data revista no 07 11 cultura gupta ferguson

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    R e s u m e n Este taa se ppne hae

    na expan e a a en qe as eas

    eas e espa y ga han nga

    y ntnan ngan e sent n

    e qehae antpg. En pata,

    eseas expa e enva

    ntes p a tezan e espa en a

    tea psensta y ensta qe se

    anesta en nnes taes vgana,

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    agnaa ns ga a eevaa

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    antpga taes e e ta y,

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    a b s t R a c tThs ate expes the way that

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    sense the anthpga task. Speay,

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    etetazatn, psten hypespae,

    ntes an agnaty), has e s t

    evaate key anthpga anayta nepts

    sh as te an ta eene.

    ant poda n7 jul io-diciembre de 2008 pginas 233-256 issn 1900-5407

    Fecha de recepc in: mayo de 2008 | Fecha de aceptacin: mayo de 2008

    P a l a b r a s c l a v e :

    c, , f .K e y w o r d s :

    c, , ff

    M S A L L D E L A C U L T U R A :E S PA C I O , I D E N T I D A D Y L A SP O L T I C A S D E L A D I F E R E N C I A

    A k h i l G u p t a

    Proesor Asociado, Departamento de Antropologa

    Stanord University

    [email protected]

    J a m e s F e r g u s o n

    Proesor Asociado, Departamento de Antropologa

    Stanord University

    [email protected]

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    2 3 4No d e j a d e s e r s o r p r e n d e n t eque la teora antropolgica haya maniestado tan poca autoconciencia respectoal tema del espacio (algunas notables excepciones son Appadurai 1986, 1988;Hannerz 1987; Rosaldo 1988, 1989), visto que se trata de una disciplina cuyorito de paso es el trabajo de campo, cuya romantizacin se ha basado en laexploracin de lo remoto (el ms otro de los otros [Hannerz 1986]) y cuyauncin crtica se supone que parte de la yuxtaposicin de ormas radicalmentedierentes de ser (ubicadas en otro lugar) a las de los antroplogos, que suelenser las de la cultura occidental Este trabajo se propone hacer una exploracinde la orma en que las ideas recibidas de espacio y lugar han conguradoy continan congurando el sentido comn del quehacer antropolgico Enparticular, deseamos explorar cmo el renovado inters por la teorizacin del

    espacio en la teora posmodernista y eminista (por ejemplo, en Foucault 1980;Jameson 1984; Baudrillard 1988; Deleuze y Guattari 1987; Anzalda 1987; Ka-plan 1987; Martn y Mohatny 1986) que se maniesta en nociones tales comovigilancia, panopticismo, simulacro, desterritorializacin, hiperespacio posmo-

    M S A L L D E L A C U L T U R A :E S P A C I O , I D E N T I D A D Y L A SP O L T I C A S D E L A D I F E R E N C I A

    A k h i l G u p t a

    J a m e s F e r g u s o n *

    T r a d u c c i n d e E r n a v o n d e r W a l d e

    * Akh Gpta y jaes Fegsn, beyn cte: Spae, ientty an the Pts d eene, en Akh Gp-ta y jaes Fegsn (es.), Culture, Power, Place. Explorations in Critical Anthropology. dha an lnn,dke unvesty Pess, 1997, pp. 33-51.Este at apae pa p pea vez en Cultural Anthropology7 (1): 6-23. Pest qe nestas

    efexnes s eentes se estnes espa, ga e enta estaan ya expestas en esapea vesn, n a hes evsa, y a hes epes aq (apate e nas pas enes yatazanes), ta apae en 1992.

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    derno, ronteras y marginalidad nos obliga a reevaluar conceptos analticosundamentales de la antropologa tales como el de cultura y, por extensin, elde dierencia cultural

    Las representaciones del espacio en las ciencias sociales se apoyan de ma-nera muy notable en imgenes de quiebre, ruptura y disyuncin Lo que distin-gue a las sociedades, las naciones y las culturas se establece a partir de una di-visin del espacio que en apariencia no plantea mayores problemas, undada enel hecho de que estas entidades ocupan espacios naturalmente discontinuosLa premisa de la discontinuidad constituye el punto de partida para teorizarlos contactos, los conictos y las contradicciones entre las culturas y las socie-dades Por ejemplo, la representacin del mundo como un conjunto de pases,tal como aparece en la mayora de los mapamundis, concibe ese espacio como

    inherentemente ragmentado, dividido por medio de dierentes colores en lasdiversas sociedades nacionales, cada una enraizada en su propio lugar (verMalkki, 1997) La idea de que cada pas encarna una cultura y una sociedad quele son propias y distintivas se encuentra tan diundida, y se asume tan natu-ralmente, que los trminos cultura y sociedad suelen anexarse sin ms a losnombres de los estados-nacin; as, un turista visita la India para comprenderla cultura india y la sociedad india, o va a Tailandia para aproximarse a lacultura thai o a los Estados Unidos para hacerse a una idea de la culturanorteamericana

    Se sobreentiende, claro est, que los territorios geogrcos a los que se lesasigna una cultura y una sociedad no son necesariamente los de una nacin Secuenta, por ejemplo, con la idea de reas culturales que atraviesan las ronterasde los estados-nacin, de la misma manera que se conciben naciones multicul-turales Contamos asimismo con las nociones de nuestra propia disciplina, quea menor escala establecen una correlacin entre ciertos grupos culturalmenteunicados (tribus o pueblos) y su territorio: los nuer viven en Nuerlandia,y as sucesivamente La ilustracin ms clara de esta manera de pensar son los

    clsicos mapas etnogrcos que proesaban mostrar la distribucin espacialde pueblos, tribus y culturas Pero en todos estos casos, el espacio mismo seconstituye en una especie de plano neutro sobre el cual se inscriben las die-rencias culturales, las memorias histricas y las organizaciones sociales Es ascomo el espacio opera como un principio organizativo en las ciencias sociales,pero al mismo tiempo se le sustrae del mbito analtico

    De esta manera, se presume un isomorsmo entre espacio, lugar y cultu-ra que genera una serie de problemas signicativos Un primer interrogante seplantea desde aquellos sujetos que habitan la rontera, esa ranja estrecha a lolargo de los abruptos (Anzalda 1987: 3) que son los lmites entre naciones Laccin de que las culturas son enmenos discretos, a semejanza de un objeto,

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    y que ocupan espacios discretos es algo insostenible para quienes viven en laszonas ronterizas De manera similar, y relacionada con la situacin de los habi-tantes de la rontera, se plantea la condicin de aquellos que viven de cruzarlas:

    los trabajadores migrantes, los nmadas y los miembros de las elites comercialesy proesionales transnacionales Cul es la cultura de los trabajadores agrco-las que pasan una mitad del ao en Mxico y la otra en los Estados Unidos? Porltimo, encontramos la situacin de aquellos que cruzan la rontera de manerams o menos permanente: los inmigrantes, reugiados, exilados y expatriadosEn su caso, la dislocacin entre lugar y cultura se hace ms evidente: los reugia-dos kampucheanos en los Estados Unidos han transportado su cultura khmerde un modo tan complejo como lo han hecho los inmigrantes de India en Ingla-terra al llevarse consigo la cultura india hacia su nueva patria

    Esta tendencia a localizar implcitamente las culturas en determinadoslugares suscita otra serie de problemas en torno a la cuestin de cmo explicarlas dierencias culturales dentro de una misma localidad El multiculturalis-mo es un dbil reconocimiento del hecho de que las culturas han perdido suconexin con un lugar determinado; al mismo tiempo, se trata de un intentode subsumir esta pluralidad de culturas dentro del marco de una identidadnacional De manera similar, la idea de subcultura intenta conservar la ideade culturas dierenciadas, a la vez que busca reconocer las relaciones que es-tablecen las dierentes culturas con una cultura dominante dentro del mismoespacio geogrco y territorial Las versiones convencionales de la etnicidad,incluso cuando se usan para describir las dierencias culturales entre personasde dierentes regiones que conviven en un mismo lugar, se basan en una co-nexin no cuestionada entre identidad y lugar1 Si bien estos conceptos son su-gerentes en la medida en que tratan de desestabilizar la asociacin naturalizadaentre cultura y lugar, al mismo tiempo no la cuestionan de manera realmenteundamental Debemos preguntarnos cmo abordar la dierencia cultural almismo tiempo que nos vamos despojando de las ideas recibidas sobre la cul-

    tura como algo localizadoEn tercer lugar, tenemos la cuestin undamental de la poscolonialidad

    A qu lugares pertenecen las culturas hbridas de la poscolonialidad? Quimpacto produce la colonizacin? Se crea una nueva cultura, tanto en el pascolonizado como en el colonizador? Se desestabiliza el isomorsmo que se haestablecido ente culturas y naciones? Tal como sealamos ms adelante en esteartculo, la poscolonialidad le plantea problemas adicionales a la visin mstradicional de la relacin entre espacio y cultura

    1. Esta sevan vaente n se eee a nev etns e ates Anzaa 1987 y rahaks-hnan 1987.

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    Por ltimo, y de manera muy undamental, al cuestionar la ormacinde ese paisaje raccionado de naciones independientes y culturas autnomas,se plantea el problema de cmo entender el cambio social y las transormacio-

    nes culturales como algo situado en espacios interconectados La suposicinde que los espacios son autnomos ha permitido que el poder de la topograaoculte exitosamente la topograa del poder La concepcin del espacio comoalgo inherentemente ragmentado que se halla implcita en la denicin dela antropologa como el estudio de las culturas (en plural) puede ser una delas razones por las cuales siempre ha racasado el intento de escribir la historiade la antropologa como la biograa del imperialismo Si, por el contrario, separte de la premisa de que los espaciossiempre han estado interconectados je-rrquicamente, en lugar de verlos como naturalmente desconectados, entonces

    los cambios sociales y culturales dejan de ser un asunto de contactos y articu-laciones culturales, y pasan a ser una cuestin de repensar la dierencia a travsde la interconexin

    Para ilustrar esto, examinemos un poderoso modelo de cambio culturalque intenta relacionar dialcticamente lo local con escenarios espaciales msamplios: la articulacin Los modelos de articulacin, bien sea que provengandel estructuralismo marxista o de la economa moral, postulan un estadooriginario de autonoma (usualmente llamado precapitalista), que luego esviolado por el capitalismo global El resultado es que tanto los escenarios loca-les como los espacios ms amplios se transorman, aun cuando los locales lohacen mucho ms que los globales, pero no necesariamente en una direccinpredeterminada Esta nocin de articulacin permite explorar los multiacti-cos eectos no deseados de, digamos, el capitalismo colonial, en el cual la prdi-da se da paralelamente con la invencin Sin embargo, al tomar la comunidadpreexistente y localizada como un punto de partida ya dado, esta aproximacinno presta suciente atencin a los procesos que han intervenido, en primerainstancia, en la construccin simblica de ese espacio como lugar o localidad,

    procesos tales como las estructuras de sentimiento que atraviesan los imagi-narios de comunidad Es decir, en lugar de dar por sentada la autonoma dela comunidad originaria, tenemos que examinar su proceso de constitucincomo comunidad en ese espacio interconectado que ha existido siempre Elcolonialismo consiste en el desplazamiento de una orma de interconexin porotra Esto no signica la negacin de los proundos eectos de dislocacin quetienen el colonialismo o la expansin del capitalismo sobre las sociedades Peroal insistir en todo momento en las ormas como se distribuyen espacialmentelas relaciones jerrquicas de poder, nos es posible entender mucho mejor el pro-ceso a travs del cual un espacio adquiere una identidadespecca como lugarAl tener en cuenta que las nociones de localidad o comunidad remiten tanto a

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    un espacio sicamente demarcado como a cmulos de interaccin, podemosver que lo que constituye la identidad de un lugar viene dado por la interseccinentre su participacin especca en un sistema de espacios jerrquicamente

    organizados y su construccin cultural como una comunidad o localidadEs por esta razn que lo que Frederic Jameson (1984) ha denominadohiperespacio posmoderno ha desaado tan undamentalmente la cmodaccin de que las culturas se hallan situadas en ciertos lugares y correspon-den a ciertas agrupaciones humanas En el Occidente capitalista, el rgimende acumulacin ordista, con su inclinacin a organizarse en instalaciones deproduccin de tamao descomunal, y en conjuncin con una uerza de trabajorelativamente estable y el estado de bienestar social, dio lugar a comunidadesurbanas cuyos perles eran ms claramente visibles en los company towns,

    ciudadelas que surgan y crecan en torno a una empresa (Harvey 1989, MikeDavis 1986, Mandel 1975) En el mbito internacional, el contrapunto lo ejer-can las corporaciones multinacionales, bajo el liderazgo de los Estados Unidos,que explotaban permanentemente la materia prima, los bienes primarios y lamano de obra barata de las estados-nacin independientes del Tercer Mundoposcolonial Las agencias multilaterales, junto con poderosos estados occiden-tales, predicaban y, donde uera necesario, reorzaban militarmente, las leyesdel mercado para estimular el ujo internacional del capital, a la vez que pormedio de estrictas polticas nacionales de inmigracin se aseguraba que noexistiera un ujo libre (es decir, anrquico, disruptivo) de mano de obra hacialos enclaves centrales del capitalismo, en donde se pagaban buenos salariosLos modelos ordistas de acumulacin han sido reemplazados por un rgimende acumulacin exible, que se caracteriza por la produccin a menor escala, elcambio rpido y recuente de las lneas de produccin, movimientos altamenteveloces de capital para poder sacar ventaja de los ms mnimos dierenciales enel costo laboral y las materias primas Este nuevo modelo se construy sobre labase de una red ms sosticada de comunicaciones e inormacin y de las me-

    joras en los medios para transportar mercancas y personas Al mismo tiempo,la produccin industrial de la cultura, el entretenimiento y el ocio, que consi-gui durante la era ordista un nivel de distribucin casi global, ue la mismaque, de manera algo paradjica, invent nuevas ormas de dierencia cultural yde imaginar la comunidad Existe hoy en da algo as como una esera pblicatransnacional que ha desplazado los viejos sentidos de comunidad o localidadcomo algo estrictamente delimitado y los hace parecer obsoletos A su vez, estanueva esera pblica ha posibilitado la creacin de ormas de solidaridad y deidentidad que no requieren de la apropiacin de ese tipo de espacios en donde lacontigidad y el contacto cara a cara son esenciales En el espacio pulverizadode la posmodernidad, el espacio no ha pasado a ser irrelevante: ha sido re-terri-

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    torializado de maneras que ya no se relacionan con la experiencia de espacioque caracterizaba la era de la segunda modernidad Es esta reterritorializacindel espacio la que nos obliga a reconceptualizar de manera undamental las

    polticas de comunidad, solidaridad, identidad y dierencia cultural

    Comunidades imaginadas, lugares imaginados

    Sin duda, los seres humanos siempre se han movilizado mucho ms y las iden-tidades han sido menos jas de lo que han pretendido las aproximaciones es-tticas y tipologizantes de la antropologa clsica Pero hoy en da, la gente semoviliza a un ritmo ms acelerado; y esta creciente movilizacin se combinacon la resistencia de los productos y las prcticas culturales a quedarse en ellugar, lo cual produce un proundo sentido de prdida de las races territoriales,

    de erosin de la particularidad cultural de los lugares y de ermento en la teoraantropolgica La aparente desterritorializacin de la identidad que acompaaa estos procesos ha llevado a que la pregunta de James Cliford (1988: 275) seerija en una de las cuestiones claves de la investigacin antropolgica reciente:Qu signica, a nales del siglo veinte, hablar de una tierra natal? Culesson los procesos ms que las esencias que constituyen la experiencia de laidentidad cultural en el presente?

    Tales preguntas no son, por supuesto, enteramente nuevas; pero hoy enda, las cuestiones de identidad colectiva cobran un carcter especial, pues cadavez ms personas viven en lo que Edward Said (1979:18) ha llamado una condi-cin generalizada de desarraigo, en un mundo en el que las identidades estnsiendo, si no enteramente desterritorializadas, por lo menos territorializadasde otra manera Los reugiados, los migrantes, los desplazados y los pueblos sinEstado son quizs los primeros en experimentar estas realidades de orma msplena, pero esta condicin se encuentra mucho ms generalizada En un mun-do de disporas, de ujos culturales transnacionales, de movimientos masivosde poblaciones, los intentos de trazar la cartograa del globo usando el viejo

    paradigma del mosaico de regiones o patrias culturales se ven desaados poruna amplia gama de desconcertantes simulacros poscoloniales, duplicaciones yreduplicaciones, en cuanto la India y el Paquistn poscoloniales parecen resurgiren su simulacro poscolonial en Londres, y el Tehern de antes de la revolucinse levanta de las cenizas en Los ngeles, y un millar de dramas culturales de esemismo tipo tienen lugar a todo lo largo y ancho del globo, en contextos urbanosy rurales En el contrapunteo cultural de la dispora, las conocidas lneas entre elaqu y el all, el centro y la perieria, la colonia y la metrpolis se desdibujan

    Cuando el aqu y el ahora se desdibujan de esa manera, se alteran tan-to las certidumbres y jezas culturales de la metrpolis aun cuando no de lamisma manera como aqullas en la perieria colonizada En este sentido, no

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    son slo los desplazados quienes sienten que ha habido un desplazamiento (verBhabha 1989:66) Pues incluso aquellos que se quedan en sus lugares ancestralesy amiliares encuentran que su relacin con el lugar se ha alterado ineluctable-

    mente y que se ha resquebrajado la ilusin de una conexin natural y esencialentre la cultura y el lugar En la Inglaterra internacionalizada de hoy en da, porejemplo, la anglicidad es algo tan complejo y se experimenta como algo tan des-territorializado como la nocin de la palestinidad o la de la armenidad, puesInglaterra (la verdadera Inglaterra) se reere mucho menos a un lugar deli-mitado que a una condicin de ser o a una posicin moral imaginadas Miremos,por ejemplo, el siguiente texto de un joven blanco, acionado a la msica reggae,en el barrio tnicamente diverso de Balsall Heath en Birmingham:

    Ya no existe algo que se pueda llamar Inglaterra... Bienvenidos a la India,

    hermanos! Esto es el Caribe!... Nigeria!... Inglaterra ya no existe, hombre. Esto

    es lo que se nos viene. Balsall Heath es el corazn del crisol de razas, porque

    todo lo que veo cuando salgo son personas mitad rabes, mitad paquistanes,

    mitad jamaiquinas, mitad irlandesas. Yo lo s, porque yo tambin soy as [mi-

    tad escocs y mitad irlands]... Quin soy yo?... Dgame, a qu grupo perte-

    nezco? Ellos me critican, los de la Inglaterra de siempre. Est bien, a dnde

    pertenezco? Sabe, yo crec con negros, paquistanes, africanos, asiticos, de

    todas partes, de todo... A qu grupo pertenezco?... No soy ms que una perso-

    na extensa. El mundo me pertenece... Sabe? No nacimos en Jamaica... No na-

    cimos en Inglaterra. Nacimos aqu, hombre. Es nuestro derecho. Es as como

    lo veo. As es como enfrento esta situacin. (En Hebdige 1987: 158-59)

    Es probable que esa aceptacin amplia del cosmopolitismo que parece estarimplcita en este testimonio sea ms bien la excepcin y no la norma, pero nocabe duda de que la explosin de una Inglaterra culturalmente estable y unita-ria en ese aqu caleidoscpico del Balsall Heath contemporneo es un ejemplode un enmeno real, y que ste es cada vez ms extenso Es obvio que la erosinde esas conexiones supuestamente naturales entre las agrupaciones humanas ylos lugares no ha conducido a lo que los modernistas tanto teman: a la homoge-

    neizacin cultural a escala global (Cliford 1988) Pero las culturas y los pue-blos, independientemente de cunto logren preservarse en el tiempo, ya no senos presentan de manera convincente como puntos identicables en el mapa

    No obstante, la paradoja de estos tiempos es que, a medida que los lugaresy las localidades reales se desdibujan y se tornan ms indenidos, las ideas de lu-gares cultural y tnicamente denidos parecen cobrar ms prominencia Es aqudonde se hace ms visible cmo las comunidades imaginadas (Anderson 1983)se vinculan a ciertos lugares imaginados, en la medida en que las colectividadeshumanas desplazadas se agrupan alrededor de patrias, lugares o comunidadesrecordados o imaginados, mientras la realidad del mundo parece estar negandoque existan arraigos territoriales tan rmes En un mundo como ste se hace

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    tanto ms importante entrenar el ojo antropolgico para observar los procesos atravs de los cuales las poblaciones mviles y desplazadas construyen sus nocio-nes del lugar en el que estn y de la tierra natal que han dejado atrs

    El lugar recordado, por supuesto, sola servirle a una poblacin dispersacomo ancla simblica de la comunidad Tal ha sido por mucho tiempo el casode los inmigrantes, quienes usan la memoria del lugar para construir imagina-tivamente el nuevo mundo en el que viven As, la tierra natal sigue siendouno de los smbolos unicadores ms poderosos de las poblaciones mviles ydesplazadas, aun cuando la relacin que se establece con ese lugar de origense construya de maneras muy dierentes en los dierentes contextos Ms an,incluso en los momentos y las condiciones ms radicalmente desterritorializa-dos en condiciones en las que no slo la patria es algo distante, sino que se

    pone en duda la idea misma de patria como un lugar duradero y jo muchosaspectos de nuestra vida siguen estando altamente localizados en un sentidosocial Debemos renunciar a la idea ingenua de la comunidad como una entidaden un sentido literal (ver Cohen, 1985), pero debemos igualmente permaneceralertas a la prounda biocalidad que caracteriza las experiencias vitales loca-lizadas en un mundo global interconectado y a la importante uncin del lugaren la experiencia de vida cuando se le enoca de cerca (Peters 1997)

    Sin embargo, esta erosin parcial de los mundos sociales entendidoscomo algo espacialmente delimitado, as como la mayor importancia que haadquirido la imaginacin de los lugares desde la distancia, deben situarse, a suvez, dentro de los trminos altamente espacializados de la economa capitalistaglobal El desao undamental aqu consiste en abordar las maneras de imagi-nar el espacio (que es imaginado, pero no es imaginario) como un vehculo paraexplorar los mecanismos por medio de los cuales estos procesos conceptualesde construccin de lugar encaran las transormaciones econmicas y polti-cas globales de los lugares vividos; es decir, para establecer la relacin, por asdecirlo, entre el lugar y el espacio Pues pueden surgir tensiones signicativas

    cuando los lugares que han sido imaginados desde la distancia se convierten enespacios vividos Los lugares, al n y al cabo, siempre son imaginados dentro dedeterminaciones poltico-econmicas que tienen su propia lgica As la terri-torialidad se reinscribe justo en el punto en el que pareca que se desvaneca

    La idea de que a un lugar se le dota de signicado es algo que los antro-plogos conocen muy bien De hecho, hay pocas verdades antropolgicas quesean de ms vieja data o que estn ms slidamente establecidas Oriente uoccidente, adentro o auera, izquierda o derecha, valle o montaa: por lo menosdesde Durkheim, los antroplogos han sabido que la experiencia del espacio essiempre un constructo social La tarea ms urgente pareciera ser, entonces, lade politizar esta irreutable constatacin Si se entiende el proceso de signi-

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    cacin como una prctica, cmo se establecen entonces los signicados espa-ciales? Quin tiene el poder para convertir un espacio en un lugar? Quin locuestiona? Qu est en juego?

    Estas preguntas son especialmente relevantes cuando se trata de la aso-ciacin que se establece entre los lugares y las agrupaciones humanas Talcomo lo seala Malkki (1997), aqu se hace necesario cuestionar dos tipos denaturalismo El primero sera lo que llamaremos la costumbre etnolgica detomar como algo naturalmente dado la asociacin de un grupo culturalmenteunitario (la tribu o el pueblo) con su territorio, tal como indicamos en laseccin anterior El segundo naturalismo se encuentra directamente vincula-do con el anterior y se trata de lo que podemos llamar la costumbre nacionalde tomar como natural la asociacin entre los ciudadanos de un estado y los

    respectivos territorios Aqu la imagen ms ilustrativa es la del mapamundiconvencional dividido en estados-nacin; este es el instrumento con el cual seinstruye a los nios en las escuelas y se les inculcan nociones aparentementesencillas al respecto: Francia es el lugar en donde viven los ranceses, y los Esta-dos Unidos es el lugar en donde viven los estadounidenses, y as en ms Hastael observador ms despreocupado sabe que en los Estados Unidos no viven sloestadounidenses, y es obvio que la pregunta misma por quin es un verdaderoestadounidense no tiene una respuesta clara Pero incluso los antroplogos sereeren todava a la cultura estadounidense sin una comprensin clara delo que signica esa rase, porque se da por sentado que existe una correlacinnatural entre una cultura (la cultura estadounidense), un pueblo (el estado-unidense) y un lugar (los Estados Unidos de Amrica) Tanto el naturalismoetnolgico como el nacional presentan la relacin entre los pueblos y los luga-res como algo slido, obvio, acordado, cuando de hecho se trata de nocionescuestionadas, inciertas y en ujo constante

    Una gran parte del trabajo ms reciente en antropologa y en reas de es-tudio anes ha enocado el proceso mediante el cual los estados y las litesna-

    cionales construyen y mantienen estas representaciones nacionales reicadasy naturalizadas (vase, por ejemplo, Anderson 1983, Kaperer 1988, Handler1988, Herzeld 1987, Hobsbawm y Ranger 1983, y Wright 1985) Estos anlisisdel nacionalismo no dejan duda de que los estados nacionales desempean unpapel undamental en las polticas populares de construccin de lugar y en lacreacin de vnculos naturalizados entre los lugares y las poblaciones Peroes muy importante anotar que las ideologas de Estado distan mucho de serla nica instancia en la que se politiza la imaginacin del lugar Las imgenesoposicionales de lugar han sido extremadamente importantes, por supuesto,en los movimientos nacionalistas anticoloniales, as como en las campaasde auto-determinacin y soberana por parte de naciones impugnadas como

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    los hutu (Malkki 1997), los eritreos, los armenios o los palestinos (Bisharat1997) Tales instancias son un til recordatorio, a la luz de las connotacionesreaccionarias que suele tener el nacionalismo en el mundo occidental, de cun

    recuentemente las nociones de patria y de un lugar propio han sido herra-mientas de empoderamiento en contextos anti-imperialistasDe hecho, los uturos estudiosos de las revoluciones del siglo veinte pro-

    bablemente se sorprendern al notar lo dicil que ha sido ormular movimien-tos polticos ampliossin hacer reerencia a patrias nacionales Bien se trate delmovimiento de los no alineados (Gupta 1997) o del internacionalismo proleta-rio, lo que sale a lucir es la dicultad de tratar de movilizar a la gente a avorde estas colectividades no nacionales Ms an, el internacionalismo presentaclaras tendencias hacia el nacionalismo (como puede verse en la historia de la

    Segunda Internacional o de la URSS) y hacia un utopismo que es imaginadoms en trminos locales que universales (como puede verse en las Noticias deninguna parte de William Morris (1890), en donde ninguna parte [utopa]resulta ser alguna parte y ms concretamente Inglaterra); es en ese puntoque podemos observar con mayor claridad la importancia de radicar las causasen un lugar y la omnipresencia de los procesos de construccin de lugar en lamovilizacin poltica de colectividades

    Estos procesos de construccin simblica del lugar, sin embargo, no tie-nen que darse necesariamente a escala nacional Un ejemplo que ilustra esto esla manera en que las nociones idealizadas del campo han sido usadas en con-textos urbanos para elaborar una crtica del capitalismo industrial (ver, para elcaso del Reino Unido, Williams 1973 y para el caso de Zambia, Ferguson 1997)Otro ejemplo es el replanteamiento de las ideas de hogar y comunidad dealgunas eministas como Biddy Martin y Chandra Talpade Mohanty (1986) yCaren Kaplan (1987) Es importante anotar, sin embargo, que estas polticaspopulares que giran en torno a construcciones de lugar pueden ser lo mismoconservadoras que progresistas Se puede dar el caso, tal como en los Estados

    Unidos hoy en da, que la nocin del lugar como algo relacionado con la me-moria, el sentido de prdida y la nostalgia se asocie con los movimientos po-pulares reaccionarios Esto es vlido no slo para las imgenes explcitamentenacionales que han estado siempre asociadas con la derecha, sino tambin paraaquellas localidades imaginadas y aquellos escenarios de la nostalgia como elEstados Unidos proundo de vida semi-rural en pequeas poblaciones o larontera, los cuales con recuencia complementan y se conunden con ideali-zaciones antieministas del hogar y la amilia2

    2. Ve, ass, jenne retsn (1988, 1991) se as ptas e a nstaga y a nstn e ganatv en japn.

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    Espacio, poltica y representacin antropolgica

    Al cambiar nuestras concepciones de la relacin que existe entre el espacioy la dierencia cultural adquirimos igualmente una nueva perspectiva en los

    debates sobre representacin y escritura antropolgicas La atencin que se leha prestado en ltimos tiempos a las prcticas de representacin ha llevado auna mayor comprensin de los procesos de objetivacin y de construccin dela otredad en la escritura antropolgica Con todo, nos parece que las nocionesms recientes de crtica cultural (Marcus y Fisher 1986) se basan en una com-prensin espacializada de la dierencia cultural que debe ser debatida

    A la base de la crtica cultural denida como una relacin dialgica conotra cultura que produce una perspectiva crtica de nuestra propia cultu-ra se encuentra una concepcin del mundo como compuesto de culturas

    dierentes y dierenciadas, as como una distincin no cuestionada entre nues-tra propia y la otra sociedad Tal como lo expresan George E Marcus y Mi-chael M J Fischer, el propsito de la crtica cultural es el de generar preguntascrticas sobre una sociedad para examinar la otra; y a lo que aspira es a aplicartanto los resultados particulares como las lecciones epistemolgicas que se ob-tienen de la experiencia en el extranjero a la renovacin de la uncin crtica dela antropologa, de la misma manera como se aplican estas dos dimensiones delos proyectos etnogrcos que se hacen dentro del pas

    Marcus y Fischer no desconocen el hecho de que la dierencia culturaltambin se hace presente dentro del pas y que el otro no tiene que ser ex-tico o estar en un lugar remoto para ser otro Pero la concepcin undamentalde la crtica cultural como una relacin entre dierentes sociedades resulta,tal vez a pesar de las intenciones de los autores, espacializando la dierenciacultural en ormas que nos son amiliares, pues la etnograa se asume comoun vnculo entre el pas y el extranjero, dos conceptualizaciones que no secuestionan La relacin antropolgica no se establece apenas con gente que esdierente, sino con una sociedad distinta, una cultura distinta, y es por lo

    tanto una relacin entre aqu y all En esta ormulacin, los trminos de laoposicin (aqu y all, nosotros y ellos, nuestra sociedad y otras socie-dades) se asumen como dados: as, lo que se nos plantea a los antroplogos escmo usar los encuentros que tenemos all con ellos para elaborar aquuna crtica de nuestra propia sociedad

    Esta manera de conceptualizar el proyecto antropolgico plantea una se-rie de problemas Quizs el ms obvio tiene que ver con la identidad del noso-tros que aparece sistemticamente en rases tales como nuestros/as y nues-tra propia sociedad Quin es ese nosotros? Si la respuesta es, como sospe-chamos, el Occidente, entonces debemos preguntarnos quines exactamenteestn incluidos y quines estn excluidos de este club Y el problema no se

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    resuelve con tan slo remplazar la rase nuestra sociedad por la sociedad a laque pertenece el etngrao Para los etngraos, al igual que para otros nativos,el mundo poscolonial es un espacio interconectado; para muchos antroplogos

    y quizs de manera muy especial para los acadmicos desplazados del TercerMundo hacia el Primero la identidad de la propia sociedad es algo que estpor denirse

    Un segundo problema que se plantea a partir de la orma en que se ha con-ceptualizado la dierencia cultural dentro del proyecto de la crtica culturales que, una vez se ha excluido al otro de ese dominio privilegiado de nuestrapropia sociedad, ese otro pasa sutilmente a ser un nativo, a quedar ubicadoen un marco de anlisis dierente, a situarse como espacialmente encarcelado(Appadurai 1988) en ese otro lugar que le corresponde a esa otra cultura La

    crtica cultural presupone una separacin originaria, que se supera en el mo-mento en que el antroplogo inicia su trabajo de campo El problema se tornaen una cuestin de contacto, de comunicacin no en el seno de un mundosocial y econmico compartido, sino entre culturas y entre sociedades

    Con el n de presentar una alternativa a esta manera de pensar la die-rencia cultural queremos cuestionar la unidad del nosotros y la otredad delotro y poner en duda la separacin radical entre los dos, que es la que permite,como primera medida, que se plantee la oposicin Aqu no nos interesa tantola pregunta sobre cmo establecer una relacin dialgica entre sociedades quese encuentran dierenciadas geogrcamente; ms bien, nos importa explorarlos procesos deproduccin de la dierencia en un mundo de espacios interde-pendientes que se encuentran cultural, social y econmicamente interconecta-dos Esta dierencia es undamental y puede ilustrarse por medio de un breveanlisis de un texto que ha sido altamente elogiado en los crculos de la crticacultural

    El trabajo de Marjorie Shostak,Nisa: Te Life and Words of a !Kung Wo-man (1981) [Nisa: Vida y palabras de una mujer !kung] ha sido ampliamente

    admirado por su uso innovador de una historia de vida y ha sido proclamadocomo un ejemplo notable de experimentacin polinica en la escritura etno-grca (Marcus y Fischer 1986:58-59, Mary Louise Pratt 1986, Cliford 1986,Cliford 1988:42) Pero respecto a las cuestiones que hemos venido discutiendoaqu, Nisa es una obra muy convencional y, de hecho, presenta serias allasAun cuando se le otorga a la persona individual, Nisa, una cierta singularidad,en realidad est siendo utilizada como un ejemplar de lo que es ms bien untipo: los !kung Los !kung de Botsuana, pertenecientes a la comunidad lin-gsticasan (antiguamente denominados bosquimanos), aparecen aqu comoun pueblo claramente dierenciado un otro y aparentemente primitivoShostak trata a los !kung de Dobe prcticamente como sobrevivientes de una

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    etapa anterior de la evolucin: son una de las ltimas sociedades tradicionalesde cazadores y recolectores, una agrupacin tradicional, aislada y racialmen-te dierenciada (1981: 4) Su experiencia de cambio cultural es todava muy

    reciente y escasamente perceptible y su sistema de valores tradicional perma-nece casi intacto (6) Segn Shostak, los !kung comenzaron a tener contactocon otros grupos de agricultores y pastores apenas a partir de la dcada de1920, pero su aislamiento comenz realmente a resquebrajarse tan slo a partirde los aos 60, que vendra a ser el momento cuando surgen las cuestiones decambio, adaptacin y contacto cultural (346)

    El espacio que habitan los !kung, el desierto de Kalahari, es claramentedierente y se encuentra radicalmente separado del nuestro El relato insiste,una y otra vez, en el tema del aislamiento: en un ambiente ecolgico adverso,

    esta orma de vida milenaria se habra preservado tan slo gracias a esa ex-traordinaria separacin espacial La tarea del antroplogo, tal como la concibeShostak, es la de atravesar esta divisoria espacial, ingresar a esta tierra olvidadapor el tiempo una tierra que, como seala Edwin Wilmsen, (1989: 10), esantigua pero no tiene historia, para escuchar las voces de las mujeres, lo cualnos puede revelar lo que ha sido su vida durante generaciones, probablementedurante miles de aos (Shostak 1981: 6)

    Sorprendentemente, la exotizacin que se encuentra implcita en esteretrato, en el cual los !kung son representados casi como si vivieran en otroplaneta, ha suscitado pocas reacciones crticas por parte de los tericos de la et-nograa Mary Louise Pratt ha sealado acertadamente que hay una agrantecontradiccin entre ese retrato de unos seres primitivos que no han sido toca-dos por la historia y la historia genocida de la conquista de los bosquimanospor parte de los blancos (1986: 49) Tal como anota ella, Qu tipo de retratode los !kung emergera si, en lugar de denirlos como sobrevivientes de la edadde piedra y como una adaptacin sutil y compleja al desierto de Kalahari, se lescontemplara como sobrevivientes de la expansin capitalista y como una adap-

    tacin sutil y compleja a tres siglos de violencia e intimidacin? (1986: 49) Peroincluso Pratt conserva la nocin de los !kung como una entidad ontolgicapreexistente, como sobrevivientes, y no como productos (y todava menoscomo productores) de la historia Ellos son vctimas, tras haber surido unproceso letal de contacto con nosotros

    Una manera muy dierente y mucho ms iluminadora de conceptualizarla dierencia cultural en la regin se puede encontrar en la devastadora crticaque hace Wilmsen al culto antropolgico de los bosquimanos (1989) Wilm-sen muestra cmo, en una constante interaccin con una red ms amplia derelaciones sociales, se produjo esa dierencia que Shostak toma como punto departida; l explica, cmo, por as decirlo, los bosquimanos se convirtieron en

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    bosquimanos Wilmsen demuestra que los pueblos que hablan la lengua sanhan estado en interaccin continua con otros grupos por lo menos desde quetenemos registros de ellos; que una red de relaciones polticas y econmicas ha

    conectado al Kalahari, que se asume como aislado, con la economa polticade la regin, tanto durante el perodo colonial como en el precolonial; que lospueblos que hablan la lenguasan han sido recuentemente criadores de ganadoy que no se puede sostener una estricta separacin entre los que pastorean ylos que colectan alimentos Asimismo, Wilmsen sostiene convincentementeque los !xu (!kung ) nunca han sido una sociedad sin divisiones de clase y que,si esa es la impresin que dan, esto se debe a que han sido incorporados comouna clase inerior dentro de una ormacin social ms amplia, que incluye a losbatswana, los ovaherero y otros (Wilmsen, 1989: 270) Ms an, demuestra que

    la denominacin bosquimano/san apenas si tiene medio siglo de existencia,pues la categora surgi como producto de la retribalizacin en el perodocolonial (Ibid: 280); y seala que el conservadurismo cultural que les han atri-buido, hasta hace poco, casi todos los antroplogos que se han ocupado de elloses un resultado y no la causa de la orma en que han sido incorporados a laseconomas capitalistas modernas de Botsuana y Namibia (Ibid: 12)

    Wilmsen no deja lugar a dudas con respecto al espacio: No es posiblehablar del aislamiento del Kalahari, como si uera una zona protegida por susvastas distancias Para quienes habitaban en su interior, el exterior comoquiera que se haya denido ese exterior en cada momento siempre ha es-tado presente La impresin de aislamiento y su realidad de pobreza y despojoson productos recientes de un proceso que cubre dos siglos y que culmin enlos momentos nales de la era colonial (Wilmsen 1989, 157) El proceso deproduccin de la dierencia cultural, tal como lo demuestra Wilmsen, ocurreen un espacio continuo y conectado, atravesado por relaciones econmicas ypolticas de desigualdad Mientras Shostak toma la dierencia como algo dadoy se concentra en escuchar de una cultura a otra, Wilmsen lleva a cabo una

    operacin ms radical de interrogar la alteridad del otro y sita la produccinde la dierencia cultural dentro de los procesos histricos de un mundo socialy espacialmente interconectado

    Se necesita, entonces, mucho ms que un odo atento y una cierta destrezaeditorial para captar y orquestar las voces de los otros; lo que se necesita, muyundamentalmente, es una voluntad de cuestionar, poltica e histricamente,la aparente obviedad de un mundo dividido entre nosotros y los otros Unprimer paso en esta direccin es ir ms all de las concepciones naturalizadasde las culturas espacializadas y explorar, en cambio, la produccin de la die-rencia en el interior de espacios comunes, compartidos y conectados; es decir,pasar a concebir a lossan no como un pueblo de nativos del desierto, sino

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    como una categora histricamente constituida que se reere a seres expropia-dos, relegados sistemticamente al desierto

    Lo que proponemos aqu es, de manera muy amplia, que dejemos de ver

    la dierencia cultural como un correlato de un mundo de pueblos cuyas histo-rias separadas estn a la espera de ser conectadas por el antroplogo y que nosmovamos, ms bien, hacia la nocin de un mundo producido por un procesohistrico comn, que dierencia a los distintos sectores del mundo al mismotiempo que los conecta Para los deensores de la crtica cultural, la dieren-cia constituye el punto de partida, y no el resultado Se preguntan cmo, enun mundo que asumen como compuesto de sociedades dierentes, podemosutilizar la experiencia en una de ellas para comentar sobre la otra Pero si cues-tionamos la nocin de un mundo ya dado, conormado por pueblos y culturas

    separadas y dierenciadas, y lo vemos, en cambio, como un conjunto de relacio-nes que producen dierencias, podemos pasar de un proyecto que yuxtaponelas dierencias ya dadas a uno que explora la construccin de las dierencias enel proceso histrico

    Bajo esta perspectiva, el poder no entra en el escenario antropolgico tansolo en el momento de la representacin, pues la distincin cultural que el an-troplogo trata de representar ha sido ya creada, existe desde siempre, en uncampo de relaciones de poder As, se nos plantea una poltica de la otredadque no es reducible a las polticas de la representacin Las estrategias textua-les pueden llamar la atencin hacia las polticas de representacin, pero no seconsigue abordar realmente la cuestin misma de la otredad tan solo a partirde cuestiones como los dispositivos retricos de la construccin textual poli-nica o la colaboracin con inormantes-escritores, como parecen proponerloalgunas veces autores tales como Cliford y Vincent Crapanzano (1980)

    Entonces, adems de (y no en lugar de!) la experimentacin textual, esnecesario abordar la cuestin de el Occidente y sus otros de una maneraque reconozca las races extratextuales del problema Por ejemplo, el campo

    de la inmigracin y de la legislacin migratoria es un rea prctica en donde seconjugan muy directamente las polticas del espacio y las de la otredad Eec-tivamente, si la separacin de espacios no est dada naturalmente, sino que esun problema antropolgico, es notable que los antroplogos hayan tenido tanpoco que contribuir a los debates polticos contemporneos relacionados conla inmigracin en los Estados Unidos3 Si aceptamos un mundo de lugares ori-

    3. Ss nsentes, p spest, e qe en s ts teps na anta nseae e nvestganantpga se ha pa e tea e a ngan. Pe ns paee qe na gan pate e ests taas

    se etenen en a espn y a entan e patnes y tenenas gatas, y seen eazase esea pespetva spna e ptas pas. Este tp e taa es sn a neesa e ptante, y n e-ena es estatgaente eente en e ap pt a. Sn eag, ns qea penente aa as

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    ginariamente separados y culturalmente dierenciados, entonces la cuestin delas polticas de inmigracin se reduce a la cuestin sobre el grado o el nivel alcual debemos insistir en que se mantenga ese orden originario Si se adopta ese

    punto de vista, las prohibiciones a la inmigracin son un asunto relativamentemenor De hecho, si se opera con un entendimiento espacialmente naturaliza-do de la dierencia cultural, la inmigracin incontrolada podra parecerle unaamenaza incluso a la antropologa misma, pues conlleva el peligro de desdibu-jar o borrar la distincin cultural de los lugares, justamente lo que constituyeel repertorio de la disciplina Si por el contrario, se reconoce que la dierenciacultural se produce y se sostiene en un campo de relaciones de poder en unmundo que ha estado desde siempre interconectado, entonces la restriccin ala inmigracin se hace visible como uno de los medios ms importantes para

    mantener alejados a quienes han sido despojados de todo poderDesde esta perspectiva, se puede ver que la dierencia que se impone

    a los lugares es una parte integral del sistema global de dominacin La tareaantropolgica de desnaturalizar las divisiones culturales y espaciales se enlazaen este punto con la tarea poltica de combatir el muy literal encarcelamientoespacial del nativo (Appadurai 1988) dentro de espacios zonicados, por asdecirlo, para la pobreza En este sentido, al cambiar la orma en que pensa-mos las relaciones entre cultura, poder y espacio, se nos abre la posibilidadde cambiar mucho ms que nuestros textos Hay mucho campo, por ejemplo,para una mayor participacin antropolgica, tanto terica como prctica, enlas discusiones sobre polticas de la rontera entre los Estados Unidos y Mxi-co, los derechos polticos y de organizacin de los trabajadores inmigrantes, yla apropiacin de los conceptos antropolgicos de cultura y dierencia porparte del aparato ideolgico represivo de la legislacin de inmigracin y laspercepciones populares sobre los extranjeros y orasteros

    Se ha asumido por mucho tiempo una cierta correlacin unicadora en-tre el lugar y las agrupaciones humanas en el concepto antropolgico de cultu-

    ra Pero, ms all de las representaciones antropolgicas y de las leyes migra-torias, el nativo solo se encuentra en parte encarcelado espacialmente Lahabilidad de la gente para conundir los rdenes espaciales establecidos, biensea por medio del movimiento sico o a travs de sus propias prcticas concep-tuales y polticas de reimaginacin, indica que el espacio y el lugar nunca estn

    estnes espeaente taes qe sgen a pat e a nspn e a tea en e espa, ta vens en qe es neesa hae. un ea en a qe a ens agns antpgs se han ea se-aente a aa este pea es a e a ngan exana a s Estas uns. Ve, p eep, rse

    1991, chavez 1991: Keaney 1986, 1991; Keaney y Nagengast 1989; Avaez 1987; y bstaante 1987. ot eepes bnean 1986, ntae pqe seaa s azs espes qe exsten ente a ey gata y a ha,ente e nanas y a sexaa, en e as e s ngantes maets a s Estas uns.

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    dados y que siempre se debe tener en cuenta los procesos de su construccinsociopoltica Una antropologa cuyos objetos ya no se conciben automtica ynaturalmente anclados en un espacio deber prestar particular atencin a la

    orma en que se construyen, imaginan, cuestionan e imponen las nociones deespacio y lugar En este sentido, no es paradjico armar que, en esta era de ladesterritorializacin, las cuestiones de espacio y lugar son ms centrales parala representacin antropolgica de lo que han sido nunca

    Al proponer que se replanteen los supuestos espaciales implcitos en losconceptos ms undamentales y ms aparentemente inocuos de las cienciassociales, tales como los de cultura, sociedad, comunidad y nacin, nopretendemos trazar de antemano un plan detallado para un aparato concep-tual alternativo Quisiramos sealar, sin embargo, una serie de direcciones

    prometedoras para posibles desarrollos uturosUna veta extremadamente rica ha sido explorada por aquellos que inten-

    tan teorizar los intersticios y la hibridez Encontramos aqu reexiones desdela situacin poscolonial (Bhabha 1989, Rushdie 1989, Hannerz 1987); alrededorde las personas que viven en ronteras culturales y nacionales (Anzalda 1987,Rosaldo 1987, 1988 y 1989); acerca de los reugiados y los desplazados (Malkki1997, 1995a y 1995b, Ghosh 1989); y para el caso de los migrantes y trabajadores(Leonard 1997 y 1992) Como seala Homi Bhabha (1989: 64), la adaptabili-dad y el sincretismo de las polticas y la cultura de la hibridez desaan lasnociones imperialistas y colonialistas de la pureza, a la vez que cuestionannociones nacionalistas Est todava por verse cules son las polticas que sepueden producir a partir de esta teorizacin de la hibridez y hasta dnde pue-de llegar a librarse del todo de las nociones de autenticidad cultural, de todaorma de esencialismo, bien sean estratgicas o de cualquier otro tipo (vaseespecialmente Radhakrishnan 1987) Bhabha seala la relacin problemticaque se plantea entre la apelacin a la pureza cultural y la teleologa utpicacuando describe cmo lleg a la comprobacin de que el nico lugar en el

    mundo desde donde se poda hablar era uno en el que la contradiccin, el an-tagonismo, las hibrideces de la inuencia cultural, las ronteras entre naciones,no se vean superados por un sentido utpico de liberacin o retorno El lugardesde donde hablar atravesaba esas contradicciones inconmensurables en me-dio de las cuales la gente sobrevive, participa activamente en poltica y cambia(Bhabha 1989:67) Las zonas ronterizas se constituyen justamente en un lugartal de contradicciones inconmensurables El trmino no designa una localidadtopogrca ja ubicada entre otras dos localidades jas (naciones, sociedades,culturas), sino una zona intersticial de desplazamiento y desterritorializacinque congura la identidad del sujeto hbrido En lugar de descartarlas comoinsignicantes, como zonas marginales, delgadas ranjas de tierra entre lugares

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    estables, queremos proponer que la nocin de zonas ronterizas es una concep-tualizacin ms adecuada de la ubicacin normal del sujeto posmoderno

    Otra direccin prometedora, que nos lleva ms all de la cultura como

    un enmeno localizado espacialmente, proviene del anlisis de los que suelenllamarse los medios masivos, la cultura masiva o la industria cultural (eneste campo, la revista Public Culture ha tenido una especial inuencia) Losmedios masivos, en su existencia simbitica con la orma de mercanca y con sucapacidad de ejercer inuencia incluso sobre las poblaciones ms remotas elobjeto etichizado de la investigacin antropolgica, plantean los mayoresdesaos a las nociones ortodoxas de cultura Obviamente, los lmites naciona-les, regionales o de la aldea nunca han contenido la cultura en la orma en quesuelen sugerirlo las representaciones antropolgicas Pero la existencia de una

    esera pblica transnacional implica que ya no se puede sostener la ccin deque tales ronteras circunscriben las culturas y regulan el intercambio cultu-ral

    La produccin y distribucin de cultura masiva las pelculas, los pro-gramas de radio y televisin, los peridicos y las agencias de prensa, las graba-ciones de msica, los libros, los conciertos en vivo son controladas casi ente-ramente por esas organizaciones que, notablemente, no estn en ningn lugar:las corporaciones multinacionales En ese sentido, la esera pblica apenas sies pblica en trminos del control sobre las representaciones que circulan enella No obstante, en trabajos recientes de estudios culturales se ha advertidocontra el peligro de reducir la recepcin de la produccin cultural multina-cional a un acto pasivo de consumo, pues con ello se desconoce la creacinactiva, por parte de los receptores, de disyunciones y dislocaciones entre elujo de mercancas industriales y productos culturales Nos parece igualmentepreocupante, sin embargo, el peligro opuesto: el de celebrar la capacidad deinvencin de esos consumidores de la industria cultural (especialmente en laperieria), quienes construyen algo muy dierente a partir de los productos co-

    merciales a los que se hallan expuestos, los reinterpretan y reconvierten, algu-nas veces de manera radical y en ocasiones incluso los llevan en una direccinque promueve la resistencia en lugar de la conormidad El peligro aqu consisteen la tentacin de utilizar ejemplos dispersos de los ujos culturales que goteandesde la perieria hacia los centros ms importantes de la industria culturalcomo pretexto para descartar el metarelato del capitalismo (especialmente elrelato totalizador del capitalismo tardo) y as evadir las poderosas implica-ciones polticas que vienen asociadas con la hegemona global de Occidente

    La reconceptualizacin del espacio que se encuentra implcita en lasteoras de la intersticialidad y de la cultura masiva ha producido conceptua-lizaciones de la dierencia cultural sin tener que apelar a la nocin ortodoxa

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    de cultura Este es, por lo pronto, un campo que apenas ha sido exploradoy desarrollado Claramente podemos ubicar cmulos de prcticas culturalesque no pertenecen a un pueblo en particular o a un espacio determinado Ja-

    meson (1984) ha intentado aprehender por medio de la nocin de dominantecultural lo que hace que estas prcticas sean dierenciables y distintivas Porsu parte, Ferguson propone la idea de estilo cultural para aproximarse a lalgica de prcticas superciales, sin pretender conectarlas necesariamente aormas de vida totales, las cuales, en el concepto convencional de cultura,se componen de valores, creencias, actitudes y dems Debemos explorar loque Bhabha denomina la inquietante extraeza de la dierencia cultural: Ladierencia cultural se constituye en un problema no en el momento en que sellama la atencin sobre la Venus hotentote o el punk cuyo cabello se levanta

    metro y medio sobre su cabeza No, la dierencia cultural no tiene esa visibi-lidad tan denible Es en la extraeza de lo amiliar que la dierencia se cons-tituye como algo ms problemtico, tanto poltica como conceptualmentees cuando el problema de la dierencia nos conronta con nosotros mismos entanto otros y con los otros que orman parte del nosotros; es en esa zonaliminal (1989: 72)

    Por qu debemos enocar esa zona liminal, esa rontera? Tal como he-mos sealado, la desterritorializacin ha desestabilizado la jeza del nosotrosy del otro Pero no por ello ha creado sujetos que otan libremente comomnadas, aun cuando eso es lo que a veces dan a entender quienes celebran losaspectos supuestamente emancipadores y ldicos de la condicin posmodernaTal como anotan Martin y Mohanty (1986: 194), la indeterminacin tambintiene sus lmites polticos y estn dados en el ocultamiento mismo del lugar queocupa el crtico en los mltiples campos de poder En lugar de detenernos en lanocin de desterritorializacin, la pulverizacin del espacio en la segunda mo-dernidad, debemos teorizar cmo ests siendo reterritorializado el espacio enel mundo contemporneo Debemos responder sociolgicamente al hecho de

    que la distancia entre los ricos en Bombay y los de Londres sea mucho menorque la que hay entre las distintas clases sociales dentro de la misma ciudadLa localizacin sica y el territorio sico, que ueron durante mucho tiempo elnico plano sobre el cual se poda trazar una cartograa cultural, tienen queser reemplazados por mltiples planos que nos permitan ver que la conexin yla contigidad, y de manera ms general, la representacin del territorio, varanconsiderablemente segn actores de clase, gnero, raza y sexualidad; y que nospermitan ver asimismo que hay grandes dierencias en el acceso segn el lugarque se ocupe en el campo de poder .

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    R e f e R n c i a s :

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