tributo a hostos

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     A propósito del 111 aniversario del fallecimiento de Eugenio María de Hostos (1903-11 de agosto-2014)

    Hostos (Textos en su memoria)

     Tributo a

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    Retrato de Hostos (2012), por Rainer Collado Polanco.

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    Tributo a Hostos (Textos en su memoria) © 2014, Miguel Collado

    DE ESTA PRIMERA EDICIÓN: © 2014, Comisión Permanente de Efemérides Patrias

    Publicaciones de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias 2004-2014, Volumen No. 42

    ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Retrato de Eugenio María de Hostos , del artista visual dominicano Fernely Lebrón

    ILUSTRACIÓN DE CONTRACUBIERTA:Retrato de Hostos  (2012), por Rainer Collado Polanco

    ILUSTRACIONES INTERIORES: Archivo de imágenes del Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográcas, Inc.(CEDIBIL)

     Teléfono: 809-949-0477 • E-mail: [email protected]

    DISEÑO GRÁFICO  Y  DE CUBIERTA: Eric Simó / Melissa Moquete

    IMPRESIÓN:  Talleres de impresión de Editora Búho

    ISBN: 978-9945-462-75-3

    Impreso en Republica Dominicana • Printed in Dominican Republic

    D ANILO MEDINA Presidente Constitucional de la República Dominicana

     JOSÉ R  AMÓN PERALTA Ministro Administrativo de la Presidencia

     JUAN D ANIEL B ALCÁCER  Presidente Comisión Permanente de Efemérides Patrias

    MU-K IENG ADRIANA S ANG Miembro

    R  AFAEL PÉREZ MODESTO Miembro

     V IRTUDES URIBE Miembro

    HÉCTOR  L ACHAPELLE DÍAZ Miembro

    R  AFAEL C ABRAL C ABRERA Miembro

    M ARCIO V ELOZ M AGGIOLO Miembro

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    In memoriam aSalomé Ureña de Henríquez y a

    Federico y Francisco Henríquez y Carvajal,amigos y colaboradores del apóstol antillano.

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    Te vas, pero germinará la simiente que dejas en el surco, y los frutos del porvenir se fecundarán con la savia de tusdoctrinas pedagógicas.

     ¡Adiós! Cuando en las horas tranquilas que te espe- ran bajo otro cielo, acuda a tu memoria un pensamiento deamargura en el cual palpite el nombre de mi patria, piensatambién que hay en ella corazones amigos que te recuerdan

     y almas agradecidas que te bendicen.* 

    S ALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ

    He conocido a un hombre espiritualmente perfecto: Eugenio María de Hostos.** 

    PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA

    *En discurso pronunciado como directora del Instituto de Señoritas en la segundainvestidura de alumnas suyas, en la Escuela Normal de Santo Domingo, en diciembre

    de 1888 y en presencia del maestro Eugenio María de Hostos, quien habría de partirhacia Chile el 18 de ese mismo mes.

    **En: Camila Henríquez Ureña. Obras y apuntes. Santo Domingo: BANRESERVAS,[2004]. Tomo I: Educación. P. 7.

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    Eugenio M. de Hostos*

    Benévolo y sencillo; austero y noble;  formidable en la acción y en el ensueño; 

    llevó á todo adelanto, grave empeño, y á todo afán de bien, esfuerzo doble.Lucha su vida fue contra lo innoble; 

     y en cátedra y labor ―vigilia y sueño―,quiso labrar conciencias, de halagüeño

    temple de acero y altitud de roble.

    Bajó á deshora la tiniebla fría a sumir para siempre en lo profundo; 

    esa razón, potencia y armonía.

    Lejos ya irradia, pero más fecundo; como el sol, que en aislada lejanía,

    alumbra y fertiliza el vasto mundo.

    G ASTÓN F. DELIGNE1904

    *En su: Galaripsos . 2ª. edición. Prólogo: Pedro Henríquez Ureña. Santo Domingo, Rep.Dom.: Secretaría de Estado de Educación y Bellas Artes, 1963. P. 122. (ColecciónBiblioteca Dominicana; Vol. VII).

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    Índice 

    PRESENTACIÓN ..................................................................... 15PREFACIO Miguel Collado .................................................................. 17

    MI  TRIBUTO  A HOSTOS Miguel Collado .................................................................. 251900: Del retorno denitivo de Eugenio Maríade Hostos a su segunda patria  ................................................ 27 Eugenio María de Hostos: Ciudadano

    de la Inmortalidad  ................................................................. 41

     TRIBUTO DE LOS HENRÍQUEZ  Y  C ARVAJAL......................... 53

    Hostos. A través de su obra y de mis recuerdosFederico Henríquez y Carvajal ........................................ 55 Mi tributo 

    Francisco Henríquez y Carvajal ...................................... 73

     TRIBUTO DE LOS HENRÍQUEZ UREÑA ................................ 83

    Hostos  Pedro Henríquez Ureña ................................................... 85Hostos  Max Henríquez Ureña ...................................................... 91La vida de Hostos  Camila Henríquez Ureña.................................................. 99

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     TRIBUTO DE DOS DISCÍPULOS  AVENTAJADOS .....................119

    Hostos ante la historia dominicana y de América  

    Félix Evaristo Mejía ........................................................121 Eugenio Ma. de Hostos, el antillano insigne Arturo Grullón ................................................................163

     APÉNDICE I

    Cronología de Eugenio María de Hostos (1839-1903) 

    Instituto de Estudios Hostosianos de Puerto Rico ..179

     APÉNDICE II

    Iconografía familiar de Hostos  ..............................................187

     APÉNDICE

     IIIBibliohemerografía hostosiana de autoresdominicanos (1876-2014)Miguel Collado ................................................................195

    SOBRE LOS  AUTORES 

    Miguel Collado ................................................................253

    ÍNDICE ONOMÁSTICO .........................................................269

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    Presentación

    Con motivo del 111 aniversario del falleci-miento del maestro Eugenio María de Hos-tos, de grata recordación para los domini-

    canos y los antillanistas, la Comisión Permanente deEfemérides Patrias se complace en poner a disposicióndel público lector un valioso conjunto de trabajos crí-ticos de diferentes autores que fueron colaboradores

    y amigos cercanos del egregio prócer puertorriqueño.Entre esos autores guran los hermanos Federico y

    Francisco Henríquez y Carvajal, la poeta Salomé Ureñade Henríquez así como dos de los discípulos más aven-tajados del gran educador y humanista antillano: FélixEvaristo Mejía y Arturo Grullón.

     También integran esta selección otros tres textosoriginales de los hermanos Pedro, Max y Camila Hen-ríquez Ureña quienes, tal y como consigna Collado enel prefacio de esta obra, sintieron el inujo de la moral

    y del pensamiento hostosianos a través de la formaciónrecibida de sus ilustres progenitores.

    Con este nuevo aporte bibliográco, su autor, Mi-guel Collado, rinde homenaje al maestro Hostos a tra-

     vés de dos ensayos de su autoría, incluidos también enel presente texto, titulados: “Del retorno denitivo de

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    Eugenio María de Hostos a su segunda patria” y “Eu-genio María de Hostos: ciudadano de la inmortalidad”.

     Al compilador de la presente antología correspondetambién la útil guía “Bibliohemerografía hostosiana deautores dominicanos (1876-2014)”.

    La Comisión Permanente de Efemérides Patrias seune a este merecido homenaje bibliográco dedicado

    al maestro Hostos y agradece al escritor Miguel Colla-

    do su gentileza al habernos conado la oportunidad deauspiciar la presente publicación, que sin duda consti-tuye un importante aporte para los jóvenes investiga-dores y estudiosos de la cultura dominicana en generaly, en especial, del sistema de enseñanza en la RepúblicaDominicana durante los dos últimos decenios del sigloXIX y los albores del siglo XX.

    Comisión Permanente de Efemérides Patrias

    Santo DomingoDiciembre 2014

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    Prefacio

     M OTIVACIÓN  Y  PROPÓSITO DE  ESTA OBRA

    Otra vez la historia le brinda al mundo antillano una

    ocasión propicia para volver la mirada ―en estahora de tanta incertidumbre mundial― sobre el lu - 

    minoso pensamiento hostosiano: la conmemoración del 111 ani- versario del fallecimiento del apóstol de América Eugenio Maríade Hostos (1903-11 de agosto-2014).

    Y es con ocasión de tan trascendental efeméride histórica que

    hemos considerado oportuno ―y justo― reunir en un volumentextos críticos de educadores dominicanos que estuvieron estre- chamente vinculados al Gran Maestro en esa extraordinariaempresa transformadora del sistema de enseñanza en RepúblicaDominicana realizada por él durante las dos últimas décadas delsiglo XIX y en los inicios del pasado siglo XX. Nos referimosa los hermanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, aSalomé Ureña de Henríquez ―grandes colaboradores y amigosdel inmortal prócer puertorriqueño― y a dos de los discípulos másaventajados de Hostos: Félix Evaristo Mejía y Arturo Grullón.

    Pero también forman parte de esta selección tres escritos de gran valor sobre el Ciudadano de América de la autoría de loshermanos Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña, quienes ―a

    través de la formación recibida de sus ilustres padres― sintieronel inujo de la moral y del pensamiento hostosianos.

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    Hemos agregado a esos valiosos textos ―sin pretender igua - lar su brillantez intelectual ni su nivel de erudición― dos artí - 

    culos nuestros: “1900: Del retorno denitivo de Eugenio Maríade Hostos a su segunda patria” y “Eugenio María de Hostos:Ciudadano de la Inmortalidad”. Este último se reere exclusiva - mente a las circunstancias bajo las cuales aconteció la muerte deHostos en la ciudad de Santo Domingo.

    La presente compilación tiene como propósito mostrar un poco lo

    que ha sido la presencia impactante de Hostos en la vida espiritualdominicana. Originalmente había sido concebida, hace varios años, para ser publicada bajo el auspicio de la Liga Hostosiana-CapítuloRepública Dominicana, entidad de la que fuimos Vicepresidentedesde su fundación. Pero ha sido ahora, con el concurso de la Comi- sión Permanente de Efemérides Patrias, presidida por el historiador

     Juan Daniel Balcácer, cuando ha sido posible su aparición.Las huellas de Hostos, en el plano magisterial, las encon- 

    tramos en casi todos los países de la América hispánica dondeél estuvo: en Perú, en Chile, en Argentina, en Venezuela, enPanamá, pero especialmente en República Dominicana.

     A NTECEDENTES 

    Son escasas las compilaciones de escritos en torno a la gurade Eugenio María de Hostos que han visto la luz pública desde1904. A veces se trata de ponencias presentadas en seminarios ycongresos cuyo objetivo ha sido el de buscar un acercamiento a laobra y al pensamiento del singular humanista y a veces de ensayoso estudios críticos. La dispersión en la producción de artículos,

    ensayos y conferencias en torno a su vida y obra constituye un retointeresante para compiladores y bibliógrafos.

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     A continuación citamos, en orden cronológico, algunas de esascompilaciones con las que hemos trabajado:

    • 1904 Eugenio María de Hostos. Ofrendas a sumemoria. Santo Domingo, Rep. Dom., Imprenta Oiga,1904.

    • 1939 América y Hostos. Colección de ensayos acerca de Eugenio María de Hostos recogidos y publicados por la Co- 

    misión Pro Celebración del Centenario de su Natalicio. Edi- tores: Federico Henríquez y Carvajal y otros. La Habana,Cuba: Editorial Cultural, 1939.

    • 1952 Hostos, hispanoamericanista. Colección de ensayosacerca de Eugenio María de Hostos, recogidos y publicados

     por Eugenio Carlos de Hostos. Madrid, España: Imprenta

     J. Bravo, 1952.

    • 1954 Hostos, peregrino del ideal. Ideario y trabajosacerca de Eugenio María de Hostos y apéndice recogidos y

     publicados por Eugenio Carlos de Hostos. París, Francia: Ediciones Literarias y Artísticas, 1954.

    • 1988 Visiones sobre Hostos. Selección, prólogo y notasde Manuel Maldonado-Denis. Caracas, Venezuela: Biblio- teca Ayacucho, 1988.

    • 1995 Julio César López, Editor. Hostos: Sentido y pro-yección de su obra en América.  Río Piedras, PuertoRico: Instituto de Estudios Hostosianos / Universidad de

    Puerto Rico, 1995. (Primer Encuentro Internacional sobreel Pensamiento de Eugenio María de Hostos).

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    ORGANIZACIÓN  DE  ESTA OBRA

    • Distribución de los textosHemos considerado conveniente clasicar los nueve textos de

    opinión sobre Hostos en cuatro secciones:  1. Mi tributo a Hostos: escritos del compilador y editor del

    libro;

    2. Tributo de los Henríquez y Carvajal: escritos de los her- manos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal;

    3. Tributo de los Henríquez Ureña: escritos de los hermanosPedro, Francisco y Camila Henríquez Ureña; y

    4. Tributo de dos discípulos aventajados: escritos de los edu- 

    cadores Félix Evaristo Mejía y Arturo Grullón, dos delos maestros normalistas graduados en la primera promo- ción (1884) en la Escuela Normal fundada por Hostos en1880 en la ciudad de Santo Domingo.

    • Apéndices

    Con la autorización del desaparecido Instituto de Estudios

    Hostosianos de la Universidad de Puerto Rico (Recinto Río Pie- dras), habíamos incluido la “Cronología de Eugenio María deHostos (1839-1903)” como Apéndice I en nuestra obra Biblio-hemerografía hostosiana de autores dominicanos (1876-2003), publicada en 2003 con ocasión de conmemorarse el primercentenario del fallecimiento de Hostos. La reproducimos en este

    libro por considerarla un interesante documento que sintetiza lo que fue la vida ejemplar, desde su nacimiento hasta el momento de sumuerte, del padre de la educación dominicana.

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     En el Apéndice II el lector podrá apreciar una galería foto-  gráca de la familia de Eugenio María de Hostos: sus padres,

    sus abuelos, su esposa y sus seis hijos, cuatro de los cuales nacie- ron en Santo Domingo y dos en Chile. Es importante destacarque en esa galería ha sido incluida la foto de su abuela paterna,la cual era dominicana.

    Para ofrecer una visión panorámica de lo que ha sido la presen- cia de la gura de Eugenio María de Hostos en los estudios sobre

    la cultura y la educación dominicanas, actualizamos la biblioheme- rografía hostosiana de autores dominicanos que aparece en nuestraobra citada; la misma, ahora, comprende el período 1876-2014.( Véase Apéndice III  ).

    Durante los 111 años transcurridos desde la triste desapari- ción física de Hostos ―el 11 de agosto de 1903― hasta los días

    actuales, centenares de artículos sobre la vida y obra del ilustreantillano han visto la luz pública a través de revistas y periódi- cos dominicanos. Como hace once años, tampoco en esta ocasiónnos hemos propuesto elaborar una bibliohemerografía exhaustiva,sino preliminar, que se irá ampliando, en cada reedición, connuevos títulos.

    Por su relevancia histórica han sido hemerograadas algunascartas, como la que, en fecha 29 de junio de 1876, enviara aHostos el patriota Gregorio Luperón. En ese momento, el apóstolse encontraba en la ciudad de New York. Ambos sostuvieronuna entrañable amistad.

    • Sobre los autores

    Como un modo de reconocer que los autores de los textos reco-  gidos en este volumen son, en gran medida, los verdaderos autores

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    de la obra —independientemente de nuestro aporte en nuestra tri-  ple condición de autor, compilador y editor—, incluimos, al nal,

    breves noticias biobibliográcas en torno a ellos. Solo breves notasque permitirán al amable lector tener una visión, así sea general,de la autoridad intelectual de los responsables de la mayoría delos textos de opinión compilados.

    C  ERRANDO  ESTE PREFACIO

    Para cerrar este prefacio, a continuación ofrecemos al lectorhostosiano un breve opinario de los colaboradores en torno alCiudadano de la Inmortalidad: 

    • “Hostos es de la familia de los grandes iluminadores de laHistoria. Dormido para siempre, con el sueño del justo, ál- 

    zase por encima de su tumba, brillando con luz propia, laestrella polar de su edicante vida”. F  EDERICO H  ENRÍQUEZ  Y  C  ARVAJAL .

    • “Su espíritu es modelo de espíritus. Él es radioso faro en lanoche tenebrosa de nuestras desdichas. Feliz aquel que seacapaz de comprenderlo bien, de poseerlo en toda su intensidad,

     y logre vivir como él toda su vida… Seguidlo, si podéis!…”F RANCISCO H  ENRÍQUEZ  Y  C  ARVAJAL .

    • “Orador olímpico, cuyos monumentales discursos no han sidoigualados en Santo Domingo, escritor genial, conocedor delidioma, aunque le sometía a torturas en favor de la expresión

     gráca, pensador aún más grande i soberbio, su espíritu ga - 

    llardea en la vanguardia del pensamiento contemporáneo, ori-  ginal i poderoso”. P  EDRO H  ENRÍQUEZ  U REÑA.

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    • “ Eugenio María Hostos ha muerto! Ha caído agobiado, vencido por la tristeza y el desencanto, apagada la antorcha de los

    ideales que amó su alma generosa. Se ha ido inesperadamente,como si presintiera el naufragio de su obra. Se ha extinguidodulcemente, dejando la estela luminosa de sus luchas y de sus

     glorias, dejando grabada donde quiera que holló su planta, la grandeza armoniosa de su vida”. M  AX  H  ENRÍQUEZ  U REÑA.

    • “Tenía una hermosa cabeza: ancha frente, coronada en los

    años juveniles por cabellos negros y rizados que el tiempo tor- nó grises. Desde sus mocedades usó la barba crecida, comomarco o un rostro lleno de animación y de dulzura, iluminado

     por ojos verdes de expresión melancólica y contemplativa. Deestatura regular, andar reposado y continente majestuoso, todoen su gura traslucía la superioridad espiritual, sugería la

    vocación apostólica”. C  AMILA H  ENRÍQUEZ  U REÑA.• “Hostos es indiscutiblemente una gura histórica dominica - 

    na; tanto, por lo menos, como de Puerto Rico y de toda la América. La gratitud nacional así le ha consagrado”. F  ÉLIX   EVARISTO M  EJÍA.

     M IGUEL  C OLLADOCompilador - Editor 

    Santo Domingo, Rep. Dom.Octubre 11 de 2014

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    MI  TRIBUTO  A HOSTOSMiguel Collado

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    1900: Del retorno denitivo de Eugenio

     María de Hostos a su segunda patria 1

    S U  PRESENCIA  EN  S  ANTO D OMINGO

    El día 6 de enero de 1900, a solicitud delgobierno presidido por Juan Isidro Jime-nes Pereyra, retorna a su patria adoptiva

    el Maestro Eugenio María de Hostos para continuarsu grandiosa empresa: transformar el sistema de ense-ñanza de República Dominicana, empresa iniciada en

    1875, en Puerto Plata, con sus aportaciones intelectua-les a través de varios medios fundados por él (Las Tres

     Antillas, Los Antillanos), reanimando la vida periodísticade esa importante ciudad. Más tarde, el 5 de marzo de1876, fundaría allí la Sociedad-Escuela La Educadora.

    Max Henríquez Ureña, en su obra  Mi padre. Perl

    biográco de Francisco Henríquez y Carvajal 2, relata: “Esrecibido Eugenio María de Hostos con grandes mani-festaciones públicas. [Francisco] Henríquez y Carvajal

    1  Con el título de “Presencia de Eugenio María de Hostos en tres ciudadesdominicanas en 1900”, en: Miguel Collado. En torno a la literatura dominica- na (Apuntes, literarios, bibliográcos y culturales). Santo Domingo, Rep. Dom.:Banco Central de la República Dominicana, 2013. Pp. 85-94. (Coleccióndel BANCENTRAL de la Rep. Dom.; v. 190. Serie Arte y Literatura; 65).

    2  Santo Domingo, Rep. Dom.: Comisión Permanente de la Feria Nacionaldel Libro, 1988. P. 54.

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    le da la bienvenida en nombre del gobierno”. Más de-talles sobre este histórico regreso del apóstol antillano

    nos los da el historiador Emilio Rodríguez Demorizi:

    …el día 6 de enero de 1900 era recibido jubilosamente enla ribera del río, del histórico Ozama, cuyas aguas habían reco- 

     gido, en el lejano 1888, como ancla desatada de la embarcación,su promisor ‘¡HASTA MAÑANA!’ Su retorno fue, puede

    decirse, un Domingo de Ramos. La alborozada ciudad empavesósus calles, como en día de glorias y de triunfos. El incansableluchador se entregó de nuevo al trabajo interrumpido en 1888.

     Ahora, quizás, era más penosa la faena. Lilís había corrompidoel alma ciudadana, y era necesario devolverle su dignidad.3

    3  Hostos en Santo Domingo. 2 ed. Santo Domingo, Rep. Dom.: Sociedad Do-minicana de Bibliólos, 2004. Tomo II: p. 60.

    Calle José Reyes en la ciudad de Santo Domingo a principios del1900. (Foto: Asociación Dominicana de Genealogía y Heráldica).

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    Hostos había partido hacia Santiago de Chile, enmisión educadora, en diciembre de 1888, ante la difícil

    situación de presión política existente en el país bajo elrégimen tiránico de Ulises Heureaux (Lilís).

    Pero quien mejor describe el panorama del sistemade enseñanza de República Dominicana al momentodel retorno denitivo del prócer puertorriqueño ―ladifícil y caótica situación que Hostos tendría que en-frentar al ser designado Inspector de Enseñanza Públi-ca a partir del 1o de junio de 1900― es la brillante edu-cadora dominicana Camila Henríquez Ureña. Ella dice:

     El día 6 de enero de 1900 la ciudad de Santo Domingo acogióde nuevo al Maestro y a su familia. El dolor de Hostos se mitigó untanto al ver reunidos a sus discípulos y a sus auxiliares, dispuestos

    a volver al trabajo. El traía siempre grandes ideales en el alma, luzen el cerebro, y aun tenía siempre fuerza en el espíritu para lanzarseal combate. Volvió a su labor de difundir la enseñanza en el senode la sociedad dominicana. Sus amigos no habían dejado caer labandera; pero la instrucción pública, abandonada durante más dedoce años, exigía un gran esfuerzo para ser reorganizada. Hostoslo realizó: hizo viajes de inspección y de estudio, concibió proyectos,unió voluntades, alentó esperanzas, creó escuelas, desempeñó cáte- dras, se multiplicó para dar a sus alumnos varios cursos a la vez…Y contra el que de tal modo se consagraba al servicio de la nación,surgieron de nuevo las pasiones mezquinas, la intransigencia, laincomprensión. El ultramontanismo le hizo oposición acérrima…4 

    4  En su: Las ideas pedagógicas de Hostos y otros escritos. 2 ed. Santo Domin-go, Rep. Dom.: Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos(SEEBAC), 1994. P. 31.

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    Hostos había vivido, entre 1884 y 1888, en la anti-gua calle Real del barrio San Carlos de la ciudad de San-

    to Domingo. Dicha calle, con el tiempo, fue recibiendodistintos nombres: 27 de Febrero, Presidente Vásquez,Dr. José Dolores Alfonseca y 30 de Marzo, designaciónactual. A su regreso de Chile en 1900, volvió a residiren esa misma calle, aunque en una casa diferente: la pri-mera estaba fabricada de madera extranjera con techo

    de zinc, mientras que la segunda “era de mamposteríacon galería sostenida por tres columnas”.

    S U  PRESENCIA  EN  L  A V  EGA

    Si a alguien se le ocurriera escribir la biografía delilustre humanista Eugenio María de Hostos (1839-1903) tomando en cuenta todos los detalles, día pordía, de su fructífera vida, siguiendo su itinerario exis-tencial de aproximadamente 23,603 días ―es decir,

    64 años y 7 meses―, entonces tendría que referirse a

    esos días en los que Hostos, en sus afanes en pro de latransformación del sistema educativo nacional ―como

    máximo responsable de la supervisión de dicho siste-ma― permanece en La Vega del miércoles 11 al miér-coles 25 de julio de 1900; del miércoles 1º al miércoles8 de agosto; el día 22 de agosto; y del viernes 24 deagosto al miércoles 19 de septiembre, fecha en que sedirige hacia la comunidad de Sánchez para continuar

    con su misión de apasionado vigilante de la educacióndominicana.

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    En “viaje de inspección general de la enseñanza enla República”, anotaría Hostos en su Diario5. Él ya habíaestado antes allí el 11 de agosto de 1887.

    O sea, que el inmortal apóstol antillano durmióbajo el cielo vegano durante 48 noches y transitó porlas calles de esta histórica ciudad durante 51 días. Elmismo Hostos nos describe la circunstancia bajo la cualllega a La Vega:

    Después de cuatro días de permanencia en Sánchez, salimos

     para La Vega a las seis y media de la mañana del miércoles 11,bajo un aguacero, y llegamos a las doce y cuarto p.m.6

    Luego, Hostos nos cuenta su discurrir en La Vega:sus reuniones con el Inspector Provincial de Escuelas,

    5  Obras completas . Compiladas por: Juan Bosch. Habana, Cuba: Cultural,S. A., 1939. Vol. II. Tomo II: p. 361.

    6  Loc. cit.

    Locomotora No. 7 del ferrocarril Sánchez-La Vega, inaugurado enel año 1887, una revolución en el transporte de carga para la época.

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    el connotado escritor Federico García Godoy; y con elPresidente y el Vice-Presidente del Ayuntamiento Mu-

    nicipal. Con ellos acuerda:

    …en concentrar las Escuelas de Niñas en una Normal de Maestras; la Superior de Varones en Normal de Maestros, yaplicar al sostenimiento de ellas la suma disponible de tres milseiscientos pesos, distribuyendo en cada Normal el personal do- 

    cente y escolar que existe ahora.

     A Hostos le hace un recibimiento, el lunes 16 de ju-lio, el Club Camú, y otro, el día anterior, la Sociedad de

     Artesanos, en cuyo local se conviene en instalar, con lasremodelaciones y adaptaciones pertinentes, la EscuelaNormal de Maestras.

    Esos hechos minúsculos, que vinculan a EugenioMaría de Hostos a la “microhistoria” de la educación

     vegana, son de gran trascendencia para la macrohisto-ria de la educación dominicana.

    S U  PRESENCIA  EN  S  ANTIAGO

    En el año 2003 publicamos una obra sobre Hostosque nos fue encomendada por la comisión creada porel Poder Ejecutivo para conmemorar el primer cente-nario de la muerte del prócer puertorriqueño: Bibliohe- merografía hostosiana de autores dominicanos (1876-2003), en

    la que aparece el himno que le escribiera el poeta y edu-cador santiaguero Ramón Emilio Jiménez (1886-1970),

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    y que fue musicalizado por el compositor dominicano José de Jesús Ravelo (1876-1951).

    En el mes de agosto de 2011 la comunidad hos-tosiana de Santiago de los Caballeros, con ocasión deconmemorarse el 108 aniversario del fallecimiento deEugenio María de Hostos, disfrutó de la brillante in-terpretación de ese emotivo himno en las voces bienarmonizadas de El Orfeón de Santiago, considerada la

    principal agrupación coral de la Región del Cibao, fun-dada en 1962 y siempre bajo la magistral dirección delPadre César Hilario. La actividad conmemorativa fueauspiciada por la Alcaldía de esa histórica ciudad.

     A continuación las letras de ese “Himno a Hostos”,pieza poética contenida en La Patria en la canción,7 obradidáctica publicada por Jiménez en 1933:

     Apóstol de una causa, prócer de un ideal, fundaste en la República la Escuela Racional.Por la escuela viviste; 

     fue ‘civilización o muerte’ tu divisa,

     y fue tu religión.Y por ella sufriste; el deber de enseñar de tu verbo hizo culto,

    7  La patria en la canción. Obra graduada de canto coral en cuatro series. Barcelona,España: Imprenta Hispano-Americana, 1933. xi-348 p.

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     y de tu vida altar.Por el bien de la Patria 

     y el de la humanidad te coronó la diosa de la inmortalidad.Y al ser la encarnaciónde un máximo ideal,la Escuela será siempre 

    tu propio pedestal.

    Para el investigador interesado en escribir la historiade las relaciones de Eugenio María de Hostos con laciudad de Santiago de los Caballeros, los datos que másadelante ofrecemos podrían ser de alguna utilidad.

    Sabido es que Hostos pisó tierra dominicana porprimera vez el 30 de mayo de 1875. Lo hizo al arri-bar en Puerto Plata el vapor americano Tybee quehabía abordado en New York. Es cuando conoce aSegundo Imbert, a Gregorio Luperón y a FedericoHenríquez y Carvajal. Estos dos últimos habrían deconvertirse en dos grandes amigos y colaboradores

    incansables del prócer puertorriqueño en su heroicaempresa transformadora del sistema de enseñanzaen República Dominicana. Pues bien, ocurre que enseptiembre 8 de ese mismo año de 1875, Hostos leescribe a los redactores del periódico La Paz , órga-no de la Sociedad Liga de la Paz, de Santiago de los

    Caballeros, una reveladora y poco difundida carta enla que expresa su deseo de conocer a esa importanteciudad cibaeña:

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    Si pudiera lisonjearme la esperanza de ser conocido en esacomarca y por ustedes, valdría algo la palabra de aliento que va a

    salir de mi pluma y de mi alma para ustedes. Siempre, y en todoel Nuevo Mundo, alma y pluma y vida entera han estado en mí adisposición de los buenos, y consagradas al presente y al porvenirde esta gran patria que jamás he visto limitada al pedazo de tie- rra que me disputan los españoles, y que veo en todos y cada unode los pedazos de tierra en que está subdividido el Continente y

    en que está despedazado el archipiélago.Dominicano de sentimiento  ―continúa diciendo Hos-tos ―, como cubano de obligación, como puertorriqueño de naci - miento, como latinoamericano de origen y devoción y aspiración,me conmueve cuanto conmueve el viril corazón de todos nuestros

     pueblos, y no he podido ser indiferente al acto de inteligencia, dealto patriotismo y de elevada concepción de los deberes del ciuda- dano que hay en la actitud de las asociaciones política, económica

     y lantrópica que juntas han producido ese periódico […] […] quiero decir en alta voz que no hay pensamiento, senti - 

    miento, acto, intención, aspiración, que no hayan tenido en mí elsello infalsicable de mi afecto razonado a este país.

    Esa carta fue publicada en el periódico La Paz  del 11de septiembre de 1875 y reproducida, luego, en la obraHostos en Santo Domingo, de Emilio Rodríguez Demorizi.Pero más interesante resulta lo que expresa Hostos el 5de julio de 1884, fecha en que publica, en el número 10de la Revista Cientíca  (Santo Domingo), su artículo titu-

    lado “La provincia de Santiago de los Caballeros comoejemplo de adhesión”. El eximio educador declara suadmiración por Santiago en el primer párrafo:

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    La provincia más provincia de todas las provincias de laRepública Dominicana, la de Santiago de los Caballeros. Ella

    es la que salvó de la invasión haitiana, todo el norte de la Repú- blica: ella es la que, desde mucho antes, sostenía, con el espírituviril que faltaba a las demás, la lucha por la vida en que estabanempeñados los colonos españoles de oriente y los colonos francesesde occidente 8.

    En 1880 Hostos funda y dirige la primera EscuelaNormal del país y dicta cátedras de Derecho y Econo-mía Política en el Instituto Profesional, y al año siguien-te, en 1881, funda la Escuela Normal de Santiago delos Caballeros. La instalación de la Escuela Normal enesta ciudad tiene lugar, especícamente, el 19 de enero

    de 1881 y quien preside el acto es el Presidente de laRepública, Fernando Arturo de Meriño.

    En 1884 se efectúa, en la ciudad de Santo Domin-go, la investidura de los primeros maestros normalistasy Hostos pronuncia un memorable discurso, que luegosería publicado con el título de  Apología de la Verdad .Ocurre que uno de sus discípulos más sobresalientes

    fue Arturo Grullón, oriundo de Santiago de los Caba-lleros, y cuyo nombre ostenta la Escuela Primaria-In-termedia de Jánico, uno de los 9 municipios de la pro-

     vincia Santiago. Al pasar el tiempo, sería el Dr. ArturoGrullón uno de los médicos de cabecera del padre de laeducación dominicana en su lecho de muerte.

    8  Emilio Rodríguez Demorizi. 2 ed. Hostos en Santo Domingo. Vol. I. SantoDomingo, Rep. Dom.: Sociedad Dominicana de Bibliólos, 2000. P. 133.

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    Nos hemos referido a la presencia de Eugenio Ma-ría de Hostos en la ciudad de La Vega en 1900, mientras

    realizaba labor de supervisión educativa en su calidadde recién designado Inspector de Enseñanza Pública.En su diario, en fecha jueves 5 de julio de 1900, en laciudad de Santo Domingo, Hostos escribe:

    Salí a las cuatro p.m. en viaje de inspección general de la en- 

    señanza en la República, a bordo del Cherokee. Llegamos a Ma- corís a las siete p.m. y salimos para Sánchez a las ocho a.m. delsiete. Después de cuatro días de permanencia en Sánchez, salimos

     para La Vega a las seis y media de la mañana del miércoles 11,bajo un aguacero, y llegamos a las doce y cuarto p.m.9 

    El miércoles 8 de agosto de ese año, procedente deLa Vega, Hostos llega a la ciudad de Santiago de losCaballeros. Él relata:

    Salida de La Vega para Santiago. Llegada a las doce. Reuniónen mi aposento con el Gobernador y el Inspector Provincial. Se con- viene en un programa de tareas. Serán: reunión del Ayuntamiento

     por la noche. Invitación al director del Colegio Central para que se presente acto continuo; convocación de la Junta de Instrucción Pú- blica para mañana a las nueve; reunión del cuerpo de profesores.10

    El distinguido visitante continúa contando en sudiario:

    9  Obras completas . Habana, Cuba: Cultural, S. A., 1939. Tomo II: p. 360.10  Loc. cit .

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    Los días fueron completados en esas tareas, que termina- ron con la presentación en el Centro de Recreo a la sociedad de

    Santiago. Parece que el efecto causado por el discurso fué muy favorable, pues se me ha hablado de una manifestación pública para que me quede.11 

    El sábado 11 de agosto Hostos registra en su diariola siguiente escena:

    Se me presenta el señor Peña y Reinoso. Lo que dice; lo quele contesto, y espíritu de conciliación y tolerancia con que lo calmo

     y lo despido. Salida para Puerto Plata.12 

    Hostos se reere al educador y escritor Manuel de Jesús Peña y Reinoso, oriundo de Licey y fundador enSantiago de los Caballeros del Colegio La Paz y de laSociedad Literaria Amantes de la Luz.

    El Gran Maestro retornaría a Santiago de los Caba-lleros el sábado 18 de agosto. Al día siguiente se reúnecon el Gobernador y asiste al Club de Santiago. El lu-nes 20 imparte

    Instrucciones al director provisional de la Escuela de Co- mercio de Puerto Plata y comunicaciones al Presidente de la

     Junta de Instrucción Pública; a la Comisión de Vigilancia, a

    11  Op. cit., pp. 366-367.12  Loc. cit., p. 367.

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    los directores del Club Juvenil y a los padres de familia electos por la Comisión.13 

     Antes de su salida denitiva de Santiago rumbo a

    La Vega ―lo cual ocurrió el miércoles 22 de agosto de

    1900― Hostos, el martes 21, recibió “la comisión dejóvenes nombrada para requerir mi residencia en San-tiago”, dice él. En la noche de ese martes, y a solicitud

    del Vicepresidente de la Junta de Instrucción Pública,dicta una conferencia “para insistir en el propósito dela sociedad de Santiago”.14 

    Eugenio María de Hostos visitaría nuevamente aSantiago de los Caballeros el 30 de marzo de 1901, per-maneciendo hasta el 1o de abril, día en que parte haciaLa Vega. Sobre esta breve estancia en dicha ciudad nadaencontramos en su diario, pues en el mismo hay un va-cío entre el 23 de septiembre de 1900 y el 22 de marzode 1903. Queda pendiente de investigar acerca de lapresencia del ilustre visitante durante esos dos días.

    13  Op. cit., p. 369.14  Idem , p. 24.

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     Eugenio María de Hostos:

    Ciudadano de la Inmortalidad 1

    Fueron varias las ocasiones en que el ilustredominicano Federico Henríquez y Carva-jal tuvo que contestar la siguiente pregunta:

    “¿Cómo ha visto y ve usted al señor Hostos?”. Una deellas fue cuando, el 14 de enero de 1939, pronunciabasu discurso a propósito del centenario del natalicio delapóstol antillano:

    Siempre lo vi i aun lo veo de alma entera. Así lo vi siempre porque estuve, en un lapso de veintiocho años, muy cerca de él, junto a él, a su lado; nunca en frente i tampoco a sus espaldas. Era bueno. Era sabio. Era justo.2 

    Es en esa misma ocasión, y al cierre de su pieza ora-

    toria, cuando el amigo entrañable de Hostos y de Martí,exclama y sentencia:

    ...se oye de nuevo el clamor de la noche triste, el cual ya no esuna censura ni una protesta, sino una clarinidad de la Historia

    1  En: Miguel Collado. En torno a la literatura dominicana (Apuntes, literarios, bi- bliográcos y culturales).  Santo Domingo, Rep. Dom.: Banco Central de laRepública Dominicana, 2013. Pp. 75-84. (Colección del BANCENTRALde la Rep. Dom., v. 190. Serie Arte y Literatura; 65).

    2  Rev. Clío (Santo Domingo), VII (XXXIV) : 47, marzo-abril, 1939.

    Yo quisiera morir en mi isla querida; pero no tendré esa dicha si llega

    mi hora siendo ella esclava.EUGENIO M ARÍA DE HOSTOS

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    que nos dice: ‘Los Grandes Muertos dan testimonio de que losGrandes Vivos no mueren. Ellos sobreviven, cuando son sem- bradores e iluminadores i con sus obras i con su vida edican elalma de las generaciones del presente i el alma de las generacionesdel futuro...’ 3

    Eugenio María de Hostos siempre ha sido, a nues-tro entender, un gran vivo y desde su tumba centenariasigue dando testimonio de ello, porque la grandeza desu obra espiritual y el ejemplo de su vida como extraor-dinario ser humano, le sirven de fundamento incuestio-nable; porque fue un Sembrador como ningún otro en

     América y porque no hubo senda por donde anduviera

    3  Loc. cit.

    Eugenio María de Hostos junto a sus alumnos de la Escuela Normal en 1880.

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    que no iluminara con la luzde su pensamiento. Quizá

    por todo esto es que la bri-llante educadora dominica-na Ivelisse Prats-Ramírezde Pérez hace la siguienteconfesión:

    ...mientras más tiempo pasamás lo admiro y reverencio, másme asombran su valor innito,su modestia acrisolada, su voca- ción abnegada de darlo todo porla libertad de los pueblos y de losespíritus.[...] Estaba lleno de una bondad y generosidad que locondujeron por la vida bordeando el martirio, libre de los egoísmosmundanos, aferrado a esa utopía que cuando hablaba la hacía ver

     y tocar a sus discípulos, como un mago racional y persuasivo queusaba en vez de trucos la brujería inefable de su inamado verbo.4 

    Hostos murió “el 11 de Agosto de 1903, a las 11¼ 

    p.m., durante una perturbación atmosférica”5, como siacaso la naturaleza expresara su dolor por la muerte dequien tanto la amó. Es el cuarto hijo del apóstol anti-llano, Adolfo José de Hostos Ayala (1887-1982), quien

    4  “Mi rosa blanca para el Maestro”. Listín Diario (Santo Domingo), enero 11,2003.

    5   Eugenio M. Hostos. Biografía y bibliografía. Santo Domingo, Rep. Dom.: Imp.Oiga..., 1905. P. 26.

    Hostos , retrato al óleo realizado porFrancisco Oller.

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    mejor describe los momentos últimos del padre ejem-plar, del Maestro de América:

    …estaba yo solo, junto a su lecho de enfermo en la EstanciaLas Marías, en momentos en que no se esperaba un desenlace

     fatal. De pronto me pareció que su cabeza se ponía enorme, loscabellos blancos caídos sobre las sienes semejaban una aureola de

    santo que iluminaba su rostro inmóvil. Un súbito brisote acom-  pañado de un trueno lejano, batió las ventanas de su alcoba.Presentí el n. Acerqué una mejilla a sus labios y me dio suúltimo beso en tierno bosquejo. Apenas balbuceó: “¡Mi mujer,mis hijos!”, y cerró los ojos para siempre.

     Quedé por tan largo tiempo impresionado — conesa, connostalgia, el hijo agradecido — que, justamente el día del

     primer aniversario de su muerte, quedéme triste y conturbadocomo si hubiera cometido un pecado al oír en el vecindario el ecode una alegre cantinela. Nunca se ha apartado de mi mente la

    Hacienda Las Marías. Al fondo, la residencia donde el Maestro expiró.

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    idea de que tenía necesariamente que haber auténtica grandezaen el alma de un hombre que se inmola a sí mismo por el bien de

    la Humanidad ,6 concluye, reexivo, Adolfo de Hostos.

    Con dolor profundo, con una pena muy honda, Fe-derico Henríquez y Carvajal describe la atmósfera que,al día siguiente, sirve de manto a esa circunstancia fu-nesta en que tienen lugar las honras fúnebres al Sem-

    brador, al Iluminado:

    La tarde era triste...mui triste! Llovía. La lluvia caía comolágrimas del cielo. El sol, envuelto en una clámide de nieblas, sehundía en el ocaso como si se extinguiese para siempre. La tardeera triste...mui triste! El silencio reinaba en el cementerio...Mudo,con el mutismo de la Esnge, el cadáver de sonomía socrática,

     yacía en el féretro. Mudo estaba el séquito bajo la pesadumbredel gran duelo. Muda la ciudad doliente. Muda la Naturaleza.7 

     Y es en esa tarde triste del 12 de agosto de 1903,golpeado en el hondón de su alma por la partida desu amigo casi hermano, cuando Federico Henríquez y

    Carvajal pronuncia aquel memorable discurso panegíri-co del que todavía truena la ya célebre frase: Esta Amé- rica infeliz que sólo sabe de sus grandes vivos cuando pasan a sersus grandes muertos.

    6  Adolfo de Hostos. “Muerte de Eugenio María de Hostos”. En su: Tras lashuellas de Hostos. Río Piedras, Puerto Rico: Editorial de la Universidad dePuerto Rico, 1966. P. 75.

    7  Rev. Clío (Santo Domingo), VII (XXXIV) : 47, marzo-abril, 1939.

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    ¿De qué murió Hostos? Los médicos que lo asistie-ron durante los pocos días de su breve gravedad fueronconnotados facultativos egresados de la Universidad deParís: Francisco Henríquez y Carvajal, Arturo Grullón

    y Rodolfo Coiscou. Eran, además, amigos suyos, espe-cialmente el primero. Grullón y Coiscou fueron sus dis-cípulos aventajados. Conforme a la opinión profesionalemitida por ellos, el Sr. Hostos —¡cómo era respetadoeste hombre!— había muerto

    ...de una afección insignificante a la cual hubiera vencido fácilmente cualquier otro organismo menos debilitado y, sobre

    En capilla ardiente, los restos de Eugenio María de Hostos reciben las hon-ras fúnebres, múltiples personalidades, intelectuales, alumnos y sus íntimos,

    hicieron acto de presencia para dar el último adiós al Maestro.

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     íntimos a la desesperanza de la redención de su patria nativa,Puerto Rico [y al] rumbo proceloso y torpe por el cual impulsó la

    angustiosa vida de su patria adoptiva, la República Dominicana,la irreexiva y funesta división de los elementos que dirigían el

     Estado a partir de la caída del Gobierno de Heureaux 9. Y bajo esas circunstancias históricas sombrías es

    que tiene lugar la muerte de Eugenio María de Hostos.Pero hay una circunstancia que no es ni física ni política

    ni de otro tipo, sino moral-espiritual , que socava la vidadel preclaro antillano.Pedro Henríquez Ureña, que había sido tocado

    tempranamente —en su adolescencia— por la magiaenvolvente del pensamiento hostosiano, la describe así:

    Volvió a Santo Domingo en 1900 a reanimar su obra. Loconocí entonces: tenía un aire hondamente triste, denitivamentetriste. Trabajaba sin descanso, según su costumbre. Sobrevinie- ron trastornos políticos, tomó el país aspecto caótico, y Hostosmurió de enfermedad brevísima, al parecer ligera. Murió deasxia moral.10 

    En agosto de 1903, y viviendo en New York juntoa sus hermanos Pedro y Fran, Max Henríquez Ureñaescribe:

    9  Idem , pp. 38-39.10  Pedro Henríquez Ureña, “Ciudadano de América”, en La Nación (Buenos

     Aires), 28 de abril de 1935. Reproducido en Hostos. Moral social. Buenos Aires, Argentina : Editorial Losada, 1939. Pp. 7-13. (Col. “Grandes Escri-tores de América”; No. 2).

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     Enemigos cobardes saliéronle al paso. Sus discípulos se dis-  persaron en el agitado campo de la política, y cuando se creyó

    llegada la hora de las grandes redenciones, el estruendo de la lucha fratricida asordó los aires, y la guerra civil devastó de nuevo loscampos de la patria”.11  Y luego dice: “[a Hostos] Lo matóla tristeza, lo mató el dolor del ideal irrealizado.12

    Francisco Henríquez y Carvajal, uno de sus más lea-

    les colaboradores en su afanosa empresa transforma-dora del sistema educativo dominicano, fue el médicode su conanza que presenció

    su despedida denitiva. En

    su ofrenda a Hostos, titulada“Mi tributo”, él recomienda:

     Es preciso conocer á Hos- tos; profundizarlo, para conocer- lo; conocerlo, para encantarse enél; encantarse en él, para amarlo;amarlo, para darlo á conocer, paraenseñarlo como es él en verdad; co- 

    nocerlo profundamente, conocer entodo su alcance el gran poder de sumente razonadora y el noble sen- timiento que lo animó, que le dio

    11  Max Henríquez Ureña. “Hostos”, en Eugenio M. Hostos. Biografía y bibliogra-  fía. Santo Domingo, Rep. Dom.: Imp. Oiga..., 1905. P. 150. Ver: 2da. ed. :Santo Domingo : Comisión Permanente de la Feria del Libro, 2003. P. 161.(Ediciones Ferilibros).

    12  Loc. cit.

     Adolfo José de Hostos Aya-la (1887-1982), cuarto hijo deHostos.

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    siempre una sonomía de inacabable bondad, para, tal como es,mostrarlo al pueblo...13

    Una ejemplar educadora, Luisa Ozema PelleranoCastro —quien fue una de las primeras graduadas deMaestra Normal, en 1887, en el Instituto de Señoritasfundado por la eximia poetisa Salomé Ureña de Hen-ríquez bajo el inujo de Hostos—, pronunció, ante la

    tumba del Maestro de Maestros, las siguientes palabraselegíacas:

    ´¡Ha muerto el amado Maestro!´, era el alarido de dolorinconforme que se exhalaba de todas las almas. Y mi alma,surjiendo de las sombras de ese dolor, se decía á cada instante: 

     —¡Mentira! Es un sueño. El no ha muerto; él no puedemorir, porque vive en el espíritu de las generaciones educadas ensu apostolado de verdad y amor.

    Y hoy, ante la tumba cubierta de ores que guarda tus restosmortales, torna el alma conmovida á repetirme que tú eres inmor- tal, porque fuiste bueno y sabio, y enseñaste lo que predicabas yviviste lo que predicaste. Por eso tu vida fue perenne ejemplo de

    altísima enseñanza moral.14 

    Las palabras de la educadora Pellerano Castro apa-recieron en el periódico mocano El Pueblo, 18 días des-pués del fallecimiento de Hostos, con el siguiente título:

    13  “Mi tributo”. En: Eugenio M. Hostos. Biografía y bibliografía. Santo Domingo,Rep. Dom.: Imp. Oiga..., 1905. P. 347.

    14 Periódico El Pueblo (Moca), agosto 29, 1903.

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    “El inmortal”. Esas palabras nos hicieron reexionar

    profundamente sobre la perennidad de la obra del Ciu-

    dadano de América —como llamara el puertorriqueño Antonio S. Pedreira a Hostos en 1932— y llegamos auna justa conclusión: Eugenio María de Hostos mereceser declarado Ciudadano de la Inmortalidad .

    Entierro del apóstol Eugenio María de Hostos en el cementerio de la ciudadde Santo Domingo, situado en la avenida Independencia, la tarde del 12 deagosto del 1903.

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     TRIBUTO DE LOS HENRÍQUEZ  Y  C ARVAJAL Federico Henríquez y Carvajal

    Francisco Henríquez y Carvajal

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    Hostos. A través de su obra y de mis recuerdos * 

    FEDERICO HENRÍQUEZ  Y  C ARVAJAL

    *  En:  Eugenio M. Ofrendas a su memoria, Santo Domingo, Rep. Dom.: Imp.Oiga,1904. Pp. 353-365.

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    Corría el año 1875.Se había iniciado en el país, gracias a una reacción

    saludable y a las ideas evolucionistas de la juventud, apartir del sonado 25 de noviembre de 1873, una eranueva o un regreso a la vida de la libertad y del civismo.

    Era en Puerto Plata y era el orido mayo.

    Isabel de Torres, la erecta y muda testigo de pasa-dos heroísmos e inmolaciones en aras de la patria y deno pocos tributos al martirologio de la civil discordia,desceñido ya el albornoz de sutiles nieblas y brumas

    invernizas, lucía la esmeralda de su luenga túnica defrondas, de ondulosas faldas, enardecida al amor de laprimavera. Dijérase alborozada por aquellos días de pazy de generosos ideales.

    La ciudad activa, con su doble aspecto social y mer-cantil, cesto de plata lleno de ores y de frutos, daba

    Hemos actualizado la ortografía, ya que en el texto original la vocal “i”,por ejemplo, hace las veces de la conjunción “y”.

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    entonces hospitalidad a distinguida colonia cubana, ensu mayoría del Camagüey, la cual sentía calmadas las

    penas del exilio al amor del hogar portoplatense. Laestrella de Cuba, no obstante haber caído en el senode la muerte heroica algunos de sus próceres, de losprimeros y los mejores, tales como Céspedes, Marcanoy Agramonte, no había entrado aún en el cono de som-bras de su total eclipse de tres lustros.

    Había yo ido a Puerto Plata para asistir, como tes-tigo, a la fundación de un hogar domínico-cubano. Allíme esperaban y me salieron al paso, con alta honra paramí, la benévola acogida de la juventud, que había lle-

     vado mi nombre a las urnas como su candidato a ladiputación por aquel distrito, y la acogida afable de lacolonia cubana, que sabía de la adhesión del periodistaa la causa de Cuba irredenta y heroica. Allí me aguar-daban hondas impresiones del espíritu, de entrañableafecto, de imborrables huellas. La más profunda, acaso,prodújola mi encuentro con el peregrino de Borinquen.Fue el Dr. Betances, el antillano ilustre, su predecesor,quien, amigo y compatriota de ambos, me presentó y

    echó en los brazos de Hostos. ¡Cordial abrazo que uniódos almas para siempre!

    ***

    Dos tópicos de altura hubo en nuestras diarias con-

     versaciones de mayo a julio. En casa del Gral. Luperón,enfermo en esos días, se discurría acerca del uno: laindependencia de Cuba y Puerto Rico y la formación,

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    con Quisqueya, de la Confederación de las Antillas.Era el sueño y el ideal de Betances, de Luperón, de

    Hostos, de Martí, de Gómez y de… cuantos hemosentrevisto y querido una patria grande y civilizada enel Archipiélago Colombino. En el Parque, alta la no-che y a la luz de la luna, solíamos ocuparnos en elotro, debido a su amable iniciativa: la fundación deuna Escuela Normal, para maestros, en donde se im-

    plantaría la educación racional y positiva. Luperón eImbert supieron del propósito y lo alentaron; y, deno haber sido por las turbaciones del orden públicoque subsiguieron a la Evolución de enero, sin dudase habría convertido en ley aquella iniciativa mientrasEspaillat, pensador y civilista, ejercía la Presidencia dela República. Quedó diferida, y el distinguido huéspedrequirió el bordón del peregrino y se ausentó del paísque ya era suyo.

    De Venezuela volvió en 1879 y, como hallase en elGobierno amigos suyos, conocedores del alto n social

    de su plan de educación de la infancia, a gusto y porencargo del Ejecutivo, lo articuló en un proyecto de

    “Ley de Normales”. Eran en ese momento Ministrosdel Presidente Guillermo: el Lcdo. Apolinar de Castro,el Lcdo. Manuel de M. Galván, el Gral. L[uis] F[elipe]Dujarric y el Gral. Segundo Imbert. El último hacíaefectiva su adhesión a la iniciativa de Hostos.

    Del seno de ambas Cámaras, de aquel Congreso

    de notoriedad en los anales de la función legislativadel Estado, surgió hecho ley el proyecto articulado porel distinguido puertorriqueño en 1875. Senadores y

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    Diputados, sin excepción, le dieron vida con su voto.Reproduzco aquí sus nombres: F[rancisco] G[regorio]

    Billini, M[anuel] A. Cestero, J[uan] T[omás] Mejía, Pe-dro Valverde, F[ernando] García, A[lejandro] Woss yGil, J[osé] Joaq[uín] Pérez, M[anuel] M[aría] Cabral,M[anuel] Pina, M[anuel] de J[esús] Rodríguez, José P.Castillo, J[uan] J[osé] Sánchez, J. M. Recio, Eug[enio]Lapeiretta, S[idonio] Beauregard, Pedro M. Piñeyro, A.

    S. Vicioso, R[odolfo] R[oberto] Boscowitz, P. A. Pérez,D[aniel] Henríquez, Aug[usto] Franco Bidó, M[anuel]Rodríguez Objío, Carlos Bello, J. E. Aibar, hijo, J. B.Rodríguez, P. S. Pérez… Yo era senador y voté con losprimeros.

     Al Gobierno del Gral. Luperón, en 1880, por el ór-gano propicio del Ministerio del ramo, a cargo del Sr.Eliseo Grullón, estaba reservada la ejecución de dichaley. Hostos, el iniciador, fue el director de la EscuelaNormal de Santo Domingo y fundador, en ella, de laenseñanza racional en la República. Fuéle preciso crearel cuerpo de profesores; pero no le fue difícil conseguirlos que necesitaba. Bajo la dirección de dos estudiosos

    jóvenes –José Pantaleón Castillo y Francisco Henrí-quez y Carvajal– actuaba una “Escuela Preparatoria”bajo los auspicios de la “Sociedad Amigos del País”.

     Ambos y sus compañeros de labor en el magisterio ha-bían cursado, de 1876 a 1878, ciencias físicas y natu-rales con otro prócer del liberalismo y de la cultura en

    Puerto Rico: el sabio y bueno don Román Baldoriotyde Castro. Esa escuela, roto el molde de la rutina, vinoa ser como el precursor de la Normal. De allí pasaron

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    F[rancisco] Henríquez y Carvajal, José Dubeau, Emi-lio Prud’homme, Carlos A. Zafra –alternando en uno

    y otro plantel– a profesar diversas asignaturas en laEscuela de Maestros. J[osé] S[antiago] de Castro, Ge-rardo Jansen e Ig[nacio] González Lavastida gurarontambién en el cuadro de profesores; e ingresaron en élmás tarde M[anuel] J. Gorbea y D[omingo] RodríguezMontaño.

    La Escuela Normal se abrió al público en la casasita en la calle Duarte que hace esquina con uno de susfrentes hacia el Parque Duarte. Feliz augurio, edicante,

    por el civismo ejemplar que tal sitio rememora!Sencillo, como de apostolado, fue el comienzo de la

    nueva escuela. Profesores y alumnos hacían de cualquiercosa los útiles exigidos por el método de objetivacionesy se adiestraban en el “Manejo de globos y mapas”, suer-te de panorama físico del planeta, harto agradable a lasintuiciones e inducciones infantiles. El cupo de escola-res se llenó en breve. ¡Qué hermoso cuadro de vida, dela dulce alegría de vivir, ofrecían las aulas! Esto no eraaquello. Esto era hogar, taller y escuela. Padre intelectual

    y moral era el maestro. La disciplina escolar, austera yblanda, fortalecía, a la vez, el cuerpo y el espíritu de losalumnos. La educación gradual e integral, de fondo, ha-bía sustituido a la mera enseñanza de forma mnemotéc-nica. FrÖebel y Pestalozzi se admiraban en Hostos.

    Hubo la Escuela su primer triunfo a los cien días

    de su apertura. Fue en un acto de prueba. Quiso eldirector hacer ver lo que darían de sí su plan y el mé-todo seguido para el gradual y armónico desarrollo de

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    la razón educanda, y el éxito fue una revelación del altomérito, extraordinario, de la obra acometida. Gabriel B.

    Moreno del Christo, José Joaquín Pérez y yo, asistentesal acto en comisión ocial, dimos cuenta del satisfactorio

    resultado obtenido, y armamos lo que era justo esperar

    de la nueva enseñanza, dadas las excelencias del medioy las aptitudes singulares del pensador maestro que ladirigía. El informe, escrito por mí, fue el vocero que dijo

    al país los nuevos felices rumbos de la educación pública.Durante el Gobierno de Meriño, cuya alborada fueun renacimiento de aulas y de estudios, obtuvo la Es-cuela Normal su local propio. El edicio de la Tercera

    Orden, anexa al antiguo Convento de los Dominicos,fue desde entonces el asiento de la meritoria escuela.Escuela modelo: edicante. A su inujo completó la

    Preparatoria el ciclo de su evolución en el plan y el mé-todo educativos; a su inujo ensayaron otros planteles

    adaptar el suyo al programa docente de la Normal; asu inujo apareció en el magisterio la poetisa laureada

    y se fundó el Instituto de Señoritas, de próximos ricosfrutos femeniles, bajo la dirección maternal de Salomé

    Ureña de Henríquez, a su inujo, también, se creó unaCátedra de Derecho Constitucional, a cargo del distin-guido constitucionalista, incorporada luego al InstitutoProfesional de la República.

    De esa cátedra –ya que la cito– fueron alumnos ins-critos: Eliseo Grullón, José A. Bonilla y España, José

    María de Castro, José M. Pichardo B. y D[omingo] Ro-dríguez Montaño. Yo me contaba en el número de losestudiantes libres de aquel curso lleno de ciencia social

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    y jurídica. Tanto en sus lecciones, repetidas al últimocurso de la Normal, el 4º teórico, cuanto en las con-

    ferencias de sus Cátedras, antes después de incluidasen la Facultad de Derecho del Instituto universitario,puso de relieve el pensador sociólogo el abundantísimocaudal de sus conocimientos y la energía productora desu organismo intelectivo, hecho a las más arduas sis-tematizaciones. De sus lecciones orales, a veces dicta-

    das a vuela pluma, formáronse no pocos cuadernos denociones fundamentales y algunos tratados. Tal es elorigen de sus libros de Pedagogía, de Moral, de Socio-logía y de Derecho. El de Derecho Constitucional searticuló al servicio de la cátedra especial antedicha y dela cátedra que luego regentó en la Facultad de Derecho.Entre sus discípulos en esa y otras ciencias concretas,derivadas de la Sociología, se cuentan los supranom-brados y Vte. Galván, Em[ilio] Prud’homme, J[osé]M[aría] Cabral y Báez, D[omingo] Ferreras, AméricoLugo, J. M. Nouel, C. Arm[ando] Rodríguez, Em[ilio]C. Joubert, Raf[ael] J. Castillo, Ig[nacio] Guerra hijo,Lucas T. Gibbes, F[rancisco] J. Peynado… El de Moral

    Social  se formó entre las manos de los primeros y lossegundos maestros normales investidos.

    ¡Ah! Sus lecciones y conferencias, sus libros, nacidosal calor simpático de su fecundo y amable espíritu, pene-traron sin esfuerzo en el entendimiento y el alma de susdiscípulos y de sus oyentes adscritos a los estudios socia-

    les, jurídicos y económicos. Él lo advertía y gozaba conesa dulce comunidad de ideas. De cómo lo sabía, en loque a mí respecta, da testimonio elocuente la benévola

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    investidos como maestros normales: José A. Pichardo,Félix E[varisto] Mejía, F[rancisco] J. Peynado, Arturo

    Grullón, Lucas T. Gibbes, Ag[ustín] Fernández, Juan Ba-zil, Fed[erico] Velásquez y Hernández, Rod[olfo] Cois-cou, Jesús María Peña, P. Barón Coiscou, J. ArismendiRobiou, Carlos Urraca, Miguel Saviñón Sardá, ArístidesRobiou, Mario Saviñón, Julio Coiscou, Raf[ael] A. Mejía,

     Alcibíades Peña, M[anuel] Pichardo Patín; y como maes-

    tras normales. Leonor M. Feltz, Luisa Oz[ema] Pellerano, Ana J. Puello, M[ercedes] Laura Aguiar, Catalina F. Pou, Alt[agracia] Henríquez, Enc[arnación] A. Suazo, Merce-des M. Echenique, Alt[agracia] Henríquez Bello, Eva M.Pellerano, Alt[agracia] L. Peguero, C. Julia Henríquez.

     A poco vendrían de Azua, a graduarse, los discípu-los de Em[ilio] Prud’homme. Estos nuevos normalistas:B[artolo]mé O[legario] Pérez, Alb[erto] A. Coen, R. Is-mael Miranda, V. Montedeoca Sánchez, Tomás S[antia]go Pérez, Ángel Rivera, Mig[uel] Ángel Montedeoca,Mig[uel] Ángel Roca, Luis F[eli]pe Montedeoca, y Ela-dio Sánchez; y del Instituto de Señoritas: Lucila de Cas-tro y Anacaona Moscoso. Más tarde, sucesivamente, la

    misma Escuela Normal investiría a sus alumnos: ÁngelM. Soler, Andrés Julio Aybar, Alberto Arredondo Miura,Raf[afael] Alburquerque, Ramón O. Lovatón, Raf[ael] M.Moscoso, F[rancis]co Raúl Aybar, J[acin]to B. Peynado, J.

     A. Lora hijo, Alej[andro] Herrera Núñez, Luis Durán dela Concha, Pablo Barinas y Otilio Meléndez.

    Detrás de sí dejaba, pues, un núcleo de obreros inte-lectuales, nutridos de sanas doctrinas. Su obra contraria-da más que combatida por el inmovilismo reaccionario,

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    prevalecería sobre el fanatismo, el error y la ignorancia.Eso decían al maestro los húmedos ojos y el labio mudo

    de sus colaboradores y sus discípulos en la hora solem-ne y triste de su partida, y él, hondamente conmovido,como quien alcanza a ver remota luz de esperanza en loporvenir, tras las sombras densas acumuladas por la ti-ranía en el medio ambiente dominicano, pudo articulara orillas del Ozama su efusivo “¡hasta mañana!”

    Era un saludo y una promesa.

    ***

    La Normal quedó bajo la dirección interina de unexcelente profesor de ciencias exactas: G[erar]do. Jansen.El candidato para la dirección titular, a gusto del Maestroy por el voto de la Junta Superior de Estudios y expre-so deseo de la Sociedad de Enseñanza, no obtuvo esahonra entonces –como había de tenerla años más tar-de– por no ser persona adicta ni grata a quien fulminabasu omnímoda voluntad desde la cima del Ejecutivo. A

     Jansen lo sustituyó Félix E. Mejía. Era del primer grupo

    de maestros normales, y en los cortos años de su direc-ción demostró su idoneidad pedagógica y su espíritu dedisciplina. Leopoldo M. Navarro lo relevó en 1894. Noprocedía de la Escuela; pero, merced a su clara inteligen-cia asimiladora y a su vasta cultura, estuvo en breve muybien hallado en la dirección de la misma. Duró poco,

    sin embargo. Se estaba en las postrimerías. La oculta co-rriente de oposición al Normalismo, desviada pero no vencida, logró salir a la supercie y entrar en el campo

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    gubernativo. La ley de 1895 abrogó la ley de 1884, quecontenía la de normales de 1879, y la Escuela Normal se

    trocó en el Colegio Central de Santo Domingo.Casi un lustro estuvo al frente de ese Colegio el se-

    ñor M[anuel] de J[esús] de Peña y Reinoso, a quien seestimaba por sus buenas obras como periodista y comoeducacionista en Santiago de Cuba y en Santiago de losCaballeros. No se le conocía como adversario, más tam-

    poco era adicto al criterio positivista, netamente moral ycientíco, que informaba el plan de educación de la Nor-mal fundada por Hostos. Por fortuna no faltó, en ese pe-ríodo, un núcleo de fuerza profesional que mantuviera,dentro de la reacción, la acción edicante del método

    normalista. La mayoría de los profesores, así en los cur-sos prácticos como en los teóricos, procedía de la extintaEscuela Normal. Eso solo bastaría a explicar el por quéde los maestros de 1a y de 2a enseñanza, investidos comotales, se precian de ser otros tantos normalistas. Digé-rase que invisibles vestales habían conservado el fuegosagrado del hogar-escuela, encendido desde 1880 por elMaestro.

    La hora de prueba que acababa de sonar para PuertoRico, el próximo advenimiento de la República en Cubay la caída del régimen despótico en Santo Domingo, auna, movieron al esclarecido antillano a abandonar elPacíco para regresar al Atlántico, al Caribe.

    Dejaba en Chile paz y bienes ciertos, todo holgado,

    atento a las solicitaciones del amor a la patria y a sudiscipulado, y pronto a ahondar en aras del deber y delóptimo ideal de su vida.

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    Malogrado a poco, por incomprendido acaso, su plande redención, de civilización para Puerto Rico, tornó los

    ojos del alma a la patria de sus hijos. Quisqueya lo llama-ba, lo esperaba, y él acudía a su reclamo. Vino en enerode 1900. Hacía once años de su partida. Traía aumen-tada, crecida y educada su familia. Traía redivivas susilusiones y sus esperanzas. Era como un renacimiento.

     Acrecido, triplicado, ya era legión el Normalismo. El

    Instituto de Señoritas, nuevo fénix, había renacido enel Instituto Salomé Ureña, y de éste surgía ya un nuevogrupo de seis maestras laureadas e investidas con aplau-sos del Maestro.

    Una explosión de júbilo saludó su regreso. El“Himno de la Normal”, el de fácil música y estrofas in-fantiles, sonó en sus oídos y acarició su espíritu con lasalas de memorias nunca idas. A mí me cupo en suerte,como director interino del Colegio, ponerlo en pose-sión del sitial de la dirección antes ilustrada y enaltecidapor él como director de la Escuela.

    No era de ores sin espinas la senda reemprendida.

    La opinión que le era adversa, antinormalista, tuvo un

    campeón venido de fuera y desconocedor del medio,y echó mano de un estribillo, grato al fanatismo y a laintolerancia religiosa, para salirle al paso y ver de obsta-culizar la marcha serena y consciente de la obra del Nor-malismo. Mas éste, desentendiéndose en lo posible de la

     índole personal que solía asumir la opinión adversaria,

    dio a luz un periódico doctrinario por toda respuesta ala actitud agresiva del amante antinormalismo. En ese

    trisemanario lucieron y quedan como faros que guían a

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    seguro puerto, de verdad y deber, los principios peda-gógicos, cientícos, morales y cívicos que informan las

    doctrinas del plan de civilización de la Escuela Normaly del Normalismo.

    El éxito feliz sería, a la postre, de la buena causa.Los redimidos de la doble servidumbre de la ignoranciay del fanatismo, a no dudarlo, discernirían el lauro deltriunfo al país ya libre de fanáticos e ignorantes y de no

    pocas mentiras convencionales.¡Ah! desgraciadamente sucedió que, por la inestabili-dad del orden jurídico, por las sugestiones de los intere-ses en vela y de las pasiones mal dominadas, hubo de su-frir hondas sacudidas el orden social en 1902, y, aunquese rehabilitó la progresista “ley de estudio de 1884”, conútiles adiciones que ensanchan la esfera de acción saluda-ble de la enseñanza normal, común y superior, sobrevinola desgana, escasearon los recursos, cundió el desaliento,y no escaso número de adeptos se declaró en receso for-zoso o en voluntaria huelga. Hasta hubo quienes, educa-dos para la vida del derecho, se adscribieron a las ciegasfatalidades de la fuerza y a las egoístas nalidades del

    hecho cumplido. Era acaso en algunos la defección, enotros, la duda y el pesimismo… Triste factum !

     Vientos de tempestad deshecha soplaron sobre elcampo de la política. Diferencias de criterio, o de aspi-raciones, se trocaron en civil discordia. Errores comu-nes abortaron horrores. La pobre familia dominicana,

    unida un momento en la paz y la esperanza, fue violen-tamente desunida y rudamente castigada en el vértigode pasiones sin freno. El dilema formidable de Hostos,

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     –“civilización o muerte”– inavertido para la mayoría dela gente capaz de ver y palpar el peligro inminente, tan

    solo tuvo eco en algunos corazones apacentados en an-helos de salud y paz para la República.

    El Maestro veía, con íntimo dolor, cómo se alejabansus discípulos, solicitados por el ardido medio ambiente,y cómo iban al azar, aves dispersas, las ilusiones y las es-peranzas, de honra y provecho para la tierra de sus hijos

    bienamada, y fue cayendo, lentamente, penosamente, enla nostalgia del ideal en eclipse. Decaía de fuerzas físicasal mismo tiempo que debió sentir cómo se plegaban, fa-tigadas y ateridas, las poderosas alas de su robusto espíri-tu de pensador, de apóstol y de maestro.

    En vano, ¡ay!, pretendió mi afecto, en horas ves-pertinas de cambios de ideas e impresiones, alentarleal calor de una fe que se desvanecía. Era tarde. Antiguadolencia, recrudecida, hizo presa en su organismo físi-co, harto débil ya, y el 11 de agosto de 1903 se durmióen el regazo de la muerte, con el sueño del justo, el pró-cer antillano, el hombre sabio y bueno, alto ejemplo demoral austera, que consagró la or de su preclara inteli-

    gencia y la or de su corazón magnánimo al servicio dela educación y de la civilización del pueblo dominicano.

    ***

     Al recorrer el panorama espléndido de su vida, a tra-

     vés de la lente de mis recuerdos, sin duda que no aciertoa abarcar todos los altos relieves y los puntos luminososde su obra magna y su vida óptima. Alcanzo a ver, sin

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    embargo, que su obra de criminólogo y constituciona-lista, de literato y pedagogista, de sociólogo y moralista,

    conservada en larga serie de volúmenes, y, lo que valemás, difundida paralelamente al gradual desarrollo derazón y de conciencia de su discipulado, basta y sobrapara inscribir su nombre en el cuadro de honor en quelucen los suyos inmortales Confucio, Sócrates, Bacon,Comenio, Pestalozzi, FrÖebel, Comte, Littré y Spencer.

    Hostos es de la familia de los grandes iluminadoresde la Historia.Dormido para siempre, con el sueño del justo, álza-

    se por encima de su tumba, brillando con luz propia, laestrella polar de su edicante vida.

     A esa estrella ja se dirige o habrá de dirigirse, rec-ticando errores momentáneos u ocasionales, en busca

    de la orientación necesaria al viaje de ascensión de la vida nacional, la brújula del pensamiento de cuantosperseveran en la obra, iniciada en 1875 y realizada poraquel espíritu selecto, y no renuncian al ideal de un per-fecto orden social, en armonía con el más avanzadoorden jurídico, eles al cumplimiento estricto de las le-

    yes sociológicas de la vida individual y de la existenciacolectiva del hombre sobre el planeta.

    ¡Qué ese nuevo sol de la vía láctea de los maestrosde razón y de conciencia jamás se extinga en el hori-zonte de la juventud dominicana!

    .

    [Agosto 11 de 1904].

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     Mi tributo* 

    FRANCISCO HENRÍQUEZ  Y  C ARVAJAL

    *  En: Eugenio M. Hostos. Ofrendas a su memoria. Santo Domingo, Rep. Dom.:Imp. Oiga, 1904. Pp. 346-352.

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     Y o también vengo desde exóticas playas, adonde el furibundo vendaval de las luchaspatrias me ha arrojado, a unir mi voz algran concierto de alabanzas que hoy se entona en laRepública Dominicana para ensalzar las virtudes y elsaber de Hostos, el Gran Maestro. Su nombre es ama-do; su memoria es venerada. Su gura es grandiosa y

    fulgura en medio a la noche sombría que nos envuelve,castigo al parecer perpetuo de nuestros extravíos, sinque podamos encontrar el amplio y precioso derrotero

    de futuro engrandecimiento de un pueblo, ni el cami-no certero de la paz y de la dicha tan necesarios comocodiciada por una Sociedad que gime infeliz. Esa gu-ra fulgurante es un faro; es una gura colosal que alza

    en su diestra una antorcha encendida. Es una estrellaluminosa que guía. Es todo un conjunto armónico de

    enseñanzas nobles y verdaderas, accesibles, aunque amenudo profundas. Es un raudal inagotable de doctri-nas, es un torrente de principios fundamentales; es una

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    fuente luminosa en que brillan con todos sus coloreslas grandes leyes de la armonía universal en el esplen-

    dor de una gran concepción losóca de la naturaleza.Es preciso conocer a Hostos; profundizarlo, para

    conocerlo; conocerlo, para encantarse en él; encantarseen él, para amarlo; amarlo, para darlo a conocer, paraenseñarlo como es él en verdad; conocerlo profunda-mente, conocer en todo su alcance el gran poder de su

    mente razonadora y el noble sentimiento que lo animó,que le dio siempre una sonomía de inacabable bon-dad, para, tal como es, mostrarlo al pueblo y justicar

    así la gran veneración que por él guardan sus discípulosy sus amigos. Los que deslumbrados por el brillo desus palabras sólo se han, por desagravio, apresurado apagar cuantioso tributo a la peculiar forma literaria delMaestro, corren inevitablemente el riesgo de no darlo aconocer tal como él es en la fuerza de la verdad. Nobledeber es, ineludible, penetrar cada día más en el fondomismo de su naturaleza intelectual, nutrirse en el abun-doso seno de su doctrina y revelar en hechos positivosy provechosos el valor intrínseco de su escuela. Demos-

    trar el valor práctico de esa escuela, sin empeñarse eninsensatas luchas, ni en fantásticas empresas de demo-lición de monumentos de pasadas épocas, sólidamentecimentadas, que son el símbolo de esas épocas y losdocumentos subsistentes y resistentes de la historia,así el arte, como de la ciencia. Empeño vano es demo-

    ler, cuando, sobre todo, no se reconstruye. Y obrar asíes contradictorio con el espíritu mismo de la escuelahostiana, cuya base es ante todo y sobre todo natural

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    y sociológica, y en cuyo frontispicio está en grandes le-tras, de acero inoxidable, escrito como lema el principio

    de la evolución. Todos cuantos males provienen a los pueblos his-

    pano-americanos, y entre ellos al dominicano en primertérmino, se derivan precisamente del desconocimientoabsoluto de esa gran ley. Acaso repítenla de coro; perono la poseen en esencia, en espíritu, en verdad, en carne

     viviente. Si la conocieran, sabrían avanzar por los úni-cos caminos posibles hacia un objetivo cierto, hacia unporvenir inequívoco, hacia un bienestar, grande o pe-queño, pero positivo. Mas lo desconocen. Desconocentambién la psicología de los pueblos. Desconocen lasnaturales leyes que rigen los movimientos de las masassociales, y por desconocer esas leyes, erigen en prác-ticas y principios, que explican a destajo en todos losmomentos y en todas las circunstancias, los resultadosde empíricas y groseras observaciones del medio, ob-servaciones que no se elevan ni una pulgada siquierapor encima del nivel de la tradición común de los pue-blos u hordas primitivas, todavía en un estado de pre-

    historia o pre-positivo.Difundida la enseñanza hostiana con razón y con

    amor, con absoluta conciencia del bien que se lleva acabo, sin exageración de cenáculo, sin extravagancias,de inmoderados innovadores, sin egoísmos de explo-tadores de posiciones sociales y de famas y prestigios,

    sino siempre y sencillamente con razón y con amor,como fue perenne intento del Maestro, el pueblo dela República cambiaría totalmente de aspecto al cabo

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    de pocos años: encontraría por n el camino cierto de

    su paz, y de su dicha, y no ofrecería más el lamentable

    espectáculo de desgarrarse inicuamente las entrañas alos ojos atónitos del mundo circunstante. Pero esa en-señanza, repito, debe de ser genuina, no falseada; pa-ciente e inquebrantable, como obra de apóstoles.

     Yo lo comprendí así, cuando desde los primerosaños de mi juventud y antes de que conociera la escuela

    hostiana, aspiré confusamente a algo semejante y meuní, para llevar a la vida de los hechos nuestras comu-nes ideas a mi inolvidable amigo y compañero José P.Castillo, cuya ulterior incurable enfermedad mental esuna de las más grandes tristezas de mi vida. Queríamoslevantar el nivel moral de nuestro pueblo, y adoptamospor divisa aquella sentencia de Laboulaye: “si queréismatar el despotismo, educad al pueblo”.

    Fundamos nuestra escuela; concurrimos a ella conlas luces que una robusta instrucción cientíca adquiri-da bajo la dirección del también para mí inolvidable yprimer maestro, Baldorioty de Castro, puso, medianteasiduo trabajo, en nuestro cerebro; pero ignorábamos la

    pedagogía y carecíamos de sistema. Aliado a la Normaldesde su nacimiento, pronto abarqué el espacioso hori-zonte que ante mis hambrientos ojos desarrolló el nuevoMaestro. Un soplo de vida nueva animó desde ese día miespíritu y ya no descansé: diligente, afanoso, y ansiosocada vez más, de penetrar hasta el fondo de este nuevo

    campo de verdad y de acción, multipliqué mis esfuerzosy aprendí para enseñar, y enseñé con amor y abnegación,

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    porque ya veía realizarse, al n, bajo una dirección ines-peradamente poderosa, el objeto de todas mis vigilias.

    La pedagogía, la sociología, el derecho constitu-cional, la moral apoyada sobre bases nuevas de leyesnaturales; las ciencias todas presentadas ahora bajo unaspecto como nuevo; la idea general del mundo, deluniverso entero, desarrollada de un modo rigurosa-mente cientíco, es decir, natural: todo era materia para

    deleitarse en su trabajo mental, sin duda, rudo, peroal mismo tiempo por todo extremo consolador. Y asíse pasaron, sin sentirlos, siete años, durante los cualesoí cada día la enseñanza del Maestro y le ayudé condecisión y rmeza a difundirla, simultáneamente en la

    Escuela Normal, en la Escuela Preparatoria y en el Ins-tituto de Señoritas que fundó y dirigió la ilustre poetisaSalomé Ureña, mi inolvidable esposa.

    Mis estudios profesionales me separaron despuésdel lado del Maestro, empujándome hasta Europa, y lascircunstancias peculiares del régimen político de la Re-pública, lo obligaron a él a salir de Santo Domingo y bus-car otra esfera de acción mucho más amplia y de mayor

    fama y prestigio, pero no más amada por él, en el lejanopaís de Chile. Los años transcurrieron; grandes hechosse vericaron, dolorosos unos, otros felices, en la vida

    pública y en la vida internacional, y cuando Cuba al n

    surgía de su última sangrienta y costosa guerra, y perecíaPuerto Rico, y se derrumbaba el poder tiránico de Heu-

    reaux en Santo Domingo; al aspirar un nuevo alientode libertad y de nobles esperanzas, volvimos los ojos al

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    Maestro, que en vano luchaba por mejorar la suerte deBorinque, y le llamamos.

    Fue un día glorioso; fue una mañana espléndida aque-lla en que corrimos a recibirle, con los brazos abiertos,y le paseamos triunfante por la vieja ciudad que parecíarenacer y hermosearse al calor de un nuevo sol.

    Quién nos hubiera dicho ese día, que no muy tardedespués la República iba a desgarrarse brutalmente las

    entrañas en presencia de aquel Maestro soñador, sajónpor la razón y latino por el corazón y la fantasía… Sualma se llenó de tristeza y sus fuerzas corporales deca-yeron. Él, como todos los nobles corazones que aúnhabitan aquella tierra infeliz, que sólo inspira cantoselegíacos a las musas nacionales, pagó enorme tributode su resistencia a la zozobra perenne, al dolor perpe-tuo, al sufrimiento continuo que en nuestra Patria rei-nan como inexorables señores.

    El tributo fue grande; su sistema nervioso sufrióuna extenuación visiblemente progresiva, y la enfer-medad mortal le sorprendió en la hora del crepúsculo.

     Antes de esa hora, la sonrisa, siempre bondadosa, que

    contraía sus labios, siempre elocuentes, llevaba impresoun rasgo ternísimo, casi imperceptible, de profundísimatristeza, presagio inequívoco de próxima catástrofe. Yolo percibí alguna vez al pasar y sentí frío en mi corazón,herido también, sino de muerte, de gravedad herido enla lucha de la vida nacional. Empero, la Esperanza nge

    arreboles en donde sólo hay sombras, y la Muerte, sor-da a nuestras protestas, cruel, como siempre invencible,con mano de hierro nos lo arrebató de entre los brazos

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    con que le formábamos estrecha barrera de defensa susdiscípulos y sus hijos. Yo vi aquella cabeza majestuo-

    sa, escultural, griega de los mejores tiempos de Atenas,congestionarse, ponerse enormemente pesada, comosi todos los pensamientos por ella elaborados se acu-mularan de repente en su cerebro y convirtieran todasu fuerza psíquica en fuerza ponderativa de gravitaciónuniversal, y caer. Las venas se hincharon; las arterias

    latieron lenta y fuertemente primero y después progre-sivamente desfalleciendo y precipitándose, y el ojo seinmovilizó y la lengua no respondió más a la voluntad,ni al pensamiento. La respiración tomó el ritmo del sus-piro, y el semblante el majestuoso aspecto del ensueñode un alto ideal. Pero aquella grande alma no decayónunca en su amor a la belleza y al bien. La naturalezaera su encanto; la naturaleza con todo el esplendor desus armonías, con todo el rigor de sus leyes; así comoel desorden social era su horror; el desorden social contodos sus dolores, con todos sus productos informesy sus abortos monstruosos, negación absoluta de lasleyes absolutas de la evolución hacia el bien, de que

    es capaz el hombre, como artíce de su propio desti-no; aunque conrmación positiva de las mismas leyes

    positivas que rigen las perturbaciones sociales, comootras rigen las perturbaciones físicas o biológicas. Yese amor del bien y de la naturaleza era tan imperio-so en él, que hasta en sus últimos momentos de ello

    nos dio expresivo testimonio. Ya comenzaba a bajarél la escala que le conduciría al insondable abismo delNirvana; o, mejor aún, ascendía por la escala de Jacob

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    hacia las radiosas regiones de la luz inacabable, cuandobrusca e intencionalmente corté yo, que como médico

    estaba a la cabecera de su lecho de dolor, el hilo de lastristes reexiones que en aquel momento visiblemente

    embargaban el ánimo de sus familiares, preguntandosi no habían visto como estaba el mar, tempestuoso,desencadenado, amenazando en su furor tragarse la tie-rra. El Maestro oyó y no pudo contenerse. Trató per-

    sonalmente de incorporarse, y con voz confusa y tonocasi suplicante, como si nosotros, los que les rodeába-mos, le hubiésemos conducido a aquella impotencia,prorrumpió. “pues déjenmelo ver; llévenme a verlo decerca”. Yo hice abrir todas las puertas y ventanas de laalcoba, desde donde era visible el soberbio espectáculo,y un brevísimo instante él lo contempló. Y volvió sobrela almohada a caer pesada la cabeza.

     Tal era aquel espíritu. Cercano al desenlace de la vida, aspiraba a la sutil delicia que proporciona la con-templación de un hermoso cuadro de la naturaleza. Suespíritu es modelo de espíritus. Él es radioso faro enla noche tenebrosa de nuestras desdichas. Feliz aquel

    que sea capaz de comprenderlo bien, de poseerlo entoda su intensidad, y logre vivir como él toda su vida…Seguidlo, si podéis!…

    Habana,7 de abril de 1904

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     TRIBUTO DE LOS HENRÍQUEZ UREÑA Pedro Henríquez Ureña

    Max Henríquez UreñaCamila Henríquez Ureña

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    Hostos * 

    PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA 

    *  En: Eugenio M. Hostos. Ofrendas a su memoria. Santo Domingo, Rep. Dom.:Imp. Oiga, 1904. Pp. 142-145.

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     Ahora que acaba de irse de la vida, casi sinmuerte, en uno como desvanecimiento delser, el maestro de una generación, la másconsciente del país dominicano, difícil es a sus admira-dores tanto como a sus contrarios, juzgar con calma yprecisión su obra de pensador y de pedagogo.

    De cerca todo hombre de cualidades extraordinariastiene sus intransigencias, que acrecen el mal querer de losenvidiosos, y sus caridades, que le hacen sagrado para losque le toman por guía. Hostos fue combatiente del cam-po de las ideas tan lleno de rencores y dicultades éstecomo cualquiera otro campo en la América civilizada amedias, y aún resuena