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Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil ipsum qui voluptis AT IL MAGNAM FUGA. PA VELIA VOLESTEM MAGNAM FIRMA Cargo 2.XXX. X-X de mes de 2010 PLIEGO “El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización” 1 LA ACCIÓN CARITATIVA Y SOCIAL DE LA IGLESIA, DIMENSIÓN CONSTITUTIVA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Aportación de Caritas Internationalis al Sínodo de los Obispos sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana (2012) 2.821. 27 de octubre-2 de noviembre de 2012

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PLIEGO

Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil

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2.xxx. x-x de mes de 2010PLIEGO

“El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización”1

lA ACCiÓn CARitAtivA Y soCiAl De lA iglesiA, DimensiÓn

ConstitutivA De lA nuevA evAngeliZACiÓn

Aportación de Caritas Internationalis al Sínodo de los Obispos sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana (2012)

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La diaconía de la caridad

que “el testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el aspecto misionero de la doctrina social de la Iglesia, como un elemento esencial de evangelización. Es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella”. Y se añade: “Se trata de temas que han de ser profundizados en la nueva evangelización”.

Sin embargo, después de leer estos documentos, lo aislado y diluido de las referencias a la caridad y la falta de profundización en la importancia y significado de la misma para la nueva evangelización, nos deja algunas sensaciones preocupantes que queremos compartir y que nos dan pie a algunas aportaciones que nos atrevemos a hacer.

I. ALGUNAS PREOCUPACIONES QUE SENTIMOS A PARTIR DE LOS LINEAMENTA Y DEL INSTRUMENTUM LABORIS

Partimos del supuesto de que la caridad en la vida cristiana y eclesial es más que la acción caritativa y social de la Iglesia. Toda evangelización es una expresión del amor de nuestro Dios. Por amor Dios nos envió a Jesús, el Evangelio de Dios. Por amor sigue haciendo presente la buena noticia del Evangelio por la acción del Espíritu

Santo. Por amor sigue la Iglesia anunciando, celebrando y haciendo presente la acción salvadora de Dios en la historia. En este sentido, la caridad es el motor de la evangelización y se expresa en el anuncio, en la celebración, especialmente en la Eucaristía, y en el servicio a los necesitados.

Sin embargo, vemos necesaria una mayor atención al rol evangelizador de la acción caritativa y social de la Iglesia y al lugar imprescindible que el ejercicio de la caridad debe ocupar también en el mismo anuncio de la Palabra y en la misma celebración de la fe, pues la Palabra sin caridad es hueca (cfr. 1 Cor 13, 1-13) y la celebración que no implica el ejercicio práctico de la caridad es “fragmentaria”, dice Benedicto XVI2, y hasta “escandalosa”, según Pablo (cfr. 1 Cor 11, 21).

Asimismo, consideramos necesario hacer madurar en el Pueblo de Dios la conciencia de la fuerza reveladora del misterio de Dios que encierra la caridad, así como de la fuerza reveladora de su acción salvadora en la historia, puesto que lo que salva es el amor3. “Ves la Trinidad si ves el amor”, dice san Agustín. Dios se revela como amor y en el amor, nos dice san Juan (cfr, 1 Jn 4, 8). El mismo Benedicto XVI nos ha dicho que, cuando no sea posible el anuncio explícito de Jesucristo, “dejemos que hable solo el amor”4.

Desde esta la óptica y atendiendo al lugar que se da al ejercicio de la caridad en los documentos presinodales, manifestamos algunas preocupaciones:

1ª. Tenemos la impresión de que el ejercicio de la caridad no es considerado y valorado suficientemente como un elemento constitutivo y fundamental de la evangelización, como ha puesto de relieve Benedicto XVI en sus encíclicas. De hecho, aunque se hagan repetidas alusiones a él, en ningún momento es tratado ni desarrollado así de manera explícita.

Por ejemplo: cuando se habla de Jesucristo evangelizador (cap. 1º), no se habla de la opción preferencial

INTRODUCCIÓN

La lectura de los Lineamenta y del Instrumentum laboris sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, que nos ofrece la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, nos deja frecuentes y esperanzadoras alusiones a la importancia del testimonio de la caridad para la misión evangelizadora de la Iglesia en el actual contexto cultural, social y religioso.

En el nº 7 del Instrumentum laboris, se dice que en el tercer capítulo se hace un análisis de los lugares, sujetos, instrumentos y acciones a través de los cuales la fe es transmitida, y se habla concretamente de tres: la liturgia, la catequesis, la caridad.

En el nº 71, se reconoce que “algunas respuestas (a los Lineamenta) han pedido que sea más subrayada la caridad como instrumento de la evangelización” y se reconoce que “la dedicación y la solidaridad hacia los pobres vividas por muchas comunidades (…) son verdaderamente un válido instrumento para anunciar el Evangelio”.

Incluso se afirma en el nº 124 que “la caridad es el lenguaje de la nueva evangelización que más que con palabras se expresa por obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en necesidades espirituales y materiales”.

Es más, partiendo de palabras de Caritas in veritate, se llega a decir en el Instrumentum laboris (n. 130)

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por los pobres ni de su acción con los pobres como signo de su identidad. Y cuando se habla de los instrumentos de evangelización (cap. 3º), se habla de la catequesis, la familia, la liturgia… y a penas se menciona la caridad.

2ª. No se da a la caridad la centralidad que debe tener en la evangelización. La crisis de credibilidad de la Iglesia y, con ello, la debilidad de su misión en la sociedad actual, es un hecho. Hay encuestas que nos dicen que la gente no pone su confianza en la Iglesia de las verdades, de la ortodoxia. En cambio, sí que suscitan confianza las instituciones eclesiales dedicadas a la “diaconía de la caridad”. Da la impresión de que la diaconía de la fe es distinta de la diaconía de la caridad, y la nueva evangelización debe hacer ver que se trata de una sola diaconía con dos vertientes. Más todavía, la diaconía de la caridad debería ser el motor de la misión, la portadora de la visión y el lugar donde se enseña prácticamente el mensaje cristiano. La Caritas se convierte así en una auténtica perspectiva teológica, una clave para entender nuestra fe, nuestra moral y nuestra misión evangelizadora.

3ª. Tampoco se considera suficientemente que el ejercicio organizado de la caridad pueda ser un cauce privilegiado de evangelización en esta cultura secularizada, especialmente para muchos hombres y mujeres alejados de la Iglesia. Es más, ni siquiera se habla del ejercicio organizado de la caridad, llámese Pastoral Social, Cáritas, Secours Catholique u otras organizaciones católicas que son expresión del ejercicio organizado de la caridad en las Iglesias particulares.

4ª. Entre los escenarios de evangelización mencionados aparecen las migraciones, el mundo económico y el político, con implicaciones sociales evidentes, además de los medios de comunicación social y el campo de la investigación científica y tecnológica, pero consideramos necesario ampliar el espectro al escenario concreto de los graves problemas sociales del momento, pues es ahí donde se viven muchos de los mayores dramas humanos, es desde ahí desde donde surgen las mayores

preguntas para la fe y es ahí donde, en palabras del Papa, se manifiesta la “anestesia social”5 que nos hace insensibles a las exigencias del amor fraterno. Si hay que evangelizar desde los desafíos socio-culturales que se nos presentan –como se dice en estos documentos–, es la pobreza y la injusticia que la sustenta uno de los mayores desafíos. A la vez que es en el ejercicio de la caridad donde se verifica la autenticidad de la fe que confesamos y anunciamos.

Nos parece necesario, pues, habitar el escenario de la realidad social, de la pobreza y de las causas que la generan, como un escenario importante de la nueva evangelización, pues la caridad comienza por abrir los ojos a los otros y cargar con los otros –los tirados al borde de los caminos y los mendigos a los pies de las mesas de los Epulones–, como nos ha recordado con elocuente claridad Benedicto XVI6.

5ª. En el ejercicio de la caridad habría que prestar particular atención a tres elementos: la animación de la caridad en la comunidad cristiana, la importancia del ejercicio organizado de

la caridad y el testimonio evangelizador de los que dedican su vida en la Iglesia al servicio de los pobres.

En los documentos presentados por la Secretaría del Sínodo –Lineamenta e Instrumentum laboris– se hacen frecuentes alusiones al amor fraterno, a la entrega cuidadosa hacia los pobres, a la importancia del testimonio, a la necesidad de que la Iglesia anuncie lo que es y vive, pero no se hace referencia alguna al ejercicio organizado de la caridad, como si la caridad fuera una cuestión individual y no tarea de toda la comunidad, como si no fuera toda la comunidad la que debe anunciar el Evangelio desde la experiencia de la caridad.

Asimismo, se habla de la catequesis, del primer anuncio, de los sacramentos de iniciación, de la educación, de la familia, etc, como medios necesarios de evangelización a tener en consideración. Pero no se habla de la caridad de la comunidad, del ejercicio organizado de la caridad, como cauce privilegiado, y en algunos contextos casi único, para hacer presente el anuncio del Evangelio y la experiencia cristiana de la fe. Así como tampoco se habla nunca de los agentes de la caridad –voluntarios y contratados– como evangelizadores en nombre de la comunidad.

6ª. No se tiene en consideración la caridad como criterio de credibilidad para la Iglesia en su misión de anunciar el Evangelio, Buena Noticia para los pobres.

Se nos llama a buscar “patios de los gentiles” o “desiertos” en los que la Palabra no solo se haga audible, sino también significativa y curativa para la humanidad. Uno de esos patios de los gentiles o uno de esos desiertos donde la palabra resulta más audible, más creíble y curativa es para la Iglesia el ámbito de la pobreza. Cuando la Iglesia se hace presente ahí mediante el ejercicio de la caridad, su Palabra, y cuando no es posible la palabra explícita su acción silenciosa, se hace audible, creíble y salvadora para la humanidad.

Por eso, consideramos necesario para la evangelización potenciar la animación de la caridad en la comunidad y el ejercicio organizado de la caridad como criterio de credibilidad.

1. BENEDICTO XVI, Carta encíclica Caritas in veritate (2009), n. 15.

2. Ibid., n. 14.

3. Cfr. BENEDICTO XVI, Carta encí-clica Spe salvi (2007), n. 26

4. BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus caritas est (2005), n. 31c.

5. BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuares-ma 2012: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras “(Heb 10, 24).

6. Ibid.

7. SÍNODO DE LOS OBISPOS, La justicia en el mundo, 1971, Introducción.

8. SÍNODO DE LOS OBISPOS, La evangelización en el mundo moderno, 1974.

9. BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus caritas est (2005), n. 25.

10. RINO FISICHELLA, La nueva evangelización, Santander, 2012, pp. 68 y 69.

11. Apologeticus 39, 7; CCL 151.

12. Expresión del cardenal Martini.

13. Cfr. PABLO VI, Carta apostólica Evange-lii nuntiandi (1975), n. 31; JUAN PABLO II, Encíclica Centesimus annus (1991), n. 58.

14. BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus caritas est (2005), n. 20.

15. Ibid., n. 31b.no

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anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella. Se trata de temas que han de ser profundizados en la nueva evangelización”.

Nos parece que el desarrollo de este interesante principio es muy escaso, y proponemos que se profundice en el Sínodo la consideración de la caridad como elemento esencial y cauce privilegiado de la nueva evangelización. O, dicho con otras palabras, que “sea más subrayada la caridad como instrumento de la nueva evangelización”, como se apunta en el nº 71, cosa que después no se hace.

La comunidad eclesial debería ser un espacio donde “Jesús es experimentable en nuestro tiempo”12. Si somos su cuerpo y Él es la cabeza (Col 1, 18), Jesús debería ser experimentable en nosotros. Su misión debería transparentarse en la nuestra. Y la misión de Jesús era, sobre todo, diaconía de amor hacia los más necesitados: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).

La diaconía de la fe debe ser de aquella “fe que actúa en la caridad” (Gal 5, 6). Las obras de misericordia y de justicia hacen creíble la vida y el mensaje (Mt 24, 1–25, 46). Hace creíble al testigo su capacidad de gratuidad: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. La caridad de Jesús no tiene fronteras, por eso es misionera, incluyente, dialogante.

En el ámbito de la diaconía de la caridad ocupa un lugar muy especial la atención misionera al mundo del dolor, de la enfermedad, del sufrimiento. Y una verdadera evangelización integral requiere proclamar el mandamiento

Si la caridad es elemento constitutivo de la naturaleza de la Iglesia y de su misión evangelizadora, y es un ámbito peculiar de la nueva evangelización, no se puede pasar de puntillas por ella al abordar el tema de la nueva evangelización. Debería tener una consideración y tratamiento específicos en el estudio de la nueva evangelización.

2. Reconocer la centralidad de la diaconía de la caridad como un modo privilegiado de evangelizar

“¡Mirad cómo se aman!”11. Estas palabras que Tertuliano pone en boca de los enemigos de la Iglesia siguen siendo teniendo plena vigencia hoy. A pesar de los cambios y transformaciones sociales y culturales que vive nuestro mundo, el testimonio del amor gratuito, del servicio desinteresado, reflejo del Dios amor que en Jesucristo por la fuerza del Espíritu ofrece la Iglesia, es una manera privilegiada de evangelizar.

Conviene recordar que no hay verdadero anuncio de Jesucristo si no somos transparencia y testimonio de su amor fiel, al estilo del Buen Samaritano, es decir, mirando con atención solidaria a los apaleados y tirados en la cuneta de la marginación, acogiéndoles, curándoles y ofreciéndoles la posada de una comunidad que les ayude a salir de su situación.

En este sentido, valoramos la afirmación fundamental realizada en el nº 130 del Instrumentum laboris, a la que ya hemos hecho referencia: “El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización (…). Es

II. ALGUNAS APORTACIONES PARA RECONOCER Y POTENCIAR EL DINAMISMO EVANGELIZADOR DE LA CARIDAD

A partir de las mencionadas preocupaciones, queremos apuntar algunas propuestas relacionadas con el ejercicio de la caridad y la evangelización que, a nuestro entender, deberían ser objeto de atención y consideración en la reflexión sinodal.

1. Presentar la acción caritativa y social de la Iglesia como una dimensión constitutiva de la evangelización

El Sínodo de 1971 nos dijo con toda claridad que “la acción a favor dela justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio”7. De manera parecida se expresó el Sínodo de 1974 cuando, hablando del ejercicio de la caridad y del trabajo en favor de la justicia, nos dijo que esto “no es solamente causa de credibilidad de la Iglesia, sino que es parte integrante de la evangelización”8.

Benedicto XVI nos dirá que es un servicio que pertenece a la misma naturaleza de la comunidad cristiana: “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”9.

También el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización ha dicho que “un ámbito peculiar de la nueva evangelización es, sin duda alguna, el de la caridad”, donde muchos hombres y mujeres, fieles al Espíritu, presentan múltiples signos concretos que hacen “visible” y “actual” la Palabra del Señor y ofrecen un testimonio “en el que se juega, de hecho, su credibilidad en lo que constituye el núcleo mismo del anuncio: el amor”10.

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nuevo en la tarea de promover el desarrollo integral del ser humano y en la promoción de la justicia y de la paz13.

3. Apostar por una eclesiología de la caridad que evangeliza desde lo social y en lo social

La tarea de hacer presente la buena noticia del Evangelio mediante el ejercicio de la caridad es algo que compete a toda la Iglesia y a todos en la Iglesia. La vivencia y el testimonio del amor no es algo opcional o marginal, sino un elemento central de la fe que vive y transmite la Iglesia. Es una dimensión esencial, constitutiva, de nuestra vida cristiana y eclesial que compete a cada uno en particular y a toda la comunidad.

Así lo dice Benedicto XVI: “El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial… También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor”14. Y añade: “Cuando la actividad caritativa es asumida por la Iglesia como iniciativa comunitaria, a la espontaneidad del individuo debe añadirse también la programación, la previsión, la colaboración con otras instituciones”15.

El amor es ante todo una tarea para cada fiel. Nos compete a todos por nuestra identidad cristiana. Pero la caridad es tarea de toda la comunidad. Y una Iglesia de la caridad es una Iglesia que se siente mensajera del amor de Dios para todos los hombres, pero que tiene unos destinatarios preferenciales establecidos por el modo de proceder del mismo Dios manifestado en Cristo. Esos destinatarios preferenciales son los pobres.

La Iglesia, como Jesús, ha sido enviada para evangelizar a los pobres. Así lo dice el Evangelio de Jesús y así lo ha reconocido la Iglesia de sí misma16. Anunciar a Jesucristo es el mayor servicio que la Iglesia puede hacer a los hombres, a todos los hombres, a los de hoy y a los de siempre. Y este anuncio de Jesucristo Salvador debe ir destinado de una manera privilegiada a los pobres.

Sin embargo, esto no siempre se expresa con claridad y, cuando se expresa, no siempre se asume como tarea de toda la comunidad. Hemos

de reconocer que la opción preferencial por los pobres no ha sido realmente asumida por la comunidad cristiana en general, por lo que no se da suficiente participación de los fieles en las diversas acciones caritativas y sociales, que parecen más bien opciones no eclesiales sino particulares de algunos grupos o personas con devoción particular hacia esos asuntos.

En un Sínodo sobre la evangelización, sería necesario manifestar claramente:

→ Que somos una Iglesia sacramento de comunión de los hombres con Dios y de todos los hombres entre sí.→ Que somos una Iglesia enviada a evangelizar a los pobres.→ Que estamos llamados a dejarnos evangelizar por los pobres.→ Que los pobres han de tener un lugar privilegiado en la Iglesia.→ Que la Iglesia ha de ser una Iglesia pobre y para los pobres.Los pobres interpelan constantemente

a la Iglesia, invitándola a dejarse convertir y evangelizar ella misma. Dios habla a la Iglesia a través de los pobres. Si en los pobres hay una especial presencia del Señor, la Iglesia debe estar especialmente atenta a su clamor. La existencia de los pobres denuncia que la fraternidad humana no es plena y que este mundo no es el Reino de Dios esperado. Su presencia y su clamor son una llamada a la conversión de la Iglesia para que pueda ser signo visible y real de la presencia del Reino.

Hoy no podemos vivir ajenos al mundo insolidario e injusto que hemos construido, al drama de los que no tienen trabajo, a las empresas abocadas a reducir plantillas o a cerrar las puertas, a las familias con todos sus miembros en paro, a los jóvenes excluidos del mercado de trabajo. Como tampoco podemos ser insensibles ante

los sueldos escandalosos de directivos de instituciones financieras sostenidas con dinero público o a los millones y miles de millones de beneficios que declaran algunas empresas mientras despiden obreros y reducen salarios. Así como no podemos permanecer ciegos y vivir de espaldas al genocidio de pueblos indígenas, al hambre, a la violencia, a la falta de atención sanitaria y de educación, al tráfico de armas y de personas y a la explotación a que son sometidos tantos millones de hombres y mujeres en nuestro mundo.

Como dijo Juan Pablo II, “tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino? Sin esta forma de evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras”17.

Este es un gran reto para la Iglesia hoy: para su identidad y para la credibilidad de su mensaje.

4. Considerar la importancia del ejercicio organizado de la caridad para el testimonio evangelizador de la Iglesia

Para que el servicio a los desfavorecidos sea ordenado, implique a la comunidad y responda a las necesidades de cada momento histórico y social, y sea, a la vez, testimonio evangelizador del ser de la comunidad cristiana, necesita una organización. Así lo dice el Santo Padre: “El amor necesita también una organización,

16. Cfr. Lc 4, 18; LG 8, 23, 41 y 42.

17. JUAN PABLO II, Carta apostóli-ca Novo millennio ineunte (2001), n. 50.

18. BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus caritas est (2005), n. 20.

19. Ibid., n. 31b.20. Cfr. Ibid.21. Ibid., n. 2922. Cfr. Instrumentum laboris, n. 80.23. Cfr. Ibid., n. 56.

24. RINO FISICHELLA, o.c., p. 70.

25. CÁRITAS ESPAÑOLA, Reflexión sobre la identidad de Cáritas (1977), p. 21.

26. BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus ca-ritas est (2005), n. 19.

27. Cfr. Encíclica Redemptoris missio (1990),

nn. 42-46. En el capítulo V nos ofrece los ele-mentos de un proceso evangelizador.

28. Cfr. Instrumentum laboris, nn. 28-32. El ob-jetivo último de toda acción evangelizadora es el encuentro personal con Jesucristo, pues él es el Evangelio, la buena noticia del amor de Dios n

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el servicio de la caridad con espíritu evangélico, el mismo servicio es un auténtico anuncio del Evangelio.

Por eso, sería positivo para la nueva evangelización presentar el trabajo en favor de los pobres como un camino de descubrimiento y encuentro con Jesucristo. Cáritas, ciertamente, es la Iglesia en el ejercicio organizado de la caridad, del mandamiento del amor que el Señor nos mandó. Y para aquellas personas en búsqueda espiritual y de fe, debe ser también un camino de descubrimiento y encuentro con Jesucristo. Siguiendo el espíritu del apóstol Pedro en su carta, podríamos decir a algunos hermanos nuestros: si aún no puedes creer en Cristo, mantente a su servicio en los pobres, donde Él está presente; si todavía no te es posible dar el paso de la fe o sentirte miembro pleno de la Iglesia, mira el rostro del Señor reflejado en el del necesitado y mitiga con tu entrega su sufrimiento y pobreza (cfr. 1 Pe 4, 8).

Todos los que trabajamos en la acción caritativa y social de la Iglesia –obispos, sacerdotes, religiosos y laicos– necesitamos crecer en el testimonio de la caridad, para que el ejercicio de la misma se lleve a cabo conforme a las exigencias del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Para ello, es necesario dedicar personas y medios a la formación y acompañamiento de los agentes de la caridad y a la sensibilización e información de toda la comunidad.

No estaría mal, por otra parte, que además de llamar a la coherencia personal a aquellos que ejercen la caridad, la Iglesia como tal institución considerara un signo público y visible que mostrara su sincero deseo de conversión y caridad hacia los más pobres. Un gesto comunitario, “institucional”, que invitara a hacer creíble su apuesta por los más pobres de nuestra tierra como condición primera de la nueva evangelización. Un Sínodo universal podría ser una buena ocasión para ello.

causas que generan pobreza y opresión y a promover acciones transformadoras de las personas y de las estructuras23.

5. Valorar como agentes de evangelización a los que ejercen el servicio de la caridad en la Iglesia

Ya hemos dejado constancia de que tanto en los Lineamenta como en el Instrumentum laboris se mencionan muchos agentes de la evangelización sin incluir entre ellos a los agentes de la caridad. Consideramos a los agentes de Cáritas, voluntarios y contratados, como un verdadero medio para el anuncio cristiano.

Frecuentemente, se ve al voluntariado como una actividad encomiable y admirable, gratuita y generosa, y lo es. Pero, por eso mismo, tiene también una fuerza especial para anunciar y confesar la fe. El amor incondicional al pobre, el reconocimiento y respeto de la dignidad de toda persona, la gratuidad de su entrega, el trabajo por un mundo mejor que vaya construyendo el Reino, el testimonio oculto y discreto que supone y la conciencia de estar amando y sirviendo al mismo Jesucristo en la persona de los más desvalidos, hacen del voluntariado una verdadera proclamación del Evangelio y un camino excelente para hacer visible la fe en este contexto de la nueva evangelización.

Igualmente, merece una consideración y animación el trabajo de tantos contratados vocacionados que hacen de este servicio su opción de vida y su campo de compromiso cristiano y evangelizador, siendo fieles al proyecto de Dios en sus vidas y poniendo al servicio de los pobres dones y talentos, saber profesional y vocación personal.

En un horizonte así, “adquiere consistencia también el signo del voluntariado como un auténtico anuncio cristiano”, dice el presidente del Pontificio Consejo antes citado24. Y eso que se dice del voluntariado puede también aplicarse al contratado vocacionado. Cuando se ejerce

como presupuesto para un servicio comunitario ordenado”18.

Por eso, “a la espontaneidad del individuo debe añadirse también la programación, la previsión, la colaboración con otras instituciones”19. Y esto no solo por razones de eficacia –que también–, sino por razones de comunión eclesial, porque solo así la acción caritativa y social de la Iglesia será significativa y expresión comunitaria del amor preferencial por los pobres y del rostro samaritano de la Iglesia.

Este servicio organizado a los pobres no es un servicio más o una misión más entre las diversas misiones complementarias entre sí que tiene la Iglesia, sino que es una misión que consideramos primordial, permanente e irrenunciable. Y debe ser, a la vez, la misión que marque y configure a la Iglesia en toda su estructura, costumbres y organización, como Iglesia de la Caridad20.

En consecuencia, podemos afirmar que “la Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes”21, y que no hay una verdadera comunidad cristiana donde no hay y no se visibiliza –porque somos sacramento– el ejercicio organizado de la caridad.

El servicio de la caridad es de toda la Iglesia, es de todos en la Iglesia y necesita ser un servicio ordenado, organizado, planificado. Por eso, el ejercicio de la caridad demanda construir una buena comunidad; y una buena comunidad no puede dejar de expresarse en un ejercicio organizado de la caridad. La Iglesia debe configurar y visibilizar el ejercicio organizado de la caridad y este debe configurar a la Iglesia como Iglesia de la caridad.

Esto implica, ad intra, avanzar en comunión en nuestras comunidades y en coordinación entre los diferentes grupos o comunidades y entre los diferentes servicios pastorales22, para que la caridad sea asumida por todos en la comunidad y seamos verdaderamente una Iglesia comunión.

Ad extra se requiere una pastoral de la caridad muy abierta y atenta a la situación social, capaz de analizar la realidad desde el Evangelio y con la mediación de las ciencias sociales, y que nos lleve a la denuncia de las

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6. Animar la espiritualidad que requiere el ejercicio de la caridad para que esta sea evangelizadora

En el ejercicio de la caridad hemos de estar muy atentos al espíritu que la anima y alienta, pues la caridad o está fundamentada en el Espíritu y animada por el Espíritu o no es caridad, ya que –cristianamente hablando– no puede haber más espiritualidad que la que viene del Espíritu Santo.

Hay Cáritas porque hemos sido ungidos por el Espíritu para dar la Buena Noticia a los pobres. “El mismo Espíritu que ungió a Jesús para enviarlo a anunciar el Evangelio a los pobres conduce a sus discípulos hacia la misión de continuar la obra salvadora entre los más abandonados”25. “El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia”26.

Todos los cristianos hemos sido ungidos por el Espíritu para la misión y podemos hacer nuestra la proclamación de Jesús en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-21).

Más de una vez dentro de la Iglesia, hemos caído en la tentación de contraponer la vida activa y la contemplativa, el compromiso y la oración, y más concretamente, hemos considerado la lucha por la justicia social y la vida espiritual como dos realidades no sólo diferentes –que sí lo son en cuanto a su objeto inmediato–, sino independientes y hasta contrarias, cuando no lo son en modo alguno, sino más bien complementarias y vinculadas entre sí.

Sería importante que el Sínodo nos diera las claves de la espiritualidad de una caridad evangelizadora, pues la caridad, cuando está animada por el Espíritu, es en sí misma evangelizadora. Por ejemplo:

→ Es evangelizadora cuando hunde sus raíces en la entraña de nuestro Dios y se convierte en transparencia del amor de Dios y en fuente de fraternidad.

→ Es evangelizadora cuando nos hace fijarnos los unos en los otros y cargar los unos con los otros.

→ Es evangelizadora cuando nos ayuda a descubrir el rostro de Dios en el rostro de todo ser humano y nos lleva a promover su desarrollo integral.

→ Es evangelizadora cuando denuncia la injusticia y es transformadora de las personas y de las estructuras.

→ Es evangelizadora cuando, en una cultura del éxito y de la rentabilidad, apuesta por los débiles, los frágiles, los últimos.

→ Es evangelizadora cuando se vive como don y ayuda a superar la lógica del mercado con la lógica del don y de la gratuidad.

→ Es evangelizadora cuando se vive en comunión, contribuye a configurar una Iglesia samaritana y servidora de los pobres, y lleva a compartir los bienes y servicios.

→ Es evangelizadora cuando sabe discernir desde el Espíritu lo que nos está pidiendo Dios aquí y ahora, y responde desde ahí a los desafíos sociales y culturales del momento.

→ Es evangelizadora cuando transmite la fuerza y la esperanza que nacen de la Pascua.

→ Es evangelizadora cuando se hace vida gratuitamente entregada, alimentada y celebrada en la Eucaristía.

→ Es evangelizadora cuando nos hace sencillos y pobres para estar disponibles ante Dios y ante los pobres.

→ Es evangelizadora cuando nos hace testigos de una experiencia de amor de la que hemos sido hechos protagonistas, y abre caminos, con obras y palabras, a la experiencia del encuentro con Dios en Jesucristo.

Todas estas manifestaciones de la caridad son evangelizadoras porque entran a formar parte de las etapas de un proceso evangelizador tal como nos lo presenta Juan Pablo II27:

→ Son testimonio del amor de Dios y de la comunidad cristiana, y el testimonio es el primer paso de la evangelización.

→ Son reveladoras de las palabras y actitudes de Jesús y constituyen un primer anuncio de su persona y su mensaje.

→ Son una llamada a la conversión, a configurarnos con Cristo y a la transformación de las personas y de las estructuras.

→ Si se realizan desde un verdadero acompañamiento, ofrecen la posibilidad de un anuncio explícito de las motivaciones y el sentido de nuestro servicio: la fe y el seguimiento de Jesús28.

→ Y si son obra de la comunidad cristiana, son una invitación a la integración en la comunidad de hermanos que constituye la Iglesia.

Con otras palabras, necesitamos crecer en la conciencia de que la acción caritativa y social de la Iglesia puede ser evangelizadora de muchas maneras: por lo que hacemos y por el modo como lo hacemos, por las motivaciones y el sentido de lo que hacemos, por los efectos de lo que hacemos, por lo que denunciamos y por los cambios que promovemos, por el acompañamiento que hacemos, por el mensaje del Evangelio que podemos anunciar en lo que hacemos.

De manera muy especial debe ser evangelizadora por la espiritualidad que la anima. Una espiritualidad trinitaria,

que el ser humano necesita, y ese ha de ser, en la medida de nuestras posibilidades y sabiendo que la fe se propone, pero no se impone, el objetivo último de toda acción caritativa y social de la Iglesia.

Esto significa que hemos de estar muy atentos a “una confusión creciente que induce a muchos a desatender y dejar inoperante el mandato misionero del Señor (cf. Mt 28, 19). A menudo se piensa que todo intento de convencer a otros en cuestiones religiosas es limitar la libertad.

Sería lícito solamente exponer las propias ideas e invitar a las personas a actuar según la con-ciencia, sin favorecer su conversión a Cristo y a la fe católica: se dice que basta ayudar a los hombres a ser más hombres o más fieles a su propia religión, que basta con construir comu-

nidades capaces de trabajar por la justicia, la libertad, la paz, la solidaridad. Además, algunos sostienen que no se debería anunciar a Cristo a quienes no lo conocen, ni favorecer la adhesión a la Iglesia, pues sería posible salvarse también sin un conocimiento explícito de Cristo y sin

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Page 8: 2.821. 2.xxx. 27 de octubre-2 de noviembre de 2012 x-x de ... · La crisis de credibilidad de la Iglesia y, con ello, la debilidad de su misión en la sociedad actual, es un hecho

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credibilidad de la Iglesia y constatamos con frecuencia en nuestras Cáritas que algunos hermanos que se acercan a nuestros servicios desde la indiferencia, el agnosticismo o la increencia, a través del servicio caritativo y social llegan a descubrir lo que significa el gozo de creer y de configurar su vida con Jesucristo en el seno de la Iglesia. Nos gustaría que se destaque el carácter evangelizador que en sí mismas tienen muchas de las acciones que se realizan en el servicio de la caridad y el modo mismo de realizarlas.

Esto no obsta para que reconozcamos, a la vez, que hemos de cuidar la dimensión evangelizadora de la caridad y formarnos para ella de modo tal que sepamos hacer que nuestro servicio suscite interrogantes sobre la motivación y el sentido de lo que hacemos, invite a la conversión y facilite el anuncio de Jesús y de su Evangelio. Así como vemos necesario cultivar la espiritualidad que puede dar consistencia al carácter evangelizador de la caridad. El Sínodo prestaría un buen servicio a la nueva evangelización si nos diera claves positivas para el cuidado de la formación y la espiritualidad en la acción caritativa que aviven en ella su fuerza evangelizadora.

Vivimos un momento privilegiado, un verdadero momento del Espíritu, para que el ejercicio de la caridad nos evangelice y nos haga ser cada día más evangelizadores. Vivámoslo con corazón agradecido y generoso y hagamos de nuestra vida, como María, un canto al Señor que en nuestra debilidad ha manifestado su fuerza evangelizadora y liberadora en favor de los más pobres y oprimidos (cfr. Lc 1, 46-55). Y no permitamos, en la medida de nuestras posibilidades, que el ejercicio de la caridad quede excluido de la misión evangelizadora de la Iglesia o relegado a un segundo lugar. Prestaríamos un mal servicio a la evangelización y a la eclesialidad de la caridad.

La pregunta básica en la nueva evangelización no solo es cómo anunciar el Evangelio, sino preguntarnos si el Evangelio que anunciamos es buena noticia para los pobres y si nosotros, como Iglesia, hacemos creíble este Evangelio. La diaconía de la caridad debe ser el motor de la misión y su signo de credibilidad.

Lo más propio y específico que aporta la acción caritativa y social en el campo de la evangelización es el testimonio y la llamada a ser y vivir de manera diferente, pero no solo eso. Si es posible, manifestaremos nuestras motivaciones y el sentido de lo que hacemos. Y cuando sea posible haremos anuncio explícito de Jesús y su Evangelio como el mejor servicio que podemos ofrecer a los hermanos, también a los pobres.

Por último, cabe señalar que si anunciar el Evangelio tiene el riesgo de hacer proselitismo, no anunciarlo tiene el riesgo de convertirnos en una ONG.

CONCLUSIÓN

El ejercicio de la caridad es elemento constitutivo de la naturaleza de la Iglesia y de su misión evangelizadora, y todos en la Iglesia estamos implicados en ella. Esto debería quedar bien claro en el Sínodo.

La nueva evangelización debe hacer ver que la diaconía de la fe y la diaconía de la caridad no son distintas e independientes, sino que se trata de una sola diaconía con dos vertientes. Más todavía: debería ser la diaconía de la caridad el motor de la misión, la portadora de la visión.

La caridad, en consecuencia, debe ser elemento configurador del mismo ser de la Iglesia si quiere ser evangelizadora. Vale la pena que el Sínodo le dé el lugar que le corresponde en la reflexión sobre la nueva evangelización y que se anime y potencie su dinamismo evangelizador.

La caridad vivida en el Espíritu no solo nos hace evangelizadores, sino que nos evangeliza a nosotros mismos. Y hoy reconocemos con gozo que son muchos, cada día más, los agentes de la caridad –contratados y voluntarios– que hacen del trabajo en la acción caritativa y social de la Iglesia el campo explícito de su compromiso evangelizador. Nos gustaría que tengan un lugar entre los sujetos con los que la fe cristiana es transmitida hoy.

Reconocemos que el ejercicio de la caridad es uno de los signos de

arraigada en el misterio hondo de nuestro Dios; y una espiritualidad eucarística, pues la Eucaristía es el sacramento de la entrega: de la entrega de Jesús y de la nuestra29.

7. Anunciar el Evangelio en el ejercicio de la caridad no es hacer proselitismo

Cuando se plantea la dimensión evangelizadora de la acción caritativa y social, se apunta a veces el riesgo de instrumentalizar la caridad y de hacer proselitismo. Este riesgo puede darse, pero no por ello hemos de renunciar a la misión evangelizadora de la caridad30.

Hay principios que deben ser irrenunciables. Uno de ellos es que la misión de la Iglesia es evangelizar. Todos en ella estamos llamados a evangelizar31, y todo en la Iglesia, también el ejercicio de la caridad, “adquiere todo su significado solo cuando se transforma en testimonio, provoca la admiración y la conversión, y se hace predicación y anuncio del Evangelio de parte de la Iglesia y de cada bautizado”32. Asimismo, es irrenunciable la universalidad de la caridad. Estamos al servicio de los pobres, de todos los pobres, sin distinción de razas y de confesiones religiosas.

Mantener estos principios y cuanto hemos dicho en el punto anterior33 nos lleva a distinguir evangelización de proselitismo, como ha hecho Benedicto XVI: “La caridad no ha de ser un medio de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. (…) Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable solo el amor”34.

Otra cuestión es cómo distinguimos cuándo es tiempo de hablar y cuándo es tiempo de callar, pero el testimonio será siempre evangelizador. Habrá casos en los que podremos explicitar los motivos por los que hacemos lo que hacemos, y cuando sea posible no podemos renunciar al anuncio explícito del Evangelio.

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IEG

O una incorporación formal a la Iglesia” (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, 2007, 3).

29. Cfr. BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est (2005), n. 13.

30. Cfr. Nota y cita n. 28.

31. Cfr. PABLO VI, Exhortación apostó-lica Evangelii nuntiandi (1975), n. 13.

32. Ibid., n. 15.

33. Cfr. Apartado 2.6.

34. BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est (2005), n. 31.

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