antidisciplina nelly richard
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Revista de Estudios Sociales
Antidisciplina, transdisciplina y redisciplinamientos del
saber.
Nelly Richard
Vuelvo sobre la discusin entre trabajo intelectual y trabajo acadmico coinciden en parte, pero no son lomismo. Vuelvo sobre la dificultad de instituir una real prctica de crtica cultural que no debe tratar de
reinscribirse en la meta narrativa del conocimiento alcanzado dentro de las instituciones. Vuelvo sobre teora
y polticas, sobre las polticas de la teora. No la teora como voluntad de verdad, sino la teora como un
conjunto de conocimientos en pugnas, localizados y coyunturales
Stuart Hall
Aunque todava escasos y muchas veces precarios en sus realizaciones, ciertosgestos destinados a modificar las reglas de configuracin del saber tradicional buscan
perfilarse en el contexto de una actual reflexin sobre la crtica del modelo acadmico en
las universidades chilenas de la postdictadura1. Estas experiencias que aspiran a descentrar
los mecanismos de jerarqua y control del conocimiento oficial pluralizando las formas ylos estilos de hacer teora hablan de miradas transversales que propician cruces
intermultidisciplinarios, as como puentes entre lo acadmico y las polifonas
socioculturales; de saberes que no estn autorizados ni consolidados, sino ms bien abiertosa las enrancias crtico-creativas de los inestables y fluidos imaginarios de fin de siglo
2.
Pluralidad, movilidad y flexibilidad del conocimiento son algunos de los rasgos que estas
prcticas del saber recientemente diseadas le oponen a la rigidez del formato acadmicotradicional, recurriendo a la transdisciplinariedad como vector experimental y creativo de
reconfiguracin de nuevos instrumentos tericos para el anlisis crtico de la cultura.
Los estudios culturales y la crtica cultural representaran dos nuevas prcticas queparticipan de esta misma bsqueda de transversalidad tanto del rediseo de las fronteras del
conocimiento acadmico (los estudios culturales) como en la rearticulacin crtica del
discurso terico (la crtica cultural). Ambas prcticas y las relaciones de dilogo, resistencia
cuestionamiento que los vincular entre s invitan a una reflexin, necesaria de producirsehoy, que desborda el formato del saber universitario y del discurso acadmico para
interrogar sus bordes crtico-intelectuales.
Revista de Estudios Sociales, Universidad de los Andes/Fundacin Social, 1 (Agosto 1998): 118-123Este texto corresponde a un libro de prxima publicacin de la autora. Crtica literaria, directora de la revista Crtica Cultural.1 A modo de ejemplos, quisiera mencionar el programa de Gnero y Cultura en Amrica Latina de la facultad de filosofa y humanidades
de la Universidad de Chile y el diplomado en crtica cultural de la universidad de Arcis, como dos espacios interesados en desobedecer el
sistema de legitimidad disciplinaria y en articular una tensin poltica y terica entre las fronteras de la academia y saberes que provienende otras partes.2Kerny Oryazn, Introduccin en Revista Nomadias, No 1. diciembre de 1996, Santiago, pag 7.
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Textos intermedios, saberes fronterizos.
A qu llamar crtica cultural y como editara que la repeticin de nombre suene
taxativamente a programa, como si designara un modelo a aplicar supuestamente dotado de
una homogeneidad de forma y contenidos?
Aunque dejramos en suspenso la definicin de que es la crtica cultural (primero, porquedicho trmino designa un conjunto variable de prcticas y escrituras que no corresponden a
un diseo uniforme y, segundo, porque no cerrar esta movilidad de posiciones diferenciadas
que arma contrastes entre discursos heterogneos contribuye a desalinear la voluntadacadmica de querer siempre ordenar tipologa y nomenclaturas), valdra la pena precisar
algunos de los rasgos que, pese a esta heterogeneidad de formas y disimilitud decontenidos, comparten varios textos de hoy que suelen identificarse como textos de crtica
cultural3: textos que se encuentran a mitad de camino entre el ensayo, la teora de la
cultura, el anlisis deconstructivo y la crtica terica, y que mezclan stos diferentesregistros para examinar el cruce entre discursividades sociales, simbolizaciones culturales,
formaciones de poder y construcciones de subjetividad.
Digamos, primero, que se trata de textos que sobre todo en su momento de produccin ycirculacin desbordan una inscripcin fcil en la vescula del saber y que brindan para si
esa condicin de margen. Margen respecto a los campos disciplinarios constituidos
(sociologa, psicoanlisis, semiologa, antropologa, teora literaria, etc.) an cuando se
parasite de los conceptos generados en estos campos; se trata de textos animados por elpropsito de desplegar -en un registro verbal que premeditadamente se aparta de las doxas
institucionalizadas- una mirada conceptual sobre coyunturas significantes que, o bien: 1) no
estn analizadas todava; 2) estn consideradas hasta ah segn marcos discursivos cuyospresupuestos ideolgicos no han sido sometidos a crtica; o bien 3) estn excluidas de todo
anlisis por la acotacin de campo reproducida inercialmente a travs de la formacin
disciplinaria. Textos que se despliegan al margen del aval institucional, esto es, en cuyosenunciados no habla an a travs de sus soportes, formatos, sinta-xis y gramtica- la
institucin convertida en sujeto, sino que, todo lo contrario, se definen, ya en su cuerpo
significante, en tensin crtica con ella4.
Los textos de crtica cultural seran entonces textos intermedios que no quieren dejarselocalizar segn parmetros institucionales que definen el saber ortodoxo; textos que
reivindican su im-propiedad en relacin a las disciplinas tradicionales y la nacin
tradicional de disciplina entendida como un corpus de enseanza cuyas reglas deespecializacin fijan y controlan la relacin (disciplinaria, tcnica y profesional) entre
objetos, saberes y mtodos5. Lejos de ser una disciplina, la crtica cultural sera una
prctica, es decir, un modo de hacer o una forma de actuar, una estrategia de intervencinterico-discursiva que selecciona sus instrumentos crticos en funcin de la coyuntura de
signos que se propone analizar y desmontar: hay una poltica de las armas en la crtica
cultural, una poltica del recurso de que se echa mano (postestructuralismo, semiologa,
3Junto con insistir en el carcter provisorio y tentativo del trmino crtica cultural que design conjunto multiforme detextos imprecisos en sus contornos, prefiero dejar a la imaginacin del lector la responsabilidad de elegir, dentro de laslecturas que conforman esta bibliografa, los textos que compartiran algunos de los rasgos aqu descritos.4Carlos Perez V. Introduccin al Seminario de Crtica Cultural, Universidad Arcis, abril de 1997.5 Segn M. Foucault, una disciplina se define por un mbito de objetos, un conjunto de mtodos, un corpus de
producciones consideradas verdaderas, un juego de reglas y definiciones de tcnicas y de instrumentos. Michel Foucault,El Orden del Discurso. Barcelona, Tusquets, 1973, pg 27.
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psicoanlisis, discurso de gnero, etc.)6
elegidos segn la especificidad local de los
materiales y de las significaciones a intervenir.Ligado a esta dimensin coyuntural, deberamos tambin enfatizar el carcter de
intervencin que anima el proyecto de la crtica cultural: no le bastara analizar los textos
de la cultura en su dimensin intradiscursiva, sino que buscara siempre comprometer a su
destinatario en un trabajo crtico de desmontaje y rearticulacin del sentido para examinarlas conexiones locales y especficas que une los signos a sus redes poltico-institucionales.
Se tratara de colocar bajo sospecha los resortes discursivos de las construcciones de poder
que traman las distintas cadenas de produccin y recepcin sociales de los enunciados encirculacin, pero tambin de involucrar al lector en una tarea compartida de vigilancia
crtica que ensee a desocultar los artificios de representacin dominantes y a producir, a lavez, contra lecturas susceptibles de impugnar su sistema de valores y de jerarquizaciones
cannicas.
En una lnea derivada del postestructuralismo, la crtica cultural trabajara en politizar lacuestin del discurso hacindolo ver como trama de violencia, control y lucha entorno a la
autoridad simblica del poder de la palabra y del control de la representacin. Pero la
crtica cultural no se conformara con slo deconstruir las figuras discursivas de imposicindel sentido en las que las ideologas sociales basan su poder normalizador. Pretendera
tambin, descubrir activar crticamente lo que se resiste: la potencialidad discordante de las
entrelneas ms rebeldes de los textos de la cultura que entran en disputa con sus relatos
legitimadores7.
A la crtica cultural le interesara tomar partido a favor de las significaciones
antihegemnicas no centrales- que emergen de escrituras y lecturas en pugna con la
tradicin oficial (el canon dominante, la normativa institucional) y que apelan a una polticay a una esttica de los bordes, de los mrgenes y de las fronteras. (Por eso las alianzas que
suelen tejerse en desorden de programas- entre la crtica cultural, la deconstruccin y la
teora feminista: por sus comunes propsitos de desorganizar las mquinas binarias quegiran alrededor de una funcin-centro de la representacin hegemnica para rescatar lo
plural y diseminado que habitan, minoritariamente, en las franjas de exclusin y
subalternidad de la geografa del conocimiento oficial).
6Thayer, Introduccin al seminario de Crtica Cultural, Universidad Arcis, abril de 1997.7P. Bov. La accin crtica no puede slo descubrir y minar el discurso opresor, sino tambin abrir espacios de ayuda aotros para armar sus propias subjetividades en oposicin a las definiciones discursivas e institucionales generadas y fijadas
por las estructuras dominantes y sus agentes. Paul Bov. La estela de la Teora. Madrid. Ctedra, 1992, pg 78.
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Los estudios culturales tal como han sido definidos8
tambin se mueven en una direccin
transdisciplinaria, al querer disear un modelo de reorganizacin acadmica delconocimiento que incorpora saberes has ahora marginados por el canon de las disciplinas
tradicionales. La crtica cultural y los estudios culturales compartiran un mismo inters por
ciertas combinaciones tericas que les sirven a ambos para analizar (y defender)
representaciones sociales y formaciones de identidad habitualmente segregadas por las jerarquas de la cultura oficial. Ambas prcticas estaran interesadas en participar de una
insurreccin de los saberes sometidos (Foucault), destinada a potenciar la fuerza de
descentramiento de las mrgenes y de las periferias que bordean la culturainstitucionalizada. Pero quizs, mientras los estudios culturales defienden el objetivo
prctico de rearticular universitariamente formas de transmisin de los nuevosconocimientos, la crtica cultural posee mayor libertad de movimientos para entrar o salir
del mapa acadmico para moverse en sus bordes- poniendo especialmente el acento en la
transversalidad crtica de una prctica del texto.Por un lado, los estudios culturales y la crtica elaboraran una respuesta solidaria, si los
confrontramos ambos a la pregunta de cules prcticas son capaces de abrir nuevos
contextos de descubrimiento que modifiquen el trazado de inclusin-exclusin del saberdominante, ya que ambos se inclinan hacia sujetos y objetos discriminados por el abusivo
predominio de lo central (lo metropolitano, lo occidental, lo masculino, etc.). Pero a la
crtica cultural le interesara, adems, preguntarse ms especficamente cmo deben
abordarse estos nuevos objetos (a travs de qu nuevos registros de conocimiento y tambinescritura) para que la relacin entre teora y novacin pase por un cuestionamiento, no slo
conceptual, sino tambin retrico de las formas del habla que sobredeterminan los saberes
heredados de las disciplinas, ya que son estas formas las que ponen en situacin deexclusin o inclusin, complicidad o resistencia, dominacin o relajo, abstraccin o
coyunturalidad, monlogo o polilogo, quietismo o activismo, mismedad u otredad, opresin
o emancipacin, centralizacin o descentralizacin9
frente al lenguaje codificador delprograma acadmico.
Frente a los estudios culturales, preocupados bsicamente de ampliar y diversificar los
trazados universitarios del conocimiento, la crtica cultural acentuara la necesidad de
reflexionar, no slo sobre la formulacin social de los nuevos objetos a teorizar
8 Son mltiples y diversas las definiciones que se pueden que se pueden proponer de este nuevo modelo de
reorganizacin acadmica del conocimiento llamado Estudios Culturales, un modelo ya ampliamenteformulado en la academia internacional (principalmente, anglo-norteamericana) y de creciente
implementacin en varias universidades latinoamericanas. A modo de referencia, ofrezco dos descripciones
que definen el proyecto de los estudios culturales desde dos diferentes latitudes: J Beverley habla de los
estudios culturales como de un programa vinculado mas o menos directamente con la militancia poltica de
los sesenta, la Nueva Izquierda, el marxismo althusseriano o neo-gramsciano, la teora feminista y el
movimiento de mujeres, el movimiento de derechos civiles, la resistencia contra las guerras coloniales oimperiales, la reconstruccin. John Beverley. Estudios culturales y vocacin poltica en Revista de Crtica
Cultural. No 12. julio de 1996. Santiago. P. 46, mientras S. Deffino se refiere a ellos en funcin de los problemas que permiten analizar problemas relacionados con vida cotidiana e informacin, gneros
audiovisuales y consumo de bienes simblicos, recorridos urbanos como transformaciones perceptivas, pasaje
de la democracia de masas a un uso poltico de la visibilidad de las minoras o la proliferacin de demandaspor derechos localizados concretos. Silvia Deffino. Prologo en La Mirada oblicua: estudios culturales y
democracia. Comp. S. Deffino, Buenos Aires, La Marca. 1993. pg 5.9 Vincent Lertch, Cultural criticism, Literary Theory, Poststructuralism, New Cork, Columbia University
Press. 1992. Pg 9 (la traduccin es ma).
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(democracia, feminismo, globalizacin, ciudadana, postcolonialismo, etc.), sino tambin,
sobre sus propios dispositivos de teorizacin: sobre lo que el uso de la teora moviliza ytransforma en y de las redes del conocimiento disciplinado, sobre las respectivas posiciones
de autoridad acadmico-institucionales que obedecen o desobedecen los textos y sobre las
distintas voces con las que se formula el saber crtico. Estas posiciones y voces, estos
registros de habla, son lo que articula las polticas de la escritura del texto crtico.
La teora como escritura
El tema de las relaciones entre saber acadmico y des-academizacin del saber pasa por esa
cuestin de la escritura crtica, de las polticas del texto escrito. Sin embargo, dicho tema esgeneralmente desatendido por los estudios culturales cuyo estndar acadmico tiende a
producir una suma uniforme de materiales investigativos regidos por la operatividad
tecnocultural del dato que encuentra su smbolo desapasionado en el paper. La reduccinfuncionaria del Texto al paper ha roto el emblema de una densa tradicin ensaystica con el
nuevo predominio de la investigacin sociolgica que ha sacrificado la espesura retrica y
figurativa del lenguaje en el sentido (fuerte) de lo que Barthes llamaba la teora comoescritura10, es decir, la teora que piensa sus formas y dice como se dice para
desinstrumentalizar el simple referirse a del saber prctico con palabras que retienen en
su urdimbre reflexiva la memoria del deshacer y del rehacerse de la significacin. Contra la
funcionalidad del paper que predomina en los departamentos de estudios culturales quepersiguen la mera calculabilidad de la significacin, la manipulabilidad de la informacin
cultural para su conversin econmica en un saber descriptivo, la teora como escritura
fantasea con abrir lneas de fuga por donde la subjetividad crtica puede desviar la recta delconocimiento til para explotar ciertos meandros del lenguaje que recargan los bordes de la
palabra de intensidad opaca.
Los estudios literarios, lo sabemos, se vieron bruscamente sacudidos por el descentramientode la ideologa moderna de la literatura que fund en Amrica Latina la consciencia crtica
de lo continental y de lo nacional, tal como aparece simbolizada, por ejemplo, en La
Ciudad Letrada de Angel Rama. Esta conciencia ideolgico-literaria de la modernidad
latinoamericana sus imgenes de la funcin intelectual y del pensamiento crtico- se venhoy amenazadas por el efecto dispersivo de las redes globales cuyas imgenes
massmediticas fragmentan diariamente los trazados de integracin de la nacin y de la
ciudadana volvindolos cada vez ms difusos e inestables11
. La literatura y los estudiosliterarios han debido acostumbrarse a este desplazamiento de protagonismo que coloca
ahora lo visual y sus tecnologas de la imagen en el lugar antes ocupado por lo textual. La
10Deca R. Barthes: me pregunto si, en ltima instancia, no podra identificarse teora y escritura. La escritura en el
sentido actual que puede concederse a la palabra, es una teora. Tiene una dimensin terica, y ninguna teora deberehusar la escritura, ninguna teora debe moverse nicamente en el interior de una pura escribancia, es decir, desde una
perpectiva puramente instrumental respecto al lenguaje. La teora sera un lenguaje que se observa a s mismo en una
especie de autocrtica permanente. Roland Barthes en Varios Autores. La Teora, Barcelona, Anagrama. 1971. pg 9.11Al reflexionar sobre los cambios ocurridos en el diseo que asociaba el proyecto de las humanidades en Amrica Latinaa los modelos de identificacin ciudadana, J. Ramos dice: en este fin de siglo, marcado por la globalizacin distintiva delas sociedades mediticas, acaso las formaciones sociales, no requieran ya de la intervencin legitimadora de esos relatosmodeladores de la integracin nacional, en la medida en que el Estado se retrae de los contratos republicanos de la
representacin del bienestar comn y en que los medios de la comunicacin masiva y el consumo entretejen otrosparmetros para la identificacin ciudadana y sus mltiples exclusiones. Julio Ramos, El proceso de Alberto Mendoza:poesa y subjetivacin en Revista de Crtica Cultural N. 13, Noviembre 1996, Santiago, pg 34.
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sustitucin del espesor de lo verbal por la planitud de lo visual marcara el triunfo
irreflexivo de superficies sin hendiduras ni rasgaduras simblicas, slo hechas paraconsagrar la desilusin de la metfora
12, al eliminar todas las marcas de profundidad (el
enigma del pliegue, los dobleces de la multivocidad) que asociaban lo literario a sutiles
protocolos de desciframiento esttico. Pero los estudios literarios han resentido, adems, los
efectos de otra confusin. Se han visto afectados por el gesto que realizaron los estudiosculturales de ampliar y extender la nocin de texto a cualquier prctica social o red
articulada de mensajes- sin precisar la distincin entre narracin (volumen) e
informacin (superficie) que antes separaba lo directo de lo indirecto, lo literal de lometafrico, los trmites simplemente decodificadores de la comunicacin de los complejos
juegos interpretativos de la simbolizacin esttica.El giro lingstico que llev la nocin de texto a desbordar las fronteras de exclusividad
de lo consagradamente literario para abarcar ahora cualquier prctica de discurso, nos ha
trado por una parte el beneficio de una mirada terica sobre lo social ms atenta al detallede cmo signos, cdigos y representaciones, van urdiendo su trama simblica, discursiva e
institucional. Pero por otra parte, esta apertura sin lmites del Texto (en el sentido
barthesiano de la palabra a la textualidad de cualquier prctica significante ha suprimidola necesidad de discriminar entre texto y discurso y ha tambin disuelto la especificad
de lo esttico-literario en torno a la cual giran los estudios de la literatura. La semiotizacin
de lo cotidiano social que nos llama a descifrar los artculos retricos de una moda
vestimentaria o de un show televisivo con las mismas tcnicas con las que antesanalizbamos un poema o una novela, ha subordinado la pregunta por el valor de lo
artstico y de lo literario al punto de vista relativista de la sociologa de la cultura13
: un
punto de vista que admite comentarios sobre los efectos institucionales de produccin-circulacin-repeticin de obras, pero que no nos permite dejarnos sorprender por la
voluntad de forma y estilo que define las tomas de partido ideolgico-criticas, con las que
cada obra elige oponerse a otras apostando a determinados valores de forma y significacin.La sociologa de la cultura -cuyo registro predomina ampliamente en cierto mapa
acadmico de los estudios culturales- falla en hacerse cargo de la disputa de fuerzas entre lo
ideolgico, lo crtico y lo esttico, cuando es precisamente esta tensionalidad la que
dramatiza el arte en su apuesta de los valores contra el relativismo esttico, cargado deindiferencia
14que fomenta por el pluralismo en serie del mercado y de la industria
culturales. La sociologa de la cultura y los estudios culturales trivializaron la relexin
sobre los textos y sus estticas al desatender el valor de la diferencia entre txto y discurso y,al renunciar a especificar por qu ciertos lenguajes indirectos (llenos de ambigedad y
miultivocidad) dicen lo que dicen con la intensidad formal y semntica de un ms
completamente irreductible a la practicidad comunicativa del signo que slo transporta unvalor-informacin.
12Jean Baudrillard. La transparencia del Mal, Barcelona, Anagrama, 1991, pg. 14.13Beatriz Sarlo. Los estudios culturales y la crtica literaria en la encrucijada valorativa en Revista de Crtica Cultural.
No 15. Noviembre 1997. Santiago. En la lnea de Adorno para quien una esttica valorativamente neutra es uncontrasentido. B Sarlo argumenta a favor de los valores diciendo lo siguiente: Si la sociologa de la cultura logradesalojar una idea bobalicona de desinters y sacerdocio esttico, al mismo tiempo evacua rpidamente el anlisis de lasresistencias propiamente estticas que producen la densidad semntica y formal del arte. El problema de los valores es
liquidado junto con los mitos de la libertad absoluta de la creacin. La perspectiva sociolgica disuelve la buenaconciencia autojustificatoria, pero tambin corroe la densidad de las razones del arte. Beatriz Sarlo en Escenas de la vida
posmoderna, Buenos Aires, 1994. pg 156.14W Adorno. Teora Esttica, Madrid, Taurus, 1992.
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La crisis del paradigma de lo literario, exacerbada por los flujos mediticos de la cultura
audiovisual, ha motivado la interrogante formulada por J. Beverley- de saber qu pasarcuando la literatura sea simplemente un discurso entre muchos
15, es decir, cuando se
disuelva enteramente la frontera entre el lenguaje ordinario del mensaje instrumental y la
potica del lenguaje que carga el signo de autoreflexividad y de plurivocidad. Es decir,
cuando todo lo hablado y lo escrito terminen uniformandose bajo el mismo registro banalizado de una mortal desintensificacin del sentido: un registro en el que la palabra
habr dejado de ser teatro o acontecimiento para volverse simple moneda de intercambio
prctico ya carente de todo brillo, fulgor o dramaticidad. Esta pregunta por el destino de loescrito-literario en cuanto dimensin figurativa de un signo estallado ( difractado y plural)
capaz de criticar la homogeneidad de las hablas meramente fortificantes que forman lamasa comunicolgica, est ligada al destino de la escritura crtica hoy amenazada por la
dominante instrumental de un saber prctico que censura los pliegues autoreflexivos de la
escritura en cuya reserva se trama la relacin entre sujeto, lengua y pensamiento crtico16
.
Las polticas del acto crtico
El leit motiv del trans (ms all de, del otro lado, a travs de, etc.) hoy recorre
mltiples latitudes de la cultura acadmica para hablarnos de los cruces de fronteras, de las
migraciones de identidades y de las hibridaciones del conocimiento que estn desplazando
y reformulando los lugares geogrficos, las clases sociales, los gneros sexuales y lossaberes tericos. Y los estudios culturales recogen en su primer diseo, el impulso crtico
de esta diagonalidad de cortes trazados en el mapa de las disciplinas tradicionales17
. Pero la
rpida academizacin del trans nos est diciendo que la incomodidad del no-refugioexaltada por esta primera voluntad crtica de nomadismo e itinerancia sealada por el
prefijo en contra de las formaciones sedentarias del saber institucional, ya no es tal. Lo
venido de otra parte, la alteridad crtica de los saberes que nacieron batallando contra lacentralidad acadmica, estaran hoy reintegrandose (al menos en la academia internacional)
a un estndar universitario que administra los efectos polticos institucionales de la
inscripcin del trabajo intelectual en el interior de la academia18
por medio de un idioma
profesionalizante.
15Beverley Hay vida ms all de la literatura? en Estudios, Caracas, 1995, pg. 39.16
N. Casullo plantea que para que los estudios culturales sean algo ms que meras asesoras a eventualesadministraciones de lo real en su dimensin ms constreidamente adaptativa, hace falta que reflexionen sobre ladisolucin de un paradigma crtico que enlazaba la amenaza, el drama y las armas de la crtica y cuya memoria hacefalta como problemtica cultural... que no concilia con lgicas lenguajes y horizontes tecno-instrumentales de una
dominante de la cultura... donde todo aparece como vacuamente decible, transparentable: pseudocrtica. Y donde lacultura instruida, progresada, vencedora, ofrece afirmativamente, en cada encrucijada, todas las palabras para explicarel mundo. Nicols Casullo. investigaciones culturales y Pensamiento critico en Sociedad. No 5. octubre 1994, de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, pag 88.17J Ramos argumenta a favor del potencial crtico de los estudios culturales en los siguientes trminos: en la medida enque cortan diagonalmente el marco epistmico de las disciplinas, los estudios culturales suponen el cuestionamiento, a
veces radical del principio de autonoma, el principio de inmanencia que regula la validacin de enunciados producidospor los campos racionalizados del saber moderno con efectos tanto en las estrategias para el recorte de nuevos objetos deinvestigacin y diseo curriculares, como en las concepciones de la compleja relacin entre saber y el poder quesobredetermina las investigaciones mismas, Ramos, op. Cit pg 36.18Habla P. Bove de cmo la profesionalizacin acadmica del trabajo crtico hace que los crticos llamados de oposicinmanejan profesionalmente el pequeo valor significante o funcin de oposicin y transforman los valoresintelectuales en capital econmico y social de acuerdo a los altos ndices de mercantilizacin y fetichismo dentro de las
profesiones que afectan el discurso crtico como tal. Bove, op.cil. Pgs 17 y 18.
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La transdisciplinariedad es una de las reglas tericas que hoy impulsa los sistemas de
conocimiento al querer extender y diversificar el campo de sus objetos de estudio paramejorar su comprensin de una realidad crecientemente mvil y compleja. Pero la mayor
pluralidad de objetos a estudiar que los estudios culturales buscan conquistar no siempre
implica una reflexin sobre como pluralizar los modos de configuracin discursiva del
saber para no retener las palabras de lo nuevo en sus viejos moldes de exposicin. Es comosi la nueva zona de libre comercio entre las disciplinas anunciada por el mtodo de la
interdisciplinariedad, se conformara simplemente con ordenar una suma pacfica de saberes
complementarios destinados a integrar una nueva totalidad de conocimientos msabarcadora y funcional que dejara finalmente intocados los contornos de cada saber
heredado. Sin embargo, Roland Barthes ya nos prevena de que la interdisciplinariedad no puede llevarse a cabo por la simple confrontacin de saberes especiales; la
interdisciplinariedad no es una cosa reposada: comienza efectivamente... cuando se deshace
la solidaridad de las antiguas disciplinas, quizs hasta violentamente... en provecho de unobjeto nuevo, de un lenguaje nuevo
19.
La formalizacin acadmica de la transdisciplinariedad llevada a cabo por buena parte de
los estudios culturales, ha terminado borrando de sus procesos de reorganizacin del saber,lo que Barthes llamaba el malestar de la clasificacin20, es decir, la experiencia crtica de
un desajuste necesario de tenerse siempre en cuenta para conjurar el peligro de que se
reinstalen nuevas programaticidades de conocimiento cuando la renovacin de los objetos
de estudios termina complaciendo el llamado tcnico a slo producir un nuevo saber-en-orden, un saber que reclasifica sin que la lengua encargada de transmitir ese saber acepte
dejarse interrogar por la fuerza extraante de lo descalificado, de lo inclasificable, que slo
encuentra su lugar en el destramar y retramar de la escritura crtica.Los estudios culturales nacieron con la idea de mezclar, colaborativamente, la
pluridisciplinariedad (combinacin plural de saberes flexibles) y la transculturalidad
(apertura de las fronteras del conocimiento a problemticas hasta ahora marginadas del paradigma monocultural de la razn occidental-dominante). Responden as a los nuevos
deslizamientos de categoras entre lo dominante y lo subalterno, lo masculino y lo
femenino, lo culto y lo popular, lo central y lo perifrico, lo global y lo local, que recorren
hoy las territorialidades geopolticas, las simbolizaciones identitarias, las representacionessexuales y las clasificaciones sociales. Los Estudios Culturales reformulan as un nuevo
proyecto democratizador de transformacin acadmica que permita leer la subalternidad
(exclusiones, discriminaciones, censuras, periferizaciones) en los cruces de un ampliorango de disciplinas acadmicas y de posiciones sociales
21. Es decir, que los estudios
culturales al menos, en su versin ms fuertemente motivada por lo que J. Beverley llama
una vocacin poltica22
pretenden dos cosas: 1) desjerarquizar el conocimiento ymodificar las fronteras entre disciplinas para producir un nuevo saber ms plural y flexible,
es decir, un saber mezclado que permita comprender ms adecuadamente las nuevas
realidades hibridas- de un paisaje social en extensa mutacin de categoras e identidades y2) no slo estudiar ese paisaje sino intervenir en l, haciendo explcito, contra la voluntad
de autonoma de las disciplinas tradicionales su compromiso con los movimientos sociales
19Roland Barthes. El susurro del Lenguaje, Barcelona. Paidos, 1987, pag. 73.20 Ibid.21John Beverley, Writin in reverse: on the projecto of the Latin American Subaltern Group en Disposition XIX. 1994,University of Michigan, pag. 285.22Beverley. Estudios Culturales y Vocacin Poltica, en Revista de Crtica Cultural. No. 12. julio 96. Santiago..
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y las prcticas culturales de sujetos contrahegemnicos (poscolonialismo, feminismo,
multiculturalismo, etc.). Esta vocacin poltica de los estudios culturales los llev aconstruir una especie de saber orgnico (Stuart Hall) destinado a fortalecer la demanda de
ciudadana de estos grupos minoritarios en un contexto de transformaciones
democratizadoras y tambin a rearticular tericamente las significaciones culturales que
plantean sus nuevas condiciones de emergencia social en el terreno de la academia.La idea de un saber que usa la interdisciplinariedad para combinar diferentes modelos de
anlisis de las nuevas problemticas de gnero, multiculturales, poscoloniales, etc. nos
habla de un saber constructivo y organizativo, de un saber que busca perfeccionar lautilidad de ciertos instrumentos de reflexin terica y social para hacerlos funcionales
23a
ciertas dinmicas de cambio acadmicas y extraacadmicas. En su afn de criticar a lasdisciplinas, democratizar estructuras, modificar requisitos, desmantelar el canon, crear
nuevos espacios para trabajar con libertad24
, los estudios culturales pelean por la
efectividad prctica de cambios que vayan a modificar las reglas ms conservadoras de laenseanza universitaria tradicional que siguen estructurando departamentos y programas.
Democratizar el conocimiento (Beverley) significa, entonces, favorecer la incorporacin
plural de saberes hasta ahora desvalorizados por las jerarquas de conocimiento de lacultura cannica: saberes cuyo potencial emancipatorio es capaz de desbordar el texto
acadmico con nuevas energas de transformacin social en conexiones de flujos terico-
polticos con el afuera vivo de la universidad. Y no cabe duda que el movimiento
democratizador de los estudios culturales que reorganiza el conocimiento en complicidadde voces con identidades hasta ahora subrepresentadas por el canon de la academia
metropolitana, ha alterado el sistema de autoridad de la institucin universitaria con su
revalorizacin de lo no-central y de lo contrahegemnico. Pero es tambin cierto que lapracticidad de saber de los estudios culturales tiende generalmente a anular la tensin entre
sujeto, teora y escritura que debera hacer vibrar la reflexin sobre el texto crtico hoy
reprimida por la dominante sociolgica de las nuevas investigaciones acadmicas.F. Galende discute este punto
25afirmando que los estudios culturales no haran sino poner
a circular lo otro... en el mercado de lo conocido: destruir la heterogeneidad de lo otro, el
episodio inaudito del otro, todo lo que ese otro es cuando no es slo su vida til para
finalmente citarlo a comparecer en la categora26
y domesticar as su surgimiento rebeldecon un ordenamiento funcional a las burocracias discursivas de la crtica que har progresar
el conocimiento de lo nuevo en la exclusiva direccin de significaciones todas ellas
calculables y administrables, en lugar de abrirlo al riesgo de lo intempestivo. Segn F.Gelende, la crtica acadmica institucionalizada por los estudios culturales slo les
permitira ilustrar la metfora ofiial de un inerte realismo de poca27
que busca ajustar su
23El comentario de B Sarlo, referido a esta funcionalidad de los Estudios Culturales, es el siguiente: En los ltimos diez
o quince aos, los estudios culturales aparecieron como una solucin apropiada para los rasgos de la nueva escena. Sinvoluntad de extremar la caracterizacin, dira que movimientos sociales y estudios culturales fueron compaeros de rutaextremadamente funcionales a la transicin democrtica, por una parte, y al naufragio de las totalizaciones modernas, porla otra. Beatriz Sarlo. Los estudios culturales y la crtica literaria en la encrucijada valorativa en Revista de Crtica
Cultural. No. 15.24John Beverley. Estudios Culturales y Vocacin Poltica. Pg. 48.25Remito al texto del autor que replica a la postura de Beverley sobre los Estudios Culturales. Federico Galende. Undesmemoriado espritu de poca: tribulaciones y desdichas en torno a los Estudios Culturales. Revista de CrticaCultural. No 13, noviembre 1996. Santiago. Pg 52.26Ibid.27Ibid.
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saber a los cambios, en lugar de potenciar el cambio como una fuerza de des-ajuste capaz
de sacudir la lengua normalizada del conocimiento y su disciplina acadmica28
. Es ciertoque muchos exponentes de los estudios culturales creen hacer acto de conocimiento al slo
describir lo real transformado, sin nunca preguntarse por el efecto de disrupcin que
deberan causar sus transformaciones de objetos en el interior de la lengua misma al
perturbar radicalmente la adecuacin satisfecha entre razn, mtodo y objetividad con todolo que separa, inquieta, divide y conmociona los lxicos demasiado en regla consigo: con
todo lo que entra en ruptura de convenciones acadmicas con el verosmil dominante y sus
ndices de legibilidad mayoritariamente aprobados.Quizs una posible diferencia entre los estudios culturales y la crtica cultural, -entendida,
esta ltima, como crtica de la crtica-, tenga que ver con esta tensin entre el saberexplicativo que formula y expone las razones de por qu nuestro presente es como es, y el
saber interrogativo que no se conforma con estas demostraciones, sino que busca perforar el
orden de sus pruebas y certezas con el tajo (especulativo) de la duda, que la conjetura obien de la utopa hechas, en cada caso, reclamos de escritura contra la didctica del saber
conforme con slo aplicar tcnicas que ensean.
Pero, tampoco basta la idea de un saber que se contorsiona en los arabescos de la duda y deleterno preguntar(se), sin correr el riesgo de una afirmacin o de una negacin que, por
provisorias que sean, se atrevan a decidir, a ejercer la responsabilidad prctica de un acto de
sentido. Perderse en el infinito, deslizarse de las significaciones frustrando todo posible
encuentro del significante con el significado, conspira obviamente contra la posibilidad deque el saber pueda ejercer una accin transformadora sobre las estructuras materiales de la
institucin29
. Tal accin necesita que el pensamiento dubitativo salga de su reserva
ensimismada y se pronuncie a favor o en contra de ciertas decisiones, interrumpiendo elsuspenso de su ilimitada cadena de indefiniciones para detenerse en algn sitio ubicable
desde el cual tirar lneas, marcar posiciones, sealizar y comunicar los cambios. El
momento organizativo de cualquier lucha acadmico-institucional depende de la capacidadque tiene el saber de operar sobre tramas concretas de sentido y referencias, para intervenir
el soporte de la institucin en su materialidad concreta30 y el deseo llamado estudios
culturales (Jameson) no podra concentrarse sin pasar por los relevos prcticos del manejo
universitario. El gesto a imaginar seria entonces un gesto doble, combinado: un gesto que,por una parte, se atreve a materializar el cambio pasando necesariamente por la concrecin
de operaciones localizadas en un marco institucional, y que, por otra parte, se mantiene
vigilante frente al peligro de que inadvertidos conformismos de estilo terminen llevando lalengua y el saber de lo nuevo a slo ilustrar el realismo acadmico de las polticas del
28 Deca M. de Certeau, a propsito de los peligros que representan, para cualquier especialista. la irrupcin de loimpensado: algn elemento tcito agitado invalida las herramientas mentales elaboradas en funcin de una estabilidad.
Pero los instrumentos tambin formaban parte de lo que se ha agitado. Michel de Certeau. La toma de la Palabra y otrosescritos polticos. Mxico, Universidad Iberoamericana. 1995. pg 30.29
Dice P. Bove: como observa Gramsci, las fuerzas contrahegemnicas necesitan siempre una estructura institucionalpara orientar la resistencia y reorganizar las posibilidades culturales en nuevas direcciones; el desafo crtico consistiraen conectar la dinmica de los cambios con dicha estructura sin dejar que lo instituido la atrape y la inmovilice. Bove. Op.Cit pg 71.30 Al precisar la distincin entre institucionalizacin y codificacin, S. Hall precisaba: Estoy a favor dela institucionalizacin porque se necesita pasar por el momento organizacional la larga ruta a travs de las
instituciones- para construir alguna forma de proyecto intelectual colectivo en Stuart Hall, Critical dialogues
in Cultural Studies, edit by David Morley and Kuan-Hsing Chen, London, Routledge, 1996. Pg. 149 (la
traduccin es ma).
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cambio. Gesto doble el cual medita Derrida al evocar la tensin entre filosofa e institucin,
cuando afirma que lo extrainstitucional debe tener sus instituciones sin pertenecerles, ycuando pregunta: Cmo conciliar el respeto del lmite institucional con su transgresin?,
Cmo conciliar la identidad localizable con la ubicuidad desbordante?31
, siendo ambas
dimensiones igualmente necesarias para construir una poltica del acto crtico.
Las relaciones entre la institucin acadmica y sus bordes, entre el saber centralizador y lasfuerzas dispersas y en movimiento, entre la ritualizacin de Discurso Universitario y sus
otros precarios e hbridos, no son nunca relaciones fijas sino relaciones mviles y
cambiantes, hechas de lneas y de segmentos variables tanto en su consistencia deenunciados como en sus ubicaciones de lugar y sus funciones. Revisar este diagrama de
fuerzas para calcular el modo en que los cambios efectuados en el interior de la academia(llmense: estudios de gnero, estudios culturales o crtica cultural) sern capaces de afectar
y en qu grado- su maquina del conocimiento; examinar los conflictos y antagonismos de
saberes que emergen de las fisuras de autoridad del discurso centrado, es parte de lo que lamisma crtica cultural propone como trabajo deconstructivo, es decir, como un trabajo
que no se resume a un simple mtodo de anlisis de los discursos sino que busca intervenir
las formas y los soportes de relaciones prcticas e institucionales- de estos discursos.Razn por la cual es slo la prctica crtica de la teora32 la que puede decidir sobre el valor
o la fuerza de los desarreglos de enunciados, que su discurso pretende operar en el formato
institucional del saber acadmico.
31Jacques Derrida. Les antinomies de la discipline philosophique-Lettre prface en La greve des philosophes (Ecole etphilosophie), Paris Editions Osiris, 1986, Pg. 15. La traduccin y los subrayados son mos.32Coincido con P. Bove cuando insiste en que Nunca debera escribirse en abstracto sobre la naturaleza de la crtica deoposicin. La crtica de cualquier especie debe ser siempre concreta y especfica sin importar como est configuradatericamente. Particularmente la crtica de oposicin no pude existir como una serie de generalidades, de afirmaciones
prescriptitas que tratan un programa, un mtodo o conjunto de valores... Para captar algo de la fuerza de un acto crticode oposicin se debe ver este antes que nada, como un acto y en accin; se debe ver este encajado crticamente con algnelemento de la estructura autorizada de la sociedad y la cultura a la que se enfrenta. Bove. Op. Cit. Pags. 83-84.