de la temporalidad en el video y en el cine de suspenso y horror
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7/21/2019 De La Temporalidad en El Video y en El Cine de Suspenso y Horror
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De la temporalidad en el video y en el cine desuspenso y horror
Detalles
Categoría: Dossier[1]
Escrito por Victor G. Rivas López
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“What sort of things do you remember best?”[…]
“Oh, things that happened the week after next”.
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Lewis Carrol.
La estructura argumentativa de este texto es muy simple: en la primera sección
discerniremos entre el enfoque antiguo y el moderno respecto a la temporalidad para
mostrar que en virtud del fundamento subjetivista de la experiencia que la
Modernidad ha dado desde un principio por sentado, se vuelve insoluble el problema
de la unidad metafísica entre, por una parte, el tiempo en cuanto ciclo que se renueva
por siempre y que rige por igual a la naturaleza y al hombre y, por la otra, en cuanto
curso o sucesión lineal que avanza sin que sea dable detenerlo y que concluye en la muerte
del individuo, lo cual, a su vez, implica que éste tiene, al menos en principio, que
desarrollar por su cuenta el modo en que habrá de hacer frente o darle sentido a su
finitud o, mejor dicho, a su mortalidad, lo cual produce aun en el mejor de los casos
una sui generis perturbación en cada cual que la Antigüedad palió por medio de una
concepción ritual o trascendente de la existencia (que culminó en el dogma cristiano
de la inmortalidad personal) y que la Modernidad tiene, sin embargo, que asumir sin
paliativos de por medio a falta justamente de esa concepción (a la cual no puede
apelar en virtud de la racionalidad crítica que la sustenta), lo que se traduce en un
dramatismo y una desesperación que a duras penas se compensan con la multiplicidad
de posibilidades de acción que cada cual tiene, al menos en teoría, al alcance de la
mano y cuya máxima representación, según nuestro modo de ver el asunto, corre a
cargo del cine; en otras palabras, el cine saca a la luz una forma peculiar de
desequilibrio que no tiene nada que ver con la demencia o con el delirio antiguos sino
con la escisión moderna entre los ciclos naturales de la realidad y la temporalidad
subjetiva que se experimenta en oleadas incontenibles. Es más, esto explica por qué el
desequilibrio del cual hablamos le da a la existencia moderna ese tinte
extraordinariamente dramático y dinámico que, como acabamos de decir, llega a su
cúspide en el cine. Una vez que hayamos puesto en claro todo esto, en la segunda
sección elucidaremos con un ejemplo cómo la irreductible diferencia entre un ciclo
temporal con perfecta coherencia interna y el curso lineal de la temporalidad
individual se debe en el fondo a la fuerza bruta que la realidad ejerce a través del terroro de una obsesión alucinante que pone en jaque la idea de la supremacía de lo humano
respecto a lo natural.
La cultura moderna puede en cierta forma verse como el siempre renovado intento por
superar la oposición elemental entre dos estructuras ontológicas del tiempo: por una
parte, el eterno retorno de lo mismo que rige todo tanto en el ámbito natural como en
el humano y, por la otra, el desarrollo lineal que rige la existencia de cualquier
individuo y que alcanza su más violenta expresión en el caso del hombre, que deprincipio a fin se determina por su finitud mientras actúa en un mundo que persiste a
pesar de la efímera individualidad. Esta contradicción entre una potencia infinita e
inalterable y una entidad fugaz que se hunde en la nada de la muerte y el olvido es lo
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que llamaré a lo largo de estas líneas la “dialéctica del tiempo”, dialéctica que, hasta
donde se me alcanza, siempre ha sido el auténtico motor de la cultura y del desarrollo
vital del hombre: pensemos, por ejemplo, en la compleja actitud de los héroes
homéricos al contraponer la inalterable permanencia de la realidad y su efímera
existencia, como se lo hace ver Agamenón a Menelao en uno de los cantos iniciales de
la Ilíada al hablar de su seguridad de que Troya caerá tarde o temprano en manos de
los helenos y de su temor de que ello conlleve la pérdida de su hermano: “No han dequedar, por cierto, estas cosas / sin haber alcanzado cumplimiento. / Mas a mí,
Menelao, / me quedará por ti aflicción terrible / si te mueres y colmas de tu vida / el
destino que te ha caído en suerte”.1 Es decir, el ciclo cósmico que sustenta el sino
habrá de cumplirse aunque el individuo que lo vive en la fugacidad de la existencia
desaparezca sin remedio, lo cual, sin embargo, puede aceptarse porque es voluntad de
los dioses que así sea. El ciclo prevalece a costa de la finitud, lo cual también se refleja,
desde una concepción de la existencia por completo distinta, en los esfuerzos
platónicos por mostrar que, pese a la mortalidad que le sale al paso en medio del más
exaltado placer, el individuo participa del ciclo vital del alma, el cual es eterno, lo cual
según Platón explica que haya que esforzarse por ser virtuoso para reintegrarse de
manera venturosa al ciclo: “Pues si la muerte fuera la disolución de todos, sería para
los malos una suerte verse libres del cuerpo y de su maldad a la par que del alma.
Ahora, en cambio, al mostrarse que el alma es inmortal, ella no tendrá ningún otro
escape de sus vicios ni otra salvación más que el hacerse mucho mejor y más
sensata”.2 Por otro lado, debe tomarse en cuenta que tanto el ciclo eterno como la
efímera linealidad implican cada uno por su lado una ontología peculiar, que
correspondería, por una parte, a lo divino o cósmico y, por la otra, a lo humano o
terrenal en el sentido peyorativo del término, lo cual se pone de manifiesto a través de
la respectiva imagen que representa cada plano: el cielo que gira con un movimiento
inalterable y la corriente que fluye de manera abrupta, sea hacia el vacío de la muerte
o hacia la supuesta trascendencia que, gloriosa o infernal, dota a la existencia con un
significado que la Antigüedad consideró absoluto y que con independencia de la
metafísica de la que se echara mano o de la diferencia entre el paganismo y elcristianismo se transmitió de centuria en centuria hasta prácticamente la primera
mitad de la pasada. En efecto, el fenómeno más sorprendente del siglo XX es que se
haya erosionado en forma drástica la afinidad simbólica entre los ciclos naturales y la
finitud lineal de la existencia, lo que ha acontecido por razones sobre cuya elucidación
ha girado prácticamente todo el trabajo filosófico desde entonces, lo que en el límite
mismo de la tradición que mantuvo el sentido del que hablamos, vuelve a recordarnos
la oposición que la sustenta:
¿Por qué decimos el tiempo pasacon elmismo énfasis: surge? Atendiendo a la pura
secuencia de los ahoras, pueden decirse ambas cosas con igual derecho. Cuando habla
del pasar del tiempo, al fin comprende del tiempo el ‘ser ahí’ más de lo que quisiera
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percibir, es decir, la temporalidad , en que se temporacía el tiempo mundano, no es
plenamente cerrada, a pesar de todo el encumbramiento.3
Vemos así que, conforme con nuestro planteamiento, la Modernidad ha devastado el
vínculo trascendente que la Antigüedad postuló para superar la oposición del ciclo y la
finitud, y que eso ha tenido por objeto el fundamentar una temporalidad lineal y
cuantificable como articulación de una experiencia universal y necesaria;4 noobstante, al hacerlo, la Modernidad también ha devastado la posibilidad de darle a
cada instante del flujo temporal lineal un sentido total o trascendente. De hecho,
durante la Antigüedad el retorno cíclico mantuvo un dominio absoluto sobre la cultura
y la existencia, lo cual explica por qué cualquier logro se valoraba a la luz de una
trascendencia que, al margen del modo particular de exponerla, determinaba el
desarrollo lineal de principio a fin, de lo cual el mejor ejemplo es la teoría filosófica de
la metempsicosis o reencarnación que Platón expone de manera magistral en la obra
que hemos citado con anterioridad y en otros pasajes, en concreto al final de la
República, donde aparece el mito de Er, un guerrero que resucita cuando está a punto
de que lo incineren y cuenta cómo el alma de cada cual escoge el destino que va a
tener durante su vida y debe aguantar las consecuencias post-mortem para purificarse
y estar listo para el nuevo ciclo de reencarnación, lo cual hace que Sócrates exhorte a
sus interlocutores a que practiquen la virtud con miras en la unidad final del ciclo
cósmico y la finitud individual: “Y si me creéis a mí, teniendo al alma por inmortal y
capaz de mantenerse firme ante todos los males y todos los bienes, nos atendremos
siempre al camino que va hacia arriba y practicaremos en todo sentido la justicia
acompañada de sabiduría”.5 De esta guisa, gracias al lazo trascendente del eterno
retorno y la efímera existencia, el individuo, a pesar de su dolor frente a la muerte
siempre amenazadora, sentía que participaba en un proceso que sustentaba los
innúmeros incidentes que llevaban a todo el mundo hacia la realización del destino
que él mismo había elegido antes de encarnar, lo cual muestra cómo para la
Antigüedad era posible superar la dialéctica del retorno y la linealidad por medio de la
apelación a un sentido absoluto, y cómo esa posibilidad se desplegaba precisamente através de los ideales culturales y axiológicos que privilegiaban la representación de un
retorno de la temporalidad metafísica con respecto a la linealidad temporal, lo cual es
evidente en todas las esferas del pensamiento, la religión y, sobre todo, la literatura y
la plástica: como ya hemos puesto de relieve, la epopeya, por sólo mencionar el
fundamento mismo de la tradición helénica, mostraba cómo el fundamento cíclico
trascendente que se manifestaba como Hado hacía superable la finitud o más bien
fugacidad del tiempo por mucho que el costo de eso fuese el dolor y la muerte de los
protagonistas. Y esto que la epopeya desarrolla en un plano general, la tragedia, aldesenvolverlo en el plano de la existencia individual lo hizo mucho más patente justo
porque el héroe debía hacer factible el retorno al ciclo por encima de la efímera finitud
que regía la existencia del hombre, que es por lo que Aristóteles considera en la
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Poética (1448a) que la tragedia debe representar a los hombres mejores de lo que en
realidad son.
Por su parte, la Modernidad ha seguido básicamente dos direcciones respecto a la
representación cultural del tiempo: o el desarrollo socio-histórico que es sin embargo
indiferente o inclusive contrario al desenvolvimiento de la existencia individual
(tomemos en cuenta, por ejemplo, las ventajas que una guerra tiene para la economíamientras implica una desgracia para cada cual en lo particular)6 o la proyección
interior o más bien psicológica que es en principio incompatible con las estructuras
universales de la historia debido a la falta de una determinación final tal como el ciclo
del retorno: uno se siente ya en la eternidad aunque la vida se precipite hacia su
aniquilación. Dicho de otro modo, si no hay una vía natural para integrar la propia
existencia con la del cosmos en su conjunto, entonces el único sentido de lo que uno
vive yace en la propia conciencia de ello que, sin embargo, al ponerse de manifiesto en
un mundo público, corre el permanente riesgo de resultar intrascendente o absurda
para los demás, que es lo que podemos llamar una visión “romántica” o dramática del
asunto, si pensamos que ambos términos van de la mano en cierto modo.7 Sea como
fuera, lo anterior hace ver por qué la Modernidad no puede superar la dialéctica del
tiempo, a pesar de los esfuerzos de pensadores como Hegel y Marx por mostrar la
unidad de los planos subjetivo y objetivo del proceso, lo cual es empero inútil para el
individuo concreto que sufre la alienación de aquél sin comprender su sentido total:
Cuando la conciencia inmutable renuncia a su figura y la abandona y, frente a ello, la
conciencia individual […] transfiere de sí al más allá la esencia de la acción […] nace,
ciertamente, para la conciencia su unidad con lo inmutable. Pero, al mismo tiempo,
esta unidad es afectada por la separación, de nuevo rota en sí y surge nuevamente la
oposición de lo universal y lo singular.8
Por otro lado, esta imposibilidad explica por qué consideramos dramático el devenir
de la individualidad moderna, lo cual, por cierto, tanta ira le causó a Nietzsche, quiencaptó con asombrosa genialidad que la concepción lineal o finita del tiempo impedía
alcanzar un nuevo simbolismo cultural para la vida en cuanto desgajaba al individuo
del todo cósmico, en contraposición a lo que aconteció durante la Antigüedad: “Ya no
entendemos plenamente cómo sentían los hombres de la Antigüedad lo más cercano y
lo más frecuente […] Y lo mismo sucedía con la vida entera, mediante la
retroproyección de la muerte y de su significado: nuestra ‘muerte’ es una muerte
totalmente diferente. Todas las vivencias alumbraban de otro modo, pues desde ellas
resplandecía un dios”.9 Así, a pesar de que estas dos direcciones son esencialmentecontrarias una a la otra en un plano filosófico, pudieron simbólicamente converger
durante la Antigüedad, y si ya no pueden hacerlo ahora en un plano trascendente, al
menos pueden al menos desembozar sus múltiples oposiciones a través de una serie
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de imágenes y valores ad hoc que deberían proveer el sistema de los medios de
comunicación masiva, la cultura popular y el arte mismo, tres instancias que de
acuerdo con nuestro enfoque culminan precisamente en el cine, cuya máxima función
consiste, no obstante, en subordinar la visión cíclica del tiempo a la lineal en un
ámbito universal por medio del vínculo dramático de circunstancias y personajes que
se distribuyen por todo el mundo a pesar de la resistencia que las tradiciones
vernáculas ofrecen en su contra y, sobre todo, a pesar del hecho de que semejantesolución es en el fondo inútil para la dialéctica en cuestión.10 De cualquier forma, la
razón del tremendo poder que el cinema ha tenido sobre la cultura durante el último
siglo a pesar de la vacuidad de su producción masiva es que se acompasa a la
perfección con la concepción lineal del tiempo. En efecto, la historia pasa por la cinta
exactamente del mismo modo que el tiempo pasa por el insondable misterio del ser.
Por ello, aunque esto es sin lugar a dudas muy propicio para el desarrollo de la
extraordinariamente dramática o romántica concepción de la existencia que ha sido el
principal tema del cine en todos los géneros del mismo, también ha implicado un
óbice insuperable para la solución de la dialéctica del tiempo en la medida en que ha
reforzado la idea de que no hay un nexo directo entre las dos dimensiones de la
linealidad temporal, es decir, la histórica y la psicológica. En otras palabras, la
dialéctica que la Antigüedad fue en su mayor parte capaz de armonizar o inclusive de
conjurar merced a la temporalidad cíclica que determinaba el curso lineal, es insoluble
a los ojos de la Modernidad debido a la totalización de la linealidad en su doble
dimensión histórica y psicológica, lo que reduce la posibilidad de una superación a la
unidad literalmente espectacular de la experiencia vital que el cine nos muestra y que
pese a todos los efectos a los que recurre es poco efectiva allende el instante en el que
estamos frente a la pantalla, lo que de novo contradice la idea de una continuidad de la
vivencia reflexiva que el cine en cuanto “séptimo arte” debería prohijar, al menos
según la unidad que la tradición ha postulado entre lo artístico y la posibilidad de
alcanzar la conciencia de sí.11 Al margen, pues, tanto de la historia como de la
configuración mental o interior del tiempo, la temporalidad cíclica no tiene otra vía
para aparecer que la violenta irrupción en medio de la continuidad de la experiencia,que es por lo que se le percibe como una anomalía o como algo ominoso para el
individuo que siente cómo la concatenación de la línea temporal con la cual enlaza la
multiplicidad de la experiencia vital parece desvanecerse sin que sea capaz de
explicarlo, como sí lo hizo el hombre antiguo, apelando a la existencia de un tiempo
cíclico que prevalece sobre el lineal o subjetivo que es después de todo una
reconstrucción que cada cual lleva a cabo lo mejor que puede, sobre todo al tratarse de
un cineasta que tiene que ajustarse como máximo a dos o tres horas de duración antes
de que el espectador caiga dormido o abandone la sala. Por eso, en vez de una visiónépica o de una visión trágica de la existencia que vincula por principio los ciclos
cósmicos y culturales con las intenciones del individuo que se mueve sobre la misma
línea en pos de lo que quiere, tenemos una visión cinemática que muestra dos planos
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sin relación directa entre sí y una conciencia que salta de uno de ellos al otro y que en
cualquier caso es incapaz de integrar la súbita aparición del tiempo cíclico que hace
presente una determinación allende la razón.
Ahora bien, aunque (de acuerdo con lo que hemos dicho hasta aquí) este fenómeno se
percibe claramente en todos los géneros cinematográficos, su expresión más obvia
pertenece al campo que abarca tanto los filmes de horror como los de suspenso, cuyaestructura general se desprende de lo que hemos expuesto y de lo que en otra ocasión
elucidaremos como amerita, pues ahora debemos prestar atención al modo en el cual
el cine despliega la dialéctica del tiempo en la doble dimensión que hemos esbozado.
Más aún, mostraremos en la siguiente sección que la historia es en esencia ajena al
individuo porque para él es mucho más decisiva la potencia de la naturaleza que
irrumpe cuando menos uno se lo espera en una linealidad que no conduce a ninguna
parte debido o a las limitaciones de alguien que no está a la altura de la dinámica
socio-histórica o a algunas condiciones objetivas que lo ponen en contacto con la
temporalidad cíclica que la Modernidad ha tratado de negar de una manera o de otra.
Con respecto a la linealidad psicológica, también mostraremos cómo se aísla el
individuo, fenómeno cuya única explicación consiste en un ciclo que se debe cumplir
lo quiera uno o no; más aún, según intentaremos hacer ver, este aislamiento se
convierte en instrumento de acción infinita a través justamente de uno de los géneros
mediáticos que mayor difusión ha alcanzado en las últimas décadas: el video. Video y
cine de terror serán, pues, dos manifestaciones de una dialéctica temporal y vital
compleja e irresoluble, lo que, por otro lado, haría impropio, haría absurdo apelar al
término, tomando en cuenta que tanto para Platón como para Hegel “dialéctica”
significa “proceso de superación e integración”; si con todo mantenemos el término es
porque una contradicción que se acendra no deja de dar sentido total a una existencia
que se desvanece en el olvido o en la insubstancialidad. En conjunto, estos objetivos
los desarrollaremos a través del análisis de una película que ya se ha convertido en un
clásico del género: el Proyecto de la bruja de Blair 12 donde el video y el cine se dan la
mano para mostrar sin ambages el horror de la mortalidad.
Algo hay de repulsivo en el sujeto que deambula por doquiera con una cámara de video
sobre el rostro, y es quizá que como término final de la cultura o, mejor dicho, de la
industria de la imagen comercial, el video representa esa variedad de subjetivismo
radical que todo lo reduce al así llamado “punto de vista”. Tras la cámara que graba de
manera instantánea e indiscriminada sin posibilidad alguna de retomar la realidad
porque no hay tiempo para ello (pensemos en el turista que va en una excursión
programada donde se visita todo lo que media entre el cielo y la tierra en el curso deuna jornada tras un guía que avanza impertérrito mientras revesa información mal
digerida), el sujeto sacrifica la plenitud de la experiencia en aras de una grabación
cuyo solo sentido es captar la imagen en perpetua fuga. En el video, al menos en
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cuanto actividad que se realiza en la inmediatez de la vida, hay pues de entrada una
clara intención de fijar un determinado instante, de captar lo que en él se despliega en
todos sus matices, de arrancarlo a la infinita sucesión de los momentos que brotan y
desaparecen bajo la presión de horarios, cronogramas o compromisos para darle un
sentido único, original, que nadie antes hubiese percibido, en el que se verá la
maestría del camarógrafo en medio del permanente fluir en el que acelera el camión
turístico o en el que se desarrolla la ceremonia que hay que grabar. Esto, sin embargo,es solamente la mitad de la cuestión, pues aunque la toma siempre dependa del punto
de vista del camarógrafo, su sentido únicamente se justifica a los ojos de los demás,
los espectadores posibles que sin tener nada que ver en el asunto tendrán que
interesarse por él al menos por un instante para por medio de él descubrir lo sublime
de una obra de arte que se ha filmado a las carreras en el pasillo de un museo o ese
valor que corresponde a las grandes inflexiones de la vida, así sean las del peor de los
ridículos: la cúpula catedralicia en alguna ciudad del extranjero amerita que se le
grabe y convierta en la imagen de algo especial del mismo modo en que, por pasar a
otro plano, el nacimiento de un hijo se graba porque es algo único y porque así, se
supone, podrá recrearse cuantas veces se vea la filmación, de suerte que inclusive
antes de que el niño nazca ya el ultrasonido anticipa la producción ad nauseam de
videos en la que se enfrascará el sujeto prenatal, los cuales serán tanto más llamativos
y exitosos cuanto más escabroso, sensacional o ridículo sea lo que se muestra (como
algún resbalón de ese mismo infante cuya venida al mundo ya ha quedado en el
olvido). El video, según esto, corresponde a un tipo de subjetividad a la par
evanescente y absoluta, capaz de ver lo que nadie antes ha visto y abandonarlo en el
acto para volverse a lo que revela el siguiente instante, por lo que sus productos han
de entenderse como auténticos íconos personales no en cuanto corresponden a uno
mismo (sea el turista que viaja, sea el padre del niño cuyo nacimiento se filma) sino en
cuanto le corresponden a cualquiera justamente porque captan lo que ha acontecido
en un momento dado dentro de una existencia común y corriente. En el video se
consuma la mirada anónima y omnímoda que rige la producción cultural moderna
fuera del campo del arte, del pensamiento y de las tradiciones vernáculas que, noobstante, terminan por ser a su vez elementos de la vertiginosa temporalidad. Es el
tiempo, pues, en su máxima linealidad y fugacidad el que sostiene y magnifica la
incesante producción de videos y el que permite que esos entes que se someten sin
más a la seducción de los aparatos pululen felices de la vida mientras substituyen sus
ojos con la lente de la cámara, últimas encarnaciones de la línea de producción con la
que Ford dio al mundo contemporáneo su estructura cabal, misma que permite
entender por qué, sin que importen las intenciones del camarógrafo con aires de
videoasta, la pretensión de consagrar el instante está condenada de antemano y notiene la menor posibilidad de escapar a la linealidad del flujo temporal ya que, pese a
la aparente búsqueda de sentido propio para el acontecimiento en particular, lo cierto
es que este forma parte al fin y al cabo de una sucesión cada uno de cuyos elementos
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puede reclamar para sí idéntico valor; es decir, aunque no todos los días se tenga un
hijo o se vaya uno por los cerros de Úbeda, una u otra cosa sólo interesan en cuanto se
integran en la totalidad de la vida que sigue adelante sin detenerse mientras, empero,
deja su huella sobre la superficie de cada objeto y ser. Por eso, aunque a primera vista
el video busca el sentido único del acontecimiento, en el fondo simplemente logra
capturar el propio fluir de la vida en cualesquiera de sus manifestaciones, por lo que
no es de extrañar que con tanta facilidad lo que se supone interesante o inclusivefundamental termine por ser una imagen ramplona en la que no merece la pena
detenerse, lo cual nos revierte a la sui generis trivialidad de quien con la cámara en la
mano filma todo lo que pasa a su alrededor como si le importara a alguien cuando lo
único que hace es perder el tiempo del modo más miserable, ya que aun él mismo a
duras penas verá siquiera una vez lo que con tanto ahínco graba.
Evanescencia pura con pretensiones de sentido total que concuerda a la perfección
con un tiempo que corre hacia la omnímoda aniquilación de la muerte y el olvido, la
imagen del video nos trae a las mientes ese carácter siniestro con el que conforme con
el pensamiento judaico los ídolos se imponen al hombre con un supuesto poder propio
cuando el único que tienen es el que les presta la proclividad y la estulticia de quienes
los elaboran y reverencian; los idólatras, en efecto, se prosternan ante cosas inertes a
las que vivifican en su afán de burlar el curso del tiempo y escapar a la finitud; mutatis
mutandis, quien se dedica a grabar imágenes sin sentido produce algo que ni a él
mismo le importará una vez que haya terminado de grabarlo y que, con todo, tiene un
poder absoluto sobre él en cuanto entretenimiento o pasatiempo personal justo
porque le impide observar nada fuera del lente en el que la realidad siempre es nueva,
única o sensacional porque la delimita el lente y no el esfuerzo creador propio: el
video, en suma, produce imágenes que no pueden sostenerse por sí mismas fuera de
un presente vacuo, efímero, y, además, envisca al propio camarógrafo al punto de
hacerlo olvidarse de participar de modo consciente en aquello mismo que graba: por
ver los árboles, no ve el bosque, por tomar el ángulo, no ve el objeto, por grabar la
realidad, no la experimenta.13 Y aunque estos comentarios se refieren solamente auna entre las muchas posibilidades de mediación que la cultura actual pone al alcance
de todo mundo, su sentido puede extenderse a la totalidad de aquéllas para mostrar
con insuperable claridad la manera en la que se interpreta hoy en día la postura
personal en el desenvolvimiento de la realidad vital, de suerte que el video podría
entenderse como el límite de la representación estética de la realidad tras el cual
ninguna imagen es ya concebible mientras, por otro lado, dota a sus productos de un
valor patético o idolátrico que absorbe a quien lo produce o a quien lo observa, lo cual,
como acabamos de poner de manifiesto, vale inclusive cuando la imagen en sí mismaes pedestre (pensemos en los innúmeros videos de “momentos graciosos” o de alguna
“peripecia” en la que los niños se confunden con animales o con idiotas redomados) o
incluso cuando sirve como material visual para un trabajo de investigación con
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pretensiones científicas (pensemos en el esfuerzo por capturar el comportamiento
“auténtico” de ciertos grupos sociales), pues en ambos casos lo que vale es o la
experiencia de captar la imagen por un momento y después olvidarla o la de revelar
una supuesta autenticidad que la imagen debería ilustrar de manera idónea e
imparcial.
Ahora bien, según lo que hemos dicho hasta aquí, parecería haber una radicaloposición entre el cine y el video, en cuanto el primero substituye el punto de vista
anónimo y vulgar por una mirada en verdad personal mientras que el segundo se
reduce a la primera impresión y, sobre todo, en cuanto el primero despliega una
temporalidad compleja y/o trascendente mientras el segundo se concreta a la más
efímera actualidad. Pese a esta doble oposición entre ambos, podría hallarse un
terreno común para su realización justamente en la concepción temporal que los
sustenta, la linealidad moderna para la que cualquier instante puede representar la
génesis de un mundo no porque tenga en sí un valor especial sino justamente por lo
contrario: porque de acuerdo con la medida que imponga el realizador, puede
tenerlo.14 Por extraño que parezca, no es el espacio que se puebla de objetos en perpetuo
movimiento, es el tiempo que se fragmenta en instantes tras los cuales todo puede
acontecer el que sustenta la plausible afinidad del cine y el video a pesar de la oposición en
principio absoluta entre ambos, máxime al hablar de uno de los géneros más
problemáticos del cine, el de horror. En efecto, el horror, con independencia de la
manera en la que se interpreten sus muy diversas posibilidades,15 puede reducirse,
creo, a las dos que hemos indicado en la primera parte de esta disertación, a saber: a la
de un horror en el que un ciclo eterno se cumple en contra de la linealidad que rige la
existencia individual o a la de un horror que brota de esa misma linealidad sin hallar
correspondencia con la regularidad cíclica y natural. En ambas posibilidades, el horror
brota con violencia de los infinitos intersticios del tiempo que cada cual segmenta de
acuerdo a su punto de vista, pues es ahí, en lo indiscernible del instante que de súbito
se encuadra y graba simplemente porque uno así lo quiere, donde puede anidar lo
maligno, lo indecible o lo pedestre. Claro que hay una sima de diferencia entre unaobra como Alien y los videos de aficionados que saturan el mercado pseudo-cultural
con sus pretensiones de originalidad, pero el común sustento de ambos es el carácter
aleatorio y perturbador de una temporalidad que se extiende al infinito o se aniquila
en un instante sin que haya modo de establecer a priori un sentido para ello. De ahí
que el video vaya de la mano, en cuanto temporalidad fugaz cuyo valor se fija de
manera arbitraria o, si se quiere, intempestiva, con un género en el que la naturaleza,
que se manifiesta con ciclos invariables y sin embargo impenetrables la mayoría de las
veces para el hombre, se opone a la linealidad que preconiza el pensamiento modernotanto en la existencia histórica o colectiva (que se supone progresa hacia un fin que no
puede ser otro que la total identidad entre lo real y lo racional, como lo vio Hegel)
como en la individual (que se puede identificar con la colectiva merced a la
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participación activa de cada cual o, por el contrario, hundirse en la angustia de una
muerte que ha perdido todo valor y en la que la locura es el único asidero). Y es
precisamente esta oposición la que articula de principio a fin El proyecto de la bruja de
Blair 16 una película de Eduardo Sánchez y Daniel Myrick que muestra a la perfección
la contradictoria intencionalidad que sustenta tanto al cine de horror como al video
que se produce como entretenimiento personal aunque se justifique como
reproducción de la realidad. Esta contradicción se halla justamente en tomar un puntode vista trivial y casi aleatorio como la esencia de una visión de lo que en sí mismo es
absoluto, sea el misterio de la naturaleza, sea, inclusive, la plenitud de un instante en el
que todo puede acontecer 17
La primera cosa a notar en la película es, según lo que acabamos de decir, que muestre
la afinidad entre el video y el horror: Heather, la protagonista, estudiante de cine y
videoasta en ciernes, contrata a Josh y a Mike, dos jóvenes como ella, para que la
acompañen a filmar en los bosques cercanos a una comunidad de Maryland que otrora
se llamaba Blair, los parajes donde ha tenido lugar en distintas épocas una serie de
sucesos de horror como la desaparición de varios niños en la década de los 40 del siglo
pasado a los que un psicópata de nombre Parr dio muerte en una casa que estaba en lo
más recóndito del bosque o el descubrimiento de un grupo de hombres que habían
sido brutalmente asesinados en un sitio que se conocía como la Roca Ataúd y cuyos
cadáveres desaparecieron como por arte de magia cuando quienes los habían hallado
volvieron con las autoridades. Estos sucesos, que en esencia no tienen relación causal,
apuntan sin embargo a la presencia en el bosque de una potencia ominosa que una de
los habitantes del poblado asegura haber visto alguna vez cuando era niña bajo la
apariencia de una mujer con el cuerpo por completo cubierto de vello. El que Mary, la
informante en cuestión, parezca por su cuenta bruja y el que en el cementerio del
pueblo se encuentre un gran número de lápidas que atestiguan que la leyenda de la
matanza de los niños dista mucho de ser una patraña, no son más que acicates para
Heather, quien, pese a la seriedad de su estudio y al cuidado que demuestra en su
planeación, desde el inicio hace ver esa actitud desenfadada o más bien superficial conla que cualquier turista filma un video durante el viaje de fin de semana en el que de
acuerdo con la protagonista se hará visible el malévolo poder que se oculta en el
bosque. El caso es que como la película consiste en la grabación misma, el video
termina por imponer su ritmo al cine, lo cual significa que en vez de una imagen que
se despliega en un tiempo lineal, sí, pero también absoluto como el de un filme que
busca mantener en vilo al espectador o llevarlo a la experiencia de una imagen
inolvidable, vemos la interpolación de tomas y medidas conforme se alternan las dos
cámaras que llevan los jóvenes. En un sentido diametralmente opuesto a lacontinuidad impenetrable de la imagen como el que nos muestra Hitchcock en La
sogaEl proyecto de la bruja de Blair no hay secuencia que resista la fragmentación del
punto de vista, punto que es aún más agudo en cuanto se opone a la tenebrosa mirada
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que por doquiera sigue el movimiento de los jóvenes antes inclusive de que entren al
bosque y sin que ellos lo perciban. Por extraño que parezca, quienes llevan consigo
todos los aparatos indispensables para grabar, no logran captar de qué manera se
introducen en el ámbito de una mirada terrible que, a diferencia del lente de la
cámara, que sólo puede capturar lo que se le pone enfrente, proyecta lo que desea sin
pretensión alguna, empero, de originalidad, y lo pone a la disposición de los ingenuos
que, en cambio, andan tras la toma idónea sin darse cuenta, por ejemplo, de que elcaprichoso motivo que entretejen las varas que rodean la casa de Mary, la informante
con figura de bruja que les cuentan su encuentro de niña con la que supuestamente
vive en el bosque, es el mismo que tienen las extrañas figuras que se encuentran de
pronto colgadas en los árboles del bosque y que aunque a primera vista no tienen nada
de perturbador, resultan aterradoras porque muestran a las claras la presencia de
alguien en el entorno, alguien que no se deja ver si no es a través de signos que en
primera instancia son indescifrables para quienes todo lo ven por medio de la cámara
y cuyo sentido, no obstante, se hace evidente muy pronto: no es el revelamiento de
alguna potencia natural afín a lo humano, al contrario, es el primer anuncio de una
malignidad que quizá podría conjurarse aún si uno se detuviera ante el signo en vez de
seguir adelante. Mas no hay modo de escuchar la advertencia justamente porque lo
único que Heather y sus dos colaboradores escuchan es su propio deseo de filmar lo
más interesante, no de en verdad comprender lo que ha sucedido y de tomar
conciencia de que están ante algo que no puede ser objeto de grabación como si se
tratara del vecino de al lado al que se filma mientras hace algo indebido en el parque
cercano a la casa. No en balde uno de los dos hombres que son los últimos en toparse
los jóvenes antes de adentrarse en el bosque les dice que deben tener cuidado y que
hay cosas que deben respetarse; mas como también dice que alguna ocasión vio por
ahí una especie de fantasma que se elevaba de un árbol, sus palabras pueden tomarse
como las de alguien dado a ver visiones sin siquiera tener el equipo indispensable para
grabarlas.
A Dios gracias, Heather no sólo tiene ese equipo sino también cuenta con el respaldode todo una industria de información y entretenimiento que se justifica por la
necesidad de informar a grandes masas de población aunque en el fondo sólo sirva
para reforzar el punto de vista y la temporalidad ya ni siquiera lineal sino instantánea
que son el alfa y el omega del sujeto común justamente porque entrega la visión de las
cosas dentro de un formato subjetivista como el del video o el de la televisión, que sin
la relación con un mundo cultural o de una formación personal en verdad consciente
termina por ser simplemente una imagen sin mucho trasfondo. Por eso, cuando otra
de las informantes de Heather comenta la leyenda de la bruja, cita como su fuente undocumental del canal Discovery , que en el mejor de los casos tendría indudable interés
en el video que Heather y su equipo quieren producir. Frente a semejante concepción
instrumental y masiva de lo sobrenatural, las intenciones de Heather como
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investigadora se reducen prácticamente a cero: ella podrá ser todo lo profesional que
se quiera mas no puede vencer el movimiento total de la cultura en la que se
desarrolla, como se echa de ver con claridad en las alusiones al predominio
estadounidense en el mundo y a la posibilidad que la Modernidad técnica e
instrumentalista pone a la disposición aun de los más lerdos para imponer a las cosas
la medida que les huelgue: de camino al bosque, Heather y Josh discuten brevemente
sobre las medidas en las que se grabará el video y ella insiste en que si la cámara quellevan se ha fabricado en Estados Unidos, debería tener el sistema anglosajón de
medidas y no el métrico-decimal. Y esta es simplemente una de las tantas referencias
al poderío no tanto de una nación como de una visión de la realidad para la cual todo
se reduce de manera kantiana a las condiciones de posibilidad de la experiencia, no a
la supuesta naturaleza de las cosas en sí mismas, pues de estas últimas nada puede
saberse.18 Lo único determinable es el fenómeno que se determina en el tiempo y en
el espacio conforme con los parámetros que el investigador en turno impone, sólo que
en este caso el proceso se interrumpe en vista de la imposibilidad de determinar algo
tan elusivo como esas informes siluetas que parecen perfilarse en la obscuridad del
bosque o esas voces que a lo lejos parecen querer decir algo sin que se les entienda
nada. El caso es que mientras los dos ayudantes hacen ver su creciente inquietud ante
la imposibilidad de encontrar el camino para salir del bosque, Heather insiste en que
ella conoce el terreno bien y se fía a lo que dice su mapa y, sobre todo, a la certeza de
que es prácticamente imposible perderse en un país como los Estados Unidos, donde
existen los más sofisticados aparatos para detectar el movimiento de cualquier objeto,
incluido el de los ciudadanos que van de aquí para allá porque no hay ningún lazo que
los ate a un lugar determinado. Solamente cuando ya no hay más remedio que
claudicar ante la desquiciante ubicuidad de los parajes que contradice por completo la
exactitud del mapa y de la de la brújula, Heather confiesa con todas sus letras: “puedo
decir con certeza que estamos perdidos y no sé qué hacer”. Y no lo sabe justamente
porque no es que el espacio se reconfigure sin sentido alguno o que sus instrumentos
de medición hayan fallado sino porque se ha introducido sin pensarlo en una
temporalidad distinta, aberrante y fatal para el ser humano, en la que las cosas serepiten sin descanso porque su ser mismo no es más que la infinita reiteración de una
potencia impenetrable para la razón y no porque carezcan de importancia o dependan
del arbitrio de cada cual (como lo que graba quien filma un video). Es la oposición del
ciclo infinito y de la línea fragmentada que debería conducir a los jóvenes a la salida lo
que justamente impide hallarla, y eso desencadena un horror aún más insoportable
porque quien lo padece ha crecido en el país de la eficiencia y de la seguridad por
antonomasia, por lo que cuando Mike dice que podrían dar vueltas “eternamente”,
Heather le responde que “es imposible en este país”. En cualquier otro lugar delmundo hay quizá espacio para lo imprevisto, mas en Estados Unidos eso es
simplemente inimaginable por más que todo alrededor diga lo contrario. La confianza
de todos en la eficacia de los sistemas de seguridad de su país y en la preocupación de
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sus seres queridos se desvanece, sin embargo, conforme pasan los días y nadie acude a
su rescate, hasta llegar a su culminación en el momento en que se dan cuenta de que
han estado por la mañana en el paraje donde se encuentran al caer la noche, lo que
significa que no han hecho otra cosa que dar vueltas en redondo a pesar de que se han
orientado con la brújula y el mapa. Y lo peor no es nada más estar perdidos: es que la
absoluta desolación del bosque en el que no se advierte la mínima señal de vida se
trueca por las noches en una sorda algarabía en la que se mezclan voces que parecenllegar de muy lejos y crujidos y pisadas que resuenan a un paso de la tienda de
campaña que es el único ámbito que aún parece ofrecer refugio a los jóvenes, cuya
desesperación se agudiza cuando descubren cabe la tienda una serie de montículos
muy extraños que delatan ya sin asomo de dudas a la maligna potencia que han ido a
filmar y que para colmo ni siquiera se hace visible, como si su única intención fuese
burlar del todo las expectativas del proyecto.
Hay que hacer hincapié en que la progresiva violencia que se desata contra los jóvenes
tampoco resulta tan inexplicable como podría parecer a primera vista pues en esencia
es una reacción singularmente “natural” contra el proyecto de Heather, quien, como
hemos dicho, ha echado a andar su investigación como si ésta versara acerca de una de
esas supersticiones provincianas a las que una persona educada o citadina no debe dar
crédito alguno, y no porque a su vez tenga una concepción teórica de la realidad que le
permita criticarla sino simple y llanamente porque representa una mirada anacrónica
que desmiente el subjetivismo al uso. Ya hemos mencionado la advertencia que les
hace a Heather y a su equipo el último de los lugareños que entrevistan antes de entrar
al bosque en el sentido de que hay cosas que todo mundo debe respetar; la actitud de
la joven ante eso es, empero, la de alguien que sin más se coloca por encima de
cualquier posibilidad de que lo que investiga tenga un sentido propio que hay que
tomar como tal, y no nada más por ese arrojo más o menos justificable en alguien de
su edad; es más bien una porfía entre escéptica y retadora que trata el objeto de
estudio como un elemento en un proceso que, pese a las buenas intenciones, no puede
ser experiencia de conocimiento o experiencia personal a secas porque no apunta a ladelimitación de un objeto son cierto valor propio ni, mucho menos, a la de la propia
persona. Es más, sólo hasta que el horror es tal que ya no tiene modo de negarlo,
Heather se mantiene en sus trece frente a un fenómeno que no pertenece al pasado del
mito o la ignorancia provinciana como ella había creído sino a la más pavorosa
actualidad, la de un ciclo en el que sin saber ni cómo ni cómo no ha entrado y del que
no puede salir porque no hay entre la multiplicidad de señales ninguna a la que ella
reconozca como tal: a lo sumo, los montículos o los extraños entrelazamientos que
penden de los árboles son curiosidades, cosas que llaman la atención de un modo notan distinto al de los objetos que se exhiben en un parque de diversiones o, peor aún,
al de los que toman quienes se dedican alegremente a perpetrar videos caseros. De
esta guisa, aunque todo indica la necesidad de desistir de la filmación para pensar bien
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las cosas y conjurar los cada vez más violentos ataques del invisible enemigo, Heather
sólo se cura de ver con qué cámara sale mejor la toma como si en ello le fuera la vida,
por lo que no es ni injusto ni sorprendente que termine por perderla. Bien claro se lo
dice Josh en un momento en que, fuera de quicio por el acoso nocturno durante el cual
alguien ha cubierto sus cosas con una substancia viscosa, le arrebata la cámara y la
filma como si se tratara de una de esas marañas de varas y piedras que se han topado
en diversos lugares del bosque mientras le echa en cara que ella sólo quiere seguiradelante con el proyecto cueste lo que cueste, prolongar la línea de acción que se ha
propuesto, a lo que Heather replica que es lo único que le queda en vista de la
imposibilidad de escapar. Y aunque más tarde, cuando ya Josh ha desaparecido y es
obvio que ni Mike ni ella saldrán vivos del bosque, reconoce frente a la cámara su
insensatez (muy pronto se dio cuenta de que estaban perdidos y lo negó con tal de
encontrar nueva evidencia para su video), sigue filmando hasta el último momento,
cuando en medio de gritos de pavor baja al sótano de una casa en ruinas que se han
encontrado Mike y ella en medio del bosque y ahí ve un segundo antes de dejar caer la
cámara como si alguien la hubiese golpeado que aquél está en un rincón de espaldas a
la cámara, en la misma postura en que según la leyenda Parr ponía a sus víctimas un
momento antes de asesinarlas. El ciclo, pues, se cumple con aterradora precisión: los
años 90 se convierten en los 40, tres jóvenes liberales y simpáticos se convierten en
seis niños víctimas de un psicópata y el asesino mismo se convierte en una presencia
implacable e invisible.
Quiero hacer hincapié en este último aspecto para hacer ver que el hecho de que no
aparezca nunca vestiglo alguno o ente sobrenatural en la película y de que el horror se
dé a través de un proceso simbólico y no directamente como podría haberse esperado,
lejos de implicar una contradicción respecto a lo que hemos dicho acerca del video en
cuanto este último sólo tiene sentido como representación de un punto de vista
particular acerca de un objeto que intenta captarse en todos sus detalles en un espacio
que a su vez se define del modo más arbitrario, confirma la justeza de nuestra
observación. ¿Qué caso tiene el video que graban Heather y su equipo si ni siquiera se ve en él lo que iban a buscar los jóvenes? A primera vista, ninguno. Mas, por extraño
que parezca, esa absoluta vacuidad o inutilidad es lo que permite que el video se
metamorfosee en el vehículo idóneo para la expresión del cine, que, a diferencia de
aquél, sí puede realizarse en ausencia de un objeto determinado, al cual suple
justamente con la representación del dinamismo lineal de la realidad y, sobre todo,
con la de la manera en que cada cual se pone a tono con ese dinamismo o cae víctima
de él, si acaso no llega a entenderlo. En efecto, ya habíamos hecho notar también que
a pesar de que el video se desarrolla a través de una línea temporal fragmentadamientras el cine lo hace a través de una línea total, no deja de haber una clara afinidad
entre ambos, pues fragmentada o no, la linealidad permanece y la imagen que se
descompone en tomas o en detalles insignificantes no es sino el material con el que se
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informa la continuidad absoluta de la imagen que cualquier gran director busca
proyectar y que en el género que nos ocupa aquí tiene que ver con la irrupción
avasallante del horror que arrasa con cualquier resistencia y permite imaginar (ya que
no ver) lo peor en el espacio vacío de lo trivial: un montículo como tal nada tiene de
terrorífico, y lo mismo puede decirse de gritos lejanos o de sonidos semejantes a
disparos que se pierden en la obscuridad; lo aterrorizante aquí no está, pues, en el
plano de la imagen en el que se agotan las posibilidades expresivas del video sino en elde la imaginación en el que el cine hace imaginable lo invisible en cuanto despliega un
espacio vacío donde no aparece nada más que la absoluta oposición moderna entre,
por una parte, el ciclo natural y la linealidad humana que no hace más que enredarse
en torno al ciclo que recomienza sin cesar para volver al punto de partida y, por la
otra, entre la linealidad fragmentaria y la continuidad total del proyecto que exige
realizarse a toda costa. Así, el paraje del que uno ha salido en la mañana es el mismo
al que uno va a dar exhausto cuando ya las sombras de la noche anuncian que el
ataque de lo maligno está por comenzar, y lo único que en esa vacuidad espacial se
percibe es el tiempo que pasa y la desesperación ante el hambre que aprieta en ese
bosque donde no se ve el menor asomo de vida. Un video de aficionados se
metamorfosea entonces en una película profesional en la medida en que el espectador
común, que esperaba que el video le entregara la imagen del horror (máxime por
tratarse de un documental que a su vez ha servido como material para una frustrada
investigación policíaca), se queda al final con la pura expectativa de lo que iba a ver y
tiene que colmar ese espacio vacío con la proyección de su propio miedo ante la
posibilidad de hallarse en una situación similar aunque no esté en el bosque sino en la
así llamada selva de asfalto o en cualquier otro ámbito. Por eso, la doble frustración de
la que hablamos (la de los protagonistas y la del espectador que a la postre nada han
visto) no debe interpretarse como un fracaso, al contrario, ya que el cine sale al rescate
de la inanidad del video por obra, reitero, de su capacidad simbólica y dramática: el
video, entonces, que se opone al cine justamente en la manera de tomar la realidad
desde el detalle más pedestre hasta la realización más vulgar, resulta un medio para
que el juego de la representación visual llega a su culminación y la temporalidad queconcluye en la muerte de los tres jóvenes entre en una nueva fase cíclica en la que lo
real retornará por siempre ya no como naturaleza sino como una cinta que cualquiera
desearía volver a filmar. Vale
1Homero, Ilíada, Madrid, Cátedra, 1991, Ed. y Trad. de Antonio López Eire (Letras
universales, 101), canto IV, vv. 169-170.
2 Fedón 107c-d en Diálogos, 9 vv., Madrid, Gredos, 1986, Trad. de Carlos García Gual, v.III.
3 Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, México, FCE, 1971, 2ª. Ed., Trad. de José Gaos,
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Parág. 81, p. 458.
4 Kant, Manuel, Crítica de la razón pura,
5 Republica 621c, en Diálogos, ed. citada, Trad. de Conrado Eggers Lan, v. IV.
6 Razón por la que Kant considera la guerra por completo injustificable aun cuando selleve a cabo por motivos en principio loables. Cfr. Para la paz perpetuaUn esbozo
filosófico en la antología de textos kantianos que ha editado José Luis Villacañas bajo
el título general de En defensa de la Ilustración, Barcelona, Alba, 1999, Trad. de Javier
Alcorza y Antonio Lastra (Pensamiento. Clásicos, 1), p. 309.
7 Schenk, H. G., The mind of the european romantics. An essay in cultural history ,
Londres, Universidad de Oxford, 1979, p. 30.
8 Hegel, Jorge Federico Guillermo, Fenomenología del espíritu, México, FCE, 1966, Trad.
de Wenceslao Roces y Ricardo Guerra, p. 135. Quiero mencionar que el pasaje que cito
se insiere en un desarrollo conceptual contrario a la exégesis general que aquí
desarrollo, y que si pese a ello lo retomo es porque ese desarrollo sólo se hace
inteligible metafísica o, mejor dicho, críticamente.
9 La ciencia jovial (“La gaya scienza”), Caracas, Monte Ávila, 1992, 2ª. Ed., Trad. de José
Lara, L. III, Parág. 152, p. 128.
10 Cfr. Bordwell, David, Poetics of cinema, Nueva York, Routledge, 2008, p. 281 y ss.
11 Aristóteles, Poética, 1449b.
12La sección que aquí concluye es una versión bastante modificada de la introducción
a un ensayo mío que se titula “On the ominous modern dialectics of time in cinema”,mismo que publicará en el curso del año Anna-Teresa Tymieniecka en la Analecta
Husserliana y que tiene un alcance mucho mayor que el que aquí presento.
13Cfr. “Del desamparo contemporáneo en el cine y de los límites de la interpretación”
en este mismo volumen.
14 Deleuze, Gilles, L’image-mouvement (Cinéma 1), París, Minuit, 1983, p. 13.
15 Una excelente introducción a esta clase de películas aparece en Freeland, Cynthia,
The naked and the undead: eviland the appeal of horror , Boulder, Westview, 2000, cc. I-
II. Las exegesis de la autora, empero, no tienen nada que ver con el enfoque que aquí
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1. http://v2.reflexionesmarginales.com/index.php/num12-dossier-blog
2. http://v2.reflexionesmarginales.com/index.php/num12-dossier-blog/254-cuerpo-
fantasma-y-paraiso-artificial
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desarrollo.
16HF, 1999. La edición que manejo no tiene separación de escenas, así que cuando cite
alguna lo haré sin dar la referencia exacta.
17Sobre la complejidad filosófica del concepto de “instante”, cfr. Bachelard, Gastón,
La intuición del instante, Buenos Aires, Siglo Veinte, s/f, Trad. de Federico Gorbea.
18Crítica de la razón pura, A247.
Este texto forma parte del libro De la literatura y el mal, Publicado por la BUAP (2010).
( N. del E.)
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