delbrel madeleine - la alegria de creer

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MADELEINE DELBREL

La alegría de creer

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Colección «EL POZO DE SIQUEM»

80Madeleine Delbrél

LA ALEGRÍA

DE CREER

Editorial SAL TERRAE

Santander

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Título del original francés:La jote de croire

© 1968 by Éditionsdu SeuilParis

Traducción:Milagros Amado Mier v Denise Garnier

© 1997 by Editorial Sal TerraePolígono de Raos, Parcela 14-1

39600 Maliaño (Cantabria)Fax: (942)36 92 01

E-mail:  [email protected] 

Con las debidas licenciasImpreso en Españ a. Printed ¡n Spain

ISBN: 84-293-1209-9Dep. Legal: BI-194-97

Fotocomposición:Sal Terrae

Impresión y encuademación:Grato, S.A. - Bilbao

índice

Prólogo, por Jean Gué guen 11Preámbulo, por Guy Lafon 31

P R I M E R A P A R T E

E L E VANGE L IO E S E L L IBRODE NUE S T RA VIDA

1. El libro del Señ or 372. Por qué am am os al Padre de Fouca uld 393. Alegrías proce dentes de la mon taña 474. El amo r de Dios traducido 565. Una voz que gritaba el Evang elio 60

S E G U N D A P A R T E

U N A V I D A D E C O N T R A D I C C I Ó N

1. Am ar mucho 752. Ser pobre 913. Nuest ras so ledades 964 . El silenc io .' ' 1075. Corazones mansos y humildes 114

6. Las bienav enturanz as y la cruz 1247. El crist iano, un hom bre insóli to 129

T E R C E R A P A R T E

NUE S T RO P AN DE CADA DÍA

1. Seis me ditaciones sobre la vida cotidiana 1352. Nues tro pan de cada día 1463. Notas 1524 . El que t iene a la Espos a es el Espo so 154

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LA ALEGRÍA DE CREER

CUARTA PARTE

V I D A A P O S T Ó L I C A

Las dos l lamada s 161Una vocación para Dios entre los hom bres 165Un éxodo y un desierto 168El canto fúnebre de los pinos salvadore s 173

Acción apostólica hoy 176Misión o dimisión 180La fe y el tiem po 188Un crist ianism o traicionado por nosotros 195

QUINTA PARTE

L A O R A C I Ó N

Liturgia de los sin oficio 205Primer grupo de notas sobre la oración 209

Siete minutos sobre la oración 223Oració n a la Em belesad a 228Segun do grupo de notas sobre la oración 230

El cardenal Veui l lo t , que hab ía segu ido la búsqueda deMadeleine Delbrél y de su equipo desde 1954, primero en Romay después en Angers y en París, era quien debía haber introducido al lector a los textos aquí recogidos.

En mayo de 1967 expresaba en los siguientes términos elvalor que él daba a este gesto: «Le prometo escribir unas palabras sobre Madeleine. No serán mucho más de dos páginas, porque estoy desbordado de trabajo. Me voy a ir de vacaciones conmi breviario, mi Evangelio y el manuscrito del futuro l ibro.Siento gran interés por él . ¡Tengo tanto que agradecerle a

Madeleine. . . !» .El cardenal no pudo cumplir su propósito por culpa de su

cansancio, de una agenda excesivamente sobrecargada y, finalmente, por la larga enfermedad que acabaría con él .

En su cama del hospital , tras confesar su pesar por no haberpodido pagar esa deuda de grati tud, añadió: «El secreto de lavida de Madeleine es una unión tal con Jesucristo que le permitía todas las audacias y todas las l ibertades. Por eso su caridadpudo hacerse concreta y eficaz para todos los hombres».

No podíamos separar este l ibro de la memoria del arzobispode Par ís recien temente desaparecido .

J .G. G.L.

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Prólogo

«ROMA, MI PAÍS DEL ALMA»

En 1952, cuando vivía en Roma, supe cierto día, por una cartade una de sus amigas, que Madeleine Delbrél tenía la intenciónde venir a San Pedro para traer hasta aquí la inquietud misionera de su tiempo y de su equipo. La carta que anunciaba su llegada la describía como «un corazón dilatado al máximo por elamor del Señor».

Corrió la misma «suerte» que el resto de los amigos:

reserva de pensión, diligencias ante el Vaticano para conseguiruna audiencia... El día previsto no vi a nadie. Algunos días después, entre el correo, «tropecé» con una carta que Madeleinequería enviar a Pío xtl y que, de hecho, fue entregada a su destinatario.

«Dado que l l evo diec iocho años compa r t i endo la v ida de unapoblación no sólo sin fe, sino sin memoria crist iana, y dadoque estoy l igada muy profundamente a lo que la Iglesia enFrancia supone de nova y de vetera, y es toy persuadida de

que nuestra f idel idad exige un impulso misionero cada vezmás ardiente, a la vez que un arraigo en la obediencia cadavez más fuerte, he querido venir a Roma en nombre de todasnosotras a pedir al Cristo-Iglesia una doble gracia.

»Para que se t ratase de un acto de fe, y nada más, l leguéa Roma por la mañana, fui derecha a la tumba de san Pedro,ante el al tar donde celebráis vuestra misa, permanecí al l ítodo el día y regresé a París por la noche.

»No pensaba tener derecho a lguno a pedi r audiencia avuestra Santidad.

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12 LA ALEGRÍA DE CREER

»Unos amigos que sabían de mi viaje tuvieron la inmensa bondad de pedirla por mí.

»Debido a compl icaciones práct icas , no he sab ido hastaanoche, por una carta acompañada por la tarjeta de laaudiencia, que me había sido concedida.. . , y yo no estabaallí.

»No sé qué es mayor en mí si el agradecimiento o elpesar. Lo que me parece imposible es no exponeros ni el unoni el otro.

»Tal vez no sea muy normal escribir así al SoberanoPontífice; pero cuando un padre ha estado esperando a suhijo, y el hijo no se ha presentado, no sería un hijo si noexpresase a su padre su grati tud y le presentase sus excusas.

»Y al presentároslas, Santísimo Padre, pido a VuestraSantidad que tenga a bien bendecirme junto a todos los quellenan mi alma.

Madeleine Delbrél»

Por el mismo correo, supe de su preocupación por expresar claramente sus intenciones y las del grupo que animaba:

«Al no estar especializadas en ningún quehacer concreto eintentar ser personas de frontera, estam os en contacto no sólocon los no creyentes, sino con muchos crist ianos con compromisos muy diversos. Ello hace que nos l leguen al corazónlas dificultades de los unos y de los otros, sus gracias y suspeligros, sus contrastes y sus complementariedades.

»Com o consecuencia de un cier to número de hechos acaecidos en los ú l t imos meses , exper imenté el inmenso deseode i r a Roma. Roma es para mí una especie de sacramentodel Cristo-Iglesia, y me parecía que sólo en Roma se pideny se obtienen ciertas gracias para la Iglesia. Deseaba haceresta gestión en plena fe: pasar un día entero orando en SanPedro. Llegué el 6 de mayo a las 8.45.. . , pero no pensé quenadie me esperase. Fui directamente a San Pedro. Salí dos otres veces para comer y hacer algunas compras. El resto delt iempo lo pasé all í , en el que me parecía el mejor lugar para

PROLOGO 13

mi oración: el al tar del papa y el sepulcro de san Pedro. Yvolví a tomar el tren de las 22.10.

»No sabía que haría esperar al Santo Padre —algo queme parecía abso lu tamente impensab le—. Yo no sé cómo seactúa con él en casos normales, y menos aún en este caso.

»Me parece que lo mejor es creer que él es ante todo elPadre y actuar con la sencil lez de esta fe1» (10-mayo-1952) .

Así se inició un intercambio de correspondencia. Supe de losorígenes gascones de Madeleine y, sin tardanza, me descubrí«movilizado in si tu» para continuar esta «intercesión indispensable en nombre y de parte de quienes sienten una fuerte tentación de rechazar los vínculos vitales con Roma» (17-octubre-1952). Hasta algunos años más tarde no supe que la juventud deMadeleine había estado marcada por una pérdida total de la fey habitada por un largo combate cuyo desenlace fue una conversión brutal.

Recibí de ella peticiones de favores de toda índole, que nodejaban ninguna duda sobre la extrema proximidad de su vidacon la población de lvry. Pronto llegaron apuntes y reflexionesque traducían una preocupación poco común llena de realismoy perspicacia sobre los acontecimientos de la Iglesia.

En 1952, ni la «primavera» ni el «aggiornamento» formaban parte aún del vocabulario. Se sucedían los enfrentamien-tos..., y también las adverten cias2.

Lejos de lamentarse de las dificultades de las «vidas de fe

contemporáneas», Madeleine reacciona afirmando el carácterextraño e insólito de la adhesión a Dios y la urgencia de una«oración para adquirir las luces elementales, que es la primerade las car idades» ( l7 -d iciembre-1952) .

1. Las ci tas seguidas de una techa entre paréntesis están extraídas de iacorrespondencia inéd i t a de M. Delb ré l .

2. Véase la excelente introducción del padre Loew a Ntnis autivs, ¡>ens desrites, así como los textos de Madeleine Delbrel sobre la Iglesia en este difíci lperíodo. / / )/</ ., pp. 93-153.

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14 LA ALEGRÍA DE CREER

En enero de 1953, la correspondencia se intensifica: el«caso Rosenberg» despierta pasiones: en los Estados Unidos,dos condenados esperan la silla eléctrica, acusados de haberentregado a Rusia información sobre Los Alamos. Abogados devarios países se movilizan al constatar los vicios de forma delproceso, del que han estudiado las copias estenográficas. Unode los amigos de Madeleine, abogado en París, viene a Roma

como portador de un escrito de los juristas franceses. La prensaanuncia la intervención de Pío xn en favor de los condenados.

Para Madeleine, esto constituye una ocasión de entrar encontacto por segunda vez. con «el corazón de la Iglesia»:

«Como no sabía nada de l as cosas romanas , es taba muy malsi tuada para discutir los "cornos" de los t rámites, pero meparece que e l "que suceda como has cre ído" de Cr i s to esabsolutamente verdadero cuando uno se dir ige a la Iglesia,de modo que yo temía todos los rodeos humanos . A laIglesia hay que mirarla a los ojos, como los niños a sumadre, y tenderle las manos. Las faci l idades que ha proporcionado usted a H. le han puesto en contacto con esta Iglesia-Madre, con un papa para el cual dos de sus hi jos existen consólo oí r sus nombres , p resc indiendo de todo rodeo o poderdel mundo. Me alegro por usted, por H. y por mí.

»Es la segunda vez que usted me faci l i ta, por así decir lo,una radiografía del Cuerpo míst ico. Ruegue por que vivamos en él y nos incorporemos cada vez más a él».

Quiere que no ignoremos nada de su manera de ver Roma y delo que de ella espera:

«Puede usted decir que el Mensaje de Navidad ha impres ionado ya a muchos cr i s t i anos f ranceses . Me parece que cadahombre puede pensar que ha sido escri to para su país, quecada crist iano de buena voluntad termina su lectura reconfortado y a la vez i luminado sobre sus propias culpabil idades , a lentado y mucho más humi lde . Creo que muy prontovoy a sabérmelo de memor ia . Queda vivi r lo de corazón.

Gracias una vez más, ¡y qué fast idio que no encuentre otras

PROLOGO 15

palabras. . .! Esta noche pienso también que la Sabiduría deDios no es en abs oluto la nuestra. Creía qu e. era r idículohaber pensado en mí como cor reo. He dado a H. lo únicotangible que yo tenía en Roma, que era usted. El entramadodel plan de Dios es, en el fondo, una red de circunstancias y,en medio, lo que él nos hace y nos deshace. Ello me descubre todo un mundo de cer tezas . . .» (13-enero-1953) .

El «corazón de Roma» necesita ser iluminado, y Madeleine losabe: vive en Ivry, de donde Dios está ausente. Una ciudad,

cuyos fenómenos, que la afectan de cerca, analiza minuciosamente: el miedo de los cristianos, la visión de los no creyentesde los gestos visibles de la Iglesia... También es a Roma a la quele expresa lo que más profundamente le atormenta:

«Los franceses son charlatanes, y los del Midi aún más.. . Siviniera algún día, me gustaría mucho hablarle de la cuest ión

marxista. Es tan grave y pel igroso estar con Cristo en mediode el los. . . Es tan dif íci l amarlos, no por lo que t ienen, sinopor aqu ello de lo que carecen ; y a veces es tan dif íci l no huirde el los cuando se quiere huir del mal . . . Tienen tanta necesidad de que se les ame sin amar lo que el los aman, tantanecesidad de que se les ¡ leve el Evangelio junto con lo quenos hace amar, con lo que nos hace odiar y con lo que noshace r idiculizar . . . Y con cada uno de el los, la menor epifaníapuede l legar tan lejos, debido al "cuerpo polí t ico" que const i tuyen. . .» (15-enero-1953) .

Transcurre un año. Y en enero de 1954 vuelve con insistenciasobre lo que motiva su amor a Roma:

«Puede usted suponer que, en espír i tu, mi apoyo recibe cadavez más a menudo mi visi ta 3. El t rabajo del Cuerpo de Cristoes duro en este momento, e i r de unos a otros en Su interiores un paseo terr ible.

3. Alusión a su peregrinación relámpago a Roma en 1952. Cfr. Nous

nutres, ¡>ens des mes, p. 137.

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16 LA ALEGRÍA DE CREER

»Hace ya mucho que me siento impresionada por la ideade la soledad del Santo Padre: ésa parece su manera de estarcon todos. Y he pedido muy a menudo a la Santísima Virgenque sea buena con él , que no puede l lamar "padre" a ningúnh o mb re .

»Pero, según parece, no me ha prestado mucha atención.El espíri tu de confusión sopla aquí por medios tan contra

dictorios y tan asombrosos que hay que reconocer la accióndel "Padre de la mentira". María sin duda tuvo necesidad del"otro Padre" para, en su soledad, si tuarse en la primera l íneade combate.

»Hay momentos en que la verdad es tan difíci l de reconocer que sólo el sufrimiento puede, como un ciego, servirla.Esto , sin duda, tenía que sernos revelado...; a nosotros noscorresponde seguirlo» (24-febrero-1954).

Octubre de 195 4... Viene a Roma por segunda vez; «el mejorviaje que he hecho»:

«Para adquirir la nacionalidad crist iana, hay que haber sufrido al menos un poquito» (16-octubre-1954).

En esta misma época, monseñor Montini es nombrado arzobispo de Milán. Madeleine reacciona:

«El mío no es más que un punto de vista l imitado... ¡Cuántosufrimiento necesita la Iglesia para "impulsar" el Reino deDios.. .! Gracias por mantenerme en Roma mediante la oración. Es verdaderamente mi país del alma... , y todo cuanto

no es el alma jamás lo habría imaginado» (29-octubre-1954).

Y más adelante:

«He echado mucho de menos Roma todo este t iempo y,como acabo de cumplir los cincuenta, me pregunto si no sehabrá convertido en una manía.. . Y es que los "sufrimientosfranceses" proyectan siempre invenciblemente mi corazón.Era una ambición excesivamente desmedida para alguienque no salía de su habitación» (12-diciembre-1954).

PROLOGO 17

Julio de 1955. Las notas que preparan Ville Marxiste, Terre deMission — sin pensar aún en editarlas— se acumulan. Capítulosenteros van por la segunda o incluso la tercera versión. Y acompañando el envío de alguno de ellos, estas palabras:

«He intentado intensificaren mí la realidad de las relacionesque Cristo quiere entre cada uno de nosotros y aquel al quele ha sido confiada la Iglesia: una inmersión en el espesor

del Cuerpo místico. Roma es la roca, y para que sus piedrassigan siéndolo hay que entregarles, sin condiciones, muchasvidas» (23-julio-1955).

Roma es la «roca», pero Madeleine no disimula, en 1956, uncomb ate interior que le resulta particularm ente difícil:

«Este verano he pasado por un combate duro, durísimo, nocontra estados de ánimo, sino contra circunstancias y acontecimientos que no eran sino contradictorios con —como loúnico tangible— el pobre y vulnerable ser humano que yosoy.

»Pido su oración para dejar de dudar que mi historia deRoma, en la que usted tanto tiene que ver, sea mía; y, desdehace dos años, todo es, sin tregua, al ternativamente tancómico o tan cruel que ya no sé —aunque intente (?) amarhasta la muerte— reconocer en ella a mi Dios.

»En Como he descansado mucho , pero voy a Roma comouna idiota jugando a la gall ina ciega.

»Le suplico que pida a Dios, no la luz o cualquier otracosa, sino que impida que me distancie de lo que él es o

quiere hacer. Lo que yo deseaba para los que él ha puesto ami lado, dejo que él lo juz gu e, ya que sólo él sabe lo que estáb ien» (22-octubre-1956) .

En otras circunstancias, en junio de 1959, evocará el misteriode Roma, que es a la vez gracia y prueba:

«La tentación-seducción de Roma subsist irá en mí a pesarde todo... Yo creo que usted ya conoce mi convicción respecto de que Dios suele ser bastante magnánimo a la hora de

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18 LA ALEGRÍA DE CREER

obsequiar al cr ist iano con la soledad. Me parece que ésta esuna especie de sacramento para e l mundo, una de l as másprofundas f isuras que, a t ravés de nosotros, permite al Señor,en su Redención, infi l t rarse en la t ierra» (12-junio-1959).

U N A R E S P U E S T A A P O S T Ó L I C A

En 1957, después de veinticuatro años de reflexión en Ivry,Mad eleine acepta editar sus notas con el título de Ville marxiste , Terre de mission 4; y lo acepta no sin modestia ni temor:

«El marxismo aún no se ha consolidado en la historia. No haalcanzado la estabi l idad de las osamentas de mis viejos compat r io tas de Dordogne: un pequeño sobresa l to , un brevesobresal to, y los puntos de vista que puedo considerar acer

tados hoy pueden verse mañana desment idos por los hechos ,t empora l o def in it ivamente .. .» (17- junio-1957) .

Vil le marxiste, Terre de mission llega en el momento oportuno:la Iglesia se interroga ante la increencia y, entre los no creyentes, Mad eleine se fija en los marxistas, con los que se codea díaa día. ¿Qué respuesta dará la Iglesia, e n sus actitudes concretas y en ese «cara a cara» que sacerdotes y cristianos vivencada vez más dolorosamente? Madeleine esboza una respuestaque no pretende ser única: realista e insistente, preco niza unamor apostólico, y los términos qu e utiliza para expresarlo nopermiten duda alguna sobre su urgencia:

«¿No nos abrasará insoportablemente el Dios vivo delEvangel io en t anto no hayamos proclamado su nombre a voz .en gri to entre estos hombres desesperados sin saberlo? Si sevolvieran al oírnos l lamar a Dios, para el los supondría elprincipio de la única Buena Nueva 5».

4. Éd. du Cerí . Paris .5. JVDUJ nutres, ¡>ens des mes, p. 209 .

PROLOGO 19

Desde 1933, fecha en la que se establece en Ivry, Madeleinehabía pasado, de la idea de una «mis ión ampl ia», que implicaba largos viajes, desarraigo s, fundacione s, implantacion es geográficamen te ajenas a las cristiandades establecidas, a lo queella denomina «la misión en profundidad». La fe se envía comotal, y ya no sólo es conservada a la manera de un tesoro. Comotal también, sólo se encontrará cómoda y en su auténtica dimen

sión en condiciones difíciles que la provoquen y acosen,Madeleine ha rechazado «unos ojos habi tuados y una mi radaque cons iente de antemano» para «aceptar sólo el nuevoencuent ro con la máquina socia l» . El estado de inseguridad, deinjusticia, d e pobreza e incluso d e desprecio de quienes la rodean le resulta insoportable: lo expondrá en 1950 en unas páginasde excepcional densidad''.

¿ Va a perder por ello la confianz.a en la Iglesia y a desesperar de que ésta sea capaz, de dar esa indispensable respuesta ?

«Del papa, después de leer su alocución a los presos7 y a los

enfermos, sólo puedo decir una cosa: la Iglesia es el mayorde los milagros, y Dios "se ha apiadado de su pueblo". Se hal legado al corazón de los pequeños» (19-enero-1959) .

Su correspondencia entre 1954 y 1960 supone un contraste permanente entre su búsqueda, con la seriedad que pone en ella, yel relato detallado y vivo de unas cuantas anécdo tas que ilustranesta búsqueda y permiten adivinar la agudeza de sus reflexiones:

«En Turín entablé conversación con un "ferroviario" —en

nombre de mis propios antepasados

8

— y le di je que yo teníaen París muchos amigos i tal ianos a los que quería mucho, yque me gus taban m ucho sus canciones . Dos chicos que es taban también en e l compar t imento se l evantaron bruscamente y fueron a buscar en el resto del vagón.. . bastantes cantantes como para que fuéramos, de Turín a París, catorce

b.lbid., pp. lOl s s .7. Alocución de Juan xxm durante su visi ta a la cárcel de Roma y después

a un hospi tal en la semana de Navidad de 1958.8. Recordemos que Madeleine era hi ja de un ferroviario.

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20 LA ALEGRÍA DE CREER

personas en nuestro compartimento. Y fue un festival ininterrumpido. Hasta tal punto que una pobre mujer perdida entan mala compañía se encontró mal cuando estábamos cercade Sens. Nuestros cantantes la tumbaron en el asiento y,adaptando el arte a su debil idad, entonaron una nana. A lolargo del trayecto, en los andenes de las estaciones, la gentese aglomeraba para ver lo que pasaba en aquel sonoro com

partimento. Pues resulta que eran napolitanos. El solista quedirigía la banda tenía veintiún años.. . y un auténtico geniomusical . Antes de separarnos, di a mis compañeros de viaje,que estaban muy desvalidos a pesar de su contrato de aprendizaje, mi nombre dirección y teléfono. Algunos meses desp ué s , mi solista, R, l legó a mi casa, víctima de las clásicasdificultades para encontrar alojamiento. Después de variasgestiones, logramos ver l legar a su mujer, porque olvidabadecir que estaba casado y era padre de familia. Y la familiaal comple to se volvió a Ital ia. La víspera de mi viaje a Lyon,una l lamada telefónica nos decía que P. estaba de nuevo enFrancia y quería vernos con un amigo que no conocíamos.Total , les faltaba poca cosa.. . : al uno, el permiso de residencia; al otro, el permiso de trabajo; y a ambos, un alojamiento. . . Así que pasamos las fiestas en familia, acelerando, encuanto abrían las oficinas, dil igencias y papeleos (H., especialista en la materia, seguramente l legará al paraíso con unhalo de documentos para extranjeros). Después tuvimos unfestival de música i tal iana, y todas las noches comíamosspaghett i ("vivos", diría Robert Lamoureux). Esperamos l legar a un final feliz para ambos» (1-abril-1959).

U N Ú N I C O L E N G U A J E

¿Es aún la fe, «dada por Dios y ajena al mundo», capaz de serpercibida por todo lo que es ajeno a la Iglesia? La fe, paraMadeleine — aquella mujer activa, decidida y sensible, a laescucha de lo más profundo de sí misma— , es «el compromisotemporal del amor eterno». Para que pueda percibirse como

PROLOGO 21

posible y viable, necesita ser anunciada de manera clara vprecisa.

No es evidente que esto sucediese sin problemas. Los a migos de Ivry y de otros lugares recuerdan aquella época en la queella rezó y buscó muchísimo.

«Habría que amoldarse a la edad, a la capacidad, a la ópticade cada persona, decir algo nuevo a cada persona nueva:entonces sería imposible no anunciar a Cristo y que laIglesia, aquí, dejase de crecer».

Uno dedos lenguajes privilegiados de la fe es el de la bondad,

el de la verdadera bondad proveniente del corazón de Dios, que,como es un lenguaje claro y directo, «no necesita traductor» y«despierta y cuestiona las fuerzas adormecidas del corazón».Este lenguaje impulsa a una voluntad de encuentro al cristiano,qu e «se convierte en el prójimo cercano a una existencia lo bastante abierta como para ser conocida».

Los acontecimientos parecen dar cuerpo a este lenguaje:«Las mentes creativas y las innovaciones heroicas» encuentraneco en Madeleine, que no deja de responder a invitaciones ni dehablar sobre sus descubrimientos. No se limita a proponer comosolución este lenguaje, sino que comienza por utilizarlo ellamisma. La redacción de Ville marxiste ha sido laboriosa ylarga: sus múltiples versiones han sido llevadas a Roma y aMilán y han permitido a Madeleine contactos en los que haempleado este claro lenguaje.

Una tarde, llega por correo un sobre con el texto siguiente: «Madeleine Delbrél, Yvry [s ic] , Francia». Procedencia:Milán... «Gentil l issima Signorina.. . Sé con qué amor y paciencia ha preparado usted Ville marxiste, terre de mission. Me felicito por tanta provechosa fatiga, po rque va usted a hacer mucho"bien "»'. La carta es manuscrita, está en italiano y firmada porG.B. Montini, arzobispo. Lo que nos merece el inmediatocomentario:

9. «Bien» lo puso entre comil las Madeleine en una t raducción de la carta.

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22 LA ALEGRÍA DE CREER

«Esta carta me recordó una vez más el buen nivel de miconocimiento del i tal iano. Hay escri tos que hablan una lengua internacional, y creo que, incluso en chino, habría comprendido que estaba recibiendo una bendición que me llenóde alegría y agradecimiento» 1" (28-sept iembre-1957) .

¿Habría podido Madeleine, al preconizar un lenguaje claro y

directo, no tratar con sumo cuidado los textos que redactaba?Tenía una pluma fácil y ágil. Pero hacía ya mucho tiempo queno escribía po r el placer de escribir:

«Ya no querría hacer un trabajo de conjunto, sino más biendejar que, al filo de la vida, se fuera constituyendo un dosiersobre los diferentes aspectos de la cuestión, ya sea para dartal o cual nota a quien la necesitase, ya sea para estudiarla yredactarla, pero también en función de la necesidad. Meparece el mejor medio de evitar caer cualquier día en la"li teratura", que considero el peor de los males» (15-marzo-1956).

Su apertura y delicadeza, el tono de autenticidad que creíadebía dar a su caridad, la obligaban a repasar con frecuenciasus papeles y a romperlos, a reírse incluso de ellos, a recomenzarlos desde el principio. Temía sacarlos a la luz sin haberlesdado el último toque:

«Los nuestros estaban de acuerdo con estas notas; pero yoquería rehacerlas. Tal como usted las t iene, no están nada

bien. Las correcciones han avanzado mucho... , pero no hequerido sacar t iempo de las noches o del sueño: no habríasido honesto» (24-agosto-1957).

«La vida es una buena maestra, y es extraordinario lo quese puede aprender en seis meses gracias a ella y sin darsecuenta. Me pareció una idiotez no completar los puntos devista incompletos de los que yo era consciente y no redactar

10. Don Macchi, secretario de monseñor Montini y secretario particularde Pablo vi. fue el primero en suscribirse a la Asociación de Amigos deMadeleine Delbrél.

PROLOGO 23

los esbozos de ciertas soluciones concretas. Algunos aspectos de mi trabajo se me escurrían entre los dedos: o erandemasiado extensos, o eran débiles. Todo ello me ha forzado a hacer un trabajo enorme, para el cual las horas diurnashan tenido que echar mano de las nocturnas. Un proyectosumamente materialista al que estoy dando vueltas desdeagosto empieza a parecerme casi necesario: uti l izar algunashoras para.. . dormir, y después hacer un cuarto de vuelta aFrancia por dist intas razones» (6-febrero-1956).

LA IGLESIA ES UN TODO

La vida de fe y el lenguaje límpido de la caridad hicieron deMadeleine una mujer asombrosamente equilibrada.

¿Se embarcaría en una fácil crítica de las instituciones?;

¿reneg aría de tal o cual categoría de cristianos...? En ciertaocasión le llegó una nota contra los cristianos denominados«reaccionarios», a la que respondió:

«Considero que las acti tudes mencionadas pueden ser ciertas, porque con frecuencia me encontrado con otras idénticas , como también pueden ser ciertas las consecuencias detales acti tudes, ¡consecuencias con las que también me heencontrado! Pero es muy importante no dejarse encerrar enuna acti tud que no sería más que crí t ica y severa respecto deesos elementos crist ianos. Pues me parece que ello esteri l i

za de antemano nuestros esfuerzos y puede hacernos reemplazar indiscutibles carencias de caridad por otras carenciasde caridad no menos indiscutibles. No creo que se puedasiempre, ni siquiera a menudo, enderezar tales si tuacionessin que se produzcan alborotos y descontentos. Pero piensoque no tenemos que reprocharnos una firmeza que no vayaacompañada de un verdadero calor del corazón y de unacaridad exigente. Ante "núcleos" de este t ipo, es fácil sentirse fuertemente tentado. En esas circunstancias, me viene ala memoria un ejemplo del cura de Ars. Cuando debía ser

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24 LA ALEGRÍA DE CREER

severo con a lgún "gran" pecador , acompañaba su severidadde exc lamaciones dolorosas: " ¡Qué pena!" , e inc luso l loraba. A nosotros, por el contrario, no nos dan ganas de llorar,sino de ser unas veces cáusticos y otras duros.

»Creo que conviene estar vigilantes, y no sólo por la verdad misma, sino también para que textos de este tipo noofendan a los que van dirigidos, en la medida en que esas

personas se sitúan en una amplia perspectiva de Iglesia, enla cual deben velar por el bien de muy distintas personas»(9-febrero-1959) .

Y en aquel mismo año de 1959 escribe en una nota:

«Tendríamos que desconfia r de una tendencia , adquir idaquizá buscando un test imonio demasiado exter ior , a este reotipar la vida mediante instantáneas, haciendo de ella escenasprototípicas. Todo lo que es a la vez cristiano y descifrable

en los hombres se traduce sin mentiras; pero el hecho de nodejar aparecer esta especie de espacio que ocupa el misterioo de reducir al máximo la sugerencia que se puede hacer deé l , aboca a una verdad o "disminuida" o "empañada"».

Con Polonia le unían lazos de amistad. Roma le había proporcionado ocasión de contactos muy variados. Fue también aÁfrica, incluso en Francia trabajó de manera continuada conequipos o amigos de Marsella, Toulouse, Longwy... Diversosmovimientos la invitaron a dar a conocer su experiencia. Pocoantes del Concilio, un obispo de Madagascar le pidió un estudio minucioso sobre el ateísmo.

Esta diversidad de contactos y también de cuestiones quele planteaban por todas partes, unida a su profundo sentido dela complem entariedad en la iglesia, llevará a Mad eleine aponernos en guardia contra la suficiencia que amenaza a todoslos creyentes:

«Guardémonos de pre tender que estamos en un lugar desde

el que cada cual puede juzgar a la t ierra entera».

PROLOGO 25

En la Iglesia, cada cristiano tiene, en efecto, derecho a su lugar;v aunque determinadas opciones o circunstancias le acarreencríticas o sarcasmos, sigue siendo un miembro del Cuerpo, quees un todo. Entre los años 1952 y 1958, no era inoportuno leerde la pluma de esta testigo de la fe:

«El más desconocido de los baut izados es nuest ro hermanoen una vida inaudi ta»" .

Para Madeleine, la Iglesia no quiere que en ella seamos sino

«hombres verdaderos por lo que somos y por lo que hacemos. . . c r ia turas p lenam ente v ivas. .. parce las v ivas, p rodigiosamente activas, del Cuerpo místico de Jesucristo» 12 .

Para que la Iglesia sea el lugar de todos, es importante readaptar sus gestos y sus actitudes. En una nota redactada en 1959,Madeleine indicó el modo de reaccionar de los medios no creyentes frente a algunos modo s de vida ajenos a la Iglesia:

«Lo que suele ser una barrera infranqueable es el presbiterad o . Para los no creyentes sería primordial la l impidez devida del sacerdote. El presbiterado no manifiesta un misterio, sino que instaura un secreto que es fácil convertir en unmal secreto...

»...La primera causa de sospecha es el dinero del que vivee l sacerdote . La cantidad de d inero es menos im portante quesu "color": poder decir en qué consiste y de dónde viene,luchar contra su aspec to anónimo y suprimir procedencias

, que ofenden a la just ic ia son condic iones ine ludibles»" .

Para que esta Iglesia se readapte y sea significativa para elmun do, co mo el propio Jesucristo, le hace falta un tipo de sacerdote cuyos rasgos Madeleine no dudará en trazar:

«El sacerdote ya no es más que una definición. Todo lo quehace que un hombre sea conocido por sus amigos, sus com-

11 . Nous autrcs, ¡>ens des rúes, p. 227.12. Ihiclem.

13 . Nota inédita de 1959.

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26 LA ALEGRÍA DE CREER

pañeros y sus vecinos no se da en el sacerdote. Tiene queacercarse, hablar y reaccionar ante las circunstancias detodos; si no, sólo será una idea, no un ser vivo.

»Es preciso repetirlo: en un medio no creyente, le bastacon vivir lo humano de su vida y, sin esperar acontecimientos excepcionales, se convertirá en el hombre de Dios, porque en primer lugar es un hombre. En cuanto al cristiano,

l lamado a l apostolado re l ig ioso , cuya lógica , resp landec iente pero austera, no promete la facilidad, encontrará en lasexigencias formales de la vida sacerdotal una constante llamada a la fidelidad. El contraste entre unas personalidadesque, por suerte, en su mayoría son normales como las nuestras, y la realidad divina que han de poner de manifiesto, lapervivencia a través de los siglos de tal fragilidad, la facilidad con que la Iglesia se compromete, sin retroceder anteningún riesgo público, nos ayudan a ser sencillos y confiados. Aunque en algunos casos el sacerdote, por ayudar a sus

hermanos, s ienla la tentación de vivir cada vez más comoéstos, para ayudarnos rea lmente a nosotros t iene que sercada vez más lo que es: un simple sacerdote» (14-mayo-1959).

SU SENTIDO DE LA AMISTAD

Madeleine vivía en comunidad con varias compañeras".Además, consideraba que debía mantener un diálogo constante

con sacerdotes, religiosos v cristianos sobre las preocupa cionesque compartían. Cuando había que solucionar un «caso», queayudar a determinad a persona en dificultades, se alertaba deinmediato a toda una red de amigos. Estábamos habituados arecibir cartas en las que se nos implicaba, con mucho tacto, enalgo que la concernía personalmente:

14. Desde 1933, dos amigas se unieron a ella; después, en treinta años, seconvirtieron en quince. Madeleine guió y animó al grupo, que se dispersó envarias «implantaciones»: Longwy, Abidjan y Ti/,i Ouzou, pero sin que ello las

dividiera.

PROLOGO 27

«En estos últimos meses he tenido excesivo trabajo, lo queno me gusta mucho. . . Quiero , porque me parece indispensable , tomarme a lgunas semanas para a tender las "urgenciasde segundo orden" y de d iversas índoles que me conciernen:un tiempo de oración de una o dos semanas y algunosencuentros indispensables con amigos... , a los que doy todaclase de muestras de ingratitud e indiferencia y... cuya opi

nión me gustaría conocer. En suma, todo lo dicho y quitarme los dientes que me quedan y... volverlos a implantar.Rece para que la voluntad de Dios a rra igue adecuadamenteen el trocito de terreno que es mi vida: yo ya no sé leerla»(27-sep t iembre-1956) .

El tono de su agradecimiento no deja ninguna duda sobre susentido de la amistad:

«Quiero darle las gracias por lo que ha hecho por mí, por la

responsabi l idad que he asumido desde que le conozco. Laresponsabi l idad que tengo se debe , después de Dios, a usted .Pero , si no estoy ciega, debo reconocer que esta responsabilidad ha coincidido con asombrosa precisión con una seriecasi in in te rrumpida de acontec imientos que en su mayorparte me han parecido exagerados por lo que tenían de verdaderamente insólitos. Pues bien, mientras que, a todos losnive les, las personas que normalmente habrían tenido queayudarme o apoyarme se iban o estaban ya de vacac ionestempora l o incomprensiblemente , cua tro personas que noconocía antes de estos últimos años me han ayudado sintener ningún motivo. Usted es una de ellas, y puedo afirmarque entre las cuatro, en diferentes aspectos, me han dadoincomparablemente más de lo que pueden imaginar» (19-jun io -1957) .

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28 LA ALEGRÍA DE CREER

ESE OTRO LENGUAJE QUE ES EL SUFRIMIENTO

El sufrimiento no le faltó: el abandono de algunos am igos, debido a la falta de comprensión, se añadió a esa prueba que constituía por doquier «los abandonos colectivos e individuales»debidos a «una fe empequeñecida en extremo en la existencia dea lgunos c r is t ianos» (12-marzo-1956) .

Este sufrimiento de la Iglesia, con la que comulgaba intensamente, será periódicamente expuesto en Roma «ante la Pietá»de la basílica de San Pedro.

«Espero que Roma le a l imente como una madre sabia yfuerte. A propósito de Madre, ¿querría saludar de mi parte ala Pietá...? Debería convencer a algunos franceses de Romapara que le pongan flores» (26-enero-1959).

¿Quiere tener el lector una idea de sus reacciones ante lossufrimientos físicos'!:

«En la vida coexisten quienes tienen sufrimientos honoríficos y quienes tienen problemas humillantes: el Señor me hasituado entre estos últimos. Me marcho esta noche de muymal humor para curarme de la noble enfermedad llamada"cansancio" . . . , durante un mes» (9-abri l -1954) .

«Estoy hecha polvo. No puedo hacer nada. Creo que deboadaptarme a lo que el Señor me ha hecho conocer: mi inca

pacidad..., y sobre mañana: ninguna información. No estaríabien aterrarme a cualquier proyecto y ver, en función de misposibilidades o imposibilidades, lo que Dios quiere o deja dequerer» (25-mayo-1957) .

«Mi salud sigue siendo caprichosa, pero tiene el buengusto de serlo mejorando cada vez más, en unas condicionesde recuperac ión que no pueden ser más paradój icas.Recuperar, a pesar de un trabajo... anormal, una a una lasposibilidades de participar en una vida normal es, me temo,un terrenal pero exquisito deleite» (26-enero-1958).

PROLOGO 29

Esta rápida ojeada y esta incursión parcial en la correspondencia de Madeleine Delbrel querrían lograr que se reconozcansus límites y — ¿cómo decirlo'/— esa apariencia de falta deseriedad que la ha hecho tan entrañable y, al mismo tiempo, tanprofunda.

El marco de esta presentación ha hecho que estas líneas

no sean más que una simple introducción. ¡Ojalá que estasabundantes y densas citas hayan permitido al lector penetrar unpoco más en el universo de esta laica intensamente comprometida, a la vez que contemplativa y comunicativa, con su entorno,su ciudad y su barrio, y tan realista además en una época y unmedio tan difíciles para la fe!

Estamos agradecidos a Madeleine Delbrel por haberpuesto una gran esperanza en su tiempo y habernos enseñado avivir de ella. El padre Guy Lafon" nos explica el porqué y la disposición de esta publicación de sus textos.

J E AN GVÉGVEN

15. Director del Seminario Saint-Sulpice y capellán de las Escuela deMagisterio de París. Quienes deseen más información sobre Madeleine

Delbrel pueden dirigirse a la Asociación de Amigos de Madeleine Delbrel: I 1,rué Raspail. Ivry-sur-Seine 94200.

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Preámbulo

Después de Ville marxiste, Terre de mission, después de Nousautres, gens des rúes, un nuevo libro que reúne escritos deMadele ine Delbré l nos permite acceder a los fundamentos desu vida.

¿Qué encontramos en é l?

En primer lugar, una convicción muy sencilla, tan sencillaque no se ent iende por qué puede sorprender: Madele ine c re íaque el evangelio era un libro actual, que nos presentaba la formaposible, aun hoy, de vivir nuestra vida y que, por consiguiente,

no se podía hacer nada mejor que tener lo en las manos cont i nuamente como guía y como fuerza . «Cuando tengamos nuest roEvangelio en las manos, debemos pensar que en él habita elVerbo que quiere hacerse carne en nosotros, apoderarse de n osotros, para que con su corazón, insertado en el nuestro, con suespíritu unido a nuestro espíritu, reanudemos su vida en otrolugar , en o t ro t iempo, en o t ra soc iedad humana».

Por supuesto , o t ras personas, apar te de Madela ine , ya habían dicho esto mismo antes que ella, y otros también lo habían yavivido. Pero para hablar de ello y vivirlo, ella tiene un tono

sumamente personal . Porque e l la perc ib ió y expresó, quizámejor que nadie en nuestro tiempo, hasta qué punto la fe exigeperderse a uno mismo. Pues e l evangel io , descubier to y prac t i cado en un hoy que se renueva sin cesar, «se sume por completo en un p lan que para nosotros permanece oscuro». Cada cua ldebe, pues, aceptar resultar «insólito tanto para los creyentescomo para los no creyentes», es decir, también para sí mismo. Yello, no por amor al patetismo, no por necesidad de incomodidad, s ino porque así es como obra siempre Jesucristo cuando«muestra su rostro a través del de un hombre».

32 LA ALEGRÍA DL CRRF.R PREÁMBULO 33

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Madeleine nos recuerda además la sencilla alegría de creer,esa alegría que nuestra fe, menesterosa y rígida, olvida con frecuencia , por desgrac ia , hac iendo de ese o lv ido vi r tud . Tenemosque aprender de nuevo que se nos llama de inmediato a esta alegr ía , porque tenemos siempre que asombrarnos de que Dios noshaga e l honor de pedirnos a lgo. «Todos estamos predest inadosal éxtasis, todos llamados a salir de nuestras pobres maquina

ciones para resurgir hora tras hora en tu plan. Nunca somospobres rechazados. . .» Y como para convencernos de que estaalegría, que es muy nuestra, está, sin embargo, en nosotros comoun don de nuest ro Dios. Madele ine la compara en a lguna ocasión a Jesús naciendo de nuevo en nosotros: «Jesús no ha cesado de ser en todo el Hijo. Quiere seguir en mí unido al Padre.Dulcemente unido en cada segundo, ba lanceado sobre cadasegundo como un corcho en e l agua . Manso como un corderoante la voluntad de su Padre».

De esta fe evangélica, vivida a la vez con seriedad y con alegría, es de donde brotará el interrogante apostólico, como unaurgencia en el centro de nuestro ser creyente: «¿PermaneceráDios "muerto" para cuantos están a nuest ro lado y saben que lehemos entregado nuestra vida y que lo decirnos y que no lolamentamos?; ¿no habrá a lguna «duda» sobre esta muerte?».

Por tanto, la ignorancia o el rechazo militante de Dios, cuando el creyente los encuentra en el roce cotidiano y fraternal, sonpara él portadores de una llamada renovada: oye en ella unaespecie de eco llegado del exterior, reflejado en la miseria espi

ritual de sus hermanos, de su vocación a adorar a Dios, que es laalegría de su vida. El ateísmo le sigue pareciendo insoportable,y sin duda se le hace más insoportable aún, pero en algún sentido ya no le desorienta, ya no le asusta. «Esta negación solemnede Dios. . . nos impulsa i r resist ib lemente a permanecer a l l í dondese dice: "Dios ha muerto", a dejar que se inscriba en nosotros,en vivo, el nombre de Jesucristo, Dios y salvador vivo también.Pero este nombre de Jesucristo inscrito en nosotros, escritosobre nosotros, debe un día, de grado o por fuerza, ser publicamente nuestro nombre».

Así es como Madele ine nos abre los caminos de una existencia creyente que sea redentora. ¿A quién puede sorprenderque estos caminos pasen por la oración y la caridad fraternaprac t icadas con autent ic idad? Madele ine no pre tendía innovaren materia de espiritualidad. Su originalidad —si hemos deencontrar le a lguna— consiste en haber repe t ido, con dulce insistencia, que los hijos de Dios están, hoy como siempre, l lamadosa salvar al mundo, por su cuenta y riesgo, con y por la fuerza delHijo único: «La esperanza de los apóstoles de todos los tiemposes una gigantesca pordiosera con los pies en un mundo perdido,que lleva en los brazos a los hombres más olvidados y es infinitamente pobre con ellos... , pero sonríe a una Redención queespera de l c ie lo como nosotros esperamos e l d ía» .

¿Es de extrañar que tales intuiciones hayan adoptado a vecespara expresarse la forma del humor? Era una manera púdica yjovia l , no de enmascararse , s ino de d istanc iarse . Porque cuandose tiene conciencia, como la tenía Madeleine, de la trágica des

gracia de la increencia, la tentación que amenaza es la de laseriedad. Pero, como sus amigos sabían, ella no cedía a esta tentación. El personaje de Alcide 1, que ella creó, testimonia la lucidez sin tristeza que ella sabía aplicar a sus reflexiones y a susluchas. La risa era para Madeleine la otra cara de su alegría: «Yen esta aventura de la Misericordia se nos pide que demos hastae l extremo lo que pod amo s, se nos p ide que r iamos cu ando es undon perdido, sórdido e impuro. Pero también se nos pide que nosmaravi l lemos, con lágr imas de reconocimiento y a legr ía , anteeste tesoro inagotable que del corazón de Dios fluye en nosotros.En este punto de encuentro de la risa y la alegría se instalaránuest ra incombust ib le paz».

G U Y L A F O N

I . Véase Madele ine DHI.HKKI.. Alcitle. Cuide simple pour simples ehré-

liens, Editions du Seuil, Paris 1995.

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Primera ParteEl Evangelio es el libro

de nuestra vida

Quien no toma en sus manos el librito del Evangeliocon la resolución de un hombre con una sola esperanza no puede n i descifrarlo ni recibir su mensaje.

(Nous aut res, gens des rúes, p . 79)

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1El libro del Señor'

El Evangelio es el libro de la vida del Señor. Y está concebidopara ser el libro de nuestra vida.

No está hecho para ser com prendido, sino para ser abordado como el umbral del misterio.

No esta hecho para ser leído, sino para ser recibido ennosotros.

Cada una de sus palabras es espíritu y vida. Ágiles y libres,sólo esperan la avidez de nuestra alma para introducirse en ella.

Vivas, son como la levadura inicial que atacará nuestra masa yla hará fermentar en un modo de vida nuevo.Las palabras de los libros humanos se comprenden y se

sopesan.Las palabras del Evangelio se sufren y se soportan.Las palabras de los libros las asimilamos. Las palabras del

Evangelio nos modelan, nos modifican, nos asimilan, por asídecirlo, a ellas.

Las palabras del Evangelio son milagrosas. No nos transforman, porque no les pedimos que lo hagan. Pero en cada frase

de Jesús, en cada uno de sus ejemplos, reside la fulminante virtud que sanaba, purificaba y resucitaba, a condición de comportarse con él como el paralítico o el centurión, de actuar de inmediato con absoluta obediencia.

El Evangelio de Jesús tiene pasajes casi totalmente misteriosos. No sabemos cómo incorporarlos a nuestra vida. Pero hayotros que son implacablemente límpidos.

Sólo una fidelidad candorosa a lo que comprendemos nosllevará a entender lo que aún siga siendo misterioso.

1. Nota inédita escrita hacia el año 1946.

I - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA

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wSi bien se nos pide que simplifiquemos lo que nos parece

complicado, en cambio, nunca se nos pide que compliquemos losencillo.

Cuando Jesús nos dice: «No reclames lo que has prestado»o «Sea vuestro lenguaje sí, sí, no, no. Lo que pase de ahí procede del Maligno», sólo nos pide que obedezcamos..., y no son losrazonamientos los que nos ayudarán a h acerlo.

Lo que nos ayudará será llevar y «guardar» en nosotros, alcalor de nuestra fe y de nuestra esperanza, la palabra a la quequeremos obedecer. Entonces se establecerá entre ella y nuestravoluntad una especie de pacto de vida.

Cuando tengamos nuestro Evangelio en las manos, debemos pensar que en él habita el Verbo que quiere hacerse carneen nosotros, apoderarse de nosotros, para que con su corazón,insertado en el nuestro, con su espíritu unido a nuestro espíritu,reanudemos su vida en otro lugar, en otro tiempo, en otra sociedad humana.

Profundizar el Evangelio de esta manera supone renunciara nuestra vida para recibir un destino que no tiene otra formasino Cristo.

2Por qué amamos al Padre de Foucauld2

La considerable influencia que el «hombre del desierto ha ejercido sobre nuestro tiempo ha dado lugar a un gran número devocaciones contemporáneas. Su vida supuso una síntesis tanamplia que explica por qué caminos tan dispares pueden considerarle como origen, pues reúne en sí mismo tantos contrastes...

Necesidad incontenible de orar ante Dios; entrega sinmedida a cualquier ser que lo solicite.

Ingenua imitación de la vida de Cristo en Palestina, de susgestos, de sus actos...; conocimiento y adaptación a su entorno.

Amor apasionado al prójimo cercano; amor fiel cada instante a la humanidad toda.Tierna reconstrucción de la casa de Nazaret en torno a una

hostia expuesta; largas marchas por el Sahara para familiarizarse con el entorno.

Obstinación heroica en una vocación ardua; comprensióny preparación de la vocación del prójimo.

Devoción al trabajo manual; perseverancia incansable en laadquisición de su erudición.

Deseo incesante de una familia espiritual; vocación divina

a una soledad que sólo terminará con su muerte.¿Cómo asombrarse de que tantas personas que hoy seentregan a Dios, sea cual sea el modo de su entrega, reconozcanen esta encrucijada de gracias que fue su vida su propia llamaday encuentren en él un modelo?

Así, dejando a otros la posibilidad de decir lo que en elPadre de Foucauld les ha iluminado, guiado o confirmado en sucamino, nosotros queremos simplemente señalar aquí los aspectos de su vida que nos han ayudado a encontrar el nuestro.

2. Texto publ icado en La Vie Spiritttelle. noviembre 1946.

POR QUÉ AMAMOS AL PADRE DE FOUCAULD 41

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4 0 1 - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA

«En pura pérdida de sí mismo»

«Exhalarse ante Dios en pura pérdida de sí mismo», diceCharles de Foucauld citando a Bossuet. De su vida entera se desprende una extraordinaria gratuidad. Dios, aunque es su Dios,sigue siendo Dios; y, porque es Dios, es por lo que, en primerainstancia, le ama Charles de Foucauld.

Charles de Foucauld es para nosotros el prototipo de esasvocaciones teocéntricas que le arrebatan a uno el alma directamente para Dios en Cristo. Se trata de hombres que no tienenque hacer ningún tipo de elección. Dios ocupa todo su horizonte . Por el mero hecho de existir, se le prefiere por encimade todo.

«En cuanto creí que había un Dios, comprendí que nopodía sino vivir para él: mi vocación religiosa data del mismoinstante que mi fe: ¡Dios es tan grande, y hay tal diferencia entreDios y todo lo que no es él...!»'.

Para estos hombres, el amor a Jesucristo lleva al amor atodos nuestros hermanos, del mismo modo que para otros lavocación al apostolado será el camino de su entrega total aCristo.

Esta gratuidad respecto de Dios se experimenta tambiéncon relación al prójimo, al que Charles de Foucauld entrega suvida de cada día, y es bien sabido con qué largueza y generosidad, con qué disposición a morir por él —de hecho, murió porél—, sin esperar resultados, sin alterarse por su total fracaso;

conserva su paz cuando, después de pasar toda su vida en eldesierto, su único balance es la conversión — no muy firme— deun africano y de una anciana. Ama por amar, porque Dios esamor y está en él, y porque amando «hasta el extremo» a todoslos suyos, imita —en la medida de lo posible— a su Señor.

Por ser un hombre de adoración, el Padre de Foucauld fuehombre de soledad y de desierto. Vaya donde vaya el hombre,incluso al desierto, ha de hacer allí su propio desierto.

3. I.ellres ¿i H. de Caslries, p. 97.

Verdaderamente, el Padre de Foucauld nos ha iluminadocon una luz nueva el primer mandamiento de Dios a la humanidad: «A un solo Dios adorarás».

Es frecuente comparar la oración a la respiración. A travésde los escritos del Padre, la adoración se concreta como el«peso» del alma, como lo que la pone frente a su Dios en su actitud humana. Nosotros pensamos que esta actitud de criatura

frente a su creador es la que nos conviene adoptar, con la mayorurgencia, en nuestro mundo orientado hacia el hombre, desviado de su fin. Es imprescindible que muchos de nosotros se consagren a ello, es una especie de necesidad del cuerpo místico.

En este momento en que el Espíritu Santo impulsa tantasvocaciones tras los pasos de los hombres perdidos, en que tantos cristianos, apremiados por la caridad de Cristo, miran conapasionamiento a quienes se han extraviado para hacerse todo atodos —excepto en el pecado—, para alcanzarlos en los límitesextremos de su alejamiento, hacen falta otros que se vuelvanhacia Dios; en el interior mismo de la materia humana, hacenfalta hombres de adoración, tan convencidos de la necesidad desu tarea que, incluso incapaces de cualquier acción sobre sussemejantes, sepan que responden a lo esencial de su vocaciónpredicando a Dios en nuestros desiertos contemporáneos, ennuestros metros y caminos, en nuestras casas y granjas:«Vosotros sois el que es; nosotros somos los que no son».

Nuestro tiempo necesita estos sacrificios realizados entrelos hombres que los ignoran; necesita voces que «clamen en

nuestros desiertos» la frase de la que están llenos los textos delPadre de Foucauld y que constituyó el eje de su vida: «por tuinmensa gloria te alabamos», «en pura pérdida de nosotros mismos».

El hermano universal

El Padre de Foucauld da la impresión de estar arraigado en laencrucijada de la caridad. No rechaza ninguno de los caminosdel amor. Funde en su vida estos dos extremos del amor: el prójimo cercano y el mundo entero.

42 I - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA POR QUE AMAMOS AL PADRE DE FOUCAULD 43

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«Ser un hermano tierno», dice a m enudo; y la palabra tierno reaparece constantemente, cargada de solicitud humana; serun «salvador», dice también, y esta palabra conlleva todo unpeso de redención.

Establece deliberadamente una vida de familia, vivida conautenticidad, con cualquier ser humano que encuentra. Y estavida de familia será el signo necesario de otra vida de familia,

profundizada sin cesar día y noche con todos los hombres de latierra.Vivir esta doble vida de familia supondrá tener por única

clausura unas piedras posadas sobre la arena; supondrá escucharmucho y hablar poc o; supondrá dar el propio alimento o enseñara «tricotar»; llevar a un jefe tuareg a Francia y adentrarse hastaTamanrasset; coleccionar poesías locales y curar; vivir solo enmedio de los musulmanes y morir asesinado a sus manos.Supondrá dar a cada cual lo que necesita, porque Jesús es esencialmente el que da, y Charles de Jesús actúa con él y como él.

Supondrá no tener un programa de lo que se puede y no se puedehacer; supondrá ser para cada persona un «hermano tierno».Supondrá ver en los pecadores «hermanos insensatos» y reservarles el mejor calor de nuestro corazón. Y, aun entregándosecon una generosidad sin tasa a los hombres que le rodean, nodejarse acaparar por ellos. Saber que, a través de ellos, se expande y se extiende por el mundo la caridad y se prepara la gracia.

«Señor, haz que todos los humanos vayan al cielo», es laprimera oración que se propone enseñar a los catecúmenos quenunca tendrá. Todas las oraciones, todas las penitencias de laregla de los Hermanitos del Sagrado Corazón, son por las intenciones del Sumo Pontífice, es decir, tienen la dimensión delmundo.

Del Padre de Foucauld hemos aprendido que, si para entregarse al mundo entero hay que aceptar romper todas las amarras,para adentrarse en la inmensidad no es preciso que esa inmensidad se encuentre contenida entre las paredes de un monasterio.Puede encontrarse en un claustro de piedras secas posadas en lamisma arena; puede encontrarse en una caravana africana o en

una de nuestras casas, en uno de nuestros talleres, en la escalera

que se sube, en el autobús que se toma...; la inmensidad seencuentra aceptando el estrecho e incensante cerco del amor delprójimo cercano. Dar a cada persona que se conoce la totalidadde una caridad perfecta, dejarse encadenar por esta incesante ydevoradora dependencia, vivir con naturalidad el «Sermón de laMontaña», es la puerta de la inmensidad, puerta estrecha quedesemboca en la caridad universal.

Nos ha enseñado a estar absolutamente contentos de estarsituados en una encrucijada vital, dispuestos a amar a quien pasay, a través de él, a todo lo que en el mundo sufre, está perdido oen tinieblas.

Nos ha explicado que en su magnífica gratuidad reside lasoberana eficiencia, y que aceptar no ver nada de lo que se hace,sino amar a pesar de todo y siempre es el mejor camino para salvar sin duda alguna a alguien en algún lugar de la tierra.

El corazón clavado en una cruz,

El corazón clavado en la cruz nos ha enseñado que esta caridadtotal sólo es posible a costa de todo cuanto pa rece neg ativo y quees , por así decirlo, su reverso: pobreza, obediencia, pureza,humildad...; toda esa negatividad que «libera para el amor». Acosta, además, de lo que se podría calificar de negativo y que,sin embargo, es positivo: la cruz, participación voluntaria en lapasión del Señor, ya sea dolor del cuerpo o del alma, ya sea

sufrimiento o humillación, o, en palabras de Charles deFoucauld, abyección deseada. En este terreno, el corazón clavado en la cruz nos enseña también que todas las razones de larazón valen poco ante las razones del corazón.

Esta cruz es verdaderamente el eje de su corazón, el sólidopivote en torno al cual se ordena su amor universal. El mensajeque hemos recibido de él es la necesidad de este eje. Sin él,nuestra caridad perm anecerá indefinidamente anémica, inacabada, mutilada. La caridad que no carga con la cruz tropieza sincesar con otras cruces, da traspiés y se arrastra. La caridad que

está abrazada a la cruz ha salvado el obstáculo de antemano.

44 1 - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA POR QUE AMAMOS AL PADRE DE FOUCAULD 45

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Encima y debajo de este corazón de esta cruz está escrito«Jesús-Caritas». Porque el amor sin sufrimiento es amor a nosotros mismos; el amor salvador, el amor de Jesús, es un amor quesufre, y es mediante el sufrimiento como, a través del bien sensible, realiza la redención. El corazón clavado en una cruz es uncorazón que va más allá del sufrimiento que viene solo, más alládel sufrimiento unido a todo lo que es pobreza, humildad y obe

diencia; llega hasta el sufrimiento deseado.«Cuando se puede sufrir y amar se puede mucho, se tieneun gran poder, se tiene el mayor poder posible en este mundo».

Estas palabras son del Padre de Foucauld y las escribió el1 de diciembre de 1916, el día de su muerte. Son una respuestaa lo que, en nuestros días, habla aún del escándalo de la cruz yse avergüenza de un cristianismo en el que hay que sufrir y serconsiderado poca cosa.

Proclamar el evangelio con la vida

«Pregúntate en todo momento: "¿Que haría nuestro Señor?", yhazlo. Es tu única regla, pero es tu regla absoluta».

Charles de Foucauld es verdaderamente, en pleno siglo xxun auténtico contemporáneo de Jesús de Nazaret. Sigue suspasos en una imitación elemental, a la vez que minuciosa. Lecontempla instalándose deliberadamente en medio de los apóstoles, «entre la santa Virgen y santa Magdalena». Quiere ser unode los íntimos del Maestro, se mezcla en su vida, escucha, todooídos, las enseñanzas del Señor, examinando con todo detalletodas sus palabras para obedecer hasta la última coma. Esta imitación nunca satisfecha es la que le llevará hasta el sacerdocio.

Fijándonos en Charles de Foucauld aprendemos esa obediencia de niños al mensaje evangélico, esa obediencia confiadaque no pide ex plicaciones, que obedece, no por lo que se le ordena, sino por quien se lo ordena.

El Evangelio es para él el todo de su apostolado visible.

Ofrece a sus hermanos una edición en imágenes del Evangelio,

pensando que esas imágenes vitales son el mejor camino haciala gracia. Viéndole encarnar en sí mismo cada línea de la «buenanueva», comprendemos que lo que los hombres necesitan es leery ver a la vez. Los apóstoles predicaban y vivían su mensaje ensu totalidad: tanto la bienaventuranza de la pobreza como todolo demás. ¿No proviene nuestra falta de contagio de la disociación entre la predicación y la vida, entre la palabra y el ejemplo?

Esta vida evangélica pone también ante nuestros ojos todala fuerza de la sencillez. Nos presenta como posible un estado deespíritu humano y cristiano en el que nos relacionamos sin ninguna dificultad con cualquier ser que encontramos. El Padre deFoucauld ha resucitado para nosotros la figura fraterna de todosde Jesús en Palestina, que acoge en su corazón, a lo largo de loscaminos, a obreros y sabios, judíos y gentiles, enfermos y niños,tan sencillo que a todos les resultaba inteligible.

Nos enseña que, al lado de los apostolados necesarios, enlos que el apóstol debe impregnarse del medio que tiene que

evangelizar y con el que casi tiene que desposarse, hay otroapostolado que requiere una simplificación de todo el ser, unrechazo de todo lo adquirido anteriormente, de todo nuestro yosocial, una pobreza que da vértigo. Esta especie de pobrezaevangélica o apostólica nos da una disponibilidad total para reunimos en cualquier sitio con cualquiera de nuestros hermanos,sin que ningún bagaje innato o adquirido nos impida correrhacia él. Al lado del apostolado especializado, se plantea lacuestión del todo a todos.

El, que en el corazón del desierto, inserto en la poblaciónmusulmana, fue amigo de todo el que pasaba: soldado, sabio,médico...; él, que supo mezclarse con una proximidad tan profunda en las campañas de Laperrine, nos eleva sobre los compartimentos sociales, sobre los grupos humanos, para que, inteligibles por todos, seamos un mensaje universal.

46 I - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA

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El último lugar

«Cristo ha ocupado de tal manera el último lugar que nadie hapodido arrebatárselo nunca».

Con esta frase del abate Huvelin, «grabada inviolablemente en el alma» del Padre de Foucauld, terminaremos estaevocación.

Él comprendió con todo su ser —y nos ha ayudado a comprenderlo— que llegamos a la verdadera intimidad con C risto sinos unimos a él en su propio lugar: el último. Nos ha ayudado aperder la fe en el prestigio y a adquirirla en nuestra propia desaparición. Ha purificado nuestra idea del testimonio de todo loque podía contener de tendencia a la «propaganda», según diceun sacerdote que le ha comprendido muy bien. Nos ha enseñado que, si algunos de nosotros están llamados a asumir, en elespíritu de Cristo, los mandos de las cosas temporales o de lasresponsabilidades bienhechoras, otros están llamados a refugiar

se en el último lugar, con Cristo, con el sencillo propósito decompartirlo con él. Al comienzo del modelo único, ese librito enel que sólo están escritas frases del Evangelio, el Padre deFoucauld colocó la imagen de la Santa Faz: el Cristo de losultrajes, de las burlas, de los abandonos y de los fracasos. Es elúltimo de los últimos lugares. Sicut Deus dilexit nos, lleva com oinscripción. «Así quiere Dios que le ame mos», responde toda lavida de Charles de Jesús.

3Alegrías procedentes de la montaña4

Ya que las palabras, Dios mío, no están hechaspara permanecer inertes en nuestros libros,sino para poseernos y recorrer el mundo en nosotros;permite que de esta hoguera de alegríaque tú encendiste antaño sobre una montaña,que de esta lección de felicidad,sus chispas nos alcancen y nos penetren,nos rodeen y nos invadan;haz que, habitados por ellas,como «pavesas en los rastrojos»,

recorramos las calles de la ciudad,marchemos junto a la oleada de la multitud,contagiando felicidad,contagiando alegría.

Porque estamos verdaderamente cansadosde todos esos pregoneros de malas nuevas,de tristes nuevas.Hacen tanto ruidoque ya ni siquiera suena tu palabra.

Haz estallar nuestro silencio,palpitante con tu mensaje,en su estruendo.

En el tropel sin rostrohaz pasar nuestra alegría ensimismada,más clamorosa que los gritosde los vendedores de periódicos.Más invasoraque la tristeza inmóvil de la masa.

4. Publ icado en Eludes Carmélimines, agos to-sep t iembre 1947.

48 I - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA Al.KGRIAS PROCEDENTES DE LA MONTAÑA 49

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Bienaven turados los pobres de espíritu,... porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Ser pobre no es interesante:todos los pobres son de esta opinión.

Lo interesante es poseer el Reino de los Cielos,pero sólo los pobres lo poseen.

Así que no penséis que nuestra alegría consisteen pasar nuest ros d ías vac iando nuest ras manos,nuest ras cabezas, nuest ros corazones. . .

Nuestra alegría consiste en pasar nuestros díashac iendo si t io en nuest ras manos,nuest ras cabezas y nuest ros corazonesal Reino de los Cielos que pasa.

Pues es asombroso saberlo tan próximo,saber que Dios está tan cerca de nosotros;es prodigioso saber que su amor es posible

de tal manera en nosotros y sobre nosotros.Y no abrirle la puerta,única y simple,de la pobreza de espíritu...

Cuando vuest ros b ienes par tan a voluntad de Dios,no habléis de pobreza, sino de riqueza.

Como un ciego de vuelta a su tierra natal, sin ver,respirad el clima del Reino,calentaos bajo su invisible sol,

palpad su tierra firme bajo vuestros pies.No digá is: «Lo he perdido todo».Decid más bien: «Lo he ganado todo».

No digá is: «Me lo qui tan todo».Decid más b ien: «Lo rec ibo todo».

Emprended vuest ra jornada sin ideas preconcebidasy sin prever la fatiga,sin proyecto sobre Dios, sin recuerdos de él,s in entusiasmo,sin biblioteca,

a su encuentro .

Partid sin mapa para descubrirle,sabiendo que está por el camino y no a su término.

No intentéis encontrarle con recetas originales,sino dejaos encontrar por élen la pobreza de una vida banal.

La monotonía es una pobreza : aceptadla .No busquéis los bellos viajes imaginarios.

Que las variedades del Reino de Dios os basteny os regocijen.

Desinteresaos de vuestra vida,pues preocuparse por ella es una riqueza:entonces la vejez os hablará de nacimiento,y la muerte de resurrección.El t iempo os parecerá un pequeño rep l iegue

en la inmensa eternidad;juzgaré is todas las cosas según sus hue l las e te rnas.

Si amáis de veras el Reino de los Cielos,os regocijaréis de que vuestra inteligenciase olvide de las cosas divinase intentaréis creer mejor.

Si vuestra oración se ve privada de emociones tiernas,sabréis que a Dios no se le alcanza con sensaciones.

Si está is s in demasiado ánimo,os alegraréis de ser aptos para la esperanza.

Si la gente os parece aburrida y vuestro corazón desdichado,

estaréis contentos de tener en vosotrosla impercept ib le car idad.

Cuando, empobrec idos de l todo,lo único que podáis ver en el mundosea una casa desvalijada,y en vosotros una indigencia sin fachada,pensad en esos ojos de sombraabiertos en el centro de vuestra alma,fijos en cosas inefables.

Porque vuestro es el Reino de los Cielos.

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Vi 1 - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA ALEGRÍAS PROCEDENTES DE LA MONTANA

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la pluma que escribe mal,esc calor que nos cansa,esc frío que nos entumece;en esos juicios sobre nosotrosen los que nos cuesta reconocer nuestro semblante;en esos pequeños o grandes doloresque merodean en nuestro interior,

a lo largo de los nervios,dejemos que se devane nuestra vida.Dejemos que los minutos se alarguen, uno tras otro,

punto t ras punto ,en la red providencial con que envuelves todo lo tuyo,

Cordero dominador de la t ie rra .

Bienaventurados los puros de corazón,... porque ellos verán a Dios [...]

Tú nos has dicho, Señor, que sin esta implacable purezano podríamos ver te .

Y desde que lo sabemos, nos sorprendemos amándolacomo se ama lo que conduce a lo que se ama.

Pues nuestro amor por ti se cansade esos retrasos que te ocultan,de esas torpezas que posponen a in te rminables mañanasel encuentro con tu rostro.

Sabemos que la pureza desa ta rá esos miles de manos,

c r ispadas sobre nosotros,que nos cansan, nos estorban, nos de t ienen. . .Ella es la l ibertad de cualquier decisión,no ser poseído por nada,ir de un tirón hacia ti.Ella es un amor apremiante, impaciente, invasor,que no soporta a los importunos.

Por eso su último asalto será la hora de nuestra muerteElla nos hará subir al tren

que nos llevará más allá de nosotros mismos.

Por los cristales, todas las cosasse despedirán de nosotros.

Ninguna se ofrecerá a subir con nosotros.Todas temerán nuest ra compañía .Todas parecerán e f ímeras,

sin otro valor que el de una etapa.Dejaremos todo. Todo nos de ja rá .

Esta remos aprisionados en un impulso i r resist ib le .Y sólo contará para nosotros, sólo nos interesaráesa última vuelta de rueda,esa parada brusca sin partidaen el país de la eternidad,ante el Dios que nos espera,ante el Dios que veremos,cuando nos haya llevado hasta Éldespués de la pureza paciente de nuestra vidala pureza elemental de la muerte.

EL AMOR DF DIOS TRADUCIDO 57

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4El amor de Dios traducido ,

La disponibilidad total para las tareas del Señor, para las tareasque su gloria, su amor y su misericordia conllevan, nos sume enun misterio en el que nuestra razón se detiene, en el que nuestrainteligencia debe saber ser ciega.

...Cuando llega el momento, un momento imprevisible,contamos para vivir y actuar, en el marco a menudo desconcertante pero sumamente c laro de las circunstancias permanentes otemporales, con una luz que no se extingue: el Evangelio de

Jesucristo, tal como la Iglesia nos lo explica y nos lo entrega.Para escucharlo, Jesús pide oídos de niños que ni añadanni quiten nada a lo que oigan y que después obren de acuerdocon lo que hayan oído.

Pero los niños pueden entender de diferentes maneras, quese complementan, pero que a veces se contradicen. Por eso hayque comprender cuan sabia es la Iglesia al no perder de vista asus hijos.

La Iglesia es la única que custodia el Evangelio; ella nos loentrega; ella tiene el derecho constante de velar por la interpre

tación que se da de él públicamente.

5. Esle texto —de 1956—. como muchos de los publicados en estelibro, fue escrito para el grupo de vida en común en el que vivió MadeleineDelbrel de 1933 a 1964. Grupo al que, junto con el Padre Loren/o. dio elimpulso de partida y no dejó de animar hasta su muerte.

De esas notas, escritas para laicos que quieren vivir los consejos evangélicos en una vida en común, hemos extraído lo que nos ha parecido quepodía ayudar a todo cristiano a vivir el Evangelio en medio del mundo.

M.D. solía además extender su pensamiento más allá de sus interlocu-toras inmediatas. Y, aunque a veces empleaba el femenino, solía redactar en

masculino, alternancia que ha sido respetada.

Este derecho es incluso un deber, porque este Evangelio,que junto con el «Cuerpo de Cristo» constituye sin duda sumayor tesoro, le ha suscitado, guiado y configurado a muchos desus grandes santos; pero también es verdad que el vigor que conserva toda verdad distorsionada le ha ocasionado muchas pequeñas o grandes herejías.

Por tanto, en la búsqueda de la mirada de la Iglesia es

donde debe enumerarse todo lo que hemos recibido delEvangelio, como otras tantas consignas vitales.A nosotros se nos exigen algunas condiciones, la mayoría

de las cuales han sido precisadas por el propio Jesús:— Las palabras del Señor constituyen un todo, no son

disociables. Si vivimos más una de ellas, ello no debe ir en detrimento de ninguna otra.

— Esas palabras deben ser custodiadas por nosotros,deben permanecer en nosotros. Hay que leer o escuchar paraconocerlas; pero, leídas u oídas, tenemos que acogerlas en noso

tros como la tierra acoge la semilla; una vez acogidas, debengerminar y dar fruto; dar fruto en nosotros... no siempre es posible leerlas a toda prisa.

— Esas palabras se expresan con términos hum anos y suelen hablar de actos humanos. Podríamos conservar sólo las queentendemos y olvidar lo que hay que creer..,, mientras que elEvangelio nos lleva a la verdadera vida sobrenatural, de la cualJesús sostiene ambos extremos: él habla del vaso de agua quetendrá su recompensa..., don tan material que constituye la alegría de una planta...; y de sangre vertida que es el precio de uno

o varios hombres... para un Dios que sigue siendo misterio.Todo ello parece ser lo mismo para el Señor, que con su

amor lo transforma todo en oro. Y lo que pesará en nosotros noserá el peso de los actos de amor, sino el amor que nos haceactuar.

Una sumisión sencilla y pronta a las palabras y los ejemplos de Jesús será nuestro firme puente sobre el gran abismo dela caridad, del cual —si lo m iramos— podemos conocer la pareddel lado de los hombres, pero sólo podemos creer la pared del

lado de Dios.

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UNA VOZ QUE GRITABA EL EVANGELIO - EL PADRE LORENZO 61

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5Una voz que gritaba el Evangelio'

El Padre Lorenzo

Hace poco más de un año moría el Padre Lorenzo. Se desplomóen el metro el día de la Epifanía mientras recitaba el oficio codoa codo con la multitud. La muerte, que se produjo en unos minutos, no ocupó más espacio que tiempo, pues estaba prácticamente cantada: podía llegar en cualquier momento y sin esfuerzo. Y es que, antes de que sobreviniera, el Padre Lorenzo era yahacía mucho tiempo un desaparecido. Su vida le había llevado a

ello, pacientemente. Apenas quedaba en él nada que no fueraeterno: su amor de sacerdote por Jesucristo y el Evangelio, delcual toda su vida se había convertido en voz.

Dios permitió que su muerte autentificase breve y públicamente su vida:

6. Madeleine Delbrel escr ib ió además sobre el Padre Lorenzo: «Él has ido quien ha hecho que el Evangel io exp lo tara para mí . En lugar de ser meramente el l ibro de l a contemplación , de l a adoración , de l a revelación de unDios que hay que anunciar , e l Evangel io se ha convert ido además para mí enel l ibro que d ice, sos tenido por l as manos de la Ig les ia , cómo viv i r para con

templar ; v iv i r para adorar y v iv i r adorando; y v iv i r escuchando y proclamandola Buena Nueva. El Evangel io ha l l egado a ser para mí no só lo el l ibro delSeñor v ivo , s ino además el l ibro del Señor que hay que v iv i r» .

El Padre Lorenzo, junto con M.D. , es tuvo en el or igen del grupo de v idaen común en el que el l a v iv ió has ta su muerte . Había s ido ordenado sacerdoteen 1921 y fue nombrado párroco en Sain t -P ierrc-Sain t -Paul d ' Ivry en 1934; en1942 se convi r t ió en codi reetor del seminar io de l a Mis ión de Francia enLis ieux y después en párroco de Sain t -Hippolyte en Par í s en 1945. Era capel l án de l a casa d iocesana de ret i ro en Bagneuz cuando, e l 6 de enero de 1958,fue l l amado repent inamente por Dios , mient ras l e ía en el breviar io , en mediodel gentío del metro, el oficio de la Epifanía. Estas páginas se publicaron en laLente mtx eemumauíutés de leí Mission de Frailee de agos to-sep t iembre de

1959.

El sacerdote que «amaba al Señor Jesús con pasión» muerecomo sacerdote, recitando su oración de sacerdote, bajo lascalles que formaron parte de una de sus antiguas parroquias.Como sacerdote, revestido de sus ornamentos sacerdotales,reposa varios días en medio de quienes sufren en el hospital.Como sacerdote, no deja París sin que se haya celebrado unamisa por él en Notre-Dame, de donde estaba muy satisfecho deser canónigo, porque de ese modo participaba en la oraciónpública de París.

El Evangelio, del que decía que era posible vivirlo en cualquier parte, él pudo vivirlo hasta el final: Jesús, «el pobre quenació sobre madera y murió sobre madera», le permitió imitarle, al modo «rústico» que le gustaba al Padre Lorenzo: para él,el banco del metro fue en cierto modo una cruz.

El Padre Lorenzo pudo también obedecer el Evangelio—que él quería transmitir a todos—, el mandam iento de amar alos conocidos y a los desconocidos, al dar su vida entre perso

nas encontradas ocasionalmente.Del Padre Lorenzo, sacerdote, las notas siguientes hablarán poco, pues mi intención es plasmar lo que ha sido paramuchos, y para mí misma, el anuncio del Evangelio por el PadreLorenzo.

Un sacerdote

Del Padre Lorenzo se podría decir: «No quiso ser más que sacer

dote», quiso ser sacerdote del modo normal, sencillo; lo esencialde la vida de todos los sacerdotes parece haber sido para él suficiente y de sobra.

En los diferentes puestos, tareas o funciones que le fueronconfiados, la mayoría de las veces se contentó con asumir lo quele era propio, pero con naturalidad y perfección.

Por eso, cuando la asamblea de Cardenales y Arzobisposfundó la Misión de Francia para enviar a los sacerdotes a ciudades o zonas donde la falta de sacerdote precede o sigue a la descristianización, el Padre Lorenzo allí fue: entraba en la lógica de

su sacerdocio.

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64 1 - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA

UNA VOZ QUH GRITABA EL. EVANGELIO - EL PADRE LOREN ZO 6 5

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ellos en aquel preciso día...! El Señor Jesús, tan vivo que podíahablar, que podía hablarles, los llamaba a cada uno de ellos ypreguntaba , exigía , aconse jaba , entusiasmaba . . .

El Padre Lorenzo no hablaba del Señor, sino que decía: «ElSeñor dice...; el Señor pregunta...; el Señor no quiere...; el Señordesea que seas...» Y el Padre no lo decía con sus propias palabras. No. Se oía: «El Señor te dice...; el Señor te llama de estemodo; te dice lo que siempre ha dicho: te l lama como siempreha llamado». Y también: «Mira al Señor en sus palabras, Élmismo te dice cómo es, te dice lo que es, mira». Y concluía conuna frase de algún santo: «Dios es algo tan bueno que no puedeser mejor»; «Demasiado avaro es aquel a quien Dios no lebasta»; o con a lgunas verdades que e ran suyas: «Somos prodigiosamente amados»; «El Señor nos ha amado pagando un a l toprec io; no podemos amarle a ba jo prec io»; «No se ama a Dioscon las sobras». Pero no eran sino las exclamaciones de alguienque , al repetir las palabras del Señor, las había escuchado almismo t iempo que nosotros.

«...a toda criatura»

La luz con que la Iglesia ilumina las palabras del Señor afecta acada cual de modo distinto, aunque sea la misma para todos. Ypor eso hoy «predicar el Evangelio a toda criatura» supondrápara unos partir hacia una raza o clase determinada, y para otrospermanecer en su clase o en su raza. Para el Padre Lorenzo,

«predicar a toda criatura» era predicar a quienes se encontrabanante él. No los elegía, y el Señor no se los había designado deantemano. «Un hombre bajaba de Jericó...» Para ser el buensamaritano de la parábola, el Padre Lorenzo no se preguntaba sise trataba de un judío o si sentía por él atracción o repulsión. Loque le inspiraba repulsión eran las diferencias entre los hombres,fueran cuales fuesen. Un hombre era un hombre. Rechazabaincluso las categorías, más hipócritas que las clases o las razas:personas con talento o sin talento; aburridas o brillantes, inteligentes o no; con o sin encanto... Por eso en sus auditorios, com-

puestos norm almen te de personas de todas las edades y de todoslos «mundos», cada cua l se sent ía personalmente concernido,«invitado». Fuera eual fuese el número de asistentes, cada unodescubría o percibía con mayor fuerza que era llamado «por sunombre»; que podía responder , porque se t ra taba de é l mismo,«Señor mío y Dios mío»; que una asamblea de hermanos podíadecir «Padre nuestro», porque cada uno de ellos era totalmente

amado por s í mismo y como ningún otro .

«...regresaron a su país por otro camino »

Cuando el Padre Lorenzo predicaba sobre la Epifanía, insistíasiempre en ese «otro camino por el que se vuelve de los encuentros con el Señor».

El Evangelio anunciado por el Padre Lorenzo estaba des

provisto de comentarios; ni siquiera se puede decir que sacasemuchas conclusiones. Las ap l icac iones personales, las de te rminaciones profundas, eran reacciones propias de cada cual tras elcontacto incisivo con la Palabra de Jesucristo. La manera en queel Padre transmitía esta palabra, su infinito respeto por ella, elamor que ponía al pronunciar las palabras, provocaban una brutal toma de conciencia de un acontecimiento del que uno nopodía perderse nada.

Comprendíamos que si Dios se había tomado la molest iade hablarnos en nuestro lenguaje, si había querido que su manera de decir las cosas llegase hasta nosotros, si había seleccionado cosas que debían ser transmitidas de siglo en siglo, era porque todas ellas eran capitales; era porque, entregadas por él, nopodían ser sino un tesoro inapreciable. Comprendíamos con quéprivilegio inaudito se nos había gratificado al poder acceder tan«familiarmente», sin necesidad de prodigios, a los pensamientos, sentimientos y deseos del Dios vivo; al poder «oír» a esteDios vivo, al poder verle en sus palabras, a Él, a quien en elpasado «no podía vérsele sin morir». Pero después no era posible hacer como si Jesucristo, el Hijo de Dios, no nos hubiesehablado.

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El Evangelio pertenecía al Señor y, en consecuencia, atodos los hombres. El Padre Lorenzo no creía tener derecho aretocarlo en ningún caso. No creía que hubiese un evangeliopara los pobres y otro para los ricos; un Evangelio para los poderosos, y otro Evangelio para los oprimidos. Se negaba a haceruna especie de ediciones especiales seleccionando ciertos aspectos para éstos, y otros aspectos para aquéllos.

Había un caso en que el Padre Lorenzo parecía dominarcon dificultad una especie de violencia: cuando el Evangelio, alque él estaba tan absolutamente sometido, al que servía sin límite alguno, se utilizaba para algo distinto del bien de Dios; cuando el Evangelio se ponía al servicio de una causa humana, pormuy importante que fuera. El Padre se alzaba entonces com opara defender el honor de alguien y podía llegar a ser casi duro.

Al elegir al Padre Lorenzo para anunciar su Evangelio, elSeñor había elegido «lo débil». Al lado del Padre Lorenzo erafácil poder ignorar qué fuerza se había convertido en esta debi

lidad. Para ser el simple mensajero de un mensaje al que nada sedebía quitar y nada se debía añadir, era necesario valor, porquecada vez era más evidente que había recibido esta misión ensolitario; y tuvo que vivirla fiel y solo. Y permaneció inflexibleen el Padre Lorenzo, que rechazaba con gusto el combate y desconfiaba de su propia valía.

«...sois siervos inútiles»

Respecto del «Santo Evangelio», las cosas y las personas eranpara el Padre Lorenzo siervos, pero «siervos inútiles», y, en primer lugar, él mismo y su propia vida. En cuanto a las cosas,había toda una categoría de medios, respecto de los cuales elPadre Lorenzo no ocultaba su escepticismo e incluso su desconfianza. Era lo que él denominaba «técnicas», dándole al términoun sentido sumamente personal. Técnicas: los métodos de ayery las teorías de hoy, las investigaciones especializadas, las preocupaciones por lo temporal, la lucha contra los obstáculos socio

lógicos o las incomprensiones psicológicas...

Siervos inútiles: los hombres, su valor e incluso el testimonio de su vida. Por supuesto, el Padre Lorenzo no pensabaque se pudiese ser mensajero del evangelio sin ser discípulo.Pero respecto de la palabra «testimonio» estaba lleno de susceptibilidades: el testimonio de la vida era para él un testimonio delamor de Dios, era un testimonio cuya eficacia tenía que ver conla economía profunda de la Redención; el hecho mismo de evan

gelizar era un testimonio secundario. El verdadero testigo parael Padre Lorenzo era Jesucristo que, en el Evangelio, es su propio testigo; testimoniar, ante todo, era repetir lo que había dichoJesús, el «testigo fiel».

Este concepto del siervo inútil explica otro aspecto de lafisiognomía del Padre Lorenzo: la conformidad de su vida conlo que el Sacerdocio de Jesucristo era en él, hacía de él un padre,porque el sacerdote debe ser padre; un maestro, porque el sacerdote debe ser maestro; un guía, porque el sacerdote debe serguía; y todo ello formaba parte del sacerdote, ese «otro

Jesucristo»; todo ello estaba sumido en el misterio de la graciasacerdotal.Por el contrario, lo que era visible en él, como algo muy

propio, su misión de mensajero, le hacía repetir incansablemente : «Sólo tenéis un padre, del cual procede todo don perfecto;sólo un maestro, el Maestro; sólo un guía, aquel del que decíaJuana de Arco: "Jesucristo y su Iglesia me parece que sonuno"».

Otros sacerdotes han dicho estas palabras sin que ello leshaya impedido ser directores o padres espirituales, formadoresde voluntades, jefes de fila... Por el contrario, lo que el PadreLorenzo ha sido realmente no se corresponde con nada de todoello. Él no tiene que ver con esos títulos, esas tareas o esas funciones. No hay ninguna palabra que defina del todo lo que él hasido para muchos de nosotros.

Ya he mencionado anteriormente a san Juan Bautista.Vuelvo ahora a referirme a él, y volveré a hacerlo de nuevo. Nocreo que se pueda encontrar un modo mejor de dar a entender loque era el Padre Lorenzo en su encuentro con el Señor que citar

el último testimonio del Bautista: «El que tiene a la esposa es el

7 0 I - EL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA

esposo. Pero el amigo del esposo, el que asiste y le oye, se ale

UNA VOZ QUE GRITABA EL EVANGELIO - EL PADRE LORE N/.O 7 1

t iempo a la soledad. Lo que dije un poco antes explica por qué

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gra mucho con la voz del esposo. Ésta es, pues, mi alegría, queha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo dismi n u y a» .

Una voz. que clama en el desierto

Naturalmente, al Padre Lorenzo le gustaba una cierta soledad;naturalmente también, fue un individualista un poco esquivo.Sin embargo, no creo que él hubiera elegido por gusto la soledad a que fue condenado por el Señor. Porque, si bien procurótener en su vida zonas rigurosamente protegidas de si lencio, deoración, de aislamiento, que hacían que una parte de él escapase a los que vivían a su lado, su soledad y su abandono por loshombres no fueron voluntarios, gracias a Dios. Fue la gracia,efectivamente, la que aisló al Padre Lorenzo.

No qu iero general izar , pero no puedo dejar de resal tar aqu í

algo que a menudo me llamó la atención: las personas a las quepareció más unido, ya fuera por la esencia del sacerdocio quecompartía con ellos, ya por el absoluto evangélico del que fue sumensajero, solieron verse alejadas de él por las consecuenciasmismas de lo que él les había dado. La gracia a la que sirvió deinstrumento se convirt ió en ellos con frecuencia en un dinamismo expansivo , mien t ras que la misma gracia , cuando la recib íapara sí mismo, le ataba cada vez más a un eje interior, le entregaba a una fuerza de profundización. Sumiéndose en el misteriode Dios era como se encontraba con el mundo. Pero los pasos de

los que alcanzaban este mismo mundo gravitando en su superficie le resultaban difíci les de comprender, aun cuando obedecieran al impulso inicial que el Padre ¡es había permitido recibir.Así es como algunos de los suyos se alejaron de él sin ingrati tudpor parte de ellos, pero no sin sufrimiento por parte del PadreL o ren zo .

El amor de Dios era para él l ibertad y soledad; es más, parael Padre Lorenzo, sólo la soledad podía l iberar el amor. Invitar alos demás al amor de Dios era, pues, para él invitarlos al mismo

quienes oían la l lamada del Padre Lorenzo al amor de Dios, oíanverdaderamente una voz que clamaba en el desierto.. . , que lesllamaba desde el desierto.. . , , que les l lamaba al desierto.

No se trataba de un desierto poético.. . Quien a él volvía sincesar en busca de las consignas de su Señor —como han vuel totodos los mensajeros de Dios— no hizo nunca excursiones a loscélebres desier tos del mundo; escasas incluso son sus escapadas

a alguna Trapa u otro monasterio. Pero la soledad le habitaba, ya veces le impulsaba o le ob l igaba a pract icar la modestamenteen su iglesia, en su capil la, en su habitación; o bien a continuaresa vida a la vez poco nómada y constantemente móvil que fuela suya. A tomar aquel metro donde murió, esas calles, esos trenes de corto recorrido, para l legar a los oídos de quienes debíanoírle, para tener hombres al alcance de su voz.

Pero la so ledad le acompañaba por todas par tes , fo rmabaparte consti tutiva de sí mismo: no le abandonaba. Por eso, a través de él , Dios se encontraba con nosotros en ella, encuentro al

que el Padre Lorenzo an imaba en tusiás t icamente. Pero , una vezal l í , más o menos pron to y más o menos to talmente, nos dábamos cuenta de que el Padre Lorenzo se había ido, que nos habíadejado solos con su Señor, que sería quien se ocuparía de todo.Y del mismo modo que hace un momento hab lábamos de falsaingrati tud por nuestra parte, hablamos ahora de falsa indiferencia por la suya. Él no dejaba nunca de ocuparse de los demás.. . ;era de él de quien, en su encuentro íntimo con el Señor, apenasse ocupaba.

Por eso, cuando nos había dado a conocer a su Señor, cuan

do ten íamos un acceso determinado a Dios , e l Padre Lorenzo seretiraba.. . y no siempre lo entendíamos bien. Pero antes de sumuerte para unos y después de su muerte para otros, es evidente para muchos que «es bueno que se haya ido» incluso antes dela últ ima partida.

Llega un día en que, para intentar amar a Dios sobre todaslas cosas, es preciso verse obligado a amar únicamente a Dios...y no a sus amigos jun to con él . En tonces nos res ignamos olo aceptamos, pero sabemos de una vez por todas lo que espreferible.

7 2 I - HL EVANGELIO ES EL LIBRO DE NUESTRA VIDA

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El Padre Lorenzo forzaba a esta preferencia... ¡y ni siquiera estoy segura de que lo hiciera intencionadamente!

Una vez establecido «en la sombra» el frente a frente conDios, el Padre Lorenzo no se desinteresaba: «abandonaba».Abandonaba en tanto no tuviésemos la fe suficiente para abandonarnos a nosotros m ismos. Él ponía a cada uno de nosotros enlas manos de Dios; y allí nos quedábamos sin saber adonde ir...Y Dios era libre de actuar solo para que cada persona fuese librepara Dios.

Y es que para el Padre Lorenzo la vocación, la santificación, la misión de cada cual, eran asuntos divinos, en los queDios debía ser libre y debía encontrarnos libres.

Segunda Parte

Una vida de contradicción

La obligación de anunciar la buena nueva va aobligarnos a caminar simultáneam ente al paso deDios y al nuestro, por lo que la mayor parte de lasveces tendremos los andares insólitos de un cojoo los vacilantes de un semiciego. Con todas núes-

tras fuerzas, todo nuestro espíritu y todo nuestrocorazón ha remos de la evangeliz.ación la aplicación del programa de Jesucristo. Pero el programa que conocemos se sume por completo en unplan que para nosotros permanece oscuro. N osabemos lo que el Señor hará del trabajo de cadadía, aunque sea perfecto..., y si es muy imperfecto o torpe, tampoco sabemos para qué servirá. Loúnico que sabem os es que lo que se da a Dios nose pierde.

(Texto inédito . 1%2)

1

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Amar mucho

LAS VIRTUDES NECIAS 1

Nos han explicado que lo único que tenemos que hacer en la t ierra es amar a Dios.

Y para que no nos quedemos indecisos , s in saber cómo hacer lo ,Jesús nos dijo que la única manera, el único camino, la únicareceta, era amarnos los unos a los otros.

Esta caridad, que es también teologal, porque nos une insepara

blemente a él , es la única puerta, el único umbral, la única entrada, a l amor mismo de Dios . En es ta puer ta desembocan todosesos caminos que consti tuyen las virtudes.

Todas, en el fondo, no están hechas más que para l levarnos a élmás deprisa, con más alegría y con más seguridad. Una virtudque no conduzca a él es una virtud necia.

En torno a la montaña de Dios, a la cumbre del amor de Dios,dará vueltas en vano, sin poder escalar las ¡isas y altas laderas.

I. Madeleine Delbrél debió de escribir entre los años 1940 y 1950 ciertonúmero de «meditaciones» poéticas del tipo del «Bal de l'Obéissance», quefue publicado en aquella época en La Vie Spiriluelle (ct'r: /Vr;ií.v cintres, xensdes mes, p. 89). Estos textos circularon entre sus amigos más próximos, yalgunos quisieron que Madeleine siguiera escribiendo y publicando. Pero ellasiempre se negó a hacer lo que denominaba «literatura». Estos textos, escritossiempre por alguna circunstancia concreta (una felicitación de cumpleaños,una atención...), quedaron, pues, aislados, y a veces inacabados. En este volumen publicarnos los que hemos logrado encontrar.

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78 11 - UNA VIDA DI- CONTRADICCIÓN AMAR MUCHO 79

R E A L I Z A R E N E S T A T I E R R A E L A M O R

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hay sitio para los bufones y los payasos,que no molestan demasiado a Dios.Ciertamente no es muy exaltante,pero tampoco es muy fatigoso,y esto también es una ventaja.

Entonces es cuando debemos recordar

que Dios no nos ha creado para lo humano,sino para este amor eterno y terriblecon el que ama a todo lo que crea desde toda la eternidad.

Entonces es cuando hay que aceptar este amor,no para ser su compañero espléndido y magnánimo,sino el beneficiario imbécil,

sin encanto,sin fidelidad fundamental.

Y en esta aventura de la Misericordia se nos pide

que demos hasta el extremo lo que podamos,se nos pide que riamoscuando es un don perdido, sórdido e impuro.

Pero también se nos pide que nos maravillemos,con lágrimas de reconocimiento y alegría,ante este tesoro inagotableque del corazón de Dios fluye en nosotros.

En este punto de encuentro de la risa y la alegría

se instalará nuestra incombustible paz.

P A R A E L Q U E D l O S N O S H A C R E A D O 1

nota de 1950

«Hijos míos, amaos los unos a los otros» resume todo lo que elquerido san Juan tenía que decir.

Es a Dios a quien amam os, el amor a Dios es el primer mandamiento; pero el segundo es semejante a él, es decir que sólo através de los demás podemos devolver a Dios amor por amor.

El peligro es que el segundo mandamiento se convierta enel primero. Pero tenemos una piedra de toque: amar a cada hom bre, amar a Cristo, amar a Dios en cada hombre, sin preferencias, sin categorías, sin excepción.

El segundo peligro es que no podamos hacerlo, y no podremos si separamos la caridad de la fe y la esperanza.

La fe y la esperanza las proporciona la oración. Sin orar no

podremos amar.En la oración y sólo en la oración es donde Cristo se nos

revelará en cada persona, por una fe cada vez más aguda y másclarividente. En la oración es donde podremos pedir a cada persona el don sin el cual no hay amor; por ella, nuestra esperanzacrecerá en función de la talla o el número de personas que vayamos conociendo o de la profundidad de sus necesidades.

La fe y la esperanza, dilatadas por la oración, liberarán elcamino de nuestro amor de su obstáculo más molesto: la preocupación por nosotros mismos.

El tercer peligro será amar no «como Jesús nos ha amado»,sino al modo humano. Y tal vez sea éste el mayor de los peligros.

Y es que el amor humano, porque es amor, es grande ybello. Los. no creyentes pueden amar a los demás con un amormagnífico; pero nosotros no hemos sido llamados a este amor.No es nuestro amor el que debemos dar: es el amor de Dios. Elamor de D ios que es una persona divina, que es el don que Dios

3. Notas d i r ig idas a sus equ ipos .

80 II - UNA VIDA DH CONTRADICCIÓN

nos concede a nosotros, pero que sigue siendo un don y debe,

AMAR MUCHO 81

Todos los pecados de los hombres, por tener que ver con

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por así decirlo, atravesarnos, traspasarnos para ir a otro lugar,para ir a los demás.

Es un don que reclama la omnipotencia, sin que creamos enla po tencia de n inguna o t ra cosa. Un don que no podem os guardarnos para nosotros, so pena de que se extinga y deje de ser und o n .

nota de 1952

La revelación del Evangelio nos muestra que el amor a Dios esinseparab le del amor a los hombres .

El amor a los hombres no es un medio del amor a Dios, sinoque el amor a Dios es un estado en el que no podemos dejar deamar sobrenaturalmente a los hombres . Los medios que Cr is tonos ha dado para alcanzar el amor a Dios son, pues, a la vez losque nos permi t i rán alcanzar e l amor a los demás.

La prueba de la au ten t ic idad de una v ida verdaderamente

eclesial y evangélica reside en la intensidad del amor sobrenatural a los dem ás. «Quien no am a a su hermano a qu ien ve. ¿cóm opodrá amar a Dios a qu ien no ve?» .

Por tanto, no puede haber verdadero conflicto entre el amora Dios y el amor al prójimo; sólo puede haber falsos conflictos,problemas en los que alguno de los datos esté mal planteado.

Dos ejemplos de errores en nuestras vidas

Errores respecto del objetivo: La caridad sobrenatural debe serla misma de Jesús, es decir, encarnada y redentora. No se tratade una caridad espiri tual , sino carnal (parábola del Juicio Final).No se trata de una candad nacida de la carne, sino de Dios. Nose trata de dar felicidad, sino de rescatar las bienaventuranzas.La caridad es un objetivo inalcanzable cuando se la espiri tualiza , cuando se la desencarna de sus ex igencias humanas.

Errores respecto de los medios: Los medios de un objetivosobrenatural deben ser, como él , sobrenaturales.

Dios , l levan en sí algo idéntico y permanente; y lo mismo ocurre con los sufrimientos que originan.

Todos los pecados de los hombres, por ser obra de hombres,son variados y relativos; y lo mismo ocurre con los sufrimientosque or ig inan .

Todos los medios que Cristo nos ha dado a través de suIglesia y de su Evangelio dejan de ser medios si olvidamos el

lado absoluto y permanente del mal; o se convierten en falsosfines si olvidamos el carácter cambiante y múltiple del mal.

La redención de Cristo, su amor misericordioso, es la curación de una mism a enfermedad ind iv idual izada por una mul t i tudde seres, singularizada por épocas, pueblos, razas.. . Es unidad ydiversidad en la medida en que restablece el plan uno y diversodel amor de Dios.

Las formas de oración

Orar es restablecer relaciones normales entre Dios y nosotros.Es convertir , volver nuestro espíri tu, nuestro corazón, nuestravoluntad, hacia Dios, que para nosotros es siempre creador ypadre.

La oración es ya amor, pide amor, recibe amor. Pero, comosomos pecadores , s iempre, en uno u o t ro momento , será laboriosa, dolorosa, desconcertante. Por un lado, ya es caridad; porotro, es una especie de virtud necesaria y voluntaria. Ese es suaspecto permanente .

Pero quien debe orar, quien debe ofrecer su ser al «movimiento» interior del Espíri tu, «quien dice Padre», es un hombrede determinado temperamento , con unas ci rcunstancias v i ta lesconcretas , nacido en una determinada época, en medio de cier togrupo humano, cargado con unas ten taciones concretas . . .

Vive en una casa grande o en una habitación atestada; trabaja en el si lencio o en el tumulto; debe luchar contra la soledado contra la multi tud.. . ; de todo ello debe brotar su forma de oración, la de esta mañana o la de esta noche; la de hoy o la demañana; la de su juventud, la de su madurez y la de su vejez.

82 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

Incluso la oración de alabanza de un benedictino se verá modi

AMAR MUCHO 83

La pobreza se encuentra en el misterio y a través de las

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ficada por una serie de factores concretos si quiere dejarla en sulugar de medio y no hacer de ella un falso fin.

Esto quiere decir que una vida de equipo que se llamaseevangélica y en la que la oración estuviese ausente ni siquierasería un medio de alcanzar el amor de Dios; pero quiere decirtambién que una vida de equipo que se sintiese satisfecha con lafidelidad a unas determinadas formas, podría hacer un fin de un

medio, por privilegiado que este medio fuera.La salvaguarda de la oración debe ponerse en cuestiónconstantemente, porque la oración está siempre amenazada,pero las formas de oración deben considerarse siempre relativas,no absolutas.

Cuando parece haber conflicto entre la caridad fraterna y laoración en lo que respecta a sus exigencias de tiempo, lo mejorsuele ser revisar el tiempo dedicado a cosas poco útiles; y vertambién si, para evitar el acto concreto de caridad que se nospedía y que nos costaba, no lo hemos reemplazado por una obli

gación más larga, a veces penosa, pero que preferíamos alencuentro con tal o cual de nuestros hermanos. Finalmente,debemos saber que el espíritu reivindicativo, tan arraigado en elcorazón del hombre, cuando se toma la revancha en el plano denuestros «derechos» espirituales, nos ciega respecto de la manera de realizar lo que necesitamos.

Para terminar, si nuestra caridad fuese verdaderamentesobrenatural, ella misma nos «forzaría» a orar.

Y la oración, en cambio, nos ayudaría a impedir que nuestra caridad se desencarnase o se naturalizase.

La pobreza

Más que todas las demás virtudes evangélicas, la pobreza esquizá esencialmente medio, porque supone el reconocimiento detodas las cosas como medios relativos, excepto el amor. Por esoni siquiera es posible definirla, y quienes creen poseerla son justamente los que la pierden.

pobrezas. Reside más allá del desapego de las cosas a las que elhombre concede, injustamente, valores cuasi divinos en el ordende la eficacia o de la felicidad. Cada época, cada país, cada razay cada medio se interesa de distinta manera por estas cosas.

Y cada ser humano está atado a distintas cosas y a distintasraíces.

Lo que cuenta no es ni el número de raíces que subsisten ni

cuáles sean éstas, sino el número de las que han sido arrancadasy el constante esfuerzo de desenraizamiento.Suelen ser las falsas definiciones de la pobreza —y c reo que

esto es muy importante— las que nos impiden ser pobres.

Un ejemplo:

Hace un siglo, un convento de clarisas podía poseer inmuebles sin que ninguna de las religiosas sintiera la más mínimapreocupación.

Nuestra generación se ha hecho muy sensible al hecho de

poseer tierras o inmuebles. El hecho de no ser propietario denada te da seguridad de conciencia a bastante buen precio.Pero actualmente la verdadera y gran pobreza en esta mate

ria no reside tanto en ser o no ser propietario cuanto en tener ono techo. Y eso que en Francia esto no supone nada...

El hecho de tener una vivienda constituye actualmente unprivilegio enorme a escala mundial; y si de este privilegio hacemos un derecho, somos más ricos que muchos propietarios.

Lo que digo de la vivienda podría dec irse del derecho al trabajo, a vivir en el propio país, etc.

También habría mucho que decir sobre el poder como valor,tal como lo concibe en mundo actual:Hay ciertas pobrezas que, sin ninguna duda, se le exigirán a

nuestro tiempo: no creer en el mesianismo de ciertos medios, deciertos pueblos... La esperanza humana de la época de Jesús secifraba sin duda en la paz romana o en la cultura griega... o talvez en la masa dolorosa de los esclavos... o quizá en los bárbaros con su potencial de futuro.

Jesús no fue ni ciudadano romano, ni filósofo griego, niesclavo, ni bárbaro; fue miembro de un pequeño pueblo históri-

84 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

camente en su ocaso, de una antigua gran familia; era «de

AMAR MUCHO 85

es lo que debe configurar nuestras relaciones en proximidad

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Nazaret, de donde no puede venir nada bueno».La pobreza de Cristo supera verdaderamente a todas las

pobrezas, constituye por sí sola el misterio de la santa pobreza,y el papel de nuestras pobrezas consiste en llevarnos a participarde ella, en el lugar preciso en que se aprende a perder la vida.

nota de 1956Los equipos misioneros no tendrán la misión de vivir y dar unamor nacido de la tierra, sino la caridad teologal, el amor deJesucristo, hijo de Dios, que sólo crece auténticamente con elamor de todos sus hermanos en humanidad.

Este amor movido por la fe es el que les hará recorrer elmundo entero para que la gloria de Dios se acreciente. Sólopodrán contribuir a este crecimiento sirviendo de instrumento alprogreso, al anuncio de la fe; porque la gloria de Dios sólo

puede acrecentarse por el resplandor de los santos, la penitenciade los pecadores y la iluminación de los no creyentes.Un solo no creyente hace brillar la gloria de Dios si llega

a conocer a este Dios: ésta es la base de nuestra voluntad misionera.

Este amor tendrá que purificarse, que dilatarse en y por lavida en común. Todo lo que Jesús nos ha dicho para que nosamemos los unos a los otros puede aplicarse sin restricción: aeste amor ha consagrado su vida cada miembro del equipo.

Todo lo que la ley natural denomina amor se lo debemos a

nuestros hermanos, con la condición de preservarlo de las sensiblerías, de las hipertrofias, siento incluso la tentación de decir delas amistades. Porque el amor que aún nos queda por vivir esfraternidad cálida, recta, sacrificada; no es ni sentimental ni apasionada, ni tampoco fría, racional o indiferente. Pero todo lo quela nueva ley reclama será también deuda. Estamos juntos paraamar más a nuestro único amor: el Señor. Y él quiere que nosamemos con el mismo amor con que él nos ama.

Ayudarnos a encontrar mejor a aquel a quien pertenecemos,buscar la plenitud entre nosotros del am or que Jesucristo quiere,

constante dentro de cada equipo.Estas relaciones son imprevisibles. Tienen por causa lo que

cada cual es por sí mismo, lo que es en cada momento.Pero el equipo no existe para sí mismo. El amor verdadero

es como el fuego: no se detiene espontáneamente ante un combustible no consumido. Hay que convencerse de que, en cualquier país, en cualquier ambiente, el amor fraterno que nos

debemos es un amor sin restricciones ni límites: ese amor que esla prueba de nuestra fe en un Dios Padre, de quien todos loshombres son hijos y, por consiguiente, nuestros hermanos.

Negar a este amor sus dimensiones supone privar a nuestrosconocidos de una de las revelaciones más asombrosas delEvangelio, que ninguna mística humana ha podido proponer almundo.

En cuanto a los actos mediante los cuales se manifiesta esteamor, no tenemos derecho a expurgarlos del Evangelio. No tenemos derecho a dar prioridad a la ayuda visible sobre una oración

o un sacrificio invisible: lo uno no sustituye a lo otro. Pues, alsubrayar la importancia de lo que no se ve, el Señor no anuló laayuda visible, cuyos ejemplos enumera abundantemente.

Finalmente, en muchos casos el equipo misionero se acercará a la opinión o a la tradición local por algunos aspectos dela caridad, mientras que otros suscitarán desprecio, desconfianza o burla, lo que no debe mermar la voluntad de «conservartodo» lo que quiere Cristo.

La vida común debe suponer respaldo, lucidez y vigilanciarespecto de todos estos pu ntos. Esta vigilancia debe cuidar de no

convertirse en desconfianza o bloqueo. Debe sopesar con precaución lo que representa la intervención del prójimo en unavida y sopesarlo do s veces cuando se trata de anunciar al Señor.

Amar hasta el extremo

Amar, como el Señor, «hasta el extremo». Extremo que en tantos países supone el martirio, aunque, probablemente, paranosotros será más modesto.

86 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

Pero debemos saber que el «extremo» comienza cuando en

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ha dado ejemplo al recurrir a sus apóstoles la noche anterior a suPasión. Muchos de los suyos le habían abandonado cuando pre

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el país de misión, sin instinto natural que nos ayude, sin comprensión espontánea, debamos —si amamos verdaderamentecon la caridad del Salvador— amar más, no lo que más se «asemeje» a nosotros o a un aspecto de Cristo, sino amar lo menosamable, lo que está más privado de bien, más invadido por elmal. Este amor requiere un cambio comp leto de nuestras personas y, si bien nos une al Señor, también introduce en nosotros

una especie de contradicción de nuestra aptitud para amar.Si es un esfuerzo pasajero, nos resulta soportable; perocuando se trata de toda nuestra vida —con la que cada cual sabelo que habría podido hacer— y hay que soportar la rebelión detodo nuestro ser y pisotearlo para salvar «hasta el extremo»,puede resultar sumamente duro.

En ese mo mento, como al principio, le toca al equipo mantener firmemente la «óptica del Señor». Él ha de aliviar, o intentar aliviar, el dolor.

Debe procurar más que nunca que él mismo y sus miemb ros

no busquen instintivamente el cese de esa violencia en la intensificación de las relaciones con los que se puede amar de manera natural. Los «menos amables» suelen ser quienes menosaman, y pueden llegar a tal falta de amor que se convierta enodio. Es un odio que no ofende ni actúa siempre, pero puederechazar o expulsar de la vida corriente, del país. Es tanto másdifícil soportarlo cuanto que suele estar en nuestro propio ser,que ha sido arrancado para los mismos que nos expulsan; es el«gran precio» del que habla san Pablo.

Y en el momento de esa ruptura, de ese rechazo, solemosestar ciegos y no percibimo s, por un sufrimiento quizá demasiado amargo, que se trata de nuevo del mismo precio que una vezmás tenemos que pagar.

Y es que es preciso ser consciente de que en la misión lastentaciones están siempre adaptadas a lo que esa determinadamisión debilita en nosotros o nos exige en co ncreto.

El equipo puede tener un papel muy im portante que desempeñar si uno de sus miembros está en medio de la «tentación».En este caso, el Señor no nos pide que luchemos solos. El nos

guntó al Padre las razones del abandono: para quien no esCristo, el aparente abandono de Dios conduce normalmente a ladesesperación... Una caridad fraterna que, en estas circunstancias, no asumiera sus responsabilidades sería una caridad gravemente mutilada. [...|

No «hacemos» caridad, ni siquiera cuando se trata de la

nuestra. Dios y sólo Dios puede «hacer» caridad. Nosotros tenemos que pedírsela, tenemos que recibirla, tenemos que abonar elterreno con los actos de auténtico amor humano que Dios nospide y que la merecen. No debemos ser ni los inquietos ni losactivos de la caridad, sino que tenemos que ser los pasivos, lospacientes, los sufrientes de la caridad; de este modo, y sólo deeste modo, podrá la acción amante de Dios penetrar en elmundo.

* * *

L A E S P IR IT UAL IDAD DE L A B IC IC L E T A 4

«Id...», nos dices en todos los mom entos crucialesdel Evangelio.Para coincidir con tu sentido hemos de ir,aunque nuestra pereza nos suplique que nos quedemos.

Nos has elegido para estar en un extraño equilibrio.Un equilibrio que sólo puede establecerse y mantenerse

en movimiento,en el impulso.

Es algo similar a una bicicleta,que no se tiene en pie sin avanzar,una bicicleta que está apoyada contra una paredmientras no nos montamos en ellapara hacerla marchar velozmente por la carretera.

4. Escrito en torno a los años 1945-1950.

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90 II - UNA VIDA DB CONTRADICCIÓN

La caridad no se aprende, se la va conociendo poco a poco,al ir conociendo a Cristo.

2

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Es la fe de Cristo la que nos hace capaces de caridad;es la vida de Cristo la que nos revela la caridad;es la vida de Cristo la que nos enseña cómo desear,pedir y recibir la caridad.Es el Espíritu de Cristo el que nos hace vivir de la candad,

actuar por caridad,

fecundos de caridad.Todo puede servir a la caridad.Sin ella todo es estéril, y en primer lugar nosotros mismos.

Ser pobre

L A P OB R E Z A DE L QUE VA' '

No puede no ir aquel que tu Espíritu une a ti.Siempre imaginamos que para ir son necesarios caminos,etapas, países que cambian.Pero no es ése tu camino.Es, simplemente, la vida.La vida que transcurre

y que nos lleva en cuanto soltamos las aman-as.Un día me encontré en una de nuestras calles,una calle de arrabalque verdaderamente no tenía nada de heroica,a un hombre,que bien habría creído era un ángel de paso,y que en realidad no era más que un pobre diabloalojado en el hospicio.Pero este hombre que vi pasar

me explicó y, mejor que muchos libros,me demostrólo que es la verdadera pobrezadel que debe ir ligero, desposeído,en tu espíritu.

Llevaba ropa muy corriente,una ropa que pasaba desapercibida.

6. Medi tación , 1946-1948.

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94 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

L A P OB R E Z A Y L OS P OB R E S

SLR POBRE 9 5

Por tanto, sea cual sea la forma que la pobreza adopte ennuestra vida, no podemos ser fieles a! propio Jesús si los pobres

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nota de 1956

La riqueza no es siempre cuestión de bienes materiales,o incluso de cultura o instrucción.. .Ser rico es poder.

Incluso los dones de Dios son riquezas.Sí, «vende todo cuanto t ienes.. .»Pero, si no t ienes nada que vender,mira bien lo que posees.. .No podemos hacernos pobres .Creo que tenemos más para dar de lo que pensábamos.Pero tenemos, aún más, que armarnos de paciencia , dar , vender ,despo jar , supr imir . . . , vo lver a empezar conociendo tambiénnuest ra impotencia para rechazar e l poder .

Y es que la verdadera pobreza, el desierto que florece, la estremecida soledad en germen, la obediencia en que nuestra voluntad se doblega, pero sigue siendo lo que era, la pobreza que noacaba nunca de desprenderse del «hombre r ico» que somos,podemos esbozarla en nosotros como dibujos infanti les, perosólo Dios la da.

Sólo él puede dar al celibato «el espíri tu de soledad»por el reino de los cielos;Só lo él puede hacer de un res ignado , un obed ien te;Só lo él puede hacer de un empobrecido , un pobre.

nota de 1964

Los pobres no sólo son hermanos que hay que amar, por ser herman o s , como hermanos, s ino «nuest ros señores los pobres» ,porque el pobre es Nuestro Señor. Él es el sacramento delencuen t ro con Cr is to , del amor dado a Cr is to . —Parábola delJuicio Final, que no t iene nada de platónico.

no pueden entrar en nuestras condiciones de vida como en supropia casa, como lo está Cristo; si no son prioritarios (haymúl t iples fo rmas de pr io r idad , pero s iempre concretas) .

Podemos argumentar sobre la pobreza de Cr is to y , po itan to , sobre cómo imitarle y, por consiguiente, sobre lo que nosllama a vivirla.

Lo indiscutible es que, sea cual sea nuestra vida, para sercrist iana debe dar al pobre de carne y hueso, a su encuentro, a suacogida, a nuestras relaciones con él , un lugar en el que Cristono se sienta desplazado.

Ahora bien, el pobre, por su misma pobreza, suele ser repulsivo (beso al leproso). Aporta a nuestro «tren de vida» la cont rad icción misma de Cr is to .

La presencia real de Cristo en el pobre conocido como persona es qu izá, cuando se cree verdaderamente, lo que puede

dinamizar cualquier si tuación social y transformarla en auténticamente cr i s t iana.

El pobre no debe ser alguien soportado, tolerado, sino esperado. El pobre no debe sufrir por nuestra parte una especie dereg lamentación : «haremos es to hasta aqu í ; aquel lo hasta a l l í» .Él nunca nos debe nada, sino que somos nosotros los que ledebemos lo que debemos al propio Cr is to .

La misma fe que nos permite recibir a Cristo en nosotros através de la eucarist ía, nos permite recibir al pobre en nuestra

v ida.

¿Quién es mi pró j imo? —Cualqu ier hombre.¿Quién es el pobre? —Por lo general , quien socialmente

está «fuera»; fuera de la vida de los demás, prisionero, enfermo,ex t ran jero , desnudo . . .

3

NUESTRAS SOLEDADES 97

estar solo es saber que tú, Dios mío, eres grande,

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Nuestras soledades

DONDEQUIERA QUE ESTEMOS7

La soledad, Dios mío,no es que estemos solos,es que tú estás aquí,porque ante t i todo muereo se convierte en t i .

¿De qué nos serviría ir al f in del mundopara encontrar un desierto?¿De qué nos serviría encerrarnos tras unos murosque nos separasen del mundo,si tú no estarás más presente all íque en es te es t ruendo de máquinaso en esta multi tud de miles de rostros?

Somos lo bastante infanti les como para pensarque todas estas personas reunidasson lo bastante mayores,

lo bastante importantes,lo bastante vivas,como para cegarnos el horizontecuando miramos hacia t i .

Estar solono es haber dejado atrás a los hombres,o haber los abandonado;

7. Meditación escrita en torno a los años 1945-1946.

que sólo tú eres grande,y que no hay mucha diferenciaentre la inmensidad de los granos de arenay la inmensidad de las vidas humanas reunidas.

La diferencia no afecta a la soledad,porque lo que hace más visibles estas vidas humanasa los ojos de nuestra alma, más presentes,es esta comunicación de t i que poseen,es su prodigiosa semejanzacon el único que existe.Es como un fragmento de t i ,y ese fragmento no daña la soledad.¡Saber por una vez en la vida que eres único!Haber encontrado por una vez—y quizá en un verdadero desierto—la zarza que ardía sin consumirse,

la zarza del que ha instaurado en nosotros y para siemprela soledad.

Moisés, cuando encontró por única vez la inefable zarza,pudo volver entre los hombresllevando consigo un inalterable desierto.Así nosotrosno reprochemos al mundo ,no reprochemos a la vida,que nos vele el rostro de Dios.

Encontremos ese rostro,porque él velará y absorberá todas las cosas.

Dejémonos de niñerías.

La leña que arde en el fuego hace caso omiso del paisaje.Habitamos un prodigioso brasero.Si no nos quema, es que nuestros pies están a un lado,no es culpa del entorno.

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100 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

Y estoy segura, Dios mío, de que me amasy de que en esta vida tan saturada,

NUESTRAS SOLEDADES 101

¡Qué extraordinario paseo será la vuelta en metro esta nochecuando no se pueda dist inguir a la gente que encontremos por

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atrapada por todos lados por la familia,los amigos y todos los demás,no puede faltarme ese desiertoen el que se te encuentra.

Nunca vamos al desierto sin atravesar muchas cosas,

sin estar fatigados por un largo camino,sin apartar la mirada de su horizonte de siempre.

Los desiertos se ganan, no se regalan.Los desiertos de nuestra vida no se los arrancaremosal secreto de nuestras horas humanasmás que v io len tando nuest ras costumbres , nuest ras perezas .Es difíci l , pero esencial para nuestro amor.

Largas horas de somnolencia no valen lo que diez minutos deverdadero sueño. Lo mismo ocurre con la soledad contigo.Varias horas de falsa soledad son para el alma menos reposo queun instante en tu presencia.

No se trata de aprender a perder el t iempo. Hay que aprender aestar solo cada vez que la vida nos reserva una pausa.Y la vida está l lena de pausas que podemos o descubrir omalgastar.En el más pesado y sombrío de los días,¡qué emoción al prevertodos esos encuen t ros desgranados. . . !

i Qué alegría saber que podemos levantar los ojoshacia tu único rostro,

mientras espesa la papil la,mientras el teléfono da comunicando,mientras esperamos en la parada el autobúsque no llega,mientras subimos la escalera,mientras vamos al fondo del jardín a buscarunas ramitas de perifollo para terminar la ensalada.. .!

la acera!¡Qué paso hacia t i los retrasos de un marido, de los amigos,de los hijos que esperamos!Toda prisa por lo que no l lega suele ser signo de un desierto.Pero nuestros desiertos t ienen sólidas defensas,

aunque no sean más que nuestras impaciencias,nuest ros ensueños vagabundos,nuestro torpora la espera de unas vacaciones.

Pues as í es tamos hechos, y no podemospreferirte sin un pequeño combate,y tú, nuestro Bien Amado,serás s iempre comparadocon esta fascinación,con esta obsesión agotadora de nuestras bagatelas.

NOT AS S OB R E L A S OL E DAD'"

Soledad y celibato

Aunque el grupo sea cosa de Dios y sólo exista para serlo,somos cada una de nosotras quienes pertenecemos única, entera

y solamente a Jesucristo, Dios y Señor.Ello implica que, si no hemos sido l lamadas a una cierta

soledad, aquí nos sentiremos fuera de lugar.Hay muchas maneras de entender los consejos evangélicos

y las enseñanzas de Cristo sin estar por ello en desacuerdo conla Iglesia.

Hay una pobreza, un celibato y una obediencia que no conllevan soledad. Se puede, por ejemplo, elegir el celibato para

10. Notas dirigidas a sus equipos, 1956.

102 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

estar más disponible para el prójimo, o para determinado prójimo, al mismo tiempo que se hace de este celibato un don a Dios.

NUESTRAS SOLEDADES 103

gozoso de elegir l ibremente a quien prefiere, aunque ello le hagasufrir . A pesar de todo, debemos saber que algunos días será

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Por el contrario, una religiosa contemplativa elegirá el celibato por Dios, y su prójimo visible y tangible se verá, el la losabe, min imizado .

Para nosotras, existe el r iesgo de equivocarnos.Si elegimos el celibato, es para ser del Señor y, por él , a

causa de él , en él , de los que él ama como a nosotras y a los cua

les debemos amar como a noso t ras mismas.Pero nos acechan dos errores y, un día u otro, nos darán dos

sorpresas si no han sido descubiertos a t iempo:O bien, al elegir al Señor, no éramos conscientes de que nos

reservaba tantos prójimos; o bien, al aceptar de antemano al prój imo que nos promet ía , nos sorprenderá en algunos momentosque la t ierra esté para nosotras, por así decir, despoblada.

Ahora bien, el Señor no nos garantiza ninguna de ambashipótesis; por tanto, tenemos que estar preparadas para las dos.Y lo que digo del celibato podría decirse también de todas las

grandes ex igencias evangél icas cuando son aceptadas o eleg idaspor Cristo o para servir a una de las tareas que él ha establecido.Para nosotras, el r iesgo de equivocarnos aumenta porque

esperamos una soledad, cuando se trata de otra, e ignoramoshasta qué punto un simple suceso hace que nuestros próximossean nuestro «prójimo», al mismo tiempo que son extraños y aveces hosti les.

La soledad de la que aquí se trata nunca nos será evitada y,si nos lo fuera, sería una gran desgracia, porque es inseparablede nuestra pertenencia al Señor. No haber conocido esta soledad

en nuestra vida sería un signo de que entre Dios y nosotras algose ha roto.Esa soledad, en primer lugar, la encontraremos en nosotras.

Un soltero normal generalmente arrastra con él toda su vida lapareja cuya mitad era, su «complemento» le sigue como unasombra, anónima en algunos casos , o que asume sucesivamentediversos rostros en otros.

Es preciso tomar conciencia de esta soledad: es sana con lacondición de que sea asumida voluntariamente y, desde ese día,identificada plenamente y l levada con alegría por alguien l ibre,

también temib le , cruelmente costosa: cuando queramos compart ir una gran alegría o un enorme cansancio.

Aceptar, prefiriéndolos de buen grado, algunos minutos deesta soledad tal vez sea, en el momento de morir, la prueba deamor menos falsificada que podamos ofrecer a Dios.

Soledad y apostolado

Pero la soledad no sólo la l levaremos en nosotras. Cuanto másapostólica sea una vida, más soli taria, en cierta manera, será.

El amor apostólico conoce como se conoce a quienes seama y no puede no crear vínculos. Esos pecadores o esos indiferentes, esos no creyentes y esos ateos a los que amamos deeste modo son para noso t ras un pró j imo sensib lemente cercano .Pero todo lo que les hace más apostólicamente nuestro prójimoes lo que les diferencia de nosotras y crea entre ellos y nosotraszonas de soledad.

Esa soledad será tanto más difíci l de soportar y parecerátanto más anormal cuanto más cordiales y cálidas sean las relaciones y las amistades sobre las que se imponga. En ese momento , si no hemos estado en guardia, consti tuirá una peligrosa tentación o un clima propicio a las tentaciones.

La soledad debe abordarse desde una perspectiva posit iva,tanto la soledad de la que hablamos aquí como la que se buscaen algún «desierto». Porque si algunas personas buscan determinados desiertos es porque saben que la soledad impuesta,encontrada en sí mismos, es un bien.

Que la soledad es un bien, es una verdad que cuesta aprender; que la soledad es inevitable para el hombre, es una verdadque se aprende más deprisa, y para el crist iano más deprisa aún.

El hombre tropieza siempre, incluso en lo que más ama, conuna inevitable soledad que encierra algo de cada cual. El crist iano , por uno de sus extremos, el mismo que le separa de los nocreyentes, choca contra lo que, de Dios, se descubre a su razón,

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106 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

Más adelan te , a l l í donde haya luz, nos quedaremos asombrados de lo breves que eran esas soledades. Y digo breves, por

4El silencio

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que esas largas soledades están hechas de soledades muy pequeñas que se enfilan corno perlas. Y nos debil i tamos en ellas porque no sabemos pormenor izar las .

Si el si lencio ocupa una parte considerable de la vida religiosa;si , al margen de cualquier preocupación religiosa, muchos hombres lo practican por ser necesario para sus investigaciones, trabajos o proyectos, para el crist iano que vive una vida secularestá condenado a un espacio y a un propósito l imitados.Hacemos de él un auxil iar de la oración, o su condición cuandola oración adopta la forma excepcional de recogimiento o deretiro. [...]

El si lencio no se importa; está allá donde estemos. En los«sondeos» en busca de Dios, antes de creer que nos hemosencont rado con él , podemos es tar seguros de que encont rarem osel si lencio.

Para el si lencio pueden servir dos expresiones: estar si lencioso y hacer si lencio.

Estar si lencioso puede significar que hemos l legado; hacersilencio significa que intentamos conseguirlo.

Pero la particularidad de la vida secular a este respecto esque, al contrario de lo que ocurre en la vida religiosa, se intentahacer si lencio, pero no se puede silenciar a las personas y lascosas que nos rodean sin compartir nuestra vida.

Por eso, si esperamos el si lencio para orar, es posible queoremos muy pocas veces; o bien, si oramos, no lo haremos en laparte del mundo más desprovista de oración: en las grandes ciudades, donde tanto el trabajo como el placer se unen contra elsi lencio.

Aun cuando parezca paradójico, sólo devolviendo al si lencio el papel que desempeña en las más religiosas de las vidas

12. Notas dirigidas a sus equipos, 1956.

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110 11 - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

Además, se especializa en cosas sumamente diversas: él esquien tiene todo tipo de razones para estar nervioso y estro

EL SILENCIO 111

En mi opinión, la base del silencio para nosotros podría seruna frase quizá aparentemente muy secular: «A Dios no se le

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pea todo lo que toca; pero también sus palabras no saben sinoromper: las sensibilidades, las reputaciones, la esperanza, elcorazón...

Pocos de nosotros no desempeñan nunca uno u otro de estospapeles; e incluso si nuestras condiciones de vivienda nos hicieran aprovechar, no sólo todas las palabras que puede pronunciaren un día una familia am ontonada, de los pequeños a los mayores, sino también lo que unas paredes delgadas dejan traspasarde las conversaciones de los vecinos, deberíamos estar bien convencidos de que son las palabras pronunciadas por nosotros yopuestas al Evangelio las que, en primer lugar, destruyen elsilencio.

Y no sólo acusamos al ruido que hace la gente, sino quenormalmente también atacamos al que hacen las cosas. La primera pregunta que podríamos plantearnos es si acusamos a esemismo ruido de entorpecer las actividades normales de nuestravida o sólo nuestro sueño y nu estras relaciones con Dios.

Otra cuestión bastante parecida es la siguiente: a muchos elruido no les impide trabajar, pero les supone una fatiga constante, se den cuenta o no. De ah í ese bienestar a menudo inesperado cuando nos alejamos del lugar en que vivimos y del ruido queen él reina. Por eso es posible que, tras haber experimentado lasatisfacción de orar a Dios muy a gusto, de haber reflexionadoapaciblemente sobre sus intereses y los nuestros, al mismo tiempo que hemos disfrutado de un descanso muy natural, nos aco

modemos mal a una vida cristiana vivida en el cristiano cansado del ruido que somos.

Finalmente, retomando lo que decíamos sobre la oraciónpropiamente dicha, si el ruido, la falta de espacio en la viviendaque lo agrava, como lo agrava el ruido intenso en sí de lasmáquinas en ciertos talleres, impiden el silencio, y si para oír yvivir el Evangelio de Jesucristo es necesario un cierto silencio,habría que concluir que, a la inversa de lo que el Señor ha proporcionado como prueba de su misión, los pobres no pueden serevangelizados.

quita la palabra». Hay personas a las que se puede oír hablarhoras y horas sin que parezcan quitar la palabra a Dios, porquedan la impresión de ser ininterrumpidamente una especie de ecode esa palabra; un eco más o menos completo, más o menosdébil, pero eco en definitiva.

Otras, por el contrario, en determinadas circunstancias, auncalladas parecen quitarle la palabra a Dios, impedirle transmitira través de sus personas las palabras de las cuales ellas habríanpodido ser el eco.

Pero el silencio no sólo es interesante en el plano de nuestras palabras, sino en el de la palabra de Dios, del Verbo de Dioshecho carne, para que la palabra de Dios pueda ser gritada portodo lo que hace de un hombre un hombre, para que sea inscrita incluso en su carne. Nuestra vida entera es la que debe hacersilencio, la que debe acallar todo lo que habla en nosotros egoísta u orgullosam ente, la que debe acallar todo lo que ha entra

do en nosotros, todo lo «vano», lo que es opinión sin peso deDios, todo lo que hace el verdadero ruido, lo que obstaculiza lapalabra de Dios.

Es preciso que las palabras, los actos, los ejemplos y lasenseñanzas de Cristo los tengamos «en directo», que no seansofocados, atenuados, minimizados por una zona repleta deinterferencias, pensamientos, deseos y preocupaciones por unomismo.

Este ser nuestro no debería quitar la palabra a Dios.

Debido a que este esfuerzo se pide a todo nuestro ser, nospuede ser humildemente accesible. Todo lo que en nosotros escapaz de amar lo arrastra la caridad a amar a Dios; nada sedeclara indigno.

Entonces, si una madre no quiere menos a su hijo en un centro de acogida que en una habitación de su hogar; si dos novioscalculan el valor de la multitud, ya sea un partido o un mitin, porel hecho de que ellos están juntos; si dos enamorados encuentranel modo de hablarse en voz baja en medio del estrépito, mientrasque cuando uno de ellos está menos enamorado, le dice al otro,

11.' II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

en la habitación donde están solos, «No he oído lo que decías,es taba pensando en o t ra cosa» ; podemos esperar que nuest ro serafectivo nos ayudará a hacer este si lencio de la vida. Si perma

EL SILENCIO 113

Después , ta l vez pud iéramos aprovechar lo para dejar que elSeñor nos hable en claro o en oscuro.

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nece ind i feren te , a l menos podremos comparar nuest ro amor porDios y el amor del corazón humano por lo que él ama.

Y es que si una madre quiere a su hijo tanto en casa comoen la calle, su amor le es más penoso en la calle que en casa; le

es más penoso en un alojamiento miserable que en una viviendadecente. Si una pareja puede amarse con un gran amor en un apiñamiento familiar anormal, lo hará con un amor más costoso queen el «nido», en otro t iempo frecuente, de las jóvenes parejas.

El amor es más difíci l en las miserias: miserias económicas,corporales, psíquicas.. . , para que cada cual guarde, rico o pobre,lo si lencioso que haya en él , porque pertenece de antemano a loque quiere el otro.

Este si lencio que hace complementarios a los amantes y lasoledad de cada uno de ellos, que es imposible de suprimir, son

las dos brechas por las que intenta entrar siempre todo lo quepuede amenazar a l amor .

¿Cómo podr ía sernos menos costoso el amor de Dios?

En este si lencio, en el que las dificultades que hay que superar son tan grandes que pedimos instintivamente la ayuda deDios , qu izá sea opor tuno comenzar modestamente por lo queestá más a nuestro alcance, pero pidiendo también que Dios nosayude.

Dado el contra-evangelio que pueden suponer algunas denuestras palabras, no creo que se pueda buscar seriamente elsi lencio sin trabajar con tesón y lucidez en eliminar de nuestrascostumbres las palabras inúti les. Su mera supresión daría a todanuestra vida una multi tud de pequeños pulmones para airearse.En el pasado se decía de las mujeres que «parloteaban»; en elsupuesto de que el parloteo sea una acti tud femenina, seríamucho menos nefasto no suprimirlo del todo, sino uti l izarlo.. .para parlotear con Dios. Además, quizá no fuese mucho peorque tener la pretensión de comunicarle cosas grandiosas.

Por el contrario, lo que nos dicen nunca debería parecemosinúti l . Podernos comunicar con los demás a través de la palabraes un prodigio tan magnífico.. . Aunque un tema de conversaciónno sea interesante, el que habla siempre lo es: la caridad, la verdadera caridad, debe tener siempre preferencia sobre el si lencio.

Pero cuando tengamos la posib i l idad de hacer verdaderamente si lencio, no debemos perder la ocasión, pues sin pausasde verdadero s i lencio , enseguida o lv idamos lo que es . Mediahora de si lencio total nos explica mejor el si lencio que variashoras salpicadas de palabras . Necesi tamos es tas lecciones , porque el si lencio colectivo está en trance de desaparecer definit ivamente. No es una novedad mencionar la radio y el cine, lasbocinas y el tráfico de los vehículos pesados.

El minuto de si lencio en el que a veces los hombres se reúnen en un mismo recuerdo podr íamos u t i l izar lo noso t ros parajalonar nuest ras jo rnadas . Ser ía una manifes tación verdaderamente muy modesta de un acon tecimien to que, por desgracia , nonos parece inaudito: Cristo y nosotros vamos a hacer juntos loque tenemos que hacer .

Casi con toda seguridad, si recuperamos el t iempo dedicado a las conversaciones inúti les, el t iempo dedicado a la «salsa»que añad imos a las conversaciones ú t i les , encont rar íamos entodo nuestro ser lo necesario para acoger, guardar y transmitir lapalabra del Evangel io .

S in embargo , aún nos quedará por demost rar que amamos aquien nos dice esa palabra: lo que ocurrirá cuando sólo podamoshablarle a él y callarnos con él; porque hay circunstancias en lasque estaremos si lenciosos a la fuerza; circunstancias que puedenser de muchas clases y que con frecuencia nos sorprenden.Entonces es preciso ser su discípulo y aprender a soportar, amenudo como un mal , lo que hab íamos buscado y quer ido comoun bien.

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116 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

La vida en fraternidad debe ayudarnosa saber que somos orgullosos

Confesar el perjuicio que hemos causado a uno de nuestros her

CORAZONES MANSOS Y HUMILDES 117

La vida en fraternidad debe ayudarnosa ser «pequeño s»

Esto se aprende en la base, en la fraternidad.

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manos es indispensable; pero, si pensamos que a la Iglesia lebasta con ello, nos equivocamos por completo: la Iglesia quiereque el mal cometido sea, en la medida de lo posible, reparado.

Pero un mal concreto no puede repararse en el mismo planoen que ha sido cometido y, en este caso, se hace lo que se puede

para repararlo en la oración o mediante actos costosos de otraíndole; lo cual no quiere decir que se pueda reparar de este m odolo que es reparable directamente en el plano en que el daño hasido cometido.

Por ejemplo, si hemos perjudicado a un compañero de trabajo, y si en éste arrastra las consecuencias de nuestra culpa,podremos, incluso en el plano práctico, llenarle de pruebas deafecto, pero esto no será lo que tendríamos que haber hecho:reparar en su trabajo el error del que éramos responsables.

Sin embargo, si bien aceptamos críticas cuya exactitud no

nos parece palmaria, es rarísimo que señalemos, sin que nos lopidan, los daños que hayamos podido causar. Yo he constatadorepetidas veces que, en los casos excepcionales en que nosdeclarábamos responsables, no lo hacíamos ante las personasque habían sido perjudicadas; con mayor motivo, una reparación«en acto» es rarísima.

No nos hagamos ilusiones: nuestras exclamaciones colectivas sobre nuestra común miseria distan mucho de poder reemplazar al reconocimiento claro y preciso de nuestros errores personales. Tomar conciencia de que esta actitud es una honestidadelemental es un hábito que tenemos el deber de adquirir. Paraello, hay un medio a nuestra disposición —pues los otrosmedios pueden causar más mal que bien—: nuestro cuidado enno tolerar el anonimato en el mal que procede de nosotros. Nodebemos aceptar este anonimato, ni tampoco la acusación aquien no es culpable. El afirmar que estar en la luz o vegetar enel claroscuro son alternativas de vida o de muerte, el dar a cadacual el amor de la limpidez como algo que le corresponde, permitirán crear un clima en el que cada persona irá a contracorriente de su orgullo.

Sea cual sea nuestro don a Dios, no será más que un don queDios nos ha hecho y que le devolvemos. Dios será siempre «elque nos ha amado primero»; amarle será siempre recibir primero su amor.

Pero algo de lo que no siempre somos conscientes es que,

para aprender a recibir los bienes de Dios, es necesario aprendera recibir de los hombres.No podemos dejarnos confundir por una falsa noción de la

caridad fraterna y perder de ese modo una parte de nuestra«capacidad» de recibir a Dios. Dios siempre se dará a \o$ pequeños, y nosotros debemos percibir la falta de lógica que habría enquerer seguir siendo para los demás el grande que da y seguirsiendo para Dios el pequeño que recibe.

Las parábolas del Evangelio no son poesía: esos «últimos»que deben ser los primeros no son unos últimos imaginarios ni

siquiera unos últimos a nuestro estilo, que dan, que se dan. Sonlos últimos que los hombres toman por últimos sin preguntarlessu opinión, personas que deben pedir todo a los demás, porqueno tienen nada que les permita tener algo. Son unos hombres quereciben de los demás hombres la condición de últimos.

Esta condición no se fabrica: Dios la permite en quien élquiere, es asunto suyo; el nuestro es respetar en nuestra vida loque se le asemeje de algún modo.

A veces es útil mirar en nosotros lo que primero fue don delos demás. Siempre es bueno ser agradecido; es bueno indicar lo

que, a todo trance, queremos hacer solos y lo que verdaderamente necesitaríamos y no pedimos... nada más que por nopedirlo. Y es especialmente útil hacerlo cuando normalmente notendríamos por qué pedir por lo enorme que es nuestra urgencia.

Y todo ello es bueno recibirlo como proveniente de Dios através de los demás. Hay un abismo entre un favor que se pidede la manera más natural del mundo, pero con la convicción deque es algo debido, y el favor que se pide como el pobre quesiempre somos — aunque no solemos ser conscientes de ello— ,como un «pobre que no tiene derecho a nada».

118 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

Ser para los demás alguien que se entrega y se sacrifica,alguien que no se ahorra trabajo alguno; sí , hay que intentar

CORAZONES MANSOS Y HUMILDES 119

Ser ía demasiado opt imis ta pensar que nuest ro g rupo escapatotalmente a esta ley, pues conserva, al menos, la facil idad detentarnos y, si no estamos muy sobre aviso respecto de este t ipo

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serlo con todas las fuerzas; pero si al mismo tiempo queremosbastarnos a nosotros mismos, tanto en la vida práctica como enlas penas y dificultades de una vida crist iana, algo en nosotrossegu i rá s iendo pel ig rosamente g rande.

Ser para los demás el «buen ejemplo» es ciertamente undeber, ya que lo contrario es el escándalo. Sin embargo, nuncaserá del todo bueno el ejemplo si primero no hemos descubierto , y después intentado seguir, el buen ejemplo que otro noshaya dado... que todos nos hayan dado si hemos aceptado ser,por una u otra razón, discípulos de otro.

Sobre el tema del ejemplo hay que ser conscientes de queno siempre lo daremos; que incluso en los momentos en queluchemos más firmemente contra nosotros mismos estaremos endeuda respecto del ejemplo que habría que dar. Por eso hemosde tener presente, para consuelo nuestro, que siempre hay anuestra disposición un buen ejemplo: el ejemplo de quien

encuentra normal que se le puedan a veces reprochar los mismosdefectos que precisamente él reconoce ante Dios.

El d ía en que es temos convencidos de que somos pequeños,una fraternidad de un mundo pequeño, tratándonos corno talesunos a otros, sin extrañarnos por ser lo que somos, muchas cosasde nuestra vida se armonizarán minúscula pero auténticamentecon la sencil lez de Dios.

Pero, aunque la vida en fraternidad puede ayudarnos,puede también perjudicarnos

Resulta l lamativo ver con qué entusiasmo los hombres, sea cualsea la comunidad a la que pertenecen, le transfieren —sin que sealarme su conciencia— los actos, los defectos y los vicios queesa misma conciencia les prohibe en su vida personal.

Por esta razón se suele ver actuar con codicia, hipocresía ydesleal tad a co lect iv idades compuestas de buenas personas .Cada una de estas buenas personas pensaba que cumplía con sudeber «porque era por el bien» de Fulano o de Mengano.

de tentación, de medio para el bien se convertirá en medio para

el mal.Tenemos, sin embargo, una manera de cortar de raíz todo lo

que sería, en suma, una especie de perversión del grupo respecto de nosotros, todo lo que le l levaría a apartarnos, incluso por

un solo acto, de nuestro objetivo: negarnos a considerar el grupocomo algo en sí. Hemos de convencernos de que el grupo en síno es nada.

El grupo sólo existe, por un lado, en función de Dios y, porel otro, en función de cada una de nosotras y no de un nosotrasque no sería sino la suma de lo que cada una es personalmente.

El «bien del grupo» consiste en que ayude a cada una denosotras en cuanto a su pertenencia a Dios. Este bien, en ningúncaso , puede justificar actos que Dios no querría ver cometidosen cada una de nuestras vidas individuales. No hay en el mundo

un «bien de grupo» que pueda transformar, por haber sido hechoen su favor, la falta de caridad en acto de caridad, el amor propio en humildad, la inexacti tud en verdad y las pequeñas traiciones en fidelidad.

Dios no permite estos actos a sus hijos ni en grupo ni solos.

No humillar a nadie

No podemos recibir la humildad de Dios si primero no hemos

hecho todo lo posible por no humillar nosotros a nuestro prójim o. Y humillar a alguien es mucho más fácil de lo que parece,con frecuencia sin que ni siquiera lo sepa y sin que por nuestrapar te nos parezca anormal .

Humillar a alguien es tratarle como inferior a uno mismo; esestimarle, aunque esté ausente, menos que a la propia persona.

En mi opinión, casi siempre humillar a alguien es estarseguro de que no sólo es inferior a nosotros, sino que ademásello nos concede unos privilegios que ni siquiera se nos pasa porla cabeza poner en tela de juicio.

120 I! - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

Y es que sería ingenuo creer que. una vez que se ha tomado conciencia de lo que se denomina las injusticias sociales y nounas injusticias sociales, hayamos agotado la l ista de los privi

CORAZONES MANSOS Y HUMILDES 121

Humillar a alguien es tratarle como si tuviéramos derecho aejercer sobre él algún poder, y es algo tan fácil como tratarlecomo inferior a nosotros.

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legios de unos y de las desventajas de los otros.Las injusticias sociales que mas relieve han tenido en nues

tro t iempo tienen, incluso para los más conscientes de nosotros,aspectos o consecuencias que no d iscern imos, como tampoco sediscierne lo que está demasiado cerca o se ve sin suficiente pers

pectiva.Con mayor mot ivo , somos miopes s in gafas para innumerables injusticias, acompañadas siempre de sus privilegios paralelos, que los hombres que viven en sociedad modifican, o a vecesinvierten, pero dejando siempre otras tantas igual de numerosasy con el riesgo de producir otras nuevas.

Veamos el siguiente ejemplo muy sencil lo: no sé si hay unasola sociedad humana que instintiva o muy científicamente nohaya hecho de los hombres subditos de unas categorías bien

determinadas de felicidad. Los poderosos de cualquier índolediferencian de maravil la al desvalido feliz del desvalido infeliz.Y lo mismo ocurre en todos los demás niveles de la sociedad, delas sociedades .

Paralelamente, se esti la una misma justicia: el «justo» biensocializado trabaja en l levar al estado de felicidad correspondiente a su casil lero a los hombres que conoce. ¡Y se trata de losjus tos . . . !

Así es como se empieza a decir que en la sociedad el ricojuzga al pobre; pero también el inteligente al que no lo es; el

apto al inválido; el sano al enfermo; el hombre con relaciones alaislado; el hijo de familia al chaval sin familia.. . y podríamoscontinuar indefinidamente, con la seguridad de estar tratandosuperf ic ia lmente un tema que en real idad no conocemos.

Por eso, lo que denominamos «la» pobreza, ya sea voluntaria o aceptada, son meros actos de buena voluntad para expresara Dios nuestro deseo de ser verdaderamente pobres, con la pobreza que sólo él puede darnos, que se confunde con la humildad yque por sí sola nos hace lo que somos en realidad: pequeños.

La sociedad —tal com o la pract icamo s— nos enseña la t i ranía mutua, del mismo modo que nos enseña su falsa justicia.

El sometimiento de unos hombres respecto de otros sedenomina relaciones sociales, muchas de las cuales no serían nibuenas ni malas si la intención que subyace a las mismas no

fuera una voluntad de poder.Aquí enmarcamos, por así decirlo, nuestros actos de obe

diencia, y nos bebemos como agua los actos de opresión que real izamos, sin ni siquiera ser conscientes de ello. Pero algunos deestos actos invaden como un fino polvil lo nuestra vida entera.

Siempre a mero t í tulo de ejemplo, tomemos en una fratern idad como la nuest ra esa especie de acuerdo táci to —y encont rar íamos lo mismo en muchas fami l ias , profes iones , e tc .— porel cual se establece la «condición» práctica de las personas quehablan con dificultad, ya sea por t imidez, ya por tener un voca

bulario insuficiente, ya porque su mente sea más lenta.. . , todolo cual, por otra parte, no suele tener nada que ver con la intel igencia.

Estas s imples cuest iones de act i tudes hacen , s in embargo ,que algunas de nosotras no den su opinión en asuntos que nosconciernen a todas y que, lo que es más importante, no tengan laposibil idad de, ni siquiera respecto de sí mismas, elaborar suverdadera opinión que, como toda opinión real , necesita codearse l ib remente con las de las demás.

De este modo se corre el peligro de que se originen faltas deunidad dos veces negativas: en primer lugar, por lo que cada unadebía aportar y no ha sido aportado; y, en segundo lugar, porquelo que algunas han aportado no ha podido ser asimilado unánimemente en todos sus aspectos posit ivos. El resultado es quealgunas tendencias es tán realmente opr imidas .

No quiero decir que lo que cada una de nosotras piensa seaadecuado; querer adoptar todas las opiniones de todas no pasade ser una ingenua utopía, y negarse a hacerlo no es opresión.Pero sí hay opresión cuando algunas han tenido menos l ibertad

122 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

que otras para expresar su modo de pensar, y este pensamientono expresado hará de las reuniones orgánicas del grupo reuniones falsas.

CORAZONES MANSOS Y HUMILDES 123

Pero la humildad es algo similar al resultado del misterio deDios sobre nosotros si pudiésemos conocerlo; es algo similar aponer en orden lo que somos frente a Dios creador, salvador y

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La obediencia mutua cristiana

Lo contrario del espíri tu de poder es el espíri tu de sumisión alprójimo, que es una obediencia amorosa al bien de los demás.

Tendremos que hab lar además de la g ran obed iencia que,respecto de Dios y a través de la Iglesia, restablece el orden denuestras relaciones de criaturas y de hijos.

Pero si la caridad por Dios engendra nuestra obediencia dehijos de Dios, la caridad fraterna reclama la pequeña obedienciade los unos a los otros. La fraternidad debe ayudarnos a acostumbrarnos a es ta obed iencia pequeña y constan te , costumbreque deberemos conservar con respecto a todos los demás herman o s .

Ser «servidores los unos de los otros», ser «los últ imos», ser«¡os que se humillan» no es l i teratura, no es un mito: es la obediencia mutua crist iana, que no consiste sino en actos de buenavoluntad pidiendo a Dios la obediencia que sólo él concede, laobediencia de la que nos habla la Iglesia a lo largo de la SemanaSanta: «Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y una muertede cruz» .

Para esta obediencia sacrificial que nos hace reconocertodos los derechos de Dios sobre noso t ros podemos prepararnosreconociendo que no tenemos derecho alguno sobre hombre

alguno, y que tenemos que aceptar ser tratados, no como si cadahombre tuviera todos los derechos sobre nosotros, sino derechoa nosotros, derecho a noso t ros mismos, derecho a ese «amormayor que es dar la vida por los que se ama».

No existe el voto tradicional de humildad, porque sería unenorme engaño; ex is te la pobreza humana, ex is te ¡a obed ienciahumana, aun cuando no l leguemos a entender lo que Cristo hahecho de la una o de la otra; pero existe su aspecto humano, porel que al menos podemos solicitarlas.

padre. Todo lo que en Dios es misterio para nosotros, todo lo quesólo conocemos por la fe, t iene una especie de equivalencia enla humildad, que sólo se adquiere mediante la vida de fe.

Por eso, a pesar de las apariencias, la humildad es la tramainvisible de toda vida misionera, porque, para l levar a Dios all í

donde no se cree en él , sólo ella es la base adecuada.Y también por eso , s i tenemos que amar la humildad comohan intentado hacerlo cuantos han tratado de ser crist ianos, simplemente po ique Dios nos ama y noso t ros queremos in ten taramarle, debemos amarla además por otra razón: porque, al ser elestado del que adora, se la debemos a Dios. Es más debida quenunca por parte del mundo, porque es el acto de reparaciónmisionera por excelencia .

Por eso, finalmente, todo acto de orgullo, sea del t ipo quesea, debe ser combat ido , denunciado y pur i f icado en noso t ros ,

porque agravia a Dios y a los hombres; por eso, a la inversa, todacircunstancia, venga de donde venga, cuando nos trae la humillación sin hacernos dañinos para otros, debe ser recibida deinmediato en si lencio y sin empeñarnos en encontrar una explicación humana.

Es preferible que nos alegremos de saber que en la humillación hay una posibil idad tan profunda como nosotros mismosde adorar a Dios . Ante la humil lación podemos incluso esperar una multiplicación de su «valor» que enriquecerá a quienDios quiera.

6Las bienaventuranzas y la cruz s

LAS BIENAVENTURANZAS Y LA CRUZ 125

nos englobará también a nosotros mismos. Tendremos que estarpreparados de antemano, aun cuando el gozo conserve paranosotros su claridad.

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Las primeras grandes líneas de la vida evangélica las traza Jesúsen el Sermón de la Montaña, que comienza con las bienaventuranzas.

Las bienaventuranzas son el primer trazado de nuestrocamino. Confiamos en ellas para introducirnos en el conjuntodel Sermón de la Montaña, que es la base práctica de lo quequiere ser nuestra vida; base a la que volvemos constantementepara perfeccionarla, porque estamos siempre mezclando en ellamucha arena con algunas piedras.

Hacer entrega de la vida al Señor sin desear dársela con alegría sería en principio una razón para dudar que este principiocoincida plenamente con la voluntad de Dios.

Y esto es algo que ya sabemos.

De lo que tal vez seamos menos conscientes y algún díapuede llegar a inquietarnos es que en ocasiones no se trata delpunto de partida, sino de perpetuos retornos al punto de partida,a los grandes textos del Sermón de la Montaña que nos hacencomprender a la vez lo que quieren hacernos vivir y la imperfección con que lo vivimos; de lo que somos menos conscienteses de que la alegría puede habernos aband onado de golpe o pocoa poco. Y es frecuente que pueda parecer que, en la medidamisma en que las bienaventuranzas —de las que hemos hechouna especie de jaculatorias— se hayan cum plido en nosotros enuno u otro aspecto, esta realización sólo nos provocará malestar.Y ante esta aparente duplicidad entre nuestro primer impulso yesta especie de rechazo de lo que habíamos pedido, el malestar

15. Notas dirigidas a sus equipos, 1956.

Debemos saber que la bienaventuranza no es lasBienaventuranzas. «Entra en el gozo de tu señor» se dice al siervo fiel cuando ha terminado de servir. Este gozo es la bienaventuranza, el gozo sin fragilidad, sin eclipse. Nuestro gozo, el gozodel corazón humano, es frágil e intermitente.

En lo que atañe a las bienaventuranzas, son el reverso absoluto de lo que el hombre llama go zo; resultan co ntradictorias encuanto se las aisla de la fe. Cada persona lleva o su cruz o laamenaza de una cruz, sopesable, tangible, indiscutible...; perocada persona lleva también su esperanza, que no es sino la esperanza de un bien presente invisible o de un bien situado en elfuturo. Pero la cruz no se consuma nunca mientras no sea paranosotros un misterio.

Si todas las grandes virtudes evangélicas pueden, con lagracia de Dios, ser puestas en marcha por nuestra buena volun

tad, sólo son ellas mismas, sólo son las de Jesús, cuando elEspíritu de Jesús nos las comunica plenamente dándoles dim ensiones nuevas por la cruz y sólo por la cruz.

Los cristianos oran de muy diversas maneras ante su crucifijo con mayor o menor frecuencia, lo respetan, lo contemplan,se hacen discípulos suyos. Pero una vez al año, el Viernes Santo,la Iglesia convoca a los cristianos a una oración litúrgica que nose llama ni «homenaje», ni «reflexión» ni «lección» de la cruz,sino que se denomina adoración de la cruz.

Y para la adoración de la cruz, ésta se va descubriendo a losfieles gradualmente. Al principio del oficio se les invita a adorar una cruz velada.

Y esta cruz velada es la que nos espera si queremos ser losbeneficiarios de las bienaventuranzas. Nos sorprende de talmanera que puede ponernos en tentación, paradójicamente, porque su mero signo hace retroceder al mal.

Nosotros habitualmente reconocemos la cruz ya sea paraaceptarla, o para rechazarla; ya sea para aceptarla, o para elegirla voluntariamente. Pero cierto día, y quizá durante años, se presenta ante nosotros velada y no la reconocem os.

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128 II - UNA VIDA DE CONTRADICCIÓN

— Pero puede no darnos su cruz, su cruz de generosidadgratuita, a aquellos de nosotros que no hayan querido, de manera voluntaria y gratuita, sufrir nunca por amor a él.

7El cristiano, un hombre insólito

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— El Señor puede aplastarnos bajo su cruz, que él nos haceirreconocible y bajo la cual nos vemos forzados a gritar y adebatirnos, pero ello no debe impedirnos buscar hasta la máspequeña mota de polvo que no nos sea imposible ofrecerle congozo. En la medida en que un cristiano profesa su fe e intenta vi

virla, resulta insólito tanto para los creyentes como para los nocreyentes.

Y esto es así porque el Evangelio, hasta el final de los tiempos, no dejará de ser la Buena Nueva tanto para los judíos comopara los gentiles.

Lo insólito del cristiano es, pura y simplemente, su semejanza con Cristo, el parecido con Jesucristo insertado en el hombre por el bautismo y que, tras atravesar su corazón, llega a florde piel.

Este parecido consiste en los rasgos mismos de Cristo; del

mismo modo que los ojos, la nariz y la boca forman un rostro dehombre, sean cuales sean la edad, la mentalidad y el color de esehombre.

Esta semejanza la constituyen los rasgos de Cristo en losinteligentes y en los tontos, en los que sufren algo y en los quesufren mucho, en los grandes y en los pequeños según elmundo...

Lo «insólito» no le confiere al cristiano las característicasde un hombre notable y señalado, sino el rechazo o la denunciaen su propia vida de todo lo que pueda alterar su parecido con

Jesucristo. No se trata de la brillante realización de un hombrecristiano, sino del mismo Cristo de siempre que muestra su rostro a través del de un hombre.

Un hombre que no sólo cree en Dios, sino que debe amarlecomo un hijo ama a un padre amoroso y todopoderoso, a lamanera de C risto.

16. Nota personal escrita en 1962. a raí/,, según parece, de una reuniónen la que se había tratado de definir las características del cristiano de hoy.

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1Seis meditaciones

sobre la vida cotidiana

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EL ÉXTASIS DE TUS DESEOS

Cuando aquellos a quienes amamos nos piden algo,les damos las gracias por pedírnoslo.

Si tú deseases, Señor, pedirnos una única cosaen toda nuestra vida,

nos dejarías asombrados,y el haber cumplido una sola vez tu voluntadsería el gran acontecimiento de nuestro destino.

Pero como cada día, cada hora, cada minuto,pones en nuestras manos tal honor,lo encontramos tan natural que estamos hastiados,que estamos cansados...

Y sin embargo,si entendiésemos hasta qué punto es tu misterio impensable,nos quedaríamos estupefactosal poder conocer esas chispas de tu voluntadque son nuestros minúsculos deberes.Nos deslumhraría el conocer,en esta inmensa tiniebla que nos cubre,las innumerables,las precisaslas personales,luces de tus deseos.

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138 I l i - N U ESTR O PA N D E C A D A D ÍA

la que le animaba,la que le proyectaba fuera de sí mismocomo un encantamiento sonoro.

SEIS MEDITACIONES SOBRE LA VIDA COTIDIANA 1 3 9

P AS IÓN DE L AS P AC IE NC IAS

La pasión, nuestra pasión, la esperamos, es cierto; sabemos queha de llegar y hemos acordado que nos proponemos vivirla con

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Bajo cada una de las notas que tocabahabríamos podido encontrar una historiade ejercicios, de esfuerzos, de lucha...;y cada nota se desvanecía como si su papel finalizaseal trazar, con un sonido justo, exacto, perfecto,el camino de otra nota perfecta.Cada nota duraba lo preciso.Ninguna partía demasiado deprisa.Ninguna se rezagaba.Eran un soplo imperceptible y omnipotente.

He visto a malos artistas crispadoscon fragmentos demasiado difíciles.Su ejecución mostraba a todosel esfuerzo que les costaba.

La música se escuchaba malde tanto como había que mirarlos.

Nuestro gran dolor es interpretar sin alegríatu hermosa música,Señor que nos mueves día a día.Es permanecer siempre en el tiempo de los ejercicios,en el tiempo de los esfuerzos sin gracia.Es pasar entre los hombrescomo personas agobiadas, serias y maltratadas.

Es no extender por nuestro rincón del mundoentre el trabajo, la prisa y la fatiga,la naturalidad de la eternidad.

cierta grandeza.Esperamos que llegue la hora de nuestro propio sacrificio.

Como un leño en la hoguera, sabemos que debemos ser consumidos. Como una hebra de lana cortada con tijeras, debemos ser

separados. Como un ser joven al que se degüella, debemos sersuprimidos.Esperamos la pasión; la esperamos, y no acaba de llegar.

Lo que llega son las paciencias.Las paciencias, esos fragmentos de pasión, cuyo oficio es

matarnos muy dulcemente por tu gloria, matarnos sin nuestragloria.

Desde por la mañana, vienen a nuestro encuentro:Son nuestros nervios demasiado tensos

o demasiado lánguidos;es el autobús que pasa lleno,la leche que se sale,los deshollinadores que llegan,los niños que todo lo enredan;son los invitados que trae nuestro marido,y ese amigo que no viene;es el teléfono que no para,los que amamos que ya no se aman;son las ganas de callar y la obligación de hablar;son las ganas de hablar y la necesidad de callar;es querer salir cuando estamos encerrados,y quedarnos en casa cuando tenemos que salir;es el marido en quien nos gustaría apoyarnosy que es el más frágil de los niños;es el hastío de nuestra ración cotidiana,y el deseo nervioso de todo lo que no es nuestro.

Así llegan nuestras paciencias, en formación o en fila india,y siempre olvidan decirnos que son el martirio que nos fue preparado.

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142 III - NUESTRO PAN DE CADA DÍA

M O R I R Á S D E M U E R T E

Es frecuente que en los conventosse preparen para la muerte.

SEIS MEDITACIONES SOBRE I.A VIDA COTIDIANA143

la inmovilidad progresiva.. . ;aspectos humanos ocupados de an temano por la muer te .Cada vez que volvemos al país de nuestra juventud,se reduce la lista de las visitas a los vivos

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Nosot ros no tenemos t iempo de hacer lo ,pero , a pesar de todo , es tamos sab iamente preparados.

Es la vida la que nos prepara para moriry conoce bien su oficio.Basta con escucharla, verla, seguirla.. .

Ella nos explica la muerte poco a poco.o de golpe, según qué días.Unas veces, sin hacernos ningún daño.Otras, dislocándonos de dolor.Unas veces , subrayandonuest ras pequeñas muer tes co t id ianas ,

otras, golpeándonos con la muerte de aquellosa los que amamos más que a noso t ros mismos.

La muer te se aprende cuando , a l peinarnos por la mañana,se nos caen ios cabellos;cuando perdemos el d ien te que nos ha do l ido tan to t iempo;cuando se nos forman patas de gallo;cuando podemos deci r ,a l con tar a lgunos pequeños recuerdos ,«hace diez o veinte o treinta años.. .»;cuando cada año vienen con unas floresa desearnos fel iz cumpleaños,unas flores que t ienen un l igero aire a cementerioy que celebran ese año menosantes del últ imo de nuestros años.

La muer te se aprende en cada encuen t rocon quienes nos conservan nuestra infanciay para los cuales seguimos siendo pequeños;la memoria que flaquea;

y se alarga la visi ta a las tumbas.

La muerte se aprende en cada adiós definit ivoa los seres queridos.Porque, aun cuando la fe y la esperanza unidas,

e incluso nuestra caridad para con ellos,afirman nuestra alegría por saber que han l legado,nosotros nos quedamos con nuestra sangre que protesta,con nuestra carne abierta, herida,nuest ra carne,a la que parece que han matado una gran parte,y ese horror de la tierra, de la tiniebla y del frío,que hizo l lorar al propio Jesús.La muerte se aprende cierta noche entre la vigil ia y el sueño.Nos revela que está al acecho,

acurrucada den t ro de noso t ros ,nos echa su aliento a la cara como para irnos habituando,y nos sorprende tener tanta necesidad de valor.

No es preciso ser poeta para aprender la muerte,cada noche, cada octubre,con el viejo perro al que hay que hay que sacrificar,y esos ex t raños pequeños cadáveres de ratones y lagar tos ,aplastados sobre el asfalto por las ruedas de los coches.

La vida es nuestra maestra de muerte.Pero, a su vez, la muerte se convierte en maestra de vidapara noso t ros que conocemos la pen i tencia humana.

Como la madre que sufre e l a lumbramien to de lo que nace,como el padre suda para alimentar al niño que vive,así l levamos nuestra muerteempezad ay pron to terminadacomo nuest ro propio y def in i t ivo alumbramien to .

144III - NUESTRO PAN DE CADA DÍA

Pero se trata de nacer bien cada vez que morimos,de nacer un poco cuando morimos un poco,y de nacer mucho cuando morimos mucho.Se trata, en este trato con la muerte,

SEIS MEDITACIONES SOBRE LA VIDA COTIDIANA

145na. Concentramos en ellos lo mejor de nuestras energías, comosi nuestra vida empezase ahí.

Y, sin embargo, cada mañana, recibimos de manos de Diosnuestra jornada entera. Dios nos da una jornada preparada por élpara nosotros. No hay nada de más ni nada de menos, nada indi

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de aprender a tratar con la vida.Se trata de virar hacia lo eterno,como el negativo de una película,en el que todo lo negro se vuelve blanco.

Se trata de abrir nuestros ojos de la feallí donde nuestros propios ojos están cegados.

Del mismo modo que al mirar nuestro jardínno nos consterna el amarillear de una brizna de hierba,interesémonos lo bastante por los «siglos de los siglos»como para que el tiempo de n uestra vida nos sea indiferentey para que todo lo que amamos esté ya transferidoa una eternidad tranquila.Así aprenderemos a morir de muerte

para vivir de auténtica vida.

* * *

L OS C E R OS Y E L INF INIT O '

No podemos creer a la vez en el azar y en la Providencia.Creemos en la Providencia, pero vivimos como si creyésemosen el azar, y de ahí provienen las incoherencias de nuestra vida,

sus malas agitaciones y sus malas pasividades.Soportamos lo que no hemos elegido...; ésos son nuestros

ceros: cero de la profesión impuesta, de los compañeros obligados, de la clientela anónima, de las visitas profesionales...¡Cero! ¡Cero! ¡Cero!

A otras circunstancias, a otros encuentros, a otras obligaciones, les atribuimos los coeficientes 2, 5 ,1. . . de voluntad divi-

I. Texto aparecido en la revista Offertoirc. 1953.

ferente y nada inútil. Esa jornada es una obra maestra que nospide que vivamos. Nosotros la miramos como una hoja de agenda, marcada con una cifra y un mes. La tratamos a la ligera,como una hoja de papel... Si pudiésemos registrar el mundo y

ver elaborarse y componerse esa jornada desde el fondo de lossiglos, comprenderíamos el peso de una sola jornada humana.

Y si tuviésemos un poco de fe, desearíamos arrodillarnosante nuestra jornada cristiana.

Estamos «cargados» de una energía que no es proporcionala las medidas del mundo: la fe que mueve montañas, la esperanza que niega lo imposible y la caridad que hace arder la tierra.

Cada minuto de la jornada, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, permite a Cristo vivir en nosotros entre loshombres.

Entonces ya no se trata de evaluar la eficacia de nuestrotiempo.

Nuestros ceros multiplican el infinito.Asumimos humildemente la dimensión de la voluntad de

Dios.

2Nuestro pan de cada día2

NUESTRO PAN DE CADA DÍA 147

Nuestro cuerpo

Nuestra condición consiste en tener un cuerpo. Por la mañana,en cuanto nos despertamos, nuestro cuerpo es lo primero queencontramos. Pero este primer encuentro no siempre es agrada

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Hay cristianos que son escaladores de paraísos, y los hay queson «terrenales», que esperan que el paraíso descienda a ellos ylos modele a su medida.

El tamaño del paraíso en nosotros es el cumplimiento minucioso y magnánimo de nuestro deber cotidiano: este deber es locontrario de lo que se podría denominar «espíritu de movimiento», de búsqueda.

Él es quien entrega a la visitación de Dios la pequeña parcela de humanidad que somos y quien establece en nosotros unmandato de amor.

Cumplir el deber cotidiano es aceptar estar allí donde estamos para que el reino de D ios venga a nosotros y se extienda porla tierra que somos; es aceptar con extrema obediencia la materia de la que estamos hechos, la familia de la que somos miembros, la profesión en la que trabajamos, el pueblo al que pertenecemos, el continente que nos rodea, el mundo que nos circunda, la época en que vivimos.

Y es que el deber no es esa obligación mezquina de la quea veces se habla, sino la deuda de nuestra condición de seres carnales, de hijos o de padres, de funcionarios, de patronos, de

obreros, de comerciantes; de franceses, de europeos, de «ciudadanos del mundo», de vivos de 1941...El pago de esta deuda, abonada íntegramente en el céntimo

a céntimo de cada segundo, es lo que puede hacernos justos.Dar la vuelta al deber así enfocado supondría un gran viaje.

Aquí nos contentaremos con recorrer con la vista algunasetapas.

2. Texto publ icado en la col . «Rencont res»: Contemplador. (1941) .

ble, y esta presencia, unas veces cordial y otras tormentosa, continuará a lo largo de todo el día. ¿Cuántos de nosotros, enmomentos de agobio o de tentación, no hemos sentido un enorme deseo de maldecir nuestro cuerpo y hasta hemos pedido ver

nos libres de él?; y, sin embargo, nuestro cuerpo no existe porcasualidad: Dios lo quiso, Dios lo dosificó: tenemos los nervios,la sangre y el temperamento profundo que él ha querido. Diosconoció por anticipado nuestro cuerpo para hacer habitar en élsu gracia. No ignora ninguna de sus debilidades, de sus compromisos, de sus desviaciones, pero lo eligió para hacer de él elcuerpo de un santo.

Tenemos el cuerpo de nuestro destino, el cuerpo de nuestrasantidad.

Nuestro cuerpo, durante el día, es el lugar de diversos inci

dentes que suelen combatir con nuestra alma: inquietud nerviosa, pesadez de cabeza, disposiciones buenas o malas...; tantascircunstancias menores, pero que no dejan de ser circunstanciasy expresión de la voluntad de Dios respecto de nosotros. Nadade todo ello supone algo negativo que deba atarnos e inquietarnos, pues, por el contrario, son las condiciones de la venida deDios a nosotros; se trata de un asp ecto de su voluntad que se ilumina: ese bienestar, esa migraña, ese cansancio de piernas, sonla materialización de nuestra gracia del momento.

Tendríamos que habituarnos a tener nuestro cuerpo como

en depósito; dado que es la vida que Dios nos confía, debemosperderla en cuanto a la propiedad, pero recuperarla porque lepertenece a él. Tendríamos que situarnos ante nuestro cuerpocomo el campesino ante su tierra: saber lo que nuestro cuerpovale, estimarlo como si dijéramos. Conocer sus riquezas y suscarencias, lo que le fortalece y lo que le debilita, intentar armonizarlo con las grandes leyes naturales que Dios ha inventado yque evocamos cuando queremos representar la unión con Cristode las almas redimidas.

148 III - NUESTRO PAN DE CADA DÍA

Nuestro cuerpo no se detiene ante fronteras fácilmente perceptibles. En una época en que los estudios médicos y psicológicos ilustran, con frecuencia brutalmente, las herencias o losatavismos, muchos seres pueden sentirse inquietos; pueden sentirse trastornados, turbados en sus deseos de rectitud espiritual

NUESTRO PAN DE CADA DÍA

149No hay penar casual, lo único casual es nuestra voluntad,

que no siempre acepta su penar, sino que es cicatera, avara ychapucera con él.

Del mismo modo que hay un trabajo bien hecho, hay unpenar bien hecho. Cuando nos levantamos por la mañana, tene

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por esas marejadas interiores: gustos, instintos, caracteres,pasiones, desequilibrios...

Sin embargo, toda esta materia humana es también objetode gracias, objeto de nuestra gracia. Con ella ha decidido Dios

hacer de nosotros santos. Nada en ella es inquietante, porquetodo está previsto. Supone una gran alegría ofrecer a Dios, paraun servicio de buena voluntad, esta parcela de humanidad carnalllegada de rebote en rebote desde lo más remoto de las generaciones puras o culpables, ser su depositario y tener el poder dehacerla santificar.

Dilata el corazón saber que nuestra voluntad, adaptada a lavoluntad de Dios, basta para que toda esta materia humana estéen orden: nuestra voluntad, que debe ser firme y flexible a lavez, en tensión hacia Dios y libre de toda rigidez, como una

vaina de piel bien curtida que cubre una espada y se vuelve duracomo ella.Este descubrimiento de la voluntad de Dios en nuestro cuer

po hace que debamos considerar con respeto la más mínima parcela del mismo. Hay que tener una cierta reverencia hacia lo queDios ha creado. No hay por qué temer materializar de este modonuestra vida; esa reverencia que concederemos a la acción deDios en nuestra carne nos llevará a adorar profundamente laobra que él realiza en los espíritus. La justicia que practiquemoscon nuestro cuerpo quizá nos haga más justos con nuestra alma.

Nuestro penar cotidiano

No hay penar casual.Nuestro pan de cada día nos lo da el penar de cada día de

algunos de nuestros hermanos. Nuestro pan de cada día es nuestra gracia de cada día, y en nuestra gracia de cada día siemprehay una pequeña parte que procede de un penar cotidiano dealguien en algún lugar.

mos nuestro penar que hacer, del mismo modo que tenemos quehacer nuestro trabajo. Y los detalles de ese trabajo son queridospor la voluntad de Dios, como también lo son los detalles de esepenar.

Podemos hacer muy bien nuestro trabajo y no hacer biennuestro penar. Las lagunas de nuestro trabajo son fáciles de controlar y modificar, pero hasta después de la muerte no conoceremos las brechas irreparables causadas en el edificio de la graciapor las lagunas de nuestro penar.

Cuando cumplimos la voluntad de Dios, cuando nos levantamos, cuando preparamos la comida, cuando salimos, cuandovamos de compras, cuando tomam os el tren, profundizamos, porasí decir, nuestra unión con el Señor al aceptar y desear suvoluntad.

Cuando padecemos el penar de cada día, cuando nos levantamos con las piernas muy cansadas, cuando empleamos diezveces lo necesario en pasos, tiempo y nervios para preparar lamás sencilla de las comidas, cuando hay que hacerlo con losojos en el humo de un mal carbón que no calienta y con los piessobre un suelo helado...

Cuando dejamos una habitación cálida para salir a la calle apatinar sobre el hielo, cuando, tropezando y apartando la nieve,damos la vuelta a la ciudad para recoger o quedarnos sin recoger los objetos más modestos...

Cuando esperamos un tren que no llega en un andén gélido,además de incorporarnos a la voluntad de Dios, nos hacemos,mediante nuestro penar, donantes de la gracia de Dios.

Diréis que no se trata más que de pequeñas penas. Pero a unartista se le reconoce tanto en su manera de interpretar un fragmento infantil como en el más difícil de los conciertos.

Del mismo modo, a un santo se le reconocería de inmediato en todas estas pequeñas penas. Pondría en ellas una facilidad,una naturalidad y también una gracia —en los dos sentidos de la

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3Notas

NOTAS 153

Así, la palabra de Dios es a la vez una ley inmutable devida, fermento de vida y guía móvil y rápida para vivir.

A través de su palabra, Dios nos dice lo que es y lo quequiere; lo dice para siempre y lo dice para cada día.

Para saber lo que debemos hacer no pidamos «signos y pro

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Voluntad de Dios... 1950

Porque Dios qu iera que hagamos cier tas cosas , esas cosas nopueden convertirse por sí mismas en la voluntad de Dios. Lavoluntad de Dios es el objetivo de nuestra voluntad, no las cosasque él nos exige hacer.

«El que obra por el Espíri tu de Dios es hijo de Dios».«El que ha nacido del Espíri tu no sabe de dónde viene ni

adonde va» .Nuestra «obra», nuestra «tarea», es la voluntad de Dios, y la

voluntad de Dios sólo se «realiza» en la fe.Todos los actos que la voluntad de Dios nos pide y que acti

van nuestras facultades naturales sólo son válidos, en este plano,si están animados por la fe, si son actos de fe. La prueba de queson actos de fe es que sepamos presentar, en el momento en quese nos pida, actos de fe pura, en los que se sacrifican la razón, lalógica y la inteligencia.

Y para que todos nuestros actos sean úti les para la salvacióndel mundo , para que posean un po tencial evangel izados es preciso que, aun cuando es temos cocinand o o cenando con algu ien ,nuestros actos estén repletos de fe, de una fe tan necesaria comosi tuviésemos que resucitar a un muerto.

. . .v Palabra de Dios 1964

Los acontecimientos sólo pueden ser para nosotros signos de lavoluntad de Dios si los ponemos en contacto con la palabra deDios, si la ponemos en ellos. Entonces ella revela la voluntad deDios que debe cumpl i rse en la masa misma de esos acon teci mien tos .

digios.. .» antes de haber agotado la Palabra de Dios. Él no noslo dice de una vez por todas y de antemano: lo que nos dice paras iempre, no terminaremos nunca de comprender lo ; lo que d icecada día es su palabra resonando en los acontecimientos, en las

ci rcunstancias , en la persona que somos.La Palabra de Dios escuchada, en tend ida, guardada, en t re

gada, hace en nosotros y mediante nosotros la voluntad de Dios.Activa y eficaz, ha creado y recrea sin cesar.

Esto es válido para toda vida crist iana.Al crear la vida, Dios no creó un monumento. Creó una vida

creciente, dinámica, evolutiva, agitada y fecunda. Toda vida quenace de la Palabra de Dios, palabra siempre creadora, es crecien te , d inámica , evo lu t iva, ag i tada y fecunda. Es una v ida dest inada a la e tern idad ; una v ida s iempre «contem poránea» , inser

ta en la velocidad del t iempo.El crecimiento de la Iglesia está unido al crecimiento de la

Palabra de Dios: acoger la Palabra de Dios, dejar que ella noshaga crecer, es participar y trabajar en el crecimiento de laIglesia.

Porque la fecundidad de la Palabra de Dios consiste en sertransmitida; su transmisión es inseparable de la contradicción yde la cruz.

Toda vida crist iana y toda la vida crist iana se fundamentanen la fe, es decir, en la Palabra del Señor. Palabra ind iscutible del

Señor ind iscu t ido .

4El que tiene a la Esposa es el Esposo...

EL QU L TIHNK A LA ESPOSA ES EL ESPOSO... 155

En el alba del Nuevo Testamento, Juan Bautista decía: «Elque tiene a la esposa es el esposo. Pero el amigo del esposo sealegra mucho...»

Increyentes mejores que nosotros y cristianos mejores quenosotros no han sido llamados a vivir en plenitud el misterio de

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Lo que, en mi opinión, todos necesitamos en mayor o menor

medida es volver más concretamente al Señor Jesús, volver a élen las estrechas relaciones que él mantiene con la Iglesia.Necesitamos replantearnos nuestra vida como la vida de

unas mujeres que se han entregado a él. Es decir:— aprender o reaprender la intimidad personal y activa del

amor de Jesucristo: la caridad que llamamos «oración»;— aprender o reaprender las responsabilidades del trabajo

de Jesucristo: la caridad que ha de estar activa en un mundoa) que Jesús ha dado derecho a ella; la candad que llamamos«bondad»;

— aprender o reaprender la fecundidad de los queJesucristo posee: la caridad que debe ser anunciada, ofrecida,obtenida; la caridad que llamamos «sufrimiento».

En el fondo, se trata de aprender a estar en y con la Iglesia,la esposa del Señor. No es más que la traducción al femenino de«hombre de Dios»...

Estoy obsesionada por el doble misterio en medio del cualha de transcurrir nuestra vida como una línea recta:

el misterio de la caridad — el misterio de la Iglesia.

En la Iglesia, Esposa de Cristo, toda la humanidad está llamada a su amor. Cada bautizado participa de este amor esponsalicio. Con todos los religiosos, los seres consagrados, hemosaceptado contentarnos con este único amor.

Si no le consagramos todo nuestro ser, o si no le damos lasdimensiones que le corresponden, somos solteras que no servimos ni a la propagación de la vida ni a la de la vida eterna.

3. Nota escrita para sus equipos, 1953.

la Iglesia, esposa de Cristo. Son como el amigo que se alegra.Nuestra tentación podría quizá consistir en equivocarnos devocación y adoptar la del amigo.

Sean cuales sean las cosas que el esposo da a sus amigos(confianza, confidencias, responsabilidades...), es a su esposa aquien da su nombre, para que sea lo que él es, haga lo que élhace y transmita su vida a través de sí misma.

No es la esposa porque vaya por las calles —donde estánlos amigos— a hacer la compra: eso puede hacerlo la asistenta,sino porque cena con su marido y pasa la noche a su lado.

No es estar en el mundo como el hijo de Dios que ha sidoenviado al mundo lo que nos incorpora a la Iglesia-Esposa, sinosalir sin cesar de la noche del misterio teologal del Amor e ir de

él al mundo.No es trabajar con su marido lo que hace de la esposa su

mujer —sus amigos trabajan como ella y a veces muchomejor—, sino estar totalmente poseída por él. Lo que ella ganaes dos veces de él, porque ella misma le pertenece a él.

No es hacer tal o cual trabajo a la perfección, e jercer tal profesión perfectamente, lo que nos incorpora a la unión de laIglesia, sino estar de tal manera inspiradas por Cristo que esapequeña acción en el mundo sea verdaderamente suya.

No es organizar la casa lo que hace que la esposa sea esposa: un hostelero lo haría sumamente bien; es esposa porque antesde vivir en la casa, los hijos de su marido han vivido en su carne,porque ella los ha llevado y alimentado de sí misma.

No es organizando el mundo como nos veremos incorporados a los esponsales de la Iglesia, sino llevando en nosotros acada uno de los hombres de este mundo, a cada persona queencontremos; dándoles, no una organización para su vida, sino

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1

Las dos llamadas

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Los misioneros están marcados por una l lamada que no es lamisma para todos.«Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti».El Señor ya dijo esto a alguien de su tiempo, y continúa

diciéndoselo a gente de nuestro tiempo. Pone en su corazón talamor por a lgunos de sus hermanos que les impulsa a compart i rsu vida, toda su vida, en una comunión absoluta.

Ven la sociedad como la continuación de la creación deDios. Piensan que hay que santificarla, purificarla, que hay que«instaurar todo en Cristo». Aman entrañablemente a una cé lu la

del cuerpo social cuya vocación es constituir un fragmento delcuerpo míst ico .Quieren tomar del mundo todo lo que no es pecado para

hacer de ello un lugar de gracia.

Tendrán una casa como todas las demás, edificada sobre unorden apacible. En esta casa tendrán un hogar lleno de ternura.Serán campesinos entre los campesinos, dando a cada cosa suvalor , fuer tes como los demás, ambic iosos de un mañanamejor...

Ser un obrero como los obreros, con los mismos días de trabajo entre el jaleo de los talleres y con los mismos domingos.

Permanecer junto a los que les han dado la vida y vivir rodeado de ellos.

Vivir una fe que pueda vivir cada una de las personas quevenimos a salvar; y vivirla pensando en ellas para que tambiénellas puedan, a su vez, vivirla.

1. Extracto de un texto inédito: Missionnaires sans bateaiix, 1943.

162 IV - VIDA APOSTÓLICA

Vivirla tan dulce, alegre y sobrenatural mente que a todos lesden ganas de vivirla.

Ser misionero en el entorno social donde se ha nacido;sepultarse como el grano de trigo en la humildad de su terruñoprovidencial; morir en él a todo lo humano y, en plena humanidad, nacer a todo lo que es voluntad de Dios.

LAS DOS LLAMADAS 163

como él, puro como él, obediente como él. al que arrastró tras desí por los caminos de Palestina, debe haber recorrido todos loscaminos de la tierra antes de la consumación de los siglos.

Este rebaño debe renovarse con cada generac ión, marcandode antemano e l Señor a los que caminarán a semejanza suya .

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Edificar la Jerusalén celeste en las calles de París, de Lyon ode Lille, en los collados de El Yonne, en las llanuras del Eure,en las gabarras de los canales...

Estar allí donde Dios los ha colocado desde el origen, comouna pequeñísima semil la capaz de dar v ida a un campo entero .Y, sobre todo, que nada les separe de ese pecador, de ese pagano al que han ido a buscar con su inmóvil partida; una partidaque les pedía s implemente que permanecieran donde estaban.

Saber que su barco puede ser su casa natal.Después de los de las casas están los de la carretera, los de

la calle, los de los caminos...:Han encontrado a Cristo por sus caminos:Un Cristo pobre que no sabe donde reposar la cabeza, un

Cristo sin hogar, un Cristo al que mueve la voluntad de su Padrecomo una pluma al viento, un Cristo sin amarras que les dijo:

«Ven y sigúeme».Y comprendieron de una vez por todas que Cristo era su

«lugar» .«Siguen a l Cordero a l lá adonde va». Están como pose ídos

por la pasión de asemejarse a él.Otros ofrecen su vida, su familia, su casa, su oficio, para que

en ellos se edifique el trabajo de encarnación inaugurado porCristo ; a lgunos p iden que todo lo suyo sea borrado para que

Cristo les revista con la vida de hombre que él vivió.Unos piden que Cristo se encarne en todas las realidades de

su vida; otros piden ser revestidos de Cristo y de nada más.Hay quienes reciben una tarea apostólica concreta: salvar a

las personas de tal profesión o de tal familia o de tal entornosocial, y para ello han de identificarse hasta el extremo con todolo que les acerque a los que tienen que salvar; algunos piensanque el método adoptado por Cristo hace dos mil años debe perdurar hasta el fin de los siglos, y que el pequeño rebaño, pobre

Desde la pr imera predicac ión de l Evangel io , muchas personas que permanecían en su casa fueron disc ípulos de Jesucristo ;y, sin embargo, otros tuvieron que abandonarla,

Muchas personas pose ían t ranqui lamente sus b ienes, senta

ban al Señor a su mesa e incluso le prestaban grandes servicios;y, sin embargo, otros debían dar a los pobres todo lo que teníany proseguir su camino sin seguridades.

Siempre han exist ido los dos caminos.

El Señor siempre dirá a unos: «Por mi causa y por mi amortendrás una esposa, hijos, casa, bienes que administrar en elm u n d o » .

El Señor siempre dirá a otros: «Sólo me tendrás a mí, y yoseré todo para ti».

El Señor siempre dirá a unos: «Sé lo que te conviene, te darétu pan y tu penar de cada día para que allá donde te encuentrestú esté también mi cruz».

El Señor siempre dirá a otros: «Toma tu cruz y sigúeme».Tómala por los tres brazos de la pobreza, de la obediencia y dela pureza . ¿Por qué? Porque así es cómo quiero que me ames yque jun tos a me mos a l mundo .

La mayor parte de las personas a las que Cristo habla coneste lenguaje están bajo hábitos marrones, blancos o negros, son

discípulos de un santo que fue, a través de los tiempos, compañero de camino de l Señor .

Otras son personas como tú y como yo, gentes tan inmersascomo es posib le en e l espesor de l mundo, no separadas de estemundo por n inguna regla , por n ingún voto , por n ingún hábi to ,por n ingún convento . . . ; pobres, pero igua les que las personas decualquier parte; puras, pero iguales que las personas de cualquier medio; obedientes, pero igua les que las personas de cua lquier pa ís .

164 IV - VIDA APOSTÓLICA

Están hechas para todo y para todos: a unas las encontraréisdando c lase , a o t ras escr ib iendo leyes; a lgunas cuidan y con suelan, otras trabajan en fábricas...

Para ellas, todos los mundos y todas las almas valen lomismo. Pero no las aburrá is con métodos y técnicas.

No les digáis: «Aquí es mejor parecer ricas; os iría mejor»;

2Una vocación para Dios

entre los hombres2

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«Allí es mejor que estéis casadas, seréis mejores apóstoles»; otambién: «Sabed lo que queré is y manteneos f i rmes».

Os responderán: «No se pueden seguir dos caminos. Nos

dais recetas que no son para nosotras».Si nuestra apariencia es un tanto desastrada, si representa

mos en este mundo el papel de desarraigados, es porque nuestrareceta consiste en poseer sólo al Señor.

Si no tenemos hogar, si en casa no nos espera ni un maridoni una esposa ni unos hijos, es porque el Señor nos posee y porque sólo queremos ser pose ídos por é l .

Si no tenemos programa, es porque nuest ro Padre de l Cie lolo escr ib ió para nosotros de a n te ma no , y nos basta con recibirsus consignas día a día.

No les digáis que la cruz es peligrosa, mórbida y malsana;que el mundo necesita recuperar el rostro de la alegría, no el delos penitentes.

Os responderán: «Os hablaremos de la alegría cuando lahayamos aprendido en la c ruz donde encontramos nuest ro amor.Nuestra alegría tiene un precio tan exorbitante que para adquirirla tuvimos que vender lo que poseíamos e incluso a nosotrosmismos» .

Los de la primera llamada han de ser numerosos, pues elmundo es grande y su baut ismo requiere t iempo.

Pero por lo menos tiene que haber algunos de la segunda llamada para dar a los hombres, esos niños grandes, una edición enimágenes de la vida de Jesús: Jesús que es la «Misión» misma.

Nosotros no buscamos e l apostolado, é l nos busca a nosotros;Dios, que es e l p r imero en amarnos, nos hace hermanos y noshace apóstoles. ¿Cómo podríamos compart i r pan, techo y corazón con ese prój imo que es nuest ra propia carne desbordandopara él el amor de nuestro Dios si ese prójimo no le conoce? SinDios todo es miseria; no podemos tolerar la miseria para quienamamos, y la mayor miser ia (no conocer a Dios) , menos queninguna ot ra .

¿No ser apostól icos, no ser misioneros? Pero entonces, ¿enqué consistiría una pertenencia a ese Dios que envió a su Hijopara que el mundo se salvase por él.. . ¡y a qué precio!?

Sin embargo, no «pensamos» en ser apóstoles; pensamos enser, en las manos de Dios, en el Cuerpo de Cristo, bajo el impulso de su Espíritu, el Cristo que queremos llegar a ser; el Cristoque nunca fue amor sin ser luz; y no hay luz sin pagar un precio»por ella.

Le imitamos mal , pero sin descanso; pene tramos en é l , d i fe rentes pero tenaces; ¿cómo entonces, a l menos de deseo, no serapóstoles, no estar en disposición de ser por entero misioneros?

No pensamos que no se nos p ida nada más, pero las mismascosas nos son cada vez más exigidas, como se nos pide cada vezmenos lo que no es Cristo, lo que no es de Cristo.

Y, por una maravi l losa coinc idencia , nos encontramos siendo —sin in te rvención por nuest ra par te— lo que los más perdidos, los más c iegos, pueden comprender de un amor sin igua l ,del que decimos lo que es. incluso diciendo que no somos lo que

2. Nota persona l , 1956.

166 IV - VIDA APOSTÓLICA

él es. Seguimos siendo mediocres, fracasados: sólo somos indicios de un amor al que afirmamos amar, por referencia de nuestro actos a lo que éstos deberían ser, al esplendor de Cristo; ypodemos afirmarlos allí donde todos los nombres tienen sulugar, pero donde a él no se le nombra.

¿Permanecerá Dios «muerto» para cuantos están a nuestro

UNA VOCACIÓN PARA DIOS HNTRL LOS HOMBRES 167

¿Cómo podemos no esforzarnos en hacer nuest ra presenc iaen el mundo ligera, frágil , dispuesta a nuevas partidas o nuevosarraigos de los que sólo conocemos el día a día? Si sabemos quesólo Dios llama, da la fe y salva, que ninguno de nosotros tienenada que atribuirse; si sabemos que desde el grito de JuanBaut ista —«He aquí e l Cordero de Dios»—, quienes «siguen a l

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lado y saben que le hemos entregado nuestra vida y que lo decimos y que no lo lamentamos?; ¿no habrá a lguna «duda» sobreesta muerte?

(Seguimos siendo) personas que prefieren ser pequeñas, quese ríen de sí mismas cuando la gente las considera importantes;personas que ponen felicidad allí donde todo sobre la tierra parece negarla, porque sus manos están llenas de Dios —o querríanestarlo— y no pueden contener ninguna otra cosa; personas queno pueden ser grandes, porque Dios es demasiado grande paraser grandes al mismo tiempo que él.

Personas a las que las críticas y las reconvenciones a laIglesia no hacen mella, porque son agradecidas; porque sin laIglesia Dios no sería su bien, y ellas no serían ningún bien para

él; porque la Iglesia es su madre, y no se le reprocha que vivamal a quien le ha dado a uno la vida.

Personas que no tienen límites, porque el amor abre continuamente su puerta, levanta su techo, las detiene o las moviliza,las llama o las envía.

Personas que necesitarían que su casa fuera menor que unatienda, porque la tienda se transporta, pero su casa debería estarsiempre dispuesta a ser abandonada; como está dispuesta a lahospitalidad, a la presencia del Señor por la presencia de esosdos, tres o cuatro reunidos en su nombre; como está dispuesta al

silencio y a la venida de Dios. Una casa que diga: «Soy la casadel lugar en que estamos de paso: nada más».

¿Cómo podemos no evangelizar cuando el Evangelio está ennuestra piel, en nuestras manos, en nuestros corazones, en nuestras cabezas...? Estamos obligados a explicar por qué intentamosser lo que queremos ser y no ser lo que no queremos ser; estamos obligados a predicar, ya que predicar es decir públicamente algo sobre Jesucristo, Dios y Señor, porque no es posibleamarle y callarse.

Cordero allá adonde va» pueden ser invitados a seguirle alládonde se pierde la casa, las redes, la patria... , porque, siguiendoa Jesucristo, él es de antemano nuestra casa, nuestra red, nuestra

patria...Allí donde le hemos seguido, glorificamos a Dios llamándo

le Dios, pero al mismo tiempo es inevitable que llamemos en éla cada hombre por su nombre. A esta llamada, puede que ninguno conteste... nunca. Podríamos saborear la doctrina del fracaso. Pero para quien es un obrero de Dios todas sus tareas pueden parecer un fracaso, aunque el trabajo que engloba esas tareas no fracasa, porque es el trabajo de Dios, y el fracaso no estáhecho para Dios.

Pero tenemos la certeza de que una de nuestras tareas no ha

de fracasar: la cruz, que nos ha sido reservada para «acabar enla Pasión de Cristo».

De lo que se trata es de amar; pero no como un artista, sinerror, sin defecto, sin sobresalto...: hay que «amar al Señor contodas las fuerzas». Después de «todas las fuerzas» puede queestemos postrados en tierra, vencidos, que nos rebelemos sincomprender que lo estamos: no habrá fracaso para la redención,pero sin duda no lo sabremos.

Todo esto es una vida en la que nada puede asegurarnos queviviremos bien, porque nada se evalúa con nuestras medidas. En

cientos de ocasiones nos parecerá haber abarcado la tierra connuestras manos, con nuestro corazón, y haber pasado, sin embargo, todo lo que los demás llaman «juventud», «madurez» y«vejez» junto a una brizna de hierba que ni siquiera ha crecido.

Pero cuando la vida eterna se abra de par en par para nosotros, cuando haya que morir antes de ver a Dios, puede que nosveamos tan grandes como una brizna de hierba.

Entonces no estaremos seguros de nuestra justicia, sino de lamiser icordia de Dios.

3Un éxodo y un desierto

UN ÉXODO Y UN DESIERTO 169

Esta negación solemne de Dios por el marxismo nos arrastrairrefrenablemente hacia quienes la proclaman. Nos impulsa irresistiblemente a permanecer allí donde se dice: «Dios ha muerto», a dejar que se inscriba en nosotros, en vivo, el nombre deJesucristo, Dios y salvador vivo también.

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El «mundo», evangél icamente , parece en contradicc ión con e lreino de Dios.

Ir al mundo, aceptar el compromiso cristiano en el mundo,será conocer, asumir y codearse con todo lo que en cada hombre, prójimo cercano o no tan cercano, es ajeno y opuesto aDios.

Es penetrar allí donde, en cierta manera. Dios no está; caminar hacia el desconocido designio de la redención; caminarcomo un hombre en medio de los hombres, pero como un hombre habitado por Dios.

Esto significa que en sus relaciones prácticas cotidianas elcristiano va a encontrarse en relaciones prácticas y cotidianas nosólo con comunistas vivos, sino con el comunismo vivo en losespíritus y las voluntades de los miembros del partido.

El cristiano va a encontrarse en contacto con la negaciónabsoluta y pública de Dios.

A Dios se le proclama inexistente por absurdo. Un mimetismo colectivo de la fe le proclama absolutamente absurdo, másallá de las afirmaciones razonables, incluso allí donde el cristia

no se sitúa por creer en un Dios adorable.Adorar a Dios es llamar Dios a Dios en un único acto; todo

lo que hace a un hombre cristiano, todas nuestras relaciones conDios, se reconocen en un único acto. Frente al marxismo, la adoración se impone como un acto esencial de justicia elemental.Somos presa de un mal de Dios que es sed de su gloria.

3. Nota personal escrita con motivo de un encuentro interconfesionalsobre la presencia de los cristianos en medios no creyentes. 1959.

Pero este nombre de Jesucristo inscrito en nosotros, escritosobre nosotros, debe un día, de grado o por fuerza, ser públicamente nuest ro nombre .

Este nombre del Hijo del hombre y del Hijo de Dios es elsigno de la extrema tensión que vamos a sufrir por parte delexterior.

Todo lo que este nombre dice del Hijo del hombre hace quelos comunistas nos acojan cada vez más como hermanos.

Todo lo que este nombre dice del Hijo de Dios hace que nosrechacen como extraños y con frecuencia como enemigos.

La soledad inmensa de la adoración que se había apoderadode nosotros se duplica en una soledad de amor: «porque nosomos de l mundo, e l mundo nos odia», nos desprec ia como par

c ia lmente inexistentes, como a lgo muerto que puede propagar lamuerte .

Entonces esperamos que la Ig lesia rompa esta soledadimpuesta por los hombres, que sea miste r iosamente reconocida ;y esperamos que nuestros hermanos en la fe, aun sin contactocon nosotros, sean para nosotros una presencia fiel.

Pero olvidamos que, por naturaleza, la Iglesia es ajena almundo. Lo «tempora l» , por voluminoso que sea , só lo es en e l laun acc idente . Como los nómadas y los peregrinos, su ley huma

na está indefinidamente marcada por la temporalidad. En lamedida en que es aparentemente conciudadana de los hombres,la presión del mundo y el Espíritu de Dios, y a veces sólo elEspíritu de Dios, la l levan a traspasar nuevas fronteras, a afronta r nuevos éxodos, a perseguir su t ie rra promet ida : las prom esashechas por Jesucristo a los confines de la tierra.

Esto es algo que la Iglesia no vive en abstracto, sino quenecesita nuestra carne, nuestra sangre y nuestro corazón; necesita constantemente a algunos de sus hijos para vivirlo.

170 IV - VIDA APOSTÓLICA

Y aquellos de sus hijos que el Espíritu impulsa y que ellaenvía se alejan de todo lo que significa en ella la ciudad de Dios,de todo lo que prefigura la patria de la eternidad.

Sus hermanos ya no los distinguen bien y apenas los reconocen. ¿Quién puede tomar por hermano a un brote y a un sarmiento?

UN ÉXODO Y UN DESIERTO 171

en nosotros estarían inutilizadas. Esto puede ser una nimiedad oa lgo sumamente duro .

El com unism o no de ja in tac to e l segundo man damien to de lacaridad; también en ese aspecto nos pone en tentación.

Por ser caridad, la caridad fraterna desborda todas nuestras

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Su unidad sólo la conocen por la fe.La vida misma que recibimos de una comunidad cada vez

más presente, pero también cada vez. más sumida en el misteriode la fe, nos hace ser unos solitarios.

Y esta soledad la sufrimos entre hombres a los que amamoscada vez más en los terrenos en que no hay obstáculos; hombresque son nuestros hermanos, sufrientes a veces, ciegos con frecuencia , amados siempre .

La tensión de todo compromiso cristiano se explica por laCruz, se resuelve en la Cruz: ella es nuestro equilibrio normal decristianos.

Por eso tomamos conciencia de la cruz de este éxodo, deeste éxodo a nuestra medida.

La cruz está plantada precisamente allí donde se inserta elmal públ ico de l comunismo: entre los dos mandamientos de lacaridad que Dios quiere inseparables y distintos.

El comunismo afirma querer el segundo rechazando el prime ro .

El comunismo quiere pagar lo que para él es amor al hombre al precio del odio a Dios.

El comunismo quiere dar a los hombres lo que él l lama felicidad, pero la condición fundamental que exige es la muerte deDios.

Este rechazo de Dios y este culto al Hombre, este odio aDios y este desvelo por el hombre, este triunfo del hombre y estacondena a muerte de Dios, se proponen, explican y exaltan enuna propaganda ideológica b ien orquestada , se i luminanmediante los fuegos cruzados de unas luces deslumbrantes.

Nosotros debemos sufrir esta propaganda y estas luces quepueden conmover, perturbar, suscitar las pasiones humanas que

me d ida s huma na s .El prój imo que Jesús nos muestra indefin idamente— es cada uno de los hombres;— es siempre para cada uno de los hombres;— llega hasta el fondo de las verdaderas razones de cada

hombre y hasta el fondo de la entrega de nuestra vida.La caridad fraterna es como un viaducto que une con un solo

arco a Dios y a los hombres. Este arco no es divisible en ida yvuelta: es único.

Por eso las traducciones de la caridad fraterna son en sí mismas inaceptables para la sol idar idad marxista .

Ni cada hombre ni todos los hombres tienen derecho a la

vida en la ideología marxista. Lo que tiene derecho a vivir, loque da el derecho a vivir, es una colectividad parcial de la humanidad que porta la convicción de una felicidad universal en untiempo futuro.

Para que esta convicción permanezca pura y activa es preciso sacrificarle todo lo que no es conforme con ella, ya sea unpoco de cada ser humano, ya sea una parte de toda la humanidad.

Las mismas luces y la misma doctr ina ponen en entredichopara el cristiano cada una de las palabras con las que Jesucristo

expresa su ley, la i lustra, la concreta, la i lumina... Pero ello noestá exento de riesgo ni de dolor.

Cada vez es más evidente que los dos mandamientos de lacaridad son la manifestación indiscutible de la voluntad de Diosrespec to de nosotros.

Obedecer , som eternos a sus exigencias, es c la ramente lo quese nos propone para glorificar a Dios en nuestro nombre y ennombre de nuest ros hermanos.

17 2 IV - VIDA APOSTÓLICA

Entonces es cuando caemos en la cuenta de la necesidad dela fe.

Para vivir la caridad del Señor necesitamos sólo la fe, perotoda la fe.

La fe, ese tesoro que hemos recibido,

4El canto fúnebre

de los pinos salvadores4

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un tesoro del que el mundo carece,y que debemos llevar con nosotros al mundo.

La fe, porque para cruzar nuestras fronteras, para adentrar

nos en el mundo que es nuestro prójimo, son inútiles todos losmapas; todo nuevo mundo es desconocido.La fe, porque todo lo que Dios no ha autentificado se

hace pesado y penoso, y no sólo no nos ayuda, sino que nosentorpece.

La fe, porque lo que ella dicees lo que tenemos que repetir,nada más,pero en su integridad,

aunque con otras palabras y en otra vida.

Gracias a las raíces de los pinos, la tierra de las Laudas

pudo defend erse del mar. La primera hilera de pinos estácon las raíces al aire y calcinada frente a las grandesdunas.

¡Basta, Tierra, ya hemos sufrido demasiado!;Venga el viento y devuelva a la marNuestros huesos colgados de las horcas de las raíces;Nuestros huesos bamboleantes

arrastrados cráneo abajoEn este abismo donde tú marcas los pasos

Oscuros y arduos de tus caminos divinos.Hubo un tiempo en que sonó una llamada;Fuimos elegidos de entre los bosques vivos,Y nuestros cuerpos arrancados al viento, jóvenes retoñosFueron injertados en unas planicies de sal.

¡Basta, marea; basta, olas ebriasQue vomitáis la espuma de vuestro oleajeSobre nuestro lecho resonante y claro!¡Basta, brazos; basta, ubres copiosas,Entrechocados por las mismas caricias!Venga el viento y nos devuelva a la mar.

4. La mayor parte de este poema simbólico se concibió y redactó a partir de 1927. Cerca de treinta años después, p reocupada por los problemas de lapresencia cristiana en medios no creyentes, Madeleine reanudó esta antiguameditación y le añadió las dos ú ltimas estrofas. Es digno de resaltarse que ellapresintiera, como una intuición y sin duda a partir de su propia experienciaespiritual, la originalidad religiosa de ciertos destinos apostólicos de excepción.

174IV - VIDA APOSTÓLICA

Para traducir irrompibles mensajesDurante tiempo y tiempoAnte mareas ávidas y crecientesHemos crispado el bosque donde perduran nuestros rostros.

Acribillados por la lluvia y las crueles tormentas

EL CANTO FÚNEBRE DE LOS PINOS SALVADORES 17 5

Erguidos y alzando nuestros rostros devastados,Habitamos playas inmutablesEncomendadas sin pesar a la arena impura.Nuestro amor detiene la catástrofe,Nuestra presencia llama al milagroDe una arena reducida a su segura rivera.

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Nuestros pálidos brazos frágiles y mortalesSe dislocaban como una alta lira.Y cuando unas manos nos traspasaron con hierro,

Golpeando hasta quebrar el fondo de nuestra carne,Nuestros corazones reventados olieron a cera.

Nuestros hermanos guardaban el reino del suelo.Bloques sin ruptura donde el esplendor y el silencioDejaban pasar la vida inagotable y densa;Nada se contraía de su base a su cuello.

Los bosques entretejidos de robles y arces,La dulce floresta donde susurran las fábulas,Están protegidos por la sombra de sus hileras.

Y en la paz de los prudentes cercadosLos grandes manzanos,

maquillados con hojas pintadas,Manchan de azul los trigos indiferentes.

Pero cuando bosques y florestas descansan de vivirEn esa cobardía legal del sueño,Cuando sacan fuerza y orgullo de verdearEn los sueños ornados de sol o de escarcha,

Frutos hechos de sal y de espumaCargan nuestros brazos repentinamente maduros.La noche se abate vigilante e insomne.Nuestras tercas frentes, iguales unas a otras,No soñaron obsesionadas por falsos soles.Observamos la sombra, y la sombra nos eleva.

Y redentores de arena tal como fue deseada,De la arena frágil amada del mar, arenaQue vuelve y se mezcla con la inagotable marea,Y la desposa en interminables noches.

Pero el sol sobre nosotros rompió dem asiadas ramas,Hemos luchado demasiado, hemos sufrido demasiado;

Venga el viento del mar y a él arrojeNuestros cuerpos despedazados, grotescos o trágicos.

La dulce duna de arena redimidaCompartirá vuestra seguridad,Sabias florestas, raíces fraternales.Nosotros, redentores que hem os sufrido demasiado;Nosotros, los vencidos de la arena y del mar,Retornamos al oleaje eterno.

agosto 1927

Sobre el océano de los días de juego cruel y claro,Con los pinos dolientes se alzaron unos hombresAtraídos por la misma llamada, que se entregaron sin fingirA salvar a los errantes que avanzan hacia el mar.

Resistieron largo tiempo, tercos y solitarios.Los afligidos durmieron en sus brazos voluntarios,Crucificados sin cruz han sufrido mucho tiempo.

Bien supieron llorar; bien supieron callarse.No reclamaron la casa paternaPues creían sólo en los caminos que el desierto engendra.

Pero cuando fueron fijadas las arenas para sus hermanosEn las riveras redimidas de las tierras eternas,Vencidos, los redentores se lanzaron a la mar.

junio-julio 1955

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182 IV - VIDA APOSTÓLICA

Condiciones favorablespara restablecer la autenticidad de la fe

La eficacia cristiana da gloria a Dios.En un medio ateo, todo parece conjurarse para que esta efi

cacia goce de unas condiciones excepcional y visiblementefavorables. Sin embargo, la lectura de dichas condiciones no

MISION O DIMISIÓN 183

to y absoluto. Lo que aquí nos indican com o obligación fundamental lo seguirá siendo en los demás lugares.

Y lo que aquí y ahora es relativo, cambiante y circunstancial,seguirá siendo en otros lugares o mañana circunstancial, cambiante y relativo. Y para que de todo ello quede lo que deba subsistir deberá haber cambiado en otros lugares o mañana.

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parece depender más que de la situación del que evangeliza.Ahora bien, aunque la fe, de por sí, no cambie, no progrese,

no evolucione, y aunque nosotros seamos incapaces de aportarmejora o perfección alguna a la vida eterna que ella nos proporciona, sí nos hace susceptibles de vida eterna sin dejar cada unode nosotros de ser íntegramente seres humanos.

La fe en Jesucristo es necesariamente una fe recibida y vivida por alguien; hay que recibirla y vivirla en cada «aquí» de latierra y en cada «ahora» del tiempo.

La fe vivida, la fe convertida en vidas cristianas, debe sernecesariamente una y no ser nunca uniforme. Lo que la haceinvariable e inquebrantable la destina al mismo tiempo a la

diversidad y al movimiento.Si el hecho de evangelizar nos revela la existencia de unascondiciones favorables para la vida cristiana en el mismo lugaren que habíamos visto unas condiciones adversas, es porque elevangelizar nos impone una óptica, nueva para nosotros, en laque la vida sobrenatural se restablece en las leyes reales de superspectiva.

Al mismo tiempo que descubrimos la ateización de nuestroprójimo, descubrimos también que, junto a él, la evangelizaciónes una exigencia del amor.

Hacemos de nuevo este doble descubrimiento sin a priori.No estamos acostumbrados a esta situación dramática ni cansados de la llamada que constituye para nosotros. La fe nos enseña entonces, en función de ellos y en función de nosotros, laperspectiva eterna de estos hechos, su carácter absoluto y surelatividad.

Pero las leyes que así nos enseña la fe no son, en el caso deun medio ateo, leyes ocasionales. Lo que aquí nos señalan comoabsoluto, cierto y necesario será en todas partes necesario, cier-

Condiciones favorables para restablecerla integridad de la fe

La mentalidad atea es una mentalidad sin Dios. Para ella, Diosha dejado de ser objeto de agresividad, de desprecio o de curiosidad. Sólo subsiste a título de auténtica mentira.

Dios sólo interesa a un medio ateo en cuanto fe. La fe no es,en un mundo ateo, un síntoma divino que hay que eliminar paradar al traste con D ios, sino un fenómeno humano históricamente periclitado. Si es preciso eliminarlo, es por los hombres a los

que retarda y mutila en cuanto a su eficacia contemporánea. Elenemigo de los ateísmos contemporáneos no es Dios, sino elcreyente y, en el creyente, su fe en Dios.

Un medio ateo nos es contradictorio en la medida en quecreemos en Dios; es una cuestión viva en contacto continuo connosotros. Sus empresas, sus búsquedas, sus realizaciones, nosponen constantemente en tela de juicio; ponen en tela de juicioal hombre creyente, en contra del cual parece ir el sentido de lascosas. Desconcertado, uno se pregunta enseguida: «¿Para quésirve la fe?; ¿qué es creer?».

Estamos desconcertados porque nos sentimos afectados enel centro mismo de nuestra debilidad respecto de una fe de laque no sabemos exactamente ni lo que es ni lo que no es, y respecto de la fe en Dios que apenas habíamos practicado, porquenos parecía un poco superflua.

Estamos desconcertados porque el ateísmo nos parece justoen su juicio sobre nosotros. Tomamos conciencia de serle antagonistas, porque nos hemos vuelto anacrónicos: residuos que hayque eliminar en el pasa do, con el pasado, sin otro futuro que co n-

184 IV - VIDA APOSTÓLICA

vertirnos en pasado. Todo ello afecta a nuestra mentalidad, perolo ignoramos: pensamos que la que se ve concernida es la fe.

Si hay una prueba de la fe que se sufre en vivo, es ésta.Como una prueba de laboratorio que opera la selección entre dosrealidades confundidas, pero extrañas la una a la otra. Peroentonces, para recuperar la integridad de nuestra fe, es precisoque se restablezca su campo visual. Sin duda, no es imposible,

MISIÓN O DIMISIÓN 185

Dado que las características de nuestro prójimo hacen de laevangelización una necesidad indiscutible para nosotros, ya nose trata de poner en duda el apostolado, de ver en él el parásitosiempre posible de una vida interior de la que se haría un fin ensí misma.

El «amarás al Señor tu Dios» y el «amarás a tu prójimocomo a ti mismo» nos aprisionan entre dos imperativos que no

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pero si la voluntad de evangelizar ya se ha apoderado de nosotros, la fe probará lo que es para nosotros a medida que sea expe

rimentada. Se vuelve totalmente activa en nosotros, porque estáreacc ionando cont inuamente .

En nosotros y fuera de nosotros, su propio dinamismodesencadena su propia eficacia. De este modo, aprendemos«sobre la marcha» qué es la fe y para qué sirve.

Para ayudar a comprender lo que quiero dec ir y fundamenta r lo , pondré dos e jemplos:

Una vida interior sana

En un medio ateo, la vida interior vuelve constantemente a unasrealidades que exigen ser creídas, no imaginadas; realidades a lasque sólo tenemos que adaptarnos sin tener nada que añadirles.

Vuelve sin cesar a ser la práctica de lo más íntimo que hayen nosotros de la vida sobrenatural —no una vida espiritualrepleta de intelectualismo—; a ordenarse en relación a la realidad de Dios.

Sigue siendo para nosotros interior, pero deja de ser intros

pectiva.Las autopsias pueden ayudar a aprender medicina, pero nopueden enseñar a vivir. Comprendemos que vivir ante todo ysobre todo la vida interior es empeñarnos en vivir una disecciónanatómica, en vivir aisladamente la respiración o la circulaciónseparadas de las demás actividades vitales.

Descubrimos que la vida interior es sólo, pero necesariamente, el aspecto íntimo de la vida, de su economía, de su dinamismo, de su eficacia.

pueden ser inconciliables, ya que constituyen la ley fundamental de nuestra vida, y nos obligan a una acción ineluctable, a un

trabajo que es indispensable hacer.Nos fuerzan al acto de evangelizar, a un trabajo en el que

nada nos per tenece , pero en e l que todo debemos hacer lo nosotros en la tarea evangelizadora.

Esto hace que la vida interior se ilumine para nosotros comolo interior, el fondo de la vida; no sólo de sus actividades, de sumovimiento, sino también el fondo de una vida en plena madurez, de una vida que hace su trabajo, que produce su eficacia.

Las exigencias de la fe están por fin reunidas y nos unen, yano nos dividen.

Realismo de la fe

El «celo del neófito» es el fruto directo de la fe del neófito.Ahora bien, la fe del neófito es la que tenemos que anunciar y,por tanto, no perder de vista, porque, en definitiva, es la que vaa guiar y a fortalecer nuestra manera de vivir.

Por ella —a la que los no creyentes nos impiden quitarle los

ojos de enc ima— comprendemos lo que e l baut ismo ha hechode nosotros; el germen que ha depositado en nosotros se desarrolla sin ser sofocado, violentado o camuflado por gérmenesparasitarios que confundimos con él.

Como en la mayoría de esos medios el ateísmo es una ignorancia total, para evangelizarlos hay que hacer una evangelización total.

Esto mismo —es dec ir , la evangel izac ión misma— nosayuda a no perder de vista ningún aspecto de las realidades fun-

186 IV - VIDA APOSTÓLICA

damentales de la fe. Y también nos hace tener presente el terreno inquebrantable por e l que nosotros mismos debemos caminar. Tenemos muchas más facilidades que en otros lugares parano perdernos n i desviarnos.

Las leyes de nuestra vida física no cambian ni con el lugaren que nos encontremos ni con lo que hagamos. Y nosotros losabemos. Sabemos que nuest ra v ida es una rea l idad, y que esta

MISIÓN O DIMISIÓN 187

nota de 1962

La fe es realismo; somos nosotros quienes solemos hacer de e l launa abst racc ión, y nos equivocamos.

Hacemos de ella un arte... abstracto de vivir, una teoría filosófica o un sistema de pensamiento; hacemos de ella ideas o noshacemos una idea de ella. Ahora bien, se trata de una ciencia

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realidad sólo se atiene a unas leyes reales.Estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos estamos

y lo hacemos porque estamos vivos; y para vivir es precisocomer, resp ira r y dormir ; es absolutamente impresc indible .¿Cómo resp ira r , comer y dormir? Eso depende de l lugar en

que nos encontremos y de lo que hagamos. Habrá regímenes devida que convengan a ciertos climas, y otros, a ciertos trabajos.El lo dará como resul tado obl igac iones loca les o profesiona les;pero serán obl igac iones, no necesidades.

Al llegar a un medio no creyente, se nos enseñan a la vezdemasiadas cosas relativas, variables, facultativas... , y no estamos bastante seguros de lo que es cierto y necesario.

Para saber vivir, comer, dormir y respirar, la mayoría noempieza hac iendo estudios de b io logía o de f is io logía . Unaautopsia sólo enseña a vivir indirectamente.

La formación cristiana que necesitamos es aprender a vivirv iv iendo, ac tuando, t raba jando. . . Aprend er a l mismo t iempo q ueel cuerpo es más que el vestido y la vida más que el alimento.Aprender a creer como de niños aprendimos a vivir.

Si creer es aprender a vivir, podemos haber aprendido enVendée y no esta remos desconcertados si vamos a v iv i r aBillancourt o a la Bourse. En consecuencia, sabemos lo que

ser ía sobrena tura lmente insensa to para nosotros.No se nos ocurrirá hacer actos de dementes: querer trabajar

con los codos y no con las manos; obstinarnos en vivir sin comero, como el loco del cuento, intentar pintar en el techo «manteniendo e l equi l ibr io».

Por haber practicado este equilibrio altamente espiritual espor lo que algunos cristianos se han tambaleado o han caído entantos medios no c reyentes.

práctica: el «savoir-faire» de la vida, aquí y ahora.Nos equivocamos continuamente sobre ella: no existe la fe

en estado puro; la fe es para un hombre, para una vida de hombre, para consagrar esta vida de hombre, en Cristo, a la salvaciónde todos los hombres; para consagrar esta v ida de hombre , en laIglesia, a la salvación del mundo entero.

La fe está en el t iempo y para el t iempo; el t iempo en queestá en juego esta vida de hombre. Podríamos decir que la fe ese l amor de Dios compromet ido en e l t iempo; la fe es e l compromiso tempora l de l amor de Dios.

Y, t ra tándose de nuest ro t iempo, sólo v iv i remos vigorosamente la fe si su actividad nos ilumina y nos fortalece en lo

momentáneo, lo instantáneo y lo inmedia to .Y es que la fe es para la caridad. La vida que ella transfor

ma desde el interior es, precisamente por ello, una vida quemanifiesta y realiza el amor de Dios, que lleva el amor de Dioscomo el árbol l leva sus frutos, y en la que los dos mandamientos son inseparables e indivisibles.

7La fe y el tiempo

LA FE Y EL TIEMPO 189Dos ejemplos: «amarás a tu prójimo» y «le amarás con todas

tus fuerzas».

«Amarás a tu prójimo»

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Jesús nos dice a cada uno «palabras de vida eterna»,en nuestro tiempo y para nuestro tiempo, hoy para hoy

Las palabras de Cristo «no pasan», pero nos están dirigidas personalmente en una condic ión humana que sí pasa .

La llamada de Cristo sigue siendo la misma para los cristianos del mundo entero y de todos los tiempos. Pero cada cual esinterpelado en el lugar y en el momento en que se encuentra, ensu propia vida y en su propia piel.

Los mandamientos de l Señor son inmutables y exigen de los

hombres un mismo corazón nuevo; pero ese corazón sólo puedelatir con nuestro viejo corazón, en nuestra historia personal y ene l momento de nuest ra evoluc ión humana en que nos encontremos .

La fe no se vive fuera de situaciones y acontecimientos cambiantes y móviles. La caridad que «no pasará» trabaja el mundoa través de actos tan pasajeros como él y que se adaptan a suevoluc ión.

Ante la llamada de Jesucristo, no existe «la» buena respuesta, la respuesta tipo. Para cada cual y cada día hay un a buena

respuesta .De ahí la diversidad y la movilidad necesarias de los actosexigidos por una misma fidelidad al Evangelio. Esto es algo queolvidamos cont inuamente y ac tuamos con to ta l buena voluntad,como si toda una parte de nuestra manera de actuar fuese «escuchada» de una vez por todas, como si algunas palabras delEvangel io hubiesen rec ib ido como t raducc ión de sus exigenciasuna traducción propia de un lugar o de una época.

7. Nota redac tada para sus equipos . 1962.

Por supuesto , se s igue entendiendo que «prój imo», hoy comosiempre , designa a todo hombre vivo sobre la tierra; como siempre , se nos p ide que seamos verdaderos hermanos amando deverdad y concre tamente a todos cuantos estén cerca de nosotros.Pero lo que ha cambiad o es la rea l idad m isma de la proxim idad:está cerca aquel a l que conocemos y podemos tocar ; está cercaaquel que carece de algo, y nosotros lo sabemos; está cercaaquel cuya vida ha entrado en contacto concreto con la nuestra.

Las d imensiones de l p rój imo han sufr ido una t ransformación inaudita entre el siglo xvm y hoy. Ahora bien, solemosseguir ac tuando como si tuviésemos por prój imo a quien lohabría sido antes de que algunos confines de la tierra se acerca

ran a nosotros tan incre íb lemente .Esta toma de conciencia ha trastocado puntos de referenciaen los que yo me basaba para elegir y actuar. Así, todo lo quecoincidía con el amor al «pequeño prójimo» de antaño tenía quehacerse sin discutir, y todo lo que no fuera dicho prójimo requería, para que yo lo tomase en cuenta, una llamada, un signo, unaindicac ión.

Por el contrario, si los congoleños, los argelinos y los polacos son mi prójimo de pleno derecho, no necesito signos parasaber que les debo lo que debo a unos hermanos en la medida de

mis posib i l idades.

«Con todas tus fuerzas»... todo lo que puedas

La misma esclerosis se presenta en la traducción de las palabras:«fuerzas», para mí y para otros, quería indudablemente decirfuerzas físicas, morales, intelectuales, sobrenaturales...; todoslos aspec tos que , en un m omen to u o t ro , se han ido i luminando:la lucha contra la pérdida o el derroche de las fuerzas, toda la

190IV - VIDA APOSTÓLICA

gama del servicio a Dios, desde la parábola de los talentos hastala de la higuera estéril.

Pero en el inventario figuran poco o nada las fuerzas propiasde un hombre vivo en la Francia de hoy, lo que puede hoy y nopodía ayer el poder humano contemporáneo. Los mismoshechos que modifican nuestra proximidad a los hombres vivos

LA FF. Y LL TIEMPO 191

Ahora bien, esos nuevos confínes del mundo, lo nuevo delmundo de hoy, lo que aparece como novedad de la creación deDios, sirve para difundir el Evangelio de la no-criatura, la negación de la creación, la ignorancia de Dios Creador. En el sentido del mundo y en el mundo, se ha invertido el sentido del hombre. Todo lo que en la Iglesia es misión de adoración, de reden

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hoy, modifican nuestras posibilidades de acción. La fronteraentre lo posible y lo imposible se ha desplazado, aunque nosiempre ha sido m odificada en nuestros mapas.

Todas «nuestras fuerzas», nuestras fuerzas de siempre y deho y deben servir al impulso fundamental dei Evangelio, a sumovimiento específico: el movimiento de la propia vocacióncristiana.

«Ven... sigúeme... id... como mi Padre me ha enviado, así osenvío yo; allí donde yo esté, estaréis también vosotros.Anunciad el Evangelio hasta los confines del mundo... Lospobres serán evangelizados»...

«Ven» en la libertad del corazón: paso único, inicial, paracada cristiano de todos los tiempos y del mundo entero.Respuesta personal y libre a la llamada personal de Jesucristo.Paso interior que es siempre el mismo.

Pero Jesucristo, que permanece en nosotros, habita entrenosotros. Habita singularmente bajo la apariencia del desnudo,el hambriento, el cautivo, el extranjero, el vagabundo... Bajoestas apariencias, en la historia del mundo, hay alguien indefinidamente «desplazado»; y quien se una a él o le siga se convierte en «desplazado» con él.

Por eso la Iglesia debe estar allí donde él esté. Además, laIglesia ha estado desplazada durante toda su historia por la violencia constante que le han hecho los acontecimientos; siempre«orientada», pero continuamente «desviada» de los itinerarioslógicos por los éxodos del pueblo de los pobres y por los sobresaltos del mundo.

La Iglesia, de por sí, se siente atraída por los confínes de latierra que, mientras unos van acercándose, otros van descubriéndose. La extensión del conocimiento no hace retroceder losconfines de la creación, sino, para nosotros, los de lo creado.

ción, de evangelización, no puede sino inclinar invenciblementehacia esos nuevos confines del mundo donde, a toda costa, debeir la Iglesia.

«Anunciad el Evangelio a toda criatura

En el hombre, criatura de Dios, en la humanidad, creación deDios, las realidades desconocidas ayer se descubren hoy. Lamayor proximidad y la multiplicación de las relaciones han desvelado la prodigalidad de Dios Creador hacia nosotros los hom

bres, tan variados y tan diversamente capacitados, superando portodas partes una escala de diferenciación basada en la mayor omenor evolución de una figura humana prototípica. La Iglesianecesita llevar viva en sí misma esta inmensa variedad, porquesin ella su cuerpo estaría como inacabado, y la glorificación quedebe a Dios estaría incompleta. El Evangelio no tendría laresonancia en el seno del mundo a la que tiene derecho y quesólo puede darle «una inmensa multitud de tribus, pueblos ylenguas».

De ahí la necesidad de revisar continuamente lo que pensamos de nuestras opciones personales en relación a nuestrodestino.

Solemos actuar como si la Providencia sólo tuviese relaciones violentas con nuestro destino, como si sólo actuase bajo lapresión de las circunstancias y las convulsiones de los acontecimientos.

De algún m odo, pensamos que el abandono a la Providenciaconsiste en dejarnos trabajar por tales acontecimientos y cir-

192 IV - VIDA APOSTÓLICA

cunstanc ias, s in pensar que también ellos deben ser trabajadospor nosotros, que debemos desarrollar en ellos nuestra tarea deayudantes, y que esto también forma parte de la Providencia.

Las noticias del mundo, sea cual sea la vía por la que nos llegan —prensa , radio , re lac iones. . .—, no deben ser para nosotrosmeros hechos que tenemos que conocer , una espec ie de car te les

LA FE Y EL TIEMPO 193

No esta r —o no procurar esta r— dispues tos a seguir el r i tmode los tiempos es hoy, respecto de Dios, un robo, y respecto dela Iglesia, el más dañino de los sabotajes. Para que una cuartapar te de la humanidad siga muriendo de hambre , son necesar iostodos nuest ros minúsculos y c rue les consent imientos. La «apos-tasía» de la clase obrera es sin duda resultado de los innumerables pequeños hurtos e incontables f raudes comet idos por c r is

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que encuentran en nosotros un público interesado y a veces inteligente. Frente a ellas, deberíamos ser lo que somos en la venta

nilla de la lista de correos, en la que vemos el reverso de lossobres sabiendo que nuestro nombre debe estar escrito en uno ovarios de ellos, que cada uno puede ser un «asunto que nosconcierne».

Ser capaz de hacer, de cerca o de lejos, lo que debe serhecho, estar dispuesto a ser capaz de hacerlo, no tener un deberabsoluto que se oponga a un a le jamiento , a una empresa concre ta , es sent i rse concernido personalmente , convocado personalmente a actuar.

Pero hoy, ante la tremenda aceleración de los acontecimientos y las c i rcunstanc ias en que nos encontramos, conviene queestemos a le r ta , veamos ráp idamente lo que debemos hacer yvayamos de inmedia to adonde debemos esta r . Sin esta rap idez ,las intenciones más realistas pueden haber prescrito antes de quehayamos ac tuado, y puede que , cuando l leguemos a l escenariode un acontecimiento, se esté ya desarrollando en él otro acontecimiento distinto, a veces sin que ni siquiera lo percibamos.

Esta visión de las cosas debe conllevar que cada cual hagauna estimación desinteresada y objetiva de sí mismo: ¿de quésoy capaz?; ¿de qué podría ser capaz?

Conlleva también una preocupación por no estropear, nodejar que se pierda, no despilfarrar, lo que Dios nos ha concedido , porque ese acontec imiento , esa c i rcunstanc ia única y fugi t i va, es nuestro lugar, el nuestro y no el de otro, porque somosnosotros quienes debemos esta r ahí , no o t ros. Si estamos oc iosos, por inconscientes o por ciegos, no habrá tiempo de sustituirnos: las cosas van hoy demasiado deprisa.

t ianos demasiado ocupados por lo que hac ían para descubri r loque debían ser.

Este sentido del quehacer en los asuntos de Dios lo encont ramos en a lgunas parábolas evangél icas, y a veces nos desconcierta.

Estos fogonazos sobre a lgunos puntos concre tos puedenmodif icar p rofundamente a lgunas convicc iones prác t icas. A míal menos me las han modificado.

El prójimo que Dios nos da a través de las condiciones de lavida contemporánea es un prójimo de p leno derecho: t iene sobre

nosotros todos los derechos que el Evangelio concede a nuestroprój imo.

Desde el momento en que las personas se convierten en esteprójimo «cercano» a nosotros, no debemos esperar ni una iluminación interior ni un «signo providencial» para amarlas enconcre to como hermanos. Como tampoco tenemos que esperarnada para «amarlas con todas nuestras fuerzas» —con los únicos límites de las auténticas imposibilidades morales o prácticas—, para amarlas efectiva y concretamente, no sólo con todo

lo que podemos, con todo aquello de lo que somos capaces, sinotambién con todo lo que podríamos, co n todo aquello de lo queseríamos capaces si desarrol lásemos en nosotros de te rminadascapacidades, si nos sirviéramos de medios más aptos y eficaces,si util izásemos el excedente de las fuerzas puestas al servicio delos hombres de hoy.

No se trata de pulverizarnos y arrojar nuestras cenizas sobreel universo. Pero en cada uno de nosotros influyen situaciones,

194 IV - VIDA APOSTÓLICA

relacione s, estados de hecho , y con mucha frecuencia informaciones y acontecimientos que nos ponen en contacto con uno delos sectores del mundo a los que más se dirigen Cristo, suEvangelio y su Iglesia.

Que el Evangelio se viva y, por lo tanto, se anuncie allídonde los pobres se concentran en pueblos, naciones y continentes debe constituir nuestra urgencia, porque es una urgencia

8Un cristianismo

traicionado por nosotros*

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permanente, y la Iglesia no puede desatenderla sin desvirtuarse.

No voy a hacer una exposición sobre el comunismo ni a hablarde sus aspectos filosóficos, sociológicos o económicos; se tratade cuestiones que tienen un gran interés, pero sería incapaz dehablar de ellas, porque no tengo conocimientos suficientes. Porotra parte, son objeto de numerosos estudios. Diversos librospueden enseñarnos esos aspectos del comunismo o, más sencillamente, informarnos.

Hablaré de los hombres comunistas. No del «hombre com unista», «idea general» que no se encuentra en la calle; no detodos los comunistas —no pretendo que pasen ustedes el telónde acero—, sino sólo de personas que son comunistas y queviven en Francia; lo únicos que yo conozco, ya sean franceses,italianos o españoles.

Pero, al hablar de estos comunistas, hablaré de personas quedesde hace treinta años son, casualmente, mi prójimo inmediato.

Pienso, pues, que les debo más que un simple reportajeamistoso sobre las características de los medios comunistas,sobre algunos rasgos psicológicos o morales frecuentes en loscomunistas. Quiero, a través de este reportaje, ver en los comunistas al prójimo.

Un prójimo tan real como enorme, un prójimo al que amar,un prójimo al que evangelizar.

Quiero, de paso, hablar de la «condición cristiana» en contacto con un prójimo comunista.

8. Notas escritas para una conferencia dirigida a un grupo de sacerdotesen Champrosay en junio de 1964. Omitimos algunos pasajes demasiado esquemáticos para poder ser publicados. Se indican con puntos suspensivos.

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198 IV - VIDA APOSTÓLICA

Cristo nos ha legado el respeto por esta esperanza y nos haencomendado su rea l izac ión. No los ha separado de l Evangel iode la Esperanza. Se ha dirigido a esa esperanza para anunciar suEsperanza .

Pero nosotros hemos olvidado y prác t icamente desprec iadoesa esperanza ; hemos hecho como si la Esperanza la anulase .

Hemos olvidado que la pobreza no es una espec ie de pr iv i

UN CRISTIANISMO TRAICIONADO POR NOSOTROS 199

timonio. Allí donde dejamos el amor fraterno bajo el celemín, elcorazón de los hombres ha esperado y deseado la fraternidad, yel «uno para todos» y «todos para uno» de los comunistas se haescuchado como la señal de esa fraternidad.

El comunismo nació y se desarrolló en países en los que lamayoría de las personas eran cristianas, pero donde las condic iones de v ida negaban de hecho e l Evangel io de Cristo , donde

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legio fatal concedido a algunos para asegurarles el Reino de loscielos; sólo es un privilegio cuando hace al hombre más libre, no

cuando le aniquila con la miseria; en los pobres es un privilegioque se nos propone que compartamos, al compartir con ellos loque t e ne mos .

No sólo hemos olvidado que Cristo nos quería ante él pobresentre los pobres, s ino que también hemos olvidado a los pobresy los hemos considerado hermanos a le jados con los que nosencontrar íamos en la v ida e te rna .

Hemos olvidado que la pobreza de espíritu, nuestra pobrezafundamental ante Dios, la que posee el Reino de los cielos, correel gran riesgo de ser un mito si no va acompañada por el espíri

tu de compartir, sean cuales sean los actos que este espíritu exijade cada uno de nosotros.

Hemos olvidado que sin este espíritu de compartir, tanto lavida como los bienes, no podemos ser testigos del Cristo enviado prioritariamente a los pobres; no podemos anunciar elEvangel io de la pobreza de corazón.

El corazón de los pobres esperaba este Evangelio. Y cuandolos comunistas alzaron la voz, los pobres creyeron que era laBuena Nueva .

El corazón humano está hecho para la fraternidad humana.

Cristo nos dijo; «Sois todos hermanos». Nos dejó estas palabraspara que las viviéramos. No nos legó una ideología o un sistemade fraternidad.

Seguimos siendo hermanos reales de todos; es un hecho anteel cual no podemos nada, pues Dios nos ha creado así.Pero hemos vivido como traidores, hermanos falsos o maloshe rma nos .

El amor fraterno es la realidad visible del amor del Padreinvisible. Inseparable de ese amor, constituye su signo y su tes-

las relaciones humanas negaban su ley de la fraternidad. De esospa íses par t ie ron los apóstoles de l comunismo para una conquis

ta ideológica de l mundo.

Las circunstancias de la fe en un medio comunista

He vivido treinta años, es decir, la mitad de mi vida en una ciudad comunista , en contac to casi constante con comunistas. Estost re in ta años me han l levado a hacer d iversas consta tac ionessobre la vida cristiana en este medio.

No hace mucho t iempo aún pensaba que estas consta tac iones sólo eran válidas respecto de los comunistas. Hoy estoy persuadida de que estas constataciones pueden aplicarse a la mayoría de los medios ateizados que existen o se están constituyendoen 1964.

En un medio comunista, la vida cristiana se ve puesta aprueba. Los medios comunistas tienen la reputación de ser peligrosos para la fe, y los hechos parecen probarlo.

Sin embargo, si la fe no pudiera vivirse donde no ha sidoanunciada , se r ía absurda .

Lo que no ha resistido no ha sido la fe, sino una vida de feadulterada, debilitada y tediosa; una vida de fe vivida demasiado tiempo entre cristianos, en la que se encuentran mezcladas fey menta l idad, hombre honrado y hombre c r is t iano.

En un medio comunista, la vida cristiana se ve obligada avivir la condición de la Iglesia militante, la condición misma dela fe; la fe que nos hace amar al mundo hasta dar nuestra vidapor él; la fe que es siempre extraña para el mundo, con frecuenc ia enemiga de l mund o, a menudo rechazada por e l mund o; la fe

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Quinta ParteLa oración

El cristiano espera de Dios... aquello por lo quetrabaja con todas sus fuerzas, y .vw.v fuerzas no

pueden lograr. Pide a Dios que se haga su voluntad; espera de Dios que venga su reino. La oración es para él la energía de la acción.

(Le chrét ien un homme insól i to, p . 123)

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206 V - LA ORACIÓN

En nosotros se realiza el sacramento de tu amor.Nos unimos a ticon toda la fuerza de nuestra oscura fe;nos unimos a elloscon la fuerza de este corazón que late por ti;te amamos,los amamos,

LITURGIA DE LOS SIN OFICIO 207

Alrededor de !a plaza estarántodos los vendedores de ilusiones,los vendedores de falsos miedos, de falsos deportes,de falsas acrobacias, de falsas monstruosidades.Venderán sus falsos medios de matar el verdadero hastíoque hace parecerse a todas las caras sombrías.Haznos exultar en tu verdad y su sonrisacon una auténtica sonrisa caritativa.

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para que de todos nosotros se haga una sola cosa.

Atrae todo hacia ti en nosotros...Atrae al viejo pianista que olvida dónde se encuentray toca por el placer de tocar bien,a la violinista que nos desprecia y vende cada golpe de arco,al guitarrista y al acordeonistaque hacen música sin saber amarnos.Atrae a este hombre triste que nos cuenta historiassupuestamente alegres;atrae al bebedor que baja tambaleándose

la escalera del primer piso;atrae a estos seres desplomados, aislados detrás de una mesay que sólo están ahí por no estar en otro sitio;atráelos en nosotros para que aquí te encuentren,a ti, el único con derecho a tener piedad.Dilata nuestro corazón para que quepan todos;grábalos en ese corazónpara que queden inscritos en él para siempre.

Luego

nos llevarás a una plaza atestada de barracas de feria.Será media noche o aun más tarde.Sólo se quedarán fuera aquellos cuyo hogar es la calle,cuyo taller es la calle.Que los estremecimientos de tu corazón oculten los nuestrosbajo el pavimentopara que sus tristes pasos anden sobre nuestro amor,y nuestro amor les impida hundirse aún másen la espesura de! mal.

Más tarde,tomaremos el último metro.Habrá gente durmiendo.Estarán m arcados por un misterio de pesar y pecado.Sobre los bancos de las estaciones casi desiertas,obreros m ayores, agotados, sin fuerzas,esperarán que los trenes se detenganpara trabajar en la reparación de las avenidas subterráneas.

Y nuestros corazones irán dilatándose,

cada vez más abrumadospor el peso de los múltiples encuentros,cada vez más abrumados por el peso de tu amor,Llenos de ti,poblados de nuestros hermanos los hombres.

Porque el mundo no siempre es un obstáculopara orar por el mundo.Si algunos deben abandonarlo para encontrarlo

y alzarlo hacia el cielo,otros deben sumirse en élpara alzarse,pero con él,al mismo cielo.En lo profundo de los pecados del mundoles das una cita,sumidos en el pecadoviven contigo un cielo que les arrastra y desgarra.

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210 V - LA ORACIÓN

Cuando no había carre te ras, y menos aún automóvi les, sepodía andar por cualquier sitio sin peligro de ser atropellado;pero hace ya mucho tiempo que los coches circulan por lascarreteras y, sin embargo, la muerte por atropello no se ha convertido en una plaga de la humanidad, porque los peatones andarnos por otros lugares, y el peligro de ser atropellado no ha sidopara los hombres una razón suficiente para renunciar a caminar.

Es verdad que hoy no se puede orar «como» antes, a menos

PRIMER GRUP O DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 211

La oración y la fe

Pero estamos baut izados. Hemos rec ib ido la fe . Para nosotros,creer no es aceptar una «creencia», sino que tener fe, creer enJesucristo, es vivir de la vida de nuestro Dios. Dios, comoCreador, en cierto modo nos resultaba inaccesible, tanto en suproximidad como en su t rascendencia . El baut ismo nos h izohi jos suyos; seguimos estando igua l de incapac i tados, pero

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de estar en un monasterio o en ciertas situaciones vitales excepc iona les.

No por ello tenemos que dejar de orar, pero hay que hacerlo de otro modo, y es ese otro modo e l que debemos descubri r .

La oración y el ser humano que somos

Bastaría con creer que Dios existe, con creer en lo que él es,dado que se trata de Dios, para que entregarle nuestra vida fueradesproporc ionado, no por exceso, s ino por defec to .

No parece que sin orac ión —seamos o no cr is t ianos— sepueda medir la infinita distancia que existe entre el minúsculoser que nosotros somos y nuest ro Creador . Y no parece quepueda adquirirse una sana noción de lo sobrenatural sin efectuarde a lgún modo esa medic ión.

Si no lo hacemos, a nuestra adoración le faltará siempre unaespecie de gratuidad: la del infinitamente pequeño y pobre quese regocija de una grandeza y una magnificencia de la que elúnico reflejo vital que él posee no le permite regocijarse por símismo, no le permite enorgul lecerse .

Si no tenemos esta base, nuestro deseo de ser humildescarecerá de v igor . No comprenderemos que lo que denominamos «humil lac iones rec ib idas de los demás hombres» no sonmás que menudencias que pesan sobre o t ras menudencias,mientras que toda nuestra vida debería gritar su justa humildadante Dios, ante el esplendor de un Dios lo suficientemente poderoso como para crear lo ínfimo, lo bastante clarividente comopara no perder de vista esta extrema pequenez.

somos «de su raza».Para nosotros, este contraste es desmesu rado. N uestra razón

recoge sus té rminos, pero no puede comprenderlo . Pero la fe sesume y se adentra en este miste r io ; sabe de qué modo somosamados, mientras que nosotros sólo sabemos que lo somos. Estaadhesión a lo que la fe conoce, la sintonía de nuestra voluntadcon lo que e lla nos da a conocer a grandes rasgos, só lo podem oshacerla realidad en la oración.

Sin orac ión no podemos desear s inceramente la humildadde esp ír i tu , porque ni s iquiera sabremos qué es.

En la oración percibiremos, si se lo pedimos firmemente a

Dios y además ap l icamos a e l lo nuest ra «cabeza», la considerable diferencia que existe entre lo que el espíritu humano másgenial puede conocer y lo que conoce la fe en su oscuridad. Sólola oración puede enseñarnos de veras hasta qué punto es ignorante nuest ro esp ír i tu en sus momentos de máxima luc idez .

La oración de la Iglesia

La Iglesia ha sido hecha para lo que somos: carne, espíritu y gracia. Todo lo que en ella es gracia desemboca en el misterio. Todolo que en ella es visible y tangible nos propone actos de fe.

Sin oración, la Iglesia correría el riesgo de ser para nosotrosun cuerpo social, no el Cuerpo Místico de Jesucristo: una especie de ejército para el combate espiritual, en el que cada cualt iene su grado, no este cuerpo de l que «somos miembros», consus relaciones, su orden y sus valores vitales.

212 V - LA ORACIÓN

Sin oración no sabremos hasta qué punto la obediencia aunas leyes vivas es diferente de la disciplina.

Sin oración nos resultará difícil que la Iglesia sea Jesucristo.No percibiremos a qué intercambios somos invitados en ella; losin te rcambios entre nosotros y los demás son siempre Jesucristoyendo a Jesucristo o v in iendo de Jesucristo .

Sin oración no viviremos la Iglesia; no viviremos de ellacomo se puede vivir del discurso de después de la Cena y de la

PRIMER GRUPO DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 213

La oración de una vida secular

La oración de una vida secular es, a t í tulo oficioso, una funciónpúbl ica .

Hay tantos ambientes privados de creyentes y, con mayormotivo, de adoradores que , aunque sepamos que la orac ión cr ist iana es por todos los hombres, aquel los a quienes tocamos yvemos tienen en ella un peso especial.

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oración sacerdotal.

Sin oración no distinguiremos el amor fraterno al infiel deesa especie de amor forzado que es la unidad de un solo cuerpoy con e l que debemos amarnos los c r is t ianos.

Sin oración, la Iglesia podrá darnos todos los tesoros que lepidamos: la vida de Dios en el bautismo, la sangre de Cristo enla penitencia, Cristo entero en la comunión, la unidad selladacon sangre de todas las misas y su sacrificio interminable; todoello nos será dado, pero, sin oración, sólo conservaremos unaparte .

Sin oración podremos ser «sabios» en la doctrina de la

Iglesia o en algún punto determinado de ella, los habremosaprendido y retenido, pero no lograrán hacernos vivir mejor.

La oración y el Evangelio

Si el Evangelio es un libro, es para leerlo. Sin embargo, no bastacon ello; el Evangelio es un libro para orarlo.

Nuestra razón tiene un trabajo que hacer con el Evangelio.Pero nuestra oración tiene que recibir el fruto del trabajo que, através del Evangelio, Dios quiera hacer en nosotros.

Entre la lectura del Evangelio y nuestros pobres intentos deobediencia a sus ejemplos y preceptos se encuentra la oración.Sin e l la veremos como miopes y obedeceremos como servidores paralizados.

Y, sobre todo, sin oración, el Evangelio será palabras, perocorreremos el riesgo de no encontrar vivo al que habla, a aquelque nos arrastra y al cual seguimos.

Hoy, orar es el mayor bien que se puede dar al mundo.

La oración y nuestro amor

Porque de amor se trata. [...]Sin conocimiento , no hay amor posible , como tampoco es

posible s in gestos. Cada am or t iene gestos muy propios: los m ássencillos requieren tiempo. Una madre no acuesta a su hijomientras pela patatas. Un gran amor es casi siempre exclusivo;exclusivo porque no puede estar ausente de nada en la vida delamado, pero también porque quiere que algo de esa vida sea sólosuyo.

Sin orac ión, no amaremos a Dios con amor. Quizá seamossus servidores o sus combatientes, o incluso sus discípulos, perono seremos ni hijos amantes de nuestro Padre ni amigos o amantes de Jesucristo.

Sea cual sea la forma de la oración, a través de ella encontraremos al Dios vivo, al Cristo vivo.

Sea cual sea la base humana de donde parta, siempre deberá utilizar grandes fuerzas oscuras que alcancen a Dios en símismo: la fe, la esperanza y la caridad.

Sea cual sea el t ipo de oración del que partamos —rosario,oficio, reflexiones sobre tal o cual l ibro, sobre determinado actoo encuentro . . .—, desde e l momento en que nos or ientemos hac iaDios, las grandes fuerzas sobrenaturales estarán a nuestro servic io y, desde e l mome nto en que nos or ientemos verdaderamentehacia Dios, tendremos necesidad de ellas.

214 V - LA ORACIÓN

Y es que nuestra razón en este aspecto se agota enseguida.Debemos saber que allí donde nuestra razón se detiene, allíempieza la fe a avanzar y a conocer. Es algo tan maravilloso quepuede suceder que oremos, a jenos a toda ac t iv idad y sabiendoque la fe conoce a Dios como merece ser conocido, en nuestronombre y en nombre de muchos.

Tampoco importa rá demasiado que , como punto de par t ida ,hayamos hecho a lguna amarga consta tac ión sobre nosotros mis

PRIMER GRUPO DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 215

medio de la multitud. Si un cristiano sabe que debe orar endeterminados lugares —Jesús oraba en e l Templo—, debe sabertambién que puede hacer lo en todas par tes.

El sacrificio de la oración

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mos. Si no queremos permanecer anc lados en esta amargura ,

sólo la Esperanza podrá l iberarnos de e l la e impedirnos desearpara quienes amamos una felicidad que no sea la bienaventuranza .

Y poco importará lo que sirva de continente a nuestra oración: oración propiamente dicha, reflexión o acción; también ahít ropezaremos enseguida con nuest ra imposibi l idad de amar aDios a su manera, con su propio amor, con la caridad.

La Fe, la Esperanza y la Caridad son regalos de Dios que élda a quien se los pide. La oración que nos ponga en presenciadel Dios vivo, del Cristo vivo, será, por así decirlo, auto-reproductora . Al enseñarnos por qué amamos, nos forzará a pregunta rnos cómo amar.

Mucho más que la mujer amante , querremos ofrecer cadadía, cada hora de cada día, ese renuevo de sí mismo perseguidopor quien ama para ser siempre un don casi rejuvenecido, casinuevo. Seducidos por aquel al que sus enemigos llamaban el«Seductor» , desearemos parecemos a é l , reproduciendo ennosotros sus más mínimos rasgos, pensamientos y gestos. ¿Ydónde los aprenderemos si no es en la oración? Pues suelen ser

lo opuesto a nuest ro corazón.

Pero ¿cómo orar?

Cierto día, el Señor aconsejó a sus discípulos que cerrasen lapuerta para orar. Pero otro día les enseñó el Padrenuestro yendode camino y rodeados de gente . El mismo oró en soledad y en

La oración que en principio se nos pide es un sacrificio.Es un fragmento de tiempo que tiene por único fin serle

ofrecido a Dios.Este aspecto de la oración es fundamental para nosotros,

porque supone e l recuerdo en nuest ra v ida cot id iana de l hechode per tenecer a l Dios por quien pre tendemos haber op tado.

Visto desde este ángulo, orar es preferir a Dios.También es amar sin fa lsos pre textos a los demás; porque

Dios no tendría necesidad de nuestros sacrificios, de l sacrificioque, durante la oración, debemos ser, si no hubiera necesidad deredención: ya no somos inocentes, s ino redimidos cuya remisiónprác t ica está s iempre por comple ta rse .

Finalmente, es fortalecer en nosotros la voluntad de sacrificio sin la que el celibato, la obediencia y el valor ante el sufrimiento se debi l i ta rán .

Las convicciones sólidas en este aspecto nos permitiránencontrar cada d ía un t iempo concre to sólo para Dios. Siemprepuede haber razones autént icas para no encontrar este t iempo,en cuyo caso deben encontrarse o t ras soluc iones, por e jemplo,un tiempo semanal; o bien las razones son episódicas, y entonces es preciso reconocerlo claramente y no dejarse inquietar oturbar, pero no «ir t irando» cuando desaparecen las imposibilidades excepcionales.

Para lo indispensable, para lo necesario en la vida de quienes amamos o en nuest ra propia v ida , s iempre encontramos e lt iempo prec iso . Por eso , só lo encontraremos e l t iempo de orarposible para cada uno de nosotros s i lo consideramos necesar io .Es preciso, pues, averiguar en primer lugar por qué es necesarioencontrar t iempo para orar.

216 V - L A ORACI ÓN

La oración y la relatividad del tiempo

De las condiciones generales que las circunstancias de nuestrotiempo hacen sufrir a la oración, la más sensible y llamativa esesa espec ie de l imi tac ión espac io- tempora l .

Muchos contemporáneos nuest ros t ienen poco espac io ypoco tiempo libre. Tener poco espacio es una de las condicionesmás invariables de la pobreza de las zonas industriales.

Dado que queremos ser pobres, debe sorprendernos tener

PRIMER GRUP O DE NOTAS SOBRR LA ORACIÓN 217

Los respiraderos de la oración

Para ver los respiraderos capaces de restablecer nuestro contacto con Dios, necesi tamos de terminadas condic iones psicológicas. Deberíamos ser sensibles, en el plano de las modificacionescontemporáneas de la v ida colec t iva , a una t ransformación queprác t icamente ha cambiado la base misma de toda una par te deesta vida.

Los e jemplos insp irados en las re lac iones hum anas son bien

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espacio, no el no tenerlo; orar con un amplio espacio, no con un

espac io l imi tado.El trabajo de los hombres a los que denominamos «trabaja

dores» —aunque muchos o t ros a quienes no l lamamos así también trabajan— tiene la peculiaridad de que no sólo, como cualquier trabajo contemporáneo, invade la vida, sino que la fragmenta en func ión de sus propias necesidades, abandonando a lazar o a las veleidades de la voluntad la satisfacción de las necesidades de los hombres. Y una de esas necesidades es tener t iempo para su propia vida. Ser pobre, en muchas zonas, es trabajaren una tarea que no respeta el t iempo que una vida humana

necesita para sí misma.Si queremos ser pobres, no debe sorprendernos una c ie r ta

destrucción de nuestro tiempo y, sobre todo, de las reglas arbitrarias que lo rigen, ni de las condiciones también asfixiantespara la libertad práctica de la vida.

No nos hagamos ilusiones: las profesiones liberales o el trabajo asalariado devoran el t iempo; las primeras, de manera quepodemos e legir c ie r tas modal idades; e l segundo, s in que podamos expresar preferenc ias; en conjunto , d iezmando lo que sedenomina «t iempo l ibre»: e l t iempo en que somos l ibres.

De todo ello es fácil deducir que el cristiano cuya vocaciónno just i f ique «arrancar t iempo únicam ente para Dios» debe considerarse como totalmente incapacitado para orar.

Ahora b ien , re tomando con otros té rminos lo que dec íamosanteriormente, Dios no se tomó la molestia de crearnos para después permitir que estemos, respecto de él, asfixiados.

Nuestro t iempo t iene sus propios resp iraderos; a nosotrosnos corresponde descubri r los y u t i l izar los.

conocidos porque se c i tan a menudo. Otros e jemplos lo son

menos, aunque tal vez sean más instructivos para nosotros: hayque tomarlos de l ámbi to de a lgunas necesidades pr imordia lesde l hombre , por e jemplo, la de ca lentarse .

Cuando para utilizar el fuego hacía falta leña, no bastabacon un trozo de bosque, sino que era necesario el bosque entero.Cuando después aparec ió e l carbón, e l espac io mantuvo todo suvalor: prueba de ello son la longitud y el número de las galerías.

Pero con otros combustibles surge un nuevo valor estimativo, porque los hombres ya no los logran mediante el cultivo o elacondic ionamiento de ampl ios espac ios, s ino mediante recordsde profundidad: las perforaciones.

Y en cuanto al espacio, nada menos exigente que una perforación. Puede haber alcanzado ya la capa de petróleo o de gasnatural y sólo presentar, en un paisaje de pinos y estanques, estilizadas torres industriales. No evoca ni la fuerza ni la abundancia. Y allí donde los hombres no conozcan el gas y el petróleo,no reconocerán las pr imeras emanaciones espontáneas comoval iosas, como tampoco, por consiguiente , harán e l menoresfuerzo de explorac ión y explotac ión.

A veces pienso que, si el Señor estuviese entre nosotros, utilizaría las perforaciones en sus parábolas. A falta de ello, podemos imaginar cómo ser ían .

Los dones de Dios que necesi tamos para cumpli r su voluntad son siempre los mismos. No somos ni más listos ni mejoresque nuestros padres para poder prescindir de ellos.

En la vida hay cosas que siempre están en el mismo sitio;por ejemplo, la leche en las vacas, y las vacas en el campo; locual supone que es necesario un cierto espacio: los establos y los

218 V - LA ORACÍON

campos, por hablar sólo de la leche. Pero otros dones del Señorque también son necesarios, en ciertos lugares sólo puedenencontrarse en las profundidades. Y para alcanzar esas profundidades no se requiere más resistencia ni más perseverancia quepara el trabajo en los grandes espacios, sino las mismas; hay unnúmero mucho menor de riesgos conocidos, pero una inseguridad desconocida.

PRIMER GRUPO DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 219

darán a Dios, y nos lo darán más que m uchas horas, quizá sumamente recogidas, pero que no han estado precedidas por undeseo vivo y voluntario.

El retiro en el desierto puede consistir en cinco estacionesde metro al final de un día en que hemos «perforado» un pozohacia estos pequeños instantes; por el contrario, el desiertomismo puede no suponer un «retiro» si no hemos esperado en él

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En nuestras vidas sin superficie y sin tiempo, en nuestrasvidas sin espacio, no debemos buscar el espacio que antañoreclamaba la vida cristiana. Para la oración tenemos racionadoel espacio, y ese espacio que nos falta deben sustituirlo las perforaciones.

Estemos donde estemos, allí está Dios también. El espacionecesario para reunimos con él es el lugar de nuestro amor, queno quiere estar separado de D ios, que quiere encontrarle.

Quien no ha intentado saber quién es verdadera, total yactualmente Jesús, no lo deseará. Lo deseará menos que lo queel niño desea una naranja en la frutería.

Pero a quienes han escalado dificultosamente el misterio deDios; a quienes lo han pensado y creído po sible; a quienes, finalmente, lo han creído verdadero; a quienes han encontrado enesta verdad el gozo de los gozos; a quienes han tenido que hacersitio en su interior a un gozo aún mayor, sabiendo que ese misterio se hizo perceptible a los ojos de los hombres en un hombreque era hombre y Dios; a quienes saben que este hombre permanece con ellos hasta el fin de los tiempos, con su cuerpo, susangre y su gloria...: ¿les faltará a quienes han creído y creentodo esto —a nosotros, que lo creemos— el deseo de encontrarle allí donde él dice que le encontraremos, para derribar y superar todos los obstáculos que nos impiden estar siempre con él?

Este deseo es el que configura la oración, y la configura encualquier lugar. Sea cual sea el lugar, el amor lleva consigo eldeseo.

Amar a Dios lo bastante para querer estar con él, llevar connosotros el deseo de ese amor, es tener una fuerza capaz de superar la vida más dura y densa para reunimos en la oración conaquel a quien amamos. Algunos minutos de una oración así nos

para desear encontrar al Señor.

Nuestras idas y venidas —aunque sean tan breves comopasar de una habitación a otra—, los momentos en que nosvemos obligados a esperar —ya sea para pagar en una caja, opara que el teléfono esté libre, o para que haya sitio en el autobús—, son m omentos de oración preparados para nosotros, en lamedida en que nosotros estemos preparados para ellos.Desperdiciarlos porque no estábamos listos puede considerarselo que es: «peccata minuta». Pero si un día hablamos con elSeñor de amor y no de pecado, tal vez tomemos conciencia dehaber sido unas extrañas enamoradas.

Y es que estos pequeños huecos de tiempo existen para todoel mundo, y nosotras, como m ujeres, sabemos muy bien en quélos empleamos cuando no seguimos al Señor: o soñamos, respecto de lo cual tenemos una sólida reputación, o estamos «en laluna», es decir, pensamos diez minutos sin ningún motivo válido en el anuncio de «Persil» que está en el andén del metro, oformamos parte de las «problemáticas», o cultivamos nuestrospequeños problem as... De lo que se trata es de recuperar y devolver a quien corresponda el tiempo pasado en alguna de estascosas, porque supone preferir al Señor a un anuncio, a un eslo

gan, a uno mismo...

Vivir no requiere tiempo...

Para hacer comprender que lo que más cuenta en el Evangeliono es el tiempo, serían necesarias multitud de comparaciones.

Entre las personas que se aman, el tiempo que se tarda endecirlo es a veces muy corto; cada cual tiene que marchar a su

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22 2 V - LA ORACIÓN

Según su temperamento religioso o su gracia personal, laspersonas se sienten más o menos atraídas por la oración oficialde la Iglesia. Yo no creo que podamos prescindir de ella sinhaber intentado al menos practicarla.

En todo caso, no estar unido a lo que constituye la «oración» de la Iglesia, a lo que se ha convertido en la oración deCristo, es signo de una débil unión con la Iglesia.

La liturgia puede evocarse espléndidamente tanto en su

3Siete minutos sobre la oración

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desarrollo anual como en las festividades de sus santos dentro

del entramado de la vida. Incluso las «horas» de esta li turgiapueden fácilmente tener un paralelo en las horas de nuestrajo rna da .

En el curso de un encuentro en el Instituto Ecumé nico de Bossey(Suiza) en julio d e ¡959 (setenta participantes, cinco de elloscatólicos), los representantes de las diferentes co nfesiones fueron invitados a exponer lo que, según ellos, era más valioso detodo lo que les aportaba la oración de «su iglesia», para lo cualcada uno disponía de siete minutos. No debían hablar ni de laEucaristía ni de los vínculos que la oración podía tener con eldogma. «Cuando me preguntaron — relata Madeleine— si aceptaba hablar de la oración con esas condiciones, como yo acaba

ba de llegar, pedí que me dejasen reflexion ar, ob jetando mi faltade conocim ientos del "vocabu lario" utilizado por mis interlocutores y el riesgo de malenten didos. Añadí qu e me parecía casiimposible hablar d e nuestra oración sin hablar d e laEucaristía... A quella breve intervención marcó el comienzo deuna auténtica cordialida d co n los demás participantes».

De la comunicación de Madeleine hemos recuperado losdos esquemas que presentamos a continuación. La comparaciónde ambos documentos dará una idea del rigor de Madeleine ala hora de exponer fielmente, y con absoluto respeto hacia su

auditorio, un tema por el que tanto interés sentía.

22 4 V - L A ORACI ÓN

/. Lo que me resulta más valioso de la oración

Yo pertenezco a Jesucristo en la Iglesia católica romana, en laque estoy como un miembro está en e l cuerpo, como una cé lu laen un organismo vivo. Ella me transmite la vida de los hijos deD ios .

Vivir como hijo de Dios en Cristo

SIETE MINUTOS SOBRE I .A ORACIÓN 225

La oración de la Iglesia es:La orac ión por mí , hombre y pobre ,que me impide de jarme fasc inar por mis egoísmos,o por intereses particularistasy que intercede por todos.

Me permite hacer silencio en el alboroto de mi individualismo yestar lo bastante apaciguada interiormente para orar.

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• es estar y hablar con él, es orar per sona lme nte;

• pero es tamb ién estar en familia con el mund o entero, almismo tiempo que se está en familia con Dios;• para mí, es participar en la oración de la Iglesia.

Esta oración es inseparable de la vida de la Iglesia, de suvida sacramental, la Eucaristía, la Cena del Señor, con laque forma un todo.

La Iglesia tiene y ha tenido siempre su orac ión.

La oración de la Iglesia es:

Una glorificación de Dios,la oración a Dios por ser Dios,que nada pide,que glorifica a Dios en nombre del mundo entero,sirviéndose de las palabras del propio Dios.

La oración de la Iglesia es:La contemplac ión, la imi tac ión de Jesucristo ,que se me pide cada día, cada estación del año.

La oración de la Iglesia es:La Palabra de Dios, la ley de Dios,la invitación a convertirse, a obedecerle.

La oración de la Iglesia es tarea de todos los hombres:• universal: de todos sin excepció n algu na;• total: sin excep tuar ni una sola necesida d de ningún

hombre .

Me permite volver incesantemente sobre los verdaderos mot ivosde la oración cristiana: glorificar a Dios como Dios; ofrecer le e l mundo entero .

Me recuerda lo que es el absoluto del amor a Dios y del amor alprójimo cercano, incluso en esos días en que querría sercapaz de o lv idar lo .

Me da la paz.

/ / . La oración en la Iglesia

Me entrega al silencio, materia prima de la oración, medianteesos gr i tos incesantes y forzosamente siempre inacabados,lanzados hacia la Gloria de Dios.

Me hace libre para estar disponible a la súplica de todo mi serpor las necesidades de cua lquier hombre a quien no conoz

ca, pues su intercesión retoma indefinidamente las necesidades esenciales de toda la humanidad, de las que se derivacada necesidad de cada hombre cada día.

Me libera de todo estorbo para seguir a Dios. Al final de cadadía puedo dejar todo lo que he escuchado y obedecido o malescuchado y mal obedecido de la Palabra de Dios; al díasiguiente, la Iglesia me dará de nuevo esa palabra, y yopodré darle un corazón nuevo para escuchar y obedecer.

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4Oración a la Embelesada

Sania m ujer d e Belén, o de la Provenía, de la queno consta sifué virgen, viuda o mártir.

ORACIÓN A LA EMBELESADA 229

Santa Embelesada, que no traes regalos,sino que ofreces todos los de los demás,

enséñanos a ser útilessin pretender ser eficaces.

Santa Embelesada, en tu codo a codo cotidianocon un pueblo minúsculo en el que Dios acaba de nacer,

da con tus brazos alzados verdadero sentidoa la harina del molinero,

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Santa Embelesada, que te entusiasmasteal encontrar al Santo Niño,

haznos reconocer a Diosallí donde se encuentre la vida de un homb re.

Santa Embelesada, que quedaste hechizadapor acontecimientos tan pequeños,por personas tan pequeñas,por un niño tan pequeño,

haz que reconozcamos la Historia sagrada

en lo que ocurre todos los días.Santa Embelesada, que has entrado como talen la historia sagrada,

permite que de los instantes de tiempohagamos acontecimientos eternos.

Santa Embelesada, que te asombraste al ver a Diosvenir al mundo entre personasllegadas de lejos aquella misma noche,

enséñanos que para ver a Dios venir al mundodebemos ver a los nuevos prójimosvenir hacia nosotros y hacerse cercanos.

Santa Embelesada, que te quedaste pasmada al ver a Dioshacerse prójimo de tu prójimo y de ti misma,una entre los demás,

enséñanos a verlo sin palabreríay a alzar al cielo unos brazos vacíos.

a los peces de la pescadera,

a las perdices de los cazadores,a los oscuros ojos del ciego,a los corazones manchados de los pecadores...e incluso a los cuarteles de los gendarmes.Enséñanos a alzar los brazos com o túpara aclamar como tú al Dios que hizo el mundoy que viene al mundo.

Navidad 1961

5Segundo grupo de notas

sobre la oración3

SEGUNDO GRUPO DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 231

ineficaces. Las lecturas y la reflexión sobre ella, la contemplación de la vida del Señor y de su oració n, la indagación de lo queél dijo sobre ella y la atención a sus palabras...: todo ello sólo eseficaz si pedimos con fe que haya en nosotros más fe para estarconvencidos de que la oración es para nosotros cuestión de vidao de «muerte lenta», que, sin la oración, la vida de Cristo malvive en nosotros, que, por así decir, se limita a subsistir.

Creer que para integrar la oración en nuestra vida cristiana,como se integran en ella la comida, la bebida y el sueño, nues

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ORAR ES UN DON DE DlOS

Señor, enséñanos a orar

No existe «certificado de aptitud profesional» para la oración.No queda más remedio que admitir que, por razones exter

nas o internas, alguna que otra vez no se sabe o no se puede orar.

Hay queCreer que la oración es absolutamente necesaria para que la

vida de Cristo esté viva y activa y sea fecunda en nosotros.La certeza de esta necesidad es consecuencia de la fe. Orarse nos concede como la fe, con la fe. Si no pedimos la oración,ésta permanece en «punto muerto»; si dejamos de pedirla, sedifumina, se nos escapa.

Creer que para poder orar no basta con la buena voluntad siésta no se traduce en la petición al Señor de poder orar: «Señor,enséñanos a orar».

Creer que para poder orar nuestros esfuerzos por fundamentar en nosotros la necesidad de la oración son, por sí solos,

3. Este segundo grupo de notas sobre la oración, redactado en 1964, esuna especie de conclusión de un año de reflexión y búsqueda junto con susequipos para superar la dificultad de orar en una vida inmersa en el mundo.Estas notas son tanto resultado de dichas reflexiones como elementos de investigación para cuantos encuentren difícil conceder suficiente espacio a la oración en sus vidas.

tros esfuerzos, por sí solos, resultan impotentes.Esfuerzos para tomar una determinación (estoy decididoa...).

Esfuerzos para hacer propósitos lejanos (a partir de lacuaresma...).

Esfuerzos para organizar nuestro tiempo...Esfuerzos para jerarquizar nuestras actividades...Todos estos esfuerzos sólo producirán «resultados» normal

mente artificiales y siempre frágiles si no van acompañados denuestra oración para orar, si no se fundamentan en nuestra

esperanza que pide luz para saber orar y fuerza para poderhacerlo.

Creer que ni siquiera experimentaríamos el deseo de poderorar si este deseo no fuera ya un don de Dios que, como todossus dones, ha sido hecho para volver a él en forma de «acción degracias».

La gracia que nos hace desear orar introduce en nosotros lafuerza para transformar ese deseo en acto, en oración concreta.La gracia nos permite pedir, en una oración real y sincera, saber

y poder orar.

ORAR ENTERAMENTE

Pedimos la oración al Señor mediante una petición concreta,«echando el resto», poniendo en ella todo aquello de lo que disponemos, aunque ese todo sea muy poco: nuestras pequeñasfuerzas, nuestros minúsculos deseos, nuestro poco tiempo...

232 V - LA ORACIÓN

Todo lo que emplear íamos en una pe t ic ión humana en la quetenemos un gran in te rés, aunque la hagamos un día en que esta mos hechos po lvo, en que la migraña nos a turde , en que tenem osel t iempo contado. . .

Para pedir lo que verdaderamente queremos, hacemos todolo que verdaderamente podemos; y ese todo basta : pedimos laoración, aunque ese todo no sea casi nada.

Orar no se corresponde con la definición del viejo cántico:«¡Orar es la felicidad, es una alegría suprema...!»; no es hacer

SFXiUNDO GRUPO DH NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 2 3 3

siones, p id iendo a Nuestro Señor , a l que conocemos, b ienes quedesconocemos y que é l da siempre , pero que nosotros ignoramos cuáles serán; sólo sabemos que son «lo mejor».

Debemos abandonar e l yo para decir nosotros. Oramos enCristo, con él y por él. La oración del cristiano es la oración deCristo, y de la oración de Cristo no está excluido ningún hombre vivo ni muerto. Esta oración dice el nosotros más inclusivoque puede pronunciarse .

En la fe, nuestra oración debe coincidir con ese nosotros,

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orac ión, una orac ión.

Orar es dejar de hacer cualquier otra cosa; es, en primerlugar, dejar de hacer lo que se esté haciendo, para hablar conDios.

Orar no es separarse de los demás, l iberarse de lo que setiene que hacer, sino mirar directamente hacia Dios, hablarlecara a cara, sin desviar la cabeza o volverle la espalda para intentar ver al mismo tiempo alguna otra cosa.

Orar es re lac ionarse con Dios, como nos re lac ionaremoscon él en el momento de nuestra muerte, solos. En ese momento no olvidamos a los demás, no les dejamos por evadirnos o

porque nos resulten indiferentes, sino que es nuestra hora deentregar nuestra vida, nuestro «turno de morir» en el mundo ypara él.

Orar es ir hacia un sacrificio que todos debemos ofrecer.Dejar a quienes dejamos, apartarnos de aquellos cuya lejaníaconst i tuye en par te e l sacrificio de la oración.

Todo nuest ro ser debe rea l izar ese «abandono de todo».Nuestro cuerpo debe expresar que nos or ientamos hac ia Dios.Pero cada cual debe hacerlo a su manera y en función delmomento . Podemos ponernos de rodi l las , o andar , s i t raba jamos

atados a una mesa . O podemos sentarnos si damos c ien vue l tascuando «hacemos nuest ras ta reas» .

Nuestra atención debe apartarse de la búsqueda de soluciones, de los deseos concretos por tal o cual cosa que creemos útilrealizar.

Todos los deseos, todas las inquietudes, todas las esperanzas que nos habi tan , deben permanecer en nosotros, pero enpunto muerto, para que vayamos hacia Dios a ciegas, sin previ-

porque él la hace participar de la oración de Cristo, que hace

nuestra oración activa, eficaz respecto de cada uno de los hombres, con una acción y una eficacia inaccesibles para nosotrossolos.

En esta p leni tud de esperanza , puede parecemos que perdemos p ie . Nos parece que entregarnos así por todos es perjudicar,traicionar a los nuestros.

Pero es preciso, una vez más, creer en la economía ocultade la Redención. Co mo tod os los ac tos de nuest ra v ida c r is t iana ,nuestra oración es caridad para con Dios, pero debe ser autentificada por el amor al prójimo, por el amor al mundo entero.

Orar así la oración misma de Cristo, aceptar el misterio quecomporta, es orar con el máximo de fuerza por nuestro prójimo. . . y por nosotros mismos.

Las d ist racc iones no siempre son obstáculos a la d isponibilidad de la oración. Con frecuencia son exteriores: una especiede moscardones, moscas y mosqui tos. Nos molestan de l mismomodo que nos molesta r ían en una conversac ión importante .

Someterlas a una cacería sistemática e inquieta es lo quepodría convertirse en un obstáculo.

L A O R A C I Ó N Y E L T I L M P O

Dios da a cada cual el tiempo de su oración

«Hay que dar tiempo al t iempo», decía Juan xxm. En la oración,como en cualquier otra actividad, el t iempo es primordial.

234 V - L A ORACI ÓN

Pero ¿cómo hacer para que la oración tenga su tiempo?;¿ cómo evaluar el volumen de ese tiempo?; ¿cómo e ncontrar esevolumen?...

— Sin emplear tiempo no hay oración viva.Pero no es su duración en el tiempo la que proporciona

una garantía a la oración, sino el valor de ese tiempo, las otrascosas que podríamos hacer con él; y el valor del tiempo varía:depende de cada época, de cada persona y de cada etapa dela vida.

SF.GUNDO GRUPO DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 2 3 5

«Comer a desgana», «dormir con un ojo abierto», respirar«a medio pulmón», no es más que sobrevivir, que subsistir; noes restablecer nuestra vida, revitalizarla, permitirle desarrollarse. Y lo mismo ocurre con la oración que se queda en nuestrasuperficie y a distancia de Dios.

Sea cual sea su duración, un único acto de oración a lo largode nuestra jornada, que salga del fondo de nosotros mismos yllegue hasta el Dios vivo, que habla y actúa, sirve para restablecer, revitalizar y amplificar todo cuanto hagamos. Ese acto de

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«No sólo de pan vive el hombre»

De las palabras del Señor se pueden extraer muchas analogíasentre alimentarse y orar:

Permanecer mucho tiempo a la mesa sin comer no alimenta.

Comer más de lo que se puede digerir pone enfermo.No se puede com er de pie y a toda prisa lo que habría que comersentado a una mesa.

Si se come demasiado poco, se malvive.Si se traga sin masticar, no se asimila.Si no se come nada, se muere uno.

Dios nos da siempre nuestra posibilidad de orar, pero nosiempre se corresponde con nuestras ideas respecto de laoración.

Siempre tenemos tiempo para orar como Dios quiere queoremos, pero puede que no tengamos tiempo de orar de acuerdocon nuestra propia idea.

Cuando Dios ha previsto para nosotros un bocadillo, ynosotros queremos un menú del día, con entremeses y postre, nonos comemos el bocadillo, aunque tenemos tiempo de hacerlo,esperando en vano la media hora en que podríamos comernosnuestro menú. De modo que puede ocurrir que no encontremosla famosa media hora y terminemos el día sin haber orado.

La oración que da la fe, la que alimenta nuestra vida de fe,es una oración plenamente viva.

oración verdadera influirá en toda nuestra vida hasta el siguiente momento en que Dios nos proponga o nos solicite que le oremos de nuevo.

Y es que vivir en presencia de Dios no supone sólo vivir enun ambiente en el que esté presente la idea de Dios, donde lapreocupación por obrar de acuerdo con su deseo guíe nuestraforma de actuar, sino también mantener abiertos los oídos yestar dispuestos a unirnos al Señor, tanto cuando la gracia nossugiera: «El Señor quiere verte», como cuando nos indique: «El

Señor te envía a tal persona».Es el Espíritu Santo el que nos solicita así moviendo nuestro corazón y, al mismo tiempo, influyendo en las circunstancias. Hay que tener los oídos bien abiertos para escuchar susinvitaciones y, por tanto, para corresponder a ellas.

El valor del «tiempo» de oración es variable: los minutos secifran tanto en francos antiguos como en nuevos. Ya sea poco omucho, el tiempo de oración tiene pleno valor:

— cuando me hace sacrificar a Dios mi persona y todo lo

que es mío (no lo que es de los demás y lo que está enlos demás);— cuand o supone el sacrificio de toda la Iglesia y, con el de

toda la Iglesia, el de Cristo. (La oración supone el cumplimiento de una función del Cuerpo de Cristo bajo elimpulso de su Espíritu);

— cuando es un sacrificio po r todos (cfr. más arriba).

Pero es un tiempo que cada cual debe descubrir.

236 V - l .A ORACI ÓN

Perforaciones petrolíferas y explotaciones forestales

Toda nuestra vida está destinada a arder y a dar calor. Allí dondela caridad se recibe, hace nuestra vida combustible.

Pero si bien Dios es la zarza ardiente que arde sin consumirse , nosotros nos quemamos enseguida si de jamos de pedir lafe , de aceptarla, de recibirla; en suma, si dejamos de «comunicarnos» activamente con la vida del Dios vivo. Hay que alimentar la fe como se alimenta el fuego.

Para ello no hay ningún libro de «trucos» o de recetas. Las

SEGUNDO GRUPO DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 2 3 7

yacimiento de petróleo, la superficie no cuenta. No hay ningunanecesidad de explotar miles de kilómetros cuadrados ni de excavar una red de galerías subterráneas. Se perforan pozos cuyosorificios tienen una superficie irrisoria, pero se profundiza tantocomo es necesario para alcanzar el yacimiento.

Hoy, en muchas vidas urbanas, la oración sólo es posibleprocediendo a perforac iones cuya in tensidad suple su durac ión.Esas inmersiones enérgicas y oscuras tienden hacia Dios por suprofundidad. Son ac tos de fe, de esperanza y de car idad concen

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condiciones de la vida de cada cual indican las posibilidadespersonales de cada individuo, las posibilidades de sus circunstancias y las posibilidades de sus aptitudes.

La vida religiosa, sea cual sea su forma, está ordenada deantemano para que la oración tenga sus tiempos, sus horas determinadas. Si se trata de contemplativos, todo converge hacia unmáximo de oración activa. Para «alimentar el fuego», el volumen de t iempo es tan importante que parece esta r consagrado aabatir y repoblar bosques enteros.

Pero la gente sencilla, el pueblo cristiano, no siempre sabe

cuándo, dónde y cómo orar .Hay, en efecto, modalidades tradicionales de oración perso

nal que muchos pueden adoptar sin dislocar, forzar o sobrecargar su vida. Pero, en una época en que las condiciones de existencia cambian a un ritmo acelerado, cada cual debe encontrarnuevas modal idades de orac ión.

Nos obst inamos en «querer hacer lo mismo», pero eso nonos lleva a ninguna parte, porque para nosotros es prácticamente imposible.

En la más ocupada y ajetreada de las existencias se deslizan

motitas de tiempo libre. Si las vemos —porque no siempre lasvemos—, nos hacen pensar que reuniéndolas podríamos lograrun espac io de t iempo ut i l izable . Cuando dec imos: « imposible orar», debemos buscar esa motita de tiempo y utilizarla ta lcomo es.

En vastas par tes de l mundo, los hombres no t ienen máscombustible que la madera. En otros lugares disponen de madera y carbón; pero también existe el petróleo. Para llegar a un

trados. Su perseverancia es una línea quebrada, pero sus sucesivos saltos en profundidad llegan a la hora que Dios quiere allídonde se extrae a Dios.

La utilización de ese tiempo no se improvisa

No hay que olvidar, sin embargo, que las perforaciones no seimprovisan. Se improvisan menos aún que la explotac ión de unbosque o de una mina. Una vez detectada la capa de petróleo, sebusca el terreno más apto para la perforación; se prevén las ins

talaciones y los utensilios técnicos; y se provee uno de máquinas cuya fuerza es proporcional a la resistencia prevista.

Para perforar nuestra vida, para aprovechar nuestros pozosde oración, hay que ver de antemano los espac ios d isponibles,loca l izar los momentos más convenientes y reconocer a quienespodrían avituallar mejor las horas en que nuestra fe, nuestraesperanza y nuest ra car idad parecen consumirse y agotarse .

Hay que evaluar con lucidez si levantarse cinco minutosantes para empe zar e l d ía con Dios, por emb otados, adormiladosy atontados que estemos, perjudica seriamente a nuestra salud;

si hacer esperar unos minutos a alguien daña o no de verdad a lacaridad. Si determinado trabajo intelectual urgente sufrirá verdaderamente a l amputar le los c inco minutos que le sust raeremosantes de emprenderlo. Si barrer o poner la lavadora son tareastan urgentes como para no poder sufrir una espera de unos instantes para permitirnos orar, la misma espera que sufrirían sialguien llegase para hablarnos un momento... o varios, o si elteléfono sonase, etc.

238 V - LA ORACIÓN

Hay que prever también qué clase de recurso a Dios nospermit i rá poner , en ese recurso re lámpag o, toda nuest ra persona ,todo lo que nos hace humanos y c r is t ianos. Hay que prever quéactitud personal global nos permite emplearnos por entero ennuestro «ir» hacia Dios.

Es de sentido común, por ejemplo, matar dos pájaros de untiro y tumbarse para orar, en caso de fatiga. Pero puede ser útil ,antes de tenderse, arrodillarse, aunque no sea más que unos breves instantes, y hablar a Dios con palabras humanas, «el fruto de

SF.GUNDO GRUP O DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 239

¿Cómo? No lo sé; pero me han llevado a descubrir necesidades y posibilidades de t iempos prolongados de orac ión que nosólo no provocaban ningún conflicto con mi vida, sino que lahacían más viable, porque la alimentaban con lo que le era indispensable para ser vivida.

Las equivalencias de la oración

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los labios».

Algunas de las orac iones más comunes pueden servir perfectamente de introducción: el Ángelus, el Ven i Creator... ymuchas o t ras. Podemos no tener necesidad de e l las . . . y entonceslas dejamos de lado. Pero, si tenemos dificultades para ponernosen marcha, pueden ayudarnos a pedir el impulso que necesitamos. Inc luso agotados o enfermos, unir las manos, por e jemplo,es signo de que nuestra oración no procede del «puro espíritu».

Análogamente , las ráp idas inmersiones en Dios a lo la rgode la jorn ada p ueden necesitar de un acto en el que participenuestro cuerpo; un acto que exprese nuestro alejamiento espiritual de lo que estamos haciendo y nuestra preparación para loque vamos a hacer. Puede consistir en cerrar el trabajo al queestamos dedicados o en dejar la habitación en que nos encontramos o en sentarnos y hacer un alto si estamos ordenando lacasa...; en suma, en un acío, por mínimo que sea, que plasme laruptura que la oración supone.

«Quien ha bebido beberá», quien ora orará

No sé si mi experiencia personal constituye una ley general.Pero para mí estos actos relámpago de oración me han despertado el deseo. Me han vuelto a poner en contacto con la fuente,con el yacimiento de «agua viva»; me han agudizado la necesidad de extraer de él cada vez más y más; de alguna manera, mehan iluminado las posibilidades de su multiplicación y me hanprobado que lo que me proporc ionaban era rea lmente v i ta l ,necesario.

Se dice que «trabajar es orar», también se podría decir que«sufrir es orar». Pero el trabajo o el sufrimiento no son automát icamente orac ión.

Para que el trabajo o el sufrimiento sean oración es precisoque nos pongan en «estado de sacrificio».

O RA CI Ó N Y P A L A BRA D E D I O S

Necesidad radical de la Palabra del Señor

La oración oficial de la Iglesia es por entero la Palabra de Diosrepe t ida , p roc lamada y enseñada .

Entrar y permanecer en el espíritu de esta oración requierecomo principal condición oír, escuchar y asimilar la Palabra deDios, a fin de que pueda obrar en nosotros.

No podemos ser «en espíritu y en verdad» adoradores deDios sin oír y sin aprender lo que nos dice de sí mismo a través

de su Hijo.No podem os encontrar a Jesús para conocerle , amarle e imi

ta r le s in recurr i r concre ta , constante y obst inadamente a lEvangelio, sin que ese recurso al Evangelio forme íntimamenteparte de nuestra vida.

Cada una de estas orientaciones profundas, de estas intenciones fundamentales, desemboca en la Palabra de Dios, y principalmente en el Evangelio, que es su plenitud. Pero Dios nos ha

240 V - l .A ORACIÓN

hablado y nos habla aún en el Antiguo Testamento, y el mínimode a tenc ión que podemo s prop orc ionarle es escuchar y recib i r loque la Iglesia, a lo largo de todo el año, nos repite de esas palabras.

Escuchar al Señor de verdad es para nosotros cuestión devida o muerte.

Pero nuestro mayor riesgo no reside en escuchar al Señor,s ino en escucharle como meros «af ic ionados».

SKGUND O GRUPO DE NOTAS SOBRb LA ORACIÓN 241

Ser un «af ic ionado» es también «creer durante un t iempo».Nos lanzamos sobre un ejemplo o sobre una llamada del Señor,pero después nos concedemos e l derecho a o lv idar los, como silo que se nos pide siempre no fuera sino una invitación episódica .

Finalmente, ser un «aficionado» es quizá, sobre todo, hacerde la Palabra del Señor una «conversación» sobre él, o inclusocon él, y no una «conversión»; conversión para la cual se nos hadicho todo lo que el Señor dice.

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Palabra de Dios y «amateurismo»

El «amateurismo» es nuestro mayor riesgo con respecto a laPalabra del Señor, porque, el mero hecho de mantener un ciertocontacto con ella, nos hace tener «buena conciencia».

En una vida que debe nacer y renacer sin cesar de estaPalabra, encontrar en ella su firmeza y su fuerza y recibir de ellacada día no sólo ejemplos, sino un itinerario inmediato, la parábola del sembrador debe constituir una advertencia continua.

Ser un «aficionado» respecto de la Palabra del Señor es,

ante todo, tomarla y dejarla; dejarla fuera de nuestro espíritu,bastante alejada de nosotros, «en el camino», para que lo queentrevemos de su luz no influya en nuestro trabajo, en nuestrasactitudes ni en nuestros actos. Nos damos un ligero baño en elEvangelio y después dejamos que su agua viva se evapore sobrenosotros o se quede en la toalla.

Ser un «aficionado» respecto de la Palabra del Señor estambién «tomarla y dejarla», «dejarla de lado».

No hay que confundir una inspiración interior, un deseo quenos da el Espíritu Santo sobre determinada «pista» de los pen

samientos, los sentimientos o los deseos del Señor, con las«ganas» que despierta en nosotros la búsqueda intelectual detextos para el estudio, o con el deseo de justificar, m ediante citasextraídas al azar, determinada tendencia del momento, o inclusocon la simple inclinación de nuestra pereza: leemos lo quetenemos ante los ojos o en las manos deprisa y corriendo, ycerramos la Biblia o el Evangelio con una sensación de deberc ump l ido .

Las comparaciones muy humanas pueden ayudarnosa ver en qué somos «aficionados»

El Evangelio y, en general, la Escritura nos permiten leer lo queel Señor nos dice sobre lo que él es, lo que piensa y lo quequiere .

Pre tendemos amar a l Señor , y es verdad que le amamos.Pero veamos lo que hacen los enamorados cuando a lguna sepa

ración les fuerza a escribirse. Observemos el lugar central quepara e llos ocupa e l correo cada día ; observemos cómo toman suscartas y las llevan como un tesoro; fijémonos cómo encuentran,como de milagro , t iempo para responder y explayarse .

Veamos también a los enamorados cuando t ienen un mediono sólo de escribirse, sino de hablarse. Si están esperando unallamada telefónica, el mayor jaleo no les impedirá oír el t imbrey echarán a correr al aparato. Si están uno junto al otro en unacalle atestada de gente, no se pierden ni una palabra de las quese dicen. Si hace frío, al verlos no podríamos sospecharlo; y si

hace calor, parecen escapar al «agobio» general.Veámosles también en torno a una mesa repleta de gente o

en una reunión tumultuosa o t raba jando juntos; para e l los todoparece transformado en fiesta, porque pueden hablarse.

El Evangelio y la Escritura nos dicen qué es inmutable en loque el Señor quiere de nosotros: «El Cielo y la Tierra pasarán,pero mis pa labras no pasarán»; nos d icen lo que permanececonstante en la manera de hacer lo que él quiere.

242 V - LA ORACIÓN

Veamos trabajar a las personas que no trabajan como «mercenarios», el t iempo que emplean para aprender a trabajar, supreocupación por que les salga bien lo que hacen: el abogadopara ganar un pleito, el sabio para realizar bien un experimento,el hombre de negocios para ganar dinero... Veamos su prudencia, su ingenio, los esfuerzos de su inteligencia y de su voluntadpara no «fracasar», para no «errar el golpe».

El Evangelio es una Noticia, una «buena noticia», y noticiacada día.

Veamos a los demás y a nosotros mismos esperando not i

SHGUNDO GRUPO DE NOTAS SOBRE LA ORACIÓN 2 4 3

—hasta el fin de nuestra vida temporal y terrena para cada unode nosotros—, bajo un cielo y una tierra que sí pasan.

Las condiciones de la escucha que reclama de nosotros laPalabra del Señor son las de nuestro «hoy»: las circunstancias denuestra vida cotidiana y las necesidades de nuestro prójimo; losacontec imientos de ac tua l idad y las exigencias evangél icas, querec laman de nosotros las mismas respuestas siempre, pero enuna forma renovada cada día.

Lo que e l Señor quiere de nosotros hoy no podemos discer

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cias, intentando conocerlas, dando vueltas y más vueltas a lasque no comprendemos bien .

Veámonos esperando not ic ias de quienes queremos cuandoestamos preocupados, esperando not ic ias sobre la evoluc ión deun conflicto internacional, sobre las causas de una catástrofe,sobre los problemas que más nos preocupan... o sobre los resultados de algún asunto que tiene para nosotros el máximo interés.

Cuando hayamos observado de este modo la ac t i tud de losdemás o la nuestra cuando se trata de amar, de obrar, de conocerhumanamente , veremos y aprec ia remos mejor nuest ra ac t i tud

ante la Palabra del Señor.No creo que estemos orgul losos de nosotros mismos. . . , lo

cual, por otro lado, no es deseable.

La Palabra del Señor:nuestro dinamismo v nuestro camino

La Palabra del Señor no es en nosotros «letra muerta», sino espí

r i tu y v ida . Toda conversión es d inamismo, t ransformación,movimiento . . .

Lo que el Señor ha dicho no pasará, y por su Palabra tenemos ya, y tendremos por toda la eternidad, la vida eterna.

Pero el Señor nos habla en el t iempo. «Esta con nosotrostodos los días hasta el fin de los tiempos». Sus palabras, que nopasan, debemos escucharlas y rec ib i r las; deben «cumpli rse» ennosotros cada día con él hasta la consumación de los tiempos

nirlo solos en su Palabra. Nuestra aportación consiste en escuchar hoy, en el mundo y en el t iempo de hoy, lo que el Señorquiere desde siempre para hoy, para los hombres que viven hoy,para nuestro prójimo de hoy, y orar para verlo y comprenderlo.

Que lo veamos y lo comprendamos es obra de l Espír i tuSanto , pues é l es quien , en nosotros y por nosotros, puede renovar la faz de la tierra si somos dóciles y estamos disponibles yabiertos a su acción.

Sólo él puede hacer que la voluntad de Dios sea luz paranuest ros sent idos y amor en nuest ros corazones.

Para el Espíritu Santo, el «Verbo se hace carne», y laPalabra del Señor se transforma en nosotros indefinidamente.Pero para que se haga sobre la tierra «la voluntad del Padre»

en Cristo y por el Espíritu Santo, es preciso que entreguemos porentero nuestra vida al Señor, que la consagremos a la invasión dela vida divina.

Este don pleno sería una caricatura si nos llevara a existirentre el cielo y la tierra; fuera del cielo, para el que aún no hallegado la hora; y fuera de la tierra, en la que no posaríamos lospies...; e incluso al margen de los caminos espaciales, donde los

cohetes preceden a los hombres.Ese don pleno conlleva la puesta en funcionamiento de

todas nuestras facultades y aptitudes, de toda nuestra inteligencia y todo nuestro corazón, de toda nuestra voluntad y toda nuestra paciencia.

Ese don exige que seamos hombres p lenamente v ivos, p le namente sometidos a la Palabra de Dios y plenamente flexiblesy móviles bajo el impulso de su Espíritu.

2 4 4 V - LA ORACIÓN

Ese don nos pone en un estado que es el estado mismo de laIglesia.

La Palabra del Señor y nuestra conversión

En el Evangelio, Jesús «no habla» por hablar, sino para hacernos revelaciones , para que podamos saber lo que debemos sabery para que podamos hacer lo que decimos que hacemos.

SEGU NDO GRU PO DH NOTAS SOBRK I .A ORACIÓN 245

Si una auténtica oración de petición, un auténtico deseomovido por la esperanza, no precede al inicio en común de estarevisión o a esta demanda común de consejos, no habrá ni i luminación del Señor ni respuesta real y realista por su parte.

«Que se haga en mí según tu Palabra» .Una sola palabra del Señor realizada en nosotros vale más

que muchas horas de conversación, por muy gratificantes quesean para el corazón.

Ya sea antes de una revisión de nuestra vida desde la perspectiva de la fe, ya sea después de una pregunta planteada al

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«Convertios» es la primera palabra de la predicación deJesús .Esta conversión es obra del Señor, pero no es un ri to mági

co .La Palabra del Señor es eficaz, pero requiere de nuestra

parte una aquiescencia l ibre a esa eficacia; es necesario desearla y esperar la de cora/ón ; es preciso dar nuest ra aquiescencia aesa eficacia y desearla.

Esta conversión, ya sea personal o del equipo, exige las mismas condiciones; lo único diferente son los medios para reali

zarlas. Además, la conversión personal y la del equipo dependenla una de la otra.Hay que escuchar la Palabra del Señor. Para ello hay que

«prestarle oídos», pero no darle vueltas; concederle el t iemponecesario, sin olvidarse de ella; hay que recibirla y guardarla.

Esto vale tanto para la vida personal como para la vida deequipo. En la vida de equipo, la lectura en común del Evangeliosupone reunimos en torno al Señor y a su Palabra. El objetivomás frecuente es la revisión constante de nuestra vida con respecto a lo que pide Cristo y, ocasionalmente, buscar en la

Palabra del Señor respuesta a cuest iones concretas que se plantean sobre la marcha.En ambos casos, se trata de hacer que nuestra vida y nues

tras decisiones estén disponibles a lo que el Señor dice, a lo quepide, al ejemplo que nos da; se trata de dejar nuestras impresiones, nuestros juicios y nuestros impulsos en suspenso ante elpensamiento y la voluntad de Cristo; se trata de estar dispuestosa tener en nosotros «los sentimientos de Cristo Jesús».

Señor, es preciso, antes o después, prestar oídos para oír.

¿Qué nos impide prestar oídos?

En primer lugar, todas las razones mencionadas en cuanto a laoración personal ; pero también :

Creer que sabemos de an temano , de manera que en t resacamos del Evangelio lo que confirma nuestra convicción previa.

O bien, por el contrario, fiarnos de los recuerdos, no buscarde nuevo, sino rebuscar en nuestras referencias para recuperaralgo que ya hab íamos encont rado en el pasado . . .

Por supuesto, no se trata de algo inúti l : todo contacto con elEvangelio es portador de gracia; pero, si comparamos nuestraatención, la seriedad de nuestra búsqueda, nuestro deseo desaber , con los medios que empleamos para encont rar determinada in formación o ayuda que necesi tamos para un asun to humano... , la comparación suele ser favorable a este últ imo.

Nos cuesta mucho arriesgarnos a que el Señor nos «distrai

ga» de nuestras ocupaciones.. . y , sobre todo, de nuestras preocupaciones .La palabra oída debe ser guardada. Su eficacia en nosotros

depende de la manera en que la guardemos en nuest ro in ter io rcomo un grano en la t ierra que para ella somos.

Cuando hemos tomado una decis ión , una determinaciónfundada en la Palabra del Señor, motivada por ella, o cuandohemos decidido averiguar lo que dijo e hizo el Señor para que

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