visión de anáhuac de alfonso reyes-eugenia houvenaghel

17
 University of Pennsylvania Press is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Revista Hispánica Moderna. http://www.jstor.org "Visión de Anáhuac [1519]" de Alfonso Reyes: ¿Un intento de aunar a colonialistas e indigenistas? Author(s): Eugenia Houvenaghel Source: Revista Hispánica Moderna, Año 55, No. 1 (Jun., 2002), pp. 79-93 Published by: University of Pennsylvania Press Stable URL: http://www.jstor.org/stable/30203684 Accessed: 08-12-2015 23:47 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/  info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 129.108.9.184 on Tue, 08 Dec 2015 23:47:22 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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7/23/2019 Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes-Eugenia Houvenaghel

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http://www.jstor.org

"Visión de Anáhuac [1519]" de Alfonso Reyes: ¿Un intento de aunar a colonialistas e indigenistas?

Author(s): Eugenia HouvenaghelSource: Revista Hispánica Moderna, Año 55, No. 1 (Jun., 2002), pp. 79-93

Published by: University of Pennsylvania PressStable URL: http://www.jstor.org/stable/30203684Accessed: 08-12-2015 23:47 UTC

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7/23/2019 Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes-Eugenia Houvenaghel

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VISIONDE

NAHUAC

1519]

DE

ALFONSOREYES:

iUN

INTENTO DE AUNAR A COLONIALISTAS

E

INDIGENISTAS?

0. INTRODUCCION

VISIoN

e

Andhuac

[1519]1

es,

con

toda

justicia,

el

mis

afamado,

el

mis

estu-

diado,

el

mis

traducido

y

el

mis citado de los

ensayos

de Alfonso

Reyes.

El

lector

queda,

en

efecto,

sorprendido

ante

la

inigualable

belleza de

la

descrip-

ci6n

del valle de

Anihuac

que

el autor ofrece

en ese

ensayo.

La critica toda-

via no ha

adoptado

un

punto

de

vista

argumentativo

sobre el

ensayo;

al

hacerlo

de

acuerdo

con la

teoria

de los fines

de

la

antigua

ret6rica,

intentare-

mos

contribuir,

siquiera

sea

minimamente,

al

estudio

sobre este

celebre

rela-

to hist6rico.

Partimos,

efectivamente,

desde

el

punto

de

vista

general

de

que

no

existe

interpretaci6n

hist6rica inocente. El mero hecho de reducir

complejos

sucesos

pretrritos

a una visi6n

compacta

e

inteligible

de los mismos

supone

deforma-

ciones inevitables.

Ademis,

todo historiador es

hombre de un

tiempo y

de una

ideologia

determinados,

circunstancias desde las cuales mira al

pasado.

Asi es

que

cada historia

refleja

tanto los sucesos

pretrritos

como la mentalidad de su

autor-intrrprete.

Mis

concretamente,

la

historiografia

de

Hispanoambrica

constituye

una

excelente confirmaci6n

de esta

regla general que

acabo de resumir

y

segin

la

cual

muy

pocas

veces se

logra,

en

aquella disciplina,

la

objetividad.

Ha

habido

historias

prohispanistas

e historias

indigenistas

y

estas contrarias versiones de

los acontecimientos

principes

de la historia de

Hispanoamerica

han

legado

a

ser casi inconciliables.

Ms

que

una

historia,

se

ha establecido un debate entre

historiadores,

una

polemica

que

se vincula estrechamente con la

bisqueda

de

la

identidad de

Hispanoamnrica.

Para

ilustrarlo,

s6lo

tenemos

que

referirnos a

la conocida

polkmica

que,

en mitad del

siglo

xvt,

sostienen Las Casas

y

Sep1l-

veda.

En

definitiva,

teniendo en cuenta la

disputa

entre

hispanistas

e

indigenis-

tas

que

esti

presente

en todos los

grandes capitulos

de la historia

hispanoame-

ricana,

nuestra

aproximaci6n argumentativa

al

ensayo

hist6rico de Alfonso

Reyes

no

tiene,

pues,

nada de

extrafio.

1

Visidnde

Andhuac

[1519], O.C.,

t. II:

9-34.

En

adelante

abreviaremos: VA. De

Visi6n

deAndhuac

1519]

existen cinco ediciones

y

traducciones

para

mis

detalles

consuiltese

Alicia

Reyes

1976).

Reyes

elabora el texto en Madrid en

1915,

en

la

primera etapa

(1914-1919)

de

su estanciaen Madrid

1914-1924),

en la

que

se sostiene

exclusivamen-

te de la

pluma,

como

dice

Alicia

Reyes

(1976: 70),

"en

pobrezay

libertad",

durante a

que escribe no

s61o

Visionde Andhuac[1519], sino tambidn Cartonesde

Madrid

y El suici-

da.

(En

la

segunda etapa,

la de

1920

a

1924,

nuestro

autor va a

reintegrarse

al servicio

diplomitico.)

"Anihuac"

ignifica

"junto

l

agua,

cercano al

agua".

Para m~s detalles

sobre

el

origen y

el

significado

del

tnrmino

Anihuac, vrase

Guzmin Betancourt

(ed.)

(1998).

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80

EUGENIA HOUVENAGHEL

RHM,

LV

(2002)

La

clave

de lectura de

Visio6n

e

Andhuac

[1519]

nos es

proporcionada por

el

propio Reyes

al final del texto. En

efecto,

el

proyecto

de la obra se

revela,

exclu-

sivamente,

a la conclusi6n de la

misma,

cuando

el

propio

autor elucida

que

su

objetivo

consiste

en

agudizar

la

conciencia

hist6rica del

lector. 2

Su

intenci6n

consiste,

pues,

en

"interpretar

la

moraleja

de nuestra terrible

faibula

hist6rica".

El

autor

conseguiri

preservar

la tradici6n

hist6rica,

la memoria de los

origenes

indigenas

y

espafioles,

como

algo

que

forma

parte

de la vida

cotidiana,

merced

al

paisaje

americano,

aspecto

que,

ajuicio

de nuestro

ensayista,

se convierte en

el elemento de cohesi6n

por

excelencia

entre,

por

una

parte, el

americano del

siglo

xx

y por

otra,

el

indigena y

el

conquistador

espafiol.4

Efectivamente,

es

el

paisaje el

elemento

que,

presentindose

como nexo de uni6n entre los mexica-

nos

de

hoy y

los

conquistadores

e

indigenas

de

antafio,

puede

unir acordada-

mente

a

los

protagonistas

de diferentes

periodos

hist6ricos.

Mais

concretamente,

Reyes

establece la comuni6n del hombre de

hoy

con

el

conquistador y

el

indigena

de

ayer

merced a un

triple

lazo: el del esfuerzo

comfin

por

dominar la

naturaleza,

el

de la emoci6n

estrtica

ante

el mismo

pai-

saje

y

el de la emoci6n

hist6rica,

como se evidencia en el

siguiente

pasaje:

[...]

nos une con la raza de

ayer,

sin hablar de

sangres,

la comunidad del

esfuerzo

por

domefiar

nuestra naturaleza brava

y fragosa;

esfuerzo

que

es

la base bruta de la historia. Nos une

tambihn

la

comunidad,

mucho mas

profunda,

de la emoci6n cotidiana ante

el

mismo

objeto

natural. El cho-

que

de la sensibilidad

con

el

mismo

mundo

labra,

engendra

un alma

comfin.

Pero cuando no se

aceptara

lo uno

ni

lo otro -ni la obra de la

acci6n comfin, ni la obra de la contemplaci6n comfin-, convengase en

que

la emoci6n hist6rica es

parte

de la vida

actual,

y

sin su

fulgor,

nuestros

valles

y

nuestras montafias serian como un teatro sin luz.

(VA:34)

Inmediatamente,

dentro

del

contexto de la

disputa

hist6rica entre colonia-

listas o

tradicionalistas,

por

un

lado,

y

antiespafiolistas

e

indigenistas, por

otro,

2

El tema de la

importancia de que uno

estfi consciente de su pasado vuelve en el

poema

dramitico de

Alfonso

Reyes

titulado

Ifigenia

cruel,

en el

que

nuestro autor inter-

preta

el conflicto

trigico

en

el

sentido de

que Ifigenia

reclama su herencia de

recuer-

dos pasados y subrayaque ella tiene miedo de sentirse hufrfana de pasado.

S"Carta

a

Antonio Mediz-Bolio"

(1922),

Correo de

America,

Simpatiasy

diferencias

(quinta

serie),

O.C.,

t. IV:

420.

a

El

paisaje

ya

habia

atraido la atenci6n del

joven Reyes,

tal

y

como lo

atestigua

su

trabajo

titulado

"El

paisaje

en la

poesia

mexicana

del siglo

xIx"

(Capitulos

de literatura

mexicana

en

O.C.,

t.

I:

193-245),

redactado

por

e1

para representar

al

Ateneo

en

el

Con-

curso Artistico

y

Cientifico

del

Centenario. En

este

discurso,

trata de desarrollar la

famosa

afirmaci6n de Menendez

Pelayo

que

hacia

del

paisaje

el

fundamento de la

ori-

ginalidad

podtica

americana:

"lo

m~s

original

de la

poesia

americana",

dice

el critico

espafiol,

"es,

en

primer lugar,

la

poesia descriptiva

y,

en

segundo lugar,

la

politica"

(His-

toria

de la

poesia hispanoamericana:

0).

En

el capitulo

dedicado a Vision de Anahuac

[1519]

en

Historia

documentalde mis libros

(O.C.,

t. XXIV:

178-186),

el

propio

autor

subraya

la relaci6n

entre esta obra

y

Vision de Andhuac

[1519],

dado

que aprovechari

algunas

piginas del primero

en

el segundo.

Las mismas

consideraciones,

esto

es,

la idea

de la

importancia del paisaje

en la literatura

hispanoamericana

le Ileva a

tratar,

en su

conferencia leida en las fiestas

del

Centenario,

los

Poemas

risticos

de

ManuelJose

Oth6n

(Capitulos

de literatura

mexicana

en

O.C.,

t.

I:

173-192),

poesia

basada en

el

sentimiento

de

la

naturaleza.

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VISIONDEANAHUAC

1519]

DE ALFONSO

REYES

81l

surge

la

pregunta

de saber si se

puede

unir, asi,

al

conquistador y

al

indigena

merced a la

contemplaci6n

y

a la acci6n

comuin,

sin

privilegiar

de

algin

modo

a uno u otro

grupo.

El

ensayista

no

evita

la

pol6mica,

sino

que

abre

la

conclu-

si6n de su

ensayo

con una declaraci6n

explicita

de su

imparcialidad

frente a la

mencionada discusi6n hist6rica: "no

soy

de los

que

suefian en

perpetuaciones

absurdas de la tradici6n

indigena",

sefiala,

"y

ni

siquiera

ffo demasiado en

per-

petuaciones

de la

espafiola"

(VA: 34).

Sin

embargo,

en la formulaci6n

de su

posici6n "imparcial",

el

lector advierte una resistencia mas fuerte a la

opci6n

indigenista (que

se califica como

"absurda")

que

a la

opci6n hispanista.

Reyes

agrega

que

su texto se

situia

por

encima de esta

oposici6n

de doctrinas hist6ri-

cas,

dado

que

la emoci6n hist6rica

y

la emoci6n

ante el

paisaje

son elementos

neutros

que

ainan

a los

oponentes

de ambos

campos.

En el

anilisis

que

Ilevaremos

a

cabo en

el

presente

estudio,

nos interesare-

mos, fundamentalmente,

por

la

relaci6n

entre

aquel prop6sito persuasivo

y

la

forma del

ensayo.

Anticipamos ya que,

situaci6n

atipica para

el

g~nero ensayis-

tico

que

suele

construirse

mayoritariamente

a

base de discursos

argumentati-

vos

y expositivos,

nos

hallamos ante

un

texto

en el

que

el

predominio

de la

descripci6n

como

tipo

de discurso no ofrece

lugar

a

dudas,

como lo anuncia el

titulo del

ensayo.

Efectivamente,

el titulo

alude, directamente,

a una acci6n

-ver-,

a un

lugar

-el valle de

Anihuac-

y

a un momento hist6rico -1519-.

5

La

asociaci6n de la

descripci6n

con un fin

prictico,

tal

y

como

Reyes

se

propone,

y

su no-reducci6n

a un mero

ornamento

estilistico,

no

debe

sorprendernos

si

tomamos en consideraci6n la linea de

pensamiento

de

la ret6rica latina

clisi-

ca. En este

contexto,

Innocenti

(1994: 357-360)

sostiene

que

la

descripci6n -y

mis concretamente la

descripci6n

viva,

que

Quintiliano

denomina con el t6r-

mino

griego enargeia- contribuye,

en el entender de los autores

latinos,

a la

persuasi6n.

6

Efectivamente,

como dice

Galand-Hallyn

(1991: 307),

"l'enargeia

est

a

la fois

mimesis

et

argument".

Una de

las

primeras

funciones

reconocidas

por

los te6ricos

de la ret6rica

latina es la de

provocar

emociones. En la

Rhetorica

d Herennium

(IV.xxxix.51),

por ejemplo,

la

finalidad de

la

descripci6n

se

halla

en

provocar

piedad

e

indig-

naci6n;

Cicer6n

(De

Inventione

II.xxviii.83)

recomienda

ante

el

tribunal

el uso

de la

descripci6n por parte

de la acusaci6n

para

su narraci6n

del

crimen,

con

el fin de

despertar

la

indignaci6n,

antes

de

culpar

al acusado de

semejante

acto;

en De Partitione

Oratoriae

vi.20)

presenta

la

descriptio,

n tirminos

genera-

les,

como una

t~cnica

que apela

a todos los sentidos del lector

y

que

es

capaz

de

provocar

emociones. La

descripci6n puede

servir,

en

segundo

termino,

para

conferir una

especie

de credibilidad a la narraci6n. Tanto

Quintiliano

(Institutio

Oratoriae

V.ii.123),

como Cicer6n

(De

PartitioneOratoriae

x.39)

sugie-

5

Concha

Melhndez

(1956: 269)

observa

que

en

variasde las

descripciones

que

se

incluyen

en la

ensayfstica

e

Reyes,

icilmente

podrian

moverse

personajes

de

ficci6n.

A modo de

ejemplo,

cita,

entre

otros,

el

ensayo Visidn

e

Andhuac

1519].

6

A

pesar

de los

pasajes

dedicados

a la funci6n

persuasiva

de la

descripci6n

viva,

concluye

Innocenti

(1994:360)

que

la ret6rica atina

clisica

dice

poco

sobre los medios

concretos

y

el

tipo

de

lenguajeque permiten ograr

el efecto de una visualizaci6n

n la

descriptio.

a falta de una

explicaci6n

sistemiticade los medios

t~cnicos

para

ograr

una

descripci6n

viva,

nos

obligari,

para mais

acilidad,

a recurrira los estudios

de Adam

(1989, 1993)

y

Hamon

(1991)

sobre

a

descripci6n.

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82

EUGENIA OUVENAGHEL

RHM,

LV

(2002)

ren

que

la

descripci6n

viva

y

detallada

puede

conducir al

pliblico

a creer

que

los hechos han ocurrido tal

y

como

el

orador los relata.

Asf,

la

descripci6n

con-

fiere

una

especie

de credibilidad a la narraci6n.

Finalmente,

Cicer6n

estipula

(De

Oratoriae

II.liii.202)

que

la

descripci6n

puede

ser utilizada

para amplificar

o enfatizar ciertos

aspectos importantes

del relato. Los fines ret6ricos de la des-

cripci6n pueden, pues,

resumirse en tres

puntos:

el

provocar

emociones,

el

aumentar la

plausibilidad

de la narraci6n o el enfatizar los

pasajes

importantes

del relato.

Cuando me oriento nuevamente hacia la conclusi6n de

Visi6n

de

Anthuac

[1519],

apartado que

da sentido

y

coherencia alas tres

descripciones prece-

dentes,

compruebo que Reyes

no

deja

de hacer alusiones

a la

primera

de

aque-

1las

funciones,

la

emoci6n,

y

a la

experiencia

sensorial,

la

expresi6n

del

poeta

ante la belleza

del

paisaje.

"El

poeta",

dice don

Alfonso,

refiriPndose

a

Keats,

cuya poesia se caracterizajustamente por la sensualidad de sus descripciones,

"ve",

"suefia",

"piensa que

escucha"

y engendra,

mediante su

objeto

de

belleza,

"eternos

goces"

(VA:34).

1.

TRES

DESCRIPCIONES

UBJETIVAS

EL VALLE

El

ensayo

se divide en cuatro

capitulos,

numerados

y provistos

de un

epi-

grafe.

Los tres

primeros

apartados

contienen una

descripci6n

del valle: la

pri-

mera

muestra

el Anmihuac

trav6s de los

ojos

de Alfonso

Reyes;

la

segunda

des-

de el punto de vista de los conquistadores y la tercera a trav6sde la mirada del

indio. Las tres

descripciones

del

valle se ordenan de modo

que

la mirada mis

reciente,

la de Alfonso

Reyes,

abre

el

ensayo

y que

la

visi6n

cronol6gicamente

anterior a

ella,

la

del

conquistador,

le

sigue,

mientras

que

la

descripci6n

del

indigena,

la

que

se

remite

al

momento

hist6rico

mas

distante,

cierra el

ciclo

descriptivo

del

Anihuac.

Nos

hallamos,

pues,

ante una ordenaci6n hist6rica al

rev~s

en

la

que el

lector,

de la mano

del

autor,

se remonta en la historia

siguiendo

el hilo conductor de las

descripciones del

valle.

Desde nuestra

pers-

pectiva, aquel

orden sirve al

prop6sito expresado por el

autor de

agudizar el

sentido de comuni6n

del mexicano moderno

con sus antecesores.

En este sentido, las tres descripciones contenidas en Vision de Andhuac

[1519]

no

pueden

analizarse como

unidades

aut6nomas,

sino

que

adquieren

su

particular

eficacia s6lo si

conseguimos poner

en

relaci6n

las unas con las

otras. En

efecto,

las diferentes focalizaciones

escogidas para

cada

una de las

descripciones

dan

lugar

a

interpretaciones

distintas sobre

el valle,

de manera

que,

examinadas en su

conjunto,

resalta

el subjetivismo

de cada uno de los

pasajes descriptivos.

Distinguimos,

como es

obvio,

la descripci6n objetiva

(fac-

tual,

impersonal)

levada a cabo

por

el

observador cientifico

impasible,

de

la

descripci6n

subjetiva,

a la cual

el

observador

agrega

su

imaginaci6n,

su

reac-

ci6n

emotiva ante

lo

que

ve,

esto

es,

"subjetiviza" a descripci6n

(Adam

1993:

64).

En este ultimo

tipo

de

descripci6n,

los

sentimientos,

tanto del autor como

del

lector, est~in

mplicados

y

adquieren

una

importancia

considerable.

Se

tra-

ta, concretamente,

de no

reproducir

la naturaleza fotogrnificamente,

sino de

modificarla

en sus

detalles

de acuerdo con

el

carnicter

y

la

condici6n

del

prota-

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VISIONDE

ANAHUAC

1519]

DE ALFONSO REYES

83

gonista

de la

descripci6n

y

de hacer

que, justamente,

la

penetre

el

inimo

y

el

sentimiento

que

dominaron al

descriptor

uando estaba

observindola.7

Podemos

ligar

esta

primordialidad

de los sentimientos con un

tipo clisico

de

descripci6n,

conocida como

hipotiposis,que

se

caracteriza,

precisamente,

por

su

capacidad

para

transformar al

lector

en

espectador.

Beristiin

(1988:

138)

observa,

en este

sentido,

que

"si la

pintura

[...]

permite

al

receptor com-

penetrarse

con

la

situaci6n del

testigo presencial,

se

denomina

hipotiposis

o

evidencia

(evidentia)".

8

Segfin

Quintiliano

(De

Institutio Oratoriae

X:

2)

la

hipo-

tiposis

"hacever o

imaginar

visualmente

lo

descrito". Cicer6n

y

Quintiliano

con-

sideran,

adem~is,

y

este

punto

nos interesa

sobremanera,

que

la evidentiano se

limita a hacer visibles

los hechos

descritos,

sino

que tambien provoca,

en el

espiritu

del

lector,

emociones

que

se

pueden comparar

a las vividas

por

los

tes-

tigos

oculares de los hechos descritos

(Adam

1993:

27-28).

Veamos,

a continua-

ci6n,

c6mo

Reyes

lleva a

cabo

la

subjetivizaci6n

de las tres

descripciones

de

nuestro

corpus

de

trabajo.

I)

La

primera

de las

descripciones

puede

definirse,

mis

bien,

como una

meditaci6n,

caracterizada

por

libres

asociaciones,

acerca del valle de Andhuac.

La focalizaci6n se

atribuye

a un

"nosotros",

en el

que quedarfan

incluidos tan-

to el autor como el lector. He

aquf

algunos

fragmentos

en los

que

la

mirada,

a

trav6s de los

ojos

de

ese

"nosotros",

se manifiesta de manera

explicita:

"det~n-

ganse aquf

[en

este

paisaje]

nuestros

ojos"

(VA: 14);

"esas

plantas protegidas

de

puias

nos anuncian

que aquella

naturaleza no

es,

como

la del

sur

o las

costas,

abundante en

jugos

y

vahos nutritivos"

(VA: 14);

"todo ello

[la

vegetaci6n

del

valle]

nos

aparece

como una

flora

emblemitica"

(VA: 14);

"la selva

virgen

es un

horno

genitor

[...]

donde nuestro inimo

naufraga

en emanaciones

embriaga-

doras"

(VA: 17).

Parece

que

el uso del "nosotros"

implica

una invitaci6n

al lec-

tor a

ver, efectivamente,

la naturaleza

descrita,

incluy~ndose

en un mismo

pro-

nombre con

el

yo-autor.

Son varios los indicios

que apuntan

a

que

ese "nosotros"

que contempla

el

valle de

Mexico lo hace desde

un

punto

de vista mexicano

y, por

tanto,

lo con-

sidera como un

paisaje

propio,

como una naturaleza

que

le

pertenece:

"nuestra

naturaleza tiene dos

aspectos opuestos"

(VA: 15),

9

"les

sorprenderiamos

a

los

europeos/espafioles]

hablandoles

de una Castilla americana

mis alta

que

la de

ellos,

mis armoniosa"

(VA: 15),

"en estos

derroches

de

fuego y

suefio

[la

selva

virgen]

nos

superan

seguramente

otras

regiones

meridionales",

"lo

nuestro,

o

de

Anihuac,

es cosa

mejor y

mSis

t6nica"

(VA: 16),

"la visi6n mas

propia

de

nuestranaturaleza esti en las

regiones

de la mesa central"

(VA: 16).

Cuando

profundizamos

mis en el

subjetivismo

de la

primera descripci6n,

reconocemos varios

aspectos

de la

biograffa

y

de los intereses del

propio

Reyes.

7

Nada mis

alejada

de la

hipotiposis,ues, que

la

descripci6nestereotipada

y

artifi-

cial,

salpicada,por doquier,

de

previsibles

banales

epitetos.

Viase Hamon 1991:

34-37,

Adam 1993:

22-25.

8

Otros t6rminosde la ret6rica

para

indicar este

tipo

de

descripci6n

son

ekphrasis

(exponer,poner

bajo

los

ojos,

mostrar n

detalle)

o

enargeia

dar

a

percibirpor

los sen-

tidos) (Adam

1993:

27-28;

Hamon 1991:

7-9).

9 Visi6n

e

Andhuac,O.C.,

t.

II:

15.

El

subrayado

s nuestro en

esta cita

y

en las tres

siguientes

citas.

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7/23/2019 Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes-Eugenia Houvenaghel

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84 EUGENIA HOUVENAGHEL

RHM,

LV

(2002)

Citemos,

sin ir mis

lejos,

la

comparaci6n

del valle con la meseta

castellana

(no

olvidemos

que

Reyes

evoca el Anihuac

desde

el

exilio

espafiol);

el

juicio

criti-

co del Porfiriato

y

de la

Revoluci6n;

la

menci6n de

Juan

Ruiz de

Alarc6n,

otro

mexicano

alejado

de su

patria,

que

revive el drama de la desecaci6n del valle

en su obra El

semejante

si mismo.

Asi,

Ilegamos

al elemento

que

mis Ilama la

atenci6n en la

descripci6n

de

don Alfonso: la

evaluaci6n,

desde la

actualidad,

del

trabajo

de

desecaci6n del

valle

que

abarca "desde el

afio

de 1449

hasta

el

afio de 1900"

(VA:

14)

y que

ha

sido obra de

indios,

espafioles

y

mestizos:

empresa

de la

monarqufa

indigena,

del virreinato

espafiol

y

del

porfiriato.

Este

esfuerzo

comfin

para

secar el valle

constituiri

un

argumento

en favor de la tesis sostenida

por

el

ensayista

de

que

es el

paisaje

el

elemento

que

une al

mexicano moderno con

el

indigena y

el

conquistador

de

antaiio. "Nos une con la raza de

ayer",

sostiene

Reyes

en la

iltima

pigina

de

Visi6n

de

Andhuac

[1519],

"la comunidad del

esfuerzo

por

domefiar

nuestra naturaleza brava

y

fragosa;

esfuerzo

que

es la base bruta de la

historia"

(VA:

34).

Esta

perspectiva

del

autor,

segfin

la

cual

indios,

espafioles

y

mestizos estarian estrechamente vinculados

por

una misma

naturaleza,

incide,

de manera

directa,

en la

descripci6n

del

paisaje

ofrecida

por Reyes y

es tal

la

importancia

de esta idea

que

se

re-formula, sucesivamente,

de

tres maneras

distintas:

-

Tres

razashan

trabajado

n ella

[la

desecaci6ndel

valle]

y

casi tres civili-

zaciones

[...]

-

Tres

regimenes

mon~irquicos

...]

son

aqui

ejemplo

de c6mo crece

y

se

corrigela obra del Estado,ante las mismasamenazasde la naturaleza la

mismatierra

que

cavar.

-

De

Netzahualc6yotl

l

segundo

Luis de

Velasco,

y

de iste a Porfirio

Diaz,

parece

correr

a

consigna

de secar a tierra.

(VA:15)

No conforme con

ello,

de

nuevo,

Reyes

considera necesario

vincular,

expresamente,

al

mexicano moderno con la lucha del indio contra la naturale-

za

y

asi lo

hace saber

al

sefialar

que

"nuestro

siglo

nos encontr6

todavia echan-

do la

iltima

palada

y

abriendo la

filtima

zanja"

(VA: 15).

No

podemos

cerrar el

par6ntesis

sobre

aquel episodio

de la

desecaci6n del

valle sin mencionar que el ensayista subraya, continuamente, el prolongado

esfuerzo de las tres razas

por

dominar la naturaleza mediante

figuras

de anima-

ci6n e

hipailages.

"Semejante

al

espiritu

de sus

desastres,

el

agua

vengativa espia-

ba de cerca la ciudad"

(VA: 15),

10

escribe

Reyes, atribuyendo

una cualidad

y

una

acci6n humanas

a

este rebelde elemento de la naturaleza. En esta misma

linea de

pensamiento,

Reyes

prosigue,

indicando

que

el

agua

"turbabaos sue-

fios

de

aquel

pueblo

gracioso

y

cruel"

y

"acechaba,

con

ojo

azul,

sus

torres

valientes"

VA: 15).

Los

irboles,

escribe,

"erizan sus

garfios

las

garras vegetales,

defendiendose de la

seca"

(VA: 16)

y

"los mismos colores se

ahogan"

(VA: 16).

Estas

figuras,

como

explica

Adam

(1993:

90),

son

susceptibles

de transformar

lo que seria una c~mara cinematogrifica en una mirada humanizada, esto es,

de introducir

subjetividad

en una

descripci6n.

De

hecho,

mediante

tropos

1o Visi6n eAnahuac, .C.,t. II: 15.

El

subrayado s

nuestro,aquiyen

la cita

siguiente.

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VISIONDE

ANAHUAC

1519]

DE ALFONSO

REYES

85

como las

hipilages,

las

personificaciones,

los similes o las metiforas

es

posible

transmitir al lector una

profunda

emoci6n ante

lo

descrito

y sugerir

un

paisaje

que subyuga

a

quien lo contempla.

II)

Nos

centraremos,

ahora,

en la

segunda

de las

descripciones

alas

que

hemos aludido

anteriormente

y cuya

focalizaci6n,

record~moslo,

se atribufa a

los cronistas

de Indias.

Esta

descripci6n pretende

transmitir la

impresi6n que

la

contemplaci6n

de la

ciudad azteca

(con

su

templo,

su

plaza

del mercado

y

sus casas

del

emperador)

causa en ellos. Vemos c6mo

Reyes logra

plasmar

la

escena

con notable

plasticidad:

"los hombres de

Cortes",

cuenta,

"se asomaron

sobre

aquel

orbe

de

sonoridad

y fulgores" y

"a sus

pies

[...]

se

extendfa

la

pin-

toresca ciudad"

(VA: 17).

A

lo

largo

del

apartado,

el

ensayista

suele

destacar,

explicitamente,

las

percepciones

sensoriales de estos

testigos

sefialando,

por

ejemplo, que

los

soldados de

Cortes "pasearon [...]

la

amplia y

meditabunda

mirada

espiritual"

sobre el

paisaje

del

valle,

que

"oyeron

la voz del

ave"

y que

"hasta ellos

llegaba

-ululando- la

queja

de la chirimia"

(VA: 17).

Reyes

alude a

las

percepciones

visuales

y

olfativas de los

exploradores,

al

tiempo que subraya

tambien

su emoci6n

y

turbaci6n frente a ese

pedazo

de vida

que

se

despliega

ante sus

ojos:

En

pintoresco

atolondramiento,

l

conquistador

va

y

viene

por

las calles

de

la

feria,

y

conserva

de sus recuerdos a emoci6n de un raro

y palpitante

caos;

as formasse

funden entre

sf;

estallanen cohete los

colores;

el

apeti-

to

despierta

al olor

picante

de las

yerbasy

las

especias.

(VA:

2)

En

ocasiones,

el

ensayista

mexicano

opta

por

aludir a otras

percepciones

de los sentidos:

"seven

unas

moles en

figura

de culebras asidas"

(VA: 20),

"de

la

altura,

puede

contemplarse

odo el

panorama

chinesco"

(VA: 19),

"6yense

unos

dulces

chasquidos"

(VA: 18),

"el

tambor de

piel

de

serpiente

[...]

deja oira

dos

leguas

su

finebre

retumbo"

(VA:

19).

El texto esti

salpicado

de numerosos

ejemplos

en los

que

se

sugieren

acciones como

ofr,

ver, oler,

saborear

y

de los

que

nos limitaremos a

citar, s6lo,

unos

cuantos,

habida cuenta de las limitacio-

nes de

espacio

alas

que

nos vemos sometidos: "a un fuerte

silbido",

escribe

Reyes, "rompen

a sonar

los

tambores"

(VA: 25);

"el

agua,

rezumando,

gorgori-

tea en los

bficaros

olorosos"

(VA: 22),

"van

y

vienen

las

tinicas

de

algod6n

rojas,

doradas,

recamadas,

negras y

blancas,

con

ruedas de

plumas superpues-

tas o

figuras pintadas"

(VA: 19),

"hay

cafiutos

de olores con

liquidimbar,

Ilenos

de tabaco"

(VA:21),

"[hay]

miel de

caria

y

mafz,

tan untuosa

y

dulce como la de

azuicar" VA:21).

Estas

percepciones

sensoriales -en

combinaci6n, obviamente,

con el

deta-

Ilismo de la

descripci6n,

la

sugesti6n y

la acumulaci6n de los

epitetos-

invitan

al lector a

pasar por

alto

que

d1

se encuentra al

margen

del texto

y

a olvidar

que

los observadores son

otros,

para,

asi,

unirse a los

presentes

en el valle de

Anahuac

en

pleno siglo xvI y vivir,

con toda

intensidad, lo que

se

esti

descri-

biendo. Esta invitaci6n

y

este

privilegio

de sentirse un

personaje

mas se torna

mis

explicito

incluso,

cuando

Reyes sugiere que

"hemosde

imaginarlo

[a

Mocte-

zuma]

cuando se adelanta

a recibir a

Cortes,

apoyado

en brazos de dos sefio-

res,

a

pie

y por

mitad de una ancha calle"

(VA:

25).

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86

EUGENIA HOUVENAGHEL

RHM,

LV

(2002)

Las constantes alusiones a los observadores "reales" de la escena narrada

harnin

que

el lector dificilmente

pueda

olvidarse del valor hist6rico de los testi-

monios

que

esti

leyendo.

A lo

largo

del

apartado

II,

el

ensayista

mexicano

recuerda,

regularmente,

la

procedencia

hist6rica del

pasaje

en

cuesti6n,

por

medio de inserciones del

tipo

"declara G6mara" (VA: 23), "afirma Cortis"

(VA:19),

"dice Cortis"

(VA:20),

"dice

Bernal

Diaz"

(VA:22),

"afiade

Cortds"

VA:

25),

"nota Cort-s"

(VA:25),

"recuerda Bernal Diaz"

(VA: 24)...,

interpolaciones

que

se

distinguen

gruificamente

de la

descripci6n

propiamente

dicha,

por

medio de

guiones.

El

capitulo,

adem~s,

abunda en

referencias

a citas

tomadas,

sobre

todo,

de la

segunda

Carta

de

Relaci6n

de

Hernan

Cort-s

(1985: 131-141),

pero

tambien,

aunque

con menor

frecuencia,

del

capitulo

XCII de la Historia

Verdaderae Bernal Diaz del Castillo

(1992: 221-228).

Asi

pues,

no debe

sorprendernos

el

profundo

interns

del

autor por

subra-

yar,

justamente,

en su

glosa

de estos testimonios

hist6ricos,

la fascinaci6n

que

dichos observadores del

siglo

xvI

sentirfan ante la

contemplaci6n

del valle de

Anihuac.

Reyes

no

deja

de recordar

que

estos

personajes

han sido

observado-

res sobremanera

privilegiados,

en tanto en cuanto se trata de

extranjeros para

quienes

el Nuevo Mundo se abria a ellos en

especticulo

desconocido

y

que,

por

esta

misma

raz6n,

permanecieron

"extiticos"

(VA:

17)

ante

el

fabuloso

y

sobrecogedor aspecto

que

esa naturaleza les ofrecia.

Cortes,

explica

nuestro

ensayista,

tiene el

privilegio

de observar el

Nuevo

Mundo

"en envidiable hora

de asombro"

(VA: 17)

y

el comentario de Bernal Diaz

revela,

por

su

parte,

"el

entusiasmo

con

que

los

conquistadores

consideraron el artifice indio"

(VA:

23).

No es de

extrafiar,

pues,

que

su retrato

resulte,

por

ratos,

y

como

evalhia

Alfonso

Reyes,

"acentuado

por

la

sorpresa, exagerado

a veces"

(VA:

13).

Este asombro se

manifiesta, estilisticamente,

a travis de

hip6rboles, adjeti-

vos,

superlativos

e

imigenes que subrayan

la

grandeza

del

espect-culo.

Las

hiperboles,

como es

natural,

subrayan

el hechizo

que

la civilizaci6n

de

los

indf-

genas ejerce

sobre el observador reci6n

Ilegado;

en

ocasiones,

don

Alfonso

inserta

alguna

reflexi6n critica sobre la

exageraci6n

de estas

descripciones

como en

aquella

narraci6n en la

que

se cuenta

como "discurren

por

ella

[la

plaza mayor]

diariamente

-quiere

[Cort6s]

hacernos creer- sesenta mil

hom-

bres cuando

menos"

(VA:

20).

A

travds

de las numerosas

comparaciones

con

elementos

que

resultan tan familiares

para

la

Europa

de

aquel

entonces

y

en

las

que

el

aspecto

mexicano se

revela,

siempre,

como

superior,

se

percibe

el

asombro de los

protagonistas

del relato: "esta

plaza

principal

est~i

rodeada

de

portales, y

es

igual

a

dos de

Salamancd'

(VA:

20);

el maiz en

grano y

el

pan

del

Anihuac es

"superior

l de

las Islas

conocidas

y

Tierra Firme"

(VA: 21);

"tres

indios

hay

en

la

ciudad de

Mixico tan

primos

en su

oficio

de entalladores

pintores,que

se dicen Marcosde

Aquino

y

Juan

de

la

Cruz

y

el

Crespillo,que

si

fueran

en

tiempo

de

aquel

antiguo y afamado

Apeles

y

de

Miguel

Angel

o

Berruguete,que

son

de

nuestros

tiempos,

es

pusieran

en

nuimero

ellos"

VA: 23);

estas mieles de

maguey y

de

carlia

de

maiz,

escribe

Cortes,

son

"imejores

que

el

arrope "

(VA: 21);

Bernal Diaz

comenta

que

"el

zumbar

y

ruido de la

plaza

[...]

asombra a

los mismos

que

han estado en

Constantinopla y

en

Roma"

(VA:

22).

Mas

adelante,

leemos

que

"en mitad de la

laguna

salada se asienta la metr6-

poli,

como una

inmensa

flor

de

piedra"

(VA:

18),

"se han hecho

rodar moles

gigantescas"

VA:

19),

"hay

calles

para

la

caza,

donde se encuentran

todas las

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VISIONDE

NAHUAC

1519]

DEALFONSO EYES

87

aves

que

congrega

la variedad de los climas

mexicanos"

(VA:

20),

"[hay]

el

jar-

din

artificial

de

tapices y

de

tejidos"

(VA: 22),

"se desborda del azafate todo el

paraiso

de la fruta"

(VA:

22)...

Finalmente,

mencionemos un

pasaje

del cronista

G6mara en

el que

se trata de la

paciencia y

el sentido de la

perfecci6n

de los

artesanos

y que

resulta,

por

lo demis, extremadamente

hiperb61ico:

Lo

m~s lindo

de la

plaza

-declara

G6mara-

esta en

las

obras

de

oro

y plu-

ma,

de

que

contrahacen

cualquier

cosa

y

color.

Y

son los indios tan oficia-

les

desto,

que

hacen

de

pluma

una

mariposa,

un

animal,

un

airbol,

una

rosa,

as

flores,

las

yerbasy pefias,

tan

al

propio

que

parece

o mismo

que

o

esti

vivo

o

natural.

Y

aconticeles

no

comer

en todo

un

dia,

poniendo,

qui-

tando

y

asentando a

pluma,y

mirando

a una

parte y

otra,

al

sol,

a la som-

bra,

a

la

vislumbre,

por

ver si dice

mejor

a

pelo

o

contrapelo,

o al

travis,

de la

haz

o del

enves;

y,

en

fin,

no la

dejan

de las

manos

hasta

ponerla

en

toda

perfecci6n.

(VA: 3)

III)

Por

lo

que

se refiere

a

la tercera

descripci6n

del

valle,

eso

es,

la

que

se

realiza

desde el

punto

de vista

del

indigena,

hemos de destacar la

presencia

de

un

poema descriptivo

traducido de la

lengua nihuatl,

titulado

Ninoyolnonotza,

que cumple

la misma funci6n

que

los

fragmentos

en

prosa

de los

apartados

I

y

II.

Se

trata

de un

diilogo

entre el

poeta y

la

naturaleza,

en el

que

aquel

pre-

gunta

alas

mariposas y

las

aves

d6nde

puede

encontrar

aquellas

bellas

flores,

para,

finalmente,

legar

hasta un f6rtil

valle

en

el

que

encuentra lo

que

tanto

afioraba.

Asimismo,

es

posible

reconocer un

paralelismo

entre las

flores,

reco-

gidas por el poeta y

ofrecidas a sus

amigos y

a los

nobles, y

los

poemas que el

poeta

ofrece a

los

mismos.

En su comentario al

respecto

de estos

versos,

el

ensayista

destaca

la

"volup-

tuosidad"

y riqueza

de "sabores de sentido"

del

cantar. Cabe

mencionar,

asimis-

mo,

una

invitaci6n

dirigida

al lector con

el

fin de

que

6ste

evoque,

visual

y

auditivamente,

la

recitaci6n del poema:

"Podemos

imaginar que",

escribe

Reyes

"en una rudimental acci6n

dramitica,

el

cantor

[del

poema Ninoyolnonotza]

distribufa

flores

entre los

comensales,

a medida

que

la letra lo iba dictando"

(VA: 32).

En este contexto de excitaci6n

sensorial,

es evidente

que

el

prodigio

de la naturaleza no ha de

dejar

indiferente al

indigena;

en

efecto,

el

yo-poeta

de

Ninoyolnonotza, egin

el

comentario de

don

Alfonso,

"quisiera

ahogarse

de

placer" y

"llora

de

alegria"

(VA:32)

ante su belleza

y,

al final del

cantar,

destaca

Reyes,

el yo-lfrico

solloza ante

el

recuerdo del valle.

Al

margen

de los comentarios vertidos

por

el

propio ensayista,

tambidn

la

construcci6n

y el

estilo de la

descripci6n ponen

de relieve la fascinaci6n

que

el

valle

de Anthuac

ejerce

sobre

el

indigena.

El

poeta, que

esti

buscando un

lugar

donde

pueda recoger flores,

dirige

sus

preguntas

a la naturaleza: "ima-

ginaos que

interrogo

al brillante

pijaro

zumbador,

trdmula

esmeralda;

imagi-

naos

que interrogo

a la

amarilla

mariposa:

ellos

me

dinin

que

saben

d6nde

se

producen

las bellas

y fragantes

flores"

(VA: 31).

Esta

figura

de animaci6n es

la

mis

habitual

en

el

poema; en

efecto,

los

interpelados responden

alas

pregun-

tas

del

yo-poeta

como si

fueran seres

humanos

y

lo conducen al

maravilloso

y

florido paraje que el poeta

esti buscando

y que,

no

podfa

ser de otro

modo,

se

encuentra en

el propio

valle de

Anihuac.

El

poeta queda

hechizado

por

la

grandiosidad del valle,

que

es descrito

por

medio de

adjetivos,

imigenes

y

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88

EUGENIA

OUVENAGHEL

RHM,

LV

(2002)

exclamaciones

que

no

hacen sino

poner

de relieve el entusiasmo

que

se ha

apoderado

del cantor: "el

f~rtil

sitio de un

valle,

sitio floreciente donde el

rocio se difunde con brillante

esplendor"

(VA:

31);

"iSi

algunos

de nuestro

pueblo

entrasen

aquf

iSi

muchos de los nuestros estuviesen

aquf "

(VA:

31-

32).

Hemos

visto,

pues,

c6mo cada

descripci6n subraya

distintos elementos

del

valle,

precisamente,

los

que

mis

impresionan

o

importan

al

protagonista

del

pasaje descriptivo.

Asf,

en la

descripci6n

realizada

por

el

indigena, predomina

la exaltaci6n de las

flores

del

valle;

en la de los cronistas de

Indias,

el asombro

ante

un

espect~culo jamis imaginado y, por

fin,

en la del

yo-autor,

el

trabajo

comin

y

secular

para

dominar las fuerzas del

agua

en el valle.

Cada

descrip-

ci6n,

pues,

recoge

diferentes miradas sobre el

valle,

cada

pasaje

escoge

sus

pro-

pios

acentos,

cada uno de los textos esti determinado

por

la

subjetividad

de

quien guia

la

pluma que

los escribe. No resulta

extrafio,

por

tanto,

que,

en

estas

descripciones,

la emoci6n de los diferentes observadores ante la civiliza-

ci6n

y

la naturaleza del valle se

torne

una constante sobre la

que Reyes

no

deja

de

insistir,

una emoci6n a la

que Reyes

da

cuerpo,

bien

estilisticamente,

bien

en su

glosa

sobre los diversos

pasajes descriptivos.

Efectivamente,

Reyes

acostumbra a

invitar,

explicitamente,

al lector a ima-

ginar,

visualmente,

lo

descrito,

para

lo cual

inserta,

con

frecuencia,

verbos de

percepci6n

sensorial o

expresiones

que

estimulen los sentidos

visual,

auditivo

u olfativo de ese lector. Asi es

que,

en la

primera

de las

descripciones

del

valle,

el lector

queda

incluido,

junto

con el observador del

siglo

xx,

en ese

"nos-

otros";

en la

segunda descripci6n,

la

identificaci6n se

produce

con los cronis-

tas de

Indias,

narradores

con

los

que

el lector

compartiri

el

asombro

y

la fasci-

naci6n ante ese Nuevo Mundo

que

se abre ante sus

ojos

en el

siglo

xvI;

finalmente,

en la

tercera,

su mirada se

cruzari

con otra

todavia

anterior,

la del

indigena y, juntos, cantar~in

a belleza

del valle florido.

Es

asi c6mo la

lectura

de

las

descripciones

se convierte

en

una invitaci6n

al

lector moderno

para

dejarse penetrar por

las

impresiones y

los sentimientos de los observadores

anteriores del

valley

a entrar en comuni6n con

aquellos protagonistas

de la

historia,

merced a

la

contemplaci6n

del mismo

paisaje.

2.

LA AUTENTICIDADDE LASDESCRIPCIONES

Tras

haber

examinado

las tres

descripciones

del valle

propiamente

dichas,

cabe observar

que

estin

provistas

de un

marco

introductorio,

a

traves

del cual

el

sujeto

de la enunciaci6n comenta e

informa,

tomando 61 olo la

palabra,

en

un discurso

expositivo-argumentativo.

Los

marcos introductorios determinan

los

pasajes descriptivos

del

ensayo,

en tanto

que

son ellos los

que

responden

a

la

pregunta

-bastante

previsible, por

cierto- de

por qu6

uno ha de

interesarse

por

su lectura. La

respuesta

es,

en los tres

casos,

una

exposici6n

hist6rica. Vea-

mos,

con mis

detalle,

cumiles

on, exactamente,

esos textos

preliminares.

En el texto

que

introduce la

primera descripci6n (apartado

I),

el

ensayista

esboza

la

evoluci6n de la

historiograffa

a lo

largo

del

siglo

xvi

y

la influencia

que,

en su

desarrollo,

ha

ejercido

el Descubrimiento de tierras

desconocidas,

al

tiempo

que

subraya

la

importancia

de

los elementos

descriptivos

a la hora

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VISIONDE

ANAHUAC

1519]

DE ALFONSO REYES

89

de

fijar por

escrito

estos

acontecimientos.

En

este

sentido,

Reyes explica que

"la

historia,

obligada

a descubrir nuevos

mundos,

se desborda del cauce

clisi-

co,

y

entonces

el

hecho

politico

cede

el

puesto

a los discursos

etnogrificos

y

a

la

pintura

de civilizaciones"

(VA: 13)

y

cita, concretamente,

la

recopilaci6n

Delle

Navigationi

et

Viaggi,

de G. B. Ramusio (Venecia, 1550). Tras esta introducci6n

que

sitiia,

hist6rica

y

culturalmente,

la

descripci6n

de

Amnrica por parte

de

los

cronistas de

Indias,

Reyes

se

aproxima, por

medio de breves referencias a

varias

descripciones

incluidas en las

estampas

de

Ramusio,

al tema central de

su

ensayo:

la

descripci6n

del valle de

Anihuac

a la

que,

tambi~n,

existen refe-

rencias

en la

obra

del italiano. Asi es

que

el

autor vincula

la

descripci6n

subsi-

guiente

del

valle,

que

debe atribuirse al

propio

Reyes, quien,

naturalmente,

contempla el

paisaje

desde

su

punto

de vista de mexicano

del

siglo

xx,

con la

historiograffa.

Al

final del

primer capitulo, Reyes

se remonta

en

el

tiempo para explicar

que,

en

aquel

valle de Andhuac,

que

acaba de

pintar,

se estableci6 una ciudad

cuyo poder

y

esplendor

acabarian

por

convertirla en un

imperio y

al mando

de la cual se situ6 Moctezuma.

A

continuaci6n,

introduce en escena a los

pro-

tagonistas

de la

que

seri

la

segunda descripci6n del ensayo,

los soldados de

Hernin

Cortes.

El

fragmento que

antecede a la mencionada

descripci6n

cons-

tituye, pues,

una 'escenificaci6n'

hist6rica de

la

contemplaci6n del valle mexi-

cano.

Asimismo,

don Alfonso

fija, hist6ricamente y

con

precisi6n,

este

segundo

pasaje descriptivo.

La tercera

parte

del ensayo,

en la

que

el

paisaje

se describe a trav6s de la

mirada

del indigena, empieza, significativamente,

con

una referencia a los cro-

nistas,

sefialando

que

"si en todas las manifestaciones

de la

vida

indigena

la

naturaleza

desempefi6

funci6n tan

importante

como la

que

revelan los relatos

del conquistador;

[la

flor y el paisaje] tampoco podian

faltar en la

poesia

[indf-

gena]"

(VA: 28).

Significativamente,

decimos,

porque Reyes

tiene,

sin

lugar

a

dudas,

mis confianza en la autenticidad de las fuentes de

Cortes

y

Bernal Diaz

del

Castillo

que

en la fidelidad de los textos

po6ticos

de los

indigenas.

El ensa-

yista

informa,

a

este

respecto,

de

que

la

poesia

indigena

mexicana se ha

perdi-

do en su

mayor parte

y que

nuestro conocimiento de la

poesia

indigena

se

reduce

a

conjeturas,

a

ingenuos

relatos conservados

por

misioneros,

"gente

apost61ica y

sencilla,

de mis

piedad que imaginaci6n" (VA:

30),

que poco

o

nada entendian

del

sentido de

lo que

estaban

transcribiendo. En la misma

linea

de

pensamiento

y

tras haber citado

Ninoyolnonotza,

nuestro

ensayista

comenta

que

"la

parte

final

[del

cantar]

decae sensiblemente,

y

es

quizi

aque-

hla

en

que el misionero

espafiol

puso

mis la mano"

(VA: 32),

comentario,

por

cierto,

que

recuerda

la autenticidad relativa

del

documento.

En otros articulos

y ensayos, el

autor mantiene

el

mismo

concepto

de la

poesia

indigena:

ha

dejado

de existir

y

ha

llegado

a nosotros

como una heren-

cia

fragmentada e incompleta.

En Letras de

la

Nueva

Espaiia,

habla,

por ejem-

plo,

de las

"reliquias"

"

que

la

poesia

indigena

ha

dejado.

En

su "Discurso

por

Virgilio", sefiala: "no tenemos una representaci6n moral del mundo precorte-

siano,

sino

s61o

una

visi6n

fragmentaria,

sin mis valor

que el que

inspiran

la

"

Letras e

a

Nueva

Espaia,

O.C.,

t. XII:

284.

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90 EUGENIA

HOUVENAGHEL

RHM,

LV

(2002)

curiosidad,

la

arqueologia:

un

pasado

absoluto".

2 En

sintesis,

para

Alfonso

Reyes,

lo

aut6ctono es "un enorme

yacimiento

de

materia

prima,

de

objetos,

formas,

colores

y

sonidos,

que

necesitan ser

incorporados y

disueltos en el flui-

do de una cultura

[la latina],

1

a la

que

comunique

su condimento

de

abiga-

rrada

y gustosa especierfa".

14

Reyes

subraya

-especialmente

en

lo

que

a la

poe-

sia

se refiere- la escasez

y

la defectuosidad del material

disponible,

factores

que

dificultan,

enormemente,

la formaci6n de una

imagen completa y equili-

brada

de

aquella

civilizaci6n.

En

definitiva,

la idea de

fragmentaci6n

e insufi-

ciencia sobre la herencia cultural de los

pueblos precolombinos

se

encuentra

en

las observaciones de Alfonso

Reyes

como un

argumento

en

contra de

quie-

nes defienden un

regreso

a

la tradici6n

indigena

dentro del marco de la

buis-

queda

de una identidad americana.

Volviendo sobre el

marco

introductorio de la tercera

descripci6n

que

nos

ocupa, comprobamos que

Alfonso

Reyes sigue poniendo

en tela

de

juicio

la

autenticidad

del

poema que

va a

citar,

refiriendo

que

la

poesia indigena

ha

sido

restaurada a

posteriori, y

conservada

defectuosamente,

debido a un

siste-

ma de escritura

y

al

periodo

de

prohibici6n bajo

la

autoridad

eclesiistica.

Aho-

ra,

merced a la labor

posterior

de

investigadores

como Le6n

Portilla,

sabemos

no

s61o

que podemos

tener mis

confianza

en la

autenticidad de la

poesia

indf-

gena

(mediante

un sistema de anotaci6n

distinto

y

una

transmisi6n oral siste-

mitica,

como

parte

de la

ensefianza en los

templos)

sino

tambien

que aquella

tradici6n oral de la creatividad literaria

indigena

se ha

mantenido viva a lo lar-

go

de la

etapa

colonial,

el

periodo independiente

e incluso hasta en

la actuali-

dad.

15

Por lo que se refiere a la conservaci6n de los poemas por los misione-

ros,

lejos

de ser

tan

dudosa como

Reyes

sugiere,

Le6n Portilla

destaca

que

los

m6todos de un

Sahagfin,

entre

otros,

en la transmisi6n de

los Himnos de

los dio-

ses o los

Cantares

Mexicanos,

ueron

sorprendentemente profesionales

y dignos

de

confianza. "Con

un sentido critico

poco

comfin

en esa

epoca",

indica Le6n

Portilla,

"Sahagfin

repiti6

varias veces su

investigaci6n,

pasado,

como

e1

dice,

por

un

triple

cedazo, l material

recogido,

hasta estar cierto de su autenticidad"

(1989: 16).

En

definitiva,

podemos

establecer un contraste entre la

motivaci6n

hist6ri-

ca de la

segunda y

tercera

descripciones

de

Visi6n

de

Andhuac

[1519],

que

ten-

dri repercusiones

en

la

lectura de

aquellos pasajes.

La

insistencia

en

la autenti-

cidad

y

la

sugerencia

de la

integridad

de la

descripci6n

de los cronistas no s6lo

despiertan

el

interns

del

lector,

sino

que

tambien

condicionan la lectura de los

pasajes descriptivos,

como

aut~nticos

documentos

hist6ricos de

gran

valor tes-

timonial. La

visi6n de los

indigenas

sobre su

propia

naturaleza,

en

cambio,

no

12 "Discurso

por Virgilio", Tentativas

orientaciones,O.C., t. XI: 161.

13

Esta

culturaque, a los ojos de

nuestro

autor,supera,con

mucho, en

importancia

a la

indigena,

es la

latina:

"Y

mientrasestas

pricticas

[los

sacrificios

humanos]

no sean

aceptadas

ni

la

interpretaci6n

de la

vida

que

ellas

suponen-

no debemos

engaiiarnos

mis

ni

perturbar

la

gente

con

charlatanerfas

erniciosas:

l

espiritu

mexicano

esti

en

el color que el agualatinaadquiri6aqui,en nuestracasa,al correr durante tressiglos

lamiendo as

arcillas

ojas

de

nuestrosuelo"

("Discurso

or Virgilio",

Tentativasorienta-

ciones,

O.C.,

t.

XI:

161).

14

"Discurso

por

Virgilio",

Tentativas

orientaciones,

.C.,

t. XI: 161.

15

Reyes,

recordemoslo,

scribesu

ensayo

en 1915.

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VISIONDE

ANAHUAC

1519]

DE

ALFONSO

REYES

91

merece la misma

confianza

de

Reyes,

actitud

que

determina la lectura del

reflejo

del

paisaje

en la

poesia indigena,

como si de un testimonio mas dudoso

y

menos valioso se

tratara.

3. CONCLUSIONES

Si

repasamos

los

resultados

de

este breve analisis de

Visi6n

de

Andhuac

[1519],

conviene

detenerse,

primero,

sobre el hecho

de

que

el

ensayista haya

optado justamente por

convertir la

descripci6n

-modo de enunciaci6n

que

reclama una

respuesta

emocional,

maginativa,

creativa-

en

el elemento central

de su texto.

Reyes

recalca,

y muy

explicitamente,

la

descripci6n

como un

modo de enunciaci6n

clave

en el

ensayo que

nos interesa.

16

Observamos,

por

ejemplo,

que

los

fragmentos

que

sirven como

introducci6n

a

los

pasajes

des-

criptivos

del

ensayo guian

la lectura de

6stos,

al

tiempo que

motivan o

justifi-

can

la inserci6n

de los mismos

y ponen

de relieve la viabilidad del modo de

enunciaci6n

descriptivo.

No cabe duda de

que

las

descripciones

constituyen

la

parte

esencial de

Visi6n

de Anahuac

[1519]

y,

de

hecho,

las

exposiciones

hist6ricas estin al servi-

cio de

aqudllas,

de modo

que

dichas

exposiciones

hist6ricas

se convierten

en

marcos introductorios

que

giran, por

entero,

en torno a los

pasajes

descripti-

vos anteriores o

subsiguientes.

Las

descripciones,

la variedad de

perspectivas

y

la

versatilidad

expresiva

de

6stas

a la hora de

poner

el acento en distintas

expe-

riencias

sensoriales

y

emocionales,

constituyen,

efectivamente,

la base sobre

la

que

se

apoya

Alfonso

Reyes para

alcanzar el

prop6sito

didictico-hist6rico

que

anima este

ensayo.

La

descripci6n

funciona,

pues,

conforme a la visi6n de los

ret6ricos

latinos,

como un

argumento.

17

Dentro del

marco

del

g6nero ensayfstico,

cabe sefialar

que

el

ensayo

suele

ser un

tipo

de

discurso

de enunciaci6n

expositiva

(Earle

y

Mead

1973:

8;

Arenas

Cruz 1997:

454),

mientras

que

los otros modos de enunciaci6n

(la

descripci6n,

la

narraci6n)

se

emplean

de manera

fragmentaria,

nunca como elemento cen-

tral

ni

continuo.

Lo

normal,

dentro

del

marco del

carnicter expositivo-argu-

mentativo del

ensayo,

hubiera sido

que

A.

Reyes expusiera

-reflexionando

sobre el

asunto,

analizando

los

diferentes

aspectos y Ilegando

a la enumera-

16

En esta misma inea de puestade relievede los elementos descriptivos n el ensa-

yo, podemos

observar

que

nuestro autor no

deja

de

aludir,

explicitamente,

a la estrate-

gia

textual

que

esti en

el

punto

de mira de Visidn

de

Andhuac

[1519].

Asi,

afirma,

por

ejemplo,

que

"las

estampas describen

a

vegetaci6n

de

Anihuac",

que

"la cantada

selva

virgen

de

Am6rica

apenas

merece

describirs'e"

or

ser

ya

tan

conocida,

que Cortes "se

explaya

con deleite en la

descripcion

e la

feria",

que

el

explorador, "describiendo

stas

mieles al

Emperador

Carlos

V,

le

dice...",

o que

cierto elemento hist6rico

"no

afecta

a

esta

descripci6n"...

VA:

14, 15, 20,

27).

17 Aquella posici6n

de la

descripci6n

es,

como bien se

sabe,

poco

usual,

tanto den-

tro del marco

de la

prosa expositivo-argumentativa

como

en

la

prosa

narrativa. Efectiva-

mente, como reconoce Beristiin (1988: 137), la descripci6n raramente se utiliza como

tipo

de discurso

predominante

en un

texto;

Adam

(1989:

4;

1993:

45),

a su

vez,

observa

que

a consecuencia de esta falta de estatuto

independiente,

se suele considerar

la des-

cripci6n

en funci6n de las necesidades de la narraci6n

y,

por

tanto,

como un modo

de

enunciaci6n subordinado

que garantiza

el funcionamiento

referencial de

la

narraci6n.

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92

EUGENIA HOUVENAGHEL

RHM,

LV

(2002)

ci6n de diferentes

razones

vilidas- por

qua,

a su

entender,

el

lector debiera

interesarse tanto

por el pasado precolombino

como

por

sus

raices espaiiolas

y

por qu6

se

puede

considerar el

paisaje

como un elemento

particularmente

apto

para

conectar

el

hispanoamericano

del

siglo

xx

con

aquellos

sus

antece-

sores. El

objetivo perseguido

seria, entonces,

que el

lector entendiera las razo-

nes

por

las cuales don Alfonso

adopta

este

punto

de vista conciliador de dos

doctrinas hist6ricas

opuestas

y

considerara

el

paisaje

o la ciudad

que

le rodea

bajo aquella

nueva luz. Pero

resulta

que

prefiere,

frente a esta

apelaci6n

a una

respuesta

racional

por parte

del

lector

apoyada

en

un

discurso

expositivo-argu-

mentativo,

la

estrategia

de la

descripci6n,

que

provoca,

como

hemos

visto,

una

respuesta

emocional en el

lector,

quien

se

encuentra

invitado a sentir

mis

que

a

comprender.

Ahora

bien,

teniendo en cuenta

el ineludible

caricter

hist6rico del tema

central

del

ensayo y

el

prop6sito

didictico

que

lo

anima,

es

preciso que

la irra-

cionalidad de las

descripciones

no se aduefie del texto en su

globalidad.

La

descripci6n,

considerada tradicionalmente

como un

tipo

de

discurso

gratuito y

ornamental,

ha sido

excepcionalmente

criticada

por

su

subjetividad y

su arbi-

trariedad;

18

para

evitar

que

su

intento derive en esta direcci6n de

impresionis-

mo sin mis valor

que

el del

ornamento,

los discursos

descriptivos

han sido

introducidos

en este

ensayo, justamente, bajo

una

apariencia

de

precisi6n y

documentaci6n hist6rica. En

efecto,

el

autor

pone

todo su 6nfasis en

subrayar

la autenticidad de los textos

utilizados,

ofrece datos exactos sobre los docu-

mentos en

cuesti6n

y

se interesa

por

las circunstancias

hist6ricas

en las

cuales

han sido

redactadas,

conservadas o leidas dichas

descripciones.

En

efecto,

la raz6n no esti ausente en

el proyecto

de

agudizar

la concien-

cia hist6rica

del

lector

que

el

ensayista

se

plantea.

No se

trata,

en

exclusiva,

de

despertar

los sentidos

del

lector ante la

contemplaci6n del

valle de

Anihuac,

sino

que

es

preciso,

tambi6n,

estrechar los lazos con

el

pasado

que

esta

expe-

riencia emotiva

implica.

En

este

sentido,

los

fragmentos

informativos

que

introducen los

diferentes

pasajes descriptivos constituyen

un excelente contra-

peso

alas

descripciones,

al

subrayar

la dimensi6n

hist6rica

de

los

fragmentos

descriptivos y

al

orientar

al

lector hacia una

comuni6n

espiritual

con

su

doble

pasado, el indigena y el conquistador.

A

esta

estrategia

que

concede

un

aire de historicidad a las

descripciones

del valle

de Anihuac, ha de

agregarse

el

hecho de

que

el

autor

haya

tenido

m~is confianza en la fidelidad de los testimonios de los cronistas

que

en la

autenticidad de los documentos de la

poesia indigena.

Hemos visto c6mo

la

puesta

en tela de

juicio

del

valor hist6rico de la herencia

fragmentada

de la

poesia indigena

condiciona la

lectura

de

la

descripci6n del

valle a trav6s

de

los

ojos

del

propio

indio. En

consecuencia,

Reyes

no ha

logrado

enteramente su

prop6sito

de

superar,

mediante la

belleza

de la

descripci6n,

la discusi6n hist6-

rica

que opone

a colonialistas

y antihispanistas.

El

modo en

que

se

aproxima

al

testimonio

indigena

revela,

bien

a las

claras,

en

qud

direcci6n va su

preferen-

cia.

Agudizar

la conciencia

hist6rica,

fomentar

el

interns

por

los

origenes indi-

18 Sobre todo si se la

compara

con la

precisi6n

y el rigor

de

la

definici6n (Adam

1993:

6-9).

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7/23/2019 Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes-Eugenia Houvenaghel

http://slidepdf.com/reader/full/vision-de-anahuac-de-alfonso-reyes-eugenia-houvenaghel 16/16

VISIONDE

ANAHUAC

1519]

DE

ALFONSO REYES

93

genas, subrayar

el vinculo entre el mexicano del

siglo

xx

y

la tradici6n anterior

en el

valle,

admirar la belleza

y

la

grandeza

de la civilizaci6n azteca -todas

acciones

que Reyes

realiza a travis de Vision de Anahuac

[1519]-

no

implican,

pues, poner

las civilizaciones

precolombinas

al mismo nivel

que

la cultura his-

pana.

La base

principal y digna

de

confianza

de la nueva cultura americana

sigue

siendo,

para

Alfonso

Reyes,

sin

lugar

a

dudas,

la

cultura

hispana.

EUGENIAHOUVENAGHEL

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