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DRAFT—PLEASE CITE ONLY WITH PERMISSION
Prepared for the conference “Populism of the Twenty-First Century”
Woodrow Wilson International Center for Scholars Washington, D.C. October 8, 2009
Populismo, rentismo y socialismo del siglo XXI: el caso venezolano
Margarita López Maya Dinolis Alexandra Panzarelli
La victoria electoral de Hugo Chávez Frías y sus fuerzas bolivarianas en diciembre de
1998 significó un momento de inflexión en el proceso sociopolítico venezolano. La sociedad,
padeciendo una crisis integral sin solución que demoraba ya dos décadas, había visto perderse
muchos logros modernizadores alcanzados a lo largo del siglo XX. Los partidos hegemónicos,
otrora populistas, habían terminado abrazando políticas y discursos neoliberales. El presidente
Caldera había prometido revertir la situación al asumir por segunda vez el poder en 1993. Tam-
bién ofreció hacer una reforma constitucional. Sin embargo nada de eso ocurrió. Estos procesos
crearon condiciones materiales y anímicas para que los votantes se pronunciaran por un cambio
radical de elites y proyecto político. Chávez y su movimiento obtendrían el triunfo electoral al
expresar políticamente lo que pareció en ese momento ser las aspiraciones de la mayoría: con-
struir una democracia participativa, rechazar las políticas neoliberales y expulsar del poder a los
partidos corruptos e insensibles. Diez años después el Presidente comandante, ha transformado el
proyecto inicial en lo que él llama un socialismo del siglo XXI, de crecientes tendencias autori-
tarias. Habiendo concurrido a trece contiendas electorales, de las cuales ha ganado doce, Chávez
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permanece firmemente anclado en el poder, convirtiéndose en una de las figuras más emblemáti-
cas del populismo latinoamericano.
En este artículo exploramos algunos aspectos centrales que permiten caracterizar al chav-
ismo como un fenómeno populista. Consideramos el populismo fundamentalmente como una
forma universal de la política, que aparece para empujar aspiraciones de inclusión social y cuyo
eje definitorio es un discurso dicotómico de gran valor movilizador, que construye sujetos políti-
cos antagónicos e irreconciliables: el pueblo –los pobres y/o los que no tienen poder– y la oligar-
quía –el bloque de poder– (de la Torre, 2000:13). Lo reconocemos como una forma de democra-
cia directa, que privilegia el vínculo identitario entre líder y bases, y rechaza las formas mediadas
de la democracia. Si bien es en esencia democrático, tiende a prescindir de instituciones de rep-
resentación, concentrándose en la movilización tras el líder como el instrumento político por an-
tonomasia, lo que termina produciendo profundos déficits de democracia en la sociedad donde se
establece (Peruzzotti, 2009).
La ponencia se compone de cuatro partes. En la primera, se enfatizan rasgos del proceso so-
ciohistórico venezolano que crearon el escenario para un momento de ruptura populista en 1998.
En la segunda, se analizan conceptos e imágenes del discurso chavista, que antagonizan al adver-
sario y recrearon al sujeto político pueblo con una misión trascendente, sellando la seducción
entre líder y bases. En la tercera, exploramos los principales canales de comunicación entre
Chávez y su pueblo. En la cuarta, revisamos datos sobre la composición social de las bases y el-
ites chavistas. Y en las reflexiones finales intentamos evaluar la potencialidad de permanencia de
este fenómeno político.
I. Las condiciones que propiciaron la ruptura populista
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La victoria de Chávez en 1998 significó la reemergencia en Venezuela del populismo, una
arraigada tradición que en el siglo XX tuvo, tanto versiones radicales, como la del Trienio adeco
entre 1945-1948, como más moderadas como la de Carlos Andrés Pérez entre 1974-1979, du-
rante el régimen democrático instaurado a partir de 1958 (Ellner, 1997; Gómez Calcaño y Are-
nas, 2006).
La persistencia en Venezuela de esta forma de hacer política ha tenido en la economía petrol-
era un factor de peso a su favor, aunque el petróleo se sobrepuso a factores históricos más pro-
fundos. En la República oligárquica decimonónica, el caudillo carismático jugó un rol central en
el control del orden social después de la ruptura del lazo colonial (Lombardi, 1982). El
Petroestado conformado en el siglo XX, se particulariza por recibir importantes ingresos fiscales,
que provienen del mercado mundial y no de la tributación de agentes económicos internos. Esto
le permite a quienes llegan al poder una significativa libertad de acción –o arbitrariedad– con
relación a demandas y presiones de la sociedad civil. El Petroestado se caracteriza también por
privilegiar motivaciones políticas, lo que lo hace altamente susceptible a ineficiencia y corrup-
ción administrativa (Karl, 1994).
El negocio petrolero propició en Venezuela también un fuerte y particular nacionalismo,
tanto en elites militares, políticas o burocráticas, como en la población. Este nacionalismo está
basado en la idea de que todos los venezolanos somos propietarios de ese recurso natural, corre-
spondiéndole al Estado, en su carácter de representante de la nación, administrarlo y defender-
nos, tanto de intereses externos que buscan apropiarse del bien, como de internos que quieren
apropiárselo para beneficio propio (Coronil, 2002). Quienes llegan al poder en Venezuela suelen
legitimarse con discursos nacionalistas, donde la igualdad y la justicia social juegan rol central,
igual que la desconfianza hacia potencias y corporaciones extranjeras. La cultura política sociali-
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zada en el siglo XX le asignó al Estado nación la tarea de impulsar en nombre del pueblo la
modernidad y el progreso a través de la administración de la renta petrolera (Coronil y Skurski,
1991).
La crisis económica y la llegada del paradigma neoliberal
Los distintos gobiernos democráticos de 1958 en adelante, construyeron un discurso oficial
donde la democracia implicaba tanto derechos civiles y políticos, como un modelo económico
que incluiría a todos en los beneficios del desarrollo (Crisp et al, 1996). Sin embargo, en los años
ochenta la economía entró en declive y los gobiernos para resolverlo viraron hacia prácticas neo-
liberales que elevaron la pobreza y la miseria, ampliándose la desigualdad en la distribución del
ingreso. Comenzó entonces un sostenido cuestionamiento al Estado y a los partidos. El Viernes
negro de febrero de 1983, día en que el gobierno de Luis Herrera Campíns (1979-1984), se vio
obligado por el desajuste económico a cerrar las actividades cambiarias y proceder a una de-
valuación del bolívar, fue un primer momento simbólico de concientización de los venezolanos
sobre una crisis de la economía petrolera, cuya responsabilidad fue atribuida principalmente a los
partidos Acción Democrática (AD) y COPEI, ejes del sistema político.
La continuación de la crisis económica y la aplicación de políticas de ajuste de carácter neo-
liberal para conjurarla en los años noventa, condujo a fines del siglo, a que la sociedad se fuera
escindiendo en dos polos sociales –ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres- mien-
tras las capas medias se achicaban y los pobres crecían en número. Las elites fueron creciente-
mente cuestionadas, los partidos rechazados; se multiplicaron las denuncias de corrupción. Parti-
dos, sindicatos y gremios del bipartidismo van dejando de servir como eficientes correas de me-
diación y distribución de favores, al desestructurase las redes clientelares producto de la reduc-
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ción del gasto fiscal (Roberts, 2001). La desinstitucionalización hace visible una creciente, pug-
naz y a ratos violenta protesta popular liderada por estudiantes, sindicatos de empleados públicos
independizados de los partidos, desempleados, jubilados e informales. Según Provea, entre los
nueve años que van de octubre de 1989 a septiembre de 1998 hubo un promedio anual de 720
protestas, es decir dos diarias. Para 1998, el año cuando Chávez gana las elecciones presidencia-
les, las cifras de pobreza y pobreza extrema son cercanas al triple de lo que eran en 1983. Si para
1979 el ingreso del 5% más rico de la población era 41,58 veces superior al ingreso del 5% más
pobre, esa misma relación en 1997 era de 53,11%. Es fácil colegir de estos datos el escenario de
malestar y resentimiento que envenenaba la atmósfera, que favorecería una ruptura con el orden
político vigente.
El Caracazo: se divorcian los pobres y capas medias del bipartidismo1
La crisis económica al no encontrar resolución llevó a una descomposición de la estruc-
tura social y ésta, como señalamos arriba, al aumento de confrontaciones entre sociedad y
Estado. Muchos actores, a falta de canales institucionales de mediación, escenificarían el con-
flicto en las protestas de calle (López Maya, 2003). El 27 de febrero de 1989 tendrá lugar el se-
gundo momento emblemático de conciencia colectiva sobre la crisis profunda que se desarrol-
laba. Este estallido popular conocido como el Caracazo, abarcó casi todas las ciudades princi-
pales y secundarias del país, prolongándose en la capital por una semana. Muchas ciudades
fueron paralizadas por multitudes, que trancaron vías y saquearon miles de establecimientos
comerciales. El Caracazo cedió sólo después de un intento tardío por controlar la situación, im-
provisado e irresponsable por parte del gobierno de Carlos Andrés Pérez; implicando una vio-
1 Los apoyos documentales y bibliográficos de esta parte pueden revisarse en López Maya (2005), cap. 2 y 3.
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lenta represión a la población pobre y desarmada por parte del ejército, con saldo de centenares
de muertos.
El Caracazo fue una experiencia inédita para la democracia venezolana. Determinó un
divorcio irreversible entre los pobres y el presidente Carlos Andrés Pérez, líder carismático de
las filas de AD, que en su primer gobierno (1974-1979) había presidido sobre un auge de los pre-
cios petroleros sin precedentes, que lo llevó a impulsar un proyecto político que llamó la Gran
Venezuela. El Caracazo se produjo dieciséis días después de la inauguración de su segundo go-
bierno, luego del anuncio de un programa de ajustes económicos neoliberales ortodoxo y tipo
shock. Con este anuncio los sectores populares se vieron defraudados por el Presidente, cuyas
promesas e insinuaciones electorales generaron expectativas de retorno a los años dorados, Es
altamente simbólico que ese día lunes comenzaba el aumento del pasaje del transporte colectivo,
como consecuencia del aumento de la gasolina, que según el nuevo discurso oficial, debía ser
pagado por la población a precios más cercanos a los internacionales. El petróleo dejaba de ser
un bien de todos.
Pérez nunca pudo sobreponerse a su impopularidad después de la represión que ordenó,
ni su gobierno, ni la democracia reponerse en su legitimidad. Como derivado del Caracazo, tres
años más tarde un grupo del ejército, liderado por militares de rango medio, entre ellos Hugo
Chávez, dio un golpe de Estado contra el Presidente. Aunque fallido, el golpe sumió al gobierno
en una crisis política de la cual nunca se recuperó. En mayo de 1993, Pérez fue destituido de su
cargo por el Congreso Nacional luego de que la Corte Suprema de Justicia dictaminara que había
méritos para seguirle un juicio por malversación de fondos de la partida secreta.
La crisis política y el segundo gobierno de Caldera
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A la salida de Pérez, el Congreso designó como Presidente interino al historiador Ramón
J. Velásquez, a quien le cupo la difícil tarea de conducir el Estado a las elecciones de diciembre
de 1993 en medio de una profunda inestabilidad institucional2. Durante la campaña electoral
emergieron entre los favoritos dos candidatos propuestos por fuera del bipartidismo venezolano:
el ex presidente Caldera y el sindicalista Andrés Velásquez. Este último era candidato de La
Causa R (LCR), un pequeño partido de izquierda de imagen anti-institucional, que venía ha-
ciéndose atractivo a un desencantado electorado. Los resultados electorales fueron apretados y
hubo dudas sobre su pulcritud. En todo caso, AD y COPEI perdieron por primera vez desde
1958. Rafael Caldera, fundador de COPEI y protagonista de los pactos constitutivos de la de-
mocracia venezolana, ahora sin el apoyo de su partido, resultó ganador. El ex presidente repre-
sentó en ese momento una salida política intermedia, entre una ruptura radical -entonces simboli-
zada por LCR- y una respuesta tradicional, representada por los candidatos de AD y COPEI. El
atractivo de Caldera estuvo centrado en su discurso que ofreció elaborar una propuesta
económica alternativa al neoliberalismo, con justicia social, así como una reforma constitucional,
que incorporaría las demandas de descentralización, formas de democracia directa y personali-
zación del voto, aspiraciones debatidas por la sociedad civil y política venezolana desde los años
ochenta (ver Gómez Calcaño y López Maya, 1991).
Caldera no cumplió las promesas. Si bien inicialmente pareció conjurarse la crisis
política, y se serenó el frente militar, el gobierno se vio enfrentado a una profunda crisis ban-
caria-financiera, a la cual respondió aliándose en el Congreso con el partido AD e impulsando un
segundo paquete neoliberal de ajustes económicos. Esa alianza impidió que se aprobara la re-
2 Ideas a continuación más desarrolladas y con sus referencias pueden verse en López Maya (2005), cap. 11.
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forma constitucional ofrecida, pues había sido siempre AD el obstáculo principal al cambio en
las relaciones de poder.
Durante este gobierno continuó el declive institucional, visible en la creciente ineficiencia
de las instituciones y los servicios públicos. Como Pérez, Caldera siguió desarrollando políticas
sociales focalizadas de concepción neoliberal. También continuó y profundizó la política petrol-
era neoliberal de Pérez, que cedía a la alta gerencia de Petróleos de Venezuela (PDVSA) el con-
trol sobre la política petrolera. Esto determinó que PDVSA se orientara hacia una política de in-
ternacionalización de la compañía, que disminuyó su aporte a las finanzas públicas agravando el
déficit fiscal de esos años. La llamada política de Apertura Petrolera aumentó también los
volúmenes de producción, en detrimento de los precios del barril petrolero en el mercado inter-
nacional. Era ésta una política opuesta a la OPEP, de la cual Venezuela era socio fundador. Se
propendió a una eventual reprivatización del negocio petrolero, lo que era contrario al discurso
nacionalista del régimen democrático. Cuando en 1998, los precios del barril petrolero se
desplomaron en el mercado mundial, arrastrando hacia abajo -como siempre- a la economía
venezolana y disparando de nuevo al alza la pobreza, desigualdad y el desempleo, la población,
en especial la pobre, pero también las capas medias, estaba lista para volcarse hacia un outsider.
Una encuesta publicada en 1995 por Latinobarómetro dio pistas de lo que buscaban los
venezolanos. Si bien 60% de de los encuestados creían que la democracia era el mejor sistema de
gobierno, expresaban tener poca o ninguna confianza en el sistema legal (70%), en el Congreso
(78%) o los partidos políticos (84%). Sólo un quinto de la población urbana creía que los resul-
tados electorales eran limpios y cerca de la mitad opinaba que daba lo mismo por quien se vo-
taba. Por otra parte, al preguntárseles si un gobierno "de mano de hierro" podía o no ser bueno
para un país, 78% de los venezolanos contestaron que podía ser bueno (Welsh, 1995).
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II. La seducción populista: Fisonomía, orígenes y referencias simbólicas de Chávez3
Desde que Chávez iniciara su carrera política con el fallido golpe de Estado de 1992,
muchos elementos se han conjugado para darle un aura irresistible para la mayoría de la po-
blación pobre o que ha experimentado el empobrecimiento en años recientes. Por una parte, su
fisonomía y orígenes familiares: “Alto, de contextura fuerte, pero no gruesa, tiene el tipo del
venezolano que en los últimos cien años no ha recibido nuevas mezclas raciales. Pelo negro en-
sortijado, ojos achinados, boca gruesa, nariz perfilada” (Zago, 1992). Chávez nació en un pe-
queño pueblo del estado Barinas, a distancia de las partes del país más dinámicas en el proceso
de modernización. Ese estado forma parte de los altos llanos occidentales, agregándole al per-
sonaje el aura de llanero que evoca en la cultura popular imágenes de un carácter heroico,
indómito pero también indisciplinado e irreverente cuyo origen se remonta a la gesta inde-
pendentista.
Chávez, por otra parte, ha construido un discurso político en el cual símbolos e imágenes,
elaborados a partir de referencias históricas, militares, religiosas y culturales reinterpretadas,
juegan un papel de primer orden. En todo acto político realizado por él o su partido es posible
encontrar el uso de símbolos de la nacionalidad para desarrollar y fortalecer su posición. En los
orígenes mismos de su primer movimiento político, el Movimiento Bolivariano Revolucionario
200 (MBR 200), su ideología fue identificada como “el árbol de las tres raíces”, siendo cada raíz
la representación del pensamiento de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora.
Rodríguez fue maestro de Bolívar y Zamora un caudillo de la Guerra Federal, a quien Chávez y
los otros fundadores del movimiento le han atribuido un “carácter reivindicativo y profunda-
3 Esta parte recoge aspectos del análisis desarrollado en López Maya (2005, cap. 10) con algunas actualizaciones.
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mente democrático” (Zago, 1998). El MBR 200, incorporó doblemente en su nombre el símbolo
más trascendente de la nacionalidad venezolana al llamarse bolivariano y al colocar el número
200 para representar el segundo centenario del natalicio del Libertador. Las primeras organi-
zaciones de base se denominaron círculos bolivarianos, y en 1999 se transformó el nombre de la
república en República Bolivariana de Venezuela. El nacionalismo constituye el corazón inicial
y más fuerte de la simbología chavista, aunque ha venido siendo complementado en los últimos
años –debido al giro hacia un modelo socialista- con una creciente relevancia del imaginario de
la izquierda política latinoamericana. Ejemplos de ello son las continuas referencias antiimperial-
istas contra EEUU, y el realce a figuras emblemáticas de la izquierda como Che Guevara, Fidel
Castro y Salvador Allende.
La polarización política es un ingrediente clave. Era poco común en la historia reciente
del país discursos presidenciales con el grado de pugnacidad que caracteriza buena parte de las
intervenciones del Presidente. Desde su primera campaña electoral se ha confrontado utilizando
un lenguaje directo, agresivo, en muchas oportunidades descalificador y hasta procaz, contra par-
tidos políticos, personalidades, factores tradicionales de poder e instituciones. Contra las elites
políticas previas, no ha habido ahorro de calificativos despectivos y amenazas, desde ofrecer
freírles las cabezas, hasta llamarlos imbéciles, escuálidos, traidores, pitiyanquis o burgueses. A
los dueños de los medios de comunicación privados más importantes del país, por un tiempo los
calificó de “cuatro jinetes del Apocalipsis”. A un periodista que reseñó de manera objetable
según él, su derrota en el referendo de la reforma constitucional de 2007, lo tildó de periodista de
mierda. Con la jerarquía de la Iglesia católica, en varias ocasiones la confrontación ha sido fron-
tal, llegando Chávez a calificar a algunos obispos de estar poseídos por el demonio. Su enfren-
tamiento con intelectuales y periodistas nacionales y extranjeros ha sido prolijo. Al historiador
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Elías Pino Iturrieta, doctorado en el Colegio de México y miembro de la Academia Nacional de
la Historia, lo catalogó de analfabeta. Al ex presidente Bush de los EEUU lo asocia con el diablo
y lo llama Mr. Danger. En una oportunidad en Montevideo le endilgaba ante las cámaras para
deleite de periodistas: You are a donkey.
Estrechamente asociado con la polarización, Chávez también ha empleado profusamente
un lenguaje militar y bélico. La lucha política de él y sus seguidores son batallas épicas contra
enemigos poderosos y llenos de maldad, llamando a ponerse las botas y vistiendo en distintas
coyunturas el uniforme militar. Desde temprano lo militar ha jugado un rol central en su sim-
bología, ya que el movimiento se origina en los cuarteles, si bien siempre se presenta como una
alianza cívico-militar. En años recientes, el imaginario militar comienza a prevalecer sobre lo
civil. En 2004, Chávez creó las unidades de batalla electoral para organizar sus bases en el refer-
endo revocatorio presidencial ese agosto. El comando de campaña para su reelección en 2006, se
organizó por batallones, pelotones y escuadras. En 2007, al fundar el Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV), le dio el nombre de batallones socialistas a las unidades organizativas del
nuevo partido, que están conformadas por patrullas. El imaginario militar fortalece el carácter
polarizado en el cual se coloca la transformación que propugna, y enfatiza el carácter trascen-
dente y heroico que tienen las luchas contra los oponentes políticos, quienes son identificados
como enemigos.
Junto con estos ingredientes, el discurso de Chávez también se vale de un amplio reperto-
rio de símbolos religiosos, que contribuyen a moldear una visión totalitaria y salvacionista de su
proyecto político y liderazgo. El verbo presidencial construye una visión omnicomprensiva del
mundo, que tiene respuestas para todo, teniendo como misión última la creación de una sociedad
de hombres nuevos (Zúquete, 2008).
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Este discurso, ha tenido la clara intención de enfrentar y excluir una estructura de poder y
una elite –interna y externa- consideradas por él y su movimiento como imperialista, oligárquica
y corrupta. Como contraparte, Chávez elabora un eficaz discurso incluyente de los sectores
populares. Este discurso se centra en la idea del pueblo como el protagonista de la historia y el
agente de las transformaciones “sólo el pueblo salva al pueblo, y yo seré el instrumento de ust-
edes (...) pero si hay que derramar sangre, Cristo dio el ejemplo” (El Universal, 30-07-1997). En
ocasiones él, Chávez, es apenas “una brizna de paja en el viento”, un elemento prescindible. Uti-
liza constantemente expresiones dirigidas a elevar la autoestima del pueblo, vinculándolo con
gestas decimonónicas, en especial las de la independencia y las de la guerra federal; se refiere al
bravo pueblo, al pueblo noble y valiente, siendo estos algunos de los tantos elogiosos califica-
tivos que reiteradamente utiliza.
Estos mismos elementos, en mayor o menor grado, provocan el rechazo, desprecio y en
múltiples ocasiones indignación entre sus adversarios. El discurso descalificador y excluyente es
el más despreciado. Los apelativos primero de oligarcas, negativos y puntofijistas, luego de gol-
pistas, pitiyanquis y contrarrevolucionarios meten en un mismo saco a posiciones y trayectorias
públicas que pueden ser muy diversas. Con ello homologa a sus oponentes y alimenta sos-
tenidamente la polarización, que le ha proporcionado en estos diez años constantes triunfos elec-
torales. Otros elementos discursivos, sin tener intenciones agresoras, tampoco son bien vistos por
quienes lo adversan. Las referencias al pueblo como centro del proceso son leídas por sectores
medios y altos como evidencias de un populismo demagógico. Su informalidad es identificada
con improvisación. Alusiones beisbolísticas, por ejemplo, que son reiteradas en los programas
semanales Aló Presidente, son vistos como poco serias e impropias de un estadista. El uso del
humor manifestación de chabacanería.
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Como se ha sostenido con otros líderes populistas, de manera notable en el caso de Jorge
Eliécer Gaitán, el lenguaje coloquial de Chávez, pleno de anécdotas y referencias familiares, de-
mocratiza la política al acercarla hombre común (Braun, 1987).
III. Los vasos comunicantes entre Chávez y su pueblo
El Presidente Chávez, cónsono con la concepción del liderazgo populista, ha tendido cre-
cientemente a debilitar todas las formas de mediación política, optando por vías más cercanas a
un enfoque de democracia directa. Tres de ellas nos parecen clave para explicar tanto el enorme
atractivo que ejerce sobre sus seguidores como la fuerte legitimidad que ha gozado entre la may-
oría del país.
La campaña permanente
En los diez años que lleva Chávez como Presidente, trece han sido los procesos elec-
torales que se han realizado, los cuales tienen poco que ver con el significado que éstos tienen en
democracias representativas tradicionales. En todas ellas, bien sea elecciones nacionales, re-
gionales, locales o referendos, Chávez ha sido la figura principal. Bien porque se ha relegitimado
en el cargo -como en el 2000 y en la reelección de 2006- o porque su liderazgo ha servido como
portaviones para los miembros de su elite política, quienes poco pueden competir con él. En el
caso de los referendos, en todos ha operado la lógica de votar a favor o en contra de Chávez. De
esta forma se ha operado una especie de relegitimación permanente del líder, donde los partidos
han sido apenas una parte de la plataforma que moviliza a las bases. Para su reelección en 2006,
por ejemplo, el comando de campaña estaba integrado por dirigentes del partido MVR y organi-
zaciones sociales, mientras los otros partidos de la alianza fungieron sólo como asesores (El Na-
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cional 29-07-2006). Desde 2006, la tendencia a la personalización que la lógica plebiscitaria ha
ido imponiendo se ha exacerbado. Luego de las elecciones regionales y locales de noviembre de
2008, el Presidente se dirigió a su partido: “He visto que algunos dicen que este triunfo se debió
a tal o cual partido. Se equivocan, este triunfo es de Chávez y de nadie más” (Chávez, 2008).
En general, todos los comicios han seguido una lógica plebiscitaria como estrategia gen-
eral. Se busca votar por o en contra del líder. En las elecciones regionales y locales que se han
realizado, Chávez ha impuesto con alguna frecuencia candidatos de poco arraigo en las regiones
o municipios, convirtiendo la elección en un plebiscito de confirmación de él y su gobierno4. El
recurso del kino, plantilla usada en las elecciones para diputados a la Asamblea Constituyente de
1999, fue un caso en cuestión5. El apoyo del líder dependía de seguir al pie de la letra lo indi-
cado en ella. Esta situación llegó a ser en 2008 incluso más extrema, imponiendo Chávez candi-
datos a gobernador y alcaldes sin arraigo en sus territorios. Si bien los resultados vistos en su
conjunto fueron muy positivos para el chavismo, hubo excepciones notables. En ciudades como
Caracas y Maracaibo, y en estados como el Zulia y Carabobo, esa lógica terminó no resultando
exitosa para los candidatos oficialistas. Esta dinámica convierte a Chávez en un Presidente en
permanente campaña política en la cual los partidos y otras mediaciones juegan un papel
secundario.
Chávez y el Estado comunicador
Han sido los medios de comunicación una vía privilegiada para la comunicación entre
líder y masas. Desde el inicio del primer gobierno de Chávez, bien porque no había una clara o
4 Plebiscito de confirmación llama Rosavallon el plebiscito que se da en elecciones legislativas bajo el régimen cesarista (Rosavallon, 2006). 5 Esta plantilla ilustrativa tomó su nombre de un popular juego de lotería en el país. En esta se explicaba en detalle, las columnas y posiciones que debían marcarse para “votar” por el Presidente Chávez, pese a que en esas elecciones el Presidente no competía.
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coherente política comunicacional por parte del gobierno, o bien porque Chávez así lo decidió, lo
cierto es que ha sido desde un principio él el centro de la estrategia comunicacional (Morales y
Pereira 2003). A partir de 2004, cuando ya toma cuerpo una política estatal compleja, esa cen-
tralidad se reforzó, girando todo el andamiaje en dos recursos principales: las cadenas presiden-
ciales de televisión y radio, y el programa dominical Aló Presidente. En diez años de gobierno,
las cadenas presidenciales han alcanzado el equivalente a 1.038 horas de transmisión, es decir
unos 43 días. El promedio para Aló Presidente hasta junio de 2008, fue de 4 horas, 21 minutos.
Pero desde enero de 2006 el promedio subió a 6,22 horas (Oropeza, 2009: 67). Como referencia
comparativa, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, otro líder que gustaba de usar
los medios y a quien le tocó estar al frente de su país durante la 2ª Guerra Mundial, utilizó unas
499 horas, 21 días en sus doce años de gobierno, es decir la mitad que Chávez en más años que
él. Por otra parte, Venezolana de Televisión (VTV), el canal bandera del Estado, se usa casi ex-
clusivamente para la comunicación directa entre líder y pueblo y para adoctrinar en los valores
del llamado socialismo. Tres de cada cuatro horas de programación son de propaganda oficial y
para reproducir extractos de las cadenas y del Aló Presidente (Id.).
Después del golpe de Estado de 2002, el gobierno fue elaborando lo que algunos han de-
nominado una estrategia de Estado-comunicador (Bisbal, 2009). Para ello, ha ido creando toda
una estructura o plataforma comunicacional con la finalidad de enfrentar al enemigo -tanto in-
terno como externo- y a la vez irradiar, a través de la cultura de masas, el proyecto y proceso
político-ideológico que se desea instaurar. Para ello, cuenta, además de VTV, que ha moderni-
zado y expandido su señal hasta tener cobertura en todo el territorio nacional, con Vive TV,
Ávila TV y Telesur. Ésta última fue concebida en 2005 como canal de varios Estados latino-
americanos (Argentina, Cuba y Uruguay), pero ha terminado por ser otro canal del gobierno
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venezolano, pues gracias a los petrodólares, Venezuela lo financia casi íntegramente y lo usa a
los propósitos de posicionar el liderazgo de Chávez en la región. Además de estaciones de tele-
visión, está el crecimiento de la red radial estatal, donde Radio Nacional de Venezuela (RNV),
funge como el centro de un conglomerado de estaciones que transmiten el Aló Presidente, así
como información y propaganda oficial que llega a toda la geografía urbana y rural del país.
Desde 2004, RNV cuenta también con una señal de onda corta internacional. Adicionalmente
está la Agencia Bolivariana de Noticias (ABN), que tiene corresponsalías en Brasil, Argentina,
EEUU, España y Colombia, así como varios periódicos. Está en construcción un satélite que di-
fundirá la programación de Telesur a todo el continente. Toda esta plataforma se ve reforzada
por el impulso y financiamiento que el gobierno ha dado a numerosas radios comunitarias,
muchas de las cuales apoyan las políticas del Presidente, y se movilizan en coyunturas elec-
torales (Bisbal, 2006, Fernandes, 2007).
Gracias a esta estrategia, el Presidente es una figura cotidiana en la vida de sus segui-
dores. Lo ven permanentemente, se sienten en contacto con él y se perciben participando de su
gestión de gobierno. Su avasallante presencia a través del espacio audiovisual y radioeléctrico,
amén de periódicos, vallas y grafitis, es una manera de ejercicio de democracia directa direccio-
nada de arriba hacia abajo. A través de los medios Chávez hace avanzar su agenda y al mismo
tiempo estigmatiza y obstaculiza cualquier iniciativa que se le opone.
La construcción del adversario político y la lucha contra él se desenvuelve de manera im-
portante en este espacio mediático. Si bien Chávez en sus inicios recibió apoyos de las princi-
pales corporaciones mediáticas del país, esa relación fue breve y pasó rápidamente a una lucha
frontal. Hoy algunos dueños de los medios han devenido en protagonistas -a veces principales-
de la oposición política al proyecto chavista. El Presidente los estigmatiza y ellos lo estigmatizan
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a él; algunos medios privados han actuado dentro de la misma lógica polarizada, debilitando ex-
presiones más complejas y sutiles de ver al Presidente, a su gestión gubernamental y al proyecto
político bolivariano. La lucha de estos polos ha sido permanente obstáculo para el desarrollo de
la política y de los políticos, lo que refuerza las tendencias de debilidad de cualquier esfuerzo por
crear mediaciones. Entre ambos polos, se han vivido varios momentos de clímax, como los casos
del blackout televisivo durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y el cierre de Radio
Caracas Televisión el 27 de mayo de 2007.
Siendo esta vía tan estratégica, el gobierno de Chávez ha buscado de manera creciente
reducir la influencia de esos medios privados de comunicación. Ya en diciembre de 2000, ante el
paro cívico convocado por las fuerzas de la oposición respaldado por los medios privados,
Chávez respondió amenazando con hacer aprobar en el Congreso una ley de contenidos para
regularlos (El Nacional, 24-12-2001). En 2005, con la política del Nuevo Orden Comunica-
cional, la estrategia se ha complejizado abarcando también un conjunto de instrumentos legales –
la Ley de Responsabilidad Social en los Medios de Comunicación y la de Telecomunicaciones
entre otras- que dotan al gobierno de recursos a los que puede acudir en caso de necesitar debili-
tar medios que considera contrario a sus intereses. Estas normativas, si bien tienen aportes im-
portantes para regular este cuarto poder, también mantienen ambigüedades que pueden ser objeto
de interpretaciones de acuerdo a la ocasión. Con la pérdida de autonomía de los poderes públi-
cos, en particular el Judicial, sirven para controlar o castigar a dueños de medios o periodistas
que el Presidente considere adversos a él. El gobierno acude también a otros recursos intimidato-
rios. Se señalan entre éstos: sanciones tributarias, confiscación de equipos, retiro de publicidad
del Estado, uso abusivo de las cadenas que representan cuantiosas pérdidas para los medios
privados, etc. (Bisbal, 2009).
18
Las redes populares para la organización, participación, distribución de recursos y movilización electoral
La construcción de un vasto tejido organizativo político y social, impulsado desde el go-
bierno y centrado en la figura de Chávez es una tercera estrategia central en la comunicación del
Presidente con sus bases. Una estrategia organizativa para la movilización eficaz y frecuente ha
sido una preocupación central para este régimen político, que en su discurso rechaza las formas
de representación convencionales del modelo liberal. Podemos diferenciar por lo menos tres
etapas en la evolución de sus prácticas.
Una primera, antes de llegar al poder, de formación del movimiento bolivariano como un
vasto movimiento nacional popular, contenido y orientado por un partido: el MBR 200. Aparte
de su composición cívico-militar, y ciertos rituales particulares –como el juramento bolivariano
al ingresar- el MBR 200 fue similar a los demás partidos de masas de Venezuela. Sin embargo,
nunca pudo contener a todos los simpatizantes del líder, que procedían de los más diversos
caminos sociales e ideológicos. De modo que además del MBR 200, el bolivarianismo contó
desde antes de 1998 con diversas organizaciones populares, grupos de simpatizantes, partidos de
izquierda y personalidades, que compartían sus ideas y particularmente el liderazgo emergente
de Chávez. Para aglutinarlos en la campaña presidencial ese año nació el Movimiento Quinta
República (MVR), pensado inicialmente como una estructura electoral paralela al partido,
fuertemente centralizada y controlada por Chávez. Sin embargo, al ganar ese y los siguientes
comicios hasta 2006, el MVR sustituyó al MBR 200, debilitando el concepto del partido como
empresa colectiva y fortaleciendo las tendencias personalizadas, centralizadas y pragmáticas,
orientadas por la lógica electoral.
Una segunda etapa abarcaría el primer gobierno de Chávez entre 1999 y 2007. En ella se
buscó que el MVR cuajara como instrumento político del movimiento, pero los esfuerzos hechos
19
fueron intermitentes y su éxito escaso. Por otra parte, se impulsaron desde el gobierno organi-
zaciones políticas fuera del MVR, ligadas directamente a la defensa del Presidente y con
propósitos electorales como los círculos bolivarianos, las unidades de batalla electoral y los
batallones electorales. Estas organizaciones reforzaron el verticalismo y el personalismo político
en torno a Chávez. En otra dimensión, se impulsaron organizaciones sociales en los barrios
populares urbanos y en el campo, dirigidas a gestionar con el Estado servicios públicos en las
comunidades. Mesas técnicas de agua, comités de tierra urbana o rural, comités de salud, y tantas
otras, constituyeron la base de un tejido social novedoso con distintos grados de autonomía y con
el fin de concretar en la práctica el derecho constitucional a la participación en la gestión de
políticas públicas. Estas organizaciones experimentaban para encontrar modalidades más efi-
cientes al propósito de inclusión, autodesarrollo y solución a gravísimos problemas en el acceso
a los servicios públicos.
Una tercera etapa se transita actualmente, el segundo gobierno de Chávez, con el
desplazamiento de la democracia participativa por el modelo llamado socialista. Bajo esta nueva
propuesta, se produce el llamado del Presidente a la disolución de todos los partidos de la alianza
política, incluida el MVR, para conformar el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)
como el partido único de la revolución. Igualmente, se procede a la creación de los consejos
comunales (CC) como núcleos primarios de un nuevo modelo de sociedad, núcleos a los cuales
han de articularse todas las formas participativas previas. Los CC, según su ley de 2006, están
pensados para gestionar servicios públicos y son dependientes de la Presidencia de la República
de quien reciben los recursos. Ambas formas de organización –la partidaria y la participativa-
tienen en su vértice al presidente Chávez y en lo fundamental están direccionadas desde arriba,
aunque persisten en ellas tensiones y contradicciones que provienen de las dinámicas de abajo.
20
Ambas se sostienen con los recursos públicos. En enero de 2009, iniciándose la campaña del ref-
erendo para la enmienda constitucional, la ministra del Poder Popular para la Participación, en
claro reconocimiento del status de los CC como brazos del gobierno y del PSUV, les ordenó ce-
sar las obras que estuvieran haciendo para dedicarse de lleno a buscar los votos para el triunfo de
la propuesta de Chávez que permitiría la reelección en todos los cargos (El Nacional, 8-01-09).
Así, estas modalidades organizativas, que en principio parecieron tener como propósito em-
poderar a una sociedad civil popular emergente, crecientemente parecen acoplarse a servir de
correa de transmisión de los recursos públicos a las comunidades organizadas para que gestionen
servicios públicos y movilicen a las bases chavistas en tiempos electorales.
IV. Composición social del chavismo
Una manera de identificar la composición social de las bases del chavismo lo propor-
cionan los resultados electorales. En éstos se constata la correspondencia entre la polarización
social y política en Venezuela. Los sectores sociales medios y altos, tienden a votar mayoritaria-
mente por cualquier opción contraria a Chávez, mientras que los sectores más populares votan
por él. También se manifiesta una polarización entre el campo y la ciudad. Aunque Venezuela es
una sociedad altamente urbana, el voto de las ciudades pequeñas, pueblos y caseríos tiende a
volcarse más a favor de Chávez, mientras que en las grandes ciudades esa tendencia no es tan
pronunciada. En el cuadro siguiente se ilustran algunos ejemplos de estas tendencias, com-
parando los resultados del referendo revocatorio de 2004, de las elecciones de 2006 y la en-
mienda constitucional de 2009. Esta polaridad electoral ha sido una característica sostenida
desde 1998.
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Cuadro 1
PORCENTAJE DE VOTOS PARA CHÁVEZ EN EL REFERENDO REVOCATORIO 2004, ELECCIONES 2006 y REFERENDO PARA ENMIENDA CONSTITUCIONAL 2009
EJEMPLOS DE POLARIZACIÓN ELECTORAL
EL NO EN
REFERENDO2004
ELECCIONES 2006VOTO POR CHÁVEZ
El SI EN EN-MIENDA
CONSTITUCIONAL2009
NACIONAL 59,1 62,9 54,9 Zona Metropolitana Caracas 48,7 54,8 45,2 Municipio Libertador 56,0 62,6 52,0 Parroquia Antímano 76,7 81,9 72,3 Parroquia San Pedro 28,0 32,3 25,4 Municipio Baruta 20,6 24,2 18,6 Parroquia El Cafetal 9,3 10,9 8,1 Municipio Chacao 20,0 23,3 17,4 Municipio El Hatillo 17,9 20,3 16,9 Centro Club La Lagunita
5,7 7,8 4,5
Municipio Sucre 47,1 53,1 43,8 Parroquia La Dolorita 73,1 78,4 68,5 Parroquia Leoncio Martínez
21,8 26,4 20,1
Estado Zulia 53,1 51,4 47,3 Municipio Maracaibo
(Maracaibo) 47,9 46,9 40,6
Parroquia Idelfonso Vásquez
67,4 57,8 53,2
Parroquia Olegario Villalobos
26,3 26,9 21,9
Estado Carabobo 56,8 61,7 52,4 Municipio Valencia
(Valencia) 47,6 52,4 45,08
Parroquia Sta. Rosa
62,0 65,5 55,7
Parroquia San José
14,1 17,6 13,2
Estado Lara 64,8 66,5 55,5 Municipio Irribarren
(Barquisimeto) 60,9 64,8 51,4
Parroquia Unión 72,5 74,7 61,5 Parroquia 40,5 45,4 34,9
22
Sta. Rosa FUENTE: http://www.cne.gov.ve/ bajado el 19 y 25-08-09
El cuadro muestra una selección ilustrativa del comportamiento de electores de distintas
ciudades y diferentes niveles de ingreso. En Caracas se ve cómo los tres municipios pequeños,
pero de mayores niveles de ingreso –Baruta, Chacao y El Hatillo– votan sostenidamente en con-
tra de Chávez, mientras que los municipios grandes –Libertador y Sucre– por congregar la may-
oría de los barrios populares de la ciudad, consistentemente favorecen a Chávez con su voto.
Dentro de los distintos municipios caraqueños se tomaron parroquias con distintas composi-
ciones sociales, mostrándose con nitidez la tendencia mencionada. Por ejemplo, la parroquia
Antímano del municipio Libertador es una de las más pobres de la ciudad y vota sólidamente por
Chávez. En contraste, la de San Pedro, mayoritariamente de clases medias, se pronuncia elec-
toralmente por la oposición. Un ejemplo extremo es del centro Club La Lagunita, sector residen-
cial de sectores altos, donde la oposición captura más del 90% de los votos.
El cuadro también presenta los datos correspondientes a tres estados del país que son
asientos de tres de las ciudades más importantes y pobladas. Allí se aprecia que la votación a fa-
vor de Chávez en todo el estado es superior porcentualmente a la obtenida en la capital del
estado. En zonas rurales y más rezagadas Chávez tiene mayor pegada electoral. También para
cada una de las ciudades se comparan los resultados electorales de la parroquia más rica con los
de la más pobre. Consistentemente Chávez pierde en las ricas y gana en las pobres.
La composición social de dirigentes y quienes a lo largo de estos años conforman las el-
ites del chavismo es diversa, y aunque no existen demasiados estudios sobre ello, algunos datos
nos permiten dibujar algunas características. En un estudio sobre la composición de la Asamblea
Nacional de 2000, por ejemplo, se observó que la mayoría de los diputados procedentes de la
23
alianza chavista -MVR y MAS- reconocían su nuevo ingreso como suficiente o más que sufi-
ciente (84,5% y 66,7% respectivamente), mientras los parlamentarios del partido Proyecto Vene-
zuela lo consideraban mayoritariamente insuficiente (75%). El 50% de los parlamentarios adecos
también lo consideraban insuficiente (Martínez Barahona, 2002: 230-31). Es un dato que pareci-
era indicar que el nivel de ingresos que devengaban los chavistas entonces era el más alto que
habían tenido, lo que señalaba su más baja extracción social con relación a otras elites. Si se
atiende al nivel educativo, en el parlamento de 2000, el 72,4% de los congresistas del MVR eran
profesionales (con grado universitario o posgrado), lo cual era muy similar al nivel educativo de
los diputados de AD, los cuales 75% declaraban tener grado universitario o posgrado. Pareciera
que estamos en presencia de una elite profesional aunque procedente de las clases medias de in-
gresos más bajos.
Estos datos guardan afinidad con las elites militares, la otra importante fuente de la que se
nutren las elites chavistas. Son los militares también de clases medias bajas o incluso de extrac-
ción humilde pero con niveles de educación profesionales. Los casos de Chávez, Francisco Arias
Cárdenas o Jorge García Carneiro son ilustrativos de ese origen (Harnecker, 2003). Por otra
parte, distintos estudios coinciden en que muchos de los políticos o funcionarios públicos que
debutan por primera vez con el chavismo, tanto en cuerpos deliberantes como en la adminis-
tración pública, cuando son de procedencia civil y de mediana edad, tienen en alguna medida una
importante formación, experiencia y compromiso político con valores contrahegemónicos, que
datan de muchos años antes de la llegada al poder de Chávez. Algunos de esos dirigentes provie-
nen de partidos tradicionales como AD y COPEI, pero la mayoría de partidos de la izquierda
venezolana o en el activismo social (Valencia Ramírez: 2005: 95).
24
Reflexiones finales
El espectacular ascenso al poder en Venezuela de Hugo Chávez Frías a fines del siglo
XX respondió a un conjunto de procesos de crisis en la vida social venezolana que se fueron in-
cubando por dos décadas. Esos procesos favorecieron una ruptura populista como instrumento
para el cambio y la transformación social en beneficio de excluidos e insatisfechos con el orden
establecido. Hugo Chávez tuvo, no sólo un escenario sociopolítico y económico altamente favor-
able, también reunía atributos personales que lo hacían muy atractivo a las masas.
A partir de 1999, ya en ejercicio del gobierno la estabilización de la nueva relación de
fuerzas que el bolivarianismo representaba se tornó una tarea compleja. Las múltiples demandas
insatisfechas que Chávez como significante vacío articuló, necesitaban concretarse. Chávez
cumplió algunas de las expectativas más caras, no sólo de los pobres sino también de sectores de
capas medias e intelectuales. La Asamblea Constituyente, que elaboró la Constitución de la Rep-
ública Bolivariana de Venezuela en 1999, institucionalizó las aspiraciones de mecanismos de
democracia directa tanto en la esfera política –con los referendos, asambleas ciudadanas, revoca-
toria de mandato, entre otros- como en la gestión de servicios públicos. Dio el voto a los mili-
tares, reafirmó la centralidad del Estado, la universalidad de los derechos sociales, la obligación
del Estado a garantizarlos y la propiedad de éste sobre el petróleo, todo ello en clara oposición a
los paradigmas neoliberales. En sus primeros años, el gobierno pareció iniciar el camino hacia un
Estado, que conforme a los debates y luchas de las décadas previas, propendía a una democracia
sustantiva sin sacrificar las instituciones de la democracia liberal.
Pese a qué Chávez cumplía demandas postergadas, los cambios institucionales propugna-
dos chocaron con poderosos intereses constituidos. Empresarios, medios de comunicación, ger-
encia petrolera, líderes sindicales, jerarquía de la Iglesia Católica, entre otros, entre 2001 y 2004
25
resistieron violentamente los cambios en las relaciones de poder. El enfrentamiento político al-
canzó un clímax con el golpe de Estado, el paro petrolero y las guarimbas. La sobrevivencia del
Presidente y su gobierno a estos ataques, apoyado por la Fuerza Armada y la movilización de sus
seguidores, afianzó el populismo como forma de hacer política, profundizando el discurso di-
cotómico, la centralidad del liderazgo personal del presidente Chávez y debilitando al extremo
los ya bastante disminuidos valores que los sectores populares profesaban por las instituciones
representativas.
Desde entonces, establecer vínculos directos del líder con su pueblo se constituye en ori-
entación explícita del Estado como en el caso del Nuevo Orden Comunicacional, lanzado como
política del gobierno en 2005 o los consejos comunales institucionalizados en una ley de 2006.
Los partidos se achican en importancia frente a organizaciones sociales impulsadas desde la Pre-
sidencia, que sirven para gestionar servicios públicos, defender al Presidente, y/o movilizar las
bases chavistas en tiempos electorales. Se debilitan los procesos de descentralización político
administrativo, a favor de una recentralización del Estado. El Presidente concentra recursos,
atribuciones y poderes, legisla por decreto y se va perdiendo la autonomía de los otros poderes
públicos. En nombre del proceso revolucionario dirigido a crear un socialismo del siglo XXI, se
van debilitando las instituciones de mediación liberales como la Asamblea Nacional, desar-
rollándose mecanismos como el parlamentarismo de calle, que convoca al pueblo a las plazas no
tanto para deliberar, sino para difundir y posteriormente defender leyes y normas. La delib-
eración y toma de decisiones es cada vez más un proceso decisorio exclusivo del Presidente.
La reelección de Chávez en 2006 para un segundo mandato de seis años, con un caudal
de votos sin precedentes en Venezuela desde 1958, ni en números absolutos ni en porcentajes,
parece corroborar la aceptación de los venezolanos del régimen político que Chávez y el chav-
26
ismo están construyendo. El socialismo del siglo XXI, planteado como un modelo alternativo al
capitalismo y a la democracia representativa, aunque inicialmente vago en su definición, ha ido
aclarándose. La propuesta de reforma constitucional presentada por el Presidente para su aproba-
ción en referendo popular en 2007, si bien fue rechazada por la mayoría, muchos de sus conteni-
dos han sido aprobados a través de leyes y reglamentos, después que se aprobó en febrero de
2009 la enmienda constitucional que permite la reelección indefinida del Presidente y de todos
los cargos electos. Este modelo consolida las tendencias centralizadoras y autoritarias que han
venido caracterizando al gobierno de Chávez y guarda similitudes con experiencias socialistas
del siglo XX como las de la Unión Soviética y Cuba.
Concluimos volviendo a una afirmación que hicimos al inicio de esta ponencia. En Vene-
zuela, la autonomía relativa del Estado con relación a la sociedad civil, gracias al ingreso fiscal
petrolero, permite a quienes llegan al poder, poner en práctica sus proyectos particulares sin ne-
cesidad de engorrosos procesos de negociación de intereses. El proyecto chavista, pareciera no
contar con suficiente apoyo popular en algunos aspectos como señalan encuestas recientes. No
obstante, el inmenso prestigio y la confianza que las mayorías pobres tienen en el Presidente, las
satisfacciones de tipo simbólico que su discurso revanchista y de inclusión han generado, los es-
fuerzos hechos por sostenerlo en los difíciles años de la confrontación violenta, la distribución de
los pingues ingresos fiscales petroleros de estos años de bonanza a los pobres a través de sus
políticas sociales y la debilidad política de las fuerzas de oposición, le han permitido a Chávez
avanzar en una transformación de la sociedad venezolana orientada por un patrón cortado a su
medida. Está por verse en los próximos años si ese régimen es sustentable sin un creciente in-
greso fiscal petrolero. El 2009, por ejemplo, ha sido un año de relativa penuria fiscal, que se ha
visto inmediatamente reflejado en conflictividad y disminución de la popularidad del Presidente.
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Si el ingreso no se recupera suficientemente para hacerle frente al gasto público que este social-
ismo rentista requiere, la figura todopoderosa y omnipresente del Presidente podría debilitarse
con consecuencias impredecibles para la sociedad venezolana, pero en ningún caso favorable a
ella en el corto plazo.
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