editorial dic

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Sintonía de estos tiempos “Demasiados años con el estómago lleno, no ayudan al buen arte”, reexionaba en voz alta un experimentado actor hace unos días durante un rodaje. Se refería al mundo del teatro en España de los últimos lustros, a los años de subvenciones varias, a un cierto despilfarr o y a un público que se fue “maleducando” en el sentido del teatro sólo como esparcimiento, ocio y fuga de la realidad, y no como experiencia transformadora, como espejo de la vida. No es que se quiera hacer apología de la pobreza como única autoridad moral para crear. Ni mucho menos quitar responsab ilidad al estado como motor de la cultura. Pero ante el panorama actual tiene sentido reformular todas las relaciones: la del artista con su obra; la de las instituciones culturales a la hora de apoyar y programar proyectos; la del espectador con su tiempo libre y sus expectativas al decidir ir a escuchar y vivir historias en una sala. La inercia en la que se vivía podía ser cómoda, pero no ayudaba a la consciencia y a la valoración de las cosas. De pronto ahora el mundo está en ebullición, a Europa se le mueve el suelo y el estado de bienestar se hace añicos. Pero el teatro lleva muchos siglos dando pelea y mostrándose como ser inquieto e inconformista que insiste en lanzar preguntas aunque la realidad nos bombardee con respuestas (hoy en día la omnipresente para todo dilema parece ser AJUSTE). La compañía Animalario, tan joven como legendaria, presentó “Penumbra” hace unos días en el Teatre Lliure. Una maravilla de espectáculo de auto creación que nació de improvisaciones que buscaban respue sta a la pregunta: ¿Qué es lo que nos hace más mal? El resultado son preguntas y más preguntas. Y una hora y media de lo más incómoda, a la vez que graciosa e inquietante, que invitan a reexionar sobre esa zona penumbros a en la que los valores, la familia, los sueños y el deseo se ponen a bailar a oscuras. Podía sentirse en el aire de esa sala la profundidad de la inquietud del ser en todo su esplendor , en una comunión de artistas y público que sólo este arte, como ocurre en directo, puede recrear. Teatro en estado puro. Ejemplo de creación y riesgo. Claves para entender y saber  actuar en este momento. EDITORIAL    D    i   c    i   e   m    b   r   e    d   e    2    0    1    1    /    N       3

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8/3/2019 Editorial Dic

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Sintonía de estos tiempos

“Demasiados años con el estómago lleno, no ayudan al buen arte”, reflexionaba en voz alta unexperimentado actor hace unos días durante un rodaje. Se refería al mundo del teatro en España delos últimos lustros, a los años de subvenciones varias, a un cierto despilfarro y a un público que sefue “maleducando” en el sentido del teatro sólo como esparcimiento, ocio y fuga de la realidad, y nocomo experiencia transformadora, como espejo de la vida.

No es que se quiera hacer apología de la pobreza como única autoridad moral para crear. Nimucho menos quitar responsabilidad al estado como motor de la cultura. Pero ante el panoramaactual tiene sentido reformular todas las relaciones: la del artista con su obra; la de las institucionesculturales a la hora de apoyar y programar proyectos; la del espectador con su tiempo libre y susexpectativas al decidir ir a escuchar y vivir historias en una sala.

La inercia en la que se vivía podía ser cómoda, pero no ayudaba a la consciencia y a lavaloración de las cosas. De pronto ahora el mundo está en ebullición, a Europa se le mueve el suelo yel estado de bienestar se hace añicos. Pero el teatro lleva muchos siglos dando pelea y mostrándosecomo ser inquieto e inconformista que insiste en lanzar preguntas aunque la realidad nos bombardeecon respuestas (hoy en día la omnipresente para todo dilema parece ser AJUSTE).

La compañía Animalario, tan joven como legendaria, presentó “Penumbra” hace unos días enel Teatre Lliure. Una maravilla de espectáculo de auto creación que nació de improvisaciones quebuscaban respuesta a la pregunta: ¿Qué es lo que nos hace más mal? El resultado son preguntas y

más preguntas. Y una hora y media de lo más incómoda, a la vez que graciosa e inquietante, queinvitan a reflexionar sobre esa zona penumbrosa en la que los valores, la familia, los sueños y eldeseo se ponen a bailar a oscuras. Podía sentirse en el aire de esa sala la profundidad de la inquietuddel ser en todo su esplendor, en una comunión de artistas y público que sólo este arte, como ocurreen directo, puede recrear.

Teatro en estado puro. Ejemplo de creación y riesgo.Claves para entender y saber  actuar en este momento.

EDITORIAL

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