bicioso que los otros dos, es com o la evolu-

ción unilineal en su tratam iento de secuenc ias evolutivas, pero distinta en su

búsqueda de paralelismos de o currencia lim itada en lugar de un iversales.

No se han reconoc ido aún las diferencias críticas de estos tres concep-

tos, y

aún existe la tenden cia general a identificar todo esfuerzo po r deter-

m inar form a y p rocesos en desarrollos sim ilares con la evolución un ilineal

del siglo xix y, por lo tanto, a rechazarlos categóricamen te. La adopción d el

evolucionism o del siglo xix por parte del marxismo y el comu nismo, espe-

cialm ente del esquem a de L. H. M organ, como dogm a oficial (Tolstoi 1952)

ciertamen te no ha favo recido la aceptación de los cientificos de los países

occidentales de nada que se categorice com o evolución .

Evo lución unilineal

No hay necesidad de discutir la validez de los esquemas evolutivos del siglo

xix, ya que las investigaciones arqueológicas y etnog ráficas del siglo xx, han

dem ostrado am pliam ente su vulnerabil idad. Pese a que no se h aya hech o

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ningún e sfuerzo por revisar esos esquemas a la luz de los nuevos datos em -

píricos referentes a la historia de culturas individuales — lo que ya es un hecho

bastante notable— , no necesariamente significa que L. H . M organ (1910) y

sus contem poráneos (T ylor 1865, 1871,1881,1899) fallaron com pletamente

al reconocer los patrones y procesos imp ortantes de cam bio en casos p arti-

culares. La inadecuación d e la evolución un ilineal se basa especialm ente en

la prioridad p ostulada de los patrones m atriarcales sobre otros patrones de

parentesco y en el esfuerzo indiscrim inado pa ra forzar los datos de todos

los grupos precivilizados de la hum anidad, que incluyen a la may or parte del

m undo primitivo para colocarlos en las categorías de salvajism o y bar-

barie . Sin em bargo, la catego ría de civilización envuelve una generaliza-

ción m enos absoluta, simplem ente porque estaba concebida en términos del

Oriente M edio, el norte del M editerráneo y el norte de Europa. Otras áreas

que llegaron a la civilización, especialmente del Nuevo M undo , fueron m e-

nos conocidas y h an recibido m enos atención.

En otras palabras, si bien la reconstrucción h istórica y las deducciones a

que diera lugar contenían much as equivocaciones con respecto a los prime-

ros estadios del desarrollo cultural, porque no reconocían la pluralidad de las

variedades en las tendencias locales, los análisis de la civilización con tienen

m uchos elem entos valiosos, porque se basan más concretam ente en aconte-

cimientos que ocurrieron primero en Egipto y M esopotamia y luego en Gre-

cia, Ro m a y el norte de Europa. A pesar de que las comparaciones con otras

áreas, especialm ente las Américas, pero tam bién India y China, dejan mu -

cho que desear en cuanto a forma s, funciones y p rocesos de desarrollo con-

ciernentes a la civilización en general, no obstante, las conclusione s pueden

ser válidas bajo circunstancias lim itadas. Es así que los concep tos de H enry

M aine con respecto a los procesos referentes a la evolución de u na sociedad

basada en lazos de parentesco, a una sociedad-estado territorial, esclarecen

m ucho s puntos sobre el desarrollo cultural en otras tantas regiones, aunqu e

no necesariamen te en todas. Las categorías tales com o con base en el pa-

rentesco y Estado son dem asiado am plias; se necesita hacer en ellas dis-

tinciones entre tipos pa rticulares, aunque se an recurrentes.

Probablem ente, existen much as form as y procesos evolutivos estudia-

dos po r los evolucionistas, que t ienen validez siempre que se les considere

com o cualidades de determinadas tradiciones culturales y n o com o carac-

terísticas universales de la cultura. En los muy esclareced ores aná lisis de V.

Gordon Childe (1934,1946)

y

otros, sobre el desarrollo cultural del M edi-

terráneo oriental y de Europa o ccidental, si se hiciese un estudio realm ente

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com parativo, probablem ente encon traríamo s ciertos paralelos bastante pre-

cisos con otras áreas del m undo. Sin em bargo, es significativo que el enfoque

de Childe sobre la evolución en m ayor escala haya prod ucido un retroceso

hacia las grandes generalizaciones.

Evo lución universal

Actualm ente, la evolución u niversal, cuy os principales representantes son

Leslie White y V. Gordon Childe, es la herencia de la evolución un ilineal del

siglo xix, especialm ente según las formu laciones de L. H. M organ (desde el

punto de vista de sus generalizaciones, pero no en su tratam iento de los par-

ticulares). Conscientes de que la investigación em pírica del siglo xx h a invali-

dado las reconstruccione s históricas unilineales de cu lturas particulares, que

constituyen el rasgo esenc ial de los esquem as del siglo xix, Wh ite y Ch ilde

se em peñan en m antener vivo el concepto evo lutivo de periodos cul tura-

les, relacionán dolos con un a cultura de la hum anidad en co njunto. Las tra-

diciones culturales distintivas y las variaciones locales — las áreas y subáreas

culturales— que se han desarrollado com o resultado de tenden cias históri-

cas especiales y d e adaptaciones eco lógico-culturales a am bientes especiales,

son exc luidas por irrelevantes. White (1949 : 338-339) establece:

Podem os decir que la cultura como un todo sirve a las necesidades del hom-

bre como especie. Pero esto no lo hace, ni puede servirnos de nada, cuando

tratam os de da r cuenta de las variaciones de una cu ltura específica [...]. El

funcionam iento de cualquier cultura en particular estará condicionado, por

las condiciones am bientales locales. Pero al considerar a la cultura com o

un todo, podremos

promediar todos los am bientes juntos

para formar un factor

constante que puede ser excluido de nuestra formu lación del desarrollo cul-

tural (Steward 1949; las itálicas son de Steward).

En m ucho , Childe reconcilia lo general y particular de la m isma form a. Dice

que todas las sociedades han vivido en ambientes históricos diferentes y

han pa sado po r vicisitudes diferentes, que sus tradiciones han sido divergen-

tes, por lo cual la etnografía revela una m ultiplicidad de culturas, tal com o

lo hace la arqueología (Childe 1951 :32). Childe encuen tra que considerar lo

particular es una seria desven taja si tenem os por objetivo establecer esta-

dios generales en la evolución de las culturas, y de esta m anera, descubrir

leyes generales que describan la ev olución de todas las sociedades, nosotros

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1. Evolución mutilineal: evolución y proceso

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extraem os [...] las particularidades debidas a diferencias de hábitat (Chil-

de 1951 :35). Tam bién debem os descontinuar la difusión, porque cualquier

sociedad d ebe estar dispuesta a aceptar tecnologías y rasgos soc iales difu-

sas. Al mismo tiempo, si bien los desarrollos locales dentro de cierto periodo

general son en gran m edida divergentes, el concepto de evolución es salva-

do al asum ir que la difusión trae rasgos tecnológ icos y sociales a todas las so-

ciedades, recreando así, convergen temen te, los patrones requeridos (Childe

1951 :160 ff). M ás bien, este esfuerzo invertido en la d ifusión, para equilibrar

la evolución divergente, está basado em píricam ente, casi exclusivamente en

los datos del Viejo M undo . Childe no dice cóm o los paralelismos en tre el

Viejo y Nuevo M undo encu adran con este razonamiento.

Es interesante notar que en las discusiones teóricas de Wh ite no hace

ninguna referencia a sus propios estudios, extensos y d etallados, de los indios

Pueblo, y que el excelente conocimiento de Ch ilde sobre los patrones y pro-

cesos de d esarrollo que se descubren en la arqueología del Cercano Oriente

y Europa vienen a ser casi un estorbo para sus discusiones teóricas. El cono -

cimiento profundo de Childe sobre la evolución cultural de estas dos áreas es

altamente esclarecedor; pero él sim plem ente confunde las dos áreas cuando

se em peña en co locarlas dentro de estadios de desarrollo simplificados.

Es im portante reconocer que el evolucionismo de Wh ite y Childe arro-

ja resultados sustantivos de o rden m uy diferente de aqu ellos de la evolución

del siglo xix. Las secuencias culturales po stuladas so n tan gene rales, que

no resultan de m ucha u tilidad. Ningun o discute que la cacería y la recolec-

ción que Childe diagnostica com o salvajismo , precedieron a la domesti-

cación de plantas y anim ales; tampoco se contradice su criterio de barbarie

y el hecho de que ésta fuese una condición previa de las grandes poblaciones,

de las ciudades, de la diferenciación social interna y de la espec ialización, así

com o del desarrollo de la escritura y las matemáticas, que son c aracterísticas

de civilización .

Si uno exam ina la evolución universal con vistas a encon trar leyes o p ro-

cesos de desarrollo, en vez de encontrar términos de una reconstrucción su-

cesiva de la cultura, también resu lta difícil recono cer cualquier cosa que sea

nueva o controversial. Hace t iempo ya se aceptó el hech o gen eral de que la

cultura cam bia de lo sim ple a lo com plejo y tam bién la ley de White (1943),

de que e l desarrollo tecnológico, expresado según e l control del hom bre so-

bre la energía, subyace a ciertos logros culturales y cam bios sociales. Tam po-

co suscita retos la transferencia que hace Ch ilde de la fórm ula darw iniana a

la evolución cultural. La variación se ve com o invención , la herencia com o

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aprendizaje y difusión y la adaptación y selección, com o la adaptación cultu-

ral y la elección (Childe 1951:175-179). Es ciertamente un objetivo m ás am -

plio mirar a las leyes universales del cambio cu ltural. Sin em bargo, hay que

destacar que todas las leyes universales postuladas hasta ahora, se refieren al

hecho de que la cultura cambia — de que todas las culturas cambian— y, por lo

tanto, no pued en explicar características p articulares de culturas particula-

res. En este aspecto las leyes de evolución cultural y de evolución biológi-

ca son similares. Ni la variación, ni la he rencia, ni la selección natural, pueden

explicar ni una sola forma de vida, puesto que no se o cupan d e las caracterís-

ticas de especies particulares y no tienen en cuenta el núm ero incalculable de

circunstancias y factores especiales que producen diferenciación biológica

en cada especie. Similarmente, las leyes de Wh ite sobre los niveles de ener-

gía, por ejem plo, no pued en decirnos nada sob re el desarrollo de las carac-

terísticas de las culturas individuales. De los datos de ev olución, biológica y

cultural, podem os dedu cir que, sucesivam ente aparecen nuevas form as de

organización, pero la naturaleza específica de estas form as sólo se puede co-

nocer trazando la h istoria de cada una al d etalle.

Así, difiere el problema y m étodo d e la evolución universal de los de la

evo lución unilineal. Con o sin razón, los evolucionistas del siglo

XIX

trataron

de explicar concretamen te por qué el m atriarcado debe p receder a otras for-

m as sociales, por qué el animismo fue el precursor de dioses y espíritus, por

qué una sociedad basada en el parentesco evolucionó en una sociedad terri-

torial controlada por el Estado y, po r qué aparecieron o tras rasgos específi-

cos de la cultura.

Evolución multilineal

La evolución m ulti lineal es esencialmente un a m etodología basada en la

suposición de que en el cam bio cultural ocurren regu laridades significativas,

que tam bién conciernen a la determ inacion de las leyes culturales. Su m éto-

do es m ás em pírico que deductivo. Inevitablemente tam bién le concierne a

la reconstrucción h istórica, pero no espera qu e los datos históricos pued an

ser clasificados en estad ios de periodos universales. Está interesada en cul-

turas particulares, pero en luga r de encon trar variaciones locales y hech os

problem áticos diversos, que fuerzan el m arco de referencia de lo part icu-

lar a lo general, solam ente tiene que ve r con aq uellos paralelos limitados de

forma, función y secuencia que tienen validez empírica. Lo que se pierde en

universalidad se gana rá en concreción y en especificidad. De esta manera, la

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1. Evolución mutilineal: evolución y proceso

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evolución m ultilineal no tiene esquem as o leyes

apriori. Recono ce que las tra-

diciones culturales de diferentes áreas puedan ser total o parcialm ente distin-

tivas, sim plem ente pone la cuestión de po r qué, cualquier similitud gen uina

o significativa existe entre ciertas culturas y de cóm o, éstas conducen por sí

m ismas a una formu lación. Estas similitudes pueden envolver rasgos salien-

tes de culturas enteras, o pueden imp licar solam ente rasgos especiales, com o

clanes, sociedades de hom bres, clases sociales de varios géneros, clerecía o

patrones militares.

Pu ede objetarse, que la formu lación es l im itada, que postula que un a

determ inada característica — digamos un clan— que se ha desarrollado inde-

pendientem ente en dos o m ás culturas no pueda ser considerada evolución.

Nosotros, entonces, retornam os a las definiciones. Si la evo lución pued e ser

considerada com o un interés por determinar formas recurrentes, procesos

y funciones, más que com o esquem as mu ndiales y leyes universales, los m u-

chos esfuerzos po r hacer gen eralizaciones científicas — ya se traten de re-

laciones sincrón icas o funcionales, o de secue ncias diacrónicas, relaciones

secuenciales que abarquen pocas o m uchas cul turas— son m etodológica-

m ente sem ejantes a la evolución . Los evolucionistas del siglo

XIX

estaban

profunda m ente interesados en hacer generalizaciones.

EL MÉTODO DE LA EVOLUCIÓN MULTILINEAL

Paralelismoy ca usalidad

Un interés im plicito en el parelism o y la causalidad ha estado siem pre pre-

sente en los estudios culturales; que parece ha ber aum entado du rante las úl-

t im as do s décad as. De hech o, será bastante sorprendente s i cualquiera se

atiene mu y tenazm ente a las imp licaciones lógicas de posiciones relativistas,

com o para clam ar que la com prensión d erivada d el análisis de u na cultura

no proporciona conocimiento alguno co n respecto a la form a, la función y el

proceso en otras. La dificultad está en hacer que estos discernim ientos pasen

del nivel del presentimiento al de las formulaciones explícitas. Los postulados

paralelos y las relaciones recu rrentes de causa-efecto son vistos con susp ica-

cia. Éstos pueden ser cuestionados sobre bases em píricas, y la dificultad in-

herente de inferir leyes culturales puede ser atacada con bases filosóficas. De

este modo , permanece p redom inante la metodología de los estudios cultu-

rales en el particularism o histórico, más que de la generalización científica.

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Sin em bargo, muc hos investigadores que hicieron contribuciones nota-

bles, dentro del m arco de la llam ada Escuela de Boas , expresaron un inte-

rés genuino en los paralelism os. Así, Low ie (1925), que fue im placable con

la reconstruccion unilineal de L. H. M organ, no solam ente reconoce el de-

sarrollo paralelo

y

la invención independiente en m uchos rasgos, com o las

moieties

(mitades), el sistema dual de nú m eros, los cultos m esiánicos y otros

(Lowie 19 40:376-377), sino que está m uy preparado para aceptar una clase

de n ecesidad en el desarrollo cultural, al grado en que ciertos logros cultu-

rales presupo nen otros. Si una tribu practica la m etalurgia, es claro que no

se halla en el plano del salvajismo; ocurre solamente que los que crían gana-

do y los agricultores forjan me tales (Low ie 1940:45). Pero niega, que esas

culturas puedan ser clasificadas sobre las bases de la m etalurgia, porque los

africanos, por ejem plo, la practicaban, pero carecían de otros rasgos de otras ci-

vilizaciones más desarrolladas. Aunque Low ie no puede acep tar la evolución

unilineal ' de M organ, coincide con la m ayor pa rte de los profesionales de

nuestro grem io en acep tar estas general izaciones, tales com o las que pu e-

de ofrecer la evolución universal y, adem ás, es en m uchos aspectos, un evolu-

cionista m ultilineal. ¿Quién es entonces m ás evolucionista, Low ie o Wh ite?

Los antropólogos es tadounidenses t radic ionalm ente presuponen la

existencia de paralelismo s entre el Viejo y el Nuevo M undo en la invención

de la agricultura, la crianza del gan ado, la cerám ica, la m etalurgia, los Esta-

dos, el sacerdocio, los temp los, el cero y las m atemá ticas, la escritura y o tros

rasgos. Tal vez decir que esto los hace evolucionistas m ultilineales sea ir de-

m asiado lejos. Cuando surge la cuestión de la causalidad cu ltural paralela, se

conviene en que estas similitudes se m antienen al ser solamente superficia-

les, o al representar una evolución c onv ergente; o bien se ha dicho que las

relaciones históricas y funcionales involucradas son aún com prendidas im-

perfectamen te para permitir form ulaciones en términos de regu laridades

interculturales. Sin emb argo, mu chas person as han recono cido un signi-

ficado profun do en estos paralelos, pensan do que la difusión debe haber

ocurrido entre los hem isferios, m ientras que otros han intentado form ular

Lowie, en una contestación a W hite, argum entaba que M organ, Tylor y otros autores

estaban forzando los datos h istóricos d e cier tas cul turas a patrones unil ineales en vez

de lidiar con la evolución de un a cultura mun dial abstracta o generalizada. Ver Ro bert

H . Low ie, Evolution in Cultural Anthrop ology : A Reply to Leslie W hite,

American

Anthropologist xLvIII, 1 946:223-233.

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1. Evolución mutilineal: evolución y proceso

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secuencias del Viejo y del Nuevo M undo en términos de periodos de desa-

rrollo c om parables.

Kroeber (1948:241), no v acilaba en con cluir que en los num erosos para-

lelismos en diferentes partes del mun do:

las relaciones o patrones culturales se desarrollan espontáneam ente a par-

t ir de desarrollos internos prob ablem ente con m ás frecuen cia que por

toma u ocupación directa. Además, siendo limitado el núm ero de form as

culturales, m uchas veces el mism o tipo evoluciona indepen dientemen te.

Es así que ev olucionan un a y otra vez las sociedades m onárquicas, de-

m ocráticas, las feudales o divididas en castas, sociedades teocráticas o

relativam ente irreligiosas, naciones expansionistas y m ercantiles o las au-

tosuficientes y agricultoras.

Y a he llam ado la atención sobre declaraciones de Lesser, Boas, Kidder

y o tros autores, respecto de la com prensión intercultural en térm inos de le-

yes, regularidades o paralelismos — que para llam ar a estas leyes pued en

usar algun otro térm ino— com o los objetivos principales de la antropología

(Stew ard 194 9, 1950). La lista pod ría extenderse e incluiría una parte sustan-

cial de la profesión.

No es necesario llevar a cabo la determ inación y el análisis de los para-

lelism os en un nivel puram ente cultural. Son tan lógicos los argum entos de

Leslie Wh ite (1949: capítulo 14) a favor de la interpretación del cam bio cul-

tural en térm inos estrictam ente culturológicos, que pu ede que dar la im pre-

sión de que culturología y evolución son sinón imos Está más allá de la mira

de este escrito argüir sobre la m ateria. Pero debo insistir en que la elim ina-

ción que hace White de los factores tanto hum anos com o am bientales es un

aspecto de su preocupac ión por la cultura m ás que por las culturas. En diver-

sos estudios he intentado dem ostrar cóm o es que las adaptaciones ecológi-

co-culturales — aquellos procesos adaptativos en los que es m odificada una

cultura derivada de u n proceso histórico en un am biente particular— están

entre los procesos creativos impo rtantes del cam bio cultural (Steward 1938).

H ay cier tos problem as donde el potencial racional

y

em ocional del

hom bre no son un factor cero en la ecuación. Así, Kluckh ohn (1949:267)

sugiere que si se bloquea la salida habitual de la agresividad de una tribu en

guerra, se puede predecir un aum ento de hostilidad intratribal (quizá en for-

m a de brujería), o en los estados patológicos de m elancolía que resultan de

la cólera hacia el propio yo . Este atributo psicológico de los seres hum anos,

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que can alizan la agresión de cierta man era, puede ser un factor significan-

te en la form ulación de ciertos paralelism os culturales. Po r ejem plo, entre

los iroquíes y sus v ecinos, los prisioneros de guerra eran primero adoptados

com o m iembros de la familia del captor y luego eran torturados y asesina-

dos. Raym ond Scheele (1947) ha sugerido que este patrón ofrece un m e-

dio para d esviar hostilidades latentes contra parientes hacia m iembros de un

grupo ajeno. Se encuen tra un pa trón sim ilar entre los tupinam bas de Am é-

rica de l Sur y en tre otras tribus de d istintas partes del m und o. Aunqu e las

prem isas psicológicas y las m anifestaciones culturales pueden estar sujetas a

interrogantes, los datos sugieren una útil form ulación intercultural de ciertos

m odos de conducta.

Las clases de paralelismo s, o similitudes, con que opera la evo lución

m ultilineal se distinguen por su oc urrencia lim itada y po r su especificidad.

Por esta razón, el problema m etodológico principal de la evo lución m ultili-

neal está en hacer u na taxonom ía correcta de los fenóm enos culturales.

Taxon omía cultural

Cualquier ciencia puede tener m edios precisos para identificar y clasificar los

fenóm enos recurrentes de que se ocup a. Es s in tom ático de la or ientación

histórica, y no de los estudios culturales, que h aya po cos térm inos que de-

signen culturas enteras o com ponen tes de culturas que se puedan em plear

interculturalm ente. Las expresiones cultura de las planicies , cultura ga-

nade ra del Africa Oriental , civilización china y dem ás, designan regio-

nes culturales que se interpretan com o p atrones y com plejos de elementos

únicos. Gran cant idad de térm inos sociológicos, com o banda , t ribu ,

clan , clase , Estado , sacerdo te y cha m án se utiliza para describir

rasgos que se encuentran repetidam ente en culturas genéricam ente no rela-

cionadas, pero son dem asiado generales para que pued an sugerir paralelis-

m os de forma o proceso. Los términos m ás precisos designan características

tecnológicas m uy especiales, com o arco , átlad , o tejido con ikat . Sin

embargo, estos rasgos no implican p atrones am plios y lo único que

se infie-

re,

por lo general, de su distribución es que ha h abido difusión.

La condición actual de la taxonom ía cultural revela una preocu pación

por el relativismo y prácticam ente todos los sistem as de clasificación se de-

rivan fundam entalmente del concep to de área cultural. B ásicamente, el área

cultural se caracteriza por contener un e lemen to distintivo que, al m enos en

el nivel tribal, constituye la conducta com partida po r todos los m iembros de

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la sociedad. La clasificación pu ede atribuir igual peso a todos los elem entos,

com o en el m anejo estadístico de Klimet de las listas de elemen tos culturales

com pilados en el estudio de la Universidad de California sobre las tribus del

oeste de Norteam érica, o com o el m étodo de M cKern para clasificar com -

plejos arqueológico s. El primero produce áreas y subáreas culturales; el se-

gundo , da categorías de elementos asociados, que en sí mism os no se ubican

en el tiempo ni en el espac io. Siguiendo a Wissler (1922), las clasificaciones

de áreas culturales tienden decididam ente a enfatizar los rasgos económ icos,

aunque n o todas postulan una relación tan próxim a entre la cultura y el am-

biente, así como W issler y los rasgos no económ icos reciben un én fasis que

varía según cada investigador, que pued e llevar a una diversidad de esqu e-

m as de clasificación para los m ismos datos. Así, Am érica del Sur queda agru-

pada en las cinco áreas de W issler (1922), en once p or Stout (1938), en tres

por Cooper (1942) y tres por B ennett y B ird (1949). En el

andbook of South

Am erican Indians

Steward (1946-1948) la clasifica en cuatro y es dividida en 24

por M urdock (1951). Todas dan prim acía a los rasgos que le interesan al indi-

viduo. T odas estas clasificaciones se refieren a los datos de Am érica del Sur.

Ninguna se ocup a de reconocer en cualquiera de estas tres o 24 áreas, rasgos

estructurales ni del desarrollo qu e sean com unes a otras regiones fuera de

Sudamérica.

La clasificación de culturas en término s de sistem as de valores, o ethos,

t iene esencialm ente la mism a base que la de áreas culturales. Todas estas

clasificaciones presuponen un n úcleo com ún de rasgos culturales compar-

t idos, lo que hace que todos los miem bros de la sociedad tengan el m ism o

pun to de vista y las m ismas características psicológicas. El concepto de pa-

trón de Benedict, el concepto de carácter nacional de Gorer y M ead y el con-

cepto de temas de M orris Opler , derivan de un enfoque taxonómico que es

básicamente igual al de W issler, Kroeber, M urdock, Herskovits y otros.

Si un sistem a taxonóm ico está elaborado con el propósito de determ inar

paralelismos y regularidades interculturales, en lugar de acen tuar contrastes y

diferencias, se necesita un concepto que se puede denom inar tipo cultural .

 

La dificultad de la determ inación em pírica de tipos significativos constituye

el principal obstáculo para una bú squeda sistem ática de regu laridades y pa-

2

Ralph Linton utiliza el término tipo cultural pero claramente tiene en mente el

concepto de área cul tura l , donde hay m ás que t ipos encontrados en las d i fe rentes

tradiciones cultnrales. Ver Ralph Linton,

The Study of Man

New York: Appleton-Cen-

tury-Cro fts, 1936:392.

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alelism os. Según la presente definición, un tipo cultural difiere de un área

cultural en varios aspectos. Prim ero, se caracteriza por rasgos típicos selec-

tos y no por el contenido total de elem entos. Puesto que n o hay dos culturas

exactam ente iguales en la totalidad de sus elementos, es necesario seleccio-

nar constelaciones especiales de rasgos cau salmen te interrelacionado s, que

se encuentran en d os o m ás culturas, pero no necesariam ente en todas. Se-

gund o, la selección de características diagnó sticas debe ser determinada po r

el problema y el m arco de referencia. Se pued e atribuir una im portancia ta-

xonómica a cualquier aspecto de la cultura. Tercero, los rasgos seleccionados

tienen supuestamente la m isma interrelación funcional en cada caso.

Ejemplos de los tipos culturales son: la sociedad oriental absoluta de

Wittfogel (1938, 1939), que ejem plifica regularidades de causa y efecto entre

una clase especial de estructura sociopolitica y u na econ om ía de regadío; la

banda patrilineal del presente autor, que se caracteriza por ciertas relacio-

nes inevitables entre una econ om ía cazadora, la descendencia, el matrim onio

y la tenencia de tierra (Steward 1936); la sociedad folk de Redfield (1941,

1947), que tiene ciertas características generales com unes a m uchas — si no a

casi todas— sociedades en un n ivel de desarrollo o integracional simple y que

reacciona ante influencias urbanas — al menos a influencias m odernas del ur-

banismo— según regularidades postuladas; y una sociedad feudal (Prince-

ton Conference 1 951), que, en un tiem po, caracterizó tanto al

opón como a

Europa, donde se exh ibían similitudes en la estructura social y política y en la

economía.

Estos pocos t ipos i lustrativos dan p rimacía a los rasgos econó m icos

y sociológ icos, porque el interés científico se concen tra especialm ente en

ellos, y porque la estructura socioeconóm ica ha sido am pliam ente exam i-

nada de m odo m ás general que otros aspectos de la cultura. En general, se

atribuye con siderable im portancia a los patrones económ icos, porque es-

tán inextricablem ente relacionad os con los sociales y políticos. Sin em bar-

go, tam bién están incluidos en los tipos de R edfield ciertos aspectos de la

relig ión. En un a elaboración sobre las sociedade s de regad ío hecha por

W ittfogel , el autor intenta una form ulación de t ipos de d esarrollo que n o

sólo incluyen rasgos sociales y políticos, sino tam bién tecnológicos, intelec-

tuales, militares y religiosos, que marcan áreas sucesivas en la h istoria de estas

sociedades (Steward 1949 y capítulo 11).

El esquema taxon óm ico designado para facili tar la determ inación de

paralelismos y regularidades en térm inos de características concretas y p ro-

cesos de desa rrollo tendrá que distingu ir innum erables tipos culturales, m u-

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,

de paralelism os o form ulaciones de causalidad. Se ha p restado

m ucha atención a las civilizaciones de irrigación (capítulo 11 ); sin em bargo,

Entre las culturas agrícolas también hay una g ran variedad de tipos cul-

turales, que no se han clasificado sistemáticam ente haciendo referencia a

problemas

Dado qu e las tribus cazadoras y recolectoras caen en u n nú m ero inde-

terminado d e tipos culturales, cualquier esquem a m ás amp lio de desarrollo

ciertamente no puede tomar com o representativo cualquier tipo de estadio

temp rano un iversal, excepto en c aracterísticas que son tan generales que

con cretamen te no significan n ada, sobre algun a cultura part icular . Entre

cazadores y recolectores es de esperar la ausencia de poblaciones d ensas y

estables, de poblados perm anentes y g randes, de clases sociales y otros ras-

gos de especialización interna com pleja, del sacerdocio y cerem onialismo

grupal, del dinero, las inversiones, la escritura, las matem áticas y de o tras ca-

racterísticas de la gente civilizada . Las formas particulares de matrimon io,

familia, estructura social, cooperación eco nóm ica, patrones socio-religiosos

y otras características halladas en las sociedades prim itivas difieren en cada

tipo d e especialización interna com pleja. En consecuencia, el objetivo es d e-

terminar los procesos m ediante los cuales los cazadores y recolectores se

convirtieron en ag ricultores o en pastores y éstos, más tarde, en gente m ás

civilizada , para lo cual es necesario abordar los tipos en pa rticular.

chos de los cuales aún no han sido reconocidos. No servirá para nuestros

propósitos una m etodología com o la de Wh ite, o la de Childe, que ignoran

los casos particulares y van sólo a una escala m undial. Por ejemplo, un esta-

dio de caza y recolección — o de salvajismo , para emplear el término de los

evolucionistas— es una categoría dem asiado am plia. Las relaciones funcio-

nales y las adaptaciones ecológ ico-culturales que cond ujeron a las bandas

patrilineales, que consisten en u n linaje localizado, eran m uy d iferentes de

aquellas que produ jeron un a banda nó m ada bilateral , com puesta por m u-

chas fam ilias sin vínculo de parentesco (Stew ard 1936). Pero éstos no son

nada m ás que dos de los mu chos tipos de sociedades cazadoras y recolec-

toras que se desarrollaron com o con secuencia de circunstancias ecológi-

co-culturales e históricas. Hay tam bién tipos que se caracterizan por grupos

familiares dispersos, como los shoshonis y los esquimales, y por la presencia

de p equeñas tribus coh esivas, como las de California. Además, no significa

necesariamente que todos los cazadores y recolectores sean clasificables en

tipos co n significancia intercultural. M uchos pueden ser únicos, excepto al-

gún rasgo limitado de su cu ltura, que sea paralelo a otro sim ilar de una cu ltu-

ra distinta, por ejemp lo, el desarrollo del clan.

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Vol. XIII, Part 11 ;1948.

Anthropo logist

LI, 194 9:1-27; y Wen dell C. Benne tt (ed.),

A Reapp raisal of Peruvian Ar-

chaeology M emoir S ocieg for Ametican Archaeology

American

Estos términos y su im por tancia han s ido abordados po r Julian H. S teward (1949:

1-27) y Wendell C. B ennett (1948) . Ver Julian H . Steward, Cultural Causali ty and

Law: A Trial Formulation of the Development of Early Civilization,

3

La base conceptual de la taxonom ía evolutiva m ultilineal no es m enos

aplicable a las tendencias contemporáneas del cam bio cultural que a los cam -

bios precolom binos. Actualmen te, las diversas culturas nativas del mun do

Creo que se pu ede

pronosticar la aparición d e una taxonom ía indicativa de paralelismos im por-

tantes a me dida que el interés se concen tre cada v ez m ás en las interrela-

ciones de ca racterísticas culturales y en los procesos m ediante los cuales las

culturas se adaptan a los diversos am bientes.

En la actualidad, el interés por los pa ralelismo s se con centra en el de-

sarrollo de las civilizaciones del Viejo y el Nuev o M undo. Los pa ralelism os

son impactantes e innegables. Incluyen el desarrollo independiente — según

la mayoría de los antropólogos, pero no según todos— de una lista notable de

características básicas: dom esticación de plantas y anim ales, irrigación, pue-

blos y c iudades grande s, metalurgia, clases sociales, Estados e im perios, sa-

cerdocio, escritura, calendarios y m atemáticas. Aunque aú n existe una gran

tendenc ia a acentuar los rasgos distintivos de cad a centro o tradición y, por

lo tanto, cada una es vista com o un área cultural y no com o un tipo cu ltural,

el interés en la función y el proceso gradualmente lleva consigo el uso de una

term inología com parable. En lugar de los térm inos técnicos com o Edad

de Piedra temp rana , Edad de Piedra tardía y Edad de B ronce , se están

em pleando otros potencialm ente t ipológ icos, com o Form ativo , Flore-

ciente , o Clásico y Fusión o Imp erio , en lo que se refiere al Nuev o

M undo . En cuanto al Viejo M undo , Childe ha introducido térm inos parcial-

m ente equivalentes, com o el de Rev olución urbana .

 

la designación de agricultura de bosque tropical sigue refiriéndose m era-

m ente a quienes hacen labores agrícolas en los bosques tropicales hú m e-

dos, en vez de a cu l tivos determ inados, métodos d e t rabajo, m ercados y

características culturales relacionad as. Es posible que las áreas culturales de

los bosques tropicales, tanto del Viejo como del Nuevo M undo , incluyendo

el M editerráneo y los bosque s septentrionales, produ jeran tipos culturales

indígenas únicos. Es m ás probable que se descubran paralelismo s im por-

tantes entre esas regiones si se las com para con referencia al am biente, la

tecnología y el periodo de de sarrollo.

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No todos los paralelos t ienen n ecesar iam ente que basarse en un a se-

cuencia de d esarrollo. Es así que las regularidades que postula Redfield en los

cam bios de una sociedad folk bajo la influencia urbanizadora apenas se pu e-

den llamar evolución . Sin embargo, nuestra premisa fundam ental es que el

rasgo m etodolOgico crucial de la evolución es la determ inación de relaciones

causales recurrentes en tradiciones cu lturales indepen dientes. En cada uno

preliminares.

T odos éstos son rasgos que caracterizan a la gente en los pueblos euro-

peos y el estadounidense. Sin embargo, sería una explicación dem asiado sim-

ple decir que estos rasgos sim plem ente fueron difundidos desde Europa; el

estudio detallado de las poblaciones nativas revela procesos que hicieron in-

evitable el desarrollo d e estas características, aun en ausencia d e con tactos

directos y sostenidos entre las poblaciones na tivas y las europea s, que po-

drían haber introducido nuevas p rácticas y una nueva ética. Existen mo tivos

para creer que los cam bios muy fundam entales que están ocurriendo h oy en

las más rem otas partes del mu ndo so n susceptibles de formu lación en tér-

m inos de paralelism os o regularidades, a pesar de diversos m atices locales

derivados de la tradición cultural nativa. Aunque aú n no se ha h echo n ingún

esfuerzo deliberado por form ular estas regularidades, hay u n gran caudal de

investigación dedicado directam ente a las tendencias mod ernas y los resul-

tados sustantivos son bastante detallados com o para perm itir form ulaciones

En cuan to a las características particulares del desarrollo industrial — la

m ecanización de la producción ag rícola y fabril, los m étodos de repo rte de

costos, las coo rporacione s finan cieras y los sistem as nacion ales e interna-

cionales de distribución y m ercado— son considerados como un solo desa-

rrollo m und ial, o com o m ucho s desarrollos casi independ ientes de una base

industrial gene ral, donde apa recen paralelismos bastante notables en las ca-

racterísticas difundidas. Estos p aralelismos se pu eden clasificar en términos

de tendencias hacia la producción de bienes de consum o, m ercancías, com-

pra de artículos m anufacturados, individualización de la tenen cia de la tierra,

aparición de u na racionalidad basada en dinero, valores y m etas, reducción

del grupo de p arentesco a familias nucleares, el surgimiento de una clase m e-

dia, personal de servicios y el apoy o profesional, el increm ento en la tensión

entre clases y la aparición de ideo logías nacionalistas.

— incluyendo p aíses enteros, sus continentes y subcontinentes, como China,

India, el sudeste asiático, Africa y Latinoam érica— sufren la influencia de la

industrialización, que se difunde p rincipalmen te desde Europa y los Estados

Unidos y, luego, desde los subcentros creados en todo s los continentes.

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ha acum ulado gran cantidad de evidencias

que apoy an abrum adoram ente el argum ento de que las culturas individua-

les difieren significativam ente entre sí y no pasan por estadios u nilineales.

Puesto que este hecho básico de la historia cultural ya no con stituye un tema

de gran con troversia, aquellos que han tratado de m antener viva la tradi-

ción de la evolución del siglo xix se han visto obligados a cam biar su m ar-

co de referencia de lo particular a lo general, de un esquem a universal donde

se pueden acom odar todas las culturas individuales a u n sistem a de genera-

La investigación del siglo

apriori

y muy

filosóficos. Los relativistas son fenom enológicos y estéticos.

o tradiciones culturales. La diferencia de pun to de vista alcanza también a la

propia lógica de la ciencia. Los evo lucionistas eran deductivos,

de los ev olucionistas unilineales se

distingu en po r la presupo sición de que todas las culturas pasan po r secuen-

cias paralelas no relacionadas genéticamen te. Esta asunción se opo ne a los

relativistas culturales del siglo xx, o a los particularistas históricos que con si-

deran el desarrollo cu ltural com o esencialmen te divergente, excepto cuan do

la difusión tiende a nivelar diferencias. Este desacuerdo referente al hech o

histórico fundam ental se refleja en la taxonom ía cultural. Las principales ca-

tegorías de los evolucionistas unilineales son los periodos de desarrollo apli-

cables a todas las culturas; las de los relativistas y particularistas son las áreas

xix

construcción histórica o com o una m etodología o enfoque particular. Las

reconstrucciones h istóricas del siglo

La evolución cultural se puede considerar ya sea com o un tipo especial de re-

CONCLUSIONES

y que abarcan m ilenios.

tablezca, el desarrollo a través de l tiem po debe siemp re darse; tam bién en

los desarrollos paralelos que sólo requieren unos p ocos años, e im plican so-

lamente un núm ero limitado de rasgos que no son m enos evolutivos, desde

un pu nto de vista científico, que las secuencias que im plican culturas totales

;

que se requ ieran diez, veinte años, o varios siglos para que la relación se es-

de los tipos culturales m encionad os anteriormente, ciertos rasgos se relacio-

nan funcionalm ente con o tros y la profundidad del factor t iem po, o d el de-

sarrollo, está necesariamente imp licita; ya que, independ ientemen te de qué

rasgos sean con siderados causas y cu áles considerados efectos, se presupo-,

ne que alguno s deben ir siem pre acom pañados po r otros, en las condiciones

estipuladas. Siem pre tiene qu e haber desarrollo a través del tiem po: ya sea

 

ul ian H Stew ard

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Para quienes se interesan en leyes, regularidade s o formu laciones cultu-

rales, la gran prom esa descansa en el análisis y la com paración de sim ilitudes

y paralelismos lim itados, es decir, en la evolución m ultilineal, más que en la

evolución unilineal o universal. La evolución unilineal está desacreditada, ex-

cepto en los lim itado s cono cim ientos que ofrece sobre las culturas particu-

lares analizadas en detalle po r los estudiosos de la cultura en el siglo xix. La

evolución universal todavía tiene que ofrecer alguna formulación m uy nove-

dosa que exp lique a una y a todas las culturas. El curso de investigación m ás

fructífero parece ser la búsqued a de leye s que establezcan las interrelaciones

entre fenóm enos pa rticulares, que pudieran repetirse en varias culturas, pero

Debido a que ahora el peso d e la evidencia parece apoyar la idea del

desarrollo cultural divergente, se m ira con suspicacia la propuesta de que

habría paralalelism os im portantes en la historia de la cultura. No obstan-

te , es probable que en su m ayoría los antropólogos reconozcan algunas si-

m ilitudes en forma, función y proceso d e desarrollo en ciertas culturas con

diferentes tradiciones. Si se p uede despojar el interés en estos paralelismos,

pueden ser despojados del dogm a para-todos-o-para-nadie , porque com o

se sabe, el desarrollo cultural no e s totalmente u nilineal, cada tradición tiene

que ser absolutam ente única, se pued en echar los cim ientos para una recons-

trucción histórica que tenga en cuen ta tanto las sim ilitudes así como tam bién

las diferencias interculturales. La formu lación de las similitudes en términos

de relaciones recurrentes requiere una taxon om ía de los rasgos significati-

vos. La taxonom ía, que se discute a lo largo del capítulo 5, puede e star basada

en pocos o en m ucho s rasgos, y con referencia a un nú m ero variable de cul-

turas diferentes. La formulación d el desarrollo pu ede invo lucrar secuencias

históricas largas o cortas.

lizacione s amplias sobre la naturaleza de cualqu ier cultura. Adm iten que las

culturas particulares tienen rasgo s característicos causado s por el desarro-

llo divergente en diferentes áreas, tamb ién por el estadio de desarrollo, pero

ahora p rofesan interesarse por la evolución de la cultura considerada gen é-

ricamente y no de las culturas. Su recon strucción de la historia cultural del

m undo está, de hecho, basada en térm inos tan generales que cualquiera los

pued e aceptar. Nadie duda que la cacería y la recolección preced ieron a la

agricultura y el pastoreo y qu e éstas dos últim as eran cond iciones previas de

la civilización , que se caracteriza en térm inos generales por poblaciones

densas y estables, la m etalurgia, por logros intelectuales, la heterogeneidad

social y la espec ialización interna y o tros rasgos.

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. Evolución m util ineal : evolución y proceso