el ensayo

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Ensayo sobre el ensayo

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    Por un saber ensaystico o contra el rgido academicismo For an essayst knowleadge or against rigid academicism doi: 10.15213/redes.n10.p237

    antonio fernndez vicente

    abstract

    This essay tries to own up the essayistic form as a strong source of knowledge. Indeed, it's a kind of genre whose tentative quality and reflections' errancy might be seen as the right form in order to presenting complex realities. In this sense, the essay, by contrast with the rigid schemes in scientific academ-icism, is not subjected to any formal or methodological pattern. Actually, it's a critical view by its own form against the hegemonic rules; that is, a different perspective of the world as each discipline and method involve his own cos-movision. As a knowledge form undefinable and even anarchic in its propae-deutics, I adopt the essayistic point of view non detachable of the content I would like to express.

    keywords: essay, philosophy of science, theory of knowledge, academicism, critics

    resumen

    El ensayo trata de poner en valor la propia forma ensaystica como fuente cabal de conocimiento. Se trata de un gnero que por sus cualidades ten-tativas y la errancia de sus reflexiones es apropiado para abordar realidades complejas. En este sentido, el ensayo contrasta con las rigideces y esquemas del academicismo cientfico por el que la investigacin se somete a unos cuantos patrones formales y metodolgicos. Supone una crtica en su forma a las normas hegemnicas; una visin diferente del mundo tal y como cada dis-ciplina y mtodo implica su propia cosmovisin. Siendo como es indefinible y anrquico en sus presupuestos propeduticos, adopto la forma ensaystica

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    que es al tiempo indisoluble del contenido que deseo expresar. Por esta razn, deliberadamente he incumplido las normas de envo de originales en lo que a citacin y epgrafes se refiere, como parte del experimento ensaystico.

    palabras clave: ensayo, filosofa de la ciencia; teora del conocimiento; academicismo; crtica

    "Imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida". Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosficas.

    "La ciencia es en primer lugar conocimiento, pero la ciencia como conocimiento es desplazada a segundo trmino por la ciencia como poder manipulador".

    Bertrand Russell, El panorama de la ciencia.

    Imagine el lector que alguno de los clebres artculos ensaysticos que han sido escritos por los ms excelsos pensadores fuesen sometidos a evaluacin en alguna de las revistas acadmicas de mayor impacto. Reflexione acerca de si sera o no admitido el ensayo sobre La obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica, de Walter Benjamin, que tantas sugerencias ha alimentado en investigaciones posteriores. El Umweg rodeo benja-miniano no se pliega, sin duda, a la lgica utilitarista de ir-al-grano en una poca como la nuestra de capitalizacin del tiempo de estudio. Superara los criterios formales mnimos? Sera rechazado, sencillamente, por care-cer de un mtodo emprico que refute sus argumentos? Se echara en falta la remisin continua a autoridades acadmicas, las citas a decenas de auto-res sobre todo contemporneos para legitimar afirmaciones en algunos casos de sentido comn? Pero ese bon sens no es siempre tan evidente y hacen falta iluminaciones para percatarnos de lo que, por habitual y acostumbrado, pasa desapercibido, como en los ensayos sobre la vida cotidiana de Henri Lefebvre o Michel de Certeau.

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    El socilogo Michel Maffesoli, terico de la postmodernidad, ha advertido con notable lucidez cmo es preciso rebasar los dogmas epistemolgicos de la modernidad, esos principios de realidad que reducen lo real a sus ms simples expresiones, conforme a la frmula sinttica comtiana reductio ad unum. En su Homo eroticus incluso llega a afirmar que las quimeras del orden racionalistas esconden lo que es en favor de lo que debera ser. Y para lle-gar a un saber aproximado de lo que es, de esas vertientes emocionales y podramos decir tribales de nuestra poca, habra que sondear la superficie, lo cotidiano. Paul Valry escriba: en L'ide fixe: Ce qu'il y a de plus profond en l'homme, c'est la peau. Desentraar lo que Georges Perec llam l'infraor-dinaire o hacer de cada objeto un enigma, como en la divisa de Giorgio de Chirico quod amabo nisi quod aenigma est.

    Las reglas del lenguaje acadmico prescriben una forma de entender el mundo y prohben otras. Es una forma de violencia simblica en el sentido que le daba Pierre Bourdieu: inscribe la jerga academicista una determinada visin del mundo que nos violenta mentalmente en tanto refractaria a la des-viacin. Es un lenguaje ideal que permanece ciego a los aspectos que no cua-dran bien con sus rigores positivistas.

    Aprendemos de otro gran ensayista, Lewis Mumford en sus Technics and Civilization que lo que las ciencias fsicas llaman mundo no es el objeto total de la comn experiencia humana: es slo aquellos aspectos de esta experien-cia que se prestan a s mismos a una observacin precisa de los hechos y a afirmaciones generalizadas. Y de ah pasamos a tratar los hechos sociales, en Durkheim, como hechos naturales, fsicos. De ah, por ejemplo, el antece-dente de la estadstica actual en la aritmtica poltica de William Petty, acu-sada en su poca de cribar las libertades de los individuos.

    Pero quizs sea a travs de este Umweg como podamos alcanzar un sen-tido ms pleno de cmo son las cosas y cmo nos comunicamos. No es ste el rodeo, la correccin sobre la correccin que Bertrand Russell asociaba a la perspectiva cientfica? No sera la forma ensaystica el paradigma de la observacin e interpretacin cientficas? Tendra cabida en el sistema de produccin cientfica un ensayo como el Elogio de la ociosidad?

    I

    En El ensayo como forma, Theodor Adorno daba por descontado en 1958 el descrdito del ensayo en tanto producto mestizo. Y antes que l, en 1910, el joven Lukcs sealaba cmo el ensayo no haba podido emprender el camino hacia su autonoma tal y como lo hizo su hermana la poesa. En los ambientes

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    acadmicos, tildar un escrito de ensayo contiene una ambivalencia quizs hipcrita y sibilina. Por una parte, sirve como elogio a una serie de ocurren-cias ms o menos disparatadas, ms o menos arabescas. Y al mismo tiempo, desde una atalaya de superioridad cientfica y cannica, se rebaja al ensayo y a su crivain a la categora marginal de los escritos y autores poco o nada fundamentados. La mirada al ensayo se efecta en el entorno acadmico de arriba abajo, en soberbio picado. Quizs lo que moleste sea ese parentesco con la poiesis, con la variacin de la creatividad fuera de los cnones acad-micos.

    Dicho de otra manera, desde los estamentos universitarios no se considera el ensayo como una forma que genere conocimiento. Se asocia a lo irracio-nal, como el arte; a lo impuro y carente por completo de una organizacin formal que le d consistencia en sus argumentos y premisas. Si fuese uno de los detractores de este tipo de saber, le acusara de falta de rigurosidad en tanto no se atiene a la tozudez de los hechos comprobables, contrastables. Un ensayo no es serio para un acadmico de la actual escolstica y, como tal, se toma a broma. Es una boutade como lo podra ser ste. No hay en l tablas explicativas, relaciones interminables de casos que refrenden una hiptesis, una teora, que apuntalen un sistema conceptual. No es ciencia porque no constata nada fijo. Lo nico que subraya es su propia indefinicin. No es ope-rativo y al no asentar ideas firmes, no puede traducirse en rector cabal de decisiones, ya sean polticas, econmicas o meramente individuales.

    Alguien imagina que los gobiernos de turno tomen como principio racio-nal de sus decisiones un ensayo en lugar de rigurosos tratados de economa, legitimados por una metodologa sistemtica consolidada? Cmo podr competir en el Mercado de la Atencin un simple ensayo sobre la crisis del modelo civilizatorio con las elucubraciones cientficas de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en su obra Grow in a time of debt? Un ensayo contra el auste-ricidio siempre ser slo eso: una tentativa, un punto de vista relativo frente a la doctrina de las cifras y los clculos estadsticos, la magia parlante para Robert Park. Aunque, como se ha demostrado, tal estudio tuviese apariencia de veracidad y fondo de tergiversacin torticera.

    Si el ensayo queda fuera del campo de las ciencias, de la explicacin de fenmenos sociales y, en nuestro caso, comunicativos si es que no estamos tratando del mismo asunto todo fenmeno social es comunicativo y vice-versa quizs sea por la pretensin de universalidad y la instrumentaliza-cin del saber. Por una parte, la metodologa rigurosa reafirma el carcter doctrinario e incluso totalitario de las teoras cientficas. Aplicadas a las cien-cias de la comunicacin, a partir de estudios de caso, de observaciones de

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    patrones y regularidades, se tiene la sensacin de ser capaz de anticipar com-portamientos, tendencias. Previsin y control que se emparentan indefecti-blemente con la utilizacin del conocimiento cientfico como herramienta de poder de aquellos que monopolizan el saber, como ha explicado Armand Mattelart de modo genealgico en su Histoire de la socit de l'information.

    II

    Para averiguar de dnde nace la inquina acadmica hacia el ensayo habra que acometer una tarea casi imposible: definir lo indefinible. El ensayo sera difuso, indecible en tanto es este mismo paisaje nebuloso el que se desprecia. Deca Adorno que el ensayo se rechazaba en Alemania porque exhortaba a la libertad de espritu. La libertad espontnea de escribir tal y como se habla al primero que uno se encuentra en la calle, como admita Montaigne.

    La voz ensayo, essai nos remite directamente a esta gran figura de las artes literarias: Michel de Montaigne. Un homme de lettres. En el clebre ensayo De Demcrito y Herclito, leemos que intenta ejercitar el juicio y reco-noce al mismo tiempo su propios lmites: Si se trata de una materia que no entiendo, con mayor razn empleo en ella mi discernimiento, sondeando el vado de muy lejos; luego, si lo encuentro demasiado profundo para mi esta-tura, me detengo en la orilla.

    Este detenerse en la orilla de Montaigne, la conciencia de los lmites de uno mismo y del propio saber resulta uno de los matices del ensayo insopor-tables para el melindre cientificista acadmico. Una y otra vez en los manua-les cannicos de metodologa en ciencias sociales se insiste en que la observa-cin y la interpretacin han de revestir la forma impersonal. Quizs porque as, haciendo desaparecer a la persona que observa y discurre, sustituyn-dola por una suerte de sentido de la objetividad, trascendemos los lmites del saber humano. Dejamos a las cosas que hablen ellas mismas y reificamos al autor, que no es ms que el resorte que pone en marcha la mquina meto-dolgica. Y es aqu donde el ensayo, como gnero si se le puede llamar as inherente a la modernidad, irrumpe con la reivindicacin del individuo cognoscente, del punto de vista, de la perspectiva plural a partir de un punto privilegiado. En el ensayo, el texto privilegia una cosmosvisin y los objetos, tan alejados y distantes en el tratado acadmico, devienen formas: se procede a la unin de lo exterior y lo interior. As lo expresaba Lukcs en la famosa carta a Leo Popper sobre la esencia y la forma del ensayo: El ensayista debe acordarse de s mismo, encontrarse y construir algo propio a partir de s. Y el academicismo, por contra, insta al olvido de s.

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    III

    El ensayo se caracteriza por la libertad formal asistemtica. Al igual que si indagamos en cada uno de nosotros, encontraremos divergencias, dife-rencias que nos singularizan como seres plurales, polidricos, cada ensayo reflejar la personalidad de su autor. Cierto es que resulta infinitamente ms cmodo recurrir a estilos estandarizados, a modelos de investigacin ya consolidados por los que el autmata que realiza la enqute nicamente ha de seguir el manual de instrucciones. Uno siente miedo cuando ha de enfrentarse a los abismos de la libertad. Es lo que le ocurra a Roquentin en La nause sartreana. Miedo a la libertad y ansia, nostalgia de sistema. Ordenar en clasificaciones. Rellenar categoras. Acumular cientos de indi-cadores segn una metodologa analtica minuciosa. Antonio Gramsci sos-tena que debido al miedo al desorden, al caos, aceptamos como inmutable un determinado orden sin posibilidad de transformarlo: El orden actual se presenta como algo armnicamente coordinado, establemente coordinado, y la muchedumbre de ciudadanos vacila y se asusta en la incertidumbre ante lo que podra aportar un cambio radical. Cambiemos ciudadanos por investigadores.

    Se dira que los mtodos de investigacin, las plantillas de anlisis y el racionalismo algortmico se inventaron para ahorrar el esfuerzo de pensar a los investigadores. Entendimiento automtico que es oxmoron al mismo tiempo. Se trata de comprender que la ciencia organizada, al igual que la cultura administrada, supone un orden represivo que encierra al escritor en la disciplina de la servidumbre acadmica parafraseo a Adorno: La libertad intelectual misma se hace servil, acepta gustosa la necesidad socialmente preformada de la clientela. No obedecer a las reglas estable-cidas en la investigacin implica defraudar a la clientela. A los lectores que esperan leer siempre los mismos artculos, las mismas investigaciones en lo formal. A los evaluadores de agencias estatales, de revistas cientficas que anhelan la confirmacin de sus presupuestos metodolgicos antes que su subversin.

    Casi se podra inventar un software por el que, introduciendo algunos datos esenciales, se produjera conocimiento cientfico segn un mtodo en boga, en serie o a la carta, personalizado. Si analizamos los criterios de eva-luacin de publicaciones cientficas, es fcil amoldarse a lo que se requiere, remedar la forma estndar de otras investigaciones publicadas y obtener la ansiada gratificacin de ver publicado un escrito sin alma; una mera colec-cin de datos y relaciones mostrados en plural mayesttico.

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    Sin embargo, el cuidado del estilo en el ensayo supera y contradice la endmica separacin positivista de forma y contenido. Para la jerga cien-tfica, las ideas han de exponerse con la mayor de las neutralidades. La norma es la inexpresividad, la presentacin del tema sin mayores arabescos ni aadidos. De hecho, Adorno sola incidir en la alergia a las formas por parte del espritu cientfico, que no seran ms que abortos del rencor.

    IV

    Con respecto al autor, el ensayo lo sita en el primer plano de la escena. No hay manera alguna de esconderse tras una metodologa asptica. No puede convertirse en mera funcin de un sistema mecanizado. Y el lector? Qu exige el ensayo del receptor de esas ideas, de esas interpretaciones que se construyen no tanto a partir del objeto de estudio como del observador? Del mismo modo que el ensayo rechaza de plano la remisin a recetas y a algoritmos de escritura, el lector tambin habr de vrselas con estructuras formales desacostumbradas, as como con temas inslitos y con una varie-dad infinita de aproximaciones a los distintos prismas que ofrece el ensayo.

    Un buen ensayo requiere tanto creatividad en la escritura como en la lectura. Es un doble esfuerzo. Las frases hechas, las jergas por las que desa-parece la sorpresa y el misterio de lo que se va a leer componen malos ensa-yos. Para Adorno, el buen ensayo exige fantasa subjetiva en ambos casos. Como lo exige el cine de autor frente a los films comerciales sometidos a las leyes del gnero, a las expectativas cumplidas. Quizs el ensayo sea nica-mente la oportunidad para el doble sentido, para una lectura ulterior por la que el propio lector interprete o, mejor an, malinterprete al autor. He aqu la nocin de variacin en los modos de crear, de pensar de otro de los ensayistas fundamentales, Harold Bloom, en su Anxiety of Influence. No lo da todo hecho y no hace del espectador-lector un ente pasivo acomodado.

    Por ello, se trata de un gnero a medio camino entre la ciencia y el arte. Intenta expresar lo inexpresable y por esta razn siempre ha de compren-derse como la invitacin a pensar. El ensayo sugiere. Es precursor de ideas antes que fijar de modo indeleble creencias incuestionables. El carcter incompleto del ensayo remeda al viajero que, sin gua turstica, se adentra en los territorios desconocidos sin marcos semnticos que interpreten por l lo que observa. ste es el viajero imposible del que trataba Marc Aug en uno de sus ensayos. El ensayo se articula siempre como errancia, qui-zs como vagabundeo del significado, conforme a la expresin de Harold Bloom.

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    En cierto sentido, el ensayo es el equivalente cognitivo a los juegos infan-tiles. Como nios, jugamos en la superficie de las cosas a relacionar entre s, a nuestro capricho, materiales de origen muy diverso. Quizs emerjan asociaciones inesperadas, patafsicas. Y a partir de esta exploracin, sere-mos capaces como urga Benjamin de captar exactamente lo que est suce-diendo en el lapso de un segundo, cosa ms decisiva sin duda que conocer con antelacin futuros remotsimos.

    El investigador imposible sera aquel que antes de acometer cualquier pesquisa, vive obsesionado por el rigor cientfico que aporte la metodolo-ga cientfica en boga. Quiere sentir la seguridad ontolgica del manual de instrucciones, del camino ya transitado y cartografiado. Es un consentidor que se somete a las leyes de la costumbre cientfica sin saber, acaso, que en el propio concepto de ciencia se halla la conculcacin de los presupuestos ya dados, los giros copernicanos que hacen conmoverse hasta las teoras y mtodos ms slidamente sedimentados. El ensayo es la forma del disenti-miento, como el desarrollo cientfico se fundamenta en la crtica dialctica de las teoras taken for granted.

    V

    El ensayo es el mtodo asistemtico del fragmento, de lo pequeo. En su libertad formal no caben totalitarismos donde cada elemento est supedi-tado a la lgica de una teora unitaria. El ensayo precisa Lukcs puede contraponer tranquila y orgullosamente su fragmentariedad a las pequeas perfecciones de la actitud cientfica. Se ocupa de destacar objetos entre el mundo de los objetos, les da forma y subraya, con Lukcs, la eterna peque-ez de ms profundo trabajo mental.

    En lugar de escoger un corpus analtico pantagrulico, el ensayo pre-fiere diseccionar un slo elemento, una cosa, un hecho, un acontecimiento en apariencia mnimo e insignificante. Y a partir de ah, en ocasin de... como advierte Lukcs, revela su idea en ese lento y sinuoso ir-hasta-el-final. El proceder del ensayo es concntrico: se lanza una pregunta y, a continua-cin, se profundiza de tal forma que se van enlazando ideas tangenciales incardinadas en la unidad de la pregunta originaria. Hay que subrayar que el ms grande de los ensayistas para Lukcs, Platn, se dedicaba en sntesis a anudar preguntas. Quin imagina que en una publicacin cientfica se acepte un paper estructurado conforme a la dialgica socrtica?

    Lo que es fuente de conocimiento para Platn, o en el Eupalinos de Paul Valry, es mera palabrera para los acadmicos. Y cmo no admitir la

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    influencia del dilogo entre Theuth y Thamus acerca de la memoria y la invencin de la escritura en el Fedro platnico. De ah surgieron otras pre-guntas ensaysticas en Havelock y Walter Ong; incluso en la literatura frag-mentada de uno de los padres de las ciencias de la comunicacin, McLuhan. O esas formas simblicas matemticas que hacen de la arquitectura, en el citado dilogo de Valry, un lenguaje de puro conocimiento que encierra al hombre en el hombre, junto a la msica. Estas citas no tendran en un paper cientfico ms que un valor accesorio, superfluo y lateral al ncleo de la investigacin formado por datos, cifras y juegos malabares con los clculos quizs estadsticos.

    Es en este sentido como hay que comprender que la eleccin del ensayo conforma un posicionamiento acerca del modo de concebir los fenmenos. En lugar de esgrimir una teora, a modo deductivo, para posteriormente adecuar los hechos a los presupuestos que hemos expuesto como si de un lecho de Procusto se tratase, el ensayo reconoce su propia imperfeccin. Asimila la congnita complejidad de los hechos sociales, que como afirma Bruno Latour, no se dan de una vez por todas, sino que se van haciendo y deshaciendo. Son dinmicos. Inaferrables. Inasibles por teora alguna. El ensayo nos aclara el filsofo Francisco Jarauta piensa su objeto como descentrado, hipottico, regido por una lgica borrosa, indeterminada; su discurso es siempre aproximacin.

    Ocurre de modo anlogo a la concepcin de la persona en uno de los grandes ensayistas de la sociologa, George Simmel. Solamente podemos conocer algunas vertientes de la persona. Pero el conocimiento completo y minucioso es, en esencia, inalcanzable. Pero el dogma cientfico no tolera la diversidad y la diferencia. Es refractario al politesmo ontolgico.

    Pongamos ensayos de gran sutileza como Las grandes ciudades y la vida del espritu, El extranjero, El secreto o El conflicto. La observacin e intuicin del autor no proviene de estudios rigurosamente fundamenta-dos en clasificaciones, categoras de anlisis o plantillas donde hayan de rellenarse campos que encasillen a cada uno de los individuos. Se dira que surgen de la voluntad de interpretar tendencias que, por otra parte, una vez ledas en el ensayo, aparecen como lgicas, evidentes por s mismas.

    Pero el carcter de las ideas contenidas en el ensayo no es totalitario. No se presenta un sistema ms o menos cerrado en el que cada elemento haya de cumplir su funcin en el todo que hemos concebido. El dogma cientfico se obstina en poner orden donde no lo hay. Violenta la realidad por medio de sus trasuntos cientficamente construidos. Esto forma parte del proceso de abstraccin cientfica, que procede del ansia de clasificacin entre cuyos

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    pioneros podramos nombrar a Linneo en las ciencias naturales y, en lo que nos toca en las ciencias sociales, al matemtico belga Adolphe de Qutlet, precursor de la antropometra. Y se trata a los hombres como a las plantas despreciando al mismo tiempo toda suerte de nominalismo ockhamista.

    Es una cuestin, sin duda, de legitimacin. Para que los ensayos de Simmel tuviesen valor cientfico, afirmando lo mismo tendran que sostenerse con un aparato metodolgico fundamentado en criterios ms cuantitativos que cua-litativos. Sabemos que si efectuamos centenares de entrevistas; si realizamos encuestas con muestras representativas nuestro trabajo obtendr de inme-diato reconocimiento acadmico y alabanzas por su rigor y minuciosidad.

    No es ste un escrito contrario absolutamente a los estudios cuantitati-vos. El problema es que en el mbito acadmico, nicamente en algunos sec-tores acadmicos nicamente tengan valor de conocimiento las investigacio-nes que se basen en innumerables tablas de indicadores. Lo dems no seran ms que disquisiciones y juegos de palabras. Es una cuestin, a mi juicio, de presuncin de los modos cientficos imperantes y hegemnicos, donde cual-quier otra forma de conocimiento es arrinconada.

    La lgica del saber ensaystico no es, por tanto, ni inductiva ni deduc-tiva. Sus conceptos aclara Adorno ni se construyen a partir de algo primero ni se redondean en algo ltimo. Pensar la sociedad y tambin la comunicacin exige el esfuerzo de realizar ese movimiento intelectual que prometa Charles Wright-Mills: un ejercicio de imaginacin sociolgica que se contrapone de raz a las sistematizaciones tales como la Gran Teora funcionalista de Talcott Parsons. A partir de un elemento en apariencia ais-lado, seguir la lnea de asociaciones, interrelaciones e influjos mutuos hasta vincularlo con el contexto del que forma parte. Y este elemento primordial que genera un punto de vista sobre el mundo quizs se encuentre fortui-tamente, mediante la Serendipity a la que Robert Merton atribua un papel central en los descubrimientos cientficos. Es decir, se tratara de trazar los mapas para entender mejor cmo es el mundo. Pero sin la pretensin de asimilar el mapa al territorio, como en el cuento borgiano Del rigor en la ciencia.

    El principio capital de la mirada ensaystica reside en que se abstiene de cualquier tipo de reduccin a una hiptesis general. Acenta lo parcial, en efecto, frente a lo universal. Pero de ello no ha de inferirse que al lector no le sea dado extrapolar las enseanzas del ensayo a otros fragmentos, a otros objetos incluso cotidianos, cercanos. Quien haya ledo La soledad de los mori-bundos de Norbert Elias seguramente asimilar mejor la mediacin cultu-ral de la muerte confrontndo el ensayo con sus propias experiencias. Son

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    fragmentos con alma, singulares pero al mismo tiempo antropolgicos sin convertirse en norma, en patrn tirnico.

    As, por ejemplo, podemos comprender los ensayos de uno de los ms prestigiosos e influyentes ensayistas ledos por los tericos de la comunica-cin. Roland Barthes, que nunca escribi largos ensayos sino breves apun-tes, conform una imagen caleidoscpica del mundo de los signos. Y a par-tir de esos destellos de interpretacin cultural, llegamos a reconsiderar el mundo de los fenmenos culturales como un sistema semiolgico de primer o segundo orden. Sus Mythologies sin duda han aportado, desde su especie de botnica del asfalto como le gustaba decir a Baudelaire al contemplar la vida parisiense un punto de vista slido a la hora de entender cmo es el mundo visto desde un punto de vista privilegiado. Slido y flexible al mismo tiempo.

    VI

    Al elegir el ensayo, el autor tambin hace propia una determinada concep-cin de verdad. Por una parte, en la ciencia normalizada intentan consta-tarse regularidades, patrones que, al decir de Hans Gadamer en Verdad y mtodo, son indiferentes a la aparicin de decisiones libres, de excepciones a la regla. Instauran leyes en los fenmenos morales tal y como hacen lo propio en las leyes naturales. Articulan una concepcin quasi determinista de los hechos propios del hombre y cuando abordan un caso individual, lo hacen para confirmar la legalidad existente. O cuanto menos, siguiendo las teoras del caos y la sustitucin del determinismo por el azar, la investiga-cin cientfica apunta a probabilidades estadsticas que igualmente crean el type-moyen, el hombre-medio reducidos como estamos a nmeros y catego-ras de anlisis.

    Y en esto, aparece el ensayista dirigiendo su atencin a lo particular sin encerrarlo en la prisin de la teora. Por ello mismo denostado en tanto rechaza de plano efectuar ese movimiento moderno de abstraccin y alejarse de lo singular hacia la generalidad. El perspectivismo nietzscheano se con-juga as con la multiplicidad del punto de vista, con la posibilidad de obser-var el objeto desde infinitas situaciones sin la pretensin ltima de haber llegado a una supuesta esencia. Inversin del platonismo que ya hallbamos en el Cimitire marin de Valry: lo real no es lo inteligible, sino lo sensible. Y lo sensible es catico e inaprehensible.

    En El hombre sin atributos, Robert Musil desplegaba el ensayismo como un medio para construir la realidad sin que concurra la clausura en concepto,

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    esencia o centro alguno. Un hombre sin atributos, sin definicin final defi-nir es limitar, acotar, clausurar del mismo modo que los fenmenos comunicativos no soportaran su estabilizacin y delimitacin. De hecho, en el ensayo renunciamos a la tentativa tirnica y positivista de encerrar lo real que es inaprensible en una serie de parmetros fijos, inamovibles, en la prisin de la teora. El ensayo, frente a la novela, a la ciencia, es un juego constante de aproximaciones y alejamientos: un deambular a propsito de un objeto que se reconoce como mltiple. As, en Hombres y engranajes, Ernesto Sbato acomete la crtica a una racionalismo y cientificismo decadente desde los presupuestos formales del ensayismo. Opone la forma irregular del hom-bre a la mecnica perfecta de los engranajes filosficos sistmicos:

    Estas reflexiones no forman un cuerpo sistemtico ni pretenden satisfacer las exigencias de la forma literaria: no soy un filsofo y Dios me libre de ser un literato; son la expresin irregular de un hombre de nuestro tiempo que se ha visto obligado a reflexionar sobre el caos que lo rodea. Y si las refutaciones de teoras y personas son muchas veces violentas y speras, tngase presente que esa violencia se ejerce por igual contra antiguas ilusiones mas, que sobreviven en letra muerta, en algn libro, a su muerte en mi propio espritu; en ocasiones, a su aorada muerte. Porque tambin podemos aorar nuestras equivocaciones.

    En cambio, la actitud cientificista, positivista implica lo que Musil deno-mina utopa de la vida exacta. Lo que se desconoce genera ansiedad, incer-tidumbre. Y para suprimir de raz las inseguridades que provoca el misterio del mundo, creamos rdenes artificiales. Ordo ab chao. De ah el culto a los nmeros, a las medidas que son la expresin ms elocuente de la descon-fianza reinante frente a toda cuestin incierta. En el captulo titulado La maliciosa sonrisa de la ciencia o primer encuentro detenido con el mal, lee-mos:

    Se puede pasar, sin ms, a tratar de la especial predileccin que el pensamiento cientfico siente por las definiciones mecnicas, estadsticas, materiales, por las frmulas desconectadas del corazn. Considerar a la bondad como una forma peculiar de egosmo; relacionar las emociones con las secreciones internas; establecer que en el hombre, de diez partes, o cho o nuevo son de agua; declarar que la clebre libertad moral del carcter

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    no es otra cosa que un fenmeno automtico y accesorio del librecambio; pretender que la belleza dependa de la buena digestin y de una ordenada distribucin del tejido adiposo; calcular estadsticamente las cifras de concepciones y de los suicidios para demostrar que actos, al parecer los ms libres del hombre, se escapan a su albedro; reparar en la afinidad entre la embriaguez y la enajenacin mental; equiparar el ano a la boca, en cuanto que ambos rganos son extremidades -la rectal y la oral- de una misma cosa...: semejantes ocurrencias, que en cierto sentido desenredan el truco de la prestidigitacin de las ilusiones humanas, crean siempre una especie de conjetura, favorable en orden a adquirir una acepcin especficamente cientfica.

    Ms adelante, Musil aade que no hay duda de que se ama la verdad, pero acompaada de un gusto por la desilusin, el desencanto, la frialdad, la inexorabilidad, la coaccin de la regularidad. Parece ser que conquistamos la realidad emprica pero perdemos, en cambio, el sueo representado aqu por la mirada ensaystica. El hombre se diferencia de la bestia en que es capaz, debido a sus propiedades intelectuales y morales, de obrar contra la ley y de cometer crmenes. El sentido de la posibilidad, de desviarse respecto a las normas constatadas en la evidencia cientfica se refleja en la eleccin del ensayo, contrario a toda soberbia del rigor. En otro captulo, La tentativa ms importante, Musil nos habla de los daos ocasionados al alma por el razonamiento lgico y severo, que proclama al hombre a la vez seor del mundo y esclavo de la mquina: Si se pudiera reemplazar opinin cientfica por concepto de la vida, hiptesis por tentativa, y verdad por hecho, la obra de un buen fsico o matemtico superara en intrepidez y fuerza revoluciona-ria a las mayores proezas de la historia.

    VII

    El ensayo es tambin el gnero de la aproximacin irnica, el del humor inteligente y el sarcasmo. Y el del cinismo clsico y la parresa el cinismo moderno explicado por Sloterdijk lo dejamos para el academicismo. En sus lneas, el autor puede jugar con el lector tal y como haca Scrates mediante la irona retrica. Utiliza la mentira loable y desgraciadamente estigmati-zada, como adverta Oscar Wilde en su formidable The Decay of lying , el doble sentido: escribe lo contrario de lo que piensa quizs para que el lector cuestione no solamente el punto de vista del autor, sino el suyo propio. Es

    por un saber ensaystico o contra el rgido academicismo

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    obvio que en los informes de investigacin acadmica, de continuo se tantea al lector con informaciones falsas, conceptos que cambian de significado en cada seccin. Sin la retrica de la irona, que es cada vez ms uno de los requisitos inexorables para la legitimidad cientfica, ninguna investigacin que se precie podra alcanzar la tan ansiada visibilidad.

    Qu decir del humor? Para Luigi Pirandello, el humor nace de la contra-diccin entre el mundo ideal, de lo que debera ser, y el reconocimiento de la realidad que se le opone por contraste. Si en el mundo acadmico sola-mente interesan inters que sustituye a la pasin, segn conocemos de Albert Hirschman en The passions and the interests los fenmenos categori-zados, idealizados, positivados, sin duda no sern las sombras de los cuer-pos que se deforman, extienden, encogen a cada momento los objetos de observacin. El humor centra sus pesquisas en esta sombra y la contra-pone al cuerpo del que es reflejo. Y de esta distancia surge la risa. El ensayo, en razn de su propia dimensin tentativa, se concibe a s mismo desde el humor, cosa impensable para la seriedad del escrito cientfico y acadmico.

    demcrito y herclito

    johann moreelse, 1630, mauritshuis, la haya.

    En el ensayo arriba referido de Montaigne, del que tenemos una ilustracin en Moreelse, leemos que entre las dos actitudes polarizadas ante las miserias del mundo, el desconsuelo plaidero de Herclito y la risa incontenida y des-vergonzada de Demcrito, es preferible esta ltima. El motivo no es otro que el desprecio que implica la risa, alejada de la compasin que se demuestra

    a. fernndez vicente

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    con las lgrimas. Y quizs sta es una de las libertades ms sobresalientes del ensayo: el tomar lo que es con la distancia de la risa; presentar a los hombres como seres risibles, ridculos. Y en cierto modo ah radica la fuerza crtica del ensayo. No hay ms que recordar los ensayos cmicos de Swift, Wilde o el impertinente discurso sobre Qu es el hombre? De Mark Twain.

    Por otra parte, si se nos prohbe por la censura acadmica tratar un asunto de forma cmica, se est pervirtiendo una cualidad esencialmente humana. El hombre es el animal que sabe rer y sabe hacer rer. Deca Henri Bergson en su ensayo sobre la risa que no hay comicidad fuera de lo propiamente humano. Un paisaje podra ser hermoso, armonioso, sublime, insignificante o feo, pero nunca ser risible. Nos reiremos de un animal, pero porque habre-mos descubierto en l una actitud de hombre, o una expresin humana.

    Adems, la risa, antagnica a la emocin y a la identificacin total con lo que se estudia, procura un efecto que Bertolt Brecht llamara Verfremdung. Nos distanciamos de aquello que nos provoca risa. Nos volvemos insensi-bles, indiferentes porque al rer no simpatizamos con lo ridiculizado. No era esto el ideal de la observacin cientfica? Lo opuesto a la identificacin aristotlica? Un remedio contra la alienacin mental? Por qu no incluir en los manuales de metodologa la risa como cualidad fundamental del investi-gador?

    VIII

    Llego a este punto habiendo decidido que sea el ltimo. No porque no haya ms que decir sobre el asunto que he tratado, sino porque as se me antoja en consonancia con el carcter tentativo e incompleto de todo ensayo. No habr seccin de conclusiones y tampoco referencias pormenorizadas segn la apa. Dejo al lector la curiosidad de buscar los ensayos mencionados y explorarlos a solaz. Entre mis apuntes de lecturas, encuentro unas anotaciones sobre los Saggi sulla politica e sulla societ de Pier Paolo Pasolini. En ellos, el autor insiste en que el problema de la educacin radica en que se ha perdido el sentido de la curiosidad. De la escuela, nos cuenta que es la palestra dove il ragazzo costretto a una ginnastica. Se trata del mismo espritu automtico y mec-nico que hace de la investigacin un deporte veloz en el que no se han de modificar los aparatos metodolgicos fundamentales. Sencillamente, se sigue la lgica imperante, los recorridos y las casillas a rellenar, los esquemas de conocimiento que describen ese viaje turstico a travs de la introduccin, el marco terico y el anlisis aplicado. Sin pensar. Sin decir no. Imitando lo que se cree superior en el deseo de diluirse en la corriente dominante, como

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    dira Tarde en su gran ensayo sobre Les lois de l'imitation. La curiosit l'unico istinto di cui l'educatore pu debitamente usufruire, ms que nada, porque lo que busca e interroga no se halla en su propio mundo, en el de las ideas y teoras, sino en el mundo.

    Contra los racionalistas amaestrados, tal y como lo expresaba Paul Feyerabend en su Tratado contra el mtodo, urge escindirse de esas reglas obvias, rechazar esos criterios universalistas y las costumbres rgidas. A veces, la disciplina cientfica simplifica la propia ciencia y a sus objetos de estudio reducindolos a funciones en una teora que no refiere el mundo, sino que lo inventa. E incluso jibariza a los investigadores convirtindolos en actores pasivos y uniformados de un rgido engranaje metodolgico. Por qu no recuperar esa mirada dadasta, esa epistemologa oportunista y errante que se plasma en el ensayo? Para Feyerabend, un medio complejo que abarca desarrollos sorprendentes e imprevisibles exige procedimientos complejos y desafa el anlisis basado en reglas establecidas de antemano y que no tienen en cuenta las condiciones, siempre cambiantes de la historia.

    Es posible que slo a travs de este conocimiento ensaystico, el saber se entienda a s mismo como construccin, como engao al fin y al cabo, y se haga cierta la divisa de Johann Fichte en El destino del hombre: Nunca ms ten-drs miedo de verte subyugado por cosas que son tus propias fabricaciones.

    a. fernndez vicente