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EL EMPIRISMO BRITÁNICO: JOHN LOCKE (1632-1704) Y DAVID HUME (1711-1776) 1. John Locke 1.1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico 1.2. Vida, obras y problema fundamental. 1.3. Teoría del conocimiento. 1.4. Ética y política. 1.5. Repaso: conceptos clave 2. David Hume 2.1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico 2.2. Vida, obras y problema fundamental 2.3. Teoría del conocimiento 2.4. Crítica a las ideas metafísicas 2.5. Ética (el sensualismo) y política 2.6. Repaso: conceptos clave 1. JOHN LOCKE 1. 1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico John Locke (1632-1704) vive en una época de grandes cambios dentro de la historia de Inglaterra. Acontecen las Guerras Civiles inglesas entre monárquicos católicos y parlamentaristas protestantes durante la década de 1640. Tras la victoria parlamentarista bajo el mando de Oliver Cromwell, el rey Carlos I de Inglaterra es ejecutado en 1649, estableciéndose una República hasta 1660, en la cual se funda la Commonwealth of England. Locke es partidario de estas reformas. Tras la República, se restaura el poder absoluto del monarca con Carlos II de Inglaterra. Durante su reinado nacen dos partidos políticos que determinarán el futuro de Inglaterra: el partido 1

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EL EMPIRISMO BRITÁNICO: JOHN LOCKE (1632-1704) Y DAVID HUME (1711-1776)

1. John Locke

1.1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico

1.2. Vida, obras y problema fundamental.

1.3. Teoría del conocimiento.

1.4. Ética y política.

1.5. Repaso: conceptos clave

2. David Hume

2.1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico

2.2. Vida, obras y problema fundamental

2.3. Teoría del conocimiento

2.4. Crítica a las ideas metafísicas

2.5. Ética (el sensualismo) y política

2.6. Repaso: conceptos clave

1. JOHN LOCKE

1. 1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico

John Locke (1632-1704) vive en una época de grandes cambios dentro de la historia de

Inglaterra. Acontecen las Guerras Civiles inglesas entre monárquicos católicos y

parlamentaristas protestantes durante la década de 1640. Tras la victoria parlamentarista bajo

el mando de Oliver Cromwell, el rey Carlos I de Inglaterra es ejecutado en 1649,

estableciéndose una República hasta 1660, en la cual se funda la Commonwealth of England.

Locke es partidario de estas reformas. Tras la República, se restaura el poder absoluto del

monarca con Carlos II de Inglaterra. Durante su reinado nacen dos partidos políticos que

determinarán el futuro de Inglaterra: el partido Tory (conservador) y el partido Whig (liberal).

En 1689 acontece, bajo influencia de las ideas de Locke, la denominada Revolución Gloriosa:

Guillermo de Orange es proclamado rey bajo una monarquía parlamentaria, eliminándose

definitivamente el poder absoluto del monarca. Se proclama la Declaración de Derechos e

Inglaterra se transforma en la principal potencia colonial. En estas transformaciones políticas y

jurídicas también influye el pensamiento de Locke. El contexto histórico del resto de países

europeos está enmarcado en la Paz de Westfalia y el final de la cruenta Guerra de los Treinta

Años. El mapa político de Europa cambia completamente y aparecen las monarquías absolutas

de Luis XIV y Leopoldo I de Habsburgo, Emperador del Sacro Imperio, quien se ve

amenazado por el monarca francés y por las incursiones del Imperio Otomano en la ciudad de

Viena. En España comienza la decadencia de los Austrias con Felipe IV y Carlos II.

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La sociedad europea de la época se basa en estamentos, donde la nobleza y el clero

tienen un gran poder, pero subordinado al poder absoluto del rey (“el Estado soy yo” dice el

monarca francés Luis XIV). Una excepción a esto la representa Inglaterra, donde la nobleza es

la encargada de desplazar el pode absoluto del monarca. La vida social está caracterizada por la

expansión del protestantismo y otras creencias religiosas, muchas de ellas en forma de sectas.

En Inglaterra, el catolicismo es definitivamente derrocado con la expulsión de los reyes

absolutistas (la Casa Real de los Estuardo) y comienza un periodo de gran florecimiento de la

burguesía, clase social que es representada por la filosofía de Locke. Se fomenta la tolerancia

religiosa, que poco a poco irá extendiéndose a otros países. Comienzan migraciones

importantes a América del Norte, sobretodo de los puritanos ingleses (partidarios de

Cromwell), que asientan las primeras colonias. En el plano económico, las grandes potencias

practican el proteccionismo y el mercantilismo. En la Inglaterra de Cromwell se proclaman las

Actas de Navegación, un conjunto de leyes que avalan por el monopolio exclusivo del

comercio inglés. Locke es defensor del liberalismo político y el libre comercio (futuro

liberalismo económico). Esta transformación comercial convierte a Inglaterra en la primera

potencia económica que terminará desencadenando la Guerra de la Independencia de

E.E.U.U. En las artes destaca el estilo barroco, que se manifiesta en la música de Vivaldi y

Purcell, la poesía de Milton, la dramaturgia de Dryden, etc. En España destacan artistas

universales como el escritor Calderón de la Barca y el pintor Diego Velázquez. El escultor y

arquitecto Bernini se muestra como la máxima figura de la escultura y arquitectura barrocas.

Dentro de la filosofía inglesa, Locke es influenciado por el nuevo método inductivo de

Bacon. El punto de partida de su filosofía es la experiencia, la observación a través de nuestros

sentidos. También recibe especial influencia de Thomas Hobbes, tanto en el materialismo

mecanicista como en la filosofía política (Teoría del Contrato). En cierta medida, Locke es un

continuador de las ideas Bacon y Hobbes. En las ciencias naturales, Locke se vincula con las

ideas del físico atomista Robert Boyle, así como con los grandes científicos de la época:

Galileo y Newton. Considera la ciencia natural como un saber fundamental para alcanzar la

felicidad humana. Locke admite los principios mecanicistas de la ciencia moderna, pero se

considera algo escéptico respecto a la existencia de una realidad absoluta independiente de

nuestro conocimiento. Se opone así a la corriente racionalista, cuyos máximos representantes

son Descartes, Spinoza y Leibniz. Todos ellos defienden la existencia de ideas innatas en

nuestra mente, fundamento de todo nuestro conocimiento. En base a estas ideas, los

racionalistas crean grandes sistemas metafísicos. Locke criticará la ambición ilimitada de los

racionalistas, las ideas innatas, su dogmatismo en las especulaciones metafísicas, y pondrá un

límite a la razón. Esta disputa en torno a las ideas innatas se refleja en la discusión que

mantuvo con Leibniz, quien escribe su obra fundamental (Nuevos ensayos del entendimiento

humano) en oposición al empirismo de Locke. En su filosofía moral, Locke es influenciado por

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el deísmo, una concepción del cristianismo que abraza los ideales de la razón y los derechos

naturales, promoviendo la separación entre la Iglesia y el Estado. Locke se convierte en uno de

los principales representantes del deísmo y el ideal de libertad, que influirá posteriormente en

la Ilustración Francesa y Norteamericana.

1.2. Vida, obras y problema fundamental.

John Locke (Wrington 1632 – Essex 1704), filósofo, educador e importante teórico

político, es considerado el padre del empirismo y el liberalismo. Influenciado por la filosofía

de Descartes, Thomas Hobbes y las ciencias experimentales de la época, es el principal

precursor de las teorías políticas que desembocarán en la Declaración de Independencia de los

E.E.U.U. (1776) y, tras la Revolución Francesa, la Declaración de los Derechos del Hombre y

del Ciudadano (1789), base de los derechos humanos actuales. Toda la Ilustración europea del

siglo XVIII está determinada por su pensamiento. Su influencia se hizo notar especialmente en

los ilustrados franceses Voltaire, Montesquieu y Rousseau.

Su obra fundamental es Ensayo sobre el entendimiento humano, obra innovadora y muy

influyente. Debido a esta obra, Locke es considerado el padre del empirismo inglés y el primer

filósofo en fijar unos límites al conocimiento. En el ámbito educativo destaca su obra Algunos

pensamientos sobre la educación, donde desarrolla el modelo educativo individualista y liberal;

en el pensamiento político debemos nombrar Dos tratados sobre el gobierno civil y Carta sobre

la tolerancia. El problema fundamental de la filosofía de Locke lo podemos formular de la

siguiente manera: ¿de dónde provienen nuestras ideas de la mente? En el plano más político

y educativo (filosofía práctica), Locke se preocupa por el problema de la libertad ¿cómo

construir un Estado que salvaguarde la libertad y propiedad de los individuos que lo

integran?

1.3. Teoría del conocimiento.

Su producción filosófica más importante se encuentra en la ya citada obra Ensayo

sobre el entendimiento humano. En ella, compuesta de cuatro libros, se analizan las nociones

innatas de nuestra mente, las ideas en general (simples y compuestas), las palabras y el

conocimiento. Esta obra tuvo una enorme repercusión en toda la filosofía posterior hasta la

aparición del Idealismo Alemán. Locke parte de dos nociones fundamentales que lo separan del

racionalismo continental y, en general, de toda la filosofía anterior:

a) Por un lado nos habla de hechos, esto es, los datos que recibimos a través de nuestra

experiencia. Aquí Locke se acerca al sentido común de todos los mortales. Lo más

claro y evidente no es mi idea de yo, como pensaba Descartes, tampoco las nociones

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lógicas o matemáticas, sino todo lo que puedo sentir, palpar, es decir, mis objetos o

hechos de experiencia.

b) Por otro lado, Locke considera que la verdad de los hechos siempre está relacionada con

lo útil, es decir, no existen verdades absolutas, sino que toda verdad se relaciona con

principios de utilidad. Las verdades son siempre probables, como la utilidad, en mayor

o menor grado, pero nunca plenamente necesarias y absolutas.

Siguiendo estos preceptos, Locke parte de modo diferente al resto de filósofos

modernos que hemos tratado hasta ahora. Le interesa, en primer lugar, delimitar su campo de

estudio, el conocimiento. Igual que cada ciencia debería saber los límites y objeto de estudio, así

también debe ocurrir con la filosofía, que debe definir claramente lo que es conocimiento y

distinguirlo de aquello que no lo es.

Locke analiza el conocimiento de manera evolutiva y psicológica, usando el método de

las ciencias naturales de la época. Venimos al mundo con nuestra mente en blanco y, poco a

poco, se impregnan impresiones que van formando ideas. Las ideas de razón o ideas innatas, las

propias de la lógica y la matemática, no están virtualmente en nosotros desde que nacemos, sino

que son el resultado de un largo proceso. Por tanto, aquellas ideas que los racionalistas

Descartes, Spinoza y Leibniz habían considerado como más claras y verdaderas, como los

axiomas de nuestra mente, son para Locke y todo el empirismo posterior el resultado de un

proceso evolutivo que se gesta a través de la combinación de otras ideas más simples. De este

modo, lo que antes hemos visto en primer lugar, aparece aquí en último lugar. Es más, las ideas

matemáticas y lógicas son confusas (pensemos por ejemplo en la idea de infinito o en la propia

idea de verdad).

Puesto que nuestra mente, al venir al mundo, es como una tabula rasa (tabla rasa), las

ideas innatas que defendían los racionalistas son rechazadas. Pero ¿de dónde provienen nuestras

ideas? Locke responde: son efectos que nos producen los objetos externos. Es decir, la primera

causa de nuestras ideas hay que buscarla en el exterior, en la experiencia con el mundo. Este

tipo de experiencia se puede denominar experiencia externa o sensación, que, apoyándose en

los sentidos, forma ideas como “rojo”, “amargo”, o ideas más abstractas como “caballo”,

“libro”, etc. En la experiencia externa el sujeto de conocimiento se comporta pasivamente,

recibiendo información del exterior. Pero además, existe otra experiencia que aparece más tarde

en nosotros. Locke la denomina experiencia interna o reflexión. Mediante la experiencia

interna el sujeto, activamente, construye ideas como “amor”, “libertad, “número”, etc., ideas

que no podemos sentir a través de la experiencia externa, pues no están en el mundo, sino que

son construcciones de nuestra mente. Según Locke, los racionalistas se habrían dejado llevar

sólo por la experiencia interna, la reflexión, desconfiando y dejando de lado la otra, la sensación

o experiencia externa, que para los empiristas es mucho más importante.

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Locke también distingue entre cualidades e ideas. Las cualidades vienen del exterior,

son poderes o potencias que poseen los objetos externos. Por el contrario, las ideas son la

puesta en acto en nuestra mente de estas potencias. Locke identifica las cualidades con las

capacidades de alguien o algo, mientras que las ideas son percepciones, pensamientos o

conocimientos. Las cualidades, a su vez, pueden ser primarias o secundarias. Las cualidades

primarias (solidez, extensión, forma, movimiento, etc.) están en los objetos, son las cualidades

de la materia, mientras que las cualidades secundarias (olor, color, sonido, gusto, etc.),

provienen de las cualidades primarias, pero se transforman en representaciones subjetivas de

nuestra mente. No son verdaderas cualidades, pues no se corresponden con los objetos, sino con

nuestras percepciones de los mismos.

Por último, Locke distingue entre ideas simples y complejas. Las ideas simples son

como los átomos de nuestra mente, las tenemos de forma pasiva, los objetos son sus causantes

últimos (experiencia externa), aunque algunas veces provienen de nuestro interior. Las ideas

complejas resultan de la combinación de las ideas simples, combinación que realiza el sujeto

activamente (experiencia interna). Existen tres tipos de ideas complejas: modos, sustancias y

relaciones. Los modos son las propiedades y características de las sustancias (belleza,

inteligencia, cobardía, etc.) y las entidades lógicas y matemáticas; las sustancias son los

soportes de los objetos, que Locke los identifica con una materia organizada (materialismo);

las relaciones son comparaciones y combinaciones de unas ideas con otras.

De todo esto podemos concluir que tenemos un sistema realista y materialista que se

opone al idealismo de Descartes. El método cartesiano, sin embargo, sigue estando presente en

algunos aspectos del empirismo de Locke. Este es el caso del análisis (2ª regla de Descartes).

Igual que la química analiza lo inorgánico, la filosofía de Locke analiza la mente humana

pasando por las diferentes etapas de su formación. No obstante, esta filosofía también parte de

un principio incuestionable, un axioma fundamental del empirismo: nihil est in intellectu quod

non antea fuerit in sensu (nada está en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos ).

Vemos, pues, como el propio Locke es presa de aquello que él mismo se proponía criticar, pues

este principio no parece provenir de la experiencia. Precisamente Leibniz refuta esta tesis

afirmando que nada está en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos excepto el

intelecto mismo, dándonos a entender que la propia tesis del empirismo es un principio que

proviene de la razón, y no de los hechos de experiencia.

1.4. Ética y política.

En el Reino Unido, fueron los propios aristócratas quienes, ya desde la Edad Media,

habían asimilado una mentalidad burguesa, es decir, emprendedora, pragmática y optimista.

Con la Revolución Gloriosa de 1689 se instauró la primera democracia moderna, donde el

Parlamento aristócrata tenía el exclusivo protagonismo, pero que avalaba por la seguridad y

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libertad de sus ciudadanos, conceptos fundamentales en Locke, quien es el principal teórico de

esta nueva forma política, opuesta al absolutismo del monarca. Aquí tenemos que destacar sus

obras sobre educación y política (Dos tratados sobre el gobierno civil, Carta sobre la

Tolerancia, Algunos pensamientos sobre la educación, etc.) que desarrollan los principios

fundamentales de la mentalidad burguesa y capitalista. Según Locke, todo Estado se debe

basar en la propiedad privada, pues el Estado surge por una necesidad natural, que es arropar

al ser humano en la posesión de lo que tiene, empezando por sus principales facultades

corporales y espirituales. A esa propiedad originaria se le deben añadir otras, que el hombre

adquiere a través del trabajo y el esfuerzo. La libertad es aquí entendida como el uso libre y la

conservación de nuestras propiedades y facultades personales. La libertad de pensamiento es,

como en Spinoza,, un principio fundamental que emana de la ley natural misma. La ley natural,

es decir, la ley moral racional enviada por Dios (Deísmo) que todos los humanos tenemos, no

sólo nos dicta conservar nuestra propiedad y libertad, sino también ser felices y obedecer las

leyes del Estado. El Estado, mediante la ley, no debe imponer ninguna religión ni ideología,

sino simplemente garantizar la libertad del individuo, pues sólo de esta manera vivirá seguro.

Los Estados, por ley natural, no deben esclavizar a los individuos; éstos deben moverse con

total libertad. En caso de que el Estado viole estos principios, es legítima una revolución

violenta para garantizar la libertad. Por otro lado, el poder político no debe ser hereditario.

Locke critica la institución monárquica por basar su legitimidad en el mandato divino. El

hecho de que gobiernen unas familias exclusivamente no parece fundamentarse en ningún

principio racional. A través de la racionalidad, es perfectamente legítimo que la sucesión de

gobernantes no se fundamente en la herencia, sino en el pacto o contrato. No ocurre así en el

caso de la herencia económica, donde Locke se muestra un claro defensor de su permanencia.

La herencia económica sí es legítima puesto que el trabajo, en este aspecto, se entiende como

una empresa familiar.

Junto con estos preceptos, Locke es de los primeros filósofos en formular la división de

poderes en el Estado, donde el poder legislativo no puede, de ninguna manera, coincidir con el

poder ejecutivo. Aquél que tiene el mando del gobierno o poder ejecutivo (cargo no heredado

sino elegido por consenso en el Parlamento) no puede ser al mismo tiempo quien crea las leyes

(poder legislativo) y juzga (poder judicial). Importante en su filosofía política es también la idea

de tolerancia religiosa. Por medio de la fuerza no se puede convencer a nadie a seguir cierta

ideología o creencia. Cada ser humano es libre de adoptar las creencias que considere

oportunas. Venimos al mundo libres y “limpios” por ley natural (recordemos que para Locke

nacemos con la mente al modo de una hoja en blanco). Sólo nosotros tenemos el derecho a

ejercer poder sobre nuestra persona. El principio de tolerancia, pues, es fundamental en el

liberalismo de Locke. En relación con ello, la filosofía de la educación de Locke se posiciona

directamente contra cualquier forma de dogmatismo. El tipo de educación que defiende es la

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del maestro antidogmático, que deja desarrollar libremente las capacidades del alumno. Esta

posición relativa a la pedagogía será más tarde adoptada y ampliamente desarrollada por

Rousseau. Así como el maestro no debe inculcar ninguna idea al discípulo que no haya pasado

por el filtro de la crítica racional, así el Estado y sus gobernantes, a un nivel social, no deben

fomentar ningún tipo de idea a seguir, pues representaría una forma de dogmatismo. El Estado

debe ser siempre neutral.

1.5. Repaso: conceptos clave

EXPERIENCIA, RAZÓN FINITA, IDEAS SIMPLES, ESPÍRITU PASIVO, IDEAS

COMPLEJAS, ESPÍRITU ACTIVO, SUSTANCIA, CUALIDADES PRIMARIAS,

CUALIDADES SECUNDARIAS, LIBERTAD, PROPIEDAD, SEPARACIÓN DE PODERES,

LEY NATURAL, TOLERANCIA.

2. DAVID HUME

2.1. Contexto histórico, sociocultural y filosófico

Hume se inscribe en el siglo XVIII, siglo de grandes cambios en la mentalidad europea,

en parte determinados por las revoluciones inglesas del siglo anterior. El siglo comienza con la

Guerra de la Sucesión española (1700-1714) que enfrenta a la Casa de los Habsburgo

(Austria) y la Casa de los Borbones (Francia) por la sucesión del trono de España. Finalmente,

Felipe V de Borbón será el sucesor del rey español Carlos II de Austria. A mediados de siglo

tiene lugar la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que enfrenta a las principales potencias

europeas: Prusia y Gran Bretaña contra Austria, España, Francia y Rusia. Es una guerra colonial

cuyas consecuencias desencadenarán la Guerra de la Independencia de E.E.U.U. (1775-

1783), provocada por la negativa de los colonos ingleses asentados en Norteamérica a pagar los

impuestos de guerra a Gran Bretaña. La Declaración de Independencia de E.E.U.U. de 1776

es el resultado de la guerra, donde nace la primera nación republicana con una Constitución

propia: E.E.U.U. En Gran Bretaña destacan los reyes Jorge I, II, y III, todos ellos de la Casa de

Hannover, continuadores de la monarquía parlamentaria establecida en 1689 (Revolución

Gloriosa). El interés de Hume por la historia de su país se hace patente en la Historia de

Inglaterra. Hume, como Locke, es un claro defensor del parlamentarismo.

El siglo XVIII representa en el ámbito político el fin del absolutismo y el comienzo del

despotismo ilustrado, teniendo como representantes a Carlos III de España, Federico II de

Prusia, Catalina la Grande de Rusia y José II de Austria. El despotismo ilustrado mantiene la

forma del Antiguo Régimen pero dando un papel preponderante a la razón y fomentando la

cultura y la educación. Su lema es “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. En el siglo XVIII

también se aplican políticas de tolerancia religiosa y reformas agrarias, manifestándose el

acercamiento entre el monarca y el pueblo. Con la Independencia de E.E.U.U. aparece la

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primera Declaración de Derechos del Hombre de la historia. En Europa surgen los primeros

movimientos feministas, y la burguesía gana mucho protagonismo, sobretodo en economía y

cultura, organizándose en salones y academias junto a la alta aristocracia. En economía destaca

el sistema francés denominado fisiocracia (Quesnay, Turgot) y posteriormente el liberalismo

económico de Gran Bretaña (Adam Smith y David Ricardo), éste último apoyado por David

Hume. En la política inglesa destaca el parlamentarismo y el liberalismo político, constituidos a

partir de las ideas de Locke en base a la separación de poderes. Hume también es partidario de

esta forma de gobierno, opuesta al despotismo y absolutismo continentales.

En las bellas artes acontece el fin del barroco, el auge del rococó y, posteriormente, el

neoclasicismo. En música destacan Bach, Haydn, Mozart y Gluck. Es un siglo donde aparece

la ópera como nuevo género musical. En literatura debemos destacar a los escritores británicos

Jonathan Swift y Laurence Sterne, los poetas y dramaturgos alemanes F. Schiller y Goethe,

el dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín, etc. En poesía inglesa sobresale la figura

de Alexander Pope, mientras que en arquitectura se plasma el estilo clásico de la Edad Antigua

a raíz del descubrimiento de Pompeya y Herculano.

En ciencia y filosofía, el siglo XVIII aporta muchas innovaciones. El siglo XVIII es el

siglo de la Ilustración y el Enciclopedismo. También se denomina el Siglo de las Luces, por ser

un siglo que busca la iluminación y el conocimiento a través de la ciencia, la técnica y el

argumento racional. En filosofía continúa la disputa entre el racionalismo continental

(Leibniz, Wolff) y el empirismo anglosajón (Locke y Berkeley). Hume se inscribe dentro del

empirismo, en la rama más radical, que desembocará en el escepticismo. Es discípulo de Locke

y Berkeley, aunque critica a ambos autores por considerarlos poco consecuentes con sus ideas.

En Francia la Ilustración presenta figuras claves del pensamiento, como Diderot, Voltaire,

Rousseau, Montesquieu (autores que participan en la Enciclopedia). Con algunos de ellos tuvo

contacto Hume, siendo éste la máxima figura de la denominada Ilustración escocesa. Algunos

autores ilustrados franceses fueron materialistas y ateos (materialismo francés) movimiento

que no fue apoyado por Hume debido a su crítica al concepto de sustancia y de materia. En

América debemos destacar la Ilustración Norteamericana con figuras de la talla de Thomas

Jefferson y Benjamin Franklin (padres de la Constitución estadounidense). La máxima figura

de la Ilustración española es Gaspar Melchor de Jovellanos. El siglo XVIII también es el siglo

de las ciencias naturales y humanas. En física destaca la figura de Newton, a quien Hume

pretende imitar con su mecanicismo psicológico. También destaca Laplace. En matemáticas,

Euler, d’Alembert y Bernoulli. En el Siglo de las Luces nacen nuevas ciencias naturales: la

química de la mano de Lavoisier, la zoología de Lamarck. En ciencias humanas nace la

arqueología (Winckelmann) y la historia es ampliamente desarrollada, destacando la Escuela

Escocesa (Edward Gibbon, Adam Smith y David Hume) y el movimiento antiilustrado de G.

Vico y J. G. Herder.

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2.2. Vida, obras y problema fundamental

El filósofo, historiador y economista escocés David Hume (Edimburgo 1711- Íbidem

1776) representa la culminación del empirismo y uno de los críticos del pensamiento

metafísico más importantes que ha habido. Es la figura más importante de la Ilustración

escocesa y su influencia es notable en el utilitarismo, positivismo, positivismo lógico y la

filosofía analítica del siglo XX. Su pensamiento también se relaciona con la fenomenología de

Husserl, una de las corrientes más importantes de la filosofía contemporánea. Sus influencias

más importantes las recibe de los empiristas John Locke, George Berkeley y la mecánica

clásica de Isaac Newton (1643-1727).

El problema fundamental de Hume es crear una ciencia del ser humano tan exacta

como la física newtoniana. Igual que Newton había formulado la ley universal a la que están

sometidos todos los objetos físicos (la ley de la gravitación universal), Hume aspira a descubrir

una ley universal para todos los elementos psíquicos de la mente humana. El intento de llevar a

cabo esta tarea fracasará en un rotundo escepticismo gnoseológico. Sus obras más importantes

son Tratado de la naturaleza humana (1739), Investigación sobre el entendimiento humano

(1748), Investigación sobre los principios de la moral (1751), Historia de Inglaterra (1754-62)

y Diálogos sobre la religión natural (1779).

2.3. Teoría del conocimiento

Su teoría del conocimiento se expone principalmente en el Tratado de la naturaleza

humana y la Investigación sobre el entendimiento humano. Hume es partidario, como Locke,

del atomismo psicológico, es decir, nuestra mente se puede reducir a partículas elementales

simples que provienen de la experiencia. Sin embargo, critica el materialismo así como el

concepto de “sustancia” desarrollados por Locke. Para Hume lo único que existe son nuestras

percepciones, es decir, vivencias personales. Los objetos externos quedan reducidos así a la

nada. Pero Hume va más allá, cuestionando incluso la sustancia portadora de nuestras

percepciones, es decir, el sujeto o yo (punto de partida de la filosofía de Descartes). Lo único

que existe va a ser una sucesión temporal de percepciones. La filosofía de Hume derivará así en

un escepticismo gnoseológico en el cual no existe ni el sujeto, ni el objeto de conocimiento, ni

res cogitans ni res extensa. El problema de la relación entre ambos quedaría así resuelto, pues

dejarían de existir. Sin embargo, sigue en él presente el intento de explicar el origen de nuestras

ideas mentales.

En la teoría del conocimiento de Hume sólo existen, como acabamos de decir,

percepciones o, lo que es lo mismo, representaciones. Las percepciones no existen en nada, y

tampoco imitan algo modélico o real. Lo único que hay son representaciones, pues el sujeto, el

objeto, la materia, la sustancia, lo externo o lo interno son siempre representaciones. La

pregunta metafísica ¿qué es la realidad? la responde Hume diciendo: la realidad son

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representaciones. Éstas se dividen en dos clases: a) impresiones, b) ideas. Las impresiones son

las vivencias actuales, inmediatas, son representaciones fuertes y directas, por ejemplo el acto

de tocar una tecla en este momento, o ver este color determinado ahora. Las ideas, por el

contrario, son copias de las impresiones, son, por tanto, representaciones débiles, mediatas;

serían como representaciones de otras representaciones (las impresiones).

Las impresiones y las ideas pueden ser, a su vez, simples o complejas. Existen, pues,

cuatro tipos de percepciones: impresiones simples e impresiones complejas, ideas simples e

ideas complejas. Impresiones simples son el acto de percibir este sonido, este color, este sabor

(pues estas impresiones no se pueden descomponer más). Impresiones complejas serían el acto

de percibir una mesa, a Luis, un gato…Es decir, estas últimas se pueden descomponer en

impresiones más simples. Forman, por tanto, un conjunto de impresiones más elementales. El

gato, por ejemplo, se puede descomponer en las impresiones de color blanco, color negro, forma

determinada, maullido que realiza, etc. Por su parte, una idea es mi representación mental, en

ausencia de la impresión, de esa misma impresión. De este modo tenemos que una idea simple

correspondería a mi imagen mental, en ausencia del acto de percibir, de un color determinado,

por ejemplo, el rojo, mientras que la idea de mesa o casa, o el mismo gato, serían ideas

complejas, pues se compondrían de muchas ideas más elementales. Para distinguir impresiones

e ideas podemos afirmar que la impresión es siempre un acto de percepción presente, mientras

que una idea es una imagen o copia de ese acto de percepción.

Pero, ¿cómo se forman las impresiones y cómo se forman las ideas?, ¿cómo pueden

derivarse de las impresiones las ideas? Las impresiones se forman gracias a la facultad de

nuestros cinco sentidos. Esta facultad es el origen de todas nuestras vivencias y de todo el

conocimiento. Es la tesis más importante del empirismo. Los sentidos comienzan por tener

impresiones simples y, más tarde, mediante la repetición temporal, es decir, la costumbre, y

la organización, se producen impresiones más complejas y se forman las ideas. Para ello son

necesarias dos facultades muy importantes en la teoría del conocimiento de Hume: la memoria

y la imaginación. La memoria constituye la parte pasiva o receptiva del conocimiento,

mientras que la imaginación constituye la parte activa o constructiva. Gracias a la memoria y

la imaginación no sólo percibimos impresiones complejas como Luis, sino que tenemos una

idea de Luis. Ambas facultades son el origen de todas nuestras ideas. La finalidad de la

memoria es retener ideas, y la finalidad de la imaginación es organizarlas, combinarlas y crear

nuevas. Sin la imaginación, nuestra mente sería un caos de ideas desconectadas entre sí: no

habría experiencia. En la imaginación encontramos las leyes de asociación de ideas: ley de

semejanza, ley de contigüidad y ley de causa y efecto.

2.4. Crítica a las ideas metafísicas y al principio de causalidad.

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Una vez explicados los dos principios más importantes de la teoría del conocimiento de

Hume, las impresiones y las ideas, podemos pasar a exponer su crítica a las ideas metafísicas.

Esta crítica parte del criterio de verdad adoptado por Hume, prácticamente el opuesto al

adoptado por Descartes y los racionalistas. Según este criterio, una idea es verdadera cuando es

una copia fiel de una impresión. Por ejemplo, la idea de Congreso de los Diputados es verdadera

si existe una impresión que le corresponda. Por tanto, debe existir una correspondencia entre

impresiones e ideas para que éstas últimas sean verdaderas. Cuánto más simple sea una idea,

más verdadera será, pues Hume considera las impresiones simples lo más inmediato y

primigenio de nuestro conocimiento (todo lo contrario a Descartes, quien había cuestionado los

sentidos). Si entonces ahora imagino ideas tales como Dios, alma, yo, libertad, materia etc.,

compruebo que no se corresponden con ninguna impresión, pues nadie puede sentir impresiones

de Dios, el alma, el yo, la libertad, la materia, igual que sentimos el color blanco de este papel.

Las ideas metafísicas son tan complejas, que han perdido todo contacto con la realidad

empírica. Tales ideas serán descartadas por Hume por ser falsas (van más allá de nuestros

sentidos).

A partir de su criterio de verdad, Hume distingue dos tipos de conocimientos: las

cuestiones de hecho y las relaciones de ideas. Las cuestiones de hecho son conocimientos

empíricos, es decir, conocimientos cuyas ideas corresponden con la experiencia, con

impresiones. Por ejemplo, decir “el hielo está frío” sería una cuestión de hecho. Sin embargo,

las relaciones de ideas son conocimientos más abstractos, donde no encontramos ninguna

correspondencia en la realidad. Los principios de la lógica, las matemáticas, las ideas

metafísicas o los conocimientos políticos como “la libertad es buena”, serían relaciones de

ideas, pues lo que se dice aquí no corresponde con ninguna impresión de la experiencia (que la

libertad es buena nuestros cinco sentidos no lo pueden percibir).

Respecto al principio fundamental de las ciencias, el principio de causalidad, que se

apoya en la existencia de una conexión necesaria entre un efecto (antecedente) y una causa

(consecuente), Hume sostiene que tampoco hay una impresión que le corresponda. Por ejemplo,

si yo percibo la impresión de fuego y a continuación percibo calor, no puedo concluir que exista

una conexión necesaria entre el fuego y el calor y que el fuego sea la causa del calor. No hay

impresión que corresponda a las ideas de “causa”, “efecto” y “conexión necesaria”, sino que

éstas son producto de mi imaginación. Yo sólo percibo dos impresiones de manera sucesiva, y

por medio de la costumbre, me formo una creencia, la que dice que cuando hay fuego, hace

más calor. La ley de causalidad, una de las leyes más importantes de las ciencias naturales y la

filosofía racionalista, sería en realidad una creencia que tenemos respecto a la relación de

objetos y en ningún modo una necesidad absoluta. Las verdades de la ciencia no son necesarias,

sino sólo probables. La verdad es siempre una cuestión de costumbre y probabilidad. De una

repetición de casos no podemos tampoco concluir una teoría universal (crítica a la inducción).

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Nada impediría que en el futuro, a una impresión no le siga su impresión correspondiente, o

incluso que cosas que para todos son evidentes, como que el Sol saldrá mañana, algún día

fallen. En este punto, Hume se da cuenta que el proyecto de hacer una ciencia como la física

newtoniana ha fracasado.

2.5. Ética (el sensualismo) y política

Según Hume, a diferencia del conocimiento, que trata de cómo son las cosas, la ética

trata de cómo deberían ser. Existe así una clara diferencia entre el ser y el deber ser. El ser se

relaciona con la naturaleza, el deber ser, con las costumbres. La ética de Hume es una ética

material y una ética de fines. Puede denominarse ética sensualista o emotivista. Su punto de

partida no va a ser la razón, como pensaron Platón, Aristóteles y los autores racionalistas

modernos. Esto quiere decir que para Hume, el bien o el mal o incluso la justicia, no se pueden

explicar racionalmente. La ética de Hume, como su teoría del conocimiento, quiere apoyarse en

lo más evidente: nuestras impresiones. La razón es incapaz de fundamentar la moral porque se

apoya en conceptos abstractos que no corresponden a ninguna impresión (conceptos

metafísicos). Además, la razón no puede dominar los sentimientos. Somos esclavos de nuestras

pasiones; los sentimientos son lo que nos determinan a obrar. La moral es un producto de la

experiencia, la experiencia que tenemos con dos sensaciones muy concretas: el placer y el

dolor. Todos nuestros sentimientos pueden reducirse a estas sensaciones simples. Lo bueno se

identifica con el placer y lo malo con el dolor. Los valores morales, por tanto, tienen un claro

contenido, pues se construyen a partir de sensaciones. Esto hace que la ética de Hume sea una

ética material. También es una ética de fines porque la meta o fin de nuestra vida será alcanzar

el máximo de placer y el mínimo de dolor.

Esta concepción, heredera del filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), y con

antecedentes en la filosofía griega (hedonismo o epicureísmo) hace de la moral una cuestión

subjetiva, intransferible e individual. Este individualismo moral, sin embargo, no es tan radical

como podría parecer. Un elemento fundamental del sensualismo ético de Hume es el

sentimiento de simpatía. Este sentimiento hace que nos inclinemos hacia los demás, a que

consideremos el bien colectivo por encima del bien individual. La justicia misma es un producto

del sentimiento de simpatía. Gracias a él también podemos definir lo útil. Lo útil es siempre lo

beneficioso para la mayoría. Podemos comprobar que existe una inclinación natural en todos los

hombres a ser beneficiosos con los demás, a amar a la humanidad. Esto no es un precepto moral

sino un sentimiento. Del mismo principio de utilidad también se van a construir, según Hume,

todas las costumbres y creencias humanas. Las normas de conducta de cada pueblo se apoyan

en él. La filosofía política de Hume, por tanto, se desarrolla a partir del principio de utilidad y

las ideas liberales desarrolladas por Locke.

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