the immortal rules - julie kagawa
TRANSCRIPT
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THE
I M M O R T A L RULES
JULIE KAGAWA
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C R E D I T O S
Moderadora: Rodonithe
Recopilación y Revisión Final:
Connie
Diseño:
Sisabel1320
Traductoras: Rodonithe
maka.maki
DamaOscura
n.marquez
cmf_428
sidonie
mariajoazo
Altia
Caliope Cullen
milu1054
Princesa de la Luna
AdyRod
Nataly
ctt
Sisabel1320
Correctoras: aranoi
Paty
Connie
lover_killer
moonse
FranÁngel
garfield
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I N D I C E
Sinopsis
Parte I: Humano Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Parte II: Vampiro Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Parte III: Monstruo Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Parte IV: Vagabundo Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
The Eternity Cure
Sobre la Autora
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S I N O P S I S
Traducido por Rodonithe
Corregido por Connie
Mataras. La única pregunta es cuándo.
En los oscuros días desde que el insidioso virus Red Lung extinguió a la
población humana, los vampiros se han levantado para gobernar las ciudades
desmoronadas y los suburbios. Impugnados príncipes tienen una gran
influencia sobre la disminución de las filas humanas: sus “mascotas". A cambio
de su trabajo, lealtad y, por supuesto, su sangre, estas mascotas están
registradas, con comida y refugio, permitiéndoles sobrevivir.
Los seres humanos no registrados se aferran a franjas, recolectando residuos
para su supervivencia. Allison Sekemoto y sus compañeros no registrados son
cazadores, no sólo de vampiros, sino de Rabiosos, el nefasto resultado de
vampiros que se alimentaron de humanos infectados con el virus Red Lung.
Una noche, Allie es atacada por una jauría de Rabiosos, salvada por un
improbable héroe... y convirtiéndose en vampiro.
Incómoda en su piel de no muerta, Allie cae en un equipo desconocido de seres
humanos que buscan una cura, o curas: para los Rabiosos y para el
Vampirismo. Ella se hace pasar por un humano... por ahora. Pero el hambre
está creciendo y no puede ser rechazado. No por la amistad, ni siquiera por el
amor.
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Traducido por Rodonithe
Corregido por Connie
MI
VAMPIRO
CREADOR
ME
DIJO
ESTO:
―Alguna vez en tu vida, Allison Sekemoto,
mataras a un ser humano. Accidentalmente
o como un consiente y deliberado acto, es
inevitable. La pregunta no es si va a pasar,
sino cuándo. ¿Lo entiendes?
No lo hacía en ese momento, no realmente.
Ahora lo hago.
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PARTE I
H U M A N O
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C A P Í T U L O 1
Traducido por Rodonithe
Corregido por aranoi
La cuelga de los No Registrados fue en el viejo distrito de almacenes; era una
ejecución pública, por lo que todos fuimos a ver.
Me quedé en la parte posterior, una cara desconocida entre la multitud,
demasiado cerca a la horca por comodidad, pero no podía mirar hacia otro
lado. Había tres de ellos en esta ocasión, dos chicos y una chica. El mayor era de
mi edad, diecisiete años y delgado, con gran temor en sus ojos y su grasoso
cabello oscuro colgaba de sus hombros. Los otros dos eran aún más jóvenes,
catorce y quince años, si tuviese que adivinar, y hermanos, ya que ambos tenían
el mismo cabello amarillo fibroso. No los conocía, no eran parte de mi gente. Sin
embargo, lucían de la misma manera que todos los No Registrados; delgados y
harapientos, sus ojos mirándonos como animales atrapados. Me crucé de brazos
con fuerza, sintiendo su desesperación. Estaba terminado. La trampa se había
cerrado, los cazadores los habían capturado, y no había lugar para correr.
La mascota se paró en el borde de la plataforma, vanidoso y arrogante, como si
hubiera atrapado a los niños por sí mismo. Estaba caminando ida y vuelta,
apuntando a los condenados y traqueteando con una lista de crímenes, sus ojos
claros brillaban con triunfo.
―... Agresión a un ciudadano de Ciudad Central, robo, allanamiento y resistirse
al arresto. Estos delincuentes intentaron robar un producto alimenticio Clase
Uno procedente de la bodega privada de Ciudad Central. Esto es un crimen
contra ustedes, y más importante, un crimen contra nuestros benevolentes
Maestros.
Solté un bufido. Palabras bonitas y legales rebuscadas no borran el hecho de
que estos "criminales" estaban haciendo lo que todos los No Registrados hacían
para sobrevivir. Por cualquier razón, destino, orgullo o terquedad, los seres
humanos no registrados no tienen la marca de nuestros maestros vampiros
grabada en su piel, las marcas que te decían quién eras, dónde vivías y a quién
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le pertenecías. Por supuesto, los vampiros dijeron que era para mantenernos
seguros, para realizar un seguimiento de todas las personas dentro de la
ciudad, para saber cuánta comida tenían que permitir. Es por nuestro propio
bien. Sí, claro. Llámenlo como ustedes quieran, sólo era otra manera de
mantener a sus ganados humanos esclavizados. Es lo mismo que llevar un
collar alrededor del cuello.
Había varias cosas buenas sobre ser un No Registrado. No existes. Estabas fuera
de sus registros, un fantasma en el sistema. Debido a que tu nombre no figura
en las listas, no tenías que presentarte mensualmente a donación de sangre,
donde las mascotas humanas en nítidas batas blancas pegan un tubo a tu vena y
extraen tu sangre en bolsas transparentes que colocan en refrigeradores y
llevadas a los Maestros. Piérdete un par de arrendamientos y los guardias
vienen por ti, forzándote a dar sangre hasta tarde, incluso si te dejan vacío como
un saco blando. Los vampiros conseguían su sangre, de una manera u otra.
Estar No Registrado te permite deslizarte bajo las grietas. No hay correa que los
chupasangres tiren. Y puesto que no era exactamente un delito, cualquiera
pensaría que todos lo harían. Por desgracia, ser libre viene con un precio muy
alto. Los humanos Registrados tienen cupones de comida. Los No registrados
no. Y puesto que los vampiros controlan toda la comida en la ciudad, esto hace
que conseguir la comida suficiente sea un verdadero problema.
Así que hicimos lo que cualquiera en nuestra situación haría. Rogamos.
Robamos. Raspábamos comida de donde pudiéramos, haciendo algo por
sobrevivir. En el Fringe, el círculo más externo de la ciudad de vampiros, la
comida es escasa, incluso si no eres un No Registrado. Los camiones de
racionamiento vienen dos veces al mes y son fuertemente custodiados. Había
visto a los ciudadanos Registrados ser golpeados solo por salir de la línea. Así,
mientras que no era exactamente un crimen ser un No Registrado, si eras
atrapado robándoles a los chupasangres y no tenías la maldita marca del
Príncipe adornando tú piel, no puedes esperar piedad alguna.
Fue una lección que había aprendido bien. Lástima que estos tres no lo hicieron.
―... Ocho onzas de soja, dos patatas, y un cuarto de pan. ―La mascota todavía
hablaba, y su audiencia tenía sus ojos pegados a la horca de hoy, morbosamente
fascinados. Me deslicé entre la multitud, alejándome de la plataforma. La
engreída voz sonó detrás de mí, y apreté mis manos, deseando poder conducir
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un puño a través de sus sonrientes dientes. Malditas mascotas. En cierto modo,
eran aún peores que los chupasangres. Habían elegido servir a los vampiros,
vender a sus compañeros humanos por la seguridad y el lujo que traía. Todo el
mundo los odiaba, pero al mismo tiempo, todo el mundo estaba celoso de ellos,
también.
―Las reglas respecto a los ciudadanos No Registrados son claras. ―La mascota
estaba terminando, extendiendo sus palabras para mayor efecto―. De acuerdo
a la cláusula veintidós, línea cuarenta y seis de la ley de Nueva Covington,
cualquier ser humano encontrado robando dentro de los límites de la ciudad,
que no tienen la marca de protección del Príncipe, serán colgados por el cuello
hasta que estén muertos. ¿Los acusados tienen alguna última palabra?
Oí voces leves, el viejo jefe maldiciendo a la mascota, diciéndole que haga algo
anatómicamente imposible. Sacudí mi cabeza. Valientes palabras, no le
ayudarían. Nada lo haría ahora. Estaba muy bien y era bueno ser desafiante
hasta el final, pero era mejor no quedar atrapado en primer lugar. Ese fue su
primer error y, en última instancia, el último. Siempre déjate una posibilidad; era la
primera regla de los No registrados. Haz lo que quieras, odia a los vampiros,
maldice a las mascotas, pero que nunca te atrapen. Agarré mi ritmo, apurando
más allá del borde de la multitud, y eché a correr.
El sonido metálico de las compuertas abriéndose hizo un eco muy alto en mis
oídos, incluso por encima del murmullo de la expectante multitud. El silencio
que siguió estaba casi vivo, incitándome a su vez, a echar un vistazo por encima
del hombro. Haciendo caso omiso del nudo en mi estómago, me deslicé en una
esquina, poniendo una pared entre la horca y yo, así no sería tentada a mirar
hacia atrás.
Vivir en el Fringe es una cosa simple, como las personas que viven aquí. Ellos
no tienen que trabajar, aunque hay un par de "puestos de comercio", creados
alrededor de la franja, donde la gente recoge lo que encuentra y lo cambia por
otras cosas. No tienen que leer, no hay trabajos que lo requieran, y, además,
poseer libros es altamente ilegal, entonces, ¿por qué arriesgarse? Todo de lo que
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tienen que preocuparse es alimentarse a sí mismos, mantener sus ropas
remendadas, y parchar cualquier agujero o caja o eviscerar la construcción de lo
que llaman casa lo suficientemente bien como para mantener fuera la lluvia.
El objetivo secreto de casi todos los Fringer es estar algún día dentro de la
Cuidad Central, más allá del muro que separa al mundo civilizado de la basura
humana, en la ciudad deslumbrante que se cierne sobre nosotros con sus
grandes torres estrelladas que de alguna manera se habían resistido al
desmoronamiento. Todo el mundo conoce a alguien que conoce a alguien que
ha estado en la ciudad, una mente brillante o una gran belleza, alguien muy
singular o especial para ser dejado aquí con nosotros los animales. Hay rumores
de que los vampiros "crían" humanos en el interior, enseñando a los niños a ser
sus esclavos, completamente dedicados a sus amos. Pero dado que ninguno de
los que entro en la ciudad jamás volvió a salir, salvo las mascotas y sus
guardias, y ellos no están hablando, nadie sabe cómo es realmente.
Por supuesto, esto sólo alimenta las historias.
―¿Has oído? ―me preguntó Stick mientras me lo encontraba en la alambrada
que marcaba el límite de nuestro territorio. Más allá de la cerca, a través de la
hierba, mucho vidrio sembrado, había un viejo edificio en cuclillas a lo que mi
banda y yo llamábamos hogar. Lucas, el líder de hecho de nuestra pandilla, dijo
que solía ser una "escuela", un lugar donde los niños como nosotros nos
reuníamos todos los días en grandes cantidades para aprender. Eso era antes de
que los vampiros la hubieran destripado y quemado, destruyendo todo en el
interior, pero seguía siendo un refugio para una banda de flacas ratas callejeras.
De tres pisos de alto, las paredes de ladrillo se empezaban a desmoronar, el piso
había caído, y las salas estaban llenas de moho, escombros y algo más. Las
carbonizadas salas y habitaciones vacías eran frías, húmedas y oscuras, y cada
año un poco más de pared caía, pero era nuestro lugar, nuestro refugio, y
estábamos muy seguros en él.
―¿Oír qué? ―le pregunté a medida que nos metimos por el hueco de la valla
oxidada, caminando a través de las malas hierbas, el pasto y botellas rotas, para
ir a casa donde había una tentadora señal.
―Gracie fue tomada ayer por la noche. En la ciudad. Dicen que algunos
vampiros buscan ampliar su harén, por lo que se la llevaron.
Lo mire con dureza.
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―¿Qué? ¿Quién te dijo eso?
―Kyle y Travis.
Gire mis ojos en disgusto. Kyle y Travis pertenecían a una banda rival de No
registrados. No nos molestamos unos a otros, por lo general, pero esto sonaba
como algo que nuestros competidores inventarían para ahuyentarnos de las
calles.
―¿Y crees algo de lo que ellos dicen? Te est{n jodiendo, Stick. Solo quieren
asustarte.
Él me arrastró a través de algo muy parecido a una sombra, con su mirada azul
acuosa mirando alrededor. El verdadero nombre de Stick era Stephen, pero ya
nadie le llamaba así. Era más alto que yo, por varios centímetros, pero a mi
metro y medio no hizo que esto se sintiera tan impresionante. Stick fue
construido como un espantapájaros, con despeinado cabello y ojos tímidos. Se
las arregló para sobrevivir en la calles, pero sólo apenas.
―No son los únicos que hablan al respecto ―insistió―. Cooper dijo que la oyó
gritar unas cuantas cuadras a distancia. ¿Qué te dice eso?
―¿Si es verdad? Ella fue lo suficientemente estúpida como para estar vagando
alrededor de la ciudad por la noche y, probablemente, consiguió que se la
comieran.
―¡Allie!
―¿Qué? ―Nos metimos a través del roto marco de la puerta en los pasillos
húmedos de la escuela. Oxidados armarios metálicos estaban dispersos junto a
una pared, algunos todavía en pie, la mayor parte abollados y rotos. Me dirigí
hacia uno en posición vertical y abrí la puerta con un chirrido―. Los vampiros
no se quedan en sus preciosas torres todo el tiempo. A veces van a cazar
cuerpos vivos. Todo el mundo sabe eso. ―Agarré el cepillo que deje aquí para
ir al espejo que estaba pegado a la parte posterior, el único utilizable en el
edificio. Mi reflejo me miró, una chica con la cara sucia con el cabello negro
lacio y “ojos bizcos”, como Rat decía. Por lo menos no tenía los dientes como un
roedor.
Pase el cepillo por mi cabello, haciendo una mueca en los nudos. Stick seguía
observándome, desaprobándome y horrorizado, y giré los ojos.
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―No me mires así, Stephen ―le dije, frunciendo el ceño―. Si est{s fuera
pasado el atardecer y te encuentras con un chupasangre, es tu culpa por no
quedarte donde est{s o no prestar atención. ―Deje el cepillo y cerré el armario
con una explosión―. Gracie piensa que sólo porque es Registrada y su hermano
cuida el Muro, está a salvo de los vampiros. Siempre vienen por ti cuando
piensas que estás a salvo.
―Marc est{ bastante molesto al respecto ―dijo Stick casi hosco―. Gracie era su
única familia, ya que sus padres murieron.
―No es nuestro problema. ―Me sentí mal por decirlo, pero era verdad. En el
Fringe, solo te preocupas por ti e inmediatamente por tu familia, nadie más. Mi
preocupación no se extendía más allá de mí misma, Stick y el resto de nuestra
pequeña banda. Esta era mi familia, tan jodida como era. No podía
preocuparme por los problemas de todos en el Fringe. Ya tenía un montón con
los míos, gracias.
―Tal vez... ―Stick comenzó, y vaciló―. Tal vez ella es m{s feliz...ahora
―continuó―. Tal vez ser llevada a la Ciudad Central es algo bueno. Los
vampiros la cuidaran mejor, ¿no te parece?
Me resistí a la tentación de inhalar. Stick, ellos son vampiros, quería decir.
Monstruos. Ellos sólo nos ven como dos cosas: esclavos y alimento. Nada bueno viene
de un chupasangre, lo sabes.
Pero decirle eso a Stick solo lo molestaría más, así que fingí no escuchar.
―¿Dónde est{n los otros? ―le pregunté a medida que caminamos por el
pasillo, escogiendo nuestro camino entre más escombros y vidrios rotos.
Stick caminaba morosamente, arrastrando los pies, pateando pedazos de roca y
yeso a cada paso. Resistí la tentación de golpearlo. Marc era un tipo decente, a
pesar de que era un Registrado, no tratan a los No Registrados como animales
dañinos, e incluso nos habló de una ocasión cuando él estaba haciendo sus
rondas en el Muro. También sabía que Stick tenía sentimientos por Gracie,
aunque él nunca hablo sobre ellos. Pero yo era la que compartía la mayor parte
de su comida con él, ya que por lo general era demasiado miedoso para ir a la
recolección por sí solo. Mocoso desagradecido. No podía preocuparme por
todos, él lo sabía.
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―Lucas aún no ha regresado ―murmuró Stick finalmente cuando llegamos
a mi habitación, uno de los muchos espacios vacíos a lo largo del pasillo. En los
años que estuve aquí, lo había arreglado lo mejor que pude. Las bolsas de
plástico cubrían las ventanas rotas, manteniendo la lluvia y la humedad fuera.
Un colchón viejo estaba en una esquina con mi manta y una almohada. Incluso
me las arreglé para encontrar una mesa plegable, un par de sillas y una
estantería de plástico para el desorden, pequeñas cosas que quería guardar.
Había construido una guarida un poco agradable para mí, y la mejor parte era
que mi puerta se podía seguir cerrando desde el interior, por lo que podría
conseguir un poco de privacidad, si quería.
―¿Qué pasa con Rat? ―le pregunté, empujando mi puerta.
Cuando la puerta chirrió abriéndose, entró un chico flaco con cabello castaño
lacio, los ojos pequeños y brillantes. Era mayor que Stick y yo, con rasgos
afilados y un diente frontal que salía como un colmillo, dándole una mueca
permanente.
Rat juró cuando me vio, y mi sangre hirvió. Este era mi espacio, mi territorio.
No tenía derecho a estar aquí.
―Rat―gruñí, irrumpiendo por la puerta―. ¿Por qué est{s husmeando
alrededor de mi habitación? ¿Buscando cosas que robar?
Rat levantó el brazo, y mi estómago se volvió frío. En una la mano sucia, llevaba
un viejo libro, antiguo, la tapa cayéndose, las páginas arrugadas. Lo reconocí al
instante. Era un libro de historias, de fantasías, la historia de cuatro niños que
pasaron por un armario mágico y se encontraron en un mundo nuevo y
extraño. Lo había leído más veces de las que podía recordar, y aunque me
burlaba de la idea de una tierra mágica con amigos, animales parlantes, hubo
momentos en que deseaba, en mis más secretos momentos, poder encontrar una
puerta secreta que nos llevara a todos fuera de este lugar.
―¿Qué diablos es esto? ―dijo Rat, sosteniendo el libro. Después de haber sido
sorprendido en un flagrante delito, r{pidamente pasó a la ofensiva―. ¿Libros?
¿Por qué recoges basura como esa? Como si siquiera supieras leer. ―Él resopló
y lanzó el libro al piso―. ¿Sabes lo que harían los vampiros, si se enteraran?
¿Sabe Lucas acerca de tu pequeña colección de basura?
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―Eso no es tu problema ―le espeté, dando un paso dentro de la habitación―.
Este es mi cuarto, y voy a guardar lo que quiero. Ahora piérdete, antes de
decirle a Lucas que te eche sobre tu blanco y flaco culo.
Rat rió. Él no había estado con el grupo por un tiempo, unos pocos meses como
máximo. Afirmó que había llegado de otro sector y que su vieja banda lo había
expulsado, pero él nunca había dicho por qué. Yo sospechaba que era porque
era un mentiroso, un bastardo ladrón. Lucas ni siquiera había considerado dejar
que se quedara si no hubiéramos perdido a dos miembros en el invierno
anterior. Patrick y Geoffrey, dos hermanos No Registrados que llegaron hasta el
punto de la estupidez, que se jactaron que los vampiros nunca los atraparían.
Eran demasiado rápidos, según ellos. Conocían todos los mejores túneles de
escape. Y entonces una noche salieron en busca de comida, como de
costumbre< y nunca regresaron.
Dejando el libro a un lado, Rat dio un paso hacia adelante amenazándome y se
enderezó para cernirse sobre mí.
―Tienes una boca grande, Allie ―gruñó él, su aliento caliente y sucio―. Mejor
ten cuidado. Lucas no puede estar cerca para protegerte todo el tiempo. Piensa
en eso. ―Se inclinó, arrincon{ndome―. Ahora sal de mi cara, antes de que, de
una bofetada te mande al otro lado de la habitación perra. No me gustaría que
comenzases a llorar delante de tu novio.
Trató de empujarme hacia atrás. Lo esquivé, me acerqué y arremetí mi puño en
su nariz tan fuerte como pude.
Rat chilló, tambaleándose hacia atrás, sus manos volando hacia su cara.
Stick gritó detrás de mí. Parpadeando entre las lágrimas, Rat gritó una
maldición y volvió a darme frente, torpe e incómodo. Me agaché y lo empujé
contra la pared, oyendo el golpe de su cabeza contra el yeso.
―¡Fuera de mi habitación! ―gruñí mientras Rat se deslizaba por la pared,
aturdido. Stick se había movido a una esquina y se escondía detrás de la
mesa―. Sal y quédate afuera, Rat. Si te veo por aquí de nuevo, juro que comerás
por una pajita el resto de tu vida.
Rat se empujó en posición vertical, dejando una mancha de color rojo en el
yeso. Limpiándose la nariz, escupió una maldición y salió tropezándose,
pateando una silla al salir. Cerré de golpe y aseguré la puerta tras de él.
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―Bastardo. Ladrón, bastardo mentiroso. Ay. ―Miré hacia abajo a mi puño y
fruncí el ceño. Mis nudillos habían sido cortados por el diente de Rat y estaban
empezando a sangrar bien―. Ew. Oh, genial, espero no atrapar algo
desagradable.
―Él va a estar loco ―dijo Stick, saliendo de detr{s de la mesa, p{lido y
asustado. Solté un bufido.
―¿Y qué? Deja que intente algo. Le romperé la nariz de otra manera. ―Agarré
un trapo del mueble, y lo apreté contra mi nudillo―. Estoy cansada de escuchar
su mierda, pensando que puede hacer lo que quiera sólo porque es más grande.
Se lo merecía desde hace tiempo.
―Él podría desquitarse en mí ―dijo Stick, y me enfadé ante el tono acusador,
como si yo debería saberlo. Como si no pensara en cómo podría afectarle.
―Entonces patéalo en la espinilla y dile que retroceda ―le dije, arrojando el
trapo en el estante y recogiendo cuidadosamente el abusado libro. Su cubierta
había sido arrancada, y la primera página desgarrada, pero parecía por lo
dem{s intacto―. Rat se mete contigo porque se lo permites. Si te defiendes, te
dejara en paz.
Stick no dijo nada, cayendo en un silencio hosco, mordí mi irritación. No iba a
defenderse. Él haría lo que siempre hacía, correr hacia mí y esperar a que lo
ayudase. Suspiré y me arrodillé junto a una caja de plástico en la pared del
fondo. Normalmente, la ocultaba una sábana vieja, pero Rat la había arrancado
y la arrojó en la esquina, probablemente en busca de comida u otras cosas para
robar. Deslizando la tapa superior, estudié el contenido.
Estaba medio llena de libros, algunos libros de bolsillo como el que sostenía en
mi mano, algunos más grandes, con cubiertas más resistentes. Algunos estaban
mohosos, algunos medio carbonizados. Y los conocía todos, de adelante hacia
atrás, de principio a fin. Esta era mi más preciada, más secreta, posesión. Si los
vampiros sabían que tenía un alijo de este tipo, nos mataría a todos nosotros y
arrasarían este lugar hasta el suelo. Pero para mí, el riesgo valía la pena.
Los vampiros habían prohibido los libros en el Fringe y habían destripado
sistemáticamente cada escuela y biblioteca una vez que habían asumido el
control, y yo sabía por qué. Porque dentro de las páginas de cada libro, había
información de otro mundo, un mundo antes de éste, donde los humanos no
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vivían con miedo a los vampiros, los muros y los monstruos en la noche. Un
mundo en el que eran libres.
Con cuidado, guardé el pequeño libro, y mi mirada se trasladó a otro libro muy
gastado, sus colores apagados, un molde manchado empezando a comer una de
las esquinas. Era más grande que los otros, un libro de dibujos para niños, con
animales danzantes en colores brillantes en el frente. Pasé los dedos sobre la
tapa y suspire.
Mamá.
Stick se había acercado otra vez, mirando por encima de mi hombro a la caja.
―¿Rat se llevó algo? ―preguntó en voz baja.
―No ―murmuré, cerrando la tapa, escondiendo mis tesoros―. Pero es posible
que desees revisar tu habitación, también. Y devolver cualquier cosa que
pediste prestada recientemente, por si acaso.
―No he tomado nada durante meses ―dijo Stick, sonando asustado y a la
defensiva ante el pensamiento, mordí una respuesta fuerte. No hace mucho
tiempo, antes de que Rat llegara al grupo, a menudo me encontraba con Stick en
su habitación, acurrucado contra la pared con uno de mis libros, completamente
absorto en la historia. Yo misma le enseñé a leer, horas largas, meticulosas en
las que estábamos sentados en mi colchón, repasando las palabras, las letras y
sonidos. Stick se había tomado un tiempo para aprender, pero una vez que lo
hizo, se convirtió en su forma favorita de escapar, de olvidar todo lo que estaba
afuera de su puerta.
Luego, Patrick le había dicho lo que los vampiros le hacían a los Fringers que
podían leer libros, y ahora no los tocaba. Todo el trabajo, todo ese tiempo, todo
para nada. Me molestó que Stick estuviera demasiado asustado de los vampiros
para aprender algo nuevo. Me ofrecí a enseñarle a Lucas, pero él no estaba muy
interesado, y no iba a molestarme con Rat.
Estúpida de mí, pensando que podría pasar cualquier cosa útil en este grupo.
Pero había algo más en mi rabia que el miedo de Stick o la ignorancia de Lucas.
Quería que aprendieran, para mejorar su situación, porque era sólo una cosa
más que los vampiros habían tomado de nosotros. Les enseñaron a sus
mascotas y esclavos a leer, pero el resto de la población querían que siguieran
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ciegos, estúpidos y en la oscuridad. Querían que fuéramos animales sin sentido,
pasivos. Si suficiente gente sabía cómo era la vida... antes... ¿cuánto tiempo sería
hasta que se levantaran contra los chupasangres y tomáramos todo de nuevo?
Era un sueño que no le decía a nadie, ni siquiera a mí misma. No podía obligar
a la gente a querer aprender. Pero eso no me impedía intentarlo.
Stick retrocedió mientras estaba de pie, tirando una sábana sobre la caja de
nuevo.
―¿Crees que encontró el otro sitio? ―preguntó tentativamente―. Tal vez
deberías revisar ese, también.
Le di una mirada resignada.
―¿Tienes hambre? ¿Es eso lo que est{s diciendo?
Stick se encogió de hombros, mirando con esperanza.
―¿Tú no?
Giré los ojos y me dirigí hacia el colchón en la esquina, cayendo de rodillas otra
vez. Empujé hacia arriba el colchón revelando las tablas sueltas debajo, y las
levanté, mirando en el agujero oscuro.
―Maldita sea ―murmuré, sintiendo todo el espacio muy pequeño. No quedaba
mucho, un trozo de pan rancio, dos cacahuates y una papa que comenzaban a
brotarle ojos. Esto era lo que Rat probablemente ha estado buscando: mi caché
privado. Todos lo teníamos en alguna parte, escondido del resto del mundo.
Los No Registrados no roban a los demás, por lo menos, eso se suponía. Esa era
la regla no escrita. Pero, en nuestros corazones, todos eran ladrones, y el
hambre llevaba a la gente a hacer cosas desesperadas. No había sobrevivido
todo este tiempo por ser ingenua. El único que sabía acerca de este agujero era
Stick, y confiaba en él.
Él no arriesgaría todo lo que tenía por robarme.
Miré a través de los patéticos elementos y suspiré.
―No es bueno ―dije, sacudiendo la cabeza―. Y est{n realmente tomando
medidas enérgicas por ahí últimamente. Nadie está negociando cupones de
racionamiento, por cualquier cosa.
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Mi estómago se sentía hueco, nada nuevo para mí, mientras recolocaba las
tablas de madera, y dividía el pan con Stick. Estaba casi siempre hambrienta de
una forma u otra, pero esto había progresado a la etapa grave. No había comido
nada desde la noche pasada. Mi recolección de residuos de la mañana no había
ido bien. Después de varias horas de búsqueda mis operaciones de vigilancia
normales, todo lo que tenía para mostrar eran un corte en la palma y el
estómago vacío.
Saquear las trampas para ratas del viejo Thompson no había funcionado; las
ratas eran cada vez más inteligentes, o finalmente habían hecho mella en la
población de roedores. Había trepado la escalera de incendios hasta la ventana
del jardín de la viuda Tanner, pasando debajo de la cerca de alambre de espino
sólo para encontrar que la astuta vieja había hecho su cosecha temprano,
dejando nada más que cajas vacías de tierra detrás.
Había buscado en los contenedores de basura clandestinos detrás de la tienda
de comercio de Hurley, a veces, aunque rara vez, había una hogaza de pan con
moho que ni siquiera una rata tocaba, o un saco de semillas de soja que habían
salido mal, o una patata rancia. No era exigente, mi estómago había sido
entrenados para mantener casi cualquier cosa, no importa cómo de repugnante
sea. Insectos, ratas, pan agusanado, no me importaba, siempre y cuando se
asemejase vagamente a alimentos. Podía comer lo que el estómago de la
mayoría de la gente no podía soportar, pero hoy, al parecer la señorita Suerte
me odio peor de lo usual.
Y seguir cazando después de la ejecución era imposible. La continua presencia
de las mascotas en el Fringe había puesto a la gente nerviosa. No quería correr
el riesgo de robar con tantos guardias mascotas vagando. Además, robar
alimentos tan pronto después de que tres personas habían sido ahorcadas por
ello era pedir problemas.
Recolectar en territorio conocido no me estaba llevando a ninguna parte. Había
utilizado todos los recursos de aquí, y los Registrados conseguían ser más
prudentes a mis métodos. Aun cuando crucé a otros sectores, la mayor parte del
Fringe había sido limpiado hace mucho, mucho tiempo. En una ciudad llena de
carroñeros y oportunistas, simplemente no había nada errado. Si quería comer,
iba a tener que aventurarme más lejos.
Iba a tener que salir de la ciudad.
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Echando un vistazo al cielo pálido por la ventana cubierta de plástico, hice una
mueca. La mañana ya se había ido. Con la tarde desapareciendo rápidamente,
tendría sólo unas pocas horas de caza de alimentos una vez que estuviera fuera
del Muro. Si no regresaba antes de la puesta del sol, otras cosas me empezarían
a buscar. Una vez que la luz dejara el cielo, sería su tiempo. Los Maestros.
Los vampiros.
Todavía tengo tiempo, pensé, calculando mentalmente las horas en mi cabeza. Es
un día bastante claro, puedo salir del Muro, buscar en las ruinas y estar de vuelta antes
de que el sol se ponga.
―¿Adónde vas? ―preguntó Stick cuando abrí la puerta y caminé por el pasillo,
manteniendo una mirada cautelosa hacia fuera por Rat―. ¿Allie? Espera, ¿a
dónde vas? Llévame contigo. Puedo ayudar.
―No, Stick. ―Me volví hacia él y sacudí mi cabeza―. No voy a buscar en los
puntos habituales esta vez. Hay demasiados guardias, y las mascotas todavía
est{n ahí fuera poniendo nervioso a todo el mundo. ―Suspiré y me protegí los
ojos del sol, mirando el terreno baldío―. Voy a tener que probar en las ruinas.
Él chilló.
―¿Vas a salir de la ciudad?
―Estaré de vuelta antes del anochecer. No te preocupes.
―Si te atrapan...
―No lo har{n. ―Me eché hacia atr{s y le sonreí―. ¿Cu{ndo me atraparon?
Ellos ni siquiera saben que los túneles existen.
―Hablas como Patrick y Geoffrey.
Parpadeé, picada.
―Eso es un poco duro, ¿no te parece? ―Se encogió de hombros, y me crucé de
brazos―. Si eso es lo que sientes, tal vez no me molestaré en compartir nada
que traiga de vuelta. Tal vez deberías cazar tu propia comida para un cambio.
―Lo siento ―dijo r{pidamente, y me dio una sonrisa de disculpa―. Lo siento,
Allie. Sólo me preocupo por ti, eso es todo. Tengo miedo de que vayas a
dejarme aquí, solo. ¿Prometes que volverás?
21
―Sabes que lo haré.
―Bien, entonces. ―Caminó lo que quedaba de la sala, las sombras cerniéndose
sobre su rostro―. Buena suerte.
Tal vez solo era yo, pero su tono casi sonaba como si tuviera la esperanza de
que me metiera en problemas. Que verdaderamente viera qué tan peligroso
puede ser allí afuera, y que él había tenido razón todo este tiempo. Pero eso era
tonto, me dije, corriendo a través del terreno baldío, hacia la valla y las calles de
la ciudad. Stick me necesitaba, yo era su única amiga. No era tan vengativo que
desease hacerme daño sólo porque estaba enojado por Marc y Gracie.
¿Verdad?
Empujé el pensamiento de mi mente mientras me deslizaba por la cerca de
alambre y me metía en la tranquila ciudad. Podía preocuparme por Stick en
otro momento, mi prioridad era encontrar comida para mantenernos vivos a
ambos.
El sol se tambaleaba directamente por encima de los esqueléticos edificios,
bañando las calles con luz. Simplemente aguanta allí un poco más, pensé, mirando
al cielo. Quédate ahí, por unas cuantas horas más al menos. En realidad, siéntete libre
de dejar de moverte, si quieres.
Vengativamente, pareció caer un poco más en el cielo, burlándose de mí, ya que
se deslizó detrás de una nube. Las sombras se alargaban como garras,
deslizándose sobre el suelo. Me estremecí y corrí por las calles.
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C A P Í T U L O 2
Traducido por maka.mayi
Corregido por aranoi
La gente te dirá que es imposible salir de Nueva Covington, que el Muro
exterior es impenetrable, que nadie puede entrar o salir de la ciudad, incluso si
así lo desean.
La gente está equivocada.
El Fringe es una enorme jungla de concreto, cañones de vidrios rotos y acero
oxidado, gigantes esqueletos ahogados por las vides, descompuestos y
corroídos. Salvo en el mismo centro de la ciudad, donde las inminentes torres
de vampiros destellaban con un resplandor oscuro, el entorno de las estructuras
parecían enfermas, huecas y peligrosamente cerca de colapsar. Por debajo de la
línea del horizonte irregular, con pocos humanos que mantener a raya, el
desierto se arrastra más cerca.
Conchas oxidadas de lo que antes eran coches están esparcidos por las calles,
sus marcos podridos envueltos con vegetación. Árboles, raíces y vides
empujaban hacia arriba a través de las aceras y los tejados, incluso, rompiendo
el pavimento y el acero, la naturaleza reclama lentamente la ciudad por sí
misma. En los últimos años, algunos de los amenazantes rascacielos finalmente
sucumbieron al tiempo y la decadencia, cayendo al suelo en un rugido de
polvo, cemento y cristales rotos, matando a todos los desafortunados que
estaban cerca de él cuando sucedió. Nunca más fue un hecho de la vida. Entra
en cualquier edificio en la actualidad, y lo oirás crujir y gemir por encima de tu
cabeza, tal vez a décadas del colapso, o tal vez a sólo unos segundos.
La ciudad se está cayendo a pedazos. Todo el mundo en el Fringe lo sabe, pero
no se puede pensar en eso. No tiene sentido preocuparse por lo que no puedes
cambiar.
Lo que me preocupa, más que nada, es evadir a los vampiros, evitar ser
descubierta, comer lo suficiente para sobrevivir un día más.
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A veces, como hoy, eso requería medidas drásticas. Lo que estaba a punto de
hacer era arriesgado y peligroso como el infierno, ¿pero si estaba preocupada
por el riesgo, no sería No Registrada, cierto?
El Fringe se divide en varias secciones, sectores como las llamaban, todas bien
cercadas para controlar el flujo de alimentos y personas. Otro dispositivo
construido “para nuestra protección”. Llámelo como quieras; una jaula sigue
siendo una jaula. Por lo que sabía, había cinco o seis sectores en un semicírculo
alrededor del Centro de la Ciudad. Nosotros éramos el Sector 4. Si tuviera un
tatuaje que pudiera ser escaneado, diría algo como: Allison Sekemoto, residente
número 7229, sector 4, Nueva Covington. Propiedad del Príncipe Salazar.
Técnicamente, el príncipe poseía a todos los seres humanos en la ciudad, pero
sus oficiales tenían harenes y esclavos―esclavos de sangre―propios, también.
Los Fringers, por otro lado ―Fringers Registrados de todos modos― eran
“propiedad comunal”. Lo que significaba que cualquier vampiro podía hacer lo
que quisiera con ellos.
Nadie en el Fringe parecía molesto por su tatuaje. Nate, uno de los asistentes
del puesto de operaciones de Hurley, estaba constantemente tratando de
hacerme Registrar, diciendo que el tatuaje no duele mucho y toda la parte de
donar sangre no era tan mala una vez te acostumbras a ello. No podía entender
por qué estaba siendo tan terca. Le dije que no era el escanear o la donación de
sangre lo que más odiaba.
Era todo lo de "Propiedad de" lo que me molestaba. Yo no era propiedad de
nadie. Si los malditos chupasangres me querían, tendrían que agarrarme
primero. Y no lo iba a hacer fácil para ellos.
La barrera entre sectores era simple: hileras de alambre con púas. Las cortinas
de acero recorrían varios kilómetros y no eran bien patrullados. Había guardias
en las puertas de hierro en cada sector que dejan que los camiones de alimentos
entren y salgan del centro de la ciudad, pero en ninguna otra parte. En
definitiva, a los vampiros no les importaba si alguno de sus ganados se
deslizaba entre los sectores. La mayoría de la fuerza letal y mortal se dedica a
proteger el Muro exterior todas las noches.
Había que admitir, el Muro Exterior era bastante impresionante. Treinta metros
de altura, un metro ochenta y dos centímetros de espesor, la monstruosidad fea
de hierro, acero y hormigón se cernía sobre el perímetro del Fringe, que rodea a
la ciudad entera. Sólo había una salida al exterior, dos puertas de hierro macizo,
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cerradas desde el interior con vigas pesadas de acero que tomaba que tres
hombres la quitaran. No estaban en mi sector, pero la había visto una vez
abierta, mientras buscaba comida lejos de casa. Focos habían sido colocados a lo
largo de todo el Muro cada cincuenta metros, escudriñando el suelo como unos
ojos enormes. Más allá del Muro estaba la "zona de muerte", una franja de tierra
asolada llena con bobinas de alambre de púas, trincheras, pozos de púas y
minas, todo diseñado para hacer una cosa: mantener a los Rabiosos lejos del
Muro.
El Muro Exterior era temido y odiado por toda Nueva Covington,
recordándonos que estábamos atrapados aquí, como ovejas en un corral, pero
era muy reverenciado, también. Nadie podría sobrevivir más allá de las ruinas
de la ciudad, sobre todo cuando la oscuridad cae. Incluso los vampiros les
disgustaba ir a las ruinas. Más allá del Muro, la noche pertenecía a los Rabiosos.
Ninguna persona cuerda pasa el muro, y aquellos que lo intentaron fueron
asesinados a tiros o volados en pedazos en la zona de muerte.
Razón por la cual pensaba ir por debajo.
Me abrí paso entre la maleza alta que llenaba la zanja, manteniendo una mano
en la pared de cemento mientras maniobraba entre charcos y cristales rotos. No
había estado aquí en un tiempo, y la maleza había cubierto todos los rastros de
paso anterior. Rodeando la pila de rocas, ignorando el aspecto sospechoso de
los huesos esparcidos sobre la base, conté una docena de pasos desde el borde
de los escombros, me detuve y arrodillé en el césped.
Aparté la maleza, con cuidado de no alterar el entorno demasiado. No quería
que nadie supiera que esto estaba aquí. Si se corre la voz, si los vampiros
escuchan rumores de que había una posible salida de su ciudad, tendrían cada
centímetro cuadrado del Fringe siendo revisado hasta que fuera encontrado y
sellado más fuertemente que el asimiento de una mascota sobre la llave del
almacén de alimentos. No es que les preocupara terriblemente las personas que
salgan, no había nada más allá del Muro Exterior, excepto ruinas, desierto y
Rabiosos. Pero las salidas eran también entradas, y cada pocos años, un Rabioso
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encontraría su camino a la ciudad a través de los túneles que discurrían por
debajo. Y habría caos, pánico y muerte hasta que el Rabioso moría y la puerta
de entrada era encontrada y bloqueada. Pero nunca encontraron esta.
Las malas hierbas se abrieron, revelando un círculo de metal negro hundido en
el suelo. Era increíblemente pesada, pero mantuve un pedazo de barra para
hacer palanca. Dejando caer de golpe la cubierta sobre la hierba, miré dentro de
un agujero largo y estrecho. Barras de metal oxidado estaban puestas en el tubo
de cemento debajo de la cubierta, que conduce a la oscuridad.
Miré a mi alrededor, asegurándome de que nadie estaba mirando, entonces
comencé a bajar la escalera. Siempre me preocupo dejar la entrada del túnel de
par en par, pero la cubierta estaba demasiado pesada para deslizarla de vuelta
una vez en el interior del tubo. Pero estaba bien escondida en la hierba alta, y
nadie lo había descubierto todavía, no en todos los años que furtivamente salía
de la ciudad.
Sin embargo, no podía perder el tiempo.
Dejándome caer en el piso de cemento, miré alrededor, esperando a que mis
ojos se acostumbraran a la oscuridad. Puse una mano en el bolsillo de mi
abrigo, cerrándola en torno a mis dos posesiones más preciadas: un
encendedor, todavía medio lleno con fluido y mi navaja de bolsillo. El
encendedor lo había encontrado en mi viaje anterior a las ruinas, y el cuchillo lo
había tenido durante años. Ambos eran extremadamente valiosos, y nunca iba a
ninguna parte sin ellos.
Como de costumbre, los túneles debajo de la ciudad apestaban. Los veteranos,
los que habían sido niños en el momento antes de la plaga, dicen que todos los
residuos de la ciudad una vez eran transportados fuera a través de las tuberías
bajo las calles, en lugar de en cubos que son vaciados en agujeros cubiertos. Si
eso era cierto, entonces sin duda explicaba el olor. Sobre medio metro de donde
yo estaba, la saliente caía en la negra agua fangosa, corriendo perezosamente
por el túnel. Una rata enorme, casi del tamaño de algunos de los gatos callejeros
que vislumbré arriba, se escabulló entre las sombras, recordándome por qué
estaba aquí.
Con una última mirada a través del agujero en el cielo, aún soleado y brillante,
me dirigí hacia la oscuridad.
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La gente solía pensar que los Rabiosos se escondían bajo tierra, en cuevas o
túneles abandonados, donde dormían durante las horas de luz del día y salían
por la noche. En realidad, casi todo el mundo todavía pensaba eso, pero yo
nunca había visto a un Rabioso por aquí, ni una sola vez. Ni siquiera uno
dormido. Eso no quería decir nada, sin embargo. Nadie arriba había visto a un
hombre topo, pero todo el mundo conocía los rumores de enfermos seres
humanos tímidos a la luz que viven por debajo de la ciudad, que agarrará tus
tobillos por los desagües pluviales y te arrastrará abajo para comerte. No había
visto a un hombre topo, tampoco, pero había cientos, quizás miles de túneles
que nunca había explorado y no planeaba hacerlo. Mi objetivo, cuando me
aventuré en este mundo oscuro y misterioso, era conseguir ir más allá del Muro
y regresar a la luz del sol lo más rápidamente posible.
Por suerte conocía este tramo del túnel, y no estaba completamente sin luz. La
luz del sol se filtraba desde las parrillas y los desagües para tormentas,
pequeñas barras de color en un mundo por lo general gris. Había lugares en los
que era negro como el carbón, y tuve que usar mi encendedor para continuar,
pero los espacios eran familiares, y sabía a dónde iba, así que no fue tan terrible.
Finalmente, salí del gran tubo de cemento que desembocaba en una zanja de
malezas ahogadas, casi deslizándome sobre mi estómago para conseguir pasar
a través de la tubería. A veces había gratificaciones de ser muy delgada.
Escurriendo la desagradable agua caliente de mi ropa, me puse de pie y miré a
mí alrededor.
Sobre las filas de los techos deteriorados, más allá de los estériles y arrasados
campos de la zona de muerte, podía ver el Muro Exterior alzándose en su gloria
oscura y mortal. Por alguna razón, siempre se veía extraño desde este lado. El
sol flotaba entre las torres en el centro de la ciudad, reluciente en sus paredes
con espejos. Aún quedaban unas cuantas horas para cazar, pero necesitaba
trabajar rápido.
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Más allá de la zona de muerte, tendido como una alfombra suburbana gris-
verde, los restos de los viejos suburbios me esperaban desapareciendo en la luz
de la tarde. Salté a la orilla y entré en las ruinas de una civilización muerta.
Recolectar de las ruinas era difícil. Dicen que solía haber grandes tiendas que
tenían filas y filas de comida, ropa y todo tipo de otras cosas. Eran enormes y
fácilmente identificables por sus estacionamientos extensos y amplios. Pero no
querrás mirar allí, porque fueron los primeros en ser elegidos para limpiar
cuando todo salió mal. Casi sesenta años después de la plaga, las únicas cosas
que quedan eran paredes evisceradas y estantes vacíos. Lo mismo puede
decirse de los pequeños mercados y estaciones de servicio. No queda nada.
Había perdido muchas horas de búsqueda a través de esos edificios para
terminar con las manos vacías cada vez, así que ahora no me molestaba.
Pero las residencias normales, las filas de casas derrumbándose y en ruinas a lo
largo de las calles desmoronadas, eran una historia diferente. Porque aquí hay
algo interesante que he aprendido acerca de la raza humana: nos gusta
acumular. Llámalo almacenamiento, llámalo paranoia, llámalo preparándose
para lo peor, las casas eran mucho más propensas a tener alimentos guardados
en bodegas o enterrados en armarios. Sólo tenía que buscar.
Las tablas crujieron cuando caminé poco a poco a través de la puerta de mi
quinta o sexta esperanza, una casa de dos pisos rodeada de una retorcida cerca
de alambre casi devorado por la hiedra, ventanas rotas, un porche estrangulado
por vides y maleza. El techo y parte del piso superior se había caído, y los rayos
tenues de luz se filtraban a través de las vigas podridas. El aire estaba espeso
con el olor de moho, polvo y vegetación, y la casa parecía contener el aliento
cuando entré.
Busqué primero en la cocina, revolviendo armarios, abriendo cajones, incluso
revisando la vieja nevera de la esquina. Nada. Unos pocos tenedores oxidados,
una lata vacía, una taza rota. Todas las cosas que había visto antes. En un
dormitorio, los armarios estaban vacíos, la cómoda volcada, un gran espejo
ovalado roto en el suelo. La cama había sido despojada de las mantas y las
sábanas, y una sospechosa mancha oscura salpicaba un lado del colchón. No me
pregunto lo que podría ser. Tú no piensas en esas cosas. Solo sigues adelante.
En la segunda habitación, que no estaba tan devastada como la primera, una
cuna vieja estaba en la esquina, transparente y cubierta de telarañas. Caminé
poco a poco a su alrededor, sin mirar deliberadamente dentro de las barras, a
28
los estantes una vez blancos en la pared. Una lámpara rota estaba en un estante,
pero debajo de ella, vi un familiar rectángulo cubierto de polvo.
Lo recogí, limpié el velo y las telarañas, escaneando el título en la parte
superior. Buenas noches, Luna, decía, y sonreí con pesar. No estaba aquí por
libros, y tenía que recordar que, si llevo esto a casa en lugar de, por ejemplo, la
comida, Lucas estaría furioso, y es probable que peleáramos por ello, de nuevo.
Tal vez estaba siendo demasiado dura con él. No era que fuera estúpido, sólo
práctico. Él estaba más preocupado por sobrevivir que del aprendizaje de una
habilidad que era inútil a sus ojos. Pero no podía rendirme sólo porque estaba
siendo terco. Si pudiera conseguir que leyera, tal vez podríamos empezar a
enseñar a otros Fringers, niños como nosotros. Y tal vez, sólo tal vez, eso sería
suficiente para empezar... algo. No sabía qué, pero tenía que haber algo mejor
que simplemente sobrevivir.
Me metí el libro debajo del brazo, llena de una nueva resolución, cuando un
suave tintineo me hizo congelar. Había algo en la casa conmigo, moviéndose
justo fuera de la puerta de la habitación.
Con mucho cuidado, puse el libro de vuelta en el estante sin perturbar el polvo.
Volvería por él más tarde, si sobrevivía a lo que se avecinaba.
Deslizando la mano en mi bolsillo, agarré el cuchillo y me volví lentamente.
Sombras se movían a través de la luz enfermiza que venía desde la sala de estar,
y los pasos tenues, hicieron eco justo fuera de la puerta. Saqué la hoja del
cuchillo y di un paso hacia atrás, presionándome contra la pared y el aparador,
mi corazón latía con fuerza contra mis costillas. Cuando una forma oscura se
detuvo junto a la puerta, oí un jadeo lento y trabajoso y contuve el aliento.
Un ciervo entró en el cuadro.
Mi instinto y mi garganta se aflojaron, aunque no me relajé inmediatamente. La
vida salvaje era bastante común en las ruinas de la ciudad, aunque por qué un
ciervo estaría vagando alrededor de una casa humana, no lo sabía. Me enderecé
y solté un suspiro lento, causando que la hembra sacudiera su cabeza, mirando
en mi dirección, como si no pudiera ver lo que estaba allí.
Mi estómago gruñó, y por un momento, tuve visiones de ir sigilosamente hasta
el venado y meter el cuchillo en su cuello. Casi nunca se ve carne de cualquier
tipo en el Fringe. La rata y el ratón eran muy apreciados, y he visto repugnantes
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y sangrientas peleas por una paloma muerta. Había unos cuantos perros y gatos
callejeros corriendo por el Fringe, pero eran salvajes y viciosas criaturas que, a
menos que quieras correr el riesgo de una mordedura infectada, era mejor dejar
en paz. Los guardias también tenían permiso para disparar a cualquier animal
encontrado vagando por las calles, y por lo general lo hacían, así que la carne de
cualquier tipo era muy escasa.
Un cadáver de venado entero, cortado en tiras y seco, nos alimentaría a mí y a
mi pandilla durante un mes. O podría negociar recortes por cupones de comida,
mantas, ropa nueva, lo que quisiera. Sólo de pensar en ello hizo que mi
estómago gruñera de nuevo, y cambie mi peso a una pierna, listo para ir poco a
poco hacía adelante. Tan pronto como me moviera, el ciervo probablemente
huiría hacia la puerta, pero tenía que intentarlo.
Pero entonces, la cierva miró hacia mí, y vi los delgados ríos de sangre que
rezumaban de sus ojos, al ver el piso. Mi sangre se heló. No me extraño que no
tuviera miedo. No es de extrañar que me haya seguido hasta aquí y me
observara con la mirada plana y vidriada de un depredador. Había sido
mordido por un Rabioso. Y la enfermedad la había vuelto loca.
Tomé una respiración tranquila para frenar los latidos de mi corazón, tratando
de no entrar en pánico. Esto era malo. La cierva estaba bloqueando la puerta,
por lo que no había manera de que pudiera pasar por ella sin correr el riesgo de
un ataque. Sus ojos no se habían puesto completamente blancos, sin embargo,
por lo que la enfermedad estaba todavía en sus etapas iniciales. Esperemos que
si seguía tranquila, pudiera salir de aquí sin ser pisoteada hasta la muerte.
La cierva resopló y sacudió la cabeza, el movimiento espasmódico hizo que
tropezara en el marco de la puerta. Otro efecto de la enfermedad, los animales
enfermos parecían confusos y sin coordinación un momento, pero podrían
cambiar a furia hiper-agresiva en un abrir y cerrar de ojos. Agarré el cuchillo y
me deslicé a un lado, hacia la ventana rota a lo largo de la pared.
La cierva levantó la cabeza, rodando sus ojos, y dio un ronco gruñido diferente
de todo lo que había oído de un ciervo. Vi sus músculos agruparse para cargar,
y corrí hacia la ventana.
La cierva se abalanzó en la habitación, resoplando y con las pezuñas agitándose
en arcos mortales. Uno de ellos llegó a mi muslo mientras me lancé, de refilón,
pero se sentía como si alguien lo hubiera golpeado con un martillo. La cierva se
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estrelló contra la pared del fondo, volcando un estante y me lancé por la
ventana.
Luchando a través de la maleza, me encontré con un cobertizo parcialmente
derrumbado en la esquina del patio trasero. El techo se había caído, y las vides
cubrieron completamente las paredes podridas, pero las puertas estaban
todavía intactas. Me deslicé apretadamente a través del marco y me metí en un
rincón, jadeante, escuchando por sonidos de persecución.
Por el momento, todo quedó en silencio. Después de que el latido de mi corazón
volvió a la normalidad, miré a través de una grieta entre tableros y apenas
podía distinguir la forma oscura de la hembra en el cuarto, tropezando con
confusión, a veces atacando la cómoda rota o el colchón, ciega en su rabia. Bien,
entonces. Sólo me sentaré tranquila hasta que la cierva sicótica se calme y se
aleje. Esperemos que sea antes que el sol se oculte. Tenía que regresar a la
ciudad pronto.
Yendo lejos de la pared, me volví para observar el cobertizo, preguntándome si
algo útil estaría intacto aún. No parecía ser mucho: algunos estantes
derrumbados, un puñado de clavos oxidados que rápidamente embolsé, y una
máquina extraña, en cuclillas con cuatro ruedas y un mango largo que parecía
que tenías que empujar alrededor. Con qué fin, no tenía ni idea.
Note un agujero en las tablas debajo de la extraña máquina y la eché hacia atrás,
dejando al descubierto una trampilla debajo. Había sido sellada con un pesado
candado, ahora tan oxidado que una llave no habría sido útil, pero el mismo
entarimado estaban podridos y cayéndose en pedazos. Arranqué fácilmente
varios tablones para hacer un agujero lo suficientemente grande y encontré un
conjunto de escaleras plegándose que conducían hacia abajo en la oscuridad.
Agarrando mi cuchillo, entré en el agujero.
Estaba oscuro en el sótano, pero por lo menos quedaba una hora de amplia luz
del día, suficiente para filtrarse a través del orificio y las grietas en el techo
sobre mí. Me quedé en un pequeño lugar con ambiente fresco, el hormigón
revestía las paredes y el suelo, una bombilla con una cadena colgaba encima de
mi cabeza. Las paredes estaban forradas con estantes de madera, y en esos
estantes, docenas y docenas de latas me guiñaron un ojo en la luz tenue. Mi
corazón se detuvo.
31
Lotería.
Lanzándome hacia delante, saqué la lata más cercana del estante, enviando
otras tres a estrellarse estrepitosamente contra el piso en mi emoción. La lata
tenía una etiqueta descolorida envuelta alrededor de ella, pero no me moleste
en tratar de entender las palabras. Sacando mi cuchillo, metí la hoja en la parte
superior de la lata y ataqué con furia, serrando el metal con las manos
temblorosas.
Un aroma dulce y celestial surgió desde el interior, y mi hambre volvió a la vida
en respuesta, haciendo que me mareara un poco. ¡Comida! ¡Comida real!
Fisgoneando de nuevo la tapa, apenas me tomó el tiempo para mirar el
contenido, una especie de fruta blanda en un líquido viscoso, antes de que
dejara todo atrás y lo metiera en mi boca. La dulzura me sorprendió,
empalagosamente gruesa y carnosa, diferente a todo lo que había probado
antes. En el Fringe las frutas y verduras apenas se conocían. Bebí toda la cosa
sin pausa, sintiéndolo asentarse en mi estómago vacío, y tomé otra lata.
Ésta contenía frijol en líquido más brillante, y lo devoré también, sacando la
pasta roja con mis dedos. Fui a través de otra lata de fruta, una lata de crema de
maíz, y una pequeña lata de salchichas del tamaño de mi dedo, antes de que
finalmente desacelerara lo suficiente como para pensar.
Me encontré con un tesoro, tan vasto que era asombroso. Este tipo de escondites
eran materia de leyendas y aquí estaba yo, de pie en medio de uno. Con mi
estómago lleno, una rara sensación, comencé a explorar, tomando nota de lo
que estaba aquí.
Casi una pared entera fue dedicada a las latas, pero allí había tanta variedad, de
acuerdo con las diferentes etiquetas. La mayoría estaban demasiado tenues o
rasgadas para poder leerlas, pero todavía era capaz de recoger una gran
cantidad de conservas de vegetales, frutas, frijoles y sopa. Había también latas
que contienen alimentos extraños de los que nunca había oído hablar. Spa Gettee
Ohs1 y Rah Vee Oh Lee2, y otras cosas raras. Guardadas a un lado con las latas
están cajas cuadradas que contienen paquetes de algo envuelto en papel
brillante y plateado. No tenía ni idea de lo que eran, pero si la respuesta era más
comida, no me quejo.
1 Spa Gettee Ohs: Spaghetti. 2 Rah Vee Oh Lee: Ravioli.
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La pared de enfrente tenía docenas de jarras de claros galones de agua, unos
pocos tanques de propano, una de esas estufas portátiles verdes que había visto
que usaba Hurley, y una linterna de gas. El que hizo este lugar seguro que no
quería correr ningún riesgo, por todo el bien que les hizo al final.
Bueno, gracias, persona misteriosa. Seguro has hecho mi vida mucho más fácil.
Mi mente, consideró mis opciones. Podía mantener este lugar en secreto, pero,
¿por qué? Había comida suficiente para alimentar a mi pandilla entera durante
meses. Recorrí la habitación, ponderando cómo quería hacerlo. Si le digo a
Lucas acerca de este lugar nosotros cuatro, Rat, Lucas, Stick y yo, podíamos
volver y tomar todo de un solo golpe. Sería peligroso, pero por esta cantidad de
comida, valdría la pena.
Me volví lentamente, sintiendo que no tuviera nada con que llevar comida de
regreso. Muy inteligente de tu parte, Allison. Por lo general tomo una de las
mochilas que la pandilla tiene en un armario del pasillo cuando me aventuro en
las ruinas, después de todo, para eso las tenemos, pero no había querido
encontrarme con Rat de nuevo. Aun así, tenía que llevar algo. Si iba a convencer
a Lucas a arriesgarse a un viaje muy peligroso fuera de la ciudad, iba a necesitar
algún tipo de prueba.
Escaneando la habitación, me detuve. Un par de abultadas bolsas de basura
estaban sobre el estante superior, empujadas contra la pared. Lucían como si
contuvieran mantas o ropa u otras cosas útiles, pero en este momento, estaba
más preocupada por los alimentos.
―Con esto bastar{―murmuré y me acerqué a los estantes. Sin una escalera o
una caja o algo para estar de pie, iba a tener que escalar. Poniendo un pie entre
las latas, me impulsé hacía arriba.
La tabla crujió horriblemente bajo mi peso pero se sostuvo. Agarrando la
madera áspera, subí a otra tabla, luego otra, hasta que mi brazo pudo llegar a la
repisa superior y sentir alrededor en busca de las bolsas. Agarrando una
esquina de plástico transparente en dos dedos, la atraje hacia mí.
La madera de pronto gimió, y antes de que me diera cuenta el estante entero se
inclinó hacia atrás. Presa del pánico, traté de saltar de forma limpia, pero
docenas de latas se precipitaron hacia delante, chocando contra mí, y perdí mi
agarre. Golpeé el piso de cemento, el repiquetear y el ruido de latas de metal a
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mi alrededor, y una segunda mirada de fracción de segundo de los estantes
llenaron mi visión antes de que todo se volviera negro.
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C A P Í T U L O 3
Traducido por DamaOscura
Corregido por Pily
Un golpeteo en el cráneo me trajo de vuelta a la realidad. Mis oídos explotaban,
y cuando abrí los ojos, la oscuridad me saludo. Por un momento, no supe dónde
estaba o qué había ocurrido. Algo pesado presionaba mi pecho y piernas, y
cuando cambie de posición, pequeñas piezas de metal cayeron de mí y
produjeron un sonido metálico en el suelo.
―Mierda ―susurré, recordando.
Frenéticamente, me contorsioné fuera de la estantería y cojeé a cada paso,
levantando la mirada. A través del agujero en el techo, el cielo nocturno estaba
brumoso y sin estrellas, pero una enclenque luna amarilla perforaba las nubes
como un ojo hinchado.
Estaba en problemas.
Descuidada, estúpida equivocación, Allie. Arrastré los pasos, escaneando la
oscuridad y las sombras, con el corazón golpeando mis costillas en medio del
silencio. Las latas emitían un ruido metálico mientras rodaban por el suelo, pero
no podía preocuparme por la riqueza que estaba dejando atrás. Tenía que
volver a la ciudad. No podía quedarme aquí. Había escuchado historias sobre
Rabiosos que desgarraban los muros y el suelo para conseguir su presa; nunca
se rendían una vez que te sentían. No podía permitir que nada me retrasara.
Cuidadosamente, me acomodé para salir del agujero y me arrastré hacia la
puerta, alcanzándola para abrirla. Me congelé.
A lo largo del lado del cobertizo, algo estaba moviéndose.
La maleza siseaba contra los muros como pasos arrastrándose sobre el suelo, y
un gruñido que podía haber pertenecido a un animal se deslizaba a través de
las grietas. Retirando mi mano, silenciosamente me acomodé en una esquina y
puse mi espalda en el muro, apretando el cuchillo para detener el temblor de
35
mis manos. Fuera del cobertizo, estaba casi de un tono negro, pero vislumbré
una silueta pálida y demacrada a través de las grietas en la madera, escuchando
sus pasos como si se moviera a través de la pared exterior< y se detuvo en la
puerta.
Contuve el aliento, contando los segundos con cada latido frenético de mi
corazón, mordiendo mi mejilla para no jadear.
La puerta crujió y se abrió lentamente hacia el interior.
No me moví. No respiré. Sentí la áspera madera en mi espalda y me imaginé
como parte del muro, parte de las sombras que me encubrían, ocultándome de
todo. Al otro lado de la puerta entre nosotros, los ásperos y lentos gruñidos se
hicieron más fuertes mientras la sombra volteaba su cabeza de lado a lado,
analizando los muros.
Paso una eternidad.
Finalmente, la puerta crujió lentamente al cerrarse, y la sombra se alejó,
encorvándose dentro de las malas hierbas. Escuché los pasos arrastrándose
mientras se alejaban, gruñendo más bajo, hasta que los únicos sonidos fueron el
zumbido de los insectos en la noche.
Paso un momento antes de que me pudiera mover o incluso respirar
apropiadamente. Una vez que los temblores se detuvieron, me deslicé fuera del
cobertizo y me apresuré a través de la hierba mala, siguiendo el mismo camino
que había tomado para llegar aquí. Con un escalofrió noté que mi rastro no era
el único que cortaba la hierba alta; unos pocos caminos más ahora cruzaban el
patio, mostrándome que no había estado sola durante el tiempo que estuve bajo
tierra. Si hubieran encontrado las escaleras<
Me estremecí y corrí, tropezando en las calles vacías. Bajo la luz de la luna, las
ruinas lucían aún más espeluznantes, duras y hostiles para el intruso en medio
de ellas. Al anochecer, dentro de los muros de la ciudad, la gente desapareció
de las calles y los vampiros caminaban en la noche, pero las sombras eran
familiares y la oscuridad era reconfortante. Aquí en las ruinas, la oscuridad era
extranjera, y las sombras parecían arrastrarse más cerca, alcanzándote.
Algo chilló en la noche, un grito de furia animal, y empecé a correr.
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Fue el minuto más largo de mi vida, pero conseguí llegar a los túneles.
Retorciéndome a través del tubo de drenaje, casi me había convencido de que
había algo detrás de mí y que unas garras afiladas se cerrarían alrededor de mis
tobillos, arrastrándome hacia atrás.
Afortunadamente, nunca paso, y me recargué contra el muro, jadeando un
poco, respirando frenéticamente hasta que mi corazón paro de correr en mi caja
torácica.
En el túnel, no podía ver mi mano ante mi cara, y ningún tiempo esperando allí
ayudaría a que mis ojos se ajustaran a la oscuridad absoluta. Buscando en mi
bolsillo, saqué el encendedor, encendiendo una diminuta flama de luz. Apenas
iluminaba el piso a mis pies, pero era mejor que nada.
Con el parpadeo de la luz sostenido delante de mí, empecé a caminar por los
túneles.
Era extraño como un par de horas podían cambiar tu visión del mundo. Los
únicos túneles familiares ahora eran amenazadores, la oscuridad un ser vivo,
presionando por todos lados, sofocándome. Mis pasos parecían demasiado
ruidosos en el silencio, y en muchas ocasiones sostuve el aliento, escuchando
ruidos fantasmales que estaba segura había oído por encima de mi tranquilo
jadeo.
Los túneles continuaban y a pesar de mis miedos e imaginaciones, nada salto
sobre mí. Estaba cerca de casa, solo otro giro y un par de metros hacia la
escalera que conducía a la parte superior, cuando una salpicadura hizo eco en la
oscuridad.
Fue ruidoso, y en las horas del día, con la luz del sol entrando por las rendijas,
hubiese culpado a una rata o algo similar. Pero en el silencio y la oscuridad que
se avecinaba, mi corazón casi se detuvo, y mi sangre se convirtió en hielo.
Apagué el encendedor y me agaché en una esquina, sosteniendo la respiración,
aguzando mis oídos para escuchar. No tuve que esperar demasiado.
En la oscuridad de la parte delantera del túnel, un haz de luz de una linterna
parpadeo sobre el suelo, y bajas y guturales voces hicieron eco en los muros.
37
―¿<qué tenemos aquí? ―dijo una respiración sibilante, mientras me empujaba
contra el muro―. ¿Una rata? Una enorme rata, viene arrastrándose en la
oscuridad. Seguro que elegiste la noche equivocada para errar por las entrañas
de la ciudad, amigo.
Sosteniendo el aliento, corrí el riesgo de dar una rápida mirada alrededor de la
esquina. Cuatro hombres bloqueaban la salida del túnel, uno delgado y
harapiento con inmundas ropas y cabello desaliñado. Estaban ligeramente
encorvados, con los hombros doblados y torcidos, como si pasaran toda su vida
en pequeños espacios estrechos y no estuvieran acostumbrados a estar de pie.
Agarraron las navajas con hojas afiladas y oxidadas en sus manos y sonrieron
como maniacos hacia una figura solitaria en medio del túnel, sus ojos brillaron
con anticipación y algo más oscuro.
Me agaché detrás de la esquina una vez más, con el corazón latiendo
fuertemente. Tienes que estar bromeando, reflexioné, hundiéndome aún más
dentro de las encubridoras sombras, esperando que no me escucharan.
Simplemente esta no es mi noche. Venados, Rabiosos, y ahora unos malditos hombres
topo en los túneles. Nadie va a creer esto. Negué con la cabeza y me acurruqué
aún más, sosteniendo el mango de mi cuchillo. Ahora todo lo que necesito es un
vampiro paseando por ahí y todo será perfecto.
Los hombres topo sonrieron, y los escuché aligerarse hacia adelante,
probablemente rodeando al pobre bastardo que había caído en su emboscada.
Corre, idiota, pensé, preguntándome qué creía él que estaba haciendo, porque
no escuché pasos golpeando frenéticamente a la distancia. ¿No sabes lo que te
harán? Si no quieres estar en una vara sobre el fuego, es mejor que corras.
―No quiero problemas ―dijo una voz baja, calmada y tranquila. Y aunque no
podía verlo, no me atreví a echar un vistazo a la esquina, enviaba escalofríos
por mi espina dorsal―. Déjenme pasar, y continuaré mi camino. No querrán
hacer esto.
―Oh ―ronroneó uno de los hombres topo, y lo imaginé desliz{ndose
lentamente hacia adelante con una sonrisa―. Creo que<
Su voz cambió abruptamente a un gorgojo sorprendido, seguido por un sonido
de golpe, y el leve olor cobrizo de la sangre llenó el aire. Sonaron gritos
enfurecidos, el sonido de una desgastada cuchilla cortando carne, gritos de
agonía. Me agaché en mi esquina oscura y sostuve el aliento, hasta que el
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último grito se apagó, hasta que el último cuerpo cayó y el silencio se deslizó en
los túneles una vez más.
Conté treinta segundos de silencio. Sesenta segundos. Un minuto y medio. Dos.
El túnel se mantuvo en silencio. No había pasos, ni cambio de movimientos, ni
respiraciones. Estaba tan quieto como la muerte.
Con mucho cuidado, me asomé a la esquina y me mordí el labio. Los cuatro
hombres topo yacían en un montón, las armas estaban esparcidas por todas
partes, la linterna brillaba débilmente contra la pared. Su haz de luz señalando
una salpicadura roja, moviéndose sobre el cemento hacia un cuerpo inmóvil.
Analicé el túnel una vez más, buscando el quinto montón, pero solo estaban los
hombres topo, yaciendo muertos bajo el pálido haz de luz de la linterna. El
extraño oscuro había desaparecido.
Me acerqué más. No quería tocar los cuerpos, pero la linterna era un hallazgo
valioso. Una que me mantendría alimentada por varios días si podía encontrar
el camino correcto. Rodeando una pálida y sucia arma, cogí mi trofeo y lo
levanté, alumbrando con la luz justo en la cara del extraño. Quien no hizo una
mueca de dolor. Ni siquiera parpadeó. Gateé hacia atrás, casi tropezando con el
arma que había rodeado, sacando el cuchillo ante mí. El extraño se mantuvo
donde estaba, aunque sus ojos más negros que la resina, me siguieron mientras
me retiraba. Mantuve tanto la linterna como el cuchillo apuntando en su
dirección hasta que alcancé el borde y me tensé para colocarme en las sombras.
―Si corres, estar{s muerta antes de que des tres pasos. ―Me detuve con el
corazón latiendo rápidamente. Le creí. Agarrando el cuchillo me di la vuelta, lo
miré sobre los cuerpos muertos, esperando su próximo movimiento.
No había duda en mi mente. Sabía a lo que me enfrentaba, lo que me estaba
mirando a través del túnel, por lo que él podía haber sido una estatua. Estaba
aquí, sola, con un vampiro. Y no había nadie que pudiera ayudarme.
―¿Qué quieres? ―Mi voz salió aún m{s temblorosa de lo que quería, pero me
puse de pie y lo miré desafiante. Sin una muestra de miedo. Los vampiros
podían sentir el miedo, al menos eso era lo que todo el mundo decía. Si alguna
vez te topas con un hambriento chupasangre solo en la noche, no parecer una
presa podría darte una ventaja de supervivencia en el encuentro.
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No creía en eso, por supuesto. Un vampiro podía morderte sea que estés
asustado o no. pero tampoco iba a darle la satisfacción.
El vampiro inclinó su cabeza, un movimiento diminuto que pudo haber sido
imperceptible, salvo que el resto de él estaba muy, muy quieto.
―Estoy tratando de decidir ―dijo en la misma voz baja y tranquila―. Si eres
una simple carroñera escucha conversaciones, o si estás a punto de escabullirte
a contarle al resto de tu clan que estoy aquí.
―¿Luzco como uno de esos?
―Entonces< eres una carroñera. Esperando hasta que tu presa este muerta
para alimentarte, en vez de matarla tú misma.
Su tono no había cambiado. Era igual, frío y ajeno, pero sentí que me erizaba
por el miedo. Rabia, odio y resentimiento burbujeaban en la superficie,
haciéndome estúpida, haciéndome querer herirlo. ¿Quién se creía que era esta
sanguijuela asesina, sin alma, para darme una conferencia a mí?
―Sí, bueno, esto es lo que ocurre cuando dejas que el ganado muera de hambre
―le espeté, frunciendo el ceño―. Empiezan a volverse unos contra otros, ¿no lo
sabías? ―Hice un gesto hacia los hombres topo muertos, dispersos a mis pies,
y ondule mi labio―. Pero no soy una de ellos. Y tan seguro como el infierno que
no como personas. Ese es tu negocio, ¿recuerdas?
El vampiro simplemente me miraba. Lo suficiente para arrepentirme de
burlarme de él, lo cual fue algo estúpido desde el principio. Casi no me
importaba. No iba a arrastrarme y rogar, si era lo que estaba buscando. Los
vampiros no tienen alma, ni emociones, eso sin apelar a la empatía. Si el
chupasangre quería drenarme hasta dejarme seca y dejarme aquí para
pudrirme, no había nada que pudiera decir para detenerlo.
Pero le daría una gran pelea.
―Interesante ―reflexionó finalmente el vampiro, casi para sí mismo―. A veces
olvido la complejidad de la raza humana. Hemos reducido a muchos como tú a
animales-salvajes, cobardes, demasiado complacientes para volverse unos
contra otros para sobrevivir. Y sin embargo, en el lugar más oscuro, puedo
encontrar a aquellos que aún son, más o menos, humanos.
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Él no tenía ningún sentido, y yo estaba cansada de hablar, esperando que
hiciera su movimiento.
―¿Qué quieres, vampiro? ―lo reté una vez m{s―. ¿Por qué aún estamos
hablando? Si vas a morderme, simplemente hazlo ya. ―Aunque no esperes que
me acueste y me deje. Tendrás una navaja clavada en la órbita de tu ojo antes de que
muera, lo juro.
Sorprendentemente, el vampiro sonrió. Solo una ligera curva en sus pálidos
labios, pero en esa cara de granito, bien podría haber sonreído de oreja a oreja.
―Ya me he alimentado esta noche ―declaró calmadamente, y dio un paso
hacia atr{s, en las sombras―. Y tú, pequeña gata salvaje, sospecho que tienes
garras que no dudarías en usar. Creo que no me encuentro de humor para otra
pelea, así que considérate suertuda. Conociste a alguien sin corazón, a un
chupasangre sin alma y vivirás. La próxima vez, será muy diferente.
Y así como así, se volvió sobre sus talones y se alejó en medio de la oscuridad.
Sus últimas palabras surgieron de la oscuridad mientras desaparecía.
―Gracias por la conversación.
Y se fue.
Fruncí el ceño totalmente confundida. ¿Qué clase de vampiro mata a cuatro
personas, tiene una criptica conversación con una rata de la calle, agradece a la
rata callejera por hablar con él, y luego se va? Barrí con la linterna el túnel,
preguntándome si era un truco para que bajara la guardia, y el chupasangre
estaba emboscándome justo adelante, riendo para sí mismo. Parecía algo que
un vampiro haría. Pero el túnel estaba vacío y silencioso bajo el haz de la
linterna, y después de un momento, me abrí camino entre los cuerpos aún
sangrando, apresurándome hacia la escalera para subir por el tubo tan rápido
como pudiera.
Arriba del suelo, la ciudad estaba silenciosa. Nada se movía en las calles; las
tiendas, casas y apartamentos desmoronados yacían silenciosos y oscuros. En
lo alto, avecinándose por encima de todo, las torres de vampiros brillaban en la
noche, frías e impulsivas como sus dueños. Aún era el tiempo de los
depredadores, el silencio antes del alba, y todo el mundo fuera de las calles,
acurrucados en sus camas con sus puertas y ventanas trancadas. Pero al menos
a este lado del Muro, la oscuridad no ocultaba horrores salvajes, que una vez
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fueron humanos. Aquí, los depredadores eran más complejos, aunque igual de
peligrosos.
Un viento helado soplaba por la calle, levantando polvo y enviando una lata
vacía rodando por el suelo. Esto me recordó lo que había dejado atrás, al otro
lado del muro, y la rabia se encendió en mi estómago, matando lo que quedaba
de miedo. ¡Mucha comida! Mucha riqueza, para tener que dejarla atr{s< el
pensamiento hizo que mi intestino hirviera, y pateé una roca dentro de un carro
muerto, la piedra hizo sonar el marco oxidado.
Tenía que volver allí. De ninguna manera iba a acurrucarme detrás del Muro,
comiendo cucarachas, fantaseando con estantes y estantes de comida
pudriéndose en el sótano de alguien.
De una forma u otra, iba a volver a ese lugar y reclamar lo que había perdido.
Pero justo ahora, mi estómago estaba lleno, me dolía la caída, y estaba
malditamente cansada. El haz de la linterna brillaba débilmente en la oscuridad,
y la apagué, esperando no gastar la valiosa batería. De todas formas no
necesitaba luz artificial para desplazarme por el Fringe. Deslizando mi premio
dentro del morral, me dirigí a casa.
―Oh, DIOS MÍO, est{s viva
Le di a Stick una mirada desdeñosa mientras entraba en la habitación, pateando
la puerta tras de mí. Él salió de mi colchón, boqueando, como si yo fuera una
alucinación.
―¿Por qué me miras así? ―Fruncí el ceño hacia él―. ¿Y qué haces aquí, de
todas formas? ¿Has estado esperándome despierto toda la noche?
―¿No escuchaste? ―Los ojos de Stick se precipitaron, como si alguien estuviera
al acecho en la oscuridad, escuchando―. ¿Lucas no te lo dijo?
―Stick. ―Suspiré y colapsé en el colchón―. Acabo de llegar de una noche
infernal all{ afuera ―murmuré, poniendo un brazo sobre mis ojos―. Estoy
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cansada, irritable, y a menos que alguien esté al borde de la muerte o que los
vampiros estén rompiendo nuestras puertas, quiero ir a dormir. ¿Cualquier
cosa que sea, puede esperar hasta mañana? Necesito hablar con Lucas de todas
formas.
―Los vampiros estaban afuera esta noche ―continuo Stick, como si no hubiera
dicho una palabra.
Quité mi brazo y me senté para mirarlo, un escalofrió subió por mi espina
dorsal. Su rosto era pálido en la oscuridad del cuarto, tenía la boca delgada
apretada de miedo.
―Los vi. Iban de sector en sector con sus mascotas y guadianés y todo eso,
rompiendo puertas, entrando en las casas de las personas. No vinieron aquí,
pero Lucas nos llevó a todos al sótano hasta que estuviera seguro de que se
habían ido. Escuché<escuché que alguien había sido asesinado<tratando de
huir.
―¿Alguien fue secuestrado?
Stick encogió sus huesudos hombros.
―No lo creo. Simplemente vinieron, entraron en algunos edificios y se fueron.
Lucas dijo que estaban buscando algo, pero nadie sabe qué es.
O a alguien. Recordé al vampiro de los tuéneles bajo la ciudad. ¿Sería él parte de
esta fiesta de búsqueda, explorando el bajo mundo buscando lo que sea que los
chupasangres querían?
¿O<era él la cosa misteriosa que todos estaba buscando? Pero esto no tenía
mucho sentido. ¿Por qué estarían cazando los vampiros a uno de ellos?
Si era así, ¿por qué no lo harían más seguido?
―Hay rumores de que hay un bloqueo en toda la ciudad ―continuó Stick en
voz baja y aterrorizante―. Toque de queda, guardias, {reas restringidas, todo
eso.
Murmuré una maldición. Los encierros eran una mala noticia y no solo para los
No Registrados. Hubo dos en el pasado, uno cuando la guerra de pandillas se
extendió por el Fringe, obstruyendo las calles con cuerpos muertos, y otra
cuando una infestación de ratas Rabiosas creó pánico en toda la ciudad. El
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encierro era el último recurso de los vampiros, su respuesta cuando las cosas se
salían de control. A todos se les pedía que se quedaran en sus casas durante el
toque de queda, mientras guardias armados barrían las calles. Si te atrapan
fuera durante el encierro, debían dispararte, sin preguntar nada.
―Allie, ¿qué vamos a hacer?
―Nada ―dije, y él me miro. Me encogí de hombros―. No esta noche. El alba
saldrá en algunas horas y los chupasangres volverán a sus torres, y nada se
hará hasta la tarde, no nos preocuparemos de ello hasta entonces.
―Pero<
―Stick. Estoy. Cansada. ―Me levanté del colchón y, tomando su codo, lo
conduje hacia la puerta―. Si Lucas aún est{ despierto, dile que necesito hablar
con él mañana. Es importante. Realmente importante. ―Empezó a protestar,
pero lo empujé firmemente en el umbral―. Mira, si quieres permanecer
despierto y preocuparte por las cazas de vampiros, puedes hacerlo por los dos.
Dormiré mientras pueda. Despiértame cuando llegue el alba, ¿bien? ―Y antes
de que pudiera inventar otra excusa, le cerré la puerta en la cara.
Colapsando en el colchón, volví mi cabeza hacia el muro y cerré los ojos. Las
noticias de Stick eran problemáticas, pero había aprendido que preocuparse por
cosas que no puedes cambiar era inútil y solo te evita dormir. Mañana, hablaría
con Lucas y le diría sobre el escondite de comida que había encontrado, y él
podría convencer a los demás de ir por ello. Antes de que la ciudad volviera al
encierro, por supuesto, trabajando juntos, probablemente podríamos limpiar el
cuarto completo en dos o tres viajes sin tener que preocuparnos del invierno
que venía. Rat era un imbécil fastidioso, pero era parte de mi equipo, y
cuidamos los unos de los otros. Además, a una sola persona le tomaría una
eternidad limpiar el lugar, y no quiero estar en las ruinas más de lo que deba
estar.
Con el plan firme en mi mente, descarté todos los pensamientos de la noche,
Rabiosos, cacería humana y vampiros en alcantarillas, y me hundí en el olvido.
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C A P Í T U L O 4
Traducido por n.marquez
Corregido por Pily
―Allison ―dijo mam{, acariciando la almohada a su lado―, ven aquí. Lee conmigo.
Me escabullí en el sofá raído que olía a polvo y a leche rancia, apretándome contra su
costado. Ella tenía un libro en su regazo, brillantes animales felices danzando a través
de las páginas. La escuché mientras me leía en una voz suave y relajante, sus manos
delgadas pasando las páginas como si estuvieran hechas de alas de mariposa. Excepto
que no podía ver su rostro. Todo estaba borroso, como el agua cayendo por el cristal de
una ventana, pero sabía que ella me estaba sonriendo, y eso me hacía sentir cálida y
segura.
―El conocimiento es importante ―explicó pacientemente, ahora observando una
antigua versión de mí desde el otro lado de la mesa de la cocina. Una hoja de papel
estaba frente a mí, marcada con garabatos y líneas desordenadas―. Las palabras nos
definen ―continuó mam{, mientras me esforzaba por hacer que mis torpes marcas se
parecieran a su escritura elegante―. Debemos proteger nuestro conocimiento y
transmitirlo cada vez que podamos. Si alguna vez nos convertimos de nuevo en una
sociedad, debemos enseñar a otros cómo seguir siendo humanos.
La cocina se desvaneció, corrió como agua por un muro y se convirtió en otra cosa.
―Mam{ ―le susurré, sentada a su lado en la cama, mirando el lento ascenso y la caída
de su pecho bajo la delgada manta―. Mam{, te he traído algo de sopa. Intenta comerla,
¿de acuerdo?
La forma, frágil y blanca, rodeada de largo cabello negro se agitó débilmente. No podía
ver su rostro, aunque sabía que debía estar en algún lugar dentro de ése bulto oscuro.
―No me siento bien, Allison ―susurró, su voz tan débil que apenas la percibí―.
¿Me… leerías un poco?
Esa misma sonrisa, aunque su rosto permanecía borroso e indistinto. ¿Por qué no podía
verla? ¿Por qué no podía recordar?
45
―Mam{ ―le dije de nuevo, levant{ndome, sintiendo las sombras cerrarse―. Tenemos
que irnos. Ya vienen.
―A de manzana ―susurró mam{, alej{ndose de mí. Grité y traté de alcanzarla, pero
ella escapó dentro de la oscuridad―. B de sangre.3
Algo retumbó contra la puerta.
Me desperté sobresaltada, la puerta de mi habitación todavía resonando por el
golpe repentino. De pie, miré la puerta, mi corazón latiendo con fuerza.
Tenía un sueño ligero, extremadamente sensible a los pasos y a la gente
observándome furtivamente mientras dormía, así que el primer golpe casi me
hizo saltar hasta el techo. Para el cuarto, ya había abierto la puerta casi
arrancándola mientras Lucas levantaba su puño para golpear otra vez.
Lucas parpadeó ante mí. Oscuro y musculoso, tenía las manos grandes y una
curiosa cara de bebé, a excepción de sus cejas gruesas y serias. Cuando me uní
al grupo por primera vez, Lucas había sido intimidante: una figura seria y
sensata incluso con sólo doce años. Con los años el miedo había disminuido,
pero el respeto no. Cuando nuestro líder empezó a exigir un impuesto
alimentario, una porción de todo lo que era recolectado, Lucas había
intervenido, moliéndolo a golpes y apoderándose de la banda.
Desde entonces, nadie lo había desafiado. Siempre era justo, y la supervivencia
era su prioridad independientemente de los sentimientos. Al igual que yo, él
había visto a los miembros de nuestra banda morir de hambre, por las
enfermedades, el frío, por heridas, o simplemente desaparecer de la faz de la
tierra.
Habíamos arruinado más amistades de las que alguien debería tener que
arruinar. Lucas tuvo que tomar decisiones difíciles, impopulares a veces, y no
envidiaba su trabajo, pero todo lo que hizo fue para mantenernos vivos. Sobre
3 Es un juego de palabras. En el original, la frase hace referencia al alfabeto: “A is for Apple, B is
for Blood”.
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todo ahora que el grupo era tan pequeño. Menos gente significa menos bocas
que alimentar, pero también significa un menor número de personas para cazar
y para protegernos de bandas rivales si alguna vez tuvieran la idea de invadir
nuestro territorio. Sólo había cuatro de nosotros: Rat, Lucas, Stick y yo: no
éramos protección suficiente si nos querían lejos. Y Lucas lo sabía.
Últimamente me había confundido. Siempre habíamos sido amigos, pero el año
pasado su interés en mí cambió. Quizás porque yo era la única chica del grupo,
tal vez por algo más, no lo sabía y no iba a preguntarlo. Nos besamos el verano
pasado, más por curiosidad por mi parte, pero él había querido más y yo no
estaba segura de estar lista. Él no había presionado cuando le detuve, diciendo
que necesitaba tiempo para pensarlo, pero ahora colgaba entre nosotros, sin
resolver, como una gran bandera. No era que Lucas fuera feo o indeseable, es
sólo que no sabía si quería acercarme tanto a alguien. ¿Y si él desaparecía, como
tantos otros de nuestra especie lo hicieron? Simplemente eso dolería mucho
más.
Lucas estaba todavía congelado en la puerta, sus hombros anchos ocupando
casi todo el marco. Miré más allá de él y vi la luz del sol entrando por las
ventanas rotas de la escuela, lanzando irregulares destellos de luz sobre el
cemento. Por el aspecto del cielo, faltaba poco para media tarde. Maldita sea.
Había dormido demasiado. ¿Dónde estaba Stick y por qué no me había
despertado?
―Allison.―El alivio en la voz de Lucas era palpable. Dando un paso adelante,
me sorprendió tirando de mí en un fuerte abrazo. Se lo devolví, sintiendo los
duros músculos de su espalda, su aliento sobre mi piel. Cerrando mis ojos, me
relajé contra él, sólo por un momento. Era agradable tener a alguien en quien
apoyarme, para variar.
Él se echó para atrás rápidamente, no queriendo que los demás nos vieran. Esto
era todavía nuevo para los dos.
―Allie ―murmuró Lucas, sonando avergonzado―. Stick me contó que
regresaste. ¿Estuviste fuera toda la noche?
―Sí ―le di una sonrisa torcida―. Parece que las cosas se pusieron
emocionantes luego de que me fui.
Me miró fijamente.
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―Rat empezó a decirles a todos que habías sido Tomada. Stick estaba
enloqueciéndose. Tuve que decirle a ambos que se callaran o les pondría un
puño en la cara. ―Su mirada se hizo aguda, casi desesperada―. ¿Dónde
diablos estuviste toda la noche? Los chupasangre estaban por todas partes.
―En las ruinas.
Los ojos de Lucas sobresalieron.
―¿Fuiste fuera de los Muros? ¿Est{s loca, chica? ¿Quieres ser comida por
Rabiosos?
―Créeme, no quise quedarme atrapada ahí después de la puesta de sol. ―Me
estremecí, recordando lo que casi había pasado en el cobertizo esa noche―.
Además, Rabiosos o no, encontré algo que hizo que todo valiera la pena.
―¿Sí? ―Él levantó una gruesa ceja―. Esto tengo que escucharlo.
―Un sótano entero lleno de comida.―Sonreí mientras que ambas cejas de
Lucas se alzaron―. Comida enlatada, cosas empaquetadas, agua embotellada,
lo que quieras. Lo digo en serio, Luc, estantes de pared a pared, llenos de
comida. Y nadie lo está vigilando. Nos podríamos establecer por meses, quizás
todo el invierno. Todo lo que tenemos que hacer es ir allí y cogerlo antes de que
alguien más lo haga.
Los ojos de Lucas brillaron. Casi podía ver las ruedas de su cerebro girando. La
idea de ir a las ruinas daba miedo como el infierno, pero la promesa de comida
lo opacaba fácilmente.
―¿Dónde est{? ―preguntó.
―Justo después de la zona de muerte. Conoces el tubo de drenaje que
desemboca cerca del viejo< ―Me dio una mirada confundida y me encogí de
hombros―. No te preocupes por eso. Puedo llevarnos hasta allí. Pero tenemos
que salir ahora, mientras hay luz del día.
―¿Ahora?
―¿Quieres esperar a ver si lo bloquean?
Suspiró y sacudió la cabeza hacia el pasillo. Le seguí hacia la sala común.
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―No, pero va a ser riesgoso. Hay muchas patrullas hoy, mascotas y guardias
peinando las calles, todavía en busca de algo. Peor aún, va a empeorar esta
noche.
Entramos a la sala común, donde Rat descansaba en una silla con moho
jugando con su cuchillo, sus piernas colgando sobre el brazo.
―Oh, bueno, la perra perdida regresa ―dijo arrastrando las palabras. Su voz
era nasal y estruendosa, como si su nariz estuviera todavía llena de sangre―.
Estábamos seguros de que habías sido Tomada, o que te habían abierto la
garganta en algún callejón oscuro. Claro que todo era agradable y tranquilo sin
ti, con excepción de tu novio cobarde berreando en la esquina. ―Se burló de mí,
mezquino y desafiante―. Tuve que meter su p{lida cabeza en la jamba de la
puerta para que dejara de gemir.
Lucas pretendió ignorarlo, aunque vi su mandíbula apretarse. Habíamos
mantenido nuestra< cosa< como un secreto a los dem{s, lo que significaba
que no podía mostrar favoritismo saltando en mi defensa. Afortunadamente,
podía cuidar de mí misma.
Le sonreí dulcemente.
―Estoy segura de que lo hiciste. ¿Cómo te est{ tratando esa nariz rota, por
cierto?
Las mejillas hundidas de Rat se sonrojaron, y levantó su cuchillo oxidado.
―¿Por qué no vienes aquí y echas un vistazo?
Lucas golpeó la parte de atrás de su silla, haciéndolo gritar.
―Haz algo útil y saca las mochilas del armario del pasillo ―ordenó―. Allie
―continuó mientras Rat se ponía en pie con el ceño fruncido―, encuentra a
Stick. Si vamos a hacer esto ahora, necesitamos toda la ayuda que podamos
conseguir.
―¿Con qué? ―preguntó Stick, entrando en la habitación. Al ver a los tres, sus
ojos se abrieron y se acercó a mí―. ¿Vamos a alguna parte?
―Oh, ahí est{s. ―Rat sonrió como un perro mostrando sus colmillos―. Sí, sólo
estábamos hablando de cómo no tenemos suficiente comida y de que el eslabón
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más débil, el que no hace nada por aquí, debería alimentar a los vampiros. Y
oye, ése eres tú. Sin resentimientos, ¿verdad?
―Ignóralo ―dije, encontrando la mirada de Rat mientras Stick se encogía―.
Está siendo un imbécil, como de costumbre.
―Hey. ―Rat levantó sus manos―. Sólo estoy siendo honesto. Nadie m{s tiene
las agallas de decirlo, así que yo lo haré.
―¿No se supone que estés haciendo algo? ―preguntó Lucas con voz de
advertencia y Rat salió de la habitación con una mueca, sacando la lengua en
mi dirección. Hice una nota para romper su nariz tan pronto como tuviera la
oportunidad.
Stick frunció el ceño, mirándonos a uno y a otro.
―¿Qué est{ pasando? ―preguntó con cautela―. Ustedes no est{n< ―se calló
y me miró―. Realmente no están discutiendo lo que Rat dijo, ¿verdad? No soy
tan patético< ¿o sí?
Suspiré, lista para hacer caso omiso como si estuviera siendo ridículo, pero
Lucas tomó la palabra antes de que yo pudiera hacerlo.
―Bueno, ahora es tu oportunidad para demostrar que él estaba equivocado
―dijo―. Allison, en su noche errante de locura encontró algo importante.
Vamos a conseguirlo.
Stick parpadeó, miró nerviosamente a Rat entrar a la habitación de nuevo,
cuatro mochilas polvorientas y hechas jirones colgando de sus hombros.
―¿Dónde?
―En las ruinas ―le respondí mientras Rat dejaba caer instant{neamente los
paquetes con horror e incredulidad―. Vamos a entrar en las ruinas.
Nos dividimos en dos equipos, en parte para evitar llamar la atención de las
patrullas vagando por el Fringe, y en parte porque hubiera estrangulado a Rat
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si tuviera que oírlo quejarse una vez más de que nos iban a asesinar por mi
culpa. Stick no estaba contento tampoco, pero al menos se calló después de la
primera ronda de protestas.
Lucas finalmente puso a Rat a escoger: ayudaba o se largaba para no volver.
Personalmente, tenía la esperanza de que eligiera esto último, pero después de
lanzarme una mirada asesina, agarró una mochila del piso y finalmente se calló.
Le di instrucciones a Lucas a la entrada del túnel antes de dividirnos en dos
grupos, y tomando diferentes rutas en caso de toparnos con las patrullas. Los
guardias no ven con buenos ojos a las ratas de la calle ni a los No Registrados, y
debido a que nosotros “no existíamos”, esto nos dio una idea de que podrían
hacer con nosotros lo que quisieran: palizas, objetivos para disparar< y m{s. Ya
había visto suficiente para saber que era cierto. Era casi mejor ser capturados
por los vampiros hambrientos y sin alma, que probablemente beberían tu
sangre y te dejarían morir. Los seres humanos eran capaces de cosas mucho,
mucho peores.
Stick y yo alcanzamos la zanja primero y descendimos a los túneles. Tenía la
linterna, pero era sólo por si acaso. No quería que me atraparan por la luz
artificial o, más importante, gastar toda la batería. El sol que se asomaba a
través de la rejilla era todavía más que suficiente para ver.
―Ser{ mejor que Rat y Lucas lleguen pronto ―murmuré, cruzando los brazos y
mirando las grietas―. Tenemos un montón de cosas que mover, y no queda
mucha luz. No voy a repetir lo de ayer, eso es seguro.
―¿Allie?
Miré a Stick, recostado contra la pared, una mochila de gran tamaño colgando
de sus flacos hombros. Su rostro tenso por el miedo, y sus manos apretaban las
correas tan fuerte que sus nudillos estaban blancos. Estaba tratando de ser
valiente, y por un momento, sentí una punzada de culpa. Stick odiaba la
oscuridad.
―¿Te est{s obsesionando con lo que dijo Rat? ―Solté un bufido y sacudí la
mano―. Ignóralo. Es un pequeño roedor grasiento con un problema de
confianza. Lucas probablemente lo echará pronto, de todas formas.
―Pero él tiene un punto.―Stick dio una patada floja al pavimento, evitando
mis ojos―. Soy el eslabón m{s débil de la banda. No soy bueno robando como
51
Rat o peleando como Lucas, y no soy lo suficientemente valiente como para
buscar comida fuera del Muro como tú. ¿Para qué soy bueno, si ni siquiera
puedo cuidar de mí mismo?
Me encogí de hombros, incómoda con esta conversación.
―¿Qué quieres que diga? ―pregunté, mi voz saliendo m{s nítida de lo que
había previsto.
Quizás fue por la pelea con Rat, quizás estaba todavía tensa de la noche
anterior, pero estaba cansada de escuchar excusas, de él deseando que las cosas
fueran diferentes. En este mundo, o eras fuerte o estabas muerto. Y yo apenas
podía cuidar de mí misma, no podía preocuparme por las inseguridades de
alguien más.
―¿No te gusta cómo eres? ―le pregunté a Stick, que se echó atr{s ante mi
tono―. Bien, entonces no seas así. Ten agallas y dile a Rat que se vaya a la
mierda. Dale un puñetazo en la nariz si trata de intimidarte. Haz algo, no sólo
quejarte y luego resignarte. ―Parecía derrumbarse, viéndose miserable y
suspiré―. No puedes depender siempre de mí ―le dije con voz m{s suave―.
Sí, nos cuidamos el uno al otro la mayor parte del tiempo. Sí, Lucas predica los
fines de la unidad y la familia y lo que sea, pero eso es un montón de mierda.
¿Crees que alguno de ellos saltaría delante de un vampiro por ti? ―me burlé
ante el mero pensamiento―. Lucas sería el primero en salir por la puerta, con
Rat detrás de él. Y luego yo.
Stick se dio la vuelta, encorvando los hombros. Era una vieja táctica suya, evitar
el problema y esperar que desapareciera, y eso sólo me molestó más.
―Sé que esto no es lo querías escuchar ―continúe sin piedad―, pero, Dios,
Stick ¡despierta! Así son las cosas. Tarde o temprano, vas a aprender que todos
cuidamos de nosotros mismos por aquí, y de que la única persona de la que
puedes depender es de ti mismo.
Él no respondió, sólo continuó mirando fijamente el pavimento. También me di
la vuelta, apoyada en la pared. No estaba preocupada. Dale unos pocos
minutos, y él volvería a la normalidad, hablando y pretendiendo que nada de
esto había sucedido. Si él quería seguir enterrando su cabeza en la arena, yo no
lo detendría pero tampoco iba a seguir sosteniendo su mano.
52
Después de largos minutos, Rat y Lucas todavía no habían aparecido. Me
inquieté y miré al cielo a través de la rejilla. Dense prisa, ustedes dos. Que el
anochecer estuviera tan próximo me inquietaba, pero quería esa comida. Estaba
hambrienta de nuevo, y saber que había un escondite repleto de comida ahí,
más allá de la pared, me estaba volviendo loca. Casi había olvidado lo que era
no estar muriendo de hambre todo el tiempo. No sentir tu estómago tan
acalambrado que querías vomitar, sólo que no había nada en él. No tener que
comer cucarachas y arañas, sólo para mantenerte con vida. O compartir un
pedazo de pan robado con Stick, porque si no cuidaba de él se acurrucaría en
algún lugar y moriría. Si pudiera llegar a esa comida, no tendría que
preocuparme por nada de eso por un largo tiempo. Si Rat y Lucas alguna vez
arrastraban sus lastimosos traseros hasta aquí.
Y entonces, se me ocurrió otra cosa, un pensamiento que la rata callejera cínica
en mí no había tenido antes. Si pudiéramos conseguir esa comida, no me
tendría que preocupar demasiado por Stick. Lucas sería probablemente más
feliz y se estresaría menos, y yo quizás le enseñaría a leer. Incluso Rat podría
intentarlo, si pudiera aguantar enseñarle. De nuevo, no tenía ni idea de adónde
esto nos llevaría, pero toda revolución tiene que empezar en alguna parte.
Los vampiros nos lo han quitado todo, pensé, pateando enojada una piedra contra
la pared. Bueno, pues me voy a asegurar de obtener algo a cambio.
Primero lo primero, sin embargo, y eso era sobrevivir.
Minutos después, Rat y Lucas finalmente aparecieron. Ambos jadeaban y Rat
me miró con ojos como puñales mientras bajaba por la escalera, sus pequeños
ojos brillantes llenos de miedo y odio.
―¿Qué pasó? ―pregunté, estrechando mis ojos mientras que Lucas descendía
por el tubo.
―Nos encontramos con un par de mascotas cerca de la estatua rota ―murmuró
mientras aterrizaba a mi lado, limpiando el sudor de su frente―. Nos siguieron
por varias cuadras antes de que los perdiéramos en el parque. Todo el mundo
está tenso por allá. Ojalá supiera que estaba pasando.
―Esto es estúpido.―Interrumpió Rat, su mirada recorriendo arriba y abajo del
túnel, como si se fuera a cerrar sobre él―. No deberíamos ir< ahí.
―¿Deberíamos volver? ―susurró Stick.
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―No ―le espeté―. Si no hacemos esto ahora, quién sabe cuándo volvamos a
tener la oportunidad.
―¿Cómo podemos siquiera saber que est{ diciendo la verdad? ―continuó Rat,
cambiando de táctica ahora que no me podía asustar para que me diera por
vencida―. ¿Un sótano lleno de comida? Por favor. ―Sus labios se curvaron―.
Las chicas no saben qué buscar. Quizás vio unas pocas latas vacías y sacó
conclusiones. Quizás está demasiado asustada y necesita un tipo grande y
fuerte para mantenerla a salvo.
―Sigue hablando, idiota. Creo que es divertido que uses palabras tan
complejas.
―¿Se van a callar los dos? ―interrumpió Lucas, mostrando lo cerca que estaba
de su límite―. ¡Estamos perdiendo tiempo! Allie, conoces el camino, ¿verdad?
―Me hizo una señal por el túnel―. Después de ti.
El cielo era considerablemente más oscuro cuando salimos de la zanja de
drenaje a cielo abierto, mirando alrededor con cautela. Arriba, las nubes grises
se congregaron y el destello de un relámpago iluminó el suelo.
―Se avecina una tormenta ―murmuró Lucas innecesariamente, mientras que
el rugido de un trueno seguía su declaración. Murmuré una maldición. De
vuelta en Nueva Covington, la lluvia llenaría los pozos y las cisternas del sector
y adem{s sacaría cosas a la superficie―. Y el sol se pone. Tenemos que hacer
esto ahora.
―Vamos ―dije, abriéndome paso a través de las malas hierbas y la maleza,
cuya altura alcanzaba la parte superior de la pendiente. Seguimos trepando por
la zanja hasta que llegamos a la orilla, y las ruinas vacías se extendían ante
nosotros, silenciosas y amenazadoras en la penumbra de la tarde.
Rat maldijo y Stick estaba respirando con dificultad, casi hiperventilando.
―No puedo hacer esto ―susurró, superando la distancia que nos separaba de
la zanja―. No puedo entrar ahí. Tengo que volver. Déjenme regresar.
―Lo sabía ―se burló Rat―. Te est{s orinando, pequeño cobarde. Totalmente
inútil. Déjenlo huir, pero que sepa que no va a tener nada de mi porción de
comida.
Lucas agarró el brazo de Stick antes de que pudiera huir.
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―Rat tiene razón. Si haces esto, no esperes una parte de lo que llevemos de
vuelta.
―No me importa ―jadeó Stick, sus ojos muy abiertos―. Esto es una locura. El
sol está a punto de bajar. Todos ustedes van a ser asesinados.
―Stick ―dije tratando de ser razonable―, no sabes el camino de vuelta. ¿Vas a
atravesar los túneles en la oscuridad? ¿Solo?
Eso pareció llegarle. Dejó de luchar contra Lucas y lanzó una mirada temerosa a
la oscura entrada de las alcantarillas. Con los hombros caídos, me miró,
suplicante.
―No quiero hacerlo ―susurró―. Volvamos Allie, por favor. Tengo un mal
presentimiento.
Rat hizo un sonido de disgusto y mi molestia se encendió.
―No ―dije rotundamente―. Nos seguimos moviendo. Todavía hay algo de
luz. No vamos a volver sin esa comida. ―Miré a Stick con una sonrisa
alentadora―. Espera a ver lo mucho que hay, valdrá la pena.
Aún se veía aterrorizado pero nos siguió en silencio mientras recorríamos las
calles agrietadas y laberínticas, saltando por encima de las raíces y esquivando
coches oxidados para vencer a la tormenta que se avecinaba.
Un pequeño rebaño de ciervos se esparció detrás de nosotros mientras nos
apurábamos por la acera, y una bandada de cuervos se elevó en el aire con
graznidos asustados. Pero aparte de eso, las ruinas estaban silenciosas a
excepción de nuestros pasos golpeando sobre el cemento y nuestra propia
respiración.
A medida que los conduje por el patio medio derruido, las primeras gotas de
lluvia empezaron a caer. Para el momento en el que nos habíamos reunido en el
pequeño edificio, un diluvio estaba golpeando el techo de hojalata y entraba por
los agujeros. Encendí la linterna mientras bajaba la escalera del sótano, medio
aterrorizada de que cuando entráramos la comida ya no estuviera. Pero todo
estaba como lo había dejado: una sección de la estantería estaba rota y yacía en
el cemento, y habían latas esparcidas por todas partes, brillando por la luz de la
linterna.
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―Dios mío. ―Rat me adelantó, tropezando adentro de la habitación. Su boca se
abrió mientras examinaba con ojos hambrientos las paredes llenas de latas―. La
perra no estaba bromeando. Mira todo eso.
―Es todo eso< ¿comida? ―preguntó tímidamente Stick. Y antes de que
pudiera responderle, Rat me sorprendió con una risa salvaje y ruidosa.
―¡Claro que lo es, imbécil! ―Arrebatando una lata de los dedos de Stick, abrió
la lata y se la mostró―. ¡Mira eso! Dime si no es la cosa m{s genial que has visto
en tu vida.
Stick parpadeó con asombro, casi dejando caer la lata abierta pero Rat no
pareció darse cuenta. Agarrando dos latas más del piso, arrancó sus tapas y
empezó a excavar usando sus largos y sucios dedos.
―Realmente no tenemos tiempo para esto ―les advertí, pero ni siquiera Lucas
me estaba escuchando, ocupado tirando de la tapa de su propia lata. Stick me
dio una mirada de disculpa antes de sacar un puñado de frijoles y devorarlos
con tanto gusto como Rat, cuyo rostro estaba ahora manchado con una capa
viscosa.
―¡Chicos! ―intenté de nuevo―. No podemos estar aquí embutiéndonos cosas
toda la noche. Nos estamos quedando sin tiempo. ―Pero ellos eran sordos a
mis argumentos, borrachos por la cantidad de comida y por la posibilidad de
llenar sus estómagos. Eso es lo que ser No Registrado te enseña: cuando
encuentres comida, come tanto como puedas porque no sabes cuándo será tu
próxima comida. Aun así, todo en lo que podía pensar era en cómo se estaban
engordando a sí mismos para las cosas que nos querían comer.
Afuera, la tormenta se había recogido, aullando contra las paredes del edificio,
y el agua empezó a gotear a través de la trampilla. Estaba muy oscuro arriba, el
crepúsculo tenue y las nubes ocultando el poco sol que quedaba. Me asomé por
la escalera, estrechando mi mirada. Los espacios entre las tablillas eran casi
imposibles de ver en la oscuridad, pero me pareció ver algo moverse afuera de
la pared. Pudo haber sido la rama de un árbol, agitada por el viento, o quizás
pudo haber sido mi imaginación.
Apagué la linterna. La sala se hundió en las sombras. Hubo un grito brusco de
Stick, y luego de un momento de silencio todo el mundo finalmente se dio
cuenta de lo que estaba sucediendo.
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―Hay algo all{ fuera ―dije en la quietud, muy consciente del latido de mi
corazón palpitando contra mis costillas. Y, sólo por un momento, me pregunté
por qué había sido lo suficientemente estúpida para haberlos llevado a todos
allí. Stick tenía razón, este había sido un error. En la oscuridad, con la lluvia
arreciando afuera, los montones de comida no parecían algo por lo que valía la
pena morir―. Tenemos que salir de aquí ahora.
―Tomen las mochilas―La voz de Lucas era {spera, avergonzada, mientras se
limpiaba la boca con el dorso de la mano. Le lancé una mirada y era difícil ver
su rostro en la oscuridad, pero debió ver mi expresión―. No nos iremos con las
manos vacías ―dijo―, pero hagamos esto lo m{s r{pido posible. Tomen tanto
como puedan, pero no tanto como para que los haga más lentos. No vamos a
llevar todo en un solo viaje, de todas maneras. ―Empecé a decir algo, pero me
interrumpió con un gesto brusco―. ¡Muévanse!
Sin discutir, Rat y Stick se arrodillaron y empezaron a rellenar sus mochilas con
latas, moviéndose tan silenciosamente como podían. Después de un momento,
abrí la cremallera de mi maleta y me uní a ellos. Durante varios minutos, los
únicos sonidos fueron el roce de las manos en la oscuridad, el ruido de metal
contra metal y la lluvia golpeando el techo.
Podía oír la respiración asustada de Stick, las maldiciones ocasionales de Rat
mientras dejaba caer las latas con prisa dentro de la mochila. No hablé con
nadie mientras trabajaba, sólo miré hacia arriba cuando mi mochila se llenó.
Subiendo la cremallera, me la puse en los hombros, haciendo una mueca debido
al peso. Me podía frenar un poco, pero Lucas tenía razón: habíamos llegado
demasiado lejos como para volver con las manos vacías.
―¿Todos listos? ―preguntó Lucas, con su voz gruesa suave en la oscuridad.
Miré alrededor mientras Rat y Stick terminaban de cerrar sus mochilas y se
ponían en pie, Stick gruñendo bajo el peso de su bolsa medio llena―. Salgamos
de aquí, entonces. Allie, indica el camino.
Salimos del sótano, avanzando poco a poco hasta el cobertizo en ruinas. El
agua venía de la tormenta, corriendo en arroyos desde el techo, salpicando
todo. En algún lugar de la oscuridad, gotitas se agolpaban en un cubo de metal
con un tintineo rítmico. Sonaba como los latidos de mi corazón: rápidos y
frenéticos. Una ráfaga de viento abrió la puerta con un chirrido, golpeándola
con el costado del edificio. Más allá de la estructura, las ruinas eran borrosas y
oscuras.
57
Tragué saliva y salí a la lluvia.
El agua me empapó en medio segundo, deslizándose por mi cuello y
aplastando mi cabello. Me estremecí y encorvé mis hombros, dando zancadas a
través de la hierba alta y mojada. Detrás de mí, oía a los demás seguir mis pasos
mientras me abría camino entre las malas hierbas. Un rayo parpadeó sobre mi
cabeza, convirtiendo todo en blanco por una fracción de segundo, mostrando
hileras de casas ruinosas antes de sumergir todo en la oscuridad una vez más.
Un trueno retumbó. A medida que su rumor se desvaneció, me pareció oír otro
sonido hacia mi izquierda. Un leve susurro que no provenía de mis amigos
atrás de mí.
Algo rozó mis jeans en la hierba, algo duro y puntiagudo. Me aparté y
encendiendo la linterna, iluminé lo que fuera que me había enganchado en la
oscuridad. Era un cráneo, pequeño y hendido, unido a una pata trasera que
llevaba a la carcasa eviscerada de una cierva, echada de lado en el suelo. Su
estómago había sido desgarrado, e intestinos y entrañas se derramaban del
agujero como serpientes rosadas. Sus ojos, vidriosos y oscuros, miraban
fijamente la lluvia sin verla.
―¿Allie? ―susurró Lucas, que venía detr{s de mí― ¿Qué est{<? Oh mierda.
Dirigí la linterna, tomando aire para gritar una advertencia a los demás.
Algo pálido y terrible se levantó de la hierba, detrás de Rat, todo miembros,
garras y dientes brillantes. Antes de que él supiera lo que estaba pasando, lo
había arrancado de sus pies. Ni siquiera tuve tiempo de gritar antes de que se
desvaneciera en la oscuridad con un gemido.
Luego empezó a gritar.
No se detuvo. No respiró lo suficiente para gritar la palabra. La hierba que nos
rodeada empezó a moverse, agitándose sin control mientras se acercaban a
nosotros, y sólo corrimos. Detrás de nosotros los gritos agonizantes de Rat se
detuvieron abruptamente y no miramos atrás. Llegué a la alambrada que
rodeaba el patio y salté sobre ella, aterrizando inestablemente cuando el peso de
la mochila casi me volcó. Lucas estaba justo detrás de mí, usando ambas manos
para alzarse sobre el borde. Stick pasó por encima y cayó en la suciedad del otro
lado, pero se puso de pie en un instante y me siguió mientras corríamos.
58
―¡Allie!
El grito de Lucas me hizo mirar atrás. Su mochila se había enganchado en las
púas de la parte superior de la valla, y estaba tirando de ella frenéticamente, sus
ojos enormes. Eché un vistazo a Stick, alejándose en la oscuridad y juré.
―¡Deja la mochila, maldita sea! ―grité, dando un paso hacia Lucas pero mi voz
se ahogó en el rugido de un trueno, y Lucas siguió tirando de ella,
aterrorizado―. Lucas, ¡deja la mochila ya! ¡Sólo salgamos de aquí!
El entendimiento regresó a su rostro. Se salió de las correas, justo cuando un
brazo largo y blanco agarraba su camiseta, arrastrándolo contra la valla. Lucas
gritó, tirando aterrado, tratando de liberarse, pero otra garra se acercó y sus
gritos se convirtieron en gorgojeos. Mi instinto se desvaneció. Miré, aturdida,
como Lucas fue arrastrado, pateando y gimiendo, de nuevo encima de la valla,
y como desapareció bajo la pálida masa de criaturas al otro lado. Sus gritos no
duraron tanto como los de Rat, y para ese momento, ya estaba corriendo detrás
de Stick, ignorando mis entrañas retorcidas y sin atreverme a mirar atrás.
Apenas podía distinguir la silueta desgarbada de Stick en la distancia,
corriendo por la mitad del sendero, zigzagueando entre los coches.
Despojándome de mi mochila, lo seguí, sintiéndome muy expuesta en el
espacio abierto. La lluvia fue poco a poco cesando, lo peor de la tormenta
pasando a la ciudad. Por encima del rumor del agua, oí el ruido metálico de las
latas golpeando contra su espalda con cada paso que daba. Presa del pánico, no
había pensado en quitarse la mochila, tampoco. Corrí tras de él, sabiendo que
no podría mantener ese ritmo por mucho más tiempo.
Dos cuadras más adelante, lo encontré apoyado en capo oxidado de un coche
volteado, al lado de un árbol que crecía fuera de la acera. Estaba jadeando tan
fuerte que no podía hablar. Me agaché junto a él, respirando con dificultad,
viendo las muertes de Lucas y de Rat una y otra vez, sus gritos resonando en
mi mente.
―¿Lucas? ―La voz de Stick era tan suave que apenas la escuché.
―Muerto. ―Mi voz sonó como si perteneciera a otra persona. No parecía real
que lo había perdido. Mi estómago amenazó con subir por mi garganta, y lo
obligué a bajar―. Est{ muerto ―susurré de nuevo―. Los Rabiosos lo cogieron.
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―Oh, Dios. ―Las manos de Stick fueron a cubrir su boca―. ¡Oh, Dios, oh, Dios,
oh, Dios!
―Hey ―le espeté, y lo empujé, deteniendo sus palabras antes de que se
volvieran aún m{s frenéticas―. Detente. Tenemos que conservar la cordura si
vamos a salir de aquí, ¿bien?
Ya habría tiempo para derramar lágrimas, pero ahora mismo, lo más
importante era encontrar la manera de seguir con vida. Stick asintió con la
cabeza, sus ojos aún vidriosos y atemorizados.
―¿A dónde vamos ahora?
Empecé a mirar alrededor para orientarme, pero de repente noté algo que me
heló la sangre.
―Stick ―dije en voz baja, mirando su pierna―, ¿qué pasó?
La sangre manaba de una herida en su rodilla, traspasaba la delgada tela de sus
pantalones.
―Oh ―respondió Stick, como si acabara de notarlo―. Me debí haber cortado
cuando me caí de la valla. No es muy profundo< ―Se detuvo cuando vio mi
rostro―. ¿Por qué?
Me levanté lentamente, cuidadosamente, mi boca secándose.
―Sangre ―murmuré, retrocediendo―. Los Rabiosos pueden oler la sangre si
est{n lo suficientemente cerca. Tenemos que irnos aho<
Saltó arriba del carro con un aullido atacando el espacio en el que había estado
hacía un momento, rompiendo el metal con sus garras. Stick gritó y se alejó,
deslizándose detrás de mí mientras la cosa sobre el carro daba un escalofriante
aullido y nos miraba directamente.
Había sido humano una vez, eso era lo más horrible. Todavía tenía una cara
vagamente humana y el cuerpo escuálido, aunque su piel, casi de color blanco
puro y estirada con fuerza sobre sus huesos, parecía más un esqueleto que
humano. Los hilos rotos de lo que habían sido ropas colgaban, y su cabello
estaba enredado. Sus ojos eran orbes blancos sin iris o pupilas, sólo un blanco
muerto. Saltó del coche y nos siseó, dejando al descubierto una boca llena de
60
dientes puntiagudos, los dos colmillos de gran tamaño extendiéndose afuera
como los de una serpiente.
Detrás de mí, Stick gemía, sonidos suaves y ahogados que no tenían sentido, y
capté el fuerte olor a amoniaco de la orina. Con mi corazón palpitando, me
aparté de él, y la mirada hueca del Rabioso me siguió antes de volver a Stick.
Sus fosas nasales se ensancharon y espuma con sangre goteaba de su
mandíbula mientras daba un pasó tambaleante al frente.
Stick se congeló de terror, viendo al Rabioso como un ratón acorralado miraría
a una serpiente. No tenía idea de porqué hice lo que hice después, pero mi
mano alcanzó mi bolsillo y agarró el cuchillo. Tirando de la hoja abierta, cerré
mi puño alrededor del filo, y, antes de pensarlo mejor, lo deslicé y corté mi
palma.
―¡Hey! ―grité, y el Rabioso puso su horrible mirada en mí―. Eso es
―continué, retrocediendo, saltando por encima de otro carro tan f{cilmente
como si estuviera caminando―. Mírame a mí, no a él, Stick ―dije sin apartar
mis ojos del Rabioso, poniendo un carro entre él y yo―. Sal de aquí. Encuentra
el drenaje, te llevará de vuelta a la ciudad. ¿Me oyes?
No hubo respuesta. Di una mirada de reojo y vi que él seguía congelado en el
mismo punto, con los ojos pegados en el Rabioso que me acechaba.
―¡Stick! ―susurré furiosamente, pero él no sé movió―. Maldita sea, pedazo de
mierda sin agallas, ¡lárgate de aquí!
Con un grito escalofriante nada humano, el Rabioso se abalanzó.
Corrí, agachándome detrás de un camión, escuchando el chirriar del metal
arañado por sus garras. Lo esquivé y me abrí camino hasta el vehículo lleno de
basura, manteniendo los coches entre nosotros mirando hacia atrás para medir
lo cerca que estaba. Gruñó y me siseó sobre los carros, sus ojos hundidos
ardiendo con locura y hambre y sus garras dejando marcas blancas en el óxido.
Lo esquivé detrás de otro coche, buscando frenéticamente un arma alrededor:
un tubo, una rama que pudiera usar como un bate, lo que fuera. El grito del
Rabioso resonó detrás de mí, terriblemente cerca. Mientras me agachaba para
agarrar un trozo roto de pavimento de la acera, vi una pálida forma por el
rabillo del ojo y me volví con rapidez, balanceándolo con todas mis fuerzas.
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El concreto irregular golpeó al Rabioso en la sien mientras se abalanzaba sobre
mí, sus garras a centímetros de mi rostro. Oí algo romperse bajo la piedra
mientras noqueaba a la criatura, golpeándola contra la puerta de un carro. El
Rabioso colapsó en el asfalto, tratando de levantarse, y yo bajé la piedra de
nuevo contra la parte de atrás de su cráneo. Una vez, dos veces y de nuevo.
El Rabioso gritó y se retorció. Sus miembros se sacudieron esporádicamente
antes de caer a la acera. Un charco oscuro brotaba bajo su cabeza y se extendía
por la calle.
Temblando, dejé caer la piedra y me dejé caer en el suelo. Me temblaban las
manos, mis rodillas también temblaban y mi corazón estaba haciendo todo lo
posible para latir bajo mis costillas. El Rabioso parecía más pequeño en muerte
que en vida: todas sus extremidades eran frágiles y sus huesos sobresalían. Pero
su rostro era tan horrible y aterrador como siempre; sus colmillos congelados en
un gruñido y sus ojos blancos sin alma con la mirada fija en mí.
Y luego un silbido detrás de mí hizo que mi corazón se detuviera por segunda
vez.
Me di la vuelta lentamente mientras otro Rabioso salía de detrás del carro, sus
brazos y boca manchados de húmedo carmesí. Se aferraba a una rama con una
garra< sólo que la rama tenía cinco dedos y los restos destrozados de una
camisa se aferraban a ella. Al verme, el Rabioso dejó caer el brazo al pavimento
y se arrastró hacia delante.
Lo siguió otro más. Y otro saltó al techo de un coche, siseando. Me giré y
enfrenté a dos más que se deslizaban por debajo de un camión, sus ojos pálidos
clavados en mí. Cinco de ellos. Desde todas las direcciones. Y yo, en el centro.
Sola.
Se hizo el silencio. Todo lo que oía era mi pulso rugiendo en mis oídos, y mi
respiración entrecortada. Miré alrededor a los pálidos Rabiosos, a menos de tres
metros de mí en todas las direcciones y por un momento me sentí tranquila. Así
que este era el sentimiento de saber que estas a punto de morir, de que nadie te
puede ayudar y de que todo habría terminado en unos pocos segundos.
En ese breve momento entre la vida y la muerte, miré los carros y vi una figura
en zancadas hacia mí, su silueta negra recortada contra la lluvia. Algo brillante
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brillaba en su mano, pero entonces un Rabioso se entrometió en mi campo de
visión y ya no estaba<
El instinto de supervivencia se activó y corrí.
Algo me golpeó por detrás, muy duro, y el calor se extendió por encima de mi
cuello y espalda, aunque no había dolor. El golpe me tiró hacia delante y
tropecé, cayendo de rodillas. El peso cayó sobre mí, chillando, halándome, y
tiras brillantes de fuego comenzaron a extenderse por mis hombros. Grité y me
di la vuelta usando mis piernas para alejarlo pero otra criatura pálida llenó mi
visión, y lo único que podía ver era su cara, sus colmillos y sus ojos en blanco,
muertos, lanzándose hacia delante. Mis manos salieron disparadas golpeando
su mandíbula, manteniendo sus dientes lejos de mi cara. Gruñó y hundió sus
colmillos en mi muñeca, masticando y desgarrando, pero yo apenas sentí dolor.
Todo en lo que podía pensar era en mantener sus colmillos lejos de mi garganta,
aunque sabía que sus garras estaban desgarrándome el pecho y el estómago,
tenía que mantenerlo lejos de mi garganta.
Y entonces los otros se acercaron, gritando, arrancando. Y lo último que recordé
antes de que la niebla roja finalmente se sumergiera en el negro fue un destello
de algo brillante y el cuerpo del Rabioso cayendo sobre mi pecho mientras su
cabeza seguía mordiéndome el brazo.
Luego no hubo nada.
Cuando me desperté, sabía que estaba en el infierno. Mi cuerpo entero estaba
incendiándose, o por lo menos así se sentía, aunque no podía ver las llamas.
Estaba oscuro y una lluvia ligera caía del cielo, lo que se me hizo extraño para el
infierno. Luego una figura oscura se cernió sobre mí, sus ojos azabaches
perforando los míos y pensé que lo conocía de antes< de alguna parte. ¿No lo
había conocido antes<?
―¿Puedes oírme? ―Su voz era familiar, también, baja y tranquilizadora.
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Abrí mi boca para responder pero sólo un gorgoteo ahogado se me escapó.
¿Qué estaba mal conmigo? Me sentía como si mi boca y garganta estuvieran
obstruidas con lodo caliente.
―No intentes hablar. ―La voz calmante irrumpió entre mi agonía y mi
confusión―. Escúchame, humana. Est{s muriendo. El daño que los Rabiosos le
hicieron a tu cuerpo es demasiado. Te quedan solo unos minutos en este
mundo. ―Se acercó, su rostro lleno de intensidad―. ¿Entiendes lo que te estoy
diciendo?
A duras penas. Mi cabeza se sentía pesada, todo era borroso y surreal. El dolor
aún estaba presente, pero parecía más lejano, como si estuviera desconectada de
mi cuerpo. Traté de alzar mi cabeza para ver la extensión de mis heridas, pero
el extraño me puso una mano en el hombro, deteniéndome.
―No ―dijo gentilmente, recost{ndome―. No mires. Es mejor que no lo veas.
Solo tienes que saber que, no importa lo que escojas, morirás hoy. La forma de
tu muerte, sin embargo, depende de ti.
―¿Qué<? ―Me ahogue en esa humedad c{lida, y la escupí para aclararme la
garganta―. ¿Qué quieres decir? ―Mi voz sonaba extraña a mis propios oídos.
El extraño me miró sin expresión alguna.
―Te estoy dando a escoger ―dijo―. Eres lo suficientemente inteligente para
saber lo que soy, lo que estoy ofreciendo. Te vi llamar a los Rabiosos para salvar
a tu amigo. Te vi luchar por tu vida cuando la mayoría se hubiera recostado y
muerto. Veo en ti< potencial. Puedo poner fin al dolor ―continuó, quit{ndome
un mechón de cabello de los ojos―. Puedo liberarte de la espiral mortal, y
puedo prometerte que no pasar{s la eternidad como uno de ellos. ―Señaló al
cuerpo p{lido, arrugado contra una llanta unos pocos metros m{s all{―. Puedo
darte esa paz, al menos.
―¿O? ―susurré. Él suspiró.
―O< puedo hacerte una de nosotros. Puedo desangrarte hasta la muerte y
darte mi sangre, para que cuando mueras te alces de nuevo< como una
inmortal. Un vampiro. Será una vida distinta, y quizás no una a la que
sobrevivas. Quizás prefieras estar muerta con tu alma que existir para siempre
sin una, pero la elección, y la forma en la que morirás, dependen de ti.
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Me recosté ahí, tratando de recuperar el aliento con mi mente girando a toda
velocidad. Estaba muriendo y este extraño, este vampiro, estaba ofreciéndome
una salida.
Morir como humana, o convertirme en un chupasangre. De cualquier forma, la
elección era la muerte porque los vampiros estaban muertos, sólo que tenían la
audacia de seguir viviendo; cadáveres andantes que cazaban humanos para
sobrevivir. Odiaba los vampiros, todo sobre ellos: sus ciudades, sus mascotas,
su dominación sobre la raza humana< los despreciaba con todo mí ser. Ellos
me lo habían quitado todo, todo lo que era importante. Nunca los perdonaría
por lo que había perdido.
Y había estado tan cerca, tan cerca de cambiar algo. De quizás haber hecho la
diferencia en este mundo estúpido, jodido. Había querido saber lo que era no
vivir bajo las reglas de los vampiros, no estar siempre muriendo de hambre, no
tener que alejar a todo el mundo porque tenías miedo de que murieran frente a
ti. Ése mundo había existido, una vez. Si sólo hubiera podido hacerles caer en
cuenta a los dem{s de eso< pero esa posibilidad se había esfumado. Mi mundo
permanecería como siempre había sido: oscuro, sangriento y sin esperanza. Los
vampiros siempre reinarían, y yo no podría cambiar nada.
Pero había otra elección.
―Te est{s quedando sin tiempo, pequeña humana.
Deseaba haber podido decir que prefería morir antes que convertirme en
chupasangre. Hubiera deseado tener el coraje, la fuerza, para aferrarme a mis
convicciones, pero en la realidad, cuando encaraba a la muerte y al gran
desconocimiento de lo que le seguía, mi instinto de supervivencia se aferraba
salvajemente a cualquier cuerda de salvación disponible. Incluso si significaba
convertirme en algo que detestaba, mi naturaleza era, siempre, sobrevivir.
El desconocido, el vampiro, todavía estaba arrodillado a mi lado, esperando mi
respuesta. Miré arriba a sus ojos profundos y tomé mi decisión.
―Quiero< vivir.
El extraño asintió. No me preguntó si estaba segura. Sólo se acercó y deslizó sus
manos bajo mi cuerpo.
―Esto doler{ ―me advirtió, y me levantó en sus brazos.
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Aunque fue gentil, gemí por el dolor que recorría mi cuerpo roto, ahogando un
grito mientras el vampiro me acunaba en su pecho. Bajó su cabeza lo
suficientemente cerca para que yo viera su piel pálida y fría y los círculos
oscuros bajo sus ojos.
―Est{s advertida ―dijo en voz baja―, incluso si te convierto ahora, hay
todavía una oportunidad de que te levantes como un Rabioso. Si eso pasa te
destruiré permanentemente. Pero no te abandonaré ―prometió con una voz
incluso más suave―. Me quedaré contigo hasta que la transformación,
cualquiera que sea, esté completa.
Sólo pude asentir. Luego los labios del vampiro se entreabrieron y vi sus
colmillos crecer, alargarse, volverse largos y filosos. No eran nada como los
dientes de los Rabiosos, irregulares como vidrios rotos. Los colmillos de los
vampiros eran instrumentos quirúrgicos, precisos y peligrosos, casi elegantes.
Me sorprendí. Incluso viviendo tan cerca de los chupasangres, nunca había
visto las armas para matar de los vampiros hasta ahora.
Mi pulso palpitaba y vi aletear las ventanas de su nariz como si estuviera
oliendo la sangre pasando a través de mis venas bajo mi piel. Sus ojos
cambiaron, haciéndose incluso más oscuros, las pupilas expandiéndose hasta
que absorbieron todo el blanco. Antes de que pudiera aterrorizarme, antes de
que pudiera cambiar de opinión, él bajo su cabeza en un movimiento fluido, y
esos largos y brillantes colmillos se enterraron en mi garganta.
Jadeé, arqueando la espalda, mis manos enterradas en su camisa. No podía
moverme o hablar. Dolor, placer y calor fluían por mi cuerpo, inundándome las
venas. Alguien me había dicho una vez que había alguna clase de narcótico en
los colmillos de un vampiro, un agente calmante, por lo que tener los largos
incisivos en tu cuello no era una terrible agonía como debería ser. Por supuesto,
esas eran solo especulaciones. Quizás no había una explicación científica.
Quizás la mordida de un vampiro sólo se sentía así: agonía y placer, todo al
mismo tiempo.
Podía sentirlo beber, no obstante, podía sentir la sangre dejando mis venas a
una velocidad alarmante. Me sentía adormecida y soñolienta, y el mundo
empezó a ponerse borroso en los bordes. Abruptamente, el vampiro me liberó,
llevó una mano a sus labios y abrió su muñeca con los colmillos. Mientras yo lo
observaba, mareada y casi insensible, presionó su brazo sangrante a mi boca.
66
Sangre espesa y caliente se deslizó en mi lengua, y yo me retorcí tratando de
alejarme, pero la mano que me presionaba era tan inamovible como un muro.
―Bebe ―me ordenó una voz baja y severa y yo lo hice, pregunt{ndome si la
vomitaría ahí mismo.
No lo hice. Sentí la sangre deslizarse por mi garganta, construyendo un camino
hacia mi estómago. El brazo no se movió y el líquido caliente continúo fluyendo
dentro de mi boca. Sólo cuando había tragado tres o cuatro veces, la muñeca se
alejó y el vampiro me recostó en el suelo. El pavimento estaba duro y frío contra
mi espalda.
―No sé si llegué a ti a tiempo ―murmuró casi para sí mismo―. Tendremos
que esperar y ver qué será de ti. Y en lo que te convertirás.
―¿Qué< suceder{ ahora? ―Estaba apenas lo bastante consciente para obligar
a las palabras a salir. Adormilada, lo miré mientras el dolor se desvanecía en
palpitaciones que le pertenecían a alguien más. La oscuridad se arrastró a los
bordes de mi visión como un millón de hormigas.
―Ahora, pequeña humana ―dijo el vampiro poniendo una mano en mi
frente―, ahora morir{s. Y con un poco de suerte te veré al otro lado.
Luego, mis ojos se cerraron, la negrura me arrastró y, recostada en la lluvia en el
gélido abrazo de un vampiro sin nombre, dejé el mundo de los vivos.
67
PARTE II
V A M P I R O
68
C A P Í T U L O 5
Traducido por cmf_428
Corregido por Connie
Fragmentos de pesadillas plagaron la oscuridad.
Lucas y Rat, siendo arrastrados bajo codiciosas manos blancas.
El venado muerto, se alzaba del césped para observarme, sus costillas profundas
brillaban a la luz de la luna. Corriendo a través de los autos aislados y corroídos, cientos
de cosas pálidas persiguiéndome, chillando y siseando a mi espalda.
Arrancando la parte superior de los cestos metálicos, encontrándolos llenos de oscura
sangre roja, y tom{ndola furiosamente…
Me enderecé, gritando, arañando en la oscuridad. A medida que abría mis ojos,
una luz abrasadora me cegó, y me encogí con un siseo. A mi alrededor, sonidos
extraños asaltaron mis tímpanos, familiares pero amplificados un cien por
ciento. Podía oír el bullicio de una cucaracha que huía por la pared. El goteo del
agua sonaba como una cascada. El aire se sentía frío y húmedo contra mi piel,
pero de una manera extraña, podía sentirlo, pero no hacía frío en absoluto.
Me sentía cerosa y rígida, vacía como un saco flácido. Cautelosamente giré mi
cabeza y el fuego se extendió por mis venas, caliente y abrazador, casi
cegándome de dolor. Me arqueé con un grito a medida que las llamas se
dispersaban a cada parte de mi cuerpo, una agonía líquida disparando a través
de mi piel. Me dolía la boca, mi mandíbula superior se sentía tirante, como si
algo filoso estuviera presionando contra mis encías, tratando de salir.
Destellos de emoción, como fragmentos de la vida de alguien más, oscilaban a
través de mi cabeza. Lástima. Empatía. Culpa. Por un segundo, me vi a mí
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misma, a mi cuerpo, retorciéndose en el piso, arañando el cemento y las
paredes. Pero entonces un rayo de dolor dio vuelta a mi estómago,
doblándome por la mitad, y la imagen extraña se perdió.
La presión contra mi mandíbula había aumentado de una manera insoportable,
y grité otra vez, sonando como un animal gruñendo. Y de repente, algo explotó
a través de mis encías, aliviando el dolor. El calor a través de mis venas fluctuó
y murió, me dejé caer contra el cemento duro, estremeciéndome de alivio. Pero
había un nuevo dolor dentro de mí, un vació, un dolor palpitante irradiando de
alguna parte de mi centro. Me empujé a mis manos y rodillas, temblando,
gruñendo en lo profundo de mi garganta. Hambrienta ¡Estaba hambrienta!
¡Necesitaba comida!
Algo se presionaba contra mi cara, frío y húmedo. ¿Plástico? Retrocedí con un
gruñido. Espera, la bolsa olía a comida ¡Era comida! Me lancé hacia adelante,
hundiendo mi diente en la bolsa, desgarrándola en el aire. Algo inundó mi
boca, era frío y espeso, empalagoso. No cálido, como debería ser, pero, ¡seguía
siendo comida! Succioné y desgarré el endeble plástico, liberando la comida
que se encontraba dentro, sentía cómo se deslizaba desde mi garganta hasta mi
estómago.
Y entonces, ni bien la horrible hambre se desvaneció y el dolor interno se llenó,
me di cuenta de lo que estaba haciendo.
―Oh, Dios. ―Tirando la bolsa destrozada, miré mis manos, cubiertas de
sangre. El suelo sobre el que me encontraba, estaba manchado con ella, había
manchas oscuras contra el cemento. Podía sentirlo alrededor de mi boca, en mis
labios y en mi barbilla, la esencia llenando mi nariz―. Oh, Dios ―susurré otra
vez, alejándome sobre mi trasero. Golpeé una pared y observe con horror la
escena que tenía enfrente ―. ¿Qué< que estoy haciendo?
―Tomaste una decisión ―dijo una voz profunda a mi derecha, y alcé la vista.
El vampiro apareció sobre mí, alto y solemne. Una vela parpadeante se posaba
detrás de él al final de una mesa, la luz que me cegó antes. Seguía siendo
dolorosamente brillante, y me volteé.
―Querías sobrevivir, para volverte una de nosotros.―Miro a la bolsa de sangre
rota, tendida unos pocos metros m{s all{―. Tú elegiste esto.
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Cubrí mi boca con una mano temblorosa, tratando de recordar lo que había
dicho. Todo lo que podía ver era sangre, y a mí misma con una ira animal,
desgarrando algo, dejándolo abierto. Mi mano cayó hasta mis labios y
mandíbula, sondeando mis dientes de donde el dolor provenía. Aspiré
rápidamente.
Allí estaban. Colmillos. Muy largos y muy, pero muy filosos. Retiré mi mano.
Era cierto, entonces. Realmente hice lo impensable. Me convertí en lo que más
odiaba en el mundo. Un vampiro. Un monstruo.
Me desplomé contra la pared, temblando. Miré hacia abajo, y parpadeé
sorprendida. Mis ropas viejas ya no estaban. En vez de mis delgados y
desgastados, pantalones y camiseta parchados, estaba usando unos jeans negros
y una camiseta oscura sin ningún agujero o desgarro. La chaqueta rota, sucia y
manchada con sangre fue reemplazada por un saco largo y negro que parecía
casi nuevo.
―¿Qué< que sucedió con mis ropas? ―pregunté, tocando la manga del abrigo,
parpadeando por lo grueso que era. Con el ceño fruncido, miré al vampiro―.
¿Me vestiste?
―Tus ropas se hicieron pedazos cuando los Rabiosos te atacaron ―me informó,
aún sin moverse del lugar donde estaba―. Te encontré algunas nuevas. Negro
es el mejor color para nosotros, esconde las manchas de sangre bastante bien.
No te preocupes. ―Su profunda y baja voz sostenía una leve nota de
diversión―. No vi nada.
Mi mente giraba.
―Me< me tengo que ir ―dije temblorosamente, levant{ndome―. Tengo que<
encontrar a mis amigos, ver si lograron volver al escondite. Stick está
probablemente<
―Tus amigos est{n muertos ―dijo el vampiro calmadamente―. Y si fuera tú,
abandonaría todos los lazos con mi vida anterior. Ya no eres parte de ese
mundo. Es mejor que simplemente te olvides de eso.
Muertos. Las imágenes relampaguearon a través de mi mente, de lluvia, sangre
y palidez, de cosas que chillaban, manos arrastrando a alguien sobre una valla.
Con un siseo, me escudé de esos pensamientos, negándome a recordar.
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―No. ―Me atraganté, estremeciéndome―. Est{s mintiendo.
―Déjalos ir ―insistió el vampiro tranquilamente―. Ellos se han ido.
Tuve la repentina y loca urgencia de gruñir y descubrir mis colmillos. Me
paralicé de horror, manteniendo un ojo receloso en el extraño, quien me miraba
impasiblemente.
―No me puedes retener aquí.
―Si quieres irte, hazlo. ―No se movió, salvo para cabecear hacia la puerta que
se encontraba al otro lado del pequeño cuarto―. No te detendré. Aunque
estarás muerta en el transcurso del día, si es que te tomas todo ese tiempo. No
tienes idea de cómo sobrevivir como un vampiro, cómo alimentarte, cómo
evitar que te detecten, y si los vampiros de esta ciudad te descubren te matarán.
Alternativamente, podrías quedarte aquí, conmigo, y tener una posibilidad de
sobrevivir en esta vida que elegiste.
Lo miré.
―¿Quedarme aquí? ¿Contigo? ¿Por qué? ¿Por qué te importa?
El extraño entrecerró sus ojos.
―Traer un vampiro nuevo al mundo no es algo que tomo a la ligera ―dijo―.
Convertir a un humano para después abandonarlo sin las habilidades que
necesita para sobrevivir podría ser irresponsable y peligroso. Si te quedas, te
enseñaré lo que necesitas saber para vivir como uno de nosotros. O< ―se
ladeo ligeramente, señalando la puerta―< te puedes ir y tratar de sobrevivir
por tu cuenta, pero me lavaré las manos de ti y cualquier sangre que venga
después.
Me deje caer de nuevo contra la pared, mi mente estaba acelerada. Rat estaba
muerto. Lucas estaba muerto. Los vi ser arrastrados por Rabiosos en la vieja
ciudad, despedazados ante mis ojos. Mi garganta se cerró. Stick, aunque odiara
admitirlo, era probable que estuviera muerto; él no podría sobrevivir el viaje de
vuelta a la ciudad por su cuenta. Solo quedaba yo. Sola. Un vampiro.
Mi pecho se sintió apretado, y me mordí el labio, imaginándome las caras de
mis amigos mirándome, pálidas y acusadoras. Me ardían los ojos, pero tragué
fuerte y forcé la retirada de las lágrimas. Podría llorar, gritar y maldecir al
mundo, a los Rabiosos y a los vampiros más tarde. Pero no mostraría debilidad
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ante este desconocido, este chupasangre quien puede que me haya salvado,
pero de quien no sabía nada. Cuando estuviera sola, lloraría por Rat, Lucas y
Sitck, la familia que perdí. Pero en este momento, tenía otros asuntos que
atender
Era un vampiro. Y, a pesar de todo, todavía quería vivir.
El desconocido esperó, tan inmóvil como una pared. Podría ser un
chupasangre, pero era la única cosa familiar que me quedaba.
―Entonces ―dije suavemente sin mirarlo. El resentimiento hervía, un viejo,
familiar odio, pero lo empujé hacia abajo―. ¿Te tengo que llamar “señor” o
“maestro” o algo m{s?
El vampiro se quedó callado un momento, entonces dijo:
―Me puedes llamar Kanin.
―¿Kanin? ¿Es ese tu nombre?
―No dije que fuera mi nombre. ―Se volteó como si se fuera a ir, pero atravesó
la habitación y se sentó en una silla plegable oxidada, que estaba en el otro
lado―. Dije que así podías llamarme
Genial, no solo mi nuevo profesor era un vampiro, sino que era uno de aquellos
que son crípticos y misteriosos. Crucé mis brazos y lo miré con recelo.
―¿Dónde estamos?
Kanin lo consideró.
―Antes de que te revele algo de mí ―dijo, reclin{ndose hacia adelante y
descansando sus codos en las rodillas―, me gustaría saber un poco m{s de ti.
Te estaré enseñando, después de todo, y eso quiere decir que estaremos
gastando una gran cantidad de tiempo juntos. Quiero saber a lo que me
enfrento. ¿Estás dispuesta a eso?
Me encogí de hombros.
―¿Qué quieres saber?
―Tu nombre, primero que todo.
―Allie ―dije, entonces expliqué con m{s detalle―. Allison Sekemoto.
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―Interesante. ―Kanin se enderezó, mir{ndome con sus intensos ojos negros―.
Sabes tu nombre completo. Ya no todos los humanos saben el suyo
―Mi madre me lo enseñó.
―¿Tu madre? ―Kanin se recostó, cruzando sus brazos―. ¿Te enseñó algo m{s?
Me ericé. De repente no quería hablar de mi madre con este chupasangre.
―Sí ―dije evasivamente.
Tamborileó los dedos en sus bíceps.
―¿Cómo qué?
―¿Para qué quieres saber?
Ignoró la pregunta.
―Si quieres que te ayude, deber{s responderme.
―Leer, escribir y un poco de matem{ticas ―le dije con brusquedad―. ¿Algo
más?
―¿Dónde est{ tu madre ahora?
―Muerta.
Kanin no se sorprendió, o escandalizó por mi franqueza.
―¿Y tu padre?
―Nunca supe de él.
―¿Hermanos?
Sacudí mi cabeza.
―Entonces no tienes nada de ese lado por lo cual volver. ―Kanin asintió―.
Bien. Eso hará las cosas más fáciles. ¿Cómo murió?
Entrecerré mis ojos, harta del interrogatorio.
―Eso no es de tu incumbencia, vampiro―dije con brusquedad, queriendo que
alguna emoción atravesara su impasible rostro. Salvo por una ceja levantada, su
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expresión permaneció igual―. Por otro lado, ¿qué sucede contigo? De cualquier
manera, ¿por qué te importaría la vida de un par de humanos?
―No me importa ―dijo el vampiro y se encogió de hombros―. Como dije
antes, quiero evaluar mis oportunidades de éxito. Los humanos tienen la
tendencia de aferrarse al pasado, lo que hace que enseñarles sea difícil. Cuantas
más ataduras tenga una persona, más difícil es aprender a dejarlas atrás cuando
se vuelve vampiro.
Entrelacé mis manos, tratando de calmar la rabia repentina. Tenía la tentación
de saltar y golpearlo, aunque eso fuera desagradecido de mi parte, si no fuera
porque sabía que él podría partir mi cabeza sin parpadear.
―Sí, bueno, estoy empezando a arrepentirme de esa decisión.
―Es un poco tarde ahora, ¿no lo crees? ―preguntó Kanin suavemente al
tiempo que se levantaba―. Tómate un momento ―dijo, caminando hacia la
puerta de la pared opuesta―. Llora tu vida pasada si lo deseas, porque no la
veras de nuevo. Cuando estés lista para aprender lo que significa ser vampiro,
ven a encontrarme.
Abrió la puerta y la atravesó sin mirar atrás, dejándome sola.
Después de que Kanin se fuera, me senté en la silla, raspé la sangre seca de mis
manos y pensé en lo que iba a hacer a continuación.
De acuerdo. Ahora soy un vampiro. Me ericé, tratando de no pensar en ello, era
eso o morir en la lluvia. Kanin tenía razón, fue mi decisión, después de todo. Yo
elegí esto. Elegí convertirme en una no-muerta, elegí no volver a ver la luz del
sol otra vez, elegí tomar la sangre de los vivos.
Me estremecí y pateé la bolsa vacía más lejos. Esa era la parte que me
molestaba, bueno, aparte de toda esa cosa de no-muerto, sin alma, monstruoso.
Empujé ese pensamiento a la parte de atrás de mi cabeza. Los vampiros eran
depredadores, pero tal vez había una manera de no alimentarse de los
humanos. Quizás podría sobrevivir de la sangre de los animales, aunque el
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pensamiento de morder algo vivo, una rata retorciéndose era perturbador. ¿Los
vampiros tenían que tomar la sangre de los humanos, o solo era su preferencia?
¿Qué tan seguido tenían que alimentarse? ¿Dónde y cómo dormían durante el
día? Me di cuenta, que aunque viví en esta ciudad por diecisiete años, no sabía
casi nada de sus ciudadanos más importantes, excepto que tomaban sangre y
salían de noche.
Bueno, hay una persona que podría decirme todo eso.
Luché conmigo un momento más. Él era un vampiro, pero si iba a sobrevivir,
entonces necesitaba aprender. Quizás más tarde, cuando supiera todo lo que
tenía que saber, tomaría mi venganza por mi mamá, por Stick, Lucas y todos los
que fueron arrancados de mí. Pero ahora, tendría que tragar mi orgullo y
comenzar a aprender cómo ser un no-muerto.
Renuentemente, me puse de pie y busqué a mi nuevo mentor.
La puerta desembocaba a otra habitación, que alguna vez pudo haber sido una
oficina. Unas pocas sillas rotas estaban tiradas descuidadamente de lado, y unos
cuantos gabinetes largos de metal se encontraban tirados en el suelo,
desparramando papel por todos lados. Contra la pared más lejana, Kanin estaba
sentado detrás de un escritorio largo de madera, cubierto de polvo y arañazos.
Miró por encima de un montón de carpetas y levantó una ceja a medida que yo
entraba.
―Tengo algunas preguntas ―dije, cuestionándome si era inapropiado
preguntar y entonces decidí que no me importaba―. Acerca de vampiros, y
todo lo relacionado con beber sangre.
Kanin cerró la carpeta, la alejo y cabeceó hacia una de las sillas. Volteé la silla y
me senté, apoyando mis brazos en el respaldo.
―Déjame adivinar ―dijo, entrelazando sus manos juntas―. Te est{s
preguntando si tienes que cazar humanos, si puedes sobrevivir tomando la
sangre de los animales y otras criaturas. Esperas no tener que matar personas
para sobrevivir. ¿Estoy en lo correcto?
Asentí. Kanin sonrió amargamente.
―No puedes ―lo dijo con una voz plana, y mi corazón se hundió―. Déjame
darte tu primera, y la más importante lección, Allison Sekemoto, eres un
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monstruo. Un demonio que se alimenta de seres humanos para sobrevivir. Los
vampiros en el centro de la ciudad, tal vez parezcan y pretendan ser civilizados,
pero no dejes que eso te engañe. Somos monstruos, y nada va a cambiar eso. Y
no creas que puedes aferrarte a tu humanidad, bebiendo sangre de perros, ratas
u ovejas. Es solo comida chatarra, basura. Te llenará por un tiempo, pero nunca
saciará el Hambre. Y pronto anhelaras la sangre de los humanos con tanta ansia
que la simple visión de uno te enviara a la locura, y ese humano morirá porque
serás incapaz de detenerte antes de drenarlo completamente. Esa es la cosa más
importante que debes entender antes de que vayamos más lejos. Ya no eres
humana. Eres una depredadora, y cuanto antes lo aceptes, esta existencia, más
fácil será.
Mi corazón se hundió aún más abajo. Parecía que todo lo que sabía sobre los
vampiros, estaba demostrando ser verdad. Aun así dije:
―No voy a matar humanos para alimentarme de ellos, eso te lo puedo
asegurar.
―Siempre comienza de esa manera ―dijo Kanin, y su voz era distante, como
recordando―. Nobles intenciones, honor entre los nuevos vampiros. Juran no
dañar a los humanos, de tomar solo lo que necesitan, de no cazarlos por la
noche como ovejas.―Sonrió levemente―. Pero se vuelve m{s y m{s difícil
permanecer a su nivel, de aferrarte a tu humanidad, cuando solo los puedes ver
como comida.
―No me importa.―Pensé en Stick, en Lucas e incluso en Rat. Ellos fueron
amigos. Personas. No bolsas caminantes de sangre―. Seré diferente. Seguro
como el infierno que lo voy a intentar.
Kanin no discutió. Levantándose, caminó alrededor del escritorio e hizo señas
para que me acercara con una mano larga y pálida.
―Ven aquí.
Cautelosa, me paré, dirigiéndome hacia él.
―¿Por qué? ¿Qué vamos a hacer?
―Te dije que te enseñaría a sobrevivir como un vampiro. ―Se acercó un paso, y
yo me alejé dos de él, mirando a su barbilla. Jesús, él era grande. Su presencia
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era abrumadora―. Para vivir, debes entender el cuerpo del vampiro, cómo
funciona, cómo soporta. Quítate el abrigo.
Lo hice, lo tiré en la silla detrás de mí, preguntándome a lo que quería llegar. En
un movimiento rápido, deslumbrante, agarró mi cintura, tiro de mi brazo hacia
arriba, y abrió un corte con una larga y brillante daga que llevaba. La sangre
brotaba y manaba de la herida, un segundo después el dolor golpeó como un
martillo.
―¡Ow! ¿Qué diablos estás haciendo? ―Traté de dar un tirón, pero fue como tirar
de un {rbol. Kanin ni siquiera se inmutó―. ¡Déjame ir, psicópata! ¿Qué clase de
juego enfermo estás jugando?
―Espera ―ordenó Kanin, d{ndome una pequeña sacudida. Mis dientes
rechinaron cuando el vampiro levantó mi muñeca―. Mira.
Mi brazo era un desastre, sangre por todas partes, que rezumaba por mi codo.
Podía ver la profundidad de la herida, un corte recto que probablemente fue
directamente al hueso. Vampiro psicópata. Sin embargo mientras miraba
jadeando, la herida comenzó a sanar, la carne abierta se volvía a juntar, pasando
de rojo a rosado y después a blanco hasta que solo quedo una tenue y pálida
cicatriz. Finalmente no quedo nada.
Estaba boquiabierta cuando Kanin liberó mi brazo.
―Somos difíciles de matar ―le explicó a mi expresión atónita―. M{s fuertes
que los humanos, más rápidos que los humanos, y sanamos de la nada. Esa es
la razón por la que somos los perfectos depredadores, pero estate advertida, no
somos invencibles. El fuego nos perjudica, al igual que cualquier traumatismo.
El vampiro más fuerte no se alejara de una bomba debajo de sus pies. Pero
balas, cuchillos, espadas, va a doler, ser golpeado por uno, usualmente no nos
mata. Aunque< ―Toco mi pecho―. Una estaca de madera dirigida a nuestro
corazón no nos matará instantáneamente, pero nos paralizara y enviara a
hibernar. Ese es el último recurso de nuestro cuerpo por sobrevivir, nos
apagamos completamente y somos forzados al sueño, a veces por décadas,
hasta que podamos volver otra vez al mundo.―Retiró su mano―. Sin embargo,
para destruir completamente a un vampiro, decapitándolo o quemándolo es la
única manera segura. ¿Lo estás entendiendo?
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―Mata a un vampiro, el objetivo es su cabeza ―murmuré―. Lo tengo. ―El
dolor desapareció, y había un dolor persistente en mi estómago, aunque quería
aprender m{s―. ¿Entonces, por qué estoy sangrando?―me pregunté,
mir{ndolo―. ¿Tengo pulso? Pensé< pensé que estaba muerta.
―Est{s muerta.
Fruncí el ceño.
―Supongo que este es un caso en el que la muerte se toma su tiempo para
empezar, entonces.
La expresión de Kanin no cambió.
―Sigues pensando como un humano ―dijo―. Escúchame Allison, y mantén tu
mente abierta. Los mortales ven a la muerte en términos de blanco y negro. O
estás vivo, o no lo estas. Pero entre ellos, entre la vida, la muerte y la eternidad,
hay una pequeña área gris, una de la que los humanos no poseen
conocimientos. Que es en la que nosotros residimos, vampiros, Rabiosos y unos
pocos de los más viejos, criaturas inexplicables que aún existen en este mundo.
Los humanos no pueden entendernos, porque nosotros vivimos en base a un
diferente juego de reglas.
―No estoy segura de si lo estoy entendiendo.
―No tenemos pulso ―continuo mi mentor, tocando levemente su pecho―. Te
preguntaste cómo la sangre puede bombear a través de tus venas, ¿verdad? No
lo hace. Tú no tienes sangre. Nada de eso es tuyo, de cualquier manera. Piensa
en eso como tu comida y bebida, es absorbido por nuestro cuerpo de la misma
manera. La sangre es el núcleo de nuestro poder. Es como vivimos, es como
sanamos. Cuanto más tiempo pasamos así, más nos apartamos de nuestra
humanidad, hasta que nos parecemos a los fríos y vacíos cuerpos vivientes que
los humanos piensan que somos.
Contemplé a Kanin, en busca de cualquier señal que indicara que no era
humano. Su piel era pálida, y sus ojos eran vacíos, pero no se parecía a un
cadáver. A menos que lo miraras con detenimiento, no sabrías que era un
vampiro.
―¿Qué sucede si nosotros no<uh<tomamos sangre? ―pregunté, sintiendo
una punzada en el estómago―. ¿Podemos morirnos de hambre?
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―Ya estamos muertos ―respondió Kanin en el mismo exasperante tono frío―.
Por lo tanto, no. Pero pasado un tiempo sin sangre humana, comenzarás a
volverte loca. Tu cuerpo se resecará, hasta que no serás nada más que una
cascara vacía errante, similar a los Rabiosos. Y atacarás a cualquier criatura
viviente que se te cruce, porque el Hambre te tomará. Además, como tu cuerpo
no tiene reservas a las cuales recurrir, cualquier daño que no te mate te
conducirá a una hibernación por una cantidad indeterminada de tiempo.
―¿No me podrías haber dicho todo esto sin cortar mi brazo?
―Podría.―Kanin se encogió de hombros sin arrepentimiento―. Pero tenía otra
lección en mente. ¿Cómo te sientes?
―Hambrienta. ―El anhelo en mi estómago se volvió m{s doloroso; mi cuerpo
estaba pidiendo comida. Pensé con nostalgia en la una vez llena, bolsa de
sangre, ahora vacía y tirada en el suelo. Me pregunté si quedaría algo que
pudiera succionar, antes de que me horrorizara.
Kanin asintió.
―Y ese es el precio por tal poder. Tu cuerpo se sanar{ por sí mismo de casi
cualquier cosa, pero recurrirá a sus propias reservas para hacerlo. Mira tú
brazo.
Lo hice y jadeé. Mi piel, específicamente el área donde Kanin me cortó, era
como tiza blanca, definitivamente más pálida que antes, y fría. Carne muerta.
Carne sin sangre. Me estremecí y desvié mi mirada, y sentí la sonrisa del
vampiro.
―Si no te alimentas pronto, m{s tarde caer{s en un frenesí de sangre, y alguien
morir{ ―anunció―. Cuanto m{s grave es la herida, m{s sangre necesitar{s
para restablecerla. Si pasas demasiado tiempo sin alimentarte, el resultado será
el mismo. Y ese es el porqué los vampiros no se encariñan con los humanos o
con nadie. Alguna vez en tu vida, Allison Sekemoto, matarás a un humano.
Accidentalmente o a conciencia, un acto deliberado. Es inevitable. La pregunta
no es si sucederá, sino cuándo. ¿Lo entiendes?
―Sí―murmuré―. Lo tengo.
Me miró con unos ojos negros sin fondo.
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―Asegúrate de que lo hagas ―me dijo quedamente―. Ahora, desde aquí,
debes aprender la parte más importante de ser uno de nosotros, como
alimentarte.
Tragué.
―¿No tienes m{s de esas bolsas?
Se rió entre dientes.
―Esa la obtuve de uno de los guardias, en la sangría de esta semana. No es algo
que normalmente haría, pero ibas a necesitar comida ni bien te despertaras.
Pero yo y tú no somos como los vampiros en la ciudad, con sus esclavos,
mascotas y bodegas de “vino”. Si quieres alimentarte, debes hacerlo a la
antigua. Te mostraré a qué me refiero. Ven, sígueme.
―¿Adónde vamos? ―pregunté mientras abría la puerta, y salimos a un
estrecho y largo pasillo, el vidrio crujía debajo de mis pies a medida que
caminábamos. Cada pocos metros, las puertas del pasillo se abrían a otros
cuartos, a los restos de camas, sillas y máquinas raras que no reconocí,
esparcidas y rotas. Una extraña silla con rueda yacía de lado en una de las
puertas del pasillo, cubierta de polvo y telarañas. Me di cuenta de que podía ver
perfectamente en la oscuridad del corredor, aunque no había luz, y era oscuro
como la boca de un lobo. Kanin me miro y sonrió.
―Vamos a cazar.
Dimos la vuelta en una esquina, y el corredor se abrió en lo que parecía una
vieja área de recepción con otro escritorio grande de madera en el medio de la
habitación. Sobre el escritorio, letras doradas empañadas colgaban de la pared,
la mayoría de ellas sesgadas o rotas, por lo que me era imposible leer lo que
alguna vez pudo haber dicho. También había muchas señales pequeñas,
también, en las paredes de las entradas a los pasillos, todas eran difíciles de
descifrar. Vidrio, escombros y hojas de papel estaban esparcidos por las
baldosas agrietadas crujiendo por donde caminábamos.
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―¿Qué es este lugar? ―pregunté a Kanin. Mi voz hizo eco de una forma rara en
la cámara abierta, y el silencio del lugar me oprimía. El vampiro no contesto por
un largo rato.
―Hace mucho tiempo―murmuró, gui{ndome a través de la habitación―, este
era el subnivel de un hospital. Uno de los más ocupados y mejor establecidos en
la ciudad. Ellos hacían más que tratar a pacientes, había un grupo de científicos
aquí, investigadores con el propósito de acabar con las enfermedades y
descubrir nuevas curas. Obviamente, cuando el virus del Red Lung golpeó, el
hospital estaba lleno, no dieron abasto con la cantidad de pacientes que
atravesaban sus puertas. Un montón de gente murió aquí. ―Miro al escritorio,
sus ojos relucieron y se alejaron―. Pero en ese entonces, mucha gente moría por
todas partes.
―Si estas tratando de darme escalofríos, felicitaciones. Entonces, ¿cómo salimos
de aquí?
Él se detuvo en un largo, hueco cuadrado en la pared e hizo gestos hacia la
abertura. Me asomé a través de la brecha y vi un largo eje, que conducía a la
oscuridad, con gruesas sogas metálicas colgando desde algún lugar en lo alto.
―¿Estas bromeando, verdad? ―Mi voz hizo eco en el tubo.
―Las escaleras hacia la planta baja se derrumbaron ―respondió Kanin
calmadamente―. No hay otra forma de entrar o salir. Tenemos que usar el
hueco del elevador.
¿El hueco del elevador? Fruncí el ceño y le devolví la mirada.
―No hay manera de que yo trepe eso.
―Ya no eres humana. ―Él estrecho sus ojos―. Eres m{s fuerte, tienes
resistencia ilimitada y puedes hacer cosas que los humanos no pueden. Si te
sirve de consuelo, estaré detrás de ti.
Miré al tubo del elevador y me encogí de hombros.
―De acuerdo ―murmuré, alcanzando los cables―. Pero si me caigo, espero
que me atrapes.
Estrechando mi agarre, me empujé.
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Para mi sorpresa, mi cuerpo se elevó del piso como si no pesara nada en
absoluto. Subí por el tubo, pasando mano sobre mano, sintiendo una emoción
que nunca sentí. Mi piel no se rasgó, mis brazos no quemaban, ni siquiera
estaba respirando forzadamente. Podía hacer esto para siempre.
Me detuve, mi ritmo dando saltos hasta detenerse. Ni siquiera estaba
respirando. En absoluto. Mi pulso no estaba acelerado, mi corazón no latía<
porque no estaba viva. Estaba muerta. Nunca envejecería, nunca cambiaría. Era
un cuerpo parásito que tomaba la sangre de otros para sobrevivir.
―¿Teniendo problemas? ―La profunda e impaciente voz de Kanin, hizo eco
debajo de mí.
Me sacudí. Los huecos vacíos de elevador no eran el mejor lugar para
revelaciones personales.
―Estoy bien ―contesté y comencé a trepar otra vez. Aclararía todo esto m{s
tarde; ahora mismo, el estómago de mi cuerpo muerto me estaba diciendo que
estaba hambrienta. Me pareció muy extraño que mi corazón, pulmones y otros
órganos no funcionaran, pero que mi estómago y cerebro siguieran
funcionando. O tal vez no lo hacían, no tenía idea. Todo lo relacionado con los
vampiros, algo que estaba aprendiendo, era un completo misterio.
Una briza fría golpeó mi cara cuando me alejé tambaleando del hueco, mirando
alrededor cautelosamente.
Aquí hubo una vez un edificio. Podía ver los restos de barras y vigas de acero
rodeándonos, junto con media pared, cayéndose a pedazos en el pasto amarillo
y largo.
El yeso estaba ennegrecido y carbonizado, y los trozos de muebles, camas,
colchones, sillas, estaban esparcidos y medio escondidos en el césped que se
filtraba a través del piso. El tubo del que salimos no era más que un agujero
negro en la baldosa escondido entre los escombros y las malezas. Si no te
parabas directamente encima de este, tal vez nunca verías el agujero hasta que
te cayeras por él y te rompieras la columna vertebral en el fondo.
―¿Que sucedió aquí?―susurré, observando la devastación a mi alrededor.
―Un incendio ―dijo Kanin, comenzando a cruzar el terreno baldío. Se movía
r{pido, y me apresuré para mantenerme a su paso―. Comenzó en la planta baja
83
del hospital. Rápidamente creció fuera de control y destruyo el edificio y a
todos los que se encontraban adentro. Solo los pisos inferiores fueron<
perdonados.
―¿Estabas allí cuando sucedió?
Kanin no respondió. Dejando las ruinas del hospital, cruzamos un terreno
baldío donde la naturaleza se levantaba para estrangular todo lo que sus garras
verdes y amarillas podían obtener de sus alrededores. Se abría paso a través del
que fue alguna vez un estacionamiento y se curvaba alrededor de unas cuantas
dependencias, ahogándolos con vides y hierbajos. Cuando alcanzamos la cima
del lote y miré atrás, apenas se podían ver los restos del hospital a través de la
vegetación.
Estaba oscuro en las calles del Fringe. Nubes se escurrían a través del cielo,
bloqueando la luna y las estrellas. Pero todavía podía verlo todo claramente, y
lo que era más sorprendente, sabía exactamente qué hora era y cuánto tiempo
teníamos hasta el amanecer. Podía sentir la sangre en el aire, el persistente calor
de los mamíferos de sangre caliente. Ya había pasado una hora de la
medianoche, mucho después de que los humanos más valientes cerraran sus
puertas a la oscuridad, y yo estaba hambrienta.
―Por este camino ―murmuró Kanin y se deslizó entre las sombras.
No discutí, siguiéndolo por un largo y oscuro callejón. Sutilmente consciente de
que algo era diferente, aunque no podía poner mi dedo en qué.
Entonces me golpeó. El olor. Toda mi vida, crecí con el olor del Fringe: la
basura, los residuos, el aroma del moho y la decadencia. No podía oler nada de
eso ahora. Quizás porque el olfato y la respiración estaban estrechamente
relacionados. Mis otros sentidos estaban agudizados: Podía oír la huida de un
ratón, luchando dentro de su madriguera a unos metros de distancia. Podía
sentir el aire en mis brazos, frío y pegajoso, aunque mi piel no respondía como
debería y arrugarse con escalofríos. Pero cuando pasamos un antiguo
Contenedor sentí el zumbido de las moscas que se encontraban dentro, y
escuché a los gusanos retorciéndose entre la carne muerta y podrida, de animal,
esperaba, aunque aún no podía oler nada.
Cuando le mencioné esto a Kanin, me brindo una sonrisa carente de humor.
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―Puedes oler, si quieres ―respondió, zigzagueando entre un montón de tejas
que alguna vez pertenecieron a un tejado―. Solo tienes que hacer un esfuerzo
consciente para respirar. Ya no es algo natural porque nosotros no lo
necesitamos. Te gustará recordar esto cuando te encuentres en una situación en
la que estés tratando de mezclarte. Los humanos usualmente no son tan
observadores, pero incluso ellos sabrán que algo está mal si pareciera que no
estás respirando.
Inhalé y atrapé el hedor de la descomposición del Contenedor. Olí algo más en
el aire: sangre. Y entonces vi una salpicadura de pintura atravesando una pared
derrumbada, una calavera con un par de alas rojas de cada lado, y me di cuenta
dónde estábamos.
―Este es el territorio de una pandilla ―dije, horrorizada―. Ese es el símbolo de
los Blood Angels.
―Sí ―dijo Kanin calmadamente.
Resistí el impulso de alejarme de él, y escaparme hacia la calle más cercana, y
dirigirme a casa. Los vampiros no eran los únicos depredadores rondando las
calles de la ciudad. Y los carroñeros no eran los únicos grupos que establecían
su territorio en el Fringe.
Mientras que algunos No Registrados, eran simples ladrones, bandas de chicos
buscando la supervivencia, había otros grupos más siniestros.
Reapers, Red Skulls, Blood Angels: eran algunas de las, otras pocas bandas que
habían labrado ciertas partes del Fringe por su cuenta. En este mundo, la única
ley era obedecer a los Maestros, y a los Maestros no les importaba si su ganado
ocasionalmente se volvía unos contra otros. Si dabas con una banda aburrida y
hambrienta, eras afortunado si todo lo que hacían era matarte. Escuché historias
de que ciertas bandas, quienes después de obtener su diversión con un intruso,
también podían cortarlos y comerlos. Por supuesto que eran leyendas urbanas
pero, ¿quién era yo para desmentirlas? Ese era el porqué aventurarnos fuera
del territorio familiar eran una mala idea, en el mejor de los sentidos, y suicida
en el peor de los casos. Sabía qué partes del Fringe eran zonas de pandillas y las
evadía como a una plaga.
Y ahora estábamos caminando directamente hacia su territorio.
Miré al vampiro a mi lado.
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―Sabes que ellos nos mataran por estar aquí.
Él asintió.
―Estoy contando con eso.
―¿Tú sabes que ellos comen personas, verdad?
Kanin se detuvo, y se volteó hacia mí con unos intensos ojos negros.
―Yo lo sé ―y dijo de manera uniforme―. Y ahora, tú también.
Me sentí levemente enferma. Oh, sí.
El olor de la sangre se estaba volviendo más fuerte, y ahora podía oír los
sonidos familiares de una pelea: maldiciones, gritos, los golpes de los puños y
los zapatos en la carne. Dimos vuelta en una esquina y entramos a un patio que
se encontraba detrás de unos cuantos edificios, rodeados por cadenas, vidrios
rotos y autos corroídos. Grafitis cubrían los ladrillos desmoronados y las
paredes metálicas, y varios botes quemándose alrededor del perímetro, de los
que ondeaba un humo espeso y asfixiante.
En el centro de la arena, un grupo de andrajosos, matones vestidos
similarmente, estaban agrupados alrededor de una forma arrugada en el
pavimento. El cuerpo estaba encorvado en una posición fetal, cubriendo su
cabeza, mientras dos o tres matones se separaron del círculo para golpearlo o
patearlo, su cara estaba destrozada más allá del reconocimiento. Mi estómago se
retorció ante la visión de la nariz rota y los ojos abiertos. Pero entonces la
esencia de la sangre vino hacia mí, más fuerte que nunca, y gruñí en lo bajo de
mi garganta antes de darme cuenta de que hice ruido.
Los miembros de la banda se estaban riendo demasiado fuerte como para
escuchar y demasiado enfocados en su deporte como para notarnos, pero Kanin
continuó caminando hacia adelante. Calmadamente, como si fuera un paseo
nocturno, se acercó al círculo de humanos, sin hacer ruido alguno. Podríamos
haberlos esquivados, e internarnos en la noche, pero a medida que nos
acercábamos al círculo de matones, quienes todavía no nos advertían, Kanin
deliberadamente pateó una botella rota, enviándola tintineando y dando
vueltas por el pavimento.
Y los Blood Angels miraron.
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―Buenas noches ―dijo Kanin, asintiendo cordialmente. Continuó caminando
por delante de ellos, moviéndose a un paso más lento, noté. Lo seguí
silenciosamente, tratando de ser invisible, esperando que la banda nos dejara ir
sin ningún enfrentamiento.
Pero una parte de mí, la extraña, la alíen, la parte hambrienta, miro a los
humanos con entusiasmo y espero que ellos trataran de detenernos.
Obtuve lo que deseaba. Con maldiciones apagadas, el grupo entero se movió
para bloquearnos el paso. Kanin se detuvo y miró impasible como un matón
que tenía una cicatriz sobre un ojo pálido se adelantó un paso, sacudiendo su
cabeza.
―Miren esto ―dijo, sonriendo a Kanin y entonces a mí―. Es nuestra noche de
suerte, chicos, ¿no es así?
Kanin no dijo nada. Me pregunté si es que temía que al hablarles podrían
suponer qué era él y no quería espantar a nuestra comida.
―Mírenlo, tan asustado que ni siquiera puede hablar. ―Risas burlonas
estallaron alrededor―. Deberías haber pensado en eso antes de atravesar
nuestra zona, mascota. ―Cara cortada dio otro paso cerca, las burlas y los
insultos de su pandilla respald{ndolo―. ¿Quieres bajar tus pantalones para que
podamos besar tu brillante trasero? ¿Es eso lo que quieres mascota? ―escupió la
palabra, antes de que su mirada se moviera rápidamente hacia mí, y su mueca
se tornara fea―. O tal vez debería reservar eso para la pequeña y dulce muñeca
asiática. No conseguimos muchas putas por aquí, ¿no es así, chicos?
Gruñendo, sentí a mi labio retraerse.
―Trae tú podrida boca cerca de mí y la arrancaré―le escupí. La pandilla
abucheó y se acercó.
―Ooh, ¿ella es de las que lucha, no es así? ―Cara cortada sonrió―. Espero que
haya suficiente de eso para todos. No te molesta compartir, ¿verdad, mascota?
―Sé mi invitado ―dijo Kanin y se alejó de mí. Lo miré boquiabierta al mismo
tiempo que Cara cortada y su pandilla estallaban en carcajadas, burlándose.
―¡La mascota est{ tan asustada, que se hizo en sus pantalones!
―¡Ese es un hombre de verdad, escondiéndose detr{s de una chica!
87
―Hey, gracias mascota―dijo Cara cortada, su boca se dividió en una sonrisa
realmente perversa―. Estoy tan emocionado, que te dejaré ir por esta vez.
¡Gracias por la muñeca asiática! Trataremos de no romperla, tan rápido.
―¿Qué est{s haciendo? ―siseé, traicionada. Los matones acecharon más cerca,
sonriendo, y di marcha atrás, manteniéndolos en mi campo de visión mientras
miraba al vampiro―. ¿Qué fue toda esa charla de “enseñarme” y “prepararme”
y toda es basura? ¿Qué? ¿Ahora solo vas a tirarme a los lobos?
―Tu sentido de depredador y presa est{ al revés―dijo el vampiro en voz baja,
para que solo yo pudiera oír. Tenía ganas de tirarle algo, pero los miembros de
la banda que se acercaban eran el verdadero problema. La lujuria cruda en sus
ojos me hizo sentir enferma, y sentía un gruñido ascendiendo por mi
garganta―. Esto te mostrar{ exactamente cu{l es tu posición en la cadena
alimentaria.
―¡Kanin! Maldita sea, ¿qué se supone que haga?
Kanin se encogió de hombros y se recostó contra una pared.
―Trata de no matar a nadie.
Los matones se lanzaron sobre mí. Me tensé cuando uno de ellos me agarró
alrededor de la cintura, tratando de levantarme de mis pies y tirarme contra el
suelo. Siseé cuando su brazo me tocó, planté mi pie, y lo empujé lejos lo más
fuerte que pude.
Él voló hacia atrás como si no pesara nada en absoluto, estrellándose contra el
capó de un auto que se encontraba a seis metros. Parpadeé asombrada, pero el
siguiente matón vino corriendo con un alarido, blandiendo un puño contra mi
cara.
Instintivamente, levanté una mano y sentí el puño carnoso golpear contra mi
palma, sorprendiéndonos a ambos. Él trató de tirarlo hacia atrás, pero apreté
fuerte, sintiendo como los huesos crujieron y se aplastaron juntos, y le di un
giro abrupto. Su muñeca se rompió con un chasquido, y el matón gritó.
Dos Blood Angels más se me acercaron de diferentes direcciones. Se movían
lentamente, como si estuvieran corriendo a través del agua, al menos eso me
parecía. Esquivé fácilmente la primera embestida y pateé al matón en la rodilla,
sintiendo como esta se rompió debajo de mi tobillo. Se tiró bruscamente de lado
88
y se estrelló contra el suelo. Su amigo se giró hacia mí con un tubo de plomo; lo
agarré y lo arranqué de sus manos, lo golpeé con el tubo en la cara.
La esencia de la sangre que brotó de la mejilla del miembro de la pandilla
empañó el aire y algo dentro de mí respondió. Me abalancé sobre él con un
rugido, sintiendo como mis dientes estallaron perforando mis encías.
Los estruendos de los disparos rompieron la noche y algo pequeño azotó mi
cabeza. Sentí el viento de su paso arrancando mi cabello, me giré
acuclillándome, siseando y mostrando los colmillos. Los ojos de Cara cortada se
ensancharon, una cadena de juramentos cayeron de sus labios al mismo tiempo
que apuntaba una pistola humeante hacia mí.
―¡Vampiro! ―chilló, en un aluvión de maldiciones―. ¡Oh, mierda! ¡Mierda!
¡Aléjate de mí! ¡Aléjate!
Él apunto y me tensé para arrojarme a través del pavimento. Para saltar sobre
mi presa y conducir mis colmillos profundamente en su garganta. De repente,
sus ojos se ensancharon, a medida que era elevado del suelo, pateaba con
impotencia mientras que Kanin lo levantaba tan fácilmente como a un gato, le
arrebató el arma y lo tiró contra la pared.
El crujido de la cabeza del Blood Angel contra la pared perforó mi rabia salvaje
y espumante logrando que me centrara otra vez. Me liberé de la lujuria de
sangre, el Hambre consumidora, y miré alrededor con horror y sorpresa. Cinco
cuerpos yaciendo en el piso, gimiendo, rotos y sangrando. Por mi mano. Miré a
Kanin, quien arrojo el arma casi desdeñosamente y alzó una ceja a medida que
se acercaba.
―Lo sabías ―dije suavemente, mirando a un aturdido Blood Angel―. Sabías lo
que podía hacer, es por eso que les dejaste atacarme. ―Él no respondió, y me di
cuenta de que no estaba temblando con miedo o adrenalina o nada. Mi corazón
seguía quieto y frío. Miré a Kanin, furiosa por su manipulación―. Los podía
haber matado a todos.
―¿Cu{ntas veces debo decírtelo? ―dijo Kanin, mir{ndome detenidamente―.
Eres un vampiro ahora. Ya no eres humana. Eres lo que un lobo a las ovejas, más
fuerte, más rápida, más salvaje de lo que ellos serán alguna vez. Son alimento,
Allison Sekemoto. Y en el fondo, tu demonio siempre los verá como tal.
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Miré a Cara cortada tumbado en un montón al lado de la pared. Aunque su
frente estaba cortada y un gran moretón comenzó a formarse, gimió y trató de
levantarse, solo para caerse otra vez, aturdido.
―Entonces, ¿por qué no lo mataste? ―pregunté.
La mirada de Kanin se tornó fría. Dándose la vuelta, caminó rígidamente hacia
el líder de la pandilla, lo agarró por la nuca y lo arrastró hacia mí otra vez,
tirándolo a mis pies.
―Bebe ―me ordeno con una voz de acero―. Pero recuerda, toma demasiado, y
mataras al anfitrión. Toma poco, y tendrás que alimentarte pronto. Encuentra el
balance, si te importa drenarlo o no. Usualmente cinco o seis tragos deberían ser
suficientes.
Miré hacia el líder de la pandilla y retrocedí. Morder una bolsa de sangre era
una cosa, ¿pero morder el cuello de una persona viva? Estaba tan ansiosa por
hacerlo un momento atrás, cuando mi Hambre y furia estaban corriendo, pero
ahora me sentía nauseabunda.
Kanin continuaba mirándome.
―Har{s esto, o soportarás el Hambre hasta el punto de la locura y matarás a
alguien.―Su voz era plana―. De eso es lo que se trata ser vampiro, nuestra m{s
b{sica y primitiva necesidad. Ahora< ―Con una mano, levantó al matón y con
la otra agarró su cabello, retirando su cabeza hacia atrás y exponiendo su
cuello―. Bebe.
De mala gana, di un paso hacia adelante. El humano gimió y trato de
defenderse, pero aparté fácilmente sus brazos y me incliné acercándome al
espacio en la base de su cuello. Mis colmillos se alargaron cuando inhalé y sentí
la cálida sangre fluyendo debajo de la superficie de la piel. La esencia de la vida
era abrumadoramente fuerte en mi nariz y en mi boca. Incluso antes de que
pudiera pensar en lo que estaba haciendo, me lancé hacia adelante y mordí con
fuerza.
El Blood Angel jadeó y se sacudió, contrayéndose débilmente. Una espesa
calidez fluyó hacia mi boca, rica, caliente y fuerte. Gruñí y mordí más fuerte,
provocando un llanto ahogado de mi presa. Sentí el calor dispersándose por mi
cuerpo, llen{ndome con fuerza, con poder. Era embriagador. Era<no podía
90
describirlo. Era una bendición, simple y pura. Deje que mis ojos se cerraran, casi
entrando en un trance, consumida queriendo m{s, m{s<
Alguien tomó mi cabello, apartándome de mi presa, rompiendo la conexión.
Gruñí y trate de acercarme más, otra vez, pero un brazo bloqueó mi camino,
moviéndome hacia atrás. El cuerpo del matón colapso lánguidamente contra el
suelo. Gruñí otra vez y traté de alcanzarlo, luchando contra el brazo que me
retenía.
―¡Suficiente! ―La voz de Kanin era autoritaria, y me sacudió con fuerza. Mi
cabeza chasqueó hacia atr{s como la de una muñeca de trapo―. Allison, es
suficiente ―repitió a medida que mi visión se aclaraba―. Un poco m{s y lo
matarás.
Parpadeé y me aleje un paso, el Hambre lentamente decayendo en algo que no
era frenético y desesperado. Horrorizada, contemplé al Blood Angel
desmoronado en el pavimento. Él estaba pálido, apenas respiraba, dos heridas
punzantes y oscuras rezumaban carmesí desde su garganta. Casi lo había
matado. Otra vez. Si Kanin no me detenía, lo podría haber drenado hasta
dejarlo seco. Auto desprecio retorció mi estómago. A pesar de mi odio hacia los
vampiros, toda mi resolución de no ser como ellos, yo no era mejor que el peor
chupasangre que acechaba las calles.
―Sella la herida ―ordenó Kanin, apuntando al líder de la banda. Su voz era
fría, indiferente―. Termina lo que empezaste.
Quise preguntar cómo, pero de repente lo supe. Agachándome, presioné mi
lengua contra las dos pequeñas punciones y las sentí cerrarse. Incluso entonces,
podía sentir la sangre lentamente golpeando debajo de la piel, y necesité de
toda mi fuerza de voluntad para no morderlo una segunda vez.
Me levanté, y volteé hacia Kanin, quien asintió una vez, mirándome.
―Ahora ―dijo, su voz oscura e inflexible―, lo comprendes.
Lo hice. Miré a los cuerpos diseminados por el lote, a la destrucción que había
causado, y lo supe. Era realmente inhumana. Los humanos eran mi presa.
Codiciando su sangre como el peor adicto en las calles. Ellos eran ovejas,
ganado, y yo era el lobo, acosándolos por la noche. Me convertí en un
monstruo.
91
―Desde ahora ―dijo Kanin―, tienes que decidir qué clase de demonio quieres
ser. No todas las comidas vendrán a ti fácilmente, ignorantes y tratando de
hacerte daño. ¿Qué harás si tu presa te invita a pasar, y te ofrece un lugar en la
mesa? ¿Qué harás si huyen o se encogen cubriéndose, rogándote que no las
lastimes? Cómo acosaras a tu presa es algo con lo que tienes que llegar a un
acuerdo, o rápidamente te volverás loca. Y una vez que cruces ese umbral, no
hay vuelta atrás.
―¿Cómo lo haces? ―susurré.
Kanin sacudió su cabeza con una sonrisa.
―Mi método no te servir{ ―dijo cuando comenzamos a dejar el lote―. Tendr{s
que encontrar tu propia manera.
Cuando entramos al callejón, pasamos junto a uno de los matones quien
comenzó a acercarse. Gimió y se balanceó mientras se tambaleaba sobre sus
pies, jadeando con dolor, y aunque mi Hambre estaba saciada, algo dentro de
mí reacciono ante la visión de una criatura herida e indefensa. Me di media
vuelta con un gruñido, y mis colmillos se alargaron, antes de que Kanin
agarrara mi brazo y me arrastrara hacia la oscuridad.
92
C A P Í T U L O 6
Traducido por DamaOscura
Corregido por Connie
Cuando me levanté, estaba sola, yaciendo en una cama llena de polvo en el
cuarto de un viejo hospital. Era de noche otra vez, y supe que el sol se había
puesto hacía una hora. Kanin me había mantenido afuera la noche anterior
hasta que fue casi el alba, explicándome, que como vampiro, necesitaba saber
cuando el sol se acercaba y cuánto tiempo tenía para buscar un refugio. A pesar
de las leyendas, me explicó, que no nos reduciríamos a cenizas inmediatamente,
pero químicamente nuestro cuerpo había cambiado ahora que técnicamente,
estábamos muertos. Lo comparó con una enfermedad humana llamada
Porfiria, donde sustancias toxicas en la piel causan que esta se ennegrezca y se
quiebre cuando se expone a la luz ultravioleta. Ser atrapado fuera sin un
refugio, los rayos del sol directos podrían quemar nuestra piel expuesta hasta
que, eventualmente, se prenda en llamas. Era una forma confusa y
extremadamente dolorosa de morir, dijo ante mi expresión de horror, y es algo
que quieres evitar a toda costa.
A pesar de esto, casi no volvemos. Recuerdo acercarme al hospital en ruinas,
cada vez más somnolienta mientras el cielo iba de un negro como el carbón a un
azul marino. Pero a pesar del letargo, había sentido un gran pánico y desespero,
urgiéndome para encontrar un refugio. Mientras luchaba desesperadamente
contra la lentitud aplastante, Kanin me había alzado, sosteniéndome cerca
mientras andaba por la hierba y la maleza, y caí contra su pecho.
Los eventos de la noche anterior volvieron a mí, y temblé. Aún se sentía irreal,
como si todo lo que pase, le hubiese ocurrido a alguien más. Experimentando,
traté de sacar los colmillos y sentí de inmediato que se alargaban, presionando
las encías, afilados y letales. No tenía Hambre, aunque, ello era a la vez un
alivio y una decepción. Me pregunté que tan frecuentemente tendría que<
alimentarme. ¿Cuánto tiempo antes de que tuviera que hundir los colmillos en
la garganta de alguien y tener ese asalto de calor y poder fluyendo dentro de
mí<?
93
Me sacudí, furiosa y disgustada. Una noche como vampiro y ya estaba
cometiendo un desliz, cediendo ante el demonio.
―No soy como ellos ―bullí hacia la oscuridad, hacia la espiral en mi
interior―. Maldita sea, voy superar esto. De alguna forma de alguna manera no
me convertiré en un monstruo desalmado, lo juro.
Saliendo de la cama, me sumergí en la oscuridad, por el estrecho pasillo en
busca de Kanin.
Estaba sentado en el escritorio de la oficina, escudriñando una gran pila de
papeles. Sus ojos se movieron hacia mí cuando entré, luego continúo leyendo.
―Um. ―Me senté en uno de los armarios volcados―. Gracias. Por no dejar que
me quemara esta mañana. Supongo que sería lo que hubiese ocurrido si hubiera
sido atrapada bajo el sol, ¿verdad?
―Es algo que no le desearía ni a mi peor enemigo ―respondió Kanin sin
levantar la mirada. Lo miré, recordando la forma en que me había cargado para
meterme, y fruncí el ceño.
―¿Así que, cómo es que fuiste capaz de mantenerte despierto mientras yo me
dormía?
―Pr{ctica. ―Kanin pasó la p{gina y empezó otra―. Todos los vampiros deben
dormir en el día ―continuo, sin mirarme aún―. Somos criaturas nocturnas,
como búhos o murciélagos, y algo en la composición de nuestro cuerpo nos
hace letárgicos y cansados cuando el sol está en lo alto. Con práctica y una gran
cantidad de fuerza de voluntad, podemos luchar contra la necesidad de dormir
durante un poco más. Simplemente se hace más difícil cuanto más estemos
despiertos.
―Bien< gracias. ―Miré la parte superior de su cabeza y arrugué la nariz―.
Supongo que estoy agradecida de que seas extremadamente testarudo.
Finalmente levantó la mirada, levantando una ceja.
―De nada ―dijo, sonando divertido―. ¿Cómo te sientes ahora?
―Bien, supongo. ―Levanté una hoja de papel del gabinete. Nadie me había
preguntado nunca cómo me sentía, no desde que era una niña―. De todas
formas, no estoy hambrienta.
94
―Eso es normal ―me explicó Kanin mientras empezaba una nueva pila de
papeles―. Por lo general, salvo heridas y esfuerzos excesivos, se puede tomar
sangre cada quince días para permaneces alimentado y saciado.
―¿Quince días?
―Cada dos semanas.
―Oh.
―Aunque no es inusual para un vampiro, si tiene los medios, de alimentarse
cada noche. El Príncipe de la ciudad y su consejo, puedes estar segura, se
satisfacen aún más seguido. Pero dos semanas es una cantidad de tiempo
seguro para no alimentarse de sangre humana. Después de ese tiempo, vas a
estar más y más hambrienta, y nada te satisfará hasta que te alimentes otra vez.
―Sí, debes haberlo mencionado una o dos veces.
Me miró por encima de sus papeles y los apartó, rodeando el escritorio para
apoyarse en la parte frontal.
―¿Quieres que continúe enseñ{ndote? ―preguntó―. ¿O te gustaría que te
dejara para que tú misma lo descubrieras todo?
―Lo siento ―murmuré, mirando hacia otro lado―. Supongo que aún me estoy
acostumbrando a todo esto de estar muerta. ―Un pensamiento vino a mí, y
volví a mirarlo, frunciendo el ceño―. ¿Entonces, qué se supone que haga, una
vez que este “entrenamiento” termine?
―Sospecho que continuaras viviendo como vampiro.
―No es lo que quiero decir, y lo sabes, Kanin. ―Hice un gesto vago hacia el
techo―. ¿Se me permitir{ estar en Ciudad Central? ¿Los otros vampiros me
dejaran pasar las puertas ahora que soy una de ellos?
Ahora que soy una de ellos. Fue un pensamiento desagradable. Nunca seré una de
ellos, me prometí. No completamente. No soy como ellos. No caeré a su nivel, no
pensaré en los humanos como nada más que animales.
―Desafortunadamente ―dijo Kanin―, hay m{s que eso.
95
Eso sonaba como si fuera a darme otra conferencia, así que me dejé caer en la
silla de la noche anterior, descansando mi barbilla en las manos. Kanin se
detuvo, mirándome por un segundo, antes de continuar.
―Ahora eres un vampiro, así que, sí, se te permite pasar las puertas para entrar
a Ciudad Central. Eso, si no sacas a colación tu asociación conmigo. Pero
necesitas entender la política de tu hermandad de muertos antes de que puedas
actuar por tu cuenta. Hay una jerarquía entre la ciudad de los vampiros, una
cadena de rangos y comandantes, de la que debes estar consiente si esperas
encajar.
―Encajar ―repetí y resoplé―. He sido una rata callejera y una Fringer. No creo
que suavice las relaciones con los vampiros de Ciudad Central en un tiempo
cercano
―A pesar de todo. ―La voz de Kanin no cambió―. Esto es algo que necesitas
saber. No todos los vampiros son creados igual. ¿Conoces las diferencias entre
el Príncipe de la ciudad y sus seguidores?
Fruncí el ceño. Para mí, todos los chupasangre eran iguales; tenían colmillos,
estaban muertos, bebían sangre. Pero Kanin no aceptaría eso como respuesta, y
realmente no quería que se fuera aún, así que<
―Sé que la ciudad tiene un Príncipe ―respondí―. Salazar. Y todos los dem{s
vampiros le obedecen.
―Sí. ―Kanin asintió, aprobando―. Dentro de cualquier ciudad, hay un
Príncipe, un Vampiro Maestro, el más fuerte y más poderoso de todos. Él, o ella,
lideran el consejo, ordenan a los vampiros menores, y toma la mayoría de
decisiones dentro de Ciudad Central. Así es como la mayoría de las ciudades
trabajan, aunque hay algunas que están construidas diferente. He oído de
territorios donde solo un vampiro rige todo, aunque esa clase de ciudad es
extremadamente rara e inusual y por lo general no dura mucho. El Príncipe
tiene que ser muy fuerte, para evitar que su ciudad caiga ante otros vampiros o
incluso sus propios humanos.
―¿Cu{ntas ciudades vampiro hay?
―¿En todo el mundo? ―Kanin se encogió de hombros―. Nadie lo sabe
realmente. Constantemente están cambiando, como ves, especialmente dentro
de regiones pequeñas. Ciudades creciendo y cayendo, intentos por tomar el
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territorio de otros, enfermedades o Rabiosos exterminando poblaciones enteras.
Pero las ciudades más grandes, como Nueva Covington, han sobrevivido desde
la plaga, y tal vez, hay algunas decenas, en el mundo.
―Todos gobernados por un Maestro.
―Usualmente. Como dije antes, hay excepciones, pero sí, la mayoría de las
ciudades son gobernadas por un Maestro.
Eso significaba que había varios vampiros fuertes, probablemente muy
antiguos, allí afuera. Eso era algo para recordar, aunque sonaba como si la
mayoría de ellos se quedaran en sus ciudades, como Salazar, y nunca se
aventuraran más allá del Muro.
―Por debajo del Príncipe ―continuo Kanin―. Est{n los Tipo-2, los vampiros
que han sido engendrados por el Maestro. No son tan poderosos como el
Príncipe, pero son formidables por derecho propio, y con frecuencia forman
parte del consejo, la guardia de élite y los segundos del Príncipe. ¿Estás
entendiendo hasta ahora?
―¿LosTipo-2? ―Mordí una sonrisa de satisfacción―. Estaba esperando algo
m{s<exótico, y algo más vampírico. Los Tipo-2 suenan como el síntoma de una
enfermedad.
Kanin me dio una mirada exasperada.
―Las líneas de sangre de ciertas familias antiguas son extremadamente largas y
complejas ―explicó con una voz m{s clara―. No habría objeto en explicarlo a
un nuevo vampiro, así que estoy dándote la versión simplificada.
―Lo siento. Continua.
―Por debajo de ellos ―continuo Kanin―. Est{n los Tipo-3, los mestizos, y estos
son los más comunes y menos poderosos de la jerarquía. Han sido creados por
cualquiera del Tipo-2 u otro mestizo, y son el tipo de vampiros que más
probablemente encontraras vagando en las calles. Los mestizos son la mayor
parte de la población, y son los más débiles de nosotros, aunque siguen siendo
más fuertes y rápidos que cualquier humano.
―¿Entonces, cuanto m{s fuerte sea el vampiro que te engendre, es probable que
seas así de fuerte?
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―Hasta cierto punto. ―Kanin se recargó, descansando su mano en el
escritorio―. Antes del virus, los vampiros estaban regados por todo el mundo,
escondidos de la raza humana, mezclándose en la sociedad. La mayoría eran
mestizos, Tipo-3, y si ocasionalmente engendraban a otro vampiro, siempre
crearían un mestizo. El Maestro y su aquelarre eran pocos y distantes entre sí,
aislados del resto del mundo, hasta que el virus Red Lung atacara. Cuando los
humanos empezaron a morir a causa del virus, nuestra fuente de alimento
desapareció, y estuvimos en peligro de morir de inanición o volvernos locos.
»Los Rabiosos empezaron a aparecer, y las cosas se volvieron más caóticas. En
ese momento, no sabíamos si los Rabiosos eran el efecto final del virus Red
Lung o si eran algo nuevo, pero había pánico masivo entre los vampiros y
humanos. Eventualmente, algunos Maestros ingeniosos divisaron una forma de
mantener cerca los pocos humanos no infectados que quedaban, creando una
fuente interminable de alimentación a cambio de protegerlos de amenazas
externas. Y así las ciudades de vampiros nacieron. Pero hay muy pocos
Maestros ahora. ―Se detuvo y miró a lo lejos―. Y eso significa menor cantidad
de vampiros cada año. Es solo cuestión de tiempo antes de que nuestra raza
desaparezca completamente.
No parecía triste por ello. M{s< resignado. Parpadeé.
―¿Qué quieres decir? ―pregunté―. Creo que habías dicho que los mestizos o
los Tipo-2 o cualquiera podía crear otro vampiro. ¿Qué quieres decir con que
están en vía de extinción?
Se quedó en silencio, con los ojos oscuros a lo lejos. Finalmente, levantó la
mirada, mirando hacia mí.
―¿Sabes cómo fueron creados los Rabiosos? ―preguntó con voz suave―.
¿Sabes lo que son?
Tragué.
―¿Quieres decir, aparte de lo obvio?
―Son vampiros ―continuo Kanin, como si no hubiera dicho nada―.
Originalmente, los Rabiosos eran vampiros. En el estado primario de la plaga,
un grupo de científicos descubrieron que los vampiros eran inmunes al virus
que estaba matando a la raza humana. Hasta ese momento, nuestra raza era
virtualmente desconocida, oculta y dispersa en el mundo. Éramos felices de
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permanecer como monstruos de Halloween y películas de horror. Era mejor de
esa forma.
―¿Entonces, qué paso?
Kanin emitió un sonido de disgusto en la parte trasera de su garganta.
―Un idiota Vampiro Maestro fue a los científicos, exponiendo nuestra raza,
queriendo “salvar la raza humana”. Aparentemente, creyó, y con razón, que si
la raza humana se extinguía, pronto los vampiros les seguirían. Los científicos
le dijeron que la sangre de vampiro era la clave para encontrar la cura, que
podían combatir el virus Red Lung si solo tuvieran muestras vivas con que
trabajar. Entonces, el Maestro rastreó y capturó a otros vampiros para que los
científicos experimentaran, traicionando a su propia raza por una cura que
salvaría el mundo. ―Kanin sacudió la cabeza―. Desafortunadamente, lo que
crearon, en lo que convirtieron a los vampiros, era aún peor que cualquier cosa
que cualquiera hubiese anticipado.
―Los Rabiosos―supuse.
Él asintió.
―Debieron haberlos destruido cuando tuvieron la oportunidad. En vez de eso,
los Rabiosos escaparon, cargando dentro de ellos el virus Red Lung mutado
que había matado a la mayoría de la humanidad. Los mismos patógenos se
diseminaron rápidamente en todo el mundo, infectando tanto a humanos como
vampiros. Solo que ahora, en vez de morir por el Red Lung, los humanos
infectados Cambian. Se vuelven como los Rabiosos originales: crueles y sin
sentido, anhelando sangre, incapaces de salir a la luz del día. Más de cinco
millones de personas sucumbieron al virus y se convirtieron en Rabiosos. Y
cuando un vampiro entra en contacto con alguien que lleva el virus, también se
infecta. La mayoría de nosotros no nos convertimos, pero el virus se disemina a
través de nuestras filas, tan rápido como en los humanos. Y ahora, durante el
curso de las últimas seis generaciones, todos los vampiros se han convertido en
portadores de Rabia. A diferencia de los humanos con Red Lung, nuestros
cuerpos se adaptan más rápidamente al virus, y hemos sido capaces de
combatirlo. Pero nuestra raza aún está debilitándose.
―¿Por qué?
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―Porque el virus evita la creación de nuevos vampiros ―dijo Kanin
gravemente―. Los Maestros aún pueden engendrar Tipo-2, y en ocasiones
muy, muy raras, otro Maestro. Pero por cada nuevo vampiro que crea, existe la
posibilidad de que no engendre a un vampiro sino a un Rabioso. Los Tipo-2
engendran Rabiosos en más del noventa por ciento de las veces, ¿y los
mestizos? ―Kanin sacudió la cabeza―. Los Mestizos siempre crearan Rabiosos.
No pueden engendrar nada más. La mayoría de Maestros han jurado no crear
nuevas crías. El riesgo de Rabia en la ciudad es demasiado grande, y son muy
protectores con el suministro de comida restante.
Pensé en el venado enfermo, agitándose a ciegas, la crueldad absoluta de los
Rabiosos, y me estremecí. Si este era el mundo fuera de los Muros de la ciudad,
era maravilloso que alguien pudiera sobrevivir fuera.
―Entonces ―reflexioné, mirando a Kanin―, supongo que soy una portadora
ahora, ¿verdad?
―Es correcto.
―Entonces no me convertí en un Rabioso ―dije lentamente―. Porque< tú eres
un vampiro Maestro. ―Me dio una sonrisa sin una pizca de humor, y lo miré
con nuevos ojos. Kanin era un Vampiro Maestro; podía ser un Príncipe―. Pero
si eres un Maestro, ¿por qué no tienes tu propia ciudad? Pensé que<
―Es suficiente de hablar. ―Se apartó de la mesa―. Tenemos un lugar a donde
ir esta noche, y es un largo camino bajo la ciudad. Sugiero que nos pongamos
en movimiento.
Parpadeé ante el repentino cambio de humor.
―¿A dónde vamos esta vez?
Kanin giró con tanta gracia que ni siquiera supe que se había movido hasta que
me tuvo atrapada contra la pared, con la larga hoja curva de su daga
presionada contra mi garganta. Me congelé, pero una fracción de segundo
después la presión en la garganta se fue y el cuchillo desapareció en el pliegue
de su abrigo negro. Kanin dio una leve y apretada sonrisa y se apartó.
―Si yo fuera el enemigo, estarías muerta ahora ―dijo, caminando por el pasillo
como si nada hubiera pasado. Agarré mi pecho, sabiendo que si todavía tuviera
un latido de corazón, estaría golpeando mis costillas―. La ciudad puede ser un
100
sitio peligroso. Vas a necesitar algo más grande que esa hoja de cinco
centímetros en tu bolsillo para defenderte.
Como rata callejera, tenía los túneles subterráneos bajo la ciudad como mi
territorio, mis pasajes secretos, el camino oculto que me permitía deslizarme a
través de los distritos invisibles. Había estado orgullosa de mis conocimientos
sobre el bajo mundo. Pero mi vampiro mentor tenía una memoria perfecta, o
había estado en el oscuro y retorcido bajo mundo muchas, muchas veces antes.
Lo seguí por un pasadizo que nunca había visto, no sabía que existía. Kanin
nunca ralentizó el paso o pareció estar perdido, así que mantenerse con él era
un reto a veces.
―Allison. ―Había una pizca de exasperación en su voz mientras se daba la
vuelta, deteniéndose para esperarme―. La noche esta menguando, y aún
tenemos un buen trayecto que cubrir antes de que alcancemos nuestro destino.
¿Podrías ser tan amable de apresurarte? Esta es la tercera vez que he tenido que
esperarte.
―Sabes, podrías andar un poco m{s despacio. ―Salté de un vagón muerto y
corrí hacia él, esquivando un tubo que colgaba por encima del trayecto―. En
caso de que no lo hayas notado, la gente baja tiene piernas cortas. Tengo que
dar tres pasos para cubrir uno de los tuyos, así que deja de quejarte.
Sacudió su cabeza y continúo por el túnel de cemento, caminando un poquito
más despacio ahora, así que fue una pequeña victoria. Me apresuré para
mantener la paz.
―No tenía idea de que había otro ferrocarril aquí―dije, mirando el casco de un
vagón oxidado, volcado en el trayecto―. Conocía el que corría bajo el tercer y
cuarto distrito, pero fue bloqueado cuando un edificio colapso sobre él. ¿A
dónde va este?
―Este ―dijo Kanin, su voz hizo eco en el oscuro túnel―, va directo hacia el
corazón de Ciudad Central, justo en medio de las torres. La estación que
101
conduce allí ha sido cerrada, y los túneles han sido sellados, pero no vamos a
recorrer todo el camino hasta las torres.
―¿Estamos bajo Ciudad Central? ―Miré el techo como si pudiera ver los
edificios de los vampiros asomándose por entre el concreto y el cemento. Me
pregunté cómo era allí arriba; torres de vidrio y luces chispeantes, humanos
bien vestidos, e incluso vehículos que aún funcionan. Muy lejos de la sucia,
existencia sin esperanza de los hambrientos del Fringe.
―No seas tan enamoradiza ―me advirtió Kanin, como si alcanzara mis
pensamientos―. Los humanos de Ciudad Central podr{n estar mejor vestidos y
alimentados, pero solo porque son útiles. ¿Y qué crees que les ocurrirá, una vez
su maestro se aburra o se disguste?
―Supongo que no tienen un plan de jubilación.
Kanin resopló.
―¿Y quieres que viva eventualmente allí?
Él me miró, su expresión se suavizo.
―Allison, cómo vivas tu vida, es tu decisión. Solo puedo darte las habilidades
que necesitas para sobrevivir. Pero eventualmente, tendrás que tomar tus
propias decisiones, llegar a tus propios términos respecto a lo que eres. Eres un
vampiro, pero la clase de monstruo en la que te conviertas, está fuera de mis
manos.
―¿Qué pasa si no quiero vivir allí? ―Le miré de reojo, luego me concentré en
las pisadas de mis pies, observando como brillaban mientras pasaba―. ¿Qué
pasa si quisiera<ir contigo?
―No. ―La voz de Kanin era afilada, resonando en el túnel, haciéndome formar
una mueca de dolor―. No ―dijo otra vez, m{s suave esta vez―. No voy a
hacer que sufra alguien al soportar mi camino. Mi camino debe ser siempre
transitado solo.
Y ese fue el final.
El paso subterráneo continuo, pero Kanin me llevo por otro, aún más estrecho,
aunque una docena de veces más enredado y revuelto, hasta que estuve
completamente perdida. Cruzamos bajo desagües pluviales y rejillas de metal,
102
donde pude levantar la mirada y ver finalmente la ciudad de arriba, brillante y
luminosa. Pero las calles parecían solas, abandonadas. Había estado esperando
una multitud de personas caminando en las calles. Tal vez me atrevería a echar
un vistazo a un vampiro, rodeado por sus mascotas y esclavos, paseando por la
acera. Un vehículo paso, haciendo que la tapa de una alcantarilla tintineara,
llenando el silencio con el gruñido del motor. Me quedé boquiabierta ante la
vista de un coche real funcionando, pero aparte de eso, la ciudad era tan
silenciosa como el Fringe.
Y, mientras continuábamos bajo las calles silenciosas, las luces revelaban otras
cosas, también.
No lo notarias al principio, siendo deslumbrado por las luces y la altura de los
edificios, pero Ciudad Central estaba tan destruida y dañada como la peor parte
del Fringe. No había filas de mansiones brillantes, ni edificios desbordando
comida y ropa y todo lo que necesitaras, ni carros para toda la familia. Había
muchísimos edificios destruidos y medio podridos que se veían ligeramente más
cuidados que el resto de la ciudad. Había farolas parpadeando, carros oxidados
y maleza creciendo en los muros y en el concreto. Excepto por el trío de torres
brillantes en la distancia, Ciudad Central lucía como una versión del Fringe,
más brillante e iluminada.
―¿No era lo que esperabas, verdad? ―reflexionó Kanin, mientras nos
sumergíamos en otro tubo de cemento y las luces se desvanecían sobre
nosotros. Lo seguí, sin saber si estaba reivindicada o decepcionada.
―¿Dónde est{ toda la gente? ―pregunté―. ¿Y los vampiros?
―Los humanos que est{n despiertos, están trabajando ―dijo Kanin―.
Manteniendo la red eléctrica en funcionamiento, administrando los restos del
sistema de alcantarillado, reparando maquinaria descompuesta. Es por eso que
los vampiros buscan a aquellos que son talentosos o tienen conocimientos o
habilidades y los llevan a la ciudad, necesitan que ellos mantengan las cosas en
marcha. También tienen humanos para sus fábricas, para que limpien y
reparen los edificios, y siembren la comida que el resto de la población necesita.
El resto de ellos, guardias, esclavos, mascotas y concubinas, les sirven de otras
formas.
―Pero< no todos pueden estar trabajando.
103
―Es verdad―estuvo de acuerdo Kanin―. Todos los dem{s est{n detr{s de
puertas cerradas y aseguradas, manteniéndose lejos de las calles y fuera de vista
tanto como les sea posible. Ellos son más cercanos a los monstruos que las
personas del Fringe, y tienen muchas más razones para estar asustados.
―Wow ―murmuré, sacudiendo mi cabeza―. Todo el mundo en casa se
sorprendería de aprender cómo es realmente allí.
Kanin no dijo nada, y viajamos en silencio durante un tiempo.
Finalmente se detuvo en una escalera de acero que llevaba a una rejilla de metal
en el techo. Poniéndola a un lado con facilidad debido a la fuerza de vampiro,
escaló por el agujero y me hizo señas para que lo siguiera.
―¿Dónde estamos ahora? ―pregunté, siguiéndolo por otro pasillo de cemento.
Al final de éste, golpeamos una puerta de metal oxidada, asegurada, por
supuesto, pero Kanin puso su hombro en el metal y lo golpeo abriéndola.
―Estamos ―respondió, dando un paso atr{s para que yo entrara al entorno―,
en el sótano de almacenamiento del museo antiguo de la ciudad.
Miré a mí alrededor con asombro. Estábamos de pie en el borde del cuarto más
grande que jamás había visto en mi vida, una bodega de cemento y hierro que
se extendía más allá incluso de mi visión de vampiro. Estantes de metal
oxidado creaban un laberinto de pasillos, cientos de pasillos estrechos que
desaparecían en la oscuridad del cuarto. El contenido de los estantes estaba
cubierto con mantas o guardado en cajas, envueltas en gruesas capas de
telaraña y polvo. Si tomaba una bocanada de aire podía oler el hedor asfixiante
de moho y hongos, creciendo por todas partes, pero sorpresivamente, los
estantes parecían bastante intactos.
―No puedo creer que este lugar este tan< intacto ―dije, mientras
comenzábamos a caminar por uno de los pasillos estrechos. Bajo una manta
sucia, alcance a ver un hueso amarillo y levanté la esquina para revelar el
esqueleto de algún tipo de gato enorme, congelado agazapado. Lo miré,
sorprendida, preguntándome por qué alguien querría mantener los huesos de
un animal muerto, era algo espeluznante, verlo así, sin piel ni pelaje―. ¿Qué
demonios es este lugar?
―Antes de la plaga, los museos eran lugares de historia ―explicó Kanin
mientras me apresuraba a alejarme del gato para ponerme al día. Su voz hizo
104
eco en la bastedad―. Lugares donde se coleccionaba conocimiento, lugares
donde guardaban todas las cosas, recuerdos y artificios de otras culturas.
Me detuve, viendo un maniquí vestido con pieles y cuero de animales. Las
plumas sobresalían de su cabello, y sostenía algún tipo de objeto hecho en
piedra.
―¿Por qué?
―Para recordar el pasado, para no dejarlo desaparecer. Los disfraces, las
historias, la religión y el gobierno de docenas de culturas están guardados aquí.
Hay otros lugares como este alrededor del mundo, ocultos y olvidados por el
hombre. Lugares que aún mantienen sus secretos, esperando ser descubiertos
una vez más.
―No puedo creer que los vampiros no hayan quemado este lugar hasta
reducirlo a cenizas.
―Trataron ―respondió Kanin―. El edificio sobre nosotros ha sido destruido,
no permanece ni rastro de él. Pero la ciudad de los vampiros está más
interesada en lo que pasa en la superficie, raramente se aventuran en los túneles
y los secretos bajo la tierra. Si supieran de este lugar, puedes estar segura que
lo habrían quemado hasta hacerlo cenizas.
Fruncí el ceño, odiando a los vampiros de nuevo.
―Y los humanos nunca lo sabr{n, ¿verdad? ―murmuré, siguiendo a Kanin por
un pasillo, sintiéndome taciturna―. Todo este conocimiento, justo bajo sus pies,
y nunca lo sabrán
―Tal vez no hoy. ―Kanin se detuvo en un estante que contenía una caja de
madera estrecha. Letras rojas desvanecidas estaban impresas al lado, debajo de
todas las telarañas y el polvo, pero era difícil leerlo―. Pero vendrá un tiempo
en el que el hombre no solo esté interesado en sobrevivir, cuando sea curioso
una vez más y vea cómo eran los que estuvieron antes que él, cómo era la vida
mil años atrás, y buscara respuestas a esas preguntas. Tal vez no suceda en cien
años o así, pero la curiosidad humana los ha conducido siempre a encontrar
respuestas. Incluso nuestra raza no puede mantenerlos en la oscuridad por
siempre.
105
Abrió la caja y hurgó en el contenido. Oí el tintineo y el roce del metal, y luego
sacó algo.
Era una espada, tenía una hoja larga y doble con la empuñadura de metal
negra que parecía una cruz. Kanin la sostuvo en una mano, pero la hoja en sí
era enorme, probablemente media cerca de metro y medio. Con la
empuñadura, era unos cuantos centímetros más alta que yo.
―Espada de dos manos alemana ―dijo, dándonos a mí y a ella una mirada,
escrut{ndonos, midiéndonos―. Probablemente demasiado grande para ti.
―¿Tú crees?
La remplazo y abrió otra caja del estante de arriba, esta vez sacando una cadena
larga con una bola llena de pinchos. Parecía extremadamente desagradable, y
estuve intrigada, pero la dejo después de un segundo vistazo.
―¿Oye, qué era eso? ―Me incliné hacia adelante tratando de ver dentro de la
caja de puntillas, pero él me alejo―. Oh, vamos. Quiero ver la enorme bola de
púas.
―No necesitas un elemento para flagelar. ―Kanin frunció el ceño, como si
imaginara lo que yo podría hacer con él. Traté de mirar dentro de la caja una
vez más, y me miró exasperado, advirtiéndome.
Lo miré.
―Bien. Entonces dime, oh, gran, tienes una as bajo la manga. ¿Qué estamos
buscando? ¿Qué necesito?
Sacó otra arma, una lanza larga con punta de metal, y la devolvió sacudiendo
la cabeza.
―No estoy seguro.
Levanté otra tela, donde una cosa con pelaje de perro me devolvió la mirada sin
mirar.
―De todas formas, ¿por qué estamos buscando un arma antigua? ―murmuré,
bajando la tela―. ¿No sería m{s f{cil usar, oh, no sé<una pistola?
―Las pistolas requieren munición ―respondió Kanin sin levantar la mirada―.
La munición es difícil de hallar, incluso si el Príncipe no tuviera dominio
106
absoluto sobre la distribución de armas automáticas en la ciudad. Y un arma
descargada es casi tan útil como un gran pisa papeles. Además, las armas son
poco prácticas tratando con nuestra clase. A menos que puedas cortarnos la
cabeza, en el mejor de los casos las balas solo nos retrasan. Para protegerse
adecuadamente de un vampiro, se necesita una espada. Ahora< ―Se movió
hacia la siguiente caja, arrancando la tapa, las grapas y todo―. ¿Por qué no eres
un poco útil y buscas tú misma en alguna de estas? Mira a ver si algo salta
hacia ti. Recuerda, estás buscando algo que tenga una hoja. No un mazo o una
masa o una enorme cadena con púas con la que probablemente te lastimarías
tratando de aprender.
―Bien. ―Caminé por el pasillo mirando artículos al azar―. Aún digo que el
látigo parece que puede golpear en la cabeza de un vampiro eficientemente.
―Allison<
―Ya voy, ya voy.
Más cajas de madera alineadas llenaban el pasillo, cubierto con polvo. Aparté
una capa de telarañas y suciedad para leer las palabras a un lado de la caja más
cercana. Espada larga: Europa medieval, siglo 12. El resto se perdió con el tiempo y
la edad. Otra leyenda decía: Mosquetero Rapie… una cosa u otra. Otra tenía
aparentemente un traje completo de gladiador, lo que sea que fuera un
gladiador.
Un sonido metálico en dirección de Kanin lo mostró sosteniendo una larga
hacha de doble hoja, antes de dejarla aun lado y trasladarse a otro estante.
Una caja captó mi atención. Era larga y estrecha, como las otras cajas, pero en
vez de palabras, tenía símbolos extraños impresos a un lado. Con curiosidad,
arranqué la tapa y metí la mano, deslizándome entre capas de plástico y
espuma, hasta que mis dedos se cerraron alrededor de algo largo y liso.
La saqué. La vaina era ligeramente curvada negra y brillante y la empuñadura
asomaba del final, marcada con una forma de diamante en negro y rojo. Agarré
la empuñadura y saqué la hoja, enviando un temblor metálico a través del aire
y mi espina dorsal.
Tan pronto la saqué, supe que había encontrado lo que Kanin quería.
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La espada brillo en la oscuridad, larga y esbelta, como un arcoíris de plata.
Pude sentir el borde afilado de la hoja sin siquiera tocarla. La espada en sí era
luminosa y agraciada, y se ajustaba perfectamente en mi palma, como si hubiera
sido hecha para mí. La moví en un amplio arco, sintiendo cómo se deslizaba
por el aire, e imaginando que era una espada que pasaría a través de un
Rabioso gruñendo sin siquiera detenerse.
Una risita me interrumpió. Kanin estaba de pie a unos centímetros de distancia,
con los brazos cruzados, sacudiendo la cabeza. Su boca estaba estirada en forma
de una sonrisa resignada.
―Debí haberlo sabido ―dijo, caminando―. Debí haber sabido que te lanzarías
hacia eso. De hecho es muy apropiado.
―Es perfecto ―dije, levantando la espada―. ¿Qué es?
Kanin me miro con una sonrisa divertida.
―Lo que sostienes es llamada katana4. Hace mucho tiempo, una raza de
guerreros conocidos como samurái las usaba. La espada era más que un arma,
para el samurái, sus armas eran una extensión de sus almas. Era el símbolo de
su cultura y su posesión más preciada.
Realmente no necesitaba la lección de historia, pero era divertido saber que
había una raza entera de personas que llevaban estas.
―¿Qué les sucedió? ―pregunté, envainando la espada cuidadosamente―.
¿Todos murieron?
La sonrisa de Kanin creció aún más, como si estuviera disfrutando de un chiste
privado.
―No Allison Sekemoto. Yo diría que no.
Fruncí el ceño, esperando que me explicara, pero se hizo hacia atrás e hizo un
gesto para que lo siguiera.
―Si vas a llevar esa arma ―dijo mientras nos dirigíamos de vuelta al laberinto
de pasillos y estantes―, tendr{s que aprender a usarla. No es una navaja, que
4Katana: Tipo particular de sable japonés de filo único, curvado, tradicionalmente utilizado por
los samuráis. Su tamaño más frecuente ronda el metro de longitud y el kilo de peso.
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puedes darle vueltas en el aire y esperar que llegue al objetivo. Es un arma
elegante y merece algo mejor que eso.
―No sé, darle vueltas en el aire suena como un buen truco para mí.
Me dio otra de sus miradas de exasperación.
―Tener un arma sin saber cómo usarla, es mejor que no tener una, no por
mucho. ―dijo agach{ndose al pasar por la puerta y entrando al estrecho
corredor―. Especialmente cuando tienes que lidiar con vampiros. Especialmente
cuando tratas con vampiros antiguos que saben cómo luchar, son los más
peligrosos. Arrancaran tu cabeza con tu propia espada, si no tienes cuidado.
Volvimos a la reja de metal que él había levantado antes, y Kanin se perdió de
vista, de nuevo en las alcantarillas. Aferré mi nuevo premio contra el pecho y lo
seguí.
―¿Entonces me enseñaras? ―pregunté mientras aceleraba el paso.
―Oh, me temo que él no te enseñara nada, chica ―dijo una voz relajada en la
oscuridad―. Excepto, tal vez, cómo morir de una forma horrible y dolorosa.
Me congelé, y en un segundo, dos figuras se fundieron en la oscuridad del
túnel, sonriendo cuando estuvieron delante de nosotros. Supe instantáneamente
que eran vampiros; piel pálida y ojos hundidos, pude sentir, de forma extraña e
inexplicable que eran como yo. Desde el sentido de chupasangre muerto, al
menos. La mujer de cabello negro rizado se volvió elegantemente hacia atrás:
vestía tacones y traje de calle que abrazaba su cuerpo como una piel de
serpiente. El hombre era flaco y pálido, con rasgos afilados y lleno de ángulos,
pero se las arreglaba para que le ajustara la chaqueta. Y media casi metro
ochenta de estatura.
Kanin se puso rígido. Un diminuto movimiento, y el cuchillo apareció en su
mano.
―Tienes algo de agallas al venir aquí, Kanin ―dijo la vampiresa en tono
conversacional, sonriendo y mostrando dientes perfectos―. El Príncipe sabe
que estás aquí, y quiere tu cabeza sobre un plato. Hemos sido enviados para
complacerle. ―Ella caminó hacia nosotros, moviéndose como una serpiente.
Sus labios rojos se partieron en una sonrisa, mostrando los colmillos, y volvió
su mirada predadora hacia mí―. ¿Quién es esta pequeña chica, Kanin? ¿Tu
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nueva protegida? Que encantador, continuando tu maldito linaje. ¿Sabe quién
eres realmente?
―No es nadie ―dijo Kanin planamente―. Ella no interesa, de lo único que
tienes que preocuparte es de mí.
La sonrisa de la vampiresa creció salvajemente.
―Oh, no lo creo, Kanin. Después de que te arranquemos la cabeza,
arrastraremos a tu pequeño engendro hacia el Príncipe y veremos cómo la
destruye, pieza por pieza. ¿No es así, Richard?
El vampiro aún no decía nada, pero sonrió, mostrando los colmillos.
―¿Qué te parece chiquilla? ―dijo la vampiresa, aún sonriendo hacia mí―. ¿No
te sientes especial? Tu corazón será arrancado y comido por el Príncipe de la
ciudad.
―Él puede intentarlo ―le respondí y sentí mis propios colmillos alargarse
mientras los desnudaba con un gruñido. Los dos vampiros rieron.
―Oh, es rebelde, ¿verdad? ―La vampiresa me dio una mirada
condescendiente―. Es una de esos desagradables del Fringe, ¿verdad?
Simplemente adoro tu afecto hacia los casos perdidos. ¿Pero, esto fue lo que te
metió en este lío en primer lugar, no es así?
Su compañero metió la mano en la chaqueta y saco un espada larga. Era un
arma delicada, fina y afilada, hecha para ser precisa. De alguna forma, el
vampiro parecía más aterrador que si hubiese sacado un hacha o incluso un
arma.
―Allison ―murmuro Kanin, poniéndose en frente de mí―. Quédate detr{s. No
peles con ellos. No trates de ayudarme, ¿entiendes?
Gruñí agarrando la funda de mi katana.
―No les tengo miedo. Puedo ayudar.
―Promételo ―dijo Kanin en voz baja y tensa―. Prométeme que no te meterás.
―Pero<
Se dio la vuelta sujetándome con una mirada fría y aterradora. Sus ojos se
habían oscurecido a negro puro, huecos y sin fondo, sin luz tras ellos.
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―Dame tu palabra ―casi susurró. Tragué.
―Est{ bien.―Bajé la mirada, incapaz de encontrar su mirada desconcertante―.
Lo prometo.
Se agachó y agarró la punta de mi katana, sacándola con un movimiento suave
mientras se daba la vuelta para enfrentar a sus atacantes.
―Vete ―me dijo, y me alejé, retir{ndome detr{s de una columna de cemento
mientras Kanin retorcía malvadamente la katana y caminaba hacia adelante.
La vampiresa siseó y se puso de cuclillas extendiendo la tela de su traje. Luego
vi sus uñas, muy largas, rojas y afiladas, como garras gigantes, clavándose en el
pavimento. Siseó de nuevo, luciendo más como una bestia que como algo
remotamente humano, y se lanzó hacia adelante.
Kanin la encontró en el centro de la habitación, con la katana dando vueltas en
el aire. Se movían más rápido de lo que yo podía ver, rápidamente, rodando,
saltando hacia atrás y lanzándose de nuevo hacia adelante. La vampiresa se
movía como algún tipo de gato mutante, surgiendo por los cuatro lados de
Kanin, incluso con sus tacones altos, rasguñándolo con sus garras. Era
alocadamente rápida, agachándose ante la espada, saltando sobre ella, con los
dientes reluciendo mientras chillaba, gritaba y bailaba alrededor de él.
Viéndolos luchar, se diseminaba un malestar en mi estómago. He visto peleas
antes, incluso había participado en algunas. Esto no era una pelea; era una
lucha brutal, libre de hacer todo contra el otro, entre dos monstruos. No pude
haberle ganado, me di cuenta con una sensación de malestar en el estómago.
Kanin estaba haciéndolo bien, defendiéndose de sus ataques y devolviéndole el
golpe, golpes viciosos que parecían el rugido de muerte de un torbellino, pero
ella me hubiera destrozado.
Estaba tan concentrada en la vampiresa, que no vi al otro vampiro hasta que
estuvo detrás de Kanin, con esa delgada y afilada espada moviéndose para
arrancarle la cabeza. Empecé a gritar una advertencia, maldiciéndome por no
verlo antes: la hembra era una distracción letal y colorida mientras su
compañero se movía en silencio para matar. Pero antes de que pudiera decir
dos palabras, la mano de Kanin salió disparada, agarrando a la hembra por el
cabello mientras gritaba y rasguñaba su cara, y la tiro contra su compañero.
Chocaron con un chasquido repugnante. El vampiro se tambaleo hacia atrás,
111
haciendo una mueca de dolor, mientras la vampiresa se golpeaba contra el
suelo.
Pensé que había acabado para ella. La fuerza de Kanin pudo haber hecho un
agujero en la pared de ladrillos. Pero medio segundo después, la vampiresa se
agito y se levantó, sacudiendo la cabeza. Ni siquiera parecía mareada.
Ahora yo estaba asustada. Estaba segura de que la lucha había estado a medio
terminar, pero ambos vampiros se acercaron a Kanin una vez más, sonriendo.
Kanin espero pacientemente, con la espada a su lado. La sangre corría por un
lado de su cara donde la vampiresa lo había rasguñado, pero parecía no
notarlo. Mientras se acercaban, daban vueltas, rodeándolo desde diferentes
direcciones. Levantó la espada, dando vueltas con ellos, pero no podía verlos a
los dos al mismo tiempo.
Como esperaba, la vampiresa ataco primero, afianzándose con un gruñido, y
Kanin dio una vuelta hacia ella. Pero a mitad de camino, ella se detuvo,
saltando lejos, y el vampiro macho se abalanzo por la espalda de Kanin.
Más rápido de lo que pensé, Kanin se dio la vuelta, acuchillando al segundo
atacante, un golpe vicioso y poderoso, pero que también dejo su espalda
desprotegida una vez más. El vampiro se agacho alejándose, sonriendo,
mientras la vampiresa daba una vuelta en su talón y volaba hacia Kanin una
vez más, silenciosa y letal. Vi el triunfo en sus ojos mientras se abalanzaba
contra él, con los colmillos desnudos, y las garras clavándose en su cuello.
Kanin no se movió. Pero vi la punta de su espada cuando se dio la vuelta y
apuñalaba hacia atrás, traspasando sus costillas, y la estocada de la vampiresa
conducía justo hacia la punta, la cual se introdujo en su espalda.
La vampiresa grito, de furia y de dolor, y rasgo los hombros de Kanin. Él
caminó hacia adelante y con un rápido movimiento, sacó su otra espada,
tirándola fuera del estómago del vampiro y giró, cortando la cabeza de ella.
La cabeza reboto dos veces, luego rodo hacia mí y se detuvo a unos centímetros,
con una mueca congelada. Me estremecí y volví a mirar la pelea, donde Kanin
aún estaba enfrentando al vampiro que quedaba. Rugió, con los colmillos
afuera, y se lanzó hacia él con el cuchillo apuñalando su pecho. Kanin dio un
paso hacia atrás, moviendo ambas armas hacia adelante con un movimiento
como si fueran tijeras mientras el vampiro se ponía al alcance, cortando su
112
cabeza y su pecho. La cabeza cayó y el cuerpo se abrió, y el vampiro se
abalanzo contra el pavimento, casi cortado en dos.
Mordí mi mejilla, presionando mi cara contra la columna para evitar enfermar.
No tuve mucho tiempo para recuperarme, ya que Kanin me arrastraba y
trasportaba fuera poniendo la espada de nuevo en mis brazos.
―Apresúrate ―ordenó, y no necesite un estímulo esta vez. Volvimos al
hospital, donde Kanin me dijo que me quedara y no me fuera al bajo mundo
hasta que escuchara la orden de él.
―Espera. ¿A dónde vas?―pregunté.
―Tengo que deshacerme de los cuerpos ―respondió―. En alguna parte de la
superficie, para conducir al Príncipe lejos de los túneles. También tendré que
alimentarme antes de que la noche termine. Quédate aquí. Volveré antes del
amanecer.
Se abalanzo por el hueco del ascensor, desapareciendo en la oscuridad,
dejándome sola. Dejé mi espada, mirando la sangre estropeando la prístina
hoja, y me pregunté de qué demonios estaba huyendo Kanin.
113
C A P Í T U L O 7
Traducido por Sidonie
Corregido por Lover Killer
Durante las siguientes semanas, en mis noches se estableció una rutina. Me
despertaba al anochecer, tomaba mi espada y me encontraba con Kanin en la
oficina. Durante unas horas, él me instruía sobre sociedad, historia, hábitos
alimenticios, fuerzas y debilidades de los vampiros. Me hacía preguntas,
probando mi conocimiento sobre las cosas que había aprendido la noche
anterior, complacido cuando recordaba lo que se suponía debía. También
insistió en enseñarme matemáticas, redactando ecuaciones simples y luego más
complejas para que las resolviera, explicándomelas pacientemente si yo no era
capaz. Se inventaba acertijos de lógica para mí con los que pasaba apuros y me
daba a leer documentos complejos, preguntándome lo que significaban cuando
los terminaba. Y aunque yo lo odiaba, me forzaba a concentrarme. Era
conocimiento, algo que podría usar contra los vampiros algún día. Además,
mamá habría querido que aprendiera, aunque no estaba segura de en qué
momento podrían serme útiles las divisiones complejas.
Mientras yo trabajaba, Kanin leía, revolviendo un montón de documentos, a
veces trayendo más cajas de papeles para ocuparse de todos. Otras veces, él leía
una pila entera de papeles, poniéndolos a un lado cuidadosamente cuando
terminaba. Otras tan sólo le echaba un vistazo a la pila de documentos antes de
arrugarlos impacientemente y lanzarlos a un lado. A medida que los días
pasaban, él se volvía más impaciente y agitado con cada hoja que arrugaba en
su puño, cada fajo que lanzaba a lo largo de la habitación. Cuando, en una
ocasión, logré reunir las agallas para preguntarle qué estaba buscando, recibí
una mirada furibunda y la seca orden de seguir trabajando.
Me preguntaba por qué no había dejado ya la ciudad; obviamente los vampiros
estaban fuera, buscándolo. ¿Qué era tan importante para que se arriesgara a
permanecer aquí en esta pequeña y oscura ruina, estudiando un sin fin de pilas
de documentos medio quemados? Pero Kanin me mantenía tan ocupada
aprendiendo todo lo que él creía importante: la historia de los vampiros, lectura
114
y matemáticas, que no tenía el tiempo o la capacidad cerebral para
cuestionarme otras cosas.
Y realmente, podía respetar eso. Él tenía sus secretos, y yo los míos. No iba a
husmear en su vida privada, sobre todo cuando él tampoco me había
preguntado nada sobre mi pasado. Era una especie de tregua tácita entre
nosotros; yo no fisgonearía, y él continuaría enseñándome cómo ser un
vampiro. Cualquier cosa que no tuviera relación con sobrevivir no era
importante.
Al pasar la medianoche era mi momento favorito. Tras varias horas de estrujar
mi cerebro, aburriéndome, irritándome y sintiendo como si mi cabeza fuera a
explotar, finalmente Kanin anunciaba que podía dejarlo el resto de la noche.
Después de eso, nos trasladábamos a la planta del área de recepción, la cual él
había despejado de escombros, sillas y muebles destrozados, y me enseñaba
algo diferente.
―Mantén la cabeza levantada ―dijo mientras yo arremetía contra él,
intentando darle en el pecho con mi espada. Al principio, me preocupaba un
poco luchar contra él con una espada real. Me impresionó lo rápido que podía
moverme, tanto que a veces la habitación se desenfocaba a mi alrededor, y la
espada apenas pesaba nada en mis manos. Pero Kanin dejó claro que él no
corría peligro, después de que la primera lección me dejara destrozada en mi
cama el resto de la noche, con moratones y dolores, estuviera el gen vampírico
sanando o no.
Echándose a un lado, Kanin me golpeó detrás de la cabeza con una vara, sin
delicadeza. Mi cráneo palpitaba de dolor, y arremetí contra él con un gruñido.
―Est{s muerta ―anunció Kanin, meneando la vara hacia mí. Descubrí mis
colmillos pero no le impresionó―. Deja de usar la espada como un hacha
―ordenó, mientras d{bamos vueltas en torno al otro de nuevo―. No eres un
leñador intentando derribar un árbol. Eres un bailarín, y la espada es una
prolongación de tu brazo. Muévete con la espada y mantén tus ojos en la parte
superior de tu enemigo, no sobre sus armas.
―No sé qué es un leñador ―le gruñí. Él me lanzó una mirada enojada y me
hizo señas para que atacara de nuevo.
115
Sujeté la empuñadura, relajando mis músculos. No luches con la espada, me había
dicho Kanin en incontables ocasiones. La espada ya sabe cómo cortar, cómo matar.
Si estás tensa, si sólo usas fuerza bruta, tus golpes serán lentos y extraños. Relájate y
muévete con la espada, no contra ella.
Esa vez, cuando ataqué, dejé que la espada me guiara, lanzándome hacia
delante en un borrón plateado. Kanin se echó a un lado, golpeando mi cabeza
con la vara de nuevo, pero yo medio giré, atrapando el palo con mi arma,
golpeándolo a un lado. Empujando hacia delante, dejé que la espada se
deslizara hacia el cuello de Kanin, y él inmediatamente cayó hacia atrás para
evitar que le cortara la garganta.
Me quedé paralizada mientras él rodó hasta ponerse de pie, pareciendo medio
sorprendido. Parpadeé hacia él, simplemente tan impactada como él. Todo
había pasado tan rápido; ni siquiera había tenido tiempo para pensar en mis
acciones antes de que las hubiera hecho.
―¡Bien! ―Kanin asintió en aprobación―. Ya puedes sentir la diferencia,
¿verdad? Deja que tus golpes sean suaves y fluyan, no tienes que cortar algo
para matarlo.
Asentí, mirando mi espada y sintiendo, por primera vez, que habíamos
trabajado juntas, que simplemente no estaba blandiendo un trozo de metal al
azar por la habitación.
Kanin arrojó la vara en una esquina.
―Y, con esa lección, deberíamos dejarlo por esta noche ―anunció, y yo fruncí
el ceño.
―¿Ya? Sólo estaba empezando a entender el truco, y aún es temprano. ¿Por qué
parar? ―Sonreí burlonamente y blandí la espada, lanz{ndole un desafío con el
brillante metal―. ¿Tienes miedo de que me esté volviendo demasiado buena?
¿Finalmente el aprendiz está sobrepasando al maestro?
Él alzó una ceja, pero aparte de eso, su expresión permaneció igual. Me
preguntaba si alguna vez había reído, reído de verdad, en toda su no-vida.
―No. ―continuó él, indic{ndome que saliera de la habitación―. Esta noche
vamos a cazar.
116
Deslicé la katana en su funda sobre mi espalda y me apresuré tras él,
entusiasmo e intranquilidad luchando en mi interior. Desde el encuentro con
los vampiros, hace unas tres semanas, no habíamos dejado los terrenos del
hospital. Era demasiado peligroso vagar por los túneles, demasiado arriesgado
aventurarse hacia la superficie, donde cualquiera podría vernos. Me había
alimentado hacía unas dos semanas, cuando Kanin me había dado un termo
medio lleno con sangre refrigerada al despertarme. No mencionó dónde la
había conseguido, pero la sangre sabía un poco espesa y mugrienta y de alguna
forma apestaba a hombre topo.
Estaba impaciente por dejar el hospital, con sus húmedas y frías habitaciones y
sus claustrofóbicos pasillos. Me inquietaba más con cada noche que pasaba. El
pensamiento de cazar hizo que me entusiasmara, pero también me asustaba
volverme de nuevo esa gruñona y hambrienta criatura de la noche de los Blood
Angels. Tenía miedo de no ser capaz de controlarme, y terminar matando a
alguien.
Y, en el fondo, a una parte de mí no le importaba. Eso era lo más terrorífico de
todo.
Subimos por el conducto del ascensor y nos movimos con rapidez por los
barrios, cautelosos y recelosos de vampiros errantes o guardias. En varias
ocasiones, Kanin dejaba las calles y nos llevaba por un callejón o un edificio
abandonado, ocultándose en una esquina oscura. Un trío de guardias nos pasó
en una ocasión, tan cerca que pude ver las marcas de viruela en la mejilla de
uno de ellos. Si hubieran girado la cabeza y apuntado la linterna hacia el
callejón, nos habrían visto. En otra, una mascota rodeada por dos soldados bien
armados se detuvieron y miraron fijamente hacia la entrada en la que nos
habíamos escondido unos segundos antes. Pude ver cómo estrechaba sus ojos,
intentando atravesar la oscuridad, intentando escuchar cualquier sonido de
movimiento. Pero, descubrí que una de las cosas de ser vampiro era que podías
quedarte perfectamente quieto y permanecer de esa forma tanto como
necesitaras. Kanin me hizo practicar incluso este pequeño talento allá en el
hospital. Permanecí en una esquina durante horas, sin moverme, ni respirar en
ningún momento, sin tener que moverme o toser o parpadear. Incluso cuando
él empezó a lanzarme su daga, clavándola en la pared a pocos centímetros de
mi cabeza, no debía mover ni una pestaña.
117
Tras un par de paradas cercanas, Kanin me guió hacia el tejado de un edificio,
por encima de la alambrada que separaba los distritos, y hacia un barrio
familiar. Reconocía esas calles, la forma de los edificios derrumbados sobre las
aceras. Vi la Tienda Comercial del viejo Hurley, el descuidado parque plagado
de malas hierbas con su patio de recreo oxidado y afilado al que nadie se acerca,
el estacionamiento cerca de los almacenes donde habían ahorcado a los tres No
Registrados lo cual parecía haber sucedido hace años. Y sabía que si tomábamos
ese atajo por el callejón y escalábamos la alambrada oxidada, nos
encontraríamos en el borde de un agrietado y desierto estacionamiento con una
escuela vacía y abandonada en la distancia.
Era el Sector Cuatro. Estaba en casa.
No se lo mencioné a Kanin. Si él sabía dónde estábamos, podría hacer que nos
fuéramos, y yo quería ver una vez más mi viejo barrio, en caso de que tuviera
que volver. Así que lo seguí en silencio a través de las familiares calles, pasando
los familiares edificios y puntos de referencia, sintiendo como la escuela se
alejaba más y más. Me pregunté si mi habitación seguiría intacta, si alguna de
mis viejas posesiones permanecerían aún allí. Me vino a la mente el libro de mi
madre; ¿seguiría todavía a salvo escondido en su caja? ¿O habría sido
reclamado por otro en la escuela, y todas mis cosas habrían sido robadas o
comerciadas?
Finalmente Kanin me guió hacia un almacén aparentemente vacío a las afueras
del barrio, un antiguo edificio de ladrillo con ventanas rotas y un tejado que se
había caído parcialmente. Conocía ese lugar; era de la banda de Kyle, los rivales
de mi antigua pandilla. Competíamos por comida, refugio y territorio, pero de
una forma amigable en su mayor parte, de un grupo de carroñeros a otro. Había
una tregua tácita entre los No Registrados; la vida era lo suficientemente dura
sin violencia, luchas y derramamiento de sangre. En las calles, nos
reconocíamos unos a otros con un asentamiento de cabeza o una palabra rápida,
y ocasionalmente nos advertíamos sobre guardias de rastreo y patrullas, pero
sobre todo dejábamos a los otros grupos en paz.
―¿Por qué estamos aquí? ―le pregunté a Kanin mientras nos desliz{bamos
sigilosamente por los muros derribados, pisando entre cristales, clavos y otras
118
cosas que podrían tintinear y delatarnos―. ¿Por qué no nos dirigimos hacia el
territorio de los Blood Angel o los Red Skull y hacemos salir5a otra banda?
―Porque ―dijo Kanin sin mirar atr{s―, las noticias se extienden por las calles.
Puesto que dejamos a esos hombres vivos, otras bandas estarán al acecho de
una chica joven y un varón solitario que resultan ser vampiros. Estarán
recelosos, pero más importante aún, los guardias del Príncipe estarán
observando los territorios de bandas muy de cerca ahora. Siempre hay
consecuencias por tus acciones. Adem{s< ―hizo una pausa y se giró hacia mí,
estrechando sus ojos―< ¿cómo sabías dónde estamos? ―Un momento de
silencio, y él asintió―. Has estado aquí anteriormente, ¿no es así?
Maldición. El vampiro era demasiado perceptivo.
―Este era mi sector ―confesé, Kanin frunció el ceño―. Vivía no muy lejos de
aquí, en la vieja escuela.
Con mis amigos, añadí mentalmente. Lucas, Rat y Stick, se han ido, todos
muertos. Se me hizo un nudo en la garganta. No había pensado mucho en ellos
hasta ahora, forzándome a enterrar el dolor, la culpa que todavía me atenazaba.
¿Qué habría pasado si nunca hubiera encontrado ese sótano con comida, si
nunca hubiera insistido en que fuéramos por ella? ¿Estarían con vida aún?
¿Estaría yo viva aún?
―Detente ―dijo Kanin, y parpadeé hacia él. Su cara y expresión eran frías―.
Esa parte de tu vida se ha ido ―continuó―. Déjalo atr{s. No me hagas lamentar
haberte dado esta nueva vida, cuando lo único que haces es aferrarte a la
antigua.
Lo miré furiosa.
―No estaba aferr{ndome ―espeté, enfrentando su mirada de acero―. Estaba
recordando. Es lo que la gente hace cuando se acuerdan del pasado.
―Te aferrabas ―insistió Kanin, y su voz cayó varios grados―. Estabas
pensando en tu antigua vida, tus antiguos amigos, y preguntándote qué podrías
haber hecho para salvarlos. Esa clase de recuerdos es inútil. No había nada que
pudieras haber hecho.
5 Take out: hacer o invitar a salir, también puede significar comida para llevar.
119
―Lo había ―susurré, y mi garganta se cerró inesperadamente. Tragué saliva
con fuerza, utilizando el enfado para ocultar la otra emoción, la que me hacía
querer llorar―. Yo los guié allí. Les hablé del sótano. Est{n muertos por mi
culpa.
Mis ojos escocieron, lo cual fue una sorpresa total. Pensaba que los vampiros no
podían llorar. Furiosa, me froté los ojos con fuerza, y mis dedos se mancharon
de rojo. Lloraba sangre. Genial.
―Venga, vamos ―le gruñí a Kanin, sintiendo cómo salían mis colmillos―.
Dime que soy estúpida. Dime que todavía “me aferro al pasado”, porque cada
vez que cierro los ojos, puedo ver sus caras. Dime porqué aún estoy con vida, y
ellos están muertos.
Más lágrimas amenazaron en las esquinas de mis ojos, sangrientas y cálidas.
Susurré una maldición y me giré, clavándome las uñas en las palmas de las
manos, queriendo que retrocedieran. No había llorado en años, no desde el día
en que mi madre murió. Mi visión se tiñó de rojo, y parpadeé, fuerte. Cuando
abrí los ojos de nuevo, mi vista era clara, aunque mi pecho aún se sentía como si
lo hubieran estrujado en un torno.
Kanin guardaba silencio, observándome mientras me recomponía, una estatua
inerte con ojos totalmente vacíos. Sólo cuando lo miré de nuevo él se movió.
―¿Has terminado? ―Su voz era plana, sus ojos intensamente negros.
Asentí rígidamente.
―Bien. Porque la próxima vez que tengas un berrinche como ese, me iré. No es
culpa de nadie que tus amigos estén muertos. Y si sigues aferrándote a esa
culpabilidad, te destrozará, y mi trabajo aquí será en vano. ¿Entiendes?
―Perfectamente ―contesté, igualando mi tono con el suyo. Él ignoró mi
frialdad y asintió hacia el edificio, señalando hacia una ventana rota―. Un
grupo de No Registrados vive aquí, aunque sospecho que ya lo sabías
―continuó―. A tu pregunta anterior, escojo este punto porque los No
Registrados están fuera del sistema y nadie notará si uno o dos desaparecen.
Cierto, pensé, siguiéndolo entre la hierba. Nunca se nos echa de menos, porque no
existimos. A nadie le importa si desaparecemos, o llora por nosotros cuando morimos.
120
Nos deslizamos por una de las tantas ventanas rotas, desapareciendo en la
oscuridad de la habitación. Habían apilados escombros por todos lados en
largos montones, creando un pequeño valle de espacio abierto en el centro del
edificio.
Un fuego titilaba en un hoyo, y volutas de humo grasiento se alzaban de
madera y plástico ardiendo, asentándose por la habitación. Había más de lo que
había esperado. Cajas de cartón, tiendas de campaña de tela y cobertizos habían
sido construidos a la ligera y estaban esparcidos entre el fuego como un
poblado en miniatura. Podía ver formas oscuras acurrucadas dentro, ignorantes
de los depredadores que los observaban dormir a pocos metros de distancia.
Podía oler sus respiraciones y la cálida sangre palpitando bajo sus pieles.
Gruñí y me moví hacia delante, pero Kanin me agarró del brazo a modo de
advertencia.
―En silencio ―dijo él, un susurro en la oscuridad―. No todas las
alimentaciones tienen que ser violentas y sangrientas. Si tienes cuidado, puedes
alimentarte de una víctima dormida sin despertarla. Los antiguos Maestros
usaban mucho esta técnica, que fue la causa de que las ristras de ajo alrededor
de la cama y en los alféizares fueran tan populares en ciertas regiones, aunque
inútiles en sí. Pero debes ser cuidadosa, y muy paciente, si la víctima se
despierta antes de que la muerdas, la cosa se puede poner fea.
―¿Antes de que la muerda? ¿No se despertar{ cuando sienta< no sé< un par
de largos dientes en su cuello?
―No. La mordida de un vampiro tiene un efecto tranquilizante en los humanos
cuando están dormidos. Como mucho, ellos lo recordarán como un sueño
intenso.
―¿Cómo funciona eso?
―Simplemente lo hace. ―Kanin sonaba exasperado de nuevo―. Entonces, ¿vas
a hacerlo o deberíamos ir a otro lugar?
―No. ―murmuré, clavando la mirada en el campamento―. Creo que puedo
hacerlo.
Kanin liberó mi brazo pero entonces presionó un paquete pequeño en mis
manos, envuelto en papel grasiento.
121
―Cuando termines, deja esto donde tu presa lo encuentre.
Frunciendo el ceño, levanté una esquina del papel, y dentro encontré un par de
zapatos, bastante nuevos y robustos.
―¿Qué es esto?
―Un intercambio ―respondió Kanin y se dio la vuelta mientras yo seguía
mir{ndolo fijamente―. Por el daño que nuestras acciones le provocar{n esta
noche.
Yo parpadeé.
―¿Por qué molestarse? Ni siquiera sabr{n que hemos estado aquí.
―Yo lo sabré.
―Pero<
―No lo cuestiones, Allison ―dijo Kanin, sonando cansado―. Sólo hazlo.
―De acuerdo. ―Me encogí de hombros―. Si tú lo dices. ―Metiendo el paquete
bajo un brazo, me dirigí hacia mi presa durmiente.
Estaba quizás a mitad de camino del grupo de cobertizos, el olor a sangre,
sudor y suciedad humana volviéndose más fuerte cada vez que inspiraba,
cuando capté movimiento al otro lado de la habitación. Me escondí detrás de
una viga de metal oxidada mientras dos figuras harapientas caminaban hacia el
campamento, murmurando de acá para allá. Con un sobresalto, reconocí a uno
de los chicos, Kyle, el líder de nuestra banda rival. Fragmentos de sus
conversación llegaron hasta mí entre la pila de escombros, charla de comida,
patrullas y de cómo iban a tener que recolectar pronto en otros territorios. Me
embargó una extraña sensación de déjà vu, escuchando partes de mi vieja vida
revividas ante mí.
Cuando alcanzaron el campamento, sin embargo, uno de ellos dio un grito y se
lanzó hacia delante, alcanzando una caja y sacando algo por el tobillo. La figura
sacada a tirones de su refugio dio un débil chillido y trató de arrastrarse de
nuevo dentro de la caja, pero los otros dos lo sacaron.
―¡Tú otra vez! ¡Maldita sea, niño! ¡Te dije que esta es mi caja! ¡Búscate una
propia!
122
―Mira eso ―dijo el otro chico, echando un vistazo dentro de la caja, frunciendo
el ceño―. También ha metido las narices en tu bolsa de comida, Kyle.
―Hijo de puta. ―Kyle se alzó amenazadoramente sobre el niño encogido de
miedo, todavía tumbado a sus pies, y le dio una violenta patada en las
costillas―. ¡Pequeña mierda miserable! ―Otro golpe, y el asustado niño gritó,
encogiéndose en posición fetal―. Te lo juro, comete otra estupidez como esta, y
no te echaré fuera, te mataré. ¿Has entendido? ―Una última patada
contundente, provocando otro grito de dolor, y el chico más alto lo echó a un
lado con su pie―. Arr{strate lejos y muérete de una vez ―refunfuñó y se
escondió en su refugio, cerrando la cortina.
Tras el altercado, el resto del campamento estaba agitado, las caras ojeaban
fuera de sus refugios con ojos legañosos y ceños fruncidos por la confusión. Yo
permanecí inmóvil tras la viga, pero después de juzgar lo que había pasado, el
resto del campamento perdió el interés y desapareció de nuevo en sus
respectivos hogares. Escuché murmullos de fastidio y quejas, la mayoría de
ellas dirigidas al niño tendido en el suelo, pero ninguno fue a ayudarlo. Sacudí
la cabeza, se compadecían del niño pero ninguno culpaba a los otros por
enfadarse. En una banda como esta, hacías tu parte del trabajo y contribuías al
resto de la comunidad o eras considerado un lastre. Robar, colarse a hurtadillas
y usar las cosas de los demás era la forma más rápida de conseguir una paliza o
algo peor, ser rechazado y exiliado de la banda. Yo había sido una solitaria en
mi antigua banda, pero siempre aporté mi parte. Y nunca robé a los demás.
Entonces el chico se puso en pie, sacudiéndose la ropa, y casi me caigo de la
conmoción.
―Stick ―susurré, incapaz de creer lo que veían mis ojos. Él parpadeó, mirando
alrededor del campamento, lloriqueando, y parpadeé fuerte para asegurarme
de que realmente era él. Lo era. Delgado, andrajoso y sucio, pero vivo―. Saliste.
Lograste volver, después de todo.
Empecé a dirigirme hacia él, inconscientemente, pero algo agarró mi brazo
fuertemente como un torno y tiró de mí hacia atrás, hacia las sombras.
―¡Ow! Maldita sea, Kanin ―susurré con un gruñido―. ¿Qué est{s haciendo?
¡Déjame ir! ―Intenté liberarme, pero él era demasiado fuerte.
―Nos vamos ―dijo con voz helada, sin dejar de tirar de mí―. Ahora. Vamos.
123
Plantar mis pies no funcionó. Tampoco sacudir mi brazo hacia atrás; sus dedos
simplemente tensaron dolorosamente su agarre sobre mi brazo. Con un siseo,
me rendí y dejé que me arrastrara fuera de la habitación y a través de otra
ventana. Tan sólo cuando estuvimos a varios metros del almacén se detuvo y
me soltó.
―¿Qué te pasa? ―le espeté, mordiendo las palabras a través de mis colmillos,
que habían surgido de nuevo―. Estoy empezando a cansarme de ser
arrastrada, cortada, golpeada, tirada y recibir órdenes siempre que te dé la
gana. No soy una maldita mascota.
―Conoces a ese niño, ¿verdad?
Torcí un labio desafiantemente.
―¿Qué pasa si lo hago?
―Ibas a mostrarte a él, ¿no?
Debería estar asustada, sobre todo cuando sus ojos se volvieron completamente
oscuros y vidriosos de nuevo, pero en ese momento estaba molesta.
―Él era mi amigo―escupí, mir{ndolo furiosa―. Sé que es imposible que tú lo
entiendas, ya que no tienes ninguno, pero lo conocí muchos años antes de que
tú aparecieras.
―¿Y qué ―preguntó Kanin con voz súper gélida―, pretendías hacer una vez te
hubiera visto él? ¿Volver a tu vieja banda? ¿Unirte a esta nueva? ¿Un vampiro
entre ovejas? ¿Cuánto crees que durarías sin matarlos a todos?
―¡Sólo quería hablar con él, maldita sea! ¡Ver si est{ bien sin mí! ―El enfado
estaba desvaneciéndose ya, y me derrumbé contra la pared―. Le dejé solo
―mascullé, cruzando mis brazos y apartando la mirada―. Lo abandoné, y él
nunca ha sido bueno cuidando de sí mismo. Sólo quería ver si estaba bien.
―Allison. ―La voz de Kanin seguía siendo dura, pero al menos había perdido
su filo helado―. Es por esto que te dije que te olvidaras de tu vida humana. Esa
gente que conociste antes de convertirte, continuará viviendo, sobreviviendo,
sin ti. Ahora eres un monstruo para ellos, y nunca te acogerán de nuevo, nunca
te aceptarán por lo que fuiste. Y con el tiempo, ya sea por edad, hambre,
enfermedad o sus compañeros, todos morirán. Y tú continuarás viviendo,
asumiendo que no decidas ver el sol o que otro vampiro te corte la cabeza.
124
Me miró fijamente, su rostro suavizándose sólo un toque, casi con lástima.
―La inmortalidad es un camino solitario ―murmuró ―y tan sólo empeorar{ si
no te liberas de tus ataduras con tu vida anterior. Para ese chico, ahora eres el
enemigo, el monstruo invisible que acecha sus pesadillas. Eres la criatura a la
que más teme. Y nada de tu vida anterior, ni la amistad, ni la lealtad o el amor,
cambiará eso nunca.
Te equivocas, quise decirle. Había cuidado de Stick casi la mitad de mi vida. Él
era lo más cercano que tenía a una familia ahora que todos los demás estaban
muertos. Pero sabía que discutir con Kanin era inútil, así que me encogí de
hombros y me di la vuelta.
Kanin no estaba satisfecho.
―No vayas tras ese chico, Allison ―advirtió―. No importa lo que creas que
has dejado atrás. Olvídate de él y de tu antigua vida. ¿Comprendes?
―Sí ―gruñí―. Te he oído.
Me miró fijamente.
―Vamos ―dijo al final, apart{ndose―. Tendremos que encontrar otro lugar
para alimentarnos esta noche.
Dirigí una última mirada al almacén y me di la vuelta. Pero antes de seguir a
Kanin, desenvolví los zapatos y los puse sobre el suelo a plena vista, esperando
que Stick tropezara con ellos a la mañana siguiente. Dejamos el Sector Cuatro,
deambulando de nuevo en territorio de bandas y finalmente fuimos atacados
por dos Red Skulls que al parecer no habían escuchado la noticia de vampiros
traicioneros. Entonces pasaron a tener una pésima noche. Regresamos al
hospital con los estómagos llenos, sin embargo Kanin y yo no nos dirigimos la
palabra el resto de la noche. Don Vampiro Pensativo desapareció en su oficina,
y yo deambulé de nuevo hasta el área de recepción para blandir mi katana
contra enemigos imaginarios con la cara de Kanin.
Al menos no me preguntó por los zapatos. Y yo no le comenté nada.
125
A lo largo de las siguientes noches, todo fue normal. Continué con mis
lecciones, sufriendo matemáticas, inglés y la historia de los vampiros antes de
pasar a entrenar. Como había mejorado con mi katana, Kanin me dio varios
patrones sobre los que trabajar y me dejó sola para que practicara. Nunca me
decía dónde iba, pero sospechaba que había revisado todo lo de esta planta y se
había pasado a la última planta del edificio, tras una gran puerta roja al fondo
del hueco de unas escaleras. Aquella marcada con una borrosa señal que decía:
¡Peligro! Sólo Trabajadores. Tropecé con ella una noche que deambulaba por el
hospital en un poco común momento de tiempo libre. Pero lo dejé en paz
cuando Kanin me gritó que regresara.
Tenía curiosidad, por supuesto. Quería saber qué había al otro lado de esa
puerta, aquello que Kanin buscaba tan ansiosamente. La única vez que lo seguí
escaleras abajo, la puerta de metal se cerró, y no quise arriesgarme a entrar y
que me descubriera. Desde aquella noche en el Sector Cuatro, ha habido un
muro entre nosotros. Kanin nunca ha dicho nada al respecto y tampoco se ha
desviado de su camino para controlarme, pero ahora éramos fríos el uno con el
otro y no hablábamos mucho aparte del entrenamiento. Probablemente no le
importe si me aventuro en la última planta, pero quería estar escondida durante
unos días, dejar que las cosas se suavizaran.
No quería darle ninguna razón para sospechar que yo estuviera planeando
hacer algo estúpido.
126
C A P Í T U L O 8
Traducido por mariajoazo
Corregido por Lover Killer
Una noche me desperté, sola como de costumbre, y me dirigí por el pasillo a la
oficina de Kanin, sólo para encontrar que se había ido. Una nota colocada en
medio del escritorio con clara, caligrafía enmarañada:
Baja al sótano. Practica los patrones 1-6 por ti misma. Has aprendido todo lo que puedo
enseñarte sobre la sociedad vampírica, K.
Un extraño aleteo atravesó mi estómago. Esto era todo. Kanin se había ido, y
esta noche podía hacer lo que quisiera. No tendría una oportunidad mejor.
Dejé la oficina y fui al área de recepción con mi katana, como la nota me pedía
que hiciera. Pero no me detuve allí. Sin pararme a pensar, me apresuré al hueco
del ascensor, agarré los cables y trepé hacia arriba tan rápido como podía.
En la superficie, el sol se acababa de poner sobre el horizonte irregular, y el cielo
era azul oscuro, con nubes de color rojo sangre. Hacía mucho tiempo desde que
había visto algo más que oscuridad y noche, y por un breve momento miré los
toques de color a través del cielo, maravillada por la rapidez con la que había
olvidado cómo era una puesta de sol.
¿Así que te vas a quedar ahí mirando boquiabierta unas bonitas nubes como una idiota
hasta que Kanin te encuentre fuera? Con una molesta bofetada mental, aparté la
mirada del horizonte y me apresuré fuera del hospital, sin atreverme a mirar
atrás.
Sentí una extraña emoción, deslizándome entre las sombras y callejones por mi
cuenta, la misma sensación que había tenido al explorar detrás del muro:
emocionada y aterrorizada al mismo tiempo. No se suponía que estuviera aquí
fuera. No tenía ninguna duda de que Kanin se iba a enojar, pero era demasiado
tarde para preocuparse por eso ahora. Había estado planeando este momento
desde hace días, y necesitaba descubrir algunas cosas por mí misma. Además,
no podía mantenerme en el viejo hospital para siempre, como una especie de
127
guardia de prisión. Antes de conocernos, iba a donde quería, cuando quería, y
nadie podía detenerme. No iba a comenzar a someterme ahora, sólo porque un
vampiro malhumorado y evasivo me dijera que tenía que olvidar.
Me deslicé a través de los sectores, recordando los caminos que Kanin había
usado, pero también mi propio conocimiento de cuando era una Fringer. Era
mucho más fácil, ahora que estaba muerta, moverme como un fantasma en la
oscuridad, ser capaz de saltar sobre el tejado de un edificio de dos plantas para
evitar a los guardias, quedarme quieta y ser parte de las piedras y las sombras.
Sin ser vista ni oída, me arrastré por las calles, rodeé edificios, hasta alcanzar
una familiar valla de alambre. Deslizándome bajo los alambres, crucé el terreno
baldío de forma rápida y caminé por los pasillos en sombras de mi antiguo
hogar.
Parecía mucho más vacío que antes, silencioso y desierto. Encontré mi viejo
casillero, lo abrí con un chirrido y miré dentro. Vacío, como me temía. Los
carroñeros ya habían encontrado este sitio.
Sin mucho entusiasmo, me dirigí a mi vieja habitación, sabiendo que
probablemente la encontraría limpia. Nunca les llevó mucho tiempo a los
carroñeros moverse; sólo esperaba que quizás hubieran dejado sólo una caja
concreta, al no tener uso para algo que pudiera matarlos.
Giré el pomo, abrí la puerta y entré, sin darme cuenta hasta que era demasiado
tarde de que había ya alguien allí.
Un cuerpo levantó la vista desde la esquina donde se agazapaba, apoyado en la
pared. Comencé a ir automáticamente por mi espada, pensando por un
momento aterrador que era Kanin. No lo era, pero era otro vampiro, uno flaco
hasta los huesos con piel blanca y una cabeza tan calva como un huevo. Sonrió,
mostrando los perfectos dientes, y la luz de la luna brilló a través de las
ventanas rotas cruzando sus rasgos pálidos y la vívida red de cicatrices que
atravesaban su cara.
―Buenas noches, pajarito.―Su voz era suave, rasposa y de alguna forma muy,
muy equivocada, me hizo temblar―. ¿Fuera para un vuelo de medianoche, en
alas de la sangre y el dolor? Al igual que hojas de afeitar a través de la luna,
cortan la noche y hacen al cielo sangrar rojo.
Se rió entre dientes, enviando escalofríos por mi espalda. Me aparté y el
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desconocido ladeó la cabeza hacia mí.
―Oh, no te preocupes por mí, amor. Me pongo poético a veces. La luz de la
luna me hace eso.
Se sacudió, como si sacudiera la locura de él, y se puso en pie.
Percibí el libro en sus largas y huesudas manos, entonces, di unos pasos hacia
él.
―¡Hey! ¿Qué haces con eso? Son míos.
―¿Lo son?―El vampiro se movió, viniendo desde la pared. Me tensé, pero él
sólo cruzó la habitación para colocar el libro con cuidado en un estante―.
Entonces tal vez deberías haber cuidado mejor de ellos, amor ―susurró,
mirándome con ojos negros sin alma―. Las ratas aquí los utilizaban para
mantener su flaca piel caliente.
Asintió hacia la esquina. Miré y vi un par de cuerpos humanos tendidos en mi
viejo colchón, de aspecto roto y harapiento, los carroñeros que se habían
mudado allí. Por su quietud antinatural y el olor de sangre vieja, estaban
obviamente muertos. Miré de más cerca y vi que habían perdido las gargantas,
la piel de alrededor oscura y manchada, como si hubieran sido arrancadas. El
horror se apoderó de mí y casi huyo de la habitación, lejos del vampiro que era
un verdadero monstruo.
Pero había un punto en el suelo de cemento al lado del colchón que estaba
ennegrecido y chamuscado, y tenía que saber qué era. Mientras estudiaba los
restos de páginas de libros esparcidos entre las cenizas, mi corazón dio un
vuelco. Todo ese tiempo, todo ese trabajo y al final mi colección había sido
quemada para mantener a dos desconocidos calientes.
El extraño vampiro se rió entre dientes.
―No necesitar{n palabras ahora ―reflexionó―. Ni para leer, ni para quemar,
ni para mordisquear. Siempre mordisqueando, las ratas. Arrastrándose en
lugares oscuros para entrar en calor, difundiendo su inmundicia. No hay más
palabras para ellos. No hay más nada.
Se rió de nuevo, el sonido vacío poniendo mi piel de gallina.
Resistí la tentación de sacar mi arma. No estaba haciendo movimientos
129
amenazantes, pero sentía como si estuviera cerca de una venenosa serpiente
enroscada.
―¿Quién eres? ―pregunté, y su mirada vacía se giró hacia mí―. ¿Qué est{s
haciendo en Nueva Covington?
―Sólo busco algo, pajarito. ―Otra de sus misteriosas sonrisas, y esta vez
mostró sus colmillos, sólo las puntas―. Y si quieres mi nombre, tendr{s que
darme el tuyo. Es de buena educación, y estamos en una sociedad educada,
después de todo.
Dudé. Por alguna razón, no quería que este espeluznante chupador de sangre
supiera mi nombre. No es que me preocupara que informara al Príncipe que, de
acuerdo con Kanin, no sabía instantáneamente el nombre de cada vampiro en
toda la ciudad, especialmente la gentuza Tipo-3. El Príncipe se preocupaba sólo
sobre aquellos de su círculo inmediato; los vampiros comunes estaban por
debajo de sus notificaciones.
Pero no quería que este vampiro me conociera, porque sabía, de algún modo,
que me recordaría, y eso me parecía una muy mala idea.
―¿No? ―Sonrió el vampiro ante mi silencio, no sorprendido―. ¿No vas a
decírmelo? Imagino que no puedo culparte, soy un extraño y todo eso. Pero me
perdonarás si no revelo mi identidad, entonces. No se puede ser demasiado
cuidadoso estos días.
―Quiero que te vayas ―dije, fingiendo una valentía que realmente no sentía―.
Este es mi sector, mi territorio de caza. Te quiero fuera. Ahora.
Mi dirigió una larga y extraña mirada, como si me midiera. Estaba
completamente inmóvil, pero podía sentir esos tendones bombeando bajo su
pálida piel, preparados para soltarse. Y de repente, me sentí aterrada por este
extraño. Este delgado e inmóvil vampiro cuyos ojos eran tan negros y sin alma
como los de Kanin. Mis manos temblaron y crucé los brazos para ocultarlas,
notando que el extraño vería los más pequeños detalles. Sabía que estaba en
presencia de un asesino.
Finalmente, sonrió.
―Por supuesto ―dijo, asintiendo mientras se alejaba, y mis rodillas casi se
doblaron de alivio―. Lo siento mucho, amor. No quise entrometerme. Me iré
130
ahora.
Se hizo a un lado, dirigiéndose hacia la puerta, pero se detuvo, echándome una
mirada pensativa.
―Pajarito, tu canción es tan diferente de la suya ―canturreó, para mi total
confusión―. No me decepciones.
No dije nada. Sólo sostuve su mirada, esperando a que se fuera. El vampiro me
dio una última y terrible sonrisa, entonces se giró y desapareció por la puerta.
Escuché para oír sus pasos alejándose, pero no oí nada.
El mundo parecía respirar otra vez. Esperé varios minutos, sin moverme,
queriendo que el aterrador vampiro se fuera tan lejos como pudiera, hasta que
finalmente fui a la caja abierta contra la pared y miré dentro.
Dos libros. Eso era todo lo que quedaba. Dos libros tras toda una vida de
esfuerzo y ninguno era el que importaba. Me dejé caer de rodillas, sintiendo
que mi garganta se cerraba, mi estómago retorciéndose. Durante un momento,
deseé que los dos ávidos carroñeros estuvieses todavía vivos para poder
hacerles daño, hacerles sentir el mismo dolor, no me quedaba nada ahora, nada
que me recordara mi pasado. El libro de mi madre, la única cosa que tenía para
recordarla, se había perdido para siempre.
No lloré. Aturdida, me puse de pie y me di la vuelta, ahogando la ira y la
desesperación, dejando que la fría indiferencia se asentara en mí. La pérdida no
era nada nuevo. Esos dos extraños sólo habían hecho lo que cualquiera haría
para sobrevivir. Nada dura en este mundo, era sálvese quien pueda. Allie el
Fringer sabía eso; Allison la vampiresa sólo necesitaba recordarlo.
Dejé la escuela sin mirar atrás. No había nada para mí allí y ya lo estaba
retirando de mi mente, empujándolo hacia la parte más profunda donde
mantenía los recuerdos en los que no quería pensar. No te detienes en lo que
has perdido, simplemente sigues adelante. La noche se desvanecía y tenía algo
más que hacer, una pieza más de mi pasado que comprobar, antes de que Kanin
descubriera que me había ido.
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Caminé al viejo almacén con un sentimiento creciente de urgencia. Me deslicé
dentro del edificio, recorrí la habitación y las cajas en el centro de las pilas de
escombros, buscando una cara familiar. Parecía que la mayoría de la pandilla ya
había vuelto, había sobre media docena de jóvenes agrupados en torno al fuego,
hablando y riendo. Miré de cerca a cada uno, pero Stick no se encontraba entre
ellos.
Y entonces lo vi, acurrucado a un lado, su delgada figura enroscada sobre sí
mismo. Estaba temblando, encorvado y triste, y sentí una llamarada de ira y
disgusto. Ira por este pueblo que le rehuía, que no estaba cuidando de los
suyos, que le dejaría morir lentamente de hambre y frío justo delante de ellos.
Pero también sentí un repentino desprecio hacia Stick, que todavía no había
aprendido a cuidar de sí mismo, que seguía confiando en otros para salvarle,
cuando era evidente que no les importaba.
En silencio, me encaminé a través de los escombros, manteniéndome en las
sombras, hasta que Stick estuvo a sólo unos metros. Parecía incluso más
delgado que de costumbre, casi un esqueleto de niño con la piel chupada, el
cabello grasiento y los ojos apagados, muertos.
―Stick ―susurré, echando una r{pida mirada hacia el grupo cercano al fuego.
Todos me daban la espalda, o a Stick más probablemente, y no se fijaron en
nosotros ―. ¡Stick! ¡Aquí! ¡Mira hacia aquí!
Él se estremeció y levantó la cabeza. Durante unos pocos segundos pareció
confundido, mirando alrededor con ojos empañados, mirando más allá de mi
escondite. Pero entonces le saludé, y sus ojos casi se salen de su cabeza.
―¿Allie?
―¡Shhh! ―siseé, volviendo a las sombras cuando algunos de los miembros del
grupo medio giraron sus cabezas, frunciendo el ceño.
Le hice gestos para que me siguiera, pero se quedó sentado, mirándome como si
fuera un fantasma.
De algún modo, supongo que lo era.
―Est{s viva ―susurró, pero su voz carecía de la emoción, del alivio que yo
esperaba. Sonaba aburrido, casi acusador, aunque tenía una expresión
132
confusa―. No deberías estar viva. Los Rabiosos... yo oí< ―Se estremeció
violentamente, enrosc{ndose en sí mismo―. No volviste ―dijo, y ahora había
definitivamente una nota de acusación en su voz―. No volviste por mí. Pensé
que estabas muerta y me dejaste solo.
―No tuve elección ―dije con los dientes apretados―. Créeme, habría venido
antes si pudiera, pero no sabía que estabas vivo tampoco. Creí que los Rabiosos
te habían cogido, como a Rat y Lucas.
Sacudió la cabeza.
―Regresé a casa y te esperé, pero nunca viniste, me quedé allí, solo, durante
días. ¿Dónde estabas? ¿Dónde has estado todo este tiempo?
Sonaba como un niño meditabundo y mi frustración aumentó.
―Cerca de un viejo hospital en el Sector Dos ―espeté―. Pero eso no importa
ahora. Vine a ver si estabas bien, si te estás cuidando.
―¿Y a ti que te importa? ―murmuró Stick, jugueteando con su manga
deshilachada. Con ojos acuosos miró mi abrigo y se volvieron oscuros―. Nunca
te ha importado lo que me pasara. Siempre querías que me fuera. Tú y todos los
demás. Eso es por lo que nunca volviste.
Me tragué un gruñido por poco.
―Estoy aquí ahora, ¿no?
―Pero no te vas a quedar, ¿verdad? ―Stick me miró con los ojos entornados―.
Te vas a ir otra vez, dejándome solo con esta gente. Me odian. Igual que Rat y
Lucas lo hacían. Tú me odiabas también.
―No lo hacía, pero te aseguro que me est{s obligando a hacerlo ―gruñí. Esto
era una locura. Nunca había visto a Stick así y no tenía ni idea de dónde venía
esta cólera malhumorada―. Dios, Stick, deja de ser un bebé. Puedes cuidar de ti
mismo. No me necesitas alrededor para vigilarte, siempre te lo he dicho.
―Entonces... no te quedas. ―La voz de Stick tembló y su ira se convirtió en
verdadero p{nico―. Allie, por favor. ¡Lo siento! Es sólo que tuve miedo cuando
no volviste.
Se puso delante, rogando, yo lancé una mirada nerviosa al grupo alrededor del
fuego.
133
―Por favor, no te vayas ―rogó Stick―. Quédate con nosotros. Este lugar no es
tan malo, en realidad. A Kyle no le importará una persona más, especialmente
alguien como tú.
―Stick.―Le hice callar con un gesto brusco y se quedó en silencio, sus ojos
todavía rog{ndome que me quedara―. No puedo ―le dije, y su expresión se
entristeció―. Ojal{ pudiera, pero no puedo. Soy... diferente ahora. No puedo ser
vista por la calle. Así que tendrás que sobrevivir sin mí.
―¿Por qué? ―Stick se arrastró hacia delante. Su barbilla temblaba; a punto de
llorar―. ¿Por qué no puedes quedarte? ¿Tanto me odias? ¿Soy tan patético que
puedes dejarme solo para que muera?
―Deja de ser dram{tico.―Di media vuelta, avergonzada y furiosa, tanto con él
como conmigo. Kanin tenía razón, no debería haber venido aquí―.No eres
inútil ―dije―. Has sido un No Registrado tanto tiempo como yo. Es hora de
que aprendas a valerte por ti mismo, no puedo ayudarte más.
―No, eso no es una razón ―protestó Stick―. Hay algo que no me est{s
diciendo.
―No lo quieres saber.
―¿Por qué mantienes secretos? ¿No confías en mí? Nunca nos hemos ocultado
nada el uno al otro antes.
―Stick, déjalo estar.
―Pensaba que éramos amigos ―insistió, inclin{ndose hacia adelante―. Aquí
no le gusto a nadie, nadie me entiende como tú. ¡Pensé que estabas muerta!
Pero ahora has vuelto, y no me dices lo que está pasando.
―¡Muy bien! ―Me volví hacia él de frente, estrechando la mirada―. Muy bien,
¿realmente quieres saber por qué?
Y antes de que pudiera responder, antes de que pudiera reflexionar sobre la
absoluta estupidez de mis acciones, abrí la boca y mostré mis colmillos.
Stick se puso tan pálido que pensé que iba a desmayarse.
―No grites ―le dije con urgencia, retrayendo mis colmillos, sabiendo que había
sido un error en el segundo en el que se los mostré―. No voy a hacerte daño.
Sigo siendo yo, sólo... diferente ahora.
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―Eres un vampiro ―susurró Stick, como si acabara de darse cuenta―. Un
vampiro.
―Sí ―Me encogí de hombros―. Fui derribada por Rabiosos y habría muerto,
pero un vampiro resultó estar en la zona y en cambio me Transformó. Pero los
otros vampiros nos están buscando ahora, por eso no puedo quedarme. No
quiero que vengan detrás de ti, también.
Pero Stick se estaba apartando, cada músculo de su cuerpo tenso de miedo
―Stick ―intenté de nuevo, extendiendo mi mano―. Todavía soy yo. Vamos, no
voy a morderte ni nada.
―¡Aléjate de mí! ―gritó desesperado Stick advirtiendo finalmente a los que
estaban alrededor del fuego, que miraron hacia nosotros, murmurando y
poniéndose de pie.
Sentí mis labios retraerse, mis colmillos alargados, incluso mientras echaba a mi
viejo amigo un último vistazo desesperado.
―Stick, no hagas esto.
―¡Vampiro! ―chilló y se lanzó hacia atr{s, arrastr{ndose en la suciedad―.
¡Vampiro, por aquí! ¡Aléjate de mí! ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!
Gruñí y retrocedí cuando el grupo alrededor del fuego saltó sobre sus pies,
gritando y maldiciendo. Stick medio corrió, medio se arrastró de vuelta al
fuego, gritando y apuntando en mi dirección, y el resto del campamento estalló
en un caos aterrado.
Gritos de Vampiro se hicieron eco a través del almacén cuando el pequeño grupo
de No Registrados se dispersó a cada esquina de la habitación, saltando a través
de ventanas y empujándose unos a otros para escapar. Stick dio un último grito
y huyó en la oscuridad, fuera de vista.
El ruido del pánico de los No Registrados era casi ensordecedor, revolviendo
algo primario en mi interior, algo que me urgía a darles caza, a deslizarme en la
multitud y empezar a arrancar gargantas. Sólo por un momento, vi a los
humanos luchar por escapar de un depredador que ni siquiera veían, que
podría matarlos antes de que supieran que estaba allí. Podía sentir el terror, oler
la sangre caliente, el sudor y el miedo, y tomó toda mi fuerza de voluntad
alejarme, volver a las sombras y dejarlos solos. Huyeron por delante de mí, pero
135
en la confusión del tumulto, me deslicé por una ventana y no miré atrás hasta
que los aullidos y gritos de terror se desvanecieron en la noche.
Él estaba sentado en el escritorio de la oficina, cuando me arrastré de vuelta por
el hueco del ascensor en el hospital. No le vi en la zona de recepción ni en los
pasillos y pensé que estaba en casa libre mientras iba de puntillas hacia mi
habitación. Pero luego pasé por la puerta de su oficina.
―¿Disfrutaste el tiempo con tu amigo?
Hice una mueca, congelándome a medio paso. Kanin estaba sentado detrás del
escritorio con una pila de archivos, escaneando otro documento. No levantó la
vista cuando me deslicé cautelosamente en la habitación.
―Tenía que hacerlo ―le dije en voz baja―. Tenía que saber si estaba bien.
―¿Y cómo te fue?
Tragué saliva y Kanin finalmente dejó el papel y me miró con ojos negros
ilegibles.
―¿Gritó? ―preguntó con calma―. ¿Te maldijo y huyó aterrado? ¿O fue
comprensivo y prometió que nada cambiaría, aunque podías ver lo aterrado que
estaba?
No respondí, y la boca de Kanin se crispó en una sonrisa sin humor.
―Supongo que gritos y carreras.
―Lo sabías ―le acusé―. Sabías que iría tras él.
―No eres la estudiante m{s dócil del mundo.―Kanin no sonaba divertido o
enojado o resignado. Sólo lo estableció como un hecho―. Sí, sabía que, en algún
momento, buscarías los últimos restos de tu antigua vida. Todo el mundo lo
hace. No eres de las que escucha un consejo con el que no está de acuerdo,
tenías que verlo por ti misma. Dicho esto. ―Su voz se volvió fría y sus ojos
brillaron en esa mirada blanca y aterradora―. Nuestro tiempo juntos est{
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llegando a su fin. Si me desobedeces otra vez, lo tomaré como una señal de que
ya no necesitas un maestro. ¿Queda claro?
Asentí y la expresión de Kanin se suavizó, aunque su voz no lo hizo.
―¿Qué dijo el chico? ―preguntó―. ¿Después de que se los mostraste?
―Nada ―dije miserablemente―. Sólo gritó vampiro y corrió. Después de todo
lo que hice por el pequeño desagradecido.
Llegué a un punto muerto, no quería pensar en ello, pero Kanin enarcó las cejas,
diciéndome en silencio que continuara.
―Lo conocía desde hace años ―gruñí―. Compartí mi comida con él, le cuidé,
le levantaba cuando le pateaban el trasero.
Sentí una opresión en el pecho y me crucé de brazos.
―Y después de todo eso.―Me detuve, sin saber si quería llorar o romper una
puerta de sus bisagras y lanzarla contra la pared―. Después de todo lo que...
―Lo intenté de nuevo.
―Aun así no te vio como nada m{s que un monstruo ―terminó Kanin.
Con un grito, me volví y dirigí mi puño contra la pared. El yeso se metió hacia
adentro, dejando un agujero de seis pulgadas.
―¡Maldición! ―golpeé la pared otra vez, sintiéndola ceder con un satisfactorio
crujido―. ¡Yo era su amiga, la única cosa que le mantenía vivo, todos esos años
de arreglar sus meteduras de pata, todos esos años de pasar hambre para que él
no lo hiciera!
Di otro puñetazo en la pared, luego me incliné sobre ella, sintiendo el yeso caer
sobre mi frente. Me ardían los ojos y los cerré fuerte, deseando que el dolor
desapareciera.
―Debería conocerme mejor ―susurré a través de los dientes apretados―.
Debería conocerme mejor.
Kanin no se había movido, dejándome destrozar su pared sin un comentario.
Finalmente, se levantó, poniéndose justo detrás de mí.
―¿Le dijiste dónde estamos? ―preguntó en voz baja.
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―No.―Golpeé la cabeza contra la pared y finalmente me eché hacia atr{s―. Yo
no... Espera. Sí, puedo haber... mencionado el hospital. Pero no sabe dónde es.
Me di la vuelta, mirando a Kanin, que me miraba con gravedad―.No vendría a
buscarme, de todos modos ―dije, escuchando la amargura en mi voz―. Est{
demasiado asustado para dejar el escondite la mayoría del tiempo, mucho
menos el sector.
―Sigues siendo ingenua ―Kanin se pasó una mano por los ojos,
retrocediendo―. Quédate aquí. No dejes el hospital. Volveré pronto.
―¿Dónde vas? ―dije, de repente en el borde. Un pensamiento me vino a la
cabeza y mi estómago se quedó helado―. Tú no... Vas a ir tras él, ¿no?
―No ―dijo Kanin, deteniéndose en la puerta y me dejé caer con alivio―. Pero
necesito colocar alarmas en la zona. Las pocas que siguen en su lugar no serán
suficientes, me temo.
―¿Para qué? ―Frunciendo el ceño, le seguí hacia el recibidor. No contestaba y
le miré boquiabierta cuando me di cuenta―. Crees que Stick se lo dir{ a alguien
―adiviné, apresur{ndome para mantener el ritmo de sus largas zancadas―.
Eso no va a suceder. Te lo estoy diciendo, Kanin, no tienes que preocuparte por
eso. Es demasiado cobarde para ir a alguien.
―Quiz{s ―Kanin entró en la zona de recepción y me dejó en el mostrador―. Y
quizás te sorprenda. Espera aquí. Practica tus técnicas con la espada. No dejes
los terrenos del hospital, ¿entendido? A partir de esta noche, no serás capaz de
ir a ninguna parte sin que se dispare una alarma a menos que esté contigo.
―Aún creo que esto no tiene sentido, Kanin.
La mirada que me dio fue de lástima.
―Tal vez sea como dices. Tal vez este chico me sorprenda. Pero he vivido
demasiado tiempo para dejar nada al azar, sobre todo cuando se trata de la
traición humana. Si no hay nada que perder, o incluso muy poco que ganar, casi
que puedes contar con ella. Ahora, dame tu palabra de que no vas a intentar
marcharte.
―¿Qué pasa si necesito ir fuera?
―O te quedas aquí o te marchas ahora y no vuelves m{s. Tu elección.
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―Est{ bien.―Le miré fijamente―. No voy a intentar salir.
―Perdóname si no te tomo la palabra inmediatamente ―dijo Kanin inexpresivo
con voz fría―. Quiero tu promesa. ¿Lo juras?
―¡Sí! ―Le mostré mis colmillos―. Lo juro.
Asintió bruscamente y se alejó. Lo vi trepar por el tubo del ascensor, intentando
desenmarañar mis emociones arremolinadas: ira, frustración, decepción, dolor.
Un segundo odiaba a Stick, y al siguiente casi podía entender su terror
instantáneo. Lo despreciaba y pensaba que era lo peor, sobre todo después de
todo lo que había hecho por él, pero podía entenderlo.
Después de todo, había reaccionado ante un vampiro que apareció
repentinamente en su hogar. Si él hubiera desaparecido de repente y apareciera
como una sanguijuela, yo podría haber reaccionado de la misma manera. O
podría haber tratado de pasar a través de mi reacción instintiva y realmente
intentado hablar con él, por el bien de nuestra amistad. No lo sé. Lo que sí sabía
era que Kanin estaba exagerando, colocando alarmas y prohibiéndome dejar el
hospital, cuando no había necesidad.
Sólo cuando se fue recordé el extraño vampiro que había conocido en mi
antigua habitación más temprano, el de los ojos muertos y horrible sonrisa.
Consideré subir y correr tras Kanin para advertirle, pero le había prometido que
no volvería a salir del hospital. Además, Kanin era un vampiro grande y capaz.
Podía cuidar de sí mismo.
Practiqué mis ejercicios con la espada, pensé en Stick y lo que podría haber
hecho de otra manera, y vagué por los pasillos, esperando a que mi mentor
volviera.
Pero Kanin no regresó esa noche.
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C A P Í T U L O 9
Traducido por DamaOscura
Corregido por Lover Killer
Me desperté sobresaltada, siseé y desnudé mis colmillos, la pesadilla menguó
dentro de la realidad. Había estado soñando, desde la primera vez que me
convertí en vampiro, en túneles oscuros y corredores retorcidos, con algo
terrible acechando dentro de ellos, acechándome. Recuerdo el miedo helado,
detectando la atracción demoniaca aún más cerca, y luego un recrudecimiento
de dolor mientras la criatura finalmente se abalanzaba, aunque nunca le vi la
cara. Era suficiente para despertarme y ponerme erguida, creo que fue bastante
extraño. ¿Cómo eran los sueños de los muertos, exactamente? Tendría que
preguntarle a Kanin.
Kanin. Me levanté, agarré mi espada y me apresuré a su oficina, esperando ver
su forma calmada y eficiente sentada detrás del escritorio con una pila de
documentos, como siempre.
La oficina estaba vacía. No estaba allí, ni tampoco había una nota sobre el
escritorio, diciéndome mis tareas para la noche. Merodeé por los pasillos,
buscando en cada cuarto, en cada rincón que pude haber olvidado. Nada. No
había señal de él por ninguna parte. Realmente se había ido.
Por un momento, me pregunté si se había ido a propósito, si la última noche, no
había tenido intención de volver. ¿Se había cansado de su estudiante imposible,
testaruda y de humor cambiante, y decidió que era momento de liberarse de
ella? Sacudí la cabeza. No, Kanin no es así. Era frío, poco simpático, cínico y a
veces aterrador como el diablo, pero no era un mentiroso. Si no está aquí,
entonces está afuera en algún lugar. ¿Estaba herido? ¿Fue capturado?
¿Estaba muerto?
Para, me dije a mí misma. Solo porque Kanin no estuviera en el hospital no era
razón para entrar en pánico. Tal vez estaba en los túneles, instalando trampas o
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alarmas. O tal vez aún estaba en alguna parte del hospital, en un cuarto que no
había revisado o<
Espera. Había un lugar más donde podría buscar.
Al final de las escaleras, la puerta roja de metal rugió y se abrió a regañadientes
mientras la empujaba, revelando un corredor largo. Tuve la fugaz visión de una
cámara de seguridad rota por encima de la puerta roja y otra al final del pasillo.
Mientras me deslizaba por el vestíbulo, la puerta gruñó al cerrarse detrás de mí,
cerrándose con un golpe y sumiendo el espacio estrecho en la oscuridad.
Mi nueva visión de vampiro me permitió ver incluso en la total oscuridad,
caminé hacia el final del pasillo, donde otra puerta estaba puesta firmemente
dentro del muro. Era de acero inoxidable con rejas en el exterior y lo
suficientemente pesada para detener un tren. No tenía una manija normal o
perilla sino una rueda puesta en el puro centro, oxidada por la edad.
¿Qué se escondía allí?, me pregunté, dándole vuelta a la rueda hacia la derecha.
Se giró de mala gana, luego con un leve silbido la puerta se abrió hacia adentro.
Al pasar por el marco de la puerta, caminé dentro de otro pasillo oscuro y
claustrofóbico. Esta vez, había grandes ventanas a lo largo del muro, que
miraban dentro de cuartos aislados. Algunas ventanas estaban destrozadas y
rotas, el vidrio era extremadamente grueso, y unos pocos estaban aún intactos.
Miré más de cerca y un escalofrió escalo por mi espina dorsal.
Barras gruesas de metal corrían verticalmente a través de las ventanas, como
jaulas. Las puertas de los cuartos eran del mismo metal grueso y pesado, y
todas estaban aseguradas desde el exterior. Dentro de cada cuarto, las paredes
eran blancas y estaban en ruinas, vi marcas en los azulejos, como si alguien
hubiera enterrado sus garras, hasta llegar al metal del final.
―¿Qué demonios es este lugar? ―susurré.
Mi voz se deslizo dentro del cuarto, de forma poco natural en el silencio. La
oscuridad parecía llegar por mí, tratando de lanzarme dentro de ella. Pude oler
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sangre y dolor y muerte, labrando dentro de las paredes, filtrándose por las
grietas del piso. Movimientos parpadearon por el rabillo de mis ojos, rostros
asomándose por los vidrios, imágenes fantasmales de cosas que no estaban allí.
Mi piel se puso de gallina. Lo que sea que hubiera pasado aquí, cualesquiera
que sean los secretos que yacen más allá de estas puertas, eran algo que no
quería descubrir.
Se oyó un golpe en el hueco de la escalera, pasos suaves avanzaron lentamente
por el corredor.
Temblé de alivio.
―Kanin ―grité, avanzando a grandes zancadas hacia la puerta gruesa de
metal. Estaba medio cerrada, y la abrí―. ¿Dónde demonios has estado?
Y el vampiro con la sonrisa terrible sonrió entre dientes hacia mí.
―Hola, amor ―Ronroneó el vampiro, sonriendo mientras yo retrocedía,
sacando mi espada mientras él entraba al cuarto―. Que sorpresa toparme
contigo de nuevo. Algún pajarito me ha estado mintiendo.
Mantuve mi espada entre el vampiro y yo, dando vueltas mientras él
merodeaba por los bordes de la habitación. Sus ojos no estaban sobre mí, no
obstante, tenía la mirada perdida en el cristal de las paredes y ventanas que
recubrían el pasillo.
―¿Qué haces aquí? ―gruñí, tratando de controlar mi miedo―. ¿Cómo
encontraste este lugar?
―Ahhh< ―El vampiro respiró, el aire raspó la tr{quea que no se había
utilizado en años―. Es una buena pregunta, pajarito. ―Extendió una mano y
puso una pálida garra contra el vidrio, presionando su mejilla contra él. Noté
una salpicadura de sangre vieja y seca en su cuello, como si algo lo hubiera
atacado recientemente―. ¿Sabías que estas paredes hablan contigo? Si les
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preguntas. Te dirán sus secretos, aunque a veces tienes que martillar para
sacarlos, sí. A veces era necesario.
Se enderezo y se dio la vuelta hacia mí, sus ojos eran agujeros negros y vacíos
en su rostro sonriente.
―¿Dónde est{ Kanin? ―preguntó, con voz paciente y entendible―. Dímelo
ahora, y ahórrame el problema de arrancarte los dedos.
―No est{ aquí.
El vampiro no parecía sorprendido.
―¿No ha vuelto aún, entonces? Debí haberlo golpeado m{s fuerte de lo que
pensé, muy bien, podemos esperarlo. Tengo todo el tiempo del mundo.
―¿Qué le hiciste?―gruñí.
Masticó una uña, y recorrió la lengua por sus delgados labios, y me sonrió.
―¿Has cortado alguna vez en filetes el pescado?
―¿Qué? ―Dios, este fenómeno estaba crispando mis nervios―. ¿De qué
demonios estás hablando?
―¿No?, es muy f{cil. ―Hubo un brillo de metal, y el vampiro repentinamente
sostenía una espada delgada y brillante. Salté; era demasiado rápido, ni siquiera
vi su mano moverse―. El truco es empezar desoll{ndolos tan pronto como los
saques del agua, antes de que tengan la oportunidad de morir. Solo deslizas el
cuchillo por debajo de la carne y halas< ―hizo la demostración con la espada,
haciendo un corte lento y largo en el aire―, y la piel se desprende. ―Me miró a
los ojos, y su sonrisa se extendió aún m{s, mostrando los colmillos―. Eso fue lo
que le hice al pescadito Kanin. Gritó, oh, sí que gritó. Fue glorioso. ―Agito el
cuchillo hacia mí―. ¿Me pregunto si tú serías tan servicial?
Mis brazos se agitaron, haciendo que la espada temblara, y apreté la
empuñadura para detenerlos. Difícilmente podía moverme, congelada por el
terror que no había sentido jamás. Una imagen vino a mi mente antes de que la
pudiera detener: un cuerpo colgando del techo, puros músculos expuestos en el
aire mientras gritaba y se retorcía de dolor. Cerré de golpe ese pensamiento
antes de que vomitara.
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―¿Por qué< por qué lo odias tanto? ―pregunté, m{s para mantenerlo
hablando, para dame algo de tiempo. Mi voz tembló, poniéndome furiosa
conmigo misma. Demonios, no podía mostrar miedo en frente de este
psicópata. Mordí mi mejilla, saboreando la sangre, y fue suficiente para
despertar el demonio en mi interior. Las siguientes palabras fueron más
fuertes―. ¿Por qué quieres matarlo?
―No quiero matarlo ―explicó el vampiro, sonando sorprendido―. Eso sería
demasiado bueno para Kanin. Seguramente te lo ha dicho. ¿Lo que es? ¿Lo que
hizo? ¿No? ―Sonrió entre dientes, sacudiendo su cabeza calva―. ¿Siempre
manteniendo tu semilla en la oscuridad, hmm, verdad viejo amigo? Ni siquiera
saben por qué deben sufrir por ti.
Se movió hacia mí, y me sacudí hacia atrás, con los músculos tensados, pero el
vampiro cruzo el cuarto, recorriendo sus dedos por una de las puertas de metal.
Ya no sonreía, su rostro estaba tan vacío como una sábana blanca, haciéndolo
parecer mil veces más terrible.
―Recuerdo ―reflexionó, su voz era un susurro helado en la oscuridad―. Ni
siquiera puedo sacarlo de mi cabeza. Los gritos. La sangre en las paredes.
Viendo a todo el mundo a mí alrededor convirtiéndose en esas cosas.―Tembló,
doblando sus labios hacia atrás, y de repente su parecido a las criaturas de las
ruinas fue inconfundible―. Me clavaron las mismas agujas, bombeando la
misma enfermedad dentro de mí. Pero nunca me convertí. Siempre me
pregunté al respecto. Porqué nunca me convertí.
Mis ojos fluctuaron hacia la salida, juzgando la distancia entre la puerta de
metal pesada y yo. No había suficiente tiempo. Probablemente el vampiro
psicópata era tan rápido como Kanin, lo que significaba que era mucho más
rápido que yo. Tenía que conseguir más tiempo, al menos algunos segundos.
Manteniendo una mano en la espada, bajé la mano lentamente dentro de mis
vaqueros, y cerré mis dedos alrededor de la empuñadura familiar de mi
cuchillo. Sacándolo lentamente, chasqueando la diminuta hoja, la ahueque en
mi palma, escondiéndola de la vista.
―Pero ahora lo sé .―El vampiro psicópata se dio la vuelta, y esa sonrisa
asquerosa estaba de vuelta en su cara―. Ya sé por qué fui libre. Para castigar al
responsable de nuestro dolor. Cada grito, cada gota de sangre, cada tira de
carne y hueso roto, voy a cobrárselo diez veces. Conocerá el dolor, el miedo y la
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desesperación de cada vida dentro de estos muros. Limpiaré la tierra con su
sangre, arrasaré su linaje de la existencia. Y solo cuando sus gritos y los gritos
de su descendencia remplacen los de mi mente, cuando ya no pueda ver sus
caras y escuchar sus gritos de angustia, solo entonces le concederé dejar este
mundo.
―Eres un psicópata fenómeno ―dije, pero él solo sonrió.
―No espero que entiendas, pajarito. ―Se dio la vuelta hacia mí totalmente.
Toqueteando su espada y sonriendo―. Espero que solo cantes. Canta por mí,
canta por Kanin, y haz una canción gloriosa.
Se lanzó hacia mí, yendo rápido y agarrándome fuera de base, aunque estaba
esperando eso. Oscilé la Katana hacia él en una sola mano, apuntando a su
cuello, pero se deslizó hacia un lado, caminando dentro de mi guardia y
golpeándome contra la pared. Mi cabeza golpeo el vidrio, y sentí que algo se
rompió debajo de mí, mi cabeza o el vidrio. Antes de que pudiera reaccionar,
una mano fría y muerta sujeto el brazo con la espada, amenazando con
romperlo, y la punta de una espada perforo mi mandíbula.
―Ahora, pajarito ―susurró el vampiro psicópata, presionando su cuerpo
apoyado contra el mío. Traté de empujarlo, pero eran como cables de metal,
sujet{ndome en la pared―. Canta para mí.
Desnudé mis colmillos en su cara.
―Canta tú ―siseé y empujé mi mano libre, metiendo mi navaja dentro de uno
de sus negros ojos locos.
El vampiro psicópata gritó y se tambaleó alejándose, agarrándose la cara. Salté
de la pared y me precipité hacia la puerta, pero no había dado tres pasos
cuando los gritos del vampiro se volvieron un escalofriante gruñido de furia
que me hizo poner los pelos de punta. El miedo me hizo más rápida. Alcancé la
salida y me lancé por la abertura, dejando caer mi espada y dándole vueltas a la
rueda para empujar el cerrojo. Vi al vampiro psicópata correr hacia mí, su cara
era una máscara de rabia, con los colmillos desnudos, los ojos sangrientos y
asesinos, y empujo fuertemente la puerta. Esta se quejó, mientras la cerraba, y
giraba la rueda hacia la izquierda, sellando con fuerza mientras un estruendo
atronador hacía eco desde el otro lado.
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Mis brazos temblaban mientras agarraba mi katana y me alejaba de la puerta.
Fue extraño; sentí que mi corazón debía estar latiendo a mil por segundo, mi
aliento entrando en cortos jadeos de pánico. Pero por supuesto, no había nada
de eso. Solo el leve temblor de mis brazos y piernas mostraron lo cerca que
había estado de la muerta otra vez.
Otro sonido hueco contra la puerta de acero me hizo hacer una mueca de dolor.
¿Cuánto tiempo pasaría antes de que el vampiro psicópata lograra salir?
¿Podría salir? Si lo hacía, vendría por mí, no había dudas. Tenía que poner
tanta distancia entre el asesino vampiro psicópata y yo como pudiera.
Di otro paso hacia atrás, dando la vuelta para huir, y encontrarme con un
cuerpo en el pasillo.
―¡Kanin! ―Casi caigo de alivio, sacando los brazos para sostenerlo. Kanin se
tambaleó un paso hacia atrás, recargándose pesadamente contra la pared. Se
veía aún más pálido de lo usual, y su camisa estaba manchada con sangre seca.
Su propia sangre―. ¡Est{s herido!
―Estoy bien. ―Me alejo con la mano―. Es antiguo. Ya me he alimentado, así
que no te preocupes por mí. ―Sus ojos analizaron el pasillo, estrech{ndolos
como ranuras―. ¿Sarren vino aquí?
―¿Sarren? ¿Quieres decir el vampiro psicópata con la cara destrozada? Sí, sí, lo
hizo. ―Sacudí el pulgar hacia la puerta de acero, justo cuando otro sonido
sordo hizo eco en el pasillo, seguido por un chillido desesperado―. ¿Es amigo
tuyo, Kanin? Parece muy interesado en despellejarte.
―Tienes suerte de estar viva ―murmuró Kanin, sacudiendo sus manos, y creí
escuchar la menor nota de admiración en su voz―. Él me sorprendió anoche.
No creí que me encontraría aquí tan pronto.
―¿Est{s bien?
Se sacudió, separándose de la pared.
―Tenemos que salir de aquí―continuó, tambale{ndose―. Apresúrate. No hay
mucho tiempo.
―¿Crees que Sonrisas pueda salir de allí? ―miré hacia la puerta―. ¿De
verdad? Es como sesenta centímetros de acero sólido.
146
―No, Allison. ―Kanin volteó a mirarme, su rostro se ensombreció―. Tu amigo
fue a las autoridades esta mañana. Les dijo que dos vampiros no autorizados se
pasean por los terrenos del hospital. Los hombres del Príncipe vienen, tenemos
que movernos ahora.
Lo miré con horror, creyendo difícilmente lo que acababa de escuchar.
―No ―dije mientras se alejaba, caminando de vuelta por el pasillo―. Est{s
equivocado. Stick no me haría eso. Es la única regla que todos entienden, no nos
vendemos los unos a los otros con los chupasangre.
―Tú eres una chupasangre ahora. ―La voz de Kanin hizo eco, embotada y
cansada―. Y no importa. Alguien les aviso, y est{n en camino. Si nos
encuentran, nos mataran. Tenemos que salir de la ciudad.
―¿Nos vamos? ―me apresuré tras él, sintiendo que el estómago me daba
vueltas―. ¿A dónde vamos?
―No lo sé.―Kanin repentinamente dio un puñetazo a la pared, haciéndome
saltar―. Demonios ―gruñó, inclinando la cabeza―. Demonios, estuvo muy
cerca. Si solo tuviera algo m{s de tiempo< ―Golpeó el puño contra el muro
otra vez, dejando un agujero, y me moví incomoda.
Se me ocurrió que lo que sea que hubiera estado buscando, lo que sea que
hubiera estado investigando todo este tiempo, estaba perdido. Incluso si lo
hubiera encontrado, o si no estuviera aquí en primer lugar. Semanas de
búsqueda, lectura interminable de archivos y documentos, todo para nada al
final.
Y luego todo, la investigación, los cuartos del hospital, el vampiro loco con una
venganza contra Kanin, encajó en su lugar. Y me sentí como una idiota por no
notarlo antes.
―Fuiste tú. ―Miré a la figura encorvada contra el muro. Y no podía estar
segura, pero creo que vi sus hombros retorcerse, solo un poco, ante las
palabras―. Tú fuiste el vampiro, el Maestro, que vendió a los otros vampiros
por la cura del Red Lung. Tú fuiste el que trabajo con los científicos. Y este
lugar< ―volví la mirada hacia la rueda de la puerta―<. aquí fue dónde paso
todo. De eso era de lo que Sonrisas estaba hablando. Los experimentos, los
gritos. ¡Tú eres el responsable de la creación de los Rabiosos!
147
Kanin se irguió, aunque no me miró.
―Ese vampiro se ha ido ―dijo en la voz m{s fría que jam{s había escuchado―.
Él era idiota e idealista, y su fe en la humanidad estaba fuera de lugar. Hubiera
sido mejor dejar que el virus siguiera su curso, algunos humanos hubieran
sobrevivido, siempre sobreviven. Y si nuestra raza hubiera muerto de hambre,
si todos los vampiros se hubieran extinguido, tal vez hubiera sido preferible a
esto.
Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Pensé que lo odiaría; este era el
vampiro cuyas acciones habían creado algo horrible, que fue responsable por la
diseminación de los Rabiosos, quien inadvertidamente había causado la
esclavitud de la raza humana entera. Pero incluso en mi momento más oscuro
y molesto, no podía igualar la profundidad del odio que escuchaba en la voz
de Kanin, el odio absoluto por el vampiro que había condenado a ambas
especies, y la necesidad desesperante de hacer las cosas bien.
―Vamos ―dijo finalmente, caminado otra vez―. Tenemos que mantenernos en
movimiento. No lleves nada que no necesites, viajaremos a la luz del día, y solo
tenemos algunas horas para despejar el muro y salir de las ruinas.
―Estoy lista para irme ―dije, levantando mi espada―. No necesito nada
excepto esto. ―Era algo triste, realmente. Vivir en un lugar por diecisiete años
y no tener nada que mostrar excepto una espada y la ropa sobre mi espalda. Y
ni siquiera era mía. Por un segundo, desearía tener algún recuerdo de mi
mamá, algo para recordarla, pero los vampiros habían tomado incluso eso.
Y entonces realmente me golpeó. Me iba. Estaba dejando el lugar que siempre
había conocido, el lugar que había sido mi hogar mi vida entera. Lo que yace
más allá del Muro, más allá de las ruinas, no tenía idea de qué era. Por lo que
Kanin me había dicho, sabía que había otras ciudades vampiro, esparcidas por
el desierto, pero no tenía idea de dónde estaban localizadas ninguna de ellas.
Kanin siempre parecía renuente a hablar sobre sus viajes, sobre el mundo allá
afuera, así que raramente vino a colación. ¿Había seres humanos allí,
despreciando la protección de los vampiros, viviendo libres? ¿O el mundo más
allá era un páramo de edificios muertos y bosques repletos de Rabiosos y otros
horrores?
Supongo que lo descubaría, porque Kanin no estaba dándome tiempo para
considerarlo.
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―Apresúrate ―chasqueó, mientras corría hacia el eje del elevador. Ésta sería la
última vez que lo usaríamos―. Sube ahora. Probablemente estén llegando.
―Me lancé por el tubo oscuro y salí de las ruinas del hospital, haciéndome a un
lado para que Kanin pudiera seguirme. A nuestro alrededor, los rastros
ennegrecidos permanecían en silencio, pero al otro lado del lote vacío,
deslizándose como el viento entre la hierba, pude escuchar pisadas. Muchas
pisadas. Viniendo.
Y entonces, en la parte superior de la hierba y la maleza, los vi. Vampiros. Un
lote completo de ellos, con su piel pálida bajo la luz de la luna, moviéndose uno
tras otro sobre el lote. Rodeándolos y flanqueándolos había muchos guardias
humanos llevando armas muy grandes, rifles de asalto. Los vampiros parecían
desarmados, pero el número total de ellos, deslizándose sin hacer ruido a través
de la maleza como un ejército de cadáveres, me hizo morder mi labio hasta
saborear mi sangre.
Kanin agarró mi hombro, y levanté la mirada hacia él, tratando de esconder mi
miedo. Presionó un dedo en sus labios y señaló silenciosamente hacia la ciudad.
Nos deslizamos en la oscuridad, mientras las voces y la marcha constante de las
pisadas se acercaban a nuestra ubicación.
Nunca había corrido tan rápido en mi vida, o mi muerte, para el caso. Kanin era
implacable, conduciéndome a través de la ciudad, por los laterales de las calles,
entre callejones, por debajo y a través de edificios antiguos que estaban al borde
del colapso. Era bueno que no me desvaneciera o cansara, corriendo detrás de
Kanin mientras huíamos del ejército a nuestras espaldas. Alarmantemente
nuestros perseguidores no se cansaban, tampoco, y aparentemente habían
llamado refuerzos una vez que habían descubierto que estábamos a la fuga.
Vehículos y camiones blindados recorrían las calles vacías, focos brillantes
perforaban la oscuridad, guardias armados listos para abrir fuego a cualquier
cosa que se moviera. Todos los humanos inteligentemente habían entrado a sus
casas; ni siquiera las pandillas vagaban por las calles esta noche. Una cacería
humana en toda la ciudad, donde incluso los vampiros estaban afuera en
149
grandes cantidades, era razón suficiente para que el matón más valiente se
quedara fuera de las calles.
Las vías se volvieron rápidamente peligrosas para cruzarlas, pero Kanin no
planeaba permanecer sobre el suelo por mucho tiempo y nos condujo al
subterráneo tan rápido como pudo. Forzando una tapa de alcantarilla, me hizo
una seña para que bajara por el agujero, y me dejé caer dentro del vientre de la
ciudad sin vacilación.
―No podemos bajar el ritmo ―advirtió Kanin después de que aterrizara a mi
lado sin emitir sonido―. Estar{n buscando en los túneles, también. Tal vez aun
más extensivamente que en las calles. Pero al menos aquí abajo no estaremos a
la intemperie, lejos de los camiones.
Asentí.
―¿Y ahora?
―Nos dirigiremos a las ruinas. Pasaremos el borde de la ciudad,
probablemente no nos seguirán.
Sentí que mi estómago se apretaba al pensar en ir por las ruinas, y en los
Rabiosos que aguardaban allí, en el lugar donde morí. Pero aplasté mi miedo.
Era enfrentar la amenaza de los Rabiosos, quienes podrían asesinarnos, o
quedarnos aquí y esperar a los hombres del Príncipe, quienes definitivamente
lo harían. Entre los dos, prefería tener la oportunidad de pelear.
―No queda mucho de la noche, Kanin ―dije, sintiendo las horas desliz{ndose
lejos de nosotros. Él asintió brevemente.
―Entonces, tendremos que ajustar el paso.
Lo hicimos, corriendo locamente a través de los túneles, escuchando el eco de
voces a nuestro alrededor y sobre nosotros.
Estaban esperándonos al borde de la ciudad.
150
Las ruinas estaban rastreadas con soldados y guardias, más de los que había
visto en mi vida. Ya fuera por el testamento de la infamia de Kanin o por el odio
del Príncipe Salazar, apenas habíamos salido de los túneles cuando hubo un
disparo en la oscuridad y ametralladoras rebotaron a nuestro alrededor,
sacando chispas del pavimento y las paredes. Huimos, esquivando a través de
porciones de lotes y entre edificios, pero la alarma fue activada, y todos
supieron que estábamos aquí. Disparos y gritos hacían eco de todas
direcciones. Un trío de perros gruñendo vino hacia nosotros y Kanin los cortó
antes de que pudiéramos continuar.
―Por aquí ―siseo Kanin, esquivando un edificio antiguo de ladrillos medio
cubierto con enredaderas―. No estamos lejos de los límites de la ciudad. ¿Ves
esos {rboles? ―Señaló por encima de los techos donde un manto de hojas
poblaba el horizonte―. Si podemos entrar en el bosque, seremos capaces de
perde....
El rugir de un arma de fuego eructo desde la línea de carros en frente de
nosotros, haciendo que pequeñas explosiones de sangre brotaran del pecho de
Kanin, y se echó hacia atrás con un siseo de dolor. Grité de terror.
Tambaleándose, Kanin se dio la vuelta y se lanzó por la ventana del viejo
edificio, rompiendo el cristal y desapareciendo de vista. Esquivando balas, fui
tras él.
―¡Kanin!
El interior del edificio olía a aceite, grasa y oxido, y el esqueleto de varios carros
estaban en el suelo de cemento mientras rodaba sobre mis pies, mirando a mi
alrededor salvajemente. El vampiro yacía a unos cuantos centímetros de la
ventana, rodeado de astillas de vidrio, y me dejé caer junto a él mientras se
impulsaba sobre sus rodillas. Tenía una mueca con los dientes fuertemente
apretados, con los colmillos manchados de sangre. La sangre también salpicaba
sus ropas, manchas frescas contra las antiguas, combinándose en los hoyos de
su pecho y estómago, de las heridas de bala que le habían dado de frente.
Mientras lo observaba, aterrada y fascinada al mismo tiempo, excavó con su
pulgar y dos dedos, dentro de los orificios, apretando la mandíbula, saco tres
balas de plomo, dejándolas caer en el pavimento con un sonido metálico. Las
heridas abiertas se sellaron, aunque la sangre permanecía en su camisa, pecho y
manos.
151
Kanin se estremeció, hundiéndose contra la pared. Voces hicieron eco a nuestro
alrededor, hombres gritando, llamando refuerzos. A través de la ventana, el
cielo contra el horizonte era azul oscuro, y una mancha de color naranja brilló
señalando que el sol se acercaba.
―Allison. ―La voz de Kanin era suave; apenas pude escucharlo de fondo
contra los gritos y disparos―. Nuestro tiempo juntos ha llegado a su fin. Es
aquí donde tenemos que separarnos.
―¿Qué? ¿Est{s loco? ―lo miré con los ojos muy abiertos―. ¡Deja eso! No voy a
abandonarte.
―Te he llevado tan lejos como pude. ―Los ojos de Kanin eran vidriosos; me di
cuenta de que probablemente estaba hambriento, después de los disparos en su
pecho. Pero aun así trato de hablar calmadamente―. Sabes casi todo lo que
necesitas para sobrevivir. Solo hay una cosa m{s que debo decirte. ―Una bala
rebotó contra un carro, haciendo chispas en las sombras, y me estremecí. Kanin
pareció no notarlo―. Una última habilidad que todo vampiro debe conocer
―continuo en susurros―. Cuando estés atrapada afuera sin refugio, puedes
esconderte en lo profundo de la tierra para escapar del sol. Es algo que hacemos
por instinto. Es también como los Rabiosos duermen durante el día, así que ten
cuidado, porque son conocidos por aparecer justo bajo tus pies. Debes encontrar
una zona de tierra natural, no roca o cemento, y debes cubrirte completamente.
¿Entiendes? Lo necesitaras muy, muy pronto.
Sacudí la cabeza, escuchándolo difícilmente, mientras los gritos y ladridos
salvajes se acercaban aún más.
―Kanin ―empecé, sintiendo que mis ojos empezaban a arder―. ¡No puedo!
No puedo dejarte aquí para que mueras.
―¡No me subestimes, chica! ―respondió Kanin con una sonrisa desvanecida―.
He vivido por largo, largo tiempo. ¿Crees que esta es la peor situación que he
tenido que enfrentar? ―La sonrisa se hizo aún m{s grande, m{s malévola, antes
de que se pusiera serio de nuevo―. Tú, sin embargo. No sobrevivirás esto. No
ahora, no como eres. Así que ve, y vive, y vuélvete fuerte. Y algún día, nos
encontraremos otra vez en el camino.
Un aullido de descubrimiento, y una lluvia de balas salpico la pared, mientras
nos agachamos aún más lejos. Kanin gruñó, con los colmillos surgiendo a la luz,
152
la mirada vidriosa en sus ojos se hacía aún más brillante. Me miró y curvó su
labio.
―¡Vete! Dirígete al bosque. Los mantendré ocupados por ahora. ―Una bala
golpeo la pared, rociándonos con arena, y él gruñó―. ¡Vete! Déjame.
―Kanin
Rugió, su rostro se tornó demoníaco, la primera visión real de lo que podría
llegar a ser, y me eché hacia atrás con terror.
―¡Vete! O ayúdame, ¡Yo mismo sacaré tu corazón!
Evité un sollozo, dando la vuelta, me arrastré a través del piso y me deslicé a
través de la ventana rota en la pared lejana, medio esperando una bala en la
espina dorsal en cualquier momento. No miré hacia atrás. El aullido de Kanin
se elevó por el aire, un sonido escalofriante de desafío y rabia, seguido por una
explosión frenética de disparos y gritos desesperados.
Alcanzando el borde del lote, huí por las ruinas, con lágrimas de sangre
calientes rodando por mi cara, cegándome. Corrí hasta que el sonido de batalla
se desvaneció detrás de mí, hasta que abandoné las ruinas y entré en el bosque,
hasta que el cielo brillante obligó a mis extremidades a ir a paso de tortuga.
Finalmente colapsé, gruñendo y llorando, en la raíz de varios árboles
centenarios. El alba estaba a un segundo de tocar la tierra y convertirme en un
infierno ardiente. Medio cegada por lágrimas rojas, enterré mis dedos en el frío
y húmedo suelo, apartando suciedad y hojas, preguntándome si realmente
podría esconderme lo suficientemente rápido para escapar del sol. Hacía calor,
mucho calor. Escarbé más rápido, frenética, preguntándome si el humo
realmente estaba saliendo de mi piel.
La tierra se movió y pareció derretirse bajo mis pies, tragándome. Caí en un
hoyo negro, la tierra fría se acomodó a mi alrededor como un capullo, y el calor
se desvaneció inmediatamente. La bendita y fría oscuridad me inundo, y luego
no hubo nada.
153
Cuando desperté otra vez, el mundo estaba en silencio, y estaba sola.
Sacudiéndome la suciedad que se aferraba a mi cabello y ropa, miré a mi
alrededor, escuchando los disparos, o alguna señal de vida en la oscuridad.
Nada se movió excepto las hojas, crujiendo en los arboles arriba de mí. A pesar
de las ramas, el cielo brillaba con estrellas.
Kanin se había ido. Busqué en el área sin mucho entusiasmo, dando marcha
atrás hacia el borde de las ruinas, pero supe que encontrarlo era algo imposible.
Si estaba muerto, no habría nada más que cenizas. Tropecé con un par de
cadáveres humanos, desgarrados y destrozados por lo que parecía una bestia
feroz. Uno de ellos aún aferrando un rifle de asalto en una mano
ensangrentada. Lo examiné, pero el arma estaba vacía, el círculo estaba vacío, y
era demasiado inútil e incómoda para llevarla conmigo.
Solo cuando estuve segura de que estaba verdaderamente sola me pregunté qué
haría después.
Maldito seas, Kanin, pensé, reprimiendo el miedo, la incertidumbre amenazaba
con asfixiarme. ¿A dónde iría ahora? ¿Qué iba a hacer? No me atrevía a volver a
la ciudad. Ciertamente el Príncipe me mataría por mi asociación con el vampiro
más buscado del mundo. Pero lo que fuera que yaciera más allá de las ruinas
era un misterio. ¿Que había allí, realmente? Otra ciudad vampiro, tal vez. Tal
vez no. Tal vez todo era desierto, tanto como el ojo pudieran divisar. Tal vez no
existía nada más que Rabiosos, arrastrándose por encima de todo, asesinando
cuanto humano se cruzara en su camino.
Yo ya no era humana. Y no estaba tan asustada de ellos como una vez lo estuve.
Ahora era parte de su mundo, parte de la oscuridad.
Aún estaba asustada. Odiaba pensar en abandonar mi hogar y la relativa
seguridad de la ciudad. Pero había una parte de mí que estaba diminutamente
emocionada, también. Tal vez algo en mi corta y miserable vida me había
llevado a eso. Estaba fuera de los muros. Estaba lejos de la influencia de los
vampiros. Es verdad, estaba muerta, pero había una extraña libertad en ello.
Todo lo de mi vida pasada se había ido. No tengo nada por qué volver.
Ve, y vive, y vuélvete fuerte.
―Est{ bien, Kanin ―murmuré―. Supongo que simplemente iré a ver qué hay
en el mundo.
154
Dando la vuelta, miré a través de los árboles, hacia las ruinas y la ciudad,
evitando una última mirada hacia las luces de mi antiguo hogar. Entonces, con
nada más que mi espada y la ropa sobre mi espalda, puse a Nueva Covington
atrás de mí y caminé hacia adelante, hacia el desierto. Y no me detuve hasta que
estuve segura de que no vería nada más que árboles si miraba hacia atrás.
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PARTE III
M O N S T R U O
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C A P Í T U L O 10
Traducido por Altia
Corregido por Lover Killer
Esa primera noche, caminé a través de árboles y maleza enmarañada,
sacudiendo mi cabeza en la inmensidad de todo ello, preguntándome si alguna
vez iba a terminar. No había ningún camino a seguir, al menos, donde yo había
salido. Después de pasar toda mi vida dentro de los muros de la ciudad, este
mundo ajeno, verde y marrón, se sentía hostil y peligroso, como si estuviera
tratando de arrastrarme hacia abajo y tragarme entera. Tropecé con algunos
restos de antiguas civilizaciones humanas, viejas casas derrumbadas bajo
alfombras de las malas hierbas y musgo, algunos esqueletos oxidados de coches
obstruidos con vides, pero cuanto más lejos estaba de la ciudad, más salvaje se
convirtió el bosque. No tenía ni idea de que fuera tan grande, que los árboles
podrían extenderse por siempre y para siempre. Pensé en Nueva Covington y
me pregunté cuántos años le quedaban, cuánto tiempo hasta que la naturaleza
se arrastrara por las paredes y lo cubriera completamente.
Y a diferencia de la ciudad vacía, con sus calles silenciosas y edificios fríos,
muertos, el desierto estaba vivo. Todo se trasladó aquí. Las ramas susurraban
en el viento. Los insectos zumbaban en el aire. Las cosas se agitaban en los
arbustos fuera de la vista. Al principio, era desconcertante; yo había crecido en
la calle en la que cada ruido o movimiento repentino te hacía estremecer y
tensar para correr. Pero después de un par de noches aquí, escuchando a las
cosas huyendo de mí, llegué a la conclusión de que no había nada más allá de la
ciudad que realmente pudiera ponerme en peligro. Yo era un vampiro. Era la
cosa más espantosa aquí fuera.
Estaba realmente equivocada, por supuesto
Una tarde, justo después del atardecer, me topé con un arroyo con flujo lento y
lo seguí por un rato, preguntándome si esto me llevaría a alguna parte.
Conseguí ver varios ciervos y un mapache en la orilla del agua, y pensé que
más animales podrían ser atraídos por el agua. Pero había crecido tan
acostumbrada a ver la fauna que no pensé mucho en ello.
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Hubo un gruñido en las sombras por delante, y me congelé.
Algo enorme y oscuro atravesaba pesadamente los árboles, llegando a parar a
pocos metros de la orilla del agua. Era el animal más grande que jamás había
visto, con la piel peluda marrón, grandes hombros y enormes garras amarillas.
Reparó en mí, y luego levantó el labio, dejando al descubierto un conjunto de
enormes dientes, algunos tan largos como mis dedos.
Mi estómago se redujo. A veces, había oído las historias que contaban los
veteranos de la ciudad, de las criaturas salvajes que vivían más allá de los
muros, criando y poblando sin restricciones. Pero la palabra oso no hacía justicia
al verdadero animal. Esta cosa podría partir a un Rabioso en dos sin pensar en
ello. Esto probablemente podría ser una seria competencia para un vampiro.
Lo que significaba que podría estar en un pequeño problema aquí.
El oso me miró con pequeños y brillantes ojos negros, soplando suavemente,
sacudiendo su enorme cabeza, como confundido. Me quedé quieta y rígida
tratando de recordar lo que se supone que se debe hacer si te encuentras con un
oso en el bosque. ¿Caerse?, ¿hacerse el muerto? Sí, eso no sonaba como una
buena idea en absoluto. Poco a poco, llegué a la espalda y agarré la
empuñadura de mi espada, lista para sacarla si el oso atacaba. Si consiguiera un
buen golpe, sólido sobre el cuello, detrás de su cabeza, tal vez sería suficiente
para acabar con él. O por lo menos hacerlo más lento. Y si eso no funcionaba,
siempre podría trepar a un {rbol<
El oso me bufó, sus fosas nasales crispándose. Se balanceaba hacia adelante y
hacia atrás, gimiendo bajo en su pecho, raspando la tierra con sus garras. Me
daba la impresión de que estaba confundido. Tal vez no olía como una presa.
Tal vez no olía a vivo en absoluto. Sin embargo, dio la vuelta y, con un último
gruñido en mi dirección, avanzó pesadamente hacia el bosque. Esperé hasta que
ya no podía escucharlo abriéndose paso entre la maleza, entonces me alejé
rápidamente en dirección opuesta.
Muy bien, así que había cosas aquí más grandes, más aterradoras que Rabiosos.
Es bueno saberlo. Me pregunté por qué no me había atacado. ¿Había sentido a
otro depredador, como él, y decidió buscar una presa más fácil? No lo sabía.
Pero podía adivinar que el oso pensó que yo era algo antinatural, algo que no
pertenecía a este mundo frondoso con sus árboles infinitos. La fauna aquí
probablemente no se encontraba con muchos vampiros. También me
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preguntaba lo que el resto de Nueva Covington diría si un oso viniese
caminando por la calle en la ciudad. Sonreí ante la idea. Ellos probablemente se
cagarían en los pantalones. Si Stick viese uno, se desmayaría de inmediato.
Mi sonrisa se desvaneció. ¿Dónde estaba él ahora?, me preguntaba. ¿Estaba
todavía en el almacén con los otros No Registrados? ¿O me había vendido para
entrar en las torres de vampiros, para ser alimentado y cuidado, empezando
una nueva vida como una mascota?
Gruñí y agarré una rama, arrancándola del tronco. Él no me haría eso, me dije con
rabia. No podía haber sido él. Nos cuidábamos el uno al otro, vigilándonos las
espaldas. Yo había salvado su vida incontables veces. Él no tiraría todo eso,
como si todos esos años no significasen nada para él, como si yo estuviese
muerta para él ahora. El enemigo. Un vampiro.
Deja de engañarte, Allie. ¿Quién más podría ser? Suspiré y pateé una piedra,
enviándola volando entre la maleza. La forma en que Stick me había mirado esa
noche en el almacén, era de verdadero terror. Lo había visto en sus ojos: Allison
Sekemoto, la chica que cuidó de él durante años y años, estaba muerta. Mis
emociones aún tenían una terca esperanza de que los humanos podían ser
leales, que podían resistirse a la promesa de una vida fácil. Pero lo sabía mejor.
No Registrado o no, si se les ofrece una salida a tener hambre y frío y a ser
menospreciado, Stick lo tomaría en un santiamén. Es la naturaleza humana.
El desierto continuó, y vagué durante varias noches, sin saber ni preocuparme a
dónde iba. Cuando el amanecer tiñó el cielo de rosa, hurgué en la tierra, sólo
para despertar a la noche siguiente, sin ningún sentido de dónde estaba o
dónde debería ir. No encontré a nadie en mis viajes, humano o vampiro,
aunque los bosques estaban llenos de vida salvaje, la mayoría de los cuales
nunca había visto antes y sabía sus nombres sólo a través de historias. El zorro
y la mofeta, el conejo y la ardilla, serpientes, mapaches e infinitas manadas de
ciervos. También vi a grandes depredadores: una manada de lobos trotando en
silencio a través de los árboles al anochecer, la forma leonada de un gato
enorme, sus ojos brillando en la oscuridad. Ellos nunca me molestaron, y los
rehuí también, de un depredador a otro.
En la sexta noche, salí de mi tumba poco profunda con un propósito, sintiendo
mis colmillos presionando contra mi labio inferior. Tenía hambre. Necesitaba
cazar.
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La pequeña manada de ciervos alimentándose en el prado se dispersó cuando
me vieron, pero yo era más rápida, saltando sobre un ciervo y trayéndolo,
dando patadas y balando, a la tierra. La sangre que fluía en mi boca era caliente
y fuerte, pero aunque sentía que se extendía a través de mi estómago, el dolor
lacerante todavía estaba allí. Corrí por otro ciervo y me atiborré de su sangre,
consiguiendo el mismo efecto. Todavía tenía hambre.
Otros animales tampoco podían llenar el Hambre. Me fui a dormir hambrienta,
y cada noche, levantándome de la tierra, fui a cazar, persiguiendo y drenando
todo lo que encontré. Nada ayudó. Mi estómago estaba lleno, a veces
demasiado, y podía sentirlo presionando contra mis costillas. Pero el Hambre
sólo se hizo más fuerte.
Hasta que una noche, hambrienta y desesperada, perseguí una cierva fuera de
las zarzas, lanzándome hacia delante para agarrarla, y aterrizando en un tramo
de pavimento.
Parpadeando, me levanté, dejando al venado irse entre los árboles. Estaba en el
medio de una carretera, o lo que había sido una carretera. La mayor parte
estaba cubierta de maleza y arbustos y la hierba estaba empujando hacia arriba
a través de numerosas grietas en el pavimento. El bosque estaba a uno y otro
lado, amenazando con tragárselo todo, pero todavía estaba allí, una estrecha
franja a través de los árboles, desapareciendo en la oscuridad en ambas
direcciones.
Sofoqué una llamarada de excitación. No había ninguna garantía de que la
carretera llevase a alguna parte ahora. Pero era mucho más prometedor que
vagar sin rumbo por el desierto, y ahora mismo, me quedaría con lo que puedo
conseguir.
Eligiendo una dirección, empecé a caminar.
Dormí un día más, excavando en la tierra en el lado de la carretera y
despertando la noche siguiente completamente muerta de hambre. Mis
colmillos se deslizaban por su cuenta, y me encontré animando cada roce, cada
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movimiento en la oscuridad a mi alrededor. El impulso de cazar era casi
abrumador, pero sólo estaría perdiendo tiempo y energía, y esto no frenaría el
Hambre horrible que roía en mis entrañas. Así que seguí caminando, siguiendo
la carretera, mi boca tan seca como la arena y el estómago amenazando con
comerse su propio forro.
A pocas horas del amanecer, los bosques finalmente comenzaron a clarear. Poco
tiempo después, se convirtieron en praderas onduladas, con apenas un árbol a
la vista. Me sentí aliviada, porque había empezado a pensar que el bosque
continuaría para siempre.
La carretera se ensanchó, atravesando las llanuras. Todo estaba tranquilo aquí,
a diferencia del bosque, con el murmullo constante de pequeñas criaturas en la
maleza, el siseo del viento en movimiento a través de las hojas. Excepto por mis
pasos suaves contra el pavimento, el mundo estaba quieto y en silencio, y las
estrellas brillaban en lo alto, extendiéndose hasta el infinito.
Entonces oí el estruendo de motores a lo lejos, probablemente a varios
kilómetros de distancia. Al principio, pensé que estaba escuchando cosas.
Parando en medio del camino, observé, fascinada, mientras los faros aparecían
y los estruendos se hacían más fuertes.
Deslizándose desde lo alto había dos máquinas pequeñas y elegantes. No eran
coches o camiones o cualquier tipo de vehículo que hubiera visto antes; sino
que tenían dos ruedas y se movían más rápido que un coche, pero era difícil ver
nada más allá de los faros. Al verlos aproximarse, sentí una oleada de emoción.
Si había vehículos extraños como estos en el camino, entonces tal vez los seres
humanos vivían fuera del Muro, después de todo.
Los faros se acercaban, brillando en mis ojos, casi cegándome. En algún lugar
de la parte trasera de mi mente, la antigua Allison, la cuidadosa, cautelosa rata
callejera, me decía que saliera de la carretera, para ocultarme, para dejarles
pasar sin saber que yo estaba allí. Ignoré la voz. Mi instinto me dijo que lo que
impulsaba esas extrañas máquinas era un ser humano. Tenía curiosidad. Quería
verlo por mí misma. Quería ver si los humanos podían vivir fuera de la ciudad,
lejos de la influencia de los vampiros.
Y... estaba hambrienta.
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Los vehículos pararon a pocos metros y el estruendo de los motores
revolucionó, a pesar de que las luces se mantuvieron, brillando en mis ojos.
Levantando una mano para proteger mi mirada, oí como un chirrido oxidado
bajando de la máquina, poniéndose al lado de ella.
―Bien, bien. ―La voz era profunda y burlona, y un hombre grande y de
aspecto tosco dio un paso adelante, recortando su silueta contra la luz. Era alto
y fornido, con tatuajes que cubrían sus brazos como mangas. Otro cubría la
mitad de su rostro, la imagen de un perro sonriente o un lobo o un coyote,
mostr{ndome sus colmillos―. ¿Qué tenemos aquí? ―reflexionó―. ¿Te has
perdido, niña? Este es un mal lugar para quedarse atrapado, solo, en la noche.
Un segundo hombre se unió al primero, más pequeño y más flaco, pero no
menos amenazador. A diferencia del primero, parecía más impaciente, menos
cauteloso que su compañero. Tenía el mismo tatuaje del perro en un hombro, y
un destello brillante, hambriento en sus ojos.
―No vemos muchas perras aquí ―acordó, recorriendo con la lengua su labio
inferior―. ¿Por qué no nos haces compañía un rato?
Me sobresalté, retrocediendo un paso, luchando contra la necesidad de
gruñirles. Esto había sido un error. Ellos eran humanos y, peor aún, eran
hombres. Sabía lo que querían; lo había visto en la calle infinidad de veces, e
hizo que mi estómago se tensase. Debería haberme quedado oculta, debería
haberles dejado pasar. Pero ya era demasiado tarde. Podía saborear la violencia
en el aire, el olor del sudor y la lujuria y la sangre bombeando por debajo de su
piel. Algo dentro de mí respondió con entusiasmo creciente, el Hambre una
llama bailando en mis entrañas.
Se oyó un chasquido metálico, y el primer hombre sacó un arma, apuntando el
cañón en mi cara.
―Ni siquiera pienses en correr ―canturreó, dejando al descubierto los dientes
amarillos y desiguales, en una amplia sonrisa―. Solo ven hasta aquí y hazlo
más fácil para ti.
Cuando no me moví, él asintió a su compañero, quien se acercó y me agarró del
brazo.
Al segundo que su mano tocó mi piel, algo dentro de mí se rompió.
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¡Presa! ¡Comida! Con un grito salvaje, me giré hacía el humano, con los colmillos
fuera, y él se echó hacia atrás gritando una maldición. Traté de agarrarlo,
sintiendo el calor y los líquidos calientes por debajo de su piel, junto con el
bombeo de su corazón. Podía oler su sangre, escuchar sus latidos frenéticos, y
mi visión se puso roja de Hambre.
Un aullido y un rugido detrás de mí. El intenso aroma de la sangre fresca, y el
humano sacudiéndose contra mí, jadeando. Me giré, furiosa ahora, buscando mi
presa. Se alzaba contra la luz, con olor a sangre y miedo, el arma a la altura de
mi pecho. Grité, dejando caer el ser humano inerte, y me abalancé. La pistola
sonó dos veces, fallando, y golpeé en el pecho de la presa, hundiéndolo en la
tierra. Se giró violentamente a mi cara, los codos rebotando en mi mejilla,
cuando le di un tirón y clavé mis colmillos en su cuello.
La presa se endureció, poniéndose rígido, y yo clavé los colmillos más
profundamente, perforando la vena y haciendo que la sangre fluyera más
libremente. El calor me llenaba la boca y la garganta, fluyendo hacia mi
estómago, aliviando el horrible dolor que había estado allí tanto tiempo. Gruñí
de placer rompiendo con impaciencia la carne de alrededor, haciendo que más
sangre fluyera. Sentí el poder dentro de mí, aliviando el dolor en el estómago y
el hombro, sintiendo mis heridas cerrarse y el hambre desvanecer. El resto del
mundo desapareció, todos los sonidos se desvanecieron, todas las sensaciones
se redujeron a este momento, este perfecto, embriagador momento, donde no
importa nada salvo el poder.
Debajo de mí, el humano hizo un chocante sonido de asfixia, como un gemido,
y de repente me di cuenta de lo que había hecho.
Temblando, lo solté, mirando fijamente al hombre en el suelo, el humano que,
en un insano momento, no había sido más que una presa para mí. Su cuello era
un revoltijo de sangre; en mi afán, había hecho algo más que morder su
garganta, la destrocé. El rojo empapaba su cuello, pero la herida no manaba
sangre. Experimentalmente, sacudí su hombro.
Su cabeza colgaba a un lado, y sus ojos con mirada perdida, sin ver y vidriosos.
Estaba muerto.
No. Puse las manos en mi boca, sacudiendo con tanta fuerza que pensé que iba a
vomitar. Había pasado, justo como Kanin había dicho que pasaría. Había
matado a alguien. Había asesinado a un ser humano. Al segundo en que había
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probado la sangre, el demonio se apodero de todo, y había perdido la cabeza.
Había perdido el control del Hambre. Y en esos pocos latidos, con la sangre
fluyendo caliente en mi boca y en mis venas, estuve encantada cada segundo de
ello.
―Oh, Dios mío ―susurré, mirando el cuerpo, al cad{ver que, hace unos pocos
minutos, había sido un ser vivo.
Yo lo había matado. Lo había matado. ¿Qué iba a hacer ahora?
Un gemido agónico me interrumpió. Miré con miedo hacía donde el otro ser
humano estaba tendido en la acera, mirando hacia el cielo. Estaba respirando
con jadeos cortos, presa del pánico, y sus ojos se abrieron cuando me paré y
caminé hacia él.
―¡Tú! ―jadeó. Sus piernas temblaron cuando trató de levantarse. La sangre
fluía de su pecho, donde tenía una bala dirigida a mí. No le quedaba mucho
tiempo, podía sentirlo. Pero él no parecía darse cuenta, mirándome fijamente
con los ojos vidriosos―. No sabía que tú... eras un vampiro.
El hombre se atragantó, la sangre derramándose de su boca, corriendo por la
acera. Su mirada en blanco me cortó como un millar de cuchillos.
―Lo siento ―susurré, sin saber qué m{s decir.
Pero eso sólo pareció volverlo loco, ya que se echó a reír.
―Lo siento ―repetí, mientras su cabeza colgaba a un lado.
―Un vampiro mata a mi compañero y luego dice que lo siente. ―Se desplomó
en risas incontrolables, ahog{ndose en su propia sangre―. Esto es... una broma,
¿verdad? ―susurró, mientras rodó sus ojos―. ¿Una broma de< vampiro?
Jackal...se habría... reído...
Él no se movió de nuevo.
Me podría haber quedado allí, de rodillas en la hierba fría, el olor de la sangre
obstruyendo mi nariz y boca, salvo porque el cielo sobre las montañas se fue
aligerando, y mi reloj interno me avisaba que el amanecer no estaba muy lejos.
Por un momento, me pregunté cómo sería si yo sólo... me quedaba sobre el
suelo. Encontrarme con el sol, como Kanin dijo una vez. ¿Me quemaría hasta
convertirme en ceniza? ¿Se necesitaría mucho tiempo, sería muy doloroso? Me
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preguntaba qué había más allá; nunca había sido muy religiosa, pero siempre
había creído que los vampiros no tenían alma, y nadie sabía lo que les sucedía
cuando finalmente dejaban el mundo. No parecía posible que yo, un monstruo
y un demonio, pudiese tener una oportunidad en el cielo o en la eternidad o lo
que sea que ocurra cuando los seres humanos mueren. Como si tal cosa
existiera.
Pero si el cielo existe, entonces también existe... el otro lugar.
Temblando, me metí en el césped, enterrándome profundamente en la tierra,
sintiéndola cerrarse en torno a mí como una tumba. Puede que sea un demonio
y una cobarde, y puede ser que merezca que me quemen, pero al final, no
quiero morir. Incluso si esto me condena al infierno, siempre elegiría vivir.
Aunque, por primera vez desde el ataque de aquella terrible noche en las
ruinas, deseaba que Kanin no me hubiese salvado, después de todo.
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C A P Í T U L O 11
Traducido por Calíope Cullen y Rodonithe
Corregido por Connie
Los cuerpos estaban todavía allí, tiesos y cerosos cuando me levanté la siguiente
noche. Ellos ya habían atraído una multitud de cuervos y otros pájaros
carroñeros. Espanté a los carroñeros y, sintiendo que era lo menos que podía
hacer, arrastré los cuerpos del camino en la alta hierba, abandonándolos a la
naturaleza. Los vehículos que ellos habían estado conduciendo se habían
quedado sin combustible o electricidad o lo que fuera que los había impulsado,
ya que sus luces estaban muertas, y estaban fríos. Me pregunté si podría haber
montado uno de ellos, pero nunca había conducido nada en mi vida, y las
máquinas parecían muy complicadas incluso si funcionaban todavía. Entonces
los dejé sentados a un lado del camino mientras seguía mi viaje a cualquier
parte donde fuera que iba.
Otra noche o dos pasaron sin distracciones. Anduve por ciudades y
asentamientos, todo muerto, todo cubierto y vacío. Encontré varios cruces de
caminos por casualidad, donde otros caminos se estiraban lejos en direcciones
diferentes hasta perderse en la oscuridad, pero me mantuve en el camino por el
que andaba. Me acostumbré al silencio, al vacío y a la inmensidad del cielo. Las
estrellas eran mis únicas compañeras constantes, aunque realmente viera un
ciervo y pequeños animales y manadas de bestias peludas que vagaban por los
llanos.
Cuando el sol amenazaba al horizonte, me hundía en la tierra y dormía, sólo
para levantarme y repetir la misma cosa la noche siguiente. Todo lo que hacía se
volvió un hábito: salir, sacudir la suciedad, afrontar la misma dirección que la
noche anterior y caminar. No pensé en la ciudad. O en Kanin. O en cualquier
cosa detrás de mí en el camino. En su lugar, me ocupé con lo que podría
encontrar en la siguiente subida, en la siguiente colina.
A veces me imaginaba una ciudad distante, brillando con las luces, o el
resplandor de los vehículos, que venían hacia mí. O la silueta de otro viajero,
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caminando hacia mí en la oscuridad. Por supuesto, nada así alguna vez
apareció; ninguna luz, ningún vehículo, ninguna gente. Sólo terrenos vacíos y
esqueletos de lo que habían sido casas o granjas. El encuentro con los dos
hombres pareció un sueño nebuloso, recordado a medias, algo que realmente
no me había pasado, pronto se sintió como si yo fuera la única persona
abandonada en el mundo entero.
No encontré corriendo ningún Rabioso, lo que resultó sorprendente al
principio. Había estado esperando luchar en mi camino al menos con unos
cuantos por ahora. Pero tal vez los Rabiosos estaban sólo dando vueltas por las
ciudades donde estarían sus presas humanas. O quizás, como el oso, no se
molestaban cazando vampiros. Tal vez su presa tenía que estar viva y
respirando para llamar su atención.
Tal vez pensaban que los vampiros eran justo como ellos.
Finalmente el camino me llevó a otra ciudad muerta. Era como algunas otras
que había visto, vacía y cubierta, edificios que se derrumban en escombros,
coches abandonados pudriéndose en las calles. Cuando pasé los restos de una
vieja gasolinera, me pregunté si ya habría sido asaltada para tomar alimentos y
provisiones.
Entonces comprendí que no tenía que comprobarlo, lo que encontré irónico y
un poco triste. La vieja Allie habría visto un lugar así como el hallazgo de un
tesoro potencial. Viejos edificios, tiendas abandonadas, gasolineras vacías, allí
estaban una tonelada de provisiones que solamente esperaban para ser
rescatadas. No necesitaba el alimento o bebidas o cualquier otra cosa más. La
única cosa que necesitaba era algo que no estaba aquí.
Suspiré, por puro gusto, y seguí a la ciudad.
Cuando pasé un árbol que crecía por encima de un coche, noté un crujido débil
y tranquilo en la hierba. No un ruido de animal, tampoco. Esto sonaba humano.
Hice una pausa. Eso había sido cuatro días desde el< incidente< con los
hombres en el camino. ¿Era todavía un peligro para la gente? ¿Podría
controlarme en presencia de mi presa? El Hambre parecía saciada por ahora,
estaba bajo control, pero todavía tendría que ser muy cuidadosa.
El sonido se repitió otra vez. Cautelosa de la fauna Rabiosa, saqué mi espada y
rodeé el coche, lista para acuchillar a lo que viniera debajo de los hierbajos.
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Cuando vi lo que se ocultaba detrás del árbol, sin embargo, me relajé. Una cara
pequeña, asustada, jadeó y retrocedió, con los ojos muy abiertos, y lágrimas en
sus mejillas. Él tenía el cabello negro, la piel sucia, y tenía probablemente no
más que seis años.
¿Un niño? ¿Qué hace un niño aquí afuera, solo?
Todavía cautelosa, bajé mi espada. El niño sorbió y miró hacia mí, con los ojos
llorosos, pero en silencio. Busqué heridas sobre su pequeño cuerpo, señales de
mordeduras o rasguños, pero estaba limpio. No había nada de sangre, aunque
era terriblemente delgado, un rasgo que era demasiado común de donde yo
venía.
―¿Q< quién eres? ―Él sorbió, presion{ndose contra el tronco―. No te
conozco. Eres una forastera.
―Est{ bien. No voy a hacerte daño. ―Envainé la espada, me arrodillé al lado
del niño, ofreciéndole mi mano―. ¿Dónde vives? ―pregunté con cuidado,
sorprendida de que alguien dejara a un niño vagar alrededor de estas calles de
noche. ¿Querían que los Rabiosos lo comieran?―. ¿Dónde est{n tu mam{ y pap{?
―Yo n< no vivo aquí―susurró él, teniendo hipo con el esfuerzo para no
llorar―. No t< tengo una mam{ o un pap{. ¡Vivo con todos, pero ahora no
puedo encontrarlos!
Él no tenía mucho sentido, y la última oración finalmente se había disuelto en
un gemido asustado, haciéndome rechinar los dientes. Nosotros nunca
llegaríamos a ninguna parte con esto, y su aullido podría atraer animales
Rabiosos cuando menos. Ellos podrían no hacer caso de mí, pero si sintieran a
este niño, tendríamos un problema.
―Est{ bien―dije r{pidamente cuando el niño llenó con su pequeño puño su
boca―. Est{ bien, encontraremos a todos los dem{s. ¿Hay otra gente aquí,
correcto? ¿En la ciudad?
Él asintió.
―Ellos buscaban el alimento y esas cosas―dijo él, señalando con un dedo sucio
en una dirección indistinta―. Por ahí, creo. Tuve que ir al baño, pero cuando
volví ya no estaban.
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Bueno, con esperanza, ellos estarían cerca. Fuera quienes fueran ellos.
Probablemente una tía o un pariente o algo, ya que el niño no tenía padres. Su
labio inferior tembló, y froté mis ojos.
―Vamos a buscarlos ―dije, levant{ndolo―. Ven. Estoy seguro que ellos te
buscan, también.
¿Qué? La rata Fringer callejera en mí retrocedió, horrorizada.
¿Qué haces, Allison? No conoces a este niño. ¿Por qué te estás involucrando?
No hice caso de la voz. ¿Qué se suponía que hiciese? No podía abandonar a un
niño aquí fuera solo. No era insensible. Lo dejaría con sus padres o tutores o
quienquiera, y luego<
Reprimí un escalofrío. ¿Cuándo sería la próxima vez que podría encontrarme
con seres humanos? Si volviese a este niño a sus guardianes, probablemente se
sentirían aliviados. Puede ser que me preguntaran si quisiese entrar,
ofreciéndome pasar la noche. Sería bastante fácil, mientras dormían, deslizarse
junto a ellos, a...
Horrorizada, cerré esos pensamientos. Pero, ¿qué podía hacer? Era un vampiro,
y si no mantenía el Hambre a raya, volvería a gruñir, a ser la criatura sin mente
en la carretera. Si me alimentaba, al menos estaría en condiciones.
―¿Bueno―pregunté al muchacho, ofreciendo mi mano―, vienes o no?
El niño se iluminó. Levantándose, alcanzó mi mano y se agarró fuerte a mis
dedos mientras caminábamos. Él no gritó ni sorbió cuando caminamos por
callejones oscuros, entre edificios putrefactos, y rodeando coches destrozados,
oxidados. Él estaba demasiado asustado para decir algo, o estaba acostumbrado
a pasear alrededor de lugares tenebrosos, desconocidos, en medio de la noche.
―¿Cómo te llamas? ―me preguntó mientras bajamos hacia otra acera,
atravesando faroles de vidrio caídos. Parecía tranquilo ahora, aliviado por estar
en la presencia de un adulto, incluso si era un extraño.
―Allison―refunfuñé de nuevo, explorando la oscuridad y las sombras en
busca de signos de movimiento, humano o de otro tipo. Un zorro gris levantó la
mirada desde donde rescató algo de una pared y entró corriendo en las hierbas,
pero aparte de eso, la noche estaba en calma.
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―Soy Caleb.
Asentí y me bajé por otro camino, encontrando el borde de lo que alguna vez
fue una plaza. El musgo cubrió los restos de los bancos a lo largo de las aceras
agrietadas, y la fuente de piedra en el centro de la plaza estaba seca y la grava
derrumbada. Las hojas crujían bajo nuestros pies a medida que seguimos uno
de los caminos más allá de un mirador con una azotea caída, hacia el otro
extremo de la plaza.
De repente, me detuve, tirando de Caleb. Detrás de nosotros, en medio de los
restos rotos de la glorieta, oí el golpeteo tranquilo del latido de corazón.
―¿Por qué nos detenemos? ―susurró Caleb.
―Date la vuelta ―dijo una voz, de alguna manera, imposible, a mi espalda―.
Despacio.
Aun manteniendo un férreo apretón sobre la mano de Caleb, me volví. Un
humano estaba detrás de nosotros, a pocos metros de la glorieta. Era delgado,
unos centímetros más alto que yo, con el cabello rubio y sus ojos de un brillante
azul penetrante, que no abandonaron mi cara. Tampoco lo hizo el cañón de la
pistola sobre mi cabeza.
―Zee ―exclamó Caleb y se precipitó hacia adelante. Lo dejé ir, y él se abalanzó
sobre el desconocido, que se agachó, abrazó al niño por el cuello y se levantó.
Todo ello sin quitar los ojos, o su pistola, lejos de mí.
―Hey, rata de alfombra ―murmuró, hablando con Caleb, pero aún me miraba
fijamente―. Est{s en un montón de problemas, hombrecito. Tu hermana y yo
hemos estado busc{ndote por todas partes. ―Entornó los ojos―. ¿Quién es tu
amiga?
―¡Caleb! ―Un grito lo interrumpió, y una muchacha delgada, de cabello
oscuro, de tal vez dieciséis años corrió, ofreciendo sus manos―. ¡Caleb! ¡Oh,
gracias a Dios! ¡Lo encontraste! ―Ella tomó al niño de "Zee", lo abrazó fuerte, y
lo puso sobre la tierra frunciéndole el ceño― ¿A dónde fuiste? ¡Nos asustaste a
todos a muerte, vagando así! Nunca, nunca vuelvas a hacer eso, ¿me entiendes?
―Ruth ―dijo el muchacho rubio en voz baja, aún teniéndome en la mira―.
Tenemos compañía.
La chica tiró la cabeza hacia arriba, sus ojos muy abiertos cuando me vio.
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―¿Quién...?
―Esa es Allison ―dijo Caleb, volviendo a sonreírme. Le devolví la sonrisa,
pero mi mirada estaba todavía en el muchacho con la pistola―. Ella me ayudó a
encontrarlos cuando me había perdido.
―¿Es así? ―El muchacho frunció el ceño, moviéndose hacia adelante para
ponerse entre mí y las personas a su cargo―. ¿Y qué está haciendo ella aquí,
vagando por la ciudad sola en el medio de la noche?
―Eso es lo que me gustaría saber ―añadió la joven, Ruth, mir{ndome por
encima del hombro del niño―. ¿Y qué ibas a hacer con mi hermano? ―Ella
demandó, muy valiente pensé, para alguien escondido detrás de un arma de
fuego―. ¿Quién eres, de todos modos?
La ignoré, sabiendo que el muchacho era al que tendría que convencer. Él me
miró con calma, ojos azules concentrados en todos mis movimientos. Ahora que
lo veía con claridad, me di cuenta de que probablemente no era mayor que yo,
con el vaquero polvoriento, una chaqueta andrajosa, y el cabello rubio irregular
que caía en sus ojos. Me devolvió la sonrisa con el aire inconfundible de alguien
que sabía cómo manejarse a sí mismo. Pero tal vez se debía a las armas que
llevaba. Además de la pistola, me señaló que llevaba un hacha en una cadera,
una daga en la otra, y una correa en el pecho, la empuñadura de un machete
asomaba por detrás de su hombro.
No tenía duda de que tenía un par de otras armas ocultas en algún lugar, un
cuchillo en la bota o en la manga. También sospechaba que sabía cómo usar
todas y cada una de ellas. Una pequeña cruz de plata colgaba de una cadena
alrededor de su cuello, brillando en contra de su camisa desgarrada.
Sus ojos se posaron en la empuñadura por encima de mi hombro, y luego a mi
cintura, en busca de armas. Me quedé muy quieta, me preguntaba si podría
llegar a él y tirar la pistola lejos sin recibir un disparo en la cara. Si es que
llegaba a eso. El extraño muchacho parecía desconfiar, pero no era abiertamente
hostil. Sospechaba que no quería una pelea, y yo tampoco. No después de...
Empujé el recuerdo y me centré en los humanos, todavía mirándome con
cautela.
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―Entonces, ¿me vas a disparar? ―le pregunté después de pasar un momento
mir{ndome―. ¿O nos vamos a quedar por ahí revis{ndonos el uno al otro toda
la noche?
―Depende ―dijo el muchacho con una risa fácil, sin bajar el arma―. ¿Quién
eres? No hay muchas personas que vagan de noche con los Rabiosos. Y no eres
de por aquí, no sé mucho más. ¿De dónde vienes?
―Nueva Covington. ―Él frunció el ceño, no reconociéndola―. Una de las
ciudades de vampiros ―me expliqué sin pensarlo mejor.
Ruth se quedó boquiabierta.
―¡Una ciudad de vampiros! ¡Zeke, vamos! ―Ella tiró de la manga―. ¡Debemos
regresar con los dem{s, advertirles! ―Su mirada oscura apuñaló en mí detr{s
de su brazo―. ¡Ella podría ser una de esas mascotas que Jeb nos ha contado!
Podría estar a la caza de nuevos esclavos de sangre.
―No soy una mascota ―le espeté a ella―. Y las mascotas no se molestan en
cazar esclavos de sangre, ellos permiten a los grupos de asalto hacerlo. ¿Ves a
alguien más por aquí?
El chico, Zeke, vaciló, moviendo el brazo de Ruth.
―Si vienes de una ciudad de vampiros, ¿qué est{s haciendo aquí? ―preguntó
con voz razonable.
―Me fui. ―Levanté la barbilla y lo miré desafiante―. Me cansé de ser
perseguida, de ver a los vampiros hacer lo que quieren de nosotros, porque sólo
somos animales para ellos. Es mejor correr el riesgo fuera del Muro y libre, que
quedarse en la ciudad como esclavo de una sanguijuela. Así que salí. Y nunca
voy a volver. Si quieres matarme por eso, sigue adelante. Es mejor que lo que
dejé atrás.
El muchacho parpadeó y pareció a punto de decir algo, cuando Caleb dejó
escapar un leve grito y se precipitó hacia adelante, golpeando su pierna.
―¡No le pegues un tiro, Zee! ―pidió Caleb, cuando el muchacho se estremeció,
m{s de la sorpresa que del dolor―. ¡Ella es agradable! ¡Me ayudó a encontrarte!
―Él aporreó la pierna otra vez con sus pequeños puños―. Si le pegas un tiro,
estaré enojado contigo por siempre. ¡Déjala en paz!
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―Ow. Est{ bien, est{ bien. No iba a dispararle. ―Zeke hizo una mueca y bajó la
pistola, mientras Ruth tomó el brazo de Caleb y lo arrastró lejos―. No iba a
hacerlo, de todos modos. ―Él suspiró y metió la pistola de nuevo en su funda,
volviéndose hacia mí con un encogimiento de hombros resignado―.Lo siento.
Todos estábamos volviéndonos locos, cuando no podíamos encontrar a rata de
alfombra, y no encontramos a mucha gente aquí. No fue mi intención asustarte.
―Est{ bien ―dije, y la tensión se disipó.
Ruth todavía miraba airadamente hacia mí, con Caleb en sus brazos ahora,
retorciéndose para bajar. Ella pareció pequeña y sin importancia comparada al
muchacho frente a mí.
Él sonrió y de repente parecía más joven, mucho menos amenazante.
―Intentemos una presentación otra vez ―ofreció él con una mirada
pesarosa―. Gracias por traer a Caleb. Soy Zeke Crosse. Esta es Ruth< ―él
cabeceó hacia la muchacha, que estrechó sus ojos aún m{s―<Y has conocido a
Caleb.
―Allison. O Allie. ―Asentí hacia ellos, mirando alrededor por otra gente
adem{s del trío, no encontrando nadie―. ¿Qué hacen aquí afuera? ¿Están
justamente ustedes tres solos?
Él negó con la cabeza, retirando el flequillo de los ojos.
―Sólo de paso, como tú has dicho. Nos paramos aquí en busca de suministros
antes de seguir de nuevo.
―¿Cu{ntos de ustedes est{n ahí?
―Aproximadamente una docena. ―Él parpadeó, mir{ndome fijamente. Me
levantó una ceja y miró hacia atr{s―. ¿En realidad vienes de una ciudad de
vampiros? ―preguntó con asombro―. ¿Y has estado viajando desde entonces,
sola? ¿Sabes lo peligroso que es aquí?
―Sí. ―Me estiré y toqué la empuñadura de mi katana―. Y no tienes que
preocuparte. Puedo cuidar de mí.
Zeke silbó suavemente.
―No dudo de ello ―murmuró, y pensé oír una pizca de respeto debajo de la
superficie tranquila. Él resopló y me sonrió―. Escucha, tengo que conseguir
173
llevar a estos dos ―indicó a Caleb y Ruth―, con los dem{s antes de que Jeb
ponga el grito en el cielo. ¿Necesitas algo? No tenemos mucho, pero estoy
seguro que podemos darte una bolsa de patatas fritas o una lata de frijoles o
algo. No pareces haber comido mucho últimamente.
Parpadeé impactada. Su oferta parecía genuina, tomándome con la guardia
baja, haciéndome cautelosa otra vez. La gente nunca regalaba alimento a
completos extraños. Pero antes de que pudiera decir algo, Ruth dejó a Caleb y
saltó hacia adelante, con los ojos brillando.
―¡Zeke! ―silbó ella entré dientes, tirando de su manga otra vez. Él suspiró
mientras se inclinaba―. No sabemos nada sobre ella ―dijo en un susurro,
aunque yo podía oír cada palabra―. Podría ser un ladrón, o una mascota o una
secuestradora por todo lo que sabemos. ¿Qué dirá Jeb si volvemos con un
completo extraño? ¿Sobre todo uno que vivió con vampiros?
―Ella solamente nos ayudó a encontrar a Caleb ―contestó Zeke, frunciendo el
ceño―.No creo que ella lleve consigo el espíritu de Nueva Covington o de
cualquier parte de donde sea. Además, no estabas preocupada cuando dejamos
a Darren unírsenos, y él era de un campo de bandidos. ¿De qué tienes miedo?
―Quiero que venga ―dijo Caleb, aferr{ndose a la pierna de Zeke―. No la
hagas irse. Ella debería venir con nosotros.
Bien, esto era divertido, pero probablemente ya era tiempo de que me fuera. No
había ningún modo de que pudiera viajar con un grupo durante el día. Aunque
si me mantenía atr{s y esperaba hasta que se fueran a dormir<
―Realmente no necesito nada ―dije al trío en una voz plana―. Gracias, de
todos modos. Justo me marchaba.
Caleb puso mala cara. Zeke miró airadamente a Ruth, y ella se sonrojó,
retrocediendo.
―Como quieras, Allison ―dijo Zeke, ech{ndome un vistazo otra vez―. Pero
esto no es ningún problema, realmente. Somos de la clase que recoge perros
callejeros, ¿correcto, rata de alfombra? ―Él enredó el cabello del niño,
provocando la risa tonta de Caleb, antes de mirarme seriamente a mí―. Eres
bienvenida a unírtenos, al menos por esta noche. Jeb no aparta a cualquier
persona en necesidad. De hecho, si tú quieres ―continuó, ladeando la cabeza de
una manera reflexiva―, incluso puedes viajar con nosotros por un rato. Parece
174
que estamos yendo en la misma dirección. Vas a tener que acostumbrarte a
horas extrañas, sin embargo. Dormimos durante el día y salimos por la noche.
Parpadeé, sin poder creer lo que oían mis oídos.
―¿Viajas por la noche?―pregunté, solamente para confirmarlo, y él
cabeceó―.¿Por qué?
Una sombra cruzó la cara de Zeke, y Ruth palideció, mirando a Caleb. Ambos
callaron durante un momento.
―Esa< es una historia larga―murmuró Zeke, pareciendo incómodo, o triste.
Movió la cabeza hacia el niño que se aferraba a su pierna, lo que indicaba:
Pregúntame cuando Caleb no está cerca para escucharlo.
Definitivamente había una historia ahí. La mirada sombría en su rostro habló más
que las palabras y me dio curiosidad. Me pregunto, ¿qué pasó con ellos? ¿Qué era
tan terrible que no querían que oyera Caleb?
―Entonces―siguió Zeke cuando Ruth frunció el ceño―, la oferta sigue en pie,
Allison. ¿Vienes, no?
No debería. Solamente debería girar y alejarme sin mirar hacia atrás. Según
Zeke, había al menos una docena de humanos vagando alrededor, con olor a
presa y sangre, felices e ignorantes del vampiro que estaba al acecho tan cerca
de su pequeña comunidad. ¿Si aceptara su oferta, cuánto tiempo pasaría antes
de que ellos comprendieran que yo no era humana, sobre todo con Ruth que se
cierne como un buitre sospechoso, esperando exponerme? ¿Y cuánto tiempo
posiblemente podría ir sin querer comerlos?
Pero entonces, si estuviera lejos de los humanos, aislada y privándome de
comida, tarde o temprano perdería el control otra vez. Y luego mataría a
alguien. Tal vez un niño, como el niño agarrado a la pierna de Zeke. ¿Y si lo
hubiera encontrado primero, en vez de aquellos dos hombres? El pensamiento me
enfermó. No podía hacer eso otra vez. No podía.
Tal vez< tal vez si tomara solamente una pequeña porción de sangre a la vez,
podría mantener al demonio reprimido. Tenía que haber una manera. Nadie
podía averiguarlo, desde luego, y tendría que ser realmente, realmente
cuidadosa, pero parecía un mejor plan que el acecharlos por la oscuridad, a la
espera de que el Hambre me venciera otra vez.
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―¿Por favor, Allie? ―Caleb me miró con los ojos grandes y suplicantes cuando
yo seguía dudando―. Por favor, ven con nosotros. Por favoooooorrrrr<
―Lo has oído.―Zeke rió, hermoso y encantador en la luz de la luna―. Tienes
que venir ahora, o lo harás llorar.
Ruth presionó sus labios juntos, mirándome airadamente con el odio más
oscuro, pero ella no era importante. Suspiré, porque eso daba la impresión de
que todavía respiraba.
―Bien ―dije, encogiéndome―. Tú ganas. Enséñame el camino.
Caleb sonrió, saltó hasta mí, y tomó mi mano. Ruth hizo un ruido de disgusto y
se alejó hacia las sombras, refunfuñando. Sacudiendo la cabeza, Zeke me dio
una mirada de disculpa y nos hizo señas hacia adelante.
Mientras los seguía, mis dedos estaban agarrados firmemente en el apretón del
niño, no podía evitar sentirme incómoda. Esto era probablemente una idea
insanamente mala, pero no podía pararme ahora. Las tarjetas habían sido
echadas, e iba a tener que engañarlos.
Además, no quería admitirlo, pero echaba de menos hablar con alguien. Esas
largas noches de silencio en el desierto, me hicieron darme cuenta de cuán
social era realmente. Hablar con Zeke fue fácil, y no estaba dispuesta a estar
sola de nuevo.
A pesar de que, a los pocos minutos de caminata, comenzó a hacer las
preguntas difíciles.
―Entonces Allison ―dijo Zeke tranquilamente, mientras recorríamos nuestro
estrecho camino sobre pedazos de pizarras y cristales, resplandeciendo a la luz
de la luna. Caleb estaba en sus brazos, aferrándose a su cuello mientras
maniobrábamos por el camino, con Ruth caminando unos pasos atrás, su
mirada quemando en mi espalda―. ¿Cu{nto viviste en la ciudad vampiro?
―Toda mi vida ―murmuré―. Nací ahí.
―¿Cómo era?
―¿A qué te refieres, con cómo era?
―Quiero decir, nunca he estado en una―respondió Zeke, cambiando a Caleb a
su otro lado sacudiendo su brazo―. Nunca he estado dentro de una ciudad
176
vampiro, solo oí historias y rumores. Y por supuesto, los dos no son lo mismo,
¿sabes?
―No realmente. ―Desvié la mirada, preguntándome cómo podría cambiar el
tema―. ¿Qué has oído? ¿Qué clase de historias?
Él me dio una mirada de duda.
―Podría decirte, pero creo que ser{ muy aterrador para ciertas pequeñas
orejitas. ―Uso su mano libre para señalar a Caleb, quien lucía incómodo―.
Solo diré, que algunas de ellas incluyen gigantes refrigeradores y ganchos en el
techo.
Arrugué la nariz.
―No es así―dije, rindiéndome―. B{sicamente es una gran ciudad con muchos
viejos edificios, vampiros y gente pobre. Hay un gran Muro que mantiene a los
Rabiosos fuera, y uno pequeño que rodea a Ciudad Central, donde viven los
vampiros, y en medio de ellos están los humanos. O, por lo menos, aquellos que
no fueron llevados a Ciudad Central para trabajar para los vampiros.―Hice
una pausa cuando pateé una botella rota, la cual tintineo sobre el pavimento
hacia el césped―. Nada especial sobre eso.
―¿Alguna vez has visto un vampiro?
Hice una mueca. Esa era otra pregunta que no quería responder.
―Ellos realmente no dejan Ciudad Central a menudo ―dije evasivamente―.
¿Por qué preguntas?
―Nunca he visto uno ―admitió Zeke―. Rabiosos, sí, he visto una tonelada de
esos, pero nunca a un vampiro real. Jeb sí, sin embargo. Dice que son viciosos,
demonios desalmados que pueden partir a un hombre y llevarlo dentro de su
ciudad. Si alguna vez conoces a un vampiro real, la única cosa que puedes hacer
es orar y desear que no te haya visto.
Mi aprensión creció.
―Sigues hablando de esta persona, Jeb ―dije, no me gustaba el sonido de él en
absoluto―. Es como tu líder o algo así.
―Mi padre ―replicó Zeke.
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―Oh. Lo lamento.
―No mi verdadero. ―Zeke sonrió, disminuyendo mi vergüenza―. Él murió
cuando yo tenía tres. Mi madre también. Asesinados por Rabiosos. ―Se encogió
de hombros, como diciendo fue hace mucho tiempo y no necesitaba algún acto
de simpatía por mi parte―. Jeb me adopto. Pero, sí, creo que es nuestro líder. Él
era el ministro de nuestra iglesia, de todas maneras, antes que decidiera
encontrar Eden
―¿Qué dijiste?
Casi me tropiezo con una caja rota. Por un segundo, pensé no haberlo oído bien.
¿Acababa de decir que estaban buscando Eden? No era religiosa en absoluto,
pero aun así, sabía lo que Eden era. Lo que se suponía que fuese.
Miré al chico que caminaba casualmente a mi lado, preguntándome si las
alucinaciones podrían afectarle a alguien tan joven y apuesto.
Zeke rodó los ojos.
―Sí, lo sé. ―Me dio una mirada de reojo, levantando una ceja―. Suena loco.
Dementes fanáticos buscando la Tierra Prometida. Lo he oído antes. No es
necesario decirlo.
―No es tu asunto de todas formas ―agregó Ruth maliciosamente―.No
necesitamos que nos digas lo estúpido que suena.
―No iba a decir nada ―dije a pesar que eso era exactamente lo que había
estado pensando.
―Pero no buscamos el lugar bíblico ―continúo Zeke, como si no hubiera dicho
nada―. Eden es una ciudad. Una gran ciudad. Una con la tecnología de los
viejos días, antes de la plaga. Y es regida completamente por humanos. No hay
vampiros en Eden.
Me detuve para mirarlo.
―Est{s bromeando.
Negó con la cabeza.
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―No de acuerdo con el rumor. Eden yace en una gran isla, rodeada por un
enorme lago. El lago es tan grande y vasto, que ningún Rabioso puede cruzarlo,
y los vampiros no saben que existe
―Una isla m{gica sin Rabiosos o vampiros.―Me mordí el labio analizando―.
Suena como un cuento de hadas para mí.
Oí la amargura en mi voz, aunque no estaba segura de dónde vino. Si era
porque las noticias de una ciudad completamente regida por humanos, sin
ninguna influencia vampírica y sin avistamientos de Rabiosos, habían llegado
muy tarde para mí. Si hubiera oído estos rumores antes, cuando aún seguía con
vida, quiz{s la habría buscado también. O< tal vez no. Quiz{ me hubiera reído
de esa salvaje fantasía y continuado con mi vida como la conocía. Pero al menos
me habría enterado. Hubiera tenido la oportunidad de saber y decidir por mí
misma. Eden no me servía de nada ahora.
Detrás de nosotros, Ruth dio un enojado resoplido.
―Si no le crees, vete ―desafió, par{ndose al lado de Zeke para mirarme―.
Nadie te detiene.
Resistí el impulso de golpearla concentrándome solamente en Zeke.
―¿Realmente est{ allí? ―pregunté, tratando de darle a la idea de una utopía
libre de vampiros el beneficio de la duda―. ¿Realmente crees que la
encontraras?
Zeke se encogió de hombros, indiferente, como si lo hubiera oído antes.
―¿Quién sabe? ―dijo―. Tal vez no existe después de todo. O tal vez est{ por
ahí y nunca la encontraremos. Pero eso es lo que estamos buscando.
―La encontraremos ―agregó Caleb, asintiendo seriamente―. La
encontraremos pronto. Eso dijo Jeb.
No quería destruir sus expectativas, así que no dije nada sobre eso. Unos
minutos más tarde, pasamos por una oxidada puerta de hierro en el jardín
trasero de un pequeño complejo departamental.
Otro humano, unos años mayor que yo, con cabello negro que lucía como un
lobo, estaba haciendo guardia en la puerta de entrada. Él asintió y le sonrió a
Zeke, pero sus ojos vacilaron cuando me vio a mí.
179
―¡Zeke! Lo encontraste pero, ¿quién es ella?
―Otro vagabundo, vagando por lo salvaje ―dijo Zeke con una irónica
sonrisa―. Allison, este es Darren, nuestro otro vagabundo. Ustedes dos tendr{n
mucho de qué hablar.
―Ezekiel.
Todo el mundo se quedó quieto. Nos volteamos para ver a otro humano
acercarse, vestido de negro, su traje entero lucía como si fuera para un
determinado propósito. Todo acerca de él parecía duro y fuerte, desde el cabello
a la cara angulosa y hasta los anchos hombros, una cicatriz recorriéndole desde
la sien hasta la barbilla. Su largo cabello debió haber sido negro alguna vez,
pero ahora era del color del acero, atado detrás en una cola ordenada. Sus ojos
del mismo color de su cabello, se detuvieron en nosotros con una mirada, antes
de ver a Zeke.
―Lo encontraste, entonces. ―El tono de la voz encajaba con el hombre. No era
una pregunta
―Sí, señor. De hecho ―Zeke asintió hacia mí―, ella lo encontró. Estaba
esperando que pudiéramos< dejarla quedarse con nosotros por un tiempo.
Esos agudos ojos grises me miraron, estudiándome muy de cerca.
―¿Otro vagabundo? ―preguntó―. ¿Has hablado con ella, Ezekiel?
―Sí, señor.
―¿Y ella conoce nuestra situación?¿Lo que estamos buscando?
―Se lo dije, sí.
Espere que Ruth se metiera, anunciando sus sospechas al que era obvio que era
el líder del grupo. Pero Ruth estaba quieta e inmóvil al lado de Darren, mirando
al suelo. Caleb, también, sujetándose a su mano y permaneciendo en silencio.
Solo Zeke parecía cómodo, a pesar que se paró derecho con sus manos detrás de
él, como un soldado que espera órdenes.
¿En qué te has metido, Allison?
El humano continúo observándome, sin mostrar ninguna emoción.
180
―¿Tu nombre? ―preguntó, como una mascota ladrando sus órdenes a sus
subordinados. Levanté mi cabeza y me encontré mirándolo de frente.
―Allison ―le contesté, d{ndole una sonrisa―. Y tú debes ser Jeb
―Soy Jebbadiah Crosse ―continúo el hombre con un aire un poco ofendido―.
Y Ezekiel sabe que no dejo a nadie que nos necesita, entonces eres bienvenida
aquí. Sin embargo, si eliges quedarte, hay reglas que todo el mundo debe
seguir. Nosotros viajamos por la noche y nos movemos rápido. Esos que se
quedan atrás son dejados. Todo el mundo contribuye, no hay comidas gratis
aquí, entonces tendrás que trabajar: cazando, buscando, cocinando si es
necesario. El robo de cualquier tipo no será tolerado. Si piensas que puedes
seguir esas reglas, entonces eres bienvenida a quedarte.
―¿Podría ahora? ―dije tan sarc{sticamente como pude―. Muchas gracias.
―No pude evitarlo. Lanzando reglas en mi cara, esperando que lo siga solo
porque alguien lo dice, nunca se llevaría bien conmigo. Ruth y Darren me
miraron, sorprendidos, pero Jebbadiah no hizo más que torcer una ceja.
―Ezequiel es mi segundo, cualquier problema que tengas, lo llevar{s a él
―continuó y giró hacia Zeke, d{ndole una corto asentimiento―. Buen trabajo
encontrando al chico, hijo.
―Gracias señor.
Una muy leve sonrisa cruzo los labios de Jebbadiah antes de voltearse
bruscamente hacia Ruth, quien se encogió bajo su mirada.
―Espero que pongas un mejor ojo en Caleb en el futuro ―dijo―. Tal descuido
es imperdonable. Si Ezequiel no lo encontraba esta noche, hubiera sido dejado
atrás, ¿entiendes? ―El labio inferior de Ruth tembló y asintió con la cabeza―.
Bien. ―Jeb retrocedió, asintió hacia mí, con sus ojos ilegibles―. Bienvenida a la
familia, Allison ―afirmó y se alejó, con las manos cruzadas detr{s de él. Tuve la
tentación de hacerle una mueca, pero Zeke estaba mirándome, así que me
resistí.
Darren dio una palmada a Zeke y regresó a su puesto. Caleb quiso ir con
nosotros, pero Ruth tomó su mano y lo arrastró. Le di una mirada a Zeke
levantando una ceja.
―¿Ezekiel?
181
Hizo una mueca.
―Sí. Es el nombre de un arc{ngel, pero solo Jeb me llama así. ―Pasando una
mano por su cabello, se alejó―. Ven, te presentaré a todos.
No mucho después, conocí a casi todos en la pequeña congregación, a pesar de
que olvidé la mayoría de sus nombres tan rápido como los oí. Era una docena
de delgada, casi famélica gente, cerca de la mitad eran adultos, el resto eran
chicos de mi edad o más jóvenes. Sospeché por la cantidad de chicos corriendo
alrededor sin padres, que el grupo había sido más grande antes. Me pregunté
cuánto tiempo habían estado vagando, siguiendo a ese viejo fanático, buscando
una mítica ciudad que probablemente no existía. Me pregunté cuántos no
pudieron llegar hasta aquí.
Inicialmente los adultos eran fríos hacia mí, era la extraña, nueva y no probada,
y otra boca para alimentar. Era lo mismo que regresar al Fringe. Pero después
de que Zeke conto mi historia, con mucho más odio e ira hacia los vampiros que
la que yo había dicho, me miraron con una nueva simpatía, admiración y
respeto. Estaba aliviada, en primer lugar, me había ganado a este grupo de
extraños sin tener que probar nada en absoluto. Bueno, realmente, fue Zeke
quien lo hizo, pero no iba a quejarme. Quedándome con esta gente sería lo
suficientemente duro sin las inmediatas sospechas y desconfianzas.
―¡Esta bien, escuche todo el mundo! ―llamó Zeke después de las
presentaciones―. Dawn est{ a dos horas de viaje, pero ya es muy tarde para
continuar esta noche. Así que armaremos nuestro campamento aquí. Ahora,
escuchen, necesito al primero y segundo del turno doble hasta el amanecer.
Darren y yo no vimos ningún Rabiosos en el área, pero no quiero arriesgarnos.
Allison<―Se giró en mi dirección, sorprendiéndome―. ¿Viste a algún Rabioso
en tu camino aquí?
―No ―repliqué, sorprendida de lo que estaba haciendo. Incluyéndome,
haciéndome parte del grupo―. El camino estaba libre.
―Bien. ―Zeke se giró a los otros―. Muchos de los departamentos de aquí
están limpios y tienen piso de concreto, así que estaremos a salvo aquí. Todos
tomen un descanso mientras puedan. Jeb quiere que comencemos temprano en
la noche.
182
El grupo se rompió en un caos organizado, moviéndose lentamente al complejo
departamental. Me paré detrás de Zeke, mirándolo, y capturando miradas
curiosas, especialmente de los niños y jóvenes. Ruth me lanzaba dagas con la
mirada mientras llevaba a Caleb a las ruinas de departamentos, y yo le sonreí
falsamente.
―Ezekiel. ―Jeb apareció, viniendo de la nada tras de nosotros.
―Señor
Jeb le puso una mano en el hombro.
―Quiero que tomes la primeria guardia con los otros, al menos hasta el
atardecer. No es que no confié en Jake y Darren, pero quiero a alguien con más
experiencia en ciudades como esta. Asegúrate de que esos demonios no estén
sobre nosotros mientras dormimos.
―Sí, señor.
La mirada de Jeb, voló hacia mí de nuevo.
―Lleva a Allison contigo. Dile cómo se hacen aquí las cosas. Ella puede
comenzar contribuyendo con el grupo hoy.
Oh, genial. Esperaba que no me tomaran para vigilar cuando hay luz solar. ¿Cómo
rayos podré salir de esto?
Jeb repentinamente me miró, y algo en lo profundo de sus ojos me hizo querer
retroceder, gruñendo.
―¿No te importa, verdad chica?
―No, en absoluto ―repliqué mirando hacia abajo―, si me lo pregunta
amablemente.
La ceja de Jeb se levantó.
―Ezekiel ¿nos disculparías un momento? ―preguntó en su voz de no-es-
verdaderamente-una-pregunta. Zeke me dio una mirada de impotencia, pero
inmediatamente asintió y se fue, caminando hacia la puerta.
Elevé mi barbilla y enfrente a Jebbadiah Crosse, con mi mirada de
autosuficiencia en su lugar. Si este viejo loco quería darme una conferencia, se
183
llevaría una sorpresa. No le tenía miedo, no era parte de su grupo, y estaba más
que lista para decirle lo que podía hacer con su discurso.
Jeb me miro sin expresión alguna.
―¿Crees en Dios, Allison?
―No ―dije inmediatamente―. ¿Esta es la parte en la que me dices que me iré
al infierno?
―Esto es el infierno ―dijo Jebbadiah, señalando a la ciudad alrededor de
nosotros―. Este es nuestro castigo, nuestra Tribulación. Dios ha abandonado
este mundo. La fe ya se ha ido de nuestras conciencias, y nos ha dejado al resto
aquí, a la merced de demonios y el mal. Los pecados de nuestros padres han
sido pasados a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y seguirá así hasta que este
mundo esté completamente destruido. Así que no importa si crees en Dios o no,
porque él no está aquí.
Lo miré sin palabras.
―Eso es<
―¿Algo que no estabas esperando? ―Jen me dio una pequeña sonrisa―. Es
inútil ofrecer palabras de esperanza cuando ni tú mismo la tienes. Y he visto
cosas en este, mundo que me dan la certeza de decir que Dios no nos está
mirando. Y no estoy aquí para repartir su mensaje y convertir a todo el mundo,
ya es demasiado tarde para eso. Sin embargo―continuó d{ndome una dura
mirada―, estas personas esperan que los lleve a su destino. Espero que Ezekiel
ya te haya dicho sobre Eden. Entiende esto, no dejare que nada, nada, nos aleje
de nuestro destino. Haré lo que tenga que hacer para encontrarlo, incluso si
significa dejar a muchos atrás. Esos que no contribuyen, o esos que causan
problemas, serán dejados. Te doy esta advertencia ahora. Haz lo que quieras
hacer.
―¿Aun esperas encontrar tu Tierra Prometida a pesar que ni siquiera crees en
ella?
―Eden es real ―dijo Jeb con total confianza―. Es una ciudad, nada m{s. No
tengo ilusiones de la Tierra Prometida o el Paraíso. Pero es una ciudad humana,
no con vampiros, y eso es suficiente para seguir buscando. No les puedo ofrecer
a Dios ―continuó Jebbadiah, mirando hacia los departamentos―. Desearía
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poder, pero está lejos de nuestro alcance. Pero puedo darles la esperanza de
algo mejor que esto.―Su expresión se endureció―. Y tal vez, al llegar a Eden,
puedo ofrecerles algo más.
Una vez más, su mirada voló hacia mí, convirtiéndose en tajante y fría.
―Este mundo est{ lleno de maldad ―dijo mirando hacia mí, como si intentara
ver dentro de mi cabeza―. Dios lo ha abandonado, pero eso no significa que
debamos relegarnos a los demonios que gobiernan ahora. No sé qué haya
después de este infierno. Quizá sea una prueba. Quizá algún día, echaremos a
los demonios para siempre. Pero primero, tenemos que llegar a Eden. Nada
más importa que eso.
Quizá él no sea un verdadero fanático religioso, pero aun así daba miedo, con
esa determinación obsesiva en los ojos.
―Bueno, puedes relajarte ―le dije―. Si quieres buscar Eden, por todos los
medios, sigue adelante. No voy a detenerte.
―No, no lo har{s. ―Jebbadiah retrocedió y fue el fin del tema―. Ve con Ezekiel
―dijo, alej{ndome con un movimiento de su mano―. Dile que te encuentre una
tienda y mochila, tenemos un montón de esos que no lo lograron. Y estate lista
para partir apenas caiga el sol. Tenemos mucho terreno por cubrir. ―Tan
pronto como se fue, consideré seriamente dejarlos.
Alejarme de este insano culto con su fanático líder que ya la había tomado
contra mí. ¿Cómo se supone que me alimente con todos los ojos de esta loca
gente mirando cada movimiento? Algo que me dijo Jeb no era del tipo
comprensivo. Si descubría lo que era, podía ver antorchas, molestas hordas y
estacas en mi futuro.
Por un segundo, me pregunté si no debería desaparecer en la noche. Era
estúpido y arriesgado estar alrededor de tantos humanos, de todas formas.
Quizá debería convertirme en un depredador asediando en las ruinas por
pequeñas sociedades, cazándolos en el anochecer.
Pero Zeke apareció por la esquina, un saco de dormir verde en su hombro y
sentí todas mis convicciones desaparecer.
―Piensa r{pido ―dijo Zeke, tirando el paquete hacia mí―. Aquí hay una
tienda y unos suplementos ―explicó mientras lo atrapaba, sorprendida de que
185
fuera tan ligero―, no es muy grande, pero al menos alejara a la lluvia de ti
cuando acampemos al aire libre. Sabes cómo poner una tienda, ¿verdad?
―No realmente.
―Puedo mostrarte ―dijo Zeke sonriendo de nuevo―, mañana, lo prometo.
Pero ahora, tengo la primera guardia hasta el atardecer. Ven a sentarte conmigo
algunos minutos, y luego te dejare dormir, probablemente lo necesitas después
de hoy.
Mientras le sonreía y seguía a donde se sentaba a vigilar, no pude dejar de
pensar que este amable, amistoso, genuinamente bueno ser humano, estaba
probablemente llevándome a mi muerte.
186
C A P Í T U L O 12
Traducido por milu1054
Corregido por Connie
La siguiente tarde, me levanté bastante atontada y un poco desorientada. No
estaba en la fría y reconfortante tierra; había tomado refugio en la habitación
superior del viejo complejo de apartamentos la noche anterior, bien lejos del
grupo de abajo. Tuve que subir varios peldaños rotos de escalera, y pasar las
horas del día en una habitación con un agujero como ventana, tumbada en duro
concreto, pero era necesario. No quería que nadie encontrara mi cuerpo en las
horas del día y se diera cuenta de que dormida parecía un muerto.
Arrastrándome de vuelta a la planta baja, encontré a más del grupo viniendo a
unírsenos, también. En la mitad del cuarto, Ruth y una mujer vieja con el
cabello gris estaban empezando a servir comida, abriendo latas de fruta
poniéndolos en tazones metálicos y tazas. Parecían eficientes mientras
destapaban latas, poniendo el contenido de las mismas en un tazón, y
repartiéndolo a los niños que aguardaban. Caleb, después de recibir su porción,
trotó hacia afuera con una taza en la mano, tomando rebanadas amarillas con
sus dedos. Se paró en seco cuando me vio.
―Hola, Allie. ―Radiante, retuvo en alto su taza―. Mira lo que Zeke y Darren
encontraron ayer. Está dulce. ¿Iras a tomar algo de esto?
―Um. ―Eché una mirada a la mujer y encontré a Ruth lanzando una mirada
penetrante hacia mí de nuevo. ¿Cuál demonios era el problema de esa
mujer?―. No ahora. En realidad no tengo hambre.
Sus ojos se ampliaron, como si no pudiera entender qué era lo que estaba
diciendo.
―¿De veras? ¡Pero, nosotros escasamente encontramos comida como esta!
Debes probarlo, al menos un poco.
Sonreí melancólica, recordando cuando podía encontrar placer en una lata de
fruta. Desearía poder probarlo, pero Kanin me había advertido que la comida
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normal podía hacerme enfermar, y mi cuerpo podía expulsarla casi
inmediatamente. Significaba que podría vomitarlo de vuelta, algo que no quería
hacer frente a un grupo de extraños.
―Aquí. ―Caleb sostuvo arriba una rodaja amarilla, y abruptamente, el dulce,
empalagoso olor me dio un poco nauseas―. Ten uno de los míos.
―Tal vez m{s tarde. ―Me moví inquieta y di un paso atr{s, sintiendo la mirada
penetrante de Ruth en la base de mi cr{neo―. ¿Has visto a Zeke?
―Él est{ siempre con Jeb cuando los primeros nos levantamos. ―Caleb deslizó
la tajada completa en su boca, y me dio una sonrisa naranja-amarilla―.
Nosotros usualmente no lo vemos hasta después del desayuno.
―Aquí, cariño. ―Una vieja mujer se paró en frente de mí, sosteniendo un
tazón. Estaba lleno de jugosos, ambarinos trozos de fruta, y mi estómago
retrocedió ante la vista―. Nunca podremos agradecerte por encontrar a Caleb
la noche pasada. Sé que debes estar hambrienta, adelante, come. No les diremos
a los otros que te saltaste la fila.
Suprimí un suspiro y tomé el tazón.
―Gracias―le dije, y ella sonrió.
―Eres una de nosotros ahora ―dijo y cojeo de vuelta con los otros,
favoreciendo a su pierna izquierda. Traté de recordar su nombre y fallé.
Tomando el tazón conmigo, caminé hacia afuera, buscando a Zeke.
Lo encontré hablando con Darren cerca al destruido muro, discutiendo planes
para la noche. Físicamente, Zeke y Darren eran similares, puro músculo y
mucha solidez, aunque Darren era oscuro donde Zeke era pálido y rubio. Entre
ellos, ese par probablemente hacían la mayoría de las tareas físicas, ya que la
mayoría del grupo eran mujeres, niños y ancianos. Había también un hombre
negro de mediana edad, Jake, creo que era su nombre, quien también ayudaba,
pero tenía un hombro malo así que lo más duro recaía sobre los dos chicos.
―Pienso que deberíamos gastar m{s tiempo recolectando, también ―estaba
diciendo Zeke cuando llegue―, pero Jeb quiere que todos se muevan tan
pronto como acaben de comer. Piensa que hemos malgastado demasiado
tiempo aquí. Si quieres discutir, hazlo con él. Oh, hola, Allison. ―Asintió
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afablemente, y Darren me frunció el ceño y se alejó caminando. Yo sacudí mi
pulgar a su espalda.
―¿Qué pasa con él?
―¿Darren? ―Zeke se encogió de hombros―. Solo est{ malhumorado, no te
preocupes. Piensa que debemos esperar otra noche antes de movernos otra vez,
buscando por el resto de la ciudad comida y suplementos. Estuvimos de suerte
ayer. Encontramos un mini-mercado que aún no había sido limpiado, y Darren
piensa que deben haber más cerca de aquí. ―Suspiró y sacudió la cabeza―. Él
tiene un punto. Desafortunadamente una vez que Jeb dice que es tiempo de
irnos, es tiempo de irnos.
―Eso es una locura. Aquí. ―Le di el tazón. Él parpadeo con sorpresa pero lo
tomo con un murmullo de agradecimiento―. ¿Él ni siquiera se detiene por
comida? ¿Cuál es la prisa?
―Siempre es así―replicó con un descuidado encogimiento de hombros,
tomando un trozo de fruta blanca, y ech{ndolo de vuelta―. Oye, no me mires.
Yo no hago las reglas. Solo las llevó a cabo. Pero Jeb tiene nuestros mejores
intereses en su corazón, siempre, así que no te preocupes sobre eso. Hablando
de eso, ¿ya comiste algo? No pararemos por varias horas, y debes tener algo
para la marcha.
―Estoy bien―le dije, esquivando sus ojos―. Ya comí.
―Ezekiel―llamó una voz familiar. Jeb caminó fuera de los apartamentos e hizo
señales―. ¿Estamos listos?
―Sí, señor―le dijo y camino en su dirección. Pero se detuvo y le dio el tazón al
hombre viejo sentado en la ruinas de la fuente antes de continuar hacia Jeb―.
Todos están empacando. Tan pronto como todos hayan terminado, estaremos
listos para irnos.
Caminaron juntos, y siguieron discutiendo. Me volteé y me encontré cara a cara
con Ruth.
Estábamos a la misma altura, así que pude ver todo en sus ojos café oscuros.
Oh, hombre, no solo le desagradaba, me detestaba. Lo que era muy desagradecido,
pensé. Especialmente desde que salvé a su pequeño hermano del peligro.
Especialmente desde que no tenía idea del por qué me odiaba tanto.
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―¿Te puedo ayudar?―le pregunté, arqueando una ceja hacia ella.
Ella enrojeció.
―Sé quién eres―dijo enojada, haciendo que mi estómago se tambalease―. Sé
por qué estás aquí, por qué estas merodeando.
Estrechando mis ojos, la considere atentamente, preguntándome si sabía que
estaba en una posición peligrosa.
―¿Es así?
―Sí. Y estoy aquí para decirte que lo olvides. Zeke no est{ interesado.
Oh, ahora todo tiene sentido. Casi me río en su cara.
―Mira, no tienes que molestarte―le dije, tratando de ser razonable―. No estoy
interesada de esa manera, tampoco.
―Bien―dijo, mir{ndome atentamente―. Porque hay algo en ti que no est{<
bien.
Mi diversión se esfumó. Mis sentidos anunciaban peligro, y el vampiro en mi
interior me urgía a atacar, para silenciarla antes de que se convirtiera en un
problema. Hice oídos sordos, fue duro.
―¿No est{s llevando el asunto de ”no hablar con extraños” demasiado
lejos?―le pregunté.
Sus labios se presionaron.
―Est{s ocultando algo―dijo, dando un paso atr{s―. No sé qué es, y no me
importa, pero Zeke es demasiado bueno para ser estropeado por alguien como
tú. Él tiene el infortunado hábito de ver lo bueno en todos, y es demasiado
agradable como para darse cuenta de que están tomando ventaja de esto. Así
que voy a advertirte ahora, mantén tus sucias garras lejos de él. Si no lo haces,
te haré lamentar el haber venido aquí. ―Antes de que pudiera responder, se
alejó agitando sus rizos negros―. Y permanece lejos de Caleb, también―dijo
sobre su hombro.
―Fascinante―mascullé bajo mi aliento y sintiendo mis colmillos empujar mis
encías―. Bien, ya sabemos quién ser{ el primero en ser mordido, ¿no?
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No mucho después de eso, alimentados, empacado y listos para marcharnos, el
pequeño grupo de once personas se reunieron alrededor de la fuente, hablando
en voz baja entré ellos y lanzándome curiosas miradas, pasando el rato en las
sombras. Entonces, como si un pinchazo fuera la señal invisible, comenzamos a
movernos; tres jóvenes, cinco adultos, tres niños y un vampiro, cruzando
silenciosamente a través de la ciudad y sobre el camino. Ellos caminaban
rápido, hasta los niños y los ancianos se movían con un objetivo, y pronto la
ciudad quedo tras nosotros.
―¿Así que Allison, verdad? Vienes de una ciudad vampiro. ¿Viste muchos
demonios sin alma deambulando?
Reprimí un suspiro de alivio. Está era la pregunta de la noche, me di cuenta.
Teresa me había preguntado algo similar, la mujer anciana con la pierna mala;
Matthew, un pecoso chico de diez años; y Ruth, quien preguntó con absoluta
franqueza, si había sido una prostituta de vampiros. Y obviamente, Caleb
preguntó qué era una prostituta, y Ruth le dio una muy vaga explicación,
mientras me sonreía sobre su cabeza. Si Zeke y Jeb no hubieran estado cerca,
fuera de alcance del oído por supuesto, podría haberle dado un puñetazo a la
perra en la nariz.
Esta vez, la pregunta vino de Dorothy, una rubia de mediana edad con ojos
verdes y sonrisa a la par. Ella casi siempre marchaba antes que el grupo,
mirando al camino o enfrente del horizonte, siempre sonriendo. A veces
saludaba con la mano a cosas en la distancia, cosas que nunca estaban ahí. Otras
veces, aleatoriamente irrumpía con una canción, cantando a todo pulmón
“Amazing Grace” o “On a Hill Far Away”, hasta que alguien, muy
amablemente, le pedía que se callara.
Sospechaba que estaba un poco loca. Pero había también momentos en los que
parecía perfectamente coherente y normal. Momentos como ahora, por
desgracia, cuando estaba lo suficientemente cuerda para hacer preguntas que
realmente no quería responder.
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―No―mascullé, manteniendo la mirada fija en el camino de adelante. No hagas
contacto visual con la mujer loca; no la mires y tal vez se alejara―.No vi vampiros
deambulando. No vi vampiros, y punto.
―¿Cómo lo sabes?―preguntó Dorothy, y le di una mirada de sospecha,
olvidando lo de no hacer contacto visual. Me dio una sonrisa vacía―. Los
vampiros malvados son maestros del disfraz―prosiguió para mi extrema
incomodidad―. La gente piensa que son babeantes monstruos con ojos rojos y
colmillos, pero eso es lo que ellos quieren que ustedes piensen. Realmente,
lucen como cualquier persona. ―Su voz se convirtió en un susurro―. Eso es lo
que los hace tan peligrosos. Pueden parecer perfectamente humanos. Pueden
lucir como Teresa. O yo. O tú.
Sentí una sensación de pánico y lo aplasté.
―No lo sé, entonces―le dije con un encogimiento de hombros―. Vi a muchas
personas en la ciudad. Tal vez todos eran vampiros, no lo puedo asegurar.
―Oh, hay otras maneras de saber si una persona es un demonio―continuó
Dorothy, asintiendo seriamente con la cabeza―. Los demonios odian el sol.
Estallan en fuego ante la luz. Los demonios no pueden resistir la vista de la
sangre, y no respiran como nosotros. Pero lo m{s importante< ―Se inclinó, y
sentí mis colmillos presionando a través de mis encías, con ganas de morder,
para poder silenciarla―. Lo m{s importante―susurró―. Los demonios est{n
rodeados de este resplandor rojo, esta aura de maldad que solo algunos pueden
ver. Tienes que saber qué buscar, y es difícil verlo a distancia, pero es así como
diferencias a un demonio de una persona. Al igual como el resplandor blanco
alrededor de los ángeles que van por el camino a veces―terminó, sonriendo
soñadoramente hacia el horizonte, donde el pavimento se encontraba con el
cielo―. !Oh, allí hay uno ahora! ¿Puedes verlo? Él est{ alej{ndose de nosotros,
así que podría ser duro decirlo.
No había nada en el camino. No había absolutamente nada frente a nosotros,
excepto un pájaro café, parado sobre una cerca. Le di a Dorothy una cautelosa
mirada mientras se alejaba, al tiempo que saludaba con ambas manos, haciendo
volar al pájaro con un sonido WHOO-WHOOING de sorpresa.
―¿Es ese Gabriel? ¿O Uriel?―Hizo señales frenéticamente, entonces se
enfadó―. !Oh, desapareció! Son muy tímidos. Pero pienso, podría ser Gabriel.
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―Dorothy. ―Zeke estaba repentinamente allí, sonriendo mientras yo le lanzaba
una desesperada mirada sobre el hombro de la mujer loca―. Allison no nos
conoce muy bien todavía. Puede estar nerviosa rodeada de tus ángeles, no
todos pueden verlos tan bien como tú.
―Oh, cierto. Lo siento cariño. ―Dorothy presionó mi hombro, sonriendo
locamente, pero él solo sonrió de vuelta―. Lo olvido a veces. Tú eres un {ngel
por ti mismo. ¿Lo sabías? Ezekiel. El ángel de la muerte.
Ahora, Zeke parecía ligeramente avergonzado, dándome una mirada de
disculpa, mientras Dorothy palmeaba su espalda y se volteaba hacia mí.
―Él piensa que puede engañarme―susurró, hablando lo suficientemente alto
para que todos oyeran―. Pero sé que es un {ngel disfrazado. Se puede
distinguir. Cuando has visto tantos ángeles como yo, podrás distinguirlo desde
lejos.
Ella trató de palmear mi brazo pero no pudo porque me deslicé con suavidad
lejos de ahí. Despreocupada y tarareando suavemente para ella misma,
deambulo hasta el camino y miró a la distancia, probablemente buscando a sus
tímidos ángeles. Zeke suspiró y agitó la cabeza.
―Lo siento por eso―dijo, con una triste sonrisa―. Olvidé advertirte sobre
Dorothy, está un poco tocada de la cabeza, si no te lo has figurado aún. Observa
ángeles todo el día.
Mi cuerpo descanso de alivio. Por un segundo, pensé que estaba en un gran
problema.
―¿Alguien aquí ha visto a un vampiro real?―pregunté, pensando que debería
de tener cuidado―. Olvidando los colmillos y las garras y los brillantes ojos
rojos, ¿alguien aquí sabe cómo lucen en realidad?
―Bueno, Dorothy jura que vio uno una vez, aunque no puede recordar
exactamente cuándo o dónde, así que quién sabe si fue real. Por encima de
eso<―Se encogió de hombros―. Jeb. Toda la familia de Jebbadiah fue
masacrada por un vampiro cuando él era un niño, y nunca olvido cómo lucían.
Dice que siempre recuerda, así que podría matar al vampiro si lo viera de
nuevo.
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Miré hacia Jebbadiah, a la cabeza del grupo, caminando enérgicamente sin
mirar atrás. Y me pregunté lo que una vida de rabia, resentimiento y odio
podían hacer para alguien como él.
Unas pocas horas después, mi reloj corporal estaba advirtiéndome de dos horas
cuando Jeb levantó una mano, ordenando al grupo que parara. Zeke corrió a su
lado, inclinándose mientras Jeb hablaba en voz baja, en ese momento volteó la
cara al resto de nosotros.
―Instalen el campamento―grito, barriendo su mano hacia el sitio, y el grupo
empezó inmediatamente a arrastrar los pies desde el camino al césped seco que
nos rodeaba―. Jake, Silas, ustedes est{n en la primera guardia. Teresa―asintió
a la anciana―, Darren ayudara a Ruth con la comida esta noche, tú puedes
descansar tu pierna. Descánsala unas pocas horas por lo menos. ―Darren
murmuró algo mientras pasaba, y Zeke rodó los ojos―. Sí, pobre Darren,
forzado a cocinar y a limpiar y hacer otras cosas poco varoniles. Lo próximo
que sabr{s es que usara un delantal y cambiara de pañal a los bebés. ―Resopló
cuando Darren se giró e hizo algo con su mano―. Somos amigos Darren, pero
no somos tan cercanos, no me provoques.
Yo me quedé atrás, viendo a Zeke claramente arrancando un trozo de tierra,
construyendo una tienda con palitos en un lote de pasto seco, y prendiendo el
fuego. Rápido. Eficiente. Como si lo hubiera hecho demasiadas veces en el
pasado. Mientras me preguntaba cuánto tiempo habría estado viajando el
grupo, Ruth repentinamente se separó de su tienda y me miró, enarcando una
ceja.
―¿Cu{l es el problema contigo, chica de ciudad?―me dijo, sonriendo
dulcemente―. ¿No sabes cómo levantar una tienda? Un niño de tres años
puede hacerlo. ¿Quieres que Caleb te enseñe cómo?
Reprimí el impulso de estrangularla, especialmente con Zeke cerca.
―No, estoy bien. Gracias. ―Levantando mi mochila sobre mi hombro, la pase a
ella, pase el círculo de tiendas, a un lugar a unos cien metros. Vertiendo la
tienda en el suelo, la estudié fieramente.
Está bien. Puedo hacer esto. ¿Cuán duro puede ser, realmente? Arrodillándome, tomé
un pico largo de metal,. ¿Qué en el mundo? ¿Se supone que apuñales a alguien con
esto? ¿Hacen tiendas con kits para vampiros asesinos?
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En realidad, esto era bastante simple, una vez que te lo imaginas. Las estacas de
metal clavaban las esquinas de la tienda en el suelo, y un par de varas plásticas
la mantenía en su lugar. Me estaba sintiendo fieramente orgullosa de mí misma.
Levantando una tienda en el primer intento, cuando entré en ella y la cosa por
completo colapso sobre mí.
Riéndose, Zeke entró en el pequeño interior mientras yo maldecía y forcejeaba,
empujando la tela. Agarrando el marco de plástico, lo puso en su lugar con
facilidad, poniendo la tienda vertical.
―Aquí―dijo, aun riéndose entre dientes―. Eso debería bastar. Obtuviste una
de las más ligeras tiendas, tristemente. Nada mal, sin embargo, conseguiste
levantarla en tu primer intento. Debiste haber visto a Ruth las primeras veces
que intento levantar la suya. Nunca escuché un lenguaje como ese viniendo de
nuestra delicada flor.
Sonreí con suficiencia, sintiéndome reivindicada.
―No se ve muy robusta―admití, cuidadosamente agitando el tubo de pl{stico
para levantar la pared. Zeke rió entre dientes de nuevo. Él tenía una linda
sonrisa, decidí, siempre que fuera dirigida a mí.
―Solo no golpees el marco, y estar{ bien. A menos que afuera este demasiado
ventoso. O si alguien accidentalmente choca con ella. O si una hormiga trepa
sobre ella. ―Zeke sonrió―. Últimamente todos estamos acostumbrados a que
las tiendas nos caigan encima. Muchos de nosotros no siempre despertamos
cuando esto pasa.
Resoplé.
―Entonces, si una gran tormenta viene<
―Al menos estar{s m{s seca de lo que estarías si estuvieras en la llanura.
Me reí. Eso se sentía extraño; no lo había hecho en un tiempo. Entonces noté
cuán cerca estábamos, juntos agachados bajo esta pequeña cúpula de tela. Podía
ver los detalles de su rostro, incluso en la oscuridad: las líneas alrededor de su
boca y sus ojos, la apenas visible cicatriz en su frente, oculta por su claro
cabello. Podía oír el latido de su corazón, sentir la sangre pulsando en sus
venas, justo tras la piel. Por un momento, me pregunté cuál sería su sabor, como
sería llevarlo abajo y hundirme en el olvido.
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Eso me asustó, y retrocedí. Si llegaba a tener el menor indicio de Hambre<
Zeke se sonrojo, pasando sus dedos entre su cabello, y noté que me miraba
fijamente.
―Debería irme―murmuró, salió retrocediendo de la tienda―. Los
otros<probablemente debería ayudarles. ―Se puso en cuclillas en la entrada,
en equilibrio en la punta de sus pies―. Si necesitas algo, h{zmelo saber. La cena
deberá estar lista pronto. Oh, sí. Esto es para ti.
Llegando afuera, Zeke agarró algo y lo lanzó al interior de la tienda. Aterrizó
con un poco de polvo: un edredón azul y blanco con tan solo un pequeño
agujero en una esquina.
Estupefacta, miré arriba hacia él. Una manta de este tipo podría ser cambiado
por un mes de cupones para comida en el Fringe, y ¿solo estaba dándomelo? Eso
no podía ser cierto.
―Yo<no puedo tomar esto―murmuré, d{ndoselo de vuelta―. No tengo nada
por lo que intercambiarlo.
―No seas tonta.―Zeke sonrió, un poco desconcertado―. No tienes que darme
nada a cambio. Es tuyo. ―Alguien le gritó a través del campamento, levantó la
cabeza―. Ya voy―gritó, y asintió hacia mí―. Debo irme. Te veré en la cena.
―Zeke―llamé suavemente, y él se detuvo, dando un vistazo hacia atr{s de la
tienda―. Gracias.
Una de las esquinas de su boca se elevó.
―No te preocupes. Aquí nosotros vemos por el bienestar del otro. ―Movió la
pared de tela, suavemente―. Y como te dije, si la tienda cae sobre ti en medio
de la noche, no sientas pánico. Te acostumbraras. A nadie le importa realmente
mantener las cosas erectas aquí, y<Wow eso sonó mal. ―Su sonrojo volvió, tan
brillante como antes, y arrastró una mano entre su cabello―. Uh< sí, debería<
me iré ahora.
Haciendo muecas, se escabullo de mi línea de visión. Esperé a que estuviera
bien lejos antes de soltar una risita en mi edredón.
Después de controlar las ondas en la tienda, miré alrededor de mi nueva
guarida. No me gusto lo ligera que era, como si alguien pudiera invadirla
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fácilmente. También me pregunté si la delgada tela podría bloquear
completamente el sol cuando se posara directamente sobre mi cabeza. No sabía
si iba despertar si repentinamente estallaba en llamas, o si tranquilamente
desaparecería con mi cuerpo hecho cenizas, pero eso no era algo que quisiera
averiguar.
Saqué mi navaja e hice un gran corte en el suelo de la tienda, revelando la tierra
cubierta de hierba debajo. Ahora al menos tenía una rápida vía de escape por si
el sol llegaba a penetrar en mi ligera tienda. O si algo imprevisto sucedía y
necesitaba huir rápidamente. Siempre asegúrate una salida; esa era la primera
regla del Fringe. Este grupo podría ser amigable y modesto, pero no puedes ser
demasiado precavida. Espacialmente alrededor de gente como Jebbadiah
Crosse. Y Ruth.
Tumbándome, puse el edredón bajo mi cabeza, esperando que nadie
interrumpiera mi sueño. Mientras la oscuridad se cerraba sobre mí y mis
pensamientos se volvían lentos y vagos, me di cuenta de dos cosas. Una, no
podía ocultar esto por siempre, y dos, Ezekiel Crosse era perfecto para
sobrevivir en este mundo un largo tiempo.
Esa primera semana fue un estudio extremo.
Afortunadamente, no estallé en llamas durmiendo bajo la ligera tela de la
tienda, aunque desperté incómodamente caliente, deseando poder simplemente
meterme en la refrescante tierra, lejos del sol. En cuanto al problema de la
guardia, hablé con Zeke la segunda noche y lo convencí de dejarme
permanentemente la primera vigilancia. Eso significaba estar despierto un par
de horas después del alba, y eso fue una tortura al principio.
Mi abrigo largo me protegió de lo peor de los rayos del sol de la mañana, y
sobreviví por mantenerme el máximo tiempo posible en las zonas sombreadas,
y nunca en frente de dónde provenía el sol. Pero mantenerme despierta fue
agonizante cuando mis instintos vampiros me coaccionaban a dormir, a salir de
la luz. Finalmente traté de hacer los ejercicios que Kanin me habría puesto a
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hacer; construir una resistencia para permanecer despierta y activa tanto como
pudiera.
Mis compañeros humanos fueron otra cosa. Excepto por Ruth, quien
continuaba siendo un malicioso dolor en el trasero, disparándome miradas
ponzoñosas si como mucho lanzaba una mirada a Zeke, y Jeb, quien me trataba
con la misma dura indiferencia con la que trataba a los demás, el grupo era
bastante amigable. Lo que no me hubiera importado, excepto que eran
demasiado curiosos, siempre preguntándome sobre la ciudad, sobre cómo era
vivir allí, cómo había escapado. Respondí tan vagamente como pude y
finalmente logré convencer a los adultos de que era demasiado doloroso
recordar esa vida. Para mi alivio, las preguntas finalmente se detuvieron, y
todos fueron muy comprensivos, casi al punto de compadecerme. Eso fue
bueno para mí. Permitirles pensar que había estado terriblemente asustada por
mi vida en Nueva Covington; eso hizo todo más fácil para ocultar la verdadera
razón por la cual me sentía intranquila cuando hablábamos sobre el mundo
vampiro.
Por desgracia, ese no fue el único problema que encontré.
Comer, o más bien, la falta de ello, era también otra dificultad. El grupo se
detuvo dos veces más por comida; una vez cuando todos despertaron y de
nuevo cerca al alba cuando levantaron el campamento. Las raciones eran
simples; media lata de frijoles o unas pocas tiras de carne seca, cualquier cosa
que hubieran recolectado, o cazado, o recogido.
El tiempo de cenar era fácilmente la parte del día más deseada, y después de
una noche de marcha forzada sin descanso, todos estaban hambrientos.
Excepto yo. Y tenía que ser creativa con la manera en que botaba la comida para
que nadie lo notara. Tiras de carne o comidas secas eran fáciles; las ocultaba en
mis mangas o bolsillos hasta que podía tirarlos. Latas de frijoles, fruta o tazones
de guisados era un poco complicado. Cuando podía, lo regalaba o lo echaba en
los tazones de otras personas, pensando que podría hacer eso solamente otras
pocas veces antes de que la gente comenzara a sospechar. A veces mentía,
diciendo que realmente ya tenía mi ración, y una vez había comido unas pocas
cucharadas de sopa de tomate en frente de Zeke y Jeb, conservándolo el tiempo
suficiente para caminar calmadamente hasta un árbol y poder escupir todo de
vuelta.
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Me sentía un poco culpable, botando comida cuando era tan preciada y escasa.
Y la Fringer en mí se avergonzaba de que pudiera en cualquier momento tirar un
perfectamente buen trozo de carne a la basura o abandonar media lata de cereal
en un lugar oscuro, pero, ¿qué podía hacer? Si no mantenía las apariencias de
ser humana, la gente comenzaría a sospechar. Como Ruth, que estaba lista para
atraparme. Podía escucharla, a veces, hablando sobre mí al resto del grupo,
propagando sospecha y miedo. Algunos de los adultos, Teresa, Silas y Dorothy,
le prestaban poca atención; tenían preocupaciones más importantes que las
odiosas acusaciones de una adolescente. Pero algunos de los otros, Mathew,
Bethany y también Jake, empezaban a mirarme con desconfianza. Tan
exasperante como era, no podía hacer nada sobre eso.
A pesar de esto, era Jeb el que me preocupaba, el juez silencioso, cuyos afilados
ojos grises no se perdían nada. Pero aunque era el líder, parecía estar apartado
del resto del grupo, separado. Raramente hablaba con alguien, y todo el mundo
parecía asustado de acercarse a él. De alguna manera, era algo bueno el que
estuviera tan separado del resto de nosotros. A él no parecía importarle lo que
nadie hiciera o dijera mientras los siguiera guiando. Si no fuera por Zeke,
transmitiendo las órdenes, él no interactuaría con el grupo en absoluto.
En realidad, podía apostar a que yo sabía más del grupo que él. Sabía que Caleb
amaba el dulce y que a Ruth le aterrorizaban las serpientes, algo que me dio
mucho gusto cuando encontré por la noche en el camino una serpiente y la colé
en su tienda. El recuerdo de los gritos me hizo reír por el resto de la noche.
Sabía que Teresa, la mujer vieja con la pierna mala, y Silas, habían estado
casados por treinta y nueve años y estaban listos para celebrar su aniversario el
próximo otoño. Y que Jake había perdido a su esposa en un ataque de Rabiosos
tres años antes y no había dicho una palabra desde entonces.
Estos hechos y recuerdos y trozos de sus vidas seguían goteando y se quedaban
en mí, a pesar de que hice mi mejor esfuerzo por mantenerme apartada. No
quería saber sobre sus pasados, sus vidas, nada sobre ellos. Porque con cada día
que pasaba, sabía que iba a tener que escoger a uno de ellos para alimentarme,
¿y cómo podría hacerlo cuando sabía que Dorothy se desmayaba ante una señal
de sangre, y que hace ocho años Bethany estuvo cerca de morir cuando la
mordió un lobo?
Pero era Zeke quien continuaba fascinándome y al mismo tiempo
confundiéndome. Era claro que todos lo adoraban; a pesar de que era el
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segundo de Jebbadiah, siempre ayudaba a todos, siempre asegurándose que las
personas estuvieran atendidas. Sin embargo, nunca pedía nada, no esperaba
ayuda a cambio. Era respetuoso con los adultos y paciente con los niños,
haciéndome preguntar cómo él y Jeb eran tan diferentes. O tal vez, Jeb podía ser
de esa manera gracias a Zeke. Eso no parecía justo, el volcar tanta
responsabilidad sobre los hombros de Zeke, porque Jeb no quería involucrarse,
¿pero, quién era yo para decir nada?
Una noche, cuando todos acampaban un poco más temprano de lo usual,
caminé hacia la fogata y quedé estupefacta de encontrar a Zeke sentado cerca
del fuego, leyéndoles a Bethany y a Caleb. Estupefacta, me acerqué más, casi sin
poder creerlo. Pero él estaba leyendo, su baja, delicada voz recitando pasajes
provenientes del libro negro en su regazo, los niños encaramados a cada lado.
―Moisés estiró su mano sobre el océano―dijo Zeke en voz baja, pasando las
p{ginas ante él―. Y al amanecer, el océano volvió a su lugar. Los egipcios huían
de él, y el señor los hundió en el mar. El agua fluyó de regreso y cubrió los
carruajes y los jinetes, todo el ejercito del faraón que siguió a los israelitas por el
mar. Ninguno sobrevivió.
»Pero los israelitas pasaron por entre el mar, por tierra seca, con una pared de
agua a su derecha y a su izquierda. Ese día, Dios salvo a los israelitas de las
manos de los egipcios, y los israelitas vieron morir a los egipcios en la orilla. Y
cuando los israelitas vieron la poderosa mano de Dios exhibiéndose contra los
egipcios, la gente temió a Dios y pusieron su confianza en él y en Moisés, su
siervo.
Sentí un sabor amargo atorado en la garganta. Por un solo momento, me vi a mí
misma y a Stick, de cuclillas juntos en el suelo de mi cuarto, solo con un libro
entre nosotros. Zeke no miró hacia arriba, no notó mi presencia, pero yo
escuchaba su calmada, voz baja mientras leía, viendo a Bethany y a Caleb,
tomar cada palabra que él decía y teniendo un extraño sentimiento, como un
tirón de deseo en mi estómago.
―Ezequiel.
La voz de Jebbadiah hizo eco en el campamento, y Zeke levantó su cabeza.
Viendo al hombre viejo esperarlo a varios metros de distancia, cerró el libro y lo
puso en los brazos de Caleb.
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―Quédatelo por un segundo―escuché que murmuraba, revolviendo el cabello
del niño―. Estaré de vuelta en un momento.
Cuando Zeke se fue, la curiosidad se apodero de mí, con ganas de ver el libro,
para tenerlo en mis manos y leer el título. Bethany miró hacia arriba, notando
mi presencia, y sus ojos se agrandaron. Se puso de pie, y salió corriendo
después de Zeke, dejando a Caleb sentado solo cerca del fuego, con un vampiro
cerniéndose sobre él.
Desconcertado, él giró su cuello, mirando detrás hacia mí, y sonriendo.
―¡Hola, Allie!―dijo mientras me movía a su lado―. Si est{s buscando a Zee, se
acaba de ir. Volverá en un momento, creo.
―¿Puedo ver eso?―pregunte, señalando hacia el volumen envuelto en cuero en
sus brazos. Caleb vaciló.
―Es el libro de Zeke―dijo dudoso, manteniéndolo apretado―. Me dijo que lo
cuidara por él.
―No lo dañare―prometí, arrodill{ndome en la fría hierba―. Por favor.
Él se detuvo un segundo, entonces se iluminó.
―Est{ bien, pero solo si me lees algo.
―Yo<―Una parte de mí retrocedió, recordando todas las lecciones con Stick, y
cómo me metió un cuchillo por la espalda por mi problema. Pero seguía
teniendo curiosidad, y si esta era la única oportunidad de ver el libro sin
arrebat{rselo a Caleb de las manos―. Supongo que sí ―dije, y Caleb me sonrió.
Pasándomelo, se acercó y se sentó cerca de mi pierna, escuchando expectante.
Sentándome, miré fijamente el volumen envuelto en cuero, el primer libro real
que había visto desde que huí de Nueva Covington. No tenía título, solo el
símbolo de una cruz dorada destellando en el centro de la portada, parecida a la
que Zeke llevaba puesta alrededor de su cuello. Abrí el libro en su lugar y vi
que los bordes del papel estaban cubiertos de oro también.
―Lee algo, Allie ―insistió Caleb, rebotando sobre mí. Rodé mis ojos y abrí el
libro con un crujido de páginas, llegando al lugar en donde una cinta marcaba
la mitad del libro. Parecía un buen lugar para empezar.
201
Leí lentamente, porque las letras eran diminutas y extrañas, con un estilo que
nunca había visto antes.
―Una vez más, miré y observé la opresión que se llevaba a cabo bajo el sol: vi
las lágrimas de la opresión, y ellos no tenían consuelo; el poder estaba en la
mano de sus opresores, y ellos no tenían consuelo.
Sentí un estremecimiento en mi estómago. ¿Cuándo había sido escrito este
pasaje? Las lágrimas de los oprimidos, y el poder de sus opresores, sin consuelo en
ningún lado. Me pareció que hablaban del mundo entero, justo en este momento.
Tragué con dureza y continúe.
―Y declaré que los muertos, que ya habían muerto, eran m{s felices que los
vivos, que todavía están vivos. Pero el mejor de ambos<era aquel que nunca
había nacido, que no tenía que ver la maldad que vivía bajo el sol.
Temblé y cerré el libro. Caleb me miró, con el ceño fruncido.
―¿Qué significa eso? ―preguntó.
―Que ese pasaje en particular―dijo una nueva voz sobre nosotros―, no es
para pequeños oídos.
Avergonzada, me puse de pie rápidamente, frente a Zeke, quien caminaba
hacia nosotros, luciendo mitad entretenido, y mitad interesado.
―Ve a comer, rata de alfombra ―le dijo a Caleb, quien sonrió y corrió deprisa
hacia Ruth y hacia la multitud que estaba reunida a su alrededor. Zeke miraba
hacia mí, frunciendo su frente. Pensé que esa expresión era más de intriga que
molesta―. No sabía que pudieras leer―dijo en voz baja.
Me encogí de hombros, extendiéndole el libro.
―Una especie de historia bastante deprimente ―dije, no dispuesta a revelar lo
mucho que esto me había asustado.
Zeke sonrió mientras lo aceptaba.
―Algunas partes lo son―estuvo de acuerdo―. Pero hay otras partes que
pueden ser bastantes reconfortantes, si sabes dónde buscar.
―¿Como dónde?
202
Él se detuvo, y abrió el libro de nuevo. Hojeando hasta un cierto lugar, como si
se los hubiera memorizado.
―Este―dijo, devolviéndome el libro, señalando una línea―. Mi cita favorita.
―Zeke―llamó otra voz. Ruth esta vez, repitiendo de manera estridente sobre el
campamento―. ¿Le dijiste a Darren que podía tener tu parte de carne seca?
―¿Qué? ¡No! ―Zeke se dio la vuelta mientras Darren, se alejaba corriendo,
riéndose. Mientras Zeke fue tras de él, Darren gritaba que era mejor que lo
atrapara rápido antes de que se comiera su ración de comida, yo me incliné
sobre el pasaje que Zeke había marcado.
―Sin duda ―murmuré, trastabillando con la arcaica palabra―. Aunque camine
junto al valle de la sombra de la muerte, no temeré a la maldad. Porque estás
conmigo.
Un lindo pensamiento, reflexioné, viendo a los chicos perseguirse entre sí
alrededor del campamento. Pero yo lo sabía mejor. Jeb tenía razón, no había
nadie cuidando de nosotros. Y mientras más pronto Zeke se diera cuenta de
eso, más tiempo podría sobrevivir a este infierno.
La noche siguiente, gateé fuera de mi tienda para encontrar a Zeke y a Darren
agachados cerca del borde del campamento, hablando en voz baja. Ambos
lucían como si estuvieran tratando de no llamar la atención, lo cual, por
supuesto, pico mi curiosidad. Quitando la suciedad de mis mangas, caminé sin
prisa hacia ellos.
―Sabía que esto pasaría―murmuró Darren en voz baja mientras me
acercaba―. Debimos habernos abastecido cuando tuvimos la oportunidad.
¿Quién sabe cuándo volveremos a otra ciudad?
―¿Qué est{ pasando? ―pregunté, agach{ndome junto a ellos. Zeke miró hacia
mí y suspiró.
203
―Los suministros se est{n acabando r{pido―confesó―. A este ritmo,
terminaremos la comida en un par de días, incluso si reducimos a la mitad las
raciones.―Pasó una mano por su cabello, llev{ndolo hacia atr{s―. Darren y yo
estamos pensando en ir de caza, pero a Jeb no le gusta que el grupo se separe.
No cuando hay una posibilidad de que podamos encontrarnos con Rabiosos.
Adem{s, estamos usando esto. ―Agregó y sacudió un arco y un carcaj de
flechas―. Lo cual lo hace siempre m{s difícil. Es casi imposible cazar un venado
en campo abierto, pero el atardecer es el mejor momento para tratar de hacerlo.
Frente a Zeke, Darren me dio una breve, repentina sonrisa. Parpadeé y se la
devolví. Por lo menos los dos chicos no le daban importancia a alguna gente
chismosa, aunque nunca había escuchado a Ruth hablar mal de mí a Zeke o a
Jebbadiah.
―¿Por qué no usan armas?―pregunté, recordando el arma de Zeke, o la
escopeta recortada que Jeb cargaba alrededor. Zeke sacudió su cabeza.
―Estamos muy cortos de municiones―replicó―. La única ocasión en que
usamos armas es para defendernos, o si es una emergencia. Y como no estamos
ahí todavía, usamos arco y flechas para buscar comida y cazar.
Miré hacia abajo, allí había un arco tirado en el suelo, sin cuerda, que sobresalía
del saco de tela grasosa en donde se guardaba. Zeke siguió mi mirada y suspiró.
―Jake normalmente viene con nosotros―explicó―. Pero últimamente, su
hombro le molesta y no tiene la fuerza suficiente para tirar de la cuerda de
nuevo con eficacia.
―Iré con ustedes.
Los chicos intercambiaron una mirada.
―Aprendo r{pido―agregué, ignorando la ceja arqueada de Darren―. Soy
calmada, y más fuerte de lo que piensan. Estoy segura de que puedo agarrarle
el truco.
―No es eso―dijo Zeke vacilante―. Es solo que<no quiero meterte en
problemas con Jeb, hacerle cuestionarse su decisión de que te pudieras quedar
con nosotros.―Agito su pulgar al otro chico―. Dare me sigue a todas partes
como un cachorro perdido, así que espero eso de él. ―Esquivó un terrón de
204
tierra lanzado a su cara―. Pero tú eres nueva y a él no le gustara si te alejas del
grupo. Es probablemente mejor si te quedas aquí por ahora. Lo siento.
Molesta, les fruncí el ceño a ambos, mi orgullo vampiro herido. Si supieras.
Podría derribar a un venado adulto antes de que ustedes se dieran cuenta de que está
ahí. Pero guarde mis opiniones para mí y me encogí de hombros.
―Si tú lo dices.
―Tal vez la próxima vez, ¿est{ bien?―ofreció Darren d{ndome un guiño―. Te
voy a mostrar cómo se hace. ―Me enfadé, pero Zeke agarró su arco y se puso
de pie.
―Mov{monos―dijo él, con un estiramiento―. Jeb no se ira sin mí, eso espero,
así que esto es sobre mi cabeza por si quiere castigar a alguien. La gente tiene
que comer, así le guste a él o no. Allison―agregó mientras se levantaba―, ¿le
dejaras saber a Jeb dónde estaremos? ―Me dio una amplia sonrisa―. Después
de que estemos a una buena distancia, claro. ¿Listo, Dare?
―Claro. ―Darren suspiró, lanzando el arco y el carcaj sobre su hombro―.
Hagamos ejercicio en un momento inútil.
Zeke rodó sus ojos y le dio un medio empujón al otro chico mientras se alejaba.
Darren giró hacia él, perdiendo el equilibrio mientras el otro lo esquivaba, lo
persiguió mientras Zeke trotaba para atrás, sonriendo. Vi sus esbeltas figuras
borrosas en la oscuridad, haciéndose más y más pequeñas, hasta que se hacían
invisibles en la maleza.
Entonces me abalancé al suelo, agarrando el arco adicional y su carcaj y me
volví hacia la otra dirección.
―¿Qué crees que est{s haciendo?
Suspiré y me giré para ver a Ruth plantada, dos tazones de comida de la noche
anterior sostenidas en sus manos, con un ceño desaprobador en su rostro.
―¿Escurriéndote, no es así?―demando, estrechando sus ojos―. A Jeb no le va
a gustar. ¿A dónde ibas?
―¿Por qué no vas e inventas algo?―dije, dando un paso al frente, satisfecha
cuando ella dio un paso atr{s―. Eso es lo que has estado haciendo todo este
tiempo, ¿no?―Ella se sonrojo, y mi sonrisa se amplió―. Me doy cuenta de que
205
no hablas con Zeke o Jeb cuando propagas tus mentiras. Tienes miedo de que
noten la lengua viperina que tienes.
Ella lucía como si quisiera abofetearme, y una parte de mí esperaba que lo
hiciera. Apostaba a que no sería tan engreída cuando le faltara un diente. Por
un momento, ella luchó por controlarse, sujetando los tazones de estofado hasta
que sus delicados nudillos se pusieron blancos.
―No sé de qué est{s hablando―dijo finalmente, y yo resoplé. Echándole una
ojeada al arco en mi mano, ella hizo una mueca hacia mí y elevo su mentón―.
¿Piensas que traerás algo? ¿Qué es lo que sabes sobre cazar? Si crees que Zeke
notara tu patético intento de espectáculo, estas cometiendo un triste error.
―Sí, dispararle a un venado para que nadie deba pasar hambre es la ilusión de
una loca como la que hay en mí queriendo hacer un espect{culo. ―Rodé mis
ojos―. Qué brillante suposición. ¿Por qué no vas a decírsela a Jeb?
―No te hagas la lista―siseó Ruth de vuelta, la sutileza se había ido―. Piensas
que eres muy especial, solo porque provienes de una ciudad vampiro. ¿Piensas
que no lo veo? ¿Cómo duermes lejos de todos nosotros? ¿Cómo tratas de ser
misteriosa, no diciendo nada sobre el lugar del que provienes?―Curvo el labio,
odiosamente disgustada―. Solo quieres atención, la nuestras y la de Zeke.
Puedo ver a través de tu actuación.
Esta vez me reí de ella.
―Vaya, eres una arpía paranoica ¿no? ¿Sabe Zeke la absoluta perra que puedes
ser? ―Solté una risilla, y su rostro se sonrojo de un brillante carmesí―. Sabes,
no tengo tiempo para esto. Me divertí con tus teorías, propaga tu veneno
alrededor tanto como quieras. Haré algo útil ahora. Tal vez deberías intentarlo.
―Eres un monstruo, ¿me oyes? ―dijo Ruth cu{ndo le di la espalda―. Est{s
ocultando algo, y descubriré qué es.
Traté de que no me afectara mientras trotaba lejos del campamento, buscando
en el horizonte por una presa en movimiento. Traté de no pensar en regresar, y
acecharla en la esquina del campamento, arrastrarla mientras patea y se
retuerce en la noche, para desgarrarle la garganta. No era porque ella fuera
molesta, porque era realmente molesta. Esto era porque era una amenaza, y mis
instintos vampiros me animaban a matarla, para silenciarla antes de que me
expusiera.
206
Traté de canalizar todos mis pensamientos de violencia y muerte en mi nueva
tarea, entusiasmada en cazar de nuevo. Encontré una manada de peludos
animales apiñados juntos en una cuenca superficial, pero decidí que eran
demasiado grandes para molestarse. No era que dudara que pudiera matarlos;
perdían suficiente sangre y morían como si nada. Pero si volvía al campamento
cargando sobre mi espalda a una de esas gigantes criaturas, podía levantar
sospechas.
En vez de eso, recorrí los pequeños montes hasta que encontré una manada de
pequeños venados, comiendo de un campo de hierba. Poniendo abajo el arco,
me moví sigilosamente entre la hierba, agachada, hasta que pude ver la ligera
elevación y caída en los lados, oliendo la sangre caliente en sus venas.
Esto sería muy rápido. El pequeño ciervo que había elegido ni siquiera sabía
que algo andaba mal hasta que estaba casi encima de él, y para entonces era
demasiado tarde. El resto de la manada se dispersó mientras me interponía en
medio de ellos, pero agarré al venado por sus cuernos mientras me embestía
con sus patas, girándole la cabeza, y rompiendo rápidamente su cuello,
muriendo instantáneamente.
Mientras caía al suelo, resistí la urgencia de hundir mis colmillos en su
garganta, sabiendo que la sangre del venado no haría nada por mí.
Levantándolo sobre mis hombros, caminé de regreso al lugar en donde deje mi
arco y flechas. Dejando caer el cadáver, tomé una flecha del carcaj y la clavé en
el cuerpo del venado, hundiéndola en sus costillas. Tal vez estaba siendo
paranoica, pero explicarle a alguien por qué el venado tenía un cuello roto y no
una flecha enterrada podía ser inoportuno.
Agarrándolo por los cuernos, empecé a arrastrarlo, cuando un familiar ruido
ligero flotando sobre la hierba, vino de las cercanías del camino.
Me congelé, dándome cuenta de dónde había escuchado ese sonido antes, dos
faros alumbraron el monte, mientras un rugido venía del otro lado. Mi
estómago se retorció, y mi sangre se congeló.
Zambullida en la hierba, observé las lentas y extrañas maquinas, entonces se
detuvieron a un lado del camino. Un hombre barbudo se balanceó en el
vehículo, apagando el motor y escupiendo sobre la hierba. Su compañero, un
pequeño humano, detuvo su máquina también. Por un momento, mi mente se
207
puso en blanco, y tuve que resistir la urgencia de huir entre la oscuridad y no
mirar atrás.
No, esto no es posible. Los maté.
―Te alcanzo en un minuto―murmuró el humano alto, caminando con paso
vacilante a la esquina del pavimento. El otro hombre suspiró.
―¿Qué est{s haciendo, Ed?
―Estoy orinando. ¿Te parece bien?―El hombre barbudo se giró lejos de su
compañero, y un momento después hubo un sonido de agua cayendo a la
tierra.
Mirándolos fijamente, me hundí de alivio. No eran los mismos hombres. Este
humano tenía una desgreñada barba café, no amarilla, y era un poco ancho en
los hombros. Pero entonces vi algo, un tatuaje en su hombro derecho, una
sonrisa perruna, de dientes afilados y puntiagudos.
El mismo del de antes. El otro hombre murmuró algo, y se subió en el vehículo,
hurgando en el bolsillo de su chaqueta. Sacando una pequeña caja blanca, tomó
un cigarrillo con sus labios, iluminó la punta y se sentó de nuevo en el vehículo,
fumando perezosamente. Ed terminó de subirse la cremallera, giró y capturó la
caja cuando su amigo se la lanzó.
―¿Queda alguna cerveza?―preguntó, sacando un cigarrillo.
―Una.
―Bien, vamos por ella.
―Qué te jodan.
Los miré mientras mi mente corría. De mi experiencia personal, sabía que eran
hombres malos: violentos, armados y despiadados. Si se encontraban con el
resto del grupo<me dio un escalofrió.
Tenía que detenerlos. O volver para advertir a los otros. Pero, mientras estaba
allí viéndolos pasarse una lata plateada una y otra vez, sabía, aun con mi
velocidad al correr, que no tenía tiempo suficiente. Había visto lo rápidos que
eran esos vehículos. Ellos encontrarían al grupo antes de que yo los alcanzara.
Tenía que haber otra manera.
208
Otra manera. Claro, allí estaba la decisión más obvia.
La opción que no podía dejar de pensar, no importaba cuánto tratara de
ignorarla.
¿Debería…matarlos? El pensamiento era tentador, y sentí mis colmillos alargarse
en respuesta. Podría matarlos, alimentarme de ellos, esconder sus cuerpos y sus
vehículos, y nadie lo sabría. ¿Quién podría encontrarlos, aquí en la oscuridad?
Pero mientras me acercaba poco a poco a los desprevenidos humanos, recordé a
los otros dos que encontré aislados en el camino como estos. Recordé sus gritos,
su terror, el pánico en sus caras. Recordé sus ojos vidriosos y sus cuerpos
flácidos, apreté mis puños.
No podía hacerlo. Estaba tratando de no ser un monstruo. Cada muerte, cada
vida tomada para saciar mi Hambre, me empujaba más cerca de mi demonio. Si
empezaba a matar indiscriminadamente, eso me tomaría por completo, y
entonces, ¿qué me detendría de acechar a Caleb o a Zeke en la oscuridad y
desgarrar sus gargantas?
Podría causar Tal daño suficiente a sus vehículos de alguna manera; rasgar sus
neumáticos o vaciar su combustible. Pero tenía que ser extremadamente
precavida, y aun con mis poderes vampiro, hacer eso era riesgoso. Y aunque me
las arreglara para lograrlo, ellos sabrían que alguien estuvo aquí y podrían ir en
busca de gente en esta área. Eso no sería bueno para el grupo. Gruñí de
frustración.
Maldición, debería haber algo que pudiera hacer. Algo que los detuviera, solo
lo suficiente para que pudiera volver al grupo a advertirles. Miré hacia arriba y
abajo del camino, buscando una solución, y me di cuenta, a lo lejos, un gran
árbol en la esquina del pavimento.
Separándome de los humanos, me di prisa hacia el árbol, encontré un grueso,
torcido y viejo tronco que lucía como si hubiera sido alcanzado por un rayo
demasiadas veces. Sus ramas eran torcidas y curvas, vacías de vida, y lucían
más muertas que vivas.
El rugido de los motores taladro el silencio de nuevo. Los hombres avanzaron
en sus vehículos, y mientras venían sus faros alumbraron el camino. Puse mi
hombro en el tronco y empujé, apoyando mi pie en la hierba y en la tierra,
empujando con toda mi fuerza. El terco árbol resistió un momento, y en ese
209
momento con un frágil chasquido, el tronco se quebró y se vino abajo
lentamente al suelo, aterrizando a la mitad del camino.
El rugido de los vehículos se acercaba. Si ellos pasaban este bloqueo,
encontrarían al grupo primero y no tendría tiempo de alertar a nadie.
Maldiciendo, agarré las ramas y arrastré al viejo árbol al camino, esperando a
los hombres que aparecerían en cualquier momento. Luces brillantes en la
oscuridad, iluminaron al árbol, y me zambullí en la hierba.
―Oh<mierda.
Los vehículos patinaron hasta detenerse. Los hombres se bajaron, y uno camino
hacia el árbol, dándole una furiosa patada que hizo que las ramas se agitaran. El
otro se rasco la barba y le dio una mirada disgustada.
―Maldición―murmuró, mirando hacia la oscuridad―. ¿Piensas que podemos
rodearlo?
―Yo no pasaría mi moto a través de eso―gruñó el otro, apuñalando con un
dedo a través de la maleza y zarzas en el borde del camino, muy cerca de donde
estaba oculta―. La última vez me pinché una rueda, y fue un dolor en el trasero
poder arreglarla. Además, los otros vendrán muy pronto.
―Bien, entonces cierra la boca y ayúdame a mover esto del camino.
El otro inicio una secuencia de juramentos, pero empujó para poder arrastrar el
tronco. Deje a los hombres esforzándose con el árbol, y me moví con lentitud, y
tan pronto como pude, corrí a través de la hierba.
Eché a correr hacia el campamento, el cual estaba abarrotado, y a punto de
partir. Vi a Darren y a Zeke de pie cerca de Jebbadiah y Ruth. Darren tenía un
par de delgados conejos en una mano, mirando incómodo, mientras Zeke
estaba en una discusión con la chica. Todavía estaba demasiado lejos para que
me notaran, pero oía trozos de su conversación, a la deriva en el viento, y agucé
mi oído vampiro para escuchar.
―No me importa si su tienda est{ vacía―estaba diciendo Zeke, sosteniendo
ambas manos en un gesto de súplica―. Jeb, no podemos solo dejar a alguien
detrás. Lo juro, la vi antes de que Darren y yo saliéramos a cazar. Ruth, ¿estás
segura de que no la viste ir detrás de nosotros, o dejando el campamento?
210
―No―dijo Ruth en una voz que era casi preocupada―. Como dije, nadie la ha
visto desde anoche, y cuando me di cuenta de esto, fui a revisar su tienda.
Estaba vacía, y todas sus cosas se habían ido. ¿No crees que se fue para siempre,
verdad?
―De cualquier forma ―la voz de Jeb era cortante y fría―, no podemos esperar
por ella. Deje eso claro desde el principio. Si nos ha dejado, que así sea. Si
decidió pasar por alto las reglas, como ustedes dos lo hicieron anoche―fulminó
con la mirada a Zeke―, entonces es su decisión. Ella puede vivir o morir con las
consecuencias.
―Bueno, es bueno saber cu{l es mi posición ―dije, dando zancadas hacia el
circulo. Los cuatro humanos se giraron hacia mí.
―¡Allison! ―Zeke suspiró con alivio, pero Ruth me miraba como si se hubiera
tragado una araña―. Est{s de vuelta. ¿Dónde estabas? Est{bamos a punto de
irnos<
―¿Dej{ndome atr{s? Lo noté.―Mire a Jebbadiah, quien me miraba fijamente
sin emoción. Si él sentía ira o arrepentimiento de que hubiera oído su
conversación, no lo demostraba. Pero no podía pensar en eso ahora―.Jeb, vi
hombres en el camino, viniendo hacia nosotros. Montaban unas extrañas
bicicletas motorizadas y portaban armas.
―¿Bicicletas motorizadas? ―dijo Ruth, d{ndole a Zeke un ceño de sorpresa.
Jeb, de cualquier manera, lo entendió mucho más rápido.
―Motos, o motocicletas―dijo él gravemente, y Ruth jadeó. Rápidamente, Jeb se
giró hacia mí y Zeke―.Saquen a todos del camino―chasqueó, gir{ndose hacia
el grupo―.Necesitamos escondernos. ¡Ahora!
Tan pronto como dijo eso, el ligero gruñido de motores hizo eco en el camino, y
el brillo de los faros apareció a la distancia. La gente jadeó, y uno de los niños
gritó.
Rápidamente, Ruth, Zeke y yo movimos a todos lejos del pavimento, dándole la
espalda a la ondulante llanura. Agarré las latas olvidadas, envolturas y tazones
del suelo, arrojándolos en la hierba alta, haciendo mi mejor intento de cubrir las
pisadas que la gente dejaba detrás.
211
Los motociclistas se acercaban, el rugido de los motores cortaba a través de la
noche. Salté detrás de un tronco, y me arrojé al suelo mientras los faros
alumbraban el lugar en donde el grupo había estado. Medio segundo después,
Zeke se me unió, saltando sobre el tronco y cayendo sobre su estómago cuando
los motociclistas aparecieron en la esquina.
Dimos un vistazo por encima del borde, viendo a los dos hombres cruzar en
sus extrañas maquinas. De nuevo, me sorprendió lo familiares que eran, cómo
eran demasiado parecidos a los dos humanos con los que me había encontrado
antes. Los dos hombres que había matado. Uno de ellos manejó derecho, pero
su compañero repentinamente se detuvo a lo largo del camino, apagando su
motor. El otro giró su máquina y regresó, alcanzando a su amigo antes de
apagar el motor, también.
―¿Qué estas mirando?―lo escuché gruñir. Aun a esta distancia, mi oído
vampiro escuchaba las palabras a la perfección. El otro hombre sacudió su
cabeza.
―No sé. Pienso que escuché algo. Un grito o algo, por ahí.
―Un conejo, probablemente. O un coyote. ―El otro hombre escupió en el
pavimento. En ese momento, tiró de una gran ametralladora de la funda de un
lado―. ¿Quieres dar unos pocos tiros para estar seguro?
Junto a mí, sentí que Zeke se tensaba, una mano yendo lentamente hacia su
arma, y yo puse mi mano sobre la suya. Sorprendido, miró hacia mí
rápidamente, y yo negué.
―No, no desperdicies las municiones. Probablemente no es nada. ―El
motociclista encendió el motor con un rugido, y pude capturar la última oración
de su conversación―. Jackal estar{ muy enojado si no logramos encontrarlos. Él
estaba seguro de que ellos estaban en algún lado de este tramo.
Jackal. ¿Dónde había oído ese nombre antes? Eso fue instantáneamente familiar;
sabía que había escuchado eso en algún lugar. El recuerdo me golpeo en ese
momento, los otros motociclistas que había encontrado en el camino. El hombre
muerto lo había susurrado, justo antes de morir.
Jackal… se habría reído.
212
Sentí un escalofrió subiendo por mi columna. Esto no podía ser una
coincidencia. Los tatuajes, las motocicletas, los motociclistas que había
encontrado antes. Había algo en este grupo que yo no sabía. Alguien no me
estaba diciendo algo.
―No es nuestra culpa que ellos no estén aquí. ―El otro motociclista se encogió
de hombros―. No hay nada aquí. Y me estoy cansando de buscar fantasmas.
―Derrek y Royce obviamente iban tras algo. A menos que pienses que solo se
fueron dejando por ahí sus motocicletas.
El otro dijo algo, pero la réplica fue ahogada por el rugido del motor, mientras
los dos hombres se alejaban por el camino. Los vi retirarse, hasta que el ruido
de la motocicleta se perdió en la distancia, las luces desaparecieron, y todo
estaba tranquilo una vez más.
Lentamente, el grupo salió de su escondite, como si estuvieran aterrorizados de
hacer algún ruido.
―-¡Est{ bien!―La voz de Jeb cortó a través de la incertidumbre―. ¡Escuchen!
Ya no es seguro usar los caminos. Desde ahora, evitaremos los tramos
principales. Y quiero doblar los guardias en cada turno. Zeke, estarás a cargo de
esto.
―Sí, señor.
―Seguimos teniendo suficiente para cubrir esta noche, así que muévanse,
gente. ―Y Jeb empezó a caminar a través de la ola de hierba, mientras los
demás en línea lo seguían.
Zigzagueé hasta encontrar un lugar junto a Jebbadiah, quien marchaba adelante
sin mirarme.
―¿Qué fue eso?―le pregunté. Él continúo ignorándome, pero no iba a permitir
que se librara―. Conocías a esos hombres―continúe en voz baja―. ¿Quiénes
son? ¿Por qué están detrás de ti?
―Te metes en cosas de las que no sabes nada.
―Bueno, sí. Ese es el por qué estoy preguntando. Si voy a ayudar a tu gente,
quiero saber a lo que me estoy enfrentando.
213
―No necesitamos tu ayuda―dijo Jeb glacialmente―. No pedimos tu ayuda.
Este grupo ha ido al infierno y regresado, y han sobrevivido este tiempo porque
no cuestionan a los responsables por su seguridad.
―Tal vez deberían―dije, y Jeb me fijo con una inflexible mirada.
―No sacudas ese bote, Allison ―advirtió, levantando un largo, huesudo dedo
frente a mi rostro. Me di cuenta de que podría romperlo tan fácilmente como a
una ramita―. Est{s aquí porque lo permito, porque no abandono a nadie en
necesidad, pero no eres parte de esta familia. He llegado desde muy lejos, y
hemos atravesado muchas cosas, para que alguien como tú venga a poner en
peligro eso. Ya has demostrado tu total desprecio por nuestra manera de vivir.
No vendrás y cuestionaras mi autoridad. Y no vendrás a hacer preguntas sobre
cosas que no entiendes. ―Giró su rostro hacia adelante de nuevo, apresurando
el paso así que empezó a dejarme atr{s―. Si eres infeliz con mi modo de hacer
las cosas, eres libre de irte―dijo sin mirar atr{s―. Pero si deseas continuar con
este grupo, debes aceptar y obedecer las reglas, como todos los demás.
Miré con furia hacia él, quedándome atrás con el resto de la manada. Las reglas.
Había escuchado eso antes. No hagas preguntas. No atraigas la atención.
Mantén tu cabeza baja y tu boca cerrada. Excepto que no era una seguidora sin
mente, particularmente con reglas que no tenían sentido. Si la octava maravilla
de Jebbadiah no me daba respuestas, tendría que obtenerlas de alguien más.
Casualmente, me retrasé, dejando pasar a los demás, hasta que quede junto a
Zeke, en la parte trasera. Él me dio una mirada recelosa, como si supiera que
estaba a punto de preguntarle algo incómodo.
―Hola―dije, él cabeceo pero no dijo nada, como si esperara por las inevitables
preguntas.
Probablemente me vio hablando con Jeb y supo que no había obtenido las
respuestas que quería. Amigable, y modesto como era, Zeke no era estúpido.
―Escucha―solté, mirando a lo lejos―. Yo<uh<quería hablar contigo. No
tuve oportunidad antes de la cosa de los motociclistas, así que<gracias.
Sentí su gesto de sorpresa.
―¿Por qué?
214
―No me dejaste atr{s―continúe, mirando fijamente el horizonte, viendo un
rebaño de esos peludos animales moviéndose con torpeza a través de las
montañas―. Escuché lo que les decías a Jeb y a Ruth, m{s temprano. Gracias
por<esperar por mí. Nadie nunca había hecho eso antes. ―Me quedé en
silencio, avergonzada.
Zeke suspiro.
―Jeb no es<la persona< m{s f{cil de comprender ―admitió, y resistí la
urgencia de resoplar―. Quiere proteger a todos, pero sabe que nos est{
llevando a través de territorio peligroso, y no todos lo lograran. Vio a varios de
nosotros<morir, tratando de llegar a Eden. Fuimos un grupo mucho más
grande, una vez. ―Él vacilo, tomando un r{pido aliento.
Me pregunté cuánto había visto, la cantidad de amigos que vio morir.
―Jeb solo está preocupado de alcanzar Eden con todos los que pueda. ―Zeke
me miró fijamente, sin remordimientos―. Si eso significa dejar a uno atrás para
salvar al resto, es un sacrificio que está dispuesto a hacer. Sus convicciones son
mucho más fuertes que las mías, y algunas veces olvido eso.
―¿Lo est{s defendiendo porque permite que gente muera, dej{ndolos atr{s?
―Algunas veces, para salvar a la mayoría, debes sacrificar a unos pocos.
―Miró a lo lejos en ese momento, una amarga sonrisa cruzando su rostro―. Jeb
me dice que soy muy suave, y mi testarudez es lo que no me permite ser un
verdadero líder. No, no quiero que nadie muera, que lo dejemos atrás, pero esa
debilidad puede hacer que el resto del grupo muera.
―Zeke<―Quería decirle que eso era un engaño, que Jebbadiah era un frío,
irracional, bastardo sin corazón, pero no podía. Porque de una triste, retorcida
manera, estaba de acuerdo con él. Creciendo en el Fringe, llegas a aceptar la
dura realidad. Nada era justo. El mundo era frío, despiadado, y la gente moría.
Esta era solo la manera en que las cosas eran. No me gustaba, pero el
razonamiento del anciano era justificable.
Aunque todavía seguía creyendo que era un completo bastardo.
―De cualquier manera<―Zeke se encogió de hombros, d{ndome una
pequeña, incomoda sonrisa―. Eres bienvenida. Y estoy contento de que
215
regresaras. Fue una buena cosa, también, que nos hiciste dejar la carretera a
tiempo. Gracias por eso.
―Claro. ―Hice una pausa, mordiendo mi labio. Ahora se veía como un buen
momento, pero me di cuenta de que no sabía cómo traer el tema. Opté por mi
usual forma de aproximarme―. Zeke... ¿quién es Jackal?
Zeke dio un traspié, me dio una mirada sorprendida, sus ojos azules
estrechándose. Sabía que tenía algo y me di prisa.
―El hombre dijo que estaba buscando a alguien. Eres tú, ¿no es así? O el
grupo.―Cabeceé hacia la gente caminando por delante de nosotros―. ¿Quién
es él y que es lo que quiere de ti?
Zeke tomó un profundo aliento, soltándolo lentamente. Caminando más lento
para quedar atrás, le dio al grupo una mirada recelosa, sus ojos deteniéndose en
Jebbadiah.
―Ninguno de ellos puede saber sobre esto―murmuró, mientras me rezagaba
para quedar junto a él―. Ellos no saben quién es Jackal, y es mejor que no lo
sepan. Soy el único, junto a Jebbadiah, que sabe algo sobre él, así que no puedes
mencionar su nombre a nadie, ¿est{ bien?―Cerró sus ojos―. Y por favor no le
digas a Jebbadiah lo que te voy a decir.
Asentí.
―¿Por qué el gran secreto?―pregunté, ceñuda―. ¿Quién es ese Jackal de todos
modos?
―Él es un vampiro―replicó Zeke, y mi estómago se contrajo―. Un muy
poderoso vampiro. Tiene a todo un grupo de matones por todo el país,
buscándonos. Los otros piensan que tan solo nos encontramos con pandillas al
azar que quieren lastimarnos. Ellos están aterrorizados lo suficiente sin saber lo
que es. Pero Jackal es su rey, y ha estado tras nuestro rastro por un par de años
hasta ahora.
―¿Por qué?
―Odia a Jeb―me explicó Zeke, encogiéndose de hombros―. Jeb estuvo cerca
de matarlo, una vez, y él nunca lo olvido. Así que, lo caza por venganza, pero
nos matara a todos si llega a encontrarnos.
216
Eso no tenía mucho sentido.
―Así, que, ¿me estás diciendo que este rey vampiro envió su ejército de
matones por todo el país, buscando a una persona que puede estar en cualquier
parte, solo porque le tiene resentimiento?
Zeke miró hacia lo lejos. Estreché mis ojos.
―¿Qué no me est{s diciendo?
―No puedo decirlo.―Zeke miró hacia atr{s, con ojos de súplica―. Le prometí
a Jeb que no se lo diría a nadie. No romperé esa promesa. No importa lo que
digas. Lo siento.
Le creí, lo que era extraño. Nunca conocí a una persona que no pudiera ser
corruptible, persuadida o sobornable, pero Zeke se veía del tipo que, una vez
hacia una promesa, llevaba esos secretos a la tumba. Aunque era frustrante
estar en la oscuridad. Especialmente si la oscuridad tenía a un poderosos rey
vampiro al acecho acercándose.
Pensé en busca de otro tema, otra manera de extraer esos cuidadosamente
guardados secretos, pero algo más que él dijo capturo mi atención.
―Espera un minuto―murmuré, ceñuda hacia él―. ¿Has estado buscando Eden
por un par de años?
―Creo que< ―Zeke paro un momento, con el ceño fruncido―< que este
verano va a ser nuestro tercer año. ¿O es el cuarto? ―Elevo un esbelto
hombro―. Es difícil seguir la cuenta, de cualquier manera.
―¿Y siguen pensando que Eden está ahí afuera?
―Tiene que estar―dijo Zeke con una apasionada voz―. Si no lo est{, todas las
vidas que perdimos, la gente que puso su confianza en nosotros, habrá sido por
nada. ―Su rostro se nublo de dolor, antes de quit{rselo de encima, estrechó sus
ojos con determinación―. Cada año, estamos m{s cerca―dijo―. Cada lugar al
que vamos y no es allí, es solo un paso más para encontrarlo. Jackal y su banda,
están allí afuera, buscándonos. Pero no nos encontraran. Hemos llegado muy
lejos como para detenernos ahora. Tenemos que mantener viva la fe de todos. Si
saben que hay un vampiro cazándonos, perderán la esperanza. Y algunas veces,
la esperanza es lo único que tenemos para atravesar el día.
217
Él sonaba muy cansado, y repentinamente pude ver la terrible carga que
llevaba, el peso de la responsabilidad iba más allá de los años. Recordé la
manera en que sus ojos se volvieron oscuros cuando pregunté por qué el grupo
viajaba de noche, la mirada en su rostro era como si recordara algo terrible.
La muerte lo había marcado, las vidas perdidas pesaban sobre él; podría decir
que recordaba todas y cada una.
―¿Qué paso?―pregunté―. Dijiste que viajan en la noche por una razón. ¿Cu{l
es?
Él cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, parecía una persona diferente; la
oscuridad en su rostro lo transformaba en alguien mucho más viejo.
―Al principio―dijo, sus ojos oscuros y lejanos―, yo era el único huérfano en el
grupo. Éramos muchos más antes, y estábamos seguros de que encontraríamos
Eden antes de invierno. Jeb estaba seguro de que estaba a lo largo de la costa
oeste. Cuando partimos, nadie pensó que podríamos viajar por más de un año.
―Sacudió su cabeza, apartando el flequillo de sus ojos―. Primero, viajamos
durante el día, cuando los monstruos estaban durmiendo. En la noche,
esperábamos un par de horas después de la caída del sol antes de acampar,
para asegurarnos de que no había Rabiosos en el área. Pensábamos que los
Rabiosos venían justo en la caída del sol, y que si esperábamos una hora o dos,
estaríamos a salvo. ―Su voz flaqueo, y sacudió su cabeza―. Est{bamos
equivocados. Los Rabiosos< los Rabiosos se levantan cuando quieren hacerlo.
Zeke se detuvo, tomando un silencioso aliento.
―Una noche―continuó en voz baja―, hicimos el campamento, sobre una hora
después del anochecer. Estábamos en la cima de una colina cubierta de hierba,
sin árboles, sin maleza, sin lugares para que los Rabiosos se ocultaran o se
acercaran sigilosamente a nosotros. Pusimos centinelas alrededor del perímetro,
como lo hacíamos normalmente, y fuimos a dormir.
»Me levanté gritando ―murmuró Zeke, mirando fijamente algo en la distancia,
su voz oscura y triste―. Ellos salieron del suelo, de la tierra bajo nuestras
tiendas. Sin advertencia, nada. Solo estaban repentinamente allí. No tuvimos
oportunidad.
Temblé de compasión. Podía ver a los Rabiosos salir del suelo, justo en medio
del campamento de los indefensos durmientes.
218
―Lo siento―le dije, apreciando cuán débil sonaba.
―M{s de la mitad del grupo se perdió ―continuó Zeke, como si no me
escuchara―. Podríamos haber muerto todos si Jeb no hubiera estado allí. Me
congelé, no podía moverme, ni siquiera para ayudar a los otros. A través de
todo el caos, él se encargó de mantener al resto de nosotros juntos para así
poder escapar. Pero dejamos a demasiados detrás. El esposo de Dorothy, los
padres de Caleb y Ruth. ―Se detuvo, su rostro contraído y tenso―. Prometí
que no perdería a nadie así ―murmuró―. Nunca m{s.
―Eras un niño. ―Nos habíamos desplazado m{s cerca, de alguna manera,
nuestros hombros apenas se tocaban mientras camin{bamos lado a lado―. Jeb
no puede esperar que los enfrentes a todos solo.
―Tal vez. ―Él no sonaba convencido y continuó caminando con su cabeza
baja, mirando sus pies―. Pero ese es el por qué no podemos parar. Aun si hay
un vampiro afuera que nos quiere muertos. Aun< si no hay Eden. ―Se
estremeció―. Tenemos que continuar. Todos cuentan con nosotros para
sacarlos de aquí, y no voy a desistir. Todo lo que nos queda es nuestra fe. ―Su
voz decaía mientras miraba hacia el horizonte―. Y a veces, me pregunto si eso
será suficiente.
―¡Zeke!
Ruth vino dando saltitos hacia nosotros, sonriendo radiantemente, una delgada
taza agarrada fuertemente en una mano.
―Aquí―dijo, metiéndose entre Zeke y yo, sosteniendo la taza hacia él―.
Guardé un poco de café para ti. No es mucho, pero está caliente.
―Gracias. ―Zeke le dio una sonrisa cansada mientras tomaba la taza, y ella
sonriendo, me ignoró. Miré hacia su espalda, a la pálida expansión de su cuello,
y tuve una fantasía sobre enterrar mis dientes en su delicada piel blanca.
―Por cierto ―continuó ella, gir{ndose hacia mí con inocentes ojos―. ¿Por qué
hay un gran agujero en el suelo de tu tienda? Luce como si a propósito hubieras
hecho un agujero con un cuchillo. ¿Qué estás haciendo allí, matando animales?
Zeke me miró, alzando una ceja desconcertado. Alarma titileo, pero me forcé a
estar calmada.
219
―No< Eso<debe ser un agujero que ya estaba ―dije, pensando r{pido―.
Tengo pesadillas a veces, y lo pude haber rasgado mientras me agitaba
alrededor.
Zeke asintió y dio un sorbo a su café, pero Ruth estrechó su mirada, los labios
fruncidos en sospecha. No me creía. Un gruñido se elevó en mi garganta, y tuve
que tragar, yendo a la defensiva para distraerla.
―Adem{s, ¿porque estas husmeando en mis cosas?―Devolví, mirando con
furia hacia ella―. ¿Buscando algo en particular? No tengo nada que puedas
robar.
La boca de Ruth cayó abierta, su delicado rostro contorsionado de furia.
―¿Robar? Como te atreves. Yo no robo.
―Est{ bien―dije, sonriendo con suficiencia hacia ella―. Porque, a veces mato
cosas en mis sueños. Particularmente si se meten en mi tienda sin anunciarse en
medio del día. Viniendo de una ciudad vampiro, apuñalar primero, preguntar
después.
Ella palideció y se encogió contra Zeke, quien me dio una mirada de suave
preocupación, inseguro de cómo manejar una riña femenina.
―Fenómeno―murmuró Ruth y me dio la espalda en evidente rechazo―. En
cualquier caso, Zeke, quiero preguntarte sobre las raciones del campamento.
Estamos extremadamente bajos, ¿qué quieres que haga esta noche y mañana?
Él me dio una mirada de disculpa, rodé mis ojos y caminé lejos, dejándolos para
que hablaran, y era obvio que Ruth no iba a permitirme tener otras palabras con
Zeke. No era que ella pudiera detenerme; no tenía problemas estando donde
estaba, solo por fastidiarla. Pero mirándola con Zeke, escuchando su corazón
latir rápido a poca distancia, su pulso corriendo salvajemente por su cuello,
sentí, por primera vez desde esa la solitaria vez en el camino, el primer estimulo
de Hambre.
Y sabía que tendría que elegir a alguno de ellos, muy pronto.
220
C A P Í T U L O 13
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por Moonse
―Hay algo extraño en ella―murmuró Ruth.
Abrí los ojos cuando la voz malhumorada de Ruth derivó hacia mí a través de
la tela de la tienda. Según mi reloj interno, el sol acababa de bajar, aunque en el
cielo había todavía luz. Podía oír al grupo moverse fuera, ya estaba lista para
salir, pero me quedé allí por un momento, recogiendo los pedazos de la
conversación, escuchando las voces que se oían a través de las paredes.
―¿No crees que es extraño? ―continuó Ruth, con voz seria―. ¿Que apareciese
en medio de la noche y sólo, por casualidad, se encontrase con Zeke y Caleb?
¿Qué sabemos de ella? ¿Por qué estaba dando vueltas por la noche? Zeke nunca
dijo nada de eso. ¿Cómo pudo sobrevivir todo ese tiempo a solas?
Sentí una punzada de aprensión. La chica estúpida todavía estaba en ello. Un
gruñido se elevó a mi garganta y tuve que dejar de fantasear con arrastrarla
hacia el bosque.
―Creo que está ocultando algo―continuó Ruth―. Lo que es peor, creo que es
peligrosa. Si venía de una ciudad vampiro, podría ser cualquier cosa. Podría ser
una ladrona o una asesina. No me sorprendería si ha matado a alguien antes.
Me di la vuelta y salí de la tienda, dando un paso hacia afuera. En el pozo de
fuego, Ruth se quedó en silencio, pero yo podía verla mirándome por encima
de la cabeza de Teresa. La anciana parecía despreocupada, vertiendo sopa en
los tazones, pero Mateo y Bethany se giraron a mirarme por encima del
hombro, sus ojos muy abiertos.
Controlando mi ira, vi a Zeke y Darren de pie a unos pocos metros de distancia,
hablando con el marido de Teresa, Silas. El viejo señalaba con una mano seca al
cielo y los chicos estaban asintiendo con la cabeza solemnemente como si todo
221
tuviera sentido. Curiosa, me dirigí en esa dirección, tratando de ignorar los
susurros detrás de mí.
―¿Estás seguro de eso, viejo? ―dijo Darren cuando me acerqué.
Zeke me sonrió y asintió con la cabeza y mi estómago hormigueó. Silas resopló
a través de su barba blanca y miró a Darren.
―Mi codo no se equivoca nunca―anunció, moviendo sus cejas erizadas―. Sólo
duele así cuando viene una tormenta. Teniendo en cuenta que se siente como si
estuviera a punto de caer, yo diría que hay una grande en el horizonte.
El horizonte estaba despejado. Las primeras estrellas brillaban sobre los árboles
y el cielo se volvía de un profundo azul marino. Pude ver por qué Darren era
escéptico, pero Zeke estudiaba el cielo como si pudiese ver la tormenta que se
acercaba.
―Bien―murmuró él, cuando una repentina ráfaga de viento le sacudió el
cabello―. Han pasado unos días desde que cruzamos esa corriente. El agua se
está agotando...esto llegará en un buen momento.
―¿Vamos a parar? ―le pregunté. Darren resopló.
―No―respondió Zeke, ignorando a su amigo―. Si no se vuelve
verdaderamente peligroso, Jeb querrá avanzar a través de la tormenta. A los
Rabiosos les gusta cazar durante el mal tiempo. No se les puede escuchar llegar
hasta que los tienes encima de ti. No es seguro quedarse durante las tormentas.
Me acordé de otra tormenta, mirando a los Rabiosos por todas partes a través
de la lluvia y me estremecí.
―Si la lluvia llega―dudo Darren, por lo que Silas frunció el ceño―. Pero
supongo que la muerte por un rayo es mejor que la muerte por Rabiosos. Por lo
menos no los veré venir.
―Bueno, en todo caso, finalmente puedes tomar una ducha―replicó Zeke―.
No me extraña que no le pueda disparar a cualquier cosa, pueden oler el hedor
que viene desde un kilómetro de distancia.
Darren casualmente le dio la vuelta al dedo. Zeke se limitó a reír.
222
Fiel a la predicción de Silas, unas nubes oscuras pronto se elevaron en el
horizonte, bloqueando la luna y las estrellas, y el viento aumentó rápidamente.
Rayos parpadean, hebras blancas misteriosas que serpenteaban a través de las
nubes y el trueno retumbaba una respuesta.
Empezó a llover, gotas torrenciales que azotaron a las caras y la piel expuesta,
empapando todo. Los humanos caminando a paso de tortuga, las cabezas
inclinadas y los hombros encorvados contra el viento. Me quedé atrás,
observando a los rezagados, no quería que nadie viera que la lluvia no me
molestaba, el frío no me ponía la piel de gallina, y el viento no me hacía
temblar. La tierra se convirtió rápidamente en un pantano, y vi como Zeke y
Caleb sacaron a Bethany del barro, a veces la levantaban sobre su espalda
cuando era demasiado profunda.
Los niños estaban temblando, y Bethany comenzó a llorar cuando cayó en un
charco que casi se tragó su cuerpo, pero Jeb ni siquiera redujo la velocidad. La
lluvia continuaba. Unas horas antes del amanecer, un nuevo sonido comenzó a
penetrar en el silbido constante de la lluvia. Era un rugido, débil al principio,
pero cada vez más fuerte y más fuerte, hasta que el terreno se hizo inclinado, y
nos paramos en la orilla de un oscuro, y bravo río. Jebbadiah se situó en el
borde, con los brazos cruzados y los labios apretados mientras miraba al río con
molestia. Se volvió y le hizo señas a Zeke, se adelantó para escuchar sus voces a
través del rugido del agua.
―Toma la cuerda ―ordenó Jeb, señalando el paquete de Zeke.
―¿Señor?
Jeb frunció el ceño y se dio la vuelta, observando el río.
―Que todo el mundo esté listo para moverse. Vamos a atravesarlo ahora.
Me acerqué. Zeke vaciló, mirando el agua con preocupación.
―¿No crees que deberíamos parar por la noche? ―preguntó― ¿Podríamos
esperar a que el agua baje un poco? El curso actual es probablemente
demasiado fuerte para los niños.
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―Entonces que alguien los ayude. ―La voz de Jeb fue despiadada―. Tenemos
que estar en el otro lado, esta noche.
―Señor<
―Ezequiel ―interrumpió Jeb, volviéndose a mirarlo―. No me hagas repetirlo.
―Zeke vio su mirada por un momento, luego desvió la mirada.
―Asegúrate de que todo el mundo está listo pronto ―dijo Jebbadiah con voz
de mando que me dieron ganas de pegarle en la mandíbula―. Una vez que
estemos en el otro lado del río, podemos descansar. Pero queremos seguridad
antes de relajarnos.
Zeke asintió a regañadientes.
―Sí, señor.
Retrocedió, haciendo poco caso de su carga, mientras Jeb giró y contempló el
agua otra vez. Su mirada se detuvo en alguna cosa que no podía ver, algo por el
borde del agua, con su boca fina apretada. Esperé a que caminase hacia el
grupo, donde Zeke y Darren fueron desentrañando rollos de cuerda, antes de
apresurarme a la orilla del río y mirar hacia abajo. El agua se precipitaba a una
velocidad vertiginosa, oscura y enojada. Me pregunté en qué estaba pensando
Jeb, ¿era realmente tan frío y sin corazón para seguir adelante a través de eso?
¿Especialmente cuando había niños en el grupo?
Relámpagos parpadeaban y el resplandor repentino brillo en los ojos blancos
muertos.
Sacudiéndome alrededor, miré abajo, en una roca que se encontraba cerca de la
orilla del agua. Pero pude ver que no era una roca, sino una de esas criaturas
con enormes cuernos que vagaban por las llanuras en grandes manadas. Éste,
hinchado y evidentemente muerto, estaba acostado sobre su lado frente a mí,
pero sus labios se retiraron en una mueca extraña, y sus enormes ojos blancos
sobresalían de sus órbitas. El viento cambió, y atrapé el inconfundible hedor de
la decadencia y la maldad sobre el agua.
Mis tripas se retorcieron, y me apresuré a ayudar a Darren y Zeke, con los
nudos de las cuerdas. Así que, Jeb no estaba siendo un bastardo, después de todo. Es
bueno saberlo. Aunque me pregunté por qué no le dijo al menos a Zeke que
podría haber Rabiosos en la zona. Eso podría haber sido importante para que
224
supiera el segundo al mando. Tal vez no quería difundir el pánico en el resto
del grupo. O tal vez no tenía ganas de explicar las órdenes. Pero al menos su
razonamiento para llegar al otro lado del río tenía sentido ahora.
Los Rabiosos tienen miedo de las aguas profundas o rápidas, le había dicho Kanin en
el hospital. Nadie sabe por qué, no es como si pudieran ahogarse. Tal vez no entienden
por qué la tierra no les sostiene por más tiempo. O tal vez tienen miedo de algo que es
más poderoso que ellos. Pero desde que se crearon, no se acercan a aguas profundas.
Recuerda esto, porque podría salvar tu vida un día.
Vi a Zeke, llevando la cuerda, paso por el barro hacia un grueso árbol cerca de
la orilla del río, y volvió.
―¿Cómo conseguiremos atravesar?―le pregunté a Zeke, que estaba ocupado
atando un extremo de la cuerda alrededor del tronco antes de hacer un nudo
con fuerza. Él me dio una sonrisa triste y levantó el resto de la cuerda.
―Nos aferramos para salvar la vida.
―¿Cómo?―le pregunté, mirando el tronco―. La cuerda está en este lado del
río. No nos va a ayudar a menos que cruce a la otra orilla.
―Así es.―Zeke suspiró y comenzó a atar el otro extremo alrededor de su
cintura. Lo miré, asustada, y él hizo una mueca―. Por lo menos ya estoy
mojado esta vez.
Miré a la formación de espuma, el agua rápida y sacudí la cabeza.
―¿No es eso un poco... peligroso?
―Así es. ―Zeke levantó la vista, para mirarme a los ojos―. Jake no puede
nadar, y no voy a pedir a Darren que corra el riesgo. O cualquiera, para el caso.
Tengo que ser yo.
Antes de que pudiera responder, se quitó las botas y la chaqueta, colocándolos
cuidadosamente en la parte superior de la cuesta. Luego, con cuidado, se
deslizó por la orilla, resbalando un poco en el barro, y se acercó al río.
Una breve pausa mientras miraba hacia arriba y abajo de la orilla,
contemplando el río, se sumergió en las aguas espumeantes.
La corriente lo atrapó de inmediato, pero se dirigió a la otra orilla, nadando
tercamente contra la corriente. Vi su forma pálida, moviéndose a lo largo de la
225
superficie, a veces dejándose arrastrar hacia abajo. Cada vez que desaparecía
me mordía la mejilla y apretaba los puños hasta que su cabeza salía a la
superficie una vez más. Era un buen nadador de gran alcance, pero aun así
había momentos de tensión, sin aliento antes de que surgiera, jadeante, en el
otro lado. El resto del grupo aplaudió, Zeke tropezó con un árbol, ató la cuerda
alrededor del tronco, y luego se dejó caer pesadamente en el barro, al parecer,
agotado.
Sin embargo, se obligó a levantarse, cuando el resto del grupo comenzó a
cruzar, parándose en la orilla para ayudar a los demás. Me quedé atrás,
observando, como Ruth cruzaba en primer lugar, probablemente ansiosa por
conseguir llegar donde Zeke, después Silas y Teresa se abrieron paso lento y
laboriosamente avanzando poco a poco, sus dedos arrugados agarrando la
cuerda con fuerza. Luego Darren se volvió hacia mí.
―Tu turno, Allison―dijo él, tendiéndome una mano. Miré donde los tres niños,
Caleb, Bethany y Mateo, estaban en la orilla, acurrucados bajo la lluvia.
―¿Qué pasa con ellos?
―Zeke volverá a ayudar―dijo Darren―. Tomará a Bethany o Caleb, voy a
agarrar el otro, y Jake le ayudará a Matthew. No te preocupes, no es que se trate
de nuestro primer cruce. Estaré justo detrás de ti. ―Volvió a sonreír y me hizo
señas hacia adelante―.Por supuesto, si necesitas ayuda, te llevo con gusto al
otro lado.
―No, gracias. ―Ignoré la mano y me dirigí hacia abajo, a la cuerda―. Creo que
puedo manejarlo yo misma.
El agua me sorprendió. No la temperatura, el frío no me molesta, por supuesto,
pero la fuerza del agua cuando intentaba cruzar era impresionante. Si fuera
humano, alguien que no nadara muy bien, podría haber estado asustada.
El agua no era muy profunda, y sólo llegaba hasta mi pecho, pero la corriente se
oponía a cada paso del camino. En alguna parte detrás de mí, Darren gritó para
seguir adelante, con la voz casi apagada en el rugido del río. Miré hacia atrás.
Tímida, Bethany se aferró a su espalda con los brazos alrededor de su cuello,
con los ojos fuertemente cerrados.
Cuando me volví a mirarlos, algo grande se precipitó contra nosotros sobre el
agua, un tronco de árbol roto, rebotando en las olas. Le grité a Darren, pero el
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árbol se movía rápido, y mi advertencia llegó demasiado tarde. El tronco se
estrelló contra él, alejándole de la cuerda y desapareció en las olas. Bethany
gritó una vez antes de ser arrastrada, perdiéndose de vista.
No pensé. Sólo actué. Solté la cuerda, me zambullí en el agua. La corriente me
engullía, arrastrándome a lo largo como una muñeca de trapo. Se resistió a mis
intentos de subir a la superficie y me revolcó hacia abajo, hasta que era difícil
saber dónde estaba. Por unos momentos, me entró el pánico... hasta que me di
cuenta de que el río no podía hacerme daño. Yo no respiraba, no estaba en
peligro de ahogarme. Una vez que dejé de luchar contra la corriente, fue mucho
más fácil.
El río me llevó a lo largo, y me dejó en la parte superior de las enturbiadas olas,
en busca de Bethany y Darren. Conseguí ver en una fracción de segundo un
vestido azul y me lancé en esa dirección.
Fueron varios minutos antes de que pudiera agarrar a la muchacha y
arrastrarla, luchando por mantener su pálida y pequeña cara fuera del agua.
Planté los pies en el fondo del río, sintiendo las corrientes jalando en mis
piernas mientras me preparé, golpeando en la orilla.
Tambaleándome en la orilla, puse a Bethany sobre la espalda y me dejé caer a
su lado, estudiando ansiosamente su rostro en busca de signos de vida. La
muchacha parecía totalmente ahogada, los ojos cerrados, la boca ligeramente
abierta, el cabello rubio enredado y en la cara. No parecía estar respirando. Puse
una oreja en su pecho, por un instante, preparándome para escuchar sólo un
hueco vacío.
Estaba allí. Débil, pero latiendo. Aún con vida.
Me senté, mordiéndome el labio mientras miraba a la chica inmóvil. Tuve un
indicio de lo que se suponía que debía hacer, atrás en el Fringe, había visto
cuando un niño fue sacado de un alcantarillado. Su salvador había intentado
reanimarlo, soplando en su boca y bombeando en el pecho, mientras que la
multitud miraba. Por desgracia, el muchacho no pudo reanimarlo, y su madre
había llevado a casa un cuerpo inerte. No podía dejar de preguntarme si
Bethany iba a compartir el mismo destino.
Bueno, ciertamente amenos que hagas algo, Allison.
―Maldita sea―murmuré, abriendo suavemente la boca de la muchacha,
227
pellizcando su nariz tapada―. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo aquí
―le advertí, antes de bajar mi boca a la suya. Tuve que volver a tomar una
respiración profunda, aspirando aire, soltándola lentamente entre los labios de
la muchacha.
Lo hice cinco o seis veces, soplando en la muchacha, sintiendo como su
estómago se expandía y contraía con cada respiración. Bethany permaneció
inerte, no respondía. Me pregunté si no debería empujar su pecho, como había
visto hacer al hombre con el niño, pero decidí no hacerlo. Todavía no conozco
mi propia fuerza, y la última cosa que quiero hacer era romper una costilla por
error. Esto hizo que se me revolviera el estómago sólo de pensar en ello.
Por el séptimo soplo, estaba a punto de darme por vencida, cuando Bethany de
repente se atragantó, y empezó a toser, arrojando agua del río por la boca y la
nariz. Aliviada, me eché hacia atrás mientras ella luchaba por sentarse, se
inclinó y vomitó agua y el barro en la hierba.
Temblando, me miró, su pequeño cuerpo tenso.
―Relájate―le dije, recordando los ojos abiertos y miradas temerosas que me
había dado cada vez que pasaba por allí. Ruth está hablando, probablemente―.
Te caíste en el río, pero ahora estás a salvo. Podemos ir a buscar a los otros<
Bethany se lanzó hacia delante, lanzando sus brazos alrededor de mi cuello,
enterrando su cara en mi hombro. Me quedé inmóvil por un segundo,
sorprendida e incómoda, sin saber qué hacer.
Ella murmuró algo incoherente, y se presionó más contra mí, acurrucándose y
su pequeño cuello justo ahí, a centímetros de mi mejilla. Estábamos solas aquí,
sin Zeke, sin Ruth, ni Jebbadiah. Sería tan fácil dar vuelta a mi cabeza...
Deja de hacer eso. Cerré mi boca, sintiendo los colmillos volver a mis encías, y
suavemente me liberé de los brazos de la chica.
―Vamos a volver al grupo ―le dije, de pie―. Probablemente están
busc{ndonos<
Esperaba. ¿O Jebbadiah ya nos había dado por muertos y seguido su camino?
Mirando el río espumoso, me estremecí. Espero que Darren lo haya logrado, pensé,
caminando por la orilla con Bethany atrás. No hay nada que pueda hacer por él
ahora.
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Fue un largo y fangoso camino de regreso por el río. La corriente nos había
llevado bastante lejos, más allá de lo que primero había pensado. Bethany gimió
un poco, sobre todo cuando tenía que caminar por el barro profundo, pero me
negué a llevarla a cuestas a través de los charcos, por lo que finalmente la
convencí, y siguió arrastrando los pies tenazmente detrás de mí.
La lluvia había cesado por fin, y el amanecer se acercaba rápidamente, cuando
por fin vi una figura, caminando por la orilla hacia nosotros. Caminaba con un
propósito, explorando el borde del agua, y me vio casi en el mismo instante que
lo vi. A medida que se acercaba, me sorprendió. No era Zeke, como yo
esperaba, o Ruth o incluso Darren.
Era Jeb.
Bethany de repente se separó de mí, medio corriendo, medio tropezando hacia
Jebbadiah que, sorprendentemente, se agachó y la levantó en sus brazos. Miré
con asombro a medida que le hablaba en voz baja, alisándole el cabello hacia
atrás, y me pregunté si era tal vez el hermano gemelo de Jeb. El que no era un
bastardo sin corazón.
Bethany repentinamente señaló hacia mí, y me puse rígida cuando Jeb con su
mirada de acero se volvió en mi dirección. Poniendo a la niña en el suelo, se
acercó, con el rostro impasible sin dar indicios de lo que estaba pensando.
―Te felicito por tu valentía, Allison―dijo cuando estaba a unos metros de
distancia, y parpadeé, sorprendida por segunda vez esa noche―.No sé cómo ni
por qué lo hiciste, pero cuidaste de uno de los nuestros, y no lo olvidaré.
Gracias. ―Hizo una pausa y dijo, muy serio―: Tal vez estaba equivocado
acerca de ti.
―¿Qué pasa con Darren?―le dije, no estoy segura si debo confiar en este
cambio inesperado hacia mí―. ¿Hay gente buscándole? ¿Está bien?
―Darren está bien―dijo Jeb, ningún cambio en su expresión―. Se las arregló
para agarrar el tronco cuando salió a la superficie, y fueron capaces de sacarlo a
la orilla cuando estaba entre dos rocas río abajo. Casi había perdido la
esperanza contigo y Bethany. ―Hizo una pausa y miró a la chica, una suave,
casi paternal mirada cruzó su rostro―. Las dos son muy afortunadas, por
cierto.
De repente, se enderezó, enérgico y serio de nuevo.
229
―Vamos―ordenó―. Dawn se acerca, y debemos volver al campamento. Este
retraso es lamentable, y deseo comenzar temprano mañana. Vamos, rápido.
Seguimos a Jeb de vuelta al campamento, donde Bethany fue recibida con
abrazos y lágrimas de alivio, y algunas sonrisas y gestos eran para mí. Teresa
incluso tomó mi mano entre las suyas y las apretó con sus dedos marchitos,
murmurando cómo fui un regalo del cielo y era muy agradecida de que me
hubiera unido a la familia. Avergonzada, me excusé y me retiré al borde del
campo, armando mi tienda de campaña normalmente. Cuando terminé, me
enderecé y me di la vuelta y casi tropecé con Zeke.
―Vaya. ―Zeke extendió las dos manos para no caer. Después, nos
encontramos cara a cara, tan cerca que podía ver los anillos de plata alrededor
de sus ojos, escuchando el pulso en su garganta. El Hambre se agito, y se cerró
sobre mí, con fuerza.
―Lo siento ―se disculpó él, dando un paso atrás. Su ropa y el cabello todavía
un poco húmedo, olía ligeramente a río―. Sólo quería asegurarme de que
estabas bien ―dijo, y se pasó los dedos por el flequillo, empujándolos hacia
atrás―. ¿Estás bien? ¿No hay huesos rotos? ¿Ningún pez nadando en los
pulmones?
Le sonreí con cansancio.
―Puede ser un pez pequeño o dos, pero estoy segura de que los voy a sacar
antes de mañana ―dije, y se rió entre dientes. Mi estómago se retorció
extrañamente en ese momento y reí, y me volví hacia mi tienda―. Creo que he
terminado por esta noche, sin embargo. Algo sobre experiencias cercanas a la
muerte siempre me agota. ―Fingí un bostezo, tapándome la boca por si acaso
los colmillos estaban mostrándose―. Nos vemos mañana, Zeke.
Alargó la mano hacia mí antes de que pudiera girarme, tomando un mechón de
mi cabello mojado, pasándolo suavemente entre los dedos. Me quedé inmóvil,
un nudo en el estómago, el Hambre revolviendo con curiosidad a este
desarrollo más reciente.
―Allison. ―La sonrisa de Zeke, envió una oleada de calor hacia mí, y tuve
ganas de tocarlo, piel con piel, justo para sentir aquel calor. Mis encías
palpitaban, con los colmillos doliendo por salir, y me obligué a detenerme, para
no dar un paso adelante e inclinarme hacia el cuello.
230
―Me alegro de que estés aquí―murmuró Zeke sin rastro de vergüenza o
malicia―. Es agradable, tener a alguien más con quien contar. Esperó que te
quedes, para que podamos ver juntos Eden.
Dio un suave tirón final a mi cabello, y se alejó. Lo vi irse, el Hambre y el deseo
y aquel extraño sentimiento intranquilo retorciendo mis entrañas.
Arrastrándome a mi tienda, tiré la manta sobre mi cabeza y traté de dormir,
para olvidar a Ezekiel Cross. Su toque. Su calidez. Y lo mucho que quería
hundir mis colmillos en su garganta y hacerle mío.
231
C A P Í T U L O 14
Traducido por AdyRod
Corregido por Moonse
Las llanuras no podían durar para siempre. La siguiente noche aparecieron
árboles dispersos en el horizonte, cada vez más gruesos y numerosos, hasta que
se convirtieron en un bosque completo. Caminando entre arbustos y maleza
enmarañada nuestro avance se hizo aún más lento. La gente comenzó a
murmurar; el bosque era más peligroso que las llanuras, más difícil de
atravesar, principalmente porque no seguían una carretera. Las sombras de los
árboles podían ocultar depredadores como lobos y osos, y por supuesto, los
más temidos de todos: Rabiosos.
Sin extrañarse, Jeb hizo oídos sordos a esos temores y continuó presionando
tenazmente por el bosque, deteniéndose solo para esperar a los más pequeños y
racionar nuestras casi agotadas provisiones. Cuando finalmente se detuvo para
acampar un par de horas antes del amanecer, Zeke y Darren tomaron sus arcos
para ir de nuevo a cazar, y esta vez me uní a ellos.
―¿Así que sabes cómo disparar estas cosas? ―preguntó Darren cuando los
seguí entre los árboles. Parecía completamente recuperado de su caída en el río,
con la excepción de un pequeño corte y un moretón verde-morado en la frente.
Zeke se burlaba de él y Darren contestaba que las cicatrices les parecían sexy a
las chicas.
Le sonreí, pensando en secreto que estábamos haciendo demasiado ruido como
para sorprender a cualquier cosa. Delante de nosotros, Zeke era más silencioso.
Al menos Darren hablaba en voz baja, yo daba un respingo cada vez que pisaba
una ramita o hacía crujir las hojas.
―Creo que tengo una idea en general―murmuré―. Dirigir la punta hacia algo
y jalar la cuerda ¿no?
232
―Es un poco más que eso ―dijo Darren dubitativo―. Se necesita un poco de
fuerza para tirar la cuerda con eficacia y también tienes que saber cómo
apuntar. ¿Estás segura de que no quieres que te enseñe cómo? Me encantará
enseñarte.
Mi enojo se encendió.
―Te diré algo―dije, levantando mi arco―. Vamos a hacer una apuesta. Si tiras
algo antes que yo, dejaré que Zeke y tú se encarguen de la caza. Si mato algo
primero, dejarás que venga cada vez que quiera. ¿Trato?
―Uh. ―Sus cejas se alzaron, evaluando―. Seguro. Acepto.
Entonces un guijarro llegó desde la oscuridad, desde la dirección de Zeke. Di un
paso atrás, pero choqué con el pecho de Darren y se giró con un silbido,
frunciendo el ceño. Zeke también frunció el ceño, luego se llevó un dedo a los
labios y señaló un grupo de arbustos adelante.
Estuve instantáneamente alerta. Algo se movía entre la maleza a unos cincuenta
metros, una forma negra grande que se arrastraba por el suelo. Zeke llevó
suavemente la mano a su espalda, sacó una flecha del carcaj, la tensó en el arco
y levantó la parte delantera. Cuando jaló la cuerda respiré lentamente, tratando
de obtener el olor de la bestia.
El hedor de sangre putrefacta me golpeó como un martillo, y jadeé.
―¡Zeke, no! ―susurré, alzando mi mano, pero ya era demasiado tarde. Zeke
soltó la cuerda y la flecha salió disparada hacia los arbustos, golpeando al
objetivo con un golpe sordo.
Un grito enloquecido se elevó en el aire helándome la sangre. Los arbustos se
abrieron y un enorme jabalí se abalanzó hacia el claro, salivando y sacudiendo
su cabeza. Sus ojos brillaban blancos, sin pupilas o iris, y sangrando por los
orificios manchando su piel erizada. De su mandíbula se rizaban dos colmillos
amarillos, afilados y letales, y gritando de nuevo cargó contra Zeke.
Mientras yo avanzaba, Zeke dejó caer el arco, sacó la pistola y el machete al
mismo tiempo, y disparó varios tiros al jabalí Rabioso. Vi como brotó la sangre
de la cabeza, la cara y los hombros del jabalí, pero el animal no se detuvo. En el
último instante Zeke se hizo a un lado fuera de la trayectoria del jabalí y cortó
con su machete hacia abajo a través de sus flancos.
233
El jabalí giró a una velocidad alarmante, pero para entonces yo había sacado mi
espada y cortado en rodajas profundas el lomo del animal, atravesando la carne
y el hueso. El jabalí chilló y se dio la vuelta, atacándome con sus colmillos
mortales, pero su espina dorsal había sido cortada y sus patas traseras se
separaron antes de que pudiera tocarme. Zeke se adelantó y lo golpeó de nuevo
atizando un golpe justo detrás de su cabeza, abriendo una herida en su cuello,
lo que hizo que el jabalí se tambaleara.
Levanté mi espada y la dejé caer con todas mis fuerzas buscando el corte que
Zeke había abierto. El borde de la Katana rebanó limpiamente el cuello fornido
del jabalí, cortando a través de la columna vertebral la carne y el hueso,
separando la cabeza de los hombros. El enorme cuerpo cayó al suelo y rodó,
golpeando el aire mientras la cabeza abría y cerraba las mandíbulas con rabia
impotente, finalmente ambas dejaron de moverse.
Me dejé caer contra un árbol, soltando la espada, mirando a Zeke mientras se
dejaba caer al suelo, jadeando. Pude ver sus músculos temblando por la
adrenalina, su frente y sus mejillas cubiertas de sudor. Oí su corazón corriendo
a mil por hora, era un fuerte ruido sordo en su pecho.
―Oh, Dios mío. ―Darren se tambaleó hacia adelante, temblando también.
Había una flecha en su arco, pero todo había sucedido tan rápido que no había
tenido tiempo de disparar―. ¿Los dos est{n bien? Lo siento, no pude< salió de
la nada.
Zeke sacudió su mano y se puso de pie agarrando una rama que colgaba un
poco vacilante.
―Está bien―jadeó, enfundó su arma―. Ya está hecho. Se acabó y todos
estamos bien ¿Allie? ―Me miró―. Estas bien ¿verdad? ¿No te hizo daño o sí?
Negué con la cabeza.
―Estoy bien.
―Más que bien. ―La voz de Darren sonaba impresionada y celosa―. Maldita
sea, chica. ¡Le cortaste limpiamente la cabeza! Me retracto de mi parte de la
apuesta puedes cazar con nosotros cuando quieras.
Le sonreí pero me di cuenta de que Zeke me estaba mirando con una expresión
pensativa en el rostro.
234
―Estuviste increíble―dijo en voz baja, entonces pareció componerse―. Quiero
decir< la espada debe ser increíblemente filosa para cortar a un jabalí maduro.
Ni siquiera respiras con dificultad.
Se disparó una alarma en mí. Tomé deliberadamente una respiración profunda,
irregular.
―Solo no me había llegado todavía―dije tratando de sonar jadeante y
temblorosa. Zeke dio un paso hacia mí con aire preocupado, pero mi atención
cambió de repente a otra cosa. Con ese aliento percibí el olor del cadáver
asqueroso y podrido del jabalí Rabioso, haciéndome estar un poco asqueada,
pero también me llegó una pizca de sangre. Sangre limpia y sin olores. Sangre
humana.
―¿Hola? ―dijo una voz débil y poco familiar desde los árboles―. ¿Hay< hay
alguien ahí? ¿Todavía están vivos?
Todos nos enderezamos apuntando las armas a la oscuridad.
―¿Dónde estás? ―exigió Zeke, recobrando la tranquilidad junto con Darren y
conmigo―. Muéstrate.
―No puedo―respondió la voz―. El jabalí< mi pierna. Necesito ayuda< por
favor.
Miré hacia el bosque, siguiendo el sonido de la voz, tratando de localizar su
ubicación.
―Ahí―le dije a Zeke apuntando hacia las ramas de un pino viejo. Había una
forma oscura acurrucada entre las agujas, aferrándose desesperadamente a un
tronco. Olí miedo y dolor. Y sangre. Una gran cantidad de sangre.
Nos acercamos con cautela al árbol con las armas afuera y listas. Enfocamos a la
forma oscura, era un hombre de mediana edad con barba corta y rubia, y un
sucio mono azul. Nos miraba con los ojos vidriosos y los dientes apretados en
una mueca de dolor.
―¿El jabalí? ―susurró.
―Está muerto―le aseguró Zeke―. Puedes bajar. No vamos a hacerte daño.
―Gracias a Dios. ―El hombre se bajó aliviado y medio cayendo del árbol,
aterrizando con un jadeo. El olor de la sangre era de repente abrumador. Me
235
mordí el labio para mantener mis colmillos retraídos―.El maldito jabalí me
agarró con la guardia baja. ―El hombre se quedó sin aliento, hundiéndose de
nuevo en el tronco y extendiendo una pierna con una mueca. La pierna derecha
del pantalón estaba rota en la rodilla con una mancha oscura―. Pude llegar al
árbol y salir de su alcance pero me cogió de todos modos. Estaba obstinado
esperando que bajara. Estaría muerto si no hubieran pasado por aquí.
―¿Tiene un lugar seguro al cual ir? ―preguntó Zeke de rodillas junto a él.
Asintió con la cabeza.
―Vivimos varios en un complejo como a kilómetro y medio al oeste de aquí.
―Señaló con una mano manchada de sangre que Zeke sostuvo.
―Está bien ―dijo―. Darren, ve por los demás. Dile a Jeb lo que pasó.
Adviérteles que probablemente hay Rabiosos en la zona. Allison―continuó,
señalando al hombre herido―, ayúdame a llevarlo a su casa.
Fruncí el ceño. Zeke notó mi vacilación y se acercó, bajando la voz hasta un
murmullo.
―No podemos dejarlo aquí―dijo con seriedad―. Esa herida se ve profunda y
ha perdido mucha sangre.
―Exactamente―susurré―. Probablemente atraiga a cada Rabioso en un radio
de dieciséis kilómetros. Luchar contra una ola interminable de Rabiosos por
algún extraño al azar no me parece un buen plan.
―No voy a dejarlo―dijo Zeke firmemente―. Extraño o no, no voy a dejar que
otro ser humano muera aquí. ―Sus ojos se endurecieron y bajó la voz―. No
voy a dejarlo para que lo destrocen demonios sin alma. Eso no va a suceder. Por
lo tanto, puedes ayudarme o ir con Darren por los otros.
―Maldita sea―gruñí cuando Zeke se dio la vuelta. El chico tonto no lo sabía
pero los Rabiosos no eran lo único de lo que tenía que preocuparse.
El hombre apestaba a sangre y mis entrañas se agitaron inquietas. Mis colmillos
presionaban contra mis encías y casi podía saborear el calor extendiéndose en
mi lengua. Pero Zeke ya se estaba inclinando a ayudar al hombre herido, cargó
la mitad de su peso y lo levantó de un salto. El hombre se quedó sin aliento y se
apoyó en el otro, manteniendo su pierna herida en el suelo, Zeke se tambaleó
bajo el peso.
236
―Maldita sea―murmuré de nuevo y me coloqué en el lado opuesto, colocando
el brazo del hombre sobre mi cuello. Tal vez si no respiraba y dejaba de
fantasear sobre hundir mis dientes en su garganta cada pocos segundos,
podríamos estar bien.
―Gracias por esto―jadeó el humano cuando comenzamos a llevarlo cojeando
lenta y dolorosamente en la oscuridad del bosque―. Mi nombre es Archer< Joe
Archer. Mi familia es dueña de estas tierras, por lo menos, lo eran antes de la
plaga.
―¿Qué hacía tan lejos de casa señor Archer? ―preguntó Zeke, apretando los
dientes cuando el hombre tropezó. Me puse firme, manteniéndonos a todos en
posición vertical―. ¿Especialmente en la noche, cuando los Rabiosos andan
rondando?
Joe Archer emitió una risa breve y embarazosa.
―Una de nuestras malditas cabras logró atravesar la valla―admitió, negando
con la cabeza―. Las sacamos durante el día, cuando los Rabiosos no están
despiertos. Pero una vagó por el bosque, y si perdemos uno solo de esos bichos,
perdemos la mitad de la carne y productos lácteos. Así que fui a buscarla. No
tenía la intención de estar fuera hasta tan tarde, pero anocheció más rápido de
lo que esperaba.
―Tienes suerte de estar vivo―murmuré deseando que ambos se movieran más
rápido―. Si ese jabalí te hubiera mordido más veces o te hubiera arrancado la
pierna, tendrías más de qué preocuparte que solo encontrar una cabra.
Sentí que se puso rígido bajo mi brazo y su ritmo cardiaco se aceleró.
―Sí―murmuró, sin mirarme―. Fue pura suerte.
Milagrosamente, a pesar del evidente olor a sangre en el aire y el rastro visible
que dejamos, nos las arreglamos para evitar que cualquier Rabioso nos atacara.
Al salir de los árboles nos encontramos en el borde de un gran claro, rodeado
de una cerca de alambre de púas. Los restos de un antiguo granero se pudrían
237
dentro de la cerca, lleno de maleza y cayendo a pedazos, a su lado había un
tractor oxidado en las mismas condiciones.
En el centro del claro había un muro de metal corrugado, madera y cemento
rodeando una pequeña colina. Habían establecido las hogueras a unos metros
del perímetro, iluminando la oscuridad con las llamas y el humo, y pude ver
luces y otras estructuras más allá de la pared.
Pasamos a Joe a través del alambre, teniendo cuidado con su pierna, y
comenzamos a cruzar el claro. A medio camino escuchamos un grito que
provenía de algún lugar más adelante y alguien en la pared nos iluminó los ojos
con una linterna. Joe gritó agitando los brazos y desapareció la luz. Unos
minutos más tarde un gemido se hizo eco por el campo cuando la puerta
oxidada se abrió y tres personas, dos hombres y una mujer, se dirigieron hacia
nosotros.
Me tensé por costumbre, y porque un hombre joven tenía un rifle, aunque no
nos apuntaba. El otro hombre era larguirucho y huesudo, pero era la mujer a la
que le puse más atención. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta, y
aunque no parecía muy mayor, unos pocos mechones grises le salían a los
lados. Pudo haber sido hermosa hace tiempo, pero su cara estaba ahora llena de
arrugas, con la boca apretada y severa. Y sus ojos me decían que sin duda era la
persona a cargo.
―¡Joe! ―exclamó la mujer, avanzando hacia nosotros―. ¡Oh, gracias a Dios!
Pensamos que habías muerto. ―Y a pesar de sus palabras, parecía como si de
no ser por sus lesiones lo hubiera abofeteado―. ¿Qué estabas pensando al salir
solo, gran tonto? ¡No importa! No me contestes< me alegra mucho que estés en
casa. Y< ―sus astutos ojos marrones estaban de repente fijos en mí―<veo que
tengo que agradecerle a unos desconocidos que estés a salvo en casa.
―Sé amable con ellos Patricia―exclamó Joe haciendo un intento débil de
sonreír―. Me salvaron la vida. Mataron un jabalí Rabioso en un parpadeo<
más rápido de lo que he visto nunca.
―¿Lo hicieron hoy? ―continuó con frialdad la mujer mientras los dos hombres
tomaban a Joe por los hombros y lo llevaron cojeando hasta el recinto―. No me
digas. Bueno, el Señor trabaja de formas misteriosas. ―Su mirada fuerte y sin
rodeos quedó fija en nosotros―. Mi nombre es Patricia Archer―dijo
238
enérgicamente―, y no sé quiénes sean ustedes pero cualquier persona que
cuida a uno de los míos es bienvenida.
―Gracias―dijo Zeke solemnemente―. Yo soy Zeke y ella es Allison.
―Encantada de conocerlos. ―Patricia se hizo hacia atrás, inclinándose y
mirándonos con los ojos entrecerrados―. Dejen que los vea mejor< mis ojos ya
no son lo que eran. Que el Señor se apiade, pero si ustedes son jóvenes. ¿Qué
edad tienes chico? ¿Diecisiete? ¿Dieciocho?
―Diecisiete―respondió Zeke―. Creo.
―Bueno, son extremadamente afortunados, viajando a través del bosque solos
sin encontrarse con Rabiosos. Son una verdadera amenaza “rondando estas
partes”.
¿Amenaza?, pensé. ¿Igual que una amenaza de mapaches o roedores? Un jabalí
Rabioso casi le quita la pierna al hombre.
―¿Qué están haciendo por aquí? ―continuó Patricia, pero no en tono cauteloso
o suspicaz. Sonaba curiosa―. Ustedes dos podrían ser mis nietos. Oh, no tiene
importancia. ―Agitó la mano frente a su cara―. Deja de ser entrometida
Patricia. Entremos antes de atraer Rabiosos. Insisto en que coman algo caliente
y duerman un poco. Tenemos un par de habitaciones vacías. Y también
podemos calentar unos cuantos botes de agua para que se den un baño caliente.
Parece que lo necesitan.
Un baño caliente era un lujo con el que solo se podía soñar en el Fringe. La
gente decía que existían máquinas que calentaban el agua para que saliera a la
temperatura que quisieras. Nunca había visto una. Pero Zeke sacudió la cabeza.
―Gracias por su amabilidad―dijo cortésmente―, pero tenemos que irnos. Hay
personas esperándonos en el bosque.
―¿Hay más de ustedes? ―Patricia parpadeó mirando hacia los árboles―.
Bueno, por piedad, no pueden quedarse ahí muchacho. ¡David, Larry! ―gritó,
llamando a dos hombres a la puerta―. Hay más personas en el
bosque―anunció con severidad y los hombres salieron a toda prisa, cada uno
con un rifle―. Encuéntrenlos tan pronto como aparezca el sol y tráiganlos de
vuelta. De hecho, despierten a Adam y a Virgil< díganles que también ayuden.
―Realmente no hay necesidad< ―comenzó Zeke pero ella lo silenció.
239
―Calla muchacho. No seas tonto. Ustedes ayudaron a uno de los míos y ahora
voy a hacer lo mismo. No es como si nosotros viéramos seguido a otros seres
humanos por aquí. ¿Dónde dijiste que está el resto de tu grupo?
Zeke aún parecía renuente, reacio a dar la ubicación de los otros o renuente a
aceptar la ayuda de desconocidos. Pero miré sobre los árboles donde el cielo
empezaba a aclarar y mis nervios me enviaron una advertencia. Las estrellas se
desvanecían. Dawn estaba en camino.
―A unos cinco kilómetros al sureste de aquí―le dije, haciendo que Zeke me
frunciera el ceño. No le hice caso, vi la mirada preocupada de Patricia―. Hay
alrededor de una docena, aunque la mitad son niños. Sin embargo, puede que
tenga que convencer al predicador. Él puede ser terco.
―¿Un ministro? ―Los ojos de Patricia se iluminaron―. Oh, eso es maravilloso.
Él puede venir a orar por Joe. ¿Y dices que hay niños? Por la misericordia de
Dios. Bueno, ¿qué están esperando? ―les frunció el ceño a los dos hombres,
quienes de inmediato murmuraron.
―Lo siento señora.―Y se apresuraron a regresar al complejo.
―Ahora.―Patricia nos sonrió, aunque por su cara parecía como si no lo
hubiera hecho en mucho tiempo―. Estoy segura de que están agotados. Les voy
a mostrar dónde se pueden quedar, y si pueden esperar una hora o dos, el
desayuno estará listo. ―Parpadeó como si algo se le hubiera ocurrido―. Oh
Dios mío, creo que podría ayudarle a Martha con la comida para esta mañana,
¿no? Tendremos muchos invitados. Por aquí, si gustan.
―¿Por qué hiciste eso? ―susurró Zeke mientras seguíamos a la alta y huesuda
mujer al complejo―. Estas personas no necesitan m{s bocas que alimentar< es
probable que no tengan lo suficiente como para mantenerse a ellos mismos.
―Estoy cansada Zeke. ―No lo miré cuando lo dije―. Ya casi amanece. Tengo
hambre, estoy cubierta de sangre de otra persona, no quiero ir en medio del
bosque otra vez y, por una vez, me gustaría dormir en una cama en lugar de la
tierra fría y dura. ―Bueno, la última parte era mentira pero él no tenía por qué
saberlo―. Puedes relajarte< no creo que sean caníbales o adoradores secretos
de vampiros, a menos que pienses que la anciana es el demonio disfrazado.
Me lanzó una mirada irritada, luego suspiró pasándose los dedos por el cabello.
240
―A Jeb no le va a gustar esto ―murmuró, sacudiendo la cabeza.
―¿Por qué no me sorprende?
241
C A P Í T U L O 15
Traducido por AdyRod
Corregido por Moonse
Cuando me desperté la tarde siguiente, me sentí< diferente. No en un mal
sentido o como algo fastidioso o algo de lo que tuviera que preocuparme. Pero
algo había cambiado definitivamente. Entonces me golpeó. Estaba
completamente limpia. Aparté la manta y me senté estirando los brazos por
encima de mi cabeza mientras recordaba la mañana anterior. Sumergiéndome
en una tina con agua caliente y limpia, el vapor elevándose en el aire y
empañando las ventanas, era la felicidad más pura que había sentido en mucho
tiempo.
Mojarme o caer en un río fangoso no contaba. Y había habido jabón real, algo de
lo que sólo había oído hablar en el Fringe. Los Archer hacían su propio jabón
con lejía, arena y leche de cabra, y yo había usado el extraño bulto amarillo para
tallar las capas de suciedad y sangre, hasta que por fin pude ver mi pálida piel.
Lamentablemente, como se acercaba el amanecer, mi baño había durado poco,
pero me había quedado en esa bañera tanto como pude, hasta que el sol me
había obligado a salir del baño con un camisón prestado salido de una
almohada, y me había metido bajo las sábanas de la cama.
Me levanté, apreciando la pequeña habitación. Probablemente había sido la
habitación de un niño en algún momento, si la descolorida colcha con motivos
alegres de nubes azules era alguna indicación. Por un momento me pregunté
qué había pasado con el dueño de la habitación en la que me encontraba, pero
pronto abandoné esa línea de pensamientos.
Hubo un chirrido en el exterior, un movimiento a través de las barras de
madera, me congelé. ¿Había alguien afuera de la puerta? Escuché y me pareció
oír pasos moviéndose rápidamente fuera de la habitación y en las escaleras.
Ligeramente alarmada miré alrededor y vi mi ropa, limpia y acomodada
cuidadosamente encima de un aparador. Frunciendo el ceño traté de recordar la
242
jornada anterior. ¿Había cerrado la puerta? Ayer por la noche había dejado mi
ropa llena de sangre en el suelo. Alguien había estado en mi habitación, aunque
sólo fuera para lavar y doblar mi ropa, y eso me puso más que un poco
nerviosa.
Me puse la ropa y ajusté la espada en la espalda, prometiéndome no volver a
separarme de ella. No podía permitirme el lujo de ser descuidada,
especialmente mientras estuviera rodeada de seres humanos extraños.
Poniéndome el abrigo me volví para escuchar cuando alguien llamó a la puerta.
―¿Allie? ―dijo una voz desde el otro lado de la puerta―. ¿Ya te levantaste?
Soy Zeke.
―Está abierto―contesté. Aunque eso va a cambiar a partir de esta noche.
La puerta crujió cuando se abrió dejando paso a un muy limpio y sonriente
Zeke sosteniendo una vela. Llevaba una camisa blanca y pantalón vaquero
ligeramente holgado, y su cabello rubio adornando sus ojos y cuello, parecía
muy suave y agradable al tacto. Tenía su pistola, machete, hacha y varias armas
en su sitio, pero parecía más relajado de lo que jamás lo había visto.
Y, aunque traté de bloquearlo, podía escuchar los latidos de su corazón en el
pecho, bajo y contento. Podía sentir el pulso de su garganta haciendo eco de la
sangre fluyendo, caliente y potente.
Maldiciéndome empujé esos pensamientos. Tal vez era la sobrecarga de la
noche anterior al verme obligada a ver la herida y oler la sangre que empapaba
todo. Estar tan cerca y no poder atacar la garganta del hombre, como habría
querido hacer durante toda la noche, me hizo desearlo aún más. Estaba
llegando a un punto en el que sería mejor alimentarme pronto, o me volvería
loca.
O tal vez era Zeke por sí mismo.
Lo que iba a ser un problema.
―Oh, wow―dijo Zeke en silencio, con los ojos azules brillando con picardía
mientras levantaba la vela―. Mira eso. De hecho, había una chica debajo de
toda esa sangre y suciedad. A pesar de que eres un poco más pálida de lo que
esperaba.
Solté un bufido ocultando mi repentina alarma.
243
―¿Te has visto a ti mismo?
Se rió con buen humor.
―Vamos, me acabo de levantar pero creo que Jeb y los demás están en el
granero. Llegaron un par de horas después de que nos fuéramos a dormir. Al
menos es lo que dijo Martha< después de decirme que ella estaba lavando mis
innombrables y que podría tenerlos mañana. ―Arrugó la nariz―. Creo que la
anciana estaba tratando de acercarse.
―De acuerdo, voy a borrar esa imagen de mi cerebro ahora. ―Le di una mirada
horrorizada mientras empezábamos a avanzar por el pasillo―. Y como
referencia, las palabras: mujer vieja e innombrables, nunca se deben usar en la
misma frase.
Sonrió mientras nos abríamos paso por las escaleras y los oscuros pasillos de la
casa antigua. Era un viejo edificio verdaderamente monstruoso, de dos pisos de
altura, con grandes ventanales, suelos de madera y un techo que había sido
remendado muchas veces. Con los años, se había ampliado y desarrollado, y la
parte trasera de la casa no estaba tan alta como la principal, pero supongo que
servía para su propósito, ser un techo para el clan Archer.
―¿Dónde están todos? ―le pregunté cuando llegamos a la planta baja sin
toparnos con cualquiera de los numerosos miembros del clan. Ayer por la
noche Patricia nos había dicho orgullosamente que tres generaciones de Archer
vivían bajo el mismo techo: hermanos, hermanas, tías, tíos, primos, suegros,
abuelos, abuelas, todo el árbol familiar. Yo había visto por lo menos a una
media docena de personas que se ocupaban de Joe cuando habíamos seguido a
Patricia a la casa, y sospechaba que había aún más que estaban durmiendo en
sus habitaciones. ¿Dónde estaba todo el mundo ahora? Oí ruidos provenientes
de la cocina, pero aparte de eso, la vieja casa estaba en silencio.
Zeke se encogió de hombros.
―Creo que casi todo el mundo está afuera, cuidando de los animales,
terminando el trabajo en el campo y asegurándose de que la pared está segura.
Martha me dijo que crían cabras y ovejas en los pastos durante el día, pero
tienen que meterlas por la noche. De lo contrario los Rabiosos vienen por ellas.
―¿Zeke? ―Llegó una voz frágil y cantarina desde la cocina―. ¿Eres tú?
244
Zeke hizo una mueca y se escondió detrás de la pared, soplando la vela cuando
de la cocina salía una pequeña anciana con cabello blanco y una sartén en su
huesuda mano. Parpadeó cuando me vio, las gruesas gafas y encías sin dientes
la hacían parecer un lagarto.
―Oh―dijo sin poder ocultar su decepción―. Eres tú. La chica.
―Allison―contesté.
―Sí, por supuesto. ―Martha ya ni siquiera me miraba, sus ojos legañosos
escaneaban el pasillo iluminado con velas―. Me pareció escuchar al chico aquí.
¿Está Zeke contigo?
―No―dije con firmeza y sin mirar a la esquina donde Zeke sacudía
vigorosamente la cabeza―. No lo he visto.
―Oh, qué pena. ―Suspiró Martha―. Debe estar en el establo con los demás. Es
un muchacho guapo, lo es. ―resopló y me miró, entrecerrando los ojos detrás
de las gafas―. Oh, bueno. Encontraste tu ropa. Iba a decirte que la había lavado
pero dormías tan profundamente que no pude despertarte. ¡Duermes como un
tronco!
―Sí. ―Me moví incómodamente. Definitivamente cerraría mi puerta esta noche.
Eso o clavar la maldita cosa―. Creo que estaba cansada. Nosotros, nuestro grupo,
dormimos en el día y viajamos de noche. No acostumbro levantarme sino hasta
tarde.
―Dormir es una cosa. ―Martha asintió sabiamente con la arrugada cara―. Tú,
hija mía, estabas como un tronco. ―Iba a responder pero parecía que ella había
perdido el interés ahora que pensaba que Zeke no estaba cerca―. Bueno, si ves
a ese chico dile que estoy haciendo un pastel para él. Pastel de chicos. La cena
estará lista en una hora. Asegúrate de decirle a tu gente.
―Lo haré―murmuré mientras ella desaparecía de nuevo en la cocina. Le eché
un vistazo a Zeke esperando que no notara mi inquietud. Él se encogió de
hombros y yo levanté una ceja―. El poderoso cazador―bromeé cuando se coló
por la puerta trasera escapando hacia el patio―. Puede derribar Rabiosos
viciosos y arrasar jabalíes, pero una anciana lo hace huir aterrado.
―Una anciana de miedo―me corrigió pareciendo aliviado de estar fuera de la
casa―. Tú no escuchaste lo que me dijo cuando me levanté, eres tan lindo que
245
podría ponerte en un pastel. Dime si no es la cosa más espeluznante que has
escuchado. ―Su voz subió unas cuantas octavas, volviéndose estridente y
entrecortada―. Hoy de postre tenemos pastel de manzana, pastel de arándanos
y tarta de Ezekiel.
Nos reímos juntos, nuestras risas rebotaban en las paredes de la casa. Afuera, el
aire era fresco y el crepúsculo brumoso, y cuando tomé un respiro pude oler el
humo, la suciedad, el ganado y el estiércol. Era un olor limpio, mucho más
limpio que en el Fringe y las calles de la ciudad. Había pollos dispersos en el
patio delante de nosotros, y un perro peludo negro con blanco que nos
observaba desde un tractor oxidado. Cuando me encontré con su mirada me
gruñó doblando sus labios, pero Zeke no lo notó.
―Ahora es mi turno ―dijo Zeke mirando sus pies mientras caminábamos por
el sendero fangoso hacia el granero. Le fruncí el ceño y pateó una piedra en la
hierba, siguiéndola con la mirada―. Para agradecerte ―explicó―. Por
ayudarme con Joe y por matar a ese jabalí< b{sicamente por salvar nuestras
vidas. No creo que< quiero decir, si no hubieras estado allí<
Me encogí de hombros.
―No te preocupes ―le dije avergonzada―. Tú hubieras hecho lo mismo y
también Darren, y creo que todos tuvimos mucha suerte esa noche. Nadie
resultó herido, así que ya pasó.
―Casi me alcanzó ―murmuró Zeke como para sí mismo―. Sentí sus dientes
en mi pierna cuando pasó. Gracias a Dios no me cortó la piel. Si Jeb lo
encontrara< ―se interrumpió.
―¿Qué? ―lo pinché.
Se sacudió.
―Nada. No importa. Sólo quiero< me daría un sermón, es todo. ―Lo observé
con atención pero no quiso mirarme a los ojos―. De todos modos, sólo quería
agradecerte. ―Se encogió de hombros―. Y eres bienvenida a seguirnos a
Darren y a mí cuando quieras.
―¿Seguirlos?
―Sabes lo que quiero decir.
246
Habíamos llegado al establo, un edificio gris con olor a caca de cabra y paja.
Llegaba un resplandor caliente desde el interior, junto con los murmullos de
personas y berridos de ganado. Pasando las grandes puertas dobles
encontramos a Jeb hablando con Patricia cerca del frente, mientras que el resto
del grupo estaba tirado a su alrededor, sentado en pacas o apoyados en las
barandillas de la cerca. Matthew estaba sentado en un rincón con una botella
para la cabra bebé en su regazo, mientras que Caleb y Bethany miraban con
deleite.
―Gracias por su hospitalidad―decía Jeb así como lo habíamos hecho Zeke y yo
el día anterior―. Apreciamos que nos ofrezca su casa pero no queremos ser una
molestia.
―Oh, Jebbadiah, basta―dijo Patricia haciendo caso omiso de él―. No es
ninguna molestia. Todos ustedes son bienvenidos por el tiempo que necesiten.
Tenemos comida suficiente, y si no les importa dormir en el granero, hay
espacio más que suficiente para todos. Debo decir que es algo extraño que
duerman durante el día, pero no estoy aquí para juzgar, no, no lo estoy. ―Pasó
su mirada por el resto del grupo, sonriendo a Matthew, a Caleb y a la cabra
bebé―. Sé que es demasiado pronto para decirlo―continuó con voz
nostálgica―, pero si deciden quedarse permanentemente, podemos expandir la
casa. Lo hemos hecho antes y lo podemos volver a hacer.
―No podemos quedarnos por mucho tiempo―dijo Jeb con firmeza―. Y te pido
que no interrumpan nuestros ciclos de sueño, pero tal vez podamos encontrar
alguna manera de pagar su hospitalidad.
―El hecho de que ores por nuestro hombre es suficiente predicador ―dijo
Patricia con el rostro lúgubre y sombrío―. Y tal vez, si quieren ayudar, podrían
prestarnos a un par de sus hombres para vigilar la pared por la noche,
mantener encendido el fuego y cuidar a las criaturas. De todos modos son gente
nocturna.
―Sí. ―Jebbadiah asintió y de repente nos miró, de pie junto a la puerta
principal, observando―. Sí, podemos hacerlo ―continuó y le hizo una seña a
Zeke, dándole una palmada en el hombro mientras se acercaba―. Ya conoces a
mi hijo ―dijo con una nota de orgullo―. Ezekiel estará a cargo de la vigilancia
nocturna y de todo lo que se necesite.
247
―Va a ser bueno tener a más gente vigilando―reflexionó Patricia y Jeb le dio
una sonrisa tensa―. Muy bien predicador, aceptamos tu oferta. Le diré a David
y Larry que le muestre a los muchachos la forma en que hacemos aquí las cosas
en la noche.
Ellos asintieron entre sí, dos líderes rígidos sin sentido para apreciarse cada
uno. Por un instante tuve la absurda idea de que harían una muy buena pareja,
aunque aterradora, y me reí a carcajadas ante la imagen.
Tres pares de ojos se volvieron hacia mí.
―Y ella es Allison―dijo Jeb en blanco, sin nada del orgullo que había mostrado
por Zeke―. Es el miembro más reciente de nuestra pequeña familia, aunque
Ezekiel dice que es muy peligrosa con esa espada. Al parecer, ella mató al jabalí
por sí misma. ―Las palabras eran huecas, rígidas. Tal vez no me condenaba,
pero sin duda tampoco me estaba alabando.
Tanto por nuestro pequeño corazón a corazón en el río. Supongo que todavía tiene que
mantener la apariencia de bastardo malhumorado… para el resto del grupo.
―Lo sabemos―dijo Patricia con una pequeña sonrisa de aprobación―. Joe dijo
que los vio desde los arbustos. Dijo que se mueve más rápido que nadie que
hubiera visto.
Me encogí de hombros, incómoda, pero afortunadamente Zeke cambió el tema.
―¿Cómo está él? ―preguntó con voz verdaderamente preocupada. Todavía me
sorprende lo mucho que se preocupaba por completos desconocidos.
El rostro de Patricia decayó, oscureciéndose.
―Vivo―murmuró, y su voz se convirtió casi en un susurro―. Ahora está en las
manos del Señor.
Los dos granjeros mayores: David y Larry, aparecieron más tarde esa noche y
nos explicaron lo que se tenía que hacer. Lo primero y más importante era
custodiar la pared, la barrera que rodeaba el recinto y mantenía a los Rabiosos a
248
distancia. En el interior de la pared se habían construido plataformas y pasillos
que proporcionaban una visión clara sobre cualquier cosa que saliera de los
bosques al claro. No sólo las plataformas debían ser equipadas, también debían
alimentarse constantemente las hogueras que ardían a las afueras del muro. Y
alguien tenía que quedarse en el establo con los animales ya que entraban en
pánico si olían un Rabioso.
Zeke, Darren, Jake y yo fuimos asignados para ayudar con la guardia nocturna.
Ruth también se ofreció con la esperanza de estar cerca de Zeke, pero el trabajo
requería disparar rifles y la delicada de Ruth le tenía miedo a las armas. Así que
ella estuvo a cargo de vigilar las ovejas y las cabras mientras a mí me enseñaban
cómo disparar un rifle. Traté de no mostrar mi satisfacción al ver la expresión
del rostro de Ruth cuando me pasó el rifle sin dudar, pero era difícil.
―Genial―murmuró Zeke mirando por el cañón de la escopeta, barriendo los
campos de abajo a lo largo. Habíamos tomado la plataforma más cercana al
bosque, donde habíamos salido con Joe la noche anterior, Zeke estaba de
rodillas con los codos apoyados en la barandilla―. Tenía un rifle como este.
También una escopeta. Hacían que jugar a disparar sea mucho más fácil, hasta
que tiré un árbol sobre las provisiones ―Hizo una mueca y bajó el arma―.
Jeb< no estaba contento conmigo.
Le hice una mueca de simpatía.
―¿Cuánto tiempo crees que vamos a estar aquí? ―pregunté, apoyándome en la
barandilla, esperando que los tablones desvencijados me sostuvieran―. No creo
que Jeb se quiera detener aquí. ¿Por qué está incluso considerando que nos
quedemos unas noches?
―Me dijo que quiere quedarse hasta que “lo de Joe esté resuelto”―dijo Zeke―.
Patricia le pidió que rezara por Joe pero yo creo que es más que eso. Creo que
quiere tener la certeza de que no dejamos atrás a un demonio.
¿Un demonio?, pensé, pero un movimiento en el campo me llamó la atención.
―Zeke―murmuré señalando hacia el bosque―. Rabiosos.
Zeke se enderezó sacando el rifle mientras observaba a los monstruos deslizarse
más cerca, su hedor podrido y horrible flotaba en el viento. Había tres y estaban
pálidos y demacrados, moviéndose a través del campo, dirigiéndose hacia la
pared. Se movían de forma extraña, a veces en cuatro patas, a veces encorvados,
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su espasmódica forma de andar me ponía la piel de gallina. Dos estaban
completamente desnudos pero uno tenía los restos de un vestido hecho jirones,
pegado a su cuerpo, arrastrándolo por el fango.
―¡Rabiosos! ―gritó Zeke, su voz hizo eco en el recinto. Al instante Darren y
Larry descendieron desde la plataforma frente a la nuestra y se apresuraron
hacia nosotros. La plataforma se movió crujiendo bajo su peso y di un paso
hacia atrás para dejar espacio. Zeke se apoyó en una rodilla y apuntó con su
arma a los Rabiosos, pero Larry levantó una mano.
―No, no desperdicies municiones―advirtió entrecerrando los ojos mientras
miraba a través del humo y las llamas de abajo―. Todavía están demasiado
lejos y es casi imposible matarlos a la primera. Deja que se acerquen y
obtengamos una buena posición antes de empezar a disparar. Puede que no
necesitemos dispararles a todos.
Los Rabiosos se detuvieron bruscamente, mirando a la pared con hambrientas
expresiones en blanco. Zeke y Darren apuntaban con sus armas pero parecía
que los Rabiosos sabían qué tanto se podían acercar sin que les dispararan.
Rodearon el borde del campo manteniéndose fuera del alcance, escondiéndose
entre los árboles y arbustos sin acercarse nunca lo suficiente para un tiro limpio.
A mi lado Zeke hizo un ruido que era casi un gruñido. Lo miré con asombro.
Sus hombros estaban rígidos y tensos, y sus ojos brillaban con odio.
―Vamos―murmuró, y la rabia fría en su voz me impactó―. Acérquense un
poco más, sólo unos pasos más.
―Tranquilo muchacho ―le dijo Larry―. No seas demasiado ansioso. No
queremos atraer a más con la conmoción.
Zeke no contestó, estaba completamente enfocado en los Rabiosos. Parecía
diferente ahora, la sonrisa de chico despreocupado se había ido. En su lugar
había un oscuro extraño de ojos fríos y despiadados, con una expresión
congelada en una máscara pétrea. Al verlo sentí una punzada de aprensión. En
ese momento se parecía mucho a Jeb.
―Ya nos agarraron el modo ―murmuró Larry entrecerrando los ojos para ver
más allá de las llamas en la oscuridad―. Hace unos años hubo un grupo que
vino contra nosotros y llegaron corriendo contra las paredes, buscando abrirse
paso toda la noche. Interceptamos a varios, las malditas cosas son difíciles de
250
matar, antes de aplicar la idea del fuego. Todavía se cuelan en los alrededores<
―señaló con el pulgar hacia el borde de la selva―…pero es muy raro que se
acerquen más. La mayoría de las veces comprueban si tenemos el fuego y
después se van. Mira, ahí van.
Vi a los Rabiosos fundirse de nuevo en el bosque y desaparecer entre los
árboles. Zeke y Darren quitaron la tensión de sus hombros y se enderezaron
bajando sus armas, aunque Zeke parecía decepcionado.
―Van a volver―dijo Larry, no sonaba cansado ni resignado―. Simplemente
era una declaración, un simple hecho―. Siempre lo hacen. ―Tocó el hombro de
Darren―. Vamos entonces, ¿eres Darren? Vamos a nuestro puesto. A veces los
monstruos se arrastran alrededor y vienen por el otro lado, bastardos furtivos.
Darren y Larry bajaron de la plataforma y regresaron a su puesto, Larry estaba
señalando a m{s Rabiosos “estrategas”, si se le puede decir así. Zeke dejó su
rifle y se recostó a mi lado en la barandilla, nuestros hombros apenas se tocaban
mientras mirábamos los campos.
―Ellos tienen una buena vida aquí ―dijo, y no había burla o sarcasmo en su
voz. Era casi nostálgico, envidioso. Solté un bufido y me crucé de brazos,
ocultando el malestar de un momento antes.
―¿Quieres decir encerrados como ovejas detrás de la pared, con la constante
amenaza de invasión de Rabiosos? Es como Nueva Covington en miniatura,
sólo que aquí no hay vampiros.
Excepto uno.
―Tienen un hogar―dijo Zeke dándome una mirada de soslayo―. Tienen una
familia. Han forjado su propia vida, y sí, puede que no sea completamente
perfecto ni seguro, pero por lo menos tienen algo que les pertenece. ―Suspiró y
se frotó los dedos en el cabello―. No están como nosotros, dando vueltas
constantemente sin saber lo que vamos a encontrar o lo que viene a
continuación. Sin tener un hogar a donde regresar.
El anhelo en su voz era palpable. Sentí su hombro contra el mío, nuestros
brazos rosándose, sentí su calor. No nos mirábamos, manteníamos la vista en el
bosque próximo.
251
―¿Qué es una casa para ti? ―le pregunté con voz baja―. Antes de todo esto,
antes de empezar a buscar el Eden. ¿Dónde vivías?
―En una pequeña casa amarilla―murmuró y su voz sonaba distante―. Con un
columpio en el patio delantero. ―Parpadeó dándome una mirada
avergonzada―. Ah, no vas a querer oír hablar de eso, ¿verdad? Es bastante
aburrido. Nada especial.
Le lancé una mirada perpleja. Toda mi vida había pensado que no había nada
más allá de las ciudades de vampiros, además de desierto y Rabiosos. El hecho
de que hubiera asentamientos por ahí, pueblos, por muy dispersos que
estuvieran me daban esperanzas. Tal vez el mundo no estaba tan vacío como
había pensado al principio.
Pero no le dije eso. Me encogí de hombros y dije:
―H{blame de ello.
Él asintió con la cabeza y se detuvo un momento como reuniendo sus
recuerdos.
―No recuerdo mucho ―comenzó, mirando hacia la oscuridad―. Había una
comunidad en el hueco de una cadena montañosa. Era bastante pequeña y
todos se conocían. Estábamos tan aislados que ni siquiera pensábamos en
Rabiosos, vampiros o cualquier cosa de las que suceden en el exterior. Así que
cuando los Rabiosos llegaron nadie estaba preparado. Excepto Jeb.
Zeke se detuvo y tomó aliento, con los ojos oscuros y lejanos.
―Vinieron a nuestra casa primero―reflexionó―. Recuerdo los arañazos en las
ventanas, derribaron las paredes para entrar. Mi mamá o mi papá me
escondieron en el armario y escuché sus gritos a través de la puerta. ―Se
estremeció, pero su voz era tranquila, como si eso le hubiera ocurrido a otra
persona y él no fuera el joven de la historia―. Lo siguiente que recuerdo
claramente fue que la puerta se abrió y Jeb me miraba. Él me acogió y vivió allí
durante varios años.
―¿De ahí es el resto del grupo?
―La mayoría. ―Zeke me dio una mirada de soslayo―. Éramos más al
principio y algunos se unieron en el camino. Pero sí, la mayoría de nosotros
venimos de esa comunidad. Después del ataque de Rabiosos la gente estaba
252
asustada. No sabían qué hacer. Así que empezaron a escuchar a Jeb, le pedían
ayuda, consejos. Con el tiempo se convirtió en una cosa semanal, nos veíamos
en la antigua iglesia una hora más o menos y lo escuchábamos hablar. Jeb les
dijo a todos que no quería ser predicador. Pero la gente seguía llegando. Y
después de un tiempo él< ganó muchos seguidores.
―Pero< Jeb cree que Dios ha abandonado al mundo, que ya no est{ con
nosotros. ―Le di una mirada confusa―. No puedo imaginar cómo puede salir
bien.
―Te sorprenderías. ―Zeke se encogió de hombros―. Las personas estaban
desesperadas por algún tipo de orientación, y no es tan sombrío como parece.
Jeb cree que a pesar de que Dios ya no ve por nosotros, tenemos que seguir
luchando contra el mal el tiempo que estemos aquí. Que no debemos dejarnos
manchar por los demonios. Que esa es la única forma de tener una oportunidad
en la eternidad al morir.
―Es un alivio.
Él sonrió débilmente.
―Tenía opositores bastante fuertes pero no parecían molestarle. Jeb nunca
estuvo realmente unido a la comunidad, no como yo. Ahora que lo pienso, creo
que nunca tuvo intención de quedarse mucho tiempo. No con lo que me
enseñaba.
―¿Qué te enseñaba?
―Todo lo que sé< cómo disparar, cómo pelear. Salíamos a las colinas detr{s
del pueblo, durante el día por supuesto, y me enseñaba cómo sobrevivir en el
desierto. Cacé mi primer conejo a los seis años. Y lloré todo el tiempo mientras
lo limpiábamos.
»Pero―continuó―, esa noche nuestro vecino guisó el cadáver flaco del conejo,
y nos sentamos a la mesa en la cocina y nos lo comimos todo. Y Jeb estaba muy
orgulloso. ―Zeke se echó a reír, consciente de sí mismo y negó con la cabeza―.
Fue un hogar para mí, aunque suene loco. No como este vagar interminable. No
es una ciudad sin rostro que nunca podría encontrar. ―Suspiró profundamente,
mirando hacia el granero y el pesar en su rostro era casi abrumador―. Así que,
de todos modos―terminó, sacudiendo su melancolía al mirar de nuevo al
bosque―, por eso creo que los Archer tienen algo bueno aquí. Con Rabiosos,
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paredes, fuego y todo. ―Por fin me miró sonriéndome desafiante―. Entonces<
si quieres me puedes decir que soy un idiota sentimental, pero esa es mi historia
y estoy apegado a ella.
―No lo eres―le contesté―. Creo que eres demasiado duro contigo mismo, y
que Jeb no debe esperar que mantengas felices, sanos y salvos a todos, pero no
creo que seas un idiota.
Él sonrió, era una sonrisa de verdad, aunque su voz se mantuvo con el tono de
burla.
―¿Entonces qué crees que soy?
Ingenuo, pensé de inmediato. Ingenuo, valiente, desinteresado, increíble… y
demasiado amable como para sobrevivir en este mundo. Eso te puede romper al final si
sigues así. Las cosas buenas nunca duran.
Por supuesto que no le dije nada de eso. Me encogí de hombros y murmuré:
―No importa lo que piense.
La voz de Zeke fue suave, casi un susurro.
―Es importante para mí. ―Lo miré fijamente. Sus ojos eran de un azul
tormentoso a la luz de la luna, su cabello era un pálido rubio plateado. La cruz
brillaba en su pecho, haciendo un guiño metálico como advertencia, pero yo no
podía apartar mis ojos de su cara. Poco a poco se soltó de la barandilla y se
inclinó, llegando a rozar un mechón de cabello en mi mejilla.
Sus dedos rozaron mi piel y sentí su calor como una sacudida eléctrica. Escuché
su corazón latiendo con fuerza contra el pecho, los latidos de su pulso debajo de
su mandíbula. Su olor estaba en todas partes, era abrumador, el calor, la sangre
y la vida, y un olor terso y característico sólo de él. Me imaginé besándolo,
arrastrando los labios a su cuello, una oleada de sangre caliente inundando mi
boca. Sentí que mis colmillos crecían mientras me acercaba.
―¡Zeke!
La voz de Ruth rompió el silencio, separándonos y regresando mis sentidos.
Horrorizada me levanté y me acerqué a la orilla de la plataforma, de cara al
viento. ¿Qué demonios estaba haciendo al jugar con fuego de esta manera?
Morder al hijo del predicador era una manera excelente de que me
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excomulgaran y me persiguieran. Jeb era implacable cuando se trataba de irse,
pero tenía la sensación de que haría una excepción conmigo. Y había algo peor,
Zeke sabría lo que era, y me odiaría por ello.
Y, un rincón oscuro de mi mente susurró: ¿Y si al morderlo no paras? ¿Si absorbes
cada pedacito de la luz de él dentro de ti misma para que cuando termines no quede nada
de él?
Me estremecí y obligué a retraer los colmillos, ahogando el deseo y Hambre que
venían con ellos. Volví a pensar en nuestro casi beso y tuve que preguntarme:
¿Podría haberlo besado, o habría utilizado el momento final para arrancar su garganta?
―¡Zeke! ―llamó Ruth de nuevo, ajena a la escena de la parte superior―. La
señorita Archer quiere que te recuerde que el fuego de afuera tiene que ser
alimentado. La pila de leña está detrás de la cisterna de agua. Si bajas te puedo
mostrar dónde es.
―Me voy―dije rápidamente cuando Zeke se inclinó sobre la barandilla para
contestarle a Ruth. Se detuvo y me miró perplejo pero me volteé hacia la
escalera antes de que pudiera decir nada. Si Ruth quería estar a solas con Zeke,
que así fuera. Tendría su oportunidad. En ese momento tenía que alejarme de él
antes de que hiciéramos algo de lo que me iba a arrepentir.
―Allison―dijo Zeke en voz baja, deteniéndome. Lo miré desde la escalera y lo
encontré mirándome con expresión triste, confundida―. Lo siento
―murmuró―. No debería haber< yo pensé< ―Se interrumpió con un suspiro
y se pasó una mano por el cabello―. ¿No te vayas? ―pidió, dándome una
sonrisa esperanzada―. Voy a comportarme, lo prometo.
Pero no puedo. Negué con la cabeza y bajé, dejando mi rifle encima de la tapa
contra los rieles. Sentí los ojos de Zeke en mí cuando me fui, pero no lo miré.
Naturalmente, Ruth me miró cuando bajaba, pero tampoco le hice caso,
continué hacia la cisterna en la esquina más alejada de la parcela. Sus zapatos
sonaron en la escalera mientras subía para unirse a Zeke, y me obligué a seguir
caminando. Con suerte la adoración de Ruth distraería a Zeke y no me seguiría,
aunque una parte de mí quería que lo hiciera.
Es mejor así, me dije pasando el granero. Desde adentro se escuchaban
murmullos suaves y berridos satisfechos, el resto del grupo estaba
aprovechando la parada inesperada, probablemente aliviados por no tener que
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parar en medio de un bosque infestado de Rabiosos. Eso estuvo muy cerca,
continué, apresurándome antes de que nadie pudiera verme. ¿Qué habrías hecho
si Zeke te descubría? ¿Crees que podrías gustarle si sabe lo que eres en realidad? Bufé
mentalmente. Ya viste cómo estaba con los Rabiosos. Pondría una estaca en tu corazón
o una bala en tu cabeza sin pensárselo dos veces. Te vería justo como Stick.
Llegué al pequeño montón de madera que estaba a la sombra de un depósito,
en realidad no era más que un cobertizo de tres lados con un techo de hojalata.
Apilé un montón de troncos partidos y cargué algunos en una carretilla oxidada
que estaba cerca, cuando oí un suave gemido.
Puse con cautela una mano en la empuñadura de mi espada y esperé, inmóvil.
El sonido llegó de nuevo, suave, un ser humano con dolor y sin esperanza. Al
otro lado del cobertizo.
Rodeé la construcción manteniendo una mano en la empuñadura, dispuesta a
sacar mi arma si era necesario. Sin embargo, cuando vi lo que hacía el ruido
dejé caer mi brazo, no había necesidad.
Una gran jaula de hierro estaba situada en la parte posterior del cobertizo. Las
barras eran gruesas y estaban muy juntas, aunque lo suficientemente separadas
para ver el interior. La puerta estaba cerrada de dos formas desde el exterior,
cerrada con candado y envuelta en cadenas. Incluso había barras en el suelo de
la jaula, separando al prisionero de la tierra natural. Había una fina capa de paja
extendida sobre el suelo, absorbiendo parcialmente el olor de la orina, la sangre
y el yodo.
Acurrucada bajo una manta en la esquina más cercana al fuego había un rostro
familiar con barba que levantó la cabeza para mirarme.
Parpadeé.
―¿Joe? ―susurré, reconociendo al hombre que Zeke y yo habíamos arrastrado
desde el bosque―. ¿Qué estás haciendo ahí? ―le pregunté horrorizada. Podía
oler la sangre en él, la carne desgarrada bajo las vendas. Todavía estaba mal
herido y necesitaba estar en cama, o al menos en una habitación donde pudiera
ser atendido―. ¿Quién te puso ahí? ―exigí, cerrando un puño alrededor de las
barras. Me miró con ojos lagañosos y me eché hacia atrás, echando humo―.
Voy a buscar a Patricia―le dije―. Ella te va a sacar. Aguanta ahí.
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―No―jadeó Joe tendiéndome una mano. Me quedé mirándolo y él tosió,
temblando bajo un edredón―. No, todo está bien―continuó cuando el acceso
había pasado―. El jabalí dejó mi pierna bastante mal. Tengo que estar
encerrado hasta que sea seguro que no me convierta.
―¿Ellos te hicieron esto a propósito? ―Me volví, agarrando los barrotes mientras
lo miraba fijamente―. ¿Y tú se los permites? ¿Y qué va a pasar con tu pierna?
―Está siendo atendida tan bien como puede esperarse―dijo Joe encogiéndose
de hombros―. Por la mañana alguien vendrá a recolocar la venda. Y no está tan
mal como parece. Creo que tengo una buena oportunidad de salir de ésta.
Miré su rostro pálido y sudoroso, sus ojos acristalados de dolor y negué con la
cabeza.
―Todavía no puedo creer que te dejen aquí como un animal. Yo estaría
gritando y tratando de tirar las paredes para salir.
―Quiero estar aquí―insistió Joe―. ¿Qué pasaría si muero y despierto en la
casa antes de que nadie lo note? ¿Cuando todo el mundo está dormido? Podría
matar a toda mi familia. No. ―Se echó hacia atrás acercándose la manta―. Esto
es necesario. Aquí no soy un peligro para nadie y mi familia está a salvo. Eso es
todo lo que me importa.
―Buen hombre―dijo una voz por encima de mi hombro.
Me di la vuelta. Jeb estaba en una esquina de la jaula, mirando hacia adentro
con su impasible rostro afilado. El hombre se movía como un vampiro, ni
siquiera lo había escuchado acercarse.
―Puedes ver Allison―reflexionó Jeb aunque no me miraba―. Este es un
hombre que está más preocupado por la seguridad de su familia que por su
propia existencia. De hecho, todo el mundo aquí sabe lo que se debe hacer para
proteger a todos en lugar de a unos pocos individuos. Así es como han
sobrevivido por tanto tiempo.
―¿Crees que aislar como un perro a un hombre herido, sin ningún tratamiento,
medicamento o ayuda, es lo mejor para él?
Los ojos como el acero de Jeb se volvieron hacia mí.
257
―Si el alma del hombre está en peligro de corromperse, y su cuerpo está en
peligro de sucumbir a la oscuridad, entonces ya no es un hombre, sino un
demonio. Y cuando el demonio emerge lo mejor es tenerlo contenido. Por la
seguridad de los seres humanos sin mancha, sí, creo que es lo mejor. ―Abrí mi
boca para contestar pero él me cortó―. ¿Qué otra cosa harías tú?
―Yo< ―Jeb levantó las cejas, expectante, y me miró―. No lo sé.
―Tú y Ezekiel. ―El viejo sacudió la cabeza―. Se niegan a ver el mundo tal
como es. Pero ese no es mi problema. Si me disculpan, tengo que ir a orar por el
alma de este hombre. Tal vez todavía pueda ser salvado.
Se apartó de mí y bajó la cabeza, hablando en voz baja. Joe hizo lo mismo
dentro de la jaula. Me retiré de nuevo al cobertizo, llevé la carretilla y la llené de
madera, asegurándome de hacer el mayor ruido posible.
Sabía que Jeb tenía razón de una manera enferma y retorcida. Cualquier
humano mordido por un Rabioso, sin importar que fuera un perro, un zorrillo o
una persona, estaba en peligro de convertirse. Era diferente el convertirse en
vampiro, para eso tenías que beber la sangre de tu padre para poder
convertirte. En mi caso, la sangre del maestro vampiro Kanin me había hecho lo
suficientemente fuerte para superar la enfermedad, y él había llegado conmigo
inmediatamente después de haber sido atacada. Aun así, yo había tenido
mucha suerte, la mayoría de los vampiros sigue creando Rabiosos cuando
tratan de tener descendientes.
El Rabidismo, sin embargo, era mucho más potente y seguro. Cada caso es
diferente, Kanin me había dicho, que por lo general depende de la gravedad de
la herida y de la fortaleza de la víctima y la voluntad de luchar contra la
infección. El virus se propaga rápidamente, acompañado por una fiebre atroz y
una gran cantidad de dolor, antes de finalmente matar al huésped. Si no se toca,
el cuerpo se levanta completamente cambiado; un Rabioso lleva el mismo virus
letal que lo convirtió.
Sabía que las precauciones que tomaban los Archer eran necesarias, incluso
tratándose de uno de los suyos, no podían permitirse el lujo de tener un
Rabioso. Pero aun así me ponía la piel de gallina la idea de estar sola, esperando
la muerte encerrada en una jaula. Me pregunté qué pensaría Zeke de esto. ¿Se
sentiría tan sorprendido y turbado como yo? ¿O estaría del lado de Jeb,
diciendo que era lo correcto?
258
Zeke. Empujé de mi mente el pensamiento de él, arrojando un tronco en la
carretilla con tanta fuerza que rebotó y golpeó la pared del cobertizo. Ese
momento que habíamos compartido en la plataforma no tenía que volver a
repetirse. Sin importar lo mucho que lo quisiera. No podía permitirle volver a
estar tan cerca. Por la seguridad de ambos.
Cuando regresé con la carretilla llena de troncos y ramas Ruth y Zeke aún
estaban en la plataforma, sentados uno al lado del otro. No fui de nuevo a la
torre pero había visto cuando Larry mostró cómo alimentar el fuego, dejando
caer la madera por medio de varias rampas que conducían directamente a las
llamas, todo ello sin abandonar la seguridad del complejo. Estaba
impresionada. Era mejor que correr tontamente afuera para llevar la madera a
las hogueras y tentar a cualquier horda de Rabiosos que miraban desde el
bosque, habían ideado una ingeniosa manera de tratar con el problema de la
forma menos peligrosa. Tenías que admirar su creatividad.
Después de alimentar las hogueras entré de nuevo al granero, queriendo evitar
a Ruth y Zeke en la plataforma. Tal vez podría enseñarle cómo sostener y
disparar mi rifle, ella lo amaría, y yo podría hacerme cargo de cuidar el ganado.
Lo que me llevaría a alejarme de él.
El granero estaba húmedo y cálido cuando abrí la puerta y entré, el ganado
dormitaba contento. La mayoría del grupo estaba fuera o en la casa de campo,
ayudando con la vigilancia o haciendo diferentes tareas en todo el recinto. Pero
Teresa, Silas y el más joven de los niños permanecieron en el establo con los
animales. El mayor, Silas, dormitaba en el rincón, cubierto de mantas, con un
ligero ronquido de su boca abierta. Teresa estaba sentada cerca, remendando un
edredón y tarareando en voz baja. Me sonrió y asintió cuando entré.
―Allison. ―Caleb salió de uno de los puestos y se acercó a mí con la pequeña y
tímida Bethany detrás, agarrando una botella con un puño sucio. Caleb llevaba
una cabra bebé en los brazos, y era casi demasiado grande para que la pudiera
sostener, berreaba y luchaba débilmente. Me arrodillé rápidamente y sostuve al
animal contra mi pecho. Se calmó un poco pero todavía gritaba lastimosamente.
―No tiene mamá. ―Caleb parecía a punto de llorar, secándose la cara y
dejando una mancha de lodo en la mejilla―. Hay que darle de comer pero no
bebe de la botella. Sigue llorando, pero no quiere la leche y no sé lo que quiere.
259
―Aquí―dije tendiendo la mano y Bethany me dio la botella. Me senté contra la
pared y apoye a la pequeña criatura en mi regazo mientras los niños humanos
me miraban con ansiedad. Por un momento sentí una punzada de irritación al
pensar que Ruth tendría que estar aquí haciendo esto y no yo, pero luego me
centré en mi tarea. Sólo tenía una vaga idea de lo que se debía hacer, nunca
antes había visto a una cabra, mucho menos tenido una, pero tenía que hacer
que funcionara.
Pellizqué una gota de leche sobre la mamila y esperé hasta que la cabra baló de
nuevo antes de introducirla en su boca. Las dos primeras veces el terco pequeño
sacudió su cabeza y gritó más fuerte, pero finalmente, la tercera vez se dio
cuenta de lo que le estaba ofreciendo. Sujetó con sus mandíbulas la botella y
comenzó a beber en serio, balbuceando a través de la leche, y mi público
aplaudió en respuesta.
Antes de saber lo que estaba pasando, Caleb se sentó a mi lado y Bethany al
otro, y se apoyó en mi brazo. Me tensé y me mantuve rígida, pero no parecían
darse cuenta de mi malestar, y el pequeño en mi regazo gritaba con avidez
cuando no tenía la botella lo suficientemente cerca. Me eché hacia atrás,
resignada, mirando a las tres criaturas jóvenes a mi alrededor, tratando de no
respirar su olor o escuchar su corazón. Teresa me miró y sonrió, y me encogí
con impotencia.
―Saben―murmuré, sobre todo para mantener la mente distraída y así no
pensar en sangre, o corazones, o en lo hambrienta que estaba―, creo que este
pequeño necesita un nombre, si no es que tiene uno, ¿qué les parece?
Caleb y Bethany asintieron.
―¿Qué tal Princesa?
―Estúpido―dijo al instante Caleb―. Es un nombre de chica.
Ella le sacó la lengua y Caleb le devolvió el gesto. El pequeño succionaba la
botella, la leche se le escurría en la barbilla. Era mayormente blanco a excepción
de unas manchas negras en sus patas traseras y un círculo grande en el ojo. Lo
hacía ver como un bandido o pirata.
―¿Qué tal Parche? ―murmuré.
260
Aplaudieron con alegría. Ambos pensaron que era un nombre perfecto y
Bethany besó a Parche en la cabeza peluda, lo que la cabra ignoró. Después de
unos momentos viéndolo tragar leche, Caleb de repente dejó escapar un suspiro
explosivo y se desplomó contra mí.
―No me quiero ir―murmuró con tono cansado y fastidiado del mundo,
incluso para alguien tan joven―. No quiero seguir buscando Eden. Prefiero
quedarme aquí.
―Yo también―murmuró Bethany, pero ya estaba medio dormida, acurrucada
a mi lado.
Caleb levantó una mano y rascó el hombro de Parche, por lo que se le contrajo
la piel como si estuviera espantando una mosca.
―Allie, ¿crees que habrá cabras en Eden? ―murmuró.
―Estoy segura de que las habrá―le respondí, levantando la botella para que el
pequeño pudiera tomar las últimas gotas―. Tal vez incluso podrías tener unas
propias.
―Eso me gustaría―murmuró Caleb―. Entonces espero que lleguemos pronto.
No mucho tiempo después, la botella estaba vacía y los tres estaban dormidos,
acurrucados en mi regazo o apoyados en mis costillas. Teresa también se había
quedado dormida, con la cabeza apoyada en su barbilla y el edredón tirado a
un lado. El granero estaba muy tranquilo, a excepción del ganado moviéndose
en sueños y el latido de los corazones que me rodeaba.
Bethany se desplomó de repente, cayendo con la cabeza contra mi pierna, su
cabello dorado se derramaba sobre mi muslo. La miré fijamente. El parpadeo de
la luz de la lámpara bailaba a lo largo de su cuello un poco pálido, ella suspiró y
se apretó más, murmurando en sueños.
Mis colmillos se deslizaron fuera. Los latidos del corazón de repente eran muy
fuertes en mis oídos, podía escuchar el pulso de su muñeca, del cuello. Mi
estómago se sentía hueco y vacío, su piel era cálida contra mi pierna.
Separándole el cabello a un lado, poco a poco me incliné hacia adelante.
261
C A P Í T U L O 16
Traducido por AdyRod
Corregido por Moonse
¡No! Cerré los ojos y me eché hacia atrás golpeando mi cabeza contra la pared.
La pequeña cabra soltó un gemido sobresaltado y luego metió su nariz debajo
de las patas traseras con un suspiro. Caleb y Bethany seguían dormidos, sin
darse cuenta de lo cerca que habían estado de ser comida.
Miré horrorizada a mi alrededor buscando una ruta de escape. No podía seguir
así. El Hambre me tomaba poco a poco y no pasaría mucho tiempo antes de
ceder a la tentación. Necesitaba alimentarme antes de que fuera demasiado
fuerte como para ignorarlo. Hice suavemente a un lado a los niños dormidos y
coloqué al recién bautizado Parche a su corral, donde rápidamente se quedó
dormido. Una vez libre, me deslicé hacia afuera y me apoyé en el granero,
pensando en la inevitable pregunta. Había llegado el momento. Eso había
estado demasiado cerca. ¿De quién me tendría que alimentar?
No de los niños. Nunca. No era tan inhumana como para desangrar a un niño
dormido. Teresa y Silas eran mayores, sin embargo, eran demasiado débiles
como para perder sangre, y no iba a morder en presencia de dos niños
durmiendo. Jake y Darren estaban de guardia, y Ruth estaba con Zeke.
Zeke estaba definitivamente fuera de la cuestión.
Eso dejaba a la loca de Dorothy, que estaba en la casa charlando con Martha,
quien al parecer no se acostaba sino hasta la medianoche, y Jebbadiah Crosse.
Sí, claro. Me pegaría un tiro en la cara antes de acercarme a Jeb.
Gruñí con frustración. Esto no me llevaba a ninguna parte.
¿Cuándo había estado tan cerca de la gente de la que se suponía que me iba a
alimentar?
262
Siempre empieza así. La voz de Kanin resonó en mi mente, deliberadamente
bajito. Intenciones nobles, los nuevos vampiros están llenos de honor. Se prometen no
perjudicar a los humanos, tomar sólo lo que necesitan, no cazarlos como ovejas en la
noche. Pero se vuelve más y más difícil permanecer a su nivel, aferrarse a su humanidad
cuando la única forma en que puedes verlos es como comida.
―Maldita sea ―dije en voz baja cubriéndome los ojos con una mano.
¿Cómo lo hacía Kanin? Traté de recordar, pensando en nuestro tiempo en el
Fringe. Tenía una especie de código, un tipo de sistema de honor moral que
usaba cuando se alimentaba de víctimas inocentes. Dejaba algo antes, como
zapatos, como pago por el daño que pudieran traer sus acciones.
Ahora yo no podía hacer eso. No tenía nada que les pudiera dar.
Cierto, estaba ayudando con la vigilancia de la noche y eso, pero era más bien
un esfuerzo de grupo. Todos estábamos ayudando.
Pero, había salvado la vida de ese hombre<
Me apuñalaban la culpa y el asco. ¿Cómo podía siquiera pensar en
aprovecharme de un ser humano débil y enjaulado? ¿Al principio de la noche
me había horrorizado verlo encerrado como un animal y ahora estaba pensando
en alimentarme de él? Tal vez Kanin tenía razón.
Tal vez yo era un monstruo, tal como había dicho.
Podía escucharlo ahora, su voz profunda resonaba en mi cabeza tan claramente
como si estuviera de pie a mi lado. Elige Allison, decía, calmado y ecuánime. ¿Te
aprovecharías de aquellos que consideras tus amigos y compañeros, o de un extranjero
que te debe la vida? Sabes que cualquier decisión es mala pero debes decidir cuál es el
mal menor.
―Maldito seas―le murmuré al aire. Kanin imaginario no respondió, brillando
en la nada, él ya sabía cuál era mi elección.
263
Vi a Jebbadiah Crosse terminando sus oraciones con el herido, lo vi ir a grandes
zancadas de vuelta a la granja, su forma grave y rígida cortaba la oscuridad. Vi
al hombre en la jaula y esperé a que su tos cambiara y se detuviera, que su
respiración se hiciera más lenta, pesada y profunda.
Cuando él roncaba tranquilamente me deslicé entre las sombras por la pared,
caminando rápidamente hacia el cobertizo y quitando la llave que colgaba en el
casco. En silencio quité la barra de hierro de la puerta, abrí el candado y saqué
las cadenas con cuidado de que no tintinearan contra los barrotes.
Precavidamente, sin hacer crujir la puerta, pude abrirla.
Joe Archer yacía desplomado en un rincón, cubierto de mantas, su cuerpo
estaba enroscado para conservar el calor. Su pierna vendada apestaba a sangre
y alcohol y estaba en un ángulo incómodo.
¿De verdad vas a hacer esto?
Hice a un lado la voz enterrando los sentimientos de horror, culpa y disgusto.
No quería, pero era necesario. No me atrevería a entrar en la granja llena de
gente, no quería deslizarme en la habitación para ser descubierta por alguien de
sueño ligero o alguien que se levantara para ir al baño.
Pensé en Caleb y Bethany, Zeke y Darren. Si no hacía esto, ellos podrían ser los
próximos objetivos. Podía matarlos si no me detenía a tiempo. La jaula estaba
aislada, fuera del camino, y nadie vendría a verlo por un tiempo. Mejor a un
extraño que a algún conocido, que alguien que realmente me importara.
Además, él me lo debía por haberle salvado la vida.
Si eso es lo que quieres creer. Entonces vamos a terminarlo.
Joe se agitó en sueños y tosió, sus ronquidos vacilaron.
Antes de pensarlo dos veces, me acerque y me arrodillé rápidamente a su lado,
haciendo a un lado el cuello de su abrigo. Su garganta desnuda pulsaba con
suavidad a la luz de la luna. Mis colmillos se alargaron cuando el Hambre
aumentó como una marea oscura. Cuando el humano gimió cerré mis
párpados, me incliné hacia adelante y hundí los dientes en su cuello, justo por
debajo de la mandíbula.
Él se estremeció pero se relajó al instante, sucumbiendo al delirio por la
mordedura de un vampiro. Cuando la sangre comenzó a fluir en mi boca, mi
264
Hambre la bebió con avidez, exigiendo más, siempre más. Permanecí al borde
de ella esta vez, luchando por mantener mis sentidos, por no perderme en el
calor y la energía fluyendo en mí.
Tres sorbos. Eso fue todo lo que me permití tomar, aunque mi Hambre hacía
estragos por más. De mala gana saqué los colmillos de la piel del humano,
sellando las heridas antes de dar un paso hacia atrás. Él gimió, medio dormido
y medio muerto para el mundo, y me deslicé fuera de la jaula y coloqué la
cerradura y las cadenas lo más rápido que pude.
―¿Allison?
Justo cuando estaba colocando la última barra unos pasos crujieron detrás de
mí y la voz familiar de Zeke flotó por encima de mi hombro.
Me volví y se quedó a unos pasos detrás de mí con un termo en la mano y una
taza de metal en la otra.
―Aquí―dijo, su voz no parecía acusadora, aunque parecía perplejo―. No
volviste después de que se fuera Ruth. ¿Aún estás enojada conmigo?
―¿Qué estás haciendo aquí? ―le pregunté haciendo caso omiso de la pregunta.
No estaba enojada, por supuesto, pero tal vez era mejor que pensara que lo
estaba. Él asintió con la cabeza como si lo esperara.
―Están preparando la cena en la granja―continuó, levantando la taza―. Si
quieres algo, ve pronto, antes de que Caleb y Matthew se coman toda la sopa.
Asentí con la cabeza y se dio la vuelta, mirando a Joe dormir a través de los
barrotes de la jaula.
―¿Sabías sobre esto? ―pregunté al oírlo subir a mi lado.
―Jeb me lo dijo. ―Zeke se arrodilló cerca de las barras y sacudió al hombre
inconsciente. Se movió con un gemido, abriendo los ojos lagañosos y Zeke
levantó el termo―. Hey―murmuró, quitando la tapa y dándole un líquido
oscuro humeante―. Pensé que podría usar esto. Es negro, pero es mejor que
nada.
―Gracias muchacho―jadeó Joe tomando la taza. Le temblaban las manos y
estuvo a punto de tirarla―. Maldita sea, estoy peor de lo que pensaba. ¿Cu{nto
falta para el amanecer?
265
―Un par de horas―dijo Zeke suavemente, pasándole la taza de sopa a través
de los barrotes―. Esto va a terminar pronto. ¿Cómo lo llevas?
―Oh, voy a vivir. ―Joe bebió el café y sonrió―. Al menos un día más.
Zeke le devolvió la sonrisa como si realmente lo creyera, y de repente tuve que
salir de allí. Giré sobre mis talones y me alejé rápidamente, lejos de la jaula, del
humano condenado que unos momentos antes había sido mi presa. Lejos del
chico que me mostró lo monstruosa que era en realidad.
―¡Hey! ¡Allison, espera!
Escuché a Zeke corriendo detrás de mí y me giré hacia él, furiosa de repente.
―Vete―gruñí apenas haciendo cualquier gesto para no mostrar los colmillos―.
¿Por qué sigues volviendo? ¿Qué tratas de probar, chico predicador? ¿Crees que
también puedes salvarme?
Él parpadeó completamente desconcertado.
―¿Qué?
―¿Por qué te esfuerzas tanto? ―continué, mirándolo con desdén, aferrándome
a mi ira con pura fuerza de voluntad―. Siempre dando, arriesg{ndote para que
los demás estén bien. Es estúpido y peligroso. La gente no vale la pena el
esfuerzo, Ezekiel. Algún día esas personas te van a clavar un cuchillo por la
espalda y ni siquiera lo vas a ver venir.
Sus ojos azules estaban fijos.
―¿Qué tan ignorante crees que soy? ―exigió―. Sí, el mundo es un lugar
horrible y está lleno de gente que me clavaría un cuchillo mientras me dan la
mano. Sí, me arriesgo por ellos y ellos me tirarían a los Rabiosos sin pensarlo
dos veces. No creas que no lo he visto antes Allison. No soy tan estúpido.
―¿Entonces por qué seguir intentándolo? Si Jeb piensa que esto es el infierno,
¿por qué molestarse?
―¡Porque tiene que haber más que esto! ―Zeke se detuvo, se pasó las manos
por el cabello y me miró con tristeza―. Jeb prácticamente ha renunciado a la
humanidad―dijo en voz baja―. Él ve la corrupción, a los vampiros y los
Rabiosos y piensa que el mundo está terminado. Lo único que le importa es
llegar a Edén salvando la vida de los pocos que pueda. Cualquier otra
266
persona< ―Se encogió de hombros―< est{ por su propia cuenta. Incluso
gente como Joe. ―Asintió hacia el cobertizo―. Va a orar por él, pero se
mantiene distante, individual.
―Pero tú no crees en eso.
―No, no lo creo. ―Zeke me miró directamente a los ojos y despreocupado e
inconmovible dijo―: Jeb pudo haber perdido la fe, pero yo no lo hice. Tal vez
me equivoque ―continuó con un encogimiento de hombros―, pero voy a
seguir intentándolo. Es lo que me mantiene humano. Es lo que me separa de
ellos, de todos ellos, Rabiosos, demonios, vampiros, cualquier cosa.
Vampiros. Eso dolió más de lo que imaginaba.
―Bien por ti―dije con amargura―. Pero yo no soy así. No creo en Dios y no
creo que los seres humanos tengan algo bueno. Tal vez tengas una pequeña y
agradable familia aquí, pero yo he estado sola demasiado tiempo como para
confiar en nadie.
La expresión de Zeke se suavizó, que no era lo que yo quería. Quería hacerle
daño, hacerlo enojar, pero él sólo me miró con sus solemnes ojos azules y dio un
paso hacia adelante.
―No sé lo que has pasado―dijo, sosteniendo mi mirada―, y no puedo hablar
por todos pero te prometo que aquí estarás a salvo. Yo nunca te lastimaría.
―Ya basta―le susurré retrocediendo―. Tú no me conoces. No sabes nada de
mí.
―Lo haría si me lo permites ―respondió Zeke cruzando de dos zancadas el
espacio que nos separaba, agarrando mis brazos. No era difícil, podría echarme
hacia atrás si quisiera, pero estaba tan sorprendida que me quedé inmóvil
mirándolo a la cara―. Lo haré si me das una oportunidad―murmuró―. Y te
equivocas< sé algunas cosas sobre ti. Sé que tú y Ruth no se llevan bien, sé que
Caleb te adora, y sé que puedes manejar una espada mejor que nadie que haya
visto antes. ―Entonces sonrió, era dolorosamente guapo, sus ojos azules eran
piscinas azules mientras miraban los míos―. Eres una luchadora, cuestionas
todo aquello con lo que no estás de acuerdo, y es probable que seas la única
aquí que no está aterrorizada con Jeb. Y nunca he conocido a nadie como tú.
Nunca.
267
―Vámonos―susurré. Podía oír al corazón latiendo fuerte en su pecho, y estaba
aterrorizada pues de repente oía la falta de uno en mí. Él siguió, deslizando sus
manos por mis brazos, sosteniendo la punta de mis dedos antes de dejarlas
caer. Pero sus ojos nunca dejaron mi cara.
―Sé que estás asustada ―continuó en voz baja, aún tan cerca que podía sentir
su aliento en mi mejilla. El Hambre se agitó pero era más débil en esta ocasión,
saciada de momento―. Sé que me acabas de conocer y somos unos extraños, y
te mantienes aparte por tus propias razones. Pero también sé que no he<
sentido esto por nadie. Y creo< espero< que sientas lo mismo, porque
realmente fue duro para mí decirlo. Así que< ―Extendió la mano otra vez,
tomando mi mano―. Te pido que confíes en mí.
Yo quería. Por segunda vez en esa noche quería darle un beso, estando de pie a
la luz de la luna, con el flequillo cayéndole sobre los ojos. Zeke se inclinó hacia
adelante, y por un momento le permití acercarse, ahuecar la parte de atrás de
mi cabeza mientras sus labios se movían hacia abajo, hacia los míos. Su pulso
latía, su olor me envolvía, pero esta vez, sólo vi su cara.
¡No, esto no puede suceder! Lo empujé con fuerza. Se tambaleó hacia atrás y cayó
de espaldas al suelo. Oí su brusca inhalación y vi la mirada herida y asombrada
en sus ojos y casi di la vuelta y huí.
No lo hice. Contra mi voluntad, contra todo lo que me gritaba que no lo hiciera,
saqué mi espada y di un paso hacia él, apuntando a su pecho. Los ojos de Zeke
se abrieron cuando la brillante hoja quedó a centímetros de su corazón y se
quedó paralizado.
―Quiero que esto quede tan claro como pueda―dije, sosteniendo con fuerza la
empuñadura de la espada para que mis manos no se movieran―. No hagas eso
otra vez. No confío en ti chico predicador. No confío en nadie. Y he sido
apuñalada en la espalda demasiadas veces para que eso cambie, ¿entiendes?
Los ojos de Zeke estaban enojados, heridos, pero asintió. Envainé mi espada,
me volví y caminé de regreso a la casa, sintiendo su mirada sobre mí en todo el
camino. Pero no me siguió.
El amanecer no estaba lejos. Volví a la habitación vacía y cerré la puerta
cerciorándome de asegurarla esta vez. Los ojos me ardían y cerré mis
emociones antes de que se derramaran sobre mis mejillas.
268
En el baño me eché agua helada sobre la cara, mirando mi reflejo agrietado en el
espejo. A diferencia de lo que decían las historias, en realidad sí nos
reflejábamos y mi reflejo tenía un aspecto horrible; una pálida chica de cabello
oscuro con restos de sangre sobre sus ojos, alguien con sangre corriendo por sus
venas. Mostré mis colmillos y la imagen de la chica desapareció mostrando una
protesta, con los ojos de vampiro hundidos en su cara. Si Zeke supiera lo que en
realidad era<
―Lo siento―susurré, recordando su mirada cuando lo había empujado,
cuando puse la espada en su pecho. Conmocionado, traicionado, con el corazón
roto―. Es mejor así. Realmente lo es. No tienes idea de en lo que te estás
metiendo.
No podía seguir así. Era muy difícil, viendo a Zeke, mantener mi distancia,
fingir que no me importaba. También era cada vez más difícil mantener mi
secreto. Tarde o temprano tendría un desliz, o alguien juntaría las piezas y se
daría cuenta de lo que acechaba entre ellos. Y entonces Jeb o Zeke pondrían una
estaca en mi pecho o me cortarían la cabeza. Zeke había visto a los Rabiosos
matar a su familia y sus amigos, y él era el protegido de Jebbadiah Crosse. No
creía que él aceptaría un vampiro merodeando en el grupo, sin importar lo que
había dicho sobre la confianza.
Tal vez era hora de irse. No esta noche, el amanecer estaba demasiado cerca,
pero pronto. Cuando salieran del recinto sería un buen momento para irme.
Sabía que Jeb no se quedaría mucho más, ya que estaba ansioso por llegar a la
carretera. Podría seguirlos por los bosques, protegerlos de cualquier Rabioso
que los acechara, y entonces escapar antes de que nadie notara que había
desaparecido.
¿A dónde irás?, parecía preguntar mi reflejo. Me tragué el nudo en la garganta y
me encogí de hombros.
―No lo sé―murmuré―. ¿Importa? Siempre y cuando me aleje de Zeke y Caleb
y Darren y de todos, no importa a dónde vaya.
Te van a extrañar. Zeke te va a extrañar.
―Lo superarán. ―Me fui del baño con mi mente en un conflicto de emociones.
No quería irme. Me había encariñado con Caleb, Bethany y Darren. Incluso
Dorothy tenía un extraño encanto. Con el resto apenas había hablado, y
269
algunos, Ruth y Jebbadiah, sería feliz si nunca los volvía a ver, pero
definitivamente extrañaría a los otros.
Especialmente a cierto chico con ojos brillantes y sonrisa abierta, quien no veía
nada pero era bueno dentro de mí. Quien no sabía< lo que yo era en realidad.
Me acosté ese día con mi espada cerca y las sábanas sobre mi cabeza. Nadie me
molestó o, por lo menos, cuando me desperté de nuevo la noche siguiente la
habitación estaba como la había dejado. Una luz alumbró en el exterior,
extremadamente brillante por una fracción de segundo y un trueno retumbó a
lo lejos. Si Jeb quisiera salir esta noche, sería un largo y húmedo paseo.
Sonaron voces en la escalera y me encontré con un grupo entero abajo, dando
vueltas alrededor de la enorme mesa de madera que dominaba la cocina. Ruth y
Martha ponían trozos cocidos en recipientes y estaban alrededor, y colocaron
una fuente grande de panecillos de maíz en la mesa al alcance de todos. A pesar
de la comida, el ambiente era sombrío y lúgubre, incluso los niños comían en
silencio con los ojos bajos. Me pregunté qué estaba pasando, Jeb no estaba, y
tampoco Patricia, pero levanté la vista y me encontré con los ojos de Zeke al
otro lado de la mesa.
Tan pronto como nuestras miradas se encontraron, se volvió, tomó un bollo de
la fuente y salió de la habitación sin mirar atrás.
Mi pecho se contrajo. Quería ir tras él y pedirle disculpas por lo de anoche, pero
no lo hice. Era mejor que me odiara, muy pronto me iría de su vida.
En vez de eso me acerqué donde estaba Darren, apoyado en una esquina y
mojando su pan en su guiso. Él me miró, asintió y volvió a comer. Pero no era
abiertamente hostil, así que tal vez no había hablado con Zeke sobre lo que
pasó.
―¿Qué pasa? ―pregunté inclinándome a su lado. Él me dio una mirada de
reojo y tragó el bocado de su comida.
―Nos vamos pronto―murmuró, haciendo un gesto hacia la puerta de atrás
donde estaban nuestros paquetes apilados en un montón―. Probablemente en
un par de horas, después de que todos hayan terminado. Con suerte,
podríamos ponernos en marcha antes de la tormenta, y luego la lluvia ocultaría
nuestro ruido y nuestro olor de cualquier Rabioso en el bosque. Jeb está
hablando con Patricia en este momento, ella está tratando de convencerlo para
270
que nos quedemos una o dos noches más pero no creo que lo logre. Jeb ya dio la
orden de salir.
―¿Ahora? ¿Esta noche? ―Fruncí el ceño pero Darren asintió―. Pensé que nos
quedaríamos hasta que Joe mejorara.
―Murió―dijo Darren en voz baja y mi garganta se apretó con horror―. Esta
tarde Larry fue a ver cómo estaba y él se había ido.
¿Murió?
―No―dije en voz baja mientras un trueno ahogaba mi voz. No, no puede estar
muerto. No después de… Me rompí, salí por la puerta trasera y me dirigí al
cobertizo.
Afuera, unas gotas de lluvia habían comenzado a caer, haciendo ruidos en los
techos de lámina. Cuando pasé por el establo los animales balaban y chillaban,
oí que golpeaban sus cuerpos entre sí y contra las paredes, golpeando los cascos
contra el suelo. En el crepúsculo, el cobertizo estaba oscuro y en silencio. Ya se
habían tomado varias leñas para el fuego de esta noche a pesar de que la lluvia
los empaparía pronto. Me pregunté si los Rabiosos se excitarían por el ataque.
Al rodear la galería, vi la jaula y el cuerpo acurrucado en un rincón, temblando.
El alivio me recorrió. Darren se había equivocado. Joe aún estaba vivo.
―Hey―saludé en voz baja acercándome a los barrotes―. Me diste un buen
susto. Todo el mundo piensa que<
Joe miró hacia arriba abriendo los ojos y se abalanzó sobre mí con un grito.
Me eché hacia atrás y el cuerpo golpeó la jaula con un grito escalofriante,
tratando de alcanzarme a través de los barrotes, su piel estaba pálida y
demacrada. El Rabioso aulló agitando los barrotes de la jaula, mordiendo y
arañando el hierro, sus ojos enloquecidos estaban fijos en mí.
Asqueada, me quedé mirando a quien había sido Joe Archer, la cara que una
vez había conocido ahora estaba arrugada y gastada. Su barba estaba cubierta
de sangre y espuma, los ojos eran vidriosos mientras me miraban, no había
nada en ellos excepto hambre. Y mi estómago se revolvió con tanta fuerza que
pensé que iba a vomitar.
271
¿Yo hice esto? ¿Es por mi culpa? Volví a pensar en la noche anterior cuando Joe
había hablado conmigo, cuando había aceptado el café de Zeke e incluso había
hecho una broma. Había estado bien. ¿Había yo tomado lo suficiente como para
matarlo, para que sucumbiera a la infección? ¿Seguiría estando vivo si no me
hubiera alimentado de él?
Oí crujir la grava detrás de mí y me volteé esperando y temiendo que fuera
Zeke. Pero sólo era Larry volviendo con la carretilla vacía al cobertizo. La dejó a
un lado y se quedó mirando al Rabioso unos instantes, su rostro estaba
arrugado por el dolor.
―Maldita sea―murmuró con voz ahogada―. ¡Maldita, maldita, maldita sea!
Tenía la esperanza de que no< ―contuvo el aliento, tragando saliva―. Tendré
que dejar que Patricia lo haga―susurró, sonando al borde de una crisis
nerviosa―. Oh Joe. Eras un buen hombre. No te merecías esto.
―¿Qué le va a pasar ahora? ―pregunté.
Larry no me miró, no alejó la mirada del Rabioso mientras respondía.
―Joe se ha ido―dijo con voz apagada―. Habríamos enterrado el cuerpo si no
hubiera Cambiado, pero ya no hay nada de él. El sol se encargará mañana de
los restos.
Se arrastró lejos, de vuelta a la casa, dejándome con la mirada fija en el
monstruo que había sido Joe, y me sentí completa y totalmente enferma.
Los ojos me ardían y sentí algo caliente deslizarse sobre mi mejilla. No lo limpié
esta vez, y siguió saliendo más y más, haciendo caminos carmesí por mi piel. El
Rabioso me miraba frío y calculador. Había dejado de arrojarse contra los
barrotes y ahora se acurrucaba en la esquina posterior, de forma extraña, como
un resorte listo para saltar.
―Lo siento―le susurré y él enseñó los colmillos con el sonido de mi voz―. Yo
hice esto. Tú todavía estarías vivo si no te hubiera mordido. Lo siento Joe.
―Lo sabía―susurró alguien detrás de mí.
Me di la vuelta. Ruth me miraba desde la esquina del cobertizo con sus ojos
marrones anchos por el shock.
272
C A P Í T U L O 17
Traducido por Nataly
Corregido por aranoi
Nos miramos la una a la otra, congeladas en el tiempo. Mientras se encontraban
nuestros ojos, me hice consiente de las cosas pequeñas sucediendo a nuestro
alrededor: el goteo de baba rabiosa golpeando el suelo, las líneas de sangre
manchando a través de mi mejilla.
Entonces Ruth dio un paso hacia atrás y respiro.
―¡Vampiro!
El grito se hizo eco de la leñera, trasladándose sobre la lluvia, mientras Ruth se
volteaba y huía. Detrás de mí, el rabioso chillido en respuesta, y mi naturaleza
vampírica surgió con un rugido. Me lancé hacia adelante por instinto. Antes de
que la niña pudiera tomar un solo paso, yo estaba enfrente de ella, golpeando
su espalda contra la pared, mostrando los colmillos al máximo. Ruth grito.
―¡C{llate! ―gruñí, incluso mientras me detenía de arremeter hacia adelante, de
guiar mis colmillos hacia su delgado cuello. El vampiro dentro aulló en
protesta, instándome a que mordiera, la fulmine con la mirada, separando mis
labios de mis colmillos―. Esa eras tú cerca de mi cuarto anoche, ¿no?
―demande―. Pensé que escuché a alguien en las escaleras. Has estado
husmeando alrededor de mí todo este tiempo, solo esperando a que algo
suceda.
―Yo lo sabía ―jadeo Ruth, contrayéndose de mí, su expresión encontrada entre
desafío y terror―. Sabía que había algo mal contigo. Nadie me creía, pero sabía.
Zeke pondrá tu corazón en una bandeja cuando se entere, perra vampiro.
Yo siseé, acercándome, mostrando mis colmillos en su cara.
―Eres demasiado presumida para alguien que está a punto de morir.
Ella se volvió blanca.
273
―¡No puedes!
Sonreí, enseñando los dientes, insegura de si hablaba en serio o no.
―¿Por qué no?
―¡Zeke sabr{! ―Ruth se encogió, ahora con p{nico, levantando las manos para
protegerse―. ¡Y también Jeb! No puedes matarme.
―¡Soy un vampiro! ―gruñí, al borde de perderme―. ¿Por qué no lo haría?
―¡Allison!
Me congelé, sintiendo el mundo detenerse por una fracción de segundo. En ese
latido, un torrente de emoción se deslizo a través de mi, casi demasiado rápido
para reconocerlo. Horror, enojo, culpa, lamento. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué
diablos había venido sobre mí? Miré a Ruth con aturdimiento, consternación y
revulsión extendiéndose a través de mí. Otro segundo, y tal vez la hubiera
matado.
Pero lo peor de todo<
Bajando mis manos, me volteé lentamente< para encarar a Zeke parado unos
cuantos metros lejos. Su pistola desenfundada, angulada a mi corazón.
Nos miramos el uno al otro, en silencio con la lluvia cayendo. Por otro
momento surreal, sentí una puñalada de deja vu, recordando hacia atrás a
nuestro primer encuentro en el pueblo abandonado. Pero a diferencia de
aquella primera vez, los ojos de Zeke eran pedregosos, su boca contraída en una
línea siniestra. Esta vez, él era serio.
―Déjala ir, vampiro.
Mis entrañas se encogieron, oyendo esa palabra de él, fría, dura e inflexible.
―¿Por qué debería? ―le reté―. Me mataras en cuanto esté libre.
Él no lo negó, solo continuó observándome, ojos brillando a través de la lluvia.
Esperé un momento más largo, luego me deje caer en resignación.
―Vete de aquí― le dije a Ruth sin mirarla, y ella no se detuvo. Huyendo de la
leñera, corrió al lado de Zeke, fulminándome con la mirada con ojos
ensanchados llenos de odio.
274
―Ve a traer a Jeb ― ordeno Zeke en una voz calmada, nunca apartando su
mirada de mí―. Alerta al resto de la casa, pero no vengas de regreso a ayudar,
Ruth. Quédate adentro, mantén a los niños cerca, y cierra la puerta, ¿entendiste?
Ella asintió y huyo de regreso a la casa, gritando ya. Me tensé mientras su
estridente voz hacía eco sobre la lluvia. En unos pocos minutos, todo varón en
el compuesto estarían corriendo hacia mi con hachas y tridentes y armas de
fuego. Tenía que salir de aquí, pero primero, tenía que lidiar, con Zeke.
Saqué mi espada, y se puso rígido, jalando su machete también, todavía
manteniendo la pistola inmovible hacia mi centro. Lo miré y peleé con la
desesperación amenazando con aplastarme. Iba a tener que pelear con él. Zeke
no me dejaría ir, no después de lo que le hice a Ruth. Lo siento, quería decirle,
sabiendo que no le importaría. Siento que haya terminado así. Pero tú no me dejaras
caminar fuera de aquí, y no me voy a quedar aquí de pie y morir, ni siquiera por ti.
―Eso no me va a detener ―le dije, desplaz{ndome a una mejor posición, para
quitarme del camino si lo necesitaba―. Soy mucho m{s r{pida que tú. Incluso
si descargas esa pistola en mi corazón, no me va a matar. Ya estoy muerta.
―Te har{ ir m{s despacio ―replico Zeke, d{ndole vuelta a su machete en un
arco agraciado, las orillas filosas centelleando en la oscuridad―. Y ese es todo el
tiempo que necesito. ―Él se balanceó hacia el otro lado, un lento, movimiento
cuidadoso, y yo di el paso con él, moviéndome fuera de línea. Dimos vueltas,
armas sostenidas listas, ojos concentrados en el otro, mientras el Rabioso
siseaba y gruñía desde su jaula.
―¿Cu{ntos? ―demando Zeke, su rostro duro. Yo fruncí el ceño en confusión―.
¿A cu{ntos de nosotros mordiste? ―se explicó en una voz fría―. ¿De quién te
alimentabas? ¿Caleb? ¿Darren? ¿Deberían estar preocupados de que se
convertirán en Rabiosos o vampiros?
―Nunca mordí a ninguno de ustedes ―le conteste, enojada de que pensara eso,
sabiendo que no tenía derecho a estarlo. Claro, ¿que m{s debería él creer?―.
Nunca me alimenté de nadie ―dije en una voz m{s razonable―. Y así no
funciona. Tendría que matar a alguien para convertirlos en un Rabioso.
―Como a Joe.
Mi estómago se contrajo, pero intente mantener mi voz y expresión neutral.
275
―Yo< no pretendía que eso pasara ―dije, deseando que me creyera―. Y tal
vez no hubiera importado. Él ya podría estar infectado del jabalí. ―Pero era
una excusa débil, una que no creía sinceramente, y sabía que Zeke tampoco. En
su mente, había transformado a ese Rabioso yo sola.
Zeke sacudió la cabeza.
―Solo nos estabas usando ―murmuro, como si le doliera decirlo―. Todo este
tiempo. Ahora tiene sentido, nunca creíste en Eden, nunca creíste nada de esto.
Todo lo que querías era una fuente f{cil de alimento. Y yo me lo creí. ―Apretó
su mandíbula―. Dios, deje a Caleb y a Bethany solos con un vampiro.
Mi corazón se hundió, incluso mientras la traición quemaba caliente y fuerte en
mi pecho. Este Zeke era diferente, el estudiante de Jebbadiah Crosse, el niño
que había sido entrenado toda su vida a odiar a los vampiros y todo acerca de
ellos. Sus ojos eran fríos, su expresión cerrada, inflexible. Ya no era más Allison
para él sino un demonio sin nombre, el enemigo, una criatura que necesitaba
ser asesinada.
Entonces esto es. Apreté mi agarre en mi arma, y lo vi hacer lo mismo. Nos
movimos lentamente, pero apostaba a que Zeke no sabía qué tan rápido un
vampiro verdadero podía moverse. Que me dispara iba a doler, pero después
de la primera ronda podía cerrar la distancia y<
Mis pasos se tambalearon. Y< ¿qué? ¿Matarlo? Cortarlo, ¿como hice con los
motociclistas o el jabalí Rabioso? Ya podía sentir la sed de sangre tarareando en
mis venas, desesperada por violencia. Incluso si lo desarmaba, no podía confiar
en mí, mi demonio, no para saltar sobre él ni romperlo en pedazos.
Los ojos de Zeke me siguieron, nunca apartándose. Casi podía ver su dedo
apretándose sobre el gatillo, cuando me enderecé y regresé mi arma a su funda.
Su ceja se frunció, confusión cruzando su cara, y sacudí la cabeza.
―No puedo hacer esto. ―Encar{ndolo completamente, levantando mis manos
vacías, antes de dejarlas caer a mis costados―. Disp{rame si tienes que hacerlo,
pero no peleare contigo Zeke.
Él no se movió, una guerra de emociones diferentes recorriendo sus ojos,
aunque la pistola no se movía, gritos hacían eco sobre la lluvia, el sonido de
pies chapoteando por el lodo.
276
Di un paso hacia atrás, lejos de él, hacia la pared exterior y el bosque que había
más allá.
―Me voy ahora―dije silenciosamente, y Zeke levantó la pistola una fracción de
centímetro, apretando sus labios juntos―. No me veras otra vez, y no hablaré
con nadie en mi salida. Siéntete libre de poner una bala en mi espalda, pero de
una forma o de otra, me voy a ir de aquí.
Me di la media vuelta, preparándome para el trueno de la pistola, por la
explosión de dolor a través de mis hombros. Zeke estuvo con el arma apuntada
hacia mí un momento más, y después dejo caer su mano con un suspiro.
―Solo vete ―susurro, sin verme―. Sal de aquí, y nunca regreses. No quiero
verte otra vez, nunca.
No respondí. Me di la vuelta completa y crucé los pasos finales hacia la pared,
mirando hacia arriba al borde.
―Allison
Volteé. Zeke estaba en la misma posición con su espalda hacia mí, la pistola
colgando a su lado.
―Estamos a mano ahora ―murmuró―. Pero< este es el último favor que te
concederé. Si te veo otra vez, te mato.
Encaré la pared otra vez, no queriendo revelar cuánto me dolió eso, o cuánto
quería voltearme y enseñarle cuán demonio podía ser. Mi garganta quemaba,
pero tragué las lágrimas y el coraje, enterrándolas bajo fría indiferencia. Sabía,
eventualmente que llegaría a esto.
Flexionándome sutilmente, salté hacia la cima de la pared, encontrando grietas
y asideros para escalar cuatro metros y medio de acero y metal. Aterrizando al
otro lado, salté mientras disparos sonaban detrás de mí, cuatro en sucesión
rápida, de la pistola de Zeke. Me di la vuelta para ver un puñado de hoyos de
bala en una lámina de metal, varios metros de donde estaba. Zeke no había
estado apuntando hacia mí, solo asegurándose que Jeb supiera que me alejó.
Que no había dejado ir al vampiro sin una pelea.
Los campos se extendían delante de mí, y después de ellos, los oscuros bosques
llamaban. Detrás de mí, escuché a Zeke detenerse por un largo momento,
277
entonces sus pisadas se alejaron, de regreso a Jebbadiah y su familia, donde él
pertenecía.
Yo empecé a caminar también, lejos de la valla y los humanos y del paraíso de
seguridad que era una mentira. Me imaginé a mí y a Zeke, la brecha entre
nosotros ensanchándose mientras nos alejábamos más y más. Cada uno
desvaneciéndose en su propio mundo en el que el otro no podía sobrevivir.
Para el tiempo que me acerqué a la orilla del bosque, donde los Rabiosos y los
demonios y los otros horrores esperaban, el abismo se había convertido tan
grande que no podía ver el otro lado ya.
278
PARTE IV
V A G A B U N D O
279
C A P Í T U L O 18
Traducido por AdyRod
Corregido por aranoi
Ellos esperaban en la entrada del bosque, sus ojos brillaban a través de la lluvia
y me miraban con la fija mirada de la muerte. Eran cuatro, incluyendo a la
mujer con el vestido hecho jirones, estaban agazapados entre los árboles y las
ramas goteantes del bosque. Los miré y ellos hicieron lo mismo, ninguno de
nosotros se movió, éramos cinco estatuas en la oscuridad, el agua se deslizaba
por mi piel pálida, goteando en la hoja en mi mano.
Y esperamos. Monstruos mirándose en la noche. La tormenta parpadeaba a
nuestro alrededor reflejándose en los ojos de los Rabiosos, revelando la
ausencia de vida en ellos, pero ninguno de nosotros se estremeció siquiera.
Entonces la mujer del vestido silbó suavemente, mostrando los colmillos
afilados y retrocedió, alejándose de mí en la oscuridad. Después de un
momento, los otros Rabiosos hicieron lo mismo, arrastrándose de nuevo sin
pelear, reconociendo a otro depredador.
Los miré sintiéndome fría y distante, vi como se deslizaban fácilmente a mi
alrededor y salían de los árboles dirigiéndose hacia el complejo que acababa de
dejar. Yo no era la presa. Era un cadáver, un ser cuyo corazón no se aceleró, que
no respiraba o sudaba o que olía a miedo. Estaba muerta.
Igual que ellos.
Eres un vampiro, me había dicho Kanin, en lo que parecía mucho tiempo. Eres un
lobo entre ovejas, más fuerte, más rápida, más salvaje de lo que nunca podrán ser. Ellos
son comida, Allison Sekemoto. Y en el fondo, tu demonio siempre los verá como tales.
Un rayo iluminó los árboles. A mi espalda estaba el complejo de los Archer en
el campo, se reflejaron las fogatas que ardían débiles en la tormenta. Ahora
habría menos personas manejando las plataformas, su visión humana y frágil
sería cegada por la lluvia y el humo.
280
Eres un vampiro, susurró Stick con ojos enormes y atemorizados. Un vampiro.
Los Rabiosos llegaron al borde de los árboles y se detuvieron, cuatro asesinos
pálidos, inmóviles, mirando el complejo en la colina. Me pregunté cuántos
Rabiosos acechaban en la oscuridad más allá de los campos, observando a su
presa con la paciencia de los muertos. Si Jebbadiah conducía a su pueblo fuera
del complejo esta noche, podían caminar hacia una emboscada. Incluso si se las
arreglaban para expulsarlos, alguien probablemente moriría.
¿Y qué? Envainé mi espada y le di la espalda a los Rabiosos, el pueblo aún se
escondía detrás de la pared. Había tratado de encajar y me habían expulsado.
Que los sacrificaran los Rabiosos, ¿qué me importaba? Yo era un vampiro y los
seres humanos ya no eran de mi incumbencia.
Este es el último favor que te otorgo, había dicho Zeke con la voz fría y dura. Si te
vuelvo a ver, te mato.
Mi pecho se sintió apretado. Este daño era peor que todas las mentiras,
traiciones y puñaladas por la espalda. Era diferente de la traición de Stick, si
hubiéramos sido amigos por años, sabía en el fondo que Stick me había estado
utilizando. Que era más que capaz de venderme si algo mejor llegaba. Zeke era
diferente. Hizo cosas porque realmente le importaba, sin esperar nada a cambio.
Era su propia filosofía. En las calles, en el Fringe, sin importar dónde estuvieras,
cada humano veía por sí mismo. Había aprendido que nada era gratis, que todo
el mundo tenía un ángulo. Así es como eran las cosas.
Excepto Zeke. Zeke me había tratado como a un ser humano, como un igual.
Me había defendido, ayudado, me había dado cosas como si fuera lo más
natural del mundo. Le importaba, porque era su naturaleza.
Todo lo que había hecho, ahora hacía más doloroso saber que había mentido al
decirme que podía confiar en él, cuando sus ojos se habían vuelto duros y fríos,
y me había visto como si yo fuera un monstruo.
Tú eres un monstruo, la voz profunda de Kanin zumbaba en mi cabeza otra vez,
como si me forzara a moverme, a seguir. Siempre vas a ser un monstruo, no hay
vuelta atrás. Pero, ¿qué tipo de monstruo quieres llegar a ser?
Me mordí el labio. Me había olvidado de esa parte. Por un momento me quedé
allí, luchando conmigo misma. El viento azotaba a mi alrededor sacudiéndome
281
el cabello y la ropa, agitando las ramas. Las hogueras ardían en el claro con
poca fuerza, y los Rabiosos se movieron inquietos al borde de los árboles.
Zeke te traicionó, susurró un hilo de voz furiosa en mi cabeza. No es mejor que
Jebbadiah, no es mejor que cualquiera de ellos. Para él no eres más que otro demonio que
debe ser perseguido y eliminado. ¿Por qué te importa si llega a su Edén? ¿Por qué te
importa cualquiera de ellos?
Porque<
Porque me importaba, me di cuenta. Me preocupaba que este terco pequeño
grupo de humanos desafiara todo en su búsqueda de una mejor vida. Me
preocupaba que corrieran el riesgo de toparse con Rabiosos, hambre y
condiciones horribles por seguir ese sueño y aferrarse a la esperanza, aunque
supieran en el fondo que era imposible. Pensé en Caleb y Bethany. Les había
dicho que tendrían cabras en Edén. No podían morir ahora, por el hambre o
desgarrados por Rabiosos. Quería que tuvieran éxito, desafiando a todos los
pronósticos y llegando hasta el final. ¿Podría abandonarlos con los monstruos
que me habían matado?
―No.
Los Rabiosos sisearon, mirando hacia atrás por el sonido de mi voz. Lentamente
me giré hacia ellos y nos miramos una vez más, el viento soplaba a nuestro
alrededor.
―No ―dije de nuevo y los Rabiosos encresparon sus labios hacia atr{s,
mostrando los colmillos―. No soy como ustedes. No soy como los vampiros en
la ciudad. Puede ser que sea un monstruo, pero también puedo ser un humano.
Puedo elegir la humanidad. ―Alcé la mano hacia atr{s y saqué la espada, un
brillo de luz en la oscuridad. Los Rabiosos gruñeron y se pusieron en cuclillas
con los ojos fijos en la hoja. Dando un paso hacia adelante saqué mis colmillos y
les gruñí en respuesta―. Vamos, hijos de puta ―los desafié―. ¡Si los quieren,
primero tendrán que pasar sobre mí!
Los Rabiosos gritaron, descubriendo y crujiendo sus colmillos. Di un grito de
guerra sintiendo emerger a mi demonio, saboreando la violencia, y esta vez le
di la bienvenida a su llegada. Me lancé entre ellos blandiendo mi arma.
Apenas sabía lo que estaba haciendo, todo eran gritos, colmillos y garras,
Rabiosos lanzados por el aire, mi espada cantando mientras bailábamos y
282
girábamos y cortaba a los monstruos que nos rodeaban. Su contaminada y
maloliente sangre empapó la tierra y los árboles, sus gritos se elevaron en el
viento. Vinieron más Rabiosos atraídos por los sonidos de la batalla, saltando a
la arena. También los reduje, gruñendo mi odio, mi furia y mi venganza. Eran
demasiado lentos, sin sentido, se arrojaban sobre mi espada con furia de animal
vicioso. Giraba de un ataque a otro atravesando mi hoja por sus cuerpos
pálidos, gritando, sintiendo la danza de la espada en mis manos.
Cuando todo terminó estaba en el centro de una masacre, cortada, sangrando y
rodeada de cuerpos pálidos y desmembrados. El Hambre parpadeó, siempre
presente, pero la empujé hacia abajo. Era un vampiro. Nada iba a cambiar eso.
Pero no tenía que ser un monstruo.
Limpié la sangre de los Rabiosos de mi espada, la envainé y me volví para
mirar entre los campos. El complejo estaba en silencio y a oscuras en la colina,
salían nubes de humo entre la lluvia. Me instalé en un árbol y miré, esperando a
que las puertas de hierro se abrieran y escuchara el crujido y gemido del metal.
Pero pasaron las horas y la tormenta se dirigió hacia el este, y las puertas no se
movieron.
Supongo que Jeb no quiere abandonar la seguridad del complejo cuando podría haber un
vampiro acechando desde afuera, pensé, mirando nerviosamente hacia el cielo.
Faltaba una hora para el amanecer, probablemente no irían a ningún lado esta
noche. Supongo que, después de todo, algunas cosas son suficientes para hacer una
pausa.
Cuarenta minutos más tarde, con la luz del sol amenazando desde el horizonte
y los pájaros cantando en los árboles, me levanté para encontrar un lugar para
dormir, cuando el gemido del metal llamó mi atención.
¿Se van? ¿Ahora? Aturdida, vi cómo se abrió la puerta y el pequeño grupo de
humanos salieron hacia la hierba. Conté a todos: Jeb y Darren llevando
escopetas apuntadas hacia el bosque. Ruth y Dorothy. Caleb, Bethany y
Matthew apilados en el centro. El silencioso Jake, ahora con un rifle. Los viejos
Teresa y Silas. Y por último, en la retaguardia, asegurándose de que todos
estuvieran bien, el chico que me había expulsado, que le había dado la espalda
al vampiro, pero lo había dejado ir sin luchar.
Así que Jeb había decidido salir durante el día, obviamente, tratando de escapar
cuando los vampiros no podían viajar. Una opción inteligente, tenía que
283
admitirlo. No sería capaz de seguirlo ahora, no con el sol a punto de salir por el
horizonte. Sin embargo, Jeb no conocía a los vampiros. No me conocía. Él
podría conducir a su pueblo tan rápido y tan lejos como quisiera. Yo era muy,
muy persistente.
Zeke barrió su pistola sobre el campo al salir del recinto, sus ojos se estrechaban
con concentración. Buscaba un vampiro pero no lo encontraría. No podría
verme entre los árboles, la oscuridad, y el bosque envuelto en sombras. Una
parte de mí todavía se preguntaba por qué estaba haciendo esto, por qué me
molestaba. Jeb me mataría si me descubriera, y Zeke haría todo lo posible por
ayudar. Pero a medida que cruzaban el campo, no pude evitar pensar en lo
vulnerables que parecían, cuán fácilmente una horda de Rabiosos podría
separarlos, incluso con la protección de Zeke y Jeb. Y me acordé de la mirada de
Zeke al hablar de a cuántos habían perdido, el tormento de su cara porque se
culpaba. Yo no dejaría que eso sucediera. No a Caleb o a Bethany o a Darren o
a Zeke. No dejaría que nadie muriera.
Cuando el último humano pasó la puerta, se cerró detrás de ellos con un gran
estruendo final que se hizo eco a través de los campos vacíos. Con Jebbadiah
Crosse en la delantera y Zeke cerrando la marcha, el grupo se dirigió en silencio
hacia la oscuridad del bosque, avanzando hacia su ciudad mítica en algún lugar
más allá del horizonte.
Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios. De acuerdo, Zeke, pensé,
retrocediendo hacia las sombras, preparándome para hundirme en la tierra.
Corre si quieres. Los veré pronto, incluso si ustedes no me ven. Me aseguraré de que
lleguen a su Edén, te guste o no. Detenme si puedes.
La noche siguiente, me empujé fuera de la tierra sintiendo que tenía un
propósito. La noche era clara, la luna y las estrellas brillaban. No fue difícil
encontrar las huellas de una docena de seres humano caminando en medio del
bosque. Pude ver sus huellas en la tierra blanda y el barro. Podía seguir su paso
por las ramitas y la hierba aplastada, eran signos evidentes que iban dejando.
284
Ni siquiera se molestan en ocultar sus huellas, pensé pasando por un punto bajo en
el camino, batido del barro de los pies y las botas de varios. Me puse un poco
nerviosa. Mis sentidos de vampiro podían seguir esto fácilmente, por lo que
cualquier cantidad de Rabiosos y animales podrían estar al acecho. Supongo que
Jeb está más preocupado por la velocidad. Lo bueno es que los Rabiosos no son lo
suficientemente inteligentes como para seguir a sus presas, de lo contrario estarían en
un montón de problemas.
Seguí el rastro la mayoría de la noche, deslizándome fácilmente a través de la
oscuridad del bosque ya que no tenía necesidad de disminuir la velocidad o
descansar. Encontré algunas latas vacías arrojadas a los matorrales, repletas de
hormigas, y supe que estaba en el camino correcto. Cuando llegó el amanecer
me enterré en el suelo frustrada por tener que parar, pero sintiendo que estaba
cerca.
Dos horas después de la medianoche a la noche siguiente, por fin oí voces
flotando delante de mí entre los troncos y las ramas, y mi corazón saltó. Tan
silenciosamente como pude, me acerqué más, escuchando retazos de
conversación entre la brisa. Oculta por una roca pude finalmente ver a dos
figuras familiares, de pie al borde de una estrecha carretera agrietada que
serpenteaba hacia la oscuridad.
Jebbadiah y Zeke estaban sobre el pavimento, frente a frente. La boca de Jeb era
una línea delgada, severa, mientras que la cara de Zeke se veía seria, sin
expresión.
―Haremos menos ruido si caminamos sobre el asfalto―decía Zeke un tanto
exasperado pero tratando de no mostrarlo. A unos metros de distancia el resto
del grupo se acurrucaba entre los árboles mientras Jeb platicaba con su pupilo.
Me apoyé en la piedra, oculta entre las sombras y escuché―. Ser{ m{s f{cil para
Teresa y los niños, y también iremos más rápido.
―Si Jackal y sus matones vienen sobre ruedas, no lo vamos a saber hasta que
estén sobre nosotros ―argumentó Jeb en voz baja, mirando a Zeke con ojos
fríos y furiosos―. Has visto lo rápido que se mueven, para cuando lo
escuchemos venir será demasiado tarde. ¿Vas a sacrificar la seguridad del
grupo solo porque es un poco más difícil ir por el bosque?
Para su crédito, Zeke no retrocedió.
285
―Señor ―dijo Zeke en voz baja―, por favor. No podemos seguir así. Todo el
mundo está agotado. Caminando todo el día y toda la noche, necesitamos un
descanso. Si las cosas no se facilitan la gente va a cometer errores y se va a
rezagar. Y si alguien nos sigue, sólo seremos mucho más fáciles de encontrar.
―La mandíbula de Jeb se tensó, entrecerró los ojos y Zeke se apresuró a
continuar―. Pronto vamos a necesitar m{s suministros ―dijo―. Y Larry me
dijo que este camino conduce a una ciudad. Señor, necesitamos comida,
municiones y un descanso adecuado. Creo que prefiero hacerle frente a la
posibilidad de invasores que tener Rabiosos y vampiros a mis espaldas en el
bosque.
Jeb lo miró y por un momento pensé que se negaría sólo por el principio de no
estar de acuerdo con nadie. Pero luego dejó escapar un aliento corto e irritado y
se volvió a la carretera.
―Manténganse todos juntos ―espetó mientras Zeke se enderezaba
r{pidamente―. Y quiero que dos personas se queden a por lo menos a unos seis
metros detrás del resto. Si escuchan o ven algo quiero saberlo de inmediato,
¿está claro?
―Sí, señor.
Le dio una última mirada torva a su pupilo y luego se dirigió resueltamente
hacia el pavimento mientras Zeke se volvió para indicar a los demás que se
mantuvieran en movimiento. Ellos arrastraron los pies, claramente aliviados de
estar fuera del bosque enmarañado y oscuro, y del agarre de los árboles. El
camino se desmoronaba lleno de agujeros, todavía era peligroso, pero era más
fácil que pasar entre arbustos tropezando con piedras y ramas.
No los seguí sobre el pavimento, sin embargo me deslicé en el borde de los
árboles y los arbustos. Aunque todavía estaba oscuro como la boca del lobo, tal
vez sería demasiado fácil para Zeke mirar atrás y ver una silueta en campo
abierto, caminando tras ellos. Todavía podía escucharlo, aun cuando él y
Darren se alejaron del grupo los seis metros requeridos. Al principio iban en
silencio, los únicos sonidos eran sus pasos desiguales sobre el pavimento, luego
llegó hasta mí la voz de Darren en la oscuridad.
―Últimamente tu viejo se asegura de patearte el culo―murmuró―. Esta es la
primera vez desde los Archer que te habla como a un ser humano de nuevo.
286
―Él estaba enojado. ―Zeke medio se encogió de hombros―. Puse en peligro a
todo el grupo. Si algo hubiera sucedido habría sido por mi culpa.
―No puedes culparte Zeke. Todos la vimos, yo hablé con ella. Ella nos engañó
a todos.
Mi instinto se retorció y entrecerré los ojos enfocándome en la conversación. El
sonido del viento y las ramas crujiendo se desvanecía a medida que me
concentraba exclusivamente en los chicos frente a mí. Oí suspirar a Zeke y lo
imaginé pasando sus dedos por el cabello.
―Debería haberlo visto ―murmuró con voz cargada de odio―. Había tantas
señales, tantas pequeñas cosas, ahora que lo pienso. Y no las puse juntas. Nunca
pensé que< que pudiera ser un vampiro. ―De repente Zeke pateó un pedazo
de pavimento haciéndolo chocar contra los arbustos―. Dios, Dare―murmuró
entre dientes―. ¿Y si mordió a alguien? Como Caleb. ¿Y si se alimentó de los
chicos todo el tiempo? Si hubiera matado a alguien, si algo les sucediera<
porque yo< ―Se calló, casi ahog{ndose con el disgusto antes de murmurar―:
Nunca me lo perdonaría.
Sentí frío y apreté los puños para reprimir la ira que se levantaba como una
tormenta. Zeke debería conocerme mejor, debería saber que nunca habría<
Me detuve, desenroscando mis manos. No, no debería. ¿Por qué habría de
hacerlo? Yo era un vampiro y los niños eran la presa más fácil. En su lugar yo
pensaría lo mismo.
Aun así, dolía. Escuchar otra vez lo que realmente pensaba de mí: Un monstruo
que se aprovechaba de forma indiscriminada de los más pequeños y débiles.
Me dolió mucho más de lo que podría haber pensado. Había tratado muy duro
de no alimentarme de cualquiera de ellos, sobre todo de Caleb y Bethany, y
todo para nada.
Pero para eso había sacrificado a otra persona, a un desconocido, para no
alimentarme de alguien que conocía. Por lo tanto, tal vez sus temores estaban
justificados.
―Zeke ―llegó de nuevo la voz de Darren, vacilante, como si temiera que
alguien escuchara―. Sabes que no tengo ninguna razón para dudar de ti. Si
crees que ella es un vampiro, entonces yo te creo. Pero< pero ella no parecía
tan mala< para mí ¿sabes? ―Hizo una pausa como si se sorprendiera por
287
haber dicho tal cosa, pero continuó―. Quiero decir, sé lo que Jeb nos ha dicho.
Sé que dice que son demonios y no hay nada humano en ellos, pero< nunca he
visto uno antes de Allison. ¿Y si nos equivocamos?
―Basta. ―Sentí la voz de Zeke como hielo en el estómago. Era dura y
peligrosa, el mismo tono que había usado cuando se enfrentó a un vampiro la
noche bajo la lluvia―. Si Jeb te escucha decir eso te expulsar{ en un parpadeo.
Si empezamos a cuestionar todo lo que sabemos entonces estamos perdidos, y
no voy a empezar a dudar ahora. Ella es un vampiro y eso es todo lo que
necesito saber. No voy a poner a todos en peligro sólo porque le sientas apego.
Mira quién habla, pensé justo cuando Darren murmuró exactamente lo mismo,
Zeke frunció el ceño.
―¿Qué?
―Mira quién habla ―repitió Darren, esta vez m{s enojado―. Puede que la
invitara a cazar pero no la veía para hablar todas las noches. Todo el mundo
pudo ver la forma en que veías a la chica. No eras exactamente sutil, sabes.
Ruth estaba cerca de maullar cada vez que ustedes se iban a hacer algo. Así que
no me sermonees sobre el apego, Zeke. Tú estabas enamorado de ese vampiro,
todos lo sabíamos. Tal vez sea mejor que revises tu propio cuello antes se
señalar a cualquier otra persona. Me parece que el vampiro te pudo haber
mordido en cualquier momento<
Zeke se volteó y golpeó a Darren en la mandíbula enviándolo al pavimento. Me
quedé inmóvil en estado de shock. Darren se enderezó limpiándose la boca y se
lanzó contra Zeke con un grito, llevándolos a ambos al suelo. En el grupo se
levantaron chillidos y gritos mientras los dos chicos luchaban lanzando puños y
patadas en medio de la carretera. Darren era mayor y un poco más alto, pero
Zeke había sido entrenado para luchar y logró estar a horcajadas sobre el pecho
de Darren, golpeando su rostro. El olor de la sangre corría por el aire.
Todo había terminado en cuestión de segundos aunque la lucha actual parecía
hacerse más larga. Jake y Silas descendieron aparte con los niños curiosos, y los
dos peleadores se miraron jadeando y secándose la boca. La nariz de Darren
estaba sangrando y los labios de Zeke estaban abiertos, goteando rojo sobre el
pavimento. No forcejearon con quienes los separaron aunque ambos parecían
dispuestos a continuar si los soltaban.
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―¿Qué significa esto?
Había que darle crédito a Jeb. No gritaba, ni siquiera levantó la voz, pero la
tensión entre los dos chicos se evaporó instantáneamente. Jeb apartó a los
hombres y se puso entre los excombatientes con aspecto sombrío. Vi sus caras
de cerca. Darren estaba pálido y aterrorizado, pero la expresión en el rostro de
Zeke era de vergüenza.
―Decepcionante Ezekiel. ―El tono de Jeb no podía ser m{s bajo que si hubiera
caído de un edificio de treinta pisos, pero Zeke dio un respingo como si le
hubieran dado una sentencia de muerte.
―Lo siento, señor.
―No es conmigo con quien debes disculparte. ―Jeb los vio con su mirada de
acero y luego dio un paso atr{s―. No sé por qué peleaban ni me importa. Pero
no le levantamos la mano a cualquier persona de esta comunidad, ambos lo
saben.
―Sí, señor ―murmuraron tanto Zeke como Darren.
―Dado que ambos tienen la energía suficiente para pelear, esta noche le
dejarán sus raciones a alguien que las necesite más que ustedes.
―Sí, señor.
―Jake ―dijo Jeb señalando al anciano que estaba adelante―. Toma la
retaguardia con Darren. Zeke. ―Se giró hacia Zeke quien se estremeció muy
ligeramente―. Tú vienes conmigo en la delantera.
Zeke y Darren intercambiaron una mirada, luego Zeke se dio la vuelta y siguió
a Jebbadiah a la cabeza del grupo. Pero vi el instante de disculpa entre ellos y
de repente me di cuenta de que Darren tenía miedo, no por él, sino por Zeke.
Supe por qué unas horas más tarde, cuando nos topamos con la pequeña
ciudad de la que Larry había hablado. Tuve el mismo sentimiento de vacío de la
mayoría de las comunidades muertas: calles agrietadas, coches oxidados,
289
estructuras cayendo en pedazos y cubiertas de maleza. Había una manada de
ciervos dispersos en un estacionamiento, saltando por encima de los vehículos y
carros oxidados. Darren miró a lo lejos con una mirada de hambre, con el rostro
arrepentido, pero Zeke caminaba al lado de Jebbadiah rígidamente, ni siquiera
miró hacia arriba.
Los seguí a través de la ciudad, abrazando los edificios y rodeando los coches,
hasta que llegaron a un pequeño edificio en la esquina de la calle. En algún
momento había sido blanco, con un campanario puntiagudo negro y las
ventanas con vidrios de colores. Ahora, el revestimiento se estaba pelando,
mostrando tablas podridas en su interior, y las ventanas habían sido rotas en
fragmentos diminutos que brillaban a la luz de la luna. Había una cruz de
madera en precario equilibrio sobre el techo, inclinada hacia delante como si
fuera a caerse en cualquier momento.
Esto debía ser una iglesia. No había visto una en pie, los vampiros habían
arrasado todas las que pudieron encontrar. No era extraño que el grupo se
sintiera atraído por este edificio, probablemente les daba una sensación de
seguridad. Jebbadiah los escoltó empujando a través de la puerta podrida y
también miré a mi alrededor para encontrar un lugar donde esconderme.
De la maleza asomaba la estatua rota y corroída de un ángel al borde del
terreno al lado de la iglesia. Curiosa, lo examiné y encontré varias tumbas
astilladas, rotas, enterradas bajo la hierba.
Esto debería ser un panteón o cementerio. Había oído hablar de ellos en Nueva
Covington, eran lugares donde las familias solían enterrar a sus muertos. En
Nueva Covington los cuerpos usualmente eran quemados para prevenir que el
virus se propagara. Este lugar, como la propia iglesia, era una reliquia de otro
tiempo.
El amanecer estaba a una hora. Me agaché y estaba a punto de enterrarme en la
tierra fresca y rica que había bajo la hierba y la maleza cuando escuché pasos
que se acercaban y me hicieron mirar hacia arriba.
Vi el brillo de Zeke, su forma alta cortaba el césped a varios metros de distancia,
seguido por Jebbadiah pisándole los talones. Me quedé inmóvil, un vampiro
inmóvil, tan inmóvil como las lápidas que me rodeaban. Pasaron muy cerca, lo
suficientemente cerca para poder ver la cruz de Zeke brillando en su pecho, y el
tejido blanco de la cicatriz en el rostro de Jebbadiah. Zeke caminaba
290
rígidamente delante del hombre mayor, mirando al frente como un prisionero
rumbo a la horca.
―Alto―dijo Jeb en voz baja y Zeke se detuvo. El hombre mayor sostenía algo
largo y metálico, golpeándolo contra la pierna.
Una antena de auto.
―Vamos a seguir con esto Ezekiel ―murmuró.
Mi mirada pasó a Zeke que permaneció inmóvil por un instante con sus manos
apretadas a los costados. Luego, lentamente, metódicamente, se volvió y se
quitó la camisa arrojándola al suelo. Me mordí el interior de mi mejilla. Su piel
era un mapa de cicatrices antiguas y pálidas cruzando la espalda y los hombros.
Girando con rigidez, colocó sus palmas contra una de las lápidas que
sobresalían de la hierba y agachó la cabeza. Vi sus hombros temblar, una vez,
pero su rostro permaneció impasible.
―Sabes por qué hago esto ―dijo Jeb suavemente, moviéndose detr{s de él.
―Sí ―murmuró Zeke. Sus nudillos estaban blancos agarrando la l{pida.
No te muevas, me dije cerrando los puños en el suelo. No te muevas. No vayas a
ayudarle. Quédate donde estás.
―Eres un líder ―continuó Jebbadiah y, sin previo aviso atacó a Zeke con la tira
de metal. Me encogí luchando contra el impulso de intervenir cuando Zeke
apretó su mandíbula. Sangre, carmesí brillante y viva se filtró por la espalda
llena de cicatrices―. Esperaba m{s de ti ―continuó Jebbadiah con el mismo
tono tranquilo, imperturbable, golpeándolo de nuevo, esta vez sobre los
hombros. Zeke inclinó la cabeza, jadeando―. Si caigo debes tomar mi lugar.
―Una r{pida sucesión de dos golpes m{s feroces―. No debes ser débil. No
debemos sucumbir a las emociones o deseos de la carne. Si vas a convertirte en
un verdadero líder debes destruir todo lo que te tiente, todo lo que te hace
dudar sobre tu moral o tu fe. Si vamos a sobrevivir a este mundo, si queremos
salvar la raza humana, debemos ser diligentes sin piedad. Si caemos, los
sacrificios que nos precedieron no habrán servido para nada. ¿Lo entiendes
Ezekiel?
La última pregunta estuvo acompañada con un golpe tan duro que Zeke
finalmente se quedó sin aliento y se apoyó contra la lápida. Me puse de cuclillas
291
en la hierba, temblando de furia, mis colmillos estaban completamente
extendidos, luchando contra el impulso de saltar y rasgar a Jebbadiah desde el
esternón hasta la ingle.
Jeb dio un paso atrás con el rostro liso y una vez más en blanco.
―¿Entiendes? ―preguntó otra vez en voz baja.
―Sí ―respondió Zeke con voz sorprendentemente fuerte cuando se levantó. Su
espalda era un caos de sangre, líneas furiosas por sus ya numerosas cicatrices―.
Entiendo. Lo siento, señor.
El hombre mayor tiró la antena a la maleza.
―¿Ya le pediste disculpas a Darren?―preguntó y cuando Zeke asintió, dio un
paso hacia adelante y lo agarró del hombro. Zeke se estremeció―. Vamos
entonces. Vamos a limpiarte antes de que la sangre atraiga a algo peligroso.
Hundí mis dedos en el suelo, viendo a Zeke ir lenta y dolorosamente a la
escalinata para recuperar la camisa y seguir a Jebbadiah fuera del cementerio.
Mis músculos dolían por la presión de mí misma. El olor de la sangre, la
violencia y la rabia furiosa hacia Jebbadiah eran casi demasiado para soportar.
Vi tropezar a Zeke, haciendo una mueca cuando se apoyó contra una lápida y
se me escapó un gruñido antes de poder detenerlo.
Zeke se enderezó mirando hacia el cementerio, un ceño de preocupación cruzó
su rostro. Me mordí la lengua maldiciéndome y me concentré en mantenerme
inmóvil. Era un árbol, una piedra, una parte del paisaje y la noche. La mirada
de Zeke se extendió por el cementerio, mirando hacia las sombras. Por un
momento miró hacia mí, nuestros ojos se encontraron en la oscuridad, pero
luego deslizó la mirada y continuó sin reconocerme.
―Ezekiel. ― Jebbadiah volvió a fruncir el ceño impaciente hacia su pupilo―.
¿Qué estás mirando?
Zeke dio un paso atrás.
―Nada señor. Me pareció oír< ―Sacudió la cabeza―. No importa.
Probablemente fue un mapache.
―Entonces, ¿por qué seguimos aquí todavía?
292
Zeke murmuró una disculpa y se alejó. Desaparecieron por la esquina, de
nuevo en la iglesia, y me desplomé en el suelo con Hambre y furia zumbando a
través de mis venas.
El olor de la sangre de Zeke aún flotaba en el aire aunque no era tan fuerte
como cuando estaba presente. Tuve que escapar; cuanto más me quedaba, más
lo quería. Y si Zeke, o peor, Jebbadiah, volvía al cementerio, no sería capaz de
resistirme y atacar a uno de ellos.
El cielo mostraba una pálida luz rosa entre las nubes, el sol no estaba muy lejos.
Me interné en el suelo frío del cementerio, tratando de no imaginar qué otras
cosas estaban aquí enterradas, debajo de la hierba y las lápidas. La tierra se
cerró a mi alrededor, oscura y reconfortante, y me deslicé en la negrura espesa
del sueño.
Y, por primera vez desde que salí de Nueva Covington, soñé.
Una ciudad vacía y oscura.
Rascacielos apoyados unos al lado de otros como árboles caídos.
Recuerdos teñidos de ira. No debería haber bajado la guardia. Debería haber visto la
trampa. Fui descuidada.
Hubo un relámpago volviendo blanco al mundo por una fracción de segundo. Y en la
quietud entre el flash y la siguiente explosión de truenos, lo vi.
Sonriéndome.
293
C A P Í T U L O 19
Traducido por ctt
Corregido por Pily
Desperté sobresaltada en la oscuridad y de inmediato supe que algo estaba mal.
Todo estaba completamente negro, pero podía oír golpes amortiguados en la
parte de arriba, sentir las vibraciones a través de la tierra, como estar bajo el
agua mientras estaba algo encima.
Arañé mi camino a través de la tierra, rompiendo en los terrenos del
cementerio, y una ola de calor golpeó mi cara, haciéndome gruñir y retroceder.
La iglesia estaba en llamas. Llamas rojas y naranjas saltaban de las ventanas y se
deslizaban por las paredes. La cruz en el techo ardía, envuelta en fuego como
un hombre con brazos extendidos, aceptando el dolor mientras se consumía.
El vampiro en mí retrocedió, silbando, con ganas de correr, enterrarse de nuevo
en la tierra donde las llamas no podían tocarme. Luché contra la urgencia y di
un salto vertical, explorando el terreno frenéticamente por Zeke o cualquier
signo de los otros.
El rugido de los motores hizo eco a través de las llamas, y armas de fuego
explotaron en algún lugar de la calle, cuatro disparos en rápida sucesión. Me
quité, saltando sobre lápidas, sacando mi espada al pasar la iglesia condenada y
corrí hacia un callejón. Mientras daba la vuelta en una esquina, algo pasó por el
fondo del pasillo, algo que rugía y tosía humo y brillaba metálico en la tenue
luz roja. Motos, hombres y armas de fuego.
Asaltantes. Mi estómago se contrajo en un nudo apretado.
La banda de Jackal estaba aquí.
Salí del callejón, espada y colmillos descubiertos, para ver otro asaltante
dirigiéndose hacia mí, el rugido de la moto golpeando sobre los edificios. Él dio
un grito mientras salté a un lado, apenas librándome de los neumáticos, y llevé
mi espada sobre el volante mientras pasaba. El asaltante se desvió a un lado, la
294
hoja perdiéndolo por centímetros, y precipitándose contra una pared. Oí el
crujido de metal y huesos, y el asaltante cayó al pavimento con la moto encima
de él.
Un grito resonó detrás de mí, y me hizo girar. A través de un laberinto de
coches muertos, un trío de seres humanos miró hacia arriba desde el centro del
lote, los ojos muy abiertos, mientras me veían. Dos de ellos estaban luchando
con un cuerpo que habían puesto de golpe en el toldo de un coche, con los
brazos inmovilizados detrás de él, uniendo sus muñecas con una áspera cuerda.
Su cabello rubio brillaba en la oscuridad, su cara apretada con dolor a medida
que lo presionaban en el metal.
―Zeke ―grité, adelant{ndome y los dos asaltantes pasaron a la acción. Uno
agarró un rifle de asalto que estaba en el techo del vehículo y el otro arrastró al
prisionero detrás de una camioneta y fuera de la vista.
Grité, dejando al descubierto los colmillos, y me fui contra el asaltante con el
arma. Sin vacilar, levantó el largo cañón para dispararme, aunque sus ojos
estaban muy abiertos por la sorpresa y el miedo, él sabía lo que yo era y no me
detuve cuando me avistó por el cañón y apretó el gatillo.
La pistola tiró una rápida sucesión en automático, enviando una lluvia de balas,
golpeando los coches oxidados a mi alrededor y soltando chispas del metal. Las
ventanas se rompían mientras me agachaba y me movía alrededor de los
coches, el estruendo de los disparos y cristales rotos era casi ensordecedor. Pero
podía sentir mi presa, oler su miedo y desesperación. Agachada detrás de un
vehículo, esperé hasta que el flujo de disparos se detuvo, escuché una maldición
desesperada del asaltante mientras buscaba recargar.
Di un salto sobre el coche, brincando por los tejados, y los ojos del humano se
abrieron con terror. Levantó su arma, disparó tres tiros salvajes, y entonces yo
estaba sobre él, golpeándolo contra una puerta, rompiendo la ventana. Algo
brillante destelló en su mano mientras hundía un cuchillo en mi cuello, justo
por encima de la clavícula, y disparó el dolor a través de mí como una bala.
Grité, doblé su cabeza a mi nivel, y hundí mis colmillos en su garganta.
Mi cuello estaba quemándose, pude sentir mi propia sangre corriendo por el
cuello de mi camisa. El Hambre era un enorme agujero en mi interior, oscuro y
voraz. La sangre llenaba mi boca, elevando mis sentidos. Esta vez, no me
contuve.
295
El asaltante se estremeció y, finalmente, quedó inerte en mis brazos. Tirando el
cuerpo, dejándolo caer al cemento, miré alrededor para localizar a Zeke y el
otro asaltante. Ellos no podían haber ido muy lejos, especialmente si Zeke
estaba resistiéndose. Alcancé a ver dos cuerpos que desaparecían entre los
edificios, el más pequeño era metido en el callejón con un arma en su espalda y
salté detrás de ellos.
Al salir del callejón, vi el asaltante arrastrando a Zeke hacia una camioneta gris
estacionada en la acera, las puertas abiertas y el motor en marcha. La furgoneta
había sido modificada en un arma letal. Clavos de metal se erizaban de las
puertas y el capó, y listones de hierro corrían por las ventanas. Incluso los
tapones de las llantas eran afilados y puntiagudos.
El asaltante volteó y me vio venir por él. Su rostro se puso pálido. Zeke todavía
estaba luchando con su captor, tratando de dar un tirón fuera de su alcance. Les
mostré mis colmillos y rugí, y el asaltante tomo una decisión. Se volvió y
empujó a su cautivo hacia mí, pero mientras este se tambaleaba hacia delante,
levantó la pistola y apuntó a la espalda sin protección de Zeke.
Dos disparos sonaron. Zeke cayó, golpeándose la cabeza en el pavimento. Me
quedé sin aliento y corrí hacia él mientras el asaltante saltó a la camioneta, cerró
la puerta y patinó al huir.
―¡Zeke!
Arrojándome a su lado, arranqué el cable de sus muñecas y lo rodé sobre su
costado. Su piel estaba pálida, sangre goteando de su nariz y boca, y sus ojos
estaban cerrados. Lo sacudí, sintiéndome enferma cuando su cabeza se
desplomó sin fuerzas, entonces me obligué a estar quieta y escuchar. Por un
latido, un pulso, cualquier cosa. Alivio me recorrió. Allí estaba, fuerte y
frenético. Estaba vivo.
―Zeke.
Toqué su cara, y esta vez se movió, abriendo sus ojos con un jadeo. Ojos azules
llenos de dolor parpadeaban hacia mí.
―¡Tú! ―jadeó entre dientes y se apartó de mí―. ¿Qué est{s haciendo aquí?
Como<―Se quedó sin aliento una vez más, alterándose, su expresión apretada
por la agonía.
296
―Quédate quieto ―le dije―. Te han disparado. Tenemos que salir de aquí.
―No ―dijo Zeke con voz {spera, tratando de levantarse―. Los otros. ¡Aléjate
de mí! Tengo que ayudarlos. ―Su pierna cedió, y cayó en el pavimento de
nuevo.
―¡Quédate quieto, idiota, o vas a sangrar hasta la muerte, y luego no ser{s
capaz de ayudar a nadie! ―Lo miré ferozmente, y finalmente cedió―. ¿Dónde
estás herido?
Hizo una mueca.
―Mi pierna ―jadeó, apretando los dientes.
Había un trozo desagradable quitado de la pantorrilla de Zeke, que estaba
sangrando por todo el lugar, pero por suerte, el hueso parecía intacto. Sin
embargo, la cantidad de sangre que exudaba de la herida me tentaba y me
preocupaba. Lo vendé lo mejor que pude, usando tiras de mi abrigo para hacer
un torniquete, tratando de ignorar el olor y el tacto de la sangre en mis manos,
en su piel.
Zeke apretó la mandíbula y no hizo ni un sonido a través de la primera parte
del proceso, pero en unos pocos minutos, él extendió la mano y quitó mi mano.
―Puedo hacer el resto ―jadeó―. Ve a ayudar a los dem{s. ―Vaciló un
momento, y luego añadió―: Por favor.
Me encontré con su mirada. Desesperación y preocupación brillaban en sus
ojos, eclipsando el dolor que sabía que tenía.
―Voy a estar bien ―dijo, luchando por mantener la voz firme―.Los otros no,
sin embargo. Están detrás de ellos. Hay que detenerlos.
Asentí con la cabeza y me quedé mirando hacia las sombras, escuchando
sonidos de persecución.
―¿Dónde?
Señaló por la calle.
―Lo último que vi, fue que Jeb estaba llevando parte del grupo en esa
dirección. Nos separamos cuando los oímos llegar, para despistarlos. ―Su
297
rostro se ensombreció―. Ellos ya tienen a Ruth y a Jake, tienes que detenerlos
de obtener a nadie más.
Lo agarré por las axilas y, haciendo caso omiso de sus protestas y
exclamaciones de dolor, lo arrastré fuera de la carretera.
―Quédate aquí ―le dije, poniéndolo detr{s de una mata de hierbas, por
encima de nuestras cabezas―. No quiero que te agarren otra vez mientras estoy
buscando a los otros. Estaré de vuelta tan pronto como pueda. No te muevas.
Asintió con cansancio. Agarré mi espada desde donde estaba en la acera y corrí
por el camino, en busca de las personas que me habían expulsado.
No pasó mucho tiempo. Podía oír el rugido de los motores, y el estallido de los
disparos a distancia sobre los edificios. El auge de la escopeta de Jeb hizo eco en
los techos, y empecé a correr. Pero, los edificios enmascaraban la dirección de
los disparos, y las calles iban confusamente a través de la pequeña ciudad,
callejones sin salida que no van a ninguna parte.
Salté sobre un muro lleno de musgo justo donde dos camionetas, blindadas y
llenas de púas igual que la anterior, pasaron rugiendo por delante de mí, detrás
de columnas de humo. Pasando a toda velocidad en la carretera, las vi irse lejos,
los gritos y las risas de los asaltantes haciendo eco.
Un rostro apareció en la ventana de atrás, asustado y pálido, presionado contra
el cristal. Los ojos de Ruth se encontraron con los míos, aterrorizada, antes de
que ella se perdiera de nuevo en la oscuridad, y la furgoneta chillara alrededor
de una esquina fuera de vista.
En la fracción de segundo que pensé en perseguirlos, faros atravesaron la
carretera en mi espalda, y el rugido de los motores hicieron eco en la calle. Me
volví para ver el resto de la pandilla, por lo menos treinta o cuarenta
motociclistas armados, giraron en una esquina y venían hacia mí.
Me lancé detrás de un carro a medida que pasaba la pandilla, riendo y gritando,
algunos disparando sus armas al aire. Agarré mi espada, dividida entre el
ataque y la auto-preservación. Podría haber saltado y rebanado a dos o tres
asaltantes antes de que el resto supiera lo que estaba pasando. Pero luego me
iba a tener que enfrentar a toda la pandilla, que probablemente se volvería y me
rociaría a balazos. Y a pesar de que era un vampiro, no lograría sobrevivir a
eso, no por mucho. Mi cuerpo era duro, pero no invencible.
298
Así que esperé y escuché hasta que el sonido de sus voces desapareció, hasta
que el rugido de los motores y el estallido de los disparos se desvanecieron en
la oscuridad y el silencio se apoderó de la ciudad una vez más.
Sólo para estar segura, comprobé los alrededores por sobrevivientes. Encontré
el lugar detrás de un almacén donde una obvia batalla había tenido lugar;
marcas de neumáticos en el pavimento, agujeros de bala en las paredes y
revistiendo los lados de los carros muertos. La escopeta de Jeb yacía en un
charco al lado de un camión volcado y un par de cadáveres de asaltantes
estaban tendidos en la hierba cerca, lo que indicaba que el viejo no se había ido
en silencio. Pero otros no escaparon del caos, tampoco. Dorothy estaba sentada
contra una rampa de cemento, dos pequeños agujeros carmesí filtrándose por
debajo de su clavícula, sus ojos perplejos con la mirada perdida en la nada.
Miré su cuerpo, la sensación de vacío y entumecimiento. No la conocía desde
hacía mucho tiempo, y había estado en el lado un poco loco, pero incluso con su
charla de los ángeles y vampiros-demonios, Dorothy había sido amable
conmigo.
Ahora ella se había ido. Así como los otros.
Rápidamente, regresé al lugar donde había dejado a Zeke, casi con miedo de lo
que iba a encontrar. Cuando me di la vuelta por la calle correcta, sin embargo,
vi una forma familiar apoyada en una señal de alto, con una mano sosteniendo
un machete mientras que con la otra se aferraba al poste, tratando de ponerse
en pie. O evitando caerse. Un sendero manchado de sangre lo seguía por la
acera.
―Zeke.
Me apuré más, tomándolo del brazo, pero él se sacudió con un siseo,
levantando su arma. Vi la ira y la incertidumbre destellando través de sus ojos
antes de que el dolor apareciera una vez más, y se dejó caer hacia adelante.
299
Tomé su peso otra vez, tratando de no respirar su aroma, la sangre que
empapaba sus ropas. El miedo y la preocupación hicieron que mi voz sonara
dura mientras lo llevaba cojeando por la acera.
―¿Qué est{s haciendo, idiota? ¿Quieres morirte? Pensé que te había dicho que
te quedaras abajo.
―Escuché< disparos. ―Zeke jadeó, su cara y cabello estaban húmedos con
sudor.
Podía sentir su agitación, su piel fría y pegajosa. Maldita sea, no podía seguir
así. Miré alrededor en busca de refugio y decidí que la casa en la calle de
enfrente funcionaría bien.
―Quería ayudar ―continuó Zeke mientras cruzaba la calle cojeando―. No
podía sentarme y no hacer nada. Tenía que intentarlo. Para ver... si alguien
escapó. ―Él apretó los labios fuertes mientras le daba una patada a la valla
abierta y tire de él a través del patio hasta la maleza que tapaba los escalones
del porche―. ¿Alguien... escapo?
Ignoré la pregunta, empujando la puerta y mirando en el interior. Esto, al
menos, era algo familiar. El yeso de las paredes estaba agrietado y pelado, el
piso sembrado de escombros y basura. Había un par de agujeros en el techo y
tejas rotas estaban dispersas por toda la sala, pero la estructura parecía bastante
sólida. Contra la pared había un sofá amarillo muy mohoso, pero
sorprendentemente intacto, y cuidadosamente dirigí a Zeke por todo el piso
desigual hasta que llegamos a él.
Se dejó caer en el sofá con un gemido apenas disimulado, cerrando los ojos por
un momento antes de obligarse a abrirlos otra vez, como si temiera apartar su
mirada de mí. Sentí una punzada de dolor mientras miraba hacia él, que estaba
indefenso en el sofá. No confiaba en mí.
―Est{s sangrando de nuevo ―dije, al ver que la sangre fresca se filtraba a
través del vendaje improvisado. Se puso tenso, y tuve que evitar las ganas de
señalar que si hubiera querido morderlo, lo habría hecho ya―. Espera aquí.
Voy a tratar de encontrar algo con lo que podamos limpiar esto.
Dándome la vuelta para ocultar mi enojo, salí de la habitación, más lejos en el
edificio a oscuras. Zeke no dijo nada, así que miré por toda la casa en silencio,
buscando por vendajes, comida o cualquier cosa que nos pueda ayudar. Las
300
habitaciones, aunque sucias y cubiertas de polvo y moho, estaban notablemente
intactas, como si los propietarios se acabaran de ir sin llevarse nada. La cocina
tenía una colección dispersa de platos rotos y tazas, y dentro del refrigerador
encontré lo que tenía que ser un cartón de leche de cien años de edad, puesto en
el estante superior. Las recamaras estaban prácticamente vacías, despojadas de
sábanas y ropa, aunque por el hedor de las heces y la orina, sospeché que un
zorro o tal vez toda una familia de mapaches había hecho su casa en la cama.
Me metí en la sala y encontré el baño. El espejo sobre el lavabo estaba roto, pero
en el interior del armario encontré una caja de gasas y un rollo de vendaje
polvoriento. Debajo de ellos estaba un pequeño frasco de pastillas y una botella
grande marrón llena a la mitad de líquido. Eché un vistazo a la etiqueta
descolorida, agradeciendo mentalmente a Kanin por insistir en que aprendiera
a leer mejor: la botella marrón contenía algo desesperadamente necesario.
Peróxido de hidrógeno, desinfectante tópico para cortes superficiales y heridas menores.
Un poco dudosa de las pastillas de color blanco, las dejé en el armario, pero
tomé la gasa y el peróxido y agarré una toalla polvorosa del estante cercano,
llevándole todo a Zeke. Estaba sentado recto en el sofá, tratando de desenvolver
el torniquete de su pierna. Pero por su mandíbula apretada y sudorosa y la
frente arrugada, no le iba bien.
―Deja de hacer eso ―dije, poniéndome en cuclillas a su lado, poniendo los
artículos en el piso―. Lo vas a empeorar. Déjame hacerlo.
Me miró con recelo, pero el cansancio y el dolor se impusieron al final, y se
recostó. Me puse a trabajar en la pierna de nuevo, limpiando la sangre con la
toalla, a continuación vertí el desinfectante generosamente sobre la herida. Zeke
silbó entre dientes cuando el líquido claro tocó la herida, burbujeando en
espuma blanca.
―Lo siento ―dije, y él dejó escapar un breve suspiro. Limpiando lo último de
la sangre, presioné el vendaje en su pierna y comencé a envolver la gasa
alrededor.
―Allison.
No levanté la mirada de mi trabajo, y mi voz sonó dura y plana.
―¿Qué?
301
Zeke vaciló, tal vez sintiendo mi estado de ánimo, y luego preguntó, en voz
muy baja:
―¿Los otros? ¿Tú... alguien...?
Apreté mi mandíbula, deseando que él no hubiera sacado el tema por el
momento.
―No ―dije―. Se han ido. Los hombres de Jackal los tomaron a todos.
―¿A todo el mundo?
Consideré mentir, o al menos restar importancia a la verdad, pero Zeke siempre
había sido honesto conmigo. Tenía que decirle, aunque lo odiara.
―No todo el mundo ―confesé―. Dorothy est{ muerta.
No dijo nada. Terminé de envolver su pierna y lo miré encontrándolo con la
cabeza inclinada y una mano sobre sus ojos. Recogí los suministros de primeros
auxilios y me levanté, mirando incómodamente mientras luchaba con su dolor.
Pero él no hizo ningún ruido: sin palabras, sin respiraciones de breves sollozos,
nada. Y cuando dejó caer su mano, sus ojos eran claros, su voz dura.
―Voy tras ellos.
―No solo, no ir{s ―dije, poniendo el peróxido y las vendas en una mesa
podrida―. A menos que pienses que puedes tomar a cuarenta asaltantes por ti
mismo, herido como estas. Voy contigo.
Me miró, con sus ojos azules brillando en la oscuridad y sombras, la cruz
brillaba en su pecho. Pude ver la lucha interna, yo era un vampiro, el enemigo,
y algo que no podía ser de confianza, pero al mismo tiempo, acababa de
salvarle la vida, y era su mejor esperanza de rescatar a los otros. Me acordé de
las cicatrices en su espalda y hombros, las creencias que habían, literalmente,
golpeado en él y preguntándome cómo de profundo corría el adoctrinamiento
de Jeb.
Finalmente, asintió con la cabeza, un gesto reticente, doloroso que parecía haber
tomado toda su determinación.
―Est{ bien ―murmuró al fin―. Voy a tomar toda la ayuda que pueda
conseguir. Pero... Él se enderezó, con los ojos reducidos a fríos cortes azules que
302
ya había visto en el complejo de Archer―. Si tratas de morderme, o alimentarte
de cualquiera del grupo, juro que te mato.
Me resistí a la tentación de desnudar mis colmillos.
―Así que es bueno saber dónde nos encontramos, sobre todo después de que te
acabo de salvar la vida.
Una sombra de culpabilidad cruzó su cara y sus hombros se desplomaron.
―Lo siento ―murmuró, pas{ndose una mano por el cabello―. Es que... No
importa. Estoy agradecido de que apareciste cuando lo hiciste. Gracias.
Las palabras eran rígidas, incómodas y me encogí de hombros ante ellas.
―Est{ bien.―No era mucho como disculpa, pero al menos no había tratado de
poner un machete en mi cuello―. Vamos por los asaltantes, entonces. ¿Sabes a
dónde se fueron?
Zeke se recostó contra el sofá.
―No ―dijo, su voz agrietándose sólo un poco. Era evidente que estaba
tratando de contener sus emociones―. No sé dónde est{n. O a dónde los
llevaron. O incluso por qué se los llevaron. Jeb nunca dijo mucho al respecto,
sólo que Jackal y sus hombres lo buscaban, y que teníamos que encontrar el
Edén antes de que lo alcanzaran.
―Así que ni siquiera sabemos en qué dirección se han ido ―murmuré,
mirando hacia la puerta.
Zeke sacudió la cabeza y dio un puñetazo en el brazo del sofá con un golpe
hueco. Miré por la puerta en el débil resplandor rojo de los tejados, los restos de
la iglesia ardiendo en el suelo. Las calles estaban ahora en silencio. A excepción
de las llamas muriendo, no había nada que hubieran dejado para mostrar lo que
habían hecho. Los hombres del Jackal sabían lo que estaban haciendo. El ataque
había sido rápido, eficiente y mortal, con los asaltantes desvaneciéndose en la
noche sin dejar rastro.
O bien, la mayoría de ellos.
―Espera aquí ―le dije a Zeke―. Ahora vuelvo.
303
C A P Í T U L O 20
Traducido por Sisabel1320
Corregido por Pily
―Bien, es una cosa buena que llevaras puesto un casco, ¿no es así?
Atrapado bajo su moto, el asaltante me miró, sus ojos muy abiertos con dolor y
miedo. Escuché su corazón latiendo en su pecho, olí la sangre que goteaba en
algún lugar debajo de la motocicleta.
Era resistente para ser un humano, lo reconozco. Teniendo en cuenta lo duro
que se había estrellado contra la pared esa noche, esperaba encontrar un
cadáver con el cuello roto tirado aquí.
Lo qué hubiera puesto un bache bastante grande en mis planes.
Le sonreí, mostrando los colmillos.
―L{stima que tu pierna est{ rota, sin embargo. Eso va a hacer las cosas difíciles
para ti, ¿no es así? Debo admitir que estoy un poco triste que terminará de esta
manera. La persecución puede ser tan emocionante como la muerte.
―Oh, mierda. ―El asaltante jadeó, su rostro p{lido bajo una capa de sudor―.
¿Qué quieres, vampiro?
Qué interesante. Él estaba aterrorizado de los vampiros pero no escandalizado o
sorprendido de ver uno.
―Bueno, aquí est{ la cosa. ―Seguí en tono coloquial―. He oído rumores de
que tu jefe no es del todo humano. Que se parece mucho a mí. ―Me agaché,
sonriéndole a nivel del ojo―. Quiero saber dónde est{ él, dónde se encuentra su
guarida, cuál es su territorio. No conozco a muchos vampiros deambulando
fuera de las ciudades en estos días. Este “Rey Asaltante” tiene mi curiosidad. Y
tú vas a hablarme sobre él.
304
―¿Por qué? ―desafió el asaltante, tenía bolas, tengo que admitir―. ¿Estás
buscando unirte a las filas de chupasangres? ¿Convertirte en la reina para tu
rey?
―¿Qué pasa si lo estoy?
―A Jackal no le gusta compartir.
―Bueno, ese no es tu problema ahora, ¿verdad? ―dije y entrecerré mis ojos―.
¿Dónde está?
―Si te lo digo, ¿no me vas a matar?
―No. ―Le sonreí de nuevo, dejando al descubierto mis colmillos―. Si me
dices, no voy a usarte como mi cantimplora personal hasta llegar al territorio de
Jackal. Si me dices, no voy a romperte ambos brazos y la otra pierna como una
rama, arrastrarte alrededor hasta que seas un saco flácido y volcarte en la
carretera para que te encuentren los Rabiosos. Si me dices, lo peor que voy a
hacer es dejarte aquí para morir cuando quieras. De hecho, estoy sintiendo un
poco de hambre ahora...
―¡Viejo Chicago! ―estalló el asaltante―. Jackal apostó su territorio en las
ruinas del Viejo Chicago. ―Él señaló en una dirección al azar―. Sólo mantente
siguiendo la carretera hacia el este. El camino termina en una ciudad en el
borde de un gran lago. No puedes perderte.
―¿Cu{n lejos?
―Alrededor de un día si conduces. No sé lo rápido que los vampiros puedan
caminar, pero vas a llegar allí mañana en la noche si conduces por la noche.
―Gracias ―le dije, poniéndome de pie. Un r{pido vistazo a la moto del
asaltante mostró el lado izquierdo arrugado y deslustrado bastante malo, pero
por lo dem{s parecía estar bien―. Ahora, sólo necesito que me enseñes algo
más.
305
Zeke se había quedado dormido en el sofá cuando volví, acostado sobre su
espalda en una postura desgarbada, con un brazo colgando fuera por un lado.
Al dormir, parecía más joven de lo que recordaba, el dolor se suavizó de su
rostro, su expresión sin vigilancia. Estaba renuente a despertarlo, pero él se
agitó tan pronto como entré en la habitación, y sus ojos se abrieron de golpe.
―¿Me quedé dormido? ―jadeó y se sentó en posición vertical con una mueca,
balanceando sus pies fuera del sof{―. ¿Por qué no me despertaste? ¿Cu{nto
tiempo estuve dormido?
―Es un poco después de la medianoche ―dije y tiré una mochila en el sof{,
levantando una nube de polvo―. Eso es tuyo. Hay alimentos, bebidas,
medicamentos y otros suministros, suficiente para varios días. ¿Cómo está la
pierna?
―Duele ―dijo Zeke, apretando los dientes al levantarse, lentamente, se puso en
pie―. Pero voy a vivir. Puedo caminar fuera de aquí, de todos modos. ―Tiró el
bolso con cuidado sobre sus hombros―. ¿Has averiguado dónde se llevaron a
todo el mundo?
―Sí. ―Sonreí débilmente cuando levantó la vista, sus ojos quemando con
esperanza―. El territorio de Jackal se encuentra en las ruinas de una ciudad a
un día o dos al este de aquí. El Viejo Chicago. Ahí es donde se llevaron a los
otros.
―Un par de días al este ―murmuró Zeke, cojeando hacia la puerta. Fui a
ayudarle, pero él se puso rígido y negó con la cabeza, así que retrocedí―.
Entonces probablemente nos llevará varios días llegar allí. No creo que iré muy
rápido.
―No necesariamente ―dije, y abrí la puerta. Las cejas de Zeke se levantaron, y
sonreí.
La motocicleta zumbó quieta en el borde de la acera, un poco arrugada y
abollada pero nada mal para usarla.
―Me tomó un tiempo aprender cómo funciona la estúpida cosa ―dije mientras
cojeaba bajando por las escaleras a la calle―, pero creo que lo tengo, m{s o
menos. Bonito gesto de nuestros amigos asaltantes prestárnosla, ¿no?
306
Zeke me miró, alivio y gratitud ahuyentando lejos la mirada dura de sospecha,
al menos por el momento. En ese aliento, parecía como el Zeke que conocía.
Avergonzada, agarré el casco del asiento y se lo tiré, haciéndole parpadear
cuando lo atrapó.
―No lo necesito ―dije mientras él fruncía el ceño en confusión―. Pero tal vez
quieras ponértelo, todavía estoy agarrándole el paso a esto. Espero no
encontrarme con más muros.
Levanté una pierna sobre la moto, agarrando el manillar, sintiendo el poder que
retumbó a través de la máquina. Definitivamente podría acostumbrarme a esto.
Zeke vaciló, todavía sosteniendo el casco, mirando la motocicleta como si
pudiera morderlo. Entonces me di cuenta de que no era la motocicleta con lo
que él tenía cuidado.
Era yo.
Apreté la palanca del manubrio, haciendo a la moto rugir alto, y Zeke saltó.
―¿Quieres hacer esto o no? ―pregunté mientras él me miraba. Apretó la
mandíbula, y cautelosamente balanceo su pierna sobre el asiento, deslizándose
contra mi espalda. Sentí el calor de su cuerpo, a pesar de que trató de mantener
la distancia, y sentí los latidos de su corazón en su pecho. Lo que me hizo
agradecer que no tuviera latidos en mi corazón, o el mío estaría haciendo lo
mismo.
―Ag{rrate fuerte ―murmuré mientras se ataba el casco―. Esta cosa da algunas
patadas al andar.
Aceleré el motor, probablemente un poco más fuerte de lo que debería, y la
motocicleta saltó hacia adelante. Zeke gritó y agarró mis hombros.
―Lo siento ―dije hacia atr{s, mientras a regañadientes él deslizó sus brazos
alrededor de mi cintura―. Todavía estoy agarrándole el truco a esto.
Lo intenté de nuevo, un poco más lento esta vez, y la moto bajó hacia adelante
mientras maniobraba por las calles. Una vez que llegamos a la carretera
principal, me detuve y miré por encima de mi hombro. La cara de Zeke estaba
apretada, con los brazos y la espalda rígida, ya sea por incomodidad o dolor o
ambos.
307
―¿Listo para esto? ―pregunté, y él asintió―. Entonces ag{rrate. Voy a ver lo
rápido que realmente podemos ir.
Sus brazos se apretaron a mí alrededor, con el corazón latiendo contra mi
espalda. Giré la moto hacia el este, pateándola para ponerla en marcha, y el
motor rugió a la vida mientras se lanzaba hacia delante. Ganamos velocidad, el
viento gritando en mis oídos mientras íbamos rápido y más rápido, no había
nada entre nosotros sino la carretera vacía. Sentí los brazos de Zeke apretando
mis costillas, presionando su cara a mi espalda, pero levanté la cabeza al viento
y aullé.
Por encima de nosotros, la luna llena resplandecía enorme y brillante en la
pradera llana, iluminando nuestro camino a medida que aceleramos al este,
hacia el final de la carretera.
Podría haber viajado por siempre. El viento en mi cabello, la carretera abierta
delante de mí, volar por el camino a esta loca velocidad, nunca envejecería.
Desafortunadamente, el amanecer aproximándose y la condición de Zeke nos
obligaron a pararnos un par de horas antes de la salida del sol, deteniéndonos
en una despedazada granja para descansar y volver a vendar la pierna de Zeke.
Después de limpiar a fondo la colonia de ratas que habían hecho su nido en la
cocina deteriorada, senté a Zeke a la mesa para revisar su herida. El corte no
parecía infectado, pero le coloqué generosas cantidades de peróxido antes de
envolverlo con vendas limpias. El fuerte olor a químicos, mezclado con el olor
de la sangre de Zeke, me dio un poco de náuseas, lo que tomé como una
bendición disfrazada. No tenía ganas de morderlo cuando olía tan fuerte a
desinfectante.
―Gracias ―murmuró mientras me levantaba, recogiendo los vendajes viejos
para enterrarlos fuera.
No pensaba que hubiera Rabiosos cerca, pero nunca se puede ser demasiado
cuidadoso. Los Rabiosos probablemente no tenían ningún problema bebiendo
sangre perfumada con peróxido.
308
―Allison.
Me volví con cautela. Por el tono de su voz, supe que estaba tan incómodo
como yo. Zeke se quedó en silencio por un momento, como debatiéndose si
debía o no decir algo, luego dejó caer sus hombros con un suspiro.
―¿Por qué has regresado?
Me encogí de hombros.
―¿Estaba aburrida? ¿No tenía otro lugar a donde ir? ¿Parecía una buena idea
en ese momento? Puedes escoger.
―Te habría disparado ―continuo Zeke en voz baja, mirando al suelo―. ¿Si te
hubiera visto, merodeando? Hubiera hecho mi mejor esfuerzo para matarte.
―Bueno, no lo hiciste ―dije, m{s agudo de lo que pretendía―. Y no importa
ahora, aunque la próxima vez, si no me quieres salvando tu vida, tan sólo dilo.
―D{ndole la espalda, comencé a salir.
―Espera ―llamó Zeke y suspiró, pas{ndose las manos por su cabello―. Lo
siento ―dijo finalmente mir{ndome―. Estoy tratando, Allison, lo estoy. Es sólo
que... eres un vampiro, y... ―Hizo un frustrado, gesto de impotencia―. Y no me
esperaba... nada de esto.
―No mordí a nadie ―dije en voz baja―. Esa es la verdad, Zeke. No me
alimente de nadie en el grupo.
―Lo sé ―dijo―. Sólo pensé<
―Pero quería.
Alzó la vista bruscamente. Me enfrenté a él, mi voz y expresión calmada.
―Hubo un montón de veces ―continué―, donde podría haberme alimentado
de ti, Caleb, Darren, Bethany. Y fue duro, no morderlos, para no alimentarme
de ellos. El Hambre, está constantemente contigo. Eso es lo que significa ser un
vampiro, por desgracia. No se puede estar cerca de los humanos durante
mucho tiempo y no querer morderlos.
―Y, me est{s diciendo esto... ¿por qué?
―Porque necesitas saberlo ―dije simplemente―. Porque esto es lo que soy, y
tú debes saber lo que es eso, antes de que vayamos más lejos.
309
Su voz era fría otra vez.
―Entonces, ¿est{s diciendo que... ninguno de nosotros alguna vez estuvo
realmente a salvo a tu alrededor?
―No puedo prometer que nunca voy a morder a alguno de ustedes. ―Me
encogí de hombros con impotencia―. El Hambre hace que sea imposible no
anhelar la sangre humana. Nosotros no podemos sobrevivir sin ella. Y tal vez
tenías razón para sacarme fuera esa noche. Pero puedo prometerte esto, voy a
seguir peleando. Eso es lo mejor que puedo ofrecer. Y si eso no es suficiente,
bueno... ―Me encogí de hombros otra vez―. Podemos preocuparnos sobre eso
después de haber rescatado a los otros.
Zeke no respondió. Parecía estar sumido en sus pensamientos, así que salí de la
habitación sin decir nada más, salí a deshacerme de los vendajes
ensangrentados.
En el patio, enterré los trapos rápidamente, luego me puse a mirar por el
camino. El Viejo Chicago esperaba al final de la carretera, junto a un ejército de
asaltantes y un misterioso rey vampiro. Quien gobernaba una ciudad vampiro.
Me pareció irónico; precisamente de lo que había estado huyendo todo este
tiempo era el lugar al que me gustaría volver al final.
El cielo en el este se estaba iluminado. Regresé adentro para encontrar a Zeke
todavía en la mesa, la mochila abierta a su lado, comiendo de una bolsa de
pretzels que había rebuscado en la ciudad. Levantó la vista cuando entré, pero
no dejó de comer, un instinto que reconocí de mis días en el Fringe. No importa
cuál sea la situación, no importa lo mal que te sientas o lo inapropiado que sea,
todavía comías cuando podías. Nunca se sabía cuándo sería tu próxima comida,
o si tu comida actual sería la última.
También noté que había sacado su arma, extendida sobre la mesa para fácil
acceso, y decidí ignorarlo.
―El amanecer ya est{ casi aquí ―dije, y él asintió―. Hay analgésicos allí si los
necesitas, y un poco de agua. Los vendajes y el peróxido están en el bolsillo
delantero.
―¿Qué pasa con las municiones?
Negué con la cabeza.
310
―No pude encontrar ninguna de regreso en la ciudad, y no tuve mucho tiempo
para mirar alrededor. ―Deliberadamente no miré la pistola cerca de su
mano―. ¿Cu{ntas balas te quedan?
―Dos.
―Entonces vamos a tener que hacer que cuenten. ―Mirando a través de la
ventana, hice una mueca―. Me tengo que ir. Tómalo con calma con esa pierna,
¿de acuerdo? Si sucede algo, no podré ayudarte hasta que el sol se ponga. Nos
vemos esta noche.
Asintió con la cabeza sin levantar la vista. Caminé por el pasillo, zigzagueando
a través de telarañas y escombros dispersos, hasta que llegué a la habitación en
el final. La puerta estaba todavía en sus bisagras, y la empujé, abriéndola con
un chirrido.
Una cama grande estaba asentada contra la pared debajo de una ventana rota,
las cortinas ondeando suavemente en la brisa. Sobre el colchón carcomido de
gusanos, dos esqueletos adultos yacían uno al lado del otro, los restos de su
ropa descompuesta. Entre ellos se encontraba un esqueleto mucho más
pequeño, que se sostenía en los brazos de uno de los adultos, acunado a su
pecho.
Miré a los esqueletos, sintiendo una extraña sensación de surrealismo.
Había oído historias de la plaga, por supuesto, cuando mi madre me había
contado cuentos de la vida de antes. A veces golpeó tan rápido, tan de repente,
que familias enteras se enfermaron y murieron en un par de días. Estos huesos,
esta familia, eran de otra época, otra era, antes de nuestro tiempo. ¿Cómo había
sido, vivir aquí antes de la plaga, cuando no había Rabiosos y vampiros y
silenciosas ciudades vacías?
Deseche lejos esos pensamientos. No tenía sentido preguntarse por el pasado,
no iba a hacerme ningún bien. Salí de la habitación y crucé el pasillo, abriendo la
puerta enfrente del dormitorio. El espacio aquí era más pequeño, con una cama
doble en la pared, pero estaba oscuro, las ventanas estaban cerradas contra el
sol, y no tenía ningún esqueleto.
Me dejé caer sobre mi espalda, manteniendo mi espada de fácil acceso en el
colchón. Por supuesto, si alguien quería sorprenderme durante el día, sería una
presa fácil, aquí tirada como un muerto, incapaz de despertar.
311
Eché un vistazo a la puerta cerrada, y un pensamiento vino a mí convirtiendo
mi interior en hielo. Zeke estaba todavía ahí, despierto, móvil y armado.
Mientras dormía, ¿vendría arrastrándose a mi cuarto a cortarme la cabeza? ¿Me
mataría mientras yacía aquí, indefensa, siguiendo los principios que Jeb había
inculcado en él? ¿Acaso odiaba tanto a los vampiros? ¿O simplemente tomaría
la motocicleta y se marcharía para hacer frente a los asaltantes solo?
De repente me hubiera gustado haber elegido dormir a la intemperie, enterrada
profundamente en la tierra, lejos de vengativos cazadores de demonios. Pero
barras grises de luz se inclinaron debajo de la ventana, y pude sentir mis
extremidades poniéndose pesadas y lentas. Tendría que confiar en que Zeke era
lo suficientemente inteligente como para saber que no podía rescatar a los otros
solo, que sus principios no eran tan estrictos como su mentor, y que a pesar de
que yo era un vampiro, él se daría cuenta de que todavía estaba la persona que
había conocido antes.
Mis ojos se cerraron, y justo antes de perder el conocimiento, estaba casi segura
de oír crujir la puerta abierta.
El mundo estaba al revés
No podía mover los brazos por detrás de mi espalda, no podía mover nada.
Una suave brisa se deslizaba sobre mis hombros desnudos. Mis brazos se sentían rotos.
O atados. O las dos cosas. Era extraño que no sintiera dolor.
El suelo, a pocos metros de mi cabeza, era de concreto. Las paredes que me rodeaban eran
de hormigón. Tenía la sensación de estar bajo tierra, aunque no recordaba nada de cómo
llegué a estar aquí. Volví mi cabeza y vi, al revés, una mesa a pocos metros de distancia,
cubierta de instrumentos que brillaban hacia mí desde las sombras.
Pasos. Y luego un par de botas se pusieron delante de mí, el extremo ardiente de un
atizador de repente estaba a centímetros de mi cara, deslumbrantemente caliente.
Me aparté lejos cuando una voz se deslizó por encima de la bruma.
312
―Bienvenida a mi casa, vieja amiga. Espero que te guste, vas a estar aquí por un
tiempo, creo. Tal vez para siempre, ¿no será eso emocionante? Ah, pero antes de que
digas nada, déjame primero darte tu bienvenida oficial al infierno.
Y la punta del atizador de pronto atravesó mi estómago, explotando mi espalda, el olor
de sangre y carne chamuscada empaño el aire.
Y entonces comenzó el dolor.
Me sacudí, despertando bruscamente con un gruñido, arremetiendo contra las
sombras desconocidas por encima de mí y caí de la cama. Silbando, salté
poniéndome de pie, mirando a mí alrededor mientras el dolor fantasma de una
barra de acero atravesando mis entrañas se escapaba a la realidad.
Me relajé, retrayendo mis colmillos. Otra vez con las extrañas pesadillas. Sólo
que ésta era infinitamente más terrible que la anterior. Se había sentido tan real,
como si estuviera allí mismo, colgando del techo, con un atizador al rojo vivo
atascado a través de mi cuerpo. Me estremecí, recordando esa fría, deslizante
voz.
Resultaba familiar, como si la hubiera escuchado antes...
―Allison. ―Llamaron a la puerta―. ¿Est{s bien? Me pareció oír un grito.
―Estoy bien ―contesté, mientras el alivio se extendió y ahogó todo lo demás.
Él sigue aquí. No se fue, o cortó mi cabeza mientras dormía―. Enseguida estaré
fuera.
Zeke levantó las cejas cuando abrí la puerta y salí al pasillo, sintiéndose
magullado y cansado.
―¿Malos sueños? ―preguntó, y me miró―. No pensé que los vampiros
tuvieran pesadillas.
―Hay un montón de cosas que no sabes sobre nosotros ―murmuré,
arrastrándome pasando junto a él en la cocina. Una vela parpadeaba sobre la
mesa en medio de latas abiertas de frijoles y envoltorios vacíos de cecina.
313
Debe haber descubierto un escondite de comida―. Vamos, es probablemente
una buena idea revisar los vendajes una vez más antes de que salgamos.
―En realidad, he estado pensando ―admitió Zeke, cojeando mientras fuimos a
la sala. Él definitivamente estaba mejor esta noche, la comida, el descanso y los
analgésicos finalmente hicieron su trabajo―. Sobre lo que dijiste anoche. Quiero
saber más acerca de los vampiros... de ti. Lo único que he escuchado es lo que
Jeb me ha dicho.
Resoplé, agarrando la mochila del piso.
―¿Que somos viciosos demonios desalmados cuyo único objetivo es beber
sangre y convertir a los humanos en monstruos? ―bromeé, hurgando por las
vendas y gasas.
―Sí ―respondió Zeke serio.
Lo miré, y él se encogió de hombros.
―Fuiste honesta conmigo anoche ―dijo―. No me dijiste lo que quería oír, lo
que esperaba que dijeras. Por lo tanto, pensé que podría... escuchar tu versión
de los hechos. Te escucharé, si quieres decirlo. ¿Por qué te convertiste en
vampiro? ¿Qué hizo que desearas...?―Hizo una pausa―. ¿Convertirte en un
muerto viviente? ¿Bebes la sangre de los vivos? ―Saqué el peróxido, los
vendajes y las gasas, poniéndolos en el suelo delante del sof{―. ¿Nunca tienes
que preocuparte por las quemaduras del sol otra vez? Bueno, quizás una vez
m{s.―Frunció el ceño hacia mí, exasperado. ―Si no me quieres decir, eso est{
bien, también.
Hice un gesto hacia el sofá y él se sentó, apoyando sus codos en las rodillas. Me
arrodillé y empecé a desenrollar la gasa de la pierna.
―¿Qué quieres saber?
―¿Cu{ntos años tienes? ―preguntó Zeke―. Quiero decir, ¿cu{nto tiempo has
sido... un vampiro?
―No mucho. Unos pocos meses, como m{ximo.
―¿Meses?
Parecía sorprendido, y levanté la cabeza para mirarlo a los ojos.
314
―Sí. ¿Cu{ntos años creías que eran?
―No... meses. ―Él negó con la cabeza―. Los vampiros son inmortales, así que
pensé... tal vez...
―Eso, ¿qué? ¿Qué tengo cientos de años de antigüedad? ―Sonreí ante la idea,
inclin{ndome sobre su pierna―. Lo creas o no, todo esto es muy nuevo para mí,
Zeke. Todavía estoy tratando de resolverlo todo.
―No lo sabía. ―La voz de Zeke era suave―. Así que, realmente sólo eres tan
vieja como yo. ―Se detuvo un momento, digiriendo ese hecho, luego sacudió
su cabeza―. ¿Qué te pasó?
Dudé. No me gusta hablar o recordar nada de mi vida anterior, el pasado era
pasado, ¿por qué insistir en algo que no puedes cambiar? Sin embargo, Zeke
estaba tratando de entender, sentí que le debía una explicación, por lo menos.
La verdad.
―No mentí cuando dije que nací en una ciudad de vampiros ―empecé a decir,
centrándome en mi trabajo, así no tenía que mirarlo―. Mi madre y yo...
vivíamos en una pequeña casa en uno de los sectores. Ella estaba Registrada, lo
que eso significaba que dos veces al mes tenía que ir a la clínica para “donar
sangre”. Todo era muy civilizado, o eso es lo que los vampiros querían
hacernos creer. Sin alimentación forzada, ni desordenadas muertes violentas.
―Solté un bufido―. Excepto que la gente seguía desapareciendo de las calles
todo el tiempo. Los vampiros son cazadores. Nunca puedes dejar eso fuera de
ellos, de nosotros, no importa cuán civilizadas sean las cosas.
Sentí la incomodidad de Zeke, su malestar repentino al admitir que todos los
vampiros eran, más o menos, asesinos. Bueno, él quería la verdad. No más
mentiras, no más ilusiones. Yo era un vampiro, y así era cómo estaban las cosas.
Sólo esperaba que pudiera aceptarlo.
―De todos modos ―continué, quitando la gasa para revelar la herida. Lucía
irritada y profunda, pero no infectada―. Mam{ se enfermó un día. No era
capaz de levantarse de la cama, por lo que faltó a su programado de sangre.
Dos días más tarde, las mascotas vinieron y se llevaron la cantidad requerida
por la fuerza, a pesar de que ella todavía estaba demasiado débil para moverse,
o incluso comer. ―Hice una pausa, recordando una pequeña habitación fría, y
mi madre acostada bajo las mantas delgadas, p{lida como la nieve―. Ella nunca
315
se recuperó ―terminé, empujando lejos la imagen, de vuelta a la parte m{s
oscura de mis recuerdos―. No pasó mucho tiempo antes de que ella
simplemente... desapareciera.
―Lo siento ―murmuró Zeke. Y sonaba como si realmente lo dijera en serio.
―Odiaba a los vampiros después de eso. ―Empapé un trapo en peróxido y se
lo puse en la herida, sintiéndolo ponerse rígido, apretando sus dientes―. Juré
que nunca sería Registrada, que ellos no me marcarían como alguna pieza de
carne, que no les daría siquiera una gota de sangre. Encontré a otros como yo,
otros No Registrados, y arañamos una existencia lo mejor que pudimos,
robando, recolectando en los residuos, mendigando, cualquier cosa para
sobrevivir. Casi nos morimos de hambre, especialmente en el invierno, pero era
mejor que ser la vaca de sangre de un vampiro.
―¿Qué cambió? ―preguntó Zeke en voz baja.
Agarré las vendas, desenrollando el rollo sin verlo. Recuerdos parpadearon de
nuevo, oscuros y aterradores. La lluvia, la sangre y los Rabiosos, tendida en los
brazos de Kanin, sintiendo el mundo a mi alrededor desvanecerse.
―Fui atacada por Rabiosos ―dije finalmente―. Ellos mataron a mis amigos y
me desgarraron, fuera de los muros de la ciudad. Me estaba muriendo. Un
vampiro me encontró esa noche, me dio la opción de una muerte rápida, o
convertirme en uno de ellos. Todavía odiaba a los vampiros, y sabía, en el
fondo, en lo que me convertiría, pero también sabía que no quería morir. Así
que opté por esto.
Zeke se quedó en silencio durante unos minutos.
―¿Te arrepientes? ―preguntó finalmente―. ¿Convertirte en un vampiro?
¿Elegir esta vida?
Me encogí de hombros.
―A veces. ―Até la gasa y me encontré con su mirada, en busca de cualquier
reproche―. Pero si la elección era estar muerta, realmente muerta, y estar viva,
probablemente haría lo mismo. ―Zeke asintió pensativo―. ¿Qué hay de ti?
―lo reté―. Si te estuvieras muriendo y alguien te ofreciera una salida, ¿no la
tomarías?
Negó con la cabeza.
316
―No tengo miedo de morir ―dijo con una voz que no era ni presumida ni
condenada, sólo muy confiada―. Sé... Tengo fe, que algo mejor me est{
esperando, después de que haya terminado aquí. Sólo tengo que esperar, y
hacer lo mejor posible, hasta que llegue el momento de que me vaya.
―Ese es un sentimiento agradable ―dije con sinceridad―. Pero yo voy a seguir
viviendo durante tanto tiempo como pueda, que será para siempre si tengo
suerte. ―Recolectando los suministros, lo miré fijamente―. Así que dime, ¿qué
pasa con los vampiros cuando finalmente son pateados? De acuerdo con Jeb, no
tenemos más alma. ¿Qué sucede cuando morimos?
―No lo sé ―murmuró Zeke.
―¿No lo sabes, o no quieres decirme?
―No lo sé ―dijo Zeke un poco m{s firme, y exhaló―. ¿Quieres que te diga lo
que diría Jeb, o quieres mi opinión?
―Pensé que Jeb te enseñó todo lo que él sabe.
―Lo hizo ―respondió Zeke, sosteniendo mi mirada―. Y trabajó muy duro
para moldear en mí el líder que quiere que yo sea.―Suspiró, viéndose evasivo,
desafiante y avergonzado a la vez―. Pero, si no lo has notado, no siempre
coincidimos. Jeb dice que soy terco e intratable, pero tengo mis propias
opiniones sobre ciertas cosas, sin importar lo que él cree.
―¿Ah sí? ―Levanté una ceja―. ¿Cómo qué?
―Él estaba equivocado sobre ti. Yo... estaba equivocado sobre ti.
Parpadeé. Bruscamente, Zeke se levantó, su rostro preocupado, como si
realmente no hubiera querido decir eso.
―Debemos seguir adelante ―dijo, evitando mi mirada―. No estamos lejos del
Viejo Chicago ahora, ¿no? Quiero encontrar a los otros lo más rápido que
podamos.
En el exterior, las estrellas estaban empezando a mostrarse. Me di cuenta de tres
nuevos montones, volcados en la tierra en frente del patio, un montón de
piedras en la cabeza de cada uno, le di un vistazo a Zeke interrogante.
317
―Tenían que ser enterrados ―dijo, mirando hacia las nuevas tumbas. Sus ojos
azules crecieron atormentados, y suspiró―. Sólo espero que ellos sean los
únicos que tenga que poner a descansar.
No quería darle falsas esperanzas, así que no respondí. Montando en la
motocicleta, esperé hasta que él se deslizó por detrás de mí y envolvió sus
brazos alrededor de mi cintura, sin vacilar esta vez. Deslizando la motocicleta
por la suciedad sobre el pavimento, me abrí paso, y nos alejamos a toda
velocidad hacia la ciudad de vampiros esperando al final del camino.
Si pensaba que Nueva Covington era grande, no era nada comparado con el
Viejo Chicago.
El viento azotaba mi cabello, soplando desde el mayor cuerpo de agua que
jamás había visto. El lago se extendía hasta encontrarse con el cielo, olas oscuras
subían y caían, rompiendo contra las rocas.
En el borde del lago, elevándose entre las nubes, la ciudad del Viejo Chicago se
alzaba por encima de todo. De vuelta en Nueva Covington, las tres torres de
vampiros eran los edificios más prominentes de la ciudad, de pie con orgullo
sobre el resto. Pero el contorno de Chicago tenía edificios que eclipsaban
incluso las torres de vampiros, y había más de un montón de ellos, incluso
desmoronados y destrozados como estaban. Me recordó a una boca llena de
dientes rotos, sonriendo locamente contra el cielo nocturno.
Detrás de mí, Zeke dejó escapar un breve suspiro, haciéndome cosquillas en la
oreja.
―Guao, es enorme ―dijo―. ¿Cómo se supone que vamos a encontrar algo en
eso?
―Los encontraremos ―dije, esperando no estar haciendo promesas vacías―.
Sólo tenemos que buscar la enorme banda de asaltantes liderada por un
vampiro. ¿Qué tan difícil puede ser?
Me comí mis palabras unos minutos más tarde.
318
El Viejo Chicago era aún más extenso y grande de cerca de lo que se veía de
lejos. Se sentía como si siguiera eternamente, kilómetros de pavimento roto,
autos muertos y edificios vacíos. Cruzando a través de calles llenas de
escombros, los rascacielos monstruosos surgían amenazantes por encima de
nosotros, lo que me hacía preguntarme cómo había sido la ciudad cuando
estaba viva. ¿Cuántas personas habían vivido aquí para justificar tantos
edificios abarrotados así de cerca, llegando hasta el cielo? Ni siquiera podía
imaginarlo.
Seguimos la carretera hasta que giró en una esquina y encontramos el camino
bloqueado por los restos de un enorme rascacielos. Tiré de la motocicleta para
una parada y miré alrededor, tratando de orientarme.
―Esto es inútil ―dijo Zeke, mirando m{s all{ de mí al edificio derrumbado―.
Es demasiado grande. Podríamos estar registrando este lugar durante semanas,
incluso meses. Y para entonces, quién sabe lo que van a hacerles a todos.
―No podemos renunciar, Zeke ―dije, girando la moto alrededor―. Ellos est{n
aquí en alguna parte. Sólo tenemos que mantener<
Me detuve entonces, porque algo más se había vuelto en esa esquina y venía
hacia nosotros. Un par de asaltantes en largas y elegantes motocicletas, sus
manubrios barriendo como cuernos, rugieron fuera de las sombras,
capturándonos en sus faros. Me puse rígida, y Zeke se tensó cuando los
hombres se detuvieron a unos metros de distancia, considerándonos con
curiosidad. Uno de ellos tenía a una mujer sentada detrás de él, su cabello
rizado enredado por el viento.
Un motociclista hizo un gesto con su cabeza hacia nosotros.
―Dirigiéndose a la Fosa Flotante, ¿eh? Supongo que escuchaste la noticia.
―¿El qué? Um... sí ―contesté, encogiéndome de hombros―. Lo hicimos. ¿Es ahí
a donde van?
―Sí. ―Se volvió y escupió en el pavimento―. Debería ser un buen espect{culo
esta noche. ―Nos miró y luego arrugo la frente―. No los he visto antes a los
dos por los alrededores ―dijo―. ¿Eres nueva en la Fosa, niña?
319
Los brazos de Zeke me rodearon con más fuerza. Esperaba no perderlo. Yo
estaba a punto de hacer algo acerca de ser nueva en el Viejo Chicago, cuando la
mujer de la otra moto golpeó el hombro de su conductor.
―Vamos a llegar tarde―se quejó, y el hombre rodo los ojos―. Jackal nos
prometió un espectáculo, y no quiero perdérmelo. Vámonos, ya.
―C{llate, Irene. ―El asaltante frunció el ceño, pero le hizo un gesto con la
cabeza al hombre que había hablado con nosotros―. Vamos, Mike. Habla con
los novatos m{s tarde. V{monos. ―Aceleró el motor, conduciendo la
motocicleta por encima de una rampa que pasaba por el rascacielos esquelético,
y se fue. El otro asaltante rodó los ojos y empezó a seguirlo.
―¿Te importa si te seguimos a la Fosa? ―pregunté amablemente.
Me miró, sorprendido, pero se encogió de hombros.
―Mierda, no me importa, novata. Sólo trata de mantener el ritmo.
La Fosa Flotante, rápidamente aprendí de donde viene su nombre.
Seguimos a los asaltantes a través de las calles del Viejo Chicago, zumbando
alrededor de los autos muertos, escombros y más rascacielos caídos, yendo más
rápido de lo que probablemente necesitábamos. El rugido de los motores hizo
eco en los edificios, y a veces apenas nos apartábamos de una pared; un túnel o
un vehículo volcado, pasando tan cerca que podría haberlos alcanzado y
tocado. Me encantaba esto, aunque Zeke no estaba tan emocionado. Su mejilla
estaba presionada en mi espalda y sus brazos estaban fuertemente atados
alrededor de mi cintura, haciendo que me alegrara el no tener que tomar un
respiro.
Finalmente, rodamos hasta detenernos en la parte posterior de otro gigante
caído, mirando por encima de lo que supuse había sido el centro de Chicago, en
otro tiempo. Los rascacielos aquí desafiaban la creencia, incluso esqueléticos y
desmoronados como estaban. Una torre se había tambaleado a un lado y ahora
se inclinaba precariamente contra otra, acortando la vida útil de ambas. Había
320
varias lagunas en el horizonte, donde parecía que los edificios ya habían caído,
pero no obstante era impresionante.
Desde donde estábamos, pude distinguir un largo tramo de vías elevadas,
enlazadas alrededor de los edificios como una enorme serpiente. Me acordé, de
las historias de mi madre, un cierto tipo de vehículo había circulado en las vías
en los días anteriores, la gente yendo y viniendo de ida y vuelta a alta
velocidad. Por debajo de las pistas, una serie de plataformas, puentes y
pasarelas se habían improvisado, extendiéndose entre los edificios y
recorriendo las calles como una telaraña gigante. Lo cual era necesario, porque
todo a nivel del suelo estaba bajo el agua.
Humanos llenaron las plataformas y pasarelas como hormigas, caminando a
través de las oscuras aguas turbulentas. Había enjambres de ellos, más de lo
que esperaba. Esto no era sólo un escondite de asaltantes. Esto era una ciudad,
una verdadera ciudad como Nueva Covington o cualquier otro territorio
vampiro. No tenía un muro. Supuse que el agua profunda mantenía fuera a los
Rabiosos, y los humanos aquí eran libres de ir y venir a su antojo, pero no
había duda que estábamos entrando en la guarida de un rey vampiro. Viendo el
lado positivo, por el número de humanos vagando alrededor, sería mucho más
fácil pasar desapercibidos de lo que me temía.
Los asaltantes habían seguido sin detenerse a mirar la ciudad, vi sus faros
cruzar por una rampa, sobre un puente destartalado hacia una enorme barcaza
que se asentaba en la orilla del agua. Decenas de motos estaban estacionadas
allí en filas desordenadas, junto con un par de las camionetas blindadas que
había visto antes. Supuse que los asaltantes no podían estacionar sus
motocicletas en las aceras estrechas de la ciudad inundada.
Sentí a Zeke mirando por encima de mi hombro, lo sentí tomar una profunda
respiración, y miré atrás, hacia él.
―¿Listo para esto?
Él asintió con la cabeza, sus ojos sombríos.
―Vamos.
Seguimos el mismo camino que los demás, por la rampa, sobre el puente y en la
barcaza. Encontrando un rincón libre, apagué el motor y me alejé, un poco triste
321
de tener que dejar la moto atrás. Me preguntaba si tendría la oportunidad de
volver por ella.
Probablemente no.
Me volví lentamente, mirando hacia la vasta extensión de agua en ambos lados.
Se sentía extraño, estar encima del agua. El suelo se sentía inestable, como si de
repente pudiera hundirse en las negras profundidades.
Un viento frío silbó a través de las filas de motocicletas, y el barco se balanceó
suavemente en las olas, haciendo que Zeke tropezara mientras caminaba a mi
lado.
Preocupada, agarré su codo.
―¿Cómo est{ la pierna? ―pregunté, notando que mantuvo su peso en ella―.
¿Puedes hacer esto? ¿Estarás bien?
―Estoy bien. ―Sacó su brazo fuera de mi agarre, caminando por su cuenta.
Pero su cara estaba p{lida y húmeda por el sudor, incluso en el frío―. No te
preocupes por mí. Puedo mantener el ritmo.
El rugido de los motores de motocicletas nos distrajo. Más asaltantes llegaban,
varios de ellos esta vez, riendo y gritando por encima del ruido de sus motos.
Zeke y yo nos escondimos detrás de una pila de cajas, viendo como detenían
sus motores y se pavoneaban hacia otro puente en el otro lado, apuntando hacia
la ciudad.
Zeke y yo intercambiamos una mirada.
―¿Seguro que no quieres esperar? ―pregunté, y él frunció el ceño. Le fruncí el
ceño de regreso―. Todavía estás herido, Zeke. Puedo encontrar a los demás por
mi cuenta si tengo que hacerlo.
―No. ―Su voz era {spera, definitiva―. Es mi familia. Tengo que hacer esto. No
me vuelvas a preguntar.
―Bien. ―Lo miré y sacudí mi cabeza. Idiota obstinado―. Pero al menos trata
de verte un poco más hombre-asaltante, ¿de acuerdo? No queremos llamar la
atención.
Zeke soltó un bufido que sonó sospechosamente como una risa.
322
―Allie, eres una hermosa chica vampiro de aspecto exótico con una katana.
Confía en mí, si alguien va a llamar la atención, no seré yo.
No le respondí mientras cruzábamos el poco sólido, puente crujiente hacia la
guarida del rey vampiro. No hablamos el uno al otro durante varios minutos. Si
Zeke hubiera preguntado, le habría dicho que estaba pensando en cómo
encontrar a todos, pero no era del todo cierto. Estaba pensando en los demás y
cómo iba a conseguir sacarlos con vida... pero seguía estando distraída por la
idea de que Zeke me había llamado hermosa.
La ciudad era como un laberinto, un laberinto de pasillos, puentes y pasarelas,
todas unidas entre sí de la manera más confusa posible. Una pasarela condujo a
una plataforma, que llevó a un puente, que llevó a la azotea de un edificio
hundido, que llevó de vuelta a la misma pasarela donde ya habíamos estado.
Después de vagar en círculos un par de veces, estaba lista para saltar al agua
oscura y salir nadando. Antorchas y baterías de acero quemaban junto a rampas
y pasarelas, las luces parpadeaban reflejándose en el agua oscura y sólo se
sumaba a la sensación de desorden.
Personas corrieron por los estrechos pasillos, chocando contra nosotros,
empujándonos a un lado, a veces a propósito. A veces se reían o gritaban
maldiciones mientras me hacían a un lado.
Mantuve mi cabeza abajo y apreté los dientes cada vez que alguien me
golpeaba, luchando contra el impulso de morderlos. No había ninguna ley aquí,
sin mascotas para mantener el orden, sin guardias para contener un brote de
violencia. Una pelea estalló una vez, con dos asaltantes lanzando puñetazos
encima de una plataforma estrecha, hasta que uno sacó un cuchillo y apuñaló al
otro en el cuello. Ahogándose, el hombre cayó de la plataforma al agua, y se
hundió a la vista. Después de una rápida mirada, todos volvieron a sus
negocios.
―Esto es una locura ―murmuró Zeke, presionando cerca. Sus ojos azules
recorriendo nerviosamente por encima de la multitud―. Jeb me habló de
323
lugares como éste. Tenemos que encontrar a los demás y sacarlos ahora, antes
de que alguien nos dispare por la espalda sin motivo.
Asentí con la cabeza.
―Los asaltantes dijeron algo sobre Jackal “presentando un espect{culo” en la
Fosa Flotante ―reflexioné―. Es a él a quien queremos. Si lo encontramos,
probablemente vamos a encontrar a los otros.
―Cierto. Por lo tanto, tenemos que encontrar la Fosa Flotante.
Zeke miró a su alrededor, se dio cuenta de una mujer morena, de cabello
salvaje caminando hacia nosotros, y suspiró.
―Disculpe ―dijo, extendiendo la mano para detenerla―. ¿Quiere ayudarnos,
por favor?
Ella se echó hacia atrás, entrecerrando los ojos mientras recorría a Zeke arriba y
abajo, y luego sus delgados labios se curvaron en una sonrisa.
―¿Disculpe? ―se burló ella, su voz alta y nasal―. Disculpe, dice el chico. Oh,
bueno, cu{n amable y correcto. Me hace sentir como una dama otra vez. ―La
sonrisa se hizo m{s amplia, mostrando los dientes faltantes―. ¿Cómo puedo
ayudarte, muchacho educado?
―Estamos buscando la fosa flotante ―dijo Zeke con calma, haciendo caso
omiso de la forma en que ella lo miró de reojo, su lengua lamiendo a través de
los espacios entre sus dientes―. ¿Puede decirnos dónde est{?
―Podría. ―La mujer se acercó m{s―. O podría mostrarte dónde est{. ¿Qué tal,
muchacho? Yo no iba, Los pequeños espectáculos de Jackal son un poco
demasiado para mí, pero por ti, me gustaría hacer una excepción, ¿eh?
Di un paso al lado de Zeke, resistiendo el impulso de gruñir.
―Sólo la dirección, si no te importa ―dije amablemente, con un matiz que
advertía aléjate de él o te arrancaré la garganta.
La mujer se rió y se echó hacia atrás.
―Ah, bueno, eso est{ muy mal. Habría hecho que valiera la pena. ―Ella olfateó
y señaló hacia abajo a una pasarela, donde ya se dirigía un grupo de
324
personas―. Sólo tienes que seguir este camino hasta llegar a la Fosa. Va a estar
todo iluminado por esta hora de la noche. Realmente no te puedes perder.
―Gracias ―dijo Zeke, y la mujer se rió, sosteniendo su mano en su corazón.
―Semejantes costumbres ―dijo, fingiendo enjuagar una l{grima―.
Si sólo mi pedazo de un hombre derramara esa poesía, en realidad podría
querer quedarme con él. Bueno, diviértanse, los dos. Este es su primer
espect{culo, ¿eh? ―Ella se rió de nuevo y pasó junto a nosotros, moviendo la
cabeza, hablando por encima de su hombro―. Tal vez quieran traer algo para
arrojar.
Zeke y yo intercambiamos una mirada de preocupación.
―Eso suena de mal agüero ―murmuré.
La mujer tenía razón, la Fosa Flotante era imposible de pasar por alto. De pie en
una esquina de la calle, el edificio cuadrado de piedra no era tan alto como los
rascacielos que lo rodeaban, pero el altísimo, letrero rojo neón CHI AGO
brillaba junto a la entrada resplandeciendo contra la oscuridad. Además de que
faltaba la letra C, el letrero estaba lleno de agujeros y grietas. Pero a pesar de los
daños, todavía funcionaba. Para qué propósito, no tenía ni idea.
―¿Supongo que esa es la Fosa Flotante? ―murmuró Zeke, mirando al público
asaltante a través de la puerta. Puesto que el primer piso estaba bajo el agua, la
pasarela conectaba a una plataforma de madera que conducía al interior del
edificio―. No luce como una fosa para mí. Y el cartel dice Chicago. Tú pensarías
que ellos lo llaman algo diferente.
―Supongo que la alfabetización no est{ muy alta en la lista de prioridad de un
asaltante ―murmuré mientras nos acerc{bamos al edificio, estirando mi cuello
para mirar fijamente arriba hacia el letrero. Mirando hacia abajo, vi una saliente
brillando bajo el agua, probablemente, donde las puertas originales estarían. La
entrada al edificio era un arco de piedra con un marco sin bisagras o puertas,
haciéndome pensar que en un punto debió haber sido una ventana.
325
Más pasarelas y puentes cubrieron el inundado vestíbulo del edificio. No podía
ver el primer nivel, pero las escaleras se levantaban fuera del agua y corrían
arriba hasta el segundo balcón histórico, a donde se dirigía la multitud.
Seguimos arriba por las escaleras y a través de las puertas dentro de una arena
con poca luz, donde la anticipación colgaba espesa en el aire y en las multitudes
por la habitación.
―Y es por eso que se llama la Fosa ―dije, mirando alrededor con asombro.
La cámara donde entramos era enorme, una gran sala abovedada que se
elevaba majestuosamente por encima. Un balcón se extendía por toda la
habitación, lleno con mohosos asientos doblados sobre sí mismos. En el lado
izquierdo, parte del balcón se había caído, dejando un irregular, agujero abierto,
pero aún había suficientes asientos para contener a todos los asaltantes en la
ciudad. Los pasillos estrechos llevaban hasta el borde del saliente, donde caían
lejos en las oscuras aguas abajo.
Debajo de nosotros, un enorme telón rojo se extendía a través de la pared del
fondo, descendiendo hasta tocar un escenario flotante de madera. Una jaula
cubría la mayor parte de la plataforma, a veinte metros de altura, con una malla
metálica cubriendo la parte superior de modo que nada pudiera escapar. La
mitad de atrás del escenario estaba oculta por la cortina, y me pregunté qué
estaban manteniendo allí atrás.
Entonces Zeke me tocó el brazo, apuntando a algo dentro de la jaula.
Una jaula de acero había sido empujada contra una pared, con sólo pequeñas
aberturas enrejadas por ventanas. De vez en cuando, la caja se agitaba cuando
lo que sea que estaba en el interior se movía alrededor, pero estaba demasiado
oscuro para ver a través de las rendijas. El piso de madera estaba manchado con
sangre seca.
―Deporte sangriento ―murmuró Zeke mientras rondaba por la espalda.―
Esta debe ser la idea de entretenimiento de Jackal. Ellos hacen sus apuestas para
ver cu{l es el animal que sale con vida. ―Miró alrededor hacia la excitada
multitud y se estremeció―. Particularmente no quiero ver a dos perros
desgarrándose a pedazos entre sí. Debemos buscar a los otros.
Antes de que pudiera responder, un reflector titiló, brillando sobre la arena.
Parpadeé. El escenario estaba vacío hace unos segundos atrás, estaba segura de
326
eso. Pero un hombre ahora estaba en el frente, sonriendo a la multitud. Era alto,
delgado pero musculoso también; pude ver el corte en su pecho debajo de la
camisa y el descolorido abrigo de cuero. Grueso cabello negro había sido
empujado en una coleta, acentuando un rostro joven, suave y atractivo y una
piel pálida.
Sus ojos, barriendo sobre la multitud, eran de un vago dorado. El hombre
levantó los brazos como si quisiera abrazarnos a todos, y la multitud se volvió
loca, rugiendo, golpeando el suelo, incluso disparando sus armas al aire. Y de
repente lo supe. Lo habíamos encontrado. Este era Jackal, el rey vampiro de los
asaltantes.
―¡Buenas noches, lacayos! ―bramó Jackal, a un coro de gritos, aullidos y
chillidos―. Estoy en un fabuloso estado de {nimo esta noche. ¿Qué hay de ti?
―Su voz llegaba f{cilmente sobre la ruidosa habitación, claro, seguro y
magnético. Incluso el más violento asaltante estaba pendiente de cada una de
sus palabras―. ¡No te preocupes! Realmente no me importa cómo te sientes,
pero gracias a todos por venir a este pequeño espectáculo. Como pueden haber
escuchado, ¡tenemos algunas noticias emocionantes! Durante los últimos tres-
años-y-medio, hemos estado en busca de algo, ¿no? ¡Algo importante! Algo que
podría cambiar no sólo nuestro mundo, sino el mundo entero como lo
conocemos. ¿Saben de lo que estoy hablando, no es así?
Yo no lo hacía, pero al escuchar al rey asaltante hablar, sentí un destello de
reconocimiento. Como si lo conociera de... alguna parte, aunque no sabía por
qué me sentía de esa manera. Estaba segura de que nunca lo había visto antes.
―De todos modos ―continuo Jackal―. Quería que todo el mundo supiera que
hace unas noches atrás, nuestra búsqueda llegó a su fin. Hemos encontramos lo
que estuvimos buscando todo este tiempo.
Zeke se tensó a mi lado. Detrás de Jackal, un par de asaltantes hizo a un lado la
cortina y empujaron a alguien en el escenario.
Jackal giró con sorprendente gracia, agarró la figura por el cuello y lo arrastró
adelante, hacia la luz.
Jebbadiah. Sus muñecas estaban atadas, y marcas oscuras cubrían su rostro y
ojos, pero se mantuvo de pie y orgulloso al lado del rey de los asaltantes,
mirando a la multitud con frío desprecio. Puse una mano en advertencia sobre
327
el brazo de Zeke, en caso de que olvidara dónde estaba. Con unos pocos cientos
de asaltantes y sólo dos de nosotros, ahora no era el momento para un rescate
suicida.
La multitud abucheó y se burló cuando Jeb los miró con frialdad, pero Jackal
sonrió y pasó un brazo alrededor de sus hombros, golpeando ligeramente su
pecho.
―Vamos, vamos ―reprendió―. Sean corteses, todos ustedes. Van a hacer que
piense que no lo queremos aquí. ―Jackal sonrió, luciendo enteramente
animal―. Después de todo, este es el hombre que tiene la llave para su
inmortalidad. Este es el hombre que va a ser responsable de nuestro ascenso a
la gloria. ¡Este es el hombre que va a curar el Rabidismo para nosotros!
La multitud estalló en caos, pero yo seguía oyendo a Zeke liberar un profundo
suspiro. Aturdida, me volví hacia él, viéndolo pálido, como si ya lo supiera. Y
de repente, todo tenía más sentido.
―Es por eso que ha estado detr{s de ti ―dije entre dientes, acerc{ndome para
hacerme oír por encima de la multitud aullando―. Él piensa que Jeb puede
curar el virus, es por eso que te ha perseguido durante tanto tiempo. Cualquiera
querría eso. ―Zeke miró hacia otro lado, pero agarré su brazo, tirando de él
hacia atr{s―. ¿Jeb tiene la cura? ¿Es eso lo que has estado escondiendo, todo
este tiempo?
―No ―dijo Zeke con voz {spera, finalmente, volviendo su cara hacia mí―. No,
él no tiene la cura. No existe una cura. Pero<
Levanté mi mano silenciándolo. La multitud finalmente se había calmado.
Jackal esperó hasta que los últimos juerguistas se habían detenido, luego se
volvió para palmear a Jeb en el hombro.
―Desafortunadamente ―prosiguió con voz triste―, ¡nuestro buen amigo aquí
está un poco reacio a compartir lo que sabe! ¿Pueden creerlo? Tengo un
encantador laboratorio con todo preparado, esperándolo por tres años, con todo
lo que necesita o posiblemente podría desear, y no parece apreciarlo.
Un coro de abucheos e insultos surgió. Jackal levantó una mano.
―Lo sé, lo sé. Pero no podemos obligarlo a trabajar, ¿verdad? Quiero decir, no
es como si pudiera romper sus dedos o golpear su cabeza para conseguir que
328
haga lo que yo quiero, ¿verdad? ―Se rió animosamente, y envió un escalofrío
por mi espalda―. Es por eso estamos aquí esta noche ―continuó―. He creado
un poco de entretenimiento para nuestro invitado de honor, pero espero que el
resto de ustedes disfrute de ello, también. Esperemos, que no termine muy
rápido, pero tenemos toda una tropa de caras nuevas que podemos sacar si las
cosas consiguen ponerse aburridas. ―Se dio la vuelta y miró directamente a Jeb
al decir esto, sus labios tiraron en una sonrisa demoníaca, antes de volverse
hacia la multitud―. Así que, supongo que no tengo nada más que decir
excepto, ¡Que comience el espectáculo!
Salió del escenario con una cacofonía de gritos y aullidos, tirando a Jebbadiah
con él. Zeke se agachó y tomó mi mano, apretándola con fuerza, como si
quisiera fijarse a sí mismo por lo que estaba por venir.
Las cortinas se abrieron y dos asaltantes más salieron con otra figura entre ellos,
su cabeza cubierta con una bolsa oscura. Abriendo la jaula, sacudieron la bolsa
fuera, lo empujaron dentro de la jaula, y cerraron la puerta.
―Darren ―gimió Zeke, comenzando a avanzar. Apreté mi agarre en su mano y
agarré su brazo, manteniéndolo lejos.
―Zeke, no lo hagas. Él me dio una mirada desesperada, pero se mantuvo firme.
―Ve por ahí y sólo vas a ser atrapado o asesinado ―dije, mirando sus ojos
torturados―. No hay nada que podamos hacer por él ahora.
Un chillido escalofriante llamó mi atención hacia el ring. Darren, de pie con
temor en el centro de la jaula, miró hacia la perrera en la pared del fondo. Una
cuerda que no había notado antes estaba atada a la puerta, saliendo a través de
los barrotes de la jaula, y ahora estaba en manos de un asaltante, preparándose
para tirar de ella. Y de repente supe, con una terrible certeza, lo que estaba en
esa perrera.
Por una fracción de segundo, toda la habitación se quedó en silencio, voces
desapareciendo mientras los espectadores contenían la respiración. Darren, solo
en la arena, miró a su alrededor desesperadamente por una ruta de escape, pero
no había nada, nada donde poder correr. Zeke estaba rígido, podía sentirlo
temblar bajo mis manos, incapaz de mirar lejos. Por sólo un momento, Darren
levantó la vista y sus miradas se encontraron...
329
Entonces el resonante sonido metálico de la puerta de la perrera abriéndose se
hizo eco en el silencio, y Darren ni siquiera tuvo tiempo para volverse antes de
que el Rabioso se estrellara contra él, tirándolo hacia abajo con un chillido.
La multitud rugió y se subió a sus pies, y por un momento Darren se perdió en
el oleaje, a pesar de que sus gritos se oían incluso sobre la multitud. Zeke dejó
escapar un sollozo sin aliento y se dio la vuelta, tirando de sí mismo de mi
agarre, pero yo me obligué a mirar, quemar las imágenes en mi cerebro. Era lo
menos que podía hacer por Darren, para recordar sus últimos momentos y para
recordarme a mí misma de lo que podía llegar a ser. No un Rabioso sino algo
peor, algo despiadado, salvaje y hambriento de poder, un verdadero monstruo,
como el rey asaltante. Jackal había abandonado su humanidad hacía mucho
tiempo atrás, pero no lo olvidaré. Quiero recordar este momento, y la vida de
Darren no irá a la basura.
Afortunadamente, todo terminó muy rápido. Los miembros de Darren ni
siquiera habían dejado de moverse cuando Jackal se paseó hasta un banco y se
puso sobre él, levantando los brazos ante los aplausos de la multitud.
Jeb estaba detrás de él, con el rostro blanco, temblando de dolor y furia.
―¿Cómo es eso para el entretenimiento? ―hablo Jackal, y la multitud rugió su
aprobación. Me encontré a mí misma odiando a todos ellos, deseando poder
volar abajo y empezar a rasgar sus bocas burlonas fuera de sus caras―. Y,
buenas noticias, ¡hay mucho más de donde vino eso! ―Él se volvió hacia Jeb,
sus ojos brillantes―. Así que, ¿tienes algo que decir, anciano? Creo que el
siguiente en la jaula debe ser esa bonita chica. ¿O tal vez uno de los niños?
Realmente no hace ninguna diferencia para mí. O... ¿tienes algo más en mente?
No pude oír a Jebbadiah, sobre la multitud, pero vi sus labios moverse mientras
miraba a Jackal, el miedo y el odio cubría cada parte de su cuerpo.
―No tengo opción ―pensé que él dijo, y Chacal asintió, sonriendo―. Haré lo
que me pides.
―Ahí, eso no fue tan difícil, ¿verdad? ―Jackal hizo un gesto a uno de sus
asaltantes, y ellos se llevaron lejos a Jeb. Volviéndose hacia la multitud, el
vampiro sonrió, mostrando un par de extremadamente largos, colmillos
mortíferos―. Lacayos, les prometí la inmortalidad, ¡y la voy a entregar! Ahora,
lo único que queda por elegir es a quién convertiré primero una vez que nos
330
encontremos con la cura. ¿Quién va a tener ese prestigioso honor? Hmm. ―Él
chasqueó los dedos―. Tal vez sólo tendremos que mantener un gran país libre-
para-todos, y quien salga con vida conseguirá ser inmortal, ¿qué dicen?
La multitud rugió de nuevo, golpeando los asientos, lanzando puños y armas al
aire, gritando su nombre. Jackal levantó sus brazos de nuevo, aceptando el
aplauso, la adoración, mientras que detrás de él, la sangre de Darren se
agrupaba a un lado de la jaula y goteaba en el agua.
Zeke hizo un ruido estrangulado y se alejó, tambaleándose hacia la puerta como
si estuviera borracho. Nadie se fijó en él, su atención estaba fija en Jackal y el
espectáculo que había puesto en el centro. Pero mientras yo retrocedía,
preparándome para apresurarme después de Zeke, Jackal levantó sus
relucientes ojos amarillos encima de la multitud y atrapó mi mirada. Él
parpadeó cuando nuestros ojos se encontraron, una expresión de desconcierto
cruzó su cara, y luego salí por la puerta, siguiendo a Zeke en el oscuro pasillo.
331
C A P Í T U L O 21
Traducido por Sisabe1320
Corregido por FranÁngel
―¡Zeke!
Lo agarre y lo tiré en una esquina justo cuando un par de hombres de aspecto
rudo aparecieron al final del pasillo, riendo y jurando el uno al otro. Los
asaltantes continuaron en la sala principal, donde el eco de la multitud todavía
se podía oír a través de las puertas abiertas. Me pregunté qué estaba haciendo
Jackal y esperaba que él no tuviera más "entretenimiento" planeado para la
noche.
Zeke estaba apoyado de espaldas contra la pared, pero, mientras me acercaba,
él se deslizó hasta quedar sentado en la esquina, mirando hacia adelante a la
nada. Por unos instantes, se quedó así, su expresión vidriosa y muerta. A
continuación, un estremecimiento atormento su cuerpo, y poco a poco se
encorvo, inclinando la cabeza sobre sus rodillas, mientras sollozaba en silencio
en sus manos.
Lo observé silenciosamente, mi propia garganta sospechosamente apretada.
Desearía saber qué decir, las palabras adecuadas para consolarlo, pero la
simpatía nunca fue mi fuerte, y además, cualquier cosa que dijera
probablemente acabaría sonando forzada. Especialmente después de la horrible
escena que acabábamos de presenciar.
Suponiendo que él quería un momento a solas, me aparté y lo dejé en la parte
posterior de la sala, dejando que llorara la muerte de su amigo. A decir verdad,
necesitaba unos minutos para mí, también.
Mis ojos ardían, y dejé una sangrienta lágrima deslizarse por mi mejilla antes de
limpiarla. Primero Dorothy y ahora Darren.
Darren, quien había bromeado conmigo, quien se había puesto de pie para mí,
incluso para Zeke. Quién había sido un buen cazador, un compañero, tal vez
incluso un amigo. Echaría de menos su compañía, me di cuenta.
332
Él no se merecía esa muerte, llegar tan lejos sólo para ser destrozado por un
Rabioso al final. Apreté los puños, sintiendo las uñas morder en mis palmas.
Jackal pagaría por esto.
Él iba a pagar por todo.
Me di la vuelta y caminé de regreso a Zeke, tratando de formular algún tipo de
plan, con la esperanza de que él estuviera lo suficientemente lúcido para
ayudarme. Seguía sentado en la esquina, mirando a la pared, pero su rostro y
sus ojos eran claros.
Me agaché a su lado.
―¿Est{s bien? ―No era la pregunta m{s brillante o reconfortante, pero no se
me ocurrió otra cosa.
Negó con la cabeza.
―Tenemos que encontrar al resto de ellos ―susurró, poniéndose en pie.
Apoyándose contra la pared otra vez, tomo una profunda respiración y me
miró, su voz cada vez m{s fuerte―. ¿Dónde piensas que Jackal est{
manteniendo a todos?
―No tengo idea ―murmuré―. Pero supongo que est{ cercano. Con todo bajo
el agua, probablemente no es fácil transportar prisioneros ida y vuelta. Él
querrá mantenerlos cerca.
―Debemos buscar en el edificio ―dijo Zeke, asintiendo con la cabeza―. Una
vez que todos hayan salido.
Una aclamación desde las puertas abiertas de la sala principal atrajo nuestra
atención. O Jackal estaba en un rollo, o alguien más estaba siendo desgarrado.
Me estremecí y esperaba que no fuera la segunda.
Zeke y yo nos miramos el uno al otro, pensando lo mismo.
No había tiempo. Por cada minuto que esperábamos, otra persona podría morir,
metido en una jaula y destrozado para el entretenimiento de la gente. Jackal era
implacable, y no tenía ninguna duda de que sacrificaría a Caleb o incluso a
Bethany para conseguir lo que quería. Teníamos que encontrar a nuestra gente
ahora.
333
―Detr{s del escenario ―susurró Zeke, sus ojos duros―. Trajeron a Jeb y a
Darren a través de la cortina. Tal vez estén manteniendo a los otros allí,
también.
Asentí.
―Tiene sentido. Es un buen lugar para empezar a buscar de todos modos.
Pero había doscientos asaltantes y novecientos metros de agua entre nosotros y
el escenario, por no mencionar a Jackal mismo. No tenía ni idea de lo poderoso
que era el rey asaltante y no deseaba saberlo.
―Tiene que haber una puerta trasera ―murmuré―. Una manera de entrar por
detrás.
―Hay un montón de ventanas ―señaló Zeke.
―Sí ―dije, d{ndole la espalda―. Espero que no te importe un baño.
En las sombras de la pared exterior, caminamos a través de la negra, agua sucia,
ayudándonos por el costado del edificio. Yo no era la mejor nadadora, no como
Zeke, pero había un montón de agarraderas para aferrarnos a un lado de la
pared. Y, por supuesto, yo no tenía que preocuparme por ahogarme.
De vez en cuando, mi pierna rozaba algo debajo de la superficie del agua, una
rama o un palo o el techo de un auto, lo que me hizo preguntar qué más había
por allí. Esperemos que nada vivo. O bien, si estaba vivo, espero que nada que
nos quisiera comer. Me imaginé un enorme pez Rabioso, deslizándose
silenciosamente por las aguas negras, rodeando nuestras piernas, y decidí no
expresar esa preocupación a Zeke.
―Ahí ―le dije, señalando a una escalera de metal oxidado en la pared. Torcida
y doblada, que zigzagueaba por la pared exterior de una plataforma en la
planta superior. Maniobrando alrededor de los escombros, tubos y vigas
oxidadas, pase a través de la oscura agua negra hasta que pude tomar el escalón
más bajo. Exhalando, me di la vuelta para ayudar a Zeke, agarrando su brazo
334
mientras se ponía a sí mismo en el primer peldaño. Estaba temblando,
chasqueando los dientes juntos, y me acordé de que él sólo era un ser humano.
El agua estaba más fría de lo que había estado la del río, mucho más fría. No me
molestó, pero Zeke estaba en peligro de morir congelado si no éramos
cuidadosos.
―¿Est{s bien? ―le pregunté mientras cruzaba sus brazos, temblando en el
viento. Su cabello rubio estaba pegado a su frente, y la camisa se aferraba a su
pecho, enfatizando su delgadez. Su rostro estaba tenso―. ¿Necesitas esperar
aquí? Puedo seguir sola, si quieres.
―Estoy bien ―dijo entre dientes, apretando la mandíbula―. Sigamos.
La escalera de metal crujía horriblemente mientras pasábamos por los
escalones, y podía sentir que se mecía bajo nuestro peso. Pero se mantuvo hasta
llegar a la plataforma superior y se metía por la ventana rota.
―No puedo ver nada ―murmuró Zeke, presion{ndose cerca de mi espalda.
Yo podía. La habitación aquí tenía el mismo desmoronamiento, el sentimiento
de vacío de la mayoría de los edificios de la ciudad, el techo agrietado, paredes
desconchadas, el suelo cubierto de escombros y basura. Mirando más de cerca,
tuve que reprimir el impulso de silbar. Humanos con ojos en blanco me
miraban desde las sombras de la habitación, algunos envueltos en trajes
podridos, brazos y piernas faltantes, acostados o esparcidos por el piso. Me
tomó un momento darme cuenta de que no eran reales. Figuras sólo de plástico
hechas para parecerse a los humanos.
Zeke se sobresaltó, dejando caer la pistola de su mano. Había visto las
espeluznantes figuras de plástico, también, y en la oscuridad, con la visión
humana normal, podría asustar a cualquiera.
―Rel{jate ―le dije―. No son reales. Son estatuas o algo así.
Zeke se estremeció y apartó la mano.
―He visto muchas cosas raras―murmuró, sacudiendo la cabeza―, pero creo
que esto se lleva el premio. Vamos a salir de aquí antes de que comience a
verlos en mis sueños... o antes de que empiecen a moverse.
335
Vislumbré un brazo desmembrado en el suelo, y un comentario sobre la
necesidad de una mano me vino a la mente, pero este no era el momento para
bromas.
Escogimos cuidadosamente nuestro camino a través de la habitación y abrimos
la puerta a otro pasillo oscuro y estrecho.
La puerta se cerró detrás de nosotros, sumergiendo al corredor en una
oscuridad más espesa que la tinta. En completa negrura, el mundo parecía gris
oscuro a mi vista de vampiro. Pero al menos todavía podía ver. Zeke estaba
ribeteando hacia delante con una mano extendida y la otra en la pared junto a
él.
―Aquí ―dije en voz baja, y tomé su mano. Se puso tenso, sus músculos se
enrollaron para dar marcha atr{s, pero luego se relajó con un gesto firme―.
Sólo tienes que seguir mis pasos ―le dije, ignorando el pulso en su muñeca, el
ritmo de la vida a través de sus venas―. No te dejare caer.
Nos arrastramos por el pasillo sin luz, pasando habitaciones llenas de cajas
polvorientas, estanterías de ropa en descomposición y muebles cubiertos de
láminas de plástico. Era obvio que los asaltantes no usaban esta parte del
edificio, la suciedad y el polvo de yeso que recubría los pasillos no se habían
molestado en años, a excepción de las innumerables ratas y ratones que se
fueron corriendo, desapareciendo en las paredes y el suelo. En un punto, di un
paso en algo suave, como el barro, y miré hacia arriba para ver el techo repleto
de lo que parecía cientos de ratones con alas. No mencioné esto a Zeke mientras
nos apresuramos hacia adelante, aunque por alguna molesta razón, sentí una
extraña afinidad con las pequeñas criaturas grotescas.
La parte de atrás del edificio era como un laberinto, con habitaciones, pasillos
interminables y escombros dispersos. Algunas de las paredes se habían caído, y,
a veces tuvimos que abrirnos paso a través de una sección del techo o alrededor
de los bordes de un piso que se había derrumbado. Zeke mantuvo bien
agarrada mi mano mientras nos abríamos paso en el laberinto, a veces
tropezando cuando su pierna herida cedía, pero en su mayor parte mantenía mi
ritmo.
Cuando pasamos por encima de una viga caída, una grieta astillada sonó como
un disparo, y una sección del piso cedió bajo nosotros. Me agarré violentamente
de la viga con una mano, manteniendo sujeto con fuerza a Zeke con la otra,
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mientras caímos en picado hacia abajo. Mis dedos golpean el borde oxidado de
la viga, aferrándose desesperadamente, ya que el peso del cuerpo de Zeke casi
me arrancó el brazo fuera de su cavidad.
Por un momento, colgábamos sobre el oscuro vacío. Podía oír a Zeke jadeando,
sentir su pulso acelerado bajo mis dedos.
Por encima, las tablas del piso crujieron amenazantes, bañándome con el polvo,
pero la viga misma no se movió.
El peso en el extremo de mi brazo dio un grito ahogado, apretando la mano
alrededor de mi muñeca. Mis dedos se clavaron en la viga deslizándose un
centímetro.
―Zeke ―dije entre dientes―. Hay una viga justo encima de nosotros. Si te
levantara, ¿podrás tomarla?
―Yo... no puedo ver nada ―respondió Zeke, su voz tensa por el miedo
reprimido―. Así que tendr{s que ser mis ojos. Sólo dime cuando me esté
acercando.
Me giré a medias, medio levantándolo hasta el borde del agujero, sintiendo mis
hombros gritar en señal de protesta.
―Ahora ―dije, y Zeke arremetió con su brazo libre, golpeando la viga en su
primer intento. El peso me arrastraba hacia abajo, desapareciendo cuando Zeke
agarró la viga como una línea de vida y se impulsó hacia arriba.
Yo lo seguí, arrastrándome por el agujero y rodando sobre mi espalda junto a
Zeke, quien había hecho lo mismo. Él estaba respirando con dificultad,
temblando de adrenalina, su corazón estrellándose en su pecho.
Yo no sentí nada. Sin fuertes latidos cardíacos, sin respiraciones jadeantes,
nada. Una experiencia cercana a la muerte, y no sentí nada.
Espera, borra eso. Sentí algo. Alivio. Me sentí aliviada de que Zeke estaba vivo
y todavía conmigo. Y ahora que la emoción se desvaneció un poco, sentí mi
estómago revolverse de verdadero miedo, no por mí, sino por lo que pudo
haber pasado. Casi lo había perdido. Si lo hubiera dejado caer, él estaría muerto.
Zeke se movió, recargándose en su codo, entrecerrando los ojos en la oscuridad.
―¿Allie? ―Su voz era vacilante, penetrando la oscuridad―. ¿Sigues ahí?
337
―Sí ―dije, y lo sentí relajarse―. Sigo aquí.
Él se movió a sus rodillas, una mano extendida tímidamente.
―¿Dónde est{s? ―murmuró, frunciendo el ceño. En la oscuridad, vi su rostro,
observe su mirada pasar sobre mí sin verme―. Est{s tan tranquila, es como si
no estuvieras aquí. Ni siquiera estás respirando con dificultad.
Suspiré, deliberadamente, sólo para hacer algún tipo de ruido.
―Eso es lo que pasa cuando est{s muerto ―murmuré y rodé sobre mis rodillas
frente a él―. Toda esa cosa de respirar no es tan importante ya.
Tomé su mano, pero de repente él se inclinó, y sus dedos rozaron mi mejilla.
Calidez inundó mi piel, y me quedé inmóvil, esperando a que se echara hacia
atrás.
No lo hizo. Las puntas de sus dedos se detuvieron en mi mejilla por un
momento. Luego, muy lentamente, su mano se deslizó hacia adelante, la palma
rozando mi piel. Congelada, me quedé mirándolo, viendo su rostro mientras
sus dedos se movieron de mi mejilla sobre la frente a mi barbilla, como un ciego
trazando las características de alguien para verlo en su mente.
―¿Qué est{s haciéndome? ―susurró, mientras su mano se movió hacia mi
cuello, trazando mi clavícula. Yo no podía responder, incluso si quisiera―. Me
haces cuestionar todo lo que he aprendido, todo lo que sé. Verdades que he
creído desde que era un niño, se han ido. ―Suspiró, y sentí un escalofrío pasar
por él, pero no tiro su mano de regreso―. ¿Qué est{ mal conmigo?―gimió, bajo
y angustiado―. No debería estar sintiendo algo de esto. No por un...
Se interrumpió, pero la palabra colgaba entre nosotros, cruda y dolorosa. Podía
sentir la lucha de Zeke consigo mismo, tal vez tratando de encontrar la
voluntad para alejarse, tal vez para hacer algo que iba en contra de todo lo que
le habían enseñado. Yo quería, desesperadamente, inclinarme hacia adelante,
para responder a sus caricias, pero tenía miedo de que si me movía, él se
retiraría y el momento se rompería. Así que me quedé inmóvil, pasiva e
inofensiva, dejando que él decidiera lo que quería. El silencio se extendió entre
nosotros, pero su mano, sus dedos gentiles, nunca abandonaron mi piel.
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―Di algo ―murmuró al fin, ahuecando mi mejilla como si no pudiera soportar
la idea de retirarse―. No puedo verte, así que... No sé lo que est{s pensando.
Háblame.
―¿Y decir qué? ―le susurré.
―No lo sé. Sólo... ―Zeke inclinó la cabeza, su tranquila voz desesperada―.
Solo... dime que no estoy loco ―susurró―. Que esto... no es tan loco como yo
creo que es.
Su ritmo cardíaco tartamudeó, corriendo en mis oídos. El Hambre se agitó
curiosamente, siempre ansiosa, pero podía ignorarla esta vez.
No estaba pensando en su sangre, corriendo justo debajo de la piel. No estaba
pensando en el latido de su corazón o en su tacto o el pulso en su garganta.
Ahora mismo, lo único que pensaba era en Zeke.
―No lo sé ―le dije en voz baja mientras él se acercó m{s, irradiando calor
incluso a través de su ropa mojada. Sabía que debería apartarme, pero, ¿cuál era
el punto? Estaba cansada de luchar. En esta oscuridad absoluta, sin nadie para
ver ni juzgar, nuestro secreto parecía seguro―. Tal vez los dos estamos un poco
locos.
―Puedo vivir con eso ―murmuró Zeke y finalmente hizo lo que había estado
temiendo y esperando y soñando que haría desde el principio. Su otra mano se
estiró, enmarcando mi rostro, mientras se inclinó y me besó.
Sus labios eran cálidos y suaves, y su olor estaba por todas partes, rodeándome.
Agarré sus brazos besándolo de vuelta... y el Hambre se alzó, tan poderosa
como siempre, sin embargo, distinta que antes. No sólo quería morderlo y beber
su sangre, quería aspirarlo lentamente, hacerlo una parte de mí. Y quería
compartir una parte de mí misma con él, por lo que nos convertiríamos en uno.
Podía sentir mis colmillos contra mis encías, doliendo por deslizarse fuera. Para
bajar hasta el hueco en la garganta de Zeke, donde su pulso latía más fuerte
contra su piel, y hundirlos por debajo de la superficie. Sentí la necesidad de
inclinar mi cabeza hacia atrás, así, dejar al descubierto mi cuello de modo que él
pudiera hacer lo mismo.
Y eso me asustó devolviéndome nuevamente a mis sentidos. Me aparté,
rompiendo el beso, un instante antes de que mis colmillos se alargaran y se
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deslizaran a través de mis encías. Zeke me miró con una expresión de
desconcierto, pero en la oscuridad él no podía ver al monstruo arrodillado a
seis centímetros de su garganta.
―Zeke ―comencé, una vez que tuve un firme control sobre mí misma. Pero
antes de que pudiera decir nada más, una expresión culpable cruzó su rostro, y
se sentó sobre sus talones.
―Lo siento ―susurró, sonando horrorizado consigo mismo. Se puso de pie
r{pidamente, y yo hice lo mismo, casi aliviada por la distracción―. Dios, ¿en
qué estoy pensando? Lo siento, no debería estar haciéndonos perder tiempo de
esta manera. Tenemos que encontrar a los otros.
―Por aquí―le dije, y esta vez no tuve que alcanzar de vuelta su brazo. Su mano
buscó la mía y la apretó con fuerza, entrelazando nuestros dedos. Pisando
suavemente, elegimos nuestro camino por el piso y continuamos hacia las
ruinas del antiguo edificio.
Nos deslizamos a través de más pasillos, más escalones se desmoronaron,
siendo extremadamente cuidadosos ahora que nos dirigíamos hacia los pisos
inferiores. Finalmente, vi un letrero pintado con letras rojas descoloridas que
decía Bastidores, con una flecha apuntando hacia abajo a un tramo de escaleras.
Mientras caminábamos por la húmeda escalera, empecé a escuchar el ruido del
auditorio, el alboroto de la gente todavía no se había calmado.
―Espero que estén bien ―murmuró Zeke detr{s de mí―. Espero que nadie
más acabe como... como Darren.
Su voz se quebró, y cuando miré hacia él, fingí no ver el brillo en sus ojos.
La escalera terminaba en una franja de agua de color negro azabache, lamiendo
contra los escalones de metal. Eso significaba que habíamos llegado al nivel del
suelo del teatro. Otra flecha de Bastidores yacía medio sumergida en la pared,
apuntando hacia abajo.
―Creo que vamos a tener que nadar otra vez ―murmuré, soltando la mano de
Zeke. Él asintió valientemente, justo cuando yo alcance un débil resplandor de
luz en el fondo en algún lugar―. Espera un segundo―advertí mientras él se
adelantaba―. Creo que hay una puerta ahí abajo. Voy a ver si puedo abrirla.
―Est{ bien ―dijo Zeke―. Esperaré aquí por ti. Ten cuidado.
340
Él se sentó en uno de los escalones, con los brazos en torno a sí mismo, y se
inclinó hacia adelante, temblando. Por un momento, quería inclinarme y
besarlo, para asegurarle que todo estaría bien. No lo hice. Bajé las escaleras,
directamente a las oscuras profundidades, y continué descendiendo mientras el
agua se cerraba sobre mi cabeza.
Los escalones bajaron otro tramo y medio, terminando en una puerta de metal
oxidado. Un resplandor anaranjado se derramó entre las grietas, pero
empujando en ella noté que la puerta estaba cerrada o atascada. Era difícil
encontrar el impulso que se necesitaba para forzarla abierta, pero la fuerza de
vampiro, más el beneficio práctico de no tener que respirar bajo el agua,
ganaron al final. Después de golpear mi hombro contra la superficie varias
veces, finalmente cedió.
Luz naranja inundó el hueco de la escalera, viniendo de algún lugar más allá de
la puerta. Me di la vuelta y nadé de regreso subiendo los escalones hacia Zeke,
esperando ansiosamente en el borde del agua.
―Conseguí abrirla ―le dije, innecesariamente. El hueco de la escalera ya no
estaba negro como el carbón. A pesar de que todavía había mucha oscuridad,
Zeke ya no estaba ciego. Él asintió y miró más allá de mí, en el agua.
―¿Viste a alguien?
―Todavía no. Pero hay luz que proviene de la habitación, así que supongo que
estamos en los bastidores, detr{s de la cortina. ―Hice un gesto de nuevo a la
salida, haciendo una pequeña presentación―. La puerta est{ bajo el agua, pero
no está lejos. Sígueme y estarás bien.
Zeke asintió y, sin dudarlo, se sumergió en las aguas heladas. Tirando de
nosotros mismos por las barandillas, nadamos por el inundado hueco de la
escalera, a través de la puerta, y emergimos con cuidado. Pisando el agua, miré
alrededor del pequeño lago, tratando de orientarme.
Estábamos definitivamente en los bastidores. La plataforma flotante se
balanceaba sobre la superficie del agua a unos cincuenta metros de distancia,
cada esquina iluminada por el parpadeo de lámparas de aceite, chisporroteando
en sus puestos. La enorme cortina roja colgaba en el centro, mohosa y
andrajosa, pero todavía seguía siendo una barrera que separaba los bastidores
del auditorio.
341
Una alegría ruidosa vino desde el otro lado, el público de asaltantes todavía
estaba allí y más animado.
Intrigada, miré alrededor de la habitación, preguntándome dónde estaban
todos. Sillas flotaban o yacían medio sumergidas en el agua turbia, que también
se ahogaban con flotantes cables negros y trozos de cuerda. Un brazo de
plástico se balanceó delante de mi cara, y pude ver los restos de un sofá,
hinchado y cayéndose a pedazos, por debajo de mí. Pero, a excepción del
flotante escenario y la enorme cortina roja, la habitación parecía vacía.
Entonces oí voces por encima de mí, y miré hacia arriba.
Un laberinto de pasarelas y plataformas se extendía por encima de la
habitación, colgando unos veinte metros por encima del agua. Cruzaban su
camino a través del aire libre, entre las espirales de cuerdas y poleas, alrededor
de un par de jaulas que colgaban de las vigas.
Las jaulas, hechas de hierro oxidado y acero, colgaban un poco por debajo de
las pasarelas, cada una suspendida por una sola cuerda gruesa que se
balanceaba suavemente al aire libre. Ruidos de sollozos suaves venían desde el
interior, de un grupo de personas apiñadas detrás de las rejas.
Zeke respiró fuerte. Los había visto, también. Empezamos a avanzar, pero el
rayo de una linterna de repente atravesó la penumbra por encima de las
pasarelas mientras un asaltante salió de la oscuridad, la luz brillando en la
jaula.
―¡Hey, cierra la puerta! ―ordenó él, apuntando el rayo en la cara de un
aterrorizado Caleb, quien se encogió y se aferró a Ruth.
Sentí la furia de Zeke, la curva apretada de sus músculos bajo la camiseta, y le
puse una mano de advertencia sobre su hombro.
―Ustedes pequeñas mierdas deberían estar agradecidos ―continuó el
asaltante, mientras dos guardias emergieron de las sombras, deambulando por
la pasarela―. No m{s “espect{culos”, al menos por esta noche. Esperemos que
el anciano pueda hacer lo que Jackal dice que puede, de lo contrario tendríamos
que alimentar con uno de ustedes a los Rabiosos en busca de inspiración, ¿eh?
Mastiquen eso por un tiempo, ¡ja!
342
Escupió sobre la barandilla y caminó fuera, uniéndose a su amigo en otra
plataforma. Me volví y vi a Zeke sacar su arma, apuntando a la espalda del
asaltante, y agarré su brazo.
―¡Zeke, no lo hagas! ―Forcé a sus muñecas bajo el agua, y él me miró―. Vas a
alertar a todo el complejo ―susurré, gesticulando hacia la cortina―. Déjame ir
primero. Puedo sacarlos en silencio. Incluso si me ven, no importa si me
disparan.
Vaciló, pero asintió tensamente. En silencio, nos dirigimos a la plataforma
flotante, y yo empecé a subir la escalera hacia las pasarelas anteriores.
Caí encima de la barandilla en cuclillas, buscando mis objetivos. Podía oír sus
pasos, sentir su corazón latiendo. Una era muy estrecha. Me arrastré a lo largo
del camino, tejido a través de enredos gruesos de cuerda, hasta que lo encontré,
apoyado en la barandilla fumando un cigarrillo.
Él no vio las armas que llegaban a través de las cuerdas hasta que fue
demasiado tarde. Serpenteé un brazo alrededor de su cuello, con una mano
sobre su boca, y lo tiré de nuevo en las vigas. Dejó escapar un grito ahogado,
pero luego mis colmillos ya estaban en su garganta.
Eso fue fácil, reflexioné, empujando las cuerdas a un lado mientras salía,
sonriendo. Ahora, ¿dónde están los otros dos?
Había otro, de pie en el borde de una plataforma, fumando. Su amigo estaba
deambulando lejos, hacia la pared del fondo, dejando al otro solo. Estaba de
espalda a mí, pero tendría que arrastrarme alrededor de las jaulas para llegar a
él. Y tenía que hacerlo antes de que pudiera alertar a su amigo.
Agach{ndome, empecé a seguirlo. Sólo tendría que ser r{pida<
―¡Allie!
El agudo grito resonó a través de la habitación, sobresaltándome, y la atención
del guardia rompió hacia la jaula. La pequeña forma de Caleb estaba
presionada contra los barrotes, sus grandes ojos fijos en mí, una mano
extendida. Los asaltantes siguieron su mirada y se irguieron cuando me vieron.
Maldición. Hasta aquí el elemento sorpresa. Mientras los guardias fueron por
sus armas, di dos pasos corriendo hacia el borde de la plataforma y me lancé al
espacio. Mi chaqueta zafándose detrás de mí mientras volaba sobre el agua, y
343
los ojos de los saltantes sobresalieron cuando me dispare de un lado de la
pasarela al otro.
En el último segundo, uno intentó traer su arma, pero yo ya estaba encima de
él, golpeando mi rodilla en su pecho. Golpeamos la plataforma con un sonido
metálico, y la parte posterior de su cráneo golpeó el borde de metal. Él se cayó
de la plataforma, aporreando el agua con un sonoro chapoteo. El otro asaltante
gritó una maldición.
Me giré con un gruñido, mostrando los colmillos, pero el guardia ya estaba
huyendo por el laberinto de pasarelas. Agachándose detrás de las jaulas, se
detuvo para mirar atrás y palideció cuando me vio correr hacia él con mi
espada desenvainada.
Caleb volvió a gritar, y la mirada del guardia rompió misteriosamente al niño,
una mirada escalofriante cruzaba su rostro. Tirando de un enorme cuchillo en
su cinturón, se inclinó hacia fuera y cortó las gruesas cuerdas que sostenían las
jaulas sobre el agua. La primera se rompió, y la jaula con Caleb, Ruth, Bethany y
Teresa se desplomó con un coro de gritos en el agua helada.
Mientras la segunda cuerda se deshilachaba, y el asaltante levantó un brazo
para cortar de nuevo, un disparo sonó desde atrás. El hombre se sacudió.
Sangre explotó de su pecho en un fino rociador, y cayó hacia atrás.
Sin soltar la humeante pistola, Zeke se precipitó a la plataforma justo cuando la
segunda cuerda se rompió y la jaula se unió a la primera en las aguas debajo.
Salté sobre el borde, cayendo en el agua espumosa.
La segunda jaula había, milagrosamente, caído torcida sobre una mesa bajo el
agua, por lo que una esquina aún sobresalía por encima de la superficie.
Jake, Silas y Matthew se aferraban a los barrotes, luchando por mantener el
rostro fuera del agua. Pero la otra jaula, tumbada en el piso de madera, estaba
totalmente sumergida, y las burbujas de espuma subían de donde había caído.
Me zambullí donde cayó la jaula, buscando desesperadamente por la puerta.
Los cuerpos adentro estaban pataleando, sacudiendo los barrotes de hierro, sus
ojos llenos de terror. Encontré la puerta cerrada con candado y tiré de ella. No
se movía. Gruñendo en voz baja, tiré más fuerte, forzando el metal, pero
obstinadamente se negó a ceder.
344
Mirando a través de los barrotes, vi el cuerpo de inerte de Teresa, flotando hacia
arriba, y la expresión desesperada de Caleb mientras trataba de presionarse a
través.
Una última vez, tiré de la puerta de hierro y finalmente sentí que cedía. Tirando
de ella, agarré a Ruth y a Bethany, empujándolas a través de la puerta, luego fui
tras Caleb y Teresa. Caleb estaba tan frenético que se negó a soltar los barrotes
en primer lugar, y tuve que hacer palanca y empujarlo fuera de la jaula.
Agarrando el cuerpo inerte de Teresa, nadé hacia la superficie, esperando que
no fuera demasiado tarde.
Rompí a la superficie del agua, a un caos. Los niños estaban gritando,
agitándose en el agua. Ruth estaba tratando desesperadamente de llevarlos al
escenario, pero era obvio que Bethany no sabía nadar y Caleb estaba histérico.
A unos metros de distancia, Zeke estaba en la otra jaula, tratando de abrirla. Vi
el destello de las llaves en su mano, tomadas del asaltante muerto,
probablemente, un segundo antes de que pudiera abrir la puerta, dejando a los
cautivos nadar fuera.
Cuando saqué el cuerpo inconsciente de Teresa al escenario, la cortina detrás de
mí se separó y un asaltante entro, probablemente atraído por el estrépito de los
niños y el disparo y las jaulas que cayeron. Por un momento, nos miró en estado
de shock, y luego se volvió para gritar una advertencia. Pero ese segundo fue
todo el tiempo que necesité para lanzarme y conducir la espada entre sus
costillas. Su grito se convirtió en un murmullo asustado, y él cayó al escenario
con un ruido sordo.
Pero los otros asaltantes pronto llegarían. Podía verlos a través de los agujeros
en la cortina, trepando sobre los asientos hacia el escenario. Miré hacia atrás,
observando a Zeke emerger del agua con una temblorosa, sollozante Bethany,
Caleb aferrado a su cuello por detrás. Cerca de mis pies, Teresa comenzó a toser
agua.
Ruth se irguió en la plataforma y, mientras Zeke juntó a Caleb y a Bethany en
tierra firme, se arrojó a sus brazos.
―¡Est{s vivo! ―sollozó en su pecho, mientras él la abrazaba y los niños se
pegaban a su cintura―. ¡Est{bamos seguros de que estabas muerto! Oh, Dios,
ha sido horrible, lo que hicieron con nosotros. Darren<
345
―Lo sé―dijo Zeke, su cara apret{ndose―. Y lo siento mucho, no pude...
―Cerró los ojos―. Lo siento ―susurró―. Eso no va a suceder de nuevo, te lo
juro.
―Zeke ―le advertí, y sus ojos parpadearon hacia mí―. No hay tiempo para
esto. Los hombres están viniendo. Tenemos que sacarlos de aquí.
Él asintió con la cabeza, compuesto y profesional de nuevo, pero Ruth se volvió
hacia mí, ojos ardiendo con desconfianza y temor.
―¿Qué est{ haciendo ella aquí? ―susurró Ruth, todavía aferrada a Zeke, una
delicada mano sobre su pecho―. ¡Ella es un vampiro! Jeb nos dijo que había
que matarla si venía a husmear otra vez.
―Basta, Ruth. ―La voz de Zeke era dura, y las dos parpadeamos hacia él en
estado de shock―. Ella salvo mi vida ―continuó en voz m{s tranquila―. Y la
tuya también, en caso de que no te dieras cuenta. Yo no habría llegado tan lejos
si ella no hubiera regresado.
―Pero... Jeb dijo<
―Gu{rdatelo ―le grité, y ella se encogió, los ojos muy abiertos―.No estamos
fuera de aquí, todavía. Y, ahora que lo mencionas, ¿dónde está Jeb? No está
aquí, eso es seguro. ¿Dónde lo llevaron?
―¡No te lo diré, vampiro! ―gritó Ruth, al borde de la histeria―. ¡No voy a
decirte nada!
Gruñí, lista para hacerla entrar en razón, pero Zeke levantó una mano,
deteniéndome.
―Ruth. ―La sacudió suavemente, llevando su atención hacia él―. ¿Dónde est{
Jeb? ¿Dijeron a dónde se lo llevaron, donde está retenido?
La niña asintió con la cabeza, aferrándose a su camiseta.
―La torre de Jackal ―susurró―. Dijeron que estaba siendo llevado a la torre de
Jackal.
Las palabras apenas habían salido de su boca cuando Bethany gritó y otro
asaltante llegó a través de la cortina, seguido por un amigo. Me giré, mi hoja
parpadeando, y rápidamente decapite a uno, haciendo a Bethany y a Ruth
346
gritar de nuevo, pero el otro dio un grito antes de que pudiera silenciarlo. A
medida que sus cuerpos golpearon el escenario, me di la vuelta hacia Zeke.
―¡Muévete! ¡S{calos de aquí! ―Arrastré una mano en dirección a las pasarelas,
a la puerta que los guardias habían utilizado―. No me esperes, los alcanzare en
cuanto pueda. Sólo sácalos de la ciudad y no mires atrás.
―¿Alcanzarnos? ―Zeke había comenzado a marcar el inicio del grupo en la
escalera hacia las pasarelas, pero ahora se volvía con el ceño fruncido―. ¿No
vienes con nosotros?
―No. ―Lancé una r{pida mirada a la cortina, al oír a la multitud corriendo al
escenario, los chapoteos de los asaltantes cayendo al agua―. Voy a regresar por
Jeb.
Se me quedó mirando.
―¿Tú? Pero... no, yo debería ir. Es mi familia. Debería ser yo.
―Todavía est{s herido, Zeke. Adem{s. ―Asentí con la cabeza al grupo
mientras el último de ellos trepó por la escalera, mirando hacia abajo a
nosotros―. Tienes que sacarlos de aquí. Voy a tener una mejor oportunidad de
encontrar a Jeb si estoy sola.
―Pero... ―Zeke vaciló, dividido―. Incluso si lo encuentras, él no iría contigo.
Allie, podría... tratar de matarte.
―Lo sé. ―Me alejé de él, hacia la cortina. Los asaltantes estaban subiendo al
escenario ahora, arrastr{ndose fuera del agua―. Pero si no hago esto, voy a ser
el monstruo que él cree que soy. ―Girando, corté a un asaltante que pasó a
través de la cortina, abriendo los gritos de los niños. Mientras se tambaleó y
cayó en el agua, me volví hacia Zeke―. ¡Si Jeb está vivo, te juro que lo voy a
encontrar! Pero, ¡hay que sacarlos de aquí, Zeke! ¡Vete, ahora! Si no estoy de
vuelta al amanecer, no esperes por nosotros, porque estaremos muertos. ¡Vete!
Con una última mirada atormentada, Zeke se volvió y escapó por la escalera.
Me di la vuelta hacia el escenario, golpeando a otro asaltante, y agarré la
lámpara de aceite del puesto. A medida que la multitud afuera se acercó,
levanté la lámpara sobre mi cabeza y la estrellé contra el suelo, rompiendo el
vidrio y enviando el aceite en llamas sobre la tela roja.
347
La vieja cortina se incendió al instante, y lenguas de fuego naranja se levantaron
con un rugido, envolviendo la tela y propagándola a la madera a su lado.
Mientras una pareja de asaltantes llegaba, arrebaté la segunda lámpara e hice lo
mismo del otro lado, pestañando a medida que el aceite salpicaba por todas
partes, capturando a dos hombres con el rocío. Ellos gritaban, agitando sus
brazos mientras sus ropas se incendiaron, y escaparon de vuelta por donde
habían venido.
El infierno rugió, comiéndose rápidamente la antigua cortina, lamiendo el
marco de madera alrededor de ella. Tropecé hacia atrás, agarrando la última
lámpara, luchando contra el instinto de correr cuando las llamas rompieron y
llegaron a mí, abrasadoras y letales. Por primera vez, sentí un terror casi
primordial, frente a uno de los mayores temores de un vampiro. El fuego
podría destruirme. El viento, corriendo desde el techo y ventanas rotas, sopló
las nubes de cenizas y la tela ardiendo en el aire, una aterrizó en la manga de mi
chaqueta, y siseé mientras la palmeaba lejos.
Destrocé la última lámpara en la base del escenario, me di la vuelta y hui por la
escalera, sintiendo el calor chisporrotear contra mi espalda.
Los gritos de alarma resonaron sobre el rugido del fuego mientras los asaltantes
se dispersaron de un lado a otro, sin saber qué hacer. Algunos saltaron al agua
para huir y algunos intentaron sofocar las llamas con todo lo que pudieron
encontrar, pero el infierno estaba lamiendo las paredes y el techo ahora,
propagándose a la madera aceitada y sin ningún signo de desacelerar.
En la parte superior de la escalera, miré hacia arriba para ver a Zeke pasar el
último del grupo a través de una puerta al final de la pasarela.
Él miró hacia atrás, y nuestras miradas se encontraron. Por un momento, nos
observamos el uno al otro, mientras el viento y las llamas chillaban a nuestro
alrededor, rompiendo en el cabello y la ropa. Vi el lamento de que él no era
capaz de venir conmigo, una determinación feroz para conseguir que el resto de
ellos saliera con vida... y una confianza que no había estado allí antes.
Le di una breve inclinación de cabeza, y él la devolvió solemnemente antes de
desaparecer por la puerta.
348
Me volví. Las llamas se estaban propagando más rápido de lo que creía posible,
desgarrando las paredes, el viento llevaba las brasas ardientes a los asientos de
felpa que se incendiaron.
Me enfrenté a una parte de la pared exterior que se había derrumbado, viendo
edificios derruidos a través del agujero, la oscura silueta de la ciudad a través
del humo.
Corrí hacia el final de la pasarela y salté, lanzándome sobre el agua, agarrando
la áspera madera y yeso cuando golpeé la pared. Una sección cedió bajo mi
mano, cayendo en picado hacia abajo con un chapoteo mientras tiraba hacia
arriba. Encontrando agarraderas a lo largo de la pared exterior, fácilmente me
subí a la azotea y miré hacia fuera en la ciudad.
Edificios esqueléticos se alzaban por encima de mí, oscuros y en ruinas,
rozando el cielo. Me volví, explorando las torres, en busca de algo que pudiera
indicar la guarida de Jackal. Todas parecían iguales, rotas y vacías, y escupí una
maldición. ¿Cómo iba a encontrar a ese anciano en tan enormes...?
Me detuve, parpadeando. Una luz de repente brilló en la oscuridad como una
estrella perdida, un brillo en la parte superior de una gran torre negra.
La torre de un rey vampiro. Si tenía suerte, encontraría a Jebbadiah esperando
allí, vivo y sin daño alguno. Si mi suerte se mantenía, no encontraría a un rey
asaltante esperando por mí, también.
Y si era muy afortunada, podía rescatar al anciano y traerlo de vuelta sin ser
asesinada, por Jackal o Jebbadiah Crosse.
349
C A P Í T U L O 22
Traducido por Sisabel1320
Corregido por FranÁngel
No encontré ninguna resistencia cuando me dirigí a la torre de Jackal,
probablemente porque todo el mundo estaba preocupado por el edificio en
llamas. Tenía la esperanza de que fuera una distracción suficiente para cubrir el
escape de Zeke, y que él sería capaz de sacar a todos de manera segura.
Todavía podía ver el resplandor del infierno mientras me acercaba a la torre.
Nubes de brasas ondeaban sobre el viento, y varios incendios pequeños ya
habían surgido en los edificios contiguos. Me sorprendió hasta qué punto podía
propagarse el fuego, incluso a través de una ciudad que estaba tan
completamente inundada.
Los escalones y el primer piso de la torre de Jackal estaban bajo el agua, pero
una serie de puentes conducían desde las vías elevadas hacia el vestíbulo. El
agua aquí llegaba sólo hasta la cintura de profundidad, y lamía contra las
plataformas y la podredumbre de la recepción, mientras me metía en la oscura,
habitación abierta. Haciendo una pausa en una pasarela balanceándose por
encima del escritorio, miré a mi alrededor. ¿Cómo podía uno llegar al piso
superior de este lugar? ¿Ellos se llevaban todas las escaleras de camino hacia
arriba? ¿El rey de los vampiros sabía cómo volar?
Un fuerte ruido metálico me llamó la atención a una de las paredes, donde un
par de puertas de ascensor estaban medio abiertas en sus marcos, con
fragmentos de óxido. Me deslicé de la pasarela al agua, agachándome detrás del
enorme escritorio cuando una mano apareció entre la puerta y empujo una de
ellas a un lado. Dos asaltantes armados surgieron desde el ascensor, se
apresuraron a través de los pasillos y salieron a la calle inundada. Vi sus
cabezas dirigirse hacia el resplandor del edificio en llamas y rápidamente me
metí en el ascensor.
Detrás de las puertas traseras, observé el tubo cuidadosamente.
350
Todo esto había sido mal construido obviamente por los hombres de Jackal, y si
no acabara de verlo en acción habría dudado de que pudiera despegarse del
suelo. Un marco de acero sencillo rodeado con barandillas de madera y
envuelto con eslabones de cadena colgaba del grueso cable. El piso no era más
que unos tablones podridos, y podía ver el agua salpicando por debajo de la
madera. Algún tipo de palanca había sido soldada en la esquina, comida por el
óxido y asentada en un enmarañado nido de cables expuestos.
Unas pocas chispas saltaron en el vacío, sin hacer nada a mi escepticismo.
Fácilmente entré en la caja, que crujió y se tambaleó en señal de protesta, pase
por encima de los agujeros en el suelo y tiré de la palanca hacia arriba.
El ascensor se estremeció, chisporroteando furiosamente, y luego comenzó un
ascenso lento pero constante en la oscuridad. Agarré el marco de metal lo
suficientemente fuerte para dejar impresiones en el óxido, apretando los dientes
con cada sacudida o sonido metálico contra la pared, y me pregunté cómo la
gente de antes podía soportar estar en una pequeña caja que cuelga cientos de
metros en el aire.
Finalmente, la cosa hizo un chirrido, sacudiéndose y deteniéndose en otro par
de puertas, estas estaban ligeramente en mejores condiciones. Aunque todavía
tenían que ser empujadas para abrirse, y me ayude con mi hombro, aliviada de
estar en tierra firme de nuevo.
O... tal vez no.
La primera cosa que vi, saliendo del ascensor, fue el cielo.
A veinte metros de las puertas, una pared de ventanas se extendía por el
pasillo, mostrando la oscura, brillante, y deteriorada gloria de la ciudad abajo.
Gran parte del cristal había volado, y un viento fuerte silbaba a través de los
marcos, azotando mi cabello, oliendo a humo y agua.
Lo siguiente que vi fue a un guardia al final del pasillo. Él estaba de pie frente a
la ventana, mirando hacia la calle, pero se volvió cuando salí del ascensor. Él
parpadeó, sin duda sorprendido de ver a una chica vampiro al final del pasillo.
Lástima para él.
Me lancé a través del piso y lo golpeé con fuerza, sin hacer ruido cuando se
desplomó en el suelo. Caminando alrededor de su cuerpo, llegué a la puerta.
351
Luz se derramaba desde abajo, y un leve zumbido, casi inaudible llegó del otro
lado del pasillo. Con la esperanza de no encontrarme con un sonriente rey
asaltante en el otro lado, abrí la puerta y me asomé por la rendija.
Una abrasadora luz me cegó, y retrocedí. Cubriendo mis ojos, lo intenté de
nuevo, entrecerrando los ojos a través de la bruma. La habitación contigua
estaba dolorosamente brillante, la luz provenía de cada esquina, cada rincón,
sin dejar sombra alguna.
Las encimeras y estantes se alineaban en las paredes, algunas sosteniendo
libros, algunas sosteniendo extrañas máquinas y tubos de cristal que reflejaban
la luz. ¿Cómo eran tan brillantes? Ni si quiera cien antorchas o linternas podían
iluminar una habitación así. Abrí la puerta un poco más lejos, revisando la
habitación con cautela.
Más rarezas. Al otro lado dela habitación, un extraño tablero verde colgaba en
la pared, una mitad estaba garabateada con letras y números blancos que no
significaban nada para mí. Un mapa había sido pegado en la otra mitad,
mostrando "Los Estados Unidos de América", como era antes de la plaga. Este,
también, había sido marcado y garabateado con tinta roja, círculos y tachaduras
lo rodeaban y cruzaban en lo que lucía como frustración.
Movimiento capto mi atención. En la esquina, frente a la pared de cristal que
recorría a lo largo de la habitación, había un viejo escritorio monstruoso. Una
pantalla parpadeante asentada en un lado, mostrando una lista de palabras que
no podía entender. La miré fijamente, desconcertada.
Una computadora real, de una edad donde este tipo de tecnología se podía
conocer en todos los hogares. Nunca había visto una que funcionara antes,
aunque los rumores en el Fringe habían dicho que existían, si tuvieras una
fuente de alimentación externa. Jackal había puesto mucho tiempo y
pensamientos en la creación de este lugar. ¿Qué era exactamente lo que
esperaba hacer aquí?
Continúe revisando la habitación, moviendo mi mirada a lo largo de la pared
del fondo, y finalmente encontré lo que estaba buscando.
Un hombre estaba en la ventana, recortado contra el cielo nocturno, mirando
hacia abajo en la ciudad. Una tenue luz parpadeo sobre los afilados rasgos de
Jebbadiah Crosse, iluminando su cara con la luz roja. Y podría haber sido mi
352
imaginación, pero me pareció ver un atisbo de humedad por una mejilla hueca.
La expresión de su rostro era de devastación, de un hombre que lo había
perdido todo y no tenía nada por qué vivir.
Abrí la puerta completamente y entré en la habitación.
―Jebbadiah.
Él se dio la vuelta, y por un momento la sorpresa cruzó sus duras facciones.
―Tú ―dijo, con el ceño fruncido―. La chica vampiro. Cómo... ¿Por qué estás
aquí? ―Hizo una pausa, poniendo una sonrisa amarga―. Ah, sí. Tú nos
seguiste, ¿no? No acabas de dejarnos ir. Ahora tiene sentido. La venganza llega
tan fácilmente para los de tu tipo. ―Su voz cambió, convirtiéndose en frío y
acero, llena de odio―. Este es el lugar perfecto para ti. Una ciudad perdida,
llena de demonios y pecadores, gobernada por un demonio. ¿Has venido a
regodearte, entonces? ¿A ver al anciano que lo ha perdido todo?
―No estoy aquí para regodearme ―dije, avanzando hacia él―. He venido a
sacarte de aquí.
―Mentiras ―dijo Jeb sin emoción―. No iría a ninguna parte contigo, demonio,
incluso aunque pudiera. Pero eso no importa ahora. ―Él se volvió hacia la
ventana, observando el humo en el viento―. Se han ido ahora. Son libres de
este mundo. Me uniré a ellos pronto.
―No est{n muertos. ―Di un paso detrás de él―. Zeke y yo los sacamos. Están
esperando por nosotros fuera de la ciudad, pero tenemos que irnos ahora antes
de que Jackal nos encuentre.
―¿Tienes miedo de la muerte, vampiro? ―preguntó Jeb en voz baja, sin dejar
de mirar por la ventana―. Tú debes saber que no hay nada más peligroso que
un hombre que no tiene miedo a morir. Lo he perdido todo, pero eso me libera.
El rey de los vampiros nunca me va a utilizar para alcanzar sus metas. Y tú< tú
no amenazaras a nadie más.
―Jeb. ―Me acerqué más, tocando su brazo―. Jackal podría llegar en cualquier
momento. Tenemos que salir de aquí, no<
Jeb se volvió, se acercó y me apuñaló con mucha calma en el estómago.
353
Ahogue un grito y me sacudí, encorvando mi espalda, cuando el dolor atravesó
mi estómago, un cegador, torrente paralizante. Gruñendo, saqué los colmillos,
tambaleándome lejos de Jebbadiah, que observaba impasible con sus dedos
manchados de rojo brillante.
Mis manos fueron a mi estómago, sintiendo el arma todavía atascada en mi
carne, bordes afilados y tortuosos. Sangre se agrupó alrededor del objeto,
tornándolo resbaladizo, pero agarré el extremo y lo saqué, apretando mis
dientes para no gritar.
Un fragmento de cristal, cerca de diez centímetros de largo, se deslizó fuera de
mi estómago en una llamarada de agonía, y lo dejé caer con un jadeante grito,
antes de que mis piernas cedieran y me desplomara en mis rodillas.
Jebbadiah cruzó mi campo de visión, alejándose hacia uno de los muchos
estantes, con el rostro inexpresivo. Yo estaba sanando, tejiendo junta la herida,
pero no lo suficientemente rápido.
―Jeb ―dije entre dientes, tratando de ponerme de pie, hundiéndome de vuelta
con una mueca―. Juro... que vine aquí para sacarte. Los otros están vivos,
esperando por ti<
Él abrió un cajón, sacó un bisturí y regresó con él, reluciendo en su mano, sus
ojos duros como piedra. No parecía haberme escuchado.
―Que esta sea mi penitencia final ―murmuró, casi en un sueño, mientras yo
luchaba desesperadamente por levantarme, agarrándome contra el mostrador
para tirar de mí misma hacia arriba―. Eden se perdió. Ezekiel se perdió. La
cura para la raza humanase ha perdido. Fallé, pero al menos voy a llevarme un
demonio de vuelta al infierno conmigo. Todavía puedo hacer mucho.
Me tambaleé lejos de él, sosteniendo mi estómago. El impulso de desenvainar
mi espada era insoportable, pero me obligué a enfrentar al anciano.
―¿Cura? ―le dije, poniendo el mostrador entre nosotros―. ¿Qué cura? ―Él no
contestó, siguiéndome con calma alrededor del obstáculo, el escalpelo sujeto
enfrente de él―. Así que, Jackal tenía razón ―supuse―. Tú sabías de la cura
para el Rabidismo. Tú has estado manteniéndolo de todo el mundo todo este
tiempo.
354
―No se habla de asuntos que tú no entiendes, vampiro ―replicó Jeb, con un
poco más de emoción de la que había mostrado anteriormente―. No hay cura,
no todavía. Todo lo que existe son fragmentos, pedazos de información,
resultados de experimentos fallidos de hace décadas.
―¿Sabías de los experimentos de vampiros? ―supuse. Jeb me miró por encima
del vidrio y los vasos, las manos a su lado―. ¿Cómo?¿Tú estabas allí? ¿Viviste
en Nueva Covington antes de que se convirtiera en territorio de vampiros? No
eres tan viejo.
―Mi abuelo fue parte del equipo en busca de la cura ―dijo Jebbadiah
rotundamente―. Él era el científico en jefe, un hombre brillante en su campo.
Fue él quien descubrió que la sangre de vampiro podría ser la clave para
encontrar la cura para el Red Lung. Fue él quien decidió que se necesitaban
especímenes vivos para experimentar. Y fue él quien finalmente convenció a los
demás para que un vampiro les ayudara con el proyecto.
Me apoyé en el mostrador, el dolor en mi cintura lentamente decayendo. Pero el
Hambre crecía fuerte ahora. Necesitaba sangre, y no había nadie alrededor,
excepto Jeb. Apreté los bordes del mostrador, tratando de concentrarme en lo
que el anciano estaba diciendo, y no en los latidos de su corazón.
―Esa decisión los destruyó ―continuo Jeb con la misma voz plana, sus ojos
blancos y claros―. Debido al orgullo de un hombre, nacieron los Rabiosos.
Porque un hombre se asoció con un demonio. Nada bueno puede salir de pura
maldad, y al final se volvió en su contra. Los demonios que ellos crearon
escaparon, mataron a todos y el laboratorio se redujo a cenizas. Pero, antes de
morir, el científico en jefe se aseguró de copiar toda su investigación, todo lo
que ellos habían aprendido y transmitirlo a su hijo.
―Tu padre. ¿Quién te lo pasó a ti? ―De repente me acordé de Kanin,
examinando cuidadosamente a través delas ruinas del antiguo hospital, en
busca de algo que nunca iba a encontrar. Jeb no respondió, lo que decía mucho,
y yo asentí lentamente―. Esa es la verdadera razón por la que deseas encontrar
Eden. Quieres un lugar para estudiar la investigación, para encontrarla cura.
―Si yo muriera, habría ido a Ezekiel ―murmuró Jeb, una expresión de dolor
brevemente cruzó su rostro―. Pero él se ha ido, y no queda nadie. Así que,
morirá conmigo. No voy a permitir que caiga en manos de un demonio.
355
―Jeb, Zeke sigue vivo. ¡Todos ellos lo están! ―Frustrada, lo miré, deseando
poder colocar la verdad en su cráneo a la fuerza―. ¡Escúchame! Zeke y yo
seguimos juntos a los hombres de Jackal hasta aquí. Rescatamos a los demás y
prendimos en llamas un edificio para una distracción. A estas alturas, ellos
probablemente están fuera de la ciudad. ¡Tú todavía puedes llegar a Eden, si
dejas de ser tan malditamente terco y prestas atención a lo que te estoy
diciendo!
Jeb parpadeó, su vidriosa expresión se agrietó sólo un poco.
―¿Ezekiel está... vivo? ―murmuró, luego sacudió su cabeza casi con
desesperación―. No. No, Tú mientes, demonio. Ezekiel era mi hijo, a pesar de
que no era de mi sangre. Él nunca se asociaría con gente como ustedes. Le
enseñé a ser mejor que eso.
Mi ira se desbordó, y con ella, el Hambre que se había ido acumulando
mientras mi herida lentamente se cerraba a sí misma.
―¡Zeke se preocupaba más por su gente de lo que tú nunca hiciste, predicador!
―gruñí a Jebbadiah, cuyo rostro se tensó al ver mis colmillos―. ¡Él haría
cualquier cosa para salvarlos, cualquier cosa! Incluso conseguir que lo maten
tratando de rescatarlos. ¡Incluso hacer equipo con un vampiro que, tengo que
señalar, todavía está tratando de salvar tu terco culo! Puede que yo sea un
demonio, pero Zeke es mucho más humano que tú o yo o cualquiera, y si no
puedes ver eso, entonces no lo conoces tan bien como deberías.
Jebbadiah se me quedó mirando un momento más, luego sacudió lentamente la
cabeza, cerrando sus ojos.
―¿Cómo puedo confiar en ella? ―susurró, y él no estaba hablándome a mí―.
¿Debo creer lo que me dice, que mi hijo está vivo, que los demás se han
salvado? ―Abrió los ojos, con el rostro atormentado por la indecisión―. Soy
demasiado viejo para apartarme de mi camino ―dijo, mirando algo que yo no
podía ver―. No puedo creer que un demonio tenga un alma, que se pueda
salvar. Esto no lo puedo creer. Me perderé si empiezo a dudar... ―Su mirada
parpadeó hacia la mía, todavía angustiado, y finalmente se dirigió directamente
a mí―. ¿Por qué has venido, vampiro? ¿Por qué te detienes? Sé que quieres
matarme, puedo verlo en tus ojos. ¿Qué te detiene?
356
Me detuve un momento para controlarme a mí misma, de manera que mi voz
era constante cuando contesté.
―Le prometí a Zeke que te encontraría. Cree lo que quieras, pero esa es la
verdad. ―Cuidadosamente, rodeé el mostrador, manteniendo un ojo cauteloso
sobre la mano que aún sostenía la hoja―. Dije que te traería de vuelta a salvo, y
lo haré. Si no vas a hacer esto por mí, hazlo por Zeke y Caleb y Bethany. Ellos se
merecen algo mejor que esto, ¿no te parece? ―Hice un gesto fuera de la
ventana, luego me volví hacia él, mirándolo―. Pero no puedes parar ahora. No
puedes defraudarlos. Trae esa maldita cura a Eden, para que puedan tener
algún tipo de futuro. Harás eso por ellos, al menos.
El color desapareció del rostro de Jeb. El bisturí de repente cayó de su mano,
ruidosamente al suelo.
―Me avergüenzas, vampiro ―susurró en una voz casi demasiado suave para
oír―. Todo este tiempo, estuve tan preocupado sobre llevar a mi gente a Eden,
que olvidé mi deber de protegerlos en el camino. Dejé a Ezekiel encargarse de lo
que yo debería haber hecho desde el principio. Y ahora, mira dónde estamos.
―Se apartó de mí, mirando por la ventana―. Maté a Dorothy ―murmuró―. Y
a Darren. Y todos los demás. Nos traje aquí. Sus muertes están en mi cabeza.
―No todo el mundo se ha ido― le recordé, luchando para contener el Hambre,
que había surgido con más fuerza ahora que estaba sanada. Quería arremeter
gravemente contra este humano y hundir mis dientes en su garganta, pero
empujé abajo la urgencia y la pisoteé. Había pasado hambre toda mi vida,
muchas veces al borde de la inanición en el Fringe, no la dejaría controlarme
ahora―. Zeke está esperando por ti, junto con el resto de ellos. Todavía puedes
salvar vidas, Jeb. Todavía puedes llegar a Eden. Sólo tenemos que irnos ahora.
―Sí ―asintió Jeb, aunque todavía no me miraba―. Sí, voy a compensarlos.
Incluso si tengo que vender mi alma a un demonio, los llevaré a casa.
Un lento aplauso vino desde la puerta, y mi estómago cayó a mis pies.
―Bravo ―alargando en alto las palabras y sonriendo desdeñosamente, la
figura del asaltante rey vampiro, estaba apoyada en la puerta―. Bravo. Qué
emotiva actuación. Creo que he derramado una lágrima.
357
C A P Í T U L O 23
Traducido por ctt
Corregido por FranÁngel
―Bien, bien ―ronroneó Jackal, sonriendo mientras entraba a la habitación,
cerrando la puerta detrás de él―. ¿Qué tenemos aquí? Otro vampiro ha logrado
colarse en mi pequeño reino, por lo que veo. Pensé sentía algo extraño esta
noche. De repente, toda la locura afuera tiene sentido. ―Él me chasqueó la
lengua y sacudió la cabeza―. ¿Has quemado mi teatro? Eso no fue muy
civilizado de tu parte. Ahora voy a tener que encontrar otro lugar para hacer los
rituales de desmembramiento.
Se detuvo, cruzando los brazos y mirándome de una forma condescendiente, tal
vez porque había sacado mi espada y la había puesto en una postura lista,
esperando que él hiciera el primer movimiento. Esa extraña sensación de
familiaridad, de déjà vu, se deslizó de nuevo.
―Bueno, esto es incómodo ―continuó Jackal, no pareciendo nada preocupado
con la aparición de las armas―. Parece que tenemos diferentes ideas de lo que
va a suceder esta noche. Veras, no quiero pelear contigo. No tengo muchos de
mi tipo por aquí, sobre todo del tipo belleza, espada en mano. Pero debo
haberte enojado en el pasado, porque siento que te conozco de algún lado, no
puedo recordar dónde o cómo.
―No quiero una pelea, tampoco ―le dije, y asentí con la cabeza a Jeb―. Estoy
aquí sólo por él. Deja que se vaya, y nos salimos de tu ciudad ahora mismo.
―Ah, bueno, eso va a ser un problema. ―Suspiró Jackal, frotándose la
barbilla―. Mira, he estado buscando al viejo hombre desde hace algún tiempo,
desde que me enteré de los científicos y su proyecto. Lo necesito para
desarrollar la cura. Él dice que la información es incompleta, por lo que le he
dado todo lo que necesita para terminar. Estoy haciendo algo bueno aquí.―El
rey asaltante sonrió, encantador y hermoso―. Lo único que quiero es terminar
358
la maldición del Rabidismo. Eso no es una cosa tan horrible, ¿verdad? ¿No
harías lo mismo, si tuvieras la oportunidad?
No confiaba en él. Eso no podía ser la razón de todo.
―¿Cómo te enteraste acerca de la cura? ―le pregunté. Jackal se encogió de
hombros.
―Mi padre me habló de él.
―¿Padre? ―De repente me sentía débil. No, no podía ser. Ese sentimiento de
reconocimiento, la conexión instantánea, el conocimiento repentino de que él no
era un vampiro más al azar. Sabía, más allá de cualquier duda, lo que iba a
decir a continuación, y quería gritar que se detuviera.
―¿Creador? ¿Figura paterna? ―Jackal hizo un gesto brusco―. El que me
convirtió. Me encontró en el desierto, muriendo por la exposición después de
que asaltantes mataron a mi familia, y me ha hecho lo que soy. Siempre estaré
agradecido con el imbécil engreído, pero nunca nos vimos cara a cara en un
montón de cosas. Pocos meses después de que él me Convirtió podrías decir
que... nos separamos. Él se llamaba a sí mismo<
―Kanin ―susurré.
Jackal entrecerró los ojos.
―¿Cómo... ―Hizo una pausa, mirándome fijamente, como si me viera por
primera vez. Luego echó hacia atrás la cabeza y rió―. Oh, ¡por supuesto! ¡Esa es
la conexión! Sabía que te conocía de alguna parte. Kanin, mentiroso hijo de puta.
¿Qué pasó a ese voto que no convertiría a nadie después de mí?
Me quedé mirando a Jackal, tratando de procesarlo. Kanin fue nuestro padre. Él
había Convertido a Jackal, lo mismo que a mí, por lo que significaba que
éramos... ¿hermanos? ¿Era mi hermano? No sabía cómo funcionaba esto en la
sociedad vampírica. Esta fue la única cosa que había olvidado enseñarme
Kanin.
―Qué sorpresa, ¿verdad, hermana? ―Sonrió Jackal, absolutamente encantado.
Lo miré, no acostumbrada a oír esa palabra. Hermana implicaba que éramos
parientes. Familia―. Bueno, esto es demasiado perfecto, ¿no? Tú no puedes
voltearte contra mí ahora, ¿verdad? No a tu querido hermano mayor.
359
―Tú no eres mi hermano ―gruñí, tomando una decisión. Jackal levantó las
cejas con fingida sorpresa―. No quiero tener que ver nada contigo, no después
de lo que has hecho. ―Me acordé de Darren, suplicante y asustado, justo antes
del Rabioso tirando de él. Me acordé de la mirada ciega de Dorothy, mirando al
cielo―. Tú mataste a mis amigos, y no te perdonare por eso.
―¿Amigos? ―resopló el rey asaltante, cruzándose de brazos―. Los seres
humanos no son amigos, hermana. Los seres humanos son mascotas.
Alimentos. Sirvientes. No amigos. ―Me dio una sonrisa f{cil―. Oh, ellos tienen
sus usos, supongo. Son entretenidos a veces. Pero incluso se dan cuenta de que
nosotros, los vampiros somos una raza superior. Es por eso, que en el fondo,
todos quieren ser como nosotros. Ve a los sirvientes allá afuera. ―Él sacudió su
pulgar hacia la ventana―. Les doy libertad, los dejo ir y venir y matar a su
antojo, pero, ¿se quedan lejos? ―Negó―. No. Siempre vuelven, porque tienen
la esperanza de que algún día, si la maldición desaparece, voy a recompensar
su servicio y hacerlos igual que yo.
―Y es por eso que quieres la cura, demonio ―dijo Jebbadiah, su cuerpo un
alambre en espiral cuando se enfrentó al Maestro vampiro―. Quieres convertir
a tu propia gente en vampiros, para hacer más iguales a ti. Un ejército de
demonios, contigo a la cabeza.
―Podría haber ofrecido mi inmortalidad a las personas. ―Jackal se encogió de
hombros, sin dejar de hablarme―. ¿Y qué? Es un regalo que lo ofrecería con
mucho gusto. Nuestra raza ha perdido tanto como ellos, tal vez más. ―Levantó
las manos vacías y dio un paso hacia mí, haciendo caso omiso de Jeb―. Vamos,
hermana, ¿por qué estás tan preocupada por un humano? Son alimento, bolsas
de sangre. Estábamos destinados para gobernar a la raza humana, es por eso
que somos superiores en todos los sentidos. Deja de luchar contra tus instintos.
Si Kanin verdaderamente te convirtió, entonces tienes el potencial para ser un
Maestro, igual que yo. Y no estoy negándome a compartir todo contigo. No
tolero otros vampiros en mi reino, pero por ti, me gustaría hacer una
excepción.―Su voz se convirtió en baja y tranquilizadora―. Piensa en lo que
podríamos crear, nosotros dos. Podríamos tener nuestro propio pequeño
paraíso, con nuestros ejércitos y sirvientes y ganado humano. Nosotros
podríamos ofrecer a nuestros fieles el don de la inmortalidad, y nosotros
gobernaríamos este mundo hasta el fin de los tiempos. Nuestro propio Edén
vampiro.
360
―¡Nunca! ―exclamó Jeb y cogió el bisturí del piso―. ¡Nunca! ―dijo de nuevo,
su cara salvaje―. ¡Blasfemia! ¡Voy a morir antes de permitir que eso suceda!
―Corrió rápidamente al rey asaltante con el bisturí en alto.
Jackal se volvió mientras el ser humano se abalanzó, fácilmente agarro la
muñeca de Jeb y quito la hoja de su mano.
―Vamos, vamos―gruñó, enseñando los colmillos mientras levantaba a Jeb de
sus pies―. No puedes morir todavía. Te necesito para terminar esa cura. Sin
embargo, no tengo dudas en torturarte un poco para conseguirlo.
Aventó hacia atrás a Jeb, y el humano se estrelló en el mostrador, destrozando
frascos y vasos en su camino hacia abajo. Él se derrumbó en medio de una
lluvia de vidrio, y el dulce aroma de la sangre se levantó como un géiser.
El Hambre rugió. Me apresuré a Jeb, quien estaba luchando por erguirse en
medio de un mar de vidrio, sin saber a ciencia cierta si yo lo ayudaría o lo
atacaría. La sangre le corría por los brazos y la cara, corriendo por sus ojos, y se
dejó caer contra el contador, su cabeza cayendo lánguidamente contra su pecho.
―Jeb. ―Me puse en cuclillas frente a él, desesperadamente tratando de ignorar
el pulso que latía en su garganta, el carmesí se propagó sobre la camisa.
Extendió una mano dentro de su chaqueta desgarrada. A un lado, pude ver a
Jackal en el mismo lugar, los brazos cruzados en el pecho, mirándonos con una
sonrisa en su rostro.
―Vampiro ―susurró entre dientes Jeb y empujó su mano hacia mí. La tomé, y
algo pequeño, una pequeña franja de plástico oscuro, cayó de su palma en mi
mano. Me quedé mirándolo, frunciendo el ceño. Se trataba de la longitud de mi
dedo medio, y casi tan ancho.
―Para Ezequiel ―murmuró Jeb, dejando caer su brazo débil―. Dile... que
cuide de nuestro pueblo.
―Jeb<
―Bueno, eso fue divertido ―dijo Jackal, quit{ndose el polvo de las manos―.
Pero creo que ha acabado con mi paciencia para esta noche. Así que ahora, mi
querida hermana, necesito una respuesta de tu parte. ¿Te unirás a mí? ¿Me
ayudaras a encontrar la cura y poblar nuestro mundo de nuevo? Piensa en lo
361
que los Maestros vampiros nos darían para obtener esta información.
Podríamos gobernarlos a todos, si quisiéramos. ¿Qué dices?
Miré a Jeb, apoyado contra el mostrador. Podía oler su sangre, escuchar el
corazón en su pecho, sentir sus fríos ojos en mí. Juzgando, odiando. Incluso
ahora, todavía era un demonio. Él nunca me vería como otra cosa.
Me enfrenté a Jackal de nuevo.
―No ―dije, y disparó sus cejas hacia arriba. Caminé alrededor de la mesa y me
pare entre él y el humano, mi espada levantada―. Estoy tomando a Jeb para
salir de aquí, te guste o no. Así que sal de mi camino.
Jackal movió la cabeza con tristeza.
―Lastima ―murmuró―. Nosotros podríamos haber tenido algo
extraordinario, ya sabes. Dos hermanos, unidos por el destino, unir fuerzas para
cambiar el mundo. ¿Qué puedo decir?, soy un romántico de corazón, aunque
esta historia no fue destinada a ser. ―Tomó aire y dio un suspiro dramático,
sonriéndome―. Voy a tener que matarte ahora.
―Entonces deja de hablar ―desafié, poniéndome en una postura lista―.
Sigamos adelante con esto. El sol va a salir pronto.
Jackal enseñó los colmillos, y sus ojos dorados brillaron.
―Oh, confía en mí, hermana. Esto no tomar{ mucho tiempo para nada.
Metiendo la mano en su abrigo, sacó un palo largo de madera, un extremo
terminaba en una punta mortal. Mi estómago se retorció con el miedo crudo,
primitivo, y me tambaleé hacia atrás.
―Pensé que podrías apreciar esto ―dijo, sonriendo malvadamente mientras
caminaba hacia adelante―. Kanin fue el que me enseñó, ya sabes. Para dominar
el miedo, para usarlo a mi favor. ―Giró la estaca entre sus dedos, sonriendo―.
¿Qué te pasa, hermana? ¿No te enseño lo mismo? ¿O su educación fue
interrumpida por nuestros parientes que quieren su cabeza en bandeja?
¿Cuánta práctica tuviste con el querido viejo Kanin, de todos modos? Supongo
menos que yo. He conocido a nuestro padre un largo tiempo.
―¿Él te enseño a aburrir a sus oponentes hasta dormir? Porque creo que me
perdí esa lección.
362
Jackal se rió a carcajadas.
―Oh, me gustas ―reflexionó, sacudiendo la cabeza―. Va a ser una pena
matarte. ¿Estás segura de que no quieres reconsiderar? Los humanos pueden
llegar a ser tan aburridos a veces.
―No ―lo miré, sacudiendo la cabeza―. No voy a dejar que dañes a nadie más.
―Muy bien. ―El rey vampiro se encogió de hombros, resbalando la estaca en
su mano―. Te di la oportunidad. ¿Estás lista, entonces, hermana? ¡Aquí voy!
Él se lanzó hacia adelante, cubriendo la habitación en un abrir y cerrar de ojos,
moviéndose más rápido de lo que podía ver. Yo lo ataque salvajemente, pero
Jackal se agachó y se metió en mi guardia. Su mano salió disparada, agarrando
mi garganta, levantándome de mis pies. Antes de que pudiera reaccionar, él me
golpeó con fuerza sobre el mostrador. Vidrio voló por todas partes otra vez,
como una tormenta de nieve de cristal y la parte posterior de mi cráneo golpeó
el borde de mármol. Aturdida, me quedé allí por medio segundo, antes de que
Jackal levantara el puño y golpeara la estaca de madera a través de mi
estómago.
Yo me arqueé, gritando. Mi espada cayó de mi mano, haciendo mucho ruido en
el piso. El dolor era diferente a todo lo que había sentido antes, olas de fuego
disparando a través de mi cuerpo, centrada en ese punto donde la madera entró
en mi carne. Podía sentir la estaca dentro de mí, como un puño apretando mis
intestinos, retorciendo y apretando. Iba a jalarla, pero Jackal agarró mi muñeca,
golpeando de nuevo en el mostrador, sujetándome abajo.
―Duele, ¿no es así? ―susurró, inclin{ndose sobre mí, amarillo brillante en sus
ojos―. Es increíble que un trozo de madera a través de tu intestino podría
lastimar tanto. Prefiero tener un fierro caliente atascado a través de mi ojo en mi
cerebro. ―Mi cuerpo se convulsionó, y apreté mi mandíbula para contener otro
grito. Jackal siguió manteniéndome abajo, sonriendo―. Ah, y si te preguntas
por qué se está haciendo difícil de mover, déjame iluminarte. Tu cuerpo se está
poniendo en estado de shock, se está apagando, tratando de repararse a sí
mismo. A los pocos minutos de esto, y estarás pidiendo que te corte la cabeza y
acabar con esto.
Luché, pero mis miembros se sentían lentos. Jackal tenía un brazo fijado, y
aunque el otro estaba libre, la agonía cegadora en mi cintura hacía imposible
363
moverlo. Yo estaba, literalmente estacada en el mostrador, clavada como un
animal. Jackal me sonreía y sádicamente torció el pico de madera más
profundo, y esta vez no pude contener un grito.
―Apuesto a que deseas haber tomado mi oferta ahora, ¿verdad, hermana?
―Yo apenas podía concentrarme en lo que estaba diciendo―. Es una pena.
Estaba imaginando todas las cosas que podríamos haber hecho, juntos. Pero
tenías que ponerte del lado de las bolsas de sangre, ¿verdad? Al igual que
Kanin. Y ahora mira dónde está él, capturado y torturado por ese fenómeno
psicótico, Sarren. Debes estar muy orgullosa de haber seguido el mismo camino
que nuestro padre.
Moví mi mano libre, buscando desesperadamente algo, cualquier cosa, para
liberarme. Me obligué a hablar, para mantenerlo distraído.
―Como... tú...
―¿Sé sobre Kanin? ―Jackal torció la estaca otra vez, y me arqueé en agonía
impotente―. Tú has estado teniendo los mismos sueños, ¿no? Emoción intensa
a veces puede llegar a aquellos que comparten nuestra sangre. Así Kanin
incluso podría estar experimentando tu dolor en estos momentos. ¿No es una
idea interesante? ―Se inclinó, sonriendo―. Hey, Kanin, ¿me oyes? ¿Puedes ver
lo que le estoy haciendo a tu m{s nuevo engendro? ¿Qué es eso? ―Él inclinó la
cabeza hacia un lado―. Dale otra oportunidad a ella, ¿dices? ¿Que no la mate,
como hiciste con tus hermanos? Qué interesante pensamiento. ¿Crees que si me
ofrezco de nuevo, ella estaría de acuerdo?
Mis dedos a tientas encontraron el borde de un vaso de precipitado,
milagrosamente roto, y se enroscaron alrededor del cuello. Con Jackal todavía
inclinándose, lo traje hacia adelante con todas mis fuerzas, estrellándolo contra
el lado de su cara. El cristal se hizo añicos, golpeando la cabeza hacia un lado, y
Jackal rugió.
Girando hacia atrás, me arrancó del mostrador y me alzo por encima de su
cabeza. Lo siguiente que supe fue que me había lanzado a través del aire, y tuve
una vista de una fracción de segundo de las ventanas, viniendo a mí, antes de
que golpeara el vidrio con una cacofonía de astillado. El frío viento de Chicago
golpeó mi cara mientras flotaba en el vacío un momento y luego empecé a caer
en picada.
364
Me retorcía desesperadamente, golpeando con ambas manos, en busca de algo
sólido. Mis dedos rasparon contra la pared, y golpeé el costado del edificio, con
una mano aferrada a la cornisa por debajo de las ventanas.
Miré hacia arriba. Jackal se cernía sobre mí, un lado de su cara marcada en color
carmesí, ojos de color amarillo ardiendo mientras miraba hacia abajo. Pero él
seguía sonriendo, su propia sangre goteando en su boca, volviendo sus
colmillos rojos.
―Eso ―dijo en un tono de conversación completamente diferente de su
expresión―, no fue muy inteligente. Atrevido, pero no inteligente. Y después
de que sólo te ofrecí una salida, también. Cualquier verdadero vampiro habría
saltado a la oportunidad. Pero no tú. No, tú todavía estás colgada de los
humanos.
Era difícil escucharlo. La estaca aún presente en mi estómago, una constante y
pulsátil agonía, haciendo mis miembros débiles y sin respuesta. Mis dedos se
deslizaron, y arañé frenéticamente la cornisa.
Jackal se agachó y agarró un pedazo grande de hormigón fracturado, casi del
tamaño de un cráneo humano, y la arrojó fácilmente con una mano.
―Si tanto te gustan estas bolsas de sangre caminantes<―sonrió, levantando la
piedra sobre su cabeza―< entonces puedes unirte con ellos en el infierno.
Me preparé, sabiendo que estaba a punto de morir. Pero entonces, oí pasos
detrás de Jackal un instante antes de que Jebbadiah Crosse se estrellara contra el
rey asaltante por detrás. Aullando, Jackal cayó sobre mi cabeza, retorciéndose y
agitándose, con el viejo hombre aferrado tenazmente a su espalda. Ambos
navegando en el aire abierto, uno gritando y otro silenciosamente serio, y
cayendo en la oscuridad.
Aturdida, colgaba en la cornisa, apenas coherente, mi mente confundida. En un
sueño, me agaché y tomé la estaca, tirando para liberarla con un grito. Se cayó
de mis dedos fláccidos y giró de un extremo a otro, chocando contra el edificio,
hasta que se perdió en las aguas oscuras a lo lejos.
Temblando, fui capaz de empujarme en el edificio de nuevo antes de que mis
miembros se agotaran, y me tiré en el azulejo delante de la ventana rota,
mirando el techo.
365
No me podía mover. El dolor y el Hambre rugían en mi interior, me sentía
hueca, completamente drenada de vida. Estaba agotada, terminada. No
quedaba nada para reparar el daño hecho a mi cuerpo, y pude sentir cómo me
desvanecía, con ganas de caer en la oscuridad de la hibernación, lejos del dolor.
No estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí. En algún lugar muy dentro,
mi cuerpo sabía que tenía que moverse, encontrar refugio. El amanecer se
acercaba, y no pasaría mucho tiempo antes de que los primeros rayos del sol
pelaran mi piel hasta los huesos y me convertiría en una hoguera. Traté de
arrastrarme lejos, hacer que mis extremidades respondieran, pero eran tan
pesadas, y estaba tan cansada. Enojada ahora, luchaba por mantenerme
despierta, rabiando contra la oscuridad que me jalaba hacia abajo, luchando
para moverme. Pero a medida que el sol se acercaba más, parecía inevitable que
mi tiempo finalmente terminara.
Me dejé caer, exhausta. Esto fue todo. Ya no tenía nada. El amanecer estaba a
menos de una hora de distancia, y me encontraría aquí, a la intemperie, incapaz
de resistir. Centrándome en que me quemaría para salir de este mundo para
bien.
―Allison.
La voz salió de la nada, cortando a través de capas de oscuridad. Me agité
débilmente, sin poder creerlo. Tal vez estaba soñando. Tal vez ya estaba muerta.
Entonces alguien se arrodillaba a mi lado y me tomó en su regazo, acunándome
suavemente. Quería alejarme, luchar, pero mi cuerpo simplemente no
escuchaba más, y dejé de tratar de luchar.
―Oh, Dios ―susurró la voz, familiar y atormentada, y sentí algo rozar el
agujero abierto en mi centro―. Allison, ¿me oyes? Despierta. Vamos, tenemos
que salir de aquí.
¿Zeke?, pensé, aturdida. No, eso no podía ser cierto. Zeke se había ido, y le
había dicho que saliera de la ciudad con los demás. Él debía estar muy lejos
ahora. Pero era su voz, urgiéndome a levantarme, abrir los ojos. Quería, pero
era la hibernación tirando de mí, llevándome abajo, y su voz fue creciendo en
desesperación. No podía contestarle. Me levantó en sus brazos, y oí un siseo de
dolor, mientras el olor de la sangre caliente de repente llenaba el aire.
―Por favor, que esto funcione ―susurró y presionó algo en mi boca.
366
Líquido caliente goteaba en mis labios. Instintivamente, mordí más duro y oí un
grito en algún lugar por encima de mí. Apenas me di cuenta, no me importo.
Esto era vida, y me agarré a él con avidez, sintiendo la fuerza volver a mi
cuerpo, sacudiendo la pereza. El Hambre aumentó con un rugido, como si se
diera cuenta cuán cerca de la muerte habíamos estado, y mordí salvajemente,
llevando mis colmillos más profundamente. Hubo un grito apretado, y la carne
y los músculos contra mi boca se apretaron. Me volví loca de deseo. La sangre
no fluía lo suficientemente rápido; quería rasgar las venas abiertas, liberando el
flujo caliente. Podía sentir el pulso en la muñeca, latiendo en el tiempo con un
latido del corazón, y quise beber y beber hasta que ellos vacilaran y se
detuvieran finalmente.
Con un rugido, solté el brazo y me lancé hasta la garganta de la presa, donde la
sangre bombea más fuerte y la vida fluye justo debajo de la superficie.
Exponiendo mis colmillos, estaba a punto de hundirlos en el cuello, para liberar
esa oleada de calor y glorioso poder, cuando el cuerpo se puso rígido contra el
mío. Oí el latido del corazón acelerarse, latiendo con fuerza en su pecho, y me
di cuenta.
¡Zeke! No, no puedo hacer esto. Temblando de necesidad y Hambre, hice una
pausa, un suspiro de distancia de su garganta, tan cerca que podía sentir el
calor que irradiaba su piel. Zeke se congeló, su respiración entrecortada, su
tenso cuerpo con anticipación y miedo. Una pequeña parte de mí quería
retroceder, pero no podía moverme. No con su pulso latiendo a un centímetro
de mis labios, y el aroma dulce y embriagador de la sangre que llena cada parte
de mis sentidos. Me incliné más cerca, y mis labios rozaron su piel, un suave
toque como una pluma, y Zeke se quedó sin aliento.
Y entonces, mientras me arrodillé allí temblando, tratando de encontrar la
fuerza de voluntad para alejarme, Zeke se movió. Sólo una fracción, un
pequeño cambio que podría haber pasado desapercibido. Excepto que él se
estremeció, dio un profundo respiro e inclinó la cabeza hacia atrás, exponiendo
su garganta. Ofreciéndomela a mí. Y no podía detenerme.
Me lancé, hundiendo mis colmillos en su cuello, llevándolos profundo.
Ahogando un grito, Zeke se puso rígido y se agarró de mis brazos, arqueando
su espalda. Su sangre corría caliente y dulce en mi boca, extendiéndose a través
de mí, un fuego lento. Sabía a tierra y humo, de calor, pasión y fuerza, de todas
las cosas de Zeke. Suspiro mi nombre, un suspiro de bendición y anhelo, y no
367
podía acercarme lo suficiente, nunca lo suficientemente cerca. Su latido del
corazón rugía en mis oídos, golpeando a un ritmo salvaje, y me perdí en el
momento, arropada en éxtasis, sentir la esencia de este remolino humano
extraordinario a través de mí.
¡No! A través del Hambre y la sed de sangre, una pequeña parte sana surgió de
mí, jadeando en horror. ¡Esto es Zeke!, grité. Esto es Zeke de quien te estás
alimentando, son los latidos de Zeke los que estás escuchando. Su sangre está salvando
tu vida, ¡y lo vas a matar si no te detienes ahora!
El Hambre rugió, no estaba satisfecha, no saciada lo suficiente. Había estado a
punto de morir y necesitaba más sangre para sanar completamente. Pero no
podía aguantar más sin arriesgar la vida de Zeke. Zeke no estaba en
condiciones de empujarme, tengo que controlarme. Para, me dije con firmeza,
tomando medidas drásticas con mi Hambre una vez más. No más. ¡Eso es
suficiente!
Con un esfuerzo monumental, me alejé, forzando mis colmillos a que se
retrajeran. Sentí el escalofrío de Zeke cuando mis colmillos se deslizaron de su
garganta, sentí que todo su cuerpo caía contra el mío.
Por un momento, ninguno de los dos se movió, y miré hacia abajo en horror.
Bajo mi asalto, Zeke había quedado atrás y ahora estaba apoyado en sus codos,
respirando con dificultad, conmigo a horcajadas sobre su cintura. La sangre
todavía brotaba de dos pequeños agujeros en el cuello. Él todavía tenía una
expresión aturdida, pero cuando por fin levantó la cabeza y me miró, sus ojos
eran claros.
Me quedé helada. Él me había visto. Me había visto en mi peor momento, un
vampiro en un gruñido, el frenesí de sangre espumosa. Un monstruo que casi lo
mató por instinto. Hasta ahora, a pesar de que había sabido lo que era, había
por lo menos parecido más o menos humana. Sólo podía imaginar lo que
pensaba de mí ahora.
Zeke se me quedó mirando, y bajo su intensa mirada quería meterme en un
agujero profundo, pero también abalanzarme sobre él otra vez, a llevarlo de
nuevo al piso y terminar lo que había empezado. Pude sentirlo sacudirse debajo
de mí, su corazón latía con fuerza contra las palmas de mis manos.
368
―Zeke... yo... ―No sabía qué decir. ¿Qué podía decir? ¿Lo siento, casi te mató?
¿Que no podía controlar al demonio? ¿Que quería seguir bebiendo hasta que
estuvieras vacío, una cáscara sin vida? No quería que me viera así, pensé con
desesperación, cerrando los ojos. La última persona de todo el mundo, que no quería
que viera al monstruo.
―Simplemente...―Zeke se detuvo, dejando escapar un suspiro, como si su
cuerpo se paralizara, y él sólo podía ahora respirar de nuevo―. Sólo contéstame
esta pregunta ―dijo con voz temblorosa―. ¿Esto significa... voy a... esto no
quiere decir que me voy a Convertir, ¿verdad?
Inmediatamente negué con la cabeza.
―No ―le susurré, contenta de tener algo que decir―. El proceso es diferente.
Tendrías que tomar un poco de mi sangre para convertirte en un
vampiro.―También casi te mato.
Suspiró, y algo de la tensión abandonó su cuerpo.
―Entonces... me alegro de haber vuelto.
Me levanté, alejándome de él, y Zeke rodado verticalmente me miró, pálido por
el frío y el dolor y la pérdida de sangre. Yo me di la vuelta, mirando las
ventanas rotas, mirando las brasas de los fuegos bailar con el viento. Sentí su
mirada en mi espalda, y la vergüenza ardía a través de mí como el fuego más
ardiente.
―¿Por qué has vuelto? ―susurré―. Te dije que siguieras adelante. No tenías...
―No podía dejarte ―dijo Zeke―. No después de todo lo que has hecho por
nosotros. Por mí. Tenía que volver.―Oí sus pasos, lo sentí a mi lado. Por el
rabillo de mi ojo, le vi mirar la ciudad, observando las llamas―. Los demás
est{n a salvo ―anunció―. Están en el borde de la ciudad, esperando por
nosotros. Tenemos que irnos. Supongo que... ―Su voz vaciló, sospechosamente
cerca de romperse, y tragó duro―. Creo que Jeb no va a volver con nosotros.
Jeb. Sentí una punzada de culpabilidad cegadora. Y un vacío hueco, sabiendo
que le había fallado a los dos.
―Zeke ―le dije, por último giré para enfrentarme a él―. Jeb está...
369
―Lo vi ―susurró, haciendo un gesto hacia el cristal roto, su cara tensa―. Vi...
lo que hizo, cuando estabas debajo de la ventana. Yo venía hacia el edificio
cuando los cuerpos... cayeron.
Mi estómago se sentía frío.
―Jeb hizo...
―No. ―Sacudió la cabeza y cerró los ojos, como si quisiera exprimirlo fuera de
su memoria―. No había nada que pudiera hacer por él.
―Lo siento mucho. ―Las palabras eran inadecuadas. Miré su temblor de
hombros, los puños apretados a los costados, y ojalá me atreviera a tirar de él
solo por un momento―. Lo intenté.
―No es tu culpa. ―Su voz se quebró al final, y dio una respiración profunda―.
Fue su decisión. Eligió acabarlo de esa manera, incluso si eso significaba salvar
a... ―Hizo una pausa y se pasó una mano por el cabello―. Debiste haber hecho
algo para causar una buena impresión ―terminó en voz baja―. Lo conocía
desde hace catorce años, y ni una sola vez cambió de opinión.
Estás equivocado, pensé. No era yo en quien estaba pensando en esta noche, eras tú.
Metiendo la mano en el bolsillo, saqué la pequeña tira de plástico que Jebbadiah
me había dado.
―Él quería que tuvieras esto ―le dije, y Zeke se volvió―. Dijo que sabrías qué
hacer con él.
Lo tomó con suavidad, casi con reverencia, viendo mientras lo sostenía en alto.
―¿Sabes lo que es? ―le pregunté después de un momento.
―Sí. ―Mirando alrededor del cuarto, corrió hasta el escritorio en la esquina
opuesta y empujó la tira de plástico en una ranura en el lado de la
computadora. Me sorprendió que supiera cómo utilizarlo, más aún cuando
jugueteó un poco con el teclado y obtuvo varios archivos en la pantalla.
―Sí ―murmuró Zeke, con los ojos azules parpadeando en la pantalla―. Esta es
toda su investigación. Toda la información que tenían de la peste y los Rabiosos
y el virus. Enumera todo, sus métodos, las pruebas que se ejecutaban en los
vampiros, todo. Si podemos conseguir llevar esto a Edén, podría haber una
posibilidad real de encontrar una cura.―Suspiró y sacó la tira de la
370
computadora, pasando una mano por el cabello otra vez―. Si alguna vez lo
encontramos. Todavía no tenemos ni idea de dónde está.
Miré el tablero verde, el que tenía letras de polvo blanco garabateadas en su
superficie, y el mapa en el otro lado. Frunciendo el ceño, me acerqué y arranqué
el mapa de la pizarra, estrechando los ojos. Las ciudades habían sido encerradas
y cruzadas, las notas garabateadas a lo largo de los bordes en lo que
probablemente fue la escritura de Jackal. Pero un lugar estaba destacado, un
área estaba encerrada varias veces, un signo de interrogación flotando junto a
él.
―Creo que lo encontraremos.
371
C A P Í T U L O 24
Traducido por ctt
Corregido por Garfield
La Fosa Flotante estaba en plena gloria resplandeciente cuando Zeke y yo
dejamos la torre de Jackal, una enorme bola de fuego ardiente contra la noche.
Varios incendios más pequeños ardían a su alrededor mientras el viento
avivaba las brasas en los tejados vacíos y a través de las ventanas rotas,
poniéndolos a arder. No encontramos resistencia en nuestro camino; las
inundadas calles y pasillos estaban notablemente claros mientras nos
apresurábamos a través de la ciudad, toda la atención se desviaba hacia el
infierno enorme que iluminaba el cielo.
Zeke se quedó en silencio mientras dejábamos la torre de Jackal, melancólico y
adentrándose en sí mismo. En un solo día, había perdido a su mejor amigo y a
un padre y ahora se esperaba que liderara en lugar de Jeb. Deseé poder hablar
con él, pero habría tiempo para eso más tarde. Justo ahora, teníamos que
escapar de la ciudad y conseguir poner a todos a salvo. Si tal cosa existiera.
El Hambre aún rugía dentro, royendo mis entrañas, instándome a saltar sobre
el hombre frente a mí y desgarrarlo. La sangre de Zeke había ayudado con el
peor de los daños, pero me estaba muriendo de hambre todavía. Peor aún, el
cielo sobre los edificios iba creciendo más claro. El sol se pondría pronto, y
teníamos que dejar la ciudad de Jackal antes de eso o estaría frita.
Sin embargo, mientras nos apresurábamos a lo largo de los puentes y pasarelas,
me di cuenta de que teníamos otro problema. La Fosa Flotante estaba entre
nosotros y nuestra salida, y ahora estaba rodeada por una horda de hombres de
Jackal, por no mencionar la tormenta de fuego barriendo a través de los
edificios que lo rodeaban.
―¿Dónde est{n los otros? ―le pregunté a Zeke mientras nos agazapábamos
dentro un edificio medio derrumbado, viendo largas cintas de fuego volando en
372
el viento. Mis instintos de vampiro me gritaban para ir en otra dirección, pero la
única salida era a través de la tormenta de fuego.
La próxima vez, trata de quemar tus puentes luego de haberlos cruzado, Allison.
―Est{n justo sobre el puente ―respondió Zeke, observando las llamas con
preocupación―. Por lo menos, ahí es donde los dejé. Espero que todavía estén
bien.
―¿Cómo los sacaste?
Zeke señaló las vías elevadas que circundaban el distrito, pasando, las noté,
justo al lado del teatro.
―Seguimos el camino ―dijo, barriendo con su dedo alrededor―.Te lleva justo
fuera de la ciudad, como tú habías dicho. Una vez que llegamos a la barcaza,
nosotros tuvimos una especie de... secuestro de una de las camionetas. ―Una
sombra cruzó su rostro, culpabilidad porque había tenido que matar de
nuevo―. Los otros est{n esperando a las afueras de la ciudad ―continuó―.
Ocultos y seguros. Si podemos llegar a ellos, estamos libres en casa.
―Bueno ―murmuré, volviéndome de espalda al fuego, sintiendo el calor de las
llamas, incluso aquí―. Vamos a tener que cruzar a través de eso. ¿Listo para
otro baño?
Zeke asintió solemnemente.
―Muéstrame el camino.
Entrando en el agua, nadamos a través de las inundadas calles, pasando entre
los edificios en llamas. El aire estaba cargado de humo, y escombros derribados
en llamas caían a las aguas que nos rodeaban, silbando al chocar contra la
superficie. Me concentré en seguir adelante, haciendo caso omiso de los cañones
de fuego a mi alrededor, haciendo caso omiso del Hambre que aún encogía mi
estómago, y el cuerpo caliente cerca del mío.
Al pasar por debajo de una pasarela, Zeke se quedó un poco más atrás, pasos
resonaban por encima de nosotros, un asaltante miró por encima de la
barandilla.
―¡Tú! ―gritó, sacando la pistola de su cinturón―. ¡Te vi en la Fosa! ¡Tú eres la
puta que le prendió fuego!
373
Sonó un disparo, y el dolor explotó a través de mi pecho con un chorro de
sangre. Oí gritar a Zeke mientras el agua se cerró sobre mi cabeza.
La ira y el Hambre volvieron a la vida. Estaba harta de ser disparada,
apuñalada, quemada, destruida, estacada y arrojada por las ventanas.
Gruñendo, exploté de nuevo a la superficie, agarre al asaltante por el cinturón y
lo arrastré por el borde. Golpeamos el agua con un chapoteo y nos hundimos
como una piedra, el humano se movía frenéticamente en mis manos. Él se puso
rígido cuando sumergí mis colmillos en su garganta y dejó de moverse en el
momento en que golpeó el fondo.
Terminé de alimentarme y vacilé, tentada de dejarlo para los peces y los
gusanos. Pero Zeke estaría esperando en lo alto, y me había visto tirar al
asaltante en el agua. Con un gruñido, agarré el cuerpo inerte y golpeé de nuevo
en la superficie. Él todavía podría sucumbir a la hipotermia y la pérdida de
sangre, pero al menos no lo dejaría ahogarse.
Zeke se agacho mientras yo salía a la superficie, sacudiendo el agua de mis
oídos.
―Est{s viva ―jadeó, sus dientes castañeteaban de frío―. Pero... te dieron un
tiro justo en el pecho. Estaba allí y vi...
―Se necesita mucho para matarme ―murmuré―. Bueno, borra eso. Se necesita
mucho para volverme a matar. Ya estoy muerta, ¿recuerdas?
Nadando debajo de la pasarela, tiré del cuerpo flojo del asaltante para sacarlo
del agua en el borde de la plataforma. Su cabeza colgaba a un lado, revelando
dos marcas de mordida que no había sellado. La mirada de Zeke siguió a la
mía, y su rostro se endureció, pero no dijo nada.
Podía sentirlo pensando, sin embargo, a medida que nadábamos a través de las
calles, finalmente llegamos a las vías elevadas que dejaban el territorio de
Jackal. Goteando, temblando, me siguió hasta el marco a la cima, agarrando mi
mano mientras le tiraba sobre las tablas. Un viento helado corrió a lo largo de la
superficie, y me llamó la atención lo mal que se veía, herido, húmedo y
congelándose, con el cabello y la ropa pegados a su cuerpo. Aunque sus ojos
todavía brillaban con una determinación de hierro mientras contemplaba al otro
lado del puente, sólo mirando hacia adelante. A diferencia de mí, quien se
volvió y miró hacia la ciudad y los incendios que rugían a través de ella.
374
Muchos se han ido. Muchas vidas se perdieron. Personas a las que había
conocido, con las que había hablado. Dorothy, Darren, Jeb... no había sido capaz
de salvarlos. Tragué saliva y me froté los ojos. ¿Cuándo empezó a importarme
tanto? Antes de que Kanin me convirtiera, la muerte era algo que enfrentaba
todos los días. La gente moría, a menudo, era sólo como funcionaba el mundo.
Pensé que, después de la muerte de mi vieja pandilla y la traición de Stick, no
me preocuparía por ninguna persona más. Y sin embargo, ahí estaba yo, un
vampiro, deseando poder salvar a la misma persona que más me odiaba.
―Allison. ―La voz de Zeke me hizo dar la vuelta. Tembló en el viento frío,
pero se mantuvo de pie y erguido en el borde del camino―. El sol está saliendo
―dijo, asintiendo a la parte superior de los edificios―. Tenemos que
conseguirte y a todos los demás un albergue pronto. Vamos.
Asentí y sin decir palabra lo seguí, corriendo hacia abajo a las vías, a través del
puente que llevaba fuera de la ciudad y hacia las ruinas del Viejo Chicago,
dejando el territorio de Jackal atrás quemándose.
―Hola, viejo amigo ―canturreó Sarren, llevando su cara llena de cicatrices muy cerca,
así que pude ver la furiosa locura en sus ojos negros―. No puedes irte a dormir aun, me
temo. ¿Qué diversión sería eso? Tengo toda la noche planeada.―Él se echó a reír y dio
un paso atrás, mirándome colgar lánguidamente de las cadenas. Por lo menos ya no
estaba boca abajo, aunque sospechaba que uno de mis brazos todavía estaba roto. Era
difícil de decir, mi cuerpo se había roto, sanado y roto sistemáticamente otra vez, lo
único de lo que me daba cuenta ahora era el Hambre.
Sarren sonrió.
―Hambre, ¿verdad? No puedo imaginar lo que se siente ya han pasado cuatro días. Oh,
espera. Sí, puedo. Ellos solían matarnos de hambre antes de un experimento, así
atacaríamos cualquier bestia que nos pusieran en nuestras habitaciones. ¿Sabías eso?
No le respondí. No había hablado a lo largo de todo mi cautiverio, y no quisiera empezar
ahora. Nada de lo que dijera podría influir en este desquiciado, que sólo estaba buscando
375
maneras de atormentarme aún más, para romperme. Y no le daría eso, no mientras mi
mente estuviera en mi poder.
Esta noche, sin embargo, podría torturarme todo lo que quisiera, no iba a acercarse al
dolor que había soportado antes, las visiones de mis dos hijos matándose uno a otro lejos
de mi alcance. Dos niños a los que había fallado.
Allison. Perdóname, me gustaría poder haberte preparado mejor. ¿Cuáles eran
las probabilidades de que conocieras a tu hermano de sangre tan lejos de tus
orígenes?
―Pareces distraído esta noche, viejo amigo. ―Sarren sonrió y tomó un escalpelo,
mirándolo a la cara. Su lengua se movió hacia fuera, deslizándose a lo largo de la
superficie―. Vamos a ver si podemos traer a tu mente de nuevo a donde se supone que
debe estar. He oído que la sangre sabe mejor directo de la cuchilla. ¿Por qué no vemos si
eso es cierto?
Cerré los ojos, preparándome. No podría sobrevivir mucho más tiempo; ya podía sentir
mi cordura deslizándose, sucumbiendo al dolor y la locura. Mi único consuelo era que
por lo menos Sarren me había encontrado en primer lugar, que estaba sufriendo las
consecuencias de su odio, y que mi descendencia estaba a salvo de sus demenciales
garras.
A continuación, la hoja encontró mi piel, y todos los pensamientos se desvanecieron y se
convirtieron en dolor.
―¡Kanin!
Arena inundo mi boca, obstruyendo mi nariz y la parte posterior de mi
garganta. Escupiendo y ahogándome, me volteé verticalmente, arañando a
través de capas de tierra hasta llegar a la superficie.
Zeke se levantó rápidamente de donde estaba sentado frente a un carril medio
enterrado. Aturdida, miré alrededor, tratando de recordar dónde estábamos. A
pocos metros de allí, las olas subían y bajaban en contra de una franja de arena
blanca, haciendo ruidos silbantes cuando regresaban al lago. Detrás de
376
nosotros, los rascacielos en ruinas de Chicago llenaban el horizonte,
amenazando con caer a la arena.
Pedazos de la noche llegaron de nuevo a mí. Zeke y yo habíamos encontrado a
los demás a través del puente donde los había dejado, sentados en una de las
mismas camionetas utilizadas para secuestrarlos. Con sólo minutos hasta la
salida del sol, habíamos arrancado por las calles, poniendo tanta distancia como
pudimos entre nosotros y los asaltantes, hasta que llegamos a la costa. Con nada
en mi mente excepto la salida del sol, me había enterrado en la arena momentos
antes de que la luz se asomase por encima del agua y al instante perdí el
conocimiento.
―¿Est{s bien? ―preguntó Zeke, el cabello revuelto por el viento. Parecía más
fuerte esta noche, no tan pálido, con una chaqueta pesada sobre sus ropas
hechas jirones―. ¿Más pesadillas?
―Sí ―dije, aunque yo sabía que no era un sueño. Había sido Kanin. En
problemas―. ¿Dónde est{n los otros? ―le pregunté―. ¿Están bien?
Zeke hizo un gesto hacia el edificio detrás de nosotros, donde el camión había
sido estacionado cerca de la puerta, acumulando arena alrededor de sus
neumáticos. De vez en cuando, el viento corría alejando la capa de polvo,
mostrando manchas de pavimento debajo.
―Caleb est{ enfermo y Teresa sufrió un esguince en el tobillo―respondió―.
Pero aparte de eso, parecen estar bien. Sanos, de todos modos. Es increíble, de
verdad. Que nadie resultara herido de gravedad.
Una figura esbelta apareció en la puerta, mirándonos a Zeke y a mí. Cuando me
vio mirándola, no obstante, rápidamente desapareció de nuevo en el interior.
―Tienen miedo de mí, ¿no?
Zeke suspiró, pasándose una mano por el cabello.
―Les han enseñado toda su vida que los vampiros son depredadores y
demonios―dijo, no disculp{ndose, o a la defensiva, sólo como un hecho―. Sí.
Te tienen miedo a pesar de todo lo que les he dicho. Y Ruth...
―Me odia ―concluí, encogiéndome de hombros―. No es un gran cambio, allí.
377
―Ella insistía en que desenterrara tu cuerpo y te matara mientras
dormías.―Zeke frunció el ceño y sacudió la cabeza―. Incluso trató de
conseguir que Jake lo hiciera cuando me negué. Tuvimos que tener... una
charla. ―Su rostro se ensombreció y miró hacia otro lado―. Ella tiene miedo.
Todos lo tienen. Después de lo que han pasado, no los culpo. Pero ella no se
interpondrá en tu camino o te causara problemas ―continuó con una voz
firme―. Y los otros han aceptado que tú viajes con nosotros por ahora. Aun
vendrás, ¿no? ¿Tú todavía nos llevaras allí?
―¿A Eden? ―Me encogí de hombros otra vez y miré hacia otro lado, hacia el
agua, así que no vi su cara. Mirarlo lo haría mucho más difícil―. No lo sé, Zeke.
No creo que Edén sea el tipo de lugar que daría la bienvenida a alguien como
yo. ―La cara de Kanin se deslizo a mi mente otra vez, torturada y en agonía―.
Y tengo... algo que tengo que hacer. Alguien a quien encontrar. ―Se lo
debo―.Van a estar bien contigo ahora. ―Finalmente le di a Zeke una mirada de
reojo―. Tú puedes llevarlos allí. Según el mapa de Jackal, Edén no está muy
lejos.
―Olvídate de los dem{s entonces. ―Zeke dio un paso hacia mí, no toc{ndome,
pero casi―. Te lo estoy pidiendo. Por favor. ¿Nos llevaras a través del tramo
final?
Lo miré, a su rostro pálido, serio, sus ojos azules, suplicando en silencio, y sentí
que mi voluntad se desmoronaba. Kanin me necesitaba, pero... Zeke me
necesitaba, también. Quería quedarme con él, a pesar de saber que esto, lo que
tuviéramos, terminaría solo en tragedia. Yo era un vampiro, y él todavía era
muy humano. Fueran cuales fueran mis sentimientos, no podía separarlos del
Hambre. Estar cerca de Zeke lo ponía en peligro, y sin embargo, estaba
dispuesta a arriesgarlo, incluso su vida, sólo para estar cerca de él.
Y eso, la dependencia, me asustó más que cualquier cosa que jamás hubiera
enfrentado. Allie la vagabunda lo sabía todo demasiado bien: entre más cerca
estuvieras de alguien, más te destruiría cuando ellos inevitablemente se iban.
Pero habíamos llegado tan lejos, no se sentía bien, no ver esto hasta el final.
―Est{ bien ―murmuré, con la esperanza de que Kanin aguantara un poco m{s.
Estaré allí pronto, Kanin, lo juro―. A Eden, entonces. Vamos a terminar lo que
empezamos.
378
Zeke sonrió, y se la devolví. Juntos caminamos hacia arriba de la playa, a donde
el grupo nos esperaba a la sombra del edificio.
Siete personas acurrucadas en la parte trasera de la furgoneta, en silencio,
aterrorizadas. Dos adultos jóvenes, dos personas mayores y tres niños, uno que
se mantenía tosiendo y oliendo en su manga. Zeke conducía, y me senté a su
lado en el asiento del pasajero, mirando por la ventana. Nadie hablaba mucho.
Me ofrecí a cambiar de asiento una vez, dejar que alguien más se sentara al
frente, pero fue recibida con terrorífico silencio. Nadie quería al vampiro atrás
con ellos. Así que Zeke y yo nos quedamos enfrente, el peso de las palabras no
dichas persistente entre nosotros.
Nos dirigimos hacia el este a lo largo de un lago aparentemente sin fin,
siguiendo el camino y el mapa de Jackal, manteniendo un ojo cauteloso sobre el
desvanecimiento de la ciudad detrás de nosotros. Yo no dejaba de mirar a los
espejos laterales, esperando faros que rompieran a través de la carretera y
llegaran como un enjambre a nosotros. No fue así. El camino seguía siendo
oscuro y vacío, el paisaje en silencio excepto por el susurro de las olas que caen,
como si fuéramos las únicas personas vivas.
―Nos estamos quedando sin combustible ―murmuró Zeke después de varias
horas de conducción. Golpeó el salpicadero de la furgoneta, con el ceño
fruncido, luego suspiró―. ¿A qué distancia piensas que esta Edén?
―No lo sé ―respondí, mirando el mapa―. Todo lo que sabemos es que
tenemos que seguir el camino hacia el este hasta llegar allí.
―Dios, espero que este realmente allí ―susurró Zeke, agarrando el volante, los
ojos duros―. Por favor, por favor, que este allí. Esta vez, que sea real.
Manejamos a través de otra ciudad muerta en el borde de un lago, pasando
rascacielos que se desmoronaban, las ruinas de edificios antiguos y un
sinnúmero de autos que obstruían las calles agrietadas. Tejiéndose a través de
un mar ahogado de vehículos oxidados, me preguntaba cuán caótico había sido
379
en la época anterior, tal número de personas llegando a alguna parte sin chocar
entre sí.
Zeke de repente sacó la furgoneta hasta detenerse junto a un descolorido
camión rojo y apago el motor. Yo parpadeé.
―¿Por qué nos detenemos?
―Estamos casi sin gasolina. Hay una manguera y un recipiente de gas en la
parte de atrás. Los vi cuando secuestramos la camioneta. Me imagino que
puedo tomar algo de unos pocos vehículos, por lo menos. ¿Cuidas mi espalda?
Asentí con la cabeza. Zeke dio media vuelta, asomando la cabeza hacia atrás
mientras los otros pasajeros se agitaban y murmuraban con inquietud.
―Todo el mundo, quédese. Sólo estamos parando por combustible. Estaremos
en nuestro camino pronto, ¿de acuerdo?
―Tengo hambre ―murmuró Caleb, oliendo su manga. Zeke le sonrió.
―Vamos a tomar un descanso pronto, lo prometo. Vamos a salir de la ciudad
primero.
Vi a Zeke, fascinada, mientras abría una tapa en un lado de un vehículo,
metiendo la manguera, y aspirando en el extremo. Los dos primeros coches no
produjeron nada, pero en el tercer intento, de repente Zeke se ahogó, se volvió
y escupió un bocado de líquido claro, antes de pegar la manguera en el
recipiente de plástico. Limpiando su boca, se inclinó contra otro coche y
observó la gasolina goteando en el recipiente.
Me acerqué a su lado y me apoyé en la puerta del carro, nuestros hombros
apenas tocándose.
―¿Cómo lo llevas?
Él se encogió de hombros.
―Est{ bien, supongo. ―Él suspiró, frot{ndose el brazo―. Todavía no me ha
golpeado, ¿sabes?, sigo esperando a Jeb para darme instrucciones, decirme
dónde iremos luego, cuándo deberíamos parar. ―Suspiró de nuevo,
pesadamente, mirando hacia la ciudad―. Pero él se ha ido. Y todo depende de
mí ahora.
380
Vacilé, entonces me agaché y tomé su mano, ligeramente entrelazando los
dedos. Él los apretó agradecidamente.
―Gracias ―murmuró, tan suave que apenas lo escuché―. No podría... estar
haciéndolo ni de cerca tan bien si no estuvieras aquí.
―Ya casi estamos ahí ―le dije―. Sólo unos pocos kilometro más, creo. Y
podrás relajarte. No hay más vampiros, no más Rabiosos, no más reyes
asaltantes que cazar. Tú finalmente serás capaz de respirar.
―Si realmente existe Edén. ―Él sonaba tan triste que me volví para mirarlo.
―¿Qué es esto? ―le pregunté, d{ndole una sonrisa desafiante―. No me digas
que estás perdiendo la fe, Ezekiel Crosse.
Su boca se torció en una sonrisa.
―Tienes razón ―dijo, empuj{ndose lejos del carro―. No podemos darnos por
vencidos. Vamos allí primero, y ver qué sucede después. ―Se inclinó y tomó el
recipiente, mirando el contenido―. Eso es... qué, ¿alrededor de tres galones?
¿Dos y medio? ¿Crees que podremos obtener un poco más antes de irnos?
―Zeke ―gruñí, mirando por la carretera. La mirada de Zeke siguió la mía, y se
quedó completamente inmóvil.
Una criatura delgada, demacrada estaba agachada sobre un carro muerto a
unos noventa metros de distancia, su piel blanca pálida a la luz de la luna. No
nos había visto, pero vi a otro Rabioso rozando el agua detrás de un camión y el
que estaba sobre el carro gruñó y saltó hacia abajo por él, desapareciendo en el
mar de vehículos.
―Hay que salir de aquí ―murmuró Zeke, y se apresuró a regresar a la
furgoneta. Sombríamente, Zeke vertió la gasolina en el tanque, mientras yo
exploraba la oscuridad y el mar de vehículos en busca de Rabiosos. No se
movía nada, pero escuché ruidos escabulléndose entre los vehículos, y sabía
que estaban ahí. Era sólo cuestión de tiempo antes de que nos vieran.
―Listo ―murmuró, cerrando la tapa. Lanz{ndome el contenedor de gasolina,
nos trasladábamos hacia el frente, pero de repente, la puerta lateral se abrió y
Caleb salió a trompicones, frotándose los ojos.
381
―Estoy cansado de estar sentado ―anunció―. ¿Cuándo podemos parar para
comer?
―Caleb, entra ―ordenó a Zeke, pero en ese momento un grito agudo rasgó el
aire mientras un Rabioso se abalanzó sobre un carro cercano y se aventó sobre
él.
Me lancé hacia delante, agarré a Caleb alrededor de la cintura y le di vuelta,
abrazándolo a mi cuerpo. El Rabioso me golpeó duro, desgarrándome con sus
garras, colmillos afilados hundiéndose en mi cuello. Siseé por el dolor,
encorvando los hombros para proteger a Caleb mientras el Rabioso arañaba
frenéticamente mi espalda.
Ruth de repente salió disparada de la camioneta, gritando, agarrando una barra
de hierro oxidado. Ella la balanceaba salvajemente, golpeando al Rabioso en el
brazo, y el monstruo se volvió hacia ella con un siseo.
―¡Aléjate de mi hermano! ―gritó Ruth y golpeó su mejilla con un crujido
satisfactorio. El Rabioso se tambaleó, rugió y arremetió, con las garras curvadas
capturando a la niña en el estómago, rasgando a través de tela y piel,
abriéndola. Sangre salpicó el lado de la camioneta. Mientras ella caía hacia
atrás, jadeando, Zeke se abalanzó sobre el capó de la camioneta, meció su
machete y lo enterró en el cuello del Rabioso.
El monstruo se derrumbó, su boca trabajando frenéticamente, mientras aullidos
y gemidos comenzaron a elevarse a nuestro alrededor. Arrojé a Caleb en la
furgoneta, haciendo caso omiso de sus gritos frenéticos, mientras Zeke recogía a
Ruth y se zambullía dentro con ella. Golpeando la puerta lateral, salté por
encima del capo y giré al asiento del conductor, tirando la puerta para cerrarla
justo cuando un Rabioso rebotaba contra el cristal, dejando una sangrienta tela
de araña de grietas.
Otro Rabioso saltó sobre el capó, siseando, mientras daba la vuelta a la llave
que Zeke había dejado en el encendido y puse el cambio de la camioneta en
conducir. El Rabioso se estrelló contra el parabrisas, rodó, y de repente tuve una
clara oportunidad con el camino abierto. Mientras puse el pie en el pedal, la
camioneta saltó hacia adelante y patinó lejos por la acera, golpeando algunos
Rabiosos, mientras escapábamos de la ciudad y huíamos en la noche.
382
Enterramos a Ruth justo antes del amanecer, en una pequeña franja de tierra de
cultivo como a una hora fuera de la ciudad. Ella estuvo consciente hasta el final,
rodeada por su familia, mecida suavemente en los brazos de Zeke todo el
tiempo. Me concentré en conducir la furgoneta, tratando de ignorar el olor a
sangre que empapaba todo, y los sollozos suaves y sin esperanza que venían de
la parte posterior. Alguna vez cerca del final, la oí susurrar a Zeke que lo
amaba, y escuché sus latidos del corazón, que se hicieron más y más suaves, y
finalmente se detuvieron por completo.
―Allison ―llamo Zeke unos minutos m{s tarde, sobre los ruegos histéricos y el
llanto de Caleb para que su hermana despertara―. Amanecerá pronto. Busca
un lugar para parar.
Me detuve frente a una casa de campo abandonada, y a pesar de que el
amanecer estaba cerca, ayudé a Zeke a cavar la tumba en la dura arcilla del
exterior del edificio. Y con todo el mundo reunido silenciosamente, Zeke dijo
unas palabras para todos los que habíamos perdido: Ruth y Dorothy, Darren y
Jeb. Su voz se quebró unas pocas veces, pero mantuvo la calma, incluso con las
lágrimas que corrían por su rostro.
No pude quedarme todo el tiempo. Con el sol amenazando a asomarse en el
horizonte, me encontré con los ojos de Zeke sobre el montículo de tierra, y él
asintió. Alejándome del mucho más pequeño grupo, me encontré con un
espacio libre de suelo detrás de la granja y me hundí en la tierra mientras la
tranquila y seria voz de Zeke me siguió hacia la oscuridad.
383
C A P Í T U L O 25
Traducido por Sisabel1320
Corregido por Garfield
Felizmente, mi sueño estuvo libre de pesadillas esta vez. Pero eso no calmo mi
sentido de urgencia cuando me empujé libre de la tierra la noche siguiente,
sacudiendo el polvo de mi cabello y ropa.
Kanin todavía estaba por ahí, en alguna parte. En problemas. Tal vez no pudo
estar a salvo. Tal vez el extraño silencio en mis sueños significaba que ya estaba
muerto. Pero no podía dejarlo. Tenía que tratar de encontrarlo, al menos.
Pronto.
Recogí un pedazo de barro de mi cabello, me di la vuelta y encontré a Caleb
mirándome.
Tenía los ojos rojos e hinchados, con el rostro sucio y manchado de lágrimas,
manchas donde se había limpiado la cara. Pero se quedó allí, mirándome con
los ojos entornados, secos, solemnes y sin miedo.
―Ellos pusieron a Ruth en el suelo ―dijo al fin, mientras un débil rugido de un
trueno resonó a lo lejos. Detrás de él, un relámpago brilló, mostrando que una
tormenta estaba en camino.
Asentí con la cabeza, preguntándome a lo que quería llegar.
―Pero tú saliste ―dijo Caleb, su mirada dirigida a la tierra removida detrás de
mí. Se volvió hacia arriba, mirándome fijamente a la cara, con los ojos
esperanzados―. Saliste, así que tal vez... Ruth va a volver, ¿también?
Podríamos esperar. Podríamos esperar hasta que ella vuelva, igual que tú.
―No, Caleb. ―Sacudí mi cabeza con tristeza―. Soy diferente. Soy un vampiro.
―Hice una pausa, para ver si eso lo asustaba. No lo hizo. Arrodillándome,
tomé su mano, mirando los dedos sucios―. Ruth era humana ―le susurré―. Al
igual que tú. Y Zeke. Y todo el mundo. Ella no va a regresar.
384
Los labios de Caleb temblaron. Sin previo aviso, se abalanzó sobre mí,
golpeándome con sus pequeños puños, golpeando en mis hombros.
―¡Entonces conviértela en vampiro! ―sollozó, mientras las lágrimas
comenzaron a brotar de sus ojos de nuevo. Me estremecí, más sorprendida que
otra cosa, sin saber qué hacer―. ¡Haz que vuelva! ―gritó hacia mí―. ¡Tráela de
vuelta ahora mismo!
―¡Hey, hey! Caleb ―Y Zeke estaba allí, agarrando la muñeca del chico,
balanceándolo en sus brazos. Caleb gimió y enterró su cara en el hombro de
Zeke, todavía golpeando su pecho débilmente.
Zeke lo sostuvo hasta que la rabieta se tranquilizó, luego bajó la cabeza y le
murmuró algo al oído. Caleb sollozo.
―No tengo hambre ―murmuró él.
―Deberías ir a comer algo ―insistió Zeke, cepillando el cabello de Caleb. Sus
propios ojos estaban rojos, círculos oscuros se agazaparon debajo de ellos, como
si no hubiera dormido en absoluto. Caleb se sorbió la nariz y sacudió la cabeza,
sacando fuera su labio inferior.
―¿No? ―preguntó Zeke, sonriendo débilmente―. Sabes, Teresa encontró jalea
de manzana en el sótano. Y mermelada de melocotón. Es realmente dulce.
Un pequeño interés destello por parte de Caleb.
―¿Qué es jalea de manzana?
―Ve a preguntarle para que te dé un poco ―dijo Zeke, poniéndolo abajo―.
Todo el mundo está en la cocina. Mejor date prisa, o Matthew podría comérselo
todo.
Caleb caminó fuera, sombrío, pero al menos su arrebato parecía haberse
agotado. Zeke lo observó hasta que desapareció por la esquina, luego suspiró,
frotando una mano sobre sus ojos.
―¿Has dormido algo? ―le pregunté.
―Tal vez una hora. ―Zeke bajó el brazo, sin mirarme, observando a través de
los enmarañados campos ahogados más allá de la valla―. Hemos encontrado
un poco de combustible en el garaje―dijo―. Y hay una docena de latas de
385
conservas en la bodega, por lo que debe servir para otra noche. ―Suspiró,
inclinando su cabeza―. ¿Le dijiste a Caleb que Ruth no iba a regresar?
Me puse rígida, luego asentí.
―Él tenía que escucharlo. No quería darle falsas esperanzas, de que su
hermana podría seguir con vida. Eso sería cruel.
―Lo sé. ―Zeke finalmente se dio la vuelta y la desolación en su rostro me
impacto. Parecía mayor, con líneas y círculos alrededor de los ojos y la boca que
no estaban allí antes―. Estaba tratando de decírselo antes, pero... ―Se encogió
de hombros―. Supongo que él necesitaba escucharlo de ti.
―Sabes que esto no fue tu culpa.
―Todo el mundo me dice eso. ―Zeke encogió los hombros para protegerse del
viento creciente―. Me gustaría poder creerlo. ―Se quitó el cabello de la cara,
sacudiendo la cabeza―. Me gustaría poder creer... que vamos a hacerlo. Eso de
que Eden aún sigue ahí fuera, esperando, después de tanto tiempo. Que hay un
lugar en esta tierra olvidada de Dios que está a salvo. ―Se dio la vuelta y pateó
una botella acostada en la hierba, estrellándola contra el costado de la casa.
Fragmentos verdes explotaron, volando por todas partes, parpadeé, mirándolo
con tristeza.
Zeke inclinó la cabeza hacia atrás, mirando arriba hacia las nubes.
―Dame una señal ―susurró, cerrando sus ojos―. Una pista. Cualquier cosa.
Cualquier cosa que me diga que estoy haciendo lo correcto. Que no debería
darme por vencido y dejar de buscar lo imposible, ¡antes de que todos a mi
alrededor estén muertos!
Como era de esperar, no hubo respuesta, salvo el viento y la tormenta
acercándose. Zeke suspiró, dejando caer la cabeza y se volvió hacia mí con una
mirada que se había vuelto completamente blanca.
―Vamos ―murmuró, comenzando a avanzar―. Tenemos que ponernos en
marcha antes de que llegue la tormenta.
Miré hacia atrás a la pared de nubes rodando en el lago.
Algo brillaba contra el negro, un breve destello de movimiento, y entrecerré mis
ojos esperando que volviera aparecer.
386
―Zeke ―dije en voz baja, mirando por encima de la valla―. Mira.
Él se volvió, entrecerrando los ojos. Por un momento, nos quedamos allí, el
viento levantándose alrededor de nosotros, segmentos de rayos rozando el
horizonte. Truenos rugiendo amenazadoramente, y las primeras gotas de lluvia
comenzaron a caer.
Entonces, a lo lejos, una luz atravesó la oscuridad, un rayo de luz,
escabulléndose a través de las nubes. Se desvaneció un momento, sólo para
reaparecer de nuevo unos segundos más tarde, un foco giró en el cielo.
Zeke parpadeó.
―¿Qué es eso?
―No lo sé ―murmuré, dando un paso tras él―. Pero, y puedo estar
equivocada, parece estar viniendo desde el este.
―Donde se supone que Eden est{ ―Zeke terminó en un susurro y se fue,
corriendo por el lado de la casa sin mirar atrás. Le oí llamar a los demás y me
uní a ellos, sintiendo la emoción y el nerviosismo cuando todo el mundo se
apresuró a salir. Y yo tenía la esperanza, desesperada, que al final de este
camino, ellos encontrarían lo que estaban buscando.
Seguimos la orilla del lago, manteniendo nuestra mirada en el rayo tenue de luz
sobre los árboles. Nadie hablaba, pero la emoción de varios corazones latiendo
rápidamente era fácil de escuchar.
Lluvia golpeaba las ventanas, y Zeke entrecerró los ojos a través del cristal, su
mirada y su atención centrándose. A pesar de que era difícil ver a través de la
tormenta, la luz nunca se detuvo, un trozo de esperanza brillando a través de la
lluvia, impulsándonos adelante.
La carretera se estrechó, tejiendo su camino a través de bosques y maleza, a
veces desapareciendo por completo cuando la hierba y la suciedad rozaban
llenando los bordes y rompiendo a través del pavimento.
387
Vehículos muertos empezaron a aparecer entre los árboles, dispersos a un lado
de la carretera o abandonados en la cuneta. La inquietud se agito, y mis
instintos hicieron sonar una advertencia. Me pareció que estos autos podrían
haber pertenecido a otros atraídos por esa luz, siguiendo las mismas promesas
de esperanza y seguridad.
Sólo, que nunca lo consiguieron. Algo los había detenido antes de llegar a Eden.
Algo que probablemente estaba esperando por nosotros, también.
Los Rabiosos siempre se sienten atraídos por lugares con mucha gente. La voz de
Kanin hizo eco en mi cabeza. Es por eso que las ruinas a las afueras de las ciudades
de vampiros son tan peligrosas. Debido a que los Rabiosos han descubierto dónde está su
presa, y a pesar de que no pueden lograrlo sobre las paredes, nunca dejan de intentarlo.
Por supuesto, ellos no son lo suficientemente inteligentes como para establecer trampas
complejas, pero han sabido emboscar a las personas o incluso vehículos, si saben que su
presa está pasando.
Zeke repentinamente pisó el freno. Caleb y Bethany gritaron cuando la
furgoneta derrapó unos metros en la carretera, y luego se detuvo
tambaleándose, todavía en el centro de la calzada. Mirando a través del cristal,
se me heló la sangre.
Un árbol estaba atravesando la calle, enorme, grueso y retorcido, demasiado
grande para ir alrededor, por encima o a través de él. Desde la tormenta, la
cantidad de lluvia y el viento, podría haberse caído por sí solo. Podría haber
sido arrancado y estrellado por causas totalmente naturales.
Y sin embargo... sabía que no era así.
Zeke me miró, su rostro pálido.
―Ellos están ahí fuera, ¿no?
Asentí.
―¿Cu{nto tiempo falta hasta el amanecer?
Miré mi reloj interior.
―Ni siquiera es medianoche.
Él tragó saliva.
388
―Si nos sentamos aquí...
―Ellos romper{n la furgoneta en partes, tratando de llegar a nosotros. ―Miré
hacia abajo a la carretera, en busca de la luz. Resplandecía por encima de las
ramas, tentadoramente cerca―.Vamos a tener que correr hacia ella.
Zeke cerró los ojos. Pude ver que estaba temblando. Al abrirlos, robó un rápido
vistazo a la parte de atrás, a Caleb y a Bethany, Silas, Teresa, Mathew y Jake.
Los últimos de nuestro grupo. Los únicos que quedaban. Inclinándose cerca,
bajó la voz.
―Ellos nunca lo har{n ―susurró―. Teresa tiene una pierna mala, y los niños...
ellos no pueden escapar de esas cosas. No puedo dejarlos.
Miré por la ventana. Más allá de las luces delanteras había sólo lluvia y
oscuridad, pero sabía que estaban allí, observándonos. Déjalos, mi instinto de
supervivencia susurró. Están perdidos. Consigue sacar a Zeke fuera de allí y olvídate
de los demás, no hay manera de salvarlos, no esta vez.
Gruñí, profundamente en mi garganta. Habíamos llegado tan lejos. Sólo
teníamos que ir un poco más lejos.
―No te preocupes por los Rabiosos ―murmuré, agarrando la manilla de la
puerta―. Solo concéntrate en los demás. Consigue ponerlos a salvo tan pronto
como sea posible y no mires atrás.
―Allison<
Puse mi mano sobre la suya, sintiéndolo temblar bajo mis dedos.
―Confía en mí.
Él se encontró con mi mirada. Entonces, sin preocuparse de nuestra audiencia o
los suspiros de asombro que hicieron eco desde la parte de atrás, él se inclinó
hacia delante y presionó sus labios con los míos. Fue un beso desesperado, lleno
de nostalgia y tristeza, como si se estuviera despidiendo.
―Ten cuidado ―susurró alej{ndose. Y de repente me hubiera gustado poder
haber tenido más tiempo, que el mundo no consumiera cada pedacito de luz y
de bondad que encontraba, que la gente como Zeke y yo de alguna manera
pudiéramos encontrar nuestro Eden.
389
Me volví, abrí la puerta del auto y salí a la lluvia. Saltando el árbol, saqué mi
espada, viendo mi sombra extenderse delante de mí en los faros. De acuerdo,
monstruos, pensé, caminando hacia adelante. Sé que están ahí. Sigamos adelante con
esto.
La tormenta se arremolinaba a mi alrededor, con lluvia torrencial, azotando en
mi chaqueta y cabello. Un rayo destelló, tornando el mundo blanco, revelando
nada más que vacíos bosques y sombras.
Brillo otra vez, y de repente, los árboles estaban llenos de ellos, cientos de ojos
blancos muertos mirándome, mientras arrastraban los pies adelante. Había
muchos, como hormigas pululando fuera del nido, y el aire se llenó con sus
gemidos y gritos escalofriantes.
Agarré mi espada y di un deliberado paso hacia adelante.
Con gritos agudos, los Rabiosos se abalanzaron hacia mí, un pálido y caótico
enjambre. Bramando un grito de guerra, me lancé a la orilla de la carretera y me
encontré con la primera oleada, con el acero parpadeando, corte a través de
extremidades y dividí cuerpos en dos. Garras cortaron hacia mí, rasgando a
través de mi chaqueta, en mi piel. Sangre empañó el aire húmedo, ambas, la
mía y la sangre contaminada de los monstruos, pero no sentía ningún dolor.
Rugiendo, les mostré mis colmillos y salieron disparados en onda, separándose
aparte.
Todo se disolvió en un caótico borrón de sangre, colmillos y extremidades
acuchilladas, y me perdí completamente en la destrucción salvaje.
Un grito atrajo mi atención a la camioneta. Zeke estaba sacando a Caleb por la
puerta lateral, cuando un Rabioso arañó su camino fuera de la tierra al lado de
la furgoneta y corto hacia ellos con garras curvas. Con un brazo, Zeke balanceo
a Caleb fuera de su alcance, Llevando el machete hacia abajo con el otro. La hoja
golpeó el cráneo del monstruo, enterrándose profundamente y el Rabioso se
apartó, retorciéndose. Me dirigí hacia ellos cuando, de repente, a través de los
árboles, la tierra se agitó, y otra oleada de monstruos brotó del suelo. Ojos
ardientes, dieron lamentos escalofriantes y se lanzaron hacia la furgoneta.
―Zeke ―grité, cortando la cabeza de un Rabioso por su cuello, mientras las
garras rasgaron una herida en mi manga―. ¡Sácalos de allí ahora!
390
―¡Vamos! ―gritó Zeke, y el pequeño grupo de seis humanos treparon sobre el
árbol y se fueron por el camino. Silenciosamente Jake los condujo, agarrando el
hacha que había recogido de nuestra última parada, pero los otros eran
demasiado pequeños o demasiado viejos para llevar armas. Zeke rondaba por
la camioneta, esperando a que todos se hubieran ido, antes de dar vuelta para
huir, también.
Un Rabioso vino de la nada, chocando contra él antes de que pudiera moverse,
fijándolo al capó de la furgoneta. Ajustando sus mandíbulas, se abalanzó sobre
la garganta de Zeke, pero la mano de Zeke salió disparada, fijándola alrededor
del cuello, manteniendo lejos los dientes. El Rabioso siseo con furia y arremetió
hacia él con sus garras, desgarrando su pecho, y por un horrible momento,
recordé la noche bajo la lluvia, donde yo había muerto, sosteniendo al monstruo
lejos de mi garganta mientras sus garras desgarraban mi vida.
―Zeke. ―Rompiendo con la horda, me dirigí hacia él. Pero Zeke llevo su pie
hacia arriba, pateando al Rabioso en el pecho, lanzándolo lejos. Sus ojos azules
se encontraron con los míos a través de la lluvia.
―¡Ayuda a los dem{s! ―escupió él, mientras el Rabioso saltó a sus pies con un
silbido y se abalanzó sobre él otra vez. Se reunió con la hoja de su machete,
cortando a través de su rostro, y se tambaleó hacia atrás con un grito, sangre
brotando a través de sus ojos―. ¡Allison! ―Zeke interrumpió dando un
segundo vistazo―. ¡Olvídate de mí, ayuda a los demás! ¡Por favor!
Vi a Zeke llevar su arma hacia arriba, la parte delantera de su camiseta estaba
empapada de sangre, observe al Rabioso cernirse sobre él, y tomé mi decisión.
Girando, salté tras el resto del grupo, alcanzándolos justo cuando un par de
Rabiosos se abalanzaron hacia Bethany, cortándolos antes de que la tocaran.
Pero el círculo se cerraba, miré por todas partes, Rabiosos venían hacia
nosotros, saltando a través de los árboles y surgiendo de la tierra. Varios
saltaron hacia adelante, pero yo los corté en rodajas antes de que llegaran al
resto del grupo. Aun así, era sólo cuestión de tiempo antes de que los números
nos abrumaran.
Por el rabillo de mi ojo, podía verlos, apiñados. Teresa y Silas tenían a los niños
entre ellos, sollozando, y Jake se puso detrás de mí con su hacha, silencioso y
sombrío. Zeke se había ido. Los Rabiosos se acercaban, ola tras ola de ellos.
391
No había a dónde ir.
Corre, mis instintos de vampiro susurraron. Los Rabiosos no te quieren a ti, quieren
a los humanos. Tú todavía puedes salir de esto con vida. ¡Corre ahora!
El círculo de Rabiosos encerrándonos, silbaba y gruñía. Miré detrás de mí al
pequeño grupo de personas, luego me volví para enfrentar el mar de la muerte,
bordeando delante por todos lados.
Zeke, pensé, blandiendo mi espada por una última vez, esto es por ti.
Dejando al descubierto mis colmillos, Rugí un grito de guerra y me lancé hacia
adelante. Luz atravesó la oscuridad, repentina y cegadora. Los Rabiosos se
congelaron, girando alrededor, cuando un monstruoso vehículo bramo a través
de la multitud, aplastando cuerpos y arrojándolos a un lado.
Patinó hasta detenerse a unos metros de distancia, y varios humanos
uniformados se asomaron por encima y enviaron una lluvia de fuego de
ametralladora hacia la turba.
Rabiosos gritaron y aullaron mientras el estruendo de las balas se unió a la
cacofonía ensordecedora, desgarrando carne, rompiendo concreto y haciendo a
la tierra y árboles explotar. Me encogí de vuelta con los otros, amontonándolos
lo más cerca del camión que pude, esperando que una bala perdida no golpeara
a nadie por error. Rabiosos se abalanzaron hacia el vehículo, pero fueron
cortados antes de llegar a los enormes neumáticos, temblando mientras eran
llenados de agujeros.
Se oyó un grito, y algo pequeño voló por el aire, lanzado por uno de los
humanos. Unos segundos más tarde una explosión sacudió el suelo, enviando
Rabiosos a volar.
Gruñendo, el resto de la manada se volvió y huyó, saltando de regreso dentro
del bosque o enterrándose en la tierra. En unos pocos segundos, toda la jauría
había desaparecido, y la noche aún estaba a excepción de la lluvia.
Me puse tensa cuando un humano saltó desde lo alto del camión y se dirigió
hacia nosotros. Era grande y musculoso, vestido con un uniforme negro y
verde, y sostenía una muy, muy grande arma con ambas manos.
―Vimos las luces en el camino ―dijo él, como un hecho―. Siento que no
pudimos llegar antes. ¿Hay alguien herido?
392
Aturdida, me quedé mirándolo. Otros soldados fueron surgiendo desde el
vehículo ahora, envolviendo al grupo en mantas, llevándolos de vuelta a la
camioneta. Uno de ellos recogió a Bethany después de tirar una manta
alrededor de ella, y otro ayudó a Teresa cojeando sobre el pavimento. El
soldado a la cabeza los miró un momento, luego se volvió hacia mí.
―¿Estos son todos? ―me preguntó bruscamente―. Una vez que nos vayamos,
no vamos a regresar si podemos evitarlo. ¿Es este todo su grupo?
―No ―jadeé y me di la vuelta, escudriñando el camino detrás de nosotros―.
No, hay uno más. Lo dejamos en la furgoneta, él aún podría estar vivo.
Comencé a ir hacia adelante, pero él me agarró del brazo.
―Est{ muerto, chica. ―Los ojos del soldado eran simp{ticos, mientras yo me
giré hacia él furiosamente―. Si él se quedó atr{s con los Rabiosos, está muerto.
Lo siento. Pero debemos llevar a los que estén vivos a Eden.
―No lo voy a dejar ―gruñí, tirando mi brazo de su agarre. Mi garganta ardía
de rabia por la injusticia de todo. Que Zeke pudo llegar tan lejos, llegar tan
cerca, sólo para caer al final. Pensé en los datos que llevaba, la información
valiosa que podría salvar a la raza humana, y me aparté del soldado.
―Usted no lo conoce, él aún podría estar vivo. Si est{ muerto< ―Apreté mis
puños, mi voz se quebró un poco―. Aún tengo que saberlo. Pero no lo voy a
dejar atrás. Hemos llegado demasiado lejos para eso.
―Sé que es duro<―El soldado comenzó pero fue interrumpido.
―¿Sargento? ―Uno de los soldados se asomó desde la camioneta.
―Sargento Keller, creo que será mejor que vea esto.
Me di la vuelta. Una figura solitaria caminaba constantemente en el camino
hacia nosotros, una mano sosteniendo su hombro, la otra sujetando un machete
a su lado. Estaba cubierto de sangre, la ropa desgarrada, y cada paso parecía
doloroso, pero él estaba vivo.
El alivio se disparó a través de mí. Alejándome de Keller, corrí hacia él,
tomándolo mientras él se tambaleaba, dejando caer su arma al pavimento.
Estaba temblando, su piel fría, y apestaba a sangre, tanto la del Rabioso como la
suya propia. Sentí su corazón, golpeando frenéticamente en su pecho, el sonido
393
más hermoso que jamás había escuchado. Un brazo se deslizó a mi alrededor,
manteniéndonos juntos, y él apoyó su frente contra la mía.
―Zeke ―susurré, sintiendo su respiración temblorosa en mi piel, la tensión
recubría su espalda y hombros. Él no dijo nada, sólo me abrazó más fuerte, pero
yo me retire un poco hacia atrás para mirarlo―. Maldita sea, no vuelvas a
hacerme eso otra vez.
―Lo siento ―susurró, su voz aguda con dolor―. Pero... ¿los otros? ¿Están
todos bien? ―Le enmarqué su cara con ambas manos, con ganas de reír y llorar
y darle una bofetada a la vez.
―Todos est{n bien ―le dije, y lo sentí relajarse―. Lo logramos, Zeke. Eden está
directo a la vuelta de la esquina.
Él dejó escapar un suspiro irregular, y se apoyó en mí.
―Gracias ―susurró, justo cuando los soldados se abarrotaron a nuestro
alrededor. Estábamos a salvo ahora. Lo solté y di un paso atrás, dejando que los
humanos arrojan una manta alrededor de sus hombros, una linterna brilló sobre
sus heridas y le hicieron una tonelada de preguntas.
―No son m{s que rasguños ―oí decir a Zeke, mientras el sargento Keller lo
miraba con el ceño fruncido―. No me han mordido.
―Llévenlo al camión ―ordenó Keller, agitando su brazo―. Ellos pueden
revisarlo una vez que estemos detrás del muro. En marcha, gente.
Momentos más tarde, me senté junto a Zeke en la parte trasera del monstruoso
camión, ambos envueltos en mantas, su mano agarró firmemente la mía.
Rodeada de tantos humanos, el Hambre se agitó inquieta cuando los arañazos
debajo de mi chaqueta lentamente se curaron, pero la ignoré. Caleb y Bethany
se aferraban a los adultos que conocían, mirando a los soldados con cautela,
pero el resto de ellos estaban aturdidos con alivio. Cuando la lluvia lentamente
ceso, me asomé por la parte superior del camión y vi aproximarse un par de
enormes puertas de hierro al final de la carretera. Una valla se extendía a ambos
lados de ella, recordándome al Muro en Nueva Covington, oscura y grande y
cercada con alambre de púas en la parte superior. El rayo blanco de un reflector
giró lentamente alrededor justo en una esquina de la pared, atravesando el
cielo.
394
Se oyeron gritos desde el interior de la cerca, y las enormes puertas se abrieron
lentamente, permitiendo que el camión pasara a través.
Más humanos armados y uniformados se alineaban en la ruta de acceso más
allá de la puerta, corriendo detrás del camión mientras cruzaba un pequeño
recinto con calles enlodadas y algunos edificios largos de cemento en la
distancia. Torres de vigilancia se extendían a lo largo de la pared cada cien
metros más o menos, y los humanos aquí parecían ser todos militares.
Caleb miró por encima del borde con los ojos muy abiertos.
―¿Esto es Eden? ―preguntó él tristemente. Uno de los soldados se rió.
―No, pequeño chico, todavía no. Mira. ―Él señaló a un muelle que se extendía
a lo largo de las oscuras aguas del gran lago―. Eden se encuentra en una isla en
medio del lago misterioso. Hay un barco que llegará para ir allí mañana por la
mañana.
Así que Jeb había tenido razón. Eden estaba en una isla. Este lugar era
simplemente un punto de control, la última parada antes de llegar a la ciudad.
―¿Cu{n lejos? ―murmuró Zeke desde mi hombro, con la voz tensa por el
dolor. El sargento Keller lo miró con el ceño fruncido.
―No está lejos. Alrededor de una hora en barco. Pero primero, hay que
asegurarnos de que no estés infectado. Todos ustedes han estado en contacto
con los Rabiosos. Todo el mundo tendrá un examen completo aquí, antes de
que se les permita entrar a la ciudad.
Uh-oh. Eso no sonaba bien para mí. Y la mano de Zeke apretó la mía,
mostrando que él sentía lo mismo. El camión salió por el campamento y
finalmente se detuvo en uno de los largos edificios de cemento cerca de la orilla
del lago.
Un hombre calvo en una larga bata blanca nos esperaba cerca de la puerta de
atrás y habló con urgencia al sargento Keller mientras nosotros nos
amontonamos saliendo del camión. Vi al sargento hacer un punto entre Zeke y
yo, y el hombre calvo miró con ansiedad.
Una cama sobre ruedas fue sacada, empujada por dos hombres con batas
blancas, y Zeke se subió en ella a pesar de sus protestas. Al final, él cedió, pero
todavía mantenía un férreo control sobre mi mano mientras nos movíamos a
395
través de las puertas dentro de una habitación blanca y estéril. Camas forraban
las paredes, y los hombres y mujeres de blanco se precipitaron hacia nosotros,
enviando a los demás para diferentes partes de la habitación. Caleb se resistió
un poco, aferrándose a Jake, pero fue conquistado cuando el hombre sacó algo
pequeño y brillante del bolsillo de su bata. Se veía como un botón verde en un
palo blanco, pero cuando Caleb lo puso en su boca, sus ojos se abrieron, y él se
encogió con una sonrisa. El hombre le tendió la mano, y Caleb le permitió
conducirlo hacia un mostrador.
―Disculpe.
Miré hacia arriba. Habíamos llegado a un par de puertas dobles en el extremo
de la habitación, y el pequeño hombre calvo me miraba en tono de disculpa.
―Lo siento ―dijo él―. Pero primero tenemos que llevar esto a cirugía, ahora.
Algunas de sus heridas son muy graves, y todavía no sé si fue mordido. Tiene
que dejarlo ir.
No sabía lo que era "cirugía", pero no quería dejar que Zeke se fuera, de repente
tuve miedo de que si él fuera a través de esas puertas sin mí, nunca lo volvería a
ver.
―¿No puedo estar allí con él?
―Lo siento ―dijo el hombre de nuevo, parpadeando detrás de sus gafas―. Me
temo que no está permitido. Demasiado peligroso, usted sabe, tanto para el
paciente, y para usted misma. Pero le juro que vamos a hacer todo lo posible
por él. Estará en buenas manos, se lo aseguro.
Miré a Zeke de nuevo. Él se quedó allí, pálido y ensangrentado bajo las duras
luces, ojos cerrados. Una de las mujeres se había pegado antes a su brazo con
una aguja, y se la había colocado por completo.
Sus dedos alrededor de los míos eran flojos.
―Puede esperar afuera de la sala, si quiere. ―El hombre calvo me dio una
comprensiva sonrisa cansada―. Y vamos a dejarle saber cómo esta él tan pronto
como terminemos. Pero necesitas dejar que se vaya ahora. Deje que se vaya.
Suavemente, él tomó mi mano, desenlazándola lejos de la mano de Zeke.
396
Me resistí un momento y luego la dejé caer. El hombre calvo sonrió de nuevo y
me palmeó el brazo.
Ellos rodaron a Zeke a través de las puertas, y yo los seguí por un estrecho
pasillo, con poca luz hasta que desaparecieron a través de otro par de puertas,
sin ventanas, un brillante “No Entrar” estaba pintado en rojo vivo en el metal.
Atrapé una bocanada de sangre vieja a través de las puertas, mientras se
cerraban, y mi estómago se revolvió con miedo y Hambre.
Me quedé en el pasillo, mirando hacia las puertas, sintiendo las horas pasar
lejos. Me pregunté cómo estaban haciéndolo los demás. Me pregunté si Zeke
estaba bien, si él iba a salir adelante.
Había sido mucha sangre. Si hubiera sido mordido... si él se convirtiera en uno
de esos monstruos...
Negué con la cabeza, abandonando ese pensamiento. Apoyada contra la pared,
levante la vista hacia el techo y dejé que mis ojos se cerraran.
No sé si puedes oírme, pensé en dirección general al cielo, o si incluso estas
escuchando. Pero, si tienes algún sentido de la justicia en absoluto, no permitas que
Zeke muera allí. No cuando él está tan cerca. No cuando sacrificó todo para poder ver a
los otros aquí con vida. Sé que probablemente estés ansioso por llevarlo a casa, pero él es
necesario aquí un poco más. Sólo deja que se quede un poco más.
La sala permaneció vacía, silenciosa. Bajé la cabeza, dejando mis pensamientos
a la deriva. Me pregunté, de repente, dónde estaba Kanin, si aún estaba vivo. Si
él me podía sentir, sentir dónde estaba, o si es que incluso le importaba. Si
todavía estaba lo suficientemente sano para importar. Me pregunté si sentía que
uno de sus descendientes había matado a otro.
Lo sentí entonces. Un destello de rabia y odio tan fuerte, sacudí mi cabeza en
alto, golpeando mi cráneo contra la pared. Haciendo una mueca, me quedé en
el pasillo, sintiendo mis colmillos sobresalir a través de mis encías, gruñendo en
voz baja. Por un segundo, lo sentí, vi su cara. Sentí su ira, dirigida directamente
hacia mí. No Kanin. No el vampiro psicópata. Jackal. Él estaba vivo.
Las puertas al final de la sala se abrieron. Di un salto levantándome cuando el
hombre calvo surgió con un aspecto muy cansado, manchas de sangre en su
bata blanca.
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―Tu amigo va a estar bien ―dijo sonriendo, y me desplomé contra la pared en
relieve―. Ha perdido mucha sangre, tiene una conmoción cerebral leve y había
una vieja herida de bala en su pierna, pero no está infectado. Espero que tenga
una plena recuperación.
―¿Puedo verlo?
―Ahora est{ durmiendo. ―El hombre calvo me dirigió una mirada severa―.
Puede visitarlo más tarde, pero creo que usted también necesita puntos de
sutura, jovencita. A juzgar por las roturas en su ropa, me sorprende que no esté
en peores condiciones. ¿Alguien le ha examinado? Quédese quieta un
momento.
Él se volvió hacia un extraño dispositivo en su cuello y metió las puntas en sus
orejas.
―Esto no va a doler―prometió, sosteniendo arriba el brillante círculo met{lico
en el extremo del tubo―. Sólo voy a escuchar su corazón, a revisar su
respiración.
Él movió el dispositivo hacia mi pecho... y mi mano salió disparada, agarrando
su muñeca antes de que ninguno de nosotros supiera lo que estaba pasando.
Dio un salto, sorprendido por lo rápido que me moví y me miró con grandes
ojos redondos detrás de sus gafas. Me encontré con su mirada triste.
―Usted no va a encontrar nada allí ―murmuré, y él frunció el ceño un
momento, confundido. Entonces su rostro palideció, y me miró paralizado.
Escuché la velocidad de sus latidos, y una capa de sudor brilló en su frente.
―Oh ―susurró él en una pequeña, entrecortada voz―. Eres un... Por favor no
me mates.
Solté su muñeca, dejando la mía caer a mi lado.
―Vamos ―murmure, d{ndole la espalda―. Haga lo que tenga que hacer
Él vaciló, como si temiera un truco, que iba a girar y saltar sobre él al segundo
que estuviera de espaldas. Entonces oí sus pasos, corriendo a toda velocidad
por el pasillo, corriendo a propagar la voz acerca de vampiros en los pasillos.
No tenía mucho tiempo.
Corriendo hacia las puertas de cirugía, me abrí paso al interior.
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La habitación estaba a oscuras, salvo por una luz brillante que resplandecía en
una cama en el medio de la sala, rodeado por máquinas dando pitidos y
estantes con instrumentos de metal. Zeke yacía de espaldas, una gasa limpia
envolvía su pecho, un brazo en un cabestrillo, respirando tranquilamente. Su
cabello rubio brillaba bajo las luces.
Me acerqué a la cama inclinándome cerca, alisando el cabello de sus ojos,
escuchando el sonido de su corazón.
―Hola ―dije en voz baja, sabiendo que probablemente no podía oírme,
inconsciente como él estaba―. Escucha, Zeke, me tengo que ir. Hay algo que
tengo que hacer, alguien a quien tengo que encontrar. Le debo mucho, y está en
problemas ahora. Sólo quería decir adiós.
Zeke dormía. Puse mi mano en su brazo sano, apretando suavemente. Mis ojos
ardían, pero los ignoré.
―Es probable que no me vuelvas a ver ―murmuré, sintiendo algo caliente
deslizarse por mi mejilla―. Te traje aquí, como prometí que haría. Me gustaría...
me gustaría poder haber visto tu Eden, pero ese lugar no es para mí. Nunca lo
fue. Tengo que encontrar mi propio lugar en el mundo.
Inclinándome, rocé mis labios con los suyos.
―Adiós, Ezekiel ―susurré―. Cuida de los demás. Ellos estarán buscándote a ti
ahora.
Él se movió en su sueño, pero no se despertó. Soltándolo, me di la vuelta y
caminé lejos, fuera de la habitación y a través de las puertas. A medida que ellas
se cerraban detrás de mí, pensé oírlo murmurar mi nombre, pero no miré atrás.
Caminar de regreso a través de la sala principal era un viaje mucho más hostil
que cuando había llegado. Los hombres y mujeres de bata blanca o bien me
miraban o se encogían detrás de mí, acurrucados junto a la pared, viendo como
me dirigía a través de la habitación. Ni uno de nuestro grupo original estaba allí
para decir adiós. Probablemente era mejor de esa manera.
399
Caleb haría un escándalo, y los otros tal vez quisieran saber a dónde estaba
yéndome. Pero no sabía a dónde iba. Todo lo que sabía era que Kanin, y ahora
Jackal, estaban por ahí. Tenía que encontrar a mi Maestro, ver si todavía lo
podía ayudar. Le debía mucho. En cuanto a mi “hermano de sangre", estaba
bastante segura de que me encontraría, con el tiempo. Y no quería estar cerca de
aquellos que me importaban cuando lo hiciera.
Afuera, la tormenta se había ido, y las estrellas brillaban relucientemente a
través de las nubes. Una brisa congelo mi piel, oliendo a arena, pescado y agua
de lago, y a un nuevo comienzo. Pero no para mí.
Un escuadrón de soldados vino corriendo hacia mí, liderados por el sargento
Keller. Levanté mis manos mientras ellos me rodeaban, dirigiendo sus armas a
mi pecho, sus caras endurecidas con sospecha y miedo.
El sargento camino hacia delante, su previa sonrisa se convirtió en una línea
sombría.
―¿Es verdad? ―preguntó él, entrecerrando los ojos―. ¿Eres un chupasangre,
como el doc dice? ―Cuando no respondí, su rostro se endureció―.
Respóndeme, antes de que empecemos a llenarte de agujeros para ver si mueres
o no.
―No quiero problemas ―le dije con calma, manteniendo mis manos donde
pudiera verlas―. Ya me iba, de hecho. Déjame salir de aquí, y no me volverás a
ver.
El sargento Keller vaciló. Los otros soldados mantenían sus armas apuntando
en mi corazón. Por el rabillo de mi ojo, vi movimiento en las aguas del lago, un
ferry blanco descolorido se alzaba en el muelle. El barco que los llevaría a todos
a Eden pero no a mí.
―Sargento ―gruñó uno de los hombres―. Debemos acabar con ella. Ahora,
antes de que alguien escuche que dejamos pasar a un vampiro a través de las
puertas. Si el alcalde se entera, habrá pánico en toda la ciudad.
Me encontré con los ojos de Keller, manteniendo mi expresión tranquila, a pesar
de que sentía mi cuerpo tenso, listo para estallar con violencia si era necesario.
No quería hacerles daño a estos hombres, pero si comenzaban a disparar, no
tendría más remedio que apartarlos. Y esperaba que los dispararon no me
llenaran de agujeros antes de que pudiera escapar.
400
―¿Te marcharas? ―preguntó Keller con gravedad―. ¿Te alejaras y no
regresaras?
―Te doy mi palabra.
Él suspiró y bajó el arma.
―Est{ bien ―dijo, mientras algunos de sus hombres empezaban a protestar―.
Te escoltaremos a las puertas.
―¡Sargento!
―¡Basta, Jenkins! ―Keller miró al hombre que había hablado―. Ella no ha
lastimado a nadie aquí, y no estoy a punto de empezar una pelea con un
vampiro si no es necesario. Cállate y retírate.
Los soldados cedieron, pero sentí sus miradas sobre mi espalda mientras me
condujeron a través del patio enlodado, de vuelta a las enormes puertas de
hierro que guardaban la entrada. Keller gritó una orden y una de las puertas se
abrió, sólo lo suficiente para que una persona caminara a través de ellas.
―Muy bien, vampiro ―dijo Keller, asintiendo con la cabeza hacia la puerta. Oí
el chasquido de sus armas detrás de mí, una media docena de cañones
nivelados en mi dirección―. Ahí está la puerta. Sal y no regreses.
No dije nada. No miré hacia atrás. Me acerqué a la puerta y me deslicé a través
de ella, sintiéndola rechinar cuando se cerró detrás de mí, sellándome fuera de
la humanidad, de Eden y Zeke.
Somos vampiros, Kanin me había dicho, en una de nuestras últimas noches
juntos. No importa quiénes somos, de dónde venimos. Príncipes, Maestros y Rabiosos
por igual, nosotros somos monstruos, separados de la humanidad. Ellos nunca van a
confiar en nosotros. Nunca nos van a aceptar. Nos escondemos en medio de ellos y
caminamos entre ellos, pero estamos siempre separados. Condenados. Solos. No lo
entiendes ahora, pero lo harás. Llegará un momento en el camino, antes que se divida, y
tendrás que decidir tu rumbo. ¿Vas a optar por convertirte en un demonio con un rostro
humano, o vas a luchar contra tu demonio hasta el fin de los tiempos, sabiendo que
siempre lucharas sola?
Un silencioso camino se extendía ante mí, empapado de lluvia y lleno de autos.
Mientras observaba, pálidas figuras comenzaron a deslizarse a través de los
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árboles o arañando para salir de la tierra. Rabiosos subieron a la acera, llenando
el camino, sus silbidos y gruñidos elevándose en el aire. Sus ojos blancos
brillaban vacíos con locura y hambre, y comenzaron a correr a toda velocidad
hacia adelante.
Alcanzando mi espalda, saqué la espada, sintiéndola raspar libre, reluciendo
cuando se encontró con la luz. Mirando hacia arriba a los Rabiosos
aproximándose, sonreí.
F I N
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Próximamente:
T H E E T E R N I T Y C U R E (BLOOD OF EDEN #2)
Allison Sekemoto se ha comprometido a rescatar a su creador, Kanin, quien es
mantenido prisionero y torturado por el psicótico vampiro Sarren. El llamado
de la sangre la lleva de vuelta a donde todo comenzó, Nueva Covington y El
Fringe, y a un príncipe vampiro que la quiere muerta, pero que podría
convertirse en un inesperado aliado.
Mientras Allie enfrenta sorprendentes revelaciones y angustias como nunca
jamás conoció, una nueva cepa del virus Red Lung que diezmo a la humanidad
está en ascenso, amenazando a humanos y vampiros por igual.
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S O B R E L A A U T O R A
J U L I E K A G A W A
Soy una escritora y autora de la Saga para jóvenes adultos The Iron
fey, comenzando con The Iron King. Amo los libros, el anime, el
sushi, escribir y los videojuegos. (En ocasiones, los personajes de mi
libro secuestran mi ordenador y hacen una aparición, pero no me
hago responsable de nada de lo que dicen.)
http://www.juliekagawa.com/
404
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