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ARTÍCULOS

DIFERENCIACIÓN BIOMÉTRICA DE SUS SCROFA Y SUS DOMESTICUS EN YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS DEL N DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Biometric diferences betweensus scrofa and sus domesticus in archaeological sites of the iberian peninsulaPor Jesús Altuna-Etxabe y Koro Mariezkurrena-Gaztearena

CONTRIBUCIÓN DEL ADN ANTIGUO A LA INTERPRETACION DE LOS RESTOS HUMANOS DE PROCEDENCIA ARQUEOLÓGICAAncient DNA contribution to the interpretation of the human remains of archeological originPor Montserrat Hervella Afonso, Lara Fontecha Martinez, Saioa López López, Santos Alonso Alegre, Neskuts Izagirre Arribalzaga y Concepción de la Rúa Vaca

APROXIMACIÓN PALEOAMBIENTAL AL NIVEL XIII (AURIÑACIENSE) DEL ABRIGO DE “EL CUCO” CASTRO URDIALES. CANTABRIA)A paleoenviromental approach to level XIII (aurignacian) from “el cuco” rock-shelter (castro urdiales. Cantabria)Por Pedro Rasines Del Río, Emilio Muñoz Fernández, Silvia Santamaría Santamaría, José Manuel Morlote Expósito, Igor Gutiérrez Zugasti

CANTO CON GRABADO FIGURATIVO DEL GRAVETIENSE DE ANTOLIÑAKO KOBA (GAUTEGIZ-ARTEAGA, BIZKAIA). IMPLICACIONES EN LA CARAC-TERIZACIÓN DE LAS PRIMERAS ETAPAS DE LA ACTIVIDAD GRÁFICA EN LA REGIÓN CANTÁBRICA.Pebble with Gravettian figurative engraving from Antoliñako koba (Gautegiz-Arteaga, Bizkaia). Implications for the early stages of the artistic activity in the Cantabrian region characterization Por M. Aguirre Ruiz de Gopegui y C. González Sainz

CARBÓN Y POLEN. UN EJEMPLO DE COMPARACIÓN DE DOS REGISTROS ARQUEOBOTÁNICOS EN ÁLAVA DURANTE LA EDAD DEL BRONCE: PEÑA PARDACharcoal and pollen. An example of comparison of two archaeobotanical records in álava during the bronce age: peña pardaPor Mónica Ruiz Alonso, Sebastián Pérez Díaz, José Antonio López Sáez y Lydia Zapata Peña

ESTUDIO PETROGRÁFICO DE LAS ROCAS DE LOS DÓLMENES AIZKOMENDI Y SORGINETXEPetrographic study of Sorginetxe and Aizkomendi dolmens rokcsPor Oier Suarez-Hernando, Juan Ignacio Baceta y Xabier Murelaga

HALLAZGOS DE MACROMAMÍFEROS POCO FRECUENTES EN YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS Y PALEONTOLÓGICOS DEL PLEISTOCENO DE LA REGIÓN CANTÁBRICARare macromammal findings in Archaeological and Paleontological Pleistocene Sites of Cantabric RegionPor Koro Mariezkurrena-Gastearena

CRÍTICAS Y RESEÑAS

LEWIS-WILLIAMS, D. 2005. La mente en la caverna. La conciencia y los orígenes del arte. Traducción Enrique Herrando Pérez. Akal. Madrid. 328 pp. Por Juan María APELLANIZ (Prof. Emérito Universidad de Deusto)

CANTALEJO, P. MAURA, R. ESPEJO, Mª del M. RAMOS, J.F. MEDIANERO, J. ARANDA, A. DURAN, J. J. 2006. La cueva de Ardales: arte prehistórico y ocupación en el Paleolítico Superior. Estudios 1985-2005. Málaga. Servicio de Publicaciones de la Diputación. 430 pp. Por Juan María APELLANIZ (Prof. Emérito Universidad de Deusto)

Bilbao 2011 KOBIE • Serie Paleoantropología • 30

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30 bilbao 2011

pAlEoAnTRopoloGÍA

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ZuZendaria - directorErnesto Nolte y Aramburu(R.P.: Period. Nº 13.257)e-mail: [email protected]

idaZLaritZa KontSeiLua - conSeJo de redacciÓn - redaction coMMiSionJuan María Apellániz Castroviejo. Universidad de Deusto Pedro Mª Castaños Ugarte. Aranzadi Natur Zientzien Elkarte / Sociedad de CCNN AranzadiNéstor de Goikoetxea y Gandiaga. Revista KOBIE (Fundador)Ernesto Nolte y Aramburu. Revista KOBIE

BatZorde ZientiFiKoa - coMitÉ cientÍFico - editoriaL adViSorY BoardJesús Altuna Echabe (C.C.I. Materiales Arqueológicos de Guipúzcoa, San Sebastián)Agustín Azkarate Garay-Olaun (UPV/EHU, Vitoria)Ignacio Barandiaran Maeztu (UPV/EHU, Vitoria)Juan José Cepeda Ocampo (Universidad de Cantabria)Germán Delibes de Castro (Universidad de Valladolid)Philipe Fosse (C.R.N.S., Francia)Iñaki Gacía Camino (Arkeologi Museoa, Bilbao)Juliá Maroto Genover (Universidad de Gerona)Arturo Morales Muñiz (Universidad Autónoma de Madrid)José Antonio Múgica Alústiza (UPV/EHU, San Sebastian)Concepción de la Rúa Vaca (UPV/EHU, Bilbao)Valentín Villaverde Bonilla (Universidad de Valencia)Lydia Zapata Peña (UPV/EHU, Vitoria)

KoordinatZaiLea - coordinador - ManaGinG editorMikel Unzueta Portilla. Kultura Ondarearen Zerbitzua BFA / Servicio de Patrimonio Cultural DFB

Portada: Canto gravetiense de Antoliñako Koba. Mikel Aguirre Ruiz de Gopegui.

Publicación de carácter anual.

depósito Legal: BI-1340 - 1970

iSBn: 978-84-7752-470-X.

título clave: KOBIE

iSSn: 0214 - 7971

FotocoMpoSicion e iMpreSiÓn:Flash Composition SLwww.flashcomposition.com

arGitaraZLea - editor

®

revista KoBieKultura Ondarearen Zerbitzua. Bizkaiko Foru Aldundia

Servicio de Patrimonio Cultural. Diputación Foral de Bizkaia

María Díaz de Haro, 11 - 6ª planta. 48013 Bilbao (Bizkaia)

e-mail: [email protected]

Teléfonos Intercambio: 0034.94.4067723 Coordinador: 0034.94.4066957

http://www.bizkaia.eus/kobie

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SUMARIO

PáginaOrrialdea

DIfeRencIAcIón bIOMétRIcA De SuS Scrofa y SuS domeSticuS en yAcIMIentOS ARqUeO-lógIcOS Del nORte De lA PenínSUlA IbéRIcA Biometric diferences between Sus scrofa and Sus domesticus in archaeological sites of the north of iberiaPor Jesús Altuna-etxabe y Koro Mariezkurrena-gaztearena ..................................................................................... 5

cOntRIbUcIón Del ADn AntIgUO A lA InteRPRetAcIOn De lOS ReStOS HUMAnOS De PROceDencIA ARqUeOlógIcAancient dNa contribution to the interpretation of the human remains of archeological originPor Montserrat Hervella Afonso, lara fontecha Martinez, Saioa lópez lópez, Santos Alonso Alegre, neskuts Izagirre Arribalzaga y concepción de la Rúa Vaca ...................................................................................... 23

APROXIMAcIón PAleOAMbIentAl Al nIVel XIII (AURIÑAcIenSe) Del AbRIgO De el cUcO cAStRO URDIAleS. cAntAbRIA)a paleoenviromental approach to level Xiii (aurignacian) from “el cuco” rock-shelter (castro urdiales. cantabria)Por Pedro Rasines Del Río, emilio Muñoz fernández, Silvia Santamaría Santamaría, José Manuel Morlote expósito, Igor gutiérrez Zugasti ............................................................................................. 31

cAntO cOn gRAbADO fIgURAtIVO Del gRAVetIenSe De AntOlIÑAKO KObA (gAUtegIZ-ARteAgA, bIZKAIA). IMPlIcAcIOneS en lA cARActeRIZAcIón De lAS PRIMe-RAS etAPAS De lA ActIVIDAD gRáfIcA en lA RegIón cAntábRIcA.Pebble with Gravettian figurative engraving from antoliñako koba (Gautegiz-arteaga, Bizkaia). implications for the early stages of the artistic activity in the cantabrian region characterization Por M. Aguirre Ruiz de gopegui y c. gonzález Sainz .............................................................................................. 43

cARbón y POlen. Un eJeMPlO De cOMPARAcIón De DOS RegIStROS ARqUeObOtánIcOS en álAVA DURAnte lA eDAD Del bROnce: PeÑA PARDAcharcoal and pollen. an example of comparison of two archaeobotanical records in álava during the bronce age: peña pardaPor Mónica Ruiz Alonso, Sebastián Pérez Díaz, José Antonio lópez Sáez y lydia Zapata Peña ............................ 63

eStUDIO PetROgRáfIcO De lAS ROcAS De lOS DólMeneS AIZKOMenDI y SORgInetXePetrographic study of Sorginetxe and aizkomendi dolmens rokcsPor Oier Suarez-Hernando, Juan Ignacio baceta y Xabier Murelaga ........................................................................ 73

HAllAZgOS De MAcROMAMífeROS POcO fRecUenteS en yAcIMIentOS ARqUeOlógIcOS y PAleOntOlógIcOS Del PleIStOcenO De lA RegIón cAntábRIcArare macromammal findings in archaeological and Paleontological Pleistocene Sites of cantabric regionPor Koro Mariezkurrena-gastearena .......................................................................................................................... 83

CRÍTICAS Y RESEÑAS

LeWiS-WiLLiamS, d. 2005. La mente en la caverna. La conciencia y los orígenes del arte. traducción enrique Herrando Pérez. akal. madrid. 328 pp. Por Juan María APellAnIZ (Prof. emérito Universidad de Deusto) ..................................................................... 113

caNtaLeJo, P. maura, r. eSPeJo, mª del m. ramoS, J.f. mediaNero, J. araNda, a. duraN, J. J. 2006. La cueva de ardales: arte prehistórico y ocupación en el Paleolítico Superior. estudios 1985-2005. málaga. Servi-cio de Publicaciones de la diputación. 430 pp. Por Juan María APellAnIZ (Prof. emérito Universidad de Deusto) ..................................................................... 117

nORMAS A lOS AUtOReS PARA lA ADMISIón De ORIgInAleS en lA ReVIStA KoBie ...................... 127

fOnDO KoBie ......................................................................................................................................................... 133

nÚMeROS PUblIcADOS ...................................................................................................................................... 134

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Kobie Serie PaleoantroPología nº 30: 5-22bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaiabilbao - 2011ISSn 0214-7971

DIfeRencIAcIón bIOMétRIcA De SuS Scrofa y SuS domeSticuS en yAcIMIentOS ARqUeOlógIcOS

Del nORte De lA PenínSUlA IbéRIcA

Biometric diferences between Sus scrofa and Sus domesticus in archaeological sites of the North of iberia

Jesús Altuna-Etxabe1

Koro Mariezkurrena-Gaztearena1

(Recibido: 18-XII-2010)(Aceptado: 28-XII-2010)

Palabras clave: Determinación. n de Iberia. Osteometría. Sus domesticus. Sus scrofa.Key words: Identification. n of Iberia. Osteometri. Sus domesticus. Sus scrofa.Gako hitzak: Identifikazioa. Ipar Iberia. Osteometria. Sus domesticus. Sus scrofa.

RESuMEn

Se recopilan y comparan piezas mensurables de Sus scrofa y S. domesticus de 42 yacimientos prehistóricos y arqueológicos, que llegan hasta la edad media, con el fin de diferenciar las dos formas de Sus en su osteometría. el área abarcada es toda el área cantábrica de la Península Ibérica, navarra y Aragón por su lado oriental y castilla y león por el meridional. como término de comparación para el caso de S. domesticus se aportan los datos del Oppidum celta de Manching (baviera), por la ingente cantidad de piezas mensurables que contiene.

SuMMARY

We collect and compare measurable pieces of Sus scrofa and Sus domesticus from 42 prehistoric and archae-ologic sites until the Middle Age, in order to compare and differentiate their osteometry. the covered area is the whole cantabrian Region of Spain, navarra, eastern Aragon and northern castilla y león. As a control of Sus domesticus we use the data of the celtic Oppidum of Manching (baviera) due to the great amount of measurable pieces that this sites contains.

1 centro de conservación e Investigación de materiales arqueológicos y paleontológicos de gipuzkoa. [email protected]

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J. AltUnA, K. MARIeZKURRenA

Kobie. PaleoantroPología 30, año 2011 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao.ISSn 0214-7971

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lAbuRpEnA

42 historiaurreko eta erdi aro bitarteko aztarnategietako Sus scrofa eta Sus domesticus urdeen hezur nehurriak parakatzen dira. lanaren helburua aztarnategitan azaltzen diren bi urde hauek osteometriaren bitartez bereiztea da. Kontuan hartzen den lurraldea Iber Penintsulako iparraldea da, bertan euskal Herria, Aragoiko ekialdea, Kantauri eremua, eta gaztela leongo iparraldea sartzen direlarik. Sus domesticus motaren hezur nehurriak hobe-to ezagutzeko Manching-eko (bavaria) herri zeltaren datuak ere oso ugariak direlako, ekartzen dira.

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1. InTRoduCCIón

el jabalí(Sus scrofa) se extiende actualmente por una amplísima región biogeográfica que abarca toda europa Occidental, central y Oriental, continúa por toda la mitad meridional de Asia, llegando hasta las islas de Malasia. Por otro lado se extiende también por el n y nW de áfrica. en toda esta área presenta numerosas subespecies. ciñéndonos a europa se observa que va creciendo en tamaño a medida que avanzamos de Occidente a Oriente. Así los jabalíes de los cárpatos son mucho mayores que los de la Península Ibérica.

Según nuestros conocimientos actuales, indepen-dientemente de otros centros de domesticación en Asia, el jabalí fue domesticado también en el SW de turquía (benecke 1994) hacia el 7.000 a.c. Parece que fue introducido hacia Occidente por el cáucaso y los balcanes. Pudo posteriormente haber sido también domesticado en otros lugares de europa, dado que podían haberse introducido también las técnicas de domesticación, además del animal domesticado.

esta domesticación trajo como consecuencia, una notable disminución de tamaño, así como modifica-ciones en la conformación del cráneo. De hecho la distinción morfológica de las dos formas de Sus solo se observa en este último, el cual con la domesticación experimenta un acortamiento de su región frontal, lo que origina en el mismo un perfil cóncavo, en lugar del recto de la forma salvaje, así como un acortamien-to del hueso lacrimal. Para el resto de las piezas del esqueleto la única posibilidad de diferenciación es la osteométrica.

en la actualidad la forma doméstica ha adquirido proporciones muy grandes y voluminosas, igualando y sobrepasando en talla y robustez a los más grandes jabalíes, tanto más cuanto que éstos en el área que observamos han disminuido en su talla respecto a los de épocas pasadas, en especial paleolíticas. Pero en cerdos y jabalíes de la Prehistoria europea con cerámi-ca, así como en la Protohistoria y épocas romana y medieval,esta diferenciación es posible en la mayor parte de los casos.

en otras zonas como centroeuropa o europa oriental la distinción es más fácil aun, pues los cerdos de sus yacimientos en las épocas que consideramos son semejantes a los nuestros, mientras que los jaba-líes, como hemos indicado, son mayores. Puede verse esto claramente entre otros, en el famoso yacimiento de la edad del Hierro de Heuneburg en el alto Danubio, (Driesch y boessneck 1989), donde ambas formas, bastante abundantes, se separan perfectamente, a pesar de que la forma doméstica supera ligeramente los valores de las medidas de nuestro material.

Para llevar a cabo el estudio que nos proponemos nos hemos servido de 42 yacimientos que van desde niveles del Paleolítico Superior principalmente hasta época medieval. en la tabla 1 indicamos estos yaci-mientos, la especie que en ellos se ha determinado, la época a la que pertenecen los restos medidos y el autor de la determinación, con el año de publicación de su estudio. la época que aparece en la tabla a continua-ción del yacimiento no indica los niveles que éste contiene, sino los niveles del mismo que han propor-cionado restos de Sus (tabla 1 y 2).

no entramos aquí a discutir si cerdo y jabalí cons-tituyen dos especies del género Sus o simplemente dos formas de una misma especie. es decir, si la especie doméstica debe ser denominada Sus scrofa domestica o Sus domesticus. escogemos esta última denomina-ción sencillamente por comodidad.

evidentemente en los niveles del Paleolítico Superior al Mesolítico final la forma presente es Sus scrofa, pero en muchos de los yacimientos con niveles con cerámica, desde el neolítico a la época medieval, existen las dos formas. De ahí el interés de su diferenciación.

Hemos incluido también algunos yacimientos que están en curso de estudio, cuyos restos mensurables de Sus han sido ya medidos. los indicamos en la tabla bajo la denominación de (en estudio). Algunos pocos más han sido ya entregados para su publicación, pero ésta está todavía en curso. Aparecen bajo la denomina-ción (en prensa).

los yacimientos incluidos abarcan el País Vasco, que es de donde más material ha sido publicado, completado con otros de cantabria, Asturias y galicia por un lado, Aragón por otro y castilla-león por un tercero.

evidentemente no todas las piezas de estos anima-les han ofrecido medidas suficientes para nuestro estudio, es decir, valores suficientemente numerosos para que adquieran valor estadístico. nos hemos visto obligados a limitarnos a las piezas y medidas que aparecen en la tabla 3.

como término de comparación en el caso de Sus domesticus hemos querido elegir un yacimiento que ha proporcionado muchos restos de la forma domésica a fin de que sus medidas tengan verdadero valor signifi-cativo desde el punto de vista estadístico. Para ello hemos elegido el Oppidum celta de Manching en Alta baviera (boessneck et al 1971). en él se llevaron a cabo excavaciones desde 1955 a 1963. Solo las exca-vaciones de 1960-1961 proporcionaron unnúmero de restos de S. domesticus que asciende a 33.802, que suponen a su vez un mínimo de 910 individuos. estos restos, limitados a las medidas que a nosotros nos interesan en el presente trabajo (tabla 3), llegan a sumar la ingente cantidad de 8451. no conocemos un

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yacimiento tan rico en todo el ámbito europeo. las medidas que nosotros hemos podido recoger para nuestro estudio entre los 26 yacimientos mencionados en la tabla 2, suman 1178. es decir, la octava parte de las proporcionadas por Manching2. en cambio en este último yacimiento hay muy poco material de S. scro-fa.

Para nuestro estudio escogemos los materiales de S. domesticus provenientes de los años citados de 1960-1961, en los que hay resúmenes estadísticos más completos que en la totalidad de los mismos. Así en el conjunto 1955-1961 no incluye la anchura de los M3 y M3, o las longitudes de metacarpianos y metatarsianos. en todo caso el número de medidas obtenido en el material de comparación seleccionado es sobradamen-te suficiente para nuestro propósito.

en cambio en el caso de Sus scrofa hemos preferi-do ceñirnos al material procedente de la zona estudia-da, aunque éste no sea muy numeroso, porque las diversas subespecies existentes en europa pueden distorsionar los resultados. Así las medidas de los pocos restos de jabalí de Manching se encuentran entre las medidas superiores de los nuestros, o las superan. lo mismo decir de los jabalíes de otro célebre yacimiento neolítico centroeurpeo, Seeberg burgäschisee-Süd (boessneck et al 1963).

la metodología empleada en las medidas es la céle-bre de v. d. Driesch (1976), que es por otra parte la que había sido utilizada en la obra de Manching. Damos aquí las siglas utilizadas en el material medido:

A AnchuraAA Anchura del Acetabulum (Pelvis)Ad Anchura distalAp Anchura proximalAS Anchura Superficie articularePc espesor del Proceso Ancóneo (Ulna)l longitudlA longitud del Acetabulum (Pelvis)lM longitud máximalMl longitud máxima lateral (astrágalo)lMP longitud máxima Proceso (escápula)

2 A este respecto no podemos menos de indicar a los jóvenes arqueozoólogos latinos y anglosajones que no se limiten a la bibliografía anglosajona. Si así lo hacen dejarán de conocer un inmenso cúmulo de conocimientos labrados durante muchos decenios de investigación arqueozoológica en centroeuropa. lo mismo pasa en otras disciplinas. Piénsese en los trabajos acerca de Derecho Penal, o Historia de la filosofía, por citar dos disciplinas diversas entre sí y de la nuestra. en estas materias la bibliografía alemana es imprescindible. el dominio que la lengua inglesa ha alcanzado en nuestros días lleva al desconocimiento de otras lenguas, en las que también se trabaja y publica mucho. De ahí que las bibliografías y como consecuencia los resultadosde muchos trabajos aparezcan depauperados por tal desconocimiento.

2. dIfEREnCIACIón oSTEoMéTRICA

Maxilar (tablas 3 y 4 y figs. 1 y 2)

no contamos con suficiente material de elementos craneales. Respecto a la dentición son pocas las series dentarias completas en que podamos dar las medidas de la longitud de toda la serie de molariformes (P+ M). nos hemos tenido que limitar a la serie M1 - M3. en ella, además de nuestro material de S. domesticus y S. scrofa, hemos incluido el de Manching.

Se observa que éste, muy numeroso, ya que ha proporcionado 181 series molares mensurables, coin-cide con el nuestro tanto en la variación como en la media. la diferencia principal está en el tamaño menor de algunos de nuestros ejemplares, que con ser mucho menos numerosos, dan valores menores que la amplia serie de Manching.

la diferenciación con S. scrofa en nuestro material es claro. Se da en torno a los 70 mm de longitud. Pero hay que tener presente que el material que tenemos de jabalí es muy escaso.

Respecto a las medidas de longitud y anchura del M3, poseemos un material amplio (97 ejemplares de S. domesticus y 24 de S. scrofa). estas piezas se separan bien respecto a su longitud en torno a los 35 mm, pero están ampliamente solapadas respecto a su anchura. toda la banda situada entre los 18,5 y 20 mm corres-ponde a ambas especies. bajo la nube de puntos de nuestro material hemos indicado el área que cubrirían los 375 ejemplares de Manching. como se ve tanto en la tabla como en la figura citada, todo el conjunto de Manching entra perfectamente dentro de la variedad de los M3 de S. domesticus de nuestro material.

Mandíbula (tablas 3 y 4 y figs. 1 y 3)

Aquí hemos tenido que ceñirnos a la longitud de la serie premolar P2-P4, de la que disponemos 30 ejem-plares mensurables de S. domesticus, si bien solamen-te 8 de S. scrofa. Manching cuenta con 105 de la pri-mera.

la separación vuelve a ser neta hacia los 38 mm. tanto nuestro material de S. domesticus, como el de Manching, no superan los 37 mm. nótese de nuevo, como acabamos de indicar, la parvedad de nuestro material de S. scrofa.

la nube de puntos obtenida a partir de la longitud y anchura del M3 se solapa entre los 36 y 37 mm de longitud y los 16 y 17 de anchura. el material de S. domesticus de Manching coincide plenamente con el nuestro.

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DIfeRencIAcIón bIOMétRIcA De SuS Scrofa y SuS domeSticuS en yAcIMIentOS ARqUeOlógIcOS Del n De lA PenínSUlA IbéRIcA 9

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Escápula (tablas 3 y 4 y fig. 4)

en la escápula, y a fin de realizar una nube de puntos, hemos escogido la longitud máxima del proce-so en el extremo distal de la pieza y la anchura de la superficie glenoidea del mismo extremo.

como se ve en esta nube, las dos formas se separan en torno a los 39 mm de lMP. en esa zona se encuen-tran los valores superiores de S. domesticus de nuestro material (59 ejemplares), como también los del con-junto de 591 escápulas mensurables de Manching.

en cambio la AS se solapa entre los 25 y 27 mm de nuestro material. los valores máximos del material de Manching ascienden aun más, hasta los 31 mm. Pueden verse éstos en la segunda parte de la figura 4, donde hemos incluido el área que respecto a estas dos medidas ocupan las escápulas de este yacimiento.

Húmero (tablas 3 y 4 y fig. 5)

Aquí hemos escogido la anchura distal de la pieza. es sabido que en el húmero el extremo proximal suele dejar muchos menos ejemplares enterosque el distal, debido a su menor perdurabilidad en los yacimientos. Así en Manching hay 1446 extremos distales mensu-rables, frente a sólo 45 extremos proximales.

nuestro material, que suma 63 ejemplares mensu-rables de S. domesticus y 29 de S. scrofa se separa hacia los 42 mm de anchura del extremo distal. el de Manching, que suma como acabamos de indicar 1446 ejemplares, asciende en cambio algo más, hasta los 43,5 mm, solapándose con los valores menores de nuestros jabalíes.

Radio (tablas 3 y 4 y fig. 6)

en el radio, en cambio, el extremo más perdurable en los yacimientos suele ser el proximal. Así en Manching tenemos 1207 extremos proximales medi-dos, frente a sólo 24 extremos distales. Por eso hemos elegido el extremo proximal para la discriminación, midiendo su anchura.

en este caso se da un solapamiento en la zona de 29 a 31 mm en la Ap del radio. en Manching, al aumentar tanto el material mensurable, se amplía algo por ambos extremos este solapamiento, en especial por su extremo superior. la media estadística en cambio se encuentra por debajo de la nuestra, lo que indica que el exceso por arriba no cuenta con muchos ejemplares.

ulna (tablas 3 y 4 y fig. 7)

en esta pieza hemos elegido el espesor a la altura del proceso ancóneo. en nuestro material se da una separación en la zona de 40,5 mm. ninguno de los 58 ejemplares medidos en Manching supera esa cota.

pelvis (tablas3 y 4 y figs. 8 y 9)

en esta pieza escogemos la longitud y anchura del acetabulum, a fin de construir una nube de puntos, aunque poseemos más medidas de la longitud que de la anchura.

Pero como en Manching solamente da la longitud, construimos también otra gráfica de barras, para poder incluir los datos de este yacimiento, a la vez que todos los nuestros referidos a esta medida.

en la nube de puntos de nuestro material (fig. 8) se separan muy bien las dos formas. Hay que tener pre-sente, como en otras ocasiones, que de S. scrofa sola-mente contamos con 12 ejemplares.

en la barra referida a la longitud del acetabulum (fig. 9), que incluye 14 ejemplares más, vuelven a separarse netamente ambas formas en la zona de 35-36 mm. los restos medidos en Manching, que suman 584, ascienden un poco más, invadiendo la zona infe-rior de S. scrofa.

Tibia (tablas 3 y 4 y fig. 10)

en la tibia hemos escogido la anchura distal. en este pieza, como en el húmero, el extremo distal se conserva en los yacimientos mucho mejor que el pro-ximal. Así en Manching tenemos 964 extremos dista-les mensurables, frente a solo 32 proximales.

Ambas formas se separan muy bien en la zona de 32-33 mm, incluido el material de Manching, que a pesar de contar con 964 ejemplares medidos, no alcanza la parte superior de nuestros cerdos domésti-cos. también los ejemplares menores descienden un poco más que los nuestros y la media estadística es ligeramente menor.

Calcáneo (tablas 3 y 4 y fig. 11)

en el calcáneo hemos elegido la longitud máxima de la pieza. también en esta pieza se diferencian bien las dos formas en la zona de 88-90 mm. los 93 calcá-neos medidos en Manching, se diferencian incluso mejor, ya que son menores que los nuestros. Dan valores inferiores tanto en los extremos de la varia-ción, como en la media estadística.

Talus (tablas 3 y 4 y fig. 12)

en esta pieza hemos escogido la longitud máxima lateral. nuestro material es muy numeroso, ya que contamos con 101 astrágalos de la forma doméstica y 75 de la salvaje. en la publicación de Manching, con-tra lo que se podía esperar dada la persistencia de esta pieza en los yacimientos, solo aparecen 75 piezas mensurables.

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las dos formas en nuestro material, se solapan entre 42 y 44 mm. las de Manching no llegan en su variación a la amplitud de las nuestras, por ninguno de los extremos. De ahí que su solapamiento con nuestros jabalíes es aun menor: entre 42 y 43 mm.

queremos indicar en este punto que en algunas de las medidas consultadas en la bibliografía nos hemos encontrado con casos ciertamente equivocados. nosotros mismos en nuestros trabajos hemos cometido algún error. De hecho aquí nos referimos a un astrága-lo de bilbilis dado como S. domesticus, cuando mide 57 mm de lMl. evidentemente se trata de un jabalí.

Por otro lado queremos recordar aquí un astrágalo de grandes dimensiones del nivel VI de lezetxiki, perteneciente al Musteriense, que mide 61,5 mm. la siguiente longitud es de 57 mm.

Metacarpiano 3 (tablas 3 y 4 y fig. 13)

De los huesos metacarpianos y metatarsianos de S. scrofa, como iremos viendo, contamos con poco material. De ahí que los resultados que mostramos tienen menor valor estadístico que los anteriores.

concretamente del matacarpiano 3 hemos podido recoger solamente 6 medidas referidas a su longitud total. frente a ellas tenemos 19 de S. domesticus en nuestro material y 151 en Manching.

nuestro material se separa claramente en la zona comprendida entre las longitudes de 74 y 78 mm. el de Manching asciende hasta 79,5, solapándose con el de jabalí del n de Iberia entre 78,5 y 79,5 mm.

Metacarpiano 4 (tablas 3 y 4 y fig. 13)

De esta pieza solo contamos con 5 medidas de S. scrofa. en nuestro material se separan justamente las dos formas a la altura de 80 mm. el de Manching, que alcanza las 144 piezas medidas, asciende más, sola-pándose con nuestros jabalíes entre 80 y 82 mm.

Metatarsianos 3 y 4 (tablas 3 y 4 y fig. 14)

De entrada hemos de decir que la longitud máxima de estas piezas la mide A. v. d. Driesch, incluyendo la parte proximal posterior de las mismas, es decir sus facetas articulares posteriores, que emergen más que las anteriores.

en estos metapodios posteriores aun se reduce más el número de medidas de S. scrofa. concretamente contamos solamente con tres para el metatarsiano 3 y cuatro para el 4. De S. domesticus contamos con 19 y 15 respectivamente. De Manching tenemos 116 y 114. Debido a esa parvedad de materia en el caso del jabalí, en la gráfica indicamos con puntos la situación de las contadas medidas de esta forma.

en todos los casos el material se diferencia bien, pero ignoramos lo que ocurriría si contáramos con material más numeroso de jabalí.

también aquí queremos mencionar un metatarsia-no 4 de lezetxiki de enormes dimensiones aparecido en su nivel VII, probablemente de finales del Paleolítico Inferior, que mide 121 mm. no lo hemos incluido en la gráfica. el anterior mide 107,1 mm.

falanges (tablas 3 y 4 y fig. 15)

De las falanges hemos tomado su longitud máxima. en el estudio de Manching no presentan osteometría de ellas. Por tanto solamente contamos con nuestro material. Afortunadamente éste es bastante abundante tanto en la forma doméstica como en la salvaje.

en esta pieza hubiera sido de interés separar las falanges anteriores y las posteriores, más largas éstas que aquéllas, pero en buena parte de la bibliografía consultada no se ha hecho tal separación, por lo que nos hemos visto obligados a tomarlas en conjunto. ello hace que sean más fáciles los solapamientos. estos tienen probabilidad de darse entre las falanges anteriores de S. scrofa y las posteriores de S. domesti-cus.

en la primera falange se separan ambas formas en torno a los 40 mm. Pero existe una primera falange del Auriñaciense de lumentxa, forzosamente de jabalí, que solo mide 37 mm. ¿Se trata de una errata en la medición o en su transcripción?

en la segunda falange hay un ligero solapamiento entre las dos formas, en la zona de los 25,5 a 26 mm.

en la tercera falange el solapamiento es mucho más amplio. Abarca la zona comprendida entre los 34 y 38 mm. esto es comprensible, además de por la razón antes aducida de la diferencia de longitudes de las falanges anteriores y posteriores, por el hecho de que, al no tener epífisis que soldarse con la edad, es más difícil separar adultos y subadultos en las falanges terceras, que en las primeras y segundas.

3. ConCluSIón

Por todo lo que antecede, pensamos que en los yacimientos arqueológicos de la zona estudiada, en los que pueden aparecer ambas formas conjuntamente (neolítico – edad Media), es fácil poder llegar a dis-tinguir la forma doméstica de la salvaje en las piezas que hemos seleccionado para ello, que son por otra parte las que más frecuentemente aparecen entre los restos óseos de Sus de tales yacimientos arqueológi-cos.

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4. bIblIoGRAfÍA

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(en prensa) la cabaña ganadera de los pobladores del yacimiento de los cascajos (los Arcos, navarra)

(en preparación: estudio de la cueva de Kobaederra (bizkaia)

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2004: “estudio arqueozoológico de los Macromamíferos del neolítico de la cueva de chaves (Huesca)”. Saldvie 4: 125-171

2005 “estudio arqueozoológico de la fauna de mendandia (Sáseta, treviño)”. fundación Barandiaran b9, 427-448.

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TAblA 1. YACIMIEnToS Con SuS Scrofa

yacimiento época Autor y año

lezetxiki, gipuzkoa Musteriense Altuna 1972

lumentxa, bizkaia Paleolítico Superior castaños 1986

Aitzbitarte IV, gipuzkoa Magdaleniense Altuna 1970, 1972

Urtiaga, gipuzkoa Magdaleniense y Aziliense Altuna 1972

la Paloma, Asturias Aziliense castaños 1980

Santimamiñe, bizkaia neolítico-Romano castaños 1986

Zatoya, navarra Asílense-neolítico Mariezkurrena & Altuna 1989

Atxeta, bizkaia Aziliense-bronce castaños 1986

Aizpea, navarra epipaleolítico-neolítico castaños 2001

cubio Redondo, cantabria Mesolítico castaños 2001

Marizulo, gipuzkoa Mesolítico-bronce Altuna 1972

Urratxa III, bizkaia Mesolítico? castaños 1997

Marizulo, gipuzkoa neolítico Altuna 1972, 1980

Herriko barra, gipuzkoa neolítico Mariezkurrena & Altuna 1995

la Renke, Alava neolítico y calcolítico Mariezkurrena & Altuna 1995

Mendandia, navarra neolítico castaños 2005

cueva del Moro, Huesca neolítico castaños 1991

cueva de chaves, Huesca neolítico castaños 2004

c. de la Vaquera, Segovia neolítico Morales & Martín 2003

Mirón, cantabria neolítico Mariezkurrena & Altuna (en prensa)

los gitanos, cantabria neolítico y calcolítico Mariezkurrena & Altuna (en prensa)

Iritegi, gipuzkoa neolítico y calcolítico Altuna & Mariezkurrena (en estudio)

Kobaederra, gipuzkoa neolítico y bronce Altuna & Mariezkurrena (en estudio)

Anton Koba, gipuzkoa calcolítico Altuna & Mariezkurrena (en estudio)

Arenaza, bizkaia bronce Altuna 1980, 2008

los Husos, Alava bronce Altuna 1980

Sacaojos, león bronce final-Hierro I Driesch & boessneck 1980

castro de Oro, Alava Hierro Altuna 1965, 1980

castro de berbeia, Alava Hierro Altuna 1978, 1980

Pobl. De la Hoya, Alava Hierro Altuna 1980

cerro de Sta. Ana, logroño Hierro De Miguel & Morales

Sta. María Real, gipuzkoa Romano Altuna & Mariezkurrena 2009

lucus Augustus, lugo Romano Altuna & Mariezkurrena 1996

Zarautz Jauregia, gipuzkoa Romano Altuna & Mariezkurrena (en estudio)

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TAblA 2. YACIMIEnToS Con SuS domeSticuS

Mirón, cantabria neolítico Altuna & Mariezkurrena (en prensa)

cueva de chaves, Huesca neolítico castaños 2004

c. de la Vaquera, Segovia neolítico Morales & Martín 2003

los cascajos, navarra neolìtico Altuna & Mariezkurrena (en prensa)

Arenaza, bizkaia neolítico-bronce Altuna 1980, 2008

los Husos, Alava neolítico-bronce Altuna 1980

la Renke, Alava neolìtico y calcolítico Mariezkurrena & Altuna 1995

Iritegi, gipuzkoa neolìtico y calcolítico Altuna & Mariezkurrena (en tudio)

Kobaederra, gipuzkoa neolítico y bronce Altuna & Mariezkurrena (en tudio)

Antón Koba, gipuzkoa calcolítico-bronce Altuna & Mariezkurrena (en tudio)

Iruaxpe I, gipuzkoa calcolítico Mariezkurrena 1987

Amalda, gipuzkoa calcolítico Mariezkurrena 1990

Sacaojos, león bronce final-Hierro I Driesch & boessneck 1980

castro de Oro, Alava Hierro Altuna 1965, 1980

castro de Henayo, Alava Hierro Altuna 1975, 1980

castro de berbeia, Alava Hierro Altuna 1978, 1980

Poblado de la Hoya, Alava Hierro Altuna 1980

castillar de Mendavia, nav Hierro Mariezkurrena 1986

Sansol, Muru-Astrain, nav. Hierro castaños 1988

castro de Ubierna, burgos Hierro castaños 1989

cerro de St. Ana, logroño Hierro De Miguel & Morales 1983

Villa de Arellano, navarra Romano Altuna & Mariezkurrena 2003

lucus Augustus, lugo Romano Altuna & Mariezkurrena 1996

Sta. María Real, gipuzkoa Romano Altuna & Mariezkurrena 2009

bilbilis, Zaragoza Romano castaños 2006

castillo Aitzorrotz, gipuzk. Medieval Mariezkurrena & Altuna 1981

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TAblA 3. RESuMEn ESTAdÍSTICo dE lAS MEdIdAS dE SuS domeSticuS Y S. Scrofa En loS YACIMIEnToS ESTudIAdoS

n var Media s % s

S. domestic lM1-M3 20 49 - 68 60.5 5.22 7,51

S. scrofa lM1-M3 9 71,5 - 78,5 73,8 5,14 6,97

S. domestic lM3 97 24,5 - 34,5 29,6 2,51 8.49

AM3 97 14.8 – 19.8 17,3 1,12 6.82

S. scrofa lM3 24 35 - 41 37,3 1,52 4,07

AM3 24 18,5 - 21,1 20,26 0,82 4,05

S. domestic lP2-P4 30 28,9 - 37 33,8 2,01 6,33

S. scrofa 8 38,5 - 42 40 1,35 3.38

S. domestic lM3 86 23 - 37 31,4 2,73 8.65

AM3 86 12,5 - 16,8 14,7 0,90 5.70

S. scrofa lM3 28 36 - 44 39.7 3.01 7,63

AM3 28 16,3 - 22 19.0 1,38 7,27

S. domestic escápula lMP 59 30 - 39,2 34,2 2,16 6,32

AS 59 19 - 27 23,7 1,79 7,55

S. scrofa lMP 8 40 - 50 45.6 3,13 6.86

AS 8 25,5 - 34 30.6 2.90 9.47

S. domestic Húmero Ad 63 26,5 – 41 36,7 2,93 8,00

S. scrofa Ad 29 42,5 - 56 49,1 4,12 8,39

S. domestic Radio Ap 55 22,5 – 31,1 27,4 1,75 6,38

S. scrofa Ap 15 29 - 39,5 34,7 3.01 8,67

S. domestic Ulna ePA 43 29.5 – 40.5 34.8 2.87 8.23

S. scrofa 10 40.5 – 54.5 47.0 5.38 11.44

S. domestic Pelvis lA 34 25 - 34,5 30,7 2,26 7,36

AA 22 25 - 33 29,9 1,86 6,22

S. scrofa lA 12 36,2 - 42,4 39,5 2,29 5,79

AA 12 33,9 - 41 37,5 2,66 7,10

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n var Media s % s

S. domestic tibia Ad 43 24 - 32,5 28,2 2,14 7,59

S. scrofa Ad 20 33 - 46 36.8 3,39 9,21

S. domestic calcáneo lM 15 68,6 - 88 77.1 6,57 8,52

S. scrofa lM 19 90,5 -101,5 94.7 3.75 3.96

S. domestic talus lMl 101 32,2 - 44 38,7 2,63 6,79

S. scrofa lMl 75 42 - 61,5 48,0 2,99 6,22

S. domestic Metacarpo 3 lM 19 63,5 - 74,5 70,1 2,73 3,89

S. scrofa lM 6 78,5 – 89,7 84,3 3,90 4,62

S. domestic Metacarpo 4 lM 19 59,8 – 78,9 69,9 5,19 7,42

S. scrofa 5 80 - 93,3 86,6 5,38 6,22

S. domestic Metatarso 3 lM 19 73 - 84,5 79.0 3,97 5,02

S. scrofa Metatarso 3 lM 3 94,2 – 99,3 97,6

S. domestic Metatarso 4 lM 15 78 - 90 85,1 3,20 3,76

S. scrofa Metatarso 4 lM 4 97 - 121 105,7

S. domestic falange 1 lM 53 25,8 - 40 34,4 2,89 8,4

S. scrofa lM 17 37 – 48 43,0 3,09 7,18

S. domestic falange 2 lM 74 18,3 - 26 22,4 1,87 8,34

S. scrofa lM 37 25,5 - 30 27,5 1,37 4,99

S. domestic falange 3 lM 71 24,5 - 38 32,5 3,66 11,25

S. scrofa lM 49 34 – 46,5 38,6 6,92 17,94

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TAblA 4. RESuMEn ESTAdÍSTICo dE lAS MEdIdAS dE SuS domeSticuS En El YACIMIEnTo dE MAnCHInG (EdAd dEl HIERRo) (ExCAVACIonES dE 1960 Y 1961)

Pieza Medida n var Media

Maxilar lM1-M3 181 53,5 - 69 61,7

lM3 375 25 - 35 29,5

AM3 382 14 - 20 17,6

Mandíbula lP2-P4 105 28 - 37 33,2

lM3 744 22,5 - 37 30,5

AM3 743 12,5 – 16,5 14,6

escápula lMP 591 27 - 39 32,4

AS 436 18,5 – 31 23,1

Húmero Ad 1446 31 - 43,5 36,3

Radio Ap 1207 22 - 32 26,6

Ulna ePa 58 30 - 40.5 35.2

Pelvis lA 584 27 - 37 31,9

tibia Ad 964 23 - 32 27,2

calcáneo lM 93 62,5 – 82,5 73,7

talus lMl 75 34,5 - 43 39,2

Metacarpo 3 lM 151 63 - 79,5 70,4

Metacarpo 4 lM 144 62,5 - 82 71,5

Metatarso 3 lM 116 69 - 87 77,0

Metatarso 4 lM 114 71 - 91,5 79,9

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pies de figuras

fig. 1. longitudes de M1-M3 y de P2-P4 en Sus domesticus y S. scrofa. con barra gruesa se indican la variación y media de los yacimientos del área estudiada y con barra fina a la derecha (M) los referentes a Manching. Sobre cada barra, el número de elementos medidos. las escalas están en mm.

fig.3. nube de puntos de longitud y Anchura de M3. Abajo el área de dispersión que abarcan los valores de S. domesticus de Manching. escalas en mm.

fig. 2. nube de puntos de longitud y Anchura de M3. Abajo el área de dispersión que abarcan los valores de S. domesticus de Manching. escalas en mm.

fig.4. nube de puntos de longitud máxima del proceso y Anchura de la superficie glenoidea de la escápula.Abajo el área de dispersión que abarcan los valores de S. domesticus de Manching.

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fig. 5. Anchura distal de húmeros. Ver leyenda de fig. 1.

fig. 7. espesor sobre el proceso ancóneo de la ulna. Ver leyenda de fig. 1.

fig. 6. Anchura proximal de radios. Ver leyenda de fig. 1.

fig. 8. nube de puntos de longitud y Anchura de la cavidad cotiloidea en pelvis.

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fig. 10. longitud de la cavidad cotiloidea de Pelvis. Ver leyenda de fig. 1.

fig. 12. longitud máxima del calcáneo. Ver leyenda de fig. 1. fig. 11. Anchura distal de la tibia. Ver leyenda de fig. 1.

fig. 9. longitud máxima lateral del astrágalo. Ver leyenda de fig. 1.

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fig. 13. longitud máxima de metacarpianos 3 y 4. Ver leyenda de fig. 1.

fig. 15. longitud de las falanges 1, 2 y 3. Ver leyenda de fig. 1.

fig. 14. longitud máxima de metatarsianos 3 y 4. Ver leyenda de fig. 1.

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cOntRIbUcIón Del ADn AntIgUO A lA InteRPRetAcIOn De lOS ReStOS HUMAnOS De PROceDencIA ARqUeOlógIcA

ancient dNa contribution to the interpretation of the human remains of archeological origin

Montserrat Hervella Afonso1

lara fontecha Martinez1

Saioa lópez lópez1 Santos Alonso Alegre1

neskuts Izagirre Arribalzaga1

Concepción de la Rúa Vaca1

(Recibido: 18-X-2010)(Aceptado: 1-XI-2010)

Palabras clave: ADn antiguo. ADn mitocondrial. Muestras antropológica. Región no recombinante del cromo-soma y. yacimientos prehistóricos vascos. Key Words: Ancient DnA. genetic markers. Mitochondrial DnA. non-recombining region of y chromosome. Prehistoric basque archaeological sites.Gako Hitzak: Antzinako DnA. DnA mitokondriala. euskal Herriko historiaurreko aztarnategiak. Markari gene-tikoak. y kromosomaren eskualde ez-errekonbinatzailea.

RESuMEn

la posibilidad de extraer y analizar ADn a partir de restos esqueléticos, permite analizar directamente la composición genética de las poblaciones del pasado. los datos de ADn antiguo son normalmente fragmentarios y de muestras poblacionales pequeñas, lo que aconseja gran cautela en su interpretación. Además, deben evitarse interpretaciones simplistas que ignoran las características y limitaciones de los marcadores genéticos utilizados, así como la representatividad de las muestras analizadas. el ADn mitocondrial (ADnmt) es la región del genoma que proporciona mayor eficiencia en los estudios del ADn antiguo, ya que existen numerosas copias del mismo, lo que facilita su recuperación aún en muestras degradadas; además tiene una tasa de mutación elevada (produ-ciéndose cambios en tiempos relativamente pequeños). Sin embargo, el ADnmt es solo una pequeña porción de todo el genoma y únicamente proporciona información genética de los linajes femeninos.

1 euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/eHU), Zientzia eta tecnología fakultatea., genetika, Antropologia fisikoa eta Animalien fisiologia Saila. Sarriena Auzoa z/g, leioa 48940. bizkaia. montse.hervella@ ehu.es

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M. HeRVellA AfOnSO, l. fOntecHA MARtIneZ, S. lóPeZ lóPeZ, S. AlOnSO AlegRe, n. IZAgIRRe ARRIbAlZAgA, c. De lA RÚA VAcA

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SuMMARY

the possibility to extract and analyse DnA from skeletal remains allows the direct analysis of the genetic composition of extinct populations. However, the information obtained from ancient DnA comes normally from small population samples and is usually fragmented. therefore, great levels of caution are required when inter-preting the results. furthermore, simplistic interpretations that ignore the features or limitations of the genetic markers used or of what the samples studied represent, should be avoided. Mitochondrial DnA (mtDnA) is the part of the human genome that provides the highest level of efficiency when studying ancient DnA samples, because its high copy number facilitates its recovery even from degraded samples. It also displays a high mutation rate (changing in relatively short periods of time). However, we must bear in mind that mtDnA is only a small part of the entire human genome, that provides genetic information only from female lineages.

lAbuRpEnA

Aztarna eskeletikoetatik DnA erauzteko eta aztertzeko posibilitateak, iraganeko populazioen eduki-genetikoa zuzenean aztertzea baimentzen digu. Antzinako DnAaren datuak zatikatuak eta populazio-lagin txikietatik erato-rriak dira gehienetan; beraz, beraien interpretazioa kontu handiz egin behar da. gainera, erabilitako markari genetikoen ezaugarri eta mugak, zein laginen adierazgarritasuna kontutan hartzen ez dituzten interpretazio sinplis-tak ekiditen saiatu behar dugu. DnA mitokondriala (DnAmt) da antzinako DnAren ikerketetan emaitza efizien-teenak ematen dizkigun genoma-zatia, zelulako hainbat kopia edukitzeak bere erauzketa errazten bait du lagin hondatuetan. gainera, mutazio-tasa altua du, aldaketak oso denbora-tarte laburrean ematen direlarik. Hala ere, DnAmt-a giza-genomaren zati txiki bat baino ez da, emakumezkoen informazio genetikoa baino ez diguna eskaintzen.

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1. El Adn AnTIGuo (Adna)

Se denomina ADna, al ADn recuperado a partir de tejidos de organismos ya extintos o poblaciones que vivieron en el pasado. en el caso de restos humanos, el ADn se recupera principalmente de hueso y diente, ya que son los restos mayoritariamente recuperados en contextos arqueológicos. Se seleccionan dientes prefe-rentemente, ya que se hallan mejor conservados y el ADn que contienen se encuentra protegido por el esmalte que rodea al diente, evitando la invasión de bacterias desde el exterior.

en las células vivas de los organismos, el ADn se encuentra continuamente protegido del daño, mediante sistemas de reparación. Sin embargo, cuando el orga-nismo muere, este sistema cesa su funcionamiento, por lo que el ataque físico-químico no encuentra ningún impedimento. el resultado es que el ADn recuperado de tejidos antiguos se encuentra severamente dañado.

entre las principales características del ADna, cabe destacar la recuperación de una menor canti-dad de Adn. en muestras antiguas, el ADn represen-ta únicamente entre el 0,1-1% del ADn que se espera-ría encontrar en una muestra moderna (tuross 1994), de hecho, a veces no se halla ningún rastro de ADn. A causa de ello, en la mayoría de los casos la única parte del genoma que se puede amplificar de forma reprodu-cible es el ADn mitocondrial (ADnmt), ya que pre-senta entre 1.000-10.000 copias por célula.

Además, el Adn se degrada en función del tiem-po y de las condiciones ambientales externas (pH del suelo, humedad, temperatura,…) (lindahl 1993). como resultado de esta degradación el ADn se encuentra fragmentado y los nucleótidos de la secuen-cia del ADn modificados. la fragmentación del ADn nos obliga a trabajar con fragmentos inferiores a 100-200 pb de longitud. Debido a la modificación post-mortem de los nucleótidos de la secuencia de ADn, durante la amplificación in vitro de la cadena de ADn, se produce la incorporación errónea de nucleotidos e incluso puede llegar a inhibirse la amplificación in vitro de la cadena de ADn.

la recuperación de una menor cantidad de molécu-las de ADn y la degradación de las mismas, hacen que el riesgo de contaminación del ADna sea alta. Una fuente de contaminación puede ser el ADn exógeno procedente de otros organismos próximos, ya que durante el tiempo del enterramiento los restos se pue-den contaminar con el ADn de microorganismos, hongos y fauna putrefacta. la contaminación con ADn de organismos de una especie diferente a la que se pretende estudiar, no tiene por qué representar nin-gún problema. Si la región a caracterizar está lo sufi-cientemente diferenciada a nivel de especie, el diseño de cebadores específicos y unas condiciones restricti-

vas de la Reacción en cadena de la Polimerasa (Polymerase chain reaction, Pcr), permiten amplifi-car el ADn endógeno.

en el caso de enterramientos colectivos, los restos pueden contaminarse con el ADn de los organismos enterrados próximos. Sin embargo, dada la baja canti-dad de ADn recuperada de los restos antiguos, no parece una fuente de contaminación probable. Además, los restos en una fase previa a la extracción, son sometidos a un proceso abrasivo de limpieza de la superficie externa para eliminar cualquier ADn que se encuentre contaminando la superficie del material.

Sin embargo, la principal fuente de contaminación en los estudios de ADna es el ADn exógeno proce-dente de humanos actuales. este ADn puede contami-nar los restos antes, durante y después de su análisis (bandelt 2005; gilbert y Willerslev 2006; Mälmstron et al., 2005; Sampietro et al. 2005; Sampietro et al. 2006; Willeslev et al. 2007)

el ADn contaminante de origen humano, puede introducirse directamente en la muestra mientras ésta es manipulada por los arqueólogos, el personal del museo o los propios investigadores; por ejemplo, a través de la descamación de la piel o de los aerosoles producidos durante la respiración. Por este motivo el ADn de todo el personal que ha manipulado los restos debe ser analizado para comprobar la posible contami-nación de los restos por parte de estas personas (bandelt 2005; gilbert et al. 2005).

Asimismo, cuando se trabaja con ADna humano, es adecuado llevar a cabo el análisis de algún resto faunístico asociado a los restos humanos y amplificar-lo con los cebadores específicos de humanos. la falta de amplificación de secuencias humanas en los restos faunísticos, indicaría que el proceso de descontamina-ción de las muestras ha eliminado el posible ADn humano actual contaminante.

Otro vehículo de contaminación puede ser el material y reactivos empleados durante el análisis genético de los restos. esta contaminación, se puede detectar fácilmente incluyendo los controles corres-pondientes, tanto durante la extracción del ADn como durante la amplificación del mismo (Handt et al. 1994). estos controles permitirán que detectemos la posible contaminación que habría podido ocurrir durante estas dos etapas (extracción y amplificación).

finalmente, la principal fuente de contaminación son los amplicones provenientes de los experimentos previos realizados en el laboratorio. la apertura de los tubos que contienen productos de la PcR, provocan la contamina-ción del ambiente del laboratorio. este tipo de contami-nación se evita utilizando laboratorios independientes, uno para la extracción y preparación de la PcR de ADna y otro físicamente aislado del anterior, para analizar los

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productos de PcR (bandelt 2005; gilbert et al. 2005; Hofreiter et al. 2001). Además, se debe utilizar material y equipamiento exclusivo para trabajar con ADna y mantener la esterilidad de los mismos así como de las superficies de trabajo, mediante lavado con lejía e irra-diación con luz UV.

A la hora de trabajar con ADna nos encontramos, principalmente, con dos limitaciones: la contaminación y la autentificación de los resultados (Pääbo 1989; Pääbo et al. 1989; Pääbo et al. 2004; Pääbo y Wilson 1991; Pääbo et al. 1988). esto, nos obliga a seguir unos estric-tos criterios de autentificación para dar mayor fiabilidad a nuestros resultados (cooper y Poinar 2000; cooper 1994; Hofreiter et al. 2001; Pääbo et al. 2004; Poinar et al. 1996). los criterios de autentificación que seguimos en nuestro grupo de investigación para llevar a cabo los estudios de ADna son entre otros:

-Cuantificación del número de moléculas de Adn amplificables. la cuantificación del número de moléculas que contienen el extracto de ADn, nos permite valorar la reproducibilidad de los resultados.

-Controles de contaminación de la extracción del Adn y de la amplificación mediante pCR. Se deben llevar a cabo controles que nos permitan distin-guir la posible contaminación ocurrida durante la extracción del ADn (muestras que se someten a todo el proceso de la extracción, pero a las que no se añade tejido) y/o durante la amplificación del ADn (mues-tras que se someten a todo el proceso de amplificación pero sin añadir ADn).

-Clonación y secuenciación de los productos de pCR. la clonación nos permite obtener una secuencia consenso, donde se pueden identificar las mutaciones endógenas de la muestra, de aquellos cambios debidos a errores de la taq polimerasa durante la PcR o al daño en la secuencia de ADna, además de detectar posibles contaminaciones.

-Análisis por duplicado en nuestro laboratorio y replicación de los resultados en un laboratorio inde-pendiente. todos los resultados obtenidos deben de ser coincidentes.

-Análisis del Adn de los investigadores y arqueó-logos que han manipulado las muestras, para identi-ficar posibles contaminaciones antes, durante y des-pués de la extracción del material genético (gilbert et al. 2005).

2. CARACTERÍSTICAS dE loS MARCAdoRES GEnéTICoS

A la hora de interpretar los resultados de ADna, hay que tener en cuenta las características de los mar-

cadores genéticos analizados, siendo los mas utiliza-dos el ADn mitocondrial y la región no recombinante del cromosoma y.

2.1. El Adn mitocondrial (Adnmt)

el ADnmt es una molécula circular de aproxima-damente 16.500 pb (0,0005% del genoma nuclear humano) que se encuentra en el interior de las mito-condrias, orgánulos localizados en el citoplasma celu-lar. el genoma mitocondrial se divide en dos regiones (figura 1):

• La región codificante, que contiene la secuencia que codifica 37 genes (dos ARn ribosómicos, 22 ARn de transferencia y 13 proteínas), que forman parte de la maquinaria enzimática de las mitocon-drias, necesaria para proporcionar energía a las células.

• La región control, que consiste en una pequeña secuencia de alrededor de 1.100 pb, no-codifican-te, donde los cambios o las mutaciones se acumu-lan de un modo mucho más rápido

el genoma mitocondrial presenta un elevado núme-ro de copias por célula eucariota, una mitocondria puede contener entre 2 y 10 moléculas de ADnmt, por lo tanto en una célula eucariota hay entre 1.000-10.000 copias del genoma mitocondrial (Malyarchuk et al. 2002), facilitando así, la supervivencia y recuperación, lo cual es una enorme ventaja cuando se trabaja con material genético degradado, como es el caso del ADna.

el ADnmt muestra ciertas características que lo hacen especialmente útil para los estudios de evolu-ción humana. Presenta una elevada tasa de mutación, lo que nos permite la reconstrucción de la historia evolutiva reciente de las poblaciones humanas. Asimismo al no ser recombinante, los cambios de una generación a otra serán debidos a mutaciones, pudien-do interpretar de forma directa la variabilidad que presenta. Se hereda únicamente por vía materna, por lo que únicamente proporciona información sobre la historia evolutiva de las mujeres. Sin embargo, los resultados derivados del estudio del ADn mitocondrial se deben interpretar con cautela, ya que se trata de un único locus que nos informa únicamente de la historia demográfica de las mujeres.

los polimorfismos del ADnmt están ampliamente estudiados en numerosas poblaciones, por lo que la variabilidad y distribución de los diferentes linajes mitocondriales son ampliamente conocidos (Anderson et al. 1981; Andrews 1999). la variabilidad observada en las secuencias mitocondriales se puede clasificar en diferentes conjuntos denominados haplogrupos, que se diferencian por presentar una serie de mutaciones

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estables, específicas de las distintas variantes geográ-ficas de la especie humana.

Para ilustrar la utilidad del análisis del ADnmt en muestras antiguas, se cita el estudio de la necrópolis tardo-antigua de Aldaieta (álava), la cual presenta un complejo ritual, con una clara influencia cultural franca. el análisis de la variabilidad del segmento hipervariable I (HVS-I) de la región control del ADnmt, puso de manifiesto la presencia de algunos linajes mitocondriales poco frecuentes en la población actual, en individuos inhumados en el mismo enterra-miento colectivo, lo que sugiere la existencia de una relación de parentesco vía materna entre estos indivi-duos. Por otro lado, en Aldaieta se han obtenido linajes mitocondriales que muestran semejanza con poblacio-nes actuales de la cornisa cantábrica, por lo que no es evidente que la influencia cultural norpirenaica detec-tada en Aldaieta, viniese acompañada de una influen-cia biológica, al menos a nivel de los linajes mitocon-driales. (Alzualde et al 2005; Alzualde et al. 2006; Alzualde et al. 2007; Izagirre et al. 2005).

2.2. Región no recombinante del cromosoma Y

los estudios genéticos acerca de la historia evolu-tiva de las poblaciones humanas, también se pueden llevar a cabo mediante el análisis de la variabilidad del cromosoma y (la porción no-recombinante del cromo-soma y, nRy) (figura 2), un marcador también de naturaleza no-recombinante y que nos permite analizar la historia evolutiva de las poblaciones por vía paterna. este marcador no se puede analizar en todos los estu-dios de ADna debido a que el cromosoma y presenta una sola copia en el núcleo celular, resultando muy difícil su recuperación en muestras degradadas, como es frecuente en las muestras antiguas.

en la necrópolis de Aldaieta (álava) (Alzualde et al 2005; Alzualde et al. 2006; Alzualde et al. 2007; Izagirre et al. 2005) se ha podido realizar el análisis de algunas mutaciones del cromosoma y, lo que nos ha permitido establecer relaciones de parentesco vía paterna entre algunos individuos. Una de éstas, es una posible relación familiar vía paterna entre dos herma-nos (presentan el mismo linaje mitocondrial y del cromosoma y) y otra entre un padre y su hijo (presen-tan distinto linaje mitocondrial pero el mimo del cro-mosoma y) (Alzualde et al. 2006).

3. REpRESEnTATIVIdAd dE lAS MuESTRAS AnTRopolóGICAS

Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de interpre-tar los resultados de ADna es la representatividad de las muestras antropológicas analizadas. en muchos casos, el número de muestras susceptibles de ser ana-

lizadas es muy pequeño, bien porque se han recupera-do pocos individuos o porque el estado de conserva-ción sea deficitario.

los resultados obtenidos a partir de un número reducido de muestras, deben interpretarse teniendo en cuenta que la ausencia de algunos linajes de ADn en estas muestras, no se justifica con la inexistencia en la población original, sino que puede ser debida al pequeño tamaño muestral analizado.

Un ejemplo que muestra esta problemática es el yacimiento neolítico de Paternanbidea (Ibero, Pamplona), en el cual se han recuperado 11 individuos de los que hemos podido analizar 9 de ellos. el estudio de este yacimiento presenta una gran importancia ya que nos permite contrastar la influencia biológica vs. cultural asociada al neolítico. existen varios linajes mitocondriales asociados a la expansión neolítica, uno de ellos es el denominado J. en este yacimiento no se ha identificado ningún individuo perteneciente a este linaje, pero esto no significa que no estuviese presente en la población original, sino que su ausencia segura-mente se deba al reducido tamaño muestral recuperado en este yacimiento (Hervella et al. 2009).

Otro ejemplo es el yacimiento de Urratxa (bizkaia) (de la Rúa et al. 1997), donde solo fue posible analizar cinco individuos cuyas secuencias mitocondriales resultantes presentan una gran frecuencia en la pobla-ción europea actual, no siendo posible hacer más pre-cisiones sobre las relaciones evolutivas de este grupo humano. no obstante resulta de gran interés haber encontrado una gran variabilidad de secuencias mito-condriales, lo que indicaría que la muestra de Urratxa no pertenece a una población de tamaño reducido ni aislada.

4. plAnIfICACIón dEl ESTudIo dE Adn AnTIGuo

todos estos ejemplos indican que en cada yaci-miento se debe planificar el estudio de ADna en fun-ción de varios factores, tales como:

-la hipótesis de partida y preguntas que se pretenden responder. la problemática en cada yaci-miento es diferente, por ejemplo el planteamiento con que se realizó el estudio de la necrópolis de Aldaieta (álava) (Alzualde et al 2005; Alzualde et al. 2006; Alzualde et al. 2007; Izagirre et al. 2005), no guarda relación con la problemática que plantea el cementerio “musulmán” de Plaza del castillo (Pamplona), en el que se valora la presencia de secuencias mitocondria-les europeas y del norte de áfrica, que plantearían la existencia de una posible influencia genética musul-mana en este yacimiento navarro.

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-El estado de preservación de las muestras, ya que este es un factor limitante de los estudios de ADn antiguo. en el caso de la necrópolis de Aldaieta (Alzualde et al 2005; Alzualde et al. 2006; Alzualde et al. 2007; Izagirre et al. 2005) se ha podido analizar tanto el ADnmt como el cromosoma y; además se ha corroborado en algunos casos el sexo mediante técni-cas moleculares. Sin embargo en el caso de los yaci-mientos neolíticos navarros de los cascajos (los Arcos) y Paternanbidea (Ibero) (Hervella et al. 2009; Hervella et al. 2010), solo hemos podido analizar el ADnmt, siendo inviable analizar otro tipo de marca-dor genético debido al mal estado de preservación del ADn. Sin embargo, en el estudio preliminar de la maqbara de Pamplona, se ha detectado la existencia de una elevada cantidad de moléculas de ADnmt, lo que permite suponer que también se conserva ADn nuclear, este hecho permitirá analizar otros marcado-res genéticos como los del cromosoma y.

gracias a la planificación del estudio del ADna y teniendo en cuenta las limitaciones que supone su estudio y la problemática inherente al mismo, el análi-sis del ADna, supone una aportación imprescindible en la reconstrucción de la historia biológica de las poblaciones humanas.

5. AGRAdECIMIEnToS

la investigación propia contenida en este trabajo, ha sido realizada gracias a la financiación del Ministerio de educación e Innovación mediante los proyectos cgl-2004-03300 y gcl-2007-65515. Además de la subvención a grupos de Investigación del Sistema Universitario Vasco concedida por el gobierno Vasco desde el año 2007 (gI07/43-It453-07) y la renovación hasta el 2015 (It542-10).

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cOntRIbUcIón Del ADn AntIgUO A lA InteRPRetAcIOn De lOS ReStOS HUMAnOS De PROceDencIA ARqUeOlógIcA 29

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M. HeRVellA AfOnSO, l. fOntecHA MARtIneZ, S. lóPeZ lóPeZ, S. AlOnSO AlegRe, n. IZAgIRRe ARRIbAlZAgA, c. De lA RÚA VAcA

Kobie. PaleoantroPología 30, año 2011 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao.ISSn 0214-7971

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figura 1. ADn mitocondrial humano. a) esquema del genoma mitocondrial. b) Región control

figura 2. esquema de la región no recombinante del cromosoma y humano. figura modificada de cal teba 2001

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Kobie Serie PaleoantroPología nº 30: 31-42bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaiabilbao - 2011ISSn 0214-7971

APROXIMAcIón PAleOAMbIentAl Al nIVel XIII (AURIÑAcIenSe) Del AbRIgO De el cUcO

(cAStRO URDIAleS. cAntAbRIA)

a paleoenviromental approach to level Xiii (aurignacian) from el cuco rock-shelter (castro urdiales. cantabria)

pedro Rasines del Río1

Emilio Muñoz fernández2

Silvia Santamaría Santamaría2

José Manuel Morlote Expósito2

Igor Gutiérrez Zugasti3

(Recibido: 30-I-2011)(Aceptado: 15-II-2011)

Palabras clave: Abrigo de el cuco. Auriñaciense. glaciación de Würm. Paleoambiente. Paleolítico Superior.Key words: Aurignacian. el cuco rock-shelter. Paleoenvironment. Upper Paleolithic. Würm glaciation.Giltza hitzak: Aurinaciar. el curco aterpea. goi paleolitoa. Paleoingurumen. Würm glaziazioa.

RESuMEn

el nivel XIII del abrigo de el cuco se sitúa en el Auriñaciense, con una cronología de 14c AMS de 30.020 + 160 -150 bP (34.300 ± 160 cal bP). la especie más cazada es, con diferencia, cervus elaphus, acompañado de Bovini, coelodonta antiquitatis, equus caballus y rupicapra rupicapra. también están presentes canis lupus y Panthera pardus. la malacofauna marina está representada por Patella vulgata. la exigua muestra palinológica apenas permite constatar un paisaje abierto, con dominio de la vegetación herbácea y presencia de arbustos como Juniperus y algunos árboles de los géneros Pinus, Quercus-c y Salix. la inserción en la curva paleoclimática de variación de los isótopos del oxígeno 18O / 16O de los sondeos gRIP y gISP 2 ubica este nivel en un período frío, situado entre los interestadios Dansgaard – Oeschger 6 y 7.

1 Museo nacional y centro de Investigación de Altamira. (39330) Santillana del Mar (cantabria). españa. [email protected] gaem arqueólogos S.c. c/ José barros, 1. (39600) Muriedas (cantabria). españa. [email protected] Department of Archaeology, bioArch. University of york, biology S-block, Wentworth Way, york yO10 5DD england (UK). [email protected]

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P. RASIneS Del RíO, e. MUÑOZ feRnánDeZ, S. SAntAMARíA SAntAMARíA, J. MAnUel MORlOte eXPóSItO, I. gUtIéRReZ ZUgAStI

Kobie. PaleoantroPología 30, año 2011 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao.ISSn 0214-7971

32

SuMMARY

At el cuco rock-shelter, level XIII is assigned to the Aurignacian period. It has been dated by 14c AMS to 30.020 + 160 -150 bP (34.300 ± 160 cal bP). Within the mammal assemblage cervus elaphus is the most abun-dant species, followed by Bovini, coelodonta antiquitatis, equus caballus and rupicapra rupicapra. In addition, canis lupus and Panthera pardus remains are present. the marine shells are primarily represented by Patella vulgata. According to the small palynological sample, the local environment is represented by an open landscape dominated by herbaceous vegetation and Juniperus. Others tree species present include Pinus, Quercus-c and Salix . level XIII ranges over gRIP and gISP2 18O / 16O profiles in a cold period between the Dansgaard – Oeschger 6 and 7 interstadial.

lAbuRpEnA

el cuco aterpearen XIII. maila Aurinaciar aroan kokatzen da, 30.020 + 160 – 150 bP cAMS kronologiarekin (34.300 ± 160 cal bP). cervus elaphusa alde handiarekin abere mota ehizatuena da, bovini, coelodonta antiqui-tatis, equus caballus y Rucicapra rupicapra motekin batera. Patella Vulgatak itsas oskoldunen ordezkari bezala. lagin palinologikoaren urritasuna nekez balio du paisai zabal bat egiaztatzeko, belar landaredi nagusitasuna eta Juniperus bezalako zuhaixken eta zenbait zuhaitz Pinus quercus- c eta Salix motako agerpenarekin. O oxigeno isotopoen aldakuntzaren paleoklima kurbaren sartzea / gRIP eta gISP 2 O sundaketak maila hau garai hotz batean kokatzen du, Dansgaard – Oeschger 6 eta 7 aldi arteko

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1. InTRoduCCIón

el abrigo del cuco se sitúa en la base de un farallón de calizas y calcarenitas masivas del cretácico Inferior (fig. 1), junto a la cueva del mismo nombre, en la localidad de castro Urdiales (cantabria).

Sus coordenadas UtM (eD50) son: x = 481.507, y = 4.804.428, z = 43 m.s.n.m. Dista 350 m de la actual línea de costa.

tiene una longitud de alrededor 35 m y dos cova-chas en sus respectivos extremos. la situada hacia el W dispone, asimismo, de yacimiento arqueológico.

Hacia finales del año 2005, se efectuaron unos son-deos arqueológicos que fueron promovidos por el Ayuntamiento de castro Urdiales y dirigidos por Pedro Rasines del Río. en uno de ellos, de 2 x 1 m de planta (fig. 2), se ha alcanzado una profundidad de 250 cm, hallándose una de las secuencias estratigráficas de mayor interés de la cornisa cantábrica para el estudio de las etapas iniciales del Paleolítico Superior. Se han reconoci-dos trece niveles. los niveles III, IV y V han sido clasifi-cados en el gravetiense. la serie del Auriñaciense comienza a partir del nivel VII (Muñoz et al. 2007).

en las páginas siguientes, intentaremos una aproxi-mación paleoambiental al nivel XIII, que ha sido atribuido al Auriñaciense.

2. InduSTRIAS Y CRonoloGÍA

el nivel XIII tiene una potencia que oscila entre los 8 y los 33 cm. Muestra una matriz limo-arcillosa de tonalidad marrón, con varios bloques calizos de pequeño tamaño. tiende a engrosarse hacia el fondo del abrigo (fig. 2 y fig. 3).

Se han recuperado 4.308 piezas líticas, con abru-mador predominio del sílex (96,33 %) y exigua repre-sentación de otras piedras: cuarcita (1,90 %), marga silícea o lutita (0,86 %), marga deleznable (0,16 %),

cuarzo (0, 30 %), ofita (0,14 %), caliza (0,14 %), are-nisca (0,14 %) y óxido de hierro (0,02 %). Se han identificado 158 útiles, que suponen el 3,67 % de la industria lítica, con claro dominio del sílex (96,84 %), seguido de la marga silícea o lutita (1,90%), de la cuarcita (0,63 %) y del óxido de hierro (0,63 %). la tipología e índices, de acuerdo con el sistema de Sonneville-bordes y Perrot, están recogidos en las tablas 1 y 2 y en la figura 4 (Muñoz et al. 2007).

Tipo nº 2. Raspador atípico 2 8. Raspador sobre lasca 212. Raspador carenado atípico 114. Raspador plano en hocico 522. Perforador – buril 123. Perforador 424. Perforador atípico 325. Perforador múltiple 129. buril diedro de ángulo 130. buril sobre rotura 238. buril transversal sobre truncatura 157. Pieza con muesca 158. Pieza con borde abatido total 160. Pieza con truncatura recta 161. Pieza con truncatura oblicua 765. Pieza con retoques continuos en un borde 4266. Pieza con retoque continuos en dos bordes 1074. escotadura 4575. Denticulado 1876. Pieza esquirlada 177. Raedera 678. Racleta 184. laminilla truncada 2tOtAl 158

Tabla 1. Útiles del nivel XIII del abrigo de el cuco (Auriñaciense), según Sonneville- bordes / Perrot (1953, 1954, 1955 y 1956).

fig 2. Sondeo en el abrigo de el cuco.fig. 1. Abrigo de el cuco.

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P. RASIneS Del RíO, e. MUÑOZ feRnánDeZ, S. SAntAMARíA SAntAMARíA, J. MAnUel MORlOte eXPóSItO, I. gUtIéRReZ ZUgAStI

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Ig 6,33Ib 2,53IP 5,69

Ibd 1,90Ibt 0,63IgA 3,80Ibdr 75Ibtr 25IgAr 60

I Substrato 44,30Ilam 1,27gA 3,80gP 6,33

Tabla 2. índices de la industria lítica del nivel XIII del abrigo de el cuco (Auriñaciense) según el sistema de Sonneville- bordes / Perrot (1953, 1954, 1955 y 1956).

Siglas: Ig = índice de raspador; Ib = índice de buril; Ibd = índice de buril diedro; Ibt = índice de buril sobre truncatura retocada; IgA = índice de raspador auriñaciense; Ibdr = índice de diedro restringido; Ibtr = índice de buril sobre truncatura retocada restringido; IgAr = índice de raspador auriñaciense restringido; gA = grupo auriñaciense; gP = grupo perigordiense; IP = índice de perforador; Ilam = índice de laminillas retocadas.

las escotaduras son los útiles más frecuentes (28,48 %), los denticulados (11,39 %) están bien representados y el número de raederas (3,80 %) es significativo. los raspadores son poco abundantes (Ig = 6,33) y los buriles escasos (Ib = 2,53), mientras que el índice de perforador (IP = 5,69) arroja un valor apreciable. las piezas trunca-das (5,06 %) tienen una presencia considerable. las piezas con retoques continuos sobre un borde (26,58 %) y sobre dos bordes (6,33 %) alcanzan magnitudes rele-vantes (Muñoz et al. 2007: 97-104).

la industria sobre materias duras animales se reduce a dos candiles pulidos de ciervo.

Una esquirla ósea de este nivel ha sido datada, a través 14c AMS, en el centrum voor isotopen onderzoek de Groningen (Holanda). la fecha conse-guida es de 30.020 + 160 -150 bP (grA-32436) que calibrada con el programa calPAl Hulu (versión marzo de 2007) (Weninger et al. 2007) ofrece una cronología de 34.300 ± 160 cal bP. nos hallaríamos, pues, en una fase evolucionada del Auriñaciense, con fuerte substrato perigordiense, coherente con el estu-dio de la industria lítica.

fig. 3. Secuencia estratigráfica del sondeo en el abrigo de el cuco.

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3. ConTExTo

en la cornisa cantábrica, otros niveles auriñacien-ses han ofrecido dataciones circa 30.000 bP. Veamos algunos ejemplos.

el nivel 7 de cueva Morín (Villanueva. cantabria), atribuido al Auriñaciense antiguo, cuenta con fechas de 14c, a partir de carbón. fueron calculadas sobre la vida media de 5.730 años y corregidas a “antes de cristo” (bc): 27.565 ± 865 (SI-955) y 26.105 ± 1.535 (SI-955A) (parte disoluble en naOH), aunque la muestra del nivel 6-7 ofreció una data de 30.465 ± 901 (SI-954) (Stuckenrath 1978: 215). en otras publicacio-nes se recogen, con la expresión bP: 29.515 ± 840 bP (SI-955), 29.055 ± 1.490 bP (SI-955A), 32.415 ± 875 bP (SI-954) (Maillo et al. 2001: 147).

Una muestra ósea del nivel IX superior de labeko Koba (Arrasate de Mondragón. guipúzcoa), atribuido al Protoauriñaciense, ha ofrecido una fecha, a través de 14c AMS, de 29.750 ± 740 (Ua-3325) mientras que el nivel V, Auriñaciense antiguo, dispone de una data-ción de 30.615 ± 820 (Ua – 3322) (Arrizabalaga 2000: 15-72; 2005: 564; 2007-2008: 430).

el nivel b de la cueva de covalejos, clasificado en el Auriñaciense I, cuenta con una fecha de 30.380 ± 250 bP (grA-22443) (Rasines 2005: 581).

el nivel 5 de la cueva de cobrante (San Miguel de Aras. cantabria), con industria auriñaciense, ha sido datado, por 14c AMS, a partir de muestra ósea, en 30.480 ± 250 bP (grA – 22441) (Rasines 2005: 581, 2008: 61-65; 2009a: 47 y 2009b: 232-234).

el nivel IX base de la cueva de ekain (Deva. guipúzcoa), atribuido al Auriñaciense – Perigordiense, ha ofrecido una fecha de 14c de 30.600 ± 450 bP (I – 11056). el nivel Va, auriñaciense, de la cueva de Aitzbitarte III (landarbaso de Rentaría. guipúzcoa) cuenta con sendas datas de AMS, a partir de hueso, de 31.210 ± 860 y 31.000 ± 835 (Altuna 2002: 128 - 130).

Una muestra de carbón del nivel 4.3., sin asigna-ción cultural, de la cueva de cofresnedo (Matienzo. cantabria), propició una datación de 31.360 ± 310 bP (grA-20267) (Ruiz cobo y Smith 2003: 95).

4. fAunA

los restos de fauna estudiados se agrupan en mamíferos y moluscos (fig. 5, tablas 3 y 4).

4.1. Mamíferos

la clasificación taxonómica de los macromamífe-ros del abrigo de el cuco no es sencilla ya que presen-ta un grado de fragmentación muy alto.

la especie más cazada en el nivel XIII –como acos-tumbra suceder en los yacimientos del Paleolítico Superior de la cornisa cantábrica- es, con diferencia, el ciervo (cervus elaphus). le siguen otros ungulados: los grandes bóvidos (Bovini), el rinoceronte lanudo (coelodonta antiquitatis), el caballo (equus caballus) y el rebeco (rupicapra rupicapra). también están repre-sentados dos carnívoros, el lobo (canis lupus) y la pan-tera (Panthera pardus), y dos micromamíferos, el topo

fig. 4. Útiles del abrigo de el cuco, nivel XIII (Auriñaciense), según Sonneville- bordes / Perrot (1953, 1954, 1955 y 1956).

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P. RASIneS Del RíO, e. MUÑOZ feRnánDeZ, S. SAntAMARíA SAntAMARíA, J. MAnUel MORlOte eXPóSItO, I. gUtIéRReZ ZUgAStI

Kobie. PaleoantroPología 30, año 2011 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao.ISSn 0214-7971

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europeo (talpa europaea) y apodemus sp. (castaños y castaños 2007: 162-169; Muñoz et al. 2007: 158).

los huesos de ciervo, gran bóvido y caballo segu-ramente pertenecen a ejemplares adultos.

la presencia de rebeco se justifica por el hábitat favorable que suponen los macizos rocosos del entorno.

los restos de rinoceronte lanudo del nivel XIII son cuatro fragmentos de molariforme superior, con el esmalte rugoso característico de esta especie y diverso grado de desgaste, que permiten detectar un adulto y un subadulto. Su presencia, como especie característica de la estepa fría, apuntalaría el ambiente riguroso de este nivel. Suele estar asociada al reno y al mamut. el rino-ceronte lanudo no es una especie muy habitual en la cornisa cantábrica, donde llega a alcanzar niveles gra-vetienses y solutrenses. entre los niveles auriñacienses de cantabria que han proporcionado restos de coelodonta antiquitatis podemos citar el nivel 6 de cobrante, con una fecha 14c AMS de 33.320 ± 310 bP (grA – 22442) (37.570 ± 870 cal bP) en cuyo registro faunístico tam-bién domina claramente el ciervo (Rasines 2005: 581 y 2008: 61-65; 2009 a y b) y el nivel II (inferior y superior) de la estratigrafía del covacho de Arenillas que no ha podido ser caracterizado culturalmente pero cuenta con sendas fechas de AMS: 33.870 + 1.700 – 1.400 bP (grn – 19597) y 34.660 + 1.600 – 1.300 bP (grn - 19599). en este caso se ha producido una especialización en la caza de la cabra montés (capra pyrenaica) que se acompaña con otras especies compatibles con climas fríos: Panthera pardus, marmota marmota, microtus oeconomus, coelododonta antiquitatis y Pliomys lenki (bohigas y Muñoz 2002: 45 – 47).

Respecto a los carnívoros, las dos especies halla-das, lobo (asimismo localizado en el nivel III del cuco) y leopardo (como hemos visto, también presen-

te en el covacho de Arenillas) son relativamente habituales en los yacimientos de esta época (castaños 1996; castaños y castaños 2007).

también entre la microfauna se han identificado dos especies, talpa europaea y apodemus sp. Ambos taxo-nes de micromamíferos subsisten hoy día. talpa euro-paea únicamente se encuentra en el tercio nororiental peninsular. Según parece, talpa europaea, en su origen, vivía en lugares boscosos pero la extensión de los pas-tizales ha incrementado sus hábitats hasta ocupar zonas de suelos profundos y húmedos que no se encharcan. De este modo, el topo europeo (talpa europaea l. 1758) tiene su biotopo preferente en las praderas húmedas (Palomo y gisbert 2002; Sesé 2005 y 2009). en españa talpa europaea aparece en el Pleistoceno Superior (Sesé 1994) y es muy frecuente en los yacimientos de la cornisa cantábrica (Sesé 2005 y 2009).

el género apodemus sp. puede estar representado por alguna de las dos especies de talla media más frecuentes en el Pleistoceno Superior de la Península Ibérica: apodemus flavicollis (Melchior 1834) y apodemus syl-vaticus (l. 1758) (Sesé 1994). este género habita actualmente medios muy variados, aunque es considera-do por varios autores como un indicador termófilo y forestal durante el Pleistoceno (Michaux y Pasquier 1974; Pemán 1990). en la actualidad tiene una amplia distribución en toda la Península Ibérica (Sesé 2009).

especie Anatomía nº restos totales

cervus elaphus

clavija/cuerna 3

28

D.a. sup. 3Mandíbula 1D.a. inf. 6Metacarpo 5fémur 1tibia 2Metatarso 5falange 1 2

coelodonta antiquitatis Molariforme sup. 4 4

Bovini

D.a. inf. 24Húmero 1

D.a. sup. 1

equus caballusD.a. inf. 2

3tibia 1

rupicapra rupicapra tibia 1 1

canis lupusIncisivo sup. 1

21º metacarpiano 1

Panthera pardus falange 1 1 1talpa europaea Húmero 2 2apodemus sp. Mandíbula 2 2tOtAl 47

Tabla 3. Distribución anatómica por especies de los mamíferos en el nivel XIII del abrigo de el cuco.

fig. 5. Distribución porcentual de los mamíferos del nivel XIII.

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4.2. Moluscos

la muestra de moluscos del nivel XIII es muy escasa. el análisis arqueomalacológico se ha llevado a cabo siguiendo la metodología desarrollada en gutiérrez Zugasti (2009). Se han identificado dos taxones correspondientes a gasterópodos marinos y tres a gasterópodos terrestres. el número de restos (nR) asciende a 68 y se corresponden con un número mínimo de 10 individuos. el peso de los ejemplares alimenticios es de casi 10 gr. entre los gasterópodos marinos se han identificado dos ejemplares de la especie Patella vulgata (linné 1758) y uno correspon-diente al género Patella, sin que se haya podido preci-sar la especie. entre los gasterópodos terrestres se han identificado ocho ejemplares de cepaea nemoralis (linné 1758), uno de cochlostoma sp. y otro de elona quimperiana (férussac 1821). Por tanto, la especie más abundante en el conjunto es cepaea nemoralis (61,5%) seguida del género Patella (23,1%) (tabla 4). el índice de fragmentación señala que las dos especies principales presentan una fragmentación muy elevada (Patella vulgata = 0,095; cepaea nemoralis = 0,066), lo que podría estar relacionado con un uso intenso del asentamiento por las poblaciones humanas.

A pesar de su escasez, el conjunto presenta diver-sos elementos de interés. Por una parte, no es habitual la identificación de moluscos en niveles auriñacienses en la cornisa cantábrica y, en general, los restos identificados corresponden a especies de carácter ornamental, como Littorina obtusata (álvarez fernández 2006). en el Ruso I se han documentado ejemplares de carácter ornamental como Littorina obtusata, pero también ejemplares de Patella vulgata (Muñoz y Serna 1999). la representación más amplia de especies alimenticias ha sido documentada en Morín (Madariaga de la campa 1971), donde se han identificado restos de Patella, mytilus, ostrea y Littorina littorea. el hallazgo de Patella vulgata en el cuco supone una nueva aportación al registro de

especies alimenticias documentadas durante el Auriñaciense. Si bien hasta el momento, la escasez de evidencias de moluscos y otras especies litorales ha permitido sostener la hipótesis de una recolección oportunista de estos recursos y una escasa explotación de las zonas costeras, en los últimos tiempos, se ha empezado a valorar la posibilidad de que hubieran jugado un papel de mayor relevancia en las dietas de las poblaciones humanas del Paleolítico Superior e incluso de períodos anteriores (erlandson 2001). Desde el punto de vista climático, Patella vulgata es una especie propia de climas fríos pero que soporta relativamente bien los climas atemperados, como lo demuestra su actual distribución geográfica, cuyo límite meridional se sitúa en el sur de la Península Ibérica. lo escaso de la muestra no permite realizar inferencias sobre las zonas en las que fue recogida.

Otro elemento de gran interés es la aparición de gasterópodos terrestres. la presencia de elona quim-periana y cochlostoma sp. no es sorprendente ya que la primera es una especie que habita en cuevas y la segunda lo hace en la entrada de las mismas, en zonas ricas en calcio, por lo que su presencia en el depósito no supone una aportación humana. Más interesante resulta la aparición de cepaea nemoralis, una especie de carácter alimenticio, cuyo hábitat no incluye las cuevas. Sin embargo, en ocasiones, suele encontrarse en la entrada de las mismas, cuando las condiciones son apropiadas, lo que puede dar lugar a que se acu-mulen algunos ejemplares. el escaso número de ejemplares identificados sugiere que la acumulación es natural y no antrópica, aunque en este tipo de depósitos es complicado determinarlo con seguridad. A la presencia de esta especie se atribuye implicacio-nes climáticas importantes, ya que se considera una especie propia de climas atemperados y húmedos. las condiciones climáticas ideales para su desarrollo son entre 10º y 13ºc de temperatura media anual, con temperaturas de 18º-20ºc en verano y de 2º-4ºc en invierno. Por otra parte, la media anual de precipita-

Gasterópodos marinos nR %nR nMI %nMI peso (gr.)

Patella vulgata (linné 1758) 2 2,9 2 15,4 6,7

Patella sp. 20 29,4 1 7,7 2,7

Total Gasterópodos marinos 22 32,4 3 23,1 9,4

Gasterópodos terrestres nR %nR nMI %nMI peso (gr.)

cepaea nemoralis (linné 1758) 38 55,9 8 61,5 0,4

cochlostoma sp. 1 1,5 1 7,7

elona quimperiana (férussac 1821) 6 8,8 1 7,7

Total Gasterópodos terrestres 45 66,2 10 76,9 0,4

no identificable 1 1,5

ToTAl 68 100 13 100 9,8

Tabla 4. Representación de taxones de moluscos en el nivel XIII del abrigo de el cuco.

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ciones se sitúa entre 800 y 1.100 mm y la estación seca no debe ser superior a dos meses (André 1975). estas características ideales para su desarrollo sugerirían que el depósito se formó en un momento con tempera-turas no extremas.

Sin embargo, otros estudios inducen a pensar que, tal vez, cepaea nemoralis sea más sensible a la tasa de humedad que, estrictamente, a la temperatura y que esta especie puede soportar temperaturas inferiores a las óptimas para su desarrollo si se mantiene la hume-dad. De este modo, se ha registrado la presencia de cepaea nemoralis a 1.200 m de altitud en los Alpes (Kerney y cameron 1999: 300) y a 1.500 m (germain 1930, citado por Ojea et al. 1987: 241) y 2.200 m en los Pirineos (Kerney y cameron 1999: 300). en cantabria, Jesús Ruiz cobo ha localizado cepaea nemoralis, a cierta altitud, en dos muestras que consi-guió en la casa del Rey, cerca del nacimiento del río Miera, a unos 800 m de altitud y en el entorno del “Mirador del Jabalí”, en la carretera de Puente nansa a Piedras luengas, a 1.220 m (comunicación personal de Jesús Ruiz cobo). Asimismo, uno de nosotros (Igor gutiérrez) ha detectado cepaea nemoralis, a unos 800 m, en el ascenso a Peñas Rocías (Asón) y en los collados del Asón.

en su distribución geográfica actual esta especie abarca buena parte de europa occidental y central, alcanzando algunas regiones costeras de escandinavia.

en la Península Ibérica, habita la zona norte y centro. también se han localizado algunas poblaciones en áreas más meridionales como las cordilleras béticas orientales, que supondrían el límite meridional de distribución de la especie. en esta región se ha obser-vado que el principal factor que limita a esta especie es la sequía estival propia del clima mediterráneo. en estos lugares cepaea nemoralis únicamente vive en hábitats de suelos húmedos y cobertura vegetal densa y constante (herbazales y matorrales desarrollados alrededor de las fuentes), hasta los 1.500 m de altitud. A diferencia de lo que sucede en las montañas eurosi-berianas, la carencia de este tipo de vegetación y el rigor del clima de la alta montaña mediterránea impo-sibilitan su vida a mayor altitud (Arrébola et al. 2000: 9-105).

cepaea nemoralis tiene atestiguada su presencia, con pequeñas muestras, en algunos yacimientos del Paleolítico Superior de la cornisa cantábrica. en el propio abrigo de el cuco, además de en el nivel XIII, se ha localizado en los niveles inmediatamente supe-riores: XII, XI y X (los tres con industrias del Auriñaciense evolucionado) y en el nivel IX (una costra dura y compacta, casi estéril) (Muñoz et al.

2007: 22-23 y 158). en el abrigo de cueto de la Mina (Posada de llanes. Asturias), el conde de la Vega del Sella halló este molusco en un nivel auriñaciense (Vega del Sella, 1916: 22). en la campaña de excava-ción del año 2004, realizada por el Museo nacional y centro de Investigación de Altamira, en la cueva de el linar (la busta. cantabria), en el nivel 3 del sondeo b, asignado al Solutrense, con una fecha de 14c AMS de 19.680 ± 90 bP (grA-27746) (Rasines et al. 2009: 717), se han detectado varias conchas de cepaea nemoralis (Ruiz cobo, en prensa). Durante el Magdaleniense Superior final, se ha documentado esta especie en el nivel 24 de la cueva de la Riera (Posada de llanes. Asturias) (Ortea 1986) y el nivel 4 de la cueva de la fragua (Santoña. cantabria) (gutiérrez Zugasti 2009). también, en navarra, en este período, se cita cepaea nemoralis en el nivel D inferior del covacho de berroberría (Urdax) (barandiarán 1979 y 1990).

Asimismo, en Portugal, en la gruta do caldeirão (Pedreira, tomar), se registra esta especie en la estra-tigrafía, en los intervalos de deterioro climático poste-riores al interestadio Denekamp (callapez 2002: 5-28).

Por otro lado, el abrigo de el cuco está orientado al sur, soleado y protegido de los rigurosos vientos de componente norte, lo que propicia un microclima que, con la tasa de humedad adecuada, pudo albergar una restringida población de cepaea nemoralis, incluso en alguna de las pulsaciones frías del Pleistoceno Superior.

5. VEGETACIón

el contenido de pólenes del nivel XIII es muy limitado, registrándose apenas algunos taxones. entre ellos, dominan los herbáceos, sobre todo asteraceae tubuliflorae y liguliflorae, acompañados de apiaceae, campanulaceae, Papaveraceae, Saxifraga y urtica. en el estrato arbustivo se detecta Juniperus, mientras que el arbóreo aparecen Pinus, Quercus-c y Salix.

Presencias de Monoletas, ranunculaceae y Glomus se han detectado, entre los acuáticos y esporas, y entre los microfósiles no polínicos, tipificados numérica-mente, t150 (Ruiz y gil 1997: 171-177).

Aunque la pobreza de la representación aconseja prudencia a la hora de reconstruir el paisaje vegetal, este espectro polínico, con predominio de las herbáce-as y presencia atenuada de rodales de pino, Quercus caducifolio y sauces, posiblemente, responde a un paisaje abierto, consecuencia de un clima frío.

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6. ClIMA

la inserción de la fecha del nivel XIII del cuco, 30.020 + 160 -150 bP (34.300 ± 160 cal bP), en las curvas paleoclimáticas de variación de los isótopos del oxigeno 18O/16O de los sondeos en los núcleos de hielo de groenlandia gRIP (Johnsen et al. 1992; Dansgaard et al. 1993; grootes et al. 1993) y gISP 2 (grootes et al. 1993; Meese et al. 1994; Sowers, et al. 1993), emplaza este nivel en una fase fría, situada entre los interestadios Dansgaard / Oeschger 6 y 7 (fig. 6).

7. ConCluSIonES

la información facilitada por la actuación arqueo-lógica en el abrigo de el cuco tiene un alcance limita-do, dado su carácter de sondeo.

el nivel XIII, clasificado en el Auriñaciense, dis-pone de una fecha de de 14c AMS de 30.020 + 160 -150 bP (grA-32436)1 (34.300 ± 160 cal bP). Ha proporcionado una serie lítica dominada por el sílex como materia prima. el útil más abundante son las escotaduras y los denticulados cuentan con una apre-ciable representación; en cambio, escasean buriles y raspadores. Aparecen con porcentajes en torno al 5 % los perforadores y las piezas truncadas, mientras que las raederas no alcanzan el 4%.

como es común en yacimientos de esta época de la cornisa cantábrica, el ciervo es, nítidamente, el ani-mal más abatido. está acompañado de otros ungula-dos: grandes bóvidos, rinoceronte lanudo, caballo y rebeco. Asimismo, se han identificado lobo, pantera y dos micromamíferos: topo europeo y apodemus sp.

en este nivel se documenta –aunque con un bajo número de efectivos- la actividad marisquera a través de la recolección de Patella vulgata, lo que supone una aportación al conocimiento de las especies ali-menticias explotadas en el Auriñaciense.

la localización de cepaea nemoralis puede inter-pretarse como el refugio de una pequeña población en un microclima favorable, con persistencia de cierta tasa de humedad.

la muy escasa presencia de pólenes apenas permi-te entrever un paisaje abierto, dominado por las herbá-ceas, con moderada representación de pino, Quercus caducifolio y sauces que sugiere un clima riguroso. esta hipótesis se vería reforzada por la presencia de coelodonta antiquitatis.

Al introducir la fecha conseguida en el nivel XIII en las curvas paleoclimáticas de variación de los isó-topos del oxigeno 18O/16O de los sondeos en los núcleos de hielo de groenlandia gRIP y gISP 2, se sitúa en un etapa fría, entre los interestadios Dansgaard / Oeschger 6 y 7.

fig. 6. Situación del nivel XIII de el cuco (Auriñaciense) respecto a las curvas paleoclimáticas de variación de los isótopos del oxigeno 18O/16O de los sondeos en el núcleo de hielo de groenlandia gISP2 (perfil azul) y gRIP (perfil rojo). Is6 – Is7: interestadios de Dansgaard / Oeschger 6 y 7.

1 fecha obtenida dentro del proyecto "contexto cronológico y cultural del final del Paleolítico medio en el norte penindular" (HUM2004-04679).

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8. AGRAdECIMIEnToS

Agradecemos al Dr. Jesús Ruiz cobo la informa-ción sobre la localización, en altitud, de cepaea nemoralis en cantabria, así como las útiles orientacio-nes bibliográficas acerca de dicha especie. Asimismo, agradecemos al Dr. John Rissetto (University of new Mexico) su ayuda en las traducciones al inglés.

9. bIblIoGRAfÍA

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Kobie Serie PaleoantroPología nº 30: 43-62bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaiabilbao - 2011ISSn 0214-7971

PlAcA cOn gRAbADO fIgURAtIVO Del gRAVetIenSe De AntOlIÑAKO KObA (gAUtegIZ-ARteAgA, bIZKAIA).

IMPlIcAcIOneS en lA cARActeRIZAcIón De lAS PRIMeRAS etAPAS De lA ActIVIDAD gRáfIcA en lA RegIón

cAntábRIcA.

Slab with Gravettian figurative engraving from antoliñako koba (Gautegiz-arteaga, Bizkaia). implications for the early stages of the

artistic activity in the cantabrian region characterization

Mikel Aguirre Ruiz de Gopegui1

Cesar González Sainz2

(Recibido: 30-I-2011)(Aceptado: 15-II-2011)

Palabras clave: Actividad gráfica paleolítica. Antoliñako koba. Arte mueble figurativo. gravetiense. Key Words: Antoliñako koba. gravettian. Palaeolithic graphics activity. Portable figurative art. Gako hitzak: Antoliñako Koba. gravettian. Arte higigarri figuratiboa.

RESuMEn

Se presenta un testimonio de arte mobiliar figurativo recuperado durante la campaña de 2006 en Antoliñako koba, en su nivel gravetiense, datado circa 26.500-27.700 bP. el mismo soporte, una placa arenisca usada como percutor-abrasivo en el proceso de talla laminar, es de un gran interés funcional. la representación de cierva presente es analizada a la luz del registro gráfico disponible para las primeras fases del Paleolítico superior regional. la discusión apunta a la necesidad de envejecer el inicio de algunas series figurativas y de procedimien-tos técnicos como el trazo punteado o tamponado, y a la existencia de una amplia variabilidad de comportamien-tos gráficos desde fases muy antiguas del Paleolítico superior, también en la región cantábrica

SuMMARY

We present a piece of portable figurative art recovered during 2006 campaign in Antoliñako Koba, at its gravettian level, dated circa 26.500-27.700 bP. the material itself, a sandstone slab used as abrasive hammersto-ne in the process of blade flintknapping has a great functional interest. the deer represented is analysed in the context of the graphic repertoire available for the early stages of the regional Upper Palaeolithic. Discussion points out the need for backdating some figurative series and technical procedures, such as the dotted or buffered line and the existence of a wide variability of artistic techniques from the very early stages of the Upper Palaeolithic in the cantabrian region.

1 UneD de bergara, Plaza San Martín 4, bergara, 20570, gipuzkoa. [email protected] Dpto. ccHH-IIIPc, Universidad de cantabria. [email protected]

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lAbuRpEnA

Hona hemen arte higigarri figuratiboaren lekukotasun bat 2006ko kanpainan zehar Antoliñako koban aurkitua, gravettiar mailan circa 26500-27700 bP datatua. euskarri bera, areazko geruza bat taila laminatuaren prozesuan perkutore-urratzaile bezala erabilia, interes funtzional handikoa da. Oreinaren irudi hau herrialdeko goi Paleolitoko hasierako garaietarako dagoen erregistro grafikoaren arabera aztertua izan da. eztabaidan dago alde batetik, serie figuratiboa batzuen hasiera zein trazo punteatua edo tanponatua bezalako prozedura teknikoak denboran atzeratzearen beharra, eta bestetik, Kantauri herrialdean goi Paleolitiko haserako garaietatik dauden teknika grafikoen aldarkortasun zabala.

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1. InTRoduCCIón

el yacimiento de Antoliñako koba está situado en la orilla derecha del río Oka, a 300 m. de altitud s.n.m. en el término municipal de gautegiz-Arteaga, en coordenadas 43º 21’ 46.9” de latitud norte, 002º 38’ 45.5” de longitud oeste. Se emplaza estratégicamente cerca de la cumbre del monte Arlamburu, contiguo al de ereñusarre por el nornoroeste -en cuya base se ubica Santimamiñe- orientada su boca al sursuroeste, y desde el cual se domina buena parte de la cuenca de Urdaibai y se controla una de las vías naturales de

acceso hacia la comarca de lea Artibai (fig. 1). Su descubrimiento se debe a J.M. de barandiaran (1947), que reconoce el yacimiento en 1923. Marcos Muñoz (1982) lo recoge en la carta Arqueológica de Vizcaya de yacimientos en cueva.

el proceso de excavación en Antoliñako koba se inició en 1995, y se ha prolongado en campañas anuales hasta 2008 bajo la dirección de M. Aguirre (fig. 2). Algunos resultados obtenidos se han avanzado en varios trabajos de presentación general de la estra-tigrafía (Aguirre 1996), de sus industrias (2001), y su contextualización en la Prehistoria de Urdaibai

(Aguirre et al. 2001). De datos preliminares sobre las fuentes de aprovisionamiento de materias primas silíceas se da cuenta asi-mismo en tarriño y Aguirre (1997), tarriño et al. (1998), y más específicamente por tarriño y Aguirre (2002), además de formar parte este yacimiento del conjunto de yacimientos arqueológicos de referencia de la tesis doctoral de A. tarriño (2006:136) sobre la caracterización de las fuentes de aprovisionamiento de sílex en la cuenca vasco-cantábrica y Pirineo occidental. Por otro lado, parte de los muestreos analíticos practica-dos han generado una tesina por parte de Zubeldia (2006) sobre los microvertebrados de Antoliña (Zubeldia et al. 2007), y ha permi-tido la identificación de procesos diagenéticos relacionados con la presencia de fosfatos y la forma-ción de minerales derivados en la

estratigrafía de la cavidad (yusta et al. 2005). en la actualidad, se halla en marcha el estudio global de la documentación arqueológica y de los materiales recu-perados en Antoliñako koba.

la pieza de arte mueble cuyo estudio presentamos se dio a conocer en 2007, en el somero informe corres-pondiente a la campaña de 2006 publicado en la revista arkeoikuska, del gobierno Vasco, que recopila anualmente la actividad arqueológica en la c.A.V. consideramos que la publicación pormenorizada de este objeto se justifica: por tratarse de una de las escasas muestras conocidas de arte mueble figurativo de cronología gravetiense en el cantábrico, por haber-se recuperado en un contexto bien datado del más preclaro “noaillense” de la región, y por la posibilidad de establecer un análisis comparativo entre la repre-sentación de cierva presente en la pieza y el resto del registro gráfico de las fases antiguas del Paleolítico superior regional, y por tanto, de discutir los elementos disponibles para la ordenación temporal de esa activi-dad gráfica.fig. 2: Planta de Antoliñako koba. Se indica la situación del canto

grabado, de los cortes estratigráficos y de algunas muestras de radiocarbono.

fig. 1: Situación de Antoliñako koba y de otras cuevas con manifestaciones parietales o mobiliares premagdalenienses, citadas en el texto.

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2. lA SECuEnCIA ESTRATIGRÁfICA dE lA GAlERÍA noRTE.

Hasta el momento, Antoliñako koba es el yaci-miento con más información arqueológica y paleoam-biental entre los circa 30.000 bP (probablemente, varios milenios antes, ¿34000?) y c. 14.500 bP en el área de Urdaibai. esto es, hasta el momento en que la cueva de Santimamiñe toma el relevo como punto central del hábitat superopaleolítico y postpaleolítico en el valle -con un área de habitación más amplia y de acceso más fácil- y la cavidad de Antoliña tiene ya muy colmatado su vestíbulo, hasta el punto de inco-modar seriamente la estancia.

la configuración del relleno sedimentario de la cueva se halla condicionada por la cercanía de la roca base en la mitad oeste del vestíbulo y el mayor desa-rrollo estratigráfico al este del eje sagital. Dado que el canto grabado apareció en el cuadro 5e, describiremos someramente la secuencia estratigráfica en el área de la galería norte, de muro a techo.

las primeras evidencias de ocupación -muy discre-tas- se registran en los niveles confinados entre coladas estalagmíticas de lo que denominamos Conjunto Sedimentario Inferior (en los cuadros 3D y 5D donde se ha tocado roca: figura 3), lsm1-P (limo are-noso marrón con fosfatos) y, especialmente lsm2-P, donde se identificó marmota entre la escasa fauna, una raedera y otros elementos líticos banales. no se dispo-

fig. 3: Antoliñako koba. corte estratigráfico frontal en la banda D/e

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ne por el momento de datación de estos estratos. estos niveles forman parte de la mitad inferior de este con-junto sedimentario de base, en donde se han definido entre -o simultáneamente a- varias fases de formación de espeleotemas, bloques y escasos clastos, diferentes capas arenosas (Sm) arcillo limosas marrones (Alm) en ocasiones brechificadas (b-Sm y b-Alm), y paque-tes o bolsadas de arcillas naranjas muy compactas (Ajk) mezcladas con fosfatos (P). todo ello arqueoló-gicamente estéril con la salvedad de los estratos men-cionados. la mitad superior del conjunto sedimentario inferior lo forma un grueso paquete de fosfatos, blan-quecino amarillento, ligero y de muy fina textura3, con bolsadas de arcillas naranjas compactas abajo, y dos fases de encostramiento intercaladas por la formación de una colada estalagmítica arriba. Por encima del primer encostramiento, e inserto en el paquete superior de fosfatos, hallamos el primer nivel arqueológico de cierta entidad, compuesto por arenas marrones con abundantes grumos de fosfatos (Sm-P, antes Sm-c). Aportó industrias auriñacoides, siendo el orden de retoque simple el de mayor significación (en denticu-lados y raederas), con algunas escasas laminillas con retoque semiabrupto ultramarginal alterno (de tipo dufour). Se halla cubierto bien por fosfatos bien por arenas naranjas mezcladas con aquellos (Sj-P), que también libran material lítico arqueológico del mismo

3 este estrato se denominó inicialmente como A-c (arcilloso amarillo, con carbonatos), debido a esta peculiar textura impalpable (Aguirre op. cit.; Aguirre et al. op cit.). los análisis geoquímicos que se practicaron en estos niveles (yusta et al. op. cit), evidenció que se trataban de masas de fosfatos, cuyo origen más probable es la acumulación de guano de murciélago. también pudo identificarse un fenómeno diagenético vinculado asimismo a los fosfatos: la formación de costras negruzcas de hidróxido de apatito sobre corroídos clastos calizos o incluso fragmentos de fauna, o su presencia en forma de pequeños lentejones insertos a techo del conjunto Sedimentario Inferior. este fenómeno se identifica en Antoliña sólo en los niveles de cronología gravetiense y auriñaciense, y parece relacionarse con la lixiviación de los fosfatos provenientes de los restos de fauna y de la actividad biótica -la humana presumiblemente predominante en los conjuntos Sedimentarios Medio y Superior- y la formación de hidroxiapatito a partir de estos lavados, como se ha descrito recientemente en la cueva de esquilleu (Jordá et al. 2008).

cariz, con escasa fauna, mal conservada en estos niveles. Su techo marca diferencias con lo superior en coloración, textura y pequeñas bioturbaciones. Se ha obtenido una data prácticamente a techo, de 30640 ± 240 bP (beta-251304, tabla 1).

Por encima se define un paquete de arenas marro-nes rojizas, compactas (Smk), con escasos clastos o bloques -muy corroídos y con costras de hidroxiapati-to- y con diversas variaciones laterales, incorporando fragmentos de fosfatos removilizados procedentes de las cotas más altas del infrayacente. Se localizó un hogar en 1c, a partir del cual parecen dispersarse car-bones con ligero buzamiento hacia el norte, uno de los cuales (en 3D) dio una fecha de 29990 ± 230 bP (grA-23898). contiene industrias auriñacienses de matiz evolucionado, con abundantes denticulados y otros grupos de sustrato, escasas laminillas de tipo dufour, y algún tipo óseo de bisel simple y sección ovalada.

este estrato -marcadamente arenoso en esta zona de la cueva, limoso compacto con bloques al oeste del eje sagital (lmbk inf) o con fosfatos (lmbk-P)- cons-tituye la base del Conjunto Sedimentario Medio, que culmina con el que le cubre, (lab y lmbk sup en la sala oeste, Sab y Sabk/Smbk en la galería norte) ya de adscripción gravetiense, donde se halló el canto graba-do. Presenta a techo contacto erosivo neto práctica-mente en toda la superficie excavada (figs. 4 y 5). Allí donde la erosión parece no haber incidido en exceso, se conservan en la parte superior del nivel limos amarillos con bloques (lab) o arenas (Sab) con densi-dad media de material arqueológico, y que ha aportado una fecha de 22640 ± 120 bP (beta-233766), e indus-trias líticas con abundantes buriles de noailles. estas limoarenas amarillas se oscurecen en profundidad marcadamente y se compactan, densificándose el material arqueológico, del mismo tenor gravetiense. Disponemos de seis fechas de c14 AMS: 26080 ± 200 (beta-215542), 26710 ± 180 bP (beta-230282), 26720 ± 180 bP (beta-251299), 27100 ± 190 bP (beta-251300), 27390 ± 320 bP (grn-23786, c14 conven-

fig. 4: Antoliñako koba. corte estratigráfico sagital en la banda 5/3

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cional) y 27520 ± 190 bP (beta-230279) 4, escalonadas coherentemente entre los c. 25800 y 27700 bP (c. 31000-32300 calbP).

Sobre la discordancia erosiva -atribuible al interes-tadial de Laugerie - se inicia el Conjunto Sedimentario Superior perteneciente al tardiglaciar, con importan-tes ocupaciones del Solutrense superior, y relictos de niveles asignables al Magdaleniense y Aziliense, muy afectados aquí por la frecuentación de ganado caprino, madrigueras y remociones clandestinas. la situación de superposición que los dos niveles solutrenses pre-sentan, de forma más o menos constante, en gran parte de la superficie excavada, se ve aquí alterada al menos en la banda 3, donde en el corte de la banda 5/3 (fig. 2), únicamente se detecta un paquete arenoso marrón con bloques (Smb), que se superpone hacia el interior a un nivel acuñado arenoso marrón amarillento con clastos y bloques (Smcb). Ambos libran piezas de retoque plano y se acompañan , al igual que en el resto del yacimiento, de buriles de noailles. Disponemos de tres fechas para el solutrense de Antoliña: 19280 ± 120 bP (grn-23785) en el nivel lmc, y 19020 ± 120 bP (beta-230284) en H3-lmc; y 17340 ± 100 bP (beta-251301) para el superior lmb.

Por encima, se conserva un pequeño testigo adhe-rido al techo en 9D y 7D (fig. 3) que presenta arcillas marrones con clastos, muy compactas y hendidas por contracción (Amck-D) y un paquete arcillo limoso

4 A estas fechas c14 AMS hay que añadir otra: 26140 ± 150 (beta- 251303), de un hueso asignado al nivel lmb procedente de un área cercana a la pared sur en el cuadro 8A, donde se constatan removilizaciones a techo de este estrato de adscripción solutrense, aquí de muy escasa potencia y cubriendo roca base irregular.

marrón con clastos (Almc) en parte brechificado (b- Almc), culminado por una costra estalagmítica adheri-da al techo. Ambos dan escaso material arqueológico y fauna, dado su restringido volumen, y quizá corres-pondan a los niveles adscritos en la sala oeste al magdaleniense inferior (lgc inferior) y al aziliense (lanc/lgc sup) respectivamente, éste último también sellado allí por una costra estalagmítica. no dispone-mos de datos que permitan adscribir culturalmente el paquete limo arenoso grisáceo con clastos (lsgc) localizado en 3e.

3. lA plACA GRAbAdA En Su ConTExTo

el excepcional conjunto de dataciones absolutas del gravetiense de Antoliñako koba evidencian la implantación temprana de este complejo industrial en el cantábrico oriental ya desde c. 27500 bP, en un contexto climático probablemente no excesivamente riguroso del Pleniglaciar superior, con síntomas de crioclastia menos acentuada que en los niveles tardi-glaciares superiores, y momentos de humedad muy intensa entre el 22000 y 20000 bP, atribuibles al interestadial Würm III/IV o Laugerie, circunstancias que se corresponden bien, dentro de la penuria infor-mativa, con la secuencia paleoclimática descrita para el cantábrico (Hoyos 1994 y 1995; barandiarán et al. 1996, 276).

la pertenencia de la placa con grabado figurativo a la fase más antigua del gravetiense de Antoliñako koba es segura. los testimonios de un gravetiense de carácter más avanzado se plasman en la data de 22640 ± 120 bP

fig. 5: banda 5 tras su excavación, a techo del nivel de fosfatos, con el corte 5/3 de la fig. 4 a la izquierda

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PlAcA cOn gRAbADO fIgURAtIVO Del gRAVetIenSe De AntOlIÑAKO KObA (gAUtegIZ-ARteAgA, bIZKAIA). IMPlIcAcIOneS en lA cARActeRIZAcIón De lAS PRIMeRAS etAPAS De lA ActIVIDAD gRáfIcA en lA RegIón cAntábRIcA. 49

(beta-233766) para la capa superior lab/Sab (de limos o limoarenas amarillas en la sala oeste, a arenas francas amarillentas en vestíbulo e inicio de la galería norte). este nivel presenta una conserva-ción diferencial a causa de las erosiones a techo y su poten-cia disminuye desde el vestí-bulo a la galería norte, donde es muy delgado; es distingui-ble de su infrayacente, más oscuro y compacto (lmbk sup/Smbk: con similar grada-ción de la fracción fina, de tono marrón a marrón amari-llento) y con mayor densidad de material arqueológico. todas las muestras datadas de este nivel (seis en hueso, por dos laboratorios distintos: cinco por c14AMS y una por c14 convencional) aportan fechas muy coherentes en una horquilla temporal bastante compacta. Dos de estas fechas (beta-251300, 27100 ± 190 bP y beta-251299, 26720 ± 180 bP) se obtuvieron a techo del nivel Smbk en el cuadro 3H, cerca del punto de hallazgo del objeto grabado, en 5e (fig. 4).

en cuanto a las industrias líticas, ambos horizontes gravetienses mantienen un marcado equilibrio. Hasta el año 2004 (8ª campaña) lab/Sab ha proporcionado 262 piezas retocadas con 265 tipos primarios, lmbk sup/Sabk 933 piezas con 944 tipos primarios (sin contar los buriles de noailles entre los útiles compues-tos, según la grillé de 1986 de laplace 1987). en orden de representación porcentual, los grupos tipoló-gicos más importantes son los buriles en lab/Sab (23,40 %, de los que los buriles de noailles -con 49 ejemplares- forman el 18,49 % del total), seguidos por los denticulados (22,64 %), los elementos de dorso y las raederas con idénticos porcentajes (13,58 % res-pectivamente), y baja presencia de raspadores (5,66 %). en lmbk sup/Sabk, son los denticulados el grupo tipológico más importante (30,72 %), seguidos por los

buriles (25,74 %, de los cuales noailles son 147, el 15,57 % del total), raederas (11,76 %), elementos de dorso (8,79 %) y raspadores (6,57 %).

el incremento de los efectivos en las últimas cam-pañas y el tratamiento diferenciado de ambos niveles gravetienses apenas altera la estructura de las indus-trias con respecto a lo conocido con anterioridad (Aguirre 2001).

en cuanto a la industria ósea (fig. 6), el gravetiense de Antoliña ha proporcionado varios fragmentos de azagayas aplanadas, algo curvadas y de sección oval (fig. 6, números 2 y 4, Smbk; y 3, Sab), y un fragmen-to medial de robusto fuste de asta también de sección oval, recordando -sin llegar a definirse claramente- el clásico tipo isturitziense (número 1). Además se han recuperado algunos punzones óseos, retocadores en hueso y caninos atrofiados perforados.

fig. 6: Industria ósea del gravetiense de Antoliñako koba. 3: nivel Sab. 1,2 y 4: Smbk.

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4. dESCRIpCIón dE lA pIEZA.

4.1. Morfología y funcionalidad del soporte

Se trata de un fragmento de plaqueta arenisca de grano relativamente grueso, de unos 5,5 cm. de ancho, 5,2 de alto y 1,8 de espesor máximo (fig. 7). el contor-no exterior es sensiblemente circular, como resultado de una intensa utilización de casi todo ese borde en labores de talla. Muestra pérdidas de masa en forma de negativos reflejados en ambas caras en una primera fase de uso como percutor, debidas a la escasa resilien-cia de la roca. el desgaste sobreimpuesto a estos negativos, en planos perpendiculares al canto, sugiere un uso frecuente posterior para tareas ligeras de reto-que o, más probablemente, como abrasivo en la prepa-ración proximal de productos laminares.

Aunque el uso de areniscas en la talla laminar (percusión directa a la piedra “blanda”) es una seria alternativa a la utilización de percutores orgánicos (Pelegrin 1991, 2000), la escasa masa del canto graba-do de Antoliña permite descartar razonablemente su uso como percutor genérico para obtener soportes, y más bien proponer una función más específica relacio-nada con la preparación previa de los talones y de los planos de percusión en los núcleos laminares. Son muy escasos los ejemplares arqueológicos citados como tales abrasionadores. Recordaremos los recono-cidos por bordes en el protomagdaleniense de laugerie-Haute, en el Perigordiense superior de Roc de combe y corbiac (1978:513), o el recuperado por tixier (1991:240) en el yacimiento al aire libre de corbiac Vignoble 2 en bergerac.

estos accesorios en el trabajo de talla específica-mente laminar –abraseur, abrasionador, abrasivo- tie-nen un carácter bastante especial. frente a percutores, retocadores, yunques u otros elementos más ocasiona-les, pesados y de más fácil sustitución, los útiles de abrasión son más pequeños y ligeros, están más selec-cionados en cuanto a la materia prima, y suelen mos-trar un grado de utilización más intenso y prolongado en el tiempo. el ejemplar de Antoliñako koba posee un equilibrio idóneo entre el tamaño y densidad del grano y una cohesión media de su cemento silíceo, permi-tiendo el mantenimiento continuo de su capacidad abrasiva al perder grano sin crear superficies pulidas, cualidades específicas que se buscan expresamente en estos objetos. el abraseur es uno de los implementos más o menos fijos del equipo de talla para la produc-ción laminar, acompaña al tallista durante largas tem-poradas y sólo se renueva por desgaste intenso y/o sustitución por otro alternativo de mejores prestacio-nes (fig. 8). es, por tanto, un utensilio personal apre-ciado por el artesano. la decoración figurativa del ejemplar de Antoliña parece acorde con este carácter, como expresión de este apego, realizada además en una fase muy avanzada de este uso como percutor-abrasivo. Se asocia así a comportamientos análogos sobre algunos cantos alargados, de pulimento natural, usados como compresores-retocadores y decorados también con representaciones figurativas (como, res-tringiéndonos a un marco temporal y cultural cercano al de Antoliña, los procedentes de niveles con indus-trias gravetienses de las cuevas de castillo y de Morín -nivel 4, (barandiarán 1972: cS-1 y M-1, respectiva-mente en pp.106 y 147; corchón, 1986: 254).

las caras de la plaqueta son sensiblemente planas. Su observación mediante lentes de aproximación, y

fig. 7: Antoliñako koba. Placa con grabado figurativo gravetiense

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binocular, permite asegurar que al menos la superficie decorada con grabados había sido ligeramente puli-mentada con anterioridad a la realización de estos. Sobre todo en la parte inferior de esa cara se aprecian algunas estrías de pulimento que pueden llegar a con-fundirse con el trazo grabado, en concreto con la ter-minación de la línea del pecho de la cierva dibujada. De igual forma, hacia el centro de esa cara se aprecia una depresión longitudinal que coincide con la zona de contacto entre la línea de barbilla de la cierva y la parte anterior del cuello. Se trata de una alteración de la superficie de la plaqueta previa a la decoración y que no forma parte de la misma, aunque ciertamente difi-culta su lectura. en la figura 9 hemos señalado esa depresión con trazo discontinuo. Por el contrario no hemos incorporado a ese calco otras líneas longitudi-nales grabadas, marginales, que con toda probabilidad responden a las labores de extracción de la pieza con útiles metálicos.

4.2. la decoración.

Una de las caras planas de esta pieza muestra una representación de cierva orientada a la izquierda. Se trata de un esquema abreviado, reducido a la cabeza con dos orejas, cuello y línea pectoral. la distribución de los trazos en el soporte se ajusta bien a los límites de éste. esto es, la distancia entre el morro y el borde de la pieza es similar a la que hay desde la terminación de la línea del pecho al borde inferior, o entre el final de la línea cervical y los negativos de percusión que recortan el campo útil en el lado derecho de la placa. los trazos de las orejas son los que más se aproximan al borde abrasionado, aunque sin agotar totalmente el campo plano. el formato de la representación se ha ajustado por tanto al campo disponible y, como men-cionamos antes, todo indica que se realizó en un momento en que los bordes estaban ya intensamente alterados por el trabajo de frotación, y se habían pro-ducido las dos fracturas del lado derecho de la pieza.

Desde un punto de vista técnico se trata de trazos grabados de tipo simple y único, por lo general bien marcados. las líneas más nítidas corresponden a la parte anterior del cuello, línea inferior de la cabeza y cervical. esta última es la única que muestra dos tra-zos, casi siempre paralelos pero entrecruzados en algún punto. en estas líneas más marcadas el grabador repitió el trazo sobre el mismo surco en ambas direc-ciones, como denota la prolongación, más allá de lo deseado, de algunas de las pasadas que definieron la línea de la mandíbula, con prolongaciones más margi-nales y de terminación apuntada en sus dos extremos. Por su parte, los trazos más finos corresponden a la línea pectoral, prolongada casi hasta el arranque de una pata inferior, y a las dos orejas, resueltas con un trazo simple más marginal. estos trazos más finos se obtuvieron de una sola vez o con muy pocas pasadas del útil grabador, en un trabajo de dirección única,

dada la terminación apuntada del extremo de esas líneas, especialmente de la pectoral, la más larga.

Se aprecian otros trazos prolongados en exceso: la línea frontal de la cabeza se continúa un poco más allá de la conexión en curva con la línea de la oreja izquier-da; a su vez, la línea anterior del cuello se alarga en exceso hacia arriba, introduciéndose en la cabeza del animal. en la zona cervical se han detallado hasta dos trazos casi paralelos, pero entrecruzados en ocasiones, acaso para dotar de más peso y visibilidad a esa parte de la anatomía animal como es frecuente en las repre-sentaciones paleolíticas.

no es fácil establecer la secuencia temporal de realización de los distintos trazos dada la sencillez del motivo –con escasos cruces de líneas- y sobre todo el material sobre el que se ha trabajado, arenisca de grano relativamente grueso, que no facilita las cosas. cabe indicar que al menos los últimos trazos que definen la línea de la barbilla son posteriores a la línea anterior del cuello, que queda cortada.

la representación de Antoliña muestra un buen número de rasgos morfológicos característicos de las

fig. 8: Arriba, percutor-abrasivo experimental de arenisca. nótense los planos de desgaste, con las típicas ondulaciones en las caras visibles, y la cinemática de uso sobre la cornisa de un núcleo laminar, en grande. Abajo, canto de Antoliña.

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ciervas, repetidos en muchas representaciones paleolí-ticas de ese animal. Así, una cabeza de forma triangu-lar alargada, sin demasiados detalles en el caso presen-te. las líneas no llegan a cerrarse en el extremo del morro, donde no se ha añadido ningún trazo indepen-diente para la boca. la línea frontal es, de acuerdo con la morfología del animal, más recta en su arranque y ligeramente convexa después, aunque no se indica la convexidad supraorbital, ni se representa el ojo. la línea del maxilar sí muestra una ligera curvatura característica. el cuello es delgado y largo, y sobre la cabeza se representan dos orejas divergentes de trazo único, prolongando en curva las líneas frontal y cervi-cal. entre ambas orejas, dispuestas por tanto con una perspectiva biangular, queda un espacio vacío que es muy característico de esquemas de construcción de diversos animales –sobre todo cérvidos, caprinos y uros- en fases premagdalenienses. Un rasgo naturalista de interés radica en la convexidad de la parte anterior del cuello, con un cambio de dirección claro respecto a la línea pectoral.

Se trata por tanto de una representación naturalista, muy sintética, y de ejecución, si no desmañada, sí alejada del preciosismo característico de muchas dibujos de momentos más avanzados del Paleolítico superior. De otro lado, la sencillez de la representa-ción, reducida a unas cuantas líneas para expresar el contorno y orejas, evoca un esquema estereotipado,

conocido y seguramente ensayado en otras ocasiones por el mismo grabador.

5. EVAluACIón CRonolóGICA. IMplICACIonES.

la datación precisa de esta plaqueta en torno a unos 27.000 años de radiocarbono, en un momento antiguo del gravetiense, es un elemento del mayor interés para caracterizar las primeras etapas de la actividad gráfica regional y para contrastar algunas matizaciones a la organización del desarrollo temporal que vienen ensayándose desde hace algunos años. Antes de entrar en estos aspectos debemos subrayar dos cuestiones:

a) el preciso control estratigráfico de esta pieza en el deposito excavado de Antoliña Koba, aparecida en el nivel lmbk sup./Smbk, con industrias ya inequívo-camente gravetienses, y seis dataciones de radiocarbo-no muy cercanas entre sí, y que además son distintas, y coherentes con la posición estratigráfica, a las obte-nidas en horizontes de ocupación subyacentes (con industrias auriñacienses) o algo más tardíos (lab/Sab, con un registro aún gravetiense). como ya se ha indi-cado, dos de esas seis dataciones se obtuvieron en puntos cercanos a la posición de la plaqueta decorada,

y son especialmente indicativas de su cronología (beta-251300: 27100 ± 190 bP y beta-251299: 26720 ± 180 bP). no existe por tanto ninguna duda razonable sobre la datación de esta pieza con grabados en torno a c. 27.000 años de radiocarbono.

b) lo anterior convierte a la placa decorada de Antoliña en el elemento de comparación más preciso, desde un punto de vista cronológico, de cuantos existen hasta el momento para analizar esas primeras etapas del desarrollo de la actividad gráfica regional, dado el carácter más abierto, y sometido a interpretaciones varia-das, del resto de elementos dispo-nibles (muy escasos, por otra parte, en relación a los que ofrece el periodo Magdaleniense). Sin ánimo de ser exhaustivos, nos referimos a las dataciones de radiocarbono de los puntos negros del extremo derecho del panel principal de Peña candamo, con dos series de resultados contradic-torias y, por tanto, ciertos proble-mas de interpretación (fortea fig. 9: Representación de cierva sobre placa arenisca del nivel Smbk de Antoliña.

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2002); las correlaciones entre los lienzos decorados y la secuencia estratigráfica en la Viña (que ofrecen datos temporales muy seguros pero al tiempo impreci-sos, y cuya evaluación, finalmente, no escapa a un ejercicio más o menos subjetivo de interpretación temporal) (fortea 1994); de igual forma, la datación directa mediante tl o series de uranio de costras que recubren o subyacen a grabados –Venta de la Perra- o a pinturas y grabados de estilo premagdaleniense –cuevas de Pondra y galería inferior de la garma-, casi siempre con amplias desviaciones típicas (Arias et al. 1998-1999; gonzález Sainz y San Miguel 2001; gonzález Sainz 2003). Ofrece también una informa-ción ante quem, o indirecta, la datación por radiocar-bono de huesos incrustados en costras que recubren grabados parietales en el conde (fortea 2000 2002). en lo referido al arte portátil, hasta hace pocos meses estaba generalizada entre los investigadores la duda sobre la posición estratigráfica y la cronología de uno de los elementos de arte mobiliar figurativo premagda-leniense más relevante, como es el hueso frontal gra-bado de Hornos de la Peña, en tanto que las represen-taciones figurativas propuestas sobre piezas del nivel 18 de castillo están sometidas a una cierta discusión sobre su mismo carácter (fortea 2005: 89). la lectura figurativa, por último, de un fragmento de asta del nivel f de lumentxa con una posible figuración en cada cara, toscas e incompletas, es particularmente insegura (barandiarán 1972 lU-1, 142); la pieza no es recogida por corchón (1986). la placa de Antoliña se integra así entre los elementos mobiliares con decora-ción figurativa recuperados en estratigrafía (caso de los compresores gravetienses de las cuevas de castillo y de Morín, indicados más arriba), aunque en un con-texto temporal mucho más preciso.

la reducción de la representación animal a la cabeza y apéndices o partes anatómicas inmediatas es muy convencional en el arte paleolítico desde las pri-meras etapas de su desarrollo, y afecta sobre todo a ciervas, ciervos y cabras, y no tanto a bisontes o caballos. lo específico del modelo figurado en Antoliña radica en tratarse de una representación con dos orejas divergentes en perspectiva frontal, o biangular, que no son sino la prolongación en curva de las líneas frontal y cervical, dejando un espacio vacío entre ambas. lo que nos dice esta placa, por tanto, es que al menos desde hace 27.000 años de radiocarbono estaba dispo-nible entre las poblaciones cantábricas un esquema gráfico para representar las ciervas que es ya relativa-mente complejo.

Son abundantes los paralelos aducibles de ciervas o de cabras con ese espacio en blanco y las dos orejas (o cuernos) en continuidad con las líneas frontal y cervical, bien con una mera prolongación recta de la línea frontal o con una inflexión en ángulo más o menos acentuado. (Petrognani 2009: 198) (Villaverde et al. 2009: 765) recogen ejemplares relativamente cercanos al de Antoliña procedentes de cuevas andalu-zas (Ardales, Pileta, nerja), valencianas (Meravelles

–un caprino- o en bastantes plaquetas de Parpalló) y francesas (cosquer, y caprinos en cougnac y Marcenac). en la región cantábrica se aducen más escasos ejemplares, con alguna representación parietal de las cuevas de castillo y Pasiega. Se trata de solucio-nes gráficas, en el arte parietal y mobiliar paleolítico, especialmente características de fases premagdale-nienses, documentadas sobre todo a lo largo de los periodos gravetiense y Solutrense. Asumiendo y par-ticipando de estas propuestas, cabría recordar que ocasionalmente pueden rastrearse esquemas similares incluso en momentos magdalenienses. Así la represen-tación de cabra sobre plaqueta arenisca de la cueva de Sovilla, muy probablemente del Magdaleniense supe-rior (gonzález Sainz, et al. 1993), que muestra esa misma prolongación de líneas y el espacio vacío entre el arranque de los cuernos (aunque estos se represen-tan en paralelo y no divergentes como es más usual en las representaciones arcaicas).

Si precisamos la búsqueda de paralelos a ejempla-res con orejas divergentes y continuando en curva las líneas frontal y cervical, las dificultades se incremen-tan notablemente. el esquema representado en Antoliña no encaja con precisión en ninguno de los modelos antiguos (o premagdalenienses) de representación de cierva propuestos esencialmente a partir de la colec-ción de plaquetas de Parpalló por Villaverde, cardona y Martínez Valle (2009: 780) recientemente, aunque el aire de familia es claro con los tipos b y c, que apare-cen en los horizontes Solutrense medio antiguo y el Solutreo-gravetiense de aquel yacimiento levantino.

centrándonos en el registro gráfico de la región cantábrica, el esquema de la cierva de Antoliña con-trasta con lo usual en las abundantes representaciones de ciervas “trilineales” de los conjuntos rupestres de grabados exteriores, que casi sistemáticamente mues-tran una única oreja prolongando la línea frontal de la cabeza. las figuras de cierva con dos orejas son excepcionales en esos conjuntos exteriores, pero exis-ten. la cierva más completa –y compleja- del conjunto exterior de chufín (nº 5 de Almagro 1973:. fig.10) cuenta con dos orejas incurvadas hacia adentro, traza-das independientemente y no como prolongación en curva de las líneas frontal y cervical, pero comparte con el esquema de Antoliña el espacio en blanco entre ambas orejas, la perspectiva biangular y la sencillez general del diseño.

las diferencias expresadas ente las figuras de cierva de los conjuntos exteriores cantábricos y la de Antoliña no permiten una integración automática todas esas representaciones en una misma serie. Sin embargo, la presencia ocasional de soluciones gráficas más complejas en esos conjuntos exteriores sí permite, en nuestra opinión, considerar que estamos ante diseños más o menos estereotipados, propios de pobla-ciones cercanas en el tiempo, si es que no son la misma. Puede ser de interés recordar como b. y g. Delluc (1991: 300) remarcan la distorsión entre unas

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figuraciones muebles adornadas con frecuentes deta-lles morfológicos (crinera, ojo, oreja, cascos) y fina-mente grabadas, procedentes de niveles gravetienses de labattut, Pataud y laraux, y los trazos más vigoro-sos y rudimentarios de las representaciones contempo-ráneas sobre paredes y bloques calizos. Aunque las diferencias que comentábamos no permiten la integra-ción, no debería excluirse a priori una consideración de la pieza de Antoliña como una versión mobiliar, algo más compleja, de aquellas ciervas parietales exteriores.

Además de alguna cierva aisla-da de conjuntos parietales como el castillo y la Pasiega (donde, en todo caso, son mucho más fre-cuentes otras soluciones como las orejas en V), el esquema de Antoliña se acerca notablemente al de una figura de ciervo, igual-mente abreviado, de la cueva de Pondra, una de las raras figuras con información cronológica com-plementaria a la derivada del estilo y procedimiento técnico. Se trata de una cabeza de ciervo pintada con una combinación de trazos simples y tamponado en rojo (fig. 11); su realización está compren-dida entre las fechas de cristaliza-ción de la calcita del soporte sobre el que se pintó y la formación de una red de cordones estalagmíticos que se superponen al motivo. la datación por tl de esos dos hori-zontes no es demasiado precisa por la gran amplitud de las desvia-ciones típicas, pero apuntan a una realización del motivo pintado entre hace unos 28.500 y 23.000 años de radiocarbono, correspon-diendo al periodo gravetiense según propusimos (gonzález Sainz y San Miguel 2001). la datación del nivel que contiene la placa de Antoliña, y la repetición de caracteres, facilitan sin duda aquella atribución.

en las inmediaciones de la cueva de Pondra, en el mismo contexto del desfiladero del río carranza, y en un ambiente gráfi-co netamente premagdaleniense, encontramos otras figuras con el espacio en blanco entre orejas, cuernos o astas, y la representa-ción de al menos uno de estos apéndices prolongando en curva la línea cervical. Así, la cabeza de cierva pintada en rojo de Arco b, sector III, nº 21), o prolongando

linealmente la línea frontal de la cabeza (cabra grabada nº 8 de Arco A) (gonzález Sainz y San Miguel 2001: 101 y 79 respectivamente).

De igual forma, una representación parietal de caracteres muy cercanos a presente en la placa de Antoliña es la figura de cabra en negro situada al fondo de la cueva de Salitre nº 16 (gonzález Sainz, et al. 2009: 446), aunque ni ella ni los animales yuxta-puestos en el mismo panel (un uro y un caballo) tienen

fig. 10: calco general del panel principal del conjunto exterior de la cueva de chufín, según Almagro (1973: fig.4).

fig.. 11: cabeza de ciervo aislada en el interior de la cueva de Pondra (gonzález Sainz y San Miguel, 2001: 121).

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otra atribución cronológica que la derivada de su esti-lo, premagdaleniense con toda probabilidad.

Una solución gráfica diferente a la de Antoliña, pero que corresponde a un horizonte gráfico también muy antiguo, es la de la cierva de la primera composi-ción de figuras de un panel con superposiciones de la zona IV de la galería inferior de la garma, que agrupa un esquema abreviado de un uro, un ciervo joven y una cierva (mejor que una pareja de caprinos como interpretamos inicialmente) (gonzález Sainz 2003: 214). la cierva que comentamos fue pintada en rojo con una combinación de tamponado yuxtapuesto, trazos simples y extensión de tinta plana en algunas partes del interior, y muestra algunos trazos grabados muy finos remarcando el perfil de la cabeza. Sobre una cabeza alzada muestra dos orejas independientes reali-zadas con trazos rectos ligeramente divergentes, en una formulación distinta a las comentadas hasta aquí para la región cantábrica. Sin embargo hay un buen número de rasgos muy “arcaicos” en esa primera composición del panel que comentamos, como la dis-posición frontal de unas extremidades traseras de doble trazo y, sin embargo, sin codillo indicado, tanto en la cierva como en el ciervo, la perspectiva torcida de los cuernos del uro, etc. estas figuras están además infrapuestas a otras figuras posteriores, incluyendo una representación de megaceros muy similar a las que en conjuntos del quercy (cougnac, Roucadour) se atribuyen al periodo gravetiense (lorblanchet 2010). los rasgos indicados para la composición inicial del panel de la garma, que apuntan a una cronología muy antigua, son avalados por la datación de una costra superpuesta al lomo de la cierva, sobre la que se obtuvieron una primera datación por tl y otras tres por series de uranio, más precisas. los resultados de estas últimas se sitúan entre 28.800 y 26.100 años, siendo especialmente retenible una fecha de 26.800 ± 480 años de calendario, por su escasa desviación típi-ca. esa primera composición de figuras del panel de la zona IV correspondería por tanto al periodo gravetiense o a un momento anterior.

los ejemplares revisados de ciervas o cabras de la región cantábrica sugieren la disponibilidad de una serie de modelos de representación de cabezas, duran-te el periodo gravetiense y quizá el Auriñaciense, con ligeras variantes y con rasgos repetidos (orejas o cuernos en prolongación de la línea frontal, de la cer-vical, o de ambas, bien en curva o prolongando lineal-mente aquellos trazos, espacio en blanco entre la base de esos apéndices). Organizar secuencialmente todas esas variantes parece ejercicio abocado al fracaso, además de normativo. la información revisada apunta a la contemporaneidad de muchas de ellas en un amplio periodo temporal.

Para acercarnos a las posibles tendencias de cam-bio es útil la comparación con los esquemas más usuales en las dos series de representaciones de ciervas más estereotipadas, sean las ciervas de los conjuntos

rupestres exteriores de grabado profundo, o, de otro lado, las de los conjuntos con utilización extensa del tamponado rojo. tal comparación indica que el esque-ma de la cierva de Antoliña y las variantes que comen-tábamos con espacio en blanco entre las orejas son escasos en ambas series, especialmente en la primera. en ellas dominan las representaciones de oreja única y en prolongación lineal del frontal, o bien, las dos ore-jas dispuestas en V en la segunda serie (junto a unos esquemas de construcción del tren posterior muy diferentes), aun cuando el espacio en blanco entre las orejas se aprecie en algún ejemplar de covalanas o de Pasiega (garate 2006: 440). la información apunta, por tanto, a que entre los periodos Auriñaciense y Solutrense tiende a cambiar el modelo más usual de construcción en lo referido al número de orejas y a su disposición más frecuente, pero con una amplia varia-bilidad de fórmulas sincrónicas, especialmente durante las fases centrales –gravetiense- de aquel amplio periodo.

la datación absoluta del nivel donde aparece la plaqueta de Antoliña (lmbk sup./Smbk), y el diseño formal que muestra, son, como hemos discutido, soli-darias con las dataciones obtenidas sobre costras en Pondra y la garma (zona IV), y tienden a consolidar o al menos a hacer más asumibles, algunas de las matizaciones al desarrollo de la actividad gráfica can-tábrica que venimos ensayando (gonzález Sainz 1999 a y b; gárate 2006), y que esencialmente se orientaban a: 1) envejecer el inicio de algunas series de represen-taciones estereotipadas (grabados exteriores profun-dos) y de procedimientos técnicos como el trazo tam-ponado rojo, y 2) considerar una importante variabili-dad sincrónica en materia gráfica desde los primeros horizontes del Paleolítico superior, incompatible con una consideración secuencial de esas variantes (prime-ro un arte solo exterior y luego interior). en concreto:

a) el inicio ya en el periodo gravetiense de una tradición técnica especialmente característica de la región cantábrica –el trazo tamponado o punteado en rojo o amarillo- que probablemente tuvo su máxima expansión en el gravetiense avanzado y Solutrense, en conjuntos tan específicos como covalanas, Arenaza, Pasiega A, Pendo, etc. la realización de la cierva de Antoliña en torno a 27000 bP, facilita aceptar algunos resultados de datación de costras superpuestas o infrapuestas a representaciones animales de estilo premagdaleniense que ya incorporan el trazo tampona-do en rojo. en concreto, el ciervo que comentábamos de la cueva de Pondra (que, como la cierva de Antoliña, muestra un espacio en blanco en el arranque de las astas y una delineación de estos apéndices en continui-dad con las líneas frontal y cervical), o la composición inicial del panel principal de la zona IV de la garma.

b) la complejidad del motivo de Antoliña es supe-rior al de las ciervas trilineales características de los conjuntos rupestres exteriores con grabados profun-dos. ello no implica que la pieza de Antoliña tenga que

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ser necesariamente posterior a esos grabados exterio-res (como resultaría en una aplicación normativa de la perspectiva tradicional, que tendía a organizar tempo-ralmente el registro gráfico de lo simple a lo comple-jo). Pero, a la inversa, sí parece muy improbable que el inicio de ese horizonte figurativo con grabados exteriores pueda ser posterior a la cronología del nivel gravetiense de Antoliña. la atribución tradicional de estos grabados exteriores –con un inicio en el gravetiense avanzado y eclosión en Solutrense anti-guo y medio-, respondía a un intento de encajar en el esquema cronológico de leroi-gourhan una informa-ción estratigráfica del mayor interés –conseguida por J. fortea en el depósito de la Viña-, que habría permi-tido también una consideración temporal más larga, y de inicio mucho más antiguo, para ese horizonte gráfi-co, como hemos discutido anteriormente (gonzález Sainz 1999b: 134 y ss.)

en realidad, más que de un horizonte temporal restringido hemos preferido hablar de una tradición gráfica –rupestre y exte-rior- que debió tener un mayor periodo de vigencia, y sobre todo un inicio más antiguo, probable-mente desde el mismo Auriñaciense y prolongado luego durante el gravetiense y acaso el Solutrense antiguo. en las regiones del SO francés, un esquema tan estereoti-pado como el de los mamuts con vientre en arco, sin defensas ni pelaje, se repite sin modificacio-nes de relieve desde el Auriñaciense (chauvet) al Solutrense antiguo (chabot). A la discusión en traba-jos anteriores sobre la cronología de los conjuntos figurativos exte-riores cabe añadir algún otro ele-mento que apunta en la misma dirección. este tipo de conjuntos exteriores muestra unas diferen-cias notables con el resto del arte rupestre regional en materia de organización de los lienzos (con un uso mucho más frecuente de la superposición como recurso com-positivo) (gonzález Sainz y Ruiz Redondo 2010); de igual forma, en materia de perspectiva, formato de las representaciones y distribu-ción iconográfica, las diferencias entre esos conjuntos de grabados exteriores y los conjuntos clásicos con uso extenso del trazo tampo-nado, medidas recientemente por A. Ruiz Redondo (2010), son lo suficientemente amplias como para suponer que no pueden corresponder a una misma pobla-

ción ni ser exactamente sincrónicas. es decir, la información actual reafirma la idea tradicional de que los conjuntos exteriores de grabados figurativos y los conjuntos construidos esencialmente con trazo puntea-do o tamponado, en rojo o amarillo, son series de cronología distinta, pero, especialmente en el caso de los grabados profundos exteriores, más antigua a la considerada tradicionalmente.

c) la datación del nivel que contiene la placa de Antoliña en los mismos inicios del periodo gravetiense hace ya insostenible seguir dudando de la capacidad figurativa de las poblaciones cantábricas inmediata-mente anteriores, del Auriñaciense. los datos para un arte figurativo auriñaciense, también en la región cantábrica, y en ocasiones en el interior de las cuevas, son variados. no ha sido suficientemente valorada en sus implicaciones la presencia de motivos figurativos

fig. 12: Hueso frontal grabado de Hornos de la Peña (foto: bD PhotoVR, arte paleolítico de la región cantábrica)

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como son las imitaciones de dientes sobre piezas col-gantes en piedra blanda del nivel VII de el Pendo, con industrias del Auriñaciense típico (barandiarán 1980: 152), y recogidas en el catálogo de M.S. corchón (1986: 253). Por su parte, el famoso fragmento de frontal con los cuartos traseros de un caballo grabado, aparecido en las excavaciones del IPH en Hornos de la Peña, en 1909-1910 (fig. 12), y atribuido al Auriñaciense por las industrias presentes en la base del nivel, fue rechazado por A. leroi-gourhan como elemento de cronología auriñaciense apoyándose en la presencia de industrias solutrenses en la parte alta de aquella capa, pero en realidad sin ningún tipo de prueba decisiva. la reciente recuperación de cortes estratigráficos de aquellas excavaciones depositados en el Museo Arqueológico nacional y su evaluación (tejero et al. 2008), reafirman la aparición de ese hueso decorado en la base del nivel, asociado a industrias del Auriñaciense evolucionado, bien que sigue pendiente una datación absoluta directa del hueso.

A su vez, son varias las dataciones –directas o de costras superpuestas- que apuntan a una edad auriña-ciense de algunas pinturas parietales, a veces figurati-vas o superpuestas a otras figurativas, aunque con limitaciones o problemas de lectura. Así los puntos en negro superpuestos a los animales en trazo lineal marrón amarillento del lado derecho del gran panel de la Peña de candamo, con dos series de dataciones por radiocarbono contradictorias (en torno a 33.000 años o a 15.000), pero que no son igualmente probables desde la perspectiva misma del procedimiento de datación. coincidimos con H. Valladas y S. Petrognani (2009: 49) en la muy superior probabilidad (y no solo perti-nencia) de las fechas antiguas. en Pondra también se ha datado por tl en 35.740 ± 4730 años de calendario una costra superpuesta a un trazo rojo, resto de una representación prácticamente perdida; esa costra está además infrapuesta y cortada por los grabados de una representación de caballo, de estilo aún premagdale-niense. en la zona VI de la galería inferior de la garma, una costra superpuesta a una mano en negativo rojo se ha datado en 33.000 ± 2000 años de calendario (U-th 8, Menlo P.). Una fecha que, al igual que las más antiguas dataciones directas de manos de cosquer –entre 27.740 ± 410 y 27.110 ± 350 bP- (lorblanchet 1995: 243; et al. 1996: 3), nos avisa de que esa tradi-ción de las manos en negativo, cuyo mayor desarrollo ciertamente corresponde al periodo gravetiense, puede tener su inicio ya durante el mismo Auriñaciense.

la placa de Antoliña es por tanto un elemento clave para abandonar definitivamente la extraordinaria

compresión temporal del arte regional premagdale-niense que suponía el esquema cronológico de leroi-gourhan, con una sucesión temporal entre un arte rupestre solo exterior primero, e interior después –desde el gravetiense final y especialmente a partir del Solutrense-. no se trata de volver al desarrollo propuesto por H. breuil, ni en lo referido a la perspec-tiva interpretativa histórico-cultural, ni a la considera-ción de una sucesión de variantes técnicas que la documentación disponible hoy, bastante más amplia, tacharía de normativa. Pero sí parece claro que para las épocas más antiguas del Paleolítico superior regio-nal se abre una consideración artística más rica y variada, incluyendo el inicio de esa tradición de los conjuntos exteriores con grabados figurativos y no figurativos (seguramente durante el Auriñaciense y gravetiense) y la decoración interior con pinturas y grabados de sitios como chufín, Micolón, y primeras manifestaciones de conjuntos de largo recorrido tem-poral como el castillo (panel de las manos, series de discos), la Pasiega (sector D5), la galería inferior de la garma, llonín, tito bustillo e incluso la lloseta, que deben ser de una cronología cercana a aquellos grabados exteriores. De igual forma, al menos desde fases antiguas del periodo gravetiense los conjuntos cantábricos fueron incorporando también algunas figuras en tamponado rojo (garma IV, Pondra, Arco b y A), un procedimiento técnico que, asociado a esque-mas iconográficos más complejos (especialmente en la representación de las extremidades posteriores) parece más frecuente en un momento inmediatamente poste-rior, de más fuerte personalidad del arte regional, durante el Máximo glaciar (o en el gravetiense avan-zado y Solutrense, cronología que suponemos para conjuntos como covalanas, Arenaza, Pendo, Pasiega A…), y que se asocia en nuestra opinión al momento de mayor desarrollo de una tipología de signos ovales y cuadrangulares de carácter regional igualmente marcado.

en la región cantábrica existieron, y son percepti-bles, las tendencias de cambio a largo plazo en materia de expresión gráfica. Pero estas tendencias coexistie-ron, en un plano de análisis más detallado o cercano, con una variabilidad sincrónica de formulaciones más amplia de lo supuesto tradicionalmente. la cierva de Antoliña, datada en los inicios del periodo gravetiense, asegura la existencia de motivos figurativos estereoti-pados desde al menos 27000 años, y nos avisa del peligro de intentar ordenar temporalmente de manera normativa, no ya los procedimientos técnicos, sino unos esquemas de construcción de cabezas de cierva que probablemente coexistieron durante milenios.

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Kobie Serie PaleoantroPología nº 30: 63-72bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaiabilbao - 2011ISSn 0214-7971

cARbón y POlen. Un eJeMPlO De cOMPARAcIón De DOS RegIStROS ARqUeObOtánIcOS en álAVA DURAnte lA

eDAD Del bROnce: PeÑA PARDA

charcoal and pollen. an example of comparison of two archaeobotanical records in alava during the Bronce age: Peña Parda

Mónica Ruiz Alonso¹Sebastián pérez díaz¹

José Antonio lópez Sáez¹lydia Zapata peña²

(Recibido: 15-X-2010)(Aceptado: 29-X-2010)

Palabras clave: álava. Antracología. edad del bronce. Palinología.Key words: Alava. Anthracology. bronze Age. Palynology.Hitz gakoak: Antrakologia. Araba. brontze Aroa. Palinología.

RESuMEn

Se presenta en este trabajo un estudio comparativo de los resultados obtenidos en dos análisis arqueobotánicos en el yacimiento de Peña Parda (laguardia, álava). Mediante la combinación de los estudios antracológico y palinológico se pretende una certera aproximación a la composición del paisaje vegetal y la dinámica antrópica de esta zona de la Sierra de cantabria durante la edad del bronce.

SuMMARY

this paper presents a comparative study of the results obtained from two different archaeobotanical analyses from the archaeological site of Peña Parda (laguardia, álava). thanks to the combination of both types of analy-ses, wood charcoal and pollen, we try to carry out a more accurate reconstruction of the vegetal landscape and the anthropic dynamics at this area of the Sierra de cantabria during the bronze Age.

lAbuRpEnA

lan honetan Peña Parda (laguardia, Araba) aztarnategi arkeologikoaren bi analisi arkebotanikoetan lortutako emaitzen konparaketa aurkezten dugu. Analisi antrakologikoa eta palinologikoa alderatuz Kantauri Mendilerroko brontze Aroko landare paisaia eta antropizazio dinamiken zehatzagoa den berritzea egiten saiatuko gara.

1 grupo de Investigación Arqueobiología, Instituto de Historia, centro de ciencias Humanas y Sociales, cSIc, c/Albasanz, 26-28, 28037 [email protected]; [email protected]; [email protected]

2 Area de Prehistoria. Dpto. de geografía, Prehistoria y Arqueología. Universidad del País Vasco/euskal Herriko Unibersitatea, c/tomás y Valiente s/n. Apdo. 2111. 01006 Vitoria-gasteiz. [email protected]

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1. InTRoduCCIón

en el marco metodológico actual, de los estudios arqueológicos en euskal Herria, la aplicación de aná-lisis arqueobotánicos (antracológicos, carpológicos, palinológicos, etc.) empieza a ser mayoritaria, con el objetivo de investigar la paleovegetación y su dinámi-ca en relación con el impacto antrópico. Sin embargo, son escasos los ejemplos de estudios que combinan complementariamente estas disciplinas, tanto en el ámbito vasco como en el europeo (leroyer y Heinz 1992; emery-barbier y thiebault 2005; newman et al. 2007; Iriarte et al. 2007/2008; Allevato et al. 2010; nelle et al. 2010).

la integración de los datos aportados por las dife-rentes disciplinas arqueobotánicas, en este trabajo antracología y palinología, ofrece interesantes posibi-lidades en los estudios paleoambientales. Si bien ambas aportan, en principio, informaciones diferentes, a la vez resultan complementarias (Zapata 2001). el estudio de los carbones recuperados en yacimientos arqueológicos proporciona fundamentalmente dos tipos de datos: i) por un lado la composición de los bosques locales existentes en el entorno de los yaci-mientos, ii) por otro, la preferencia en el uso y selec-ción de combustible por parte de los grupos humanos. Ambas perspectivas son importantes a la hora de interpretar los resultados obtenidos en un estudio antracológico, siendo el resultado final el producto de haber focalizado el interés en cuestiones como la reconstrucción ecológica o los patrones de selección que guían el comportamiento humano (Zapata 2002; Ruiz Alonso y Zapata 2003). la palino-logía, entendida como el estudio de los microfósiles polínicos y no polínicos, es un instrumento de gran valor a la hora de reconstruir la historia de la vegetación a esca-la local/regional. Sin embargo, no es tan solo un instrumento de reconstrucción paleoambiental, sino que además contribuye a identificar las evidencias de antro-pización, como deforestaciones de origen antrópico, y el desarrollo de prácticas agrícolas y ganaderas (lópez Sáez et al. 2003). Por todo ello, lo ideal, a la hora de abordar la cuestión de la dinámica vegetal de un lugar concreto, es poder contrastar los resultados aportados por los diferentes registros arqueo-botánicos considerados en un yacimiento.

en este trabajo se plantea la comparación entre los registros

antracológico y palinológico del abrigo prehistórico de Peña Parda (laguardia, álava), con el objetivo de establecer con mayor fiabilidad la composición y evolución de la vegetación a lo largo de la edad del bronce, así como la dinámica antrópica. en último término, se pretende cotejar ambos registros con el objetivo de evaluar sus posibilidades conjuntas en la reconstrucción paleoambiental.

2. El YACIMIEnTo Y Su EnToRno

el yacimiento arqueológico de Peña Parda (X.- 530.775, y.- 4.716.603, Z.- 975) es un pequeño abrigo abierto en las estribaciones del Alto de cervera (1384 m.), en la vertiente meridional de la Sierra de cantabria, perteneciente al municipio de laguardia (fig. 1). Su boca se abre al Se, con forma de arco ojival, y da acceso a un pequeño recinto de un metro de altura por tres de ancho y dos de profundidad (gil Zubillaga 1997; fernández eraso 2003).

Aunque el abrigo era conocido desde los años 70 del siglo pasado, desde 1997 se emprendieron una serie de campañas de intervención arqueológica que se desarrollaron hasta el año 2000. en el transcurso de estos trabajos se puso al descubierto una secuencia estratigráfica con varios niveles arqueológicos (fernández eraso 2000; 2001; 2002b; 2002c; 2003). el nivel superficial contenía materiales de épocas muy distintas, desde la Prehistoria hasta nuestros días, por lo que habría que considerarlo como un nivel de

fig 1. Mapa de localización geográfica del abrigo de Peña Parda.

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revuelto, no relevante, desde un punto de vista arqueo-botánico, por los problemas tafonómicos inherentes a este tipo de registros (lópez Sáez et al. 2003). en los niveles I y II, los más interesantes desde un punto de vista arqueológico, se documentaron abundantes restos cerámicos, algunos de tipo campaniforme con decora-ción pseudoexcisa, junto a otros vestigios líticos y óseos. Destacan un fragmento de un objeto metálico en el nivel I y un molar de herbívoro en el II. el nivel III, por su parte, proporcionó escasas evidencias arqueológicas, en general mal conservadas; mientras que el nivel IV resultó arqueológicamente estéril (fernández eraso 2003).

A pesar de la diferenciación de la secuencia arqueológica en cuatro niveles (además del nivel superficial), habría que considerar que todo el paquete sedimentológico debe pertenecer a una misma época, debido a la similitud de los restos arqueológicos recuperados. De hecho, lo más factible es considerar Peña Parda como un asentamiento ocupado por pasto-res, en un momento indeterminado del II milenio bc, posiblemente durante el bronce Antiguo (fernández eraso 2003). la imposibilidad de obtener dataciones absolutas del yacimiento hace necesaria la contextua-lización de los hallazgos de Peña Parda con otros de la comarca pertenecientes a esta misma época, caso de San cristóbal, Peña larga, los Husos I, o los conjun-tos dolménicos de la Rioja alavesa (fernández eraso 1997; 2000; 2001; 2002a; 2002b; 2003).

el clima actual de la zona de estudio es el típico de ambientes mediterráneos, con veranos secos y templa-dos, donde son frecuentes fuertes vientos desecantes que propician la abundancia de boj (Buxus sempervi-rens), creando condiciones similares a las que se pro-ducen en algunas zonas altimontanas del norte de la Península Ibérica. no obstante, el elevado régimen de precipitaciones de algunos enclaves permite la exis-tencia de hayedos (Aseguinolaza et al. 1989; Aizpuru et al. 1999). la vegetación actual del entorno inmedia-

to del yacimiento corresponde a un carrascal de Quercus ilex subsp. ballota con boj, bosque típico en las solanas de la vertiente sur de la Sierra de cantabria. también existen algunas manchas de quejigal (Quercus faginea) acompañado de boj, en situaciones de umbría o sobre suelos más profundos; así como pequeños bosques mixtos de fresno (fraxinus excelsior), haya (fagus sylvatica), tejo (taxus baccata), olmo (ulmus glabra), mostajo (Sorbus aria), acirón (acer opalus), tilo (tilia platyphylos), avellano (corylus avellana) y espino majuelo (crataegus monogyna) (Aseguinolaza et al. 1992). la vegetación potencial de la zona corres-pondería a un carrascal montano con boj (Mapa de vegetación de la comunidad Autónoma del País Vasco-Hoja 170-11, lagrán).

3. MATERIAl Y MéTodo

el estudio del material antracológico está com-puesto por el análisis de 9 muestras de madera carbo-nizada. la recogida del material se ha realizado mediante el cribado de la totalidad de sedimento excavado con una malla de una luz de 2 mm. el muestreo contempla todas las zonas en las que se ha intervenido arqueológicamente. los restos antracoló-gicos no proceden de estructuras de combustión, en su totalidad se trata de restos carbonizados dispersos (Ruiz Alonso y Zapata 2003).

el muestreo palinológico se efectuó en junio de 2005, sobre el perfil sur del sondeo, pues éste resultó ser el más completo de todos los que se excavaron. las muestras se tomaron en forma de columna, alcanzando una potencia estratigráfica de 126 cm. Se recogieron 13 muestras, con intervalos que oscilan entre 6-12 cm en función de las características sedimentológicas. todas, salvo la 12, resultaron positivas desde un punto de vista palinológico (Pérez Díaz et al. 2007).

fig. 2. Diagramas antracológicos y palinológico de Peña Parda.

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4. RESulTAdoS

los resultados comentados en este trabajo han sido previamente publicados de manera completa e indivi-dualizada (Pérez Díaz et al. 2007; Pérez Díaz et al. en prensa; Ruiz Alonso y Zapata 2003). en este trabajo, como se dijo, se pretende la comparación entre los dos estudios arqueobotánicos referidos.

el estudio antracológico analizó un total de 196 carbones, de los cuales 189 han sido identificables (Ruiz Alonso y Zapata 2003). los resultados relativos se exponen en las figs. 2, 3, 4 y 5. la madera identifi-cada en Peña Parda corresponde a 25 taxa y a un número mínimo de 19 especies (fig. 2): Juniperus communis (enebro), Pinus tp sylvestris (pino tipo albar), taxus baccata (tejo), arctostaphylos uva-ursi/arbutus unedo (gayuba/madroño), Buxus sempervi-rens (boj), cornus sanguinea (cornejo), ericaceae (brezo), fraxinus (fresno), Hedera helix (hiedra), leguminosae (leguminosas), Lonicera (madreselva), Pomoideae (espino albar/manzano/peral), Prunus tp avium (cerezo), Quercus ilex/coccifera (encina/cosco-ja), Quercus subgénero Quercus (roble albar, peduncu-lado, pubescente, quejigo, melojo), ribes tp alpinum (grosellero), cf. Rosaceae (rosáceas), Spiraea hyperi-cifolia (espirea), Viburnum tinus (durillo), Viburnum lantana (morrionera). entre las coníferas es el tejo el taxón más abundante. las frondosas tienen una mayor representación numérica, siendo el boj la especie dominante en toda la secuencia. en todas las especies arbustivas se encontraron ramas de pequeño tamaño; sobre todo en el nivel I, donde además aparecen vitri-ficaciones y fragmentos retorcidos de pequeñas rami-tas (Ruiz Alonso y Zapata 2003).

el registro polínico de las plantas leñosas es mino-ritario en Peña Parda (fig. 2). entre los árboles, destaca la importancia de los pinares de Pinus sylvestris y P. pinaster, junto a corylus, Betula, alnus, Quercus ilex, Q. robur, Salix, tilia y fraxinus. entre los arbustos destacan por su importancia dos taxa relativamente termófilos como son erica arborea y labiatae, con presencia continua en la secuencia de cistaceae y la aparición esporádica de Buxus, Oleaceae y Juniperus. el grupo polínico mayoritario es el constituido por las plantas herbáceas, grandes dominadoras del paisaje vegetal. en general, dentro de estos elementos herbá-ceos, aquéllos más importantes son las gramíneas así como los de origen antrópico y antropozoógeno (Pérez Díaz et al. 2007).

Debido al diferente grado de identificación taxonó-mica, se han unificado los taxa, normalmente a nivel de género o familia. Si se atiende solo a los elementos comunes, se observa que hay 8 coincidencias en ambos registros (figs. 3, 4 y 5): Buxus, ericaceae (para

madera se unen cf. arctostaphylos uva-ursi/arbutus unedo y ericaceae), fabaceaae (para madera legumi-nosa), Juniperus sp., Pinus tipo sylvestris, Quercus perennifolio, Quercus caducifolio y Rosaceae (para madera se unen Pomoideae, Prunus, Spiraea hyperici-folia y Rosaceae sp.).

fig 4. Resultados comparativos del nivel II.

fig 3. Resultados comparativos del nivel I.

fig 5. Resultados comparativos del nivel III.

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en conjunto se observa, en los tres niveles compa-rados (para polen hay un cuarto nivel que al no estar representado en el carbón no ha sido considerado), que la tendencia general sigue unas pautas similares a lo largo de toda la secuencia, sobre todo reflejado en las muestras de polen, mucho más diversas que las de carbón. Hay un grupo de taxa arbustivos (ericáceas, fabáceas, rosáceas) que mantienen unos porcentajes, que aunque no son muy elevados, son constantes siempre por debajo de 5%. Quercus, tanto caducifolios como perennifolios, acompañan a este grupo casi de manera testimonial en el carbón (1,5% perennifolio en el nivel I, 0,8% caducifolio en el nivel III), aunque sí se ve un reflejo constante en la curva del polen, siem-pre con una presencia mayor de los perennifolios (ca. 3%) frente a los caducifolios (< 1% en todos los niveles). el enebro acompaña también a este grupo, de nuevo con una presencia poco significativa aunque constante en el polen (presencia en todos los niveles), y de manera más esporádica en el carbón (solo en el nivel III con un 3,3%).

los taxa más relevantes a lo largo de toda la secuencia de comparación son Pinus tipo sylvestris y Buxus. el boj tiene una gran representación en la madera carbonizada identificada en Peña Parda, lle-gando a suponer el 48% en el nivel I y el 41 % en el nivel III respecto al total de especies identificadas (no se tiene en cuenta el nivel II con un único carbón identificado). esto no se ve reflejado de igual manera en el polen, donde el boj representa apenas un porcen-taje inferior al 1% en todas las muestras. el caso con-trario está reflejado en el caso del pino, ya que es el polen el que muestra valores porcentuales muy altos (>14%), mientras que en el carbón ocurre todo lo contrario ya que solo aparece en el nivel III y de manera casi testimonial con un porcentaje inferior al 5%.

5. dISCuSIon

la combinación de los estudios palinológico y antracológico en el yacimiento arqueológico de Peña Parda permite una mejor caracterización de la compo-sición de la vegetación a escala local, así como de la dinámica antrópica de esta zona de la Sierra de cantabria durante la edad del bronce.

el paisaje vegetal en el entorno del yacimiento estaba muy deforestado, predominando por tanto los espacios abiertos con características ambientales pro-pias de zonas de influencia mediterránea. este hecho, junto con la aparición de cortejos florísticos favoreci-dos por la presencia humana, como pastos antropozoó-genos, vegetación ruderal y nitrófila, pueden hacer pensar en un aprovechamiento agropecuario de esta zona, destinado a satisfacer las necesidades alimenti-cias de los grupos humanos que habitaban la Sierra de

cantabria (galop 1998; Pérez Díaz et al 2007; Pérez Díaz et al. en prensa).

en lo referente a la vegetación leñosa, la mayoría de los taxa identificados en ambos registros son termó-filos, propios de zonas mediterráneas, no difiriendo en exceso de los que hoy en día se encuentran en esta zona del sur de álava. Sin embargo, se detecta la pre-sencia de algunos elementos arbóreos mesófilos, más propios de ambientes con mayor disponibilidad hídri-ca, como alisos, avellanos, abedules, fresnos, tilos y sauces, que ocuparían las zonas más elevadas de la sierra o los cauces fluviales, donde las temperaturas son más frescas y la humedad ambiental y edáfica más elevadas, debido a las lluvias y a la niebla. es destaca-ble la gran cantidad de elementos arbustivos presentes en ambos registros. Debido a las características climá-ticas, orográficas y edáficas de la vertiente sur de la Sierra de cantabria, este tipo de vegetación (bojes, brezos, madroños) tiene, en los suelos secos, pedrego-sos, y de elevada insolación, un lugar perfecto para su desarrollo (Aseguinolaza et al. 1989).

Por lo tanto, se podría afirmar la existencia, duran-te la edad del bronce, en el entorno inmediato de Peña Parda, de una formación vegetal típica de carrascal-quejigal con boj, junto con masas de bosque mixto, posiblemente en las zonas más húmedas, próximas a la cima, y presencia de pinos quizá más a escala regional que local. estas formaciones forestales estaban acom-pañadas de una orla arbustiva bien desarrollada, quizá favorecida por la mano del hombre, que las daría pro-tagonismo como elementos sustitutivos de los esquil-mados bosques locales.

en lo que se refiere a los pinares, es necesario comentar la diferente representación que alcanzan en los dos registros considerados. Mientras que en el diagrama antracológico tan solo está presente en el nivel III (fig. 5) y con valores porcentualmente bajos, en el registro polínico es definitivamente el elemento más abundante en toda la secuencia. Se consideran dos posibles interpretaciones. la primera hace referencia a las características reproductivas del pino. es una especie anemófila, esto es, el medio de transporte de los granos de polen desde los sacos polínicos de las anteras hasta el micrópilo de los óvulos se realiza por medio del viento. Por lo tanto, al no estar orientado el transporte polínico, el pino debe producir grandes cantidades de polen para asegurar su reproducción. Una primera posible explicación a la gran cantidad de polen de pino representada en este estudio puede referirse a su sobrerrepresentación por los hechos comentados. Sin embargo, la aparición en el diagrama antracológico apunta a su presencia en el entorno próximo al yacimiento, si se acepta que los grupos humanos habitantes del abrigo quemaban aquello que tenían a su disposición en las cercanías. Por ello se puede apuntar la presencia de masas forestales de pinos a escala local y regional, ocupando las zonas más luminosas de la Sierra de cantabria, sin que fuera

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en ningún caso el elemento dominante del paisaje arbóreo.

en el caso del boj, ocurre algo parecido, solo que se da la circunstancia de que es tremendamente abun-dante en el diagrama antracológico y muy escaso en el palinológico. concretamente, los restos de madera carbonizada de boj llegan a representar el 48 % en el nivel I (fig. 3) y el 41 % en el nivel III (fig. 5), mien-tras que desde el punto de vista polínico su presencia es meramente testimonial, ya que apenas supera el 1% en el nivel I, manteniéndose por debajo en el resto de niveles. la explicación puede ser de tipo etnobotánico, es decir, referente a una selección intencionada de su uso como combustible. la madera de boj proporciona leña de muy buena calidad, además de ser muy pesada y de gran dureza, lo que le hace muy adecuada para su trabajo, por lo que no se puede descartar que fuera frecuentemente seleccionada en esta zona. en la actualidad, las condiciones biogeográficas de la ver-tiente sur de la Sierra de cantabria son favorables al desarrollo del boj, tanto formando densos bujedos como acompañando a las hayas, quejigos y carrascas (Aseguinolaza et al. 1989). forma extensos matorra-les, aguanta bien la sombra y los suelos poco profun-dos (se sitúa a menudo en roquedos). esta misma situación debió darse en el II milenio bc., cuando la más que probable existencia de una densa bojeda debió incentivar la recolección de su madera. Su escaso bagaje porcentual en el estudio polínico, en cambio, es fácilmente explicable por el carácter zoófi-lo de su dispersión polínica.

el tejo es una conífera que aparece únicamente en los dos niveles representativos (I y III) del estudio antracológico de Peña Parda, llegando incluso a supo-ner un 32% en el nivel III (fig. 5) y tendiendo a su desaparición en el nivel I (6%) (fig. 3). no se posee, al menos en la Península Ibérica, un buen conocimiento de la evolución histórica del tejo, ya que no es un elemento bien representado en los análisis palinológi-cos (como es el caso de Peña Parda), quizá por proble-mas de conservación (cortés et al. 2000). A pesar de que tiene una polinización anemófila, su grano de polen tiene bajo contenido de esporopolenina, por lo que la susceptibilidad a la oxidación es elevada (Havinga 1967). esto favorece que su representación polínica sea generalmente baja. en el Holoceno final se produce un descenso evidente en la aparición del tejo, que puede observarse en diferentes depósitos antrópicos y no antrópicos, que se debe con toda pro-babilidad a la acción humana, ya que es un árbol que se regenera lentamente y que es bastante exigente en cuanto a condiciones bioclimáticas (Peñalba 1994; lópez gonzález 2002). Su expansión por el norte peninsular parece comenzar hacia el 6500 bP (Peñalba 1994), aunque en el análisis polínico de Peña Parda no existían evidencias de su identificación (Pérez Díaz et al. 2007), probablemente porque colonizara áreas rocosas con suelos ligeros y pobres, algo alejadas del

sitio, o bien por los problemas de conservación antes señalados.

en el caso de Peña Parda, el tejo pudo ser talado y seleccionado preferentemente por el ser humano, ya que constituye un combustible de excelente calidad, que proporciona un fuego duradero de buen poder calorífico. Se usa en diferentes artesanías (fabricación de arcos, lanzas, picas, mangos de herramientas, etc), ya que su madera es de muy buena calidad, elástica, muy dura, compacta y resistente, siendo de las pocas maderas de coníferas que se puede curvar al vapor. Sus hojas son usadas como forraje para ganado vacuno y caprino, aunque es una planta tóxica (lópez gonzález 2002). Algunos autores incluso han relacionado este taxón con la presencia de ovicápridos en niveles de “corral” en cuevas (thiébault 1983; Ros 1985; Allué 2002). los subproductos de estas actividades podrían ser utilizados como combustible. Debido a su toxici-dad y reputación de matar, intoxicar o provocar abor-tos en animales domésticos, en ocasiones ha sido cor-tado por los pastores intencionalmente, algo que difi-cultaría seriamente sus posibilidades de crecimiento y recuperación.

6. ConCluSIonES

la combinación de diferentes disciplinas arqueo-botánicas es un instrumento de gran valor a la hora de abordar cuestiones como la dinámica vegetal y antró-pica de yacimientos arqueológicos. Por ello, su aplica-ción en futuras investigaciones, sin duda aportará interesantes informaciones y objetos de debate. A partir de los datos antracológicos y palinológicos obtenidos en los análisis del yacimiento de la edad del bronce de Peña Parda podemos apuntar las siguientes conclusiones:

el paisaje vegetal dominante en el entorno del yacimiento de Peña Parda, en el II milenio bc, estaba formado por espacios abiertos, en los que predominaba la vegetación de origen antrópico y los pastos de uso ganadero. no se han detectado prácticas agrícolas.

las formaciones boscosas estaban constituidas por un carrascal-quejigal con boj, junto a un bosque mixto en las zonas de mayor humedad, y algunos pinares localizados a escala regional.

Se aprecia una posible selección antrópica de los combustibles, reflejada en los valores de carbón de boj y pino, y posiblemente tejo.

en el caso de boj y tejo, mientras que apenas apa-recen en el registro polínico, son muy abundantes sus restos de carbón, posiblemente debido a su idoneidad como materia prima (combustible, fabricación de utensilios, etc.), sin que podamos descartar definitiva-

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M. RUIZ AlOnSO, S. PéReZ DíAZ, J. A. lóPeZ SáeZ, l. ZAPAtA PeÑA70

mente una diferente representación en ambos registros, palinológico y antracológico, por motivos tafonómicos y de conservación.

el caso del pino, estando presente en el entorno, apenas se ha seleccionado para su consumo, siendo también una madera apreciada por su poder calorífi-co.

7. AGRAdECIMIEnToS

el trabajo forma parte del: 1) Programa consolider de Investigación en tecnologías para la valoración y conservación del Patrimonio cultural -tcP-cSD2007-00058, 2) grupo de Investigación de la UPV/eHU It-288-07 financiado por el gobierno Vasco, 3) Proyecto HAR2008-03976/HISt del Ministerio de educación y ciencia: el medio como catalizador de los comportamientos humanos durante el Pleistoceno Superior y Holoceno en el Pirineo occidental y proximidades: su articulación en unida-des territoriales, 4) Origins and spread of agriculture in the south-western Mediterranean region.(AgRIWeStMeD. eRc-Adg 230561 financiado por el european Research council)

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eStUDIO PetROgRáfIcO De lAS ROcAS De lOS DólMeneS. AIZKOMenDI y SORgInetXe 73

Kobie Serie PaleoantroPología nº 30: 73-82bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaiabilbao - 2011ISSn 0214-7971

eStUDIO PetROgRáfIcO De lAS ROcAS De lOS DólMeneS AIZKOMenDI y SORgInetXe (AlAVA)

Petrographic study of aizkomendi and Sorginetxe dolmens rokcs (alava)

oier Suárez-Hernando1

Juan Ignacio baceta Caballero1

xabier Murelaga bereikua1

(Recibido: 15-XI-2010)(Aceptado: 29-XI-2010)

Palabras clave: estudio petrográfico. Dólmenes. litología. llanada Alavesa. Procedencia.Key words: Dolmens. lithology. Petrographic study. Plain of Araba. Source.Hitz gakoak: Arabako lautada. Azterketa petrografikoa. Jatorria. litologia. trikuharriak.

RESuMEn

en este trabajo se analizan las losas que forman dos de los mayores monumentos megalíticos de la llanada Oriental Alavesa, Aizkomendi (eguílaz) y Sorginetxe (Arrízala). Se han diferenciado las diferentes litologías utilizadas en base al estudio petrográfico de detalle y la comparación con las rocas aflorantes en los relieves adyacentes a las construcciones megalíticas. el estudio concluye que en la construcción del dolmen de Aizkomendi y de Sorginetxe se han utilizado rocas carbonatadas de dos diferentes formaciones paleocenas. Además, el dolmen de Aizkomendi contiene una losa de cuarziarenitas Albienses que aflora a lo largo del flanco sur de la Sierra de Aizkorri-Aratz. estos datos demuestran que la mayoría de los materiales utilizados en la construcción proviene de la Sierra de entzia-Iturrieta.

SuMMARY

In this work the lithologic types and the origin of the large rock slabs that form two of the largest megalithic monuments in the eastern Plain of Araba, the Aizkomendi and Sorginetxe dolmens, are established. the consti-tuent lithologic types have been distinguished through a detailed petrographic study and a comparison with cha-racteristic rock formations cropping out around the megalith locations. the study concludes that the Aizkomendi and Sorginetxe dolmens are mainly made up of two different formations of Paleocene carbonate rocks. Additionally, the Aizkomendi dolmen contains a slab from Albian quarzarenites (balmaseda fm), exposed along the southern side of the Aizkorri-Aratz ridge. these data demonstrate that the construction of the Aizkomendi and Sorginetxe dolmens was carried out mainly using rock pieces from the northern edge of the entzia and Iturrieta ridges.

(1) Dpto. de estratigrafía y Paleontología, facultad de ciencia y tecnología, Universidad del País Vasco/euskal Herriko Unibertsitatea. Apartado 644, 48080 bilbao. e-mail: [email protected], [email protected]; [email protected]

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OIeR SUAReZ-HeRnAnDO, JUAn IgnAcIO bAcetA, XAbIeR MURelAgA74

lAbuRpEnA

lan honetan Arabako Sortaldeko lautadako monumentu megalitiko garrantzitsuenak Aizkomendi (egiraz) eta Sorginetxe (Arrizala) osatzen dituzten harlauzak aztertzen dira. Petrografikoki litologia ezberdinak aztertu ondo-ren, trikuharrien inguruko mendietan azalaratzen diren arrokekin konparatu dira. Azterketan honako ondorioak atera dira: Aizkomendiko eta Sorginetxeko harlauza gehienak egiteko Paleozenoko bi formazio ezberdinen arroka karbonatodunak erabili ziren. gainera, Aizkomendiko trikuharrian Aizkorri-Aratz mendizerrako hegoal-dean azalaratzen den Albiar kuartzoarenitekin egindako haurlauza aurkitu da. Datu hauek trikuharrien eraikuntzan erabilitako arroka gehienak entzia-Iturrietako mendizerratik datozela erakusten digute.

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eStUDIO PetROgRáfIcO De lAS ROcAS De lOS DólMeneS. AIZKOMenDI y SORgInetXe 75

1. InTRoduCCIón

los megalitos estudiados se encuentran al este de la Provincia de álava, en las proximidades de Agurain. Aizkomendi en la localidad de eguílaz y Sorginetxe en la de Arrizala. los dos monumentos son de fácil acceso en coche y están bien señalizados (fig. 1).

el dolmen de Aizkomendi fue descubierto en 1832, en las cercanías de lo que posteriormente iba a ser la n-1 y en un principio se planteó la utilización de las rocas y losas enterradas bajo el túmulo, en la construc-ción de la propia carretera. Un año más tarde Pedro Andrés de Zabala (Alcalde de Agurain por aquel entonces) además de notificar la existencia del dolmen de Aizkomendi, da a conocer la presencia del de Sorginetxe en la localidad de Arrizala (Alday 2003). en su larga historia el dolmen de Aizkomendi ha sufrido diversas actuaciones humanas, algunas de ellas arqueológicas, como las excavaciones de Miguel Madinaveitia y Don José Miguel de barandiaran en 1966. ya en aquel entonces barandiaran especuló que el origen de los materiales utilizados debía estar ubica-do en las cercanías del monte bayo (Vegas et al. 1992).

el primer trabajo que describe litologías fue reali-zado en el dolmen de Aizkomendi por Vegas et al. 1992, en el que se describieron tres muestras tomadas de diferentes losas identificando las siguientes litofa-cies packstone bioclástico, packstone-wackestone par-cialmente recristalizado y dolomía cristalina fina, por otro lado identifican mediante visu la losa de arenisca Albiense, datando así las losas y proponiendo como área fuente la sierra de entzia-Urbasa para las calizas terciarias y Aizkorri-Aratz para la arenisca Albiense, pero no realizan un esquema litológico detallado de todo el monumento y no comentan nada acerca de Sorginetxe.

Desde el punto de vista arqueo-lógico Aizkomendi fue estudiado por J.M. barandiaran en 1966, y Sorginetxe en 1890 por J. Apraiz que fecharon los monumentos en el neolítico. Muchos de los restos arqueológicos encontrados están en la actualidad en paradero des-conocido.

el principal objetivo de este trabajo es describir el tipo de rocas que constituyen los dólmenes de Aizkomendi y Sorginetxe, cons-truir sus correspondientes mapas

litológicos y determinar la procedencia de sus ortosta-tos constituyentes.

como citan (Vegas et al. 1992) y Mujika (2002), es interesante conocer la procedencia de las rocas que componen los monumentos arqueológicos. Para inter-pretar costumbres y aclarar, en parte, las técnicas que empleaban para la construcción de tales estructuras, y como transportaban las losas desde sus afloramientos originales hasta la zona de construcción. De igual modo, se consigue información de si las losas están talladas o aprovechaban algunas estructuras sedimen-tarias, como la estratificación, para facilitar el manejo y la construcción de los dólmenes, sin necesidad de tallar las rocas.

2. METodoloGÍA

el estudio se ha basado principalmente en el análi-sis de visu (mediante lupa de 10, 16 y 20 aumentos) de los puntos de cada losa que muestran mejor sus carac-teres composicionales y texturales (entre 4 y 10 puntos por losa), describiendo el color, las texturas, los com-ponentes fósiles identificables y la composición cuali-tativa. con estos datos se han determinado todos los litotipos presentes, lo que ha permitido confeccionar un esquema litológico de los ortostatos utilizados en la construcción de cada dolmen.

los datos del estudio de cada monumento se han comparado con un estudio de las potenciales áreas y formaciones de rocas de procedencia, de las cuales se

fig 1: localización geográfica y geológica de los dólmenes Aizkomendi y Sorginetxe.

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OIeR SUAReZ-HeRnAnDO, JUAn IgnAcIO bAcetA, XAbIeR MURelAgA76

dispone de abundante material en forma de muestras pulidas y láminas de roca de diferentes secciones (entre otras Monte baio, Pto. de Opakua, Arrigorrista, contrasta y Pto. de gereñu). De este material se han evaluado aspectos similares a los estudiados en los ortostatos de los dos dólmenes, a la vez que han servi-do para una caracterización petrográfica detallada. Se cuenta con un conocimiento bastante completo de la geología y estratigrafía de toda la sucesión de edad cretácico y terciario que aflora circundando la mitad oriental de la llanada Alavesa (carreras Suárez y Ramírez del Pozo 1978; Portero garcía et al. 1978; garcía-Mondéjar 1982; baceta 1995; lópez-Horgue et al. 1996; baceta et al. 2001).

3. pETRoGRAfÍA dE loS oRToSTAToS dE AIZKoMEndI Y SoRGInETxE

en Aizkomendi se han distinguido los siguientes tipos litológicos principales: caliza de grano fino (packstone-wackestone), caliza oolítica (packstone oolítico), caliza bioclástica (rudstone bioclástico) y arenisca (cuarzoarenita) (fig. 2). en Sorginetxe se han distinguido los mismos litotipos que en Aizkomendi, con la excepción del de areniscas (fig. 3).

3.1. Caliza de grano fino (packstone-wackestone)

esta caliza es el tipo litológico más abundante en las dos construcciones megalíticas (figs. 2, 3, 4a, 4b y 4c). es una caliza de grano fino con restos bioclasticos dispersos, de color gris y aspecto homogéneo y con una porosidad que fluctúa entre 5 y 10%. entre los componentes bioclásticos de la trama se han distingui-do oolitos dispersos, espinas de equínidos, corales, milólidos, pequeños rotálidos y algas dasicladaceas. la matriz es micrítica, en ocasiones recristalizada a microesparita. en las zonas de mayor porosidad se pueden observar cristales poiquilíticos de calcita. la porosidad que muestran estas rocas es principalmente de tipo móldica, resultado de la disolución de los bio-clastos. Otro de sus rasgos más característicos es la presencia de dolomitización afectando tanto a la matriz como a los componentes bioclásticos. esta alteración diagenética es irregular tanto en distribución como en intensidad. Según la clasificación de embry y Klovan (1971) la textura de esta litofacies es pack-stone-wackestone.

Por analogías evidentes con las rocas que afloran en las sierras de entzia e Iturrieta, estas calizas de grano fino son edad Daniense superior. Sus mejores afloramientos se sitúan en el Monte baio (entzia) y en el pico Arrigorrista (Iturrieta), donde se distinguen de las del Daniense inferior por su carácter bien estratifi-cado y su organización vertical en secuencias métricas estratodecrecientes. Su marcado carácter tableado (aparecen en capas de 1m de espesor medio) probable-

mente ha favorecido enormemente el uso de este material para obtener losas de construcción.

3.2. Caliza oolítica (packstone oolítico)

este litotipo está representado solamente por una losa en cada una de las construcciones megalíticas (figs. 2, 3, 4g y 4h). Presenta un gran parecido con la caliza de grano fino (litotipo 1) por su color gris y aspecto bastante homogéneo. Mediante el análisis de visu, se aprecia perfectamente la característica micro-facies, compuesta por oolitos de tamaño submilimétri-co y microestructura tangencial o micrítica masiva. la matriz es escasa (rara vez representa más de 10%) y de naturaleza micrítica o microesparítica. la trama de oolitos presenta un empaquetamiento moderado a alto (presencia de contactos entre granos lineales y sutura-dos). Puntualmente, en la trama también se reconocen miliolídos y restos bioclásticos indeterminados. las alteraciones diagenéticas principales corresponden a micritización, neomorfismo parcial y dolomitización irregular no destructiva. Ocasionalmente se reconocen cementos calcíticos tipo blocky y bladded, así como de tipo poiquilítico. Según la clasificación de embry y Klovan (1971) la textura de esta litofacies es packsto-ne-grainstone oolítico. este tipo de material se encuen-tra exclusivamente en la sucesión estratificada del Daniense superior descrita anteriormente, en forma de capas de espesor métrico, intercaladas entre las calizas tableadas de grano fino. los mejores afloramientos para apreciar estas facies están en el Monte baio, donde algunas capas pueden reconocerse en continui-dad sobre distancias de varios kilómetros.

3.3. Caliza bioclástica (rudstone bioclástico)

estas calizas constituyen el segundo litotipo más utilizado en la construcción de los dos megalitos (figs. 2, 3, 4d, 4e y 4f). en visu es característico el color gris claro o blanquecino de las losas, así como la gran cantidad de restos fósiles que contienen. estos corres-ponden fundamentalmente a algas rojas corallinaceas, en forma de crecimientos laminares, rhodolitos, o como fragmentos retrabajados. Asimismo, se distin-guen en proporciones menores restos de grandes foraminíferos bentónicos, principalmente de los géne-ros discocyclina, Nummulites y miscellanea, y frag-mentos de corales dendroides y masivos, briozoos, equinodermos y bivalvos. la matriz de estas calizas es de naturaleza micrítica y en algunas muestras puede suponer hasta el 20-30%. la roca ha sufrido modifica-ciones diagenéticas en forma de recristalización par-cial y, en menor grado, dolomitización. Según la clasi-ficación de embry y Klovan (1971), la textura de esta litofacies bioclástica es principalmente de tipo rudsto-ne, aunque también presentan texturas grainstone, floatstone y bindstone. Por analogías composicionales y texturales claras, estas rocas son de de edad thanetiense (Paleoceno superior). Sus afloramientos

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eStUDIO PetROgRáfIcO De lAS ROcAS De lOS DólMeneS. AIZKOMenDI y SORgInetXe 77

fig 2: Mapa litológico de Aizkomendi.

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fig 3: Mapa litológico de Sorginetxe.

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eStUDIO PetROgRáfIcO De lAS ROcAS De lOS DólMeneS. AIZKOMenDI y SORgInetXe 79

más representativos en áreas circundantes a los mega-litos se sitúan al norte de la sierra de entzia-Urbasa (cruz de Ilarduia, monte legunbe) y a lo largo de toda la parte central y sur de los Montes de Iturrieta, entre la granja de Iturrieta y la localidad de Onraita, en el barranco de Igoroin y en la banda de afloramientos entre San cristobal y la ermita de Santa teodosia.

3.4. Arenisca (cuarzoarenita)

este litotipo está representado solamente por una losa situada en la parte norte del dolmen de Aizkomendi (figs. 2, 4i, 4j y 4k). la roca presenta un color amarillen-to y una textura granular. las partículas sedimentarias que la forman tienen un tamaño medio es del orden de 1mm y en más del 95% corresponden a granos de cuarzo subanguloso a subredondeado, correspondiendo el resto a feldespatos alterados y micas. la roca es granososteni-da y presenta un grado de empaquetamiento moderado a alto, tal y como lo atestiguan la presencia de suturas cóncavo-convexas entre granos. Debido a tal grado de empaquetamiento y la presencia común de cementos sintaxiales, la roca carece de porosidad. Según la clasifi-cación de Pettijohn, Potter y Siever (1973) esta litofacies es una cuarzoarenita. la única formación de rocas con esas propiedades que aflore en la zona circundante a los dólmenes corresponde a la formación balmaseda, de edad Albiense a cenomaniense inferior, a lo largo del flanco sur de la Sierra de Aizkorri-Aratz. esta formación alcanza localmente los 900m y se superpone discordan-temente a las calizas Aptiense-Albienses del complejo Urgoniano. Sus afloramientos más accesibles se locali-zan en los alrededores de la localidad de Araia.

4. ConCluSIonES

con los datos microscópicos y de visu de todas las losas que componen los megalitos de Aizkomendi y Sorginetxe se han realizado diversos esquemas litoló-gicos de los monumentos (figs. 2 y 3) y se propone el posible lugar de procedencia de las losas.

las microfacies de las muestras estudiadas indican que todas las calizas son en edad del Paleoceno. estos materiales forman extensos afloramientos en la sierra de entzia-Urbasa y en los montes de Iturrieta, circun-dando los monumentos megalíticos por el sur, a dis-tancias entre 2 y 5 km (fig. 1).

en base a su proximidad, las losas de Sorginetxe probablemente proceden de las laderas de los montes

de Iturrieta. la presencia en estas laderas de acumula-ciones irregulares de bloques métricos de calizas tanto del Daniense como del thanetiense, caídos desde los bordes de la sierra por procesos de rock fall y desliza-mientos, permite interpretar que los constructores de los megalitos pudieron haber aprovechado dicho material en lugar de arrancar bloques en los propios escarpes de la sierra (trabajo más laborioso y que requeriría mayor distancia de transporte).

Por otro lado, las losas calcáreas del Daniense y thanetiense de Aizkomendi proceden de afloramien-tos más orientales, muy probablemente localizados alrededor del monte baio. en las laderas norte y este de dicho monte las acumulaciones de material caído y, más particularmente, de bloques métricos de calizas tanto del Daniense como del thanetiense son compa-rativamente más abundantes y de mayores dimensio-nes que en la ladera norte de los Montes de Iturrieta, por lo que resulta razonable pensar en la utilización de dicho material caído como materia prima principal para la construcción del megalito de Aizkomendi.

la mayor abundancia de losas procedentes de calizas del Daniense superior puede haberse debido en gran parte a la naturaleza tableada original de estas rocas, ya que ello reduciría considerablemente el laboreo para conseguir la morfología final deseada para las losas. Asimismo, el carácter homogéneo y algo deleznable de estas rocas sería otro atributo favorable para su utilización como principal material de construcción.

la escasez de areniscas en la Sierra de entzia-Urbasa y las analogías composicionales y texturales observadas, permiten interpretar que la losa de cuar-zoarenita de Aizkomendi procede de los afloramientos de la formación balmaseda a lo largo del flanco sur de la Sierra de Aizkorri-Aratz.

5. AGRAdECIMIEnToS

en la realización del presente estudio se ha contado con la inestimable ayuda de las siguientes institucio-nes: los proyectos UneScO 09/01 y eHU10/32 (Universidad del País Vasco/eHU). eta nola ez, men-diko lanean lagundu duzuen guztioi: Ionqui, Iker, Irati eta Jonpi, eskerrik asko.

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fig 4: litologías identificadas en los dólmenes Aizkomendi y Sorginetxe. Packstone-wackestone a, b, c; rudstone bioclástico d, e, f; packstone oolítico g, h; cuarzoarenita i, j, k. las fotografías b, c, e, f, g, h, j y k están sacadas con microscopio de luz PX.

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fig 5: Afloramiento de calizas tableadas en los montes de Iturrieta.

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Kobie Serie PaleoantroPología nº 30: 83-110bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaiabilbao - 2011ISSn 0214-7971

HAllAZgOS De MAcROMAMífeROS POcO fRecUenteS en yAcIMIentOS ARqUeOlógIcOS y PAleOntOlógIcOS Del

PleIStOcenO De lA RegIón cAntábRIcA

rare macromammal findings in archaeological and Paleontological Pleistocene Sites of cantabric region

Koro Mariezkurrena-Gastearena1

(Recibido: 30.IX.2011)(Aceptado: 24.XI.2011)

Palabras clave: Historiografía, Macromamíferos, Pleistoceno, Región cantábricaKey words: cantabria Region, Historiography, Macromammals, PleistoceneHitz gakoak: Historiografia, Kantauri eskualdea, Makrougaztunak, Pleistozenoa

RESuMEn

Se mencionan los Macromamíferos poco frecuentes en los yacimientos arqueológicos y paleontológicos de la Región cantábrica, indicando las especies en cuestión agrupadas por grupos taxonómicos, los yacimientos y niveles de los mismos donde han aparecido y los autores que los han determinado o publicado. las citas realizadas por estos autores parten desde finales del s. XIX.

SuMMARY

We mention and describe rare macromammals in Archaeological and Paleontological Sites of the cantabric Region. We agrupate the forenamed species in taxonomic groups, sites and level where they were found and the authors that have published or determined the finding. We have reviewed articles published since the end of the 19th century.

lAbuRpEnA

lan honetan Kantauri eskualdean gutxitan azaldu diren Makrougaztunak aipatzen dira. Alde batetik agertuta-ko espezieak talde taxonomikotan adierazten dira, gero, azaldu diren aztarnategiak, eta mailak, eta azkenik aztertu edo argitaratu dituzten autoreak. Autore hauek egindako aipamenak XIX. gizaldiren amaieratik hasten dira.

1 centro de conservación e Investigación de los Materiales arqueológicos y paleontológicos de gipuzkoa. Paseo de Zarategi 84-88, 20014 Donostia-SanSebastián. [email protected]

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1. InTRoduCCIón

entre los Macromamíferos que aparecen en yaci-mientos arqueológicos y paleontológicos de la Región cantábrica unos son muy numerosos, es decir, sus restos aparecen en muchos yacimientos y niveles de los mismos, y a la vez en cantidades importantes en cada uno de ellos, mientras que otros son raros o poco frecuentes. estos últimos han sido hallados y determi-nados en contados yacimientos y sus restos, hasta ahora, son escasos.

el objeto de este trabajo es recoger las numerosas citas de tales Mamíferos muy dispersas en una amplia y variada bibliografía, extendida en el tiempo desde el último cuarto del siglo XIX (las citas más antiguas que recogemos pertenecen a los años 70 del citado siglo) hasta el presente. De esta forma deseamos facilitar a investigadores actuales en este campo un material que puede serles difícil conocer.

en el trabajo iremos pasando revista a estos Mamíferos que presentan frecuencias bajas. Para fijar esta “frecuencia baja” hemos escogido como criterio el que la especie en cuestión no alcance el 0,2 % del total de restos determinables de Macromamíferos determinados en los yacimientos cantábricos con niveles paleolíticos. Hemos escogido para ello los yacimientos que cuentan con más de 500 restos deter-minables de tales Mamíferos. De hecho son 4 los que no alcanzan los 1000 restos. la mayor parte de los restantes (19 yacimientos) cuentan con más de 2000 restos cada uno. estos yacimientos son los siguientes (fig. 1):

gipuzkoa: lezetxiki, Aitzbitarte III y IV, Urtiaga, ermittia, ekain, erralla, Amalda y labeko koba.

bizkaia: Santimamiñe, lumentxa, bolinkoba, Atxeta, Axlor y Atxagakoa

cantabria: el Pendo, el Juyo, Otero, Morín, covalejos, Rascaño y Mirón

Asturias: tito bustillo, cueto de la Mina, la Paloma, laRiera, la lluera y las caldas,

Suman en total 28 yacimientos paleolíticos con más de 127.000 restos identificables.

ese 0,2 % lo marca el reno, que se acerca a ese porcentaje, sin alcanzarlo (1,15 %). creemos sin embargo que debíamos introducirlo, por el impacto que supuso su hallazgo en la Península, habida cuenta de los cuatro trabajos que e. Harlé publicó en 1908-1909, como diremos más abajo. todas la demás espe-cies incluidas se alejan de ese porcentaje.

en el trabajo veremos las especies de que se trata, los yacimientos y niveles de los mismos en que han aparecido y los paleontólogos que las han determina-do, indicando las citas bibliográficas correspondien-tes.

esta revisión la ordenaremos por grupos taxonómi-cos, comenzando por los Ungulados y terminando por los Roedores. las especies consideradas las mostra-mos en la tabla 1.

Antes de entrar en el examen de los diversos gru-pos y a fin de no repetir constantemente la situación geográfica de los yacimientos citados, los incluimos todos en la tabla 2, indicando en ella la localidad y territorio en que se encuentra cada uno de ellos, men-cionando también el tipo de yacimiento, tanto por su naturaleza (cueva, abrigo, cantera, mina..), como por su contenido (arqueológico, puramente paleontológi-co..). los yacimientos los ordenamos por territorios y dentro de cada uno de éstos por orden alfabético.

ARTIodACTYlA

Cervidae

rangifer tarandus

el primer hallazgo que llamó poderosamente la atención en el mundo científico dedicado a estas disci-plinas fue el del reno en las cuevas de Aitzbitarte.

g. de Reparaz (1902), que trabajó en estas cuevas a comienzos de siglo XX, cita textualmente: “encontramos un fragmento de asta de reno”.

e. Harlé (1908), importante paleontólogo de esta época que trabajaba en burdeos, visitó las cuevas, examinó los materiales excavados hasta aquel momen-to y confirmó la presencia del reno. este dato fue considerado de gran importancia en aquel momento, pues no se conocía que este cérvido nórdico había llegado hasta la costa cantábrica en su migración hacia el sur durante la época glaciar. la importancia que Harlé dio al hallazgo del reno se ve en las diferentes publicaciones que realizó el mismo año (Harlé 1908a, 1908b, 1908c y 1909). Al haber salido el reno asociado a arpones, atribuyó el conjunto al Magdaleniense.

Al mismo tiempo Harlé determinó restos de reno en 4 cuevas más de la Región cantábrica: Armiña, Ojebar, Valle y Palomas, estos dos últimos con indus-tria Magdaleniense.

J. f. Menéndez (1923) publicó otro hallazgo de reno en la cueva del bufón.

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en 1925 Obermaier dio a conocer algunos escasos restos más de esta especie en la cueva del castillo bajo el Acheulense, en el Auriñaciense, Solutrense y Magdaleniense Inferior. en 1935 breuil y Obermaier publicaron un fragmento de asta en el nivel Solutrense de Altamira. en 1953 clark y thomson citan un frag-mento de cuerno de reno en Santimamiñe.

tras estos escasos restos es J. Altuna, acompañado en una segunda fase por la firmante de este trabajo, quien descubre esta especie en numerosos yacimientos distribuidos en toda la vertiente cantábrica, si bien siempre, salvo excepción, como es el caso de Urtiagako leizea, en cantidades reducidas (tabla 3).

Después de J. Altuna, P. M. castaños ha determina-do el reno en algunos yacimientos más, siempre, tam-bién salvo excepción como es el caso del yacimiento paleontológico de Kiputz IX, con muy contados restos (tabla 3).

Por otro lado se le conoce en también en lugo (fernández y Ramil 1996) y en león (Puebla de lillo) en la vertiente meridional de la cordillera cantábrica, determinado por truyols (Altuna 1972 y 1996).

Por último es Alvarez-lao et al. (2002, 2006) quienes lo han determinado en la Parte, yacimiento del Pleistoceno medio.

megaloceros giganteus

esta especie cuenta con muchos menos hallazgos que la del reno en la Región cantábrica.

la primera cita corresponde a S. Umérez (1921) quien menciona cervus megaceros en el yacimiento paleontológico de Aizkirri. los restos obtenidos en su intervención fueron donados a la Universidad de Oñate y no se conservan. no se ha podido confirmar el hallazgo.

Por otro lado b. Madariaga (gonzález echegaray et al. 1966) cita “Alce (o Megacero)” en la cueva del Otero.

Vega del Sella (1930) cita “un fragmento de asta de cervus alce” en la cueva de balmori. Según comuni-cación personal de J. Altuna él no ha podido confirmar esta determinación, pues la pieza no se conserva.

Posteriormente J. Altuna, en casos junto con K. Mariezkurrena, ha determinado esta especie en los siguientes yacimientos:

lezetxiki (Altuna 1972). niveles VI y IIIb, Musteriense y Auriñaciense, aunque el nivel IIIb no está bien definido (fig. 2).

ekain (Altuna y Mariezkurrena, 1984). nivel X con indicios Auriñacienses

Amalda (Altuna 1990). nivel IV, Solutrense

labeko Koba (Altuna y Mariezkurrena 2000). nivel IX superior, sobre el castelperroniense, nivel VII Protoauriñaciense y nivel IV Auriñaciense evolu-cionado.

c. fuentes Vidarte (1980) la cita también en la cueva del Pendo, como megaceros sp en sus niveles XVIa, Musteriense; VI, Auriñaciense y Va, gravetiense.

Hay también una cita más de castaños (1988) en la cantera de Punta lucero, sin asignación cronológica.

Mencionan también megaloceros cf. giganteus Alvarez lao y garcía (2006) en el yacimiento del Pleistoceno Medio de la Parte.

Por fin entre los materiales existentes en el Museo nacional de ciencias naturales de Madrid, proceden-tes de excavaciones y hallazgos antiguos, Domingo et al. (2006) han determinado megaceros sp en la cueva de la fonfría y en la cuevona. en este último yaci-miento Obermaier (1925), que la excavó junto con el conde de la Vega del Sella en 1916, cita un nivel Magdaleniense Inferior.

“cervus dama?”

breuil y Obermaier (1935) mencionan en su publi-cación sobre Altamira el gamo con interrogación. en ninguno de los múltiples análisis faunísticos realizados por J. Altuna en la Región cantábrica, ha determinado esta especie mediterránea. Por comunicación personal suya sabemos que en 1969 pudo ver en el Museo arqueológico de Santander, sito a la sazón en la Diputación de esta ciudad, molares de leche de cervus elaphus clasificados como de “cervus dama”.

Recientemente A. Rosas et al (2011) citan dama dama en un nivel musteriense de la galería del Osario de la cueva de el Sidrón. no indican las piezas perte-necientes a esta especie, ni discuten la determinación. Se limitan a citarla entre las demás especies presentes en el nivel. (cervus elaphus, Bos/Bison, equus ferus, rupicapra rupicapra, canis lupus y ursus spelaeus.

bovidae

Saiga tatarica

la primera determinación de esta especie en la Península Ibérica, y hasta el presente la única, provie-ne de J. Altuna y la autora de este trabajo (Altuna & Mariezkurrena (1996b, 2002). el hallazgo tiene lugar

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en el yacimiento navarro de Abauntz. Se trata de 6 restos, un centrotarsal y 5 falanges aparecidos en el Magdaleniense Medio de este yacimiento, cuando se da la máxima extensión de esta especie, desde su área en europa Se y Asia SW hasta el Atlántico aquitano.

Hippopotamidae

Hippopotamus cf amphibius

De restos de hipopótamos tenemos muy pocas citas. Obermaier (1925) no la cita en ningún yacimien-to de la Región cantábrica. la única cita para la región es la de M. S. Domingo et al. (2005) que la mencionan en la cueva de la lloseta (cueva de la Moria), sin estratigrafía.

fuera de la misma, pero muy cerca de la divisoria de aguas cántabro-mediterránea, en coscobilo, la determinó Ruiz de gaona (1952), en materiales revuel-tos procedentes de una cantera.

pERISodACTYlA

Rhinocerotidae

Stephanorhinus (=dicerorhinus) kirchbergensis

esta especie, ha sido citada por H. Obermaier (1925) bajo la denominación de rhinoceros mercki en la cueva del Arnero, en la del conde, nivel b (Auriñaciense medio) y en la del castillo en los niveles Acheulense inferior, Musteriense superior y Auriñaciense medio. Al tratar de la especie siguiente (S. hemitoechus) indicaremos la opinión de Altuna sobre estas determinaciones.

J. Altuna (1972) ha determinado S. kirchbergensis en lezetxiki, en los niveles inferiores VIII y VII (Paleolítico inferior?) y los niveles IVa, transición de Musteriense a Paleolítico Superior y IIIa, Auriñaciense.

Stephanorhinus hemitoechus

J. Altuna (1971b y 1973b) determinó esta especie en la cueva de Morín procedente de las excavaciones de freeman y gz. echegaray, en sus niveles Musterienses.

el mismo Altuna (1972) la determinó también entre los materiales Musterienses de cobalejos confia-dos para su determinación por l. g. freeman. estos restos habían sido vistos por Harlé (1908c y 1909) y determinados como “rhinoceros que no puede ser rhinoceros tichorhinus”.

en su extenso trabajo, J. Altuna (1972: 397) indica que “sería de interés la revisión de los rinocerontes del Musteriense, Auriñaciense y gravetiense de la cueva del castillo publicados como rinocerontes de Merck (Obermaier 1925) pero que por su aspecto recuerdan más a d. hemitoechus”. esto mismo habría que exten-derlo a los de la cueva del conde y del Arnero.

esos materiales los revisó posteriormente guerin (1980) y los asignó efectivamente a dicerorchinus hemitoechus.

Respecto a los materiales de lezetxiki, Altuna atribuye con dudas a S. hemitoechus un premolar superior del nivel IVa, nivel Musteriense o de transi-ción de Musteriense a Paleolítico Superior. también un premolar inferior de leche del nivel VI, Musteriense, puede pertenecer según él a la misma especie, si bien no excluye del todo d. kirchbergensis. e. cerdeño (1990), que ha revisado los materiales, indica la pre-sencia en lezetxiki de S. hemitoechus además de la de S. kirchbergensis.

en el mismo trabajo de Altuna (1972) se cita en Aitzbitarte IV, fuera del yacimiento arqueológico, sin poder asignarlo por tanto a época alguna, el hallazgo de tres fragmentos de una tibia sin extremo proximal, que atribuye a dicerorhinus sin decidirse a una de las dos especies. cerdeño (1990) la atribuye también a S. hemitoechus.

Posteriormente castaños (1988) ha determinado d. hemitoechus en una cantera de Punta lucero, sin asignación cronológica segura y más tarde (castaños 2005) en los niveles Musterienses de Axlor, Atxagakoa y Arrillor, este último al S y próximo a la divisoria de aguas cántabro-mediterránea.

M. S. Domingo et al. (2006) la citan también en la cueva Oscura de Ania.

Por fin Alvarez –lao et al. (2008) citan esta espe-cie en un nivel revuelto de la cueva del Hueso.

coelodonta antiquitatis

las citas más antiguas de esta especie, bajo el nombre de rhinoceros tichorhinus como se le denomi-naba comúnmente entonces, nos vienen del s. XIX. Así naranjo y garza (1875) y gonzález linares (1876) en minas de Udías, ambas citas sin estratigra-fía.

J. carballo (1910) cita en la cueva de las cáscaras de Pelurgo dos molares de la misma especie, indican-do que las piezas dudosas las sometió al examen de Harlé, sin precisar si los citados molares los determinó este paleontólogo. en todo caso Harlé (1909) publica el hallazgo de esta especie en Unquera, sin contexto estratigráfico.

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HAllAZgOS De MAcROMAMífeROS POcO fRecUenteS en yAcIMIentOS ARqUeOlógIcOS y PAleOntOlógIcOS Del PleIStOcenO De lA RegIón cAntábRIcA88

J. Altuna (1972), en su obra en repetidas veces mencionada, indica que estas citas no las recogen los autores posteriores tales como I. del Pan (1918), Schlosser (1921), Obermaier (1925) o crusafont (1962) que recopilaron las faunas del cuaternario español.

Obermaier cita en la trinchera de Unquera un molar de rhinoceros tichorhinus junto con industria Musteriense.

Posteriormente J. Altuna, en un caso con K. Mariezkurrena, ha determinado la especie en los siguientes yacimientos:

lezetxiki, niveles II, gravetiense y IIIa, posible Auriñaciense (Altuna 1972).

cantera de castresana (Altuna 1974a), en los resi-duos de una explosión de la cantera de la Vía, sin contexto alguno.

Arrikrutz, yacimiento paleontológico. (Altuna 1979).

Urtiagako leizea, yacimiento paleontológico del Würm III (Altuna 1984)

labeko Koba. nivel IX superior, sobre el castelperroniense, nivel VII, Protoauriñaciense (Altuna y Mariezkurrrena 2000). también en otros niveles anteriores sin industria, en la sima y en los derrubios superiores de este yacimiento. los restos en son relativamente numerosos, ya que en total suman 122, alcanzando en el n. IX superior el 8 % de los Macromamíferos (fig. 3).

baio, yacimiento paleontológico del Würm III (Altuna y Mariezkurrrena 2010).

Mainea, n. de navarra. Se trata de una sima donde apareció un conjunto numeroso (Altuna inédito).

las caldas (Altuna y Mariezkurrena 2011) en el nivel XII inf. del Magdaleniense Inferior.

fuentes y Meijilde (1976) la cita en la cueva de nando

P. castaños (1996) lo ha determinado en el covacho de Arenillas, sin cronología precisa y en un nivel gravetiense del abrigo del cuco (castaños et al. 2007), después de haberlo hecho en legintxiki, en la cuenca navarra mediterránea. Posteriormente lo ha hecho en la cueva de lezika, bajo la ermita de Santimamiñe en bizkaia (castaños 2008).

M. S. Domingo et al (2006) citan esa especie en la cueva de S. Pedro, sin estratigrafía.

Por fin ha sido determinado en la Parte en estratos del Pleistoceno Medio (Alvarez-lao et al. 2002, 2006)

pRoboSCIdEA

Paleoloxodon antiquus

la primera cita del elefante de bosque para la Región cantábrica se debe a graells (1897) en la localidad de Udías.

Más tarde Obermaier (1925) cita en la cueva del castillo un molar de leche en su nivel Musteriense superior.

crusafont y Villalta (1952) lo clasificaron en la cueva asturiana de los gafares.

Altuna (1972) lo ha determinado en la cantera de txominenea o cantera de lasdiña, fuera de estratigra-fía.

mammuthus trogontherii

la única cita, hasta el presente, de esta especie se debe a e. Aguirre (1968) que la menciona en Peña cabarga, sin estratigrafía.

mammuthus primigenius

la primera cita de mamut en la Región cantábrica se debe a leith Adams (1877), en la mina “Dolores” de Udias. la segunda se debe a Harlé (1909), que determina esta especie en otra mina de la misma localidad cántabra, la mina “Angel”. no se conoce la cronología de estos restos.

Obermaier (1925) lo cita en cueto de la Mina en su nivel Solutrense superior.

breuil y Obermaier (1935) lo citan en Altamira, también en su nivel Solutrense.

carballo (1912) lo menciona en un criadero de hierro de la ladera S de Peña cabarga, denominado Mina Inadvertida.

torre enciso (1962) la menciona en buján, también con cronología desconocida.

Posteriormente ha sido determinado en el nivel gravetiense de Morín, (Altuna 1971b), en el yaci-miento paleontológico del Würm III de Urtiagako leizea (Altuna 1984) con una datación de 29.755±710 (Ua-37426) y en los niveles IXsu y VII, citados ante-

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K. MARIeZKURRenA-gASteARenA 89

riormente, de labeko Koba (Altuna y Mariezkurrena 2000) (fig. 4).

en 1999 J. l. Munoa trajo a nuestro laboratorio de la Sociedad Aranzadi un fragmento de molar de mamut, procedente de unan bolsada de arcilla de la cantera de txomiñenea. no tiene nada que ver con los restos que procedentes de esta misma cantera publicó J. Altuna en 1972 y que correspondían a Paleoloxodon antiquus.

P. castaños (1982) lo vuelve a citar en el Solutrense de cueto de las Mina.

M. S. corchón (1999) en el Solutrense del cierro.

Últimamente D. Alvarez-lao (2010) la ha determi-nado en las minas cántabras de Heras, sin contexto arqueológico y en la lloseta, en el nivel II, Magdaleniense Inferior.

la cita también Alvarez-lao en la güelga por comunicación personal de M. Menéndez.

CARnIVoRA

Canidae

cuon alpinus

la primera cita de cuon en la Península Ibérica se debe a Schlosser (1923) que determinó esta especie, bajo el nombre de cuon bourreti en las cuevas burga-lesas de caballón, Juan berchmann y la blanca, en un nivel atribuido al Musteriense.

la segunda cita se debe a Altuna (1973a) que la determinó en la cueva de los casares (guadalajara), también en niveles Musterienses.

Dentro de la Región cantábrica ha sido determina-da por Altuna primeramente en la cueva de Rascaño, en un nivel perteneciente al Magdaleniense Inferior cantábrico (Altuna 1981a).

Posteriormente estudió el cuón de la sima de Obarreta, descubierto por el grupo espeleológico vizcaino y en cuya extracción colaboramos (Altuna 1983b) (fig. 5).

Más tarde el mismo autor (Altuna, 1986) determinó esta especie en la cueva de la Riera en un nivel 18, Solutrense.

castaños (1986) la cita también en los niveles VI, gravetiense y en el IV, Solutrense de bolinkoba.

Por fin Altuna vuelve a mencionarla en la cueva de Amalda en el nivel VII, Musteriense, y en los VI y V, gravetienses (Altuna 1990).

alopex lagopus

la primera cita de esta especie en la Península Ibérica viene de la mano de J. Altuna, que la determinó en el nivel V (gravetiense) de Amalda (Altuna 1990).

Posteriormente el mismo autor y K. Mariezkurrena, la determinaron en el nivel IV, gravetiense antiguo, de Aitzbitarte III (Altuna 2004, Altuna y Mariezkurrena 2004, 2005 y 2011b).

Por fin hay otra determinación de esta especie en el nivel VII (Protoauriñaciense) de labeko Koba por parte de los mismos autores (Altuna 2004, Altuna y Mariezkurrena 2004, 2005 y 2011b).

ursidae

ursus deningeri

esta especie ha sido determinada en la Península por vez primera por J. Altuna (1972) quien la detectó en el nivel VII y VIII (Paleolítico Inferior?) de lezetxiki. Hasta el momento no ha sido determinada en ningún otro yacimiento de la cornisa cantábrica (fig. 6).

Mustelidae

Gulo gulo

esta especie fue también citada por vez primera para la Península Ibérica por J. Altuna (1963b, 1972) en el nivel II, gravetiense, de lezetxiki (fig. 7). Posteriormente el mismo autor la determinó en el yacimiento paleonto-lógico de la cueva de Mairuelegoerreta (Altuna y baldeón 1986). no se conocen más citas de la misma en la Región cantábrica.

Lutra lutra

esta especie sigue viviendo en la Región cantábrica y no tiene el significado climático que tienen muchas de las especies poco frecuentes que venimos mencio-nando (reno, saiga, rinoceronte lanudo, mamut, zorro ártico o glotón). Sin embargo es muy poco frecuente en los yacimientos arqueológicos. De hecho solamente se le conoce, hasta el presente, en el nivel a, Asturiense de cueto de la Mina (Obermaier 1925), en los niveles I, del bronce y III, del Mesolítico de la cueva de Marizulo (Altuna 1967a y 1972) y en la cueva de Santimamiñe, en el nivel I-III, atribuido al bronce-calcolítico (castaños 1986).

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mustela erminea

el armiño ha sido muy pocas veces citado en los yacimientos arqueológicos y paleontológicos de la Península Ibérica. la primera cita aparece en las memorias de excavaciones de Aranzadi, barandiaran y eguren (1931) en la cueva de Santimamiñe. la citan en el nivel V, Aziliense de este yacimiento.

la segunda cita la debemos a fraga torrejón (1958), que la cita en una cantera próxima a la cueva de cosagra, sin contexto estatigráfico alguno.

Posteriormente Altuna la menciona en los siguien-tes yacimientos:

Aitzbitarte IV (Altuna 1972) en todos los niveles arqueológicos: Auriñaciense, Solutrense, Magdaleniense y Aziliense.

Urtiaga (Altuna 1972) en los niveles f y D, Magdaleniense Inferior y Superior

ermittia (Altuna 1972) en el Solutrense

tito bustillo (Altuna 1976a) en el nivel 1b, Magdaleniense Sperior.

ekain (Altuna y Mariezkurrena 1984) en el nivel VII, Magdaleniense Inferior

erralla (Altuna y Mariezkurrena 1985) en el n. V, Magdaleniense Inferior, en el IV, tramo estéril inter-medio y en el III, Magdaleniense final

Aitzbitarte III (Altuna y Mariezkurrena 2011b), en los niveles Va, IV y III, los tres gravetienses.

castaños (1986) cita el armiño en el nivel VII, Magdaleniense Inferior de Santimamiñe.

felidae

Panthera spelaea y P. leo

el gran león de las cavernas (P. spelaea) fue deter-minado primeramente por Harlé (1909) en la cueva de Altamira, sin citar nivel alguno, denominándolo “felis leo var. spelaea”. este mismo autor (1909) cita “felis leo” en la cueva santanderina del Mirón.

también carballo (1910) cita “felis spelaea” sin asignarle nivel en la cueva del castillo y “león de las cavernas” en la del Pendo.

Umerez (1921) cita también “Pantera leo var spe-laea” en la cueva de Aizkirri. estos restos no se con-servan.

esta especie ha sido determinada con seguridad en los niveles VI, Musteriense y VII y VIII (Paleolítico inferior?) de lezetxiki por J. Altuna (1972) y en la caverna de Arrikrutz, donde apareció un esqueleto entero sobre un manto estalagmítico en una zona profunda de esta enorme caverna (Altuna 1967c, 1981b).

Por otro lado el mismo Altuna determinó la forma actual Panthera leo en los niveles e y f (Magdaleniense) de Urtiaga (Altuna 1972) y en el nivel 27, Aziliense de la Riera (Altuna 1986) y en el nivel V (gravetiense) de Amalda (Altuna 1990).

castaños (1980) cita Panthera cf. leo en varios niveles Magdalenienses de la Paloma, así como en el nivel Asturiense de Santimamiñe (castaños 1986). Más recientemente el mismo paleontólogo ha determi-nado Panthera leo en la sima de Azoleta (2005-2006). Al tratar de este hallazgo castaños cita también, tomadas de D. Abdallah, nuevas determinaciones en la cueva del castillo, concordes con la forma menor.

Alvarez-lao (2002) cita tambén Panthera leo en el yacimiento paleontológico de la Parte, en niveles ris-sienses.

Otras denominaciones no dejan claro si se trata del gran león de las cavernas o del león común P. leo. Así Vega del Sella (1930) refiriéndose a la cueva asturiana de balmori dice simplemente que encontró también “león”. lo mismo decir de otro hallazgo de la Paloma, en su nivel Magdaleniense Medio (castaños 1980).

Panthera pardus

el leopardo es menos frecuente aun en los yaci-mientos arqueológicos que el león. fue citado por Ruiz de gaona (1952) en la escombrera de coscobilo, yacimiento destruido por una cantera, citado al hablar de Hippopotamus.

J. Altuna, en casos con Mariezkurrena, lo ha deter-minado en:

las Pajucas (Altuna 1967b) en un nivel no defini-do, situado bajo el calcolítico sepulcral.

Morín (Altuna 1971b) en el nivel 5b, Auriñaciense.

lezetxiki (Altuna 1972) en los niveles VI, IVa y IIIa repetidas veces citados.

Axlor (Altuna 1980b) en un nivel Musteriense.

ekain (Altuna y Mariezkurrena 1984) en el nivel X, con indicios Auriñacienses y castelperronienses.

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K. MARIeZKURRenA-gASteARenA 91

Allekoaitze. yacimiento paleontológico, con una datación radiocarbónica de 34.825±1375 bP (Ua-21157) (Altuna y Mariezkurrena inédito) (fig. 8).

Aintzulo. yacimiento paleontológico, con otra datación radiocarbónica de 21.702±355 (Ua-21156) (Altuna y Mariezkurrena inédito).

baio yacimiento paleontológico (Altuna y Mariezkurrena 2010).

también castaños ha determinado esta especie en todos los niveles de bolinkoba desde el gravetiense al Magdaleniense (castaños 1986), en niveles Auriñaciense y gravetiense del abrigo del cuco (castaños y castaños 2007) y últimamente en la cueva de Arrillor, al S pero cerca de la divisoria de aguas cántabro-mediterránea (castaños 2005).

Lynx lynx, Lynx pardina y Lynx spelaea

breuil y Obermaier (1935) citan “felis lynx”, sin indicar si se trata de la especie nórdica o de la ibérica, en el Solutrense de Altamira.

J. Altuna, en un caso con K. Mariezkurrena, cita el lince en los yacimientos siguientes:

las Pajucas (Altuna 1967b). Una sola pieza en el nivel calcolítico, que cita como felis lynx.

Morín (Altuna 1971b). lo cita como “felix lynx cf. pardina” en el gravetiense de esta cueva.

lezetxiki (Altuna 1972). en el nivel VI, Musteriense, cita “f. l. pardina”

Urtiaga (Altuna 1972). en el nivel f, Magdaleniense Inferior, sin poder decidir entre Lynx lynx y Lynx par-dina.

ermittia (Altuna 1972). cita el lince ibérico f. l. pardina en el nivel Solutrense.

Axlor (Altuna 1972). cita simplemente felis lynx. Al no tratar en esta obra específicamente de Axlor, no discute su determinación.

tito bustillo (Altuna 1976a). cita Lynx pardina en el nivel Magdaleniense Superior.

Sima de Pagolusieta (Altuna 1980a), donde estudió un esqueleto del lince nórdico Lynx lynx.

Rascaño (Altuna 1981a), donde menciona Lynx lynx en los niveles del Magdaleniense Superior y Aziliense.

erralla (Altuna y Mariezkurrena 1984). en el nivel VI, estéril situado bajo el nivel Magdaleniense Inferior, mencionan Lynx spelaea, descrita por boule (1906), y distinguiéndola de Lynx lynx y de Lynx pardina, tal como lo hace también bonifay (1969 y 1971) y Pillard (1972). este hallazgo de erralla es el primero de esta especie en la Península ibérica.

Amalda (Altuna 1990). Seis años más tarde Altuna vuelve a determinar esta misma especie L. spelaea en este yacimiento sito a 4 km del anterior, en el nivel V, gravetiense.

castaños (1982) cita felis lynx pardina en el nivel Auriñaciense de cueto de la Mina y posteriormente (castaños 1986) cita Lynx pardina en el gravetiense y Magdaleniense Inferior de bolinkoba. Por otro lado cita Lynx lynx en Santimamiñe, en los niveles III, IV y VI (neolítico, Asturiense y Magdaleniense Superior) y en Urratxa III (castaños 1993) en un sedimento “revuelto prácticamente en su totalidad” en el que se hallan “mezclados materiales cerámicos y otros líticos de factura epipaleolítica“. Ha vuelto a determinar Lynx lynx en la cueva del linar (comunicación personal) y Lynx spelaea en lezika.

Phocidae

Altuna ha determinado focas en los siguientes yacimientos:

la Riera (Altuna 1986), donde determinó Halichoerus grypus en su nivel Asturiense

Altamira (Altuna y Straus 1976), Phoca cf. vituli-na, en el nivel Solutrense, si bien sin la certeza del caso anterior.

tito bustillo (Altuna 1976a), en el nivel 1a, Magdaleniense. Se inclina a que se trata de Phoca hispida en uno de los casos y de Phoca vitulina en otro, aunque en este segundo afirma que “no hemos podido excluir con seguridad Halichoerus grypus”.

también ha sido citado un diente perforado de Halichoerus grypus, utilizado como colgante, en el nivel VIc-VII (Magdaleniense Medio) de las caldas (corchón et al. 2008).

Por otro lado tanto en el mismo nivel solutrense de Altamira como en el de la Riera cita otros restos como “fócidos no determinados” específicamente.

castaños por su parte cita focas sin determinar en las cuevas de cualventi, las Aguas y linar (comuni-cación personal)

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lAGoMoRpHA

leporidae

Lepus timidus

la primera vez que se determina la liebre polar en la Península Ibérica es en el nivel Magdaleniense Superior de Urtiaga (Altuna 1970, 1972).

Posteriormente este mismo autor, en casos con K. Mariezkurrena, la ha determinado en los siguientes yacimientos:

Rascaño, nivel 1, Aziliense (Altuna, 1981a)

ekain nivel VI, Magdaleniense Superior-final (Altuna y Mariezkurrena 1984)

erralla nivel III (Altuna y Mariezkurrena 1985)

las caldas nivel VI, Magdalenienses Medio (Altuna y Mariezkurrena 2011)

Hasta el presente no se conocen más restos de esta especie, difícil de distinguir de la liebre europea común, salvo en contadas piezas del esqueleto.

RodEnTIA

Sciuridae

marmota marmota

la primera cita de esta especie para la Península Ibérica es la de Obermaier (1925) en la cueva del candamo este autor la atribuye al nivel Solutrense.

Un decenio después breuil y Obermaier (1935) vuelven a citarla en la cueva del castillo, en la base del yacimiento, por debajo de los niveles Acheulenses.

Posteriormente la cita Altuna en estos yacimien-tos:

Axlor, Musteriense (Altuna 1972)

lezetxiki niveles VI, Vb, Va, IVc, IVb, IVa, IIIb y IIIa, que van del Musteriense a comienzos del Paleolítico Superior, en los que dejó 164 restos en total. (Altuna 1965a, 1972)

Amalda, nivel VI, gravetiense (Altuna 1990).

las caldas (Altuna y Mariezkurrena 2011b), nivel XII inf., Magdaleniense Inferior

castaños (1986) la cita en Urratxa III, en materia-les revueltos de “cerámica con otros epipaleolíticos”.

Castoridae

castor fiber

la primera cita y hasta el presente la única de este gran roedor en la Región cantábrica, la debemos a Altuna (1972) que la determina en el nivel IIIb, posible Auriñaciense, de lezetxiki. Anteriormente había sido citada en la vertiente medi-terránea de navarra, si bien cerca de la divisoria de aguas con la cantábrica, en el yacimiento de coscobilo, donde fue determinada por crusafont y Villalta (1948).

también en la cuenca Mediterránea, pero cerca de las divisoria con la Atlántica, la citan Altuna & Mariezkurrena (2001) en el nivel II, Aziliense del yacimiento navarro de Zatoia.

el mismo Altuna la determinó también en el Musteriense de la cueva de los casares (guadalajara) (Altuna 1973a).

CETACEA

la primera cita de un cetáceo en la Región cantá-brica se debe a Poplin (1974). Se trata de un diente de cachalote, Physeter macrocephalus, hallado en un nivel Auriñaciense de la cueva del castillo.

también se menciona “la presencia de huesos de gran cetáceo” sin más determinación, en el Magdaleniense Superior de la cueva de Sta. catalina (berganza y Ruiz (2004)

Posteriormente se han determinado unos colgantes fabricados en dientes de calderón, Globicephala melas, y de cachalote, Physeter macrocephalus en las caldas (corchón et al. 2008). la determinación de los mismos se debe a Poplin (1974). el cachalote pertenece al nivel VIII y el calderón a los niveles IV y VII, todos ellos del Magdaleniense Medio. entre los restos deter-minados por A. Mateos (Altuna y Mariezkurrena 2012) en el n. VII de este yacimiento cita, sin poder discriminarlos, dos restos de delphinus o de Stenella.

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K. MARIeZKURRenA-gASteARenA 93

pRIMATES

la primera y hasta el presente única cita de un primate animal, macaca syvanus, en un yacimiento cantábrico se debe a castaños (2011). Ha sido descu-bierto en el covacho de lezetxiki II y asignado al período OIS 5.

esta especie había sido determinada en la Península Ibérica ya en 1977 por M. Pérez Ripoll en cova negra (Valencia). Posteriormente ha sido citada en otros 4 yacimientos más del área mediterránea y uno de Portugal en la fachada atlántica.

2. ConSIdERACIonES fInAlES

la mayor o menor frecuencia de aparición de estas especies en la Región cantábrica la mostramos en la figura 9, indicando en ella el número de yacimientos en que han aparecido y el número de niveles de los mismos.

no todas las citas de determinaciones de las espe-cies mencionadas tienen el mismo grado de seguridad. Algunas de ellas, que requerirían confirmación, no han podido ser confirmadas porque no se conservan los materiales determinados. este es el caso de las siguien-tes citas:

la cita de cervus megaceros de Umérez (19219 en la cueva de Aizkirri no ha podido ser confirmada, porque los restos, que según él, fueron entregados en la Universidad de Oñate, no se conservan.

el alce aparece citado por Vega del Sella en balmori. tampoco se conservan estos materiales.

lo mismo decir respecto a la cita de Panthera leo var spelaea del mismo autor en el mismo yacimiento, si bien ésta es más probable, dado que posteriormente Altuna (1981b) ha determinado el gran león de las cavernas en esta cueva. carballo (1910) cita esta especie en castillo, sin asignarle nivel. esta cita como la de Vega del Sella (1930) en balmori, no pueden ser atribuidas con seguridad a la forma gigante antigua o al león actual.

carballo (1910) cita rhinoceros tichorhinus en Pelurgo, indicando que fue determinado por e. Harle, pero este paleontólogo, que publicó hallazgo de esta especie en la Unquera esos mismos años (Harlé 1909), no la cita en Pelurgo.

Obermaier cita en la cueva del castillo rhinoceros mercki, pero Altuna (1972) indica en un largo comen-tario al respecto que estos restos del castillo deben corresponder a Stephanorhinus hemitoechus.

Por otro lado de las especies mencionadas en este trabajo unas tienen claras apetencias climáticas frías, con clara distribución en la tundra o límite taiga-tundra como son rangifer tarandus, mammuthus primige-nius, coelodonta antiquitatis, alopex lagopus, Gulo gulo, Lepus timidus. la distribución geográfica de esta última, baja más hacia el Sur, ocupando toda escandinavia hasta su extremo meridional, Irlanda y escocia, además de los Alpes, donde vive por encima del límite del bosque, entre 1.500 y 3000 m. preferen-temente. coelodonta antiquitatis ha salido también asociado a formas de estepa fría.

mammuthus trogontherii aparece en medios este-parios del pleistoceno Medio, en los que existen cursos de agua, dado que sale asociado con frecuencia al castor trogontherium. Por ello eligió Pohlig (1890) esta denominación específica para este elefante.

Stephanorhinus hemitoechus es una especie de estepa, como lo es también Saiga tatarica. esta se extendió durante el Magdaleniense Medio hasta las costas Atlánticas de Aquitania y convivió con especies árticas como el reno, el glotón y el zorro ártico, con las que no convive hoy en ningún lugar de su distribución geográfica. Actualmente vive desde la zona oriental del mar Azov hasta los montes Altai, entre los parale-los 52º y 42º en estepas áridas, en casos semidesérti-cas. Realiza en invierno migraciones limitadas hacia el Sur de la zona, donde el manto de nieve es menor o nulo (bannikov 1958 en Altuna 1976b). Soporta en Kazajistan inviernos muy duros en que la temperatura oscila entre -5º y -20º, pudiendo llegar a -40º. Durante el verano la temperatura oscila entre 20 y 26º pudiendo superar los 40º en casos. en Mongolia los inviernos son más largos y fríos aún.

megaloceros giganteus parece también de paisajes abiertos, tundra y estepa. Se extendió por las extensas llanuras de tundra y estepa de eurasia durante la últi-ma glaciación. boyle (1998) le asigna zonas pantano-sas y riberas en el Paleolítico Medio.

en el extremo opuesto, en clima benigno, boscoso y húmedo, se encuentran Hippopotamus ampihibius, Paleoloxodon antiquus y Stephanorhinus kirchberge-nis, típicos representantes de interglaciares cuaterna-rios.

los linces se distribuyen hoy en zonas diversas. el lince boreal Lynx lynx vive en montañas y bosques del centro de escandinavia y Rusia, descendiendo hasta los cárpatos. el lince ibérico Lynx pardina se extiende en bosques y matorrales de montaña de europa meri-dional, llegando a la llanura en Doñana.

el armiño, mustela erminea, se distribuye hoy por toda europa, teniendo su límite meridional, en su zona SW, en el Pirineo y en la Región cantábrica.

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la nutria, Lutra lutra, está extendida por toda europa, desde el n de escandinavia hasta el S de las Peninsulas Ibérica, Itálica y griega, a lo largo de ríos y lagos.

el cuon, cuon alpinus, vive en distintos tipos de bosque, ascendiendo incluso a estepas de tipo alpino.

el leopardo, Panthera pardus, vive en selvas, bos-ques, sabanas y roquedos, siempre que haya presas de las que alimentarse.

Al león de las cavernas, Panthera spelaea, boyle (1998) le asigna zonas abiertas, bosques abiertos y montañas.

la marmota, marmota marmota, vive en terrenos abiertos de alta montaña, en los Alpes y tatras sobre los 1000 m de altitud hasta los 3000. Ha sido introdu-cida con éxito en los Pirineos. no puede considerarse como especie de clima frío, ya que transcurre la esta-ción fría en hibernación.

Por fin el castor, castor fiber, tiene hoy una distri-bución fragmentada y poco extensa en ríos y lagos de escandinavia, Polonia, Rusia, con poblaciones en el elba medio y en el curso bajo del Ródano.

Resumimos los datos tratados en este trabajo, en las tablas 4 a 6 y en la fig. 9. en la citadas tablas incluimos las determinaciones específicas seguras, dejando las que no llegan a nivel de especie y las determinadas como dudosas. Mencionamos también los pocos yacimientos del área mediterránea, próximos a la divisoria de aguas con la cantábrica, tales como Zatoia, Abauntz, Mainea, coscobilo o Arrillor.

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Torre Enciso, E. 1962 “Hallazgo de dos molares de mamut (elephas

primigenius) en una cantera de buján, Provincia de lugo”. Notas y comunicaciones del instituto Geológico y minero de españa 65, 111-117.

umerez, S.1921 Los fósiles de la gruta de aizkirri. ed. l’Autor.

Montevideo.Vega del Sella, Conde de la 1930 “las cuevas de la Riera y balmori (Asturias)”.

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Tabla 1. Especies consideradas en este trabajo. no se incluyen los restos no determinados específicamente, como Panhtera sp, Lynx sp, Phocidae indet.. etc..

Artiodactyla cervidae rangifer tarandusmegaloceros giganteusdama dama

bovidae Saiga tataricaHippopotamidae Hippopotamus amphibius

perisodactyla Rhinocerotidae Stephanorhinus kirchbergemsisStephanorhinus hemitoechuscoelodonta antiquitatis

proboscidea elephantidae Paleoloxodon antiquusmammuthus trogontheriimammuthus primigenius

Carnivora canidae alopex lagopuscuon alpinus

Ursidae ursus deningeriMustelidae Gulo gulo

mustela ermineaLutra lutra

felidae Panthera leoPanthera spelaeaPanthera pardusLynx lynxLynx pardinaLynx spelaea

Phocidae Phoca vitulinaPhoca hisdpidaHalichoerus grypus

lagomorpha leporidae Lepus timidus

Rodentia Sciuridae marmota marmotacastoridae castor fiber

Cetacea Physeteridae Physeter macrocephalusDelphinidae Globicephala melas

primates cercopithecidae macaca sylvanus

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Tabla 2. Yacimientos citados en el texto. Situación y naturaleza de los mismos

Yacimiento localidad Terrirorio naturalezaAitzbitarte III y IV Rentería gipuzkoa cueva con yacimiento arqueológicoAizkirri Oñati “ cueva con yacimiento paleontológicoAintzulo errezil “ cueva con yacimiento paleontológicoAllekoaitze Ataun “ cueva con yacimiento paleontológicoAmalda Zestoa “ cueva con yacimiento arqueológicoArrikrutz Oñati “ cueva con yacimiento paleontológicoAstigarraga Deba “ cueva con yacimiento arqueológicobaio Zestoa “ cueva con yacimiento paleontológicoekain Deba “ cueva con yacimiento arqueológicoerralla Zestoa “ cueva con yacimiento arqueológicoermittia Deba “ cueva con yacimiento arqueológicoKiputz IX Mutriku “ Sima con yacimiento paleontológicolabeko Koba Arrasate “ cueva con yacimiento arqueológicolezetxiki Arrasate “ cueva con yacimiento arqueológicolezetxiki II Arrasate “ cueva con yacimiento arqueológicoMarizulo Urnieta “ cueva con yacimiento arqueológicotorre Oiartzun “ cueva y sima con yacim. Arqueol. y paleont.txomiñenea Donostia “ canteraUrtiaga Deba “ cueva con yacimiento arqueológicoUrtiagako leizea Deba “ cueva con yacimiento paleontológicoArmiña berriatua bizkaia cueva con yacimiento arqueológ. y paleont.Armotxe Zendokitz “ cueva con yacimiento arqueológicoAtxagakoa gernika “ cueva con yacimiento paleontológicoAtxuri Mañaria “ cueva con yacimiento arqueológicoAxlor Dima “ Abrigo con yacimiento arqueológicobolinkoba Abadiano “ cueva con yacimiento arqueológicocastresana bilbao “ canteralezika Kortezubi “ cueva con yacimiento paleontológicolumentxa lekeitio “ cueva con yacimiento arqueológicoObarreta Orozko “ Sima con yacimiento paleontológicoPagolusieta Zeanuri “ Sima con yacimiento paleontológicoPajucas (las) lanestosa “ cueva con yacimiento arqueológicoPunta lucero Abanto-ciérvana “ cantera con yacimiento paleontológicoSta. catalina lekeitio “ cueva con yacimiento arqueológicoSantimamiñe Kortezubi “ cueva con yacimiento arqueológicoUrratxa III Orozko “ cueva con yacimiento arqueológicoArrillor Zigoitia Alava cueva con yacimiento arqueológicoAzoleta gorbea “ Sima con yacimiento paleontológicoMairuelegorreta Murua “ cueva con yacim. Arqueológ. y paleontológ.Abauntz Arraitz navarra cueva con yacimiento arqueológicocoscobilo Olazagutia “ Sima en cantera y escombros legintxiki etxauri “ cueva con yacimiento arqueológicoMainea Uitzi “ Sima con yacimiento paleontológicoZatoia Abaurrea Alta “ cueva con yacimiento arqueológicoAguas Alfoz de lloredo cantabria cueva con yacimiento arqueológicoAltamira Santillana Mar “ cueva con yacimiento arqueológicoArenillas Islares “ covacho con yacimiento castillo Puente Viesgo “ cueva con yacimiento arqueológicocovalejos Santander “ cueva con yacimiento arqueológicocualventi Alfoz de lloredo “ cueva con yacimiento arqueológicocuco castro Urdiales “ Abrigo con yacimiento arqueológicolinar Alfoz de lloredo “ cueva con yacimiento arqueológico

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Yacimiento localidad Terrirorio naturalezaMina Inadvertida Pámanes “ Mina con yacimiento paleontológicoMinas de Heras Villaescusa “ Sin contexto arqueológicoMorín Villaescusa “ cueva con yacimiento arqueológicoOjebar Ramales “ cueva con yacimiento arqueológicoOtero Voto “ cueva con yacimiento arqueológicoPalomas Santoña “ cueva con yacimiento arqueológicoPelurgo comillas “ cueva con yacimiento arqueológicoPendo Santander “ cueva con yacimiento arqueológicoPeña cabarga Santander “ Sin estratigrafíaRascaño Miera “ cueva con yacimiento arqueológicoS. Pedro navajeda “ Sin estratografíaUdías cabezón de la S. “ Minas con yacimiento paleontológicoUnquera Val de S Vicente “ cueva con yacimiento arqueológicoValle Ramales “ cueva con yacimiento arqueológicoArnero llanes Asturias cueva sin contexto arqueológicobalmori llanes “ cueva con yacimiento arqueológicobufón (el) Vidiago “ cueva con cronología desconocida caldas (las) Oviedo “ cueva con yacimiento arqueológicocandamo (Peña) Pravia “ cueva con yacimiento arqueológicocierro (el) Ribadesella “ cueva con yacimiento arqueológicoconde (cue. del) Sto. Adriano “ cueva con yacimiento arqueológicocosagra canagas de Onis “ canteracueto de la Mina llanes “ cueva con yacimiento arqueológicocueva de fuenfría llanes “ cueva con yacimiento arqueológicocuevona (la) Ribadesella “ cueva con yacimiento arqueológicogafares llanera “ cueva con yacimiento paleontológicogüelga (la) la granda “ Sin contexto arqueológicoHueso castrillón “ cueva con yacimiento paleontológicolloseta (la) Ribadesella “ cueva con yacimiento arqueológicolluera (la) S. Juan de Priorio “ cueva con yacimiento arqueológicoPaloma (la) Soto Regueras “ cueva con yacimiento arqueológicoParte (la) Siero “ yacimiento paleontológicoRiera (la) llanes “ cueva con yacimiento arqueológicoSidrón Piloña “ cueva con yacimiento arqueológicotito bustillo Ribadesella “ cueva con yacimiento arqueológicobuján lugo lugo cantera sin contexto arqueológicoValiña (A) castroverde “ cueva con yacimiento arqueológico

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Tabla 3. determinaciones de restos de reno posteriores a los de Harlé, Menéndez, obermaier y breuil.

Yacimiento Situación niveles cultural o geológico AutorAitzbitarte IV gipuzkoa Solutrense y Magdaleniense Altuna, 1963b y 1972ermittia “ Solutrense y Magdaleniense Altuna, 1966 y 1972Urtiaga “ Magdaleniense Infer. y Super. Altuna, 1966 y 1972lezetxiki “ Musteriense y Auriñaciense Altuna, 1966 y 1972Astigarraga “ Sin contexto arqueológico Altuna, 1971ªtorre “ Sin contexto arqueológico Altuna, 1971ª, 1983ªUrtiagako leizea* “ yacim. Paleontológ. Würm III Altuna, 1984, 1993, 1999 ekain “ Magdaleniense Super-final Altuna & Mariezkurrena, 1984erralla “ Magdaleniense Inferior y final Altuna & Mariezkurrena, 1985Amalda “ gravetiense y Solutrense Altuna, 1990labeko Koba “ castelp. Auriñ. Ant y evoluc** Altuna & Mariezkurrena, 2000Kiputz IX “ yacimiento paleontológico castaños, 2006baio “ yacimiento paleontológico Altuna & Mariezkurrena, 2010Aitzbitarte III “ gravetiense y Magdaleniense Altuna & Mariezkurrena, 2011Abauntz navarra n Magdaleniense Medio Altuna & Mariezkurrena, 1982Axlor bizkaia Musteriense Aluna 1971ª, 1972 y 1974Armotxe “ Sin contexto arqueológico Altuna 1971ª y 1972Santimamiñe “ Auriñaciense y Magdalenien. castaños, 1984lumentxa “ Auriñaco-Perig y Magdal. Sup. castaños, 1986Atxuri “ nivel no precisado castaños, 1986lezika “ yacim. Paleontológico castaños, 2010Morín cantabria Magdaleniense Altuna, 1971bAltamira “ Solutrense Altuna & Straus, 1976covalejos “ Musteriense castaños, 2005ªtito bustillo Asturias Magdaleniense Supeior Altuna, 1976la Paloma “ Magdaleniense Inferior castaños, 1980Parte (la) “ Pleistoceno Medio Alvarez-lao et al., 2002, 2006cueto de la Mina “ Magd. Sup,, Solutr. y Auriñac. castaños, 1982Riera (la) “ Magdaleniense superior Altuna, 1986caldas (las) “ Magd. Antiguo y Magd. Medio Altuna & Mariezkurrena, 2011A Valiña lugo Indefinido arqueológcamente fernández y Ramil, 1995

* en este yacimiento han salido 82 restos de reno pertenecientes a un mínimo de 3 individuos, asociados a mamut y rinoceronte lanudo. es, hasta el presente, el yacimiento en que domina el reno superando el doble de los restantes icromamíferos juntos, excluido el oso.

** Hay más restos de reno en niveles sin contexto arqueológico.

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Tabla 4. Resumen de los hallazgos de Artiodáctilos, perisodáctilos y proboscídeos (exceptuado el reno)

Especie Yacimiento niveles Autor y año megaloceros giganteus lezetxiki VI, IIIb, Must Altuna, 1972

ekain X, Auriñac Altuna & Mariezkurrena, 1984Amalda IV, Solutrense Altuna, 1990 labeko Koba IX sup, VII, IV Altuna & Mariezkurrena, 2000Pendo Va, VI, XVIa fuentes Vidarte, 1980Punta lucero Sin cronología cataños, 1988la Parte Pleistoceno Medio Alvarez lao & garcia, 2006fonfría Sin conología Domingo et al. 2006cuevona Sin cronología Domingo et al. 2006

dama dama Sidrón Musteriense Rosas, A., Huguet, R. et al. 2011Saiga tatarica Abauntz e, Magdal. Medio Altuna & Mariezkurrena, 1996, 2002Hippopotamus amphibius coscobilo Sin estratigrafía Ruiz de gaona, 1952

la lloseta Sin estratigrafía Domingo et al. 2006Stephanorhinus kirchberg. lezetxiki VIII, VII, IVa Altuna, 1972. cerdeño, 1990Stephanorhinus hemitoech. Morín 17, Musteriense Altuna, 1971, 1973

cobalejos Musteriense Altuna, 1972castillo Must, Auriñ, gravet Altuna, 1972. guerin, 1980lezetxiki IVa, VI, Musteriense Altuna, 1972. cerdeño, 1990Aitzbitarte IV Sin estratigrafía cerdeño, 1990Punta lucero Sin estratigrafía castaños, 1988Axlor Musteriense castaños, 2005Atxagakoa Musteriense castaños, 2005Arrillor Musteriense castaños, 2005cueva Oscura Sin estratigrafía Domingo et al., 2006cueva del Hueso nivel revuelto Alvarez lao et al.,2008

coelodonta antiquitatis Minas de Udías Sin estratigrafía naranjo, 1975. gonzalez linar., 1976 Unquera Sin estratigrafía Harlé, 1909lezetxiki IIIa, II, Aur, gravet. Altuna, 1972cant. castresana Sin estratigrafía Altuna, 1974aArrikrutz Sin estratigrafía Altuna, 1979Urtiagako leizea Sin estratigrafía Altuna, 1984labeko Koba IX superior, VII Altuna & Mariezkurrena, 2000baio yac. Pal. Würm III Altuna & Mariezkurrena, 2010Mainea yac. palentológico Altuna, inéditolas caldas XII inf Altuna & Mariezkurrena, 2011nando cronología imprecisa fuentes y Meijilde, 1976Arenillas cronología imprecisa castaños et al., 2007Abrigo del cuco cronología imprecisa castaños et al., 2007lezika yac. palentológico castaños, 2008cueva S. Pedro Sin estratigrafía Domingo et al., 2006la Parte Pleistocen o Medio Alvarez lao et al., 2002, 2006

Paleoloxodon antiquus Udías Sin estratigrafía graells, 1897castillo u, Must. Superior Obermaier, 1925gafares Sin estratigrafía crusafont y Villalta, 1952txomiñenea Sin estratigrafía Altuna, 1972

mammuthus trogontherii Peña cabarga Sin estratigrafía Aguirre, 1968

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Especie Yacimiento niveles Autor y añomammuthus primigenius Udías, “Dolores” Sin estratigrafía leite Adams, 1877

Udías “ángel” Sin estratigrafía Harlé, 1909Altamira Solutrense breuil & Obermaier, 1935Mina Inadvertida Sin estratigrafía carballo, 1912buján Sin estratigrafía torre enciso, 1962Morín 4, gravetiense Altuna, 1971bUrtiagako leizea Sin estratigrafía Altuna, 1984labeko Koba IX superior, VII Altuna & Mariezkurrena, 2000txomiñenea Sin estratigrafía Altuna, inéditocueto de la Mina e, Solutrense castaños, 1982cierro Solutrense corchón, 1999las Heras Sin estratigrafía Alvarez lao, 2010la lloseta II, Magdal Inferior Alvarez lao, 2010

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Tabla 5. Resumen de los hallazgos de Carnívoros

Especie Yacimiento niveles Autor y añocuon alpinus Rascaño 4b, Magd Infer. Altuna, 1973a

Obarreta Sin estratigrafía Altuna, 1983bla Riera 18, Solutrense Altuna, 1986Amalda VII, Musteriense Altuna, 1990bolinkoba IV, Solutrensse castaños, 1986

alopex lagopus Amalda V, gravetiense Altuna, 1990Aitzbitarte III IV, gravetiense Altuna, 2004labeko Koba VII, Protoauriñac. Altuna, 2004

ursus deningeri lezetxiki VIII, VII, Pal. Infer. Altuna, 1972Gulo gulo lezetcxiki II, gravetiense Altuna, 1963b, 1972

Mairuelegorrreta yac. palentológico Altuna & baldeón, 1986Lutra lutra cueto de la Mina a, Asturiense Obermaier, 1925

Marizulo I, III, bronce, Mesol. Altuna, 1967a, 1972Santimamiñe I-III, bronce-calcol. castaños, 1986

mustela erminea Santimamiñe V, Aziliense Aranzadi, barandiaran, eguren, 1931cosagra Sin estratigrafía fraga torrejón, 1958Aitzbitarte IV Auriñ. Solutr. Magd. Altuna, 1972Urtiaga f, D, Mag. Inf y Sup Altuna, 1972ermittia Solutrense Altuna, 1972tito bustillo 1b, Magdal. Super. Altuna, 1976Rascaño 7, Auriñaciense Altuna, 1981aerralla V, IV, III Altuna, 1985Aitzbitarte III Va, IV, III, gravet. Altuna & Mariezkurrena, 2011Santimamiñe VII, Magdal. Inferior castaños, 1986

Panthera spelaea Altamira Sin estratigrafía Harlé, 1909castillo Sin estratigrafía carballo, 1910Aizkirri Sin estratigrafía Umerez, 1921lezetxiki VIII, VII, VI Altuna, 1972Arrikrtuz yac. Palentológico Altuna, 1967c, 1981b

Panthera leo Urtiaga e, f, Magdal. Infer.. Altuna, 1972la Riera 27, Aziliense Altuna, 1986Amalda V, gravetiense Altuna, 1990la Paloma 2-4, Magdaleniense castaños, 1980Santimamiñe IV, Asturiense castaños, 1986Azoleta yac. palentológico castaños, 2005-2006

Panthera pardus coscobilo Sin estratigrafía Ruiz de gaona, 1952las Pajucas III, Pal. Superior Altuna, 1967bMorín 5b, Auriñaciense Altuna, 1971blezetxiki VI, IVa, IIIa Altuna, 1972Axlor Musteriense Altuna, 1980bekain X, Indicios Auriñ. Altuna & Mariezkurrena, 1984Allekoaitze yac. palentológico Altuna & Mariezkurrena, inéditoAintzulo yac. palentológico Altuna & Mariezkurrena, inéditobaio yac. palentológico Altuna & Mariezkurrena, 2010bolinkoba gravet-Magdal. castaños, 1986Abrigo del cuco gravt. y Auriñac, castaños, & castaños, 2007Arrillor Musteriense castaños, 2005

Lynx lynx Pagolusieta Sin estratigrafía Altuna, 1980aRascaño 2-1, Mag Sup-Azil Altuna, 1981aUrratxa Sin estratigrafía castaños,

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Especie Yacimiento niveles Autor y añoLynx pardina Morín 5a, gravetiense Altuna, 1971b

lezetxiki VI, Musteriense Altuna, 1972ermittia Solutrense Altuna, 1972tito bustillo 1c, Magdaleniense Altuna, 1976acueto de la Mina J, Auriñaciense castaños, 1982bolinkoba c, Magd. Inferior castaños, 1986Urratxa Revuelto castaños, 1993

Lynx spelaea erralla VI, bajo Mag. Infer. Altuna & Mariezkurrena, 1984Amalda V, gravet Altuna, 1990

Phoca vitulina Altamira Solutrense Superior Altuna & Straus, 1976tito bustillo 1a, Magdal. super. Altuna, 1976a

Phoca hispida tito bustillo 1a, Magdal. Super. Altuna, 1976aHalichoerus grypus la Riera 28, Aziliense Altuna, 1986

Tabla 6. Resumen de los hallazgos de lagomorfos, Roedores, Cetáceos y primates

Especie Yacimiento niveles Autor y añoLepus timidus Urtiaga D, Magdal. Superior Altuna, 1970, 1972

Rascaño 1, Aziliense Altuna, 1981ª ekain VI, Magdal. Superior Altuna & Mariezkurrena, 1984erralla III, Magdal. final Altuna & Mariezkurrena, 2985las caldas VI, Magdal. Altuna & Mariezkurrena, 2011

marmota marmota c. de candamo 1, Solutrense Obermaier, 1925castillo base del yacimieno breuil & Obermaier, 1935lezetxiki VI, V, IV, III Altuna, 19165ª, 11972Axlor Musteriense Altuna, 1972Venta laperra cronología imprecisa castaños, 1986Amalda VI, gravetiense Altuna, 1990las caldas XII, Mag. Inferior Altuna & Mariezkurrena, 2011Urratxa nivel revuelto castaños, 1993

castor fiber lezetxiki IIIb, Must-Auriñ. Altuna, 1972Zatoia II, Aziliense Altuna & Mariezkurrena, 2001

Physeter macrocephalus castillo m-s, Auriñaciense Poplin, 1974las caldas VIII, Mag. Medio corchón et al., 2008

Globicephala melas las caldas VII, IV, Mag. Medio corchón et al., 2008macaca sylvanus lezetxiki II OIS 5 castaños et al. 2011

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fig. 1. Mapa de distribución de los yacimientos mencionados en el texto. 1, Aitzbitarte III, IV y torre. 2. Marizulo. 3, ekain, Astigarraga, baio. 4, Amalda. 5, erralla, Aintzulo. 6, Urtiaga, Urtiagako leizea. 7, ermitia. 8 lezetxiki, lezetxiki II. 9, labeto koba. 10, Arrikrutz, Aizkirri. 11, Armiña. 12, lumentxa, Sta. catalina. 13, Atxagakoa. 14, Santimamiñe, lezika, Armotxe. 15, Atxuri, bolinkoba. 16, Axlor, Pagolusieta. 17, Punta lucero. 18, las Patucas. 19, Obarreta. 20, Arenillas. 21, Altamira. 22, las Aguas, el linar, cualventi. 23, Morín, Minas de Heras. 24, castillo. 25, el Pendo, covalejos, Peña cabarga. 26, el cuco. 27, Palomas. 28, Ojebar, Valle. 29, Rascaño. 30, Pelurgo. 31, Udías. 32, Unquera. 33, Arnero, balmori, cueto de la Mina, el bufón, cueva fuenfría, la Riera. 34, el cierro, la cuevona, la lloseta, tito bustillo. 35, cosagra, la güelga. 36, las caldas, la lluera, la Paloma. 37, Peña de candamo. 38, cueva del conde. 39, la Parte, Hueso , gafares. 40, la Valiña. 41, buján. 42, Allekoaitze, 43, Mainea. 44, Abauntz

fig.2. megaloceros giganteus. extremo distal de metacarpiano y astrágalo del nivel IIIb de lezetxiki

fig. 3. coelodonta antiquitatis. Mandíbula del nivel IX superior de labeko Koba

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fig. 4. mamuthus primigenius. Segundo molar de leche del nivel IX superior de labeko Koba

fig. 6. ursus deningeri. cráneo del nivel VII de lezetxiki

fig. 5. cuon alpinus. cráneo de la sima de Obarreta.

fig. 7. Gulo gulo. fragmento maxilar con P4 y M1 más un fragmento de P3 del nivel II de lezetxiki

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fig. 8. Panthera pardus. cráneo de la sima de Allekoaitze.

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cRítIcAS y ReSeÑAS (*)

(*) la Revista Kobie viene publicando desde hace unos números una sección bajo el epígrafe "críticas y Reseñas", deseando hacer con ella una aportación a la mejora del conocimiento sobre los temas de Paleoantropología que constituyen su especialidad.

Hasta el momento sólo se ha publicado críticas de libros y de artículos de revista relativos al arte paleolítico, por lo que se desea recordar a todos que la Sección está abierta igualmente a reseñas y recensiones, y además relativas a cualquiera de los temas de su especialidad.

también entiende mejorar su aportación publicando en este misma Sección la respuesta del autor a la crítica a su trabajo en el mismo número siempre que el plazo lo permita. De esta forma se pretende ofrecer al lector dos versiones sobre el tema de manera simultánea.

(n. de la D.)

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CRÍTICA dE lIbRoS

lewis-Williams, d. 2005. la mente en la caverna. la conciencia y los orígenes del arte. traducción enrique Herrando Pérez. Akal. Madrid. 328 pp.

el autor se propone explicar el origen histórico del arte y su interpretación en el sentido en que ya lo hicieron numerosos prehistoriadores. este arte es el del Paleolítico superior, ya que los hombres del Inferior y Medio carecieron de lenguaje articulado, cuya posesión resulta imprescindible para crear arte. y supone que este arte lo es en el sentido estricto de la palabra, como el que produjeron las sociedades históricas.

el libro está escrito en un lenguaje claro y accesible, sencillo e ilustrador, de manera que puede decirse que incluso la parte dedicada a la Metodología, se lee con gusto y facilidad. Sin embargo esta gratificante claridad se combina con una indisimulada confusión entre lo psicológico y lo histórico, que termina por anular el gusto de su lectura. De manera, que el interés en escribir una crítica de este libro no es propiamente la de analizar conceptos de la neuropsicología sino el de valorar el intento de aplicarlo a los hechos prehistóricos.

el autor trata de responder a la eterna pregunta sobre los orígenes del arte que se añade a la casi interminable lista de los que han pretendido responder a éste y a otras del mismo rango, desde los comienzos mismos de la investigación prehistórica. Parecería que la experiencia de la inutilidad del esfuerzo hecho hasta ahora por conseguirlo, no es suficiente para que la inteligencia deje de someterse al deseo y reconozca sencillamente su incapacidad. Pero no es así, y, pese a lo que pese, este sometimiento al deseo seguirá ejer-ciendo su omnímodo poder para idear nuevos intentos, vivir de ellos un tiempo, y abandonarlos con dolor.

en un breve resumen, se trata de explicar este ori-gen buscando en la semejanza formal de figuras de animales realizadas sobre rocas por algunos chamanes africanos y norteamericanos en estados alterados de conciencia y las de las figuras paleolíticas en cuevas, deduciendo que éstas pudieron ser realizadas en igua-les estados de conciencia, estados a los que sólo puede suponerse que tenían acceso los hombres de estructura anatómica moderna.

el autor parte del hecho de que, pese a todos los datos que poseemos, nadie ha logrado una explicación

suficientemente satisfactoria del problema del origen y significado del arte: “no parece que estemos más cerca de saber porqué la gente de ese período (paleolítico Superior) penetraba en las profundida-des de las cuevas de piedra caliza de francia y España para crear imágenes en total oscuridad, además de las que realizaron en áreas con luz diurna y sobre piezas portátiles de piedra, hueso, marfil y cuerno. … no sabemos lo que significaban las imágenes para quienes las hacían y para aque-llos que las contemplaban” (pág. 8). estas palabras expresan con rotundidad una vez más la insatisfacción de los prehistoriadores ante la inutilidad de sus esfuer-zos. y vienen a ser, aunque no haya sido expresado tan rotundamente lo mismo que han sentido cuantos han propuesto una nueva solución del problema.

A partir de ahí, el autor se presenta inicialmente no como el que va a lograr la explicación ansiada sino como el que va a situar el problema en sus verdaderos términos y “plantear nuevos y más profundos inte-rrogantes” (Ibid).

Para ello comienza por reconocer que el problema estriba en la Metodología a utilizar. “necesitamos un método que nos haga comprender los datos de que disponemos” (Ibid). el cual es definido de la siguien-te manera: “una forma de argumentación que un investigador emplea para llegar a declaraciones explicativas” (Ibid). De lo que parece deducirse que el que él se propone, debería llevar a dar satisfacción generalizada a las interrogantes que ha declarado no resueltas y sin embargo necesitadas de solución.

el procedimiento para desarrollar su método con-siste en desechar las “hipótesis fútiles” (pág. 9), que no hacen sino distraer la mente del verdadero proble-ma, y estudiar el papel de la inteligencia y de la con-ciencia, es decir, la interacción entre la actividad mental y el contexto social, aspecto ignorado hasta ahora en las hipótesis.

A partir de indica el camino a seguir: habría que preguntarse “de qué manera determinadas ideas sobre la experiencia humana que son compartidas por una comunidad, afectan a la actividad mental de los individuos y cómo el acceso socialmente controlado a determinados estados mentales se convierte en una base para la discriminación social” (pág. 10). el estudio conveniente para plantear el problema en sus verdaderos términos, serían las siguientes reflexiones: las ideas sobre la experiencia

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humana son compartidas por la comunidad y afectan a la mente de sus componentes, algunos de los cuales tienen acceso a estados mentales a los que no acceden los demás, con lo que aíslan del resto. Para mostrar que este análisis se cumple en la realidad punto por punto: “ofrezco dos estudios de casos concretos de formas en las que las imágenes mentales pueden traducirse en arte rupestre” (Ibid). como puede verse, estamos ante dos puntos básicos de su análisis: la interacción entre las ideas compartidas por la comu-nidad y la actividad de la mente del individuo, su dis-criminación social y la producción de imágenes artís-ticas.

el método que preconiza es no el de comprobar y secuenciar hipótesis, lo cual es propio de la ciencia “para ilustrar la diferencia entre el cableado y otros tipos de razonamiento, señala (Alison Wylie, 1989) que algunos razonamientos son como cade-nas: siguen un eslabón lógico uno tras otro; si un eslabón falta debido a la falta de pruebas o a una lógica errónea, todo el razonamiento se derrumba (pág. 104), el cual sería lo propio de un hecho históri-co sino el de entrelazar o cablear numerosas líneas de pruebas, tomado de Alison Wylie. este método le parece el más propio porque “la Arqueología es la ciencia de las pruebas escasas por excelencia” (Ibid).

en esta situación, el autor encuentra la manera de sortear la escasez de pruebas para “compensar una laguna entrelazar pruebas con líneas de pruebas una laguna en otra línea. por ejemplo, puede que el propio registro arqueológico no sugiera una expli-cación para un determinado rasgo encontrado en una excavación… pero el registro etnográfico de sociedades de pequeña escala en todo el mundo puede sugerir una explicación” (pág. 103). en este planteamiento metodológico, se observa ya una confu-sión, que más adelante, por su repetición en otros ámbitos, se hará más específica y se extenderá a otros aspectos del trabajo. el autor, en efecto, acude a la metodología tradicional de comparación etnográfica utilizándola como prueba de hechos históricos. Así es como lo hace: “Si una determinada actividad huma-na en una comunidad de cazadores recolectores de una parte del mundo llevó a la existencia de prue-bas físicas similares a las del descubrimiento arqueológico, la misma relación entre actividad y registro material puede haberse dado en un asenta-miento de cazadores recolectores en el pasado remoto” (Ibid). como puede verse, el autor confunde la posibilidad de que un hecho se haya repetido con la probabilidad de que lo haya sido. confusión que la crítica de las sucesivas interpretaciones y/o pruebas de hechos históricos, criticó desde que fue presentada la primera hipótesis basada en la comparación etnográfi-ca. Sin embargo, el autor lo presenta como un método algo novedoso y recurre para ello a la autoridad de una filósofa de la ciencia, como es Alison Wyllie.

bajo el método denominado de “cableado” se entiende que el autor aporte los testimonios de los san africanos y del arte de los indios de norteamérica para hacer la hipótesis aceptable.

Una de las novedades del planteamiento del autor estriba en su aprovechamiento de los conocimientos, que se han acumulado en los tiempos recientes sobre la conciencia, para suponer que algunas situaciones propias de chamanes de estas culturas, que crearon imágenes de dos y tres dimensiones semejantes a las producidas por los hombres del Paleolítico superior, pueden explicar cómo se originaron y qué sentido tuvieron. y otra, quizá la de teorizar acerca del valor de las conclusiones a las que se puede llegar aplicando el procedimiento del “cableado” a las lagunas que presenta la Arqueología.

el autor se orienta hacia el aprovechamiento de los conocimientos recientemente adquiridos por la Psicología sobre la conciencia y en especial sobre sus estados alterados, los cuales, si bien en épocas históri-cas como las medievales, se consideraban el mecanis-mo con el que la divinidad revelaba a fieles muy escogidos, sus decisiones o sus misterios, en nuestra sociedad occidental no sean tenidos como válidos para orientar ni la comprensión del mundo ni su goberna-ción ni siquiera entre los creyentes más adictos. Pese a ello “son una parte inevitable de lo que es ser humano, y, si ignoramos sus potenciales efectos durante la transición del paleolítico Medio al Superior y el propio paleolítico Superior, no debe-mos esperar ofrecer más que una explicación par-cial” (pág. 124).

Dentro de esta orientación, el autor acepta un modelo neuropsicológico, que muestra el funciona-miento del sistema nervioso moldeado por las circuns-tancias culturales de las personas. la razón de acudir a los estados alterados de la conciencia como vía de explicación, es, además, la semejanza que se observan entre las fases de estos estados y los signos e imágenes paleolíticos. Así, en la primera fase de estos estados, se experimentan percepciones visuales geométricas como puntos, cuadrículas, zigzags, serpentiformes, arcos segmentados o “lobulados”, etc. lo cual tiene notable semejanza con el amplio registro de signos del arte paleolítico y podría servir para iniciar la secuencia histórica de este arte.

es evidente que, si estos signos aparecen en la fase primera de los estados alterados, los pudieron padecer y/o provocar los paleolíticos, pero difícilmente se podría deducir de ello que los signos paleolíticos fue-ron dibujados en ese estado. Porque, por esta prueba, no podría excluirse que los hubieran dibujado en estados de conciencia no alterados.

en la segunda fase de estos estados, los humanos tratan de dar sentido a estos fenómenos elaborándolos

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a partir de objetos que les son familiares (formación de iconos). en otras fases sucesivas, y asociadas a inten-sas experiencias emocionales, aparecen figuraciones y unas imágenes se transforman en otras y el sujeto penetra y participa en sus propias imágenes y se fun-den con ellas. en estas fases avanzadas los signos aparecen simultáneamente con las figuraciones.

en el gráfico que el autor presenta (nº 26. el modelo neuropsicológico. cómo el funcionamiento del sistema nervioso humano está moldeado por las circunstancias culturales de las persona que experi-mentan estados alterados de conciencia) (pág. 129), se muestran, por vía de ejemplo, una de las cabras del salón negro de niaux como representativa de la fase 2, y los dos caballos tamponados opuestos por el tren trasero del friso de Pech-Merle, como representativos de la 3. esta es una aplicación o concreción de la manera en que en las alucinaciones de las dos últimas fases aparecen figuraciones asimilables a las de las conocidas en cuevas paleolíticas. lo que no se explica es la diferencia que puede haber entre las figuraciones de las dos últimas fases, ya que, desde el punto de vista formal, no hay diferencias reconocibles entre ellas, porque no se ha encontrado todavía una razón compar-tida que permita diferenciar estas formas. quizá, podría aludirse a que la cabra de la fase 2 presenta unos cuernos grandes caracterizados por gruesos medrones, y esta parte de la figura es muy semejante a uno de los signos de la fase 1.

Podría verse en esta secuencia de las imágenes de los estados alterados de conciencia, una cierta seme-janza con la clasificación evolutiva que brueil hizo en su obra programática de 1911, en la que situaba en la fase originaria del primer período de la evolución, los trazados lineales sobre arcilla blanda realizados pasan-do los dedos, que caracterizaba como “frecuentemente ininteligibles” en castillo y Altamira, y al final del cual ya empiezan a verse ensayos de pinturas negras, después de las cueles situaba las de ciervas, caballos y toros de trazo sencillo y semipolícromas, para terminar en la última fase con los polícromos del techo de Altamira.

el parecido entre algunas figuras de los chamanes de los grupos sam africanos y las paleolíticas es nota-ble. Sin embargo, la concepción artística de los africa-nos y los paleolíticos es notable. los africanos narran historias y desarrollan escenas, lo que en el arte paleo-lítico es impensable. el parecido verdadero está entre las imágenes de los sam y las de los neolíticos y gru-pos de las edades de los Metales. los neolíticos reflejan actividades sociales como la danza, la caza, la religión, algunas de las cuales también reflejan las que presenta el autor como características (Ver págs. 143, 179, 180) no así las más características de los chama-nes sam como las que aparecen en las págs. 151, 154, 158, 159, 160)

Desde este punto de vista, siempre cabría preguntar a la hipótesis, que pone las imágenes en relación con la cultura de sus grupos, cuáles fueron las causas sociales, a las que se alude “in génere”, las que movie-ron a crear un arte simultáneamente figurativo y abs-tracto, en vez de hacerlo exclusivamente figurativo o exclusivamente abstracto. O dentro de esta opción, porqué sus figuras fueron reducidas a sólo alguna de sus partes, incluso a una simple línea, porqué utiliza-ron tan pocas veces el color o lo utilizaron mayorita-riamente sin matización. y además otras preguntas que permitirían llegar más lejos en la caracterización del arte. Porque ésa sería la explicación verdaderamente artística acerca del origen del arte paleolítico.

estos estados alterados de conciencia también se producen mediante el consumo de una vida psicotrópi-ca llamada “yajé”, que usan los chamanes tucanos, estados en los que pintan en sus casas y sobre cortezas de árboles formas que identifican como elementos de sus visiones, o los chamanes shipo-conibos. Pero no parecen reconocidas al menos hasta hora, trazas del uso de sustancias estupefacientes entre los paleolíticos europeos.

todavía el autor se plantea un nuevo problema: porqué los chamanes representaron las imágenes. este paso lo resuelve el autor de la siguiente manera: “Yo sostengo que en un momento dado y por razones sociales, las imágenes proyectadas de los estados alterados de conciencia fueron insuficientes, y que la gente necesitó fijar sus visiones. Alargaron la mano hacia sus visiones emocionalmente cargadas e intentaron tocarlas, mantenerlas en su sitio, quizá sobre superficies blandas y con sus dedos. no esta-ban inventando imágenes. Estaban simplemente tocando “lo que estaba allí” (pág. 198). no podría decirse que éste sea un modelo de prueba histórica; en todo caso sería una sugerencia.

Sin embargo, no parece que el sentido de las pala-bras que siguen, sea propiamente el de la sugerencia. Dicen así: “de este modo, las primeras imágenes bidimensionales no eran representaciones bidimen-sionales de objetos tridimensionales, como han supuesto siempre los investigadores. Más bien eran “imágenes mentales “fijadas”. Con toda probabili-dad quienes las realizaron no suponían que “repre-sentaran” animales auténticos más que lo que los abelan pensaban que sus imágenes pintadas y talladas representaran objetos del mundo mate-rial” (Ibid).

Podríamos suponer que el autor con estas palabras se refiere a las imágenes como constitutivas del arte entendido como una actividad humana genérica y no como la descripción del origen histórico propiamente dicho. Pero no resulta así porque, si bien el autor arriesga una opinión personal, sin embargo la eleva al rango de la total probabilidad, lo cual es incompatible

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con la sugerencia y con la prueba histórica de la que pueda deducirse.

Algunos caracteres con que el autor describe las manifestaciones artísticas parecen corresponder con algunas características de las imágenes paleolíticas, por ejemplo el carácter individual, la ausencia de entorno (suelo), el tamaño diferente, la frecuente carencia de extremidades. lo cual, para que fuera considerable como una confirmación de alguna de las implicaciones de la hipótesis, debería demostrarse que la explicación no puede ser otra, lo cual no es el caso.

la confusión se sigue manteniendo hasta el final: “la realización de imágenes no se originó en un solo lugar y después se difundió por todo el mundo. las circunstancias en otros lugares y épocas pueden no haber sido idénticas a las que he descrito para la transición del paleolítico Medio al superior en Europa occidental. Todavía hay que demostrarlas, no simple-mente afirmarlas” (pág. 207-208). De lo que cabe deducir que su método de cableado para obviar las lagunas de la Arqueología no h surtido el efecto deseado. Sin embargo, las palabras que siguen a éstas prueban que los problemas, al menos varios, ya han sido resueltos. Así: “la imagen de la transición que hemos comen-zado a construir ha resuelto varios y aparentemente intratables problemas. Ahora podemos comprender mucho mejor el tipo de relación que debe haber existido entre los neandertales y las comunidades de “homo sapiens” que llegaron. podemos vislumbrar

un tipo de relación que es diferente de cualquier cosa que podemos experimentar en el mundo actualmen-te. …podemos comenzar a ver, y esto es algo impor-tante, agitaciones sociales en los campamentos de “homo sapiens”, agitaciones que estaban relaciona-das con la socialización del extremo autista de la conciencia de nivel superior y de la realización de imágenes” (pág. 208). esta sería una prueba añadida de que el trabajo adolece de una confusión entre lo que pudo ser y lo que fue.

Aunque se desee ver el trabajo de lewis-Williams como una orientación que pone de relieve una de las posibilidades de entender el proceso psicológico de la producción del arte paleolítico, no es posible hacerlo porque el autor se sitúa desde el comienzo de la obra en el empeño de convertir en pruebas históricas lo que no son más que posibilidades. Por otra parte, aunque nadie pueda dudar de los estados alterados de concien-cia y de las imágenes que generan, siempre podría preguntarse si toda la producción paleolítica debió responder a esta situación o si hubo alguna o algunas que lo fue o fueron en las condiciones de normalidad en las que tenemos pruebas de que también trabajan los artistas, y cuáles serían los criterios que nos permi-tirían distinguirlas de las producidas en los estados alterados. tampoco estaría de más preguntarse si las figuras de tanta perfección y buen gusto como las de los más importantes santuarios podrían estar realizadas en un estado de enajenación y alucinación como parecen mostrar los chamanes en trance.

Juan María ApEllAnIZ Prof. emérito Universidad de Deusto

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Cantalejo, p. Maura, R. Espejo, Mª del M. Ramos, J.f. Medianero, J. Aranda, A. duran, J. J. 2006. la cueva de Ardales: arte prehistórico y ocupación en el Paleolítico Superior. Estudios 1985-2005. Málaga. Servicio de Publicaciones de la Diputación. 430 pp.

el trabajo, dedicado al estudio de la decoración del santuario de la cueva de Ardales (Málaga) y los vesti-gios de su frecuentación durante el Paleolítico Superior, se presenta bajo la forma de una publicación exterior-mente austera pero interiormente de gran calidad por la riqueza y novedad de sus materiales gráficos, foto-grafías, tablas, etc. los cuales, repetidos cuando el texto invita a ello, resulta un libro de lectura fácil y gratamente cómoda.

Para que sean bien comprendidas las limitaciones que presenta su estudio del arte, los autores señalan desde el principio que, por dificultades administrati-vas, no han podido contar con datos de cronología absoluta y otros complementarios como los análisis de pigmentos, y otros, por lo que no han podido alcanzar toda la precisión que ellos habrían deseado.

la obra se plantea en los siguientes términos: des-pués de segmentada la zona decorada de la cavidad, los motivos que constituyen la decoración son carto-grafiados y reproducidos. Después, éstos son identifi-cados, y distribuidos en grupos de semejanzas con arreglo a varios criterios, especialmente el de la seme-janza de las técnicas de ejecución, operación de la que resultan nuevos datos como sus composiciones y escenas, que son analizadas. Después, mediante las superposiciones de las técnicas de ejecución, se dedu-ce el orden en que fue realizada la decoración en los diferentes Sectores.

el trabajo se abre con un estudio preliminar de los aspectos físicos e históricos de la cueva, en que se analiza su geología, geocronología y los paleoclimas del paisaje en que se sitúa, así como la historia de la cueva durante el los siglos IX y XX. Una parte a des-tacar de este estudio del siglo XX la constituye preci-samente una reproducción del artículo de H. breuil “nouvelles cavernes ornées paléolithiques dans la province de Málaga”, que se publicó en 1921 l’Anthropologie (Paris), y una historia de la investiga-ción sobre la cueva.

Después, se abre el inventario de los motivos y su cartografía, precedido de una introducción en que se describe la Metodología, que se han seguido para conseguirlo.

el capítulo III está dedicado al análisis de los motivos y su técnica de ejecución, sobre la que, siguiendo el modelo del capítulo, se indica la Metodología, en este caso la experimentación que se ha realizado para determinarla.

la clasificación de los motivos lleva consigo como una de sus partes, su identificación, la cual siempre presenta algunas dificultades. Así, lo que los autores clasifican como pez (pág. 241,2), podría tratarse de algo distinto, porque la línea que debía cerrar la cola no sólo no cierra sino que abre otro cuerpo, que podría no tener que ver con el pez porque parece que su surco no es del mismo tipo que el de éste, lo cual podría haber sido valorado. la forma final que presentan los autores es poco semejante a la de un pez, por lo que su clasificación podría haber quedado en la posibilidad incluso de un signo o en la duda.

la identificación en el arte paleolítico presenta algunos problemas graves. es verdad que el arte paleolítico pretende que sus figuras sean reconocidas en el natural, lo cual lleva a los investigadores a buscar siempre esta referencia. Sin embargo, la búsqueda que el este arte hace del natural la hace mediante esquema-tizaciones, desproporciones y deformaciones, las cua-les llevan muchas veces hasta el límite de la abstrac-ción. y esto obliga a los investigadores a tener en cuenta el margen de error que se produce cuando se identifica las figuras atendiendo sólo a alguno de sus caracteres anatómicos. la deformación, a que puede llegar este arte es tan fuerte como para que las formas no sean ni siquiera reconocibles. entre las muchas deformaciones, como es sabido, está la supresión de cuantas partes desee el dibujante, o el añadido de algunas que no le pertenecen propiamente, y a realizar estas operaciones en aquellas partes de la figura en que les sea más atractivo. Dicho lo cual, se puede decir también que muchas figuras no son susceptibles de ser identificadas con seguridad, lo cual es algo semejante a no identificarlas. Recuérdese al respecto aquella figura de bedeilhac, que presentaba el cuarto trasero de caballo y carecía de cabeza y tren delantero, y que leroi-gourhan identificaba como “acéfala”. Si a esto se añade que las figuras de Ardales están altamente esquematizadas, el margen de error en la identificación es todavía mayor. en este sentido, en mi trabajo de 2001, que los autores no conocen al parecer, mostré cómo los tenidos como “peces” (pisciformes) de nerja, podían ser clasificados de otra manera, por lo que podrían haber sido clasificados incluso con mayor probabilidad, en términos sólo de posibilidad. .

estas dificultades pueden explicar la contradicción que se produce en la identificación de la figura IV.c.11.6 como cérvido (pág. 232), que presenta en la cabeza los mismos apéndices (cuernos, orejas) que la IV.b.47.a.2. (pág. 240), a la que se identifica como cáprido.

la identificación de las cabras y su diferenciación de las ciervas presenta a veces dificultades, ya que en muchas de las ciervas se han alargado las orejas hasta el punto de que, a veces no parecen diferenciarse de los cuernos de las cabras ni de la cuerna de los ciervos, que puede estar reducida sólo a dos ramas, como ha ocurrido en otros santuarios.

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también hay dificultades en la identificación de los caballos, en concreto las figuras IV.A.11.1 y la IV. D. 2.3 (pág. 237). en estas figuras, quizá el único carác-ter que pueda reconocerse como atribuible a éste, sería quizá la la longitud de la cabeza y la largura del tronco. Incluso en uno de ellos, la larga cola del caballo ha sido sustituida por un muñón más propio de un cérvi-do. nótese además que además les faltan las orejas, con lo que la identificación se

hace más difícil. Al menos debe decirse que es cuestionable. y no es razón suficiente para no cuestio-narla, el que quizá no haya razones mejores para identificarla como otra especie de animal.

Particularmente problemática es la identificación de lo que llaman antropomorfos femeninos. los auto-res identifican 11 de ellas, número y variedad de for-mas, que les sorprenden (pág. 244), pero que no les impide contarlas como tales. Para ello, exponen, caso por caso, las razones que les permiten justificar su posición.

la base metodológica sobre la que sustentan estas identificaciones son: el parecido que presentan algunas con las series de “Venus” y formas derivadas de gönnersdorf, algunas figuras de Parpalló y la deriva-ción de los signos femeninos a partir de las formas de las “Venus” y la serie de las mujeres-bisonte de Pech-Merle, deducidas a partir de bisontes según leroi-gourhan.

es verdad que algunas de las figuras de Ardales se parecen a esquematizaciones de la figura femenina de gönnersdorf, pero es difícil establecer el punto en que las diferencias dejan de ser lo mismo. las figuras de Ardales están a falta de alguna de sus partes importan-tes como el tronco, el vientre o el pecho y se reducen poco más o menos a un abultamiento con algún peque-ño añadido de piernas y/o tronco.

la comparación entre las formas más esquematiza-das de gönnersdorf y las figuras de Ardales tiene otro inconveniente y es el de su contexto. en el yacimiento alemán los formas más parecidas a las de Ardales aparecen en el extremo de sucesivas esquematizacio-nes que se producen a partir de figuras claramente femeninas, las cuales están, además, acompañadas por figurillas colgantes del mismo tipo. este contexto no se repite en Ardales, por lo que queda una pregunta en el aire: se trata de lo mismo?

es claro que algunas figuras tienen la forma de algunos de los signos como claviformes y asimilables, que leroi-gourhan entiende derivados de las “Venus”, y que significarían formas femeninas. Pero este signi-ficado no lo apoya más que la alusión a alguna forma semicircular (que representaría las nalgas femeninas) y algunas líneas hacia arriba y abajo (que representaría la alusión al tronco y al arranque de las piernas),

incluso algunas se reducen a un semicírculo en el extremo inferior o superior de una línea vertical. Recuérdese que leroi-gourhan llegó a suponer que todos signos cerrados eran alusiones a lo femenino dentro de una concepción estructuralista, que ha resultado difícilmente aplicable al análisis del arte paleolítico por falta de contexto.

quizá habría sido preferible suponer que no se trata de representaciones femeninas sino de signos que aluden a lo femenino, es decir, no representaciones sino signos. esto es lo que se podría pensar de las figuras IV. A. 2. 1; IV. b. 25. c.1; IV. b. 13. c. 2; IV. c. 5. 1; IV. b. 13. c. 4 y IV. b. 13. c. 3.

Sin embargo algunas de las supuestas figuras femeninas, como la II. c. 9. 3, que se describe como:

“figura esquematizada, encuadrable entre los claviformes … podría describirse como dos barras paralelas, de las cuales la de la derecha se curva a media altura hacia el exterior conformando la posible nalga femenina” (pág. 242).

Sin embargo la reproducción (Ibid) muestra que se trata de tres líneas de distinta anchura, verticales y paralelas, de las que la tercera arranca a la altura aproximada del extremo inferior de la segunda y cuyo arranque consiste en una mancha o ensanchamiento que le da una forma un poco redondeada. Parece que el ensanchamiento no es resultado de una línea redon-deada sino de una mayor extensión del pigmento.

Hay otros casos en lo que la lejanía con las series de gönnersdorf es todavía mayor. Así, la IV. D. 2. 5, que es descrita:

“posible figura femenina que presenta cabeza apuntada, una línea junto a ella, tal vez la esque-matización del cabello, brazos caídos hacia delante y vientre abultado, quizá indicando el embarazo.” (pág. 243)

la figura carece de cabeza y la línea que los auto-res interpretan como el cabello estaría fuera de lugar. los brazos caídos pueden ser las manos de un animal representado en oblicuo mirando hacia arriba y a falta de la nalga y el anca.

el modelo de comparación elegido para interpretar esta figura es el de las llamadas mujeres-bisonte de Pech-Merle. Sin embargo la comparación no es fiable puesto que la supuesta evolución en el grado progresi-vo de esquematización de las figuras ni comienza ni evoluciona ni termina en una figura reconocible como de mujer, sino que comienza y termina en figuras de animal.

Algo semejante ocurre con IV. b. 33. a. 1, de la que se dice:

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“…publicada con anterioridad como pinípedo. proponemos su inclusión entre las figuras femeni-nas con cabeza ornitocéfala … presentaría la única representación del pecho observada y el vientre hinchado” (pág. 242)

los autores no han tenido en cuenta que la cabeza, que adopta una forma apuntada es una versión un poco apuntada y algo curva cabezas de cierva, incluso podría verse en la misma de Ardales en la figura IV. b. 47. e. 26 (pág. 234). la dificultad se agranda cuando se observa que no presenta ningún otro detalle anató-mico, que la identificara con las aves.

Por lo que hace al pecho, véanse las terminaciones de las “aletas” o de cortas manos cerradas de los supuestos “peces” de nerja, para comprender que no es más que una manera de cerrar dos líneas convergen-tes.

Por otra parte, la notable curvatura del vientre, que los autores toman por una alusión a la preñez, no es diferente de las que se encuentran en varios de los animales machos de Ardales. Pero ésta es una interpre-tación que ya fue desechada hace mucho tiempo en la investigación.

Sin embargo, la figura IV. b. 325. d. 5, en pintura negra, puede decirse que recuerda a las figuras feme-ninas grabadas de Angles-sur-l’Anglin, y sería más razonable reconocerla como tal. y quizá también podría asimilársele la figura V. b. 13. c. 3.

la semejanza con las figuras llamadas femeninas de Parpalló, que los autores toman también como for-mas de comparación, no aclara mucho el problema sino que lo rebate sobre ellas. cabe preguntarse sobre las de Parpalló lo mismo que se pregunta sobre las de Ardales.

Una vez identificados los motivos, los autores los distribuyen en lo que llaman “grupos analógicos”, una parte importante en la obtención de la secuencia gráfi-ca de la cueva. estos grupos están formados con arre-glo a varios criterios, con los cuales reúnen los motivos con mayor número de semejanzas en las formas, la técnica de ejecución, su localización en la cueva y el soporte sobre el que están dibujados.

el criterio de mayor importancia de todos es el de la técnica de ejecución, al que siguen los demás. De esta reunión de semejanzas esperan poder extraer nuevas peculiaridades que analizar.

De la distribución resultan 12 grupos. Unos agru-pan signos, otros signos y figuras animales, otros sólo un animal, y otros, combinaciones de los anteriores. Por vía de ejemplo, muestro algunos: el primero (A) reúne a todos los motivos en rojo aplicados en seco con la mano a lo largo de toda la cueva. el segundo

(b), los signos dibujados en negro de carboncillo a lo largo de toda la cueva y sobre ellos, dos cérvidos también en negro. el tercero (c), todas las manos en positivas en rojo a lo largo de toda la cueva y negativas en negro en la zona central. el cuarto (D) las figuras pintadas a brocha o pincel en rojo, como un cérvido, un bóvido y una figura femenina y, al parecer, en dis-tintas zonas de la cueva, etc.

este agrupamiento parece más bien una distribu-ción intencional hecha de acuerdo con intuiciones, como se puede ver en el caso del grupo b, en el que se agrupan signos y animales (cérvidos), de los cuales éstos fueron pintados encima de los anteriores:

“Además de estos signos, se pintaron en negro dos cérvidos que, de alguna manera, podrían estar vinculados a este grupo.” (pág. 263)

el grupo c reúne a todas las manos en positivo y negativo, en negro y rojo, situadas en todos los lugares de la cueva, sin embargo el grupo D, que reúne figuras pintadas en rojo con brocha o pincel (figura femenina, caballo y bóvido, que los autores consideran muy diferentes de las restantes figuras de estos géneros), no se diferencia del grupo e por la técnica sino porque en éste dominan los cérvidos, que no estaban presentes en el anterior y porque están situados en el sector IV. el grupo f está caracterizado por que sus figuras están pintadas en ocre a brocha o pincel.

De esta breve reseña, que resume el estilo de todas las restantes, parece poder deducirse que los grupos están mayoritariamente constituidos en razón de la técnica de ejecución, cuyas superposiciones constitui-rán la base del diseño de la evolución gráfica de la cueva.

A la constitución de los grupos de analogías, los autores hacen seguir lo que llaman el análisis estilísti-co. Si por estilístico se entiende que el análisis que sigue se refiere a formas o detalles que pueden confor-mar un estilo, el término tendría sentido. Pero si lo que se quiere indicar con él es que los detalles que se analizan constituyen el estilo de las ciervas o caballo de Ardales, no estaría justificado, porque no son caracteres que se reconozcan en la mayoría de las figuras, ni los que se reconocen son propios de un estilo porque son estereotipos, ni tampoco el esquema-tismo, a no ser que todos se considerasen característi-cos de un único estilo paleolítico, del que Ardales formaría parte.

los autores interpretan las formas de las figuras como expresiones de las actitudes de los animales, que describe la etología, pero esta interpretación es muy problemática dado que, según reconocen los autores, las figuras están esquematizadas. Así, al describir el grupo g, dicen:

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“Se trata de un grupo homogéneo, con figura-ciones en su mayoría de gran tamaño, que tienden a asociarse entre sí, de forma superpuesta o yuxta-puesta, en composiciones que evocan comporta-mientos gregarios mediante actitudes como la berrea en los machos o la alerta en las hembras, algunas de las cuales presentan ademanes muy singulares como las cabezas vueltas y erguidas o la boca abierta” (pág. 269)

Pero, a ésta dificultad se añade el hecho de que la mayoría de las figuras están reducidas a una parte, y en el caso de los cérvidos, incluso a una pequeña parte la caracterización del grupo como homogéneo podría indicar que las formas de sus figuras son muy seme-jantes pero también que la “composición” lo es igual-mente. no se podría decidir por estas solas palabras. Si embargo, sería razonable determinar en qué consiste la homogeneidad y cómo se manifiesta, porque, de lo contrario, el término no está jiustificado. .

la identificación de las actitudes, que se mencionó rara vez en el capítulo de la identificación de los motivos, se apoya en que las ciervas presentan las cabezas vueltas y en las bocas abiertas. Sin embargo en este grupo sólo se reconoce un ciervo y las ciervas prácticamente todas, excepto dos, reducidas a la cabeza y el cuello y en alguna al contorno dorsal. el esquematismo hace el resto. Sería muy difícil identifi-car actitudes en estas condiciones.

quizá en la expresión “comportamientos grega-rios mediante actitudes como la berrea ” que se ha empleado arriba, parecen sugerir la idea de una mana-da. De ser así, habría que decir que la interpretación de los conjuntos de figuras como “manada”, que se pro-puso para interpretar el techo de los polícromos de Altamira, fue desechada hace ya mucho tiempo por la investigación. Sería muy difícil hallar razones que justificaran su aplicación a este caso. De todas mane-ras, sigue latente la idea de que las figuras, por el hecho de estar muy próximas entre sí, ya tienen alguna relación.

el grupo analógico J, compuesto por cuatro sub-grupos, al estilo de lo que tradicionalmente se ha lla-mado “paneles”, incluye observaciones sobre las cua-lidades estilísticas de las figuras de caballo. Una sería la crinera en doble escalón.

Si mi interpretación es correcta, el “escalón” de la crinera no puede ser otra cosa que el añadido de la línea de base de la crinera, es decir la reduplicación de la línea de contorno en el interior. Sin embargo, de todas las figuras de caballo recogidas en las páginas 237 y 238, sólo dos figuras presentan una supuesta línea de base de la crinera. la figura IV. b. 35. a. 11 presenta un amago de línea porque no alcanza en nin-gún caso a recorrer en paralelo la del contorno y ade-más, por su estado fragmentario, también podría

interpretarse como una corrección. la otra (IV. A. 11. 1, que no forma parte del grupo J, es muy parecida a la anterior. en una de estas figuras, el posible escalón puede estar confundido con el contorno de la crinera de una figura, también de caballo, que no se terminó y que corre entre otras dos.

Otras características estilísticas de los caballos son algunos trazos interiores y el codillo. Respecto de la primera debe decirse que, de acuerdo con los calcos que aparecen en las págs. 237 y 238, el rayado interno aparece en dos caballos: II. b. 39. a. 6 y IV. b. 35. a. 10 se presenta en el lumbar. Sin embargo, el que apa-rece en este último puede ser interpretado como un caso de corrección porque todo el contorno delantero, que va desde las fauces hasta el extremo inferior de la pata, ha sido corregida repetidas veces. De modo que habría que interpretarlas no separadamente sino una a la luz de la otra. en el primero de los casos no habría razón para no interpretarla así, pero sería el único caso. no sería por tanto una característica estilística de las figuras de caballo.

Respecto del codillo de los caballos, que se dice redondeado, hay que decir que, a juzgar por lo que describen hipólogos, por ejemplo lión Valderrábano, no aparece indicado como tal en las figuras de las págs. 237 y 238, si es que por codillo en los cuadrúpe-dos se quiere significar la coyuntura próxima al pecho. Si se tratara de indicar que la cinchera es redondeada, entonces habría que decir que de las l3 figuras que la tienen, sólo 4 la presentan redondeada.

la característica de la boca abierta en las ciervas, lo mismo que el estiramiento del cuello, es común a muchísimas de las ciervas de otros santuarios de españa, sobre todo, en los cantábricos, y más bien parece, por su invariable repetición, una actitud este-reotipada o un “convencionalismo” que una represen-tación realista. lo mismo cabría decir de la cabeza vuelta. el añadido de un punto en la cabeza indicando el ojo, lo que se ve algunas veces, tampoco es una señal especial de realismo porque la mayor parte de las veces se le sitúa desplazado del punto teórico de su posición. y también de algunos trazos interiores, que son “convencionalismos” semejantes a los de la cabeza de triple línea, y cuyo significado es discutido. Añadamos a esto que los mismos autores reconocen la poderosa carga de esquematismo con que están dibu-jadas las figuras:

“En contadas ocasiones, las figuras zoomorfas presentan rasgos realistas sino que se trata de modelos estereotipados, con los que se quiere expresar la idea del animal más que al animal en sí “ (pág. 339)

Otras expresiones de los autores directamente sobre las cabezas de cierva, que son una gran parte del repertorio faunístico, parecen justificar la impresión

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de que, contra sus propias afirmaciones, mantienen la idea de que las ciervas puedan presentar actitudes como la alerta. Véase:

no parece apreciarse, pues, un interés especial por los detalles anatómicos sino que las figuracio-nes suele limitarse a los trazos mínimos suficientes para su identificación como es el caso paradigmáti-co de las cabezas de cierva resueltas mediante triple línea” (Ibid)

Pese a todo, la idea de que las figuraciones repre-sentan algo más que la idea del animal, está bien clara:

“una parte importante de las representaciones faunísticas de la Cueva de Ardales hace referencia a las distintas fases del ciclo sexual, en relación tal vez, con el origen y reproducción de la vida” (pág. 350)

Otras características a que se alude son la manera de terminar los morros, la modulación de la boca, la disposición del cuello respecto de la cabeza, la termi-nación de los picos. Sin embargo no se indica de qué forma específica se terminan o modulan. en general, se podría decir que la comparación de las formas de las figuras se ha reducido a enumerar algunos detalles y a describirlos sumariamente. Se echa en falta al menos la comparación entre las formas del contorno, así como su comparación con las figuras de cuevas en las que, como es el caso de Parpalló, la esquematización es parecida.

los autores consideran que las cabezas de las ciervas expresan el movimiento si están estiradas hacia delante o si se doblan ligeramente, en un gesto que llaman “torsión”. Sin embargo estas no resulta más que variantes del convencionalismo estereotipado de la cierva. Otra cosa es la vuelta de la cabeza hacia atrás, que evidentemente significa un movimiento, aunque su plasmación resulte otra variante del estereo-tipo. lo mismo que la posición de las manos y patas en paralelo y tendidas hacia delante o hacia atrás. Pero todo ello no es aplicable a la mayoría de las figuras.

Siempre cabría observar que habiendo identificado como pez la extraña figura

Se catalogan 63 cérvidos (págs. 231 a 234) de los que sólo 14 presentan manos y/o patas. De ellas, 5 presentan manos y patas, y las restantes sólo manos. las manos son en su práctica totalidad, apéndices a veces cortos, siempre rígidos y paralelos y altamente esquematizados y en algunos casos cada par reducido a uno único. Además, en el caso de presentar los dos pares completos los delanteros no presentan clara relación de movimiento con los traseros. Sería difícil extraer de esta larga serie de figuras conclusiones

sobre el movimiento y sobre el dinamismo. Sin embar-go, los autores manifiestan:

“ la mayoría de los motivos presentes en la Cueva de Ardales están lejos de poder considerarse estáticos. En primer lugar la sensación general que ofrece el conjunto es de enérgico dinamismo, expre-sado tanto en las figuraciones, con formas modula-das y rítmicas, como en los signos de carácter lineal, cuyos diseños nos remiten a una actividad artística de carácter convulso” (pág. 288)

Algunos grupos de figuras son considerados no meras asociaciones de carácter compositivo sino, sobre todo, como verdaderas escenas naturalistas. Así, los grupos de cérvidos y de caballos superpuestos (pág. 289) son interpretados como representación del apelotonamiento de los animales y por tanto como escenas de manada, sin tener en cuenta que pueden ser efecto de simples superposiciones en las que se anulan las representaciones precedentes que han dejado de tener su sentido mediante otras que lo tienen. Pero en ningún caso se puede deducir sin otro argumento, que tenga una gran fuerza expresiva, como lo hacen los autores, porque habría que demostrar que la superpo-sición se hizo con intención de crear el efecto del apelotonamiento, cosa que no hacen (pág. 289).

Sin embargo, no sólo se trata de la escena de la manada sino de verdaderas escenas de caza:

“por otro lado, algunos detalles, incluidos de forma sutil, parecen relacionar numerosas escenas con las estrategias de caza. Son posibles referencias a utensilios y tácticas del cazador, como podrían ser los lazos y tal vez los triángulos colocados en la zona superior izquierda en algunas composiciones. del mismo modo, la disposición de los elementos en ciertos paneles sugeriría un intento de plasmar algún tipo de suerte cinética” (pág. 291).

Aquí parece afirmarse claramente que se trata de escenas de caza, aunque se haga de manera condicio-nal, porque sus contenidos son recogidos en las con-clusiones. Sin embargo, los datos que manifiestan de manera definitiva el significado de la escena como caza, son signos, no figuraciones, con lo que estamos ante una escenificación abstracta, no naturalista, con lo que no se está describiendo una escena de caza en el sentido neolítico sino una abstracción. Pero esta abstracción es fruto de la fantasía. en algunos casos, una figura de caballo se encuentra enfrentada a una especie de meandros o festones, uno de cuyos extre-mos casi toca al cuello, y son considerados como representativos del medio acuático (pág. 290).

la razón de reunir motivos sólo relacionados entre sí por su proximidad es que son considerados sincró-nicos. Sin embargo, no se aporta prueba alguna de esta sincronía.

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Dentro de esta tendencia a la interpretación, inclu-so simbólica, las representaciones femeninas tienen para, los autores un significado más rico, complejo y mucho más difícil de alcanzar:

“En cuanto a la representación de la mujer, hay una clara vinculación al mundo de la reproducción social. Se trata de mujeres embarazadas o promi-nentes en sus formas femeninas. Hay una expresión clara de fecundidad, pero pensamos también de relaciones humanas, de afectividad, de valores expresados vinculados a la noción de lo femenino” (pág. 351)

Sin embargo no se apuntan las razones por las que esto pueda afirmarse ni se alude a las formas específi-cas en las que estas intuiciones puedan tener siquiera la base para una sugerencia. Aquí, no sólo se supone que el abultamiento del vientre signifique necesaria-mente embarazo, lo cual representa una posición abandonada en la investigación, sino que formas no especificadas son una expresión de valores, que no se especifican pero que están vinculados a la noción de lo femenino, noción para cuyo conocimiento haría falta un contexto.

el apartado de la expresión, animación y movi-miento, se cierra con la atribución de la autoría. el primer autor, al que se le denomina el maestro de cér-vidos, ha realizado las figuras de los subsectores IV. A y IV. c. Sus figuras ocupan el subsector IV. A., que comprende unas ciervas, de las que ninguna está completa y de las que la mayor parte se reduce al cuello y la cabeza, y una de cabra a falta de parte del vientre y del par trasero (pág. 143) y las del subsector IV. c., que comprende también figuras de cierva, de las que tres están completas (pág. 177). están grabadas mediante digitación y técnica mixta. Se caracteriza en primer lugar por su composición de sus grupos escé-nicos, que se dice vigorosa y plena de dinamismo y sus figuras presentan convencionalismos como la cabeza resuelta mediante dos líneas casi paralelas, la boca abierta, las cabezas erguidas o vueltas hacia atrás y la incorporación de lazos como elemento compositivo (pág. 293). es maestro mejor dotado que el de los caballos en lo que hace a la expresividad.

el procedimiento de atribución adolece de varios defectos: el primero es el de la delimitación del tema, ya que en un conjunto de figuras de terminación tan diferente, hasta el punto de que varias figuras sólo constan de cabeza y el arranque del cuello, las dificul-tades de la atribución son diferentes y deberían ser tratadas de manera diferente. este procedimiento recuerda el de la asignación de cronología a un panel compuesto por varias o muchas figuras e incluso a toda una cueva en la que se podían distinguir varios paneles, que se utilizaba en fechas anteriores y que todavía algunos utilizan. Sin embargo, este procedi-miento invalida los resultados. los historiadores del

arte precisan con la mayor exactitud qué obra preten-den atribuir.

en segundo lugar, los criterios por los que se caracterizan los grupos escénicos son imprecisos y su valoración está sujeta a la subjetividad de los observa-dores. también éste era un defecto que se cometía al describir y describían las figuras, en los análisis del arte paleolítico. Además, aquellos criterios por los que se caracteriza a las figuras están considerados por los propios autores como convencionalismos. Siendo éstos, por lo tanto, muy comunes en muchas figuras de otros santuarios, habría que suponer que el supuesto autor de éstas también lo es de las otras. Sería necesa-rio que se hubieran descrito los caracteres diferenciales del trazado de tales convencionalismos para que éstos se hubieran podido utilizar para la atribución. el crite-rio del añadido de los lazos, tampoco puede servir para la atribución porque habría que demostrar antes que efectivamente se trata de lazos y no de otro signo más, de los que los propios autores han recogido en los trabajos de g. Sauvet, entre otros. y en segundo lugar incluso en este supuesto sería muy frágil porque sería fácilmente copiado.

el segundo autor realiza grupos y figuras sueltas de caballos y presenta algunas características que le son propias y otras que comparte con el autor de los cérvidos. Sus caracteres propios son la seguridad de su trazo, la resolución del “codillo” (que supongo se refiere a la cinchera) en curva y la forma almendrada de los ojos de algunas figuras. Sin embargo, su expre-sividad lineal es menor que la del autor de los cérvidos. las características que comparte con el autor de los cérvidos son: la capacidad para componer grandes escenas y la forma de representar a los grupos de ani-males superponiendo unas figuras sobre otras.

en este caso, los autores repiten el procedimiento de atribución. las características de sus grupos escéni-cos son menos expresivas que las del autor de los cérvidos. Aluden a las formas de algunas partes de las figuras como la forma almendrada de los ojos, pero, de acuerdo con las reproducciones de las págs. 237 y 238, sólo dos figuras presentan ojos almendrados, una un ojo circular y todas las demás carecen de ojos. también aluden a la forma del codillo en curva, a la que le ocurre lo mismo que a los ojos, con el agravante de que sólo uno de los dos caballos que llevan ojo almen-drado llevan también el codillo redondeado. Pero ni aún en este supuesto habría bastado para fundamentar razonablemente la atribución. y eso, porque se trata de un número de casos tan pequeño, que el hecho podría calificarse de excepción y no norma.

el tercer autor ha realizado el panel IV. b. 42. d. Se caracteriza por un impecable equilibrio compositivo en función del espacio elegido y por utilizar una trama previa (se refiere al rayado de la pared que subyace a la figura de ciervo a la carrera y por tener un trazo

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nervioso e irregular, que los autores interpretan como una búsqueda de reforzamiento del movimiento.

el fundamento de la atribución a este autor es incluso más impreciso que la de los anteriores, porque se le asigna un trazo nervioso e irregular, sin que se defina qué se quiere significar con la expresión.

también son citados otros autores que trabajan con trazo en “V” muy fino y que constituyen una serie que denominan “manierista”. este grupo debe rondar en torno a 20, si es que a ellos se refiere una de las conclusiones, en que se dice:

“ del mismo modo, no cabe estimar, y por exceso, más de una veintena de autores como impli-cados en la realización de todo el conjunto de agregaciones gráficas” (pág. 338)

Si la apreciación es justa, los autores ni siquiera son especificados toda vez que veintena es una cifra alrededor de 20, no necesariamente 20, con lo cual la atribución carece de todo fundamento. y, además, de ser así, la atribución de alguna manera se vuelve contra sus autores del libro porque el término manierismo, aplicado a figuras de una esquematización tan potente, como ellos reconocen en las figuras de Ardales, no se podría utilizar en el significado tradicional de este término en la Historia del arte, y por tanto no cabría aplicársela a un grupo de inciertos decoradores.

en conjunto, puede decirse que la atribución de autoría en este trabajo es una afirmación que se hace exclusivamente desde la subjetividad. Mis trabajos sobre este tema desde l982, que, por no aparecer reseñados en la bibliografía, se diría que los autores desconocen, podrían haber servido para plantear ade-cuadamente el problema. .

el segundo apartado fundamental en la lógica del discurso del trabajo es el que trata de las superposicio-nes, a cuyos valores acuden los autores a falta de dataciones absolutas o de comparaciones aceptables de las formas, que habrían podido ayudarles en su intento de fijar la evolución gráfica del santuario. Por evolución gráfica se debe entender (pág. 312), no el cambio estilístico sino las fases en que se realiza la decoración. en el diseño de este proceso las superpo-siciones se utilizan por tanto como instrumentos de cronología relativa. en esto, los autores no comparten, al parecer, la interpretación evolutiva que tradicional-mente siguió la investigación desde breuil. en efecto, la tabla comparativa (pág. 312), en la que presentan los signos y las figuras de los tres ciclos, no muestran diferencias formales apreciables entre sí. en esto, se ve una semejanza con las de Parpalló, a las que no puede aplicarse el esquema evolutivo de leroi-gourhan.

los autores dudan acerca del valor de la secuencia que van a proponer, pero se inclinan por hacerlo por-que ella constituye el único argumento “empírico” :

“En definitiva, entendemos que, aunque sea poco significativa cuantitativamente, la definición de esta secuencia de superposición de técnicas constituye el único argumento empírico en que pueda basarse, en último extremo, el establecimien-to de cualquier intento de periodización, si bien debe reconocerse que en muchas ocasiones su apli-cación no es completamente determinante. (pág. 303)

Sin embargo, esta posición teórica muy razonable está de alguna manera invalidad por la experiencia de los autores en el análisis de las superposiciones de la cueva:

“Siempre hemos dudado que factores como el cromatismo o las técnicas de ejecución propiamente dichas estuvieran relacionados directamente con fases cronológicas, pero la Cueva de Ardales no parece darnos la razón. ” (Ibid)

Al parecer, los autores suponen que el hecho de que haya las superposiciones que hay en Ardales ofrece una razón para afirmar el valor de su propuesta. Pero la experiencia de Ardales, que denominan el único argumento empírico, no está validada más que por su intuición. ésta consiste en que observan en sus super-posiciones una intención de diferenciar lo realizado de lo que se va a realizar mediante el cambio de la técni-ca de ejecución. y lo que se va a realizar es, en algunos casos, la asociación de figuras o de figuras y signos sino también de la formación de composiciones y escenas.

Pero el “argumento empírico” presenta algunas serias lagunas. no todas las superposiciones son del mismo género. Algunas son superposiciones de la misma técnica, lo que se produce no sólo en las mis-mas figuras sino en figuras, que los autores dicen asociadas.

“Aunque resulte obvio, debe señalarse que también se dan superposiciones de la misma técni-ca, en la mayoría de los casos formando parte de la misma figura o bien conformando imágenes asocia-das, por lo que debe considerarse y así se hizo, que tuvieron carácter eminentemente sincrónico. (pág. 293)

en estos casos, de los que las asociaciones son supuestos de la intuición de los autores basada en la proximidad de las figuras, a la superposición tiene un valor, que debe decirse también basado en la intui-ción.

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en otros casos, la superposición se produce entre dos técnicas diferentes. en esta situación, los autores le conceden un valor no de sincronía sino de diacronía, es decir de larga duración,

“por su parte, las superposiciones en las que intervienen distintas técnicas sí plantean considera-ciones de diacronía por más que … las imágenes superpuestas pudieran haber servido de comple-mento añadido a las ya existentes. “ (pág. 293)

Para confirmar el valor intuitivo de que se da a las superposiciones, puede añadirse que, a juicio de los autores, representan una intención diferenciadora por parte de los grabadores.

“de hecho, parece existir una intención diferen-ciadora respecto a lo ya realizado a través del uso de técnicas distintas… “ (pag. 303)

Pero no aportan pruebas de porqué unas superposi-ciones pueden haber sido complementarias, de manera que el intervalo entre las dos podría ser considerado menor, y porqué en otras debería ser considerado tan grande como para fundamentar un proceso gráfico de tres ciclos, de los que, el medio se atribuye al Solutrense (pág. 322), lo que hace que los otros dos sean anterior y posterior a éste o, al menos una fase antigua y otra reciente de este período.

las superposiciones no se extienden a toda la decoración sino sólo al sector II, III y IV , si se atiende a los gráficos de las páginas 295 y 300, en que los autores tabulan el resultado de sus observaciones al respecto. Algunas aparecen muy rara vez (pintura en color marrón).

Además, de 24 casos de superposición registrados, se reconocen 13 clases de superposición de técnicas, de entre los que sólo 1 se repite 6 veces, 3 se repiten 3 veces y las restantes sólo 1 vez, situación que los autores reconocen no favorecer su diseño de los ciclos.

Aunque la secuencia gráfica se desarrolla en tres ciclos, de los que el primero presenta tres fases y el tercero dos, las del primero pueden ser reducidas a dos. esta reducción se basa igualmente en la intuición de que, aunque no se apoye en superposiciones, debe representar la misma fase que la anterior.

el ciclo inicial, caracterizado por el uso de todas las técnicas y colores, se desarrolla en una primera fase, que se considera de exploración y apropiación del espacio decorativo, mediante signos y manos en negro y rojo repartidos por toda la cueva y dibujados en toda clase de soportes como paredes, bloques, espeleotemas, etc.

la razón por la que basándose sólo en el hecho de que los signos y manos están distribuidos por el todo el espacio, se supone que representan una primera etapa en la que los paleolíticos exploran el territorio a decorar y se lo apropian, pertenece también al apartado de la intuición.

los autores entienden que la superposición indica por sí misma una agregación y su escasez es señal de que :

“Se respeta y complementa lo anterior, porque se comparte la idea de formar un todo, de un mismo concepto general.” (pág. 339)

efectivamente, de ser así, se podría hacer una dis-tribución del conjunto en grupos, y relacionar de alguna manera unos paneles o partes de la cueva con otras, pero para ello se debería aportar alguna prueba. la idea de que la cueva es analizable en la situación en que quedó después de su abandono por los paleolíticos constituyó la base de la reconstrucción del pasado asumida durante mucho tiempo, de la misma manera que la existencia de algunas escenas (recuérdese la del pozo de lascaux), pero tampoco en aquellos casos se aportaron pruebas suficientes para justificarla.

Respecto de la cronología relativa, aunque los autores dicen renunciar a tomar posición ante la ausen-cia de fechaciones c14, sugieren una correspondencia entre sus ciclos gráficos y los períodos clásicos del Paleolítico Superior:

“Es por eso (ausencia de dataciones absolutas) que evitamos de un modo consciente referencias al Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense o Magdaleniense, si bien es verdad que los ciclos planteados podrían perfectamente ajustarse a estos períodos” (pág. 337)

Sin embargo, a propósito del fragmento de hoja de laurel hallada en la cueva, que los autores atribuyen al Solutrense, se dice:

“Tipológicamente se trata del fragmento de una hoja de laurel. Cronológicamente puede ser adscri-ta al Solutrense (Ciclo medio de la Cueva de Ardales).” (pág. 322).

el significado del paréntesis que sigue inmediata-mente a la palabra Solutrense parece identificar este período con el ciclo medio de Ardales, ya que no se hace matización alguna de su valor. De ser así, permi-tiría suponer que el Auriñaciense y el gravetiense corresponderían al ciclo inicial, y el Magdaleniense al ciclo final. De este modo, se comprendería con mayor claridad la afirmación de la pág. 322.

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Kobie. PaleoantroPología 29, año 2010 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao.ISSn 0214-7971

cRítIcAS y ReSeÑAS 125

el capítulo IV está dedicado a analizar las eviden-cias de la frecuentación de la cueva por los paleolíti-cos, entre las que se cuentan las que se refieren a la iluminación, a los útiles de los artistas, a la presencia humana y a las alteraciones de los espacios decorados. entre las relativas a los útiles, se cuenta un fragmento de una hoja de laurel, del que se habla arriba.

el capítulo V, que cierra la obra, está dedicado a conclusiones, en las que se resumen y confirman las sugerencias ofrecidas en el cuerpo del trabajo. Al pre-

sentarlas como conclusiones se diría que se han con-vertido en conocimientos adquiridos. Sin embargo, no se puede olvidar que en los aspectos fundamentales del trabajo, se han hecho reservas acerca del valor de sus procedimientos. Pero en lo que se refiere a los significados generales, a la formación de asociaciones y de escenas, en los que se ve una expresión del ambiente natural, de la vida y del pensamiento simbó-lico paleolíticos, no parece que deba suponerse que se asumen con dudas.

Juan María ApEllAnIZ Prof. emérito Universidad de Deusto

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KObIe aldizkaria, izaera zientifikoa duena, bizkaiko foru Aldundiaren Kultura Sailak Kultura Ondare Zerbitzuaren bidez editatu du. bi serie espezializatu argitaratu dira: KoBie. Paleoantropología eta KoBie. antropología cultural, urtero bakoitza bolumen batekin. gainera, bi serie mono-grafiko ere editatu dira: anejos de KoBie eta excavaciones arqueológicas en Bizkaia (prestaketa-fasean), aldizkakotasun aldako-rrarekin, garrantzi handiagoko azterlanak eta lanak jorratuta.

KoBie aldizkariaren orrietan Arkeologiarekin, etnografiarekin eta Kultura Ondarearekin zerikusia duten azter-lan guztiak jasotzen dira, serieak eta mono-grafiak kontuan izanda. Halaber, bizkaiko lurralde Historikoaren edo ekialdeko Kantauriaren gain eragina duten gaiak garrantzitsuak izango dira, betiere bizkaiko foru Aldundiak finantzatutako lanak lehe-netsita.

KoBie aldizkariak, bere aldetik, edi-zioarekin zerikusia duten kontsultei arre-ta emateko telefono hauek erabiliko du: 0034.94.4066957 edo 0034.94.4067723, edo [email protected] helbide elektroni-koa erabiliko du. Jatorrizkoak KobIE aldizkariara posta ziurtatuaren bidez helbide honetara bidaliko dira:

Kultura ondare Zerbitzuabizkaiko foru Aldundia

KoBie AldizkariaK/ Maria diaz de Haro, 11-6. solairua

48013-bilbo (bizkaia)

la revista KObIe, de carácter científico, es editada por el Departamento de cultura de la Diputación foral de bizkaia a través del Servicio de Patrimonio cultural. Se publican dos series especializadas: KoBie. Paleoantropología y KoBie. antropología cultural con un volumen anual cada una. también se editan dos series monográficas: anejos de KoBie y excavaciones arqueológicas en Bizkaia (en preparación), de periodicidad variable, dedicadas a estudios y trabajos de mayor entidad.

en las páginas de la revista KoBie tienen cabida todo tipo de estudios relacionados con la Arqueología, la etnografía y el Patrimonio cultural, en función de sus series y monogra-fías. Se da especial relevancia a los temas que incidan en el territorio Histórico de bizkaia o se centren en el ámbito del cantábrico oriental, primándose aquellos trabajos que hayan sido financiados por la Diputación foral de bizkaia.

la revista KoBie atenderá las con-sultas relacionadas con su edición e inter-cambio através de [email protected] y/o en los teléfonos 0034.94.4066957 ó 0034.94.4067723 (intercambio). los origi-nales serán enviados por correo certifica-do a la revista KobIE en la siguiente dirección:

Servicio de patrimonio Culturaldiputación foral de bizkaia

Revista KoBieC/ María díaz de Haro, nº 11-6ª plta.

48013-bilbao (bizkaia)

KoBie, the scientific journal, is published by the Department of culture of bizkaia Provincial council through its cultural Heritage Service. two specialist series are published: KoBie. Paleoantropología and KoBie. antropología cultural with an annual issue appearing in each case. two mono-graphic series are also published: Anejos de KObIe and excavaciones arqueológicas en Bizkaia (in preparation), which feature more extensive studies and papers and are not pub-lished on a fixed date.

KoBie welcomes any type of studies related to Archaeology, ethnography and cultural Heritage, according to its series and monographs. Particular emphasis is given to those areas focusing on bizkaia or based on the eastern cantabria, with priority being given to those studies that have been funded by bizkaia Provincial council.

Any queries regarding publication in KoBie can be made by phoning (0034.94.4066957 or 0034.94.4067723), or by email ([email protected]). The origi-nals should be sent by registered post to the KoBie at the following address:

Servicio de patrimonio Culturaldiputación foral de bizkaia

Revista KoBieC/ María díaz de Haro, nº 11-6ª plta.

48013-bilbao (bizkaia)

KoBie AldIZKARIAn JAtORRIZKO lAnAK OnARtZeKO ARAUAK

nORMAS PARA lA ADMISIón De ORIgInAleS en lA REVISTA KoBie

KoBie AccePtAnce cRIteRIA fOR tHe PUblIcAtIOn Of ORIgInAl ARtIcleS

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I. TESTuAlanak argitaratu gabe egoteaz gain, beste-

lako aldizkarietan edo argitalpenetan onartu gabe egon beharko dira. lanak euskaraz, gaz-telaniaz eta ingelesez argitaratu beharko dira. europako bestelako hizkuntzak ere kontuan hartuko dira, betiere aurretiaz hori kontsultatu-ta. lanen gehieneko luzera DIn - A4 formatu-ko 40 orrikoa izango da, aurpegi batetik, bibliografiarekin eta irudiekin batera.

KoBie aldizkariaren zuzendariak jato-rrizkoen, ebaluazioari eta onarpenari buruzko kontsultak kontuan izango ditu, betiere 0034.609.414102 telefono-zenbakiaren bidez, [email protected].

lanaren testua inprimatutako bi kopien bidez eta Word formatuan grabatutako cD-Rom edo DVD aurkeztu beharko da. testu horren marjinak hauek izango dira: goikoa eta behekoa 2 zentimetrokoak eta ezkerraldekoa nahiz esku-inaldekoa 2,5 zentimetrokoak, (± 35 lerro), 1,5 tartearekin idatzita, 12 puntuko times new Roman letra-tamainarekin, justifikatuta eta modu korrelatiboan zenbatuta. ez dira onartuko eskuz egindako zuzenketak. cD edo DVD eti-ketatuta egon behar da, ondoko datuak jasota: egilearen izena, lanaren izenburua eta bertan jasotako artxiboen izenburua.

Jatorrizko lan bakoitzarekin batera, izenburuaren ostean, edukiaren hiru labur-pen aurkeztu beharko dira, bat lanaren jato-rrizko hizkuntzan eta beste biak, euskaraz, gaztelaniaz edo ingelesez. laburpen horien gehieneko edukia 10 lerrokoa izango da.

egileak egokitzat jotako bost-hamar hitz gako adieraziko dira, laburpenen hizkuntza berberetan (euskara, gaztelania, ingelesa) idatzita, alfabetoaren bidez antolatuta eta puntuen bidez bananduta.

Hona hemen lana aurkezteko modua: testuaren goiburuan lanaren izenburua adie-raziko da. Horren azpian ingelesera eginda-ko itzulpena agertuko da. Jarraian, eta esku-inaldeko marjinan egilearen edo egileen izena eta bi abizen adieraziko dira: orriaren oinean nahitaez lanaren tokia edo hori atxi-kitako tokia, posta-helbidea eta helbide elektronikoa adierazi beharko dira. Kontsultak egiteko, KoBieren eskutik, egile sinatzaileen arteko solaskidea beti adierazi beharko da.

lanaren garapenean atal ezberdinen izenburuak letra lodiz adierazi beharko dira, eta arabiar zifraren bidez modu korrelatiboan zenbatuta agertu beharko dira, Dewey arbo-reszentzia-sistema (1.1., 1.2., 1.3.,) hierarkia-ren bosgarren maila arte erabilita.

latinismo eta hitzez hitzeko aipamen guztiak letra etzanez idatzi beharko dira. Hitz edo esaldi bat nabarmendu behar bada, hori letra lodiz adieraziko da, inoiz ez azpimarra-tuta. Proiektuei edo ikerketa-programei, etab-.i egindako eskerrak eta aipamenak lanaren amaieran lerrokada bereizian jasoko dira.

I. TExTolos trabajos deberán ser inéditos y no

haber sido aceptados en cualquier otra revis-ta o publicación. los idiomas de publicación son el euskera, el castellano y el inglés. Se considerarán otros idiomas del ámbito euro-peo previa consulta. la extensión máxima de los trabajos será de 40 hojas tamaño DIn - A4 por una sola cara, incluyendo la biblio-grafía y las ilustraciones.

el director de la revista KoBie, atende-rá las consultas relacionadas con evaluación y aceptación de los originales a través del teléfono 0034-609.414.102, mediante [email protected].

el texto del trabajo deberá ser presentado mediante dos copias impresas así como graba-do en cD-Rom o DVD en formato Microsoft Word. los márgenes de dicho texto serán, el superior e inferior de 2 cms. y el izquierdo y el derecho de 2´5 cms. (± 35 líneas), habiendo sido redactado a 1´5 espacios con un tamaño de caracteres de 12 puntos en times new Roman, justificado y paginado correlativa-mente. no se admitirán correcciones a mano. el cD o DVD deberá ir etiquetado indicando el nombre del autor, el título del trabajo y el título de los archivos que contenga.

cada original deberá venir completado después del título con tres resúmenes del contenido, uno en la lengua original del trabajo y los otros dos, como cumpla, en euskera, español o inglés. Dichos resúmenes no deberán exceder las 10 líneas.

Se incluirán entre cinco y diez palabras clave, que el autor considere oportunas; redac-tadas en los mismos idiomas que los resúme-nes (euskera, español o inglés), en orden alfa-bético y separadas entre sí mediante puntos.

el orden de presentación del trabajo será el siguiente: el texto deberá ir encabezado por el título del trabajo. Inmediatamente debajo su traducción al inglés. Seguidamente y en el margen derecho el nombre completo y dos apellidos del autor o autores; a pie de página obligatoriamente el lugar de trabajo o centro al que se encuentra adscrito, la dirección postal y la de correo electrónico. Para cualquier tipo de consulta, por parte de KoBie, indíquese siempre el interlocutor entre los autores firmantes.

en el desarrollo del trabajo los títulos de los diferentes apartados irán en negrita y serán numerados correlativamente en cifra árabe utilizando el sistema de arborescencia Dewey (1.1., 1.2., 1.3.,…) hasta el quinto nivel de esta jerarquía.

todos los latinismos y citas literales serán redactados en cursiva. Si es necesario destacar una palabra o frase se utilizará la negrita, nunca el subrayado. los agradecimientos, citas a pro-yectos o a programas de investigación etc.; irán en párrafo aparte al final del trabajo, inmediata-mente antes de la bibliografía.

I. TExTthe papers must not have been previ-

ously published and not have been accepted by any other journal or publication. the publication languages are basque, Spanish and english. Other european languages will be considered on a case-by-case basis. the maximum length of the papers should be 40 A4 pages on a single side, including the bibliography and illustrations.

the director of KoBie can be contacted regarding any queries related to the assess-ment and acceptance of the originals by tele-phone at 0034.609.414102, by sending an email to [email protected].

the text of the paper should be submit-ted in two printed copies and recorded on cD-ROM or DVD in Microsoft Word for-mat. the upper and lower margins of the page should be 2 cm and the left and right margins 2.5 cm (± 35 lines). the text should be written in 1.5 spacing in times new Roman 12-point font, right justified and numbered correlatively. Hand correc-tions will not be accepted. the cD or DVD should be labelled with the name of the author, the title of the paper and the name of the files that it contains.

each original should be completed with three abstracts of the contents, one in the original language of the paper and the other two, as applicable, in basque, Spanish or english, after the title. these abstracts should not exceed 10 lines.

they should include between five and ten key words, that the author deems to be appro-priate, in the same language as the abstracts (basque, Spanish or english), in alphabetical order and separated by full stops.

the order of presentation of the paper should be as follows: the text should be headed by the title of the paper. Its transla-tion in english should appear immediately below. the full name and two surnames of the author or authors should then appear on the right margin. the workplace or centre to which they belong, the postal address and email must appear in the footer. Please always indicate the corresponding author from among the signing authors for KoBie to contact.

the titles of the different sections of the papers should be in bold and numbered cor-relatively in Arabic numerals using the Dewey Decimal classification (1.1., 1.2., 1.3, and so on) up to the fifth level of this hierarchy.

Any latinisms and literal quotes should be in italics. bold, never underlining, should be used if a word or phrase needs to be high-lighted. Acknowledgements, references to projects or research programmes, etc., should be in a separate paragraph at the end of the paper.

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II. oHARRAK.

beti orriaren oinean, testuan modu korrelatiboan zenbatuta. Karaktereen tamai-na 10 puntukoa izango da, lerroarteko soila-rekin. Orriaren oinean bibliografia aipame-nak ez jasotzeko ahaleginak egingo dira.

III. ARGAZKIAK

Argazkiak, figurak (argazkiak, marraz-kiak, mapak, laukiak, grafikoak, etab.) eta taulak badira, modu korrelatiboan zenbatu-ko dira. euskarri magnetikoan (cD) bidali-ko dira, argazki bakoitza gutxienez ere 300 pixeletako (dpi) JPg edo tIf bereizmen-formatuarekin artxibo bereizietan grabatuta. Argazkien oinak artxibo bananduan idatzita agertuko dira, betiere lanaren euskarri mag-netikoan (cD) eta inprimatutako orri solte-an. testuan argazki bakoitza erreproduzi-tzeko tokia adierazi beharko da. Argazkietatik edozein bestelako argitalpenetatik jaso bada horren jatorria eta egilea adierazi beharko dira.

IV. bIblIoGRAfIA AIpAMEnAK.

bibliografia aipamenak bibliografia aipamenak testuaren barruan jasoko dira, ez orriaren oinean edo lanaren amaieran. egilearen edo egileen abizena adieraziko da, izen berezia letra xehez idazteko erregela aplikatuta, eta ostean, argitalpen-data, banantze-komarik gabe, eta bi puntu ostean, aipatu nahi den orria eta/edo irudia jasoko da:

(basas 2009: 131, 3. iru)

(garcía Obregón: 1986)

(Iriarte eta Hernández 2009: 9)

(castaños et al. 2009: 51)

(Palomera 1999: 32; campillo 1997: 5)

(Andrío 1992: 526 eta 1994: 32)

…J. l. Ibarra álvarezek (2009: 223) uste du...

II. noTAS.

Serán siempre a pie de página, debién-dose numerar de forma correlativa en el texto. los caracteres tendrán un tamaño de 10 puntos y el interlineado sencillo. Se pro-curara no incluir referencias bibliográficas al pie de página.

III. IluSTRACIonES

las ilustraciones, que pueden ser figuras (fotografías, dibujos, mapas, cuadros, gráfi-cos, etc.) y tablas, vendrán numeradas de forma correlativa. Serán enviadas en soporte magnético (cD), grabada cada ilustración en archivos separados en formato JPg o tIf de 300 píxeles (ppp) mínimo de resolución. los pies de las ilustraciones vendrán redactados en archivo aparte en el soporte magnético del trabajo (cD) y en hoja impresa aparte. Deberá ser indicado en el texto el lugar donde se desea que quede reproducida cada ilustra-ción. Si cualquiera de las ilustraciones es tomada de otras publicaciones se deberá citar su procedencia y autor.

IV. CITAS bIblIoGRÁfICAS.

las citas bibliográficas seguirán el modelo denominado anglosajón. Serán incluidas dentro del texto, no a pie de página ni al final del trabajo. Se citarán indicando el apellido del autor o de los autores siguien-do la regla para expresar un nombre propio en minúscula, seguido de la fecha de publi-cación, sin coma de separación y, tras dos puntos, la página y/o figura que se desee citar, así:

(basas 2009: 131, fig. 3)

(garcía Obregón: 1986)

(Iriarte y Hernández 2009: 9)

(castaños et al. 2009: 51)

(Palomera 1999: 32; campillo 1997: 5)

(Andrío 1992: 526 y 1994: 32)

…J. l. Ibarra álvarez (2009: 223) opina que...

II. noTES

the notes should always be in the footer and numbered correlatively in the text. the notes will be in 10-point font and using single spacing. bibliographic references should not be included in the footer when-ever possible.

III. IlluSTRATIonS

Illustrations, which can be figures (pho-tographs, drawings, maps, tables, graphs, etc.) and tables, should be numbered cor-relatively. they should be sent in magnetic medium (cD) and each illustration saved in individual files in JPg or tIf format with minimum 300 pixel (ppp) resolution. the captions for the illustrations should be in a separate file in the magnetic medium of the paper (cD) and on a separated printed page. the place where each illustration is to be included should be indicated in the text. If any of the illustrations are taken from other publications, their source and author should be cited.

IV. bIblIoGRApHIC QuoTES.

the bibliographic quotes should use the Anglo-Saxon model. they should be includ-ed within the text and not in the footers or at the end of the paper. the quotes will be given indicating the surname of the authors or the authors following the rule to express a proper name in lower case, followed by the publication date with no comma and, after a colon, the page and/or figure that you wish to quote, thus:

(basas 2009: 131, fig. 3)

(garcía Obregón: 1986)

(Iriarte & Hernández 2009: 9)

(castaños et al. 2009: 51)

(Palomera 1999: 32; campillo 1997: 5)

(Andrío 1992: 526 & 1994: 32)

…J. l. Ibarra álvarez (2009: 223) believes that...

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V. bIblIoGRAfIA

bibliografia lanaren amaieran normali-zatuta jasoko da, egilearen lehenengo abize-naren arabera antolatuta (alfabetoa kontuan izanda), eta izen berezia letra xehez adiera-ziko da. egileak batzuk izan badira, horien izenak puntu eta komaren bidez bereiziko dira. egile bakar batek lan bat baino gehiago badu, orduan antolaketa argitalpen-dataren ariora egingo da, zaharrenetik modernoene-ra. Urte berean egile berdinaren lan bat edo gehiago bildu badira, letra xehez (a, b, c,…) bereiziko dira. beti egilearen bi abizenak adieraziko dira, salbu eta hori jatorrizko bibliografian egin ez denean.

• Aldizkariaren artikuluaEgilearen abizenak, izenaren iniziala.

(argitalpen-urtea): “Artikuluaren izenburua”, aldizkariaren izena bolumenaren zenbakia, orrialdeak oo. edo or. aurretik adierazi gabe.

basas faure, C. (2009): “la producci-ón de hueso de Iruña (Araba): 1949-1954 eta 1975 kanpainak”, Kobie (Serie Paleoantropología) 28, 131-151.

Iriarte Chiapusso, M. J.; Hernández beloqui, b. (2009): “evolución del bosque durante el Pleistoceno Superior y el Holoceno en bizkaia: un estado de la cues-tión provisional”, Kobie (Serie Paleoantropología) 28, 9-24.

Wright, p. J. (2005): “flotation sam-ples and some paleoethnobotanical implica-tions”, Journal of archaeological Science 32, 19-26.

• LiburuakEgilearen abizenak, izenaren iniziala.

(argitalpen-urtea): Lanaren izenburua letra etzanez, argitaletxea, edizio-tokia.

Gorrotxategi Anieto, x. (2000): arte Paleolítico Parietal de Bizkaia, Anejos de Kobie 2, bizkaiko foru Aldundia, bilbo.

bell, H. (1992): Black Looks. race and representation, South end Press, boston.

bilera, Kongresua, Symposiuma, e.a. antolatu bada, izenburua letra etzanez adie-raziko da, eta parentesi artean lanaren edito-re zientifikoaren izena eta ostean aipamena (arg.) jasoko da.

• Agiri elektronikoak eta internetAgiri elektronikoak aipatzeko sistema

jadanik deskribatutakoaren antzekoa izango da, baina parentesi artean “cD-ROM” aipa-tuko da. gisa bertsuan, linean egindako kontsultei buruzko aipamena (internet) jada-nik ikusitakoaren antzera gauzatu beharko da, baina web helbidea aipatu beharko da, eta parentesi artean kontsulta egiteko erabi-litako data jasoko da.

V. bIblIoGRApHY.

the bibliography should be standard-ised at the end of each paper in alphabetical order of the first surname of the author fol-lowing the rules to express a proper name in lower case. If there are several authors, their respective names should be separated by a semi-colon. If there are several works by the same author, the order will be by publication date, from the oldest to the latest. If there two or more works by the same author in a single year, they will be differentiated using lower case letters (a, b, c,...). the two sur-names of the author should be cited, unless that is not the case in the original bibliogra-phy.

• Journal articleSurname/s of the author, initial of the

name. (publication year): “title of the arti-cle”, Name of the journal number of the volume, pages without adding pp or pgs.

basas faure, C. (2009): “la produc-ción de hueso de Iruña (álava): campañas 1949-1954 y 1975”, Kobie (Serie Paleoantropología) 28, 131-151.

Iriarte Chiapusso, M. J.; Hernández beloqui, b. (2009): “evolución del bosque durante el Pleistoceno Superior y el Holoceno en bizkaia: un estado de la cuestión provisional”, Kobie (Serie Paleoantropología) 28, 9-24.

Wright, p. J. (2005): “flotation sam-ples and some paleoethnobotanical implica-tions”, Journal of archaeological Science 32, 19-26.

• BooksSurname/s of the author, initial of the

name. (publication year): title of the book in italics, publisher, place of publication.

Gorrotxategi Anieto, x. (2000): arte Paleolítico Parietal de Bizkaia, Anejos de Kobie 2, Diputación foral de bizkaia, bilbao.

bell, H. (1992): Black Looks. race and representation, South end Press, boston.

If it is a Meeting, congress, Symposium... the title will be given in italics with the name of the scientific publisher of the paper followed by the indication (ed.) in parenthe-sis.

• Internet and electronic documentsthe system for citing electronic docu-

ments will be similar to the one described above, but including the abbreviation “cD-ROM” in parenthesis. Reference to online sources (Internet) should likewise be made in a similar way to the aforementioned system, but indicating the URl and the date on which you have consulted the source in parenthesis.

V. bIblIoGRAfÍA.

la bibliografía vendrá normalizada al final de cada trabajo por orden alfabético del primer apellido del autor siguiendo las reglas para expresar un nombre propio en minúscula. Si son varios los autores sus respectivos nombres vendrán separados por punto y coma. en el caso de que un mismo autor tenga varias obras la ordenación se hará por la fecha de publicación, de la más antigua a la más moderna. Si en el mismo año coinciden dos o más obras de un mismo autor serán distinguidas con letras minúscu-las (a, b, c…). Se citarán siempre los dos apellidos del autor, salvo que no se haga en la bibliografía de procedencia.

• Artículo de revistaApellido/s del autor, inicial del nom-

bre. (año de publicación): “título del artícu-lo”, Nombre de la revista número del volu-men, páginas sin anteponer pp. ni págs.

basas faure, C. (2009): “la produc-ción de hueso de Iruña (álava): campañas 1949-1954 y 1975”, Kobie (Serie Paleoantropología) 28, 131-151.

Iriarte Chiapusso, M. J.; Hernández beloqui, b. (2009): “evolución del bosque durante el Pleistoceno Superior y el Holoceno en bizkaia: un estado de la cues-tión provisional”, Kobie (Serie Paleoantropología) 28, 9-24.

Wright, p. J. (2005): “flotation sam-ples and some paleoethnobotanical implica-tions”, Journal of archaeological Science 32, 19-26.

• LibrosApellido/s del autor, inicial del nom-

bre. (año de publicación): título de la obra en cursiva, editor, lugar de edición.

Gorrotxategi Anieto, x. (2000): arte Paleolítico Parietal de Bizkaia, Anejos de Kobie 2, Diputación foral de bizkaia, bilbao.

bell, H. (1992): Black Looks. race and representation, South end Press, boston.

en el caso de que se trate de una Reunión, congreso, Symposium... se indi-cará el título en cursiva y entre paréntesis se cita el nombre del editor científico del traba-jo seguido de la indicación (ed.).

• Documentos electrónicos e internetel sistema de cita para documentos

electrónicos será semejante al ya descrito, pero indicando entre paréntesis la abreviatu-ra “cD-ROM”. Asimismo, la referencia a las consultas realizadas en línea (internet) se deberá realizar de una manera similar a lo ya visto, pero indicando la dirección web y entre paréntesis la fecha en la que se ha realizado la consulta.

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VI. fInAl ConSIdERATIonS

the editorial board reserves the right to reject any papers that it deems not to be of the required quality or which do not meet the editorial criteria established here-in. It may likewise suggest any amend-ments that it deems appropriate. It also reserves to the right to make any minor corrections to the style that it deems neces-sary to the texts submitted and approved for publication.

the editorial board may likewise consult regarding the original submitted for publication any external scientifical-ly-renowned assessors deemed neces-sary.

the authors will undertake to correct the galley proofs and return them within fifteen days from receipt. you will not be able to include or delete illustrations to the galley proofs except on duly justified grounds.

KoBie, which is open to all opinions, does not necessarily share them. the authors of the different articles in the journal are solely responsible for the opinions expressed therein, which exempts bizkaia Provincial council and the KoBie editorial board from any liability in this sense. It also declines any liability regarding the breach of any type of commercial or intellectual property rights.

no fees will be paid for the publication of the papers in the KoBie scientific jour-nal. When an article has been accepted for publication, its author will be taken to have waived the right to publish and reproduce partly or in full of the article in another medium. the authors should receive a copy of the journal and a copy in PDf of the pub-lished paper.

the final acceptance of the originals for publication in KObIe is conditional on ful-filment of all the criteria envisaged herein. the originals will be returned to the authors when so requested.

this journal is currently indexed in the ISOc, lAntInDeX, AbM, bHI, DAAI, cOMPlUDOc database and at www.a 360 grados.net and AIO (Anthropological Index on line).

VI. ConSIdERACIonES fInAlES

el consejo de Redacción se reserva el derecho de rechazar los trabajos que a su juicio no alcancen la calidad necesaria o no se ajusten a las normas editoriales aquí establecidas. De igual manera podrá sugerir las modificaciones que estime oportunas. también se reserva el derecho a la correc-ción menor de estilo que a su juicio fuera necesaria en los textos que sean presentados y aprobados para su publicación.

Asimismo el consejo de Redacción podrá consultar sobre los originales envia-dos para su edición con cuantos evaluadores externos de reconocida solvencia científica considere oportuno.

los autores se comprometerán a corregir las pruebas de imprenta y enviarlas en un plazo no superior a quince días a partir de la recepción de las mismas. en las pruebas no será posible la inclusión o eliminación de ilustraciones sino por causa debidamente justificada.

KoBie, que está abierta a todas las opiniones, no se identifica necesariamente con ellas. los autores de los diferentes artí-culos que contienen sus páginas son los únicos responsables de las opiniones expre-sadas en los mismos, lo que exime a la Diputación foral de bizkaia y al consejo de Redacción de KoBie de cualquier respon-sabilidad en este sentido. también declina toda responsabilidad respecto a la transgre-sión de cualquier tipo de Derechos de Propiedad Intelectual o comercial.

la publicación de los trabajos en la revista científica KoBie no da derecho a remunera-ción alguna. cuando un artículo haya sido admitido para su publicación se deberá enten-der que su autor renuncia a los derechos de publicación y de reproducción de parte o de la totalidad del mismo en otro medio. los auto-res recibirán un ejemplar de la revista y una copia en PDf del trabajo editado.

la admisión definitiva de los originales para su publicación en KoBie está condicio-nada al cumplimiento de todas las normas aquí expuestas. los originales serán devuel-tos a aquellos autores que lo soliciten.

en la actualidad esta revista está indiza-da en la base de Datos ISOc, lAntInDeX, AbM, bHI, DAAI, cOMPlUDOc y en www.a 360 grados.net, y en AIO (Anthropological Index on line).

VI. AZKEn oHARRAK

erredakzio batzordeak bere ustez behar besteko kalitaterik ez duten edo hemen ezarritako argitalpen-arauketara doitzen ez diren lanak baztertzeko eskubidea erreser-batuko du. gainera, egokitzat jotako aldake-tak egiteko gomendioa emango du. Halaber, argitalpenerako aurkeztu eta onetsitako tes-tuetan bere ustez beharrezkoak diren estilo-ari buruzko zuzenketa txikiak egiteko esku-bidea erreserbatuko du.

era berean, erredakzio batzordeak edi-ziorako bidalitako jatorrizkoen inguruko kontsultak egin ahal izango ditu aintzatetsi-tako kaudimen zientifikoaren kanpoko eba-luatzaileekin.

egileek inprenta-saiakuntzak zuzendu eta horiek jasotzen direnetik gehienez ere hama-bost eguneko epean bidaltzeko konpromisoa hartuko dute. Saiakuntzetan ezinezkoa izango da irudiak jaso edo halakoak ezabatzea horre-tarako arrazoi justifikaturik ez badago.

KoBie, iritzi guztiak jasotzen dituena, ez dator bat horiekin. Horien orrialdeak barnean hartzen dituzten artikulu ezberdinen egileak bertan adierazitako iritzien gaineko erantzule bakarrak dira, eta horrenbestez, bizkaiko foru Aldundia eta KoBieren erredakzio batzordea ildo horren inguruko erantzukizunetik salbuetsita geratuko dira. Horrez gain, Jabetza Intelektualeko edo Merkataritza Jabetzako eskubide oro urra-tzearen inguruko erantzukizun oro ezetsiko du.

KoBie aldizkari zientifikoan egindako lanen argitalpenak ez du ematen ordainsaria jasotzeko eskubiderik. bada, hori argitara-tzeko artikulu bat onartzen denean, ulertuko da egileak hori beste baliabide baten bidez osorik edo zati batean argitaratu edo erre-produzitzeko eskubideei uko egiten diela. egileek aldizkariaren ale bat eta editatutako lanaren PfD kopia jasoko dituzte.

KoBie aldizkarian jatorrizkoak argita-ratzeko behin betiko onarpena hemen azal-dutako arau guztien betepenaren mende geratu da. Jatorrizkoak halakoak eskatzen dituzten egileei itzuliko zaizkie.

gaur egun, aldizkari hori ISOc, lAntInDeX, AbM, bHI, DAAI, cOMPlUDOc Datu basean eta www.a 360 grados.net AIO (Anthropological Index on line) webgunean jasota ageri da.

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Kobie funtsa, erakunde ezberdinen artean egindako argitalpenen eskualdaketaren emait-za dena, bizkaiko foru liburutegian modu teknikoan gordailututa eta landuta dago.funtsa behar bezala katalogatuta dago, atal ezberdina eratzen du horren zehaztasuna kontuan izanda, eta bizkaiko foru liburutegiaren katalogo automatizatuaren bidez kontsultatu daiteke, Internet erabilita.Katalogo horretan, kontsulta bi modutan egin daiteke:1. foru liburutegiaren katalogo orokorraren

bidez (aukera: “Katalogo guztiak”).2. Aurrekoaren azpikatalogoaren bidez,

Kobie funtsari buruzkoa (aukera: “Kobie” zabalgarrian), hori osatzen duen funts bibliografiko eta hemerografiko osoa aipatu eta deskribatuta jasota.

Katalogatzeko gailua etengabe elikatzen da, eta beraz, informazioa gaurkotuta dago.Kontsulta lau hizkuntzatan egin daiteke: euskara, gaztelania, ingelesa eta frantsesa, tutoretza-izaerarekin eta lau hizkuntzetan agertzen diren laguntza-pantailak eskuraga-rri izanda.Hona hemen katalogoa kontsultatzeko helbideak:1. www.bizkaia.net webgunearen bidez.

bizkaiko foru Aldundiaren web orriaren bidez, eta bertan foru liburutegian sart-zeko estekaren bidez.

2. http://www.bibliotecaforal.bizkaia.net. liburutegiaren katalogoan zuzenean sar-tuta.

funtsa bizkaiko foru liburutegian kontsul-tatu daiteke. Helbidea bilboko (48008) Aldundia kalean kokatuta dago. edozein argibide behar baduzu liburutegira 94 406 69 46 telefono-zenbakira deitu dezakezu.

KObIe aldizkariak, Paleoantropologia atalak, hain zuzen, zenbakiak erakunde zientifikoekin eskual-datuko ditu, baldin eta horien argitalpenek Arkeologiari, Historiaurreari edo Kultura Ondareari buruzko gaiak barnean hartzen badituzte.

KObIe aldizkariaren salmenta bizkaiko foru Aldundiaren Argitalpen sailaren bidez egingo da. Aldundia kalea 7, behe-solairua (foru liburutegia) telf. 0034.94.4066968/9. Helbide elektronikoa: [email protected]

el fon do Kobie, fru to del inter cam bio de publi ca cio nes entre diferentes entidades, está depositado y tratado técnicamente en la biblioteca foral de bizkaia.el fondo está completamente catalogado, constituye una sección aparte dada su espe-cificidad, y puede consultarse a través del catálogo automatizado de la biblioteca foral de bizkaia, accesible desde Internet.en este catálogo, la consulta puede efectuar-se de dos formas:1. A través del catálogo general de la biblioteca

foral (opción: “todos los catálogos”).2. A través de un subcatálogo del anterior

dedicado exclusivamente a fondo Kobie (opción: “Kobie” en el desplegable), donde se ha referenciado y descrito todo el fondo bibliográfico y hemerográfico que lo constituye.

el catalogador se alimenta constantemente, por lo que la información está actualizada.la consulta puede efectuarse indistintamen-te en cuatro idiomas: euskera, español, inglés y francés, siendo muy tutorial y constando también con pantallas de ayuda en estos cuatro idiomas.las direcciones para acceder al catálogo son:1. www.bizkaia.net. Accediendo a través de

la página web de la Diputación foral de bizkaia, y desde allí mediante un enlace a la biblioteca foral.

2. http://www.bibliotecaforal.bizkaia.net. Accediendo directamente al catálogo de la biblioteca.

el fondo puede consultarse en la biblioteca foral de bizkaia, sita en la c/ Diputación, 7, 48008 bilbao.Para cualquier aclaración, puede dirigirse a la misma biblioteca, teléfono 94 406 69 46.

la revista KObIe, serie Paleoantropología, intercambiará sus numeros con aquellas instituciones científicas cuyas publicaciones aborden temas de Arqueología, Prehistoria o Patrimonio cultural.

la venta de Kobie se efectúa a través de la sección de Publicaciones de la Diputación foral de bizkaia. calle Diputación 7, planta baja (biblioteca foral) tfno. 0034.94.4066968/9. e-mail: [email protected]

the Kobie publication resource, the result of an exchange of publications between diffe-rent entities, is deposited and technically tre-ated at the Regional library of biscay.the publication resource is entirely catalo-gued, is a separate section given its specifi-city, and can be consulted by means of the automated catalogue of the Regional library of biscay, accessible from the Internet.In this catalogue, the consultation can be made in two ways:1. through the general catalogue of the Regional

library (option: “All catalogues”).2. through a sub-catalogue of the above

dedicated exclusively to the Kobie publica-tion resource (option: “Kobie” in the drop-down menu), where the entire bibliographic and periodical publication resource that is included in it is referenced and described.

the cataloguer is constantly fed informa-tion, meaning that it is up to date.the consultation can be made in four lan-guages: basque, Spanish, english and french, in a very explanatory way and also with help screens in these four languages.

the addresses to access the catalogue are:1. www.bizkaia.net. by accessing the web-

site of the Regional government of biscay, and from there by means of a link to the Regional library.

2. http://www.bibliotecaforal.bizkaia.net. by directly accessing the library catalo-gue.

the publication resource can be consulted at the Regional library of biscay, located at c/ Diputación, 7, 48008 bilbao.for any queries, you can consult the library itself by calling 94 406 69 46.

the KObIe journal, Palaeoanthropology series, will exchange its numbers with scientific institutions whose publications cover topics related to Archaeology, Prehistory or cultural Heritage.

Sales of Kobie are carried out through the Publications section of the Regional government of biscay. calle Diputación 7, planta baja (biblioteca foral) tel. 0034.94.4066968/9. e-mail: [email protected]

KObIe fUntSA

fOnDO KObIe

tHe KObIe PUblIcAtIOn ReSOURce

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PUblIcAcIOneS De lA ReVIStA KObIe (1969-2010)

SERIE GEnERAl

KobIE. n.º 1, 47 pp. bilbao, 1969 (2.ª edic. 1978)KobIE. n.º 2, 65 pp. bilbao, 1970 (2.ª edic. 1983) (Agotado)KobIE. n.º 3, 89 pp. bilbao, 1971 KobIE. n.º 4, 126 pp. bilbao, 1972 (Agotado)KobIE. n.º 5, 102 pp. bilbao, 1974KobIE. n.º 6, 210 pp. bilbao, 1975 (Agotado)KobIE. n.º 7, 144 pp. bilbao, 1977 KobIE. n.º 8, 195 pp. bilbao, 1978 (Agotado)KobIE. n.º 9, 260 pp. bilbao, 1979 (Agotado)KobIE. (Revista de ciencias) n.º 10. t.I., 273 pp. bilbao, 1980 (Agotado)KobIE. (Revista de ciencias) n.º 10. t. II p.274-761 bilbao, 1980 (Agotado)KobIE. (Revista de ciencias) n.º 11, 516 pp. bilbao, 1981 (Agotado)KobIE. (Revista de ciencias) n.º 12, 178 pp. bilbao, 1982KobIE. (Revista de ciencias) n.º 13, 488 pp. bilbao, 1983KobIE. (Revista de ciencias) Serie Paleoantropología y c. naturales n.º 14, 566 pp. bilbao, 1984 (Agotado)

SERIE pAlEoAnTRopoloGÍA

KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 15, 260 pp. bilbao, 1985/6KObIe. Serie Paleoantropología, n.º 16, 177 pp. bilbao, 1987KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 17, 288 pp. bilbao, 1988 (Agotado)KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 18, 243 pp. bilbao, 1989 (Agotado)KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 19, 238 pp. bilbao, 1990/1 (Agotado)KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 20, 310 pp. bilbao, 1992/3KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 21, 336 pp. bilbao, 1994KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 22, 344 pp. bilbao, 1995KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 23, 188 pp. bilbao, 1996 (Agotado)KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 24, 204 pp. bilbao, 1997KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 25, 271 pp. bilbao, 1998/99 (Agotado)KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 26, 455 pp. bilbao, 2000/01/02KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 27, 312 pp. bilbao, 2003/07KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 28, 281 pp. bilbao, 2009KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 29, 200 pp. bilbao, 2010KobIE. Serie Paleoantropología, n.º 30, 136 pp. bilbao, 2011

SERIE CIEnCIAS nATuRAlES

KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 15, 221 pp. bilbao, 1985/6KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 16, 322 pp. bilbao, 1987KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 17, 114 pp. bilbao, 1988KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 18, 170 pp. bilbao, 1989KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 19, 112 pp. bilbao, 1990KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 20, 105 pp. bilbao, 1991KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 21, 134 pp. bilbao, 1992/3KobIE. Serie ciencias naturales, n.º 22, 344 pp. bilbao, 1995

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SERIE bEllAS ARTES

KobIE. (Revista de ciencias). Serie bellas Artes n.º 1, 228 pp. bilbao, 1983KobIE. (Revista de ciencias). Serie bellas Artes n.º 2, 191 pp. bilbao, 1984KobIE. Serie bellas Artes n.º 3, 285 pp. bilbao, 1985/6 KobIE. Serie bellas Artes n.º 4, 214 pp. bilbao, 1987KobIE. Serie bellas Artes n.º 5, 343 pp. bilbao, 1988KobIE. Serie bellas Artes n.º 6, 207 pp. bilbao, 1989KobIE. Serie bellas Artes n.º 7, 136 pp. bilbao, 1990KobIE. Serie bellas Artes n.º 8, 178 pp. bilbao, 1991KobIE. Serie bellas Artes n.º 9, 387 pp. bilbao, 1992/3KobIE. Serie bellas Artes n.º 10, 180 pp. bilbao, 1994KobIE. Serie bellas Artes n.º 11, 276 pp. bilbao, 1995/97KobIE. Serie bellas Artes n.º 12, 162 pp. bilbao, 1998/2001

SERIE AnTRopoloGÍA CulTuRAl

KobIE. (Revista de ciencias). Serie etnografía n.º 1, 266 pp. bilbao, 1987KobIE. Serie Antropología cultural n.º 2, 390 pp. bilbao, 1985/7KobIE. Serie Antropología cultural n.º 3, 113 pp. bilbao, 1988KobIE. Serie Antropología cultural n.º 4, 296 pp. bilbao, 1989/0KobIE. Serie Antropología cultural n.º 5, 254 pp. bilbao, 1991KobIE. Serie Antropología cultural n.º 6, 161 pp. bilbao, 1992/3KobIE. Serie Antropología cultural n.º 7, 168 pp. bilbao, 1994/6KobIE. Serie Antropología cultural n.º 8, 109 pp. bilbao, 1997/8KobIE. Serie Antropología cultural n.º 9, 172 pp. bilbao, 1999/2000KobIE. Serie Antropología cultural n.º 10, 248 pp. bilbao, 2001/3KobIE. Serie Antropología cultural n.º 11, 448 pp. bilbao, 2004/5KobIE. Serie Antropología cultural n.º 12, 540 pp. bilbao, 2006/7KobIE. Serie Antropología cultural n.º 13, 240 pp. bilbao, 2009KobIE. Serie Antropología cultural n.º 14, 240 pp. bilbao, 2010KobIE. Serie Antropología cultural n.º 15, 208 pp. bilbao, 2011

SERIE AnEJoS

KobIE nº 1 Índice general “KoBie (1969-1994)KobIE nº 2 arte paleolítico parietal de Bizkaia. Por Xabier gorrotxategi. Año 2000. (Agotado)KobIE nº 3 el Hábitat en la Vertiente atlántica de euskal Herria. el Bronce final y la edad del Hierro. Por Xabier Peñalver.

Año 2001. (Agotado)KobIE nº 4 La explotación de los recursos vegetales y el origen de la agricultura en el País Vasco. análisis arqueobotánico de

macrorrestos vegetales. Por lidya Zapata. Año 2002. (Agotado)KobIE nº 5 metodología del análisis del arte paleolítico. el estilo del autor y el estilo del grupo. Por Rosa Ruiz Idarraga. Año

2003.KobIE nº 6 Homenaje al Prof. dr. Juan mª apellaniz. 2 Vols. Año 2004.KobIE nº 7 Bilbao. regeneración de la ciudad postindustrial. urbanismo, arquitectura, escultura y mobiliario en la nueva

metrópoli. Por Isusko Vivas Ziarrusta. Año 2004. KobIE nº 8 La sociedad del Paleolítico en la región cantábrica. VV.AA. Año 2004. (Agotado)KobIE nº 9 La cueva del rincón (Venta de la Perra, carranza –Bizkaia–) y sus manifestaciones rupestres Paleolíticas. Por

VV.AA. Año 2005.KobIE nº 10 etnografía de la zona minera vizcaína. fuentes orales y tradiciones musicales. Por Ingrid Kuschick y Raphaël

Parejo-coudert. Año 2009.KobIE nº 11 una nueva visita a Santimamiñe. Precisiones en el conocimiento del conjunto parietal paleolítico. Por césar

gonzález Sainz y Rosa Ruiz Idarraga. Año 2010.

SERIE ExCAVACIonES ARQuEoloGICAS En bIZKAIA - bIZKAIKo ARKEoloGI InduSKETAK

KobIE. Serie bAI n.º 1, La cueva de Santimamiñe: revisión y actualización (2004-2006), 456 pp. bilbao, 2011

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2011 Paleoantropología • 30

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ARTÍCULOS

DIFERENCIACIÓN BIOMÉTRICA DE SUS SCROFA Y SUS DOMESTICUS EN YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS DEL N DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Biometric diferences betweensus scrofa and sus domesticus in archaeological sites of the iberian peninsulaPor Jesús Altuna-Etxabe y Koro Mariezkurrena-Gaztearena

CONTRIBUCIÓN DEL ADN ANTIGUO A LA INTERPRETACION DE LOS RESTOS HUMANOS DE PROCEDENCIA ARQUEOLÓGICAAncient DNA contribution to the interpretation of the human remains of archeological originPor Montserrat Hervella Afonso, Lara Fontecha Martinez, Saioa López López, Santos Alonso Alegre, Neskuts Izagirre Arribalzaga y Concepción de la Rúa Vaca

APROXIMACIÓN PALEOAMBIENTAL AL NIVEL XIII (AURIÑACIENSE) DEL ABRIGO DE “EL CUCO” CASTRO URDIALES. CANTABRIA)A paleoenviromental approach to level XIII (aurignacian) from “el cuco” rock-shelter (castro urdiales. Cantabria)Por Pedro Rasines Del Río, Emilio Muñoz Fernández, Silvia Santamaría Santamaría, José Manuel Morlote Expósito, Igor Gutiérrez Zugasti

CANTO CON GRABADO FIGURATIVO DEL GRAVETIENSE DE ANTOLIÑAKO KOBA (GAUTEGIZ-ARTEAGA, BIZKAIA). IMPLICACIONES EN LA CARAC-TERIZACIÓN DE LAS PRIMERAS ETAPAS DE LA ACTIVIDAD GRÁFICA EN LA REGIÓN CANTÁBRICA.Pebble with Gravettian figurative engraving from Antoliñako koba (Gautegiz-Arteaga, Bizkaia). Implications for the early stages of the artistic activity in the Cantabrian region characterization Por M. Aguirre Ruiz de Gopegui y C. González Sainz

CARBÓN Y POLEN. UN EJEMPLO DE COMPARACIÓN DE DOS REGISTROS ARQUEOBOTÁNICOS EN ÁLAVA DURANTE LA EDAD DEL BRONCE: PEÑA PARDACharcoal and pollen. An example of comparison of two archaeobotanical records in álava during the bronce age: peña pardaPor Mónica Ruiz Alonso, Sebastián Pérez Díaz, José Antonio López Sáez y Lydia Zapata Peña

ESTUDIO PETROGRÁFICO DE LAS ROCAS DE LOS DÓLMENES AIZKOMENDI Y SORGINETXEPetrographic study of Sorginetxe and Aizkomendi dolmens rokcsPor Oier Suarez-Hernando, Juan Ignacio Baceta y Xabier Murelaga

HALLAZGOS DE MACROMAMÍFEROS POCO FRECUENTES EN YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS Y PALEONTOLÓGICOS DEL PLEISTOCENO DE LA REGIÓN CANTÁBRICARare macromammal findings in Archaeological and Paleontological Pleistocene Sites of Cantabric RegionPor Koro Mariezkurrena-Gastearena

CRÍTICAS Y RESEÑAS

LEWIS-WILLIAMS, D. 2005. La mente en la caverna. La conciencia y los orígenes del arte. Traducción Enrique Herrando Pérez. Akal. Madrid. 328 pp. Por Juan María APELLANIZ (Prof. Emérito Universidad de Deusto)

CANTALEJO, P. MAURA, R. ESPEJO, Mª del M. RAMOS, J.F. MEDIANERO, J. ARANDA, A. DURAN, J. J. 2006. La cueva de Ardales: arte prehistórico y ocupación en el Paleolítico Superior. Estudios 1985-2005. Málaga. Servicio de Publicaciones de la Diputación. 430 pp. Por Juan María APELLANIZ (Prof. Emérito Universidad de Deusto)

Bilbao 2011 KOBIE • Serie Paleoantropología • 30