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S TEMAS CIES Diccionario de la EvangeUum Vitae 722 Conceptos con el texto completo de la encíclica Luis l. Bertolino ------------ --

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S TEMAS CIES

Diccionario de la EvangeUum Vitae 722 Conceptos con el texto completo de la encíclica

Luis l. Bertolino

------------ --

Agradecimiento: La presente obra se edita por la generosa y cristiana contribución del Sr. Gregorio Pérez Companc, Presidente de la fundación PEREZ COMPANC.

Diseño Gráfico: EmUtoBuso

Todos los derechos reservados. Hecho el depósito que marca la Ley 11.723. Impreso en la Argentina. Printed in Argentina.

© by CIES EDITORIAL, 1997. I.S.B.N. 987-9188-01-2

Este libro se terminó de imprimir en el mes de junio de 1999, en Artes Gráficas del Sur, Almirante Solier 2450, Avellaneda, Buenos Aires, Argentina.

Centro de Investigaciones de Etica Social Fundación Aletheta Paraguay 1365-2° Piso, Of. 16 1057 Capital Federal - RepúbUca Argentina Tel-Fax: (011) 4815-159714813-7915 E-maU: [email protected] Página Web: www.aletheia.org.ar

Sede Académica del CIES Tacuari 352, (1817) Capital Federal Tel-Fax: (011) 4334-2371/2372 E-mail: [email protected]

~-- l ~--

CENTRO DE INVESTIGACIONES DE ETICA SOCIAL C.I.E.S.

Presidente E;jecutivo: Vicepresidente:

Dr. Carmelo Eugenio Palumbo Cr. Daniel Passaniti

Centro integrado por profesores universitarios dedicados a la investigación y estudio de la antropología social.

1 nvestigaciones sobre las relaciones entre la Etica y la Política, el Derecho, la Economía y la Cultura.

Estudio serio y meditado, simbolizado en el libro que ostenta su logotipo.

S ervtr a la sociedad es el móvil de todos sus integrantes.

Principios Buicos en Materia Socio-Econ6mica Al respecto el Centro de Investigaciones de Etica Social (CIES)

defiende, propicia y difunde:

l. La iniciativa económica privada como un derecho fundamental de la persona humana y como un factor decisivo para el progreso del país.

2. Un mercado libre y competitivo, pero no operando en un absoluto "laissez faire", sino subordinado a la ética y a las buenas costum­bres y Oiientado hacia los objetivos nacionales.

3. Un Estado ordenador de la competencia y orientador de las polí­ticas básicas nacionales, estableciendo reglas de juego limpias y transparentes. ·

4. Fomento y estímulo a los cuerpos intermedios: a las "Cámaras", "Centros", "Sindicatos", "Empresas", que actuarán en el tejido social con autonomía frente a los poderes públicos, dentro de sus fines sectoriales, salvado el orden público y el bien común. El diálogo entre la representación sectorial e intersectorial, espe­cialmente con las representaciones laborales y el mismo gobier­no, es un camino para convocar a la solidaridad nacional.

3

El Mmanipuleo" o Minstrumentación" de los cuerpos intermedios por parte del Estado debe ser rechazado como práctica totalitaria e inconducente para un sano y próspero progreso nacional.

5. En todo el proceso económico -producción, circulación, distribu­ción y consumo- sus respectivos agentes deben esforzarse por incorporar los valores éticos: primacía del bien común sobre el sectorial e individual; solidaridad entre los distintos agentes; cumplimiento de los principios morales y éticos de la profesión.

6. Fomento de las pequeñas y medianas empresas, pues en ellas es más fácil mantener y fomentar el espíritu de Mempresa-personalis­ta"; sin embargo, las grandes empresas han de ocupar su puesto en aquellos operativos que así lo exigen.

7. El Estado no es empresario, sino legislador, juzgador y adminis­trador de los recursos que necesita para cumplir adecuadamente con sus funciones específicas; sólo supletoriamente o en casos de seguridad pública, puede intervenir en la actividad mercantil, industrial y de servicios. Principio de subsidiariedad.

Obras pubUcadu: e Cuestiones de Teología, Etica y Filosofia, Cannelo E. Palumbo, año 1988.

e Orientaciones y Principios del Magisterio Social de la Iglesia - 15 Docu-mentos Pontlftcios, año 1989.

e Temas CIES 1: Demonología, Espiritismo y Sectas - 3 Documentos Ecle­siásticos, año 1990.

e Temas CIES 2: Jornadas Empresarias (Q: "Empresario ocupe su puesto en la vida nacional", año 1990.

e Temas CIES 3: "100 años de la Encíclica Rerum Novarum- León XIII", año 1991.

e Temas CIES 4: ·~o y Vida"- Sida, Homosexualidad, Aborto- Dr. Luis Aldo Ravaioli, año 1992.

e Guia para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia, 2da. Edición, Carmelo E. Palumbo, 1992.

e Temas CIES 5: "Diccionario de la Centesimus Annus - Luis M. Bertolino", año 1993.

e Temas CIES 6: "El Vaticano y la Democracia- Dr. Juan Rafael Uerena Amadeo", año 1994.

e Temas CIES 7: "Diccionario de la Encíclica Veritatis Splendor- Luis M. Bertolino", año 1995.

e Temas CIES 8: "Diccionario de la Encíclica Evangelium Vitae - Luis M. Bertolino", año 1997.

4

Indice

Nota Preliminar .................................................................. 7 Prólogo ............................................................................... 9

Diccionario de la Evangelium Vitae ........................................... 11

Carta Encíclica Evangelium VItae ............................................. 69

Introducci6n .................................................................... 71 Capítulo 1 •La sangre de tu hennano clama a mí desde el suelo» .. 77 Capítulo 11 «He venido para que tengan vida» ................................... 99 Capítulo III «No matarás• .................................................................. 121 Capítulo N '!A mí me lo hicisteis» ..................................................... 149

Conclusión ...................................................................... 173

5

Nota Preliminar

Reiterando su propósito de dijimdir la doctrina del Magisterio Auténtico Eclesiástico, el Centro de Investigaciones de Etica Social (CIES) presenta en esta oportunidad un diccionario de la Encíclica Evangelium Vitae, de SS Juan Pablo 11 sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana.

Con el ánimo de facilitar al lector la lectura y comprensión de los textos pontiftcios, esta obra se suma a los diccionarios ya publicados de las Encíclicas Centesimus Annus (Temas CIES 5) y Veritatis Splendor (Temas CIES 7). Nuestro sincero agradecimiento al Dr. Luis M. Bertolino que, como en anteriores oportunidades, con mucho esmero y dedicación ha hecho posible esta nueva publicación.

Daniel Passaniti Director F;¡ecuttvo

15 de agosto de 1997 Asunción de la Sma. Virgen

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Prólogo

No es la primera vez, que el Dr. Luis M. Bertolúw ofrece a los estudiosos de la doctrina ponti.ftcia tul instrumento muy útü para localizar los conceptos importantes de tul documento ponti.ftcio, como en este caso, la exhortación "Evangelium Vitae".

Se trata de wta sabia clasificación de las lineas principales del pensamiento ponti.ftcio, que ilumina todo este tema de la vida humana y de la lucha entre la vida y la muerte.

Es el tema pascual por excelencia, en que la liturgia canta, emocionada, en la secuencia de Pascua, cuando dice: "mors et vita duello, coriflixere mirando, dux vitae mortuus regnat vivus" (la muerte y la vida, se enzarzan en tul duelo maravillosa, el rey de la vida, muerto, reina vivo).

El tra.bqjo del Dr. Bertolúw no es tul simple diccionario por orden alfabético, súw que recoge los conceptos más importantes, que dan luz a todo el cor¡jwtto, a través de frases cortas que si.Lponen tul conocimiento projimdo del tema general.

De este modo la clasfftcación por las letras del abecedario, cobran wta importancia muy grande para la ubicación de las palabras claves que, sobre todo por el uso de la computadora, ayudarán mucho en el estudio de la enciclica.

Es de notar que esto es especialmente importante, tratándose de enciclicas escritas con tul proceso mental más al estilo de los pensadores eslavos, que yo Uamaría "en espiral", que no con tul pensamiento lineal al estilo latino.

El estilD latino tiende más a la ntttdez y claridad del pensamiento, que aborrece las repeticiones inútües; en cambio el estilo eslavo multiplica las tomas de diversos enfoques de la

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única realidad para dar una visión de coryunto polifacética, más rica, de la realidad. '

Agradecemos sútceramente el paciente trabajo del Dr. Bertolino que nos ayudará no poco al estudio de tan importante documento.

Que el Señor de la vida impulse los esfuerzos por üuminar, con el Evangelio, la dramática lucha entre la vida y la muerte, tan típica de esta época, y que dé eficacia a los meritorios trabajos como el aquí presentado por el Dr. Bertolino.

10

Mons. Alfredo M. Espósito Castro, cmf Obispo Emérito de Zárate - Campana

Diccionario de la Evangelium Vitae

Este índice contiene 722 conceptos ordenados en forma alfabética. Su flnalidad es facilitar al lector el acceso a la riqueza

conceptual de la Encíclica.

.Aborto directo (qafii'N.o como fiD o COJRO aecllo). Es siempre un desorden moral grave. Es doctrina perenne. parágrafo 62

.Aborto cUrecto (querido como fiD o como mecllo). Nada podrá hacerlo lícito. parágrafo 62

.Aborto eugen6sico: se invocan razones uterapéutlcas". Se basa en la mentalidad que rechaza minuvalidez, enfermedad. parágmfos 14, 63

.Aborto procurado: es homicidio del ser más inocente y débil. Razones, aun las graves y dramáticas, no pueden justificarlo. parágrafos 58, 81

.Aborto procurado: es una herida gravísima social y cultural. Esta estructura de pecado tiene una trama de responsabilidades. parágrafo 59

.Aborto procurado: la percepción de su gravedad se debilitó. Hay una peligrosístma crisis moral. parágrafo 58

.Aborto procurado: la responsabilidad moral afecta a todos. Alcanza a quienes difunden una mentalidad sexual permisiva. parágrafo 59

.Aborto procurado: la responsabilklad moral afecta a todos. Alcanza a quienes NO hicieron políticas de apoyo a la familia. parágmfo59

.Aborto procurado: la responsabilidad moral afecta a todos. Alcanza a las instituciones que luchan a favor del aborto. parágrafo 59

.Aborto procurado: la responsabilidad moral afecta a todos. Alcanza a médicos y personal sanitario, a los legisladores. parágmfo59

.Aborto procurado: particularmente grave e ignominioso. Junto con el infantictdto son crímenes nefandos. parágrafo 58

.Aborto procarll4o: presiones de varias personas sobre la madre. La responsabilidad moral afecta a todos. parágmfo59

.Aborto procurado: se intenta justtftcarlo en las primeros días. Hay una nuew vida desde que el óvulo es fecundado. parágmfo60

13

Aborto y eutanasia: las leyes a su favor carecen de validez. Niegan el derecho a la vida, base del bien común. parágrafos 72, 73

Aborto y eutanasia: las leyes a su favor carecen de validez. No son leyes moralmente vinculantes. parágrafos 72, 73

Aborto y eutanasia: renuevan el fratricidio de Abel. Violan el parentesco espiritual y el de la carne y sangre. parágrafoS

Aborto y eutaaasla: trágica apariencia de legalidad. Las leyes votadas siembran la disolución de la convivencia. parágrafos 20, 71, 72

Aborto y eutanasia: trágica apariencia de legalidad. Las leyes votadas traicionan el ideal democrático. parágn~fos20, 71,72

Aborto, iafantlcldio y eutaaa .. a: su significado peiVerso. Reinvindicar el derecho o legalizado es matar la libertad. parágrafos20, 71,72

Aborto: la investigación busca productos contra la vida. Se quiere sustraerlo a todo control y responsabtltdad social. parágrqfo 13

Aborto: llamado papal a las mujeres que han recurrido a él. No caer en desánimo. Recurrir al perdón divino en el Sacramento. parágn~fo 99

Aborto: llamado papal a las mujeres que han recurrido a él. Con su doloroso testimonio podrán ser defensoras de la vida. parágrafo 99

Aborto: llamado papal a las mujeres que han recurrido a él. Comprometiéndose con la vida ayudarán a un nuevo modo de vivir. parágn~fo 99

Aborto: para facilltarlo se invierten ingentes sumas. Se buscan productos que maten el feto en el seno materno. parágn~fo 13

Aco•er la vida: incumbe a todQS, más allá de la paternidad. Se ha de manifestar principalmente con los más déblles. parágn~fo 43

Acogtda del otro: reconocerlo y amarlo por su dignidad humana. La mujer lo hace en su maternidad y está llamada a testimoniarlo. parágnlfo 99

14

.Aco&lda y caldado de la Ylda:l María es el modelo incomparable. Figura de la Iglesia, es madre de todos los que renacen a la vida. parágrafo 102

.Acumulacl6n de blene• JBaterlal•: es un engaño. Al hacerlo no se percibe el verdadero significado de la vida. parágrafo 32

Adopcl6n a dlatancla: expresión de solidaridad sin desarraigos. Es preferible cuando el abandono se debe sólo a la pobreza. parágrafo 93

Adopcl6n o acoatda temporal de ~: es vivir el Evangelio. El verdadero amor paterno y materno va más allá del hijo propio. parágrafo 93

Ale ... por cada nl6o que nace: se fundamenta en la Navidad. Le da sentido profundo a cada nacimiento humano. parágrafo 1

All•nM OJi&lnal de Dio. con el hombre: está en la conciencia. Se conoce por la razón, se observa por don del Espíritu. parágrafo 77

Amenaza a la vida en elmun4o contempodneo: es el momento de profesar la fe con humildad y valentía. parágrafo 29

Amen .. •• a la vida en el ID'IUUio contempodneo: son enormes, programadas en forma científica y sistemática. parágrafo 17

Amena ... a la vida ~ctatmente cuando e• d6bll e Inocente: se multiplican con nuevas facetas y dimensiones inquietantes. parágrafos 3, 4, 10, 17, 29

Amor a la 'rida: es instintivo en el hombre porque es un bien. Se extiende y profundiza por su destino divino. parágrafo 38

Amor a la Ylda: no se reduce a la búsqueda de realizaciones. Se desarrolla en la gozosa conciencia de encontrar a Dios. parágrafo 38

Amor al p1'6jlm.o: es mandamiento semejante al amor a Dios. Es el gran anuncio de Jesús. parágrafo 54

Amor heroico: la radicalidad oblativa de las bienaventuranzas. Renuncia al derecho a la legítima defensa. parágrafo 55

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Amor lnflDlto de Dios: se revela en la Encarnación del Hijo. Revela el valor incomparable de cada persona humana. parágrafo2

Amor recibido y dado: da sentido a la vida. Incluso al sufrimiento y la muerte. parágrafo 81

Amor reciproco: regla de oro que resume la Ley y los Profetas. En Jesús se cumple la Ley y da corazón nuevo por el Espíritu. parágrafo 49

Ancianos y debtutados: tentación de la eutanasia. Es síntoma alarmante de la cultura de la muerte. parágrafos 64, 94

Ancianos: su marginación o rechazo es intolerable. Necesitan acogida y solidaridad de las otras generaciones. parágrafo 94

Ancianos: su marginación o rechazo es intolerable. Se requiere un Mpacto"generacional de mutuo apoyo. parágrafo 94

Antlconcepcl6n y ilborto estin ID~ente relacionados. Tienen su raíz en el egoísmo y una mentalidad hedonista. parágrafo 13

Antlconcepcl6n y aborto son males especfflcamente distintos. El segundo se opone a la justicia y destruye vida humana. parágrafo 13

Antlconcepcl6n y aborto son males especfflcamente c!Utlntos. El primero contradice el amor conyugal y la castidad. parágrafo 13

Antlconcepcl6n, uterlllzaci6n y aborto baJan la natalidad. Tentación de usarlos en países pobres superpoblados. parágrafos 16, 17, 91

Antlconcepcl6n, eaterlllzacl6n y aborto: campañas á favor. Intervienen instituciones internacionales. parágrafo 17

Antlconcepcl6n, e•terlllzacl6n, aborto y aun eutanasia. Medios de comunicación los presentan como progreso. parágrafo 17 Antlcoacepcl6n: está bien lejos de la paternidad responsable. Refuerza la tentación del aborto. parágrafo 13

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Anticc.acepcl6a: se afirma como lo más eftcaz contra el aborto. ·Se acusa a la Iglesia por señalar la ilicitud. parágrafo 13

Anuncio del EvaDgeHo de la 'rida: debe ser celebración. Urge cultivar una mirada contemplativa, nacida en la fe en Dios. parágrafo 83

Anuncio del E"ftDCeHo de la 'ftda: debe ser permanente. Exhortación a obispos, teólogos, pastores y formadores. parágrafo 82

Apoyo y promocl6D de la 'V'Ida Jnnn••a: se manifiesta en el testimonio personal, en el voluntariado. parágrafo 87

Apoyo y promocl6D de la 'V'Ida lnmla••: se manifiesta en la animación soctal y en el compromiso político. parágrafos 87, 94

Ar¡umentos de tipo sanitario tienden a m.taaular deUtos: distraen la atención del ataque al dereCho a la existencia. parágrafo 11

Aaeslnato de Abel: reflexiones morales y teológicas. parágrafos 7, 8, 9, 10, 18, 19, 21, 25, 40

Aalstencla a la. .mú nece.ttada.: papd educador de la familia. Misión de los padres de enseñar el sentido dd dolor y la muerte. parágrafo 92 ·

Atentada. a la '9lda naoleate y tenldaal dentro de la femtlla· son gravísimos por ser la ·ramilla santuario de vida. parágrafo 11

Atentada. a la '9lda naciente y tennl1lal; caracteres nuevos. Tienden a lograr d reconocimiento legal como "derecho". parágrafos 11, 68

Atentada. a la 'V'Ida IUiclente y~ caracteres n~. Tienden a perder d carácter de delito en la CÓnciencia. parágrafo 11

Atentada. a la 'rida: amenaza frontal·a los derechos humanos.·· " Capaz de poner en peligro la conviVencia democrática. parágrafo 18

Atenuacl6D de la calpabDklad-~ IDOI'almente IUiu: Condicionamiento cultural que las presenta como legítimas. parágrafo 18

17

Ateauaci6a de la culpabilidad ea accioaea moralmente malu: detalle de situaciones dificiles o incluso dramáticas. parágrafo 18

Blo6tlca: es significativo su despertar. Favorece el diálogo entre creyentes y no creyentes. parágrafo 27

Buena Nueva: Cristo y su Iglesia la anuncian a los pobres. Dirigida a la dimensión moral y espiritual de cada hombre. parágrafo 32

cabl: Dios le pregunta ante el~ de su hermano. La misma pregunta dívtna se dirige al hombre contemporáneo. parágrafos 7, 1 O, 40

cabl: Dios le pregunta ante el asesinato de su hermano. Invitación a comprender motivaciones y consecuencias. parágrafos 7, 8, 18

cabl: por el asesinato de Abel es maldecido y castigado. Pero la misericordia de Dios siguió protegiéndolo. parágrafos 7, 8, 9

cam: su respuesta a la pregunta del Señor. Niega la guarda de su hermano. parágrafos 7. 8, 19

cambio cultural deseado: exige a todos nuevo estilo de vtda. Primacía en todas las decisiones de la justa escala de valores. parágrafos 98

cambloe culturales ea el modo de eateacler la ñda: opciones consideradas delictivas ahora son respetables. parágrafos 4, 14

Campdu a fayor del aborto: no pocas veces hay apoyo de organismos internacionales. parágrafo 73

Celebracl6a del BY..,eUo de la 'rida: es celebrar a Dios. Propuesta para una Jornada universal por la Vida. parágrafo 85

Celebracl6D del BY~Uo de la Ylda: es celebrar a Dios. El da vida a todo ser viviente y la inmortalidad al hombre. parágrafo 84

Celebracl6D del BnJaaeUo de la 'rida: gestos heroicos. Son la celebración más solemne, con entrega total. parágrafo 86

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Celebraci6n del EvaD~eUo de la vida: gestos heroicos. Son manifestación elocuente del grado de amor más elevado. parágrafo 86

Celebraci6n del EvaD~eUo de la vida: gestos, símbolos y ritos. Son lugar apropiado para transmitir la belleza evangélica. parágrafos 83, 85

Celebraci6n del EvangeUo de la vida: gestos, símbolos y ritos. Riqueza de tradiciones y costumbres culturales y populares. parágrafo 85

Celebraci6n del EYaD~eUo de la vida: gestos, símbolos y ritos. Son formas y momentos de encuentro en la alegria o el dolor. parágrafo 85

Celebraci6n del ~eUo de la vida: realizarla diariamente. Ya sucede en gestos de entrega humilde y escondida. parágrafo 86

Civillzaci6D del amor y la vida: se construye con la vida de tantos consagrados a ayudar. parágrafo 27

Colaboraci6D epiacopal en la preHDte EncicUca: acoge su petición de ratificar el valor de la vida humana. parágrafoS

Comercio e8C&Ddal080 de arma: favorece conflictos armados. Es violencia que sufren millones de seres humanos. parágrafo 1 O

Compui6D: hace solidarios con el dolor y no mata. No hay verdadera compasión en la eutanasia. · parágrafo 66

CoiD11Didacle• domf:sttcu: son santuario de vida. Confianza papal en reforzar el compromiso de sostenerla. parágrafo6

Com11Dl6n con Dio.: es el destino del hombre. En esto alcanza su culmen la verdad cristiana de la vida. parágrafo 38

Co1D11Dl6n con Dio.: es el destino del hombre. La vida eterna germina y crece en la existencia terrena. parágrafo 38

Conciencia moral de la HCledad: eclipse del sentido de Dios. Se alimenta a la cultura de la muerte. parágrafo 24

19

Conciencia moral de la ~edad: eclipse del sentido de Dios. Se crean y consolidan verdaderas estructuras contra la vida. parágrafo 24

Conciencia moral: formarla para el cambio cultural. Redescubrir el nexo inseparable entre vida, libertad y verdad. parágrafo 96

Conciencia moral: formarla para el cambio cultural. Hay que educar comenzando por las raíces: amor y sexualidad. parágrafo 97

Conciencia moral: formarla para el cambio cultural. Educar en el valor del sufrimiento y la muerte. parágrafo 97

Conciencia: hay un oscurecimiento por tantos condicionamientos. Cuesta cada vez más distinguir entre el bien y el mal. parágrafos 4, 24, 57, 58

Conciencia: luminoso ojo del alma. . . Confusión del bien y el mal. Esta confusión lleva a su degradación y a la ceguera moral. parágrafo 24

Conciencia: nada puede sofocar la voz del Señor. Desde ese íntimo santuario puede empezar un nuevo camino. parágrafos 24, 29 ·

Conclllo Vaticano D: sus denuncias tienen actualidad. Los delitos señalados corrompen la civilización humana. parágrafo4

Condena a loa responaablee de abort08 con ezcomunl6n. Alcanza a los cómplices de cooperación necesaria. parágrqfo 62

Condena a 108 reepcmuhlu de aborto. con ezcomunl6n. Afecta a los que cometen el delito conociendo la pena. parágrafo 62

Condena a 108 reeponaablee de aborto. con ezcomunl6n~ La Iglesia busca la conversión señalando la gravedad del delito. parágrafo 62

Condicionamiento. negatlfte del pecaclo. No impiden conocer por la razón el Evangelio de la vida. parágrafo 29

Conjura cientlflca y programada contra la vida: implica a Instituciones internacionales y medios de comunicación. parágrafos 12, 17

20

Consecuencias del EvangeHo de la vida: toda la vida humana encuentra sentido en el amor recibido y dado. parágrafo 81

Consecuencias del EvangeHo de la vida: sociedad, ciencia y técnica estarán al servicio de la vida. parágrafo 81

Consecuencias del EvangeHo de la vida: la vida humana es sagrada e inviolable. Debe ser protegida. parágrafo 81

Contexto social y cultural actual: dominio del seculartsmo. Perdido el sentido de Dios, se pierde el de la dignidad humana. parágrafo 21

Contexto social y cultural actual: dominio del seculartsmo. Pone a prueba a las mismas comunidades cristianas. parágrafo 21

Contexto social y cultural actual: terrible círculo vicioso. Perdido el respeto del hombre se pierde la idea de Dios. parágrafos 21, 22

Contradlcci6n sorprendente en el proceso hist6rico: la razón de la fuerza sustituye a la fuerza de la razón. parágrafo 19

Contradlccl6n sorprendente en el proceso hlst6rico: se exalta el concepto de libertad negando la solidaridad. parágrafos 19, 101

Contradlcci6n sorprendente en el proceso hlst6rlco: se enmascara con un mal entendido altruismo y piedad. parágrafo 19

Contradlcci6n IOrprelldente en el proceso hist6rico: se proclaman derechos y se conculca el derecho a la vida parágrafo 18

Contradlcci6n 10rpre11dente en el proceso hist6rlco: raíces de orden cultural deforman el concepto de subjetividad. parágrafo 19

Convivencia social: en su fundamento está "no matarás". Dios es el defensor del inocente, Señor de la vida. parágrafos 53, 91

Convivencia social: necesita la libertad sujeta a la verdad. Si se entiende el yo en autonomía absoluta se niega al otro. parágrafos 19, 20

21

Cooperacl6n formal en actoe contra la vida: no se justifica. Nadie puede sustraerse a la responsabilidad moral de sus actos. parágrafo 7 4

Creacl6n: enseña la Biblia que está ordenada al hombre. Nunca el hombre puede ser reducido a rango de cosa. parágrafo 34

Crlaia cultural: actual contexto cerrado a la trascendencia. Vale lo que da placer y bienestar. El sufrimiento es amenaza. parágrafo 64

Crisia cultural: deforma el contenido del acto conyugal. El sexo servirá así para la satisfacción egoísta. parágrafos 23, 58, 86

Criala cultural: deforma el contenido del acto conyugal. La procreación se transfotriiá. en "enemigo" a evitar. parágrqfos 23, 86

Criala cultural: deforma el contenido del acto conyugal. No hay apertu,p a la riqueza de vida que trae el hijo. parágrafo 23

Criala cultural: el valor de la vida sufre hoy un "eclipse". Detalle de algunos de los múltiples factores. parágrafos 11, 17, 18

Crlsl8 cultural: perspectiva materialista. Empobrece relaciones interpersonales; sufren los más débiles. parágrafos 23, 64

Crlsl8 cultural: su materialismo sustituye la dignidad humana. Usa criterios de "eficiencia", "funcionalidad" y "utilidad". parágrafo 23

Crlsl8 cultural: ve al cuerpo como pura materialidad. No lo considera lugar de relaciones con Dios y el mundo. parágrafo 23

Crlsl8 cultural: ve al cuerpo como pura materialidad. La sexualidad se despersonaliza e instrumentaliza. parágrafos 23, 86

Crlsl8 del aentldo moral: hoy es peligrosísima. Se requiere más que nunca llamar las cosas por su nombre. parágrafo 58

Crlaia del aentldo moral: hoy es peligrosísima. No se distingue el bien y el mal, incluso en el derecho a vivir. parágrafo 58

22

Cristo Resucitado: afirma la victoria de la vida. La Iglesia, pueblo peregrino, marcha confiada con la mirada en El. parágrafo 105

Cuidado de la vida: Dios lo confia a cada hombre. Es parte del dominio confiado sobre lo creado. parágrafo 42

Cuidado del dflbn y necesitado: Jesús vigoriza la exigencia. Culmen de este amor es la oración por el enemigo. parágrafo 41

Cuidado del dflbü y necesitado: presente en el A. Testamento. Jesús le da amplitud: no hay "forastero", dice en parábola. parágrafo 41

Cultura de la muerte: es contraria a la solidaridad. Difundida por corrientes culturales, políticas y económicas. parágrafo 12

Cultura de la muerte: es una conjura contra la vida. Altera las relaciones de personas, familias, grupos y pueblos. parágrafo 12

Cultura de la muerte: no le encuentra sentido al sufrimiento. Actitud prometeica del hombre que decide vida y muerte. parágrafo 15, 64

Cultura de la muerte: parece superar a la cultura de la vida. La fe nos exige promocionar la vida con las obras. parágrafos 87, 100

Cultura de la muerte: parece superar a la cultura de la vida. Confiemos nuestro esfuerzo a Dios, para quien nada es imposible. parágrafo 100

Cultura de la muerte: se pierde la "conciencia moral" social. Se forman "estructuras de pecado" contra la vida. parágrafo 24

Cultura de la muerte: ve la eutanasia como lógica y humana. Es síntoma alarmante de una mentalidad eficientista. parágrafo 64

Cultura de la muerte: ve la sociedad basada en la eficiencia. Es una guerra de los poderosos contra los débiles. parágrafos 12, 19

CUltura de la vida: papel de la familia en su edificación. Por su naturaleza es comunidad de vida y del amor, don de Dios. parágrafo 92

23

Cultura de la vida: se alimenta en el heroísmo cotidiano. Es el de todas las madres dedicadas sin reserva a su familia. parágrafo 86

Cultura de la vida: se alimenta en los gestos de solidaridad. Especialmente la donación de órganos con criterios éticos. parágrafo 86

Decuido de loe mú d6büu: impensable para Israel. Desde su origen la existencia es designio divino. parágrafos 44, 46

Defensa de la clase obrera oprimida ea el .._o paado: Hoy, la Iglesia eleva su voz en defensa de la vida. parágrafo5

Defensa de la vida: exige hasta el heroísmo. Por situaciones de pobreza, angustia y exasperación. parágrafo 11

Defensa de la vida: la Iglesia da su voz por los más déblles. En el siglo pasado la elevó por los derechos del trabajador. parágrafo5

Defensa lncoadlclonal de la vida: Los medios la muestran como enemiga de la libertad. parágrafo 17

Defensa y promoc16a de la vida: Dios la confia a cada hombre. Le dio dominio sobre la tierra y todo ser vivo. parágrafo 42

DeBtoe y ateatadoe contra la vi4a y cUptdad. bumaaa: Denunciadas por el Concilio Vaticano 11 tienen actualidad. parágrafo3

DeBtoe y ateatadoe eoatra la vida y 41ptdad bumaaa: Sectores de la medicina se prestan a ello, deformando su misión. parágrqfo4

DeBtoe y atentadoe contra la vida y dlpktad_bumaaa: Se pretende disimular con argumentos sanitarios. parágrafo 11

DeBtoe y ateatadoe contra la 'rida J' cUpldad bUJMaa: Cambios legislativos no los penan o los legitiman. parágrafo4

DeUtos y ateatadoe contra la 'rida y cUpldad bumaaa: Son totalmente contrarios al honor debido al Creador. parágrafo3

24

DeUtos y atentados contra la vida y dignidad humana: el progreso científico y tecnológico trae nuevas formas. parágrafo4

DeUtos y atentados contra la vida y dignidad h1unana: hay un cambio cultural que les da aspecto inédito e inicuo. parágrafos 4, 18

DeUtos y atentados contra la vida y dignidad humana: corrompen la civilización, deshonran más al que los practica. parágrafo3

DeUtos y atentados contra la vida y dignidad humana: sectores pretenden la impunidad y autorización del Estado. parágrafo4

DeUtos y atentados contra la vida y dignidad humana: sectores lo justifican en nombre la libertad individual. Paragrqfo4

Democracia: es dificil la eficaz defensa legal de la vida. Hay fuertes corrientes culturales de diversa orientación. parágrafo 90

Democracia: es dificil la eficaz defensa legal de la vida. No desanimarse: la verdad moral tiene eco en toda conciencia. parágrafo 90

Democracia: hay un consenso casi universal por ella. Pero su valor se mantiene o cae según los valores que encarna. parágrafos 70, 71

Democracia: las leyes deben respetar la verdad objetiva. Al negarla, se transforma en Estado tirano. parágrafos 20, 70

Democracia: necesita una base moral objetiva. Es el seguro de la paz social. parágrafo 70

Democracia: no basta eliminar leyes inicuas. Hay que eliminar causas que favorecen los atentados a la vida. parágrafo 90

Democracia: no basta eliminar leyes inicuas. La política familiar debe ser centro de la política social. parágrafo 90

Democracia: no es sustituto de la moralidad. Su carácter "moral" depende de su conformidad con la ley moral. parágrafo 70

25

Democracia: papel de las mayorías (provisionales y volubles). No pueden decidir los fundamentos morales de la democracia. parágrafos 69, 70

Democracia: para su sano desarrollo urge redescubrir valores. Son valores a reconocer, respetar y promover. parágrafo 71

Democracia: para su sano desarrollo urge redescubrir valores. Ningún individuo, mayoría o Estado los pueden cambiar. parágrafo 71

Democracia: puede ser ilusoria, en beneficio de los fuertes. Ellos pueden regular palancas de poder y el mismo consenso. parágrafo 70

Democracia: puede ser ilusoria, en beneficio de los fuertes. La paz estable depende de respetar la dignidad y solidaridad. parágrafos 70, 101

Democracia: se mantiene o cae según los valores que promueve. En la base de estos valores está el respeto a la ley natural. parágrafos 70, 71

Democracia: valores que la deben fundamentar. El bien común será fin y criterio regulador de la vida política. parágrafo 70

Democracia: valores que la deben fundamentar. Dignidad, inviolabilidad de la persona humana. parágrafos 70, 71

Derecho a la vida: eco profundo en el corazón de todo hombre. Reconocerlo fundamenta la convivencia y la comunidad política. parágrafos 2, 101

Derecho a la vida: deber de los cristianos de defenderlo. La Redención revela el valor incomparable de cada persona. parágrafo2

Derecho a la vida: es absolutamente igual para todos. No hay privilegios ni excepciones para nadie. parágrafo 57

Derecho a la vida: fundamenta a todos los demás dereca.. V• e·

Una sociedad que lo niega carece de base sólida. parágrafo 101

Derecho a la vida: La Iglesia declara su respeto incondicional. Lo hace queriendo promover un Estado humano. parágrafo 101

26

Derecho a la vida: se fundamenta en su valor sagrado. Es un bien primario desde su inicio hasta su término. parágrafos 2. 101

Derecho al aborto, aliDfantlcldlo, a la eutanula: reclamarlo es pretender poder absoluto de unos sobre otros. parágrafo 20

Derechos h1UIUUloe: sorprendente y escandalosa contradicción. Se proclaman esos derechos y se conculca el derecho a vivir. parágrafo 18

Derechoe h1UIUUlos: sorprendente y escandalosa contradicción. En su raíz hay una deformación del concepto de subjetividad. parágrafo 19

Derechos humanos: sorprendente y escandalosa contradicción. Si la fuerza es criterio de opción no hay Estado de derecho. parágrafo 19

Derechos h1UIUUlos: sorprendente y escandalosa contradicción. Hay un eclipse del sentido de Dios y del hombre. parágrafo 21

Derechos h1UIUUloe: sorprendente y escandalosa contradicción. La libertad exaltada como absoluto niega al otro y será enemigo. parágrafos 19, 20

Desce11110 fuerte de la nataUdad ea paiHa rlc08: contribuyen la anticoncepctón, esterilizaciones y abortos. parágrafo 16

Descenso fuerte de la natandad ea paiHe riC08: sólo se evitará con la cooperación de quienes creen en la vida. parágrafo 91

Deaequlllbrioa ecoi6Jicoe, criiDbaa1 dlfual6a de la droga: es violencia que sufren millones de seres humanos. parágrafo 1 O

Dtaen6etlcoa prenatalee: moralmente inobjetables. Son con frecuencia ocasión para proponer el aborto. parágrafo 14

Di61o¡o iD.terpenoDal: es vital para la existencia humana. En el otro se refleja el Dios creador, meta definitiva. parágrafo 35

Dificultadee para manteaene fiel a la LeJ: se vencen con el don de Dios: se realiza al darse. parágrafo 49

27

Dificultades para reconocer los lli¡nos positivos actuales: no hay adecuada atención en los medios de comunicación social. parógrajo 26

Dificultades relacionales agravadas por·una sociedad compleja: personas, matrimonios, familias quedan solas con sus problemas. parógrafo 11

Dignidad humana: el rostro de Dios resplandece en cada hombre. Hecho apenas inferior a los ángeles. parógrafo 35

Dignidad hQDUID.a: ligada no sólo a su procedencia divina. El destino del hombre es la comunión con Dios. parógrajo 38

Dignidad humana: toda amenaza afecta a la Iglesia. Cada persona, por el misterio del Verbo, le está confiada. parógrafo3

Dignidad h'IUIUIDa: toda la sociedad la debe respetar y promover. En todo momento y condición de vida. parógrafo 81

Dignidad inviolable del ser h11111aDo: respeto en investigaciones. Deben estar al servicio del hombre para socorrerlo. parógrajo 89

Distribuci6n inicua de riqueus entre pueblos y clues: es violencia que sufren millones de seres humanos. parógrafo 1 O

Divinizacl6n del hOIDbre cuando nteaa a 811 Creador: sucede en ideologías que legitiman todo contra la naturaleza. parógrafo 22

DomiDio del hombre sobre lo creado: no es poder absoluto. Requiere obediencia libre y gozosa. parógrafo 52

DomiDio del hombre sobre lo creado: no es poder absoluto. Es un administrador que debe rendir cuentas. parágrafo 52

DomiDio del hombre sobre lo creado: no es poder absoluto. Estamos sometidos a leyes biológicas y morales. parógrajos 42, 52

DomiDio del hombre &Obre lo creado: no es poder absoluto. Es señorío ministerial: requiere sabiduría y amor. parógrajo 52

28

Dotes humanas: su razón, capaz de imitar a Dios y anhelado. La gloria de Dios resplandece en el hombre. parágrafo 35

EcUpse del sentido de Dloe y del hombre en la conciencia: tanto individual como social, confundiendo el bien y el mal. parágrafo 24

Ecologta: en la Biblia se encuentran luminosas precisiones. Desde el "habitat" de las especies hasta la "ecología humana" parágrafo 42

Ecumeniemo: el Evangelio de la vida. es ámbito providencial. Unir esfuerzos para evitar una derrota de la civilización. parágrafo 91

Eduaci6n para la vida: Jornada Mundial del Enfermo. Destaca el carácter salvífico del sacrificio unido a Cristo. parágrafo 97

Educaci6n de la HZUalidad y amor para formar la conciencia: implica la formación de la castidad como virtud maduradora. parágrafo 97

Educaci6n de los hijoe: anuncio del Evangelio de la vida. Lo hace la familia con la palabra y el ejemplo. parágrafo 92

Educaci6n para la vida: requiere la formación de los esposos. La procreacion responsable exige fidelidad al Señor. parágrafo 97

Educaci6n para la vida: tener en cuenta sufrimiento y muerte. Tienen sentido y valor vividos en unión con Cristo. parágrafo 97

Egofsmo de loe palees ricos condiciona a paises pobres: se imponen absurdas prohibiciones de procreación. parágrafo 18

Elegir a favor de la vida: hoy estamos implicados y obligados; Se trata de vivir en fidelidad y coherencia con la Ley. parágrafo 28

Embriones humanoe: intervenciones que buscan su bien. Son lícitas si respetan su vida e integridad. parágrafo 63

Embriones humanoe: la experimentación sobre ellos es ilícita. Se aplica la misma valoración moral del aborto. parágrafo 63

29

Embriones hUIIUUlos: su uso para abastecer de tejidos u órganos. Se aplica la misma valoración moral del aborto. parágrafo 63

Encamaci6n del Hijo de Dios: revela el amor infinito. Por ella se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. parágrafo2

Enfermedad del pecado: hay que reconocerla en la propia vida. Sólo así, encontrando a Jesús Salvador, la vida tiene sentido. parágrafo 32

Enfermos Incurables y tel'lllbYies: tentación de eliminarlos. A veces por equivocada piedad de los familiares. parágrafo 15

Enfermos Incurables y tel'lllbYies: tentación de eliminarlos. A veces por una cultura que no ve sentido en el dolor. parágrafo 15

EnseAanza de la doctrina: responsabilidad de los formadores. No expondrán ideas personales contrarias al Magisterio. parágrafo 82

Escala de Yalores justa: fundamento de un nuevo estilo de vida. Moviliza por una nueva cultura de la vida. parágrafo 98

Escala de Yalores justa: fundamento de un nuevo estilo de vida. Primacía del ser sobre el tener. Interés y acogida del otro. parágrafo 98

Eatructura de pecado: herida gravísima social y cultural. Difunde una cultura contraria a la solidaridad, con complicidades. parágrafos 12, 59

Eutanasia: aparece más perversa para familiares y médicos. La verdadera compasión no elimina a las personas. parágrafo 66

Eutanasia: es grave violación de la Ley de Dios. Conlleva la malicia propia del suicidio o del homicidio. parágrafo 65

Eutanasia: es homicidio al practicarla en quien no la pidió. Algunos médicos y legisladores se arrogan poderes sobre la vida. parágrafo 66

EutaaaPa: hay formas engañosas para obtener órganos. Se certifica la muerte del donante con criterios dudosos. parágrafo 15

30

Eutanula: la muerte anticipada es hoy tentación. Los progresos de la medicina permiten morir "dulcemente". parágrafo 64

Eutanula: la muerte anticipada es hoy tentación. En culturas que consideran al viejo un peso inútil. parágrafo 94

Eutanula: no puede tolerarse legalmente invocando libertad. La sociedad debe proteger de abusos que invocan la conciencia. parágrafo 71

Eutanula: puede parecer lógico y humano liberar del dolor. Es absurdo e inhumano, fruto de la "cultura de la muerte". parágrafo 64

Eutanula: se difunde encubierta, abierta o incluso legalizada. Más que por piedad hay razones utilitarias por los gastos. parágrafo 15

Eutanula: su valoración moral requiere precisa definición. Es eltmtnactón deliberada y moralmente inaceptable de personas. parágrafos 65,81

Eutanula: su valoración moral requiere precisa definición. Debe distinguirse de la renuncia al "ensañamiento terapéutico". parágrafo 65

EvaD~eUo de la 'rida ee el anuncio de la penoaa de Jeeú: es esplendor que Uumtna, fuente de constancia y valor. parágrafos 6, 29

EvaD~eUo de la 'rida: celebrarlo con la oración familiar. Celebrarlo en la vida cotidiana familiar, con amor y entrega. parágrafo 93

EvaD~eUo de la 'rida: cultivar la mirada contemplativa. Su anuncio será entonces verdadera y genuina celebración. parágrafo 83

EvaD~eUo de la 'rida: digno de ser cantado con júbilo y gloria. Con la oración individual y comunitaria y las celebraciones. parágrafo 84

EvaD~eUo de la 'rida: es don de Dios y tarea que compromete. Dios da vida al hombre y exige que la ame, respete, promueva. parágrafo 52

EvaD~eUo de la 'rida: es mensaje de un Dios vivo y cercano. Nos llama a profunda coumunión con Ja esperanza de vida eterna. parágrafo 80

31

Evan&eBo de la vida: es mensaje de vínculo individisible. Con Dios, con los hombres. En cada rostro humano brilla Cristo. parágrafo 80

Evan&eBo de la vida: es misión de la Iglesia anunciarlo. La compromete toda amenaza a la vida o dignidad humana. parágrafo3

Evan&eBo de la vida: es novedad sorprendente. Nos ilumina e impulsa a proclamarlo a cada hombre y mujer. parágrafos 80, 101

Evan&eBo de la vida: es parte del Evangelio de Jesús. Lo recibimos como don y somos enviados a proclamarlo. parágrafos 2, 78, 80, 101

Evan&eBo de la vida: escrito en el corazón de todos. Con la gracia, todo hombre con su razón puede descubrirlo. parágrafo2

Evan&eBo de la vida: escrito en el corazón de todos. Anticipado en la Revelación del Antiguo Testamento. parágrafo 29

Evan&eBo de la vida: está en el centro del mensaje de Jesús. La Iglesia lo acoge y lo anuncia en toda época y cultura. parágrafo 1

Evan&eBo de la vida: expresemos admiración y gratitud. Con la oración, celebraciones litúrgicas y sacramentales. parágmfo85

Evan&eBo de la vida: favorece un ecumenismo de las obras. Es espacio providencial para el diálogo y la colaboración. parágrafos 91, 101

Evan&eBo de la vida: fuente de esperanza y alegria. Es un todo con el amor divino y la dignidad de la persona. parágrafos 2, 29

Evan&eBo de la vida: la expresión define un mensaje btblico. Es el valor sagrado de la vida, base de todos los de¡;echos. parágrafo 2

Evan&eBo de la vida: la familia tiene la misión de anunciarlo. Con las palabras y el ejemplo, en la vida cotidiana. parágmfo92

Evan&eBo de la vida: la Iglesia lo recibe de su Sefior. Lo·anuncla a los hombres de todos los tiempos. parágrafos 2, 28

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EvugeUo de la vida: no es mera reflexión ni promesa ilusoria. No es sólo mandamiento para sensibilizar conciencias. parágrafos 29, 90

EvugeUo de la vida: palabras del apóstol Juan. Sentido profundo al comienzo de su Primera Carta. parágrafo 30

EvugeUo de la vida: se lo sirve en familia con solidaridad. La adopción o acogida temporal de niños es particular ejemplo. parágrafo 93

EvugeUo de la vida: se lo sirve en familia con solidaridad. Dentro y alrededor de la familia, en las cosas de cada día. parágrafo 93

EvugeUo de la vida: servirlo en la democracia. Quien ejerce mandato no abdica de la responsabilidad personal. parágrafo 90

EvugeUo de la vida: servirlo en la democracia. Las leyes influyen en conformar mentalidad y costumbres. parágrafo 90

EvugeUo de la vicia: servirlo en la democracia. El voto de mayorías aparenta atenuar respansabilidades. parágrafo 90

EvugeUo de la 'riela: servirlo en lo social y político. Con proyectos culturales, económicos, políticos y legislativos. parágrafos 90, 93

Evan¡eUo de la 'riela: servirlo en lo social y político. Tarea de individuos, familias, grupos y asociaciones. parágrafos 90, 93

Evan¡eUo de la vida: servirlo en lo social y político. Deber de los responsables de la vida pública. parágrafo 90

Evan¡eUo de la vida: servirlo en lo social y político. Lo exige el realismo tenaz de la caridad. parágrafo 90

Evan¡eUo de la vida: su anuncio debe ser celebración. Gestos, símbolos y ritos serán transmisores de su grandeza. parágrafo 83

EvaD~eUo de la vida: su celebración será celebrar a Dios. El da a los hombres, seres compuestos, vida similar a los ángeles. parágrafo 84

33

EvangeUo de la vida: su celebración será celebrar a Dios. El es fuente de toda vida, creador del alma inmortal. parágrafo 84

EvangeUo de la vida: su celebración será celebrar a Dios. El da al hombre dignidad casi divina. parágrafo 84

EvangeUo de la vida: su estrecha relación con la Virgen Maria. Ella acogió "la Vida"en nombre y para bien de todos. parágrafo 102

EvangeUo de la vida: su mensaje comienza en el A.Testamento Dios se revela como salvador de Israel en el Exodo. parágrafo 31

EvangeUo: anuncio y fuente de gozo. Evangelizar es la vocación propia de la Iglesia. parágrafo 78

EvangeUzar: es acción global, dinámica, profundamente eclesial. Exige la cooperación de todos los operarios según su carisma. parágrafos 78, 79

Ezcomunl6n automitlca a loe que cometen aborto: alcanza a los cómplices de participación necesaria. parágrafo 62

Ezcomuni6n automitlca a loe que cometen aborto: los alcanza si conocen la pena, aun a los colaboradores. parágrafo 62

Ezcomuni6n automitlca a loe que cometen aborto: la Iglesia señala la gravedad del delito y busca la conversión. parágrafo 62

Emortaci6n a obispos, te61o1oe, pastores, formadores: anunciar incansablemente el Evangelio de la vida. parágrafo 82

Ezploracl6n prenatal: licitud moral. Si hay riego proporcionado y finalidad de terapia precoz. parágrafo 63

Famllla: educar a los hijos con la palabra y el ejemplo. Así cumple con su misión de anunciar el Evangelio de la vida. parágrafo 92

Famllla: es Iglesia doméstica, celebra el Evangelio de la vida. Lo anuncia y lo sirve, consciente de su papel en el plan de Dios. parágrafo 92

34

FamWa: es santuarto de la vida, don de Dios. La pastoral de la Iglesia la debe ayudar incansablemente. parágrafo 94

FamWa: es santuarto de la vida, don de Dios. Papel determinante e insustituible en la cultura de la vida. parágrafo 92

FamWa: es santuarto de la vida, don de Qios. Necesita el apoyo de sociedades y Estados, incluso económico. parágrafo 94

FamWa: misión de formar a los hijos en verdaderos valores. Es servicio a la fe de los hijos y a ver la vida como un don. parágrafo 92

FamWa: su responsabilidad dentro del pueblo de la vida. Es comunidad de vida y amor fundada sobre el matrimonio. parágrafo 92

Fe: da respuestas a la precartedad de la vida. En la densa oscuridad orienta al "misterto"del Todopoderoso. parágrafo 31

Fe: se pone a prueba en el dolor. En la meditación del libro de Job se oye el gemido universal. parágrafo 31

Fecundaci6n del 6TU1o: desde ese instante hay nueva vida. La genética moderna lo·conftnna. parágrqfo 60

Fen6meno demOj'dflco: amenazas y atentados a la vida. Anticoncepción, esterilización y aborto no resuelven problemas. parágrafo 16

Fen6meno demOj'dflco: amenazas y atentados a la vida. Faltan sertas políticas familiares y sociales. parágrafo 16

Fen6meno demOj'dflco: modalidades según el grado de desarrollo. En los países pobres hay elevada tasa de aumento poblacional. parágrqfo 16

Fea6meno demOj'dflco: modalidades según el grado de desarrollo. En los países ricos hay una preocupante caida de la natalidad. parágrafo 16

Formadore• de coacieaciu: llamado a no traicionar la verdad. No expondrán ideas personales opuestas al Magisterio. parágrafo 82

35

Gen6tlca moclema: confirma lo que sostiene la Iglesia. Desde que el óvulo es fecundado hay nueva vida. parágrafo 60

Gestos cotidianos de acogida, sacrlflcio y cuidados: los realizan a diario incalculable número de personas. parágrafo 27

Hombre viviente: camino primero y fundamental de la Iglesia. El Evangelio de la vida es parte del único, indivisible Evangelio. parágrafo2

Hombre: en cada uno que nace o muere reconocemos a Dios. Cada hombre es signo del Dios vivo, icono de Jesucristo. parágrafo 84 ·

Hombre: es guarda de su hermano, con su razón y libertad. Esta, absolutlzada en individualismo pierde su vocación y dignidad. parágrafo 19

Homicidio: el homicida no pierde su dignidad personal. Es un misterio de la justicia misericordiosa de Dios. parágrafo9

Homicidio: en cada uno se viola el parentesco espiritual. -No pocas veces se viola además parentesco de carne y sangre. parágrafoS

Homicidio: la vida humana pertenece a Dios. Atentar contra ella es delito que no quedará impune. parágrafo9

Hostllldad, impopularidad al anunciar el EvanaeUo: no temerlas, rechazar las ambigüedades con fe en Cristo. parágrafo 82

Iglesia: anima a políticos a no resignarse ante dificultades. En la democracia conviven corrientes culturales diversas. parágrafo 90

Iglesia: como Jesús, es portadora de la Buena Nueva. Su mensaje resuena en situaciones de miseria y pobreza. parágmfo32

Iglesia: con los sacramentos transmite la vida de Dios. De la Cruz, fuente de vida, nace y crece el pueblo de la vida. parágrafos 51, 78

Iglesia: debe promover incansablemente una pastoral fa,miltar. Ayudará a cada familia a vivir conforme al Evangelio de la vida. parágrafo 94

36

J&lnia: declara el respeto incondicional del derecho a vivir. Defiende derechos fundamentales, especialmente de los débiles. parágrafos 5, 101

J&leela: es el pueblo <;te la vida y para la vida. Mantengamos esa conciencia humilde y agradecida. parágrafo 78

J&leela: excomunión automática a los que cometen aborto. Afecta a los que conocen la pena, aun a los colaboradores. parágrafo 62

J&lnia: exhortación a obispos, teólogos, pastores y formadores. Serán anunciadores incansables del Evangelio de la vida. parágrafos 82, 94

J&lnia: inmersa en la historia, la trasciende. En la Virgen Maria ve su propio misterio: germen terreno de Dios. parágrafo 103

J&leela: junto a esposos que acogen a hijos incapacitados. A quienes adoptan a los abandonados por su enfermedad. parágrafo 63

J&lnia: la evangelización compromete a todos sus miembros. Es anuncio, celebración y servicio de caridad, según carisma. parágrafos 78, 79

J&lnia: la Virgen María le da sentido a su propia maternidad. Ella es modelo incomparable de acogida y cuidado de la vida. parágrafos 102, 103

J&leeia: la Virgen Maria le da sentido a su propia maternidad. Como Maria, cumple su maternidad con sufrimiento. parágrafo 103

J&leela: la Virgen María le da sentido a su propia maternidad. Como Maria, tiene la certeza de la benévola providencia divina. parágrafo 105

J&leela: la Virgen María le da sentido a su propia maternidad. Como Maria, como su misión en perenne lucha con el mal. parágrafos 103, 104

J&leela: los obispos serán anunciadores del Evangelio de vida. Vigilarán la transmisión integra y fiel de esta Encíclica. parágrafo 82

I&teeta: los obispos vigilarán la enseñanza de esta Encíclica. Será integra y fiel, preservando de doctrinas contrarias. parágrafo 82

37

Igleaia: pueblo de vida. Cristo con su sangre nos injerta en El. Con la gracia del Espíritu obremos como pueblo de vida. parágrafo 79

Igleaia: pueblo de vida. Dios nos dtó el Evangelto de la vida. Hemos sido redimidos: transformados y salvados por él. parágrafos 79, 82

Igleaia: pueblo de vida. Somos enviados: es un deber. Debemos ayudar a todos a descubrir el Evangelto de la vida. parágrafos 2, 82, 1 O 1

Igleaia: pueblo de vida. Somos enviados: es un deber. Nos guia y sostiene la ley del amor. parágrafos 6, 79

Igleaia: Reltgtosos y reltgtosas siguen el ejemplo de Jesús. Consagrados a Dios, ofrecen su vida por amor al prójimo. parágrafos 27, 87

Iglesia: siempre ha enseñado lo absoluto de "no matarás". En los primeros siglos se exigía penitencia públtca. parágrafo 54

Iglesia: siempre ha enseñado lo absoluto de "no matarás". La vida es inviolable desde el seno materno. parágrafo 61

Iglesia: su identidad más profunda es evangelizar. El Evangelto es anuncio y fuente de gozo y salvación. parágrafos 78, 95

Igleaia: su Identidad más profunda es evangelizar. El Evangelto está destinado a Impregnar todas las culturas. parágrafo 95

Igleaia: tiene una extraordinaria historia de caridad. Cada comunidad cristiana debe continuar escribiéndola. parágrafo 87

Igleaia: tiene una extraordinaria historia de caridad. Parte de un amor profundo por cada hombre y mujer. parágrafo 87

Iglesia: tiene una extraordinaria historia de caridad. Ha introducido numerosas estructuras de servicio a la vida. parágrafo 87

J&leaia: todos sus miembros son pueblo de y para la vida. Es compromiso de todos sostener la famllta. parágrafos 6, 94

38

Individualismo, utWtaJUmo y hedcmlmlo: proliferan en el materialismo práctico,· sin sentido de Dios. parágrafo 23

Infanticidio: hay propuestas de legitimarlo, como el aborto. Significa retomar a la época de la barbarie. parágrafo 14

~uaticlu sociales: a las del pasado se suman nuevas. Son más graves, consideradas como elementos de progreso. parágrafoS

Inmoralidad arave de ellmiDu vldu Inocentes: se basa en la ley natural, Escrituras, Tradición y Magisterio. parágrafo 57

lnsutlfaccl6a pereDDe: el hombre tiende naturalmente a Dios. Sólo lo calma el diálogo interpersonal. parágrafo 35

Institutos de Alud relacloaad011 coa la Jalesla. Tendrán muy clara su identidad cristiana ante el dolor y muerte. parágrafo 88

Institutos de Alud: se debe revisar su función. Deben interpretar el dolor y la muerte con sentido cristiano. parágrafo 88

InvlolabBldad de la vida bum•na: deriva de su sacralidad. Ninguna etapa puede quedar al arbitrio del hombre. parágrafos44,54,5~66.89

InvlolabWdad de la vida bum•na: deriva de su sacralidad. Su único señor es Dios que ejerce ese poder con amor. parágrafos39,40,46,55,66,81

InvlolabBldad de la vida bum•na: desde el seno materno. Lo expresan las Sagradas Escrituras y dos milenios de Iglesia. parágrafos 61, 62

InvlolabWdad de la vida humana: hay un aspecto más profundo. Es la exigencia de veneración y amor a cada persona y su vida. parágrafo 41

InvlolabWdad de la vida humana: toda la Ley la protege. No hay límites, atenuaciones ni excepciones. parágrafos 48, 54

InvlolabWdad de la vida humua: toda la Ley la protege. No es una carga: es la razón de la vida. parágrafo 48

39

Inviolabilidad de la vida h'IIIIUUla: ya expresada en el A. Test. Expresada con dulzura en el Sermón de la Montaiia. parágrafos 40, 41

Inviolabilidad de la vida human•~ ya expresada en el A. Test. El Nuevo Testamento lleva a la perfección el mandamiento. parágrafos 40, 41, 44, 49, 54

Israel: Dios lo confortó en medio de los peligros. Jesús lo repite con todos los ~pobres" que lo encuentran. parágrafo 32

Israel: en las visicitudes del Exodo Dios se muestra salvador. La vida es para Dios objeto de tierno y fuerte amor. parágrafo 31

Israel: la liberación de la esclavitud es don de identidad. Reconocimiento de una dignidad, inicio de historia nueva. parágrafo 31

Israel: percibe el valor de la vida en los libros sapienciales. A partir de la experiencia de la precariedad de la vida. parágrafo 31

Jesús "Aqu61 que atra-vesaron" atrae a todos hacia st: en El encontramos esperanza segura de liberación y redención. parágrafo 50

Jesús da al hombre capacidad y responsabllldad por la vida: por su palabra, su acción y la misma persona de Jesús. parágrafo 29

Jeris "Palabra de vida" anuncia y comUDlca vida di'YIDa y eterna: da valor y significado a la vida humana, aun a la etapa terrena. parágrafos 1, 30,37

Jesú, "buen samaritano", es ejemplo para la Iglesia: la Iglesia siempre está en la primera línea de la caridad. parágrafo 27

Jeda, "m6dlco de la carne y del eep~rttu•, eDYia a su dt.cfpulos: su misión: anunciar el Evangelio y curar enfermos. parágrafo 4 7

Jesfls: anuncia a todos la buena nueva. Da la certeza de que la vida es don custodiado por el Padre. parágrafo 32

Juú: en El se cumple la Ley y da un corazón nuevo. La Ley y los Profetas se resumen en el amor recíproco. parágrafo 49

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Je8'6s: en la cruz cumple y nos revela el Evangelio de la vida. El velo del templo rasgado es símbolo de la lucha con el mal. parágrafo 50

Jee6a: en su muerte revela la grandeza y valor de la vida. La cruz es fuente de vida nueva para todos los hombres. parágrafos 33, 50, 51

Je8'6s: en toda su vida se da una singular Mdialéctlca". Acogida en los justos, rechazo del mundo o su indiferencia. parágrafo 32

Jee6a: en toda su vida se da una singular Mdialéctlca". Es entre la precartdad de la vida y la aflnnación de su valor. parágrafo 32

Je8'6s: es Mla Palabra de vida", es vida eterna. Por don del Espíritu, esa vida se comunica al hombre. parágrafo 80

Jes6a: los Sacramentos nos hacen partícipes de su Salvación. Ellos dan la energía espiritual para la vida. parágrafo 84

Jee6a: su vida es peregrinar en medio de contradicciones. Clavado en la cruz vive su máxima impotencia y su gloria. parágrafo 50

Je8'6s: su vida es peregrinar en medio de contradicciones. Muere con la certeza de que está en manos del Padre. parágrafo 33

Jee6a: todos sus milagros son signo de otra salvación. Ubera al hombre de su enfermedad más profunda: el pecado. parágrafos 50, 84

Jee6a: vino a servir, obediente en todo al Padre, dando ejemplo. Todos estamos llamados a dar la vida por los hermanos. parágrafo 51

Jee6a: vive la pobreza toda su vida, dice San Pablo. Despojado de privilegios comparte lo humilde y precario. parágrafo 33

Jornada por la VIda: propuesta para la celebración universal. Destinada a sucitar el reconoctmlento del valor de la vida. parágrafo 85

Jornada por la VIda: propuesta para la celebración universal. Algunas Conferencias Episcopales ya la celebran. parágrafo 85

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Jomada por la Vida: propuesta para la celebración universal. Destinada a alertar sobre la gravedad del aborto y eutanasia. parágrafo 85

Juatiflcacl6n ldeol~ca de atentados a la vida: renuevan la arrogancia y mentira de Caín. parágrafoS

LeJlalaclones injustas: crean problemas de conciencia. A veces imponen sacrificios. Nunca es lícito cooperar en el mal. parágrafo 7 4

Le&ftlma defensa: es un verdadero derecho y un deber. Se puede renunciar a ella sólo por amor heroico. parágrafo 55

Leattlmacl6n del aborto e lnfantlcldlo en 'ftl'loa lugarea: .• estas propuestas nos retornan a una época de barbarie.

parágrafo 14

Lealtlmacl6n jurldlca de atentadoa a la vida: se pretende que el Estado reconozca el aborto y la eutanasia. parágrafo 68

Lealtlmacl6n jurldlca de atentadoa a la vida: se pretende que es moral lo que dice la mayoria. parágrafos 68, 69

Lealtlmacl6n jurldlca de atentadoa a la vida: se fundamenta en el relativismo ético de la cultura. parágrafo 70

Lealtlmacl6n jurldlca de atentadoa a la vida: pretende que gobernantes y profesionales abdiquen de sus ideas. parágrafo 69

Lealtlmacl6n jurldlca de atentadoa a la vida: se pretende para cada persona el derecho sobre la vida. parágrafos 68, 69

Lealtlmacl6n jurldlca de atentadoa a la vida: se pretende que así se obtendria una reducción de prácticas Uegales. parágrafo 68

Ley clvll: debe conformarse con la ley moral. Si no lo hace, lo precrtpto no obliga en conciencia. parágrafo 72

Ley clvll: debe respetar derechos fundamentales de la persona. El primero es el derecho a la vida de cada ser inocente. parágrafos 71, 72

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Ley civil: debe respetar el derecho fundamental a la vida. No puede justificarse aborto o eutanasia invocando libertad. · parágrafo 71

Ley clvll: su ámbito es más limitado que la ley moral. Debe asegurar ordenada convivencia en la verdadera justicia. parágrafo 71

Ley civil: su ámbito es más limitado que la ley moral. Debe respetar y garantizar derechos fundamentales de la persona. parágrafo 71

Ley de Dl08: es el camino para dar frutos de vida y felicidad. MNo matarás": implica respetar los otros mandamientos. parágrafo 48

Ley de reciprocidad: Cristo le da nuevo significado. El Espíritu crea en los hombres nueva fraternidad. parágrafo 76

Ley de reciprocidad: Dios confia cada vida a otro hermano. El Hijo al encarnarse demuestra el límite de esta ley. parágrafo 76

Ley de reciprocidad: el mismo Espíritu llega a ser nueva ley. Da fuerza a los creyentes en el don propio y acogida del otro. parágrafos 76, 77

Ley de reciprocidad: inspira y plasma el "no matarás". Implica respetar, amar y promover la vida del hermano. parágrafo 77

Ley bücua: contradice el orden moral. No obliga en conciencia. Es un acto de violencia. parágrafo 72

Ley natural: escrita en el corazón de cada hombre. Con su razón y la gracia puede descubrirla. parágrafo2

Ley NueYa: la Ley se hace "evangelio", buena noticia. Su expresión fundamental: don de sí mismo en amor a los demás. parágrafo 49

Leyes a favor del aborto y eut•naPa: No crean obligación de conciencia. parágrafos 71, 72, 73

Leyes a favor del aborto y eutanula: Hay grave obligación de oponerse por objeción de conciencia. parágrafos 71, 72, 73

43

Leyes a favor del aborto y eutaaallia: intentos de revisión. Es lícito apoyar leyes que intentan limitar daños. parágrafo 73

Leyes: papel importante en conformar mentalidad y costumbres. Llamado a los políticos a no votar contra la dignidad humana. parágrafo 90

Ubertad humana: no puede emanciparse de una verdad objetiva. Al hacerlo, deteriora profundamente la conviviencia social. parágrafo 20

Ubertad humana: no puede emanciparse de una verdad objetiva. Al hacerlo, reniega de sí misma, se autodestruye. parágrafos 19, 96

Ubertad humaaa: no puede emanciparse de una verdad objetiva. Le da base racional a los derechos de la persona. parágrafo 96

Ubertad humana: no puede emanciparse de una verdad objetiva. Silo hace, se afirma en la sociedad el totalitarismo. parágrafo 96

Ubertad_y 'Vida: hay una dependencia innata de Dios. Sólo al reconocerla el hombre se desarrolla plenamente. parágrafo 96

Ubertad y 'Vida: hay una dependencia tnnata de Dios. Cuando se niega a Dios se acaba negando al hombre. parágrafo 96

Lucha entre la cultura de la 'Vida y la cultura de la muerte: la mejor ayuda que tenemos es la fe en el Resucitado. parágrafos28, 100,105

Lucha entre la cultura de la 'Vida y la cultura de la muerte: todos debemos participar y elegir a favor de la vida. parágrafos 28, 100

Lucha entre la cultura de la 'Vida y la cultura de la muerte: se necesita una nueva cultura de la vida. parágrafo 95

Lucha entre _la cultura de la 'Vida y la cultura de la muerte: es urgente movilizar conciencias y un común esfuerzo ético. parágrafos 95, 100

Lucha entre la cultura de la 'Vida 1 la cultura de la muerte: es enorme la desproporción de medios de una y otra. parágrafos 87, 100

44

Lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte: estamos en medio de este conflicto: todos estamos implicados. parágrafos 28, 50. 100

Lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte: es urgente una gran oración por la vida que abarque al mundo. parágrafo 100

Lucha entre la cultura de la Yi4a y la cultura de la muerte: jesús mostró que nuestras armas son la oración y el ayuno. parágrafo 100

Lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte: la sociedad actual necesita discernir los verdaderos valores. parágrafo 95

Lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte: centro del drama: eclipse del sentido de Dios y del hombre. parágrafo 21

Lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte: el velo del templo rasgado es símbolo de esa lucha. parágrafo 50

lladn8 dedicadas aln reserva a 8118 famtHaa~ es un heroísmo cotidiano que alimenta el Evangelio de la vida. parágrafo 86

lladn8 dedicadas a reaerya a._ famtHu: agradecimiento a su amor invencible, su fe, su sacrificio. parágrafo 86

...,._terio pontificio mú reciente ha reaftmaado la doctdlla: la vida es inviolable desde el seno materno. parágrafo 62

~oa: deben reconocer los derechos del hombre. Si no lo haéen, lo prescrtpto no obliga en conciencia. parágrafos 71, 72

llal: el hombre no está predestinado a él. Es tentado pero es libre frente al pecado; lo debe dominar. parágrafoS

llandamlento de Dloa: no está nunca separado de su amor. Esto es M evangelio": buena y gozosa notiCia. · parágrafo 52

llandamlento de Dloa: no está nunca separado de su amor. Es siempre don para crecimiento y alegría del hombre. parágrafo 52

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Mandamientos de Dios: enseñan el camino de la vida. Los preceptos morales negativos obligan sin excepción. parágrafos 75, 76

Mandamientos: los preceptos negativos obligan siempre. No se justifican por bondades, intención o consecuencia. parágrafos 75, 76

Mandamientos: los preceptos negativos obligan siempre. Su "no" es límite infranqueable en cualquier circunstancia. parágrafos 75, 76

Mandamientos: los preceptos negativos tienen función positiva. Son inicio de los Msí"en el camino del bien. parágrafos 75, 76, 77

Mandamientos: los preceptos negativos tienen función positiva. Son comienzo de la verdadera libertad que promueve la vida. parágrafos 75, 76

Materialismo prActico: deforma el contenido de la sexualidad. La procreación se convierte en Menemigo" a evitar. parágrafo 23

Materialismo prActico: eclipse del sentido de Dios y el hombre. Proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo. parágmfo23

Materialismo prActico: empobrece relaciones interpersonales. Lo sufren la mujer, el niño, el enfermo y el anciano. parágrafo 23

Materialismo prActico: en su contexto rechaza el sufrimiento. Para evitarlo surge la tentación de suprimir la vida. parágrafo 23

Materialismo prActico: no ve al cuerpo como realidad personal. La sexualidad se despersonaliza e instrumentaliza. parágrafo 23

Materialismo prActico: reduce el cuerpo a pura materialidad. Servirá sólo para el goce y la eficiencia. parágrafo 23

Medicina: "hacer morir" nunca será tratamiento médico. Ni siquiera para secundar la petición del paciente. parágrafo 89

Medicina: algunos médicos y legisladores se arrogan poderes. La eutanasia es homicidio practicado en quien no la pidió. parágrafo 66

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Medicina: hay sectores que realizan actos contra la persona. Contradicen su misión y degradan su dignidad. parágrafos 4, 14, 66

Medicina: la investigación biomédica es campo prometedor. En ella no se puede ignorar la inviolable dignidad humana. parágrafo 89

Medicina: peculiar responsabilidad del personal sanitario. Se les exige ser custodios y servidores de la vida humana. parágrafo 89

Medicina: privación de conciencia al moribundo. No es lícito sin grave motivo. parágrafo 65

Mediclaa: renuncia a medios extraordinarios, desproporcionados. No equivale a suicidio o eutanasia. Es aceptar la muerte. parágrafo 65

Medicina: renuncia a usar analgésicos y sedantes. Es comportamiento heroico no obligatorio. parágrafo 65

Medicina: se encuentran remedios cada vez más eficaces. Abren prometedoras perspectivas a la vida. parágrafo 26

Medicina: sus progresos mitigan dolor, sostienen la vida. En este contexto es fuerte la tentación de la eutanasia. parágrafo 64

Medicina: tentación al personal de perder la ética. El contexto puede convertir en manipuladores y agente de muerte. parágrqfo 89

Medicina: tentación al personal de perder la ética. El juramento hipocrático es siempre fuente de inspiración. parágrafo 89

Medicina: tiene una intrínseca e imprescindible dimensión ética. Será apoyo en la tentaciones del actual contexto cultural y social. parágrafo 89

Medicina: uso de analgésicos y sedantes. Es lícito si no impiden cumplir deberes religiosos o morales. Paragrafo 65

Media. de com11Dicacl6n Hclal: No prestan adecuada atención a los signos positivos actuales, parágrafos 26, 98

47

Medioe de comUDlcaci6n 110clal: Deben presentar ejemplos nobles, testimonios positivos. parágrqfo 98

Medioa de opinl6n: complicidad en la conjura contra la vida. Promoción de modelos culturales opuestos a la maternidad. parágrafo 86

Medios de oplnl6n: complicidad en la conjura contra la vida. Crean una cultura que la presenta como progreso. parágrafos 17, 24

Medioa de opinl6n: complicidad en la conjura contra la vida. Presentan como superados la fidelidad, la castidad y el sacrificio. parágrafo 86

Mentalidad pennialva eezual y de desprecio a la matemldad: Quienes la difunden son moralmente responsables. parágrafo 59

M6todos natunlq de recaJaci6n de la ferWldad: Su consideración honesta debería eliminar prejuicios. parágrqfo 97

M6todos naturales de re,macl6n de la ferWlclad: Hay esfuerzos para difundirlos en uso acorde a la moral. parágrafo 97

M6todos naturales de recaJaci6n de la ferWlclad: Ofrecen posibilidad de adoptar decisiones acordes a la moral. parágrafo 97

M6todos naturales de re,macl6n de la ferWlclad: Se han precisado cada vez mejor científicamente. parágrafo 97

Minuav6lldos: valor y serenidad de tantos que sufren. Son testimonio de los auténticos valores de la vida. parágrafo 63

Mirada contemplativa: anima al pueblo de los redimidos. Mueve a alabar y agradecer el don de la vida. parágrqfo 83

Mirada contemplativa: no se rinde ante el dolor y la muerte. Cada rostro el!l un llamado al respeto, diálogo y solidaridad. parágmfo83

Mirada contemplativa: ve la vida en profundidad, como don. Ve a Dios en cada hombre para respetarlo y venerarlo. parágrqfo 83

48

IIUedcordla dtriDa: misterio paradójico de su justicia. Dios quiere el arrepentimiento del pecador y no su muerte. parágrafo9

Misterio )IUC'Ul: Cristo devuelve la vida al que la dió como ofrenda. parágrafo 86

Modeloe econ6mlcoe se imponen a paJae8 pobree: Favorecen injusticia y violencia que degrada la vida. Paragrafo 18

Morir para el Selaor: es aceptarla como obediencia al Padre. El es el único que puede decidir el ftn de la vida. parágrafo 67

Motlvaclonee en loe fen6menoe de muerte: Situaciones dificiles pueden atenuar la culpabilidad. parágrafo 18

Motlvaclonee en loe fen6menoe de muerte: Lo más inquietante está en lo cultural, social y político. parágrafo 18

Muerte de Abel en manoe de catn: Reflexiones morales y teológicas. parágnqfos~8.9, 10, 18,19,21,25

Muerte de Abel en manoe de cam: Cada día se repite en la historia de los pueblos. parágrafo 7

Muerte del .,resor: puede suceder en la legítima defensa. El resultado se atribuye al agresor. parágrafo 55

Muerte: en el contexto actual se pretende decidirla. Se olvida la relación fundamental con Dios. parágrafo 64

Muerte: entra por la envidia del diablo y el pecado original. Dios creó al hombre para la incorruptiblli~. parágrafos 7, 53

Muerte: hay hacia ella una repugnancia natural. La fe la ilumina y nos promete la victoria del Resucitado. parágrafo 67

Muerte: puerta de la existencia que se proyecta a la eternidad. Vivida en Cristo es participar en su muerte y resurrección. parágrqfo 97

49

MuJeres: tarea singular para una nueva cultura de la vida. Promover un nuevo "feminismo" que supere injusticias. parágrafo 99

Mujeres: tarea singular para una nueva cultura de la vida. Reconciliar a los hombres con la vida, reconociendo su dignidad. parágrafo 99

MuJeres: tarea singular para una nueva cultura de la vida. Testimoniar el significado del amor auténtico. parágrafo 99

Navidad: anuncia la"gran alegría"en la aurora de la salvación. Manifiesta el sentido profundo de cada nacimiento humano. parágrafo 1

Navidad: el Hijo de Dios comienza el camino en la tierra. Culmina con su muerte que será vida nueva para la humanidad. parágrafo 102

Ne,.cl6n de cuidados elementales o dmentacl6n: procede de una mentalidad equivocada de terapéutica. parágrafo 14

Negacl6n de Dios: se acaba negando la dignidad humana. Es esencial en toda cultura reconocerse criatura de Dios. parágrafo 96

NIAos no naCidos: una multitud de seres déblles e indefensos. Están siendo aplastados en su derecho fundamental a la vida. parágrafo5

No matar: es condición irrenunciable para la vida nueva. Su valor es absoluto y permanente. parágrafos 54, 57

No matar: es el límite que no puede transgredirse. Ueva implícita una actitud positiva de respetar la vida. parágrafo 54

Nueva cultura de la vida: diálogo con creyentes y no creyentes. Hay que destacar las razones antropológicas del Evangelio. parágrafo 82

Nueva cultura de la vida: educar comenzando por sus raíces. Formar en la castidad como virtud maduradora de la persona. parágrafo 97

Nueva cultura de la vida: educar comenzando por sus raíces. Ayudar a comprender y vivir la relación de amor y sexualidad. parágrafo 97

50

Nueva cultura de la 9lda: educar para el sufrtmiento y muerte. Tienen sentido y valor vividos en relación al amor entregado. parágrafo 97

Nueva cultura de la 'rida: empezar en las propias comunidades. Muy a menudo hay separación entre la fe y la vida. parágrafo 95

Nueva cultura de la 'rida: exige un nuevo estilo de vida. Pasar al interés y la acogida del otro, hermano a amar. parágrafo 98

Nueva cultura de la 'rida: la confianza sostiene el esfuerzo. · El Evangelio de la vida, como el Reino de Dios crece y fructifica. parágrafo 100

Nueva cultura de la 'rida: la educación es fundamental. Misión de la familia, profesores y educadores. parágrqfo 98

Nueva cultura de la 'rida: necesita una gran estrategia. Para afrontar y resolver los problemas de hoy. parágrafo 95

Nueva cultura de la 'rida: necesita una gran estrategia. Hay que suscitar un encuentro cultural serio y valiente. parágrafo 95

Nueva cultura de la 'rida: necesita una gran estrategia. Asumida por todos los cristianos con convicción firme y activa. parágrafo 95

Nueva cultura de la 'rida: papel de los intelectuales. Necesidad de su aporte serio y documentado. parágrafo 98

Nueva cultura de la 9lda: primacía del ser sobre el tener. Primacía de las personas sobre las cosas. parágrafo 98

Nueva cultura de la 'rida: primero formar la conciencia moral. Redescubrir el nexo inseparable entre vida, libertad y verdad. parágrafo 96

Nueva cultura de la 'rida: relacionada con el momento histórico. Su raíz es la misión evangelizadora de la Iglesia. parágrafo 95

Nueva cultura de la 'rida: un "nuevo femin1smo•. Hay que superar discriminaciones, violencia y explotación. parágrafo 99

51

Nueva cultura pan la vida: aportar en todos los campos. Tarea para Universidades, Centros, Institutos, Comités católicos. parágrafo 98

Nueva cultura pana la Yida: Pontiftcia Academia para la Vida. Su aporte en temas de biomedicina y derecho. parágrafo 98

Nueva cultura pana la Yida: responsabilidad de los medios. Deben presentar ejemplos de vida elevados, testimonios positivos. parágrafo 98

Objecl6a de coaclencla: ejercerla ante el aborto y eutanasia. Hacer morir nunca es tratamiento médico. parágrafo 89

Objecl6n de coaclencla: hay que ejercerla ante leyes inicuas. Los actos individuales tienen responsabildad moral. parágrafo 74

Objecl6a de coaclencla: hay que ejercerla ante leyes inicuas~ Es deber moral y derecho fundamental. parágrafo 7 4

Objecl6n de coaclencla: hay que ejercerla imte leyes inicuas. Hay que obedecer a· Dios primero que a los hombres. parágrafos 73, 74

Objecl6a de coaclencla: hay que ejercerla ante leyes inicuas. El que la ejerce debe estar a salvo de toda sanción. parágrafo 7 4

Objecl6n de conciencia: hay que ejercerla ante leyes iniCuas. Nunca es lícito cooperar formalmente en el mal. parágrafo 7 4

Opcl6n por la Ylda: hoy estamos implicados y obligados. Será incondicional y plena alimentada por la fe en Cristo. parágrafo 28

Oracl6a a la VlqJen liarla: le oonflamos la causa de la vida; Que el Evangelio de la vida sea acogido, celebrado y testimoniado. parágrafo 105

Padre8: conciencia de su colaboración con el plan divino. Transmitiendo el don de la vida y educando los hijos. parágrafo 92

Pat8ea deiiUI'Oa.d•: progresos médicos tientan a la eutanasia. En las sociedades del bienestar la vida Inhábil carece de valor. parágrafo 64

52

PaiHe pobres: ayuda condicionada a Umitar su procreación. Egoísmo de los países ricos. parágrafos 16, 18

PaiHe pobres: organizaciones diversas los socorren; Es un signo positivo aunque lejos de una verdadera justicia. parágrafo 26

PaiHe poderoeo. ccmdlcloaaa .,...... a plaDUicaci6D famiHar. no respetan la dignidad humana y el derecho a la vida. parágrafos 16, 18

PareD.te8CO eapirltual: agrupa a los hombres en gran famtlia; · Todos participan de idéntica dignidad de la persona. parágrafoS

Partlclpacl6n de cudeaalee y obt.poa cena el JDallatedo papal: aportaron valiosas informaciones, sugerencias y propuestas. parágrafo5

Patemldad y matenlldad rupcmulale: su promoción. Son útiles los centros de métodos naturales de regulación. parágrafo 88

Patemldad y matenddad reapouable: su promoción. Son útiles los consultorios con visión coherente con la cristiana. parágrafo 88

Patenddad y matenddad reapouable: su promoctón. Son útiles los centros de apoyo a madres y parejas. parágrafo 88

Paz 'W'erdadera: no la hay si no se defiende y promueve la vida. Todo deUto contra la vida es un atentado a la paz. parágrafo 1 O 1

Pecado OJ'Iablal: su consecuencia es la ira y la codicia. Convierte al hombre en enemigo de sus semejantes. parágrafos 8, 36

Pecado: el hombre desconoce a Dios e introduce la muerte. La obediencia redentora de Cristo es fuente de gracia. parágrafo 36

Pecado: Irrumpe en la historia y oecurece el proyecto dtvtno. El hombre se rebela contra su Creador, Idolatra las criaturas. parágrafo 36

Pecado: su gravedad se percibe sólo delante del Seftór. Experiencias de Caín y de David despu&l de pecar. parágrafo 21

53

Pena de muerte: casos de absoluta necesidad, casi inexistentes. Cuando es el único modo de defender la sociedad. parágrafo 56

Pena de muerte: la opinión públtca aumenta su rechazo. No se debe privar a nadie de la posibilidad de redimirse. parágrafos 27, 56

Pena de muerte: tendencia a Hmitarla y aun aboltrla. Respetar la dignidad, compensar la falta, expiar el crimen. parágrafo 56

PeDiteacla pfd»>lca: la Iglesia la exigía para el asesinato. También para apostasía y adulterio: los tres pecados más graves. parágrafo 54

Penona humen•: tiene valor incomparable. Lo muestra el Hijo en su encarnación, además de su amor infinito. parágrafo2

Pobrea: Jesús les anuncia la buena nueva. Enfermos y marginados encuentran esperanzas de salvación. parágrafo 31

Pobreza que me Jea6a toda .. Yida, ...... Pülo: despojado de privilegios comparte lo humilde y precario. parágrafo 33

Poderoao. de la tiara temen el cncbDieato demogñflco: ven en pueblos más prolillcos una amenaza a su tranquilidad. parágrafo 16

Poderoao. de la tiara temen el cncimleato demo¡ñflco: imponen una masiva planificación de nacimientos. parágrafo 16

PoUtlca entlnatdata: condición de los ricos para ayudar. No respetan la dignidad humana y el derecho a la vida. parágrafo 16

PoUtlca &mtll•r: debe ser eje y motor de la política social. Necesidad de leyes que protejan a la familia. parágrafo 90

Poatlflcla Academia pua la Vlü: su apoyo a una nueva cultura. Estudia, informa y forma en cuestiones de biomedictna y derecho. parágrafo 98

Pdctlcu IIUUIIIee peu,ro.u T monlmeate laaceptülea: es violencia que sufren millones de seres humanos. parágrafo 1 O

54

Problemas de conciencia ante leyeebdcuu: la objeción de conciencia impone opciones dolorosas. parágrafo 7 4

Problemas demogriflcoe, eocllllee y funlltarea: se necesita una economía mundial de comunión y participación. parágrafo 91

Problemu demoJriflcoe, eoclalee y familiares: están expuestos a soluciones falsas e ilusorias. parágrafos 4, 90, 91

Problemas demoJI'iflcoe, eoclalee y femtHarea: son numerosos y exigen atención responsable. parágrafos 4, 90, 91

Problemu demo8l"iflcoe, eocllllee y familiares: la autoridad respetará derechos de los esposos y la familia. parágrafo 91

Problemitica demoeñflca: responsabtlidad gubernamental. Son inaceptables anticoncepción, esterilización y aborto. parágrafo 91

Proclamacl6n de derechos y ne,.cl6n del derecho a la 'rida: es amenaza frontal de la convivencia democrática. parágrafo 18

Procreacl6n ltmnaaa: dar la vida es acontecimiento privilegiado. Es un don recibido para ser a su vez dado. parágrafo 92

Procreacl6n humana: diversa a otra generación sobre la tierra. Dios se hace presente con la creación del alma inmortal. parágrafo 43

Procreacl6n reeponeable: exige doctlldad al destgnto d1v1no. Encauzar las pasiones y respetar las leyes biológicas. parágrafo 97

Procreacl6n reaponealtle: regulación con métodos naturales. Permiten decisiones acordes a los valores morales. parágrafo 97

Procreacl6n: el don de la vida hace partícipes de la creación. En la biología de la generación está la genealogía personal. parágrafo 43

Profetas: denuncian ofensas a la vida y anuncian vida nueva. Jesús da la regla de oro del amor recíproco. parágrafo 49

55

Pr~ clentlflco y tecnol68lco: abre nuevas perspectivas, pero también nuevas fonnas de agresión. parágrafo4

Prop6Uto de uta EnclcUca: confirmar el valor de la vida. A la vez, llamar a respetar, defender, amar y servir la vida. parágrafos 5, 6

Pueblo de la "riela y pua la "riela: importancia de la famtlia. Misión de custodiar, revelar y comunicar el amor. parágrafo 92

Pueblo de la "riela y pua la "riela: tengamos conciencia de serlo. La Iglesia anuncia el Evangelio de la vida: es la misión recibida. parágrafos 78, 79

Pueblo de la "riela: nace y se propaga de la Cruz. Mediante los sacramentos la vida de Dios se nos comunica. parágrafos 51, 78

Pueblo de la "riela: se alegra de compartir con muchos su tarea. · Para crecimiento del verdadero bien de la ciudad de los hombres. parágrafo 101

Raclcm••MM t6calco-cl•Uflca coateJDPOñaea: al negar el designio de Dios todo puede ser manipulado. parágrafo 22

Ruoau atro~ del napeto de cada vida 11-•••: sirven de puntos de encuentro entre creyentes y no creyentes. Paragrafo 82

Ruoau atropol6tJlcu delnapeto de cada "riela .. ._ .... ayudan a la luz de la razón a descubrir el mensaje cristiano. parágrafo 82

Ruoau atl'opol6tlcU del napeto de cada "riela .. ._ .... serán resaltadas por educadores y teólogos. parágrafo 82

Reclauo de la .... doctrllla: insistir a tiempo y destiempo. Exhortación a obispos, teólogos y pastores. parágrafo 82

RecoaOC*' la muca del pecado pua .acoatnl' a J_. a.mutor. sólo así se halla la verdad y la autenticidad de la vida. parágrafo 32

Relacloau iDterpenoaaiH: el materialismo las empobrece. Interesa solamente la eftciencla, la funcionalidad y la utilidad. parágrqfo 23

56

Relatlvtamo abeoluto: libertad sin dependencia de la verdad. Pacta y negocia el primero de los derechos: el de la vida. parágrafos 20, 70

Relatlvtamo en el 6mblto poUtlco y HClal: el derecho queda sometido al más fuerte, lo cual es totalitarismo. parágrafo 20

Relatlvtamo 6tlco: fundamenta tendencias contra la vida. Caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea. parágrafos 70, 95

Relatlvtamo 6tlco: se lo considera condición democrática. Sin embargo, en su nombre se cometen crímenes. parágrafo 70

Relatlvlamo 6tlco: se lo considera condición democrática. La democracia no es sustituto de la moralidad. parágrafo 70

Relatlvlamo 6tlco: separa la fe de la vida diaria. Terminarlo es base de una nueva cultura de la vida. parágrafo 95

Reproduccl6n artlflclal: aparentemente al servicio de la vida. Estas técnicas dan pie a nuevos atentados a la vida. parágrafo 14

Reproduccl6n utUlclal: inaceptable a pesar de la intención. Separa la procreación del acto conyugal. parágrafo 14

Reproduccl6n utUlclal: numerosos embriones son eliminados. Reducen la vida humana a simple material biológico. parágrafo 14

Respeto abeoluto de toda 'rida: casos de aborto y eutanasia. Obligan a ejercer la objeción de conciencia. parágrafo 89

Respeto de la conciencia de 1• demú: no justlftca crfmenes. La sociedad tiene el derecho y el deber de protegerse de abusos. parágrafo 71

Reapeto lllcondlclonal por la 'rida: exigencia personal y social. Es el fundamento de una sociedad renovada. parágrafo 77

Rupeto IDcoadtciOIIII por la 'rida: obliga a cada hombre. Resuena en la conciencia moral de cada hombre. parágrafo 77

57

Reepeto por la vida: Mhacer morir" no es tratamiento médico. Ni siquiera por pedido del paciente. parágrafo 89

Re•peto por la vida: es consecuencia del Evangelio de la vida. Ciencia y técnica estarán orientadas al desarrollo humano. parágrafos 81, 89

Re•peto por la vida: se sostiene en razones antropológicas. Serán puestas de relieve por educadores y teólogos. parágrafo 82

Rwelacl6a: madura el germen de vida inmortal de cada hombre. Es germen de totalidad y plenitud a manifestarse en el amor. parágrafo 31

Rito.: ayudan a entender el sentido de las realidades diarias. Ellas son participación en el misterio de Cristo. parágrafo 84

Rito.: celebraciones litúrgicas, especialmente sacramentales. Necesitan nuevo y genuino descubrimiento de su significado. parágrafo 84

Saber e batellaeacla: son prerrogativas del hombre. Hecho imagen de Dios, la vida es más que existir en el tiempo. parágrafo 34

Sacr.Uclad de la vida h111Dana: es sagrada porque Dios la crea. Dios se hace juez severo de toda violación a Mno matarás" parágrafo 53

Sacnmeatoa: hacen al hombre participe de la vida divina. Ayudan a realizar el significado de vivir, sufrir y morir. parágrafo 84

Sacnmeatoa: signos eficaces de la presencia Jesús salvador. Nos participan la vida divina, asegurando energía espiritual. parágrafo 84

sua,re de Abel y de lo. aacrUlcl• de la ADU,U .Aitanu: son símbolo y signo anticipador de la sangre de Cristo. parágrafo 25

sua,re de Cdato: muestra al hombre su grandeza y vocación. Ella es el don sincero de sí mismo. parágrafo 25

8aJI8re de Cdato: no es signo de muerte, de separación. Es instrumento de comunión, de riqueza para todos. parágrafo 25

58

San¡re de Cristo: nos da la absoluta certeza que Dios vencerá. Ella da la fuerza para comprometernos en favor de la vida. parágrafo 25

San¡re de Cristo: revela la grandeza del amor del Padre. Muestra el valor inestimable del hombre a los ojos de Dios. parágrafo 25

San¡re de Cristo: sangre de la aspersión. Exige justicia, implora misericordia, es don de vida nueva. parágrafo 25

Sangre derramada: desde Abel sigue clamando en toda generación. A las amenazas naturales se suman las del odio y violencia. parágrafos 1 O, 25

San¡re: es vida y al derramarla clama castigo al cielo. Caín es castigado pero Dios quiere su arrepentimiento. parágrafos 7, 8, 9, 10

Satanú: engaña al hombre conduciéndolo al pecado y la muerte. Los presenta como logros o frutos de la vida. parágrafos 7, 53

Secularlsmo: hay pérdida del sentido de Dios y del hombre. A su vez, al violar la ley moral se ofusca el sentido de Dios. parágrafos 21, 22

Sentido de Dios: al perderse lleva al materialismo práctico. Proliferan el Individualismo, el utilitarismo y el hedonismo. parágrafos 21, 22

Sentido de Dios: al perderse, el sufrimiento se rechaza. Se ve como mal que debe evitarse, suprimiendo al que sufre. parágrafo 23

Sentido de Dios: al perderse, se pierde el sentido del hombre. Se cuestiona la "conciencia moral" de la sociedad. parágrafo 24

Sentido de Dios: al perderse, se pierde el sentido del hombre. No se interroga sobre su existencia, le Interesa "hacer". parágrafo 22

Sentido de Dios: al perderse, se pierde el sentido del hombre. La vida no será realidad "sagrada", será una cosa manejable. parágrafo 22

Sentido de Dios: al perderse, se pierde el sentido del hombre. Se cuestiona la conciencia de cada persona. parágrafo 24

Sentido de mo.: al perderse, se pierde el sentido del hombre. El secularismo penetra aun en las comunidades cristianas. parágrafo 21

Sentido de Dloe: al perderse, se pierde el sentido del hombre. La "libertad sin ley" lleva a la "ley sin libertad". parágrafo 22

Sentido de Dloa: al perderse, se sustituye ·ser· por "tener". Calidad de vida se interpreta como "eficiencia económica". parágrafo 23

Sentido de la 'rida y de la muerte: educación de los hijos. Con la palabra y el ejemplo, en la relación cotidiana. parágrqfo 92

Ser hamano: es persona desde el instante de su concepción. Desde ese momento tiene los derechos, sobre todo a la vida. parágrafo 60

Serm6a de la llentda: confirma el "no matarás". Exige justicia superior a la de los escribas y fariseos. parágrafos 40, 41

Servicio de la caridad: debe ser profundamente unitario. Se trata de hacerse cargo de toda la vida y de la vida de todos. parágrafo 87

Servicio de la carWad: hacemos cargo del otro. Es persona confiada por Dios a nosotros. parógrafo 87

Servicio de la caridad: requiere una apremiante obra educativa. El papel de la familia es determinante e insustitUible. parágrafo 92

Serftcio de la caridad: requiere una apremiante obra educativa. Requiere promover vocaciones de servicio, realizar proyectos. parágrafo 88

Servicio de la culdacl: sabe inventar soluciones. Ante la dificultad, extravío, enfermedad y ma.rgtnación de la vida. parágrafo 88

Servicio de la caridad: una actitud nos debe distinguir. Hacemos prójimos de cada hombre. Ayudar al que nos necesita. parógrafo 87

Servir la 'rida: va más allá de la procreación en matrimonio. Incumbe a todos hacia los más déblles. parágrafo 43

60

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Sezualldad y procreacl6n llmn•n•: encuentran su plena verdad en el amor recibido y dado. parágrafo 81

eu,noe poeltWoe en la .. tuaci6a actual de la llumentdad: no faltan pero hay diflcultades para reconocerlos. parágrafo 26

m,. ... poeltWoe en la ütuaci6a actual de la ll.umantdad: surgen continuamente iniciativas de ayuda, en todo nivel. parágrafo 26

eu,noe poeltWH en la .. taacl6D actual de la llmnentdad: son muchos los que reciben los hijos como don excelente. parágrafo 26

eu,noe poeltWoe en la .. tuec16D actual de la llumentdad: familias, centros, grupos de voluntarios ayudan a los débiles. parágrafos 26, 27

eu,noe poeltlvoe en la .. taacl6D actual de la b11111enided: aparecen iniciativas para sensibilizar a favor de la vida. parágrafo 27

Stcnoe poeltWoe en la .. taacl6a actual de la bume•ided: la medicina encuentra remedios cada vez más eficaces. parágrafo 26

eu,noe poeitWoe en la .. taacl6a actual de la ll.umanidad: la bioética abre diálogo entre creyentes y no creyentes. parágrafo 27

Stcnoe poeitWoe en la .. taacl6a actual de la ll.umanidad: crece la atención a la calidad de vida y a la ecología. parágrafo 27

Stcnoe poeitWoe en la ütaacl6D actual de la humanidad: aversión creciente a la guerra y a la pena de muerte. parágrafo 27 -

st.gnoe poet.U.O. en la .. taacl6D actual de la bUWMaidad: organizaciones nacionales e internacionales brindan ayuda. parágrafo 26

Socledad renovada: en su fundamento estará respetar la vida. Debemos asegurar un servicio de amor a nuestro prójimo. parágrafo 77

Sociedad: debe proteger de abusos contra la vida inocente. Aborto y eutanasia niegan el derecho fundamental a la vida. parágrafo 71

61

SoUdarldad: es servicio al Evangelio de la vida. Se vive en la familia, en su entorno, en asociaciones diversas. parágrafo 93

Sufrimiento y muerte: en su encuentro, buscar amor y piedad. Ante la desesperación, brindar compai\ia, solidaridad, apoyo. parágrafo 67

Sufrlmleato y muerte: en su encuentro, la fe nos da fuerza. Proyecta luz para abandonarse al plan de Dios. parágrafo 67

Sufrlmleato y Dl11erte: pueden ser acontecimientos de salvación. La vida encuentra sentido en el amor recibido y dado. parágrafo 81

Suicidio alatldo: no hay justificación en participar. Debe considerarse falsa o pervertida piedad. parágrafo 66

Suicidio: es moralmente tnáceptable, como el homicidio. Es rechazo a Dios, al amor a si mismo y al prójimo. parágrafo 66

Superpoblaci61l: se recurre a politicas antinatalistas. Faltan serias políticas familiares y sociales. parágrafo 16

Supapoblacl6D: se recurre a polittcas antinatalistas. Faltan programas de desarrollo cultural, de justa producción. parágrafo 16

Superpoblaci6D: se da en paises pobres. En los paises ricos caen los nacimientos en forma preocupante. parágrafo 16

Superpoblacl6D: se da en países pobres. Faltan programas de justa distribución de los recursos. parágrafo 16

Teadeactu actualea de IDdlfenDcla coa loe 111M d61dlee: a la rebelión contra Dios se a:ftade lucha mortal fratricida. parágrafoS

Tralci61l a la ftm~M: exhortación a los formadores. No expondrán ideas personales contrarias al Magisterio. parágrafo 82

Tri'llllfo de la 'Vida: El Cordero inmolado domina la historia. Como Maria, la Iglesia marcha confiada con su mirada en El. parágrafo 105

62

Vejez: prestigio y veneración en el A. y N. Testamento. Toda la vida está en manos del Señor. parógrafo 46

Vida de cada hombre: Dios la confia a otro hombre hermano suyo. Es la ley de reciprocidad. parágrafo 76

Vida eterna: comienza a germinar en la existencia terrena. Esta existencia es Mlugar"de encuentro y comunión con Dios. parógrafo 38

Vida eterna: es la vida de Dios y de los hijos de Dios. Se llega a esta vida por la observancia de los mandamientos. parágrafo 52

Vida eterna: es la vida de Dios y de los hijos de Dios. Es inefable verdad que nos viene de Dios en Cristo. parágrafos 38, 52

Vida etema: la tiene quien cree y entra en comunión con Jesús. Conocerlo y acoger el misterio trinitario nos abre a ella. parógrafo 37

Vida eterna: no es sólo una perspectiva supratemporal. Es la participación en la vida del MEtemo". parágrafo 37

Vida humana del mú d6bil: no está en manos del más fuerte. Porque se pierde el sentido de justicia en la sociedad. parógrafo 66

Vida h111nana inocente: enseñanza de su inviolabtltdad. La eliminación directa y voluntaria es gravemente inmoral. parógrafos 57, 81

Vida h1am.ana inocente: la Iglesia intensifica su enseñanza. Pérdida de conciencia sobre la tltcitud de eliminar inocentes. parógrafo 57

Vida humana inocente: su eliminación es gravemente inmoral. No es lícita como fin ni como medio para un fin bueno. parógrafos 57, 81

Vida h1am.ana inocente: su eliminación es gravemente inmoral. Basada en la ley natural: explícitas Escrituras y Tradición. parógrafo 57

Vida humana inocente: su eliminación es gravemente inmoral. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerla o permitirla. parágrafo 57

63

Vida h'IIIIUUla: grandeza y valor de su vocación sobrenatural. Está llamada a una plenitud, más allá de su existencia terrena. parágrafos 2, 30, 34, 35, 84

Vida humaaa: Dios nos atrae y dirige por su bondad abundante. Nos promete vida perfecta e inmortal en alma y cuerpo. parágrafo 84

Vida humaaa: el Ant. Testamento ya expresa su inviolabilidad. El Nuevo Testamento lo lleva a la perfección. parágrqfos 40, 41, 45, 46

Vida humana: el hombre es ser compuesto. Dios le da una vida simllar, en lo posible, a la de los ángeles. parágrafo 84

Vida humaaa: encuentra sentido y plenitud cuando se entrega. Jesús da el ejemplo: vino a servir y dio su vida en rescate. pa.rágrafos33,51,81,86

Vida humaaa: es inviolable desde el seno materno. Lo expresan las Sagradas Escrituras y dos mllentos de Iglesia. parágrqfo 61

Vida humana: es inviolable desde el seno materno. Esta misión particular de la mujer caracteriza su personalidad. parágrafo 99

Vida humaaa: es inviolable porque pertenece sólo a Dios. Aun en los peores momentos: fe inquebratable en su designio. parágrafo 46

Vida humaaa: es inviolable porque pertenece sólo a Dios. Algunos médicos y legisladores se arrogan derecho sobre la vida. parágrqfo 66

Vida hum•aa: es inviolable porque pertenece sólo a Dios. Es consecuencia del Evangelio de la vida. parágrafos 2, 81

Vida hum•aa: es inviolable porque pertenece sólo a Dios. Este carácter inviolable es el centro de los Mandamientos. ~rafos3~40.54

Vida humaaa: es sagrada porque es obra creadora de Dios. Nadie tiene derecho a matar a tin ser humano inocente. parágrqfos 53,81

VIcia laamaaa: es siempre un bien, nos enseila la BtbUa. Proviene del polvo y es manifestación de Dios. parágrqfo 34

64

Vida hnmena: exaltación de la fecundidad y la espera dlltgente. Los niños de Maria e Isabel revelan la Redención. parágrafo 45

Vida humaDa: exige respeto de la ciencia y técnica. Deben orientarse al desarrollo integral del hombre. parágrafo 81

Vida humana: Israel descubre su valor a los ojos de Dios. En las visicitudes del Exodo Dios se manifiesta como salvador. parágrafo 31

Vida humaDa: la existencia terrena no es un bien absoluto. Ejemplo de Jesús y de los mártires. parágrafo 4 7

Vida humana: la existencia terrena no es un bien absoluto. Ningún hombre puede decidir arbitrariamente vivir o morir. parágrafo 4 7

Vida humaDa; la existencia terrena no es un bien absoluto. Es más importante la fidelidad a la palabra de Dios. parágrafo 4 7

Vida humaDa: la maternidad confiere a la mujer otra misión. Enseñar el amor auténtico, reconclltar al hombre con la vida. parágrafo 99

Vida humaDa: lleva escrita en sí misma su verdad indeleble. Apartarse de ella es quitarle sentido, caer en la infelicidad. parágrafo 48

Vida humaDa; participación en el misterio de la Cruz. Cuando se da por la persona amada. parágrafos 33, 86

Vida humaDa: peculiar responsabildad del personal sanitario. Serán generosos y conscientes del Evangelio de la vida. parágrafo 89

Vida humaDa: perenne insatisfacción acompaña la existencia, El hombre, creado del polvo, lleva un soplo dtvtno. parágrafo 35

Vida humaDa: precariedad, contradicciones y riesgos. Jesús las comparte con la certeza de estar en manos del Padre. parágrafo 33

Vida humaDa: rechazarla es rechazar a Cristo. Cristo nos descubre esta verdad y la Iglesia la pregona. parágrafo 104

65

Vida humana: su apoyo se hace en el servicio de la caridad. Es participación en la misión real de Cristo. parágrafo 87

Vida humana: su defensa y promoción no son monopolio de nadie. Son deber y responsabilidad de todos. parógrafo 91

Vida humana: su dignidad es casi divina. Estamos llamados a expresar admiración y gratitud por el don. parágrafo 84

Vida humana: su etapa terrena no es la última. Se nos confia en custodia en don a Dios y a los hermanos. parógrafos 2. 34, 37

Vida humana: su inicio en el tiempo es parte de un proceso. Alcanza su plena realización en la eternidad. parógrafos~34,80

Vida humana: su inviolabilidad se expresa en mandamiento. Es fuerte llamado a respetar la vida fisica y la integridad. parógrafos 40, 41, 48, 52

Vida humana: su inviolabilidad se expresa en mandamiento. No hay Mforastero" en el cuidado del necesitado. parágrafo 41

Vida humana: su inviolabilidad tiene un aspecto más profundo. No basta "no matar". La vida debe ser venerada y promovida. parágrafos 51. 52, 81

Vida humana: su inviolabilidad tiene un aspecto más profundo. La caridad es la ley en su plenitud. parógrafo 41

Vida humana: su valor sufre en la cultura un M eclipse". Detalle de algunos de los múltiples factores. parógrafo 11

Vida humana: tentación del personal sanitario de manipularla. En el contexto actual hay riesgo de perder la dimensión ética. parógrafo 89

Vida humana: tiene altísima dignidad. Su raíz es que el hombre refleja la realidad misma de Dios. parógrafos 34, 35

Vida humana: tiene altísima dignidad. Dios ha hecho a cada hombre como un prodigio. parógrafos 83. 84

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licia humana: tiene significado en la vida que trajo Jesús. Es comunión con el Padre por obra del Espíritu Santificador. parágrafos 1, 36, 80

Vida humana: todo hombre puede descubrir su valor sagrado. Con la luz de su razón y el influjo secreto de la gracia. parágrafo2

Vida humana: vida y muerte están en poder de Dios, único señor. Dios ejerce ese poder con cuidado y solicitud amorosa. parágrafo 39

Vida humana: vida y muerte están en poder de Dios, único señor. De esa sacralidad deriva su carácter inviolable. parágrafo 40

Vida humana: vida y muerte están en poder de Dios, único señor. La confia al hombre para que la custodie sabia y fielmente. parágrafo 76

Vida mortal: a pesar de tribulaciones es prodigio conmovedor. Es acontecimiento digno de ser cantado con júbilo y gloria. parágrafo 84

Vida naciente: promover formas eficientes de acompañamiento. Acercarse a las madres con problemas, marginados, moribundos. parágrafos 87, 88

Vida naciente: se desprecia cuando se banaUza la sexualidad. Sólo un amor verdadero sabe custodiar la vida. parágrafo 97

Vida nueva y etema e• el n'6cleo de la redencl6n de Jesús: A ella está llamado gratuitamente cada hombre en el Hijo. parágrafos 1, 25

Vida nueva y etema: comunión con el Padre por el Espíritu. Da pleno significado a la vida del hombre. parágrafos 1, 30, 80

Vida y Ubertad: son bienes inseparables. Donde se viola uno, el otro acaba también violado. parágrafo 96

Violencia contra el pr6jlmo: En cada acto violento se cede a la lógica del maligno. parágrafoS

Vlqen Maria: mujer gloriosa, la •gran señal" del Apocalipsis. Es figura de la Iglesia: inmersa en la historia, la trasciende. parágrafos 102, 103, 104

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Virgen lbrta: siempre tuvo la certeza de que Dios está a su lado. '• Ella es consuelo para la Iglesia en su lucha contra la muerte. parágrafo 105

Virgen lbrta: su consentimiento es origen de la Redención. Es figura de la Iglesia, madre de los que renacen a la vida. parágrafos 102, 103

Virgen lbrta: tuvo que vtvtr su maternidad con el sufrimiento. En su maternidad se exalta la vocación inscrita en cada mujer. parágrafo 103

Vivir pua el SeAor: es aceptar el sufrimiento como prueba. Es fuente de bien, asociado al Cristo crucificado. parágrafos 67, 104

Vocacl6a Hbreaatural del hombre: es llamado a la vida divina. Confiere a la existencia terrena grandeza y valor. parágrafos 2, 34, 35

Vol1111tariado: aporte precioso al servicio de la vida. Requiere capacidad profesional y amor generoso y gratuito. parágrafos 87, 90

Voi1Dltariado: se eleva a la altura de la caridad de Cristo. Su Evangelio mueve a la ayuda, con nuevos caminos si es útll. parágmfo90

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Carta Encíclica Evangelium Vitae Del Swm Pontflice Juan Pablo H A kxlos los obispos, a los sacerdotes y diimws, a los religiosos y reliogiosas, a los .fieles larns y a todas las personas de buena ooluntad. Sobre el valor y el carácter inviolable de la vida 1wmana.

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Introcluccl6n l. El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Ac&

gtdo con amor cada dia por la Iglesia, es anunciado con intrépida ftdeli­dad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas.

En la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es pro­clamado como gozosa noticia: ·os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor• (Le 2, 10-11). El nacimiento del Salvador produce ciertamente esta ·gran alegria"; pero la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y reali­zación de la alegria por cada niño que nace (cf. Jn 16, 21).

Presentado el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: ·yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). Se refiere a aquella vida ·nueva· y •eterna", que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gra­tuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es pre­cisamente en esa ~da" donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre.

Valor incomparable de la persona humana 2. El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más

allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta voca­ción sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida huma­na incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el pro­ceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e in­merecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad (cf. 1 Jn 3, 1-2). Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subra­ya precisamente el carácter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, ésa no es realidad "última", sino "penúlti­ma"; es realidad sagrada, que se nos confia para que la custodie­mos con sentido de responsabilidad y la llevemos a perfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos.

La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido de su Se­ñor,1 tiene un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada per-

1 En realldad. la expresión "EvangeUo de la vida" no se mcuentra como tal m la Sagrada Escritura. Sin embargo. expresa bien un aspecto esencial del m~e blbltco.

71

sona, creyente e incluso no creyente, porque, superando infinita­mente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente. To­do hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre di­ficultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escri­ta en su corazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida huma­na desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia hu­mana y la misma comunidad política.

Los creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este derecho, conscientes de la maravillosa verdad recor­dada por el Concilio Vaticano II: aEl Hijo de Dios, con su encarna­ción, se ha unido, en, cierto modo, con todo hombre" 2

• En efecto, en este acontecimiento salvifico se revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que atanto amó al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada perso­nahwnana.

desc~b~~~~· ::::a~d:s~=~:u::~t~~~s~e~: !:~~e ~~~~n~ anunciar a los hombres de todos los tiempos este a evangelio". fuente de esperanza inquebrantable y de verdadera alegria para cada época de la historia. El Evangelio del anwr de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad di!.la persona: y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio.

Por ello el hombre, el hombre viviente, constituye el camino pri­mero y fundamental de la Iglesia 4•

Nuevas ameu.azas a la vida b11mana

3. Cada persona, precisamente en virtud del misterio del Verbo de Dios hecho carne (cf. Jn 1, 14), es confiada a la solicitud materna de la Iglesia. Por eso, toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe en la encarnación redentora del Hijo de Dios, la comprome­te en su misión de anunciar el Evangelio de la vida por todo el mun­do y a cada criatura (cf Me 16, 15).

Hoy este anuncio es particularmente urgente ante la impresio­nante multiplicación y agudización de las amenazas a la vida de las

2 Const. past. Gaudium et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual. 22.

3 Cf. Carta encic11ca Redemptor 1wnúnis (4 marzo 1979). 10: AAS 71 (1979). 275. 4 Cf. lbld. 14: Le .. 285.

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personas y de los pueblos, especialmente cuando ésta es débil e in­defensa. A las tradicionales y dolorosas plagas del hambre, las en­fermedades endémicas, la violencia y las guerras, se aiíaden otras, con nuevas facetas y dimensiones inquietantes.

Ya el Concilio Vaticano 11, en una página de dramática actuali­dad, denunció con fuerza los numerosos delitos y atentados contra la vida humana. A treinta aiíos de distancia, haciendo mías las pa­labras de la asamblea conciliar, una vez más y con idéntica firmeza los deploro en nombre de la Iglesia entera, con la certeza de inter­pretar el sentimiento auténtico de cada conciencia recta: "Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mu­tilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumen­tos de lucro, no como personas libres y responsables: todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corrom­per la civilización humana, deshonran más· a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia, y son totalmente contrarios al honor debido al Creador" 5•

4. Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científtco y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atenta­dos contra la vida un aspecto tnédito y -podrla decirse- awt más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presu­puesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias.

En la actualidad, todo esto provoca un cambio profundo en el modo de entender la vida y las relaciones entre los hombres. El he­cho de que las legislaciones de muchos paises, alejándose tal vez de los mismos principios fundamentales de sus Constitucipnes, hayan consentido no penar o incluso reconocer la plena legttlmtdad de es-

5 Const. past. Gaudtwn et spes. sobre la JglesJa en el mtmdo actual. 27.

73

tas prácticas contra la vida es, al mismo tiempo, un síntoma preo­cupante y causa no marginal de un grave deterioro moral. Opcio­nes, antes consideradas unánimemente como delictivas y rechaza­das por el común sentido moral, llegan a ser poco a poco socialmen­te respetables. La misma medicina, que por su vocación está orde­nada a la defensa y cuidado de la vida humana, se presta cada vez más en algunos de sus sectores a realizar estos actos contra la per­sona, deformando así su rostro, contradiciéndose a sí misma y de­gradando la dignidad de quienes la ejercen. En este contexto cultu­ral y legal, incluso los graves problemas demográficos, sociales y fa­miliares, que pesan sobre numerosos pueblos del mundo y exigen una atención responsable y activa por parte de las comunidades na­cionales y de las internacionales, se encuentran expuestos a solu­ciones falsas e ilusorias, en contraste con la verdad y el bien de las personas y de las naciones.

El resultado al que se llega es dramático: si es muy grave y preocupante el fenómeno de la eliminación de tantas vidas huma­nas incipientes o próximas a su ocaso, no menos grave e inquietan­te es el hecho de que a la conciencia misma, casi oscurecida por condicionamientos tan grandes, le cueste cada vez más percibir la distinción entre el bien y el mal en lo referente al valor fundamental mismo de la vida humana.

ED comUDI6n con todos los obispos del mundo 5. El Consistorio extraordinario de cardenales, celebrado en Ro­

ma del 4 al 7 de abril de 1991, se dedicó al problema de las amena­zas a la vida humana en nuestro tiempo. Después de un amplio y profundo debate sobre el tema y sobre los desafios presentados a toda la familia humana y, en particular, a la comunidad cristiana, los cardenales, con voto unánime, me pidieron ratificar, con la auto­ridad del Sucesor de Pedro, el valor de la vida humana y su carácter inviolable, con relación a las circunstancias actuales y a los atenta­dos que hoy la amenazan.

Acogiendo esta posición, escribí en Pentecostés de 1991 una carta personal a cada Hermano en el Episcopado para que, en el es­píritu de colegialidad episcopal, me ofreciera su colaboración para redactar un documento al respecto 6 • Estoy profundamente agrade­cido a todos los obispos que contestaron, enviándome valiosas in­formaciones, sugerencias y propuestas. Ellos testimoniaron así su unánime y convencida participación en la misión doctrinal y pasto­ral de la Iglesia sobre el Evangello de la vida.

6 Cf. Carta a todos los obispos de la Iglesia sobre la lnt.anglbllidad de la vida humana InOcente (19 mayo 1991): InsegnamenttXIV. 1 (1991). 1293-1296.

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En la misma carta, a pocos días de la celebración del centenario de la Encíclica Rerum. novarum. llamaba la atención de todos sobre esta singular analogía: MAsí como hace un siglo la clase obrera esta­ba oprimida en sus derechos fundamentales, y la Iglesia tomó su defensa con gran valentía, proclamando los derechos sacrosantos de la persona del trabajador, así ahora, cuando otra categoría de personas está oprimida en su derecho fundamental a la vida, la Iglesia siente el deber de dar voz, con la misma valentía, a quien no tiene voz. El suyo es el clamor evangélico en defensa de los pobres del mundo y de quienes so~ amenazados, despreciados y oprimidos en sus derechos humanos" .

Hoy una gran multitud de seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los nifios aún no nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida. Si la Iglesia, al final del siglo pasado, no podía callar ante los abusos entonces existen­tes, menos aun puede callar hoy, cuando a las injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo injusticias y opresiones incluso más graves, con­sideradas tal vez como elementos de progreso de cara a la organiza­ción de un nuevo orden mundial.

La presente Encíclica, fruto de la colaboración del Episcopado de todos los países del mundo, quiere ser pues una conji.rmación precisa y .firme del valor de la vida humana y de su carácter inviola­ble, y. al mismo tiempo, una acuctante llamada a todos y a cada uno, en nombre de Dios; ¡respeta. defiende, ama y sirve a la vida. a toda vida humanai¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!

¡Que estas palabras lleguen a todos los hijos e hijas de la Iglesia! ¡Que lleguen a todas las personas de buena voluntad, interesadas por el bien de cada hombre y mujer y por el destino de toda la sociedad!

6. En comunión profunda con cada uno de los hermanos y her­manas en la fe, y animado por una amistad sincera hacia todos, quiero meditar de nuevo y anunciar el Evangelio de la vida. esplendor de la verdad que ilumina las conciencias, luz diáfana que sana la mi­rada oscurecida, fuente inagotable de constancia y valor para afron­tar los desafios siempre nuevos que encontramos en nuestro camino.

Al recordar la rica experiencia vivida durante el Año de la Fami­lia, como completando idealmente la CfF!a dirigida por mí Ma cada familia de cualquier región de la tierra", miro con confianza renova-

7 Ibld.., Le .. 1294.

8 Carta a las Familias Gratfsslmam sane (2 febrero 1994). 4: MS 85 (1994), 871.

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da a todas las comunidades domésticas, y deseo que reswja o se re­fuerce a cada nivel el compromiso de todos por sostener la familia, para que también hoy -aun en medio de numerosas dificultades y de graves amenazas- ella se mantinga siempre, según el designio de Dios, como M santuario de la vida" .

A todos los miembros de la Iglesia, pueblo de la vida y para la vi­da, dtqjo mi más apremiante invitación para que juntos, podamos ofrecer a e,ste mundo nuestro nuevos signos de esperanza, trabajan­do para que aumenten la justicia y la solidaridad y se afiance una nueva cultura de la vida humana, para la edificación de una autén-

. tica civilización de la verdad y del amor.

9 Carta ene. Centesimus annus (1 mayo 1991), 39: AltS 83 (1991), 842.

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Capítulo 1

•La sugre de tu hermano clama a mí desde el suelo•

Actuales ameuazas a la vida humana "Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató" (Gn, 4,8): rafz

de la violencia contra la vida 7. "No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destruc­

ción de los vivientes; él todo lo creó para que subsistiera ... Porque Dios creó al hombre para la tncorruptibil1dad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen" (Sb 1, 13-14; 2, 23-24).

El Evangelio de la vida, proclamado al principio con la creación del hombre a imagen de Dios para un destino de vida plena y per­fecta (cf. Gn 2, 7; Sb 9, 2-3), está como en contradicción con la ex­periencia lacerante de la muerte que entra en el mundo y oscurece el sentido de toda la existencia humana. La muerte entra por la envi­dia del diablo (cf. Gn 3, 1.4-5) y por el pecado de los primeros pa­dres (cf. Gn 2, 17; 3, 17 -19). Y entra de un modo violento, a través de la muerte de Abel causada por su hermano Caín: "Cuando esta­ban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató" (Gn 4, 8).

Esta primera muerte es presentada con una singular elocuencia en una página emblemática del libro del Génesis. Una página que cada día se vuelve a escribir, sin tregua y con degradante repetición, en el libro de la historia de los pueblos.

Releamos juntos esta página bíblica, que, a pesar de su carácter arcaico y de su extrema simplicidad, se presenta muy rica de ense­fianzas.

•Fue Abel pastor de oveJas y Caín labrador. Pasó algún tiempo, y Caín hizo al Señor una oblacfón de los frutos del suelo. También Abel hizo una oblacfón de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. El Señor miró propfdo a Abel y su oblacfón. mas no miró propicio a Cafn y su oblación, por lo cual se tnitó Cafn en gran mane­ra y se abatió su rostro. El Señor dyo a Caín: •¿Por qué andas trrtta­do, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que st obras bien

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podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado ace­chando como frera que te codicia. y a quien tienes que dominar~.

Caín dyo a su hennano Abel: "Vamos afuera". Y cuando estaban en el campo. se lanzó Caín contra su hennano Abel y lo mató.

El Señor dyo a Caín: "¿Dónde está tu hennano Abel?". Contestó: "No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hennano?". Replicó el Señor: "¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hennano clamar a nú desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su bo­ca para recibir de tu mano la sangre de tu hennano. Aunque labres el suelo, no te dará más fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra~.

Entonces dyo Caín al Señor: "Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de escon­derme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra. y cualquiera que me encuentre me matará".

El Señor le respondió: "Al contrario. quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces". Y el Señor puso una señal a Caín para que na­die que lo encontrare le atacara. Caín salió de la presencia del Señor, y se estableció en elpais de Nod.. al oriente de Edén" (Gn 4, 2-16).

8. Caín se Mirrttó en gran manera" y su rostro se Mabatió" porque el Señor Mmiró propicio a Abel y su oblación" (Gn 4, 4). El texto bíbli­co no dice el motivo por el que Dios prefirió el sacrificio de Abel al de Caín; sin embargo, indica con claridad que, aun prefiriendo la oblación de Abel, no interrumpió su d.tá1ogo o;>n Cain. Le reprende re­cordándole su libertadfrente al mal: el hombre no está predestinado al mal. Ciertamente, igual que Adán, es tentado por el poder maléfi­co del pecado que, como bestia feroz, está acechando a la puerta de su corazón, esperando lanzarse sobre la presa. Pero Caín es libre frente al pecado. Lo puede y lo debe dominar: MComo fiera que te co­dicia, y a quien tienes que dominar" (Gn 4, 7).

Los celos y la tra prevalecen sobre la advertencia del Señor, y así Caín se lanza contra su hermano y lo mata. Como leemos en el Ca­tecismo de la Iglesia Católica, "la Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín, revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codi­cia, consecuencia del pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes" 10

El hermano mata a su hermano. Como en el primer fratricidio, en cada homicidio se viola el parentesco "espiritual" que agrupa a los hombres en una única gran familia 11 donde todos participan del mis­mo bien fundamental: la idéntica dignidad personal. Además, no pocas

ION. 2259.

11 Cf. S. Ambrosio. De Noe. 26. 94-96: CSEL 32, 480-481.

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veces se viola también el parentesco "de carne y sangre", por ejemplo, cuando las amenazas a la vida se producen en la relación entre padres e hijos. como sucede con el aborto, o cuando, en un contexto familiar o de parentesco más amplio, se favorece o se procura la eutanasia.

En la raíz de cada violencia contra el prójimo se cede a la lógica del maligno. es decir, de aquél que "era homicida desde el principio" (Jn 8, 44}, como nos recuerda el apóstol Juan: "Pues este es el men­saje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín, que, siendo del maligno, mató a su hermano" (1 Jn 3, 11:12). Así, está muerte del hermano al comienzo de la his­toria es el triste testimonio de cómo el mal avanza con rapidez im­presionante: a la rebelión del hombre contra Dios en el paraíso te­rrenal se añade la lucha mortal del hombre contra el hombre.

Después del delito. Dios interviene para vengar al asesinado. Caín. frente a Dios, que le pregunta sobre el paradero de Abel, lejos de sentirse avergonzado y excusarse. elude la pregunta con arro­gancia: "No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?" (Gn 4.9). "No sé". Con la mentira Caín trata de ocultar su delito. Así ha suce­dido con frecuencia y sigue sucediendo cuando las ideologías más diversas sirven para justificar y encubrir los atentados más atroces contra la persona. "¿Soy yo acaso el guarda de nú hennano?": Caín no quiere pensar en su hermano y rechaza asumir aquella respon­sabilidad que cada hombre tiene en relación con los demás. Esto hace pensar espontáneamente en las tendencias actuales de ausen­cia de responsabilidad del hombre hacia sus semejantes. cuyos sín­tomas son, entre otros, la falta de solidaridad con los miembros más débiles de la sociedad -es decir, ancianos, enfermos, inmigrantes y niños- y la indiferencia que con frecuencia se observa en la relación entre los pueblos, incluso cuando están en juego valores fundamen­tales como la supervivencia, la libertad y la paz.

9. Dios no puede dejar impune el delito: desde el suelo sobre el que fue derramada, la sangre del asesinado clama justicia a Dios (cf. Gn 37, 26; Is 26, 21; Ez 24, 7-8). De este texto la Iglesia ha sa­cado la denominación de "pecados que claman venganza ante la presencia de Dios" :x

2entre ellos ha incluido, en primer lugar, el ho­

micidio voluntario . Para los hebreos, como para otros muchos pueblos de la antiguedad, en la sangre se encuentra la vida, mejor aun, "la sangre es la vida" (Dt 12, 23) y la vida, especialmente la hu­mana, pertenece sólo a Dios; por eso quien atenta contra la vida del hombre. de alguna manera atenta contra Dios núsnw.

Cain es maldecido por Dios y también por la tierra, que le nega­rá sus frutos (cf. Gn 4, 11-12). Y es castigado: tendrá que habitar en

12 Cf Catecismo de la Iglesia Católica. 1867 y 2268.

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la estepa y en el desierto. La violencia homicida cambia profunda­mente el ambiente de vida del hombre. La tierra de ·jardín de Edén" (Gn 2, 15), lugar de abundancia, de serenas relaciones interperso­nales y de amistad con Dios, pasa a ser ·país de Nod" (Gn 4, 16), lu­gar de ·miseria", de soledad y de lejanía de Dios. Caín será "vaga­bundo errante por la tierra" (Gn 4, 14): la inseguridad y la falta de estabilidad lo acompañarán siempre.

Pero Dios, siempre misericordioso incluso cuando castiga, "puso una señal a Caút para que nadie que le encontrase le atacara" (Gn 4, 15). Le da, por tanto, una señal de reconocimiento, que tiene co­mo objetivo no condenarlo a la execración de los demás hombres, sino protegerlo y defenderlo frente a quienes querrán matarlo para vengar así la muerte de Abel. Ni siquiera el homicida pierde su digni­dad personal y Dios mismo se hace su garante. Es justamente aquí donde se manifiesta el mis.terio paradójico de lajusticia misericordio­sa de Dios, como escribió san Ambrosio: ·Porque se había cometido un fratricidio, esto es, el más grande de los crímenes, en el momen­to mismo en que se introdujo el pecado, se debió desplegar la ley de la misericordia divina; ya que, si el castigo hubiera golpeado inme­diatamente al culpable, no sucedería que los hombres, al castigar, usen cierta tolerancia o suavidad, sino que entregarían inmediata­mente al castigo a los culpables. ( ... ) Dios expulsó a Caín de su pre­sencia y, renegado por sus padres, lo desterró como al exilio de una habitación separada, por el hecho de que había pasado de la huma­na benignidad a la ferocidad bestial. Sin embargo, Dios no quiso castigar al homicida con el homici~lo, ya que quiere el arrepenti­miento del pecador y no su muerte" .

•¿Qué has hecho?" (Gn 4, 10): eclipse del valor de la vida. 10. El Señor dice a Caín: "¿Qué has hecho? Se oye la sangre

de tu hermano clamar a mí desde el suelo" (Gn 4, 10). La voz de la sangre derramada por los hombres no cesa de clamar, de genera­ción en generación, adquiriendo tonos y acentos diversos y siem­pre nuevos. ~ pregunta del Señor ·¿Qué has hecho?", que Caín no puede

esquivar, se dirige también al hombre contemporáneo para que to­me conciencia de la amplitud y gravedad de los atentados contra la vida, que siguen marcando la historia de la humanidad; para que busque las múltiples causas que los generan y alimentan, reflexione con extrema seriedad sobre las consecuencias que derivan de estos mismos atentados para la vida de las personas y de los pueblos.

Hay amenazas que proceden de la naturaleza misma, y que se agravan por la desidia culpable y la negligencia de los hombres que,

13 De C'.aln P.t AhP.l. U, 1 O, 38: CSEL 32, 408.

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no pocas veces, podrían remediarlas. Otras, sin embargo, son fruto de situaciones de violencia, odio, intereses contrapuestos, que indu­cen a los hombres a agredirse entre sí con homicidios, guerras, ma­tanzas y genocidios.

¿Cómo no pensar también en la violencia contra la vida de mi­llones de seres humanos, especialmente niños, forzados a la mise­ria, a la desnutrición y al hambre, a causa de una inicua distribu­ción de las riquezas entre los pueblos y las clases sociales? ¿o en la violencia derivada, incluso antes que de las guerras, de un comercio escandaloso de armas, que favorece la espiral de tantos conflictos armados que ensangrtentan el mundo? ¿o en la siembra de muerte que se realiza con el temerario desajuste de los equilibrios ecológi­cos, con la criminal difusión de la droga, o con el fomento de mode­los de práctica de la sexualidad que, además de ser moralmente inaceptables, son también portadores de graves riesgos para la vi­da? Es imposible enumerar completamente la vasta gama de ame­nazas contra la vida humana, ¡son tantas sus formas, manifiestas o

-encubiertas, en nuestro tiempo!

11. Pero nuestra atención quiere concentrarse, en particular, en otro género de atentados, relativos a la vida naciente y terminal, que presentan caracteres nuevos respecto al pasado y suscitan proble­mas de gravedad singular, por el hecho de que tienden a perder, en la conciencia colectiva, el carácter de "delito" y a asumir paradójica­mente el de "derecho", hasta el punto de pretender con ello un ver­dadero y propio reconocimiento legal por parte del Estado y la sucesi­va ejecuctón mediante la intervención gratuita de los mismos agentes sanitarios. Estos atentados golpean la vida humana en situaciones de máxima precariedad, cuando está privada de toda capacidad de defensa. Más grave aun es el hecho de que, en gran medida, se pro­duzcan precisamente dentro y por obra de la familia, que constituti­vamente está llamada a ser, sin embargo, "santuario de la vida".

¿Cómo se ha podido llegar a una situación semejante? Se deben tomar en consideración múltiples factores. En el fondo hay una pro­funda crisis de la cultura, que engendra escepticismo en los funda­mentos mismos del saber y de la ética, haciendo cada vez más dificil ver con claridad el sentido del hombre, de sus derechos y deberes. A esto se añaden las más diversas dificultades existentes y relaciona­les, agravadas por la realidad de una sociedad compleja, en la que las personas, los matrimonios y las familias se quedan con frecuen­cia solas con sus problemas. No faltan además situaciones de parti­cular pobreza, angustia o exasperación, en las que la prueba de la supervivencia, el dolor hasta el límite de lo soportable, y las violen­cias sufridas, especialmente aquellas contra la mujer, hacen que las opciones por la defensa y promoción de la vida sean exigentes, a ve­ces incluso hasta el heroísmo.

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Todo esto explica, al menos en parte, cómo el valor de la vida pueda hoy sufrir una especie de M eclipse", aun cuando la conciencia no deje de señalarlo como valor sagrado e intangible, como demues­tra el hecho mismo de que se tienda a disimular algunos delitos contra la vida naciente o terminal con expresiones de tipo sanitario, que distraen la atención del hecho de estar en juego el derecho a la existencia de una persona humana concreta.

12. En efecto, si muchos y graves aspectos de la actual proble­mática social pueden explicar en cierto modo el clima de extendida incertidumbre moral y atenuar a veces en las personas la responsa­bilidad objetiva, no es menos cierto que estamos frente a una reali­dad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configu­ra como verdadera M cultura de muerte". Esta estructura está activa­mente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas, portadoras de una concepción de la sociedad basada en la eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se puede hablar, en cierto sentido, de una guerra de los poderosos contra los d.ébUes. La vida que exigiría más acogida, amor y cuidado es tenida por inútil, o considerada como un peso insoportable y. por tanto, despreciada de muchos modos. Quien, con su enfermedad, con su minusvalidez o, más simplemente, con su misma presencia pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados, tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar. Se desencadena así una especie de "conjura contra la vida", que afecta no sólo a las personas concretas en sus relacio­nes individuales, familiares o de grupo, sino que va más allá llegan­do a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados.

13. Para facilitar la difusión del aborto, se han invertido y se si­guen invirtiendo ingentes sumas destinadas a la obtención de pro­ductos farmacéuticos, que hacen posible la muerte del feto en el se­no materno, sin necesidad de recurrir a la ayuda del médico. La misma investigación científica sobre este punto parece preocupada casi exclusivamente por obtener productos cada vez más simples y eficaces contra la vida y. al mismo tiempo, capaces de sustraer el aborto a toda forma de control y responsabilldad social.

Se afirma con frecuencia que la anticoncepctón, segura y asequi­ble a todos, es el remedio más eficaz contra el aborto. Se acusa ade­más a la Iglesia Católica de favorecer de hecho el aborto al conti­nuar obstinadamente enseftando la Uicitud moral de la anttconcep­ción. La objeción, mirándolo bien, se revela en realidad falaz. En

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efecto, puede ser que muchos recurran a los anticonceptivos inclu­so para evitar después la tentación del aborto. Pero los contravalo­res inherentes a la ·mentalidad anticonceptiva" -bien diversa del ejercicio responsable de la paternidad y maternidad, respetando el significado pleno del acto conyugal- son tales que hacen precisa­mente más fuerte esta tentación, ante la eventual concepción de una vida no deseada. De hecho, la cultura abortista está particular­mente desarrollada justo en los ambientes que rechazan la ense­ñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción. Es cierto que anticon­cepción y aborto, desde el punto de vista moral, son males espedfl­camente distintos: la primera contradice la verdad plena del acto se­xual como expresión propia del amor conyugal, el segundo destruye la vida de un ser humano; la antlconcepción se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino ·no matarás".

A pesar de su diversa naturaleza y peso moral, muy a menudo están íntimamente relacionados, como frutos de una misma planta. Es cierto que no faltan casos en los que se llega a la anticoncepción y al mismo aborto bajo la presión de múltiples dificultades existen­ciales, que sin embargo nunca pueden eximir del esfuerzo por ob­servar plenamente la Ley de Dios. Pero en muchísimos otros casos estas prácticas tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de libertad que ve en la procreación un obstáculo al desarro­llo de la propia personalidad. Así, la vida que podría brotar del en­cuentro sexual se convierte en enemigo a evitar absolutamente, y el aborto en la única respuesta posible frente a una anticoncepción frustrada.

Lamentablemente la estrecha conexión que, como mentalidad, existe entre la práctica de la anticoncepción y la del aborto se mani­fiesta cada vez más y lo demuestra de modo alarmante también la preparación de productos químicos, dispositivos intrauterinos y ·va­cunas", que distribuidos con la misma facilidad que los anticoncep­tivos actúan en realidad como abortivos en las prtmerísimas fases de desarrollo de la vida del nuevo ser humano.

14. También las distintas técnicas de reproduccfón arti.ftclal, que parecerían puestas al servicio de la vida y que son practicadas no pocas veces con esta intención, en realidad dan pie a nuevos aten­tados contra la vida. Mas allá del hecho de que son moralmente ina­ceptables desde el momento en que separan la ~rocreación del con­texto integralmente humano del acto conyugal, 4 estas técnicas re-

14 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe. lnstr. Donum uttae, sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación: MS 80 (1988). 70-102.

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gistran altos porcentajes de fracaso. Este afecta no tanto a la fectm­dación como al desarrollo posterior del embrión, expuesto al riesgo de muerte por lo general en brevísimo tiempo. Además, se producen con frecuencia embriones en número superior al necesario para su implantación en el seno de la mujer, y estos así llamados Membrio­nes supernumerarios" son posteriormente suprimidos o utilizados para investigaciones que, bajo el pretexto del progreso científico o médico, reducen en realidad la vida humana a simple Mmaterial bio­lógico" del que se puede disponer libremente.

Los diagnósticos prenatales, que no presentan dificultades mo­rales si se realizan para determinar eventuales cuidados necesarios para el niño aún no nacido, con mucha frecuencia son ocasión para proponer o practicar el aborto. Es el aborto eugenésico, cuya legiti­mación en la opinión pública procede de una mentalidad -equivoca­damente considerada acorde con las exigencias de la Mterapéutica"­que acoge la vida sólo en determinadas condiciones, rechazando la limitación, la minusvalidez, la enfermedad.

Siguiendo esta misma lógica, se ha llegado a negar los cuidados ordinarios más elementales, y hasta la alimentación, a niños naci­dos con graves deficiencias o enfermedades. Además, el panorama actual resulta aun más desconcertante debido a las propuestas, he­chas en varios lugares, de legitimar, en la misma línea del derecho al aborto, incluso el útfan.ticidio, retomando así a una época de bar­barie que se creía superada para siempre.

15. Amenazas no menos graves afectan también a los erifemws incurables y a los terminales, en un contexto social y cultural que, ha­ciendo más dificil afrontar y soportar el sufrimiento, agudiza la tenta­ción de resolver el problema del sr.ifrimiento eliminándolo en su raiz, anticipando la muerte al momento considerado como más oportuno.

En una decisión así confluyen con frecuencia elementos diver­sos, lamentablemente convergentes en este terrible final. Puede ser decisivo, en el enfermo, el sentimiento de angustia, exasperación, e incluso desesperación, provocado por una experiencia de dolor in­tenso y prolongado. Esto supone una dura prueba para el equilibrio a veces ya inestable de la vida familiar y personal, de modo que, por una parte, el enfermo -no obstante la ayuda cada vez más eficaz de la asistencia médica y social-, corre el riesgo de sentirse abatido por la propia fragilidad; por otra, en las personas vinculadas afectiva­mente con el enfermo, puede surgir un sentimiento de comprensible aunque equivocada piedad. Todo esto se ve agravado por un ambien­te cultural que no ve en el sufrimiento ningún significado o valor, es más, lo considera el mal por excelencia, que debe eliminar a toda costa. Esto acontece especialmente cuando no se tiene una visión re­ligiosa que ayude a comprender positivamente el misterio del dolor.

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Además, en el conjunto del horizonte cultural no deja de influir también una especie de actitud prometeica del hombre que, de este modo, se cree sefior de la vida y de la muerte porque decide sobre ellas, cuando en realidad es derrotado y aplastado por una muerte cerrada irremediablemente a toda perspectiva de sentido y esperan­za. Encontramos una trágica expresión de todo esto en la difusión de la eutanasia, encubierta y subrepticia, practicada abiertamente o incluso legalizada. Esta, más que por una presunta piedad ante el dolor del paciente, es justificada a veces por razones utilitarias, de cara a evitar gastos Innecesarios demasiado costosos para la socie­dad. 'Se propone así la eliminación de los recién nacidos malforma­dos, de los minusválidos graves, de los impedidos, de los ancianos, sobre todo si no son autosuficientes, y de los enfermos terminales. No nos es lícito callar ante otras formas más engafiosas, pero no menos graves o reales, de eutanasia. Estas podrían producirse cuando, por ejemplo, para aumentar la disponibilidad de órganos para trasplante, se procede a la extracción de los órganos sin respe­tar los criterios objetivos y adecuados que certifican la muerte del donante.

16. Otro fenómerw actual, en el que confluyen frecuentemente amenazas y atentados contra la vida, es el demDgrá.ftco. Este pre­senta modalidades diversas en las diferentes partes del mundo: en los países ricos y desarrollados se registra una preocupante reduc­ción o caída de los nacimientos; los países pobres, por el contrario, presentan en general una elevada tasa de aumento de la población, dificilmente soportable en un contexto de menor desarrollo econó­mico y social, o incluso de grave subdesarrollo. Ante la super pobla­ción de los países pobres faltan, a nivel internacional, medidas glo­bales -serias políticas famlli8res y sociales, programas de desarrollo cultural y de justa producción y distribución de los recursos- mien­tras se continúan realizando políticas antinatalistas.

La antlconcepclón, la esterilización y el aborto están ciertamen­te entre las causas que contribuyen a crear situaciones de fuerte descenso de la natalidad. Puede ser fácil la tentación de recurrir también a los mismos métodos y atentados contra la vida en las si­tuaciones de *explosión demográfica".

El antiguo Faraón, viendo como una pesadilla la presencia y au­mento de los hijos de Israel, los sometió a toda forma de opresión y ordenó que fueran asesinados tódos los recién nacidos varones de las mujeres hebreas (cf. Ex 1, 7-22). Del mismo modo se comportan hoy no pocos poderosos de la tierra. Estos consideran también co­mo una pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen que los pueblos más prolíftcos y más pobres representen una amenaza para el bienestar y la tranquilidad de sus países. Por consiguiente, antes

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que querer afrontar y resolver estos graves problemas respetando la dignidad de las personas y de las familias, y el derecho inviolable de todo hombre a la vida, prefieren promover e imponer por cualquier medio una masiva planificación de los nacimientos. Las mismas ayudas económicas, que estarían dispuestos a dar, se condicionan injustamente a la aceptación de una política antlnatalista.

17. La humanidad de hoy nos ofrece un espectáculo verdadera­mente alarmante, si consideramos no sólo los diversos ámbitos en los que se producen los atentados contra la vida, sino también su singu­lar proporción numérica, junto con el múltiple y poderoso apoyo que reciben de una vasta opinión pública, de un frecuente reconocimiento legal y de la implicación de una parte del personal sanitario.

Como afirmé con fuerza en Denver, con ocasión de la VIII Jorna­da Mundial de la Juventud: MCon el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata sólo de amenazas procedentes del exterior, de las fuer­zas de la naturaleza o de los MCaínes" que asesinan a los MAbeles"; no, se trata de amenazas programadas de manera científica y siste­mática. El siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes. Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible" 1

• Más allá de las intenciones, que pueden ser diversas y presentar tal vez aspec­tos convincentes incluso en nombre de la solidaridad, estamos en realidad ante una objetiva Mcoryura contra la vida", que ve implica­das incluso a instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto. Finalmente, no se puede negar que los medios de comunicación social son con frecuencia cómplices de es­ta conjura, creando en la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mien­tras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posi­ciones incondicionales a favor de la vida.

M¿Soy acaso yo el guarda de nú hennano?" (Gn 4, 9): una idea perversa de libertad.

18. El panorama descrito debe considerarse atendiendo no sólo a los fenómenos de muerte que lo caracterizan, sino también a las múltiples causas que lo determinan. La pregunta del Señor: ¿Qué has hecho?" (Gn 4, lO) parece como una invitación a Caín para ir

15 Discurso durante la VIgilia de oración en la VIII Jornada Mundial de la Juventud (14 agosto 1993). 11. 3: AAS 86 (1994). 419.

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más allá de la materialidad de su gesto homicida, y comprender to­da su gravedad en las motivaciones que estaban en su origen y en las consecuencias que se derivan.

Las opciones contra la vida proceden, a veces, de situaciones di­ficiles o incluso dramáticas de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perspectivas económicas, depresión y angustia por el futu­ro. Estas circunstancias pueden atenuar incluso notablemente la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad de quienes hacen estas opciones, en sí mismas moralmente malas. Sin embar­go, hoy el problema va bastante más allá del obligado reconocimien­to de estas situaciones personales. Está también en el plano cultu­ral, social y político, donde presenta su aspecto más subversivo e inquietante en la tendencia, cada vez más frecuente, a interpretar estos delitos contra la vida como legitimas expresiones de la libertad útdividual. que deben reconocerse y ser protegidas como verdaderos y propios derechos.

De este modo se produce un cambio de trágicas consecuencias en el largo proceso histórico, que después de descubrir la idea de los "derechos humanos" -como derechos inherentes a cada persona y previos a toda Constitución y legislación de los Estados- incurre hoy en una sorprendente contradicción: justo en una época en la que se proclaman solemnemente los derechos inviolables de la persona y se afirma públicamente el valor de la vida, el derecho mismo a la vida queda prácticamente negado y conculado, en particular en los momentos más emblemáticos de la existencia, como son el naci­miento y la muerte.

Por una parte, las varias declaraciones universales de los dere­chos del hombre y las múltiples iniciativas que se inspiran en ellas, afirman a nivel mundtal una sensibilidad moral más atenta a recono­cer el valor y la dignidad de todo ser humano en cuanto tal, sin dis­tinción de raza, nacionaltdad, religión, opinión política o clase soctal.

Por otra parte, a estas nobles declaraciones se contrapone la­mentablemente en la realidad su trágica negación. Esta es aun más desconcertante y hasta escandalosa, precisamente por producirse en una sociedad que hace de la afirmación y de la tutela de los de­rechos humanos su objetivo principal y al mismo tiempo su motivo de orgullo. ¿Cómo poner de acuerdo estas repetidas afirmaciones de principios con la multiplicación continua y la difundida legitimación de los atentados contra la vida humana? ¿Cómo conciliar estas de­claraciones con el rechazo del más débil, del más necesitado, del anciano y del recién concebido? Estos atentados van en una direc­ción exactamente contraria a la del respeto a la vida, y representan wta amenaza frontal a toda la cultura de los derechos del hombre. Es una amenaza capaz, al límite, de poner en peligro el significado mis­mo de la convivencia democrática: nuestras ciudades corren el ríes-

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go de pasar de ser sociedades de "con-vivientes" a sociedades de ex­cluidos,. marginados, rechazados y eliminados. Si además se dtrtge la mirada al horizonte mundial, ¿cómo no pensar que la afirmación misma de los derechos de las personas y de los pueblos se reduce a un ejercicio retórico estéril. como sucede en las altas reuniones in­ternacionales, si no se desenmascara el egoísmo de los países ricos que cierran el acceso al desarrollo de los países pobres, o lo condi­cionan a absurdas prohibiciones de procreación, oponiendo el desa­rrollo al hombre? ¿No convendría quizá revisar los mismos modelos económicos, adoptados a menudo por los Estados incluso por in­fluencias y condicionamientos de carácter internacional, que produ­cen y favorecen situaciones de injusticia. y violencia en las que se degrada y vulnera la vida humana de poblaciones enteras?

19. ¿Dónde están las raíces de una contradicción tan sorpren­dente?

Podemos encontrarlas en valoraciones generales de orden cultu­ral o moral, comenzando por aquella mentalidad que, tergiversando e incluso deformando el concepto de subjetividad, sólo reconoce co­mo titular de derechos a quien se presenta con plena o, al menos, incipiente autonomía y sale de situaciones de total dependencia de los demás. Pero, ¿cómo conc111ar esta postura con la exaltación del hombre como ser "indisponible"? La teoría de los derechos humanos se fundamenta precisamente en la consideración del hecho que el hombre, a diferencia de los animales y de las cosas, no puede ser sometido al dominio de nadie. También se debe señalar aquella lógi­ca que tiende a tdentiftcar la dignidad personal con la capacit:lad de comuntcación verbal y expUcita y. en todo caso, expertmentable. Está claro que, con estos presupuestos, no hay espacio en el mundo para quien, como el que ha de nacer o el moribundo, es un sujeto consti­tutivamente débil, que parece sometido en todo al cuidado de otras personas, dependiendo radicalmente de ellas, y que sólo sabe comu­nicarse mediante el lenguaje mudo de una profunda simbiosis de afectos. Es, por tanto, la fuerza que se hace criterio de opción y ac­ción en las relaciones interpersonales y en la convivencia social. Pe­ro esto es exactamente lo contrario de cuanto ha querido afirmar htstqrtcamente el Estado de derecho, como comunidad en la que a las "razones de la fuerza" sustituye la Mfuerza de la razón".

A otro nivel, el origen de la contradicción entre la solemne afir­mación de los derechos del hombre y su trágica negación en la práctica, está en un concepto de libertad que exalta de modo absolu­to al indtvtduo, y no lo dispone a la solidaridad, a la plena acogida y al servicio del otro. Si es cierto que, a veces, la eliminación de la vi­da naciente o terminal. se enmascara también bajo una forma ma­lentendida de altruismo y piedad humana, no se puede negar que

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semejante cultura de muerte, en su conjunto, manifiesta una visión de la libertad muy individualista, que acaba por ser la libertad de los ·más fuertes" contra los débiles destinados a sucumbir.

Precisamente en este sentido se pude interpretar la respuesta de Caín a la pregunta del Señor •¿Dónde está tu hermano Abel?": "No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hennano?" (Gn 4, 9). Sí, cada hombre es "guarda de su hermano", porque Dios confia el hombre al hombre. Y es también en vista de este encargo que Dios da a ca­da hombre la libertad, que posee una esencial dimensión relacional. Es un gran don del Creador, puesto al seiVicio de la persona y de su realización mediante el don de sí misma y la acogida del otro. Sin embargo, cuando la libertad es absolutizada en clave individualista, se vacía de su contenido origirial y se contradice en su misma voca­ción y dignidad.

Hay un aspecto aun más profundo que acentuar: la libertad re­niega de sí misma, se autodestruye y se dispone a la eliminación del otro cuando no reconoce ni respeta su vinculo constitutivo con la ver­dad. Cada vez que la libertad, queriendo emanciparse de cualquier tradición y autoridad, se cierra a las evidencias primarias de una verdad objetiva y común, fundamento de la vida personal y social, la persona acaba por asumir como única e indiscutible referencia para sus propias decisiones no ya la verdad sobre el bien o el mal, sino sólo su opinión subjetiva y mudable o, incluso, su interés egoísta y su capricho.

20. Con esta concepción de la libertad, la convivencia soctal se deteriora profundamente. Si la promoción del propio yo se entiende en términos de autonomía absoluta, se llega inevitablemente a la negación del otro, considerado como enemigo de quien defenderse. De este modo la sociedad se convierte en un conjunto de individuos colocados unos junto a otros, pero sin vínculos recíprocos: cada cual quiere afirmarse independientemente de los demás, incluso ha­ciendo prevalecer sus intereses. Sin embargo, frente a los intereses análogos de los otros, se ve obligado a buscar cualquier forma de compromiso, si se quiere garantizar a cada uno el máximo posible de libertad en la sociedad. Así, desaparece toda referencia a valores comunes y a una verdad absoluta para todos: la vida social se aden­tra en las arenas movedizas de un relativismo absoluto. Entonces todo es pactable, todo es negociable; incluso el primero de los dere­chos fundamentales, el de la vida.

Es lo que de hecho sucede también en el ámbito más propia­mente político o estatal: el derecho originario e inalienable a la vida se pone en discusión o se niega sobre la base de un voto parlamen­tario o de la voluntad de una parte -aunque sea mayoritaria- de la población. Es el resultado nefasto de un relativismo que predomina

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incontrovertible: el "derecho" deja de ser tal porque no está ya fun­damentado sólidamente en la inviolable dignidad de la persona, sino que queda sometido a la voluntad del más fuerte. De este modo la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitaris­mo fundamental. El Estado deja de ser la "casa común" donde todos pueden vivir según los principios de igualdad fundamental, y se transforma en Estado tirano, que presume de poder disponer de la vida de los más débiles e indefensos, desde el niño aún no nacido hasta el anciano, en nombre de una utilidad pública que no es otra cosa. en realidad, que el interés de algunos. Parece que todo aconte­ce en el más firme respeto de la legalidad, al menos cuando las le­yes que permiten el aborto o la eutanasia son votadas según las, así llamadas, reglas democráticas. Pero en realidad, estamos sólo ante una trágica apariencia de legalidad, donde el ideal democrático, que es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda persona humana, es traicionado en sus mismas bases: "¿Cómo es posible hablar todavia de dignidad de toda persona humana, cuan­do se permite matar a la más débil e inocente? ¿En nombre de qué justicia se realiza la más injusta de las discriminaciones entre las

~~~:~a:~ ~~~~~:!o d~g~C~ fll~:n~~ ~e; :e~~~~~:~i~~= dones, se han introducido ya los dinamismos que llevan a la disolu­ción de una auténtica convivencia humana y a la disgregación de la misma realidad establecida.

Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado peroerso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los de­más y contra los demás. Pero ésta es la muerte de la verdadera li­bertad: "En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo" (Jn 8, 34).

•He de esconderme de tu presencia" (Gn 4, 14): eclipse del senti­do de Dios y del hombre

21. En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha en­tre la "cultura de la vida" y la ·cultura de la muerte", no basta dete­nerse en la idea perversa de libertad anteriormente señalada. Es ne­cesario llegar al centro del drama vivido por el hombre contemporá­neo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, característico del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentáculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas. Quien se deja contagiar por esta atmósfera, entra fácilmente en el torbellino de un terrible círculo vi-

16 Discurso a los parüc1pantes en el Convenio de estudio sobre "El derecho a la vida y Europa" (18 diciembre 1987): lnsegnamenttX. 3 (1987). 1446-1447.

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cioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. A su vez, la viola­ción sistemática de la ley moral especialmente en el grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad, produce una especie de progresiva ofuscación de la capacidad de percibir la presencia vivifi­cante y salvadora de Dios.

Una vez más podemos inspirarnos en el relato del asesinato de Abel por parte de su hermano. Después de la maldición impuesta por Dios, Caín se dirige así al Señor: MMi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de es­conderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará" (Gn 4, 13-14). Caín considera que su pecado no podrá ser perdonado por el Señor y que su destino inevitable será tener que Mesconderse de su presen­cia". Si Caín confiesa que su culpa es Mdemasiado grande", es por­que sabe que se encuentra ante Dios y su justo juicio. En rea11dad, sólo delante del Señor el hombre puede reconocer su pecado y per­cibir toda su gravedad. Esta es la experiencia de David, que des­pués de Mhaber pecado contra el SeñorM, reprendido por el profeta Natán (cf. 2 Sam 11-12), exclama: MMi delito yo lo reconozco, mi pe­cado sin cesar está ante mí; contra tí, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí" (Sal 51/50, 5-6).

22. Por esto, cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado, como afirma lapidariamente el Concilio Vaticano 11: MLa criatura sin el Creador

~:s:~~~~tda~f7S ~~~!:t~~:l;~":,~e~: ~~O:n~~~J~s~ ~~!~~is~:= riosamente otro" respecto a las demás criaturas terrenas; se consi­dera como uno de tantos seres vivientes, como un organismo que, a lo sumo, ha alcanzado un estadio de perfección muy elevado. Ence­rrado en el restringido horizonte de su materialidad, se reduce de este modo a Muna cosa", y ya no percibe el carácter trascendente de su M existir como hombre". No considera ya la vida como un don es­pléndido de Dios, una realidad "sagrada" confiada a su responsabi­lidad y, por tanto, a su custodia amorosa, a su "veneración". La vida llega a ser simplemente Muna cosa", que el hombre reivindica como su propiedad exclusiva, totalmente dominable y manipulable.

Así, ante la vida que nace y la vida que muere, el hombre ya· no es capaz de dejarse interrogar sobre el sentido más auténtico de su existencia, asumiendo con verdadera libertad estos momentos cru­ciales de su propio "existir". Se preocupa sólo del "hacer" y, recu­rriendo a cualquier forma de tecnología, se afana por programar,

17 Const. past. Gaudfum et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual. 36.

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controlar y dominar el nacimiento y la muerte. Estas, de experien­cias originarias que requieren ser "vividas", pasan a ser cosas que simplemente se pretenden "poseer" o "rechazar".

Por otra parte, una vez excluida la referencia a Dios, no sor­prende que el sentido de todas las cosas resulte profundamente de­formado, y la misma naturaleza, que ya no es "mater", quede redu­cida a "material" disponible a todas las manipulaciones. A estopa­rece conducir una cierta racionalidad técntco-ctentíflca, dominante en la cultura contemporánea, que niega la idea misma de una ver­dad de la creación que hay que reconocer o de un designio de Dios sobre la vida que hay que respetar. Esto no es menos verdad, cuan­do la angustia por los resultados de esta "libertad sin ley" lleva a al­gunos a la postura opuesta de una "ley sin libertad", como sucede, por ejemplo, en Ideologías que contestan la legitimidad de cualquier intervención sobre la naturaleza, como en nombre de una "diviniza­ción" suya, que una vez más desconoce su dependencia del designio del Creador.

En realidad, viviendo "como si Dios no existiera", el hombre pierde no sólo el misterio de Dios, sino también el del mundo y el de su propio ser.

23. El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevita­blemente al materíalisnw práctico, en el que proliferan el individua­lismo, el utilitarismo y el hedonismo. Se manifiesta también aquí la perenne validez de lo que escribió el Apóstol: "Como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene" (Rm 1, 28). Así, los valores del ser son sustituidos por los del tener. El úni­co fin que cuenta es la consecución del propio bienestar material. La llamada •calidad de vida" se interpreta principal o exclusivamen­te como eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida fisica, olvidando las dimensiones más profundas -re­lacionales, esptrttuales y religiosas- de la existencia.

En semejante contexto el sufrimiento, elemento inevitable de la existencia humana, aunque también factor de posible crecimiento personal, es "censurado", rechazado como inútil, más aun, combati­do como mal que debe evitarse siempre y de cualquier modo. Cuan­do no es posible evitarlo y la perspectiva de un bienestar al menos futuro se desvanece, entonces parece que la vida ha perdido ya todo sentido y aumenta en el hombre la tentación de reivindicar el dere­cho a su supresión.

Siempre en el mismo horizonte cultural, el cuerpo ya no se con­sidera como realidad típicamente personal, signo y lugar de las rela­ciones con los demás, con Dios y con el mundo. Se reduce a pura materialidad: está simplemente compuesto de órganos, funciones y

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energías que hay que usar según criterios de mero goce y eficiencia. Por consiguiente, también la sexualidad se despersonaliza e instru­mentaliza: de signo, lugar y lenguaje del amor, es decir, del don de si mismo y de la acogida del otro según toda la riqueza de la perso­na, pasa a ser cada vez más ocasión e instrumento de afirmación del propio yo y de satisfacción egoísta de los propios deseos e instin­tos. Así se deforma y falsifica el contenido originario de la sexuali­dad humana, y los dos significados, unitivo y procreativo, innatos a la naturaleza misma del acto conyugal, son separados artificialmen­te. De este modo, se traiciona la unión y la fecundidad se somete al arbitrio del hombre y de la mujer. La procreación se convierte enton­ces en el "enemigo" a evitar en la práctica de la sexualidad. Cuando se acepta, es sólo porque manifiesta el propio deseo, o incluso la propia voluntad, de tener un hijo "a toda costa", y no, en cambio, por expresar la total acogida del otro y, por tanto, la apertura a la riqueza de vida de la que el hijo es portador.

En la perspectiva materialista expuesta hasta aquí, las relacio­nes interpersonales experimentan un gmve empobrecimiento. Los pri­meros que sufren sus consecuencias negativas son la mujer, el ni­ño, el enfermo o el que sufre y el anciano. El criterio propio de la dignidad personal -el del respeto, la gratuidad y el servicio- se susti­tuye por el criterio de la eficiencia, la funcionalidad y la utilidad. Se aprecia al otro no por lo que "es", sino por lo que "tiene, hace o pro­duce". Es la supremacía del más fuerte sobre el más débll.

24. En lo íntimo de la conci.enci.a moral se produce el eclipse del sentido de Dios y del hombre, con todas sus múltiples y funestas consecuencias para la vida. Se pone en duda, sobre todo, la concien­cia de cada persona- que en su unicidad e trrepetibilldad se encuen­tra sola ante Dios. 1 Pero también se cuestiona, en cierto sentido, la "conciencia moral" de la sociedad. Esta es de algún modo responsa­ble, no sólo porque tolera o favorece comportamientos contrarios a la vida, sino también porque alimenta la "cultura de la muerte", llegan­do a crear y consolidar verdaderas y auténticas "estructuras de pe­cado" contra la vida. La conciencia moral, tanto individual como so­cial, está hoy sometida, a causa también del fuerte influjo de m u­chos medios de comunicación social, a un peUgro gravísimo y mortal, el de la corifilsión entre el bien y el mal en relación con el mismo de­recho fundamental a la vida. Lamentablemente, una gran parte de la sociedad actual se asemeja a la que Pablo describe en la Carta a los Romanos. Está formada "de hombres que aprisionan la verdad en la injusticia" (1, 18): habiendo renegado de Dios y creyendo poder cons­truir la ciudad terrena sin necesidad de El, "se ofuscaron en sus ra-

18 Cf. !bid., 16.

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zonamientos" de modo que "su insensato corazón se entenebreció" (1, 21); "jactándose de sabios se volvieron estúpidos" (1, 22), se hicie­ron autores de obras dignas de muerte y "no solamente las practi­can, sino que aprueban a los que las cometen" (1, 32). Cuando la conciencia, este luminoso ojo del alma (cf. Mt 6, 22-23), llama "al mal bien y al bien mal" (Is 5, 20), camina ya hacia su degradación más inquietante y hacia la más tenebrosa ceguera moral.

Sin embargo, todos los condicionamientos y esfuerzos por impo­ner el silencio no logran sofocar la voz del Señor que resuena en la conciencia de cada hombre. De este íntimo santuario de la concien­cia puede empezar un nuevo camino de amor, de acogida y de servi­cio a la vida humana.

"Os habéis acercado a la sangre de la aspersión" (cf. Hb 12, 22-24): signos de esperanza y llamada al compromiso.

25. "Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo" (Gn 4, 10). No es sólo la sangre de Abel, el primer inocente asesina­do, que clama a Dios, fuente y defensor de la vida. También la san­gre de todo hombre asesinado después de Abel es un clamor que se eleva al Señor. De una forma absolutamente única, clama a Dios la sangre de Cristo, de quien Abel en su inocencia es figura profética, como nos recuerda el autor de la Carta a los Hebreos: "Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vi­vo ... al mediador de una Nueva Alianza, y a la aspersión purificado­ra de una sangre que habla mejor que la de Abel" (12, 22-24).

Es la sangre de la aspersión. De ella había sido símbolo y signo anticipador la sangre de los sacrificios de la Antigua Alianza, con los que Dios manifestaba la voluntad de comunicar su vida a los hom­bres, purificándolos y consagrándolos (cf. Ex 24, 8; Lv 17, 11). Aho­ra, todo esto se cumple y verifica en Cristo: la suya es la sangre de la aspersión que redime, purifica y salva; es la sangre del mediador de la Nueva Alianza "derramada por muchos para perdón de los pe­cados" (Mt 26, 28). Esta sangre, que brota del costado abierto de Cristo en la cruz (cf. Jn 19, 34), "habla mejor que la de Abel"; en efecto, expresa y exige una "justicia" más profunda, pero sobre todo implora misericordia, 19 se hace ante el Padre intercesora por los hermanos (cf. Hb 7, 25), es fuente de redención perfecta y don de vi­da nueva.

La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del anwr del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los qjos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida. Nos lo recuerda el apóstol Pedro: "Sabéis que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada

19 Cf. S. Gregorio Magno, Moralia tnJob, 13, 23: CCL 143 A. 683.

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de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mactlla, Cristo" (1 Pe 1, 18-19). Precisamente contemplando la sangre preciosa de Cristo, signo de su entrega de amor (cf. Jn 13, 1), el creyente apren­de a reconocer y apreciar la dignidad casi divina de todo hombre y puede exclamar con nuevo y grato estupor: u¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha umerecido tener tan gran Re­dentor" (Himno Exsultet de la Vigilia pascual), si untos ha dado a su Hijo", a fin de que él, el hombre, uno muera sino que tenga la vida eterna" (cf. Jn 3, 16)1".20

Además, la sangre de Cristo manifiesta al hombre que su gran­deza, y por tanto su vocación, consiste en el don sincero de si mis­nro. Precisamente porque se derrama como don de vida, la sangre de Cristo ya no es signo de muerte, de separación definitiva de los hermanos, sino instrumento de una comunión que es riqueza de vi­da para todos. Quien bebe esta sangre en el sacramento de la Euca­ristía y permanece en Jesús (cf. Jn 6, 56) queda comprometido en su mismo dinamismo de amor y de entrega de la vida, para llevar a plenitud la vocación originaria al amor, propia de todo hombre (cf. Jn 1, 27; 2, 18-24).

Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para comprometerse en favor de la vida. Esta sangre es justamente el nwtivo más grande de esperanza, más aun. es eljun­damento de la absoluta certeza de que según el designio divino la vi­da vencerá. UNo habrá ya muerte", exclama la voz potente que sale del trono de Dios en la Jerusalém celestial (Ap 21, 4). Y san Pablo nos asegura que la victoria actual sobre el pecado es signo y antici­po de la victoria definitiva sobre la muerte, cuando Mse cumplirá la palabra que está escrita: MLa muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?" (1 Cor 15, 54-55).

26. En realidad, no faltan signos que anticipan esta victoria en nuestras sociedades y culturas, a pesar de estar fuertemente mar­cadas por la M cultura de la muerte". Se daría, por tanto, una imagen unilateral, que podría inducir a un estéril desánimo, si junto con la denuncia de las amenazas contra la vida no se presentan los signos positivos que se dan en la situación actual de la humanidad.

Desgraciadamente, estos signos positivos encuentran a menudo dificultad para manifestarse y ser reconocidos, tal vez también por­que no encuentran una adecuada atención en los medios de comu­nicación social. Pero, ¡cuántas iniciativas de ayuda y apoyo a las personas más débiles e indefensas han surgido y continúan sur-

20 Carta ene. Redemptor lwminls (4 marzo 19791. 10: AAS 71 (1979). 274.

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gtendo en la comunidad cristiana y en la sociedad civil, a nivel local, nacional e internacional, promovidas por individuos, grupos, movi­mientos y organizaciones diversas!

Son todavía muchos los esposos que, con generosa responsabili­dad, saber acoger a los hijos como Mel don más excelente del matri­monio".21 No faltan familias que, además de su servicio cotidiano a la vida, acogen a niños abandonados, a muchachos y jóvenes en di­ficultad, a personas minusválidas, a ancianos solos. No pocos cen­tros de ayuda a la vida. o instituciones análogas, están promovidos por personas y grupos que, con admirable dedicación y sacrificio, ofrecen un apoyo moral y material a madres en dificultad, tentadas de recurrir al aborto. También surgen y se difunden grupos de vo­luntarios dedicados a dar hospitalidad a quienes no tienen familia, se encuentran en condiciones de particular penuria o tienen necesi­dad de hallar un ambiente educativo que les ayude a superar com­portamientos destructivos y a recuperar el sentido de la vida.

La medicina, impulsada con gran dedicación por investigadores y profesionales, persiste en su empeño por encontrar remedios cada vez más eficaces: resultados que hace un tiempo eran del todo im­pensables y capaces de abrir prometedoras perspectivas se obtienen hoy para la vida naciente, para las personas que sufren y los enfer­mos en fase aguda o terminal. Distintos entes y organizaciones se movilizan para llevar, incluso a los países más afectados por la mi­seria y las enfermedades endémicas, los beneficios de la medicina más avanzada. Así, asociaciones nacionales e internacionales de médicos se mueven oportunamente para socorrer a las poblaciones probadas por calamidades naturales, epidemias o guerras. Aunque una verdadera justicia internacional en la distribución de los recur­sos médicos está aún lejos de su plena realización, ¿cómo no reco­nocer en los pasos dados hasta ahora el signo de una creciente soli­daridad entre los pueblos, de una apreciable sensibilidad humana y moral y de un mayor respeto por la vida?

27. Frente a legislaciones que han permitido el aborto y atenta­tivas, surgidas aquí y allá, de legalizar. la eutanasia, han aparecido en todo el mundo movimientos e tn.tciativas de sensibilización social en favor de la vida. Cuando, conforme a su auténtica inspiración, actúan con determinada firmeza pero sin recurrir a la violencia, es­tos movimientos favorecen una toma de conciencia más difundida y profunda del valor de la vida, solicitando y realizando un compromi­so más decisivo por su defensa.

¿Cómo no recordar, además, todos estos gestos cotidianos de aco­gida. sacrl..ftcio y cuidado desinteresado que un número incalculable

21 Conc. Ecum. Vat. 11, Const. past. Gaudfum et spes, sobre la Iglesia en el mundo ac­tual, 50.

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de personas realiza con amor en las familias, hospitales, orfanatos, residencias de ancianos y en otros centros o comunidades, en defensa de la vida? La Iglesia, dejándose guiar por el ejemplo de Jesús Nbuen samaritano• (cf. Le 10, 29-37) y sostenida por su fuerza, siempre ha estado en la primera línea de la caridad: tantos de sus hijos e hijas, especialmente religiosas y religiosos, con formas antiguas y siempre nuevas, han consagrado y continúan consagrando su vida a Dios ofreciéndola por amor al prójimo más débO y necesitado. Estos gestos construyen en lo profundo la Ncivilización del amor y de la vida", sin la cual la existencia de las personas y de la sociedad pierde su significa­do más auténticamente humano. Aunque nadie los advierta y perma­nezcan escondidos a la mayoría, la fe asegura que el Padre, Nque ve en lo secreto• (Mt 6, 4), no sólo sabrá recompensarlos, sino que ya desde ahora los hace fecundos con frutos duraderos para todos.

Entre los signos de esperanza se da también el incremento, en muchos estratos de la opinión pública, de una nueva senstbiJ.td.ad ca­da vez más contraria a la guerra como instrumento de solución de los conflictos entre los pueblos, y orientada cada vez más a la búsqueda de medios eficaces, pero Nno violentos•, para frenar la agresión arma­da. Además, en este mismo horizonte se da la aversión cada vez más dijund.ida. en la opinión pública a la pena de muerte, incluso como ins­trumento de Nlegítlma defensa• social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse.

También se debe considerar positivamente una mayor atención a la calidad de vida y a la ecologí.a.. que se registra sobre todo en las socieda­des más desarrolladas, en las que las expectativas de las personas no se centran tanto en los problemas de la supervivencia cuanto más bien en la búsqueda de una mejora global de las condiciones de vida. Partl­culannente stgniftcatlw es el despertar de una reflexión ética sobre la vida. Con el nacimiento y desarrollo cada vez más extendido de la btoé­tica se favorece la reflexión y el dWogo -entre creyentes y no creyentes, así como entre creyentes de diversas religiones- sobre problemas éticos, incluso fundamentales, que afectan a la vida del hombre.

28. Este horizonte de luces y sombras debe hacemos a todos plenamente conscientes de que estamos ante un enorme y dramáti­co choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la Ncultura de la muerte• y la N cultura de la vida". Estamos no sólo Nante•, sino ne­cesariamente Nen medio" de este conflicto: todos nos vemos implica­dos y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente en favor de la vida.

También para nosotros resuena clara y fuerte la invitación a Moisés: NMira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y des-

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gracia ... ; te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Es­coge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia" (Dt 30, 15-19). Es una invitación válida también para nosotros, llamados cada día a tener que decidir entre la "cultura de la vida" y la "cultura de la muerte". Pero la llamada del Deuteronomio es aun más profunda, porque nos apremia a una opción propiamente religiosa y moral. Se trata de dar a la propia existencia una orientación fundamental y vivir en fidelidad y coherencia con la Ley del Señor: "Yo te prescribo hoy que ames al Señor tu Dios, que sigas sus caminos y guardes sus mandamientos, preceptos y normas ... Escoge la vida, para que vi­vas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en eso está tu vida, así como la pro­longación de tus días" (30, 16.19-20).

La opción incondicional en favor de la vida alcanza plenamente su significado religioso y moral cuando nace, viene plasmada y es alimentada por la fe en Cristo. Nada ayuda tanto a afrontar positiva­mente el conflicto entre la muerte y la vida, en el que estamos in­mersos, como la fe en el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y ha venido entre los hombres "para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10): es lafe en el Resucitado, que ha vencido la muerte; es la fe en la sangre de Cristo "que habla mejor que la de Abel" (Hb 12, 24).

Por tanto, a la luz y con la fuerza de esta fe, y ante los desafios de la situación actual. la Iglesia toma más viva conciencia de la gra­cia y de la responsabilidad que recibe de su Señor para anunciar, celebrar y servir al Evangelio de la vida.

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Capítulo 11

•He venido para que tengan vida•

Mensaje cristiano sobre la vida "La Vida se manifestó, y nosotros la herrws visto" (1 Jn 1, 2): la

rrúrada dirigida a Cristo, "Palabra de vida"

29. Ante las innumerables y graves amenazas contra la vida en el mundo contemporáneo, podríamos sentimos como abrumados por una sensación de impotencia insuperable: ¡el bien nunca podrá tener la fuerza suficiente para vencer el mal!

Este es el momento en que el Pueblo de Dios, y en él cada cre­yente, está llamado a profesar, con humildad y valentía, la propia fe en Jesucristo, ~Palabra de vida" (1 Jn l. 1). En realidad, el Evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, so­bre la vida humana; ni sólo un mandamiento destinado a sensibili­zar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aun una promesa ilusoria de un futuro mejor. El Evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: ~yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida" (Jn 14, 6). Es la misma identidad ma­nifestada a Marta, la hermana de Lázaro: ~yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás" (Jn ll, 25-26). Jesús es el Hijo que desde la eternidad recibe la vida del Padre (cf. Jn 5, 26) y que ha ve­nido a los hombres para hacerles partícipes de este don: ~o he ve­nido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10).

Así, por la palabra, la acción y la persona misma de Jesús se da al hombre la posibilidad de ~conocer" toda la verdad sobre el valor de la vida humana. De esa ~fuente" recibe, en particular, la capaci­dad de ~obrar" perfectamente esa verdad (cf. Jn 3, 21), es decir, asu­mir y realizar en plenitud la responsabilidad de amar y servir, de­fender y promover la vida humana.

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En efecto, en Crtsto se anuncia definitivamente y se da plena­mente aquel Evangelio de la vida que, anticipado ya en la Revela­ción del Antiguo Testamento y más aun, escrtto de algún modo en el corazón mismo de cada hombre y mujer. resuena en cada concien­cia "desde el prtncipio", o sea, desde la misma creación, de modo que, a pesar de los condicionamientos negativos del pecado, tam­bién puede ser conocido por la razón hwnana en sus aspectos esen­ciales. Como dice el Concilio Vaticano 11, Crtsto "con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y glortosa resurrección, con el envío del Espírttu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino; a saber, que Dios está con nosotros para librar­nos de las tinieblas del pecado y la muerte y para hacemos resuci­tar a una vida eterna" .22

· 30. Por tanto, con la mirada fija en el Sefior Jesús queremos volver a escuchar de El "las palabras de Dios" (Jn 3, 34) y meditar de nuevo el Evangelio de la vida. El sentido más profundo y ortginal de esta meditación del mensaje revelado sobre la vida hu~ ha sido expuesto por el apóstol Juan, al comienzo de su Prtmera Carta: "Lo que existía desde el prtncipio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de Vida -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vi­da eterna. que estaba vuelta hacia el padre y que se nos manifestó­lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vo­sotros estéis en comunión con nosotros" (1, 1-3).

En Jesús, "Palabra de vida", se anuncia y comunica la vida divi­na y eterna. Gracias a este anuncio y a este don. la vida fisica y es~ pirttual del hombre, incluida su etapa terrena, encuentra plenitud de valor y significado: en efecto, la vida divina y eterna es el fin al que está ortentado y llamado el hombre que vive en este mundo. El Evangelio de la vida abarca así todo lo que la misma expertencia y la razón humana dicen sobre el valor de la vida, lo acoge, lo eleva y lo lleva a término.

"Mtjortaleza y nú canción es el Señor. El es nú salvación" (Ex 15, 2): la vida es siempre un bten

31. En realidad, la plenitud evangélica del mensaje sobre la vida fue ya preparada en el Antiguo Testamento. Es sobre todo en las vi­cisitudes del Exodo, fundamento de la expertencia de fe del Antiguo Testamento, donde Israel descubre el valor de la vida a los ojos de

22 Const. dogm. Det Verbwn. sobre la dlvtna Revelactón. 4.

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Dios. Cuando parece ya abocado al exterminio, porque la amenaza de muerte se extiende a todos sus recién nacidos varones (cf. Ex 1, 15-22), el Sefior se le revela como salvador, capaz de asegurar un futuro a quien está sin esperanza. Nace así en Israel una clara con­ciencia: su Vida no está a merced de un faraón que puede usarla con arbitno despótico; al contrario, es objeto de un tierno y fuerte amor por parte de Dios.

La liberación de la esclaVitud es el don de una identidad, el re­conocimiento de una dignidad indeleble y el tntcto de una lústort.a nueva. en la que van unidos el descubrimiento de Dios y de sí mis­mo. La experiencia del Exodo es origina y ejemplar. Israel aprende de ella que, cada vez que es amenazado en su existencia, sólo tiene que acudir a Dios con confianza renovada para encontrar en él asis­tencia eficaz: ·Eres mi siervo, Israel. ¡Yo te he formado, tú eres mi siervo, Israel. yo no te olvido! (Js 44, 21).

De este modo, mientras Israel reconoce el valor de su propia existencia como pueblo, avanza también en la percepción del sentido y valor de la vf.d.a en cuanto tal. Es una reflexión que se desarrolla de modo particular en los libros sapienciales, partiendo de la expe­riencia cotidiana de la precariedad de la Vida y de la conciencia de las amenazas que la acechan. Ante las contradicciones de la exis­tencia, la fe está llamada a ofrecer una respuesta.

El problema del dolor acosa sobre todo a la fe y la pone a prue­ba. ¿Cómo no oír el gemido universal del hombre en la meditación del libro de Job? El inocente aplastado por el sufrimiento se pregun­ta comprensiblemente: "¿Para qué dar la luz a un desdichado, la Vi­da a los que tienen amargada el alma, a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro?" (3, 20-21). Pero también en la más densa oscuridad la fe orienta hacia el reconocimiento confiado y adorador del "misterio": "Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable" (Jb 42, 2).

Progresivamente la Revelación lleva a descubrir con mayor clari­dad el germen de Vida inmortal puesto por el Creador en el corazón de los hombres: "El ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiem­po; también ha puesto el mundo en sus corazones• (Ecl 3, 11). Este germen de totalfdad y plenitud espera manifestarse en el amor, y realizarse, por don gratuito de Dios, en la participación en su Vida eterna.

"El nombre de Jesús ha restablecido a este hombre" (cf. Hch 3, 16): en la precariedad de la existencia humana Jesús lleva a término el sentido de la vida.

32. La experiencia del pueblo de la Alianza se repite en la de to­dos los "pobres· que encuentran a Jesús de Nazaret. Así como el

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Dios ~amante de la vida" (cf. Sb 11, 26) había confortado a Israel en medio de los peligros, así ahora el Hijo de Dios anuncia, a cuantos se sienten amenazados e impedidos en su existencia, que sus vidas también son un bien al cual el amor del Padre da sentido y valor.

~Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva" (Le 7, 22). Con estas palabras del profeta Isaías (35, 5-6; 61, 1). Jesús presenta el significado de su propia misión. Así, quienes sufren a causa de una existencia de algún modo "disminui­da", escuchan de El la buena nueva de que Dios se interesa por ellos, y tienen la certeza de que también su vida es un don celosa­mente custodiado en las manos del Padre (cf. Mt 6, 25-34).

Los "pobres" son interpelados particularmente por la predica­ción y las obras de Jesús. La multitud de enfermos y marginados, que lo siguen y lo buscan (cf. Mt 4, 23-25), encuentran en su pala­bra y en sus gestos la revelación del gran valor que tiene su vida y del fundamento de sus esperanzas de salvación.

Lo mismo sucede en la misión de la Iglesia desde sus comien­zos. Ella, que anuncia a Jesús como aquél que "pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios es­taba con él" (Hch 10, 38), es portadora de un mensaje de salvación que resuena con toda su novedad precisamente en las situaciones de miseria y pobreza de la vida del hombre. Así hace Pedro en la cu­ración del tullido, al que ponían todos los días junto a la puerta "Hermosa" del templo de Jerusalén para pedir limosna: "No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar" (Hch 3, 6). Por la fe en Jesús, "autor de la vida" (cf. Hch 3, 15), la vida que yace abandonada y suplicante vuel­ve a ser consciente de sí misma y de su plena dignidad.

La palabra y las acciones de Jesús y de su Iglesia no se dirigen sólo a quienes padecen enfermedad, sufrimiento o diversas formas de marginación social, sino que conciernen más profundamente al sentido mismo de la vida de cada hombre en sus dimensiones mora­les y espirituales. Sólo quien reconoce que su propia vida está mar­cada por la enfermedad del pecado, puede redescubrir, en el en­cuentro con Jesús Salvador, la verdad y autenticidad de su existen­cia, según sus mismas palabras: "No necesitan médico los que es­tán sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conver­sión a justos, sino a pecadores" (Le 5, 31-32).

En cambio, quien cree que puede asegurar su vida mediante la acumulación de bienes materiales, como el rico agricultor de lapa­rábola evangélica, en realidad se engaña. La vida se le está escapan­do, y muy pronto se verá privado de ella sin haber logrado percibir su verdadero significado: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" (Le 12, 20).

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33. En la vida misma de Jesús, desde el principio al fin, se da esta singular "dialéctica" entre la experiencia de la precariedad de la vida humana y la afirmación de su valor. En efecto, la precariedad marca la vida de Jesús desde su nacimiento. Ciertamente encuen­tra acogida en los justos, que se unieron al "sí" decidido y gozoso de María (cf. Le 1, 38). Pero también siente, en, seguida, el rechazo de un mundo que se hace hostil y busca al niño "para matarle" (Mt 2, 13), o que permanece indiferente y distraído ante el cumplimiento del misterio de esta vida que entra en el mundo: "no tenían sitio en el alojamiento" (Le 2, 7). Del contraste entre las amenazas y las in­seguridades, por una parte, y la fuerza del don de Dios, por otra, brilla con mayor intensidad la gloria que se irradia desde la casa de Nazaret y del pesebre de Belén: esta vida que nace es salvación para toda la humanidad (cf. Le 2. 11).

Jesús asume plenamente las contradicciones y los riesgos de la vida: "siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enri­quecierais con su pobreza" (2 Cor 8, 9). La pobre7.a de la que habla Pablo no es sólo despojarse de privilegios divinos, sino también compartir las condiciones más humildes y precarias de la vida hu­mana (cf. Ftp 2, 6-7). Jesús vive esta pobreza durante toda su vida, hasta el momento culminante de la cruz: "se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre" (Ftp 2, 8-9). Es precisamente en su muerte donde Jesús revela toda la grande­za y el valor de la vida, ya que su entrega en la cruz es fuente de vi­da nueva para todos los hombres (cf. Jn 12, 32). En este peregrinar en medio de las contradicciones y en la misma pérdida de la vida, Jesús es guiado por la certeza de que está en las manos del Padre. Por eso puede decirle en la cruz: "Padre, en tus manos pongo mi es­píritu" (Le 23, 46), esto es, mi vida. ¡Qué grande es el valor de la vi­da humana si el Hijo de Dios la ha asumido y ha hecho de ella el lu­gar donde se realiza la salvación para toda la humanidad!

"Ua.mados ... a reproducir la únagen de su Hyo• (Rm 8, 28-29): La gloria de Dios resplandece en el rostro dellwmbre

34. La vida es siempre un bien. Esta es una intuición o, más bien, un dato de experiencia, cuya razón profunda el hombre está llamado a comprender.

¿Por qué la vida es un bien? La pregunta recorre toda la Biblia, y ya desde sus primeras páginas encuentra una respuesta eficaz y admirable. La vida que Dios da al hombre es original y diversa de la de las demás criaturas vivientes, ya que el hombre, aunque prove­niente del polvo de la tierra (cf. Gn 2, 7; 3, 19; Jb 34, 15; Sal 103/102, 14; 104/103, 29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencia, resplandor de su gloria (cf. Gn 1, 26-27; Sal

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8, 6). Es lo que quiso acentuar también san Ireneo de Lyon con su célebre definición: M el hombre que vive es la gloria de Dios". 23 Al hombre se le ha dado una altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo intimo que lo une a su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios.

Lo aflnna el libro del Génesis en el primer relato de la creación, poniendo al hombre en el vértice de la actividad creadora de Dios, como su culmen, al término de un proceso que va desde el caos in­forme hasta la criatura más perfecta. Toda la creación está ordena­da al hombre y todo se somete a él: MHenchid la tierra y sometedla; mandad ... en todo animal que serpea· sobre la tierra" (1, 28), ordena Dios al hombre y a la mujer. Un mensaje semejante aparece tam­bién en el otro relato de la creación: "Tomó, pues, el Señor Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuida­se" (Gn 2, 15). Así se reaflnna la primacía del hombre sobre lasco­sas, las cuales están destinadas a él y confiadas a su responsabili­dad, mientras que por ningún motiVo el hombre puede ser sometido a sus semejantes y reducido al rango de cosa.

En el relato bíblico, la distinción entre el hombre y las demás criaturas se manifiesta sobre todo en el hecho de que sólo su crea­ción se presenta como fruto de una especial decisión por parte de Dios, de una deliberación que establece un vínculo particular y es­pecifico con el Creador: MHagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra" (Gn l, 26). La vida que Dios ofrece al hombre es un don con el que Dios comparte algo de si mismo con la criatura.

Israel se preguntará durante mucho tiempo sobre el sentido de este vinculo particular y especifico del hombre con Dios. También el libro del Eclesiástico reconoce que Dios al crear a los hombres Mios revistió de una fuerza como la suya, y los hizo a su imagen" (17, 3). Con esto el autor sagrado manifiesta no sólo su dominio sobre el mundo, sino también las facul.tades espiri.tuales más características del hombre, como la razón, el discernimiento del bien y del mal, la voluntad libre: MDe saber e inteligencia los llenó, les enseñó el bien y el mal" (17, 6). La capacidad de conocer la verdad y la libertad son prerrogativas del hombre en cuanto creado a imagen de su Creador, el Dios verdadero y justo (cf. Dt 32, 4). Sólo el hombre, entre todas las criaturas visibles, tiene Mcapacidad para conocer y amar a su Creador". 24 La vida que Dios da al hombre es mucho más que un existir en el tiempo. Es tensión hacia una plenitud de vida, es ger­men de una existencia que supera los mismos línútes del tiempo:

23 •Gloria Dei vtvens homo•: Contra las hert:}ias: IV. 20. 7: SCh 100/2. 648-649. 24 Conc. Ecum. Vat. 11. Const. past. Gaudiwn et spes. sobre la Iglesia en el mundo ac­

tual, 12.

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MPorque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo ima­gen de su misma naturaleza" (Sb 2, 23).

35. El relato yahvista de la creación expresa también la misma convicción. En efecto, esta antigua narración habla de un soplo dl.vi­no que es infundido en el hombre para que tenga vida: MEl Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo, sopló en sus narices un aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2, 7).

El origen divino de este espíritu de vida explica la perenne insa­tisfacción que acompaña al hombre durante su existencia. Creado por Dios, llevando en sí mismo una huella indeleble de Dios, el hombre tiende naturalmente a El. Al experimentar la aspiración profunda de su corazón, todo hombre hace suya la verdad expresa­da por san Agustín: MNos hiciste, Señor~ para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en tí". 2

Qué elocuente es la insatisfacción de la que es víctima la vida del hombre en el Edén, cuando su única referencia es el mundo ve­getal y animal (cf. Gn 2, 20). Sólo la aparición de la mujer, es decir, de un ser que es hueso de sus huesos y carne de su carne (cf. Gn 2. 23), y en quien vive igualmente el espíritu de Dios creador, puede satisfacer la exigencia de diálogo interpersonal que es vital para la existencia humana. En el otro, hombre o mujer, se refleja Dios mis­mo, meta deftnittva y satisfactoria de toda persona.

·¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides?", se pregunta el Salmista (Sal S, 5). Ante la inmensidad del universo es muy poca cosa, pero precisamente este contraste descubre su grandeza: M Apenas inferior a los ángeles le hi­ciste (también se podría traducir: Mapenas inferior a Dios"), coronán­dole de gloria y de esplendor" (Sal 8, 6). La gloria de Dios resplande­ce en el rostro del hombre. En él encuentra el Creador su descanso, como comenta asombrado y conmovido san Ambrosio: MFtnaltzó el sexto día y se concluyó la creación del mundo con la formación de aquella obra maestra que es el hombre, el cual ejerce su dominio sobre todos los seres vivientes y es como el culmen del universo y la belleza suprema de todo ser creado. Verdaderamente deberíamos mantener un reverente silencio, porque el Señor descansó de toda obra en el mundo. Descansó al final en lo íntimo del hombre, des­cansó en su mente y en su pensamiento; en efecto, había creado al hombre dotado de razón, capaz de imitarle, émulo de sus virtudes, anhelante de las gracias celestes. En estas dotes suyas descansa el Dios que dijo: "¿En quién encontraré reposo, si no es en el humilde y contrito, que tiembla a mi palabra" (cf. ls 66, 1-2). "Doy gracias al

25. Corifestones. l. 1: CCL. 27. l.

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Señor nuestro Dios por haber creado una obra tan maravillosa don­de encontrar su descanso".26

36. Lamentablemente, el magnífico proyecto de Dios se oscurece por la irrupción del pecado en la historia. Con el pecado el hombre se rebela contra el Creador, acabando por idolatrar a las criaturas: "Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador" (Rm l, 25). De este modo, el ser humano no sólo desfigura en sí mismo la imagen de Dios, sino que está tentado de ofenderla también en los demás, sustituyendo las relaciones de comunión por actitudes de desconfianza, indiferencia, enemistad, llegando al odio homicida. Cuando no reconoce a Dios conw Dios, se traiciona el sentido profundo del hombre y se peJjudi­ca la comunión entre los hombres.

En la vida del hombre la imagen de Dios vuelve a resplandecer y se manifiesta en toda su plenitud con la venida del Hijo de Dios en carne humana: "El es Imagen de Dios invisible" (Col. 1, 15), "res­plandor de su gloria e impronta de su sustancia" (Hb 1, 3). El es la imagen perfecta del Padre.

El proyecto de vida confiado al primer Adán encuentra final­mente su cumplimiento en Cristo. Mientras la desobediencia de Adán deteriora y desfigura el designio de Dios sobre la vida del hombre, introduciendo la muerte en el mundo, la obediencia re­dentora de Cristo es fuente de gracia que se derrama sobre los hombres abriendo de par en par a todos las puertas del reino de la vida (cf. Rm 5, 12-21). Afirma el apóstol Pablo: "Fue hecho el pri­mer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida" (1 Cor 15, 45).

La plenitud de la vida se da a cuantos aceptan seguir a Cristo. En ellos la imagen divina es restaurada, renovada y llevada a per­fección. Este es el designio de Dios sobre los seres humanos: que "reproduzcan la imagen de su Hijo" (Rm 8, 29). Sólo así, con el es­plendor de esta imagen, el hombre puede ser liberado de la esclavi­tud de la idolatría, puede reconstruir la fraternidad rota y reencon­trar su propia identidad.

"Todo el que vive y cree en mí. no nwrirájamás" (Jn 11, 26): el don de la vida eterna

37. La vida que el Hijo de Dios ha venido a dar a los hombres no se reduce a la mera existencia en el tiempo. La vida, que desde siempre está "en él" y es "la luz de los hombres" (Jn 1, 4t; consiste

26. EKameron. VI. 75-76: CSEL32. 260-261.

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en ser engendrados por Dios y participar de la plenitud de su anwr. M A todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; el cual no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios" (Jn 1, 12-13).

A veces Jesús llama esta vida, que El ha venido a dar, simple­mente así: Mla vida"; y presenta la generación por parte de Dios co­mo condición necesaria para poder alcanzar el fin para el cual Dios ha creado al hombre: MEl que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3, 3). El don de esta vida es el objetivo específico de la misión de Jesús: El Mes el que baja del cielo y da la vida al mundo" (Jn 6, 33), de modo que puede afirmar con toda verdad: MEl que me siga ... tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12).

Otras veces Jesús habla de Mvida eterna", donde el adjetivo no se refiere sólo a una perspectiva supratemporal. "Eterna" es la vi­da que Jesús promete y da, porque es participación plena de la vi­da del MEterno". Todo el que cree en Jesús y entra en comunión con El tiene la vida eterna (cf. Jn 3, 15; 6, 40), ya que escucha de El las únicas palabras que revelan e infunden plenitud de vida en su existencia; son las Mpalabras de vida eterna" que Pedro recono­ce en su confesión de fe: MSeñor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Jesús mismo expltca después en qué consiste la vida eterna, dirigiéndose al Padre en la gran oración sacerdotal: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). Conocer a Dios y a su Hijo es acoger el misterio de la comunión de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la propia vida, que ya desde ahora se abre a la vida eterna por la partict.paci6n en la vida divina. ·

38. Por tanto, la vida eterna es la vida misma de Dios y a la vez la vida de los hgos de Dios. Un nuevo estupor y una gratitud sin lí­mites se apoderan necesariamente del creyente ante esta inespera­da e inefable verdad que nos viene de Dios en Cristo. El creyente hace suyas las palabras del apóstol Juan: "Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamamos hijos de Dios, pues ¡lo somos!. .. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos seme­jantes a él. porque le veremos tal cual es" (1 Jn 3, 1-2).

Así alcanza su culmen la verdad cristiana sobre la vida. Su dig­nidad no sólo está ligada a sus orígenes, a su procedencia dlvina, sino también a su fin, a su destino de comunión con Dios en su co­nocimiento y amor. A la luz de esta verdad san lreneo precisa y

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completa su exaltación del hombre: ~es el hombre que vive" es ~glo­ria de Dios", pero ula vida del hombre consiste en la visión de Dios".27

De aquí derivan unas consecuencias inmediatas para la vida humana en su misma condición terrena, en la que ya ha germinado y está creciendo la vida eterna. Si el hombre ama instintivamente la vida porque es un bien, este amor encuentra ulterior motivación y fuerza, nueva extensión y profundidad en las dimensiones divinas de este bien. En esta perspectiva, el amor que todo ser humano tie­ne por la vida no se reduce a la simple búsqueda de un espacio donde pueda realizarse a sí mismo y entrar en relación con los de­más, sino que se desarrolla en la gozosa conciencia de poder hacer de la propia existencia el ulugar" de la manifestación de Dios, del encuentro y de la comunión con El. La vida que Jesús nos da no disminuye nuestra existencia en el tiempo, sino que la asume y conduce a su destino último: ~yo soy la resurrección y la vida ... ; to­do el que vive y cree en mí, no morirá jamás" (Jn 11, 25-26).

"A cada uno pediré cuentas de la vida de su hermano" (Gn 9, 5}: veneración y amor por la vida de todos

39. La vida del hombre proviene de Dios, es su don, su imagen e impronta, participación de su soplo vital. Por tanto, Dios es el único señor de esta vida: el hombre no puede disponer de ella. Dios mis­mo lo afirma a Noé después del diluvio: ~os prometo reclamar vues­tra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana" (Gn 9, 5). El texto bíblico se preocupa de subrayar cómo la sacralidad de la vida tiene su funda­mento en Dios y en su acción creadora: MPorque a imagen de Dios hizo El al hombre" (Gn 9, 6).

La vida y la muerte del hombre están, pues, en las manos de Dios, en su poder: ~El, que tiene en su mano el alma de todo ser vi­viente y el soplo de toda carne de hombre", exclama Job (12, 10). ~El Señor da muerte y vida, hace bajar al Seol y retomar" (1 S 2, 6). Sólo El puede decir: UVo doy la muerte y doy la vida" (Dt 32, 39).

Sin embargo, Dios no ejerce este poder como voluntad amena­zante, sino como cuJdado y solidtud amorosa hacia sus criaturas. SI es cierto que la vida del hombre está en las manos de Dios, no lo es menos que sus manos son cariñosas como las de una madre que acoge, alimenta y cuida a su niño: ~Mantengo mi alma en paz y si­lencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mil" (Sal 131/130, 2; cf. Is 49, 15; 66, 12-13; Os 11, 4). Así Israel ve en las vicisitudes de los pueblos y en

27. •VIta autem hom1nls visto Del>: Contra las~. W. 20. 7: SCh 100/2, 648-649.

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la suerte de los individuos no el fruto de una mera casualidad o de un destino ciego, sino el resultado de un designio de amor con el que Dios concentra todas las potencialidades de vida y se opone a las fuerzas de muerte que nacen del pecado: "No fue Dios quien hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; él todo lo creó para que subsistiera" (Sb 1, 13-14).

40. De la sacralidad de la vida deriva su carácter inviolable, ins­crito desde el principio en el corazón del hombre, en su conciencia. La pregunta: "¿Qué has hecho?" (Gn 4, lO), con la que Dios se dirige a Caín después de que éste hubiera matado a su hermano Abe!, presenta la experiencia de cada hombre: en lo profundo de su con­ciencia siempre es llamado a respetar el carácter inviolable de la vi­da -la suya y la de los demás-, como realidad que no le pertenece, porque es propiedad y don de Dios Creador y Padre.

El mandamiento relativo al carácter inviolable de la vida huma­na ocupa el centro de las "diez palabras~ de la alianza del Sinaí (cf. Ex 34, 28). Prohibe, ante todo, el homicidio: "No matarás" (Ex 20, 13); "No quites la vida al inocente. y justo" (Ex 23, 7); pero también condena -como se explicita en la legislación posterior de Israel­cualquier daño causado a otro (cf. Ex 21, 12-27). Ciertamente, se debe reconocer que en el Antiguo Testamento esta sensibilidad por el valor de la vida, aunque ya muy marcada. no alcanza todavía la delicadeza del Sermón de la Montaña, como se puede ver en algu­nos aspectos de la legislación entonces vigente. que establecía pe­nas corporales no leves e incluso la pena de muerte. Pero el mensa­je global, que corresponde al Nuevo Testamento llevar a perfección, es una fuerte llamada a respetar el carácter inviolable de la vida fi­sica y la integridad personal, y tiene su culmen en el mandamiento positivo que obliga a hacerse cargo del prójimo como de sí mismo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19, 18).

41. El mandamiento "no matarás", incluido y profundizado en el precepto positivo del amor al prójimo, es corifirmado por el Señor Je­sús en toda su validez. Al joven rico que le pregunta: "Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?". responde: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 19, 16-17). Y cita, como primero, el "no matarás" (v. 18). En el Sermón de la Monta­ña, Jesús exige de los discípulos una justicia superior a la de los es­cribas y fariseos también en el campo del respeto a la vida: "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hennano, será reo ante el trib~ar (Mt 5, 21-22).

Jesús explicita posteriormente con su palabra y sus obras las exigencias positivas del mandamiento sobre el carácter inviolable de

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la vida. Estas estaban ya presentes en el Antiguo Testamento, cuya legislación se preocupaba de garantizar y salvaguardar a las perso­nas en situaciones de vida débil y amenazada: el extranjero, la viu­da, el huérfano, el enfermo, el pobre en general, la vida misma an­tes del nacimiento (cf. Ex 21, 22; 22, 20-26). Con Jesús estas exi­gencias positivas adquieren vigor e impulso nuevos y se manifiestan en toda su amplitud y profundidad: van desde cuidar la vida del hermano (familiar, perteneciente al mismo pueblo, extranjero que vi­ve en la tierra de Israel), a hacerse cargo del forastero, hasta amar al enemigo.

No existe el forastero para quien debe hacerse prQjimo del nece­sitado, incluso asumiendo la responsabilidad de su vida, como en­seña de modo elocuente e incisivo la parábola del buen samaritano (cf. Le lO, 25-37). También el enemigo deja de serlo para quien está obligado a amarlo (cf. Mt 5, 38-48; Le 6, 27-35) y ~hacerle el bien" (cf. Le 6, 27, 33-35), socorriendo las necesidades de su vida con prontitud y sentido de gratuidad (cf. Le 6, 34-35). Culmen de este amor es la oración por el enemigo, mediante la cual sintonizamos con el amor providente de Dios: HPues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial. que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5, 44-45; cf. Le 6, 28-35).

De este modo, el mandamiento de Dios para salvaguardar la vi­da del hombre tiene su aspecto más profundo en la exigencia de ve­neración y wnor hacia cada persona y su vida. Esta es la enseñanza que el apóstol Pablo, haciéndose eco de la palabra de Jesús (cf. Mt 19, 17-18), dirige a los cristianos de Roma: ~En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los de­más preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo co­mo a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud" (Rm 13, 9-10).

"Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla" (Gn 1, 28): responsabilidades dellwmbre ante la vida

42. Defender y promover, respetar y amar la vida es una tarea que Dios confia a cada hombre, llamándolo, como imagen palpitante suya, a participar de la soberanía que El tiene sobre el mundo: uy Dios los bendijo, y les dijo Dios: HSed fecundo y multiplicaos, y hen­chid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra" (Gn l. 28).

El texto bíblico evidencia la amplitud y profundidad de la sobe­ranía que Dios da al hombre. Se trata, sobre todo, del dominio so­bre la tierra y sobre cada ser vivo. como recuerda el libro de laSa­biduría: HDios de los Padres, Señor de la misericordia ... con tu Sa­biduría formaste al hombre para que dominase sobre los seres por

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ti creados, y administrase el mundo con santidad y justicia" (9, 1.2-3). También el Salmista exalta el dominio del hombre como sig­no de la gloria y del honor recibidos del Creador: "Le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo, y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas" (Sal8, 7-9).

El hombre, llamado a cultivar y custodiar el jardín del mundo (cf. Gn 2, 15), tiene una responsabilidad específica sobre el ambien­te de vida. o sea, sobre la creación que Dios pueso al servicio de su dignidad personal, de su vida: respecto no sólo al presente, sino también a las generaciones futuras. Es la cuestión ecológica -desde la preservación del "habitat" natural de las diversas especies anima­les~ formas de vida, hasta la "ecología humana" propiamente di­cha -que encuentra en la Biblia una luminosa y fuerte indicación ética para una solución respetuosa del gran bien de la vida, de toda vida. En realidad, "el dominio confiado al hombre por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad de "usar y abu­sar", o de disponer de las cosas como mejor parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde el principio, y expresada sim­bólicamente con la prohibición de "comer del fruto del árbol" (cf. Gn 2, 16-17). muestra claramente que, ante la naturaleza visible, esta­mos sometidos a las leyes no sólo bi~Aógtcas sino también morales, cuya transgresión no queda impune".

43. Una cierta participación del hombre en la soberanía de Dios se manifiesta también en la responsabUtdad especifica que le es confiada en relación con la vida propiamente humana. Es una res­ponsabilidad que alcanza su vértice en el don de la vida mediante la procreación por parte del hombre y la mujer en el matrimonio, como nos recuerda el Concilio Vaticano: "El mismo Dios, que dijo "no es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2, 18) y que "hizo desde el prin­cipio al hombre, varón y mujer" (Mt 19, 4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendYe al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gn 1, 28)".

Hablando de una "cierta participación especial" del hombre y de la mujer en la obra creadora" de Dios el Concilio quiere destacar có­mo la generación de un hijo es un acontecimiento profundamente humano y altamente religioso, en cuanto implica a los cónyuges que forman "una sola carne" (Gn 2, 24) y también a Dios mismo que se hace presente. Como he escrito en la Carta a las Familias. "cuando

28 Cf. Carta ene. CentesiTTWS annus (1 mayo 1991), 38: AAS (1991), 840-841. 29 Carta ene. SolUcitudo ret socialis (30 diciembre 1987). 34: AAS 80 (1988). 560.

30 Const. past. Gaudi.um et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual, 50.

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de la unión conyugal de los dos nace un nuevo hombre, éste trae consigo al mundo una particular imagen y semejanza de Dios mis­mo: en la biología de la generación está inscrita la genealogía de la persona. Al afirmar que los esposos, en cuanto padres, son colabo­radores de Dios Creador en la concepción y generación de un nuevo ser humano, no nos referimos sólo al aspecto biológico; queremos subrayar más bien que en la paternidad y maternidad humanas Dios mismo está presente de un modo diverso de como lo está en cualquier otra generación "sobre la tierra". En efecto, solamente de Dios puede provenir aquella "imagen y semejanza", propia del ser humano, como sucedió en la creación. Jrii generación es, por consi­guiente, la continuación de la creación".

Esto lo enseña, con lenguaje inmediato y elocuente, el texto sa­grado reftrtendo la exclamación gozosa de la primera mujer, "lama­dre de todos los vivientes" (Gn 3, 20). Consciente de la inteiVención de Dios, Eva dice: "He adquirido un varón con el favor del Señor" (Gn 4, 1). Por tanto, en la procreación, al comunicar los padres la vi­da al hijo, se transmite la imagend' la semejanza de Dios mismo, por la creación del alma inmortal. En este sentido se expresa el comienzo del "libro de la genealogía de Adán": "El día en que Dios creó a Adán, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó "Hombre" en el día de su creación. Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró un hijo a su semejanza, según su imagen, a quien puso por nombre Set" (Gn 5, 1-3). Precisamente en esta función suya como colaboradores de Dios que trasmiten su imagen a la nueva criatura. está la grandeza de los esposos dispues­tos "a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por ~edio de ellos aumenta y enriquece su propia famllta cada día más". En este sentido el obispo Anftloquio exaltaba el "matrimonio santo, ele­gido y elevado por encima de todos los dones terren~ como "gene­rador de la humanidad, artiftce de imágenes de Dios".

Así, el hombre y la mujer unidos en matrimonio son asociados a una obra divina: mediante el acto de la procreación, se acoge el don de Dios y se abre al futuro una nueva vida.

Sin embargo, más allá de la misión específica de los padres, el deber de acoger y servir la vida tncumbe a todos y ha de manifestar­se prl.ncipalmente con la vida que se encuentra en condtcf.ones de ma-

31 Carta a las Familias Gratisslmam sane (2 febrero 1994), 9: AAS 86 (1994). 878; cf. Pio XII, Carta ene. Humant generis (12 agosto 1950): AAS 42 (1950), 574.

32 •Animas enim a Deo lnmedlate crear1 cathollca fkles nos· rettnere lubeto: Pio XII. Car­ta ene. Humantgeneris (12 agosto 1950): AAS 42 (1950), 575.

33 Conc. Ecum. Vat. 11, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo ac­tual. 50: cf. Exhort. ap. Famillarís consortio (22 noviembre 1981), 28: AAS 74 (1982). 114.

34 Hornillas. 11. 1; CCSG 3, 39.

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yor debilidad. Es el mismo Cristo quien nos lo recuerda, pidiendo ser amado y servido en los hermanos probados por cualquier tipo de sufrimiento: hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfer­mos, encarcelados ... Todo lo que se hace a uno de ellos se hace a Cristo mismo (cf. Mt25. 31-46).

"Porque tú nús vísceras hasfonnado" (Sa.l139/138, 13): la digni-dad del niño aún no nacido ' ·

44. La vida humana se encuenp-a en· una' situación muy preca­ria cuando viene al mundo y cuando sale del tiempo para llegar a la eternidad. Están muy presentes en la Palabra de Dios -sobre to­do en relación con la existencia marcada por la enfem1edad y la ve­jez- las exhortaciones al cuidado y al respeto. Si faltan llamadas di­rectas y explícitas a salvaguardar la vida humana en sus orígenes, especialmente la vida aún no nacida, como también la que está cercana a su fin, ello se explica fácilmente por el hecho de que la sola posibilidad de ofender, agredir o, incluso, negar la vida en es­tas condiciones se sale del horizonte religioso y cultural del pueblo de Dios.

En el Antiguo Testamento la esterilidad es tenida como una maldición, mientras que la prole numerosa es considerada como una bendición: "La herencia del Seflor son los hijos, recompensa el fruto de las entradas" (Sal 127/126, 3; cf. Sal 128/127, 3-4). Influye también en esta convicción la conciencia que tiene Israel de ser el pueblo de la Alianza, llamado a multiplicarse según la promesa hecha a Abraham: "Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas ... así será tu descendencia" (Gn 5; 15). Pero es sobre todo palpable la certeza de que la vida transmitida por los padres tiene su origen en Dios, como atestiguan tantas páginas bíblicas que con respeto y amor hablan de la concepción, de la for­mación de la vida en el seno materno, del nacimiento y del estre­cho vínculo que hay entre el momento inicial de la existencia y la acción del Dios Creador.

"Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado" (Jr 1, 5): la existencia de cada individuo, desde su origen, está en el designio divino. Job, desde lo profundo de su dolor, se detiene a contemplar la obra de Dios en la formación milagrosa de su cuerpo en el seno materno, encontrando en ello un motivo de confianza y manifestando la cer­teza de la existencia de un proyecto dMno sobre su vida: "TUs ma­nos me formaron, me plasmaron, y luego, en arrebato, me quieres destruir. Recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has de devolverme. ¿No me vertiste como leche y me cua­jaste como queso? De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios. Luego con la vida me agraciaste y tu solicitud

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cuidó mi aliento" (10, 8-12). Acentos de reverente estupor ante la intervención de Dios sobre la vida en formación resuenan también en los Salmos.35

¿Cómo se puede pensar que uno solo de los momentos de este maravilloso proceso de formación de la vida pueda ser sustraído de la sabia y amorosa acción del Creador y dejado a merced del arbitrio del hombre? Ciertamente no lo pensó así la madre de los siete her­manos, que profesó su fe en Dios, principio y garantía de la vida desde su concepción, y al mismo tiempo fundamento de la esperan­za en la nueva vida más allá de la muerte: MYo no sé cómo aparecis­teis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Crea­dor del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyec­tó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes" (2M 7, 22-23).

45. La revelación del Nuevo Testamento confirma el reconoci­miento indiscutible del valor de la vida desde sus comienzos. La exal­tación de la fecundidad y la espera diligente de la vida resuenan en las palabras con las que Isabel se alegra por su embarazo: MEl Se­ñor ... se dignó quitar mi oprobio entre los hombres" (Le l. 25). El valor de la persona desde su concepción es celebrado más vivamen­te aun en el encuentro entre la Virgen María e Isabel, y entre los dos niños que llevan en su seno. Son precisamente ellos, los niños, quienes revelan la llegada de la era mesiánica: en su encuentro co­mienza a actuar la fuerza redentora de la presencia del Hijo de Dios entre los hombres. MBien pronto -escribe san Ambrosio- se manifies­tan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Se­ñor ... Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las faculta­des de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor: la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo: ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, lo­gran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspi­ración de sus propios hijos. El niño saltó de gozo y la madre fue lle­na del Espíritu Santo, pero no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después que fue repleto el hijo, quedó también col­mada la madre".36

35 Véanse. por ejemplo. los Salmos 22/21. 10-11: 71/70. 6: 139/138. 13-14.

36 Expositio EvangeUi secundwn Lucam. ll. 22-23; CCL. 14. 40-41.

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•¡Tengo fe, aun cuando digo: ·Muy desdichado soy•!" (Sal 116/115, 10): la vida en la vejez y en el sufrimiento

46. También en lo relativo a los últimos momentos de la· existen­cia, seria anacrónico esperar de la revelación bíblica una referencia expresa a la problemática actual del respeto de las personas ancia­nas y enfermas, y una condena explícita de los intentos de anticipar violentamente su fin. En efecto, estamos en un contexto cultural y religioso que no está afectado por estas tentaciones, sino que, en lo concerniente al anciano, reconoce en su sabiduría y experiencia una riqueza insustituible para la fa¡:ntlia y la sociedad.

La vejez está marcada por el prestlgt.o y rodeada de veneración (cf. 2M 6, 23). El justo no pide ser privado de la ancianidad y de su peso, al contrario, reza así: "Pues tú eres mi esperanza, Señor, mi confianza desde mi juventud ... Y ahora que llega la vejez y las ca­nas, ¡oh Dios. no me abandones!, para que anuncie yo tu brazo a todas las edades venideras" (Sal 71/70, 5. 18). El tiempo mesiánico ideal es presentado como aquél en el que "no habrá jamás... viejo que no llene sus días" (Is 65, 20).

Sin embárgo, ¿cómo afrontar en la vejez el declive inevitable de la vida? ¿Qué actitud tomar ante la muerte? El creyente sabe que su vi­da está en las manos de Df.os: "Señor, en tus manos está mi vida" (cf. Sal16/15, 5), y que de El acepta también el mortr: "Esta sentencia viene del Señor sobre toda carne, ¿por qué desaprobar el agrado del Altísimo?" (Sí 41, 4). El hombre, que no es dueño de la vida, tampoco lo es de la muerte; en su vida, como en su muerte, debe confiarse to­talmente al "agrado del Altísimo", a su designio de amor.

Incluso en el momento de la enfermedad, el hombre está llama­do a vivir con la misma seguridad en el Señor y a renovar su con­fianza fundamental en El, que "cura todas las enfermedades" (cf. Sal 103/102, 3). Cuando parece que toda expectativa de curación se cierra ante el hombre -hasta moverlo a gritar: ·Mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como el heno" (Sal 102/101, 12)-, también entonces el creyente está animado por la fe Inque­brantable en el poder vivificante de Dios. La enfermedad no lo em­puja a la desesperación y a la búsqueda de la muerte, sino a la in­vocación llena de esperanza: "¡Tengo fe, aun cuando digo: ·Muy des­dichado soy"t• (Sall16/115, 10); ·Señor, Dios mío, clamé a ti y me sanaste. 1ü has sacado, Señor, mi alma del Seol, me has recobrado de entre los que bajan a la fosa" (Sal30/29, 3-4).

47. La misión de Jesús, con las numerosas curaciones realiza­das, manifiesta cómo Dtos se preocupa tambié'! de la vida corporal del hombre. "Médico de la carne y del espíritu", 7 Jesús fue enviado

37 S. Ignacio de Antloquía. Carta a los 1ifeslos. 7, 2; .Altres AposiDlld, ed. F X Funk. U, 82.

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por el Padre a anunciar la buena nueva a los pobres y a sanar los corazones quebrantados (cf. Le 4, 18; ls 61, 1). Al enviar después a sus discípulos por el mundo, les confia una misión en la que la cu­ración de los enfermos acompaña al anuncio del Evangelio: "Id pro­clamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, re­sucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt 10, 1-8; cf. Me 6, 13; 16, 18).

Ciertamente, la vida del cuerpo en su condición terrena no es un valor absoluto para el creyente, sino que se le puede pedir que la ofrezca por un bien superior, como dice Jesús, "quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evan­gelio. la salvará" (Me 8, 35). A este propósito, los testimonios del Nuevo Testamento son diversos. Jesús no vacila en sacrificarse a sí mismo y, ltbremente, hace de su vida una ofrenda al Padre (cf. Jn 10, 17) y a los suyos (cf. Jn 10, 15). También la muerte de Juan el Bautista, precursor del Salvador, manifiesta que la existencia terre­na no es un bien absoluto; es más Importante la fidelidad a la pala­bra del Señor, aunque pueda poner en peligro la vida (cf. Mt 6, 17-29). Y Esteban, mientras era privado de la vida temporal por testi­moniar fielmente la resurrección del Señor, sigue las huellas del Maestro y responde a quienes le apedrean con palabras de perdón (cf. Heh 7, 59-60), abriendo el camino a innumerables mártires, ve­nerados por la Iglesia desde su comienzo.

Sin embargo, ningún hombre puede decidir arbitrariamente en­tre vivir o morir. En efecto, sólo es dueño absoluto de esta decisión el Creador, en quien "vivimos, nos movemos y existimos" (Heh 17, 28).

"Todos los que la guardan alcanzarán la vida" (Ba 4, 1): de la -Ley del Sinai. al don del Espfritu

48. La vida lleva escrita en sí misma de un modo indeleble su verdad. El hombre, acogiendo el don de Dios, debe comprometerse a mantener la vida en esta verdad, que le es esencial. Distanciarse de ella equivale a condenarse a sí mismo a la falta de sentido y a la in­felictdad, con la consecuencia de poder ser también una amenaza para la existencia de los demás, una vez rotas las barreras que ga­rantizan el respeto y la defensa de la vida en cada situación.

La verdad de la vida es revelada por el mandamiento de Dios. La palabra del Señor indica concretamente qué dirección debe segutr la vida para poder respetar su propia verdad y salvaguardar su propia dignidad. No sólo el específico mandamiento "no matarás" (.EK 20, 13; Dt 5, 17) asegura la protecctón de la vida, sino que toda la Ley

· del Señor está al servicio de esta protección, porque revela aquella verdad en la que la vida encuentra su pleno significado.

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Por tanto, no sorprende que la Alianza de Dios con su pueblo esté tan fuertemente ligada a la perspectiva de la vida, incluso en su dimensión corpórea. El mandamiento se presenta en ella como cami­no de vida: ·yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgra­cia. Si escuchas los mandamientos del Seiior tu Dios que yo te pres­cribo hoy, si amas al Seiior tu Dios, sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y te multiplicarás; el Seiior tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión· (Dt 30, 15-16). Está en juego no sólo la tierra de Canaán y la existencia del pueblo de Israel, sino el mundo de hoy y del futuro, así como la existencia de toda la humanidad. En efecto, es absolutamente imposible que la vida se conserve auténti­ca y plena alejándose del bien y, a su vez, el bien está esencialmen­te vinculado a los mandamientos del Seiior, es decir, a la •tey de vi­da. (Sf 17, 9).·El bien que hay que cumplir no se superpone a la vi­da como un peso que carga sobre ella, ya que la razón misma de la vida es precisamente el bien, y la vida se realiza sólo mediante el cumplimiento del bien.

El COF!Iunto de la Ley, es, pues, lo que salvaguarda plenamente la vida del hombre. Esto explica lo dificll que es mantenerse fiel al •no matarás• cuando no se observari las otras •palabras de vida (Hch 7, 38}, relacionadas con este mandamiento. Fuera de este hori­zonte, el mandamiento acaba por convertirse en una simple obliga­ción extrínseca, de la que muy pronto se querrán ver límites y se buscarán atenuaciones o excepciones. Sólo si nos abrimos a la ple­nitud de la verdad sobre Dios, el hombre y la historia, la palabra •no matarás· volverá a brillar como un bien para el hombre en to­das sus dimensiones y relaciones. En este sentido podemos com­prender la plenitud de la verdad contenida en el pasaje del libro del Deuteronomio, citado por Jesús en su respuesta a la primera tenta­ción: ·No sólo de pan vive el hombre, sino ... de todo lo que sale de la boca del Seiior· (8,3; cf. Mt 4, 4).

Sólo escuchando la palabra del Seiior el hombre puede vivir con dignidad y justicia; observando la Ley de Dios el hombre puede dar frutos de vida y felicidad: •todos los que la guardan alcanzarán la vida, mas los que la abandonan morirán• (Ba 4, 1).

49. La historia de Israel muestra lo dtjfcfl que es mantener la.ft­delidad a la ley de la vfcla, que Dios ha tnscr1to en el corazón de los hombres y ha entregado en el Sinai al-pueblo de la Alianza. Ante la búsqueda de proyectos de vida alternativos al plan de Dios, los Pro­fetas reivindican con fuerza que sólo el Seiior es la fuente auténtica de la vida. Así escribe Jeremías: •Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen• (2, 13). Los Profetas

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señalan con el dedo acusador a quienes desprecian la vida y violan los derechos de las personas: MPisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles" (Am 2, 7); MHan llenado este lugar de sangre de inocentes" (Jr 19, 4). Entre ellos el profeta Ezequiel censura va­rias veces a la ciudad de Jerusalén, llamándola Mla ciudad sangui­naria" (22, 2; 24, 6.9), "ciudad que derrama sangre en medio de ti" (22. 3).

Pero los Profetas, mientras denuncian las ofensas contra la vi­da, se preocupan sobre todo de suscitar la espera de un nuevo prin­cipiD de vida, capaz de fundar una nueva relación con Dios y con los hermanos abriendo posibilidades inéditas y extraordinarias para comprender y realizar todas las exigencias propias del EvangeliD de la vida. Esto será posible únicamente gracias al don de Dios, que purifica y renueva: MOs rociaré con agua pura y quedaréis purifica­dos, de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un es­píritu nuevo" (Ez 36, 25-26; cf. Jr 31, 31-34). Gracias a este Mcora­zón nuevo" se puede comprender y llevar a cabo el sentido más ver­dadero y profundo de la vida: ser un don que se realiza al darse. Es­te es el mensaje esclarecedor que sobre el valor de la vida nos da la figura del Siervo del Señor: MSi se da a si mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días... Por las fatigas de su alma, verá luz" (Is 53, 10. 11).

En Jesús de Nazaret se cumple la Ley y se da un corazón nuevo mediante su Espíritu. En efecto, Jesús no reniega de la Ley, sino que la lleva a su cumplimiento (cf. Mt 5, 17): la Ley y los profetas se resumen en la regla de oro del amor recíproco (cf. Mt 7, 12). En Ella Ley se hace definitivamente Mevangelio", buena noticia de la sobera­nía de Dios sobre el mundo, que reconduce toda la existencia a sus raíces y a sus perspectivas originarias. Es la Ley Nueva, Mla ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús" (Rm 8, 2), cuya expresión fundamental, a semejanza del Señor que da la vida por sus amigos (cf. Jn 15, 13), es el don de si rrúsmo en el amor a los hermanos: MNo­sotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos" (1 Jn 3, 14). Es ley de libertad, de alegria y de bienaventuranza.

·Mirarán al que atravesaron" (Jn 19, 37): en el árbol de la Cruz se cumple el EvangeliD de la vida

50. Al final de este capitulo, en el que hemos meditado el men­saje cristiano sobre la vida, quisiera detenerme con cada uno de vo­sotros a contemplar a Aquél que atravesaron y que atrae a todos ha­cia sí (cf. Jn 19, 27; 12, 32). Mirando "el espectáculo" de la Cruz (cf. Le 23, 48) podremos descubrir en este árbol glorioso el cumplimien­to y la plena revelación de todo el Evangelio de la vida.

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En las primeras horas de la tarde del Viernes Santo, Mal eclip­sarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra... El velo del San­tuario se rasgó por medio" (Le 23, 44.45). Es símbolo de una gran alteración cósmica y de una inmensa lucha entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, entre la vida y la muerte. Hoy nosotros nos encontramos también en medio de una lucha dramática entre la Mcultura de la muerte" y la Mcultura de la vida". Sin embargo, esta oscuridad no eclipsa al resplandor de la Cruz; al contrario, resalta aún más nítida y luminosa y se manifiesta como centro, sentido y fm de toda la historia y de cada vida humana.

Jesús es clavado en la Cruz y elevado sobre la tierra. Vive el mo­mento de su máxima Mimpotencia", y su vida parece abandonada to­talmente al escarnio de sus adversarios y en manos de sus asesi­nos: es ridiculizado, insultado, ultrajado (cf. Me 15, 24-36). Sin em­bargo, ante todo esto el centurión romano, viendo Mque había .expi­rado de esa manera", exclama: MVerdaderamente este hombre era HIJo de Dios" (Me 15, 39). Así, en el momento de su debilidad extre­ma se revela la identidad del Hijo de Dios: ¡en la Cruz se manifiesta su gloria!

Con su muerte, Jesús ilumina el sentido de la vida y de la muerte de todo ser humano. Antes de morir, Jesús ora al Padre im­plorando el perdón para sus perseguidores (cf Le 23, 24) y dice al malhechor que le pide que se acuerde de él en su reino: "Yo te ase­guro: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Le 23, 43). Después de su muerte Mse abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos di­funtos resucitaron" (Mt 27, 52). La salvación realizada por Jesús es don de vida y de resurrección. A lo largo de su existencia, Jesús ha­bía dado también la salvación sanando y haciendo el bien a todos (cf. Heh 10, 38). Pero los milagros, las curaciones y las mismas re­surrecciones eran signo de otra salvación, consistente en el perdón de los pecados, es decir, en liberar al hombre de su enfermedad más profunda, elevándolo a la vida misma de Dios.

En la Cruz se renueva y realiza en su plena y definitiva perfec­ción el prodigio de la serpiente levantada por Moisés en el desierto (cf. Jn 3, 14-15; Nm 21, 8-9). También hoy, dirigiendo la mirada a Aquél que atravesaron, todo hombre amenazado en su existencia encuentra la esperanza segura de liberación y redención.

51. Existe todavía otro hecho concreto que llama mi atención y me hace meditar con emoción: "Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: iodo está cumplido". E inclinando la cabeza entregó el espíritu" (Jn 19, 30). Y el soldado romano "le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 34).

Todo ha alcanzado ya su pleno cumplimiento. La "entrega del espíritu" presenta la muerte de Jesús semejante a la de cualquier

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otro ser humano, pero parece aludir también al Mdon del Espíritu", con el que nos rescata de la muerte y nos abre a una vida nueva.

El hombre participa de la misma vida de Dios. Es la vida que, mediante los sacramentos de la Iglesia -de los que son símbolo la sangre y el agua manados del costado de Cristo-, se comunica con­tinuamente a los hijos de Dios, constituidos así como pueblo de la nueva alianza. De la Cruz, fuente de vida, nace y se propaga el "pue­blo de la vida ...

La contemplación de la Cruz nos lleva, de este modo, a las raí­ces más profundas de cuanto ha sucedido. Jesús, que entrando en el mundo había dicho: "He aquí que vengo, Señor, a hacer tu volun­tad" (cf. Hb 10, 9), se hizo en todo obediente al Padre y, Mhabiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extre­mo" (Jn 13, 1), se entregó a sí mismo por ellos.

El, que no había "venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Me 10, 45), alcanza en la Cruz la plenitud del amor. MNadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Y El murió por nosotros siendo todavía nosotros pecadores (cf. Rm 5, 8).

De este modo proclama que la vida encuentra su centro, su sen­tido y su plenitud cuando se entrega.

En este punto la meditación se hace alabanza y agradecimiento y, al mismo tiempo, nos invita a imitar a Jesús y a seguir sus hue­llas (cf. 1 P 2. 21).

También nosotros estamos llaniados a dar nuestra vida por los hermanos. realizando de este modo en plenitud de verdad el sentido y el destino de nuestra existencia. .

Lo podremos hacer porque 'Iü, Señor, nos has dado ejemplo y nos has comunicado la fuerza de tu Espíritu. Lo podremos hacer si cada día, contigo y como 1ü, somos obedientes al padre y cumpli­mos su voluntad.

Por ello, concédenos escuchar con corazón dócil y generoso toda palabra que sale de la boca de Dios. Así aprenderemos no sólo a "no matar" la vida del hombre, sino a venerarla, amarla y promoverla.

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Capítulo 111

•Nomatarúa

La ley II&Dta de Dio. "St quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 19,

17): Evangelio y mandamiento 52. "En esto se le acercó uno y le dijo: "Maestro, ¿qué he de ha­

cer de bueno para conseguir vida eterna?" (Mt 19, 16). Jesús res­ponde: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 19, 17). El Maestro habla de la vida eterna, es decir, de la participa­ción en la vida misma de Dios. A esta vida se llega por la observan­cia de los mandamientos del Señor, incluido también el manda­miento "no matarás". Precisamente éste es el primer precepto del Decálogo que Jesús recuerda al joven que pregunta qué manda­mientos debe observar: «Jesús dijo: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás ... "• (Mt 19, 18).

El mandamiento de Dios no está nunca separado de su amor, es siempre un don para el crecimiento y la alegria del hombre. Como tal, constituye un aspecto esencial y un elemento irrenunciable del Evangelio, más aun, es presentado como "evangelio". esto es, buena y gozosa noticia. También el Evangelio de la vida es un gran don de Dios y, al mismo tiempo, una tarea que compromete al hombre. Suscita asombro y gratitud en la persona libre, y requiere ser acep­tado, observado y estimado con gran responsabilidad: al darle la vi­da, Dios exige al hombre que la ame, la respete y la promueva. De este modo, el don se hace mandamiento, y el mandanúento núsmo es un don.

El hombre, imagen viva de Dios, es querido por su Creador co­mo rey y señor. •Dios creó al hombre -escribe san Gregorto de Nisa­de modo tal que pudiera desempeñar su función de rey de la tie­rra ... El hombre fue creado a imagen de Aquél que gobierna el uni­verso. Todo demuestra que, desde el principio, su naturaleza está marcada por la realeza ... También el hombre es rey. Creado para dominar el mundo, recibió la semejanza con el rey universal, es la imagen viva que participa con su dignidad en la perfección del mo-

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delo divino• 38 Llamado a ser fecundo y a multiplicarse, a someter la tierra y a dominar sobre todos los seres inferiores a él (cf. Gn 1, 28). el hombre es rey ~ señor no sólo de las cosas, sino también y sobre todo de sí mismo 9 y. en cierto sentido, de la vida que le ha sido da­da y que puede transmitir por medio de la generación, realizada en el amor y respeto del designio divino. Sin embargo, no se trata de un señorio absoluto, sino ministerial, reflejo real del señorío único e infinito de Dios. Por eso, el hombre debe vivirlo con sabiduría y amor, participando de la sabiduría y del amor inconmensurables de Dios. Esto se lleva a cabo mediante la obediencia a su santa Ley: una obediencia libre y gozosa (Cf. Sal 119/ 118), que nace y crece siendo conscientes de que los preceptos del Señor son un don gra­tuito confiado al hombre siempre y sólo para su bien, para la tutela de su dignidad personal y para la consecución de su felicidad.

Como sucede con las cosas, y más aun con la vida, el hombre no es dueño absoluto y árbitro incensurable, sino -y aquí radica su grandeza sin par- que es •administrador del plan establecido por el Creador•.40

La vida se confia al hombre, como un tesoro que no se debe malgastar, como un talento a negociar. El hombre debe rendir cuentas de ella a su Señor (cf. Mt 25, 14-30; Le 19, 12-27).

·pediré cuentas. de la vida del1wmbre alfwmbre" (cf. Gn 9, 5): la vida humana es sagrada e inviolable

53. •La vida humana es sagrada porque desde su inicio compor­ta ·1a acción creadora de Dios" y permanece siempre en una espe­cial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna cir­cunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente•. 41 Con estas palabras la Instrucción Do­num vitae expone el contenido central de la revelación de Dios sobre el carácter sagrado e inviolable de la vida humana.

En efecto, la Sagrada Escritura impone al hombre el precepto •no matarás• como mandamiento divino (Ex 20, 13; Dt 5, 17). Este precepto -como ya he indicado- se encuentra en el Decálogo, en el núcleo de la Alianza que el Señor establece con el pueblo elegido;

38 La creación del fwmbre, 4: ro 44, 136.

39 Cf. S. Juan Damasceno, Lafe recta. 2, 12: ro 94, 920.922, citado en S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae. 1·11, Prol.

40 Pablo VI. Carta ene. Hwnanae vitae (25 juUo 1968}, 13: AAS 60 (1968). 489.

41 Congregación para la Doctrina de la Fe. Instr. Donum vitae. sobre el respeto de la Vi­da humana naclen.te y la dignidad de la procreación (22 febrero 1987). Introd .. 5: AAS 80 (1988). 76-77, cf. Catecismo de la Iglesia Católica. 2258.

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pero estaba ya incluido en la alianza originaria de Dios con la hu­manidad después del castigo purificador del diluvio, provocado por la propagación del pecado y de la violencia (cf. Gn 9, 5-6).

Dios se proclama Señor absoluto de la vida del hombre, creado a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26-28). Por tanto, la vida huma­na tiene un carácter sagrado e inviolable, en el que se refleja la in­violabilidad misma del Creador. Precisamente por esto, Dios se ha­ce juez severo de toda violación del mandamiento •no matarás•. que está en la base de la convivencia social. Dios es el defensor del inocente (cf. Gn 4, 9-15; Is 41, 14; Jr 50,- 34; Sall9/18, 15). Tam­bién de este modo, Dios demuestra que «no se recrea en la destruc­ción de los vivientes• (Sb 1, 13). Sólo Satanás puede gozar con ella: por su envidia la muerte entró en el mundo (cf. Sb 2, 24). Satanás, que es •homicida desde el principio•, y también •mentiroso y padre de la mentira• (Jn 8, 44), engañando al hombre, lo conduce a los confines del pecado y de la muerte, presentados como logros o fru­tos de vida.

54. Explícitamente, el precepto «no matarás• tiene un fuerte contenido negativo: indica el límite que nunca puede ser transgredi­do. Implícitamente, sin embargo, conduce a una actitud positiva de respeto absoluto por la vida, ayudando a promoverla y a progresar por el camino del amor que se da, acoge y sirve. El pueblo de la Alianza, aun con lentitud y contradicciones, fue madurando progre­sivamente en esta dirección, preparándose así al gran anuncio de Jesús: el amor al prójimo es un mandamiento semejante al del amor a Dios; •de estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas• (cf. Mt 22, 36-40). •Lo de ... no matarás ... y todos los demás preceptos -señala san Pablo- se resumen en esta fórmula: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"• (Rm 13, 9; cf. Ga 5, 14). El precepto •no matarás•. asumido y llevado a plenitud en la Nueva Ley, es condición irrenunciable para poder •entrar en la vida• (cf. Mt 19, 16-19). En esta misma perspectiva, son apremiantes también las palabras del apóstol Juan: •Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que_ningún asesino tiene vida eterna perma-nente en él» (1 Jn 3, 15). ·

Desde sus inicios, la Tradición viva de la Iglesia -como atestigua la Didaché, el más antiguo escrito cristiano no bíblico- repite de for­ma categórica el mandamiento •no matarás•: •Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la diferencia que hay entre esos caminos ... Segundo mandamiento de la doctrina: No matarás ... no matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido ... Mas el camino de la muerte es éste ... que no se compadecen del pobre, no sufren por el atribulado, no conocen a su Criador, matadores de sus hijos, corruptores de la imagen de

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Dios; los que rechazan al necesitado, oprimen al atribulado, aboga­dos de los ricos, jueces injustos de los pobres, pecadores en todo. ¡Ojalá os veáis libres, hijos, de todos estos pecadores!t. 42

A lo largo del tiempo, la Tradición de la Iglesia siempre ha ense­ñado unánimemente el valor absoluto y permanente del manda­miento •no matarás•. Es sabido que en los primeros siglos el homi­cidio se consideraba ·entre los tres pecados más graves -junto con la apostasía y el adulterio- y se exigía una penitencia pública particu­larmente dura y larga antes que al homicida arrepentido se le con­cediese al perdón y la readmisión en la comunión eclesial.

55. No debe sorprendernos: matar un ser humano, en el que está presente la tmagel) de Dios, es un pecado particularmente grave. ¡Sólo Dios es dueño de la vida! Desde siempre, sin embargo, ante las múltiples y a menudo dramáticas situaciones que la vida individual y social presenta, la reflexión de los creyentes ha trata-

~~e:~;~;~~!d~=~:::~~ ~::;:.l~ta ln ~~~~~~d:a~ sÍ~a~r:~:~~ las que aparecen como una verdadera paradoja los valores pro­puestos por la Ley de Dios. Es el caso, por ejemplo, de la legítima defensa, en que el derecho a proteger la propia vida y el deber de no dañar la del otro resultan, en concreto, dificilmente concilia­bles. Sin duda alguna, el valor intrínseco de la vida y el deber de amarse a sí mismo no menos que a los demás son la base de un verdadero derecho a la propia defensa. El mismo precepto exigente del amor al prójimo, formulado en el Antiguo Testamento y confir­mado por Jesús, supone el amor por uno mismo como uno de los términos de la comparación: •Amarás a tu prójimo como a ti mts­moo (Me 12, 31). Por tanto, nadie podría renunciar al derecho a de­fenderse por amar poco la vida o a sí mismo, sino sólo movido por un amor heroico, que profundiza y transforma el amor por uno mismo, según el espíritu de las bienaventuranzas evangélicas (cf. Mt 5, 38-48 en la radicalidad oblativa cuyo ejemplo sublime es el mismo Señor Jesús.

Por otra parte, •la legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro, del bien común de la familia o de la sociedad•. 44 Por des­gracia sucede que la necesidad de evitar que el agresor cause daño conlleva a veces su eliminación. En esta hipótesis el resultado mor-

42 Dfdaché l. 1; 11, 1-2; V, 1 y 3: .PatresApostoUd, ed. F. X Funk, l. 2-3, 6-9. 14-17; d. Carta del Pseudo-Bernabé, XIX. 5: l. c .. 90-93.

43 Cf. catecismo de la Iglesia católica. 2263-2269: cf. Catecismo del Conci1/o de Trento 111. 327-332.

44 Catecismo de la Iglesia Católica. 2265.

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tal se ha de atribuir al mismo agresor que se ha expuesto con su acción, Incluso en el cT que no fuese moralmente responsable por falta del uso de razón. 4

56. En este horizonte se sitúa tamblm el problema de la pena de muerte, respecto a la cual hay, tanto en la Iglesia como en la so­ciedad civil, una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy li­mitada e, Incluso, su total abolición. El problema se enmarca en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del hombre y por tanto, en último término, con el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad. En efecto, la pena que la so­ciedad Impone •tiene como primer efecto el de compensar el desor­den Introducido por la falta•. 46 La autoridad públtca debe reparar la violación de los derechos personales y sociales mediante la Imposi­ción al reo de una adecuada expiación del crimen, como condición para ser readmitido al ejercicio de la propia libertad. De este modo la autoridad alcanza también el objetivo de preservar el orden públt­co y la seguridad de las personas, no sin ofrecer al mismo reo un estímulo y una ayuda para corregirse y enmendarse. 47

Es evidente que, precisamente para conseguir todas estas ftnali­dades, la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y deci­didas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organtzactón cada vez más adecuada de la Institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácti­camente Inexistentes.

De todos modos, permanece válido el principio Indicado por el nuevo Catecismo de la Iglesia Cat.óUca. según el cual •silos medios In­cruentos bastan para defender las vidas humanas contra el agresor y para proteger de él el orden públtco y la seguridad de las personas, en tal caso la autoridad se ltmltará a emplear sólo esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana•. 48

57. Si se pone tan gran atención al respeto de toda vida, Inclui­da la del reo y la del agresor Injusto, el mandamiento •no matarás• tiene un valor absoluto cuando se refiere a la persona inocente. Tan-

45 Cf. S. Tomás de Aquino. Sunvna Theoioglae. D-11. q. 64. a. 7; S. Alfonso De Ugorlo. Theologla moraUs: 1. m. tr. 4. c. 1. dub. 3.

46 catedsmo de la Iglesia Católica, 2266.

47 Cf.lbld.

48N. 2267.

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to más si se trata de un ser humano débil e indefenso, que sólo en la fuerza absoluta del mandamiento de Dios encuentra su defensa radical frente al arbitrio y a la prepotencia ajena.

En efecto, el absoluto carácter inviolable de la vida humana ino­cente es una verdad moral explícitamente enseñada en la Sagrada Escritura, mantenida constantemente en la Tradición de la Iglesia y propuesta de forma unánime por su Magisterio. Esta unanimidad es fruto evidente de aquel •sentido sobrenatural de la fe• que, susci­tado y sostenido por el Espíritu Santo, preserva de error al pueblo de Dios, cuando •mue~tra estar totalmente de acuerdo en cuestio-nes de fe y de moral•. 4

.

Ante la progresiva pérdida de conciencia en los individuos y en la sociedad sobre la absoluta y grave ilicitud moral de la eliminación directa de toda vida humana inocente, especialmente en su inicio y en su término, el Magisterio de la Iglesia ha intensificado sus inter­venciones en defensa del carácter sagrado e inviolable de la vida hu­mana. Al Magisterio pontificio, especialmente insistente, se ha uni­do siempre el episcopal, por medio de numerosos y amplios docu­mentos doctrinales y pastorales, tanto de Conferencias Episcopales como de obispos en particular. Tampoco ha faltado, fue~ e incisiva en su brevedad, la intervención del Concilio Vaticano II.

Por tanto, con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los obispos de la Iglesia católica, con­.ftrnw que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano ino­cente es siempre gravemente inmoral. Esta doctrina, fundamentada en aquella ley no escrita que cada hombre, a la luz de la razón, en­cuentra en el propio corazón (cf. Rm 2, 14-15), es corroborada por la Sagrada Escritura, transmitida por la Tradición de la Iglesia y ense­ñada por el Magisterio ordinario y universal. 51

La decisión deliberada de privar a: un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral y nunca pue­de ser licita ni como fin, ni como medio para un fin bueno. En efec­to, es una desobediencia grave a la ley moral, más aun, a Dios mis­mo, su autor y garante; y contradice las virtudes fundamentales de la justicia y de la caridad. •Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, an­ciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su res­ponsabilidad ni puede consentirlo explicita o implícitamente~ Ningu­na autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo•. 2

49 Conc. Ecum. Vat. 11. Const. dogm. Lumen gentiwn. sobre la Iglesia, 12.

50 Cf. Const. past. C.audiwn et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual. 27.

51 C( Conc. Ecum. Vat.II. Const. dogm. Lwnengenttum. sobre la Iglesia 25. 52 Congregación para la Doctrina de la Fe. Decl. Jura et bona. sobre la eutanasia (5 ma­

yo 19801. 11: AAS 72 (1980). 546.

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Cada ser humano inocente es absolutamente igual a todos los demás en el derecho a la vida. Esta igualdad es la base de toda au­téntica relación social que, para ser verdadera, debe fundamentarse sobre la verdad y la justicia, reconociendo y tutelando a cada hom­bre y a cada mujer como persona y no como una cosa de la que se puede disponer. Ante la norma moral que prohíbe la eliminación di­recta de un ser humano inocente «no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la tierra: ante las exigencias mora­les somos todos absolutamente iguales•. 53

•Mi embrión tus ojos lo veían• (Sal 139/138, 16): el delito abomi­nable del aborto

58. Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto· procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano 11 lo defi­ne, junto con el infanticidio, como •crímenes nefandos•. 54

Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debili­tando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una si­tuación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de Uamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A es­te propósito resuena categórico el reproche del profeta: •¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!, que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad• (Is 5, 20). Precisamente en el caso del aborto se per­cibe la difusión de una terminología ambigua, como la de •interrup­ción del embarazo•. que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Quizás este mismo fe­nómeno lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, conw quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencta, que va de la concepción al nacimiento.

La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particu­lar, si se consideran las circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir,

53 Carta ene. Verttatts splendor (6 agosto 1993), 96: MS 85 (1993), 1209. 54 Const. past. Gcwdium et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual, 51: •Abortus nec­

non lnfanticldium nefanda sunt crtmlna•

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lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aun un agresor injusto! Es dé­bU, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella míni­ma forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los ge­midos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente conftado a la protección y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide y pi­de su eliminación, e incluso la procura.

Es cierto que en muchas ocasiones la opción del aborto tiene para la madre un carácter dramático y doloroso, en cuanto que la decisión de deshacerse del fruto de la concepción no se toma porra­zones puramente egoístas o de conveniencia, sino porque se quisie­ran preserva algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la famllia. A veces se temen para el que ha de nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para él lo mejor seria no nacer. Sin embargo, estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramáticas, jamás pued.enjustiflcar la elinúnación deUberada de un ser humano inocente.

59. En la decisión sobre la muerte del niño aún no nacido, ade­más de la madre, intervienen con frecuencia otras personas. Ante todo, puede ser culpable el padre del niño, no sólo cuando induce expresamente a la mujer al aborto, sino también cuando favorece de modo indirecto esta decisión suya al dejarla sola ante los problemas del embarazo: 55 de esta forma se hiere mortalmente a la famllia y se profana su naturaleza de comunidad de amor y su vocación de ser •santuario de la vida•. No se pueden olvidar las presiones que a ve­ces provienen de un contexto más amplio de familiares y amigos. No raramente la mujer está sometida a presiones tan fuertes que se siente psicológicamente obligada a ceder al aborto: no hay duda de que en este caso la responsabllidad moral afecta particularmente a quienes directa o indirectamente la han forzado a abortar. También son responsables los médicos y el personal sanitario cuando ponen al servicio de la muerte la competencia adquirida para promover la vida.

Pero la responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto y, en la me­dida en que haya dependido de ellos, los administradores de las es­tructuras sanitarias utllizadas para practicar abortos. Una respon­sabilidad general no menos grave afecta tanto a los que han favore­cido la difusión de una mentalidad de permlsMsmo sexual y de me­nosprecio de la maternidad, como a quienes debieron haber asegu-

55 Cf. Carta.ap. Mulieris dlgnltatem (15 agosto 1988), 14: AAS 80 (1988), 1686.

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rado -y no lo han hecho- políticas familiares y sociales válidas en apoyo de las familias, especialmente de las numerosas o con parti­culares dificultades económicas y educativas. Finalmente, no se puede minimizar el entramado de complicidades que llega a abarcar incluso a instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan sistemáticamente por la legalización y la difusión del aborto en el mundo. En este sentido, el aborto va más allá de la res­ponsabtlidad de las personas concretas y del daño que se les provo­ca, asumiendo una dimensión fuertemente social: es una herida gravisima causada a la sociedad y a su cultura por quienes debe­rían ser sus constructores y defensores. Como he escrito en mi Car­ta a las Familias, cnos encontramos ante una enorme amenaza con­tra la vida: ng, sólo la de cada individuo, sino también la de toda la civilización•. Estamos ante lo que puede definirse como una •es­tructura de pecado• contra la vida humana aún no nacida.

60. Algunos intentan justificar el aborto sosteniendo que el fru­to de la concepción, al menos hasta un cierto número de días, no puede ser todavía considerado una vida humana personal. En reali­dad, •desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llega­rá a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre... la genética moderna otorga una preciosa confirma­ción. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales cal!ifcidades re­quieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar•. Aunque la presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observa­ción de ningún dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen •una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este pri­mer surgir de la vida h~a: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?•.

Por lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un em-

56 N. 21: AAS 86 (1994), 920. 57 Congregación para la Doctrina de la Fe. Declaración sobre el aborto procurado (18

noviembre 1974), 12-13: AAS 66 (1974). 738.

58 Congregación para la Doctrina de la Fe. Instr. Dorwm vitae. sobre el respeto de la vt­da humana naciente y la dignidad de la procreación (22 febrero 1987), 1, 1: AAS 80 (1988), 78-79.

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brión humano. Precisamente por esto, más allá de los debates cien­tíficos, y de las mismas afirmaciones filosóficas en las que el Magis­terio no se ha comprometido expresamente, la Iglesia siempre ha enseñado, y sigue enseñando, que al fruto de la generación huma­na, desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto incondicional que moralmente se le debe al ser humano en su totalidad y unidad corporal y espiritual: •El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concep­ción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben recono­cer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida•. 59

61. Los textos de la Sagrada Escritura, que nunca hablan del aborto voluntario y, por tanto, no contienen condenas directas y es­pecíficas al respecto, presentan de tal modo al ser humano en el se­no materno, que exigen lógicamente que se extienda también a este caso el mandamiento divino •no matarás•.

La vida humana es sagrada e inviolable en cada momento de su existencia, también en el inicial que precede al nacimiento. El hom­bre, desde el seno materno, pertenece a Dios que lo escruta y cono­ce todo, que lo forma y lo plasma con sus manos, que lo ve mientras es todavía un pequeño embrión informe y que en él entrevé el adul­to de mañana, cuyos días están contados y cuya vocación está ya escrita en el •libro de la vida• (cf. Sal 139/138, 1, 13-16). Incluso cuando está todavía en el seno materno -como testimonian numero­sos textos bíblicos 60

- el hombre es término personalísimo de la amorosa y paterna providencia divina.

La Tradición cristiana -como bien señala la Declaración emitida al respecto por la Congregación para la Doctrina de la Fe 61

- es clara y unánime, desde los orígenes hasta nuestros días, en considerar el aborto como desorden moral particularmente grave. Desde que en­tró en contacto con el mundo greco-romano, en el que estaba difun­dida la práctica del aborto y del infanticidio, la primera comunidad

59 Ibld .. Le .. 79. 60 Así el profeta Jeremías: •Me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos: "An­

tes de haberte fonnado yo en el seno materno. te conocía. y antes que nacieses. te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constltui"• (1. 4-5). El Salmista. por su parte. se dirige de este modo al Señor: •En ti tengo mí apoyo desde el seno. tú mí porción desde las entrañas de mí madre• (Sal 71/70, 6; cf. Is 46. 3; Jb 10, 8-12; Sal 22/21, 10-11). También el evangelista Lucas -en el magnífico episodio del encuentro de las dos madres. Isabel y Maria. y de los hijos, Juan el Bautista y Jesús. ocuitos todavía en el seno materno (cf. l. 39-451- señala cómo el niño advierte la venida del Niño y exulta de alegria.

61 cf. Declaración sobre el aborto procurado (18 noviembre 1974); AAS 66 (1974). 740-747.

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cristiana se opuso radicalmente, con su doctrina y praxis, a las cos­tumbres difundidas en aquella sociedad, como bien demuestra la ya citada Didaché. 62 Entre los escritores eclesiásticos del área griega, Atenágoras recuerda que los cristianos consideran como homicidas a las mujeres que recurren a medicinas abortivas, porque los niños,

:~vi~~~~od~nD~~=:n~ ~~::e %~df:~~~ ~~~~~~!o~ ~~~~e.'E~e~~ homicidio anticipado impedir el nacimiento: poco importa que se suprima el alma ya nacida o que se la haga desaparecer en el naci­miento. Es ya un hombre aquél que lo será•. 64

A lo largo de su historia bimilenaria, esta misma doctrina ha si­do enseñada constantemente por los Padres de la Iglesia, por sus Pastores y Doctores. Incluso las discusiones de carácter científico y ffiosófico sobre el momento preciso de la infusión del alma espiri­tual, nunca han provocado la mínima duda sobre la condena moral del aborto.

62. El Magisterio pontificio más reciente ha reafirmado con gran vigor esta doctrina común. En particular, Pío XI en la Encíclica Cas­ti connubü rechazó las pretendidas justificaciones del aborto: 65 Pío XII excluyó todo aborto directo, o sea, todo acto que tienda directa­mente a destruir la vida humana aún no nacida, •tanto si tal des­trucción se entiende como fin o sólo como medio para el fin•: 66

Juan XXIII reafirmó que la vida humana es sagrada, porque •desde que aflora, ella implica directamente la acción creadora de Dios•. 67

El Concilio Vaticano 11, como ya he recordado, condenó con gran se­veridad el aborto: •se ha de proteger la vida con el r:náxtmo cuidado desde la conce~ión; tanto el aborto como el infanticidio son críme­nes nefandos•.

La disciplina canónica de la Iglesia, desde los primeros siglos, ha castigado con sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa del aborto y esta praxis, con penas más o menos graves, ha sido ratificada en los diversos periodos históricos. El Código de De­rec1w Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de exco-

62 •No matarás al hijo en el seno de su madre. ni quitarás la vida al recién nacido•: V. 2. PatresApostolici. ed. F.X. Funk. I. 17.

63 Legación enfaoor de los cristiarws. 35: PG 6. 969.

64 Apologeticum. IX. 8: CSEL 69. 24. 65 Cf. Carta ene. Casti conriUbii (31 diciembre 1930). II: AAS 22 (1930). 562-592. 66 Discurso a la Unión médico-biológica •S. Lucas• (12 noviembre 1944): Dlscorst e m­

diomessaggi. VI. (1944-1945). 191; cf. Discurso a la Unión Católica Italiana de Co­madronas (29 octubre 1951), 2; MS 43 (1951), 838.

67 Carta ene. Materet Magtstra (15 mayo 1961), 3: AAS 53 (1961). 447.

68 Const. past. Gaudium et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual. 51.

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munión. 69 También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando sanciona que •quien procura el a~orto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae», 7 es decir, auto­mática. La excomunión afecfa a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido: 71 con esta reiterada sanción, la Iglesia señala este delito como uno de los más graves y peligrosos, alentando así a quien lo comete a buscar solícitamente el camino de la conversión. En efecto, en la Iglesia la pena de exco­munión tiene como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una adecuada conversión y penitencia.

Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disdpli­nar de la Iglesia, Pablo VI pudo d~larar que esta enseñanza no ha­bía cambiado y que era inmutable. Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los obispos -que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han acordado unánimemente sobre esta doctrina-, declaro que el aborto directo. es decir. querido como .ftn. o conw medio, es siempre Wl

desorden nwral grave. en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. 73

Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mun­do podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente llicito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hom­bre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia.

63. La valoración moral del aborto se debe aplicar también a las recientes formas de úttervención sobre los embriones humanos que, aun buscando fines en si mismos legítimos, comportan Inevitable­mente su destrucción. Es el caso de los experimentos con embriones, en creciente expansión en el campo de la investigación biomédica y legalmente admitida por algunos Estados. Si •son licitas las inter­venciones sobre el embrión humano siempre que respeten la vida y

69 Cf. Can. 2350. § l.

70 Código de Dereclw Canónico. can. 1398; cf. Código de los Cánones de las Iglesias OrleniDJes. can. 1450 § 2.

71 Cf. Ibld.. can. 1329; Código de los Cánones de las Iglesias Orf.entales. can. 1417.

72 Cf. Discurso al Congreso de la Asociación de Juristas Católicos Italianos (9 diciem­bre 1972): AAS 64 (1972). 777: Carta ene. HWfllJillJe ultoi! (25 jullo 1968). 14: AAS 60 (1968). 490.

73 Cf. Conc. Ecum. Vat. 11. Const. dogm. Lumen gentfum. sobre la Iglesia. 25.

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la integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos despropor­cionados, que tengan como fin su curación, la m~ora de sus condi­ciones de salud o su supervivencia individualo, se debe afirmar, sin embargo, que el uso de embriones o fetos humanos como objeto de experimentación constituye un delito en consideración a su dig­nidad de seres humanos, que tienen derecho al mismo respeto debi­do al niño ya nacido y a toda persona. 75

La misma condena moral concierne también al procedimiento que utiliza los embriones y fetos humanos todavía vivos -a veces •producidos• expresamente para este fin mediante la fecundación in vitro- sea como •material biológico• para ser utilizado, sea como abastecedores de órganos o tejidos para transplantar en el trata­miento de algunas enfermedades. En verdad, la eliminación de cria­turas humanas inocentes, aun cuando beneficie a otras, constituye un acto absolutamente inaceptable.

Una atención especial merece la valoración moral de las técnicas de diagnóstico prenatal, que permiten identificar precozmente even­tuales anomalías del niño por nacer. En efecto, por la complejidad de estas técnicas, esta valoración debe hacerse muy cuidadosa y ar­ticuladamente. Estas técnicas son moralmente lícitas cuando están exentas de riesgos desproporcionados para el niño o la madre, y es­tán orientadas a posibilitar una terapia precoz o también a favore­cer una serena y consciente aceptación del niño por nacer. Pero, da­do que las posibilidades de curación antes del nacimiento son hoy todavía escasas, sucede no pocas veces que estas técnicas se ponen al servicio de una mentalidad eugenésica, que acepta el aborto se­lectivo para impedir el nacimiento de niños afectados por varios ti­pos de anomalías. Semejante mentalidad es ignominiosa y total­mente reprobable, porque pretende medir el valor de una vida hu­mana siguiendo sólo parámetros de •normalidad• y de bienestar fisi­co, abriendo así el camino a la legitimación incluso del infanticidio y de la eutanasia.

En realidad, precisamente el valor y la serenidad con que tantos hermanos nuestros, afectados por graves formas de mtnusvalidez, viven su existencia cuando son aceptados y amados por nosotros, constituyen un testimonio particularmente eficaz de los auténticos valores que caracterizan la vida y que la hacen, incluso en condicio­nes dificiles. preciosa para sí y para los demás. La Iglesia está cer­cana a aquellos esposos que, con gran ansia y sufrimiento, acogen a sus hijos gravemente afectados de incapacidades, así como agrade-

74 Congregación para la Doctrina de la Fe. lnstr. Donum vitae. sobre el respeto de la vi­da humana naciente y la dignidad de la procreación (22 febrero 1987). l. 3: AAS 80 (1988). 80.

75 Cf. Carla de los deredws de la familia (22 octubre 1983). art. 4b, Tipografia Poliglota Vaticana. 1983.

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ce a todas las familias que, por medio de la adopción, amparan a quienes han sido abandonados por sus padres, debido a formas de minusvalidez o enfermedades.

•Yo doy la nruerte y doy la vieJa¡. (Dt 32, 39): el drama de la eutanasia 64. En el otro extremo de la existencia, el hombre se encuentra

ante el misterio de la muerte. Hoy, debido a los progresos de la me­dicina y en un contexto cultural con frecuencia cerrado a la tras­cendencia, la experiencia de la muerte se presenta con algunas ca­racterísticas nuevas. En efecto, cuando prevalece la tendencia a apreciar la vida sólo en la medida en que da placer y bienestar, el sufrimiento aparece como una amenaza insoportable, de la que es preciso librarse a toda costa. La muerte, considerada •absurda• cuando interrumpe por sorpresa una vida todavía abierta a un futu­ro rico de posibles experiencias interesantes, se convierte por el contrario en una •liberación reivindicada• cuando se considera que la existencia carece ya de sentido por estar sumergida en el dolor e inexorablemente condenada a un sufrimiento posterior más agudo.

Además, el hombre, rechazando u olvidando su relación funda­mental con Dios, cree ser criterio y norma de si mismo y piensa te­ner el derecho de pedir incluso a la sociedad que le garantice posibi­lidades y modos de decidir sobre la propia vida en plena y total au­tonomía. Es particularmente el hombre que vive en paises desarro­llados quien se comporta así: se siente también movido a ello por los continuos progresos de la medicina y por sus técnicas cada vez más avanzadas. Mediante sistemas y aparatos extremadamente so­fisticados, la ciencia y la práctica médica son hoy capaces no sólo de resolver casos antes sin solución y de mitigar o eliminar el dolor, sino también de sostener y prolongar la vida incluso en situaciones de extrema debilidad, de reanimar artificialmente a personas que perdieron de modo repentino sus funciones biológicas elementales, de intervenir para disponer de órganos para trasplantes.

En semejante contexto es cada vez más fuerte la tentación de la eutanasia, esto es, adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin •dulcemente• a la propia vida o a la de otros. En realidad, lo que podría parecer lógico y humano, al consi­derarlo en profundidad se presenta absurdo e inhumano. Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la •cultura de la muerte•. que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar, ca­racterizadas por una mentalidad eficientista que presenta el cre­ciente número de personas ancianas y debilitadas como algo dema­siado gravoso e insoportable. Muy a menudo, éstas se ven aisladas por la familia y la sociedad, organizadas casi exclusivamente sobre la base de criterios de eficiencia productiva, según los cuales una vida irremediablemente inhábil no tiene ya valor alguno.

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65. Para un correcto juicio moral sobre la eutanasia, es necesa­rio ante todo definirla con claridad. Por eutanasia en sentido verda­dero y propio se debe entender una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor: •La eutanasia se sitúa, pues, en el nivel de las in­tenciones o de los métodos usados•. 76

De ella debe distinguirse la decisión de renunciar al llamado •en­sañanúento terapéuticO», o sea, ciertas intervenciones médicas ya no adecuadas a la situación real del enfermo, por ser desproporciona­das a los resultados que se podrían esperar o, bien, por ser demasia­do gravosas para él o su familia. En estas situaciones, cuando la muerte se prevé inminente e inevitable, se puede en conciencia •re­nunciar a unos tratamientos que procurarían, únicamente una pro­longación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin t;¡p­bargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares•.

Ciertamente existe la obligación moral de curarse y hacerse cu­rar, pero esta obligación se debe valorar según las situaciones con­cretas; es decir, hay que examinar si los medios terapéuticos a dis­posición son objetivamente proporcionados a las perspectivas de mejoria. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; expresa más bien la acepta­ción de la condición humana ante la muerte. 78

En la medicina moderna van teniendo auge los llamados •cuida­dos paUativoso, destinados a hacer más soportable el sufrimiento en la fase final de la enfermedad y, al mismo tiempo, asegurar al pa­ciente un acompañamiento humano adecuado. En este contexto aparece, entre otros, el problema de la licitud del recurso a los di­versos tipos de analgésicos y sedantes para aliviar el dolor del enfer­mo, cuando esto comporta el riesgo de acortarle la vida. En efecto. si puede ser digno de elogio quien acepta voluntariamente sufrir re­nunciando a tratamientos contra el dolor para conservar la plena lucidez y participar, si es creyente, de manera consciente en lapa­stón del Señor, tal comportamiento •heroico• no debe considerarse obligatorio para todos. Ya Pío XII afirmó que es licito suprimir el do­lor por medio de narcóticos, a pesar de tener como consecuencia li­mitar la conciencia y abreviar la vida, •si no hay otros medios y si, en tales circunstancias, ello.Jlo impide el cumplimiento de otros de­beres religiosos y morales•. En efecto. en este caso no se quiere ni

76 Congregación para la Doctrina de la Fe. Decl. Jura et bona. sobre la eutanasia (5 ma-yo 1980), Il: AAS 72 (1980), 546.

77 lbid.. IV. Le .. 551. 78 Cf.lbld.

79 Discurso a un grupo Internacional de médicos (24 febrero 1957). 111: AAS 49 (1957), 147; cf. Congregación para la Doctrina de la Fe. Decl. Jura et bona. sobre la eutana­sia. III: AAS 72 (1980). 547-548.

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se busca la muerte, aunque por motivos razonables se corra ese riesgo. Simplemente se pretende mitigar el dolor de manera eficaz, recurriendo a los analgésicos puestos a disposición por la medicina. Sin embargo, •no es licito privar al moribundo de la conciencia pro­pia sin grave motivo•: 80 acercándose a la muerte, los hombres de­ben estar en condiciones de poder cumplir sus obligaciones morales y familiares y, sobre todo, deben poderse preparar con plena con­ciencia al encuentro definitivo con Dios.

Hechas estas distinciones, de acuerdo con el Magisterio de mis Predecesores 81 y en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, corifirrno que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. 82

Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la mali­cia propia del suicidio o del homicidio.

66. Ahora bien, el suicidio es siempre moralmente inaceptable, al igual que el homicidio. La tradición de la Iglesia siempre lo ha recha­zado como decisión gravemente mala. 83 Aunque determinados condi­cionamientos psicológicos, culturales y sociales puedan llevar a reali­zar un gesto que contradice tan radicalmente la inclinación innata de cada uno a la vida, atenuando o anulando la responsabilidad subjeti­va, el suicidio, bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque comporta el rechazo del amor a sí mismo y la renun­cia a los deberes de justicia y de caridad para con el prójimo, para con las distintas comunidades de las que se forma parte y para la so­ciedad en general. 84 En su realidad más profunda, constituye un re­chazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muer­te, proclamada así en la oración del antiguo sabio de Israel: •1\í tie-

80 Pío XII. Discurso a un grupo Internacional de médicos (24 febrero 1957), III: AAS 49 (1957). 145.

81 Cf. Pío XII. Discurso a un grupo Internacional de médicos (24 febrero 1957): AAS 49 (19571. 129-147; Congregación del Santo Oficio, Decretwn de directa insontium occi­slone (2 diciembre 1940): AAS 32 (1940). 553-554: Pablo Vl, Mens~e a la televisión francesa: •Toda vida es sagrada• (27 enero 1971): Insegnamenti IX (1971). 57-58; Discurso al Intematlonal College of Surgeons (1 junio 1972): AAS 64 (1972). 432-436; Conc Ecwn. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual. 27.

82 Cf. Conc Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumengentlum. sobre la Iglesia, 25.

83 Cf. S. Agustín, De Civitate Dei l. 20: CCL 47, 22; S. Tomás de Aquino, Summa Theo­/ogiae. II-II. q. 6, a 5.

84 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe. Decl. Jura et bona. sobre la eutanasia (5 mayo 1980). 1: AAS 72 (1980), 545; Catedsrrw de la Iglesia Católica, 2281-2283.

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nes el poder sobre la vida y sobre la muerte, haces bajar a las puer­tas del Hades y de allí subir• (Sb 16, 13; cf. 1b 13, 2).

Compartir la intención suicida de otro y ayudarle a realizarla mediante el llamado •suicidio asistido• significa hacerse colabora­dor, y algunas veces autor en primera persona, de una injusticia que nunca tiene justificación, ni siquiera cuando es solicitada. •No es lícito -escribe con sorprendente actualidad san Agustín- matar a otro, aunque éste lo pida y lo quiera y no pueda ya vivir ... para li­brar, con un golpe, el alma de aquellos dolores, que luchaba con las ligaduras del cuerpo y quería desasirse•. 85 l.a eutanasia, aunque no esté motivada por el rechazo egoísta de hacerse cargo de la existen­cia del que sufre, debe considerarse como una falsa piedad, más aún, como una preocupante •perversión• de la misma. En efecto, la verdadera •compasión• hace solidarios con el dolor de los demás, y no elimina a la persona cuyo sufrimiento no se puede soportar. El gesto de la eutanasia aparece aun más perverso si es realizado por quienes -como los familiares- deberían asistir con paciencia y amor a su allegado, o por cuantos -como los médicos-. por su profesión específica, deberían cuidar al enfermo incluso en. las condiciones terminales más penosas.

l.a opción de la eutanasia es más grave cuando se configura co­mo un honúcidiD que otros practican en una persona que no la pidió de ningún modo y que nunca dio su consentimiento. Se llega ade­más al colmo del arbitrio y de la injusticia cuando algunos, médicos o legisladores, se arrogan el poder de decidir sobre quién debe vivir o morir. Así, se presenta de nuevo la tentación del Edén: ser como Dios •conocedores del bien y del mal• (Gn 3, 5). Sin embargo, sólo Dios tiene el poder sobre el morir y el vivir: •Yo doy la muerte y doy la vida• (Dt 32, 39; cf. 2 R 5, 7; 1 S 2, 6). El ejerce su poder siempre y sólo según su designio de sabiduría y de amor. Cuando el hombre usurpa este poder, dominado por una lógica de necedad y de egoís­mo, lo usa fatalmente para la injusticia y la muerte. De este modo, la vida del más débil queda en manos del más fuerte, se pierde el sentido de la justicia en la sociedad y se mina en su misma raíz la confianza recíproca, fundamento de toda relación auténtica entre las personas.

67. Bien diverso es, en cambio, el canúno del anwr y de la verda­dera piedad. al que nos obliga nuestra común condición humana y que la fe en Cristo Redentor, muerto y resucitado, ilumina con nue­vo sentido. El deseo que brota del corazón del hombre ante el supre­mo encuentro con el sufrimiento y la muerte, especialmente cuando siente la tentación de caer en la desesperación y casi de abatirse en

85 Epfstula 204. 5: CSEL 57. 320.

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ella, es sobre todo aspiración de compañía, de solidaridad y de apo­yo en la prueba. Es petición de ayuda para seguir esperando, cuan­do todas las esperanzas humanas se desvanecen. Como recuerda el Concilio Vaticano 11, •ante la muerte, el enigma de la condición hu­mana alcanza su culmen• para el hombre; y sin embargo •juzga cer­teramente por instinto de su corazón cuando aborrece y rechaza la ruina total y la desaparición definitiva de su persona. La semilla de eternidad que lleva en ~ al ser irreductible a la sola materia, se re­bela contra la muerte•.

Esta repugnancia natural a la muerte es iluminada por la fe cristiana y este germen de esperanza en la inmortalidad alcanza su realización por la misma fe, que promete y ofrece la participación en la victoria de Cristo Resucitado: es la victoria de Aquél que, me­diante su muerte redentora, ha liberado al hombre de la muerte, •salario del pecado• (Rm 6, 23}, y le ha dado el Espíritu, prenda de resurrección y de vida (cf. Rm 8, 11). La certeza de la inmortalidad futura y la esperanza en la resurrección prometida proyectan una nueva luz sobre el misterio del sufrimiento y de la muerte, e infun­den en el creyente una fuerza extraordinaria para abandonarse al plan de Dios.

El apóstol Pablo expresó esta novedad como una pertenencia total al Señor que abarca cualquier condición humana: •Ninguno de nosotros vive para sí mismo: como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Se­ñor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos• (Rm 14, 7-8). Morir para el Señor significa vivir la propia muerte co­mo acto supremo de obediencia al Padre (cf. Ftp 2, 8). aceptando encontrarla en la •hora• querida y escogida por El (cf. Jn 13, 1), que es el único que puede decir cuándo el camino terreno se ha concluido. Vivir para el Señor significa también reconocer que el sufrimiento, aun siendo en sí mismo un mal y una prueba, puede siempre llegar a ser fuente de bien. Llega a serlo si se vive con amor y por amor, participando, por don gratuito de Dios y por Ubre decisión personal, en el sufrimiento mismo de Cristo crucificado. De este modo, quien vive su sufrimiento en el Señor se configura más plenamente a El (cf. Ftp 3, 10; 1 P 2, 21) y se asocia más ínti­mamente a su obra redentora en favor de la Iglesia y de la humani­dad. 87 Esta es la experiencia del Apóstol. que toda persona que su­fre está también llamada a revivir: •Me alegro por los padecimien­tos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia• (Col1, 24).

86 Const. past. Gaudium et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual. 18.

87 Cf. Carta ap. Salvtjid doloris (11 febrero 1984). 14-24: AAS 76 (19841. 214-234.

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•Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres• (Hch 5, 29): ley civtl y ley moral

68. Una de las características propias de los atentados actuales contra la vida humana -como ya se ha dicho- consiste en la tenden­cia a exigir su legittma.ción jurídica, como si fuesen derechos que el Estado, al menos en ciertas condiciones, debe reconocer a los ciu­dadanos y, por consiguiente, la tendencia a pretender su realización con la asistencia segura y gratuita de médicos y agentes sanitarios.

No pocas veces se considera que la vida de quien aún no ha na­cido o está gravemente debilitado es un bien sólo relativo: según una lógica proporcionalista o de puro cálculo, deberá ser cotejada y sopesada con otros bienes. Y se piensa también que solamente quien se encuentra en esa situación concreta y está personalmente afectado puede hacer una ponderación justa de los bienes en juego; en consecuencia, sólo él podría juzgar la moralidad de su decisión. El Estado, por tanto, en interés de la convivencia civil y de la armo­nía social, debería respetar esta decisión, llegando incluso a admitir el aborto y la eutanasia.

Otras veces se cree que la ley civil no puede exigir que todos los ciudadanos vivan de acuerdo con un nivel de moralidad más elevado que el que ellos mismos aceptan y comparten. Por esto, la ley debería siempre manifestar la opinión y la voluntad de lama­yoría de los ciudadanos y reconocerles también, al menos en cier­tos casos extremos, el derecho al aborto y a la eutanasia. Por otra parte, la prohibición y el castigo del aborto y de la eutanasia en es­tos casos llevaría inevitablemente -así se dice- a un aumento de prácticas ilegales, que, sin embargo, no estarían sujetas al necesa­rio control social y se efectuarían sin la debida seguridad médica. Se plantea, además, st sostener una ley no aplicable concretamen­te no significaría, al final, minar también la autoridad de las de­más leyes.

Finalmente, las opiniones más radicales llegan a sostener que, en una sociedad moderna y pluralista, se debería reconocer a cada persona una plena autonomía para disponer de su propia vida y de la vida de quien aún no ha nacido. En efecto, no correspondería a la ley elegir entre las diversas opciones morales y, menos aún, preten­der imponer una opción particular en detrimento de las demás.

69. De todos modos, en la cultura democrática de nuestro tiem­po se ha difundido ampliamente la opinión de que el ordenamiento jurídico de una sociedad debería limitarse a percibir y asumir las convicciones de la mayoría y, por tanto, basarse sólo sobre lo que la mayoría misma reconoce y vive como moral. Si además se considera incluso que una verdad común y objetiva es inaccesible de hecho, el respeto de la libertad de los ciudadanos -que en un régimen demo-

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crático son considerados como los verdaderos soberanos- exigiría que, a nivel legislativo, se reconozca la autonomía de cada concien­cia individual y que, por tanto, al establecer las normas que en cada caso son necesarias para la convivencia social, éstas se adecuen ex­clusivamente a la voluntad de la mayoría, cualquiera que sea. De este modo, todo político, en su actividad, debería distinguir neta­mente entre el ámbito de la conciencia privada y el del comporta­miento público.

Por consiguiente, se perciben dos tendencias diametralmente opuestas en apariencia. Por un lado, los individuos reivindican para sí la autonomía moral más completa de elección y piden que el Es­tado no asuma ni imponga ninguna concepción ética, sino que trate de garantizar el espacio más amplio posible para la libertad de cada uno, con el único límite externo de no restringir el espacio de auto­nomía al que los demás ciudadanos también tienen derecho. Por otro lado, se considera que, en el ejercicio de las funciones públicas y profesionales, el respeto de la libertad de elección de los demás obliga a cada uno a prescindir de sus propias convicciones para po­nerse al servicio de cualquier petición de los ciudadanos, que las le­yes reconocen y tutelan, aceptando como único criterio moral para el ejercicio de las propias funciones lo establecido por las mismas leyes. De este modo, la responsabilidad de la persona se delega a la ley civil, abdicando de la propia conciencia moral al menos en el ámbito de la acción pública.

70. La raíz común de todas estas tendencias es el relativismo éti­co que caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea. No falta quien considera este relativismo como una condición de la democracia, ya que sólo él garantizaría la tolerancia, el respeto recí­proco entre las personas y la adhesión a las decisiones de la mayo­ría, mientras que las normas morales, consideradas objetivas y vin­culantes, llevarían al autoritarismo y a la intolerancia.

Sin embargo, es precisamente la problemática del respeto de la vida la que muestra los equívocos y contradicciones, con sus terri­bles resultados prácticos, que se encubren en esta postura.

Es cierto que en la historia ha habido casos en los que se han cometido crímenes en nombre de la cverdad•. Pero crímenes no me­nos graves y radicales negaciones de la libertad se han cometido y se siguen cometiendo también en nombre del •relativismo ético•. Cuando una mayoría parlamentaria o social decreta la legitimidad de la eliminación de la vida humana aún no nacida, inclusive con ciertas condiciones, ¿acaso no adopta una decisión •tiránica• res­pecto al ser humano más débil e indefenso? La conciencia univer­sal reacciona justamente ante los crímenes contra la humanidad, de los que nuestro siglo ha tenido tristes experiencias. ¿Acaso es-

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tos crímenes dejarían de serlo si, en vez de haber sido cometidos por tiranos sin escrúpulo, hubieran estado legitimados por el con­senso popular?

En realidad, la democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un sustitutivo de la moralidad o en una panacea de la inmorali­dad. Fundamentalmente, es un •ordenamiento• y, como tal, un ins­trumento y no un fin. Su carácter •morah no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse, esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve. Si hoy se percibe un consenso casi universal sobre el valor de la democracia, esto se considera un positivo •signo de los tiempos•, como también el Magisterio de la Iglesia ha puesto de relieve varias veces. 88 Pero el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna y promueve: fundamentales e im­prescindibles son ciertamente la dignidad de cada persona huma­na, el respeto de sus derechos inviolables e inalienables, así como considerar el •bien común• como fin y criterio regulador de la vida política.

En la base de estos valores no pueden estar provisionales y vo­lubles •mayorías• de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto «ley natural• inscrita en el corazón el hombre, es punto de referencia normativa de la misma ley civil. Si, por una trágica ofuscación de la conciencia colectiva, el escepticis­mo llegara a poner en duda hasta los principios fundamentales de la ley moral, el mismo ordenamiento democrático se tambalearía en sus fundamentos, reduciéndose a un puro mecanismo de regula­ción empírica de intereses diversos y contrapuestos. 89

Alguien podría pensar que semejante función, a falta de algo mejor, es también válida para los fines de la paz social. Aun recono­ciendo un cierto aspecto de verdad en esta valoración, es dificil no ver cómo, sin una base moral objetiva, ni siquiera la democracia puede asegurar una paz estable, tanto más que la paz no funda­mentada sobre los valores de la dignidad humana y de la solidari­dad entre todos los hombres, es a menudo Uusoria. En efecto, en los mismos regímenes partlcipativos la regulación de los intereses se produce con frecuencia en beneficio de los más fuertes, que tienen mayor capacidad para maniobrar no sólo las palancas del poder, si­no incluso la formación del consenso. En una situación así, la de­mocracia se convierte fácilmente en una palabra vacía.

88 Cf. carta ene. Centeslmus annus (1 mayo 1991). 46: AAS 83 (1991). 850; Pío XII. Ra­diomensaje de Navidad (24 diciembre 1944): AAS 37 (1945). 10-20.

89 Cf. carta ene. Verttatis splendor (6 agosto 1993), 97 y 99: AAS 85 (1993), 1209-1211.

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71. Para el futuro de la sociedad y el desarrollo de una sana de­mocracia, urge pues descubrir de nuevo la existencia de valores hu­manos y morales esenciales y originarios, que derivan de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la perso­na. Son valores, por tanto, que ningún individuo, ninguna mayoría y ningún Estado nunca pueden crear, modificar o destruir, sino que deben sólo reconocer, respetar y promover.

En este sentido, es necesario tener en cuenta los elementos funda­mentales del conjunto de las relaciones entre ley civü y ley moral, tal como son propuestos por la Iglesia pero que forman parte también del patrimonio de las grandes tradiciones jurídicas de la humanidad.

Ciertamente, el cometido de la ley civü es diverso y de ámbito más limitado que el de la ley moral. Sin embargo, •en ningún ámbi­to de la vida la ley civil puede sustituir a la conciencia ni dictar nor­mas que excedan la propia competencia•, 90 que es la de asegurar el bien común de las personas, mediante el reconocimiento y la defen­sa de sus derechos fundamentales, la promoción de la paz y de la moralidad pública. 91 En efecto, la función de la ley civil consiste en garantizar una ordenada convivencia social en la verdadera justicia, para que todos •podamos vivir una vida tranquila y apacible con to­da piedad y dignidad• (1 Tin 2, 2). Precisamente por esto, la ley civil debe asegurar a todos los miembros de la sociedad el respeto de al­gunos derechos fundamentales, que pertenecen originariamente a la persona y que toda ley positiva debe reconocer y garantizar. Entre ellos el primero y fundamental es el derecho inviolable de cada ser humano inocente a la vida. Si la autoridad pública puede, a veces, renunciar a reprimir aquello que provocaría, de estar prohibido, un daño más grave, 92 sin embargo, nunca puede aceptar legitimar, co­mo derecho de los individuos -aunque éstos fueran la mayoría de los miembros de la sociedad-, la ofensa infligida a otras personas mediante la negación de un derecho suyo tan fundamental como el de la vida. La tolerancia legal del aborto o de la eutanasia no puede de ningún modo invocar el respeto de la conciencia de los demás, precisamente porque la sociedad tiene el derecho y el deber de pro­tegerse de los abusos que se pueden dar en nombre de la conciencia y bajo el pretexto de la libertad. 93

A este propósito, Juan XXIII recordó en la Encíclica Pacem in te­rris: •En la época moderna se considera realizado el bien común

90 Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, sobre el respeto de la vi­da humana naciente y la dignidad de la procreación (22 febrero 1987), Ill: AAS 80 (1988). 98.

91 Cf. Conc. Ecum. Vat. U, Decl. Dignitatis lwmanae, sobre la libertad religiOBa, 7. 92 Cf. S. Tomás de Aquino, Swnma Theologiae, 1-11. q. 96, a. 2.

93 Cf. Conc. Ecurn. Vat. 11, Decl. Dlgrútatis lu.unanae. sobre la libertad religiosa. 7.

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cuando se han salvado los derechos y los deberes de la persona hu­mana. De ahí que los deberes fundamentales de los poderes públi­cos consisten sobre todo en reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover aquellos derechos, y en contribuir por consiguiente a hacer más fácil el cumplimiento de los respectivos deberes. "Tutelar el intangible campo de los derechos de la persona humana y hacer fácil el cumplimiento de sus obligaciones, tal es el deber esencial de los poderes públicos". Por esta razón, aquellos magistrados que no reconozcan los derechos del hombre o los atropellen, no sólo faltan ellos mismos a su deber, sino que carece de obligatoriedad lo que ellos prescriban•. 94

72. En continuidad con toda la tradición de la Iglesia se encuen­tra también la doctrina sobre la necesaria conformidad de la ley ciuil con la ley moral, tal y como se recoge, una vez más, en la citada en­cíclica de Juan XXIII: •La autoridad es postulada por el orden moral y deriva de Dios. Por lo tanto, si las leyes o preceptos de los gober­nantes estuvieran en contradicción con aquel orden y, consiguiente­mente, en contradicción con la voluntad de Dios, no tendrían fuerza para obligar en conciencia ... ; más aun, en tal caso, la autoridad de­jaría de ser tal y degeneraría en abuso•. 95 Esta es una clara ense­ñanza de santo Tomás de Aquino, que entre otras cosas escribe: •La ley humana es tal en cuanto está conforme con la recta razón y, por tanto, deriva de la ley eterna. En cambio, cuando una ley está en contraste con la razón, se la denomina ley inicua; sin embargo, en este caso deja de ser ley y se convierte más bien en un acto de vio­lencia•. 96 Y añade: •Toda ley puesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto deriva de la ley natural. Por el contrario, si contradice en cualquier cosa a la ley natural, entonces no será ley sino corrup­ción de la ley•. 97

La primera y más inmediata aplicación de esta doctrina hace re­ferencia a la ley humana que niega el derecho fundamental y origi­nario a la vida, derecho propio de todo hombre. Así, las leyes que, como el aborto y la eutanasia, legitiman la eliminación directa de seres humanos inocentes están en total e insuperable contradicción

94 Carta ene. Pacem m terrfs (11 abril 1963), 11: AAS 55 (1963), 273-274; la cita Interna está tomada del Radlomensaje de Pentecostés 1941 (1 junio 1941) de Pío XII: AAS 33 (1941), 200. Sobre este tema la Encicllca hace referencia en nota a: Pío XI, Carta ene. Mit brennender Sorge (14 marzo 1957): AAS 29 (1957), 159; Carta ene. Dfvúú Redemptoris (19 marzo 19371. III: AAS 29 (1937), 79; Pío XII, Radlomensaje de Navi­dad (24 dlciembre 1942): AAS 35 (1943), 9-24.

95 Carta ene. Pacem m terris (11 abril 1963). l.e .. 271.

96 Summa Theologiae, 1-11. q. 93. a. 3, ad 2um. 97 lbld. 1-11. q. 95. a. 2. El Aqutnate cita a S. Agustín: "Non vldetur esse lex. quae lusta

non fuerit>, De libero arbitrio, l. 5, 11: PL 32, 1227.

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con el derecho inviolable a la vida inherente a todos los hombres, y niegan, por tanto, la igualdad de todos ante la ley. Se podría objetar que éste no es el caso de la eutanasia, cuando es pedida por el suje­to interesado con plena conciencia. Pero un Estado que legitimase una petición de este tipo y autorizase a llevarla a cabo, estaría lega­lizando un caso de suicidio-homicidio, contra los principios funda­mentales de que no se puede disponer de la vida y de la tutela de toda vida inocente. De este modo se favorece una disminución del respeto a la vida y se abre camino a comportamientos destructivos de la confianza en las relaciones sociales.

Por tanto, las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eu­tanasia se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común y. por consiguiente, están privadas total­mente de auténtica validez jurídica. En efecto, la negación del dere­cho a la vida, precisamente porque lleva a eliminar la persona en cuyo servicio tiene la sociedad su razón de existir, es lo que se con­trapone más directa e irreparablemente a la posibilidad de realizar el bien común. De esto se sigue que, cuando una ley civil legitima el aborto o la eutanasia deja de ser, por ello mismo, una verdadera ley civil moralmente vinculante.

73. Así pues, el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse e ellas me­diante la objeción de conciencia. Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legttimamente constituidas (cf. Rm 13, 1-7, 1 P2, 13-14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que •hay que obedecer a Dios antes que a los hombres• (Hch 5, 29). Ya en el Antiguo Testamento, precisamente en relación a las amenazas con­tra la vida, encontramos un ejemplo significativo de resistencia a la orden injusta de la autoridad. Las comadronas de los hebreos se opusieron al faraón, que había ordenado matar a todo recién nacido varón. Ellas •no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños• (Ex 1, 17). Pero es necesario señalar el motivo profundo de su comportamiento: •Las parteras te­núan a Dios• (tvt). Es precisamente de la obediencia a Dios -a quien sólo se debe aquel temor que es reconocimiento de su absoluta so­beranía- de donde nacen la fuerza y el valor para resistir a las leyes injustas de los hombres. Es la fuerza y el valor de quien está dis­puesto incluso a ir a prisión o a morir a espada, en la certeza de que •aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos• (Ap 13, 10).

En el caso pues de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es licito someterse a

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ella, •ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio vota». 98

Un problema concreto de conciencia podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o en fase de votación. No san raros semejantes casos. En efecto, se comprueba el dato de que mientras en algunas partes del mundo continúan las campañas para la introducción de leyes a fa­vor del aborto, apoyadas no pocas veces por poderosos organismos internacionales, en otras naciones -particularmente aquéllas que han tenido ya la experiencia amarga de tales legislaciones permisi­vas- van apareciendo señales de revisión. En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abor­tista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública. En efecto, obrando de este modo no se presta una colabo­ración ilícita a una ley injusta; antes bien se realiza un intento legí­timo y obligado de limitar sus aspectos inicuos.

74. La introducción de legislaciones injustas pone con frecuen­cia a los hombres moralmente rectos ante dificiles problemas de conciencia en materia de colaboración. debido a la obligatoria afir­mación del propio derecho a no ser forzados a participar en accio­nes moralmente malas. A veces las opciones que se imponen son dolorosas y pueden exigir el sacrificio de posiciones profesionales consolidadas o la renuncia a perspectivas legítimas de avance en la carrera. En otros casos, puede suceder que el cumplimiento de al­gunas acciones en sí mismas indiferentes, o incluso positivas, pre­vistas en el articulado de legislaciones globalmente injustas, permi­ta la salvaguarda de vidas humanas amenazadas. Por otra parte, sin embargo, se puede temer justamente que la disponibilidad a cumplir tales acciones no sólo conlleve escándalo y favorezca el de­bilitamiento de la necesaria oposición a los atentados contra la vida, sino que lleve insensiblemente a ~ cediendo cada vez más a una ló­gica permisiva.

Para iluminar esta dificil cuestión moral es necesario tener en cuenta los principios generales sobre la cooperación en acctones mo­ralmente malas. Los cristianos, como todos los hombres de buena voluntad, están llamados, por un grave deber de conciencia, a no

98 Congregaclón para la Doctrina de la Fe, Dedaradón sobre el aborto procurado (18 noviembre 1974), 22: AltS 66 (1974), 744.

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prestar su colaboración formal a aquellas prácticas que, aun permi­tidas por la legislación civil, se oponen a la Ley de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar formalmente en el mal. Esta cooperación se produce cuando la acción realizada, o por su misma naturaleza o por la configuración que asume en un contexto concreto, se califica como colaboración directa en un acto contra la vida humana inocente o como participación en la inten­ción inmoral del agente principal. Esta cooperación nunca puede justificarse invocando el respeto de la libertad de los demás, ni apo­yarse en el hecho de que la ley civil la prevea y exija. En efecto, los actos que cada uno realiza personalmente tienen una responsabili­dad moral, a la que nadie puede nunca sustraerse y sobre la cual cada uno serájuzgado por Dios mismo (cf. Rm2, 6; 14, 12).

El rechazo a participar en la ejecución de una injusticia no sólo es un deber moral, sino también un derecho humano fundamental. Si no fuera así, se obligaría a la persona humana a realizar una ac­ción intrínsecamente incompatible con su dignidad y, de este modo, su misma libertad, cuyo sentido y fin auténticos residen en su orientación a la verdad y al bien, quedaría radicalmente comprome­tida. Se trata, por tanto, de un derecho esencial que, como tal, de­bería estar previsto y protegido por la misma ley civil. En este senti­do, la posibilidad de rechazar la participación en la fase consultiva, preparatoria y ejecutiva de semejantes actos contra la vida debería asegurarse a los médicos, a los agentes sanitarios y a los responsa­bles de las instituciones hospitalarias, de las clínicas y casas de sa­lud. Quien recurre a la objeción de conciencia debe estar a salvo no sólo de sanciones penales, sino también de cualquier daño en el plano legal, disciplinar, económico y profesional.

•Amarás a tu prójimo como a ti mismor (Le 10, 27): •promueue• la vida

75. Los mandamientos de Dios nos enseñan el camino de la vi­da. Los preceptos morales negativos, es decir. los que declaran mo­ralmente inaceptable la elección de una determinada acción, tienen un valor absoluto para la libertad humana: obligan siempre y en to­da circunstancia, sin excepción. Indican que la elección de determi­nados comportamientos es radicalmente incompatible con el amor a Dios y la dignidad de la persona, creada a su imagen. Por eso, esta elección no puede justificarse por la bondad de ninguna intención o consecuencia, está en contraste insalvable con la comunión entre las personas, co~tradice la decisión fundamental de orientar la pro­pia vida a Dios.

99 Cf. Catecisnw de la Iglesia Católica, 1753-1755; Carta ene. Verttatts splendor (6 agosto 1993), 81-82: AAS 85 (1993). 1198-1199.

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Ya en este sentido los preceptos morales negativos tienen una importantísima función positiva: el •no• que exigen incondicional­mente marca el limite infranqueable más allá del cual el hombre li­bre no puede pasar y, al mismo tiempo, indica el mínimo que debe respetar y del que debe partir para pronunciar innumerables •si», capaces de abarcar progresivamente el horizonte completo del bien (cf. Mt 5, 48). Los mandamientos, en particular los preceptos mora­les negativos, son el inicio y la primera etapa necesaria del camino hacia la libertad: •La primera libertad -escribe san Agustín- es no tener delitos ... como homicidio, adulterio, alguna inmundicia de for­nicación, hurto, fraude, sacrilegio y otros parecidos. Cuando el hombre empieza a no tener tales delitos (el cristiano no debe tener­los), comienza a levantar la cabeza ~~ia la libertad, pero ésta es una libertad incoada, no es perfecta•.

76. El mandamiento •no matarás• establece, por tanto, el punto de partida de un camino de verdadera libertad, que nos lleva a pro­mover activamente la vida y a desarrollar determinadas actitudes y comportamientos a su servicio. Obrando así, ejercitamos nuestra responsabilidad hacia las personas que nos han sido confiadas y manifestamos, con las obras y según la verdad, nuestro reconoci­miento a Dios por el gran don de la vida (cf. Sal139/138, 13-14).

El Creador ha confiado la vida del hombre a su cuidado respon­sable, no para que disponga de ella de modo arbitrario, sino para que la custodie con sabiduría y la administre con amorosa fidelidad. El Dios de la Alianza ha confiado la vida de cada hombre a otro hombre hermano suyo, según la ley de la reciprocidad del dar y del recibir, del don de sí mismo y de la acogida del otro. En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida por el hombre, ha demostrado a qué altura y profundidad puede llegar es­ta ley de la reciprocidad. Cristo, con el don de su Espíritu, da conte­nidos y significados nuevos a la ley de la reciprocidad, a la entrega del hombre al hombre. El Espíritu, que es artífice de comunión en el amor, crea entre los hombres una nueva fraternidad y solidaridad, reflejo verdadero del misterio de recíproca entrega y acogida propio de la Santísima 'Iiinidad. El mismo Espíritu llega a ser la ley nueva, que da la fuerza a los creyentes y apela a su responsabilidad para vivir con reciprocidad el don de sí mismos y la acogida del otro, par­ticipando del amor mismo de Jesucristo según su medida.

77. En esta ley nueva se inspira y plasma el mandamiento •no matarás•. Por tanto, para el cristiano implica en definitiva el impe-

100 In lohanrús Evangeliwn Tractatus, 41, 10: CCL 36, 363; cf. Carta ene. Verltatis splendor (6 agosto 1993). 13: AAS 85-(1993). 1144.

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rativo de respetar, amar y promover la vida de cada hermano, según las exigencias y las dimensiones del amor de Dios en Jesucristo. •El dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos• (1 Jn 3, 16).

El mandamiento •no matarás•. incluso en sus contenidos más positivos de respeto, amor y promoción de la vida humana, obliga a todo hombre. En efecto. resuena en la conciencia moral de cada uno como un eco permanente de la alianza original de Dios creador con el hombre; puede ser conocido por todos a la luz de la razón y puede ser observado gracias a la acción misteriosa del Espíritu que, soplando donde quiere (cf. Jn 3, 8), alcanza y compromete a cada hombre que vive en este mundo.

Por tanto, lo que todos debemos asegurar a nuestro prójimo es un servicio de amor, para que siempre se defienda y promueva su vida. especialmente cuando es más débil o está amenazada. Es una exigencia no sólo personal sino también social, que todos debemos cultivar, poniendo el respeto incondicional de la vida humana como fundamento de una sociedad renovada.

Se nos pide amar y respetar la vida de cada hombre y de cada mujer y trabajar con constancia y valor, para que se instaure final­mente en nuestro tiempo. marcado por tantos signos de muerte. una cultura nueva de la vida, fruto de la cultura de la verdad y del amor.

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Capítulo IV

•A mí me lo hicisteis»

Por una nueva cultura de la vida humana •Vosotros sois el pueblo adqu1rido por Dios para anunciar sus ala­

banzas• (cf. 1 P 2, 9): el pueblo de la vida y para la vida 78. La Iglesia ha recibido el Evangelio como anuncio y fuente de

gozo y salvación. Lo ha recibido como don de Jesús, enviado del Pa­dre •para anunciar a los pobres la Buena Nueva• (Le 4, 18). Lo ha recibido a través de los Apóstoles, enviados por El a todo el mundo (cf. Me 16, 15; Mt 28, 19-20). La Iglesia, nacida de esta acción evan­gelizadora, siente resonar en sí misma cada día la exclamación del Apóstol: •¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!t (1 Cor 9, 16). En efecto, •evangelizar -como escribía Pablo VI- constituye la dicha y vo­cación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar•. 101

La evangelización es una acCión global y dinámica, que compro­mete a la Iglesia a participar en la misión profética, sacerdotal y real del Señor Jesús. Por tanto, conlleva inseparablemente las dimensio­nes del anuncio, de la celebración y del servicio de la caridad. Es un acto profundamente eclesial. que exige la cooperación de todos los operarios del Evangelio, cada uno según su propio carisma y miste­rio.

Así sucede también cuando se trata de anunciar el EvangeUo de la vida, parte integrante del Evangelio que es Jesucristo. Nosotros estamos al servicio de este Evangelio, apoyados por la certeza de haberlo recibido como don y de haber sido enviados a proclamarlo a toda la humanidad •hasta los confines de la tierra• (Hch 1, 8). Man­tengamos, por ello, la conciencia humilde y agradecida de ser el pueblo de la vida y para la vida y presentémonos de este modo ante todos.

101 Exhort. ap. Evangelli nuntiand1 (8 d1cJembre 1975), 14: AAS 68 (1976). 13.

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79. Somos el pueblo de la vida porque Dios, en su amor gratui­to, nos ha dado el Evangelio de la vida y hemos sido transformados y salvados por este mismo Evangelio. Hemos sido redimidos por el •autor de la vida• (Hch 3, 15) a precio de su preciosa sangre (cf. 1 Cor 6, 20; 7, 23; 1 P l, 19) y mediante el baño bautismal hemos si­do injertados en El (cf. Rm 6, 4-5; Col 2, 12), como ramas que reci­ben savia y fecundidad del árbol único (cf. Jn 15, 5). Renovados in­teriormente por la gracia del Espíritu, •que es Señor y da la vida•, hemos llegado a ser un pueblo para la vida y estamos llamados a comportarnos como tal.

Somos enviados: estar al servicio de la vida no es para nosotros una vanagloria, sino un deber, que nace de la conciencia de ser el pueblo adquirido por Dios para anunciar sus alabanzas (cf. 1 P 2, 9). En nuestro camino nos guia y sostiene la ley del amor: el amor cuya fuente y modelo es el Hijo de Dios hecho hombre, que •murien­do ha dado la vida al mundo•. 102

Somos enviados como pueblo. El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad propiamente •ecle­sial•, que exige la acción concertada y generosa de todos los miem­bros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana. Sin embar­go, la misión comunitaria no elimina ni disminuye la responsabilidad de cada persona. a la cual se dirige el mandato del Señor de •hacerse prójimo• de cada hombre: «Vete y haz tú lo mismo• (Le 10, 37).

Todos juntos sentimos el deber de anunciar el Evangelio de la vi­da. de celebrarlo en la liturgia y en toda la existencia de servirlo con las diversas iniciativas y estructuras de apoyo y promoción.

•Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos• (1 Jn 1, 3): anun­ciar el Evangelio de la vida

80. •Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida ... os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros• ( 1 Jn l. 3). Jesús es el único Evangelio: no tenemos otra cosa que decir y testimoniar.

Precisamente el anuncio de Jesús es anuncio de la vida. En efec­to, El es cla Palabra de vida• (1 Jn 1, 1). En El cla vida se manifestó• (1 Jn 1, 2); más aun, él mismo es •la vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó• (ivO. Esta misma vida, gra­cias al don del Espíritu, ha sido comunicada al hombre. La vida te­rrena de cada uno, ordenada a la vida en plenitud, a la «vida eter­na•. adquiere también pleno sentido.

102 Cf. Misal romano. Oración del celebrante antes de la comunión.

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Iluminados por este Evangelio de la vida, sentimos la necesidad de proclamarlo y testimoniarlo por la novedad sorprendente que lo caracteriza. Este Evangeli&¡ al identificarse con el mismo Jesús, portador de toda novedad 1 y vencedor de la rvejev causada por el pecado y que lleva a la muerte, 104 supera toda expectativa del hom­bre y descubre la sublime altura a la que, por gracia, es elevada la dignidad de la persona. Así la contempla san Gregorio de Nisa: •El hombre que, entre los seres, no cuenta nada, que es polvo, hierba, vanidad, cuando es adoptado por el Dios del universo como hijo, lle­ga a ser familiar de este Ser. cuya excelencia y grandeza nadie pue­de ver, escuchar y comprender. ¿Con qué palabra, pensamiento o impulso del espíritu se podrá exaltar la sobreabundancia de esta gracia? El hombre sobrepasa su naturaleza: de mortal se hace in­mortal, de perecedero, imperecedero, de efimero eterno, de hombre se hace dios•. 105

·

El agradecimiento y la alegria por la dignidad inconmensurable del hombre nos mueve a hacer a todos participes de este mensaje: •Lo 'que hemos visto y oído, os lo anunciamos. para que también vo­sotros estéis en comunión con nosotros• (1 Jn 1, 3). Es necesario hacer llegar al Evangelio de la vida al corazón de cada hombre y mujer e introducirlo en lo más recóndito de toda la sociedad.

81. Ante todo se trata de anunciar el núcleo de este Evangelio. Es anuncio de un Dios vivo y cercano, que nos llama a una profun­da comunión con El y nos abre a la esperanza segura de la vida eterna; es afirmación del vínculo indtvtstble que fluye entre la perso­na, su vida y su corporeidad; es presentación de la vida humana co­mo vida de relación, don de Dios, fruto y signo de su amor: es pro­clamación de la extraordinaria relación de Jesús con cada hombre, que permite reconocer en cada rostro humano el rostro de Cristo, es manifestación del •don sincero de sí mismo• como tarea y lugar de realización plena de la propia libertad.

Al mismo tiempo, se trata de señalar todas las consecuencias de este mismo Evangelio, que se pueden resumir así: la vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable, y por esto, en particu­lar, son absolutamente inaceptables el aborto procurado y la euta­nasia; la vida del hombre no sólo no debe ser suprimida. sino que debe ser protegida con todo cuidado amoroso; la vida encuentra su sentido en el amor recibido y dado, en cuyo horizonte hallan su pie-

103 Cf. S. Ireneo: •Omnem novltaten attullt. semeUpeum afrerens. qul fuerat annuntJa­tus•. Contra las herfdlas, IV. 34, 1: SCh 100/2, 846-847.

104 Cf. S. Tomás De Aquino: •Peccator inveterasclt. recedens a novttate Chrlsti•, In Psalmos Davidis lectura. 6. 5.

105 Sobre las bienaventuranzas, Sennón VII: PG 44. 1280.

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na verdad la sexualidad y la procreación humana; en este amor in­cluso el sufrimiento y la muerte tienen un sentido y. aun permane­ciendo el misterio que los envuelve, pueden llegar a ser aconteci­mientos de salvación; el respeto de la vida exige que la ciencia y la técnica estén siempre ordenadas al hombre y a su desarrollo inte­gral; toda la sociedad debe respetar, defender y promover la digni­dad de cada persona humana, en todo momento y condición de su vida;

82. Para ser verdaderamente un pueblo al servicio de la vida de­bemos, con constancia y valentía, proponer estos contenidos desde el primer anuncio del Evangelio y. posteriormente, en la catequesis y en las diversas formas de predicación, en el diálogo personal y en cada actividad educativa. A los educadores, profesores, catequistas y teólogos corresponde la tarea de poner de relieve las razones an­tropológicas que fundamentan y sostienen el respeto de cada vida humana. De este modo, haciendo resplandecer la novedad original del Evangelio de la vida, podremos ayudar a todos a descubrir, tam­bién a la luz de la razón y de la experiencia, cómo el mensaje cris­tiano ilumtna plenamente el hombre y el significado de su ser y de su existencia; hallaremos preciosos puntos de encuentro y de diálo­go incluso con los no creyentes, comprometidos todos juntos en ha­cer surgir una nueva cultura de la vida.

En medio de las voces más dispares, cuando muchos rechazan la sana doctrina sobre la vida del hombre, sentimos como dirigida también a nosotros la exhortación de Pablo a Timoteo: •Proclama la Palabra, tnsiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina• (2 Tm 4, 2). Esta exhortación debe encontrar un fuerte eco en el corazón de cuantos, en la Iglesia, par­ticipan más directamente, con diverso título, en su misi.ón de •maestra• de la verdad. Que resuene ante todo para nosotros, obis­pos: somos los primeros a quienes se pide ser anunciadores tocan­sables del Evangelio de la vida; a nosotros se nos confm también la misión de vigilar sobre la trasmisión íntegra y fiel de la enseñanza propuesta en esta Encíclica y adoptar las medidas más oportunas para que los fieles sean preservados de toda doctrina contraria a la misma. Debemos poner una atención especial para que en las facul­tades teológicas, en los semtnartos y en las diversas instituciones católicas se di.ftploJia. se ilustre y se profundice el conocimiento de la sana doctrina. Que la exhortación de Pablo resuene para todos los teólogos, para los pastores y para todos los que desarrollan ta­reas de enseñanza. catequesis y formación de las conciencias: cons­cientes del papel que les pertenece, no asuman nunca la grave res-

106 Cf. Carta ene. Veritatis splendor (6 agosto 1993), 116: AAS 85 (1993), 1224.

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ponsabiltdad de traicionar la verdad y su misma misión exponiendo ideas personales contrarias al Evangelio de la vida como lo propone a interpreta fielmente el Magisterio.

Al anunciar este Evangelio, no debemos temer la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformaría a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12, 2). Debemos estar en el mundo, pero no ser del mundo (cf. Jn 15, 19; 17, 16), con la fuerza que nos viene de Cristo, que con su muerte y resurrección ha vencido al mundo (cf. Jn 16, 33).

•Te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy• (Sal 139/138, 14): celebrar el Evangelio de la vida

83. Enviados al mundo como •pueblo para la vida•. nuestro anuncio debe ser también una celebración verdadera y genuina del Evangelio de la vida. Más aun, esta celebración, con la fuerza evoca­dora de sus gestos, símbolos y ritos, debe convertirse en lugar pre­cioso y significativo para transmitir la belleza y grandeza de este Evangelio.

Con este fin, urge ante todo cultivar, en nosotros y en los de­más, una mirada contemplativa. 107 Esta nace de la fe en el Dios de la vida, que ha creado a cada hombre haciéndolo como un prodigio (cf. Sal139/138, 14). Es la mirada de quien ve la vida en su profun­didad, percibiendo sus dimensiones de gratuidad, belleza, invitación a la libertad y a la responsabilidad. Es la mirada de quien no pre­tende apoderarse de la realidad, sino que la acoge como un don, descubriendo en cada cosa el reflejo del Creador y en cada persona su imagen viviente (cf. Gn 1, 27; Sal 8, 6). Esta mirada no se rinde desconfiada ante quien está enfermo, sufriendo, marginado o a las puertas de la muerte: sino que se deja interpelar por todas estas si­tuaciones para buscar un sentido y, precisamente en estas circuns­tancias, encuentra en el rostro de cada persona una llamada a la mutua consideración, al diálogo y a la solidaridad.

Es el momento de asumir todos esta mirada, volviendo a ser ca­paces, con el ánimo lleno de rellg1osa admiración, de venerar y res­petar a todo hombre, como nos invib¡~ a hacer Pablo VI en uno de sus primeros mensajes de Navidad. El pueblo nuevo de los redi­midos, animado por esta mirada contemplativa, prorrumpe en hún­nos de alegria. alabanza y agradecimiento por el don inestimable de la vida. por el misterio de la llamada de todo hombre a participar en Cristo de la vida de gracia, y a una existencia de comunión sin fin con Dios Creador y Padre.

107 Cf. Carta ene. Centesimus annus (1 mayo 1991). 37: AAS 83 (1991), 840.

108 Cf. MensaJe con ocasión de la Navidad de 1967: AAS 60 (1968), 40 ..

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84. Celebrar el Evangelio de la vida significa celebrar el Dios de la vida, el Dios que da la vida: •Celebremos ahora la Vida eterna, fuente de toda vida. Desde ella y por ella se extiende a todos los se­res que de algún modo participan de la vida, y de modo convehiente a cada uno de ellos. La Vida divina es por sí vivificadora y creadora de la vida. Toda vida y toda moción vital proceden de la Vida, que está sobre toda vida y sobre el principio de ella. De esta Vida les vie­ne a las almas el ser inmortales, y gracias a ella vive todo ser vMen­te, plantas y animales hasta el grado ínfimo de vida. Además, da a los hombres, a pesar de ser compuestos, una vida similar, en lo po­sible, a la de los ángeles. Por la abundancia de su bondad, a noso­tros, que estamos separados, nos atrae y dirige. Y lo que es todavía más maravilloso: promete que nos trasladará íntegramente, es de­cir, en alma y cuerpo, a la vida perfecta e inmortal. No basta decir que esta Vida está viviente, que es Principio de vida, Causa y Fun­damento único de la vida. Conviene, pues, a toda vida el contem­plarla y alabarla: es Vida que vivifica toda vida•. 109

Como el Salmista también nosotros, en la oración cotidiana. in­dividual y comunitaria, alabamos y bendecimos a Dios nuestro pa­dre, que nos ha tejido en el seno materno y nos ha visto y amado cuando todavía éramos informes (cf. Sal139/138, 13, 15-16), y ex­clamamos con incontenible alegria: •Yo te doy gracias por tarltas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente• (Sal 139/138, 14). Sí, •esta vida mortal, a pesar de sus tribulaciones, de sus oscuros misterios, sus sufrimientos, su fatal caducidad, es un hecho bellísimo, un prodigio siempre original y conmovedor, un acontecimiento digno de ser cantado con júbilo y gloria•. 110 Más aun, el hombre y su vida no se nos presentan sólo como uno de los prodigios más grandes de la creación: Dios ha dado al hombre una dignidad casi divina (cf. Sal 8, 6-7). En cada niñ.o que nace y en cada hombre que vive y que muere reconocemos la imagen de la gloria de Dios, gloria que celebramos en cada hombre, signo del Dios vivo, icono de Jesucristo.

Estamos llamados a expresar admiración y gratitud por la vida recibida como don, y a acoger, gustar y comunicar el Evangelio de la vida no sólo con la oración personal y comunitaria, sino sobre todo con las celebraciones del año litúrgico. Se deben recordar aquí particularmente los Sacramentos, signos eficaces de la presencia y de la acción salvífica del Seiíor Jesús en la existencia cristiana. Ellos hacen a los hombres participes de la vida divina, asegurándo­les la energía espiritual necesaria para realizar verdaderamente el significado de vivir, sufrir y morir. Gracias a un nuevo y genuino

109 Pseudo-Dionislo Areopagita. Sobre los nombres divirws. 6, 1-3: PG 3, 856-857.

110 Pablo VI, Pensamiento sobre la muerte. Instituto Pablo VI, Brescta 1988, 24.

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descubrimiento del significado de los ritos y a su adecuada valora­ción, las celebraciones litúrgicas, sobre todo las sacramentales, se­rán cada vez más capaces de expresar la verdad plena sobre el na­cimiento, la vida, el sufrimiento y la muerte, ayudando a vivir estas realidades como participación en el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado.

85. En la celebración del Evangelio de la vida es preciso saber apreciar y valorar también los gestos y los súnbolos, de los que son ricas las diversas tradiciones y costumbres culturales y poptdares. Son momentos y formas de encuentro con las que. en los diversos países y culturas, se manifiestan el gozo por una vida que nace, el respeto y la defensa de toda existencia humana, el cuidado del que sufre o está necesitado, la cercanía al anciano o al moribundo, la participación del dolor de quien está de luto, la esperanza y el deseo de inmortalidad.

En esta perspectiva, acogiendo también la sugerencia de los cardenales en el Consistorio de 1991, propongo que se celebre cada año en las distintas naciones una Jornada por la Vida, como ya tie­ne lugar por iniciativa de algunas Conferencias Episcopales. Es ne­cesario que esta Jornada se prepare y se celebre con la participa­ción activa de todos los miembros de la Iglesia local. Su fin funda­mental es suscitar en las conciencias, en las familias, en la Iglesia y en la sociedad civil, el reconocimiento del sentido y del valor de la vida humana en todos sus momentos y condiciones, centrando par­ticularmente la atención sobre la gravedad del aborto y de la euta­nasia, sin olvidar tampoco los demás momentos y aspectos de la vi­da, que merecen ser objeto de atenta consideración, según sugiera la evolución de la situación histórica.

86. Respecto al culto espiritual agradable a Dios (cf. Rm 12, 1), la celebración del EvangeUo de la vida debe realizarse sobre todo en la existencia cotidiana, vivida en el amor por los demás y en la en­trega de uno mismo. Así, toda nuestra existencia se hará acogida auténtica y responsable del don de la vida y alabanza sincera y re­conocida a Dios que nos ha hecho este don. Es lo que ya sucede en tantísimos gestos de entrega. con frecuencia humilde y escondida, realizados por hombres y mujeres, niños y adultos, jóvenes y ancia­nos, sanos y enfermos.

En este contexto. rico en humanidad y amor, es donde surgen también los gestos heroicos. Estos son la celebración más solemne del Evangelio de la vida, porque lo proclaman con la entrega total de sí mtsnws¡ son la elocuente manifestación del grado más elevado del amor, que es dar la vida por la persona amada (cf. Jn 15, 13): son la participación en el misterio de la Cruz, en la que Jesús revela cuán-

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to vale para Ella vida de cada hombre y cómo ésta se realiza plena­mente en la entrega sincera de sí mismo. Más allá de casos clamo­rosos, está el heroísmo cotidiano, hecho de pequeños o grandes ges­tos de solidaridad que alimentan una auténtica cultura de la vida. Entre ellos merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación e incluso de vida, a enfermos tal vez sin es­peranzas.

A este heroísmo cotidiano pertenece el testimonio silencioso, pe­ro a la vez fecundo y elocuente, de •todas las madres valientes, que se dedican sin reservas a su familia, que sufren al dar a luz a sus hi­jos, y luego están dispuestas a soportar cualquier esfuerzo, a afron­tar cualquier sacrificio, para transmitirles lo mejor de sí mismas•. 111

Al desarrollar su misión •no siempre estas madres heroicas encuen­tran apoyo en su ambiente. Es más, los modelos de civilización, a menudo promovidos y propagados por los medios de comunicación, no favorecen la maternidad. En nombre del progreso y la modemi­dad, se presentan como superados ya los valores de la fidelidad, la castidad y el sacrificio, en los que se han distinguido y siguen distin­guiéndose innumerables esposas y madres cristianas... Os damos las gracias, madres heroicas, por vuestro amor invencible. Os damos las gracias por la intrépida confianza en Dios y en su amor. Os da­mos las gracias por el sacrificio de vuestra vida ... Cristo, en el miste­rio pascual, os devuelve el don que le habéis hecho, pues tiene el po­der de devolveros la vida que le habéis dado como ofrenda•. 112

•¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: "Tengofew. si no tiene obras?w (St 2, 14): servir el Evangelio de la vida

87. En virtud de la participación en la misión real de Cristo, el apoyo y la promoción de la vida humana deben realizarse mediante el servicio de la caridad, que se manifiesta en el testimonio perso­nal, en las diversas formas de voluntariado, en la animación social y en el compromiso político. Esta es una exigencia particularmente apremiante en el momento actual, en que la •cultura de la muerte• se contrapone tan fuertemente a la "cultura de la vida" y con frecuen­cia párece que la supera. Sin embargo, es ante todo una exigencia que nace de la •fe que actúa por la caridad• (Gal 5, 6), como nos ex­horta la Carta de Santiago: •¿De qué sirve, hermanos míos, que al­guien diga: "Tengo fe", si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del

111 Homilia para la beatificación de Isidoro Bakaqja. Elisabetta Canort Mora y Glanna Beretta Molla (24 abril 1994): L'Osservatore Romano. ed. semanal en lengua espa­itola. 29 abr111994. 2.

112 Ibld..

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sustento diario, y algunos de vosotros les dice: Mldos en paz, calen­taos y hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muer­ta• (2, 14-17).

En el servicio de la caridad, hay una actitud que debe animamos y distinguimos: hemos de hacernos cargo del otro como persona confiada por Dios a nuestra l'e5p0ll8abilidad. Como di8cipulos de Jes68¡ esta.nlos•liaeados a_. t •••ifiiiJ6.tiDloa·de cada hombre (ef. Le 10, 29-37), teniendo una'~ espectal por quien es más pobre, está sólo y necesitado. Precisamente mediante la ayuda al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al en­carcelado -como también al niño aún no nacido, al anciano que su­fre o cercano a la muerte- tenemos la postb111dad de servir a Jesús, como El mismo dijo: .Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequefios, a mi me lo hicisteis• (Mt 25, 40). Por eso, nos sentimos Interpelados y juzgados por las palabras siempre actuales de san Juan Crisóstomo: •¿Queréis de verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consintáis que esté desnudo. No le honréis aquí en el templo con vestidos de seda y fuera le dejéis perecer de frío y des­nudez•. 113

El servicio de la caridad a la vida debe ser profundamente unita­rio: no se pueden tolerar unilateralismos y discriminaciones, porque la vida humana es sagrada e Inviolable en todas sus fases y situa­ciones. Es un bien Indivisible. Por tanto, se trata de •hacerse cargo> de toda la vida y de la vida de todos. Más aun, se trata de llegar a las raíces mismas de la vida y del amor.

Partiendo precisamente de un amor profundo por cada hombre y mujer, se ha desarrollado a lo largo de los siglos una extraordina­ria historia de caridad, que ha Introducido en la vida eclesial y civil numerosas estructuras de servicio a la vida, que suscitan la admi­ración de todo observador sin prejuicios. Es una .historia que cada comunidad cristiana, con nuevo sentido de responsabilidad, debe continuar escribiendo a través de una acción pastoral y social múl­tiple. En este sentido, se deben poner en práctica formas discretas y eficaces de acompañanúento de la vida naciente, con una especial cercanía a aquellas madres que, incluso sin el apoyo del padre, no tienen miedo de traer al mundo su hijo y educarlo. Una atención análoga debe prestarse a la vida que se encuentra en la margina­ción o en el sufrimiento, especialmente en sus fases finales.

88. Todo esto supone una paciente y valiente obra educativa que apremie a todos y cada uno a hacerse cargo del peso de los demás (cf. Gal 6, 2); extge una continua promoción de vocaciones

113 Hornillas sobre Mateo. L. 3: PG 58, 508.

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al servicio, partlculannente entre los jóvenes; implica la realiza­ción de proyectos e iniciativas concretas, estables e inspiradas en el Evangelio.

Múltiples son los medios para valorar con competencia y serio propósito. Respecto a los inicios de la vida, los centros de métodos naturales de regulación de la ferttl.ldad han de ser promovidos como una valiosa ayuda para la paternidad y maternidad responsables, en la que cada persona. comenzando por el hijo. es reconocida y rQpetada por sí misma, y cada decisión es animada y guiada por el criterio de la entrega,sfl\ceri!fWII.!'l......,.t·a consaltorios matri­moniales y familiares, mediante su acción específica de consulta y prevención, desarrollada a la luz de una antropología coherente con la visión cristiana de la persona, de la pareja y de la sexualidad, constituyen un servicio precioso para profundizar en el sentido del amor y de la vida y para sostener y acompañar cada familia en su misión como •santuario de la vida•. Al servicio de la vida naciente están también los centros de ayuda a la vida y las casas o centros de acogida de la vida. Gracias a su labor muchas madres solteras y parejas en dificultad hallan razones y convicciones, y encuentran asistencia y apoyo para superar las molestias y miedos de acoger una vida naciente o recién dada a luz.

Ante condiciones de dificultad, extravío, enfermedad y margina­ción en la vida, otros medios -como las comunidades de recupera­ción de drogadictos, las residencias para menores o enfemws men­tales, los centros de atención y acogida para enjemws de SIDA. y las cooperativas de solidaridad sobre todo para incapacitados- son expresiones elocuentes de lo que la caridad sabe inventar para dar a cada uno razones nuevas de esperanza y posibilidades concretas de vida.

Cuando la existencia terrena llega a su fin, de nuevo la caridad encuentra los medios más oportunos para que los ancianos, espe­cialmente si no son autosuficientes, y los llamados enfemws termi­nales puedan gozar de una asistencia verdaderamente humana y recibir cuidados adecuados a sus exigencias, en particular a su an­gustia y soledad. En estos casos es insustituible el papel de las fa­milias; pero pueden encontrar gran ayuda en las estructuras socia­les de asistencia y, si es necesario, recurriendo a los cuidados palia­tivos, utilizando los adecuados servicios sanitarios y sociales, pre­sentes tanto en los centros de hospitalización y tratamiento públi­cos como a domicilio.

En particular, se debe revisar la función de los hospitales. de las clínicas y de las casas de salud: su verdadera identidad no es sólo la de estructuras en las que se atiende a los enfermos y moribundos, sino ante todo la de ambientes en los que el sufrimiento, el dolor y la muerte son considerados e interpretados en su significado huma-

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no y específicamente cristiano. De modo especial esta identidad de­be ser clara y eficaz en los institutos regidos por religiosos o relacio­nados de alguna manera con la Iglesia.

89. Estas estructuras y centros de servicio a la vida, y todas las demás iniciativas de apoyo y solidaridad que las circunstancias puedan aconsejar según los casos, tienen necesidad de ser anima­das por personas generosamente disponibles y projiuulamente cons­cientes de lo fundamental que es el Evangelio de la vida para el bien del individuo y de la sociedad.

Es peculiar la responsabilidad coriff.ada a todo el personal sanita­rio: médicos, farmacéuticos, enfermeros, capellanes, religiosos y reli­giosas. personal administrativo y voluntarios. Su profesión les exige ser custodios y servidores de la vida humana. En el contexto cultu­ral y social actual, en que la ciencia y la medicina corren el riesgo de perder su dimensión ética original, ellos pueden estar a veces fuertemente tentados de convertirse en manipuladores de la vida o incluso en agentes de muerte. Ante esta tentación, su responsabili­dad ha crecido hoy enormemente y encuentra su inspiración más profunda y su apoyo más fuerte precisamente en la intrínseca e im­prescindible dimensión ética de la profesión sanitaria, como ya re­conocía el antiguo y siempre actual juramento de Hipócrates, según el cual se exige a cada médico el compromiso de respetar absoluta­mente la vida humana y su carácter sagrado.

El respeto absoluto de toda vida humana inocente exige tam­bién ejercer la objeción de concien.cia ante el aborto procurado y la eutanasia. El chacer morir• nunca puede considerarse un trata­miento médico, ni siquiera cuando la intención fuera sólo la de se­cundar una petición del paciente: es más bien la negación de la pro­fesión sanitaria que debe ser un apasionado y tenaz csí• a la vida. También la investigación biomédica, campo fascinante y prometedor de nuevos y grandes beneficios para la humanidad, debe rechazar siempre los experimentos, descubrimientos o aplicaciones que, al ignorar la dignidad inviolable del ser humano, dejan de estar al ser­vicio de los hombres y se transforman en realidades que, aparen­tando socorrerlos, los oprimen.

90. Un papel especifico están llamadas a desempeñar las perso­nas comprometidas en el voluntartado: ofrecen una aportación pre­ciosa al servicio de la vida, cuando saben conjugar la capacidad profesional con el amor generoso y gratuito. El EvangeUo de la vida las mueve a elevar los sentimientos de simple filantropía a la altura de la caridad de Cristo: a reconquistar cada día, entre fatigas y can­sancios, la conciencia de la dignidad de cada hombre: a salir al en­cuentro de las necesidades de las personas iniciando -si es preciso-

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nuevos caminos allí donde más urgentes son las necesidades y más escasas las atenciones y el apoyo.

El realismo tenaz de la caridad exige que al Evangelio de la vida se le sirva también mediante fonnas de anúnación social y de com­promiso político, defendiendo y proponiendo el valor de la vida en nuestras sociedades cada vez más complejas y pluralistas. Los indi­viduos, las familias, los grupos y las asociaciones tienen una res­ponsabilidad, aunque a titulo y en modos diversos, en la animación social y en la elaboración de proyectos culturales, económicos, polí­ticos y legislativos que, respetando a todos y según la lógica de la convivencia democrática, contribuyan a edificar una sociedad en la que se reconozca y tutele la dignidad de cada persona, y se defienda y promueva la vida de todos.

Esta tarea corresponde en particular a los responsables de la vi­da pública. Llamados a servir al hombre y al bien común, tienen el deber de tomar decisiones valientes en favor de la vida, especial­mente en el campo de las disposiciones legislativas. En un régimen democrático, donde las leyes y decisiones se adoptan sobre la base del consenso de muchos, puede atenuarse el sentido de la respon­sabilidad personal en la conciencia de los individuos investidos de autoridad. Pero nadie puede abdicar jamás de esta responsabilidad, sobre todo cuando se tiene un mandato legislativo o ejecutivo, que llama a responder ante Dios, ante la propia conciencia y ante la so­ciedad entera de decisiones eventualmente contrarias al verdadero bien común. Si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo desempeñan un papel muy importan­te y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres. Repito una vez más que una norma que viola el derecho natural a la vida de un inocente es injusta y, como tal, no puede tener valor de ley. Por eso renuevo con fuerza mi llamada a todos los políticos para que no promulguen leyes que, ignorando la dignidad de la persona, minen las raíces de la misma convivencia ciudadana.

La Iglesia sabe que, en el contexto de las democracias pluralis­tas, es dificil realizar una eficaz defensa legal de la vida por la pre­sencia de fuertes corrientes culturales de diversa orientación. Sin embargo, movida por la certeza de que la verdad moral encuentra un eco en la intimidad de cada conciencia, anima a los políticos, comen­zando por los cristianos, a no resignarse y a adoptar aquellas deci­siones que, teniendo en cuenta las posibilidades concretas, lleven a restablecer un orden justo en la afirmación y promoción del valor de la vida. En esta perspectiva, es necesario poner de relieve que no basta con eliminar las leyes inicuas. Hay que eliminar las causas que favorecen los atentados contra la vida, asegurando sobre todo el apoyo debido a la familia y a la maternidad: la política familiar debe

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ser fde y motor de todas las políticas sodales. Por tanto, es necesario promover iniciativas sociales y legislativas capaces de garantizar condiciones de auténtica libertad en la decisión sobre la paternidad y la maternidad; además, es necesario replantear las políticas labora­les, urbanísticas, de vivienda y de serviCios para que se puedan con­ciliar entre sí los horarios de trabajo y los de la famtlia, y sea efecti­vamente posible la atención a los niños y a los ancianos.

91. La problemática demográ.fica constituye hoy un capítulo im­portante de la política sobre la vida. Las autoridades públicas tienen ciertamente la responsabilidad de •intervenir para orientar la demo­grafia de la población•; 114 pero estas iniciativas deben siempre pre­suponer y respetar la responsabllidad primaria e inalienable de los esposos y de las familias, y no pueden recurrir a métodos no respe­tuosos de la persona y de sus derechos fundamentales, comenzando por el derecho a la vida de todo ser humano inocente. Por tanto, es moralmente inaceptable que, para regular la natalidad, se favorezca o se imponga el uso de medios como la anticoncepción, la esteriliza­ción y el aborto.

Los caminos para resolver el problema demográfico son otros: los gobiernos y las distintas instituciones internacionales deben mi­rar ante todo a la creación de las condiciones económicas, sociales, médico-sanitarias y culturales que permitan a los esposos tomar sus opciones procreativas con plena libertad y con verdadera res­ponsabllidad; deben además esforzarse en •aumentar los medios y distribuir con mayor justicia la riqueza para que todos puedan par­ticipar equitativamente de los bienes de la creación. Hay que buscar soluciones a nivel mundial, instaurando una verdadera economía de comunión y de~ de bienes, tanto en el orden internacio­nal como nacional•. 1 5 Este es el único camino que respeta la digni­dad de las personas y de las familias, además de ser el auténtico patrimonio cultural de los pueblos.

El servicio al Evangelio de la vida es, pues, vasto y complejo. Se nos presenta cada vez más como un ámbito privilegiado y favorable para urui colaboración activa con los hermanos de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, en la línea de aquel ecwnentsmo de las obras que el Concilio Vaticano 11 autodzadamente impulsó. 116 Además, se presenta como espacio providencial para el diálogo y la colaboración con los fieles de otras religiones y con todos los hombres de buena vo-

114 catecf.smo de la lglesfa Cafólm. 2372.

115 Dl8cur8o a la IV CoDferenda General del EpJacopado Lat1noamerfcaDo en Santo DomJDgo (12 octubre 1992), 15: MS 85 (1993), 819.

116 Cf. Decr. Unltatis ~ aobre el eumrn!IIIIIO, 12; Const. paat. Gaudlum et spes, eobre la Iglesia en el mundo actual, 90.

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luntad: la defensa y la promoción de la vida no son monopolio de na­die, sino deber y responsabilidad de todos. El desafio que tenemos an­te nosotros, a las puertas del tercer milenio, es arduo. Sólo la coope­ración concorde de cuantos creen en el valor de la vida podrá evitar una derrota de la civilización de consecuencias imprevisibles.

•La herencia del Señor son los hyos, recompensa el fruto de las entrañas• (Sall27 1126, 3): la familia •santuario de la vida•

92. Dentro del •pueblo de la vida y para la vida•, es decisiva la responsabUidad de la familia: es una responsabilidad que brota de su propia naturaleza -la de ser comunidad de vida y de amor, fun­dada sobre el matrimonio- y de su misión de •custodiar, revelar y comunicar el amor-. m Se trata del amor mismo de Dios, cuyos co­laboradores y como intérpretes en la transmisión de la vida y en su educación según el designio del Padre son los padres. 118 Es, pues, el amor que se hace gratuidad, acogida, entrega: en la familia cada uno es reconocido, respetado y honrado por ser persona y, si hay al­guno más necesitado, la atención hacia él es más Intensa y viva.

La familia está llamada a esto a lo largo de la vida de sus miem­bros, desde el nacimiento hasta la muerte. La familia es verdadera­mente •el santuario de la vida. ... el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano•. 119 Por esto, el papel de la familia en la edificación de la cultura de la vida es deter­minante e insustituible.

Como iglesia doméstica, la familia está llamada a anunciar, ce­lebrar y servir el Evangelio de la vida. Es una tarea que corresponde principalmente a los esposos, llamados a transmitir la vida, siendo cada vez más conscientes del signi.ftcad.o de la procreación, como acontecimiento privilegiado en el cual se manifiesta que la vida tw.­mana es un don recibido para ser a su vez dado. En la procreación de una nueva vida los padres descubren que el hijo, •es a su vez un don para ambos: un don que brota del don•. 120

117 Exhort. ap. Famlllaris ronsoruo (22 noviembre 1981), 17: MS 74 (1982). 100.

118 Cf. Conc. Ecum. Vat. D. Const. past. Gaudfum et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. 50.

119 Carta ene. Cent.estmus annus (1 mayo 1991). 39: MS 83 (1991). 842. 120 DiacunJo a loa parttctpantes en el VIl Simpoeio de Obispos europeos sobre el tema

•Las actitudes contemporáneas ante el naclmJento y la muerte: un desafio para la evangelización• (17 octubre 1989), 5: lnsegnamenttXII, 2 (1989). 945. La tradidón bibllca presenta a los hQos precisamente como un don de Dios (cf. Sa112'7/126. 3): y como un signo de su bendición al hombre que camina por loa caminos del Se· dor (cf. Sall28/127. 3·4).

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Es principalmente mediante la ed.ucactón de los hyos como la fa­mUta cumple su misión de anunciar el Eoongelio de la vida. Con la palabra y el ejemplo, en las relaciones y decisiones cotidianas, y mediante gestos y expresiones concretas, los padres inician a sus hijos en la auténtica libertad, que se realiza en la entrega sincera de si, y cultivan en ellos el respeto del otro, el sentido de la justicia, la acogida cordial, el diálogo, el servicio generoso, la solidaridad y los demás valores que ayudan a vivir la vida como un don. La tarea educadora de los padres cristianos debe ser un servicio a la fe de los hijos y una ayuda para que ellos cumplan la vocación recibida de Dios. Pertenece a la misión educativa de los padres enseñar y testi­moniar a los hijos el sentido verdadero del sufrimiento y de la muer­te. Lo podrán hacer si saben estar atentos a cada sufrimiento que encuentren a su alrededor y. principalmente, si saben desarrollar actitudes de cercanía, asistencia y participación hacia los enfermos y ancianos dentro del ámbito famtliar.

93. Además, la familia celebra el Evangelio de la vida con la ora­ción cotidiana, individual y familiar: con ella alaba y da gracias al Señor por el don de la vida e implora luz y fuerza para afrontar los momentos de dificultad y de sufrtmiento, stn perder nunca la espe­ranza. Pero la celebración que da significado a cualquier otra forma de oración y de culto es la que se expresa en la vida cotidiana de la familia, si es una vida hecha de amor y entrega.

De este modo la celebración se transforma en un servicio al Eoongelio de la vida, que se expresa por medio de la solidaridad, ex­perimentada dentro y alrededor de la familia como atención solícita, vigilante y cordial en las pequeñas y humildes cosas de cada día. Una expresión particularmente significativa de solidaridad entre las familias es la disponibilidad a la adopción o a la acogida temporal de niños abandonados por sus padres o en situaciones de grave difi­cultad. El verdadero amor paterno y materno va más allá de los vín­culos de carne y sangre acogiendo incluso a niños de otras familias, ofreciéndoles todo lo necesario para su vida y pleno desarrollo. En­tre las formas de adopción, merece ser considerada también la adopción a dtstancta, preferible en los casos en los que el abandono tiene como único motivo las condiciones de grave pobreza de una familia. En efecto; con esta forma de adopción se ofrecen a los pa­dres las ayudas necesarias para mantener y educar a los propios hi­jos, sin tener que desarratgarlos de su ambiente natural.

La solidaridad, entendida como •det«iW"nación firme y perseve­rante de empeñarse por el bien común•, 1 requiere también ser lle­vada a cabo mediante formas de particfpación social y poUttca. En

121 Carta ene. SoUfcttudo ref socfalis (30 diciembre 1987). 38: AAS 80 (1988). 565-566.

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consecuencia, servir el Evangelio de la vida supone que las familias, participando especialmente en asociaciones familiares, trabajen pa­ra que las leyes e instituciones del Estado no violen de ningún modo el derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, sino que la defiendan y promuevan.

94. Una atención particular debe prestarse a las ancianos. Mientras en algunas culturas las personas de edad más avanzada permanecen dentro de la familia con un papel activo importante,

· por el contrario, en otras culturas el viejo es considerado como un peso inútil y es abandonado a su propia suerte. En semejante situa­ción puede surgir con mayor facilidad la tentación de recurrir a la eutanasia.

La marginación o incluso .... el rechazo de los ancianos son intole­rables. Su presencia en la familia o al menos la cercanía de la mis­ma a ellos, cuando no sea posible por la estrechez de la vivienda u otros motivos, son de importancia fundamental para crear un cli­ma de intercambio recíproco y de comunicación enriquecedora en­tre las distintas generaciones. Por ello, es importante que se con­serve, o se restablezca donde se ha perdido, una especie de •pacto• entre las generaciones, de modo que los padres ancianos, llegados al término de su camino, puedan encontrar en sus hijos la acogida y la solidaridad que ellos les dieron cuando nacieron: lo exige la obediencia al mandamiento divino de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20, 12; Lv 19, 3). Pero hay algo más. El anciano no se debe considerar sólo como objeto de atención, cercanía y servicio. Tam-. bién él tiene que ofrecer una valiosa aportación al Evangelio de la vida. Gracias al rico patrimonio de experiencias adquirido a lo lar­go de los años, puede y debe ser trC?JLSmisor de sabidwía, testigo de esperanza y de caridad.

Si es cierto que •el futuro de la humanidad se fragua en la fami­lia•, 122 se debe reconocer que las actuales condiciones sociales, eco­nómicas y culturales hacen con frecuencia más ardua y dificil la mi­sión de la familia al servicio de la vida. Para que pueda realizar su vocación de •santuario de la vida•, como célula de una sociedad que ama y acoge la vida, es necesario y urgente que la familia misma sea ayudada y apoyada. Las sociedades y los Estados deben, ase­gurarle todo el apoyo, incluso económico, que es necesario para que las familias puedan responder de un modo más humano a sus pro­pios problemas. Por su parte, la Iglesia debe promover incansable­mente una pastoral familiar que ayude a cada familia a redescubrir y vivir con alegria y valor su misión en relación con el Evangelio de la vida.

122 Exhort. ap. Familiarts consortto (22110Y1embre 1981). 86: AAS 74 (1982). 188.

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•Vwtd como hgos de la lu%o (Ef5, 8): para realizor wt cambio cultural 95. •VIvid como hijos de la luz ... E:xamtnad qué es lo que agrada

al Señor, y no participéis en las obras Infructuosas de las tlnteblas• (Ef5, 8, 10-11). En el contexto soctal actual, marcado por una lu­cha dramática entre la •cultura de la vida• y la •cultura de la muer­te•, debe madurar wt .fuerte sentido crftfro, capaz de discernir los verdaderos valores y las auténticas extgenctas.

Es urgente una movUización general de las conciencias y un co­mún esfuerzo étiro, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la l1fda. Thdos jwttos debemos constndr wta nueva cultura de la vfda: nueva, para que sea capaz de afrontar y resolver los pro­blemas propios de hoy sobre la vida del hombre: nueva, para que sea asumida con una convicción más firme y activa por. todos los cristianos: nueva, para que pueda suscitar un encuentro cultural serlo y valtente con todos. La urgencia de este cambio cultural está relacionada con la situación histórica que estamos atravesando, pe­ro tiene su raíz en la misma misión evangelizadora, propia de la Iglesia. En efecto, el Evangelio q{itende •transformar desde dentro, renovar la misma humanidad•, es como la levadura que fermen-

!:.:0:!: ::S:u~~ :~ ~c:=~~e~~~~~ :~r~= presen la verdad plena sobre el hombre y sobre su vida.

Se debe comenzar por la renovacfón de la cultura de la vida den­tro de las mtsmas comunidades crlstfanas. Muy a menudo los cre­yentes, incluso quienes participan activamente en la vida eclesial, caen en una especie de separación entre la fe cristiana y sus exigen­cias éticas con respecto a la vida, llegando así al subjetivismo moral y a ciertos comportamientos Inaceptables. Ante esto debemos pre­guntarnos, con gran lucidez y valentía, qué cultura de la vida se di­funde hoy entre los cristianos, las famtlias, los grupos y las comuni­dades de nuestras Diócesis. Con la misma claridad y decisión, debe­mos determinar qué pasos hemos de dar para servir a la vida según la plenitud de su verdad. Al mismo tiempo, debemos promover un diálogo serlo y profundo con todos, incluidos los no creyentes, ~bre los problemas fundamentales de la vida humana, tanto en los luga­res de elaboración del pensamiento, como en los diversos ámbitos profesionales y allí donde se desenvuelve cotidianamente la existen­cia de cada uno.

96. El primer paso fundamental para realizar este cambio cultu­ral consiste en la formación de la conctencia moral sobre el valor in-

123 Pablo VI. Exhort. ap. Eoongelit nunt1tuldi (8 diciembre 1975). 18: AAS 68 (1976). 17.

124 Cf. lbid.. 20. Le. 18.

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conmensurable e inviolable de toda vida humana. Es de suma im­portancia redescubrir el nexo inseparable entre vida y libertad. Son bienes inseparables: donde se viola uno, el otro acaba también por ser violado. No hay libertad verdadera donde no se acoge y ama la vida; y no hay vida plena sino en la libertad. Ambas realidades guardan además una relación innata y peculiar, que las vincula in­disolublemente: la vocación al amor. Este amor, como don sincero de sí, 125 es el sentido más verdadero de la vida y de la libertad de la persona.

No menos decisivo en la formación de la conciencia es el descu­brimiento del vinculo constitutivo entre la libertad y la verdad. Como he repetido otras veces. separar la libertad de la verdad objetiva ha­ce imposible fundamentar los derechos de la persona sobre una só­lida base racional y pone las premisas para que se afirme en la so­ciedad el arbitrio ingobernable de los individuos y el totalitarismo del poder público causante de la muerte. 126

Es esencial pues que el hombre reconozca la evidencia original de su condición de criatura. que recibe de Dios el ser y la vida como don y tarea. Sólo admitiendo esta dependencia innata en su ser, el hombre puede desarrollar plenamente su libertad y su vida y, al mismo tiempo, respetar en profundidad la vida y libertad de las de­más personas. Aquí se manifiesta ante todo que •el punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que ~~hombre asume ante el miste­rio más grande: el misterio de Dios•. 7 Cuando se niega a Dios y se vive como si no existiera, o no se toman en cuenta sus mandamien­tos, se acaba fácilmente por negar o comprometer también la digni­dad de la persona humana y el carácter inviolable de su vida.

97. A la formación de la conciencia está vinculada estrechamen­te la labor educativa, que ayuda al hombre a ser cada vez más hom­bre, lo introduce siempre más profundamente en la verdad, lo orien­ta hacia un respeto creciente por la vida, lo forma en las justas rela­ciones entre las personas.

En particular, es necesario educar en el valor de la vida comen­zando por sus mismas raíces. Es una ilusión pensar que se puede construir una verdadera cultura de la vida humana, si no se ayuda a los jóvenes a comprender y vivir la sexualidad, el amor y toda la existencia según su verdadero significado y en su intima correla­ción. La sexualidad, riqueza de toda la persona, •manifiesta su sig-

125 Cf. Conc. Ecum. Vat. JI, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 24.

126 Cf. Carta ene. Centesimus annus (1 mayo 1991), 17: AAS 83 (lQQl). 814: Carta ene. Veritatis splendDr(6 agosto 1993). 95-101: AAS 85 (1993), 1208-1213.

127 Carta ene. Centesfmus aruuiS (l mayo 1991). 24: AAS 83 (1991). 822.

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nificado Jrtlmo al llevar a la persona hacia el don de sí misma en el amor•. 1 La banalización de la sexualidad es uno de los factores principales que están en la raíz del desprecio por la vida naciente: sólo un amor verdadero sabe custodiar la vida. Por tanto, no se nos puede eximir de ofrecer sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes la auténtica educación de la sexualidad y del amor, una educación que implica la formación de la castidad, como virtud que favorece la madurez de la persona y la capacita para respetar el significado •es­ponsal• del cuerpo.

La labor de educación para la vida requiere la forTri/JCión de los esposos para la procreación responsable. Esta exige. en su verdadero significado, que los esposos sean dóciles a la llamada del Señor y ac­túen como fieles intérpretes de su designio: esto se realiza abriendo generosamente la familia a nuevas vidas y, en todo caso, permane­ciendo en actitud de apertura y servicio a la vida incluso cuando, por motivos serios y respetando la ley moral, los esposos optan por evitar temporalmente o a tiempo indeterminado un nuevo nacimiento. La ley moral les obliga de todos modos a encauzar las tendencias del instinto y de las pasiones y a respetar las leyes biológicas inscritas en sus personas. Precisamente este respeto legitima, al servicio de la responsabilidad en la procreación, el recurso a los rrtMoc:los naturales de regulación de laferttlidad: éstos han sido precisados cada vez me­jor desde el punto de vista cientifico y ofrecen posibilidades concre­tas para adoptar decisiones en annonía con los valores morales. Una consideración honesta de los resultados alcanzados debería eliminar prejuicios todavía muy difundidos y convencer a los esposos, y tam­bién a los agentes sanitarios y sociales, de la importancia de una adecuada formación al respecto. La Iglesia está agradecida a quienes con sacrificio personal y dedicación con frecuencia ignorada trabajan en la investigación y difusión de estos métodos, promoviendo al mis­mo tiempo una educación en los valores morales que su uso supone.

La labor educativa debe tener en cuenta también el sqfrimiento y la muerte. En realidad forman parte de la experiencia humana, y es vano, además de equivocado, tratar de ocultarlos o descartarlos. Al contrario, se debe ayudar a cada uno a comprender, en la realidad concreta y dificil. su misterio profundo. El dolor y el sufrimiento tie­nen también un sentido y un valor, cuando se viven en estrecha re­lación con el amor recibido y entregado. En este sentido he querido que se celebre cada año la Jornada Mundial del Enfermo, destacan­do •el carácter salvíftco del ofrecimiento del sacrificio que, vivido en comunión con Cristo. pertenece a la esencia misma de la reden­ción•. 129 Por otra parte, incluso la muerte es algo más que una

128 Exhort. ap. Ftunillarls constlttio (22 noviembre 1981). 37: MS 74 (1982). 128. 129 Carta con que se Instituye la Jornada Mundial del Enfermo (1 mayo 1992). 2: ln­

segnamentiXV, 1 (1992). 1440.

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aventura sin esperanza: es la puerta de la existencia que se proyec­ta hacia la eternidad y, para quienes la viven en Cristo, es experien­cia de participación en su misterio de muerte y resurrección.

98. En síntesis, podemos decir que el cambio cultural deseado aquí exige a todos el valor de asumir un nuevo estüo de vida que se manifieste en poner como fundamento de las decisiones concretas -a nivel personal, familiar, social e internacional- la justa escala de valores: la primacía del ser sobre el tener, 130 de la persona sobre las cosas. 131 Este nuevo estilo de vida implica también pasar de la indi­ferencia al interés por el otro y del rechazo a su acogida: los demás no son contrincantes de quienes hay que defenderse, sino herma­nos y hermanas con quienes se ha de ser solidarios; hay que amar­los por sí mismos; nos enriquecen con su misma presencia.

En la movilización por una nueva cultura de la vida nadie se de­be sentir excluido: todos tienen un papel importante que desempe­ñar. La misión de los profesores y de los educadores es, junto con la de las familias, particularmente importante. De ellos dependerá mu­cho que los jóvenes, formados en una auténtica libertad, sepan cus­todiar interiormente y difundir a su alrededor ideales verdaderos de vida, y que sepan crecer en el respeto y servicio a cada persona, en la famllia y en la sociedad.

También los intelectuales pueden hacer mucho en la construcción de una nueva cultura de la vida humana. Una tarea particular co­rresponde a los intelectuales católicos, llamados a estar presentes ac­tivamente en los círculos privilegiados de elaboración cultural, en el mundo de la escuela y de la universidad, en los ambientes de investi­gación científica y técnica, en los puntos de creación artística y de la reflexión humanística. Alimentando su ingenio y su acción en las cla­ras fuentes del Evangelio, deben entregarse al servicio de una nueva cultura de la vida con aportaciones sertas, documentadas, capaces de ganarse por su valor el respeto e interés de todos. Precisamente en esta perspectiva he instituido la Pontiflcia Academia para la Vida con el fin de •estudiar, informar y formar en lo que atañe a las principales cuestiones de biomedicina y derecho, relativas a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en las que guardan mayor relación con la moral cristiana y las directrices del Magisterio de la Iglesia•. 132 Una aportación específica deben dar también las Universidades, particu­larmente las catóUcas, y los Centros, Institutos y Comités de bioética.

130 Cf. Conc. Ecum. Vat. 11. Const. past. Gaudlum et spes. sobre la Iglesia en el mundo actual. 35; Pablo VI. Carta ene. Populorum progressio (26 marzo 1967). 15: AAS 59 (1967), 265.

131 Cf. Carta a las Familias Gratisslmam sane (2 febrero 1994). 13: AAS 86 (1994), 892. 132 Motu proprto Vitae mysterlum (11 febrero 1994), 4: AAS 86 (1994), 386-387.

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Grande y grave es la responsabtUdad de los responsables de los medios de comunicación social, llamados a trabajar para que la transmisión eficaz de los mensajes contribuya a la cultura de la vi­da. Deben, por tanto, presentar ejemplos de vida elevados y nobles, dando espacio a testimonios positivos y a veces heroicos de amor al hombre; proponiendo con gran respeto los valores de la sexualidad y del amor, sin enmascarar lo que deshonra y envilece la dignidad del hombre. En la lectura de la reaUdad, deben negarse a poner de relieve lo que pueda insinuar o acrecentar senttmtentos o actitudes de indiferencia, desprecio o rechazo ante la vida. En la escrupulosa fidelidad a la verdad de los hechos, están llamados a conjugar al mismo tiempo la libertad de información, el respeto a cada persona y un sentido profundo de humanidad.

99. En el cambio cultural en favor de la vida las rrugeres tienen un campo de pensamiento y de acción singular y sin duda determi­nante: les corresponde ser promotoras de un «nuevo femtntsmo• que, sin caer en la tentación de seguir modelos •machistas•. sepa recono­cer y expresar el verdadero espíritu femenino en todas las manifesta­ciones de la convivencia ciudadana, trabajando por la superación de toda forma de discrtmtnación, de violencia y de explotación.

Recordando las palabras del mensaje conclusivo del Conctlto Vaticano 11, dtrtjo también yo a las mujeret¡3fna llamada apremian­te: •Reconcfll.ad. a los lwmbres con la vida•. Vosotras estáis llama­das a testimoniar el sfgntftcado del amor auténtico, de aquel don de uno mismo y de la acogida del otro que se realizan de modo especifi­co en la relación conyugal. pero que deben ser el alma de cualquier relación interpersonal. La experiencia de la maternidad favorece en vosotras una aguda sensibtltdad hacia las demás personas y. al mismo tiempo, os confiere una misión particular: •La maternidad conlleva una comunión espectal con el misterio de la vida que ma­dura en el seno de la mujer ... Este modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando crea a su vez una actitud hacia el hombre -no sólo hacia el propio hijo, sino hacia el hombre en ge­neral-, ~Y.e caracteriza profundamente toda la personalidad de la mujer». En efecto, la madre acoge y lleva consigo a otro ser, le permite crecer en su seno, le ofrece el espacio necesario, respetán­dolo en su alteridad. Así, la mujer percibe y enseña que las relacio­nes humanas son auténticas si se abren a la acogida de la otra per­sona, reconocida y amada por la dtgntdad que tiene por el hecho de ser persona y no de otros factores, como la uttltdad, la fuerza, la in­teligencia, la belleza o la salud. Esta es la aportación fundamental

133 Mensqjes del Concilio a la hwnanldad (8 dtciembre 1965): A las rrugeres. 134 Carta ap. Mullerls dignitatem (15 agosto 1988). 18: AAS 80 (1988). 1696.

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que la Iglesia y la humanidad esperan de las mujeres. Y es la premi­sa insustituible para un auténtico cambio cultural.

Una reflexión especial quisiera tener para vosotras, nugeres que habéis recurrido al aborto. La Iglesia sabe cuántos condicionamien­tos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dra­mática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamen­te injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e in­terpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con hu­mildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor. Ayudadas por el consejo y la cercanía de personas amigas y compe­tentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio entre los de­fensores más elocuentes del derecho de todos a la vida. Por medio de vuestro compromiso por la vida, coronado eventualmente con el nacimiento de nuevas criaturas y expresado con la acogida y la atención hacia quien está más necesitado de cercanía, seréis artífi­ces de un nuevo modo de mirar la vida del hombre.

100. En este gran esfuerzo por una nueva cultura de la vida es­tamos sostenidos y animados por la confianza de quien sabe que el EvangeUo de la l1ida, como el Reino de Dios, crece y produce frutos abundantes (cf. Me 4, 26-29). Es ciertamente enorme la despropor­ción que existe entre los medios, numerosos y potentes, con que cuentan quienes trabajan al servicio de la •cultura de la muerte• y los de que disponen los promotores de una •cultura de la vida y del amor-. Pero nosotros sabemos que podemos confiar en la ayuda de Dios, para quien nada es imposible (cf. Mt 19, 26).

Con esta profunda certeza. y movido por la firme solicitud por cada hombre y mujer, repito hoy a todos cuanto he dicho a las fami­lias comprometidas c¡t sus dlficiles tareas en medio de las Insidias que las amenazan: 1 5 es urgente una gran oración por la vida, que abarque al mundo entero. Que desde cada comunidad cristiana, desde cada grupo o asociación, desde cada familia y desde el cora­zón de cada creyente, con iniciativas extraordinarias y con la ora­ción habitual, se eleve una súplica apasionada a Dios, Creador y amante de la vida. Jesús mismo nos ha mostrado con su ejemplo que la oración y el ayuno son las armas principales y más eficaces contra las fuerzas del mal (cf. Mt 4, 1-11) y ha enseñado a sus discí-

135 Cf. Carta a las Famlllas Gratlssimam sane (2 febrero 1994), 5: AAS 86 11994). 872.

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pulos que algunos demonios sólo se expulsan de este modo (cf. Me 9, 29). Por tanto. tengamos la humildad y la valentía de orar y ayu­nar para conseguir que la fuerza que viene de lo alto haga caer los muros del engaño y de la mentira, que esconden a los ojos de tantos hermanos y hermanas nuestros la naturaleza perversa de compor­tamientos y de leyes hostiles a la vida, y abra sus corazones a pro­pósitos e intenciones inspirados en la civilización de la vida y del amor.

•Os escribtnws esto para que nuestro gozo sea completO» ( 1 Jn 1, 4): el Evangelio de la vida es para la ciudad de los lwmbres

1 O l. •Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo• ( 1 Jn l, 4). La revelación del Evangelio de la vtda se nos da como un bien que hay que comunicar a todos: para que todos los hombres estén en comunión con nosotros y con la Trinidad (cf. 1 Jn l, 3). No podremos tener alegría plena si no comunicamos este Evangelio a los demás, si sólo lo guardamos para nosotros mismos.

El Evangelio de la vida no es exclusivamente para los creyentes: es para todos. El tema de la vida y de su defensa y promoción no es prerrogativa única de los cristianos. Aunque de la fe recibe luz y fuerza extraordinarias, pertenece a toda conciencia humana que as­pira a la verdad y está atenta y preocupada por la suerte de la hu­manidad. En la vida hay seguramente un valor sagrado y religioso, pero de ningún modo interpela sólo a los creyentes: en efecto, se trata de un valor que cada ser humano puede comprender también a la luz de la razón y que por tanto, afecta necesariamente a todos.

Por esto, nuestra acción de •pueblo de la vida y para la vida• de­be ser interpretada de modo justo y acogida con simpatía. Cuando la Iglesia declara que el respeto incondicional del derecho a la vida de toda persona inocente -desde la concepción a su muerte natural- es uno de los pilares sobre los que se basa toda sociedad civil, •quiere simplemente promover un Estado hwnano. Un Estado que reconozca, como su deber primario, la defensa de los derechos fu~damentales de la persona humana, especialmente de la más débil•. 1

El Evangelio de la vida es para la ciudad de los lwmbres. Traba­jar en favor de la vida es contribuir a la renovacfón de la sociedad mediante la edificación del bien común. En efecto, no es posible construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida. sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los demás dere­chos inalienables del ser humano. Ni puede tener bases solidas una sociedad que -mientras afirma valores como la dignidad de la perso­na, la justicia y la paz-se contradice radicalmente aceptando o tole-

136 Discurso a los participantes en la reunión de estudio sobre el tema •El derecho a la vida y Europa• (18 diciembre 1987): lnsegnamenti X. 3 (1987). 1446.

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rando las formas mas diversas de desprecio y violación de la vida humana sobre todo si es débil y marginada. Solo el respeto de la vi­da puede fundamentar y garantizar los bienes más preciosos y ne­cesarios de la sociedad, como la democracia y la paz.

En efecto, no puede haber verdadera democracia, si no se reco­noce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos.

No puede haber siquiera verdadera paz, si no se deflende y pro­nweve la vida. como recordaba Pablo VI: •Todo delito contra la vida es un atentado contra la paz. especialmente si hace mella en la con­ducta del pueblo ... , por el contrario, donde los derechos del hombre son profesados realmente y reconocidos y defendidos públicamente, la paz se cyf¡vierte en la atmósfera alegre y operante de la conviven­cia social•.

El •pueblo de la vida• se alegra de poder compartir con otros muchos su tarea, de modo que sea cada vez más numeroso el •pue­blo para la vida• y la nueva cultura del amor y de la solidaridad pueda crecer para el verdadero bien de la ciudad de los hombres.

137 M~e para la Jornada Mundial de la Paz 1977: MS 68 (1976), 711-712.

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Conclusión

102. Al ftnal de esta Encíclica, la mirada vuelve espontáneamente al Señor Jesús, •el Niño nacido para nosotros• (cf. Is 9, 5), para con­templar en El•la Vida• que •se manifestó• (1 Jn 1, 2). En el misterio de este nacimiento se realiza el encuentro de Dios con el hombre y co­mienza el camino del Hijo de Dios sobre la tierra, camino que culmina­rá con la entrega de su vida en la Cruz: con su muerte vencerá la muerte y será para la humanidad entera principio de vida nueva.

Quien acogió ola Vida• en nombre de todos y para bien de todos fue Maria, la Virgen Madre, la cual tiene por tanto una relación per­sonal estrechísima con el EvangeUo de la vida. El consentimiento de María en la Anunciación y su maternidad son el origen mismo del misterio de la vida que Cristo vino a dar a los hombres (cf. Jn 10, 10). A través de su acogida y cuidado solícito de la vida del Verbo hecho carne, la vida del hombre ha sido liberada de la condena de la muerte definitiva y eterna.

Por esto Maria, •como la Iglesia de la que es figura, es madre de todos los que renacen a la vida. Es, en efecto, madre de aquella Vi­da por la que todos viven, pues, al dar a luz esta ;'í¡da, regeneró, en cierto modo, a todos los que debían vivir por ella•. 1

Al contemplar la maternidad de Maria, la Iglesia descubre el sen­tido de su propia maternidad y el modo con que está llamada a mani­festarla. Al mismo tiempo, la experiencia maternal de la Iglesia mues­tra la perspectiva más profunda para comprender la experiencia de Maria como modelo incomparable de acogida y cuidado de la vida.

•Una gran señal apareció en el cielo: una Mr.yer vestida del sol• (Ap 12, 1): la maternidad de María y de la Iglesia.

103. La relación recíproca entre el misterio de la Iglesia y Maria se manifiesta con claridad en la •gran señal• descrita en el Apocalip­sis: •Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza• (12, 1). En esta señal la Iglesia ve una imagen de su propio

138 Bto. Guen1oo D'Igny. In Assurnptione B. Jfarlae, eermo 1, 2: PL 185, 188.

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misterio: inmersa en la historia, es consciente de que la trasciende9 ya que es en la tierra el •germen y el comienzo• del Reino de Dios. 13

La Iglesia ve este misterio realizado de modo pleno y ejemplar en Maria. Ella es la mujer gloriosa, en la que el designio de Dios se pu­do llevar a cabo con total perfección.

La •Mujer vestida del sol• -pone de relieve el Libro del Apocalipsis­•está encinta• (12, 1). La Iglesia es plenamente consciente de llevar consigo al Salvador del mundo, Cristo el Señor, y de estar llamada a darlo al mundo, regenerando a los hombres a la vida misma de Dios. Pero no puede oMdar que esta misión ha sido posible gracias a la ma­ternidad de Maria, que concibió y dio a luz al que es •Dios de Dios•, •Dios verdadero de Dios verdadero•. Maria es verdaderamente Madre de Dios, la 'Iheotokos, en cuya maternidad viene exaltada al máximo la vocación a la maternidad inscrita por Dios en cada mujer. Así Maria se pone como modelo para la Iglesia, llamada a ser la mueva Eva•, madre de los creyentes, madre de los «Vivientes• (cf. Gn 3, 20).

La maternidad espiritual de la Iglesia sólo se realiza -también de esto la Iglesia es consciente- en medio de «los dolores y del tormento de dar a luz- (Ap 12, 2), es decir, en la perenne tensión con las fuer­zas del mal, que continúan atravesando el mundo y marcando el co­razón de los hombres, haciendo resistencia a Cristo: •En El estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinie­blas, y las tinieblas no la vencieron• (Jn 1, 4-5).

Como la Iglesia, también Maria tuvo que vivir su maternidad ba­jo el signo del sufrimiento: •Este está puesto... para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones• (Le 2, 34-35). En las palabras que, al inicio de la vida terrena del Salvador, Simeón dirige a Maria está sintéticamente representado el rechazo hacia Jesús, y con El hacia Maria, que alcanzará su culmen en el Calvario. «Junto a la cruz de Jesús• (Jn 19, 25), Maria partici­pa de la entrega que el Hijo hace de si mismo: ofrece a Jesús, lo da, lo engendra definitivamente para nosotros. El •sí• de la Anunciación madura plenamente en la Cruz, cuando llega para Maria el tiempo de acoger y engendrar como hijo a cada hombre que se hace discí­pulo, derramando sobre él el amor redentor del Hijo: «Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice asuma­dre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo"• (Jn 19, 26).

•El Dragón se detuvo delante de la Ml4Jer ... para devorar a su Hi­jo en cuanto lo diera a luz" (Ap 12, 4): la vida amenazada por las fuerzas del mal

104. En el Ubro del Apocalipsis la igran señal• de la •Mujer- (12, 1) es acompañada por •otra señal en el cielo•: se trata de •un gran

139 Conc. Ecum. Vat. 11 Const. dogm. Lumen gentfum. sobre la Iglesia, 5.

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Dragón rojo• (12, 3), que simboliza a Satanás, potencia personal maléfica, y al mismo tiempo a todas las fuerzas del mal que Intervie­nen en la historia y dificultan la misión de la Iglesia.

También en esto Maria ilumina a la Comunidad de los creyentes. En efecto, la hostilidad de las fuerzas del mal es una oposición encu­bierta que, antes de afectar a los discípulos de Jesús, va contra su Ma­dre. Para salvar la vida del Hijo de cuantos lo temen como una amenaza peligrosa, Maria debe huir con José y el Niño a Egipto (cf. Mt 2, 13-15).

Maria ayuda así a la Iglesia a tomar conciencia de que la vida es­tá siempre en el centro de una gran lucha entre el bien y el mal, en­tre la luz y las tinieblas. El Dragón quiere devorar al niño recién na­cido (cf. Ap 12, 4), figura de Cristo, al que Maria engendra en la •plenitud de los tiempos• (Gal4, 4) y que la Iglesia debe presentar continuamente a los hombres de las diversas épocas de la historia. Pero en cierto modo es también figura de cada hombre, de cada ni­ño, especialmente de cada criatura débil y amenazada, porque -co­mo recuerda el Concilio- •el Hijo de Dios, cop.~u encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre•. Precisamente en la •carne• de cada hombre, Cristo continua revelándose y entrando en comunión con nosotros, de modo que el rechazo de la vida del hom­bre, en sus diversas formas, es realmente rechazo de Cristo. Esta es la verdad fascinante, y al mismo tiempo exigente, que Cristo nos descubre y que su Iglesia continua presentando incansablemente: •El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mi me recibe• (Mt 18, 5); •En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos mios más pequeños, a mi me lo hicisteis• (Mt 25, 40).

•No habrá ya muerte• (Ap 21, 4): esplendor de la resurrección. 105. La anunciación del ángel a Maria se encuentra entre estas

confortadoras palabras: •No temas, Maria• y •Ninguna cosa es impo­sible para Dios• (Le 1, 30.37). En verdad, toda la existencia de la Virgen Madre esta marcada por la certeza de que Dios esta a su la­do y la acompaña con su providencia benévola. Esta es también la existencia de la Iglesia, que encuentra •un lugar» (Ap 12, 6) en el de­sierto, lugar de la prueba, pero también de la manifestación del amor de Dios hacia su pueblo (cf. Os 2, 16). Maria es la palabra viva de consuelo para la Iglesia en su lucha contra la muerte. Mostrán­donos a su Hijo, nos asegura que las fuerzas de la muerte han sido ya derrotadas en El: •Lucharon vida y muerte ev

4tJingular batalla, y,

muerto el que es la Vida, triunfante se levanta•. El Cordero tnmolado vive con las señales de la pastón en el es­

plendor de la resurrección. Sólo El domina todos los acontecimientos

140 Conc. Ecum. Vat. 11, Const. past. Gaudiwn et spes, aob.re la Iglesia en el mundo ac· tual. 22.

141 Misal romano. Sewencia del domJngo de Pascua de Reaurrecclón.

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de la historia: desata sus -sellos• (cf. Ap 5, 1-10) y aftnna, en el tiem­po y más allá del tiempo, el pOder de la vida sobre la muerte. En la •nueva Jerusalén•, es decir, en el mundo nuevo, hacia el que tiende la historta de los hombres, •no habrá ya muerte, ni habrá llanto. ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado• (Ap 21, 4).

Y mientras, como pueblo peregrino, pueblo de la vida y para la vida, caminamos confiados hacia •un cielo nuevo y una tierra nue­va• (Ap 21, 1), dirigimos la mirada a aquélla que es para nosotros •señal de esperanza cierta y de consuelo•. 142

Oh Maria, aurora del mundo nuevo, Madre de los vivientes, a TI confiamos la causa de la vida: mira, Madre, el número inmenso de niños a quienes se impide nacer, de pobres a quienes se hace dificil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad. Haz que quienes creen en tu Hyo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegria de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida.

Dado en Roma, junto a san Pedro, el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, del año 1995, decimoséptimo de mi Pontiftcádo.

142 Conc. Ecum. Vat. U, Const. dogm. Lumengentlum. sobre la lgleala. 68.

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