chandler, raymond - el simple arte de matar

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  • 8/7/2019 Chandler, Raymond - El Simple Arte de Matar

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    El simple arte de matar

    RAYMOND CHANDLER

    http://www.librodot.com

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    OBRA COLABORACIN DE USUARIOEsta obra fue enviada como donacin por un usuario. Las obras recibidas como donativo sonpublicadas como el usuario las enva, confiando en que la obra enviada est completa ycorregida debidamente por quien realiza la contribucin.

    LA LITERATURA DE FICCIN siempre, en todas sus formas, intent serrealista. Novelas anticuadas, que ahora parecen pomposas y artificiales, hasta elpunto de resultar ridculas, no lo parecan a las personas que las leyeron por primeravez. Escritores como Fielding y Smollett podran parecer realistas en el sentidomoderno, porque en general dibujaban personajes sin inhibiciones, muchos de loscuales no estaban muy lejos de la frontera de la ley, pero las crnicas de JaneAusten sobre personas muy inhibidas, contra un fondo de aristocracia rural, parecenbastante reales en trminos psicolgicos. En la actualidad abunda ese tipo dehipocresa moral y social. Agrguesele una dosis liberal de presuntuosidadintelectual, y se obtendr el tono de la pgina literaria de su peridico y el sincero yfatuo ambiente engendrado por los grupos de discusin de los pequeos clubes.

    sas son las personas que apuntaban a los best-sellers, que son trabajos depromocin basados en una especie de explotacin indirecta del esnobismo,cuidadosamente escoltados por las focas adiestradas de la fraternidad crtica, ycuidados y regados con amor por ciertos grupos de presin demasiado poderosos,cuyo negocio consiste en vender libros, aunque prefieren que uno crea que estnestimulando la cultura. Atrsese un poco en sus pagos y descubrir cun idealistasson.

    El relato policial, por varias razones, puede ser objeto de promocin en muyraras ocasiones. Por lo general se refiere a un asesinato, y por lo tanto carece delelemento promocionable. El asesinato, que es una frustracin del individuo y porconsiguiente una frustracin de la raza, puede poseer -y en rigor posee- una buenaproporcin de inferencias sociolgicas. Pero existe desde hace demasiado tiempocomo para constituir una noticia. Si la novela de misterio es realista (cosa que muypocas veces es), est escrita con cierto espritu de desapego; de lo contrario nadie,salvo un psicpata, querra escribirla o leerla. La novela de crmenes tiene tambinuna forma deprimente de dedicarse a sus cosas, solucionar sus problemas ycontestar sus preguntas. Nada queda por analizar, aparte de si est lo bastante bienescrita como para ser buena literatura de ficcin, y de todos modos la gente quecontribuye a las ventas de medio milln de dlares nada sabe de esas cosas. Labsqueda de la calidad en la literatura es ya bastante difcil para aquellos que hacende esa tarea una profesin, sin tener que prestar adems demasiada atencin a las

    ventas anticipadas.El relato de detectives (quiz ser mejor que lo llame as, pues la frmula inglesasigue dominando el oficio) tiene que encontrar su pblico por medio de un lentoproceso de destilacin. As lo hace, y se aferra a l con gran tenacidad, y eso es unhecho; las razones por las cuales lo hace exigen un estudio de mentalidades mspacientes que la ma. Tampoco es parte de mi tesis la de que constituya una formavital e importante del arte. No existen tales formas vitales e importantes del arte; sloexiste el arte, y en muy escasa proporcin. El crecimiento de las poblaciones noaument en manera alguna esa proporcin; no hizo ms que acrecentar la destrezacon que se producen y expenden los sustitutos.

    Y, sin embargo, el relato detectivesco, aun en su forma ms convencional, ofrece

    dificultades para ser bien escrito. Las buenas muestras de arte son mucho ms rarasque las buenas novelas serias. Mercancas de segunda fila sobreviven a la mayorparte de la literatura de ficcin de alta velocidad, y muchas de las que jams habran

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    debido nacer se niegan, lisa y llanamente, a morir. Son tan perdurables como lasestatuas que hay en los paseos pblicos, e igualmente aburridas.

    Esto resulta muy molesto para la gente que posee lo que se llamadiscernimiento. No les gusta que las obras de ficcin penetrantes e importantes, dehace algunos aos, ocupen sus propios anaqueles especiales en la librera, con elrtulo de best-sellers de aos ha, y que nadie se acerque a ellos, salvo uno queotro cliente miope que se inclina, lanza una breve mirada y se aleja a toda prisa; en

    tanto que las ancianas se empujan unas a otras ante la estantera de los misteriospara atrapar alguna muestra de la misma vendimia, con un ttulo como El caso deltriple asesinato o El inspector Pinchbottle acude a la escena. No les gusta que loslibros realmente importantes acumulen polvo en el mostrador de las reimpresiones,mientras La muerte usa ligas amarillas se publica en ediciones de cincuenta o cienmil ejemplares, se distribuye en los quioscos de revistas de todo el pas, y esevidente que no est en ellos slo para decir adis al que pasa.

    A decir verdad, a m tampoco me gusta mucho. En mis momentos menoscampanudos yo tambin escribo relatos de detectives, y toda esa inmortalidadproporciona un exceso de competencia. Ni siquiera Einstein podra ir muy lejos sitodos los aos se publicaran trescientos tratados de fsica superior y varios millaresde otros, en una u otra forma, rondaran por ah en excelentes condiciones, y ademsse los leyera.

    Hemingway dice en alguna parte que el buen escritor compite slo con losmuertos. El buen escritor de relatos detectivescos (a fin de cuentas tiene que haberunos pocos) compite no slo con los muertos no enterrados, sino tambin con todaslas multitudes de los vivientes. Y en trminos casi de igualdad, porque una de lascualidades de ese tipo de literatura consiste en que lo que hace que la gente la leanunca pierde el estilo. Es posible que la corbata del protagonista est un pocopasada de moda y que el bueno y canoso inspector llegue en un carricoche y no enun sedn aerodinmico, con la sirena aullando, pero lo que hace cuando llega es el

    mismo antiguo ocuparse de comprobaciones de horas y de trozos de papelchamuscado, y de quin pisote la vieja y querida planta en flor que crece bajo laventana de la biblioteca.

    Sin embargo, yo tengo un inters menos srdido en el asunto. Me parece que laproduccin de relatos de detectives en tan gran escala, y por escritores cuyarecompensa inmediata es tan pequea, y cuya necesidad de elogio crtico es casinula, no sera en modo alguno posible si el trabajo exigiera algn talento. En esesentido, la ceja enarcada del crtico y la sospechosa comercializacin del editor sonperfectamente lgicas. El relato detectivesco comn quiz no sea peor que la novelacomn, pero uno nunca ve la novela comn. No se la publica. La noveladetectivesca comn, o apenas por encima de lo comn, s se publica. Y no slo es

    publicada, sino que es vendida en pequeas cantidades a bibliotecas ambulantes, yes leda. Inclusive hay unos pocos optimistas que la compran al precio de dosdlares al contado, porque tiene un aspecto tan fresco y nuevo, y porque hay en lacubierta el dibujo de un cadver.

    Y lo extrao es que ese producto de una literatura de ficcin absolutamente irrealy mecnica, ms que medianamente aburrida y marchita, no es muy distinto de loque se denomina obras maestras del arte. Se arrastra con un poco ms de lentitud,el dilogo es un tanto ms gris, el cartn del que se ha recortado a los personajes esapenas ms delgado y las trampas un poco ms evidentes. Pero es el mismo tipo delibro. En tanto que una buena novela no es en modo alguno el mismo tipo de libroque la mala novela. Se refiere a cosas distintas desde cualquier punto de vista. Pero

    el buen relato de detectives y el mal relato de detectives se refieren exactamente alas mismas cosas, y se refieren a ellas ms o menos de la misma manera. (Tambinexisten motivos para esto, y motivos para los motivos; siempre es as.)

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    Supongo que el principal dilema de la novela de detectives tradicional, clsica,directamente deductiva o de lgica y deduccin consiste en que para acercarse enalguna medida a la perfeccin, exige una combinacin de cualidades que no sepuede encontrar en el mismo espritu. El constructor fro no siempre crea al mismotiempo personajes vivaces, un dilogo agudo, un sentido del ritmo y un penetranteempleo del detalle observado. El torvo lgico obtiene tanto ambiente como el quehay en un tablero de dibujo. El investigador cientfico tiene un bonito y reluciente

    laboratorio nuevo, pero lo siento mucho, no puedo recordar su cara. El tipo quepuede escribirle a uno una prosa vvida y llena de colorido no se molesta en absolutocon el trabajo de coolie de atacar las coartadas inatacables.

    El maestro poseedor de raros conocimientos vive, en trminos psicolgicos, en lapoca de las faldas de miriaque. Si uno sabe todo lo que debera saber sobrecermica o sobre la labor de costura egipcia, no sabe nada sobre la polica. Si sabeque el platino no se funde por debajo de los 2.800 grados Fahrenheit, pero que s lohace bajo la mirada de un par de ojos intensamente azules; cuando se le pone cercade una barra de plomo no sabe cmo hacen el amor los hombres en el siglo XX. Y sisabe lo suficiente sobre la elegante flanerie de la Riviera francesa de preguerracomo para hacer que su relato se desarrolle en ese escenario, entonces no sabeque un par de cpsulas de barbital lo bastante pequeas para ser tragadas no slono matan a un hombre, sino que ni siquiera consiguen hacerle dormir si l se resistea dormirse.

    Todos los escritores de relatos de detectives cometen errores, y ninguno sabrnunca tanto como debera. Conan Doyle cometi errores que invalidaron porcompleto algunos de sus relatos, pero fue un precursor, y a fin de cuentas SherlockHolmes es sobre todo una actitud y algunas docenas de lneas de un dilogoinolvidable. Los que realmente me tumban son las damas y caballeros de lo queHoward Haycraft (en su libro Murder for Pleasure) llama la Edad de Oro de la ficcindetectivesca. Esa edad no es remota. Para los fines de Haycraft, empieza despus

    de la Primera Guerra Mundial y dura ms o menos hasta 1930. Para todos los finesprcticos, todava existe. Dos terceras o tres cuartas partes de todas las narracionesdetectivescas publicadas todava siguen la frmula que los gigantes de esa eracrearon, perfeccionaron, pulieron y vendieron al mundo como problemas de lgica ydeduccin.

    stas son palabras severas, pero no se alarmen. Son slo palabras. Echemosuna mirada a una de las glorias de la literatura, una obra maestra reconocida del artede engaar al lector sin estafarlo. Se llama El misterio de la casa roja, fue escrita porA. A. Milne, y Alexander Wollcott (un hombre ms bien rpido con los superlativos) laconsider uno de los tres mejores relatos de misterio de todos los tiempos.Palabras de esas dimensiones no se pronuncian con ligereza. El libro se public en

    1922, pero es casi intemporal, y con suma facilidad habra podido ser publicado en julio de 1939 o, con unos pocos y leves cambios, la semana pasada. Tuvo treceediciones y parece haberse vendido, en su tamao primitivo, durante diecisis aos.Eso sucede con muy pocos libros, de cualquier tipo que fueren. Es un libroagradable, ligero, divertido, al estilo de Punch, escrito con una engaosa suavidadque no es tan fcil como parece.

    Se refiere a la suplantacin, por Mark Ablett, de su hermano Robert, a modo debroma a sus amigos. Mark es el dueo de la Casa Roja, una tpica casa de campoinglesa, y tiene un secretario que le alienta y ayuda en su suplantacin, porque elsecretario piensa asesinarle si logra hacerla bien. En la Casa Roja nadie ha vistonunca a Robert, desde hace quince aos ausente en Australia y conocido de todos

    por su reputacin de pillastre. Se habla de una carta de Robert, pero nunca esmostrada. Anuncia su llegada, y Mark insina que no ser una ocasin placentera. Yentonces, una tarde llega el supuesto Robert, se identifica ante una pareja desirvientes, se le hace pasar al estudio y Mark (segn declaraciones prestadas en el

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    sumario judicial) le sigue. Despus se encuentra a Robert muerto en el suelo, con unagujero de bala en la cara, y, por supuesto, Mark ha desaparecido. Llega la polica,sospecha que Mark debe de ser el asesino, elimina los restos y lleva adelante lainvestigacin, y a su debido tiempo el sumario judicial.

    Milne tiene conciencia de un obstculo muy difcil, y trata de superarlo comomejor puede. Como el secretario va a asesinar a Mark en cuanto ste se hayaestablecido como Robert, la suplantacin tiene que continuar y burlar a la polica.

    Pero adems, como todos en la Casa Roja conocen ntimamente a Mark, esnecesario un disfraz. Esto se logra afeitando la barba de Mark, haciendo ms rudassus manos (no las manos manicuradas de un caballero: declaracin) y usandouna voz gruona y de modales toscos.

    Pero eso no es suficiente. Los policas tendrn el cadver, las ropas que locubren y el contenido de los bolsillos de stas. Por consiguiente, nada de eso debesugerir a Mark. Milne trabaja entonces como una locomotora de maniobras paraimponer la idea de que Mark es un actor tan engredo que se disfraza inclusive en loque respecta a los calcetines y la ropa interior (de todo lo cual el secretario haeliminado las marcas del fabricante), como un mal actor que se ennegrece la carapara representar a Otelo. Milne calcula que si el lector se traga eso (y las cifras deventas muestran que as ha sucedido), estar pisando terreno firme. Pero por frgilque pueda ser la textura del relato, es presentado como un problema de lgica ydeduccin.

    Si no es eso, no es ninguna otra cosa. Nada tiene que lo convierta en ningunaotra cosa. Si la situacin es falsa, ni siquiera se la puede aceptar como una novelaligera, pues no hay relato alguno que la novela ligera tenga como contenido. Si elproblema no contiene los elementos de verdad y plausibilidad, no es un problema; sila lgica es una alusin, nada hay que deducir. Si la personificacin es imposible encuanto se informa al lector de las condiciones que debe tener, entonces toda lanovela es un fraude. No un fraude deliberado, porque Milne no habra escrito la

    novela si hubiese sabido con qu tropezara. Porque tiene ante s gran cantidad decosas mortferas, ninguna de las cuales es objeto de su consideracin. Y por lo queparece tampoco las tiene en cuenta el lector casual, quien desea que el relato leagrade y, por lo tanto, lo toma en su valor nominal. Pero el lector no est obligado aconocer los hechos de la vida; el experto en el caso es el autor. Y he aqu lo que eseautor ignora:

    1. El juez de instruccin lleva a cabo un sumario judicial respecto de un cadverdel cual no se ofrece una identificacin legalmente competente. Un juez deinstruccin, por lo general en una gran ciudad, realiza a veces un sumario con uncadver que no se puede identificar, cuando el registro de semejante sumario tiene opuede tener un valor (incendio, desastre, pruebas de asesinato, etc.). Pero aqu no

    existen esos motivos, y no hay nadie que pueda identificar el cadver. Un par detestigos han dicho que el hombre afirm que era Robert Ablett. Eso es purapresuncin, y slo tiene peso si no existe nada que lo contradiga. La identificacin esprerrequisito de un sumario judicial. Aun en la muerte, un hombre tiene derecho a supropia identidad. El juez de instruccin tiene que imponer ese derecho, donde talcosa sea humanamente posible. Hacer caso omiso de ello constituira una violacinde las obligaciones de su cargo.

    2. Como Mark Ablett, desaparecido y sospechoso de asesinato, no puededefenderse, son vitales todas las pruebas de sus movimientos antes y despus delasesinato (como tambin si posee dinero con el cual huir). Y, sin embargo, todas laspruebas en ese sentido son ofrecidas por el hombre que est ms prximo al

    asesinato, y carecen de corroboracin. Resultan automticamente sospechosas,hasta que se demuestre que son verdaderas.

    3. La polica descubre, por investigacin directa, que Robert Ablett no gozaba debuena reputacin en su aldea natal. Alguien en ella debe de haberle conocido.

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    Ninguna de esas personas comparece durante el sumario judicial. (El relato no lotolerara.)

    4. La polica sabe que hay un elemento de amenaza en la supuesta visita deRobert, y tiene que resultarle evidente que est vinculado con el asesinato. y, sinembargo, no intenta seguir los pasos de Robert en Australia, o descubrir qureputacin tena all, o qu vinculaciones, o inclusive si es cierto que ha ido aInglaterra, y con quin. (Si lo hubiera hecho, habra descubierto que estaba muerto

    desde haca tres aos.)5. El mdico forense examina el cadver, que tiene una barba recin afeitada

    (deja al descubierto una piel no atezada), manos artificialmente maltratadas, peroque es el cuerpo de un hombre adinerado, de vida ociosa, residente desde hacetiempo en un clima fresco. Robert era un individuo rudo y haba vivido durantequince aos en Australia. sa es la informacin del mdico. Es imposible que nohaya advertido nada que la contradijese.

    6. Las ropas son annimas, no contienen nada, y marcas del fabricante han sidoquitadas. Pero el hombre que las usaba declar una identidad. La presuncin de queno era quien deca ser resulta abrumadora. Nada se hace en relacin con estacircunstancia. Jams se menciona que se trata de una circunstancia peculiar.

    7. Ha desaparecido un hombre -y un hombre de la localidad, muy conocido- yhay en el depsito un cadver que se le parece mucho. Es imposible que la policaelimine en el acto la posibilidad de que el desaparecido sea el muerto. Nada serams fcil que probarlo. Pero ni siquiera pensar en ello resulta increble. Convierte alos policas en idiotas, para que un descarado aficionado asombre al mundo con unafalsa solucin.

    El detective del caso es un negligente aficionado llamado Anthony Gillingham, unbuen muchacho de mirada alegre, cmodo apartamento londinense y modalesvivaces. No gana ningn dinero con su tarea, pero est siempre cerca cuando losgendarmes locales pierden su libreta de anotaciones. La polica inglesa parece

    soportarle con su acostumbrado estoicismo, pero tiemblo cuando pienso en lo que leharan los muchachos de la oficina de homicidios de mi ciudad.Hay ejemplos menos plausibles que ste. En El ltimo caso de Trent (a menudo

    llamado el perfecto relato detectivesco) hay que aceptar la premisa de que ungigante de las finanzas internacionales, cuyo ms ligero fruncimiento de cejas haceque Wall Street se estremezca como un chihuahua, tramar su propia muerte paralograr el ajusticiamiento de su secretario, y que ste, cuando es arrestado, mantengaun aristocrtico silencio; es posible que ello se deba a que es un viejo licenciado deEton. He conocido relativamente pocos financieros internacionales, pero se meocurre que el autor de la novela ha conocido (si ello es posible) a muchos menos.

    Hay una novela de Freeman Wills Crofts (el ms slido constructor de todos,

    cuando no se pone muy fantasioso) en la que un asesino, con la ayuda demaquillaje, sincronizacin de fracciones de segundo y una muy bonita huida,personifica al hombre que acaba de asesinar, con lo cual logra tenerlo vivo y lejosdel lugar del asesinato. Hay una de Dorothy Sayers en la cual un hombre esasesinado de noche, en su casa, por medio de un peso que se sueltamecnicamente, y que funciona porque l siempre enciende la radio en tal y cualmomento, siempre se mantiene en tal y cual posicin delante del aparato, y siemprese inclina hasta tal y cual punto. Un par de centmetros de ms hacia un lado o haciael otro, y los clientes tendran que esperar a otra oportunidad. Esto es lo quevulgarmente se conoce como hacer que Dios se le siente a uno en el regazo. unasesino que necesita tanta ayuda de la Providencia debe de haberse dedicado al

    oficio equivocado.Y hay un argumento de Agatha Christie que presenta en primer plano a M.

    Hercules Poirot, el ingenioso belga que habla en una traduccin literal de francsescolar, segn el cual, mediante el adecuado empleo de sus pequeas clulas

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    grises, M. Poirot decide que ninguno de los ocupantes de determinado coche-camahaba podido realizar el asesinato por s solo, y que por lo tanto todos lo cometieronjuntos, y entonces divide el proceso en una serie de operaciones simples, como simontara una batidora de huevos. Pertenece al tipo garantizado para convertir lamente ms aguda en pulpa. Slo un idiota podra adivinarlo.

    Hay argumentos mucho mejores de estos mismos escritores y de otros de suescuela. Puede que en alguna parte exista alguno que realmente soporte un examen

    atento. Sera divertido leerlo, aunque hubiese que volver a la pgina 47 pararefrescar la memoria en cuanto al momento exacto en que el segundo jardinerotrasplant a una maceta la begonia rosa de t que gan el primer premio. Nada haynuevo en esos relatos, y nada viejo. Los que menciono son todos ingleses, sloporque las autoridades (las que existen) parecen entender que los escritoresingleses llevaban cierta ventaja en esta montona rutina, y que los norteamericanos(inclusive el creador de Philo Vance, quizs el personaje ms asnal de la literaturade ficcin detectivesca) slo llegaron a los cursos preparatorios de la universidad.

    Esta novela clsica de detectives no aprendi nada ni olvid nada. Es lanarracin que uno encuentra casi todas las semanas en las grandes revistassatinadas, con bonitas ilustraciones, y que prestan su debido homenaje al amorvirginal y al tipo correcto de artculos suntuarios. Quizs el ritmo se haya hecho untanto ms rpido y el dilogo un poco ms voluble. Se piden ms daiquiris helados ymenos vasos de oporto aejo y anticuado; hay ms ropas de Vogue y decorados deHouse Beautiful, ms elegancia, pero no ms veracidad. Nos pasamos ms tiempoen hoteles de Miami y en colonias veraniegas de Cape Cod, y no vamos con tantafrecuencia a contemplar el viejo y grisceo reloj de sol del jardn isabelino.

    Pero en lo fundamental se trata del mismo cuidadoso agrupamiento desospechosos, la misma treta absolutamente incomprensible de cmo alguienapual a la seora Pottington Postlethwaite III con el slido pual de platino, en elpreciso instante en que ella tocaba el bemol en lugar del sostenido en la nota ms

    alta de la Cancin de la campana, de Lakm, en presencia de quince invitados malelegidos; la misma ingenua de pijama con adornos de piel, que grita por la nochepara hacer que la gente entre en las habitaciones y salga de ellas corriendo, paraconfundir todas las tablas de horarios; el mismo silencio lgubre al da siguiente,cuando estn sentados sorbiendo ccteles Singapur y mirndose con expresindespectiva, en tanto que los investigadores se arrastran de un lado a otro, bajo lasalfombras persas, con el sombrero hongo hundido en la cabeza.

    Por lo que a m respecta, me gusta ms el estilo ingls. No es tan frgil, y por logeneral la gente usa ropa y bebe bebidas. Hay ms sentido del escenario, como siCheesecake Manor existiera de veras y por completo, y no slo la parte que ve lacmara; hay ms largas caminatas por los pramos, y los personajes no tratan de

    comportarse todos como si acabaran de ser sometidos a prueba por la MGM. Esposible que los ingleses no sean siempre los mejores escritores del mundo, peroson, sin comparacin alguna, los mejores escritores aburridos del mundo.

    Es preciso hacer una afirmacin muy sencilla .en lo que respecta a todos estosrelatos: en el plano intelectual no aparecen como problemas, y en el plano artsticono aparecen como ficcin. Estn demasiado elaborados, y tienen demasiado pocaconciencia de lo que sucede en el mundo. Tratan de ser honrados, pero la honradezes un arte. El mal escritor es deshonesto sin saberlo, y el escritor ms o menosbueno puede ser deshonesto porque no sabe en relacin con qu ser honesto.Piensa que un plan complicado para un asesinato, que ha desconcertado al lectorperezoso porque no se molesta en hacer una lista de los detalles, desconcertar

    tambin a la polica, que tiene la obligacin de ocuparse de los detalles.Los muchachos que apoyan los pies sobre el escritorio saben que el caso de

    asesinato que ms fcil resulta solucionar es aquel con el cual alguien ha tratado depasarse de listo; el que realmente les preocupa es el asesinato que se le ocurri a

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    alguien dos minutos antes de llevarlo a cabo. Pero si los escritores de este tipo deficcin escribieran sobre los asesinatos que ocurren en la realidad, tambin estaranobligados a escribir sobre el autntico sabor de la vida, tal como es vivida. Y comono pueden hacerlo, fingen que lo que hacen es lo que se debe hacer. Y sa es unapeticin de principio... y los mejores de ellos lo saben.

    En su introduccin al primer Omnibus of Crime, Dorothy Sayers escriba: [Elrelato detectivesco] no llega, y por hiptesis nunca puede llegar, al plano ms alto de

    logro literario. Y en otra parte sugera que ello se debe a que se trata de unaliteratura de evasin y no de una literatura de expresin. No s cul es el planoms alto de logro literario; tampoco lo saban Esquilo ni Shakespeare; tampoco losabe Dorothy Sayers. Cuando los dems elementos son iguales -cosa que nuncasucede-, un tema ms poderoso provoca una ejecucin ms poderosa. Pero se hanescrito algunos libros muy aburridos acerca de Dios, y algunos muy buenos sobre lamanera de ganarse la vida y seguir siendo honrado. Siempre es cuestin de quines el que escribe y de qu tiene adentro para escribir.

    En cuanto a literatura de expresin y literatura de evasin, pertenece a la jergade los crticos, es una utilizacin de palabras abstractas como si tuviesensignificados absolutos. Todo lo que se escribe con vitalidad expresa esa vitalidad; nohay temas vulgares; slo hay mentalidades vulgares. Todos los que leen escapan dealgo hacia lo que hay detrs de la pgina impresa; puede discutirse la calidad delsueo, pero la liberacin que ofrece se ha convertido en una necesidad funcional.Todos los hombres tienen que escapar en ocasiones del mortfero ritmo de suspensamientos ntimos. Ello forma parte del proceso de la vida entre los seres.pensantes. Es una de las cosas que los distingue del perezoso de tres dedos; enapariencia -uno nunca puede estar seguro- ste se conforma con colgar cabezaabajo de la rama, y ni siquiera le interesa leer a Walter Lippman. No tengo unapredileccin especial por la novela detectivesca como evasin ideal. Simplementedigo que todo lo que se lee por placer es una evasin, se trate de un texto en griego,

    de un libro de matemticas, de uno de astronoma, de uno de Benedetto Croce o deEl diario del hombre olvidado. Decir lo contrario es ser un esnob intelectual y unprincipiante en el arte de vivir.

    No creo que tales consideraciones movieran a Dorothy Sayers en su ensayo defrivolidad crtica.

    Creo que lo que en realidad le torturaba los pensamientos era la lentaadquisicin de la conciencia de que su tipo de relato detectivesco era una frmularida que ya no poda satisfacer siquiera sus propias inferencias. Era una literaturade segundo grado porque no se refera a las cosas que podan constituir unaliteratura de primer grado. Si empezaba por referirse a personas reales (y ella sabaescribir sobre esas personas; sus personajes menores lo demuestran), stas

    tendran que hacer muy pronto cosas irreales a fin de elaborar el esquema artificialexigido por el argumento. Cuando hacan cosas irreales, dejaban de ser personasreales. Se convertan en muecos, en enamorados de cartn y en villanos de cartnpiedra, y en detectives de exquisita e imposible gracia.

    El nico tipo de escritor que podra sentirse dichoso con estas propiedades es elque no sabe qu es la realidad. Los relatos de Dorothy Sayers muestran que lemolestaba esa trivialidad; el elemento ms dbil en ellas es la parte que losconvierte en narraciones detectivescas, y el ms fuerte la parte que se podraeliminar sin tocar el problema de lgica deduccin. y, sin embargo, no pudo o noquiso dar a sus personajes libertad para que construyeran su propio misterio. Paralograrlo haca falta una mente ms sencilla y directa que la de ella.

    En The Long Week-end, que es una exposicin drsticamente competente de lavida y los modales ingleses en la dcada posterior a la Primera Guerra Mundial,Robert Graves y Alan Hodge prestaron cierta atencin al relato detectivesco. Erantan tradicionalmente ingleses como los adornos de la Edad de Oro, y escriban

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    mismos. Y en cierto sentido as era, pero al mismo tiempo era mucho ms. Todo ellenguaje comienza con el lenguaje hablado, y en especial con el que hablan loshombres comunes, pero cuando se desarrolla hasta el punto de convertirse en unmedio literario, slo tiene la apariencia de lenguaje hablado. En sus peoresaspectos, el estilo de Hammett era tan formalizado como una pgina de Mario elepicreo; en el mejor de sus momentos poda decir casi cualquier cosa. Yo creo queese estilo, que no pertenece a Hammett ni a nadie, sino que es el lenguaje

    norteamericano (y ya ni siquiera exclusivamente eso), puede decir cosas que l nosaba cmo decir ni senta la necesidad de decir. En sus manos no tena matices, nodejaba un eco, no evocaba una imagen ms all de una colina distante.

    Se dice que a Hammett le faltaba corazn, y sin embargo el relato que a l msle gustaba era la descripcin del afecto de un hombre por un amigo. Era espartano,frugal, empedernido, pero una y otra vez hizo lo que slo los mejores escritorespueden llegar a hacer. Escribi escenas que en apariencia nunca se haban escritohasta entonces.

    Y a pesar de todo no destroz el relato detectivesco formal. Nadie puede hacerlola produccin exige una forma que se pueda producir. El realismo exige demasiadotalento, demasiado conocimiento, demasiada conciencia. Es posible que Hammett lohaya aflojado un poco aqu y aguzado un tanto all. Por cierto que todos, salvo losms estpidos y prostituidos de los escritores, tienen ms conciencia que antes desu artificialidad. Y l demostr que el relato de detectives puede ser una forma deliteratura importante. Puede que El halcn malts sea o no una obra genial, pero unautor que es capaz de esa novela no es, en principio, incapaz de nada. En cuanto aque un relato detectivesco puede ser tan bueno como se, slo los pedantesnegarn que podra ser mejor an.

    Hammett hizo algo ms: hizo que resultase divertido escribir novelas dedetectives, y no un agotador encadenamiento de claves insignificantes. Es posibleque sin l no llegara a existir un misterio regional tan inteligente como Inquest, de

    Percival Wilde, o un estudio irnico tan diestro como el Veredicto de doce, deRaymond Postgate, o una salvaje muestra de virtuosismo intelectual como TheDagger of the Mind, de Kenneth Fearing, o una idealizacin tragicmica del asesinocomo en Mr. Bowling Buys a Newspaper, de Donald Henderson, o inclusive unaalegre y enmaraada cabriola hollywoodense como Lazarus N. 7, de Richard Sale.

    Es fcil abusar del estilo realista: por prisa, por falta de conciencia, porincapacidad para franquear el abismo que se abre entre lo que a un escritor legustara poder decir y lo que en verdad sabe decir. Es fcil falsificarlo; la brutalidadno es fuerza, la ligereza no es ingenio, y esa manera de escribir nerviosa, al-borde-de-la-silla, puede resultar tan aburrida como la manera vulgar; los enredos con lasrubias promiscuas pueden ser muy fatigosos cuando los describe un joven gotoso

    que no tiene en la cabeza otro objetivo que describir un enredo con rubiaspromiscuas. Y se ha hecho tanto de esto, que cuando un personaje de una narracinde detectives dice Yeah, el autor es automticamente un imitador de Hammett.

    Y hay todava por ah algunas personas que dicen que Hammett no escribarelatos detectivescos, sino simples crnicas empedernidas de calles del hampa, conun superficial elemento de misterio dejado caer como una aceituna en un martini.Son las ancianas aturdidas -de ambos sexos (o de ninguno) y de casi todas lasedades- que prefieren sus misterios perfumados con capullos de magnolia y no lesagrada que se les recuerde que el asesinato es un acto de infinita crueldad, aunquelos que lo cometen tengan a veces el aspecto de jvenes de la buena sociedad,profesores universitarios o encantadoras mujeres maternales, de cabello

    suavemente encanecido.Hay tambin algunos asustadsimos defensores del misterio formal o clsico,

    quienes entienden que ningn relato es un relato de detectives si no postula unproblema formal y exacto, y si no dispone a su alrededor todas las claves, con claros

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    rtulos. Esas personas sealan, por ejemplo, que al leer El halcn malts a nadie lepreocupa quin mat al socio de Spade, Archer (que es el nico problema formal dela narracin), porque al lector se le hace pensar constantemente en otra cosa. Peroen La llave de cristal se le recuerda al lector a cada rato que el interrogante es quinmat a Taylor Henry, y se obtiene exactamente el mismo efecto; un efecto demovimiento, de intriga, de objetivos entrecruzados, y el gradual esclarecimiento de loque son los personajes, que de cualquier manera es todo lo que la novela

    detectivesca tiene derecho a ser. Lo dems es hojarasca.Pero todo esto (y adems Hammett) no es suficiente para m. El realista de esta

    rama literaria escribe sobre un mundo en el que los pistoleros pueden gobernarnaciones y casi gobernar ciudades, en el que los hoteles, casas de apartamentos yclebres restaurantes son propiedad de hombres que hicieron su dinero regentandoburdeles; en el que un astro cinematogrfico puede ser el jefe de una pandilla, y enel que ese hombre simptico que vive dos puertas ms all, en el mismo piso, es el jefe de una banda de controladores de apuestas; un mundo en el que un juez conuna bodega repleta de bebidas de contrabando puede enviar a la crcel a unhombre por tener una botella de un litro en el bolsillo; en que el alto cargo municipalpuede haber tolerado el asesinato como instrumento para ganar dinero, en el queninguno puede caminar tranquilo por una calle oscura, porque la ley y el orden soncosas sobre las cuales hablamos, pero que nos abstenemos de practicar; un mundoen el que uno puede presenciar un atraco a plena luz del da, y ver quin lo comete,pero retroceder rpidamente a un segundo plano, entre la gente, en lugar dedecrselo a nadie, porque los atracadores pueden tener amigos de pistolas largas, oa la polica no gustarle las declaraciones de uno, y de cualquier manera elpicapleitos de la defensa podr insultarle y zarandearle a uno ante el tribunal, enpblico, frente a un jurado de retrasados mentales, sin que un juez poltico haga algoms que un ademn superficial para impedirlo.

    No es un mundo muy fragante, pero es el mundo en el que vivimos, y ciertos

    escritores de mente recia y fro espritu de desapego pueden dibujar en l tramasinteresantes y hasta divertidas. No es gracioso que le asesinen por tan poca cosa, yque su muerte sea la moneda de lo que llamamos civilizacin. Y todo esto sigue sinser suficiente.

    En todo lo que se puede llamar arte hay algo de redentor. Puede que seatragedia pura, si se trata de una tragedia elevada, y puede que sea piedad e irona, ypuede ser la ronca carcajada de un hombre fuerte. Pero por estas calles bajas tieneque caminar el hombre que no es bajo l mismo, que no est comprometido niasustado. El detective de esa clase de relatos tiene que ser un hombre as. Es elprotagonista, lo es todo. Debe ser un hombre completo y un hombre comn, y almismo tiempo un hombre extraordinario. Debe ser, para usar una frase ms bien

    trajinada, un hombre de honor por instinto, por inevitabilidad, sin pensarlo, y porcierto que sin decirlo. Debe ser el mejor hombre de este mundo, y un hombre lobastante bueno para cualquier mundo. Su vida privada no me importa mucho; creoque podra seducir a una duquesa, y estoy muy seguro de que no tocara a unavirgen. Si es un hombre de honor en una cosa, lo es en todas las cosas.

    Es un hombre relativamente pobre, pues de lo contrario no sera detective. Es unhombre comn, pues de lo contrario no vivira entre gente comn. Tiene un ciertoconocimiento del carcter ajeno, o no conocera su trabajo. No acepta condeshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la correspondiente ydesapasionada venganza. Es un hombre solitario, y su orgullo consiste en que unole trate como a un hombre orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido. Habla

    como habla el hombre de su poca, es decir, con tosco ingenio, con un vivazsentimiento de lo grotesco, con repugnancia por los fingimientos y con desprecio porla mezquindad.

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