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1 DIMENSION PARTICULAR (DIOCESANA) Y UNIVERSAL (MISIONERA "AD GENTES") DEL SACERDOCIO MINISTERIAL J. Esquerda Bifet (Sumario) Presentación 1. A partir del discurso misionero de Jesús en la vida pública y en el envío final 2. De "Presbyterorum Ordinis", a "Pastores dabo vobis": Datos básicos de la misionariedad del sacerdocio ministerial A) El concilio Vaticano II B) "Evangelii nuntiandi", "Postquam Apostoli", "Redemptoris Missio" C) La nueva instancia misionera sacerdotal según "Pastores dabo vobis" D) Datos básicos de la misionariedad del ministerio sacerdotal 3. El seguimiento evangélico y la fraternidad sacerdotal del Presbiterio Líneas conclusivas: Hacia un proyecto de "Vida Apostólica" en el Presbiterio para una nueva apertura misionera de la Iglesia particular * * *

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DIMENSION PARTICULAR (DIOCESANA) Y UNIVERSAL (MISIONERA "AD GENTES") DEL SACERDOCIO MINISTERIAL

J. Esquerda Bifet(Sumario)

Presentación

1. A partir del discurso misionero de Jesús en la vida pública y en el envío final

2. De "Presbyterorum Ordinis", a "Pastores dabo vobis": Datos básicos de la misionariedad del sacerdocio ministerial

A) El concilio Vaticano II B) "Evangelii nuntiandi", "Postquam Apostoli", "Redemptoris Missio" C) La nueva instancia misionera sacerdotal según "Pastores dabo

vobis" D) Datos básicos de la misionariedad del ministerio sacerdotal

3. El seguimiento evangélico y la fraternidad sacerdotal del Presbiterio

Líneas conclusivas: Hacia un proyecto de "Vida Apostólica" en el Presbiterio para una nueva apertura misionera de la Iglesia particular

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Presentación Los estudios postconciliares sobre la naturaleza misionera del

sacerdocio ministerial, han profundizado cada vez más las exigencias concretas que de ella derivan. Gracias a estos estudios y a la doctrina magisterial, hoy se acepta sin discusión (en línea de principio) que "los sacerdotes deben tener un corazón y mentalidad misionera" (RMi 67), por el hecho de que "la vocación sacerdotal es también misionera".1

En esos estudios se han tenido en cuenta, conjugándolos armónicamente, unos elementos que son la base de la misionariedad del sacerdocio ministerial: la dimensión misionera de la Iglesia particular, del episcopado y de la Colegialidad Episcopal, del Presbiterio y del mismo sacerdocio ministerial en cuanto tal.2

1    ? Juan Pablo II, Carta del Jueves Santo de 1979, n.8. A. BANDERA, Presbiterado, colegialidad e Iglesia universal, "Ciencia tomista" 11 (1984) 463-486; G. CAPELLAN, Dimensión misionera, en: Espiritualidad sacerdotal, Congreso, Madrid, EDICE 1989, 419-428;J. DELICADO, Dimensión misionera del sacerdocio, Burgos 1976 (38 Semana Misional) 109-126; J. ESQUERDA BIFET, Sacerdotes al servicio de la Iglesia particular y universal, en: Signos del Buen Pastor, Espiritualidad y misión sacerdotal, Bogotá, CELAM 1991; R. MACIAS, Vocación sacerdotal, vocación misionera, "Ominis Terra 13 (1981) 471-478; J. SARAIVA, Il dovere missionario dei Pastori, in: Chiesa e Missione, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990, 141-157; A. SARMIENTO, El Corazón de Cristo y el carácter misionero del sacerdocio ministerial, "Teología del Sacerdocio" 18 (1984) 203-246; I. TRUJILLO, En torno a la identidad misionera del clero diocesano, "Misiones Extranjeras" 88-89 (1985) 311-322; R., ZECCHIN, I sacerdoti fidei donum, una maturazione storica ed ecclesiale della misionarietà della chiesa, Roma, Pont. Opere Missionarie 1990; T. UBEDA, Cómo ser sacerdote hoy? Dimensión misionera de la espiritualidad sacerdotal, "Misiones Extranjeras" 87 (1984) 359-363. Ver más bibliografía en: Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991, cap. VII (Ministros del Evangelio).

2    ? Además de la nota anterior, ver algunos estudios en colaboración: Chiesa locale e cooperazione tra le Chiese, Bologna, EMI 1973; Chiesa locale e inculturazione nella missione, Roma, Urbanian University Press 1987; Promición misionera de las Iglesias locales, Burgos 1976; L'Episcopat et l'Eglise universelle, Unam Sanctam 39 (1962). Otros estudios: A. ANTON, Iglesia universal, Iglesias particulares, "Estudios Eclesiásticos" 47 (1972) 409-435; W. BERTRAMS, De Episcopis quoad universam Ecclesiam, "Periodica" 55 (1966) 153-169; M. BONET, Solicitud

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Los estudios sobre la Iglesia particular arrancan, como es lógico, de la naturaleza misionera de la Iglesia universal (concretada en circunstancias de lugar y de tiempo). Los estudios sobre el episcopado ofrecen una base sobre la misionariedad del Presbiterio y de los presbíteros como "necesarios colaboradores y consejeros en el ministerio" (PO 7). La naturaleza del sacerdocio ministerial, en el orden de los presbíteros, tiene las características misioneras que derivan del hecho de participar en el mismo sacerdocio y misión de Cristo (PO 10).3

La afirmación conciliar de "Lumen Gentium" n. 28 pudo parecer en un primer momento (año 1964) sorprendente: "Ellos (los presbíteros), bajo la autoridad del obispo... hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal... Preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios, procuren cooperar en el trabajo pastoral de toda la diócesis e incluso de toda la Iglesia" (LG 28). La dimensión misionera particular y universal es patente.

Esta doctrina conciliar no queda aislada, sino que está en armonía con textos similares de "Lumen Gentium" (n.23), "Christus Dominus" (nn. 5-6, 22-23), "Presbyterorum Ordinis" (n.10), "Optatam totius" (n.20), "Ad Gentes" (nn.38-39), etc. La exhortación apostólica "Evangelii nuntiandi" (n.68) y la encíclica "Redemptoris Missio" (nn.63-64, 67), además de las notas directivas "Postquam Apostoli", no sólo han ratificado la enseñanza

pastoral de los obispos en su dimensión universal, en: La función pastoral de los obispos, Salamanca 1967; H. DE LUBAC, Les Eglises particulières dans l'Eglise universelle, Paris, Aubier-Montange 1971; J. ESQUERDA BIFET, La distribución del clero, Burgos 1972; Idem, Sacerdocio ministerial en la Iglesia particular, "Salmanticesnsis" 14 (1967) 309-340; W. ONCLIN, Les Evêques et l'Eglise universelle, en: La Charge pastorale des Evêques, Unam Sancatam 74 (1979) 87-101; X. SEUMOIS, Les Eglises particulières, in: L'activité missionnaire de l'Eglise, Paris 1967, 281-299; P. TENA, Eglise, in: Dict. Sipiritualité, fasc. 25, col. 370-384;J.M.R. TILLARD, Eglise d'Eglises, écclésiologie de communion, Paris, Cerf 1987; I. TING PONG LEE, Dioecesum incepta pro missionibus, "Comentarium pro Religiosis" 59 (1978) 125-137; 238-247: 345-347; 60 (1979) 36-45. Ver otros estudios en la nota 38.

3    ? Algunos de estos temas han sido tratados, desde el punto de vista del presbítero, en: Los presbíteros a los diez años de "Presbyterorum Ordinis", Burgos, Facultad Teológica 1975. Para estudios sobre el "iter" del documento conciliar, ver: M. CAPRIOLI, Il decreto conciliare "Presbyterorum Ordinis", storia, analisi, dottrina, Roma, Teresianum 1989 e 1990.

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conciliar, sino que han dado pasos más concretos en orden a la exigencia misionera que deriva de los principios establecidos.

Miradas así las cosas, no deberían sorprender las repetidas afirmaciones de la exhortación postsinodal "Pastores dabo vobis" sobre la misionariedad del sacerdote, subrayando la "colaboración responsable y necesaria con el ministerio del obispo, en su solicitud por la Iglesia universal" (PDV 17) e indicando que la "pertenencia y dedicación a la Iglesia particular" (por la incardinación) "no puede reducirse a estrechos límites", sino que "los prepara a la misión universal" (PDV 32).4

El paso que da "Pastores dabo vobis" puede parecer sorprendente, especialmente si no se tiene en cuenta la evolución armónica del magisterio ya a partir de las encíclicas misioneras anteriores al concilio Vaticano II5. Pero lo importante de "Pastores dabo vobis" es que presupone algo más: la vivencia del seguimiento evangélico según el estilo de vida de los Apóstoles en el propio Presbiterio (PDV 10, 17, 74, etc.). Y para ello invita a elaborar un proyecto o "programas de formación permanente capaces de sostener, de una manera real y eficaz, el ministerio y la vida espiritual de los sacerdotes" (PDV 3).

Yo me atrevería a afirmar que hay un desnivel entre las exigencias misioneras tan claramente afirmadas por el magisterio (como explicitación del mensaje evangélico) y la realidad de los Presbiterios diocesanos todavía muy lejos de ser la "familia" sacerdotal (PDV 74) y la "fraternidad sacramental" deseada por el concilio (PO 8; cfr. CD 28), en la línea de la "sucesión apostólica" (PDV 15-16,60).

La aceptación gozosa y generosa de las exigencias misionera por parte

4    ? Cita PO 10 y lo comenta, ampliando la exigencia misionera no sólo por la ordenación, sino también por la incardinación. Ver otros número de PDV: 2, 4, 14, 16-18, 23, 31-32, 59, 74-75, 82. Ver comentarios a la exhortación postsinodal: Pastores dabo vobis, Esort. Apost. Post-Sinodale di Giovanni Paolo II (25 marzo 1992). Testo originale... (presentazione, introduzioni, commentoe sussidi (J. Saraiva, L. Pacomio), Casale Montferrato, PIEMME 1992; Os daré pastores según mi corazón, Valencia, EDICEP 1992; Vi darò pastori secondo il mio cuore, Esortazione Apostolica "Pastores dabo vobis"..., Testo e commenti, Lib. Edit. Vaticana 1992.

5    ? Texto de las encíclicas y documentos misioneros, con notas introductorias: J. ESQUERDA BIFET, Evangelización, en: El Magisterio pontificio contemporáneo, Madrid, BAC 1992, II, 5-226. Ver también T. SCALZOTTO, I Papi e l'evangelizzazione missionaria, en: Chiesa e missione, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990, 547-595.

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del sacerdote ministro (y del Obispo con su Presbiterio) tendrá lugar en la medida en que se viva este mismo sacerdocio según las exigencias misioneras de Vida Apostólica de los Doce, trazadas por Jesús en el discurso misionero del envío. Estudiaremos este discurso como punto de referencia para comprender el alcance del magisterio actual.

Las vocaciones sacerdotales se suscitarán y perseverarán, en la medida en que los candidatos vean en los presbíteros de su diócesis, que ese sacerdocio evangélico, generoso y misionero, comienza a ser una realidad.6

1. A partir del discurso misionero de Jesús en la vida pública y en el envío final

El mandato misionero de Jesús ha sido estudiado principalmente a partir del envío final en torno a la Resurrección y Ascensión7. La naturaleza misionera de la Iglesia ha sido descrita de modo especial a partir de esos textos del envío final, pero siempre complementándolos con otros textos misioneros.8

El mandato misionero ("id a todo el mundo": Mc 16,15) está relacionado con la presencia de Cristo bajo signos eclesiales: "Estaré con vosotros hasta el final de los tiempos" (Mt 28,20; cfr. Mc 16,20). El servicio apostólico de los Doce y de sus sucesores es uno de estos signos, que hace posible la existencia de los demás signos: "Cristo está siempre presente en su Iglesia... en la persona del ministro" (SC 7). El mandato misionero es como una fórmula sacramental, por la que Cristo se hace presente a través del tiempo, no sólo como cuando envió a los Apóstoles el día de la Ascensión, sino también en el envío durante la vida pública. Así lo deja entrever la encíclica "Redemptoris Missio", como indicando la

6    ? El nuevo Código indica esta pista para los futuros sacerdotes: "Se debe formar a los alumnos de modo que,llenos de amor a la Iglesia de Cristo, ... deben prepararse para una unión fraterna con el Presbiterio, del cual serán miembros para el servicio de la Iglesia" (can. 245, pár.2). Los futuros sacerdotes necesitan ver este Presbiterio fraterno donde se vive el seguimiento evangélico y la misionariedad.

7    ? Jn 20,21-23; Mt 28,19-20; Mc 16,14-20; Lc 24,45-53; Act 1,1-8.

8    ? LG 17; AG 1-9; EN 6-16; CIC can. 781ss; RMi 9, 20, 22-23, 61-62; Catecismo de la Iglesia Católica 849-856.

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pauta de las bienaventuranzas, para realizar la Vida Apostólica con todas sus exigencias: "Se trata de una vocación especial, que tiene como modelo la de los Apóstoles" (RMi 65). "El misionero es el hombre de las bienaventuranzas. Jesús instruye a los Doce, antes de mandarlos a evangelizar, indicándoles los caminos de la misión: pobreza, mansedumbre, aceptación de los sufrimientos y persecuciones, deseo de justicia y de paz, caridad; es decir, les indica precisamente las Bienaventuranzas, practicadas en la Vida Apostólica" (RMi 91).9

Los textos que constituyen el discurso misionero de Jesús10 indican fundamentalmente un envío o misión, mientras, al mismo tiempo, precisan también unas condiciones de seguimiento (personal y comunitario) como respuesta a una llamada. Hay, pues, una dinámica interna que, en orden lógico, sería de vocación, seguimiento, misión, comunión.

Todos estos elementos se encuentran en el discurso misionero, en un plano de actitud relacional entre Cristo y los "enviados", como encuentro permanente y a modo de consorcio o de compartir la misma vida de Cristo. El tono que sobresale es el de la misión:

Vocación:La llamada es iniciativa de Cristo y supone una relación personal con él (Mt 10,1; Mc 6,7; Lc 9,1 y 10,1).

Misión: Se señala la identidad apostólica como participación en la misma misión de Cristo, objetivos, potestad, contenidos (Mt 10,5; Mc 6,7; Lc 9,2 y 10,1).

Condiciones del seguimiento: Disponibilidad para vivir como Cristo (Mt 10,1-42; Mc 6,7-12; Lc 9, 1-6; 10,2-9).

Comunión:Grupo evangelizador que crea comunidad (Mt 10,15; Mc 6,7.30-31; Lc 9,1.10; 10,1.17-21).11

9    ? Comentario en: AA.VV., Chiesa e missione, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990. Comentario a "Redmptoris Missio": AA.VV., Haced discípulos a todas las gentes, Comentario y texto de la encíclica "Redemptoris Missio", Valencia, EDICEP 1991, 249-270; AA.VV., Cristo, Chiesa, Missione, commento all'enciclica "Redemptoris Missio", Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1992; AA.VV., Redemptoris Missio, Riflessioni, Roma, Pontificia Università Urbaniana 1991;AA.VV., La missione del Redentore, Leumann, Torino, LDC 1992. Ver también el decreto conciliar "Ad Gentes" nn.23-25.

10    ? Mt 9,35-10,42; Mc 6,7-13.30-31; Lc 9, 1-10 y 10, 1-24.

11    ? Aprovecho principalmente las investigaciones de: J. ERNST,

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A fin de evitar una exégesis reductiva (con herramientas "preferenciales" restrictivas), no puede infravalorarse la actitud profundamente vivencial y relacional de estos textos (vivencias de Cristo y relación profunda entre él y sus apóstoles), como tampoco cabe hacer caso omiso del itinerario histórico de la Iglesia en la práctica de la "Vida Apostólica". Estos textos quedan "abiertos" a otros fragmentos escriturísticos (en la armonía global de la revelación e inspiración), así como a ulteriores luces del Espíritu Santo para interpretarlos (cfr. Lc 24,45), y siempre en armonía con la fe eclesial de todos los tiempos.

La estructura redaccional parece hacer alusión a las directrices prácticas de la Iglesia primitiva (postpascual), como se refleja en los Hechos de los Apóstoles, pero con validez permanente para otras épocas.12

Los textos sinópticos del discurso misionero manifiestan una armonía entre ellos y también en el contexto global de cada evangelista y de todo el Nuevo Testamento. No puede infravalorarse la estrecha relación con el sermón de la montaña (que es el contenido básico del mensaje), así como en otros textos sobre la vocación, seguimiento, misión y comunión.

Hay que señalar unas características comunes de los "discípulos de Jesús", como partícipes de su misma vida y misión. Son características contenidas en los textos del discurso misionero:

- Jesús tiene la iniciativa de llamar y enviar,- exigiendo un desprendimiento total (dejando otros cargos y

oficios),- para compartir su misma vida,- en grupo apostólico de interrelación y comunicación.13

Il vangelo secondo Luca, Brescia, Morcelliana 1990; Idem, Il vangelo secondo Marco, Brescia, Morcelliana 1991; J.A. FITZMYER, Luca teologo, Aspetti del suo insegnamento, Brescia, Queriniana 1991 (cap. 5º: Il discepolato negli scritti lucani); I. GOMA', El evangelio de San Mateo, Madrid, Marova 1976 (I, cap. V: Los enviados del Mesías).

12    ? En la comunidad eclesial de los "Hechos" se habla de la misión también en relación a la comunión y al desprendimiento de los bienes. Cfr. Act 2,42-47; 4,32-34, etc.

13    ? Los "discípulos" de Jesús ("mathêtés") son llamados con exigencias totalmente diversas de los discípulos de los rabinos (ver "mathêtés" en G. KITTEL). El término "mathêtés", en sentido de discípulo religioso, parece un término cristiano de finales del siglo primero. No obstante, la figura de los discípulos enviados

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La principal característica de la llamada, en el discurso misionero de Jesús, consiste en su relación estrecha con la misión. Se llama a los "apóstoles" para una misión evangelizadora. De hecho, la llamada tiene lugar mientras Jesús mismo estaba realizando su acción evangelizadora por"todas las ciudades", "enseñando", "predicando el evangelio del Reino" y "curando" (Mt 9,35; cfr. Mc 6,6). Ya la primera llamada de los "doce" tuvo como objetivo "enviarlos a predicar" (Mc 3,14) y, por esto precisamente, fueron llamados "apóstoles" (enviados) (Lc 6,13). Jesús, pues, a éstos, a quienes había llamado, "les envió" (Mt 10,5; Mc 6,7; Lc 9,2; 10,1). Tratándose de participar en la misma misión de Jesús, aparece claro que la llamada es un don gratuito, una iniciativa del mismo Jesús, quien había orado antes de la llamada (Lc 6,2).14

Si nos ceñimos al discurso misionero de Jesús, la misión es un encargo a unos llamados, los cuales deberán cumplir unas exigencias parecidas al estilo de vida del Señor (Mt 10,1ss y textos paralelos). Ahora bien, tanto la llamada como las exigencias (en el seguimiento evangélico), se repiten y explicitan en otros pasajes. De este modo encontramos que la llamada (ya antes del discurso misionero) trae como consecuencia "dejarlo todo" (Mt 4,18-22; Lc 5,4-11); el seguimiento radical de Cristo arranca de una vocación especial a la misión (Mt 8,18-22; 19,27; Mc 10,28). Los "apóstoles" son, pues, escogidos para prolongar a Cristo y su mismo estilo de vida en la misión.

Hay que constatar también que el discurso misionero (en el que se confía la misión a los apóstoles), presupone haber convivido con Jesús, que les llamó anteriormente, y haber observado el modo de misionar de Jesús. De hecho, los apóstoles han vivido anteriormente la llamada por medio de la escucha de la palabra y del estilo de vida (seguimiento) semejante al de Jesús. Así se convierten en evangelizadores, anunciando la

por Jesús queda en pie con todas sus exigencias evangélicas procedentes de la misión realizada por el Señor. Ver: J.A. FITZMYER, o.c., cap. 5º, p.97ss.

14    ? AA.VV., Vocación común y vocaciones específicas, Madrid, Soc. Educ. Atenas 1984; M. LAGUARDIA, La vocación misionera a la luz del Nuevo testamento y de la teología, "Misiones Extranjeras" 16 (1955) 36-46; L. LEGRAND, Vocation à la mision dans le Nouveau Testament, "Spiritus" n.113 (1983) 339-352; C.M. MARTINI, A. VANHOYE, Bibbia e vocazione, Brescia, Morcelliana 1982; C. ROMANIUK, La vocazione nella Bibbia, Bologna, Dehoniane 1973.

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palabra y prolongando a Jesús.La vocación, según el discurso misionero, presupone una llamada

anterior, que se hizo encuentro (relación personal) y seguimiento permanente. El discurso acentúa la misión, a partir de una llamada y señalando unas exigencias intrínsecas.15

El texto del discurso misionero ofrece un contenido relativamente completo sobre la misión. El misterio de la muerte y glorificación de Jesús, con el envío del Espíritu, está latente en todo texto que se refiera a la misión.

La identidad del apóstol consiste en prolongar la misma misión de Jesús, corriendo su misma suerte, participando de sus mismos poderes y ofreciendo un mismo mensaje para todos los hombres.

Esta participación en la misma misión de Jesús tiene lugar después de haber escuchado y seguido al Señor, según los textos evangélicos anteriores al relato que estudiamos. Se trata de hacer como hacía él, que "pasaba", "enseñando", "curando", "apiadándose" (Mt 9,35-36; Mc 6,34). Los apóstoles irán ahora aparentemente solos, pero "delante de él... adonde él había de ir" (Lc 10,1). Se comienza a notar una presencia afectiva y efectiva, que tendrá lugar en la misión postpascual (Mt 28,20: "Estaré con vosotros"; Mc 16,20: "el Señor con ellos").16

Los apóstoles, enviados por Jesús, le representan y obran en su nombre. No sólo viven en comunión con él, sino que participan de su misma misión, prolongan su palabra con autoridad de servicio, imitan su misma vida de humildad y desprendimiento. Su identidad es la de ser "expresión" o gloria de Jesús (Jn 17,10), prolongando su mismo hablar y obrar salvífico (Mt 10,1-42; Mc 6,7-12; Lc 9,2; 10,1-16).

15    ? Respecto a la vocación misionera, ver la nota anterior y: AA.VV., Vocazione missionaria ad Gentes, Chiesa locale, Istituti Missionari, Bologna, EMI 1987; J. ESQUERDA BIFET, La vocación misionera, en: Vocación común y vocaciones específicas, Madrid, Soc. Educ. Atenas 1984, 63-85; Idem, Spiritualità, vocazione e formazione missionaria, in: Chiesa e missione, Pont. Univ. Urbaniana 1990, 199-225 (comentario a "Ad Gentes").

16    ? En la encíclica "Redemptoris missio", explicando la "comunión íntima con Cristo", se dice: "Precisamente porque es 'enviado', el misionero experimenta la presencia consoladora de Cristo, que lo acompaña en todo momento de su vida. 'No tengas miedo... porque yo estoy contigo' (Act 18, 9-10). Cristo lo espera en el corazón de cada hombre" (RMi 88).

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No se puede perder de vista que el contexto más amplio del discurso misionero de jesús, es el anuncio de su pasión y resurrección, es decir, de su misterio pascual (Lc 9,21-22). Los enviados con la misma misión de Jesús serán recibidos como él, con la misma resistencia y oposición (Mt 10,16-34; Lc 10,3), "para dar testimonio" (mt 10,18. Jesús les comunica que todo va a ocurrir por el hecho de seguirle y anunciarle: "por mi causa" (Mt 10,18).

Ser enviados por Jesús conlleva compartir su mismo camino de Pascua, su marcha "hacia Jerusalén" (Lc 9,51). Como "amigos del esposo" (Mt 9,15), compartirán su ausencia o paso doloroso, pero, precisamente por ello, también serán partícipes de su "gozo" y de su "descanso" (Mc 6,30-31; Lc 9,10 y 10,17). Quien anuncia la Palabra y vive de ella, correrá la misma suerte del Maestro, a modo de "espada" (Lc 2,35; Mt 10,34) que, mientras corta lo que deriva del pecado, origina la persecución para el pregonero (Lc 2,34).

El regreso de la misión indica también que el apóstol comparte la misma suerte pascual del Señor. El regreso "a Jesús" es para "darle cuenta de todo lo que habían hecho y enseñado" (Mc 6,30; Lc 9,10). Jesús es el Señor de la misión y es con él con quien hay que revisarla en un ambiente de "gozo" y confianza mutua. El "retorno" a Jesús es, pues, una revisión hecha con Jesús, que quiere amigos fieles y gozosos en la esperanza.17

El objetivo de la misión de los apóstoles, como de la de Jesús, queda canalizado en la potestad que reciben para liberar del demonio (Mt 10,1; Mc 6,7; cfr. Mc 3,15; Lc 10,17), curar a los enfermos (Mt 10,1.8; Lc 9,2.6; cfr. Mc 3.15), predicar el Reino (Mt 10,7; Mc 6,12; cfr. Mc 3,14; Lc 9,2; 10,9). En una palabra, "evangelizar" (Lc 9,6). El contenido doctrinal habrá que entresacarlo de todo el contexto.

Las pautas y contenidos doctrinales que los apóstoles van a predicar son los mismos que Cristo enseñó en el sermón de la montaña. El discurso misionero, tal como se encuentra en San Mateo (Mt 10,5-42) es el segundo sermón más largo narrado por el primer evangelista. El programa misionero de este discurso es paralelo al del sermón de la montaña y, de modo más concreto, a las bienaventuranzas (Mt 5,1ss), hablando de los que sufren y de los pobres, de la misericordia, la paz, la sed, las lágrimas, la

17    ? J. ERNST, Il vangelo secondo Marco, o.c., I, Il ritorno (6,30-31), p. 292ss.

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persecución...18

La conversión es una llamada dirigida a personas concretas, para que dejen el pecado, cambien de modo de pensar (criterios, valores, actitudes) y se abran totalmente a los planes salvíficos de Dios. La Iglesia primitiva, por boca de Pedro, hará la misma llamada a la conversión, en relación al bautismo en el nombre de Jesús (Act 2,38; 3,19). Propiamente es una apertura a la misma persona de Jesús, para adherirse a él con una actitud de fe, esperanza y amor.19

Como en el sermón de la montaña (Mt 6,25-34), también en el discurso misionero, Jesús urge a vivir de la esperanza, incluso ante la eventualidad del martirio. Nota característica de la misión es el "martirio", es decir, el hecho de "testimoniar" a Cristo con el riesgo de perder la propia vida. Así, pues, los apóstoles son enviados para confesar a Cristo con valentía, llenos de confianza en Dios Padre (Mt 10,26-33; 6,25-34; cfr. Act 4,29-31). El Espíritu Santo, comunicado por Jesús, obrará con fuerza poderosa a través de instrumentos débiles y dóciles.

La perspectiva escatológica ("hasta la venida del Hijo del hombre", Mt 10,23), indica, por una parte, que el fruto de la evangelización no siempre es inmediato. Por otra parte, la acción evangelizadora deberá continuar hasta la venida definitiva del Señor. Los horizontes de la misión no tienen fronteras, ni en el espacio ni en el tiempo. La acción evangelizadora es como el "fermento en la masa", que tiene poder para hacerla fermentar en su totalidad (Mt 13,33).

El horizonte inmediato de la misión, en el discurso misionero de Jesús, es el pueblo de Israel (Mt 10,6). Pero los detalles redaccionales (con influencia postpascual) indican ya un apertura progresiva a todos los pueblos. En algún modo se anticipa la dimensión universalista del envío final después de la resurrección "a todos los pueblos".20

La expresión "la mies es mucha" (Mt 9,37; Lc 10,2), con la indicación de pedir abundancia de obreros, hace recordar que la redención de Cristo

18    ? I. GOMA', o.c., V (Los enviados del Mesías), pp. 521ss, comentando Mt 10,5ss.

19    ? Mc 1,15: "creed en el evangelio"; Nt 5,48: "sed perfectos como vuestro Padre". "El anuncio de la Palabra de Dios tiende a la conversión cristiana, es decir, a la adhesión plena y sincera a Cristo y a su Evangelio mediante la fe" (RMi 56).

20    ? Mt 28,19-20; Mc 16,15-20; Lc 24,47-49; Act 1,1-8, etc.

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es "por todos" (Mc 10,45; Mt 20,28), y que su salvación, obrada por su muerte y resurrección, se ofrece a todos cuantos están necesitados de ella (Lc 9,56). El "pan de vida", que es el mismo Jesús (como Palabra y como Eucaristía) es "por la vida del mundo" (Jn 6,51).

Aún en el espacio restringido de Israel (Palestina), se nota que la evangelización queda abierta a un más allá de totalidad: "Pasaba evangelizando y curando en todas partes" (Lc 9,6). En la perspectiva del tiempo, la evangelización debe continuar "hasta que venga el Hijo del hombre" (Mt 10,23). Cuando el amor de los apóstoles será más profundo, se les podrá encargar explícitamente el cuidado de todas las ovejas, también de las "otras" que todavía no forman parte del actual redil (Jn 10,16; 21,15ss).

La misión "a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 10,6) queda matizada por la misión ampliada a los paganos. Se nota una redacción válida también para la Iglesia postpascual, que ha recibido el encargo de Jesús de ir "a todos los pueblos". La predicación en "las casas" (Lc 10,5-7) pasa a ser predicación en "las ciudades" (Lc 10,8-11). Estas ciudades con "calles" y "plazas" (en plural) pueden indicar un cambio de perspectiva cultural, pasando de un mundo más rural (Palestina) a otro más urbano (fuera de Palestina).21

Si ahora los mensajeros (obreros) son pocos, luego serán más, para preparar la siega del final de los tiempos. Los enviados pasan de ser doce (Lc 9,1-6), a ser setenta y dos (Lc 10,1-20), como indicando ese aumento querido por Jesús y que debe pedir la misma comunidad eclesial (Lc 10,2). Lo importante es que estos mensajeros, pocos o muchos, no se entretengan en cosas marginales. La "prisa" por evangelizar prohibe entretenerse en "saludos" innecesarios de una instalación permanente (Lc 10,4). Esos "saludos" duraban tres días de hospedaje... Los valores "culturales" deben ceder a las exigencias del evangelio.

El discurso misionero, según San Lucas, tiene lugar en el "camino hacia Jerusalén" (Lc 9,51). En los Hechos de los Apóstoles, los enviados siguen a Cristo resucitado hacia el mundo (Act 1,8), porque se trata de "hablar la Palabra de Dios con confianza... y audacia" (Act 4,31.33), como "Palabra de vida" (Act 5,20), "para todos los que obedecen a Dios" (Act

21    ? J. ERNST, Il vangelo secondo Luca, o.c., vol. II, pp.466-480, distingue entre el envío de los doce al pueblo de Israel (Lc 9,1-6) y el envío de los setenta y dos al mundo (Lc 10, 1-20).

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5,32). La urgencia de pedir mayor número de mensajeros (Mt 9,38; Lc 10,2) es porque "la Palabra de Dios debe expandirse" a todos los pueblos (cfr. 2Tes 3,1).

Estos mensajeros, que se irán sucediendo en todos los tiempos, ¿estarán disponibles para la misión? Dependerá de la autenticidad de su seguimiento evangélico...

El discurso misionero incluye en su programa, como nota esencial, el desprendimiento de los apóstoles, en armonía con el seguimiento de Jesús para vivir su mismo estilo de vida. Los textos indican que los enviados deben quedar libres para evangelizar (Mt 10,8ss; Mc 6,8ss; Lc 9,3ss; Lc 10,4ss). No caben condicionamientos personales, sociales ni culturales.

El texto del envío no es sólo descriptivo de detalles concretos manifestativos de actitudes hondas, sino que, además (según la redacción de Mt 10,38-29), exige una entrega de totalidad: "El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí" (Mt 10,38). Hay que arriesgar "la vida" por Cristo (ibídem). La misión exige un seguimiento radical. El seguimiento es en vistas a la misión (Lc 9,57-62; Mt 8,18-22).

Hay que remitirse a otros textos del seguimiento evangélico de los doce, para comprender en toda su integridad el discurso misionero. Para compartir la misma vida y la misma suerte de Cristo, no caben puntos de apoyo al margen del evangelio, porque "el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza" (Mt 8,20; Lc 9,58). Para Cristo y para los enviados, el punto de apoyo es la voluntad salvífica del Padre.

Repetidas veces se dice en el evangelio que los apóstoles, para seguir a Cristo, "lo dejaron todo" (Lc 5,11; Mt 4,20.22). El acento está en el "seguir" a Cristo; sólo a partir del sentido "esponsal" del seguimiento, cabe el desprendimiento de totalidad. Sólo el amor puede exigir y posibilitar el cumplimiento de esta "regla": "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido" (Mt 19,27; Mc 10,28). En esta "totalidad" se incluye la pobreza, la obediencia, la castidad (virginidad), la humildad, el sacrificio (cfr. Mt 19,28-29; Mc 10,29-30). Para llegar a los casos concretos de desprendimiento, hay que inspirarse en la misma vida de Jesús, siempre libre para un amor de totalidad y de cercanía a los hermanos (cfr. Act 10,38).

Esta "Vida Apostólica" o de seguimiento de Jesús como los apóstoles, de hecho la asumen otras personas, también invitadas por Jesús. No sólo encontramos el grupo de los setenta y dos (Lc 10,1; cfr. Num 11,16), sino

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también el grupo que, después de Caná, "con su Madre y con sus parientes", ha creído en él y le acompaña en su "descenso a Cafarnaún" (Jn 2,11-12). Había también "muchas mujeres" que repartieron sus bienes para seguirle en su predicación "por las ciudades y aldeas" (Lc 8,1-3). El seguimiento evangélico o seguimiento radical de Cristo, como "Vida Apostólica", no se ciñe al grupo de los doce, sino que se amplía a otros que quieren compartir la misma vida de Cristo.

El paralelo de Mt 10,29-31 (discurso mesiánico) con Mt 6,25-34 (sermón de la montaña), indica que el seguimiento radical de Cristo para la misión incluye la confianza absoluta en la providencia amorosa del Padre. Lo importante es vivir como Jesús, su Maestro (cfr. Mt 8,20; Lc 9,58). No querer vivir como él, sería como un discípulo que se antepusiera a su maestro a modo de "tropiezo" tentador (Mc 8,33). La "Vida Apostólica" (llamada también, posteriormente, práctica permanente de "consejos evangélicos", con o sin votos), es imitación de la misma vida de Cristo, para participar en su camino de misterio pascual. La aparente "separación" de Jesús y de sus apóstoles indica una mayor cercanía e inserción: ser libres para el anuncio del evangelio (las bienaventuranzas y el mandato del amor).22

Hay una relación esencial entre la pobreza y la predicación evangélica. Para predicar el evangelio de la "paz", hay que vivir esta paz en un corazón desprendido y unificado, capaz de sembrar y construir la paz (Mt 5,9; Mt 10,12; Lc 10,6). Especialmente quienes dirigen la comunidad, como representantes del Buen Pastor, deberán ser "modelos de la grey", sin buscar ganancias materiales ni ventajas personalistas (1Pe 5,2-4). Así lo hicieron siempre los Apóstoles, como Pablo, sin ansiar riquezas de ningún género (Act 20,33).

Esta pobreza evangélica (que es también desprendimiento de la propia voluntad y afectividad) hace al apóstol "indiferente" ante las dificultades, como un "cordero" ante el lobo y el esquilador (Mt 10,16). Pero este riesgo no es más que el desposorio con Cristo, hasta correr su

22    ? La "sequela Christi" equivale a caminar con Cristo hacia la Pacua en Jerusalem (Lucas) y hacia el mundo (Hechos). Se camina con Cristo hacia el Padre (escatología), imitando su "éxodo" hacia Jerusalén. Siempre es una "identificación de la propia persona con el modo de vivir del Maestro y con su destino, una sequela que implica intimidad e imitación" (J.A. FITZMYER, o.c., cap. 5º, p.109).

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misma suerte de cordero pascual. La lógica evangélica traza este camino para construir la paz: sufrir amando (cfr Mt 5,44-48). En Lucas, el envío de los doce, que incluye el seguimiento (Lc 9,1-9), se explicita con un examen de fe y de amor para correr la misma suerte de Cristo muerto y resucitado (Lc 9,18-22).

Los apóstoles no pueden esperar privilegios. Ellos son "los pequeños" (Mt 10,42), que se pueden considerar dichosos con un "vaso de agua" dado por el nombre de Jesús. Su servicio humilde tiene toda la eficacia redentora de Cristo (Mc 10,48; Mt 20,28). Las conversiones de individuos y de pueblos al evangelio se retrasan durante siglos, porque las huellas de Cristo, que ya se encuentran en esos ambientes culturales, no encuentran la sintonía del signo claro del Buen Pastor.23

El signo de la "comunión" fraterna forma parte del testimonio de la misión. Precisamente porque la llamada, el seguimiento y la misión tienen carácter personal, de tú a tú, comportan también el carácter colectivo o comunitario. Jesús "llama a los doce" (Mc 6,7), los "convoca" (Mt 10,1; Lc 9,1) y "envía" (Mt 10,5).

Este título, "los doce" (y el de "apóstoles") será ya, para el futuro de la Iglesia, un "colegio" o grupo especial, aún en el conjunto de ciento veinte reunidos en el Cenáculo antes de Pentecostés (Act 1,15ss). Pedro ocupa un lugar especial y hablará en nombre de todos el día de Pentecostés (Act 2,32). En medio de la "multitud de creyentes", los Apóstoles continuarán formando un grupo especial (Act 5,12-14) para el servicio de la palabra, de la eucaristía y del compartir los bienes en la comunidad (Act 2,42-4), haciendo posible que toda la comunidad eclesial sea "un solo corazón y una sola alma" (Act 4,32).24

Tanto "los doce" o los "apóstoles", enumerados por binarios, como los "setenta y dos", todos serán enviados "de dos en dos" (Mc 6,7; Lc 10,1).

23    ? "La presencia y la actividad del Espíritu no afectan únicamente a los individuos, sino también a la sociedad, a la historia, a los pueblos, a las culturas y a las religiones. En efecto, el Espíritu se halla en el origen de los nobles ideales y de las iniciativas de bien de la humanidad en camino... Cristo resucitado obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre... Es también el Espíritu quien esparce 'las semillas de la Palabra' presentes en los ritos y culturas, y los prepara para su maduraz en Cristo" (RMi 28).

24    ? Para nuestro estudio no interesa tanto la posible distinción entre "los doce" y "los apóstoles".

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Esta será una praxis habitual en la Iglesia primitiva, como en el caso de Bernabé y Saulo (Act 13,2). Esta praxis recuerda la ley mosaica sobre la credibilidad garantizada por dos testigos (Deut 19,15).25

La unidad de caridad ("koinonia") entre los apóstoles es un factor determinante de la comunión eclesial (Act 4,32). Por esta unidad (de apóstoles y también de creyentes en general), oró Jesús en la última cena, pidiendo que fuera reflejo de la comunión trinitaria (Jn 17,21-23). La misión de Jesús de los apóstoles procede de la comunión divina (Jn 17,18; 20,21).26

La comunidad del grupo "apostólico" queda ampliada (además de los setenta y dos según Lc 10,1) con el grupo de las mujeres (Lc 8,1-3). En Juan destaca la presencia de María la Madre de Jesús ya desde el inicio del seguimiento (Jn 2,12). En los Hechos, se hará notar esta presencia de María en el Cenáculo, precisamente en relación a los Apóstoles (Act 1,14).27

El regreso de los apóstoles (y de los setenta y dos) es un hecho que tiene importancia comunitaria (Mc 6,30-31; Lc 9,10; 10,17ss). Esta comunión con Cristo presente en medio de la comunidad apostólica, es un examen sobre la misión (una evaluación, diríamos hoy), para un recto discernimiento y una adecuada potenciación. El gozo del apóstol consiste en su unión con Cristo, que le ha enviado, acompañándolo en la acción,

25    ? AA.VV., De dos en dos..., Salamanca, Sígueme 1980. Sólo Lucas cuenta el envío de los setenta y dos, enviados de dos en dos, con posible referencia a los setenta de Num 11,16. Nótese que los nombres de los doce también se ponen por binarios en Mt 10,2-4 y Lc 6,13-16.

26    ? Por esto la Iglesia será definida como misterio de comunión, que refleja la comunión trinitaria y que, precisamente por ello, construye la humanidad entera en esta misma comunión (cfr. LG 4, citando a S. Cipriano). "Este supremo modelo de unidad, reflejo de la vida íntima de Dios, Uno en tres Personas, es lo que los cristianos expresamos con la palabra "comunión", Esta comunión, específicamente cristiana, celosamente custodiada, extendida y enriquecida con la ayuda del Señor, es el alma de la vocación de la Iglesia a ser "sacramento", en el sentido ya indicado" (SRS 40).

27    ? En los Hechos, la "comunión" es la Iglesia como comunidad "convocada" para amar. María dice relación a esta unidad. El discípulo amado, según "Redemptoris Mater", recibió a María "en comunión de vida" (RMa 45, citando a San Agustín).

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esperándolo en la misma misión y también en el momento de revisión (Lc 10,17-20).

Al regresar para descansar, discernir y orar, se encuentran con una etapa nueva de la misión que les abre el horizonte a "multitudes" cada vez mayores (Mc 6,33-34). Los enviados tendrán que profundizar en los sentimientos de "compasión" de Cristo, para poder afrontar una nueva etapa de evangelización.

La capacidad de vivir en comunión (comunidad), apoyándose en la intimidad con Cristo, se convertirá en capacidad ilimitada de misión. El amor de relación (encuentro) y de seguimiento se demostrarán en el amor de misión para una incondicional acción apostólica. Todos estos aspectos tienen una doble dimensión: personal y comunitaria. No existe una dimensión sin la otra. Al final del evangelio de Juan, el grupo apostólico, que ha experimentado de nuevo la eficacia de la comunión (Jn 21,1-14), será examinado (en la persona de Pedro) sobre el amor. La misión (diferenciada según la vocación específica de cada uno) se confía con la condición de que sea ejercida por amor a Cristo (Jn 21,15-23). Es la misma misión que Cristo recibió del Padre y que trasmitió con la fuerza del Espíritu de amor (Jn 20,21.23). La vivencia del signo de la comunión apostólica (en cualquier comunidad eclesial) es un examen y una potenciación del amor, que es imprescindible para la misión.

La comunidad apostólica no se encierra en sí misma, puesto que ha sido querida por Jesús para anunciar el Reino y crear la gran comunidad de los "convocados" por Jesús (la "ecclesia"). El don de la vocación apostólica proviene de Jesús y es para la comunidad. No es un derecho de la comunidad, sino una oferta gratuita de Jesús a la comunidad, invitada a pedir este don (Mt 9,38; Lc 10,2). Por ser don de Dios Amor para la comunidad, la vocación debe ser vivida en comunión. La comunidad tiene derecho a que este don vocacional sea ejercido con "gratuidad" (cfr. Mt 10,8) y como transparencia de la caridad del Buen Pastor.28

28    ? "La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo Cabeza y Esposo la ha amado" (PDV 29). La misma exhort. apost. "Pastores dabo vobis", repetidamente habla de ser transparencia del Buen Pastor: "Por tanto, los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia de él en medio del rebaño que les ha sido confiado" (PDV 15; cita 1Pe 5,1-4). En el n.49 dice: "llamado a hacerse epifanía y transparencia del buen pastor

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La comunidad apostólica (evangelizada y evangelizadora a la vez) , examinándose continuamente sobre la misión, vive armónicamente la comunión dentro del grupo específico (colegialidad apostólica, presbiterio, etc.) y en la apertura a toda la comunidad eclesial: la que ya ha comenzado en un lugar concreto (Iglesia particular) y la que no tiene fronteras (Iglesia universal).29

2. De "Presbyterorum Ordinis", a "Pastores dabo vobis": Datos básicos de la misionariedad del sacerdocio ministerial

Este espíritu misionero "sacerdotal" del envío evangélico ha cuajado en los documentos magisteriales sobre la misión, especialmente a partir del concilio Vaticano II, aunque no hay que infravalorar la doctrina de las encíclicas misioneras anteriores al concilio.30

A) El concilio Vaticano II Los documentos conciliares del Vaticano II ofrecen los elementos

básicos de la misionariedad sacerdotal. Llama la atención la insistencia y claridad de "Presbyterorum Ordinis", a partir del don recibido en la ordenación, como participación en el mismo sacerdocio y misión de Cristo: "El don espiritual que recibieron los presbíteros en la ordenación no los dispone sólo para una misión limitada y restringida, sino para una misión amplísima y universal de salvación 'hasta los extremos de la tierra' (Act 1,8), porque cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles. Porque el sacerdocio de Cristo, de cuya plenitud participan verdaderamente

que da la vida (cf. Jn 10,11.15)".

29    ? H. DE LUBAC, Les Eglises particulières dans l'Eglise universelle, Paris, Aubier-Montange 1971; J. SANCHEZ BOSCH, Iglesia e iglesias en las cartas paulinas, "Rev. Catalana de Teologia" 8/1 (1983) 1-43; Idem, Nascut a temps. Una vida de Pau l'Apòstol, Barcelona, Edit. Claret 1992; ST. VIRGULIN, Cristo al centro della missione di Paolo, "Riv. di Vita Spirituale" 40 (1986) 378-397.

30    ? Ver estos documentos misioneros en: El Magisterio pontificio contemporáneo, Madrid, BAC 1992, II, 5-226 (Evangelización). Hay que notar especialmente la influencia de la encíclica de Pío XII, "Fidei donum" (1957) sobre la solicitud misionera "in solidum" de parte de los obispos: LG 23; CD 4, 36-37; AG 5-6, 38; Catecismo de la Iglesia Católica n.1560.

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los presbíteros, se dirige por necesidad a todos los pueblos y a todos los tiempos, y no se coarta por límites de sangre, de nación o de edad, como ya se significa de manera misteriosa en la figura de Melquisedec. Recuerden, pues, los presbíteros que deben llevar en el corazón la solicitud de todas las iglesias" (PO 10).31

En el mismo decreto conciliar, al hablar del ministerio sacerdotal de la palabra, no deja de indicar la universalidad, citando precisamente el texto del mandato misionero según Marcos: "Como nadie puede salvarse si antes no cree, los presbíteros, como cooperadores de los Obispos, tienen como obligación principal al anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: 'Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura' (Mc 16,15)" (PO 4).

La construcción de la propia comunidad, como tarea del presbítero, apunta a "formar una genuina comunidad cristiana". Pues bien, "para cultivar debidamente el espíritu de comunidad, ese espíritu ha de abarcar no sólo la Iglesia local, sino también la Iglesia universal" (PO 6). Las "empresas apostólicas" que ha de emprender el presbítero, principalmente por colaborar en la responsabilidad universal del obispo, "es menester que traspasen los límites de una parroquia o diócesis" (PO 7). Por esto deben tener "por encomendados a todos aquellos que no reconocen a Cristo como Salvador suyo" (PO 9) y manifestar en todo momento "un espíritu verdaderamente misionero" (PO 22), para manifestar "la solicitud de toda la Iglesia" (PO 11). Ya hemos citado ampliamente en la introducción uno de los textos (LG 28) que han llamado más la atención sobre la disponibilidad misionera de los presbíteros, llamados a "cooperar en el trabajo pastoral de toda la diócesis e incluso de toda la Iglesia" (LG 28).

Esta disponibilidad misionera, según el concilio, además de ser una exigencia del mismo sacerdocio (PO 10), lo es también por ser los presbíteros "cooperadores del Orden episcopal" (LG 28; PO 2). La tarea misionera local y universal, que incumbe claramente al obispo, es, también propia de los presbíteros como sus "necesarios colaboradores" (PO 7). Cuando el concilio insiste en esta responsabilidad misionera del obispo,

31    ? El texto conciliar cita el mandato misionero según Act 1,8, y alude al envío misionero durante la vida pública según Lc 10,1, acentuando la comunión "de dos en dos". El Catecismo de la Iglesia Católica cita este mismo texto conciliar juntamente con OT 20: CEC 1565.

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hace alusión continua a la cooperación que deben prestar los presbíteros (LG 23, 28; CD 5-6, 22-23). No se trata, pues, de un simple permiso que se otorga a un presbítero que pide ir a misiones, sino de cumplir con una obligación que atañe principalmente al obispo, como "responsable de la Iglesia" (CD 6), participando "de la solicitud por la Iglesia universal" (CD 5). Por esto la labor apostólica en una Iglesia particular, especialmente en el momento de distribuir los presbíteros, deberá "tener presentes las necesidades de la Iglesia universal" (CD 23).

La "implantación de la Iglesia", que es tarea de todos, es principalmente responsabilidad del obispo con su Presbiterio. "Los obispos, juntamente con su Presbiterio, imbuidos más y más del sentido de Cristo y de la Iglesia, sientan y vivan con la Iglesia universal" (AG 19). Esta responsabilidad llegará hasta "enviar a algunos de sus mejores sacerdotes que se ofrezcan para la obra misionera... donde desarrollen, al menos temporalmente, el ministerio misional con espíritu de servicio" (AG 38).

Puede considerarse un resumen sobre este tema, la conclusión a que llega el decreto "Ad Gentes": "Los presbíteros representan la persona de Cristo y son cooperadores del orden episcopal, en su triple función sagrada que se ordena a las misiones por su propia naturaleza. Estén profundamente convencidos que su vida fue consagrada también al servicio de las misiones... Por consiguiente, organizarán el cuidado pastoral de forma que sea útil a la dilatación de Evangelio entre los no cristianos" (AG 39). Cada uno de los ministerios tiene esta derivación misionera universal.

Para llegar a hacer efectivas estas directrices, se requiere una formación adecuada, que debe comenzar, al menos, desde el Seminario. Por esto, el concilio, al describir la formación pastoral de los candidatos al sacerdocio, dice: "Llénense de un espíritu tan católico que se acostumbren a traspasar los límites de la propia diócesis o nación o rito y ayudar a las necesidades de toda la Iglesia, preparados para predicar el Evangelio en todas partes" (OT 20).32

32    ? AA.VV., Séminaires et esprit missionnaire, "Bulletin de Saint Sulpice" 17 (1991); AA.VV., De aspectu missionali in sacerdotali formatione, "Seminarium" (1973), n.4; R. DEVILLE, La formation des seminaristes à l'esprit missionnaire, "Seminarium" 30 (1990) 177-187; J.M. GOIBURU, La formación misionera en los seminarios y la Unión Misional, "Seminarium" (1973) 1104-1129; F.

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B) "Evangelii nuntiandi", "Postquam Apostoli", "Redemptoris Missio" La exhortación apostólica postsinodal "Evangelii nuntiandi" (EN)

(1975) no ofrece novedad especial respecto a nuestro tema. Pero, al referirse a los sacerdotes, pone de relieve su unión con el obispo en cada uno de los ministerios: "A los Obispos están asociados en el ministerio de la evangelización, como responsables a título especial, los que por la ordenación sacerdotal obran en nombre de Cristo, en cuanto educadores del Pueblo de Dios en la fe, predicadores, siendo además ministros de la Eucaristía y de los otros sacramentos. Todos nosotros, los Pastores, estamos, pues, invitados a tomar conciencia de este deber, más que cualquier otro miembro de la Iglesia" (EN 68). Se alude también a la unión entre todos los pastores respecto a la acción evangelizadora, tomando como punto de partida la ordenación: "Y cuando, en la medida de nuestros límites humanos y secundando la gracia de Dios, cumplimos todo esto, realizamos una labor de evangelización : Nos, como Pastor de la Iglesia universal ; nuestros Hermanos los Obispos, a la cabeza de las Iglesias locales ; los Sacerdotes y Diáconos, unidos a sus Obispos, de los que son colaboradores, por una comunión que tiene su fuente en el sacramento del Orden y en la caridad de la Iglesia" (ibídem).33

Las directrices de "Postquam Apostoli" (1980) repiten los contenidos del Vaticano II, para pasar a un terreno práctico de distribución del clero, teniendo en cuanto la realidad de Iglesias hermanas más necesitadas. El documento precisa el objetivo de las ayudas (para que cada Iglesia particular pueda valerse por sí misma), indica el sentido pastoral de la distribución (puesto que no se trata de mera distribución numérica), recuerda que debe ser fruto de la vitalidad espiritual y pastoral de la Iglesia particular y del Presbiterio y presenta unas líneas para

PAVANELLO, L'orientamento missionario nella formazione sacerdotale, "Seminarium" (1970) 781-797; J. SARAIVA MARTINS, La formazione missionaria dei sacerdoti alla luce del Sinodo 1990 e della "Patores dabo vobis", en: Missione per il terzo millennio, Roma, PUM 1992, 263-282.

33    ? Curiosamente en las notas no se citan LG 28 ni PO 10, aunque sí otros números de LG, PO y AG. Ver: Esortazione Apostolica "Evangelii Nuntiandi", Commento sotto l'aspetto teologico, ascetico e pastorale, S. Congregazione per l'Evangelizzazione dei Popoli ; L'Annuncio del Vangelo oggi, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1977.

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planificar la ayuda a partir de una pastoral de conjunto bien organizada.34

La encíclica "Redemptoris Missio" (RMi) (1990) ha querido ser un relanzamiento de la misión universal, que parecía "debilitarse" (RMi 2), llamando a toda la Iglesia a una nueva evangelización que desemboque en la evangelización "ad gentes": "¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal" (RMi 2); "Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad más preparada para la siembra evangélica. Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos" (RMi 3).

La encíclica RMi presenta la naturaleza misionera de la Iglesia en una línea de urgencia práctica, a modo de llamada a tomar conciencia de la propia vocación. No sólo hay que aquilatar los criterios teológicos (cap. I-III), discernir la situación actual (cap. IV) y encontrar nuevos caminos para una acción pastoral misionera (cap. V), sino que cada creyente, según su propia vocación, debe asumir la responsabilidad misionera que le corresponde (cap. VI), cooperando con los medios espirituales, vocaciones y materiales (cap. VII) y viviendo una espiritualidad cristiana que sea verdaderamente misionera (cap. VIII).

A mi entender, una de las principales novedades de la encíclica RMi 34    ? Notae directivae de mutua Ecclesiarum particularium cooperatione promovenda ac praesertim de aptiore cleri distributione, "Postquam Apostoli"(25.3.80): AAS 72 (1980) 343-364 (EV 7, 232-281). Estudios sobre el documento y sobre el tema: AA.VV, Chiesa locale e cooperazione tra le Chiese, Bologna, EMI 1973; AA.VV., Il mondo è la mia parrocchia, The world is my parish, Roma 1971; M. ANDRES, La distribución de los presbíteros y las vocaciones sacerdotales, "Teología delsacerdocio" 7 (1975) 297-337; J. ESQUERDA BIFET, La distribución del clero, Burgos 1972; Idem, Cooperación entre Iglesias particulares y distribución de efectivos apostólicos (comentario a "Postquam Apostoli"), "Euntes Docete" 34 (1981) 427-454; V. MALLON, Distribución del clero en elmundo. Comentario acerca de "Postquam Apostoli" , "Omnis terra" n.111 (1982) 29-36; n.112 (1982) 59-66; A. DE SILVA, Intercomunhâo das Igrejas locais e distribuçâo dos agentes de evangelizaçâo, "Igreja e Missâo" 34 (1982) 263-295; R. ZECCHIN, I sacerdoti fidei donum, una maturazione storica ed ecclesiale della misionarietà della chiesa, Roma, Pont. Opere Missionarie 1990. Ver también CIC, can. 832-835; Catecismo de la Iglesia Católica, 1560, 1575.

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consiste en haber recuperado la prioridad de la responsabilidad misionera para las Iglesias particulares, con su Obispo y su Presbiterio (RMi 61-64, 67-68), siempre en colaboración y bajo la dirección del sucesor de Pedro. El punto de partida de la misión es Cristo mismo. Es la misión recibida del Padre, bajo la acción del Espíritu Santo, que Cristo comunica a su Iglesia. Ahora bien, en esa misión, los doce Apóstoles y sus sucesores son los primeros responsables: "Los Doce son los primeros agentes de la misión universal" (RMi 66).

Aquella realidad apostólica continúa en los sucesores de los Apóstoles y en cada Iglesia particular: "Lo que se hizo al principio del cristianismo para la misión universal, también sigue siendo válido y urgente hoy. La Iglesia es misionera por su propia naturaleza, ya que el mandato de Cristo no es algo contingente y externo, sino que alcanza al corazón mismo de la Iglesia. Por esto, toda la Iglesia y cada Iglesia es enviada a las gentes" (RMi 62). Por eso, "en ese vínculo esencial de comunión entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares se desarrolla la auténtica y plena condición misionera" (ibídem).

Cada obispo, como cabeza de su Iglesia particular y como miembro del Colegio Episcopal, es responsable de la misión universal: "Así como el Señor resucitado confirió al Colegio apostólico encabezado por Pedro el mandato de la misión universal, así esta responsabilidad incumbe al Colegio episcopal encabezado por el Sucesor de Pedro... Mis hermanos son directamente responsables conmigo de la evangelización del mundo, ya sea como miembros del Colegio Episcopal, ya sea como pastores de las Iglesias particulares" (RMi 63; citando LG 23 y AG 38). Esta responsabilidad misionera universal será no sólo el termómetro, sino también el estímulo para la misión particular o local.

La consecuencia que deriva de estos principios es muy concreta: "Toda Iglesia particular debe abrirse generosamente a las necesidades de los demás" (RMi 64). La encíclica alude al ejemplo de América Latina, y cita el texto de la IIIª Conferencia Episcopal Latinoamericana reunida en Puebla (1979).35

35    ? La encíclica cita "Puebla": "Finalmente, ha llegado para América Latina la hora... de proyectarse más allá de sus propias fronteras, ad gentes. Es verdad que nosotros mismos necesitamos misioneros. Pero Debemos dar desde nuestra pobreza" (Puebla 368). El documento de "Santo Domingo" (IVª Conferencia) acentúa todavía más este compromiso misionero de las Iglesias particulares

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Los presbíteros son tales en cuanto colaboradores de los Obispos, asumiendo su responsabilidad misionera local y universal. La encíclica cita "Postquam Apostoli", que ya hemos resumido más arriba. Después de alentar a los misioneros en general y a los Institutos Misioneros (nn.65-66), la encíclica centra la atención en los sacerdotes, especialmente diocesanos: "Colaboradores del obispo, los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, están llamados a compartir la solicitud por la misión (cita PO 10)... Todos lo sacerdotes deben tener corazón y mentalidad misioneros, estar abiertos a las necesidades de la Iglesia y del mundo... no dejarán además de estar concretamente disponibles al Espíritu Santo y al Obispo para ser enviados a predicar el Evangelio más allá de los confines del propio país" (RMi 67).

La referencia a "Fidei donum" (en RMi 68) indica una modalidad de ayuda que no puede reducirse a una prestación temporal, sino que debe encontrar un compromiso más estable por parte de la Iglesia particular y del Obispo con su Presbiterio. El Papa, en RMi, reafirmando las directrices de "Fidei donum", invita a encontrar nuevas modalidades: "Mi deseo es que el espíritu de servicio aumente en el Presbiterio de las Iglesias antiguas y que sea promovido en el Presbiterio de las Iglesias más jóvenes" (RMi 68).36

Habiendo subrayado RMi la prioridad misionera de la Iglesia particular y del Obispo, sin olvidar a los presbíteros y al Presbiterio como "colaboradores de Obispo", cabe preguntarse por qué la encíclica no ha dado más amplitud a la misionariedad de los sacerdotes diocesanos (como hará posteriormente "Pastores dabo vobis"). De hecho, después de ahondar en la misionariedad de las Iglesia particulares (RMi 64), el Papa pasa

(nn.124-125). Las conclusiones de la Asamblea de Santo Domingo han reafirmado esta perspectiva "ad gentes"; el documento insiste en esta responsabilidad por parte de cada Iglesia particular: cap. I (la nueva evangelización), n. 125. Ver: J. ESQUERDA BIFET, El despertar misionero "Ad Gentes" en América Latina, "Euntes Docete" 45 (1992) 159-190.

36    ? Ver algunos comentarios (en colaboración) a la encíclica RMi: Haced discípulos a todas las gentes, Comentario y texto de la encíclica "Redemptoris Missio", Valencia, EDICEP 1991, 249-270; Cristo, Chiesa, Missione, commento all'enciclica "Redemptoris Missio", Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1992; Redemptoris Missio, Riflessioni, Roma, Pontificia Università Urbaniana 1991; La missione del Redentore, Leumann, Torino, LDC 1992.

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directamente a los misioneros y a los Institutos Misioneros (RMi 65-66) y sólo después habla de los sacerdotes diocesanos (RMi 67-68). Hay que tener en cuenta que una de las razones para la publicación de la RMi ha sido el riesgo de soslayar la vocación misionera específica (afirmada ya en AG 23). En diversos puntos de la encíclica, el Papa hace una llamada a reconocer la especificidad de esta vocación misionera: "Se trata, pues, de una 'vocación especial', que tiene como modelo la de los Apóstoles: se manifiesta en el compromiso total al servicio de la evangelización; se trata de una entrega que abarca a toda la persona y a toda la vida del misionero, exigiendo de él una donación sin límites de fuerzas y de tiempo" (RMi 65).37

Esta vocación misionera específica ("de por vida") la pueden tener laicos, religiosos y sacerdotes, pertenecientes o no a un Instituto Misionero. Por tanto, también los sacerdotes "diocesanos" (o "seculares") incardinados en una diócesis o en una institución eclesial. Pero, aunque todo el Presbiterio está llamado a cooperar en la responsabilidad misionera del Obispo y a hacer posible un cauce misionero estable para la Iglesia particular, puede ser que no todos los sacerdotes estén dispuestos a una acción misionera "ad gentes" directa y por "toda la vida" (RMi 65), como "donación total y perpetua a la obra de las misiones" (RMi 79). Por esto hay que suscitar esta disponibilidad, y seguir siempre ayudando a los Institutos Misioneros que prestan para ello un cauce especial y estable. Queda en pie la cuestión de una "diócesis misionera", a la que se confiara un terreno de misión, en el sentido de equivalencia a una institución misionera estricta.38

37    ? Ver también RMi 66. A mi entender hay que distinguir entre la vocación misionera de "universalidad" y la vocación misionera especializada para el "primer anuncio" o la "implatación de la Iglesia". Ver un comentario reciente al decreto conciliar: AA.VV., Chiesa e missione, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990. Sobre la vocación: AA.VV., Vocación común y vocaciones específicas, Madrid, Soc. Educ. Atenas 1984 (vocación misionera: pp. 63-85.

38    ? Además de la bibliografía citada en la nota 2, ver: M. DA MEMBRO, Inserimento dell'attività missionaria della Chiesa universale nelle Chiese particolari, "Euntes Docete" 24 (1971) 291-328; J. ESQUERDA BIFET, Dimensión misionera de la Iglesia local, Madrid, Com. Episcopal Misiones 1975; J. GUERRA, Las Iglesias locales como signo de la Iglesia universal en su proyección misionera, "Misiones Extranjeras" 54 (1967) 181-194; H.M. LEGRAND, Nature de l'Eglise particulière et rôle de l'Evêque

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C) La nueva instancia misionera sacerdotal según "Pastores dabo vobis"

La exhortación apostólica postsinodal "Pastores dabo vobis" no es un documento exclusivamente misionero, como lo es "Ad Gentes" y "Redemptoris Missio". Pero, por ser documento sacerdotal, presenta el sacerdocio ministerial con todas sus exigencias de seguimiento evangélico y de misión, apuntando a la necesidad de una formación inicial y permanente que asuma orgánicamente estas exigencias.

Que el sacerdote, precisamente por serlo, esté llamado a la misión universal, se da por descontado, citando y glosando los documentos conciliares y postconciliares que nosotros ya hemos estudiado más arriba sintéticamente. Se trata claramente y sin lugar a reticencias, de una "solicitud por la Iglesia universal y por cada una de las Iglesias particulares" (PDV 17). "El ministerio del presbítero está totalmente al servicio de la Iglesia... está ordenado no sólo para la Iglesia particular, sino también para la Iglesia universal" (PDV 16). Queda, pues, bien claro "el carácter misionero de todo sacerdote" (PDV 16).39

dans l'Eglise, en: La Charge pastorale des Evêques, Paris 1969; J. LOSADA, A responsabilidade missionaria das Igrejas locais, "Igreja e Missâo" 34 (1982) 241-262; X. SEUMOIS, Les Eglises particulières, en: L'activité missionnaire de l'Eglise, Paris 1967, 281-299; P. TENA, Eglise, in: Dict. Sipiritualité, fasc. 25, col. 370-384; S.J. UKPONG, The local Church and missionary consciousness, en: Portare Cristo all'uomo, II, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1985, 559-578; J. VODOPIVEC, La Chiesa locale e la missione, in: Chiesa e missione, Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990, 97-139.

39    ? Se remite a "Instrumentum laboris" n. 16 y a la "Propositio" n. 7 del Sínodo de los Obispos de 1990. Documentos de este Sínodo, con índices de materias: G. CAPRILE, Il Sinodo dei Vescovi 1990, Ediz. La Civeltà Cattolica 1991. Ver otros números de "Pastores dabo vobis" sobre la misionariedad del sacerdote: nn. 2, 4, 14, 16-18, 23, 31-32, 59, 72, 74-75, 82. Comentarios al documento postsinodal: Pastores dabo vobis, Esort. Apost. Post-Sinodale di Giovanni Paolo II (25 marzo 1992). Testo originale... (presentazione, introduzioni, commentoe sussidi (J. Saraiva, L. Pacomio), Casale Montferrato, PIEMME 1992; Os daré pastores según mi corazón, Valencia, EDICEP 1992; Vi darò pastori secondo il mio cuore, Esortazione Apostolica "Pastores dabo vobis"..., Testo e commenti, Lib. Edit. Vaticana 1992; M. CARPIOLI, Esortazione Apostolica Postsinodale "Pastores dabo vobis", "Teresianum" 43

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La referencia explícita a la misión local y universal aparece constantemente al hablar de la naturaleza de la misión y de la espiritualidad sacerdotal. Lo mismo se puede apreciar cuando trata de la formación inicial y permanente, de modo especial en su nivel pastoral: "La conciencia de la Iglesia como comunión 'misionera' ayudará al candidato al sacerdocio a amar y vivir la dimensión misionera esencial de la Iglesia y de las diversas actividades pastorales; a estar abierto y disponible para todas las posibilidades ofrecidas hoy para el anuncio del Evangelio, sin olvidar la valiosa ayuda que pueden y deben dar al respecto los medios de comunicación social; y a prepararse para un ministerio que podrá exigirle la disponibilidad concreta al Espíritu Santo y al Obispo para ser enviado a predicar el Evangelio fuera de su país" (PDV 59) (cita RMi 67-68). Por esto, "la formación permanente ayuda al 'sacerdote' a custodiar con amor vigilante el 'misterio' del que es portador para el bien de la Iglesia y de la humanidad" (PDV 72).

La nueva instancia misionera de "Pastores dabo vobis" podría considerarse ya suficiente por el hecho de repetir sintéticamente, con claridad y armonía, la doctrina misionera conciliar y postconciliar. En efecto, la exigencia misionera aparece espontáneamente en el desarrollo de la doctrina sacerdotal, a nivel formativo y a nivel ministerial, como fruto maduro del ser, del obrar y de la vivencia. Pero hay algo más, como vamos a ver.

Llama la atención en PDV el modo de describir la dimensión misionera del sacerdote a partir de la "sucesión apostólica" (como misión y como seguimiento evangélico) y de la pertenencia a la Iglesia particular (especialmente por la incardinación). Respecto al mismo sacerdocio como participación en el sacerdocio de Cristo, así como respecto a la colaboración con el obispo y al servicio de la Iglesia particular, se repiten los contenidos de los documentos anteriores, que PDV cita y glosa con cierta amplitud. Veamos los dos aspectos que pueden ser más novedosos.

La sucesión apostólica o del ministerio apostólico une estrechamente Obispos y presbíteros (que forman parte del mismo Presbiterio, presidido por el Obispo). En el Mensaje de los Padres sinodales, citado por la exhortación, los Obispos dicen: "Vosotros sois nuestros primeros cooperadores en el servicio apostólico" (PDV 4). En realidad, "el sacerdocio de segundo orden se incorpora a la estructura apostólica de la

(1992) 323-357.

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Iglesia. Así el presbítero, como los Apóstoles, hace de embajador de Cristo (cf. 2Cor 5,20)... Por tanto, el ministerio ordenado surge con la Iglesia y tiene en los Obispos, y en relación y comunión con ellos también en los presbíteros, una referencia particular al ministerio originario de los apóstoles, al cual 'sucede' realmente, aunque respecto al mismo tenga unas modalidades diversas" (n.16).40

Uno de los párrafos más explícitos sobre la sucesión apostólica es el n. 42 del capítulo V: "Instituyó doce para que estuvieran con él"... "vivir como los Apóstoles, en el seguimiento evangélico". Antes de pasar a los cuatro niveles de formación (humana, espiritual, intelectual y pastoral), el documento quiere dejar claro que se trata de una formación para la Vida Apostólica de los Doce: "dejarse configurar con Cristo Buen Pastor" y, por tanto, aprender en la "escuela del Evangelio", a "vivir en el seguimiento de Cristo como los Apóstoles" (PDV 42). El tema se repite al hablar del Seminario como "continuación en la Iglesia, de la íntima comunidad apostólica formada en torno a Jesús... comunidad promovida por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado por el Señor para el servicio apostólico, la posibilidad de revivir la experiencia formativa que el Señor dedicó a los Doce". De este modo el Seminario será "fiel a los valores evangélicos en los que se inspira y capaz de responder a las situaciones y necesidades de los tiempos" (n.60).41

Esta disponibilidad universal deriva también del hecho de pertenecer

40    ? El documento postsinodal da mucha importancia a la relación del sacerdocio ministerial (de los presbíteros) con la sucesión apostólica: nn. 4-5, 15-16, 22, 24, 42, 46, 60. El Catecismo de la Iglesia Católica (n.1554), al indicar la unidad entre los obispos y los presbíteros, cita a San Ignacio de Antioquía: "Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que es imagen del Padre, y a los presbíteros, como al senado de Dios y como a la asamblea de los apóstoles; sin ellos no se puede hablar de Iglesia" (Ad Trall. 3,1).

41    ? La dimensión misionera del presbítero está en relación con la responsabilidad misionera de los Obispos (AG 38). "Los Doce son los primeros agentes de la misión universal, constituyen un 'sujeto colegial' de la misión" (RMi 61). "Así como el Señor resucitado confirió al Colegio apostólico encabezado por Pedro el mandato de la misión universal, así esta responsabilidad incumbe al Colegio episcopal encabezado por el Sucesor de Pedro" (RMi 63).

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a la Iglesia particular y al Presbiterio y colaborar en la responsabilidad misionera del Obispo, siempre en la línea de universalismo: "La pertenencia y dedicación a una Iglesia particular no circunscriben la actividad y la vida del presbítero, pues, dada la naturaleza de la Iglesia particular y del ministerio sacerdotal, aquellas no pueden reducirse a estrechos límites... (cita PO 10)... sino a la misión universal" (PDV 32). La Iglesia particular es el eco y concretización de la Iglesia universal, como corresponsable de la misma misión universalista42. El Obispo con su Presbiterio es responsable de hacer efectiva esta misión, en la que deben participar todos los componentes de la comunidad eclesial y, de modo particular, los presbíteros como colaboradores necesarios de los Obispos en el "servicio apostólico".43

La responsabilidad misionera se presenta también en el contexto de la trilogía Iglesia misterio, comunión y misión, relacionando los tres elementos: la Iglesia es misionera siendo portadora de Cristo (misterio) como fraternidad imagen de la Trinidad (comunión), que debe construir la comunión universal de hermanos en Cristo. El sacerdote ministro sirve a esta Iglesia que es, pues, misionera por su misma naturaleza.44

D) Datos básicos de la misionariedad del ministerio sacerdotal De los textos bíblicos sobre la misión (n.1 de nuestro estudio) y de

los documentos magisteriales del concilio Vaticano II y del postconcilio, se pueden decantar unos datos o elementos básicos sobre la dimensión misionera del sacerdocio ministerial y de su ministerio. El sacerdote ministro está llamado a la misión local y universal por:

- participar en el mismo sacerdocio de Cristo,- prolongar la misma misión de Cristo,- colaborar estrechamente con el obispo, como partícipe de la sucesión apostólica y por ser miembro del Presbiterio,42    ? PDV 31-32, 65, 74. La encíclica misionera de Juan Pablo II, afirma: "Toda Iglesia particular debe abrirse generosamente a las necesidades de las demás... La misión de la Iglesia es más vasta que la 'comunión entre las Iglesias'; ésta, además de la ayuda para la nueva evangelización, debe tener sobre todo una orientación con miras a la específica índole misionera" (RMi 64)

43    ? PDV 4, 16-18, 31-32.

44    ? PDV nn.12, 16, 59, 73.

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- pertenecer a la Iglesia particular como diocesano (incardinado) o como religioso,- ser llamado al seguimiento evangélico de los doce Apóstoles y sucesores.

Hemos visto estos datos básicos en las documentos estudiados. Cada uno de estos elementos merecería un estudio especial más detallado. Habría que matizar para el sacerdote diocesano y para el sacerdote religioso el modo peculiar de cada uno respecto a la colaboración con el obispo, la pertenencia a la Iglesia particular y el seguimiento evangélico.

Todo presbítero (diocesano o religioso) está al servicio de la Iglesia particular, cuyo "principio y fundamento visible de unidad" es el obispo (LG 23). El Papa lo es también, de modo peculiar, como portador de un carisma que es intrínseco a cada comunidad cristiana (ibídem). Cada Iglesia particular, con sus carismas peculiares en la herencia apostólica común (LG 13 y 17), es responsable de la Iglesia universal como su imagen, porción, presencia, actualización (cfr. LG 23, 26; CD 11). A esta Iglesia, con su peculiar herencia de gracia y con su responsabilidad de comunión y de misión universal, es a la que sirve todo presbítero, siendo, con el obispo y bajo su autoridad, custodio de la tradición apostólica misionera.45

La base fundamental del ser, del actuar y de la espiritualidad sacerdotal, es común a diocesanos y religiosos. La configuración con Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor, exige para todos el mismo seguimiento radical (Vida Apostólica de los Doce), la misma disponibilidad misionera (local y universal) y la misma vida de "comunión" con los demás presbíteros del Presbiterio de la Iglesia particular, cuya cabeza es el Obispo. Las exigencias de "Vida Apostólica", al estilo de los Doce, son las mismas. La caridad pastoral es la quinta esencia de la espiritualidad sacerdotal, sea del sacerdote diocesano que del religioso.

Ahora bien, todas estas realidades de gracia quedan matizadas por otras gracias, que podrían resumirse, para el sacerdote "diocesano", en la "incardinación", como pertenencia especial a la Iglesia particular y al Presbiterio, y como dependencia espiritual y ministerial respecto al Obispo; todo ello "como valor espiritual del presbítero" (PDV 31). En cuanto al sacerdote "religioso" (o de instituciones análogas), estas

45    ? Ver bibliografía en notas 2 y 41.

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realidades de gracia quedan matizas por el "carisma fundacional", que se concreta en compromisos especiales de seguimiento evangélico y en modos peculiares de vida comunitaria y de misión.46

3. El seguimiento evangélico y la fraternidad sacerdotal del Presbiterio Al seguimiento evangélico de los doce Apóstoles y de otras personas

llamadas por Jesús, se le ha llamado "Vida Apostólica". Se trata de un seguimiento en fraternidad para la misión. El discurso misionero de Jesús, que hemos analizado en el n.1 de nuestro estudio, incluye todos estos aspectos. El seguimiento y la fraternidad apostólica poseen una eficacia misionera.

El estilo de vida de los Apóstoles, la "Vida Apostólica", indica el seguimiento evangélico radical por parte del grupo de discípulos más inmediatos a Jesús, que recibieron el encargo de prolongar su misma misión. Según las diversas redacciones del texto evangélico, estos discípulos podrían ser "los doce" (Mt 10,1; Mc 6,7; Lc 9,1) o un número más amplio (Lc 10,1). Este grupo es llamado a compartir el mismo estilo de vida de Jesús para poder compartir su misma misión.

Este tema ha sido de suma actualidad en ciertos momentos históricos de renovación eclesial. La expresión "Vida Apostólica", como estilo de vida de los Apóstoles, tanto en el seguimiento evangélico como en la misión, se repite en los documentos eclesiales para indicar un punto de referencia, a modo de tono y de "primera caridad" (Apoc 2,4), que hay que recuperar.

San Atanasio, en la "Vita Antonii" subraya el género de "vida evangélica" de San Antonio, como imitación de la vida de los Apóstoles47.

46    ? Ver: El sacerdote ministerial en la Iglesia particular o diocesana, en: Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991, cap. 6. La peculiaridad de la "Vida Apostólica" para el sacerdote diocesano se desprende del hecho de la "incardinación", como relación especial con el carisma episcopal, pertenencia específica respecto a la Iglesia particular y corresponsabilidad estricta de familia respecto a los demás miembros del Presbiterio. De ahí derivarán consecuencias respecto a las modalidades de: seguimiento evangélico, vida comunitaria, disponibilidad misionera. La armonía con otras formas de "Vida Apostólica" sacerdotal es una exigencia de esa misma espiritualidad específica.

47    ? Ver: F.A. FIGUEIREDO OFM, La vida de la Iglesia primitiva,

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San Posidio resume en esta misma línea de "Vida Apostólica" la vida que San Agustín llevaba con sus presbíteros48. El Papa Gregorio IX indica que ése es el género de vida de Santo Domingo, practicada primero en su Presbiterio y luego aplicada a la fundación de la Orden de Predicadores.49

Con modalidades diversas, tanto la vida sacerdotal en el Presbiterio (cfr. San Agustín), como la vida monacal (cfr. San Antonio) y la vida religiosa (cfr. Santo Domingo y San Francisco), se han inspirado en el estilo de vida de los Apóstoles, como participación en el mismo estilo de vida y de misión de Jesús. Toda renovación de vida sacerdotal y consagrada tendrá siempre este punto de referencia.50

El Concilio presentó la fisonomía del sacerdote presbítero en relación con su propio obispo, con su Presbiterio y con la Iglesia particular (como concretización de la Iglesia universal). Es en estas perspectivas que el sacerdote encontrará las aplicaciones concretas de su espiritualidad y pastoralidad específica (LG 28; CD 28-29; PO 7-8). El seguimiento evangélico, al estilo de los Apóstoles como imitadores y consortes del Buen Pastor, queda descrito principalmente al detallar las virtudes que derivan de la caridad pastoral (PO 15-17). El presbítero debe poder encontrar los modos y los medios de esta espiritualidad en su propio Presbiterio (PO 8), sin excluir otros posibles matices de los presbíteros que siguen un carisma fundacional y unos modos concretos en instituciones de tipo religioso, "secular" y asociativo (PO 8).

La "Vida Apostólica" en el Presbiterio es la vida de los doce

Bogotá, CELAM 1991, pp.280ss.

48    ? Vida de San Agustín: PL 32, 33-66. Respecto a la "regla de San Agustín", como primera regla de "vida apostólica", antes de la regla de San Pacomio y de San Benito, ver: CL. BOFF, La vita della comunione dei beni, la regola di S. Agostino, Assisi, Cittadella Ed. 1991.

49    ? "Novi virum totius apostolicae regulae sectatorem". Cfr. Acta canonizationis sancti Dominici, Monumenta O.P. Mist. 16, Romae 1935, pp.30ss, 146-147.

50    ? Ver: Síntesis histórica, líneas evolutivas de la espiritualidad sacerdotal, en: J. ESQUERDA BIFET, Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991, cap. XIII, pp. 360ss (Vida clerical). Otros datos en: I.E. LOZANO, De vita apostolica apud canonicos, "Commentarium pro Religiosis" 52 (1971) 193-210.

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Apóstoles y de sus sucesores (obispos) e inmediatos colaboradores (presbíteros). Los diáconos participan del ministerio apostólico y, en este sentido, forman parte del Presbiterio; pero en cuanto a la "Vida Apostólica", no todos son llamados al "seguimiento evangélico" por la práctica de los "consejos".

Hay que recordar que la "Vida Apostólica" de los Doce se delinea por la vida comunitaria, el seguimiento evangélico y la disponibilidad misionera. Los tres puntos son muy explícitos en el documento postsinodal y se repiten insistentemente. Si no hubiera la conciencia y el compromiso generoso de seguimiento evangélico (con la práctica concreta, aunque no necesariamente profesión de los llamados "consejos evangélicos"), la vida fraterna y la disponibilidad misionera no se harían efectivas ni duraderas. La actuación del carisma episcopal es indispensable no sólo para cuestiones jurídicas, sino principalmente para hacer posible la "Vida Apostólica" en el Presbiterio (PDV 74; cfr. CD 15-16; PO 7-8).

El llamado "radicalismo evangélico" (PDV 27) no es más que la misma caridad pastoral con todas sus exigencias, tomando como modelo a Cristo Buen Pastor y expresándola con el seguimiento de Cristo al estilo de los Apóstoles. No se trata primariamente de la vida religiosa en general, sino del mismo seguimiento evangélico, que puede adoptar una forma "religiosa" con compromisos especiales o una forma de vida "incardinada" en la Iglesia particular y en el Presbiterio diocesano. Este seguimiento evangélico con la exigencia de la práctica de los "consejos evangélicos" forma parte de la identidad de los presbíteros como inmediatos colaboradores de los Obispos: "Expresión privilegiada del radicalismo son los varios consejos evangélicos que Jesús propone en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7), y entre ellos los consejos, íntimamente relacionados entre sí, de obediencia, castidad y pobreza; el sacerdote está llamado a vivirlos según el estilo, es más, según las finalidades y el significado original que nacen de la identidad propia del presbítero y la expresan" (PDV 27).

Al hablar de cada uno de los "consejos evangélicos" (PDV 28-30), el documento sinodal expone detalladamente la obediencia, castidad y pobreza, a la luz de la caridad pastoral. Se trata de imitar "los mismos sentimientos de Jesús, despojándose de su propio 'yo', para encontrar, en la caridad obediente, casta y pobre, la vida maestra de la unión con Dios y de la unidad con los hermanos (cf. Fil 2,5)" (PDV 30).

Hay una afirmación de "Pastores dabo vobis" que se repite de diversas

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maneras y que es un compendio sapiencial de esta doctrina sobre la caridad pastoral como "officium amoris" (S. Agustín): "testigo del amor de Cristo como Esposo" (PDV 22). A partir de esta perspectiva de correr la misma suerte de Cristo, en el seguimiento esponsal de radicalismo evangélico (sequela Christi) como los Apóstoles, se puede comprender mejor todo el rico contenido de los llamados "consejos evangélicos" (PDV 27-30). Se sigue esponsalmente a Cristo, buen Pastor, en su "caridad pastoral" expresada por la obediencia, castidad (virginidad) y pobreza.

A la luz de la caridad pastoral, las virtudes evangélicas aparecen eminentemente sacerdotales. La obediencia (PDV 28) debe ser "apostólica", centro de la comunión de Iglesia (Papa, Colegialidad Episcopal, Obispo propio), "comunitaria" (inserción y corresponsabilidad en el Presbiterio), con "carácter de pastoralidad" (disponibilidad misionera). La "virginidad" (PDV 29), a la luz de la caridad pastoral, tiene sentido "esponsal", como "donación personal a Jesucristo y a su Iglesia". Entonces aparece el celibato con su "valor profético para el mundo actual", como "estímulo de la caridad pastoral" (citando PO 16) y como signo del amor esponsal de Cristo a su Iglesia. Se trata de "ofrecer la totalidad de su amor a Jesucristo" (PDV 44). Es la misma caridad pastoral la que da sentido a la pobreza evangélica haciéndola eminentemente sacerdotal. Se hacen resaltar sus "connotaciones pastorales", que se concretan en la imitación de Cristo pobre y crucificado, en la disponibilidad misionera, en la vida fraterna del Presbiterio, en la cercanía y "opción preferencial por los pobres". Entonces "la pobreza sacerdotal" aparece en todo su "significado profético" (PDV 30).

No se pueden separar las tres virtudes sacerdotales evangélicas, pues forman una unidad, como "transparencia" de la caridad del Buen Pastor. La actitud relacional y amistosa con Cristo hace ver en esas virtudes el modo más concreto de compartir su misma vida, para ser "signo" personal y "transparencia" suya (PDV 12, 15-16, 22, 42-43, 49). La caridad del Buen Pastor fue así y sigue siendo así (PDV 30). No se trata principalmente de "exigencias" a modo de obligaciones, sino de la consecuencia de un enamoramiento y amistad, como "signo del amor de Dios a este mundo" (PDV 29). Así aparece el "valor gozoso del seguimiento de Jesús" (PDV 10) como "testimonio máximo de amor" (PO 11). La caridad pastoral hace posible "transparentar y testimoniar de manera original el radicalismo evangélica" (PDV 20).

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La práctica concreta del seguimiento evangélico se realiza siempre en la comunión del Presbiterio como "familia" (PDV 74), con matices de vida comunitaria que puede revestir formas diferentes. "Cada sacerdote, tanto diocesano como religioso, está unido a los demás miembros de este presbiterio, gracias al sacramento del Orden, con vínculos particulares de caridad apostólica, de ministerio y de fraternidad" (PDV 17). "Son muchas las ayudas y los medios... entre éstos hay que recordar las diversas formas de vida común entre los sacerdotes, siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque con modalidades y compromisos diferentes" (PDV 81).

Para que "la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros nuevos evangelizadores" (PDV 2), urge construir la fisonomía sacerdotal como imagen de Cristo Buen Pastor. "Hoy, en particular, la tarea pastoral prioritaria de la nueva evangelización, que atañe a todo el Pueblo de Dios y pide un nuevo ardor, nuevos métodos y una nueva expresión para el anuncio y el testimonio del Evangelio, exige sacerdotes radical e integralmente inmersos en el misterio de Cristo y capaces de realizar un nuevo estilo de vida pastoral, marcado por la profunda comunión con el Papa, con los Obispos y entre sí, y por una colaboración fecunda con los fieles laicos" (PDV 18).

Líneas conclusivas: Hacia un proyecto de "Vida Apostólica" en el Presbiterio para una nueva apertura misionera de la Iglesia particular

Sin el seguimiento evangélico y la fraternidad sacerdotal del Presbiterio, no se haría efectiva la disponibilidad misionera. La "fraternidad sacramental" del Presbiterio de una Iglesia particular (PO 8) es una concretización de la realidad de Iglesia como "sacramento universal de salvación" (LG 48; AG 1) o, sencillamente, como "sacramento, es decir, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1).

Hay un principio misionológico que reafirmó Pablo VI en "Evangelii nuntiandi" con estas palabras: "Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma... La Iglesia se evangeliza para evangelizar al mundo de manera creíble" (EN 15). En el caso del sacerdocio ministerial, el concilio y "Pastores dabo vobis" han aplicado este principio a la santificación en el ejercicio del ministerio: "Los presbíteros conseguirán de manera propia la santidad, ejerciendo sincera e incansablemente sus

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ministerios en el Espíritu de Cristo" (PO 13; PDV 24-25).Ahora bien, los ministerios sacerdotales son un servicio que debe

abarcar "toda la diócesis y toda la Iglesia" (LG 28). Sin esta dimensión misionera, no se realizaría la santificación sacerdotal. Al mismo tiempo, sin la generosidad del seguimiento evangélico al estilo de los Apóstoles, no se daría la disponibilidad misionera en cada ministerio a nivel local y universal. Para hacerse evangelizador pleno y sin fronteras, el sacerdote está llamado a "evangelizarse" plenamente, es decir, a vivir el sacerdocio según el estilo evangélico del Buen Pastor. La misión universal y la donación total a Cristo caminan a la par. "La llamada a la misión deriva, de por sí, de la llamada a la santidad... La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión" (RMi 90).

De ahí la importancia y urgencia de elaborar y llevar a efecto un "proyecto" de "Vida Apostólica" en el Presbiterio, siguiendo las pautas de "Pastores dabo vobis", como exigencia de la gracia de la ordenación: "Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que hay en ti" (2Tim 1,6; cfr. PDV cap. VI). Se trata, pues, del "dinamismo del sacramento del Orden", como respuesta a "un sígueme que acompaña toda la vida" (PDV 70).

El capítulo final de PDV, si se lee en el contexto de todo el documento, es la parte que compromete más. Porque no se trata sólo de organizar unos cursos para ponerse al día, sino de estructurar toda la vida del Presbiterio, de suerte que el sacerdote encuentre los medios necesarios para vivir su identidad sacerdotal con todas las exigencias de "Vida Apostólica" en el Presbiterio de la Iglesia particular.

Hay que elaborar "programas capaces de sostener... el ministerio y vida sacerdotal" (PDV 3). Se trata de "programar y llevar a cabo un plan de formación permanente, que responda de modo adecuado a la grandeza del don de Dios y a la gravedad y exigencias de nuestro tiempo" (PDV 78). En este campo "es fundamental la responsabilidad del Obispo y, con él, la del Presbiterio" (PDV 79). Las estructuras del Presbiterio deben orientarse a una puesta en práctica de las orientaciones conciliares y postconciliares. El documento postsinodal compromete a todos. "Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el Presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV 79).

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La exhortación postsinodal es un texto que da las pautas necesarias para estructurar el Presbiterio de la Iglesia particular de acuerdo con la "Vida Apostólica". Los candidatos al sacerdocio (diocesanos y religiosos) encuentran en él una posibilidad de vivir el sacerdocio con generosidad evangélica. Ahora ya podrán ver que es posible poner en práctica las indicaciones del nuevo Código: "deben prepararse para una unión fraterna con el Presbiterio diocesano, del cual serán miembros para el servicio de la Iglesia" (can. 245, par. 2). Este Presbiterio, al cual son invitados, ya existe inicialmente, pero hay que realizarlo en plenitud misionera.

Hay que reconocer que la "Vida Apostólica" en el Presbiterio (para el clero diocesano), salvo casos individuales y de algunos grupos excepcionales, tiene un vacío de siglos. La doctrina eclesial se ha mantenido gracias al magisterio y a la vida de santos sacerdotes. Llevar a término esta empresa supondrá crear mentalidad y buscar pautas concretas.

La invitación de Juan Pablo II indica las pistas de un "Cenáculo" permanente, en el que, gracias a la presencia activa de María, "Madre de los sacerdotes" y "Reina de los Apóstoles", tendrán lugar "una extraordinaria efusión del Espíritu de Pentecostés... La Iglesia está dispuesta a responder a esta gracia" (PDV 82).51

El mandato misionero durante la vida pública de Jesús y durante los días de su glorificación, se ha confiado a toda la Iglesia y de modo especial a los Apóstoles, a sus sucesores e inmediatos colaboradores: "Id" (Mt 10,7; "id a todo el mundo" (Mc 16,15), "seréis mis testigos" (Act 1,8). Hay que "caminar" siguiendo a Cristo, que camina hacia la Pascua

51    ? Ver una invitación parecida a nivel de Iglesia universal: "Nunca como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con el testimonio y la palabra, a todos los hombres y a todos los pueblos. Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día radiante y rica en frutos, sin todos los cristianos y, en particular, los misioneros y las jóvenes Iglesias responden con generosidad y santidad a las solicitudes y deseos de nuestro tiempo. Como los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, la Iglesia debe reunirse en el Cenáculo 'con María la Madre de Jesús' (Act 1,14), para implorar el Espíritu Santo y obtener fuerza y ardor para cumplir el mandato misionero. También nosotros, mucho más que los Apóstoles, tenemos necesidad de ser transformados y guiados por el Espíritu...María es el ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres" (RMi 92; cf. LG 59. 65; AG 4; EN 82; RH 22; RMa 24)).

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definitiva "con su Madre y sus discípulos" (Lc 2,12). Ese "camino" equivale a un seguimiento evangélico en comunión para la misión.

El objetivo final es el de hacer de toda la comunidad humana el reflejo de la comunión trinitaria. Ello no será posible si la Iglesia no aparece como "comunión" efectiva y afectiva, especialmente por parte de quienes, en cada Presbiterio, son signo colectivo del Buen Pastor.52

52    ? La afirmación conciliar "fraternidad sacramental", aplicada al Presbiterio (PO 8), tiene el sentido de ser exigencia del sacramento del Orden (cfr. LG 28) y también de ser la concretización de la Iglesia "sacramento universal de salvación". La "unidad" o "comunión" eclesial (LG 4), como reflejo de la comunión trinitaria (SRS 40), se hará efectiva especialmente a través de quienes son el signo comunitario de Cristo Sacerdote y Buen Pastor, como signo eficaz de evangelización universal (Jn 17,21-23).