vida y milagros de josé benito barros palomino

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AGUAITA DIRECTOR Madalina Barboza EDITOR Ariel Castillo Mier REVISTA DEL OBSERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO NÚMERO 15-16 DICIEMBRE DE 2006-JUNIO 2007 CARTAGENA DE INDIAS CONSEJO EDITORIAL Alberto Abello Vives Weildler Guerra Curvelo Luis Alarcón Meneses Cristo Figueroa Sánchez Cecilia López Montaño Adolfo Meisel Roca Claudia Mosquera Jorge Nieves Oviedo María Trillos Amaya Fabio Zambrano Pantoja CONSEJO ASESOR Jaime Abello Banfi Carmen Arévalo Correa Beatriz Bechara de Borge Roberto Burgos Cantor Mario Giraldo García Patricia Iriarte Díaz Granados Soad Louis Lakah Consuelo Posada Gustavo Bell Lemus ENTIDADES DE APOYO Universidad del Atlántico Universidad de Cartagena Universidad de Córdoba Universidad de la Guajira Universidad del Magdalena Universidad Popular del Cesar Universidad de Sucre Cámara de Comercio de Cartagena Cámara de Comercio de Sincelejo Colciencias DISEÑO GRÁFICO Eduardo Polanco COLABORADORES DE ESTE NÚMERO Patricia Iriarte Ernesto Bassi Roger Pita Pico María Salud Elvás Iniesta Gerson Javier Pérez V. Jorge Quintero Otero Paola Quintero Puertas Carlos Adán Valbuena Nelly García Gavidia Álvaro Medina Hugo Chaparro Valderrama Gabriel Alberto Ferrer Ruiz Alberto Abello Vives Francisco Avella Manuel Guillermo Ortega Ariel Castillo Mier James J. Alstrum Carlos Dávila de Ladrón de Guevara Julio Marino Barragán Elisabeth Cunin Julio Oñate Martínez FOTOGRAFÍAS Carlos Valbuena Paola Quintero Nereo López Leo Matiz Elisabeth Cunin ILUSTRACIONES Rómulo Bustos Aguirre PRE PRENSA Elograf Ltda. IMPRESIÓN D’Vinni Ltda. CANJE, SUSCRIPCIONES Y CORRESPONDENCIA Centro Calle de Santa Teresa, No. 32-41, Cartagena, Colombia. TELÉFONOS 6602491 – 6601364 – 6602395 CORREO ELECTRÓNICO [email protected] WEB SITE www.ocaribe.org El Observatorio del Caribe Colombiano es el centro de estudios regionales del Sistema Universitario Estatal (SUE) del Caribe y realiza programas concertados con el Ministerio de Cultura de Colombia. El material de esta publicación puede ser reproducido parcial o totalmente citando la fuente y el autor. Las opiniones expresadas en los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen al Observatorio del Caribe Colombiano. Impreso en Colombia, Printed in Colombia, Cartagena, diciembre de 2006 – junio de 2007. ISSN 0124- 0722

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Page 1: Vida y milagros de José Benito Barros Palomino

A G U A I T A

D I R E C T O R Madalina BarbozaE D I T O R Ariel Castillo Mier

R E V I S T A D E L O B S E R V A T O R I O D E L C A R I B E C O L O M B I A N ON Ú M E R O 1 5 - 1 6 D I C I E M B R E D E 2 0 0 6 - J U N I O 2 0 0 7 C A R TA G E N A D E I N D I A S

C O N S E J O E D I T O R I A L

Alberto Abello VivesWeildler Guerra CurveloLuis Alarcón MenesesCristo Figueroa SánchezCecilia López MontañoAdolfo Meisel RocaClaudia MosqueraJorge Nieves OviedoMaría Trillos AmayaFabio Zambrano Pantoja

C O N S E J O A S E S O R

Jaime Abello BanfiCarmen Arévalo CorreaBeatriz Bechara de BorgeRoberto Burgos CantorMario Giraldo GarcíaPatricia Iriarte Díaz GranadosSoad Louis LakahConsuelo PosadaGustavo Bell Lemus

E N T I D A D E S D E A P O Y O

Universidad del AtlánticoUniversidad de CartagenaUniversidad de CórdobaUniversidad de la GuajiraUniversidad del MagdalenaUniversidad Popular del CesarUniversidad de SucreCámara de Comercio de CartagenaCámara de Comercio de SincelejoColciencias

D I S E Ñ O G R Á F I C O Eduardo Polanco

C O L A B O R A D O R E S D E E S T E N Ú M E R O Patricia Iriarte Ernesto Bassi Roger Pita Pico María Salud Elvás Iniesta Gerson Javier Pérez V. Jorge Quintero Otero Paola Quintero Puertas Carlos Adán Valbuena Nelly García Gavidia Álvaro Medina Hugo Chaparro Valderrama Gabriel Alberto Ferrer Ruiz Alberto Abello Vives Francisco Avella Manuel Guillermo Ortega Ariel Castillo Mier James J. Alstrum Carlos Dávila de Ladrón de Guevara Julio Marino Barragán Elisabeth Cunin Julio Oñate Martínez

F O T O G R A F Í A S Carlos Valbuena Paola Quintero Nereo López Leo Matiz Elisabeth Cunin

I L U S T R A C I O N E S Rómulo Bustos AguirreP R E P R E N S A Elograf Ltda.I M P R E S I Ó N D’Vinni Ltda.

C A N J E , S U S C R I P C I O N E S Y C O R R E S P O N D E N C I A Centro Calle de Santa Teresa, No. 32-41, Cartagena, Colombia.T E L É F O N O S 6602491 – 6601364 – 6602395

C O R R E O E L E C T R Ó N I C O [email protected] E B S I T E www.ocaribe.org

El Observatorio del Caribe Colombiano es el centro de estudios regionales del Sistema Universitario Estatal (SUE) del Caribe y realiza programas concertados con el Ministerio de Cultura de Colombia.

El material de esta publicación puede ser reproducido parcial o totalmente citando la fuente y el autor. Las opiniones expresadas en los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen al Observatorio del Caribe Colombiano.

Impreso en Colombia, Printed in Colombia, Cartagena, diciembre de 2006 – junio de 2007.

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L Durante los días 1° y 2 de noviembre se llevó a cabo en el Teatro Amira de la Rosa de la ciudad de Barraquilla la sesión final del Taller del Caribe Colombiano orga-nizado por el Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la Repú-

blica, Fundesarrollo y nuestra entidad. Después de más de un año de eventos regionales, de talleres departamentales sobre los obstáculos al desarrollo departamental y de análisis sobre los principales problemas que impiden avanzar por la senda del desarrollo humano, social y económico, en la sesión de clausura, tras escuchar durante dos días a representantes de toda la región, se firmó, por parte de un destacado grupo de académicos, políticos, empresarios, deportistas, estudiantes y dirigentes regionales, el Compromiso Caribe, el cual se constituye en un nuevo gran reto del regionalismo caribeño. Lo ocurrido en Barranquilla ha sido observado y reseñado positivamente por los medios de comunicación nacionales.

El Observatorio del Caribe Colombiano se identifica con los once propósitos del Compro-miso Caribe y considera que este documento, tan importante para las acciones posteriores que han de desarrollarse por parte de los más variados organismos y agentes regionales, se convierte en guía para la búsqueda del mejoramiento de las condiciones de vida de la región y debe divulgarse al máximo con miras a su apropiación y enriquecimiento por parte de la comunidad, pero sobre todo, para hacerle riguroso seguimiento a los logros en cada uno de los propósitos.

El Compromiso Caribe es un patrimonio regional, y como tal, pertenece a todos, y no exclu-sivamente a los tres centros de investigación que contribuyeron a su gestación, cuyo papel es y deberá seguir siendo el de centros de estudio y análisis.

El Compromiso Caribe resulta después de 10 años de labores de los tres centros de investigación y constituye una base científica y documental de la región para entenderse, para comprender su relación con la Nación y su pertenencia al mundo del Caribe. Por su importancia, hemos tomado la decisión de incorporar sus 11 puntos como editorial, en este número, al cumplirse diez años de la creación del Observatorio del Caribe Colombiano:

1. Convertir en política de Estado la reducción de las enormes disparidades regionales en el ingreso y en los indicadores de bienestar material y lograr que en Colombia las políticas para erradicar la pobreza se orienten por la dimensión territorial.

2. Crear un Fondo de Compensación Regional para que el efecto regresivo del gasto público del gobierno central se compense con recursos que permitan darle un mínimo de servicios del Estado a todos los habitantes de Colombia, en cualquier parte del territorio nacional.

3. Fortalecer el aparato productivo de la región Caribe en sectores competitivos de alto valor agregado y generadores de empleo que produzcan ingresos para superar las condiciones de pobreza de los costeños.

4. Avanzar en el mediano plazo en la erradicación de la desnutrición de la población infantil de 0 a 4 años y trabajar conjuntamente con la nación, los departamentos, los distritos, los municipios, el empresariado y la sociedad por el cumplimiento de las Metas del Milenio, propuestas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo–PNUD.

5. Darle prioridad a la calidad del sistema educativo regional sobre todas las otras

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a

inversiones que realizan los gobiernos locales de la región imponiéndose como metas las de eliminar el analfabetismo, universalizar la educación secundaria y fortalecer la etno-educación bilingüe en aquellos lugares donde se habla, como primera lengua, una distinta al español.

6. Institucionalizar la clara vocación del Caribe como Región, en las formas autorizadas por la Constitución de 1991, que numerosos intentos en el Congreso no han logrado y promover mecanismos específicos para que la Costa Caribe se exprese como región en el ámbito nacional en los temas relacionados con el desarrollo social, económico, ambiental y cultural. De igual manera, se debe estimular la conformación de redes de cooperación, solidaridad e intercambio económico y social con el objeto de fomentar una mayor integración y alcanzar un desarrollo económico que se traduzca en mejo-ramiento de la calidad de vida de costeñas y costeños. En el proceso de integración regional se utilizarán las vías que la creatividad permita, incluyendo el uso de las nuevas tecnologías de las comunicaciones y la información. El Canal Regional de Televisión, Telecaribe, debe jugar un papel fundamental en esta integración.

7. Estimular y fortalecer los centros de estudios regionales en el Caribe colombiano que generen conocimiento e ideas para la región en su conjunto y actúen como canales de expresión para la academia y la intelectualidad. Estos centros estarán en capacidad de evaluar y hacer el seguimiento periódico al Compromiso Caribe.

8. Superar la fragilidad de las instituciones regionales y mejorar la calidad de las admi-nistraciones locales, departamentos y municipios, mediante la erradicación de la corrupción y favorecer cada día, en los asuntos públicos, la mayor participación de ciudadanos sin intereses particulares en los resultados electorales, que propugnen por los beneficios colectivos y trabajen por la solución de los problemas de la sociedad. Promover la condena social de la corrupción por sus perversos efectos sobre la legi-timidad del Estado y el demérito de lo público; por su destrucción del capital social, en especial, debido a la anomia que produce la riqueza mal habida; por su sustracción del gasto destinado a promover la equidad y la igualdad de oportunidades; por su des-estímulo de la sana competencia empresarial; y, por su desaliento al logro de méritos, la ética del trabajo, el emprendimiento y la innovación.

9. Promover programas y proyectos encaminados al cuidado del medio ambiente de la región cuyo deterioro cada día abarca más amplias zonas del territorio Caribe.

10. Aumentar la participación de profesionales de la región en el gobierno central para avanzar en la reducción de las disparidades económicas regionales. 11. Estimular, a través de una estrategia nacional, el acercamiento y el fortalecimiento de nuestros vínculos sociales, culturales y comerciales con el Gran Caribe.

Llamamos desde aquí, en nuestros diez años de existencia, a mantener viva la llama que se ha encendido. El Compromiso Caribe es un asunto de todos.

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H I S T O R I A

Aventuras y desventuras de extranjeros en las provincias de Cartagena y Santa Marta durante el periodo colonialRoger Pita Pico

Este trabajo intenta trazar una mirada retrospectiva a la presencia de los extranjeros en el espacio corres-pondiente a las provincias de Cartagena y Santa Marta durante la época de la Colonia.

Para empezar, es básico delimitar semánticamente el término extranjero que, para este caso en particular, se aplicará a todos aquellos que no hacían parte del Imperio español, es decir, a quienes no pertenecían a la propia España ni a sus dominios en América1.

Admiración, sospecha, prevención, inquietud, curiosidad, eran solo algunos de los sentimientos que giraban en torno a estas personas venidas de fuera. Ahondar sobre ellas implica además examinar cómo se dio su proceso de inserción y encuentro en una sociedad fuertemente segmentada y jerarquizada.

Asimismo, esta sucinta revisión cronológica permi-tirá discurrir sobre ciertas tesis que apuntan a pensar que sobre este grupo poblacional primó, más que todo, el concepto de la “otredad” y la exclusión. Para ello, es vital no perder de vista el contexto histórico, marcado en lo económico y político por los afanes expansionistas de los centros imperiales de poder, y en lo religioso, por el interés de combatir tendencias atentatorias del monopolio de la fe preconizada por la iglesia católica.

Ingresos legales e ilegales

Aún con todas las precauciones y reservas del Impe-rio español, varios fueron los factores que prendieron el auge de la emigración extranjera en los albores del siglo XVII: la atracción ejercida por El Dorado y otras afamadas riquezas; la unión de los Reinos ibéricos en 1580, lo que llenó de pretexto a los lusitanos para ingresar autoproclamándose como vasallos españoles; las ambiciones de otras naciones por expandir sus mer-cados y el fortalecimiento de las licencias para la trata esclavista bajo el monopolio de los portugueses.

En concreto, debe resaltarse el caso de Cartagena, ciudad que por su misma ubicación costera y por ser puerto clave de entrada tanto legal como subrepticia, no solo a la Nueva Granada sino a los dominios del Perú, logró congregar en sus casas y calles a un buen número de extranjeros. De hecho, algunos que tenían como propósito internarse en las tierras del sur terminaban por quedarse. En un comienzo, los que más abundaban

1 Esta precisión conceptual resulta muy conveniente por cuanto también se solía llamar así a los nacidos en España y resi-dentes en estas tierras del otro lado del océano.

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eran los portugueses hasta el punto de llegar a causar recelo y preocupación entre las autoridades que, no pocas veces, recriminaron la habilidad de estos europeos para comerciar aún en contravía de las leyes, valiéndose incluso de sobornos y de sus contactos en el gobierno local para no ser expulsados2.

Una prueba reveladora sobre la resonancia foránea en esa ciudad la suministra la investigadora española Enriqueta Vila quien se basó en un documento del Archivo General de Indias que da cuenta de 184 extranjeros existentes en 1630, aproximadamente la décima parte del conjunto total de vecinos. El 79.3 correspondía precisamente a portugueses seguidos en menor escala por italianos y franceses3.

Desde un principio se instauraron mecanismos formales para el ingreso legal. El primero de ellos fue la licencia que era una merced mediante la cual la Corona confería permiso para pasar a América, principalmente para ciertos oficios mecánicos. El segundo instrumento eran las cartas de naturaleza que permitían vivir y comerciar legítimamente, para lo cual se debían cum-plir ciertos requisitos como el haber vivido en España o en las Indias por diez años continuos, estar casado allí y poseer casa o bienes raíces. Una vez instalado el Reinado de Felipe III, estas exigencias se tornaron más rígidas tras ampliarse al doble el tiempo de residencia, en tanto que los caudales debían alcanzar el tope de los 4.000 ducados. La tercera y más común vía de legalización era a través de las cédulas de composición, consistentes en el pago de una determinada cantidad de dinero al fisco a cambio de normalizar a todo aquel que hubiere pasado fraudulentamente4. Entre 1593 y 1599 se registró en Cartagena un total de 71 benefi-ciados por esta fórmula: 54 portugueses, 12 italianos y 2 flamencos5. No obstante, este requisito de pago limitaba en cierto sentido el acceso a este mecanismo de legalización ya que solo lo podían cumplir aquellas personas con algún caudal económico. Al final, estas concesiones sólo operaron en estos primeros años ya que la metrópoli decidió suspenderlas.

En realidad, fueron muchos los que tuvieron éxito en su propósito de traspasar el Atlántico utilizando diversas estrategias, ya fuera enrolándose como marinos y soldados o en calidad de criados. Pero pese a todas las restricciones y esfuerzos oficiales, la mayoría de extran-jeros tuvo más que todo un carácter de clandestinidad. Así lo da a entender el hecho de que en el mencionado

reporte de 1630 en Cartagena, sólo seis contaban con carta de naturaleza y cinco con licencia. Tantas trabas hacían que muchos optaran hábilmente por manejar el idioma castellano y soterrar su origen mediante diversas estrategias. El hecho mismo de no tener propiedad y su alta movilidad espacial, hacían que se pudieran escabullir fácilmente. Los más pudientes recurrieron a otros métodos no muy honestos como la adultera-ción de pruebas de limpieza de sangre, el soborno a funcionarios de la Casa de Contratación e incluso la compra de permisos falsificados de embarque, fáciles de adquirir en Sevilla6. Algunos se infiltraron a través de las embestidas piratas o con el pretexto de traficar con contrabando. Otra de las alternativas ilegales de acceso fue embarcarse secretamente en navíos de la trata de esclavos o en las flotas que zarpaban con destino al Nuevo Mundo. Se convertían así en polizones que fueron conocidos también como “los llovidos”, debido a que no se sabía cómo habían entrado. Precisamente en 1596 se había solicitado encarecidamente a la Casa de la Contratación de Sevilla una exhaustiva revisión a los galeones para cerciorarse de que no subieran a bordo extranjeros sin licencia. Esta misma directiva fue reiterada veinte años más tarde7.

Circunstancias adicionales pudieron incidir para introducirse, muchas de ellas fortuitas y azarosas. Por ejemplo, el genovés Jerónimo de Ojenes viajaba en una embarcación de paso por la bahía de Cartagena, pero de repente enfermó, lo que lo obligó a buscar abrigo en esta ciudad. Otro de los motivos más recurrentes fue el naufragio de naves, ya fuera por avatares climáticos, pero primordialmente por enfrentamientos bélicos, así le sucedió en inmediaciones de dicha bahía al francés Juan de Cádiz, al genovés Bernardo de Mier y a su compatriota Antonio Galindo8.

2 Nicolás del Castillo Mathieu (1981: 214-215).3 Enriqueta Vila Vilar (2001: 9-33). 4 Juan Morales Alvarez (1980: 45, 47 y 51).5 Enriqueta Vila Vilar (2001: 5).6 María Cristina Navarrete (2000: 20).7 Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias (1973: tomo

IV, folio 11v). 8 Archivo General de la Nación -AGN, Empleados Públicos-

Miscelánea 29, folios 797v, 802r, 803v y 805r, 1736.

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Es bueno advertir que aún cuando prevalecieron las políticas de corte restrictivo, también hubo un grupo de extranjeros que fueron bienvenidos por sus invaluables aportes a la ciencia, la economía y la cultura. El mismo campo de la construcción civil y militar requirió en oca-siones específicas del concurso y la experticia externa. Por ejemplo, el ingeniero italiano Giovanni Battista Antonelli renovó el castillo de San Felipe de Barajas en Cartagena hacia la segunda mitad del siglo XVI para resistir el ataque de los corsarios9. En la pintura y en el estamento religioso también descollaron hombres con valiosas contribuciones culturales.

Vida social y económica

Por lo regular, los extranjeros eran fácilmente aceptados dentro de las élites locales, aún a sabiendas de que no todos contaban con ostentosos patrimonios materiales. Gracias en parte a su piel blanca, algunos cuantos pudieron emparentarse con influyentes familias criollas, aunque también hubo cierta resistencia ya que, por lo general, no eran nobles, sino que simplemente provenían de estratos bajos o se ganaban la vida en oficios manuales de muy poca estimación social.

Hubo otros que en franco desafío a los convencio-nalismos y prejuicios de aquel entonces, se atrevieron a comprometerse sentimentalmente con miembros de las castas inferiores, como el francés Juan Miguel Marcial quien se casó en Santa Marta con la parda libre Juana Francisca del Campo10. De los 55 extranjeros registrados en 1751 en la provincia de Cartagena se pueden citar tres genoveses: Domingo Fasete enlazado con la morena libre Lorenza Gutiérrez, Pedro de Grote enmaridado con la negra liberta Polanía Melgarejo y Francisco Armani comprometido con la mulata María Polo Machado al lado de sus dos hijos11.

En cuanto al tema de las ocupaciones, en la Costa Caribe la mayoría se desempeñaba como mercaderes, marineros y artesanos. A esta conclusión se llega des-pués de revisar las citadas fuentes documentales sobre extranjeros en Cartagena en dos momentos históricos claves: 1630 y 1751.

También les fueron adjudicados cargos de impor-tancia en los gobiernos locales y provinciales, algunos incluso desarrollaron una sobresaliente trayectoria de servicio público. Llama poderosamente la atención el caso de Cartagena en las primeras décadas del siglo

XVII, cuyo cabildo estaba conformado en su gran mayoría por portugueses12.

Dentro de los más destacados en el andamiaje burocrático de la ciudad de Santa Marta en la siguiente centuria, vale citar: al irlandés Esteban Bodquin, quien fue designado en el cargo de tesorero; a Juan Claros, nacido en Amberes, fue elegido regidor, alcalde de la santa hermandad, alcalde de primer voto y cuatro años como contador oficial del Real Tesoro; al portugués Juan Baptista Machado, quien llegó como asentista de esclavos y pudo ser designado alcalde de la santa hermandad, provisor general y dos veces alcalde ordinario. Todos ellos unieron sus vidas con vecinas blancas y, por lo general, consiguieron acumular res-petables caudales13. Hacia 1789, el entonces gobernador José de Astigarraga informó al virrey sobre la gestión del portugués Juan José Melo como escribiente en la administración de correos y su posterior admisión como soldado14.

Dentro del antedicho padrón llevado a cabo en Cartagena, al promediar el siglo XVIII, se puede hacer alusión al genovés Jácome Savona quien ocupó el cargo de administrador de la renta de aguardiente y del ramo de alcabala, y al también genovés Antonio Bolcan, dos veces alcalde de la santa hermandad. En el campo militar, cabe rememorar al genovés Pedro Blanco quien se consagró como teniente de una de las compañías de milicias españolas de la ciudad, y al francés Pedro de Amvila, en ejercicio del mismo rango en la cercana villa de San Benito Abad15.

Invasión y poblamiento en el Darién

Hacia el año de 1699 irrumpió en las costas del Darién una expedición de escoceses al mando de Gui-llermo Peterson, como parte de una urdida expansión

9 Roberto Violi Botta (1995: 24-26).10 Steinar Saether (2005: 71).11 AGN, Empleados Públicos-Miscelánea 29, folios 797r, 798v

y 820v, 1751.12 Nicolás del Castillo (1981: 216).13 Steinar Saether (2005: 70 y 71).14 AGN, Milicias y Marina 115, folio 738r, 1789.15 AGN, Empleados Públicos-Miscelánea 29, folios 797r, 803r,

808r y 815v, 1751.

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comercial y territorial de aquella nación europea. Allí lograron persuadir a los nativos y fundaron una colonia a la que bautizaron con el nombre de Nueva Caledonia. Mas tarde arribó una nueva excursión de refuerzo al mando del capitán Alejo Campbell. Disminuidos por el impacto de las enfermedades y el inclemente clima, y ante el escaso apoyo de los ingleses, los intrusos se encontraron con una actitud ofensiva por parte de la Corona española que ordenó a los gobiernos sufragá-neos de Panamá y Cartagena el despacho de un ejército de 1.500 hombres que al final triunfó en el campo de batalla16. El propio Papa Inocencio VII concedió a petición del Rey Carlos II un auxilio de un millón de ducados que se pagarían de los bienes eclesiásticos de Indias para hacer frente a estos invasores “herejes”17.

Paradójicamente, después de los dispendiosos esfuerzos para sacar a estos extraños, en 1739 el virrey Sebastián de Eslava, debido a los estragos causados por los alzamientos de los indios del lugar a los pueblos españoles, dio vía libre para que extranjeros habitaran esa costa, tal como lo hicieron sus predecesores en el siglo pasado18. Otros de los propósitos pensados era facilitar la comunicación, abrir rutas entre los dos mares y asegurar la soberanía de esta desguarnecida costa aquejada por tantos ataques externos. Por eso se buscó poblar con colonos de Estados Unidos y de otras islas y posesiones inglesas, francesas y holandesas. En suma, fueron más de 1.500 personas de varias nacionalidades, edades y géneros.

Esta decisión fue reciamente criticada por funcio-narios como Francisco Silvestre quien estaba conven-cido de que esos foráneos eran potenciales enemigos que podían dejar en peligro de dominio a esas tierras y traerían no pocos abusos y resabios que irían en contra de las costumbres políticas y religiosas. De hecho, el gran número de judíos, luteranos y protestantes se con-sideraba una amenaza a la doctrina católica reinante. Se decía que eran por lo general perezosos y viciosos, motivados por la codicia de fortuna y que habían logrado mezclar sus defectos con los de los indios y negros de la zona.

Para enmendar ese error, las autoridades españolas decidieron enrolar por la fuerza a unos cuantos de estos extranjeros colonos remitiéndolos a Santa Fe para engrosar las plazas del regimiento auxiliar, lo que generó inconformismo en ellos. Pese a esta medida, seguía recalcándose el carácter libertino y relajado de

esas gentes, pero principalmente se temía ahora que en su condición de hombres armados conocerían mejor el Reino y sus entradas, lo que tácticamente podía ser aprovechado por eventuales ambiciones territoriales de sus países de origen. Al final, se demostró gran ineptitud en estas lides militares, máxime cuando muy pocos de ellos comprendían el castellano, siendo indispensable confiar en un esclavo intérprete. No tardaron entonces en reportarse deserciones. Muchos habían terminado en trabajos públicos y otros conminados a penas fuertes en el cuartel.

Lleno de argumentos, Silvestre consideró altamente inconveniente dejar aquí a estos individuos y creía en definitiva que lo mejor era restituirlos a sus respectivos países por cuenta de la Real Hacienda. Otra opción válida era asentarlos en inmediaciones de las minas de plata de Mariquita, puesto que allí estarían más seguros al encontrarse distantes de la costa y porque al mezclarse con familias criollas tendrían, en teoría, muchas más probabilidades de ser útiles al verse en la imperiosa necesidad de laborar en estos yacimientos o de producir frutos de esta fértil región como añil, algodón, cacao, café y azúcar, entre otros.

El balance sustentado por Silvestre fue, en últimas, muy desalentador, ya que no se habían cristalizado los objetivos propuestos y sí le había costado a las arcas reales más de cinco o seis millones de pesos, con un saldo de 6.000 vasallos, entre milicias y moradores, sacrificados, ya fuese heridos o muertos. Adicional-mente se notició sobre la presencia de extranjeros poblando a Caño de Loro en inmediaciones de Car-tagena, hecho también percibido como lesivo para la tranquilidad del Nuevo Reino19.

La segregación religiosa

Árabes y judíos fueron expulsados de España en 1492, lo que forzó a muchos de ellos a desplazarse al Nuevo Mundo. Algunos de los que tuvieron éxito en pisar suelo americano fueron perseguidos implacable-

16 Jerónimo Becker (1921: 44-49).17 AGN, Cedulario de la Real Hacienda 3, folios 1r-3v, 1700.18 AGN, Virreyes 15, folio 878v, 1739.19 Francisco Silvestre (1958: 104-106).

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mente por el Tribunal de la Santa Inquisición y optaron por la conversión al cristianismo como un mecanismo para ocultar sus devociones religiosas20.

Tal como lo pregonaba una ley emanada en 1602, la consigna era “limpiar la tierra de extranjeros y gente sospechosa en cosas de la fe”, porque se temía además que pudiesen ejercer una interferencia pecaminosa en los indios21. En ese ambiente represivo, la categoría de extranjero prácticamente empezó a estigmatizarse al ser asociada con la prédica de otras religiones diferentes a la católica. Las primeras miradas se concentraron en los comerciantes portugueses que arribaban a Cartagena, algunos de los cuales eran judeoconversos, y a quienes, por tal motivo, los juzgó la Inquisición.

Hacia 1784, don Antonio de Narváez y La Torre, gobernador de Santa Marta, dio cuenta del encar-celamiento del tratante judío David Mota y de su pronta remisión a Cartagena. El comisario del Santo Oficio descubrió que había sido hallado bajo el falso nombre de Pedro de la Mota y que provenía de la isla de Santo Tomás. El aludido confesó estar enterado de las limitaciones vigentes para extranjeros y más para los judíos, pero se justificó afirmando que únicamente había venido para cobrar unos cortos intereses. Según las normas, los practicantes de ese culto no podían ni siquiera tocar estas posesiones a no ser con el acompa-ñamiento de un clérigo o de un cristiano viejo22.

La discriminación abarcaba muchos ámbitos de la vida social y política, en especial, el acceso a cargos oficiales, la entrada en colegios o congregaciones reli-giosas, y hasta para casarse. Cualquiera actitud relajada con respecto a la institucionalidad católica era motivo de inquietud. Corría el año de 1772 cuando el alcalde de Barranquilla Antonio Joseph Rodríguez elevó quejas

contra el comerciante extranjero Antonio Gueruchi, residente en Santo Tomás, por su genio iracundo y sus discordias con el cura del lugar debido a su leve apego a las leyes de Dios23.

La política de persecución en el siglo XVII

Quizás el común denominador en cuanto a extranjeros se refiere, era la percepción que se tenía de ellos como una amenaza latente. De allí adquiere explicación la férrea política de persecución y expulsión que padecieron prácticamente durante todo el período colonial.

Desde muy temprano la Corona empezó a adoptar correctivos. Una cédula de 1560 reprochó cómo muchos penetraban en suelo americano sin la debida licencia y en forma subrepticia, ya fuera como marineros o como soldados y otros más fingiendo ser mercaderes. Una de las habituales rutas para esquivar las operaciones de inspección era a través de las islas Canarias.

La inquietud esencial de la metrópoli era que dentro de los que lograban pasar fraudulentamente había hombres facinerosos “y de mala vida y ejemplo”, que conseguían bienes para intentar mas adelante sanearlos en la Casa de la Contratación. Por consiguiente, se mandó que aquellos que fueran sorprendidos entrando sin responder a los trámites preestablecidos, le serían embargados los capitales que allí adquiriesen, dándole la quinta parte de estos al delator. Iguales represalias recayeron sobre los bienes mortuorios, en cuya cir-cunstancia los herederos no recibirían nada y todo se transferiría al fisco24.

Cinco años más tarde, le llegaron noticias a don Andrés Días Venero de Leiva, presidente de la Real Audiencia, sobre la estrategia basada en contraer nup-cias por temor a no ser echados. En consecuencia, se recordó que ninguno podía casarse sin haber estado en este territorio por lo menos diez años25.

Las restricciones para los que ingresaban sin permiso siguieron renovándose sucesivamente a lo largo del siglo XVII mediante sendas leyes promulgadas en los años 1602, 1604, 1605, 1608, 1616, 1667 y 167026. Hacia 1621 se fijó una excepción para aquellos que desempeñasen oficios mecánicos “útiles a la República”27.

Ya se señalaron en líneas anteriores las precauciones relativas a todo aquello que vulnerara la hegemonía

20 Natalia Rincón (2002: 99).21 Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, op. cit.,

folio 12v.22 AGN, Milicias y Marina 115, folios 744r-749v, 1784.23 AGN, Empleados Públicos-Miscelánea 20, folios 131r-132r,

1772.24 Juan Friede (1976: Tomo IV: 107-110).25 Juan Friede (1976: Tomo V: 338-339).26 Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, op. cit.,

folios 11v y 16rv. 27 Ibid., folio 13r.

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del catolicismo. Simultáneamente, pesaron también razones de índole política. Hacia 1645 salió a la luz una nueva norma en la que se subrayaba la cruzada por la expulsión bajo la premisa de que las naciones enemigas podían adquirir a través de los aquí residen-tes noticias del estado del Reino, sus resoluciones y dictámenes, todo en menoscabo de la seguridad del Imperio español. Se creía entonces que estos emisa-rios disfrazados lograrían alborotar a los habitantes de estas latitudes. Esta orientación iba dirigida más que todo a los gobernantes de puertos marítimos y costas que de por sí eran los sitios más propensos a albergar población foránea28.

La otra gran previsión tenía que ver con los inte-reses económicos puesto que el movimiento mercan-til de los extranjeros representaba una competencia indeseable para los tratantes españoles y locales. Era verdaderamente prioritaria la protección del mono-polio comercial. Fue así como desde muy temprano, en 1557, se estableció una ley que sólo les permitía a los advenedizos negociar en los puertos sin pasar a las provincias interiores. Hacia 1614 siguió legislándose en esa misma dirección, esta vez contemplando la pena capital y pérdida de bienes para quien osare tener algún tipo de transacciones con ellos29.

Décadas más tarde, se exigieron mayores controles en la revisión de mercaderías porque se presumía que algunos extranjeros podían valerse de terceros para enviar sus productos de manera engañosa. Mediante cédula dictada en 1769 se instó a todos los puertos de América para que no admitieran partidas de registros de caudales ni frutos consignados a extranjeros30. También hubo mucho celo en preservar las riquezas existentes, así lo demuestra el decreto que los privaba de sacar piedras preciosas31.

En 1621 el presidente don Juan de Borja adelantó un censo general de extranjeros y posteriormente les impuso un tributo que fue duramente rechazado por los mismos afectados. La Corona no atendió estas críticas y más bien reprendió a Borja porque este gravamen era irrisorio y evadido por muchos. Borja justificó su medida sobre el supuesto de que varios de ellos no tenían bienes, especialmente los portugueses que venían de Brasil, Cabo Verde y Guinea, razón por la cual los libró temporalmente de dicha obligación con la idea de que así podrían aumentar sus caudales para después rendir mayores sumas al Rey32.

En una trama sucedida en 1699, el irlandés Esteban Bodquin fue destituido de su cargo como contador de las Reales Cajas de la ciudad de Santa Marta debido a que las leyes prohibían a los extranjeros residir sin carta de naturaleza o tener empleos oficiales sin haber pasado con licencia de la Corona. En particular, se creía que era un elemento sospechoso que podía servir de espía a su nación.

Bodquin apeló la decisión por considerar que en su caso no aplicaban los motivos insertos en la ley. Por el contrario, sostenía haber prestado un inestimable servicio al gobierno español ya que había sido apresado y llevado hasta los navíos enemigos apostados en el puerto cuando invadió la plaza de aquella ciudad el pirata francés Daniel Pedro hacia el año de 1692. Allí soportó estoicamente toda clase de torturas para que revelase las flaquezas de la plaza, pero de una manera perspicaz confesó que había demasiada cantidad de armas y fortalezas, lo que de inmediato disuadió a los usurpadores de perpetrar el ataque y libró a la ciudad de una pérdida inevitable, pues, en realidad, se encontraba muy débil ante la actitud intimidante de los más de trescientos piratas levantiscos.

Esta fidelidad y valentía para ofrendar hasta la vida con tal de salvaguardar la soberanía española, eran para este irlandés razones más que suficientes para continuar habitando estas tierras y ocupar algún cargo decoroso. Con el fin de consolidar su defensa, Bodquin exhibió una carta suscrita por el presidente del Consejo de Indias en la cual lo recomendaba ante el gobernador de Yucatán en cualquier postulación de oficio honorífico; resaltó el pago de una crecida fianza de $ 4.000 como prenda de garantía para acceder al puesto de contador, en el que, al poco tiempo, procuró por todos los medios el aumento de la Real Hacienda logrando una excelente administración reflejada en la formación de 32 libros de cuentas y cobros; adjuntó certificaciones en las que se daba fe de haber obtenido los empleos de alcalde de la santa hermandad, mayor-

28 Ibid., folios 12v y 13r. 29 Ibid., folios 12r y v. 30 AGN, Milicias y Marina 112, folios 610r-611v, 1769.31 Ibid., folio 729r.32 Manuel Lucena Salmoral (1967: 380-381).

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domo de depósito y de la cofradía de Veracruz, por cuyos cometidos recibió siempre la ponderación de su habilidad y manejo impecable; confesó ser morador por más de nueve años dando muestras de buen comporta-miento y contar con licencia debidamente refrendada por el cabildo secular y eclesiástico del lugar; manifestó haber traído progreso a la ciudad gracias a sus rentables negocios y al suministro de embarcaciones para la trata de esclavos; aseguró dominar a la perfección el idioma español, ser hombre noble e ilustre, pariente inmediato del almirante de la Armada de Barlovento, además de estar unido maritalmente con doña Dorotea Rosa de Zúñiga, una prestante dama samaria proveniente de una familia de crédito y esclarecida fama; admitió que como buen irlandés era un seguidor acérrimo de la iglesia católica, cuya devoción estuvo a prueba en la isla de Jamaica en donde había estado prisionero y sentenciado a muerte por no haber querido apostatar de su credo religioso; y clamó la atención a todos estos requisitos para corroborar su fidelidad a la monarquía y pedir así cierta dispensa de la ley como premio a su trayectoria de servicio. Con estas justificaciones se le mantuvo y amparó en su empleo mientras se dictaba la sentencia definitiva. Para verificar estos antecedentes, Bodquin se dio a la tarea de convocar a seis testigos entre los que figuraban vecinos prestantes, religiosos y altos funcionarios locales33.

Las expulsiones en el siglo XVIII

En esta centuria todo parece indicar que los con-troles prosiguieron con la misma tenacidad. Como resultado de la guerra, el Rey ordenó a sus dominios en América mediante cédula del 12 de julio de 1702 embargar los bienes de todos los ingleses, alemanes y holandeses, sin excepción alguna y actuando con prudencia para evitar ocultaciones34. Varias décadas después, el virrey Manuel Antonio Flórez conminó a pena de muerte a quienes compraran armas a extran-jeros y las vendieran a los “levantados enemigos de la Corona”35.

En especial, surgió un debate sobre los caudales de foráneos fallecidos en estas tierras, saliendo a flote las obvias protestas de los deudos damnificados. Trans-curría el año de 1744 en Mompós cuando falleció el médico don Francisco de Fontes, oriundo de Palermo en el entonces Reino de Sicilia, y de inmediato, los

oficiales reales de la villa habían dispuesto el embargo de sus cortos bienes por el “delito de extranjería”. No obstante, al final el alcalde ordinario don Blas Ponce de León reversó esa decisión por haber ejercido Fontes un oficio mecánico útil, para lo cual se colocaron como pruebas un certificado del Real Protomedicato de la Corte de Madrid y un título de catedrático expedido por la Real Audiencia de Santa Fe. A esto se le agrega-ron evidencias de tener herederos, estar debidamente avecindado y la constancia de la licencia con que pasó al Nuevo Continente36.

Ni siquiera el estamento eclesiástico se libró de las restricciones implantadas. Fue así como hacia 1703 se les vedó la entrada a los religiosos extranjeros que no trajeran sus respectivas licencias o que no cumplieran con los requisitos de rigor. Esto en razón a que había algunos que hacían propaganda hostil a la monarquía española o porque podían ser sospechosos37.

Seis décadas más tarde, el Rey Carlos II reiteró el mandato de expulsar a los extranjeros miembros de esas congregaciones que aún anduvieran en estas tierras debido al inconveniente de su desafecto a la nación española y para contener probables “pasiones contrarias” al poder constituido, por lo cual se decidió no proporcionar más permisos de ingreso y enviar a España a los infractores, advirtiéndoles que si no aca-taban la medida debían atenerse a las consecuencias38.Dentro de los reportes entregados al año siguiente, los máximos representantes de la comunidad de Santo Domingo respondieron que no tenían en sus claustros a ningún extranjero, sólo criollos y españoles. Igual fue la contestación de los agustinos recoletos descalzos39.

En medio de estas regulaciones, el clérigo irlandés don Miguel Oclavie decidió acudir al virrey Pedro Mesía de la Zerda para que le concediera la anuencia de profesar su sacerdocio en Cartagena ante la negativa

33 AGN, Real Hacienda 42, folios 724r-776v, 1699.34 AGN, Reales Cédulas y Órdenes 3, folios 353r-354r, 1702.35 AGN, Milicias y Marina 140, folios 530r y v, 1776.36 AGN, Empleados Públicos-Miscelánea 20, folios 136r-147v,

1734.37 AGN, Curas y Obispos 20, folios 3r-6v, 1703.38 AGN, Reales Cédulas y Órdenes 17, folios 416r-417r, 1767.39 AGN, Milicias y Marina 112, folios 537r-543v, 578r-581v,

1768.

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Cuadro No. 1Descripción de extranjeros en la provincia de Cartagena en 1751

Nombre Origen Años vecindad Condición ExpulsadosAndrés Pisso Génova - sastre casado en Europa x

Domingo Piano Génova 13 casado en Europa xFrancisco Bacaro Génova 3 bodeguero casado en Europa x

Lorenzo Bey Borgoña - pulpero casado en Europa xJuan Bernardo Orissio Génova 11 zapatero casado en Europa x

Manuel Fernández Portugal 5 marinero casado en Europa xBernardo Lacleda - - - soltero xBartolomé Sansón Génova - - soltero x

Joseph Rapalin Génova - - soltero xJuan Baptista Franco Cerdeña 1 pulpero soltero x

Vicente Dime Malta 1 marinero soltero xJuan Baptista Noguera Francia 1 marinero soltero x

Domingo Liaña Génova - marinero soltero xJuan Baptista Furpia Génova 6 marinero soltero x

Juan Antonio Cortechati Córcega 2 marinero soltero xAntonio Díaz Portugal - zapatero

Antonio Galindo Génova 9 cerrajeroJoseph Busse Francia 7 armero

Juan Baptista Muss Génova 38 cocineroDiego de Lis Irlanda 9 panadero

Bernardo de Mier Génova 13 pulperoJuan Caduc Francia 13 marinero

Juan de Casanova Francia 38 pulperoJoseph Escanavina Génova - pulpero

Pablo de Longo Sicilia 18 marineroFrancisco Misset Francia - pulpero

Juan Baptista Mozo Génova - cocineroPhelipe Felian Génova - marinero

Francisco Baldiny Génova 26 comerciante casado con hijosNicolás Guilli Génova 26 comerciante casado con hijosPedro Blanco Génova 13 comerciante casado con hijos

Pedro de Grote Génova 11 labrador casado con hijosFrancisco Armani Génova 13 cocinero casado con hijos

Juan Baptista Buenseñorío Francia 14 pulpero casado con hijosAntonio Mangones Nápoles 26 pulpero casado con hijosPedro Pablo Bareta Génova 26 farolero casado con hijosJerónimo Ojenes Génova 10 acerrador casado con hijos

Juan Pon Francia 20 amolador casado con hijosPedro de Amvila Génova 23 ganadero casado con hijos

Juan de Cadiz Francia 13 ganadero casado con hijosJácome Busson Génova 28 bodeguero casado con hijos

Francisco Chichón Francia 4 pulpero casado con hijosJácome Bolaños Génova 13 panadero casado con hijos

Juan Baptista Sanguineto Génova 30 pulpero casado con hijosFrancisco Belice Francia 13 bastimentador casado con hijosJácome Savona Génova 12 comerciante casado con hijosJoseph Alegre Génova 25 fabr. aguardiente casado con hijos

Jácome Molinares Génova 28 marinero casado con hijosJuan Baptista Crisol Sicilia 27 marinero casado con hijosBernardo Ricardo Génova 14 marinero casado con hijosFrancisco Revelo Génova 29 panadero casado con hijosJuan Vidal Jurc Francia 30 cirujano casado con hijosAntonio Bolcan Génova 26 hacendado casado con hijosJoseph Insula Génova 12 cocinero casado con hijos

Domingo Fasete Génova 14 pulpero casado con hijos

Fuente: AGN, Empleados Públicos-Miscelánea, tomo 29, ff. 781r-824v.

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inicial del gobernador de esta ciudad. Mesía objetó la petición y, por lo tanto, no se le dio chance ni siquiera de desembarcar40.

La cédula del 20 de enero de 1750, en seguimiento de otra norma expedida catorce años atrás, recordó de nuevo las barreras para el paso de extranjeros sin licencia y que, aquellos que la tuvieren, no podían adentrarse allende las costas. Desde luego, aún regía la excepción para los dedicados a oficios mecánicos útiles que se situaran en parajes no sospechosos. En desarrollo de esta directiva, se publicaron bandos en todas las provincias del Reino para evacuar a los ilegales en el término de dos meses sin derecho de réplica y con la obligación de zarpar de Cartagena en la primera ocasión. Las autoridades debían especificar el trato y comercio de cada uno, decomisar todos sus bienes y pasarlos a depósito por cuenta de los oficiales reales para después remitirlos a España. Se aceptaba asimismo la colaboración de denunciadores sobre eventuales bienes ocultos41.

Don Ignacio Sala, gobernador de Cartagena, en carta despachada al Marqués del Villar informó que, en atención a la ley en cuestión, había dado instruccio-nes a las justicias de su ciudad y de las jurisdicciones de Mompós, Tolú, San Benito, Ayapel y Simití, para empadronar a los extranjeros. Gracias a los reportes locales se confeccionó la lista (ver cuadro No. 1) en la cual fueron contados seis casados en Europa y nueve solteros de quienes se dijo: “…urgía mucho su retorno a España por la mala vida que llevaban acá”42, imponién-doles pena si no se acogían ese llamado. Para el efecto,

se preparó un navío de guerra y otro llamado “Grande Alejandro”, aunque con demoras en el traslado debido al insuficiente cupo por la cantidad de presos y viajeros en espera de traspasar el Atlántico.

De igual manera, se elaboró una tercera lista con los que tenían oficios útiles, lo que de hecho los exceptuaba legalmente de ser deportados. Dentro de este grupo había trece solteros y veintisiete casados con hijos, entre los cuales tres conservaban carta de naturaleza: Francisco Baldiny, Nicolás Guilli y Pedro Blanco. De esta descripción se concluyó que más de la mitad eran genoveses, seguidos por los franceses. Un buen número llevaba ya largo tiempo de residencia llegando incluso a superar los treinta años de vecindad.

Al francés don Luis Arnaldo Machendi, al irlandés don Thomás Doran y al portugués don Paulino Franco de Acosta, residentes allí temporalmente para el despa-cho de los géneros del navío San Pedro proveniente de Lisboa, se les confirió permiso por unos cuantos días mientras terminaban de recoger los caudales dispersos, pero vigilando eso sí que no adelantasen negocios distintos al autorizado, abusando así de la benignidad del indulto. Los franceses don Pedro Carrera y don Juan de San Guillén que estaban en Nueva Calidonia fueron remitidos a Portobelo con custodia oficial y otro

Cuadro No. 2Lista de extranjeros en la provincia de Santa Marta hacia el año de 1784

Nombre Origen Años vecindadManuel Fernández Portugal 60 arrieroBenito Pacheco Portugal 11 marineroThomas Molina Francia 32 carpinteroJuan Miguel Marcial Francia 16 cocinero y pulperoElías Box Francia 20 carpinteroThomás María Esmerialdi Génova 40 pulpero y bodegueroFrancisco Dorado (mulato) Curazao 20 marineroJuan Conrado Génova 20 leñateroAgustín Pagani Roma - botonero

Fuente: AGN, Empleados Públicos-Miscelánea, tomo 31, ff. 599r y v.

40 AGN, Milicias y Marina 115, folios 950r y v, 1765.41 AGN, Milicias y Marina 112, folios 867r-873, 1750.42 AGN, Empleados Públicos-Miscelánea 20, folio 150v, 1751.

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más recibió licencia para dirigirse a Santo Domingo en donde también sería objeto de extremo control.

Si se traza una línea comparativa de este registro con el de 1630, se puede deducir que la cantidad de extranjeros había decrecido hasta en un 70. Esta cifra es muy diciente, toda vez que esta ciudad amurallada era la que alojaba aún al mayor número de ellos.

Hacia 1769 fue embarcado con destino a España el médico danés Alejandro Ambemberje, por haber ingresado maliciosamente43. Diez años después, Anto-nio de Narváez y La Torre, gobernador de Santa Marta, enteró al virrey Manuel Antonio Flórez sobre la licencia proveída al súbdito francés Juan Vielle para viajar a la capital con sus dos esclavos, a fin de presentarse ante las autoridades para ajustar unas cuentas de negocios44.Cinco años más tarde, este mismo gobernador informó sobre las diligencias coordinadas en su provincia en lo atinente a la orden de expulsión. Tal como lo muestra el cuadro que se incluye a continuación, se anotaron nueve extranjeros sin licencia ni carta de naturaleza, sin embargo se autorizó su estada en razón a que se dedicaban a ocupaciones útiles. Todos ellos llevaban largo tiempo de estar avecindados, casados y hasta con nietos.

Adicionalmente, Narváez puso en conocimiento que había varios soldados extranjeros dispuestos en la defensa de las principales plazas costeras. Con miras a normalizarles su condición, se esgrimió la necesidad de dar vía libre a quienes quisieran casarse y establecerse en estos dominios, todo esto para beneficio del Imperio y de ellos mismos. Pero para llevar a cabo estas unio-nes era prioritario resolver previamente el dilema del consentimiento paterno. Sobre el resto de milicianos se pensaba que lo más adecuado era su destierro.

En 1791 se emitió en Madrid una cédula en la que se mandaba a la justicia hacer registro “con claridad y sin tergiversación” de los extranjeros residentes en esos Reinos con distinción de transeúntes y domiciliados. Se hizo énfasis en que tiempo atrás la Junta de Extran-jeros -incorporada a la de Comercio- había recibido esa misma orden pero sin ejecutarla con exactitud en todos los pueblos, lo cual se prestaba para que algunos se aprovecharan dolosamente de los privilegios otor-gados. Los avecindados debían ser católicos y hacer juramento de fidelidad a la Religión y al Soberano, renunciando a todo fuero de extranjería y a cualquier lazo de dependencia con el país de origen, prometiendo

no buscar amparo en caso de prisión, expulsión abso-luta o confiscación de bienes.

A los transeúntes sólo se les habilitaba permane-cer bajo licencia dentro de unos márgenes de tiempo definidos, según el motivo y calidad de la persona. Quedaban además inhibidos para ejercer “artes liberales u oficios mecánicos” sin antes avecindarse, y por consi-guiente, no podían ser mercaderes, sastres, peluqueros, zapateros, médicos, cirujanos, arquitectos, criados o sirvientes, a menos que existiera un aval expreso del Rey. A los que fueran sorprendidos atareados en estas ocupaciones tendrían dos meses para salir o, de lo contrario, deberían emprender las diligencias para establecerse de manera oficial. Asimismo, se mandó revisar con sumo cuidado la entrada de nuevos extran-jeros manteniendo en vigencia los tratados suscritos con algunas potencias extranjeras sobre negocios y circulación de personas45.

Uno que apareció ese año solemnizando juramento en Cartagena fue el extranjero don Juan Baptista Motraya46. Adicionalmente, el gobernador de esa ciudad, don Joaquín de Cañaveral, informó que hasta ese instante la conducta del joven francés Antonio Gillebert había sido intachable y que estaría atento a cualquier proceder sospechoso que advirtiera en él o en otro de sus coterráneos47.

Pero después de toda esta descripción histórica, es relevante aclarar que no todas las voces se inclinaban por la prohibición y el estricto control. En el extenso catálogo de críticas señaladas a finales del siglo XVIII por el intelectual sangileño Pedro Fermín de Vargas, en relación con los factores que impedían el progreso del Reino, estaba la permanencia de vastos territorios sin gentes que los aprovechasen. Por eso, destacó los beneficios que tendría extender aquí la medida que franqueaba el paso de extranjeros a España, una opción para mitigar la crónica despoblación.

Según su percepción, más que los gastos per se, lacuestión era ensayar oportunidades. Por eso, insistió en la posibilidad de superar la “insociabilidad” y hacer así

43 AGN, Milicias y Marina 113, folios 595r-596v, 1769.44 AGN, Milicias y Marina 115, folios 706r y v, 1779.45 AGN, Milicias y Marina 112, folios 513r-516v, 1784.46 AGN, Milicias y Marina 113, folio 1.044r, 1784.47 AGN, Milicias y Marina 115, folios 947r y v, 1784.

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más diverso el poblamiento en el Nuevo Reino: “Abra-mos nuestras posesiones, deroguemos las leyes que lo impiden, y se verá florecer la América, sin necesidad de otra operación”48. El derrotero era entonces convidar a otros países a que se fijaran en las potencialidades de nuestras tierras.

Reflexiones finales

En términos generales, puede afirmarse que la emi-gración extranjera hacia las provincias de Cartagena y Santa Marta estuvo marcada más que todo con el signo de la clandestinidad, lo cual se convierte además en un obstáculo metodológico toda vez que impide develar la verdadera magnitud de este fenómeno social.

Como bien se ha podido comprobar en los relatos aquí revisados, diversas fueron las valoraciones sobre el papel que cumplió esa minoría y sobre su injerencia en la economía y en el devenir histórico del marco territorial objeto de este estudio. Pero lo único cierto es que tanto celo y control ejercidos por la Corona española pudieron eventualmente desestimular el libre desarrollo y aplicación de sus aportes y experiencias al servicio de dichas provincias.

Después de todo, no hay que negar que esos prime-ros grupos de extranjeros llegados en los tiempos de la Colonia, sumados a los arribados después, propiciaron de algún modo una mayor convivencia con lo foráneo y abonaron el rumbo para un diálogo más abierto con el mundo, realzándose la importancia de ser vistos por otros. Sin duda, contribuyeron a sentar las bases para moldear una región más pluralista, tolerante y multifacética.

Ya en las venideras décadas republicanas emerge-ría la ciudad de Barranquilla como el epicentro que serviría de principal entrada y sitio de acogida para las posteriores olas de foráneos.

BIBLIOGRAFÍA

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Lucena Salmoral, Manuel. “Presidentes de Capa y Espada 1605-1628”. En: Historia Extensa de Colombia, volumen III, tomo 2, Bogotá, Ediciones Lerner, 1967.

Morales Alvarez, Juan. Los extranjeros con carta de naturaleza de las Indias durante la segunda mitad del siglo XVIII. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1980.

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Saether, Steinar. Identidades e Independencia en Santa Marta y Riohacha, 1750-1850. Bogotá, Icanh, 2005.

Silvestre, Francisco. Descripción del Reyno de Santa Fe de Bogotá. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1958.

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Violi Botta, Roberto. Biografías y relatos de italianos en Colombia. Bogotá, Grupo Generali, 1995.

48 Pedro Fermín de Vargas (1986: 140-141).

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h I S T o R I A

Abastecimiento y hambre en la conquista de Cartagena de IndiasMaría Salud Elvás Iniesta

1.- Cartagena, tierra de rescates. Las pri-meras expediciones al territorio.

Cartagena de Indias fue, antes de su conquista definitiva y durante gran parte de la misma, tierra de rescate, al igual que el resto de la zona caribeña. Como bien dijo Hermes Tovar: “el rescate como modelo de extracción de riquezas fue propio del Caribe”1. Una forma de intercambio, el rescate, que alteraría el tradicional sistema de trueque con que comerciaban los indígenas de Cartagena y de todo el continente2.

Este carácter de tierra de rescate que Cartagena tuvo durante tantos años impidió que se tuviera, hasta muy avanzado el siglo, un conocimiento real y fiable de las posibilidades económicas que la región ofrecía, salvo la extracción de oro y la captura de indios. Las expedicio-nes a la zona, lejos de buscar un asentamiento estable y de la explotación económica del territorio, tenían como único objetivo la búsqueda de oro, alimentos, perlas e indios para vender luego como esclavos, en virtud de una provisión dada por la reina Isabel el 30 de octubre de 1503, por la cual se autorizaba a capturar y esclavizar a los indios de “las islas de San Bernardo e Isla Fuerte y en los puertos de Cartagena y en las islas de Bara3, donde estaba una gente que se dice caníbales”4. En ocasiones, la negativa de los indios a aceptar los intercambios con los españoles sirvió de excusa para proceder a su captura y esclavización. De este modo, de todas las expediciones

1 Hermes Tovar Pinzón, La estación del miedo o la desolación dispersa. El Caribe colombiano en el siglo XVI, Santa Fe de Bogotá, Ariel, 1997: 52. Otras obras reseñables son también: Mario Góngora, Los grupos de Conquistadores en Tierra Firme, 1509-1530: Fisonomía histórico social de un tipo de conquista,. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1963; Guillermo Céspedes, “Oro y hambre: estímulos y frenos en el doblamiento español de América”, en Homenaje académico a D. Emilio García Gómez”, Madrid, Real Academia de la Historia, 1993; José Durand, La transformación social del Con-quistador, México, Porrúa y Obregón, 1953; Demetrio Ramos Pérez, Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y rescate, Valladolid, Casa-Museo de Colón y Seminario Americanista de la Universidad de Valladolid, 1981

2 Carmen Gómez Pérez. Apuntes sobre la sociedad y la vida cotidiana en Cartagena de Indias, 1533 – 1580 (en prensa). Agradezco a la Dra. Gómez me haya permitido consultar el borrador de este nuevo libro para completar el presente trabajo.

3 Barú4 Real Provisión para que los indios caribes se puedan tomar

por esclavos. 30 de octubre de 1503. AGI, Indiferente General, 418, Libro 3, fol.211v. Recogido por Richard Konetzke, Colección de Documentos para la Historia de la Formación Social de Hispanoamé-rica, 1493 – 1810, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1953: 31 – 33.

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28 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7

que se organizaron para recorrer la zona ninguna pre-tendía establecer un asentamiento sólido y menos aún buscar un aprovechamiento económico que permitiera evolucionar desde esa economía de rescate hasta un modelo económico más estable. Todas ellas, además, se encontraron con un gran inconveniente, que se convertiría en una constante: la falta de alimentos y, en consecuencia, la aparición del hambre que en algunas ocasiones puso a los españoles en más de un apuro.

De las expediciones anteriores a la definitiva de Pedro de Heredia5, se tienen pocos datos referidos a los productos llevados en los barcos. En líneas generales, los barcos iban cargados de vino, bizcocho, aceite, carne salada, pescados varios, quesos, legumbres, huevos, así como algunos animales vivos para ser sacrificados durante la travesía con el fin de contar con carne fresca para los tripulantes y alguna fruta, empleados tanto para la alimentación del pasaje como para el sustento de los hombres una vez desembarcados y para el comercio con las incipientes ciudades americanas6.

De entre los pocos datos que conocemos sobre el abastecimiento de estas primeras expediciones, se sabe, por ejemplo, que en la primera expedición de Alonso de Ojeda, los españoles hicieron una primera escala en la isla de Lanzarote, con la intención de aprovisionarse de bastimentos en casa de Doña Inés Peraza, aunque la hallaron cerrada. Aún así entraron en la casa y tomaron aquellas cosas que consideraron necesarias: pipas, cal-deras, pez y sebo, jarcias, madera y cebada, entre otras7. El viaje de Rodrigo de Bastidas a la región, que partió de España el 15 de junio de 1500 y llegó a Cartagena al año siguiente, se aprovisionó en La Gomera de deter-minados bastimentos como leña, carne, agua, quesos y otros alimentos8. Durante el recorrido, Bastidas rescató todas las mercadurías posibles, para vender luego en las islas y regresó a La Española.

Hasta el año 1508 no se tienen nuevas noticias fiables sobre la llegada de españoles a la costa colom-biana. El 9 de junio de ese año, la Corona capitulaba con Alonso de Ojeda y con Diego de Nicuesa la colonización de Tierra Firme. A Ojeda le concedía la zona desde el Golfo de Urabá hacia el Cabo de la Vela, la cual incluía Cartagena, dándole el nombre de Nueva Andalucía, mientras que para Nicuesa quedaba la gobernación de Castilla del Oro, desde el Golfo de Urabá hacia el occidente, ambas divididas por el río Darién. Los capitulantes obtuvieron por parte de la

Corona libertad para tomar indios esclavos del puerto de Cartagena y de las islas de Barú, San Bernardo e isla Fuerte para llevarlos a La Española9.

Sin embargo, ambas expediciones resultaron un auténtico fracaso debido a los enfrentamientos que mantuvieron no sólo contra los indios, sino también contra el hambre y las enfermedades que acabaron con un buen número de hombres. Tras un duro enfrenta-miento con los indios de Turbaco, que le costó la vida entre otros a Juan de la Cosa, Ojeda marchó hacia el oriente con el fin de afianzar los límites de su gober-nación y llegado al Golfo de Urabá en 151010 fundó la primera ciudad de San Sebastián, donde estuvo varios meses en los que pasó mucha necesidad. Los indios además se mostraron muy reacios a la presencia de los españoles y tuvieron muchos enfrentamientos. Todos los días, Ojeda y sus hombres organizaban expediciones para saquear los pueblos cercanos y tomar alimentos con los que poder mantenerse. Sin embargo, algunas derrotas sufridas ante los indios los obligaban a retirarse y esconderse por varios días, dando lugar así a la apa-rición del hambre y las enfermedades, que fueron de algún modo aliviadas con la llegada de un barco cargado de bastimentos desde La Española, pero que pronto fueron consumidos11. A esta belicosidad indígena se

5 Como expediciones confirmadas y tenidas por ciertas por los especialistas, se encuentran las de Alonso de Ojeda entre 1499 y 1500, la de Rodrigo de Bastidas en 1500 y la de Ojeda y Diego de Nicuesa en 1508.

6 Entre los principales estudios sobre el avituallamiento de los barcos destacan: Pablo Emilio Pérez-Mallaína, Los hombres del Océano, Sevilla, Diputación de Sevilla, 1992 y Mª del Carmen Mena García, Sevilla y las Flotas de Indias. La Gran Armada de Castilla del Oro (1513 – 1514), Sevilla, Universidad de Sevilla y Fundación El Monte, 1998.

7 Ramos, op. cit: 42.8 Francisco Morales Padrón, Historia del Descubrimiento y

Conquista de América, Madrid, Gredos, 1990: 1499 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y Natural

de Las indias, Madrid, Atlas, 1959, Libro XVIII, capítulo III (tomo 3: 137)

10 Morales Padrón, op. cit: 18611 Joaquín de Acosta, Compendio Histórico del Descubrimiento

y Conquista de la Nueva Granada [en línea]. Publicación digital en la página web de la Biblioteca Luís Ángel Arango del Banco de la República: http://lablaa.org/blaavirtual/historia/descol/indice.htm [Fecha de consulta: 2 de febrero de 2006]

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unió, como ya se ha visto, el hambre, pues se esperaba el arribo de un barco con mantenimientos capitaneado por Fernández de Enciso, pero como éste no llegaba, Ojeda embarcó rumbo a La Española, dejando en Urabá a Francisco Pizarro y a otros pobladores con órdenes expresas de que, si no regresaba, fletaran dos naos y marcharan a La Española. Una vez en Santo Domingo, Ojeda no pudo encontrar el barco de Enciso, porque ya había partido y decidió permanecer allí, donde murió a causa de una herida de la pierna12.

Mientras, los españoles que habían quedado en Urabá con Pizarro pasaron muy malos momentos debido a los enfrentamientos con los indios y el hambre, problemas ambos que obligaron a los espa-

ñoles a recoger hierbas y raíces que encontraban en los parajes cercanos para no morir de inanición. Sin embargo, algunos encontraban igualmente la muerte por tomar algunos productos que resultaron vene-nosos13, de manera que decidieron fletar dos barcos y regresar a Santo Domingo. Por el camino, encontraron los restos de la nao de Enciso encallada en unos bajos, lo recogieron a él y a sus hombres y fueron camino al

Itinerario de la expedición de Rodrigo de Bastidas, 1500 (Ramos, pp.160-161)

12 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo IV (tomo 3: 142)

13 Pedro Cieza de León, La Crónica del Perú, Buenos Aires, Espasa – Calpe, 1945: 58

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Darién para intentar obtener oro y alimentos, abando-nando así el primer asentamiento español de Urabá. En el Darién, se encontraron con los supervivientes de la expedición de Nicuesa, que también habían sufrido los fieros ataques del hambre durante su recorrido por las costas de Veragua, Portobelo y Nombre de Dios14 y el auxilio que necesitaban pues los indios que habitaban la zona eran agricultores, fundando la ciudad de Santa María de la Antigua en 1510, sobre un antiguo poblado indígena15. Como puede verse, el fenómeno de la crisis alimentaria no fue exclusivo de Cartagena y todas las primeras expediciones hacia las tierras americanas lo sufrieron en mayor o menor medida. El nuevo gober-nador de la zona, Pedrarias Dávila16, organizó varias expediciones a la antigua gobernación de Ojeda, sin conseguir éxito en ninguna de ellas, y obteniendo, como único resultado, la muerte de muchos hombres y ningún rastro de riquezas17.

Pero como ya se ha comentado, Cartagena no fue sólo tierra de rescates, sino también centro de captura de los indios, que posteriormente eran vendidos en las Antillas para trabajar en los trapiches e ingenios de azúcar o en el servicio doméstico. Tal vez el episodio más importante que confirma este hecho fue la entrada que Rodrigo de Bastidas, convertido ya en gobernador de Santa Marta, efectuó a las tierras cartageneras en 1525, saqueando la isla de Carex y tomando como pri-sioneros a más de 500 indios que fueron vendidos como esclavos en las islas18. No fue éste el único caso en que los españoles, ya avanzado el siglo XVI, se enriquecieron con la venta de esclavos indios. En 1538, el Licenciado Juan de Santa Cruz investigó una acusación vertida contra Juan de Vadillo, por haber vendido masivamente indios como esclavos. Y en la década de 1520, Nuño Beltrán de Guzmán había llegado a cambiar indios del Panuco (México) por caballos19.

Las sucesivas expediciones, que tuvieron lugar entre 1526 y 1527, con salida de La Española hacia Santa Marta y Cartagena, siguieron teniendo como único objetivo obtener riquezas y capturar esclavos y no la colonización del territorio20.

2.- El problema de la alimentación en la Conquista de Cartagena

El 5 de agosto de 1532 se firmaba en Medina del Campo la primera Capitulación con Pedro de Here-dia21. Entre las numerosas cláusulas que dicha capitu-lación contenía, las más relevantes para este trabajo son aquellas que buscaban promocionar el desarrollo agrícola y ganadero de la nueva gobernación. Desta-camos la concesión de la facultad para efectuar un repartimiento de tierras, y las prerrogativas concedidas para la construcción del primer ingenio de azúcar en la gobernación. En este sentido, la Capitulación firmada con Pedro de Heredia no difería mucho de otras dadas con anterioridad, como la establecida con Antonio de Sedeño para la isla Trinidad, la cual tuvo como referen-cia22, y parece que sirvió de base para otras posteriores, como las de Jerónimo de Aguayo para el Amazonas y el Orinoco en 1552, o la de Juan de Irala en 1556, puesto que en ellas se recogían las mismas premisas y mandatos de la Corona sobre el establecimiento de ingenios y granjerías23. En las capitulaciones de Sedeño y Heredia el texto referente al reparto de tierras y a la

14 Gómez, op. cit. 15 Carmen Mena García, “La frontera del hambre: constru-

yendo el espacio histórico del Darién”, en Revista Mesoamérica, nº 45, enero – diciembre de 2003: 48

16 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo IV (tomo 3: 143)

17 Carmen Gómez Pérez, Pedro de Heredia y Cartagena de Indias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984: 7

18 Probanza hecha contra Rodrigo de Bastidas. Santa Marta, 7 de junio de 1527. AGI, Justicia, 1123, L.1, fol.6. Recogido por Juan Friede, Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Colombia, tomo 1, Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, 1955 – 1960, p.230. Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVI, capítulo III (tomo 3, p. 67). El cronista explica en su obra que este episodio fue el causante de que perdiera su condición de Gober-nador de Cartagena, a pesar, como él mismo dice, que nunca llegó a estar en ella.

19 Agradezco a la Dra. Justina Sarabia, Profesora Titular del departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla, la aportación de este dato sobre los actos de Nuño de Guzmán en Panuco.

20 Gómez, Pedro de Heredia…: 921 Capitulación con Pedro de Heredia. Medina del Campo, 5

de agosto de 1532. AGI, Indiferente General, 415, fols. 65 a 68.22 Carta del Consejo de Indias al Rey. Medina del Campo,

3 de diciembre de 1531. AGI, Indiferente General, 737. Recogido por Friede. op. cit., tomo 2: 243

23 Justo L. del Río Moreno, Los inicios de la agricultura europea en el Nuevo Mundo, 1492-1542, Sevilla, ASAJA-Sevilla, Caja Rural de Huelva y Caja Rural de Sevilla, 1991: 325

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construcción de ingenios es idéntico:

… Habido respeto a los gastos que en lo susodicho se ofrecieren e a la voluntad de nos servir con que a aquellos os movéis es nuestra merced e voluntad que habiendo disposición en la dicha ysla24, tengáis en ella todas las granjerías así de ganados y labranzas y todas las otras cosas que tienen en la dicha ysla Española e San Juan… e ocupar todas las tierras que para esto fuera menester. E así mismo al primero ingenio de azúcar que hiciésedes en la dicha ysla25 sea libre por vuestra vida y la de un heredero de todos los pechos e derechos. E que así mismo para el dicho ingenio podáis llevar de estos reinos e de las Yndias todas las herramientas de hierro que sean necesarias sin pagar derechos de Almojarifazgo no otros derechos e de todo lo demás necesario al dicho ingenio hasta estar acabado para moler de herramien-tas e otros materiales e que los otros ingenios que se hiciesen en la dicha ysla tengan la libertad que tienen los de la ysla Española26…

Este punto de la Capitulación nos demuestra que las intenciones de la Corona iban más allá de la mera obtención de riquezas, como había ocurrido en otras ocasiones, premiando al conquistador el intento de establecer una colonización más o menos permanente en el territorio. El modelo elegido para esta ocupación estable de las nuevas tierras fue el de la Isla Española, es decir, un asentamiento español sobre las bases eco-nómicas de los ingenios de azúcar, además de la cría de ganado y otras actividades. Pedro de Heredia poseía un trapiche de azúcar en la villa de Azua, en la isla de La Española, y otros muchos capitulantes eran señores de ingenios en las islas. En este sentido, el deseo de la Corona fue trasplantar este sistema económico, que generaba ingresos para ella, asegurando también un modo de subsistencia para los nuevos pobladores. Sin embargo, durante los primeros años del asentamiento español en Cartagena, las intenciones de la Corona tuvieron poca repercusión, pues sin duda alguna resul-taba mucho más rentable continuar con las inversiones en Santo Domingo como hizo, según Justo del Río, Heredia con su trapiche en Azua, sin que haya cons-tancia documental de que explotara ingenio alguno en Cartagena y se dedicó sobre todo al rescate casi de manera compulsiva27. Por este motivo, la Corona remitió dos reales cédulas el 7 de diciembre de 1537 y

el 26 de septiembre de 1539, respectivamente, al Licen-ciado Juan de Santa Cruz, por entonces gobernador de Cartagena, autorizándole a llevar cañas de azúcar a la gobernación y plantarlas allí28, y ordenándole al Obispo de Cartagena que proveyera todo lo necesario, incluida la concesión de tierras, para la creación de un ingenio de azúcar en Turbaco29.

La expedición de Pedro de Heredia, que zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 29 de septiembre de 153230, llegó a la isla de La Gomera el 11 de octubre, donde permaneció varios días tratando de conseguir víveres en dicha isla y en la vecina La Palma. De allí fueron rumbo a Puerto Rico, donde se produjo una primera incorporación de hombres a la hueste, hombres que habían quedado en la isla tras la fracasada expedición de Sebastián Caboto al Río de la Plata. La siguiente escala fue Azua, en Santo Domingo donde, como ya se ha comentado, Heredia poseía un ingenio de azúcar en sociedad con Damián de Peralta, y donde se produjo un nuevo aumento del contingente humano, procedente al parecer de las huestes de Diego de Ordaz y Sedeño31. Las escalas de este viaje fueron igualmente aprovecha-das para reponer alimentos y bastimentos, sobre todo caballos, cuyos gastos fueron sufragados con la venta de esclavos indios32.

Desde el mismo momento en que los españoles desembarcaron en Cartagena, se encontraron con un enorme problema: la falta de agua. Un problema del que el propio Heredia fue consciente al atracar en Cara-mari, por lo cual decidió reconocer las zonas próximas

24 En la Capitulación de Heredia dice “en la dicha tierra”25 En la Capitulación de Heredia dice “en la dicha provin-

cia”26 Asiento y Capitulación con Antonio Sedeño. Madrid, 12

de julio de 1530. AGI, Patronato, 18, N.9, R.127 Del Río Moreno, Los inicios de la agricultura…, p. 327.28 Cédula al Licenciado Santa Cruz. Valladolid, 7 de diciembre

de 1537. AGI, Santa Fe, 987, Libro 2, fol.26v. Recogido por Friede, op. cit., tomo 4: 272

29 Cédula al Obispo de Cartagena. 26 de septiembre de 1539. AGI, Santa fe, 987, Libro 2, fol.87. Ibíd., tomo 5: 246

30 Gómez, Pedro de Heredia: 3131 Ibid.: 3232 Justo del Río Moreno, Guerreros y ganaderos. Caballos y

équidos españoles en la conquista y colonización de América, Sevilla, ASAJA- Sevilla, 1992: 129

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en busca del lugar más adecuado para el establecimiento de la ciudad principal “porque en toda esta bahía no se ha podido hallar agua que corra”33, a pesar de que finalmente la ciudad se emplazaría en el primer lugar establecido. La falta de agua sería un problema que per-seguiría a la ciudad durante todo el siglo XVI. En 1536, Juan de Vadillo informaba de la necesidad de cambiar la ubicación de la ciudad a un lugar “sin tanta falta de agua”. De igual modo se expresaron algunos de los veci-nos principales de la ciudad en 1537, que presentaron dos alternativas: cambiar la ciudad de emplazamiento o bien construir un canal que sirviese para llevar agua a la ciudad que ya estaba establecida. El primer intento de trasladar agua a la ciudad desde el arroyo Matute fracasó porque el Consejo de Indias no respondió ni afirmativa ni negativamente a esta solicitud y la ciudad tuvo que subsistir con el agua almacenada en pozos y aljibes, llamados jagüeyes. Y más avanzado el siglo, en 1565, el tema del agua seguía creando polémica. Ese año se dio aprobación para la construcción de un canal que trasladara agua a la ciudad y así parecía que se iba a hacer, pues un año más tarde se estableció un impuesto especial, o sisa, sobre determinadas mercancías que llegaban a la ciudad, que ayudara a sufragar dicho traslado desde Turbaco. Sin embargo, surgieron muchas voces discordantes, pues según los comerciantes de Santa Fe el impuesto no iba a parar directamente a las obras del canal, sino a los bolsillos de algunos vecinos, acusación que siempre fue rechazada desde Cartagena. A pesar de todo el impuesto volvió a subir en 1583 a razón de dos pesos por cada negro de servicio o esclavo que llegara a la ciudad, medio peso por cada pipa de vino y un uno por ciento del valor de cada una de las demás mercancías, “a excepción de la carne, cuyo precio en la ciudad ya era suficientemente alto”34. Las constantes subidas de los impuestos no agradaban a todos y un grupo de vecinos se quejaba en 1585 de que las obras del canal de Turbaco no acabarían nunca y sólo servían para enriquecer a unos cuantos vecinos influyentes. Finalmente, el canal nunca se terminó. Durante la colonia, el proyecto del mismo se quedó en una gran cantidad de disputas, bien con la Audiencia de Santa Fe, bien entre los propios pobladores, muchos de los cuales aumentaron sus riquezas con el dinero recaudado de los impuestos. Y la ciudad continuó abasteciéndose de agua como la había estado haciendo desde que llegara a ella Pedro de Heredia en 1532.

Sin embargo, la falta de agua no fue sino de uno más de los problemas que la hueste de Don Pedro encontró a su llegada a la bahía de Cartagena. Tras desembarcar, Heredia organizó una expedición de reconocimiento del terreno en busca del lugar más apropiado para asentarse y fue entonces cuando comen-zaron los problemas derivados de la falta de alimentos. En busca de zonas ricas en oro, Heredia y sus hombres anduvieron una buena parte de la gobernación en busca de rescates con los indígenas, pero en muchas ocasiones, y a falta del ansiado metal, no tuvieron más remedio que aceptar el rescate de alimentos. En el pueblo de Canapote, Heredia no permitió que sus hombres tomaran de dicho pueblo nada que no fuera comida que, en palabras del cronista Fernández de Oviedo, era cosa que no se podía excusar35. Sin duda, la sombra del hambre ya había hecho aparición. Posteriormente siguieron reconociendo el terreno, pero debido a las malas condiciones de la tierra, plagada de ciénagas, estancos y atolladeros, se encaminaron hacia Turbaco, donde tuvieron el primer encuentro armado con los naturales.

Una vez repuestos de este enfrentamiento, Pedro de Heredia y sus hombres continuaron su camino, pasando por Tegoa donde encontraron maíz, pescados, gallinas y otros alimentos, así como mucha agua, y por Chagoapo, donde los indios les obsequiaron con más alimentos. El cronista Oviedo describe que en el camino hacia Zamba, llegaron a un lugar en el que encontra-ron agua potable, algo “que no fue poco placer para su gente, y socorro grande de su sed, y a la de sus caballos, porque desde Calamar hasta allí no la había hallado ni habían bebido”36. Posteriormente, pasaron por Zamba, lugar que Heredia no consideró apto para asentarse de manera estable, “porque el puerto es bajo a la entrada que no tiene más de braza y media, y aunque es la más

33 Carmen Gómez Pérez, “La ciudad sin agua. Los poderes públicos y el canal de Turbaco a fines del siglo XVI”, en Revista Historia y Cultura, nº 4. Cartagena de Indias, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Cartagena, , diciembre de 1996: 290 – 292

34 Ibid., p.30635 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo V

(tomo 3, p.145)36 Ibid., Libro XVII, capítulo VI (Tomo 3: 149 – 150)

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fértil tierra que hay en el mundo y más poblada, no hay buena disposición para hacer un pueblo”37. Desde allí el gobernador envió a sus hombres por las zonas próximas en busca de alimentos y de alianzas con los indios. En algunos pueblos fueron acogidos pacíficamente, reci-biendo de los indios oro y comidas con que sustentarse. Éste fue el caso de Mangoa, primer pueblo en el que según Fernández de Oviedo los españoles recibieron oro y fueron agasajados con aves, pescados, pan, vino y yuca. Similares situaciones se dieron en otros asen-tamientos indígenas: Calapa, donde les dieron oro y comida, Milto, Migagar, Carnapacoa, Timiriguaco…38. Un momento realmente importante fue el vivido por los españoles cuando el cacique de Zipacua les envió, una vez firmada la paz, hasta 400 “viejas” cargadas con maíz, carne de monte y otras comidas39.

Posiblemente fue durante las expediciones al Cenú y la extracción del oro de sus sepulturas cuando los españoles sufrieron con más fuerza el aguijón del hambre. Bien abundantes son las referencias docu-mentales sobre las penalidades que los conquistadores sufrieron pasaron en aquella tierra. En una probanza presentada por Pedro de Heredia en 1534, el gober-nador se mostró particularmente comunicativo en lo referente a la primera entrada al cementerio del Cenú “para yr en descubrimiento y busca de las provincias del Perú”. Heredia relata que pasaron muchas penalidades y se les murieron algunos caballos y dos negros de los diez que llevaba40, hecho corroborado por varios de los testigos presentados por el gobernador, entre ellos, Gómez Becerra, Juan de Villoria, Alonso López de Ayala, Alonso de Montemayor y Alonso de Saavedra. Sin duda alguna, el testimonio más esclarecedor fue presentado por Francisco de Logroño:

… que fue este testigo a la dicha entrada e que sabe que ningunos cristianos hasta hoy padecieron tantos e tan grandes trabajos como ellos de hambre e de sed e frío e sierras e que este testigo vio quedar helados en una sierra más de diez personas e muchos caballos despeñados… e que no eran caídos los caballos cuando eran comidos de los cristianos que cosa ninguna se dejaba de comer hasta las tripas…41

Otros testimonios elocuentes proceden de las jornadas a las sierras de Abreba, donde “se pasó mucho trabajo de hambre de manera que se perdieron más de

sesenta cristianos”42. Esto, unido a la dificultad del terreno y a las abundantes lluvias, hizo al gobernador desistir de su propósito y tomar la decisión de retornar al Cenú43.

Sin embargo, la vuelta al Cenú no hizo sino aumentar el cada vez más creciente descontento de los hombres hacia el gobernador. Una vez allí, Pedro de Heredia se negó al requerimiento de algunos españoles de fundar una población en el Cenú, argumentando la escasez de alimentos de la tierra44. Con esta misma excusa, además, mandó desde el Cenú a algunos hom-bres a buscar alimentos por las zonas cercanas, pues la situación no era precisamente favorable, hasta el punto que, debido a la falta de comida, los españoles a veces llegaban a cambiar por un puñado de maíz todo el oro extraído durante varios días. Se da la circunstancia de que este hecho fue promovido por el propio goberna-dor, a quien se acusó de favorecer a los indios, a los que recomendó que no diesen mantenimiento ninguno a los españoles si éstos no se lo pagaban, de manera que obligaba a los conquistadores a renunciar al botín que legalmente les pertenecía si no querían morir de hambre45. Algunos de los hombres que Heredia envió a recorrer las zonas cercanas, capitaneados por Alonso de Heredia, tuvieron que regresar al Cenú desde las sabanas de Ayapel, de donde llegaron “rotos, flacos y amarillos”, tras un duro viaje en el que para sobrevivir se alimentaban de guazumas, una fruta seca y de mal sabor, que a veces los hacía vomitar, y en el que tuvie-

37 Carta de Pedro de Heredia al Rey. S/F. AGI, Santa Fe, 37, R.1, N.3

38 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XVII, capítulo VII (Tomo 3: 155 – 158)

39 Juan de Castellanos, Historia de Cartagena, Bogotá, Biblio-teca Popular de Cultura Colombiana, 1942: 51

40 Expediente de Pedro de Heredia para la solicitud de salario. Probanza de Pedro de Heredia. Cartagena, 10 de diciembre de 1534. AGI, Santa Fe, 37, R.1, N.1

41 Ibid. Declaración de Francisco de Logroño.42 Carta de Pedro de Heredia al rey. Cartagena, 25 de enero

de 1535. AGI, Santa Fe, 187, fols.8 a 1043 Castellanos, op. cit., p.6844 Ibid., p.7245 Primer Juicio de residencia de Pedro de Heredia. Relación

de los hechos probados contra Pedro de Heredia. 31 de marzo de 1536. AGI, Justicia, 523, fol.527

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ron que matar algunos caballos que, en muchos casos, eran el único alimento de que disponían, sin desechar ninguna parte de los mismos, de forma que, según Juan de Castellanos, la desesperación de los españoles llegó a un punto en el que “al repartir las partes del caballo en él no se hallaba cosa fea sin desecharse pie, tripa, ni callo, ni cuero ni juntura de manera que cuecen en ollas el genital tallo”46.

No obstante, parece que no sólo fueron los indios los más beneficiados por el gobernador ya que una de las más graves acusaciones que se le imputaron a Heredia fue el reparto de los alimentos obtenidos por los miembros de su hueste, a raíz de los crecientes apuros económicos. Heredia, obviando el hambre y la necesidad de sus hombres, repartió descaradamente los alimentos entre sus negros de confianza, que se encontraban extrayendo oro de las sepulturas. En los interrogatorios del primer juicio de residencia al gobernador, las declaraciones de muchos de los testigos

fueron bien explícitas al respecto. Gonzalo Sánchez, por ejemplo, declaró que los españoles habían recogido más de 700 fanegas de maíz para llevarlas al Cenú, y una vez en el cementerio, el gobernador y su hermano se apropiaron de ellas y las guardaron en un bohío, repartiéndolas entre sus negros: hasta 6 bollos de maíz a cada uno para comer y para cenar, mientras que a los conquistadores sólo les daba un bollo o bollo y medio, y eso, si estaban enfermos; a los sanos, ni siquiera eso47. En los mismos términos se expresaban otros vecinos como Pedro Ordóñez de Peñalosa, Alonso de Cáceres, Juan Velázquez, Juan Estrada y Antón Gallego, muchos de los cuales llegaron a denunciar que los negros les vendían a los españoles las sobras de las comidas que el gobernador les daba. De hecho, gran parte de los interrogatorios de los dos primeros juicios de residen-cia de Pedro de Heredia estaban relacionados con la hambruna generalizada de la hueste y con la directa responsabilidad del gobernador.

A todo ello habría que sumar una nueva incorpo-ración masiva de gente, el grupo de Rodrigo Durán, en noviembre de 1534. La superpoblación a la que se vio sometida la gobernación agravó, sin duda, el ya difícil sostenimiento de los españoles. El gobernador, en un intento por solucionar esta situación, organizó varias expediciones a recorrer la zona en busca de alimentos. En una de ellas, la dirigida por Alonso de Heredia, se llegó hasta Urabá, donde se fundó la ciudad de San Sebastián de Buena Vista48, en una zona rica y fértil, que sería, según los oficiales reales, de gran beneficio a la gobernación, por ser “tierra de buena disposición y haber

46 Castellanos, op. cit., pp.84 – 87 47 Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Declara-

ciones de los testigos de la acusación. AGI, Justicia, 521, fol.7548 Pedro Simón, Noticias Historiales de las conquistas de Tierra

Firme en las Indias Occidentales, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1981, tomo 5: 149 – 150. El cronista Juan de Castellanos afirma que en ese viaje, Alonso de Heredia y sus hombres llegaron a un lugar llamado Las Balsillas, fundando un pueblo de españoles que desde entonces se llamó Santiago de Tolú. Sin embargo, se sabe por la relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta, que la fundación oficial de Tolú tuvo lugar a fines del año 1537, en tiempos del gobernador Juan de Vadillo. Esta es una de las muchas afirmaciones que demuestran que las declaraciones de los cronistas son, cuando menos, dudosas. Relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta. 1579. AGI, Patronato, 123, R.14

Expediciones en Cartagena durante el Primer Gobierno de Pedro de Heredia, 1533-1536 (Gómez, Pedro de Heredia…, p.47)

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en ella manera para criar ganados vacunos y ovejunos y puercos y hacer los cristianos españoles estancias para tener sus labranzas”49. A pesar del éxito de esta expedición, algunos de los testigos dudaron de las “buenas” inten-ciones del gobernador. En el interrogatorio de cargo, celebrado el día 9 de mayo de 1537, Gabriel Pajes, vecino y conquistador afirmó que Heredia había mandado a la gente a Urabá con el fin de quedarse solo en el Cenú y de que los españoles no se comieran el maíz que allí había50. Sin duda, una muestra más de la inestabilidad de la región y de las graves carencias económicas, favo-recidas además por la improvisación de la conquista y por el interés desmesurado por los rescates del Cenú. La obsesión de la ganancia fácil y rápida impedía una organización del territorio, que seguramente hubiera paliado estos episodios de hambre y, en consecuencia, el descontento masivo del grupo conquistador.

Mientras, las cosas en la ciudad de Cartagena no iban mucho mejor que en el Cenú. Era realmente difí-cil que las ínfimas fortunas de los españoles pudieran hacer frente al encarecimiento de los productos básicos para la subsistencia. Fueron muchas las informaciones que sobre el costo de la vida se enviaban a España. Por medio de ellas se puede conocer aproximadamente el precio de los alimentos en el mercado cartagenero y el notable incremento de los mismos cuando eran vendidos en el resto de la gobernación. En la ciudad, concretamente, una pipa de harina costaba treinta castellanos, alcanzando más de cuarenta si era de vino. Pues bien, ninguno de estos productos podía comprarse en el Cenú por menos de cincuenta castellanos de oro. Y lo mismo ocurría con otros alimentos, como la carne salada de cerdo, de la que si una arroba costaba entre cinco y seis pesos en Cartagena, en el Cenú su precio aumentaba hasta diez, o la carne fresca que costaba un peso en el Cenú y entre cuatro y cinco reales en Carta-gena. Por su parte, un quintal de bizcocho costaba entre once y trece pesos en Cartagena y hasta veintiocho en el Cenú; los huevos se vendían por unidades a medio real la unidad, los pollos por un ducado la pieza y cada gallina que se compraba costaba dos pesos51.

Pero además, todos los productos necesarios para la subsistencia de los habitantes de la nueva gober-nación, a excepción de los propios de la tierra, maíz, yuca, algunos frutales, etc., tenían que ser importados desde La Española y Puerto Rico. Lógicamente los comerciantes de las islas convirtieron estas ventas en

lucrativos negocios, elevando los precios hasta cotas que pocos en Cartagena podían permitirse. De hecho, los oficiales reales, en una carta a la Corona en mayo de 1535, hacían una extensa relación de las penurias que la gente había pasado en el Cenú hasta el punto de que muchos estaban muriendo de hambre y de sed. Al mismo tiempo solicitaban un aumento de su salario, pues el que tenían no era suficiente para sobrevivir en tales circunstancias52.

Sin duda, la masiva llegada de gente, los problemas para acceder a una alimentación adecuada, el progre-sivo endeudamiento de los habitantes y los abusos del gobernador, provocaron una rápida despoblación de la gobernación. En 1535, el propio Heredia decía que “todos están endeudados en caballos y bastimentos en muchos pesos de oro… muchos se han ido por no poder pagar las dichas deudas”53. De nuevo, las acusaciones vertidas contra el gobernador en su juicio de residen-cia y los cargos a él imputados apuntan a este hecho. Durante la pesquisa secreta, hombres de importancia como Gonzalo Sánchez, el alcalde Pedro Ordóñez de Peñalosa, el capitán Alonso de Cáceres o el veedor Juan Velázquez culparon a Heredia de la despoblación que la gobernación estaba sufriendo, porque los españoles no tenían con qué mantenerse (ni oro ni alimentos), llegando a tal estado de desesperación que algunos de ellos se alzaron, tomaron dos navíos del puerto de Cartagena y abandonaron la tierra54. Igualmente, algunos miembros de la hueste de Pedro de Heredia

49 Carta de los oficiales reales de Cartagena al rey. Cartagena, 5 de abril de 1536. AGI, Santa Fe, 187, fols. 23 – 24

50 Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Declara-ciones de los testigos de cargo. AGI, Justicia, 522, fol.64

51 Los datos de los precios de los productos en la Gobernación de Cartagena han sido recogidos de varias informaciones dadas por los oficiales reales, el gobernador y el Obispo: Información de Alonso de Saavedra. 1537. AGI, Santa Fe, 122, N.6. El Obispo de Cartagena al Rey. 31 de mayo de 1535. AGI, Justicia, 1123. Carta de Pedro de Heredia al Rey. 25 de noviembre de 1535. AGI, Santa Fe, 37, N.2.

52 Carta de los oficiales reales al Rey. Cartagena, 27 de mayo de 1535. AGI, Santa Fe, 187, fols. 4 – 6

53 Probanza de Pedro de Heredia ante Alonso de Bejines. Car-tagena, 24 de noviembre de 1535. AGI, Patronato, 50, N.6, R.4

54 Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Decla-raciones de los testigos. AGI, Justicia, 521.

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solicitaron al rey una mejora de su situación econó-mica, pues habían tenido que gastar mucho dinero en comprar caballos y otras vituallas para las entradas que se hicieron en el territorio55. Para completar este nefasto panorama, a medida que el tiempo iba pasando, las evidencias de que la tierra, en muchas zonas, no era la adecuada para su población eran cada vez más evidentes, como lo denunció Martín de Guzmán en 153556. No sólo las expectativas se habían difuminado en el Cenú, sino que, además, la tierra no parecía tener mucho futuro. Por ello, no fue raro que muchos de los hombres llegados con Durán o posteriormente con Juan del Junco, alentados por la fama de riqueza de la zona, abandonaran la tierra al poco tiempo de llegar a ella, motivo por el cual su rastro se pierde en la documentación consultada57.

La situación era tan crítica y las quejas tan abun-dantes, “de Cartagena tenemos nueva de que ha perecido mucha gente de la venida de Castilla, de hambres y enfer-medades”58, que la Audiencia de Santo Domingo decidió enviar a Cartagena al Licenciado Dorantes para que tomara residencia a Pedro de Heredia porque “los espa-ñoles se habían empezado a amotinar contra Heredia por su mala gobernación”, pero el barco en que el Licenciado viajaba a Cartagena naufragó a unas quinientas leguas de la bahía, por lo cual la Audiencia decidió enviar al oidor Juan de Vadillo, viejo conocido del gobernador Heredia, para que tomara la residencia59. Lo primero que el oidor hizo fue enviar a varios hombres a Urabá con la orden de prender al gobernador y su hermano y trasladarlos a Cartagena, donde los encarceló y confiscó todos sus bienes60.

Desde el mismo momento en que Juan de Vadillo se hizo cargo del gobierno de Cartagena, su principal obsesión fue encontrar nuevas tierras ricas en oro y alimentos que les permitieran sustentarse. Entre esas nuevas tierras se encontraban las minas de Buriticá, objeto de varias expediciones, capitaneadas por Juan Romero y por Francisco César. Ésta última estaba compuesta por ocho hombres de a caballo, cuarenta de a pie y hasta cincuenta caballos, de los cuales murieron siete por comerse unos bejucos venenosos61. Parece que los resultados no fueron excesivamente positivos en lo económico, pero sí en la ampliación de las fronteras del territorio explorado por los conquistadores que bien podían haber ofrecido alternativas a la superpoblación que la gobernación estaba viviendo.

El gobierno de Vadillo estuvo marcado por las mismas circunstancias que el de Pedro de Heredia: superpoblación, falta de alimentos y, en consecuencia, masiva huida de las tierras. La expedición al Río San Jorge, cuyo punto de partida fue el Cenú, resultó un nuevo fracaso ya que el hambre y las hostilidades de los indios obligaron a los españoles a retroceder, después de un mes “sin tener nada que comer por haberse acabado los bastimentos y comido los caballos e padecieron mucha hambre e tanto que estuvieron a punto de muerte”62. Además, Vadillo decidió enviar a Urabá un barco con alimentos y otros mantenimientos, porque allí no tenían que comer, y muchos habían abandonado la provincia atraídos por las noticias que llegaban del Perú. Argumentaba el juez que, al no haber una fun-dición de oro, los mercaderes no iban a aquella tierra y esa era la causa de aquella falta de mantenimientos. De Urabá, sin embargo, el visitador alababa su buena disposición, una zona llana cerca del mar, un lugar tan sano “que ninguno adolecía e con no comer sino palmitos tenían tan buena color como los que venían de Castilla”, y la comparaba con Cartagena donde no se podía criar ganado tan bien como en Urabá. Además, hizo plantar allí naranjos, limas, plátanos, granados y hortalizas que si hubieran sido plantados desde el principio habrían

55 Testimonio de Juan de Elorriaga en Panamá. Panamá, 14 de enero de 1537. AGI, Panamá, 61

56 Carta de Martín de Guzmán al Rey. Cartagena, 1535. AGI, Santa Fe, 122, R.1

57 Agradezco nuevamente a la Dra. Carmen Gómez que me haya facilitado este dato.

58 Carta de los oficiales de Santo Domingo al rey. Santo Domingo, 24 de julio de 1535. AGI, Santo Domingo, 49, R.6, N.40

59 Carta de los oficiales de Santo Domingo al Rey. 31 de diciembre de 1538. Recogido en la Colección de Documentos Inéditos relativos al Descubrimiento. Conquista y Organización de las antiguas posesiones españolas en América y Oceanía, sacados en su mayor parte del Real Archivo de Indias. Bajo la dirección de los Sres. D. Joaquín Pacheco, D. Luís Cárdenas y D. Luis Torres de Mendoza, Madrid, Imprenta Manuel B. de Quirós, 1864-1884, tomo 1: 555 – 556.

60 Simón, op. cit., tomo 5, p.15461 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 11 de febrero

de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.5462 Relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta. 1579.

AGI, Patronato, 123, R.14

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dado de comer a la gente y la situación no habría llegado a se tan desesperada63.

No obstante, la gobernación seguía sin tener capacidad de autoabastecerse de ciertos alimentos. En una carta de Vadillo, se hacía referencia a una merced concedida por la Corona, que había ordenado a los oficiales de Jamaica que enviaran quinientas vacas a Cartagena, para el mantenimiento de los pobladores. Sin embargo, el oidor informaba que el flete de cada animal costaría no menos de veinte pesos, por lo que el traslado de todos subiría hasta los 10.000 pesos. Vadillo solicitaba que esa cantidad fuera remitida en oro, pues además la dificultad de la tierra hacía muy difícil la cría de ganado, a no ser que éste se enviara a Cenú o Urabá lo cual incrementaría enormemente los costos64.

Por otro lado, Vadillo recorrió parte de la gober-nación con un importante plan de mejoras. En el Cenú ordenó edificar una iglesia, repartir solares para la construcción de casas y el trazado de calles, y llevar sesenta puercas con sus berracos para criarlos y abastecer de carne al propio Cenú y a Cartagena, que en esos momentos padecía una gran necesidad de la misma. Se temían, además, tiempos de más carestía por la afluencia continua de españoles que, en su mayor parte, utilizaban la ciudad como destino intermedio o de paso hacia otras regiones más ricas. Al parecer, sólo se contaba con el maíz indígena. Así daba muestra de ello Vadillo a Carlos V: “si no hubiera sido por el maíz de los indios, no se podía haber sostenido la tierra”65.

Urabá fue el punto de partida de una nueva expe-dición hacia las minas de Buriticá, capitaneada por el propio Juan de Vadillo. El viaje comenzó el 24 de enero de 1538, recorriendo la provincia de Abibe, donde permanecieron quince o veinte días dada la abundan-cia de alimentos. A lo largo de todo el recorrido, los hombres de la hueste de Vadillo fueron estableciendo alianzas con algunos señores, como Tuatoque, cacique del pueblo del río Guaca, que ofreció a los españoles muchas joyas y hasta cien indios cargados con comida. Una vez en la tierra de las minas, Vadillo y sus hombres se dedicaron a recorrer la zona, pasando por la provin-cia de Iraca, donde encontraron muchos alimentos y permanecieron dos meses, llegando a Naratupe, desde donde Vadillo envió a diez de los negros que llevaban a buscar comida, pero fueron atacados por los indios, muriendo uno de ellos devorado por los indígenas. Al llegar a Caramanta los ánimos de muchos hombres

habían decaído tanto que llegaron a solicitar a Vadi-llo, por medio del comendador Sosa, que regresaran a Cartagena, pues el hambre, las fatigas del camino y las bajas sufridas lo hacían necesario. La experiencia vivida por estos hombres durante la expedición no había sido grata en modo alguno, pues durante gran parte del viaje se habían alimentado de los caballos que se iban despeñando por las sierras unas veces, de raíces de juncos otras, y, en muchas ocasiones, pasaron varios días sin un alimento que llevarse a la boca66. Sin embargo, Vadillo dijo a sus hombres que él no regresaría y que si era necesario llegaría incluso a continuar su camino sólo, ante lo cual sus hombres decidieron acompañarle, llegando a la provincia de Anserma. Cieza de León cuenta que por el camino habían pasado mucha hambre “carne hacía más de un año que no la comíamos” y que al llegar al pueblo, que había sido abandonado por los indios, hallaron una olla llena de carne cocida y los españoles se lanzaron a comer de ella sin darse cuenta que aquella carne era humana: “un cristiano sacó de una olla una mano con sus dedos y uñas… pedazos de pies, dos o tres cuatros de hombre”67.

Si se creen las palabras del cronista, se trataría de un caso de canibalismo por parte de los españoles, aunque en este caso habría que hablar de un canibalismo “involuntario”. Pero éste no fue el único caso conocido de las escasas y desesperadas prácticas antropofágicas de los españoles. En la expedición de Ambrosio Dal-finger a Maracaibo, tres hombres y un chico joven se separaron de la hueste y se internaron en un camino por su cuenta. Al cabo de unos días el chico regresó sólo y dijo que los tres hombres, uno de los cuales era su padre, habían matado a una mujer india y se la habían comido y para demostrarlo les enseñó un trozo de carne que habían guardado para el camino. No se

63 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 15 de octubre de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.57

64 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 11 de febrero de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.54

65 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 15 de octubre de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.57

66 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, caps. X y XI (Tomo 3: 166 – 169)

67 Cieza, op. cit: 70

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sabe hasta qué punto era verdadera la historia de este muchacho, pero lo cierto es que los tres hombres no regresaron nunca. Otro caso más se dio en esta misma expedición cuando, habiendo quedado en el camino cuatro hombres heridos y un sirviente, tuvieron que calmar su hambre con la carne de dos indios68.

En 1538, Juan de Santa Cruz llegó a la goberna-ción de Cartagena, enviado por la Audiencia de Santo Domingo, ante las numerosas quejas que en ella se recibieron contra Vadillo, entre las que destacan las masivas ventas de indios como esclavos y los abusos en las ventas de maíz y vino en el Cenú. Además, se le encargó su intervención en el proceso contra Heredia y su hermano. Junto a las instrucciones a Juan de Santa Cruz, se le concedieron varias mercedes: por ejemplo, se le permitió que pudiera llevar a Cartagena cañas de azúcar y allí las plantara y criara, en un intento más de la Corona por establecer en la gobernación plan-taciones de azúcar que ayudaran al sostenimiento de la misma69.

No se puede decir que en Cartagena, la situación hubiera mejorado mucho a la llegada de Santa Cruz. La carestía de alimentos era una constante en toda la gobernación, pero mucho más acentuada en la ciudad y no sólo afectaba a la población española, sino también a la aborigen. Esta afirmación se deduce de las palabras que el propio visitador plasmó en dos cartas. En una de ellas explicaba que en las entradas que se habían hecho no se había llevado ganado, por no haber pastos para alimentarlos, que había comenzado a construir un camino hasta una sabana para poder trasladar animales y que los indios tenían mucha necesidad, porque había habido una gran sequía y se habían perdido sus maiza-les70. En la otra, fechada un mes más tarde, decía:

… he visto que los indios por no tener providencias para saber guardar sus mayzes de unos tiempos para otros y por no tener buen gobierno para hacer sus labranzas andan aquí entre los cristianos muchos de ellos perdidos muertos de hambre e por los pueblos que están desviados de esta ciudad y de pueblos de cristianos mueren de hambre que como son gente tan bestias no saben buscallo ni hazer providencias ninguna, que si estuviesen encomendados las personas que los tuviesen tenían cuidado de poneles recaubdo de manera que se muriesen por asi de esto como de sarampión se han muerto más de tres mil yndios…71.

En similares términos se expresaban los oficiales reales que, por las mismas fechas, presentaban su queja argumentando que “estamos más de quinientos y no tenemos un pan que comer… ha ocho meses que no llueve, no han crecido maizales”72. Los miembros del cabildo secular cartagenero tampoco eran ajenos a la penuria que estaban pasando de manera que, también en 1539, solicitaron al rey que pudieran establecerse encomien-das en la gobernación, argumentando que, sin ellas, no podrían crearse estancias para criar ganado ni labranzas de tierra, con lo que se agudizaría el problema. A esta solicitud acompañaba otra que pretendía la concesión de una prórroga en la exención del almojarifazgo pues “lo que viene se vende tan a excesivos precios que los vecinos y pobladores de esta provincia padecen necesidad”73.

La respuesta de la Corona a estas y otras súplicas llegó a Cartagena en forma de reales cédulas dirigidas a sus gobernantes. En la línea, ya comentada ante-riormente, destinada a favorecer el establecimiento de ingenios azucareros en la gobernación, se ordenaba al Obispo que proveyera todo aquello que considerara necesario, incluso la concesión de tierras, para que pudiera crearse un ingenio en la zona de Turbaco74. Igualmente, se avisaba al propio Santa Cruz, que se le aprobaba su proyecto de construir un camino para el trasporte de ganado y un puente hasta la ciudad75.

68 John Hemming, En busca de El Dorado, Barcelona, Reseña, 1995: 52 – 54

69 Cédula al licenciado Santa Cruz. Valladolid, 7 de diciembre de 1537. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.26V. Recogido por Friede, op. cit., tomo 4: 272

70 Carta del licenciado Santa Cruz al rey. Cartagena, 20 de marzo de 1539. AGI, Santa Fe, 80. Recogido por Friede, op. cit., tomo 5: 126

71 Carta del licenciado Santa Cruz al rey. Cartagena, 21 de abril de 1539. AGI, Santa Fe, 80, N.14

72 Carta de los oficiales reales al rey. Cartagena, 20 de abril de 1539. AGI, Santa Fe, 72, N.3

73 Carta del Cabildo Secular de Cartagena. Cartagena, 10 de julio de 1539. AGI, Santa Fe, 62, N.2

74 Cédula al Obispo de Cartagena. 26 de septiembre de 1539. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.87. Recogido por Friede, op. cit., tomo 5: 246

75 Cédula al licenciado Santa Cruz. 3 de octubre de 1539. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.90. Recogido por Friede, op. cit., tomo 5: 251

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no ha querido salir ninguna cosa…80

Del mismo modo, en 1552, Pedro de Heredia enco-mendó una expedición a su hijo Antonio para que fuese a repoblar el pueblo de San Sebastián de Buena Vista que, al parecer, se había despoblado en gran medida en tiempos de Miguel Díaz de Armendáriz por la gran escasez de abastecimientos81.

En 1556, año de la muerte del Adelantado Pedro de Heredia, la Corona emitió una real cédula por la cual se hacía eco de las quejas, ante ella presentadas, referidas a los abusos de los encomenderos contra los indios, incluidos aquellos encomendados a la propia Corona, a quienes los hacían trabajar excesivamente en sus labranzas y criar puercos que luego ellos ven-dían como propios. Sin embargo, María del Carmen Borrego anota que esta cédula, expedida en Valladolid, nunca fue cumplida y los gobernadores que la provin-cia tuvo tras la muerte de Heredia cometieron gran cantidad de abusos82.

Pocos años más tarde, la visita de Melchor Pérez de Arteaga a la gobernación de Cartagena, en la década de 1560, tenía entre sus objetivos la fundación de pueblos de indios en lugares sanos y con facilidades para la labranza y cría de animales. En las casas debía destinarse un espacio al corral para criar aves y otro a una huerta en la que sembrar árboles frutales, semillas y hortalizas. Además, en los caminos que conducían a estos pueblos, se establecerían unos bohíos en los que los indios pudieran vender sus productos83. De esta

En este estado de cosas, a mediados de 1541 se produjo el retorno de Pedro de Heredia a Cartagena, restituido como gobernador. No se ha encontrado referencia alguna al tema de la alimentación en esta segunda etapa de gobierno de Heredia y son escasas las que se tienen de aquí en adelante, pero al parecer las cosas poco habían cambiado. Se sabe, por ejemplo, que cuando el gobernador regresó a la provincia, los vecinos del Cenú se habían trasladado a Catarapa en busca de un lugar donde poder sustentarse76. En 1546 los oficiales de Cartagena escribieron a Madrid solici-tando un nuevo reparto de encomiendas con base en las ya antiguas quejas sobre la miseria que se padecía en la tierra, donde únicamente podían abastecerse de aves y maíz77. Algunos años más tarde, Fray José de Robles expresaba la conveniencia de establecer en la gobernación rozas y granjerías para que la tierra se perpetuase y pudiese salir adelante, pero consideraba necesario que los indios ayudasen a los españoles a sembrar como condición importantísima para que la ciudad se mantuviese78. Y el 13 de octubre de 1551, el rey recibió una carta de Pedro de Heredia, que ya estaba en su tercer período de gobierno, en la que suplicaba un aumento del salario que tenía establecido su cargo de gobernador por no poder mantenerse y pedía que, para poder sustentarse, se le concediese la merced de recibir una cierta cantidad anual de maíz de los pueblos encomendados a la corona79.

De la misma fecha es otra carta del Deán Pérez Materano, en la que critica la actitud del gobernador ante las necesidades de la tierra:

… aquí habían hecho los vecinos de este pueblo y los de toda la gobernación estancias por donde se sustentaban todos los vecinos y los que van y vienen y se habían dado tanto a ellas y que habían puesto árboles ansi de Castilla como de la tierra y que ya daban fruta, mandó don Pedro de Heredia govenador de esta tierra que no se traxesen yndios de los pueblos a las beneficiar, y es muy gran lástima ver perder tantos árboles criados padeciendo nosotros gran necesidad y los que van y vienen. Solían valer las gallinas a peso y valen a dos reales por causa de las estancias que estaban pobladas donde se criaban muchas. Han salido los vecinos a algunos partidos con el gobernador diciendo que lo que siembran en los pueblos sembrasen en las estancias la mitad y la otra mitad allá o como mejor le pareciese y

76 Segundo Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Infor-mación en Santa Cruz de Mompox. AGI, Justicia, 536, fol. 206v

77 Carta de los oficiales reales al Secretario del Consejo de Indias. Cartagena, 9 de mayo de 1546. AGI, Santa Fe, 72, N.6

78 Carta de Fray José de Robles. 1 de junio de 1550. AGI, Santa Fe, 233

79 Carta de Pedro de Heredia al rey. Cartagena, 13 de octubre de 1551. AGI, Santa Fe, 187, fols. 45 – 47

80 Carta del Deán Pérez Materano al rey. Cartagena, 13 de octubre de 1551. AGI, Santa Fe, 187, fols. 48 – 49

81 Gómez, Pedro de Heredia: 9182 María del Carmen Borrego Plá, Cartagena de Indias en el

siglo XVI, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983: 143

83 Ibid.: 164

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visita, Borrego saca como conclusión que la tierra era en extremo pobre y afirma, incluso, que hasta el año 1560, en Cartagena sólo se recolectaba maíz, con el cual alimentaban a puercos y aves. Igualmente, la visita esta-bleció una nueva tasación para las encomiendas: maíz en toda la gobernación, excepto en Cenú, que era tan pobre que tenía que hacerlo en gallinas y sal, y en María, más pobre aún, se haría solamente en gallinas84.

La situación no mejoró mucho durante el resto de la segunda mitad del siglo XVI, aunque es verdad que las quejas son cada vez menos numerosas. Sirva como ejemplo un expediente enviado desde la ciudad de Cartagena en 1577 mediante el cual se solicitaba que no se ejecutase la prohibición, tanto a los indios como a los españoles, de cultivar yuca, establecida por el visitador Diego de Narváez. Justificaban esta petición argumentando que nunca ningún otro visitador o juez había prohibido el cultivo de la yuca y el cazabe:

…por ser el principal sustento de todos… por no haber en aquella provincia ni trigo ni cebada… y si estuvie-sen dos o tres años que no se criase la dicha yuca se ve claro que no tenían que comer y se despoblaría la tierra porque la harina que se lleva es muy poca y cara y para gente regalada…

Argumentaban desde Cartagena que si no se culti-vara la yuca “ni los bezinos ni las armadas de V. Alteza ni los yndios ni negros no habría de que se poder sustentar”. El origen de esta petición habría que buscarlo en una provisión a Pedro Fernández del Busto, gobernador de Cartagena, en la que Felipe II expresaba que tras la visita de Narváez y las informaciones recibidas que hablaban de los excesos que había por hacer sembrar a los naturales en las labranzas de maíz mucha yuca, se le había solicitado diese una provisión prohibiendo que se consintiera el cultivo de yuca, aunque los españoles dijeran que eran sembradas por los indios por propia voluntad. Ordenaba, igualmente, que el gobernador enviase una persona a visitar las labranzas, rozas y sementeras y que si hallase cultivada yuca la arrancase y que no permitiera que en las labranzas en las que hubiese yuca, aunque fuese plantada por negros, ésta fuera trabajada y recolectada por los indios. Se trataba una provisión para la ciudad de Cartagena y para las villas de Tolú y de María85.

Las medidas para fomentar el sustento de los

pobladores, tuvieron un ejemplo más en el reparto de solares efectuado en 1590 en peonías y caballerías. Las primeras se componían de un solar para casa de cincuenta pies de ancho y cien de largo, cien fanegas de tierra de labor de trigo o cebada86, diez de maíz, dos huebras de tierra para huerta y ocho para plantas de otros árboles, tierra de pasto para diez puercas de vientre, veinte vacas y cinco yeguas, cien ovejas y veinte cabras. Las caballerías, por su parte, contaban con cien pies de ancho y doscientos de largo para la casa y todo lo demás como cinco peonías87.

Conclusión

La conquista de Cartagena no fue en absoluto fácil. A la belicosidad indígena, propia de los grupos deno-minados “caribes”, habría que unir las desesperadas situaciones que se presentaron ante la falta de alimentos y la aparición del hambre. La situación originada en Cartagena en el momento en que llegaron los nuevos pobladores y que ellos mismo relatan -hambrunas, muertes por comer alimentos venenosos, prácticas caní-bales, endurecimiento de las condiciones de vida, falta de agua, encarecimiento del costo de la vida-, ofrecen un panorama realmente desolador. Sin embargo, resulta muy extraño que estas situaciones se produjeran en una tierra extremadamente rica en alimentos de origen vegetal y animal, que además contaba con una costa plagada de peces y crustáceos comestibles, y durante años había alimentado a la población aborigen. Como posibles explicaciones a este hecho estarían la falta de conocimientos acerca de la naturaleza cartagenera y el miedo a morir por ingerir productos venenosos, lo que efectivamente ocurrió en algunos casos, o la intención de los españoles de provocar con sus quejas un aumento de sueldo, la concesión de alguna merced o, incluso, el

84 Ibid.: 169 – 170 85 Expediente de la ciudad de Cartagena sobre la prohibición

de cultivar yuca. Cartagena, 9 de julio de 1577. AGI, Santa Fe, 62, N.16

86 El cultivo de trigo no tuvo éxito alguno en las tierras car-tageneras, pues las condiciones climáticas y orográficas no eran las más adecuadas para el mismo.

87 Borrego. op. cit: 315

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permiso para abandonar la tierra en busca de otra que fuera más provechosa, en un movimiento poblacional que generó una casi completa despoblación del terri-torio, como ya se ha visto.

Sea como fuere, Cartagena tuvo unos comienzos difíciles, que llevaron a las autoridades y vecinos a plantear, en varias ocasiones, la reubicación de la ciudad en otro paraje más adecuado. Sin embargo, la ciudad se mantuvo en el mismo lugar en el que fue fundada y allí permanece hoy. Una bella ciudad, condicionada por el medio en el cual se ubicó, que se convirtió en una de las más importantes de América en el período colonial. a

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E C O N O M í A y S o C I E D A D

1 Este documento puede ser consultado en la página web del Banco de la República http://www.banrep.gov.co/publicaciones/pub_ec_reg4.htm.

2 El autor agradece los valiosos comentarios de Adolfo Meisel, María Aguilera, Julio Romero, Joaquín Viloria, Jaime Bonet y José Gamarra durante la elaboración del presente documento. Muy especialmente se agradece a Rubén Arroyo, secretario de Hacienda del municipio de Turbo, por la información suministrada y por sus valiosos comentarios.

El Caribe antioqueño:entre los retos de la geografía y el espíritu paisa 1

Gerson Javier Pérez V. 2

I. Introducción

Una de las zonas de Colombia con las peores condiciones socioeconómicas es la Costa Caribe. Esta condición la comparte con los departamentos sobre la Costa Pacífica y algunos de los nuevos departamentos. Para el caso particular del Departamento de Antioquia, uno de los más prósperos de Colombia, se presentan dos casos extremos y opuestos. El primero es el de Medellín, la ciudad más importante del departamento y una de las más desarrolladas del país, alrededor de la cual, como

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en otras ciudades prósperas, se encuentra un conjunto de municipios que sacan ventaja de su cercanía a este polo de desarrollo, y presentan bajos niveles de pobreza y un crecimiento económico favorable.

Por otro lado, se encuentran las poblaciones loca-lizadas en el Caribe antioqueño, los municipios del Urabá, particularmente Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y Turbo, los cuales no sólo tienen la des-ventaja de ser los más alejados de Medellín, sino que, adicionalmente, forman parte de la periferia del país y se localizan sobre la costa Caribe, donde se presentan algunos de los más altos índices de pobreza.

Los paisas han sido considerados como un grupo de personas con gran espíritu empresarial. Aunque no es objetivo de este documento, vale la pena men-cionar que varios autores nacionales y extranjeros han dedicado importantes esfuerzos al estudio de la cultura antioqueña y de la relación con su desarrollo socio-económico. Ann Twinam, en dos de sus trabajos (Twinam, 1980 y 1985), llevó a cabo un estudio muy completo sobre el espíritu empresarial en Antioquia y el éxito económico como propio de los paisas3.

Sobre las fuentes de esta cualidad se han planteado una gran variedad hipótesis, de las cuales sobresalen el origen étnico y la herencia colonial. Para Twinam, más que su origen étnico o cultural, fue el legado colonial el que hizo que los antioqueños interiorizaran ciertos rasgos en su modo de vida4.

Por el otro lado, tanto a nivel nacional como internacional, se ha estudiado la relación entre las características geográficas y el crecimiento econó-mico5. En Colombia, por ejemplo, varios estudios han mostrado que algunas de las causas del atraso de los departamentos de la Costa Caribe son, precisamente, las extremas condiciones climáticas y geográficas que deben enfrentar sus habitantes6.

Los resultados de este documento sobre las con-diciones socio-económicas en los cuatro municipios costeros de Antioquia -altos niveles de pobreza y muy baja cobertura de servicios básicos-, permiten afirmar que en esta zona las características geográficas predo-minan sobre el espíritu emprendedor de la población antioqueña, pues al analizar los niveles de desarrollo, estos nada tienen que ver con los del interior de Antio-quia: ni siquiera se acercan a la media departamental, y más bien son muy similares a los de sus vecinos de la Costa Caribe y Chocó7, departamentos con los cuales

comparte no sólo su condición periférica, sino también las condiciones climáticas extremas y el aislamiento del resto del país.

Este documento se compone de cuatro secciones. En la primera se consideran algunas de las caracterís-ticas históricas y geográficas de Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y Turbo. En la segunda, se analizan los más importantes aspectos de la base económica de estos cuatro municipios, así como su importancia en la economía departamental y nacional. La tercera está dedicada a los indicadores de salud, educación y pobreza. En la cuarta se presentan los resultados del desempeño fiscal para cada uno de los municipios. Al final, se formulan algunas conclusiones.

II. Aspectos históricos y geográficos

a. anTECEDEnTES hiSTóriCoS8

Los antecedentes históricos de los cuatro muni-cipios de la Costa Caribe antioqueña, Arboletes, Turbo, Necoclí y San Juan de Urabá, se encuentran estrechamente ligados al descubrimiento de América. De acuerdo con Parsons (1978), San Sebastián (actual Necoclí) fue la primera colonización en tierra firme en el Nuevo Mundo.

Los primeros conquistadores que llegaron al Urabá fueron Rodrigo de Bastidas y a Juan de la Cosa, a comienzos del siglo XVI, cuando el territorio estaba poblado por grupos indígenas pertenecientes en su

3 Álvaro Tirado Mejía, al referirse al éxito empresarial alcan-zado históricamente por los antioqueños, también se preguntó por el momento en el cual estos llegaron a pensarse como tales,. Otros autores con importantes contribuciones al respecto son Álvaro López Toro y Keith Christie.

4 Este aspecto también lo discute en detalle López (1970).5 Algunos de los trabajos más representativos acerca de este

tema son: Sachs (1997), Sachs (2001). A nivel nacional se destacan los trabajos de Galvis (2001, 2002) y Meisel y Pérez (2006).

6 Vale la pena mencionar que para Bonet y Meisel (2006) la geografía resultó ser uno de los determinantes de las desigualdades económicas regionales, a través de los patrones de poblamiento en el período colonial.

7 Pérez (2005) presenta una caracterización en este sentido para el departamento de Antioquia y los departamentos vecinos.

8 Algunos datos de esta sección fueron tomados de la página web de la Gobernación de Antioquia.

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mayoría a la familia Caribe, tales como los catíos, los urabaes y los cunas, localizados a todo lo largo de la costa entre Cartagena y la desembocadura del río Atrato. Si bien inicialmente los grupos indígenas se mostraron amistosos, con el tiempo se tornaron vio-lentos y dispuestos a luchar por su territorio. A partir de ese momento se inició toda una campaña contra los grupos indígenas rebeldes que trajo consigo el sometimiento de los caciques Urabá y Darién por parte de Juan de la Cosa en 1504. Posteriormente, en 1510, llegó Alonso de Ojeda al Urabá, y en la parte oriental del Golfo estableció la fortaleza de San Sebastián de Urabá (Necoclí), mientras que en la parte occidental Vasco Nuñez de Balboa fundó a Santa María la Antigua. Algunos de los hombres de Jorge Robledo llegaron a una localidad a la que dan el nombre de Antioquia, la cual fue relocalizada y posteriormente se llamó Santa Fe de Antioquia. Hacia 1569 el territorio antioqueño se constituyó como entidad independiente, cuyo primer gobernador fue Andrés de Valdivia (Parsons (1978).

Debido a los enfrentamientos con los indígenas, a las características topográficas y a decisiones políticas, el Urabá permaneció aislado del resto del territorio antioqueño durante varios siglos, situación que deter-minaría radicalmente el futuro de la región. Sólo hasta hace algunos años se lograría cumplir el sueño de muchos antioqueños de tener una vía desde el interior del departamento al Golfo de Urabá.9

El abandono y la poca presencia de las autoridades llevaron, hacia el siglo XVIII, a que la región del Urabá se convirtiera en guarida de piratas y contrabandistas. Esta zona se convirtió en sitio estratégico para empren-der ataques contra los barcos cargados de oro y plata, así como una de las zonas predilectas para el ingreso ilegal de mercancías hacia el interior del país.

A pesar del abandono en el que estaba la región, y de todas las dificultades de comunicación con el interior del país, el Urabá fue muy apetecido por su posición estratégica para el comercio exterior, de modo que no sólo Antioquia, sino también Cauca y Chocó, reclamaron su derecho sobre ella. Al respecto Parsons (1978) señala que: “Tres diferentes entidades guberna-mentales reclamaban la jurisdicción sobre el valle del Atrato y Urabá en los primeros años de la República, pero ninguna se esforzó por colonizar la región”.

Luego de varias reclamaciones, en 1831 se reconoció a Urabá como parte del departamento de Antioquia. Ese mismo año se puso en marcha una oficina de con-trol aduanero para el Golfo de Urabá. Sin embargo, la medida no tuvo resultado debido a que en ese momento no se había logrado concretar la salida al Golfo desde el interior del departamento. Adicionalmente, para el Chocó no era de mucho interés ya que tenía una salida al mar a través de Buenaventura.

La historia de los cuatro municipios costeros de Antioquia se encuentra estrechamente ligada. Si bien fue Necoclí la primera en fundarse en 1535, éste, al igual que Arboletes y San Juan de Urabá, dependería admi-nistrativamente de Turbo (conocida en la época como Pisisí). Turbo se fundó hacia 1839, época en la cual ya formaba parte de la provincia de Antioquia. Posterior-mente, pasó a ser parte de Chocó y Cauca, para luego regresar a Antioquia en 1905. En el caso de Arboletes, su fundación se remonta a 1920, como corregimiento de Turbo, del que se separa y se constituye en municipio en 1958. Necoclí, por su parte, fue corregimiento de Turbo en 1905, luego inspección departamental y finalmente municipio en 1977. San Juan de Urabá se creó primero como parroquia en 1946, como inspección departamen-tal en 1950 y como municipio en 1986.

La historia reciente del Urabá no puede abordarse sin considerar el inicio de la producción bananera con la entrada de la United Fruit Company, la cual fue deter-minante en la región. La multinacional llegó a Urabá en busca de nuevas tierras, como alternativa a las que ya tenía establecidas en el Magdalena. Según estudios de la compañía, los suelos del Urabá presentaban mejores condiciones productivas para el cultivo del banano, no sólo por la calidad del suelo, sino también por a la disponibilidad de recursos hídricos10. En cuanto a las condiciones de poblamiento previas a la entrada de la multinacional, Bucheli (2002) menciona: “En la zona

9 Fue tal vez desde finales del siglo XVI cuando se empezó a buscar una salida al Golfo de Urabá. Se iniciaron expediciones no sólo desde el interior del departamento sino también desde Cartagena, buscando establecer asentamientos poblacionales en la región. Sin embargo, el aislamiento y las condiciones climáticas hacían que estos asentamientos fueran en su mayoría temporales. Sólo a partir de 1926 se dio inicio formal a la llamada carretera al mar, la cual se culminó casi 3 décadas después (Gobernación de Antioquia, 2002).

10 En Bonet (2000) se aborda esta situación en mayor deta-lle.

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de Urabá no había ninguna población de importancia. Estaba habitada por indígenas que vivían en forma aislada; es decir, las operaciones no se iban a iniciar en una región con una fuerte tradición de conflictos laborales, como sí lo era el Magdalena”.

Con la llegada de inmigrantes de Chocó y algunos departamentos de la Costa Caribe, Turbo se convirtió, prematuramente, en el mayor centro urbano de la región. Esto no le dio la posibilidad al municipio de prepararse adecuadamente en términos de infraestruc-tura física ni de capital humano11. Además hay una gran carencia de infraestructura para las grandes operaciones marítimas de comercio exterior que se llevan a cabo en Turbo, sin contar con un puerto propiamente dicho. La fruta se lleva desde las plantaciones, a través de bongos, directamente a las zonas de carga de los barcos localizados al interior del Golfo de Urabá.

Estas condiciones, claramente diferentes a las del Magdalena, en donde ya existían importantes pobla-ciones a la llegada de la multinacional, marcaron el

Mapa 1Municipios del Caribe antioqueño

Fuente: Cálculos del autor con base en información del IGAC.

rumbo de la región. La multinacional, contrario a lo ocurrido en el Magdalena, utilizó un esquema de pro-ducción de subcontratación, con el fin de no entrar a solucionar posibles conflictos laborales directamente con los trabajadores, sino a través de empresarios generalmente establecidos en Medellín. De modo que la poca identificación con la región por parte de los empresarios, y la violencia que poco después llegaría, han afectado al Urabá.

11 Como se mostrará más adelante, los municipios del Urabá siguen enfrentados a grandes problemas socio-económicos que los han convertido en los más pobres del departamento y del país.

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B. Entorno geográfico

1. aSpECToS gEnEralES

Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y Turbo, están localizados en la Costa Caribe colombiana y, administrativamente, hacen parte del la subregión del Urabá antioqueño junto con otros 7 municipios (San Pedro de Urabá, Apartadó, Carepa, Chogorodó, Mutatá, Murindó y Vigía del Fuerte).

El Mapa 1 muestra la localización de cada uno de los cuatro municipios del Caribe antioqueño dentro del departamento. De acuerdo con la división regional dentro del Urabá antioqueño, tres de los municipios pertenecen a la zona norte (Arboletes, San Juan de Urabá y Necoclí) y el otro pertenece a la zona centro

(Turbo). Estos cuatro municipios comprenden un total de 36 corregimientos y más de 400 veredas.

La zona costera comprendida por estos cuatro municipios se encuentra localizada predominante-mente en zonas planas entre 1 msnm (Turbo) y 614 msnm (Necoclí), con temperaturas que oscilan alrede-dor de los 28oC.12 Comprenden en conjunto un área de 6.145 km2 que representan el 53% de Urabá antioqueño y el 10% del total del departamento. Por su localiza-ción, son los municipios cuyas cabeceras municipales se encuentran más alejadas de Medellín.

Dentro de las características físicas se destaca la gran parte del territorio que corresponde a las estribaciones de la Serranía de Abibe (Mapa 2). Adicionalmente, dentro del relieve de cada municipio se destaca la Bahía Arboletes y Punta Arboletes (en Arboletes), los cerros el Cedrito (en San Juan de Urabá), Punta Arenas (en Necoclí) y la serranía del Águila y la cordillera Vale-monia (en Turbo).

En el Mapa 2 también se puede observar que esta zona del departamento antioqueño presenta una riqueza hídrica conformada principalmente por cuatro cuencas: la del Mar Caribe, la del río San Juan, la del Golfo de Urabá y la del Río Atrato, cada una con un importante número de afluentes. Las ciénagas son otra fuente importante de recursos hídricos en la región, por ejemplo la Marimonda y el Salado (en Necoclí) y Tumaradó (en Turbo). Toda esta riqueza hídrica se mantiene gracias a los altos niveles de precipitación en toda la zona costera del Urabá: Arboletes (1.880 mm), San Juan de Urabá (1.540 mm), Necoclí (1.800 mm) y Turbo (2.474 mm). Debido a la importancia que tienen las características geográficas en el desarrollo económico de una zona, en la siguiente sección se analizará más en detalle lo que tiene que ver con las características de los suelos así como su uso actual y potencial para actividades productivas y de conservación.

Mapa 2Características físicas(Municipios del Caribe antioqueño)

Fuente: Cálculos del autor con base en información del IGAC.

12 Vale la pena mencionar que como zonas ecológicas Arbo-letes, San Juan de Urabá y Necoclí se clasifican como bosque seco tropical, mientras que Turbo, debido a su gran extensión, varía entre bosque seco tropical, bosque húmedo tropical, bosque muy húmedo tropical y bosque muy húmedo premontano (Gobernación de Antioquia, 2002).

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Actividades

Arb

ole

tes

Nec

ocl

í

S. J

. de

Ura

Turb

o

An

tio

qu

ia

Agrícola 33% 44% 38% 43% 12%

Agroforestal 26% 7% 40% 20% 16%

Pecuaria 6% 19% 0% 9% 12%

Forestal 17% 5% 20% 0% 15%

Conservación 18% 25% 2% 28% 45%

2. loS SUEloS Y SU proDUCTiViDaD

Los suelos de estos municipios costeros del departa-mento de Antioquia, al igual que el resto de municipios del Urabá, se localizan en un área de bosque tropical en donde se presentan aptitudes de uso variadas. Sin embargo, y al igual que en la mayor parte del territorio nacional se presentan diferencias entre la vocación de uso del suelo y su utilización efectiva. En esta sección se realiza un análisis de la situación, resaltando cuáles son los mayores tipos de conflicto en el uso del suelo, lo cual se compara con el agregado departamental.

Los resultados de la Tabla 1 son contundentes en cuanto a la predominancia del uso del suelo en estos cuatro municipios. La mayor proporción de tierras, no sólo en estas poblaciones, sino en todo el departamento, está dedicada a la ganadería. Prácticamente la totali-dad del territorio en Arboletes, San Juan de Urabá y Necoclí están en las actividades pecuarias, dejando una disponibilidad casi nula para actividades agroforestales o de conservación. En el caso de Turbo la situación es un poco distinta. A pesar de ser una muy pequeña proporción, en el municipio se realizan algunas acti-vidades agrícolas (4.3%) y de conservación (25.4%). Todos estos resultados están claramente relacionados con las características particulares del suelo. La Tabla 2 muestra los distintos niveles de fertilidad de la tierra en cada uno de los municipios.

Es posible observar la baja fertilidad de la tierra que caracteriza a Arboletes, Necoclí y San Juan de Urabá. Por ejemplo, el 80,3% de Arboletes, el 61,8% de Necoclí y el 84% de San Juan de Urabá, presentan suelos que van de baja a muy baja fertilidad, lo que impide que se realicen actividades agrícolas a gran escala13.Turbo es la excepción, gracias a que se encuentra localizada dentro de la zona que comprende la cuenca del río Atrato, la cual recibe una gran cantidad de sedimentos de las cordilleras dotando a gran parte del municipio, y a las demás poblaciones ribereñas, de importantes niveles de fertilidad.

Actividades

Arb

ole

tes

Nec

ocl

í

S. J

. de

Ura

Turb

o

An

tio

qu

ia

Agrícola 0% 2% 0% 4% 7%

Agroforestal 0% 0% 0% 0% 3%

Pecuaria 92% 90% 97% 62% 53%

Forestal 6% 5% 0% 9% 17%

Conservación 2% 2% 3% 25% 19%

Tabla 1Uso del suelo (Municipios costeros de Antioquia)

Fuente: Cálculos del autor con base en información del IGAC.

Niveles de fertilidad

Arb

ole

tes

Nec

ocl

í

S. J

. de

Ura

Turb

o

An

tio

qu

ia

Muy baja 37% 21% 25% 11% 35%

Baja 43% 41% 59% 26% 45%

Moderada 18% 33% 14% 44% 9%

Alta 0% 3% 0% 17% 9%

Muy alta 0% 0% 0% 0% 0%

Otras zonas 2% 3% 2% 3% 2%

Tabla 2Niveles de fertilidad del suelo(Municipios costeros de Antioquia)

Fuente: Cálculos del autor con base en información del IGAC.

13 Sin embargo, y aunque no es el escenario óptimo, existe una parte del territorio de estos tres municipios clasificados con fertilidad moderada en los que se pueden llevar a cabo actividades agrícolas.

Tabla 3Vocación de uso del suelo(Municipios costeros de Antioquia)

Fuente: Cálculos del autor con base en información del IGAC.

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En el caso de Turbo, por ejemplo, el 60,7% del territorio presenta niveles de fertilidad de moderada a muy alta, mientras que en los tres municipios restantes este porcentaje no supera el 36%. Adicionalmente, en la Tabla 2 también es posible observar que los altos niveles de fertilidad en Turbo son inclusive muy superiores a los del agregado departamental (18,2%).

Esta es la razón por la cual los pobladores de estos cuatro municipios han diversificado sus actividades productivas. Si bien en toda la región del Urabá las actividades pecuarias son las más importantes, en Arboletes, San Juan de Urabá y Necoclí, ésta es casi la única actividad productiva. En Turbo ha sido posible diversificar la producción gracias a la alta fertilidad de sus suelos.

No obstante, el hecho de que éstas sean las acti-vidades en las cuales los pobladores han observado mayor productividad de sus recursos económicos, esta decisión no necesariamente está acorde con la vocación de uso que le otorga las propiedades físico-químicas del suelo. La Tabla 3 presenta el mejor uso potencial del suelo según sus características para cada uno de los municipios.

Al comparar estos resultados con los de la Tabla 1 se puede observar claramente la discrepancia que existe entre cómo se está utilizando el suelo y cómo debería utilizarse en cada uno de estos municipios. Las cifras son contundentes en mostrar que las tierras están siendo sobreutilizadas en las actividades pecuarias. Como se puede observar, el porcentaje de tierras dedicadas a esta actividad en los cuatro municipios va del 61% (en Turbo) al 97% (en San Juan de Urabá), mientras que la vocación para este tipo de actividades está previsto solamente para cerca del 10%.

Para el caso de las actividades agrícolas y forestales existe un potencial nada despreciable. En promedio para los cuatro municipios, cerca del 37% de las tierras tiene vocación agrícola, cifra muy superior al agregado departamental que es apenas del 11,5%. Si a esto se le suman las actividades agroforestales se estaría hablando de entre el 50% (en Necoclí) y el 80% (en San Juan de Urabá).

Adicional a lo anterior, preocupa la gran propor-ción de tierras que deberían destinarse a la conservación y que en últimas están siendo deforestadas para llevar a cabo actividades pecuarias. Sólo en Turbo parece existir un equilibrio en cuanto a la cantidad de tierras

dedicadas que deberían ser protegidas con las que efec-tivamente lo están siendo. Nuevamente, es conveniente mencionar que la clasificación de las tierras para su uso potencial se realiza estrictamente según criterios técnicos, mientras que el uso se lo dan los pobladores de acuerdo a su racionalidad económica, según la mejor conveniencia en productividad.

III. Base económica

En la región del Urabá antioqueño la producción de banano ha sido fundamental. La mayor parte de esta producción se concentra en la parte central del Urabá, específicamente en los municipios de Apartadó, Turbo, Carepa y Chigorodó. Para el caso de los demás muni-cipios costeros del departamento (Arboletes, Necoclí y San Juan de Urabá), aunque no existe una especiali-zación como tal en algún cultivo específico, existe un importante número de hectáreas dedicadas al cultivo del plátano, maíz, arroz, yuca, ñame, cacao y coco.

a. SECTor agrÍCola

En el caso de los cultivos permanentes se destacan la producción de banano de exportación y el plátano monocultivo. Como se observa en la Tabla 4, la totali-dad del banano de exportación producido en Antioquia se cultiva en la región del Urabá. Los municipios de mayor producción son Apartadó y Turbo, los cuales representan el 34% y el 32%, respectivamente. Si se tiene en cuenta la producción nacional, completada en su totalidad con la de Santa Marta, el Urabá participa con más del 75% de la producción nacional de la fruta.14

En el caso del plátano monocultivo, la Tabla 5 muestra cómo Turbo no sólo es el mayor productor en el Urabá, participando con el 66%, sino en todo el departamento de Antioquia con una participación del 63%. Si se tienen en cuenta los cuatro municipios cos-teros, estos participan con el 86% de la producción del Urabá y con el 82% de la producción departamental.

Tanto en el caso del banano de exportación como en el del plátano monocultivo, el área cultivada y el

14 El área sembrada en Santa Marta es de 11.300 hectáreas, con una producción de 351.209 toneladas, lo que representa 23,4% del total nacional.

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volumen de producción se ha venido incrementando paulatinamente. Por ejemplo, el área cultivada de banano de exportación aumentó entre el 2001 y el 2005 en cerca de 1.586 has, mientras que en el caso del plátano monocultivo el área sembrada se incrementó sustancialmente en Urabá al pasar de 25.049 has en 2001 a 37.809 has en 2005.

Teniendo en cuenta que estos dos son los cultivos de mayor área sembrada y volumen de producción del Urabá, se convierten en la principal fuente agrícola de recursos para la región. El maíz ocupa el tercer lugar en área sembrada para los cuatro municipios del Caribe antioqueño y, aunque no es tan preponderante como el banano, alcanza un área sembrada cercana a las 27.000 has.

Para cada uno de los cuatro municipios costeros, la Tabla 6 muestra los principales cultivos y su participa-ción en la producción regional y departamental.

En el municipio de Arboletes, es posible observar que son dos los cultivos de mayor participación: el maíz y el plátano monocultivo. El primero de ellos es, sin duda, el de mayor área sembrada en el municipio, y representa una parte importante para el Urabá (15,4%), y para todo el departamento (9,0%). Las cifras son similares si se tiene en cuenta el volumen de produc-ción. Aunque en menor escala, en Arboletes también se produce arroz tradicional y yuca, representando a nivel departamental el 6,5% y el 3,4%, respectivamente.

En Necoclí existe una mayor diversificación de cul-tivos, siendo los de mayor área sembrada el maíz (con 9.800 has. participa con el 21,3% a nivel departamental), el arroz tradicional (con 3.817 has representa el 25,7% del departamento) y plátano monocultivo (con 2.731 has. representa el 6.8% en el departamento). Sin embargo, existen otros cultivos que aunque en menores áreas sem-bradas presentan importantes volúmenes de producción, tal es el caso de la yuca, el coco y el ñame.

Para San Juan de Urabá el plátano es el cultivo de mayor preponderancia, no sólo en cuanto área sembrada (4.133 has) sino en volumen de producción (42.567 tons), superando significativamente a Arboletes y Necoclí. Le sigue, aunque en menos proporción, el maíz, con algo más de 1.100 has y 1.731 tons. Existen otros cultivos menores como el coco, el arroz tradicio-nal, la yuca y el ñame.

De los cuatro municipios costeros, Turbo es sin lugar a dudas el de mayor participación agrícola, por

Tabla 4Banano de exportación (Área plantada, volumen y rendimiento, 2005)

Fuente: Oficinas de Campo de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y las Unidades de Asistencia Técnica Agropecuaria – UMATA.

Tabla 5Plátano monocultivo (Área plantada, volumen y rendimiento, 2005)

Fuente: Oficinas de Campo de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y las Unidades de Asistencia Técnica Agropecuaria – UMATA.

Municipio

Áre

a p

lan

tad

a (h

as)

Vo

lúm

en d

e p

rod

ucc

ión

(t

on

s)

Ren

dim

ien

to

pro

med

io

(kg

/ha)

Apartadó 470 6,450 15,000

Arboletes 1,180 10,030 8,500

Carepa 1,330 19,950 15,000

Chigorodó 2,070 22,770 11,000

Murindó 30 60 4,000

Mutatá 434 5,366 14,290

Necoclí 2,731 28,392 10,500

San Juan de Urabá 4,133 42,567 10,500

San Pedro de Urabá 431 1,584 6,000

Turbo 25,000 266,400 11,100

Total Urabá 37,809 403,569 11,080

Total Antioquia 40,383 419,857 10,815

MunicipioÁ

rea

pla

nta

da

(has

)

Vo

lúm

en d

e p

rod

ucc

ión

(t

on

s)

Ren

dim

ien

to

pro

med

io

(kg

/ha)

Apartadó 10,976 391,643 35,682

Carepa 7,102 253,416 35,682

Chigorodó 3,874 138,227 35,683

Turbo 10,330 368,605 35,682

Total Urabá 32,282 1,151,890 35,682

Total Antioquia 32,282 1,151,890 35,682

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Tabla 6: Principales productos agrícolas en los municipios costeros del departamento de Antioquia (Área plantada y volumen de producción, 2005)

Fuente: Oficinas de Campo de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y las Unidades de Asistencia Técnica Agropecuaria – UMATA.

Arboletes

CultivoArea

plantada (has)

Participaciones con respecto a:

Volúmen de de producción

(tons)

Participaciones con respecto a:

Urabá Antioquia Urabá Antioquia

Maíz 4,131 15% 9% 9,400 19% 12%

Plátano monocultivo 1,180 3% 3% 10,030 3% 2%

Arroz tradicional 968 12% 7% 1,452 12% 6%

Yuca 400 10% 3% 5,250 9% 3%

Necoclí

CultivoArea

plantada (has)

ParticipacionesVolúmen de

de producción (tons)

Participaciones

Urabá Antioquia Urabá Antioquia

Plátano monocultivo 2,731 7% 7% 28,392 7% 7%

Cacao 100 3% 1% 19 3% 1%

Yuca 1,612 38% 14% 23,910 42% 14%

Arroz tradicional 3,817 46% 26% 5,930 49% 26%

Maíz 9,800 37% 21% 19,799 40% 25%

Ñame 1,143 72% 72% 16,980 79% 79%

Coco 463 92% 92% 1,482 86% 86%

San Juan de Urabá

CultivoArea

plantada (has)

Participaciones con respecto a:

Volúmen de de producción

(tons)

Participaciones con respecto a:

Urabá Antioquia Urabá Antioquia

Coco 41 8% 8% 243 14% 14%

Maíz 1,154 4% 3% 1,731 4% 2%

Arroz tradicional 162 2% 1% 194 2% 1%

Plátano 4,133 11% 10% 42,567 11% 10%

Yuca 220 5% 2% 2,640 5% 2%

Ñame 250 16% 16% 2,250 11% 11%

Turbo

CultivoArea

plantada (has)

Participaciones con respecto a:

Volúmen de de producción

(tons)

Participaciones con respecto a:

Urabá Antioquia Urabá Antioquia

Aguacate 110 58% 6% 940 62% 4%

Plátano 25,000 66% 62% 266,400 66% 64%

Maíz 5,625 21% 12% 8,375 17% 10%

Yuca 820 19% 7% 11,700 21% 7%

Banano de exportac. 10,000 32% 32% 368,605 32% 32%

Cacao 854 27% 12% 293 39% 15%

Papaya 75 31% 26% 1,620 44% 38%

Arroz mecanizado 380 70% 5% 1,880 73% 5%

Arroz tradicional 1,300 16% 9% 1,950 16% 8%

Ñame 90 6% 6% 700 3% 3%

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ser uno de los cuatro mayores productores de banano de exportación del país y por la diversidad de otros cultivos tales como el plátano, la yuca, el maíz, el cacao, la papaya, el arroz y el ñame. Es tan importante su pro-ducción de plátano y banano, que contribuye con más del 63,5% de la producción departamental de plátano con 25.000 hectáreas sembradas, y una producción que para el 2005 alcanzó las 266.000 toneladas. En el caso del banano, ocupando el segundo lugar después de Apartadó, representa el 32% de la producción departa-mental con más de 368.000 toneladas en el 2005.

En cuanto a la importancia en el comercio exterior, la Asociación de Bananeros de Colombia - Augura estima que anualmente se exportan cerca de 60 millones de cajas de banano, que representan unas 1.360 tonela-das, y le generan al país recursos del orden de los 300 millones de dólares, que equivalen al 35% del total de exportaciones del departamento de Antioquia y cerca del 4% de las exportaciones del país.15

En cuanto a la generación de empleo en el sector agrícola la información es bastante limitada. Sin embargo, para la producción de banano, que es la prin-cipal actividad agrícola del Urabá, Augura estima que

se generan 17.000 empleos directos y 54.000 empleos indirectos, aparte de los cerca de 3.000 empleos que se generan a través de otras actividades vinculadas a la integración vertical (Augura, 2007).

Una mirada desprevenida a las características de la actividad bananera en el país, ha generado en muchas ocasiones la creencia de que esta actividad productiva ha sido lo que Bucheli (2002) llamó dependentista16. El autor menciona que existen tres características claras según esta escuela de pensamiento: la primera es que las multinacionales cuentan con alto poder político que les permite llevar a cabo la explotación de los recursos sin mayores impedimentos por parte del gobierno local o nacional; la segunda, se refiere a que las utilidades de la multinacional no son reinvertidas en el mejoramiento del bienestar de los trabajadores;

15 Las compañías que actualmente se encargan de la comercia-lización del banano de exportación son: Uniban, Proban, Banacol, Banadex, Bagatela, Conserva, Sunisa, Banafrut y Tropical.

16 La historia de la producción bananera en Colombia está ligada a la llegada de la multinacional United Fruit Company.

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y tercero, que existe una posición de postramiento por parte de las clases influyentes locales, que bloquea la posibilidad de cualquier tipo de competencia para el monopolio multinacional.

Al respecto, Bucheli muestra que si bien en algunos países de Centroamérica esta pudo ser la situación, en Colombia las condiciones fueron totalmente diferentes. Con el tiempo, no sólo la multinacional se vio obligada a ajustarse a las regulaciones colombianas, sino que los trabajadores fueron ganando un gran poder negociador con el que, en muchas ocasiones, eran ellos los autores de nuevas iniciativas. De igual forma Bucheli plantea que la clase influyente no se mostró pasiva ante las acciones de la multinacional sino que por el contrario, cuando fue necesario, tomó partido en la producción y comercialización de la fruta.

MunicipioTotal Bovinos

(cabezas)Total Pastos

(has)Cabezas/ hectárea

Tipo de explotación

Leche (%)

Doble Propósito (%)

Carne (%)

Apartadó 9,470 8,120 1 0 2 98

Arboletes 91,484 57,837 2 0 5 95

Carepa 23,462 17,538 1 0 100 0

Chigorodó 75,520 34,190 2 0 13 87

Mutatá 110,792 47,102 2 0 35 65

Necoclí 98,229 115,398 1 4 7 89

S. J. de Urabá 26,563 19,300 1 0 60 40

S. Pedro de Urabá 65,170 34,780 2 0 100 0

Turbo 161,104 164,202 1 2 18 80

Total Urabá 661,794 498,467 1 1 38 61

Bajo Cauca 340,972 346,068 1 4 76 20

Magdalena Medio 321,691 298,247 1 0 50 50

Norte 385,185 357,666 1 58 29 13

Nordeste 171,423 313,915 1 2 80 18

Oriente 256,619 229,558 1 32 53 16

Occidente 165,649 228,399 1 9 62 29

Suroeste 264,307 272,503 1 6 46 48

Valle de Aburrá 77,236 33,205 2 51 25 24

TOTAL ANTIOQUIA 2,644,876 2,578,028 1

B. SECTor pECUario

Como se mencionó antes, en los cuatro municipios la mayor parte de la superficie del suelo está dedicada al sector pecuario, principalmente a la ganadería bovina. Desagregando a Colombia en regiones ganaderas la parte norte de Antioquia corresponde a la Zona Norte o llanuras del Caribe, junto con Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magdalena y Sucre, dedicadas especialmente a la producción de carne y doble pro-pósito (Viloria, 2005a). De los cuatro municipios del Caribe antioqueño, Turbo es el que menor proporción de tierras tiene dedicadas a esta actividad productiva y, sin embargo, representa el 60%, mientras que los tres restantes dedican en promedio cerca del 90% de sus tierras a esta actividad.

Tabla 7. Distribución del inventario bovino en las regiones del departamento de Antioquia (Número de cabezas y área de pastos, 2005)

Fuente: cálculos del autor, con base en las Evaluciones Agrícolas por Consenso, Umatas municipales, Secretaría de Agricultura y Desa-rrollo Rural.

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La Tabla 7 muestra la distribución del inventario bovino en las diferentes regiones antioqueñas, así como el tipo de explotación ganadera que se lleva a cabo en cada una de ellas. Adicionalmente, en las primeras filas de la tabla, se encuentra detallada esa misma informa-ción para los municipios que conforman la región del Urabá antioqueño. Lo que se puede observar es que tomando los resultados por regiones, el Urabá tiene la mayor participación en el departamento, tanto en número de animales como en el área de pastos. Por ejemplo, esta región participa con el 25% del hato y con el 20% en el área de pastos.

Una segunda característica muestra cómo dentro de los cuatro municipios con mayor número de cabe-zas de ganado se encuentran tres municipios costeros: Turbo, Arboletes y Necoclí, con participaciones en la región del 24,3%, 13,8% y 14,8%. Esto indica que en conjunto los cuatro municipios representan el 57% del hato regional y con el 14,2% del hato departamental, demostrando la gran representatividad dentro de la producción pecuaria del departamento. Si a esto se le agrega la significativa participación que estos muni-cipios han logrado en el sector agrícola, a través de la producción de banano y plátano principalmente, es posible destacar su importancia en un departamento cuyo sector agropecuario representa el 12,8% del PIB departamental, segundo en importancia después de la industria la cual participa con el 18,3%.17

La capacidad de carga, que relaciona el área dedi-cada a pastos y el inventario ganadero, muestra que excepto por el Valle de Aburrá, el Urabá presenta mayor capacidad de carga, con un promedio de 1,3 cabezas por hectárea. Sin embargo, si se observa en cada uno de los municipios del Urabá los resultados muestran que, excepto por tres de los nueve municipios, la capacidad de carga está por encima del promedio de la región y del departamento (la cual es muy cercana a la nacional) con 1 cabeza por hectárea. Al comparar estos resultados con la ganadería de la Costa Caribe, se observa que la capacidad de carga es levemente superior a la del Urabá. El promedio en los siete departamentos de la Costa Caribe es de 1,4 cabezas por hectárea mientras que en Córdoba es de 1,6 cabezas por hectárea.

En cuanto al tipo de explotación, en la región de Urabá predomina la ganadería de carne, excepto en los municipios de Carepa y San Pedro de Urabá, en los cuales la totalidad del hato se destina al doble propósito.

Tabla 8Cálculo aproximado del empleo generado por el sector ganadero según tipo de explotación(Departamento de Antioquia, 2004)19

Nota: Número de trabajadores necesarios según el tipo de explo-tación ganadera.Fuente: Cálculos del autor con base en información del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural y Fedegán.

Municipiosubregión

Leche D. propósito Carne Total

Apartadó 0 9 255 264

Arboletes 0 219 2,384 2,603

Carepa 0 1,125 0 1,125

Chigorodó 0 471 1,802 2,273

Mutatá 0 1,859 1,975 3,834

Necoclí 306 330 2,398 3,033

S. J. de Urabá 0 764 291 1,056

S. Pedro de Urabá 0 3,125 0 3,125

Turbo 251 1,390 3,535 5,176

Total Urabá 360 11,994 11,182 23,536

Bajo Cauca 1,114 12,441 1,842 15,397

Magdalena Medio 25 7,681 4,429 12,135

Norte 17,256 5,356 1,416 24,028

Nordeste 267 6,542 865 7,674

Oriente 6,327 6,459 1,119 13,906

Occidente 1,121 4,916 1,336 7,373

Suroeste 1,295 5,804 3,473 10,572

Valle de Aburrá 3,076 930 502 4,507

Total Antioquia 30,841 62,123 26,164 119,127

17 Este cálculo se realizó con base en la información del DANE – Cuentas Departamentales 2004.

18 Para este cálculo se utilizaron los ponderadores utilizados para la construcción del Índice de Costos Ganaderos (Fedegan, 2003).

19 Para los cálculos se utilizó la información recolectada en la Encuesta Nacional Agropecuaria – 2004.

A nivel del agregado regional, Urabá es la región en la que la mayor parte del hato se destina a la producción de carne en el departamento, mientras que la mayoría de las demás regionales tienen una marcada preferencia por el doble propósito.

En cuanto a los empleos que genera esta importante actividad productiva, la Tabla 8 presenta una aproxi-mación de la mano de obra utilizada según el tipo de explotación18.

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Los resultados muestran, para cada uno de los municipios del Urabá y para las demás regiones del departamento, el número de empleos generados según si el tipo de explotación es la producción de leche, doble propósito o carne, así como el total. Lo que se puede observar para el Urabá es la importancia, en primer lugar, de Turbo, en la generación de empleos, llegando a representar cerca del 22% en la región. Adicionalmente, si se agregan los cuatro municipios costeros del depar-tamento, estos representan el 50% de los empleos que genera la producción de ganado vacuno del Urabá y el 10% del departamento.

C. oTraS aCTiViDaDES proDUCTiVaS

El turismo es otra de las actividades económicas que se pueden desarrollar en el Urabá antioqueño. Esta región cuenta con una importante dotación de recursos naturales con la cual podría convertirse en sitio atrac-tivo, no sólo para los turistas nacionales, sino también para los extranjeros. Con cerca de 290 kms de costa sobre el Mar Caribe y con playas y paisajes que ofrecen una belleza significativa, que sumado a la riqueza en flora y fauna logra reunir todas las condiciones para la explotación no sólo de turismo tradicional de sol y playa, sino también para el ecoturismo.

Además, el Urabá cuenta con un legado histórico que la hace aún más atractiva. Fue precisamente ésta, una de las primeras regiones a las que arribaron los primeros conquistadores, en su recorrido desde La Guajira a todo lo largo de la Costa Caribe, en donde establecieron y fundaron poblaciones en las costas del Golfo. Necoclí, por ejemplo, considerada como la primera colonización en tierra firme del Nuevo Mundo debería estar organizada, o al menos contar con un sitio de interés turístico, en el que se recuerde a la huma-nidad este gran acontecimiento. De igual manera con las demás poblaciones establecidas como Santa María La Antigua en la parte occidental del Golfo de Urabá (hoy en día parte del municipio de Turbo), o Arboletes y San Juan de Urabá, que junto con otras poblaciones y asentamientos sirvieron durante muchos años de guarida para los piratas extranjeros que intentaban atacar los barcos cargados de oro.

Adicional a todas estas características sería intere-sante que la región pudiera contar con un recorrido turístico, a través de las fincas bananeras, en donde se

mostrara el proceso de producción de la fruta y de los procesos y encadenamientos necesarios para su envío a los mercados extranjeros.

IV. Capital humano

Pese a toda la riqueza de recursos naturales y al importante aporte agropecuario para el departamento, los cuatro municipios adolecen del mismo mal que sus vecinos del Chocó y la Costa Caribe: altos niveles de pobreza, baja cobertura de servicios básicos y una alta dependencia de las actividades agropecuarias. En esta sección se presentan los principales indicadores en cuanto a salud, educación y calidad de vida.

a. EDUCaCión Y SalUD

Uno de los principales indicadores cuando de educación se trata es el alfabetismo, no sólo por la importancia de sus implicaciones sino por la sencillez de su interpretación. Esta medida se refiere al porcentaje de la población que alcanza los niveles mínimos de lecto-escritura y, por lo tanto, el menor nivel de capital humano de una persona.

Lo que se puede observar del Gráfico 1 es que los municipios de la periferia costera de Antioquia se encuentran muy por debajo (en más de 10 puntos por-centuales) del promedio departamental y nacional. Así, mientras que en el promedio departamental el 88% de las personas saben leer y escribir, en San Juan de Urabá, por ejemplo, sólo el 75% saben hacerlo, y en Necoclí y Arboletes, el 77%. Si los cálculos se discriminan por zonas de residencia de los habitantes, los resultados dejan ver que en algunos casos las diferencias son aun mayores tal como lo muestra el Gráfico 2.

En el caso de Necoclí, por ejemplo, la brecha entre los niveles de alfabetismo de la población en la zona urbana y la rural es de más de 15 puntos porcentuales, y en Turbo es de cerca de 10 puntos.

Otro indicador de gran utilidad para medir los niveles de cobertura del servicio de educación es el de la asistencia escolar. El Gráfico 3a y 3b muestra el grado de asistencia escolar en cada uno de los municipios, su desagregación para primaria y secundaria y la evolución con respecto al pasado reciente.

Un resultado interesante se desprende de este comportamiento. Al observar el aumento en los nive-

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55a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7

Gráfico 1Tasa de Alfabetismo para el total del municipio, 2005

Fuente: Dane – Censo General de Población 2005.

Gráfico 2Tasa de Alfabetismo por zona de residencia, 2005

Fuente: Dane – Censo General de Población 2005.

Gráfico 3Asistencia escolar(Total del municipio, 2005)(a) Primaria (b) Secundari

Nota: La Información para primaria en 1993 se refiere a la asistencia escolar de los niños entre los 7 y los 11 años de edad, y la información para el 2005 se refiere a los niños entre los 6 y los 10 años de edad. En el caso de la secundaria, los datos para 1993 corresponden a los niños entre los 12 a 17 años, mientras que los de 2005 corresponden a los niños entre los 11 y 17 años. Fuente: Dane – Censo General de Población 2005 y DNP – SISD.

88.3 88.1

77.1 76.875.2

81.0

65.0

70.0

75.0

80.0

85.0

90.0

Porcentaje

Nacional Antioquia Arboletes Necoclí San Juande Urabá

Turbo

0.010.020.030.040.050.060.070.080.090.0

100.0

Nacional Antioquia Arboletes Necoclí S. J. deUrabá

Turbo

Cabecera Resto

0.0%

10.0%

20.0%

30.0%

40.0%

50.0%

60.0%

70.0%

80.0%

90.0%

100.0%

Nacional Antioquia Arboletes Necoclí S.J.deUrabá

Turbo

1993 2005

0.0%

10.0%

20.0%

30.0%

40.0%

50.0%

60.0%

70.0%

80.0%

90.0%

100.0%

Nacional Antioquia Arboletes Necoclí S.J.deUrabá

Turbo

1993 2005

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56 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7

les de asistencia escolar de primaria entre 1993 y 2005, sobresale el hecho de que mientras el promedio nacio-nal y el departamental aumentaron en cerca del 6,5%, la asistencia aumentó en el 34% para Necoclí, 31% en San Juan de Urabá y el 20% en Arboletes y Turbo. Este es un resultado muy positivo en el que se han hecho esfuerzos en mejorar los niveles de asistencia escolar en estos municipios20.

Para el caso de la asistencia de los estudiantes de secundaria, los resultados muestran aumentos mucho más homogéneos, pero no menos significativos, no solamente al comparar a los municipios con el prome-dio departamental, sino con el nacional. De modo que los aumentos en los niveles de asistencia en secundaria estuvieron alrededor del 18%.

En lo que tiene que ver con la calidad de la edu-cación básica, el sistema educativo contempla una serie de pruebas con el fin de establecer los niveles de

competencias de los estudiantes en diferentes áreas. Las pruebas SABER se aplican específicamente a estudian-tes del grado 3º, 5º, 7º, y 9º.

Teniendo en cuenta los resultados disponibles para el municipio de Turbo, de las áreas de lenguaje y mate-máticas se pueden extraer algunas características de la Tabla 9. La primera es que los resultados para el área de Lenguaje han sido superiores a los de Matemáticas, tanto en 5º como en 9º. Si los resultados del municipio se comparan con los del promedio departamental se ve una diferencia, los resultados de Turbo son claramente

20 Los bajos niveles de alfabetismo (de cerca del 80% pro-medio) para los cuatro municipios, junto con el incremento en la asistencia escolar, puede estar reflejando un cambio generacional, en donde el mayor número de analfabetas se encuentra entre las personas mayores.

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57a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7

inferiores. La diferencia más marcada se observa para Matemáticas del grado 9º en el 2004, ya que mientras en Turbo el resultado promedio fue de 48,6 el de Antioquia fue 64,69.

Por otro lado, están los resultados en el área de Lenguaje. Esta es el área en la que los puntajes de los estudiantes del municipio no se alejan demasiado de la media departamental, incluso la han superado levemente en algunos casos, como, por ejemplo, en el año 2002-2003. Este resultado debería ser tenido en cuenta por las autoridades educativas del municipio con el fin de adoptar medidas en el mejoramiento de las competencias de los estudiantes en el área de las matemáticas.

En cuanto a indicadores de salud, uno de los más importantes es el número de afiliados al sistema de seguridad social en salud. El Gráfico 4 resume para los cuatro municipios costeros de Antioquia el porcentaje de afiliados en cada uno de los dos regímenes.

Recordemos que de acuerdo con la legislación, a través del régimen subsidiado se canalizan recursos hacia la población más pobre y vulnerable. Por otro lado, los inscritos en el régimen contributivo aportan un monto repartido entre este y su empleador. Lo que se puede observar es que en los cuatro casos, el mayor número de afiliados recibe este servicio a través del régimen subsidiado, lo que indica que la mayoría de la población en cada uno de los municipios presenta un alto grado de pobreza, vulnerabilidad y dependencia. El caso más crítico es San Juan de Urabá en donde el número de afiliados al régimen subsidiado supera el 80% de los afiliados, en contraste con el promedio departamental que es del 52,1%.

B. inDiCaDorES DE poBrEza

Varios estudios han demostrado cómo las pobla-ciones localizadas en la periferia del país presentan ciertas características comunes que las distinguen. En su mayoría son poblaciones con predominancia de las actividades agropecuarias, con altos niveles de pobreza y muy poca infraestructura. Los cuatro municipios costeros de Antioquia no son la excepción, a pesar de formar parte de uno de los departamentos más ricos del país.

En el caso de Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y Turbo, la población se localiza en su mayoría en las

Tabla 9Resultados de las pruebas SABER para Lenguaje y Matemáticas, grados 5º y 9º(Turbo, Antioquia y Colombia, 2002-2003 y 2004)

Nota: Los resultados correspondientes al municipio de Turbo, se calcularon como el promedio simple de los resultados de los cole-gios: San José de Mulatos, Colombia Libre y El Dos.Fuente: ICFES.

Gráfico 4Cobertura en el servicio de salud(Régimen subsidiado y contributivo, 2005)

Fuente: Gobernación de Antioquia, con base en la Dirección Seccional de Salud del Departamento.

Turbo

Lenguaje Matemáticas

2002/03 2004 2002/03 2004

Grado 5 65 58 50 51

Grado 9 64 57 56 49

Antioquia

Lenguaje Matemáticas

2002/03 2004 2002/03 2004

Grado 5 63 61 55 55

Grado 9 63 62 62 65

Colombia

Lenguaje Matemáticas

2002/03 2004 2002/03 2004

Grado 5 63 60 57 54

Grado 9 63 60 61 64

0.0%

20.0%

40.0%

60.0%

80.0%

100.0%

Arboletes Necoclí S.J. deUrabá

Turbo Arboletes Necoclí S.J. deUrabá

Turbo

Subsidiado Contributivo

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58 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7

áreas rurales, las cuales presentan menores niveles de cobertura de servicios básicos y de infraestructura, lo cual agrava la situación de pobreza.

El Gráfico 5 muestra el porcentaje de hogares que presentan al menos una necesidad básica insatisfecha para cada uno de los cuatro municipios y una compa-ración con el indicador para Antioquia y Colombia. Adicionalmente, el gráfico permite determinar si el nivel de necesidades insatisfechas mejoró o empeoró en 2005 de acuerdo a lo registrado en 1993.

El resultado más claro que se desprende del Grá-fico 5 es la magnitud de la brecha entre el indicador de NBI para los municipios del Caribe antioqueño, y la situación observada en el departamento y el país. Mientras en promedio en Antioquia el 22% de los hogares tienen insatisfecha al menos una necesidad básica, en estos municipios el porcentaje de hogares en estas condiciones oscila alrededor del 72%.

Si se comparan los resultados de un año a otro, estos no son muy alentadores. El único municipio que ha logrado reducir en forma importante las necesidades insatisfechas de sus habitantes es San Juan de Urabá, al pasar de 87% en 1993 al 75% en 2005. En Arboletes la reducción ha sido de apenas tres puntos porcentuales, al pasar del 75% al 72% los hogares con al menos una necesidad insatisfecha. Por otro lado, está Necoclí, al cual parece que no le ha pasado el tiempo, ya que el indicador sigue siendo de 77,8% en 2005, a pesar de que han pasado 13 años desde el último censo de pobla-ción. Turbo, que es el menos pobre, tuvo un retroceso al aumentar el porcentaje de hogares con necesidades insatisfechas del 64% al 67%.

Si se tienen en cuenta los resultados correspon-dientes a las áreas rurales para cada uno de los cuatro municipios (Gráfico 6) los resultados son aún más preocupantes. Para Arboletes y Necoclí la pobreza medida por NBI es de cerca del 90%, mientras que en San Juan de Urabá, a pesar de una leve reducción entre 1993 y 2005, sigue siendo del 83%. En el caso de Turbo, pese a ser el municipio menos pobre del grupo (73%), presenta un indicador muy alejado del promedio departamental y nacional.

Lo que se podría deducir de estos resultados es lo que en la literatura se conoce como persistencia de la pobreza. Este concepto se aplica a las personas que, durante gran parte de sus vidas, permanecen en condi-ciones que son consideradas como de pobreza21. Stevens

Gráfico 5Indicador de necesidades básicas insatisfechas (NBI)(Total de la población, 1993 y 2005)

Fuente: Dane – Censos Generales de Población, 1993 y 2005.

Gráfico 6Indicador de necesidades básicas insatisfechas (NBI)(Población rural, 1993 y 2005)

Fuente: Dane – Censos Generales de Población 1993 y 2005.

Gráfico 7Cobertura de servicios básicos(Población total, 2005)

Fuente: Dane – Censo General de Población 2005.

NBI Cabecera

0.0

10.0

20.0

30.0

40.0

50.0

60.0

70.0

80.0

90.0

1993 2005 1993 2005 1993 2005 1993 2005 1993 2005 1993 2005

Arboletes Necoclí S.J. deUrabá

Turbo Antioquia Nacional

NBI Resto

0.0

10.0

20.0

30.0

40.0

50.0

60.0

70.0

80.0

90.0

100.0

1993 2005 1993 2005 1993 2005 1993 2005 1993 2005 1993 2005

Arboletes Necoclí S.J. deUrabá

Turbo Antioquia Nacional

0.0%

10.0%

20.0%

30.0%

40.0%

50.0%

60.0%

70.0%

80.0%

90.0%

100.0%

ArboletesNecoclíS.J. deUrabáTurbo

AntioquiaArbolete

sNecoclíS.J. deUrabáTurbo

AntioquiaArbolete

sNecoclíS.J. deUrabáTurbo

Antioquia

E. Eléctrica Alcantarillado Acueducto

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(1999) menciona que si esto ocurre, los diseñadores de política tienen muy buenas razones para preocu-parse por entender las causas y consecuencias de largo plazo de esta situación. Otros autores como Rodgers y Rodgers (1993) comentan que cuando la pobreza es severa y de largo plazo, se convierte en un problema generacional, es decir, aquel en el que la pobreza pasa de padres a hijos.22

Los resultados de cobertura en servicios básicos (Gráfico 7) reflejan los niveles de pobreza de los habi-tantes de estos cuatro municipios. Nuevamente lo que sobresale es un claro y significativo rezago en cuanto a infraestructura de servicios básicos en comparación con el promedio departamental. Resulta sorprendente el hecho que en servicios tan importantes como acueducto o alcantarillado la cobertura no alcance ni siquiera para la mitad de la población, mientras que en promedio en Antioquia estos servicios están disponibles para más del 80% de los habitantes. En el caso de Necoclí, por ejemplo, se observa que en alcantarillado sólo el 20% de la población cuenta con este servicio, y en acueducto menos del 40%.

Si se observan con detenimiento estos resultados, y se comparan con los niveles de necesidades insatisfechas de los departamentos más pobres del país, es evidente que estos cuatro municipios, y muchos otros de esta zona del departamento, parecen hacer parte de Chocó o de alguno de los departamentos de la Costa Caribe, más que de uno de los departamentos más prósperos del país (ver Mapa 3). El atraso y los altos niveles de pobreza de estos municipios tienen raíces históricas y geográficas, tal como se mencionó al principio del documento.

Antioquia debería darle una mayor importancia a esta zona del departamento, por tener las características que tiene, y por el potencial de recursos naturales que bien pueden ser aprovechados en el turismo y en las actividades de comercio exterior.

A este último respecto debe recordarse que Turbo no cuenta con una infraestructura portuaria adecuada. Por esta razón, las actividades de cargue y descargue de los barcos se realizan haciendo uso de la zonas de fondeo en sitios ubicados al interior del Golfo de Urabá. El banano de exportación que sale de Turbo es transportado directamente desde las plantaciones a través de canales de agua, por medio de planchones que son llevados a los barcos ubicados en las zonas de fondeo en donde se carga la fruta.

Mapa 3Distribución del NBI(Municipios de Antioquia, Chocó y Córdoba, 2005)

Nota: Para la interpretación del mapa se debe tener en cuenta que los municipios con gris más oscuro son aquellos con mayores necesidades básicas insatisfechas, es decir, son los más pobres; y lo contrario para los municipios con los colores más claros.Fuente: Dane – Censo General de Población 2005, Igac y cálculos del autor.

21 Un concepto contrario es el de pobreza transitoria, en el que el estado de pobreza de los individuos es de corto plazo.

22 En este caso, la probabilidad de que una persona sea pobre, es mayor si sus padres también fueron pobres. Esta situación está estrechamente relacionada con la movilidad social. En términos del capital humano, existe movilidad social en términos educativos, si los hijos alcanzaron mayores logros educativos que sus padres.

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De acuerdo a las autoridades del municipio, desde hace algunos años se ha venido discutiendo la posibili-dad de construir en el Golfo un puerto moderno, que permita realizar no sólo las actividades de comercio exterior que se realizan actualmente, sino ampliar las posibilidades de salida de mercancías no sólo del departamento sino del resto del país. Esta zona cuenta con la ventaja de tener construida una vía terrestre desde el interior del departamento, lo cual facilitaría enormemente el movimiento de carga.

A nivel de infraestructura vial, el departamento tiene proyectada una serie de acciones encaminadas a la interconexión de todas las regiones, en donde el Urabá se verá enormemente favorecido con la construcción de nuevas vías de comunicación. Un ejemplo de esto es la terminación de la conexión entre Medellín y Arboletes, que abre una nueva ruta con la Transversal del Caribe que une a Turbo con Cartagena. De igual forma, se han llevado a cabo obras de pavimentación que han beneficiado especialmente a los habitantes de Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y Turbo23. Este proyecto busca no sólo la conexión inter-departamental sino nacional y de todo el continente, a través de la vía Panamericana.

Todo esto en el marco del Plan Estratégico de Antioquia (Planea), a través de la cual la Gobernación del Departamento ha puesto a discusión una serie de acciones encaminadas hacia el desarrollo local y regional de todo el departamento. Adicionalmente, el estudio prospectivo menciona que las actividades productivas en el Urabá no están generando la suficiente riqueza para sus habitantes, para lo cual se propone la búsqueda de nuevas alternativas que permitan la obtención de productos de mayor valor.

V. Desempeño fiscal

Dentro de las principales responsabilidades de una administración municipal o departamental está el manejo de los recursos públicos. Esta tarea consiste no solamente en el cumplimiento de la ejecución total de los recursos, sino también en darles un adecuado manejo que se traduzca en mayores niveles de creci-miento y desarrollo. El Gobierno Central, a través del Ministerio de Hacienda al observar, en muchas de las administraciones, altos niveles de endeudamiento y de gastos de funcionamiento y bajos niveles de inversión,

decidió intervenir a través de una campaña de mejora-miento de los indicadores de desempeño fiscal.

En la Tabla 10 se observan los resultados de desem-peño fiscal en los municipios del Urabá, mostrando la evolución en el tiempo a partir de 2001. En la primera columna de cada año está el resultado del indicador, en la segunda su posición a nivel nacional y en la ter-cera (para los años 2003, 2004 y 2005) la posición al interior del departamento. Si se considera la situación inicial (2001) y la final (2005), es posible observar que los cuatro municipios del Caribe antioqueño empeo-raron su desempeño fiscal, ya que en todos los casos el indicador disminuyó de un período a otro. Por ejemplo, Arboletes en la clasificación nacional pasó de ocupar la posición 334 en 2001 a ocupar la 991 en 2005, y de la misma forma ocurrió con los demás municipios. La Tabla 11 resume para los cuatro municipios algunas características del indicador.

La tabla muestra en la primera columna el número de unidades en las que se redujo el indicador de un año a otro, y en las otras dos columnas se muestra el número de posiciones ganadas o perdidas por cada municipio a nivel nacional y departamental, respec-tivamente. Los resultados dejan ver cómo si bien la reducción en el indicador no fue de gran magnitud, la pérdida de posiciones sí lo fue. Este comportamiento obedece a que mientras estos municipios empeoraron sus indicadores de desempeño fiscal, los demás reali-zaron esfuerzos para mejorarlos, en muchos casos en forma significativa. Esto hizo que en términos relativos los cuatro municipios perdieran tantas posiciones con respecto a los demás.

La razón de esto es básicamente la alta dependen-cia, en términos de ingresos, de las transferencias de la nación a través del Sistema General de Participa-ciones (SGP), el endeudamiento y la baja capacidad de ahorro.

23 Gobernación de Antioquia (2006).

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Tabla 10Indicadores de desempeño fiscal y posición relativa de cada municipio a nivel nacional y departamental(Subregión del Urabá, 2001-2005)

Nota: El indicador de desempeño fiscal tiene en cuenta para su cálculo los siguientes aspectos: autofinanciación del endeudamiento, magnitud de la deuda, dependencia de las transferencias, dependencia de los recursos propios, magnitud de la inversión y capacidad de ahorro.Fuente: Gobernación de Antioquia – Anuario Estadístico de Antioquia 2005.

Tabla 11Cambio en el indicador de desempeño fiscal y número de posiciones ganadas o perdidas por cada municipio en la clasificación nacional y departamental(Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y Turbo, 2005 vs 2001)

Fuente: Cálculos del autor con base en Gobernación de Antioquia – Anuario Estadístico de Antioquia 2005.

Municipios

2001 2002 2003 2004 2005

Ind

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l.

Apartadó 57 299 58 427 50 826 92 60 316 40 65 176 25

Arboletes 56 334 54 703 51 814 85 39 1025 119 51 991 113

Carepa 50 763 52 834 52 742 81 56 603 70 59 480 62

Chigorodó 56 332 51 873 54 621 66 57 501 63 50 995 114

Murindó 42 995 45 970 49 868 95 58 489 60 51 982 111

Mutatá 51 741 43 987 51 817 86 45 983 111 62 293 39

Necoclí 47 944 46 965 39 1023 116 58 449 58 46 1058 121

S. J. de Urabá 50 834 44 977 51 822 87 49 937 104 48 1043 116

S. P. de Urabá 52 647 47 945 50 838 91 52 845 88 58 586 72

Turbo 63 106 52 822 58 353 35 54 737 79 59 457 55

Vigía del Fuerte 51 742 41 996 57 455 47 N.D. N.D. N.D. 53 925 104

MunicipiosNúmero de unidades de aumento o dismunición en el indicador de

2005con respecto al 2001

Número de posiciones ganadas o perdidas por cada municipio

a nivel nacional

Número de posiciones ganadaso perdidas por cada municipio a nivel

departamental*

Arboletes -6 -657 -28

Necoclí -2 -114 -5

S. J. de Urabá -2 -209 -29

Turbo -3 -351 -20

* La comparación de las psociones a nivel del departamento se hicieron para el 2005 con respecto al 2003.

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VI. Conclusiones

La región del Urabá antioqueño ha sido hasta ahora no sólo el territorio más alejado del centro de desarrollo que lidera Medellín en el departamento, sino también la más pobre, la menos desarrollada y la que tiene mayores necesidades insatisfechas. Todo esto pese a la gran riqueza de recursos naturales y a su significativo aporte al sector agropecuario, a través de la producción de plátano y banano de exportación y a la producción pecuaria.

Por estar localizados sobre la costa del Mar Caribe, los municipios antioqueños: Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá y Turbo, presentan características simi-lares a la de sus vecinos de la Costa Caribe y Chocó. Estas regiones del país cumplen con la doble condición de estar localizados en la periferia del país y de estar expuestos a las extremas condiciones climáticas.

La realidad de estos cuatro municipios parece contradictoria si se tiene en cuenta que no solamente forman parte de uno de los departamentos más ricos del país, sino que además cuentan con los atributos culturales paisas. Sin embargo, estas ventajas parecen ser dominadas, por lo menos hasta ahora, por las carac-terísticas geográficas, o aún por el legado colonial.

En términos generales de las apuestas de mediano y largo plazo, la Antioquia del 2020 es clara, especial-mente en lo que tiene que ver con el mejoramiento de la competitividad. A nivel subregional, la prioridad del gobierno departamental es la interconexión interna y la apertura de nuevas formas de comunicación con el resto del país y del mundo. En el caso particular de la región del Urabá antioqueño la apuesta es al fortalecimiento de las actividades agropecuarias, con el mejoramiento en los cultivos de banano, plátano, cacao y palma africana, así como también en la ganadería bovina y las activi-dades de ecoturismo. Queda de este modo planteado el reto para los antioqueños de sacar adelante a esta importante zona Caribe del departamento.

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C I U D A D y R E G I Ó N

El tema comercial en la integración fronteriza: complementariedad entre el departamento de La Guajira en Colombia y Venezuela1

Jorge Quintero OteroPaola Quintero Puentes

Colombia y Venezuela comparten amplias zonas de frontera2. Históricamente han mantenido una impor-tante relación comercial y han sido protagonistas de la integración en el contexto andino. En ese sentido el for-talecimiento de la vecindad tanto a nivel nacional como regional es una prioridad. Los problemas compartidos y la influencia de los propios sobre el vecino, así como los desafíos que tienen en términos de desarrollo social y económico, en especial, de sus zonas fronterizas, parecieran tener más sentido si se piensan en un marco de cooperación e integración, más allá de las sucesivas etapas de crisis e integración que desde el nivel nacional caracterizan la relación entre los dos países.

En el caso La Guajira (Colombia) y Zulia (Vene-zuela), la existencia de recursos compartidos y de una población indígena representativa, de municipios fronterizos deprimidos económica y socialmente, la presencia de redes económicas, la posibilidad de usar recursos de manera conjunta, así como la de explotar economías de escala, y la existencia de vías de comuni-cación, entre las más importantes, nos permiten pensar en la alta potencialidad para la conformación de una Zona de Integración Fronteriza (ZIF), las cuales son concebidas por la CAN en la Decisión 501 de 2001 como: “… ámbitos territoriales fronterizos adyacentes de Países Miembros de la CAN para los que se adoptarán políticas y ejecutarán planes, programas y proyectos para

1 Este artículo hace parte de los resultados del “Estudio sobre el desarrollo de la zona de integración fronteriza (ZIF) entre el depar-tamento de La Guajira en Colombia y el estado Zulia en Venezuela: antecedentes, identificación de temas y proyectos prioritarios”, contratado por la Gobernación de La Guajira al Observatorio del Caribe Colombiano. Este estudio fue realizado por los investigado-res Paola Quintero, Jorge Quintero y Ana Maldonado y las asistentes de investigación Aura García y Laura Leviller, bajo la dirección de Weildler Guerra y la asesoría de Cesar Arismendy.

2 Estas zonas involucran los departamentos de La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Arauca, Vichada, Guainía, Guaviare y Amazonas, en Colombia, y en Venezuela a los Estados de Zulia, Táchira, Apure y Amazonas.

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impulsar el desarrollo sostenible y la integración fronteriza de manera conjunta, compartida, coordinada y orientada a obtener beneficios mutuos”.

Para el departamento de La Guajira, su condición de región fronteriza le brinda importantes oportu-nidades para impulsar su desarrollo, las cuales no han sido aprovechadas. Se identificaron dos aspectos problemáticos principales: las condiciones jurídicas, administrativas y funcionales para jalonar el proceso, más específicamente la articulación entre gobierno central y regional y las capacidades institucionales y continuidad de los procesos en lo local; en segundo lugar, las relaciones desiguales entre ciudades como Maracaibo y Riohacha y lo que ello plantea en términos de la consecución de beneficios mutuos.

En ese sentido es prioritario establecer una agenda de cooperación e integración entre La Guajira y Zulia, con el fin de tener un instrumento para poder entender, desde lo territorial, alternativas que tienen departamen-tos y municipios de trabajar en acciones conjuntas, independientemente de los modelos de desarrollo que se siguen en cada uno de los países.

Considerando el papel fundamental que juega el intercambio comercial en el desarrollo de las regiones, este artículo se propone mostrar los principales sectores y productos de complementariedad comercial entre La Guajira y Venezuela, de tal forma que se puedan identificar los productos que tienen mayor potencial de comercialización y se desarrollen proyectos que conlleven a un mayor intercambio comercial entre estas dos regiones. Lo anterior como una estrategia que le permita a La Guajira una mayor participación en el mercado nacional e internacional de bienes y servicios, generar mayores ingresos para su población y mejorar sus condiciones de vida.

Lo anterior no implica que lo comercial sea el único aspecto sobre el que se debe basar el desarrollo de las regiones fronterizas. Sin duda, para lograr el desarrollo es necesaria una verdadera integración en otros aspectos, como el social, cultural y ambiental, especialmente en una zona de frontera como la que comparten el departamento de la Guajira con el estado Zulia, donde existen muchas patologías en común: salud, educación, pobreza, recursos desaprovechados, narcotráfico, guerrilla, delincuencia, degradación ambiental, y otros más, que no pueden ser resuelto por un solo país3.

Marco normativo del comercio La Gua-jira-Venezuela

Aunque Venezuela denunció oficialmente el Acuerdo de Cartagena el 22 de abril de 2006, forma-lizando con ello su retiro de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), según el artículo 153 de dicho acuerdo, el país que formaliza su retiro, debe mante-ner las ventajas recibidas y otorgadas de conformidad con el Programa de Liberación de la Subregión, por un plazo de 5 años. Por esta razón, las relaciones comerciales entre Colombia y Venezuela, se rigen por el marco normativo de la CAN. Dentro de este marco normativo se tiene una zona de libre comercio4 y una unión aduanera5. Sin embargo, por su condición de departamento fronterizo, en La Guajira rigen normas adicionales que regulan el comercio con Venezuela, las cuales se presentan a continuación:

• La Zona de Régimen aduaneRo especiaL (ZRae) de maicao, uRibia y manuaRe:

Las ZRAE fueron concebidas mediante el artí-culo 3 de la Ley 9 de 1991 y el artículo 117 de la Ley 7 de 1992, que facultaron al Gobierno Nacional para expedir normas especiales adecuadas a las necesidades especificas de las regiones de la Costa Caribe y Pací-fica con el fin de reducir sus desequilibrios y regazos socioeconómicos. La norma consistía en la posibilidad de introducir mercancías de origen extranjero sin el pago de tributos aduaneros, con destino al consumo en esas zonas, y especialmente de bienes de capital e insumos para propiciar su desarrollo.

Sin embargo, es con el decreto 2817 de 1991, modifi-cado posteriormente por varias leyes, decretos y resolu-

3 El Estudio inicial desarrolla los temas de Institucionalidad y proyecto de construcción de una ZIF, Seguridad y desplazados, Comercio y oportunidades para el desarrollo de proyectos pro-ductivos, Minas y energía, Turismo, Salud, Educación y Cultura, y Medio Ambiente.

4 La zona de libre comercio es el espacio por donde circulan libremente las mercaderías, sin pagar arancel y sin restricciones.

5 La unión aduanera es el espacio donde existe libre comercio entre un grupo de países y un arancel externo común para las importaciones provenientes de terceros países.

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ciones6, que se reglamentan la ZRAE de Maicao, Uribia y Manaure. Las principales características especiales que tiene actualmente la Zona son las siguientes:

· Únicamente pueden beneficiarse del régimen aduanero especial las mercancías que ingresen por Bahía Portete.

· Se exige la presentación anticipada de la declaración de importación simplificada bajo la modalidad de franquicia, y se debe pagar un impuesto de ingreso a la mercancía del 4% sobre el valor en aduana de la mercancía.

· Las importaciones para uso exclusivo en la zona, de bienes de capital, maquinaria, equipos y sus partes, destinados a la construcción de obras públicas de infraestructura, obras para el desarrollo económico y social, así como los bienes de capital destinados al establecimiento de nuevas industrias o al ensanche de las existentes en la zona, gozan de franquicia de tributos aduaneros.

· Para la venta de la mercancía a otros países, debe diligenciarse la factura de exportación y no hay lugar a la devolución del gravamen arancelario único del 4% que se haya pagado al momento de la introducción de la mercancía en la zona.

· Las mercancías importadas a la zona de régimen aduanero especial pueden ingresar en el resto del territorio nacional por el sistema de envíos y de viajeros. Los comerciantes domiciliados en el resto del territorio nacional pueden adquirir mercancías en la zona de régimen aduanero especial hasta por

un monto de US$ 20.000 por cada envío. En los envíos se debe liquidar, en la factura de nacionaliza-ción, el impuesto sobre las ventas y los derechos de aduana generados por la importación, descontando el porcentaje del gravamen arancelario único que se haya cancelado en la importación de dicho bien a la zona. El viajero puede adquirir mercancías hasta por el valor de US$2.000. Dentro de este cupo el viajero puede llevar en cada viaje hasta cuatro electrodomés-ticos de la misma clase y hasta doce artículos de la misma clase diferente a electrodomésticos.

Históricamente la importancia de las actividades relacionadas con el comercio de mercancías en La Gua-jira configuró un tipo de sociedad diferente. Aspectos como la informalidad y el contrabando hacen parte de una cotidianidad. En esta región confluyen una serie de aspectos que así lo permiten, entre ellos, el carácter semidesértico y las grandes extensiones de tierras con baja densidad poblacional, la existencia de puertos naturales (la mayoría controlados por los indígenas), la falta de oportunidades económicas, la lejanía del centro del país y la tradición de comerciantes de la población. Entre los bienes que han sido objeto de contrabando se destacan las perlas, el dividivi, el aguardiente, los texti-les, el ganado, el café, la sal, licores y electrodomésticos, los vehículos y la gasolina.

6 Ellos son: los decretos 1706 de 1992, el 2685 de 1999, el 1197 de 2000, la Resolución 5644 de 2000, y las leyes 677 de 2001 y 788 de 2002

La sal es uno de los productos de La Guajira con mayor potencial de exportación a Venezuela. En la actualidad este país es el principal comprador de la sal de La Guajira.Foto Paola Quintero

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Maicao se desarrolló desde los años setenta como un gran puerto libre en el que se concentraba y dis-tribuía el capital y las mercancías de contrabando provenientes de Panamá y de las islas del Caribe, en especial, Aruba y Curazao. Sin embargo, la apertura económica en los años noventa y los fuertes controles de la DIAN al contrabando llevaron a la crisis del comercio en Maicao.

En la Guajira colombiana el sentimiento que prima es que desde el centro no se entiende su realidad y son incapaces de buscar soluciones a su medida, y aún cuando se asegura que su intención es llegar a niveles de ‘formalidad’, creen que La Guajira se encuentra estigmatizada, y que sus buenas intenciones no logran ser entendidas. Al respecto Ramírez afirma: “En oca-siones, las capitales suelen asimilar el traspaso diario de la línea limítrofe por parte de los habitantes de ambos lados al contrabando o la acción de organizaciones criminales. En cambio, las poblaciones fronterizas suelen defender a ultranza la informalidad de sus relaciones y desconocer los efectos que la economía ilegal genera en el desarrollo y en

la seguridad de su propio país”7. En lo comercial, la per-cepción de uno y otro nivel parecieran irreconciliables, mientras que en temas como el de salud y educación, se olvida esta disyuntiva. Por ejemplo, en el tema de salud el gobierno nacional a través de la COPIAF se ha convertido en un actor importante para impulsar, en coordinación con instituciones y actores locales y venezolanos, un proyecto binacional del cual ya se perciben resultados.

Actualmente la dirigencia comercial y cívica de Maicao (CODECCMA), cuyo director es Álvaro Igua-rán, lidera una propuesta para incentivar el comercio en la zona. Esta propuesta consiste en ampliar el cupo de los viajeros para adquirir mercancías a US$2.500 dólares, que no haya restricción al número de artículos y que se puedan comercializar, a cambio de subir el porcentaje del impuesto. Otra propuesta de Iguarán es que se brinden

7 Socorro Ramírez (2005: 104)

Maicao puede convertirse en un centro de relocalización de la industria colombiana que exporta a Vene-zuela. Sin embargo, para ello es necesario que se brinden las condiciones, mejorando la infraestructura de servicios públicos, aumentando la calificación de la mano de obra local y brindando un tratamiento tributario preferencial a las empresas que se trasladen al municipio. Foto juselys Pérez

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las condiciones (infraestructura de servicios públicos, calificación de la mano de obra local, tratamiento tribu-tario preferencial, entre otros) para una zona en Maicao donde las empresas nacionales se puedan establecer. Maicao puede convertirse en un centro de relocalización para la industria nacional que exporta a Venezuela.

• intRoducción de combustibLe y pRoductos de La canasta famiLiaR a La guajiRa desde VeneZueLa:

Dada la diferencia de precios entre el combustible venezolano y el colombiano, la legislación colombiana permite, bajo ciertas restricciones, la importación en departamentos y municipios fronterizos de combusti-bles de países vecinos. El artículo 1 de la ley 681 de 2001, que modificó el artículo 19 de la ley 191 de 1995 (Ley de fronteras), permite la importación de combustibles en los municipios fronterizos, pero dejando la distribución de dicho combustible a Ecopetrol. Sin embargo, Ecope-trol puede ceder o contratar, total o parcialmente, con los distribuidores mayoristas, reconocidos y registrados como tales por el Ministerio de Minas y Energía o con terceros, la importación, transporte, almacenamiento, distribución o venta de los combustibles.

Esta introducción de combustible venezolano en los municipios fronterizos colombianos es posible gra-cias a un acuerdo entre Ecopetrol y PDVSA, en el cual la segunda le vende combustibles líquidos derivados del petróleo a la primera, quien los distribuye en el departamento de La Guajira, a través de la cooperativa AYATAWACOOP.

La Unidad de Planeación Minero-Energética (UPME) es quien establece en cada municipio de Zona de Frontera el volumen máximo de combustibles líquidos derivados del petróleo que puede distribuir Ecopetrol. En el 2006, según información del Ministe-rio de Comercio Exterior, Ayatawacoop importó 58.879 metros cúbicos de combustible venezolano, los cuales tuvieron un valor FOB de US$12.585.681.

Por otra parte, la Ley de Fronteras, en su artículo 17, permite la introducción de bienes originarios de los países colindantes exclusivamente para consumo dentro de las Unidades Especiales de Desarrollo Fronterizo. En La Guajira, el ingreso de productos de la canasta familiar desde Venezuela se da a través de cooperativas indígenas, que es el esquema de trabajo impuesto por el marco legal colombiano para controlarlo. Para el comercio en la

frontera se han conformado cuatro cooperativas: Wayuu-coop, Shiliwalacoop, Tawala coop y Estrewacoop.

La normativa vigente (Resolución No. 01922 del 23 de febrero de 2007 de la DIAN), establece una lista de bienes y cupos máximos semestrales que pueden ingresar, a través del paso de frontera de Paraguachón hacia los depósitos privados habilitados por la DIAN pertenecien-tes a la comunidad indígena Wayuu, habitantes de la zona de régimen aduanero especial de los municipios de Maicao, Uribia y Manaure. Los alimentos de consumo humano y animal, elementos de aseo y los medicamentos para uso humano o veterinario, originarios de los países colindantes, están exentos de IVA según el artículo 27 de la Ley de Fronteras, lo que ha favorecido a la región, al permitir el ingreso de los alimentos a un menor precio, lo cual se explica principalmente por el valor de la moneda colombiana frente a la venezolana y por el subsidio que el gobierno realiza sobre los productos de la canasta familiar en Venezuela.

Flujo de intercambio comercial

Las exportaciones de La Guajira en el año 2005 totalizaron 1.185 millones de dólares, siendo jalonadas por las exportaciones tradicionales, específicamente las relacionadas con la explotación del carbón, las cuales representaron el 99,6% de las exportaciones totales del departamento. Los cinco principales mercados fueron en su orden Holanda, Estados Unidos, Turquía, Canadá y Portugal, los cuales concentraron el 66% del total de las exportaciones. Estos países demandaron sólo hulla bituminosa, con excepción de Estados Unidos a donde también se exportaron crustáceos.

Las exportaciones a Venezuela sumaron 2,85 millones de dólares, es decir, sólo el 0,24% del total de exportacio-nes del departamento. Sin embargo, esta cifra representa un fuerte incremento con respecto al monto de las exportaciones de los dos años anteriores en los que no se alcanzaron ni siquiera los 400 mil dólares, debido a la crisis económica del país vecino (gráfico 1).

La leche es el producto con mayor importancia en ese mercado (82,9%), seguido por la sal y las preparacio-nes alimenticias con un 8,2% y 5,5% respectivamente. Es decir que tres subpartidas concentran más del 96% de las exportaciones de La Guajira a Venezuela, situa-ción que pone de manifiesto la necesidad de ampliar las oportunidades en dicho mercado, especialmente

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teniendo en cuenta la pertenencia física y cultural a una misma región.

Por otra parte, en el año 2005, las importaciones de La Guajira superaron los 412 millones de dólares. De ellas, el 75% correspondieron a combustibles, maquinarias y material de transporte, que son emplea-dos en la explotación del carbón. Estados Unidos es el principal vendedor, con una participación del 57.1% del total de importaciones del departamento. Canadá ocupa el segundo lugar con el 10.6%, seguida de Alemania, Japón y Francia con 7%, 6,7% y 5,8%, respectivamente.

Las importaciones provenientes de Venezuela alcanzaron en el 2005 casi 14 millones y medio de dóla-res (3,5% del total de importaciones del departamento), lo que representa una fuerte disminución respecto al monto registrado en 2004 cuando superaron los 37 millones de dólares (Gráfico 2). Casi la mitad de las importaciones de La Guajira provenientes de Venezuela (46,5%) corresponden al sector de las manufacturas y fundición del hierro, específicamente torres y castilletes de fundición, hierro o acero, los cuales fueron impor-tados por Interconexión Eléctrica S.A (ISA S.A.) desde Caracas. Otros productos importados desde Venezuela en cantidades considerables son las preparaciones deri-vadas de pescados (11,8%) y los cereales, específicamente arroz (10,2%).

Del total de importaciones provenientes de Venezuela, el 28% proviene del estado Zulia, siendo la gasolina el principal producto importado desde dicho Estado (28,6%), seguido de artículos de grifería, específicamente válvulas llamadas árboles de navidad (20,7%), arroz (14,4%), sacos y bolsas de polímeros de etileno (6,9%) y sardinas (6,6%).

Principales sectores de complementariedad comercial entre La Guajira y Venezuela

A partir del análisis de las cifras de comercio exterior y la construcción de un índice de comple-mentariedad comercial se puede determinar qué tan complementarias son, en términos comerciales, las economías de dos regiones.

El Índice de Complementariedad comercial (ICC) fue propuesto por Anderson y Norheim (1993), y muestra el grado de coincidencia entre las exportaciones de una

región y las importaciones de otro, entendiendo que una mayor complementariedad estaría relacionada con un mayor comercio entre los dos países. Este índice se construye a partir de la siguiente fórmula:

∑ ∑=⋅⋅⎥⎥⎦

⎢⎢⎣

⎥⎥⎥

⎢⎢⎢

⎡=

s ssw

sj

sis

wsw

sj

sw

si

ij t

mxt

t

m

tx

C.

Donde,six es la participación del bien “s” en las expor-

taciones de “i”sjm es la participación del bien “s” en las impor-

taciones de “j”swt es la participación del bien s en las importa-

ciones mundiales (neta de las importaciones de i).Este índice, tomará valores mayores que uno, si

existe una fuerte complementariedad entre la demanda importable de la región “j” y la oferta exportable de la región “i”. Por el contrario, tenderá a cero, cuando la región “i” no exporta los mismos bienes que importa “j”8.

Aunque el ICC, tal como lo proponen Anderson y Norheim (1993), es muy útil, debido a que permite conocer qué tan complementarias son las economías, tiene una limitante importante: no permite determi-nar los sectores en los que son complementarias las regiones. Para superar esta restricción, y determinar los principales sectores de complementariedad comercial entre La Guajira y Venezuela, se utilizó una variación del ICC que se denominó Índice de Complementa-riedad Comercial por sector (ICCS) que se obtiene multiplicando la participación de las exportaciones de un sector o producto en el total de las exportaciones de una región, por la participación de las importaciones del mismo sector o producto en el total de las impor-taciones de la otra región. Los sectores o productos que obtienen un mayor índice son los que presentan un mayor potencial de comercialización entre las regiones.

La complementariedad comercial entre La Guajira y Venezuela se analizó, a partir del cálculo de dos ICCS para el año 2005, uno que compara las exportaciones de

8 Marcel Vaillant (2003: 3-4).

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POSICIÓNCAPÍTULO DEL

ARANCELDESCRIPCIÓN ÍNDICE

1 27Combustibles minerales, aceites minerales y productos de su destilación; materias bituminosas; ceras minerales.

0.13108971

2 87Vehículos automóviles, tractores, velocípedos y demás vehículos terrestres; sus partes y accesorios.

0.00612572

3 84Reactores nucleares, calderas, máquinas, aparatos y artefactos mecánicos; partes de estas máquinas o aparatos.

0.00219228

4 73 Manufacturas de fundición, hierro o acero 0.00063033

5 40 Caucho y sus manufacturas 0.00044469

6 31 Abonos 0.00028853

7 85

Máquinas, aparatos y material eléctrico, y sus partes; aparatos de grabación o reproducción de sonido, aparatos de grabación o reproducción de imagen y sonido en televisión, y las partes y accesorios de estos aparatos.

0.00025662

8 72 Fundición, hierro y acero 0.00015622

9 29 Productos químicos orgánicos 0.00011368

10 39 Plástico y sus manufacturas 9.5633E-05

11 90Instrumentos y aparatos de óptica, fotografía o cinematografía, de medida, control o precisión; instrumentos y aparatos medicoquirúrgicos; partes y accesorios de estos instrumentos o aparatos.

2.7994E-05

12 28Productos químicos inorgánicos; compuestos inorgánicos u orgánicos de los metales preciosos, de los elementos radioactivos, de metales de las tierras raras o de isótopos.

2.1504E-05

13 38 Productos diversos de las industrias químicas. 1.3726E-05

14 44 Madera, carbón vegetal y manufacturas de madera 1.1154E-05

15 82Herramientas y útiles, artículos de cuchillería y cubiertos de mesa, de metal común; partes de estos artículos, de metal común.

1.0486E-05

Tabla 1. Sectores de Venezuela con mayores posibilidades de exportación a La Guajira según capítulos del arancel

Fuente: Cálculo del Observatorio del Caribe Colombiano con base en DIAN y ALADI

Gráfico 1. La Guajira. Monto de exportaciones a Venezuela, 2002-2005

Fuente: DIAN

Gráfico 2. La Guajira. Monto de importaciones desde Venezuela, 2002-2005

Fuente: DIAN

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POSICIÓNSUBPARTIDA

ARANCELARIADESCRIPCIÓN ÍNDICE

1 271000Aceites de petróleo o de mineral bituminoso, excepto los aceites crudos; preparaciones no expresadas ni comprendidas en otra parte, con un contenido de aceites de petróleo o de mineral bituminoso superior o igual al 70% en peso.

0.00055885

2 870899 Bastidores de chasis y sus partes 0.00024931

3 870410 Volquetas automotores concebidos para utilizarlos fuera de la red de carreteras 9.5713E-05

4 840999 Bloques y culatas para motores no clasificables partida 84.08 6.6392E-05

5 842952 Máquinas cuya superestructura pueda girar a 360 4.9698E-05

6 848180 Los demás artículos de grifería y órganos similares 4.0559E-05

7 730429Los demás tubos de entubación (casing) o de producción (´tubing´) y tubos de perforación, del tipo de los utilizados para la extracción de petróleo o gas, de hierro o acero

2.5701E-05

8 843149Las demás partes identificables como destinadas exclusiva o principalmente a las máquinas o aparatos partidas 84.26, 84.29 u 84,30

1.99E-05

9 852520 Aparatos emisores con aparato receptor incorporado 1.7165E-05

10 870423Los demás vehículos automóviles para transporte de mercancías, con motor de embolo (pistón), de encendido por compresión (diesel o semidiesel), de peso total con carga máxima superior a 20 t.

1.3109E-05

11 732690 Barras de sección variable, de hierro o acero 1.2735E-05

12 848590 Aros de obturación (retenes o retenedores) 1.2096E-05

13 860630Vagones de descarga automática, excepto los de las subpartidas 86.06.10.00 u 86.06.20.00

1.2077E-05

14 841391 Las demás partes de bombas para líquidos 1.1659E-05

15 848340

Engranajes y ruedas de fricción, excepto las ruedas dentadas y demás órganos elementales de transmisión presentados aisladamente; husillos fileteados de bolas o rodillos; reductores, multiplicadores y variadores de velocidad, incluidos los convertidores

1.1586E-05

Tabla 2. Productos de Venezuela con mayores posibilidades de exportación a La Guajira según subpartidas arancelarias.

Fuente: Cálculo del Observatorio del Caribe Colombiano con base en DIAN y ALADI

La Guajira con las importaciones de Venezuela, y otro que analiza la relación contraria. Para ello, se utilizaron las cifras de comercio exterior para el departamento de La Guajira por capítulos (sectores) y subpartidas (productos) del arancel que se encuentran en el Sistema Estadístico de Comercio Exterior (SIEX) de la Direc-ción de Impuestos y Aduanas Nacionales de Colombia (DIAN). Por su parte, la información de comercio exterior de Venezuela se obtuvo de la Asociación Lati-noamericana de Integración (ALADI).

Sectores y productos de Venezuela con mayores posibilidades de exportación a La Guajira

Los sectores y productos de Venezuela que tienen mayores posibilidades de inserción en el mercado guajiro, luego de aplicar el ICCS, se presentan en las tablas 1 y

2. En dichas tablas se observa que el sector de Venezuela con mayor potencial de exportación a La Guajira es el de combustibles minerales, aceites minerales y productos de su destilación; materias bituminosas; ceras minera-les (capítulo 27 del arancel). Dentro de los diferentes productos de este sector, los aceites de petróleo o de mineral bituminoso son los que tienen mayor potencial de exportación a La Guajira (subpartida 271000).

Otros sectores que contienen productos que Vene-zuela produce y que La Guajira demanda son el de vehículos automóviles, tractores, velocípedos y demás vehículos terrestres; sus partes y accesorios (capítulo 87) y el de reactores nucleares, calderas, máquinas, aparatos y artefactos mecánicos; partes de estas máquinas o apa-ratos (capítulo 84), manufacturas de fundición, hierro o acero (capítulo 73) y el de caucho y sus manufacturas (capítulo 40).

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POSICIÓNSUBPARTIDA

ARANCELARIADESCRIPCIÓN ÍNDICE

1 271000Aceites de petróleo o de mineral bituminoso, excepto los aceites crudos; preparaciones no expresadas ni comprendidas en otra parte, con un contenido de aceites de petróleo o de mineral bituminoso superior o igual al 70% en peso.

0.00055885

2 870899 Bastidores de chasis y sus partes 0.00024931

3 870410 Volquetas automotores concebidos para utilizarlos fuera de la red de carreteras 9.5713E-05

4 840999 Bloques y culatas para motores no clasificables partida 84.08 6.6392E-05

5 842952 Máquinas cuya superestructura pueda girar a 360 4.9698E-05

6 848180 Los demás artículos de grifería y órganos similares 4.0559E-05

7 730429Los demás tubos de entubación (casing) o de producción (´tubing´) y tubos de perforación, del tipo de los utilizados para la extracción de petróleo o gas, de hierro o acero

2.5701E-05

8 843149Las demás partes identificables como destinadas exclusiva o principalmente a las máquinas o aparatos partidas 84.26, 84.29 u 84,30

1.99E-05

9 852520 Aparatos emisores con aparato receptor incorporado 1.7165E-05

10 870423Los demás vehículos automóviles para transporte de mercancías, con motor de embolo (pistón), de encendido por compresión (diesel o semidiesel), de peso total con carga máxima superior a 20 t.

1.3109E-05

11 732690 Barras de sección variable, de hierro o acero 1.2735E-05

12 848590 Aros de obturación (retenes o retenedores) 1.2096E-05

13 860630Vagones de descarga automática, excepto los de las subpartidas 86.06.10.00 u 86.06.20.00

1.2077E-05

14 841391 Las demás partes de bombas para líquidos 1.1659E-05

15 848340

Engranajes y ruedas de fricción, excepto las ruedas dentadas y demás órganos elementales de transmisión presentados aisladamente; husillos fileteados de bolas o rodillos; reductores, multiplicadores y variadores de velocidad, incluidos los convertidores

1.1586E-05

Tabla 3. Sectores de La Guajira con mayores posibilidades de exportación a Venezuela según capítulos del arancel

POSICIÓNCAPITULO DEL

ARANCELDESCRIPCIÓN ÍNDICE

1 27 Combustibles minerales, aceites minerales y productos de su destilación; materias bituminosas; ceras minerales. 0.00807271

2 84 Reactores nucleares, calderas, máquinas, aparatos y artefactos mecánicos; partes de estas máquinas o aparatos. 0.000144458

3 85Máquinas, aparatos y material eléctrico y sus partes; aparatos de grabación o reproducción de sonido, aparatos de grabación o reproducción de imagen y sonido en televisión, y las partes y accesorios de estos aparatos.

4.02713E-05

4 87 Vehículos automóviles, tractores, velocípedos y demás vehículos terrestres; sus partes y accesorios. 2.11232E-05

5 04 Leche y productos lácteos; huevos de ave; miel natural; productos comestibles de origen animal, no expresados ni comprendidos en otra parte. 1.74549E-05

6 21 Preparaciones alimenticias diversas 9.66193E-07

7 25 Sal; azufre; tierras y piedras; yesos, cales y cementos. 6.61774E-07

8 73 Manufacturas de fundición, hierro o acero 4.45002E-07

9 44 Madera, carbón vegetal y manufacturas de madera 2.84106E-07

10 90Instrumentos y aparatos de óptica, fotografía o cinematografía, de medida, control o precisión; instrumentos y aparatos medicoquirúrgicos; partes y accesorios de estos instrumentos o aparatos.

2.57075E-07

11 89 Barcos y demás artefactos flotantes. 1.14519E-07

12 40 Caucho y sus manufacturas 4.26632E-08

13 86 Vehículos y material para vías férreas o similares, y sus partes; aparatos mecánicos (incluso electromecánicos) de señalización para vías de comunicación. 3.61857E-08

14 03 Pescados y crustáceos, moluscos y demás invertebrados acuáticos 7.28219E-09

15 94Muebles, mobiliario medicoquirúrgico; artículos de cama y similares; aparatos de alumbrado no expresados ni comprendidos en otra parte; anuncios, letreros y placas indicadoras luminosos y artículos similares; construcciones prefabricadas

5.6814E-09

Fuente: Cálculo del Observatorio del Caribe Colombiano con base en DIAN y ALADI

Sectores y productos de La Guajira con mayores posibilidades de exportación a Venezuela

Los sectores y productos que en La Guajira pueden contribuir en mayor medida al crecimiento de las exportaciones a Venezuela se presentan en las tablas 3 y 4, respectivamente, en las que se aprecia que el sector de combustibles minerales, aceites minerales y productos de su destilación; materias bituminosas; ceras minerales (capítulo 27 del arancel) es también el sector que tiene mayor opción exportadora a Venezuela. Sin embargo, mientras que de Venezuela a La Guajira, el producto con mayor potencial de comercio son los aceites de petróleo o de mineral bituminoso, de La Guajira a Venezuela, el producto con mayor potencial de expor-tación es la hulla bituminosa (subpartida 270112).

En la actualidad este producto, aunque es el que

más exporta el departamento, no se está exportando a Venezuela. Cabe destacar que aunque en Venezuela también se produce la hulla bituminosa, en 2005 importó una pequeña cantidad de este producto, por lo que La Guajira debería estar atenta para cuando la producción en Venezuela no alcance a suplir la demanda.

Según los índices calculados, los siguientes sectores con alto potencial de exportación de La Guajira a Vene-zuela serían: (i) reactores nucleares, calderas, máquinas, aparatos y artefactos mecánicos; partes de estas máqui-nas o aparatos (capítulo 84); (ii) máquinas, aparatos y material eléctrico, y sus partes; aparatos de grabación o reproducción de sonido, aparatos de grabación o reproducción de imagen y sonido en televisión, y las partes y accesorios de estos aparatos (capítulo 85); y (iii) vehículos automóviles, tractores, velocípedos y demás vehículos terrestres; sus partes y accesorios (capítulo

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Tabla 4. Productos de La Guajira con mayores posibilidades de exportación a Venezuela según subpartidas arancelarias.

POSICIÓNSUBPARTIDA

ARANCELARIADESCRIPCIÓN ÍNDICE

1 270112 Hulla bituminosa 2.049E-05

2 040221 Leche sin endulzantes u otros colorantes 1.1191E-05

3 210690 Demás preparaciones alimenticias no expresadas ni comprendidas en otras subpartidas 7.1711E-07

4 840890 Demás motores de embolo de encendido por compresión (motores diesel o semi-diesel) 3.4737E-07

5 840890 Demás motores de embolo de encendido por compresión (motores diesel o semi-diesel) 3.4737E-07

6 840999 Bloques y culatas para motores no clasificables partida 84.08 2.6793E-07

7 852990 Demás partes identificables como destinadas, exclusiva o principalmente a los aparatos de las partidas 85.25 a 85.28 2.5272E-07

8 850300 Partes identificables como destinadas, exclusiva o principalmente, a las máquinas de las partidas 85.01 u 85.02 1.0912E-07

9 842920 Niveladoras 7.1835E-08

10 848180 Los demás artículos de grifería y órganos similares 5.8028E-08

11 843149 Las demás partes identificables como destinadas exclusiva o principalmente a las máquinas o aparatos partidas 84.26, 84.29 u 84,30 5.6161E-08

12 848590 Demás partes de máquinas o aparatos no explicados en otras parte del capitulo 4.8509E-08

13 848340Engranajes y ruedas de fricción, excepto las ruedas dentadas y demás órganos elementales de transmisión presentados aisladamente; husillos fileteados de bolas o rodillos; reductores, multiplicadores y variadores de velocidad, incluidos los convertidores.

3.6957E-08

14 841950 Intercambiadores de calor 3.6522E-08

15 842911 Topadoras frontales ´bulldozers´ y topadoras angulares ´angledozers´, de orugas 1.874E-08

Fuente: Cálculo del Observatorio del Caribe Colombiano con base en DIAN y ALADI

87). Sin embargo, los productos de estos capítulos que La Guajira usualmente exporta, no son producidos en el departamento, sino importados por las empresas que explotan los recursos minerales del departamento, y una vez que han cumplido su función son reenviados o exportados nuevamente al país de origen.

Otro sector del departamento de La Guajira con alto potencial de exportación que se identificó calcu-lando la complementariedad por capítulo del arancel es el de la leche y productos lácteos; huevos de ave; miel natural; productos comestibles de origen animal, no expresados ni comprendidos en otra parte (capítulo 4). En este sector el producto con mayor como potencial es la leche, que en la actualidad se está exportando en

su totalidad al mercado venezolano.Los sectores de preparaciones alimenticias diversas

(capítulo 21) y de sal, azufre, tierras y piedras, yesos, cales y cementos (capítulo 25) también se destacan por ser bastante complementarios con Venezuela. En el primer sector el producto con mayor potencial fue el chirrinchi (subpartida 210690), el cual tiene en la actualidad a Venezuela como el único destino de sus exportaciones. En el segundo sector el mayor potencial lo tiene la sal, seguido del yeso natural, productos cuyo principal país comprador es Venezuela.

De lo anterior, se puede afirmar entonces que, de los productos que actualmente está exportando La Guajira, los que tienen una mayor posibilidad de

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Tabla 5. 15 nuevos productos de La Guajira con potencial de exportación a Venezuela

PRODUCTO SUBPARTIDAPOTENCIAL DE EXPORTACIÓN

PROMEDIO DE IMPORTACIONES DE

VENEZUELA 2003 – 2005 (MILES DE DÓLARES FOB)

Tabaco total o parcialmente desvenado o desnervado 240120 Muy Alto 2248

Bolsas de viaje con la superficie exterior de hojas de plástico o materia textil 420292 Muy Alto 1834

Mantas de fibras sintéticas (excepto las eléctricas) 630140 Muy Alto 1470

Artículos de Bolsillo con la superficie exterior de hojas de plástico o materia textil 420232 Muy Alto 1401

Los demás mangos preparados o preservados 200899 Muy Alto 1145

Mantas de algodón (excepto las eléctricas) 630130 Muy Alto 266

Cigarros (puros) (incluso despuntados) y cigarritos (puritos), que contengan tabaco 240210 Muy Alto 262

Tabaco sin desvenar o desnervar 240110 Muy Alto 180

Camarones, langostinos y demás Decápodos natantia 160520 Muy Alto 73

Cangrejos (excepto macruros) 160510 Muy Alto 69

Aceite de almendra de palma o aceite de babassu. 151329 Muy Alto 33

Las demás Salsas derivadas o preparadas del pescado 210390 Alto 7809

Grasas y aceites de pescado y sus fracciones, excepto los aceites de hígado 150420 Alto 334

Cestas de materia vegetal 460210 Alto 82

Fuente: Cálculo del Observatorio del Caribe Colombiano con base en Araujo Ibarra y ALADI.

comenzar a comercializarse en Venezuela o incrementar el valor de sus exportaciones, son la hulla bituminosa, la leche, el chirrinchi, la sal y el yeso natural, los cuales, con excepción del primero, ya se están exportando al país vecino. Para aumentar las exportaciones de estos productos deben elaborarse planes tendientes a mejo-rar su proceso de producción, y así, lograr un mayor excedente para la exportación y generar un producto a un menor costo que sea más competitivo.

Sin embargo, tal como lo contempla el Plan Estratégico Exportador de la Guajira9, para facilitar el desarrollo económico y la generación de empleo, es necesario ampliar la oferta exportable del departamento. Pensando a ello, también se identificaron algunos pro-

ductos que aunque actualmente no se están exportando, tienen altas posibilidades de comercializarse en el mer-cado venezolano en un futuro cercano.

La identificación de estos productos se realizó comparando la oferta potencial de productos del depar-tamento de La Guajira y la demanda de Venezuela por ellos. Para lo primero se utilizó la información sobre productos con potencial de oferta alto o muy alto, obte-nida del estudio de Araujo Ibarra “500 Nuevos Productos y Servicios con Gran Potencial de Mercado en los Estados

9 Comité Asesor Regional de Comercio Exterior – CARCE Guajira. Plan Estratégico Exportador de Guajira. Año 2002

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Unidos”, mientras que para lo segundo, se observó el comportamiento de las importaciones venezolanas para los años 2003 a 2005. Los 15 productos del depar-tamento de La Guajira con un mayor potencial para comenzar a exportarse a Venezuela, teniendo en cuenta los anteriores criterios se presentan en la tabla 5.

Estos 15 productos pueden clasificarse en 5 grupos, los cuales se relacionan a continuación junto con una breve descripción del por qué tienen potencial de exportación a Venezuela:

• Tabaco y sus sucedáneos (subpartidas

240110, 240120 y 240210): La Guajira es el departa-mento del país donde el cultivo de tabaco registra los mayores rendimientos (2.4 toneladas métricas por Hec-táreas). Además, los rendimientos presentados están por encima del promedio mundial y de los bloques comerciales del hemisferio como el MERCOSUR y la CAN10. En la actualidad, pese a la vocación productora del departamento, que ha venido aumentado en los últimos años, hasta alcanzar en el 2005 una produc-ción superior a las mil toneladas, aún no se registran exportaciones de este producto. No obstante, las buenas condiciones de oferta del producto, y la considerable demanda por parte de Venezuela, hacen del tabaco un producto con altísima posibilidad de inserción en el país vecino.

• Artesanías (subpartidas 420232, 420292, 460210, 630130 y 630140): En Venezuela existe una alta demanda de artículos artesanales, principalmente billeteras, monederos y bolsos de cuero, cestas de mate-rial vegetal y mantas de algodón y de fibra sintética. En La Guajira hay una producción importante de este tipo de artículos, principalmente por la comuni-dad indígena que habita en el departamento. Por lo anterior, debe promoverse la comercialización de estos productos en el mercado venezolano, lo cual no sólo favorecería la competitividad del departamento, sino que también contribuiría al mejoramiento económico de los artesanos indígenas. Dado que la comunidad indígena también es representativa del lado venezolano, se sugiere realizar proyectos de carácter binacional.

• Pesca y acuicultura: (subpartidas 150420, 160510 y 160520, y 210390): La pesca y la acuicultura es una de las apuestas productivas del departamento

10 Héctor Martínez (2005: 14-15).11 Gobernación de La Guajira. Plan de Desarrollo Departa-

mental, 2004-2007: 142 – 143.

de La Guajira con miras al TLC con Estados Unidos. A su vez, la demanda de Venezuela por este tipo de productos, especialmente camarones, langostas, can-grejos, y grasas, aceites y salsas derivadas del pescado es significativa, lo que lo convierte en un mercado natural para este tipo de producto. Sin embargo, la debilidad del departamento de La Guajira consiste en que el producto pesquero se maneja a nivel de producto fresco sin procesarlo o transformarlo, lo cual se hace en otras ciudades de la Región Caribe, principalmente Cartagena, donde se le agrega valor y se exporta. Por ello, se hace necesario la industria-lización de la pesca mediante la creación de empresas que acopien, conserven y procesen los productos pesqueros, aprovechando la riqueza ictiológica del Departamento. No obstante, la pesca industrial no debe implicar la eliminación de la pesca artesanal, tal como lo considera el Plan de desarrollo 2004-2007: “Esta industrialización no debe significar la elimina-ción de la pesca artesanal, porque ésta provee empleo e ingreso para una importante población indígena dedi-cada tradicionalmente a estas faenas, que constituyen parte significativa de su cultura. De lo que se trata es de modernizarla mediante la incorporación de técnicas, equipos, gestión empresarial, capital de trabajo y organi-zación comunitaria, para hacerla más rentable y menos agobiante para los pescadores. Por otra parte, los actuales pescadores artesanales podrían en el futuro –si fuera su deseo– incorporarse ellos mismos favorablemente en el futuro al proceso de industrialización mediante una o varias empresas cooperativas”11.

• Aceite de palma (subpartida 151329): El aceite de palma es uno de los productos con mayor potencial de exportación. La Guajira ha logrado incrementar de manera notable en los últimos años su producción alcanzando en el 2005 un total de 1.804 toneladas. Este hecho, unido a la considerable importación de palma de aceite por parte de Venezuela, hace que este producto tenga también muchas posibilidades de inserción en el país vecino.

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• Mango (subpartida 200899): El mango es una de las apuestas productivas del departamento de La Guajira de cara al TLC con Estados Unidos. La razón es la importante producción de esta fruta en el departamento (más de 2.000 toneladas, aunque toda destinada a satisfacer la demanda interna). Además, el mango cultivado en el trópico presenta ventajas competitivas por su calidad, textura, aroma, color y contenido de azúcar. Lo anterior, sumado a que en Venezuela hay una importante demanda por este pro-ducto, hace que el mango tenga muchas posibilidades de comercializarse en ese país. Sin embargo, es necesario que se de un crecimiento notable en la producción, lo cual es posible si se adelantan programas de fomento del cultivo adoptando nuevas tecnologías.

Como se ve, La Guajira posee varios productos con potencial de exportación al mercado venezolano, su mercado natural en el exterior. Lo que se requiere es fomentar la inversión rural de carácter empresarial que, adoptando nuevas tecnologías, explote y comercialicen con alto valor agregado estos productos promisorios del departamento, lo cual, sin duda, contribuirá al desarrollo económico y la generación de empleo en La Guajira.

BiBliografia

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Gobernación de La Guajira. Plan de Desarrollo Depar-tamental, 2004-2007: 142 – 143.

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Ramírez, Socorro (2005). Las Encrucijadas de la Inte-gración. El Caso de la Frontera Colombo-venezolana. Universidad Nacional de Colombia. Serie La Universidad y los procesos de integración social / Siete Cátedras para la integración Convenio Andrés Bello: 104.

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C U L T u R A

Caribe espléndidoLas artes plásticas del Caribe colombiano al promediar el siglo XXÁlvaro Medina

1

Para valorar las artes gestadas en el Caribe colombiano durante el período que cubre la presente exposición, resulta oportuno recordar que Colombia no experimentó la plenitud de su modernidad van-guardista sino a mediados del siglo XX. Sus artífices principales fueron Guillermo Wiedemann, Leo Matiz, Enrique Grau, Alejandro Obregón, Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret, Fernando Botero y Antonio Roda, nombrados aquí en el orden en que se fueron haciendo presentes. Al lado de ellos hay que considerar un segundo grupo de artistas que contribuyó a este sin par florecimiento, entre los que cabe destacar a Lucy Tejada, Omar Rayo, Cecilia Porras, Nereo López, Judith Márquez, Armando Villegas, Guillermo Angulo, Beatriz Daza, Hernán Díaz, Alicia Tafur y Alberto Arboleda. Con excepción de Roda, que llegó a resi-denciarse en Colombia en 1955, los nombres del primer grupo corresponden a quienes se hicieron presentes antes de 1950, hallándose activos algunos de ellos al finalizar la década precedente. Los del segundo grupo se sumaron al esfuerzo modernizador a finales de los años cuarenta y varios de ellos no se hicieron visibles sino en los años cincuenta.

Desde el punto de vista crítico, los primeros han sido calificados de manera unánime como los grandes del movimiento que empezó a cristalizar al prome-

Nereo López: Retrato de Alejandro Obregón (1960)

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diar la centuria, apreciación en la que ha incidido de manera decisiva la autoridad de Marta Traba, autora de un libro publicado en 1963, titulado Seis artistas colombianos, en el que destacó a todos ellos, menos a Roda y Matiz, ausencias que se explican porque Roda no había definido aún su propio lenguaje y Matiz no sólo no pintaba sino que se hallaba fuera del país. De los artistas del segundo grupo se puede decir que en su momento fueron altamente considerados, lo que se refleja en los comentarios críticos favorables que en general recibieron, en las numerosas exposiciones colectivas en las que participaron y en los premios que recibieron en salones nacionales y regionales. Algunos de los pintores y escultores del segundo grupo no llena-ron las expectativas que entonces generaron, otros aban-donaron con el tiempo sus interesantes planteamientos

iniciales para perderse en experimentaciones que no desembocaron en nada y unos pocos se consolidaron con obras que aún no han sido revaluadas y rescatadas con el debido rigor histórico. Cualquier sea el caso, la contribución de cada uno de ellos al proceso renovador fue considerable y es con esta óptica que abordaré los nombres pertinentes a esta muestra, centrándome en el hecho de que Matiz, Grau y Obregón figuran en el primer grupo y que en el segundo tenemos a Porras y Nereo, condensándose en estos cinco artistas la contribución del Caribe colombiano al capítulo más brillante del arte nacional en todo lo que ha corrido del período republicano.

Las particularidades de lo que hoy se reconoce como un arte del Caribe colombiano, tuvieron sus manifestaciones inaugurales al concluir los años treinta

Leo Matiz: La red o Pavo real del mar (1939)

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con obras iniciáticas de Leo Matiz y Enrique Grau. Fotógrafo el primero y pintor el segundo, los dos coin-cidieron —gozando la plena juventud— en aquello de saber mirar el entorno inmediato para luego proceder a extraer, del medio ambiente físico y del contexto social propios del ámbito costeño, los elementos poéticos de unas expresiones personales que la posteridad ha sabido consagrar. Me refiero a dos obras concretas, La red o Pavo real del mar de Leo Matiz y Autorretrato con marco de Enrique Grau, realizados en el año clave de 1939.

Antes de esta fecha, exceptuando como es apenas lógico la excelente y abundante producción de la etapa precolombina, fueron ralas y escasas las artes plásticas producidas en la región caribe colombiana, lo cual implica la existencia de un amplio y empobrecido período histórico que cubre toda la colonia, atraviesa el siglo XIX y penetra ampliamente en el XX. Seme-jante pobreza contrasta con la relativa abundancia que conocieron Bogotá, Tunja, Popayán, Villa de Leiva, Sopó, Monguí, Barichara, Medellín, Santa Fe de Antio-quia y otras poblaciones de los hoy departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Cauca, los dos Santanderes y Antioquia. Con la magnitud de la demanda que en los tiempos coloniales lograron generar estos centros urbanos, se estimuló la producción pictórica y la imagi-nería religiosa a una escala que Santa Marta, Cartagena, Mompox, Riohacha y Valledupar no alcanzaron nunca. En otro estudio, al reflexionar sobre este hecho, me he atrevido a sugerir que dicha escasez puede atribuirse a una política colonial trazada desde España, de apli-cación en los puertos y ciudades costeras de América, “para no atraer piratas tras el temprano saqueo de Panamá” por Francis Drake, acaecido en 15721.

Tras semejante vacío, vacío que no fue absoluto, como bien lo atestiguan la presencia de Pablo Caballero y Hermenegildo José de Ayala al finalizar el siglo XVIII, de José Gabriel Tatis en el siglo XIX, y de los hermanos Jeneroso y Luis Felipe Jaspe junto a Pacho Valiente en los albores del siglo XX, vino un inesperado y súbito esplendor. Valiente era barranquillero y todos los demás eran cartageneros, lo que probaría que sólo en la Ciudad Heroica hubo una relativa perseverancia en el cultivo

de las artes. Con un antecedente tan paupérrimo, en una región carente de museos y escuelas de bellas artes, llama la atención que Matiz y Grau hubiesen podido alcanzar tan altos logros en los albores de la juventud, con obras en las que lenguaje y tema se interrelaciona-ban con la coherencia que hallamos en las producciones que firmaron ambos ya en la plena madurez.

2

Leo Matiz logró el registro de La red en el caserío de Puebloviejo, en la isla de Salamanca, esa larga y angosta franja costera que hoy en día está atravesada de Este a Oeste por la carretera que comunica a Ciénaga y Barranquilla. Considerada como la imagen más divul-gada de la fotografía colombiana de todos los tiempos, La red fue publicada en la revista bogotana Estampa en abril de 1939, acompañando un texto entre periodístico y lírico del poeta piedracelista Carlos Martín, el mentor intelectual de Gabriel García Márquez cuando éste estudiara en Zipaquirá. En su escrito, Martín hablaba del “bello tipo de cultura física” que él veía en los pes-cadores del lugar y se refería al gesto de lanzar la red o atarraya, en estos términos:

A impulso de sus bíceps endurecidos, las atarrayas de cinco metros de largo con una arroba de plomo distri-buida en los tejidos de sus extremos, se abren en el aire en un despliegue de fuerza, de habilidad y de belleza, en tanto que los pies firmes guardan el equilibrio del cuerpo sobre los bordes del bote.2

La descripción de Martín puede referirse a las rutinas pesqueras que él presenció en la ciénaga y Matiz captó con su lente, pero también pudo haber sido inspirada al contemplar la hoy famosa imagen del fotógrafo oriundo de Aracataca, no lejos de Puebloviejo. En todos sus detalles, las palabras del poeta coinciden con lo que se puede apreciar en La red. En la foto, el encuadre es perfecto. Va desde el estrecho espacio vacío que a la izquierda le falta por cubrir a la atarraya que abierta hiende el aire, hasta el botero inmóvil sentado a la derecha. En la mitad, el pescador alza un brazo y su oscurecida silueta parece prolongarse en las venas de los tejidos aún plisados, que parten desde el centro hacia los bordes formando el grafismo de una estrella. Lo determinante es que el “despliegue de fuerza, de

1 Álvaro Medina (2000: 18)2 Carlos Martín (1939: 12).

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habilidad y de belleza” que Carlos Martín supo definir, le permitió a Leo Matiz concretar visualmente una afirmación de vida y libertad en el simple ejercicio de una actividad cotidiana. En las confesiones que Miguel Ángel Flórez Góngora recibió de Leo Matiz poco antes de la muerte de éste, puede leerse lo siguiente:

Luego de gastar varios rollos registrando las imágenes de hombres en la captura del pescado, su selección y preparación para la venta, decidí meterme al agua. Con la última tira de una película fijé al medio día el movimiento armonioso de un pescador lanzando la red. Estampa no destacó esta fotografía cuando publicó el reportaje sobre la pesca. He tratado de lograr nueva-mente esa imagen y ha sido imposible. Otros fotógrafos me han confesado que lo intentaron en varias ocasiones, pero que les resultó infructuoso. Haber logrado esa foto-grafía con una cámara Roylander de baja velocidad y de foco de escala es otra de las suertes de esta imagen.3

Matiz contó con la suerte, el azar y la decisión,

pero también con el conocimiento del tema por el estrecho contacto con la naturaleza y el trabajo rudo durante su niñez en una finca bananera de Orihueca, factores que se conjugaron para favorecer al artista de apenas 22 años de edad. No obstante, en la misma página de las citadas confesiones advirtió con sentido autocrítico: “No la considero mi mejor fotografía, pero en su composición hay ritmo, precisión. En el hombre que lanza la atarraya hay elegancia y dignidad”. Tal vez Matiz tenía razón, pero la verdad es que ninguna otra de sus fotos alcanzó el grado de reconocimiento de La red, convertida con el paso del tiempo en un hito iconográfico. El artista había plasmado, en la dinámica imagen, un detalle que hace parte como pocos de la esencia poética de Colombia en general y de su costa caribe en particular.

Casi simultáneamente, en Cartagena, Enrique Grau lograba otro tanto en Autorretrato con marco (1939), un cuadro en el que el autodidacto de 19 años de edad se representó pintando un lienzo. Concebida dentro de la ortodoxia realista que terminaría por caracterizar a su pintura, la obra resulta notable por

su temprano sentido decorativo y simbólico. En este primer gran autorretrato que le conocemos, Grau aparece contra un fondo cubierto por una enredadera florecida de tallo verdoso y sombras intensas, fondo que trató pictóricamente con valores de primer plano. Si la solución resulta hoy convincente es porque, en su desa-rrollo posterior, los elementos aparentemente super-fluos (llámense floritura, adorno, decorado, tocado, parafernalia o filigrana, caros al pintor) se cargan de múltiples significaciones y terminan por ser esenciales. Al recurrir a tales elementos, el artista identificaba y definía particularidades ambientales y de personalidad, sin las cuales sus numerosas y heterogéneas criaturas serían otra cosa.

En Autorretrato con marco, Grau se muestra indi-ferente e incluso ajeno a la vegetación tropical que lo circunda, en la cual se condensa el toque fantasioso que evita a la obra la caída en un adocenado, vulgar y chato realismo. Esa indiferencia reaparece en Autorre-trato con símbolos (1940), título que en sí y por sí pone de manifiesto la intención que lo guiaría a lo largo de su vida. En efecto, en este segundo y muy importante

3 Miguel Ángel Flórez Góngora (1998: 168).

Enrique Grau: Autorretrato con marco (1939)

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autorretrato vemos al pintor con el mar a sus espaldas, y puede distinguirse, a la izquierda, la cartagenera silueta del cerro de La Popa. En torno al pintor, en el plano medio, hay una orla compuesta de objetos relacionados con las artes, el tiempo y el estudio. Otro óleo de ese mismo año, Mulata cartagenera, centra la atención en la figura de una joven dama que se antoja entregada a la molicie en un lujurioso jardín tropical: con las flores que reposan en el regazo de la blanca vestimenta de la muchacha y con las frutas que flanquean el borde inferior derecho del cuadro Grau plasma una imagen de la sensualidad femenina. De estos tres óleos, el más conocido es Mulata cartagenera (hoy en la colección del Museo Nacional), quizás por el éxito que cosechó en el Salón Nacional de 1940, al obtener mención de honor y los comentarios más elogiosos que recibiera obra alguna entre las que participaron en el evento.

En los cuadros hasta aquí considerados, el pintor manejó eso que en 1955 Marta Traba calificó de “sentido decorativo que aparece siempre”, particularidad que la crítica juzgó positiva tras recordarle buenamente al lector las pinturas de Henri Matisse y Raoul Dufy. Pues bien, ese sentido decorativo adquiere densidad y carác-ter cuando lo yuxtaponemos a la siguiente apreciación de Camilo Calderón: “Los autorretratos de Enrique Grau son todos de un realismo sin paliativos, pero enri-quecidos con diversidad de connotaciones simbólicas”4. Al juntar y resumir los dos conceptos, tenemos que lo decorativo no se queda en lo primorosa y superficial-mente decorativo, porque pasa a la categoría superior de ornamental. ¿En qué sentido? Sucede que lo decorativo, en el caso de Grau, se construye con elementos que, a través del símbolo, bordean lo emblemático, pero, por supuesto, sin el texto y sin el lema o mote del emblema ortodoxo. Piénsese al respecto en las implicaciones de la denominación “ornamento sagrado”, ligada al ritual, que varía según la época del año. En los ritos religiosos, la expresión visual principal reside en el motivo y el color del ornamento utilizado, tanto en el altar como en la vestimenta del oficiante. La ‘decoración’ de Grau

tiene connotaciones parecidas. Resulta extraordinario, en consecuencia, que el pintor cartagenero hubiera for-jado desde el principio una definición así de sustancial, clave a casi toda su obra.

Con los aportes de Leo Matiz y de Enrique Grau, de alcances nacionales ambos —ya que a través de los medios impresos el país entero pudo tener amplio y oportuno conocimiento de ellos—, el arte de la costa caribe colombiana empezó a forjar su personalidad, personalidad multifacética, no sometida a pautas fijas y unidireccionales, como bien lo prueban las contri-buciones que más adelante harían Alejandro Obregón, Cecilia Porras y Nereo López, miembros a cual más de esta generación de pioneros, tan distintos todos y tan fieles a la obsesión de querer expresar a la Colombia de la época.

3

Con la caricatura me gané muchos disgustos. Tuve que pedir varias veces disculpas a personas que se molestaron por el toque juguetón que yo le daba a sus caras. La fotografía me absorbió. La he gozado y la he padecido. He estado al borde de la muerte con ella y la he realizado en condiciones muy duras, tratando de llegar a lugares inaccesibles. Leo Matiz

Nacido en 1917, Leo Matiz quiso ser pintor y no fotógrafo. A edad temprana se reveló como un dibujante intuitivo que orientó su talento, con sentido práctico, hacia la caricatura fisonómica. En 1933 publicó en la revista Civilización de Barranquilla su primer monacho, una cabeza inspirada en una fotografía de Eduardo Santos, propietario de El Tiempo de Bogotá, a la sazón ministro de Relaciones Exteriores. Ese mismo año realizó su primera exposición en la cigarrería Excelsior de Santa Marta, adonde se había trasladado su familia desde Orihueca, a pocos kilómetros de Aracataca. Matiz no tenía sino 16 años de edad, pero mereció un comentario crítico según el cual en la exposición había “trabajos que dejan traslucir la influencia poderosa que sobre nuestro dibujante ha ejercido el popular artista argentino Rafael Valdivia; en otros, recordamos el impecable estilo del cubano Masseguer y, por último, vimos también las caricaturas cubistas que tanto agra-dan a los amigos de lo ‘snob’”5.

4 Cit. por Bélgica Rodríguez (1991: 21).5 “La exposición del dibujante Leo Matiz” (1933).

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A propósito de las caricaturas cubistas desplegadas en la Excelsior, es probable que el atrevido expositor conociera las más bien abstraccionistas que el bogotano George Franklyn publicaba desde 19296. Aclarado esto, la verdad es que la línea de Matiz distaba de ser ágil. Las figuras resultaban por lo mismo algo acartonadas, pero cabe anotar que los rostros que plasmaba —en general de perfil o de tres cuartos— eran solucionados con altos contrastes de luces y sombras. El procedimiento revela el interés del joven autodidacta por el art deco que, con sus ilustraciones, desde suplementos dominicales y revistas, popularizaban los pintores José Posada y Sergio Trujillo Magnenat7. Animado con el reconocimiento que significaba la difusión de sus cartones, Leo Matiz tomó la decisión de estudiar pintura contrariando el parecer paterno.

En la Costa no había entonces escuelas de bellas artes, de modo que, en 1936, le tocó viajar a Bogotá, ciudad que ya conocía. Dada la falta de recursos económicos (el padre se negó a ayudarlo), Leo Matiz

no pudo ingresar a la escuela y le tocó sobrevivir de mensajero antes de vincularse a El Tiempo, donde ofreció sus servicios como ilustrador y tuvo la suerte de ser bien acogido por Jaime Barrera Parra, director de Lecturas Dominicales. En El Tiempo cambió de rumbo cuando el subdirector del periódico, Enrique Santos Montejo “Calibán”, le entregó una cámara, le ordenó tomar lecciones de laboratorio con el prestigioso J. N. Gómez y le ofreció paga de reportero gráfico. Corría el año de 1937 y Matiz se mostró reticente a la oferta, pero “Calibán”, según Flórez Góngora, le aclaró: “Si te digo que hagas fotografía es porque eres joven, simpático y, sobre todo, metido”8.

Matiz no congenió con Gómez, pero tuvo la suerte de trabar amistad con el gran Luis B. Ramos, su ver-dadero maestro. Así lo reconoció en sus confesiones: “Criticó con sinceridad mis fotografías y me dijo que estaban pasadas de exposición, que eran oscuras y que tenían problemas de enfoque”9. Y, sin duda, Ramos tenía la razón. El ahora discípulo estaba lejos de domi-nar las técnicas del nuevo medio que trabajaba, pero ya sea por la casualidad derivada de la inexperiencia, ya por voluntad propia, las fotos oscurecidas pueden asociarse y parangonarse con los oscurecidos trazos del caricaturista. De hecho, el alto contraste era un recurso estético de época, presente en la obra de una pintora como Tamara de Lempicka, en la de un diseñador gráfico como Cassandre y en la de un fotógrafo como el Imogen Cunningham de la década de los treinta. En los años siguientes, Matiz hizo numerosas fotos en las cuales predominan las sombras, aunque con acen-tuadas zonas de luz que dan como resultado planos blancos o casi blancos. De hecho, en el reportaje que para Estampa hizo en Puebloviejo, La red comparte página con una foto a contraluz de una niña junto a unas palmeras y una rústica cerca de madera, de siluetas absolutamente negras contra el cielo diáfano. Identi-ficada como “Lujosa decoración del paisaje marino”, la gráfica no es notable, pero acusa el gusto por las

6 Cf. Álvaro Medina (1995: 8).7 Álvaro Medina (1995: 207 y s)8 Miguel Ángel Flórez Góngora (1998: 145).9 Miguel Ángel Flórez Góngora (1998: 161).

Leo Matiz: Desierto. Guajira (1953). alejandra Matiz. Fundación leo Matiz.

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sombras que también está presente, aunque de manera menos acusada, en La red.

Un segundo aspecto, igualmente importante, es la tendencia, derivada de Ramos, al tema social. Así lo precisa Matiz: “No imaginaba las posibilidades de la fotografía hasta mi encuentro con el pintor y fotógrafo Luis B. Ramos. Su iconografía de personajes populares de barrios y mercados del altiplano me impresiona-ron”10. Fue un buen comienzo, ya que el maestro de Guasca, considerado de modo casi unánime el mejor y más recursivo fotógrafo del país, como reportero gráfico no tenía rival y sus gráficas, publicadas desde 1934 en El Tiempo y en Cromos, poseían un “profundo sentido humano” y “un realismo sin afeites que llenaban de intensidad y vida sus fotografías”11.

El acercamiento a Ramos le dio un fundamento serio al trabajo de Matiz, algo que el nuevo fotógrafo expresó agradecido en estos términos: “Él despertó en mí la curiosidad por los marginados de la sociedad. Si no me hubiera encontrado con él en la vida creo que hubiera hecho otro tipo de fotografía, sin ese énfasis en lo social que he mantenido en mi trabajo”12. No sobra recordar que el énfasis social fue otra de las característi-cas del período y tuvo una expresión mayor en la obra de Dorothea Lange, Walker Evans y demás fotógrafos de la Farm Security Administration, entidad fundada durante la presidencia de Franklyn Delano Roosevelt para documentar la crisis económica que golpeó a los Estados Unidos tras la quiebra de Wall Street en 1929. La Farm Security estuvo activa, sobre todo, a mediados de los años treinta, y la calidad de la obra fotográfica reunida ha sido reconocida internacionalmente.

Ramos trabajó en la misma dirección sin conocer el trabajo de sus colegas norteamericanos, de manera que su influencia en Matiz resultó fecundante y a la altura de los tiempos que corrían. En adelante, el fotógrafo de Aracataca buscaría temas entre los labriegos del campo y los obreros de los centros urbanos, prolongando su universo artístico en la fervorosa contemplación de los avatares del ser humano en las buenas y en las malas. Por eso documentó revoluciones y guerras, recorriendo el planeta por encargo de revistas de México, Estados Unidos, Venezuela y Colombia, entre ellas la prestigiosa Life, experiencia que le valió el cargo de fotógrafo oficial de las Naciones Unidas en el conflicto palestino-israelí, en 1948 y 1949. Leo Matiz se convirtió así en el primer artista colombiano de talante y proyección internacio-

nal, corroborando la intuición de “Calibán” al llamarlo y decirle: “Mira, Leo, es la última vez que te compro caricaturas. Quiero que me traigas fotografías. Tú serías bueno para eso, tienes temperamento y eres capaz de meterte hasta en una aguja”13.

Matiz se metió con sus cámaras en la aguja de la vida, recorriendo medio mundo. Contratado por Selec-ciones del Reader’s Digest, viajó por todo el continente americano. Vinculado a otras publicaciones, trotó por numerosos países de Europa. De tan rica experiencia ha quedado una obra heterogénea y desigual, punteada de logros que tienen su primer jalón en el México de los años cuarenta, cuando el fotógrafo colombiano incursionó en el retrato teniendo por modelos a Luis Buñuel, Agustín Lara, María Félix, el “Indio” Fer-nández, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros, entre otros. A partir de ese momento, seguir el itinerario artístico del Matiz trotamundo puede requerir unos cuantos centenares de páginas. Por lo pronto, dentro del espíritu de la presente exposición, cabe señalar que el discípulo de Luis B. Ramos le dio más importancia que su maestro al medio en que se desenvolvían sus personajes y esto es algo que ya estaba presente en La red. Porque ya sea en el campo o en la fábrica, en la calle o en la casa, en sus mejores fotos los retratados son seres anónimos como los de Ramos, gente común y corriente, que nos revela en el acto de hacer algo, no importa lo lenta o reposada que resulte la acción realizada. El entorno, un asunto, en general, no tan importante en Ramos, es determinante en Matiz, pues Ramos no fue paisajista y Matiz sí: por eso atrapaba el gesto humano y le gustaba situarlo en el tiempo, en medio del antes y el después que definen su razón de ser en el tejido social.

10 Flórez Góngora (1998: 161).11 Álvaro Medina (1995: 270).12 Flórez Góngora (1998: 161).13 Flórez Góngora (1998: 145).

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Cuando regreso al país, el primer choque en Cartagena llena mi obra de colores muy vivos, pero cuando llego a Bogotá la ciudad me va induciendo a un cromatismo menos vibrante, más gris.Una investigación sobre Piero de la Francesca, Uccello, los prerrenacentistas en Italia, me va llevando incons-cientemente a la geometría, y de ahí al abstraccionismo no hay sino un paso (...), y de pronto me doy cuenta de que ése no es el camino que deseo. No quería ser hermético y paré en seco. Enrique Grau14

Adolescente y a punto de terminar el bachillerato, Enrique Grau participó en el Salón Nacional de 1940 y ganó la beca que le permitió ir a Nueva York. A juicio del cronista Baltasar Miró, el pintor se encontraba “sin

decidirse aún por ningún camino definitivo”. 15. Esta aseveración constituye una verdad a medias: si bien el joven Grau estaba lejos de poder definir su orienta-ción estética, no menos evidente es que la síntesis de Mulata cartagenera, sumada a la intención simbólica de Autorretrato con marco, daba por resultado casi matemático el Grau definitivo. En adelante, en varios ocasiones, Grau se apartó de su senda y volvió a ella. El epígrafe que abre esta cuarta nota permite precisar que Grau abandonaba sus propias pulsaciones cuando salía del país, extraviándose parcial o totalmente según la ocasión.

En Nueva York, de 1940 a 1943, el cartagenero ingresó al Art Students League, en el que se convirtió en un pintor de temas sociales dramáticos —a la manera de Ben Shan— y colores primarios de tonalidades apagadas. Su segundo viaje de estudios, a Italia, entre 1955 y 1956, puso a Grau en contacto con los pintores florentinos del quattrocento y lo hizo derivar paulati-namente hacia la abstracción no objetiva que practicó en 1958 y abandonó de inmediato, yendo y viniendo en afanosa búsqueda que concluyó, al retornar a sus orígenes, con el óleo La Cayetana, de 1962, “uno de los más bellos cuadros de la muestra” de ese año según Marta Traba16.

Al reseñar la exposición individual de 1946 en la Biblioteca Nacional de Bogotá, la primera que hizo el pintor, el periodista y novelista Eduardo Zalamea Borda se refirió al extravío que el cartagenero expe-rimentó en Nueva York y escribió: “¿A dónde llegará Grau Araujo? No es difícil responder a esta pregunta, sabiendo que por ahora es, con Alejandro Obregón, uno de los dos pintores jóvenes más interesantes que tiene el país”17. Zalamea Borda planteaba la pregunta y no la respondía porque tenía fe en el talento del pintor. Es de recordar que a mediados de la década de los cuarenta estaba generalizada la idea de que Obregón y Grau eran las figuras máximas de la corriente reno-vadora del momento, o sea que hubo una temprana conciencia de lo que valían y significaban dentro de la nueva generación.

14 Ángela María González (1991: 1-C)15 Baltasar Miró, s/f. 16 Marta Traba (1963: 71)17 Eduardo Zalamea Borda (1946)

Enrique Grau, Mulata cartagenera (1940). Museo nacional de coloMbia.

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Testimonio de la conciencia que existía es lo que escribe en 1948 el poeta y crítico Jorge Gaitán Durán: “El actual movimiento plástico es el más importante que ha existido en la historia cultural de Colombia”18. En este contexto, Gaitán Durán se fijó en la obra del pintor de Cartagena y concluyó: “Enrique Grau, tan contradictorio en su labor, vuelve a su antigua línea, para mí, la más acertada”. En contraste tenemos que Zalamea Borda manifestó su preferencia por “los cua-dros de la última época”. Dos años y medio separan las dos declaraciones, que giran en torno al mismo dilema. Históricamente, Gaitán Durán tenía la razón. Años después, tras el extravío que en Florencia lo llevó a la abstracción, Grau terminaría por abrazar la “antigua línea”, aunque fue en la ciudad italiana donde captó el profundo sentido del volumen pleno, terso, masivo

y despojado de regodeos anatómicos que Grau empleó en el modelado de sus personajes más característicos.

A Grau lo influyeron siempre, y de manera intensa, las ciudades donde eventualmente abrió taller por largo tiempo. A partir de 1946, vivió casi siempre en Bogotá, descontadas las estadías en la Florencia de los años cincuenta y en la Nueva York de los años ochenta. No obstante, fue Cartagena la que nutrió su arte, esa Cartagena que solía visitar varias veces al año y en la que a veces permanecía durante meses, como aconte-ciera en la etapa que precedió a su muerte, acaecida en Bogotá. Si la atmósfera andina lo llevó en determinados momentos a oscurecer la paleta, en otras reaccionó con mirada caribeña contra la capitalina atmósfera gris y prefirió el cromatismo vibrante, con aciertos recono-cidos y desaciertos duramente criticados.

Entre las definiciones que logró Grau en los años cuarenta, está precisamente su particular actitud ante el color. En su momento, Alejandro Obregón escribió una crítica bastante lúcida sobre su colega y señaló: “el color tiene menos importancia que el dibujo”19. Añadió Obregón: “A Grau tenemos que exigirle más densidad en el color y en las formas y menos virtuo-sismo en el dibujo”. ¿Qué estaba sugiriendo Obregón? Al plantear que su colega y amigo debía priorizar color y formas, pedía que lo pictórico predominara sobre lo lineal. El criticado aceptó la sugerencia y se aplicó en esa dirección, pero tuvo períodos en los que hizo altos. Si en Nueva York había preferido lo lineal a lo pictórico, la tendencia reapareció en Italia, se mitigó al finalizar los años cincuenta y dejó de ser evidente desde La Cayetana, si bien los detalles de contornos nítidos, perfectamente recortados, ponen de presente al dibujante hábil que siempre hubo en Grau. Dicho de otro modo, en sus pinturas hay una clara distinción entre la uña y el dedo, o entre el ropaje y la piel, por ejemplo, para mencionar aspectos nimios que por nimios resumen el todo.

Ahora bien, la crítica de Obregón presenta un sesgo muy personal, en el que se pone de manifiesto su preferencia por lo pictórico. En las pinturas de Obre-

18 Jorge Gaitán Durán (1948) 19 Alejandro Obregón (1948)

Enrique Grau: La Cayetana (1962)

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gón, rara vez aparece la línea y son escasos sus dibujos acometidos como un fin y no como un bosquejo o punto de apoyo en la posterior realización de pinturas. Al respecto era bastante enfático y alguna vez, en La Cueva, lo escuché decir que, entre Braque y Picasso, él prefería a Braque, porque sus calidades no eran lineales. Puede uno imaginar, entonces, las conversaciones que en privado tuvieron los dos sobre este asunto, conver-saciones que incidieron en Grau, pero no lo empujaron nunca al color por el color, pues no lo entendió ni aplicó nunca como un elemento decorativo. Lejos de eso, Grau se inclinaba por “una notable valoración de sus emociones dentro de una gama personal de símbolos plásticos”, como bien lo definió Obregón, el primero en referirse a la intención significativa que desde el principio y a través del rasgo simbólico practicó el car-tagenero. Este aspecto fue abordado recientemente por la crítica venezolana Bélgica Rodríguez, al explicar que los personajes de Grau “existen en la vida real, pero en la pintura pueden apreciarse más bien como símbolos de realidades”20.

En vida, Grau fue visto y entendido como un artista eminentemente decorativo, apreciación superficial que derivó de su desenfadado uso de símbolos que, en ocasiones, multiplicó de tal modo que el complejo y a veces fácil recurso terminó por resentir los resul-tados. En tales casos parecía decorativo, pero no era esa su verdadera intención. El pintor procedía con la desenvoltura del artista popular, que el maestro de Cartagena admiraba enormemente, al punto de reunir una colección de objetos que es única en Colombia. En el arte popular, los motivos se multiplican y despliegan libremente. El trazo riguroso de la letra, si hay texto, no basta, y se ornamenta para complementar lo que la lectura especifica. El color se inclina por el contraste fuerte y la imaginación se prodiga en guiños redundan-tes, pero necesarios, porque su lógica es otra, criterio que el pintor culto supo asimilar. Por eso, aunque de formas ampulosas, Grau no era un formalista. No lo era porque no sacrificaba las ideas para mostrarse como un virtuoso de las formas, pero sí era capaz de atrope-

llar las formas para redundar en una idea, tal y como procede el artista popular, que de manera consciente filosofa en las imágenes que crea y en las que vierte, sin sofisticaciones ni tapujos, sus puntos de vista. Así lo entendió el olvidado Juan Salgado cuando advirtió que Grau era un “pintor filósofo, más que plástico”21. Por filósofo, Salgado quería decir que era reflexivo, y que al reflexionar, si lo requería, ponía de lado lo plástico y, de cierta manera, hasta lo despreciaba, para darle prioridad a los contenidos.

De allí que Grau procurara ser explícito en su manera de construir la imagen, a la que sin mesura alguna dotaba de los elementos visuales necesarios para comunicar lo que se proponía ‘filosóficamente’. Dicho de otro modo, Grau no le daba mucho juego a la reflexión del que mira su obra ya que prefería,

20 Bélgica Rodríguez (2003: 39-40).21 Juan D. Salgado (1950: 12), “Grau Araújo, pintor de

la época, El Liberal, domingo 22 de octubre de 1950, p. 12.

Enrique Grau: Autorretrato con símbolos (1940)

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por razones que son suyas y sólo suyas, que fuese su propio imaginar el que se explayara sin fronteras, dándole rienda al deleite personal de agregar y agregar detalles específicos que invitan, por sus significaciones latentes, a ser interpretados. Este hedonismo justifica y explica la multiplicidad de los elementos puestos en juego, en apariencia intrascendentes pero de gran poder connotativo. Hablo de ropajes, encajes, brocados, velos, lazos, cintas, plumas, relojes, guantes, sombreros, abanicos, espejos, joyas, maniquíes, cosméticos, flores, frutas, mariposas, gatos, aves, peces, botellas, copas, cubiertos, naipes, juguetes, cornetines, serpentinas, máscaras, instrumentos musicales, fotos, cartas, pape-les de colgadura, cortinas, lámparas, globos de cristal, fonógrafos, teléfonos, cometas, jaulas, cofres, alacenas y otros accesorios salidos de polvorientos desvanes.

El inventario no es completo, pero está cerca de

serlo. Lo he elaborado teniendo en cuenta lo más reiterativo que he podido hallar en pinturas, dibujos, grabados, ensamblajes y esculturas, repasando los tres libros profusamente ilustrados dedicados al pintor y su obra. A la larga, no fueron muchos los elementos significantes que utilizó en su pasión por construir un mundo, su mundo, entre teatral y carnavalesco, que parecía sentir aversión por el presente y se llenó de guiños que remiten a un pasado que huele a alcanfor. Según crónica de Jorge Moreno Clavijo22, Grau accedió a semejante nivel de fantasía porque una vez tuvo la suerte de encontrar “un álbum familiar con esas foto-grafías en las cuales los parientes aparecen tocados con indumentarias elegantes en ese lejano entonces pero que hoy hacen reír”, álbum cuyo contenido se vino a sumar al repertorio “de estampas antiguas que por afición el artista había venido comprando”. Aunque el testimonio del periodista y caricaturista se refiere de manera concreta a la serie Daguerrotipos de 1960, la verdad es que Enrique Grau fue muy dado a pintar con burlón humor, desde sus tempranos inicios, la obsolescencia, el no estar a la moda del día. El abordaje de entonces se cualificó y terminó convirtiéndose en el fundamental aunque velado tema de fondo, distinto del tema circunstancial de cada cuadro específico. Gracias a ese tema de fondo logró desarrollar un estilo pictórico sincrético para que, en consonancia con su condición démodée, la imagen se antojara, en su apa-riencia, antimoderna.

Durante años, el pintor se entretuvo representando los ritos colaterales de una ceremonia eterna y gozosa que, en su sensualidad gratificante, raya en lo orgiástico. Por eso la casi totalidad de sus personajes parecen des-filar, una vez acicalados, ante un espejo. Complacidos posan y se observan en el instante que precede a la fiesta como en El fonógrafo (1981). Me refiero a personajes que no raras veces descubrimos en la fiesta misma como en Mujer con máscara (1953), y, otras, después de ella, como en el bronce Rita, 10:30 a.m. (1990). La autosatisfacción pauta sus conductas, en consonancia con el espíritu de un artista que se autorretrataba en cada cuadro sin tener que representar sus facciones, revelándonos de modo congruente su jubiloso y alegre sentido de la vida.

22 Jorge Moreno Clavijo (1960)

Enrique Grau: El fonógrafo (1981)

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La maja, el torero, el galán, el enmascarado, la niña gata, la bañista, la novia, la madama, el mago, el adivino, los ociosos, los soñadores, los celebrantes, los risueños, los engreídos, los cortesanos, los amantes, los amigos, los borrachos, etc., fueron los protagonistas de un acontecer que parece pertenecer a un pasado remoto e irredimible, no ya por el evidente arcaísmo de las actitudes y las vestimentas de algunos de ellos, sino porque esa felicidad pertenece al pasado y nadie nunca volverá a disfrutar de ella. En la era del goce a ultranza y sin fronteras, extrañas, cuando menos, pueden resultar mis palabras. Porque, sin decirnos mentiras, ¿qué puede estar vedado en el enervante paraíso terrenal de ciertos bares, discotecas y fiestas privadas de hoy? Nada está vedado, es verdad, pero en esos paraísos no campea la inconsciencia y consiguiente inocencia que hay en los regocijados personajes de Grau. Son tan inconscientes en su mayoría, es decir, tan alienados, que a veces caen en divertidas mistificaciones. Sus ajuares resultan innecesariamente lujosos, sus entornos excesivos y sus talantes casi perversos, ecos de una dolce vita y una dolce far niente que algo le debe a las romanas fantasías de un Federico Fellini. Pero no, eso ya despuntaba en la discreta molicie de Mulata cartagenera o sea que nada llegó a deberle Grau al gran director de cine italiano.

5Una de las finalidades del arte, del arte nuestro tiempo, ha de ser precisamente la de interpretar la sensibilidad colectiva a base de la sensibilidad personal del artista. Y debe ser, además, el arte, un recurso eminente de salva-ción, un medio para entusiasmar, para llenar de energías inagotables al hombre, para darle el ímpetu espiritual que requiere como condición previa indispensable en la realización de sus altos destinos. Alejandro Obregón23

A los 24 años de edad, cuando dio por terminados los estudios y se estableció definitivamente en Colom-bia, Alejandro Obregón había pasado once años en Barcelona, su ciudad natal, cinco y pico en Barran-quilla, su ciudad de origen, cuatro en un internado de Inglaterra, tres en Boston y un año corto en la selvática zona petrolera del Catatumbo, en Norte de Santander. En diciembre de 1947 expuso en Bucaramanga una serie de cuadros de lenguaje balbuciente y vaga motivación

vanguardista que dio origen a la siguiente apreciación del señor David Martínez Collazos: “Nadie que esté cuerdo, concibe que la intención de hacer ‘feo’, de pintar ‘feo’, de esculpir ‘feo’, pueda ser la meta de la creación artística”24. A partir de tan rancio postulado, el comentarista proclamó con aire doctrinario: “Entre el alma colombiana y el alma del mundo, nuestra vinculación tradicional está en los Velásquez [sic], en los Garay, en los Cano, en los Rodríguez Naranjo. No está ni podría estarlo en la estatuaria contrahecha (...), ni en las salsas geométricas”.

La brillante y pedagógica réplica de Obregón se podría resumir en cinco palabras clave del breve artículo que publicó en Vanguardia Liberal al día siguiente: “El arte no es realidad” 25. La noción era revolucionaria en el ambiente artístico anacoreta y provinciano que prevalecía en casi toda Colombia, provincianismo de tintes pacatos que en 1946 empañó el prestigio de la

23 Ricardo Ortiz McCormick (1948)24 David Martínez Collazos (1947).25 Alejandro Obregón (1947)

Alejandro Obregón: Aves cayendo al mar (1961)

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liberal Barranquilla con “la mano perversa que hirió casi de muerte el sugestivo cuadro de la Mujer desnuda”, que Obregón exhibía en su primera muestra individual en la ciudad26. Pues bien, en semejante ambiente de estrechez mental, reafirmando el principio de que el arte no puede confundirse con la realidad, el pintor precisó en Bucaramanga con sentido pedagógico:

Si viéramos el San Pedro de “El Greco” caminando en la calle, echaríamos a correr. Fuera del lienzo este noble coloso se transformaría en un gigante absurdo. Si por arte de magia se pudiera hacer salir de su marco a la Divina Venus de Rubens y si por casualidad o desgracia nos diera un abrazo, moriríamos de contusión aguda. El Bobo de Coria y el Niño de Vallecas, pintados con tanto cariño por Velásquez nos llenarían de angustia y de crueldad humana. ¿Y qué me dicen estos señores de las gloriosas (y deformes) esculturas de nuestros antepasados los indios? Todos sabemos que esto es arte y del más grande27.

De tan contundente afirmación interesa resaltar, si bien se refiere a un aspecto que nada tuvo que ver con su obra, que entre los ejemplos cumbres traídos a cuento figuraran las “esculturas de nuestros antepasados los indios”, calificadas de grandes. Interesa porque, habiendo recibido su formación en España, Inglaterra y los Estados Unidos, Obregón desarrolló desde joven un sentido de pertenencia al país cuya ciudadanía adoptó a los 21 años, al cumplir la mayoría de edad. Saber precisamente a qué sitio pertenecía y de dónde venía es el factor que le da sentido a la más famosa de sus series, la del Torocóndor, iniciada en 1959. Es de

26 “La exposición de pintura de don Alejandro Obregón es un éxito”, (1946).

27 Ibid.

Alejandro Obregón: La barracuda (1963)

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recalcar que Obregón se distinguió por ser un vitalista y un devorador de mundos. Este vitalismo explica sus caribeñas barracudas y sus flores amazónicas. Como ningún otro antes o después de él, en el siglo XX, Obregón fue el artista que abarcó con profundo sentido poético la totalidad del país, celebrando sus grandezas y condenando sus miserias.

En el contexto de la presente exposición, el ‘fenó-meno’ Obregón se aborda a partir de la compenetración que tuvo siempre con su entorno inmediato, la cual se manifestó en el curso de su heterogénea y cosmopolita etapa inicial, con un cuadro mediocre que tenía por tema la cumbia, pintado para su primera exposición en Barranquilla, realizada en febrero de 1946. Según noticia de El Heraldo, dicha obra, mencionada indis-tintamente con los títulos de Composición nocturna y de Danza nocturna, por Bernardo Restrepo Maya y por Germán Vargas, presidió “el salón con singular contraste”28. Medio año antes, Alfonso Fuenmayor había escrito en Sábado sobre el intenso y popular baile de carnaval, señalando que se estaba “convirtiendo en una referencia del folklore o en una alusión puramente literaria”29. Fuenmayor describió la coreografía y el escenario del baile, concluyendo: “Todo esto se hace de noche, porque la cumbiamba es un baile nocturno”.

En el discurso inaugural, Restrepo Maya se refirió al “trabajo vigoroso y pulcro de la Composición nocturna (...), en la que las figuras emergen de la embriaguez y de la sombra (...) enloquecidas y estremecidas por el huracán de la honda música interior”30. Precisó el orador en su presentación: “Para mí, el cuadro de la Danza nocturna es uno de los más significativos como pintura de síntesis y como expresión de personalidad”. Más parco, Germán Vargas escribió: “Obregón ha

logrado una sorprendente concreción de nuestro baile típico: lo ha eternizado en su lienzo porque ha salvado todos los peligros de este difícil tema”31. En el monotipo que a partir del cuadro original realizó el artista para que sirviera de carátula a la revista Estampa, las figuras adquirieron un aire tribal de sugerente corte expresio-nista, más acorde con el tema.

Si las líneas antes citadas nos resultan poco técnicas tanto desde el punto de vista descriptivo como concep-tual y desprovistas de una valoración estética fiable, al menos sirven para medir la acogida que los intelectuales barranquilleros le depararon a un pintor de alma ancha que en la aludida muestra, según El Heraldo, reveló “una marcada tendencia por los paisajes nacionales”, destacando el diario la exhibición de Paisaje—Lago de Tota, Puente del Guamo, Montañas—Bogotá y Paisaje de Cartagena32, obras que documentan la presencia del artista en Boyacá, Tolima, Cundinamarca y la más legendaria de todas las ciudades del mar Caribe. En contacto con el paisaje natural, Obregón había empe-zado a impregnarse de las sustancias que nutrieron sus

28 “En la exposición de pintura—Discurso de don Bernardo Restrepo Maya, Director de la Biblioteca del Atlántico”, El Heraldo, 16 de febrero de 1946.

29 Alfonso Fuenmayor (1944).

30 “En la exposición de pintura—Discurso de don Bernardo Restrepo Maya, Director de la Biblioteca del Atlántico”, El Heraldo, 16 de febrero de 1946.

31 Germán Vargas (1946).32 “Con gran éxito se inauguró ayer la exposición del

pintor Alejandro Obregón”, El Heraldo, 16 de febrero de 1946.

Alejandro Obregón: Ganado ahogándose en el río Magdalena (1955)

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Alejandro Obregón: Ganado ahogándose en el río Magdalena (1955)

ricos y muy diversos imaginarios, poniendo en práctica lo manifestado en esta declaración de 1948:

El artista es, evidentemente, una especie de antena delante de la naturaleza, destinado a recoger y transmitir impresiones según las posibilidades de su personalidad. En esto, desde luego, existe una cosa importante que es exactamente la claridad con que se reciban y se transmitan esas impresiones33.

El pintor puntualizó además que “la naturaleza no puede ser la aspiración sino el recurso”, declaración que Enrique Grau hubiera suscrito al pie de la letra, y defi-nió un sucinto programa de acción, “No es suficiente pintar una madre que llora. Es necesario ante todo investigar por qué llora”, que en su mejor obra, el pintor cumplió con absoluta fidelidad, aunque con el énfasis en una visión individual ligada al sentir colectivo, como lo plantea el epígrafe de esta quinta nota.

Concomitante con la idea de un arte “para entusiasmar”, fue el planteamiento en el ya citado artí-culo sobre la pintura de Grau, según el cual “la razón de ser” del artista “ante una sociedad” era la de “mostrar fielmente lo que es él, con todas las repercusiones que siente al ser parte de una comunidad”34. En Bogotá, en estrecha sintonía con la comunidad andina, el pintor concibió cóndores y torocóndores, obras emblemáticas como pocas en la historia de Colombia. Con igual fervor comunitario, no sólo lo sedujeron Barranquilla, Pradomar y Cartagena (las tres localidades donde vivió en la Costa), sino el estuario del río Magdalena, los caños que llevan a las lagunas pobladas de manglares de la isla de Salamanca (la de la inolvidable red de Leo Matiz), situada entre el mar y la vasta Ciénaga Grande de Santa Marta, parajes que Obregón recorrió como pescador y cazador del grupo de La Cueva, mucho antes del desastre ecológico que sufrió la zona con la construcción antitécnica de una carretera. De tan rica experiencia extrajo temas que trabajó motivado por la idea de no pintar simplemente algo que se ve sino las implicaciones de ese algo que se ve, de allí que no se contentara con la simpleza de representar el litoral y buscara expresar los secretos espíritus que lo habitan.

Fue Marta Traba quien mejor captó y describió la pasión obregoniana de “ir más allá de las formas” para poder “revolver en el meollo de los significados profundos”35. Si bien desde los cóndores de 1959 Obre-

gón fue esencialmente un paisajista, cuando le tocó referirse al pintor de temas caribeños, Marta Traba no habló de paisaje sino de un “solo gran espacio, asom-brosamente profundo, de color y no de perspectiva”36. Unas líneas más abajo, al aseverar que el “protagonista [de tales obras] es ese espacio y no las formas”, la crítica conceptuó implícitamente que lo determinante no eran los detalles que podemos denominar cielo, mar o playa, barracuda, mangle o camarón. La autora cons-tataba así que el artista barranquillero había llegado al meollo de sus trasuntos poéticos, al entrar éste a pintar las particularidades de los ámbitos en que vivía. En el penúltimo párrafo del notable ensayo, Marta Traba acertó al sentenciar: “Obregón ha definido la fisonomía de Colombia: su cordillera y su mar clavan al país en un mapa estético”37.

Ya Ricardo Ortiz McCormick había anotado, en 1948, que “el significado de los cuadros de Obregón es muchas veces superior a la propia realización material de la obra”38, adelantándose en la tarea de señalar que el resultado final ponía de relieve lo que la forma en sí misma no podría revelar jamás. ¿Cómo lo lograba el pintor? Viene al caso citar un artículo de juventud, en el que éste se refería con sorna al “éxito” de público que podían cosechar los “pintamonas que se derriten al ver el rayo de sol que atraviesa una nube o el refle-jito idiota que da un charco sabanero”39. Explicitaba así su propensión a desdeñar lo superfluo para llegar a lo esencial. Por superfluo hay que entender, en este caso, lo visible. Por eso, para trascender lo contingente y precario de una forma dada, Alejandro Obregón la volvió símbolo, acercándose en esto a Enrique Grau. Pero no hay que equivocarse y confundir dos maneras tan distintas de apelar a lo simbólico. Si Obregón fue lírico en cuanto a preferir la evocación y se dedicó a ser

33 Ricardo Ortiz McCormick (1948).34 Alejandro Obregón, “Crítica—El pintor Enrique Grau”,

El Tiempo, Segunda Sección, 26 de septiembre de 1948.35 Marta Traba (1963: 87).36 Marta Traba (1963: 88)37 Marta Traba (1963: 89).

38 Ricardo Ortiz McCormick (1948) 39 Alejandro Obregón (1948).

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sutil en sus alusiones, Grau fue directo y se adentró en lo emblemático. Sin proponérselo, los dos pintores se complementaban. Juntos, redondeaban las particulari-dades de un mismo mundo. Si Obregón respiraba aire y captaba atmósferas, Grau observaba gentes y retrataba idiosincrasias. Juntos, contribuyeron a caribeñizar la zona andina de Colombia.

Para poder forjar y manejar sus símbolos del Caribe, Obregón cumplió un proceso de decantación que empezó a tomar sentido con los conjuntos de objetos concebidos durante su estadía en Francia, de fines de 1949 a mediados de 1955, cuando fusionó cubismo y constructivismo en naturalezas muertas compuestas por torres armadas con copas, flores y otros elementos, o yuxtaponiendo, casi al azar, jarras, frutas, cuchillos y peces, con un propósito lírico derivado de su admirado Paul Klee. Tras la experiencia francesa, de vuelta a Colombia, se estableció en Barranquilla y se

conectó a realidades de su infancia con la serie Ganado ahogándose en el río, también conocida como Ganado ahogándose en el Magdalena (1955). Sobre esta primera y ambiciosa serie temática, escribí lo siguiente en largo y documentado artículo:

Ganado ahogándose en el río fue el primer ensayo serio dirigido a plasmar un paisaje que se convirtiera en el denso escenario que complementa y hasta le da su razón de ser a los temas que desarrolla. Ese paisaje, según el color y la disposición de sus componentes, iba a ser misterioso o dramático, vivaz o luctuoso, sentimental a veces, según las propuestas del tema. Y siempre mágico. El paisaje, en otras palabras, ha sido el activante principal de sus mensajes. Tal interés por el espacio, asumido como un protagonista de las alhara-cas del trópico, fue el aporte de Obregón al programa nunca escrito del Grupo de Barranquilla. Ese programa consistió en la búsqueda y encuentro de una identidad

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Alejandro Obregón: Entierro de Joselito Carnaval (1957)

basada en la profunda comprensión de nuestra realidad cotidiana, nuestra cultura popular y nuestra historia. La indagación de lo que somos iniciada por José Félix Fuenmayor en su narrativa, condujo a la profundidad social de Álvaro Cepeda Samudio en La casa grande y a ese saber transformar las leyendas campesinas de la costa en narración universal que vemos en Gabriel García Márquez. El equivalente plástico de estos empeños lo hallamos precisamente en Alejandro Obregón. Todo un ámbito cultural fue absorbido y cualificado por los cuatro con vigor.40

Me faltó complementar las referencias literarias con las musicales y hacer ver que ese programa no escrito del grupo encajaba en todos sus detalles con el de Lucho Bermúdez al remozar el porro, el de Pacho Galán al fusionar el merengue dominicano y la cumbia, o el de Rafael Escalona al estilizar el vallenato y darle a las letras de las canciones un giro lírico de buena ley sin abando-nar el carácter narrativo propio del juglar, algo que a su turno retomó García Márquez. Constituye todo esto, sin duda, un circuito hecho de felices coincidencias, o, si se quiere, de vasos comunicantes que elevaron el nivel de los aportes de la región a Colombia y el mundo, aportes que figuraron entre los más variados, duraderos y sólidos de toda la producción cultural del país en el recién pasado siglo XX.

Al promediar los años cincuenta, Colombia vivía el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla. En tan particulares circunstancias, Obregón creó el cantaclaro, el gallo de plumas y hojas vegetales, que monta guardia junto al catafalco de Velorio—Estudiante fusilado, óleo que en 1956 recibió el premio nacional Guggenheim. Símbolo de la conciencia democrática frente a la dic-tadura militar, el altivo gallo apareció en otros cuadros del año 56 —como Cantaclaro de noche, por ejemplo—, imbuido de una evidente y al mismo tiempo soterrada intención de despertar político y lucha por la democra-cia. El obregoniano y comprometido gallo fue el ante-cedente de los torocóndores de 1959, máxima expresión de la Colombia que el pintor soñó, la Colombia hispana y americana que simbolizó con la fusión del bovino y el ave andina, creando incluso el neologismo ‘torocóndor’ para poder titularla. Obregón simbolizó a Colombia, es verdad, pero, contrario a lo que extraños conocedores y tratadistas ignoran, la serie hace alusión a todo el mundo andino con títulos particulares y específicos

que comienzan con Vista del amanecer en los Andes y continúan con referencias geográficas concretas como son Cotopaxi y Chimborazo, entre otros.

El esfuerzo que el pintor hizo en esta dirección, hallándose aún en la etapa geométrica, pasó por el encargo que recibió del Banco Popular para pintar en su sede del paseo Bolívar, en Barranquilla, el mural al fresco Símbolos de Barranquilla (1956). El tema esco-gido fue el auge y futuro de la ciudad. A éste siguió el mural en cristanac Tierra, río y mar (1956), en un edi-ficio residencial al norte de la capital del Atlántico. En ambos, el pintor aceptó desarrollar asuntos regionales de tipo socioeconómico y cultural. Fue una limitación que logró superar al acertar en la valoración de mani-festaciones locales. Por ejemplo, en 2003, el carnaval de Barranquilla fue declarado por la UNESCO patri-monio intangible de la humanidad. Casi medio siglo antes, en el muro de Símbolos, Obregón supo captar y expresar la universalidad de la fiesta, de características y contenidos muy propios. La expresó haciendo girar los elementos que ilustran el desarrollo industrial y comercial de la urbe en torno a la danzante pareja de un torito y una mujer congo. Las fiestas carnestoléndicas le inspiraron luego el óleo Entierro de Joselito Carnaval (1957), de colores luminosos y sombras sugerentes, distinguiéndose apenas —en la zona de penumbra— la oscura silueta de un torito con una botella de ron en la mano. La del Torito y la del Congo Grande, son danzas barranquilleras fundadas en el siglo XIX que han conservado todo su esplendor hasta hoy.

Como Grau, Obregón fue un artista que supo desa-rrollar su talento en estrecho contacto con el ambiente que respiraba. De allí la autenticidad y proyección de los temas marinos que ensayó con suerte. El interés en esos temas se inició con la serie de la Mojarra (1959), hermoso pretexto para jugar con el color de manera desenfadada y brillante. El Caribe lo inspiraba. Esa inspiración se amplió en 1961 y se hizo más compleja, entusiasmando de tal modo a Marta Traba que ésta se refirió a obras clave como Aves cayendo al mar, El mago del Caribe, La garza y la barracuda, Anochecer en Galerazamba, Naufragio, En lo hondo y La resaca. Sobre El mago del Caribe escribió Marta Traba:

40 Álvaro Medina (1978: 415).

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Un pez rojo navega solitario (...). Después de la pirotec-nia, esta podría ser la noche dramática (...). Al otro lado, una mancha blanca, delgada y aguda, corta la noche sin desmenuzarla. Obregón ha pintado el silencio, y la vida secreta del silencio.41

También pintó la fugacidad del relámpago, captó el pausado nadar de los peces, le puso luz a la flora submarina y sugirió el incesante ciclo de vida y muerte que las tinieblas nocturnas ocultan.

Las telas de 1963 culminaron en la serie de la Barracuda, iniciada en 1961. Son las barracudas las que mejor simbolizan su visión del Caribe (no importa si continental o antillano) porque resulta que las obre-gonianas barracudas, como los obregonianos cóndo-

res, no se limitan a expresar lo que está dentro de las fronteras de Colombia. Si observamos la posición del pez en el espacio, o sea la composición, la barracuda remite a la velocidad, la libertad y la aventura posible; si observamos ahora su estructura interna, resulta ser la serenidad, la gravedad y la fuerza. Se trata de atributos que se pueden interpretar positiva o negativamente, ya sea como virtudes admirables o como defectos repro-bables. La barracuda no es un símbolo unidimensional y estático, sino polisémico y dialéctico; la mojarra, en cambio, vista aisladamente, es estática o “inerte”, como la calificó Marta Traba42, pero vista de manera concatenada en la serie es, en palabras del pintor, “una secuencia de formas” y un “estado de ánimo”, que cabe calificar de variable, dinámico y negado a la rutina43.

Como cazador y pescador que frecuentaba la isla de Salamanca, Alejandro Obregón fue el primero en sonar la alarma a propósito del desastre ecológico que estaba causando la carretera recién construida, al cer-cenar los caños y privar de entradas de agua dulce a las lagunas y humedales salobres donde crece el mangle. Señalemos que cuando pintó Masacre—10 de abril (1948), Velorio—Estudiante fusilado (1956) y muchos

41 Marta Traba (1963: 89).42 Marta Traba (1963: 84)43 Marta Traba (1963: 84)

Alejandro Obregón: Velorio -estudiante fusilado (1956)

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más adelante Homenaje a Camilo (1968), lo que hacía era sentar su posición frente a un hecho irreversible que lo conmovía hasta las entrañas. Con no menos ira procedió frente al grave desastre que se avecinaba en la isla, por entonces apenas en sus inicios. Pintó así la serie del Mangle (1960), de grises sombríos en la mayoría de sus cuadros. No vemos allí el verdor del árbol sino sus raíces secas, quemadas por la sal excesiva que aporta el mar. Adentrándose en la libertad que le confería el expresionismo que practicaba desde el año anterior con los cóndores, el pincel del maestro convirtió el mangle en un veloz y ágil grafismo, del que a veces brota la flor que intenta un renacer imposible, símbolo de la lucha vida-muerte que campea en algunas de sus mejores pinturas.

Cualquier sea el tema, en Obregón hay una eficaz y lírica manera de discurrir sobre la vida para trascen-derla, algo que algunos comentaristas supieron ver en obras de los años cuarenta. Porque, volviendo una vez más sobre los orígenes de la actitud que Obregón supo mantener a lo largo de su notable trayectoria artística, cerremos esta nota con las casi proféticas palabras de

Ricardo Ortiz McCormick en 1948 al escribir: “Por sobre la composición, por sobre el color, por sobre el vigor plástico, se destaca en estos cuadros el contenido vital, (...) de universo acabado de descubrir”.44 En efecto, Obregón fue un descubridor y fundador de la festiva y embrujadora realidad del Caribe junto al “”Tuerto López, Luis Palés Matos, Nicolás Guillén, Aimé Césaire, Alejo Carpentier, Gabriel García Már-quez, Germán Espinosa, Armando Reverón, Wifredo Lam y toda la pléyade de soneros, rumberos, cumbiam-beros, merengueros, salseros y otros ‘eros’ de todas las latitudes. El pintor de Barranquilla pudo vivir porque supo pintar y pudo pintar porque supo vivir, absor-biendo con placer las sales de su entorno. El arte, para él, fue proximidad, ensoñación, contradicción y goce, no distanciamiento y fría lucubración intelectual.

44 Ricardo Ortiz McCormick (1948)

Alejandro Obregón: Masacre -10 de abril (1948)

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6En el censo de 1973 los siete departamentos de dicha región [la del Caribe] registraron una población de cerca de cinco millones de habitantes, el 20,1% de la población de Colombia. Esto implica que estos depar-tamentos tienen una población superior a la de ocho de los países latinoamericanos: Nicaragua, Uruguay, Honduras, El Salvador, Paraguay, Haití y Costa Rica. Adolfo Meisel Roca45

¿De qué contexto cultural, social y económico sur-gieron Leo Matiz, Enrique Grau y Alejandro Obregón? En 2004, la población total del Caribe colombiano fue proyectada en 9’756.690 habitantes. Ella representa, en el conjunto de los 45’325.261 que tendría la nación, el 21,5%. Su contribución a la economía del país, en cambio, es proporcionalmente menor, o sea que cons-tituye un conglomerado humano pobre en el contexto de un país pobre. Esta pobreza material, agravada por el alto grado de corrupción política que campea en sus entes administrativos, contrasta con su riqueza cultural. Riqueza paradójica, por decir lo menos, en el caso de las artes plásticas, que siempre han dependido de una demanda de élite por parte de sectores sociales e institucionales que, además de poseer excedentes de capital, sean cultos. ¿Cómo explicar entonces la fuerza y la consistencia de los trabajos de Matiz, Grau y Obregón al promediar el siglo XX? Para comenzar a responder la difícil y compleja pregunta, recordemos que los tres eran originarios de los tres departamentos en los que por esa entonces se dividía la Costa (Bolívar, Atlántico y Magdalena), y los tres estuvieron vinculados a sus capitales y puertos principales sobre el Caribe (Cartagena, Barranquilla y Santa Marta).

Si al comenzar el siglo XXI la situación socioeco-nómica de la región no es halagüeña, peor fue lo que se padeció en el siglo XIX. Adolfo Meisel Roca ha escrito

numerosos estudios sobre el retraso económico de la región y se ha fijado, entre otras cosas, en su desarrollo demográfico. Según este autor, al producirse el grito de Independencia en 1810, Cartagena tenía cerca de 18.000 habitantes y Barranquilla unos 3.00046. Casi un siglo después, en 1905, golpeada por la epidemia de cólera que en 1849 arrasó con cerca de cuatro mil vecinos, Cartagena había reducido su población a casi la mitad, registrando en el censo de ese año 9.681 almas, mientras que Barranquilla la había multiplicado por más de trece, llegando a 40.111. El cuadro insertado a continuación, que incluye datos relativos a Santa Marta, permite identificar las etapas de regresión, morosidad y súbito avance poblacional, que pueden leerse en paralelo con el censo total del país.

Se deduce de los casos de Santa Marta y Cartagena, a pesar de la ‘turbulencia’ registrada en el siglo XIX, que la evolución experimentada durante ciento tres años se mantuvo próxima a la de Colombia en su conjunto, tasa que Barranquilla superó con creces, convirtiéndose de villorrio miserable en la tercera ciudad del país. En el sólo período 1905-1938, Barranquilla multiplicó la población por algo más de tres, Santa Marta por casi cuatro y Cartagena por nueve, o sea que los tres puer-tos conocieron una etapa de crecimiento demográfico estimulado por un auge económico de tal envergadura que atrajo inmigrantes de dentro y fuera del país. Ese auge estuvo ligado, en Santa Marta, al esplendor de las fincas bananeras a partir de 1906; en Cartagena, a la exportación ganadera, la actividad manufacturera, el movimiento generado por la única universidad que había en la región y la construcción de la terminal del oleoducto que desde 1926 lleva el petróleo de Barranca-

EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA DE LOS TRES PUERTOS DEL CARIBE Y DE COLOMBIA, 1835-1938AÑO 1835 1905 1938

Santa Marta 5.929 9.568 34.294

Cartagena 11.929 9.681 84.937

Barranquilla 5.359 40.111 152.348

COLOMBIA 1’686.038 4’143.632 8’701.816

45 Adolfo Meisel Roca (1993: 12)

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C U L T u R A

El cine de Greta Gabo*

Hugo Chaparro Valderrama

Un hombre que se afeita con jugo de durazno durante una escasez de agua en Caracas; el domador de un circo con las espaldas marcadas por los tigres y los osos que le arañaron el cuerpo en cuarenta años de oficio; el muerto de un accidente que le explica a un familiar por qué no volvió a su casa, debido a “un pequeño inconveniente”; los miembros deshilachados de un perrito pequinés, molidos por el engranaje de una escalera mecánica…

La realidad y sus invenciones en tono superlativo –o, dicho de otra manera, la ficción considerada como una realidad posible y desmesurada-, predestinaron a García Márquez tanto a la literatura como a la recrea-ción del mundo en una pantalla de cine.

La máquina que derrotó parcialmente a la muerte con el esplendor de sus imágenes, haciendo que sus fantasmas revivieran cada vez que una proyección mostraba la plenitud de sus vidas, enriqueció lo leído con las visiones fugaces de una película.

El único sueño que podemos ver despiertos sirvió para prolongar la biblioteca en la filmoteca, tal vez con el mismo asombro que pudo desconcertar, a finales del siglo XIX, al público que escapó, huyendo despavorido, de la primera función en la que un tren parecía abalan-zarse al teatro brotando de la pantalla.

La devoción fue inmediata. Apenas con veinte años, García Márquez escribe, recién llegado a El Universal de Cartagena, en junio de 1948, una nota que declara su abierta complicidad con un espectador irascible, llamado Bonifacio Nieves, que disparó en Uruguay su

* Artículo cedido por el diplomado Travesía por la Geografía Garciamarqueana de la Escuela de Verano 2007 de la Universidad Tecnológica de Bolívar de Cartagena

Presagio

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pistola a la pantalla, donde aparecía un actor excesi-vamente cursi.

El temperamento, tanto de Bonifacio como de García Márquez, presentaba ya los síntomas de una visión hiperbólica. De hecho, en una columna anterior, había considerado que el hallazgo de un pergamino oriental demostraba que los chinos habían inventado el cine, antes que los hermanos Lumière, ocho mil años atrás.

La pregunta que se hace García Márquez al inicio de la nota, sugiere una larga distancia entre el primer periodista y los hallazgos futuros:

“¿No es cierto que usted frecuentemente se ha sen-tido protagonista de una cinta cinematográfica, cuando la carga excitativa de su argumento ocupa íntegramente su capacidad de emocionarse?”.

Después describe el impulso que subleva al uruguayo y lo obliga a disparar contra la pantalla, y concluye:

“Usted, probablemente, ignoraba este aconteci-miento. Pero, ¿no está usted pensando ahora que para satisfacción de los buenos cineastas sería conveniente invitar a Cartagena a todos los Bonifacios Nieves

uruguayos?”.El oficio de la crítica, visto de esta manera, destro-

zaría los teatros y le impondría a los críticos multas y, posiblemente, cárcel.

Durante sus primeros años como periodista, García Márquez revisaba cables que le servían eventualmente para sus columnas: “Punto y aparte”, publicada en El Universal, desde mayo hasta julio de 1948, y “La Jirafa”, en El Heraldo de Barranquilla, desde enero de 1950 hasta diciembre de 1952.

El escritor se buscaba a sí mismo en las salas de redacción de los diarios donde aprendía lentamente su capacidad para la fabulación, vigorosa y superlativa, inversamente proporcional al tono de sus críticas de cine, informativas y restringidas por el análisis de una cartelera sobre la que empezaría a escribir de manera regular en El Espectador de Bogotá, desde febrero de 1954 hasta julio de 1955.

Acaso como sucedió con los hermanos siameses Eng y Chang, que sufrieron en el siglo XIX la con-dena de estar siempre el uno al lado del otro por un cartílago que les salía a la altura del estómago –lo que no impidió que contrajeran matrimonio con otro par

El coronel

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de hermanas, que no eran siamesas, para convertirse en padres de familias tan numerosas que alcanzaron a contar 22 hijos entre ambos-, la escritura fue el tronco que reunió y dividió las pasiones de García Márquez, preguntándose: ¿cine o literatura?

Y así como Eng era abstemio y Chang alcohólico, eventualmente el cine y la literatura se impusieron con un temperamento distinto, según el momento y las posibilidades de sobrevivir con la ficción hecha cuentos, novelas o guiones.

Un dromedario enviado por correo a Texas para hacerle la vida imposible a un granjero; una mucha-cha lanzándole a un tren en movimiento una bicicleta para regalársela a uno de los pasajeros; un borracho que descubre en el suelo, al lado de su cama, el cuerpo saltarín de un pez plateado, en una ciudad a kilómetros del mar; la falta de tema como tema para una columna y para que García Márquez afirme: “El periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla”.

Hacia los años 50, Colombia era un país tímido, por no decir provincial, ante el cine. A pesar de que el primer largometraje registrado por la historia, El drama del 15 de octubre (Di Doménico, 1915), supuso una proeza insólita cuando se contrató a los asesinos del héroe de la Guerra de los Mil Días, Rafael Uribe Uribe, para que protagonizaran en la ficción el mismo crimen que habían cometido un año antes en la rea-lidad, el oficio de la crítica reflejaba tanto la actitud del público como el estado de la industria, en nuestro caso, de la artesanía cinematográfica que se producía en el país del Sagrado Corazón de Jesús como si fuera un milagro.

Cuando se establece la Junta de Censura Cinema-tográfica en Bogotá, hacia 1914, el periódico El Tiempo (25/V/1914) advierte:

La autoridad negará todo permiso cuando las nuevas películas sean inmorales, por resultar de ellas la halaga-dora exhibición o el triunfo escandaloso del crimen, o el vicio y la enseñanza del robo o por poner en ridículo a los Ministros o símbolos y prácticas religiosas, y cuando representen escenas contrarias a la decencia y las buenas costumbres de la civilización cristiana.

Siguiendo el mal ejemplo, el gobernador del Huila

organiza otra Junta de Censura en su departamento, hacia 1916, “compuesta por individuos ayunos en los achaques de arte, de teatro, de literatura, algunos de los cuales ni siquiera habían concurrido a una función de cinematógrafo antes”. La Junta prohíbe Josefina vendida por sus hermanos porque, en concepto de uno de los censores, había en ella una sátira a San José, y Los caballeros de Rodas, porque en ella los moros derrotan a los cristianos y, según la Junta, “los cristianos en ningún momento pueden ser vencidos por los moros” (Nieto, 1992: 129).

Entre 1908 y 1913 surgen en el país distintas revistas de “arte y variedades”: El Cinematógrafo, Olympia, El Kine, El Cine Universal, El Cine Gráfico. El diario Ecos de la Montaña, publicado en Carmen de Bolívar, ruega en 1914: “Que venga, que venga el cine para disipar el tedio y su influjo preocupativo”.

A principios de siglo, Francisco Bruno, pionero de la crítica de cine en Colombia, era un joven estudiante de leyes que vivía en Bogotá, quien se sostenía como jardinero del Parque de la Independencia. Cuando Vincenzo Di Doménico, el dueño del teatro Olympia, con capacidad, según asegura la leyenda, para 6.000 espectadores, conoce a Bruno, le propone que aban-done la jardinería para trabajar como portero del teatro y, posteriormente, como editor de la revista Películas.

Nereo López: Cecilia Porras

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El entusiasmo de Bruno es similar al que evidencia años después García Márquez como crítico de cine en El Espectador. En 1919 se interesa por el cine europeo; compara al cine italiano con el de “todas las otras naciones”; se desconcierta ante el hecho de que “haya espectadores a quienes guste la cinta de aventuras y no la de arte”; ensalza fervorosamente el envío de un corres-ponsal que describe a los norteamericanos como “exce-lentes muchachos, trabajadores, enérgicos, magníficos negociantes, pero ayunos de toda idea de arte y poesía”; alterna los “artículos referentes al arte cinematográfico y teatral” con “cuentos y novelas cortas, de los mejores autores” y “poesías escogidas entre las más célebres del habla española”; destaca las “biografías y anécdotas de los más renombrados artistas de la pantalla y la escena”; publica regularmente “una crónica extranjera sobre el asunto de más palpitante actualidad” y “una sección de curiosidades científicas y literarias”, aparte de brindar

“información gráfica de los acontecimientos de más actualidad en el país y en el extranjero”.

García Márquez también se interesa por el cine italiano; se mantiene al vaivén entre las “cintas de arte”, los cuentos, las novelas y la poesía; lee con voracidad las “curiosidades literarias” –Ernest Hemingway, William Faulkner, Virginia Woolf-; publica regularmente, pri-mero como lector de cables y, luego, como enviado especial a Europa, en julio de 1955, crónicas sobre asuntos de “palpitante actualidad”.

A medio camino entre la herencia de Bruno y el refinamiento de la crítica cinematográfica posterior a sus columnas, tendió un puente entre el antes y el después del oficio. Como los primeros críticos, se preocupó por los aspectos que luego serían reciclados en distintas épocas y publicaciones nacionales: “la rela-ción cine-espectador, la censura, el gusto de la época y, finalmente, los comienzos de la producción de cine en Colombia” (Martínez Pardo, 1978, p. 32).

No pertenece a la estirpe retórica, pero sí conceptual, de críticos como Tulio Hermil, quien aseguraba en El Kine de Sincelejo, publicado en febrero de 1914, que “la misión del cinematógrafo, como la de la prensa, es esencialmente civilizadora” (Martínez Pardo, 1978: 33).

La diferencia entre la crítica como oficio primordial y el novelista que la ejerce como un trabajo alimenticio, quizás igual de apasionante, pero escrita con un ojo en la pantalla y el otro en la literatura, impidió que García Márquez se igualara a críticos notables de su generación como Hernando Salcedo Silva o Hernando Valencia Goelkel. El primero fue invitado por el mismo García Márquez a escribir en El Espectador en octubre de 1954 –“Como la película El gran concierto –realizada en la Unión Soviética- es esencialmente ballet fotogra-fiado, el autor de esta sección tiene el honor de ceder el espacio a un crítico de ballet muy bien calificado, don Hernando Salcedo, quien además es un excelente aunque vacante crítico de cine” (García Márquez, Entre cachacos, 1997: 225)-; el segundo confirmaría con sus notas, publicadas a partir de 1959, que la crítica es otra forma de la literatura.

El periodismo de García Márquez escrito a finales de los años 40 y principios de los 50 le permitió, según el profesor Jacques Gilard, quizás el gabólatra más erudito y esmerado que haya existido nunca, “el aprendizaje de una retórica original”. Una idea en la que enfatiza Gilard cuando se refiere a sus críticas de cine, conside-

Afiche de Tiempo de morir

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rando que “tienen una lentitud o una superficialidad, una seriedad o una frivolidad, que nada tienen que ver con la auténtica manera de García Márquez” (Gilard, Entre cachacos, 1997: 26-27).

En otras palabras, sin la desmesura y los efectos especiales de un delirio talentoso, García Márquez no es García Márquez. El riesgo más frecuente que atraviesa a lo largo de su aventura cinematográfica fue señalado, de manera anticipada e inconsciente por él mismo, en El Espectador, cuando publica su resumen crítico del año en diciembre de 1954 y se refiere a la película de Fred Zinnemann, From Here to Eternity (De aquí a la eternidad, 1953), considerando que su “método narra-tivo es más literario que cinematográfico”.

El lugar común del Crítico Artillero es rutinario y está al otro lado de la luna donde se encuentra la autenticidad del escritor que narra libremente historias basadas en el cine y en sus personajes más inverosímiles: una anciana en Estocolmo que quiere retoñar comprán-dose un enorme sombrero de paja y un pantalón de flores rojas, acaso tan grandes como el sombrero, para ir al Festival de Venecia a conocer a Gregory Peck; un hombre decrépito, parecido a Drácula, que va con su chofer a cine de tres, desde hace nueve años, por reco-mendación del médico; Porfirio Rubirosa, el gallo del galanteo que nació en República Dominicana, capaz de cultivar con las actrices de Hollywood su deporte preferido: el matrimonio; la carne y el espíritu reunidos durante la audiencia que concedió el Papa Pío XII a Sofía Loren.

El instinto literario y sus invenciones triunfan sobre el crítico que se sobresalta cuando la película no lo satisface.

Para García Márquez, Heidi (1952), de Luigi Comencini, es una película de “abrumadora corrección formal, pero demasiado suiza”; el cine italiano, según la cartelera bogotana de los años 50, “decididamente es el peor del mundo” y cumple cada semana “con su obligatoria cuota de cursilería”; La guerra de Dios (1953), de Rafael Gil, es “una apreciable pero frustrada tenta-tiva por reivindicar el irremediable cine español”; en Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, Joan Crawford es “la eterna mujer vestida de hombre de las películas de vaqueros, con revólver al cinto, malas palabras y una tragedia sentimental bien disimulada”, mientras que Sterling Hayden “no sabe qué hacer con su corpachón de gigante aburrido”.

Bombas verbales; generalizaciones limitadas por el espectro cinematográfico local; explosiones modelo “esperpento cinematográfico (…) escandaloso mama-rracho”, sin mayor elaboración cuando se refiere a una película italiana, titulada en español Mentira, con la que el espectador corre el riesgo de sentirse “empalagado de melodrama”.

El Chang literario se distancia del Eng cinemato-gráfico, demostrando un mayor virtuosismo plástico con el lenguaje y atreviéndose a descripciones más cercanas a la ficción que al ensayo.

En “Dramas reales del cine mexicano” (El Espec-tador, noviembre de 1954), García Márquez atrapa al lector con breves dosis de escándalo: “Un director de películas, en huelga de hambre… Estaba ya a punto de fallecer cuando se aceptaron sus peticiones por haberse creado un problema de orden público. Un actor que se dedica al oficio de mesero para no cansar a sus admiradores”.

La expectativa es recompensada por las primeras líneas del artículo:

El 10 de este mes, un hombre alto y magro llegó en bata de baño y con una silla de extensión frente al Palacio de Bellas Artes en Ciudad de México, y se sentó a leer una revista ilustrada. Los numerosos ciudadanos que por allí transitaban vieron al extravagante lector en la vía pública, y pensaron tal vez que iba a rodarse una de esas películas mexicanas en las que ocurren tantas cosas, que los protagonistas se sientan a leer en la calle con la mayor naturalidad. Sin embargo, las horas pasaron y los equipos de filmación no aparecieron por ninguna parte; y el hombre seguía leyendo indiferente a la

El gallo de oro

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curiosidad pública, metido en su bata de baño a cuadros, como si no estuviera en uno de los lugares más concurridos de la ciudad, sino en la terraza de su residencia.

Las conjeturas de los transeúntes encontraron muy pronto una respuesta. El lector callejero era Guillermo Calle, un director de cine, de 60 años, que ese día había declarado la huelga de hambre, porque se prohibía su reingreso a la sección de directores del sindicato de trabajadores de la producción cinematográfica” (García Márquez, Entre cachacos: 258-259).

Graham Greene se preguntaba, a mediados de los años 30, en una nota sobre El sueño de una noche de verano (Reinhardt / Dieterle, 1935), si los críticos de cine se tomaban suficientemente en serio a sí mismos. Le resultaba asombroso que un crítico se atreviera a decir que William Shakespeare, con toda seguridad, aprobaría la versión que habían hecho de su obra. Semejante intuición era más que sospechosa. Incluso Greene suponía que el crítico tal vez fuera un médium al que poseía el espíritu del Bardo.

No sobra imaginar entonces lo que podría pensar un escritor convencido de su oficio indeclinable, extraviado eventualmente en los misterios del cine: ¿se

tomaría en serio a sí mismo?La ansiedad por escribir guiones, los riesgos de

aventurarse por la narración visual, el tortuoso laberinto que traza una producción, son pruebas de resistencia. Es difícil conciliar las opiniones diversas sobre el cómo y el por qué filmar una historia. El éxito y el fracaso son valores relativos que se atraen y se rechazan en una industria voluble. Después de hacer el intento, el resto es literatura y permite retirarse hacia el terreno seguro, al menos en apariencia, de la invención solitaria.

Tendrían que transcurrir exactamente cuarenta años, desde que se estrenara El drama del 15 de octubre, para que la vanguardia cinematográfica se manifestara de nuevo en Colombia con una historia que reúne el surrealismo y la ciencia ficción en formato tropical: La langosta azul.

Mientras que El drama… fue un intento renovador de manera fortuita para los Di Doménico, La langosta azul (1955), dirigida por el escritor Álvaro Cepeda Samudio, el pintor Enrique Grau y el cineclubista Luis Vicens, surgió por la pasión que ayudó a sumarle cerca de media hora a una eternidad incierta como es la del cine en Colombia.

Tan inocente como temeraria, la película narra la historia de un misterioso viajero, que trae en su maleta

Nereo López: La langosta azul

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unas langostas, de color azul y poderes radioactivos, perdiéndose una de ellas entre las fauces de un gato. Durante el rodaje de la película, los realizadores inter-cambiaron eventualmente sus papeles tanto de actores como de directores, cruzando al frente y detrás de la cámara según como lo exigieran las circunstancias y el aprendizaje improvisado.

El azul de la insólita langosta es supuesto: la película es en blanco y negro. Tanto como la presencia de García Márquez en una película que se filmó, prácticamente, sin que él apareciera.

“Mi problema”, dice en su autobiografía, “era que me encontraba en medio de alguno de aquellos repor-tajes prolijos que no me dejaban tiempo para respirar, y cuando logré liberarme ya la película estaba en pleno rodaje en Barranquilla” (García Márquez, Vivir para contarla, 2002: 548-549).

Un experimento y una celebración para sus amigos; para el cine, algo semejante al primer impulso que tuvieron Luis Buñuel y Salvador Dalí con El perro andaluz (1928), pero sin continuidad. Con un valor agregado: como la literatura de García Márquez y Álvaro Cepeda, la película fue un punto de fragmenta-ción en la tradición del melodrama, el costumbrismo y la recreación de episodios históricos que hacían carrera en la pantalla local, convirtiéndose La langosta… en la promesa de lo que nunca pudo ser más allá de su brevedad, rescatada por el tiempo gracias a la suerte que tendrían, en ámbitos distintos al cinematográfico, los personajes involucrados en su realización.

Cuando García Márquez viaja a Europa, en calidad de corresponsal de El Espectador, a mediados de los años 50, los caminos del cine lo condujeron a Roma. Otro escritor, Manuel Puig, viajó a Italia por la misma época. Ambos se desencantaron de los cursos imparti-dos en el Centro Sperimentale di Cinematografía. El “neorrealismo italiano”, que tanto había entusiasmado a García Márquez por contraste con las películas que lo fastidiaron cuando escribía su columna “El cine en Bogotá”, declinaba lentamente y películas como las de Vittorio De Sica -Ladrón de bicicletas (1948), Milagro en Milán (1951) y Umberto D (1952)-, eran emblemas de un tiempo lentamente rebasado. El director de fotografía Néstor Almendros resumió la protesta generacional. Al entusiasmo de los directores cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, que regresaron a Cuba hablando maravillas del Centro, “seguramente para dar

más brillo a su diploma”, se contrapuso el desencanto de Almendros:

Luciano Tovoli, el colombiano Guillermo Angulo, el argentino Manuel Puig y yo, nos rebelamos. Gracias al espíritu de contradicción que nos animaba, descu-brimos que aprendíamos sólo técnicas anquilosadas. Los profesionales del Centro, en su mayoría, eran pro-fesionales fracasados que no habían logrado nada en el cine (…) Entre los docentes (…) se contaban también viejos cineastas ya retirados y sin mucho entusiasmo. En resumen, la escuela fue una decepción. La política del Centro cambió años más tarde con la llegada de Rosellini. Pero en aquel momento sus tendencias eran muy conservadoras. Y el neorrealismo se hallaba ya en franca decadencia. Con todo, mi paso por el Centro Sperimentale fue útil: como dice Rohmer en una de sus características boutades, las malas escuelas pueden ser positivas, porque una mala escuela –injusta, into-lerante y anticuada- provoca reacciones, alumnos que se revelan con lo que, a la larga, una mala pedagogía puede también resultar una buena pedagogía (Almen-dros, 1996: 38-39).

La rebelión y el azar contribuyeron a moldear el destino de García Márquez como escritor: después del Centro –en el que está apenas unos meses-, viaja a París e indirectamente, como tantos dictadores que, a pesar de ellos mismos, han contribuido para que los escritores se liberen de las pesadillas que enseña la realidad, conjurándolas en la ficción, cuando el general Gustavo Rojas Pinilla cierra El Espectador en 1955, se dedica a trabajar todo el tiempo que puede en El coronel no tiene quién le escriba, porque el periodista no tiene quién le pague –tanto así que se le daña la máquina y el técnico que la repara le dice que está fatigada. (Vargas Llosa, 1971: 47)

Perseguido por el periodismo, viaja a Caracas en 1957 para trabajar en la revista Momento; a Bogotá, en 1959, para dirigir la agencia cubana de Prensa Latina, que lo desplaza después a La Habana y a Nueva York, donde renuncia para llegar a México y tomarse de nuevo en serio como guionista de cine –con un breve interludio: cuando trabaja como corresponsal de Prensa Latina en Bogotá, sueña con retirarse y fundar una versión del Centro Sperimentale en Barranquilla: “Recuerda que escribió un esquema de lo que podría ser

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esa escuela y que, contra su voluntad, una copia de su proyecto llegó a circular en los ambientes intelectuales de Bogotá, donde el interés por el cine había crecido notablemente” (Gilard, Entre cachacos: 48).

Su peregrinación por la industria mexicana y por las agencias de publicidad en el D. F., es semejante a la de Puig en Europa y tiene consecuencias similares. Se trata de dos guionistas a los que no consiente la suerte y que luego de intentarlo repetidas veces, toman, como los toreros, la alternativa literaria para enfrentar, de la mejor manera posible, los cuernos de sus demonios.

“Yo no escogí la literatura”, dijo Manuel Puig en una entrevista, a mediados de los años 80. “La literatura me escogió a mí. Nunca me hice ilusiones acerca de escribir ficción. Mi única fantasía con la escritura fue que durante mi vejez, después de haber dirigido varias obras maestras, escribiría mis memorias” (International Herald Tribune, Agosto 14, 1985, en Levine, 2000, p. xi).

Si Puig soñaba con ser director de cine y García Márquez con ser guionista, la terquedad que demostra-ron ambos para vender sus proyectos y su desencanto ante la dificultad de lograrlo, se tradujo en la obsesión literaria que los redimió y les permitió escribir dos nove-las difícilmente adaptables a la pantalla: La traición de Rita Hayworth (1968) y Cien años de soledad (1967).

Para Puig fue una manera de confesarle su amor a las divas que conoció en su infancia; para García Márquez, una forma de exorcizar el sueño de una historia que lo perseguía desde hacía varios años, así como también de vengarse contra el espejismo de la pantalla.

En 1969, la revista Cine Cubano publica una entre-vista donde García Márquez confiesa, luego de haber cruzado la montaña de la novela y con la seguridad de haber escapado a las garras del anonimato, de qué manera Cien años…, entre otras cosas, fue un romance a plenitud con la literatura que le permitió olvidar su despecho cinematográfico:

Estaba completamente desilusionado de las posibilida-des de trabajo en el cine y fue así que en el año 1966 me dije: ¡carajo, ahora voy a escribir contra el cine! Me puse a trabajar de nuevo en esa novela que comencé cuando tenía diecinueve años y no pude con ella. Estuve traba-jando dieciocho meses y esta vez sí la terminé. Escribí una novela con soluciones completamente literarias,

una novela que es, si tú quieres, las antípodas del cine: Cien años de soledad. El único proyecto en firme antes de Cien

años… fue una adaptación de Rulfo: El gallo de oro (Gavaldón, 1964). Escrita por García Márquez en colombiano, antes que en mexicano: su productor, Manuel Barbachano Ponce, llamó a Carlos Fuentes para cambiarle el color a sus giros. La literatura se imponía con facilidad. Olvidando la sabiduría de un director como Hitchcock cuando aseguró que “un cineasta no debe decir cosas, debe mostrarlas”, los dos escritores, sumergidos en el guión, se interesaron por describir de la mejor manera posible las cosas. “Es decir: nos impor-taba lo que se leía, no lo que se veía”, dijo Fuentes.

Los lectores que empezaron a multiplicarse después de Cien años…, específicamente los directores de cine, hijos del siglo XX y, por extensión, de la pantalla como referencia ineludible de su época, quedaron en trance de seducción por el carácter demoledor de sus historias, sin darse cuenta que la literatura de García Márquez pertenece a la estirpe de los inadaptables.

¿Cómo traducir a la pantalla el Tristram Shandy de Sterne, el Ulises de Joyce, Paradiso de Lezama Lima, Rayuela de Julio Cortázar o Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos, sin presentir la nostalgia por la respiración natural de novelas que fluyen con plenitud en las pági-nas donde están escritas?

Acaso en el cine no se cumpla del todo el papel del traductor como traidor. Sin embargo, incluso de buena fe, el traductor cinematográfico se aventura inevitablemente por el territorio de la parodia. A pesar de las comparaciones, odiosas pero inevitables en este campo espinoso, tanto el libro como la pelí-cula consiguen su autonomía narrativa. Es inútil el enfrentamiento entre el fundamentalista literario vs. el cinéfilo complaciente, cifrado en el chiste del chivo que se come una cinta de celuloide, respondiéndole a otro chivo cuando le pregunta qué tal está la película: “Me gustó más el libro”.

Cine y literatura: ¿De qué manera entender a estos dos hermanos siameses? ¿Como un cuerpo con dos almas o un alma dividida en dos cuerpos? ¿Si uno de ellos comete un crimen, también el otro es culpable?

“Todo puede suceder en el universo mágico de Gabriel García Márquez”, anunciaba una publicidad de Presagio (Alcoriza, 1974). Siete años después del

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estallido que significó Cien años…, el culto a la perso-nalidad, útil para el mercado del cine, destacaba en el aviso al escritor antes que al director de la película. De hecho, el rostro del novelista aparecía en un libro, de manera agigantada, certificando la calidad de la histo-ria, aparte de sugerir quién era la verdadera estrella del film: la literatura.

Ha sido el gran equívoco de una búsqueda desespe-rada por historias que enriquezcan la pantalla, haciendo de los gabometrajes un género cinematográfico que intenta reproducir con fidelidad la estética literaria en las imágenes que evidencian, por contraste, el material del que está hecho cualquier escritor en su dimensión más auténtica: la palabra.

Si el periodismo le permitió a García Márquez, según Gilard, “el aprendizaje de una retórica original”, las adaptaciones de su literatura al cine han puesto a prueba la retórica visual de directores que parodian al tótem literario, evidenciando el artificio sin la fluidez y la naturalidad de sus narraciones.

García Márquez es quien ha logrado adaptar mejor en su literatura las imágenes de García Márquez. Antes de Cien años de soledad, creía que el cine era “el medio de expresión perfecto”. Entonces su punto de partida era lo visual. Tenía el ojo de una cámara fortaleciendo sus líneas y necesitaba conocer con precisión el espacio en

el que transcurrían las historias, el ritmo de los diálogos y las acciones, los puntos de vista y el encuadre.

Trabajando para el cine, sin embargo, no sólo me di cuenta de lo que se podía hacer sino también de lo que no se podía; me pareció que el predominio de la imagen sobre otros elementos narrativos era ciertamente una ventaja pero también una limitación, y todo aquello fue para mí un hallazgo deslumbrante, porque sólo enton-ces tomé conciencia de que las posibilidades de la novela son ilimitadas (Armando Durán, “Conversaciones con Gabriel García Márquez”, Revista Nacional de Cultura, Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, Caracas-Venezuela, año XXIX, N. 185, julio-agosto-septiembre, 1968: 25, en Vargas Llosa, 1971: 72-73).

No en vano, podríamos pensar que uno de los mejores guiones que ha escrito García Márquez es el de una película que se filmó antes de que él mismo soñara con poner una sola letra en el papel: La aven-tura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986). Un reportaje que aprovecha las posibilidades infinitas de la literatura, tanto así que en ciertos momentos no tenemos la certeza de quién es la voz narrativa, si la de García Márquez o la de Littín, o si el escritor trans-formó al director en uno de sus personajes cuando las

Gabo, jurado en Cannes

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descripciones desmesuradas, el lirismo y el absurdo de la realidad eran aciertos literarios prestados para el testimonio del realizador.

El encuentro durante el Festival de Cine de Carta-gena del 2007 con Myriam Garzón de García, directora de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, y con uno de los investigadores más infatigables del cine colombiano, Jorge Moreno Gómez, a cargo del Centro de Documentación y la Biblioteca del Patrimonio, me reveló el último censo de películas sobre, con base y de García Márquez que se han realizado hasta el momento –incluso una adaptación en Super 8 mm. de El coronel no tiene quién le escriba, hecha en Uruguay por Alvaro Sanjurjo Toucon y Jorge Fornio, que nunca se ha podido exhibir porque el entusiasmo de los directores fue mayor que la inevitable y necesaria compra de los derechos para su adaptación.

Los rostros de Myriam y de Jorge parecían los de un par de exploradores celebrando el hallazgo del tesoro. Hasta entonces habían sumado 105 títulos, incluyendo tres proyectos en desarrollo: un documental húngaro de Peter Gothar sobre Cien años de soledad; una adap-tación Del amor y otros demonios, dirigida por Hilda Hidalgo y coproducida entre Costa Rica, Colombia, Cuba y España, y una versión norteamericana, dirigida por el británico Mike Newell, de El amor en los tiempos del cólera.

Quizás las novelas en las que se narran la vida y pasión de Sierva María de Todos los Ángeles y el romance de Fermina Daza y Florentino Ariza ense-

ñen otra retórica visual en sus adaptaciones, que a su vez le descubra otro rumbo al cine basado en García Márquez.

Sus iniciales, GGM, para el cine de América Latina y el Caribe, son de algún modo equivalentes a las iniciales del estudio que significó la gloria y el esplen-dor en el Hollywood de los años 20 y hasta los años 50: MGM. Al frente de la Fundación para el Nuevo Cine Latinoamericano, establecida en La Habana en diciembre de 1985, y artífice del sueño frustrado que tuvo para Barranquilla hacia los años 50, haciéndolo realidad en 1986, cuando crea la respuesta latinoame-ricana y académica de Cinecittà en la Cubacittà que es la Escuela Internacional de Cine y Televisión, a 30 kms. de La Habana, el despecho cinematográfico que tuviera García Márquez años atrás durante sus años de aprendizaje en la industria mexicana, se resolvió de la mejor manera posible para él y para las generaciones que luego de estudiar en la escuela han sabido demos-trar cómo hay excepciones para las estirpes condenadas a cien años de soledad, que supuestamente no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

Quizás, como ha dicho tantas veces García Már-quez, su relación con el cine ha sido como la de un matrimonio mal llevado: no ha podido vivir ni con él ni sin él. Felizmente ese matrimonio permitió que el padre viera cumplida su devoción a través del hijo, Rodrigo, a quien el cine le ha correspondido su amor por completo en películas como Cosas que diría con sólo mirarla (2002) o Nueve vidas (2006). La estirpe García Barcha puede celebrar así que el hijo también les haya brindado una segunda oportunidad en el ámbito cinematográfico.

En una de sus “Jirafas”, publicada en febrero de 1950, García Márquez escribía asombrado sobre los pies de Ingrid Bergman y Greta Garbo. Suponía que sus zapatos no podrían ser de una talla inferior al número cuarenta y uno. “Pero esa circunstancia, al fin y al cabo”, agregaba, “no conduce sino a la conclusión de que las actrices suecas están en capacidad de cono-cer, mejor que nadie, las condiciones del terreno que pisan”. Tanto como el mismo Gabo, conociendo con garbo las condiciones del cine y la libertad que le ha permitido la literatura.

Edipo alcalde

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BiBliografÍa

I. Gabriel García Márquez

Obra periodística 1. Textos costeños. Recopilación y prólogo de Jacques Gilard. Bogotá: Norma, 1997.

Obra periodística 2. Entre cachacos. Recopilación y prólogo de Jacques Gilard. Bogotá: Norma, 1997.

Obra periodística 3. De Europa y América. Recopilación y prólogo de Jacques Gilard. Bogotá: Norma, 1997.

Notas de prensa 1980–1984. Bogotá: Norma, 1995.La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile.

Bogotá: Norma, 1998.Vivir para contarla. Bogotá: Norma, 2002.

II. Miscelánea

Almendros, Néstor, Días de una cámara. Barcelona: Seix Barral, 1996.

Katz, Ephraim, The Film Encyclopedia. Nueva York: HarperCollins, 1994.

Jill Levine, Suzanne, Manuel Puig and the Spider Woman. Nueva York: Farrar, Straus, Giroux, 2000.

Martínez Pardo, Hernando, Historia del cine colom-biano. Bogotá: América Latina, 1978.

Nieto, Jorge, “Colombia. Cronología 1897-1937”, en Cine latinoamericano 1896-1930. Caracas: Funda-ción del Nuevo Cine Latinoamericano, 1992.

Parkinson, David (Ed.), The Graham Greene Film Reader. Nueva York: Applause, 1995.

Paranaguá, Paulo Antonio (Ed.), Mexican Cinema. Londres: British Film Institute / Imcine, 1995.

Rentería Mantilla, Alfonso (Recopilación y prólogo), García Márquez habla de García Márquez. Bogotá: Rentería Editores, 1979.

Vargas Llosa, Mario, García Márquez: Historia de un deicidio. Barcerlona: Monte Avila, 1971.

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P O E S I A

Gabriel Alberto Ferrer Ruiz

Venado

Eres tú el venado vapor de luz fulminación del aire Saltas del paisaje en una mítica carrera y derribas el horizonteBello pájaro que abre sus alas para desafiar la muerte.

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El inocente

Mira la inocencia de Purapa en la rama del totumoAllí pasa el día como un mono anochecido de quejumbres indecibles que mueren con las sombrasMira la inocencia de Purapa repartidor de estrellas con sus labios calladosLa vida para él apenas habla.

La ruta del corozo

Si propones un acto de arrebato mira la ruta que has tomadoSi quieres el fruto del corozo debes combatir con el puerco espínCuídate de sus agujas semejantes a la caña-flechaNunca olvides su esencia: guerra brillo redondez dulzuraSi te parece bate el paladar allí donde está el punto entre la sombra y la claridadAlcanzar entonces la luz es asunto de espíritu.

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Reconstrucción de la casa

Para Gabriel el viejo

Voy a reconstruir la casaPara tal fin ignoraré el calor y la humedadNo basta el florecer de animales en el patio Tampoco la perfecta redondez de la casa con su libre albedrío de palmeras abrazando la nostalgiaSuelto la mirada y encuentro a Efraín anclado en el color naranja señalándole a su hija el mundo suspirando una vida entrecortadaLuego deambulo por soñadas hendijasAtisbo el zaguán inútil donde predicaba viajes y exiliosJunto a la cocina varado en mi ansiedad con una vertiginosa cátedra de humo busco la ruta indefinidaDejo que la terraza ebria sacuda las carcajadas que autenticaban algún apodo creado por el viejo GabrielEn la sala uno o dos retratos trenzan historias mientras luces de almendros invaden el patio donde se miran las estrellas.

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L A A L E G R Í A D E B A I L A R

De Kinshasa a Cartagena, pasando por París: itinerarios de una “música negra”, la champeta1

Elisabeth Cunin

Introducción

Deborah Pacini Hernández, etnomusicóloga, men-cionó su sorpresa cuando visitó a Colombia en 1983 al descubrir que los dos álbumes Sound of Africa (Island, volúmenes 1 y 2), recién adquiridos en los Estados Unidos, no encontraron ningún eco en Bogotá, la capi-tal, mientras que en la costa Caribe, en Barranquilla o Cartagena, a sus interlocutores de las clases populares, les era familiar esta música africana que había prece-dido, las compilaciones de Afropop, producidas en el Norte, para iniciar en ese nuevo género a un público de capital cultural elevado, en las grandes metrópolis internacionales. “El público del world beat en los Estados Unidos y Europa tiende a ser bien educado y cosmopolita desde un punto de vista cultural; en con-traste, los negros de Cartagena incluyen a los sectores más pobres, los menos educados, los más marginales socialmente de la ciudad, lo que vuelve mucho más sorprendentes su conocimiento y su preferencia por la música Afrobeat” (Pacini Hernández, 1993a: 70). ¿Se debe hablar entonces de una “supervivencia africana” descubierta por los etnomusicólogos venidos de afuera? ¿O de un fenómeno de world music una década antes de que las multinacionales utilizaran los circuitos glo-bales para difundir, en particular, músicas africanas? ¿Es la existencia de toda “cultura local” lo que hay que cuestionar de nuevo, siendo la música de Cartagena solo un producto de la globalización?

De hecho, en Cartagena, y en el conjunto del

1 Este trabajo de investigación no hubiera sido posible sin la colaboración de varios actores del mundo de la champeta; deseo agradecer muy particularmente a Humberto, Manrebo y Lucas, grandes conocedores de música africana y afrocaribeña, incansables heraldos de la champeta a través del mundo. Por supuesto, los análisis presentados en este texto solo son responsabilidad de su autora. Una versión anterior se publicó en Civilisations, vol. LIII, n° 1-2, 2005.

Dairo Barriosnuevo: El coreano

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Caribe colombiano, nació, en los años setenta, un nuevo género musical, la champeta, cuyo origen se encuentra en el soukous2 de Kinshasa y Brazzaville, música clave del continente africano en los años setenta, antes de cruzar el Atlántico. Pero el camino no se detiene allí, pues la rumba, ancestro africano del soukous, es fruto de otro viaje, el que llevó el son cubano a África, en particular a las dos capitales congo-lesas, en los años 1940-60. Finalmente, conviene recor-dar lo que debe el son a la presencia de descendientes de esclavos desplazados de África al suelo americano. Estas idas y vueltas de un continente a otro son las que me interesarán aquí. Es preciso aclarar, en primer lugar, que no se trata de estudiar el origen y la permanencia de características culturales en África y América, sino de analizar las representaciones de África y América que caracterizan tales flujos transatlánticos. ¿Se puede hablar de una “música negra” que circularía por Kins-hasa, Cartagena y París? ¿Cómo la música pasa de un universo geográfico, y sobre todo social, cultural y sim-bólico, a otro? ¿Cuáles son los procesos de relocalización múltiples que caracterizan el desarrollo de estos ritmos globalizados? La música es atractiva para los músicos y el público no solamente por sus ritmos, sino por lo que representa. Más concretamente, su éxito está vinculado a su ambigüedad: ruptura y continuidad, entrada en

la modernidad y, al mismo tiempo, reconstrucción de la autenticidad africana.

La champeta ha sido objeto de numerosos estudios recientes que hacen hincapié en la aparición de una cultura popular (Mosquera et Provensal, 2000), en la revalorización de la identidad afrocolombiana (Contre-ras Hernández, s.f.) y en la dimensión económica del sistema alternativo que se establece (Abril y Soto, 2003). Me interesaré aquí en los mecanismos de difusión, pro-ducción, transformación del soukous –y, más amplia-mente, de lo que los habitantes de la ciudad llaman música africana– en Cartagena, en la aparición de una música afrocaribeña original, la champeta, y en su nueva salida hacia otros mercados y públicos. Después de regresar, rápidamente, en la primera parte, al lugar de la champeta en Cartagena, centraré mi análisis en el papel de los intermediarios, pues su discurso tiende a construir una continuidad histórica y cultural entre África y América, al tiempo que sus prácticas ponen de manifiesto que estas idas y vueltas transatlánticas no son ni automáticas ni lineales, sino que se inscriben en un espacio complejo que conecta el Norte al Sur. Música local, música étnica, música planetaria: cada uno da a la champeta, lo veremos, el estatuto y la extensión que conviene a sus proyectos.

1 “Música negra”: anclaje local, contexto nacional e imaginario transnacional

El éxito de la champeta, en Cartagena, se inscribe en una larga y compleja historia de idas y vueltas entre América, África y Europa, que caracteriza este espacio Caribe de contornos tan borrosos (Patterson y Kelley, 2000). En el ámbito musical, a partir del final del siglo XIX, compañías internacionales como Edison (Estados Unidos) y Pathé (Francia) graban a artistas locales en La Habana (Moore, 1997); antes de los años cuarenta, la mayoría de los discos escuchados en Léopoldville se fabricaba en Europa (White, 2002b: 670); los años ochenta se caracterizan por la aparición de varias casas disqueras en el Norte que se interesan exclusivamente en las músicas de África y del Caribe (Stapleton y May, 1990). En Cartagena, en los años 1930-40, la presencia

Portada CD Afrikando

2 Muy rápidamente la champeta se inspiró, además del soukous, en otras músicas venidas de África y del Caribe.

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de obreros e ingenieros cubanos en las fábricas azuca-reras de la región favorecerá el nacimiento, en Palen-que de San Basilio3, del Sexteto Tabalá, grupo de son colombiano; en los años setenta, Joe Arroyo retoma la salsa y las músicas afrocaribeñas y las mezcla con la cumbia de la costa Caribe colombiana, para crear lo que llamará el joeson; unos años más tarde, el Festival de Música del Caribe4 permitirá al público de Cartagena descubrir a numerosos artistas africanos: Soukous Stars, Kanda Bongo Man, Bopol Mansiamina, M’Bilia Bell y Mahotella Queens.

Pero estas impregnaciones múltiples, estos inter-cambios multiformes se interpretarán en otros térmi-nos, que movilizan una triple referencia, a África, a las Américas negras y a una “diáspora afroamericana”. Estas superposiciones permiten a la champeta conciliar los contrarios: ruptura y continuidad, tradición y moderni-dad, local y global. No es inútil recordar que la música se considera, en Colombia, como una de las expresiones más directas de las diferencias que constituyen la nación colombiana. Asociada a las costas del Caribe y del Pacífico, la “música negra” es objeto de un consenso no problemático, mucho antes de la afirmación oficial del multiculturalismo, en 1991. La asociación, presentada como evidente, entre el “negro” y la música, es una mezcla de naturalización de la cultura y de referencia a un África inventado, que reconoce al otro asignándole al mismo tiempo un lugar circunscrito y un estatuto inferior, relegándolo a la periferia geográfica y cultural de la nación colombiana. Más aún: la aceptación de la “música negra” es utilizada por los habitantes del inte-rior andino, únicos portadores legítimos de la identidad nacional, como una marca de diferenciación y, más recientemente, en todo el país, como una “prueba” de la nueva cara multicultural de la nación (Wade, 2002). Las músicas populares y tradicionales, o incluso folclóricas, de las costas del Pacífico (bambuco, chirimía, currulao) y del Caribe (cumbia, mapalé, porro) no representan problemas, satisfacen a las expectativas de normalidad, en una lógica de valoración de una autenticidad africana supuesta o en una perspectiva de legitimación de una relación jerárquica entre la costa y el interior. No es el caso de la champeta. Venida de otra parte, no corres-ponde a la imagen tradicional de la “música negra”: el tambor es sustituido por la caja de ritmos; el recuerdo de la esclavitud o el cimarronaje, por el relato de la vida diaria; las danzas, bien orquestadas, por demostraciones

sexuales inequívocas; el traje folclórico, por los Nikes y el jean descaderado; y la sala de espectáculo, por el solar. Es difícil, en efecto, exhibir “pruebas” de una con-tinuidad cultural o de supervivencias africanas cuando los ritmos se importaron en los años setenta, los modos de producción se inventaron en los años ochenta y la difusión se hace a partir del picó, heredado de la salsa5.Por lo tanto, los protagonistas de la champeta van a procurar volver aceptable esta traición de los valores tradicionales de la “música negra” pretendiendo recons-truir una doble continuidad, con África -garantía de autenticidad percibida como inmediata e innegable- y la América negra -en particular el pueblo de Palenque de San Basilio de donde son originarios algunos de los primeros cantantes de champeta-, mientras inventan un imaginario transnacional afroamericano en el cual se inscribiría la champeta.

El mito del marinero -presente en numerosos dis-cursos sobre música- permite establecer una relación directa entre África y América. Se encuentra aquí la figura del barco tal como Gilroy lo desarrolla para calificar el Black Atlantic, barco que hoy sería sustituido por la música. “Los barcos siguieron siendo quizá los medios de comunicación panafricanos más importan-tes antes de la aparición del disco de larga duración” (Linebaugh citado por Gilroy, 2003: 31). Pero estos reencuentros se presentan a menudo como un contagio, como una epidemia, que coloca la champeta en una lógica biologizante. En efecto, al lado de las expresiones culturales tradicionales, aparece una nueva “música negra”6 que rompe el marco habitual de la representa-

3 Pueblo de cimarrones, Palenque de San Basilio se considera hoy, después de un proceso de etnicización llevado por algunos líde-res que viven en Cartagena y Barranquilla, como la tierra africana de Colombia (Escalante, 1979; Cunin, 2000; Cassiani, 2003).

4 Creado en 1982 por Antonio Escobar y Francisco Onis, ampliamente influidos por el desarrollo de la world music y por la valoración del Caribe, el Festival, hoy desaparecido, desempeñó seguramente un papel fundamental, junto con las radios locales, en la aparición de una generación de cantantes y la familiarización del público local a las músicas africanas modernas. Ver Pacini Hernández, 1993b.

5 Al mismo tiempo, los analistas de la champeta, periodistas e investigadores en particular, presentan las prácticas asociadas a la champeta como características culturales africanas: los picós se comparan con tambores, los bailarines con tribus urbanas, el carácter rebelde con la resistencia de los cimarrones, etc.

6 Ver también el fenómeno del rap en Cali.

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ción de la alteridad cultural, ya que, con la champeta, el modelo de aceptación de la diferencia no funciona. La asignación racial evita entonces toda confrontación con una cultura urbana popular, transformándola en una práctica ontológicamente distinta, descrita en tér-minos biológicos (movimientos corporales, sexualidad, contactos físicos). Si las músicas tradicionales aparecen como una concesión hecha al alejado recuerdo de la herencia africana, cuya reducción a la sola expresión cultural evita toda interpretación política, la champeta, en cuanto a ella, está percibida como una amenaza. La “música negra” tiende así a comprenderse como la expresión de la esencia del grupo -extendido de África a América- que la produjo, en una superposición ambi-gua de registros, culturales y biológicos, superposición movilizada por los detractores de la champeta, y tam-bién por sus partidarios, cuando quieren acreditar una continuidad y autenticidad difícilmente concebibles en términos culturales.

2 Humberto, del África a Cartagena

Blanco, de origen paisa, que vive modestamente en el barrio turístico y residencial El Laguito, Humberto sorprende en el pequeño mundo de la champeta en el cual desempeña un papel de pensador, de iniciador de

proyectos, descubriendo nuevos talentos. Con el sello Castillo Records produce discos que oscilan entre la adaptación, en versión electrónica, de viejos estándares de música africana y la difusión de la última invención de la música caribeña, el reggaeton. Humberto tiene como socio a un productor local, Yamiro Marín, de quien se dice fue vendedor de bolsas de plástico en las calles antes de convertirse, bajo el nombre de El Rey7,en el principal productor de champeta de Cartagena. En los años 1980-90, Humberto y Yamiro están entre los primeros que viajan a París y Londres, para comprar música africana que difundirán luego en Cartagena, transformando los nombres de las canciones y ocul-tando su origen. Luego, ante el costo y las dificulta-des del viaje a Europa, tendrán la idea de copiar, en Cartagena, los ritmos venidos de África, añadiéndoles textos en español. La champeta nació, y va a ganar rápi-damente todos los barrios de la ciudad, bajo la forma de una música urbana y moderna única en su género. Como lo sugiere Bob White, la música afrocubana se

7 El Rey es hoy una empresa familiar con múltiples caras: casa disquera (40 álbumes producidos hasta ahora), punto de venta en el mercado Bazurto, picó que se desplaza por toda la ciudad y los pueblos circundantes, y el DJ más famoso de Cartagena (El Chawala).

Picó El Rey en Pasacaballos, noviembre 2006. FOTO DE ELISABETH CUNIN.

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volvió popular en el Congo porque permitía una forma de cosmopolitismo urbano que no autorizaban los modelos europeos que circulaban en la antigua colonia belga (White, 2002a: 663). Así mismo la champeta vuelve accesible una cierta modernidad a una población que no se reconoce en el modelo norteamericano y andino que le ofrecen la ciudad y el país.

Este proceso de desterritorialización/reterritoria-lización, que estudiaré aquí a través del personaje de Humberto, va de la piratería de la música africana traída de Europa a la aparición de una música original, con sus estrellas locales, sus medios de difusión alternativos, sus pequeños productores independientes. Con Hum-berto, la música africana, esta nebulosa musical que agrupa un conjunto heterogéneo de músicas venidas de todo el continente africano, pasa a ser la champeta, nuevo género musical, fuertemente relacionado con la ciudad de Cartagena8. En otros términos, se relocaliza, reanudando algunas prácticas musicales, sociales o económicas de la ciudad, adaptando otras, inventando, sobre todo, su propio universo. Entre tecnologías, mercados e imaginarios, la champeta personifica esta “profunda paradoja que nos presenta frecuentemente la música: la de situar el terreno de las identificaciones en el terreno comercial” (Ochoa, 1998: 175).

2. 1. De la música africana a la champeta: proceso de reterritorialización

A través de Humberto, la música africana, la música venida de afuera, circulando de una manera que sigue siendo a veces bien misteriosa entre África, Europa y el Caribe, se ancla en Cartagena. Y esta relocalización pasa por la adopción y la transformación de prácticas y representaciones propias de la ciudad, atravesadas por la referencia, característica de las sociedades post-escla-vistas, a un África, a menudo más imaginada que real. Como el proceso de relocalización de una música venida de afuera no se efectúa en un lugar neutro, virgen de todo discurso sobre África, el estatuto de la champeta es ambiguo: innovación radical, tiende, sin embargo, a inscribirse en una continuidad, definida biológica, más que culturalmente. Humberto es uno de los principales actores de esta apropiación de lo global por lo local, de la transformación de la música africana en prácticas con-formes al mercado de Cartagena, de su adaptación para que tenga un sentido para los habitantes de la ciudad.

Volvamos primero unos años atrás, cuando Hum-berto viaja a París, a Londres e incluso a Sudáfrica para comprar música africana. Ignora completamente entonces la ola emergente del Afropop que va a inundar el mercado occidental, para ir en busca de LPs de los años 1950-80, que personifican una cierta moderni-dad africana (independencias, urbanización). Poco importa que estos discos estén almacenados, desde hace tiempo ya, en cartones, y que los vendedores del barrio Château-Rouge en París observen con asom-bro a este colombiano que llega a comprar cientos de discos que no interesan ya a nadie. Este asombro dará lugar a una cierta irritación puesto que se copia y se difunde la música en Colombia sin que se pague ningún derecho de autor a los artistas y productores africanos, pues de regreso a Cartagena, el origen de los LPs se oculta, las carátulas desaparecen, las etiquetas de los discos se arrancan sistemáticamente, las canciones cambian de nombre -tantos métodos que prohíben una investigación, que no sea la musicológica sobre las músicas que dieron nacimiento a la champeta9-.

8 Aunque la música africana sigue estando presente en Car-tagena (gracias al entusiasmo de ciertos fieles entre los cuales está Humberto), es, en adelante, totalmente marginal en términos de producción y difusión.

9 Deborah Pacini Hernández (1993b: 63) destaca que, en el Caribe hispanohablante, las frecuentes imitaciones musicales raramente se mencionan.

Elio BoomFOTO DE ELISABETH CUNIN.

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Las canciones africanas se convierten en exclusivas, cuyo dueño va a monopolizar durante 15 días, un mes, seis meses, a veces, antes de difundirlas por la radio y comercializarlas. El universo de la champeta nace de este acceso limitado al mercado de la música africana y de las estrategias que provoca: el sistema de los exclusivos transforma un obstáculo en ventaja, que dará origen a la forma asumida por la producción y la difusión locales, que conserva al mismo tiempo una estructura oligopolística y funciona sobre una escasez sostenida. El elemento clave del sistema que se establece progresivamente es el picó, enorme sound-system que remite a los dance-halls jamaiquinos, pero ya presente en Cartagena (y en la costa Caribe colombiana), desde los años cincuenta, como princi-pal vector de difusión de otra música, la salsa. Lejos de vincular directamente la champeta a “las músicas negras” modernas como el reggae y el hip-hop o el rap, el picó inscribe la champeta en prácticas musicales locales más antiguas, cuya relación con la cultura afro-caribeña es difusa y borrosa. Finalmente, el éxito de la champeta no se medirá tanto en las cifras de venta como en el número de personas que siguen un picó, en sus desplazamientos en la ciudad y en los pueblos de los alrededores.

La champeta cuando se inscribe en las relaciones sociales de Cartagena, reproduce y exacerba la margi-nalización y la exclusión de lo “negro”, características de la ciudad. La champeta nos muestra el proceso de designación racial de una cultura popular. Seguramente la champeta rompe con una serie de normas (sociales, artísticas, sonoras, etc.) implícitas en Cartagena e ins-piradas en el modelo de la élite de la ciudad. Al cele-brar el cuerpo, la sexualidad, el desorden, la champeta invertiría así los valores, colocándose del lado del salvaje contra el civilizado, de lo natural contra lo cultural, del “negro” contra el “blanco”. La ruptura de la “con-vención de evitamiento” de la cuestión racial (Cunin, 2003), dominante en Cartagena, de la cual serían res-ponsables los protagonistas del mundo champetúo10,avanza así como una justificación de la exclusión de la música y sus actores. Pero en las provocaciones propias de una contracultura popular, las evocaciones raciales y/o étnicas están ausentes de las canciones, de los dis-cursos, de la lengua diaria. La dimensión es, más bien, el resultado de una calificación exterior, que moviliza la categoría “negro” racial para justificar el rechazo de

10 Nombre otorgado a los cantantes y aficionados de cham-peta.

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esta música. La designación racial de los champetúos parece responder sobre todo a una lógica de “etiquetaje” de la desviación, más que a una voluntad deliberada de romper el evitamiento. Si la champeta molesta, si preocupa también a los numerosos habitantes de los sectores populares, es porque constituye una amenaza de calificación racial de sus protagonistas. Reconocer su proximidad con esta música se asemeja a una acepta-ción de la pertenencia a la categoría “negro”; de ahí los comportamientos ambiguos de la mayoría de los can-tantes que reivindican una “música negra” intentando al mismo tiempo escapar a la designación racial.

La exclusión de la champeta de los modos de producción y difusión habituales es lo que genera la aparición de un sistema basado en la innovación, la informalidad y la movilidad, adaptado a las obliga-ciones del mercado local. Los cantantes sólo registran unas canciones, los arreglistas (guitarristas, ingenieros de sonido) componen la música, la duración de vida de un CD no supera un mes, el picó se desplaza de un barrio a otro. Las canciones de origen africano se rebautizan en función de la recurrencia de un sonido: “Tres golpes”, “El flauta”,” El policía” (por la presencia de un silbido). La danza se convierte en una mezcla inspirada de folclor local, las presentaciones de los bailarines africanos invitados en el Festival de Música del Caribe y los vídeos llegados de los Estados Unidos y de Europa. La champeta sólo pudo desarrollarse por el conocimiento fino de Humberto y de algunos otros de la demanda local y del modo de producción posible. Ironía del destino, los piratas de ayer son víctimas hoy de la piratería generalizada de los CDs -a veces incluso antes de su salida- y de la instauración de un nuevo sistema de difusión paralelo.

2. 2. Definición de la champeta y relación con África

Tanto en sus escritos como en sus palabras, Hum-berto da prueba de un conocimiento impresionante de la música africana y de una voluntad pedagógica afir-mada, como si la historia de la champeta, tan reciente y confusa, debiera escribirse –y legitimarse– al mismo tiempo que se inventa la música. En este sentido Hum-berto concibe su relación conmigo: le doy la ocasión de transmitir su conocimiento. En una serie de textos con el nombre significativo de “Biblioteca Histórica de

la Champeta” vuelve sobre el origen de la champeta, sus influencias musicales, sus principales protagonistas, etc. y concede un gran lugar a la relación con África. Los primeros éxitos del final de los años ochenta se asocian así “al ritmo africano que no hace más que confirmar las raíces africanas de un pueblo codicioso de encontrar, gracias a las percusiones africanas, esta sangre que hierve en sus venas”. Ya que la región de la costa “se identifica completamente con la música africana, la encarnación de las raíces africanas predis-ponen a todo un pueblo a aprovecharse de esta nueva era de la champeta”. Precisemos, por otra parte, que la champeta, durante un tiempo, se llamó “terapia”, remi-tiendo a una forma de renacimiento cultural e iden-titario, que correspondía también a una estrategia de eufemización del estigma asociado a la champeta. Las observaciones de Humberto muestran hasta qué punto la confusión de lo cultural y de lo biológico permite explicar la aparición de la champeta en una lógica de renacimiento, inscrita en una continuidad racializada. De hecho, Humberto sitúa explícitamente su papel en el momento en el que la música africana se introduce en Colombia y se transforma en champeta. Ahora bien este doble proceso de importación e invención, lejos de ser percibido como una ruptura, aparece según un principio de continuidad: la champeta sólo sería el des-pertador de una música y de una danza ocultas por la homogeneización ligada a la esclavitud, la colonización y la República. Se encuentra en su discurso esta lógica de retención, ampliamente estudiada por otra parte, de características africanas ocultas por la cultura domi-nante. Por lo tanto, más allá de su expresión cultural, la champeta adquiere una dimensión política: personifica una forma de liberación más fuerte y más efectiva que la liberación de la esclavitud. Se ve bien la paradoja: la champeta, que surge en los años 1970-80 de un formi-dable movimiento de vaivén entre África, Europa y el Caribe, se presenta como si siempre hubiera estado allí, como si fuera “nativa” de la región, “autóctona”, para retomar los términos de Humberto. En definitiva, la relocalización no lo sería verdaderamente, puesto que la champeta no habría hecho más que reaparecer de sus cenizas. Por eso el énfasis en la filiación utiliza la vía de la racialización, contribuyendo así a la naturalización de una práctica cultural y facilitando al mismo tiempo el proceso de designación racial destinado a privar la champeta de todo valor. Esta comunidad, construida

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en referencia a una frontera insuperable –por ser defi-nida biológicamente– entre “nosotros” y “los otros”, nos explica así el éxito de la champeta a pesar de su relegación social y cultural.

2. 3. El imposible anclaje nacional

En 2001, Sony lanzó un CD de champeta con un título significativo: “La champeta se tomó a Colombia”11. Difundido a escala nacional, amplia-mente comercializado, este disco señala un cambio de dirección: el de la difusión de la champeta a nivel nacional. En Bogotá, numerosas discotecas dedican desde entonces una amplia parte de su programación a la champeta, aparecen cursos de baile, se forman unos grupos, la música se vuelve presente en las emisoras y en los almacenes y algunos estudiantes la eligen como tema de su tesis de grado. De hecho, la champeta corresponde perfectamente a la nueva cara

multicultural de Colombia. En este sentido es necesario destacar el papel desempeñado por la ex Ministra de Cultura, Araceli Morales, en este proceso de recono-cimiento nacional. Originaria de Cartagena, cuando era directora del Instituto Distrital de Cultura de la ciudad, la “Chica” Morales organizó, el 26 de octubre de 2000, la primera presentación oficial de champeta, en las calles del centro histórico de Cartagena, hasta ese entonces sordo a las llamadas de esta música venida de los barrios populares. Semanas más tarde, el 12 de diciembre de 2000, Araceli Morales, convertida en Ministra de Cultura, presidió a la organización de un acontecimiento similar en Bogotá, en el teatro Jorge Eliécer Gaitán. “La champeta despelucó a Bogotá”, podía oírse entonces. De hecho esta “toma” de Bogotá se pensaba como una revancha de la periferia sobre el centro, del dominado sobre el dominante, del “negro” sobre el “blanco”. Sin embargo, la aceptación, e incluso, la valorización de la champeta, permanecerán limitadas: muy rápidamente, su éxito declina, las casas disqueras la ignoran, los productores pasan a nuevos ritmos. El carácter transitorio de esta aparición en la escena nacio-nal muestra hasta qué punto la champeta responde a una demanda y se inscribe en prácticas localizadas. Los tres CDs producidos por Sony12, al jugar con el imaginario nacional del “negro” exótico y sensual, al presentar en las carátulas parejas negras, bailando entrelazadas, casi desnudas, chocaron generalmente al público de Cartagena, poco acostumbrado a tal puesta en escena racializante. Del mismo modo, los librillos de acompañamiento, dentro de los CDs, explican los pasos de danza en una lógica pedagógica cercana a la world music que nunca se encuentra en las producciones de Cartagena, reducidas a su más simple expresión. Además las canciones grabadas en estas compilaciones reanudan títulos ya difundidos en Cartagena, adap-

11 La champeta se tomó a Colombia, Sony Music Entertain-ment, 2001.

12 Es necesario destacar la dimensión internacional de estos discos producidos por Sony, recordando al mismo tiempo que el origen de la grabación y de la difusión de la champeta es una antena nacional (en Bogotá para toda Colombia). Los tres CDs conocieron una caída rápida de su venta: 60.000 para el primero, 30.000 para el segundo y una cifra poco importante para el tercero (entrevista con el responsable de las ventas de Sony Colombia, 10 de septiembre de 2003).

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tándolos al mismo tiempo a las expectativas supuestas del mercado nacional. Jimmy, animador estrella de Rumba Estéreo, una de las emisoras de la ciudad, no se dejó engañar: “Sony transformó la música de Cartagena introduciendo nuevos instrumentos, como los tambores, para parecerse a algo folclórico, dismi-nuyendo el break, el boom, boom, boom. Se volvió más estilizada, pero no es lo que gusta al aficionado de champeta”13. De hecho, el ciclo de producción (tres CDs en dos años mientras que un nuevo CD sale cada mes en Cartagena), la “estelarización” de los cantantes (comercialización y marketing, un CD entero consa-grado a un solo artista, El Sayayín, cuando el turn-over es extremadamente fuerte en Cartagena y los álbumes, generalmente, son compilaciones) dan cuenta de este desfase entre gustos nacionales y locales. Justamente, cuando, para intentar conquistar el mercado nacional, la champeta hace hincapié en su dimensión africana (introducción del tambor, librillos recordando el vín-culo con África) y los estereotipos que se le asocian (danza, sensualidad), se le descarta de las normas de los habitantes de Cartagena.

3 Manrebo: de Cartagena al resto del mundo

Manrebo acoge a sus interlocutores en su oficina de la Secretaría de Educación de la alcaldía de Cartagena; si bien maneja el programa “Cartagena bilingüe”, es frecuente encontrar a cantantes o a aficionados a la champeta que lo buscan en la oficina junto con los profesores de inglés. Este puesto le ofrece una estabi-lidad financiera rara en el mundo de la champeta, le aporta al mismo tiempo recursos materiales (oficina, computador) y le garantiza contactos directos con los responsables de la administración de la ciudad. Un expediente voluminoso se impone en su escritorio, lleno con recortes de prensa sobre la champeta, cará-tulas de álbumes y carteles de conciertos. No es fácil encontrar a Manrebo, aún menos hablarle: sistemática-mente ausente en las citas, responde a las cuestiones con un ojo clavado en su computador, entre dos llamadas telefónicas y la intrusión de numerosos visitantes, cole-gas o músicos. A Manrebo le interesa mucho pensar en

un contacto potencial con organizadores de festivales de música en Francia y en el Caribe francófono, sabe mostrarse apasionado por la misión que se fijó, la difusión de la champeta y la promoción de un género musical reconocido a escala internacional y, para rea-lizarlo, intuye que se debe transformar la imagen de la champeta en Cartagena. Único mulato de los tres per-sonajes, recordando su infancia en los barrios populares de la ciudad, Manrebo juega a cierta complicidad con los músicos y aficionados de champeta, por el hecho de compartir una misma experiencia de vida: el peso común del racismo. Gracias a esta proximidad, llegó a hacerse reconocer en su papel de intermediario, a la vez, confidente y portavoz.

Manrebo ha pasado algunos años en Nueva York donde entró en contacto con la world music naciente. De regreso a Cartagena, se volvió responsable de varios programas de radio: así ha tenido una función esencial en el proceso de difusión y legitimación de la champeta,

13 Entrevista, 11 de agosto de 2003.

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en una época en la que estaba marginalizada. Al presen-tarla como una nueva música afro-caribeña, su objetivo consiste en darle el título de “música del mundo”, que aparece por lo tanto, no como género musical, sino como un proceso de comercialización que resulta del encuentro entre el Norte y el Sur (Pacini Hernández, 1993a). Nos muestra así cómo la champeta va a pasar de África al Caribe, antes de que vuelva a salir, bajo una forma exotizada y normalizada a la vez, a la con-quista del resto del mundo. Ya que la diferenciación se acompaña de un proceso simultáneo de homoge-neización, en el momento en que se alega, o incluso se produce una especificidad local para el exterior, los champetúos adoptan un comportamiento y prácticas que responden a los supuestos criterios internacionales de “buena música”.

3. 1. De África al Caribe

“¡Escúchalo! ¡Tómalo! ¡Puro Medellín14 de primera! ¡Rrrrrrrumba del Caribe, el programa que vuelve todo el mundo loco! Carrrrrrtagenaaaaaa. El shampoo musical del Carrrrrrribe”. El presentador estrella de la radio local Rumba Estéreo15 abre su emisión semanal consagrada a la música africana y caribeña16. A su lado, Manrebo interviene entre dos canciones para informar sobre los grupos, su origen, su historia, en un discurso tan militante como pedagógico. “Amigos de los barrios de Cartagena, es necesario que defendamos esta cultura que es nuestra, que llevamos adentro, que es nuestra africanidad. Es la idiosincrasia de nuestro Caribe”17.Dejemos la palabra a Manrebo cuando cuenta su trayec-toria radiofónica, que es también la de la evolución de la

champeta. “El primer programa que hice en Colombia, hace más de diez años, se llamaba Soweto African Beat. Sólo se hablaba entonces de música africana. Era la música que traía la gente que viajaba, los marineros, un amigo en Nueva York me enviaba discos. Fue un programa revolucionario en Cartagena. Tuvo mucho éxito, porque nadie tenía conocimiento de esta música. A continuación viajé a los Estados Unidos. Ya era atraído por la música africana. Volví de nuevo en medio de los años ochenta. En Cartagena, ya se escuchaba la música africana, pero la gente no conocía los nombres, ponía nombres en función de lo que oían. Presenté una propuesta a otra radio para un programa que se llamaba “Farándula Caribe”, para hacer la diferencia entre músicas africanas y caribeñas, para que la gente lo sepa. La champeta, es nuestra música. Es el único movimiento musical nacional nacido en los barrios, por la influencia de la raza, del Festival de Música del Caribe, la influencia exterior de algunos productores y nuestro trabajo en las emisoras. Nuestro objetivo era éste, cambiar esta mala imagen, mostrar que esta música no era tan mala, tan vulgar”18.

Con el anclaje en el Caribe, se modifica incluso el estatuto de la música19. La champeta se convierte en la nueva música caribeña de Colombia, capaz de competir con el reggae, el compás o el merengue, la expresión de un multiculturalismo de diferenciación aliviada. Porque el Caribe ofrece un espacio en el cual la variedad y la diversidad no sólo se reconocen, sino que son también un factor de promoción y valorización

14 Famosa marca de ron.15 Precisemos que, en Colombia, el término rumba no remite a

la música popular en Kinshasa y Brazzaville en los años 1940-60 (ni a la música cubana), sino que designa más generalmente la fiesta.

16 Hecho revelador, la champeta no es ya objeto de programas específicos en las emisoras, una vez a la semana, como era aún el caso en 1998: se programa a lo largo del día, como las músicas más populares de la costa (vallenato, salsa, merengue).

17 Rumba Estereo, 24 de enero de 1998.18 Entrevista, 7 de septiembre de 1999.19 Recordemos que, al mismo tiempo, la champeta cambia,

por poco tiempo de nombre y pasa a ser terapia: sin que se sepa bien muy de dónde viene el término, no se puede ignorar la elección de la palabra, que remite a una terapia tanto física como moral. Al mismo tiempo, su carácter socialmente conveniente se acompaña de la identificación a un “negro” cada vez más pálido.

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a nivel nacional e internacional: la madre-Africa se transformó en hermana-Caribe, la música africana en música afro-caribeña. La caribeñidad permite pasar del antagonismo racial a la multiplicidad, de la polarización a la armonía. Del blanco y negro al color. Sin que ésta sea en adelante peligrosa o conflictiva.

3. 2. Inscribirse en un mercado global

Pero Manrebo no se detiene allí. La voluntad de conquistar la escena internacional responde a una estra-tegia individual de la cual es plenamente consciente: “A nivel local, ya hay mucha gente, no quiero entrar en competencia con ellos. El mercado colombiano es muy pequeño, prefiero ir al mercado que queda por conquistar” 20. ¿Qué elementos de la champeta movi-liza? ¿Qué imagen de Cartagena presenta al exterior? ¿Cómo se adapta y transforma lo local para satisfacer los gustos supuestos de los consumidores del resto del mundo? Para Manrebo, la respuesta es simple: el valor añadido de la champeta es la presencia de África en América, por lo que utiliza -y produce- una imagen estereotipada de la champeta que correspondería a las expectativas imaginadas de un público en búsqueda de world music, una mezcla de “autenticidad” étnica y de exotismo cultural. Manrebo asimismo presenta como tradicional lo que se percibe localmente como una música moderna, en ruptura con el folclor: “Es una música con una herencia africana, elegí este sector, el de la música afro-caribeña. Hay muchos blancos en el grupo, pero no son los cantantes. La champeta agrada gracias a su herencia africana. En Europa, la gente es muy blanca, pero le gustan los de aquí, que no son tan claros de piel. Adoran los rastas. Yo también hago investigación, busco lo que tendrá más impacto allá, lo que agrada en los festivales. En Europa, la presencia africana en América atrae mucho”21.

Manrebo crea entonces un grupo, el Champeta All Stars, cuyo nombre revela, obviamente, la inspira-ción, la famosa Fania All Stars, de éxito internacional ampliamente reconocido. Los cantantes que lo compo-

nen (Louis Tower, Mister Boogaloo, Elio Boom) son negros; se crea un espectáculo colectivo con músicos y bailarinas en vestido de escena. El Champeta All Starsse produjo en el Festival Afrocaribeño de Veracruz, después de haber hecho una gira por toda Europa en la que participó, durante el verano 2002, en el “encuentro de las Cartagenas del mundo”, en España, en el Marka Rock de Lovaina, en Bélgica, y en el Antilliaanse Feesten, en Holanda. Para Manrebo, el éxito de estos primeros conciertos internacionales fue completo (“fue una locura, la gente bailó toda la noche”) y al regresar a Cartagena, recibió un reconocimiento nunca obtenido antes: el Presidente colombiano, Álvaro Uribe, felicitó a Manrebo y a su grupo con una carta en la que saludaba “la gira triunfal” en México y Europa. Pa’lante, la revista de información de la alcaldía de Cartagena, dedicó gran parte de su edición del 8 de septiembre de 2002 al éxito de la champeta en Europa y reafirmó el apoyo de la administración municipal a este movimiento de conquista de los mercados internacionales – lo que no impedirá la participación de la misma administración en la estigmatización o, incluso, en la prohibición de la champeta a nivel local–. En un artículo de Man-rebo sobre “la explosión” de la champeta en Europa, da cuenta “del honor” de representar a Cartagena, y lo registra como una señal de “colombianidad”. Cautivado, el público mexicano y europeo asistió al “nacimiento de un reino que va a durar mucho tiempo y que elevará Cartagena en el contexto mundial, para convertirla en una ciudad atractiva, gracias al ritmo musical que la hará reencontrar su importancia y su imagen”22.

20 Entrevista, 1 de agosto de 2003.21 Entrevista, 1 de agosto de 2003.22 Pa’lante, n°8, septiembre 2002.

Dairo Barriosnuevo: picup 22

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Se ve así cómo, para ajustarse a un imaginario internacional supuesto, Manrebo alega una diferencia comercializable con el Norte activando clichés que corresponderían a las expectativas globales. Estos pro-cesos de autoexotización de la champeta actúan como una prueba de autenticidad en el exterior y producen un “otro descontextualizado” (Ochoa, 1998: 176) en el interior, basado en la invención de una identidad local, la cual retoman de inmediato las autoridades de la ciudad que ven en la lógica de descontextualización la oportunidad de promover la música en la escena internacional, así, al mismo tiempo, la ignoren a nivel local o, como ocurrió más recientemente, contribuyan a su normalización y a su vulgarización.

3. 3. Profesionalismo y ciudadanía: la nueva cara de la champeta en Cartagena

Esta estrategia comercial planetaria no tiende sólo a producir una nueva música que correspondería a las expectativas de un público transnacional: pasa tam-bién por una transformación de las prácticas locales y responde a los criterios supuestos de buena música (Guilbault, 1993). Informal, desordenada, inestable, la champeta debe, en adelante, volverse consensual y monolítica, casi un modelo de organización. Manrebo crea una corporación, Champeta Criolla Internacional,asociada a un sitio Internet (http://champetacriolla.8M.com/historia.html) que inscribe esta iniciativa en la lógica de la puesta en relación de lo local y de lo global con su misión de “difundir el género musical de la champeta [...] conectando la producción artística de los barrios populares de Cartagena con el resto del mundo”. Manrebo, con el fin de dar una base pedagó-gica a su proyecto, se apoya entonces en la fundación Dale la Mano a tu Hermano, la cual trabaja en efecto “en favor de la protección de la familia despertando al amo, al científico, al servidor durmiendo en cada ser humano, dando fuerza a los talentos ordinarios gene-ralmente subestimados por los que los poseen”23. En lo concerniente de manera más específica con la cham-peta, se hace hincapié en la mejora de las contribuciones artísticas, la enseñanza de la historia de la música y la formación de los cantantes, quienes “se creen famosos y no se forman” y cuyos “discos sólo duran un mes, no se conocen fuera de Cartagena”, por lo que, para

poder competir con los artistas internacionales deben “profesionalizarse, si no la champeta nunca se volverá un proceso nacional e internacional”. Con ese fin se han traído artistas internacionales “para que tomen ejemplo en ellos”, al considerar que “fueron marginali-zados, porque no se formaban”24. En otros términos, las especificidades del mercado local de la champeta (turn over de los cantantes, duración de vida muy corta de los CDs) aparecen en adelante como obstáculos al desa-rrollo futuro de la música y, peor incluso, los cantantes serían los únicos responsables de la mala reputación de la champeta y de su difícil aceptación.

Reanudando por otra parte el modelo del difunto Festival de Música del Caribe, única escena abierta a las músicas africanas y caribeñas durante cerca de quince años, Manrebo dibuja los contornos de un Festival Afrocaribeño de Música Champeta, que se basaría en un Día Mundial de la Champeta. Esta globalización se expresará sin embargo a través de una forma más clásica: el festival, previsto los días 29 y 30 de agosto de 2003, que se canceló para permitir el rodaje, en el centro histórico donde debían tener lugar los conciertos, de un comercial elogiando una marca de cerveza checa y destinada al mercado norteamericano. Hecho revelador,

23 Folleto de presentación de la asociación.24 Entrevista con el Presidente de la fundación, 19 de agosto

de 2003.

El Runner, noviembre 2006. FOTO DE ELISABETH CUNIN.

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el festival se transformó entonces en un foro, la música cedió su lugar a la palabra y la danza a la explicación. Organizado de manera muy oficial con el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, precedido de los himnos de la ciudad y del país, el foro presentó objeti-vos ciudadanos raramente asociados con la champeta: se trató en efecto de reflexionar sobre “el papel de la champeta en la cultura ciudadana” y “de favorecer los procesos culturales locales, construir colectivamente un proyecto de ciudad armonioso, democrático y viable”. Los músicos deberían así corregir el contenido de sus canciones, suprimir las frases juzgadas obscenas, evitar los dobles sentidos polémicos. En otros términos, deberían pasar a ser verdaderos profesionales y, más allá, ciudadanos modelos y la champeta, símbolo de profesionalismo y ciudadanía, portadora del renaci-miento de la ciudad... No es seguro que tal visión esté compartida por los habitantes de Cartagena ni por los músicos y aficionados de champeta.

4. Lucas: regreso a París e invención de un “copiar–pegar” musical

Auto-designándose “Super champeta man”, “Ifa Man Original”, Lucas juega sobre un imaginario afroamericano globalizado - que va de las dreadlocks al afiche de Malcom X, de una campaña publicitaria utilizando Jamaica al éxito del rap o del hip-hop, del discurso sobre las reparaciones a la asociación con los cultos afros – que contribuye también a producir, entre París y Cartagena. Lucas compra música africana en París para enviarla a Cartagena, a Humberto y otros. Grandes conocedores de la producción musical africana, los colombianos que le hacen pedido sólo se interesan por discos antiguos, retirados de la venta hoy. Lucas va a encontrarlos en las tiendas del barrio africano, alrededor de Château-Rouge, donde él mismo vive. Un disco muy buscado llega a veces a 600 dólares en la reventa en Colombia pero, generalmente, Lucas casi no gana nada de este comercio trasatlántico informal e ilegal, que toma frecuentemente la forma del trueque entre unos LPs de música africana de los años ochenta y un CD de las últimas creaciones de Cartagena. Pero Lucas es también DJ, cineasta (hizo dos videos sobre música en Cartagena y Palenque de San Basilio) y, sobre todo, productor de champeta en Francia: después de dos compilaciones que retomaron los títulos más exi-

tosos de Cartagena, su último álbum nos hace entrar en un nuevo género, una clase de invención musical planetaria que se nutre, en un estudio parisiense, de ritmos africanos y caribeños.

En esta lógica de idas y vueltas, sería necesario estudiar el impacto de los CDs de Lucas en Colombia, donde, en efecto, contribuyeron a la legitimación local de la música25. Me interesaré, sin embargo, de modo exclusivo en las actividades de Lucas en París y en su casa disquera “Palenque Records”, que va a pasar pro-gresivamente de la difusión de la champeta en Francia a la invención de una música, calificada mucho más como globalizada que como world music, para la cual convendría discernir hasta qué punto la localización en una capital occidental dista mucho de significar inyección de capital y lógica de comercialización, pues la actividad de Lucas se despliega al margen de los grandes circuitos de producción y distribución.

¿4. 1. Qué relocalización de esta música en París?

Los discos de Lucas no invadieron el mercado francés. Por el contrario, han tenido muchas dificulta-des para encontrar su lugar entre una “música latina” asimilada a la salsa, al son o al merengue, y una “música africana” que difunde, desde hace tiempo los grandes nombres del soukous. Se trata, pues, de proponer una nueva música que remitiría a estos dos imaginarios ya existentes, pero sin superponerse perfectamente a ellos. De hecho, ¿cómo se recibe este híbrido musical, ni totalmente África, ni totalmente América, en Francia? Para entender parte de este movimiento de relocali-zación de la champeta en París, en primer lugar me interesé por los discursos sobre la música, por las reac-ciones de distintas revistas que dedicaron un artículo a la champeta o un comentario sobre el lanzamiento de uno de los CDs producidos por Lucas.

En los periódicos nacionales se encuentran diver-gencias sociales y políticas que van más allá de la música, interpretada a la luz de las posiciones generales

25 El principal diario del país titulaba así, a la salida de uno de los discos de Lucas: “El ritmo de la champeta sorprende París” (El Tiempo, 9 de diciembre de 1998).

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del diario. Liberation (31 de octubre – 1 de noviembre de 1998) hace hincapié en la lógica de mestizaje consus-tancial a esta música, ampliando esta hibridación que sería el símbolo de la post modernidad: “los músicos locales se apropiaron el soukous, el highlife ganeano, el afro-beat de Nigeria, el mbaqanga de los townships sudafricanos para dar nacimiento a la champeta [...] transportada por los picós (sound-systems a la jamai-quina) y un embrión de industria del disco, la champeta se basa en las guitarras como en Kinshasa”. Por su parte, Le Figaro (13 de diciembre de 2001) se asusta de este nuevo modo musical en el cual “la mezcla de las culturas del mundo [tiene] algo un poco salvaje”.

Las revistas musicales, en particular, las que abas-tecen la ola actual de la world music, celebran esta nueva fusión que justifica la existencia de periódicos especializados, y compiten en lirismo para reinventar una Colombia africanizada dónde sólo vivían negros cimarrones rebeldes y orgullosos. Más allá de lo que Humberto, Manrebo o Lucas se habrían atrevido a inventar, presentan a Benkos Biohó no solamente como el jefe de los cimarrones en fuga, fundador

del Palenque de San Basilio, antiguo rey de África, sino como el “Bolívar negro” de América Latina. La champeta “viene de un lugar legendario [marcado por] el sufrimiento infinito en el abismo de los barcos de esclavos y la rebelión de los insumisos que rompieron las cadenas de la crueldad”, la costa Caribe de Colom-bia es “una pequeña esquina de África”, “la champeta estalla, reemplaza a la salsa y al merengue y, al alba del tercer milenio, se convierte en la música N°1 en Colombia”, “África entero desembarcó detrás de los Negros Cimarrones para escribir el Nuevo testamento de la música afroamericana” (Vibration, Hors Serie n° 4, marzo de 2002). La escalada de señales exóticas, la reconstrucción precipitada de la historia, el discurso del heroísmo y de la resistencia crean así un ambiente social y cultural bien distante del que acompaña la champeta en Cartagena. No es una música local que se promueve, sino más bien un imaginario afroamericano transnacional que está instrumentalizado y difundido, creando una continuidad histórica con África y una relación de parentesco en todo el continente ameri-cano. Los artículos retoman los términos que perso-nifican, a nivel global, esta “cultura negra” asociada a un “mundo rasta”: gueto, libertad, brujería, ganja. De hecho, ¿el cantante Louis Towers no es comparado “a un muchacho con dreadlocks que se asemeja a un Wolof” (Vibrations, n°11, febrero de 1999)?

Pero esta América africana, cuya autenticidad se expresa en la memoria de los cimarrones, coexiste, sin contradicción aparente, con una América mestiza, lugar de fusión y de encuentro de las culturas del mundo. Para L’Affiche, autoproclamada “revista de las otras músicas”, “el futuro pertenece a estas nuevas síntesis grooves afroamericanas” (noviembre de 1998). Epok se interesa en este “cóctel afroamericano”, en esta “extraor-dinaria fusión”, en el “lirismo latino subvertido por la locura africana” (n° 25, abril de 2002). Autenticidad y mestizaje, tradición y modernidad, coexisten en esta world music que se alimenta de todos los registros de legitimación. Si la champeta permite “remontar el árbol genealógico hasta África”, mostrando cómo “la conexión existe aún”, conlleva, a su vez, a una síntesis transplanetaria: “las animaciones vocales son iguales a las que se escuchan con los tenores del soukous cuando suben a la escena de Kinshasa, las guitarras juegan los acuerdos sincopados como en Douala, la capital camerunesa del makossa, y la batería da el tempo de

Dairo Barriosnuevo, Rumba.

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Johannesburgo, donde el mbaqanga es soberano. Se integra también ampliamente al high-life que viene de Ghana y Nigeria” (Vibrations, n°11, febrero de 1999). Finalmente, la champeta sería una fusión que integraría los ritmos afroamericanos y no olvidaría ninguna de las músicas africanas -o, más exactamente, de las músicas africanas comercializadas al Norte-.

Aunque se trate de una copia, inevitablemente con menos calidad, de un original africano, esta música permite recordar la primacía del modelo africano. De hecho, en las revistas africanas en Francia, si el diagnóstico es idéntico –conservación de la cultura africana más allá de los tiempos y de las distancias–, las conclusiones divergen. El mito del mestizaje y de la hibridación se abandona para dejar lugar únicamente a la valorización de la autenticidad y de la supervi-vencia: “Palenque es hoy uno de los últimos pueblos cimarrones de América Latina que ha resistido a todo mestizaje y a toda influencia cultural exterior, conser-vando su lengua Palenquera, criollo de origen bantú (Congo)” (Le Disque Africain. Le mensuel de la musique africaine, n°4, noviembre de 1998). La champeta no se comprende como un género musical autónomo, como una creación nacida de la fusión; no puede ser sino una imitación de lo que viene de África. “¿El soukous está reanudando una nueva respiración del otro lado de los mares, en Colombia? Se está despelucando como en los nganda de Brazzaville” (Autre Afrique, n°68, 18 al 24 de noviembre de 1998). Por último, la champeta de los artículos de las revistas africanas es más bien un pretexto que, en el tono del asombro, permite recordar, además de la riqueza de la cultura africana, su carácter primero, en una lógica que no está muy lejos de los discursos afrocentristas: “Uno se imagina difícilmente a los jóvenes colombianos contoneándose al ritmo del verdadero soukous zaireño con la misma facilidad que los jóvenes de Kinshasa [...]. Los ritmos africanos son maravillosamente asimilados y se consolida el senti-miento identitario de los jóvenes de origen africano” (L’Autre Afrique, 7-13 de enero de 1998).

4. 2. Creación de una comunidad afro imaginada

Pero Lucas no se limita a difundir la champeta en Francia –difusión que implica también adaptación y selección–, sino que inventa una nueva música que

no existe por ninguna otra parte; más que en un intermediario entre dos culturas, se transforma en un creador: el pasador de fronteras se convierte en artista. Precisemos en primer lugar que Lucas produce tres tipos de CD: compilaciones de canciones venidas de Cartagena que reflejan distintas épocas de la champeta; álbumes de “música tradicional” (el Sexteto Tabalá, las Alegres Ambulancias y otros grupos originarios de Palenque de San Basilio, tocando son cubano, cha-lupa, bullerengue, lumbalú) difundidos bajo el sello OCORA26; y, últimamente, un CD inclasificable, fusión parisiense de músicas africana y colombiana. Lucas no ve ninguna contradicción entre estas dis-tintas actividades, que no son más que las múltiples facetas de una única expresión musical. La champeta sólo es el lumbalú (canción funeraria) moderno, que se encontraría tanto en la música de Palenque de San Basilio como en los ritmos africanos. En palabras de Lucas, la llegada del soukous, en los años 1970-80, no debe interpretarse como una revolución: no hizo más que dar una nueva forma a una música que ya existía, el desvío por África es un regreso hacia una africanidad ya presente. Lucas se cuida de hacer una nueva fusión: tiene por objeto poner en relación dos universos cul-turales artificialmente separados. Su música expresa el reencuentro entre los dos continentes, y luego, como lo precisa en una fórmula explícita, actúa como un “copiar-pegar” entre África y América. La relación con África se invierte así: no es sólo América que volvería a encontrar África, sino África que vuelve a encontrar su africanidad perdida gracias al Caribe. Los músicos africanos en París redescubren, según Lucas, la música popular que habían olvidado desde su llegada a Francia y que no se escucharía ya en las grandes metrópolis africanas.

Es interesante detallar los CDs producidos por Lucas. Más precisamente, sus dos compilaciones de champeta27 y su último álbum, Radio Bakongo28. La

26 Colombie. El Sexteto Tabalá, Ocora, Radio France, 1998;Colombie. Palenque de San Basilio, Ocora, Radio France, 2004. Ocora es un sello que produce exclusivamente el género musical calificado de “folclórico”, “tradicional” o “étnico”.

27 Champeta Criolla, volúmenes 1 y 2, Palenque Records, 1998 et 2000.

28 Batata y su Rumba Palenquera, Radio Bakongo, Network Medien GMBH, 2003.

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primera compilación se sitúa en el registro del descubri-miento de un género musical colocado en la continuidad de las músicas afroamericanas, cuyas especificidades históricas, culturales, sociales se destacan en un tono culto. Se recuerda así el papel de los cimarrones, de Benkos Biohó, del Palenque de San Basilio; se presenta a los distintos personajes (cantantes, productores, DJ) del mundo de la champeta; la propia ciudad tiene derecho a una descripción histórica y socioeconómica. Redactado en español y en francés, el librillo interior da prueba así de la vocación del CD: lanzar un puente entre Colombia y Francia. Con el segundo álbum, la preocupación de la presentación detallada de Cartagena cede el paso, en un discurso voluntariamente delirante, a la invitación -en francés, español e inglés- al viaje a un mundo musical “afro-galáctico”, en el cual el auditor desempeñaría el papel de Cristobal Colombus –en cohete espacial– cuando llegó a América: “Señoras y señores – ladys and raggas, champetúas y champetúos: Was’ up mi gente!!!! Palenque Records vuelve con su ashé africano, orgulloso y feliz de traerles la música afrocolombiana de la costa Caribe [...] Este disco es una puerta de entrada al espa-cio solar champetúo, un universo infinito, llenado con planetas y con constelaciones, con dioses musicales, con puertas de entradas a la historia de dos continentes que se hablan desde siglos, enviándose mensajes musicales a través del mar”. En cuanto al último CD de Lucas, propone una música que no existe ni en Colombia ni en África, sino que surge del barrio 18 de París. Batata, famoso tamborero originario de Palenque de San Basilio, grabó en Colombia (en Bogotá y no en Cartagena), en compañía de dos cantantes de champeta, Viviano Torres y Luis Towers, también palenqueros. Se salta así un primer paso que instaura una continuidad entre música tradicional (Batata está asociado al lumbalú, canto de los muertos que acompaña las ceremonias funerarias) y champeta. Pero no es todo: dos músicos congoleses, Rigo Star y Dally Kimoko29, añaden los ritmos de guitarra en un estudio parisiense, mientras que un cantante y animador de la escena parisiense, 36.15 Code Niawu, compone las palabras. África reencuentra América, la rumba congolesa pasa a ser palenquera, el soukous se transforma en lumbalú. Y los reencuentros se hacen en París. En la carátula, Batata, sombrero tradicional en la cabeza, toca el tambor frente a un picó coloreado; las canciones mezclan los sonidos del tambor a las guitarras congolesas, entre dos arengadas de los DJ de Cartagena:

imágenes y músicas que reúnen tiempos y continentes, pero que solamente la inventividad de Lucas hizo existir, movilizando a una comunidad transnacional virtual, que se supone comparte la misma cultura.

Conclusión

Una misma designación, “música negra”, remite así a significados múltiples, reveladores del orden socioracial de la ciudad y del país, del lugar fluctuante concedido al otro y de la aparición de la referencia a un imaginario afroamericano transnacional. Pero cultura globalizada no es sinónimo aquí de cultura dominante: la champeta se desarrolla en la periferia de los Estados-nación (costa Caribe colombiana) y en los márgenes de las metrópolis (barrios populares de Cartagena, barrio africano de París), lejos de las grandes redes de producción y difusión, en mercados segmentados local e internacionalmente. En Cartagena, la relocalización de la música africana, se efectúa en un espacio muy cargado de referencias a África y a las identidades raciales y étnicas, superpone expresión cultural e interpretación biológica y combina registros de discurso y cuadros normativos. La champeta se pre-senta al mismo tiempo como una música localizada que se inscribe en las prácticas sociales y la estigmatización racial asociadas a Cartagena, una música étnica que juega con el atractivo del exotismo e incluso del primitivismo del pensamiento occidental, una música planetaria que moviliza a una diáspora global y obliga a sobrepasar, y a coexistir, las oposiciones binarias: local y global, bricolaje y naturalización, hibridación y tradición, mestizaje y afrocentrismo, homogeneidad y diferenciación, cultura y comercio, Norte y Sur. Como lo sugiere Renato Ortiz, los procesos de desterritorialización/reterritorialización desafían las reflexiones y metodologías de las ciencias sociales y requieren la construcción de nuevas categorías: “Lejos de pensar que estamos frente a una ‘crisis paradig-mática’, una parálisis del pensamiento, veo un horizonte que puede ser explorado de otra manera, más creativa, capaz de impulsarnos más allá de nuestros conocimientos petrificados” (Ortiz, 1998: xxvii).

29 Famosos guitarristas congoleses, instalados en Paris, que grabaron con los grandes nombres del soukous : M’Bilia Bel, Tabu Ley, Kofi Olomide, Papa Wemba, Soukous Stars.

a

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L A A L E G R Í A D E B A I L A R

Vida y milagros de José Benito Barros Palomino (1915-2007)Julio César Oñate Martínez

En el puerto fluvial del Banco, famoso por sus arreboles de fuego y los mitos y leyendas ribereñas, el 21 de marzo de 1915, de la unión de la india pocabuyana Eustasia Palomino y el brasilero José María Barros Traveseido, nació en la calle Boyacá del barrio Central, José Benito Barros Palomino, sin lugar a dudas el más versátil y prolífico compositor de todo el territorio colombiano. Con el maestro, en su ciudad natal, en el año de 1990, sostuvimos la siguiente conversación sobre su vida y creación artísticas, que queremos editar como tributo a su memoria, a raíz de su fallecimiento del maestro el 12 de mayo de 2007 en Santa Marta.

I Los primeros años

--El padre suyo era músico o usted aprendió la guitarra por pura iniciativa o tuvo algún profesor de guitarra aquí en el Banco--Mi papá murió y yo no lo conocí, pero en el Banco había muchos señores que tocaban guitarra, cantaban muy bonito y yo me ponía a la par de ellos y les preguntaba y ellos me enseñaron. Estaba, por ejemplo, Pacho Sosa, quien cantaba muy bonito y tocaba la guitarra; estaba Robertico Palomino, un tío mío. Y varios. --¿Esas primeras canciones que hace usted, estando muy

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joven, qué influencias recibieron, qué aires fueron los que caracterizaron o diferenciaron las primeras cancio-nes que usted compuso?--Las primeras canciones que yo hice casi están inéditas. Esas canciones fueron hechas para las novias que yo tenía en esa época. --¿Eran canciones románticas, boleros, valses, tangos, qué ritmos eran?--Eran canciones románticas. Todo, menos canciones de acá, nuestras, populares, porque en esa época, no se tocaba eso en el mundo de la gente bien.

De esas canciones es el bolero “Tu regreso”, vocalizada por el propio maestro José Barros, con el acompañamiento musical del argentino Joaquín Mora, en una grabación que se dio en Cartagena a comienzo de los años 50.

Vuelve para poderte acariciar mi bien Vuelve que yo sin ti no puedo estar mi amor Piensa que nuestras almas no podrán vivir con la felicidad de aquel sagrado amor

que ayer nos arrullóPiensa en nuestro amor testigo de dos almas,almas que se dieron lo que Dios no quiso ´

II Las correrías

En 1935 llegó José Barros a Medellín, ciudad que se encontraba sumida en el furor del tango y para el fue verdaderamente impactante escuchar la voz y las canciones de Gardel que resonaban en las victrolas y traganíqueles de todos los cafetines de la zona de Gua-yaquil, donde tuvo la fortuna de ver la ultima actuación del zorzal criollo, en el Circo España de Medellín. Luego sobrevino la muerte de Gardel, el 24 de Junio de 1935, cuando nació la ilusión de conocer Argentina, la tierra que había parido a ese artista tan colosal. Se dedicó entonces a presentarse en diferentes concursos en La Voz de Antioquia, cantando con su guitarra com-pañera los tangos de moda y algunas de sus primeras creaciones, entre ellas, otro tango, “Ingrato Amor”:

En la sombra quedaré por la ausencia de tu amor porque a nadie encontraré que consuele mi dolor. Pero yo te pensaré, en mi desesperación, y a la Virgen pediré

Izquierda: José Barros a los 17 años cuando prestó el servicio militar. Derecha: José Barros a los 35 años

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para mi alma resignación.

Ingrato amor,te vas de mí,dejándomé sin comprender por qué te vassin un adiós. No seas así, ingrato amor

Después de 2 años de rebusque y penetración en el medio musical de la capital paisa, José Barros orienta su brújula musical hacia el sur del continente y en una escala de varios meses, que comienza en el año 1938, per-manece en Cali, donde un contrato con Radio Cristal le permite darse a conocer en esta ciudad. Se acercaba el día de las madres y el recuerdo de su progenitora, en el puerto del Banco, angustiada por el regreso del hijo ausente, le dio suficientes motivos para componer el pasillo “Dos claveles”, que en 1956, el tumaqueño Tito Cortés, con el marco musical de Los Trovadores de Barú, convirtió en un éxito continental:

Ay, clavelito rojo, que llevo aquí en el pecho: vas pregonando amores, amores maternales.Yo te llevaré siempre en el fondo de mi vida como un recuerdo santo de mi madre querida.

Mi pecho lanza un grito, y el cielo una mirada, para pedirle a Cristo: “Cristo, bendito Dios, no te lleves mi madre, mi madrecita buena, mi madrecita santa, que mitiga mis penas”.

Después de su estada en Cali, siguió al Ecuador, Perú, Chile y Argentina; allí en el país austral, y deslum-brado por las luces de Buenos Aires, recorría cantinas y burdeles en compañía de músicos anónimos, que como él, de origen muy humilde, llegaban de lejanos

pueblos diseminados en la pampa, y es donde surge la producción tanguera de José Benito Barros.

En Buenos Aires, conoció dos ya consagrados artis-tas argentinos, que años más adelante popularizarían algunas de sus obras. El gran orquestador Eduardo Armani, y el bandoneonista Joaquín Mora, quien radicado en Colombia durante varios años, enriqueció de forma notoria, el catálogo musical de la disquera Fuentes, con el grupo Joaquín Mora y sus 7 gauchos.

--¿A qué edad empezó usted la correría que hizo por distintos países? --Yo salí de Colombia por ahí a los 18 años. La primera vez me fui de El Banco a Panamá, de Panamá crucé todo el territorio de Centro América y llegué a México; de México, a los 3 meses, me sacó la policía por indocumentado; y volví a cruzar Centroamérica y llegué nuevamente a Panamá y de ahí pasé al Ecuador, Venezuela, Perú. Luego vine a Colombia y entonces arranqué para el Sur, Argentina, Chile, Brasil. Regresé de nuevo a Colombia y me radiqué en Bogotá, permanentemente. Dejé a Bogotá como la base, para seguir viajando. En Lima fue donde grabé por primera vez, para la RCA Víctor, cuatro canciones, entre ellas, el famoso tango “Cantinero Sirva tanda”:

Oiga, mozo, traiga pronto de lo mismo que ha servido,para ver si así me olvidode lo que me sucedió. No es que yo me esté muriendo por lo sucio que ha jugado, pero estoy decepcionado, porque ayer me traicionó. Sírvame, y no se preocupe, copa grande, cantinero, que, si fue por el dinero que ella me quiso dejar, ya le llegaron a bulto. que le suenen los chelines y le embriaguen copetines, aunque sea por no dejar.

--Desde cuando salió de aquí, ya usted tenía inquietudes musicales, ya tenía composiciones, ¿había estudiado música? ¿Cómo iba usted preparado para enfrentársele al mundo? --Yo desde los 12 años ya tenía hechas canciones bastante

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buenas. A los 14 o 15 años, tenía muchas canciones, que podíamos decir, muy bien hechas, pero de música, de notas, no sabía absolutamente nada: solamente me preocupaba que en las inspiraciones hubiese bonita melodía y buenas letras. De ahí, comprendiendo que el Banco no era donde yo podía desarrollar lo que quería, una profesión artís-tica, musical, entonces, me volé del Banco a buscar otros mundos, para conocer artistas, compositores. Mientras viajaba, no estudiaba, sino que llegaba a las grandes ciudades, a los barrios muy pobres, a los hoteluchos, y me iba a cantar a las cantinuchas de todos los países y oía a diferentes cantantes. Luego de esos barrios bajos me iba a barrios donde estaban los buenos artistas cantando, los escuchaba, comparaba las canciones, veía los estilos y eso fue lo que hice. Siempre en cada ciudad que llegaba, tenía que empeñar la guitarra y vérmelas para poder comprar otra.

III México

Después de esa fructífera gira por el sur del conti-nente, en ese constante afán de superación, marcado por las grandes figuras de la canción popular en Lati-noamérica, Barros sabía que la tierra mexicana, era una experiencia obligada para cualquier compositor que anhelara sobresalir y hacerse notar. Y para allá apuntó con su guitarra. Después de cruzar por Panamá y Cen-troamérica, llegó a la tierra del águila y la serpiente en el nopal. Corría el año 1944. En México, tuvo la suerte de conocer a Agustín Lara, quien le hizo algunas sugeren-cias, le dio algunos consejos para mejorar su proyección musical; fue allí donde José Barros aprendió que la esencia de la canción romántica de Latinoamérica, la misma que fue encontrando en el tango, la ranchera, los valses, los pasillos e, inclusive, en algunos blues norteamericanos y en la literatura, en general, era el conflicto amor–odio, en el que los celos, la traición, la desconfianza, la tristeza, los sufrimientos, la maldad, la verdad y la mentira siempre estaban presentes. Y finalmente, se convenció de que era muy cierto lo que Agustín Lara le afirmara en esa ocasión: “Soy ridícu-lamente cursi, y me encanta serlo, pero lo mío es una sinceridad que otros rehúyen ridículamente”.

Otra de las influencias, recibidas en México, fue la derivada de los mariachis. El maestro observaba cómo hacían sus líneas melódicas para los corridos y

las rancheras. Y la verdad es que él fue espléndido en la producción de rancheras, como “El caballo de la vida”, que él interpreta con el mariachi Águilas del Norte:

Cuando llegué yo a este mundo no pude hallar un estribo para montar el caballo el caballo de la vida. Pero yo tuve el coraje y lo monté pelo a pelo; hoy, no me tumba el caballo ni hay mujer que me desprecie, porque ya tengo dinero.Ahora voy galopandoen mi caballo veloz, derribarme solo puede el santo poder de Dios

La piragua

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IV Colombia: el porro, la cumbia y el vallenato.

En 1945, después de haber sido deportado de México, llegó a Panamá, de aquí entró a Colombia, nuevamente por Turbo y, sin la guitarra, sin la maleta, atropellado por el hambre, de chance en chance, logró subir al altiplano. Ya Bogotá imantaba la atención como una pujante y promisoria capital. Después de negociar la dormida en una pensión de mala muerte, en la cercanía de la estación del ferrocarril, muy temprano se dirigió a las oficinas de la firma J. Glottman y Cía., representantes de la disquera RCA Víctor, seguro de que allí tenía las regalías de las obras grabadas en la ciudad de Lima.

--Llegué muy mal económicamente. Me fui al almacén de RCA Víctor de don Jack Glottman, en Bogotá, en la séptima con 22 y 23, a ver si tenía regalías. Cuando yo hablé con las señoritas que estaban atendiendo el almacén y les dije que yo era José Barros, ellas se miraron, unas a otras, como queriendo decir “este señor está loco”. Una de esas señoritas salió disimuladamente y subió al mezzanine donde estaba don Jack Glottman, seguramente a decirle, allá está un señor que dice que es José Barros. Entonces que suba. Subí y me saludó un señor alemán muy atento, muy culto, cultísimo. Después de que charlamos me dice: “Ajá, señor Barros, ¿usted tiene documentación?”. Ya yo llevaba la cédula y la libreta militar, porque todo me lo adivinaba, lo que iba a pasar.--Usted iba preparado.--Yo iba preparado. Cuando ya vio que sí era José Barros, se levantó y me dio un abrazo y me felicitó. Usted sabe, señor Barros, qué regalías tiene usted aquí. ¡Tiene 1.800 dólares! En esa época estaba a 3 pesos, figúrese usted. Una fortuna inmensa que casi me la gasté sacando los vestidos que tenían empeñados los estudiantes de Chimichagua y de El Banco y dándoles de comer. Todos estaban estudiando, pero muy pobres, muy matados. Y me dediqué a esa vaina, a sacarles los vestidos con la fortuna esa, qué carajo. Enton-ces me dice don Jack Glottman, hombre, maestro. Y yo no era maestro, apenas era señor Barros, el maestro me lo encasquetaron en Bogotá, que yo no sé por qué carajo me han dicho maestro. Bueno, total que me dice, señor Barros, quiero que me haga un porro, uno o dos, que está entrando con una fuerza aquí en Bogotá. Váyase a la plaza de San Victorino para que oiga los traganíqueles con la música

de Pacho Galán, Lucho Bermúdez, Abel Antonio Villa y Buitraguito. Y entonces efectivamente fui y vi que no se tocaba otra cosa, sino esa vaina. Pero cómo le hago yo un porro a la RCA Víctor, si yo no sé hacer esa vaina, eso no se tocaba en el Banco, no ve que esa era música plebe: lo que era el paseo, el son, el merengue, la puya, eso se oía era en el mercado, en las cantinuchas, con los acordeoneros; a uno no lo dejaban ni parar a la puerta a oír esa música, porque si lo sabía el papá o la mamá, a uno lo cogían a rejo. Bueno, total, erda, cómo hago yo para hacer un porro. Entonces me acordé de un pasaje que pasó aquí en El Banco, un loco con el gallo tuerto y le hice “El gallo tuerto” y por el respaldo le puse Las pilanderas.--Eso era del folclor: “Las pilanderas”. Por lo menos la…--Del folclor, pero no tenían ninguna--Ninguna demarcación musical.--y la melodía diferentes, si, señor fue el gran éxito. Des-pués le hice “La Llorona Loca”, “Navidad Negra”, “Alegre Pescador”, todo eso.

En esos momentos, ya tenía Bogotá un ambiente que estaba comenzando a cambiar el concepto de la música bailable al permitir que poco a poco fueran entrando las tendencias musicales del Caribe. Hacia finales de los años 30 había tenido la visita del legen-dario Trío Matamoros de Cuba, la Orquesta Sosa de Barranquilla, una de las más importantes en esa época,

Con Los Trovadores de Barú, de Discos Fuentes

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estuvo presente en la Plaza de Toros de Santa María y, poco antes de la llegada de José Barros a Bogotá, ya lo había hecho Lucho Bermúdez con su Orquesta del Caribe que se había presentado en el Night Club Metropolitano en los sótanos de la Jiménez.

Por otra parte, algunos músicos de los alrededores de la capital estaban preocupados por encontrar una formula bailable, que combinara sus géneros musicales con ritmos costeños o internacionales. Tal formula se concretó en lo que se llamaría la Rumba Criolla, ritmo que le imprimiría un mayor movimiento y calor, con tintes un poco urbanos, al andino colombiano, como la rumba criolla de Emilio Sierra, “Que vivan los novios”, de gratísima recordación.

--Cuénteme una cosa: ¿qué conjunto o que músicos lo acompañaron a usted, a quién buscó usted para hacer ese montaje y hacer esas primeras grabaciones.--Eso, fue la orquesta de Milciades Garavito, en Bogotá, pero lo más extraño de todo es que el primer porro que hago yo, el arreglo y la orquesta son de Milciades Garavito, un cachaco tolimense que no conocía nada de la costa; y cuando salió ese porro, a pesar de que después Lucho Bermúdez lo sacó y lo mismo Rafael de Paz, en México, con Carlos Meyer, eso no servía para nadie, sino el porro original del cachaco.

Se murió mi gallo tuertoQue será de mi gallina

A las cuatro e la mañana Le cantaba en la cocina

Cocorolló cantaba el gallo Cocorolló en la cocina Cocorolló cantaba el galloCocorolló a la gallina

Verdaderamente histórica ha sido esa primera gra-bación de “El gallo tuerto”, vocalizada por José Barros, con la orquesta de Milciades Garavito. Realmente pocos de los compositores del Caribe colombiano, han manejado, con tanta solvencia, todos los ritmos de este litoral Norte como lo ha hecho el maestro Barros. Allí se desborda el numen de su inspiración y comienza algo realmente asombroso, muy fecundo, de música popular de todos los géneros: empieza a mostrarse este orgullo banqueño, este trovador, como un compositor de perfil continental, cuyas obras han traspasado nues-tras fronteras. A raíz del éxito de “El gallo tuerto”, el señor Glottman comenzó a pedirle canciones a Barros, no solamente para ser grabadas en Bogotá, sino para enviar a la Argentina y a otros sitios. Pero se le presenta una dificultad: él no tenía nociones de música, no tenía formación musical y hubo dos personas que le dieron una mano en esa época y le enseñaron las primeras nociones de solfeo: por un lado, el maestro Lucho Ber-múdez; y por el otro, el maestro Luis Uribe Bueno. Los dos fueron realmente determinantes en su formación musical. Una de las páginas que Barros manda para la Argentina es ese porrazo “Las pilanderas”:

Señora Juana María, mire que se acerca el día, pláncheme mi pantalón;mire que quiero llegar,para poder festejar,el cumpleaños de la Virgen de mi pueblo tropical. Que vengan de Santa Marta, que vengan para bailar, el son de las pilanderas de mi Banco tropical.

El pescador pintura de Magola Moreno

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Ay, pilá, pilá, pilandera, que venga la Nochebuena.Ay, pilá, pilá, pilandera, que traigan maíz y panela.

--Bueno, maestro, y después de esas primeras graba-ciones que hace, en esos aires, ¿no había tocado usted ningún aire de vallenato?--No, después fue cuando empecé a hacer “Angelita”;cuando ya empezó a caminar el vallenato, entonces lo empezamos a hacer, pero en una forma como más… --Como un poquito más académica--Más académica, la letra…--No tan criollo.--No tan criollo, porque no gustaba eso, entonces yo hice “Angelita Lucía”.--Usted recuerda cuál fue la primera canción vallenata -merengue, paseo- que usted compuso.--Eso fue “El vaquero”, en forma vallenata:

El vaquero va cantando una tonada,y la tarde va muriéndose en el río.Con el recuerdo triste de su amada,lleva su corazón lleno de frío.Lo acompaña siempre un lucero,cuando va cantando el vaquero.

Siempre con la melodía un poco más académica, más dulce, mas organizada, con mejor estructura melódica.

Ese encuentro con la música costeña fue deter-minante para que el maestro Barros, se topara con los recuerdos de su terruño y la verdad es que sentía que por dentro su tierra lo llamaba. Se dirigió entonces a Barranquilla, y allí tuvo unas inquietudes discográficas, muy curiosas, yo diría que es algo de arqueología fono-gráfica, en los estudios de la Odeón que representaba un ciudadano venezolano, Emigdio Velasco, quien realizó una serie de grabaciones, caramba, verdaderamente curiosas, hechas con acompañamiento de acordeón y el maestro Barros con su guitarra. El acordeonero no es muy conocido, sin embargo acompañó a Guillermo Buitrago en sus primeras grabaciones del año 44, allá en la etiqueta Odeón en Barranquilla, su nombre es Alejandro Barros, conocido popularmente como “Corazón”. Se producen piezas verdaderamente exóti-cas, del maestro José Barros, como “El lagarto”:

En mi tierra se le llama a un bicho camaleón, pero en Bogotá es lagarto, la misma comparación.

Aquí hay muchos lagartos que en todito están mezclados se meten en las reuniones para salir retratados

ay lagarto lagarto ay lagartija ay lagarto lagarto ay camaleón ay lagarto lagartola misma comparación

La versión original de la cumbia “El pescador” o “Alegre pescador”, la vocalizó el maestro José Barros con el acordeón de Alejandro Barros. No son parientes: uno, samario y el otro, del Banco:

Va subiendo la corriente con chinchorro y atarraya la canoa de barenca para llegar a la playa. La luna espera sonriente con su mágico esplendor

El gallo tuerto pintura de Magola Moreno

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la llegada del valiente del alegre pescador.El pescador habla con la luna El pescador habla con la playa El pescadorno tiene fortuna solo su atarraya

Las canciones del maestro José Barros, impactaban en el gusto popular y ya en el año 46, don Antonio Fuentes, de la disquera Fuentes de Cartagena, logró convencerlo de que ingresara al elenco de este presti-gioso sello, para lo cual creó un grupo de grabaciones como alternativa a la Orquesta Emisora Fuentes, “Los Trovadores de Barú”, que fueron dirigidos por el mom-posino Juancho Esquivel. Ésta es que quizás la época más esplendorosa, más fructífera, en lo que tiene que ver con los ritmos del litoral norte colombiano, y es cuando realmente el maestro José Barros desarrolla todo ese caudal impetuoso que tenía dentro de su espíritu. Canciones como “Navidad negra”:

En la playa blanca de arena caliente hay rumor de cumbia y olor a aguardiente.La noche en su traje negro estrellas tiene a millares y con rayitos de luna van naciendo los cantares del pescador de mi tierra

Ese desplazamiento hasta Cartagena, le permitió al maestro Barros, hacer contacto con los músicos que, en ese momento, comenzaban a proyectarse en nuestro panorama artístico.

--Allí fue donde conocí por primera vez al negro Durán--Eso debió ser por ahí por el 47, quizás 48--No, antes. Con Zabaleta, con Martínez…--Luis Enrique Martínez, Buitrago que estaba sonando ya --Sí, pero estaba grabando para otra fábrica, no la de Fuentes.--Odeón, quizás

--Más o menos. Entonces me parecieron muy bonitas las canciones de Luis Enrique Martínez, del Negro Durán. Entonces empecé a hacer esas canciones, pero con otro estilo; con el estilo mío.--Un estilo característico, diferente a los demás--Ajá. De ahí empecé a cantar esas canciones.--Después que usted está en Fuentes, que cantó con “Los trovadores de Barú”, usted se queda por allá en la Costa o de allí se traslada a otro sitio.--No, mi base era Bogotá. Volví otra vez a Bogotá a pesar que tenía contrato exclusivo con Fuentes. En el tiempo de descanso, cuando se estaban fabricando los discos que uno había grabado, me iba a pasar los 15, los 20 días a Bogotá.

Uno de los merengues más conocidos del maestro José Barros es “Angelita Lucía”

Cuando voy viajando en noches calladas donde quiera que vaya ombe, me sigue tu mirada. Pero te quedas llorando y eso es lo que yo no quiero si me voy para La Habana yo regresaré ligero porque voy a festejarte el cumpleaños el día primero

El oficio del compositor

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V Piqueria con Abel Antonio Villa

-¿Que momento de tirantez, existió entre usted y Abel Antonio Villa para que usted le hubiera compuesto el Negro Maluco?--Eso sí es muy bueno, fue una anécdota muy bonita. Pasó esto. Cuando empezaron a salir esas canciones, Abel Antonio Villa cantaba entonces una canción muy bonita que era: tarará tarararira --“Los Amores de Zoila”--Esa, “Los amores de Zoila”. Me fascinó tanto esa canción que yo no conocía ni tenía idea quien era Abel Antonio Villa. Entonces yo en Bogotá pensé, voy a hacerle una canción a Abel Antonio Villa, a ver con qué me sale, a ver qué me contesta; y le hice “El negro maluco”, sin conocerlo.--Sin que hubiera ocurrido algo entre ustedes--Absolutamente nada. Yo únicamente dije “voy a lanzar esta canción al mercado para que él la oiga, a ver con qué me sale, a ver si me contesta”:

Abelito Antonio, ten cuidado: oye mi paseo pa que cojas escarmiento. Y esto te lo digo, pa que tú lo sepas, que un negro maluco no puede con mi talento.

Que venga solo si es machito: pa que se las vea con Benito. Que venga solo y seamos francos: pa que sepa que yo soy de El Banco.

--Si yo le hago una canción a Escalona, me la con-testa y, posiblemente, me jode más a mí, que yo a él. ¿Entiendes? Si le hago una canción al negro Durán, que estuviera vivo, también me la contesta, ¿entiende? Y me contestó una canción mala, él me hizo la contestación, y en la contestación me dijo “cara’ e chino”, figúrese usted, que yo tenía la cara como un chino. Entonces en Barranquilla le cayeron todos esos barranquilleros encima, no joda, pero tú si eres bruto, cipote contes-tación, y lo atormentaron.

En una entrevista con el aludido maestro Abel Antonio Villa, hacia 1990, conocimos cómo fue su respuesta, al mejor estilo juglaresco, ante esa ofensa que le había hecho José Barros:

--Fue tal mi sorpresa que me llenó de rabia por la falta de compañerismo, porque él me trataba de “negro maluco” y de “pirata”. Entiendo que pirata es ladrón de mar. Cuando él decía “Abel Antonio, pon cuidado “entonces fue cuando yo le di la respuesta que a con-tinuación sigue:

Yo voy a dar, voy a dar contestación a esa mala figura que ha tratado de ofenderme porque José Barros es ni ciertas mujeres que ofenden a los hombres sin tener razón.

A José Barros le causa disgusto porque no puede con mi talentoay yo mejor soy negro maluco y no tengo cara de chino hambriento

Cuidado, José Barros te vas a equivocar que este negro maluco no sabe perdonar.

--Bueno, pero después voy yo a Cartagena, donde el estaba cantando en el Hotel del Prado.--Sería en Barranquilla. --No, en Cartagena.--En el Hotel Caribe--Ese, pero en el patio. Y me dijeron, “allá está el conjunto de Abel Antonio Villa” y me dije “miércoles, ¿cuál es?”; aquel que está allá cantando. Y resulta que no era un negro maluco, sino un negro bonito.--Un negro simpático.--Si es simpático ahora, póngase a pensar hace 40 años.

José Barros con su conjunto musical de planta con el cual realizaba presentaciones en los años 40.

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Esta piquería no pasó a mayores. Los dos protago-nistas posteriormente se encontraron en los estudios de la disquera Fuentes, se abrazaron y floreció entre ellos una amistad muy sincera: no quedó ningún tipo de resentimiento, más bien admiración de parte y parte.VI José Barros y la internacionalización de la música del Caribe colombiano.

“El guere guere”, es una de las tantas grabaciones espléndidas que hizo José Barros con la orquesta del maestro Lucho Bermúdez, en uno de los viajes que con frecuencia él realizaba a la ciudad de Bogotá. La acepta-ción de la música de José Barros no solo en Bogotá, sino en todo el país fue un puntal importante en la consolida-ción de un repertorio rico, festivo, de la música bailable costeña, primero en Colombia, y, luego, poco a poco, más allá de las fronteras nacionales. Por otra parte, él se perfila en este momento como uno de los principales juglares empíricos que alcanzaba notoriedad, a la misma altura de músicos con formación académica y profesional como Lucho Bermúdez y, posteriormente, el gran Pacho Galán. De esta época hay que resaltar una pintoresca página del maestro Barros: “El patuleco”, vocalizada por Alberto Fernández con el marco musical de la Sonora Curro, con los arreglos de Pacho Galán.

Corría el año 1950 y el maestro Barros tenía una tienda de discos en Barranquilla, en la esquina de la Paz (carrera 40, hoy) con la Calle San Juan (hoy, la calle 36) y la Paz. Cerca había unos cachacos que tenían una tienda y a Barros le llamaba la atención que, cuando se emborrachaban, el guayabo lo pasaban comiendo pan. Ya él era un hombre conocido, ya tenía su nombre, tenía un almacén de discos, sus canciones se escuchaban y le dijo a un empleado que fuera donde los cachacos y que le mandaran una Kola Postobón y el muchacho regresa y le dice: “Vea, le manda a decir el cachaco que no le manda un carajo, que si quiere tomar Kola, que le mande el billete. Entonces el maestro Barros dice: ¿Hacerme eso a mí, un cachaco y patuleco, ahora verá:

¿Pa dónde vas, Patuleco?¿Pa dónde vas, Patuleco?

En la esquina de La Paz, con la calle de San Juan,se la pasa Patuleco,tragando ron y comiendo pan

De esta época es también “La llorona loca”, una canción que marca un hito, ya que le abre campo, en la industria moderna de la grabación, a la mitología rural, reforzando en esta forma las raíces folclóricas de la música costeña:

En una calle de Tamalameque,dicen que sale una llorona loca,que baila para allá,que baila para acá,con un tabaco prendido en la boca.A mí me salió una noche,Una noche en carnaval.Me meneaba la cinturacomo iguana en matorral.Le dije: “Pare un momento,No mueva tanto el motor”Y al ver que era un gran espanto, ay, compadre, qué sofocón.Que me coge que me agarra que me coge la llorona por detrás.

En la década del 50, la música del maestro José Barros, tiene una gran resonancia continental porque artistas de otras latitudes, se ocuparon de su obra, principalmente el puertorriqueño Charles Figueroa, quien grabó aproximadamente unos 10 boleros del maestro Barros y gozaba de gran popularidad en ese momento, porque era un imitador de Daniel Santos. Impactaron mucho los boleros “Culpa al Destino” y “Busco tu Recuerdo”.

Tantos y tantos éxitos que con la Sonora Matancera interpretara el barranquillero Nelson Pinedo de la música del maestro José Barros, fueron ambientando el gusto y estimulando artistas de otras latitudes como mister Babalú, Miguelito Valdés, quien hizo una bellí-sima versión de “Navidad Negra”, en Bogotá, un poco antes de morir, hacia finales de la década del 60, con arreglos del maestro Curro Fuentes.

VII Una polémica sin solución

El bolero “En la orilla del mar”, ha generado desde hace mucho tiempo una polémica que no se ha podido resolver. Hay dos corrientes encontradas: dos autori-

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dades, estudiosos del bolero, Jaime Rico Salazar, quien da como autor al cubano José Berroa y el cartagenero Alfonso de la Espriella, quien lo atribuye al maestro José Barros. La verdad, es que hay una serie de argu-mentos encontrados y lo cierto es que curiosamente en cualquier pasta prensada fuera del país (yo tengo varias en mi archivo discográfico), muy claramente dan como autor a José Berroa, un cubano; en tanto que todos los discos que se han prensado aquí en Colombia están rubricados con la autoría del maestro José Barros. Una página más o una página menos ni le resta ni le pone ni puede empañar las dotes artísticas del trovador banqueño José Barros Palomino.

VIII El maestro José en la tv

En una de sus temporadas de descanso en el Banco, José Barros conoció a una joven, una preciosa joven que

venía de Mompox, de nombre Edith Teresa Cabrales, a quien le dedicó muchas serenatas. Su admiración fructificó en la bella página, “Mompoxina”, que Nelson Pinedo convirtió en un verdadero éxito de gran reso-nancia en todo el continente con la Sonora Matancera. A finales del 80 José Barros convirtió a Momposina en un cuento que más tarde fue adquirido por la progra-madora de tv RCN para ser adaptada como telenovela con libretos del periodista y escritor Daniel Samper Pizzano. En 1994 salió al aire.

IX La historia insólita de “La piragua” y el Premio Nobel

En 1970, salió al mercado “La piragua” en versión de Gabriel Romero con “Los Black Stars”, la orquesta que, según el escritor antioqueño Alberto Burgos, identificaba el sonido de Medellín. La verdad es que fue un éxito descomunal, “La piragua” se tomó todas las emisoras, salas de baile, paseos, tabernas, carnavales, ferias, festiva-les, constituyéndose en uno de los mayores éxitos de la carrera de José Barros y de la música popular del país.

En los antecedentes que generaron la canción, hemos encontrado una serie de elementos que pueden conside-rarse insólitos. En una semblanza del maestro José Barros que para el Ministerio de Cultura escribió el investigador barranquillero Mariano Candela, revela que el maestro Barros le confesó que Guillermo Cubillos, natural de Chía, Cundinamarca, era un hacendado que, fascinado por las historias que escuchaba sobre el río Magdalena, vendió una hacienda, vendió sus pertenencias, llegó a Girardot, se embarcó en uno de los vapores que iban río abajo y se estableció allá en El Banco. Posteriormente se casó, se radicó en Chimichagua, mandó a construir una embarcación grande para la época, “La Piragua” y efectuaba travesías de Chimichagua a El Banco. El llevaba bagre salado, quesos y otros comestibles hasta Girardot, inclusive hasta Chía y de allá traía mercaderías para abastecer los mercados porteños. Declaró además el maestro Barros que “el temible Pedro Albundia”, fue una invención que respondió a una necesidad poética: buscando una palabra que rimara con cumbia, se le ocurrió crear ese personaje casi mítico, Pedro Albundia. “La Piragua”, impactó de tal manera la cultura del país, que fue la música que se escuchó en el momento de la entrega del premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez en Estocolmo, en 1982.

Homenaje al Maestro

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X Episodios de la vida sentimental

La vida sentimental del maestro José Barros, fue un poco azarosa, como es frecuente entre los personajes del mundo artístico, de la vida bohemia. Siempre tenía un nutrido número de admiradoras a su alrededor. En 1958 se casó en Bogotá con Julia Manzano con quien tuvo 2 hijos: José y Sonia. Relativamente corta fue esta relación del maestro Barros. Más adelante, en Barranquilla, conoció a Amelia Caraballo. Cuatro hijos resultaron de esa unión: Adolfo, Alberto, Alfredo y Abel Guillermo. Adolfo y Alberto Barros se dedicaron a la música, como interpretes de diversos instrumentos y herederos del temperamento artístico de su padre. En 1956, se separa José Benito de Amelia Caraballo, quien al parecer fue la mujer que realmente lo llenó en su vida sentimental. A raíz de la separación, que le causó una enorme tristeza, compuso uno de sus pasillos más conocidos y nostálgicos, “Pesares”:

¿Qué me dejó tu amor, que no fueran pesares?¿Acaso tú me distetan sólo un momentode felicidad? ¿Qué me dejó tu amor?,mi vida se pregunta. Y el corazón responde: “Pesares, pesares”

En el año 71, llega un nuevo amor a la vida del maestro José Barros, Dora Manzano, con quien tuvo sus tres últimos hijos, Katiuska, Veruska y Boris.

XI Epílogo glorioso

En sus últimos años, José Benito Barros recibió múltiples homenajes y reconocimientos, entre ellos un homenaje del Gobierno Nacional en el año 84, La Gran Orden del Ministerio de Cultura en el 99, un reconoci-miento de la Universidad Nacional de Colombia en el año 2002 y en ese mismo año el premio Nacional Vida y Obra, además del reconocimiento, la admiración y el cariño de todo el pueblo colombiano, que lo quiere y lo venera como una de sus grandes glorias.

Uno de los principales, si no el más importante orquestador y arreglista colombiano, el maestro Fran-

cisco Zumaqué, describía de esta manera la grandeza artística del maestro Barros: “Siempre me pareció un compositor extraordinario, que supo encontrar el tono preciso de la sensibilidad del pueblo colombiano, con un lenguaje sencillo, poético, pero a la vez noble y no rebuscado. José Barros sabía encontrar el tono preciso de la tonada, es decir, encontraba fácilmente el matrimonio entre la parte lírica y la parte melódica, una cosa que no es muy clara en muchos compositores colombianos”. a

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N O T I C I A S

Taller del Caribe Colombiano

En un ejercicio intelectual sin precedentes en los últimos tiempos, durante dieciocho meses el Observa-torio del Caribe Colombiano, el Centro de Estudios Económicos del Banco de la República (CEER) y Fun-desarrollo acometieron la tarea de reflexionar sobre las políticas públicas que Colombia necesita para reducir las desigualdades regionales.

El proyecto, que se irradió a lo largo y ancho de la Región Caribe, se desarrolló en cuatro etapas. En primer término, en agosto de 2006, se efectuó en Car-tagena un coloquio de economistas. Y seguidamente, dos encuentros con empresarios y líderes gremiales. La tercera etapa consultó las expectativas de este segmento geográfico, mediante la organización de ocho talleres regionales, verificados en las ciudades capitales. En efecto, en un lapso de seis meses, amplios sectores aca-démicos, sociales, económicos, empresariales y políticos se dieron cita para debatir los obstáculos al desarrollo social y económico y exponer recomendaciones sobre áreas vitales para el progreso regional del Caribe. Por último, el 1 y 2 de noviembre, como colofón del año y medio de análisis, debates y diagnósticos, en la ciudad de Barranquilla se verificó el “Taller del Caribe Colom-biano”. En este evento se propuso la creación de un fondo de compensación regional, la recomposición de los patrones de crecimiento regional, la aceleración en la lucha contra la pobreza, la ejecución de un amplio plan de nutrición infantil, la mejora sustancial del sistema educativo, el fortalecimiento del campo científico y la innovación, y darle a la cultura y al ambiente catego-rías de medio y fin dentro de una nueva dimensión de desarrollo.

Cátedra del Caribe Colombiano

En el curso del 2007 se realizaron 16 Cátedras del Caribe Colombiano, en cinco ciudades de la Región.

En el mes de marzo, en virtud de un convenio rea-lizado entre el Observatorio del Caribe Colombiano y la Universidad de Puerto Rico en Arecibo, se efectuaron dos Cátedras en Cartagena y Barranquilla, respectiva-mente. En la ciudad de Cartagena, en el Salón Daniel Lemaitre de la Cámara de Comercio, el historiador Carlos Altagracia Espada analizó los dispositivos parti-culares de poder en Puerto Rico a inicios del siglo XIX, en la ponencia titulada “La utopía del territorio perfec-tamente gobernado: miedo y poder en la época de Miguel de La Torre, Puerto Rico 1822 – 1837” y en Barranquilla, el 6 de marzo, en el Salón Múltiple del Teatro Amira de la Rosa, disertó sobre “Las máscaras de la identidad: poder y exclusión en la construcción de la identidad en América Latina del siglo XIX al XX”. Esa misma noche en Barranquilla, el historiador José Rodríguez Vázquez discurrió acerca de «La identidad nacional en el contexto de América Latina, del siglo XIX al XX».

En el mes de abril el abogado, periodista y escritor, Ramiro de la Espriella, en diálogo con su hija Claudia de la Espriella, especialista en literatura latinoameri-cana, presentó la “Imagen sensible de García Márquez”,una amena y pintoresca recreación de la figura y obra de nuestro Nobel de Literatura, a partir de la evocación juvenil del amigo que empezaba a dar sus primeros pasos literarios y periodísticos en Cartagena y Barranquilla. Esta cátedra, gratamente saludada por el público, se verificó el 17 de abril en Cartagena, en la Casa de Bolívar, y el 18 en Barranquilla, en el Salón Múltiple del Teatro Amira de la Rosa.

Con ocasión del décimo aniversario del falleci-miento del poeta Raúl Gómez Jattin, el Observatorio del Caribe Colombiano y el Centro Cultural “Raúl Gómez Jattin”, organizaron la Cátedra del Caribe “Laobra de Raúl Gómez Jattin, aniversario de su muerte”,que se realizó el 24 de mayo en Cereté, Córdoba. Gabriel Ferrer, doctor en Letras Latinoamericanas e investigador de la literatura del Caribe colombiano, examinó el elemento vernáculo y visceral que caracte-

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rizó el lenguaje del poeta, abordando tópicos como la oralidad, la prisión, la zoofilia, la muerte, el tiempo y la memoria, entre otros.

En el marco de la Cátedra del Caribe Colombiano se presentó el libro La Ceiba de la Memoria, la más reciente novela del escritor Roberto Burgos Cantor. El evento, realizado el 14 de junio en el Salón Daniel Lemaitre de la Cámara de Comercio de Cartagena, contó con la participación del periodista e historiador Gustavo Bell Lemus y el crítico literario Ariel Castillo Mier, quienes analizaron la obra desde las perspectivas histórica y literaria, respectivamente. En el evento, el escritor Oscar Collazos y el poeta Rómulo Bustos deleitaron a la concurrencia leyendo fragmentos de la novela.

Como resultado de un proyecto conjunto adelan-tado entre el Observatorio del Caribe Colombiano y la Fundación de Música, y auspiciado por el Ministerio de Cultura, se lanzó la Colección Oyendo el Caribe, que compila documentos sonoros de nuestras tradiciones musicales, desde la indígena y afro-colombiana, hasta las tendencias de música popular internacional, fuer-temente arraigadas en nuestra región. Esta Cátedra se

desarrolló el 26 de julio en Cartagena de Indias, en la casa del Marqués del Premio Real, y el 27 de julio en el municipio de San Juan Nepomuceno, en la sede de Corporación «Los 14». En ambas ciudades, el grupo de gaitas Los Bajeros de la Montaña, representante del folclor de los Montes de María, exhibió el trabajo inti-tulado “La acabación del mundo”, que corresponde al CD No. 2 de esta serie musical. Como continuación de este proyecto, el 30 de julio se realizó en la ciudad de Riohacha la presentación de Shivaldaman: Música de la Sierra Nevada de Santa Marta. (Cd No. 3). Hay que destacar que, en el marco de este mismo evento, efectuado en el Centro Cultural Departamental, se entregaron discos compactos a los familiares de los compositores de La Vieja Guardia de Riohacha: 1940-72, cuyo material integra el primer disco de la serie Oyendo el Caribe. Estas tres Cátedras fueron realizadas por Egberto Bermúdez, doctor en musicología e inter-pretación de música antigua en el King’s College de la Universidad de Londres, y cofundador de la Fundación de Música. Vale destacar que la Colección Oyendo el Caribe también tiene previsto realizar una serie de grabaciones in situ sobre las tradiciones musicales

Foto 1Ariel Castillo realizó la presentación de la conferencia. En la mesa principal José Rodríguez Vázquez, Madalina Barboza, Rafaela Vos Obeso y Weildler Guerra Curvelo.

Foto 2Durante el lanzamiento del libro La Ceiba de la Memoria, el poeta cartagenero, Rómulo Bustos leyó algunos textos del más reciente libro de Roberto Burgos Cantor. También parti-ciparon Oscar Collazos, con la lectura de fragmentos; Gustavo Bell, Lemus, quien presentó la novela desde su visión periodística; Madalina Barboza Senior, directora del Observatorio del Caribe Colombiano; el escritor Roberto Burgos Cantor y Ariel Castillo Mier, quien realizó la presentación de la novela desde el punto de vista literario.

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caribeñas, incluyendo el archipiélago de San Andrés y Providencia. La colección incluye discos compactos sobre la música de las comunidades Wayuu y las Kogui, Ijka, Sanka y Kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta. Asimismo, documentos de la música folclórica y religiosa (bautista, adventista, católica e islámica) del archipiélago de San Andrés y Providencia. Adicio-nalmente, se prevé una reedición actualizada de los documentos grabados hace más de cincuenta años en el Palenque de San Basilio (Bolívar), que constituiría el aporte de la música afrocolombiana a esta excelente colección.

La Cátedra del Caribe Colombiano, evento con-certado con el Ministerio de Cultura, y apoyado por el Sistema Universitario Estatal del Caribe, realizó el lan-zamiento del libro Un Caribe sin Plantación, compilado por Alberto Abello Vives, ex director del Observatorio del Caribe Colombiano, el 23 de julio en San Andrés Isla, el 7 de septiembre en Cartagena de Indias y el 17 de septiembre en Santa Marta.

Becas Héctor Rojas Herazo

Los proyectos Hitos históricos y urbanos del Caribe colombiano. El barrio El Prado de Barranquilla, pre-sentado por los investigadores Ricardo Adrián Vergara Durán y Antonino Vidal Ortega y Saint Andrew Island. Everything you have to know (San Andrés Isla. Todo lo que debes saber), presentado por Luz Viana Christopher Britton y Magda Masquita McKeller, ganaron la novena convocatoria de las Becas de Investigación “Héctor Rojas Herazo”, realizada por el Observatorio del Caribe con el apoyo del Ministerio de Cultura.

El primer trabajo determina la importancia de El Prado en la Barranquilla actual y establece en qué medida los problemas que afectan a este barrio son sintomáticos de la ciudad misma. De esta manera propone generar un espacio para el reconocimiento y la apropiación del valor patrimonial histórico, cultural y arquitectónico del barrio, antes de que sucumba ante los patrones de consumo del espacio, propios de la economía neoliberal.

El segundo trabajo investiga y devela aspectos his-tórico-geográficos del territorio de San Andrés Isla, con el objetivo de transformarlos en herramientas significa-tivas para que los niños y niñas de la isla conozcan su

Foto 3Ramiro de la Espriella en diálogo con su hija Claudia, evocando desde su perspectiva del amigo de juventud y compañero de ideas de García Márquez, los prodigio-sos años cartageneros y barranquilleros del Nobel, sus lecturas e inicios periodísticos y literarios, y las pintorescas anécdotas de juventud y sus amigos, fundamentales en la renovación cultural y vital del Caribe colombiano.

Foto 4Público asistente a la Cátedra del Caribe “La obra de Raúl Gómez Jattin, aniversario de su muerte”, que se realizó el 24 de mayo en Cereté, Córdoba.

Foto 5Salvaguardia palenque

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historia, y desarrollen y fortalezcan su identidad étnica y cultural. Las autoras buscan fortalecer el sentido de pertenencia e identidad de los sanandresanos, a través de un texto educativo, dirigido a menores en edad escolar, que describa los aspectos primordiales de la población nativa raizal sanandresana, tales como sím-bolos emblemáticos, relieve, clima, fauna, superficie, población, vivienda, comunicación y acontecimientos históricos referentes al descubrimiento, poblamiento y formación de la cultura raizal de la isla.

Feria del Libro de Santo Domingo

Bajo el lema “Colombia País Caribe”, nuestra nación asistió como invitada de honor a la X Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, que se realizó del 23 de abril al 6 de mayo. El Observatorio del Caribe Colombiano participó activamente en dicho certamen con conferencias, paneles, exposi-ciones y presentación de libros. Ariel Castillo Mier, coordinador de la Cátedra del Caribe, presentó la ponencia “Antes y después de García Márquez en las letras del Caribe colombiano” y Madalina Barboza, directora ejecutiva (e) del Observatorio participó con una disertación: “Detener la mirada para observar el Caribe: la experiencia vital del Observatorio del Caribe Colombiano”. Adicionalmente se organizaron los paneles: Un Caribe sin Plantación, con la parti-cipación de María Teresa Ripoll, Adelaida Sourdis Nájera, Adolfo Meisel Roca y Gustavo Bell Lemus y Frontera Caribe, con la participación de Gustavo Bell Lemus, Adolfo Meisel Roca, Weildler Guerra y María Teresa Ripoll.

3 proyectos de Salvaguardia

CARNAVAL DE BARRANQUILLA

Con el objeto de proteger y revitalizar el Carnaval de Barranquilla como espacio cultural hasta el año 2013, se puso en marcha la primera etapa del Plan Decenal de Salvaguardia en el que intervienen el Observatorio del Caribe Colombiano, el Parque cultural del Caribe, la Fundación Carnaval de Barranquilla y el Instituto Distrital de Cultura de Barranquilla. Este Plan consta de cuatro etapas: la primera, de investigación y docu-

mentación; la segunda, de preservación y conservación; la tercera, de apoyo a los actores del carnaval; y la última, de divulgación.

El Observatorio del Caribe Colombiano realiza actualmente un inventario de las diez expresiones más amenazadas del Carnaval de Barranquilla que se encuentren en particular riesgo de desaparición. Este proyecto es dirigido por la investigadora cultu-ral y psicóloga social con estudios de Antropología y Comunidad, Mirtha Buelvas. El inventario se está adelantando a partir del concepto básico de patri-monio inmaterial señalado por la UNESCO. En este proceso se emplean metodologías de grupos focales y talleres con académicos, lideres y juntas comunales, lo que permite, además de identificar cuáles son las manifestaciones amenazadas e importantes para la comunidad, estimular su reconocimiento y valora-ción.

SALVAGUARDIA DEL PALABRERO WAYUU

En el mes de marzo el Observatorio del Caribe Colombiano, con el apoyo del Ministerio de Cultura, realizó una serie de talleres en la ciudad de Riohacha, yen las poblaciones de Uribia y Nazareth, que hacen parte del Proceso de Identificación y Recomendaciones de Salvaguardia (PIRS) de la Institución del Palabrero Wayuu, exaltada como Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional en noviembre de 2004. Este pro-yecto abarcará todo el departamento de la Guajira, en Colombia, y los municipios de Maracaibo, Mara y Páez, en el territorio guajiro de Venezuela, donde reside un número significativo de esta etnia.

El palabrero es un patrimonio Cultural Inmaterial del Pueblo Wayuu, que ancestralmente ha basado su existencia en el sistema de compensaciones. Los pala-breros wayuu, asociados a los pájaros por su despliegue retórico, actúan como intermediarios y conciliadores en la solución de disputas interétnicas, con un poder de ejercicio de influencia que a veces les permite ser algo muy semejante a unos “árbitros”.

En el caso del Palabrero wayuu, este proyecto de “salvaguardia” busca garantizar la viabilidad de un patrimonio cultural inmaterial, en términos de identi-ficación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, transmisión y revitalización.

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SALVAGUARDIA DE SAN BASILIO DE PALENQUE

El Observatorio del Caribe y la Universidad de Antioquia, con el apoyo del Ministerio de Cultura, avanzan en el Proceso de Identificación y Recomenda-ciones de Salvaguardia de las manifestaciones asociadas a San Basilio de Palenque, como espacio cultural de excepcional valor para el patrimonio oral e intangible de la humanidad, 2005-2010.

Este proceso, que tiene una duración de nueve meses, pretende generar un espacio de participación comunitaria la población palenquera e identificar, prio-rizar y documentar las manifestaciones que componen el patrimonio inmaterial de San Basilio de Palenque -tradición oral, prácticas asociadas al ritual del lumbalú, medicina tradicional, expresiones asociadas al tambor-, y elaborar un plan de recomendaciones de salvaguardia de esas manifestaciones.

Leer el Caribe

En su primer lustro de actividades, el programa Leer el Caribe, que divulga y fomenta la lectura entre niños y jóvenes a través de los escritores regionales, tributó en el año 2007 un homenaje a Gabriel García Márquez.

El proyecto centró sus actividades en la obra cuen-tística del Nobel, desde 1947 hasta los cuentos más recientes que aún no han sido reunidos en libros. En efecto, Ariel Castillo Mier, conferencista y profesor, analizó la evolución temática y estilística de García Márquez, señalando sus aportes a la narrativa con-temporánea en Colombia. Del 22 al 24 de febrero, en la Casa de Bolívar, Castillo Mier compartió sus cono-cimientos sobre Gabo con los docentes de la red de educadores de castellano del Distrito de Cartagena. En este programa participaron el Observatorio del Caribe Colombiano, el Banco de la República, la Universidad de Cartagena y la Secretaría de Educación Distrital.

El Observatorio del Caribe en el IV Congreso de la Lengua Española

En el marco del IV Congreso de la Lengua Espa-ñola y la III Feria del Libro, realizados en Cartagena de Indias entre el 26 al 29 de marzo, el Observatorio del Caribe Colombiano participó con el conversato-

rio “Desarmar el lenguaje para hablarnos de paz”, dirigido por el investigador y antropólogo Weildler Guerra Curvelo. Posteriormente, en la conferencia “La investigación en el Caribe colombiano”, Weildler Guerra y Alberto Abello, ex directores del Observatorio, disertaron sobre el desarrollo de la investigación en el Caribe colombiano, y el desempeño del Observatorio en este sentido.

Desarrollo fronterizo en La Guajira

El Observatorio del Caribe Colombiano, en convenio con la Gobernación de La Guajira, efectuó la identificación de temas, sectores y proyectos que puedan ser desarrollados conjuntamente por Colombia y Venezuela, en procura de una integración fluida en aspectos sociales, culturales, económicos y ambienta-les, aprovechando las potencialidades que presenta la región fronteriza.

Las investigaciones presentadas el mes de mayo en la ciudad de Riohacha fueron: “Estudio sobre el desarrollo de la Zona de Integración Fronteriza (ZIF) entre el departamento de La Guajira en Colombia y el estado Zulia en la República Bolivariana de Venezuela: antecedentes e identificación de temas y proyectos priori-tarios”, a cargo del Grupo Regional de Investigación en Economía y Competitividad en el Caribe colombiano, del Observatorio del Caribe Colombiano y “Proyecto de Integración Fronteriza para el departamento de La Guajira”, realizado por la firma consultora Araujo Ibarra & Asociados, contratada por el Observatorio del Caribe Colombiano.

Lanzamiento del libro Un Caribe Sin Plantación

Las memorias de la primera versión virtual de la Cátedra del Caribe Colombiano, fueron recogidas en el libro Un Caribe sin Plantación. Esta idea fue desarro-llada por la Universidad Nacional de Colombia, Sede Caribe, y el Observatorio del Caribe Colombiano, entidades que han unido esfuerzos para estudiar las relaciones e intercambios que hay entre esta región de Colombia y el Gran Caribe.

El lanzamiento de la obra se realizó en tres ciudades del Caribe: en San Andrés Islas, el 23 de julio, en la sede de la Universidad Nacional; en Cartagena de Indias, el 7

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de septiembre en la Casa del Marqués del Premio Real; y, en Santa Marta, el 17 de septiembre, en la Quinta de San Pedro Alejandrino. En la ciudad de Cartagena, se presentó conjuntamente el libro La región y sus orígenes,publicado por el Parque Cultural del Caribe, en su colección Manglaria. Ambos libros fueron presentados por el periodista, abogado, historiador y director del periódico El Heraldo, Gustavo Bell Lemus.

Un Caribe sin Plantación, compilado por el eco-nomista, investigador y ex director del Observatorio del Caribe Colombiano, Alberto Abello Vives, reúne las participaciones en el debate sobre la inexistencia del sistema de plantaciones esclavistas y azucareras en el Caribe neogranadino durante el periodo colonial, por parte de ocho investigadores y profesores, Ernesto Bassi Arévalo, Adelaida Sourdis Nájera, María Teresa Ripoll, Adolfo Meisel Roca, Germán Márquez Calle,

José Polo Acuña y Marta Herrera Ángel, vinculados a la Universidad Nacional, la Universidad de los Andes, el Banco de la República, la Universidad Jorge Tadeo Lozano, la Universidad de Cartagena y la Universidad Tecnológica de Bolívar. A los autores, entre los que se encuentran historiadores, economistas, geógrafos y biólogos, los une su objeto de estudio, el Caribe colombiano, y la pertenencia a la Red Ocaribe de investigadores, coordinada por el Observatorio del Caribe Colombiano.

GEO Cartagena

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Alcaldía Distrital de Carta-gena a través del Establecimiento Público Ambiental (EPA) y el Observatorio del Caribe Colombiano,

Foto 6Cátedra Leer el caribe

Foto 7Geo Cartagena

Foto 8Después de la presentación de la Serie Oyendo el Caribe, por Egberto Bermúdez, el grupo de gaita “los Bajeros de la Montaña”, ofrecieron un concierto al público asistente. El evento se realizó en la Casa del Marqués del premio Real, en la Plaza de la Aduana.

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iniciaron el proceso para la preparación del informe Perspectivas del Medio Ambiente Urbano, GEO Cartagena, con el fin de entender mejor las dinámicas ambientales de la ciudad y suministrar información confiable y actualizada que permitan optimizar la gestión ambiental urbana.

El 25 y 26 de julio, en el Palacio de la Inquisición, se realizó el Taller de Revisión y Validación, en el que los asistentes trabajaron el borrador del informe final, debatiendo sobre los principales problemas ambien-tales que afectan a la ciudad, en su orden: ocupación de zonas de alto riesgo, deterioro de los cuerpos de agua y escasez de áreas verdes en virtud de la creciente expansión urbana y la población.

Simposio de Historia de Cartagena

Del 12 al 14 de septiembre se realizó en el Teatro Heredia “Adolfo Mejía”, el VII Simposio sobre la Historia de Cartagena, “La Ciudad en la época de la Independencia 1808- 1821”, evento fue organizado por el Área Cultural del Banco de la República y el Obser-vatorio del Caribe Colombiano.

El encuentro reunió a un destacado grupo de espe-cialistas que examinó la vida de Cartagena durante este período, desde diversos ángulos: vida política, econó-mica y social de la ciudad durante la Independencia, aspectos militares, el sitio de Morillo, la iconografía de la época, las fiestas de la Independencia, la arqui-tectura, la literatura y prensa. Durante los tres días del Simposio, intervinieron notables investigadores nacionales como Eduardo Posada Carbó, Isidro Vane-gas, Armando Martínez, Ernesto Bassi, Javier Ortiz, Renán Silva, Joaquín Viloria, Raúl Román, Adelaida Sourdís, Luis Alarcón, Rodolfo Segovia, Adolfo Meisel, Salomón Kalmanovitz, Haroldo Calvo, Marco Palacio, Alberto Samudio, Germán Bustamante, Ariel Castillo, Maria Teresa Ripoll, Beatriz González, Gina Ruz, Alberto Abello, Margarita Garrido, Catalina Reyes, Gustavo Bell, Jaime Jaramillo Uribe y Jorge Orlando Melo. Entre los historiadores extranjeros, participaron Manuel Lucena, Inés Quintero, Rebeca Earle, Marixa Lasso, Steinar Saether, José Manuel Serrano y Anthony McFarlane.

Foto 9A la Cátedra del Caribe “Un Caribe sin Plan-tación” asistieron Madalina Barboza, Directora del Observatorio del Caribe Colombiano, Carmen Arévalo, directora del Parque Cultural del Caribe, Gustavo Belll Lemus, quien realizó la presentación del libro y los autores María Teresa Ripoll, Adolfo Meisel Roca y José Polo.

Foto 10Alberto Abello, compilador del libro “un Caribe sin Plantación”

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A U T O R E S

Julio Oñate Martínez Nació en Villanueva, Guajira el 13 de febrero

de 1942. ingeniero agrónomo de la Universidad del Tolima; Compositor popular, ganador de varios festi-vales de Canción Inédita. Estudioso de los ancestros musicales, no sólo del vallenato sino de los diferentes aires del Caribe y sus intérpretes. Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2007 por un trabajo radial sobre la vida del compositor José Barros cuya versión escrita presentamos en este número de Aguaita. Entre sus composiciones se destaca “La Profecía”, un paseo de tema ecológico que advierte sobre el avance del desierto de la Guajira debido a los daños ocasionados por los algodonales y otros cultivos comerciales. Ha publicado dos libros como resultado de sus investiga-ciones folclóricas: El ABC del vallenato (2003) y Cuando Matilde camina (2006)

Julio Marino Barragán Santa Marta. Antropólogo de la Universidad de los

Andes. Hace más de 20 años es asesor de la organización Gonawindúa Tayrona de la que forman parte los grupos indígenas de la sierra nevada de Santa Marta.

Dairo Barriosnuevo [email protected] Nacido en Guaranda (Sucre) el 5 de octubre de

1968. Estudia Artes Plásticas en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico. Ha participado en diversas exposiciones colectivas desde 1987 e indivi-duales desde 1993. Ha publicado crónicas y ensayos en la prensa de Barranquilla. Su obra recrea reiteradamente el ámbito de la cultura popular de las verbenas, los picós y los bailadores.

Paola Quintero Puentes. [email protected] y Magíster en Estudios del Caribe de

la Universidad Nacional de Colombia. Experiencia en procesos investigativos, de planeación estratégica y de formulación y gestión de proyectos. Fue asistente de investigación del grupo Economía y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia Sede San Andrés. En el área de gestión cuenta con la experiencia como asesora de la Dirección de Gestión de la Sede Bogotá y como asesora de la Dirección Nacional de Inves-tigación de la Universidad Nacional. Durante su vinculación al Observatorio del Caribe Colombiano (2004 – septiembre de 2007) participó en el Grupo de investigación sobre economía y competitividad del Caribe en proyectos sobre turismo y desarrollo fronte-rizo. En 2007 el Programa de Becas Alban de la Unión Europea la seleccionó para realizar un Máster Oficial en Planificación Territorial y Desarrollo Regional en la Universitat de Barcelona (España), el cual está ade-lantando actualmente.

Jorge Quintero Otero [email protected]ía, 1982. Economista de la Universidad

de Cartagena. Está vinculado al Observatorio del Caribe Colombiano como investigador económico y es docente catedrático de la Universidad de Cartagena. En el año 2004 fue seleccionado por Colciencias como beneficiario del programa jóvenes investigadores e innovadores. Ha publicado diversos estudios, entre ellos: Competitividad en la industria manufacturera de Cartagena de Indias: un análisis de eficiencia técnica en el período 2001-2004; Eficiencia técnica y cambio en la

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productividad en las empresas turísticas de Cartagena, 2001-2004: ¿Qué tan competitivos son los hoteles y las agencias de viajes locales?; Eficiencia en costos en el Sistema Bancario Colombiano, 1989-2003; Indicador global de competitividad para Cartagena de Indias 2006; y El rompecabezas de la investigación económica en el Caribe Colombiano: Balance de la última década.

Roger Pita Pico [email protected]ólogo de la Universidad de los Andes Magíster

en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana Espe-cialista en Política Social de la Universidad Javeriana Actualmente trabajo como consultor de la Escuela Superior de Administración Pública.María Salud Elvás Iniesta

[email protected](Sevilla, 1979). Licenciada en Historia (Itinerario

Curricular en Historia de América) por la Universidad de Sevilla en 2002. Obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en julio de 2006. Actualmente, es alumna de Tercer Ciclo en la Universidad de Sevilla, realizando su Tesis Doctoral titulada Sociedad y Vida Cotidiana en Cartagena de Indias, 1580-1640, bajo la dirección de la Dra. Carmen Gómez Pérez, Profesora Titular del Departamento de Historia de América de la Universi-dad de Sevilla. Asistente Honorario del Departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla, desde el año 2003. Becaria del Smithsonian Tropical Research Institute, entre septiembre de 2003 y octubre de 2005, bajo la dirección del Dr. Héctor Guzmán. Además de su Tesis Doctoral, es documentalista histó-rico y experta en la búsqueda documental en los fondos del Archivo General de Indias de Sevilla.

Ernesto Bassi Arévalo. [email protected] de la Universidad de Los Andes con

maestría en Historia de América Latina del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres y magíster en Historia del Mundo Hispánico del Con-sejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, España. Actualmente realiza estudios de doctorado en la Universidad de California, Irvine. Ha sido profesor del departamento de historia de la Universidad de Los Andes y pasante del Observatorio del Caribe colombiano.

Gerson JavierPérez [email protected] y Magíster en Economía de la Uni-

versidad del Rosario, actualmente adelanta estudios de posgrado en Economía en la Universidad de Essex, Inglaterra. Editor del libro Microeconomía de la Ganadería en Colombia, y autor de varios artículos en temas de Economía Regional, ha sido profesor en las Universidades del Rosario, Javeriana y Tecnológica de Bolívar. Actualmente pertenece al Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) del Banco de la Repú-blica en Cartagena. Una versión del artículo incluido en esta revista fue publicada en la serie Documentos de Trabajo Sobre Economía Regional del Banco de la República – Sucursal Cartagena.

Hugo Chaparro Valderrama Nació en Bogotá, en 1961. Es escritor, historiador

y crítico cinematográfico y literario. Ha publicado las novelas El capítulo de Ferneli (1992) y Si los sueños me llevaran hacia ella (1999); los libros de ensayos Lo viejo es nuevo y lo nuevo es viejo y todo el jazz de New Orleans es bueno (1992); Alfred Hitchcock. El miedo hecho cine(2005) y Del realismo mágico al realismo trágico (2005);dos libros de poemas que han merecido el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia: Imágenes de un viaje (1993) yPara un fantasma lejano (1998); un cuento infantil, El amor de una jirafa (2004), y una antología de testimo-nios cinematográficos, El evangelio según Hollywood (2005). Fue becario del International Writing Programde la Universidad de Iowa (Estados Unidos) durante el otoño de 2002. En la actualidad prepara la publicación de una novela sobre el México rural de los años veinte y es director de los Laboratorios Frankenstein.

Gabriel Alberto Ferrer Ruiz [email protected] e investigador de la literatura del Caribe

colombiano. Docente de la Universidad del Atlántico. Ha publicado los libros de poemas Veredas y otros poemas y Sinuario y los ensayos Etnoliteratura wayuu. Magister en Literatura Latinoamericana del Instituto Caro y Cuervo y Doctor en Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, dirige el Centro de Estudios e Investigaciones Literarias del Caribe (Ceilika) y la revista Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica.

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Alberto Abello Vives [email protected] Marta, Magdalena. Economista de la

Universidad Externado de Colombia. Magíster en Estudios del Caribe de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Formulación y Evaluación de Proyectos de Inversión de la Universidad del Norte. Posgrado en Métodos y Técnicas de Investigación Aplicadas a las Ciencias Sociales y la Educación (Uni-versidad de Cartagena/PIIE Chile/Icfes). Ex director del Observatorio del Caribe Colombiano. Miembro de la red Ocaribe de investigadores. Actualmente es el Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Autor y compilador de varios libros entre los que se encuentran: La región y la economía mundial. Cedetrabajo. Bogotá. 1997; El Caribe colombiano, la realidad regional al final del siglo XX. Coordinador con Cecilia López Montaño. DNP. Observatorio del Caribe colombiano. Tercer Mundo. 1998; La Costa que queremos, reflexiones sobre el Caribe colombiano en el umbral del 2000. Coeditor con Cecilia López Montaño. DNP. Universidad del Atlántico, Obser-vatorio del Caribe colombiano. 1998; Directorio de profesionales para la investigación en el Caribe colom-biano. Fonade. Observatorio del Caribe Colombiano. 1998; Estructura industrial del Caribe colombiano (19741996). Coautor y director de la investigación. Observatorio del Caribe Colombiano. 2000. Pobla-miento y Ciudades del Caribe colombiano. Compila-dor conjuntamente con Silvana Giaimo. Observatorio del Caribe Colombiano. 2000; El Caribe en la Nación Colombiana; compilador. Memorias de la X Cátedra Ernesto Restrepo Tirado del Museo Nacional y el Observatorio del Caribe Colombiano. Bogotá (2006). Director de la revista Economía & Regiones de la facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Tecnológica de Bolívar, exdirector de la revista Aguaita del Observatorio del Caribe Colombiano y cofundador de la revista RegionEs (Crece, Iner, Observatorio del Caribe Colombiano). Fue asesor cultural de Expo Caribe Espléndido del Museo Nacional y del proyecto de la Casa Museo de GGM en Aracataca.

Manuel Guillermo Ortega Hernández (Guillermo Tedio)

[email protected] titular de la Universidad del Atlántico.

Magister en Literatura Latinoamericana del Instituto Caro y Cuervo. Cuentista, ha publicado dos libros de cuentos, La noche con ojos y También la oscuridad tiene su sombra y numerosos ensayos de crítica literaria en diversas revistas de Colombia y el exterior. Director del Grupo de Investigación Literaria (Gilkarí), inscri-tos en COLCIENCIAS, en categoría A, y de la revista electrónica lacasade asterion.homestead.com.

Ariel Castillo Mier [email protected] en Filología e Idiomas de la Uni-

versidad del Atlántico con estudios de Maestría en Letras Iberoamericanas en la Universidad Nacional Autónoma de México y de doctorado en Letras His-pánicas de El Colegio de México. Miembro del Grupo de Investigación Literaria (Gilkarí), profesor de la Universidad del Atlántico, coordina la Cátedra del Caribe Colombiano, programa del Observatorio del Caribe Colombiano y editor de la revista Aguaita del Observatorio del Caribe Colombiano. Premio Nacio-nal de Periodismo Simón Bolívar (2002). Compilador de Respirando el Caribe. Memorias de la Cátedra del Caribe Colombiano y Feedback Editor y prolo-guista del libro de crítica literaria de Carlos J. María, Feedback. Notas de crítica literaria y literatura colom-biana antes y después de García Márquez, (1997); del diccionario de Adolfo Sundheim, Vocabulario costeño o lexicografía de la región septentrional de la República de Colombia (1998); de Respirando el Caribe. Memorias de la Cátedra del Caribe Colombiano (2001) y coeditor del libro Meira Delmar Poesía y Prosa, (2003).

Francisco Avella [email protected]

Geógrafo, Profesor Asociado. Secretario de Sede, Instituto de Estudios Caribeños Universidad Nacio-nal de Colombia, Sede Caribe. Sociólogo, Univer-sidad Nacional De Colombia - Bogotá, Colombia . Especialista en Cider - Universidad Los Andes, Colombia, Maestría/Magíster en Uer 08 Epistemolo-gie e Histoire de La Géographie -Universite de Paris I (Pantheon-Sorbonne), U.P. I, Francia. Doctorado

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en Etudes de L’amerique Latine Et Des Caraïbes - Universite de Paris III (Sorbonne-Nouvelle), U.P. III, Francia.

James J. AlstrumNew Haven, Connecticut, 1946. Licenciado en

Español de la Universidad de Fairfield. Magister y Doctorado en Español y Literatura Hispanoameri-cana de la Universidad de Vanderbilt. Profesor de Illinois State University desde 1981. Ha publicado La sátira y la antipoesía de Luis Carlos López (1986) y La generación desencantada de Golpe de Dados.Ha publicado ensayos sobre prosa y poesía hispa-noamericana y colombiana en Boletín Cultural y Bibliográfico, Hispania, Chasqui, Letras Nacionales, Revista de Estudios Colombianos, Hojas Universitarias y Thesaurus, entre otras.

Elisabeth [email protected]óloga. Diplomada por el Departamento

de Ciencias Sociales y Económicas de la Escuela Normal Superior de París. Doctora en Sociología de la Universidad de Toulouse II (2000). Profesora asistente en el Instituto de Altos Estudios para Amé-rica Latina –IHEAL- de la Universidad de París III (1999 – 2001) e investigadora del Instituto Francés de Estudios Andinos en Bogotá (2002). Actualmente se desempeña como investigadora del Instituto de Inves-tigaciones para el Desarrollo –Institut de Recherche pour le Developpement, IRD-. Es investigadora asociada del Instituto Colombiano de Antropología e Historia –ICANH-. Ha publicado en diversas revistas científicas, tales como Aguaíta, Virajes, Revista Colombiana de Antropología, Beyon Law, Cahiers des Ameriques Latines, entre otras. Su libro, publicado en un esfuerzo conjunto por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia –ICANH–, la Universidad de Los Andes, el Instituto Francés de Estudios Andinos y el Observatorio del Caribe Colombiano, titulado “Identidades a flor de piel. Lo “negro” entre apariencias y pertenencias: categorías raciales y mestizaje en Cartagena”, es reseñado en esta nueva edición de Memorias.

Álvaro Medina [email protected]ó en Barranquilla en 1942. Profesor de

Historia del Arte, vinculado al Instituto de Inves-tigaciones Estéticas de Universidad Nacional de Bogotá. Arquitecto, narrador y crítico e historiador del arte. En los años sesenta militó en el movimiento nadaísta y escribió en las prensa barranquillera con el seudónimo “José Gabriel Jorge”. Integrante de la Comisión Coordinadora del Suplemento del Diario del Caribe, 1973-1979. Autor de Procesos del arte en Colombia, 1978; El arte colombiano de los años veinte y treinta, 1994, premio nacional de cultura Colcultura; Desierto en sol mayor (novela, 1993), y Edgar Negret(monografía). Ha residido gran parte de su vida en los Estados Unidos y Francia, Finalista en el Premio Biblioteca Seix Barral con una novela aún inédita, Papa Rey. Desarrolla en la actualidad una investiga-ción sobre el arte prehispánico en América.

Nelly García GavidiaNacida en la ciudad de Cabimas. Licenciada en

Filosofía en la Universidad del Zulia. Doctora en Sociología de la Universidad de París VII, en la cual obtuvo la especialidad en Etnología y la diplomatura en Sociología de las Religiones. Profesora titular en la Universidad del Zulia donde coordina la Maestría en Antropología. es investigadora adscrita al Laborato-rio de Antropología Social y Cultural de la Facultad Experimental de Ciencias.

Carlos Adán Valbuena Chirinos [email protected] en la ciudad de Maracaibo. Licenciado

en Comuicación Social, en la mención Desarrollo Comunitario. Magíster Scientiarum en Antropo-logía Social y Cultural de la Universidad del Zulia. Se desempeña como Director de Información y Publicaciones de la Secretaría de Cultura del Estado Zulia. En su carrera académica ocupa la categoría de profesor agregado en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia, donde es además Jefe de la Cátedra de Antropología Cultural del Departamento de Sociología y Antropología. Es investigador adscrito al Laboratorio de Antropología Social y Cultural de la Facultad Experimental de Ciencias

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Carlos Dávila Ladrón de Guevara Profesor titular de la Facultad de Administración

de la Universidad de los Andes Ph.D. y M.A. de la Universidad de Northwestern

Patricia Iriarte Diaz [email protected]é. Comunicadora Social de la Universidad

Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Tesista de la Maestría en Estudios del Caribe de la Universidad Nacional. Investigadora del Grupo Regional de Investigación en Cultura y Sociedad, del Observatorio del Caribe Colombiano. Ha publicado dos poemarios: Mal de amores (1992) y Territorio de delirio (1998) y cuenta con un tercer libro inédito. También es autora del Manual para cubrir la guerra y la paz (1999) y del reportaje biográfico a Totó La Momposina Totó, nuestra diva descalza (2004), trabajo ganador de una Beca Nacional de Creación del Ministerio de Cultura en el 2001, en la categoría de Periodismo escrito. Ha sido periodista, editora y realizadora audiovisual y ha estado vinculada a diversos proyectos museográficos de la región. Actual-mente se desempeña como coordinadora de contenidos del Museo del Caribe, proyecto central del Parque Cultural del Caribe, en Barranquilla.