1. nisia floresta
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Nsia Floresta, Brasileira Augusta,[1] Derechos de las Mujeres e Injusticia de los
Hombres,[2] Recife, 1832
[Versin, traduccin y notas por tzusy marimon y marian pessah - mulheres rebeldes, 2009]
:.
Introduccin[3]
Potlos supone que los hombres sabios o ignorantes son realmente superiores a lasmujeres[4]y que la dependencia en que nos conservan es el verdadero estado para que la
Naturaleza nos destin. Suerte que avanzar una doctrina contraria a un prejuicio[5] tan
internalizado, debe parecer una paradoja tal, como otrora, cuando se afirmaba que en otrohemisferio existan hombres que andaban con las cabezas diametralmente opuestas a las
nuestras. Slo un examen bien exacto podr hacer conocer, que una y otra cosa, son
conforme la verdad de quien lo cuenta.
Mas quin har este examen? Nosotras, interesadas en su decisin, no podemos ser
testimonias en esta causa, ni mucho menos, Juezas; esta misma razn impide que loshombres sean admitidos a estas mismas funciones; entretanto, tenemos tanta justicia de
nuestra causa, que si los hombres fueran ms justos y sus juicios menos corrompidos, nos
sujetaramos voluntariamente a su propia sentencia.
Hasta hoy, solo se trat superficialmente de la diferencia de los dos sexos. Todava loshombres arrastrados por la costumbre, prejuicio e inters, siempre tuvieron total seguridaden decidir a su favor, porque la pose los colocaba en estado de ejercer la violencia en lugar
de la justicia, y los hombres de nuestro tiempo, guiados por este ejemplo, se tomaron la
misma libertad sin otro examen, en vez de (para juzgar correctamente si su sexo recibi de
la Naturaleza alguna preeminencia real sobre el nuestro) han sido completamenteimparciales a su propio inters y no se apoyaron sobre la tan mencionada frase eso dicen,en lugar de la razn, principalmente siendo autores y al mismo tiempo, parte interesada.
Si un hombre pudiera acabar toda parcialidad y colocarse por un poco en un estado de
perfecta neutralidad, estara al alcance y reconocera que, si por casualidad, se estiman a las
mujeres menos que a los hombres y se les concediera ms excelencia y superioridad a ellas
que a ellos, el prejuicio y la precipitacin, son las nicas causas.
Si despus de un examen juicioso, no apareciera otra diferencia entre nosotras y ellos msque la que su tirana haya imaginado, podr verse cunto ellos son injustos[6]negndonos
un poder, la prerrogativa que tenemos tanto derecho como ellos. Cmo son poco generosos
disputndonos la igualdad de estima que nos es debida y la poca razn que tiene de triunfar
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sobre el fundamento de la pose en que estn de una autoridad, que la violencia y la
usurpacin, han depositado en sus manos.
Fragmentos de los captulos[7]
Si cada hombre, en particular, fuese obligado a declarar lo que siente al respecto de nuestrosexo, los encontraramos a todos de acuerdo diciendo que nosotras nacemos para su uso,
que no somos propias sino para procrear y nutrir nuestros hijos en la infancia, dirigir una
casa, servir, obedecer y darles placer a nuestros amos, esto es, a los hombres. Todo esto esadmirable y ni siquiera un musulmn podr avanzar ms en medio de un harn de esclavas.
Entretanto yo no puedo considerar este raciocinio sino como grandes palabras, expresionesridculas y esplendorosas, que es ms fcil decir, que probar.
Si los hombres estn de acuerdo que la razn[8]se sirve tanto de ellos cuanto de nosotras,est claro que ella regir igualmente tanto para unos como para otros; mas el caso es bien
diferente. Los hombres no pudiendo negar que nosotras somos criaturas racionales, quierenprobarnos su opinin absurda, y los tratamientos injustos que recibimos, por unacondescendencia ciega a sus voluntades; yo espero, entretanto, que las mujeres de buen
censo se empearn en hacer conocer que ellas merecen un mejor tratamiento y no se
sometern servilmente a un orgullo tan mal fundado.
En primer lugar, segn ellos, la mayor parte de nuestro sexo tiene buenos intervalos, pero
de corta duracin; relmpagos pasajeros de razn que se desvanecen rpidamente. Paraellos, somos semejantes a la Luna, que obstante por s misma, no brilla sino por una luz
prestada; no tenemos ms que un falso resplandor ms propio a sorprender la admiracin
que la merece; nosotras somos enemigas de la reflexin; la mayor parte de nosotras no
piensa ms que por casualidad, o por arrebatamiento, y no falta sino por una rutina. Estasson las graves acusaciones intentadas contra la mayor parte de las mujeres; mas
concedindose de forma risuea que fuese verdadero lo que ellos objetan. No es
incontestable que los mismos argumentos puedan revertirse contra la principal parte de loshombres? Entretanto, si quisiramos concluir de la misma manera, que es precisoconservarlos perpetuamente debajo de nuestra guarda, no triunfaran ellos y no juzgaran
este raciocinio como una prueba de flaqueza de nuestro espritu?
Cualquier experiencia basta para mostrar que somos ms capaces de tener inspeccin sobre
los hombres, que ellos sobre nosotras. Se confa las doncellas al cuidado de una madre de
familia y ellas se vuelven en seguida, seoras de una casa, en edad en que los hombresapenas se creen en estado de or los preceptos de un maestro.
Todos saben que la diferencia de los sexos es relativa al cuerpo y no existe ms que en laspartes propagadoras de la especie humana; sin embargo, el alma que no compite sino por su
unin con el cuerpo, obra en todo de la misma manera sin atencin al sexo. No existen
diferencias entre el alma de un idiota y el de un hombre de espritu, o de un ignorante y deun sabio, o de un nio de cuatro aos y un hombre de cuarenta. Ora, como esta diferencia
no es mayor entre las almas de los hombres y de las mujeres, no se puede decir que el
cuerpo constituya alguna diferencia real en las almas. Toda su diferencia, pues, viene de la
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educacin, del ejercicio y de la impresin de los objetos externos, que nos cercan en las
diversas circunstancias de la vida.
Todas las indagaciones de la anatoma no han podido descubrir an, la menor diferencia en
esta parte entre los hombres y las mujeres: nuestro cerebro es perfectamente semejante al de
ellos;[9] nosotras recibimos las impresiones de los sentidos como ellos; formamos yconservamos las ideas por la imaginacin y memoria, de la misma manera que ellos;
tenemos los mismos rganos y los aplicamos a los mismos usos que ellos; omos por los
odos, vemos por los ojos y gustamos de placer tambin como ellos.
Esto no puede ser otra cosa que una baja e indigna envidia, que los induce a privarnos de
las ventajas que tenemos de un derecho tan natural, como ellos. El pretexto que ellosalegan, es que el estudio y las ciencias nos volveran altivas y viciosas; mas este pretexto es
tan despreciable como extravagante y muy digno de su modo de obrar.
Adems, me permito notar el crculo vicioso en que ese despreciable modo de pensar hacolocado a los hombres sin percibir. Por qu la ciencia nos es intil? Por qu somos
excluidas de los cargos pblicos? Porque no tenemos ciencia.
Ellos bien saben la injusticia que nos hacen; y esta conciencia los reduce al recurso de
disfrazar la mala fe a costa de su propia razn. Aunque dejemos salir por una vez la verdad:
por qu tienen tanto inters en separarnos de las ciencias a las que tenemos tanto derechocomo ellos, si no es por el temor de que compartamos con ellos, o quien sabe los superemos
en la administracin de los cargos pblicos, que casi siempre tan vergonzosamente
desempean?
El mismo srdido inters que los instiga a invadir todo poder y dignidad, los determina a
privarnos de ese conocimiento, que nos volvera sus competidoras. Como la Naturalezapareciera haber destinado a los hombres a ser nuestros subalternos, yo les perdonara
voluntariamente la usurpacin por la cual nos han sacado de los embarazosos empleos
pblicos, si su injusticia quedara satisfecha y pareciera, con esto. Mas como un abismocava otro y los vicios siempre andan juntos, ellos no se satisfacen solamente con lausurpacin de toda autoridad, tienen asimismo la osada de sustentar que ella les pertenece
de derecho, pues la Naturaleza nos form para serles perpetuamente sujetas, por falta de
habilidad necesaria para compartir con ellos el gobierno y cargos pblicos. Para refutar esteextravagante modo de pensar, ser preciso destruir los fundamentos sobre los cuales se
basan.
Mas, parece que hemos sido condenadas por un Juez de su propia eleccin, un viejo
delirante, sumamente aferrado a su propio pensar para dejarse arrastrar por los de su mujer.
Catn, el sabio Catn[10], a quien la edad y los prejuicios no le hicieron ms que obstinar
en el error, prefiri morir antes como un furioso, segn sus propios dictmenes, que vivircomo un hombre sensato, por la advertencia de su mujer. Este Catn pronunci nuestra
sentencia: es un juez tan desinteresado que no podemos rechazarlo. Veamos lo que dice ese
Orculo. Tratemos a las mujeres como nuestras iguales, dice l, y ellas se volvernenseguida nuestras seoras. Catn lo dice, no preciso mayor prueba. Para obligar a los
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hombres a probar con razn, seria reducirlos al silencio; y el silencio les sera tan
insoportable, como a nosotras escucharlos hablar.
Pero supongamos que Catn sea infalible en sus decisiones, qu resultara de esto? No
tienen las mujeres tanto derecho de ser seoras, como los hombres? No, dice Catn.
Pero por qu? Porque no tiene argumentos suficientemente convincentes que nos generecuriosidad de orlos por mucho tiempo.
- Si nosotros tratamos a las mujeres como nuestras iguales, dice l, luego ellas exigirncomo tributo lo que hoy reciben gratis. Ms, cul es la gracia que se nos concede? La
misma que tenemos pretensiones tan justas, como ellas? No tienen las mujeres tanto
derecho, como los hombres, a la dignidad y al poder? Si lo tenemos, el sabio Catn no lodice; y si no lo tenemos, l deba tener la condescendencia de convencernos.
Creyndonos a nosotras incapaces de perfeccionar nuestro entendimiento, los hombres nos
han privado por completo de todas las ventajas de la educacin y as han contribuido tantocuanto les fue posible hacernos criaturas destituidas de censo, tales como ellos nos han
figurado. As, faltas de educacin, fuimos entregadas a todas las extravagancias porque nos
volvimos despreciables; hemos atrado sobre nosotras sus malos tratamientos por causa deque ellos han sido los autores, quitndonos los medios de evitarlos.
Yo creo que ya hemos demostrado suficiente, cmo injustamente los hombres nos acusande no tener aquella solidez de raciocinio, que ellos mismos se atribuyen con tanta
confianza. Nosotras tenemos el mismo derecho que ellos a empleos pblicos: la Naturaleza
nos dio un genio como a ellos, tan capaz de entrar en nuestros corazones, son tansusceptibles de virtudes, como nuestras cabezas lo son de aprender las ciencias: nosotras
tenemos espritu, fuerza y coraje para defender un Pas y bastante prudencia para
gobernarlo. Nosotras tenemos en general los rganos ms delicados. Comparando la
estructura de los cuerpos para decidir el grado de excelencia de los dos sexos, no habrams contestacin: yo pienso que los hombres no tendrn dificultad en cedernos este
respeto: ellos no pueden negar que tenemos toda ventaja por el mecanismo interno de
nuestros cuerpos, puesto que es en nosotras que se produce la ms bella y la msconsiderable de todas las criaturas.
En una palabra, mostrmosles, por lo poco que hacemos sin el auxilio de la educacin, decuanto seramos capaces si nos hicieran justicia. Obligumoslos a avergonzarse de s
mismos, si es posible, la vista de tantas injusticias que practican con nosotras, y
hagmoslos, finalmente, confesar que la menor de las mujeres merece un mejor tratamiento
de su parte, del que hoy recibe la ms digna entre nosotras.
[1]Nsia Floresta Brasileira Augusta vivi en Brasil y en Europa, a principios del siglo
XIX, un tiempo donde la actuacin de las mujeres estaba rigurosamente unida a la familia yel hogar. En esa poca, Brasil apenas daba sus primeros pasos hacia su independencia de la
corona portuguesa. Era un pas agrcola en manos de terratenientes, que exacerbaba la
divisin sexual en todas las actividades socio-econmicas y culturales. El sistema
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educacional recin comenzaba a dibujarse y eran raras las mujeres educadas. Nacida en el
estado de Rio Grande do Norte, con 22 aos, en 1832, Nsia Floresta se rebela contra las
limitaciones impuestas al leer el libro de Mary Wollstonecraft, Vindication of the Rights of
Womeny escribe Derechos de las Mujeres e Injusticia de los Hombres. Lejos de ser unatraduccin, aunque motivado por el libro de Mary, el ensayo de Nsia muestra desde la
realidad brasilea la privacin de estos derechos y la injusticia cometida por los hombresque impiden desenvolverse a las mujeres. Nsia escribi posteriormente otros libros:Consejos a mi hija, de 1842; Opsculo humanitario, de 1853;La Mujer, de1859,
destacando siempre la importancia de la educacin femenina para la mujer y la sociedad.
Tambin public en EuropaFragments dun ouvrage indit: Notes biographiques, en 1878.Esta precursora del feminismo brasilero, escritora, poetisa y educadora, fue una ferviente
abolicionista y republicana. Luch por la mejora de la educacin femenina, pas por
diversas ciudades de Brasil (Recife, Porto Alegre, Rio de Janeiro) y, ya anciana, se retir a
vivir en Francia, donde muri pobre y sola en 1885.
[2]Nsia Floresta Brasileira Augusta,Derechos de las Mujeres e Injusticia de los Hombres,
Recife, 1832; la versin compacta de la Introduccin, ha sido rescatada de la cuartaedicin de 1989, al cuidado de Constncia Lima Duarte, Ro de Janeiro, 4 ed., 1989.
[3]Esta es una versin compacta de la Introduccin. Si bien han sido sustrados algunospargrafos, se hace necesario revelar en las palabras de Nsia, lo que ella pretenda decir
con su libro.
[4]En el original: Potlos, quiera sabios, quiera ignorantes, supone que los hombres son
realmente superiores a las mujeres
[5]Nsia se refiere varias veces al trmino prejuicio, el cual debe ser entendido como
preconcepto.
[6]De ah la segunda parte del ttulo, y tambin del libro: e Injusticia de los Hombres.
A medida que la autora prueba los derechos que tienen las mujeres en las diversasinstancias de la vida social, poltica y cultural, enfatiza el carcter injusto de los hombres alnegar estos derechos.
[7]El libro se compone de cinco captulos: I. Que caso os homens fazem das mulheres, e
se com justia; II. Se os homens so mais prprios que as mulheres para governar;
III. Se as mulheres so ou no prprias a preencher os cargos pblicos; IV. Se as
mulheres so naturalmente capazes de ensinar as cincias ou no; V. Se as mulheres sonaturalmente prprias, ou no, para os empregos; y la Conclusin (Concluso). As
como con la Introduccin, aqu transcribimos y organizamos las principales ideas de
Nsia Floresta a travs de la seleccin de pargrafos de cada captulo.
[8]Imbuida del espritu e ideales divulgados por el Iluminismo, la autora coloca desde el
inicio los conceptos filosficos fundamentales en los que se va a basar en el desarrollo desu argumentacin. Entre ellos, y en posicin destacada, tenemos la primaca de la razn,
esto es: el credo de que el hombre tiene una ventaja nica sobre los dems seres vivos, por
su raciocinio. Para los iluministas, el nfasis en el uso de la razn es el mejor mtodo para
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alcanzar la verdad. Con base en esta exigencia -la razn- Nsia va a denostar toda
argumentacin masculina de superioridad.
[9]Desde el inicio del siglo XIX hay noticias de experiencias cientficas que buscaban
probar la superioridad de los hombres blancos sobre las mujeres, as como sobre los
negros e indios. A pesar de la existencia de verdaderos fraudes cientficos, al final del sigloestas experiencias eran consideradas por muchos como absolutamente correctas, reforzando
la superioridad de sexo y la racial. Nsia Floresta, ya en 1832, se anticipaba a estas
conclusiones, al afirmar una igual capacidad intelectual para las mujeres y los hombres.
[10]Marco Porcio Catn el Joven (95-46 a.C.), bisnieto de Catn el Anciano. Filsofo
estoico, conservador inflexible que consideraba los principios ms importantes que loscompromisos. Nisia parece identificar en l dicho juicio delirante, por sus ideas
prejuiciosas sobre las mujeres, muy comunes en los siglos pasados. La autora discute con el
filsofo, intercalando preguntas y argumentos todas las veces que lo cita. Se puede
identificar la habilidad de Nisia al utilizar pasajes de Catn contra los propios hombres,revirtiendo sus afirmaciones a favor de la mujer.
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