the immortal rules - julie kagawa

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Page 1: The immortal rules - Julie kagawa

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Page 2: The immortal rules - Julie kagawa

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THE

I M M O R T A L RULES

JULIE KAGAWA

Page 3: The immortal rules - Julie kagawa

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C R E D I T O S

Moderadora: Rodonithe

Recopilación y Revisión Final:

Connie

Diseño:

Sisabel1320

Traductoras: Rodonithe

maka.maki

DamaOscura

n.marquez

cmf_428

sidonie

mariajoazo

Altia

Caliope Cullen

milu1054

Princesa de la Luna

AdyRod

Nataly

ctt

Sisabel1320

Correctoras: aranoi

Paty

Connie

lover_killer

moonse

FranÁngel

garfield

Page 4: The immortal rules - Julie kagawa

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I N D I C E

Sinopsis

Parte I: Humano Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Parte II: Vampiro Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Parte III: Monstruo Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Parte IV: Vagabundo Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

The Eternity Cure

Sobre la Autora

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S I N O P S I S

Traducido por Rodonithe

Corregido por Connie

Mataras. La única pregunta es cuándo.

En los oscuros días desde que el insidioso virus Red Lung extinguió a la

población humana, los vampiros se han levantado para gobernar las ciudades

desmoronadas y los suburbios. Impugnados príncipes tienen una gran

influencia sobre la disminución de las filas humanas: sus “mascotas". A cambio

de su trabajo, lealtad y, por supuesto, su sangre, estas mascotas están

registradas, con comida y refugio, permitiéndoles sobrevivir.

Los seres humanos no registrados se aferran a franjas, recolectando residuos

para su supervivencia. Allison Sekemoto y sus compañeros no registrados son

cazadores, no sólo de vampiros, sino de Rabiosos, el nefasto resultado de

vampiros que se alimentaron de humanos infectados con el virus Red Lung.

Una noche, Allie es atacada por una jauría de Rabiosos, salvada por un

improbable héroe... y convirtiéndose en vampiro.

Incómoda en su piel de no muerta, Allie cae en un equipo desconocido de seres

humanos que buscan una cura, o curas: para los Rabiosos y para el

Vampirismo. Ella se hace pasar por un humano... por ahora. Pero el hambre

está creciendo y no puede ser rechazado. No por la amistad, ni siquiera por el

amor.

Page 6: The immortal rules - Julie kagawa

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Traducido por Rodonithe

Corregido por Connie

MI

VAMPIRO

CREADOR

ME

DIJO

ESTO:

―Alguna vez en tu vida, Allison Sekemoto,

mataras a un ser humano. Accidentalmente

o como un consiente y deliberado acto, es

inevitable. La pregunta no es si va a pasar,

sino cuándo. ¿Lo entiendes?

No lo hacía en ese momento, no realmente.

Ahora lo hago.

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PARTE I

H U M A N O

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C A P Í T U L O 1

Traducido por Rodonithe

Corregido por aranoi

La cuelga de los No Registrados fue en el viejo distrito de almacenes; era una

ejecución pública, por lo que todos fuimos a ver.

Me quedé en la parte posterior, una cara desconocida entre la multitud,

demasiado cerca a la horca por comodidad, pero no podía mirar hacia otro

lado. Había tres de ellos en esta ocasión, dos chicos y una chica. El mayor era de

mi edad, diecisiete años y delgado, con gran temor en sus ojos y su grasoso

cabello oscuro colgaba de sus hombros. Los otros dos eran aún más jóvenes,

catorce y quince años, si tuviese que adivinar, y hermanos, ya que ambos tenían

el mismo cabello amarillo fibroso. No los conocía, no eran parte de mi gente. Sin

embargo, lucían de la misma manera que todos los No Registrados; delgados y

harapientos, sus ojos mirándonos como animales atrapados. Me crucé de brazos

con fuerza, sintiendo su desesperación. Estaba terminado. La trampa se había

cerrado, los cazadores los habían capturado, y no había lugar para correr.

La mascota se paró en el borde de la plataforma, vanidoso y arrogante, como si

hubiera atrapado a los niños por sí mismo. Estaba caminando ida y vuelta,

apuntando a los condenados y traqueteando con una lista de crímenes, sus ojos

claros brillaban con triunfo.

―... Agresión a un ciudadano de Ciudad Central, robo, allanamiento y resistirse

al arresto. Estos delincuentes intentaron robar un producto alimenticio Clase

Uno procedente de la bodega privada de Ciudad Central. Esto es un crimen

contra ustedes, y más importante, un crimen contra nuestros benevolentes

Maestros.

Solté un bufido. Palabras bonitas y legales rebuscadas no borran el hecho de

que estos "criminales" estaban haciendo lo que todos los No Registrados hacían

para sobrevivir. Por cualquier razón, destino, orgullo o terquedad, los seres

humanos no registrados no tienen la marca de nuestros maestros vampiros

grabada en su piel, las marcas que te decían quién eras, dónde vivías y a quién

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le pertenecías. Por supuesto, los vampiros dijeron que era para mantenernos

seguros, para realizar un seguimiento de todas las personas dentro de la

ciudad, para saber cuánta comida tenían que permitir. Es por nuestro propio

bien. Sí, claro. Llámenlo como ustedes quieran, sólo era otra manera de

mantener a sus ganados humanos esclavizados. Es lo mismo que llevar un

collar alrededor del cuello.

Había varias cosas buenas sobre ser un No Registrado. No existes. Estabas fuera

de sus registros, un fantasma en el sistema. Debido a que tu nombre no figura

en las listas, no tenías que presentarte mensualmente a donación de sangre,

donde las mascotas humanas en nítidas batas blancas pegan un tubo a tu vena y

extraen tu sangre en bolsas transparentes que colocan en refrigeradores y

llevadas a los Maestros. Piérdete un par de arrendamientos y los guardias

vienen por ti, forzándote a dar sangre hasta tarde, incluso si te dejan vacío como

un saco blando. Los vampiros conseguían su sangre, de una manera u otra.

Estar No Registrado te permite deslizarte bajo las grietas. No hay correa que los

chupasangres tiren. Y puesto que no era exactamente un delito, cualquiera

pensaría que todos lo harían. Por desgracia, ser libre viene con un precio muy

alto. Los humanos Registrados tienen cupones de comida. Los No registrados

no. Y puesto que los vampiros controlan toda la comida en la ciudad, esto hace

que conseguir la comida suficiente sea un verdadero problema.

Así que hicimos lo que cualquiera en nuestra situación haría. Rogamos.

Robamos. Raspábamos comida de donde pudiéramos, haciendo algo por

sobrevivir. En el Fringe, el círculo más externo de la ciudad de vampiros, la

comida es escasa, incluso si no eres un No Registrado. Los camiones de

racionamiento vienen dos veces al mes y son fuertemente custodiados. Había

visto a los ciudadanos Registrados ser golpeados solo por salir de la línea. Así,

mientras que no era exactamente un crimen ser un No Registrado, si eras

atrapado robándoles a los chupasangres y no tenías la maldita marca del

Príncipe adornando tú piel, no puedes esperar piedad alguna.

Fue una lección que había aprendido bien. Lástima que estos tres no lo hicieron.

―... Ocho onzas de soja, dos patatas, y un cuarto de pan. ―La mascota todavía

hablaba, y su audiencia tenía sus ojos pegados a la horca de hoy, morbosamente

fascinados. Me deslicé entre la multitud, alejándome de la plataforma. La

engreída voz sonó detrás de mí, y apreté mis manos, deseando poder conducir

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un puño a través de sus sonrientes dientes. Malditas mascotas. En cierto modo,

eran aún peores que los chupasangres. Habían elegido servir a los vampiros,

vender a sus compañeros humanos por la seguridad y el lujo que traía. Todo el

mundo los odiaba, pero al mismo tiempo, todo el mundo estaba celoso de ellos,

también.

―Las reglas respecto a los ciudadanos No Registrados son claras. ―La mascota

estaba terminando, extendiendo sus palabras para mayor efecto―. De acuerdo

a la cláusula veintidós, línea cuarenta y seis de la ley de Nueva Covington,

cualquier ser humano encontrado robando dentro de los límites de la ciudad,

que no tienen la marca de protección del Príncipe, serán colgados por el cuello

hasta que estén muertos. ¿Los acusados tienen alguna última palabra?

Oí voces leves, el viejo jefe maldiciendo a la mascota, diciéndole que haga algo

anatómicamente imposible. Sacudí mi cabeza. Valientes palabras, no le

ayudarían. Nada lo haría ahora. Estaba muy bien y era bueno ser desafiante

hasta el final, pero era mejor no quedar atrapado en primer lugar. Ese fue su

primer error y, en última instancia, el último. Siempre déjate una posibilidad; era la

primera regla de los No registrados. Haz lo que quieras, odia a los vampiros,

maldice a las mascotas, pero que nunca te atrapen. Agarré mi ritmo, apurando

más allá del borde de la multitud, y eché a correr.

El sonido metálico de las compuertas abriéndose hizo un eco muy alto en mis

oídos, incluso por encima del murmullo de la expectante multitud. El silencio

que siguió estaba casi vivo, incitándome a su vez, a echar un vistazo por encima

del hombro. Haciendo caso omiso del nudo en mi estómago, me deslicé en una

esquina, poniendo una pared entre la horca y yo, así no sería tentada a mirar

hacia atrás.

Vivir en el Fringe es una cosa simple, como las personas que viven aquí. Ellos

no tienen que trabajar, aunque hay un par de "puestos de comercio", creados

alrededor de la franja, donde la gente recoge lo que encuentra y lo cambia por

otras cosas. No tienen que leer, no hay trabajos que lo requieran, y, además,

poseer libros es altamente ilegal, entonces, ¿por qué arriesgarse? Todo de lo que

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tienen que preocuparse es alimentarse a sí mismos, mantener sus ropas

remendadas, y parchar cualquier agujero o caja o eviscerar la construcción de lo

que llaman casa lo suficientemente bien como para mantener fuera la lluvia.

El objetivo secreto de casi todos los Fringer es estar algún día dentro de la

Cuidad Central, más allá del muro que separa al mundo civilizado de la basura

humana, en la ciudad deslumbrante que se cierne sobre nosotros con sus

grandes torres estrelladas que de alguna manera se habían resistido al

desmoronamiento. Todo el mundo conoce a alguien que conoce a alguien que

ha estado en la ciudad, una mente brillante o una gran belleza, alguien muy

singular o especial para ser dejado aquí con nosotros los animales. Hay rumores

de que los vampiros "crían" humanos en el interior, enseñando a los niños a ser

sus esclavos, completamente dedicados a sus amos. Pero dado que ninguno de

los que entro en la ciudad jamás volvió a salir, salvo las mascotas y sus

guardias, y ellos no están hablando, nadie sabe cómo es realmente.

Por supuesto, esto sólo alimenta las historias.

―¿Has oído? ―me preguntó Stick mientras me lo encontraba en la alambrada

que marcaba el límite de nuestro territorio. Más allá de la cerca, a través de la

hierba, mucho vidrio sembrado, había un viejo edificio en cuclillas a lo que mi

banda y yo llamábamos hogar. Lucas, el líder de hecho de nuestra pandilla, dijo

que solía ser una "escuela", un lugar donde los niños como nosotros nos

reuníamos todos los días en grandes cantidades para aprender. Eso era antes de

que los vampiros la hubieran destripado y quemado, destruyendo todo en el

interior, pero seguía siendo un refugio para una banda de flacas ratas callejeras.

De tres pisos de alto, las paredes de ladrillo se empezaban a desmoronar, el piso

había caído, y las salas estaban llenas de moho, escombros y algo más. Las

carbonizadas salas y habitaciones vacías eran frías, húmedas y oscuras, y cada

año un poco más de pared caía, pero era nuestro lugar, nuestro refugio, y

estábamos muy seguros en él.

―¿Oír qué? ―le pregunté a medida que nos metimos por el hueco de la valla

oxidada, caminando a través de las malas hierbas, el pasto y botellas rotas, para

ir a casa donde había una tentadora señal.

―Gracie fue tomada ayer por la noche. En la ciudad. Dicen que algunos

vampiros buscan ampliar su harén, por lo que se la llevaron.

Lo mire con dureza.

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―¿Qué? ¿Quién te dijo eso?

―Kyle y Travis.

Gire mis ojos en disgusto. Kyle y Travis pertenecían a una banda rival de No

registrados. No nos molestamos unos a otros, por lo general, pero esto sonaba

como algo que nuestros competidores inventarían para ahuyentarnos de las

calles.

―¿Y crees algo de lo que ellos dicen? Te est{n jodiendo, Stick. Solo quieren

asustarte.

Él me arrastró a través de algo muy parecido a una sombra, con su mirada azul

acuosa mirando alrededor. El verdadero nombre de Stick era Stephen, pero ya

nadie le llamaba así. Era más alto que yo, por varios centímetros, pero a mi

metro y medio no hizo que esto se sintiera tan impresionante. Stick fue

construido como un espantapájaros, con despeinado cabello y ojos tímidos. Se

las arregló para sobrevivir en la calles, pero sólo apenas.

―No son los únicos que hablan al respecto ―insistió―. Cooper dijo que la oyó

gritar unas cuantas cuadras a distancia. ¿Qué te dice eso?

―¿Si es verdad? Ella fue lo suficientemente estúpida como para estar vagando

alrededor de la ciudad por la noche y, probablemente, consiguió que se la

comieran.

―¡Allie!

―¿Qué? ―Nos metimos a través del roto marco de la puerta en los pasillos

húmedos de la escuela. Oxidados armarios metálicos estaban dispersos junto a

una pared, algunos todavía en pie, la mayor parte abollados y rotos. Me dirigí

hacia uno en posición vertical y abrí la puerta con un chirrido―. Los vampiros

no se quedan en sus preciosas torres todo el tiempo. A veces van a cazar

cuerpos vivos. Todo el mundo sabe eso. ―Agarré el cepillo que deje aquí para

ir al espejo que estaba pegado a la parte posterior, el único utilizable en el

edificio. Mi reflejo me miró, una chica con la cara sucia con el cabello negro

lacio y “ojos bizcos”, como Rat decía. Por lo menos no tenía los dientes como un

roedor.

Pase el cepillo por mi cabello, haciendo una mueca en los nudos. Stick seguía

observándome, desaprobándome y horrorizado, y giré los ojos.

Page 13: The immortal rules - Julie kagawa

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―No me mires así, Stephen ―le dije, frunciendo el ceño―. Si est{s fuera

pasado el atardecer y te encuentras con un chupasangre, es tu culpa por no

quedarte donde est{s o no prestar atención. ―Deje el cepillo y cerré el armario

con una explosión―. Gracie piensa que sólo porque es Registrada y su hermano

cuida el Muro, está a salvo de los vampiros. Siempre vienen por ti cuando

piensas que estás a salvo.

―Marc est{ bastante molesto al respecto ―dijo Stick casi hosco―. Gracie era su

única familia, ya que sus padres murieron.

―No es nuestro problema. ―Me sentí mal por decirlo, pero era verdad. En el

Fringe, solo te preocupas por ti e inmediatamente por tu familia, nadie más. Mi

preocupación no se extendía más allá de mí misma, Stick y el resto de nuestra

pequeña banda. Esta era mi familia, tan jodida como era. No podía

preocuparme por los problemas de todos en el Fringe. Ya tenía un montón con

los míos, gracias.

―Tal vez... ―Stick comenzó, y vaciló―. Tal vez ella es m{s feliz...ahora

―continuó―. Tal vez ser llevada a la Ciudad Central es algo bueno. Los

vampiros la cuidaran mejor, ¿no te parece?

Me resistí a la tentación de inhalar. Stick, ellos son vampiros, quería decir.

Monstruos. Ellos sólo nos ven como dos cosas: esclavos y alimento. Nada bueno viene

de un chupasangre, lo sabes.

Pero decirle eso a Stick solo lo molestaría más, así que fingí no escuchar.

―¿Dónde est{n los otros? ―le pregunté a medida que caminamos por el

pasillo, escogiendo nuestro camino entre más escombros y vidrios rotos.

Stick caminaba morosamente, arrastrando los pies, pateando pedazos de roca y

yeso a cada paso. Resistí la tentación de golpearlo. Marc era un tipo decente, a

pesar de que era un Registrado, no tratan a los No Registrados como animales

dañinos, e incluso nos habló de una ocasión cuando él estaba haciendo sus

rondas en el Muro. También sabía que Stick tenía sentimientos por Gracie,

aunque él nunca hablo sobre ellos. Pero yo era la que compartía la mayor parte

de su comida con él, ya que por lo general era demasiado miedoso para ir a la

recolección por sí solo. Mocoso desagradecido. No podía preocuparme por

todos, él lo sabía.

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―Lucas aún no ha regresado ―murmuró Stick finalmente cuando llegamos

a mi habitación, uno de los muchos espacios vacíos a lo largo del pasillo. En los

años que estuve aquí, lo había arreglado lo mejor que pude. Las bolsas de

plástico cubrían las ventanas rotas, manteniendo la lluvia y la humedad fuera.

Un colchón viejo estaba en una esquina con mi manta y una almohada. Incluso

me las arreglé para encontrar una mesa plegable, un par de sillas y una

estantería de plástico para el desorden, pequeñas cosas que quería guardar.

Había construido una guarida un poco agradable para mí, y la mejor parte era

que mi puerta se podía seguir cerrando desde el interior, por lo que podría

conseguir un poco de privacidad, si quería.

―¿Qué pasa con Rat? ―le pregunté, empujando mi puerta.

Cuando la puerta chirrió abriéndose, entró un chico flaco con cabello castaño

lacio, los ojos pequeños y brillantes. Era mayor que Stick y yo, con rasgos

afilados y un diente frontal que salía como un colmillo, dándole una mueca

permanente.

Rat juró cuando me vio, y mi sangre hirvió. Este era mi espacio, mi territorio.

No tenía derecho a estar aquí.

―Rat―gruñí, irrumpiendo por la puerta―. ¿Por qué est{s husmeando

alrededor de mi habitación? ¿Buscando cosas que robar?

Rat levantó el brazo, y mi estómago se volvió frío. En una la mano sucia, llevaba

un viejo libro, antiguo, la tapa cayéndose, las páginas arrugadas. Lo reconocí al

instante. Era un libro de historias, de fantasías, la historia de cuatro niños que

pasaron por un armario mágico y se encontraron en un mundo nuevo y

extraño. Lo había leído más veces de las que podía recordar, y aunque me

burlaba de la idea de una tierra mágica con amigos, animales parlantes, hubo

momentos en que deseaba, en mis más secretos momentos, poder encontrar una

puerta secreta que nos llevara a todos fuera de este lugar.

―¿Qué diablos es esto? ―dijo Rat, sosteniendo el libro. Después de haber sido

sorprendido en un flagrante delito, r{pidamente pasó a la ofensiva―. ¿Libros?

¿Por qué recoges basura como esa? Como si siquiera supieras leer. ―Él resopló

y lanzó el libro al piso―. ¿Sabes lo que harían los vampiros, si se enteraran?

¿Sabe Lucas acerca de tu pequeña colección de basura?

Page 15: The immortal rules - Julie kagawa

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―Eso no es tu problema ―le espeté, dando un paso dentro de la habitación―.

Este es mi cuarto, y voy a guardar lo que quiero. Ahora piérdete, antes de

decirle a Lucas que te eche sobre tu blanco y flaco culo.

Rat rió. Él no había estado con el grupo por un tiempo, unos pocos meses como

máximo. Afirmó que había llegado de otro sector y que su vieja banda lo había

expulsado, pero él nunca había dicho por qué. Yo sospechaba que era porque

era un mentiroso, un bastardo ladrón. Lucas ni siquiera había considerado dejar

que se quedara si no hubiéramos perdido a dos miembros en el invierno

anterior. Patrick y Geoffrey, dos hermanos No Registrados que llegaron hasta el

punto de la estupidez, que se jactaron que los vampiros nunca los atraparían.

Eran demasiado rápidos, según ellos. Conocían todos los mejores túneles de

escape. Y entonces una noche salieron en busca de comida, como de

costumbre< y nunca regresaron.

Dejando el libro a un lado, Rat dio un paso hacia adelante amenazándome y se

enderezó para cernirse sobre mí.

―Tienes una boca grande, Allie ―gruñó él, su aliento caliente y sucio―. Mejor

ten cuidado. Lucas no puede estar cerca para protegerte todo el tiempo. Piensa

en eso. ―Se inclinó, arrincon{ndome―. Ahora sal de mi cara, antes de que, de

una bofetada te mande al otro lado de la habitación perra. No me gustaría que

comenzases a llorar delante de tu novio.

Trató de empujarme hacia atrás. Lo esquivé, me acerqué y arremetí mi puño en

su nariz tan fuerte como pude.

Rat chilló, tambaleándose hacia atrás, sus manos volando hacia su cara.

Stick gritó detrás de mí. Parpadeando entre las lágrimas, Rat gritó una

maldición y volvió a darme frente, torpe e incómodo. Me agaché y lo empujé

contra la pared, oyendo el golpe de su cabeza contra el yeso.

―¡Fuera de mi habitación! ―gruñí mientras Rat se deslizaba por la pared,

aturdido. Stick se había movido a una esquina y se escondía detrás de la

mesa―. Sal y quédate afuera, Rat. Si te veo por aquí de nuevo, juro que comerás

por una pajita el resto de tu vida.

Rat se empujó en posición vertical, dejando una mancha de color rojo en el

yeso. Limpiándose la nariz, escupió una maldición y salió tropezándose,

pateando una silla al salir. Cerré de golpe y aseguré la puerta tras de él.

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―Bastardo. Ladrón, bastardo mentiroso. Ay. ―Miré hacia abajo a mi puño y

fruncí el ceño. Mis nudillos habían sido cortados por el diente de Rat y estaban

empezando a sangrar bien―. Ew. Oh, genial, espero no atrapar algo

desagradable.

―Él va a estar loco ―dijo Stick, saliendo de detr{s de la mesa, p{lido y

asustado. Solté un bufido.

―¿Y qué? Deja que intente algo. Le romperé la nariz de otra manera. ―Agarré

un trapo del mueble, y lo apreté contra mi nudillo―. Estoy cansada de escuchar

su mierda, pensando que puede hacer lo que quiera sólo porque es más grande.

Se lo merecía desde hace tiempo.

―Él podría desquitarse en mí ―dijo Stick, y me enfadé ante el tono acusador,

como si yo debería saberlo. Como si no pensara en cómo podría afectarle.

―Entonces patéalo en la espinilla y dile que retroceda ―le dije, arrojando el

trapo en el estante y recogiendo cuidadosamente el abusado libro. Su cubierta

había sido arrancada, y la primera página desgarrada, pero parecía por lo

dem{s intacto―. Rat se mete contigo porque se lo permites. Si te defiendes, te

dejara en paz.

Stick no dijo nada, cayendo en un silencio hosco, mordí mi irritación. No iba a

defenderse. Él haría lo que siempre hacía, correr hacia mí y esperar a que lo

ayudase. Suspiré y me arrodillé junto a una caja de plástico en la pared del

fondo. Normalmente, la ocultaba una sábana vieja, pero Rat la había arrancado

y la arrojó en la esquina, probablemente en busca de comida u otras cosas para

robar. Deslizando la tapa superior, estudié el contenido.

Estaba medio llena de libros, algunos libros de bolsillo como el que sostenía en

mi mano, algunos más grandes, con cubiertas más resistentes. Algunos estaban

mohosos, algunos medio carbonizados. Y los conocía todos, de adelante hacia

atrás, de principio a fin. Esta era mi más preciada, más secreta, posesión. Si los

vampiros sabían que tenía un alijo de este tipo, nos mataría a todos nosotros y

arrasarían este lugar hasta el suelo. Pero para mí, el riesgo valía la pena.

Los vampiros habían prohibido los libros en el Fringe y habían destripado

sistemáticamente cada escuela y biblioteca una vez que habían asumido el

control, y yo sabía por qué. Porque dentro de las páginas de cada libro, había

información de otro mundo, un mundo antes de éste, donde los humanos no

Page 17: The immortal rules - Julie kagawa

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vivían con miedo a los vampiros, los muros y los monstruos en la noche. Un

mundo en el que eran libres.

Con cuidado, guardé el pequeño libro, y mi mirada se trasladó a otro libro muy

gastado, sus colores apagados, un molde manchado empezando a comer una de

las esquinas. Era más grande que los otros, un libro de dibujos para niños, con

animales danzantes en colores brillantes en el frente. Pasé los dedos sobre la

tapa y suspire.

Mamá.

Stick se había acercado otra vez, mirando por encima de mi hombro a la caja.

―¿Rat se llevó algo? ―preguntó en voz baja.

―No ―murmuré, cerrando la tapa, escondiendo mis tesoros―. Pero es posible

que desees revisar tu habitación, también. Y devolver cualquier cosa que

pediste prestada recientemente, por si acaso.

―No he tomado nada durante meses ―dijo Stick, sonando asustado y a la

defensiva ante el pensamiento, mordí una respuesta fuerte. No hace mucho

tiempo, antes de que Rat llegara al grupo, a menudo me encontraba con Stick en

su habitación, acurrucado contra la pared con uno de mis libros, completamente

absorto en la historia. Yo misma le enseñé a leer, horas largas, meticulosas en

las que estábamos sentados en mi colchón, repasando las palabras, las letras y

sonidos. Stick se había tomado un tiempo para aprender, pero una vez que lo

hizo, se convirtió en su forma favorita de escapar, de olvidar todo lo que estaba

afuera de su puerta.

Luego, Patrick le había dicho lo que los vampiros le hacían a los Fringers que

podían leer libros, y ahora no los tocaba. Todo el trabajo, todo ese tiempo, todo

para nada. Me molestó que Stick estuviera demasiado asustado de los vampiros

para aprender algo nuevo. Me ofrecí a enseñarle a Lucas, pero él no estaba muy

interesado, y no iba a molestarme con Rat.

Estúpida de mí, pensando que podría pasar cualquier cosa útil en este grupo.

Pero había algo más en mi rabia que el miedo de Stick o la ignorancia de Lucas.

Quería que aprendieran, para mejorar su situación, porque era sólo una cosa

más que los vampiros habían tomado de nosotros. Les enseñaron a sus

mascotas y esclavos a leer, pero el resto de la población querían que siguieran

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ciegos, estúpidos y en la oscuridad. Querían que fuéramos animales sin sentido,

pasivos. Si suficiente gente sabía cómo era la vida... antes... ¿cuánto tiempo sería

hasta que se levantaran contra los chupasangres y tomáramos todo de nuevo?

Era un sueño que no le decía a nadie, ni siquiera a mí misma. No podía obligar

a la gente a querer aprender. Pero eso no me impedía intentarlo.

Stick retrocedió mientras estaba de pie, tirando una sábana sobre la caja de

nuevo.

―¿Crees que encontró el otro sitio? ―preguntó tentativamente―. Tal vez

deberías revisar ese, también.

Le di una mirada resignada.

―¿Tienes hambre? ¿Es eso lo que est{s diciendo?

Stick se encogió de hombros, mirando con esperanza.

―¿Tú no?

Giré los ojos y me dirigí hacia el colchón en la esquina, cayendo de rodillas otra

vez. Empujé hacia arriba el colchón revelando las tablas sueltas debajo, y las

levanté, mirando en el agujero oscuro.

―Maldita sea ―murmuré, sintiendo todo el espacio muy pequeño. No quedaba

mucho, un trozo de pan rancio, dos cacahuates y una papa que comenzaban a

brotarle ojos. Esto era lo que Rat probablemente ha estado buscando: mi caché

privado. Todos lo teníamos en alguna parte, escondido del resto del mundo.

Los No Registrados no roban a los demás, por lo menos, eso se suponía. Esa era

la regla no escrita. Pero, en nuestros corazones, todos eran ladrones, y el

hambre llevaba a la gente a hacer cosas desesperadas. No había sobrevivido

todo este tiempo por ser ingenua. El único que sabía acerca de este agujero era

Stick, y confiaba en él.

Él no arriesgaría todo lo que tenía por robarme.

Miré a través de los patéticos elementos y suspiré.

―No es bueno ―dije, sacudiendo la cabeza―. Y est{n realmente tomando

medidas enérgicas por ahí últimamente. Nadie está negociando cupones de

racionamiento, por cualquier cosa.

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Mi estómago se sentía hueco, nada nuevo para mí, mientras recolocaba las

tablas de madera, y dividía el pan con Stick. Estaba casi siempre hambrienta de

una forma u otra, pero esto había progresado a la etapa grave. No había comido

nada desde la noche pasada. Mi recolección de residuos de la mañana no había

ido bien. Después de varias horas de búsqueda mis operaciones de vigilancia

normales, todo lo que tenía para mostrar eran un corte en la palma y el

estómago vacío.

Saquear las trampas para ratas del viejo Thompson no había funcionado; las

ratas eran cada vez más inteligentes, o finalmente habían hecho mella en la

población de roedores. Había trepado la escalera de incendios hasta la ventana

del jardín de la viuda Tanner, pasando debajo de la cerca de alambre de espino

sólo para encontrar que la astuta vieja había hecho su cosecha temprano,

dejando nada más que cajas vacías de tierra detrás.

Había buscado en los contenedores de basura clandestinos detrás de la tienda

de comercio de Hurley, a veces, aunque rara vez, había una hogaza de pan con

moho que ni siquiera una rata tocaba, o un saco de semillas de soja que habían

salido mal, o una patata rancia. No era exigente, mi estómago había sido

entrenados para mantener casi cualquier cosa, no importa cómo de repugnante

sea. Insectos, ratas, pan agusanado, no me importaba, siempre y cuando se

asemejase vagamente a alimentos. Podía comer lo que el estómago de la

mayoría de la gente no podía soportar, pero hoy, al parecer la señorita Suerte

me odio peor de lo usual.

Y seguir cazando después de la ejecución era imposible. La continua presencia

de las mascotas en el Fringe había puesto a la gente nerviosa. No quería correr

el riesgo de robar con tantos guardias mascotas vagando. Además, robar

alimentos tan pronto después de que tres personas habían sido ahorcadas por

ello era pedir problemas.

Recolectar en territorio conocido no me estaba llevando a ninguna parte. Había

utilizado todos los recursos de aquí, y los Registrados conseguían ser más

prudentes a mis métodos. Aun cuando crucé a otros sectores, la mayor parte del

Fringe había sido limpiado hace mucho, mucho tiempo. En una ciudad llena de

carroñeros y oportunistas, simplemente no había nada errado. Si quería comer,

iba a tener que aventurarme más lejos.

Iba a tener que salir de la ciudad.

Page 20: The immortal rules - Julie kagawa

20

Echando un vistazo al cielo pálido por la ventana cubierta de plástico, hice una

mueca. La mañana ya se había ido. Con la tarde desapareciendo rápidamente,

tendría sólo unas pocas horas de caza de alimentos una vez que estuviera fuera

del Muro. Si no regresaba antes de la puesta del sol, otras cosas me empezarían

a buscar. Una vez que la luz dejara el cielo, sería su tiempo. Los Maestros.

Los vampiros.

Todavía tengo tiempo, pensé, calculando mentalmente las horas en mi cabeza. Es

un día bastante claro, puedo salir del Muro, buscar en las ruinas y estar de vuelta antes

de que el sol se ponga.

―¿Adónde vas? ―preguntó Stick cuando abrí la puerta y caminé por el pasillo,

manteniendo una mirada cautelosa hacia fuera por Rat―. ¿Allie? Espera, ¿a

dónde vas? Llévame contigo. Puedo ayudar.

―No, Stick. ―Me volví hacia él y sacudí mi cabeza―. No voy a buscar en los

puntos habituales esta vez. Hay demasiados guardias, y las mascotas todavía

est{n ahí fuera poniendo nervioso a todo el mundo. ―Suspiré y me protegí los

ojos del sol, mirando el terreno baldío―. Voy a tener que probar en las ruinas.

Él chilló.

―¿Vas a salir de la ciudad?

―Estaré de vuelta antes del anochecer. No te preocupes.

―Si te atrapan...

―No lo har{n. ―Me eché hacia atr{s y le sonreí―. ¿Cu{ndo me atraparon?

Ellos ni siquiera saben que los túneles existen.

―Hablas como Patrick y Geoffrey.

Parpadeé, picada.

―Eso es un poco duro, ¿no te parece? ―Se encogió de hombros, y me crucé de

brazos―. Si eso es lo que sientes, tal vez no me molestaré en compartir nada

que traiga de vuelta. Tal vez deberías cazar tu propia comida para un cambio.

―Lo siento ―dijo r{pidamente, y me dio una sonrisa de disculpa―. Lo siento,

Allie. Sólo me preocupo por ti, eso es todo. Tengo miedo de que vayas a

dejarme aquí, solo. ¿Prometes que volverás?

Page 21: The immortal rules - Julie kagawa

21

―Sabes que lo haré.

―Bien, entonces. ―Caminó lo que quedaba de la sala, las sombras cerniéndose

sobre su rostro―. Buena suerte.

Tal vez solo era yo, pero su tono casi sonaba como si tuviera la esperanza de

que me metiera en problemas. Que verdaderamente viera qué tan peligroso

puede ser allí afuera, y que él había tenido razón todo este tiempo. Pero eso era

tonto, me dije, corriendo a través del terreno baldío, hacia la valla y las calles de

la ciudad. Stick me necesitaba, yo era su única amiga. No era tan vengativo que

desease hacerme daño sólo porque estaba enojado por Marc y Gracie.

¿Verdad?

Empujé el pensamiento de mi mente mientras me deslizaba por la cerca de

alambre y me metía en la tranquila ciudad. Podía preocuparme por Stick en

otro momento, mi prioridad era encontrar comida para mantenernos vivos a

ambos.

El sol se tambaleaba directamente por encima de los esqueléticos edificios,

bañando las calles con luz. Simplemente aguanta allí un poco más, pensé, mirando

al cielo. Quédate ahí, por unas cuantas horas más al menos. En realidad, siéntete libre

de dejar de moverte, si quieres.

Vengativamente, pareció caer un poco más en el cielo, burlándose de mí, ya que

se deslizó detrás de una nube. Las sombras se alargaban como garras,

deslizándose sobre el suelo. Me estremecí y corrí por las calles.

Page 22: The immortal rules - Julie kagawa

22

C A P Í T U L O 2

Traducido por maka.mayi

Corregido por aranoi

La gente te dirá que es imposible salir de Nueva Covington, que el Muro

exterior es impenetrable, que nadie puede entrar o salir de la ciudad, incluso si

así lo desean.

La gente está equivocada.

El Fringe es una enorme jungla de concreto, cañones de vidrios rotos y acero

oxidado, gigantes esqueletos ahogados por las vides, descompuestos y

corroídos. Salvo en el mismo centro de la ciudad, donde las inminentes torres

de vampiros destellaban con un resplandor oscuro, el entorno de las estructuras

parecían enfermas, huecas y peligrosamente cerca de colapsar. Por debajo de la

línea del horizonte irregular, con pocos humanos que mantener a raya, el

desierto se arrastra más cerca.

Conchas oxidadas de lo que antes eran coches están esparcidos por las calles,

sus marcos podridos envueltos con vegetación. Árboles, raíces y vides

empujaban hacia arriba a través de las aceras y los tejados, incluso, rompiendo

el pavimento y el acero, la naturaleza reclama lentamente la ciudad por sí

misma. En los últimos años, algunos de los amenazantes rascacielos finalmente

sucumbieron al tiempo y la decadencia, cayendo al suelo en un rugido de

polvo, cemento y cristales rotos, matando a todos los desafortunados que

estaban cerca de él cuando sucedió. Nunca más fue un hecho de la vida. Entra

en cualquier edificio en la actualidad, y lo oirás crujir y gemir por encima de tu

cabeza, tal vez a décadas del colapso, o tal vez a sólo unos segundos.

La ciudad se está cayendo a pedazos. Todo el mundo en el Fringe lo sabe, pero

no se puede pensar en eso. No tiene sentido preocuparse por lo que no puedes

cambiar.

Lo que me preocupa, más que nada, es evadir a los vampiros, evitar ser

descubierta, comer lo suficiente para sobrevivir un día más.

Page 23: The immortal rules - Julie kagawa

23

A veces, como hoy, eso requería medidas drásticas. Lo que estaba a punto de

hacer era arriesgado y peligroso como el infierno, ¿pero si estaba preocupada

por el riesgo, no sería No Registrada, cierto?

El Fringe se divide en varias secciones, sectores como las llamaban, todas bien

cercadas para controlar el flujo de alimentos y personas. Otro dispositivo

construido “para nuestra protección”. Llámelo como quieras; una jaula sigue

siendo una jaula. Por lo que sabía, había cinco o seis sectores en un semicírculo

alrededor del Centro de la Ciudad. Nosotros éramos el Sector 4. Si tuviera un

tatuaje que pudiera ser escaneado, diría algo como: Allison Sekemoto, residente

número 7229, sector 4, Nueva Covington. Propiedad del Príncipe Salazar.

Técnicamente, el príncipe poseía a todos los seres humanos en la ciudad, pero

sus oficiales tenían harenes y esclavos―esclavos de sangre―propios, también.

Los Fringers, por otro lado ―Fringers Registrados de todos modos― eran

“propiedad comunal”. Lo que significaba que cualquier vampiro podía hacer lo

que quisiera con ellos.

Nadie en el Fringe parecía molesto por su tatuaje. Nate, uno de los asistentes

del puesto de operaciones de Hurley, estaba constantemente tratando de

hacerme Registrar, diciendo que el tatuaje no duele mucho y toda la parte de

donar sangre no era tan mala una vez te acostumbras a ello. No podía entender

por qué estaba siendo tan terca. Le dije que no era el escanear o la donación de

sangre lo que más odiaba.

Era todo lo de "Propiedad de" lo que me molestaba. Yo no era propiedad de

nadie. Si los malditos chupasangres me querían, tendrían que agarrarme

primero. Y no lo iba a hacer fácil para ellos.

La barrera entre sectores era simple: hileras de alambre con púas. Las cortinas

de acero recorrían varios kilómetros y no eran bien patrullados. Había guardias

en las puertas de hierro en cada sector que dejan que los camiones de alimentos

entren y salgan del centro de la ciudad, pero en ninguna otra parte. En

definitiva, a los vampiros no les importaba si alguno de sus ganados se

deslizaba entre los sectores. La mayoría de la fuerza letal y mortal se dedica a

proteger el Muro exterior todas las noches.

Había que admitir, el Muro Exterior era bastante impresionante. Treinta metros

de altura, un metro ochenta y dos centímetros de espesor, la monstruosidad fea

de hierro, acero y hormigón se cernía sobre el perímetro del Fringe, que rodea a

la ciudad entera. Sólo había una salida al exterior, dos puertas de hierro macizo,

Page 24: The immortal rules - Julie kagawa

24

cerradas desde el interior con vigas pesadas de acero que tomaba que tres

hombres la quitaran. No estaban en mi sector, pero la había visto una vez

abierta, mientras buscaba comida lejos de casa. Focos habían sido colocados a lo

largo de todo el Muro cada cincuenta metros, escudriñando el suelo como unos

ojos enormes. Más allá del Muro estaba la "zona de muerte", una franja de tierra

asolada llena con bobinas de alambre de púas, trincheras, pozos de púas y

minas, todo diseñado para hacer una cosa: mantener a los Rabiosos lejos del

Muro.

El Muro Exterior era temido y odiado por toda Nueva Covington,

recordándonos que estábamos atrapados aquí, como ovejas en un corral, pero

era muy reverenciado, también. Nadie podría sobrevivir más allá de las ruinas

de la ciudad, sobre todo cuando la oscuridad cae. Incluso los vampiros les

disgustaba ir a las ruinas. Más allá del Muro, la noche pertenecía a los Rabiosos.

Ninguna persona cuerda pasa el muro, y aquellos que lo intentaron fueron

asesinados a tiros o volados en pedazos en la zona de muerte.

Razón por la cual pensaba ir por debajo.

Me abrí paso entre la maleza alta que llenaba la zanja, manteniendo una mano

en la pared de cemento mientras maniobraba entre charcos y cristales rotos. No

había estado aquí en un tiempo, y la maleza había cubierto todos los rastros de

paso anterior. Rodeando la pila de rocas, ignorando el aspecto sospechoso de

los huesos esparcidos sobre la base, conté una docena de pasos desde el borde

de los escombros, me detuve y arrodillé en el césped.

Aparté la maleza, con cuidado de no alterar el entorno demasiado. No quería

que nadie supiera que esto estaba aquí. Si se corre la voz, si los vampiros

escuchan rumores de que había una posible salida de su ciudad, tendrían cada

centímetro cuadrado del Fringe siendo revisado hasta que fuera encontrado y

sellado más fuertemente que el asimiento de una mascota sobre la llave del

almacén de alimentos. No es que les preocupara terriblemente las personas que

salgan, no había nada más allá del Muro Exterior, excepto ruinas, desierto y

Rabiosos. Pero las salidas eran también entradas, y cada pocos años, un Rabioso

Page 25: The immortal rules - Julie kagawa

25

encontraría su camino a la ciudad a través de los túneles que discurrían por

debajo. Y habría caos, pánico y muerte hasta que el Rabioso moría y la puerta

de entrada era encontrada y bloqueada. Pero nunca encontraron esta.

Las malas hierbas se abrieron, revelando un círculo de metal negro hundido en

el suelo. Era increíblemente pesada, pero mantuve un pedazo de barra para

hacer palanca. Dejando caer de golpe la cubierta sobre la hierba, miré dentro de

un agujero largo y estrecho. Barras de metal oxidado estaban puestas en el tubo

de cemento debajo de la cubierta, que conduce a la oscuridad.

Miré a mi alrededor, asegurándome de que nadie estaba mirando, entonces

comencé a bajar la escalera. Siempre me preocupo dejar la entrada del túnel de

par en par, pero la cubierta estaba demasiado pesada para deslizarla de vuelta

una vez en el interior del tubo. Pero estaba bien escondida en la hierba alta, y

nadie lo había descubierto todavía, no en todos los años que furtivamente salía

de la ciudad.

Sin embargo, no podía perder el tiempo.

Dejándome caer en el piso de cemento, miré alrededor, esperando a que mis

ojos se acostumbraran a la oscuridad. Puse una mano en el bolsillo de mi

abrigo, cerrándola en torno a mis dos posesiones más preciadas: un

encendedor, todavía medio lleno con fluido y mi navaja de bolsillo. El

encendedor lo había encontrado en mi viaje anterior a las ruinas, y el cuchillo lo

había tenido durante años. Ambos eran extremadamente valiosos, y nunca iba a

ninguna parte sin ellos.

Como de costumbre, los túneles debajo de la ciudad apestaban. Los veteranos,

los que habían sido niños en el momento antes de la plaga, dicen que todos los

residuos de la ciudad una vez eran transportados fuera a través de las tuberías

bajo las calles, en lugar de en cubos que son vaciados en agujeros cubiertos. Si

eso era cierto, entonces sin duda explicaba el olor. Sobre medio metro de donde

yo estaba, la saliente caía en la negra agua fangosa, corriendo perezosamente

por el túnel. Una rata enorme, casi del tamaño de algunos de los gatos callejeros

que vislumbré arriba, se escabulló entre las sombras, recordándome por qué

estaba aquí.

Con una última mirada a través del agujero en el cielo, aún soleado y brillante,

me dirigí hacia la oscuridad.

Page 26: The immortal rules - Julie kagawa

26

La gente solía pensar que los Rabiosos se escondían bajo tierra, en cuevas o

túneles abandonados, donde dormían durante las horas de luz del día y salían

por la noche. En realidad, casi todo el mundo todavía pensaba eso, pero yo

nunca había visto a un Rabioso por aquí, ni una sola vez. Ni siquiera uno

dormido. Eso no quería decir nada, sin embargo. Nadie arriba había visto a un

hombre topo, pero todo el mundo conocía los rumores de enfermos seres

humanos tímidos a la luz que viven por debajo de la ciudad, que agarrará tus

tobillos por los desagües pluviales y te arrastrará abajo para comerte. No había

visto a un hombre topo, tampoco, pero había cientos, quizás miles de túneles

que nunca había explorado y no planeaba hacerlo. Mi objetivo, cuando me

aventuré en este mundo oscuro y misterioso, era conseguir ir más allá del Muro

y regresar a la luz del sol lo más rápidamente posible.

Por suerte conocía este tramo del túnel, y no estaba completamente sin luz. La

luz del sol se filtraba desde las parrillas y los desagües para tormentas,

pequeñas barras de color en un mundo por lo general gris. Había lugares en los

que era negro como el carbón, y tuve que usar mi encendedor para continuar,

pero los espacios eran familiares, y sabía a dónde iba, así que no fue tan terrible.

Finalmente, salí del gran tubo de cemento que desembocaba en una zanja de

malezas ahogadas, casi deslizándome sobre mi estómago para conseguir pasar

a través de la tubería. A veces había gratificaciones de ser muy delgada.

Escurriendo la desagradable agua caliente de mi ropa, me puse de pie y miré a

mí alrededor.

Sobre las filas de los techos deteriorados, más allá de los estériles y arrasados

campos de la zona de muerte, podía ver el Muro Exterior alzándose en su gloria

oscura y mortal. Por alguna razón, siempre se veía extraño desde este lado. El

sol flotaba entre las torres en el centro de la ciudad, reluciente en sus paredes

con espejos. Aún quedaban unas cuantas horas para cazar, pero necesitaba

trabajar rápido.

Page 27: The immortal rules - Julie kagawa

27

Más allá de la zona de muerte, tendido como una alfombra suburbana gris-

verde, los restos de los viejos suburbios me esperaban desapareciendo en la luz

de la tarde. Salté a la orilla y entré en las ruinas de una civilización muerta.

Recolectar de las ruinas era difícil. Dicen que solía haber grandes tiendas que

tenían filas y filas de comida, ropa y todo tipo de otras cosas. Eran enormes y

fácilmente identificables por sus estacionamientos extensos y amplios. Pero no

querrás mirar allí, porque fueron los primeros en ser elegidos para limpiar

cuando todo salió mal. Casi sesenta años después de la plaga, las únicas cosas

que quedan eran paredes evisceradas y estantes vacíos. Lo mismo puede

decirse de los pequeños mercados y estaciones de servicio. No queda nada.

Había perdido muchas horas de búsqueda a través de esos edificios para

terminar con las manos vacías cada vez, así que ahora no me molestaba.

Pero las residencias normales, las filas de casas derrumbándose y en ruinas a lo

largo de las calles desmoronadas, eran una historia diferente. Porque aquí hay

algo interesante que he aprendido acerca de la raza humana: nos gusta

acumular. Llámalo almacenamiento, llámalo paranoia, llámalo preparándose

para lo peor, las casas eran mucho más propensas a tener alimentos guardados

en bodegas o enterrados en armarios. Sólo tenía que buscar.

Las tablas crujieron cuando caminé poco a poco a través de la puerta de mi

quinta o sexta esperanza, una casa de dos pisos rodeada de una retorcida cerca

de alambre casi devorado por la hiedra, ventanas rotas, un porche estrangulado

por vides y maleza. El techo y parte del piso superior se había caído, y los rayos

tenues de luz se filtraban a través de las vigas podridas. El aire estaba espeso

con el olor de moho, polvo y vegetación, y la casa parecía contener el aliento

cuando entré.

Busqué primero en la cocina, revolviendo armarios, abriendo cajones, incluso

revisando la vieja nevera de la esquina. Nada. Unos pocos tenedores oxidados,

una lata vacía, una taza rota. Todas las cosas que había visto antes. En un

dormitorio, los armarios estaban vacíos, la cómoda volcada, un gran espejo

ovalado roto en el suelo. La cama había sido despojada de las mantas y las

sábanas, y una sospechosa mancha oscura salpicaba un lado del colchón. No me

pregunto lo que podría ser. Tú no piensas en esas cosas. Solo sigues adelante.

En la segunda habitación, que no estaba tan devastada como la primera, una

cuna vieja estaba en la esquina, transparente y cubierta de telarañas. Caminé

poco a poco a su alrededor, sin mirar deliberadamente dentro de las barras, a

Page 28: The immortal rules - Julie kagawa

28

los estantes una vez blancos en la pared. Una lámpara rota estaba en un estante,

pero debajo de ella, vi un familiar rectángulo cubierto de polvo.

Lo recogí, limpié el velo y las telarañas, escaneando el título en la parte

superior. Buenas noches, Luna, decía, y sonreí con pesar. No estaba aquí por

libros, y tenía que recordar que, si llevo esto a casa en lugar de, por ejemplo, la

comida, Lucas estaría furioso, y es probable que peleáramos por ello, de nuevo.

Tal vez estaba siendo demasiado dura con él. No era que fuera estúpido, sólo

práctico. Él estaba más preocupado por sobrevivir que del aprendizaje de una

habilidad que era inútil a sus ojos. Pero no podía rendirme sólo porque estaba

siendo terco. Si pudiera conseguir que leyera, tal vez podríamos empezar a

enseñar a otros Fringers, niños como nosotros. Y tal vez, sólo tal vez, eso sería

suficiente para empezar... algo. No sabía qué, pero tenía que haber algo mejor

que simplemente sobrevivir.

Me metí el libro debajo del brazo, llena de una nueva resolución, cuando un

suave tintineo me hizo congelar. Había algo en la casa conmigo, moviéndose

justo fuera de la puerta de la habitación.

Con mucho cuidado, puse el libro de vuelta en el estante sin perturbar el polvo.

Volvería por él más tarde, si sobrevivía a lo que se avecinaba.

Deslizando la mano en mi bolsillo, agarré el cuchillo y me volví lentamente.

Sombras se movían a través de la luz enfermiza que venía desde la sala de estar,

y los pasos tenues, hicieron eco justo fuera de la puerta. Saqué la hoja del

cuchillo y di un paso hacia atrás, presionándome contra la pared y el aparador,

mi corazón latía con fuerza contra mis costillas. Cuando una forma oscura se

detuvo junto a la puerta, oí un jadeo lento y trabajoso y contuve el aliento.

Un ciervo entró en el cuadro.

Mi instinto y mi garganta se aflojaron, aunque no me relajé inmediatamente. La

vida salvaje era bastante común en las ruinas de la ciudad, aunque por qué un

ciervo estaría vagando alrededor de una casa humana, no lo sabía. Me enderecé

y solté un suspiro lento, causando que la hembra sacudiera su cabeza, mirando

en mi dirección, como si no pudiera ver lo que estaba allí.

Mi estómago gruñó, y por un momento, tuve visiones de ir sigilosamente hasta

el venado y meter el cuchillo en su cuello. Casi nunca se ve carne de cualquier

tipo en el Fringe. La rata y el ratón eran muy apreciados, y he visto repugnantes

Page 29: The immortal rules - Julie kagawa

29

y sangrientas peleas por una paloma muerta. Había unos cuantos perros y gatos

callejeros corriendo por el Fringe, pero eran salvajes y viciosas criaturas que, a

menos que quieras correr el riesgo de una mordedura infectada, era mejor dejar

en paz. Los guardias también tenían permiso para disparar a cualquier animal

encontrado vagando por las calles, y por lo general lo hacían, así que la carne de

cualquier tipo era muy escasa.

Un cadáver de venado entero, cortado en tiras y seco, nos alimentaría a mí y a

mi pandilla durante un mes. O podría negociar recortes por cupones de comida,

mantas, ropa nueva, lo que quisiera. Sólo de pensar en ello hizo que mi

estómago gruñera de nuevo, y cambie mi peso a una pierna, listo para ir poco a

poco hacía adelante. Tan pronto como me moviera, el ciervo probablemente

huiría hacia la puerta, pero tenía que intentarlo.

Pero entonces, la cierva miró hacia mí, y vi los delgados ríos de sangre que

rezumaban de sus ojos, al ver el piso. Mi sangre se heló. No me extraño que no

tuviera miedo. No es de extrañar que me haya seguido hasta aquí y me

observara con la mirada plana y vidriada de un depredador. Había sido

mordido por un Rabioso. Y la enfermedad la había vuelto loca.

Tomé una respiración tranquila para frenar los latidos de mi corazón, tratando

de no entrar en pánico. Esto era malo. La cierva estaba bloqueando la puerta,

por lo que no había manera de que pudiera pasar por ella sin correr el riesgo de

un ataque. Sus ojos no se habían puesto completamente blancos, sin embargo,

por lo que la enfermedad estaba todavía en sus etapas iniciales. Esperemos que

si seguía tranquila, pudiera salir de aquí sin ser pisoteada hasta la muerte.

La cierva resopló y sacudió la cabeza, el movimiento espasmódico hizo que

tropezara en el marco de la puerta. Otro efecto de la enfermedad, los animales

enfermos parecían confusos y sin coordinación un momento, pero podrían

cambiar a furia hiper-agresiva en un abrir y cerrar de ojos. Agarré el cuchillo y

me deslicé a un lado, hacia la ventana rota a lo largo de la pared.

La cierva levantó la cabeza, rodando sus ojos, y dio un ronco gruñido diferente

de todo lo que había oído de un ciervo. Vi sus músculos agruparse para cargar,

y corrí hacia la ventana.

La cierva se abalanzó en la habitación, resoplando y con las pezuñas agitándose

en arcos mortales. Uno de ellos llegó a mi muslo mientras me lancé, de refilón,

pero se sentía como si alguien lo hubiera golpeado con un martillo. La cierva se

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estrelló contra la pared del fondo, volcando un estante y me lancé por la

ventana.

Luchando a través de la maleza, me encontré con un cobertizo parcialmente

derrumbado en la esquina del patio trasero. El techo se había caído, y las vides

cubrieron completamente las paredes podridas, pero las puertas estaban

todavía intactas. Me deslicé apretadamente a través del marco y me metí en un

rincón, jadeante, escuchando por sonidos de persecución.

Por el momento, todo quedó en silencio. Después de que el latido de mi corazón

volvió a la normalidad, miré a través de una grieta entre tableros y apenas

podía distinguir la forma oscura de la hembra en el cuarto, tropezando con

confusión, a veces atacando la cómoda rota o el colchón, ciega en su rabia. Bien,

entonces. Sólo me sentaré tranquila hasta que la cierva sicótica se calme y se

aleje. Esperemos que sea antes que el sol se oculte. Tenía que regresar a la

ciudad pronto.

Yendo lejos de la pared, me volví para observar el cobertizo, preguntándome si

algo útil estaría intacto aún. No parecía ser mucho: algunos estantes

derrumbados, un puñado de clavos oxidados que rápidamente embolsé, y una

máquina extraña, en cuclillas con cuatro ruedas y un mango largo que parecía

que tenías que empujar alrededor. Con qué fin, no tenía ni idea.

Note un agujero en las tablas debajo de la extraña máquina y la eché hacia atrás,

dejando al descubierto una trampilla debajo. Había sido sellada con un pesado

candado, ahora tan oxidado que una llave no habría sido útil, pero el mismo

entarimado estaban podridos y cayéndose en pedazos. Arranqué fácilmente

varios tablones para hacer un agujero lo suficientemente grande y encontré un

conjunto de escaleras plegándose que conducían hacia abajo en la oscuridad.

Agarrando mi cuchillo, entré en el agujero.

Estaba oscuro en el sótano, pero por lo menos quedaba una hora de amplia luz

del día, suficiente para filtrarse a través del orificio y las grietas en el techo

sobre mí. Me quedé en un pequeño lugar con ambiente fresco, el hormigón

revestía las paredes y el suelo, una bombilla con una cadena colgaba encima de

mi cabeza. Las paredes estaban forradas con estantes de madera, y en esos

estantes, docenas y docenas de latas me guiñaron un ojo en la luz tenue. Mi

corazón se detuvo.

Page 31: The immortal rules - Julie kagawa

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Lotería.

Lanzándome hacia delante, saqué la lata más cercana del estante, enviando

otras tres a estrellarse estrepitosamente contra el piso en mi emoción. La lata

tenía una etiqueta descolorida envuelta alrededor de ella, pero no me moleste

en tratar de entender las palabras. Sacando mi cuchillo, metí la hoja en la parte

superior de la lata y ataqué con furia, serrando el metal con las manos

temblorosas.

Un aroma dulce y celestial surgió desde el interior, y mi hambre volvió a la vida

en respuesta, haciendo que me mareara un poco. ¡Comida! ¡Comida real!

Fisgoneando de nuevo la tapa, apenas me tomó el tiempo para mirar el

contenido, una especie de fruta blanda en un líquido viscoso, antes de que

dejara todo atrás y lo metiera en mi boca. La dulzura me sorprendió,

empalagosamente gruesa y carnosa, diferente a todo lo que había probado

antes. En el Fringe las frutas y verduras apenas se conocían. Bebí toda la cosa

sin pausa, sintiéndolo asentarse en mi estómago vacío, y tomé otra lata.

Ésta contenía frijol en líquido más brillante, y lo devoré también, sacando la

pasta roja con mis dedos. Fui a través de otra lata de fruta, una lata de crema de

maíz, y una pequeña lata de salchichas del tamaño de mi dedo, antes de que

finalmente desacelerara lo suficiente como para pensar.

Me encontré con un tesoro, tan vasto que era asombroso. Este tipo de escondites

eran materia de leyendas y aquí estaba yo, de pie en medio de uno. Con mi

estómago lleno, una rara sensación, comencé a explorar, tomando nota de lo

que estaba aquí.

Casi una pared entera fue dedicada a las latas, pero allí había tanta variedad, de

acuerdo con las diferentes etiquetas. La mayoría estaban demasiado tenues o

rasgadas para poder leerlas, pero todavía era capaz de recoger una gran

cantidad de conservas de vegetales, frutas, frijoles y sopa. Había también latas

que contienen alimentos extraños de los que nunca había oído hablar. Spa Gettee

Ohs1 y Rah Vee Oh Lee2, y otras cosas raras. Guardadas a un lado con las latas

están cajas cuadradas que contienen paquetes de algo envuelto en papel

brillante y plateado. No tenía ni idea de lo que eran, pero si la respuesta era más

comida, no me quejo.

1 Spa Gettee Ohs: Spaghetti. 2 Rah Vee Oh Lee: Ravioli.

Page 32: The immortal rules - Julie kagawa

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La pared de enfrente tenía docenas de jarras de claros galones de agua, unos

pocos tanques de propano, una de esas estufas portátiles verdes que había visto

que usaba Hurley, y una linterna de gas. El que hizo este lugar seguro que no

quería correr ningún riesgo, por todo el bien que les hizo al final.

Bueno, gracias, persona misteriosa. Seguro has hecho mi vida mucho más fácil.

Mi mente, consideró mis opciones. Podía mantener este lugar en secreto, pero,

¿por qué? Había comida suficiente para alimentar a mi pandilla entera durante

meses. Recorrí la habitación, ponderando cómo quería hacerlo. Si le digo a

Lucas acerca de este lugar nosotros cuatro, Rat, Lucas, Stick y yo, podíamos

volver y tomar todo de un solo golpe. Sería peligroso, pero por esta cantidad de

comida, valdría la pena.

Me volví lentamente, sintiendo que no tuviera nada con que llevar comida de

regreso. Muy inteligente de tu parte, Allison. Por lo general tomo una de las

mochilas que la pandilla tiene en un armario del pasillo cuando me aventuro en

las ruinas, después de todo, para eso las tenemos, pero no había querido

encontrarme con Rat de nuevo. Aun así, tenía que llevar algo. Si iba a convencer

a Lucas a arriesgarse a un viaje muy peligroso fuera de la ciudad, iba a necesitar

algún tipo de prueba.

Escaneando la habitación, me detuve. Un par de abultadas bolsas de basura

estaban sobre el estante superior, empujadas contra la pared. Lucían como si

contuvieran mantas o ropa u otras cosas útiles, pero en este momento, estaba

más preocupada por los alimentos.

―Con esto bastar{―murmuré y me acerqué a los estantes. Sin una escalera o

una caja o algo para estar de pie, iba a tener que escalar. Poniendo un pie entre

las latas, me impulsé hacía arriba.

La tabla crujió horriblemente bajo mi peso pero se sostuvo. Agarrando la

madera áspera, subí a otra tabla, luego otra, hasta que mi brazo pudo llegar a la

repisa superior y sentir alrededor en busca de las bolsas. Agarrando una

esquina de plástico transparente en dos dedos, la atraje hacia mí.

La madera de pronto gimió, y antes de que me diera cuenta el estante entero se

inclinó hacia atrás. Presa del pánico, traté de saltar de forma limpia, pero

docenas de latas se precipitaron hacia delante, chocando contra mí, y perdí mi

agarre. Golpeé el piso de cemento, el repiquetear y el ruido de latas de metal a

Page 33: The immortal rules - Julie kagawa

33

mi alrededor, y una segunda mirada de fracción de segundo de los estantes

llenaron mi visión antes de que todo se volviera negro.

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34

C A P Í T U L O 3

Traducido por DamaOscura

Corregido por Pily

Un golpeteo en el cráneo me trajo de vuelta a la realidad. Mis oídos explotaban,

y cuando abrí los ojos, la oscuridad me saludo. Por un momento, no supe dónde

estaba o qué había ocurrido. Algo pesado presionaba mi pecho y piernas, y

cuando cambie de posición, pequeñas piezas de metal cayeron de mí y

produjeron un sonido metálico en el suelo.

―Mierda ―susurré, recordando.

Frenéticamente, me contorsioné fuera de la estantería y cojeé a cada paso,

levantando la mirada. A través del agujero en el techo, el cielo nocturno estaba

brumoso y sin estrellas, pero una enclenque luna amarilla perforaba las nubes

como un ojo hinchado.

Estaba en problemas.

Descuidada, estúpida equivocación, Allie. Arrastré los pasos, escaneando la

oscuridad y las sombras, con el corazón golpeando mis costillas en medio del

silencio. Las latas emitían un ruido metálico mientras rodaban por el suelo, pero

no podía preocuparme por la riqueza que estaba dejando atrás. Tenía que

volver a la ciudad. No podía quedarme aquí. Había escuchado historias sobre

Rabiosos que desgarraban los muros y el suelo para conseguir su presa; nunca

se rendían una vez que te sentían. No podía permitir que nada me retrasara.

Cuidadosamente, me acomodé para salir del agujero y me arrastré hacia la

puerta, alcanzándola para abrirla. Me congelé.

A lo largo del lado del cobertizo, algo estaba moviéndose.

La maleza siseaba contra los muros como pasos arrastrándose sobre el suelo, y

un gruñido que podía haber pertenecido a un animal se deslizaba a través de

las grietas. Retirando mi mano, silenciosamente me acomodé en una esquina y

puse mi espalda en el muro, apretando el cuchillo para detener el temblor de

Page 35: The immortal rules - Julie kagawa

35

mis manos. Fuera del cobertizo, estaba casi de un tono negro, pero vislumbré

una silueta pálida y demacrada a través de las grietas en la madera, escuchando

sus pasos como si se moviera a través de la pared exterior< y se detuvo en la

puerta.

Contuve el aliento, contando los segundos con cada latido frenético de mi

corazón, mordiendo mi mejilla para no jadear.

La puerta crujió y se abrió lentamente hacia el interior.

No me moví. No respiré. Sentí la áspera madera en mi espalda y me imaginé

como parte del muro, parte de las sombras que me encubrían, ocultándome de

todo. Al otro lado de la puerta entre nosotros, los ásperos y lentos gruñidos se

hicieron más fuertes mientras la sombra volteaba su cabeza de lado a lado,

analizando los muros.

Paso una eternidad.

Finalmente, la puerta crujió lentamente al cerrarse, y la sombra se alejó,

encorvándose dentro de las malas hierbas. Escuché los pasos arrastrándose

mientras se alejaban, gruñendo más bajo, hasta que los únicos sonidos fueron el

zumbido de los insectos en la noche.

Paso un momento antes de que me pudiera mover o incluso respirar

apropiadamente. Una vez que los temblores se detuvieron, me deslicé fuera del

cobertizo y me apresuré a través de la hierba mala, siguiendo el mismo camino

que había tomado para llegar aquí. Con un escalofrió noté que mi rastro no era

el único que cortaba la hierba alta; unos pocos caminos más ahora cruzaban el

patio, mostrándome que no había estado sola durante el tiempo que estuve bajo

tierra. Si hubieran encontrado las escaleras<

Me estremecí y corrí, tropezando en las calles vacías. Bajo la luz de la luna, las

ruinas lucían aún más espeluznantes, duras y hostiles para el intruso en medio

de ellas. Al anochecer, dentro de los muros de la ciudad, la gente desapareció

de las calles y los vampiros caminaban en la noche, pero las sombras eran

familiares y la oscuridad era reconfortante. Aquí en las ruinas, la oscuridad era

extranjera, y las sombras parecían arrastrarse más cerca, alcanzándote.

Algo chilló en la noche, un grito de furia animal, y empecé a correr.

Page 36: The immortal rules - Julie kagawa

36

Fue el minuto más largo de mi vida, pero conseguí llegar a los túneles.

Retorciéndome a través del tubo de drenaje, casi me había convencido de que

había algo detrás de mí y que unas garras afiladas se cerrarían alrededor de mis

tobillos, arrastrándome hacia atrás.

Afortunadamente, nunca paso, y me recargué contra el muro, jadeando un

poco, respirando frenéticamente hasta que mi corazón paro de correr en mi caja

torácica.

En el túnel, no podía ver mi mano ante mi cara, y ningún tiempo esperando allí

ayudaría a que mis ojos se ajustaran a la oscuridad absoluta. Buscando en mi

bolsillo, saqué el encendedor, encendiendo una diminuta flama de luz. Apenas

iluminaba el piso a mis pies, pero era mejor que nada.

Con el parpadeo de la luz sostenido delante de mí, empecé a caminar por los

túneles.

Era extraño como un par de horas podían cambiar tu visión del mundo. Los

únicos túneles familiares ahora eran amenazadores, la oscuridad un ser vivo,

presionando por todos lados, sofocándome. Mis pasos parecían demasiado

ruidosos en el silencio, y en muchas ocasiones sostuve el aliento, escuchando

ruidos fantasmales que estaba segura había oído por encima de mi tranquilo

jadeo.

Los túneles continuaban y a pesar de mis miedos e imaginaciones, nada salto

sobre mí. Estaba cerca de casa, solo otro giro y un par de metros hacia la

escalera que conducía a la parte superior, cuando una salpicadura hizo eco en la

oscuridad.

Fue ruidoso, y en las horas del día, con la luz del sol entrando por las rendijas,

hubiese culpado a una rata o algo similar. Pero en el silencio y la oscuridad que

se avecinaba, mi corazón casi se detuvo, y mi sangre se convirtió en hielo.

Apagué el encendedor y me agaché en una esquina, sosteniendo la respiración,

aguzando mis oídos para escuchar. No tuve que esperar demasiado.

En la oscuridad de la parte delantera del túnel, un haz de luz de una linterna

parpadeo sobre el suelo, y bajas y guturales voces hicieron eco en los muros.

Page 37: The immortal rules - Julie kagawa

37

―¿<qué tenemos aquí? ―dijo una respiración sibilante, mientras me empujaba

contra el muro―. ¿Una rata? Una enorme rata, viene arrastrándose en la

oscuridad. Seguro que elegiste la noche equivocada para errar por las entrañas

de la ciudad, amigo.

Sosteniendo el aliento, corrí el riesgo de dar una rápida mirada alrededor de la

esquina. Cuatro hombres bloqueaban la salida del túnel, uno delgado y

harapiento con inmundas ropas y cabello desaliñado. Estaban ligeramente

encorvados, con los hombros doblados y torcidos, como si pasaran toda su vida

en pequeños espacios estrechos y no estuvieran acostumbrados a estar de pie.

Agarraron las navajas con hojas afiladas y oxidadas en sus manos y sonrieron

como maniacos hacia una figura solitaria en medio del túnel, sus ojos brillaron

con anticipación y algo más oscuro.

Me agaché detrás de la esquina una vez más, con el corazón latiendo

fuertemente. Tienes que estar bromeando, reflexioné, hundiéndome aún más

dentro de las encubridoras sombras, esperando que no me escucharan.

Simplemente esta no es mi noche. Venados, Rabiosos, y ahora unos malditos hombres

topo en los túneles. Nadie va a creer esto. Negué con la cabeza y me acurruqué

aún más, sosteniendo el mango de mi cuchillo. Ahora todo lo que necesito es un

vampiro paseando por ahí y todo será perfecto.

Los hombres topo sonrieron, y los escuché aligerarse hacia adelante,

probablemente rodeando al pobre bastardo que había caído en su emboscada.

Corre, idiota, pensé, preguntándome qué creía él que estaba haciendo, porque

no escuché pasos golpeando frenéticamente a la distancia. ¿No sabes lo que te

harán? Si no quieres estar en una vara sobre el fuego, es mejor que corras.

―No quiero problemas ―dijo una voz baja, calmada y tranquila. Y aunque no

podía verlo, no me atreví a echar un vistazo a la esquina, enviaba escalofríos

por mi espina dorsal―. Déjenme pasar, y continuaré mi camino. No querrán

hacer esto.

―Oh ―ronroneó uno de los hombres topo, y lo imaginé desliz{ndose

lentamente hacia adelante con una sonrisa―. Creo que<

Su voz cambió abruptamente a un gorgojo sorprendido, seguido por un sonido

de golpe, y el leve olor cobrizo de la sangre llenó el aire. Sonaron gritos

enfurecidos, el sonido de una desgastada cuchilla cortando carne, gritos de

agonía. Me agaché en mi esquina oscura y sostuve el aliento, hasta que el

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38

último grito se apagó, hasta que el último cuerpo cayó y el silencio se deslizó en

los túneles una vez más.

Conté treinta segundos de silencio. Sesenta segundos. Un minuto y medio. Dos.

El túnel se mantuvo en silencio. No había pasos, ni cambio de movimientos, ni

respiraciones. Estaba tan quieto como la muerte.

Con mucho cuidado, me asomé a la esquina y me mordí el labio. Los cuatro

hombres topo yacían en un montón, las armas estaban esparcidas por todas

partes, la linterna brillaba débilmente contra la pared. Su haz de luz señalando

una salpicadura roja, moviéndose sobre el cemento hacia un cuerpo inmóvil.

Analicé el túnel una vez más, buscando el quinto montón, pero solo estaban los

hombres topo, yaciendo muertos bajo el pálido haz de luz de la linterna. El

extraño oscuro había desaparecido.

Me acerqué más. No quería tocar los cuerpos, pero la linterna era un hallazgo

valioso. Una que me mantendría alimentada por varios días si podía encontrar

el camino correcto. Rodeando una pálida y sucia arma, cogí mi trofeo y lo

levanté, alumbrando con la luz justo en la cara del extraño. Quien no hizo una

mueca de dolor. Ni siquiera parpadeó. Gateé hacia atrás, casi tropezando con el

arma que había rodeado, sacando el cuchillo ante mí. El extraño se mantuvo

donde estaba, aunque sus ojos más negros que la resina, me siguieron mientras

me retiraba. Mantuve tanto la linterna como el cuchillo apuntando en su

dirección hasta que alcancé el borde y me tensé para colocarme en las sombras.

―Si corres, estar{s muerta antes de que des tres pasos. ―Me detuve con el

corazón latiendo rápidamente. Le creí. Agarrando el cuchillo me di la vuelta, lo

miré sobre los cuerpos muertos, esperando su próximo movimiento.

No había duda en mi mente. Sabía a lo que me enfrentaba, lo que me estaba

mirando a través del túnel, por lo que él podía haber sido una estatua. Estaba

aquí, sola, con un vampiro. Y no había nadie que pudiera ayudarme.

―¿Qué quieres? ―Mi voz salió aún m{s temblorosa de lo que quería, pero me

puse de pie y lo miré desafiante. Sin una muestra de miedo. Los vampiros

podían sentir el miedo, al menos eso era lo que todo el mundo decía. Si alguna

vez te topas con un hambriento chupasangre solo en la noche, no parecer una

presa podría darte una ventaja de supervivencia en el encuentro.

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No creía en eso, por supuesto. Un vampiro podía morderte sea que estés

asustado o no. pero tampoco iba a darle la satisfacción.

El vampiro inclinó su cabeza, un movimiento diminuto que pudo haber sido

imperceptible, salvo que el resto de él estaba muy, muy quieto.

―Estoy tratando de decidir ―dijo en la misma voz baja y tranquila―. Si eres

una simple carroñera escucha conversaciones, o si estás a punto de escabullirte

a contarle al resto de tu clan que estoy aquí.

―¿Luzco como uno de esos?

―Entonces< eres una carroñera. Esperando hasta que tu presa este muerta

para alimentarte, en vez de matarla tú misma.

Su tono no había cambiado. Era igual, frío y ajeno, pero sentí que me erizaba

por el miedo. Rabia, odio y resentimiento burbujeaban en la superficie,

haciéndome estúpida, haciéndome querer herirlo. ¿Quién se creía que era esta

sanguijuela asesina, sin alma, para darme una conferencia a mí?

―Sí, bueno, esto es lo que ocurre cuando dejas que el ganado muera de hambre

―le espeté, frunciendo el ceño―. Empiezan a volverse unos contra otros, ¿no lo

sabías? ―Hice un gesto hacia los hombres topo muertos, dispersos a mis pies,

y ondule mi labio―. Pero no soy una de ellos. Y tan seguro como el infierno que

no como personas. Ese es tu negocio, ¿recuerdas?

El vampiro simplemente me miraba. Lo suficiente para arrepentirme de

burlarme de él, lo cual fue algo estúpido desde el principio. Casi no me

importaba. No iba a arrastrarme y rogar, si era lo que estaba buscando. Los

vampiros no tienen alma, ni emociones, eso sin apelar a la empatía. Si el

chupasangre quería drenarme hasta dejarme seca y dejarme aquí para

pudrirme, no había nada que pudiera decir para detenerlo.

Pero le daría una gran pelea.

―Interesante ―reflexionó finalmente el vampiro, casi para sí mismo―. A veces

olvido la complejidad de la raza humana. Hemos reducido a muchos como tú a

animales-salvajes, cobardes, demasiado complacientes para volverse unos

contra otros para sobrevivir. Y sin embargo, en el lugar más oscuro, puedo

encontrar a aquellos que aún son, más o menos, humanos.

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Él no tenía ningún sentido, y yo estaba cansada de hablar, esperando que

hiciera su movimiento.

―¿Qué quieres, vampiro? ―lo reté una vez m{s―. ¿Por qué aún estamos

hablando? Si vas a morderme, simplemente hazlo ya. ―Aunque no esperes que

me acueste y me deje. Tendrás una navaja clavada en la órbita de tu ojo antes de que

muera, lo juro.

Sorprendentemente, el vampiro sonrió. Solo una ligera curva en sus pálidos

labios, pero en esa cara de granito, bien podría haber sonreído de oreja a oreja.

―Ya me he alimentado esta noche ―declaró calmadamente, y dio un paso

hacia atr{s, en las sombras―. Y tú, pequeña gata salvaje, sospecho que tienes

garras que no dudarías en usar. Creo que no me encuentro de humor para otra

pelea, así que considérate suertuda. Conociste a alguien sin corazón, a un

chupasangre sin alma y vivirás. La próxima vez, será muy diferente.

Y así como así, se volvió sobre sus talones y se alejó en medio de la oscuridad.

Sus últimas palabras surgieron de la oscuridad mientras desaparecía.

―Gracias por la conversación.

Y se fue.

Fruncí el ceño totalmente confundida. ¿Qué clase de vampiro mata a cuatro

personas, tiene una criptica conversación con una rata de la calle, agradece a la

rata callejera por hablar con él, y luego se va? Barrí con la linterna el túnel,

preguntándome si era un truco para que bajara la guardia, y el chupasangre

estaba emboscándome justo adelante, riendo para sí mismo. Parecía algo que

un vampiro haría. Pero el túnel estaba vacío y silencioso bajo el haz de la

linterna, y después de un momento, me abrí camino entre los cuerpos aún

sangrando, apresurándome hacia la escalera para subir por el tubo tan rápido

como pudiera.

Arriba del suelo, la ciudad estaba silenciosa. Nada se movía en las calles; las

tiendas, casas y apartamentos desmoronados yacían silenciosos y oscuros. En

lo alto, avecinándose por encima de todo, las torres de vampiros brillaban en la

noche, frías e impulsivas como sus dueños. Aún era el tiempo de los

depredadores, el silencio antes del alba, y todo el mundo fuera de las calles,

acurrucados en sus camas con sus puertas y ventanas trancadas. Pero al menos

a este lado del Muro, la oscuridad no ocultaba horrores salvajes, que una vez

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fueron humanos. Aquí, los depredadores eran más complejos, aunque igual de

peligrosos.

Un viento helado soplaba por la calle, levantando polvo y enviando una lata

vacía rodando por el suelo. Esto me recordó lo que había dejado atrás, al otro

lado del muro, y la rabia se encendió en mi estómago, matando lo que quedaba

de miedo. ¡Mucha comida! Mucha riqueza, para tener que dejarla atr{s< el

pensamiento hizo que mi intestino hirviera, y pateé una roca dentro de un carro

muerto, la piedra hizo sonar el marco oxidado.

Tenía que volver allí. De ninguna manera iba a acurrucarme detrás del Muro,

comiendo cucarachas, fantaseando con estantes y estantes de comida

pudriéndose en el sótano de alguien.

De una forma u otra, iba a volver a ese lugar y reclamar lo que había perdido.

Pero justo ahora, mi estómago estaba lleno, me dolía la caída, y estaba

malditamente cansada. El haz de la linterna brillaba débilmente en la oscuridad,

y la apagué, esperando no gastar la valiosa batería. De todas formas no

necesitaba luz artificial para desplazarme por el Fringe. Deslizando mi premio

dentro del morral, me dirigí a casa.

―Oh, DIOS MÍO, est{s viva

Le di a Stick una mirada desdeñosa mientras entraba en la habitación, pateando

la puerta tras de mí. Él salió de mi colchón, boqueando, como si yo fuera una

alucinación.

―¿Por qué me miras así? ―Fruncí el ceño hacia él―. ¿Y qué haces aquí, de

todas formas? ¿Has estado esperándome despierto toda la noche?

―¿No escuchaste? ―Los ojos de Stick se precipitaron, como si alguien estuviera

al acecho en la oscuridad, escuchando―. ¿Lucas no te lo dijo?

―Stick. ―Suspiré y colapsé en el colchón―. Acabo de llegar de una noche

infernal all{ afuera ―murmuré, poniendo un brazo sobre mis ojos―. Estoy

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cansada, irritable, y a menos que alguien esté al borde de la muerte o que los

vampiros estén rompiendo nuestras puertas, quiero ir a dormir. ¿Cualquier

cosa que sea, puede esperar hasta mañana? Necesito hablar con Lucas de todas

formas.

―Los vampiros estaban afuera esta noche ―continuo Stick, como si no hubiera

dicho una palabra.

Quité mi brazo y me senté para mirarlo, un escalofrió subió por mi espina

dorsal. Su rosto era pálido en la oscuridad del cuarto, tenía la boca delgada

apretada de miedo.

―Los vi. Iban de sector en sector con sus mascotas y guadianés y todo eso,

rompiendo puertas, entrando en las casas de las personas. No vinieron aquí,

pero Lucas nos llevó a todos al sótano hasta que estuviera seguro de que se

habían ido. Escuché<escuché que alguien había sido asesinado<tratando de

huir.

―¿Alguien fue secuestrado?

Stick encogió sus huesudos hombros.

―No lo creo. Simplemente vinieron, entraron en algunos edificios y se fueron.

Lucas dijo que estaban buscando algo, pero nadie sabe qué es.

O a alguien. Recordé al vampiro de los tuéneles bajo la ciudad. ¿Sería él parte de

esta fiesta de búsqueda, explorando el bajo mundo buscando lo que sea que los

chupasangres querían?

¿O<era él la cosa misteriosa que todos estaba buscando? Pero esto no tenía

mucho sentido. ¿Por qué estarían cazando los vampiros a uno de ellos?

Si era así, ¿por qué no lo harían más seguido?

―Hay rumores de que hay un bloqueo en toda la ciudad ―continuó Stick en

voz baja y aterrorizante―. Toque de queda, guardias, {reas restringidas, todo

eso.

Murmuré una maldición. Los encierros eran una mala noticia y no solo para los

No Registrados. Hubo dos en el pasado, uno cuando la guerra de pandillas se

extendió por el Fringe, obstruyendo las calles con cuerpos muertos, y otra

cuando una infestación de ratas Rabiosas creó pánico en toda la ciudad. El

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encierro era el último recurso de los vampiros, su respuesta cuando las cosas se

salían de control. A todos se les pedía que se quedaran en sus casas durante el

toque de queda, mientras guardias armados barrían las calles. Si te atrapan

fuera durante el encierro, debían dispararte, sin preguntar nada.

―Allie, ¿qué vamos a hacer?

―Nada ―dije, y él me miro. Me encogí de hombros―. No esta noche. El alba

saldrá en algunas horas y los chupasangres volverán a sus torres, y nada se

hará hasta la tarde, no nos preocuparemos de ello hasta entonces.

―Pero<

―Stick. Estoy. Cansada. ―Me levanté del colchón y, tomando su codo, lo

conduje hacia la puerta―. Si Lucas aún est{ despierto, dile que necesito hablar

con él mañana. Es importante. Realmente importante. ―Empezó a protestar,

pero lo empujé firmemente en el umbral―. Mira, si quieres permanecer

despierto y preocuparte por las cazas de vampiros, puedes hacerlo por los dos.

Dormiré mientras pueda. Despiértame cuando llegue el alba, ¿bien? ―Y antes

de que pudiera inventar otra excusa, le cerré la puerta en la cara.

Colapsando en el colchón, volví mi cabeza hacia el muro y cerré los ojos. Las

noticias de Stick eran problemáticas, pero había aprendido que preocuparse por

cosas que no puedes cambiar era inútil y solo te evita dormir. Mañana, hablaría

con Lucas y le diría sobre el escondite de comida que había encontrado, y él

podría convencer a los demás de ir por ello. Antes de que la ciudad volviera al

encierro, por supuesto, trabajando juntos, probablemente podríamos limpiar el

cuarto completo en dos o tres viajes sin tener que preocuparnos del invierno

que venía. Rat era un imbécil fastidioso, pero era parte de mi equipo, y

cuidamos los unos de los otros. Además, a una sola persona le tomaría una

eternidad limpiar el lugar, y no quiero estar en las ruinas más de lo que deba

estar.

Con el plan firme en mi mente, descarté todos los pensamientos de la noche,

Rabiosos, cacería humana y vampiros en alcantarillas, y me hundí en el olvido.

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C A P Í T U L O 4

Traducido por n.marquez

Corregido por Pily

―Allison ―dijo mam{, acariciando la almohada a su lado―, ven aquí. Lee conmigo.

Me escabullí en el sofá raído que olía a polvo y a leche rancia, apretándome contra su

costado. Ella tenía un libro en su regazo, brillantes animales felices danzando a través

de las páginas. La escuché mientras me leía en una voz suave y relajante, sus manos

delgadas pasando las páginas como si estuvieran hechas de alas de mariposa. Excepto

que no podía ver su rostro. Todo estaba borroso, como el agua cayendo por el cristal de

una ventana, pero sabía que ella me estaba sonriendo, y eso me hacía sentir cálida y

segura.

―El conocimiento es importante ―explicó pacientemente, ahora observando una

antigua versión de mí desde el otro lado de la mesa de la cocina. Una hoja de papel

estaba frente a mí, marcada con garabatos y líneas desordenadas―. Las palabras nos

definen ―continuó mam{, mientras me esforzaba por hacer que mis torpes marcas se

parecieran a su escritura elegante―. Debemos proteger nuestro conocimiento y

transmitirlo cada vez que podamos. Si alguna vez nos convertimos de nuevo en una

sociedad, debemos enseñar a otros cómo seguir siendo humanos.

La cocina se desvaneció, corrió como agua por un muro y se convirtió en otra cosa.

―Mam{ ―le susurré, sentada a su lado en la cama, mirando el lento ascenso y la caída

de su pecho bajo la delgada manta―. Mam{, te he traído algo de sopa. Intenta comerla,

¿de acuerdo?

La forma, frágil y blanca, rodeada de largo cabello negro se agitó débilmente. No podía

ver su rostro, aunque sabía que debía estar en algún lugar dentro de ése bulto oscuro.

―No me siento bien, Allison ―susurró, su voz tan débil que apenas la percibí―.

¿Me… leerías un poco?

Esa misma sonrisa, aunque su rosto permanecía borroso e indistinto. ¿Por qué no podía

verla? ¿Por qué no podía recordar?

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―Mam{ ―le dije de nuevo, levant{ndome, sintiendo las sombras cerrarse―. Tenemos

que irnos. Ya vienen.

―A de manzana ―susurró mam{, alej{ndose de mí. Grité y traté de alcanzarla, pero

ella escapó dentro de la oscuridad―. B de sangre.3

Algo retumbó contra la puerta.

Me desperté sobresaltada, la puerta de mi habitación todavía resonando por el

golpe repentino. De pie, miré la puerta, mi corazón latiendo con fuerza.

Tenía un sueño ligero, extremadamente sensible a los pasos y a la gente

observándome furtivamente mientras dormía, así que el primer golpe casi me

hizo saltar hasta el techo. Para el cuarto, ya había abierto la puerta casi

arrancándola mientras Lucas levantaba su puño para golpear otra vez.

Lucas parpadeó ante mí. Oscuro y musculoso, tenía las manos grandes y una

curiosa cara de bebé, a excepción de sus cejas gruesas y serias. Cuando me uní

al grupo por primera vez, Lucas había sido intimidante: una figura seria y

sensata incluso con sólo doce años. Con los años el miedo había disminuido,

pero el respeto no. Cuando nuestro líder empezó a exigir un impuesto

alimentario, una porción de todo lo que era recolectado, Lucas había

intervenido, moliéndolo a golpes y apoderándose de la banda.

Desde entonces, nadie lo había desafiado. Siempre era justo, y la supervivencia

era su prioridad independientemente de los sentimientos. Al igual que yo, él

había visto a los miembros de nuestra banda morir de hambre, por las

enfermedades, el frío, por heridas, o simplemente desaparecer de la faz de la

tierra.

Habíamos arruinado más amistades de las que alguien debería tener que

arruinar. Lucas tuvo que tomar decisiones difíciles, impopulares a veces, y no

envidiaba su trabajo, pero todo lo que hizo fue para mantenernos vivos. Sobre

3 Es un juego de palabras. En el original, la frase hace referencia al alfabeto: “A is for Apple, B is

for Blood”.

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todo ahora que el grupo era tan pequeño. Menos gente significa menos bocas

que alimentar, pero también significa un menor número de personas para cazar

y para protegernos de bandas rivales si alguna vez tuvieran la idea de invadir

nuestro territorio. Sólo había cuatro de nosotros: Rat, Lucas, Stick y yo: no

éramos protección suficiente si nos querían lejos. Y Lucas lo sabía.

Últimamente me había confundido. Siempre habíamos sido amigos, pero el año

pasado su interés en mí cambió. Quizás porque yo era la única chica del grupo,

tal vez por algo más, no lo sabía y no iba a preguntarlo. Nos besamos el verano

pasado, más por curiosidad por mi parte, pero él había querido más y yo no

estaba segura de estar lista. Él no había presionado cuando le detuve, diciendo

que necesitaba tiempo para pensarlo, pero ahora colgaba entre nosotros, sin

resolver, como una gran bandera. No era que Lucas fuera feo o indeseable, es

sólo que no sabía si quería acercarme tanto a alguien. ¿Y si él desaparecía, como

tantos otros de nuestra especie lo hicieron? Simplemente eso dolería mucho

más.

Lucas estaba todavía congelado en la puerta, sus hombros anchos ocupando

casi todo el marco. Miré más allá de él y vi la luz del sol entrando por las

ventanas rotas de la escuela, lanzando irregulares destellos de luz sobre el

cemento. Por el aspecto del cielo, faltaba poco para media tarde. Maldita sea.

Había dormido demasiado. ¿Dónde estaba Stick y por qué no me había

despertado?

―Allison.―El alivio en la voz de Lucas era palpable. Dando un paso adelante,

me sorprendió tirando de mí en un fuerte abrazo. Se lo devolví, sintiendo los

duros músculos de su espalda, su aliento sobre mi piel. Cerrando mis ojos, me

relajé contra él, sólo por un momento. Era agradable tener a alguien en quien

apoyarme, para variar.

Él se echó para atrás rápidamente, no queriendo que los demás nos vieran. Esto

era todavía nuevo para los dos.

―Allie ―murmuró Lucas, sonando avergonzado―. Stick me contó que

regresaste. ¿Estuviste fuera toda la noche?

―Sí ―le di una sonrisa torcida―. Parece que las cosas se pusieron

emocionantes luego de que me fui.

Me miró fijamente.

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―Rat empezó a decirles a todos que habías sido Tomada. Stick estaba

enloqueciéndose. Tuve que decirle a ambos que se callaran o les pondría un

puño en la cara. ―Su mirada se hizo aguda, casi desesperada―. ¿Dónde

diablos estuviste toda la noche? Los chupasangre estaban por todas partes.

―En las ruinas.

Los ojos de Lucas sobresalieron.

―¿Fuiste fuera de los Muros? ¿Est{s loca, chica? ¿Quieres ser comida por

Rabiosos?

―Créeme, no quise quedarme atrapada ahí después de la puesta de sol. ―Me

estremecí, recordando lo que casi había pasado en el cobertizo esa noche―.

Además, Rabiosos o no, encontré algo que hizo que todo valiera la pena.

―¿Sí? ―Él levantó una gruesa ceja―. Esto tengo que escucharlo.

―Un sótano entero lleno de comida.―Sonreí mientras que ambas cejas de

Lucas se alzaron―. Comida enlatada, cosas empaquetadas, agua embotellada,

lo que quieras. Lo digo en serio, Luc, estantes de pared a pared, llenos de

comida. Y nadie lo está vigilando. Nos podríamos establecer por meses, quizás

todo el invierno. Todo lo que tenemos que hacer es ir allí y cogerlo antes de que

alguien más lo haga.

Los ojos de Lucas brillaron. Casi podía ver las ruedas de su cerebro girando. La

idea de ir a las ruinas daba miedo como el infierno, pero la promesa de comida

lo opacaba fácilmente.

―¿Dónde est{? ―preguntó.

―Justo después de la zona de muerte. Conoces el tubo de drenaje que

desemboca cerca del viejo< ―Me dio una mirada confundida y me encogí de

hombros―. No te preocupes por eso. Puedo llevarnos hasta allí. Pero tenemos

que salir ahora, mientras hay luz del día.

―¿Ahora?

―¿Quieres esperar a ver si lo bloquean?

Suspiró y sacudió la cabeza hacia el pasillo. Le seguí hacia la sala común.

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―No, pero va a ser riesgoso. Hay muchas patrullas hoy, mascotas y guardias

peinando las calles, todavía en busca de algo. Peor aún, va a empeorar esta

noche.

Entramos a la sala común, donde Rat descansaba en una silla con moho

jugando con su cuchillo, sus piernas colgando sobre el brazo.

―Oh, bueno, la perra perdida regresa ―dijo arrastrando las palabras. Su voz

era nasal y estruendosa, como si su nariz estuviera todavía llena de sangre―.

Estábamos seguros de que habías sido Tomada, o que te habían abierto la

garganta en algún callejón oscuro. Claro que todo era agradable y tranquilo sin

ti, con excepción de tu novio cobarde berreando en la esquina. ―Se burló de mí,

mezquino y desafiante―. Tuve que meter su p{lida cabeza en la jamba de la

puerta para que dejara de gemir.

Lucas pretendió ignorarlo, aunque vi su mandíbula apretarse. Habíamos

mantenido nuestra< cosa< como un secreto a los dem{s, lo que significaba

que no podía mostrar favoritismo saltando en mi defensa. Afortunadamente,

podía cuidar de mí misma.

Le sonreí dulcemente.

―Estoy segura de que lo hiciste. ¿Cómo te est{ tratando esa nariz rota, por

cierto?

Las mejillas hundidas de Rat se sonrojaron, y levantó su cuchillo oxidado.

―¿Por qué no vienes aquí y echas un vistazo?

Lucas golpeó la parte de atrás de su silla, haciéndolo gritar.

―Haz algo útil y saca las mochilas del armario del pasillo ―ordenó―. Allie

―continuó mientras Rat se ponía en pie con el ceño fruncido―, encuentra a

Stick. Si vamos a hacer esto ahora, necesitamos toda la ayuda que podamos

conseguir.

―¿Con qué? ―preguntó Stick, entrando en la habitación. Al ver a los tres, sus

ojos se abrieron y se acercó a mí―. ¿Vamos a alguna parte?

―Oh, ahí est{s. ―Rat sonrió como un perro mostrando sus colmillos―. Sí, sólo

estábamos hablando de cómo no tenemos suficiente comida y de que el eslabón

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más débil, el que no hace nada por aquí, debería alimentar a los vampiros. Y

oye, ése eres tú. Sin resentimientos, ¿verdad?

―Ignóralo ―dije, encontrando la mirada de Rat mientras Stick se encogía―.

Está siendo un imbécil, como de costumbre.

―Hey. ―Rat levantó sus manos―. Sólo estoy siendo honesto. Nadie m{s tiene

las agallas de decirlo, así que yo lo haré.

―¿No se supone que estés haciendo algo? ―preguntó Lucas con voz de

advertencia y Rat salió de la habitación con una mueca, sacando la lengua en

mi dirección. Hice una nota para romper su nariz tan pronto como tuviera la

oportunidad.

Stick frunció el ceño, mirándonos a uno y a otro.

―¿Qué est{ pasando? ―preguntó con cautela―. Ustedes no est{n< ―se calló

y me miró―. Realmente no están discutiendo lo que Rat dijo, ¿verdad? No soy

tan patético< ¿o sí?

Suspiré, lista para hacer caso omiso como si estuviera siendo ridículo, pero

Lucas tomó la palabra antes de que yo pudiera hacerlo.

―Bueno, ahora es tu oportunidad para demostrar que él estaba equivocado

―dijo―. Allison, en su noche errante de locura encontró algo importante.

Vamos a conseguirlo.

Stick parpadeó, miró nerviosamente a Rat entrar a la habitación de nuevo,

cuatro mochilas polvorientas y hechas jirones colgando de sus hombros.

―¿Dónde?

―En las ruinas ―le respondí mientras Rat dejaba caer instant{neamente los

paquetes con horror e incredulidad―. Vamos a entrar en las ruinas.

Nos dividimos en dos equipos, en parte para evitar llamar la atención de las

patrullas vagando por el Fringe, y en parte porque hubiera estrangulado a Rat

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si tuviera que oírlo quejarse una vez más de que nos iban a asesinar por mi

culpa. Stick no estaba contento tampoco, pero al menos se calló después de la

primera ronda de protestas.

Lucas finalmente puso a Rat a escoger: ayudaba o se largaba para no volver.

Personalmente, tenía la esperanza de que eligiera esto último, pero después de

lanzarme una mirada asesina, agarró una mochila del piso y finalmente se calló.

Le di instrucciones a Lucas a la entrada del túnel antes de dividirnos en dos

grupos, y tomando diferentes rutas en caso de toparnos con las patrullas. Los

guardias no ven con buenos ojos a las ratas de la calle ni a los No Registrados, y

debido a que nosotros “no existíamos”, esto nos dio una idea de que podrían

hacer con nosotros lo que quisieran: palizas, objetivos para disparar< y m{s. Ya

había visto suficiente para saber que era cierto. Era casi mejor ser capturados

por los vampiros hambrientos y sin alma, que probablemente beberían tu

sangre y te dejarían morir. Los seres humanos eran capaces de cosas mucho,

mucho peores.

Stick y yo alcanzamos la zanja primero y descendimos a los túneles. Tenía la

linterna, pero era sólo por si acaso. No quería que me atraparan por la luz

artificial o, más importante, gastar toda la batería. El sol que se asomaba a

través de la rejilla era todavía más que suficiente para ver.

―Ser{ mejor que Rat y Lucas lleguen pronto ―murmuré, cruzando los brazos y

mirando las grietas―. Tenemos un montón de cosas que mover, y no queda

mucha luz. No voy a repetir lo de ayer, eso es seguro.

―¿Allie?

Miré a Stick, recostado contra la pared, una mochila de gran tamaño colgando

de sus flacos hombros. Su rostro tenso por el miedo, y sus manos apretaban las

correas tan fuerte que sus nudillos estaban blancos. Estaba tratando de ser

valiente, y por un momento, sentí una punzada de culpa. Stick odiaba la

oscuridad.

―¿Te est{s obsesionando con lo que dijo Rat? ―Solté un bufido y sacudí la

mano―. Ignóralo. Es un pequeño roedor grasiento con un problema de

confianza. Lucas probablemente lo echará pronto, de todas formas.

―Pero él tiene un punto.―Stick dio una patada floja al pavimento, evitando

mis ojos―. Soy el eslabón m{s débil de la banda. No soy bueno robando como

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Rat o peleando como Lucas, y no soy lo suficientemente valiente como para

buscar comida fuera del Muro como tú. ¿Para qué soy bueno, si ni siquiera

puedo cuidar de mí mismo?

Me encogí de hombros, incómoda con esta conversación.

―¿Qué quieres que diga? ―pregunté, mi voz saliendo m{s nítida de lo que

había previsto.

Quizás fue por la pelea con Rat, quizás estaba todavía tensa de la noche

anterior, pero estaba cansada de escuchar excusas, de él deseando que las cosas

fueran diferentes. En este mundo, o eras fuerte o estabas muerto. Y yo apenas

podía cuidar de mí misma, no podía preocuparme por las inseguridades de

alguien más.

―¿No te gusta cómo eres? ―le pregunté a Stick, que se echó atr{s ante mi

tono―. Bien, entonces no seas así. Ten agallas y dile a Rat que se vaya a la

mierda. Dale un puñetazo en la nariz si trata de intimidarte. Haz algo, no sólo

quejarte y luego resignarte. ―Parecía derrumbarse, viéndose miserable y

suspiré―. No puedes depender siempre de mí ―le dije con voz m{s suave―.

Sí, nos cuidamos el uno al otro la mayor parte del tiempo. Sí, Lucas predica los

fines de la unidad y la familia y lo que sea, pero eso es un montón de mierda.

¿Crees que alguno de ellos saltaría delante de un vampiro por ti? ―me burlé

ante el mero pensamiento―. Lucas sería el primero en salir por la puerta, con

Rat detrás de él. Y luego yo.

Stick se dio la vuelta, encorvando los hombros. Era una vieja táctica suya, evitar

el problema y esperar que desapareciera, y eso sólo me molestó más.

―Sé que esto no es lo querías escuchar ―continúe sin piedad―, pero, Dios,

Stick ¡despierta! Así son las cosas. Tarde o temprano, vas a aprender que todos

cuidamos de nosotros mismos por aquí, y de que la única persona de la que

puedes depender es de ti mismo.

Él no respondió, sólo continuó mirando fijamente el pavimento. También me di

la vuelta, apoyada en la pared. No estaba preocupada. Dale unos pocos

minutos, y él volvería a la normalidad, hablando y pretendiendo que nada de

esto había sucedido. Si él quería seguir enterrando su cabeza en la arena, yo no

lo detendría pero tampoco iba a seguir sosteniendo su mano.

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Después de largos minutos, Rat y Lucas todavía no habían aparecido. Me

inquieté y miré al cielo a través de la rejilla. Dense prisa, ustedes dos. Que el

anochecer estuviera tan próximo me inquietaba, pero quería esa comida. Estaba

hambrienta de nuevo, y saber que había un escondite repleto de comida ahí,

más allá de la pared, me estaba volviendo loca. Casi había olvidado lo que era

no estar muriendo de hambre todo el tiempo. No sentir tu estómago tan

acalambrado que querías vomitar, sólo que no había nada en él. No tener que

comer cucarachas y arañas, sólo para mantenerte con vida. O compartir un

pedazo de pan robado con Stick, porque si no cuidaba de él se acurrucaría en

algún lugar y moriría. Si pudiera llegar a esa comida, no tendría que

preocuparme por nada de eso por un largo tiempo. Si Rat y Lucas alguna vez

arrastraban sus lastimosos traseros hasta aquí.

Y entonces, se me ocurrió otra cosa, un pensamiento que la rata callejera cínica

en mí no había tenido antes. Si pudiéramos conseguir esa comida, no me

tendría que preocupar demasiado por Stick. Lucas sería probablemente más

feliz y se estresaría menos, y yo quizás le enseñaría a leer. Incluso Rat podría

intentarlo, si pudiera aguantar enseñarle. De nuevo, no tenía ni idea de adónde

esto nos llevaría, pero toda revolución tiene que empezar en alguna parte.

Los vampiros nos lo han quitado todo, pensé, pateando enojada una piedra contra

la pared. Bueno, pues me voy a asegurar de obtener algo a cambio.

Primero lo primero, sin embargo, y eso era sobrevivir.

Minutos después, Rat y Lucas finalmente aparecieron. Ambos jadeaban y Rat

me miró con ojos como puñales mientras bajaba por la escalera, sus pequeños

ojos brillantes llenos de miedo y odio.

―¿Qué pasó? ―pregunté, estrechando mis ojos mientras que Lucas descendía

por el tubo.

―Nos encontramos con un par de mascotas cerca de la estatua rota ―murmuró

mientras aterrizaba a mi lado, limpiando el sudor de su frente―. Nos siguieron

por varias cuadras antes de que los perdiéramos en el parque. Todo el mundo

está tenso por allá. Ojalá supiera que estaba pasando.

―Esto es estúpido.―Interrumpió Rat, su mirada recorriendo arriba y abajo del

túnel, como si se fuera a cerrar sobre él―. No deberíamos ir< ahí.

―¿Deberíamos volver? ―susurró Stick.

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―No ―le espeté―. Si no hacemos esto ahora, quién sabe cuándo volvamos a

tener la oportunidad.

―¿Cómo podemos siquiera saber que est{ diciendo la verdad? ―continuó Rat,

cambiando de táctica ahora que no me podía asustar para que me diera por

vencida―. ¿Un sótano lleno de comida? Por favor. ―Sus labios se curvaron―.

Las chicas no saben qué buscar. Quizás vio unas pocas latas vacías y sacó

conclusiones. Quizás está demasiado asustada y necesita un tipo grande y

fuerte para mantenerla a salvo.

―Sigue hablando, idiota. Creo que es divertido que uses palabras tan

complejas.

―¿Se van a callar los dos? ―interrumpió Lucas, mostrando lo cerca que estaba

de su límite―. ¡Estamos perdiendo tiempo! Allie, conoces el camino, ¿verdad?

―Me hizo una señal por el túnel―. Después de ti.

El cielo era considerablemente más oscuro cuando salimos de la zanja de

drenaje a cielo abierto, mirando alrededor con cautela. Arriba, las nubes grises

se congregaron y el destello de un relámpago iluminó el suelo.

―Se avecina una tormenta ―murmuró Lucas innecesariamente, mientras que

el rugido de un trueno seguía su declaración. Murmuré una maldición. De

vuelta en Nueva Covington, la lluvia llenaría los pozos y las cisternas del sector

y adem{s sacaría cosas a la superficie―. Y el sol se pone. Tenemos que hacer

esto ahora.

―Vamos ―dije, abriéndome paso a través de las malas hierbas y la maleza,

cuya altura alcanzaba la parte superior de la pendiente. Seguimos trepando por

la zanja hasta que llegamos a la orilla, y las ruinas vacías se extendían ante

nosotros, silenciosas y amenazadoras en la penumbra de la tarde.

Rat maldijo y Stick estaba respirando con dificultad, casi hiperventilando.

―No puedo hacer esto ―susurró, superando la distancia que nos separaba de

la zanja―. No puedo entrar ahí. Tengo que volver. Déjenme regresar.

―Lo sabía ―se burló Rat―. Te est{s orinando, pequeño cobarde. Totalmente

inútil. Déjenlo huir, pero que sepa que no va a tener nada de mi porción de

comida.

Lucas agarró el brazo de Stick antes de que pudiera huir.

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―Rat tiene razón. Si haces esto, no esperes una parte de lo que llevemos de

vuelta.

―No me importa ―jadeó Stick, sus ojos muy abiertos―. Esto es una locura. El

sol está a punto de bajar. Todos ustedes van a ser asesinados.

―Stick ―dije tratando de ser razonable―, no sabes el camino de vuelta. ¿Vas a

atravesar los túneles en la oscuridad? ¿Solo?

Eso pareció llegarle. Dejó de luchar contra Lucas y lanzó una mirada temerosa a

la oscura entrada de las alcantarillas. Con los hombros caídos, me miró,

suplicante.

―No quiero hacerlo ―susurró―. Volvamos Allie, por favor. Tengo un mal

presentimiento.

Rat hizo un sonido de disgusto y mi molestia se encendió.

―No ―dije rotundamente―. Nos seguimos moviendo. Todavía hay algo de

luz. No vamos a volver sin esa comida. ―Miré a Stick con una sonrisa

alentadora―. Espera a ver lo mucho que hay, valdrá la pena.

Aún se veía aterrorizado pero nos siguió en silencio mientras recorríamos las

calles agrietadas y laberínticas, saltando por encima de las raíces y esquivando

coches oxidados para vencer a la tormenta que se avecinaba.

Un pequeño rebaño de ciervos se esparció detrás de nosotros mientras nos

apurábamos por la acera, y una bandada de cuervos se elevó en el aire con

graznidos asustados. Pero aparte de eso, las ruinas estaban silenciosas a

excepción de nuestros pasos golpeando sobre el cemento y nuestra propia

respiración.

A medida que los conduje por el patio medio derruido, las primeras gotas de

lluvia empezaron a caer. Para el momento en el que nos habíamos reunido en el

pequeño edificio, un diluvio estaba golpeando el techo de hojalata y entraba por

los agujeros. Encendí la linterna mientras bajaba la escalera del sótano, medio

aterrorizada de que cuando entráramos la comida ya no estuviera. Pero todo

estaba como lo había dejado: una sección de la estantería estaba rota y yacía en

el cemento, y habían latas esparcidas por todas partes, brillando por la luz de la

linterna.

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―Dios mío. ―Rat me adelantó, tropezando adentro de la habitación. Su boca se

abrió mientras examinaba con ojos hambrientos las paredes llenas de latas―. La

perra no estaba bromeando. Mira todo eso.

―Es todo eso< ¿comida? ―preguntó tímidamente Stick. Y antes de que

pudiera responderle, Rat me sorprendió con una risa salvaje y ruidosa.

―¡Claro que lo es, imbécil! ―Arrebatando una lata de los dedos de Stick, abrió

la lata y se la mostró―. ¡Mira eso! Dime si no es la cosa m{s genial que has visto

en tu vida.

Stick parpadeó con asombro, casi dejando caer la lata abierta pero Rat no

pareció darse cuenta. Agarrando dos latas más del piso, arrancó sus tapas y

empezó a excavar usando sus largos y sucios dedos.

―Realmente no tenemos tiempo para esto ―les advertí, pero ni siquiera Lucas

me estaba escuchando, ocupado tirando de la tapa de su propia lata. Stick me

dio una mirada de disculpa antes de sacar un puñado de frijoles y devorarlos

con tanto gusto como Rat, cuyo rostro estaba ahora manchado con una capa

viscosa.

―¡Chicos! ―intenté de nuevo―. No podemos estar aquí embutiéndonos cosas

toda la noche. Nos estamos quedando sin tiempo. ―Pero ellos eran sordos a

mis argumentos, borrachos por la cantidad de comida y por la posibilidad de

llenar sus estómagos. Eso es lo que ser No Registrado te enseña: cuando

encuentres comida, come tanto como puedas porque no sabes cuándo será tu

próxima comida. Aun así, todo en lo que podía pensar era en cómo se estaban

engordando a sí mismos para las cosas que nos querían comer.

Afuera, la tormenta se había recogido, aullando contra las paredes del edificio,

y el agua empezó a gotear a través de la trampilla. Estaba muy oscuro arriba, el

crepúsculo tenue y las nubes ocultando el poco sol que quedaba. Me asomé por

la escalera, estrechando mi mirada. Los espacios entre las tablillas eran casi

imposibles de ver en la oscuridad, pero me pareció ver algo moverse afuera de

la pared. Pudo haber sido la rama de un árbol, agitada por el viento, o quizás

pudo haber sido mi imaginación.

Apagué la linterna. La sala se hundió en las sombras. Hubo un grito brusco de

Stick, y luego de un momento de silencio todo el mundo finalmente se dio

cuenta de lo que estaba sucediendo.

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―Hay algo all{ fuera ―dije en la quietud, muy consciente del latido de mi

corazón palpitando contra mis costillas. Y, sólo por un momento, me pregunté

por qué había sido lo suficientemente estúpida para haberlos llevado a todos

allí. Stick tenía razón, este había sido un error. En la oscuridad, con la lluvia

arreciando afuera, los montones de comida no parecían algo por lo que valía la

pena morir―. Tenemos que salir de aquí ahora.

―Tomen las mochilas―La voz de Lucas era {spera, avergonzada, mientras se

limpiaba la boca con el dorso de la mano. Le lancé una mirada y era difícil ver

su rostro en la oscuridad, pero debió ver mi expresión―. No nos iremos con las

manos vacías ―dijo―, pero hagamos esto lo m{s r{pido posible. Tomen tanto

como puedan, pero no tanto como para que los haga más lentos. No vamos a

llevar todo en un solo viaje, de todas maneras. ―Empecé a decir algo, pero me

interrumpió con un gesto brusco―. ¡Muévanse!

Sin discutir, Rat y Stick se arrodillaron y empezaron a rellenar sus mochilas con

latas, moviéndose tan silenciosamente como podían. Después de un momento,

abrí la cremallera de mi maleta y me uní a ellos. Durante varios minutos, los

únicos sonidos fueron el roce de las manos en la oscuridad, el ruido de metal

contra metal y la lluvia golpeando el techo.

Podía oír la respiración asustada de Stick, las maldiciones ocasionales de Rat

mientras dejaba caer las latas con prisa dentro de la mochila. No hablé con

nadie mientras trabajaba, sólo miré hacia arriba cuando mi mochila se llenó.

Subiendo la cremallera, me la puse en los hombros, haciendo una mueca debido

al peso. Me podía frenar un poco, pero Lucas tenía razón: habíamos llegado

demasiado lejos como para volver con las manos vacías.

―¿Todos listos? ―preguntó Lucas, con su voz gruesa suave en la oscuridad.

Miré alrededor mientras Rat y Stick terminaban de cerrar sus mochilas y se

ponían en pie, Stick gruñendo bajo el peso de su bolsa medio llena―. Salgamos

de aquí, entonces. Allie, indica el camino.

Salimos del sótano, avanzando poco a poco hasta el cobertizo en ruinas. El

agua venía de la tormenta, corriendo en arroyos desde el techo, salpicando

todo. En algún lugar de la oscuridad, gotitas se agolpaban en un cubo de metal

con un tintineo rítmico. Sonaba como los latidos de mi corazón: rápidos y

frenéticos. Una ráfaga de viento abrió la puerta con un chirrido, golpeándola

con el costado del edificio. Más allá de la estructura, las ruinas eran borrosas y

oscuras.

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Tragué saliva y salí a la lluvia.

El agua me empapó en medio segundo, deslizándose por mi cuello y

aplastando mi cabello. Me estremecí y encorvé mis hombros, dando zancadas a

través de la hierba alta y mojada. Detrás de mí, oía a los demás seguir mis pasos

mientras me abría camino entre las malas hierbas. Un rayo parpadeó sobre mi

cabeza, convirtiendo todo en blanco por una fracción de segundo, mostrando

hileras de casas ruinosas antes de sumergir todo en la oscuridad una vez más.

Un trueno retumbó. A medida que su rumor se desvaneció, me pareció oír otro

sonido hacia mi izquierda. Un leve susurro que no provenía de mis amigos

atrás de mí.

Algo rozó mis jeans en la hierba, algo duro y puntiagudo. Me aparté y

encendiendo la linterna, iluminé lo que fuera que me había enganchado en la

oscuridad. Era un cráneo, pequeño y hendido, unido a una pata trasera que

llevaba a la carcasa eviscerada de una cierva, echada de lado en el suelo. Su

estómago había sido desgarrado, e intestinos y entrañas se derramaban del

agujero como serpientes rosadas. Sus ojos, vidriosos y oscuros, miraban

fijamente la lluvia sin verla.

―¿Allie? ―susurró Lucas, que venía detr{s de mí― ¿Qué est{<? Oh mierda.

Dirigí la linterna, tomando aire para gritar una advertencia a los demás.

Algo pálido y terrible se levantó de la hierba, detrás de Rat, todo miembros,

garras y dientes brillantes. Antes de que él supiera lo que estaba pasando, lo

había arrancado de sus pies. Ni siquiera tuve tiempo de gritar antes de que se

desvaneciera en la oscuridad con un gemido.

Luego empezó a gritar.

No se detuvo. No respiró lo suficiente para gritar la palabra. La hierba que nos

rodeada empezó a moverse, agitándose sin control mientras se acercaban a

nosotros, y sólo corrimos. Detrás de nosotros los gritos agonizantes de Rat se

detuvieron abruptamente y no miramos atrás. Llegué a la alambrada que

rodeaba el patio y salté sobre ella, aterrizando inestablemente cuando el peso de

la mochila casi me volcó. Lucas estaba justo detrás de mí, usando ambas manos

para alzarse sobre el borde. Stick pasó por encima y cayó en la suciedad del otro

lado, pero se puso de pie en un instante y me siguió mientras corríamos.

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―¡Allie!

El grito de Lucas me hizo mirar atrás. Su mochila se había enganchado en las

púas de la parte superior de la valla, y estaba tirando de ella frenéticamente, sus

ojos enormes. Eché un vistazo a Stick, alejándose en la oscuridad y juré.

―¡Deja la mochila, maldita sea! ―grité, dando un paso hacia Lucas pero mi voz

se ahogó en el rugido de un trueno, y Lucas siguió tirando de ella,

aterrorizado―. Lucas, ¡deja la mochila ya! ¡Sólo salgamos de aquí!

El entendimiento regresó a su rostro. Se salió de las correas, justo cuando un

brazo largo y blanco agarraba su camiseta, arrastrándolo contra la valla. Lucas

gritó, tirando aterrado, tratando de liberarse, pero otra garra se acercó y sus

gritos se convirtieron en gorgojeos. Mi instinto se desvaneció. Miré, aturdida,

como Lucas fue arrastrado, pateando y gimiendo, de nuevo encima de la valla,

y como desapareció bajo la pálida masa de criaturas al otro lado. Sus gritos no

duraron tanto como los de Rat, y para ese momento, ya estaba corriendo detrás

de Stick, ignorando mis entrañas retorcidas y sin atreverme a mirar atrás.

Apenas podía distinguir la silueta desgarbada de Stick en la distancia,

corriendo por la mitad del sendero, zigzagueando entre los coches.

Despojándome de mi mochila, lo seguí, sintiéndome muy expuesta en el

espacio abierto. La lluvia fue poco a poco cesando, lo peor de la tormenta

pasando a la ciudad. Por encima del rumor del agua, oí el ruido metálico de las

latas golpeando contra su espalda con cada paso que daba. Presa del pánico, no

había pensado en quitarse la mochila, tampoco. Corrí tras de él, sabiendo que

no podría mantener ese ritmo por mucho más tiempo.

Dos cuadras más adelante, lo encontré apoyado en capo oxidado de un coche

volteado, al lado de un árbol que crecía fuera de la acera. Estaba jadeando tan

fuerte que no podía hablar. Me agaché junto a él, respirando con dificultad,

viendo las muertes de Lucas y de Rat una y otra vez, sus gritos resonando en

mi mente.

―¿Lucas? ―La voz de Stick era tan suave que apenas la escuché.

―Muerto. ―Mi voz sonó como si perteneciera a otra persona. No parecía real

que lo había perdido. Mi estómago amenazó con subir por mi garganta, y lo

obligué a bajar―. Est{ muerto ―susurré de nuevo―. Los Rabiosos lo cogieron.

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―Oh, Dios. ―Las manos de Stick fueron a cubrir su boca―. ¡Oh, Dios, oh, Dios,

oh, Dios!

―Hey ―le espeté, y lo empujé, deteniendo sus palabras antes de que se

volvieran aún m{s frenéticas―. Detente. Tenemos que conservar la cordura si

vamos a salir de aquí, ¿bien?

Ya habría tiempo para derramar lágrimas, pero ahora mismo, lo más

importante era encontrar la manera de seguir con vida. Stick asintió con la

cabeza, sus ojos aún vidriosos y atemorizados.

―¿A dónde vamos ahora?

Empecé a mirar alrededor para orientarme, pero de repente noté algo que me

heló la sangre.

―Stick ―dije en voz baja, mirando su pierna―, ¿qué pasó?

La sangre manaba de una herida en su rodilla, traspasaba la delgada tela de sus

pantalones.

―Oh ―respondió Stick, como si acabara de notarlo―. Me debí haber cortado

cuando me caí de la valla. No es muy profundo< ―Se detuvo cuando vio mi

rostro―. ¿Por qué?

Me levanté lentamente, cuidadosamente, mi boca secándose.

―Sangre ―murmuré, retrocediendo―. Los Rabiosos pueden oler la sangre si

est{n lo suficientemente cerca. Tenemos que irnos aho<

Saltó arriba del carro con un aullido atacando el espacio en el que había estado

hacía un momento, rompiendo el metal con sus garras. Stick gritó y se alejó,

deslizándose detrás de mí mientras la cosa sobre el carro daba un escalofriante

aullido y nos miraba directamente.

Había sido humano una vez, eso era lo más horrible. Todavía tenía una cara

vagamente humana y el cuerpo escuálido, aunque su piel, casi de color blanco

puro y estirada con fuerza sobre sus huesos, parecía más un esqueleto que

humano. Los hilos rotos de lo que habían sido ropas colgaban, y su cabello

estaba enredado. Sus ojos eran orbes blancos sin iris o pupilas, sólo un blanco

muerto. Saltó del coche y nos siseó, dejando al descubierto una boca llena de

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dientes puntiagudos, los dos colmillos de gran tamaño extendiéndose afuera

como los de una serpiente.

Detrás de mí, Stick gemía, sonidos suaves y ahogados que no tenían sentido, y

capté el fuerte olor a amoniaco de la orina. Con mi corazón palpitando, me

aparté de él, y la mirada hueca del Rabioso me siguió antes de volver a Stick.

Sus fosas nasales se ensancharon y espuma con sangre goteaba de su

mandíbula mientras daba un pasó tambaleante al frente.

Stick se congeló de terror, viendo al Rabioso como un ratón acorralado miraría

a una serpiente. No tenía idea de porqué hice lo que hice después, pero mi

mano alcanzó mi bolsillo y agarró el cuchillo. Tirando de la hoja abierta, cerré

mi puño alrededor del filo, y, antes de pensarlo mejor, lo deslicé y corté mi

palma.

―¡Hey! ―grité, y el Rabioso puso su horrible mirada en mí―. Eso es

―continué, retrocediendo, saltando por encima de otro carro tan f{cilmente

como si estuviera caminando―. Mírame a mí, no a él, Stick ―dije sin apartar

mis ojos del Rabioso, poniendo un carro entre él y yo―. Sal de aquí. Encuentra

el drenaje, te llevará de vuelta a la ciudad. ¿Me oyes?

No hubo respuesta. Di una mirada de reojo y vi que él seguía congelado en el

mismo punto, con los ojos pegados en el Rabioso que me acechaba.

―¡Stick! ―susurré furiosamente, pero él no sé movió―. Maldita sea, pedazo de

mierda sin agallas, ¡lárgate de aquí!

Con un grito escalofriante nada humano, el Rabioso se abalanzó.

Corrí, agachándome detrás de un camión, escuchando el chirriar del metal

arañado por sus garras. Lo esquivé y me abrí camino hasta el vehículo lleno de

basura, manteniendo los coches entre nosotros mirando hacia atrás para medir

lo cerca que estaba. Gruñó y me siseó sobre los carros, sus ojos hundidos

ardiendo con locura y hambre y sus garras dejando marcas blancas en el óxido.

Lo esquivé detrás de otro coche, buscando frenéticamente un arma alrededor:

un tubo, una rama que pudiera usar como un bate, lo que fuera. El grito del

Rabioso resonó detrás de mí, terriblemente cerca. Mientras me agachaba para

agarrar un trozo roto de pavimento de la acera, vi una pálida forma por el

rabillo del ojo y me volví con rapidez, balanceándolo con todas mis fuerzas.

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El concreto irregular golpeó al Rabioso en la sien mientras se abalanzaba sobre

mí, sus garras a centímetros de mi rostro. Oí algo romperse bajo la piedra

mientras noqueaba a la criatura, golpeándola contra la puerta de un carro. El

Rabioso colapsó en el asfalto, tratando de levantarse, y yo bajé la piedra de

nuevo contra la parte de atrás de su cráneo. Una vez, dos veces y de nuevo.

El Rabioso gritó y se retorció. Sus miembros se sacudieron esporádicamente

antes de caer a la acera. Un charco oscuro brotaba bajo su cabeza y se extendía

por la calle.

Temblando, dejé caer la piedra y me dejé caer en el suelo. Me temblaban las

manos, mis rodillas también temblaban y mi corazón estaba haciendo todo lo

posible para latir bajo mis costillas. El Rabioso parecía más pequeño en muerte

que en vida: todas sus extremidades eran frágiles y sus huesos sobresalían. Pero

su rostro era tan horrible y aterrador como siempre; sus colmillos congelados en

un gruñido y sus ojos blancos sin alma con la mirada fija en mí.

Y luego un silbido detrás de mí hizo que mi corazón se detuviera por segunda

vez.

Me di la vuelta lentamente mientras otro Rabioso salía de detrás del carro, sus

brazos y boca manchados de húmedo carmesí. Se aferraba a una rama con una

garra< sólo que la rama tenía cinco dedos y los restos destrozados de una

camisa se aferraban a ella. Al verme, el Rabioso dejó caer el brazo al pavimento

y se arrastró hacia delante.

Lo siguió otro más. Y otro saltó al techo de un coche, siseando. Me giré y

enfrenté a dos más que se deslizaban por debajo de un camión, sus ojos pálidos

clavados en mí. Cinco de ellos. Desde todas las direcciones. Y yo, en el centro.

Sola.

Se hizo el silencio. Todo lo que oía era mi pulso rugiendo en mis oídos, y mi

respiración entrecortada. Miré alrededor a los pálidos Rabiosos, a menos de tres

metros de mí en todas las direcciones y por un momento me sentí tranquila. Así

que este era el sentimiento de saber que estas a punto de morir, de que nadie te

puede ayudar y de que todo habría terminado en unos pocos segundos.

En ese breve momento entre la vida y la muerte, miré los carros y vi una figura

en zancadas hacia mí, su silueta negra recortada contra la lluvia. Algo brillante

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brillaba en su mano, pero entonces un Rabioso se entrometió en mi campo de

visión y ya no estaba<

El instinto de supervivencia se activó y corrí.

Algo me golpeó por detrás, muy duro, y el calor se extendió por encima de mi

cuello y espalda, aunque no había dolor. El golpe me tiró hacia delante y

tropecé, cayendo de rodillas. El peso cayó sobre mí, chillando, halándome, y

tiras brillantes de fuego comenzaron a extenderse por mis hombros. Grité y me

di la vuelta usando mis piernas para alejarlo pero otra criatura pálida llenó mi

visión, y lo único que podía ver era su cara, sus colmillos y sus ojos en blanco,

muertos, lanzándose hacia delante. Mis manos salieron disparadas golpeando

su mandíbula, manteniendo sus dientes lejos de mi cara. Gruñó y hundió sus

colmillos en mi muñeca, masticando y desgarrando, pero yo apenas sentí dolor.

Todo en lo que podía pensar era en mantener sus colmillos lejos de mi garganta,

aunque sabía que sus garras estaban desgarrándome el pecho y el estómago,

tenía que mantenerlo lejos de mi garganta.

Y entonces los otros se acercaron, gritando, arrancando. Y lo último que recordé

antes de que la niebla roja finalmente se sumergiera en el negro fue un destello

de algo brillante y el cuerpo del Rabioso cayendo sobre mi pecho mientras su

cabeza seguía mordiéndome el brazo.

Luego no hubo nada.

Cuando me desperté, sabía que estaba en el infierno. Mi cuerpo entero estaba

incendiándose, o por lo menos así se sentía, aunque no podía ver las llamas.

Estaba oscuro y una lluvia ligera caía del cielo, lo que se me hizo extraño para el

infierno. Luego una figura oscura se cernió sobre mí, sus ojos azabaches

perforando los míos y pensé que lo conocía de antes< de alguna parte. ¿No lo

había conocido antes<?

―¿Puedes oírme? ―Su voz era familiar, también, baja y tranquilizadora.

Page 63: The immortal rules - Julie kagawa

63

Abrí mi boca para responder pero sólo un gorgoteo ahogado se me escapó.

¿Qué estaba mal conmigo? Me sentía como si mi boca y garganta estuvieran

obstruidas con lodo caliente.

―No intentes hablar. ―La voz calmante irrumpió entre mi agonía y mi

confusión―. Escúchame, humana. Est{s muriendo. El daño que los Rabiosos le

hicieron a tu cuerpo es demasiado. Te quedan solo unos minutos en este

mundo. ―Se acercó, su rostro lleno de intensidad―. ¿Entiendes lo que te estoy

diciendo?

A duras penas. Mi cabeza se sentía pesada, todo era borroso y surreal. El dolor

aún estaba presente, pero parecía más lejano, como si estuviera desconectada de

mi cuerpo. Traté de alzar mi cabeza para ver la extensión de mis heridas, pero

el extraño me puso una mano en el hombro, deteniéndome.

―No ―dijo gentilmente, recost{ndome―. No mires. Es mejor que no lo veas.

Solo tienes que saber que, no importa lo que escojas, morirás hoy. La forma de

tu muerte, sin embargo, depende de ti.

―¿Qué<? ―Me ahogue en esa humedad c{lida, y la escupí para aclararme la

garganta―. ¿Qué quieres decir? ―Mi voz sonaba extraña a mis propios oídos.

El extraño me miró sin expresión alguna.

―Te estoy dando a escoger ―dijo―. Eres lo suficientemente inteligente para

saber lo que soy, lo que estoy ofreciendo. Te vi llamar a los Rabiosos para salvar

a tu amigo. Te vi luchar por tu vida cuando la mayoría se hubiera recostado y

muerto. Veo en ti< potencial. Puedo poner fin al dolor ―continuó, quit{ndome

un mechón de cabello de los ojos―. Puedo liberarte de la espiral mortal, y

puedo prometerte que no pasar{s la eternidad como uno de ellos. ―Señaló al

cuerpo p{lido, arrugado contra una llanta unos pocos metros m{s all{―. Puedo

darte esa paz, al menos.

―¿O? ―susurré. Él suspiró.

―O< puedo hacerte una de nosotros. Puedo desangrarte hasta la muerte y

darte mi sangre, para que cuando mueras te alces de nuevo< como una

inmortal. Un vampiro. Será una vida distinta, y quizás no una a la que

sobrevivas. Quizás prefieras estar muerta con tu alma que existir para siempre

sin una, pero la elección, y la forma en la que morirás, dependen de ti.

Page 64: The immortal rules - Julie kagawa

64

Me recosté ahí, tratando de recuperar el aliento con mi mente girando a toda

velocidad. Estaba muriendo y este extraño, este vampiro, estaba ofreciéndome

una salida.

Morir como humana, o convertirme en un chupasangre. De cualquier forma, la

elección era la muerte porque los vampiros estaban muertos, sólo que tenían la

audacia de seguir viviendo; cadáveres andantes que cazaban humanos para

sobrevivir. Odiaba los vampiros, todo sobre ellos: sus ciudades, sus mascotas,

su dominación sobre la raza humana< los despreciaba con todo mí ser. Ellos

me lo habían quitado todo, todo lo que era importante. Nunca los perdonaría

por lo que había perdido.

Y había estado tan cerca, tan cerca de cambiar algo. De quizás haber hecho la

diferencia en este mundo estúpido, jodido. Había querido saber lo que era no

vivir bajo las reglas de los vampiros, no estar siempre muriendo de hambre, no

tener que alejar a todo el mundo porque tenías miedo de que murieran frente a

ti. Ése mundo había existido, una vez. Si sólo hubiera podido hacerles caer en

cuenta a los dem{s de eso< pero esa posibilidad se había esfumado. Mi mundo

permanecería como siempre había sido: oscuro, sangriento y sin esperanza. Los

vampiros siempre reinarían, y yo no podría cambiar nada.

Pero había otra elección.

―Te est{s quedando sin tiempo, pequeña humana.

Deseaba haber podido decir que prefería morir antes que convertirme en

chupasangre. Hubiera deseado tener el coraje, la fuerza, para aferrarme a mis

convicciones, pero en la realidad, cuando encaraba a la muerte y al gran

desconocimiento de lo que le seguía, mi instinto de supervivencia se aferraba

salvajemente a cualquier cuerda de salvación disponible. Incluso si significaba

convertirme en algo que detestaba, mi naturaleza era, siempre, sobrevivir.

El desconocido, el vampiro, todavía estaba arrodillado a mi lado, esperando mi

respuesta. Miré arriba a sus ojos profundos y tomé mi decisión.

―Quiero< vivir.

El extraño asintió. No me preguntó si estaba segura. Sólo se acercó y deslizó sus

manos bajo mi cuerpo.

―Esto doler{ ―me advirtió, y me levantó en sus brazos.

Page 65: The immortal rules - Julie kagawa

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Aunque fue gentil, gemí por el dolor que recorría mi cuerpo roto, ahogando un

grito mientras el vampiro me acunaba en su pecho. Bajó su cabeza lo

suficientemente cerca para que yo viera su piel pálida y fría y los círculos

oscuros bajo sus ojos.

―Est{s advertida ―dijo en voz baja―, incluso si te convierto ahora, hay

todavía una oportunidad de que te levantes como un Rabioso. Si eso pasa te

destruiré permanentemente. Pero no te abandonaré ―prometió con una voz

incluso más suave―. Me quedaré contigo hasta que la transformación,

cualquiera que sea, esté completa.

Sólo pude asentir. Luego los labios del vampiro se entreabrieron y vi sus

colmillos crecer, alargarse, volverse largos y filosos. No eran nada como los

dientes de los Rabiosos, irregulares como vidrios rotos. Los colmillos de los

vampiros eran instrumentos quirúrgicos, precisos y peligrosos, casi elegantes.

Me sorprendí. Incluso viviendo tan cerca de los chupasangres, nunca había

visto las armas para matar de los vampiros hasta ahora.

Mi pulso palpitaba y vi aletear las ventanas de su nariz como si estuviera

oliendo la sangre pasando a través de mis venas bajo mi piel. Sus ojos

cambiaron, haciéndose incluso más oscuros, las pupilas expandiéndose hasta

que absorbieron todo el blanco. Antes de que pudiera aterrorizarme, antes de

que pudiera cambiar de opinión, él bajo su cabeza en un movimiento fluido, y

esos largos y brillantes colmillos se enterraron en mi garganta.

Jadeé, arqueando la espalda, mis manos enterradas en su camisa. No podía

moverme o hablar. Dolor, placer y calor fluían por mi cuerpo, inundándome las

venas. Alguien me había dicho una vez que había alguna clase de narcótico en

los colmillos de un vampiro, un agente calmante, por lo que tener los largos

incisivos en tu cuello no era una terrible agonía como debería ser. Por supuesto,

esas eran solo especulaciones. Quizás no había una explicación científica.

Quizás la mordida de un vampiro sólo se sentía así: agonía y placer, todo al

mismo tiempo.

Podía sentirlo beber, no obstante, podía sentir la sangre dejando mis venas a

una velocidad alarmante. Me sentía adormecida y soñolienta, y el mundo

empezó a ponerse borroso en los bordes. Abruptamente, el vampiro me liberó,

llevó una mano a sus labios y abrió su muñeca con los colmillos. Mientras yo lo

observaba, mareada y casi insensible, presionó su brazo sangrante a mi boca.

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Sangre espesa y caliente se deslizó en mi lengua, y yo me retorcí tratando de

alejarme, pero la mano que me presionaba era tan inamovible como un muro.

―Bebe ―me ordenó una voz baja y severa y yo lo hice, pregunt{ndome si la

vomitaría ahí mismo.

No lo hice. Sentí la sangre deslizarse por mi garganta, construyendo un camino

hacia mi estómago. El brazo no se movió y el líquido caliente continúo fluyendo

dentro de mi boca. Sólo cuando había tragado tres o cuatro veces, la muñeca se

alejó y el vampiro me recostó en el suelo. El pavimento estaba duro y frío contra

mi espalda.

―No sé si llegué a ti a tiempo ―murmuró casi para sí mismo―. Tendremos

que esperar y ver qué será de ti. Y en lo que te convertirás.

―¿Qué< suceder{ ahora? ―Estaba apenas lo bastante consciente para obligar

a las palabras a salir. Adormilada, lo miré mientras el dolor se desvanecía en

palpitaciones que le pertenecían a alguien más. La oscuridad se arrastró a los

bordes de mi visión como un millón de hormigas.

―Ahora, pequeña humana ―dijo el vampiro poniendo una mano en mi

frente―, ahora morir{s. Y con un poco de suerte te veré al otro lado.

Luego, mis ojos se cerraron, la negrura me arrastró y, recostada en la lluvia en el

gélido abrazo de un vampiro sin nombre, dejé el mundo de los vivos.

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PARTE II

V A M P I R O

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C A P Í T U L O 5

Traducido por cmf_428

Corregido por Connie

Fragmentos de pesadillas plagaron la oscuridad.

Lucas y Rat, siendo arrastrados bajo codiciosas manos blancas.

El venado muerto, se alzaba del césped para observarme, sus costillas profundas

brillaban a la luz de la luna. Corriendo a través de los autos aislados y corroídos, cientos

de cosas pálidas persiguiéndome, chillando y siseando a mi espalda.

Arrancando la parte superior de los cestos metálicos, encontrándolos llenos de oscura

sangre roja, y tom{ndola furiosamente…

Me enderecé, gritando, arañando en la oscuridad. A medida que abría mis ojos,

una luz abrasadora me cegó, y me encogí con un siseo. A mi alrededor, sonidos

extraños asaltaron mis tímpanos, familiares pero amplificados un cien por

ciento. Podía oír el bullicio de una cucaracha que huía por la pared. El goteo del

agua sonaba como una cascada. El aire se sentía frío y húmedo contra mi piel,

pero de una manera extraña, podía sentirlo, pero no hacía frío en absoluto.

Me sentía cerosa y rígida, vacía como un saco flácido. Cautelosamente giré mi

cabeza y el fuego se extendió por mis venas, caliente y abrazador, casi

cegándome de dolor. Me arqueé con un grito a medida que las llamas se

dispersaban a cada parte de mi cuerpo, una agonía líquida disparando a través

de mi piel. Me dolía la boca, mi mandíbula superior se sentía tirante, como si

algo filoso estuviera presionando contra mis encías, tratando de salir.

Destellos de emoción, como fragmentos de la vida de alguien más, oscilaban a

través de mi cabeza. Lástima. Empatía. Culpa. Por un segundo, me vi a mí

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misma, a mi cuerpo, retorciéndose en el piso, arañando el cemento y las

paredes. Pero entonces un rayo de dolor dio vuelta a mi estómago,

doblándome por la mitad, y la imagen extraña se perdió.

La presión contra mi mandíbula había aumentado de una manera insoportable,

y grité otra vez, sonando como un animal gruñendo. Y de repente, algo explotó

a través de mis encías, aliviando el dolor. El calor a través de mis venas fluctuó

y murió, me dejé caer contra el cemento duro, estremeciéndome de alivio. Pero

había un nuevo dolor dentro de mí, un vació, un dolor palpitante irradiando de

alguna parte de mi centro. Me empujé a mis manos y rodillas, temblando,

gruñendo en lo profundo de mi garganta. Hambrienta ¡Estaba hambrienta!

¡Necesitaba comida!

Algo se presionaba contra mi cara, frío y húmedo. ¿Plástico? Retrocedí con un

gruñido. Espera, la bolsa olía a comida ¡Era comida! Me lancé hacia adelante,

hundiendo mi diente en la bolsa, desgarrándola en el aire. Algo inundó mi

boca, era frío y espeso, empalagoso. No cálido, como debería ser, pero, ¡seguía

siendo comida! Succioné y desgarré el endeble plástico, liberando la comida

que se encontraba dentro, sentía cómo se deslizaba desde mi garganta hasta mi

estómago.

Y entonces, ni bien la horrible hambre se desvaneció y el dolor interno se llenó,

me di cuenta de lo que estaba haciendo.

―Oh, Dios. ―Tirando la bolsa destrozada, miré mis manos, cubiertas de

sangre. El suelo sobre el que me encontraba, estaba manchado con ella, había

manchas oscuras contra el cemento. Podía sentirlo alrededor de mi boca, en mis

labios y en mi barbilla, la esencia llenando mi nariz―. Oh, Dios ―susurré otra

vez, alejándome sobre mi trasero. Golpeé una pared y observe con horror la

escena que tenía enfrente ―. ¿Qué< que estoy haciendo?

―Tomaste una decisión ―dijo una voz profunda a mi derecha, y alcé la vista.

El vampiro apareció sobre mí, alto y solemne. Una vela parpadeante se posaba

detrás de él al final de una mesa, la luz que me cegó antes. Seguía siendo

dolorosamente brillante, y me volteé.

―Querías sobrevivir, para volverte una de nosotros.―Miro a la bolsa de sangre

rota, tendida unos pocos metros m{s all{―. Tú elegiste esto.

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Cubrí mi boca con una mano temblorosa, tratando de recordar lo que había

dicho. Todo lo que podía ver era sangre, y a mí misma con una ira animal,

desgarrando algo, dejándolo abierto. Mi mano cayó hasta mis labios y

mandíbula, sondeando mis dientes de donde el dolor provenía. Aspiré

rápidamente.

Allí estaban. Colmillos. Muy largos y muy, pero muy filosos. Retiré mi mano.

Era cierto, entonces. Realmente hice lo impensable. Me convertí en lo que más

odiaba en el mundo. Un vampiro. Un monstruo.

Me desplomé contra la pared, temblando. Miré hacia abajo, y parpadeé

sorprendida. Mis ropas viejas ya no estaban. En vez de mis delgados y

desgastados, pantalones y camiseta parchados, estaba usando unos jeans negros

y una camiseta oscura sin ningún agujero o desgarro. La chaqueta rota, sucia y

manchada con sangre fue reemplazada por un saco largo y negro que parecía

casi nuevo.

―¿Qué< que sucedió con mis ropas? ―pregunté, tocando la manga del abrigo,

parpadeando por lo grueso que era. Con el ceño fruncido, miré al vampiro―.

¿Me vestiste?

―Tus ropas se hicieron pedazos cuando los Rabiosos te atacaron ―me informó,

aún sin moverse del lugar donde estaba―. Te encontré algunas nuevas. Negro

es el mejor color para nosotros, esconde las manchas de sangre bastante bien.

No te preocupes. ―Su profunda y baja voz sostenía una leve nota de

diversión―. No vi nada.

Mi mente giraba.

―Me< me tengo que ir ―dije temblorosamente, levant{ndome―. Tengo que<

encontrar a mis amigos, ver si lograron volver al escondite. Stick está

probablemente<

―Tus amigos est{n muertos ―dijo el vampiro calmadamente―. Y si fuera tú,

abandonaría todos los lazos con mi vida anterior. Ya no eres parte de ese

mundo. Es mejor que simplemente te olvides de eso.

Muertos. Las imágenes relampaguearon a través de mi mente, de lluvia, sangre

y palidez, de cosas que chillaban, manos arrastrando a alguien sobre una valla.

Con un siseo, me escudé de esos pensamientos, negándome a recordar.

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―No. ―Me atraganté, estremeciéndome―. Est{s mintiendo.

―Déjalos ir ―insistió el vampiro tranquilamente―. Ellos se han ido.

Tuve la repentina y loca urgencia de gruñir y descubrir mis colmillos. Me

paralicé de horror, manteniendo un ojo receloso en el extraño, quien me miraba

impasiblemente.

―No me puedes retener aquí.

―Si quieres irte, hazlo. ―No se movió, salvo para cabecear hacia la puerta que

se encontraba al otro lado del pequeño cuarto―. No te detendré. Aunque

estarás muerta en el transcurso del día, si es que te tomas todo ese tiempo. No

tienes idea de cómo sobrevivir como un vampiro, cómo alimentarte, cómo

evitar que te detecten, y si los vampiros de esta ciudad te descubren te matarán.

Alternativamente, podrías quedarte aquí, conmigo, y tener una posibilidad de

sobrevivir en esta vida que elegiste.

Lo miré.

―¿Quedarme aquí? ¿Contigo? ¿Por qué? ¿Por qué te importa?

El extraño entrecerró sus ojos.

―Traer un vampiro nuevo al mundo no es algo que tomo a la ligera ―dijo―.

Convertir a un humano para después abandonarlo sin las habilidades que

necesita para sobrevivir podría ser irresponsable y peligroso. Si te quedas, te

enseñaré lo que necesitas saber para vivir como uno de nosotros. O< ―se

ladeo ligeramente, señalando la puerta―< te puedes ir y tratar de sobrevivir

por tu cuenta, pero me lavaré las manos de ti y cualquier sangre que venga

después.

Me deje caer de nuevo contra la pared, mi mente estaba acelerada. Rat estaba

muerto. Lucas estaba muerto. Los vi ser arrastrados por Rabiosos en la vieja

ciudad, despedazados ante mis ojos. Mi garganta se cerró. Stick, aunque odiara

admitirlo, era probable que estuviera muerto; él no podría sobrevivir el viaje de

vuelta a la ciudad por su cuenta. Solo quedaba yo. Sola. Un vampiro.

Mi pecho se sintió apretado, y me mordí el labio, imaginándome las caras de

mis amigos mirándome, pálidas y acusadoras. Me ardían los ojos, pero tragué

fuerte y forcé la retirada de las lágrimas. Podría llorar, gritar y maldecir al

mundo, a los Rabiosos y a los vampiros más tarde. Pero no mostraría debilidad

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ante este desconocido, este chupasangre quien puede que me haya salvado,

pero de quien no sabía nada. Cuando estuviera sola, lloraría por Rat, Lucas y

Sitck, la familia que perdí. Pero en este momento, tenía otros asuntos que

atender

Era un vampiro. Y, a pesar de todo, todavía quería vivir.

El desconocido esperó, tan inmóvil como una pared. Podría ser un

chupasangre, pero era la única cosa familiar que me quedaba.

―Entonces ―dije suavemente sin mirarlo. El resentimiento hervía, un viejo,

familiar odio, pero lo empujé hacia abajo―. ¿Te tengo que llamar “señor” o

“maestro” o algo m{s?

El vampiro se quedó callado un momento, entonces dijo:

―Me puedes llamar Kanin.

―¿Kanin? ¿Es ese tu nombre?

―No dije que fuera mi nombre. ―Se volteó como si se fuera a ir, pero atravesó

la habitación y se sentó en una silla plegable oxidada, que estaba en el otro

lado―. Dije que así podías llamarme

Genial, no solo mi nuevo profesor era un vampiro, sino que era uno de aquellos

que son crípticos y misteriosos. Crucé mis brazos y lo miré con recelo.

―¿Dónde estamos?

Kanin lo consideró.

―Antes de que te revele algo de mí ―dijo, reclin{ndose hacia adelante y

descansando sus codos en las rodillas―, me gustaría saber un poco m{s de ti.

Te estaré enseñando, después de todo, y eso quiere decir que estaremos

gastando una gran cantidad de tiempo juntos. Quiero saber a lo que me

enfrento. ¿Estás dispuesta a eso?

Me encogí de hombros.

―¿Qué quieres saber?

―Tu nombre, primero que todo.

―Allie ―dije, entonces expliqué con m{s detalle―. Allison Sekemoto.

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―Interesante. ―Kanin se enderezó, mir{ndome con sus intensos ojos negros―.

Sabes tu nombre completo. Ya no todos los humanos saben el suyo

―Mi madre me lo enseñó.

―¿Tu madre? ―Kanin se recostó, cruzando sus brazos―. ¿Te enseñó algo m{s?

Me ericé. De repente no quería hablar de mi madre con este chupasangre.

―Sí ―dije evasivamente.

Tamborileó los dedos en sus bíceps.

―¿Cómo qué?

―¿Para qué quieres saber?

Ignoró la pregunta.

―Si quieres que te ayude, deber{s responderme.

―Leer, escribir y un poco de matem{ticas ―le dije con brusquedad―. ¿Algo

más?

―¿Dónde est{ tu madre ahora?

―Muerta.

Kanin no se sorprendió, o escandalizó por mi franqueza.

―¿Y tu padre?

―Nunca supe de él.

―¿Hermanos?

Sacudí mi cabeza.

―Entonces no tienes nada de ese lado por lo cual volver. ―Kanin asintió―.

Bien. Eso hará las cosas más fáciles. ¿Cómo murió?

Entrecerré mis ojos, harta del interrogatorio.

―Eso no es de tu incumbencia, vampiro―dije con brusquedad, queriendo que

alguna emoción atravesara su impasible rostro. Salvo por una ceja levantada, su

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expresión permaneció igual―. Por otro lado, ¿qué sucede contigo? De cualquier

manera, ¿por qué te importaría la vida de un par de humanos?

―No me importa ―dijo el vampiro y se encogió de hombros―. Como dije

antes, quiero evaluar mis oportunidades de éxito. Los humanos tienen la

tendencia de aferrarse al pasado, lo que hace que enseñarles sea difícil. Cuantas

más ataduras tenga una persona, más difícil es aprender a dejarlas atrás cuando

se vuelve vampiro.

Entrelacé mis manos, tratando de calmar la rabia repentina. Tenía la tentación

de saltar y golpearlo, aunque eso fuera desagradecido de mi parte, si no fuera

porque sabía que él podría partir mi cabeza sin parpadear.

―Sí, bueno, estoy empezando a arrepentirme de esa decisión.

―Es un poco tarde ahora, ¿no lo crees? ―preguntó Kanin suavemente al

tiempo que se levantaba―. Tómate un momento ―dijo, caminando hacia la

puerta de la pared opuesta―. Llora tu vida pasada si lo deseas, porque no la

veras de nuevo. Cuando estés lista para aprender lo que significa ser vampiro,

ven a encontrarme.

Abrió la puerta y la atravesó sin mirar atrás, dejándome sola.

Después de que Kanin se fuera, me senté en la silla, raspé la sangre seca de mis

manos y pensé en lo que iba a hacer a continuación.

De acuerdo. Ahora soy un vampiro. Me ericé, tratando de no pensar en ello, era

eso o morir en la lluvia. Kanin tenía razón, fue mi decisión, después de todo. Yo

elegí esto. Elegí convertirme en una no-muerta, elegí no volver a ver la luz del

sol otra vez, elegí tomar la sangre de los vivos.

Me estremecí y pateé la bolsa vacía más lejos. Esa era la parte que me

molestaba, bueno, aparte de toda esa cosa de no-muerto, sin alma, monstruoso.

Empujé ese pensamiento a la parte de atrás de mi cabeza. Los vampiros eran

depredadores, pero tal vez había una manera de no alimentarse de los

humanos. Quizás podría sobrevivir de la sangre de los animales, aunque el

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pensamiento de morder algo vivo, una rata retorciéndose era perturbador. ¿Los

vampiros tenían que tomar la sangre de los humanos, o solo era su preferencia?

¿Qué tan seguido tenían que alimentarse? ¿Dónde y cómo dormían durante el

día? Me di cuenta, que aunque viví en esta ciudad por diecisiete años, no sabía

casi nada de sus ciudadanos más importantes, excepto que tomaban sangre y

salían de noche.

Bueno, hay una persona que podría decirme todo eso.

Luché conmigo un momento más. Él era un vampiro, pero si iba a sobrevivir,

entonces necesitaba aprender. Quizás más tarde, cuando supiera todo lo que

tenía que saber, tomaría mi venganza por mi mamá, por Stick, Lucas y todos los

que fueron arrancados de mí. Pero ahora, tendría que tragar mi orgullo y

comenzar a aprender cómo ser un no-muerto.

Renuentemente, me puse de pie y busqué a mi nuevo mentor.

La puerta desembocaba a otra habitación, que alguna vez pudo haber sido una

oficina. Unas pocas sillas rotas estaban tiradas descuidadamente de lado, y unos

cuantos gabinetes largos de metal se encontraban tirados en el suelo,

desparramando papel por todos lados. Contra la pared más lejana, Kanin estaba

sentado detrás de un escritorio largo de madera, cubierto de polvo y arañazos.

Miró por encima de un montón de carpetas y levantó una ceja a medida que yo

entraba.

―Tengo algunas preguntas ―dije, cuestionándome si era inapropiado

preguntar y entonces decidí que no me importaba―. Acerca de vampiros, y

todo lo relacionado con beber sangre.

Kanin cerró la carpeta, la alejo y cabeceó hacia una de las sillas. Volteé la silla y

me senté, apoyando mis brazos en el respaldo.

―Déjame adivinar ―dijo, entrelazando sus manos juntas―. Te est{s

preguntando si tienes que cazar humanos, si puedes sobrevivir tomando la

sangre de los animales y otras criaturas. Esperas no tener que matar personas

para sobrevivir. ¿Estoy en lo correcto?

Asentí. Kanin sonrió amargamente.

―No puedes ―lo dijo con una voz plana, y mi corazón se hundió―. Déjame

darte tu primera, y la más importante lección, Allison Sekemoto, eres un

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monstruo. Un demonio que se alimenta de seres humanos para sobrevivir. Los

vampiros en el centro de la ciudad, tal vez parezcan y pretendan ser civilizados,

pero no dejes que eso te engañe. Somos monstruos, y nada va a cambiar eso. Y

no creas que puedes aferrarte a tu humanidad, bebiendo sangre de perros, ratas

u ovejas. Es solo comida chatarra, basura. Te llenará por un tiempo, pero nunca

saciará el Hambre. Y pronto anhelaras la sangre de los humanos con tanta ansia

que la simple visión de uno te enviara a la locura, y ese humano morirá porque

serás incapaz de detenerte antes de drenarlo completamente. Esa es la cosa más

importante que debes entender antes de que vayamos más lejos. Ya no eres

humana. Eres una depredadora, y cuanto antes lo aceptes, esta existencia, más

fácil será.

Mi corazón se hundió aún más abajo. Parecía que todo lo que sabía sobre los

vampiros, estaba demostrando ser verdad. Aun así dije:

―No voy a matar humanos para alimentarme de ellos, eso te lo puedo

asegurar.

―Siempre comienza de esa manera ―dijo Kanin, y su voz era distante, como

recordando―. Nobles intenciones, honor entre los nuevos vampiros. Juran no

dañar a los humanos, de tomar solo lo que necesitan, de no cazarlos por la

noche como ovejas.―Sonrió levemente―. Pero se vuelve m{s y m{s difícil

permanecer a su nivel, de aferrarte a tu humanidad, cuando solo los puedes ver

como comida.

―No me importa.―Pensé en Stick, en Lucas e incluso en Rat. Ellos fueron

amigos. Personas. No bolsas caminantes de sangre―. Seré diferente. Seguro

como el infierno que lo voy a intentar.

Kanin no discutió. Levantándose, caminó alrededor del escritorio e hizo señas

para que me acercara con una mano larga y pálida.

―Ven aquí.

Cautelosa, me paré, dirigiéndome hacia él.

―¿Por qué? ¿Qué vamos a hacer?

―Te dije que te enseñaría a sobrevivir como un vampiro. ―Se acercó un paso, y

yo me alejé dos de él, mirando a su barbilla. Jesús, él era grande. Su presencia

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era abrumadora―. Para vivir, debes entender el cuerpo del vampiro, cómo

funciona, cómo soporta. Quítate el abrigo.

Lo hice, lo tiré en la silla detrás de mí, preguntándome a lo que quería llegar. En

un movimiento rápido, deslumbrante, agarró mi cintura, tiro de mi brazo hacia

arriba, y abrió un corte con una larga y brillante daga que llevaba. La sangre

brotaba y manaba de la herida, un segundo después el dolor golpeó como un

martillo.

―¡Ow! ¿Qué diablos estás haciendo? ―Traté de dar un tirón, pero fue como tirar

de un {rbol. Kanin ni siquiera se inmutó―. ¡Déjame ir, psicópata! ¿Qué clase de

juego enfermo estás jugando?

―Espera ―ordenó Kanin, d{ndome una pequeña sacudida. Mis dientes

rechinaron cuando el vampiro levantó mi muñeca―. Mira.

Mi brazo era un desastre, sangre por todas partes, que rezumaba por mi codo.

Podía ver la profundidad de la herida, un corte recto que probablemente fue

directamente al hueso. Vampiro psicópata. Sin embargo mientras miraba

jadeando, la herida comenzó a sanar, la carne abierta se volvía a juntar, pasando

de rojo a rosado y después a blanco hasta que solo quedo una tenue y pálida

cicatriz. Finalmente no quedo nada.

Estaba boquiabierta cuando Kanin liberó mi brazo.

―Somos difíciles de matar ―le explicó a mi expresión atónita―. M{s fuertes

que los humanos, más rápidos que los humanos, y sanamos de la nada. Esa es

la razón por la que somos los perfectos depredadores, pero estate advertida, no

somos invencibles. El fuego nos perjudica, al igual que cualquier traumatismo.

El vampiro más fuerte no se alejara de una bomba debajo de sus pies. Pero

balas, cuchillos, espadas, va a doler, ser golpeado por uno, usualmente no nos

mata. Aunque< ―Toco mi pecho―. Una estaca de madera dirigida a nuestro

corazón no nos matará instantáneamente, pero nos paralizara y enviara a

hibernar. Ese es el último recurso de nuestro cuerpo por sobrevivir, nos

apagamos completamente y somos forzados al sueño, a veces por décadas,

hasta que podamos volver otra vez al mundo.―Retiró su mano―. Sin embargo,

para destruir completamente a un vampiro, decapitándolo o quemándolo es la

única manera segura. ¿Lo estás entendiendo?

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―Mata a un vampiro, el objetivo es su cabeza ―murmuré―. Lo tengo. ―El

dolor desapareció, y había un dolor persistente en mi estómago, aunque quería

aprender m{s―. ¿Entonces, por qué estoy sangrando?―me pregunté,

mir{ndolo―. ¿Tengo pulso? Pensé< pensé que estaba muerta.

―Est{s muerta.

Fruncí el ceño.

―Supongo que este es un caso en el que la muerte se toma su tiempo para

empezar, entonces.

La expresión de Kanin no cambió.

―Sigues pensando como un humano ―dijo―. Escúchame Allison, y mantén tu

mente abierta. Los mortales ven a la muerte en términos de blanco y negro. O

estás vivo, o no lo estas. Pero entre ellos, entre la vida, la muerte y la eternidad,

hay una pequeña área gris, una de la que los humanos no poseen

conocimientos. Que es en la que nosotros residimos, vampiros, Rabiosos y unos

pocos de los más viejos, criaturas inexplicables que aún existen en este mundo.

Los humanos no pueden entendernos, porque nosotros vivimos en base a un

diferente juego de reglas.

―No estoy segura de si lo estoy entendiendo.

―No tenemos pulso ―continuo mi mentor, tocando levemente su pecho―. Te

preguntaste cómo la sangre puede bombear a través de tus venas, ¿verdad? No

lo hace. Tú no tienes sangre. Nada de eso es tuyo, de cualquier manera. Piensa

en eso como tu comida y bebida, es absorbido por nuestro cuerpo de la misma

manera. La sangre es el núcleo de nuestro poder. Es como vivimos, es como

sanamos. Cuanto más tiempo pasamos así, más nos apartamos de nuestra

humanidad, hasta que nos parecemos a los fríos y vacíos cuerpos vivientes que

los humanos piensan que somos.

Contemplé a Kanin, en busca de cualquier señal que indicara que no era

humano. Su piel era pálida, y sus ojos eran vacíos, pero no se parecía a un

cadáver. A menos que lo miraras con detenimiento, no sabrías que era un

vampiro.

―¿Qué sucede si nosotros no<uh<tomamos sangre? ―pregunté, sintiendo

una punzada en el estómago―. ¿Podemos morirnos de hambre?

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―Ya estamos muertos ―respondió Kanin en el mismo exasperante tono frío―.

Por lo tanto, no. Pero pasado un tiempo sin sangre humana, comenzarás a

volverte loca. Tu cuerpo se resecará, hasta que no serás nada más que una

cascara vacía errante, similar a los Rabiosos. Y atacarás a cualquier criatura

viviente que se te cruce, porque el Hambre te tomará. Además, como tu cuerpo

no tiene reservas a las cuales recurrir, cualquier daño que no te mate te

conducirá a una hibernación por una cantidad indeterminada de tiempo.

―¿No me podrías haber dicho todo esto sin cortar mi brazo?

―Podría.―Kanin se encogió de hombros sin arrepentimiento―. Pero tenía otra

lección en mente. ¿Cómo te sientes?

―Hambrienta. ―El anhelo en mi estómago se volvió m{s doloroso; mi cuerpo

estaba pidiendo comida. Pensé con nostalgia en la una vez llena, bolsa de

sangre, ahora vacía y tirada en el suelo. Me pregunté si quedaría algo que

pudiera succionar, antes de que me horrorizara.

Kanin asintió.

―Y ese es el precio por tal poder. Tu cuerpo se sanar{ por sí mismo de casi

cualquier cosa, pero recurrirá a sus propias reservas para hacerlo. Mira tú

brazo.

Lo hice y jadeé. Mi piel, específicamente el área donde Kanin me cortó, era

como tiza blanca, definitivamente más pálida que antes, y fría. Carne muerta.

Carne sin sangre. Me estremecí y desvié mi mirada, y sentí la sonrisa del

vampiro.

―Si no te alimentas pronto, m{s tarde caer{s en un frenesí de sangre, y alguien

morir{ ―anunció―. Cuanto m{s grave es la herida, m{s sangre necesitar{s

para restablecerla. Si pasas demasiado tiempo sin alimentarte, el resultado será

el mismo. Y ese es el porqué los vampiros no se encariñan con los humanos o

con nadie. Alguna vez en tu vida, Allison Sekemoto, matarás a un humano.

Accidentalmente o a conciencia, un acto deliberado. Es inevitable. La pregunta

no es si sucederá, sino cuándo. ¿Lo entiendes?

―Sí―murmuré―. Lo tengo.

Me miró con unos ojos negros sin fondo.

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―Asegúrate de que lo hagas ―me dijo quedamente―. Ahora, desde aquí,

debes aprender la parte más importante de ser uno de nosotros, como

alimentarte.

Tragué.

―¿No tienes m{s de esas bolsas?

Se rió entre dientes.

―Esa la obtuve de uno de los guardias, en la sangría de esta semana. No es algo

que normalmente haría, pero ibas a necesitar comida ni bien te despertaras.

Pero yo y tú no somos como los vampiros en la ciudad, con sus esclavos,

mascotas y bodegas de “vino”. Si quieres alimentarte, debes hacerlo a la

antigua. Te mostraré a qué me refiero. Ven, sígueme.

―¿Adónde vamos? ―pregunté mientras abría la puerta, y salimos a un

estrecho y largo pasillo, el vidrio crujía debajo de mis pies a medida que

caminábamos. Cada pocos metros, las puertas del pasillo se abrían a otros

cuartos, a los restos de camas, sillas y máquinas raras que no reconocí,

esparcidas y rotas. Una extraña silla con rueda yacía de lado en una de las

puertas del pasillo, cubierta de polvo y telarañas. Me di cuenta de que podía ver

perfectamente en la oscuridad del corredor, aunque no había luz, y era oscuro

como la boca de un lobo. Kanin me miro y sonrió.

―Vamos a cazar.

Dimos la vuelta en una esquina, y el corredor se abrió en lo que parecía una

vieja área de recepción con otro escritorio grande de madera en el medio de la

habitación. Sobre el escritorio, letras doradas empañadas colgaban de la pared,

la mayoría de ellas sesgadas o rotas, por lo que me era imposible leer lo que

alguna vez pudo haber dicho. También había muchas señales pequeñas,

también, en las paredes de las entradas a los pasillos, todas eran difíciles de

descifrar. Vidrio, escombros y hojas de papel estaban esparcidos por las

baldosas agrietadas crujiendo por donde caminábamos.

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―¿Qué es este lugar? ―pregunté a Kanin. Mi voz hizo eco de una forma rara en

la cámara abierta, y el silencio del lugar me oprimía. El vampiro no contesto por

un largo rato.

―Hace mucho tiempo―murmuró, gui{ndome a través de la habitación―, este

era el subnivel de un hospital. Uno de los más ocupados y mejor establecidos en

la ciudad. Ellos hacían más que tratar a pacientes, había un grupo de científicos

aquí, investigadores con el propósito de acabar con las enfermedades y

descubrir nuevas curas. Obviamente, cuando el virus del Red Lung golpeó, el

hospital estaba lleno, no dieron abasto con la cantidad de pacientes que

atravesaban sus puertas. Un montón de gente murió aquí. ―Miro al escritorio,

sus ojos relucieron y se alejaron―. Pero en ese entonces, mucha gente moría por

todas partes.

―Si estas tratando de darme escalofríos, felicitaciones. Entonces, ¿cómo salimos

de aquí?

Él se detuvo en un largo, hueco cuadrado en la pared e hizo gestos hacia la

abertura. Me asomé a través de la brecha y vi un largo eje, que conducía a la

oscuridad, con gruesas sogas metálicas colgando desde algún lugar en lo alto.

―¿Estas bromeando, verdad? ―Mi voz hizo eco en el tubo.

―Las escaleras hacia la planta baja se derrumbaron ―respondió Kanin

calmadamente―. No hay otra forma de entrar o salir. Tenemos que usar el

hueco del elevador.

¿El hueco del elevador? Fruncí el ceño y le devolví la mirada.

―No hay manera de que yo trepe eso.

―Ya no eres humana. ―Él estrecho sus ojos―. Eres m{s fuerte, tienes

resistencia ilimitada y puedes hacer cosas que los humanos no pueden. Si te

sirve de consuelo, estaré detrás de ti.

Miré al tubo del elevador y me encogí de hombros.

―De acuerdo ―murmuré, alcanzando los cables―. Pero si me caigo, espero

que me atrapes.

Estrechando mi agarre, me empujé.

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Para mi sorpresa, mi cuerpo se elevó del piso como si no pesara nada en

absoluto. Subí por el tubo, pasando mano sobre mano, sintiendo una emoción

que nunca sentí. Mi piel no se rasgó, mis brazos no quemaban, ni siquiera

estaba respirando forzadamente. Podía hacer esto para siempre.

Me detuve, mi ritmo dando saltos hasta detenerse. Ni siquiera estaba

respirando. En absoluto. Mi pulso no estaba acelerado, mi corazón no latía<

porque no estaba viva. Estaba muerta. Nunca envejecería, nunca cambiaría. Era

un cuerpo parásito que tomaba la sangre de otros para sobrevivir.

―¿Teniendo problemas? ―La profunda e impaciente voz de Kanin, hizo eco

debajo de mí.

Me sacudí. Los huecos vacíos de elevador no eran el mejor lugar para

revelaciones personales.

―Estoy bien ―contesté y comencé a trepar otra vez. Aclararía todo esto m{s

tarde; ahora mismo, el estómago de mi cuerpo muerto me estaba diciendo que

estaba hambrienta. Me pareció muy extraño que mi corazón, pulmones y otros

órganos no funcionaran, pero que mi estómago y cerebro siguieran

funcionando. O tal vez no lo hacían, no tenía idea. Todo lo relacionado con los

vampiros, algo que estaba aprendiendo, era un completo misterio.

Una briza fría golpeó mi cara cuando me alejé tambaleando del hueco, mirando

alrededor cautelosamente.

Aquí hubo una vez un edificio. Podía ver los restos de barras y vigas de acero

rodeándonos, junto con media pared, cayéndose a pedazos en el pasto amarillo

y largo.

El yeso estaba ennegrecido y carbonizado, y los trozos de muebles, camas,

colchones, sillas, estaban esparcidos y medio escondidos en el césped que se

filtraba a través del piso. El tubo del que salimos no era más que un agujero

negro en la baldosa escondido entre los escombros y las malezas. Si no te

parabas directamente encima de este, tal vez nunca verías el agujero hasta que

te cayeras por él y te rompieras la columna vertebral en el fondo.

―¿Que sucedió aquí?―susurré, observando la devastación a mi alrededor.

―Un incendio ―dijo Kanin, comenzando a cruzar el terreno baldío. Se movía

r{pido, y me apresuré para mantenerme a su paso―. Comenzó en la planta baja

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del hospital. Rápidamente creció fuera de control y destruyo el edificio y a

todos los que se encontraban adentro. Solo los pisos inferiores fueron<

perdonados.

―¿Estabas allí cuando sucedió?

Kanin no respondió. Dejando las ruinas del hospital, cruzamos un terreno

baldío donde la naturaleza se levantaba para estrangular todo lo que sus garras

verdes y amarillas podían obtener de sus alrededores. Se abría paso a través del

que fue alguna vez un estacionamiento y se curvaba alrededor de unas cuantas

dependencias, ahogándolos con vides y hierbajos. Cuando alcanzamos la cima

del lote y miré atrás, apenas se podían ver los restos del hospital a través de la

vegetación.

Estaba oscuro en las calles del Fringe. Nubes se escurrían a través del cielo,

bloqueando la luna y las estrellas. Pero todavía podía verlo todo claramente, y

lo que era más sorprendente, sabía exactamente qué hora era y cuánto tiempo

teníamos hasta el amanecer. Podía sentir la sangre en el aire, el persistente calor

de los mamíferos de sangre caliente. Ya había pasado una hora de la

medianoche, mucho después de que los humanos más valientes cerraran sus

puertas a la oscuridad, y yo estaba hambrienta.

―Por este camino ―murmuró Kanin y se deslizó entre las sombras.

No discutí, siguiéndolo por un largo y oscuro callejón. Sutilmente consciente de

que algo era diferente, aunque no podía poner mi dedo en qué.

Entonces me golpeó. El olor. Toda mi vida, crecí con el olor del Fringe: la

basura, los residuos, el aroma del moho y la decadencia. No podía oler nada de

eso ahora. Quizás porque el olfato y la respiración estaban estrechamente

relacionados. Mis otros sentidos estaban agudizados: Podía oír la huida de un

ratón, luchando dentro de su madriguera a unos metros de distancia. Podía

sentir el aire en mis brazos, frío y pegajoso, aunque mi piel no respondía como

debería y arrugarse con escalofríos. Pero cuando pasamos un antiguo

Contenedor sentí el zumbido de las moscas que se encontraban dentro, y

escuché a los gusanos retorciéndose entre la carne muerta y podrida, de animal,

esperaba, aunque aún no podía oler nada.

Cuando le mencioné esto a Kanin, me brindo una sonrisa carente de humor.

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―Puedes oler, si quieres ―respondió, zigzagueando entre un montón de tejas

que alguna vez pertenecieron a un tejado―. Solo tienes que hacer un esfuerzo

consciente para respirar. Ya no es algo natural porque nosotros no lo

necesitamos. Te gustará recordar esto cuando te encuentres en una situación en

la que estés tratando de mezclarte. Los humanos usualmente no son tan

observadores, pero incluso ellos sabrán que algo está mal si pareciera que no

estás respirando.

Inhalé y atrapé el hedor de la descomposición del Contenedor. Olí algo más en

el aire: sangre. Y entonces vi una salpicadura de pintura atravesando una pared

derrumbada, una calavera con un par de alas rojas de cada lado, y me di cuenta

dónde estábamos.

―Este es el territorio de una pandilla ―dije, horrorizada―. Ese es el símbolo de

los Blood Angels.

―Sí ―dijo Kanin calmadamente.

Resistí el impulso de alejarme de él, y escaparme hacia la calle más cercana, y

dirigirme a casa. Los vampiros no eran los únicos depredadores rondando las

calles de la ciudad. Y los carroñeros no eran los únicos grupos que establecían

su territorio en el Fringe.

Mientras que algunos No Registrados, eran simples ladrones, bandas de chicos

buscando la supervivencia, había otros grupos más siniestros.

Reapers, Red Skulls, Blood Angels: eran algunas de las, otras pocas bandas que

habían labrado ciertas partes del Fringe por su cuenta. En este mundo, la única

ley era obedecer a los Maestros, y a los Maestros no les importaba si su ganado

ocasionalmente se volvía unos contra otros. Si dabas con una banda aburrida y

hambrienta, eras afortunado si todo lo que hacían era matarte. Escuché historias

de que ciertas bandas, quienes después de obtener su diversión con un intruso,

también podían cortarlos y comerlos. Por supuesto que eran leyendas urbanas

pero, ¿quién era yo para desmentirlas? Ese era el porqué aventurarnos fuera

del territorio familiar eran una mala idea, en el mejor de los sentidos, y suicida

en el peor de los casos. Sabía qué partes del Fringe eran zonas de pandillas y las

evadía como a una plaga.

Y ahora estábamos caminando directamente hacia su territorio.

Miré al vampiro a mi lado.

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―Sabes que ellos nos mataran por estar aquí.

Él asintió.

―Estoy contando con eso.

―¿Tú sabes que ellos comen personas, verdad?

Kanin se detuvo, y se volteó hacia mí con unos intensos ojos negros.

―Yo lo sé ―y dijo de manera uniforme―. Y ahora, tú también.

Me sentí levemente enferma. Oh, sí.

El olor de la sangre se estaba volviendo más fuerte, y ahora podía oír los

sonidos familiares de una pelea: maldiciones, gritos, los golpes de los puños y

los zapatos en la carne. Dimos vuelta en una esquina y entramos a un patio que

se encontraba detrás de unos cuantos edificios, rodeados por cadenas, vidrios

rotos y autos corroídos. Grafitis cubrían los ladrillos desmoronados y las

paredes metálicas, y varios botes quemándose alrededor del perímetro, de los

que ondeaba un humo espeso y asfixiante.

En el centro de la arena, un grupo de andrajosos, matones vestidos

similarmente, estaban agrupados alrededor de una forma arrugada en el

pavimento. El cuerpo estaba encorvado en una posición fetal, cubriendo su

cabeza, mientras dos o tres matones se separaron del círculo para golpearlo o

patearlo, su cara estaba destrozada más allá del reconocimiento. Mi estómago se

retorció ante la visión de la nariz rota y los ojos abiertos. Pero entonces la

esencia de la sangre vino hacia mí, más fuerte que nunca, y gruñí en lo bajo de

mi garganta antes de darme cuenta de que hice ruido.

Los miembros de la banda se estaban riendo demasiado fuerte como para

escuchar y demasiado enfocados en su deporte como para notarnos, pero Kanin

continuó caminando hacia adelante. Calmadamente, como si fuera un paseo

nocturno, se acercó al círculo de humanos, sin hacer ruido alguno. Podríamos

haberlos esquivados, e internarnos en la noche, pero a medida que nos

acercábamos al círculo de matones, quienes todavía no nos advertían, Kanin

deliberadamente pateó una botella rota, enviándola tintineando y dando

vueltas por el pavimento.

Y los Blood Angels miraron.

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―Buenas noches ―dijo Kanin, asintiendo cordialmente. Continuó caminando

por delante de ellos, moviéndose a un paso más lento, noté. Lo seguí

silenciosamente, tratando de ser invisible, esperando que la banda nos dejara ir

sin ningún enfrentamiento.

Pero una parte de mí, la extraña, la alíen, la parte hambrienta, miro a los

humanos con entusiasmo y espero que ellos trataran de detenernos.

Obtuve lo que deseaba. Con maldiciones apagadas, el grupo entero se movió

para bloquearnos el paso. Kanin se detuvo y miró impasible como un matón

que tenía una cicatriz sobre un ojo pálido se adelantó un paso, sacudiendo su

cabeza.

―Miren esto ―dijo, sonriendo a Kanin y entonces a mí―. Es nuestra noche de

suerte, chicos, ¿no es así?

Kanin no dijo nada. Me pregunté si es que temía que al hablarles podrían

suponer qué era él y no quería espantar a nuestra comida.

―Mírenlo, tan asustado que ni siquiera puede hablar. ―Risas burlonas

estallaron alrededor―. Deberías haber pensado en eso antes de atravesar

nuestra zona, mascota. ―Cara cortada dio otro paso cerca, las burlas y los

insultos de su pandilla respald{ndolo―. ¿Quieres bajar tus pantalones para que

podamos besar tu brillante trasero? ¿Es eso lo que quieres mascota? ―escupió la

palabra, antes de que su mirada se moviera rápidamente hacia mí, y su mueca

se tornara fea―. O tal vez debería reservar eso para la pequeña y dulce muñeca

asiática. No conseguimos muchas putas por aquí, ¿no es así, chicos?

Gruñendo, sentí a mi labio retraerse.

―Trae tú podrida boca cerca de mí y la arrancaré―le escupí. La pandilla

abucheó y se acercó.

―Ooh, ¿ella es de las que lucha, no es así? ―Cara cortada sonrió―. Espero que

haya suficiente de eso para todos. No te molesta compartir, ¿verdad, mascota?

―Sé mi invitado ―dijo Kanin y se alejó de mí. Lo miré boquiabierta al mismo

tiempo que Cara cortada y su pandilla estallaban en carcajadas, burlándose.

―¡La mascota est{ tan asustada, que se hizo en sus pantalones!

―¡Ese es un hombre de verdad, escondiéndose detr{s de una chica!

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―Hey, gracias mascota―dijo Cara cortada, su boca se dividió en una sonrisa

realmente perversa―. Estoy tan emocionado, que te dejaré ir por esta vez.

¡Gracias por la muñeca asiática! Trataremos de no romperla, tan rápido.

―¿Qué est{s haciendo? ―siseé, traicionada. Los matones acecharon más cerca,

sonriendo, y di marcha atrás, manteniéndolos en mi campo de visión mientras

miraba al vampiro―. ¿Qué fue toda esa charla de “enseñarme” y “prepararme”

y toda es basura? ¿Qué? ¿Ahora solo vas a tirarme a los lobos?

―Tu sentido de depredador y presa est{ al revés―dijo el vampiro en voz baja,

para que solo yo pudiera oír. Tenía ganas de tirarle algo, pero los miembros de

la banda que se acercaban eran el verdadero problema. La lujuria cruda en sus

ojos me hizo sentir enferma, y sentía un gruñido ascendiendo por mi

garganta―. Esto te mostrar{ exactamente cu{l es tu posición en la cadena

alimentaria.

―¡Kanin! Maldita sea, ¿qué se supone que haga?

Kanin se encogió de hombros y se recostó contra una pared.

―Trata de no matar a nadie.

Los matones se lanzaron sobre mí. Me tensé cuando uno de ellos me agarró

alrededor de la cintura, tratando de levantarme de mis pies y tirarme contra el

suelo. Siseé cuando su brazo me tocó, planté mi pie, y lo empujé lejos lo más

fuerte que pude.

Él voló hacia atrás como si no pesara nada en absoluto, estrellándose contra el

capó de un auto que se encontraba a seis metros. Parpadeé asombrada, pero el

siguiente matón vino corriendo con un alarido, blandiendo un puño contra mi

cara.

Instintivamente, levanté una mano y sentí el puño carnoso golpear contra mi

palma, sorprendiéndonos a ambos. Él trató de tirarlo hacia atrás, pero apreté

fuerte, sintiendo como los huesos crujieron y se aplastaron juntos, y le di un

giro abrupto. Su muñeca se rompió con un chasquido, y el matón gritó.

Dos Blood Angels más se me acercaron de diferentes direcciones. Se movían

lentamente, como si estuvieran corriendo a través del agua, al menos eso me

parecía. Esquivé fácilmente la primera embestida y pateé al matón en la rodilla,

sintiendo como esta se rompió debajo de mi tobillo. Se tiró bruscamente de lado

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y se estrelló contra el suelo. Su amigo se giró hacia mí con un tubo de plomo; lo

agarré y lo arranqué de sus manos, lo golpeé con el tubo en la cara.

La esencia de la sangre que brotó de la mejilla del miembro de la pandilla

empañó el aire y algo dentro de mí respondió. Me abalancé sobre él con un

rugido, sintiendo como mis dientes estallaron perforando mis encías.

Los estruendos de los disparos rompieron la noche y algo pequeño azotó mi

cabeza. Sentí el viento de su paso arrancando mi cabello, me giré

acuclillándome, siseando y mostrando los colmillos. Los ojos de Cara cortada se

ensancharon, una cadena de juramentos cayeron de sus labios al mismo tiempo

que apuntaba una pistola humeante hacia mí.

―¡Vampiro! ―chilló, en un aluvión de maldiciones―. ¡Oh, mierda! ¡Mierda!

¡Aléjate de mí! ¡Aléjate!

Él apunto y me tensé para arrojarme a través del pavimento. Para saltar sobre

mi presa y conducir mis colmillos profundamente en su garganta. De repente,

sus ojos se ensancharon, a medida que era elevado del suelo, pateaba con

impotencia mientras que Kanin lo levantaba tan fácilmente como a un gato, le

arrebató el arma y lo tiró contra la pared.

El crujido de la cabeza del Blood Angel contra la pared perforó mi rabia salvaje

y espumante logrando que me centrara otra vez. Me liberé de la lujuria de

sangre, el Hambre consumidora, y miré alrededor con horror y sorpresa. Cinco

cuerpos yaciendo en el piso, gimiendo, rotos y sangrando. Por mi mano. Miré a

Kanin, quien arrojo el arma casi desdeñosamente y alzó una ceja a medida que

se acercaba.

―Lo sabías ―dije suavemente, mirando a un aturdido Blood Angel―. Sabías lo

que podía hacer, es por eso que les dejaste atacarme. ―Él no respondió, y me di

cuenta de que no estaba temblando con miedo o adrenalina o nada. Mi corazón

seguía quieto y frío. Miré a Kanin, furiosa por su manipulación―. Los podía

haber matado a todos.

―¿Cu{ntas veces debo decírtelo? ―dijo Kanin, mir{ndome detenidamente―.

Eres un vampiro ahora. Ya no eres humana. Eres lo que un lobo a las ovejas, más

fuerte, más rápida, más salvaje de lo que ellos serán alguna vez. Son alimento,

Allison Sekemoto. Y en el fondo, tu demonio siempre los verá como tal.

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Miré a Cara cortada tumbado en un montón al lado de la pared. Aunque su

frente estaba cortada y un gran moretón comenzó a formarse, gimió y trató de

levantarse, solo para caerse otra vez, aturdido.

―Entonces, ¿por qué no lo mataste? ―pregunté.

La mirada de Kanin se tornó fría. Dándose la vuelta, caminó rígidamente hacia

el líder de la pandilla, lo agarró por la nuca y lo arrastró hacia mí otra vez,

tirándolo a mis pies.

―Bebe ―me ordeno con una voz de acero―. Pero recuerda, toma demasiado, y

mataras al anfitrión. Toma poco, y tendrás que alimentarte pronto. Encuentra el

balance, si te importa drenarlo o no. Usualmente cinco o seis tragos deberían ser

suficientes.

Miré hacia el líder de la pandilla y retrocedí. Morder una bolsa de sangre era

una cosa, ¿pero morder el cuello de una persona viva? Estaba tan ansiosa por

hacerlo un momento atrás, cuando mi Hambre y furia estaban corriendo, pero

ahora me sentía nauseabunda.

Kanin continuaba mirándome.

―Har{s esto, o soportarás el Hambre hasta el punto de la locura y matarás a

alguien.―Su voz era plana―. De eso es lo que se trata ser vampiro, nuestra m{s

b{sica y primitiva necesidad. Ahora< ―Con una mano, levantó al matón y con

la otra agarró su cabello, retirando su cabeza hacia atrás y exponiendo su

cuello―. Bebe.

De mala gana, di un paso hacia adelante. El humano gimió y trato de

defenderse, pero aparté fácilmente sus brazos y me incliné acercándome al

espacio en la base de su cuello. Mis colmillos se alargaron cuando inhalé y sentí

la cálida sangre fluyendo debajo de la superficie de la piel. La esencia de la vida

era abrumadoramente fuerte en mi nariz y en mi boca. Incluso antes de que

pudiera pensar en lo que estaba haciendo, me lancé hacia adelante y mordí con

fuerza.

El Blood Angel jadeó y se sacudió, contrayéndose débilmente. Una espesa

calidez fluyó hacia mi boca, rica, caliente y fuerte. Gruñí y mordí más fuerte,

provocando un llanto ahogado de mi presa. Sentí el calor dispersándose por mi

cuerpo, llen{ndome con fuerza, con poder. Era embriagador. Era<no podía

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describirlo. Era una bendición, simple y pura. Deje que mis ojos se cerraran, casi

entrando en un trance, consumida queriendo m{s, m{s<

Alguien tomó mi cabello, apartándome de mi presa, rompiendo la conexión.

Gruñí y trate de acercarme más, otra vez, pero un brazo bloqueó mi camino,

moviéndome hacia atrás. El cuerpo del matón colapso lánguidamente contra el

suelo. Gruñí otra vez y traté de alcanzarlo, luchando contra el brazo que me

retenía.

―¡Suficiente! ―La voz de Kanin era autoritaria, y me sacudió con fuerza. Mi

cabeza chasqueó hacia atr{s como la de una muñeca de trapo―. Allison, es

suficiente ―repitió a medida que mi visión se aclaraba―. Un poco m{s y lo

matarás.

Parpadeé y me aleje un paso, el Hambre lentamente decayendo en algo que no

era frenético y desesperado. Horrorizada, contemplé al Blood Angel

desmoronado en el pavimento. Él estaba pálido, apenas respiraba, dos heridas

punzantes y oscuras rezumaban carmesí desde su garganta. Casi lo había

matado. Otra vez. Si Kanin no me detenía, lo podría haber drenado hasta

dejarlo seco. Auto desprecio retorció mi estómago. A pesar de mi odio hacia los

vampiros, toda mi resolución de no ser como ellos, yo no era mejor que el peor

chupasangre que acechaba las calles.

―Sella la herida ―ordenó Kanin, apuntando al líder de la banda. Su voz era

fría, indiferente―. Termina lo que empezaste.

Quise preguntar cómo, pero de repente lo supe. Agachándome, presioné mi

lengua contra las dos pequeñas punciones y las sentí cerrarse. Incluso entonces,

podía sentir la sangre lentamente golpeando debajo de la piel, y necesité de

toda mi fuerza de voluntad para no morderlo una segunda vez.

Me levanté, y volteé hacia Kanin, quien asintió una vez, mirándome.

―Ahora ―dijo, su voz oscura e inflexible―, lo comprendes.

Lo hice. Miré a los cuerpos diseminados por el lote, a la destrucción que había

causado, y lo supe. Era realmente inhumana. Los humanos eran mi presa.

Codiciando su sangre como el peor adicto en las calles. Ellos eran ovejas,

ganado, y yo era el lobo, acosándolos por la noche. Me convertí en un

monstruo.

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―Desde ahora ―dijo Kanin―, tienes que decidir qué clase de demonio quieres

ser. No todas las comidas vendrán a ti fácilmente, ignorantes y tratando de

hacerte daño. ¿Qué harás si tu presa te invita a pasar, y te ofrece un lugar en la

mesa? ¿Qué harás si huyen o se encogen cubriéndose, rogándote que no las

lastimes? Cómo acosaras a tu presa es algo con lo que tienes que llegar a un

acuerdo, o rápidamente te volverás loca. Y una vez que cruces ese umbral, no

hay vuelta atrás.

―¿Cómo lo haces? ―susurré.

Kanin sacudió su cabeza con una sonrisa.

―Mi método no te servir{ ―dijo cuando comenzamos a dejar el lote―. Tendr{s

que encontrar tu propia manera.

Cuando entramos al callejón, pasamos junto a uno de los matones quien

comenzó a acercarse. Gimió y se balanceó mientras se tambaleaba sobre sus

pies, jadeando con dolor, y aunque mi Hambre estaba saciada, algo dentro de

mí reacciono ante la visión de una criatura herida e indefensa. Me di media

vuelta con un gruñido, y mis colmillos se alargaron, antes de que Kanin

agarrara mi brazo y me arrastrara hacia la oscuridad.

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C A P Í T U L O 6

Traducido por DamaOscura

Corregido por Connie

Cuando me levanté, estaba sola, yaciendo en una cama llena de polvo en el

cuarto de un viejo hospital. Era de noche otra vez, y supe que el sol se había

puesto hacía una hora. Kanin me había mantenido afuera la noche anterior

hasta que fue casi el alba, explicándome, que como vampiro, necesitaba saber

cuando el sol se acercaba y cuánto tiempo tenía para buscar un refugio. A pesar

de las leyendas, me explicó, que no nos reduciríamos a cenizas inmediatamente,

pero químicamente nuestro cuerpo había cambiado ahora que técnicamente,

estábamos muertos. Lo comparó con una enfermedad humana llamada

Porfiria, donde sustancias toxicas en la piel causan que esta se ennegrezca y se

quiebre cuando se expone a la luz ultravioleta. Ser atrapado fuera sin un

refugio, los rayos del sol directos podrían quemar nuestra piel expuesta hasta

que, eventualmente, se prenda en llamas. Era una forma confusa y

extremadamente dolorosa de morir, dijo ante mi expresión de horror, y es algo

que quieres evitar a toda costa.

A pesar de esto, casi no volvemos. Recuerdo acercarme al hospital en ruinas,

cada vez más somnolienta mientras el cielo iba de un negro como el carbón a un

azul marino. Pero a pesar del letargo, había sentido un gran pánico y desespero,

urgiéndome para encontrar un refugio. Mientras luchaba desesperadamente

contra la lentitud aplastante, Kanin me había alzado, sosteniéndome cerca

mientras andaba por la hierba y la maleza, y caí contra su pecho.

Los eventos de la noche anterior volvieron a mí, y temblé. Aún se sentía irreal,

como si todo lo que pase, le hubiese ocurrido a alguien más. Experimentando,

traté de sacar los colmillos y sentí de inmediato que se alargaban, presionando

las encías, afilados y letales. No tenía Hambre, aunque, ello era a la vez un

alivio y una decepción. Me pregunté que tan frecuentemente tendría que<

alimentarme. ¿Cuánto tiempo antes de que tuviera que hundir los colmillos en

la garganta de alguien y tener ese asalto de calor y poder fluyendo dentro de

mí<?

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93

Me sacudí, furiosa y disgustada. Una noche como vampiro y ya estaba

cometiendo un desliz, cediendo ante el demonio.

―No soy como ellos ―bullí hacia la oscuridad, hacia la espiral en mi

interior―. Maldita sea, voy superar esto. De alguna forma de alguna manera no

me convertiré en un monstruo desalmado, lo juro.

Saliendo de la cama, me sumergí en la oscuridad, por el estrecho pasillo en

busca de Kanin.

Estaba sentado en el escritorio de la oficina, escudriñando una gran pila de

papeles. Sus ojos se movieron hacia mí cuando entré, luego continúo leyendo.

―Um. ―Me senté en uno de los armarios volcados―. Gracias. Por no dejar que

me quemara esta mañana. Supongo que sería lo que hubiese ocurrido si hubiera

sido atrapada bajo el sol, ¿verdad?

―Es algo que no le desearía ni a mi peor enemigo ―respondió Kanin sin

levantar la mirada. Lo miré, recordando la forma en que me había cargado para

meterme, y fruncí el ceño.

―¿Así que, cómo es que fuiste capaz de mantenerte despierto mientras yo me

dormía?

―Pr{ctica. ―Kanin pasó la p{gina y empezó otra―. Todos los vampiros deben

dormir en el día ―continuo, sin mirarme aún―. Somos criaturas nocturnas,

como búhos o murciélagos, y algo en la composición de nuestro cuerpo nos

hace letárgicos y cansados cuando el sol está en lo alto. Con práctica y una gran

cantidad de fuerza de voluntad, podemos luchar contra la necesidad de dormir

durante un poco más. Simplemente se hace más difícil cuanto más estemos

despiertos.

―Bien< gracias. ―Miré la parte superior de su cabeza y arrugué la nariz―.

Supongo que estoy agradecida de que seas extremadamente testarudo.

Finalmente levantó la mirada, levantando una ceja.

―De nada ―dijo, sonando divertido―. ¿Cómo te sientes ahora?

―Bien, supongo. ―Levanté una hoja de papel del gabinete. Nadie me había

preguntado nunca cómo me sentía, no desde que era una niña―. De todas

formas, no estoy hambrienta.

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94

―Eso es normal ―me explicó Kanin mientras empezaba una nueva pila de

papeles―. Por lo general, salvo heridas y esfuerzos excesivos, se puede tomar

sangre cada quince días para permaneces alimentado y saciado.

―¿Quince días?

―Cada dos semanas.

―Oh.

―Aunque no es inusual para un vampiro, si tiene los medios, de alimentarse

cada noche. El Príncipe de la ciudad y su consejo, puedes estar segura, se

satisfacen aún más seguido. Pero dos semanas es una cantidad de tiempo

seguro para no alimentarse de sangre humana. Después de ese tiempo, vas a

estar más y más hambrienta, y nada te satisfará hasta que te alimentes otra vez.

―Sí, debes haberlo mencionado una o dos veces.

Me miró por encima de sus papeles y los apartó, rodeando el escritorio para

apoyarse en la parte frontal.

―¿Quieres que continúe enseñ{ndote? ―preguntó―. ¿O te gustaría que te

dejara para que tú misma lo descubrieras todo?

―Lo siento ―murmuré, mirando hacia otro lado―. Supongo que aún me estoy

acostumbrando a todo esto de estar muerta. ―Un pensamiento vino a mí, y

volví a mirarlo, frunciendo el ceño―. ¿Entonces, qué se supone que haga, una

vez que este “entrenamiento” termine?

―Sospecho que continuaras viviendo como vampiro.

―No es lo que quiero decir, y lo sabes, Kanin. ―Hice un gesto vago hacia el

techo―. ¿Se me permitir{ estar en Ciudad Central? ¿Los otros vampiros me

dejaran pasar las puertas ahora que soy una de ellos?

Ahora que soy una de ellos. Fue un pensamiento desagradable. Nunca seré una de

ellos, me prometí. No completamente. No soy como ellos. No caeré a su nivel, no

pensaré en los humanos como nada más que animales.

―Desafortunadamente ―dijo Kanin―, hay m{s que eso.

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95

Eso sonaba como si fuera a darme otra conferencia, así que me dejé caer en la

silla de la noche anterior, descansando mi barbilla en las manos. Kanin se

detuvo, mirándome por un segundo, antes de continuar.

―Ahora eres un vampiro, así que, sí, se te permite pasar las puertas para entrar

a Ciudad Central. Eso, si no sacas a colación tu asociación conmigo. Pero

necesitas entender la política de tu hermandad de muertos antes de que puedas

actuar por tu cuenta. Hay una jerarquía entre la ciudad de los vampiros, una

cadena de rangos y comandantes, de la que debes estar consiente si esperas

encajar.

―Encajar ―repetí y resoplé―. He sido una rata callejera y una Fringer. No creo

que suavice las relaciones con los vampiros de Ciudad Central en un tiempo

cercano

―A pesar de todo. ―La voz de Kanin no cambió―. Esto es algo que necesitas

saber. No todos los vampiros son creados igual. ¿Conoces las diferencias entre

el Príncipe de la ciudad y sus seguidores?

Fruncí el ceño. Para mí, todos los chupasangre eran iguales; tenían colmillos,

estaban muertos, bebían sangre. Pero Kanin no aceptaría eso como respuesta, y

realmente no quería que se fuera aún, así que<

―Sé que la ciudad tiene un Príncipe ―respondí―. Salazar. Y todos los dem{s

vampiros le obedecen.

―Sí. ―Kanin asintió, aprobando―. Dentro de cualquier ciudad, hay un

Príncipe, un Vampiro Maestro, el más fuerte y más poderoso de todos. Él, o ella,

lideran el consejo, ordenan a los vampiros menores, y toma la mayoría de

decisiones dentro de Ciudad Central. Así es como la mayoría de las ciudades

trabajan, aunque hay algunas que están construidas diferente. He oído de

territorios donde solo un vampiro rige todo, aunque esa clase de ciudad es

extremadamente rara e inusual y por lo general no dura mucho. El Príncipe

tiene que ser muy fuerte, para evitar que su ciudad caiga ante otros vampiros o

incluso sus propios humanos.

―¿Cu{ntas ciudades vampiro hay?

―¿En todo el mundo? ―Kanin se encogió de hombros―. Nadie lo sabe

realmente. Constantemente están cambiando, como ves, especialmente dentro

de regiones pequeñas. Ciudades creciendo y cayendo, intentos por tomar el

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territorio de otros, enfermedades o Rabiosos exterminando poblaciones enteras.

Pero las ciudades más grandes, como Nueva Covington, han sobrevivido desde

la plaga, y tal vez, hay algunas decenas, en el mundo.

―Todos gobernados por un Maestro.

―Usualmente. Como dije antes, hay excepciones, pero sí, la mayoría de las

ciudades son gobernadas por un Maestro.

Eso significaba que había varios vampiros fuertes, probablemente muy

antiguos, allí afuera. Eso era algo para recordar, aunque sonaba como si la

mayoría de ellos se quedaran en sus ciudades, como Salazar, y nunca se

aventuraran más allá del Muro.

―Por debajo del Príncipe ―continuo Kanin―. Est{n los Tipo-2, los vampiros

que han sido engendrados por el Maestro. No son tan poderosos como el

Príncipe, pero son formidables por derecho propio, y con frecuencia forman

parte del consejo, la guardia de élite y los segundos del Príncipe. ¿Estás

entendiendo hasta ahora?

―¿LosTipo-2? ―Mordí una sonrisa de satisfacción―. Estaba esperando algo

m{s<exótico, y algo más vampírico. Los Tipo-2 suenan como el síntoma de una

enfermedad.

Kanin me dio una mirada exasperada.

―Las líneas de sangre de ciertas familias antiguas son extremadamente largas y

complejas ―explicó con una voz m{s clara―. No habría objeto en explicarlo a

un nuevo vampiro, así que estoy dándote la versión simplificada.

―Lo siento. Continua.

―Por debajo de ellos ―continuo Kanin―. Est{n los Tipo-3, los mestizos, y estos

son los más comunes y menos poderosos de la jerarquía. Han sido creados por

cualquiera del Tipo-2 u otro mestizo, y son el tipo de vampiros que más

probablemente encontraras vagando en las calles. Los mestizos son la mayor

parte de la población, y son los más débiles de nosotros, aunque siguen siendo

más fuertes y rápidos que cualquier humano.

―¿Entonces, cuanto m{s fuerte sea el vampiro que te engendre, es probable que

seas así de fuerte?

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―Hasta cierto punto. ―Kanin se recargó, descansando su mano en el

escritorio―. Antes del virus, los vampiros estaban regados por todo el mundo,

escondidos de la raza humana, mezclándose en la sociedad. La mayoría eran

mestizos, Tipo-3, y si ocasionalmente engendraban a otro vampiro, siempre

crearían un mestizo. El Maestro y su aquelarre eran pocos y distantes entre sí,

aislados del resto del mundo, hasta que el virus Red Lung atacara. Cuando los

humanos empezaron a morir a causa del virus, nuestra fuente de alimento

desapareció, y estuvimos en peligro de morir de inanición o volvernos locos.

»Los Rabiosos empezaron a aparecer, y las cosas se volvieron más caóticas. En

ese momento, no sabíamos si los Rabiosos eran el efecto final del virus Red

Lung o si eran algo nuevo, pero había pánico masivo entre los vampiros y

humanos. Eventualmente, algunos Maestros ingeniosos divisaron una forma de

mantener cerca los pocos humanos no infectados que quedaban, creando una

fuente interminable de alimentación a cambio de protegerlos de amenazas

externas. Y así las ciudades de vampiros nacieron. Pero hay muy pocos

Maestros ahora. ―Se detuvo y miró a lo lejos―. Y eso significa menor cantidad

de vampiros cada año. Es solo cuestión de tiempo antes de que nuestra raza

desaparezca completamente.

No parecía triste por ello. M{s< resignado. Parpadeé.

―¿Qué quieres decir? ―pregunté―. Creo que habías dicho que los mestizos o

los Tipo-2 o cualquiera podía crear otro vampiro. ¿Qué quieres decir con que

están en vía de extinción?

Se quedó en silencio, con los ojos oscuros a lo lejos. Finalmente, levantó la

mirada, mirando hacia mí.

―¿Sabes cómo fueron creados los Rabiosos? ―preguntó con voz suave―.

¿Sabes lo que son?

Tragué.

―¿Quieres decir, aparte de lo obvio?

―Son vampiros ―continuo Kanin, como si no hubiera dicho nada―.

Originalmente, los Rabiosos eran vampiros. En el estado primario de la plaga,

un grupo de científicos descubrieron que los vampiros eran inmunes al virus

que estaba matando a la raza humana. Hasta ese momento, nuestra raza era

virtualmente desconocida, oculta y dispersa en el mundo. Éramos felices de

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permanecer como monstruos de Halloween y películas de horror. Era mejor de

esa forma.

―¿Entonces, qué paso?

Kanin emitió un sonido de disgusto en la parte trasera de su garganta.

―Un idiota Vampiro Maestro fue a los científicos, exponiendo nuestra raza,

queriendo “salvar la raza humana”. Aparentemente, creyó, y con razón, que si

la raza humana se extinguía, pronto los vampiros les seguirían. Los científicos

le dijeron que la sangre de vampiro era la clave para encontrar la cura, que

podían combatir el virus Red Lung si solo tuvieran muestras vivas con que

trabajar. Entonces, el Maestro rastreó y capturó a otros vampiros para que los

científicos experimentaran, traicionando a su propia raza por una cura que

salvaría el mundo. ―Kanin sacudió la cabeza―. Desafortunadamente, lo que

crearon, en lo que convirtieron a los vampiros, era aún peor que cualquier cosa

que cualquiera hubiese anticipado.

―Los Rabiosos―supuse.

Él asintió.

―Debieron haberlos destruido cuando tuvieron la oportunidad. En vez de eso,

los Rabiosos escaparon, cargando dentro de ellos el virus Red Lung mutado

que había matado a la mayoría de la humanidad. Los mismos patógenos se

diseminaron rápidamente en todo el mundo, infectando tanto a humanos como

vampiros. Solo que ahora, en vez de morir por el Red Lung, los humanos

infectados Cambian. Se vuelven como los Rabiosos originales: crueles y sin

sentido, anhelando sangre, incapaces de salir a la luz del día. Más de cinco

millones de personas sucumbieron al virus y se convirtieron en Rabiosos. Y

cuando un vampiro entra en contacto con alguien que lleva el virus, también se

infecta. La mayoría de nosotros no nos convertimos, pero el virus se disemina a

través de nuestras filas, tan rápido como en los humanos. Y ahora, durante el

curso de las últimas seis generaciones, todos los vampiros se han convertido en

portadores de Rabia. A diferencia de los humanos con Red Lung, nuestros

cuerpos se adaptan más rápidamente al virus, y hemos sido capaces de

combatirlo. Pero nuestra raza aún está debilitándose.

―¿Por qué?

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―Porque el virus evita la creación de nuevos vampiros ―dijo Kanin

gravemente―. Los Maestros aún pueden engendrar Tipo-2, y en ocasiones

muy, muy raras, otro Maestro. Pero por cada nuevo vampiro que crea, existe la

posibilidad de que no engendre a un vampiro sino a un Rabioso. Los Tipo-2

engendran Rabiosos en más del noventa por ciento de las veces, ¿y los

mestizos? ―Kanin sacudió la cabeza―. Los Mestizos siempre crearan Rabiosos.

No pueden engendrar nada más. La mayoría de Maestros han jurado no crear

nuevas crías. El riesgo de Rabia en la ciudad es demasiado grande, y son muy

protectores con el suministro de comida restante.

Pensé en el venado enfermo, agitándose a ciegas, la crueldad absoluta de los

Rabiosos, y me estremecí. Si este era el mundo fuera de los Muros de la ciudad,

era maravilloso que alguien pudiera sobrevivir fuera.

―Entonces ―reflexioné, mirando a Kanin―, supongo que soy una portadora

ahora, ¿verdad?

―Es correcto.

―Entonces no me convertí en un Rabioso ―dije lentamente―. Porque< tú eres

un vampiro Maestro. ―Me dio una sonrisa sin una pizca de humor, y lo miré

con nuevos ojos. Kanin era un Vampiro Maestro; podía ser un Príncipe―. Pero

si eres un Maestro, ¿por qué no tienes tu propia ciudad? Pensé que<

―Es suficiente de hablar. ―Se apartó de la mesa―. Tenemos un lugar a donde

ir esta noche, y es un largo camino bajo la ciudad. Sugiero que nos pongamos

en movimiento.

Parpadeé ante el repentino cambio de humor.

―¿A dónde vamos esta vez?

Kanin giró con tanta gracia que ni siquiera supe que se había movido hasta que

me tuvo atrapada contra la pared, con la larga hoja curva de su daga

presionada contra mi garganta. Me congelé, pero una fracción de segundo

después la presión en la garganta se fue y el cuchillo desapareció en el pliegue

de su abrigo negro. Kanin dio una leve y apretada sonrisa y se apartó.

―Si yo fuera el enemigo, estarías muerta ahora ―dijo, caminando por el pasillo

como si nada hubiera pasado. Agarré mi pecho, sabiendo que si todavía tuviera

un latido de corazón, estaría golpeando mis costillas―. La ciudad puede ser un

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sitio peligroso. Vas a necesitar algo más grande que esa hoja de cinco

centímetros en tu bolsillo para defenderte.

Como rata callejera, tenía los túneles subterráneos bajo la ciudad como mi

territorio, mis pasajes secretos, el camino oculto que me permitía deslizarme a

través de los distritos invisibles. Había estado orgullosa de mis conocimientos

sobre el bajo mundo. Pero mi vampiro mentor tenía una memoria perfecta, o

había estado en el oscuro y retorcido bajo mundo muchas, muchas veces antes.

Lo seguí por un pasadizo que nunca había visto, no sabía que existía. Kanin

nunca ralentizó el paso o pareció estar perdido, así que mantenerse con él era

un reto a veces.

―Allison. ―Había una pizca de exasperación en su voz mientras se daba la

vuelta, deteniéndose para esperarme―. La noche esta menguando, y aún

tenemos un buen trayecto que cubrir antes de que alcancemos nuestro destino.

¿Podrías ser tan amable de apresurarte? Esta es la tercera vez que he tenido que

esperarte.

―Sabes, podrías andar un poco m{s despacio. ―Salté de un vagón muerto y

corrí hacia él, esquivando un tubo que colgaba por encima del trayecto―. En

caso de que no lo hayas notado, la gente baja tiene piernas cortas. Tengo que

dar tres pasos para cubrir uno de los tuyos, así que deja de quejarte.

Sacudió su cabeza y continúo por el túnel de cemento, caminando un poquito

más despacio ahora, así que fue una pequeña victoria. Me apresuré para

mantener la paz.

―No tenía idea de que había otro ferrocarril aquí―dije, mirando el casco de un

vagón oxidado, volcado en el trayecto―. Conocía el que corría bajo el tercer y

cuarto distrito, pero fue bloqueado cuando un edificio colapso sobre él. ¿A

dónde va este?

―Este ―dijo Kanin, su voz hizo eco en el oscuro túnel―, va directo hacia el

corazón de Ciudad Central, justo en medio de las torres. La estación que

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conduce allí ha sido cerrada, y los túneles han sido sellados, pero no vamos a

recorrer todo el camino hasta las torres.

―¿Estamos bajo Ciudad Central? ―Miré el techo como si pudiera ver los

edificios de los vampiros asomándose por entre el concreto y el cemento. Me

pregunté cómo era allí arriba; torres de vidrio y luces chispeantes, humanos

bien vestidos, e incluso vehículos que aún funcionan. Muy lejos de la sucia,

existencia sin esperanza de los hambrientos del Fringe.

―No seas tan enamoradiza ―me advirtió Kanin, como si alcanzara mis

pensamientos―. Los humanos de Ciudad Central podr{n estar mejor vestidos y

alimentados, pero solo porque son útiles. ¿Y qué crees que les ocurrirá, una vez

su maestro se aburra o se disguste?

―Supongo que no tienen un plan de jubilación.

Kanin resopló.

―¿Y quieres que viva eventualmente allí?

Él me miró, su expresión se suavizo.

―Allison, cómo vivas tu vida, es tu decisión. Solo puedo darte las habilidades

que necesitas para sobrevivir. Pero eventualmente, tendrás que tomar tus

propias decisiones, llegar a tus propios términos respecto a lo que eres. Eres un

vampiro, pero la clase de monstruo en la que te conviertas, está fuera de mis

manos.

―¿Qué pasa si no quiero vivir allí? ―Le miré de reojo, luego me concentré en

las pisadas de mis pies, observando como brillaban mientras pasaba―. ¿Qué

pasa si quisiera<ir contigo?

―No. ―La voz de Kanin era afilada, resonando en el túnel, haciéndome formar

una mueca de dolor―. No ―dijo otra vez, m{s suave esta vez―. No voy a

hacer que sufra alguien al soportar mi camino. Mi camino debe ser siempre

transitado solo.

Y ese fue el final.

El paso subterráneo continuo, pero Kanin me llevo por otro, aún más estrecho,

aunque una docena de veces más enredado y revuelto, hasta que estuve

completamente perdida. Cruzamos bajo desagües pluviales y rejillas de metal,

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donde pude levantar la mirada y ver finalmente la ciudad de arriba, brillante y

luminosa. Pero las calles parecían solas, abandonadas. Había estado esperando

una multitud de personas caminando en las calles. Tal vez me atrevería a echar

un vistazo a un vampiro, rodeado por sus mascotas y esclavos, paseando por la

acera. Un vehículo paso, haciendo que la tapa de una alcantarilla tintineara,

llenando el silencio con el gruñido del motor. Me quedé boquiabierta ante la

vista de un coche real funcionando, pero aparte de eso, la ciudad era tan

silenciosa como el Fringe.

Y, mientras continuábamos bajo las calles silenciosas, las luces revelaban otras

cosas, también.

No lo notarias al principio, siendo deslumbrado por las luces y la altura de los

edificios, pero Ciudad Central estaba tan destruida y dañada como la peor parte

del Fringe. No había filas de mansiones brillantes, ni edificios desbordando

comida y ropa y todo lo que necesitaras, ni carros para toda la familia. Había

muchísimos edificios destruidos y medio podridos que se veían ligeramente más

cuidados que el resto de la ciudad. Había farolas parpadeando, carros oxidados

y maleza creciendo en los muros y en el concreto. Excepto por el trío de torres

brillantes en la distancia, Ciudad Central lucía como una versión del Fringe,

más brillante e iluminada.

―¿No era lo que esperabas, verdad? ―reflexionó Kanin, mientras nos

sumergíamos en otro tubo de cemento y las luces se desvanecían sobre

nosotros. Lo seguí, sin saber si estaba reivindicada o decepcionada.

―¿Dónde est{ toda la gente? ―pregunté―. ¿Y los vampiros?

―Los humanos que est{n despiertos, están trabajando ―dijo Kanin―.

Manteniendo la red eléctrica en funcionamiento, administrando los restos del

sistema de alcantarillado, reparando maquinaria descompuesta. Es por eso que

los vampiros buscan a aquellos que son talentosos o tienen conocimientos o

habilidades y los llevan a la ciudad, necesitan que ellos mantengan las cosas en

marcha. También tienen humanos para sus fábricas, para que limpien y

reparen los edificios, y siembren la comida que el resto de la población necesita.

El resto de ellos, guardias, esclavos, mascotas y concubinas, les sirven de otras

formas.

―Pero< no todos pueden estar trabajando.

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―Es verdad―estuvo de acuerdo Kanin―. Todos los dem{s est{n detr{s de

puertas cerradas y aseguradas, manteniéndose lejos de las calles y fuera de vista

tanto como les sea posible. Ellos son más cercanos a los monstruos que las

personas del Fringe, y tienen muchas más razones para estar asustados.

―Wow ―murmuré, sacudiendo mi cabeza―. Todo el mundo en casa se

sorprendería de aprender cómo es realmente allí.

Kanin no dijo nada, y viajamos en silencio durante un tiempo.

Finalmente se detuvo en una escalera de acero que llevaba a una rejilla de metal

en el techo. Poniéndola a un lado con facilidad debido a la fuerza de vampiro,

escaló por el agujero y me hizo señas para que lo siguiera.

―¿Dónde estamos ahora? ―pregunté, siguiéndolo por otro pasillo de cemento.

Al final de éste, golpeamos una puerta de metal oxidada, asegurada, por

supuesto, pero Kanin puso su hombro en el metal y lo golpeo abriéndola.

―Estamos ―respondió, dando un paso atr{s para que yo entrara al entorno―,

en el sótano de almacenamiento del museo antiguo de la ciudad.

Miré a mí alrededor con asombro. Estábamos de pie en el borde del cuarto más

grande que jamás había visto en mi vida, una bodega de cemento y hierro que

se extendía más allá incluso de mi visión de vampiro. Estantes de metal

oxidado creaban un laberinto de pasillos, cientos de pasillos estrechos que

desaparecían en la oscuridad del cuarto. El contenido de los estantes estaba

cubierto con mantas o guardado en cajas, envueltas en gruesas capas de

telaraña y polvo. Si tomaba una bocanada de aire podía oler el hedor asfixiante

de moho y hongos, creciendo por todas partes, pero sorpresivamente, los

estantes parecían bastante intactos.

―No puedo creer que este lugar este tan< intacto ―dije, mientras

comenzábamos a caminar por uno de los pasillos estrechos. Bajo una manta

sucia, alcance a ver un hueso amarillo y levanté la esquina para revelar el

esqueleto de algún tipo de gato enorme, congelado agazapado. Lo miré,

sorprendida, preguntándome por qué alguien querría mantener los huesos de

un animal muerto, era algo espeluznante, verlo así, sin piel ni pelaje―. ¿Qué

demonios es este lugar?

―Antes de la plaga, los museos eran lugares de historia ―explicó Kanin

mientras me apresuraba a alejarme del gato para ponerme al día. Su voz hizo

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eco en la bastedad―. Lugares donde se coleccionaba conocimiento, lugares

donde guardaban todas las cosas, recuerdos y artificios de otras culturas.

Me detuve, viendo un maniquí vestido con pieles y cuero de animales. Las

plumas sobresalían de su cabello, y sostenía algún tipo de objeto hecho en

piedra.

―¿Por qué?

―Para recordar el pasado, para no dejarlo desaparecer. Los disfraces, las

historias, la religión y el gobierno de docenas de culturas están guardados aquí.

Hay otros lugares como este alrededor del mundo, ocultos y olvidados por el

hombre. Lugares que aún mantienen sus secretos, esperando ser descubiertos

una vez más.

―No puedo creer que los vampiros no hayan quemado este lugar hasta

reducirlo a cenizas.

―Trataron ―respondió Kanin―. El edificio sobre nosotros ha sido destruido,

no permanece ni rastro de él. Pero la ciudad de los vampiros está más

interesada en lo que pasa en la superficie, raramente se aventuran en los túneles

y los secretos bajo la tierra. Si supieran de este lugar, puedes estar segura que

lo habrían quemado hasta hacerlo cenizas.

Fruncí el ceño, odiando a los vampiros de nuevo.

―Y los humanos nunca lo sabr{n, ¿verdad? ―murmuré, siguiendo a Kanin por

un pasillo, sintiéndome taciturna―. Todo este conocimiento, justo bajo sus pies,

y nunca lo sabrán

―Tal vez no hoy. ―Kanin se detuvo en un estante que contenía una caja de

madera estrecha. Letras rojas desvanecidas estaban impresas al lado, debajo de

todas las telarañas y el polvo, pero era difícil leerlo―. Pero vendrá un tiempo

en el que el hombre no solo esté interesado en sobrevivir, cuando sea curioso

una vez más y vea cómo eran los que estuvieron antes que él, cómo era la vida

mil años atrás, y buscara respuestas a esas preguntas. Tal vez no suceda en cien

años o así, pero la curiosidad humana los ha conducido siempre a encontrar

respuestas. Incluso nuestra raza no puede mantenerlos en la oscuridad por

siempre.

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Abrió la caja y hurgó en el contenido. Oí el tintineo y el roce del metal, y luego

sacó algo.

Era una espada, tenía una hoja larga y doble con la empuñadura de metal

negra que parecía una cruz. Kanin la sostuvo en una mano, pero la hoja en sí

era enorme, probablemente media cerca de metro y medio. Con la

empuñadura, era unos cuantos centímetros más alta que yo.

―Espada de dos manos alemana ―dijo, dándonos a mí y a ella una mirada,

escrut{ndonos, midiéndonos―. Probablemente demasiado grande para ti.

―¿Tú crees?

La remplazo y abrió otra caja del estante de arriba, esta vez sacando una cadena

larga con una bola llena de pinchos. Parecía extremadamente desagradable, y

estuve intrigada, pero la dejo después de un segundo vistazo.

―¿Oye, qué era eso? ―Me incliné hacia adelante tratando de ver dentro de la

caja de puntillas, pero él me alejo―. Oh, vamos. Quiero ver la enorme bola de

púas.

―No necesitas un elemento para flagelar. ―Kanin frunció el ceño, como si

imaginara lo que yo podría hacer con él. Traté de mirar dentro de la caja una

vez más, y me miró exasperado, advirtiéndome.

Lo miré.

―Bien. Entonces dime, oh, gran, tienes una as bajo la manga. ¿Qué estamos

buscando? ¿Qué necesito?

Sacó otra arma, una lanza larga con punta de metal, y la devolvió sacudiendo

la cabeza.

―No estoy seguro.

Levanté otra tela, donde una cosa con pelaje de perro me devolvió la mirada sin

mirar.

―De todas formas, ¿por qué estamos buscando un arma antigua? ―murmuré,

bajando la tela―. ¿No sería m{s f{cil usar, oh, no sé<una pistola?

―Las pistolas requieren munición ―respondió Kanin sin levantar la mirada―.

La munición es difícil de hallar, incluso si el Príncipe no tuviera dominio

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absoluto sobre la distribución de armas automáticas en la ciudad. Y un arma

descargada es casi tan útil como un gran pisa papeles. Además, las armas son

poco prácticas tratando con nuestra clase. A menos que puedas cortarnos la

cabeza, en el mejor de los casos las balas solo nos retrasan. Para protegerse

adecuadamente de un vampiro, se necesita una espada. Ahora< ―Se movió

hacia la siguiente caja, arrancando la tapa, las grapas y todo―. ¿Por qué no eres

un poco útil y buscas tú misma en alguna de estas? Mira a ver si algo salta

hacia ti. Recuerda, estás buscando algo que tenga una hoja. No un mazo o una

masa o una enorme cadena con púas con la que probablemente te lastimarías

tratando de aprender.

―Bien. ―Caminé por el pasillo mirando artículos al azar―. Aún digo que el

látigo parece que puede golpear en la cabeza de un vampiro eficientemente.

―Allison<

―Ya voy, ya voy.

Más cajas de madera alineadas llenaban el pasillo, cubierto con polvo. Aparté

una capa de telarañas y suciedad para leer las palabras a un lado de la caja más

cercana. Espada larga: Europa medieval, siglo 12. El resto se perdió con el tiempo y

la edad. Otra leyenda decía: Mosquetero Rapie… una cosa u otra. Otra tenía

aparentemente un traje completo de gladiador, lo que sea que fuera un

gladiador.

Un sonido metálico en dirección de Kanin lo mostró sosteniendo una larga

hacha de doble hoja, antes de dejarla aun lado y trasladarse a otro estante.

Una caja captó mi atención. Era larga y estrecha, como las otras cajas, pero en

vez de palabras, tenía símbolos extraños impresos a un lado. Con curiosidad,

arranqué la tapa y metí la mano, deslizándome entre capas de plástico y

espuma, hasta que mis dedos se cerraron alrededor de algo largo y liso.

La saqué. La vaina era ligeramente curvada negra y brillante y la empuñadura

asomaba del final, marcada con una forma de diamante en negro y rojo. Agarré

la empuñadura y saqué la hoja, enviando un temblor metálico a través del aire

y mi espina dorsal.

Tan pronto la saqué, supe que había encontrado lo que Kanin quería.

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La espada brillo en la oscuridad, larga y esbelta, como un arcoíris de plata.

Pude sentir el borde afilado de la hoja sin siquiera tocarla. La espada en sí era

luminosa y agraciada, y se ajustaba perfectamente en mi palma, como si hubiera

sido hecha para mí. La moví en un amplio arco, sintiendo cómo se deslizaba

por el aire, e imaginando que era una espada que pasaría a través de un

Rabioso gruñendo sin siquiera detenerse.

Una risita me interrumpió. Kanin estaba de pie a unos centímetros de distancia,

con los brazos cruzados, sacudiendo la cabeza. Su boca estaba estirada en forma

de una sonrisa resignada.

―Debí haberlo sabido ―dijo, caminando―. Debí haber sabido que te lanzarías

hacia eso. De hecho es muy apropiado.

―Es perfecto ―dije, levantando la espada―. ¿Qué es?

Kanin me miro con una sonrisa divertida.

―Lo que sostienes es llamada katana4. Hace mucho tiempo, una raza de

guerreros conocidos como samurái las usaba. La espada era más que un arma,

para el samurái, sus armas eran una extensión de sus almas. Era el símbolo de

su cultura y su posesión más preciada.

Realmente no necesitaba la lección de historia, pero era divertido saber que

había una raza entera de personas que llevaban estas.

―¿Qué les sucedió? ―pregunté, envainando la espada cuidadosamente―.

¿Todos murieron?

La sonrisa de Kanin creció aún más, como si estuviera disfrutando de un chiste

privado.

―No Allison Sekemoto. Yo diría que no.

Fruncí el ceño, esperando que me explicara, pero se hizo hacia atrás e hizo un

gesto para que lo siguiera.

―Si vas a llevar esa arma ―dijo mientras nos dirigíamos de vuelta al laberinto

de pasillos y estantes―, tendr{s que aprender a usarla. No es una navaja, que

4Katana: Tipo particular de sable japonés de filo único, curvado, tradicionalmente utilizado por

los samuráis. Su tamaño más frecuente ronda el metro de longitud y el kilo de peso.

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108

puedes darle vueltas en el aire y esperar que llegue al objetivo. Es un arma

elegante y merece algo mejor que eso.

―No sé, darle vueltas en el aire suena como un buen truco para mí.

Me dio otra de sus miradas de exasperación.

―Tener un arma sin saber cómo usarla, es mejor que no tener una, no por

mucho. ―dijo agach{ndose al pasar por la puerta y entrando al estrecho

corredor―. Especialmente cuando tienes que lidiar con vampiros. Especialmente

cuando tratas con vampiros antiguos que saben cómo luchar, son los más

peligrosos. Arrancaran tu cabeza con tu propia espada, si no tienes cuidado.

Volvimos a la reja de metal que él había levantado antes, y Kanin se perdió de

vista, de nuevo en las alcantarillas. Aferré mi nuevo premio contra el pecho y lo

seguí.

―¿Entonces me enseñaras? ―pregunté mientras aceleraba el paso.

―Oh, me temo que él no te enseñara nada, chica ―dijo una voz relajada en la

oscuridad―. Excepto, tal vez, cómo morir de una forma horrible y dolorosa.

Me congelé, y en un segundo, dos figuras se fundieron en la oscuridad del

túnel, sonriendo cuando estuvieron delante de nosotros. Supe instantáneamente

que eran vampiros; piel pálida y ojos hundidos, pude sentir, de forma extraña e

inexplicable que eran como yo. Desde el sentido de chupasangre muerto, al

menos. La mujer de cabello negro rizado se volvió elegantemente hacia atrás:

vestía tacones y traje de calle que abrazaba su cuerpo como una piel de

serpiente. El hombre era flaco y pálido, con rasgos afilados y lleno de ángulos,

pero se las arreglaba para que le ajustara la chaqueta. Y media casi metro

ochenta de estatura.

Kanin se puso rígido. Un diminuto movimiento, y el cuchillo apareció en su

mano.

―Tienes algo de agallas al venir aquí, Kanin ―dijo la vampiresa en tono

conversacional, sonriendo y mostrando dientes perfectos―. El Príncipe sabe

que estás aquí, y quiere tu cabeza sobre un plato. Hemos sido enviados para

complacerle. ―Ella caminó hacia nosotros, moviéndose como una serpiente.

Sus labios rojos se partieron en una sonrisa, mostrando los colmillos, y volvió

su mirada predadora hacia mí―. ¿Quién es esta pequeña chica, Kanin? ¿Tu

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109

nueva protegida? Que encantador, continuando tu maldito linaje. ¿Sabe quién

eres realmente?

―No es nadie ―dijo Kanin planamente―. Ella no interesa, de lo único que

tienes que preocuparte es de mí.

La sonrisa de la vampiresa creció salvajemente.

―Oh, no lo creo, Kanin. Después de que te arranquemos la cabeza,

arrastraremos a tu pequeño engendro hacia el Príncipe y veremos cómo la

destruye, pieza por pieza. ¿No es así, Richard?

El vampiro aún no decía nada, pero sonrió, mostrando los colmillos.

―¿Qué te parece chiquilla? ―dijo la vampiresa, aún sonriendo hacia mí―. ¿No

te sientes especial? Tu corazón será arrancado y comido por el Príncipe de la

ciudad.

―Él puede intentarlo ―le respondí y sentí mis propios colmillos alargarse

mientras los desnudaba con un gruñido. Los dos vampiros rieron.

―Oh, es rebelde, ¿verdad? ―La vampiresa me dio una mirada

condescendiente―. Es una de esos desagradables del Fringe, ¿verdad?

Simplemente adoro tu afecto hacia los casos perdidos. ¿Pero, esto fue lo que te

metió en este lío en primer lugar, no es así?

Su compañero metió la mano en la chaqueta y saco un espada larga. Era un

arma delicada, fina y afilada, hecha para ser precisa. De alguna forma, el

vampiro parecía más aterrador que si hubiese sacado un hacha o incluso un

arma.

―Allison ―murmuro Kanin, poniéndose en frente de mí―. Quédate detr{s. No

peles con ellos. No trates de ayudarme, ¿entiendes?

Gruñí agarrando la funda de mi katana.

―No les tengo miedo. Puedo ayudar.

―Promételo ―dijo Kanin en voz baja y tensa―. Prométeme que no te meterás.

―Pero<

Se dio la vuelta sujetándome con una mirada fría y aterradora. Sus ojos se

habían oscurecido a negro puro, huecos y sin fondo, sin luz tras ellos.

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―Dame tu palabra ―casi susurró. Tragué.

―Est{ bien.―Bajé la mirada, incapaz de encontrar su mirada desconcertante―.

Lo prometo.

Se agachó y agarró la punta de mi katana, sacándola con un movimiento suave

mientras se daba la vuelta para enfrentar a sus atacantes.

―Vete ―me dijo, y me alejé, retir{ndome detr{s de una columna de cemento

mientras Kanin retorcía malvadamente la katana y caminaba hacia adelante.

La vampiresa siseó y se puso de cuclillas extendiendo la tela de su traje. Luego

vi sus uñas, muy largas, rojas y afiladas, como garras gigantes, clavándose en el

pavimento. Siseó de nuevo, luciendo más como una bestia que como algo

remotamente humano, y se lanzó hacia adelante.

Kanin la encontró en el centro de la habitación, con la katana dando vueltas en

el aire. Se movían más rápido de lo que yo podía ver, rápidamente, rodando,

saltando hacia atrás y lanzándose de nuevo hacia adelante. La vampiresa se

movía como algún tipo de gato mutante, surgiendo por los cuatro lados de

Kanin, incluso con sus tacones altos, rasguñándolo con sus garras. Era

alocadamente rápida, agachándose ante la espada, saltando sobre ella, con los

dientes reluciendo mientras chillaba, gritaba y bailaba alrededor de él.

Viéndolos luchar, se diseminaba un malestar en mi estómago. He visto peleas

antes, incluso había participado en algunas. Esto no era una pelea; era una

lucha brutal, libre de hacer todo contra el otro, entre dos monstruos. No pude

haberle ganado, me di cuenta con una sensación de malestar en el estómago.

Kanin estaba haciéndolo bien, defendiéndose de sus ataques y devolviéndole el

golpe, golpes viciosos que parecían el rugido de muerte de un torbellino, pero

ella me hubiera destrozado.

Estaba tan concentrada en la vampiresa, que no vi al otro vampiro hasta que

estuvo detrás de Kanin, con esa delgada y afilada espada moviéndose para

arrancarle la cabeza. Empecé a gritar una advertencia, maldiciéndome por no

verlo antes: la hembra era una distracción letal y colorida mientras su

compañero se movía en silencio para matar. Pero antes de que pudiera decir

dos palabras, la mano de Kanin salió disparada, agarrando a la hembra por el

cabello mientras gritaba y rasguñaba su cara, y la tiro contra su compañero.

Chocaron con un chasquido repugnante. El vampiro se tambaleo hacia atrás,

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haciendo una mueca de dolor, mientras la vampiresa se golpeaba contra el

suelo.

Pensé que había acabado para ella. La fuerza de Kanin pudo haber hecho un

agujero en la pared de ladrillos. Pero medio segundo después, la vampiresa se

agito y se levantó, sacudiendo la cabeza. Ni siquiera parecía mareada.

Ahora yo estaba asustada. Estaba segura de que la lucha había estado a medio

terminar, pero ambos vampiros se acercaron a Kanin una vez más, sonriendo.

Kanin espero pacientemente, con la espada a su lado. La sangre corría por un

lado de su cara donde la vampiresa lo había rasguñado, pero parecía no

notarlo. Mientras se acercaban, daban vueltas, rodeándolo desde diferentes

direcciones. Levantó la espada, dando vueltas con ellos, pero no podía verlos a

los dos al mismo tiempo.

Como esperaba, la vampiresa ataco primero, afianzándose con un gruñido, y

Kanin dio una vuelta hacia ella. Pero a mitad de camino, ella se detuvo,

saltando lejos, y el vampiro macho se abalanzo por la espalda de Kanin.

Más rápido de lo que pensé, Kanin se dio la vuelta, acuchillando al segundo

atacante, un golpe vicioso y poderoso, pero que también dejo su espalda

desprotegida una vez más. El vampiro se agacho alejándose, sonriendo,

mientras la vampiresa daba una vuelta en su talón y volaba hacia Kanin una

vez más, silenciosa y letal. Vi el triunfo en sus ojos mientras se abalanzaba

contra él, con los colmillos desnudos, y las garras clavándose en su cuello.

Kanin no se movió. Pero vi la punta de su espada cuando se dio la vuelta y

apuñalaba hacia atrás, traspasando sus costillas, y la estocada de la vampiresa

conducía justo hacia la punta, la cual se introdujo en su espalda.

La vampiresa grito, de furia y de dolor, y rasgo los hombros de Kanin. Él

caminó hacia adelante y con un rápido movimiento, sacó su otra espada,

tirándola fuera del estómago del vampiro y giró, cortando la cabeza de ella.

La cabeza reboto dos veces, luego rodo hacia mí y se detuvo a unos centímetros,

con una mueca congelada. Me estremecí y volví a mirar la pelea, donde Kanin

aún estaba enfrentando al vampiro que quedaba. Rugió, con los colmillos

afuera, y se lanzó hacia él con el cuchillo apuñalando su pecho. Kanin dio un

paso hacia atrás, moviendo ambas armas hacia adelante con un movimiento

como si fueran tijeras mientras el vampiro se ponía al alcance, cortando su

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cabeza y su pecho. La cabeza cayó y el cuerpo se abrió, y el vampiro se

abalanzo contra el pavimento, casi cortado en dos.

Mordí mi mejilla, presionando mi cara contra la columna para evitar enfermar.

No tuve mucho tiempo para recuperarme, ya que Kanin me arrastraba y

trasportaba fuera poniendo la espada de nuevo en mis brazos.

―Apresúrate ―ordenó, y no necesite un estímulo esta vez. Volvimos al

hospital, donde Kanin me dijo que me quedara y no me fuera al bajo mundo

hasta que escuchara la orden de él.

―Espera. ¿A dónde vas?―pregunté.

―Tengo que deshacerme de los cuerpos ―respondió―. En alguna parte de la

superficie, para conducir al Príncipe lejos de los túneles. También tendré que

alimentarme antes de que la noche termine. Quédate aquí. Volveré antes del

amanecer.

Se abalanzo por el hueco del ascensor, desapareciendo en la oscuridad,

dejándome sola. Dejé mi espada, mirando la sangre estropeando la prístina

hoja, y me pregunté de qué demonios estaba huyendo Kanin.

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113

C A P Í T U L O 7

Traducido por Sidonie

Corregido por Lover Killer

Durante las siguientes semanas, en mis noches se estableció una rutina. Me

despertaba al anochecer, tomaba mi espada y me encontraba con Kanin en la

oficina. Durante unas horas, él me instruía sobre sociedad, historia, hábitos

alimenticios, fuerzas y debilidades de los vampiros. Me hacía preguntas,

probando mi conocimiento sobre las cosas que había aprendido la noche

anterior, complacido cuando recordaba lo que se suponía debía. También

insistió en enseñarme matemáticas, redactando ecuaciones simples y luego más

complejas para que las resolviera, explicándomelas pacientemente si yo no era

capaz. Se inventaba acertijos de lógica para mí con los que pasaba apuros y me

daba a leer documentos complejos, preguntándome lo que significaban cuando

los terminaba. Y aunque yo lo odiaba, me forzaba a concentrarme. Era

conocimiento, algo que podría usar contra los vampiros algún día. Además,

mamá habría querido que aprendiera, aunque no estaba segura de en qué

momento podrían serme útiles las divisiones complejas.

Mientras yo trabajaba, Kanin leía, revolviendo un montón de documentos, a

veces trayendo más cajas de papeles para ocuparse de todos. Otras veces, él leía

una pila entera de papeles, poniéndolos a un lado cuidadosamente cuando

terminaba. Otras tan sólo le echaba un vistazo a la pila de documentos antes de

arrugarlos impacientemente y lanzarlos a un lado. A medida que los días

pasaban, él se volvía más impaciente y agitado con cada hoja que arrugaba en

su puño, cada fajo que lanzaba a lo largo de la habitación. Cuando, en una

ocasión, logré reunir las agallas para preguntarle qué estaba buscando, recibí

una mirada furibunda y la seca orden de seguir trabajando.

Me preguntaba por qué no había dejado ya la ciudad; obviamente los vampiros

estaban fuera, buscándolo. ¿Qué era tan importante para que se arriesgara a

permanecer aquí en esta pequeña y oscura ruina, estudiando un sin fin de pilas

de documentos medio quemados? Pero Kanin me mantenía tan ocupada

aprendiendo todo lo que él creía importante: la historia de los vampiros, lectura

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y matemáticas, que no tenía el tiempo o la capacidad cerebral para

cuestionarme otras cosas.

Y realmente, podía respetar eso. Él tenía sus secretos, y yo los míos. No iba a

husmear en su vida privada, sobre todo cuando él tampoco me había

preguntado nada sobre mi pasado. Era una especie de tregua tácita entre

nosotros; yo no fisgonearía, y él continuaría enseñándome cómo ser un

vampiro. Cualquier cosa que no tuviera relación con sobrevivir no era

importante.

Al pasar la medianoche era mi momento favorito. Tras varias horas de estrujar

mi cerebro, aburriéndome, irritándome y sintiendo como si mi cabeza fuera a

explotar, finalmente Kanin anunciaba que podía dejarlo el resto de la noche.

Después de eso, nos trasladábamos a la planta del área de recepción, la cual él

había despejado de escombros, sillas y muebles destrozados, y me enseñaba

algo diferente.

―Mantén la cabeza levantada ―dijo mientras yo arremetía contra él,

intentando darle en el pecho con mi espada. Al principio, me preocupaba un

poco luchar contra él con una espada real. Me impresionó lo rápido que podía

moverme, tanto que a veces la habitación se desenfocaba a mi alrededor, y la

espada apenas pesaba nada en mis manos. Pero Kanin dejó claro que él no

corría peligro, después de que la primera lección me dejara destrozada en mi

cama el resto de la noche, con moratones y dolores, estuviera el gen vampírico

sanando o no.

Echándose a un lado, Kanin me golpeó detrás de la cabeza con una vara, sin

delicadeza. Mi cráneo palpitaba de dolor, y arremetí contra él con un gruñido.

―Est{s muerta ―anunció Kanin, meneando la vara hacia mí. Descubrí mis

colmillos pero no le impresionó―. Deja de usar la espada como un hacha

―ordenó, mientras d{bamos vueltas en torno al otro de nuevo―. No eres un

leñador intentando derribar un árbol. Eres un bailarín, y la espada es una

prolongación de tu brazo. Muévete con la espada y mantén tus ojos en la parte

superior de tu enemigo, no sobre sus armas.

―No sé qué es un leñador ―le gruñí. Él me lanzó una mirada enojada y me

hizo señas para que atacara de nuevo.

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Sujeté la empuñadura, relajando mis músculos. No luches con la espada, me había

dicho Kanin en incontables ocasiones. La espada ya sabe cómo cortar, cómo matar.

Si estás tensa, si sólo usas fuerza bruta, tus golpes serán lentos y extraños. Relájate y

muévete con la espada, no contra ella.

Esa vez, cuando ataqué, dejé que la espada me guiara, lanzándome hacia

delante en un borrón plateado. Kanin se echó a un lado, golpeando mi cabeza

con la vara de nuevo, pero yo medio giré, atrapando el palo con mi arma,

golpeándolo a un lado. Empujando hacia delante, dejé que la espada se

deslizara hacia el cuello de Kanin, y él inmediatamente cayó hacia atrás para

evitar que le cortara la garganta.

Me quedé paralizada mientras él rodó hasta ponerse de pie, pareciendo medio

sorprendido. Parpadeé hacia él, simplemente tan impactada como él. Todo

había pasado tan rápido; ni siquiera había tenido tiempo para pensar en mis

acciones antes de que las hubiera hecho.

―¡Bien! ―Kanin asintió en aprobación―. Ya puedes sentir la diferencia,

¿verdad? Deja que tus golpes sean suaves y fluyan, no tienes que cortar algo

para matarlo.

Asentí, mirando mi espada y sintiendo, por primera vez, que habíamos

trabajado juntas, que simplemente no estaba blandiendo un trozo de metal al

azar por la habitación.

Kanin arrojó la vara en una esquina.

―Y, con esa lección, deberíamos dejarlo por esta noche ―anunció, y yo fruncí

el ceño.

―¿Ya? Sólo estaba empezando a entender el truco, y aún es temprano. ¿Por qué

parar? ―Sonreí burlonamente y blandí la espada, lanz{ndole un desafío con el

brillante metal―. ¿Tienes miedo de que me esté volviendo demasiado buena?

¿Finalmente el aprendiz está sobrepasando al maestro?

Él alzó una ceja, pero aparte de eso, su expresión permaneció igual. Me

preguntaba si alguna vez había reído, reído de verdad, en toda su no-vida.

―No. ―continuó él, indic{ndome que saliera de la habitación―. Esta noche

vamos a cazar.

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116

Deslicé la katana en su funda sobre mi espalda y me apresuré tras él,

entusiasmo e intranquilidad luchando en mi interior. Desde el encuentro con

los vampiros, hace unas tres semanas, no habíamos dejado los terrenos del

hospital. Era demasiado peligroso vagar por los túneles, demasiado arriesgado

aventurarse hacia la superficie, donde cualquiera podría vernos. Me había

alimentado hacía unas dos semanas, cuando Kanin me había dado un termo

medio lleno con sangre refrigerada al despertarme. No mencionó dónde la

había conseguido, pero la sangre sabía un poco espesa y mugrienta y de alguna

forma apestaba a hombre topo.

Estaba impaciente por dejar el hospital, con sus húmedas y frías habitaciones y

sus claustrofóbicos pasillos. Me inquietaba más con cada noche que pasaba. El

pensamiento de cazar hizo que me entusiasmara, pero también me asustaba

volverme de nuevo esa gruñona y hambrienta criatura de la noche de los Blood

Angels. Tenía miedo de no ser capaz de controlarme, y terminar matando a

alguien.

Y, en el fondo, a una parte de mí no le importaba. Eso era lo más terrorífico de

todo.

Subimos por el conducto del ascensor y nos movimos con rapidez por los

barrios, cautelosos y recelosos de vampiros errantes o guardias. En varias

ocasiones, Kanin dejaba las calles y nos llevaba por un callejón o un edificio

abandonado, ocultándose en una esquina oscura. Un trío de guardias nos pasó

en una ocasión, tan cerca que pude ver las marcas de viruela en la mejilla de

uno de ellos. Si hubieran girado la cabeza y apuntado la linterna hacia el

callejón, nos habrían visto. En otra, una mascota rodeada por dos soldados bien

armados se detuvieron y miraron fijamente hacia la entrada en la que nos

habíamos escondido unos segundos antes. Pude ver cómo estrechaba sus ojos,

intentando atravesar la oscuridad, intentando escuchar cualquier sonido de

movimiento. Pero, descubrí que una de las cosas de ser vampiro era que podías

quedarte perfectamente quieto y permanecer de esa forma tanto como

necesitaras. Kanin me hizo practicar incluso este pequeño talento allá en el

hospital. Permanecí en una esquina durante horas, sin moverme, ni respirar en

ningún momento, sin tener que moverme o toser o parpadear. Incluso cuando

él empezó a lanzarme su daga, clavándola en la pared a pocos centímetros de

mi cabeza, no debía mover ni una pestaña.

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Tras un par de paradas cercanas, Kanin me guió hacia el tejado de un edificio,

por encima de la alambrada que separaba los distritos, y hacia un barrio

familiar. Reconocía esas calles, la forma de los edificios derrumbados sobre las

aceras. Vi la Tienda Comercial del viejo Hurley, el descuidado parque plagado

de malas hierbas con su patio de recreo oxidado y afilado al que nadie se acerca,

el estacionamiento cerca de los almacenes donde habían ahorcado a los tres No

Registrados lo cual parecía haber sucedido hace años. Y sabía que si tomábamos

ese atajo por el callejón y escalábamos la alambrada oxidada, nos

encontraríamos en el borde de un agrietado y desierto estacionamiento con una

escuela vacía y abandonada en la distancia.

Era el Sector Cuatro. Estaba en casa.

No se lo mencioné a Kanin. Si él sabía dónde estábamos, podría hacer que nos

fuéramos, y yo quería ver una vez más mi viejo barrio, en caso de que tuviera

que volver. Así que lo seguí en silencio a través de las familiares calles, pasando

los familiares edificios y puntos de referencia, sintiendo como la escuela se

alejaba más y más. Me pregunté si mi habitación seguiría intacta, si alguna de

mis viejas posesiones permanecerían aún allí. Me vino a la mente el libro de mi

madre; ¿seguiría todavía a salvo escondido en su caja? ¿O habría sido

reclamado por otro en la escuela, y todas mis cosas habrían sido robadas o

comerciadas?

Finalmente Kanin me guió hacia un almacén aparentemente vacío a las afueras

del barrio, un antiguo edificio de ladrillo con ventanas rotas y un tejado que se

había caído parcialmente. Conocía ese lugar; era de la banda de Kyle, los rivales

de mi antigua pandilla. Competíamos por comida, refugio y territorio, pero de

una forma amigable en su mayor parte, de un grupo de carroñeros a otro. Había

una tregua tácita entre los No Registrados; la vida era lo suficientemente dura

sin violencia, luchas y derramamiento de sangre. En las calles, nos

reconocíamos unos a otros con un asentamiento de cabeza o una palabra rápida,

y ocasionalmente nos advertíamos sobre guardias de rastreo y patrullas, pero

sobre todo dejábamos a los otros grupos en paz.

―¿Por qué estamos aquí? ―le pregunté a Kanin mientras nos desliz{bamos

sigilosamente por los muros derribados, pisando entre cristales, clavos y otras

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cosas que podrían tintinear y delatarnos―. ¿Por qué no nos dirigimos hacia el

territorio de los Blood Angel o los Red Skull y hacemos salir5a otra banda?

―Porque ―dijo Kanin sin mirar atr{s―, las noticias se extienden por las calles.

Puesto que dejamos a esos hombres vivos, otras bandas estarán al acecho de

una chica joven y un varón solitario que resultan ser vampiros. Estarán

recelosos, pero más importante aún, los guardias del Príncipe estarán

observando los territorios de bandas muy de cerca ahora. Siempre hay

consecuencias por tus acciones. Adem{s< ―hizo una pausa y se giró hacia mí,

estrechando sus ojos―< ¿cómo sabías dónde estamos? ―Un momento de

silencio, y él asintió―. Has estado aquí anteriormente, ¿no es así?

Maldición. El vampiro era demasiado perceptivo.

―Este era mi sector ―confesé, Kanin frunció el ceño―. Vivía no muy lejos de

aquí, en la vieja escuela.

Con mis amigos, añadí mentalmente. Lucas, Rat y Stick, se han ido, todos

muertos. Se me hizo un nudo en la garganta. No había pensado mucho en ellos

hasta ahora, forzándome a enterrar el dolor, la culpa que todavía me atenazaba.

¿Qué habría pasado si nunca hubiera encontrado ese sótano con comida, si

nunca hubiera insistido en que fuéramos por ella? ¿Estarían con vida aún?

¿Estaría yo viva aún?

―Detente ―dijo Kanin, y parpadeé hacia él. Su cara y expresión eran frías―.

Esa parte de tu vida se ha ido ―continuó―. Déjalo atr{s. No me hagas lamentar

haberte dado esta nueva vida, cuando lo único que haces es aferrarte a la

antigua.

Lo miré furiosa.

―No estaba aferr{ndome ―espeté, enfrentando su mirada de acero―. Estaba

recordando. Es lo que la gente hace cuando se acuerdan del pasado.

―Te aferrabas ―insistió Kanin, y su voz cayó varios grados―. Estabas

pensando en tu antigua vida, tus antiguos amigos, y preguntándote qué podrías

haber hecho para salvarlos. Esa clase de recuerdos es inútil. No había nada que

pudieras haber hecho.

5 Take out: hacer o invitar a salir, también puede significar comida para llevar.

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119

―Lo había ―susurré, y mi garganta se cerró inesperadamente. Tragué saliva

con fuerza, utilizando el enfado para ocultar la otra emoción, la que me hacía

querer llorar―. Yo los guié allí. Les hablé del sótano. Est{n muertos por mi

culpa.

Mis ojos escocieron, lo cual fue una sorpresa total. Pensaba que los vampiros no

podían llorar. Furiosa, me froté los ojos con fuerza, y mis dedos se mancharon

de rojo. Lloraba sangre. Genial.

―Venga, vamos ―le gruñí a Kanin, sintiendo cómo salían mis colmillos―.

Dime que soy estúpida. Dime que todavía “me aferro al pasado”, porque cada

vez que cierro los ojos, puedo ver sus caras. Dime porqué aún estoy con vida, y

ellos están muertos.

Más lágrimas amenazaron en las esquinas de mis ojos, sangrientas y cálidas.

Susurré una maldición y me giré, clavándome las uñas en las palmas de las

manos, queriendo que retrocedieran. No había llorado en años, no desde el día

en que mi madre murió. Mi visión se tiñó de rojo, y parpadeé, fuerte. Cuando

abrí los ojos de nuevo, mi vista era clara, aunque mi pecho aún se sentía como si

lo hubieran estrujado en un torno.

Kanin guardaba silencio, observándome mientras me recomponía, una estatua

inerte con ojos totalmente vacíos. Sólo cuando lo miré de nuevo él se movió.

―¿Has terminado? ―Su voz era plana, sus ojos intensamente negros.

Asentí rígidamente.

―Bien. Porque la próxima vez que tengas un berrinche como ese, me iré. No es

culpa de nadie que tus amigos estén muertos. Y si sigues aferrándote a esa

culpabilidad, te destrozará, y mi trabajo aquí será en vano. ¿Entiendes?

―Perfectamente ―contesté, igualando mi tono con el suyo. Él ignoró mi

frialdad y asintió hacia el edificio, señalando hacia una ventana rota―. Un

grupo de No Registrados vive aquí, aunque sospecho que ya lo sabías

―continuó―. A tu pregunta anterior, escojo este punto porque los No

Registrados están fuera del sistema y nadie notará si uno o dos desaparecen.

Cierto, pensé, siguiéndolo entre la hierba. Nunca se nos echa de menos, porque no

existimos. A nadie le importa si desaparecemos, o llora por nosotros cuando morimos.

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Nos deslizamos por una de las tantas ventanas rotas, desapareciendo en la

oscuridad de la habitación. Habían apilados escombros por todos lados en

largos montones, creando un pequeño valle de espacio abierto en el centro del

edificio.

Un fuego titilaba en un hoyo, y volutas de humo grasiento se alzaban de

madera y plástico ardiendo, asentándose por la habitación. Había más de lo que

había esperado. Cajas de cartón, tiendas de campaña de tela y cobertizos habían

sido construidos a la ligera y estaban esparcidos entre el fuego como un

poblado en miniatura. Podía ver formas oscuras acurrucadas dentro, ignorantes

de los depredadores que los observaban dormir a pocos metros de distancia.

Podía oler sus respiraciones y la cálida sangre palpitando bajo sus pieles.

Gruñí y me moví hacia delante, pero Kanin me agarró del brazo a modo de

advertencia.

―En silencio ―dijo él, un susurro en la oscuridad―. No todas las

alimentaciones tienen que ser violentas y sangrientas. Si tienes cuidado, puedes

alimentarte de una víctima dormida sin despertarla. Los antiguos Maestros

usaban mucho esta técnica, que fue la causa de que las ristras de ajo alrededor

de la cama y en los alféizares fueran tan populares en ciertas regiones, aunque

inútiles en sí. Pero debes ser cuidadosa, y muy paciente, si la víctima se

despierta antes de que la muerdas, la cosa se puede poner fea.

―¿Antes de que la muerda? ¿No se despertar{ cuando sienta< no sé< un par

de largos dientes en su cuello?

―No. La mordida de un vampiro tiene un efecto tranquilizante en los humanos

cuando están dormidos. Como mucho, ellos lo recordarán como un sueño

intenso.

―¿Cómo funciona eso?

―Simplemente lo hace. ―Kanin sonaba exasperado de nuevo―. Entonces, ¿vas

a hacerlo o deberíamos ir a otro lugar?

―No. ―murmuré, clavando la mirada en el campamento―. Creo que puedo

hacerlo.

Kanin liberó mi brazo pero entonces presionó un paquete pequeño en mis

manos, envuelto en papel grasiento.

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121

―Cuando termines, deja esto donde tu presa lo encuentre.

Frunciendo el ceño, levanté una esquina del papel, y dentro encontré un par de

zapatos, bastante nuevos y robustos.

―¿Qué es esto?

―Un intercambio ―respondió Kanin y se dio la vuelta mientras yo seguía

mir{ndolo fijamente―. Por el daño que nuestras acciones le provocar{n esta

noche.

Yo parpadeé.

―¿Por qué molestarse? Ni siquiera sabr{n que hemos estado aquí.

―Yo lo sabré.

―Pero<

―No lo cuestiones, Allison ―dijo Kanin, sonando cansado―. Sólo hazlo.

―De acuerdo. ―Me encogí de hombros―. Si tú lo dices. ―Metiendo el paquete

bajo un brazo, me dirigí hacia mi presa durmiente.

Estaba quizás a mitad de camino del grupo de cobertizos, el olor a sangre,

sudor y suciedad humana volviéndose más fuerte cada vez que inspiraba,

cuando capté movimiento al otro lado de la habitación. Me escondí detrás de

una viga de metal oxidada mientras dos figuras harapientas caminaban hacia el

campamento, murmurando de acá para allá. Con un sobresalto, reconocí a uno

de los chicos, Kyle, el líder de nuestra banda rival. Fragmentos de sus

conversación llegaron hasta mí entre la pila de escombros, charla de comida,

patrullas y de cómo iban a tener que recolectar pronto en otros territorios. Me

embargó una extraña sensación de déjà vu, escuchando partes de mi vieja vida

revividas ante mí.

Cuando alcanzaron el campamento, sin embargo, uno de ellos dio un grito y se

lanzó hacia delante, alcanzando una caja y sacando algo por el tobillo. La figura

sacada a tirones de su refugio dio un débil chillido y trató de arrastrarse de

nuevo dentro de la caja, pero los otros dos lo sacaron.

―¡Tú otra vez! ¡Maldita sea, niño! ¡Te dije que esta es mi caja! ¡Búscate una

propia!

Page 122: The immortal rules - Julie kagawa

122

―Mira eso ―dijo el otro chico, echando un vistazo dentro de la caja, frunciendo

el ceño―. También ha metido las narices en tu bolsa de comida, Kyle.

―Hijo de puta. ―Kyle se alzó amenazadoramente sobre el niño encogido de

miedo, todavía tumbado a sus pies, y le dio una violenta patada en las

costillas―. ¡Pequeña mierda miserable! ―Otro golpe, y el asustado niño gritó,

encogiéndose en posición fetal―. Te lo juro, comete otra estupidez como esta, y

no te echaré fuera, te mataré. ¿Has entendido? ―Una última patada

contundente, provocando otro grito de dolor, y el chico más alto lo echó a un

lado con su pie―. Arr{strate lejos y muérete de una vez ―refunfuñó y se

escondió en su refugio, cerrando la cortina.

Tras el altercado, el resto del campamento estaba agitado, las caras ojeaban

fuera de sus refugios con ojos legañosos y ceños fruncidos por la confusión. Yo

permanecí inmóvil tras la viga, pero después de juzgar lo que había pasado, el

resto del campamento perdió el interés y desapareció de nuevo en sus

respectivos hogares. Escuché murmullos de fastidio y quejas, la mayoría de

ellas dirigidas al niño tendido en el suelo, pero ninguno fue a ayudarlo. Sacudí

la cabeza, se compadecían del niño pero ninguno culpaba a los otros por

enfadarse. En una banda como esta, hacías tu parte del trabajo y contribuías al

resto de la comunidad o eras considerado un lastre. Robar, colarse a hurtadillas

y usar las cosas de los demás era la forma más rápida de conseguir una paliza o

algo peor, ser rechazado y exiliado de la banda. Yo había sido una solitaria en

mi antigua banda, pero siempre aporté mi parte. Y nunca robé a los demás.

Entonces el chico se puso en pie, sacudiéndose la ropa, y casi me caigo de la

conmoción.

―Stick ―susurré, incapaz de creer lo que veían mis ojos. Él parpadeó, mirando

alrededor del campamento, lloriqueando, y parpadeé fuerte para asegurarme

de que realmente era él. Lo era. Delgado, andrajoso y sucio, pero vivo―. Saliste.

Lograste volver, después de todo.

Empecé a dirigirme hacia él, inconscientemente, pero algo agarró mi brazo

fuertemente como un torno y tiró de mí hacia atrás, hacia las sombras.

―¡Ow! Maldita sea, Kanin ―susurré con un gruñido―. ¿Qué est{s haciendo?

¡Déjame ir! ―Intenté liberarme, pero él era demasiado fuerte.

―Nos vamos ―dijo con voz helada, sin dejar de tirar de mí―. Ahora. Vamos.

Page 123: The immortal rules - Julie kagawa

123

Plantar mis pies no funcionó. Tampoco sacudir mi brazo hacia atrás; sus dedos

simplemente tensaron dolorosamente su agarre sobre mi brazo. Con un siseo,

me rendí y dejé que me arrastrara fuera de la habitación y a través de otra

ventana. Tan sólo cuando estuvimos a varios metros del almacén se detuvo y

me soltó.

―¿Qué te pasa? ―le espeté, mordiendo las palabras a través de mis colmillos,

que habían surgido de nuevo―. Estoy empezando a cansarme de ser

arrastrada, cortada, golpeada, tirada y recibir órdenes siempre que te dé la

gana. No soy una maldita mascota.

―Conoces a ese niño, ¿verdad?

Torcí un labio desafiantemente.

―¿Qué pasa si lo hago?

―Ibas a mostrarte a él, ¿no?

Debería estar asustada, sobre todo cuando sus ojos se volvieron completamente

oscuros y vidriosos de nuevo, pero en ese momento estaba molesta.

―Él era mi amigo―escupí, mir{ndolo furiosa―. Sé que es imposible que tú lo

entiendas, ya que no tienes ninguno, pero lo conocí muchos años antes de que

tú aparecieras.

―¿Y qué ―preguntó Kanin con voz súper gélida―, pretendías hacer una vez te

hubiera visto él? ¿Volver a tu vieja banda? ¿Unirte a esta nueva? ¿Un vampiro

entre ovejas? ¿Cuánto crees que durarías sin matarlos a todos?

―¡Sólo quería hablar con él, maldita sea! ¡Ver si est{ bien sin mí! ―El enfado

estaba desvaneciéndose ya, y me derrumbé contra la pared―. Le dejé solo

―mascullé, cruzando mis brazos y apartando la mirada―. Lo abandoné, y él

nunca ha sido bueno cuidando de sí mismo. Sólo quería ver si estaba bien.

―Allison. ―La voz de Kanin seguía siendo dura, pero al menos había perdido

su filo helado―. Es por esto que te dije que te olvidaras de tu vida humana. Esa

gente que conociste antes de convertirte, continuará viviendo, sobreviviendo,

sin ti. Ahora eres un monstruo para ellos, y nunca te acogerán de nuevo, nunca

te aceptarán por lo que fuiste. Y con el tiempo, ya sea por edad, hambre,

enfermedad o sus compañeros, todos morirán. Y tú continuarás viviendo,

asumiendo que no decidas ver el sol o que otro vampiro te corte la cabeza.

Page 124: The immortal rules - Julie kagawa

124

Me miró fijamente, su rostro suavizándose sólo un toque, casi con lástima.

―La inmortalidad es un camino solitario ―murmuró ―y tan sólo empeorar{ si

no te liberas de tus ataduras con tu vida anterior. Para ese chico, ahora eres el

enemigo, el monstruo invisible que acecha sus pesadillas. Eres la criatura a la

que más teme. Y nada de tu vida anterior, ni la amistad, ni la lealtad o el amor,

cambiará eso nunca.

Te equivocas, quise decirle. Había cuidado de Stick casi la mitad de mi vida. Él

era lo más cercano que tenía a una familia ahora que todos los demás estaban

muertos. Pero sabía que discutir con Kanin era inútil, así que me encogí de

hombros y me di la vuelta.

Kanin no estaba satisfecho.

―No vayas tras ese chico, Allison ―advirtió―. No importa lo que creas que

has dejado atrás. Olvídate de él y de tu antigua vida. ¿Comprendes?

―Sí ―gruñí―. Te he oído.

Me miró fijamente.

―Vamos ―dijo al final, apart{ndose―. Tendremos que encontrar otro lugar

para alimentarnos esta noche.

Dirigí una última mirada al almacén y me di la vuelta. Pero antes de seguir a

Kanin, desenvolví los zapatos y los puse sobre el suelo a plena vista, esperando

que Stick tropezara con ellos a la mañana siguiente. Dejamos el Sector Cuatro,

deambulando de nuevo en territorio de bandas y finalmente fuimos atacados

por dos Red Skulls que al parecer no habían escuchado la noticia de vampiros

traicioneros. Entonces pasaron a tener una pésima noche. Regresamos al

hospital con los estómagos llenos, sin embargo Kanin y yo no nos dirigimos la

palabra el resto de la noche. Don Vampiro Pensativo desapareció en su oficina,

y yo deambulé de nuevo hasta el área de recepción para blandir mi katana

contra enemigos imaginarios con la cara de Kanin.

Al menos no me preguntó por los zapatos. Y yo no le comenté nada.

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125

A lo largo de las siguientes noches, todo fue normal. Continué con mis

lecciones, sufriendo matemáticas, inglés y la historia de los vampiros antes de

pasar a entrenar. Como había mejorado con mi katana, Kanin me dio varios

patrones sobre los que trabajar y me dejó sola para que practicara. Nunca me

decía dónde iba, pero sospechaba que había revisado todo lo de esta planta y se

había pasado a la última planta del edificio, tras una gran puerta roja al fondo

del hueco de unas escaleras. Aquella marcada con una borrosa señal que decía:

¡Peligro! Sólo Trabajadores. Tropecé con ella una noche que deambulaba por el

hospital en un poco común momento de tiempo libre. Pero lo dejé en paz

cuando Kanin me gritó que regresara.

Tenía curiosidad, por supuesto. Quería saber qué había al otro lado de esa

puerta, aquello que Kanin buscaba tan ansiosamente. La única vez que lo seguí

escaleras abajo, la puerta de metal se cerró, y no quise arriesgarme a entrar y

que me descubriera. Desde aquella noche en el Sector Cuatro, ha habido un

muro entre nosotros. Kanin nunca ha dicho nada al respecto y tampoco se ha

desviado de su camino para controlarme, pero ahora éramos fríos el uno con el

otro y no hablábamos mucho aparte del entrenamiento. Probablemente no le

importe si me aventuro en la última planta, pero quería estar escondida durante

unos días, dejar que las cosas se suavizaran.

No quería darle ninguna razón para sospechar que yo estuviera planeando

hacer algo estúpido.

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126

C A P Í T U L O 8

Traducido por mariajoazo

Corregido por Lover Killer

Una noche me desperté, sola como de costumbre, y me dirigí por el pasillo a la

oficina de Kanin, sólo para encontrar que se había ido. Una nota colocada en

medio del escritorio con clara, caligrafía enmarañada:

Baja al sótano. Practica los patrones 1-6 por ti misma. Has aprendido todo lo que puedo

enseñarte sobre la sociedad vampírica, K.

Un extraño aleteo atravesó mi estómago. Esto era todo. Kanin se había ido, y

esta noche podía hacer lo que quisiera. No tendría una oportunidad mejor.

Dejé la oficina y fui al área de recepción con mi katana, como la nota me pedía

que hiciera. Pero no me detuve allí. Sin pararme a pensar, me apresuré al hueco

del ascensor, agarré los cables y trepé hacia arriba tan rápido como podía.

En la superficie, el sol se acababa de poner sobre el horizonte irregular, y el cielo

era azul oscuro, con nubes de color rojo sangre. Hacía mucho tiempo desde que

había visto algo más que oscuridad y noche, y por un breve momento miré los

toques de color a través del cielo, maravillada por la rapidez con la que había

olvidado cómo era una puesta de sol.

¿Así que te vas a quedar ahí mirando boquiabierta unas bonitas nubes como una idiota

hasta que Kanin te encuentre fuera? Con una molesta bofetada mental, aparté la

mirada del horizonte y me apresuré fuera del hospital, sin atreverme a mirar

atrás.

Sentí una extraña emoción, deslizándome entre las sombras y callejones por mi

cuenta, la misma sensación que había tenido al explorar detrás del muro:

emocionada y aterrorizada al mismo tiempo. No se suponía que estuviera aquí

fuera. No tenía ninguna duda de que Kanin se iba a enojar, pero era demasiado

tarde para preocuparse por eso ahora. Había estado planeando este momento

desde hace días, y necesitaba descubrir algunas cosas por mí misma. Además,

no podía mantenerme en el viejo hospital para siempre, como una especie de

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127

guardia de prisión. Antes de conocernos, iba a donde quería, cuando quería, y

nadie podía detenerme. No iba a comenzar a someterme ahora, sólo porque un

vampiro malhumorado y evasivo me dijera que tenía que olvidar.

Me deslicé a través de los sectores, recordando los caminos que Kanin había

usado, pero también mi propio conocimiento de cuando era una Fringer. Era

mucho más fácil, ahora que estaba muerta, moverme como un fantasma en la

oscuridad, ser capaz de saltar sobre el tejado de un edificio de dos plantas para

evitar a los guardias, quedarme quieta y ser parte de las piedras y las sombras.

Sin ser vista ni oída, me arrastré por las calles, rodeé edificios, hasta alcanzar

una familiar valla de alambre. Deslizándome bajo los alambres, crucé el terreno

baldío de forma rápida y caminé por los pasillos en sombras de mi antiguo

hogar.

Parecía mucho más vacío que antes, silencioso y desierto. Encontré mi viejo

casillero, lo abrí con un chirrido y miré dentro. Vacío, como me temía. Los

carroñeros ya habían encontrado este sitio.

Sin mucho entusiasmo, me dirigí a mi vieja habitación, sabiendo que

probablemente la encontraría limpia. Nunca les llevó mucho tiempo a los

carroñeros moverse; sólo esperaba que quizás hubieran dejado sólo una caja

concreta, al no tener uso para algo que pudiera matarlos.

Giré el pomo, abrí la puerta y entré, sin darme cuenta hasta que era demasiado

tarde de que había ya alguien allí.

Un cuerpo levantó la vista desde la esquina donde se agazapaba, apoyado en la

pared. Comencé a ir automáticamente por mi espada, pensando por un

momento aterrador que era Kanin. No lo era, pero era otro vampiro, uno flaco

hasta los huesos con piel blanca y una cabeza tan calva como un huevo. Sonrió,

mostrando los perfectos dientes, y la luz de la luna brilló a través de las

ventanas rotas cruzando sus rasgos pálidos y la vívida red de cicatrices que

atravesaban su cara.

―Buenas noches, pajarito.―Su voz era suave, rasposa y de alguna forma muy,

muy equivocada, me hizo temblar―. ¿Fuera para un vuelo de medianoche, en

alas de la sangre y el dolor? Al igual que hojas de afeitar a través de la luna,

cortan la noche y hacen al cielo sangrar rojo.

Se rió entre dientes, enviando escalofríos por mi espalda. Me aparté y el

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desconocido ladeó la cabeza hacia mí.

―Oh, no te preocupes por mí, amor. Me pongo poético a veces. La luz de la

luna me hace eso.

Se sacudió, como si sacudiera la locura de él, y se puso en pie.

Percibí el libro en sus largas y huesudas manos, entonces, di unos pasos hacia

él.

―¡Hey! ¿Qué haces con eso? Son míos.

―¿Lo son?―El vampiro se movió, viniendo desde la pared. Me tensé, pero él

sólo cruzó la habitación para colocar el libro con cuidado en un estante―.

Entonces tal vez deberías haber cuidado mejor de ellos, amor ―susurró,

mirándome con ojos negros sin alma―. Las ratas aquí los utilizaban para

mantener su flaca piel caliente.

Asintió hacia la esquina. Miré y vi un par de cuerpos humanos tendidos en mi

viejo colchón, de aspecto roto y harapiento, los carroñeros que se habían

mudado allí. Por su quietud antinatural y el olor de sangre vieja, estaban

obviamente muertos. Miré de más cerca y vi que habían perdido las gargantas,

la piel de alrededor oscura y manchada, como si hubieran sido arrancadas. El

horror se apoderó de mí y casi huyo de la habitación, lejos del vampiro que era

un verdadero monstruo.

Pero había un punto en el suelo de cemento al lado del colchón que estaba

ennegrecido y chamuscado, y tenía que saber qué era. Mientras estudiaba los

restos de páginas de libros esparcidos entre las cenizas, mi corazón dio un

vuelco. Todo ese tiempo, todo ese trabajo y al final mi colección había sido

quemada para mantener a dos desconocidos calientes.

El extraño vampiro se rió entre dientes.

―No necesitar{n palabras ahora ―reflexionó―. Ni para leer, ni para quemar,

ni para mordisquear. Siempre mordisqueando, las ratas. Arrastrándose en

lugares oscuros para entrar en calor, difundiendo su inmundicia. No hay más

palabras para ellos. No hay más nada.

Se rió de nuevo, el sonido vacío poniendo mi piel de gallina.

Resistí la tentación de sacar mi arma. No estaba haciendo movimientos

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amenazantes, pero sentía como si estuviera cerca de una venenosa serpiente

enroscada.

―¿Quién eres? ―pregunté, y su mirada vacía se giró hacia mí―. ¿Qué est{s

haciendo en Nueva Covington?

―Sólo busco algo, pajarito. ―Otra de sus misteriosas sonrisas, y esta vez

mostró sus colmillos, sólo las puntas―. Y si quieres mi nombre, tendr{s que

darme el tuyo. Es de buena educación, y estamos en una sociedad educada,

después de todo.

Dudé. Por alguna razón, no quería que este espeluznante chupador de sangre

supiera mi nombre. No es que me preocupara que informara al Príncipe que, de

acuerdo con Kanin, no sabía instantáneamente el nombre de cada vampiro en

toda la ciudad, especialmente la gentuza Tipo-3. El Príncipe se preocupaba sólo

sobre aquellos de su círculo inmediato; los vampiros comunes estaban por

debajo de sus notificaciones.

Pero no quería que este vampiro me conociera, porque sabía, de algún modo,

que me recordaría, y eso me parecía una muy mala idea.

―¿No? ―Sonrió el vampiro ante mi silencio, no sorprendido―. ¿No vas a

decírmelo? Imagino que no puedo culparte, soy un extraño y todo eso. Pero me

perdonarás si no revelo mi identidad, entonces. No se puede ser demasiado

cuidadoso estos días.

―Quiero que te vayas ―dije, fingiendo una valentía que realmente no sentía―.

Este es mi sector, mi territorio de caza. Te quiero fuera. Ahora.

Mi dirigió una larga y extraña mirada, como si me midiera. Estaba

completamente inmóvil, pero podía sentir esos tendones bombeando bajo su

pálida piel, preparados para soltarse. Y de repente, me sentí aterrada por este

extraño. Este delgado e inmóvil vampiro cuyos ojos eran tan negros y sin alma

como los de Kanin. Mis manos temblaron y crucé los brazos para ocultarlas,

notando que el extraño vería los más pequeños detalles. Sabía que estaba en

presencia de un asesino.

Finalmente, sonrió.

―Por supuesto ―dijo, asintiendo mientras se alejaba, y mis rodillas casi se

doblaron de alivio―. Lo siento mucho, amor. No quise entrometerme. Me iré

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ahora.

Se hizo a un lado, dirigiéndose hacia la puerta, pero se detuvo, echándome una

mirada pensativa.

―Pajarito, tu canción es tan diferente de la suya ―canturreó, para mi total

confusión―. No me decepciones.

No dije nada. Sólo sostuve su mirada, esperando a que se fuera. El vampiro me

dio una última y terrible sonrisa, entonces se giró y desapareció por la puerta.

Escuché para oír sus pasos alejándose, pero no oí nada.

El mundo parecía respirar otra vez. Esperé varios minutos, sin moverme,

queriendo que el aterrador vampiro se fuera tan lejos como pudiera, hasta que

finalmente fui a la caja abierta contra la pared y miré dentro.

Dos libros. Eso era todo lo que quedaba. Dos libros tras toda una vida de

esfuerzo y ninguno era el que importaba. Me dejé caer de rodillas, sintiendo

que mi garganta se cerraba, mi estómago retorciéndose. Durante un momento,

deseé que los dos ávidos carroñeros estuvieses todavía vivos para poder

hacerles daño, hacerles sentir el mismo dolor, no me quedaba nada ahora, nada

que me recordara mi pasado. El libro de mi madre, la única cosa que tenía para

recordarla, se había perdido para siempre.

No lloré. Aturdida, me puse de pie y me di la vuelta, ahogando la ira y la

desesperación, dejando que la fría indiferencia se asentara en mí. La pérdida no

era nada nuevo. Esos dos extraños sólo habían hecho lo que cualquiera haría

para sobrevivir. Nada dura en este mundo, era sálvese quien pueda. Allie el

Fringer sabía eso; Allison la vampiresa sólo necesitaba recordarlo.

Dejé la escuela sin mirar atrás. No había nada para mí allí y ya lo estaba

retirando de mi mente, empujándolo hacia la parte más profunda donde

mantenía los recuerdos en los que no quería pensar. No te detienes en lo que

has perdido, simplemente sigues adelante. La noche se desvanecía y tenía algo

más que hacer, una pieza más de mi pasado que comprobar, antes de que Kanin

descubriera que me había ido.

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Caminé al viejo almacén con un sentimiento creciente de urgencia. Me deslicé

dentro del edificio, recorrí la habitación y las cajas en el centro de las pilas de

escombros, buscando una cara familiar. Parecía que la mayoría de la pandilla ya

había vuelto, había sobre media docena de jóvenes agrupados en torno al fuego,

hablando y riendo. Miré de cerca a cada uno, pero Stick no se encontraba entre

ellos.

Y entonces lo vi, acurrucado a un lado, su delgada figura enroscada sobre sí

mismo. Estaba temblando, encorvado y triste, y sentí una llamarada de ira y

disgusto. Ira por este pueblo que le rehuía, que no estaba cuidando de los

suyos, que le dejaría morir lentamente de hambre y frío justo delante de ellos.

Pero también sentí un repentino desprecio hacia Stick, que todavía no había

aprendido a cuidar de sí mismo, que seguía confiando en otros para salvarle,

cuando era evidente que no les importaba.

En silencio, me encaminé a través de los escombros, manteniéndome en las

sombras, hasta que Stick estuvo a sólo unos metros. Parecía incluso más

delgado que de costumbre, casi un esqueleto de niño con la piel chupada, el

cabello grasiento y los ojos apagados, muertos.

―Stick ―susurré, echando una r{pida mirada hacia el grupo cercano al fuego.

Todos me daban la espalda, o a Stick más probablemente, y no se fijaron en

nosotros ―. ¡Stick! ¡Aquí! ¡Mira hacia aquí!

Él se estremeció y levantó la cabeza. Durante unos pocos segundos pareció

confundido, mirando alrededor con ojos empañados, mirando más allá de mi

escondite. Pero entonces le saludé, y sus ojos casi se salen de su cabeza.

―¿Allie?

―¡Shhh! ―siseé, volviendo a las sombras cuando algunos de los miembros del

grupo medio giraron sus cabezas, frunciendo el ceño.

Le hice gestos para que me siguiera, pero se quedó sentado, mirándome como si

fuera un fantasma.

De algún modo, supongo que lo era.

―Est{s viva ―susurró, pero su voz carecía de la emoción, del alivio que yo

esperaba. Sonaba aburrido, casi acusador, aunque tenía una expresión

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confusa―. No deberías estar viva. Los Rabiosos... yo oí< ―Se estremeció

violentamente, enrosc{ndose en sí mismo―. No volviste ―dijo, y ahora había

definitivamente una nota de acusación en su voz―. No volviste por mí. Pensé

que estabas muerta y me dejaste solo.

―No tuve elección ―dije con los dientes apretados―. Créeme, habría venido

antes si pudiera, pero no sabía que estabas vivo tampoco. Creí que los Rabiosos

te habían cogido, como a Rat y Lucas.

Sacudió la cabeza.

―Regresé a casa y te esperé, pero nunca viniste, me quedé allí, solo, durante

días. ¿Dónde estabas? ¿Dónde has estado todo este tiempo?

Sonaba como un niño meditabundo y mi frustración aumentó.

―Cerca de un viejo hospital en el Sector Dos ―espeté―. Pero eso no importa

ahora. Vine a ver si estabas bien, si te estás cuidando.

―¿Y a ti que te importa? ―murmuró Stick, jugueteando con su manga

deshilachada. Con ojos acuosos miró mi abrigo y se volvieron oscuros―. Nunca

te ha importado lo que me pasara. Siempre querías que me fuera. Tú y todos los

demás. Eso es por lo que nunca volviste.

Me tragué un gruñido por poco.

―Estoy aquí ahora, ¿no?

―Pero no te vas a quedar, ¿verdad? ―Stick me miró con los ojos entornados―.

Te vas a ir otra vez, dejándome solo con esta gente. Me odian. Igual que Rat y

Lucas lo hacían. Tú me odiabas también.

―No lo hacía, pero te aseguro que me est{s obligando a hacerlo ―gruñí. Esto

era una locura. Nunca había visto a Stick así y no tenía ni idea de dónde venía

esta cólera malhumorada―. Dios, Stick, deja de ser un bebé. Puedes cuidar de ti

mismo. No me necesitas alrededor para vigilarte, siempre te lo he dicho.

―Entonces... no te quedas. ―La voz de Stick tembló y su ira se convirtió en

verdadero p{nico―. Allie, por favor. ¡Lo siento! Es sólo que tuve miedo cuando

no volviste.

Se puso delante, rogando, yo lancé una mirada nerviosa al grupo alrededor del

fuego.

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133

―Por favor, no te vayas ―rogó Stick―. Quédate con nosotros. Este lugar no es

tan malo, en realidad. A Kyle no le importará una persona más, especialmente

alguien como tú.

―Stick.―Le hice callar con un gesto brusco y se quedó en silencio, sus ojos

todavía rog{ndome que me quedara―. No puedo ―le dije, y su expresión se

entristeció―. Ojal{ pudiera, pero no puedo. Soy... diferente ahora. No puedo ser

vista por la calle. Así que tendrás que sobrevivir sin mí.

―¿Por qué? ―Stick se arrastró hacia delante. Su barbilla temblaba; a punto de

llorar―. ¿Por qué no puedes quedarte? ¿Tanto me odias? ¿Soy tan patético que

puedes dejarme solo para que muera?

―Deja de ser dram{tico.―Di media vuelta, avergonzada y furiosa, tanto con él

como conmigo. Kanin tenía razón, no debería haber venido aquí―.No eres

inútil ―dije―. Has sido un No Registrado tanto tiempo como yo. Es hora de

que aprendas a valerte por ti mismo, no puedo ayudarte más.

―No, eso no es una razón ―protestó Stick―. Hay algo que no me est{s

diciendo.

―No lo quieres saber.

―¿Por qué mantienes secretos? ¿No confías en mí? Nunca nos hemos ocultado

nada el uno al otro antes.

―Stick, déjalo estar.

―Pensaba que éramos amigos ―insistió, inclin{ndose hacia adelante―. Aquí

no le gusto a nadie, nadie me entiende como tú. ¡Pensé que estabas muerta!

Pero ahora has vuelto, y no me dices lo que está pasando.

―¡Muy bien! ―Me volví hacia él de frente, estrechando la mirada―. Muy bien,

¿realmente quieres saber por qué?

Y antes de que pudiera responder, antes de que pudiera reflexionar sobre la

absoluta estupidez de mis acciones, abrí la boca y mostré mis colmillos.

Stick se puso tan pálido que pensé que iba a desmayarse.

―No grites ―le dije con urgencia, retrayendo mis colmillos, sabiendo que había

sido un error en el segundo en el que se los mostré―. No voy a hacerte daño.

Sigo siendo yo, sólo... diferente ahora.

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―Eres un vampiro ―susurró Stick, como si acabara de darse cuenta―. Un

vampiro.

―Sí ―Me encogí de hombros―. Fui derribada por Rabiosos y habría muerto,

pero un vampiro resultó estar en la zona y en cambio me Transformó. Pero los

otros vampiros nos están buscando ahora, por eso no puedo quedarme. No

quiero que vengan detrás de ti, también.

Pero Stick se estaba apartando, cada músculo de su cuerpo tenso de miedo

―Stick ―intenté de nuevo, extendiendo mi mano―. Todavía soy yo. Vamos, no

voy a morderte ni nada.

―¡Aléjate de mí! ―gritó desesperado Stick advirtiendo finalmente a los que

estaban alrededor del fuego, que miraron hacia nosotros, murmurando y

poniéndose de pie.

Sentí mis labios retraerse, mis colmillos alargados, incluso mientras echaba a mi

viejo amigo un último vistazo desesperado.

―Stick, no hagas esto.

―¡Vampiro! ―chilló y se lanzó hacia atr{s, arrastr{ndose en la suciedad―.

¡Vampiro, por aquí! ¡Aléjate de mí! ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!

Gruñí y retrocedí cuando el grupo alrededor del fuego saltó sobre sus pies,

gritando y maldiciendo. Stick medio corrió, medio se arrastró de vuelta al

fuego, gritando y apuntando en mi dirección, y el resto del campamento estalló

en un caos aterrado.

Gritos de Vampiro se hicieron eco a través del almacén cuando el pequeño grupo

de No Registrados se dispersó a cada esquina de la habitación, saltando a través

de ventanas y empujándose unos a otros para escapar. Stick dio un último grito

y huyó en la oscuridad, fuera de vista.

El ruido del pánico de los No Registrados era casi ensordecedor, revolviendo

algo primario en mi interior, algo que me urgía a darles caza, a deslizarme en la

multitud y empezar a arrancar gargantas. Sólo por un momento, vi a los

humanos luchar por escapar de un depredador que ni siquiera veían, que

podría matarlos antes de que supieran que estaba allí. Podía sentir el terror, oler

la sangre caliente, el sudor y el miedo, y tomó toda mi fuerza de voluntad

alejarme, volver a las sombras y dejarlos solos. Huyeron por delante de mí, pero

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en la confusión del tumulto, me deslicé por una ventana y no miré atrás hasta

que los aullidos y gritos de terror se desvanecieron en la noche.

Él estaba sentado en el escritorio de la oficina, cuando me arrastré de vuelta por

el hueco del ascensor en el hospital. No le vi en la zona de recepción ni en los

pasillos y pensé que estaba en casa libre mientras iba de puntillas hacia mi

habitación. Pero luego pasé por la puerta de su oficina.

―¿Disfrutaste el tiempo con tu amigo?

Hice una mueca, congelándome a medio paso. Kanin estaba sentado detrás del

escritorio con una pila de archivos, escaneando otro documento. No levantó la

vista cuando me deslicé cautelosamente en la habitación.

―Tenía que hacerlo ―le dije en voz baja―. Tenía que saber si estaba bien.

―¿Y cómo te fue?

Tragué saliva y Kanin finalmente dejó el papel y me miró con ojos negros

ilegibles.

―¿Gritó? ―preguntó con calma―. ¿Te maldijo y huyó aterrado? ¿O fue

comprensivo y prometió que nada cambiaría, aunque podías ver lo aterrado que

estaba?

No respondí, y la boca de Kanin se crispó en una sonrisa sin humor.

―Supongo que gritos y carreras.

―Lo sabías ―le acusé―. Sabías que iría tras él.

―No eres la estudiante m{s dócil del mundo.―Kanin no sonaba divertido o

enojado o resignado. Sólo lo estableció como un hecho―. Sí, sabía que, en algún

momento, buscarías los últimos restos de tu antigua vida. Todo el mundo lo

hace. No eres de las que escucha un consejo con el que no está de acuerdo,

tenías que verlo por ti misma. Dicho esto. ―Su voz se volvió fría y sus ojos

brillaron en esa mirada blanca y aterradora―. Nuestro tiempo juntos est{

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llegando a su fin. Si me desobedeces otra vez, lo tomaré como una señal de que

ya no necesitas un maestro. ¿Queda claro?

Asentí y la expresión de Kanin se suavizó, aunque su voz no lo hizo.

―¿Qué dijo el chico? ―preguntó―. ¿Después de que se los mostraste?

―Nada ―dije miserablemente―. Sólo gritó vampiro y corrió. Después de todo

lo que hice por el pequeño desagradecido.

Llegué a un punto muerto, no quería pensar en ello, pero Kanin enarcó las cejas,

diciéndome en silencio que continuara.

―Lo conocía desde hace años ―gruñí―. Compartí mi comida con él, le cuidé,

le levantaba cuando le pateaban el trasero.

Sentí una opresión en el pecho y me crucé de brazos.

―Y después de todo eso.―Me detuve, sin saber si quería llorar o romper una

puerta de sus bisagras y lanzarla contra la pared―. Después de todo lo que...

―Lo intenté de nuevo.

―Aun así no te vio como nada m{s que un monstruo ―terminó Kanin.

Con un grito, me volví y dirigí mi puño contra la pared. El yeso se metió hacia

adentro, dejando un agujero de seis pulgadas.

―¡Maldición! ―golpeé la pared otra vez, sintiéndola ceder con un satisfactorio

crujido―. ¡Yo era su amiga, la única cosa que le mantenía vivo, todos esos años

de arreglar sus meteduras de pata, todos esos años de pasar hambre para que él

no lo hiciera!

Di otro puñetazo en la pared, luego me incliné sobre ella, sintiendo el yeso caer

sobre mi frente. Me ardían los ojos y los cerré fuerte, deseando que el dolor

desapareciera.

―Debería conocerme mejor ―susurré a través de los dientes apretados―.

Debería conocerme mejor.

Kanin no se había movido, dejándome destrozar su pared sin un comentario.

Finalmente, se levantó, poniéndose justo detrás de mí.

―¿Le dijiste dónde estamos? ―preguntó en voz baja.

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―No.―Golpeé la cabeza contra la pared y finalmente me eché hacia atr{s―. Yo

no... Espera. Sí, puedo haber... mencionado el hospital. Pero no sabe dónde es.

Me di la vuelta, mirando a Kanin, que me miraba con gravedad―.No vendría a

buscarme, de todos modos ―dije, escuchando la amargura en mi voz―. Est{

demasiado asustado para dejar el escondite la mayoría del tiempo, mucho

menos el sector.

―Sigues siendo ingenua ―Kanin se pasó una mano por los ojos,

retrocediendo―. Quédate aquí. No dejes el hospital. Volveré pronto.

―¿Dónde vas? ―dije, de repente en el borde. Un pensamiento me vino a la

cabeza y mi estómago se quedó helado―. Tú no... Vas a ir tras él, ¿no?

―No ―dijo Kanin, deteniéndose en la puerta y me dejé caer con alivio―. Pero

necesito colocar alarmas en la zona. Las pocas que siguen en su lugar no serán

suficientes, me temo.

―¿Para qué? ―Frunciendo el ceño, le seguí hacia el recibidor. No contestaba y

le miré boquiabierta cuando me di cuenta―. Crees que Stick se lo dir{ a alguien

―adiviné, apresur{ndome para mantener el ritmo de sus largas zancadas―.

Eso no va a suceder. Te lo estoy diciendo, Kanin, no tienes que preocuparte por

eso. Es demasiado cobarde para ir a alguien.

―Quiz{s ―Kanin entró en la zona de recepción y me dejó en el mostrador―. Y

quizás te sorprenda. Espera aquí. Practica tus técnicas con la espada. No dejes

los terrenos del hospital, ¿entendido? A partir de esta noche, no serás capaz de

ir a ninguna parte sin que se dispare una alarma a menos que esté contigo.

―Aún creo que esto no tiene sentido, Kanin.

La mirada que me dio fue de lástima.

―Tal vez sea como dices. Tal vez este chico me sorprenda. Pero he vivido

demasiado tiempo para dejar nada al azar, sobre todo cuando se trata de la

traición humana. Si no hay nada que perder, o incluso muy poco que ganar, casi

que puedes contar con ella. Ahora, dame tu palabra de que no vas a intentar

marcharte.

―¿Qué pasa si necesito ir fuera?

―O te quedas aquí o te marchas ahora y no vuelves m{s. Tu elección.

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138

―Est{ bien.―Le miré fijamente―. No voy a intentar salir.

―Perdóname si no te tomo la palabra inmediatamente ―dijo Kanin inexpresivo

con voz fría―. Quiero tu promesa. ¿Lo juras?

―¡Sí! ―Le mostré mis colmillos―. Lo juro.

Asintió bruscamente y se alejó. Lo vi trepar por el tubo del ascensor, intentando

desenmarañar mis emociones arremolinadas: ira, frustración, decepción, dolor.

Un segundo odiaba a Stick, y al siguiente casi podía entender su terror

instantáneo. Lo despreciaba y pensaba que era lo peor, sobre todo después de

todo lo que había hecho por él, pero podía entenderlo.

Después de todo, había reaccionado ante un vampiro que apareció

repentinamente en su hogar. Si él hubiera desaparecido de repente y apareciera

como una sanguijuela, yo podría haber reaccionado de la misma manera. O

podría haber tratado de pasar a través de mi reacción instintiva y realmente

intentado hablar con él, por el bien de nuestra amistad. No lo sé. Lo que sí sabía

era que Kanin estaba exagerando, colocando alarmas y prohibiéndome dejar el

hospital, cuando no había necesidad.

Sólo cuando se fue recordé el extraño vampiro que había conocido en mi

antigua habitación más temprano, el de los ojos muertos y horrible sonrisa.

Consideré subir y correr tras Kanin para advertirle, pero le había prometido que

no volvería a salir del hospital. Además, Kanin era un vampiro grande y capaz.

Podía cuidar de sí mismo.

Practiqué mis ejercicios con la espada, pensé en Stick y lo que podría haber

hecho de otra manera, y vagué por los pasillos, esperando a que mi mentor

volviera.

Pero Kanin no regresó esa noche.

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C A P Í T U L O 9

Traducido por DamaOscura

Corregido por Lover Killer

Me desperté sobresaltada, siseé y desnudé mis colmillos, la pesadilla menguó

dentro de la realidad. Había estado soñando, desde la primera vez que me

convertí en vampiro, en túneles oscuros y corredores retorcidos, con algo

terrible acechando dentro de ellos, acechándome. Recuerdo el miedo helado,

detectando la atracción demoniaca aún más cerca, y luego un recrudecimiento

de dolor mientras la criatura finalmente se abalanzaba, aunque nunca le vi la

cara. Era suficiente para despertarme y ponerme erguida, creo que fue bastante

extraño. ¿Cómo eran los sueños de los muertos, exactamente? Tendría que

preguntarle a Kanin.

Kanin. Me levanté, agarré mi espada y me apresuré a su oficina, esperando ver

su forma calmada y eficiente sentada detrás del escritorio con una pila de

documentos, como siempre.

La oficina estaba vacía. No estaba allí, ni tampoco había una nota sobre el

escritorio, diciéndome mis tareas para la noche. Merodeé por los pasillos,

buscando en cada cuarto, en cada rincón que pude haber olvidado. Nada. No

había señal de él por ninguna parte. Realmente se había ido.

Por un momento, me pregunté si se había ido a propósito, si la última noche, no

había tenido intención de volver. ¿Se había cansado de su estudiante imposible,

testaruda y de humor cambiante, y decidió que era momento de liberarse de

ella? Sacudí la cabeza. No, Kanin no es así. Era frío, poco simpático, cínico y a

veces aterrador como el diablo, pero no era un mentiroso. Si no está aquí,

entonces está afuera en algún lugar. ¿Estaba herido? ¿Fue capturado?

¿Estaba muerto?

Para, me dije a mí misma. Solo porque Kanin no estuviera en el hospital no era

razón para entrar en pánico. Tal vez estaba en los túneles, instalando trampas o

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alarmas. O tal vez aún estaba en alguna parte del hospital, en un cuarto que no

había revisado o<

Espera. Había un lugar más donde podría buscar.

Al final de las escaleras, la puerta roja de metal rugió y se abrió a regañadientes

mientras la empujaba, revelando un corredor largo. Tuve la fugaz visión de una

cámara de seguridad rota por encima de la puerta roja y otra al final del pasillo.

Mientras me deslizaba por el vestíbulo, la puerta gruñó al cerrarse detrás de mí,

cerrándose con un golpe y sumiendo el espacio estrecho en la oscuridad.

Mi nueva visión de vampiro me permitió ver incluso en la total oscuridad,

caminé hacia el final del pasillo, donde otra puerta estaba puesta firmemente

dentro del muro. Era de acero inoxidable con rejas en el exterior y lo

suficientemente pesada para detener un tren. No tenía una manija normal o

perilla sino una rueda puesta en el puro centro, oxidada por la edad.

¿Qué se escondía allí?, me pregunté, dándole vuelta a la rueda hacia la derecha.

Se giró de mala gana, luego con un leve silbido la puerta se abrió hacia adentro.

Al pasar por el marco de la puerta, caminé dentro de otro pasillo oscuro y

claustrofóbico. Esta vez, había grandes ventanas a lo largo del muro, que

miraban dentro de cuartos aislados. Algunas ventanas estaban destrozadas y

rotas, el vidrio era extremadamente grueso, y unos pocos estaban aún intactos.

Miré más de cerca y un escalofrió escalo por mi espina dorsal.

Barras gruesas de metal corrían verticalmente a través de las ventanas, como

jaulas. Las puertas de los cuartos eran del mismo metal grueso y pesado, y

todas estaban aseguradas desde el exterior. Dentro de cada cuarto, las paredes

eran blancas y estaban en ruinas, vi marcas en los azulejos, como si alguien

hubiera enterrado sus garras, hasta llegar al metal del final.

―¿Qué demonios es este lugar? ―susurré.

Mi voz se deslizo dentro del cuarto, de forma poco natural en el silencio. La

oscuridad parecía llegar por mí, tratando de lanzarme dentro de ella. Pude oler

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sangre y dolor y muerte, labrando dentro de las paredes, filtrándose por las

grietas del piso. Movimientos parpadearon por el rabillo de mis ojos, rostros

asomándose por los vidrios, imágenes fantasmales de cosas que no estaban allí.

Mi piel se puso de gallina. Lo que sea que hubiera pasado aquí, cualesquiera

que sean los secretos que yacen más allá de estas puertas, eran algo que no

quería descubrir.

Se oyó un golpe en el hueco de la escalera, pasos suaves avanzaron lentamente

por el corredor.

Temblé de alivio.

―Kanin ―grité, avanzando a grandes zancadas hacia la puerta gruesa de

metal. Estaba medio cerrada, y la abrí―. ¿Dónde demonios has estado?

Y el vampiro con la sonrisa terrible sonrió entre dientes hacia mí.

―Hola, amor ―Ronroneó el vampiro, sonriendo mientras yo retrocedía,

sacando mi espada mientras él entraba al cuarto―. Que sorpresa toparme

contigo de nuevo. Algún pajarito me ha estado mintiendo.

Mantuve mi espada entre el vampiro y yo, dando vueltas mientras él

merodeaba por los bordes de la habitación. Sus ojos no estaban sobre mí, no

obstante, tenía la mirada perdida en el cristal de las paredes y ventanas que

recubrían el pasillo.

―¿Qué haces aquí? ―gruñí, tratando de controlar mi miedo―. ¿Cómo

encontraste este lugar?

―Ahhh< ―El vampiro respiró, el aire raspó la tr{quea que no se había

utilizado en años―. Es una buena pregunta, pajarito. ―Extendió una mano y

puso una pálida garra contra el vidrio, presionando su mejilla contra él. Noté

una salpicadura de sangre vieja y seca en su cuello, como si algo lo hubiera

atacado recientemente―. ¿Sabías que estas paredes hablan contigo? Si les

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preguntas. Te dirán sus secretos, aunque a veces tienes que martillar para

sacarlos, sí. A veces era necesario.

Se enderezo y se dio la vuelta hacia mí, sus ojos eran agujeros negros y vacíos

en su rostro sonriente.

―¿Dónde est{ Kanin? ―preguntó, con voz paciente y entendible―. Dímelo

ahora, y ahórrame el problema de arrancarte los dedos.

―No est{ aquí.

El vampiro no parecía sorprendido.

―¿No ha vuelto aún, entonces? Debí haberlo golpeado m{s fuerte de lo que

pensé, muy bien, podemos esperarlo. Tengo todo el tiempo del mundo.

―¿Qué le hiciste?―gruñí.

Masticó una uña, y recorrió la lengua por sus delgados labios, y me sonrió.

―¿Has cortado alguna vez en filetes el pescado?

―¿Qué? ―Dios, este fenómeno estaba crispando mis nervios―. ¿De qué

demonios estás hablando?

―¿No?, es muy f{cil. ―Hubo un brillo de metal, y el vampiro repentinamente

sostenía una espada delgada y brillante. Salté; era demasiado rápido, ni siquiera

vi su mano moverse―. El truco es empezar desoll{ndolos tan pronto como los

saques del agua, antes de que tengan la oportunidad de morir. Solo deslizas el

cuchillo por debajo de la carne y halas< ―hizo la demostración con la espada,

haciendo un corte lento y largo en el aire―, y la piel se desprende. ―Me miró a

los ojos, y su sonrisa se extendió aún m{s, mostrando los colmillos―. Eso fue lo

que le hice al pescadito Kanin. Gritó, oh, sí que gritó. Fue glorioso. ―Agito el

cuchillo hacia mí―. ¿Me pregunto si tú serías tan servicial?

Mis brazos se agitaron, haciendo que la espada temblara, y apreté la

empuñadura para detenerlos. Difícilmente podía moverme, congelada por el

terror que no había sentido jamás. Una imagen vino a mi mente antes de que la

pudiera detener: un cuerpo colgando del techo, puros músculos expuestos en el

aire mientras gritaba y se retorcía de dolor. Cerré de golpe ese pensamiento

antes de que vomitara.

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―¿Por qué< por qué lo odias tanto? ―pregunté, m{s para mantenerlo

hablando, para dame algo de tiempo. Mi voz tembló, poniéndome furiosa

conmigo misma. Demonios, no podía mostrar miedo en frente de este

psicópata. Mordí mi mejilla, saboreando la sangre, y fue suficiente para

despertar el demonio en mi interior. Las siguientes palabras fueron más

fuertes―. ¿Por qué quieres matarlo?

―No quiero matarlo ―explicó el vampiro, sonando sorprendido―. Eso sería

demasiado bueno para Kanin. Seguramente te lo ha dicho. ¿Lo que es? ¿Lo que

hizo? ¿No? ―Sonrió entre dientes, sacudiendo su cabeza calva―. ¿Siempre

manteniendo tu semilla en la oscuridad, hmm, verdad viejo amigo? Ni siquiera

saben por qué deben sufrir por ti.

Se movió hacia mí, y me sacudí hacia atrás, con los músculos tensados, pero el

vampiro cruzo el cuarto, recorriendo sus dedos por una de las puertas de metal.

Ya no sonreía, su rostro estaba tan vacío como una sábana blanca, haciéndolo

parecer mil veces más terrible.

―Recuerdo ―reflexionó, su voz era un susurro helado en la oscuridad―. Ni

siquiera puedo sacarlo de mi cabeza. Los gritos. La sangre en las paredes.

Viendo a todo el mundo a mí alrededor convirtiéndose en esas cosas.―Tembló,

doblando sus labios hacia atrás, y de repente su parecido a las criaturas de las

ruinas fue inconfundible―. Me clavaron las mismas agujas, bombeando la

misma enfermedad dentro de mí. Pero nunca me convertí. Siempre me

pregunté al respecto. Porqué nunca me convertí.

Mis ojos fluctuaron hacia la salida, juzgando la distancia entre la puerta de

metal pesada y yo. No había suficiente tiempo. Probablemente el vampiro

psicópata era tan rápido como Kanin, lo que significaba que era mucho más

rápido que yo. Tenía que conseguir más tiempo, al menos algunos segundos.

Manteniendo una mano en la espada, bajé la mano lentamente dentro de mis

vaqueros, y cerré mis dedos alrededor de la empuñadura familiar de mi

cuchillo. Sacándolo lentamente, chasqueando la diminuta hoja, la ahueque en

mi palma, escondiéndola de la vista.

―Pero ahora lo sé .―El vampiro psicópata se dio la vuelta, y esa sonrisa

asquerosa estaba de vuelta en su cara―. Ya sé por qué fui libre. Para castigar al

responsable de nuestro dolor. Cada grito, cada gota de sangre, cada tira de

carne y hueso roto, voy a cobrárselo diez veces. Conocerá el dolor, el miedo y la

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desesperación de cada vida dentro de estos muros. Limpiaré la tierra con su

sangre, arrasaré su linaje de la existencia. Y solo cuando sus gritos y los gritos

de su descendencia remplacen los de mi mente, cuando ya no pueda ver sus

caras y escuchar sus gritos de angustia, solo entonces le concederé dejar este

mundo.

―Eres un psicópata fenómeno ―dije, pero él solo sonrió.

―No espero que entiendas, pajarito. ―Se dio la vuelta hacia mí totalmente.

Toqueteando su espada y sonriendo―. Espero que solo cantes. Canta por mí,

canta por Kanin, y haz una canción gloriosa.

Se lanzó hacia mí, yendo rápido y agarrándome fuera de base, aunque estaba

esperando eso. Oscilé la Katana hacia él en una sola mano, apuntando a su

cuello, pero se deslizó hacia un lado, caminando dentro de mi guardia y

golpeándome contra la pared. Mi cabeza golpeo el vidrio, y sentí que algo se

rompió debajo de mí, mi cabeza o el vidrio. Antes de que pudiera reaccionar,

una mano fría y muerta sujeto el brazo con la espada, amenazando con

romperlo, y la punta de una espada perforo mi mandíbula.

―Ahora, pajarito ―susurró el vampiro psicópata, presionando su cuerpo

apoyado contra el mío. Traté de empujarlo, pero eran como cables de metal,

sujet{ndome en la pared―. Canta para mí.

Desnudé mis colmillos en su cara.

―Canta tú ―siseé y empujé mi mano libre, metiendo mi navaja dentro de uno

de sus negros ojos locos.

El vampiro psicópata gritó y se tambaleó alejándose, agarrándose la cara. Salté

de la pared y me precipité hacia la puerta, pero no había dado tres pasos

cuando los gritos del vampiro se volvieron un escalofriante gruñido de furia

que me hizo poner los pelos de punta. El miedo me hizo más rápida. Alcancé la

salida y me lancé por la abertura, dejando caer mi espada y dándole vueltas a la

rueda para empujar el cerrojo. Vi al vampiro psicópata correr hacia mí, su cara

era una máscara de rabia, con los colmillos desnudos, los ojos sangrientos y

asesinos, y empujo fuertemente la puerta. Esta se quejó, mientras la cerraba, y

giraba la rueda hacia la izquierda, sellando con fuerza mientras un estruendo

atronador hacía eco desde el otro lado.

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Mis brazos temblaban mientras agarraba mi katana y me alejaba de la puerta.

Fue extraño; sentí que mi corazón debía estar latiendo a mil por segundo, mi

aliento entrando en cortos jadeos de pánico. Pero por supuesto, no había nada

de eso. Solo el leve temblor de mis brazos y piernas mostraron lo cerca que

había estado de la muerta otra vez.

Otro sonido hueco contra la puerta de acero me hizo hacer una mueca de dolor.

¿Cuánto tiempo pasaría antes de que el vampiro psicópata lograra salir?

¿Podría salir? Si lo hacía, vendría por mí, no había dudas. Tenía que poner

tanta distancia entre el asesino vampiro psicópata y yo como pudiera.

Di otro paso hacia atrás, dando la vuelta para huir, y encontrarme con un

cuerpo en el pasillo.

―¡Kanin! ―Casi caigo de alivio, sacando los brazos para sostenerlo. Kanin se

tambaleó un paso hacia atrás, recargándose pesadamente contra la pared. Se

veía aún más pálido de lo usual, y su camisa estaba manchada con sangre seca.

Su propia sangre―. ¡Est{s herido!

―Estoy bien. ―Me alejo con la mano―. Es antiguo. Ya me he alimentado, así

que no te preocupes por mí. ―Sus ojos analizaron el pasillo, estrech{ndolos

como ranuras―. ¿Sarren vino aquí?

―¿Sarren? ¿Quieres decir el vampiro psicópata con la cara destrozada? Sí, sí, lo

hizo. ―Sacudí el pulgar hacia la puerta de acero, justo cuando otro sonido

sordo hizo eco en el pasillo, seguido por un chillido desesperado―. ¿Es amigo

tuyo, Kanin? Parece muy interesado en despellejarte.

―Tienes suerte de estar viva ―murmuró Kanin, sacudiendo sus manos, y creí

escuchar la menor nota de admiración en su voz―. Él me sorprendió anoche.

No creí que me encontraría aquí tan pronto.

―¿Est{s bien?

Se sacudió, separándose de la pared.

―Tenemos que salir de aquí―continuó, tambale{ndose―. Apresúrate. No hay

mucho tiempo.

―¿Crees que Sonrisas pueda salir de allí? ―miré hacia la puerta―. ¿De

verdad? Es como sesenta centímetros de acero sólido.

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―No, Allison. ―Kanin volteó a mirarme, su rostro se ensombreció―. Tu amigo

fue a las autoridades esta mañana. Les dijo que dos vampiros no autorizados se

pasean por los terrenos del hospital. Los hombres del Príncipe vienen, tenemos

que movernos ahora.

Lo miré con horror, creyendo difícilmente lo que acababa de escuchar.

―No ―dije mientras se alejaba, caminando de vuelta por el pasillo―. Est{s

equivocado. Stick no me haría eso. Es la única regla que todos entienden, no nos

vendemos los unos a los otros con los chupasangre.

―Tú eres una chupasangre ahora. ―La voz de Kanin hizo eco, embotada y

cansada―. Y no importa. Alguien les aviso, y est{n en camino. Si nos

encuentran, nos mataran. Tenemos que salir de la ciudad.

―¿Nos vamos? ―me apresuré tras él, sintiendo que el estómago me daba

vueltas―. ¿A dónde vamos?

―No lo sé.―Kanin repentinamente dio un puñetazo a la pared, haciéndome

saltar―. Demonios ―gruñó, inclinando la cabeza―. Demonios, estuvo muy

cerca. Si solo tuviera algo m{s de tiempo< ―Golpeó el puño contra el muro

otra vez, dejando un agujero, y me moví incomoda.

Se me ocurrió que lo que sea que hubiera estado buscando, lo que sea que

hubiera estado investigando todo este tiempo, estaba perdido. Incluso si lo

hubiera encontrado, o si no estuviera aquí en primer lugar. Semanas de

búsqueda, lectura interminable de archivos y documentos, todo para nada al

final.

Y luego todo, la investigación, los cuartos del hospital, el vampiro loco con una

venganza contra Kanin, encajó en su lugar. Y me sentí como una idiota por no

notarlo antes.

―Fuiste tú. ―Miré a la figura encorvada contra el muro. Y no podía estar

segura, pero creo que vi sus hombros retorcerse, solo un poco, ante las

palabras―. Tú fuiste el vampiro, el Maestro, que vendió a los otros vampiros

por la cura del Red Lung. Tú fuiste el que trabajo con los científicos. Y este

lugar< ―volví la mirada hacia la rueda de la puerta―<. aquí fue dónde paso

todo. De eso era de lo que Sonrisas estaba hablando. Los experimentos, los

gritos. ¡Tú eres el responsable de la creación de los Rabiosos!

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Kanin se irguió, aunque no me miró.

―Ese vampiro se ha ido ―dijo en la voz m{s fría que jam{s había escuchado―.

Él era idiota e idealista, y su fe en la humanidad estaba fuera de lugar. Hubiera

sido mejor dejar que el virus siguiera su curso, algunos humanos hubieran

sobrevivido, siempre sobreviven. Y si nuestra raza hubiera muerto de hambre,

si todos los vampiros se hubieran extinguido, tal vez hubiera sido preferible a

esto.

Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Pensé que lo odiaría; este era el

vampiro cuyas acciones habían creado algo horrible, que fue responsable por la

diseminación de los Rabiosos, quien inadvertidamente había causado la

esclavitud de la raza humana entera. Pero incluso en mi momento más oscuro

y molesto, no podía igualar la profundidad del odio que escuchaba en la voz

de Kanin, el odio absoluto por el vampiro que había condenado a ambas

especies, y la necesidad desesperante de hacer las cosas bien.

―Vamos ―dijo finalmente, caminado otra vez―. Tenemos que mantenernos en

movimiento. No lleves nada que no necesites, viajaremos a la luz del día, y solo

tenemos algunas horas para despejar el muro y salir de las ruinas.

―Estoy lista para irme ―dije, levantando mi espada―. No necesito nada

excepto esto. ―Era algo triste, realmente. Vivir en un lugar por diecisiete años

y no tener nada que mostrar excepto una espada y la ropa sobre mi espalda. Y

ni siquiera era mía. Por un segundo, desearía tener algún recuerdo de mi

mamá, algo para recordarla, pero los vampiros habían tomado incluso eso.

Y entonces realmente me golpeó. Me iba. Estaba dejando el lugar que siempre

había conocido, el lugar que había sido mi hogar mi vida entera. Lo que yace

más allá del Muro, más allá de las ruinas, no tenía idea de qué era. Por lo que

Kanin me había dicho, sabía que había otras ciudades vampiro, esparcidas por

el desierto, pero no tenía idea de dónde estaban localizadas ninguna de ellas.

Kanin siempre parecía renuente a hablar sobre sus viajes, sobre el mundo allá

afuera, así que raramente vino a colación. ¿Había seres humanos allí,

despreciando la protección de los vampiros, viviendo libres? ¿O el mundo más

allá era un páramo de edificios muertos y bosques repletos de Rabiosos y otros

horrores?

Supongo que lo descubaría, porque Kanin no estaba dándome tiempo para

considerarlo.

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―Apresúrate ―chasqueó, mientras corría hacia el eje del elevador. Ésta sería la

última vez que lo usaríamos―. Sube ahora. Probablemente estén llegando.

―Me lancé por el tubo oscuro y salí de las ruinas del hospital, haciéndome a un

lado para que Kanin pudiera seguirme. A nuestro alrededor, los rastros

ennegrecidos permanecían en silencio, pero al otro lado del lote vacío,

deslizándose como el viento entre la hierba, pude escuchar pisadas. Muchas

pisadas. Viniendo.

Y entonces, en la parte superior de la hierba y la maleza, los vi. Vampiros. Un

lote completo de ellos, con su piel pálida bajo la luz de la luna, moviéndose uno

tras otro sobre el lote. Rodeándolos y flanqueándolos había muchos guardias

humanos llevando armas muy grandes, rifles de asalto. Los vampiros parecían

desarmados, pero el número total de ellos, deslizándose sin hacer ruido a través

de la maleza como un ejército de cadáveres, me hizo morder mi labio hasta

saborear mi sangre.

Kanin agarró mi hombro, y levanté la mirada hacia él, tratando de esconder mi

miedo. Presionó un dedo en sus labios y señaló silenciosamente hacia la ciudad.

Nos deslizamos en la oscuridad, mientras las voces y la marcha constante de las

pisadas se acercaban a nuestra ubicación.

Nunca había corrido tan rápido en mi vida, o mi muerte, para el caso. Kanin era

implacable, conduciéndome a través de la ciudad, por los laterales de las calles,

entre callejones, por debajo y a través de edificios antiguos que estaban al borde

del colapso. Era bueno que no me desvaneciera o cansara, corriendo detrás de

Kanin mientras huíamos del ejército a nuestras espaldas. Alarmantemente

nuestros perseguidores no se cansaban, tampoco, y aparentemente habían

llamado refuerzos una vez que habían descubierto que estábamos a la fuga.

Vehículos y camiones blindados recorrían las calles vacías, focos brillantes

perforaban la oscuridad, guardias armados listos para abrir fuego a cualquier

cosa que se moviera. Todos los humanos inteligentemente habían entrado a sus

casas; ni siquiera las pandillas vagaban por las calles esta noche. Una cacería

humana en toda la ciudad, donde incluso los vampiros estaban afuera en

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grandes cantidades, era razón suficiente para que el matón más valiente se

quedara fuera de las calles.

Las vías se volvieron rápidamente peligrosas para cruzarlas, pero Kanin no

planeaba permanecer sobre el suelo por mucho tiempo y nos condujo al

subterráneo tan rápido como pudo. Forzando una tapa de alcantarilla, me hizo

una seña para que bajara por el agujero, y me dejé caer dentro del vientre de la

ciudad sin vacilación.

―No podemos bajar el ritmo ―advirtió Kanin después de que aterrizara a mi

lado sin emitir sonido―. Estar{n buscando en los túneles, también. Tal vez aun

más extensivamente que en las calles. Pero al menos aquí abajo no estaremos a

la intemperie, lejos de los camiones.

Asentí.

―¿Y ahora?

―Nos dirigiremos a las ruinas. Pasaremos el borde de la ciudad,

probablemente no nos seguirán.

Sentí que mi estómago se apretaba al pensar en ir por las ruinas, y en los

Rabiosos que aguardaban allí, en el lugar donde morí. Pero aplasté mi miedo.

Era enfrentar la amenaza de los Rabiosos, quienes podrían asesinarnos, o

quedarnos aquí y esperar a los hombres del Príncipe, quienes definitivamente

lo harían. Entre los dos, prefería tener la oportunidad de pelear.

―No queda mucho de la noche, Kanin ―dije, sintiendo las horas desliz{ndose

lejos de nosotros. Él asintió brevemente.

―Entonces, tendremos que ajustar el paso.

Lo hicimos, corriendo locamente a través de los túneles, escuchando el eco de

voces a nuestro alrededor y sobre nosotros.

Estaban esperándonos al borde de la ciudad.

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Las ruinas estaban rastreadas con soldados y guardias, más de los que había

visto en mi vida. Ya fuera por el testamento de la infamia de Kanin o por el odio

del Príncipe Salazar, apenas habíamos salido de los túneles cuando hubo un

disparo en la oscuridad y ametralladoras rebotaron a nuestro alrededor,

sacando chispas del pavimento y las paredes. Huimos, esquivando a través de

porciones de lotes y entre edificios, pero la alarma fue activada, y todos

supieron que estábamos aquí. Disparos y gritos hacían eco de todas

direcciones. Un trío de perros gruñendo vino hacia nosotros y Kanin los cortó

antes de que pudiéramos continuar.

―Por aquí ―siseo Kanin, esquivando un edificio antiguo de ladrillos medio

cubierto con enredaderas―. No estamos lejos de los límites de la ciudad. ¿Ves

esos {rboles? ―Señaló por encima de los techos donde un manto de hojas

poblaba el horizonte―. Si podemos entrar en el bosque, seremos capaces de

perde....

El rugir de un arma de fuego eructo desde la línea de carros en frente de

nosotros, haciendo que pequeñas explosiones de sangre brotaran del pecho de

Kanin, y se echó hacia atrás con un siseo de dolor. Grité de terror.

Tambaleándose, Kanin se dio la vuelta y se lanzó por la ventana del viejo

edificio, rompiendo el cristal y desapareciendo de vista. Esquivando balas, fui

tras él.

―¡Kanin!

El interior del edificio olía a aceite, grasa y oxido, y el esqueleto de varios carros

estaban en el suelo de cemento mientras rodaba sobre mis pies, mirando a mi

alrededor salvajemente. El vampiro yacía a unos cuantos centímetros de la

ventana, rodeado de astillas de vidrio, y me dejé caer junto a él mientras se

impulsaba sobre sus rodillas. Tenía una mueca con los dientes fuertemente

apretados, con los colmillos manchados de sangre. La sangre también salpicaba

sus ropas, manchas frescas contra las antiguas, combinándose en los hoyos de

su pecho y estómago, de las heridas de bala que le habían dado de frente.

Mientras lo observaba, aterrada y fascinada al mismo tiempo, excavó con su

pulgar y dos dedos, dentro de los orificios, apretando la mandíbula, saco tres

balas de plomo, dejándolas caer en el pavimento con un sonido metálico. Las

heridas abiertas se sellaron, aunque la sangre permanecía en su camisa, pecho y

manos.

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151

Kanin se estremeció, hundiéndose contra la pared. Voces hicieron eco a nuestro

alrededor, hombres gritando, llamando refuerzos. A través de la ventana, el

cielo contra el horizonte era azul oscuro, y una mancha de color naranja brilló

señalando que el sol se acercaba.

―Allison. ―La voz de Kanin era suave; apenas pude escucharlo de fondo

contra los gritos y disparos―. Nuestro tiempo juntos ha llegado a su fin. Es

aquí donde tenemos que separarnos.

―¿Qué? ¿Est{s loco? ―lo miré con los ojos muy abiertos―. ¡Deja eso! No voy a

abandonarte.

―Te he llevado tan lejos como pude. ―Los ojos de Kanin eran vidriosos; me di

cuenta de que probablemente estaba hambriento, después de los disparos en su

pecho. Pero aun así trato de hablar calmadamente―. Sabes casi todo lo que

necesitas para sobrevivir. Solo hay una cosa m{s que debo decirte. ―Una bala

rebotó contra un carro, haciendo chispas en las sombras, y me estremecí. Kanin

pareció no notarlo―. Una última habilidad que todo vampiro debe conocer

―continuo en susurros―. Cuando estés atrapada afuera sin refugio, puedes

esconderte en lo profundo de la tierra para escapar del sol. Es algo que hacemos

por instinto. Es también como los Rabiosos duermen durante el día, así que ten

cuidado, porque son conocidos por aparecer justo bajo tus pies. Debes encontrar

una zona de tierra natural, no roca o cemento, y debes cubrirte completamente.

¿Entiendes? Lo necesitaras muy, muy pronto.

Sacudí la cabeza, escuchándolo difícilmente, mientras los gritos y ladridos

salvajes se acercaban aún más.

―Kanin ―empecé, sintiendo que mis ojos empezaban a arder―. ¡No puedo!

No puedo dejarte aquí para que mueras.

―¡No me subestimes, chica! ―respondió Kanin con una sonrisa desvanecida―.

He vivido por largo, largo tiempo. ¿Crees que esta es la peor situación que he

tenido que enfrentar? ―La sonrisa se hizo aún m{s grande, m{s malévola, antes

de que se pusiera serio de nuevo―. Tú, sin embargo. No sobrevivirás esto. No

ahora, no como eres. Así que ve, y vive, y vuélvete fuerte. Y algún día, nos

encontraremos otra vez en el camino.

Un aullido de descubrimiento, y una lluvia de balas salpico la pared, mientras

nos agachamos aún más lejos. Kanin gruñó, con los colmillos surgiendo a la luz,

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152

la mirada vidriosa en sus ojos se hacía aún más brillante. Me miró y curvó su

labio.

―¡Vete! Dirígete al bosque. Los mantendré ocupados por ahora. ―Una bala

golpeo la pared, rociándonos con arena, y él gruñó―. ¡Vete! Déjame.

―Kanin

Rugió, su rostro se tornó demoníaco, la primera visión real de lo que podría

llegar a ser, y me eché hacia atrás con terror.

―¡Vete! O ayúdame, ¡Yo mismo sacaré tu corazón!

Evité un sollozo, dando la vuelta, me arrastré a través del piso y me deslicé a

través de la ventana rota en la pared lejana, medio esperando una bala en la

espina dorsal en cualquier momento. No miré hacia atrás. El aullido de Kanin

se elevó por el aire, un sonido escalofriante de desafío y rabia, seguido por una

explosión frenética de disparos y gritos desesperados.

Alcanzando el borde del lote, huí por las ruinas, con lágrimas de sangre

calientes rodando por mi cara, cegándome. Corrí hasta que el sonido de batalla

se desvaneció detrás de mí, hasta que abandoné las ruinas y entré en el bosque,

hasta que el cielo brillante obligó a mis extremidades a ir a paso de tortuga.

Finalmente colapsé, gruñendo y llorando, en la raíz de varios árboles

centenarios. El alba estaba a un segundo de tocar la tierra y convertirme en un

infierno ardiente. Medio cegada por lágrimas rojas, enterré mis dedos en el frío

y húmedo suelo, apartando suciedad y hojas, preguntándome si realmente

podría esconderme lo suficientemente rápido para escapar del sol. Hacía calor,

mucho calor. Escarbé más rápido, frenética, preguntándome si el humo

realmente estaba saliendo de mi piel.

La tierra se movió y pareció derretirse bajo mis pies, tragándome. Caí en un

hoyo negro, la tierra fría se acomodó a mi alrededor como un capullo, y el calor

se desvaneció inmediatamente. La bendita y fría oscuridad me inundo, y luego

no hubo nada.

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153

Cuando desperté otra vez, el mundo estaba en silencio, y estaba sola.

Sacudiéndome la suciedad que se aferraba a mi cabello y ropa, miré a mi

alrededor, escuchando los disparos, o alguna señal de vida en la oscuridad.

Nada se movió excepto las hojas, crujiendo en los arboles arriba de mí. A pesar

de las ramas, el cielo brillaba con estrellas.

Kanin se había ido. Busqué en el área sin mucho entusiasmo, dando marcha

atrás hacia el borde de las ruinas, pero supe que encontrarlo era algo imposible.

Si estaba muerto, no habría nada más que cenizas. Tropecé con un par de

cadáveres humanos, desgarrados y destrozados por lo que parecía una bestia

feroz. Uno de ellos aún aferrando un rifle de asalto en una mano

ensangrentada. Lo examiné, pero el arma estaba vacía, el círculo estaba vacío, y

era demasiado inútil e incómoda para llevarla conmigo.

Solo cuando estuve segura de que estaba verdaderamente sola me pregunté qué

haría después.

Maldito seas, Kanin, pensé, reprimiendo el miedo, la incertidumbre amenazaba

con asfixiarme. ¿A dónde iría ahora? ¿Qué iba a hacer? No me atrevía a volver a

la ciudad. Ciertamente el Príncipe me mataría por mi asociación con el vampiro

más buscado del mundo. Pero lo que fuera que yaciera más allá de las ruinas

era un misterio. ¿Que había allí, realmente? Otra ciudad vampiro, tal vez. Tal

vez no. Tal vez todo era desierto, tanto como el ojo pudieran divisar. Tal vez no

existía nada más que Rabiosos, arrastrándose por encima de todo, asesinando

cuanto humano se cruzara en su camino.

Yo ya no era humana. Y no estaba tan asustada de ellos como una vez lo estuve.

Ahora era parte de su mundo, parte de la oscuridad.

Aún estaba asustada. Odiaba pensar en abandonar mi hogar y la relativa

seguridad de la ciudad. Pero había una parte de mí que estaba diminutamente

emocionada, también. Tal vez algo en mi corta y miserable vida me había

llevado a eso. Estaba fuera de los muros. Estaba lejos de la influencia de los

vampiros. Es verdad, estaba muerta, pero había una extraña libertad en ello.

Todo lo de mi vida pasada se había ido. No tengo nada por qué volver.

Ve, y vive, y vuélvete fuerte.

―Est{ bien, Kanin ―murmuré―. Supongo que simplemente iré a ver qué hay

en el mundo.

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154

Dando la vuelta, miré a través de los árboles, hacia las ruinas y la ciudad,

evitando una última mirada hacia las luces de mi antiguo hogar. Entonces, con

nada más que mi espada y la ropa sobre mi espalda, puse a Nueva Covington

atrás de mí y caminé hacia adelante, hacia el desierto. Y no me detuve hasta que

estuve segura de que no vería nada más que árboles si miraba hacia atrás.

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PARTE III

M O N S T R U O

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C A P Í T U L O 10

Traducido por Altia

Corregido por Lover Killer

Esa primera noche, caminé a través de árboles y maleza enmarañada,

sacudiendo mi cabeza en la inmensidad de todo ello, preguntándome si alguna

vez iba a terminar. No había ningún camino a seguir, al menos, donde yo había

salido. Después de pasar toda mi vida dentro de los muros de la ciudad, este

mundo ajeno, verde y marrón, se sentía hostil y peligroso, como si estuviera

tratando de arrastrarme hacia abajo y tragarme entera. Tropecé con algunos

restos de antiguas civilizaciones humanas, viejas casas derrumbadas bajo

alfombras de las malas hierbas y musgo, algunos esqueletos oxidados de coches

obstruidos con vides, pero cuanto más lejos estaba de la ciudad, más salvaje se

convirtió el bosque. No tenía ni idea de que fuera tan grande, que los árboles

podrían extenderse por siempre y para siempre. Pensé en Nueva Covington y

me pregunté cuántos años le quedaban, cuánto tiempo hasta que la naturaleza

se arrastrara por las paredes y lo cubriera completamente.

Y a diferencia de la ciudad vacía, con sus calles silenciosas y edificios fríos,

muertos, el desierto estaba vivo. Todo se trasladó aquí. Las ramas susurraban

en el viento. Los insectos zumbaban en el aire. Las cosas se agitaban en los

arbustos fuera de la vista. Al principio, era desconcertante; yo había crecido en

la calle en la que cada ruido o movimiento repentino te hacía estremecer y

tensar para correr. Pero después de un par de noches aquí, escuchando a las

cosas huyendo de mí, llegué a la conclusión de que no había nada más allá de la

ciudad que realmente pudiera ponerme en peligro. Yo era un vampiro. Era la

cosa más espantosa aquí fuera.

Estaba realmente equivocada, por supuesto

Una tarde, justo después del atardecer, me topé con un arroyo con flujo lento y

lo seguí por un rato, preguntándome si esto me llevaría a alguna parte.

Conseguí ver varios ciervos y un mapache en la orilla del agua, y pensé que

más animales podrían ser atraídos por el agua. Pero había crecido tan

acostumbrada a ver la fauna que no pensé mucho en ello.

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157

Hubo un gruñido en las sombras por delante, y me congelé.

Algo enorme y oscuro atravesaba pesadamente los árboles, llegando a parar a

pocos metros de la orilla del agua. Era el animal más grande que jamás había

visto, con la piel peluda marrón, grandes hombros y enormes garras amarillas.

Reparó en mí, y luego levantó el labio, dejando al descubierto un conjunto de

enormes dientes, algunos tan largos como mis dedos.

Mi estómago se redujo. A veces, había oído las historias que contaban los

veteranos de la ciudad, de las criaturas salvajes que vivían más allá de los

muros, criando y poblando sin restricciones. Pero la palabra oso no hacía justicia

al verdadero animal. Esta cosa podría partir a un Rabioso en dos sin pensar en

ello. Esto probablemente podría ser una seria competencia para un vampiro.

Lo que significaba que podría estar en un pequeño problema aquí.

El oso me miró con pequeños y brillantes ojos negros, soplando suavemente,

sacudiendo su enorme cabeza, como confundido. Me quedé quieta y rígida

tratando de recordar lo que se supone que se debe hacer si te encuentras con un

oso en el bosque. ¿Caerse?, ¿hacerse el muerto? Sí, eso no sonaba como una

buena idea en absoluto. Poco a poco, llegué a la espalda y agarré la

empuñadura de mi espada, lista para sacarla si el oso atacaba. Si consiguiera un

buen golpe, sólido sobre el cuello, detrás de su cabeza, tal vez sería suficiente

para acabar con él. O por lo menos hacerlo más lento. Y si eso no funcionaba,

siempre podría trepar a un {rbol<

El oso me bufó, sus fosas nasales crispándose. Se balanceaba hacia adelante y

hacia atrás, gimiendo bajo en su pecho, raspando la tierra con sus garras. Me

daba la impresión de que estaba confundido. Tal vez no olía como una presa.

Tal vez no olía a vivo en absoluto. Sin embargo, dio la vuelta y, con un último

gruñido en mi dirección, avanzó pesadamente hacia el bosque. Esperé hasta que

ya no podía escucharlo abriéndose paso entre la maleza, entonces me alejé

rápidamente en dirección opuesta.

Muy bien, así que había cosas aquí más grandes, más aterradoras que Rabiosos.

Es bueno saberlo. Me pregunté por qué no me había atacado. ¿Había sentido a

otro depredador, como él, y decidió buscar una presa más fácil? No lo sabía.

Pero podía adivinar que el oso pensó que yo era algo antinatural, algo que no

pertenecía a este mundo frondoso con sus árboles infinitos. La fauna aquí

probablemente no se encontraba con muchos vampiros. También me

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158

preguntaba lo que el resto de Nueva Covington diría si un oso viniese

caminando por la calle en la ciudad. Sonreí ante la idea. Ellos probablemente se

cagarían en los pantalones. Si Stick viese uno, se desmayaría de inmediato.

Mi sonrisa se desvaneció. ¿Dónde estaba él ahora?, me preguntaba. ¿Estaba

todavía en el almacén con los otros No Registrados? ¿O me había vendido para

entrar en las torres de vampiros, para ser alimentado y cuidado, empezando

una nueva vida como una mascota?

Gruñí y agarré una rama, arrancándola del tronco. Él no me haría eso, me dije con

rabia. No podía haber sido él. Nos cuidábamos el uno al otro, vigilándonos las

espaldas. Yo había salvado su vida incontables veces. Él no tiraría todo eso,

como si todos esos años no significasen nada para él, como si yo estuviese

muerta para él ahora. El enemigo. Un vampiro.

Deja de engañarte, Allie. ¿Quién más podría ser? Suspiré y pateé una piedra,

enviándola volando entre la maleza. La forma en que Stick me había mirado esa

noche en el almacén, era de verdadero terror. Lo había visto en sus ojos: Allison

Sekemoto, la chica que cuidó de él durante años y años, estaba muerta. Mis

emociones aún tenían una terca esperanza de que los humanos podían ser

leales, que podían resistirse a la promesa de una vida fácil. Pero lo sabía mejor.

No Registrado o no, si se les ofrece una salida a tener hambre y frío y a ser

menospreciado, Stick lo tomaría en un santiamén. Es la naturaleza humana.

El desierto continuó, y vagué durante varias noches, sin saber ni preocuparme a

dónde iba. Cuando el amanecer tiñó el cielo de rosa, hurgué en la tierra, sólo

para despertar a la noche siguiente, sin ningún sentido de dónde estaba o

dónde debería ir. No encontré a nadie en mis viajes, humano o vampiro,

aunque los bosques estaban llenos de vida salvaje, la mayoría de los cuales

nunca había visto antes y sabía sus nombres sólo a través de historias. El zorro

y la mofeta, el conejo y la ardilla, serpientes, mapaches e infinitas manadas de

ciervos. También vi a grandes depredadores: una manada de lobos trotando en

silencio a través de los árboles al anochecer, la forma leonada de un gato

enorme, sus ojos brillando en la oscuridad. Ellos nunca me molestaron, y los

rehuí también, de un depredador a otro.

En la sexta noche, salí de mi tumba poco profunda con un propósito, sintiendo

mis colmillos presionando contra mi labio inferior. Tenía hambre. Necesitaba

cazar.

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La pequeña manada de ciervos alimentándose en el prado se dispersó cuando

me vieron, pero yo era más rápida, saltando sobre un ciervo y trayéndolo,

dando patadas y balando, a la tierra. La sangre que fluía en mi boca era caliente

y fuerte, pero aunque sentía que se extendía a través de mi estómago, el dolor

lacerante todavía estaba allí. Corrí por otro ciervo y me atiborré de su sangre,

consiguiendo el mismo efecto. Todavía tenía hambre.

Otros animales tampoco podían llenar el Hambre. Me fui a dormir hambrienta,

y cada noche, levantándome de la tierra, fui a cazar, persiguiendo y drenando

todo lo que encontré. Nada ayudó. Mi estómago estaba lleno, a veces

demasiado, y podía sentirlo presionando contra mis costillas. Pero el Hambre

sólo se hizo más fuerte.

Hasta que una noche, hambrienta y desesperada, perseguí una cierva fuera de

las zarzas, lanzándome hacia delante para agarrarla, y aterrizando en un tramo

de pavimento.

Parpadeando, me levanté, dejando al venado irse entre los árboles. Estaba en el

medio de una carretera, o lo que había sido una carretera. La mayor parte

estaba cubierta de maleza y arbustos y la hierba estaba empujando hacia arriba

a través de numerosas grietas en el pavimento. El bosque estaba a uno y otro

lado, amenazando con tragárselo todo, pero todavía estaba allí, una estrecha

franja a través de los árboles, desapareciendo en la oscuridad en ambas

direcciones.

Sofoqué una llamarada de excitación. No había ninguna garantía de que la

carretera llevase a alguna parte ahora. Pero era mucho más prometedor que

vagar sin rumbo por el desierto, y ahora mismo, me quedaría con lo que puedo

conseguir.

Eligiendo una dirección, empecé a caminar.

Dormí un día más, excavando en la tierra en el lado de la carretera y

despertando la noche siguiente completamente muerta de hambre. Mis

colmillos se deslizaban por su cuenta, y me encontré animando cada roce, cada

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160

movimiento en la oscuridad a mi alrededor. El impulso de cazar era casi

abrumador, pero sólo estaría perdiendo tiempo y energía, y esto no frenaría el

Hambre horrible que roía en mis entrañas. Así que seguí caminando, siguiendo

la carretera, mi boca tan seca como la arena y el estómago amenazando con

comerse su propio forro.

A pocas horas del amanecer, los bosques finalmente comenzaron a clarear. Poco

tiempo después, se convirtieron en praderas onduladas, con apenas un árbol a

la vista. Me sentí aliviada, porque había empezado a pensar que el bosque

continuaría para siempre.

La carretera se ensanchó, atravesando las llanuras. Todo estaba tranquilo aquí,

a diferencia del bosque, con el murmullo constante de pequeñas criaturas en la

maleza, el siseo del viento en movimiento a través de las hojas. Excepto por mis

pasos suaves contra el pavimento, el mundo estaba quieto y en silencio, y las

estrellas brillaban en lo alto, extendiéndose hasta el infinito.

Entonces oí el estruendo de motores a lo lejos, probablemente a varios

kilómetros de distancia. Al principio, pensé que estaba escuchando cosas.

Parando en medio del camino, observé, fascinada, mientras los faros aparecían

y los estruendos se hacían más fuertes.

Deslizándose desde lo alto había dos máquinas pequeñas y elegantes. No eran

coches o camiones o cualquier tipo de vehículo que hubiera visto antes; sino

que tenían dos ruedas y se movían más rápido que un coche, pero era difícil ver

nada más allá de los faros. Al verlos aproximarse, sentí una oleada de emoción.

Si había vehículos extraños como estos en el camino, entonces tal vez los seres

humanos vivían fuera del Muro, después de todo.

Los faros se acercaban, brillando en mis ojos, casi cegándome. En algún lugar

de la parte trasera de mi mente, la antigua Allison, la cuidadosa, cautelosa rata

callejera, me decía que saliera de la carretera, para ocultarme, para dejarles

pasar sin saber que yo estaba allí. Ignoré la voz. Mi instinto me dijo que lo que

impulsaba esas extrañas máquinas era un ser humano. Tenía curiosidad. Quería

verlo por mí misma. Quería ver si los humanos podían vivir fuera de la ciudad,

lejos de la influencia de los vampiros.

Y... estaba hambrienta.

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Los vehículos pararon a pocos metros y el estruendo de los motores

revolucionó, a pesar de que las luces se mantuvieron, brillando en mis ojos.

Levantando una mano para proteger mi mirada, oí como un chirrido oxidado

bajando de la máquina, poniéndose al lado de ella.

―Bien, bien. ―La voz era profunda y burlona, y un hombre grande y de

aspecto tosco dio un paso adelante, recortando su silueta contra la luz. Era alto

y fornido, con tatuajes que cubrían sus brazos como mangas. Otro cubría la

mitad de su rostro, la imagen de un perro sonriente o un lobo o un coyote,

mostr{ndome sus colmillos―. ¿Qué tenemos aquí? ―reflexionó―. ¿Te has

perdido, niña? Este es un mal lugar para quedarse atrapado, solo, en la noche.

Un segundo hombre se unió al primero, más pequeño y más flaco, pero no

menos amenazador. A diferencia del primero, parecía más impaciente, menos

cauteloso que su compañero. Tenía el mismo tatuaje del perro en un hombro, y

un destello brillante, hambriento en sus ojos.

―No vemos muchas perras aquí ―acordó, recorriendo con la lengua su labio

inferior―. ¿Por qué no nos haces compañía un rato?

Me sobresalté, retrocediendo un paso, luchando contra la necesidad de

gruñirles. Esto había sido un error. Ellos eran humanos y, peor aún, eran

hombres. Sabía lo que querían; lo había visto en la calle infinidad de veces, e

hizo que mi estómago se tensase. Debería haberme quedado oculta, debería

haberles dejado pasar. Pero ya era demasiado tarde. Podía saborear la violencia

en el aire, el olor del sudor y la lujuria y la sangre bombeando por debajo de su

piel. Algo dentro de mí respondió con entusiasmo creciente, el Hambre una

llama bailando en mis entrañas.

Se oyó un chasquido metálico, y el primer hombre sacó un arma, apuntando el

cañón en mi cara.

―Ni siquiera pienses en correr ―canturreó, dejando al descubierto los dientes

amarillos y desiguales, en una amplia sonrisa―. Solo ven hasta aquí y hazlo

más fácil para ti.

Cuando no me moví, él asintió a su compañero, quien se acercó y me agarró del

brazo.

Al segundo que su mano tocó mi piel, algo dentro de mí se rompió.

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¡Presa! ¡Comida! Con un grito salvaje, me giré hacía el humano, con los colmillos

fuera, y él se echó hacia atrás gritando una maldición. Traté de agarrarlo,

sintiendo el calor y los líquidos calientes por debajo de su piel, junto con el

bombeo de su corazón. Podía oler su sangre, escuchar sus latidos frenéticos, y

mi visión se puso roja de Hambre.

Un aullido y un rugido detrás de mí. El intenso aroma de la sangre fresca, y el

humano sacudiéndose contra mí, jadeando. Me giré, furiosa ahora, buscando mi

presa. Se alzaba contra la luz, con olor a sangre y miedo, el arma a la altura de

mi pecho. Grité, dejando caer el ser humano inerte, y me abalancé. La pistola

sonó dos veces, fallando, y golpeé en el pecho de la presa, hundiéndolo en la

tierra. Se giró violentamente a mi cara, los codos rebotando en mi mejilla,

cuando le di un tirón y clavé mis colmillos en su cuello.

La presa se endureció, poniéndose rígido, y yo clavé los colmillos más

profundamente, perforando la vena y haciendo que la sangre fluyera más

libremente. El calor me llenaba la boca y la garganta, fluyendo hacia mi

estómago, aliviando el horrible dolor que había estado allí tanto tiempo. Gruñí

de placer rompiendo con impaciencia la carne de alrededor, haciendo que más

sangre fluyera. Sentí el poder dentro de mí, aliviando el dolor en el estómago y

el hombro, sintiendo mis heridas cerrarse y el hambre desvanecer. El resto del

mundo desapareció, todos los sonidos se desvanecieron, todas las sensaciones

se redujeron a este momento, este perfecto, embriagador momento, donde no

importa nada salvo el poder.

Debajo de mí, el humano hizo un chocante sonido de asfixia, como un gemido,

y de repente me di cuenta de lo que había hecho.

Temblando, lo solté, mirando fijamente al hombre en el suelo, el humano que,

en un insano momento, no había sido más que una presa para mí. Su cuello era

un revoltijo de sangre; en mi afán, había hecho algo más que morder su

garganta, la destrocé. El rojo empapaba su cuello, pero la herida no manaba

sangre. Experimentalmente, sacudí su hombro.

Su cabeza colgaba a un lado, y sus ojos con mirada perdida, sin ver y vidriosos.

Estaba muerto.

No. Puse las manos en mi boca, sacudiendo con tanta fuerza que pensé que iba a

vomitar. Había pasado, justo como Kanin había dicho que pasaría. Había

matado a alguien. Había asesinado a un ser humano. Al segundo en que había

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probado la sangre, el demonio se apodero de todo, y había perdido la cabeza.

Había perdido el control del Hambre. Y en esos pocos latidos, con la sangre

fluyendo caliente en mi boca y en mis venas, estuve encantada cada segundo de

ello.

―Oh, Dios mío ―susurré, mirando el cuerpo, al cad{ver que, hace unos pocos

minutos, había sido un ser vivo.

Yo lo había matado. Lo había matado. ¿Qué iba a hacer ahora?

Un gemido agónico me interrumpió. Miré con miedo hacía donde el otro ser

humano estaba tendido en la acera, mirando hacia el cielo. Estaba respirando

con jadeos cortos, presa del pánico, y sus ojos se abrieron cuando me paré y

caminé hacia él.

―¡Tú! ―jadeó. Sus piernas temblaron cuando trató de levantarse. La sangre

fluía de su pecho, donde tenía una bala dirigida a mí. No le quedaba mucho

tiempo, podía sentirlo. Pero él no parecía darse cuenta, mirándome fijamente

con los ojos vidriosos―. No sabía que tú... eras un vampiro.

El hombre se atragantó, la sangre derramándose de su boca, corriendo por la

acera. Su mirada en blanco me cortó como un millar de cuchillos.

―Lo siento ―susurré, sin saber qué m{s decir.

Pero eso sólo pareció volverlo loco, ya que se echó a reír.

―Lo siento ―repetí, mientras su cabeza colgaba a un lado.

―Un vampiro mata a mi compañero y luego dice que lo siente. ―Se desplomó

en risas incontrolables, ahog{ndose en su propia sangre―. Esto es... una broma,

¿verdad? ―susurró, mientras rodó sus ojos―. ¿Una broma de< vampiro?

Jackal...se habría... reído...

Él no se movió de nuevo.

Me podría haber quedado allí, de rodillas en la hierba fría, el olor de la sangre

obstruyendo mi nariz y boca, salvo porque el cielo sobre las montañas se fue

aligerando, y mi reloj interno me avisaba que el amanecer no estaba muy lejos.

Por un momento, me pregunté cómo sería si yo sólo... me quedaba sobre el

suelo. Encontrarme con el sol, como Kanin dijo una vez. ¿Me quemaría hasta

convertirme en ceniza? ¿Se necesitaría mucho tiempo, sería muy doloroso? Me

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preguntaba qué había más allá; nunca había sido muy religiosa, pero siempre

había creído que los vampiros no tenían alma, y nadie sabía lo que les sucedía

cuando finalmente dejaban el mundo. No parecía posible que yo, un monstruo

y un demonio, pudiese tener una oportunidad en el cielo o en la eternidad o lo

que sea que ocurra cuando los seres humanos mueren. Como si tal cosa

existiera.

Pero si el cielo existe, entonces también existe... el otro lugar.

Temblando, me metí en el césped, enterrándome profundamente en la tierra,

sintiéndola cerrarse en torno a mí como una tumba. Puede que sea un demonio

y una cobarde, y puede ser que merezca que me quemen, pero al final, no

quiero morir. Incluso si esto me condena al infierno, siempre elegiría vivir.

Aunque, por primera vez desde el ataque de aquella terrible noche en las

ruinas, deseaba que Kanin no me hubiese salvado, después de todo.

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C A P Í T U L O 11

Traducido por Calíope Cullen y Rodonithe

Corregido por Connie

Los cuerpos estaban todavía allí, tiesos y cerosos cuando me levanté la siguiente

noche. Ellos ya habían atraído una multitud de cuervos y otros pájaros

carroñeros. Espanté a los carroñeros y, sintiendo que era lo menos que podía

hacer, arrastré los cuerpos del camino en la alta hierba, abandonándolos a la

naturaleza. Los vehículos que ellos habían estado conduciendo se habían

quedado sin combustible o electricidad o lo que fuera que los había impulsado,

ya que sus luces estaban muertas, y estaban fríos. Me pregunté si podría haber

montado uno de ellos, pero nunca había conducido nada en mi vida, y las

máquinas parecían muy complicadas incluso si funcionaban todavía. Entonces

los dejé sentados a un lado del camino mientras seguía mi viaje a cualquier

parte donde fuera que iba.

Otra noche o dos pasaron sin distracciones. Anduve por ciudades y

asentamientos, todo muerto, todo cubierto y vacío. Encontré varios cruces de

caminos por casualidad, donde otros caminos se estiraban lejos en direcciones

diferentes hasta perderse en la oscuridad, pero me mantuve en el camino por el

que andaba. Me acostumbré al silencio, al vacío y a la inmensidad del cielo. Las

estrellas eran mis únicas compañeras constantes, aunque realmente viera un

ciervo y pequeños animales y manadas de bestias peludas que vagaban por los

llanos.

Cuando el sol amenazaba al horizonte, me hundía en la tierra y dormía, sólo

para levantarme y repetir la misma cosa la noche siguiente. Todo lo que hacía se

volvió un hábito: salir, sacudir la suciedad, afrontar la misma dirección que la

noche anterior y caminar. No pensé en la ciudad. O en Kanin. O en cualquier

cosa detrás de mí en el camino. En su lugar, me ocupé con lo que podría

encontrar en la siguiente subida, en la siguiente colina.

A veces me imaginaba una ciudad distante, brillando con las luces, o el

resplandor de los vehículos, que venían hacia mí. O la silueta de otro viajero,

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caminando hacia mí en la oscuridad. Por supuesto, nada así alguna vez

apareció; ninguna luz, ningún vehículo, ninguna gente. Sólo terrenos vacíos y

esqueletos de lo que habían sido casas o granjas. El encuentro con los dos

hombres pareció un sueño nebuloso, recordado a medias, algo que realmente

no me había pasado, pronto se sintió como si yo fuera la única persona

abandonada en el mundo entero.

No encontré corriendo ningún Rabioso, lo que resultó sorprendente al

principio. Había estado esperando luchar en mi camino al menos con unos

cuantos por ahora. Pero tal vez los Rabiosos estaban sólo dando vueltas por las

ciudades donde estarían sus presas humanas. O quizás, como el oso, no se

molestaban cazando vampiros. Tal vez su presa tenía que estar viva y

respirando para llamar su atención.

Tal vez pensaban que los vampiros eran justo como ellos.

Finalmente el camino me llevó a otra ciudad muerta. Era como algunas otras

que había visto, vacía y cubierta, edificios que se derrumban en escombros,

coches abandonados pudriéndose en las calles. Cuando pasé los restos de una

vieja gasolinera, me pregunté si ya habría sido asaltada para tomar alimentos y

provisiones.

Entonces comprendí que no tenía que comprobarlo, lo que encontré irónico y

un poco triste. La vieja Allie habría visto un lugar así como el hallazgo de un

tesoro potencial. Viejos edificios, tiendas abandonadas, gasolineras vacías, allí

estaban una tonelada de provisiones que solamente esperaban para ser

rescatadas. No necesitaba el alimento o bebidas o cualquier otra cosa más. La

única cosa que necesitaba era algo que no estaba aquí.

Suspiré, por puro gusto, y seguí a la ciudad.

Cuando pasé un árbol que crecía por encima de un coche, noté un crujido débil

y tranquilo en la hierba. No un ruido de animal, tampoco. Esto sonaba humano.

Hice una pausa. Eso había sido cuatro días desde el< incidente< con los

hombres en el camino. ¿Era todavía un peligro para la gente? ¿Podría

controlarme en presencia de mi presa? El Hambre parecía saciada por ahora,

estaba bajo control, pero todavía tendría que ser muy cuidadosa.

El sonido se repitió otra vez. Cautelosa de la fauna Rabiosa, saqué mi espada y

rodeé el coche, lista para acuchillar a lo que viniera debajo de los hierbajos.

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Cuando vi lo que se ocultaba detrás del árbol, sin embargo, me relajé. Una cara

pequeña, asustada, jadeó y retrocedió, con los ojos muy abiertos, y lágrimas en

sus mejillas. Él tenía el cabello negro, la piel sucia, y tenía probablemente no

más que seis años.

¿Un niño? ¿Qué hace un niño aquí afuera, solo?

Todavía cautelosa, bajé mi espada. El niño sorbió y miró hacia mí, con los ojos

llorosos, pero en silencio. Busqué heridas sobre su pequeño cuerpo, señales de

mordeduras o rasguños, pero estaba limpio. No había nada de sangre, aunque

era terriblemente delgado, un rasgo que era demasiado común de donde yo

venía.

―¿Q< quién eres? ―Él sorbió, presion{ndose contra el tronco―. No te

conozco. Eres una forastera.

―Est{ bien. No voy a hacerte daño. ―Envainé la espada, me arrodillé al lado

del niño, ofreciéndole mi mano―. ¿Dónde vives? ―pregunté con cuidado,

sorprendida de que alguien dejara a un niño vagar alrededor de estas calles de

noche. ¿Querían que los Rabiosos lo comieran?―. ¿Dónde est{n tu mam{ y pap{?

―Yo n< no vivo aquí―susurró él, teniendo hipo con el esfuerzo para no

llorar―. No t< tengo una mam{ o un pap{. ¡Vivo con todos, pero ahora no

puedo encontrarlos!

Él no tenía mucho sentido, y la última oración finalmente se había disuelto en

un gemido asustado, haciéndome rechinar los dientes. Nosotros nunca

llegaríamos a ninguna parte con esto, y su aullido podría atraer animales

Rabiosos cuando menos. Ellos podrían no hacer caso de mí, pero si sintieran a

este niño, tendríamos un problema.

―Est{ bien―dije r{pidamente cuando el niño llenó con su pequeño puño su

boca―. Est{ bien, encontraremos a todos los dem{s. ¿Hay otra gente aquí,

correcto? ¿En la ciudad?

Él asintió.

―Ellos buscaban el alimento y esas cosas―dijo él, señalando con un dedo sucio

en una dirección indistinta―. Por ahí, creo. Tuve que ir al baño, pero cuando

volví ya no estaban.

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Bueno, con esperanza, ellos estarían cerca. Fuera quienes fueran ellos.

Probablemente una tía o un pariente o algo, ya que el niño no tenía padres. Su

labio inferior tembló, y froté mis ojos.

―Vamos a buscarlos ―dije, levant{ndolo―. Ven. Estoy seguro que ellos te

buscan, también.

¿Qué? La rata Fringer callejera en mí retrocedió, horrorizada.

¿Qué haces, Allison? No conoces a este niño. ¿Por qué te estás involucrando?

No hice caso de la voz. ¿Qué se suponía que hiciese? No podía abandonar a un

niño aquí fuera solo. No era insensible. Lo dejaría con sus padres o tutores o

quienquiera, y luego<

Reprimí un escalofrío. ¿Cuándo sería la próxima vez que podría encontrarme

con seres humanos? Si volviese a este niño a sus guardianes, probablemente se

sentirían aliviados. Puede ser que me preguntaran si quisiese entrar,

ofreciéndome pasar la noche. Sería bastante fácil, mientras dormían, deslizarse

junto a ellos, a...

Horrorizada, cerré esos pensamientos. Pero, ¿qué podía hacer? Era un vampiro,

y si no mantenía el Hambre a raya, volvería a gruñir, a ser la criatura sin mente

en la carretera. Si me alimentaba, al menos estaría en condiciones.

―¿Bueno―pregunté al muchacho, ofreciendo mi mano―, vienes o no?

El niño se iluminó. Levantándose, alcanzó mi mano y se agarró fuerte a mis

dedos mientras caminábamos. Él no gritó ni sorbió cuando caminamos por

callejones oscuros, entre edificios putrefactos, y rodeando coches destrozados,

oxidados. Él estaba demasiado asustado para decir algo, o estaba acostumbrado

a pasear alrededor de lugares tenebrosos, desconocidos, en medio de la noche.

―¿Cómo te llamas? ―me preguntó mientras bajamos hacia otra acera,

atravesando faroles de vidrio caídos. Parecía tranquilo ahora, aliviado por estar

en la presencia de un adulto, incluso si era un extraño.

―Allison―refunfuñé de nuevo, explorando la oscuridad y las sombras en

busca de signos de movimiento, humano o de otro tipo. Un zorro gris levantó la

mirada desde donde rescató algo de una pared y entró corriendo en las hierbas,

pero aparte de eso, la noche estaba en calma.

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―Soy Caleb.

Asentí y me bajé por otro camino, encontrando el borde de lo que alguna vez

fue una plaza. El musgo cubrió los restos de los bancos a lo largo de las aceras

agrietadas, y la fuente de piedra en el centro de la plaza estaba seca y la grava

derrumbada. Las hojas crujían bajo nuestros pies a medida que seguimos uno

de los caminos más allá de un mirador con una azotea caída, hacia el otro

extremo de la plaza.

De repente, me detuve, tirando de Caleb. Detrás de nosotros, en medio de los

restos rotos de la glorieta, oí el golpeteo tranquilo del latido de corazón.

―¿Por qué nos detenemos? ―susurró Caleb.

―Date la vuelta ―dijo una voz, de alguna manera, imposible, a mi espalda―.

Despacio.

Aun manteniendo un férreo apretón sobre la mano de Caleb, me volví. Un

humano estaba detrás de nosotros, a pocos metros de la glorieta. Era delgado,

unos centímetros más alto que yo, con el cabello rubio y sus ojos de un brillante

azul penetrante, que no abandonaron mi cara. Tampoco lo hizo el cañón de la

pistola sobre mi cabeza.

―Zee ―exclamó Caleb y se precipitó hacia adelante. Lo dejé ir, y él se abalanzó

sobre el desconocido, que se agachó, abrazó al niño por el cuello y se levantó.

Todo ello sin quitar los ojos, o su pistola, lejos de mí.

―Hey, rata de alfombra ―murmuró, hablando con Caleb, pero aún me miraba

fijamente―. Est{s en un montón de problemas, hombrecito. Tu hermana y yo

hemos estado busc{ndote por todas partes. ―Entornó los ojos―. ¿Quién es tu

amiga?

―¡Caleb! ―Un grito lo interrumpió, y una muchacha delgada, de cabello

oscuro, de tal vez dieciséis años corrió, ofreciendo sus manos―. ¡Caleb! ¡Oh,

gracias a Dios! ¡Lo encontraste! ―Ella tomó al niño de "Zee", lo abrazó fuerte, y

lo puso sobre la tierra frunciéndole el ceño― ¿A dónde fuiste? ¡Nos asustaste a

todos a muerte, vagando así! Nunca, nunca vuelvas a hacer eso, ¿me entiendes?

―Ruth ―dijo el muchacho rubio en voz baja, aún teniéndome en la mira―.

Tenemos compañía.

La chica tiró la cabeza hacia arriba, sus ojos muy abiertos cuando me vio.

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―¿Quién...?

―Esa es Allison ―dijo Caleb, volviendo a sonreírme. Le devolví la sonrisa,

pero mi mirada estaba todavía en el muchacho con la pistola―. Ella me ayudó a

encontrarlos cuando me había perdido.

―¿Es así? ―El muchacho frunció el ceño, moviéndose hacia adelante para

ponerse entre mí y las personas a su cargo―. ¿Y qué está haciendo ella aquí,

vagando por la ciudad sola en el medio de la noche?

―Eso es lo que me gustaría saber ―añadió la joven, Ruth, mir{ndome por

encima del hombro del niño―. ¿Y qué ibas a hacer con mi hermano? ―Ella

demandó, muy valiente pensé, para alguien escondido detrás de un arma de

fuego―. ¿Quién eres, de todos modos?

La ignoré, sabiendo que el muchacho era al que tendría que convencer. Él me

miró con calma, ojos azules concentrados en todos mis movimientos. Ahora que

lo veía con claridad, me di cuenta de que probablemente no era mayor que yo,

con el vaquero polvoriento, una chaqueta andrajosa, y el cabello rubio irregular

que caía en sus ojos. Me devolvió la sonrisa con el aire inconfundible de alguien

que sabía cómo manejarse a sí mismo. Pero tal vez se debía a las armas que

llevaba. Además de la pistola, me señaló que llevaba un hacha en una cadera,

una daga en la otra, y una correa en el pecho, la empuñadura de un machete

asomaba por detrás de su hombro.

No tenía duda de que tenía un par de otras armas ocultas en algún lugar, un

cuchillo en la bota o en la manga. También sospechaba que sabía cómo usar

todas y cada una de ellas. Una pequeña cruz de plata colgaba de una cadena

alrededor de su cuello, brillando en contra de su camisa desgarrada.

Sus ojos se posaron en la empuñadura por encima de mi hombro, y luego a mi

cintura, en busca de armas. Me quedé muy quieta, me preguntaba si podría

llegar a él y tirar la pistola lejos sin recibir un disparo en la cara. Si es que

llegaba a eso. El extraño muchacho parecía desconfiar, pero no era abiertamente

hostil. Sospechaba que no quería una pelea, y yo tampoco. No después de...

Empujé el recuerdo y me centré en los humanos, todavía mirándome con

cautela.

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―Entonces, ¿me vas a disparar? ―le pregunté después de pasar un momento

mir{ndome―. ¿O nos vamos a quedar por ahí revis{ndonos el uno al otro toda

la noche?

―Depende ―dijo el muchacho con una risa fácil, sin bajar el arma―. ¿Quién

eres? No hay muchas personas que vagan de noche con los Rabiosos. Y no eres

de por aquí, no sé mucho más. ¿De dónde vienes?

―Nueva Covington. ―Él frunció el ceño, no reconociéndola―. Una de las

ciudades de vampiros ―me expliqué sin pensarlo mejor.

Ruth se quedó boquiabierta.

―¡Una ciudad de vampiros! ¡Zeke, vamos! ―Ella tiró de la manga―. ¡Debemos

regresar con los dem{s, advertirles! ―Su mirada oscura apuñaló en mí detr{s

de su brazo―. ¡Ella podría ser una de esas mascotas que Jeb nos ha contado!

Podría estar a la caza de nuevos esclavos de sangre.

―No soy una mascota ―le espeté a ella―. Y las mascotas no se molestan en

cazar esclavos de sangre, ellos permiten a los grupos de asalto hacerlo. ¿Ves a

alguien más por aquí?

El chico, Zeke, vaciló, moviendo el brazo de Ruth.

―Si vienes de una ciudad de vampiros, ¿qué est{s haciendo aquí? ―preguntó

con voz razonable.

―Me fui. ―Levanté la barbilla y lo miré desafiante―. Me cansé de ser

perseguida, de ver a los vampiros hacer lo que quieren de nosotros, porque sólo

somos animales para ellos. Es mejor correr el riesgo fuera del Muro y libre, que

quedarse en la ciudad como esclavo de una sanguijuela. Así que salí. Y nunca

voy a volver. Si quieres matarme por eso, sigue adelante. Es mejor que lo que

dejé atrás.

El muchacho parpadeó y pareció a punto de decir algo, cuando Caleb dejó

escapar un leve grito y se precipitó hacia adelante, golpeando su pierna.

―¡No le pegues un tiro, Zee! ―pidió Caleb, cuando el muchacho se estremeció,

m{s de la sorpresa que del dolor―. ¡Ella es agradable! ¡Me ayudó a encontrarte!

―Él aporreó la pierna otra vez con sus pequeños puños―. Si le pegas un tiro,

estaré enojado contigo por siempre. ¡Déjala en paz!

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―Ow. Est{ bien, est{ bien. No iba a dispararle. ―Zeke hizo una mueca y bajó la

pistola, mientras Ruth tomó el brazo de Caleb y lo arrastró lejos―. No iba a

hacerlo, de todos modos. ―Él suspiró y metió la pistola de nuevo en su funda,

volviéndose hacia mí con un encogimiento de hombros resignado―.Lo siento.

Todos estábamos volviéndonos locos, cuando no podíamos encontrar a rata de

alfombra, y no encontramos a mucha gente aquí. No fue mi intención asustarte.

―Est{ bien ―dije, y la tensión se disipó.

Ruth todavía miraba airadamente hacia mí, con Caleb en sus brazos ahora,

retorciéndose para bajar. Ella pareció pequeña y sin importancia comparada al

muchacho frente a mí.

Él sonrió y de repente parecía más joven, mucho menos amenazante.

―Intentemos una presentación otra vez ―ofreció él con una mirada

pesarosa―. Gracias por traer a Caleb. Soy Zeke Crosse. Esta es Ruth< ―él

cabeceó hacia la muchacha, que estrechó sus ojos aún m{s―<Y has conocido a

Caleb.

―Allison. O Allie. ―Asentí hacia ellos, mirando alrededor por otra gente

adem{s del trío, no encontrando nadie―. ¿Qué hacen aquí afuera? ¿Están

justamente ustedes tres solos?

Él negó con la cabeza, retirando el flequillo de los ojos.

―Sólo de paso, como tú has dicho. Nos paramos aquí en busca de suministros

antes de seguir de nuevo.

―¿Cu{ntos de ustedes est{n ahí?

―Aproximadamente una docena. ―Él parpadeó, mir{ndome fijamente. Me

levantó una ceja y miró hacia atr{s―. ¿En realidad vienes de una ciudad de

vampiros? ―preguntó con asombro―. ¿Y has estado viajando desde entonces,

sola? ¿Sabes lo peligroso que es aquí?

―Sí. ―Me estiré y toqué la empuñadura de mi katana―. Y no tienes que

preocuparte. Puedo cuidar de mí.

Zeke silbó suavemente.

―No dudo de ello ―murmuró, y pensé oír una pizca de respeto debajo de la

superficie tranquila. Él resopló y me sonrió―. Escucha, tengo que conseguir

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llevar a estos dos ―indicó a Caleb y Ruth―, con los dem{s antes de que Jeb

ponga el grito en el cielo. ¿Necesitas algo? No tenemos mucho, pero estoy

seguro que podemos darte una bolsa de patatas fritas o una lata de frijoles o

algo. No pareces haber comido mucho últimamente.

Parpadeé impactada. Su oferta parecía genuina, tomándome con la guardia

baja, haciéndome cautelosa otra vez. La gente nunca regalaba alimento a

completos extraños. Pero antes de que pudiera decir algo, Ruth dejó a Caleb y

saltó hacia adelante, con los ojos brillando.

―¡Zeke! ―silbó ella entré dientes, tirando de su manga otra vez. Él suspiró

mientras se inclinaba―. No sabemos nada sobre ella ―dijo en un susurro,

aunque yo podía oír cada palabra―. Podría ser un ladrón, o una mascota o una

secuestradora por todo lo que sabemos. ¿Qué dirá Jeb si volvemos con un

completo extraño? ¿Sobre todo uno que vivió con vampiros?

―Ella solamente nos ayudó a encontrar a Caleb ―contestó Zeke, frunciendo el

ceño―.No creo que ella lleve consigo el espíritu de Nueva Covington o de

cualquier parte de donde sea. Además, no estabas preocupada cuando dejamos

a Darren unírsenos, y él era de un campo de bandidos. ¿De qué tienes miedo?

―Quiero que venga ―dijo Caleb, aferr{ndose a la pierna de Zeke―. No la

hagas irse. Ella debería venir con nosotros.

Bien, esto era divertido, pero probablemente ya era tiempo de que me fuera. No

había ningún modo de que pudiera viajar con un grupo durante el día. Aunque

si me mantenía atr{s y esperaba hasta que se fueran a dormir<

―Realmente no necesito nada ―dije al trío en una voz plana―. Gracias, de

todos modos. Justo me marchaba.

Caleb puso mala cara. Zeke miró airadamente a Ruth, y ella se sonrojó,

retrocediendo.

―Como quieras, Allison ―dijo Zeke, ech{ndome un vistazo otra vez―. Pero

esto no es ningún problema, realmente. Somos de la clase que recoge perros

callejeros, ¿correcto, rata de alfombra? ―Él enredó el cabello del niño,

provocando la risa tonta de Caleb, antes de mirarme seriamente a mí―. Eres

bienvenida a unírtenos, al menos por esta noche. Jeb no aparta a cualquier

persona en necesidad. De hecho, si tú quieres ―continuó, ladeando la cabeza de

una manera reflexiva―, incluso puedes viajar con nosotros por un rato. Parece

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que estamos yendo en la misma dirección. Vas a tener que acostumbrarte a

horas extrañas, sin embargo. Dormimos durante el día y salimos por la noche.

Parpadeé, sin poder creer lo que oían mis oídos.

―¿Viajas por la noche?―pregunté, solamente para confirmarlo, y él

cabeceó―.¿Por qué?

Una sombra cruzó la cara de Zeke, y Ruth palideció, mirando a Caleb. Ambos

callaron durante un momento.

―Esa< es una historia larga―murmuró Zeke, pareciendo incómodo, o triste.

Movió la cabeza hacia el niño que se aferraba a su pierna, lo que indicaba:

Pregúntame cuando Caleb no está cerca para escucharlo.

Definitivamente había una historia ahí. La mirada sombría en su rostro habló más

que las palabras y me dio curiosidad. Me pregunto, ¿qué pasó con ellos? ¿Qué era

tan terrible que no querían que oyera Caleb?

―Entonces―siguió Zeke cuando Ruth frunció el ceño―, la oferta sigue en pie,

Allison. ¿Vienes, no?

No debería. Solamente debería girar y alejarme sin mirar hacia atrás. Según

Zeke, había al menos una docena de humanos vagando alrededor, con olor a

presa y sangre, felices e ignorantes del vampiro que estaba al acecho tan cerca

de su pequeña comunidad. ¿Si aceptara su oferta, cuánto tiempo pasaría antes

de que ellos comprendieran que yo no era humana, sobre todo con Ruth que se

cierne como un buitre sospechoso, esperando exponerme? ¿Y cuánto tiempo

posiblemente podría ir sin querer comerlos?

Pero entonces, si estuviera lejos de los humanos, aislada y privándome de

comida, tarde o temprano perdería el control otra vez. Y luego mataría a

alguien. Tal vez un niño, como el niño agarrado a la pierna de Zeke. ¿Y si lo

hubiera encontrado primero, en vez de aquellos dos hombres? El pensamiento me

enfermó. No podía hacer eso otra vez. No podía.

Tal vez< tal vez si tomara solamente una pequeña porción de sangre a la vez,

podría mantener al demonio reprimido. Tenía que haber una manera. Nadie

podía averiguarlo, desde luego, y tendría que ser realmente, realmente

cuidadosa, pero parecía un mejor plan que el acecharlos por la oscuridad, a la

espera de que el Hambre me venciera otra vez.

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―¿Por favor, Allie? ―Caleb me miró con los ojos grandes y suplicantes cuando

yo seguía dudando―. Por favor, ven con nosotros. Por favoooooorrrrr<

―Lo has oído.―Zeke rió, hermoso y encantador en la luz de la luna―. Tienes

que venir ahora, o lo harás llorar.

Ruth presionó sus labios juntos, mirándome airadamente con el odio más

oscuro, pero ella no era importante. Suspiré, porque eso daba la impresión de

que todavía respiraba.

―Bien ―dije, encogiéndome―. Tú ganas. Enséñame el camino.

Caleb sonrió, saltó hasta mí, y tomó mi mano. Ruth hizo un ruido de disgusto y

se alejó hacia las sombras, refunfuñando. Sacudiendo la cabeza, Zeke me dio

una mirada de disculpa y nos hizo señas hacia adelante.

Mientras los seguía, mis dedos estaban agarrados firmemente en el apretón del

niño, no podía evitar sentirme incómoda. Esto era probablemente una idea

insanamente mala, pero no podía pararme ahora. Las tarjetas habían sido

echadas, e iba a tener que engañarlos.

Además, no quería admitirlo, pero echaba de menos hablar con alguien. Esas

largas noches de silencio en el desierto, me hicieron darme cuenta de cuán

social era realmente. Hablar con Zeke fue fácil, y no estaba dispuesta a estar

sola de nuevo.

A pesar de que, a los pocos minutos de caminata, comenzó a hacer las

preguntas difíciles.

―Entonces Allison ―dijo Zeke tranquilamente, mientras recorríamos nuestro

estrecho camino sobre pedazos de pizarras y cristales, resplandeciendo a la luz

de la luna. Caleb estaba en sus brazos, aferrándose a su cuello mientras

maniobrábamos por el camino, con Ruth caminando unos pasos atrás, su

mirada quemando en mi espalda―. ¿Cu{nto viviste en la ciudad vampiro?

―Toda mi vida ―murmuré―. Nací ahí.

―¿Cómo era?

―¿A qué te refieres, con cómo era?

―Quiero decir, nunca he estado en una―respondió Zeke, cambiando a Caleb a

su otro lado sacudiendo su brazo―. Nunca he estado dentro de una ciudad

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vampiro, solo oí historias y rumores. Y por supuesto, los dos no son lo mismo,

¿sabes?

―No realmente. ―Desvié la mirada, preguntándome cómo podría cambiar el

tema―. ¿Qué has oído? ¿Qué clase de historias?

Él me dio una mirada de duda.

―Podría decirte, pero creo que ser{ muy aterrador para ciertas pequeñas

orejitas. ―Uso su mano libre para señalar a Caleb, quien lucía incómodo―.

Solo diré, que algunas de ellas incluyen gigantes refrigeradores y ganchos en el

techo.

Arrugué la nariz.

―No es así―dije, rindiéndome―. B{sicamente es una gran ciudad con muchos

viejos edificios, vampiros y gente pobre. Hay un gran Muro que mantiene a los

Rabiosos fuera, y uno pequeño que rodea a Ciudad Central, donde viven los

vampiros, y en medio de ellos están los humanos. O, por lo menos, aquellos que

no fueron llevados a Ciudad Central para trabajar para los vampiros.―Hice

una pausa cuando pateé una botella rota, la cual tintineo sobre el pavimento

hacia el césped―. Nada especial sobre eso.

―¿Alguna vez has visto un vampiro?

Hice una mueca. Esa era otra pregunta que no quería responder.

―Ellos realmente no dejan Ciudad Central a menudo ―dije evasivamente―.

¿Por qué preguntas?

―Nunca he visto uno ―admitió Zeke―. Rabiosos, sí, he visto una tonelada de

esos, pero nunca a un vampiro real. Jeb sí, sin embargo. Dice que son viciosos,

demonios desalmados que pueden partir a un hombre y llevarlo dentro de su

ciudad. Si alguna vez conoces a un vampiro real, la única cosa que puedes hacer

es orar y desear que no te haya visto.

Mi aprensión creció.

―Sigues hablando de esta persona, Jeb ―dije, no me gustaba el sonido de él en

absoluto―. Es como tu líder o algo así.

―Mi padre ―replicó Zeke.

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―Oh. Lo lamento.

―No mi verdadero. ―Zeke sonrió, disminuyendo mi vergüenza―. Él murió

cuando yo tenía tres. Mi madre también. Asesinados por Rabiosos. ―Se encogió

de hombros, como diciendo fue hace mucho tiempo y no necesitaba algún acto

de simpatía por mi parte―. Jeb me adopto. Pero, sí, creo que es nuestro líder. Él

era el ministro de nuestra iglesia, de todas maneras, antes que decidiera

encontrar Eden

―¿Qué dijiste?

Casi me tropiezo con una caja rota. Por un segundo, pensé no haberlo oído bien.

¿Acababa de decir que estaban buscando Eden? No era religiosa en absoluto,

pero aun así, sabía lo que Eden era. Lo que se suponía que fuese.

Miré al chico que caminaba casualmente a mi lado, preguntándome si las

alucinaciones podrían afectarle a alguien tan joven y apuesto.

Zeke rodó los ojos.

―Sí, lo sé. ―Me dio una mirada de reojo, levantando una ceja―. Suena loco.

Dementes fanáticos buscando la Tierra Prometida. Lo he oído antes. No es

necesario decirlo.

―No es tu asunto de todas formas ―agregó Ruth maliciosamente―.No

necesitamos que nos digas lo estúpido que suena.

―No iba a decir nada ―dije a pesar que eso era exactamente lo que había

estado pensando.

―Pero no buscamos el lugar bíblico ―continúo Zeke, como si no hubiera dicho

nada―. Eden es una ciudad. Una gran ciudad. Una con la tecnología de los

viejos días, antes de la plaga. Y es regida completamente por humanos. No hay

vampiros en Eden.

Me detuve para mirarlo.

―Est{s bromeando.

Negó con la cabeza.

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―No de acuerdo con el rumor. Eden yace en una gran isla, rodeada por un

enorme lago. El lago es tan grande y vasto, que ningún Rabioso puede cruzarlo,

y los vampiros no saben que existe

―Una isla m{gica sin Rabiosos o vampiros.―Me mordí el labio analizando―.

Suena como un cuento de hadas para mí.

Oí la amargura en mi voz, aunque no estaba segura de dónde vino. Si era

porque las noticias de una ciudad completamente regida por humanos, sin

ninguna influencia vampírica y sin avistamientos de Rabiosos, habían llegado

muy tarde para mí. Si hubiera oído estos rumores antes, cuando aún seguía con

vida, quiz{s la habría buscado también. O< tal vez no. Quiz{ me hubiera reído

de esa salvaje fantasía y continuado con mi vida como la conocía. Pero al menos

me habría enterado. Hubiera tenido la oportunidad de saber y decidir por mí

misma. Eden no me servía de nada ahora.

Detrás de nosotros, Ruth dio un enojado resoplido.

―Si no le crees, vete ―desafió, par{ndose al lado de Zeke para mirarme―.

Nadie te detiene.

Resistí el impulso de golpearla concentrándome solamente en Zeke.

―¿Realmente est{ allí? ―pregunté, tratando de darle a la idea de una utopía

libre de vampiros el beneficio de la duda―. ¿Realmente crees que la

encontraras?

Zeke se encogió de hombros, indiferente, como si lo hubiera oído antes.

―¿Quién sabe? ―dijo―. Tal vez no existe después de todo. O tal vez est{ por

ahí y nunca la encontraremos. Pero eso es lo que estamos buscando.

―La encontraremos ―agregó Caleb, asintiendo seriamente―. La

encontraremos pronto. Eso dijo Jeb.

No quería destruir sus expectativas, así que no dije nada sobre eso. Unos

minutos más tarde, pasamos por una oxidada puerta de hierro en el jardín

trasero de un pequeño complejo departamental.

Otro humano, unos años mayor que yo, con cabello negro que lucía como un

lobo, estaba haciendo guardia en la puerta de entrada. Él asintió y le sonrió a

Zeke, pero sus ojos vacilaron cuando me vio a mí.

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―¡Zeke! Lo encontraste pero, ¿quién es ella?

―Otro vagabundo, vagando por lo salvaje ―dijo Zeke con una irónica

sonrisa―. Allison, este es Darren, nuestro otro vagabundo. Ustedes dos tendr{n

mucho de qué hablar.

―Ezekiel.

Todo el mundo se quedó quieto. Nos volteamos para ver a otro humano

acercarse, vestido de negro, su traje entero lucía como si fuera para un

determinado propósito. Todo acerca de él parecía duro y fuerte, desde el cabello

a la cara angulosa y hasta los anchos hombros, una cicatriz recorriéndole desde

la sien hasta la barbilla. Su largo cabello debió haber sido negro alguna vez,

pero ahora era del color del acero, atado detrás en una cola ordenada. Sus ojos

del mismo color de su cabello, se detuvieron en nosotros con una mirada, antes

de ver a Zeke.

―Lo encontraste, entonces. ―El tono de la voz encajaba con el hombre. No era

una pregunta

―Sí, señor. De hecho ―Zeke asintió hacia mí―, ella lo encontró. Estaba

esperando que pudiéramos< dejarla quedarse con nosotros por un tiempo.

Esos agudos ojos grises me miraron, estudiándome muy de cerca.

―¿Otro vagabundo? ―preguntó―. ¿Has hablado con ella, Ezekiel?

―Sí, señor.

―¿Y ella conoce nuestra situación?¿Lo que estamos buscando?

―Se lo dije, sí.

Espere que Ruth se metiera, anunciando sus sospechas al que era obvio que era

el líder del grupo. Pero Ruth estaba quieta e inmóvil al lado de Darren, mirando

al suelo. Caleb, también, sujetándose a su mano y permaneciendo en silencio.

Solo Zeke parecía cómodo, a pesar que se paró derecho con sus manos detrás de

él, como un soldado que espera órdenes.

¿En qué te has metido, Allison?

El humano continúo observándome, sin mostrar ninguna emoción.

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―¿Tu nombre? ―preguntó, como una mascota ladrando sus órdenes a sus

subordinados. Levanté mi cabeza y me encontré mirándolo de frente.

―Allison ―le contesté, d{ndole una sonrisa―. Y tú debes ser Jeb

―Soy Jebbadiah Crosse ―continúo el hombre con un aire un poco ofendido―.

Y Ezekiel sabe que no dejo a nadie que nos necesita, entonces eres bienvenida

aquí. Sin embargo, si eliges quedarte, hay reglas que todo el mundo debe

seguir. Nosotros viajamos por la noche y nos movemos rápido. Esos que se

quedan atrás son dejados. Todo el mundo contribuye, no hay comidas gratis

aquí, entonces tendrás que trabajar: cazando, buscando, cocinando si es

necesario. El robo de cualquier tipo no será tolerado. Si piensas que puedes

seguir esas reglas, entonces eres bienvenida a quedarte.

―¿Podría ahora? ―dije tan sarc{sticamente como pude―. Muchas gracias.

―No pude evitarlo. Lanzando reglas en mi cara, esperando que lo siga solo

porque alguien lo dice, nunca se llevaría bien conmigo. Ruth y Darren me

miraron, sorprendidos, pero Jebbadiah no hizo más que torcer una ceja.

―Ezequiel es mi segundo, cualquier problema que tengas, lo llevar{s a él

―continuó y giró hacia Zeke, d{ndole una corto asentimiento―. Buen trabajo

encontrando al chico, hijo.

―Gracias señor.

Una muy leve sonrisa cruzo los labios de Jebbadiah antes de voltearse

bruscamente hacia Ruth, quien se encogió bajo su mirada.

―Espero que pongas un mejor ojo en Caleb en el futuro ―dijo―. Tal descuido

es imperdonable. Si Ezequiel no lo encontraba esta noche, hubiera sido dejado

atrás, ¿entiendes? ―El labio inferior de Ruth tembló y asintió con la cabeza―.

Bien. ―Jeb retrocedió, asintió hacia mí, con sus ojos ilegibles―. Bienvenida a la

familia, Allison ―afirmó y se alejó, con las manos cruzadas detr{s de él. Tuve la

tentación de hacerle una mueca, pero Zeke estaba mirándome, así que me

resistí.

Darren dio una palmada a Zeke y regresó a su puesto. Caleb quiso ir con

nosotros, pero Ruth tomó su mano y lo arrastró. Le di una mirada a Zeke

levantando una ceja.

―¿Ezekiel?

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181

Hizo una mueca.

―Sí. Es el nombre de un arc{ngel, pero solo Jeb me llama así. ―Pasando una

mano por su cabello, se alejó―. Ven, te presentaré a todos.

No mucho después, conocí a casi todos en la pequeña congregación, a pesar de

que olvidé la mayoría de sus nombres tan rápido como los oí. Era una docena

de delgada, casi famélica gente, cerca de la mitad eran adultos, el resto eran

chicos de mi edad o más jóvenes. Sospeché por la cantidad de chicos corriendo

alrededor sin padres, que el grupo había sido más grande antes. Me pregunté

cuánto tiempo habían estado vagando, siguiendo a ese viejo fanático, buscando

una mítica ciudad que probablemente no existía. Me pregunté cuántos no

pudieron llegar hasta aquí.

Inicialmente los adultos eran fríos hacia mí, era la extraña, nueva y no probada,

y otra boca para alimentar. Era lo mismo que regresar al Fringe. Pero después

de que Zeke conto mi historia, con mucho más odio e ira hacia los vampiros que

la que yo había dicho, me miraron con una nueva simpatía, admiración y

respeto. Estaba aliviada, en primer lugar, me había ganado a este grupo de

extraños sin tener que probar nada en absoluto. Bueno, realmente, fue Zeke

quien lo hizo, pero no iba a quejarme. Quedándome con esta gente sería lo

suficientemente duro sin las inmediatas sospechas y desconfianzas.

―¡Esta bien, escuche todo el mundo! ―llamó Zeke después de las

presentaciones―. Dawn est{ a dos horas de viaje, pero ya es muy tarde para

continuar esta noche. Así que armaremos nuestro campamento aquí. Ahora,

escuchen, necesito al primero y segundo del turno doble hasta el amanecer.

Darren y yo no vimos ningún Rabiosos en el área, pero no quiero arriesgarnos.

Allison<―Se giró en mi dirección, sorprendiéndome―. ¿Viste a algún Rabioso

en tu camino aquí?

―No ―repliqué, sorprendida de lo que estaba haciendo. Incluyéndome,

haciéndome parte del grupo―. El camino estaba libre.

―Bien. ―Zeke se giró a los otros―. Muchos de los departamentos de aquí

están limpios y tienen piso de concreto, así que estaremos a salvo aquí. Todos

tomen un descanso mientras puedan. Jeb quiere que comencemos temprano en

la noche.

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182

El grupo se rompió en un caos organizado, moviéndose lentamente al complejo

departamental. Me paré detrás de Zeke, mirándolo, y capturando miradas

curiosas, especialmente de los niños y jóvenes. Ruth me lanzaba dagas con la

mirada mientras llevaba a Caleb a las ruinas de departamentos, y yo le sonreí

falsamente.

―Ezekiel. ―Jeb apareció, viniendo de la nada tras de nosotros.

―Señor

Jeb le puso una mano en el hombro.

―Quiero que tomes la primeria guardia con los otros, al menos hasta el

atardecer. No es que no confié en Jake y Darren, pero quiero a alguien con más

experiencia en ciudades como esta. Asegúrate de que esos demonios no estén

sobre nosotros mientras dormimos.

―Sí, señor.

La mirada de Jeb, voló hacia mí de nuevo.

―Lleva a Allison contigo. Dile cómo se hacen aquí las cosas. Ella puede

comenzar contribuyendo con el grupo hoy.

Oh, genial. Esperaba que no me tomaran para vigilar cuando hay luz solar. ¿Cómo

rayos podré salir de esto?

Jeb repentinamente me miró, y algo en lo profundo de sus ojos me hizo querer

retroceder, gruñendo.

―¿No te importa, verdad chica?

―No, en absoluto ―repliqué mirando hacia abajo―, si me lo pregunta

amablemente.

La ceja de Jeb se levantó.

―Ezekiel ¿nos disculparías un momento? ―preguntó en su voz de no-es-

verdaderamente-una-pregunta. Zeke me dio una mirada de impotencia, pero

inmediatamente asintió y se fue, caminando hacia la puerta.

Elevé mi barbilla y enfrente a Jebbadiah Crosse, con mi mirada de

autosuficiencia en su lugar. Si este viejo loco quería darme una conferencia, se

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183

llevaría una sorpresa. No le tenía miedo, no era parte de su grupo, y estaba más

que lista para decirle lo que podía hacer con su discurso.

Jeb me miro sin expresión alguna.

―¿Crees en Dios, Allison?

―No ―dije inmediatamente―. ¿Esta es la parte en la que me dices que me iré

al infierno?

―Esto es el infierno ―dijo Jebbadiah, señalando a la ciudad alrededor de

nosotros―. Este es nuestro castigo, nuestra Tribulación. Dios ha abandonado

este mundo. La fe ya se ha ido de nuestras conciencias, y nos ha dejado al resto

aquí, a la merced de demonios y el mal. Los pecados de nuestros padres han

sido pasados a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y seguirá así hasta que este

mundo esté completamente destruido. Así que no importa si crees en Dios o no,

porque él no está aquí.

Lo miré sin palabras.

―Eso es<

―¿Algo que no estabas esperando? ―Jen me dio una pequeña sonrisa―. Es

inútil ofrecer palabras de esperanza cuando ni tú mismo la tienes. Y he visto

cosas en este, mundo que me dan la certeza de decir que Dios no nos está

mirando. Y no estoy aquí para repartir su mensaje y convertir a todo el mundo,

ya es demasiado tarde para eso. Sin embargo―continuó d{ndome una dura

mirada―, estas personas esperan que los lleve a su destino. Espero que Ezekiel

ya te haya dicho sobre Eden. Entiende esto, no dejare que nada, nada, nos aleje

de nuestro destino. Haré lo que tenga que hacer para encontrarlo, incluso si

significa dejar a muchos atrás. Esos que no contribuyen, o esos que causan

problemas, serán dejados. Te doy esta advertencia ahora. Haz lo que quieras

hacer.

―¿Aun esperas encontrar tu Tierra Prometida a pesar que ni siquiera crees en

ella?

―Eden es real ―dijo Jeb con total confianza―. Es una ciudad, nada m{s. No

tengo ilusiones de la Tierra Prometida o el Paraíso. Pero es una ciudad humana,

no con vampiros, y eso es suficiente para seguir buscando. No les puedo ofrecer

a Dios ―continuó Jebbadiah, mirando hacia los departamentos―. Desearía

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184

poder, pero está lejos de nuestro alcance. Pero puedo darles la esperanza de

algo mejor que esto.―Su expresión se endureció―. Y tal vez, al llegar a Eden,

puedo ofrecerles algo más.

Una vez más, su mirada voló hacia mí, convirtiéndose en tajante y fría.

―Este mundo est{ lleno de maldad ―dijo mirando hacia mí, como si intentara

ver dentro de mi cabeza―. Dios lo ha abandonado, pero eso no significa que

debamos relegarnos a los demonios que gobiernan ahora. No sé qué haya

después de este infierno. Quizá sea una prueba. Quizá algún día, echaremos a

los demonios para siempre. Pero primero, tenemos que llegar a Eden. Nada

más importa que eso.

Quizá él no sea un verdadero fanático religioso, pero aun así daba miedo, con

esa determinación obsesiva en los ojos.

―Bueno, puedes relajarte ―le dije―. Si quieres buscar Eden, por todos los

medios, sigue adelante. No voy a detenerte.

―No, no lo har{s. ―Jebbadiah retrocedió y fue el fin del tema―. Ve con Ezekiel

―dijo, alej{ndome con un movimiento de su mano―. Dile que te encuentre una

tienda y mochila, tenemos un montón de esos que no lo lograron. Y estate lista

para partir apenas caiga el sol. Tenemos mucho terreno por cubrir. ―Tan

pronto como se fue, consideré seriamente dejarlos.

Alejarme de este insano culto con su fanático líder que ya la había tomado

contra mí. ¿Cómo se supone que me alimente con todos los ojos de esta loca

gente mirando cada movimiento? Algo que me dijo Jeb no era del tipo

comprensivo. Si descubría lo que era, podía ver antorchas, molestas hordas y

estacas en mi futuro.

Por un segundo, me pregunté si no debería desaparecer en la noche. Era

estúpido y arriesgado estar alrededor de tantos humanos, de todas formas.

Quizá debería convertirme en un depredador asediando en las ruinas por

pequeñas sociedades, cazándolos en el anochecer.

Pero Zeke apareció por la esquina, un saco de dormir verde en su hombro y

sentí todas mis convicciones desaparecer.

―Piensa r{pido ―dijo Zeke, tirando el paquete hacia mí―. Aquí hay una

tienda y unos suplementos ―explicó mientras lo atrapaba, sorprendida de que

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185

fuera tan ligero―, no es muy grande, pero al menos alejara a la lluvia de ti

cuando acampemos al aire libre. Sabes cómo poner una tienda, ¿verdad?

―No realmente.

―Puedo mostrarte ―dijo Zeke sonriendo de nuevo―, mañana, lo prometo.

Pero ahora, tengo la primera guardia hasta el atardecer. Ven a sentarte conmigo

algunos minutos, y luego te dejare dormir, probablemente lo necesitas después

de hoy.

Mientras le sonreía y seguía a donde se sentaba a vigilar, no pude dejar de

pensar que este amable, amistoso, genuinamente bueno ser humano, estaba

probablemente llevándome a mi muerte.

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186

C A P Í T U L O 12

Traducido por milu1054

Corregido por Connie

La siguiente tarde, me levanté bastante atontada y un poco desorientada. No

estaba en la fría y reconfortante tierra; había tomado refugio en la habitación

superior del viejo complejo de apartamentos la noche anterior, bien lejos del

grupo de abajo. Tuve que subir varios peldaños rotos de escalera, y pasar las

horas del día en una habitación con un agujero como ventana, tumbada en duro

concreto, pero era necesario. No quería que nadie encontrara mi cuerpo en las

horas del día y se diera cuenta de que dormida parecía un muerto.

Arrastrándome de vuelta a la planta baja, encontré a más del grupo viniendo a

unírsenos, también. En la mitad del cuarto, Ruth y una mujer vieja con el

cabello gris estaban empezando a servir comida, abriendo latas de fruta

poniéndolos en tazones metálicos y tazas. Parecían eficientes mientras

destapaban latas, poniendo el contenido de las mismas en un tazón, y

repartiéndolo a los niños que aguardaban. Caleb, después de recibir su porción,

trotó hacia afuera con una taza en la mano, tomando rebanadas amarillas con

sus dedos. Se paró en seco cuando me vio.

―Hola, Allie. ―Radiante, retuvo en alto su taza―. Mira lo que Zeke y Darren

encontraron ayer. Está dulce. ¿Iras a tomar algo de esto?

―Um. ―Eché una mirada a la mujer y encontré a Ruth lanzando una mirada

penetrante hacia mí de nuevo. ¿Cuál demonios era el problema de esa

mujer?―. No ahora. En realidad no tengo hambre.

Sus ojos se ampliaron, como si no pudiera entender qué era lo que estaba

diciendo.

―¿De veras? ¡Pero, nosotros escasamente encontramos comida como esta!

Debes probarlo, al menos un poco.

Sonreí melancólica, recordando cuando podía encontrar placer en una lata de

fruta. Desearía poder probarlo, pero Kanin me había advertido que la comida

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normal podía hacerme enfermar, y mi cuerpo podía expulsarla casi

inmediatamente. Significaba que podría vomitarlo de vuelta, algo que no quería

hacer frente a un grupo de extraños.

―Aquí. ―Caleb sostuvo arriba una rodaja amarilla, y abruptamente, el dulce,

empalagoso olor me dio un poco nauseas―. Ten uno de los míos.

―Tal vez m{s tarde. ―Me moví inquieta y di un paso atr{s, sintiendo la mirada

penetrante de Ruth en la base de mi cr{neo―. ¿Has visto a Zeke?

―Él est{ siempre con Jeb cuando los primeros nos levantamos. ―Caleb deslizó

la tajada completa en su boca, y me dio una sonrisa naranja-amarilla―.

Nosotros usualmente no lo vemos hasta después del desayuno.

―Aquí, cariño. ―Una vieja mujer se paró en frente de mí, sosteniendo un

tazón. Estaba lleno de jugosos, ambarinos trozos de fruta, y mi estómago

retrocedió ante la vista―. Nunca podremos agradecerte por encontrar a Caleb

la noche pasada. Sé que debes estar hambrienta, adelante, come. No les diremos

a los otros que te saltaste la fila.

Suprimí un suspiro y tomé el tazón.

―Gracias―le dije, y ella sonrió.

―Eres una de nosotros ahora ―dijo y cojeo de vuelta con los otros,

favoreciendo a su pierna izquierda. Traté de recordar su nombre y fallé.

Tomando el tazón conmigo, caminé hacia afuera, buscando a Zeke.

Lo encontré hablando con Darren cerca al destruido muro, discutiendo planes

para la noche. Físicamente, Zeke y Darren eran similares, puro músculo y

mucha solidez, aunque Darren era oscuro donde Zeke era pálido y rubio. Entre

ellos, ese par probablemente hacían la mayoría de las tareas físicas, ya que la

mayoría del grupo eran mujeres, niños y ancianos. Había también un hombre

negro de mediana edad, Jake, creo que era su nombre, quien también ayudaba,

pero tenía un hombro malo así que lo más duro recaía sobre los dos chicos.

―Pienso que deberíamos gastar m{s tiempo recolectando, también ―estaba

diciendo Zeke cuando llegue―, pero Jeb quiere que todos se muevan tan

pronto como acaben de comer. Piensa que hemos malgastado demasiado

tiempo aquí. Si quieres discutir, hazlo con él. Oh, hola, Allison. ―Asintió

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afablemente, y Darren me frunció el ceño y se alejó caminando. Yo sacudí mi

pulgar a su espalda.

―¿Qué pasa con él?

―¿Darren? ―Zeke se encogió de hombros―. Solo est{ malhumorado, no te

preocupes. Piensa que debemos esperar otra noche antes de movernos otra vez,

buscando por el resto de la ciudad comida y suplementos. Estuvimos de suerte

ayer. Encontramos un mini-mercado que aún no había sido limpiado, y Darren

piensa que deben haber más cerca de aquí. ―Suspiró y sacudió la cabeza―. Él

tiene un punto. Desafortunadamente una vez que Jeb dice que es tiempo de

irnos, es tiempo de irnos.

―Eso es una locura. Aquí. ―Le di el tazón. Él parpadeo con sorpresa pero lo

tomo con un murmullo de agradecimiento―. ¿Él ni siquiera se detiene por

comida? ¿Cuál es la prisa?

―Siempre es así―replicó con un descuidado encogimiento de hombros,

tomando un trozo de fruta blanca, y ech{ndolo de vuelta―. Oye, no me mires.

Yo no hago las reglas. Solo las llevó a cabo. Pero Jeb tiene nuestros mejores

intereses en su corazón, siempre, así que no te preocupes sobre eso. Hablando

de eso, ¿ya comiste algo? No pararemos por varias horas, y debes tener algo

para la marcha.

―Estoy bien―le dije, esquivando sus ojos―. Ya comí.

―Ezekiel―llamó una voz familiar. Jeb caminó fuera de los apartamentos e hizo

señales―. ¿Estamos listos?

―Sí, señor―le dijo y camino en su dirección. Pero se detuvo y le dio el tazón al

hombre viejo sentado en la ruinas de la fuente antes de continuar hacia Jeb―.

Todos están empacando. Tan pronto como todos hayan terminado, estaremos

listos para irnos.

Caminaron juntos, y siguieron discutiendo. Me volteé y me encontré cara a cara

con Ruth.

Estábamos a la misma altura, así que pude ver todo en sus ojos café oscuros.

Oh, hombre, no solo le desagradaba, me detestaba. Lo que era muy desagradecido,

pensé. Especialmente desde que salvé a su pequeño hermano del peligro.

Especialmente desde que no tenía idea del por qué me odiaba tanto.

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―¿Te puedo ayudar?―le pregunté, arqueando una ceja hacia ella.

Ella enrojeció.

―Sé quién eres―dijo enojada, haciendo que mi estómago se tambalease―. Sé

por qué estás aquí, por qué estas merodeando.

Estrechando mis ojos, la considere atentamente, preguntándome si sabía que

estaba en una posición peligrosa.

―¿Es así?

―Sí. Y estoy aquí para decirte que lo olvides. Zeke no est{ interesado.

Oh, ahora todo tiene sentido. Casi me río en su cara.

―Mira, no tienes que molestarte―le dije, tratando de ser razonable―. No estoy

interesada de esa manera, tampoco.

―Bien―dijo, mir{ndome atentamente―. Porque hay algo en ti que no est{<

bien.

Mi diversión se esfumó. Mis sentidos anunciaban peligro, y el vampiro en mi

interior me urgía a atacar, para silenciarla antes de que se convirtiera en un

problema. Hice oídos sordos, fue duro.

―¿No est{s llevando el asunto de ”no hablar con extraños” demasiado

lejos?―le pregunté.

Sus labios se presionaron.

―Est{s ocultando algo―dijo, dando un paso atr{s―. No sé qué es, y no me

importa, pero Zeke es demasiado bueno para ser estropeado por alguien como

tú. Él tiene el infortunado hábito de ver lo bueno en todos, y es demasiado

agradable como para darse cuenta de que están tomando ventaja de esto. Así

que voy a advertirte ahora, mantén tus sucias garras lejos de él. Si no lo haces,

te haré lamentar el haber venido aquí. ―Antes de que pudiera responder, se

alejó agitando sus rizos negros―. Y permanece lejos de Caleb, también―dijo

sobre su hombro.

―Fascinante―mascullé bajo mi aliento y sintiendo mis colmillos empujar mis

encías―. Bien, ya sabemos quién ser{ el primero en ser mordido, ¿no?

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190

No mucho después de eso, alimentados, empacado y listos para marcharnos, el

pequeño grupo de once personas se reunieron alrededor de la fuente, hablando

en voz baja entré ellos y lanzándome curiosas miradas, pasando el rato en las

sombras. Entonces, como si un pinchazo fuera la señal invisible, comenzamos a

movernos; tres jóvenes, cinco adultos, tres niños y un vampiro, cruzando

silenciosamente a través de la ciudad y sobre el camino. Ellos caminaban

rápido, hasta los niños y los ancianos se movían con un objetivo, y pronto la

ciudad quedo tras nosotros.

―¿Así que Allison, verdad? Vienes de una ciudad vampiro. ¿Viste muchos

demonios sin alma deambulando?

Reprimí un suspiro de alivio. Está era la pregunta de la noche, me di cuenta.

Teresa me había preguntado algo similar, la mujer anciana con la pierna mala;

Matthew, un pecoso chico de diez años; y Ruth, quien preguntó con absoluta

franqueza, si había sido una prostituta de vampiros. Y obviamente, Caleb

preguntó qué era una prostituta, y Ruth le dio una muy vaga explicación,

mientras me sonreía sobre su cabeza. Si Zeke y Jeb no hubieran estado cerca,

fuera de alcance del oído por supuesto, podría haberle dado un puñetazo a la

perra en la nariz.

Esta vez, la pregunta vino de Dorothy, una rubia de mediana edad con ojos

verdes y sonrisa a la par. Ella casi siempre marchaba antes que el grupo,

mirando al camino o enfrente del horizonte, siempre sonriendo. A veces

saludaba con la mano a cosas en la distancia, cosas que nunca estaban ahí. Otras

veces, aleatoriamente irrumpía con una canción, cantando a todo pulmón

“Amazing Grace” o “On a Hill Far Away”, hasta que alguien, muy

amablemente, le pedía que se callara.

Sospechaba que estaba un poco loca. Pero había también momentos en los que

parecía perfectamente coherente y normal. Momentos como ahora, por

desgracia, cuando estaba lo suficientemente cuerda para hacer preguntas que

realmente no quería responder.

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―No―mascullé, manteniendo la mirada fija en el camino de adelante. No hagas

contacto visual con la mujer loca; no la mires y tal vez se alejara―.No vi vampiros

deambulando. No vi vampiros, y punto.

―¿Cómo lo sabes?―preguntó Dorothy, y le di una mirada de sospecha,

olvidando lo de no hacer contacto visual. Me dio una sonrisa vacía―. Los

vampiros malvados son maestros del disfraz―prosiguió para mi extrema

incomodidad―. La gente piensa que son babeantes monstruos con ojos rojos y

colmillos, pero eso es lo que ellos quieren que ustedes piensen. Realmente,

lucen como cualquier persona. ―Su voz se convirtió en un susurro―. Eso es lo

que los hace tan peligrosos. Pueden parecer perfectamente humanos. Pueden

lucir como Teresa. O yo. O tú.

Sentí una sensación de pánico y lo aplasté.

―No lo sé, entonces―le dije con un encogimiento de hombros―. Vi a muchas

personas en la ciudad. Tal vez todos eran vampiros, no lo puedo asegurar.

―Oh, hay otras maneras de saber si una persona es un demonio―continuó

Dorothy, asintiendo seriamente con la cabeza―. Los demonios odian el sol.

Estallan en fuego ante la luz. Los demonios no pueden resistir la vista de la

sangre, y no respiran como nosotros. Pero lo m{s importante< ―Se inclinó, y

sentí mis colmillos presionando a través de mis encías, con ganas de morder,

para poder silenciarla―. Lo m{s importante―susurró―. Los demonios est{n

rodeados de este resplandor rojo, esta aura de maldad que solo algunos pueden

ver. Tienes que saber qué buscar, y es difícil verlo a distancia, pero es así como

diferencias a un demonio de una persona. Al igual como el resplandor blanco

alrededor de los ángeles que van por el camino a veces―terminó, sonriendo

soñadoramente hacia el horizonte, donde el pavimento se encontraba con el

cielo―. !Oh, allí hay uno ahora! ¿Puedes verlo? Él est{ alej{ndose de nosotros,

así que podría ser duro decirlo.

No había nada en el camino. No había absolutamente nada frente a nosotros,

excepto un pájaro café, parado sobre una cerca. Le di a Dorothy una cautelosa

mirada mientras se alejaba, al tiempo que saludaba con ambas manos, haciendo

volar al pájaro con un sonido WHOO-WHOOING de sorpresa.

―¿Es ese Gabriel? ¿O Uriel?―Hizo señales frenéticamente, entonces se

enfadó―. !Oh, desapareció! Son muy tímidos. Pero pienso, podría ser Gabriel.

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―Dorothy. ―Zeke estaba repentinamente allí, sonriendo mientras yo le lanzaba

una desesperada mirada sobre el hombro de la mujer loca―. Allison no nos

conoce muy bien todavía. Puede estar nerviosa rodeada de tus ángeles, no

todos pueden verlos tan bien como tú.

―Oh, cierto. Lo siento cariño. ―Dorothy presionó mi hombro, sonriendo

locamente, pero él solo sonrió de vuelta―. Lo olvido a veces. Tú eres un {ngel

por ti mismo. ¿Lo sabías? Ezekiel. El ángel de la muerte.

Ahora, Zeke parecía ligeramente avergonzado, dándome una mirada de

disculpa, mientras Dorothy palmeaba su espalda y se volteaba hacia mí.

―Él piensa que puede engañarme―susurró, hablando lo suficientemente alto

para que todos oyeran―. Pero sé que es un {ngel disfrazado. Se puede

distinguir. Cuando has visto tantos ángeles como yo, podrás distinguirlo desde

lejos.

Ella trató de palmear mi brazo pero no pudo porque me deslicé con suavidad

lejos de ahí. Despreocupada y tarareando suavemente para ella misma,

deambulo hasta el camino y miró a la distancia, probablemente buscando a sus

tímidos ángeles. Zeke suspiró y agitó la cabeza.

―Lo siento por eso―dijo, con una triste sonrisa―. Olvidé advertirte sobre

Dorothy, está un poco tocada de la cabeza, si no te lo has figurado aún. Observa

ángeles todo el día.

Mi cuerpo descanso de alivio. Por un segundo, pensé que estaba en un gran

problema.

―¿Alguien aquí ha visto a un vampiro real?―pregunté, pensando que debería

de tener cuidado―. Olvidando los colmillos y las garras y los brillantes ojos

rojos, ¿alguien aquí sabe cómo lucen en realidad?

―Bueno, Dorothy jura que vio uno una vez, aunque no puede recordar

exactamente cuándo o dónde, así que quién sabe si fue real. Por encima de

eso<―Se encogió de hombros―. Jeb. Toda la familia de Jebbadiah fue

masacrada por un vampiro cuando él era un niño, y nunca olvido cómo lucían.

Dice que siempre recuerda, así que podría matar al vampiro si lo viera de

nuevo.

Page 193: The immortal rules - Julie kagawa

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Miré hacia Jebbadiah, a la cabeza del grupo, caminando enérgicamente sin

mirar atrás. Y me pregunté lo que una vida de rabia, resentimiento y odio

podían hacer para alguien como él.

Unas pocas horas después, mi reloj corporal estaba advirtiéndome de dos horas

cuando Jeb levantó una mano, ordenando al grupo que parara. Zeke corrió a su

lado, inclinándose mientras Jeb hablaba en voz baja, en ese momento volteó la

cara al resto de nosotros.

―Instalen el campamento―grito, barriendo su mano hacia el sitio, y el grupo

empezó inmediatamente a arrastrar los pies desde el camino al césped seco que

nos rodeaba―. Jake, Silas, ustedes est{n en la primera guardia. Teresa―asintió

a la anciana―, Darren ayudara a Ruth con la comida esta noche, tú puedes

descansar tu pierna. Descánsala unas pocas horas por lo menos. ―Darren

murmuró algo mientras pasaba, y Zeke rodó los ojos―. Sí, pobre Darren,

forzado a cocinar y a limpiar y hacer otras cosas poco varoniles. Lo próximo

que sabr{s es que usara un delantal y cambiara de pañal a los bebés. ―Resopló

cuando Darren se giró e hizo algo con su mano―. Somos amigos Darren, pero

no somos tan cercanos, no me provoques.

Yo me quedé atrás, viendo a Zeke claramente arrancando un trozo de tierra,

construyendo una tienda con palitos en un lote de pasto seco, y prendiendo el

fuego. Rápido. Eficiente. Como si lo hubiera hecho demasiadas veces en el

pasado. Mientras me preguntaba cuánto tiempo habría estado viajando el

grupo, Ruth repentinamente se separó de su tienda y me miró, enarcando una

ceja.

―¿Cu{l es el problema contigo, chica de ciudad?―me dijo, sonriendo

dulcemente―. ¿No sabes cómo levantar una tienda? Un niño de tres años

puede hacerlo. ¿Quieres que Caleb te enseñe cómo?

Reprimí el impulso de estrangularla, especialmente con Zeke cerca.

―No, estoy bien. Gracias. ―Levantando mi mochila sobre mi hombro, la pase a

ella, pase el círculo de tiendas, a un lugar a unos cien metros. Vertiendo la

tienda en el suelo, la estudié fieramente.

Está bien. Puedo hacer esto. ¿Cuán duro puede ser, realmente? Arrodillándome, tomé

un pico largo de metal,. ¿Qué en el mundo? ¿Se supone que apuñales a alguien con

esto? ¿Hacen tiendas con kits para vampiros asesinos?

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En realidad, esto era bastante simple, una vez que te lo imaginas. Las estacas de

metal clavaban las esquinas de la tienda en el suelo, y un par de varas plásticas

la mantenía en su lugar. Me estaba sintiendo fieramente orgullosa de mí misma.

Levantando una tienda en el primer intento, cuando entré en ella y la cosa por

completo colapso sobre mí.

Riéndose, Zeke entró en el pequeño interior mientras yo maldecía y forcejeaba,

empujando la tela. Agarrando el marco de plástico, lo puso en su lugar con

facilidad, poniendo la tienda vertical.

―Aquí―dijo, aun riéndose entre dientes―. Eso debería bastar. Obtuviste una

de las más ligeras tiendas, tristemente. Nada mal, sin embargo, conseguiste

levantarla en tu primer intento. Debiste haber visto a Ruth las primeras veces

que intento levantar la suya. Nunca escuché un lenguaje como ese viniendo de

nuestra delicada flor.

Sonreí con suficiencia, sintiéndome reivindicada.

―No se ve muy robusta―admití, cuidadosamente agitando el tubo de pl{stico

para levantar la pared. Zeke rió entre dientes de nuevo. Él tenía una linda

sonrisa, decidí, siempre que fuera dirigida a mí.

―Solo no golpees el marco, y estar{ bien. A menos que afuera este demasiado

ventoso. O si alguien accidentalmente choca con ella. O si una hormiga trepa

sobre ella. ―Zeke sonrió―. Últimamente todos estamos acostumbrados a que

las tiendas nos caigan encima. Muchos de nosotros no siempre despertamos

cuando esto pasa.

Resoplé.

―Entonces, si una gran tormenta viene<

―Al menos estar{s m{s seca de lo que estarías si estuvieras en la llanura.

Me reí. Eso se sentía extraño; no lo había hecho en un tiempo. Entonces noté

cuán cerca estábamos, juntos agachados bajo esta pequeña cúpula de tela. Podía

ver los detalles de su rostro, incluso en la oscuridad: las líneas alrededor de su

boca y sus ojos, la apenas visible cicatriz en su frente, oculta por su claro

cabello. Podía oír el latido de su corazón, sentir la sangre pulsando en sus

venas, justo tras la piel. Por un momento, me pregunté cuál sería su sabor, como

sería llevarlo abajo y hundirme en el olvido.

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Eso me asustó, y retrocedí. Si llegaba a tener el menor indicio de Hambre<

Zeke se sonrojo, pasando sus dedos entre su cabello, y noté que me miraba

fijamente.

―Debería irme―murmuró, salió retrocediendo de la tienda―. Los

otros<probablemente debería ayudarles. ―Se puso en cuclillas en la entrada,

en equilibrio en la punta de sus pies―. Si necesitas algo, h{zmelo saber. La cena

deberá estar lista pronto. Oh, sí. Esto es para ti.

Llegando afuera, Zeke agarró algo y lo lanzó al interior de la tienda. Aterrizó

con un poco de polvo: un edredón azul y blanco con tan solo un pequeño

agujero en una esquina.

Estupefacta, miré arriba hacia él. Una manta de este tipo podría ser cambiado

por un mes de cupones para comida en el Fringe, y ¿solo estaba dándomelo? Eso

no podía ser cierto.

―Yo<no puedo tomar esto―murmuré, d{ndoselo de vuelta―. No tengo nada

por lo que intercambiarlo.

―No seas tonta.―Zeke sonrió, un poco desconcertado―. No tienes que darme

nada a cambio. Es tuyo. ―Alguien le gritó a través del campamento, levantó la

cabeza―. Ya voy―gritó, y asintió hacia mí―. Debo irme. Te veré en la cena.

―Zeke―llamé suavemente, y él se detuvo, dando un vistazo hacia atr{s de la

tienda―. Gracias.

Una de las esquinas de su boca se elevó.

―No te preocupes. Aquí nosotros vemos por el bienestar del otro. ―Movió la

pared de tela, suavemente―. Y como te dije, si la tienda cae sobre ti en medio

de la noche, no sientas pánico. Te acostumbraras. A nadie le importa realmente

mantener las cosas erectas aquí, y<Wow eso sonó mal. ―Su sonrojo volvió, tan

brillante como antes, y arrastró una mano entre su cabello―. Uh< sí, debería<

me iré ahora.

Haciendo muecas, se escabullo de mi línea de visión. Esperé a que estuviera

bien lejos antes de soltar una risita en mi edredón.

Después de controlar las ondas en la tienda, miré alrededor de mi nueva

guarida. No me gusto lo ligera que era, como si alguien pudiera invadirla

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196

fácilmente. También me pregunté si la delgada tela podría bloquear

completamente el sol cuando se posara directamente sobre mi cabeza. No sabía

si iba despertar si repentinamente estallaba en llamas, o si tranquilamente

desaparecería con mi cuerpo hecho cenizas, pero eso no era algo que quisiera

averiguar.

Saqué mi navaja e hice un gran corte en el suelo de la tienda, revelando la tierra

cubierta de hierba debajo. Ahora al menos tenía una rápida vía de escape por si

el sol llegaba a penetrar en mi ligera tienda. O si algo imprevisto sucedía y

necesitaba huir rápidamente. Siempre asegúrate una salida; esa era la primera

regla del Fringe. Este grupo podría ser amigable y modesto, pero no puedes ser

demasiado precavida. Espacialmente alrededor de gente como Jebbadiah

Crosse. Y Ruth.

Tumbándome, puse el edredón bajo mi cabeza, esperando que nadie

interrumpiera mi sueño. Mientras la oscuridad se cerraba sobre mí y mis

pensamientos se volvían lentos y vagos, me di cuenta de dos cosas. Una, no

podía ocultar esto por siempre, y dos, Ezekiel Crosse era perfecto para

sobrevivir en este mundo un largo tiempo.

Esa primera semana fue un estudio extremo.

Afortunadamente, no estallé en llamas durmiendo bajo la ligera tela de la

tienda, aunque desperté incómodamente caliente, deseando poder simplemente

meterme en la refrescante tierra, lejos del sol. En cuanto al problema de la

guardia, hablé con Zeke la segunda noche y lo convencí de dejarme

permanentemente la primera vigilancia. Eso significaba estar despierto un par

de horas después del alba, y eso fue una tortura al principio.

Mi abrigo largo me protegió de lo peor de los rayos del sol de la mañana, y

sobreviví por mantenerme el máximo tiempo posible en las zonas sombreadas,

y nunca en frente de dónde provenía el sol. Pero mantenerme despierta fue

agonizante cuando mis instintos vampiros me coaccionaban a dormir, a salir de

la luz. Finalmente traté de hacer los ejercicios que Kanin me habría puesto a

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197

hacer; construir una resistencia para permanecer despierta y activa tanto como

pudiera.

Mis compañeros humanos fueron otra cosa. Excepto por Ruth, quien

continuaba siendo un malicioso dolor en el trasero, disparándome miradas

ponzoñosas si como mucho lanzaba una mirada a Zeke, y Jeb, quien me trataba

con la misma dura indiferencia con la que trataba a los demás, el grupo era

bastante amigable. Lo que no me hubiera importado, excepto que eran

demasiado curiosos, siempre preguntándome sobre la ciudad, sobre cómo era

vivir allí, cómo había escapado. Respondí tan vagamente como pude y

finalmente logré convencer a los adultos de que era demasiado doloroso

recordar esa vida. Para mi alivio, las preguntas finalmente se detuvieron, y

todos fueron muy comprensivos, casi al punto de compadecerme. Eso fue

bueno para mí. Permitirles pensar que había estado terriblemente asustada por

mi vida en Nueva Covington; eso hizo todo más fácil para ocultar la verdadera

razón por la cual me sentía intranquila cuando hablábamos sobre el mundo

vampiro.

Por desgracia, ese no fue el único problema que encontré.

Comer, o más bien, la falta de ello, era también otra dificultad. El grupo se

detuvo dos veces más por comida; una vez cuando todos despertaron y de

nuevo cerca al alba cuando levantaron el campamento. Las raciones eran

simples; media lata de frijoles o unas pocas tiras de carne seca, cualquier cosa

que hubieran recolectado, o cazado, o recogido.

El tiempo de cenar era fácilmente la parte del día más deseada, y después de

una noche de marcha forzada sin descanso, todos estaban hambrientos.

Excepto yo. Y tenía que ser creativa con la manera en que botaba la comida para

que nadie lo notara. Tiras de carne o comidas secas eran fáciles; las ocultaba en

mis mangas o bolsillos hasta que podía tirarlos. Latas de frijoles, fruta o tazones

de guisados era un poco complicado. Cuando podía, lo regalaba o lo echaba en

los tazones de otras personas, pensando que podría hacer eso solamente otras

pocas veces antes de que la gente comenzara a sospechar. A veces mentía,

diciendo que realmente ya tenía mi ración, y una vez había comido unas pocas

cucharadas de sopa de tomate en frente de Zeke y Jeb, conservándolo el tiempo

suficiente para caminar calmadamente hasta un árbol y poder escupir todo de

vuelta.

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Me sentía un poco culpable, botando comida cuando era tan preciada y escasa.

Y la Fringer en mí se avergonzaba de que pudiera en cualquier momento tirar un

perfectamente buen trozo de carne a la basura o abandonar media lata de cereal

en un lugar oscuro, pero, ¿qué podía hacer? Si no mantenía las apariencias de

ser humana, la gente comenzaría a sospechar. Como Ruth, que estaba lista para

atraparme. Podía escucharla, a veces, hablando sobre mí al resto del grupo,

propagando sospecha y miedo. Algunos de los adultos, Teresa, Silas y Dorothy,

le prestaban poca atención; tenían preocupaciones más importantes que las

odiosas acusaciones de una adolescente. Pero algunos de los otros, Mathew,

Bethany y también Jake, empezaban a mirarme con desconfianza. Tan

exasperante como era, no podía hacer nada sobre eso.

A pesar de esto, era Jeb el que me preocupaba, el juez silencioso, cuyos afilados

ojos grises no se perdían nada. Pero aunque era el líder, parecía estar apartado

del resto del grupo, separado. Raramente hablaba con alguien, y todo el mundo

parecía asustado de acercarse a él. De alguna manera, era algo bueno el que

estuviera tan separado del resto de nosotros. A él no parecía importarle lo que

nadie hiciera o dijera mientras los siguiera guiando. Si no fuera por Zeke,

transmitiendo las órdenes, él no interactuaría con el grupo en absoluto.

En realidad, podía apostar a que yo sabía más del grupo que él. Sabía que Caleb

amaba el dulce y que a Ruth le aterrorizaban las serpientes, algo que me dio

mucho gusto cuando encontré por la noche en el camino una serpiente y la colé

en su tienda. El recuerdo de los gritos me hizo reír por el resto de la noche.

Sabía que Teresa, la mujer vieja con la pierna mala, y Silas, habían estado

casados por treinta y nueve años y estaban listos para celebrar su aniversario el

próximo otoño. Y que Jake había perdido a su esposa en un ataque de Rabiosos

tres años antes y no había dicho una palabra desde entonces.

Estos hechos y recuerdos y trozos de sus vidas seguían goteando y se quedaban

en mí, a pesar de que hice mi mejor esfuerzo por mantenerme apartada. No

quería saber sobre sus pasados, sus vidas, nada sobre ellos. Porque con cada día

que pasaba, sabía que iba a tener que escoger a uno de ellos para alimentarme,

¿y cómo podría hacerlo cuando sabía que Dorothy se desmayaba ante una señal

de sangre, y que hace ocho años Bethany estuvo cerca de morir cuando la

mordió un lobo?

Pero era Zeke quien continuaba fascinándome y al mismo tiempo

confundiéndome. Era claro que todos lo adoraban; a pesar de que era el

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199

segundo de Jebbadiah, siempre ayudaba a todos, siempre asegurándose que las

personas estuvieran atendidas. Sin embargo, nunca pedía nada, no esperaba

ayuda a cambio. Era respetuoso con los adultos y paciente con los niños,

haciéndome preguntar cómo él y Jeb eran tan diferentes. O tal vez, Jeb podía ser

de esa manera gracias a Zeke. Eso no parecía justo, el volcar tanta

responsabilidad sobre los hombros de Zeke, porque Jeb no quería involucrarse,

¿pero, quién era yo para decir nada?

Una noche, cuando todos acampaban un poco más temprano de lo usual,

caminé hacia la fogata y quedé estupefacta de encontrar a Zeke sentado cerca

del fuego, leyéndoles a Bethany y a Caleb. Estupefacta, me acerqué más, casi sin

poder creerlo. Pero él estaba leyendo, su baja, delicada voz recitando pasajes

provenientes del libro negro en su regazo, los niños encaramados a cada lado.

―Moisés estiró su mano sobre el océano―dijo Zeke en voz baja, pasando las

p{ginas ante él―. Y al amanecer, el océano volvió a su lugar. Los egipcios huían

de él, y el señor los hundió en el mar. El agua fluyó de regreso y cubrió los

carruajes y los jinetes, todo el ejercito del faraón que siguió a los israelitas por el

mar. Ninguno sobrevivió.

»Pero los israelitas pasaron por entre el mar, por tierra seca, con una pared de

agua a su derecha y a su izquierda. Ese día, Dios salvo a los israelitas de las

manos de los egipcios, y los israelitas vieron morir a los egipcios en la orilla. Y

cuando los israelitas vieron la poderosa mano de Dios exhibiéndose contra los

egipcios, la gente temió a Dios y pusieron su confianza en él y en Moisés, su

siervo.

Sentí un sabor amargo atorado en la garganta. Por un solo momento, me vi a mí

misma y a Stick, de cuclillas juntos en el suelo de mi cuarto, solo con un libro

entre nosotros. Zeke no miró hacia arriba, no notó mi presencia, pero yo

escuchaba su calmada, voz baja mientras leía, viendo a Bethany y a Caleb,

tomar cada palabra que él decía y teniendo un extraño sentimiento, como un

tirón de deseo en mi estómago.

―Ezequiel.

La voz de Jebbadiah hizo eco en el campamento, y Zeke levantó su cabeza.

Viendo al hombre viejo esperarlo a varios metros de distancia, cerró el libro y lo

puso en los brazos de Caleb.

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―Quédatelo por un segundo―escuché que murmuraba, revolviendo el cabello

del niño―. Estaré de vuelta en un momento.

Cuando Zeke se fue, la curiosidad se apodero de mí, con ganas de ver el libro,

para tenerlo en mis manos y leer el título. Bethany miró hacia arriba, notando

mi presencia, y sus ojos se agrandaron. Se puso de pie, y salió corriendo

después de Zeke, dejando a Caleb sentado solo cerca del fuego, con un vampiro

cerniéndose sobre él.

Desconcertado, él giró su cuello, mirando detrás hacia mí, y sonriendo.

―¡Hola, Allie!―dijo mientras me movía a su lado―. Si est{s buscando a Zee, se

acaba de ir. Volverá en un momento, creo.

―¿Puedo ver eso?―pregunte, señalando hacia el volumen envuelto en cuero en

sus brazos. Caleb vaciló.

―Es el libro de Zeke―dijo dudoso, manteniéndolo apretado―. Me dijo que lo

cuidara por él.

―No lo dañare―prometí, arrodill{ndome en la fría hierba―. Por favor.

Él se detuvo un segundo, entonces se iluminó.

―Est{ bien, pero solo si me lees algo.

―Yo<―Una parte de mí retrocedió, recordando todas las lecciones con Stick, y

cómo me metió un cuchillo por la espalda por mi problema. Pero seguía

teniendo curiosidad, y si esta era la única oportunidad de ver el libro sin

arrebat{rselo a Caleb de las manos―. Supongo que sí ―dije, y Caleb me sonrió.

Pasándomelo, se acercó y se sentó cerca de mi pierna, escuchando expectante.

Sentándome, miré fijamente el volumen envuelto en cuero, el primer libro real

que había visto desde que huí de Nueva Covington. No tenía título, solo el

símbolo de una cruz dorada destellando en el centro de la portada, parecida a la

que Zeke llevaba puesta alrededor de su cuello. Abrí el libro en su lugar y vi

que los bordes del papel estaban cubiertos de oro también.

―Lee algo, Allie ―insistió Caleb, rebotando sobre mí. Rodé mis ojos y abrí el

libro con un crujido de páginas, llegando al lugar en donde una cinta marcaba

la mitad del libro. Parecía un buen lugar para empezar.

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Leí lentamente, porque las letras eran diminutas y extrañas, con un estilo que

nunca había visto antes.

―Una vez más, miré y observé la opresión que se llevaba a cabo bajo el sol: vi

las lágrimas de la opresión, y ellos no tenían consuelo; el poder estaba en la

mano de sus opresores, y ellos no tenían consuelo.

Sentí un estremecimiento en mi estómago. ¿Cuándo había sido escrito este

pasaje? Las lágrimas de los oprimidos, y el poder de sus opresores, sin consuelo en

ningún lado. Me pareció que hablaban del mundo entero, justo en este momento.

Tragué con dureza y continúe.

―Y declaré que los muertos, que ya habían muerto, eran m{s felices que los

vivos, que todavía están vivos. Pero el mejor de ambos<era aquel que nunca

había nacido, que no tenía que ver la maldad que vivía bajo el sol.

Temblé y cerré el libro. Caleb me miró, con el ceño fruncido.

―¿Qué significa eso? ―preguntó.

―Que ese pasaje en particular―dijo una nueva voz sobre nosotros―, no es

para pequeños oídos.

Avergonzada, me puse de pie rápidamente, frente a Zeke, quien caminaba

hacia nosotros, luciendo mitad entretenido, y mitad interesado.

―Ve a comer, rata de alfombra ―le dijo a Caleb, quien sonrió y corrió deprisa

hacia Ruth y hacia la multitud que estaba reunida a su alrededor. Zeke miraba

hacia mí, frunciendo su frente. Pensé que esa expresión era más de intriga que

molesta―. No sabía que pudieras leer―dijo en voz baja.

Me encogí de hombros, extendiéndole el libro.

―Una especie de historia bastante deprimente ―dije, no dispuesta a revelar lo

mucho que esto me había asustado.

Zeke sonrió mientras lo aceptaba.

―Algunas partes lo son―estuvo de acuerdo―. Pero hay otras partes que

pueden ser bastantes reconfortantes, si sabes dónde buscar.

―¿Como dónde?

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Él se detuvo, y abrió el libro de nuevo. Hojeando hasta un cierto lugar, como si

se los hubiera memorizado.

―Este―dijo, devolviéndome el libro, señalando una línea―. Mi cita favorita.

―Zeke―llamó otra voz. Ruth esta vez, repitiendo de manera estridente sobre el

campamento―. ¿Le dijiste a Darren que podía tener tu parte de carne seca?

―¿Qué? ¡No! ―Zeke se dio la vuelta mientras Darren, se alejaba corriendo,

riéndose. Mientras Zeke fue tras de él, Darren gritaba que era mejor que lo

atrapara rápido antes de que se comiera su ración de comida, yo me incliné

sobre el pasaje que Zeke había marcado.

―Sin duda ―murmuré, trastabillando con la arcaica palabra―. Aunque camine

junto al valle de la sombra de la muerte, no temeré a la maldad. Porque estás

conmigo.

Un lindo pensamiento, reflexioné, viendo a los chicos perseguirse entre sí

alrededor del campamento. Pero yo lo sabía mejor. Jeb tenía razón, no había

nadie cuidando de nosotros. Y mientras más pronto Zeke se diera cuenta de

eso, más tiempo podría sobrevivir a este infierno.

La noche siguiente, gateé fuera de mi tienda para encontrar a Zeke y a Darren

agachados cerca del borde del campamento, hablando en voz baja. Ambos

lucían como si estuvieran tratando de no llamar la atención, lo cual, por

supuesto, pico mi curiosidad. Quitando la suciedad de mis mangas, caminé sin

prisa hacia ellos.

―Sabía que esto pasaría―murmuró Darren en voz baja mientras me

acercaba―. Debimos habernos abastecido cuando tuvimos la oportunidad.

¿Quién sabe cuándo volveremos a otra ciudad?

―¿Qué est{ pasando? ―pregunté, agach{ndome junto a ellos. Zeke miró hacia

mí y suspiró.

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―Los suministros se est{n acabando r{pido―confesó―. A este ritmo,

terminaremos la comida en un par de días, incluso si reducimos a la mitad las

raciones.―Pasó una mano por su cabello, llev{ndolo hacia atr{s―. Darren y yo

estamos pensando en ir de caza, pero a Jeb no le gusta que el grupo se separe.

No cuando hay una posibilidad de que podamos encontrarnos con Rabiosos.

Adem{s, estamos usando esto. ―Agregó y sacudió un arco y un carcaj de

flechas―. Lo cual lo hace siempre m{s difícil. Es casi imposible cazar un venado

en campo abierto, pero el atardecer es el mejor momento para tratar de hacerlo.

Frente a Zeke, Darren me dio una breve, repentina sonrisa. Parpadeé y se la

devolví. Por lo menos los dos chicos no le daban importancia a alguna gente

chismosa, aunque nunca había escuchado a Ruth hablar mal de mí a Zeke o a

Jebbadiah.

―¿Por qué no usan armas?―pregunté, recordando el arma de Zeke, o la

escopeta recortada que Jeb cargaba alrededor. Zeke sacudió su cabeza.

―Estamos muy cortos de municiones―replicó―. La única ocasión en que

usamos armas es para defendernos, o si es una emergencia. Y como no estamos

ahí todavía, usamos arco y flechas para buscar comida y cazar.

Miré hacia abajo, allí había un arco tirado en el suelo, sin cuerda, que sobresalía

del saco de tela grasosa en donde se guardaba. Zeke siguió mi mirada y suspiró.

―Jake normalmente viene con nosotros―explicó―. Pero últimamente, su

hombro le molesta y no tiene la fuerza suficiente para tirar de la cuerda de

nuevo con eficacia.

―Iré con ustedes.

Los chicos intercambiaron una mirada.

―Aprendo r{pido―agregué, ignorando la ceja arqueada de Darren―. Soy

calmada, y más fuerte de lo que piensan. Estoy segura de que puedo agarrarle

el truco.

―No es eso―dijo Zeke vacilante―. Es solo que<no quiero meterte en

problemas con Jeb, hacerle cuestionarse su decisión de que te pudieras quedar

con nosotros.―Agito su pulgar al otro chico―. Dare me sigue a todas partes

como un cachorro perdido, así que espero eso de él. ―Esquivó un terrón de

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tierra lanzado a su cara―. Pero tú eres nueva y a él no le gustara si te alejas del

grupo. Es probablemente mejor si te quedas aquí por ahora. Lo siento.

Molesta, les fruncí el ceño a ambos, mi orgullo vampiro herido. Si supieras.

Podría derribar a un venado adulto antes de que ustedes se dieran cuenta de que está

ahí. Pero guarde mis opiniones para mí y me encogí de hombros.

―Si tú lo dices.

―Tal vez la próxima vez, ¿est{ bien?―ofreció Darren d{ndome un guiño―. Te

voy a mostrar cómo se hace. ―Me enfadé, pero Zeke agarró su arco y se puso

de pie.

―Mov{monos―dijo él, con un estiramiento―. Jeb no se ira sin mí, eso espero,

así que esto es sobre mi cabeza por si quiere castigar a alguien. La gente tiene

que comer, así le guste a él o no. Allison―agregó mientras se levantaba―, ¿le

dejaras saber a Jeb dónde estaremos? ―Me dio una amplia sonrisa―. Después

de que estemos a una buena distancia, claro. ¿Listo, Dare?

―Claro. ―Darren suspiró, lanzando el arco y el carcaj sobre su hombro―.

Hagamos ejercicio en un momento inútil.

Zeke rodó sus ojos y le dio un medio empujón al otro chico mientras se alejaba.

Darren giró hacia él, perdiendo el equilibrio mientras el otro lo esquivaba, lo

persiguió mientras Zeke trotaba para atrás, sonriendo. Vi sus esbeltas figuras

borrosas en la oscuridad, haciéndose más y más pequeñas, hasta que se hacían

invisibles en la maleza.

Entonces me abalancé al suelo, agarrando el arco adicional y su carcaj y me

volví hacia la otra dirección.

―¿Qué crees que est{s haciendo?

Suspiré y me giré para ver a Ruth plantada, dos tazones de comida de la noche

anterior sostenidas en sus manos, con un ceño desaprobador en su rostro.

―¿Escurriéndote, no es así?―demando, estrechando sus ojos―. A Jeb no le va

a gustar. ¿A dónde ibas?

―¿Por qué no vas e inventas algo?―dije, dando un paso al frente, satisfecha

cuando ella dio un paso atr{s―. Eso es lo que has estado haciendo todo este

tiempo, ¿no?―Ella se sonrojo, y mi sonrisa se amplió―. Me doy cuenta de que

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no hablas con Zeke o Jeb cuando propagas tus mentiras. Tienes miedo de que

noten la lengua viperina que tienes.

Ella lucía como si quisiera abofetearme, y una parte de mí esperaba que lo

hiciera. Apostaba a que no sería tan engreída cuando le faltara un diente. Por

un momento, ella luchó por controlarse, sujetando los tazones de estofado hasta

que sus delicados nudillos se pusieron blancos.

―No sé de qué est{s hablando―dijo finalmente, y yo resoplé. Echándole una

ojeada al arco en mi mano, ella hizo una mueca hacia mí y elevo su mentón―.

¿Piensas que traerás algo? ¿Qué es lo que sabes sobre cazar? Si crees que Zeke

notara tu patético intento de espectáculo, estas cometiendo un triste error.

―Sí, dispararle a un venado para que nadie deba pasar hambre es la ilusión de

una loca como la que hay en mí queriendo hacer un espect{culo. ―Rodé mis

ojos―. Qué brillante suposición. ¿Por qué no vas a decírsela a Jeb?

―No te hagas la lista―siseó Ruth de vuelta, la sutileza se había ido―. Piensas

que eres muy especial, solo porque provienes de una ciudad vampiro. ¿Piensas

que no lo veo? ¿Cómo duermes lejos de todos nosotros? ¿Cómo tratas de ser

misteriosa, no diciendo nada sobre el lugar del que provienes?―Curvo el labio,

odiosamente disgustada―. Solo quieres atención, la nuestras y la de Zeke.

Puedo ver a través de tu actuación.

Esta vez me reí de ella.

―Vaya, eres una arpía paranoica ¿no? ¿Sabe Zeke la absoluta perra que puedes

ser? ―Solté una risilla, y su rostro se sonrojo de un brillante carmesí―. Sabes,

no tengo tiempo para esto. Me divertí con tus teorías, propaga tu veneno

alrededor tanto como quieras. Haré algo útil ahora. Tal vez deberías intentarlo.

―Eres un monstruo, ¿me oyes? ―dijo Ruth cu{ndo le di la espalda―. Est{s

ocultando algo, y descubriré qué es.

Traté de que no me afectara mientras trotaba lejos del campamento, buscando

en el horizonte por una presa en movimiento. Traté de no pensar en regresar, y

acecharla en la esquina del campamento, arrastrarla mientras patea y se

retuerce en la noche, para desgarrarle la garganta. No era porque ella fuera

molesta, porque era realmente molesta. Esto era porque era una amenaza, y mis

instintos vampiros me animaban a matarla, para silenciarla antes de que me

expusiera.

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Traté de canalizar todos mis pensamientos de violencia y muerte en mi nueva

tarea, entusiasmada en cazar de nuevo. Encontré una manada de peludos

animales apiñados juntos en una cuenca superficial, pero decidí que eran

demasiado grandes para molestarse. No era que dudara que pudiera matarlos;

perdían suficiente sangre y morían como si nada. Pero si volvía al campamento

cargando sobre mi espalda a una de esas gigantes criaturas, podía levantar

sospechas.

En vez de eso, recorrí los pequeños montes hasta que encontré una manada de

pequeños venados, comiendo de un campo de hierba. Poniendo abajo el arco,

me moví sigilosamente entre la hierba, agachada, hasta que pude ver la ligera

elevación y caída en los lados, oliendo la sangre caliente en sus venas.

Esto sería muy rápido. El pequeño ciervo que había elegido ni siquiera sabía

que algo andaba mal hasta que estaba casi encima de él, y para entonces era

demasiado tarde. El resto de la manada se dispersó mientras me interponía en

medio de ellos, pero agarré al venado por sus cuernos mientras me embestía

con sus patas, girándole la cabeza, y rompiendo rápidamente su cuello,

muriendo instantáneamente.

Mientras caía al suelo, resistí la urgencia de hundir mis colmillos en su

garganta, sabiendo que la sangre del venado no haría nada por mí.

Levantándolo sobre mis hombros, caminé de regreso al lugar en donde deje mi

arco y flechas. Dejando caer el cadáver, tomé una flecha del carcaj y la clavé en

el cuerpo del venado, hundiéndola en sus costillas. Tal vez estaba siendo

paranoica, pero explicarle a alguien por qué el venado tenía un cuello roto y no

una flecha enterrada podía ser inoportuno.

Agarrándolo por los cuernos, empecé a arrastrarlo, cuando un familiar ruido

ligero flotando sobre la hierba, vino de las cercanías del camino.

Me congelé, dándome cuenta de dónde había escuchado ese sonido antes, dos

faros alumbraron el monte, mientras un rugido venía del otro lado. Mi

estómago se retorció, y mi sangre se congeló.

Zambullida en la hierba, observé las lentas y extrañas maquinas, entonces se

detuvieron a un lado del camino. Un hombre barbudo se balanceó en el

vehículo, apagando el motor y escupiendo sobre la hierba. Su compañero, un

pequeño humano, detuvo su máquina también. Por un momento, mi mente se

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puso en blanco, y tuve que resistir la urgencia de huir entre la oscuridad y no

mirar atrás.

No, esto no es posible. Los maté.

―Te alcanzo en un minuto―murmuró el humano alto, caminando con paso

vacilante a la esquina del pavimento. El otro hombre suspiró.

―¿Qué est{s haciendo, Ed?

―Estoy orinando. ¿Te parece bien?―El hombre barbudo se giró lejos de su

compañero, y un momento después hubo un sonido de agua cayendo a la

tierra.

Mirándolos fijamente, me hundí de alivio. No eran los mismos hombres. Este

humano tenía una desgreñada barba café, no amarilla, y era un poco ancho en

los hombros. Pero entonces vi algo, un tatuaje en su hombro derecho, una

sonrisa perruna, de dientes afilados y puntiagudos.

El mismo del de antes. El otro hombre murmuró algo, y se subió en el vehículo,

hurgando en el bolsillo de su chaqueta. Sacando una pequeña caja blanca, tomó

un cigarrillo con sus labios, iluminó la punta y se sentó de nuevo en el vehículo,

fumando perezosamente. Ed terminó de subirse la cremallera, giró y capturó la

caja cuando su amigo se la lanzó.

―¿Queda alguna cerveza?―preguntó, sacando un cigarrillo.

―Una.

―Bien, vamos por ella.

―Qué te jodan.

Los miré mientras mi mente corría. De mi experiencia personal, sabía que eran

hombres malos: violentos, armados y despiadados. Si se encontraban con el

resto del grupo<me dio un escalofrió.

Tenía que detenerlos. O volver para advertir a los otros. Pero, mientras estaba

allí viéndolos pasarse una lata plateada una y otra vez, sabía, aun con mi

velocidad al correr, que no tenía tiempo suficiente. Había visto lo rápidos que

eran esos vehículos. Ellos encontrarían al grupo antes de que yo los alcanzara.

Tenía que haber otra manera.

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Otra manera. Claro, allí estaba la decisión más obvia.

La opción que no podía dejar de pensar, no importaba cuánto tratara de

ignorarla.

¿Debería…matarlos? El pensamiento era tentador, y sentí mis colmillos alargarse

en respuesta. Podría matarlos, alimentarme de ellos, esconder sus cuerpos y sus

vehículos, y nadie lo sabría. ¿Quién podría encontrarlos, aquí en la oscuridad?

Pero mientras me acercaba poco a poco a los desprevenidos humanos, recordé a

los otros dos que encontré aislados en el camino como estos. Recordé sus gritos,

su terror, el pánico en sus caras. Recordé sus ojos vidriosos y sus cuerpos

flácidos, apreté mis puños.

No podía hacerlo. Estaba tratando de no ser un monstruo. Cada muerte, cada

vida tomada para saciar mi Hambre, me empujaba más cerca de mi demonio. Si

empezaba a matar indiscriminadamente, eso me tomaría por completo, y

entonces, ¿qué me detendría de acechar a Caleb o a Zeke en la oscuridad y

desgarrar sus gargantas?

Podría causar Tal daño suficiente a sus vehículos de alguna manera; rasgar sus

neumáticos o vaciar su combustible. Pero tenía que ser extremadamente

precavida, y aun con mis poderes vampiro, hacer eso era riesgoso. Y aunque me

las arreglara para lograrlo, ellos sabrían que alguien estuvo aquí y podrían ir en

busca de gente en esta área. Eso no sería bueno para el grupo. Gruñí de

frustración.

Maldición, debería haber algo que pudiera hacer. Algo que los detuviera, solo

lo suficiente para que pudiera volver al grupo a advertirles. Miré hacia arriba y

abajo del camino, buscando una solución, y me di cuenta, a lo lejos, un gran

árbol en la esquina del pavimento.

Separándome de los humanos, me di prisa hacia el árbol, encontré un grueso,

torcido y viejo tronco que lucía como si hubiera sido alcanzado por un rayo

demasiadas veces. Sus ramas eran torcidas y curvas, vacías de vida, y lucían

más muertas que vivas.

El rugido de los motores taladro el silencio de nuevo. Los hombres avanzaron

en sus vehículos, y mientras venían sus faros alumbraron el camino. Puse mi

hombro en el tronco y empujé, apoyando mi pie en la hierba y en la tierra,

empujando con toda mi fuerza. El terco árbol resistió un momento, y en ese

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momento con un frágil chasquido, el tronco se quebró y se vino abajo

lentamente al suelo, aterrizando a la mitad del camino.

El rugido de los vehículos se acercaba. Si ellos pasaban este bloqueo,

encontrarían al grupo primero y no tendría tiempo de alertar a nadie.

Maldiciendo, agarré las ramas y arrastré al viejo árbol al camino, esperando a

los hombres que aparecerían en cualquier momento. Luces brillantes en la

oscuridad, iluminaron al árbol, y me zambullí en la hierba.

―Oh<mierda.

Los vehículos patinaron hasta detenerse. Los hombres se bajaron, y uno camino

hacia el árbol, dándole una furiosa patada que hizo que las ramas se agitaran. El

otro se rasco la barba y le dio una mirada disgustada.

―Maldición―murmuró, mirando hacia la oscuridad―. ¿Piensas que podemos

rodearlo?

―Yo no pasaría mi moto a través de eso―gruñó el otro, apuñalando con un

dedo a través de la maleza y zarzas en el borde del camino, muy cerca de donde

estaba oculta―. La última vez me pinché una rueda, y fue un dolor en el trasero

poder arreglarla. Además, los otros vendrán muy pronto.

―Bien, entonces cierra la boca y ayúdame a mover esto del camino.

El otro inicio una secuencia de juramentos, pero empujó para poder arrastrar el

tronco. Deje a los hombres esforzándose con el árbol, y me moví con lentitud, y

tan pronto como pude, corrí a través de la hierba.

Eché a correr hacia el campamento, el cual estaba abarrotado, y a punto de

partir. Vi a Darren y a Zeke de pie cerca de Jebbadiah y Ruth. Darren tenía un

par de delgados conejos en una mano, mirando incómodo, mientras Zeke

estaba en una discusión con la chica. Todavía estaba demasiado lejos para que

me notaran, pero oía trozos de su conversación, a la deriva en el viento, y agucé

mi oído vampiro para escuchar.

―No me importa si su tienda est{ vacía―estaba diciendo Zeke, sosteniendo

ambas manos en un gesto de súplica―. Jeb, no podemos solo dejar a alguien

detrás. Lo juro, la vi antes de que Darren y yo saliéramos a cazar. Ruth, ¿estás

segura de que no la viste ir detrás de nosotros, o dejando el campamento?

Page 210: The immortal rules - Julie kagawa

210

―No―dijo Ruth en una voz que era casi preocupada―. Como dije, nadie la ha

visto desde anoche, y cuando me di cuenta de esto, fui a revisar su tienda.

Estaba vacía, y todas sus cosas se habían ido. ¿No crees que se fue para siempre,

verdad?

―De cualquier forma ―la voz de Jeb era cortante y fría―, no podemos esperar

por ella. Deje eso claro desde el principio. Si nos ha dejado, que así sea. Si

decidió pasar por alto las reglas, como ustedes dos lo hicieron anoche―fulminó

con la mirada a Zeke―, entonces es su decisión. Ella puede vivir o morir con las

consecuencias.

―Bueno, es bueno saber cu{l es mi posición ―dije, dando zancadas hacia el

circulo. Los cuatro humanos se giraron hacia mí.

―¡Allison! ―Zeke suspiró con alivio, pero Ruth me miraba como si se hubiera

tragado una araña―. Est{s de vuelta. ¿Dónde estabas? Est{bamos a punto de

irnos<

―¿Dej{ndome atr{s? Lo noté.―Mire a Jebbadiah, quien me miraba fijamente

sin emoción. Si él sentía ira o arrepentimiento de que hubiera oído su

conversación, no lo demostraba. Pero no podía pensar en eso ahora―.Jeb, vi

hombres en el camino, viniendo hacia nosotros. Montaban unas extrañas

bicicletas motorizadas y portaban armas.

―¿Bicicletas motorizadas? ―dijo Ruth, d{ndole a Zeke un ceño de sorpresa.

Jeb, de cualquier manera, lo entendió mucho más rápido.

―Motos, o motocicletas―dijo él gravemente, y Ruth jadeó. Rápidamente, Jeb se

giró hacia mí y Zeke―.Saquen a todos del camino―chasqueó, gir{ndose hacia

el grupo―.Necesitamos escondernos. ¡Ahora!

Tan pronto como dijo eso, el ligero gruñido de motores hizo eco en el camino, y

el brillo de los faros apareció a la distancia. La gente jadeó, y uno de los niños

gritó.

Rápidamente, Ruth, Zeke y yo movimos a todos lejos del pavimento, dándole la

espalda a la ondulante llanura. Agarré las latas olvidadas, envolturas y tazones

del suelo, arrojándolos en la hierba alta, haciendo mi mejor intento de cubrir las

pisadas que la gente dejaba detrás.

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211

Los motociclistas se acercaban, el rugido de los motores cortaba a través de la

noche. Salté detrás de un tronco, y me arrojé al suelo mientras los faros

alumbraban el lugar en donde el grupo había estado. Medio segundo después,

Zeke se me unió, saltando sobre el tronco y cayendo sobre su estómago cuando

los motociclistas aparecieron en la esquina.

Dimos un vistazo por encima del borde, viendo a los dos hombres cruzar en

sus extrañas maquinas. De nuevo, me sorprendió lo familiares que eran, cómo

eran demasiado parecidos a los dos humanos con los que me había encontrado

antes. Los dos hombres que había matado. Uno de ellos manejó derecho, pero

su compañero repentinamente se detuvo a lo largo del camino, apagando su

motor. El otro giró su máquina y regresó, alcanzando a su amigo antes de

apagar el motor, también.

―¿Qué estas mirando?―lo escuché gruñir. Aun a esta distancia, mi oído

vampiro escuchaba las palabras a la perfección. El otro hombre sacudió su

cabeza.

―No sé. Pienso que escuché algo. Un grito o algo, por ahí.

―Un conejo, probablemente. O un coyote. ―El otro hombre escupió en el

pavimento. En ese momento, tiró de una gran ametralladora de la funda de un

lado―. ¿Quieres dar unos pocos tiros para estar seguro?

Junto a mí, sentí que Zeke se tensaba, una mano yendo lentamente hacia su

arma, y yo puse mi mano sobre la suya. Sorprendido, miró hacia mí

rápidamente, y yo negué.

―No, no desperdicies las municiones. Probablemente no es nada. ―El

motociclista encendió el motor con un rugido, y pude capturar la última oración

de su conversación―. Jackal estar{ muy enojado si no logramos encontrarlos. Él

estaba seguro de que ellos estaban en algún lado de este tramo.

Jackal. ¿Dónde había oído ese nombre antes? Eso fue instantáneamente familiar;

sabía que había escuchado eso en algún lugar. El recuerdo me golpeo en ese

momento, los otros motociclistas que había encontrado en el camino. El hombre

muerto lo había susurrado, justo antes de morir.

Jackal… se habría reído.

Page 212: The immortal rules - Julie kagawa

212

Sentí un escalofrió subiendo por mi columna. Esto no podía ser una

coincidencia. Los tatuajes, las motocicletas, los motociclistas que había

encontrado antes. Había algo en este grupo que yo no sabía. Alguien no me

estaba diciendo algo.

―No es nuestra culpa que ellos no estén aquí. ―El otro motociclista se encogió

de hombros―. No hay nada aquí. Y me estoy cansando de buscar fantasmas.

―Derrek y Royce obviamente iban tras algo. A menos que pienses que solo se

fueron dejando por ahí sus motocicletas.

El otro dijo algo, pero la réplica fue ahogada por el rugido del motor, mientras

los dos hombres se alejaban por el camino. Los vi retirarse, hasta que el ruido

de la motocicleta se perdió en la distancia, las luces desaparecieron, y todo

estaba tranquilo una vez más.

Lentamente, el grupo salió de su escondite, como si estuvieran aterrorizados de

hacer algún ruido.

―-¡Est{ bien!―La voz de Jeb cortó a través de la incertidumbre―. ¡Escuchen!

Ya no es seguro usar los caminos. Desde ahora, evitaremos los tramos

principales. Y quiero doblar los guardias en cada turno. Zeke, estarás a cargo de

esto.

―Sí, señor.

―Seguimos teniendo suficiente para cubrir esta noche, así que muévanse,

gente. ―Y Jeb empezó a caminar a través de la ola de hierba, mientras los

demás en línea lo seguían.

Zigzagueé hasta encontrar un lugar junto a Jebbadiah, quien marchaba adelante

sin mirarme.

―¿Qué fue eso?―le pregunté. Él continúo ignorándome, pero no iba a permitir

que se librara―. Conocías a esos hombres―continúe en voz baja―. ¿Quiénes

son? ¿Por qué están detrás de ti?

―Te metes en cosas de las que no sabes nada.

―Bueno, sí. Ese es el por qué estoy preguntando. Si voy a ayudar a tu gente,

quiero saber a lo que me estoy enfrentando.

Page 213: The immortal rules - Julie kagawa

213

―No necesitamos tu ayuda―dijo Jeb glacialmente―. No pedimos tu ayuda.

Este grupo ha ido al infierno y regresado, y han sobrevivido este tiempo porque

no cuestionan a los responsables por su seguridad.

―Tal vez deberían―dije, y Jeb me fijo con una inflexible mirada.

―No sacudas ese bote, Allison ―advirtió, levantando un largo, huesudo dedo

frente a mi rostro. Me di cuenta de que podría romperlo tan fácilmente como a

una ramita―. Est{s aquí porque lo permito, porque no abandono a nadie en

necesidad, pero no eres parte de esta familia. He llegado desde muy lejos, y

hemos atravesado muchas cosas, para que alguien como tú venga a poner en

peligro eso. Ya has demostrado tu total desprecio por nuestra manera de vivir.

No vendrás y cuestionaras mi autoridad. Y no vendrás a hacer preguntas sobre

cosas que no entiendes. ―Giró su rostro hacia adelante de nuevo, apresurando

el paso así que empezó a dejarme atr{s―. Si eres infeliz con mi modo de hacer

las cosas, eres libre de irte―dijo sin mirar atr{s―. Pero si deseas continuar con

este grupo, debes aceptar y obedecer las reglas, como todos los demás.

Miré con furia hacia él, quedándome atrás con el resto de la manada. Las reglas.

Había escuchado eso antes. No hagas preguntas. No atraigas la atención.

Mantén tu cabeza baja y tu boca cerrada. Excepto que no era una seguidora sin

mente, particularmente con reglas que no tenían sentido. Si la octava maravilla

de Jebbadiah no me daba respuestas, tendría que obtenerlas de alguien más.

Casualmente, me retrasé, dejando pasar a los demás, hasta que quede junto a

Zeke, en la parte trasera. Él me dio una mirada recelosa, como si supiera que

estaba a punto de preguntarle algo incómodo.

―Hola―dije, él cabeceo pero no dijo nada, como si esperara por las inevitables

preguntas.

Probablemente me vio hablando con Jeb y supo que no había obtenido las

respuestas que quería. Amigable, y modesto como era, Zeke no era estúpido.

―Escucha―solté, mirando a lo lejos―. Yo<uh<quería hablar contigo. No

tuve oportunidad antes de la cosa de los motociclistas, así que<gracias.

Sentí su gesto de sorpresa.

―¿Por qué?

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214

―No me dejaste atr{s―continúe, mirando fijamente el horizonte, viendo un

rebaño de esos peludos animales moviéndose con torpeza a través de las

montañas―. Escuché lo que les decías a Jeb y a Ruth, m{s temprano. Gracias

por<esperar por mí. Nadie nunca había hecho eso antes. ―Me quedé en

silencio, avergonzada.

Zeke suspiro.

―Jeb no es<la persona< m{s f{cil de comprender ―admitió, y resistí la

urgencia de resoplar―. Quiere proteger a todos, pero sabe que nos est{

llevando a través de territorio peligroso, y no todos lo lograran. Vio a varios de

nosotros<morir, tratando de llegar a Eden. Fuimos un grupo mucho más

grande, una vez. ―Él vacilo, tomando un r{pido aliento.

Me pregunté cuánto había visto, la cantidad de amigos que vio morir.

―Jeb solo está preocupado de alcanzar Eden con todos los que pueda. ―Zeke

me miró fijamente, sin remordimientos―. Si eso significa dejar a uno atrás para

salvar al resto, es un sacrificio que está dispuesto a hacer. Sus convicciones son

mucho más fuertes que las mías, y algunas veces olvido eso.

―¿Lo est{s defendiendo porque permite que gente muera, dej{ndolos atr{s?

―Algunas veces, para salvar a la mayoría, debes sacrificar a unos pocos.

―Miró a lo lejos en ese momento, una amarga sonrisa cruzando su rostro―. Jeb

me dice que soy muy suave, y mi testarudez es lo que no me permite ser un

verdadero líder. No, no quiero que nadie muera, que lo dejemos atrás, pero esa

debilidad puede hacer que el resto del grupo muera.

―Zeke<―Quería decirle que eso era un engaño, que Jebbadiah era un frío,

irracional, bastardo sin corazón, pero no podía. Porque de una triste, retorcida

manera, estaba de acuerdo con él. Creciendo en el Fringe, llegas a aceptar la

dura realidad. Nada era justo. El mundo era frío, despiadado, y la gente moría.

Esta era solo la manera en que las cosas eran. No me gustaba, pero el

razonamiento del anciano era justificable.

Aunque todavía seguía creyendo que era un completo bastardo.

―De cualquier manera<―Zeke se encogió de hombros, d{ndome una

pequeña, incomoda sonrisa―. Eres bienvenida. Y estoy contento de que

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215

regresaras. Fue una buena cosa, también, que nos hiciste dejar la carretera a

tiempo. Gracias por eso.

―Claro. ―Hice una pausa, mordiendo mi labio. Ahora se veía como un buen

momento, pero me di cuenta de que no sabía cómo traer el tema. Opté por mi

usual forma de aproximarme―. Zeke... ¿quién es Jackal?

Zeke dio un traspié, me dio una mirada sorprendida, sus ojos azules

estrechándose. Sabía que tenía algo y me di prisa.

―El hombre dijo que estaba buscando a alguien. Eres tú, ¿no es así? O el

grupo.―Cabeceé hacia la gente caminando por delante de nosotros―. ¿Quién

es él y que es lo que quiere de ti?

Zeke tomó un profundo aliento, soltándolo lentamente. Caminando más lento

para quedar atrás, le dio al grupo una mirada recelosa, sus ojos deteniéndose en

Jebbadiah.

―Ninguno de ellos puede saber sobre esto―murmuró, mientras me rezagaba

para quedar junto a él―. Ellos no saben quién es Jackal, y es mejor que no lo

sepan. Soy el único, junto a Jebbadiah, que sabe algo sobre él, así que no puedes

mencionar su nombre a nadie, ¿est{ bien?―Cerró sus ojos―. Y por favor no le

digas a Jebbadiah lo que te voy a decir.

Asentí.

―¿Por qué el gran secreto?―pregunté, ceñuda―. ¿Quién es ese Jackal de todos

modos?

―Él es un vampiro―replicó Zeke, y mi estómago se contrajo―. Un muy

poderoso vampiro. Tiene a todo un grupo de matones por todo el país,

buscándonos. Los otros piensan que tan solo nos encontramos con pandillas al

azar que quieren lastimarnos. Ellos están aterrorizados lo suficiente sin saber lo

que es. Pero Jackal es su rey, y ha estado tras nuestro rastro por un par de años

hasta ahora.

―¿Por qué?

―Odia a Jeb―me explicó Zeke, encogiéndose de hombros―. Jeb estuvo cerca

de matarlo, una vez, y él nunca lo olvido. Así que, lo caza por venganza, pero

nos matara a todos si llega a encontrarnos.

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Eso no tenía mucho sentido.

―Así, que, ¿me estás diciendo que este rey vampiro envió su ejército de

matones por todo el país, buscando a una persona que puede estar en cualquier

parte, solo porque le tiene resentimiento?

Zeke miró hacia lo lejos. Estreché mis ojos.

―¿Qué no me est{s diciendo?

―No puedo decirlo.―Zeke miró hacia atr{s, con ojos de súplica―. Le prometí

a Jeb que no se lo diría a nadie. No romperé esa promesa. No importa lo que

digas. Lo siento.

Le creí, lo que era extraño. Nunca conocí a una persona que no pudiera ser

corruptible, persuadida o sobornable, pero Zeke se veía del tipo que, una vez

hacia una promesa, llevaba esos secretos a la tumba. Aunque era frustrante

estar en la oscuridad. Especialmente si la oscuridad tenía a un poderosos rey

vampiro al acecho acercándose.

Pensé en busca de otro tema, otra manera de extraer esos cuidadosamente

guardados secretos, pero algo más que él dijo capturo mi atención.

―Espera un minuto―murmuré, ceñuda hacia él―. ¿Has estado buscando Eden

por un par de años?

―Creo que< ―Zeke paro un momento, con el ceño fruncido―< que este

verano va a ser nuestro tercer año. ¿O es el cuarto? ―Elevo un esbelto

hombro―. Es difícil seguir la cuenta, de cualquier manera.

―¿Y siguen pensando que Eden está ahí afuera?

―Tiene que estar―dijo Zeke con una apasionada voz―. Si no lo est{, todas las

vidas que perdimos, la gente que puso su confianza en nosotros, habrá sido por

nada. ―Su rostro se nublo de dolor, antes de quit{rselo de encima, estrechó sus

ojos con determinación―. Cada año, estamos m{s cerca―dijo―. Cada lugar al

que vamos y no es allí, es solo un paso más para encontrarlo. Jackal y su banda,

están allí afuera, buscándonos. Pero no nos encontraran. Hemos llegado muy

lejos como para detenernos ahora. Tenemos que mantener viva la fe de todos. Si

saben que hay un vampiro cazándonos, perderán la esperanza. Y algunas veces,

la esperanza es lo único que tenemos para atravesar el día.

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Él sonaba muy cansado, y repentinamente pude ver la terrible carga que

llevaba, el peso de la responsabilidad iba más allá de los años. Recordé la

manera en que sus ojos se volvieron oscuros cuando pregunté por qué el grupo

viajaba de noche, la mirada en su rostro era como si recordara algo terrible.

La muerte lo había marcado, las vidas perdidas pesaban sobre él; podría decir

que recordaba todas y cada una.

―¿Qué paso?―pregunté―. Dijiste que viajan en la noche por una razón. ¿Cu{l

es?

Él cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, parecía una persona diferente; la

oscuridad en su rostro lo transformaba en alguien mucho más viejo.

―Al principio―dijo, sus ojos oscuros y lejanos―, yo era el único huérfano en el

grupo. Éramos muchos más antes, y estábamos seguros de que encontraríamos

Eden antes de invierno. Jeb estaba seguro de que estaba a lo largo de la costa

oeste. Cuando partimos, nadie pensó que podríamos viajar por más de un año.

―Sacudió su cabeza, apartando el flequillo de sus ojos―. Primero, viajamos

durante el día, cuando los monstruos estaban durmiendo. En la noche,

esperábamos un par de horas después de la caída del sol antes de acampar,

para asegurarnos de que no había Rabiosos en el área. Pensábamos que los

Rabiosos venían justo en la caída del sol, y que si esperábamos una hora o dos,

estaríamos a salvo. ―Su voz flaqueo, y sacudió su cabeza―. Est{bamos

equivocados. Los Rabiosos< los Rabiosos se levantan cuando quieren hacerlo.

Zeke se detuvo, tomando un silencioso aliento.

―Una noche―continuó en voz baja―, hicimos el campamento, sobre una hora

después del anochecer. Estábamos en la cima de una colina cubierta de hierba,

sin árboles, sin maleza, sin lugares para que los Rabiosos se ocultaran o se

acercaran sigilosamente a nosotros. Pusimos centinelas alrededor del perímetro,

como lo hacíamos normalmente, y fuimos a dormir.

»Me levanté gritando ―murmuró Zeke, mirando fijamente algo en la distancia,

su voz oscura y triste―. Ellos salieron del suelo, de la tierra bajo nuestras

tiendas. Sin advertencia, nada. Solo estaban repentinamente allí. No tuvimos

oportunidad.

Temblé de compasión. Podía ver a los Rabiosos salir del suelo, justo en medio

del campamento de los indefensos durmientes.

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218

―Lo siento―le dije, apreciando cuán débil sonaba.

―M{s de la mitad del grupo se perdió ―continuó Zeke, como si no me

escuchara―. Podríamos haber muerto todos si Jeb no hubiera estado allí. Me

congelé, no podía moverme, ni siquiera para ayudar a los otros. A través de

todo el caos, él se encargó de mantener al resto de nosotros juntos para así

poder escapar. Pero dejamos a demasiados detrás. El esposo de Dorothy, los

padres de Caleb y Ruth. ―Se detuvo, su rostro contraído y tenso―. Prometí

que no perdería a nadie así ―murmuró―. Nunca m{s.

―Eras un niño. ―Nos habíamos desplazado m{s cerca, de alguna manera,

nuestros hombros apenas se tocaban mientras camin{bamos lado a lado―. Jeb

no puede esperar que los enfrentes a todos solo.

―Tal vez. ―Él no sonaba convencido y continuó caminando con su cabeza

baja, mirando sus pies―. Pero ese es el por qué no podemos parar. Aun si hay

un vampiro afuera que nos quiere muertos. Aun< si no hay Eden. ―Se

estremeció―. Tenemos que continuar. Todos cuentan con nosotros para

sacarlos de aquí, y no voy a desistir. Todo lo que nos queda es nuestra fe. ―Su

voz decaía mientras miraba hacia el horizonte―. Y a veces, me pregunto si eso

será suficiente.

―¡Zeke!

Ruth vino dando saltitos hacia nosotros, sonriendo radiantemente, una delgada

taza agarrada fuertemente en una mano.

―Aquí―dijo, metiéndose entre Zeke y yo, sosteniendo la taza hacia él―.

Guardé un poco de café para ti. No es mucho, pero está caliente.

―Gracias. ―Zeke le dio una sonrisa cansada mientras tomaba la taza, y ella

sonriendo, me ignoró. Miré hacia su espalda, a la pálida expansión de su cuello,

y tuve una fantasía sobre enterrar mis dientes en su delicada piel blanca.

―Por cierto ―continuó ella, gir{ndose hacia mí con inocentes ojos―. ¿Por qué

hay un gran agujero en el suelo de tu tienda? Luce como si a propósito hubieras

hecho un agujero con un cuchillo. ¿Qué estás haciendo allí, matando animales?

Zeke me miró, alzando una ceja desconcertado. Alarma titileo, pero me forcé a

estar calmada.

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―No< Eso<debe ser un agujero que ya estaba ―dije, pensando r{pido―.

Tengo pesadillas a veces, y lo pude haber rasgado mientras me agitaba

alrededor.

Zeke asintió y dio un sorbo a su café, pero Ruth estrechó su mirada, los labios

fruncidos en sospecha. No me creía. Un gruñido se elevó en mi garganta, y tuve

que tragar, yendo a la defensiva para distraerla.

―Adem{s, ¿porque estas husmeando en mis cosas?―Devolví, mirando con

furia hacia ella―. ¿Buscando algo en particular? No tengo nada que puedas

robar.

La boca de Ruth cayó abierta, su delicado rostro contorsionado de furia.

―¿Robar? Como te atreves. Yo no robo.

―Est{ bien―dije, sonriendo con suficiencia hacia ella―. Porque, a veces mato

cosas en mis sueños. Particularmente si se meten en mi tienda sin anunciarse en

medio del día. Viniendo de una ciudad vampiro, apuñalar primero, preguntar

después.

Ella palideció y se encogió contra Zeke, quien me dio una mirada de suave

preocupación, inseguro de cómo manejar una riña femenina.

―Fenómeno―murmuró Ruth y me dio la espalda en evidente rechazo―. En

cualquier caso, Zeke, quiero preguntarte sobre las raciones del campamento.

Estamos extremadamente bajos, ¿qué quieres que haga esta noche y mañana?

Él me dio una mirada de disculpa, rodé mis ojos y caminé lejos, dejándolos para

que hablaran, y era obvio que Ruth no iba a permitirme tener otras palabras con

Zeke. No era que ella pudiera detenerme; no tenía problemas estando donde

estaba, solo por fastidiarla. Pero mirándola con Zeke, escuchando su corazón

latir rápido a poca distancia, su pulso corriendo salvajemente por su cuello,

sentí, por primera vez desde esa la solitaria vez en el camino, el primer estimulo

de Hambre.

Y sabía que tendría que elegir a alguno de ellos, muy pronto.

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220

C A P Í T U L O 13

Traducido por Princesa de la Luna

Corregido por Moonse

―Hay algo extraño en ella―murmuró Ruth.

Abrí los ojos cuando la voz malhumorada de Ruth derivó hacia mí a través de

la tela de la tienda. Según mi reloj interno, el sol acababa de bajar, aunque en el

cielo había todavía luz. Podía oír al grupo moverse fuera, ya estaba lista para

salir, pero me quedé allí por un momento, recogiendo los pedazos de la

conversación, escuchando las voces que se oían a través de las paredes.

―¿No crees que es extraño? ―continuó Ruth, con voz seria―. ¿Que apareciese

en medio de la noche y sólo, por casualidad, se encontrase con Zeke y Caleb?

¿Qué sabemos de ella? ¿Por qué estaba dando vueltas por la noche? Zeke nunca

dijo nada de eso. ¿Cómo pudo sobrevivir todo ese tiempo a solas?

Sentí una punzada de aprensión. La chica estúpida todavía estaba en ello. Un

gruñido se elevó a mi garganta y tuve que dejar de fantasear con arrastrarla

hacia el bosque.

―Creo que está ocultando algo―continuó Ruth―. Lo que es peor, creo que es

peligrosa. Si venía de una ciudad vampiro, podría ser cualquier cosa. Podría ser

una ladrona o una asesina. No me sorprendería si ha matado a alguien antes.

Me di la vuelta y salí de la tienda, dando un paso hacia afuera. En el pozo de

fuego, Ruth se quedó en silencio, pero yo podía verla mirándome por encima

de la cabeza de Teresa. La anciana parecía despreocupada, vertiendo sopa en

los tazones, pero Mateo y Bethany se giraron a mirarme por encima del

hombro, sus ojos muy abiertos.

Controlando mi ira, vi a Zeke y Darren de pie a unos pocos metros de distancia,

hablando con el marido de Teresa, Silas. El viejo señalaba con una mano seca al

cielo y los chicos estaban asintiendo con la cabeza solemnemente como si todo

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221

tuviera sentido. Curiosa, me dirigí en esa dirección, tratando de ignorar los

susurros detrás de mí.

―¿Estás seguro de eso, viejo? ―dijo Darren cuando me acerqué.

Zeke me sonrió y asintió con la cabeza y mi estómago hormigueó. Silas resopló

a través de su barba blanca y miró a Darren.

―Mi codo no se equivoca nunca―anunció, moviendo sus cejas erizadas―. Sólo

duele así cuando viene una tormenta. Teniendo en cuenta que se siente como si

estuviera a punto de caer, yo diría que hay una grande en el horizonte.

El horizonte estaba despejado. Las primeras estrellas brillaban sobre los árboles

y el cielo se volvía de un profundo azul marino. Pude ver por qué Darren era

escéptico, pero Zeke estudiaba el cielo como si pudiese ver la tormenta que se

acercaba.

―Bien―murmuró él, cuando una repentina ráfaga de viento le sacudió el

cabello―. Han pasado unos días desde que cruzamos esa corriente. El agua se

está agotando...esto llegará en un buen momento.

―¿Vamos a parar? ―le pregunté. Darren resopló.

―No―respondió Zeke, ignorando a su amigo―. Si no se vuelve

verdaderamente peligroso, Jeb querrá avanzar a través de la tormenta. A los

Rabiosos les gusta cazar durante el mal tiempo. No se les puede escuchar llegar

hasta que los tienes encima de ti. No es seguro quedarse durante las tormentas.

Me acordé de otra tormenta, mirando a los Rabiosos por todas partes a través

de la lluvia y me estremecí.

―Si la lluvia llega―dudo Darren, por lo que Silas frunció el ceño―. Pero

supongo que la muerte por un rayo es mejor que la muerte por Rabiosos. Por lo

menos no los veré venir.

―Bueno, en todo caso, finalmente puedes tomar una ducha―replicó Zeke―.

No me extraña que no le pueda disparar a cualquier cosa, pueden oler el hedor

que viene desde un kilómetro de distancia.

Darren casualmente le dio la vuelta al dedo. Zeke se limitó a reír.

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222

Fiel a la predicción de Silas, unas nubes oscuras pronto se elevaron en el

horizonte, bloqueando la luna y las estrellas, y el viento aumentó rápidamente.

Rayos parpadean, hebras blancas misteriosas que serpenteaban a través de las

nubes y el trueno retumbaba una respuesta.

Empezó a llover, gotas torrenciales que azotaron a las caras y la piel expuesta,

empapando todo. Los humanos caminando a paso de tortuga, las cabezas

inclinadas y los hombros encorvados contra el viento. Me quedé atrás,

observando a los rezagados, no quería que nadie viera que la lluvia no me

molestaba, el frío no me ponía la piel de gallina, y el viento no me hacía

temblar. La tierra se convirtió rápidamente en un pantano, y vi como Zeke y

Caleb sacaron a Bethany del barro, a veces la levantaban sobre su espalda

cuando era demasiado profunda.

Los niños estaban temblando, y Bethany comenzó a llorar cuando cayó en un

charco que casi se tragó su cuerpo, pero Jeb ni siquiera redujo la velocidad. La

lluvia continuaba. Unas horas antes del amanecer, un nuevo sonido comenzó a

penetrar en el silbido constante de la lluvia. Era un rugido, débil al principio,

pero cada vez más fuerte y más fuerte, hasta que el terreno se hizo inclinado, y

nos paramos en la orilla de un oscuro, y bravo río. Jebbadiah se situó en el

borde, con los brazos cruzados y los labios apretados mientras miraba al río con

molestia. Se volvió y le hizo señas a Zeke, se adelantó para escuchar sus voces a

través del rugido del agua.

―Toma la cuerda ―ordenó Jeb, señalando el paquete de Zeke.

―¿Señor?

Jeb frunció el ceño y se dio la vuelta, observando el río.

―Que todo el mundo esté listo para moverse. Vamos a atravesarlo ahora.

Me acerqué. Zeke vaciló, mirando el agua con preocupación.

―¿No crees que deberíamos parar por la noche? ―preguntó― ¿Podríamos

esperar a que el agua baje un poco? El curso actual es probablemente

demasiado fuerte para los niños.

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223

―Entonces que alguien los ayude. ―La voz de Jeb fue despiadada―. Tenemos

que estar en el otro lado, esta noche.

―Señor<

―Ezequiel ―interrumpió Jeb, volviéndose a mirarlo―. No me hagas repetirlo.

―Zeke vio su mirada por un momento, luego desvió la mirada.

―Asegúrate de que todo el mundo está listo pronto ―dijo Jebbadiah con voz

de mando que me dieron ganas de pegarle en la mandíbula―. Una vez que

estemos en el otro lado del río, podemos descansar. Pero queremos seguridad

antes de relajarnos.

Zeke asintió a regañadientes.

―Sí, señor.

Retrocedió, haciendo poco caso de su carga, mientras Jeb giró y contempló el

agua otra vez. Su mirada se detuvo en alguna cosa que no podía ver, algo por el

borde del agua, con su boca fina apretada. Esperé a que caminase hacia el

grupo, donde Zeke y Darren fueron desentrañando rollos de cuerda, antes de

apresurarme a la orilla del río y mirar hacia abajo. El agua se precipitaba a una

velocidad vertiginosa, oscura y enojada. Me pregunté en qué estaba pensando

Jeb, ¿era realmente tan frío y sin corazón para seguir adelante a través de eso?

¿Especialmente cuando había niños en el grupo?

Relámpagos parpadeaban y el resplandor repentino brillo en los ojos blancos

muertos.

Sacudiéndome alrededor, miré abajo, en una roca que se encontraba cerca de la

orilla del agua. Pero pude ver que no era una roca, sino una de esas criaturas

con enormes cuernos que vagaban por las llanuras en grandes manadas. Éste,

hinchado y evidentemente muerto, estaba acostado sobre su lado frente a mí,

pero sus labios se retiraron en una mueca extraña, y sus enormes ojos blancos

sobresalían de sus órbitas. El viento cambió, y atrapé el inconfundible hedor de

la decadencia y la maldad sobre el agua.

Mis tripas se retorcieron, y me apresuré a ayudar a Darren y Zeke, con los

nudos de las cuerdas. Así que, Jeb no estaba siendo un bastardo, después de todo. Es

bueno saberlo. Aunque me pregunté por qué no le dijo al menos a Zeke que

podría haber Rabiosos en la zona. Eso podría haber sido importante para que

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supiera el segundo al mando. Tal vez no quería difundir el pánico en el resto

del grupo. O tal vez no tenía ganas de explicar las órdenes. Pero al menos su

razonamiento para llegar al otro lado del río tenía sentido ahora.

Los Rabiosos tienen miedo de las aguas profundas o rápidas, le había dicho Kanin en

el hospital. Nadie sabe por qué, no es como si pudieran ahogarse. Tal vez no entienden

por qué la tierra no les sostiene por más tiempo. O tal vez tienen miedo de algo que es

más poderoso que ellos. Pero desde que se crearon, no se acercan a aguas profundas.

Recuerda esto, porque podría salvar tu vida un día.

Vi a Zeke, llevando la cuerda, paso por el barro hacia un grueso árbol cerca de

la orilla del río, y volvió.

―¿Cómo conseguiremos atravesar?―le pregunté a Zeke, que estaba ocupado

atando un extremo de la cuerda alrededor del tronco antes de hacer un nudo

con fuerza. Él me dio una sonrisa triste y levantó el resto de la cuerda.

―Nos aferramos para salvar la vida.

―¿Cómo?―le pregunté, mirando el tronco―. La cuerda está en este lado del

río. No nos va a ayudar a menos que cruce a la otra orilla.

―Así es.―Zeke suspiró y comenzó a atar el otro extremo alrededor de su

cintura. Lo miré, asustada, y él hizo una mueca―. Por lo menos ya estoy

mojado esta vez.

Miré a la formación de espuma, el agua rápida y sacudí la cabeza.

―¿No es eso un poco... peligroso?

―Así es. ―Zeke levantó la vista, para mirarme a los ojos―. Jake no puede

nadar, y no voy a pedir a Darren que corra el riesgo. O cualquiera, para el caso.

Tengo que ser yo.

Antes de que pudiera responder, se quitó las botas y la chaqueta, colocándolos

cuidadosamente en la parte superior de la cuesta. Luego, con cuidado, se

deslizó por la orilla, resbalando un poco en el barro, y se acercó al río.

Una breve pausa mientras miraba hacia arriba y abajo de la orilla,

contemplando el río, se sumergió en las aguas espumeantes.

La corriente lo atrapó de inmediato, pero se dirigió a la otra orilla, nadando

tercamente contra la corriente. Vi su forma pálida, moviéndose a lo largo de la

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superficie, a veces dejándose arrastrar hacia abajo. Cada vez que desaparecía

me mordía la mejilla y apretaba los puños hasta que su cabeza salía a la

superficie una vez más. Era un buen nadador de gran alcance, pero aun así

había momentos de tensión, sin aliento antes de que surgiera, jadeante, en el

otro lado. El resto del grupo aplaudió, Zeke tropezó con un árbol, ató la cuerda

alrededor del tronco, y luego se dejó caer pesadamente en el barro, al parecer,

agotado.

Sin embargo, se obligó a levantarse, cuando el resto del grupo comenzó a

cruzar, parándose en la orilla para ayudar a los demás. Me quedé atrás,

observando, como Ruth cruzaba en primer lugar, probablemente ansiosa por

conseguir llegar donde Zeke, después Silas y Teresa se abrieron paso lento y

laboriosamente avanzando poco a poco, sus dedos arrugados agarrando la

cuerda con fuerza. Luego Darren se volvió hacia mí.

―Tu turno, Allison―dijo él, tendiéndome una mano. Miré donde los tres niños,

Caleb, Bethany y Mateo, estaban en la orilla, acurrucados bajo la lluvia.

―¿Qué pasa con ellos?

―Zeke volverá a ayudar―dijo Darren―. Tomará a Bethany o Caleb, voy a

agarrar el otro, y Jake le ayudará a Matthew. No te preocupes, no es que se trate

de nuestro primer cruce. Estaré justo detrás de ti. ―Volvió a sonreír y me hizo

señas hacia adelante―.Por supuesto, si necesitas ayuda, te llevo con gusto al

otro lado.

―No, gracias. ―Ignoré la mano y me dirigí hacia abajo, a la cuerda―. Creo que

puedo manejarlo yo misma.

El agua me sorprendió. No la temperatura, el frío no me molesta, por supuesto,

pero la fuerza del agua cuando intentaba cruzar era impresionante. Si fuera

humano, alguien que no nadara muy bien, podría haber estado asustada.

El agua no era muy profunda, y sólo llegaba hasta mi pecho, pero la corriente se

oponía a cada paso del camino. En alguna parte detrás de mí, Darren gritó para

seguir adelante, con la voz casi apagada en el rugido del río. Miré hacia atrás.

Tímida, Bethany se aferró a su espalda con los brazos alrededor de su cuello,

con los ojos fuertemente cerrados.

Cuando me volví a mirarlos, algo grande se precipitó contra nosotros sobre el

agua, un tronco de árbol roto, rebotando en las olas. Le grité a Darren, pero el

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árbol se movía rápido, y mi advertencia llegó demasiado tarde. El tronco se

estrelló contra él, alejándole de la cuerda y desapareció en las olas. Bethany

gritó una vez antes de ser arrastrada, perdiéndose de vista.

No pensé. Sólo actué. Solté la cuerda, me zambullí en el agua. La corriente me

engullía, arrastrándome a lo largo como una muñeca de trapo. Se resistió a mis

intentos de subir a la superficie y me revolcó hacia abajo, hasta que era difícil

saber dónde estaba. Por unos momentos, me entró el pánico... hasta que me di

cuenta de que el río no podía hacerme daño. Yo no respiraba, no estaba en

peligro de ahogarme. Una vez que dejé de luchar contra la corriente, fue mucho

más fácil.

El río me llevó a lo largo, y me dejó en la parte superior de las enturbiadas olas,

en busca de Bethany y Darren. Conseguí ver en una fracción de segundo un

vestido azul y me lancé en esa dirección.

Fueron varios minutos antes de que pudiera agarrar a la muchacha y

arrastrarla, luchando por mantener su pálida y pequeña cara fuera del agua.

Planté los pies en el fondo del río, sintiendo las corrientes jalando en mis

piernas mientras me preparé, golpeando en la orilla.

Tambaleándome en la orilla, puse a Bethany sobre la espalda y me dejé caer a

su lado, estudiando ansiosamente su rostro en busca de signos de vida. La

muchacha parecía totalmente ahogada, los ojos cerrados, la boca ligeramente

abierta, el cabello rubio enredado y en la cara. No parecía estar respirando. Puse

una oreja en su pecho, por un instante, preparándome para escuchar sólo un

hueco vacío.

Estaba allí. Débil, pero latiendo. Aún con vida.

Me senté, mordiéndome el labio mientras miraba a la chica inmóvil. Tuve un

indicio de lo que se suponía que debía hacer, atrás en el Fringe, había visto

cuando un niño fue sacado de un alcantarillado. Su salvador había intentado

reanimarlo, soplando en su boca y bombeando en el pecho, mientras que la

multitud miraba. Por desgracia, el muchacho no pudo reanimarlo, y su madre

había llevado a casa un cuerpo inerte. No podía dejar de preguntarme si

Bethany iba a compartir el mismo destino.

Bueno, ciertamente amenos que hagas algo, Allison.

―Maldita sea―murmuré, abriendo suavemente la boca de la muchacha,

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pellizcando su nariz tapada―. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo aquí

―le advertí, antes de bajar mi boca a la suya. Tuve que volver a tomar una

respiración profunda, aspirando aire, soltándola lentamente entre los labios de

la muchacha.

Lo hice cinco o seis veces, soplando en la muchacha, sintiendo como su

estómago se expandía y contraía con cada respiración. Bethany permaneció

inerte, no respondía. Me pregunté si no debería empujar su pecho, como había

visto hacer al hombre con el niño, pero decidí no hacerlo. Todavía no conozco

mi propia fuerza, y la última cosa que quiero hacer era romper una costilla por

error. Esto hizo que se me revolviera el estómago sólo de pensar en ello.

Por el séptimo soplo, estaba a punto de darme por vencida, cuando Bethany de

repente se atragantó, y empezó a toser, arrojando agua del río por la boca y la

nariz. Aliviada, me eché hacia atrás mientras ella luchaba por sentarse, se

inclinó y vomitó agua y el barro en la hierba.

Temblando, me miró, su pequeño cuerpo tenso.

―Relájate―le dije, recordando los ojos abiertos y miradas temerosas que me

había dado cada vez que pasaba por allí. Ruth está hablando, probablemente―.

Te caíste en el río, pero ahora estás a salvo. Podemos ir a buscar a los otros<

Bethany se lanzó hacia delante, lanzando sus brazos alrededor de mi cuello,

enterrando su cara en mi hombro. Me quedé inmóvil por un segundo,

sorprendida e incómoda, sin saber qué hacer.

Ella murmuró algo incoherente, y se presionó más contra mí, acurrucándose y

su pequeño cuello justo ahí, a centímetros de mi mejilla. Estábamos solas aquí,

sin Zeke, sin Ruth, ni Jebbadiah. Sería tan fácil dar vuelta a mi cabeza...

Deja de hacer eso. Cerré mi boca, sintiendo los colmillos volver a mis encías, y

suavemente me liberé de los brazos de la chica.

―Vamos a volver al grupo ―le dije, de pie―. Probablemente están

busc{ndonos<

Esperaba. ¿O Jebbadiah ya nos había dado por muertos y seguido su camino?

Mirando el río espumoso, me estremecí. Espero que Darren lo haya logrado, pensé,

caminando por la orilla con Bethany atrás. No hay nada que pueda hacer por él

ahora.

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Fue un largo y fangoso camino de regreso por el río. La corriente nos había

llevado bastante lejos, más allá de lo que primero había pensado. Bethany gimió

un poco, sobre todo cuando tenía que caminar por el barro profundo, pero me

negué a llevarla a cuestas a través de los charcos, por lo que finalmente la

convencí, y siguió arrastrando los pies tenazmente detrás de mí.

La lluvia había cesado por fin, y el amanecer se acercaba rápidamente, cuando

por fin vi una figura, caminando por la orilla hacia nosotros. Caminaba con un

propósito, explorando el borde del agua, y me vio casi en el mismo instante que

lo vi. A medida que se acercaba, me sorprendió. No era Zeke, como yo

esperaba, o Ruth o incluso Darren.

Era Jeb.

Bethany de repente se separó de mí, medio corriendo, medio tropezando hacia

Jebbadiah que, sorprendentemente, se agachó y la levantó en sus brazos. Miré

con asombro a medida que le hablaba en voz baja, alisándole el cabello hacia

atrás, y me pregunté si era tal vez el hermano gemelo de Jeb. El que no era un

bastardo sin corazón.

Bethany repentinamente señaló hacia mí, y me puse rígida cuando Jeb con su

mirada de acero se volvió en mi dirección. Poniendo a la niña en el suelo, se

acercó, con el rostro impasible sin dar indicios de lo que estaba pensando.

―Te felicito por tu valentía, Allison―dijo cuando estaba a unos metros de

distancia, y parpadeé, sorprendida por segunda vez esa noche―.No sé cómo ni

por qué lo hiciste, pero cuidaste de uno de los nuestros, y no lo olvidaré.

Gracias. ―Hizo una pausa y dijo, muy serio―: Tal vez estaba equivocado

acerca de ti.

―¿Qué pasa con Darren?―le dije, no estoy segura si debo confiar en este

cambio inesperado hacia mí―. ¿Hay gente buscándole? ¿Está bien?

―Darren está bien―dijo Jeb, ningún cambio en su expresión―. Se las arregló

para agarrar el tronco cuando salió a la superficie, y fueron capaces de sacarlo a

la orilla cuando estaba entre dos rocas río abajo. Casi había perdido la

esperanza contigo y Bethany. ―Hizo una pausa y miró a la chica, una suave,

casi paternal mirada cruzó su rostro―. Las dos son muy afortunadas, por

cierto.

De repente, se enderezó, enérgico y serio de nuevo.

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229

―Vamos―ordenó―. Dawn se acerca, y debemos volver al campamento. Este

retraso es lamentable, y deseo comenzar temprano mañana. Vamos, rápido.

Seguimos a Jeb de vuelta al campamento, donde Bethany fue recibida con

abrazos y lágrimas de alivio, y algunas sonrisas y gestos eran para mí. Teresa

incluso tomó mi mano entre las suyas y las apretó con sus dedos marchitos,

murmurando cómo fui un regalo del cielo y era muy agradecida de que me

hubiera unido a la familia. Avergonzada, me excusé y me retiré al borde del

campo, armando mi tienda de campaña normalmente. Cuando terminé, me

enderecé y me di la vuelta y casi tropecé con Zeke.

―Vaya. ―Zeke extendió las dos manos para no caer. Después, nos

encontramos cara a cara, tan cerca que podía ver los anillos de plata alrededor

de sus ojos, escuchando el pulso en su garganta. El Hambre se agito, y se cerró

sobre mí, con fuerza.

―Lo siento ―se disculpó él, dando un paso atrás. Su ropa y el cabello todavía

un poco húmedo, olía ligeramente a río―. Sólo quería asegurarme de que

estabas bien ―dijo, y se pasó los dedos por el flequillo, empujándolos hacia

atrás―. ¿Estás bien? ¿No hay huesos rotos? ¿Ningún pez nadando en los

pulmones?

Le sonreí con cansancio.

―Puede ser un pez pequeño o dos, pero estoy segura de que los voy a sacar

antes de mañana ―dije, y se rió entre dientes. Mi estómago se retorció

extrañamente en ese momento y reí, y me volví hacia mi tienda―. Creo que he

terminado por esta noche, sin embargo. Algo sobre experiencias cercanas a la

muerte siempre me agota. ―Fingí un bostezo, tapándome la boca por si acaso

los colmillos estaban mostrándose―. Nos vemos mañana, Zeke.

Alargó la mano hacia mí antes de que pudiera girarme, tomando un mechón de

mi cabello mojado, pasándolo suavemente entre los dedos. Me quedé inmóvil,

un nudo en el estómago, el Hambre revolviendo con curiosidad a este

desarrollo más reciente.

―Allison. ―La sonrisa de Zeke, envió una oleada de calor hacia mí, y tuve

ganas de tocarlo, piel con piel, justo para sentir aquel calor. Mis encías

palpitaban, con los colmillos doliendo por salir, y me obligué a detenerme, para

no dar un paso adelante e inclinarme hacia el cuello.

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―Me alegro de que estés aquí―murmuró Zeke sin rastro de vergüenza o

malicia―. Es agradable, tener a alguien más con quien contar. Esperó que te

quedes, para que podamos ver juntos Eden.

Dio un suave tirón final a mi cabello, y se alejó. Lo vi irse, el Hambre y el deseo

y aquel extraño sentimiento intranquilo retorciendo mis entrañas.

Arrastrándome a mi tienda, tiré la manta sobre mi cabeza y traté de dormir,

para olvidar a Ezekiel Cross. Su toque. Su calidez. Y lo mucho que quería

hundir mis colmillos en su garganta y hacerle mío.

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231

C A P Í T U L O 14

Traducido por AdyRod

Corregido por Moonse

Las llanuras no podían durar para siempre. La siguiente noche aparecieron

árboles dispersos en el horizonte, cada vez más gruesos y numerosos, hasta que

se convirtieron en un bosque completo. Caminando entre arbustos y maleza

enmarañada nuestro avance se hizo aún más lento. La gente comenzó a

murmurar; el bosque era más peligroso que las llanuras, más difícil de

atravesar, principalmente porque no seguían una carretera. Las sombras de los

árboles podían ocultar depredadores como lobos y osos, y por supuesto, los

más temidos de todos: Rabiosos.

Sin extrañarse, Jeb hizo oídos sordos a esos temores y continuó presionando

tenazmente por el bosque, deteniéndose solo para esperar a los más pequeños y

racionar nuestras casi agotadas provisiones. Cuando finalmente se detuvo para

acampar un par de horas antes del amanecer, Zeke y Darren tomaron sus arcos

para ir de nuevo a cazar, y esta vez me uní a ellos.

―¿Así que sabes cómo disparar estas cosas? ―preguntó Darren cuando los

seguí entre los árboles. Parecía completamente recuperado de su caída en el río,

con la excepción de un pequeño corte y un moretón verde-morado en la frente.

Zeke se burlaba de él y Darren contestaba que las cicatrices les parecían sexy a

las chicas.

Le sonreí, pensando en secreto que estábamos haciendo demasiado ruido como

para sorprender a cualquier cosa. Delante de nosotros, Zeke era más silencioso.

Al menos Darren hablaba en voz baja, yo daba un respingo cada vez que pisaba

una ramita o hacía crujir las hojas.

―Creo que tengo una idea en general―murmuré―. Dirigir la punta hacia algo

y jalar la cuerda ¿no?

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―Es un poco más que eso ―dijo Darren dubitativo―. Se necesita un poco de

fuerza para tirar la cuerda con eficacia y también tienes que saber cómo

apuntar. ¿Estás segura de que no quieres que te enseñe cómo? Me encantará

enseñarte.

Mi enojo se encendió.

―Te diré algo―dije, levantando mi arco―. Vamos a hacer una apuesta. Si tiras

algo antes que yo, dejaré que Zeke y tú se encarguen de la caza. Si mato algo

primero, dejarás que venga cada vez que quiera. ¿Trato?

―Uh. ―Sus cejas se alzaron, evaluando―. Seguro. Acepto.

Entonces un guijarro llegó desde la oscuridad, desde la dirección de Zeke. Di un

paso atrás, pero choqué con el pecho de Darren y se giró con un silbido,

frunciendo el ceño. Zeke también frunció el ceño, luego se llevó un dedo a los

labios y señaló un grupo de arbustos adelante.

Estuve instantáneamente alerta. Algo se movía entre la maleza a unos cincuenta

metros, una forma negra grande que se arrastraba por el suelo. Zeke llevó

suavemente la mano a su espalda, sacó una flecha del carcaj, la tensó en el arco

y levantó la parte delantera. Cuando jaló la cuerda respiré lentamente, tratando

de obtener el olor de la bestia.

El hedor de sangre putrefacta me golpeó como un martillo, y jadeé.

―¡Zeke, no! ―susurré, alzando mi mano, pero ya era demasiado tarde. Zeke

soltó la cuerda y la flecha salió disparada hacia los arbustos, golpeando al

objetivo con un golpe sordo.

Un grito enloquecido se elevó en el aire helándome la sangre. Los arbustos se

abrieron y un enorme jabalí se abalanzó hacia el claro, salivando y sacudiendo

su cabeza. Sus ojos brillaban blancos, sin pupilas o iris, y sangrando por los

orificios manchando su piel erizada. De su mandíbula se rizaban dos colmillos

amarillos, afilados y letales, y gritando de nuevo cargó contra Zeke.

Mientras yo avanzaba, Zeke dejó caer el arco, sacó la pistola y el machete al

mismo tiempo, y disparó varios tiros al jabalí Rabioso. Vi como brotó la sangre

de la cabeza, la cara y los hombros del jabalí, pero el animal no se detuvo. En el

último instante Zeke se hizo a un lado fuera de la trayectoria del jabalí y cortó

con su machete hacia abajo a través de sus flancos.

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El jabalí giró a una velocidad alarmante, pero para entonces yo había sacado mi

espada y cortado en rodajas profundas el lomo del animal, atravesando la carne

y el hueso. El jabalí chilló y se dio la vuelta, atacándome con sus colmillos

mortales, pero su espina dorsal había sido cortada y sus patas traseras se

separaron antes de que pudiera tocarme. Zeke se adelantó y lo golpeó de nuevo

atizando un golpe justo detrás de su cabeza, abriendo una herida en su cuello,

lo que hizo que el jabalí se tambaleara.

Levanté mi espada y la dejé caer con todas mis fuerzas buscando el corte que

Zeke había abierto. El borde de la Katana rebanó limpiamente el cuello fornido

del jabalí, cortando a través de la columna vertebral la carne y el hueso,

separando la cabeza de los hombros. El enorme cuerpo cayó al suelo y rodó,

golpeando el aire mientras la cabeza abría y cerraba las mandíbulas con rabia

impotente, finalmente ambas dejaron de moverse.

Me dejé caer contra un árbol, soltando la espada, mirando a Zeke mientras se

dejaba caer al suelo, jadeando. Pude ver sus músculos temblando por la

adrenalina, su frente y sus mejillas cubiertas de sudor. Oí su corazón corriendo

a mil por hora, era un fuerte ruido sordo en su pecho.

―Oh, Dios mío. ―Darren se tambaleó hacia adelante, temblando también.

Había una flecha en su arco, pero todo había sucedido tan rápido que no había

tenido tiempo de disparar―. ¿Los dos est{n bien? Lo siento, no pude< salió de

la nada.

Zeke sacudió su mano y se puso de pie agarrando una rama que colgaba un

poco vacilante.

―Está bien―jadeó, enfundó su arma―. Ya está hecho. Se acabó y todos

estamos bien ¿Allie? ―Me miró―. Estas bien ¿verdad? ¿No te hizo daño o sí?

Negué con la cabeza.

―Estoy bien.

―Más que bien. ―La voz de Darren sonaba impresionada y celosa―. Maldita

sea, chica. ¡Le cortaste limpiamente la cabeza! Me retracto de mi parte de la

apuesta puedes cazar con nosotros cuando quieras.

Le sonreí pero me di cuenta de que Zeke me estaba mirando con una expresión

pensativa en el rostro.

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―Estuviste increíble―dijo en voz baja, entonces pareció componerse―. Quiero

decir< la espada debe ser increíblemente filosa para cortar a un jabalí maduro.

Ni siquiera respiras con dificultad.

Se disparó una alarma en mí. Tomé deliberadamente una respiración profunda,

irregular.

―Solo no me había llegado todavía―dije tratando de sonar jadeante y

temblorosa. Zeke dio un paso hacia mí con aire preocupado, pero mi atención

cambió de repente a otra cosa. Con ese aliento percibí el olor del cadáver

asqueroso y podrido del jabalí Rabioso, haciéndome estar un poco asqueada,

pero también me llegó una pizca de sangre. Sangre limpia y sin olores. Sangre

humana.

―¿Hola? ―dijo una voz débil y poco familiar desde los árboles―. ¿Hay< hay

alguien ahí? ¿Todavía están vivos?

Todos nos enderezamos apuntando las armas a la oscuridad.

―¿Dónde estás? ―exigió Zeke, recobrando la tranquilidad junto con Darren y

conmigo―. Muéstrate.

―No puedo―respondió la voz―. El jabalí< mi pierna. Necesito ayuda< por

favor.

Miré hacia el bosque, siguiendo el sonido de la voz, tratando de localizar su

ubicación.

―Ahí―le dije a Zeke apuntando hacia las ramas de un pino viejo. Había una

forma oscura acurrucada entre las agujas, aferrándose desesperadamente a un

tronco. Olí miedo y dolor. Y sangre. Una gran cantidad de sangre.

Nos acercamos con cautela al árbol con las armas afuera y listas. Enfocamos a la

forma oscura, era un hombre de mediana edad con barba corta y rubia, y un

sucio mono azul. Nos miraba con los ojos vidriosos y los dientes apretados en

una mueca de dolor.

―¿El jabalí? ―susurró.

―Está muerto―le aseguró Zeke―. Puedes bajar. No vamos a hacerte daño.

―Gracias a Dios. ―El hombre se bajó aliviado y medio cayendo del árbol,

aterrizando con un jadeo. El olor de la sangre era de repente abrumador. Me

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mordí el labio para mantener mis colmillos retraídos―.El maldito jabalí me

agarró con la guardia baja. ―El hombre se quedó sin aliento, hundiéndose de

nuevo en el tronco y extendiendo una pierna con una mueca. La pierna derecha

del pantalón estaba rota en la rodilla con una mancha oscura―. Pude llegar al

árbol y salir de su alcance pero me cogió de todos modos. Estaba obstinado

esperando que bajara. Estaría muerto si no hubieran pasado por aquí.

―¿Tiene un lugar seguro al cual ir? ―preguntó Zeke de rodillas junto a él.

Asintió con la cabeza.

―Vivimos varios en un complejo como a kilómetro y medio al oeste de aquí.

―Señaló con una mano manchada de sangre que Zeke sostuvo.

―Está bien ―dijo―. Darren, ve por los demás. Dile a Jeb lo que pasó.

Adviérteles que probablemente hay Rabiosos en la zona. Allison―continuó,

señalando al hombre herido―, ayúdame a llevarlo a su casa.

Fruncí el ceño. Zeke notó mi vacilación y se acercó, bajando la voz hasta un

murmullo.

―No podemos dejarlo aquí―dijo con seriedad―. Esa herida se ve profunda y

ha perdido mucha sangre.

―Exactamente―susurré―. Probablemente atraiga a cada Rabioso en un radio

de dieciséis kilómetros. Luchar contra una ola interminable de Rabiosos por

algún extraño al azar no me parece un buen plan.

―No voy a dejarlo―dijo Zeke firmemente―. Extraño o no, no voy a dejar que

otro ser humano muera aquí. ―Sus ojos se endurecieron y bajó la voz―. No

voy a dejarlo para que lo destrocen demonios sin alma. Eso no va a suceder. Por

lo tanto, puedes ayudarme o ir con Darren por los otros.

―Maldita sea―gruñí cuando Zeke se dio la vuelta. El chico tonto no lo sabía

pero los Rabiosos no eran lo único de lo que tenía que preocuparse.

El hombre apestaba a sangre y mis entrañas se agitaron inquietas. Mis colmillos

presionaban contra mis encías y casi podía saborear el calor extendiéndose en

mi lengua. Pero Zeke ya se estaba inclinando a ayudar al hombre herido, cargó

la mitad de su peso y lo levantó de un salto. El hombre se quedó sin aliento y se

apoyó en el otro, manteniendo su pierna herida en el suelo, Zeke se tambaleó

bajo el peso.

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―Maldita sea―murmuré de nuevo y me coloqué en el lado opuesto, colocando

el brazo del hombre sobre mi cuello. Tal vez si no respiraba y dejaba de

fantasear sobre hundir mis dientes en su garganta cada pocos segundos,

podríamos estar bien.

―Gracias por esto―jadeó el humano cuando comenzamos a llevarlo cojeando

lenta y dolorosamente en la oscuridad del bosque―. Mi nombre es Archer< Joe

Archer. Mi familia es dueña de estas tierras, por lo menos, lo eran antes de la

plaga.

―¿Qué hacía tan lejos de casa señor Archer? ―preguntó Zeke, apretando los

dientes cuando el hombre tropezó. Me puse firme, manteniéndonos a todos en

posición vertical―. ¿Especialmente en la noche, cuando los Rabiosos andan

rondando?

Joe Archer emitió una risa breve y embarazosa.

―Una de nuestras malditas cabras logró atravesar la valla―admitió, negando

con la cabeza―. Las sacamos durante el día, cuando los Rabiosos no están

despiertos. Pero una vagó por el bosque, y si perdemos uno solo de esos bichos,

perdemos la mitad de la carne y productos lácteos. Así que fui a buscarla. No

tenía la intención de estar fuera hasta tan tarde, pero anocheció más rápido de

lo que esperaba.

―Tienes suerte de estar vivo―murmuré deseando que ambos se movieran más

rápido―. Si ese jabalí te hubiera mordido más veces o te hubiera arrancado la

pierna, tendrías más de qué preocuparte que solo encontrar una cabra.

Sentí que se puso rígido bajo mi brazo y su ritmo cardiaco se aceleró.

―Sí―murmuró, sin mirarme―. Fue pura suerte.

Milagrosamente, a pesar del evidente olor a sangre en el aire y el rastro visible

que dejamos, nos las arreglamos para evitar que cualquier Rabioso nos atacara.

Al salir de los árboles nos encontramos en el borde de un gran claro, rodeado

de una cerca de alambre de púas. Los restos de un antiguo granero se pudrían

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dentro de la cerca, lleno de maleza y cayendo a pedazos, a su lado había un

tractor oxidado en las mismas condiciones.

En el centro del claro había un muro de metal corrugado, madera y cemento

rodeando una pequeña colina. Habían establecido las hogueras a unos metros

del perímetro, iluminando la oscuridad con las llamas y el humo, y pude ver

luces y otras estructuras más allá de la pared.

Pasamos a Joe a través del alambre, teniendo cuidado con su pierna, y

comenzamos a cruzar el claro. A medio camino escuchamos un grito que

provenía de algún lugar más adelante y alguien en la pared nos iluminó los ojos

con una linterna. Joe gritó agitando los brazos y desapareció la luz. Unos

minutos más tarde un gemido se hizo eco por el campo cuando la puerta

oxidada se abrió y tres personas, dos hombres y una mujer, se dirigieron hacia

nosotros.

Me tensé por costumbre, y porque un hombre joven tenía un rifle, aunque no

nos apuntaba. El otro hombre era larguirucho y huesudo, pero era la mujer a la

que le puse más atención. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta, y

aunque no parecía muy mayor, unos pocos mechones grises le salían a los

lados. Pudo haber sido hermosa hace tiempo, pero su cara estaba ahora llena de

arrugas, con la boca apretada y severa. Y sus ojos me decían que sin duda era la

persona a cargo.

―¡Joe! ―exclamó la mujer, avanzando hacia nosotros―. ¡Oh, gracias a Dios!

Pensamos que habías muerto. ―Y a pesar de sus palabras, parecía como si de

no ser por sus lesiones lo hubiera abofeteado―. ¿Qué estabas pensando al salir

solo, gran tonto? ¡No importa! No me contestes< me alegra mucho que estés en

casa. Y< ―sus astutos ojos marrones estaban de repente fijos en mí―<veo que

tengo que agradecerle a unos desconocidos que estés a salvo en casa.

―Sé amable con ellos Patricia―exclamó Joe haciendo un intento débil de

sonreír―. Me salvaron la vida. Mataron un jabalí Rabioso en un parpadeo<

más rápido de lo que he visto nunca.

―¿Lo hicieron hoy? ―continuó con frialdad la mujer mientras los dos hombres

tomaban a Joe por los hombros y lo llevaron cojeando hasta el recinto―. No me

digas. Bueno, el Señor trabaja de formas misteriosas. ―Su mirada fuerte y sin

rodeos quedó fija en nosotros―. Mi nombre es Patricia Archer―dijo

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enérgicamente―, y no sé quiénes sean ustedes pero cualquier persona que

cuida a uno de los míos es bienvenida.

―Gracias―dijo Zeke solemnemente―. Yo soy Zeke y ella es Allison.

―Encantada de conocerlos. ―Patricia se hizo hacia atrás, inclinándose y

mirándonos con los ojos entrecerrados―. Dejen que los vea mejor< mis ojos ya

no son lo que eran. Que el Señor se apiade, pero si ustedes son jóvenes. ¿Qué

edad tienes chico? ¿Diecisiete? ¿Dieciocho?

―Diecisiete―respondió Zeke―. Creo.

―Bueno, son extremadamente afortunados, viajando a través del bosque solos

sin encontrarse con Rabiosos. Son una verdadera amenaza “rondando estas

partes”.

¿Amenaza?, pensé. ¿Igual que una amenaza de mapaches o roedores? Un jabalí

Rabioso casi le quita la pierna al hombre.

―¿Qué están haciendo por aquí? ―continuó Patricia, pero no en tono cauteloso

o suspicaz. Sonaba curiosa―. Ustedes dos podrían ser mis nietos. Oh, no tiene

importancia. ―Agitó la mano frente a su cara―. Deja de ser entrometida

Patricia. Entremos antes de atraer Rabiosos. Insisto en que coman algo caliente

y duerman un poco. Tenemos un par de habitaciones vacías. Y también

podemos calentar unos cuantos botes de agua para que se den un baño caliente.

Parece que lo necesitan.

Un baño caliente era un lujo con el que solo se podía soñar en el Fringe. La

gente decía que existían máquinas que calentaban el agua para que saliera a la

temperatura que quisieras. Nunca había visto una. Pero Zeke sacudió la cabeza.

―Gracias por su amabilidad―dijo cortésmente―, pero tenemos que irnos. Hay

personas esperándonos en el bosque.

―¿Hay más de ustedes? ―Patricia parpadeó mirando hacia los árboles―.

Bueno, por piedad, no pueden quedarse ahí muchacho. ¡David, Larry! ―gritó,

llamando a dos hombres a la puerta―. Hay más personas en el

bosque―anunció con severidad y los hombres salieron a toda prisa, cada uno

con un rifle―. Encuéntrenlos tan pronto como aparezca el sol y tráiganlos de

vuelta. De hecho, despierten a Adam y a Virgil< díganles que también ayuden.

―Realmente no hay necesidad< ―comenzó Zeke pero ella lo silenció.

Page 239: The immortal rules - Julie kagawa

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―Calla muchacho. No seas tonto. Ustedes ayudaron a uno de los míos y ahora

voy a hacer lo mismo. No es como si nosotros viéramos seguido a otros seres

humanos por aquí. ¿Dónde dijiste que está el resto de tu grupo?

Zeke aún parecía renuente, reacio a dar la ubicación de los otros o renuente a

aceptar la ayuda de desconocidos. Pero miré sobre los árboles donde el cielo

empezaba a aclarar y mis nervios me enviaron una advertencia. Las estrellas se

desvanecían. Dawn estaba en camino.

―A unos cinco kilómetros al sureste de aquí―le dije, haciendo que Zeke me

frunciera el ceño. No le hice caso, vi la mirada preocupada de Patricia―. Hay

alrededor de una docena, aunque la mitad son niños. Sin embargo, puede que

tenga que convencer al predicador. Él puede ser terco.

―¿Un ministro? ―Los ojos de Patricia se iluminaron―. Oh, eso es maravilloso.

Él puede venir a orar por Joe. ¿Y dices que hay niños? Por la misericordia de

Dios. Bueno, ¿qué están esperando? ―les frunció el ceño a los dos hombres,

quienes de inmediato murmuraron.

―Lo siento señora.―Y se apresuraron a regresar al complejo.

―Ahora.―Patricia nos sonrió, aunque por su cara parecía como si no lo

hubiera hecho en mucho tiempo―. Estoy segura de que están agotados. Les voy

a mostrar dónde se pueden quedar, y si pueden esperar una hora o dos, el

desayuno estará listo. ―Parpadeó como si algo se le hubiera ocurrido―. Oh

Dios mío, creo que podría ayudarle a Martha con la comida para esta mañana,

¿no? Tendremos muchos invitados. Por aquí, si gustan.

―¿Por qué hiciste eso? ―susurró Zeke mientras seguíamos a la alta y huesuda

mujer al complejo―. Estas personas no necesitan m{s bocas que alimentar< es

probable que no tengan lo suficiente como para mantenerse a ellos mismos.

―Estoy cansada Zeke. ―No lo miré cuando lo dije―. Ya casi amanece. Tengo

hambre, estoy cubierta de sangre de otra persona, no quiero ir en medio del

bosque otra vez y, por una vez, me gustaría dormir en una cama en lugar de la

tierra fría y dura. ―Bueno, la última parte era mentira pero él no tenía por qué

saberlo―. Puedes relajarte< no creo que sean caníbales o adoradores secretos

de vampiros, a menos que pienses que la anciana es el demonio disfrazado.

Me lanzó una mirada irritada, luego suspiró pasándose los dedos por el cabello.

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―A Jeb no le va a gustar esto ―murmuró, sacudiendo la cabeza.

―¿Por qué no me sorprende?

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C A P Í T U L O 15

Traducido por AdyRod

Corregido por Moonse

Cuando me desperté la tarde siguiente, me sentí< diferente. No en un mal

sentido o como algo fastidioso o algo de lo que tuviera que preocuparme. Pero

algo había cambiado definitivamente. Entonces me golpeó. Estaba

completamente limpia. Aparté la manta y me senté estirando los brazos por

encima de mi cabeza mientras recordaba la mañana anterior. Sumergiéndome

en una tina con agua caliente y limpia, el vapor elevándose en el aire y

empañando las ventanas, era la felicidad más pura que había sentido en mucho

tiempo.

Mojarme o caer en un río fangoso no contaba. Y había habido jabón real, algo de

lo que sólo había oído hablar en el Fringe. Los Archer hacían su propio jabón

con lejía, arena y leche de cabra, y yo había usado el extraño bulto amarillo para

tallar las capas de suciedad y sangre, hasta que por fin pude ver mi pálida piel.

Lamentablemente, como se acercaba el amanecer, mi baño había durado poco,

pero me había quedado en esa bañera tanto como pude, hasta que el sol me

había obligado a salir del baño con un camisón prestado salido de una

almohada, y me había metido bajo las sábanas de la cama.

Me levanté, apreciando la pequeña habitación. Probablemente había sido la

habitación de un niño en algún momento, si la descolorida colcha con motivos

alegres de nubes azules era alguna indicación. Por un momento me pregunté

qué había pasado con el dueño de la habitación en la que me encontraba, pero

pronto abandoné esa línea de pensamientos.

Hubo un chirrido en el exterior, un movimiento a través de las barras de

madera, me congelé. ¿Había alguien afuera de la puerta? Escuché y me pareció

oír pasos moviéndose rápidamente fuera de la habitación y en las escaleras.

Ligeramente alarmada miré alrededor y vi mi ropa, limpia y acomodada

cuidadosamente encima de un aparador. Frunciendo el ceño traté de recordar la

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jornada anterior. ¿Había cerrado la puerta? Ayer por la noche había dejado mi

ropa llena de sangre en el suelo. Alguien había estado en mi habitación, aunque

sólo fuera para lavar y doblar mi ropa, y eso me puso más que un poco

nerviosa.

Me puse la ropa y ajusté la espada en la espalda, prometiéndome no volver a

separarme de ella. No podía permitirme el lujo de ser descuidada,

especialmente mientras estuviera rodeada de seres humanos extraños.

Poniéndome el abrigo me volví para escuchar cuando alguien llamó a la puerta.

―¿Allie? ―dijo una voz desde el otro lado de la puerta―. ¿Ya te levantaste?

Soy Zeke.

―Está abierto―contesté. Aunque eso va a cambiar a partir de esta noche.

La puerta crujió cuando se abrió dejando paso a un muy limpio y sonriente

Zeke sosteniendo una vela. Llevaba una camisa blanca y pantalón vaquero

ligeramente holgado, y su cabello rubio adornando sus ojos y cuello, parecía

muy suave y agradable al tacto. Tenía su pistola, machete, hacha y varias armas

en su sitio, pero parecía más relajado de lo que jamás lo había visto.

Y, aunque traté de bloquearlo, podía escuchar los latidos de su corazón en el

pecho, bajo y contento. Podía sentir el pulso de su garganta haciendo eco de la

sangre fluyendo, caliente y potente.

Maldiciéndome empujé esos pensamientos. Tal vez era la sobrecarga de la

noche anterior al verme obligada a ver la herida y oler la sangre que empapaba

todo. Estar tan cerca y no poder atacar la garganta del hombre, como habría

querido hacer durante toda la noche, me hizo desearlo aún más. Estaba

llegando a un punto en el que sería mejor alimentarme pronto, o me volvería

loca.

O tal vez era Zeke por sí mismo.

Lo que iba a ser un problema.

―Oh, wow―dijo Zeke en silencio, con los ojos azules brillando con picardía

mientras levantaba la vela―. Mira eso. De hecho, había una chica debajo de

toda esa sangre y suciedad. A pesar de que eres un poco más pálida de lo que

esperaba.

Solté un bufido ocultando mi repentina alarma.

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―¿Te has visto a ti mismo?

Se rió con buen humor.

―Vamos, me acabo de levantar pero creo que Jeb y los demás están en el

granero. Llegaron un par de horas después de que nos fuéramos a dormir. Al

menos es lo que dijo Martha< después de decirme que ella estaba lavando mis

innombrables y que podría tenerlos mañana. ―Arrugó la nariz―. Creo que la

anciana estaba tratando de acercarse.

―De acuerdo, voy a borrar esa imagen de mi cerebro ahora. ―Le di una mirada

horrorizada mientras empezábamos a avanzar por el pasillo―. Y como

referencia, las palabras: mujer vieja e innombrables, nunca se deben usar en la

misma frase.

Sonrió mientras nos abríamos paso por las escaleras y los oscuros pasillos de la

casa antigua. Era un viejo edificio verdaderamente monstruoso, de dos pisos de

altura, con grandes ventanales, suelos de madera y un techo que había sido

remendado muchas veces. Con los años, se había ampliado y desarrollado, y la

parte trasera de la casa no estaba tan alta como la principal, pero supongo que

servía para su propósito, ser un techo para el clan Archer.

―¿Dónde están todos? ―le pregunté cuando llegamos a la planta baja sin

toparnos con cualquiera de los numerosos miembros del clan. Ayer por la

noche Patricia nos había dicho orgullosamente que tres generaciones de Archer

vivían bajo el mismo techo: hermanos, hermanas, tías, tíos, primos, suegros,

abuelos, abuelas, todo el árbol familiar. Yo había visto por lo menos a una

media docena de personas que se ocupaban de Joe cuando habíamos seguido a

Patricia a la casa, y sospechaba que había aún más que estaban durmiendo en

sus habitaciones. ¿Dónde estaba todo el mundo ahora? Oí ruidos provenientes

de la cocina, pero aparte de eso, la vieja casa estaba en silencio.

Zeke se encogió de hombros.

―Creo que casi todo el mundo está afuera, cuidando de los animales,

terminando el trabajo en el campo y asegurándose de que la pared está segura.

Martha me dijo que crían cabras y ovejas en los pastos durante el día, pero

tienen que meterlas por la noche. De lo contrario los Rabiosos vienen por ellas.

―¿Zeke? ―Llegó una voz frágil y cantarina desde la cocina―. ¿Eres tú?

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Zeke hizo una mueca y se escondió detrás de la pared, soplando la vela cuando

de la cocina salía una pequeña anciana con cabello blanco y una sartén en su

huesuda mano. Parpadeó cuando me vio, las gruesas gafas y encías sin dientes

la hacían parecer un lagarto.

―Oh―dijo sin poder ocultar su decepción―. Eres tú. La chica.

―Allison―contesté.

―Sí, por supuesto. ―Martha ya ni siquiera me miraba, sus ojos legañosos

escaneaban el pasillo iluminado con velas―. Me pareció escuchar al chico aquí.

¿Está Zeke contigo?

―No―dije con firmeza y sin mirar a la esquina donde Zeke sacudía

vigorosamente la cabeza―. No lo he visto.

―Oh, qué pena. ―Suspiró Martha―. Debe estar en el establo con los demás. Es

un muchacho guapo, lo es. ―resopló y me miró, entrecerrando los ojos detrás

de las gafas―. Oh, bueno. Encontraste tu ropa. Iba a decirte que la había lavado

pero dormías tan profundamente que no pude despertarte. ¡Duermes como un

tronco!

―Sí. ―Me moví incómodamente. Definitivamente cerraría mi puerta esta noche.

Eso o clavar la maldita cosa―. Creo que estaba cansada. Nosotros, nuestro grupo,

dormimos en el día y viajamos de noche. No acostumbro levantarme sino hasta

tarde.

―Dormir es una cosa. ―Martha asintió sabiamente con la arrugada cara―. Tú,

hija mía, estabas como un tronco. ―Iba a responder pero parecía que ella había

perdido el interés ahora que pensaba que Zeke no estaba cerca―. Bueno, si ves

a ese chico dile que estoy haciendo un pastel para él. Pastel de chicos. La cena

estará lista en una hora. Asegúrate de decirle a tu gente.

―Lo haré―murmuré mientras ella desaparecía de nuevo en la cocina. Le eché

un vistazo a Zeke esperando que no notara mi inquietud. Él se encogió de

hombros y yo levanté una ceja―. El poderoso cazador―bromeé cuando se coló

por la puerta trasera escapando hacia el patio―. Puede derribar Rabiosos

viciosos y arrasar jabalíes, pero una anciana lo hace huir aterrado.

―Una anciana de miedo―me corrigió pareciendo aliviado de estar fuera de la

casa―. Tú no escuchaste lo que me dijo cuando me levanté, eres tan lindo que

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245

podría ponerte en un pastel. Dime si no es la cosa más espeluznante que has

escuchado. ―Su voz subió unas cuantas octavas, volviéndose estridente y

entrecortada―. Hoy de postre tenemos pastel de manzana, pastel de arándanos

y tarta de Ezekiel.

Nos reímos juntos, nuestras risas rebotaban en las paredes de la casa. Afuera, el

aire era fresco y el crepúsculo brumoso, y cuando tomé un respiro pude oler el

humo, la suciedad, el ganado y el estiércol. Era un olor limpio, mucho más

limpio que en el Fringe y las calles de la ciudad. Había pollos dispersos en el

patio delante de nosotros, y un perro peludo negro con blanco que nos

observaba desde un tractor oxidado. Cuando me encontré con su mirada me

gruñó doblando sus labios, pero Zeke no lo notó.

―Ahora es mi turno ―dijo Zeke mirando sus pies mientras caminábamos por

el sendero fangoso hacia el granero. Le fruncí el ceño y pateó una piedra en la

hierba, siguiéndola con la mirada―. Para agradecerte ―explicó―. Por

ayudarme con Joe y por matar a ese jabalí< b{sicamente por salvar nuestras

vidas. No creo que< quiero decir, si no hubieras estado allí<

Me encogí de hombros.

―No te preocupes ―le dije avergonzada―. Tú hubieras hecho lo mismo y

también Darren, y creo que todos tuvimos mucha suerte esa noche. Nadie

resultó herido, así que ya pasó.

―Casi me alcanzó ―murmuró Zeke como para sí mismo―. Sentí sus dientes

en mi pierna cuando pasó. Gracias a Dios no me cortó la piel. Si Jeb lo

encontrara< ―se interrumpió.

―¿Qué? ―lo pinché.

Se sacudió.

―Nada. No importa. Sólo quiero< me daría un sermón, es todo. ―Lo observé

con atención pero no quiso mirarme a los ojos―. De todos modos, sólo quería

agradecerte. ―Se encogió de hombros―. Y eres bienvenida a seguirnos a

Darren y a mí cuando quieras.

―¿Seguirlos?

―Sabes lo que quiero decir.

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Habíamos llegado al establo, un edificio gris con olor a caca de cabra y paja.

Llegaba un resplandor caliente desde el interior, junto con los murmullos de

personas y berridos de ganado. Pasando las grandes puertas dobles

encontramos a Jeb hablando con Patricia cerca del frente, mientras que el resto

del grupo estaba tirado a su alrededor, sentado en pacas o apoyados en las

barandillas de la cerca. Matthew estaba sentado en un rincón con una botella

para la cabra bebé en su regazo, mientras que Caleb y Bethany miraban con

deleite.

―Gracias por su hospitalidad―decía Jeb así como lo habíamos hecho Zeke y yo

el día anterior―. Apreciamos que nos ofrezca su casa pero no queremos ser una

molestia.

―Oh, Jebbadiah, basta―dijo Patricia haciendo caso omiso de él―. No es

ninguna molestia. Todos ustedes son bienvenidos por el tiempo que necesiten.

Tenemos comida suficiente, y si no les importa dormir en el granero, hay

espacio más que suficiente para todos. Debo decir que es algo extraño que

duerman durante el día, pero no estoy aquí para juzgar, no, no lo estoy. ―Pasó

su mirada por el resto del grupo, sonriendo a Matthew, a Caleb y a la cabra

bebé―. Sé que es demasiado pronto para decirlo―continuó con voz

nostálgica―, pero si deciden quedarse permanentemente, podemos expandir la

casa. Lo hemos hecho antes y lo podemos volver a hacer.

―No podemos quedarnos por mucho tiempo―dijo Jeb con firmeza―. Y te pido

que no interrumpan nuestros ciclos de sueño, pero tal vez podamos encontrar

alguna manera de pagar su hospitalidad.

―El hecho de que ores por nuestro hombre es suficiente predicador ―dijo

Patricia con el rostro lúgubre y sombrío―. Y tal vez, si quieren ayudar, podrían

prestarnos a un par de sus hombres para vigilar la pared por la noche,

mantener encendido el fuego y cuidar a las criaturas. De todos modos son gente

nocturna.

―Sí. ―Jebbadiah asintió y de repente nos miró, de pie junto a la puerta

principal, observando―. Sí, podemos hacerlo ―continuó y le hizo una seña a

Zeke, dándole una palmada en el hombro mientras se acercaba―. Ya conoces a

mi hijo ―dijo con una nota de orgullo―. Ezekiel estará a cargo de la vigilancia

nocturna y de todo lo que se necesite.

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―Va a ser bueno tener a más gente vigilando―reflexionó Patricia y Jeb le dio

una sonrisa tensa―. Muy bien predicador, aceptamos tu oferta. Le diré a David

y Larry que le muestre a los muchachos la forma en que hacemos aquí las cosas

en la noche.

Ellos asintieron entre sí, dos líderes rígidos sin sentido para apreciarse cada

uno. Por un instante tuve la absurda idea de que harían una muy buena pareja,

aunque aterradora, y me reí a carcajadas ante la imagen.

Tres pares de ojos se volvieron hacia mí.

―Y ella es Allison―dijo Jeb en blanco, sin nada del orgullo que había mostrado

por Zeke―. Es el miembro más reciente de nuestra pequeña familia, aunque

Ezekiel dice que es muy peligrosa con esa espada. Al parecer, ella mató al jabalí

por sí misma. ―Las palabras eran huecas, rígidas. Tal vez no me condenaba,

pero sin duda tampoco me estaba alabando.

Tanto por nuestro pequeño corazón a corazón en el río. Supongo que todavía tiene que

mantener la apariencia de bastardo malhumorado… para el resto del grupo.

―Lo sabemos―dijo Patricia con una pequeña sonrisa de aprobación―. Joe dijo

que los vio desde los arbustos. Dijo que se mueve más rápido que nadie que

hubiera visto.

Me encogí de hombros, incómoda, pero afortunadamente Zeke cambió el tema.

―¿Cómo está él? ―preguntó con voz verdaderamente preocupada. Todavía me

sorprende lo mucho que se preocupaba por completos desconocidos.

El rostro de Patricia decayó, oscureciéndose.

―Vivo―murmuró, y su voz se convirtió casi en un susurro―. Ahora está en las

manos del Señor.

Los dos granjeros mayores: David y Larry, aparecieron más tarde esa noche y

nos explicaron lo que se tenía que hacer. Lo primero y más importante era

custodiar la pared, la barrera que rodeaba el recinto y mantenía a los Rabiosos a

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248

distancia. En el interior de la pared se habían construido plataformas y pasillos

que proporcionaban una visión clara sobre cualquier cosa que saliera de los

bosques al claro. No sólo las plataformas debían ser equipadas, también debían

alimentarse constantemente las hogueras que ardían a las afueras del muro. Y

alguien tenía que quedarse en el establo con los animales ya que entraban en

pánico si olían un Rabioso.

Zeke, Darren, Jake y yo fuimos asignados para ayudar con la guardia nocturna.

Ruth también se ofreció con la esperanza de estar cerca de Zeke, pero el trabajo

requería disparar rifles y la delicada de Ruth le tenía miedo a las armas. Así que

ella estuvo a cargo de vigilar las ovejas y las cabras mientras a mí me enseñaban

cómo disparar un rifle. Traté de no mostrar mi satisfacción al ver la expresión

del rostro de Ruth cuando me pasó el rifle sin dudar, pero era difícil.

―Genial―murmuró Zeke mirando por el cañón de la escopeta, barriendo los

campos de abajo a lo largo. Habíamos tomado la plataforma más cercana al

bosque, donde habíamos salido con Joe la noche anterior, Zeke estaba de

rodillas con los codos apoyados en la barandilla―. Tenía un rifle como este.

También una escopeta. Hacían que jugar a disparar sea mucho más fácil, hasta

que tiré un árbol sobre las provisiones ―Hizo una mueca y bajó el arma―.

Jeb< no estaba contento conmigo.

Le hice una mueca de simpatía.

―¿Cuánto tiempo crees que vamos a estar aquí? ―pregunté, apoyándome en la

barandilla, esperando que los tablones desvencijados me sostuvieran―. No creo

que Jeb se quiera detener aquí. ¿Por qué está incluso considerando que nos

quedemos unas noches?

―Me dijo que quiere quedarse hasta que “lo de Joe esté resuelto”―dijo Zeke―.

Patricia le pidió que rezara por Joe pero yo creo que es más que eso. Creo que

quiere tener la certeza de que no dejamos atrás a un demonio.

¿Un demonio?, pensé, pero un movimiento en el campo me llamó la atención.

―Zeke―murmuré señalando hacia el bosque―. Rabiosos.

Zeke se enderezó sacando el rifle mientras observaba a los monstruos deslizarse

más cerca, su hedor podrido y horrible flotaba en el viento. Había tres y estaban

pálidos y demacrados, moviéndose a través del campo, dirigiéndose hacia la

pared. Se movían de forma extraña, a veces en cuatro patas, a veces encorvados,

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su espasmódica forma de andar me ponía la piel de gallina. Dos estaban

completamente desnudos pero uno tenía los restos de un vestido hecho jirones,

pegado a su cuerpo, arrastrándolo por el fango.

―¡Rabiosos! ―gritó Zeke, su voz hizo eco en el recinto. Al instante Darren y

Larry descendieron desde la plataforma frente a la nuestra y se apresuraron

hacia nosotros. La plataforma se movió crujiendo bajo su peso y di un paso

hacia atrás para dejar espacio. Zeke se apoyó en una rodilla y apuntó con su

arma a los Rabiosos, pero Larry levantó una mano.

―No, no desperdicies municiones―advirtió entrecerrando los ojos mientras

miraba a través del humo y las llamas de abajo―. Todavía están demasiado

lejos y es casi imposible matarlos a la primera. Deja que se acerquen y

obtengamos una buena posición antes de empezar a disparar. Puede que no

necesitemos dispararles a todos.

Los Rabiosos se detuvieron bruscamente, mirando a la pared con hambrientas

expresiones en blanco. Zeke y Darren apuntaban con sus armas pero parecía

que los Rabiosos sabían qué tanto se podían acercar sin que les dispararan.

Rodearon el borde del campo manteniéndose fuera del alcance, escondiéndose

entre los árboles y arbustos sin acercarse nunca lo suficiente para un tiro limpio.

A mi lado Zeke hizo un ruido que era casi un gruñido. Lo miré con asombro.

Sus hombros estaban rígidos y tensos, y sus ojos brillaban con odio.

―Vamos―murmuró, y la rabia fría en su voz me impactó―. Acérquense un

poco más, sólo unos pasos más.

―Tranquilo muchacho ―le dijo Larry―. No seas demasiado ansioso. No

queremos atraer a más con la conmoción.

Zeke no contestó, estaba completamente enfocado en los Rabiosos. Parecía

diferente ahora, la sonrisa de chico despreocupado se había ido. En su lugar

había un oscuro extraño de ojos fríos y despiadados, con una expresión

congelada en una máscara pétrea. Al verlo sentí una punzada de aprensión. En

ese momento se parecía mucho a Jeb.

―Ya nos agarraron el modo ―murmuró Larry entrecerrando los ojos para ver

más allá de las llamas en la oscuridad―. Hace unos años hubo un grupo que

vino contra nosotros y llegaron corriendo contra las paredes, buscando abrirse

paso toda la noche. Interceptamos a varios, las malditas cosas son difíciles de

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matar, antes de aplicar la idea del fuego. Todavía se cuelan en los alrededores<

―señaló con el pulgar hacia el borde de la selva―…pero es muy raro que se

acerquen más. La mayoría de las veces comprueban si tenemos el fuego y

después se van. Mira, ahí van.

Vi a los Rabiosos fundirse de nuevo en el bosque y desaparecer entre los

árboles. Zeke y Darren quitaron la tensión de sus hombros y se enderezaron

bajando sus armas, aunque Zeke parecía decepcionado.

―Van a volver―dijo Larry, no sonaba cansado ni resignado―. Simplemente

era una declaración, un simple hecho―. Siempre lo hacen. ―Tocó el hombro de

Darren―. Vamos entonces, ¿eres Darren? Vamos a nuestro puesto. A veces los

monstruos se arrastran alrededor y vienen por el otro lado, bastardos furtivos.

Darren y Larry bajaron de la plataforma y regresaron a su puesto, Larry estaba

señalando a m{s Rabiosos “estrategas”, si se le puede decir así. Zeke dejó su

rifle y se recostó a mi lado en la barandilla, nuestros hombros apenas se tocaban

mientras mirábamos los campos.

―Ellos tienen una buena vida aquí ―dijo, y no había burla o sarcasmo en su

voz. Era casi nostálgico, envidioso. Solté un bufido y me crucé de brazos,

ocultando el malestar de un momento antes.

―¿Quieres decir encerrados como ovejas detrás de la pared, con la constante

amenaza de invasión de Rabiosos? Es como Nueva Covington en miniatura,

sólo que aquí no hay vampiros.

Excepto uno.

―Tienen un hogar―dijo Zeke dándome una mirada de soslayo―. Tienen una

familia. Han forjado su propia vida, y sí, puede que no sea completamente

perfecto ni seguro, pero por lo menos tienen algo que les pertenece. ―Suspiró y

se frotó los dedos en el cabello―. No están como nosotros, dando vueltas

constantemente sin saber lo que vamos a encontrar o lo que viene a

continuación. Sin tener un hogar a donde regresar.

El anhelo en su voz era palpable. Sentí su hombro contra el mío, nuestros

brazos rosándose, sentí su calor. No nos mirábamos, manteníamos la vista en el

bosque próximo.

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―¿Qué es una casa para ti? ―le pregunté con voz baja―. Antes de todo esto,

antes de empezar a buscar el Eden. ¿Dónde vivías?

―En una pequeña casa amarilla―murmuró y su voz sonaba distante―. Con un

columpio en el patio delantero. ―Parpadeó dándome una mirada

avergonzada―. Ah, no vas a querer oír hablar de eso, ¿verdad? Es bastante

aburrido. Nada especial.

Le lancé una mirada perpleja. Toda mi vida había pensado que no había nada

más allá de las ciudades de vampiros, además de desierto y Rabiosos. El hecho

de que hubiera asentamientos por ahí, pueblos, por muy dispersos que

estuvieran me daban esperanzas. Tal vez el mundo no estaba tan vacío como

había pensado al principio.

Pero no le dije eso. Me encogí de hombros y dije:

―H{blame de ello.

Él asintió con la cabeza y se detuvo un momento como reuniendo sus

recuerdos.

―No recuerdo mucho ―comenzó, mirando hacia la oscuridad―. Había una

comunidad en el hueco de una cadena montañosa. Era bastante pequeña y

todos se conocían. Estábamos tan aislados que ni siquiera pensábamos en

Rabiosos, vampiros o cualquier cosa de las que suceden en el exterior. Así que

cuando los Rabiosos llegaron nadie estaba preparado. Excepto Jeb.

Zeke se detuvo y tomó aliento, con los ojos oscuros y lejanos.

―Vinieron a nuestra casa primero―reflexionó―. Recuerdo los arañazos en las

ventanas, derribaron las paredes para entrar. Mi mamá o mi papá me

escondieron en el armario y escuché sus gritos a través de la puerta. ―Se

estremeció, pero su voz era tranquila, como si eso le hubiera ocurrido a otra

persona y él no fuera el joven de la historia―. Lo siguiente que recuerdo

claramente fue que la puerta se abrió y Jeb me miraba. Él me acogió y vivió allí

durante varios años.

―¿De ahí es el resto del grupo?

―La mayoría. ―Zeke me dio una mirada de soslayo―. Éramos más al

principio y algunos se unieron en el camino. Pero sí, la mayoría de nosotros

venimos de esa comunidad. Después del ataque de Rabiosos la gente estaba

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asustada. No sabían qué hacer. Así que empezaron a escuchar a Jeb, le pedían

ayuda, consejos. Con el tiempo se convirtió en una cosa semanal, nos veíamos

en la antigua iglesia una hora más o menos y lo escuchábamos hablar. Jeb les

dijo a todos que no quería ser predicador. Pero la gente seguía llegando. Y

después de un tiempo él< ganó muchos seguidores.

―Pero< Jeb cree que Dios ha abandonado al mundo, que ya no est{ con

nosotros. ―Le di una mirada confusa―. No puedo imaginar cómo puede salir

bien.

―Te sorprenderías. ―Zeke se encogió de hombros―. Las personas estaban

desesperadas por algún tipo de orientación, y no es tan sombrío como parece.

Jeb cree que a pesar de que Dios ya no ve por nosotros, tenemos que seguir

luchando contra el mal el tiempo que estemos aquí. Que no debemos dejarnos

manchar por los demonios. Que esa es la única forma de tener una oportunidad

en la eternidad al morir.

―Es un alivio.

Él sonrió débilmente.

―Tenía opositores bastante fuertes pero no parecían molestarle. Jeb nunca

estuvo realmente unido a la comunidad, no como yo. Ahora que lo pienso, creo

que nunca tuvo intención de quedarse mucho tiempo. No con lo que me

enseñaba.

―¿Qué te enseñaba?

―Todo lo que sé< cómo disparar, cómo pelear. Salíamos a las colinas detr{s

del pueblo, durante el día por supuesto, y me enseñaba cómo sobrevivir en el

desierto. Cacé mi primer conejo a los seis años. Y lloré todo el tiempo mientras

lo limpiábamos.

»Pero―continuó―, esa noche nuestro vecino guisó el cadáver flaco del conejo,

y nos sentamos a la mesa en la cocina y nos lo comimos todo. Y Jeb estaba muy

orgulloso. ―Zeke se echó a reír, consciente de sí mismo y negó con la cabeza―.

Fue un hogar para mí, aunque suene loco. No como este vagar interminable. No

es una ciudad sin rostro que nunca podría encontrar. ―Suspiró profundamente,

mirando hacia el granero y el pesar en su rostro era casi abrumador―. Así que,

de todos modos―terminó, sacudiendo su melancolía al mirar de nuevo al

bosque―, por eso creo que los Archer tienen algo bueno aquí. Con Rabiosos,

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paredes, fuego y todo. ―Por fin me miró sonriéndome desafiante―. Entonces<

si quieres me puedes decir que soy un idiota sentimental, pero esa es mi historia

y estoy apegado a ella.

―No lo eres―le contesté―. Creo que eres demasiado duro contigo mismo, y

que Jeb no debe esperar que mantengas felices, sanos y salvos a todos, pero no

creo que seas un idiota.

Él sonrió, era una sonrisa de verdad, aunque su voz se mantuvo con el tono de

burla.

―¿Entonces qué crees que soy?

Ingenuo, pensé de inmediato. Ingenuo, valiente, desinteresado, increíble… y

demasiado amable como para sobrevivir en este mundo. Eso te puede romper al final si

sigues así. Las cosas buenas nunca duran.

Por supuesto que no le dije nada de eso. Me encogí de hombros y murmuré:

―No importa lo que piense.

La voz de Zeke fue suave, casi un susurro.

―Es importante para mí. ―Lo miré fijamente. Sus ojos eran de un azul

tormentoso a la luz de la luna, su cabello era un pálido rubio plateado. La cruz

brillaba en su pecho, haciendo un guiño metálico como advertencia, pero yo no

podía apartar mis ojos de su cara. Poco a poco se soltó de la barandilla y se

inclinó, llegando a rozar un mechón de cabello en mi mejilla.

Sus dedos rozaron mi piel y sentí su calor como una sacudida eléctrica. Escuché

su corazón latiendo con fuerza contra el pecho, los latidos de su pulso debajo de

su mandíbula. Su olor estaba en todas partes, era abrumador, el calor, la sangre

y la vida, y un olor terso y característico sólo de él. Me imaginé besándolo,

arrastrando los labios a su cuello, una oleada de sangre caliente inundando mi

boca. Sentí que mis colmillos crecían mientras me acercaba.

―¡Zeke!

La voz de Ruth rompió el silencio, separándonos y regresando mis sentidos.

Horrorizada me levanté y me acerqué a la orilla de la plataforma, de cara al

viento. ¿Qué demonios estaba haciendo al jugar con fuego de esta manera?

Morder al hijo del predicador era una manera excelente de que me

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excomulgaran y me persiguieran. Jeb era implacable cuando se trataba de irse,

pero tenía la sensación de que haría una excepción conmigo. Y había algo peor,

Zeke sabría lo que era, y me odiaría por ello.

Y, un rincón oscuro de mi mente susurró: ¿Y si al morderlo no paras? ¿Si absorbes

cada pedacito de la luz de él dentro de ti misma para que cuando termines no quede nada

de él?

Me estremecí y obligué a retraer los colmillos, ahogando el deseo y Hambre que

venían con ellos. Volví a pensar en nuestro casi beso y tuve que preguntarme:

¿Podría haberlo besado, o habría utilizado el momento final para arrancar su garganta?

―¡Zeke! ―llamó Ruth de nuevo, ajena a la escena de la parte superior―. La

señorita Archer quiere que te recuerde que el fuego de afuera tiene que ser

alimentado. La pila de leña está detrás de la cisterna de agua. Si bajas te puedo

mostrar dónde es.

―Me voy―dije rápidamente cuando Zeke se inclinó sobre la barandilla para

contestarle a Ruth. Se detuvo y me miró perplejo pero me volteé hacia la

escalera antes de que pudiera decir nada. Si Ruth quería estar a solas con Zeke,

que así fuera. Tendría su oportunidad. En ese momento tenía que alejarme de él

antes de que hiciéramos algo de lo que me iba a arrepentir.

―Allison―dijo Zeke en voz baja, deteniéndome. Lo miré desde la escalera y lo

encontré mirándome con expresión triste, confundida―. Lo siento

―murmuró―. No debería haber< yo pensé< ―Se interrumpió con un suspiro

y se pasó una mano por el cabello―. ¿No te vayas? ―pidió, dándome una

sonrisa esperanzada―. Voy a comportarme, lo prometo.

Pero no puedo. Negué con la cabeza y bajé, dejando mi rifle encima de la tapa

contra los rieles. Sentí los ojos de Zeke en mí cuando me fui, pero no lo miré.

Naturalmente, Ruth me miró cuando bajaba, pero tampoco le hice caso,

continué hacia la cisterna en la esquina más alejada de la parcela. Sus zapatos

sonaron en la escalera mientras subía para unirse a Zeke, y me obligué a seguir

caminando. Con suerte la adoración de Ruth distraería a Zeke y no me seguiría,

aunque una parte de mí quería que lo hiciera.

Es mejor así, me dije pasando el granero. Desde adentro se escuchaban

murmullos suaves y berridos satisfechos, el resto del grupo estaba

aprovechando la parada inesperada, probablemente aliviados por no tener que

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parar en medio de un bosque infestado de Rabiosos. Eso estuvo muy cerca,

continué, apresurándome antes de que nadie pudiera verme. ¿Qué habrías hecho

si Zeke te descubría? ¿Crees que podrías gustarle si sabe lo que eres en realidad? Bufé

mentalmente. Ya viste cómo estaba con los Rabiosos. Pondría una estaca en tu corazón

o una bala en tu cabeza sin pensárselo dos veces. Te vería justo como Stick.

Llegué al pequeño montón de madera que estaba a la sombra de un depósito,

en realidad no era más que un cobertizo de tres lados con un techo de hojalata.

Apilé un montón de troncos partidos y cargué algunos en una carretilla oxidada

que estaba cerca, cuando oí un suave gemido.

Puse con cautela una mano en la empuñadura de mi espada y esperé, inmóvil.

El sonido llegó de nuevo, suave, un ser humano con dolor y sin esperanza. Al

otro lado del cobertizo.

Rodeé la construcción manteniendo una mano en la empuñadura, dispuesta a

sacar mi arma si era necesario. Sin embargo, cuando vi lo que hacía el ruido

dejé caer mi brazo, no había necesidad.

Una gran jaula de hierro estaba situada en la parte posterior del cobertizo. Las

barras eran gruesas y estaban muy juntas, aunque lo suficientemente separadas

para ver el interior. La puerta estaba cerrada de dos formas desde el exterior,

cerrada con candado y envuelta en cadenas. Incluso había barras en el suelo de

la jaula, separando al prisionero de la tierra natural. Había una fina capa de paja

extendida sobre el suelo, absorbiendo parcialmente el olor de la orina, la sangre

y el yodo.

Acurrucada bajo una manta en la esquina más cercana al fuego había un rostro

familiar con barba que levantó la cabeza para mirarme.

Parpadeé.

―¿Joe? ―susurré, reconociendo al hombre que Zeke y yo habíamos arrastrado

desde el bosque―. ¿Qué estás haciendo ahí? ―le pregunté horrorizada. Podía

oler la sangre en él, la carne desgarrada bajo las vendas. Todavía estaba mal

herido y necesitaba estar en cama, o al menos en una habitación donde pudiera

ser atendido―. ¿Quién te puso ahí? ―exigí, cerrando un puño alrededor de las

barras. Me miró con ojos lagañosos y me eché hacia atrás, echando humo―.

Voy a buscar a Patricia―le dije―. Ella te va a sacar. Aguanta ahí.

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―No―jadeó Joe tendiéndome una mano. Me quedé mirándolo y él tosió,

temblando bajo un edredón―. No, todo está bien―continuó cuando el acceso

había pasado―. El jabalí dejó mi pierna bastante mal. Tengo que estar

encerrado hasta que sea seguro que no me convierta.

―¿Ellos te hicieron esto a propósito? ―Me volví, agarrando los barrotes mientras

lo miraba fijamente―. ¿Y tú se los permites? ¿Y qué va a pasar con tu pierna?

―Está siendo atendida tan bien como puede esperarse―dijo Joe encogiéndose

de hombros―. Por la mañana alguien vendrá a recolocar la venda. Y no está tan

mal como parece. Creo que tengo una buena oportunidad de salir de ésta.

Miré su rostro pálido y sudoroso, sus ojos acristalados de dolor y negué con la

cabeza.

―Todavía no puedo creer que te dejen aquí como un animal. Yo estaría

gritando y tratando de tirar las paredes para salir.

―Quiero estar aquí―insistió Joe―. ¿Qué pasaría si muero y despierto en la

casa antes de que nadie lo note? ¿Cuando todo el mundo está dormido? Podría

matar a toda mi familia. No. ―Se echó hacia atrás acercándose la manta―. Esto

es necesario. Aquí no soy un peligro para nadie y mi familia está a salvo. Eso es

todo lo que me importa.

―Buen hombre―dijo una voz por encima de mi hombro.

Me di la vuelta. Jeb estaba en una esquina de la jaula, mirando hacia adentro

con su impasible rostro afilado. El hombre se movía como un vampiro, ni

siquiera lo había escuchado acercarse.

―Puedes ver Allison―reflexionó Jeb aunque no me miraba―. Este es un

hombre que está más preocupado por la seguridad de su familia que por su

propia existencia. De hecho, todo el mundo aquí sabe lo que se debe hacer para

proteger a todos en lugar de a unos pocos individuos. Así es como han

sobrevivido por tanto tiempo.

―¿Crees que aislar como un perro a un hombre herido, sin ningún tratamiento,

medicamento o ayuda, es lo mejor para él?

Los ojos como el acero de Jeb se volvieron hacia mí.

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―Si el alma del hombre está en peligro de corromperse, y su cuerpo está en

peligro de sucumbir a la oscuridad, entonces ya no es un hombre, sino un

demonio. Y cuando el demonio emerge lo mejor es tenerlo contenido. Por la

seguridad de los seres humanos sin mancha, sí, creo que es lo mejor. ―Abrí mi

boca para contestar pero él me cortó―. ¿Qué otra cosa harías tú?

―Yo< ―Jeb levantó las cejas, expectante, y me miró―. No lo sé.

―Tú y Ezekiel. ―El viejo sacudió la cabeza―. Se niegan a ver el mundo tal

como es. Pero ese no es mi problema. Si me disculpan, tengo que ir a orar por el

alma de este hombre. Tal vez todavía pueda ser salvado.

Se apartó de mí y bajó la cabeza, hablando en voz baja. Joe hizo lo mismo

dentro de la jaula. Me retiré de nuevo al cobertizo, llevé la carretilla y la llené de

madera, asegurándome de hacer el mayor ruido posible.

Sabía que Jeb tenía razón de una manera enferma y retorcida. Cualquier

humano mordido por un Rabioso, sin importar que fuera un perro, un zorrillo o

una persona, estaba en peligro de convertirse. Era diferente el convertirse en

vampiro, para eso tenías que beber la sangre de tu padre para poder

convertirte. En mi caso, la sangre del maestro vampiro Kanin me había hecho lo

suficientemente fuerte para superar la enfermedad, y él había llegado conmigo

inmediatamente después de haber sido atacada. Aun así, yo había tenido

mucha suerte, la mayoría de los vampiros sigue creando Rabiosos cuando

tratan de tener descendientes.

El Rabidismo, sin embargo, era mucho más potente y seguro. Cada caso es

diferente, Kanin me había dicho, que por lo general depende de la gravedad de

la herida y de la fortaleza de la víctima y la voluntad de luchar contra la

infección. El virus se propaga rápidamente, acompañado por una fiebre atroz y

una gran cantidad de dolor, antes de finalmente matar al huésped. Si no se toca,

el cuerpo se levanta completamente cambiado; un Rabioso lleva el mismo virus

letal que lo convirtió.

Sabía que las precauciones que tomaban los Archer eran necesarias, incluso

tratándose de uno de los suyos, no podían permitirse el lujo de tener un

Rabioso. Pero aun así me ponía la piel de gallina la idea de estar sola, esperando

la muerte encerrada en una jaula. Me pregunté qué pensaría Zeke de esto. ¿Se

sentiría tan sorprendido y turbado como yo? ¿O estaría del lado de Jeb,

diciendo que era lo correcto?

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Zeke. Empujé de mi mente el pensamiento de él, arrojando un tronco en la

carretilla con tanta fuerza que rebotó y golpeó la pared del cobertizo. Ese

momento que habíamos compartido en la plataforma no tenía que volver a

repetirse. Sin importar lo mucho que lo quisiera. No podía permitirle volver a

estar tan cerca. Por la seguridad de ambos.

Cuando regresé con la carretilla llena de troncos y ramas Ruth y Zeke aún

estaban en la plataforma, sentados uno al lado del otro. No fui de nuevo a la

torre pero había visto cuando Larry mostró cómo alimentar el fuego, dejando

caer la madera por medio de varias rampas que conducían directamente a las

llamas, todo ello sin abandonar la seguridad del complejo. Estaba

impresionada. Era mejor que correr tontamente afuera para llevar la madera a

las hogueras y tentar a cualquier horda de Rabiosos que miraban desde el

bosque, habían ideado una ingeniosa manera de tratar con el problema de la

forma menos peligrosa. Tenías que admirar su creatividad.

Después de alimentar las hogueras entré de nuevo al granero, queriendo evitar

a Ruth y Zeke en la plataforma. Tal vez podría enseñarle cómo sostener y

disparar mi rifle, ella lo amaría, y yo podría hacerme cargo de cuidar el ganado.

Lo que me llevaría a alejarme de él.

El granero estaba húmedo y cálido cuando abrí la puerta y entré, el ganado

dormitaba contento. La mayoría del grupo estaba fuera o en la casa de campo,

ayudando con la vigilancia o haciendo diferentes tareas en todo el recinto. Pero

Teresa, Silas y el más joven de los niños permanecieron en el establo con los

animales. El mayor, Silas, dormitaba en el rincón, cubierto de mantas, con un

ligero ronquido de su boca abierta. Teresa estaba sentada cerca, remendando un

edredón y tarareando en voz baja. Me sonrió y asintió cuando entré.

―Allison. ―Caleb salió de uno de los puestos y se acercó a mí con la pequeña y

tímida Bethany detrás, agarrando una botella con un puño sucio. Caleb llevaba

una cabra bebé en los brazos, y era casi demasiado grande para que la pudiera

sostener, berreaba y luchaba débilmente. Me arrodillé rápidamente y sostuve al

animal contra mi pecho. Se calmó un poco pero todavía gritaba lastimosamente.

―No tiene mamá. ―Caleb parecía a punto de llorar, secándose la cara y

dejando una mancha de lodo en la mejilla―. Hay que darle de comer pero no

bebe de la botella. Sigue llorando, pero no quiere la leche y no sé lo que quiere.

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―Aquí―dije tendiendo la mano y Bethany me dio la botella. Me senté contra la

pared y apoye a la pequeña criatura en mi regazo mientras los niños humanos

me miraban con ansiedad. Por un momento sentí una punzada de irritación al

pensar que Ruth tendría que estar aquí haciendo esto y no yo, pero luego me

centré en mi tarea. Sólo tenía una vaga idea de lo que se debía hacer, nunca

antes había visto a una cabra, mucho menos tenido una, pero tenía que hacer

que funcionara.

Pellizqué una gota de leche sobre la mamila y esperé hasta que la cabra baló de

nuevo antes de introducirla en su boca. Las dos primeras veces el terco pequeño

sacudió su cabeza y gritó más fuerte, pero finalmente, la tercera vez se dio

cuenta de lo que le estaba ofreciendo. Sujetó con sus mandíbulas la botella y

comenzó a beber en serio, balbuceando a través de la leche, y mi público

aplaudió en respuesta.

Antes de saber lo que estaba pasando, Caleb se sentó a mi lado y Bethany al

otro, y se apoyó en mi brazo. Me tensé y me mantuve rígida, pero no parecían

darse cuenta de mi malestar, y el pequeño en mi regazo gritaba con avidez

cuando no tenía la botella lo suficientemente cerca. Me eché hacia atrás,

resignada, mirando a las tres criaturas jóvenes a mi alrededor, tratando de no

respirar su olor o escuchar su corazón. Teresa me miró y sonrió, y me encogí

con impotencia.

―Saben―murmuré, sobre todo para mantener la mente distraída y así no

pensar en sangre, o corazones, o en lo hambrienta que estaba―, creo que este

pequeño necesita un nombre, si no es que tiene uno, ¿qué les parece?

Caleb y Bethany asintieron.

―¿Qué tal Princesa?

―Estúpido―dijo al instante Caleb―. Es un nombre de chica.

Ella le sacó la lengua y Caleb le devolvió el gesto. El pequeño succionaba la

botella, la leche se le escurría en la barbilla. Era mayormente blanco a excepción

de unas manchas negras en sus patas traseras y un círculo grande en el ojo. Lo

hacía ver como un bandido o pirata.

―¿Qué tal Parche? ―murmuré.

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Aplaudieron con alegría. Ambos pensaron que era un nombre perfecto y

Bethany besó a Parche en la cabeza peluda, lo que la cabra ignoró. Después de

unos momentos viéndolo tragar leche, Caleb de repente dejó escapar un suspiro

explosivo y se desplomó contra mí.

―No me quiero ir―murmuró con tono cansado y fastidiado del mundo,

incluso para alguien tan joven―. No quiero seguir buscando Eden. Prefiero

quedarme aquí.

―Yo también―murmuró Bethany, pero ya estaba medio dormida, acurrucada

a mi lado.

Caleb levantó una mano y rascó el hombro de Parche, por lo que se le contrajo

la piel como si estuviera espantando una mosca.

―Allie, ¿crees que habrá cabras en Eden? ―murmuró.

―Estoy segura de que las habrá―le respondí, levantando la botella para que el

pequeño pudiera tomar las últimas gotas―. Tal vez incluso podrías tener unas

propias.

―Eso me gustaría―murmuró Caleb―. Entonces espero que lleguemos pronto.

No mucho tiempo después, la botella estaba vacía y los tres estaban dormidos,

acurrucados en mi regazo o apoyados en mis costillas. Teresa también se había

quedado dormida, con la cabeza apoyada en su barbilla y el edredón tirado a

un lado. El granero estaba muy tranquilo, a excepción del ganado moviéndose

en sueños y el latido de los corazones que me rodeaba.

Bethany se desplomó de repente, cayendo con la cabeza contra mi pierna, su

cabello dorado se derramaba sobre mi muslo. La miré fijamente. El parpadeo de

la luz de la lámpara bailaba a lo largo de su cuello un poco pálido, ella suspiró y

se apretó más, murmurando en sueños.

Mis colmillos se deslizaron fuera. Los latidos del corazón de repente eran muy

fuertes en mis oídos, podía escuchar el pulso de su muñeca, del cuello. Mi

estómago se sentía hueco y vacío, su piel era cálida contra mi pierna.

Separándole el cabello a un lado, poco a poco me incliné hacia adelante.

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C A P Í T U L O 16

Traducido por AdyRod

Corregido por Moonse

¡No! Cerré los ojos y me eché hacia atrás golpeando mi cabeza contra la pared.

La pequeña cabra soltó un gemido sobresaltado y luego metió su nariz debajo

de las patas traseras con un suspiro. Caleb y Bethany seguían dormidos, sin

darse cuenta de lo cerca que habían estado de ser comida.

Miré horrorizada a mi alrededor buscando una ruta de escape. No podía seguir

así. El Hambre me tomaba poco a poco y no pasaría mucho tiempo antes de

ceder a la tentación. Necesitaba alimentarme antes de que fuera demasiado

fuerte como para ignorarlo. Hice suavemente a un lado a los niños dormidos y

coloqué al recién bautizado Parche a su corral, donde rápidamente se quedó

dormido. Una vez libre, me deslicé hacia afuera y me apoyé en el granero,

pensando en la inevitable pregunta. Había llegado el momento. Eso había

estado demasiado cerca. ¿De quién me tendría que alimentar?

No de los niños. Nunca. No era tan inhumana como para desangrar a un niño

dormido. Teresa y Silas eran mayores, sin embargo, eran demasiado débiles

como para perder sangre, y no iba a morder en presencia de dos niños

durmiendo. Jake y Darren estaban de guardia, y Ruth estaba con Zeke.

Zeke estaba definitivamente fuera de la cuestión.

Eso dejaba a la loca de Dorothy, que estaba en la casa charlando con Martha,

quien al parecer no se acostaba sino hasta la medianoche, y Jebbadiah Crosse.

Sí, claro. Me pegaría un tiro en la cara antes de acercarme a Jeb.

Gruñí con frustración. Esto no me llevaba a ninguna parte.

¿Cuándo había estado tan cerca de la gente de la que se suponía que me iba a

alimentar?

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Siempre empieza así. La voz de Kanin resonó en mi mente, deliberadamente

bajito. Intenciones nobles, los nuevos vampiros están llenos de honor. Se prometen no

perjudicar a los humanos, tomar sólo lo que necesitan, no cazarlos como ovejas en la

noche. Pero se vuelve más y más difícil permanecer a su nivel, aferrarse a su humanidad

cuando la única forma en que puedes verlos es como comida.

―Maldita sea ―dije en voz baja cubriéndome los ojos con una mano.

¿Cómo lo hacía Kanin? Traté de recordar, pensando en nuestro tiempo en el

Fringe. Tenía una especie de código, un tipo de sistema de honor moral que

usaba cuando se alimentaba de víctimas inocentes. Dejaba algo antes, como

zapatos, como pago por el daño que pudieran traer sus acciones.

Ahora yo no podía hacer eso. No tenía nada que les pudiera dar.

Cierto, estaba ayudando con la vigilancia de la noche y eso, pero era más bien

un esfuerzo de grupo. Todos estábamos ayudando.

Pero, había salvado la vida de ese hombre<

Me apuñalaban la culpa y el asco. ¿Cómo podía siquiera pensar en

aprovecharme de un ser humano débil y enjaulado? ¿Al principio de la noche

me había horrorizado verlo encerrado como un animal y ahora estaba pensando

en alimentarme de él? Tal vez Kanin tenía razón.

Tal vez yo era un monstruo, tal como había dicho.

Podía escucharlo ahora, su voz profunda resonaba en mi cabeza tan claramente

como si estuviera de pie a mi lado. Elige Allison, decía, calmado y ecuánime. ¿Te

aprovecharías de aquellos que consideras tus amigos y compañeros, o de un extranjero

que te debe la vida? Sabes que cualquier decisión es mala pero debes decidir cuál es el

mal menor.

―Maldito seas―le murmuré al aire. Kanin imaginario no respondió, brillando

en la nada, él ya sabía cuál era mi elección.

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Vi a Jebbadiah Crosse terminando sus oraciones con el herido, lo vi ir a grandes

zancadas de vuelta a la granja, su forma grave y rígida cortaba la oscuridad. Vi

al hombre en la jaula y esperé a que su tos cambiara y se detuviera, que su

respiración se hiciera más lenta, pesada y profunda.

Cuando él roncaba tranquilamente me deslicé entre las sombras por la pared,

caminando rápidamente hacia el cobertizo y quitando la llave que colgaba en el

casco. En silencio quité la barra de hierro de la puerta, abrí el candado y saqué

las cadenas con cuidado de que no tintinearan contra los barrotes.

Precavidamente, sin hacer crujir la puerta, pude abrirla.

Joe Archer yacía desplomado en un rincón, cubierto de mantas, su cuerpo

estaba enroscado para conservar el calor. Su pierna vendada apestaba a sangre

y alcohol y estaba en un ángulo incómodo.

¿De verdad vas a hacer esto?

Hice a un lado la voz enterrando los sentimientos de horror, culpa y disgusto.

No quería, pero era necesario. No me atrevería a entrar en la granja llena de

gente, no quería deslizarme en la habitación para ser descubierta por alguien de

sueño ligero o alguien que se levantara para ir al baño.

Pensé en Caleb y Bethany, Zeke y Darren. Si no hacía esto, ellos podrían ser los

próximos objetivos. Podía matarlos si no me detenía a tiempo. La jaula estaba

aislada, fuera del camino, y nadie vendría a verlo por un tiempo. Mejor a un

extraño que a algún conocido, que alguien que realmente me importara.

Además, él me lo debía por haberle salvado la vida.

Si eso es lo que quieres creer. Entonces vamos a terminarlo.

Joe se agitó en sueños y tosió, sus ronquidos vacilaron.

Antes de pensarlo dos veces, me acerque y me arrodillé rápidamente a su lado,

haciendo a un lado el cuello de su abrigo. Su garganta desnuda pulsaba con

suavidad a la luz de la luna. Mis colmillos se alargaron cuando el Hambre

aumentó como una marea oscura. Cuando el humano gimió cerré mis

párpados, me incliné hacia adelante y hundí los dientes en su cuello, justo por

debajo de la mandíbula.

Él se estremeció pero se relajó al instante, sucumbiendo al delirio por la

mordedura de un vampiro. Cuando la sangre comenzó a fluir en mi boca, mi

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Hambre la bebió con avidez, exigiendo más, siempre más. Permanecí al borde

de ella esta vez, luchando por mantener mis sentidos, por no perderme en el

calor y la energía fluyendo en mí.

Tres sorbos. Eso fue todo lo que me permití tomar, aunque mi Hambre hacía

estragos por más. De mala gana saqué los colmillos de la piel del humano,

sellando las heridas antes de dar un paso hacia atrás. Él gimió, medio dormido

y medio muerto para el mundo, y me deslicé fuera de la jaula y coloqué la

cerradura y las cadenas lo más rápido que pude.

―¿Allison?

Justo cuando estaba colocando la última barra unos pasos crujieron detrás de

mí y la voz familiar de Zeke flotó por encima de mi hombro.

Me volví y se quedó a unos pasos detrás de mí con un termo en la mano y una

taza de metal en la otra.

―Aquí―dijo, su voz no parecía acusadora, aunque parecía perplejo―. No

volviste después de que se fuera Ruth. ¿Aún estás enojada conmigo?

―¿Qué estás haciendo aquí? ―le pregunté haciendo caso omiso de la pregunta.

No estaba enojada, por supuesto, pero tal vez era mejor que pensara que lo

estaba. Él asintió con la cabeza como si lo esperara.

―Están preparando la cena en la granja―continuó, levantando la taza―. Si

quieres algo, ve pronto, antes de que Caleb y Matthew se coman toda la sopa.

Asentí con la cabeza y se dio la vuelta, mirando a Joe dormir a través de los

barrotes de la jaula.

―¿Sabías sobre esto? ―pregunté al oírlo subir a mi lado.

―Jeb me lo dijo. ―Zeke se arrodilló cerca de las barras y sacudió al hombre

inconsciente. Se movió con un gemido, abriendo los ojos lagañosos y Zeke

levantó el termo―. Hey―murmuró, quitando la tapa y dándole un líquido

oscuro humeante―. Pensé que podría usar esto. Es negro, pero es mejor que

nada.

―Gracias muchacho―jadeó Joe tomando la taza. Le temblaban las manos y

estuvo a punto de tirarla―. Maldita sea, estoy peor de lo que pensaba. ¿Cu{nto

falta para el amanecer?

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―Un par de horas―dijo Zeke suavemente, pasándole la taza de sopa a través

de los barrotes―. Esto va a terminar pronto. ¿Cómo lo llevas?

―Oh, voy a vivir. ―Joe bebió el café y sonrió―. Al menos un día más.

Zeke le devolvió la sonrisa como si realmente lo creyera, y de repente tuve que

salir de allí. Giré sobre mis talones y me alejé rápidamente, lejos de la jaula, del

humano condenado que unos momentos antes había sido mi presa. Lejos del

chico que me mostró lo monstruosa que era en realidad.

―¡Hey! ¡Allison, espera!

Escuché a Zeke corriendo detrás de mí y me giré hacia él, furiosa de repente.

―Vete―gruñí apenas haciendo cualquier gesto para no mostrar los colmillos―.

¿Por qué sigues volviendo? ¿Qué tratas de probar, chico predicador? ¿Crees que

también puedes salvarme?

Él parpadeó completamente desconcertado.

―¿Qué?

―¿Por qué te esfuerzas tanto? ―continué, mirándolo con desdén, aferrándome

a mi ira con pura fuerza de voluntad―. Siempre dando, arriesg{ndote para que

los demás estén bien. Es estúpido y peligroso. La gente no vale la pena el

esfuerzo, Ezekiel. Algún día esas personas te van a clavar un cuchillo por la

espalda y ni siquiera lo vas a ver venir.

Sus ojos azules estaban fijos.

―¿Qué tan ignorante crees que soy? ―exigió―. Sí, el mundo es un lugar

horrible y está lleno de gente que me clavaría un cuchillo mientras me dan la

mano. Sí, me arriesgo por ellos y ellos me tirarían a los Rabiosos sin pensarlo

dos veces. No creas que no lo he visto antes Allison. No soy tan estúpido.

―¿Entonces por qué seguir intentándolo? Si Jeb piensa que esto es el infierno,

¿por qué molestarse?

―¡Porque tiene que haber más que esto! ―Zeke se detuvo, se pasó las manos

por el cabello y me miró con tristeza―. Jeb prácticamente ha renunciado a la

humanidad―dijo en voz baja―. Él ve la corrupción, a los vampiros y los

Rabiosos y piensa que el mundo está terminado. Lo único que le importa es

llegar a Edén salvando la vida de los pocos que pueda. Cualquier otra

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persona< ―Se encogió de hombros―< est{ por su propia cuenta. Incluso

gente como Joe. ―Asintió hacia el cobertizo―. Va a orar por él, pero se

mantiene distante, individual.

―Pero tú no crees en eso.

―No, no lo creo. ―Zeke me miró directamente a los ojos y despreocupado e

inconmovible dijo―: Jeb pudo haber perdido la fe, pero yo no lo hice. Tal vez

me equivoque ―continuó con un encogimiento de hombros―, pero voy a

seguir intentándolo. Es lo que me mantiene humano. Es lo que me separa de

ellos, de todos ellos, Rabiosos, demonios, vampiros, cualquier cosa.

Vampiros. Eso dolió más de lo que imaginaba.

―Bien por ti―dije con amargura―. Pero yo no soy así. No creo en Dios y no

creo que los seres humanos tengan algo bueno. Tal vez tengas una pequeña y

agradable familia aquí, pero yo he estado sola demasiado tiempo como para

confiar en nadie.

La expresión de Zeke se suavizó, que no era lo que yo quería. Quería hacerle

daño, hacerlo enojar, pero él sólo me miró con sus solemnes ojos azules y dio un

paso hacia adelante.

―No sé lo que has pasado―dijo, sosteniendo mi mirada―, y no puedo hablar

por todos pero te prometo que aquí estarás a salvo. Yo nunca te lastimaría.

―Ya basta―le susurré retrocediendo―. Tú no me conoces. No sabes nada de

mí.

―Lo haría si me lo permites ―respondió Zeke cruzando de dos zancadas el

espacio que nos separaba, agarrando mis brazos. No era difícil, podría echarme

hacia atrás si quisiera, pero estaba tan sorprendida que me quedé inmóvil

mirándolo a la cara―. Lo haré si me das una oportunidad―murmuró―. Y te

equivocas< sé algunas cosas sobre ti. Sé que tú y Ruth no se llevan bien, sé que

Caleb te adora, y sé que puedes manejar una espada mejor que nadie que haya

visto antes. ―Entonces sonrió, era dolorosamente guapo, sus ojos azules eran

piscinas azules mientras miraban los míos―. Eres una luchadora, cuestionas

todo aquello con lo que no estás de acuerdo, y es probable que seas la única

aquí que no está aterrorizada con Jeb. Y nunca he conocido a nadie como tú.

Nunca.

Page 267: The immortal rules - Julie kagawa

267

―Vámonos―susurré. Podía oír al corazón latiendo fuerte en su pecho, y estaba

aterrorizada pues de repente oía la falta de uno en mí. Él siguió, deslizando sus

manos por mis brazos, sosteniendo la punta de mis dedos antes de dejarlas

caer. Pero sus ojos nunca dejaron mi cara.

―Sé que estás asustada ―continuó en voz baja, aún tan cerca que podía sentir

su aliento en mi mejilla. El Hambre se agitó pero era más débil en esta ocasión,

saciada de momento―. Sé que me acabas de conocer y somos unos extraños, y

te mantienes aparte por tus propias razones. Pero también sé que no he<

sentido esto por nadie. Y creo< espero< que sientas lo mismo, porque

realmente fue duro para mí decirlo. Así que< ―Extendió la mano otra vez,

tomando mi mano―. Te pido que confíes en mí.

Yo quería. Por segunda vez en esa noche quería darle un beso, estando de pie a

la luz de la luna, con el flequillo cayéndole sobre los ojos. Zeke se inclinó hacia

adelante, y por un momento le permití acercarse, ahuecar la parte de atrás de

mi cabeza mientras sus labios se movían hacia abajo, hacia los míos. Su pulso

latía, su olor me envolvía, pero esta vez, sólo vi su cara.

¡No, esto no puede suceder! Lo empujé con fuerza. Se tambaleó hacia atrás y cayó

de espaldas al suelo. Oí su brusca inhalación y vi la mirada herida y asombrada

en sus ojos y casi di la vuelta y huí.

No lo hice. Contra mi voluntad, contra todo lo que me gritaba que no lo hiciera,

saqué mi espada y di un paso hacia él, apuntando a su pecho. Los ojos de Zeke

se abrieron cuando la brillante hoja quedó a centímetros de su corazón y se

quedó paralizado.

―Quiero que esto quede tan claro como pueda―dije, sosteniendo con fuerza la

empuñadura de la espada para que mis manos no se movieran―. No hagas eso

otra vez. No confío en ti chico predicador. No confío en nadie. Y he sido

apuñalada en la espalda demasiadas veces para que eso cambie, ¿entiendes?

Los ojos de Zeke estaban enojados, heridos, pero asintió. Envainé mi espada,

me volví y caminé de regreso a la casa, sintiendo su mirada sobre mí en todo el

camino. Pero no me siguió.

El amanecer no estaba lejos. Volví a la habitación vacía y cerré la puerta

cerciorándome de asegurarla esta vez. Los ojos me ardían y cerré mis

emociones antes de que se derramaran sobre mis mejillas.

Page 268: The immortal rules - Julie kagawa

268

En el baño me eché agua helada sobre la cara, mirando mi reflejo agrietado en el

espejo. A diferencia de lo que decían las historias, en realidad sí nos

reflejábamos y mi reflejo tenía un aspecto horrible; una pálida chica de cabello

oscuro con restos de sangre sobre sus ojos, alguien con sangre corriendo por sus

venas. Mostré mis colmillos y la imagen de la chica desapareció mostrando una

protesta, con los ojos de vampiro hundidos en su cara. Si Zeke supiera lo que en

realidad era<

―Lo siento―susurré, recordando su mirada cuando lo había empujado,

cuando puse la espada en su pecho. Conmocionado, traicionado, con el corazón

roto―. Es mejor así. Realmente lo es. No tienes idea de en lo que te estás

metiendo.

No podía seguir así. Era muy difícil, viendo a Zeke, mantener mi distancia,

fingir que no me importaba. También era cada vez más difícil mantener mi

secreto. Tarde o temprano tendría un desliz, o alguien juntaría las piezas y se

daría cuenta de lo que acechaba entre ellos. Y entonces Jeb o Zeke pondrían una

estaca en mi pecho o me cortarían la cabeza. Zeke había visto a los Rabiosos

matar a su familia y sus amigos, y él era el protegido de Jebbadiah Crosse. No

creía que él aceptaría un vampiro merodeando en el grupo, sin importar lo que

había dicho sobre la confianza.

Tal vez era hora de irse. No esta noche, el amanecer estaba demasiado cerca,

pero pronto. Cuando salieran del recinto sería un buen momento para irme.

Sabía que Jeb no se quedaría mucho más, ya que estaba ansioso por llegar a la

carretera. Podría seguirlos por los bosques, protegerlos de cualquier Rabioso

que los acechara, y entonces escapar antes de que nadie notara que había

desaparecido.

¿A dónde irás?, parecía preguntar mi reflejo. Me tragué el nudo en la garganta y

me encogí de hombros.

―No lo sé―murmuré―. ¿Importa? Siempre y cuando me aleje de Zeke y Caleb

y Darren y de todos, no importa a dónde vaya.

Te van a extrañar. Zeke te va a extrañar.

―Lo superarán. ―Me fui del baño con mi mente en un conflicto de emociones.

No quería irme. Me había encariñado con Caleb, Bethany y Darren. Incluso

Dorothy tenía un extraño encanto. Con el resto apenas había hablado, y

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269

algunos, Ruth y Jebbadiah, sería feliz si nunca los volvía a ver, pero

definitivamente extrañaría a los otros.

Especialmente a cierto chico con ojos brillantes y sonrisa abierta, quien no veía

nada pero era bueno dentro de mí. Quien no sabía< lo que yo era en realidad.

Me acosté ese día con mi espada cerca y las sábanas sobre mi cabeza. Nadie me

molestó o, por lo menos, cuando me desperté de nuevo la noche siguiente la

habitación estaba como la había dejado. Una luz alumbró en el exterior,

extremadamente brillante por una fracción de segundo y un trueno retumbó a

lo lejos. Si Jeb quisiera salir esta noche, sería un largo y húmedo paseo.

Sonaron voces en la escalera y me encontré con un grupo entero abajo, dando

vueltas alrededor de la enorme mesa de madera que dominaba la cocina. Ruth y

Martha ponían trozos cocidos en recipientes y estaban alrededor, y colocaron

una fuente grande de panecillos de maíz en la mesa al alcance de todos. A pesar

de la comida, el ambiente era sombrío y lúgubre, incluso los niños comían en

silencio con los ojos bajos. Me pregunté qué estaba pasando, Jeb no estaba, y

tampoco Patricia, pero levanté la vista y me encontré con los ojos de Zeke al

otro lado de la mesa.

Tan pronto como nuestras miradas se encontraron, se volvió, tomó un bollo de

la fuente y salió de la habitación sin mirar atrás.

Mi pecho se contrajo. Quería ir tras él y pedirle disculpas por lo de anoche, pero

no lo hice. Era mejor que me odiara, muy pronto me iría de su vida.

En vez de eso me acerqué donde estaba Darren, apoyado en una esquina y

mojando su pan en su guiso. Él me miró, asintió y volvió a comer. Pero no era

abiertamente hostil, así que tal vez no había hablado con Zeke sobre lo que

pasó.

―¿Qué pasa? ―pregunté inclinándome a su lado. Él me dio una mirada de

reojo y tragó el bocado de su comida.

―Nos vamos pronto―murmuró, haciendo un gesto hacia la puerta de atrás

donde estaban nuestros paquetes apilados en un montón―. Probablemente en

un par de horas, después de que todos hayan terminado. Con suerte,

podríamos ponernos en marcha antes de la tormenta, y luego la lluvia ocultaría

nuestro ruido y nuestro olor de cualquier Rabioso en el bosque. Jeb está

hablando con Patricia en este momento, ella está tratando de convencerlo para

Page 270: The immortal rules - Julie kagawa

270

que nos quedemos una o dos noches más pero no creo que lo logre. Jeb ya dio la

orden de salir.

―¿Ahora? ¿Esta noche? ―Fruncí el ceño pero Darren asintió―. Pensé que nos

quedaríamos hasta que Joe mejorara.

―Murió―dijo Darren en voz baja y mi garganta se apretó con horror―. Esta

tarde Larry fue a ver cómo estaba y él se había ido.

¿Murió?

―No―dije en voz baja mientras un trueno ahogaba mi voz. No, no puede estar

muerto. No después de… Me rompí, salí por la puerta trasera y me dirigí al

cobertizo.

Afuera, unas gotas de lluvia habían comenzado a caer, haciendo ruidos en los

techos de lámina. Cuando pasé por el establo los animales balaban y chillaban,

oí que golpeaban sus cuerpos entre sí y contra las paredes, golpeando los cascos

contra el suelo. En el crepúsculo, el cobertizo estaba oscuro y en silencio. Ya se

habían tomado varias leñas para el fuego de esta noche a pesar de que la lluvia

los empaparía pronto. Me pregunté si los Rabiosos se excitarían por el ataque.

Al rodear la galería, vi la jaula y el cuerpo acurrucado en un rincón, temblando.

El alivio me recorrió. Darren se había equivocado. Joe aún estaba vivo.

―Hey―saludé en voz baja acercándome a los barrotes―. Me diste un buen

susto. Todo el mundo piensa que<

Joe miró hacia arriba abriendo los ojos y se abalanzó sobre mí con un grito.

Me eché hacia atrás y el cuerpo golpeó la jaula con un grito escalofriante,

tratando de alcanzarme a través de los barrotes, su piel estaba pálida y

demacrada. El Rabioso aulló agitando los barrotes de la jaula, mordiendo y

arañando el hierro, sus ojos enloquecidos estaban fijos en mí.

Asqueada, me quedé mirando a quien había sido Joe Archer, la cara que una

vez había conocido ahora estaba arrugada y gastada. Su barba estaba cubierta

de sangre y espuma, los ojos eran vidriosos mientras me miraban, no había

nada en ellos excepto hambre. Y mi estómago se revolvió con tanta fuerza que

pensé que iba a vomitar.

Page 271: The immortal rules - Julie kagawa

271

¿Yo hice esto? ¿Es por mi culpa? Volví a pensar en la noche anterior cuando Joe

había hablado conmigo, cuando había aceptado el café de Zeke e incluso había

hecho una broma. Había estado bien. ¿Había yo tomado lo suficiente como para

matarlo, para que sucumbiera a la infección? ¿Seguiría estando vivo si no me

hubiera alimentado de él?

Oí crujir la grava detrás de mí y me volteé esperando y temiendo que fuera

Zeke. Pero sólo era Larry volviendo con la carretilla vacía al cobertizo. La dejó a

un lado y se quedó mirando al Rabioso unos instantes, su rostro estaba

arrugado por el dolor.

―Maldita sea―murmuró con voz ahogada―. ¡Maldita, maldita, maldita sea!

Tenía la esperanza de que no< ―contuvo el aliento, tragando saliva―. Tendré

que dejar que Patricia lo haga―susurró, sonando al borde de una crisis

nerviosa―. Oh Joe. Eras un buen hombre. No te merecías esto.

―¿Qué le va a pasar ahora? ―pregunté.

Larry no me miró, no alejó la mirada del Rabioso mientras respondía.

―Joe se ha ido―dijo con voz apagada―. Habríamos enterrado el cuerpo si no

hubiera Cambiado, pero ya no hay nada de él. El sol se encargará mañana de

los restos.

Se arrastró lejos, de vuelta a la casa, dejándome con la mirada fija en el

monstruo que había sido Joe, y me sentí completa y totalmente enferma.

Los ojos me ardían y sentí algo caliente deslizarse sobre mi mejilla. No lo limpié

esta vez, y siguió saliendo más y más, haciendo caminos carmesí por mi piel. El

Rabioso me miraba frío y calculador. Había dejado de arrojarse contra los

barrotes y ahora se acurrucaba en la esquina posterior, de forma extraña, como

un resorte listo para saltar.

―Lo siento―le susurré y él enseñó los colmillos con el sonido de mi voz―. Yo

hice esto. Tú todavía estarías vivo si no te hubiera mordido. Lo siento Joe.

―Lo sabía―susurró alguien detrás de mí.

Me di la vuelta. Ruth me miraba desde la esquina del cobertizo con sus ojos

marrones anchos por el shock.

Page 272: The immortal rules - Julie kagawa

272

C A P Í T U L O 17

Traducido por Nataly

Corregido por aranoi

Nos miramos la una a la otra, congeladas en el tiempo. Mientras se encontraban

nuestros ojos, me hice consiente de las cosas pequeñas sucediendo a nuestro

alrededor: el goteo de baba rabiosa golpeando el suelo, las líneas de sangre

manchando a través de mi mejilla.

Entonces Ruth dio un paso hacia atrás y respiro.

―¡Vampiro!

El grito se hizo eco de la leñera, trasladándose sobre la lluvia, mientras Ruth se

volteaba y huía. Detrás de mí, el rabioso chillido en respuesta, y mi naturaleza

vampírica surgió con un rugido. Me lancé hacia adelante por instinto. Antes de

que la niña pudiera tomar un solo paso, yo estaba enfrente de ella, golpeando

su espalda contra la pared, mostrando los colmillos al máximo. Ruth grito.

―¡C{llate! ―gruñí, incluso mientras me detenía de arremeter hacia adelante, de

guiar mis colmillos hacia su delgado cuello. El vampiro dentro aulló en

protesta, instándome a que mordiera, la fulmine con la mirada, separando mis

labios de mis colmillos―. Esa eras tú cerca de mi cuarto anoche, ¿no?

―demande―. Pensé que escuché a alguien en las escaleras. Has estado

husmeando alrededor de mí todo este tiempo, solo esperando a que algo

suceda.

―Yo lo sabía ―jadeo Ruth, contrayéndose de mí, su expresión encontrada entre

desafío y terror―. Sabía que había algo mal contigo. Nadie me creía, pero sabía.

Zeke pondrá tu corazón en una bandeja cuando se entere, perra vampiro.

Yo siseé, acercándome, mostrando mis colmillos en su cara.

―Eres demasiado presumida para alguien que está a punto de morir.

Ella se volvió blanca.

Page 273: The immortal rules - Julie kagawa

273

―¡No puedes!

Sonreí, enseñando los dientes, insegura de si hablaba en serio o no.

―¿Por qué no?

―¡Zeke sabr{! ―Ruth se encogió, ahora con p{nico, levantando las manos para

protegerse―. ¡Y también Jeb! No puedes matarme.

―¡Soy un vampiro! ―gruñí, al borde de perderme―. ¿Por qué no lo haría?

―¡Allison!

Me congelé, sintiendo el mundo detenerse por una fracción de segundo. En ese

latido, un torrente de emoción se deslizo a través de mi, casi demasiado rápido

para reconocerlo. Horror, enojo, culpa, lamento. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué

diablos había venido sobre mí? Miré a Ruth con aturdimiento, consternación y

revulsión extendiéndose a través de mí. Otro segundo, y tal vez la hubiera

matado.

Pero lo peor de todo<

Bajando mis manos, me volteé lentamente< para encarar a Zeke parado unos

cuantos metros lejos. Su pistola desenfundada, angulada a mi corazón.

Nos miramos el uno al otro, en silencio con la lluvia cayendo. Por otro

momento surreal, sentí una puñalada de deja vu, recordando hacia atrás a

nuestro primer encuentro en el pueblo abandonado. Pero a diferencia de

aquella primera vez, los ojos de Zeke eran pedregosos, su boca contraída en una

línea siniestra. Esta vez, él era serio.

―Déjala ir, vampiro.

Mis entrañas se encogieron, oyendo esa palabra de él, fría, dura e inflexible.

―¿Por qué debería? ―le reté―. Me mataras en cuanto esté libre.

Él no lo negó, solo continuó observándome, ojos brillando a través de la lluvia.

Esperé un momento más largo, luego me deje caer en resignación.

―Vete de aquí― le dije a Ruth sin mirarla, y ella no se detuvo. Huyendo de la

leñera, corrió al lado de Zeke, fulminándome con la mirada con ojos

ensanchados llenos de odio.

Page 274: The immortal rules - Julie kagawa

274

―Ve a traer a Jeb ― ordeno Zeke en una voz calmada, nunca apartando su

mirada de mí―. Alerta al resto de la casa, pero no vengas de regreso a ayudar,

Ruth. Quédate adentro, mantén a los niños cerca, y cierra la puerta, ¿entendiste?

Ella asintió y huyo de regreso a la casa, gritando ya. Me tensé mientras su

estridente voz hacía eco sobre la lluvia. En unos pocos minutos, todo varón en

el compuesto estarían corriendo hacia mi con hachas y tridentes y armas de

fuego. Tenía que salir de aquí, pero primero, tenía que lidiar, con Zeke.

Saqué mi espada, y se puso rígido, jalando su machete también, todavía

manteniendo la pistola inmovible hacia mi centro. Lo miré y peleé con la

desesperación amenazando con aplastarme. Iba a tener que pelear con él. Zeke

no me dejaría ir, no después de lo que le hice a Ruth. Lo siento, quería decirle,

sabiendo que no le importaría. Siento que haya terminado así. Pero tú no me dejaras

caminar fuera de aquí, y no me voy a quedar aquí de pie y morir, ni siquiera por ti.

―Eso no me va a detener ―le dije, desplaz{ndome a una mejor posición, para

quitarme del camino si lo necesitaba―. Soy mucho m{s r{pida que tú. Incluso

si descargas esa pistola en mi corazón, no me va a matar. Ya estoy muerta.

―Te har{ ir m{s despacio ―replico Zeke, d{ndole vuelta a su machete en un

arco agraciado, las orillas filosas centelleando en la oscuridad―. Y ese es todo el

tiempo que necesito. ―Él se balanceó hacia el otro lado, un lento, movimiento

cuidadoso, y yo di el paso con él, moviéndome fuera de línea. Dimos vueltas,

armas sostenidas listas, ojos concentrados en el otro, mientras el Rabioso

siseaba y gruñía desde su jaula.

―¿Cu{ntos? ―demando Zeke, su rostro duro. Yo fruncí el ceño en confusión―.

¿A cu{ntos de nosotros mordiste? ―se explicó en una voz fría―. ¿De quién te

alimentabas? ¿Caleb? ¿Darren? ¿Deberían estar preocupados de que se

convertirán en Rabiosos o vampiros?

―Nunca mordí a ninguno de ustedes ―le conteste, enojada de que pensara eso,

sabiendo que no tenía derecho a estarlo. Claro, ¿que m{s debería él creer?―.

Nunca me alimenté de nadie ―dije en una voz m{s razonable―. Y así no

funciona. Tendría que matar a alguien para convertirlos en un Rabioso.

―Como a Joe.

Mi estómago se contrajo, pero intente mantener mi voz y expresión neutral.

Page 275: The immortal rules - Julie kagawa

275

―Yo< no pretendía que eso pasara ―dije, deseando que me creyera―. Y tal

vez no hubiera importado. Él ya podría estar infectado del jabalí. ―Pero era

una excusa débil, una que no creía sinceramente, y sabía que Zeke tampoco. En

su mente, había transformado a ese Rabioso yo sola.

Zeke sacudió la cabeza.

―Solo nos estabas usando ―murmuro, como si le doliera decirlo―. Todo este

tiempo. Ahora tiene sentido, nunca creíste en Eden, nunca creíste nada de esto.

Todo lo que querías era una fuente f{cil de alimento. Y yo me lo creí. ―Apretó

su mandíbula―. Dios, deje a Caleb y a Bethany solos con un vampiro.

Mi corazón se hundió, incluso mientras la traición quemaba caliente y fuerte en

mi pecho. Este Zeke era diferente, el estudiante de Jebbadiah Crosse, el niño

que había sido entrenado toda su vida a odiar a los vampiros y todo acerca de

ellos. Sus ojos eran fríos, su expresión cerrada, inflexible. Ya no era más Allison

para él sino un demonio sin nombre, el enemigo, una criatura que necesitaba

ser asesinada.

Entonces esto es. Apreté mi agarre en mi arma, y lo vi hacer lo mismo. Nos

movimos lentamente, pero apostaba a que Zeke no sabía qué tan rápido un

vampiro verdadero podía moverse. Que me dispara iba a doler, pero después

de la primera ronda podía cerrar la distancia y<

Mis pasos se tambalearon. Y< ¿qué? ¿Matarlo? Cortarlo, ¿como hice con los

motociclistas o el jabalí Rabioso? Ya podía sentir la sed de sangre tarareando en

mis venas, desesperada por violencia. Incluso si lo desarmaba, no podía confiar

en mí, mi demonio, no para saltar sobre él ni romperlo en pedazos.

Los ojos de Zeke me siguieron, nunca apartándose. Casi podía ver su dedo

apretándose sobre el gatillo, cuando me enderecé y regresé mi arma a su funda.

Su ceja se frunció, confusión cruzando su cara, y sacudí la cabeza.

―No puedo hacer esto. ―Encar{ndolo completamente, levantando mis manos

vacías, antes de dejarlas caer a mis costados―. Disp{rame si tienes que hacerlo,

pero no peleare contigo Zeke.

Él no se movió, una guerra de emociones diferentes recorriendo sus ojos,

aunque la pistola no se movía, gritos hacían eco sobre la lluvia, el sonido de

pies chapoteando por el lodo.

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276

Di un paso hacia atrás, lejos de él, hacia la pared exterior y el bosque que había

más allá.

―Me voy ahora―dije silenciosamente, y Zeke levantó la pistola una fracción de

centímetro, apretando sus labios juntos―. No me veras otra vez, y no hablaré

con nadie en mi salida. Siéntete libre de poner una bala en mi espalda, pero de

una forma o de otra, me voy a ir de aquí.

Me di la media vuelta, preparándome para el trueno de la pistola, por la

explosión de dolor a través de mis hombros. Zeke estuvo con el arma apuntada

hacia mí un momento más, y después dejo caer su mano con un suspiro.

―Solo vete ―susurro, sin verme―. Sal de aquí, y nunca regreses. No quiero

verte otra vez, nunca.

No respondí. Me di la vuelta completa y crucé los pasos finales hacia la pared,

mirando hacia arriba al borde.

―Allison

Volteé. Zeke estaba en la misma posición con su espalda hacia mí, la pistola

colgando a su lado.

―Estamos a mano ahora ―murmuró―. Pero< este es el último favor que te

concederé. Si te veo otra vez, te mato.

Encaré la pared otra vez, no queriendo revelar cuánto me dolió eso, o cuánto

quería voltearme y enseñarle cuán demonio podía ser. Mi garganta quemaba,

pero tragué las lágrimas y el coraje, enterrándolas bajo fría indiferencia. Sabía,

eventualmente que llegaría a esto.

Flexionándome sutilmente, salté hacia la cima de la pared, encontrando grietas

y asideros para escalar cuatro metros y medio de acero y metal. Aterrizando al

otro lado, salté mientras disparos sonaban detrás de mí, cuatro en sucesión

rápida, de la pistola de Zeke. Me di la vuelta para ver un puñado de hoyos de

bala en una lámina de metal, varios metros de donde estaba. Zeke no había

estado apuntando hacia mí, solo asegurándose que Jeb supiera que me alejó.

Que no había dejado ir al vampiro sin una pelea.

Los campos se extendían delante de mí, y después de ellos, los oscuros bosques

llamaban. Detrás de mí, escuché a Zeke detenerse por un largo momento,

Page 277: The immortal rules - Julie kagawa

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entonces sus pisadas se alejaron, de regreso a Jebbadiah y su familia, donde él

pertenecía.

Yo empecé a caminar también, lejos de la valla y los humanos y del paraíso de

seguridad que era una mentira. Me imaginé a mí y a Zeke, la brecha entre

nosotros ensanchándose mientras nos alejábamos más y más. Cada uno

desvaneciéndose en su propio mundo en el que el otro no podía sobrevivir.

Para el tiempo que me acerqué a la orilla del bosque, donde los Rabiosos y los

demonios y los otros horrores esperaban, el abismo se había convertido tan

grande que no podía ver el otro lado ya.

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PARTE IV

V A G A B U N D O

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C A P Í T U L O 18

Traducido por AdyRod

Corregido por aranoi

Ellos esperaban en la entrada del bosque, sus ojos brillaban a través de la lluvia

y me miraban con la fija mirada de la muerte. Eran cuatro, incluyendo a la

mujer con el vestido hecho jirones, estaban agazapados entre los árboles y las

ramas goteantes del bosque. Los miré y ellos hicieron lo mismo, ninguno de

nosotros se movió, éramos cinco estatuas en la oscuridad, el agua se deslizaba

por mi piel pálida, goteando en la hoja en mi mano.

Y esperamos. Monstruos mirándose en la noche. La tormenta parpadeaba a

nuestro alrededor reflejándose en los ojos de los Rabiosos, revelando la

ausencia de vida en ellos, pero ninguno de nosotros se estremeció siquiera.

Entonces la mujer del vestido silbó suavemente, mostrando los colmillos

afilados y retrocedió, alejándose de mí en la oscuridad. Después de un

momento, los otros Rabiosos hicieron lo mismo, arrastrándose de nuevo sin

pelear, reconociendo a otro depredador.

Los miré sintiéndome fría y distante, vi como se deslizaban fácilmente a mi

alrededor y salían de los árboles dirigiéndose hacia el complejo que acababa de

dejar. Yo no era la presa. Era un cadáver, un ser cuyo corazón no se aceleró, que

no respiraba o sudaba o que olía a miedo. Estaba muerta.

Igual que ellos.

Eres un vampiro, me había dicho Kanin, en lo que parecía mucho tiempo. Eres un

lobo entre ovejas, más fuerte, más rápida, más salvaje de lo que nunca podrán ser. Ellos

son comida, Allison Sekemoto. Y en el fondo, tu demonio siempre los verá como tales.

Un rayo iluminó los árboles. A mi espalda estaba el complejo de los Archer en

el campo, se reflejaron las fogatas que ardían débiles en la tormenta. Ahora

habría menos personas manejando las plataformas, su visión humana y frágil

sería cegada por la lluvia y el humo.

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Eres un vampiro, susurró Stick con ojos enormes y atemorizados. Un vampiro.

Los Rabiosos llegaron al borde de los árboles y se detuvieron, cuatro asesinos

pálidos, inmóviles, mirando el complejo en la colina. Me pregunté cuántos

Rabiosos acechaban en la oscuridad más allá de los campos, observando a su

presa con la paciencia de los muertos. Si Jebbadiah conducía a su pueblo fuera

del complejo esta noche, podían caminar hacia una emboscada. Incluso si se las

arreglaban para expulsarlos, alguien probablemente moriría.

¿Y qué? Envainé mi espada y le di la espalda a los Rabiosos, el pueblo aún se

escondía detrás de la pared. Había tratado de encajar y me habían expulsado.

Que los sacrificaran los Rabiosos, ¿qué me importaba? Yo era un vampiro y los

seres humanos ya no eran de mi incumbencia.

Este es el último favor que te otorgo, había dicho Zeke con la voz fría y dura. Si te

vuelvo a ver, te mato.

Mi pecho se sintió apretado. Este daño era peor que todas las mentiras,

traiciones y puñaladas por la espalda. Era diferente de la traición de Stick, si

hubiéramos sido amigos por años, sabía en el fondo que Stick me había estado

utilizando. Que era más que capaz de venderme si algo mejor llegaba. Zeke era

diferente. Hizo cosas porque realmente le importaba, sin esperar nada a cambio.

Era su propia filosofía. En las calles, en el Fringe, sin importar dónde estuvieras,

cada humano veía por sí mismo. Había aprendido que nada era gratis, que todo

el mundo tenía un ángulo. Así es como eran las cosas.

Excepto Zeke. Zeke me había tratado como a un ser humano, como un igual.

Me había defendido, ayudado, me había dado cosas como si fuera lo más

natural del mundo. Le importaba, porque era su naturaleza.

Todo lo que había hecho, ahora hacía más doloroso saber que había mentido al

decirme que podía confiar en él, cuando sus ojos se habían vuelto duros y fríos,

y me había visto como si yo fuera un monstruo.

Tú eres un monstruo, la voz profunda de Kanin zumbaba en mi cabeza otra vez,

como si me forzara a moverme, a seguir. Siempre vas a ser un monstruo, no hay

vuelta atrás. Pero, ¿qué tipo de monstruo quieres llegar a ser?

Me mordí el labio. Me había olvidado de esa parte. Por un momento me quedé

allí, luchando conmigo misma. El viento azotaba a mi alrededor sacudiéndome

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el cabello y la ropa, agitando las ramas. Las hogueras ardían en el claro con

poca fuerza, y los Rabiosos se movieron inquietos al borde de los árboles.

Zeke te traicionó, susurró un hilo de voz furiosa en mi cabeza. No es mejor que

Jebbadiah, no es mejor que cualquiera de ellos. Para él no eres más que otro demonio que

debe ser perseguido y eliminado. ¿Por qué te importa si llega a su Edén? ¿Por qué te

importa cualquiera de ellos?

Porque<

Porque me importaba, me di cuenta. Me preocupaba que este terco pequeño

grupo de humanos desafiara todo en su búsqueda de una mejor vida. Me

preocupaba que corrieran el riesgo de toparse con Rabiosos, hambre y

condiciones horribles por seguir ese sueño y aferrarse a la esperanza, aunque

supieran en el fondo que era imposible. Pensé en Caleb y Bethany. Les había

dicho que tendrían cabras en Edén. No podían morir ahora, por el hambre o

desgarrados por Rabiosos. Quería que tuvieran éxito, desafiando a todos los

pronósticos y llegando hasta el final. ¿Podría abandonarlos con los monstruos

que me habían matado?

―No.

Los Rabiosos sisearon, mirando hacia atrás por el sonido de mi voz. Lentamente

me giré hacia ellos y nos miramos una vez más, el viento soplaba a nuestro

alrededor.

―No ―dije de nuevo y los Rabiosos encresparon sus labios hacia atr{s,

mostrando los colmillos―. No soy como ustedes. No soy como los vampiros en

la ciudad. Puede ser que sea un monstruo, pero también puedo ser un humano.

Puedo elegir la humanidad. ―Alcé la mano hacia atr{s y saqué la espada, un

brillo de luz en la oscuridad. Los Rabiosos gruñeron y se pusieron en cuclillas

con los ojos fijos en la hoja. Dando un paso hacia adelante saqué mis colmillos y

les gruñí en respuesta―. Vamos, hijos de puta ―los desafié―. ¡Si los quieren,

primero tendrán que pasar sobre mí!

Los Rabiosos gritaron, descubriendo y crujiendo sus colmillos. Di un grito de

guerra sintiendo emerger a mi demonio, saboreando la violencia, y esta vez le

di la bienvenida a su llegada. Me lancé entre ellos blandiendo mi arma.

Apenas sabía lo que estaba haciendo, todo eran gritos, colmillos y garras,

Rabiosos lanzados por el aire, mi espada cantando mientras bailábamos y

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282

girábamos y cortaba a los monstruos que nos rodeaban. Su contaminada y

maloliente sangre empapó la tierra y los árboles, sus gritos se elevaron en el

viento. Vinieron más Rabiosos atraídos por los sonidos de la batalla, saltando a

la arena. También los reduje, gruñendo mi odio, mi furia y mi venganza. Eran

demasiado lentos, sin sentido, se arrojaban sobre mi espada con furia de animal

vicioso. Giraba de un ataque a otro atravesando mi hoja por sus cuerpos

pálidos, gritando, sintiendo la danza de la espada en mis manos.

Cuando todo terminó estaba en el centro de una masacre, cortada, sangrando y

rodeada de cuerpos pálidos y desmembrados. El Hambre parpadeó, siempre

presente, pero la empujé hacia abajo. Era un vampiro. Nada iba a cambiar eso.

Pero no tenía que ser un monstruo.

Limpié la sangre de los Rabiosos de mi espada, la envainé y me volví para

mirar entre los campos. El complejo estaba en silencio y a oscuras en la colina,

salían nubes de humo entre la lluvia. Me instalé en un árbol y miré, esperando a

que las puertas de hierro se abrieran y escuchara el crujido y gemido del metal.

Pero pasaron las horas y la tormenta se dirigió hacia el este, y las puertas no se

movieron.

Supongo que Jeb no quiere abandonar la seguridad del complejo cuando podría haber un

vampiro acechando desde afuera, pensé, mirando nerviosamente hacia el cielo.

Faltaba una hora para el amanecer, probablemente no irían a ningún lado esta

noche. Supongo que, después de todo, algunas cosas son suficientes para hacer una

pausa.

Cuarenta minutos más tarde, con la luz del sol amenazando desde el horizonte

y los pájaros cantando en los árboles, me levanté para encontrar un lugar para

dormir, cuando el gemido del metal llamó mi atención.

¿Se van? ¿Ahora? Aturdida, vi cómo se abrió la puerta y el pequeño grupo de

humanos salieron hacia la hierba. Conté a todos: Jeb y Darren llevando

escopetas apuntadas hacia el bosque. Ruth y Dorothy. Caleb, Bethany y

Matthew apilados en el centro. El silencioso Jake, ahora con un rifle. Los viejos

Teresa y Silas. Y por último, en la retaguardia, asegurándose de que todos

estuvieran bien, el chico que me había expulsado, que le había dado la espalda

al vampiro, pero lo había dejado ir sin luchar.

Así que Jeb había decidido salir durante el día, obviamente, tratando de escapar

cuando los vampiros no podían viajar. Una opción inteligente, tenía que

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283

admitirlo. No sería capaz de seguirlo ahora, no con el sol a punto de salir por el

horizonte. Sin embargo, Jeb no conocía a los vampiros. No me conocía. Él

podría conducir a su pueblo tan rápido y tan lejos como quisiera. Yo era muy,

muy persistente.

Zeke barrió su pistola sobre el campo al salir del recinto, sus ojos se estrechaban

con concentración. Buscaba un vampiro pero no lo encontraría. No podría

verme entre los árboles, la oscuridad, y el bosque envuelto en sombras. Una

parte de mí todavía se preguntaba por qué estaba haciendo esto, por qué me

molestaba. Jeb me mataría si me descubriera, y Zeke haría todo lo posible por

ayudar. Pero a medida que cruzaban el campo, no pude evitar pensar en lo

vulnerables que parecían, cuán fácilmente una horda de Rabiosos podría

separarlos, incluso con la protección de Zeke y Jeb. Y me acordé de la mirada de

Zeke al hablar de a cuántos habían perdido, el tormento de su cara porque se

culpaba. Yo no dejaría que eso sucediera. No a Caleb o a Bethany o a Darren o

a Zeke. No dejaría que nadie muriera.

Cuando el último humano pasó la puerta, se cerró detrás de ellos con un gran

estruendo final que se hizo eco a través de los campos vacíos. Con Jebbadiah

Crosse en la delantera y Zeke cerrando la marcha, el grupo se dirigió en silencio

hacia la oscuridad del bosque, avanzando hacia su ciudad mítica en algún lugar

más allá del horizonte.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios. De acuerdo, Zeke, pensé,

retrocediendo hacia las sombras, preparándome para hundirme en la tierra.

Corre si quieres. Los veré pronto, incluso si ustedes no me ven. Me aseguraré de que

lleguen a su Edén, te guste o no. Detenme si puedes.

La noche siguiente, me empujé fuera de la tierra sintiendo que tenía un

propósito. La noche era clara, la luna y las estrellas brillaban. No fue difícil

encontrar las huellas de una docena de seres humano caminando en medio del

bosque. Pude ver sus huellas en la tierra blanda y el barro. Podía seguir su paso

por las ramitas y la hierba aplastada, eran signos evidentes que iban dejando.

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284

Ni siquiera se molestan en ocultar sus huellas, pensé pasando por un punto bajo en

el camino, batido del barro de los pies y las botas de varios. Me puse un poco

nerviosa. Mis sentidos de vampiro podían seguir esto fácilmente, por lo que

cualquier cantidad de Rabiosos y animales podrían estar al acecho. Supongo que

Jeb está más preocupado por la velocidad. Lo bueno es que los Rabiosos no son lo

suficientemente inteligentes como para seguir a sus presas, de lo contrario estarían en

un montón de problemas.

Seguí el rastro la mayoría de la noche, deslizándome fácilmente a través de la

oscuridad del bosque ya que no tenía necesidad de disminuir la velocidad o

descansar. Encontré algunas latas vacías arrojadas a los matorrales, repletas de

hormigas, y supe que estaba en el camino correcto. Cuando llegó el amanecer

me enterré en el suelo frustrada por tener que parar, pero sintiendo que estaba

cerca.

Dos horas después de la medianoche a la noche siguiente, por fin oí voces

flotando delante de mí entre los troncos y las ramas, y mi corazón saltó. Tan

silenciosamente como pude, me acerqué más, escuchando retazos de

conversación entre la brisa. Oculta por una roca pude finalmente ver a dos

figuras familiares, de pie al borde de una estrecha carretera agrietada que

serpenteaba hacia la oscuridad.

Jebbadiah y Zeke estaban sobre el pavimento, frente a frente. La boca de Jeb era

una línea delgada, severa, mientras que la cara de Zeke se veía seria, sin

expresión.

―Haremos menos ruido si caminamos sobre el asfalto―decía Zeke un tanto

exasperado pero tratando de no mostrarlo. A unos metros de distancia el resto

del grupo se acurrucaba entre los árboles mientras Jeb platicaba con su pupilo.

Me apoyé en la piedra, oculta entre las sombras y escuché―. Ser{ m{s f{cil para

Teresa y los niños, y también iremos más rápido.

―Si Jackal y sus matones vienen sobre ruedas, no lo vamos a saber hasta que

estén sobre nosotros ―argumentó Jeb en voz baja, mirando a Zeke con ojos

fríos y furiosos―. Has visto lo rápido que se mueven, para cuando lo

escuchemos venir será demasiado tarde. ¿Vas a sacrificar la seguridad del

grupo solo porque es un poco más difícil ir por el bosque?

Para su crédito, Zeke no retrocedió.

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―Señor ―dijo Zeke en voz baja―, por favor. No podemos seguir así. Todo el

mundo está agotado. Caminando todo el día y toda la noche, necesitamos un

descanso. Si las cosas no se facilitan la gente va a cometer errores y se va a

rezagar. Y si alguien nos sigue, sólo seremos mucho más fáciles de encontrar.

―La mandíbula de Jeb se tensó, entrecerró los ojos y Zeke se apresuró a

continuar―. Pronto vamos a necesitar m{s suministros ―dijo―. Y Larry me

dijo que este camino conduce a una ciudad. Señor, necesitamos comida,

municiones y un descanso adecuado. Creo que prefiero hacerle frente a la

posibilidad de invasores que tener Rabiosos y vampiros a mis espaldas en el

bosque.

Jeb lo miró y por un momento pensé que se negaría sólo por el principio de no

estar de acuerdo con nadie. Pero luego dejó escapar un aliento corto e irritado y

se volvió a la carretera.

―Manténganse todos juntos ―espetó mientras Zeke se enderezaba

r{pidamente―. Y quiero que dos personas se queden a por lo menos a unos seis

metros detrás del resto. Si escuchan o ven algo quiero saberlo de inmediato,

¿está claro?

―Sí, señor.

Le dio una última mirada torva a su pupilo y luego se dirigió resueltamente

hacia el pavimento mientras Zeke se volvió para indicar a los demás que se

mantuvieran en movimiento. Ellos arrastraron los pies, claramente aliviados de

estar fuera del bosque enmarañado y oscuro, y del agarre de los árboles. El

camino se desmoronaba lleno de agujeros, todavía era peligroso, pero era más

fácil que pasar entre arbustos tropezando con piedras y ramas.

No los seguí sobre el pavimento, sin embargo me deslicé en el borde de los

árboles y los arbustos. Aunque todavía estaba oscuro como la boca del lobo, tal

vez sería demasiado fácil para Zeke mirar atrás y ver una silueta en campo

abierto, caminando tras ellos. Todavía podía escucharlo, aun cuando él y

Darren se alejaron del grupo los seis metros requeridos. Al principio iban en

silencio, los únicos sonidos eran sus pasos desiguales sobre el pavimento, luego

llegó hasta mí la voz de Darren en la oscuridad.

―Últimamente tu viejo se asegura de patearte el culo―murmuró―. Esta es la

primera vez desde los Archer que te habla como a un ser humano de nuevo.

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―Él estaba enojado. ―Zeke medio se encogió de hombros―. Puse en peligro a

todo el grupo. Si algo hubiera sucedido habría sido por mi culpa.

―No puedes culparte Zeke. Todos la vimos, yo hablé con ella. Ella nos engañó

a todos.

Mi instinto se retorció y entrecerré los ojos enfocándome en la conversación. El

sonido del viento y las ramas crujiendo se desvanecía a medida que me

concentraba exclusivamente en los chicos frente a mí. Oí suspirar a Zeke y lo

imaginé pasando sus dedos por el cabello.

―Debería haberlo visto ―murmuró con voz cargada de odio―. Había tantas

señales, tantas pequeñas cosas, ahora que lo pienso. Y no las puse juntas. Nunca

pensé que< que pudiera ser un vampiro. ―De repente Zeke pateó un pedazo

de pavimento haciéndolo chocar contra los arbustos―. Dios, Dare―murmuró

entre dientes―. ¿Y si mordió a alguien? Como Caleb. ¿Y si se alimentó de los

chicos todo el tiempo? Si hubiera matado a alguien, si algo les sucediera<

porque yo< ―Se calló, casi ahog{ndose con el disgusto antes de murmurar―:

Nunca me lo perdonaría.

Sentí frío y apreté los puños para reprimir la ira que se levantaba como una

tormenta. Zeke debería conocerme mejor, debería saber que nunca habría<

Me detuve, desenroscando mis manos. No, no debería. ¿Por qué habría de

hacerlo? Yo era un vampiro y los niños eran la presa más fácil. En su lugar yo

pensaría lo mismo.

Aun así, dolía. Escuchar otra vez lo que realmente pensaba de mí: Un monstruo

que se aprovechaba de forma indiscriminada de los más pequeños y débiles.

Me dolió mucho más de lo que podría haber pensado. Había tratado muy duro

de no alimentarme de cualquiera de ellos, sobre todo de Caleb y Bethany, y

todo para nada.

Pero para eso había sacrificado a otra persona, a un desconocido, para no

alimentarme de alguien que conocía. Por lo tanto, tal vez sus temores estaban

justificados.

―Zeke ―llegó de nuevo la voz de Darren, vacilante, como si temiera que

alguien escuchara―. Sabes que no tengo ninguna razón para dudar de ti. Si

crees que ella es un vampiro, entonces yo te creo. Pero< pero ella no parecía

tan mala< para mí ¿sabes? ―Hizo una pausa como si se sorprendiera por

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287

haber dicho tal cosa, pero continuó―. Quiero decir, sé lo que Jeb nos ha dicho.

Sé que dice que son demonios y no hay nada humano en ellos, pero< nunca he

visto uno antes de Allison. ¿Y si nos equivocamos?

―Basta. ―Sentí la voz de Zeke como hielo en el estómago. Era dura y

peligrosa, el mismo tono que había usado cuando se enfrentó a un vampiro la

noche bajo la lluvia―. Si Jeb te escucha decir eso te expulsar{ en un parpadeo.

Si empezamos a cuestionar todo lo que sabemos entonces estamos perdidos, y

no voy a empezar a dudar ahora. Ella es un vampiro y eso es todo lo que

necesito saber. No voy a poner a todos en peligro sólo porque le sientas apego.

Mira quién habla, pensé justo cuando Darren murmuró exactamente lo mismo,

Zeke frunció el ceño.

―¿Qué?

―Mira quién habla ―repitió Darren, esta vez m{s enojado―. Puede que la

invitara a cazar pero no la veía para hablar todas las noches. Todo el mundo

pudo ver la forma en que veías a la chica. No eras exactamente sutil, sabes.

Ruth estaba cerca de maullar cada vez que ustedes se iban a hacer algo. Así que

no me sermonees sobre el apego, Zeke. Tú estabas enamorado de ese vampiro,

todos lo sabíamos. Tal vez sea mejor que revises tu propio cuello antes se

señalar a cualquier otra persona. Me parece que el vampiro te pudo haber

mordido en cualquier momento<

Zeke se volteó y golpeó a Darren en la mandíbula enviándolo al pavimento. Me

quedé inmóvil en estado de shock. Darren se enderezó limpiándose la boca y se

lanzó contra Zeke con un grito, llevándolos a ambos al suelo. En el grupo se

levantaron chillidos y gritos mientras los dos chicos luchaban lanzando puños y

patadas en medio de la carretera. Darren era mayor y un poco más alto, pero

Zeke había sido entrenado para luchar y logró estar a horcajadas sobre el pecho

de Darren, golpeando su rostro. El olor de la sangre corría por el aire.

Todo había terminado en cuestión de segundos aunque la lucha actual parecía

hacerse más larga. Jake y Silas descendieron aparte con los niños curiosos, y los

dos peleadores se miraron jadeando y secándose la boca. La nariz de Darren

estaba sangrando y los labios de Zeke estaban abiertos, goteando rojo sobre el

pavimento. No forcejearon con quienes los separaron aunque ambos parecían

dispuestos a continuar si los soltaban.

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―¿Qué significa esto?

Había que darle crédito a Jeb. No gritaba, ni siquiera levantó la voz, pero la

tensión entre los dos chicos se evaporó instantáneamente. Jeb apartó a los

hombres y se puso entre los excombatientes con aspecto sombrío. Vi sus caras

de cerca. Darren estaba pálido y aterrorizado, pero la expresión en el rostro de

Zeke era de vergüenza.

―Decepcionante Ezekiel. ―El tono de Jeb no podía ser m{s bajo que si hubiera

caído de un edificio de treinta pisos, pero Zeke dio un respingo como si le

hubieran dado una sentencia de muerte.

―Lo siento, señor.

―No es conmigo con quien debes disculparte. ―Jeb los vio con su mirada de

acero y luego dio un paso atr{s―. No sé por qué peleaban ni me importa. Pero

no le levantamos la mano a cualquier persona de esta comunidad, ambos lo

saben.

―Sí, señor ―murmuraron tanto Zeke como Darren.

―Dado que ambos tienen la energía suficiente para pelear, esta noche le

dejarán sus raciones a alguien que las necesite más que ustedes.

―Sí, señor.

―Jake ―dijo Jeb señalando al anciano que estaba adelante―. Toma la

retaguardia con Darren. Zeke. ―Se giró hacia Zeke quien se estremeció muy

ligeramente―. Tú vienes conmigo en la delantera.

Zeke y Darren intercambiaron una mirada, luego Zeke se dio la vuelta y siguió

a Jebbadiah a la cabeza del grupo. Pero vi el instante de disculpa entre ellos y

de repente me di cuenta de que Darren tenía miedo, no por él, sino por Zeke.

Supe por qué unas horas más tarde, cuando nos topamos con la pequeña

ciudad de la que Larry había hablado. Tuve el mismo sentimiento de vacío de la

mayoría de las comunidades muertas: calles agrietadas, coches oxidados,

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estructuras cayendo en pedazos y cubiertas de maleza. Había una manada de

ciervos dispersos en un estacionamiento, saltando por encima de los vehículos y

carros oxidados. Darren miró a lo lejos con una mirada de hambre, con el rostro

arrepentido, pero Zeke caminaba al lado de Jebbadiah rígidamente, ni siquiera

miró hacia arriba.

Los seguí a través de la ciudad, abrazando los edificios y rodeando los coches,

hasta que llegaron a un pequeño edificio en la esquina de la calle. En algún

momento había sido blanco, con un campanario puntiagudo negro y las

ventanas con vidrios de colores. Ahora, el revestimiento se estaba pelando,

mostrando tablas podridas en su interior, y las ventanas habían sido rotas en

fragmentos diminutos que brillaban a la luz de la luna. Había una cruz de

madera en precario equilibrio sobre el techo, inclinada hacia delante como si

fuera a caerse en cualquier momento.

Esto debía ser una iglesia. No había visto una en pie, los vampiros habían

arrasado todas las que pudieron encontrar. No era extraño que el grupo se

sintiera atraído por este edificio, probablemente les daba una sensación de

seguridad. Jebbadiah los escoltó empujando a través de la puerta podrida y

también miré a mi alrededor para encontrar un lugar donde esconderme.

De la maleza asomaba la estatua rota y corroída de un ángel al borde del

terreno al lado de la iglesia. Curiosa, lo examiné y encontré varias tumbas

astilladas, rotas, enterradas bajo la hierba.

Esto debería ser un panteón o cementerio. Había oído hablar de ellos en Nueva

Covington, eran lugares donde las familias solían enterrar a sus muertos. En

Nueva Covington los cuerpos usualmente eran quemados para prevenir que el

virus se propagara. Este lugar, como la propia iglesia, era una reliquia de otro

tiempo.

El amanecer estaba a una hora. Me agaché y estaba a punto de enterrarme en la

tierra fresca y rica que había bajo la hierba y la maleza cuando escuché pasos

que se acercaban y me hicieron mirar hacia arriba.

Vi el brillo de Zeke, su forma alta cortaba el césped a varios metros de distancia,

seguido por Jebbadiah pisándole los talones. Me quedé inmóvil, un vampiro

inmóvil, tan inmóvil como las lápidas que me rodeaban. Pasaron muy cerca, lo

suficientemente cerca para poder ver la cruz de Zeke brillando en su pecho, y el

tejido blanco de la cicatriz en el rostro de Jebbadiah. Zeke caminaba

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rígidamente delante del hombre mayor, mirando al frente como un prisionero

rumbo a la horca.

―Alto―dijo Jeb en voz baja y Zeke se detuvo. El hombre mayor sostenía algo

largo y metálico, golpeándolo contra la pierna.

Una antena de auto.

―Vamos a seguir con esto Ezekiel ―murmuró.

Mi mirada pasó a Zeke que permaneció inmóvil por un instante con sus manos

apretadas a los costados. Luego, lentamente, metódicamente, se volvió y se

quitó la camisa arrojándola al suelo. Me mordí el interior de mi mejilla. Su piel

era un mapa de cicatrices antiguas y pálidas cruzando la espalda y los hombros.

Girando con rigidez, colocó sus palmas contra una de las lápidas que

sobresalían de la hierba y agachó la cabeza. Vi sus hombros temblar, una vez,

pero su rostro permaneció impasible.

―Sabes por qué hago esto ―dijo Jeb suavemente, moviéndose detr{s de él.

―Sí ―murmuró Zeke. Sus nudillos estaban blancos agarrando la l{pida.

No te muevas, me dije cerrando los puños en el suelo. No te muevas. No vayas a

ayudarle. Quédate donde estás.

―Eres un líder ―continuó Jebbadiah y, sin previo aviso atacó a Zeke con la tira

de metal. Me encogí luchando contra el impulso de intervenir cuando Zeke

apretó su mandíbula. Sangre, carmesí brillante y viva se filtró por la espalda

llena de cicatrices―. Esperaba m{s de ti ―continuó Jebbadiah con el mismo

tono tranquilo, imperturbable, golpeándolo de nuevo, esta vez sobre los

hombros. Zeke inclinó la cabeza, jadeando―. Si caigo debes tomar mi lugar.

―Una r{pida sucesión de dos golpes m{s feroces―. No debes ser débil. No

debemos sucumbir a las emociones o deseos de la carne. Si vas a convertirte en

un verdadero líder debes destruir todo lo que te tiente, todo lo que te hace

dudar sobre tu moral o tu fe. Si vamos a sobrevivir a este mundo, si queremos

salvar la raza humana, debemos ser diligentes sin piedad. Si caemos, los

sacrificios que nos precedieron no habrán servido para nada. ¿Lo entiendes

Ezekiel?

La última pregunta estuvo acompañada con un golpe tan duro que Zeke

finalmente se quedó sin aliento y se apoyó contra la lápida. Me puse de cuclillas

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en la hierba, temblando de furia, mis colmillos estaban completamente

extendidos, luchando contra el impulso de saltar y rasgar a Jebbadiah desde el

esternón hasta la ingle.

Jeb dio un paso atrás con el rostro liso y una vez más en blanco.

―¿Entiendes? ―preguntó otra vez en voz baja.

―Sí ―respondió Zeke con voz sorprendentemente fuerte cuando se levantó. Su

espalda era un caos de sangre, líneas furiosas por sus ya numerosas cicatrices―.

Entiendo. Lo siento, señor.

El hombre mayor tiró la antena a la maleza.

―¿Ya le pediste disculpas a Darren?―preguntó y cuando Zeke asintió, dio un

paso hacia adelante y lo agarró del hombro. Zeke se estremeció―. Vamos

entonces. Vamos a limpiarte antes de que la sangre atraiga a algo peligroso.

Hundí mis dedos en el suelo, viendo a Zeke ir lenta y dolorosamente a la

escalinata para recuperar la camisa y seguir a Jebbadiah fuera del cementerio.

Mis músculos dolían por la presión de mí misma. El olor de la sangre, la

violencia y la rabia furiosa hacia Jebbadiah eran casi demasiado para soportar.

Vi tropezar a Zeke, haciendo una mueca cuando se apoyó contra una lápida y

se me escapó un gruñido antes de poder detenerlo.

Zeke se enderezó mirando hacia el cementerio, un ceño de preocupación cruzó

su rostro. Me mordí la lengua maldiciéndome y me concentré en mantenerme

inmóvil. Era un árbol, una piedra, una parte del paisaje y la noche. La mirada

de Zeke se extendió por el cementerio, mirando hacia las sombras. Por un

momento miró hacia mí, nuestros ojos se encontraron en la oscuridad, pero

luego deslizó la mirada y continuó sin reconocerme.

―Ezekiel. ― Jebbadiah volvió a fruncir el ceño impaciente hacia su pupilo―.

¿Qué estás mirando?

Zeke dio un paso atrás.

―Nada señor. Me pareció oír< ―Sacudió la cabeza―. No importa.

Probablemente fue un mapache.

―Entonces, ¿por qué seguimos aquí todavía?

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Zeke murmuró una disculpa y se alejó. Desaparecieron por la esquina, de

nuevo en la iglesia, y me desplomé en el suelo con Hambre y furia zumbando a

través de mis venas.

El olor de la sangre de Zeke aún flotaba en el aire aunque no era tan fuerte

como cuando estaba presente. Tuve que escapar; cuanto más me quedaba, más

lo quería. Y si Zeke, o peor, Jebbadiah, volvía al cementerio, no sería capaz de

resistirme y atacar a uno de ellos.

El cielo mostraba una pálida luz rosa entre las nubes, el sol no estaba muy lejos.

Me interné en el suelo frío del cementerio, tratando de no imaginar qué otras

cosas estaban aquí enterradas, debajo de la hierba y las lápidas. La tierra se

cerró a mi alrededor, oscura y reconfortante, y me deslicé en la negrura espesa

del sueño.

Y, por primera vez desde que salí de Nueva Covington, soñé.

Una ciudad vacía y oscura.

Rascacielos apoyados unos al lado de otros como árboles caídos.

Recuerdos teñidos de ira. No debería haber bajado la guardia. Debería haber visto la

trampa. Fui descuidada.

Hubo un relámpago volviendo blanco al mundo por una fracción de segundo. Y en la

quietud entre el flash y la siguiente explosión de truenos, lo vi.

Sonriéndome.

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C A P Í T U L O 19

Traducido por ctt

Corregido por Pily

Desperté sobresaltada en la oscuridad y de inmediato supe que algo estaba mal.

Todo estaba completamente negro, pero podía oír golpes amortiguados en la

parte de arriba, sentir las vibraciones a través de la tierra, como estar bajo el

agua mientras estaba algo encima.

Arañé mi camino a través de la tierra, rompiendo en los terrenos del

cementerio, y una ola de calor golpeó mi cara, haciéndome gruñir y retroceder.

La iglesia estaba en llamas. Llamas rojas y naranjas saltaban de las ventanas y se

deslizaban por las paredes. La cruz en el techo ardía, envuelta en fuego como

un hombre con brazos extendidos, aceptando el dolor mientras se consumía.

El vampiro en mí retrocedió, silbando, con ganas de correr, enterrarse de nuevo

en la tierra donde las llamas no podían tocarme. Luché contra la urgencia y di

un salto vertical, explorando el terreno frenéticamente por Zeke o cualquier

signo de los otros.

El rugido de los motores hizo eco a través de las llamas, y armas de fuego

explotaron en algún lugar de la calle, cuatro disparos en rápida sucesión. Me

quité, saltando sobre lápidas, sacando mi espada al pasar la iglesia condenada y

corrí hacia un callejón. Mientras daba la vuelta en una esquina, algo pasó por el

fondo del pasillo, algo que rugía y tosía humo y brillaba metálico en la tenue

luz roja. Motos, hombres y armas de fuego.

Asaltantes. Mi estómago se contrajo en un nudo apretado.

La banda de Jackal estaba aquí.

Salí del callejón, espada y colmillos descubiertos, para ver otro asaltante

dirigiéndose hacia mí, el rugido de la moto golpeando sobre los edificios. Él dio

un grito mientras salté a un lado, apenas librándome de los neumáticos, y llevé

mi espada sobre el volante mientras pasaba. El asaltante se desvió a un lado, la

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hoja perdiéndolo por centímetros, y precipitándose contra una pared. Oí el

crujido de metal y huesos, y el asaltante cayó al pavimento con la moto encima

de él.

Un grito resonó detrás de mí, y me hizo girar. A través de un laberinto de

coches muertos, un trío de seres humanos miró hacia arriba desde el centro del

lote, los ojos muy abiertos, mientras me veían. Dos de ellos estaban luchando

con un cuerpo que habían puesto de golpe en el toldo de un coche, con los

brazos inmovilizados detrás de él, uniendo sus muñecas con una áspera cuerda.

Su cabello rubio brillaba en la oscuridad, su cara apretada con dolor a medida

que lo presionaban en el metal.

―Zeke ―grité, adelant{ndome y los dos asaltantes pasaron a la acción. Uno

agarró un rifle de asalto que estaba en el techo del vehículo y el otro arrastró al

prisionero detrás de una camioneta y fuera de la vista.

Grité, dejando al descubierto los colmillos, y me fui contra el asaltante con el

arma. Sin vacilar, levantó el largo cañón para dispararme, aunque sus ojos

estaban muy abiertos por la sorpresa y el miedo, él sabía lo que yo era y no me

detuve cuando me avistó por el cañón y apretó el gatillo.

La pistola tiró una rápida sucesión en automático, enviando una lluvia de balas,

golpeando los coches oxidados a mi alrededor y soltando chispas del metal. Las

ventanas se rompían mientras me agachaba y me movía alrededor de los

coches, el estruendo de los disparos y cristales rotos era casi ensordecedor. Pero

podía sentir mi presa, oler su miedo y desesperación. Agachada detrás de un

vehículo, esperé hasta que el flujo de disparos se detuvo, escuché una maldición

desesperada del asaltante mientras buscaba recargar.

Di un salto sobre el coche, brincando por los tejados, y los ojos del humano se

abrieron con terror. Levantó su arma, disparó tres tiros salvajes, y entonces yo

estaba sobre él, golpeándolo contra una puerta, rompiendo la ventana. Algo

brillante destelló en su mano mientras hundía un cuchillo en mi cuello, justo

por encima de la clavícula, y disparó el dolor a través de mí como una bala.

Grité, doblé su cabeza a mi nivel, y hundí mis colmillos en su garganta.

Mi cuello estaba quemándose, pude sentir mi propia sangre corriendo por el

cuello de mi camisa. El Hambre era un enorme agujero en mi interior, oscuro y

voraz. La sangre llenaba mi boca, elevando mis sentidos. Esta vez, no me

contuve.

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El asaltante se estremeció y, finalmente, quedó inerte en mis brazos. Tirando el

cuerpo, dejándolo caer al cemento, miré alrededor para localizar a Zeke y el

otro asaltante. Ellos no podían haber ido muy lejos, especialmente si Zeke

estaba resistiéndose. Alcancé a ver dos cuerpos que desaparecían entre los

edificios, el más pequeño era metido en el callejón con un arma en su espalda y

salté detrás de ellos.

Al salir del callejón, vi el asaltante arrastrando a Zeke hacia una camioneta gris

estacionada en la acera, las puertas abiertas y el motor en marcha. La furgoneta

había sido modificada en un arma letal. Clavos de metal se erizaban de las

puertas y el capó, y listones de hierro corrían por las ventanas. Incluso los

tapones de las llantas eran afilados y puntiagudos.

El asaltante volteó y me vio venir por él. Su rostro se puso pálido. Zeke todavía

estaba luchando con su captor, tratando de dar un tirón fuera de su alcance. Les

mostré mis colmillos y rugí, y el asaltante tomo una decisión. Se volvió y

empujó a su cautivo hacia mí, pero mientras este se tambaleaba hacia delante,

levantó la pistola y apuntó a la espalda sin protección de Zeke.

Dos disparos sonaron. Zeke cayó, golpeándose la cabeza en el pavimento. Me

quedé sin aliento y corrí hacia él mientras el asaltante saltó a la camioneta, cerró

la puerta y patinó al huir.

―¡Zeke!

Arrojándome a su lado, arranqué el cable de sus muñecas y lo rodé sobre su

costado. Su piel estaba pálida, sangre goteando de su nariz y boca, y sus ojos

estaban cerrados. Lo sacudí, sintiéndome enferma cuando su cabeza se

desplomó sin fuerzas, entonces me obligué a estar quieta y escuchar. Por un

latido, un pulso, cualquier cosa. Alivio me recorrió. Allí estaba, fuerte y

frenético. Estaba vivo.

―Zeke.

Toqué su cara, y esta vez se movió, abriendo sus ojos con un jadeo. Ojos azules

llenos de dolor parpadeaban hacia mí.

―¡Tú! ―jadeó entre dientes y se apartó de mí―. ¿Qué est{s haciendo aquí?

Como<―Se quedó sin aliento una vez más, alterándose, su expresión apretada

por la agonía.

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―Quédate quieto ―le dije―. Te han disparado. Tenemos que salir de aquí.

―No ―dijo Zeke con voz {spera, tratando de levantarse―. Los otros. ¡Aléjate

de mí! Tengo que ayudarlos. ―Su pierna cedió, y cayó en el pavimento de

nuevo.

―¡Quédate quieto, idiota, o vas a sangrar hasta la muerte, y luego no ser{s

capaz de ayudar a nadie! ―Lo miré ferozmente, y finalmente cedió―. ¿Dónde

estás herido?

Hizo una mueca.

―Mi pierna ―jadeó, apretando los dientes.

Había un trozo desagradable quitado de la pantorrilla de Zeke, que estaba

sangrando por todo el lugar, pero por suerte, el hueso parecía intacto. Sin

embargo, la cantidad de sangre que exudaba de la herida me tentaba y me

preocupaba. Lo vendé lo mejor que pude, usando tiras de mi abrigo para hacer

un torniquete, tratando de ignorar el olor y el tacto de la sangre en mis manos,

en su piel.

Zeke apretó la mandíbula y no hizo ni un sonido a través de la primera parte

del proceso, pero en unos pocos minutos, él extendió la mano y quitó mi mano.

―Puedo hacer el resto ―jadeó―. Ve a ayudar a los dem{s. ―Vaciló un

momento, y luego añadió―: Por favor.

Me encontré con su mirada. Desesperación y preocupación brillaban en sus

ojos, eclipsando el dolor que sabía que tenía.

―Voy a estar bien ―dijo, luchando por mantener la voz firme―.Los otros no,

sin embargo. Están detrás de ellos. Hay que detenerlos.

Asentí con la cabeza y me quedé mirando hacia las sombras, escuchando

sonidos de persecución.

―¿Dónde?

Señaló por la calle.

―Lo último que vi, fue que Jeb estaba llevando parte del grupo en esa

dirección. Nos separamos cuando los oímos llegar, para despistarlos. ―Su

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297

rostro se ensombreció―. Ellos ya tienen a Ruth y a Jake, tienes que detenerlos

de obtener a nadie más.

Lo agarré por las axilas y, haciendo caso omiso de sus protestas y

exclamaciones de dolor, lo arrastré fuera de la carretera.

―Quédate aquí ―le dije, poniéndolo detr{s de una mata de hierbas, por

encima de nuestras cabezas―. No quiero que te agarren otra vez mientras estoy

buscando a los otros. Estaré de vuelta tan pronto como pueda. No te muevas.

Asintió con cansancio. Agarré mi espada desde donde estaba en la acera y corrí

por el camino, en busca de las personas que me habían expulsado.

No pasó mucho tiempo. Podía oír el rugido de los motores, y el estallido de los

disparos a distancia sobre los edificios. El auge de la escopeta de Jeb hizo eco en

los techos, y empecé a correr. Pero, los edificios enmascaraban la dirección de

los disparos, y las calles iban confusamente a través de la pequeña ciudad,

callejones sin salida que no van a ninguna parte.

Salté sobre un muro lleno de musgo justo donde dos camionetas, blindadas y

llenas de púas igual que la anterior, pasaron rugiendo por delante de mí, detrás

de columnas de humo. Pasando a toda velocidad en la carretera, las vi irse lejos,

los gritos y las risas de los asaltantes haciendo eco.

Un rostro apareció en la ventana de atrás, asustado y pálido, presionado contra

el cristal. Los ojos de Ruth se encontraron con los míos, aterrorizada, antes de

que ella se perdiera de nuevo en la oscuridad, y la furgoneta chillara alrededor

de una esquina fuera de vista.

En la fracción de segundo que pensé en perseguirlos, faros atravesaron la

carretera en mi espalda, y el rugido de los motores hicieron eco en la calle. Me

volví para ver el resto de la pandilla, por lo menos treinta o cuarenta

motociclistas armados, giraron en una esquina y venían hacia mí.

Me lancé detrás de un carro a medida que pasaba la pandilla, riendo y gritando,

algunos disparando sus armas al aire. Agarré mi espada, dividida entre el

ataque y la auto-preservación. Podría haber saltado y rebanado a dos o tres

asaltantes antes de que el resto supiera lo que estaba pasando. Pero luego me

iba a tener que enfrentar a toda la pandilla, que probablemente se volvería y me

rociaría a balazos. Y a pesar de que era un vampiro, no lograría sobrevivir a

eso, no por mucho. Mi cuerpo era duro, pero no invencible.

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298

Así que esperé y escuché hasta que el sonido de sus voces desapareció, hasta

que el rugido de los motores y el estallido de los disparos se desvanecieron en

la oscuridad y el silencio se apoderó de la ciudad una vez más.

Sólo para estar segura, comprobé los alrededores por sobrevivientes. Encontré

el lugar detrás de un almacén donde una obvia batalla había tenido lugar;

marcas de neumáticos en el pavimento, agujeros de bala en las paredes y

revistiendo los lados de los carros muertos. La escopeta de Jeb yacía en un

charco al lado de un camión volcado y un par de cadáveres de asaltantes

estaban tendidos en la hierba cerca, lo que indicaba que el viejo no se había ido

en silencio. Pero otros no escaparon del caos, tampoco. Dorothy estaba sentada

contra una rampa de cemento, dos pequeños agujeros carmesí filtrándose por

debajo de su clavícula, sus ojos perplejos con la mirada perdida en la nada.

Miré su cuerpo, la sensación de vacío y entumecimiento. No la conocía desde

hacía mucho tiempo, y había estado en el lado un poco loco, pero incluso con su

charla de los ángeles y vampiros-demonios, Dorothy había sido amable

conmigo.

Ahora ella se había ido. Así como los otros.

Rápidamente, regresé al lugar donde había dejado a Zeke, casi con miedo de lo

que iba a encontrar. Cuando me di la vuelta por la calle correcta, sin embargo,

vi una forma familiar apoyada en una señal de alto, con una mano sosteniendo

un machete mientras que con la otra se aferraba al poste, tratando de ponerse

en pie. O evitando caerse. Un sendero manchado de sangre lo seguía por la

acera.

―Zeke.

Me apuré más, tomándolo del brazo, pero él se sacudió con un siseo,

levantando su arma. Vi la ira y la incertidumbre destellando través de sus ojos

antes de que el dolor apareciera una vez más, y se dejó caer hacia adelante.

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Tomé su peso otra vez, tratando de no respirar su aroma, la sangre que

empapaba sus ropas. El miedo y la preocupación hicieron que mi voz sonara

dura mientras lo llevaba cojeando por la acera.

―¿Qué est{s haciendo, idiota? ¿Quieres morirte? Pensé que te había dicho que

te quedaras abajo.

―Escuché< disparos. ―Zeke jadeó, su cara y cabello estaban húmedos con

sudor.

Podía sentir su agitación, su piel fría y pegajosa. Maldita sea, no podía seguir

así. Miré alrededor en busca de refugio y decidí que la casa en la calle de

enfrente funcionaría bien.

―Quería ayudar ―continuó Zeke mientras cruzaba la calle cojeando―. No

podía sentarme y no hacer nada. Tenía que intentarlo. Para ver... si alguien

escapó. ―Él apretó los labios fuertes mientras le daba una patada a la valla

abierta y tire de él a través del patio hasta la maleza que tapaba los escalones

del porche―. ¿Alguien... escapo?

Ignoré la pregunta, empujando la puerta y mirando en el interior. Esto, al

menos, era algo familiar. El yeso de las paredes estaba agrietado y pelado, el

piso sembrado de escombros y basura. Había un par de agujeros en el techo y

tejas rotas estaban dispersas por toda la sala, pero la estructura parecía bastante

sólida. Contra la pared había un sofá amarillo muy mohoso, pero

sorprendentemente intacto, y cuidadosamente dirigí a Zeke por todo el piso

desigual hasta que llegamos a él.

Se dejó caer en el sofá con un gemido apenas disimulado, cerrando los ojos por

un momento antes de obligarse a abrirlos otra vez, como si temiera apartar su

mirada de mí. Sentí una punzada de dolor mientras miraba hacia él, que estaba

indefenso en el sofá. No confiaba en mí.

―Est{s sangrando de nuevo ―dije, al ver que la sangre fresca se filtraba a

través del vendaje improvisado. Se puso tenso, y tuve que evitar las ganas de

señalar que si hubiera querido morderlo, lo habría hecho ya―. Espera aquí.

Voy a tratar de encontrar algo con lo que podamos limpiar esto.

Dándome la vuelta para ocultar mi enojo, salí de la habitación, más lejos en el

edificio a oscuras. Zeke no dijo nada, así que miré por toda la casa en silencio,

buscando por vendajes, comida o cualquier cosa que nos pueda ayudar. Las

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habitaciones, aunque sucias y cubiertas de polvo y moho, estaban notablemente

intactas, como si los propietarios se acabaran de ir sin llevarse nada. La cocina

tenía una colección dispersa de platos rotos y tazas, y dentro del refrigerador

encontré lo que tenía que ser un cartón de leche de cien años de edad, puesto en

el estante superior. Las recamaras estaban prácticamente vacías, despojadas de

sábanas y ropa, aunque por el hedor de las heces y la orina, sospeché que un

zorro o tal vez toda una familia de mapaches había hecho su casa en la cama.

Me metí en la sala y encontré el baño. El espejo sobre el lavabo estaba roto, pero

en el interior del armario encontré una caja de gasas y un rollo de vendaje

polvoriento. Debajo de ellos estaba un pequeño frasco de pastillas y una botella

grande marrón llena a la mitad de líquido. Eché un vistazo a la etiqueta

descolorida, agradeciendo mentalmente a Kanin por insistir en que aprendiera

a leer mejor: la botella marrón contenía algo desesperadamente necesario.

Peróxido de hidrógeno, desinfectante tópico para cortes superficiales y heridas menores.

Un poco dudosa de las pastillas de color blanco, las dejé en el armario, pero

tomé la gasa y el peróxido y agarré una toalla polvorosa del estante cercano,

llevándole todo a Zeke. Estaba sentado recto en el sofá, tratando de desenvolver

el torniquete de su pierna. Pero por su mandíbula apretada y sudorosa y la

frente arrugada, no le iba bien.

―Deja de hacer eso ―dije, poniéndome en cuclillas a su lado, poniendo los

artículos en el piso―. Lo vas a empeorar. Déjame hacerlo.

Me miró con recelo, pero el cansancio y el dolor se impusieron al final, y se

recostó. Me puse a trabajar en la pierna de nuevo, limpiando la sangre con la

toalla, a continuación vertí el desinfectante generosamente sobre la herida. Zeke

silbó entre dientes cuando el líquido claro tocó la herida, burbujeando en

espuma blanca.

―Lo siento ―dije, y él dejó escapar un breve suspiro. Limpiando lo último de

la sangre, presioné el vendaje en su pierna y comencé a envolver la gasa

alrededor.

―Allison.

No levanté la mirada de mi trabajo, y mi voz sonó dura y plana.

―¿Qué?

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Zeke vaciló, tal vez sintiendo mi estado de ánimo, y luego preguntó, en voz

muy baja:

―¿Los otros? ¿Tú... alguien...?

Apreté mi mandíbula, deseando que él no hubiera sacado el tema por el

momento.

―No ―dije―. Se han ido. Los hombres de Jackal los tomaron a todos.

―¿A todo el mundo?

Consideré mentir, o al menos restar importancia a la verdad, pero Zeke siempre

había sido honesto conmigo. Tenía que decirle, aunque lo odiara.

―No todo el mundo ―confesé―. Dorothy est{ muerta.

No dijo nada. Terminé de envolver su pierna y lo miré encontrándolo con la

cabeza inclinada y una mano sobre sus ojos. Recogí los suministros de primeros

auxilios y me levanté, mirando incómodamente mientras luchaba con su dolor.

Pero él no hizo ningún ruido: sin palabras, sin respiraciones de breves sollozos,

nada. Y cuando dejó caer su mano, sus ojos eran claros, su voz dura.

―Voy tras ellos.

―No solo, no ir{s ―dije, poniendo el peróxido y las vendas en una mesa

podrida―. A menos que pienses que puedes tomar a cuarenta asaltantes por ti

mismo, herido como estas. Voy contigo.

Me miró, con sus ojos azules brillando en la oscuridad y sombras, la cruz

brillaba en su pecho. Pude ver la lucha interna, yo era un vampiro, el enemigo,

y algo que no podía ser de confianza, pero al mismo tiempo, acababa de

salvarle la vida, y era su mejor esperanza de rescatar a los otros. Me acordé de

las cicatrices en su espalda y hombros, las creencias que habían, literalmente,

golpeado en él y preguntándome cómo de profundo corría el adoctrinamiento

de Jeb.

Finalmente, asintió con la cabeza, un gesto reticente, doloroso que parecía haber

tomado toda su determinación.

―Est{ bien ―murmuró al fin―. Voy a tomar toda la ayuda que pueda

conseguir. Pero... Él se enderezó, con los ojos reducidos a fríos cortes azules que

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ya había visto en el complejo de Archer―. Si tratas de morderme, o alimentarte

de cualquiera del grupo, juro que te mato.

Me resistí a la tentación de desnudar mis colmillos.

―Así que es bueno saber dónde nos encontramos, sobre todo después de que te

acabo de salvar la vida.

Una sombra de culpabilidad cruzó su cara y sus hombros se desplomaron.

―Lo siento ―murmuró, pas{ndose una mano por el cabello―. Es que... No

importa. Estoy agradecido de que apareciste cuando lo hiciste. Gracias.

Las palabras eran rígidas, incómodas y me encogí de hombros ante ellas.

―Est{ bien.―No era mucho como disculpa, pero al menos no había tratado de

poner un machete en mi cuello―. Vamos por los asaltantes, entonces. ¿Sabes a

dónde se fueron?

Zeke se recostó contra el sofá.

―No ―dijo, su voz agrietándose sólo un poco. Era evidente que estaba

tratando de contener sus emociones―. No sé dónde est{n. O a dónde los

llevaron. O incluso por qué se los llevaron. Jeb nunca dijo mucho al respecto,

sólo que Jackal y sus hombres lo buscaban, y que teníamos que encontrar el

Edén antes de que lo alcanzaran.

―Así que ni siquiera sabemos en qué dirección se han ido ―murmuré,

mirando hacia la puerta.

Zeke sacudió la cabeza y dio un puñetazo en el brazo del sofá con un golpe

hueco. Miré por la puerta en el débil resplandor rojo de los tejados, los restos de

la iglesia ardiendo en el suelo. Las calles estaban ahora en silencio. A excepción

de las llamas muriendo, no había nada que hubieran dejado para mostrar lo que

habían hecho. Los hombres del Jackal sabían lo que estaban haciendo. El ataque

había sido rápido, eficiente y mortal, con los asaltantes desvaneciéndose en la

noche sin dejar rastro.

O bien, la mayoría de ellos.

―Espera aquí ―le dije a Zeke―. Ahora vuelvo.

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303

C A P Í T U L O 20

Traducido por Sisabel1320

Corregido por Pily

―Bien, es una cosa buena que llevaras puesto un casco, ¿no es así?

Atrapado bajo su moto, el asaltante me miró, sus ojos muy abiertos con dolor y

miedo. Escuché su corazón latiendo en su pecho, olí la sangre que goteaba en

algún lugar debajo de la motocicleta.

Era resistente para ser un humano, lo reconozco. Teniendo en cuenta lo duro

que se había estrellado contra la pared esa noche, esperaba encontrar un

cadáver con el cuello roto tirado aquí.

Lo qué hubiera puesto un bache bastante grande en mis planes.

Le sonreí, mostrando los colmillos.

―L{stima que tu pierna est{ rota, sin embargo. Eso va a hacer las cosas difíciles

para ti, ¿no es así? Debo admitir que estoy un poco triste que terminará de esta

manera. La persecución puede ser tan emocionante como la muerte.

―Oh, mierda. ―El asaltante jadeó, su rostro p{lido bajo una capa de sudor―.

¿Qué quieres, vampiro?

Qué interesante. Él estaba aterrorizado de los vampiros pero no escandalizado o

sorprendido de ver uno.

―Bueno, aquí est{ la cosa. ―Seguí en tono coloquial―. He oído rumores de

que tu jefe no es del todo humano. Que se parece mucho a mí. ―Me agaché,

sonriéndole a nivel del ojo―. Quiero saber dónde est{ él, dónde se encuentra su

guarida, cuál es su territorio. No conozco a muchos vampiros deambulando

fuera de las ciudades en estos días. Este “Rey Asaltante” tiene mi curiosidad. Y

tú vas a hablarme sobre él.

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―¿Por qué? ―desafió el asaltante, tenía bolas, tengo que admitir―. ¿Estás

buscando unirte a las filas de chupasangres? ¿Convertirte en la reina para tu

rey?

―¿Qué pasa si lo estoy?

―A Jackal no le gusta compartir.

―Bueno, ese no es tu problema ahora, ¿verdad? ―dije y entrecerré mis ojos―.

¿Dónde está?

―Si te lo digo, ¿no me vas a matar?

―No. ―Le sonreí de nuevo, dejando al descubierto mis colmillos―. Si me

dices, no voy a usarte como mi cantimplora personal hasta llegar al territorio de

Jackal. Si me dices, no voy a romperte ambos brazos y la otra pierna como una

rama, arrastrarte alrededor hasta que seas un saco flácido y volcarte en la

carretera para que te encuentren los Rabiosos. Si me dices, lo peor que voy a

hacer es dejarte aquí para morir cuando quieras. De hecho, estoy sintiendo un

poco de hambre ahora...

―¡Viejo Chicago! ―estalló el asaltante―. Jackal apostó su territorio en las

ruinas del Viejo Chicago. ―Él señaló en una dirección al azar―. Sólo mantente

siguiendo la carretera hacia el este. El camino termina en una ciudad en el

borde de un gran lago. No puedes perderte.

―¿Cu{n lejos?

―Alrededor de un día si conduces. No sé lo rápido que los vampiros puedan

caminar, pero vas a llegar allí mañana en la noche si conduces por la noche.

―Gracias ―le dije, poniéndome de pie. Un r{pido vistazo a la moto del

asaltante mostró el lado izquierdo arrugado y deslustrado bastante malo, pero

por lo dem{s parecía estar bien―. Ahora, sólo necesito que me enseñes algo

más.

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Zeke se había quedado dormido en el sofá cuando volví, acostado sobre su

espalda en una postura desgarbada, con un brazo colgando fuera por un lado.

Al dormir, parecía más joven de lo que recordaba, el dolor se suavizó de su

rostro, su expresión sin vigilancia. Estaba renuente a despertarlo, pero él se

agitó tan pronto como entré en la habitación, y sus ojos se abrieron de golpe.

―¿Me quedé dormido? ―jadeó y se sentó en posición vertical con una mueca,

balanceando sus pies fuera del sof{―. ¿Por qué no me despertaste? ¿Cu{nto

tiempo estuve dormido?

―Es un poco después de la medianoche ―dije y tiré una mochila en el sof{,

levantando una nube de polvo―. Eso es tuyo. Hay alimentos, bebidas,

medicamentos y otros suministros, suficiente para varios días. ¿Cómo está la

pierna?

―Duele ―dijo Zeke, apretando los dientes al levantarse, lentamente, se puso en

pie―. Pero voy a vivir. Puedo caminar fuera de aquí, de todos modos. ―Tiró el

bolso con cuidado sobre sus hombros―. ¿Has averiguado dónde se llevaron a

todo el mundo?

―Sí. ―Sonreí débilmente cuando levantó la vista, sus ojos quemando con

esperanza―. El territorio de Jackal se encuentra en las ruinas de una ciudad a

un día o dos al este de aquí. El Viejo Chicago. Ahí es donde se llevaron a los

otros.

―Un par de días al este ―murmuró Zeke, cojeando hacia la puerta. Fui a

ayudarle, pero él se puso rígido y negó con la cabeza, así que retrocedí―.

Entonces probablemente nos llevará varios días llegar allí. No creo que iré muy

rápido.

―No necesariamente ―dije, y abrí la puerta. Las cejas de Zeke se levantaron, y

sonreí.

La motocicleta zumbó quieta en el borde de la acera, un poco arrugada y

abollada pero nada mal para usarla.

―Me tomó un tiempo aprender cómo funciona la estúpida cosa ―dije mientras

cojeaba bajando por las escaleras a la calle―, pero creo que lo tengo, m{s o

menos. Bonito gesto de nuestros amigos asaltantes prestárnosla, ¿no?

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Zeke me miró, alivio y gratitud ahuyentando lejos la mirada dura de sospecha,

al menos por el momento. En ese aliento, parecía como el Zeke que conocía.

Avergonzada, agarré el casco del asiento y se lo tiré, haciéndole parpadear

cuando lo atrapó.

―No lo necesito ―dije mientras él fruncía el ceño en confusión―. Pero tal vez

quieras ponértelo, todavía estoy agarrándole el paso a esto. Espero no

encontrarme con más muros.

Levanté una pierna sobre la moto, agarrando el manillar, sintiendo el poder que

retumbó a través de la máquina. Definitivamente podría acostumbrarme a esto.

Zeke vaciló, todavía sosteniendo el casco, mirando la motocicleta como si

pudiera morderlo. Entonces me di cuenta de que no era la motocicleta con lo

que él tenía cuidado.

Era yo.

Apreté la palanca del manubrio, haciendo a la moto rugir alto, y Zeke saltó.

―¿Quieres hacer esto o no? ―pregunté mientras él me miraba. Apretó la

mandíbula, y cautelosamente balanceo su pierna sobre el asiento, deslizándose

contra mi espalda. Sentí el calor de su cuerpo, a pesar de que trató de mantener

la distancia, y sentí los latidos de su corazón en su pecho. Lo que me hizo

agradecer que no tuviera latidos en mi corazón, o el mío estaría haciendo lo

mismo.

―Ag{rrate fuerte ―murmuré mientras se ataba el casco―. Esta cosa da algunas

patadas al andar.

Aceleré el motor, probablemente un poco más fuerte de lo que debería, y la

motocicleta saltó hacia adelante. Zeke gritó y agarró mis hombros.

―Lo siento ―dije hacia atr{s, mientras a regañadientes él deslizó sus brazos

alrededor de mi cintura―. Todavía estoy agarrándole el truco a esto.

Lo intenté de nuevo, un poco más lento esta vez, y la moto bajó hacia adelante

mientras maniobraba por las calles. Una vez que llegamos a la carretera

principal, me detuve y miré por encima de mi hombro. La cara de Zeke estaba

apretada, con los brazos y la espalda rígida, ya sea por incomodidad o dolor o

ambos.

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―¿Listo para esto? ―pregunté, y él asintió―. Entonces ag{rrate. Voy a ver lo

rápido que realmente podemos ir.

Sus brazos se apretaron a mí alrededor, con el corazón latiendo contra mi

espalda. Giré la moto hacia el este, pateándola para ponerla en marcha, y el

motor rugió a la vida mientras se lanzaba hacia delante. Ganamos velocidad, el

viento gritando en mis oídos mientras íbamos rápido y más rápido, no había

nada entre nosotros sino la carretera vacía. Sentí los brazos de Zeke apretando

mis costillas, presionando su cara a mi espalda, pero levanté la cabeza al viento

y aullé.

Por encima de nosotros, la luna llena resplandecía enorme y brillante en la

pradera llana, iluminando nuestro camino a medida que aceleramos al este,

hacia el final de la carretera.

Podría haber viajado por siempre. El viento en mi cabello, la carretera abierta

delante de mí, volar por el camino a esta loca velocidad, nunca envejecería.

Desafortunadamente, el amanecer aproximándose y la condición de Zeke nos

obligaron a pararnos un par de horas antes de la salida del sol, deteniéndonos

en una despedazada granja para descansar y volver a vendar la pierna de Zeke.

Después de limpiar a fondo la colonia de ratas que habían hecho su nido en la

cocina deteriorada, senté a Zeke a la mesa para revisar su herida. El corte no

parecía infectado, pero le coloqué generosas cantidades de peróxido antes de

envolverlo con vendas limpias. El fuerte olor a químicos, mezclado con el olor

de la sangre de Zeke, me dio un poco de náuseas, lo que tomé como una

bendición disfrazada. No tenía ganas de morderlo cuando olía tan fuerte a

desinfectante.

―Gracias ―murmuró mientras me levantaba, recogiendo los vendajes viejos

para enterrarlos fuera.

No pensaba que hubiera Rabiosos cerca, pero nunca se puede ser demasiado

cuidadoso. Los Rabiosos probablemente no tenían ningún problema bebiendo

sangre perfumada con peróxido.

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―Allison.

Me volví con cautela. Por el tono de su voz, supe que estaba tan incómodo

como yo. Zeke se quedó en silencio por un momento, como debatiéndose si

debía o no decir algo, luego dejó caer sus hombros con un suspiro.

―¿Por qué has regresado?

Me encogí de hombros.

―¿Estaba aburrida? ¿No tenía otro lugar a donde ir? ¿Parecía una buena idea

en ese momento? Puedes escoger.

―Te habría disparado ―continuo Zeke en voz baja, mirando al suelo―. ¿Si te

hubiera visto, merodeando? Hubiera hecho mi mejor esfuerzo para matarte.

―Bueno, no lo hiciste ―dije, m{s agudo de lo que pretendía―. Y no importa

ahora, aunque la próxima vez, si no me quieres salvando tu vida, tan sólo dilo.

―D{ndole la espalda, comencé a salir.

―Espera ―llamó Zeke y suspiró, pas{ndose las manos por su cabello―. Lo

siento ―dijo finalmente mir{ndome―. Estoy tratando, Allison, lo estoy. Es sólo

que... eres un vampiro, y... ―Hizo un frustrado, gesto de impotencia―. Y no me

esperaba... nada de esto.

―No mordí a nadie ―dije en voz baja―. Esa es la verdad, Zeke. No me

alimente de nadie en el grupo.

―Lo sé ―dijo―. Sólo pensé<

―Pero quería.

Alzó la vista bruscamente. Me enfrenté a él, mi voz y expresión calmada.

―Hubo un montón de veces ―continué―, donde podría haberme alimentado

de ti, Caleb, Darren, Bethany. Y fue duro, no morderlos, para no alimentarme

de ellos. El Hambre, está constantemente contigo. Eso es lo que significa ser un

vampiro, por desgracia. No se puede estar cerca de los humanos durante

mucho tiempo y no querer morderlos.

―Y, me est{s diciendo esto... ¿por qué?

―Porque necesitas saberlo ―dije simplemente―. Porque esto es lo que soy, y

tú debes saber lo que es eso, antes de que vayamos más lejos.

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Su voz era fría otra vez.

―Entonces, ¿est{s diciendo que... ninguno de nosotros alguna vez estuvo

realmente a salvo a tu alrededor?

―No puedo prometer que nunca voy a morder a alguno de ustedes. ―Me

encogí de hombros con impotencia―. El Hambre hace que sea imposible no

anhelar la sangre humana. Nosotros no podemos sobrevivir sin ella. Y tal vez

tenías razón para sacarme fuera esa noche. Pero puedo prometerte esto, voy a

seguir peleando. Eso es lo mejor que puedo ofrecer. Y si eso no es suficiente,

bueno... ―Me encogí de hombros otra vez―. Podemos preocuparnos sobre eso

después de haber rescatado a los otros.

Zeke no respondió. Parecía estar sumido en sus pensamientos, así que salí de la

habitación sin decir nada más, salí a deshacerme de los vendajes

ensangrentados.

En el patio, enterré los trapos rápidamente, luego me puse a mirar por el

camino. El Viejo Chicago esperaba al final de la carretera, junto a un ejército de

asaltantes y un misterioso rey vampiro. Quien gobernaba una ciudad vampiro.

Me pareció irónico; precisamente de lo que había estado huyendo todo este

tiempo era el lugar al que me gustaría volver al final.

El cielo en el este se estaba iluminado. Regresé adentro para encontrar a Zeke

todavía en la mesa, la mochila abierta a su lado, comiendo de una bolsa de

pretzels que había rebuscado en la ciudad. Levantó la vista cuando entré, pero

no dejó de comer, un instinto que reconocí de mis días en el Fringe. No importa

cuál sea la situación, no importa lo mal que te sientas o lo inapropiado que sea,

todavía comías cuando podías. Nunca se sabía cuándo sería tu próxima comida,

o si tu comida actual sería la última.

También noté que había sacado su arma, extendida sobre la mesa para fácil

acceso, y decidí ignorarlo.

―El amanecer ya est{ casi aquí ―dije, y él asintió―. Hay analgésicos allí si los

necesitas, y un poco de agua. Los vendajes y el peróxido están en el bolsillo

delantero.

―¿Qué pasa con las municiones?

Negué con la cabeza.

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―No pude encontrar ninguna de regreso en la ciudad, y no tuve mucho tiempo

para mirar alrededor. ―Deliberadamente no miré la pistola cerca de su

mano―. ¿Cu{ntas balas te quedan?

―Dos.

―Entonces vamos a tener que hacer que cuenten. ―Mirando a través de la

ventana, hice una mueca―. Me tengo que ir. Tómalo con calma con esa pierna,

¿de acuerdo? Si sucede algo, no podré ayudarte hasta que el sol se ponga. Nos

vemos esta noche.

Asintió con la cabeza sin levantar la vista. Caminé por el pasillo, zigzagueando

a través de telarañas y escombros dispersos, hasta que llegué a la habitación en

el final. La puerta estaba todavía en sus bisagras, y la empujé, abriéndola con

un chirrido.

Una cama grande estaba asentada contra la pared debajo de una ventana rota,

las cortinas ondeando suavemente en la brisa. Sobre el colchón carcomido de

gusanos, dos esqueletos adultos yacían uno al lado del otro, los restos de su

ropa descompuesta. Entre ellos se encontraba un esqueleto mucho más

pequeño, que se sostenía en los brazos de uno de los adultos, acunado a su

pecho.

Miré a los esqueletos, sintiendo una extraña sensación de surrealismo.

Había oído historias de la plaga, por supuesto, cuando mi madre me había

contado cuentos de la vida de antes. A veces golpeó tan rápido, tan de repente,

que familias enteras se enfermaron y murieron en un par de días. Estos huesos,

esta familia, eran de otra época, otra era, antes de nuestro tiempo. ¿Cómo había

sido, vivir aquí antes de la plaga, cuando no había Rabiosos y vampiros y

silenciosas ciudades vacías?

Deseche lejos esos pensamientos. No tenía sentido preguntarse por el pasado,

no iba a hacerme ningún bien. Salí de la habitación y crucé el pasillo, abriendo la

puerta enfrente del dormitorio. El espacio aquí era más pequeño, con una cama

doble en la pared, pero estaba oscuro, las ventanas estaban cerradas contra el

sol, y no tenía ningún esqueleto.

Me dejé caer sobre mi espalda, manteniendo mi espada de fácil acceso en el

colchón. Por supuesto, si alguien quería sorprenderme durante el día, sería una

presa fácil, aquí tirada como un muerto, incapaz de despertar.

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Eché un vistazo a la puerta cerrada, y un pensamiento vino a mí convirtiendo

mi interior en hielo. Zeke estaba todavía ahí, despierto, móvil y armado.

Mientras dormía, ¿vendría arrastrándose a mi cuarto a cortarme la cabeza? ¿Me

mataría mientras yacía aquí, indefensa, siguiendo los principios que Jeb había

inculcado en él? ¿Acaso odiaba tanto a los vampiros? ¿O simplemente tomaría

la motocicleta y se marcharía para hacer frente a los asaltantes solo?

De repente me hubiera gustado haber elegido dormir a la intemperie, enterrada

profundamente en la tierra, lejos de vengativos cazadores de demonios. Pero

barras grises de luz se inclinaron debajo de la ventana, y pude sentir mis

extremidades poniéndose pesadas y lentas. Tendría que confiar en que Zeke era

lo suficientemente inteligente como para saber que no podía rescatar a los otros

solo, que sus principios no eran tan estrictos como su mentor, y que a pesar de

que yo era un vampiro, él se daría cuenta de que todavía estaba la persona que

había conocido antes.

Mis ojos se cerraron, y justo antes de perder el conocimiento, estaba casi segura

de oír crujir la puerta abierta.

El mundo estaba al revés

No podía mover los brazos por detrás de mi espalda, no podía mover nada.

Una suave brisa se deslizaba sobre mis hombros desnudos. Mis brazos se sentían rotos.

O atados. O las dos cosas. Era extraño que no sintiera dolor.

El suelo, a pocos metros de mi cabeza, era de concreto. Las paredes que me rodeaban eran

de hormigón. Tenía la sensación de estar bajo tierra, aunque no recordaba nada de cómo

llegué a estar aquí. Volví mi cabeza y vi, al revés, una mesa a pocos metros de distancia,

cubierta de instrumentos que brillaban hacia mí desde las sombras.

Pasos. Y luego un par de botas se pusieron delante de mí, el extremo ardiente de un

atizador de repente estaba a centímetros de mi cara, deslumbrantemente caliente.

Me aparté lejos cuando una voz se deslizó por encima de la bruma.

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―Bienvenida a mi casa, vieja amiga. Espero que te guste, vas a estar aquí por un

tiempo, creo. Tal vez para siempre, ¿no será eso emocionante? Ah, pero antes de que

digas nada, déjame primero darte tu bienvenida oficial al infierno.

Y la punta del atizador de pronto atravesó mi estómago, explotando mi espalda, el olor

de sangre y carne chamuscada empaño el aire.

Y entonces comenzó el dolor.

Me sacudí, despertando bruscamente con un gruñido, arremetiendo contra las

sombras desconocidas por encima de mí y caí de la cama. Silbando, salté

poniéndome de pie, mirando a mí alrededor mientras el dolor fantasma de una

barra de acero atravesando mis entrañas se escapaba a la realidad.

Me relajé, retrayendo mis colmillos. Otra vez con las extrañas pesadillas. Sólo

que ésta era infinitamente más terrible que la anterior. Se había sentido tan real,

como si estuviera allí mismo, colgando del techo, con un atizador al rojo vivo

atascado a través de mi cuerpo. Me estremecí, recordando esa fría, deslizante

voz.

Resultaba familiar, como si la hubiera escuchado antes...

―Allison. ―Llamaron a la puerta―. ¿Est{s bien? Me pareció oír un grito.

―Estoy bien ―contesté, mientras el alivio se extendió y ahogó todo lo demás.

Él sigue aquí. No se fue, o cortó mi cabeza mientras dormía―. Enseguida estaré

fuera.

Zeke levantó las cejas cuando abrí la puerta y salí al pasillo, sintiéndose

magullado y cansado.

―¿Malos sueños? ―preguntó, y me miró―. No pensé que los vampiros

tuvieran pesadillas.

―Hay un montón de cosas que no sabes sobre nosotros ―murmuré,

arrastrándome pasando junto a él en la cocina. Una vela parpadeaba sobre la

mesa en medio de latas abiertas de frijoles y envoltorios vacíos de cecina.

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Debe haber descubierto un escondite de comida―. Vamos, es probablemente

una buena idea revisar los vendajes una vez más antes de que salgamos.

―En realidad, he estado pensando ―admitió Zeke, cojeando mientras fuimos a

la sala. Él definitivamente estaba mejor esta noche, la comida, el descanso y los

analgésicos finalmente hicieron su trabajo―. Sobre lo que dijiste anoche. Quiero

saber más acerca de los vampiros... de ti. Lo único que he escuchado es lo que

Jeb me ha dicho.

Resoplé, agarrando la mochila del piso.

―¿Que somos viciosos demonios desalmados cuyo único objetivo es beber

sangre y convertir a los humanos en monstruos? ―bromeé, hurgando por las

vendas y gasas.

―Sí ―respondió Zeke serio.

Lo miré, y él se encogió de hombros.

―Fuiste honesta conmigo anoche ―dijo―. No me dijiste lo que quería oír, lo

que esperaba que dijeras. Por lo tanto, pensé que podría... escuchar tu versión

de los hechos. Te escucharé, si quieres decirlo. ¿Por qué te convertiste en

vampiro? ¿Qué hizo que desearas...?―Hizo una pausa―. ¿Convertirte en un

muerto viviente? ¿Bebes la sangre de los vivos? ―Saqué el peróxido, los

vendajes y las gasas, poniéndolos en el suelo delante del sof{―. ¿Nunca tienes

que preocuparte por las quemaduras del sol otra vez? Bueno, quizás una vez

m{s.―Frunció el ceño hacia mí, exasperado. ―Si no me quieres decir, eso est{

bien, también.

Hice un gesto hacia el sofá y él se sentó, apoyando sus codos en las rodillas. Me

arrodillé y empecé a desenrollar la gasa de la pierna.

―¿Qué quieres saber?

―¿Cu{ntos años tienes? ―preguntó Zeke―. Quiero decir, ¿cu{nto tiempo has

sido... un vampiro?

―No mucho. Unos pocos meses, como m{ximo.

―¿Meses?

Parecía sorprendido, y levanté la cabeza para mirarlo a los ojos.

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―Sí. ¿Cu{ntos años creías que eran?

―No... meses. ―Él negó con la cabeza―. Los vampiros son inmortales, así que

pensé... tal vez...

―Eso, ¿qué? ¿Qué tengo cientos de años de antigüedad? ―Sonreí ante la idea,

inclin{ndome sobre su pierna―. Lo creas o no, todo esto es muy nuevo para mí,

Zeke. Todavía estoy tratando de resolverlo todo.

―No lo sabía. ―La voz de Zeke era suave―. Así que, realmente sólo eres tan

vieja como yo. ―Se detuvo un momento, digiriendo ese hecho, luego sacudió

su cabeza―. ¿Qué te pasó?

Dudé. No me gusta hablar o recordar nada de mi vida anterior, el pasado era

pasado, ¿por qué insistir en algo que no puedes cambiar? Sin embargo, Zeke

estaba tratando de entender, sentí que le debía una explicación, por lo menos.

La verdad.

―No mentí cuando dije que nací en una ciudad de vampiros ―empecé a decir,

centrándome en mi trabajo, así no tenía que mirarlo―. Mi madre y yo...

vivíamos en una pequeña casa en uno de los sectores. Ella estaba Registrada, lo

que eso significaba que dos veces al mes tenía que ir a la clínica para “donar

sangre”. Todo era muy civilizado, o eso es lo que los vampiros querían

hacernos creer. Sin alimentación forzada, ni desordenadas muertes violentas.

―Solté un bufido―. Excepto que la gente seguía desapareciendo de las calles

todo el tiempo. Los vampiros son cazadores. Nunca puedes dejar eso fuera de

ellos, de nosotros, no importa cuán civilizadas sean las cosas.

Sentí la incomodidad de Zeke, su malestar repentino al admitir que todos los

vampiros eran, más o menos, asesinos. Bueno, él quería la verdad. No más

mentiras, no más ilusiones. Yo era un vampiro, y así era cómo estaban las cosas.

Sólo esperaba que pudiera aceptarlo.

―De todos modos ―continué, quitando la gasa para revelar la herida. Lucía

irritada y profunda, pero no infectada―. Mam{ se enfermó un día. No era

capaz de levantarse de la cama, por lo que faltó a su programado de sangre.

Dos días más tarde, las mascotas vinieron y se llevaron la cantidad requerida

por la fuerza, a pesar de que ella todavía estaba demasiado débil para moverse,

o incluso comer. ―Hice una pausa, recordando una pequeña habitación fría, y

mi madre acostada bajo las mantas delgadas, p{lida como la nieve―. Ella nunca

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se recuperó ―terminé, empujando lejos la imagen, de vuelta a la parte m{s

oscura de mis recuerdos―. No pasó mucho tiempo antes de que ella

simplemente... desapareciera.

―Lo siento ―murmuró Zeke. Y sonaba como si realmente lo dijera en serio.

―Odiaba a los vampiros después de eso. ―Empapé un trapo en peróxido y se

lo puse en la herida, sintiéndolo ponerse rígido, apretando sus dientes―. Juré

que nunca sería Registrada, que ellos no me marcarían como alguna pieza de

carne, que no les daría siquiera una gota de sangre. Encontré a otros como yo,

otros No Registrados, y arañamos una existencia lo mejor que pudimos,

robando, recolectando en los residuos, mendigando, cualquier cosa para

sobrevivir. Casi nos morimos de hambre, especialmente en el invierno, pero era

mejor que ser la vaca de sangre de un vampiro.

―¿Qué cambió? ―preguntó Zeke en voz baja.

Agarré las vendas, desenrollando el rollo sin verlo. Recuerdos parpadearon de

nuevo, oscuros y aterradores. La lluvia, la sangre y los Rabiosos, tendida en los

brazos de Kanin, sintiendo el mundo a mi alrededor desvanecerse.

―Fui atacada por Rabiosos ―dije finalmente―. Ellos mataron a mis amigos y

me desgarraron, fuera de los muros de la ciudad. Me estaba muriendo. Un

vampiro me encontró esa noche, me dio la opción de una muerte rápida, o

convertirme en uno de ellos. Todavía odiaba a los vampiros, y sabía, en el

fondo, en lo que me convertiría, pero también sabía que no quería morir. Así

que opté por esto.

Zeke se quedó en silencio durante unos minutos.

―¿Te arrepientes? ―preguntó finalmente―. ¿Convertirte en un vampiro?

¿Elegir esta vida?

Me encogí de hombros.

―A veces. ―Até la gasa y me encontré con su mirada, en busca de cualquier

reproche―. Pero si la elección era estar muerta, realmente muerta, y estar viva,

probablemente haría lo mismo. ―Zeke asintió pensativo―. ¿Qué hay de ti?

―lo reté―. Si te estuvieras muriendo y alguien te ofreciera una salida, ¿no la

tomarías?

Negó con la cabeza.

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―No tengo miedo de morir ―dijo con una voz que no era ni presumida ni

condenada, sólo muy confiada―. Sé... Tengo fe, que algo mejor me est{

esperando, después de que haya terminado aquí. Sólo tengo que esperar, y

hacer lo mejor posible, hasta que llegue el momento de que me vaya.

―Ese es un sentimiento agradable ―dije con sinceridad―. Pero yo voy a seguir

viviendo durante tanto tiempo como pueda, que será para siempre si tengo

suerte. ―Recolectando los suministros, lo miré fijamente―. Así que dime, ¿qué

pasa con los vampiros cuando finalmente son pateados? De acuerdo con Jeb, no

tenemos más alma. ¿Qué sucede cuando morimos?

―No lo sé ―murmuró Zeke.

―¿No lo sabes, o no quieres decirme?

―No lo sé ―dijo Zeke un poco m{s firme, y exhaló―. ¿Quieres que te diga lo

que diría Jeb, o quieres mi opinión?

―Pensé que Jeb te enseñó todo lo que él sabe.

―Lo hizo ―respondió Zeke, sosteniendo mi mirada―. Y trabajó muy duro

para moldear en mí el líder que quiere que yo sea.―Suspiró, viéndose evasivo,

desafiante y avergonzado a la vez―. Pero, si no lo has notado, no siempre

coincidimos. Jeb dice que soy terco e intratable, pero tengo mis propias

opiniones sobre ciertas cosas, sin importar lo que él cree.

―¿Ah sí? ―Levanté una ceja―. ¿Cómo qué?

―Él estaba equivocado sobre ti. Yo... estaba equivocado sobre ti.

Parpadeé. Bruscamente, Zeke se levantó, su rostro preocupado, como si

realmente no hubiera querido decir eso.

―Debemos seguir adelante ―dijo, evitando mi mirada―. No estamos lejos del

Viejo Chicago ahora, ¿no? Quiero encontrar a los otros lo más rápido que

podamos.

En el exterior, las estrellas estaban empezando a mostrarse. Me di cuenta de tres

nuevos montones, volcados en la tierra en frente del patio, un montón de

piedras en la cabeza de cada uno, le di un vistazo a Zeke interrogante.

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―Tenían que ser enterrados ―dijo, mirando hacia las nuevas tumbas. Sus ojos

azules crecieron atormentados, y suspiró―. Sólo espero que ellos sean los

únicos que tenga que poner a descansar.

No quería darle falsas esperanzas, así que no respondí. Montando en la

motocicleta, esperé hasta que él se deslizó por detrás de mí y envolvió sus

brazos alrededor de mi cintura, sin vacilar esta vez. Deslizando la motocicleta

por la suciedad sobre el pavimento, me abrí paso, y nos alejamos a toda

velocidad hacia la ciudad de vampiros esperando al final del camino.

Si pensaba que Nueva Covington era grande, no era nada comparado con el

Viejo Chicago.

El viento azotaba mi cabello, soplando desde el mayor cuerpo de agua que

jamás había visto. El lago se extendía hasta encontrarse con el cielo, olas oscuras

subían y caían, rompiendo contra las rocas.

En el borde del lago, elevándose entre las nubes, la ciudad del Viejo Chicago se

alzaba por encima de todo. De vuelta en Nueva Covington, las tres torres de

vampiros eran los edificios más prominentes de la ciudad, de pie con orgullo

sobre el resto. Pero el contorno de Chicago tenía edificios que eclipsaban

incluso las torres de vampiros, y había más de un montón de ellos, incluso

desmoronados y destrozados como estaban. Me recordó a una boca llena de

dientes rotos, sonriendo locamente contra el cielo nocturno.

Detrás de mí, Zeke dejó escapar un breve suspiro, haciéndome cosquillas en la

oreja.

―Guao, es enorme ―dijo―. ¿Cómo se supone que vamos a encontrar algo en

eso?

―Los encontraremos ―dije, esperando no estar haciendo promesas vacías―.

Sólo tenemos que buscar la enorme banda de asaltantes liderada por un

vampiro. ¿Qué tan difícil puede ser?

Me comí mis palabras unos minutos más tarde.

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El Viejo Chicago era aún más extenso y grande de cerca de lo que se veía de

lejos. Se sentía como si siguiera eternamente, kilómetros de pavimento roto,

autos muertos y edificios vacíos. Cruzando a través de calles llenas de

escombros, los rascacielos monstruosos surgían amenazantes por encima de

nosotros, lo que me hacía preguntarme cómo había sido la ciudad cuando

estaba viva. ¿Cuántas personas habían vivido aquí para justificar tantos

edificios abarrotados así de cerca, llegando hasta el cielo? Ni siquiera podía

imaginarlo.

Seguimos la carretera hasta que giró en una esquina y encontramos el camino

bloqueado por los restos de un enorme rascacielos. Tiré de la motocicleta para

una parada y miré alrededor, tratando de orientarme.

―Esto es inútil ―dijo Zeke, mirando m{s all{ de mí al edificio derrumbado―.

Es demasiado grande. Podríamos estar registrando este lugar durante semanas,

incluso meses. Y para entonces, quién sabe lo que van a hacerles a todos.

―No podemos renunciar, Zeke ―dije, girando la moto alrededor―. Ellos est{n

aquí en alguna parte. Sólo tenemos que mantener<

Me detuve entonces, porque algo más se había vuelto en esa esquina y venía

hacia nosotros. Un par de asaltantes en largas y elegantes motocicletas, sus

manubrios barriendo como cuernos, rugieron fuera de las sombras,

capturándonos en sus faros. Me puse rígida, y Zeke se tensó cuando los

hombres se detuvieron a unos metros de distancia, considerándonos con

curiosidad. Uno de ellos tenía a una mujer sentada detrás de él, su cabello

rizado enredado por el viento.

Un motociclista hizo un gesto con su cabeza hacia nosotros.

―Dirigiéndose a la Fosa Flotante, ¿eh? Supongo que escuchaste la noticia.

―¿El qué? Um... sí ―contesté, encogiéndome de hombros―. Lo hicimos. ¿Es ahí

a donde van?

―Sí. ―Se volvió y escupió en el pavimento―. Debería ser un buen espect{culo

esta noche. ―Nos miró y luego arrugo la frente―. No los he visto antes a los

dos por los alrededores ―dijo―. ¿Eres nueva en la Fosa, niña?

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Los brazos de Zeke me rodearon con más fuerza. Esperaba no perderlo. Yo

estaba a punto de hacer algo acerca de ser nueva en el Viejo Chicago, cuando la

mujer de la otra moto golpeó el hombro de su conductor.

―Vamos a llegar tarde―se quejó, y el hombre rodo los ojos―. Jackal nos

prometió un espectáculo, y no quiero perdérmelo. Vámonos, ya.

―C{llate, Irene. ―El asaltante frunció el ceño, pero le hizo un gesto con la

cabeza al hombre que había hablado con nosotros―. Vamos, Mike. Habla con

los novatos m{s tarde. V{monos. ―Aceleró el motor, conduciendo la

motocicleta por encima de una rampa que pasaba por el rascacielos esquelético,

y se fue. El otro asaltante rodó los ojos y empezó a seguirlo.

―¿Te importa si te seguimos a la Fosa? ―pregunté amablemente.

Me miró, sorprendido, pero se encogió de hombros.

―Mierda, no me importa, novata. Sólo trata de mantener el ritmo.

La Fosa Flotante, rápidamente aprendí de donde viene su nombre.

Seguimos a los asaltantes a través de las calles del Viejo Chicago, zumbando

alrededor de los autos muertos, escombros y más rascacielos caídos, yendo más

rápido de lo que probablemente necesitábamos. El rugido de los motores hizo

eco en los edificios, y a veces apenas nos apartábamos de una pared; un túnel o

un vehículo volcado, pasando tan cerca que podría haberlos alcanzado y

tocado. Me encantaba esto, aunque Zeke no estaba tan emocionado. Su mejilla

estaba presionada en mi espalda y sus brazos estaban fuertemente atados

alrededor de mi cintura, haciendo que me alegrara el no tener que tomar un

respiro.

Finalmente, rodamos hasta detenernos en la parte posterior de otro gigante

caído, mirando por encima de lo que supuse había sido el centro de Chicago, en

otro tiempo. Los rascacielos aquí desafiaban la creencia, incluso esqueléticos y

desmoronados como estaban. Una torre se había tambaleado a un lado y ahora

se inclinaba precariamente contra otra, acortando la vida útil de ambas. Había

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varias lagunas en el horizonte, donde parecía que los edificios ya habían caído,

pero no obstante era impresionante.

Desde donde estábamos, pude distinguir un largo tramo de vías elevadas,

enlazadas alrededor de los edificios como una enorme serpiente. Me acordé, de

las historias de mi madre, un cierto tipo de vehículo había circulado en las vías

en los días anteriores, la gente yendo y viniendo de ida y vuelta a alta

velocidad. Por debajo de las pistas, una serie de plataformas, puentes y

pasarelas se habían improvisado, extendiéndose entre los edificios y

recorriendo las calles como una telaraña gigante. Lo cual era necesario, porque

todo a nivel del suelo estaba bajo el agua.

Humanos llenaron las plataformas y pasarelas como hormigas, caminando a

través de las oscuras aguas turbulentas. Había enjambres de ellos, más de lo

que esperaba. Esto no era sólo un escondite de asaltantes. Esto era una ciudad,

una verdadera ciudad como Nueva Covington o cualquier otro territorio

vampiro. No tenía un muro. Supuse que el agua profunda mantenía fuera a los

Rabiosos, y los humanos aquí eran libres de ir y venir a su antojo, pero no

había duda que estábamos entrando en la guarida de un rey vampiro. Viendo el

lado positivo, por el número de humanos vagando alrededor, sería mucho más

fácil pasar desapercibidos de lo que me temía.

Los asaltantes habían seguido sin detenerse a mirar la ciudad, vi sus faros

cruzar por una rampa, sobre un puente destartalado hacia una enorme barcaza

que se asentaba en la orilla del agua. Decenas de motos estaban estacionadas

allí en filas desordenadas, junto con un par de las camionetas blindadas que

había visto antes. Supuse que los asaltantes no podían estacionar sus

motocicletas en las aceras estrechas de la ciudad inundada.

Sentí a Zeke mirando por encima de mi hombro, lo sentí tomar una profunda

respiración, y miré atrás, hacia él.

―¿Listo para esto?

Él asintió con la cabeza, sus ojos sombríos.

―Vamos.

Seguimos el mismo camino que los demás, por la rampa, sobre el puente y en la

barcaza. Encontrando un rincón libre, apagué el motor y me alejé, un poco triste

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de tener que dejar la moto atrás. Me preguntaba si tendría la oportunidad de

volver por ella.

Probablemente no.

Me volví lentamente, mirando hacia la vasta extensión de agua en ambos lados.

Se sentía extraño, estar encima del agua. El suelo se sentía inestable, como si de

repente pudiera hundirse en las negras profundidades.

Un viento frío silbó a través de las filas de motocicletas, y el barco se balanceó

suavemente en las olas, haciendo que Zeke tropezara mientras caminaba a mi

lado.

Preocupada, agarré su codo.

―¿Cómo est{ la pierna? ―pregunté, notando que mantuvo su peso en ella―.

¿Puedes hacer esto? ¿Estarás bien?

―Estoy bien. ―Sacó su brazo fuera de mi agarre, caminando por su cuenta.

Pero su cara estaba p{lida y húmeda por el sudor, incluso en el frío―. No te

preocupes por mí. Puedo mantener el ritmo.

El rugido de los motores de motocicletas nos distrajo. Más asaltantes llegaban,

varios de ellos esta vez, riendo y gritando por encima del ruido de sus motos.

Zeke y yo nos escondimos detrás de una pila de cajas, viendo como detenían

sus motores y se pavoneaban hacia otro puente en el otro lado, apuntando hacia

la ciudad.

Zeke y yo intercambiamos una mirada.

―¿Seguro que no quieres esperar? ―pregunté, y él frunció el ceño. Le fruncí el

ceño de regreso―. Todavía estás herido, Zeke. Puedo encontrar a los demás por

mi cuenta si tengo que hacerlo.

―No. ―Su voz era {spera, definitiva―. Es mi familia. Tengo que hacer esto. No

me vuelvas a preguntar.

―Bien. ―Lo miré y sacudí mi cabeza. Idiota obstinado―. Pero al menos trata

de verte un poco más hombre-asaltante, ¿de acuerdo? No queremos llamar la

atención.

Zeke soltó un bufido que sonó sospechosamente como una risa.

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―Allie, eres una hermosa chica vampiro de aspecto exótico con una katana.

Confía en mí, si alguien va a llamar la atención, no seré yo.

No le respondí mientras cruzábamos el poco sólido, puente crujiente hacia la

guarida del rey vampiro. No hablamos el uno al otro durante varios minutos. Si

Zeke hubiera preguntado, le habría dicho que estaba pensando en cómo

encontrar a todos, pero no era del todo cierto. Estaba pensando en los demás y

cómo iba a conseguir sacarlos con vida... pero seguía estando distraída por la

idea de que Zeke me había llamado hermosa.

La ciudad era como un laberinto, un laberinto de pasillos, puentes y pasarelas,

todas unidas entre sí de la manera más confusa posible. Una pasarela condujo a

una plataforma, que llevó a un puente, que llevó a la azotea de un edificio

hundido, que llevó de vuelta a la misma pasarela donde ya habíamos estado.

Después de vagar en círculos un par de veces, estaba lista para saltar al agua

oscura y salir nadando. Antorchas y baterías de acero quemaban junto a rampas

y pasarelas, las luces parpadeaban reflejándose en el agua oscura y sólo se

sumaba a la sensación de desorden.

Personas corrieron por los estrechos pasillos, chocando contra nosotros,

empujándonos a un lado, a veces a propósito. A veces se reían o gritaban

maldiciones mientras me hacían a un lado.

Mantuve mi cabeza abajo y apreté los dientes cada vez que alguien me

golpeaba, luchando contra el impulso de morderlos. No había ninguna ley aquí,

sin mascotas para mantener el orden, sin guardias para contener un brote de

violencia. Una pelea estalló una vez, con dos asaltantes lanzando puñetazos

encima de una plataforma estrecha, hasta que uno sacó un cuchillo y apuñaló al

otro en el cuello. Ahogándose, el hombre cayó de la plataforma al agua, y se

hundió a la vista. Después de una rápida mirada, todos volvieron a sus

negocios.

―Esto es una locura ―murmuró Zeke, presionando cerca. Sus ojos azules

recorriendo nerviosamente por encima de la multitud―. Jeb me habló de

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lugares como éste. Tenemos que encontrar a los demás y sacarlos ahora, antes

de que alguien nos dispare por la espalda sin motivo.

Asentí con la cabeza.

―Los asaltantes dijeron algo sobre Jackal “presentando un espect{culo” en la

Fosa Flotante ―reflexioné―. Es a él a quien queremos. Si lo encontramos,

probablemente vamos a encontrar a los otros.

―Cierto. Por lo tanto, tenemos que encontrar la Fosa Flotante.

Zeke miró a su alrededor, se dio cuenta de una mujer morena, de cabello

salvaje caminando hacia nosotros, y suspiró.

―Disculpe ―dijo, extendiendo la mano para detenerla―. ¿Quiere ayudarnos,

por favor?

Ella se echó hacia atrás, entrecerrando los ojos mientras recorría a Zeke arriba y

abajo, y luego sus delgados labios se curvaron en una sonrisa.

―¿Disculpe? ―se burló ella, su voz alta y nasal―. Disculpe, dice el chico. Oh,

bueno, cu{n amable y correcto. Me hace sentir como una dama otra vez. ―La

sonrisa se hizo m{s amplia, mostrando los dientes faltantes―. ¿Cómo puedo

ayudarte, muchacho educado?

―Estamos buscando la fosa flotante ―dijo Zeke con calma, haciendo caso

omiso de la forma en que ella lo miró de reojo, su lengua lamiendo a través de

los espacios entre sus dientes―. ¿Puede decirnos dónde est{?

―Podría. ―La mujer se acercó m{s―. O podría mostrarte dónde est{. ¿Qué tal,

muchacho? Yo no iba, Los pequeños espectáculos de Jackal son un poco

demasiado para mí, pero por ti, me gustaría hacer una excepción, ¿eh?

Di un paso al lado de Zeke, resistiendo el impulso de gruñir.

―Sólo la dirección, si no te importa ―dije amablemente, con un matiz que

advertía aléjate de él o te arrancaré la garganta.

La mujer se rió y se echó hacia atrás.

―Ah, bueno, eso est{ muy mal. Habría hecho que valiera la pena. ―Ella olfateó

y señaló hacia abajo a una pasarela, donde ya se dirigía un grupo de

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personas―. Sólo tienes que seguir este camino hasta llegar a la Fosa. Va a estar

todo iluminado por esta hora de la noche. Realmente no te puedes perder.

―Gracias ―dijo Zeke, y la mujer se rió, sosteniendo su mano en su corazón.

―Semejantes costumbres ―dijo, fingiendo enjuagar una l{grima―.

Si sólo mi pedazo de un hombre derramara esa poesía, en realidad podría

querer quedarme con él. Bueno, diviértanse, los dos. Este es su primer

espect{culo, ¿eh? ―Ella se rió de nuevo y pasó junto a nosotros, moviendo la

cabeza, hablando por encima de su hombro―. Tal vez quieran traer algo para

arrojar.

Zeke y yo intercambiamos una mirada de preocupación.

―Eso suena de mal agüero ―murmuré.

La mujer tenía razón, la Fosa Flotante era imposible de pasar por alto. De pie en

una esquina de la calle, el edificio cuadrado de piedra no era tan alto como los

rascacielos que lo rodeaban, pero el altísimo, letrero rojo neón CHI AGO

brillaba junto a la entrada resplandeciendo contra la oscuridad. Además de que

faltaba la letra C, el letrero estaba lleno de agujeros y grietas. Pero a pesar de los

daños, todavía funcionaba. Para qué propósito, no tenía ni idea.

―¿Supongo que esa es la Fosa Flotante? ―murmuró Zeke, mirando al público

asaltante a través de la puerta. Puesto que el primer piso estaba bajo el agua, la

pasarela conectaba a una plataforma de madera que conducía al interior del

edificio―. No luce como una fosa para mí. Y el cartel dice Chicago. Tú pensarías

que ellos lo llaman algo diferente.

―Supongo que la alfabetización no est{ muy alta en la lista de prioridad de un

asaltante ―murmuré mientras nos acerc{bamos al edificio, estirando mi cuello

para mirar fijamente arriba hacia el letrero. Mirando hacia abajo, vi una saliente

brillando bajo el agua, probablemente, donde las puertas originales estarían. La

entrada al edificio era un arco de piedra con un marco sin bisagras o puertas,

haciéndome pensar que en un punto debió haber sido una ventana.

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Más pasarelas y puentes cubrieron el inundado vestíbulo del edificio. No podía

ver el primer nivel, pero las escaleras se levantaban fuera del agua y corrían

arriba hasta el segundo balcón histórico, a donde se dirigía la multitud.

Seguimos arriba por las escaleras y a través de las puertas dentro de una arena

con poca luz, donde la anticipación colgaba espesa en el aire y en las multitudes

por la habitación.

―Y es por eso que se llama la Fosa ―dije, mirando alrededor con asombro.

La cámara donde entramos era enorme, una gran sala abovedada que se

elevaba majestuosamente por encima. Un balcón se extendía por toda la

habitación, lleno con mohosos asientos doblados sobre sí mismos. En el lado

izquierdo, parte del balcón se había caído, dejando un irregular, agujero abierto,

pero aún había suficientes asientos para contener a todos los asaltantes en la

ciudad. Los pasillos estrechos llevaban hasta el borde del saliente, donde caían

lejos en las oscuras aguas abajo.

Debajo de nosotros, un enorme telón rojo se extendía a través de la pared del

fondo, descendiendo hasta tocar un escenario flotante de madera. Una jaula

cubría la mayor parte de la plataforma, a veinte metros de altura, con una malla

metálica cubriendo la parte superior de modo que nada pudiera escapar. La

mitad de atrás del escenario estaba oculta por la cortina, y me pregunté qué

estaban manteniendo allí atrás.

Entonces Zeke me tocó el brazo, apuntando a algo dentro de la jaula.

Una jaula de acero había sido empujada contra una pared, con sólo pequeñas

aberturas enrejadas por ventanas. De vez en cuando, la caja se agitaba cuando

lo que sea que estaba en el interior se movía alrededor, pero estaba demasiado

oscuro para ver a través de las rendijas. El piso de madera estaba manchado con

sangre seca.

―Deporte sangriento ―murmuró Zeke mientras rondaba por la espalda.―

Esta debe ser la idea de entretenimiento de Jackal. Ellos hacen sus apuestas para

ver cu{l es el animal que sale con vida. ―Miró alrededor hacia la excitada

multitud y se estremeció―. Particularmente no quiero ver a dos perros

desgarrándose a pedazos entre sí. Debemos buscar a los otros.

Antes de que pudiera responder, un reflector titiló, brillando sobre la arena.

Parpadeé. El escenario estaba vacío hace unos segundos atrás, estaba segura de

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eso. Pero un hombre ahora estaba en el frente, sonriendo a la multitud. Era alto,

delgado pero musculoso también; pude ver el corte en su pecho debajo de la

camisa y el descolorido abrigo de cuero. Grueso cabello negro había sido

empujado en una coleta, acentuando un rostro joven, suave y atractivo y una

piel pálida.

Sus ojos, barriendo sobre la multitud, eran de un vago dorado. El hombre

levantó los brazos como si quisiera abrazarnos a todos, y la multitud se volvió

loca, rugiendo, golpeando el suelo, incluso disparando sus armas al aire. Y de

repente lo supe. Lo habíamos encontrado. Este era Jackal, el rey vampiro de los

asaltantes.

―¡Buenas noches, lacayos! ―bramó Jackal, a un coro de gritos, aullidos y

chillidos―. Estoy en un fabuloso estado de {nimo esta noche. ¿Qué hay de ti?

―Su voz llegaba f{cilmente sobre la ruidosa habitación, claro, seguro y

magnético. Incluso el más violento asaltante estaba pendiente de cada una de

sus palabras―. ¡No te preocupes! Realmente no me importa cómo te sientes,

pero gracias a todos por venir a este pequeño espectáculo. Como pueden haber

escuchado, ¡tenemos algunas noticias emocionantes! Durante los últimos tres-

años-y-medio, hemos estado en busca de algo, ¿no? ¡Algo importante! Algo que

podría cambiar no sólo nuestro mundo, sino el mundo entero como lo

conocemos. ¿Saben de lo que estoy hablando, no es así?

Yo no lo hacía, pero al escuchar al rey asaltante hablar, sentí un destello de

reconocimiento. Como si lo conociera de... alguna parte, aunque no sabía por

qué me sentía de esa manera. Estaba segura de que nunca lo había visto antes.

―De todos modos ―continuo Jackal―. Quería que todo el mundo supiera que

hace unas noches atrás, nuestra búsqueda llegó a su fin. Hemos encontramos lo

que estuvimos buscando todo este tiempo.

Zeke se tensó a mi lado. Detrás de Jackal, un par de asaltantes hizo a un lado la

cortina y empujaron a alguien en el escenario.

Jackal giró con sorprendente gracia, agarró la figura por el cuello y lo arrastró

adelante, hacia la luz.

Jebbadiah. Sus muñecas estaban atadas, y marcas oscuras cubrían su rostro y

ojos, pero se mantuvo de pie y orgulloso al lado del rey de los asaltantes,

mirando a la multitud con frío desprecio. Puse una mano en advertencia sobre

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327

el brazo de Zeke, en caso de que olvidara dónde estaba. Con unos pocos cientos

de asaltantes y sólo dos de nosotros, ahora no era el momento para un rescate

suicida.

La multitud abucheó y se burló cuando Jeb los miró con frialdad, pero Jackal

sonrió y pasó un brazo alrededor de sus hombros, golpeando ligeramente su

pecho.

―Vamos, vamos ―reprendió―. Sean corteses, todos ustedes. Van a hacer que

piense que no lo queremos aquí. ―Jackal sonrió, luciendo enteramente

animal―. Después de todo, este es el hombre que tiene la llave para su

inmortalidad. Este es el hombre que va a ser responsable de nuestro ascenso a

la gloria. ¡Este es el hombre que va a curar el Rabidismo para nosotros!

La multitud estalló en caos, pero yo seguía oyendo a Zeke liberar un profundo

suspiro. Aturdida, me volví hacia él, viéndolo pálido, como si ya lo supiera. Y

de repente, todo tenía más sentido.

―Es por eso que ha estado detr{s de ti ―dije entre dientes, acerc{ndome para

hacerme oír por encima de la multitud aullando―. Él piensa que Jeb puede

curar el virus, es por eso que te ha perseguido durante tanto tiempo. Cualquiera

querría eso. ―Zeke miró hacia otro lado, pero agarré su brazo, tirando de él

hacia atr{s―. ¿Jeb tiene la cura? ¿Es eso lo que has estado escondiendo, todo

este tiempo?

―No ―dijo Zeke con voz {spera, finalmente, volviendo su cara hacia mí―. No,

él no tiene la cura. No existe una cura. Pero<

Levanté mi mano silenciándolo. La multitud finalmente se había calmado.

Jackal esperó hasta que los últimos juerguistas se habían detenido, luego se

volvió para palmear a Jeb en el hombro.

―Desafortunadamente ―prosiguió con voz triste―, ¡nuestro buen amigo aquí

está un poco reacio a compartir lo que sabe! ¿Pueden creerlo? Tengo un

encantador laboratorio con todo preparado, esperándolo por tres años, con todo

lo que necesita o posiblemente podría desear, y no parece apreciarlo.

Un coro de abucheos e insultos surgió. Jackal levantó una mano.

―Lo sé, lo sé. Pero no podemos obligarlo a trabajar, ¿verdad? Quiero decir, no

es como si pudiera romper sus dedos o golpear su cabeza para conseguir que

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328

haga lo que yo quiero, ¿verdad? ―Se rió animosamente, y envió un escalofrío

por mi espalda―. Es por eso estamos aquí esta noche ―continuó―. He creado

un poco de entretenimiento para nuestro invitado de honor, pero espero que el

resto de ustedes disfrute de ello, también. Esperemos, que no termine muy

rápido, pero tenemos toda una tropa de caras nuevas que podemos sacar si las

cosas consiguen ponerse aburridas. ―Se dio la vuelta y miró directamente a Jeb

al decir esto, sus labios tiraron en una sonrisa demoníaca, antes de volverse

hacia la multitud―. Así que, supongo que no tengo nada más que decir

excepto, ¡Que comience el espectáculo!

Salió del escenario con una cacofonía de gritos y aullidos, tirando a Jebbadiah

con él. Zeke se agachó y tomó mi mano, apretándola con fuerza, como si

quisiera fijarse a sí mismo por lo que estaba por venir.

Las cortinas se abrieron y dos asaltantes más salieron con otra figura entre ellos,

su cabeza cubierta con una bolsa oscura. Abriendo la jaula, sacudieron la bolsa

fuera, lo empujaron dentro de la jaula, y cerraron la puerta.

―Darren ―gimió Zeke, comenzando a avanzar. Apreté mi agarre en su mano y

agarré su brazo, manteniéndolo lejos.

―Zeke, no lo hagas. Él me dio una mirada desesperada, pero se mantuvo firme.

―Ve por ahí y sólo vas a ser atrapado o asesinado ―dije, mirando sus ojos

torturados―. No hay nada que podamos hacer por él ahora.

Un chillido escalofriante llamó mi atención hacia el ring. Darren, de pie con

temor en el centro de la jaula, miró hacia la perrera en la pared del fondo. Una

cuerda que no había notado antes estaba atada a la puerta, saliendo a través de

los barrotes de la jaula, y ahora estaba en manos de un asaltante, preparándose

para tirar de ella. Y de repente supe, con una terrible certeza, lo que estaba en

esa perrera.

Por una fracción de segundo, toda la habitación se quedó en silencio, voces

desapareciendo mientras los espectadores contenían la respiración. Darren, solo

en la arena, miró a su alrededor desesperadamente por una ruta de escape, pero

no había nada, nada donde poder correr. Zeke estaba rígido, podía sentirlo

temblar bajo mis manos, incapaz de mirar lejos. Por sólo un momento, Darren

levantó la vista y sus miradas se encontraron...

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Entonces el resonante sonido metálico de la puerta de la perrera abriéndose se

hizo eco en el silencio, y Darren ni siquiera tuvo tiempo para volverse antes de

que el Rabioso se estrellara contra él, tirándolo hacia abajo con un chillido.

La multitud rugió y se subió a sus pies, y por un momento Darren se perdió en

el oleaje, a pesar de que sus gritos se oían incluso sobre la multitud. Zeke dejó

escapar un sollozo sin aliento y se dio la vuelta, tirando de sí mismo de mi

agarre, pero yo me obligué a mirar, quemar las imágenes en mi cerebro. Era lo

menos que podía hacer por Darren, para recordar sus últimos momentos y para

recordarme a mí misma de lo que podía llegar a ser. No un Rabioso sino algo

peor, algo despiadado, salvaje y hambriento de poder, un verdadero monstruo,

como el rey asaltante. Jackal había abandonado su humanidad hacía mucho

tiempo atrás, pero no lo olvidaré. Quiero recordar este momento, y la vida de

Darren no irá a la basura.

Afortunadamente, todo terminó muy rápido. Los miembros de Darren ni

siquiera habían dejado de moverse cuando Jackal se paseó hasta un banco y se

puso sobre él, levantando los brazos ante los aplausos de la multitud.

Jeb estaba detrás de él, con el rostro blanco, temblando de dolor y furia.

―¿Cómo es eso para el entretenimiento? ―hablo Jackal, y la multitud rugió su

aprobación. Me encontré a mí misma odiando a todos ellos, deseando poder

volar abajo y empezar a rasgar sus bocas burlonas fuera de sus caras―. Y,

buenas noticias, ¡hay mucho más de donde vino eso! ―Él se volvió hacia Jeb,

sus ojos brillantes―. Así que, ¿tienes algo que decir, anciano? Creo que el

siguiente en la jaula debe ser esa bonita chica. ¿O tal vez uno de los niños?

Realmente no hace ninguna diferencia para mí. O... ¿tienes algo más en mente?

No pude oír a Jebbadiah, sobre la multitud, pero vi sus labios moverse mientras

miraba a Jackal, el miedo y el odio cubría cada parte de su cuerpo.

―No tengo opción ―pensé que él dijo, y Chacal asintió, sonriendo―. Haré lo

que me pides.

―Ahí, eso no fue tan difícil, ¿verdad? ―Jackal hizo un gesto a uno de sus

asaltantes, y ellos se llevaron lejos a Jeb. Volviéndose hacia la multitud, el

vampiro sonrió, mostrando un par de extremadamente largos, colmillos

mortíferos―. Lacayos, les prometí la inmortalidad, ¡y la voy a entregar! Ahora,

lo único que queda por elegir es a quién convertiré primero una vez que nos

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encontremos con la cura. ¿Quién va a tener ese prestigioso honor? Hmm. ―Él

chasqueó los dedos―. Tal vez sólo tendremos que mantener un gran país libre-

para-todos, y quien salga con vida conseguirá ser inmortal, ¿qué dicen?

La multitud rugió de nuevo, golpeando los asientos, lanzando puños y armas al

aire, gritando su nombre. Jackal levantó sus brazos de nuevo, aceptando el

aplauso, la adoración, mientras que detrás de él, la sangre de Darren se

agrupaba a un lado de la jaula y goteaba en el agua.

Zeke hizo un ruido estrangulado y se alejó, tambaleándose hacia la puerta como

si estuviera borracho. Nadie se fijó en él, su atención estaba fija en Jackal y el

espectáculo que había puesto en el centro. Pero mientras yo retrocedía,

preparándome para apresurarme después de Zeke, Jackal levantó sus

relucientes ojos amarillos encima de la multitud y atrapó mi mirada. Él

parpadeó cuando nuestros ojos se encontraron, una expresión de desconcierto

cruzó su cara, y luego salí por la puerta, siguiendo a Zeke en el oscuro pasillo.

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331

C A P Í T U L O 21

Traducido por Sisabe1320

Corregido por FranÁngel

―¡Zeke!

Lo agarre y lo tiré en una esquina justo cuando un par de hombres de aspecto

rudo aparecieron al final del pasillo, riendo y jurando el uno al otro. Los

asaltantes continuaron en la sala principal, donde el eco de la multitud todavía

se podía oír a través de las puertas abiertas. Me pregunté qué estaba haciendo

Jackal y esperaba que él no tuviera más "entretenimiento" planeado para la

noche.

Zeke estaba apoyado de espaldas contra la pared, pero, mientras me acercaba,

él se deslizó hasta quedar sentado en la esquina, mirando hacia adelante a la

nada. Por unos instantes, se quedó así, su expresión vidriosa y muerta. A

continuación, un estremecimiento atormento su cuerpo, y poco a poco se

encorvo, inclinando la cabeza sobre sus rodillas, mientras sollozaba en silencio

en sus manos.

Lo observé silenciosamente, mi propia garganta sospechosamente apretada.

Desearía saber qué decir, las palabras adecuadas para consolarlo, pero la

simpatía nunca fue mi fuerte, y además, cualquier cosa que dijera

probablemente acabaría sonando forzada. Especialmente después de la horrible

escena que acabábamos de presenciar.

Suponiendo que él quería un momento a solas, me aparté y lo dejé en la parte

posterior de la sala, dejando que llorara la muerte de su amigo. A decir verdad,

necesitaba unos minutos para mí, también.

Mis ojos ardían, y dejé una sangrienta lágrima deslizarse por mi mejilla antes de

limpiarla. Primero Dorothy y ahora Darren.

Darren, quien había bromeado conmigo, quien se había puesto de pie para mí,

incluso para Zeke. Quién había sido un buen cazador, un compañero, tal vez

incluso un amigo. Echaría de menos su compañía, me di cuenta.

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Él no se merecía esa muerte, llegar tan lejos sólo para ser destrozado por un

Rabioso al final. Apreté los puños, sintiendo las uñas morder en mis palmas.

Jackal pagaría por esto.

Él iba a pagar por todo.

Me di la vuelta y caminé de regreso a Zeke, tratando de formular algún tipo de

plan, con la esperanza de que él estuviera lo suficientemente lúcido para

ayudarme. Seguía sentado en la esquina, mirando a la pared, pero su rostro y

sus ojos eran claros.

Me agaché a su lado.

―¿Est{s bien? ―No era la pregunta m{s brillante o reconfortante, pero no se

me ocurrió otra cosa.

Negó con la cabeza.

―Tenemos que encontrar al resto de ellos ―susurró, poniéndose en pie.

Apoyándose contra la pared otra vez, tomo una profunda respiración y me

miró, su voz cada vez m{s fuerte―. ¿Dónde piensas que Jackal est{

manteniendo a todos?

―No tengo idea ―murmuré―. Pero supongo que est{ cercano. Con todo bajo

el agua, probablemente no es fácil transportar prisioneros ida y vuelta. Él

querrá mantenerlos cerca.

―Debemos buscar en el edificio ―dijo Zeke, asintiendo con la cabeza―. Una

vez que todos hayan salido.

Una aclamación desde las puertas abiertas de la sala principal atrajo nuestra

atención. O Jackal estaba en un rollo, o alguien más estaba siendo desgarrado.

Me estremecí y esperaba que no fuera la segunda.

Zeke y yo nos miramos el uno al otro, pensando lo mismo.

No había tiempo. Por cada minuto que esperábamos, otra persona podría morir,

metido en una jaula y destrozado para el entretenimiento de la gente. Jackal era

implacable, y no tenía ninguna duda de que sacrificaría a Caleb o incluso a

Bethany para conseguir lo que quería. Teníamos que encontrar a nuestra gente

ahora.

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333

―Detr{s del escenario ―susurró Zeke, sus ojos duros―. Trajeron a Jeb y a

Darren a través de la cortina. Tal vez estén manteniendo a los otros allí,

también.

Asentí.

―Tiene sentido. Es un buen lugar para empezar a buscar de todos modos.

Pero había doscientos asaltantes y novecientos metros de agua entre nosotros y

el escenario, por no mencionar a Jackal mismo. No tenía ni idea de lo poderoso

que era el rey asaltante y no deseaba saberlo.

―Tiene que haber una puerta trasera ―murmuré―. Una manera de entrar por

detrás.

―Hay un montón de ventanas ―señaló Zeke.

―Sí ―dije, d{ndole la espalda―. Espero que no te importe un baño.

En las sombras de la pared exterior, caminamos a través de la negra, agua sucia,

ayudándonos por el costado del edificio. Yo no era la mejor nadadora, no como

Zeke, pero había un montón de agarraderas para aferrarnos a un lado de la

pared. Y, por supuesto, yo no tenía que preocuparme por ahogarme.

De vez en cuando, mi pierna rozaba algo debajo de la superficie del agua, una

rama o un palo o el techo de un auto, lo que me hizo preguntar qué más había

por allí. Esperemos que nada vivo. O bien, si estaba vivo, espero que nada que

nos quisiera comer. Me imaginé un enorme pez Rabioso, deslizándose

silenciosamente por las aguas negras, rodeando nuestras piernas, y decidí no

expresar esa preocupación a Zeke.

―Ahí ―le dije, señalando a una escalera de metal oxidado en la pared. Torcida

y doblada, que zigzagueaba por la pared exterior de una plataforma en la

planta superior. Maniobrando alrededor de los escombros, tubos y vigas

oxidadas, pase a través de la oscura agua negra hasta que pude tomar el escalón

más bajo. Exhalando, me di la vuelta para ayudar a Zeke, agarrando su brazo

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mientras se ponía a sí mismo en el primer peldaño. Estaba temblando,

chasqueando los dientes juntos, y me acordé de que él sólo era un ser humano.

El agua estaba más fría de lo que había estado la del río, mucho más fría. No me

molestó, pero Zeke estaba en peligro de morir congelado si no éramos

cuidadosos.

―¿Est{s bien? ―le pregunté mientras cruzaba sus brazos, temblando en el

viento. Su cabello rubio estaba pegado a su frente, y la camisa se aferraba a su

pecho, enfatizando su delgadez. Su rostro estaba tenso―. ¿Necesitas esperar

aquí? Puedo seguir sola, si quieres.

―Estoy bien ―dijo entre dientes, apretando la mandíbula―. Sigamos.

La escalera de metal crujía horriblemente mientras pasábamos por los

escalones, y podía sentir que se mecía bajo nuestro peso. Pero se mantuvo hasta

llegar a la plataforma superior y se metía por la ventana rota.

―No puedo ver nada ―murmuró Zeke, presion{ndose cerca de mi espalda.

Yo podía. La habitación aquí tenía el mismo desmoronamiento, el sentimiento

de vacío de la mayoría de los edificios de la ciudad, el techo agrietado, paredes

desconchadas, el suelo cubierto de escombros y basura. Mirando más de cerca,

tuve que reprimir el impulso de silbar. Humanos con ojos en blanco me

miraban desde las sombras de la habitación, algunos envueltos en trajes

podridos, brazos y piernas faltantes, acostados o esparcidos por el piso. Me

tomó un momento darme cuenta de que no eran reales. Figuras sólo de plástico

hechas para parecerse a los humanos.

Zeke se sobresaltó, dejando caer la pistola de su mano. Había visto las

espeluznantes figuras de plástico, también, y en la oscuridad, con la visión

humana normal, podría asustar a cualquiera.

―Rel{jate ―le dije―. No son reales. Son estatuas o algo así.

Zeke se estremeció y apartó la mano.

―He visto muchas cosas raras―murmuró, sacudiendo la cabeza―, pero creo

que esto se lleva el premio. Vamos a salir de aquí antes de que comience a

verlos en mis sueños... o antes de que empiecen a moverse.

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Vislumbré un brazo desmembrado en el suelo, y un comentario sobre la

necesidad de una mano me vino a la mente, pero este no era el momento para

bromas.

Escogimos cuidadosamente nuestro camino a través de la habitación y abrimos

la puerta a otro pasillo oscuro y estrecho.

La puerta se cerró detrás de nosotros, sumergiendo al corredor en una

oscuridad más espesa que la tinta. En completa negrura, el mundo parecía gris

oscuro a mi vista de vampiro. Pero al menos todavía podía ver. Zeke estaba

ribeteando hacia delante con una mano extendida y la otra en la pared junto a

él.

―Aquí ―dije en voz baja, y tomé su mano. Se puso tenso, sus músculos se

enrollaron para dar marcha atr{s, pero luego se relajó con un gesto firme―.

Sólo tienes que seguir mis pasos ―le dije, ignorando el pulso en su muñeca, el

ritmo de la vida a través de sus venas―. No te dejare caer.

Nos arrastramos por el pasillo sin luz, pasando habitaciones llenas de cajas

polvorientas, estanterías de ropa en descomposición y muebles cubiertos de

láminas de plástico. Era obvio que los asaltantes no usaban esta parte del

edificio, la suciedad y el polvo de yeso que recubría los pasillos no se habían

molestado en años, a excepción de las innumerables ratas y ratones que se

fueron corriendo, desapareciendo en las paredes y el suelo. En un punto, di un

paso en algo suave, como el barro, y miré hacia arriba para ver el techo repleto

de lo que parecía cientos de ratones con alas. No mencioné esto a Zeke mientras

nos apresuramos hacia adelante, aunque por alguna molesta razón, sentí una

extraña afinidad con las pequeñas criaturas grotescas.

La parte de atrás del edificio era como un laberinto, con habitaciones, pasillos

interminables y escombros dispersos. Algunas de las paredes se habían caído, y,

a veces tuvimos que abrirnos paso a través de una sección del techo o alrededor

de los bordes de un piso que se había derrumbado. Zeke mantuvo bien

agarrada mi mano mientras nos abríamos paso en el laberinto, a veces

tropezando cuando su pierna herida cedía, pero en su mayor parte mantenía mi

ritmo.

Cuando pasamos por encima de una viga caída, una grieta astillada sonó como

un disparo, y una sección del piso cedió bajo nosotros. Me agarré violentamente

de la viga con una mano, manteniendo sujeto con fuerza a Zeke con la otra,

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336

mientras caímos en picado hacia abajo. Mis dedos golpean el borde oxidado de

la viga, aferrándose desesperadamente, ya que el peso del cuerpo de Zeke casi

me arrancó el brazo fuera de su cavidad.

Por un momento, colgábamos sobre el oscuro vacío. Podía oír a Zeke jadeando,

sentir su pulso acelerado bajo mis dedos.

Por encima, las tablas del piso crujieron amenazantes, bañándome con el polvo,

pero la viga misma no se movió.

El peso en el extremo de mi brazo dio un grito ahogado, apretando la mano

alrededor de mi muñeca. Mis dedos se clavaron en la viga deslizándose un

centímetro.

―Zeke ―dije entre dientes―. Hay una viga justo encima de nosotros. Si te

levantara, ¿podrás tomarla?

―Yo... no puedo ver nada ―respondió Zeke, su voz tensa por el miedo

reprimido―. Así que tendr{s que ser mis ojos. Sólo dime cuando me esté

acercando.

Me giré a medias, medio levantándolo hasta el borde del agujero, sintiendo mis

hombros gritar en señal de protesta.

―Ahora ―dije, y Zeke arremetió con su brazo libre, golpeando la viga en su

primer intento. El peso me arrastraba hacia abajo, desapareciendo cuando Zeke

agarró la viga como una línea de vida y se impulsó hacia arriba.

Yo lo seguí, arrastrándome por el agujero y rodando sobre mi espalda junto a

Zeke, quien había hecho lo mismo. Él estaba respirando con dificultad,

temblando de adrenalina, su corazón estrellándose en su pecho.

Yo no sentí nada. Sin fuertes latidos cardíacos, sin respiraciones jadeantes,

nada. Una experiencia cercana a la muerte, y no sentí nada.

Espera, borra eso. Sentí algo. Alivio. Me sentí aliviada de que Zeke estaba vivo

y todavía conmigo. Y ahora que la emoción se desvaneció un poco, sentí mi

estómago revolverse de verdadero miedo, no por mí, sino por lo que pudo

haber pasado. Casi lo había perdido. Si lo hubiera dejado caer, él estaría muerto.

Zeke se movió, recargándose en su codo, entrecerrando los ojos en la oscuridad.

―¿Allie? ―Su voz era vacilante, penetrando la oscuridad―. ¿Sigues ahí?

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―Sí ―dije, y lo sentí relajarse―. Sigo aquí.

Él se movió a sus rodillas, una mano extendida tímidamente.

―¿Dónde est{s? ―murmuró, frunciendo el ceño. En la oscuridad, vi su rostro,

observe su mirada pasar sobre mí sin verme―. Est{s tan tranquila, es como si

no estuvieras aquí. Ni siquiera estás respirando con dificultad.

Suspiré, deliberadamente, sólo para hacer algún tipo de ruido.

―Eso es lo que pasa cuando est{s muerto ―murmuré y rodé sobre mis rodillas

frente a él―. Toda esa cosa de respirar no es tan importante ya.

Tomé su mano, pero de repente él se inclinó, y sus dedos rozaron mi mejilla.

Calidez inundó mi piel, y me quedé inmóvil, esperando a que se echara hacia

atrás.

No lo hizo. Las puntas de sus dedos se detuvieron en mi mejilla por un

momento. Luego, muy lentamente, su mano se deslizó hacia adelante, la palma

rozando mi piel. Congelada, me quedé mirándolo, viendo su rostro mientras

sus dedos se movieron de mi mejilla sobre la frente a mi barbilla, como un ciego

trazando las características de alguien para verlo en su mente.

―¿Qué est{s haciéndome? ―susurró, mientras su mano se movió hacia mi

cuello, trazando mi clavícula. Yo no podía responder, incluso si quisiera―. Me

haces cuestionar todo lo que he aprendido, todo lo que sé. Verdades que he

creído desde que era un niño, se han ido. ―Suspiró, y sentí un escalofrío pasar

por él, pero no tiro su mano de regreso―. ¿Qué est{ mal conmigo?―gimió, bajo

y angustiado―. No debería estar sintiendo algo de esto. No por un...

Se interrumpió, pero la palabra colgaba entre nosotros, cruda y dolorosa. Podía

sentir la lucha de Zeke consigo mismo, tal vez tratando de encontrar la

voluntad para alejarse, tal vez para hacer algo que iba en contra de todo lo que

le habían enseñado. Yo quería, desesperadamente, inclinarme hacia adelante,

para responder a sus caricias, pero tenía miedo de que si me movía, él se

retiraría y el momento se rompería. Así que me quedé inmóvil, pasiva e

inofensiva, dejando que él decidiera lo que quería. El silencio se extendió entre

nosotros, pero su mano, sus dedos gentiles, nunca abandonaron mi piel.

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―Di algo ―murmuró al fin, ahuecando mi mejilla como si no pudiera soportar

la idea de retirarse―. No puedo verte, así que... No sé lo que est{s pensando.

Háblame.

―¿Y decir qué? ―le susurré.

―No lo sé. Sólo... ―Zeke inclinó la cabeza, su tranquila voz desesperada―.

Solo... dime que no estoy loco ―susurró―. Que esto... no es tan loco como yo

creo que es.

Su ritmo cardíaco tartamudeó, corriendo en mis oídos. El Hambre se agitó

curiosamente, siempre ansiosa, pero podía ignorarla esta vez.

No estaba pensando en su sangre, corriendo justo debajo de la piel. No estaba

pensando en el latido de su corazón o en su tacto o el pulso en su garganta.

Ahora mismo, lo único que pensaba era en Zeke.

―No lo sé ―le dije en voz baja mientras él se acercó m{s, irradiando calor

incluso a través de su ropa mojada. Sabía que debería apartarme, pero, ¿cuál era

el punto? Estaba cansada de luchar. En esta oscuridad absoluta, sin nadie para

ver ni juzgar, nuestro secreto parecía seguro―. Tal vez los dos estamos un poco

locos.

―Puedo vivir con eso ―murmuró Zeke y finalmente hizo lo que había estado

temiendo y esperando y soñando que haría desde el principio. Su otra mano se

estiró, enmarcando mi rostro, mientras se inclinó y me besó.

Sus labios eran cálidos y suaves, y su olor estaba por todas partes, rodeándome.

Agarré sus brazos besándolo de vuelta... y el Hambre se alzó, tan poderosa

como siempre, sin embargo, distinta que antes. No sólo quería morderlo y beber

su sangre, quería aspirarlo lentamente, hacerlo una parte de mí. Y quería

compartir una parte de mí misma con él, por lo que nos convertiríamos en uno.

Podía sentir mis colmillos contra mis encías, doliendo por deslizarse fuera. Para

bajar hasta el hueco en la garganta de Zeke, donde su pulso latía más fuerte

contra su piel, y hundirlos por debajo de la superficie. Sentí la necesidad de

inclinar mi cabeza hacia atrás, así, dejar al descubierto mi cuello de modo que él

pudiera hacer lo mismo.

Y eso me asustó devolviéndome nuevamente a mis sentidos. Me aparté,

rompiendo el beso, un instante antes de que mis colmillos se alargaran y se

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deslizaran a través de mis encías. Zeke me miró con una expresión de

desconcierto, pero en la oscuridad él no podía ver al monstruo arrodillado a

seis centímetros de su garganta.

―Zeke ―comencé, una vez que tuve un firme control sobre mí misma. Pero

antes de que pudiera decir nada más, una expresión culpable cruzó su rostro, y

se sentó sobre sus talones.

―Lo siento ―susurró, sonando horrorizado consigo mismo. Se puso de pie

r{pidamente, y yo hice lo mismo, casi aliviada por la distracción―. Dios, ¿en

qué estoy pensando? Lo siento, no debería estar haciéndonos perder tiempo de

esta manera. Tenemos que encontrar a los otros.

―Por aquí―le dije, y esta vez no tuve que alcanzar de vuelta su brazo. Su mano

buscó la mía y la apretó con fuerza, entrelazando nuestros dedos. Pisando

suavemente, elegimos nuestro camino por el piso y continuamos hacia las

ruinas del antiguo edificio.

Nos deslizamos a través de más pasillos, más escalones se desmoronaron,

siendo extremadamente cuidadosos ahora que nos dirigíamos hacia los pisos

inferiores. Finalmente, vi un letrero pintado con letras rojas descoloridas que

decía Bastidores, con una flecha apuntando hacia abajo a un tramo de escaleras.

Mientras caminábamos por la húmeda escalera, empecé a escuchar el ruido del

auditorio, el alboroto de la gente todavía no se había calmado.

―Espero que estén bien ―murmuró Zeke detr{s de mí―. Espero que nadie

más acabe como... como Darren.

Su voz se quebró, y cuando miré hacia él, fingí no ver el brillo en sus ojos.

La escalera terminaba en una franja de agua de color negro azabache, lamiendo

contra los escalones de metal. Eso significaba que habíamos llegado al nivel del

suelo del teatro. Otra flecha de Bastidores yacía medio sumergida en la pared,

apuntando hacia abajo.

―Creo que vamos a tener que nadar otra vez ―murmuré, soltando la mano de

Zeke. Él asintió valientemente, justo cuando yo alcance un débil resplandor de

luz en el fondo en algún lugar―. Espera un segundo―advertí mientras él se

adelantaba―. Creo que hay una puerta ahí abajo. Voy a ver si puedo abrirla.

―Est{ bien ―dijo Zeke―. Esperaré aquí por ti. Ten cuidado.

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340

Él se sentó en uno de los escalones, con los brazos en torno a sí mismo, y se

inclinó hacia adelante, temblando. Por un momento, quería inclinarme y

besarlo, para asegurarle que todo estaría bien. No lo hice. Bajé las escaleras,

directamente a las oscuras profundidades, y continué descendiendo mientras el

agua se cerraba sobre mi cabeza.

Los escalones bajaron otro tramo y medio, terminando en una puerta de metal

oxidado. Un resplandor anaranjado se derramó entre las grietas, pero

empujando en ella noté que la puerta estaba cerrada o atascada. Era difícil

encontrar el impulso que se necesitaba para forzarla abierta, pero la fuerza de

vampiro, más el beneficio práctico de no tener que respirar bajo el agua,

ganaron al final. Después de golpear mi hombro contra la superficie varias

veces, finalmente cedió.

Luz naranja inundó el hueco de la escalera, viniendo de algún lugar más allá de

la puerta. Me di la vuelta y nadé de regreso subiendo los escalones hacia Zeke,

esperando ansiosamente en el borde del agua.

―Conseguí abrirla ―le dije, innecesariamente. El hueco de la escalera ya no

estaba negro como el carbón. A pesar de que todavía había mucha oscuridad,

Zeke ya no estaba ciego. Él asintió y miró más allá de mí, en el agua.

―¿Viste a alguien?

―Todavía no. Pero hay luz que proviene de la habitación, así que supongo que

estamos en los bastidores, detr{s de la cortina. ―Hice un gesto de nuevo a la

salida, haciendo una pequeña presentación―. La puerta est{ bajo el agua, pero

no está lejos. Sígueme y estarás bien.

Zeke asintió y, sin dudarlo, se sumergió en las aguas heladas. Tirando de

nosotros mismos por las barandillas, nadamos por el inundado hueco de la

escalera, a través de la puerta, y emergimos con cuidado. Pisando el agua, miré

alrededor del pequeño lago, tratando de orientarme.

Estábamos definitivamente en los bastidores. La plataforma flotante se

balanceaba sobre la superficie del agua a unos cincuenta metros de distancia,

cada esquina iluminada por el parpadeo de lámparas de aceite, chisporroteando

en sus puestos. La enorme cortina roja colgaba en el centro, mohosa y

andrajosa, pero todavía seguía siendo una barrera que separaba los bastidores

del auditorio.

Page 341: The immortal rules - Julie kagawa

341

Una alegría ruidosa vino desde el otro lado, el público de asaltantes todavía

estaba allí y más animado.

Intrigada, miré alrededor de la habitación, preguntándome dónde estaban

todos. Sillas flotaban o yacían medio sumergidas en el agua turbia, que también

se ahogaban con flotantes cables negros y trozos de cuerda. Un brazo de

plástico se balanceó delante de mi cara, y pude ver los restos de un sofá,

hinchado y cayéndose a pedazos, por debajo de mí. Pero, a excepción del

flotante escenario y la enorme cortina roja, la habitación parecía vacía.

Entonces oí voces por encima de mí, y miré hacia arriba.

Un laberinto de pasarelas y plataformas se extendía por encima de la

habitación, colgando unos veinte metros por encima del agua. Cruzaban su

camino a través del aire libre, entre las espirales de cuerdas y poleas, alrededor

de un par de jaulas que colgaban de las vigas.

Las jaulas, hechas de hierro oxidado y acero, colgaban un poco por debajo de

las pasarelas, cada una suspendida por una sola cuerda gruesa que se

balanceaba suavemente al aire libre. Ruidos de sollozos suaves venían desde el

interior, de un grupo de personas apiñadas detrás de las rejas.

Zeke respiró fuerte. Los había visto, también. Empezamos a avanzar, pero el

rayo de una linterna de repente atravesó la penumbra por encima de las

pasarelas mientras un asaltante salió de la oscuridad, la luz brillando en la

jaula.

―¡Hey, cierra la puerta! ―ordenó él, apuntando el rayo en la cara de un

aterrorizado Caleb, quien se encogió y se aferró a Ruth.

Sentí la furia de Zeke, la curva apretada de sus músculos bajo la camiseta, y le

puse una mano de advertencia sobre su hombro.

―Ustedes pequeñas mierdas deberían estar agradecidos ―continuó el

asaltante, mientras dos guardias emergieron de las sombras, deambulando por

la pasarela―. No m{s “espect{culos”, al menos por esta noche. Esperemos que

el anciano pueda hacer lo que Jackal dice que puede, de lo contrario tendríamos

que alimentar con uno de ustedes a los Rabiosos en busca de inspiración, ¿eh?

Mastiquen eso por un tiempo, ¡ja!

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342

Escupió sobre la barandilla y caminó fuera, uniéndose a su amigo en otra

plataforma. Me volví y vi a Zeke sacar su arma, apuntando a la espalda del

asaltante, y agarré su brazo.

―¡Zeke, no lo hagas! ―Forcé a sus muñecas bajo el agua, y él me miró―. Vas a

alertar a todo el complejo ―susurré, gesticulando hacia la cortina―. Déjame ir

primero. Puedo sacarlos en silencio. Incluso si me ven, no importa si me

disparan.

Vaciló, pero asintió tensamente. En silencio, nos dirigimos a la plataforma

flotante, y yo empecé a subir la escalera hacia las pasarelas anteriores.

Caí encima de la barandilla en cuclillas, buscando mis objetivos. Podía oír sus

pasos, sentir su corazón latiendo. Una era muy estrecha. Me arrastré a lo largo

del camino, tejido a través de enredos gruesos de cuerda, hasta que lo encontré,

apoyado en la barandilla fumando un cigarrillo.

Él no vio las armas que llegaban a través de las cuerdas hasta que fue

demasiado tarde. Serpenteé un brazo alrededor de su cuello, con una mano

sobre su boca, y lo tiré de nuevo en las vigas. Dejó escapar un grito ahogado,

pero luego mis colmillos ya estaban en su garganta.

Eso fue fácil, reflexioné, empujando las cuerdas a un lado mientras salía,

sonriendo. Ahora, ¿dónde están los otros dos?

Había otro, de pie en el borde de una plataforma, fumando. Su amigo estaba

deambulando lejos, hacia la pared del fondo, dejando al otro solo. Estaba de

espalda a mí, pero tendría que arrastrarme alrededor de las jaulas para llegar a

él. Y tenía que hacerlo antes de que pudiera alertar a su amigo.

Agach{ndome, empecé a seguirlo. Sólo tendría que ser r{pida<

―¡Allie!

El agudo grito resonó a través de la habitación, sobresaltándome, y la atención

del guardia rompió hacia la jaula. La pequeña forma de Caleb estaba

presionada contra los barrotes, sus grandes ojos fijos en mí, una mano

extendida. Los asaltantes siguieron su mirada y se irguieron cuando me vieron.

Maldición. Hasta aquí el elemento sorpresa. Mientras los guardias fueron por

sus armas, di dos pasos corriendo hacia el borde de la plataforma y me lancé al

espacio. Mi chaqueta zafándose detrás de mí mientras volaba sobre el agua, y

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343

los ojos de los saltantes sobresalieron cuando me dispare de un lado de la

pasarela al otro.

En el último segundo, uno intentó traer su arma, pero yo ya estaba encima de

él, golpeando mi rodilla en su pecho. Golpeamos la plataforma con un sonido

metálico, y la parte posterior de su cráneo golpeó el borde de metal. Él se cayó

de la plataforma, aporreando el agua con un sonoro chapoteo. El otro asaltante

gritó una maldición.

Me giré con un gruñido, mostrando los colmillos, pero el guardia ya estaba

huyendo por el laberinto de pasarelas. Agachándose detrás de las jaulas, se

detuvo para mirar atrás y palideció cuando me vio correr hacia él con mi

espada desenvainada.

Caleb volvió a gritar, y la mirada del guardia rompió misteriosamente al niño,

una mirada escalofriante cruzaba su rostro. Tirando de un enorme cuchillo en

su cinturón, se inclinó hacia fuera y cortó las gruesas cuerdas que sostenían las

jaulas sobre el agua. La primera se rompió, y la jaula con Caleb, Ruth, Bethany y

Teresa se desplomó con un coro de gritos en el agua helada.

Mientras la segunda cuerda se deshilachaba, y el asaltante levantó un brazo

para cortar de nuevo, un disparo sonó desde atrás. El hombre se sacudió.

Sangre explotó de su pecho en un fino rociador, y cayó hacia atrás.

Sin soltar la humeante pistola, Zeke se precipitó a la plataforma justo cuando la

segunda cuerda se rompió y la jaula se unió a la primera en las aguas debajo.

Salté sobre el borde, cayendo en el agua espumosa.

La segunda jaula había, milagrosamente, caído torcida sobre una mesa bajo el

agua, por lo que una esquina aún sobresalía por encima de la superficie.

Jake, Silas y Matthew se aferraban a los barrotes, luchando por mantener el

rostro fuera del agua. Pero la otra jaula, tumbada en el piso de madera, estaba

totalmente sumergida, y las burbujas de espuma subían de donde había caído.

Me zambullí donde cayó la jaula, buscando desesperadamente por la puerta.

Los cuerpos adentro estaban pataleando, sacudiendo los barrotes de hierro, sus

ojos llenos de terror. Encontré la puerta cerrada con candado y tiré de ella. No

se movía. Gruñendo en voz baja, tiré más fuerte, forzando el metal, pero

obstinadamente se negó a ceder.

Page 344: The immortal rules - Julie kagawa

344

Mirando a través de los barrotes, vi el cuerpo de inerte de Teresa, flotando hacia

arriba, y la expresión desesperada de Caleb mientras trataba de presionarse a

través.

Una última vez, tiré de la puerta de hierro y finalmente sentí que cedía. Tirando

de ella, agarré a Ruth y a Bethany, empujándolas a través de la puerta, luego fui

tras Caleb y Teresa. Caleb estaba tan frenético que se negó a soltar los barrotes

en primer lugar, y tuve que hacer palanca y empujarlo fuera de la jaula.

Agarrando el cuerpo inerte de Teresa, nadé hacia la superficie, esperando que

no fuera demasiado tarde.

Rompí a la superficie del agua, a un caos. Los niños estaban gritando,

agitándose en el agua. Ruth estaba tratando desesperadamente de llevarlos al

escenario, pero era obvio que Bethany no sabía nadar y Caleb estaba histérico.

A unos metros de distancia, Zeke estaba en la otra jaula, tratando de abrirla. Vi

el destello de las llaves en su mano, tomadas del asaltante muerto,

probablemente, un segundo antes de que pudiera abrir la puerta, dejando a los

cautivos nadar fuera.

Cuando saqué el cuerpo inconsciente de Teresa al escenario, la cortina detrás de

mí se separó y un asaltante entro, probablemente atraído por el estrépito de los

niños y el disparo y las jaulas que cayeron. Por un momento, nos miró en estado

de shock, y luego se volvió para gritar una advertencia. Pero ese segundo fue

todo el tiempo que necesité para lanzarme y conducir la espada entre sus

costillas. Su grito se convirtió en un murmullo asustado, y él cayó al escenario

con un ruido sordo.

Pero los otros asaltantes pronto llegarían. Podía verlos a través de los agujeros

en la cortina, trepando sobre los asientos hacia el escenario. Miré hacia atrás,

observando a Zeke emerger del agua con una temblorosa, sollozante Bethany,

Caleb aferrado a su cuello por detrás. Cerca de mis pies, Teresa comenzó a toser

agua.

Ruth se irguió en la plataforma y, mientras Zeke juntó a Caleb y a Bethany en

tierra firme, se arrojó a sus brazos.

―¡Est{s vivo! ―sollozó en su pecho, mientras él la abrazaba y los niños se

pegaban a su cintura―. ¡Est{bamos seguros de que estabas muerto! Oh, Dios,

ha sido horrible, lo que hicieron con nosotros. Darren<

Page 345: The immortal rules - Julie kagawa

345

―Lo sé―dijo Zeke, su cara apret{ndose―. Y lo siento mucho, no pude...

―Cerró los ojos―. Lo siento ―susurró―. Eso no va a suceder de nuevo, te lo

juro.

―Zeke ―le advertí, y sus ojos parpadearon hacia mí―. No hay tiempo para

esto. Los hombres están viniendo. Tenemos que sacarlos de aquí.

Él asintió con la cabeza, compuesto y profesional de nuevo, pero Ruth se volvió

hacia mí, ojos ardiendo con desconfianza y temor.

―¿Qué est{ haciendo ella aquí? ―susurró Ruth, todavía aferrada a Zeke, una

delicada mano sobre su pecho―. ¡Ella es un vampiro! Jeb nos dijo que había

que matarla si venía a husmear otra vez.

―Basta, Ruth. ―La voz de Zeke era dura, y las dos parpadeamos hacia él en

estado de shock―. Ella salvo mi vida ―continuó en voz m{s tranquila―. Y la

tuya también, en caso de que no te dieras cuenta. Yo no habría llegado tan lejos

si ella no hubiera regresado.

―Pero... Jeb dijo<

―Gu{rdatelo ―le grité, y ella se encogió, los ojos muy abiertos―.No estamos

fuera de aquí, todavía. Y, ahora que lo mencionas, ¿dónde está Jeb? No está

aquí, eso es seguro. ¿Dónde lo llevaron?

―¡No te lo diré, vampiro! ―gritó Ruth, al borde de la histeria―. ¡No voy a

decirte nada!

Gruñí, lista para hacerla entrar en razón, pero Zeke levantó una mano,

deteniéndome.

―Ruth. ―La sacudió suavemente, llevando su atención hacia él―. ¿Dónde est{

Jeb? ¿Dijeron a dónde se lo llevaron, donde está retenido?

La niña asintió con la cabeza, aferrándose a su camiseta.

―La torre de Jackal ―susurró―. Dijeron que estaba siendo llevado a la torre de

Jackal.

Las palabras apenas habían salido de su boca cuando Bethany gritó y otro

asaltante llegó a través de la cortina, seguido por un amigo. Me giré, mi hoja

parpadeando, y rápidamente decapite a uno, haciendo a Bethany y a Ruth

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346

gritar de nuevo, pero el otro dio un grito antes de que pudiera silenciarlo. A

medida que sus cuerpos golpearon el escenario, me di la vuelta hacia Zeke.

―¡Muévete! ¡S{calos de aquí! ―Arrastré una mano en dirección a las pasarelas,

a la puerta que los guardias habían utilizado―. No me esperes, los alcanzare en

cuanto pueda. Sólo sácalos de la ciudad y no mires atrás.

―¿Alcanzarnos? ―Zeke había comenzado a marcar el inicio del grupo en la

escalera hacia las pasarelas, pero ahora se volvía con el ceño fruncido―. ¿No

vienes con nosotros?

―No. ―Lancé una r{pida mirada a la cortina, al oír a la multitud corriendo al

escenario, los chapoteos de los asaltantes cayendo al agua―. Voy a regresar por

Jeb.

Se me quedó mirando.

―¿Tú? Pero... no, yo debería ir. Es mi familia. Debería ser yo.

―Todavía est{s herido, Zeke. Adem{s. ―Asentí con la cabeza al grupo

mientras el último de ellos trepó por la escalera, mirando hacia abajo a

nosotros―. Tienes que sacarlos de aquí. Voy a tener una mejor oportunidad de

encontrar a Jeb si estoy sola.

―Pero... ―Zeke vaciló, dividido―. Incluso si lo encuentras, él no iría contigo.

Allie, podría... tratar de matarte.

―Lo sé. ―Me alejé de él, hacia la cortina. Los asaltantes estaban subiendo al

escenario ahora, arrastr{ndose fuera del agua―. Pero si no hago esto, voy a ser

el monstruo que él cree que soy. ―Girando, corté a un asaltante que pasó a

través de la cortina, abriendo los gritos de los niños. Mientras se tambaleó y

cayó en el agua, me volví hacia Zeke―. ¡Si Jeb está vivo, te juro que lo voy a

encontrar! Pero, ¡hay que sacarlos de aquí, Zeke! ¡Vete, ahora! Si no estoy de

vuelta al amanecer, no esperes por nosotros, porque estaremos muertos. ¡Vete!

Con una última mirada atormentada, Zeke se volvió y escapó por la escalera.

Me di la vuelta hacia el escenario, golpeando a otro asaltante, y agarré la

lámpara de aceite del puesto. A medida que la multitud afuera se acercó,

levanté la lámpara sobre mi cabeza y la estrellé contra el suelo, rompiendo el

vidrio y enviando el aceite en llamas sobre la tela roja.

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La vieja cortina se incendió al instante, y lenguas de fuego naranja se levantaron

con un rugido, envolviendo la tela y propagándola a la madera a su lado.

Mientras una pareja de asaltantes llegaba, arrebaté la segunda lámpara e hice lo

mismo del otro lado, pestañando a medida que el aceite salpicaba por todas

partes, capturando a dos hombres con el rocío. Ellos gritaban, agitando sus

brazos mientras sus ropas se incendiaron, y escaparon de vuelta por donde

habían venido.

El infierno rugió, comiéndose rápidamente la antigua cortina, lamiendo el

marco de madera alrededor de ella. Tropecé hacia atrás, agarrando la última

lámpara, luchando contra el instinto de correr cuando las llamas rompieron y

llegaron a mí, abrasadoras y letales. Por primera vez, sentí un terror casi

primordial, frente a uno de los mayores temores de un vampiro. El fuego

podría destruirme. El viento, corriendo desde el techo y ventanas rotas, sopló

las nubes de cenizas y la tela ardiendo en el aire, una aterrizó en la manga de mi

chaqueta, y siseé mientras la palmeaba lejos.

Destrocé la última lámpara en la base del escenario, me di la vuelta y hui por la

escalera, sintiendo el calor chisporrotear contra mi espalda.

Los gritos de alarma resonaron sobre el rugido del fuego mientras los asaltantes

se dispersaron de un lado a otro, sin saber qué hacer. Algunos saltaron al agua

para huir y algunos intentaron sofocar las llamas con todo lo que pudieron

encontrar, pero el infierno estaba lamiendo las paredes y el techo ahora,

propagándose a la madera aceitada y sin ningún signo de desacelerar.

En la parte superior de la escalera, miré hacia arriba para ver a Zeke pasar el

último del grupo a través de una puerta al final de la pasarela.

Él miró hacia atrás, y nuestras miradas se encontraron. Por un momento, nos

observamos el uno al otro, mientras el viento y las llamas chillaban a nuestro

alrededor, rompiendo en el cabello y la ropa. Vi el lamento de que él no era

capaz de venir conmigo, una determinación feroz para conseguir que el resto de

ellos saliera con vida... y una confianza que no había estado allí antes.

Le di una breve inclinación de cabeza, y él la devolvió solemnemente antes de

desaparecer por la puerta.

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Me volví. Las llamas se estaban propagando más rápido de lo que creía posible,

desgarrando las paredes, el viento llevaba las brasas ardientes a los asientos de

felpa que se incendiaron.

Me enfrenté a una parte de la pared exterior que se había derrumbado, viendo

edificios derruidos a través del agujero, la oscura silueta de la ciudad a través

del humo.

Corrí hacia el final de la pasarela y salté, lanzándome sobre el agua, agarrando

la áspera madera y yeso cuando golpeé la pared. Una sección cedió bajo mi

mano, cayendo en picado hacia abajo con un chapoteo mientras tiraba hacia

arriba. Encontrando agarraderas a lo largo de la pared exterior, fácilmente me

subí a la azotea y miré hacia fuera en la ciudad.

Edificios esqueléticos se alzaban por encima de mí, oscuros y en ruinas,

rozando el cielo. Me volví, explorando las torres, en busca de algo que pudiera

indicar la guarida de Jackal. Todas parecían iguales, rotas y vacías, y escupí una

maldición. ¿Cómo iba a encontrar a ese anciano en tan enormes...?

Me detuve, parpadeando. Una luz de repente brilló en la oscuridad como una

estrella perdida, un brillo en la parte superior de una gran torre negra.

La torre de un rey vampiro. Si tenía suerte, encontraría a Jebbadiah esperando

allí, vivo y sin daño alguno. Si mi suerte se mantenía, no encontraría a un rey

asaltante esperando por mí, también.

Y si era muy afortunada, podía rescatar al anciano y traerlo de vuelta sin ser

asesinada, por Jackal o Jebbadiah Crosse.

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C A P Í T U L O 22

Traducido por Sisabel1320

Corregido por FranÁngel

No encontré ninguna resistencia cuando me dirigí a la torre de Jackal,

probablemente porque todo el mundo estaba preocupado por el edificio en

llamas. Tenía la esperanza de que fuera una distracción suficiente para cubrir el

escape de Zeke, y que él sería capaz de sacar a todos de manera segura.

Todavía podía ver el resplandor del infierno mientras me acercaba a la torre.

Nubes de brasas ondeaban sobre el viento, y varios incendios pequeños ya

habían surgido en los edificios contiguos. Me sorprendió hasta qué punto podía

propagarse el fuego, incluso a través de una ciudad que estaba tan

completamente inundada.

Los escalones y el primer piso de la torre de Jackal estaban bajo el agua, pero

una serie de puentes conducían desde las vías elevadas hacia el vestíbulo. El

agua aquí llegaba sólo hasta la cintura de profundidad, y lamía contra las

plataformas y la podredumbre de la recepción, mientras me metía en la oscura,

habitación abierta. Haciendo una pausa en una pasarela balanceándose por

encima del escritorio, miré a mi alrededor. ¿Cómo podía uno llegar al piso

superior de este lugar? ¿Ellos se llevaban todas las escaleras de camino hacia

arriba? ¿El rey de los vampiros sabía cómo volar?

Un fuerte ruido metálico me llamó la atención a una de las paredes, donde un

par de puertas de ascensor estaban medio abiertas en sus marcos, con

fragmentos de óxido. Me deslicé de la pasarela al agua, agachándome detrás del

enorme escritorio cuando una mano apareció entre la puerta y empujo una de

ellas a un lado. Dos asaltantes armados surgieron desde el ascensor, se

apresuraron a través de los pasillos y salieron a la calle inundada. Vi sus

cabezas dirigirse hacia el resplandor del edificio en llamas y rápidamente me

metí en el ascensor.

Detrás de las puertas traseras, observé el tubo cuidadosamente.

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Todo esto había sido mal construido obviamente por los hombres de Jackal, y si

no acabara de verlo en acción habría dudado de que pudiera despegarse del

suelo. Un marco de acero sencillo rodeado con barandillas de madera y

envuelto con eslabones de cadena colgaba del grueso cable. El piso no era más

que unos tablones podridos, y podía ver el agua salpicando por debajo de la

madera. Algún tipo de palanca había sido soldada en la esquina, comida por el

óxido y asentada en un enmarañado nido de cables expuestos.

Unas pocas chispas saltaron en el vacío, sin hacer nada a mi escepticismo.

Fácilmente entré en la caja, que crujió y se tambaleó en señal de protesta, pase

por encima de los agujeros en el suelo y tiré de la palanca hacia arriba.

El ascensor se estremeció, chisporroteando furiosamente, y luego comenzó un

ascenso lento pero constante en la oscuridad. Agarré el marco de metal lo

suficientemente fuerte para dejar impresiones en el óxido, apretando los dientes

con cada sacudida o sonido metálico contra la pared, y me pregunté cómo la

gente de antes podía soportar estar en una pequeña caja que cuelga cientos de

metros en el aire.

Finalmente, la cosa hizo un chirrido, sacudiéndose y deteniéndose en otro par

de puertas, estas estaban ligeramente en mejores condiciones. Aunque todavía

tenían que ser empujadas para abrirse, y me ayude con mi hombro, aliviada de

estar en tierra firme de nuevo.

O... tal vez no.

La primera cosa que vi, saliendo del ascensor, fue el cielo.

A veinte metros de las puertas, una pared de ventanas se extendía por el

pasillo, mostrando la oscura, brillante, y deteriorada gloria de la ciudad abajo.

Gran parte del cristal había volado, y un viento fuerte silbaba a través de los

marcos, azotando mi cabello, oliendo a humo y agua.

Lo siguiente que vi fue a un guardia al final del pasillo. Él estaba de pie frente a

la ventana, mirando hacia la calle, pero se volvió cuando salí del ascensor. Él

parpadeó, sin duda sorprendido de ver a una chica vampiro al final del pasillo.

Lástima para él.

Me lancé a través del piso y lo golpeé con fuerza, sin hacer ruido cuando se

desplomó en el suelo. Caminando alrededor de su cuerpo, llegué a la puerta.

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Luz se derramaba desde abajo, y un leve zumbido, casi inaudible llegó del otro

lado del pasillo. Con la esperanza de no encontrarme con un sonriente rey

asaltante en el otro lado, abrí la puerta y me asomé por la rendija.

Una abrasadora luz me cegó, y retrocedí. Cubriendo mis ojos, lo intenté de

nuevo, entrecerrando los ojos a través de la bruma. La habitación contigua

estaba dolorosamente brillante, la luz provenía de cada esquina, cada rincón,

sin dejar sombra alguna.

Las encimeras y estantes se alineaban en las paredes, algunas sosteniendo

libros, algunas sosteniendo extrañas máquinas y tubos de cristal que reflejaban

la luz. ¿Cómo eran tan brillantes? Ni si quiera cien antorchas o linternas podían

iluminar una habitación así. Abrí la puerta un poco más lejos, revisando la

habitación con cautela.

Más rarezas. Al otro lado dela habitación, un extraño tablero verde colgaba en

la pared, una mitad estaba garabateada con letras y números blancos que no

significaban nada para mí. Un mapa había sido pegado en la otra mitad,

mostrando "Los Estados Unidos de América", como era antes de la plaga. Este,

también, había sido marcado y garabateado con tinta roja, círculos y tachaduras

lo rodeaban y cruzaban en lo que lucía como frustración.

Movimiento capto mi atención. En la esquina, frente a la pared de cristal que

recorría a lo largo de la habitación, había un viejo escritorio monstruoso. Una

pantalla parpadeante asentada en un lado, mostrando una lista de palabras que

no podía entender. La miré fijamente, desconcertada.

Una computadora real, de una edad donde este tipo de tecnología se podía

conocer en todos los hogares. Nunca había visto una que funcionara antes,

aunque los rumores en el Fringe habían dicho que existían, si tuvieras una

fuente de alimentación externa. Jackal había puesto mucho tiempo y

pensamientos en la creación de este lugar. ¿Qué era exactamente lo que

esperaba hacer aquí?

Continúe revisando la habitación, moviendo mi mirada a lo largo de la pared

del fondo, y finalmente encontré lo que estaba buscando.

Un hombre estaba en la ventana, recortado contra el cielo nocturno, mirando

hacia abajo en la ciudad. Una tenue luz parpadeo sobre los afilados rasgos de

Jebbadiah Crosse, iluminando su cara con la luz roja. Y podría haber sido mi

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imaginación, pero me pareció ver un atisbo de humedad por una mejilla hueca.

La expresión de su rostro era de devastación, de un hombre que lo había

perdido todo y no tenía nada por qué vivir.

Abrí la puerta completamente y entré en la habitación.

―Jebbadiah.

Él se dio la vuelta, y por un momento la sorpresa cruzó sus duras facciones.

―Tú ―dijo, con el ceño fruncido―. La chica vampiro. Cómo... ¿Por qué estás

aquí? ―Hizo una pausa, poniendo una sonrisa amarga―. Ah, sí. Tú nos

seguiste, ¿no? No acabas de dejarnos ir. Ahora tiene sentido. La venganza llega

tan fácilmente para los de tu tipo. ―Su voz cambió, convirtiéndose en frío y

acero, llena de odio―. Este es el lugar perfecto para ti. Una ciudad perdida,

llena de demonios y pecadores, gobernada por un demonio. ¿Has venido a

regodearte, entonces? ¿A ver al anciano que lo ha perdido todo?

―No estoy aquí para regodearme ―dije, avanzando hacia él―. He venido a

sacarte de aquí.

―Mentiras ―dijo Jeb sin emoción―. No iría a ninguna parte contigo, demonio,

incluso aunque pudiera. Pero eso no importa ahora. ―Él se volvió hacia la

ventana, observando el humo en el viento―. Se han ido ahora. Son libres de

este mundo. Me uniré a ellos pronto.

―No est{n muertos. ―Di un paso detrás de él―. Zeke y yo los sacamos. Están

esperando por nosotros fuera de la ciudad, pero tenemos que irnos ahora antes

de que Jackal nos encuentre.

―¿Tienes miedo de la muerte, vampiro? ―preguntó Jeb en voz baja, sin dejar

de mirar por la ventana―. Tú debes saber que no hay nada más peligroso que

un hombre que no tiene miedo a morir. Lo he perdido todo, pero eso me libera.

El rey de los vampiros nunca me va a utilizar para alcanzar sus metas. Y tú< tú

no amenazaras a nadie más.

―Jeb. ―Me acerqué más, tocando su brazo―. Jackal podría llegar en cualquier

momento. Tenemos que salir de aquí, no<

Jeb se volvió, se acercó y me apuñaló con mucha calma en el estómago.

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Ahogue un grito y me sacudí, encorvando mi espalda, cuando el dolor atravesó

mi estómago, un cegador, torrente paralizante. Gruñendo, saqué los colmillos,

tambaleándome lejos de Jebbadiah, que observaba impasible con sus dedos

manchados de rojo brillante.

Mis manos fueron a mi estómago, sintiendo el arma todavía atascada en mi

carne, bordes afilados y tortuosos. Sangre se agrupó alrededor del objeto,

tornándolo resbaladizo, pero agarré el extremo y lo saqué, apretando mis

dientes para no gritar.

Un fragmento de cristal, cerca de diez centímetros de largo, se deslizó fuera de

mi estómago en una llamarada de agonía, y lo dejé caer con un jadeante grito,

antes de que mis piernas cedieran y me desplomara en mis rodillas.

Jebbadiah cruzó mi campo de visión, alejándose hacia uno de los muchos

estantes, con el rostro inexpresivo. Yo estaba sanando, tejiendo junta la herida,

pero no lo suficientemente rápido.

―Jeb ―dije entre dientes, tratando de ponerme de pie, hundiéndome de vuelta

con una mueca―. Juro... que vine aquí para sacarte. Los otros están vivos,

esperando por ti<

Él abrió un cajón, sacó un bisturí y regresó con él, reluciendo en su mano, sus

ojos duros como piedra. No parecía haberme escuchado.

―Que esta sea mi penitencia final ―murmuró, casi en un sueño, mientras yo

luchaba desesperadamente por levantarme, agarrándome contra el mostrador

para tirar de mí misma hacia arriba―. Eden se perdió. Ezekiel se perdió. La

cura para la raza humanase ha perdido. Fallé, pero al menos voy a llevarme un

demonio de vuelta al infierno conmigo. Todavía puedo hacer mucho.

Me tambaleé lejos de él, sosteniendo mi estómago. El impulso de desenvainar

mi espada era insoportable, pero me obligué a enfrentar al anciano.

―¿Cura? ―le dije, poniendo el mostrador entre nosotros―. ¿Qué cura? ―Él no

contestó, siguiéndome con calma alrededor del obstáculo, el escalpelo sujeto

enfrente de él―. Así que, Jackal tenía razón ―supuse―. Tú sabías de la cura

para el Rabidismo. Tú has estado manteniéndolo de todo el mundo todo este

tiempo.

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―No se habla de asuntos que tú no entiendes, vampiro ―replicó Jeb, con un

poco más de emoción de la que había mostrado anteriormente―. No hay cura,

no todavía. Todo lo que existe son fragmentos, pedazos de información,

resultados de experimentos fallidos de hace décadas.

―¿Sabías de los experimentos de vampiros? ―supuse. Jeb me miró por encima

del vidrio y los vasos, las manos a su lado―. ¿Cómo?¿Tú estabas allí? ¿Viviste

en Nueva Covington antes de que se convirtiera en territorio de vampiros? No

eres tan viejo.

―Mi abuelo fue parte del equipo en busca de la cura ―dijo Jebbadiah

rotundamente―. Él era el científico en jefe, un hombre brillante en su campo.

Fue él quien descubrió que la sangre de vampiro podría ser la clave para

encontrar la cura para el Red Lung. Fue él quien decidió que se necesitaban

especímenes vivos para experimentar. Y fue él quien finalmente convenció a los

demás para que un vampiro les ayudara con el proyecto.

Me apoyé en el mostrador, el dolor en mi cintura lentamente decayendo. Pero el

Hambre crecía fuerte ahora. Necesitaba sangre, y no había nadie alrededor,

excepto Jeb. Apreté los bordes del mostrador, tratando de concentrarme en lo

que el anciano estaba diciendo, y no en los latidos de su corazón.

―Esa decisión los destruyó ―continuo Jeb con la misma voz plana, sus ojos

blancos y claros―. Debido al orgullo de un hombre, nacieron los Rabiosos.

Porque un hombre se asoció con un demonio. Nada bueno puede salir de pura

maldad, y al final se volvió en su contra. Los demonios que ellos crearon

escaparon, mataron a todos y el laboratorio se redujo a cenizas. Pero, antes de

morir, el científico en jefe se aseguró de copiar toda su investigación, todo lo

que ellos habían aprendido y transmitirlo a su hijo.

―Tu padre. ¿Quién te lo pasó a ti? ―De repente me acordé de Kanin,

examinando cuidadosamente a través delas ruinas del antiguo hospital, en

busca de algo que nunca iba a encontrar. Jeb no respondió, lo que decía mucho,

y yo asentí lentamente―. Esa es la verdadera razón por la que deseas encontrar

Eden. Quieres un lugar para estudiar la investigación, para encontrarla cura.

―Si yo muriera, habría ido a Ezekiel ―murmuró Jeb, una expresión de dolor

brevemente cruzó su rostro―. Pero él se ha ido, y no queda nadie. Así que,

morirá conmigo. No voy a permitir que caiga en manos de un demonio.

Page 355: The immortal rules - Julie kagawa

355

―Jeb, Zeke sigue vivo. ¡Todos ellos lo están! ―Frustrada, lo miré, deseando

poder colocar la verdad en su cráneo a la fuerza―. ¡Escúchame! Zeke y yo

seguimos juntos a los hombres de Jackal hasta aquí. Rescatamos a los demás y

prendimos en llamas un edificio para una distracción. A estas alturas, ellos

probablemente están fuera de la ciudad. ¡Tú todavía puedes llegar a Eden, si

dejas de ser tan malditamente terco y prestas atención a lo que te estoy

diciendo!

Jeb parpadeó, su vidriosa expresión se agrietó sólo un poco.

―¿Ezekiel está... vivo? ―murmuró, luego sacudió su cabeza casi con

desesperación―. No. No, Tú mientes, demonio. Ezekiel era mi hijo, a pesar de

que no era de mi sangre. Él nunca se asociaría con gente como ustedes. Le

enseñé a ser mejor que eso.

Mi ira se desbordó, y con ella, el Hambre que se había ido acumulando

mientras mi herida lentamente se cerraba a sí misma.

―¡Zeke se preocupaba más por su gente de lo que tú nunca hiciste, predicador!

―gruñí a Jebbadiah, cuyo rostro se tensó al ver mis colmillos―. ¡Él haría

cualquier cosa para salvarlos, cualquier cosa! Incluso conseguir que lo maten

tratando de rescatarlos. ¡Incluso hacer equipo con un vampiro que, tengo que

señalar, todavía está tratando de salvar tu terco culo! Puede que yo sea un

demonio, pero Zeke es mucho más humano que tú o yo o cualquiera, y si no

puedes ver eso, entonces no lo conoces tan bien como deberías.

Jebbadiah se me quedó mirando un momento más, luego sacudió lentamente la

cabeza, cerrando sus ojos.

―¿Cómo puedo confiar en ella? ―susurró, y él no estaba hablándome a mí―.

¿Debo creer lo que me dice, que mi hijo está vivo, que los demás se han

salvado? ―Abrió los ojos, con el rostro atormentado por la indecisión―. Soy

demasiado viejo para apartarme de mi camino ―dijo, mirando algo que yo no

podía ver―. No puedo creer que un demonio tenga un alma, que se pueda

salvar. Esto no lo puedo creer. Me perderé si empiezo a dudar... ―Su mirada

parpadeó hacia la mía, todavía angustiado, y finalmente se dirigió directamente

a mí―. ¿Por qué has venido, vampiro? ¿Por qué te detienes? Sé que quieres

matarme, puedo verlo en tus ojos. ¿Qué te detiene?

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356

Me detuve un momento para controlarme a mí misma, de manera que mi voz

era constante cuando contesté.

―Le prometí a Zeke que te encontraría. Cree lo que quieras, pero esa es la

verdad. ―Cuidadosamente, rodeé el mostrador, manteniendo un ojo cauteloso

sobre la mano que aún sostenía la hoja―. Dije que te traería de vuelta a salvo, y

lo haré. Si no vas a hacer esto por mí, hazlo por Zeke y Caleb y Bethany. Ellos se

merecen algo mejor que esto, ¿no te parece? ―Hice un gesto fuera de la

ventana, luego me volví hacia él, mirándolo―. Pero no puedes parar ahora. No

puedes defraudarlos. Trae esa maldita cura a Eden, para que puedan tener

algún tipo de futuro. Harás eso por ellos, al menos.

El color desapareció del rostro de Jeb. El bisturí de repente cayó de su mano,

ruidosamente al suelo.

―Me avergüenzas, vampiro ―susurró en una voz casi demasiado suave para

oír―. Todo este tiempo, estuve tan preocupado sobre llevar a mi gente a Eden,

que olvidé mi deber de protegerlos en el camino. Dejé a Ezekiel encargarse de lo

que yo debería haber hecho desde el principio. Y ahora, mira dónde estamos.

―Se apartó de mí, mirando por la ventana―. Maté a Dorothy ―murmuró―. Y

a Darren. Y todos los demás. Nos traje aquí. Sus muertes están en mi cabeza.

―No todo el mundo se ha ido― le recordé, luchando para contener el Hambre,

que había surgido con más fuerza ahora que estaba sanada. Quería arremeter

gravemente contra este humano y hundir mis dientes en su garganta, pero

empujé abajo la urgencia y la pisoteé. Había pasado hambre toda mi vida,

muchas veces al borde de la inanición en el Fringe, no la dejaría controlarme

ahora―. Zeke está esperando por ti, junto con el resto de ellos. Todavía puedes

salvar vidas, Jeb. Todavía puedes llegar a Eden. Sólo tenemos que irnos ahora.

―Sí ―asintió Jeb, aunque todavía no me miraba―. Sí, voy a compensarlos.

Incluso si tengo que vender mi alma a un demonio, los llevaré a casa.

Un lento aplauso vino desde la puerta, y mi estómago cayó a mis pies.

―Bravo ―alargando en alto las palabras y sonriendo desdeñosamente, la

figura del asaltante rey vampiro, estaba apoyada en la puerta―. Bravo. Qué

emotiva actuación. Creo que he derramado una lágrima.

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357

C A P Í T U L O 23

Traducido por ctt

Corregido por FranÁngel

―Bien, bien ―ronroneó Jackal, sonriendo mientras entraba a la habitación,

cerrando la puerta detrás de él―. ¿Qué tenemos aquí? Otro vampiro ha logrado

colarse en mi pequeño reino, por lo que veo. Pensé sentía algo extraño esta

noche. De repente, toda la locura afuera tiene sentido. ―Él me chasqueó la

lengua y sacudió la cabeza―. ¿Has quemado mi teatro? Eso no fue muy

civilizado de tu parte. Ahora voy a tener que encontrar otro lugar para hacer los

rituales de desmembramiento.

Se detuvo, cruzando los brazos y mirándome de una forma condescendiente, tal

vez porque había sacado mi espada y la había puesto en una postura lista,

esperando que él hiciera el primer movimiento. Esa extraña sensación de

familiaridad, de déjà vu, se deslizó de nuevo.

―Bueno, esto es incómodo ―continuó Jackal, no pareciendo nada preocupado

con la aparición de las armas―. Parece que tenemos diferentes ideas de lo que

va a suceder esta noche. Veras, no quiero pelear contigo. No tengo muchos de

mi tipo por aquí, sobre todo del tipo belleza, espada en mano. Pero debo

haberte enojado en el pasado, porque siento que te conozco de algún lado, no

puedo recordar dónde o cómo.

―No quiero una pelea, tampoco ―le dije, y asentí con la cabeza a Jeb―. Estoy

aquí sólo por él. Deja que se vaya, y nos salimos de tu ciudad ahora mismo.

―Ah, bueno, eso va a ser un problema. ―Suspiró Jackal, frotándose la

barbilla―. Mira, he estado buscando al viejo hombre desde hace algún tiempo,

desde que me enteré de los científicos y su proyecto. Lo necesito para

desarrollar la cura. Él dice que la información es incompleta, por lo que le he

dado todo lo que necesita para terminar. Estoy haciendo algo bueno aquí.―El

rey asaltante sonrió, encantador y hermoso―. Lo único que quiero es terminar

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358

la maldición del Rabidismo. Eso no es una cosa tan horrible, ¿verdad? ¿No

harías lo mismo, si tuvieras la oportunidad?

No confiaba en él. Eso no podía ser la razón de todo.

―¿Cómo te enteraste acerca de la cura? ―le pregunté. Jackal se encogió de

hombros.

―Mi padre me habló de él.

―¿Padre? ―De repente me sentía débil. No, no podía ser. Ese sentimiento de

reconocimiento, la conexión instantánea, el conocimiento repentino de que él no

era un vampiro más al azar. Sabía, más allá de cualquier duda, lo que iba a

decir a continuación, y quería gritar que se detuviera.

―¿Creador? ¿Figura paterna? ―Jackal hizo un gesto brusco―. El que me

convirtió. Me encontró en el desierto, muriendo por la exposición después de

que asaltantes mataron a mi familia, y me ha hecho lo que soy. Siempre estaré

agradecido con el imbécil engreído, pero nunca nos vimos cara a cara en un

montón de cosas. Pocos meses después de que él me Convirtió podrías decir

que... nos separamos. Él se llamaba a sí mismo<

―Kanin ―susurré.

Jackal entrecerró los ojos.

―¿Cómo... ―Hizo una pausa, mirándome fijamente, como si me viera por

primera vez. Luego echó hacia atrás la cabeza y rió―. Oh, ¡por supuesto! ¡Esa es

la conexión! Sabía que te conocía de alguna parte. Kanin, mentiroso hijo de puta.

¿Qué pasó a ese voto que no convertiría a nadie después de mí?

Me quedé mirando a Jackal, tratando de procesarlo. Kanin fue nuestro padre. Él

había Convertido a Jackal, lo mismo que a mí, por lo que significaba que

éramos... ¿hermanos? ¿Era mi hermano? No sabía cómo funcionaba esto en la

sociedad vampírica. Esta fue la única cosa que había olvidado enseñarme

Kanin.

―Qué sorpresa, ¿verdad, hermana? ―Sonrió Jackal, absolutamente encantado.

Lo miré, no acostumbrada a oír esa palabra. Hermana implicaba que éramos

parientes. Familia―. Bueno, esto es demasiado perfecto, ¿no? Tú no puedes

voltearte contra mí ahora, ¿verdad? No a tu querido hermano mayor.

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―Tú no eres mi hermano ―gruñí, tomando una decisión. Jackal levantó las

cejas con fingida sorpresa―. No quiero tener que ver nada contigo, no después

de lo que has hecho. ―Me acordé de Darren, suplicante y asustado, justo antes

del Rabioso tirando de él. Me acordé de la mirada ciega de Dorothy, mirando al

cielo―. Tú mataste a mis amigos, y no te perdonare por eso.

―¿Amigos? ―resopló el rey asaltante, cruzándose de brazos―. Los seres

humanos no son amigos, hermana. Los seres humanos son mascotas.

Alimentos. Sirvientes. No amigos. ―Me dio una sonrisa f{cil―. Oh, ellos tienen

sus usos, supongo. Son entretenidos a veces. Pero incluso se dan cuenta de que

nosotros, los vampiros somos una raza superior. Es por eso, que en el fondo,

todos quieren ser como nosotros. Ve a los sirvientes allá afuera. ―Él sacudió su

pulgar hacia la ventana―. Les doy libertad, los dejo ir y venir y matar a su

antojo, pero, ¿se quedan lejos? ―Negó―. No. Siempre vuelven, porque tienen

la esperanza de que algún día, si la maldición desaparece, voy a recompensar

su servicio y hacerlos igual que yo.

―Y es por eso que quieres la cura, demonio ―dijo Jebbadiah, su cuerpo un

alambre en espiral cuando se enfrentó al Maestro vampiro―. Quieres convertir

a tu propia gente en vampiros, para hacer más iguales a ti. Un ejército de

demonios, contigo a la cabeza.

―Podría haber ofrecido mi inmortalidad a las personas. ―Jackal se encogió de

hombros, sin dejar de hablarme―. ¿Y qué? Es un regalo que lo ofrecería con

mucho gusto. Nuestra raza ha perdido tanto como ellos, tal vez más. ―Levantó

las manos vacías y dio un paso hacia mí, haciendo caso omiso de Jeb―. Vamos,

hermana, ¿por qué estás tan preocupada por un humano? Son alimento, bolsas

de sangre. Estábamos destinados para gobernar a la raza humana, es por eso

que somos superiores en todos los sentidos. Deja de luchar contra tus instintos.

Si Kanin verdaderamente te convirtió, entonces tienes el potencial para ser un

Maestro, igual que yo. Y no estoy negándome a compartir todo contigo. No

tolero otros vampiros en mi reino, pero por ti, me gustaría hacer una

excepción.―Su voz se convirtió en baja y tranquilizadora―. Piensa en lo que

podríamos crear, nosotros dos. Podríamos tener nuestro propio pequeño

paraíso, con nuestros ejércitos y sirvientes y ganado humano. Nosotros

podríamos ofrecer a nuestros fieles el don de la inmortalidad, y nosotros

gobernaríamos este mundo hasta el fin de los tiempos. Nuestro propio Edén

vampiro.

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360

―¡Nunca! ―exclamó Jeb y cogió el bisturí del piso―. ¡Nunca! ―dijo de nuevo,

su cara salvaje―. ¡Blasfemia! ¡Voy a morir antes de permitir que eso suceda!

―Corrió rápidamente al rey asaltante con el bisturí en alto.

Jackal se volvió mientras el ser humano se abalanzó, fácilmente agarro la

muñeca de Jeb y quito la hoja de su mano.

―Vamos, vamos―gruñó, enseñando los colmillos mientras levantaba a Jeb de

sus pies―. No puedes morir todavía. Te necesito para terminar esa cura. Sin

embargo, no tengo dudas en torturarte un poco para conseguirlo.

Aventó hacia atrás a Jeb, y el humano se estrelló en el mostrador, destrozando

frascos y vasos en su camino hacia abajo. Él se derrumbó en medio de una

lluvia de vidrio, y el dulce aroma de la sangre se levantó como un géiser.

El Hambre rugió. Me apresuré a Jeb, quien estaba luchando por erguirse en

medio de un mar de vidrio, sin saber a ciencia cierta si yo lo ayudaría o lo

atacaría. La sangre le corría por los brazos y la cara, corriendo por sus ojos, y se

dejó caer contra el contador, su cabeza cayendo lánguidamente contra su pecho.

―Jeb. ―Me puse en cuclillas frente a él, desesperadamente tratando de ignorar

el pulso que latía en su garganta, el carmesí se propagó sobre la camisa.

Extendió una mano dentro de su chaqueta desgarrada. A un lado, pude ver a

Jackal en el mismo lugar, los brazos cruzados en el pecho, mirándonos con una

sonrisa en su rostro.

―Vampiro ―susurró entre dientes Jeb y empujó su mano hacia mí. La tomé, y

algo pequeño, una pequeña franja de plástico oscuro, cayó de su palma en mi

mano. Me quedé mirándolo, frunciendo el ceño. Se trataba de la longitud de mi

dedo medio, y casi tan ancho.

―Para Ezequiel ―murmuró Jeb, dejando caer su brazo débil―. Dile... que

cuide de nuestro pueblo.

―Jeb<

―Bueno, eso fue divertido ―dijo Jackal, quit{ndose el polvo de las manos―.

Pero creo que ha acabado con mi paciencia para esta noche. Así que ahora, mi

querida hermana, necesito una respuesta de tu parte. ¿Te unirás a mí? ¿Me

ayudaras a encontrar la cura y poblar nuestro mundo de nuevo? Piensa en lo

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361

que los Maestros vampiros nos darían para obtener esta información.

Podríamos gobernarlos a todos, si quisiéramos. ¿Qué dices?

Miré a Jeb, apoyado contra el mostrador. Podía oler su sangre, escuchar el

corazón en su pecho, sentir sus fríos ojos en mí. Juzgando, odiando. Incluso

ahora, todavía era un demonio. Él nunca me vería como otra cosa.

Me enfrenté a Jackal de nuevo.

―No ―dije, y disparó sus cejas hacia arriba. Caminé alrededor de la mesa y me

pare entre él y el humano, mi espada levantada―. Estoy tomando a Jeb para

salir de aquí, te guste o no. Así que sal de mi camino.

Jackal movió la cabeza con tristeza.

―Lastima ―murmuró―. Nosotros podríamos haber tenido algo

extraordinario, ya sabes. Dos hermanos, unidos por el destino, unir fuerzas para

cambiar el mundo. ¿Qué puedo decir?, soy un romántico de corazón, aunque

esta historia no fue destinada a ser. ―Tomó aire y dio un suspiro dramático,

sonriéndome―. Voy a tener que matarte ahora.

―Entonces deja de hablar ―desafié, poniéndome en una postura lista―.

Sigamos adelante con esto. El sol va a salir pronto.

Jackal enseñó los colmillos, y sus ojos dorados brillaron.

―Oh, confía en mí, hermana. Esto no tomar{ mucho tiempo para nada.

Metiendo la mano en su abrigo, sacó un palo largo de madera, un extremo

terminaba en una punta mortal. Mi estómago se retorció con el miedo crudo,

primitivo, y me tambaleé hacia atrás.

―Pensé que podrías apreciar esto ―dijo, sonriendo malvadamente mientras

caminaba hacia adelante―. Kanin fue el que me enseñó, ya sabes. Para dominar

el miedo, para usarlo a mi favor. ―Giró la estaca entre sus dedos, sonriendo―.

¿Qué te pasa, hermana? ¿No te enseño lo mismo? ¿O su educación fue

interrumpida por nuestros parientes que quieren su cabeza en bandeja?

¿Cuánta práctica tuviste con el querido viejo Kanin, de todos modos? Supongo

menos que yo. He conocido a nuestro padre un largo tiempo.

―¿Él te enseño a aburrir a sus oponentes hasta dormir? Porque creo que me

perdí esa lección.

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Jackal se rió a carcajadas.

―Oh, me gustas ―reflexionó, sacudiendo la cabeza―. Va a ser una pena

matarte. ¿Estás segura de que no quieres reconsiderar? Los humanos pueden

llegar a ser tan aburridos a veces.

―No ―lo miré, sacudiendo la cabeza―. No voy a dejar que dañes a nadie más.

―Muy bien. ―El rey vampiro se encogió de hombros, resbalando la estaca en

su mano―. Te di la oportunidad. ¿Estás lista, entonces, hermana? ¡Aquí voy!

Él se lanzó hacia adelante, cubriendo la habitación en un abrir y cerrar de ojos,

moviéndose más rápido de lo que podía ver. Yo lo ataque salvajemente, pero

Jackal se agachó y se metió en mi guardia. Su mano salió disparada, agarrando

mi garganta, levantándome de mis pies. Antes de que pudiera reaccionar, él me

golpeó con fuerza sobre el mostrador. Vidrio voló por todas partes otra vez,

como una tormenta de nieve de cristal y la parte posterior de mi cráneo golpeó

el borde de mármol. Aturdida, me quedé allí por medio segundo, antes de que

Jackal levantara el puño y golpeara la estaca de madera a través de mi

estómago.

Yo me arqueé, gritando. Mi espada cayó de mi mano, haciendo mucho ruido en

el piso. El dolor era diferente a todo lo que había sentido antes, olas de fuego

disparando a través de mi cuerpo, centrada en ese punto donde la madera entró

en mi carne. Podía sentir la estaca dentro de mí, como un puño apretando mis

intestinos, retorciendo y apretando. Iba a jalarla, pero Jackal agarró mi muñeca,

golpeando de nuevo en el mostrador, sujetándome abajo.

―Duele, ¿no es así? ―susurró, inclin{ndose sobre mí, amarillo brillante en sus

ojos―. Es increíble que un trozo de madera a través de tu intestino podría

lastimar tanto. Prefiero tener un fierro caliente atascado a través de mi ojo en mi

cerebro. ―Mi cuerpo se convulsionó, y apreté mi mandíbula para contener otro

grito. Jackal siguió manteniéndome abajo, sonriendo―. Ah, y si te preguntas

por qué se está haciendo difícil de mover, déjame iluminarte. Tu cuerpo se está

poniendo en estado de shock, se está apagando, tratando de repararse a sí

mismo. A los pocos minutos de esto, y estarás pidiendo que te corte la cabeza y

acabar con esto.

Luché, pero mis miembros se sentían lentos. Jackal tenía un brazo fijado, y

aunque el otro estaba libre, la agonía cegadora en mi cintura hacía imposible

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363

moverlo. Yo estaba, literalmente estacada en el mostrador, clavada como un

animal. Jackal me sonreía y sádicamente torció el pico de madera más

profundo, y esta vez no pude contener un grito.

―Apuesto a que deseas haber tomado mi oferta ahora, ¿verdad, hermana?

―Yo apenas podía concentrarme en lo que estaba diciendo―. Es una pena.

Estaba imaginando todas las cosas que podríamos haber hecho, juntos. Pero

tenías que ponerte del lado de las bolsas de sangre, ¿verdad? Al igual que

Kanin. Y ahora mira dónde está él, capturado y torturado por ese fenómeno

psicótico, Sarren. Debes estar muy orgullosa de haber seguido el mismo camino

que nuestro padre.

Moví mi mano libre, buscando desesperadamente algo, cualquier cosa, para

liberarme. Me obligué a hablar, para mantenerlo distraído.

―Como... tú...

―¿Sé sobre Kanin? ―Jackal torció la estaca otra vez, y me arqueé en agonía

impotente―. Tú has estado teniendo los mismos sueños, ¿no? Emoción intensa

a veces puede llegar a aquellos que comparten nuestra sangre. Así Kanin

incluso podría estar experimentando tu dolor en estos momentos. ¿No es una

idea interesante? ―Se inclinó, sonriendo―. Hey, Kanin, ¿me oyes? ¿Puedes ver

lo que le estoy haciendo a tu m{s nuevo engendro? ¿Qué es eso? ―Él inclinó la

cabeza hacia un lado―. Dale otra oportunidad a ella, ¿dices? ¿Que no la mate,

como hiciste con tus hermanos? Qué interesante pensamiento. ¿Crees que si me

ofrezco de nuevo, ella estaría de acuerdo?

Mis dedos a tientas encontraron el borde de un vaso de precipitado,

milagrosamente roto, y se enroscaron alrededor del cuello. Con Jackal todavía

inclinándose, lo traje hacia adelante con todas mis fuerzas, estrellándolo contra

el lado de su cara. El cristal se hizo añicos, golpeando la cabeza hacia un lado, y

Jackal rugió.

Girando hacia atrás, me arrancó del mostrador y me alzo por encima de su

cabeza. Lo siguiente que supe fue que me había lanzado a través del aire, y tuve

una vista de una fracción de segundo de las ventanas, viniendo a mí, antes de

que golpeara el vidrio con una cacofonía de astillado. El frío viento de Chicago

golpeó mi cara mientras flotaba en el vacío un momento y luego empecé a caer

en picada.

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364

Me retorcía desesperadamente, golpeando con ambas manos, en busca de algo

sólido. Mis dedos rasparon contra la pared, y golpeé el costado del edificio, con

una mano aferrada a la cornisa por debajo de las ventanas.

Miré hacia arriba. Jackal se cernía sobre mí, un lado de su cara marcada en color

carmesí, ojos de color amarillo ardiendo mientras miraba hacia abajo. Pero él

seguía sonriendo, su propia sangre goteando en su boca, volviendo sus

colmillos rojos.

―Eso ―dijo en un tono de conversación completamente diferente de su

expresión―, no fue muy inteligente. Atrevido, pero no inteligente. Y después

de que sólo te ofrecí una salida, también. Cualquier verdadero vampiro habría

saltado a la oportunidad. Pero no tú. No, tú todavía estás colgada de los

humanos.

Era difícil escucharlo. La estaca aún presente en mi estómago, una constante y

pulsátil agonía, haciendo mis miembros débiles y sin respuesta. Mis dedos se

deslizaron, y arañé frenéticamente la cornisa.

Jackal se agachó y agarró un pedazo grande de hormigón fracturado, casi del

tamaño de un cráneo humano, y la arrojó fácilmente con una mano.

―Si tanto te gustan estas bolsas de sangre caminantes<―sonrió, levantando la

piedra sobre su cabeza―< entonces puedes unirte con ellos en el infierno.

Me preparé, sabiendo que estaba a punto de morir. Pero entonces, oí pasos

detrás de Jackal un instante antes de que Jebbadiah Crosse se estrellara contra el

rey asaltante por detrás. Aullando, Jackal cayó sobre mi cabeza, retorciéndose y

agitándose, con el viejo hombre aferrado tenazmente a su espalda. Ambos

navegando en el aire abierto, uno gritando y otro silenciosamente serio, y

cayendo en la oscuridad.

Aturdida, colgaba en la cornisa, apenas coherente, mi mente confundida. En un

sueño, me agaché y tomé la estaca, tirando para liberarla con un grito. Se cayó

de mis dedos fláccidos y giró de un extremo a otro, chocando contra el edificio,

hasta que se perdió en las aguas oscuras a lo lejos.

Temblando, fui capaz de empujarme en el edificio de nuevo antes de que mis

miembros se agotaran, y me tiré en el azulejo delante de la ventana rota,

mirando el techo.

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No me podía mover. El dolor y el Hambre rugían en mi interior, me sentía

hueca, completamente drenada de vida. Estaba agotada, terminada. No

quedaba nada para reparar el daño hecho a mi cuerpo, y pude sentir cómo me

desvanecía, con ganas de caer en la oscuridad de la hibernación, lejos del dolor.

No estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí. En algún lugar muy dentro,

mi cuerpo sabía que tenía que moverse, encontrar refugio. El amanecer se

acercaba, y no pasaría mucho tiempo antes de que los primeros rayos del sol

pelaran mi piel hasta los huesos y me convertiría en una hoguera. Traté de

arrastrarme lejos, hacer que mis extremidades respondieran, pero eran tan

pesadas, y estaba tan cansada. Enojada ahora, luchaba por mantenerme

despierta, rabiando contra la oscuridad que me jalaba hacia abajo, luchando

para moverme. Pero a medida que el sol se acercaba más, parecía inevitable que

mi tiempo finalmente terminara.

Me dejé caer, exhausta. Esto fue todo. Ya no tenía nada. El amanecer estaba a

menos de una hora de distancia, y me encontraría aquí, a la intemperie, incapaz

de resistir. Centrándome en que me quemaría para salir de este mundo para

bien.

―Allison.

La voz salió de la nada, cortando a través de capas de oscuridad. Me agité

débilmente, sin poder creerlo. Tal vez estaba soñando. Tal vez ya estaba muerta.

Entonces alguien se arrodillaba a mi lado y me tomó en su regazo, acunándome

suavemente. Quería alejarme, luchar, pero mi cuerpo simplemente no

escuchaba más, y dejé de tratar de luchar.

―Oh, Dios ―susurró la voz, familiar y atormentada, y sentí algo rozar el

agujero abierto en mi centro―. Allison, ¿me oyes? Despierta. Vamos, tenemos

que salir de aquí.

¿Zeke?, pensé, aturdida. No, eso no podía ser cierto. Zeke se había ido, y le

había dicho que saliera de la ciudad con los demás. Él debía estar muy lejos

ahora. Pero era su voz, urgiéndome a levantarme, abrir los ojos. Quería, pero

era la hibernación tirando de mí, llevándome abajo, y su voz fue creciendo en

desesperación. No podía contestarle. Me levantó en sus brazos, y oí un siseo de

dolor, mientras el olor de la sangre caliente de repente llenaba el aire.

―Por favor, que esto funcione ―susurró y presionó algo en mi boca.

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Líquido caliente goteaba en mis labios. Instintivamente, mordí más duro y oí un

grito en algún lugar por encima de mí. Apenas me di cuenta, no me importo.

Esto era vida, y me agarré a él con avidez, sintiendo la fuerza volver a mi

cuerpo, sacudiendo la pereza. El Hambre aumentó con un rugido, como si se

diera cuenta cuán cerca de la muerte habíamos estado, y mordí salvajemente,

llevando mis colmillos más profundamente. Hubo un grito apretado, y la carne

y los músculos contra mi boca se apretaron. Me volví loca de deseo. La sangre

no fluía lo suficientemente rápido; quería rasgar las venas abiertas, liberando el

flujo caliente. Podía sentir el pulso en la muñeca, latiendo en el tiempo con un

latido del corazón, y quise beber y beber hasta que ellos vacilaran y se

detuvieran finalmente.

Con un rugido, solté el brazo y me lancé hasta la garganta de la presa, donde la

sangre bombea más fuerte y la vida fluye justo debajo de la superficie.

Exponiendo mis colmillos, estaba a punto de hundirlos en el cuello, para liberar

esa oleada de calor y glorioso poder, cuando el cuerpo se puso rígido contra el

mío. Oí el latido del corazón acelerarse, latiendo con fuerza en su pecho, y me

di cuenta.

¡Zeke! No, no puedo hacer esto. Temblando de necesidad y Hambre, hice una

pausa, un suspiro de distancia de su garganta, tan cerca que podía sentir el

calor que irradiaba su piel. Zeke se congeló, su respiración entrecortada, su

tenso cuerpo con anticipación y miedo. Una pequeña parte de mí quería

retroceder, pero no podía moverme. No con su pulso latiendo a un centímetro

de mis labios, y el aroma dulce y embriagador de la sangre que llena cada parte

de mis sentidos. Me incliné más cerca, y mis labios rozaron su piel, un suave

toque como una pluma, y Zeke se quedó sin aliento.

Y entonces, mientras me arrodillé allí temblando, tratando de encontrar la

fuerza de voluntad para alejarme, Zeke se movió. Sólo una fracción, un

pequeño cambio que podría haber pasado desapercibido. Excepto que él se

estremeció, dio un profundo respiro e inclinó la cabeza hacia atrás, exponiendo

su garganta. Ofreciéndomela a mí. Y no podía detenerme.

Me lancé, hundiendo mis colmillos en su cuello, llevándolos profundo.

Ahogando un grito, Zeke se puso rígido y se agarró de mis brazos, arqueando

su espalda. Su sangre corría caliente y dulce en mi boca, extendiéndose a través

de mí, un fuego lento. Sabía a tierra y humo, de calor, pasión y fuerza, de todas

las cosas de Zeke. Suspiro mi nombre, un suspiro de bendición y anhelo, y no

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podía acercarme lo suficiente, nunca lo suficientemente cerca. Su latido del

corazón rugía en mis oídos, golpeando a un ritmo salvaje, y me perdí en el

momento, arropada en éxtasis, sentir la esencia de este remolino humano

extraordinario a través de mí.

¡No! A través del Hambre y la sed de sangre, una pequeña parte sana surgió de

mí, jadeando en horror. ¡Esto es Zeke!, grité. Esto es Zeke de quien te estás

alimentando, son los latidos de Zeke los que estás escuchando. Su sangre está salvando

tu vida, ¡y lo vas a matar si no te detienes ahora!

El Hambre rugió, no estaba satisfecha, no saciada lo suficiente. Había estado a

punto de morir y necesitaba más sangre para sanar completamente. Pero no

podía aguantar más sin arriesgar la vida de Zeke. Zeke no estaba en

condiciones de empujarme, tengo que controlarme. Para, me dije con firmeza,

tomando medidas drásticas con mi Hambre una vez más. No más. ¡Eso es

suficiente!

Con un esfuerzo monumental, me alejé, forzando mis colmillos a que se

retrajeran. Sentí el escalofrío de Zeke cuando mis colmillos se deslizaron de su

garganta, sentí que todo su cuerpo caía contra el mío.

Por un momento, ninguno de los dos se movió, y miré hacia abajo en horror.

Bajo mi asalto, Zeke había quedado atrás y ahora estaba apoyado en sus codos,

respirando con dificultad, conmigo a horcajadas sobre su cintura. La sangre

todavía brotaba de dos pequeños agujeros en el cuello. Él todavía tenía una

expresión aturdida, pero cuando por fin levantó la cabeza y me miró, sus ojos

eran claros.

Me quedé helada. Él me había visto. Me había visto en mi peor momento, un

vampiro en un gruñido, el frenesí de sangre espumosa. Un monstruo que casi lo

mató por instinto. Hasta ahora, a pesar de que había sabido lo que era, había

por lo menos parecido más o menos humana. Sólo podía imaginar lo que

pensaba de mí ahora.

Zeke se me quedó mirando, y bajo su intensa mirada quería meterme en un

agujero profundo, pero también abalanzarme sobre él otra vez, a llevarlo de

nuevo al piso y terminar lo que había empezado. Pude sentirlo sacudirse debajo

de mí, su corazón latía con fuerza contra las palmas de mis manos.

Page 368: The immortal rules - Julie kagawa

368

―Zeke... yo... ―No sabía qué decir. ¿Qué podía decir? ¿Lo siento, casi te mató?

¿Que no podía controlar al demonio? ¿Que quería seguir bebiendo hasta que

estuvieras vacío, una cáscara sin vida? No quería que me viera así, pensé con

desesperación, cerrando los ojos. La última persona de todo el mundo, que no quería

que viera al monstruo.

―Simplemente...―Zeke se detuvo, dejando escapar un suspiro, como si su

cuerpo se paralizara, y él sólo podía ahora respirar de nuevo―. Sólo contéstame

esta pregunta ―dijo con voz temblorosa―. ¿Esto significa... voy a... esto no

quiere decir que me voy a Convertir, ¿verdad?

Inmediatamente negué con la cabeza.

―No ―le susurré, contenta de tener algo que decir―. El proceso es diferente.

Tendrías que tomar un poco de mi sangre para convertirte en un

vampiro.―También casi te mato.

Suspiró, y algo de la tensión abandonó su cuerpo.

―Entonces... me alegro de haber vuelto.

Me levanté, alejándome de él, y Zeke rodado verticalmente me miró, pálido por

el frío y el dolor y la pérdida de sangre. Yo me di la vuelta, mirando las

ventanas rotas, mirando las brasas de los fuegos bailar con el viento. Sentí su

mirada en mi espalda, y la vergüenza ardía a través de mí como el fuego más

ardiente.

―¿Por qué has vuelto? ―susurré―. Te dije que siguieras adelante. No tenías...

―No podía dejarte ―dijo Zeke―. No después de todo lo que has hecho por

nosotros. Por mí. Tenía que volver.―Oí sus pasos, lo sentí a mi lado. Por el

rabillo de mi ojo, le vi mirar la ciudad, observando las llamas―. Los demás

est{n a salvo ―anunció―. Están en el borde de la ciudad, esperando por

nosotros. Tenemos que irnos. Supongo que... ―Su voz vaciló, sospechosamente

cerca de romperse, y tragó duro―. Creo que Jeb no va a volver con nosotros.

Jeb. Sentí una punzada de culpabilidad cegadora. Y un vacío hueco, sabiendo

que le había fallado a los dos.

―Zeke ―le dije, por último giré para enfrentarme a él―. Jeb está...

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369

―Lo vi ―susurró, haciendo un gesto hacia el cristal roto, su cara tensa―. Vi...

lo que hizo, cuando estabas debajo de la ventana. Yo venía hacia el edificio

cuando los cuerpos... cayeron.

Mi estómago se sentía frío.

―Jeb hizo...

―No. ―Sacudió la cabeza y cerró los ojos, como si quisiera exprimirlo fuera de

su memoria―. No había nada que pudiera hacer por él.

―Lo siento mucho. ―Las palabras eran inadecuadas. Miré su temblor de

hombros, los puños apretados a los costados, y ojalá me atreviera a tirar de él

solo por un momento―. Lo intenté.

―No es tu culpa. ―Su voz se quebró al final, y dio una respiración profunda―.

Fue su decisión. Eligió acabarlo de esa manera, incluso si eso significaba salvar

a... ―Hizo una pausa y se pasó una mano por el cabello―. Debiste haber hecho

algo para causar una buena impresión ―terminó en voz baja―. Lo conocía

desde hace catorce años, y ni una sola vez cambió de opinión.

Estás equivocado, pensé. No era yo en quien estaba pensando en esta noche, eras tú.

Metiendo la mano en el bolsillo, saqué la pequeña tira de plástico que Jebbadiah

me había dado.

―Él quería que tuvieras esto ―le dije, y Zeke se volvió―. Dijo que sabrías qué

hacer con él.

Lo tomó con suavidad, casi con reverencia, viendo mientras lo sostenía en alto.

―¿Sabes lo que es? ―le pregunté después de un momento.

―Sí. ―Mirando alrededor del cuarto, corrió hasta el escritorio en la esquina

opuesta y empujó la tira de plástico en una ranura en el lado de la

computadora. Me sorprendió que supiera cómo utilizarlo, más aún cuando

jugueteó un poco con el teclado y obtuvo varios archivos en la pantalla.

―Sí ―murmuró Zeke, con los ojos azules parpadeando en la pantalla―. Esta es

toda su investigación. Toda la información que tenían de la peste y los Rabiosos

y el virus. Enumera todo, sus métodos, las pruebas que se ejecutaban en los

vampiros, todo. Si podemos conseguir llevar esto a Edén, podría haber una

posibilidad real de encontrar una cura.―Suspiró y sacó la tira de la

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370

computadora, pasando una mano por el cabello otra vez―. Si alguna vez lo

encontramos. Todavía no tenemos ni idea de dónde está.

Miré el tablero verde, el que tenía letras de polvo blanco garabateadas en su

superficie, y el mapa en el otro lado. Frunciendo el ceño, me acerqué y arranqué

el mapa de la pizarra, estrechando los ojos. Las ciudades habían sido encerradas

y cruzadas, las notas garabateadas a lo largo de los bordes en lo que

probablemente fue la escritura de Jackal. Pero un lugar estaba destacado, un

área estaba encerrada varias veces, un signo de interrogación flotando junto a

él.

―Creo que lo encontraremos.

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371

C A P Í T U L O 24

Traducido por ctt

Corregido por Garfield

La Fosa Flotante estaba en plena gloria resplandeciente cuando Zeke y yo

dejamos la torre de Jackal, una enorme bola de fuego ardiente contra la noche.

Varios incendios más pequeños ardían a su alrededor mientras el viento

avivaba las brasas en los tejados vacíos y a través de las ventanas rotas,

poniéndolos a arder. No encontramos resistencia en nuestro camino; las

inundadas calles y pasillos estaban notablemente claros mientras nos

apresurábamos a través de la ciudad, toda la atención se desviaba hacia el

infierno enorme que iluminaba el cielo.

Zeke se quedó en silencio mientras dejábamos la torre de Jackal, melancólico y

adentrándose en sí mismo. En un solo día, había perdido a su mejor amigo y a

un padre y ahora se esperaba que liderara en lugar de Jeb. Deseé poder hablar

con él, pero habría tiempo para eso más tarde. Justo ahora, teníamos que

escapar de la ciudad y conseguir poner a todos a salvo. Si tal cosa existiera.

El Hambre aún rugía dentro, royendo mis entrañas, instándome a saltar sobre

el hombre frente a mí y desgarrarlo. La sangre de Zeke había ayudado con el

peor de los daños, pero me estaba muriendo de hambre todavía. Peor aún, el

cielo sobre los edificios iba creciendo más claro. El sol se pondría pronto, y

teníamos que dejar la ciudad de Jackal antes de eso o estaría frita.

Sin embargo, mientras nos apresurábamos a lo largo de los puentes y pasarelas,

me di cuenta de que teníamos otro problema. La Fosa Flotante estaba entre

nosotros y nuestra salida, y ahora estaba rodeada por una horda de hombres de

Jackal, por no mencionar la tormenta de fuego barriendo a través de los

edificios que lo rodeaban.

―¿Dónde est{n los otros? ―le pregunté a Zeke mientras nos agazapábamos

dentro un edificio medio derrumbado, viendo largas cintas de fuego volando en

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372

el viento. Mis instintos de vampiro me gritaban para ir en otra dirección, pero la

única salida era a través de la tormenta de fuego.

La próxima vez, trata de quemar tus puentes luego de haberlos cruzado, Allison.

―Est{n justo sobre el puente ―respondió Zeke, observando las llamas con

preocupación―. Por lo menos, ahí es donde los dejé. Espero que todavía estén

bien.

―¿Cómo los sacaste?

Zeke señaló las vías elevadas que circundaban el distrito, pasando, las noté,

justo al lado del teatro.

―Seguimos el camino ―dijo, barriendo con su dedo alrededor―.Te lleva justo

fuera de la ciudad, como tú habías dicho. Una vez que llegamos a la barcaza,

nosotros tuvimos una especie de... secuestro de una de las camionetas. ―Una

sombra cruzó su rostro, culpabilidad porque había tenido que matar de

nuevo―. Los otros est{n esperando a las afueras de la ciudad ―continuó―.

Ocultos y seguros. Si podemos llegar a ellos, estamos libres en casa.

―Bueno ―murmuré, volviéndome de espalda al fuego, sintiendo el calor de las

llamas, incluso aquí―. Vamos a tener que cruzar a través de eso. ¿Listo para

otro baño?

Zeke asintió solemnemente.

―Muéstrame el camino.

Entrando en el agua, nadamos a través de las inundadas calles, pasando entre

los edificios en llamas. El aire estaba cargado de humo, y escombros derribados

en llamas caían a las aguas que nos rodeaban, silbando al chocar contra la

superficie. Me concentré en seguir adelante, haciendo caso omiso de los cañones

de fuego a mi alrededor, haciendo caso omiso del Hambre que aún encogía mi

estómago, y el cuerpo caliente cerca del mío.

Al pasar por debajo de una pasarela, Zeke se quedó un poco más atrás, pasos

resonaban por encima de nosotros, un asaltante miró por encima de la

barandilla.

―¡Tú! ―gritó, sacando la pistola de su cinturón―. ¡Te vi en la Fosa! ¡Tú eres la

puta que le prendió fuego!

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Sonó un disparo, y el dolor explotó a través de mi pecho con un chorro de

sangre. Oí gritar a Zeke mientras el agua se cerró sobre mi cabeza.

La ira y el Hambre volvieron a la vida. Estaba harta de ser disparada,

apuñalada, quemada, destruida, estacada y arrojada por las ventanas.

Gruñendo, exploté de nuevo a la superficie, agarre al asaltante por el cinturón y

lo arrastré por el borde. Golpeamos el agua con un chapoteo y nos hundimos

como una piedra, el humano se movía frenéticamente en mis manos. Él se puso

rígido cuando sumergí mis colmillos en su garganta y dejó de moverse en el

momento en que golpeó el fondo.

Terminé de alimentarme y vacilé, tentada de dejarlo para los peces y los

gusanos. Pero Zeke estaría esperando en lo alto, y me había visto tirar al

asaltante en el agua. Con un gruñido, agarré el cuerpo inerte y golpeé de nuevo

en la superficie. Él todavía podría sucumbir a la hipotermia y la pérdida de

sangre, pero al menos no lo dejaría ahogarse.

Zeke se agacho mientras yo salía a la superficie, sacudiendo el agua de mis

oídos.

―Est{s viva ―jadeó, sus dientes castañeteaban de frío―. Pero... te dieron un

tiro justo en el pecho. Estaba allí y vi...

―Se necesita mucho para matarme ―murmuré―. Bueno, borra eso. Se necesita

mucho para volverme a matar. Ya estoy muerta, ¿recuerdas?

Nadando debajo de la pasarela, tiré del cuerpo flojo del asaltante para sacarlo

del agua en el borde de la plataforma. Su cabeza colgaba a un lado, revelando

dos marcas de mordida que no había sellado. La mirada de Zeke siguió a la

mía, y su rostro se endureció, pero no dijo nada.

Podía sentirlo pensando, sin embargo, a medida que nadábamos a través de las

calles, finalmente llegamos a las vías elevadas que dejaban el territorio de

Jackal. Goteando, temblando, me siguió hasta el marco a la cima, agarrando mi

mano mientras le tiraba sobre las tablas. Un viento helado corrió a lo largo de la

superficie, y me llamó la atención lo mal que se veía, herido, húmedo y

congelándose, con el cabello y la ropa pegados a su cuerpo. Aunque sus ojos

todavía brillaban con una determinación de hierro mientras contemplaba al otro

lado del puente, sólo mirando hacia adelante. A diferencia de mí, quien se

volvió y miró hacia la ciudad y los incendios que rugían a través de ella.

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Muchos se han ido. Muchas vidas se perdieron. Personas a las que había

conocido, con las que había hablado. Dorothy, Darren, Jeb... no había sido capaz

de salvarlos. Tragué saliva y me froté los ojos. ¿Cuándo empezó a importarme

tanto? Antes de que Kanin me convirtiera, la muerte era algo que enfrentaba

todos los días. La gente moría, a menudo, era sólo como funcionaba el mundo.

Pensé que, después de la muerte de mi vieja pandilla y la traición de Stick, no

me preocuparía por ninguna persona más. Y sin embargo, ahí estaba yo, un

vampiro, deseando poder salvar a la misma persona que más me odiaba.

―Allison. ―La voz de Zeke me hizo dar la vuelta. Tembló en el viento frío,

pero se mantuvo de pie y erguido en el borde del camino―. El sol está saliendo

―dijo, asintiendo a la parte superior de los edificios―. Tenemos que

conseguirte y a todos los demás un albergue pronto. Vamos.

Asentí y sin decir palabra lo seguí, corriendo hacia abajo a las vías, a través del

puente que llevaba fuera de la ciudad y hacia las ruinas del Viejo Chicago,

dejando el territorio de Jackal atrás quemándose.

―Hola, viejo amigo ―canturreó Sarren, llevando su cara llena de cicatrices muy cerca,

así que pude ver la furiosa locura en sus ojos negros―. No puedes irte a dormir aun, me

temo. ¿Qué diversión sería eso? Tengo toda la noche planeada.―Él se echó a reír y dio

un paso atrás, mirándome colgar lánguidamente de las cadenas. Por lo menos ya no

estaba boca abajo, aunque sospechaba que uno de mis brazos todavía estaba roto. Era

difícil de decir, mi cuerpo se había roto, sanado y roto sistemáticamente otra vez, lo

único de lo que me daba cuenta ahora era el Hambre.

Sarren sonrió.

―Hambre, ¿verdad? No puedo imaginar lo que se siente ya han pasado cuatro días. Oh,

espera. Sí, puedo. Ellos solían matarnos de hambre antes de un experimento, así

atacaríamos cualquier bestia que nos pusieran en nuestras habitaciones. ¿Sabías eso?

No le respondí. No había hablado a lo largo de todo mi cautiverio, y no quisiera empezar

ahora. Nada de lo que dijera podría influir en este desquiciado, que sólo estaba buscando

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375

maneras de atormentarme aún más, para romperme. Y no le daría eso, no mientras mi

mente estuviera en mi poder.

Esta noche, sin embargo, podría torturarme todo lo que quisiera, no iba a acercarse al

dolor que había soportado antes, las visiones de mis dos hijos matándose uno a otro lejos

de mi alcance. Dos niños a los que había fallado.

Allison. Perdóname, me gustaría poder haberte preparado mejor. ¿Cuáles eran

las probabilidades de que conocieras a tu hermano de sangre tan lejos de tus

orígenes?

―Pareces distraído esta noche, viejo amigo. ―Sarren sonrió y tomó un escalpelo,

mirándolo a la cara. Su lengua se movió hacia fuera, deslizándose a lo largo de la

superficie―. Vamos a ver si podemos traer a tu mente de nuevo a donde se supone que

debe estar. He oído que la sangre sabe mejor directo de la cuchilla. ¿Por qué no vemos si

eso es cierto?

Cerré los ojos, preparándome. No podría sobrevivir mucho más tiempo; ya podía sentir

mi cordura deslizándose, sucumbiendo al dolor y la locura. Mi único consuelo era que

por lo menos Sarren me había encontrado en primer lugar, que estaba sufriendo las

consecuencias de su odio, y que mi descendencia estaba a salvo de sus demenciales

garras.

A continuación, la hoja encontró mi piel, y todos los pensamientos se desvanecieron y se

convirtieron en dolor.

―¡Kanin!

Arena inundo mi boca, obstruyendo mi nariz y la parte posterior de mi

garganta. Escupiendo y ahogándome, me volteé verticalmente, arañando a

través de capas de tierra hasta llegar a la superficie.

Zeke se levantó rápidamente de donde estaba sentado frente a un carril medio

enterrado. Aturdida, miré alrededor, tratando de recordar dónde estábamos. A

pocos metros de allí, las olas subían y bajaban en contra de una franja de arena

blanca, haciendo ruidos silbantes cuando regresaban al lago. Detrás de

Page 376: The immortal rules - Julie kagawa

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nosotros, los rascacielos en ruinas de Chicago llenaban el horizonte,

amenazando con caer a la arena.

Pedazos de la noche llegaron de nuevo a mí. Zeke y yo habíamos encontrado a

los demás a través del puente donde los había dejado, sentados en una de las

mismas camionetas utilizadas para secuestrarlos. Con sólo minutos hasta la

salida del sol, habíamos arrancado por las calles, poniendo tanta distancia como

pudimos entre nosotros y los asaltantes, hasta que llegamos a la costa. Con nada

en mi mente excepto la salida del sol, me había enterrado en la arena momentos

antes de que la luz se asomase por encima del agua y al instante perdí el

conocimiento.

―¿Est{s bien? ―preguntó Zeke, el cabello revuelto por el viento. Parecía más

fuerte esta noche, no tan pálido, con una chaqueta pesada sobre sus ropas

hechas jirones―. ¿Más pesadillas?

―Sí ―dije, aunque yo sabía que no era un sueño. Había sido Kanin. En

problemas―. ¿Dónde est{n los otros? ―le pregunté―. ¿Están bien?

Zeke hizo un gesto hacia el edificio detrás de nosotros, donde el camión había

sido estacionado cerca de la puerta, acumulando arena alrededor de sus

neumáticos. De vez en cuando, el viento corría alejando la capa de polvo,

mostrando manchas de pavimento debajo.

―Caleb est{ enfermo y Teresa sufrió un esguince en el tobillo―respondió―.

Pero aparte de eso, parecen estar bien. Sanos, de todos modos. Es increíble, de

verdad. Que nadie resultara herido de gravedad.

Una figura esbelta apareció en la puerta, mirándonos a Zeke y a mí. Cuando me

vio mirándola, no obstante, rápidamente desapareció de nuevo en el interior.

―Tienen miedo de mí, ¿no?

Zeke suspiró, pasándose una mano por el cabello.

―Les han enseñado toda su vida que los vampiros son depredadores y

demonios―dijo, no disculp{ndose, o a la defensiva, sólo como un hecho―. Sí.

Te tienen miedo a pesar de todo lo que les he dicho. Y Ruth...

―Me odia ―concluí, encogiéndome de hombros―. No es un gran cambio, allí.

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―Ella insistía en que desenterrara tu cuerpo y te matara mientras

dormías.―Zeke frunció el ceño y sacudió la cabeza―. Incluso trató de

conseguir que Jake lo hiciera cuando me negué. Tuvimos que tener... una

charla. ―Su rostro se ensombreció y miró hacia otro lado―. Ella tiene miedo.

Todos lo tienen. Después de lo que han pasado, no los culpo. Pero ella no se

interpondrá en tu camino o te causara problemas ―continuó con una voz

firme―. Y los otros han aceptado que tú viajes con nosotros por ahora. Aun

vendrás, ¿no? ¿Tú todavía nos llevaras allí?

―¿A Eden? ―Me encogí de hombros otra vez y miré hacia otro lado, hacia el

agua, así que no vi su cara. Mirarlo lo haría mucho más difícil―. No lo sé, Zeke.

No creo que Edén sea el tipo de lugar que daría la bienvenida a alguien como

yo. ―La cara de Kanin se deslizo a mi mente otra vez, torturada y en agonía―.

Y tengo... algo que tengo que hacer. Alguien a quien encontrar. ―Se lo

debo―.Van a estar bien contigo ahora. ―Finalmente le di a Zeke una mirada de

reojo―. Tú puedes llevarlos allí. Según el mapa de Jackal, Edén no está muy

lejos.

―Olvídate de los dem{s entonces. ―Zeke dio un paso hacia mí, no toc{ndome,

pero casi―. Te lo estoy pidiendo. Por favor. ¿Nos llevaras a través del tramo

final?

Lo miré, a su rostro pálido, serio, sus ojos azules, suplicando en silencio, y sentí

que mi voluntad se desmoronaba. Kanin me necesitaba, pero... Zeke me

necesitaba, también. Quería quedarme con él, a pesar de saber que esto, lo que

tuviéramos, terminaría solo en tragedia. Yo era un vampiro, y él todavía era

muy humano. Fueran cuales fueran mis sentimientos, no podía separarlos del

Hambre. Estar cerca de Zeke lo ponía en peligro, y sin embargo, estaba

dispuesta a arriesgarlo, incluso su vida, sólo para estar cerca de él.

Y eso, la dependencia, me asustó más que cualquier cosa que jamás hubiera

enfrentado. Allie la vagabunda lo sabía todo demasiado bien: entre más cerca

estuvieras de alguien, más te destruiría cuando ellos inevitablemente se iban.

Pero habíamos llegado tan lejos, no se sentía bien, no ver esto hasta el final.

―Est{ bien ―murmuré, con la esperanza de que Kanin aguantara un poco m{s.

Estaré allí pronto, Kanin, lo juro―. A Eden, entonces. Vamos a terminar lo que

empezamos.

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Zeke sonrió, y se la devolví. Juntos caminamos hacia arriba de la playa, a donde

el grupo nos esperaba a la sombra del edificio.

Siete personas acurrucadas en la parte trasera de la furgoneta, en silencio,

aterrorizadas. Dos adultos jóvenes, dos personas mayores y tres niños, uno que

se mantenía tosiendo y oliendo en su manga. Zeke conducía, y me senté a su

lado en el asiento del pasajero, mirando por la ventana. Nadie hablaba mucho.

Me ofrecí a cambiar de asiento una vez, dejar que alguien más se sentara al

frente, pero fue recibida con terrorífico silencio. Nadie quería al vampiro atrás

con ellos. Así que Zeke y yo nos quedamos enfrente, el peso de las palabras no

dichas persistente entre nosotros.

Nos dirigimos hacia el este a lo largo de un lago aparentemente sin fin,

siguiendo el camino y el mapa de Jackal, manteniendo un ojo cauteloso sobre el

desvanecimiento de la ciudad detrás de nosotros. Yo no dejaba de mirar a los

espejos laterales, esperando faros que rompieran a través de la carretera y

llegaran como un enjambre a nosotros. No fue así. El camino seguía siendo

oscuro y vacío, el paisaje en silencio excepto por el susurro de las olas que caen,

como si fuéramos las únicas personas vivas.

―Nos estamos quedando sin combustible ―murmuró Zeke después de varias

horas de conducción. Golpeó el salpicadero de la furgoneta, con el ceño

fruncido, luego suspiró―. ¿A qué distancia piensas que esta Edén?

―No lo sé ―respondí, mirando el mapa―. Todo lo que sabemos es que

tenemos que seguir el camino hacia el este hasta llegar allí.

―Dios, espero que este realmente allí ―susurró Zeke, agarrando el volante, los

ojos duros―. Por favor, por favor, que este allí. Esta vez, que sea real.

Manejamos a través de otra ciudad muerta en el borde de un lago, pasando

rascacielos que se desmoronaban, las ruinas de edificios antiguos y un

sinnúmero de autos que obstruían las calles agrietadas. Tejiéndose a través de

un mar ahogado de vehículos oxidados, me preguntaba cuán caótico había sido

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en la época anterior, tal número de personas llegando a alguna parte sin chocar

entre sí.

Zeke de repente sacó la furgoneta hasta detenerse junto a un descolorido

camión rojo y apago el motor. Yo parpadeé.

―¿Por qué nos detenemos?

―Estamos casi sin gasolina. Hay una manguera y un recipiente de gas en la

parte de atrás. Los vi cuando secuestramos la camioneta. Me imagino que

puedo tomar algo de unos pocos vehículos, por lo menos. ¿Cuidas mi espalda?

Asentí con la cabeza. Zeke dio media vuelta, asomando la cabeza hacia atrás

mientras los otros pasajeros se agitaban y murmuraban con inquietud.

―Todo el mundo, quédese. Sólo estamos parando por combustible. Estaremos

en nuestro camino pronto, ¿de acuerdo?

―Tengo hambre ―murmuró Caleb, oliendo su manga. Zeke le sonrió.

―Vamos a tomar un descanso pronto, lo prometo. Vamos a salir de la ciudad

primero.

Vi a Zeke, fascinada, mientras abría una tapa en un lado de un vehículo,

metiendo la manguera, y aspirando en el extremo. Los dos primeros coches no

produjeron nada, pero en el tercer intento, de repente Zeke se ahogó, se volvió

y escupió un bocado de líquido claro, antes de pegar la manguera en el

recipiente de plástico. Limpiando su boca, se inclinó contra otro coche y

observó la gasolina goteando en el recipiente.

Me acerqué a su lado y me apoyé en la puerta del carro, nuestros hombros

apenas tocándose.

―¿Cómo lo llevas?

Él se encogió de hombros.

―Est{ bien, supongo. ―Él suspiró, frot{ndose el brazo―. Todavía no me ha

golpeado, ¿sabes?, sigo esperando a Jeb para darme instrucciones, decirme

dónde iremos luego, cuándo deberíamos parar. ―Suspiró de nuevo,

pesadamente, mirando hacia la ciudad―. Pero él se ha ido. Y todo depende de

mí ahora.

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Vacilé, entonces me agaché y tomé su mano, ligeramente entrelazando los

dedos. Él los apretó agradecidamente.

―Gracias ―murmuró, tan suave que apenas lo escuché―. No podría... estar

haciéndolo ni de cerca tan bien si no estuvieras aquí.

―Ya casi estamos ahí ―le dije―. Sólo unos pocos kilometro más, creo. Y

podrás relajarte. No hay más vampiros, no más Rabiosos, no más reyes

asaltantes que cazar. Tú finalmente serás capaz de respirar.

―Si realmente existe Edén. ―Él sonaba tan triste que me volví para mirarlo.

―¿Qué es esto? ―le pregunté, d{ndole una sonrisa desafiante―. No me digas

que estás perdiendo la fe, Ezekiel Crosse.

Su boca se torció en una sonrisa.

―Tienes razón ―dijo, empuj{ndose lejos del carro―. No podemos darnos por

vencidos. Vamos allí primero, y ver qué sucede después. ―Se inclinó y tomó el

recipiente, mirando el contenido―. Eso es... qué, ¿alrededor de tres galones?

¿Dos y medio? ¿Crees que podremos obtener un poco más antes de irnos?

―Zeke ―gruñí, mirando por la carretera. La mirada de Zeke siguió la mía, y se

quedó completamente inmóvil.

Una criatura delgada, demacrada estaba agachada sobre un carro muerto a

unos noventa metros de distancia, su piel blanca pálida a la luz de la luna. No

nos había visto, pero vi a otro Rabioso rozando el agua detrás de un camión y el

que estaba sobre el carro gruñó y saltó hacia abajo por él, desapareciendo en el

mar de vehículos.

―Hay que salir de aquí ―murmuró Zeke, y se apresuró a regresar a la

furgoneta. Sombríamente, Zeke vertió la gasolina en el tanque, mientras yo

exploraba la oscuridad y el mar de vehículos en busca de Rabiosos. No se

movía nada, pero escuché ruidos escabulléndose entre los vehículos, y sabía

que estaban ahí. Era sólo cuestión de tiempo antes de que nos vieran.

―Listo ―murmuró, cerrando la tapa. Lanz{ndome el contenedor de gasolina,

nos trasladábamos hacia el frente, pero de repente, la puerta lateral se abrió y

Caleb salió a trompicones, frotándose los ojos.

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381

―Estoy cansado de estar sentado ―anunció―. ¿Cuándo podemos parar para

comer?

―Caleb, entra ―ordenó a Zeke, pero en ese momento un grito agudo rasgó el

aire mientras un Rabioso se abalanzó sobre un carro cercano y se aventó sobre

él.

Me lancé hacia delante, agarré a Caleb alrededor de la cintura y le di vuelta,

abrazándolo a mi cuerpo. El Rabioso me golpeó duro, desgarrándome con sus

garras, colmillos afilados hundiéndose en mi cuello. Siseé por el dolor,

encorvando los hombros para proteger a Caleb mientras el Rabioso arañaba

frenéticamente mi espalda.

Ruth de repente salió disparada de la camioneta, gritando, agarrando una barra

de hierro oxidado. Ella la balanceaba salvajemente, golpeando al Rabioso en el

brazo, y el monstruo se volvió hacia ella con un siseo.

―¡Aléjate de mi hermano! ―gritó Ruth y golpeó su mejilla con un crujido

satisfactorio. El Rabioso se tambaleó, rugió y arremetió, con las garras curvadas

capturando a la niña en el estómago, rasgando a través de tela y piel,

abriéndola. Sangre salpicó el lado de la camioneta. Mientras ella caía hacia

atrás, jadeando, Zeke se abalanzó sobre el capó de la camioneta, meció su

machete y lo enterró en el cuello del Rabioso.

El monstruo se derrumbó, su boca trabajando frenéticamente, mientras aullidos

y gemidos comenzaron a elevarse a nuestro alrededor. Arrojé a Caleb en la

furgoneta, haciendo caso omiso de sus gritos frenéticos, mientras Zeke recogía a

Ruth y se zambullía dentro con ella. Golpeando la puerta lateral, salté por

encima del capo y giré al asiento del conductor, tirando la puerta para cerrarla

justo cuando un Rabioso rebotaba contra el cristal, dejando una sangrienta tela

de araña de grietas.

Otro Rabioso saltó sobre el capó, siseando, mientras daba la vuelta a la llave

que Zeke había dejado en el encendido y puse el cambio de la camioneta en

conducir. El Rabioso se estrelló contra el parabrisas, rodó, y de repente tuve una

clara oportunidad con el camino abierto. Mientras puse el pie en el pedal, la

camioneta saltó hacia adelante y patinó lejos por la acera, golpeando algunos

Rabiosos, mientras escapábamos de la ciudad y huíamos en la noche.

Page 382: The immortal rules - Julie kagawa

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Enterramos a Ruth justo antes del amanecer, en una pequeña franja de tierra de

cultivo como a una hora fuera de la ciudad. Ella estuvo consciente hasta el final,

rodeada por su familia, mecida suavemente en los brazos de Zeke todo el

tiempo. Me concentré en conducir la furgoneta, tratando de ignorar el olor a

sangre que empapaba todo, y los sollozos suaves y sin esperanza que venían de

la parte posterior. Alguna vez cerca del final, la oí susurrar a Zeke que lo

amaba, y escuché sus latidos del corazón, que se hicieron más y más suaves, y

finalmente se detuvieron por completo.

―Allison ―llamo Zeke unos minutos m{s tarde, sobre los ruegos histéricos y el

llanto de Caleb para que su hermana despertara―. Amanecerá pronto. Busca

un lugar para parar.

Me detuve frente a una casa de campo abandonada, y a pesar de que el

amanecer estaba cerca, ayudé a Zeke a cavar la tumba en la dura arcilla del

exterior del edificio. Y con todo el mundo reunido silenciosamente, Zeke dijo

unas palabras para todos los que habíamos perdido: Ruth y Dorothy, Darren y

Jeb. Su voz se quebró unas pocas veces, pero mantuvo la calma, incluso con las

lágrimas que corrían por su rostro.

No pude quedarme todo el tiempo. Con el sol amenazando a asomarse en el

horizonte, me encontré con los ojos de Zeke sobre el montículo de tierra, y él

asintió. Alejándome del mucho más pequeño grupo, me encontré con un

espacio libre de suelo detrás de la granja y me hundí en la tierra mientras la

tranquila y seria voz de Zeke me siguió hacia la oscuridad.

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383

C A P Í T U L O 25

Traducido por Sisabel1320

Corregido por Garfield

Felizmente, mi sueño estuvo libre de pesadillas esta vez. Pero eso no calmo mi

sentido de urgencia cuando me empujé libre de la tierra la noche siguiente,

sacudiendo el polvo de mi cabello y ropa.

Kanin todavía estaba por ahí, en alguna parte. En problemas. Tal vez no pudo

estar a salvo. Tal vez el extraño silencio en mis sueños significaba que ya estaba

muerto. Pero no podía dejarlo. Tenía que tratar de encontrarlo, al menos.

Pronto.

Recogí un pedazo de barro de mi cabello, me di la vuelta y encontré a Caleb

mirándome.

Tenía los ojos rojos e hinchados, con el rostro sucio y manchado de lágrimas,

manchas donde se había limpiado la cara. Pero se quedó allí, mirándome con

los ojos entornados, secos, solemnes y sin miedo.

―Ellos pusieron a Ruth en el suelo ―dijo al fin, mientras un débil rugido de un

trueno resonó a lo lejos. Detrás de él, un relámpago brilló, mostrando que una

tormenta estaba en camino.

Asentí con la cabeza, preguntándome a lo que quería llegar.

―Pero tú saliste ―dijo Caleb, su mirada dirigida a la tierra removida detrás de

mí. Se volvió hacia arriba, mirándome fijamente a la cara, con los ojos

esperanzados―. Saliste, así que tal vez... Ruth va a volver, ¿también?

Podríamos esperar. Podríamos esperar hasta que ella vuelva, igual que tú.

―No, Caleb. ―Sacudí mi cabeza con tristeza―. Soy diferente. Soy un vampiro.

―Hice una pausa, para ver si eso lo asustaba. No lo hizo. Arrodillándome,

tomé su mano, mirando los dedos sucios―. Ruth era humana ―le susurré―. Al

igual que tú. Y Zeke. Y todo el mundo. Ella no va a regresar.

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Los labios de Caleb temblaron. Sin previo aviso, se abalanzó sobre mí,

golpeándome con sus pequeños puños, golpeando en mis hombros.

―¡Entonces conviértela en vampiro! ―sollozó, mientras las lágrimas

comenzaron a brotar de sus ojos de nuevo. Me estremecí, más sorprendida que

otra cosa, sin saber qué hacer―. ¡Haz que vuelva! ―gritó hacia mí―. ¡Tráela de

vuelta ahora mismo!

―¡Hey, hey! Caleb ―Y Zeke estaba allí, agarrando la muñeca del chico,

balanceándolo en sus brazos. Caleb gimió y enterró su cara en el hombro de

Zeke, todavía golpeando su pecho débilmente.

Zeke lo sostuvo hasta que la rabieta se tranquilizó, luego bajó la cabeza y le

murmuró algo al oído. Caleb sollozo.

―No tengo hambre ―murmuró él.

―Deberías ir a comer algo ―insistió Zeke, cepillando el cabello de Caleb. Sus

propios ojos estaban rojos, círculos oscuros se agazaparon debajo de ellos, como

si no hubiera dormido en absoluto. Caleb se sorbió la nariz y sacudió la cabeza,

sacando fuera su labio inferior.

―¿No? ―preguntó Zeke, sonriendo débilmente―. Sabes, Teresa encontró jalea

de manzana en el sótano. Y mermelada de melocotón. Es realmente dulce.

Un pequeño interés destello por parte de Caleb.

―¿Qué es jalea de manzana?

―Ve a preguntarle para que te dé un poco ―dijo Zeke, poniéndolo abajo―.

Todo el mundo está en la cocina. Mejor date prisa, o Matthew podría comérselo

todo.

Caleb caminó fuera, sombrío, pero al menos su arrebato parecía haberse

agotado. Zeke lo observó hasta que desapareció por la esquina, luego suspiró,

frotando una mano sobre sus ojos.

―¿Has dormido algo? ―le pregunté.

―Tal vez una hora. ―Zeke bajó el brazo, sin mirarme, observando a través de

los enmarañados campos ahogados más allá de la valla―. Hemos encontrado

un poco de combustible en el garaje―dijo―. Y hay una docena de latas de

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conservas en la bodega, por lo que debe servir para otra noche. ―Suspiró,

inclinando su cabeza―. ¿Le dijiste a Caleb que Ruth no iba a regresar?

Me puse rígida, luego asentí.

―Él tenía que escucharlo. No quería darle falsas esperanzas, de que su

hermana podría seguir con vida. Eso sería cruel.

―Lo sé. ―Zeke finalmente se dio la vuelta y la desolación en su rostro me

impacto. Parecía mayor, con líneas y círculos alrededor de los ojos y la boca que

no estaban allí antes―. Estaba tratando de decírselo antes, pero... ―Se encogió

de hombros―. Supongo que él necesitaba escucharlo de ti.

―Sabes que esto no fue tu culpa.

―Todo el mundo me dice eso. ―Zeke encogió los hombros para protegerse del

viento creciente―. Me gustaría poder creerlo. ―Se quitó el cabello de la cara,

sacudiendo la cabeza―. Me gustaría poder creer... que vamos a hacerlo. Eso de

que Eden aún sigue ahí fuera, esperando, después de tanto tiempo. Que hay un

lugar en esta tierra olvidada de Dios que está a salvo. ―Se dio la vuelta y pateó

una botella acostada en la hierba, estrellándola contra el costado de la casa.

Fragmentos verdes explotaron, volando por todas partes, parpadeé, mirándolo

con tristeza.

Zeke inclinó la cabeza hacia atrás, mirando arriba hacia las nubes.

―Dame una señal ―susurró, cerrando sus ojos―. Una pista. Cualquier cosa.

Cualquier cosa que me diga que estoy haciendo lo correcto. Que no debería

darme por vencido y dejar de buscar lo imposible, ¡antes de que todos a mi

alrededor estén muertos!

Como era de esperar, no hubo respuesta, salvo el viento y la tormenta

acercándose. Zeke suspiró, dejando caer la cabeza y se volvió hacia mí con una

mirada que se había vuelto completamente blanca.

―Vamos ―murmuró, comenzando a avanzar―. Tenemos que ponernos en

marcha antes de que llegue la tormenta.

Miré hacia atrás a la pared de nubes rodando en el lago.

Algo brillaba contra el negro, un breve destello de movimiento, y entrecerré mis

ojos esperando que volviera aparecer.

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―Zeke ―dije en voz baja, mirando por encima de la valla―. Mira.

Él se volvió, entrecerrando los ojos. Por un momento, nos quedamos allí, el

viento levantándose alrededor de nosotros, segmentos de rayos rozando el

horizonte. Truenos rugiendo amenazadoramente, y las primeras gotas de lluvia

comenzaron a caer.

Entonces, a lo lejos, una luz atravesó la oscuridad, un rayo de luz,

escabulléndose a través de las nubes. Se desvaneció un momento, sólo para

reaparecer de nuevo unos segundos más tarde, un foco giró en el cielo.

Zeke parpadeó.

―¿Qué es eso?

―No lo sé ―murmuré, dando un paso tras él―. Pero, y puedo estar

equivocada, parece estar viniendo desde el este.

―Donde se supone que Eden est{ ―Zeke terminó en un susurro y se fue,

corriendo por el lado de la casa sin mirar atrás. Le oí llamar a los demás y me

uní a ellos, sintiendo la emoción y el nerviosismo cuando todo el mundo se

apresuró a salir. Y yo tenía la esperanza, desesperada, que al final de este

camino, ellos encontrarían lo que estaban buscando.

Seguimos la orilla del lago, manteniendo nuestra mirada en el rayo tenue de luz

sobre los árboles. Nadie hablaba, pero la emoción de varios corazones latiendo

rápidamente era fácil de escuchar.

Lluvia golpeaba las ventanas, y Zeke entrecerró los ojos a través del cristal, su

mirada y su atención centrándose. A pesar de que era difícil ver a través de la

tormenta, la luz nunca se detuvo, un trozo de esperanza brillando a través de la

lluvia, impulsándonos adelante.

La carretera se estrechó, tejiendo su camino a través de bosques y maleza, a

veces desapareciendo por completo cuando la hierba y la suciedad rozaban

llenando los bordes y rompiendo a través del pavimento.

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Vehículos muertos empezaron a aparecer entre los árboles, dispersos a un lado

de la carretera o abandonados en la cuneta. La inquietud se agito, y mis

instintos hicieron sonar una advertencia. Me pareció que estos autos podrían

haber pertenecido a otros atraídos por esa luz, siguiendo las mismas promesas

de esperanza y seguridad.

Sólo, que nunca lo consiguieron. Algo los había detenido antes de llegar a Eden.

Algo que probablemente estaba esperando por nosotros, también.

Los Rabiosos siempre se sienten atraídos por lugares con mucha gente. La voz de

Kanin hizo eco en mi cabeza. Es por eso que las ruinas a las afueras de las ciudades

de vampiros son tan peligrosas. Debido a que los Rabiosos han descubierto dónde está su

presa, y a pesar de que no pueden lograrlo sobre las paredes, nunca dejan de intentarlo.

Por supuesto, ellos no son lo suficientemente inteligentes como para establecer trampas

complejas, pero han sabido emboscar a las personas o incluso vehículos, si saben que su

presa está pasando.

Zeke repentinamente pisó el freno. Caleb y Bethany gritaron cuando la

furgoneta derrapó unos metros en la carretera, y luego se detuvo

tambaleándose, todavía en el centro de la calzada. Mirando a través del cristal,

se me heló la sangre.

Un árbol estaba atravesando la calle, enorme, grueso y retorcido, demasiado

grande para ir alrededor, por encima o a través de él. Desde la tormenta, la

cantidad de lluvia y el viento, podría haberse caído por sí solo. Podría haber

sido arrancado y estrellado por causas totalmente naturales.

Y sin embargo... sabía que no era así.

Zeke me miró, su rostro pálido.

―Ellos están ahí fuera, ¿no?

Asentí.

―¿Cu{nto tiempo falta hasta el amanecer?

Miré mi reloj interior.

―Ni siquiera es medianoche.

Él tragó saliva.

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―Si nos sentamos aquí...

―Ellos romper{n la furgoneta en partes, tratando de llegar a nosotros. ―Miré

hacia abajo a la carretera, en busca de la luz. Resplandecía por encima de las

ramas, tentadoramente cerca―.Vamos a tener que correr hacia ella.

Zeke cerró los ojos. Pude ver que estaba temblando. Al abrirlos, robó un rápido

vistazo a la parte de atrás, a Caleb y a Bethany, Silas, Teresa, Mathew y Jake.

Los últimos de nuestro grupo. Los únicos que quedaban. Inclinándose cerca,

bajó la voz.

―Ellos nunca lo har{n ―susurró―. Teresa tiene una pierna mala, y los niños...

ellos no pueden escapar de esas cosas. No puedo dejarlos.

Miré por la ventana. Más allá de las luces delanteras había sólo lluvia y

oscuridad, pero sabía que estaban allí, observándonos. Déjalos, mi instinto de

supervivencia susurró. Están perdidos. Consigue sacar a Zeke fuera de allí y olvídate

de los demás, no hay manera de salvarlos, no esta vez.

Gruñí, profundamente en mi garganta. Habíamos llegado tan lejos. Sólo

teníamos que ir un poco más lejos.

―No te preocupes por los Rabiosos ―murmuré, agarrando la manilla de la

puerta―. Solo concéntrate en los demás. Consigue ponerlos a salvo tan pronto

como sea posible y no mires atrás.

―Allison<

Puse mi mano sobre la suya, sintiéndolo temblar bajo mis dedos.

―Confía en mí.

Él se encontró con mi mirada. Entonces, sin preocuparse de nuestra audiencia o

los suspiros de asombro que hicieron eco desde la parte de atrás, él se inclinó

hacia delante y presionó sus labios con los míos. Fue un beso desesperado, lleno

de nostalgia y tristeza, como si se estuviera despidiendo.

―Ten cuidado ―susurró alej{ndose. Y de repente me hubiera gustado poder

haber tenido más tiempo, que el mundo no consumiera cada pedacito de luz y

de bondad que encontraba, que la gente como Zeke y yo de alguna manera

pudiéramos encontrar nuestro Eden.

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Me volví, abrí la puerta del auto y salí a la lluvia. Saltando el árbol, saqué mi

espada, viendo mi sombra extenderse delante de mí en los faros. De acuerdo,

monstruos, pensé, caminando hacia adelante. Sé que están ahí. Sigamos adelante con

esto.

La tormenta se arremolinaba a mi alrededor, con lluvia torrencial, azotando en

mi chaqueta y cabello. Un rayo destelló, tornando el mundo blanco, revelando

nada más que vacíos bosques y sombras.

Brillo otra vez, y de repente, los árboles estaban llenos de ellos, cientos de ojos

blancos muertos mirándome, mientras arrastraban los pies adelante. Había

muchos, como hormigas pululando fuera del nido, y el aire se llenó con sus

gemidos y gritos escalofriantes.

Agarré mi espada y di un deliberado paso hacia adelante.

Con gritos agudos, los Rabiosos se abalanzaron hacia mí, un pálido y caótico

enjambre. Bramando un grito de guerra, me lancé a la orilla de la carretera y me

encontré con la primera oleada, con el acero parpadeando, corte a través de

extremidades y dividí cuerpos en dos. Garras cortaron hacia mí, rasgando a

través de mi chaqueta, en mi piel. Sangre empañó el aire húmedo, ambas, la

mía y la sangre contaminada de los monstruos, pero no sentía ningún dolor.

Rugiendo, les mostré mis colmillos y salieron disparados en onda, separándose

aparte.

Todo se disolvió en un caótico borrón de sangre, colmillos y extremidades

acuchilladas, y me perdí completamente en la destrucción salvaje.

Un grito atrajo mi atención a la camioneta. Zeke estaba sacando a Caleb por la

puerta lateral, cuando un Rabioso arañó su camino fuera de la tierra al lado de

la furgoneta y corto hacia ellos con garras curvas. Con un brazo, Zeke balanceo

a Caleb fuera de su alcance, Llevando el machete hacia abajo con el otro. La hoja

golpeó el cráneo del monstruo, enterrándose profundamente y el Rabioso se

apartó, retorciéndose. Me dirigí hacia ellos cuando, de repente, a través de los

árboles, la tierra se agitó, y otra oleada de monstruos brotó del suelo. Ojos

ardientes, dieron lamentos escalofriantes y se lanzaron hacia la furgoneta.

―Zeke ―grité, cortando la cabeza de un Rabioso por su cuello, mientras las

garras rasgaron una herida en mi manga―. ¡Sácalos de allí ahora!

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―¡Vamos! ―gritó Zeke, y el pequeño grupo de seis humanos treparon sobre el

árbol y se fueron por el camino. Silenciosamente Jake los condujo, agarrando el

hacha que había recogido de nuestra última parada, pero los otros eran

demasiado pequeños o demasiado viejos para llevar armas. Zeke rondaba por

la camioneta, esperando a que todos se hubieran ido, antes de dar vuelta para

huir, también.

Un Rabioso vino de la nada, chocando contra él antes de que pudiera moverse,

fijándolo al capó de la furgoneta. Ajustando sus mandíbulas, se abalanzó sobre

la garganta de Zeke, pero la mano de Zeke salió disparada, fijándola alrededor

del cuello, manteniendo lejos los dientes. El Rabioso siseo con furia y arremetió

hacia él con sus garras, desgarrando su pecho, y por un horrible momento,

recordé la noche bajo la lluvia, donde yo había muerto, sosteniendo al monstruo

lejos de mi garganta mientras sus garras desgarraban mi vida.

―Zeke. ―Rompiendo con la horda, me dirigí hacia él. Pero Zeke llevo su pie

hacia arriba, pateando al Rabioso en el pecho, lanzándolo lejos. Sus ojos azules

se encontraron con los míos a través de la lluvia.

―¡Ayuda a los dem{s! ―escupió él, mientras el Rabioso saltó a sus pies con un

silbido y se abalanzó sobre él otra vez. Se reunió con la hoja de su machete,

cortando a través de su rostro, y se tambaleó hacia atrás con un grito, sangre

brotando a través de sus ojos―. ¡Allison! ―Zeke interrumpió dando un

segundo vistazo―. ¡Olvídate de mí, ayuda a los demás! ¡Por favor!

Vi a Zeke llevar su arma hacia arriba, la parte delantera de su camiseta estaba

empapada de sangre, observe al Rabioso cernirse sobre él, y tomé mi decisión.

Girando, salté tras el resto del grupo, alcanzándolos justo cuando un par de

Rabiosos se abalanzaron hacia Bethany, cortándolos antes de que la tocaran.

Pero el círculo se cerraba, miré por todas partes, Rabiosos venían hacia

nosotros, saltando a través de los árboles y surgiendo de la tierra. Varios

saltaron hacia adelante, pero yo los corté en rodajas antes de que llegaran al

resto del grupo. Aun así, era sólo cuestión de tiempo antes de que los números

nos abrumaran.

Por el rabillo de mi ojo, podía verlos, apiñados. Teresa y Silas tenían a los niños

entre ellos, sollozando, y Jake se puso detrás de mí con su hacha, silencioso y

sombrío. Zeke se había ido. Los Rabiosos se acercaban, ola tras ola de ellos.

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No había a dónde ir.

Corre, mis instintos de vampiro susurraron. Los Rabiosos no te quieren a ti, quieren

a los humanos. Tú todavía puedes salir de esto con vida. ¡Corre ahora!

El círculo de Rabiosos encerrándonos, silbaba y gruñía. Miré detrás de mí al

pequeño grupo de personas, luego me volví para enfrentar el mar de la muerte,

bordeando delante por todos lados.

Zeke, pensé, blandiendo mi espada por una última vez, esto es por ti.

Dejando al descubierto mis colmillos, Rugí un grito de guerra y me lancé hacia

adelante. Luz atravesó la oscuridad, repentina y cegadora. Los Rabiosos se

congelaron, girando alrededor, cuando un monstruoso vehículo bramo a través

de la multitud, aplastando cuerpos y arrojándolos a un lado.

Patinó hasta detenerse a unos metros de distancia, y varios humanos

uniformados se asomaron por encima y enviaron una lluvia de fuego de

ametralladora hacia la turba.

Rabiosos gritaron y aullaron mientras el estruendo de las balas se unió a la

cacofonía ensordecedora, desgarrando carne, rompiendo concreto y haciendo a

la tierra y árboles explotar. Me encogí de vuelta con los otros, amontonándolos

lo más cerca del camión que pude, esperando que una bala perdida no golpeara

a nadie por error. Rabiosos se abalanzaron hacia el vehículo, pero fueron

cortados antes de llegar a los enormes neumáticos, temblando mientras eran

llenados de agujeros.

Se oyó un grito, y algo pequeño voló por el aire, lanzado por uno de los

humanos. Unos segundos más tarde una explosión sacudió el suelo, enviando

Rabiosos a volar.

Gruñendo, el resto de la manada se volvió y huyó, saltando de regreso dentro

del bosque o enterrándose en la tierra. En unos pocos segundos, toda la jauría

había desaparecido, y la noche aún estaba a excepción de la lluvia.

Me puse tensa cuando un humano saltó desde lo alto del camión y se dirigió

hacia nosotros. Era grande y musculoso, vestido con un uniforme negro y

verde, y sostenía una muy, muy grande arma con ambas manos.

―Vimos las luces en el camino ―dijo él, como un hecho―. Siento que no

pudimos llegar antes. ¿Hay alguien herido?

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Aturdida, me quedé mirándolo. Otros soldados fueron surgiendo desde el

vehículo ahora, envolviendo al grupo en mantas, llevándolos de vuelta a la

camioneta. Uno de ellos recogió a Bethany después de tirar una manta

alrededor de ella, y otro ayudó a Teresa cojeando sobre el pavimento. El

soldado a la cabeza los miró un momento, luego se volvió hacia mí.

―¿Estos son todos? ―me preguntó bruscamente―. Una vez que nos vayamos,

no vamos a regresar si podemos evitarlo. ¿Es este todo su grupo?

―No ―jadeé y me di la vuelta, escudriñando el camino detrás de nosotros―.

No, hay uno más. Lo dejamos en la furgoneta, él aún podría estar vivo.

Comencé a ir hacia adelante, pero él me agarró del brazo.

―Est{ muerto, chica. ―Los ojos del soldado eran simp{ticos, mientras yo me

giré hacia él furiosamente―. Si él se quedó atr{s con los Rabiosos, está muerto.

Lo siento. Pero debemos llevar a los que estén vivos a Eden.

―No lo voy a dejar ―gruñí, tirando mi brazo de su agarre. Mi garganta ardía

de rabia por la injusticia de todo. Que Zeke pudo llegar tan lejos, llegar tan

cerca, sólo para caer al final. Pensé en los datos que llevaba, la información

valiosa que podría salvar a la raza humana, y me aparté del soldado.

―Usted no lo conoce, él aún podría estar vivo. Si est{ muerto< ―Apreté mis

puños, mi voz se quebró un poco―. Aún tengo que saberlo. Pero no lo voy a

dejar atrás. Hemos llegado demasiado lejos para eso.

―Sé que es duro<―El soldado comenzó pero fue interrumpido.

―¿Sargento? ―Uno de los soldados se asomó desde la camioneta.

―Sargento Keller, creo que será mejor que vea esto.

Me di la vuelta. Una figura solitaria caminaba constantemente en el camino

hacia nosotros, una mano sosteniendo su hombro, la otra sujetando un machete

a su lado. Estaba cubierto de sangre, la ropa desgarrada, y cada paso parecía

doloroso, pero él estaba vivo.

El alivio se disparó a través de mí. Alejándome de Keller, corrí hacia él,

tomándolo mientras él se tambaleaba, dejando caer su arma al pavimento.

Estaba temblando, su piel fría, y apestaba a sangre, tanto la del Rabioso como la

suya propia. Sentí su corazón, golpeando frenéticamente en su pecho, el sonido

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más hermoso que jamás había escuchado. Un brazo se deslizó a mi alrededor,

manteniéndonos juntos, y él apoyó su frente contra la mía.

―Zeke ―susurré, sintiendo su respiración temblorosa en mi piel, la tensión

recubría su espalda y hombros. Él no dijo nada, sólo me abrazó más fuerte, pero

yo me retire un poco hacia atrás para mirarlo―. Maldita sea, no vuelvas a

hacerme eso otra vez.

―Lo siento ―susurró, su voz aguda con dolor―. Pero... ¿los otros? ¿Están

todos bien? ―Le enmarqué su cara con ambas manos, con ganas de reír y llorar

y darle una bofetada a la vez.

―Todos est{n bien ―le dije, y lo sentí relajarse―. Lo logramos, Zeke. Eden está

directo a la vuelta de la esquina.

Él dejó escapar un suspiro irregular, y se apoyó en mí.

―Gracias ―susurró, justo cuando los soldados se abarrotaron a nuestro

alrededor. Estábamos a salvo ahora. Lo solté y di un paso atrás, dejando que los

humanos arrojan una manta alrededor de sus hombros, una linterna brilló sobre

sus heridas y le hicieron una tonelada de preguntas.

―No son m{s que rasguños ―oí decir a Zeke, mientras el sargento Keller lo

miraba con el ceño fruncido―. No me han mordido.

―Llévenlo al camión ―ordenó Keller, agitando su brazo―. Ellos pueden

revisarlo una vez que estemos detrás del muro. En marcha, gente.

Momentos más tarde, me senté junto a Zeke en la parte trasera del monstruoso

camión, ambos envueltos en mantas, su mano agarró firmemente la mía.

Rodeada de tantos humanos, el Hambre se agitó inquieta cuando los arañazos

debajo de mi chaqueta lentamente se curaron, pero la ignoré. Caleb y Bethany

se aferraban a los adultos que conocían, mirando a los soldados con cautela,

pero el resto de ellos estaban aturdidos con alivio. Cuando la lluvia lentamente

ceso, me asomé por la parte superior del camión y vi aproximarse un par de

enormes puertas de hierro al final de la carretera. Una valla se extendía a ambos

lados de ella, recordándome al Muro en Nueva Covington, oscura y grande y

cercada con alambre de púas en la parte superior. El rayo blanco de un reflector

giró lentamente alrededor justo en una esquina de la pared, atravesando el

cielo.

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Se oyeron gritos desde el interior de la cerca, y las enormes puertas se abrieron

lentamente, permitiendo que el camión pasara a través.

Más humanos armados y uniformados se alineaban en la ruta de acceso más

allá de la puerta, corriendo detrás del camión mientras cruzaba un pequeño

recinto con calles enlodadas y algunos edificios largos de cemento en la

distancia. Torres de vigilancia se extendían a lo largo de la pared cada cien

metros más o menos, y los humanos aquí parecían ser todos militares.

Caleb miró por encima del borde con los ojos muy abiertos.

―¿Esto es Eden? ―preguntó él tristemente. Uno de los soldados se rió.

―No, pequeño chico, todavía no. Mira. ―Él señaló a un muelle que se extendía

a lo largo de las oscuras aguas del gran lago―. Eden se encuentra en una isla en

medio del lago misterioso. Hay un barco que llegará para ir allí mañana por la

mañana.

Así que Jeb había tenido razón. Eden estaba en una isla. Este lugar era

simplemente un punto de control, la última parada antes de llegar a la ciudad.

―¿Cu{n lejos? ―murmuró Zeke desde mi hombro, con la voz tensa por el

dolor. El sargento Keller lo miró con el ceño fruncido.

―No está lejos. Alrededor de una hora en barco. Pero primero, hay que

asegurarnos de que no estés infectado. Todos ustedes han estado en contacto

con los Rabiosos. Todo el mundo tendrá un examen completo aquí, antes de

que se les permita entrar a la ciudad.

Uh-oh. Eso no sonaba bien para mí. Y la mano de Zeke apretó la mía,

mostrando que él sentía lo mismo. El camión salió por el campamento y

finalmente se detuvo en uno de los largos edificios de cemento cerca de la orilla

del lago.

Un hombre calvo en una larga bata blanca nos esperaba cerca de la puerta de

atrás y habló con urgencia al sargento Keller mientras nosotros nos

amontonamos saliendo del camión. Vi al sargento hacer un punto entre Zeke y

yo, y el hombre calvo miró con ansiedad.

Una cama sobre ruedas fue sacada, empujada por dos hombres con batas

blancas, y Zeke se subió en ella a pesar de sus protestas. Al final, él cedió, pero

todavía mantenía un férreo control sobre mi mano mientras nos movíamos a

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través de las puertas dentro de una habitación blanca y estéril. Camas forraban

las paredes, y los hombres y mujeres de blanco se precipitaron hacia nosotros,

enviando a los demás para diferentes partes de la habitación. Caleb se resistió

un poco, aferrándose a Jake, pero fue conquistado cuando el hombre sacó algo

pequeño y brillante del bolsillo de su bata. Se veía como un botón verde en un

palo blanco, pero cuando Caleb lo puso en su boca, sus ojos se abrieron, y él se

encogió con una sonrisa. El hombre le tendió la mano, y Caleb le permitió

conducirlo hacia un mostrador.

―Disculpe.

Miré hacia arriba. Habíamos llegado a un par de puertas dobles en el extremo

de la habitación, y el pequeño hombre calvo me miraba en tono de disculpa.

―Lo siento ―dijo él―. Pero primero tenemos que llevar esto a cirugía, ahora.

Algunas de sus heridas son muy graves, y todavía no sé si fue mordido. Tiene

que dejarlo ir.

No sabía lo que era "cirugía", pero no quería dejar que Zeke se fuera, de repente

tuve miedo de que si él fuera a través de esas puertas sin mí, nunca lo volvería a

ver.

―¿No puedo estar allí con él?

―Lo siento ―dijo el hombre de nuevo, parpadeando detrás de sus gafas―. Me

temo que no está permitido. Demasiado peligroso, usted sabe, tanto para el

paciente, y para usted misma. Pero le juro que vamos a hacer todo lo posible

por él. Estará en buenas manos, se lo aseguro.

Miré a Zeke de nuevo. Él se quedó allí, pálido y ensangrentado bajo las duras

luces, ojos cerrados. Una de las mujeres se había pegado antes a su brazo con

una aguja, y se la había colocado por completo.

Sus dedos alrededor de los míos eran flojos.

―Puede esperar afuera de la sala, si quiere. ―El hombre calvo me dio una

comprensiva sonrisa cansada―. Y vamos a dejarle saber cómo esta él tan pronto

como terminemos. Pero necesitas dejar que se vaya ahora. Deje que se vaya.

Suavemente, él tomó mi mano, desenlazándola lejos de la mano de Zeke.

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Me resistí un momento y luego la dejé caer. El hombre calvo sonrió de nuevo y

me palmeó el brazo.

Ellos rodaron a Zeke a través de las puertas, y yo los seguí por un estrecho

pasillo, con poca luz hasta que desaparecieron a través de otro par de puertas,

sin ventanas, un brillante “No Entrar” estaba pintado en rojo vivo en el metal.

Atrapé una bocanada de sangre vieja a través de las puertas, mientras se

cerraban, y mi estómago se revolvió con miedo y Hambre.

Me quedé en el pasillo, mirando hacia las puertas, sintiendo las horas pasar

lejos. Me pregunté cómo estaban haciéndolo los demás. Me pregunté si Zeke

estaba bien, si él iba a salir adelante.

Había sido mucha sangre. Si hubiera sido mordido... si él se convirtiera en uno

de esos monstruos...

Negué con la cabeza, abandonando ese pensamiento. Apoyada contra la pared,

levante la vista hacia el techo y dejé que mis ojos se cerraran.

No sé si puedes oírme, pensé en dirección general al cielo, o si incluso estas

escuchando. Pero, si tienes algún sentido de la justicia en absoluto, no permitas que

Zeke muera allí. No cuando él está tan cerca. No cuando sacrificó todo para poder ver a

los otros aquí con vida. Sé que probablemente estés ansioso por llevarlo a casa, pero él es

necesario aquí un poco más. Sólo deja que se quede un poco más.

La sala permaneció vacía, silenciosa. Bajé la cabeza, dejando mis pensamientos

a la deriva. Me pregunté, de repente, dónde estaba Kanin, si aún estaba vivo. Si

él me podía sentir, sentir dónde estaba, o si es que incluso le importaba. Si

todavía estaba lo suficientemente sano para importar. Me pregunté si sentía que

uno de sus descendientes había matado a otro.

Lo sentí entonces. Un destello de rabia y odio tan fuerte, sacudí mi cabeza en

alto, golpeando mi cráneo contra la pared. Haciendo una mueca, me quedé en

el pasillo, sintiendo mis colmillos sobresalir a través de mis encías, gruñendo en

voz baja. Por un segundo, lo sentí, vi su cara. Sentí su ira, dirigida directamente

hacia mí. No Kanin. No el vampiro psicópata. Jackal. Él estaba vivo.

Las puertas al final de la sala se abrieron. Di un salto levantándome cuando el

hombre calvo surgió con un aspecto muy cansado, manchas de sangre en su

bata blanca.

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―Tu amigo va a estar bien ―dijo sonriendo, y me desplomé contra la pared en

relieve―. Ha perdido mucha sangre, tiene una conmoción cerebral leve y había

una vieja herida de bala en su pierna, pero no está infectado. Espero que tenga

una plena recuperación.

―¿Puedo verlo?

―Ahora est{ durmiendo. ―El hombre calvo me dirigió una mirada severa―.

Puede visitarlo más tarde, pero creo que usted también necesita puntos de

sutura, jovencita. A juzgar por las roturas en su ropa, me sorprende que no esté

en peores condiciones. ¿Alguien le ha examinado? Quédese quieta un

momento.

Él se volvió hacia un extraño dispositivo en su cuello y metió las puntas en sus

orejas.

―Esto no va a doler―prometió, sosteniendo arriba el brillante círculo met{lico

en el extremo del tubo―. Sólo voy a escuchar su corazón, a revisar su

respiración.

Él movió el dispositivo hacia mi pecho... y mi mano salió disparada, agarrando

su muñeca antes de que ninguno de nosotros supiera lo que estaba pasando.

Dio un salto, sorprendido por lo rápido que me moví y me miró con grandes

ojos redondos detrás de sus gafas. Me encontré con su mirada triste.

―Usted no va a encontrar nada allí ―murmuré, y él frunció el ceño un

momento, confundido. Entonces su rostro palideció, y me miró paralizado.

Escuché la velocidad de sus latidos, y una capa de sudor brilló en su frente.

―Oh ―susurró él en una pequeña, entrecortada voz―. Eres un... Por favor no

me mates.

Solté su muñeca, dejando la mía caer a mi lado.

―Vamos ―murmure, d{ndole la espalda―. Haga lo que tenga que hacer

Él vaciló, como si temiera un truco, que iba a girar y saltar sobre él al segundo

que estuviera de espaldas. Entonces oí sus pasos, corriendo a toda velocidad

por el pasillo, corriendo a propagar la voz acerca de vampiros en los pasillos.

No tenía mucho tiempo.

Corriendo hacia las puertas de cirugía, me abrí paso al interior.

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La habitación estaba a oscuras, salvo por una luz brillante que resplandecía en

una cama en el medio de la sala, rodeado por máquinas dando pitidos y

estantes con instrumentos de metal. Zeke yacía de espaldas, una gasa limpia

envolvía su pecho, un brazo en un cabestrillo, respirando tranquilamente. Su

cabello rubio brillaba bajo las luces.

Me acerqué a la cama inclinándome cerca, alisando el cabello de sus ojos,

escuchando el sonido de su corazón.

―Hola ―dije en voz baja, sabiendo que probablemente no podía oírme,

inconsciente como él estaba―. Escucha, Zeke, me tengo que ir. Hay algo que

tengo que hacer, alguien a quien tengo que encontrar. Le debo mucho, y está en

problemas ahora. Sólo quería decir adiós.

Zeke dormía. Puse mi mano en su brazo sano, apretando suavemente. Mis ojos

ardían, pero los ignoré.

―Es probable que no me vuelvas a ver ―murmuré, sintiendo algo caliente

deslizarse por mi mejilla―. Te traje aquí, como prometí que haría. Me gustaría...

me gustaría poder haber visto tu Eden, pero ese lugar no es para mí. Nunca lo

fue. Tengo que encontrar mi propio lugar en el mundo.

Inclinándome, rocé mis labios con los suyos.

―Adiós, Ezekiel ―susurré―. Cuida de los demás. Ellos estarán buscándote a ti

ahora.

Él se movió en su sueño, pero no se despertó. Soltándolo, me di la vuelta y

caminé lejos, fuera de la habitación y a través de las puertas. A medida que ellas

se cerraban detrás de mí, pensé oírlo murmurar mi nombre, pero no miré atrás.

Caminar de regreso a través de la sala principal era un viaje mucho más hostil

que cuando había llegado. Los hombres y mujeres de bata blanca o bien me

miraban o se encogían detrás de mí, acurrucados junto a la pared, viendo como

me dirigía a través de la habitación. Ni uno de nuestro grupo original estaba allí

para decir adiós. Probablemente era mejor de esa manera.

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Caleb haría un escándalo, y los otros tal vez quisieran saber a dónde estaba

yéndome. Pero no sabía a dónde iba. Todo lo que sabía era que Kanin, y ahora

Jackal, estaban por ahí. Tenía que encontrar a mi Maestro, ver si todavía lo

podía ayudar. Le debía mucho. En cuanto a mi “hermano de sangre", estaba

bastante segura de que me encontraría, con el tiempo. Y no quería estar cerca de

aquellos que me importaban cuando lo hiciera.

Afuera, la tormenta se había ido, y las estrellas brillaban relucientemente a

través de las nubes. Una brisa congelo mi piel, oliendo a arena, pescado y agua

de lago, y a un nuevo comienzo. Pero no para mí.

Un escuadrón de soldados vino corriendo hacia mí, liderados por el sargento

Keller. Levanté mis manos mientras ellos me rodeaban, dirigiendo sus armas a

mi pecho, sus caras endurecidas con sospecha y miedo.

El sargento camino hacia delante, su previa sonrisa se convirtió en una línea

sombría.

―¿Es verdad? ―preguntó él, entrecerrando los ojos―. ¿Eres un chupasangre,

como el doc dice? ―Cuando no respondí, su rostro se endureció―.

Respóndeme, antes de que empecemos a llenarte de agujeros para ver si mueres

o no.

―No quiero problemas ―le dije con calma, manteniendo mis manos donde

pudiera verlas―. Ya me iba, de hecho. Déjame salir de aquí, y no me volverás a

ver.

El sargento Keller vaciló. Los otros soldados mantenían sus armas apuntando

en mi corazón. Por el rabillo de mi ojo, vi movimiento en las aguas del lago, un

ferry blanco descolorido se alzaba en el muelle. El barco que los llevaría a todos

a Eden pero no a mí.

―Sargento ―gruñó uno de los hombres―. Debemos acabar con ella. Ahora,

antes de que alguien escuche que dejamos pasar a un vampiro a través de las

puertas. Si el alcalde se entera, habrá pánico en toda la ciudad.

Me encontré con los ojos de Keller, manteniendo mi expresión tranquila, a pesar

de que sentía mi cuerpo tenso, listo para estallar con violencia si era necesario.

No quería hacerles daño a estos hombres, pero si comenzaban a disparar, no

tendría más remedio que apartarlos. Y esperaba que los dispararon no me

llenaran de agujeros antes de que pudiera escapar.

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―¿Te marcharas? ―preguntó Keller con gravedad―. ¿Te alejaras y no

regresaras?

―Te doy mi palabra.

Él suspiró y bajó el arma.

―Est{ bien ―dijo, mientras algunos de sus hombres empezaban a protestar―.

Te escoltaremos a las puertas.

―¡Sargento!

―¡Basta, Jenkins! ―Keller miró al hombre que había hablado―. Ella no ha

lastimado a nadie aquí, y no estoy a punto de empezar una pelea con un

vampiro si no es necesario. Cállate y retírate.

Los soldados cedieron, pero sentí sus miradas sobre mi espalda mientras me

condujeron a través del patio enlodado, de vuelta a las enormes puertas de

hierro que guardaban la entrada. Keller gritó una orden y una de las puertas se

abrió, sólo lo suficiente para que una persona caminara a través de ellas.

―Muy bien, vampiro ―dijo Keller, asintiendo con la cabeza hacia la puerta. Oí

el chasquido de sus armas detrás de mí, una media docena de cañones

nivelados en mi dirección―. Ahí está la puerta. Sal y no regreses.

No dije nada. No miré hacia atrás. Me acerqué a la puerta y me deslicé a través

de ella, sintiéndola rechinar cuando se cerró detrás de mí, sellándome fuera de

la humanidad, de Eden y Zeke.

Somos vampiros, Kanin me había dicho, en una de nuestras últimas noches

juntos. No importa quiénes somos, de dónde venimos. Príncipes, Maestros y Rabiosos

por igual, nosotros somos monstruos, separados de la humanidad. Ellos nunca van a

confiar en nosotros. Nunca nos van a aceptar. Nos escondemos en medio de ellos y

caminamos entre ellos, pero estamos siempre separados. Condenados. Solos. No lo

entiendes ahora, pero lo harás. Llegará un momento en el camino, antes que se divida, y

tendrás que decidir tu rumbo. ¿Vas a optar por convertirte en un demonio con un rostro

humano, o vas a luchar contra tu demonio hasta el fin de los tiempos, sabiendo que

siempre lucharas sola?

Un silencioso camino se extendía ante mí, empapado de lluvia y lleno de autos.

Mientras observaba, pálidas figuras comenzaron a deslizarse a través de los

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árboles o arañando para salir de la tierra. Rabiosos subieron a la acera, llenando

el camino, sus silbidos y gruñidos elevándose en el aire. Sus ojos blancos

brillaban vacíos con locura y hambre, y comenzaron a correr a toda velocidad

hacia adelante.

Alcanzando mi espalda, saqué la espada, sintiéndola raspar libre, reluciendo

cuando se encontró con la luz. Mirando hacia arriba a los Rabiosos

aproximándose, sonreí.

F I N

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Próximamente:

T H E E T E R N I T Y C U R E (BLOOD OF EDEN #2)

Allison Sekemoto se ha comprometido a rescatar a su creador, Kanin, quien es

mantenido prisionero y torturado por el psicótico vampiro Sarren. El llamado

de la sangre la lleva de vuelta a donde todo comenzó, Nueva Covington y El

Fringe, y a un príncipe vampiro que la quiere muerta, pero que podría

convertirse en un inesperado aliado.

Mientras Allie enfrenta sorprendentes revelaciones y angustias como nunca

jamás conoció, una nueva cepa del virus Red Lung que diezmo a la humanidad

está en ascenso, amenazando a humanos y vampiros por igual.

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S O B R E L A A U T O R A

J U L I E K A G A W A

Soy una escritora y autora de la Saga para jóvenes adultos The Iron

fey, comenzando con The Iron King. Amo los libros, el anime, el

sushi, escribir y los videojuegos. (En ocasiones, los personajes de mi

libro secuestran mi ordenador y hacen una aparición, pero no me

hago responsable de nada de lo que dicen.)

http://www.juliekagawa.com/

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