wagner de reyna

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  • RECORDANDO A M. HEIDEGGER1

    POR ALBERTO WAGKER DE REYNA~

    RESUMEN

    Se presentan tres testimonios en tomo a la figura de M.Heidegger como maestro: el ambiente universitario de la Alemania de 1935, una carta de Heidegger y el motivo de la traduccin de la Carta sobre el humanismo en 1948, y el relato de una visita a Heidegger en 1962.

    SUMMARY

    Three different memories are presented about the figure of M.Heidegger as tencher: (A) the academic atmosphere in Germany at 1935, (B) a letter from Heidegger and the explanation of the spanish translation of Uber den Humanismus in 1948, and (C) the description of a visit to Heidegger in 1962.

    A. Fragmento de Memorias

    En Bouliagmeni, me qued cruzando el Atlntico de Oeste a Este, en el ao de gracia de 1935, en compaa de mi madre, en la motonave

    ' Las pginas que siguen han sido escritas por A.Wagner de Reyna en distintos momentos de su vida. Como testimonio, constituyen una aportacin singular pura el conocimiento de Heidegger como maestro, y pueden aadirse a las que el mismo autor escribi en su colaboracin Heidegger y sus amigos a Dos centenarios filosficos: Martin Heidegger - Gabriel Marcel en los Cursos de Verano de El Escorial en 1989 (Universidad Complutense de Madrid, 1990, pp.31 - 58).

    Se inician con un fragmento de las Memorias inditas de Wagner de Reyna relatando el ambiente universitario alemn de los aos 30 cuando conoci a Heidegger (A), sigue una carta tambin indita de Heidegger al autor recin terminada la guerra europea (B), y concluyen con el relato de una visita a Heidegger a comienzos de los 60 (C), publicada en una revista limea con el mismo ttulo que se indica. (Notas de la Redaccin).

    Nacido en Lima en 1915, Alberto Wagner de Reyna se licenci en Derecho en su pas y se doctor en Filosofa tras sus estudios en Alemania, de donde su padre era originario. Ha sido profesor en la Universidad Catlica de Lima, Secretario General de

    CONVIVIUM, Serie nQ 10, Any 1997

  • 112 Alberto Wagner de Reyna 1 Europa en demanda del puerto de Brema. El buque era el ms veloz de su tiempo y en menos de cinco das arribamos a las costas del viejo mundo. Aunque yo haba viajado ya varias veces en barco (a Europa y a Chile) qued deslumbrado por la inmensidad y elegancia de los salones, la multiplicidad de servicios y la majestad nutica del bajel. Tuve all el primer encuentro con la nueva Alemania. Viajaba con nosotros Max Dessoir3, profesor de Psicologa de fama mundial, que volva de dar un curso en una universidad norteamericana a su ctedra en Berln. Le fui presentado y me acogi muy benvolamente, dndome algunos consejos para mi mabrcula y estudios. Le pregunt si poda ser su alumno, y me respondi que desde luego, pero que no saba si el ministro me dejar dictar mi curso. Dessoir era judo. Tuve -despus- la satisfaccin de escribir una nota necrolgica sobre l en Realidad en Buenos Aires.

    El con1:acto con Berln no me amedrent, y sin mayor dificultad, puesto que vena de una facultad de derecho, pude matricularme como alumno ordinario en la Universidad de Federico-Guillermo, que as se llamaba la tradicional casa de estudios de la capital prusiana. Hecho esto, se trat de escoger los cursos. Segn el sistema alemn, cada alumno confecciona su curriculum cada semestre tanto en la facultad a la que pertenece como, si lo desea, en las dems, y paga en tesorera por cada asignatura. Las haba de a 10.- RM4, de 5.- RM y gratuitas, segn la popularidad y renombre del profesor. Reciba ste de cada oyente una papeleta que acreditaba la cancelacin del Kolleggeld (dinero del curso) y con la cual el catedrtico cobraba este estipendio. El ndice de pro- fesores y materias en Berln era impresionante -un grueso tomo-, e informndo,me aqu y all, o llevado de mi inspiracin, establec makque bien mi curriculum. Era mi lista amplia, pues en ello no haba problema, y pronto supe que s lo haba para ser admitido en los seminarios.

    Me inscrib en un conjunto muy heterogneo de catedrticos. En historia del derecho administrativo estaba el viejsimo Bornhak, con gran concurrencia de oyentes, que dado lo especializado del tema me extra algo. A esto se aada que el maestro dictaba gratis, pues estaba jubilado, y el curso era -evidentemente- facultativo. Pronto se aclar el misterio.

    Relaciones Exteriores del Per, Embajador de su pas en Bonn, Bogot, Belgrado y Pars, y es Miembro de la Ejecutiva de la LXESCO, del Consejo de la universidad de las Naciones Unidas, de la Real Academia Espaola y del Consejo de Cultura del Vaticano. Ha c:scrito, entre otras obras, La Filosofa en Iberoamrica, El concepto de verdad en Aristteles, Analoga y evocacin, Ide et historicit de l' Unesco, Pobreza y Cultura ...

    3Mun el? 1947. Adems de sus estudios estticos, se interes por la significacin que el ms all poda tener para el alma humana.

    Reichsniark. la unidad monetaria del 111 Reich.

  • Recordando a M. Heidegger 113

    El hombre era un pozo de ciencia amena, y daba sus clases para su personal diversin, de modo que la mayor parte del pensum consista en ancdotas sobre figuras polticas y juristas alemanes del pasado. A lo largo de mi carrera diplomtica, en el trato con germanos, me han sido de gran utilidad estos cuentos de Bornhak, sobre todo los relativos a Bismark que eran su especialidad. De gran importancia -pero en otro sentido- fueron tambin para m las clases del jurisperito Titze. Era el ms ilustre civilista en ejercicio profesora1 de Alemania; tuve la singular suerte de escuchar sus lecciones sobre obligaciones y contratos. El rigor filosfico y exactitud matemtica de su exposicin, la construccin lgica del derecho que nos propona, sin intil erudicin (que por cierto le sobraba), su humor seco que rara vez sala a relucir y su barbita blanca de chivo enjuto, me hacen pensar an hoy en l con respeto y recono- cimiento. Es verdad que he olvidado toda la jurisprudencia, y rara vez me he adentrado en su prctica, pero jams he conocido a un jurisconsulto ms penetrante y soberanamente dueo de su campo. Sus explicaciones del causalismo en las obligaciones fueron despus la base del buen xito que alcanc en mi grado de abogado. En cambio no logr ser discpulo del consejero secreto Rabel, romanista eminente, pues sus lecciones eran para semestres superiores, es decir para estudiantes avanzados.

    En filosofa me matricul, desde luego, donde Dessoir, y tambin en el curso de Eduard Spranger5, que me hizo mediocre impresin, Por lo contrario, me deslumbr Nikolai Hartmann" que ocupaba la ctedra de Hegel, que se supone ser la ms ilustre del pas. De baja estatura, en el aula ms grande de la Universidad, mirando hacia lo alto, como si quisiera vislumbrar lo futuro, ojos celestes, pelo blanco como una aureola sutil alrededor de su creciente calvicie, de negro hasta los pies vestido, con su sombrero calabrs -propio de intelectuales y artistas-, su aparicin provocaba entusiasta aplauso entre los asistentes, aplauso que consista en golpear las carpetas con la mano y taconear el suelo. Su curso sobre el espritu era de una claridad y diccin perfectas, como si planeara sobre los conceptos y los hombres. Quise inscribirme en su seminario, pero no acept, lo cual me resinti algo. (Por cierto sin razn, pues jcuntos indoctos extranjeros -como yo- no querran por curiosidad -como yo- ser sus discpulos!).

    Alguien me llam la atencin sobre un profesor marginado, prestado por la Universidad de Breslau, que dictaba -gratis- en el tercer piso, bajo los tejados del edificio, algo as como la cazuela de ese gran teatro

    5iXacido en 1882, fue profesor en Berln desde 1912 y de Tubinga a partir de 1946. Complet los trabajos de Dilthey y muri en 1963.

    Hartmann era profesor en Berln desde 1931. A partir de 1945 fue profesor en Gottinga y muri en 1950.

  • 114 Alberto Wagner de Reyna

    acadmico, sobre temas msticos. Era un endeble hombrecito de desco- munal cabeza, de modesto porte y traje gastado, y sobre todo muy mal visto por el rgimen. A sus lecciones asistiran unas veinte o treinta personas -lo que para Berln era casi vergonzoso-. Era Romano Guar- dini7, finsilo escritor, telogo egregio, la gran figura del movimiento litrgico alemn. Pronto comprob que los oyentes de su curso era gente madura y algunos jvenes de la ms alta calificacin intelectual y pro- bado coraje civil, pues se atrevan a desafiar las iras oficiales escuchando a un profesor polticamente no grato.

    Por Guardini conoc a Mons. Pinsk, capelln estudiantil catlico, y me integr en el grupo que l diriga. Celebraba ste su misa dominical en una capilla, muy central en Charlottenburg8, ubicada en un stano, y que se distingua por tener derecho a una liturgia experimental (todo lo que hoy est en curso lo vi all en germen) y oirse en ella los mejores sermones de Berln, pues corra a cargo de intelectuales de primera fila. All he escuchado -como predicacin- ms de un captulo de El Seor de Guardini. Visit tanto a ste como a Pinsk en sus casas, y desde entonces arranca el liturgismo que me llevara a escribir una obra sobre el tema, as como mi inters por los smbolos y formas sagradas y profanas; desde entonces tambin comenc a ocuparme en temas teol- gico~, no como abstracciones sino como interrogantes que surgen en la realidad misma y se aplican a ella.

    Fui tambin introducido en el seminario privado de Erich Kaufmann que viva en Nikolaussee, y que ya no dictaba en la Universidad. Abo- gado internacional de gran prestigio en la Corte de La Haya, profesor de derecho, propiciador de la doctrina de la clusula rebus sic standibus adopatada por el nazismo, por ser judo, y a pesar de todo, fue separado de su ctedra. Reuna en su casa, una vez a la semana, a la hora de la cena, a un grupo de amigos estudiantes, para comentar libros de actua- lidad, polticos o jurdicos. La mayor parte de las veces se trataba de obras alemanas, pero una tarde le toc el turno a La rebelin de las masas de Jos Ortega y Gasset, lo que me permiti abrir la boca. Kaufmann, despus de la guerra, no obstante su avanzada edad, volvi a La Haya en representacin de la Repblica Federal. Qu esplndida rehabilita- cin para tan digno personero del liberalismo alemn!

    Un da fuimos convocados por el Rector, para que nos entregara nuestra fe de matrcula. Me imagin que Su Magnificencia estuviera

    ' Nacido en Verona en 1885, Guardini estudi en Maguncia y se doctor en Friburgo. De 3920 a 1922 fue profesor en Bonn, y de 1923 a 1933 en Berln, siendo entonces separado de su ctedra. Restituido en 1945 en Tubinga, pas despus a Munich y muri en 1968.

    Barrio ciccidental de Berln.

  • Alberto Wagner de Reyna 115

    revestido de su toga, pero no fue as. Aunque con la cadena, insignia de su oficio, al cuello y sobre el pecho, andaba vestido de SA-Mann (de guardia de asalto: color marrn) y era veterinario. Nos ech un discursito medio ideolgico medio estimulante y nos fuimos cada cual a su casa con nuestro diploma en latn en la mano, y yo medio desilusionado. Poco despus un mozo muy simptico me invit insistentemente a un acto religioso, que haba de ser alrededor de una fogata y con ocasin del equinoccio. Pese a mi viva curiosidad, no asist a la ceremonia, y me perd de ser as uno de los fundadores de una secta neo-pagana -dirigida por el Prof. Hauer- de adoradores del fuego, que con mi peruana presencia habra adquirido dimensin internacional, en opinin de los organizadores.

    Don Enrique E. Gildemeister, jefe de la familia de ese nombre, venido al mundo en Iquique antes de la Guerra del Pacfico y por eso peruano de nacimiento, era nuestro ministro -ad honorem- en Berln. Alemn de origen, hablaba el espaol con acento germnico, pero con un florido vocabulario, aprendido con los peones de Casa Grande, entonces la principal hacienda trujillana de esa ilustre estirpe de Brema. Como tena una importante fortuna en Alemania y Austria, se le presen- taba ms de un pequeo -o gran- problema personal con el gobierno del Reich, pues don Enrique, aparte todas estas circunstancias, detestaba cordialmente a los nazis. Su principal contendora9, en el campo para m visible, era la doctora Faupel, que l llamaba sin mayores rodeoi la machorra.

    El general Faupel, casado con la seora Edith, haba sido instructor del ejrcito peruano, y su esposa estudiado en la Universidad de San Marcos, donde se doctor. All conoci a una serie de intelectuales, especialmente apristaslO, lo que para un terrateniente trujillano represen- tante del gobierno Benavides", no era buena recomendacin. Faupel, que aprendi espaol en el Per (naturalmente no tan bien como su mujer) hizo carrera: Embajador del Reich ante el general Franco durante la guerra civil -y se dice que tambin consejero tcnico militar-, organizador del Servicio del Trabajo en Alemania, lleg, ya jubilado, a Presidente del Instituto Iberoamericano de Berln, instalado en el hermoso palacio de las antiguas caballerizas reales, en la isla que se halla en el centro de la capital y donde se encontraban los ms prestigiosos edificios

    Oponente. 'OSeguidores de la Alianza Pop~clar Revolucionaria Americana (APRA), organiza-

    cin fundada por el peruano Ral Haya de la Torre para luchar contra el imperialismo. El partido aprista ,obtuvo la victoria electoral en 1931 y varios escaos en 1963.

    ' ' El militar Oscar R. Benavides (1876-1945) intervino en el golpe de estado que derroc al presidente G. Billinghurst en 1914 y, tras el asesinato del presidente Luis Miguel Snchez Cerro en 1933, ocup la presidencia del Per de forma casi dictatorial durante seis aos.

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    pblicos y culturales. Alma del Instituto era doa Edith. Se senta madre, pues no tena hijos (y de all el apodo que le aplicaba don Enrique) de todos los estudiantes hispanoamericanos que atravesaban la frontera germnica y especialmente de los peruanos. Eran ellos muchos, y una buena parte se alojaba en el Peru-Haus en Munich, casa que no gozaba de las simpatas de la doctora. Su maternal desvelo se extenda, desde luego, a muchachos que no eran afectos al rgimen peruano -y estaban all ms o inenos exiliados-, y, como es notorio, no hay nada peor para crear tiranteces con la misin diplomtica que estas protecciones oficio- sas a elementos distanciados de ella. Evidentemente, la capacidad de servir de la doctora Faupel era muy grande, bastante mayor que la de la legacin, de modo que se ahond la divisin entre los adictos a sta y el P e r z i - H a ~ ~ ~ , de un lado, y los amigos y becados del Instituto, del otro.

    Yo no me meta con peruanos, ni menos en los, deseoso de apro- vechar mi tiempo en Alemania. Iba una vez por semana -a no hacer nada durante 15 minutos- a la legacin. Aparte el ministro, el personal estaba compuesto por un segundo secretario, Miguel Cerro Cebrin, y por tres agregados civiles a d honorem: Henry Lamotte Gildemeister, Manuel Mujica Gallo y yo. Era poca de los Juegos Olmpicos (1935), y Berln la ciudad ms alegre y acogedora del mundo. Viva yo con mi madre en un pequeo departamento en la Knesebeckstrasse, y estudiaba con frenes lunes, martes, jueves y viernes en la Universidad, mientras que mircoles y sbados por la maana concurra a la Biblioteca, donde me rompa la cabeza coma los textos de Aristteles en alemn. La lectura del Filsofo sin un comentario adecuado o un gua benvolo, sin los conocimientos introductorios necesarios, es empresa totalmente absurda, en la que me encaprich, con tan mala suerte que un da en que mis entendederas por- fiab'an en no comprender y mi voluntad en penetrar el sentido de un pasaje obscuro, sent como un latigazo a la altura del hueso temporal izquierdo, que no dej de asustarme y me indujo a prescindir de estos estudios forzados y hacer un poco de turismo cultural por las inmediaciones.

    El heciho de hablar alemn y conocer la cultura germana tradicional, no haca de m un estudiante extranjero tpico. Y sin embargo, pese a mis esfuerzos y a las posibilidades de contacto que se me brindaban, no lograba introducirme verdaderamente en el movimiento intelectual que vea biillir a mi lado. No me refiero a las construcciones concephiales del nazismo (pues en su primitivismo no ofrecan dificultad), sino a la corriente profunda del pensamiento europeo que en Alemania -pese al nazismo ambiente- encon- traba una de sus ms caracterizadas vetas. Comprendo que gente capacitada e inteligente pierda aos en Europa en tocar fondo: los presupuestos y bagajes meiltales que se llevan -o llevaban- de Amrica latina no son los que corresponden al clima de all, y es como si al Sahara se aportara un equipaje adecuado al polo o viceversa.

  • Recordando a M. Heidegger 117

    Advert que Berln me quedaba grande como puerta de entrada a ese mundo, y que para ingresar a l me servira ms una universidad de provincia. Y fuera de eso necesitaba un maestro, que se ocupara algo en m, y ninguna de las sobrecargadas figuras de la capital estara -es okvio- dispuesta a esa labor insignificante. De otro lado, no quera caer en un provincialismo en Europa, que para ello me habra quedado en Lima. Lo que buscaba no era fcil.

    La casualidad me ayud a resolver mi problema. En el seminario de Kaufmann haba un mozo, ya doctorado, que concurra tambin a las clases de Guardini. Nos hicimos amigos, y lo somos hasta ahora a travs de tantos aos. Era un joven historiador, Heinrich W. Petzet, muy in- teresado en lo que pasaba en el ancho mundo, y por ello tambin en ultramar.

    Cierta vez le expuse mi preocupacin. -Hombre, me dijo, lo que usted necesita es irse a Friburgo. Ambiente

    reducido pero de las ms alta calidad; lugar propicio al estudio y la meditacin, y lleno de agrados. Y sobre todo all ensea Heidegger.

    -Bueno, respond, all est lo malo. Si Hartmann no ha querido admitirme en su seminario, menos lo har Heidegger, que -segn dicen- es el profesor ms exigente de Alemania.

    -Por eso no se preocupe. Si usted quiere ir, yo le sirvo de interme- diario con Heidegger.

    Petzet -de dnde iba yo a saberlo!- era un hombre magnficamente vinculado con altos crculos intelectuales. Su difunta madre, hija del eficaz propulsor del Norddeutsche Lloyd Wiegand, haba tenido un saln en Brema, por el cual haba transitado lo ms ilustre de Alemania de la primera postguerra. De all una amistad casi familiar con Heidegger.

    Dicho y hecho. Mi amigo escribi al filsofo, quien cauteloso res- pondi que quera verme, y como ya comenzaban las vacaciones, viaj a Friburgo, ciudad que tantos atractivos tena para m, entre otros el hecho de que mi padre hubiera estudiado en su Universidad.

    El maestro convers conmigo en su casa, me recomend lecturas que deba emprender -entre ellas Kant y el problema de la metaflsica, libro del cual era autor y que habra de servirme de introduccin a su curso sobre el filsofo de Koenisberg- y yo, alegremente, me fui a someter a una operacin de amgdalas. Despus, para convalecer de ella, viaj al balneario terma1 de Badenweiler, en la Selva Negra, que para m -con veinte aos- no me pareca umbrosa sino radiante de esperanzas.

    Antes de partir de Berln haba realizado un trmite jurdico de importancia para m: en mi calidad de hijo de alemn, sin perjuicio de ser peruano de nacimiento y tener libreta militar de mi pas y de ser agregado civil, es decir, funcionario pblico del Per, las autoridades germanas continuaban a considerarme alemn. Es la consecuencia del jus sanguinis, unida a la doctrina de que la nacionalidad no es un derecho

  • 118 Alberto Wagner de Reynn

    sino fundamentalmente un deber, heredado de la calidad de sbdito de una monarqua, deber que conservaban los ciudadanos frente a las re- pblicas. La pertenencia a un Estado no es en estos casos renunciable, ni se pierde -como en el Per- por adquirir otra nacionalidad o ejecutar determinados actos de fidelidad a otro Estado. Uno tiene que ser des- pedido, licenciado, de la comunidad nacional.

    Y o vea en el caso del ministro Gildemeister los inconvenientes de la dobb nacionalidad, y en especial si una de ellas, no obstante de ser involuntaria, se impona imperativarnente y resultaba as siendo pega- josa. No s61o surgira en cualquier momento el tema del servicio militar en Alemania, sino que tambin tropezara con contrariedades de control de divisas, etc. Y fuera de eso, ante la posibilidad de presentarme a la carrera diplomtica, quera tener un status jurdico inobjetable y saneado (que no es el caso de alguno de mis actuales colegas), de ser peruano y nicamente peruano. No pensaba en la guerra venidera, en que el grueso del pblico no crea, pero mi previsin fue -como es evidente- de gran utilidad cuando estall el conflicto.

    El caso es que present, con firma de letrado, un recurso al gobiemo prusiano (pues viva en Berln), pidiendo mi licenciamiento y, alegando mi calidad de diplomtico del Per. Mi pedido fue atendido y algo ms de un ao despus, me entreg el ministro alemn en Lima el documento que certifica mi exoneracin de la nacionalidad del pas de mi padre.

    Martin Heidegger era un hombrecillo muy moreno, tostado por el sol y la nieve, vestido de aldeano de la alta Selva Negra. Pequeo bigote, mirada penetrante y socarrona, al par campechano y distante. Despus de haber sido por algunos meses entusiasta partidario del gobiemo de Hitler, cuando yo llegu all era la bete noire de las mediocridades nazis de la universidad alemana1'. Su aula estaba siempre llena, pero su se- minario no contaba con ms de dos docenas de asistentes, de los cuales un grupo estaba constitudo por personas mayores (doctores y altos funcionarios retirados), otro se compona de extranjeros, y pocos estu- diantes alemanes regulares. La Compaa de Jess estaba representada por cuatro sacerdotes. De varios de mis compaeros he tenido despus noticia por sus actuaciones pblicas o en la ctedra (Charles Malik, el padre Rahner13, Anneliese Mayer, Fernando de Huidobro, el Prof. Allers.. .)

    El semiinario a que concurr en el semestre de invierno 35/36 vers sobre la Monadologa de Leibniz, y la tcnica exegtica, versacin y

    '"eidegger fue nombrado Rector de la Universidad de Friburgo en abril de 1933 y renunci al cargo en abril de 1934. Wagner de Reyna le conoce al ao siguiente.

    l 3 Nacido en Friburgo en 1904, el telogo Karl Rahner sucedi a R.Guardini en Munich tras su jubilacin en 1964.

  • Recordando a M. Heidegger 119

    autoridad de Heidegger me dejaron perplejo. Sus interpretaciones eran novedosas (sus enemigos diran caprichosas), siempre buscando el apoyo del habla comn. Y un respeto profundo, rara vez orillado por una crtica cuando forzaba la mano en la originalidad, lo confirmaba en su indis- cutible prestancia de maestro. En el semestre de verano en 1936 asist a un seminario sobre la Crtica del Juicio. Las prelecciones en ambos semestres fueron sobre Kant y Schelling, respectivamente.

    Debo lo que tengo de formacin filosfica y mtodo de trabajo en esta materia a Heidegger, y de su obsesin por la limpieza del pensar me acuerdo hasta ahora cuando tengo que investigar algo. Me dispens siempre gran simpata (que no significa fcil cordialidad) las veces que estuve en su casa o en su despacho universitario, de modo que establec duradera amistad con l.

    Su asistente era Walter Broecker, cuyo seminario y libro sobre Aristteles me introdujeron en el pensamiento del Estagirita, y con el cual tuve y mantengo agradable relacin. Martin Honecker tambin dictaba ctedra en aquella poca, pero sus clases no resistan una comparacin con las prelecciones de Heidegger. Husserl, ya jubiladoI4, viva por aquellos aos en Friburgo y diriga un seminario privado y extraacad- mico. Como estaba en entredicho con Heidegger, no era posible a los alumnos de ste acercarse al viejo maestro, de modo que no lo conoc -con pesar mo- ni de vista.

    En la facultad de derecho figuraban dos penalistas de renombre: uno que era el Rector, el Prof.Kern, bonachn y agudo wuerttembergus, muy competente en su ramo, gozaba de gran popularidad por la amenidad de sus clases. No perda ocasin para colocar en medio de una sabia diser- tacin cosas como sta: El artculo 1"el Cdigo Civil -hasta el cual ya habis quiz penetrado en el curso de vuestras investigaciones- dice ... El otro era el ilustre Erik Wolf, sobrino de Jakob BurckhardtlS, y muy vinculado por ello al humanismo y a la aristocracia de la cercana Basilea (Suiza). Perteneca en cuerpo y alma al Renacimiento y nos brind un curso sobre los grandes juristas lleno de esprit, que no desdeaba lapedite histoire, pero de gran calado. Recuerdo que invit a mi padre -que estaba de paso en la ciudad- a oir la clase sobre PuffendorfI6, y que qued encantado con ella. Wolf, aparte de gran jurista, era experto entomlogo y su libro sobre los escarabajos del Kaiserstuhl (pequeo macizo vol-

    l 4 Husserl haba desempeado su docencia en Friburgo desde 1916 hasta su jubi- lacin en 1928.

    '5Historiador de la cultura y del arte (1818-1897), fue profesor de la Universidad de Basilea desde 1858.

    l6 Jurista e historiador del siglo XVII, consejero de Estado e impulsor del derecho natural.

  • 120 Alberto Wagner de Reyna

    cnico de lla regin) parece que goza de indiscutida autoridad entre los entendidos, pero de eso no puedo dar fe.

    Mis dos semestres en Friburgo de Brisgovia, gtica y rodeada de pinos, abierta al Rin, y con ello a Francia, en el corazn de Europa, me

    . marcaron para siempre. Cada vez que puedo paso -brevemente- por la romntica ciudad, camino por sus calles reconstrudas -pues fue muy castigada por la guerra-, y recuerdo sombras de mi juventud, y a mi madre, cor quien viva, y me daba calor y seguridad. Cuntos profesores admirados y cuntas chicas bonitas, admiradas tambin! (Es interesante anotar que la vida estudiantil de aquellos aos de preguerra en una ciudad universitaria de provincia era bastante mundana. La mayor parte de los alumnos, casi todos muchachos, no era del lugar, y viva segn sus recursos en pensiones de familia o departamentos. Muy pocos eran becados, y por ello estudiar implicaba una situacin econmica hol- gada. Haba as una poblacin flotante y cultivada que, al lado de las faenas en la facultad, frecuentaba los crculos sociales de la ciudad husped. L,a bohemia no estaba de moda y lo normal y apetecido era un nivel de vida elevado. Bailes -de estricta etiqueta- saraos, conciertos y funciones teatrales o de pera, as como paseos campestres en grupos que se constituan con hijas de familias distinguidas residentes, eran el contrapeso de las actividades intelectuales y de las ya decadentes reunio- nes de las corporaciones estudiantiles aficionadas a duelos17.) All por los aos 35 y 36, para quien no fuera judo, ni se metiera en asuntos alemanes -como era mi caso-, el rgimen nazi, si bien invada todos los aspectos de la vida, slo presentaba dos manifestaciones tan- gibles: las espectaculares actuaciones polticas y un cierto e indefinible peso en la atmsfera social, que no impeda que mucha gente expresara su opinin y asumiera actitudes independientes. De vez en cuando se oa decir que Fulano haba sido interrogado por la Gestapo o que ya no estaba en su domicilio. Por otro lado impresionaba muy bien el funcionamiento impecable de los servicios pblicos -que en otros tiempos haba sido defectuoso- y las realizaciones sociales, sobre todo en beneficio de la juventud. Todava no haban ocurrido los horrores que despus se pro- dujeron; 110s optimistas pensaban que los excesos -que no faltaban- iran disminuyendo con el ineluctable aburguesamiento de la ideologa, y los pesimistas profetizaban que iran en aumento, con la impunidad internacional de que gozaban.

    F...] Mi adaptacin al medio friburgus haba marchado satisfactoria-

    '' Wagner de Reyna recuerda haber visto algn que otro compaero de clase con herida fresca en la mejilla* como consecuencia de tales duelos.

  • Alberto Wagner de Reyna 121

    mente, mis estudios filosficos se ampliaban y sus temas me agarraban con creciente inters. Heidegger me aconsej enfocar el concepto de sustancia en Descartes y Leibniz como tema de una posible tesis bajo su direccin. Empezaba ya los preparativos para esta empresa que poda haber durado aos. Pero mi madre deseaba volver al Per y mi pema- nencia en Alemania habra significado una desvinculacin cada vez ms profunda con mi patria. Me vi as en la necesidad de optar: de un lado, la familia, mi pas, es decir, la vuelta al Pe r... del otro, la filosofa - con un porvenir acadmico probablemente decoroso-, Europa. Mi entu- siasmo juvenil me inclinaba a lo segundo; la consideracin de ser hijo nico, el afecto por mis padres, me decidieron por lo primero. Y as, en abril de 1936 un buque de la HAPAG me trajo de vuelta al Callao con mi madre.

    Siguiendo mi aficin, reat vnculos con el medio filosfico limeo, pero la diferencia entre nuestros meritorios profesionales de la materia y los pensadores autnomos a que estaba acostumbrado -mala costumbre de tres semestres universitarios- me caus confusin. Por una parte quise reaccionar, y mantenerme en el status de creador aunque fuese de con- ceptos mediocres; por otra buscarme un camino diferente, ya que ste, en el Per, me ofreca tan escasas posibilidades de buen xito.

    Ya desde Friburgo haba estado preparando una exposicin sobre Heidegger en castellano y an haba entrado en tratos con una editorial madrilea (Plutarco) para su publicacin. Cuando en Lima a fin de doctorarme en filosofa propuse -siguiendo el consejo de mi maestro- aquello del concepto de sustancia en Descartes y Leibniz, se me indic que sera mejor presentar una tesis sobre el propio pensamiento de aqul. Desde mi punto de vista era ello algo muy complicado. Habra tenido que buscarme como tema algo as como diferencia en la aplicacin del mtodo fenomenolgico en Heidegger y Husserl, erizada de peligros y que hubiera exigido una investigacin para la cual no dispona en Lima ni de tiempo ni de literatura, y menos del a menudo no publicado material de prelecciones de uno y otro pensador. Pero el estudio sobre Descartes y Leibniz, que ya tena comenzado, no interesaba a nadie.

    -Por qu no hace usted una exposicin sobre la filosofa de Hei- degger?

    -Pues sa la tengo hecha, es decir, en lo que toca a la ontologia. -All tiene usted su tesis, me respondi Enrique Barboza, con quien

    consultaba el caso. Y as fue. Con el criterio que las tesis haban de ser sobre puntos

    precisos y llevar ttulos largos, present a la facultad de letras de la Universidad Catlica del Per una disertacin sobre La ontologa fun- damental de Heidegger -su motivo y su significacin, que public -con abundantes errores tipogrficos- la revista de la Universidad y que despus apareci -ya depurada de ellos- en un tomito de la Editorial

  • 122 Alberto Wagner de Reyna

    Lumen, de Lima, y del cual se vendi una buena media docena. Tambin mi examen de grado fue un fracaso. El examinador filosfi-

    co -Manuel Argelles- no recibi la citacin al acto, y el presidente del jurado, poco aficionado a especulaciones metafsicas, apenas hube en- trado -corto prolegmeno al problema del ser- a plantear la significacin de la nada, me interrumpi para pedirme que leyera las

  • Recordando a M. Heidegger 123

    ideas propias sobre esa rama del saber inspirndome en la fenome- nologa que haba bebido en sus fuentes, y encuadrndolas en los nobles parmetros de Aristteles preescolstico, que hasta ahora venero.

    A m me pareci bastante aceptable, publiqu en mimegrafo -como era uso- mis copias, en que me complaca en manipular los dive:rsos sentidos y funciones del logos (ya que de lgica se trataba) y proyect un segundo libro donde Losada, precisamente sobre estas disquisiciones. Romero lo esperaba con impaciencia. Pero aqu tambin la diosa Fortuna haba de jugarme una pasada. El curso fue calificado de ininteligible, de bluff y otras lindezas. Alrededor del 90% de los asistentes a l tuvo que ser aplazado. Slo un pequeo ncleo de alumnos -entre ellos Fran- cisco Mir Quesada Cantuarias y Jos Iturriaga Romero- se interes en mi esfuerzo. El lo fue gordo.

    El rector, el padre Jorge Dinthilac, con su bondad y sensato criterio, me aconsej: dicte usted ahora, en el segundo semestre, un curso de lgica tradicional. Y as lo hice. Tom el texto del cardenal Mercier (que el de Maritain me pareci demasiado elevado) y repet como una coto- rra... lo que han repetido por siglos tantos profesores de esta materia, con general elogio y beneplcitos. No hubo jalados a fin de ao. Mi reputacin de profesor se restableci. Las copias del execrado primer curso las conservo an, y a tantos aos de distancia me parece que - afinando y madurando conceptos- habran podido ser admitidas en la escuela fenomenolgica al estilo de PfaenderIg, tan en boga por aquellos aos.

    Mis desventuras de dmine me decidieron a tornarme hacia otras posibilidades profesionales.

    B. Carta de M.Heidegger a Wagner de ReynaZo

    Freiburg i.B. 17.Dez.46 Lieber Herr Doktor! In diesen Tagen haben wir das Paket erhalten. Wir danken Ihnen

    herzlich fr diese Hilfe. Noch mssen wir warten, bis es wieder moglich sein wird, Ihnen Ihre Freundlichkeit auf philosophischem Wege zu erwidern.

    Ihren Vorschlag, wegen der Mitarbeit an der Zeitschrift, werde ich erwagen. Aber auch ohne dies wrde ich bei Gelegenheit einrnal einen Beitrag liefern. Nur bin ich leider jetzt mit anderen Arbeiten sehr in Anspruch genommen und muss mit meinen Kraften haushalten. Auch

    '9Colaborador de Husserl a partir de su encuentro personal en 1904, Pfaender es conocido por su Lgica de los procesos volitivos.

    20 Transcripcin de A. Prevosti.

  • 124 Alberto Wagner de Reyna

    mochte ich nicht irgend einen beliebigen Artikel schicken. So bitte ich Sie, der Leitung der Zeitschrift dies mitzuteilen.

    Von unserem Freund Petzet habe ich einen Brief bekommen, der mich sehr freute. Er scheint, was die eigentliche Arbeit angeht, nicht ganz glcklich zu sein. Vielleicht kann ich mittelbar hier etwas fr ihn ver- suchen.

    Gem horte ich einmal von Ihnen, was Sie neben Ihrer diplomatis- chen Tatiglceit philosophisch arbeiten. Jedenfalls haben Sie dort gewiss grosse Moglichkeiten, was die intemationale Literatur angeht. Doch wesentlicher bleibt die Arbeit an den wenigen bleibenden Fragen des Denkens, die in ihrer grossen Gestalt immer noch bei den Alten am reinsten vor uns aufragen.

    Ich wnsche Ihnen besinnliche Weihnachtstage und grsse Sie dankbar in guter Freundschaft.

    Ihr M.Heidegger.

    (Traduccin2') Freibnrg i.B. 17. Dic. 46 Querido seor doctor: En estos das recibimos el paquetez2. Le agradecemos cordialmente

    por esta ayuda. Tenemos todava que esperar hasta que de nuevo sea posible co~~esponder a su amabilidad por la va filosfica. Su propuesta de colaborar en la revistaz3, la voy a considerar. Pero aun sin esto aportara alguna vez una contribucin. Empero, estoy, lamentablemente, muy tomado por otros trabajos y tengo que economizar mis fuerzas. Tampoco quisiera enviar un artculo cualquiera. Por eso le ruego comu- nicar lo que antecede a la direccin de la revistaz4.

    De nuestro amigo Petzet he recibido una carta que me alegr mucho. Parece que, en lo que se refiere propiamente a su trabajo, no est del

    2 ' Por A.Wagner de Reyna. 22 Se trataba de un envo de alimentos, en aquellos aos de penuria de la inmediata

    posguerra. 2 X a revista era Realidad, de Buenos Aires, editada por Francisco Romero y

    Francisco Ayala. 24A pesar de esta evasiva, Wagner de Reyna insisti en ayudar a su antiguo maestro

    -sin duda escaso de dinero en aquella difcil situacin- y en 1948 public la traduccin de la Carta sobre el Humanismo en Realidad. Aprovechando su estancia en Berna como secretario de la legacin del Per, Wagner de Reyna consigui que la editorial A.Francke de esa ciudad -donde acababa de publicarse la obra- renunciara a sus derechos como l haba renunciado a los suyos de traductor, de modo que Heidegger pudiera recibir ntegro todo lo que la revista haba pagado por esa traduccin.

  • Recordando a M . Heidegger 125

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    Carta de M. Heidegger a Wagner de Reyna (Sigue al dorso)

  • 126 Alberto Wagner de Reyna

    r - -7

  • Recordando a M . Heidegger 127

    todo contento. Quiz yo pueda, indirectamente, intentar algo aqu en favor de l.

    Con gusto oira alguna vez algo de usted sobre sus trabajos filos- ficos al lado de su actividad diplomtica. De todos modos tiene usted all seguramente grandes posibilidades en lo que se refiere a literatura internacional. Sin embargo, esencial sigue siendo el trabajo sobre las pocas permanentes preguntas del pensar que en toda su grandeza se yerguen an ante nosotros del modo ms puro en los antiguos.

    Le deseo meditativos das de Navidad y lo saludo en agradecida y buena amistad

    Su M.Heidegger

    C. Tres das con Maese Martn

    Haca 26 aos que no vea a Heidegger; la nica imagen que de l haba tenido en este tiempo era su endiablada -mejor sera decir demo- naca- escritura gtica en ocasionales cartas. Ahora, viernes 29 de marzo de 1962, me esperaba bajo el dintel de la puerta de su casa en Zaehringen, cerca de Friburgo en Brisgovia. Su figura no ha cambiado en lo esencial. Est menos tostado por el sol de invierno, pues con 73 aos ya no se hace ski; el antes negrsimo pelo es ahora casi blanco. Y usa pantalones largos, ya no ese vestido de aldeano, como cuando era mi catedrtltico en la Universidad.

    -Querido seor profesor, no sabe usted ... -Y ahora habr que tratarlo de Excelen~ia?~~, me pregunta con

    socarrona mirada, entre seriamente dudoso y secretamente divertido. La casa no ha cambiado. El escritorio est idntico, y tomo asiento

    en el mismo silln que el maestro me ofreci en 1935. S, algo es diferente: aquella vez haba sobre la mesa un par de tazas de t; hoy, una botella de vino blanco, smbolos de la misma cordial hospitalidad de la Selva Negra.

    Nos acompaa nuestro comn amigo Heinrich W.Petzet, que antao me presentara a Heidegger y que ahora es su principal colaborador en la publicacin de sus obras. La conversacin se hace rpidamente fami- liar, y Maese Martn saca de una gaveta su Libro de Seminario. Es una libreta con tapas negras en que figuran sus alumnos. Busca el semestre de invierno 1935-1936.

    -Aqu est su firma, me dice.

    Heidegger lo dice por el cargo de Secretario General de Relaciones Exteriores del gobierno peruano que por entonces desempeaba Wagner de Reyna.

  • 128 Alberto Wagner de Reyna

    En efecto, est all, con una direccin que haba olvidado. -Y aqu de nuevo. Y all la de Allers, que es ahora profesor en

    Leiden. Ms all encuentro el nombre de Ulmer, hoy ordinario en Tubinga,

    y el de Rahner, que es provincial de los Jesutas y el de Malik, que fue Presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas. Ante la pantalla de la remembranza surgen caras de muchachos con poco aplomo, respuestas ingeniosas y anteojos de carey. Aquel -me informa Heidegger- muri, ste est loco.

    -Se acuerda usted -me dice- que vena a clase directamente del establo de su padre y me apestaba el aula?

    No, mil memoria olfatoria no es tan competente como la de Heide- gger. Caemos sobre mi libro: La Ontologa fundamental del Maestro, que edit Losada en Buenos Aires. -Fue un best-seller filosfico. Se vendi como una ilovela policial. Tuvo tres ediciones, aado.

    El filsofo no re, pero se divierte. Petzet me mira como dicindome: no seas salvaje.

    Heidegger se siente obligado a contribuir al ambiente anecdtico de la situacin y nos relata cmo Sartre tuvo por primera vez noticia de l:

    -El ao 1928 fue alumno mo en Marburgo el Conde Kuki ... -El cvnde japons a que hace usted referencia en Unterwegs zur

    Sprache. -Exactamente. De all fue a Pars y puso un aviso en el peridico

    pidiendo u11 profesor de francs con quien pudiera tambin conversar sobre filosofa. Kuki estaba estudiando ep aquella poca mi Ser y tiempo. 'Y sabe usted quien se present por el aviso? Sartre.

    Heidegger se dirige a un estante de libros y de la edicin de Des- cartes de Adam et Tamery me muestra el primer volumen: un regalo de Kuki con dedicatoria y en ideogramas.

    Se hace tarde; hablamos de mil cosas, menos de filosofa. Yo no soy reporter ni pienso escribir un artculo sobre mi entrevista con Hei- degger.

    Al da siguiente me ofrece el Profesor Arnold Bergstesser, el Pre- sidente de la Comisin Alemana para la Unesco, un almuerzo en el restaurante del Halcn. En el reducido recinto slo cabe una mesa y los asientos de los trece comensales en bancos adosados a la pared: un tpico ambiente acadmico alemn. Todos son profesores de mi vieja Univer- sidad, y segn la costumbre debemos tratamos de seor Fulano omitiendo cualquier ttulo, siempre grato en el ambiente germano. Estoy entre el sefior Heidegger y el seor Thieme, el Rector actuante. Hay un evidente respeto por Maese Martn que rara vez sale a sociedad y sospecho -tengo el orgullo de mi modestia- que los comensales han venido al almuerzo porque saban que Heidegger concurrira.

    Pero el Maestro quiere hacerme un agasajo personal y al da siguien-

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    te me invita a una reunin familiar en un restaurante de cazadores, en el bosque cercano.

    Heidegger mostr visible inters por Sudamrica como regin de Occidente y por el carcter barroco de su tradicin, pero me confes - socarronamente- que su mundo se extenda a algunas leguas a la redonda, de un lado hasta Totnauberg y del otro hasta Messkirch, ciudad de donde es oriundo y que lo ha hecho su ciudadano honorario. Tengo en manos el librito conmemorativo del solemne acto, con un fino discurso de agasajado en que recuerda que agradecer (Danken) y pensar (Denken)es la misma palabra y que recuerdo es un pensamiento agra- decido.

    Bebemos una copa de despedida. Le deseo un feliz viaje a Grecia, pas que an no conoce y que visitar en esta primavera, y Maese Martn desde la puerta de la posada agita la mano en la grave simplicidad del hombre que sabe que, ms all de su mundo, es famoso y estimado, pero para el cual todo ello es anecdtico, intrascendente y sin inters, porque el filsofo es una planta que requiere de su propio suelo y gracias a ste, a su enraizamiento, est entre el cielo y la tierra.

    Tal es el recuerdo que tengo de los tres das con Maese Martn, all en la Selva Negra.