el fenómeno de la voluntad que quiere...(pensamiento y cultura)

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| 97 ³ [email protected] El fenómeno de la voluntad que quiere: una puerta a la trascendencia en Maurice Blondel The Phenomenon of the Will that Wants: a Gate to Transcendence in Maurice Blondel --- Carlos Andrés Gómez Rodas ³ Universidad Pontificia Bolivariana Recibido: 14 de septiembre de 2014 Enviado a pares: 15 de septiembre de 2014 Aceptado por pares: 13 de noviembre de 2014 Aprobado: 19 de noviembre de 2014 Pensamiento y Cultura | ISSN: 0123-0999 | eISSN: 2027-5331 pensam.cult | Vol. 17-2 | Diciembre de 2014 | pp. 97-117 DOI: 10.5294/pecu.2014.17.2.5

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El fenómeno de la voluntad que quiere: Una puerta a la trascendencia en Maurice Blondel.

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    [email protected]

    El fenmeno de la voluntad que quiere: una puerta a la trascendencia en Maurice Blondel

    The Phenomenon of the Will that Wants: a Gate to Transcendence in Maurice Blondel

    ---Carlos Andrs Gmez RodasUniversidad Pontificia Bolivariana

    Recibido: 14 de septiembre de 2014Enviado a pares: 15 de septiembre de 2014Aceptado por pares: 13 de noviembre de 2014Aprobado: 19 de noviembre de 2014

    Pensamiento y Cultura | ISSN: 0123-0999 | eISSN: 2027-5331 pensam.cult | Vol. 17-2 | Diciembre de 2014 | pp. 97-117DOI: 10.5294/pecu.2014.17.2.5

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    El fenmeno de la voluntad que quiere: una puerta a la trascendencia en Maurice Blondel

    Resumen: Frente a un contexto filosfico que se lo exiga, el filsofo francs Maurice Blondel (1861-1949) supo explorar las profundidades de la accin humana, partiendo del fenmeno de una voluntad que quiere (Volont voulante) que nunca encuentra plena satisfaccin en el mundo de los fenmenos. Tal mtodo de inmanencia, como algunos lo han llamado, comienza su marcha en las inquietudes existenciales del hombre, en la pregunta por su destino y su sentido, pero descubre en ese recorrido, la necesidad de una hipottica donacin sobrenatural, pues la razn humana se encuentra limitada para dar respuesta a los deseos de la voluntad, que parecieran reclamar el infinito.

    Palabras clave: voluntad que quiere; inmanencia; trascendencia; accin; metafsica; fenmeno; fe; razn

    The Phenomenon of the Will that Wants: a Gate to Transcendence in Maurice Blondel

    Abstract: Facing a philosophical context, the philosopher Maurice Blondel (1861-1949) knew how to explore the depth of human action, beginning with the phenomenon of the will that wants (Volont voulante) that never finds full satisfaction in the world of phenomenon. This method of immanence as some people have named it, begins in the existential concerns of the human being, in the question about his destiny and his sense, but discovers in that trail, the need of a supernatural hypothetical donation because human reason is incapable of giving an answer to the desires of the will, that seems to claim for infinity.

    Key words: will that wants; immanence; transcendence; action; metaphysics; phenomenon; faith; reason

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    Existe en el hombre una capacidad suprema que llenar, para quin ser? Maurice Blondel. La Carta Apologtica, 61

    Introduccin

    En su Defensa de la Filosofa, el pensador alemn Josef Pieper lanzaba una crtica al racionalismo en el cual est cimentada buena parte de la filosofa moderna, e invitaba a una mirada mucho ms amplia de lo que constituye la misin del filsofo:

    Ahora bien, quien dijera, por ejemplo, esto que es obvio para la consi-deracin cientfica: Yo dejo de lado todo lo que no se puede demos-trar con toda evidencia ni verificar crticamente; solo me interesa lo que se puede conocer clara y distintamente, este tal habra fallado ya en el planteamiento de la pregunta filosfica; habra descartado de antemano la apertura que por definicin caracteriza al que filosofa, o sea la apertura con vistas al objeto ntegro, sin recortes, del conoci-miento humano, que es la realidad en conjunto, la cual se ha de consi-derar bajo todos los aspectos posibles. En efecto, cmo sabe l que no puede haber datos sobre la realidad, que en verdad son datos aunque no se puedan verificar clara y distintamente?() Cmo sabe l que no es verdad lo que afirma Aristteles, a saber, precisamente lo que en s es solo lo ms manifiesto de todo, es precisamente aquello frente a lo cual nuestra inteligencia se comporta como el ojo de la lechuza frente a la luz del da? Proceder crticamente no significa primariamente para el filsofo admitir solo lo que est absolutamente asegurado, sino poner cuidado en no escamotear nada (Pieper 1970, 58).

    Tal vez, una de las falacias lgicas que ms le cuesta superar a quienes se dedican a la apasionante tarea del pensamiento, sea aquella que podra catalogarse como una peticin de principio, consistente en afirmar que el conocimiento de la realidad es la realidad efectiva, que el universo de las cosas llega hasta donde alcanza nuestro limitado entendimiento y que aquello que supera nuestra capacidad racional es simplemente ilusorio o fantstico, olvidando que la cognoscibilidad,

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    como propiedad de los entes, no significa que la realidad sea, sin ms, comprensible a nuestro espritu, menos an, que la especulacin pueda considerarse la nica va hacia el conocimiento, ignorando el mundo afectivo y volitivo de la persona como una puerta a cuestiones que, desde lo meramente intelectual o nocional, son inaccesibles.

    El contexto filosfico en el que Maurice Blondel (1863-1949) desa-rroll las ideas principales de su ciencia de la accin -expuestos en su tesis doctoral de 1893, titulada La Accin- y que coincide con lo que Ortega llam el imperialismo de la fsica (Ortega y Gasset 2007, 57), est marcado indudablemente, por las consecuencias del racionalismo antes mencionado, a saberse, el positivismo, el materialismo y el feno-menismo, ante los cuales la metafsica apareca como un saber anacr-nico, propio de un periodo ya superado por la modernidad ideolgica y los avances tcnico-cientficos, que en la segunda mitad del siglo XIX se sucedieron unos a otros vertiginosamente, haciendo que el hombre depositara todas sus esperanzas en los conocimientos de las ciencias positivas con los cuales poda transformar el mundo.

    Mientras que la reaccin de muchos fue encerrarse en los guetos del neotomismo sin buscar establecer dilogo con las nuevas propuestas filosficas -actitud que aliment una recproca hostilidad- Blondel encontr en la accin humana un fenmeno cuyo estudio le conceda validez frente a sus contemporneos y, al mismo tiempo, le permita explorar las profundidades del hombre para verificar si la renuncia radical a la metafsica estaba o no justificada. De esta manera se cons-tituye un mtodo de inmanencia que pretende asumir el fenomenismo como punto de partida, pero no como conclusin ontolgica, ya que en la lnea de Pieper, Blondel reconoca que lo que nosotros percibimos no es la nica, verdadera y total realidad de lo que percibimos realmente (Blondel 1996, 76).

    Con el mtodo de inmanencia no se prejuzga la realidad de lo sobrenatural, pero s se juzga y rechaza el principio o sistema de inma-nencia, que consistira en afirmar la autosuficiencia del hombre y la exclusin subjetivista de toda realidad trascendente, mxime cuando se acepta que la voluntad humana permanece insatisfecha en los lmites de dicha inmanencia. Podra esta reflexin sobre la voluntad aportar a una

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    discusin que pareca exclusiva de la dimensin especulativa y abrir la puerta a una dimensin que pareca cerrada?

    El presente artculo tiene como objetivo dar a conocer la teora blondeliana sobre un mbito concreto de la fenomenologa de la accin: la volont voulante o voluntad que quiere, particularmente en dos obras que se consideran fundamentales en el dilogo de Blondel con la teologa: La Carta Apologtica e Historia y Dogma, en cuyas pginas es posible encontrar una apertura metafsica desde los principios de la filosofa moderna.

    1. Un hallazgo en la accin: La voluntad que quiere

    El fundamento epistemolgico de una ciencia de la accin se encuentra en su innegable necesidad. Tenemos que actuar, podra decirse que estamos envueltos en la accin sin haberlo querido y resulta imposible escapar de ella porque nos es inherente.

    Si consulto a la evidencia inmediata, la accin es un hecho en mi vida, el ms general y el ms constante de todos; es la expresin en m del determinismo universal. La accin se produce incluso sin m. Ms que un hecho, es una necesidad que ninguna doctrina niega, pues esta negacin exigira un esfuerzo supremo que todo hombre evita, ya que el suicidio sigue siendo un acto. La accin se produce incluso a mi pesar. Ms que una necesidad, la accin se me muestra a menudo como una obligacin (Blondel 1996, 4).

    El hombre, por tanto, acta porque quiere, pero su querer no puede ser interpretado como un hecho psicolgico, como algo contingente de darse o no darse. A la necesidad del actuar le corres-ponde una necesidad en el querer, que responde a la ms ntima estructura del sujeto; no puede no querer y en la medida que lucha contra este impulso natural de la voluntad, descubre que su combate est destinado al fracaso y que el deseo se hace cada vez ms grande, expandindose incluso ms all de los fenmenos a su alcance. En otras palabras, para Blondel no solo es imposible anular el querer

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    sino tambin reducirlo al mbito de lo inmanente, de aquello que el mismo hombre produce o genera:

    El inmenso orden de los fenmenos en que se expande la vida del hombre parece agotado, y, sin embargo, el querer humano no lo est. La pretensin de autosuficiencia que tiene ese querer termina fraca-sando () El hombre pretenda arreglarse en solitario y encontrar en el orden natural su suficiencia y su todo. Pero no lo consigue. No consigue ni detenerse ni pasar adelante. No puede retroceder, ya que lo mnimo que ha podido querer es ese orden natural de fenmenos, ese algo en el cual descubre simplemente no una razn para no querer, sino una imperiosa razn de querer ms (Blondel 1996, 373).

    Lo anterior revela un conflicto al interior de la voluntad, pues si el hombre identifica lo que quiere pero no se satisface con ello, perma-nece siempre inadecuado, incompleto, carente de algo que sin poder sealar ni tener referente fenomnico pareciera poder llenarlo y calmar sus ansias, tendientes siempre al infinito. Para explicar esta realidad, el filsofo de Aix acu los conceptos de voluntad que quiere (volont voulante) y voluntad querida (volont voulue) en cuya explicacin no hay que precipitarse, pues se corre el riesgo de caer en confusiones y traicionar los planteamientos de la filosofa de la accin.

    No es muy difcil comprender el concepto de voluntad querida cuando la cotidianidad nos descubre llenos de aspiraciones, anhelos, deseos, sueos y afanes; queremos obtener bienes, alcanzar puestos, vivir expe-riencias, tener la compaa de determinadas personas, y muchas veces, sumergirnos en el mar de las sensaciones por las sensaciones mismas. El Libro del Eclesiasts, en el que Salomn habla de su vida en medio de la opulencia y los placeres, presenta un buen ejemplo del hombre que lleno de gloria, honor y riquezas puede disponer a su antojo las circunstancias y gozar de unas condiciones envidiadas por cualquiera:

    Me dije para mis adentros: Voy a probar con el placer y a disfrutar del bienestar! Trat de regalar mi cuerpo con vino, mientras guiaba mi reflexin con sabidura, y de entregarme a la necedad hasta ver en qu

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    consista la felicidad de los humanos, lo que hacen bajo el cielo durante los contados das de su vida. Emprend mis grandes obras; constru palacios, plant vias; me hice huertos y jardines, y los plant de toda clase de rboles frutales. Me constru albercas para que el agua regase la frtil fronda. Tuve siervos y esclavas: pose servidumbre, as como ganados, vacas y ovejas, en mayor cantidad que ninguno de mis prede-cesores en Jerusaln. Atesor tambin plata y oro, tributos de reyes y de provincias, me procur cantores y cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y reposteros. Nada negu a mis ojos de cuanto me pedan, ni rehus a mi corazn ninguna alegra (2, 1.3-8.10).

    La voluntad querida puede entenderse entonces como lo fctico, lo que efectivamente pensamos, queremos y hacemos pero que siempre es finito y limitado con respecto a la voluntad que quiere ms y ms. No es por otra razn que Miguel de Unamuno reclama en carta a Jimnez Indulan: Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad, y que sin ella me es todo igual. Yo necesito eso, lo ne-ce-si-to! Y sin ello ni hay alegra de vivir ni la alegra de vivir quiere decir nada. Es muy cmodo esto de decir: Hay que vivir, hay que contentarse con la vida! Y los que no nos conten-tamos con ella? (Unamuno 1996, 141) y que Salomn concluye al final de sus faenas: Consider entonces las obras de mis manos y lo mucho que me fatigu hacindolas, y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningn provecho se saca bajo el sol (Eclesiasts 2, 11).

    Hemos querido y hemos realizado aquello que nuestra voluntad nos mova a realizar, pero seguimos queriendo; Blondel no se detiene en esta conclusin evidente, su objetivo no es demostrar los limitados alcances de la voluntad querida, sino hallar su causa, su condicin de posibi-lidad, la estructura que le da soporte, porque para Blondel () esta necesidad a posteriori resulta del movimiento a priori de la voluntad (Blondel 1996, 325).

    El plano de la volont voulue lo constituye el mbito de lo obser-vable fcticamente, es decir, de aquellas experiencias explcitas que la vida de la accin adopta en su desarrollo expansivo natural. Un tal nivel es contemplado, sin embargo, desde el horizonte de trascen-

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    dentalidad en el que, al modo kantiano, se sita Blondel. Este hori-zonte est representado por el nivel de lo voulante que constituye el plano estructural de la condicin de posibilidad. De este modo, el contenido observable de la accin es escrutado desde el horizonte de la idealidad trascendental que constituye, propiamente, el conjunto de condiciones a priori que explican, fundamentan y hacen posible el desarrollo concreto y puntual de la accin (Arrieta 1993, 48-49).

    La voluntad que quiere, es entonces, un querer condicin, un querer no-posicional, una voluntad necesaria (Cartier 1955, 62), es decir, un querer que permite cualquier accin objetiva y positiva, es ilimitada en sus aspiraciones y, movida por el empuje de la vida, no reposa en lo que slo parcialmente responde al problema humano, es el esqueleto en el que se sostiene la voluntad querida y que existe en nosotros sin haberlo pedido, pues si bien es cierto que puedo obtener lo querido, yo no he pedido ni he querido querer (cfr. Blondel 1996, 374):

    En la historia natural de la accin, siempre ha sido posible eliminar la variable para considerar slo el carcter comn y la caracterstica esencial de cualquier desarrollo de la actividad humana () Bajo las formas contingentes y arbitrarias de la vida, siempre hay una cadena necesaria y una especie como de esqueleto rgido sobre el que se apoyan los movimientos ms flexibles y variados (Blondel 1996, 524).

    A primera vista, se podra pensar que se habla de dos gneros de voluntades, pero en realidad no se trata de esto. Hay una nica voluntad en conflicto, como antes se seal, y las categoras de voluntad querida y voluntad que quiere no solo pretenden mostrar una relacin entre lo dado y su condicin, entre el efecto y la causa, sino que tambin son usadas por el filsofo francs para hacer comprensible esta inadecua-cin permanente que tiende a la solucin y en la cual tiene su origen el dinamismo dialctico de la accin.

    Dado que dicha solucin no se encuentra en el orden natural, Blondel afirma la apertura del hombre a una respuesta sobrenatural. Con esto no pretenda demostrar la existencia de lo trascendente, sino

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    sustentar el carcter cientfico de la afirmacin de que la subjetividad reclama algo ms all de lo natural y el hombre est constitutivamente abierto al infinito (cfr. Valds 2008, 23).

    Podra decirse, por citar un ejemplo, que para el filsofo de Aix, el puente entre la filosofa y la teologa se sostiene en los pilares de esta apertura a lo sobrenatural y en la aproximacin a la voluntad que quiere como un hecho indiscutible de la inmanencia-el hombre lo descubre en su interior como necesario, como parte suya-que lleva la fenome-nologa de la accin ms all de lo inmanente. Por esta razn resulta valioso explorar el papel de este concepto en el dilogo que tuvo el pensador francs con telogos y apologistas cristianos, expuesto en las dos obras que se abordarn a continuacin.

    2. La voluntad que quiere en la Carta Apologtica

    La obra de Blondel fue objeto de duras crticas por parte de filsofos no cristianos, aunque tambin algunos neoescolsticos se mostraron reacios a sus propuestas, por juzgarlas contrarias a la fe. En el primer grupo, muchos consideraban que la tesis sobre la accin era ms propia de un telogo y que recaa en posturas de corte religioso inacepta-bles para la poca, adems, algunos no comprendan (y quiz nunca comprendieron) cmo era posible estudiar la accin y no la idea de accin, en lo cual el filsofo de Aix siempre insisti.

    Para no faltar a la verdad histrica y buscando matizar lo dicho ante-riormente, es importante aadir que dentro del ambiente intelectual cat-lico de su poca la filosofa blondeliana de la accin fue recibida de modos diversos. Algunos telogos la consideraron incompatible con la doctrina catlica y sus dogmas mientras que otros la acogieron con entusiasmo y la elogiaron notablemente, incluso cuando no la interpretaran del todo acertadamente. En este segundo grupo sobresale el P. Charles Denis, que pese a su intencin de alabar La Accin y reconocer su valor, le daba una lectura de corte psicolgico, segn la cual el cristianismo quedara afir-mado y demostrado por su conformidad con las necesidades del pensa-miento o su adaptacin a las necesidades de la vida, lo cual reduca al filsofo de Aix a un apologista filosfico del cristianismo.

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    Ante este hecho Blondel intervino para aclarar cul era realmente la propuesta de La Accin y cmo deban aproximarse a ella filsofos y telogos. As, en una primera carta que se public en los Anales de Filo-sofa Cristiana, Blondel insisti que no era ni se entenda como un apolo-gista, sino como un filsofo, indicando al mismo tiempo que no se poda confundir una apologtica filosfica que busca defender la fe por medio de argumentos racionales con una filosofa apologtica cuyos intereses son genuinamente filosficos y se aproxima crticamente a la fe con un mtodo cientfico, a esto el francs aada que la segunda no poda nunca tornarse en una forma ms de la primera (cfr. Valds 2008, 92).

    Con el objetivo de mostrarle a los filsofos modernos que su exigencia de un punto de partida inmanente estaba satisfecha en la filo-sofa de la accin, se public por entregas en los Anales de Filosofa Cris-tiana entre enero y julio de 1896 un artculo titulado Carta sobre las exigencias del pensamiento contemporneo en materia de apologtica y sobre el mtodo de la filosofa en el estudio del problema religioso que se ha llamado generalmente Carta apologtica.

    Uno de los principales problemas que Blondel encontraba en la apolo-gtica tradicional consista en seguir insistiendo en la validez racional de la creencia, pretendiendo que por un sistema muy bien construido de argu-mentos, el incrdulo, tarde o temprano, dara el paso hacia la fe. Desde su particular perspectiva, la cuestin apologtica no se reduca simplemente a una pugna acadmica en la que triunfaba quien pudiera responder de modo ms consistente a los cuestionamientos del interlocutor. La impor-tancia de la voluntad humana sobresale tambin en esta obra, pues nadie cree si no encuentra la necesidad de creer o si en hacerlo descubre una amenaza ms que un bien para su forma de vida: No nos cansamos de repetir argumentos conocidos, de ofrecer un objeto, mientras que es el sujeto quien no est dispuesto (Blondel 1991, 39).

    En sus Cantos de Maldoror, el Conde de Lautramont expresaba de modo conmovedor su sed de trascendencia: Yo, igual que los perros, siento la necesidad del infinito () Pero no puedo, no puedo satisfacer esa necesidad! (Lautramont 1988, 65). Pieter Van der Meer citaba ya hace unas dcadas esta frase pronunciada por un desesperado que no conoce a Dios, que ha rechazado a Dios, y no sabe ya a qu atenerse ni

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    dnde asirse (Van der Meer 1954, 7) y es que llama mucho la atencin ese detalle, que quien grita con impresionante elocuencia su necesidad no conozca la divinidad ni se haya interesado mucho por ahondar en una doctrina religiosa. Acudir a este ejemplo permite comprobar lo que la Carta Apologtica sugiere en sus pginas, esto es, que las dispo-siciones de nimo en el sujeto no son un asunto secundario cuando se trata de discusiones sobre la fe, e incluso, proponer que son importantes tampoco sera una afirmacin fiel a la realidad, ms bien, lo correcto es decir con Blondel que este papel de preparacin subjetiva es de primera importancia (Blondel 1991, 39) y que antecede a cualquier otro aspecto del problema, ms an:Para que el hecho pueda ser acogido por nuestro espritu e incluso impuesto a nuestra razn, es menester que una nece-sidad ntima y un apetito imperioso nos preparen a ello (ibdem, 30).

    Llegados a este punto, habra que sealar que si la filosofa hace mal en precipitarse a afirmar la realidad de lo sobrenatural, lo hace tambin cuando ignora la necesidad ntima y el apetito imperioso a los que se refiere Blondel. Por s misma no puede responder a la voluntad que quiere, pero racionalizar su tendencia al infinito, cayendo en el natura-lismo, sera llegar a conclusiones que no le corresponden y que en modo alguno puede explicar.

    Es preciso mostrar la necesidad para nosotros de adherirnos a esta realidad de lo sobrenatural () Por tanto desde el momento en que la filosofa no debe revestir tambin lo sobrenatural del gnero de certeza que confiere a todo lo que afirma, no tiene por qu pronunciarse sobre la cuestin de hecho. Su nica misin es la de determinar las disposiciones de nimo que preparan la inteligencia de los hechos y el discernimiento prctico de las verdades propuestas por otra parte (Blondel 1991, 28-29).

    Durante la Modernidad, las relaciones entre la fe y la razn empeo-raron paulatinamente y no se puede ocultar que buena parte de los intentos por conciliarlas fueron traiciones disimuladas a alguna de las partes en conflicto. Fue as como se cay en el racionalismo teolgico, de importantes consecuencias en el plano de la exgesis bblica hasta hoy, pues los telogos trataron de justificar la creencia ante los ojos de

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    los filsofos dando una explicacin sobre los hechos de la fe que resul-tara creble o adecuada a los lmites de la razn humana, pues buena parte de ellos haban sido distorsionados por las primeras comunidades cristianas, que permanecan todava en un periodo mtico del pensa-miento. De este modo, la fe, los dogmas y la Revelacin aparecan como una potica de lo inmanente sin relacin alguna con la realidad, que se encontraba limitada en el orden natural.

    Para Blondel, no es mediante tal confusin de planos y usurpacin recproca de disciplinas que se logra resolver el conflicto, ms bien se hace necesario que la filosofa sea rigurosamente filosofa y

    que la teologa sea lo que ella es; todo y slo lo que es. Que los telogos y todos los que tienen misin y gracia para difundir la ciencia sagrada permanezcan enteramente telogos, sin creer que han de sacar ventaja alguna en velar o complicar su carcter, en humanizar su enseanza, en perder el acento de su autoridad, en referir todo a los argumentos filosficos, en hablarnos principal o nicamente de lo que quiz conocemos mejor que ellos cuando esperamos que nos hablen de lo que slo ellos pueden darnos () Ya que, en realidad, no tienen que tomar ni la ofensiva ni la defensiva sino hacer lucir el sol sobre los buenos y los malos, desarrollando ante nuestros ojos el sistema racional de la fe (Blondel 1991, 73-74).

    La Carta Apologtica tiene como objetivo mostrar el punto de acuerdo que hay en medio del conflicto entre la filosofa y la religin, entre lo inmanente y lo sobrenatural. Tal parece que es la voluntad que quiere como fenmeno la que permite encontrar ese acuerdo, esa cone-xin que enlazara dos dimensiones aparentemente condenadas a la separacin y la mutua hostilidad (cfr. Blondel 1996, 143-44) pues ella es un inmanente trascendente, inmanente como necesidad y trascendente a nuestras naturales posibilidades de satisfacerla, natural en cuanto al deseo o apetito, pero sobrenatural en cuanto a la consecucin.

    En efecto, que lo sobrenatural para existir sea humanamente inac-cesible es lo que ensea la fe y exige la razn. Lo que la primera nos impone como real, la segunda lo concibe como necesario a la vez que

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    impracticable para nosotros. La una declara como gratuitamente dado lo que la otra no puede menos de postular invenciblemente. Coinciden, pues, en que no desarrollan nunca ms una doble misin, y tambin en que la una est vaca donde la otra est llena (Blondel 1990, 49).

    En la necesidad de lo sobrenatural fundamenta Blondel una nueva apologtica, que hunde sus races en la filosofa de la accin. Lo sobre-natural no es fundado filosficamente, sino que la filosofa permite que lo sobrenatural aparezca como epistemolgicamente necesario ante el sujeto (Valds 2008, 99). Se ha visto ya que si no se cuenta con la inadecuacin de la voluntad, si el hombre an no sintoniza con ese deseo superior y se encuentra satisfecho en medio de los fenmenos, la exposicin de la fe le resultar a lo sumo, tan interesante como un discurso sobre una materia incomprensible y que nada tiene que ver con la vida prctica a la que se enfrenta diariamente. La apologtica comenzar a dar fruto cuando quien habla haya tenido esa experiencia de vaco y cuando quien escucha halle en lo ms profundo de su ser una insaciable voluntad que quiere, para la cual mil nadas no forman una cosa, mil gozos no dan la felicidad, mil sensaciones no aquietan el alma, mil deseos concedidos no apagan el querer (cfr. Blondel 1996, 375). As pues, la vivencia religiosa No se trata, en efecto, de una adhesin terica del espritu a un dogma exterior a nosotros, sino de la admi-sin prctica de una verdad vivificante dentro de nuestro corazn y en nuestra conducta (Blondel 1991, 79).

    3. La voluntad que quiere en Historia y Dogma

    Las relaciones entre historia y fe en el marco de la crisis modernista inte-resaron profundamente a Blondel. Su dilogo continuo con el telogo Alfred Loisy y otros autores representativos de ese contexto, llev a que la oposicin al filsofo de Aix se formulara como una acusacin de connivencia con las ideas modernistas en el plano de la exgesis bblica. Ciertamente esta relacin es innegable, pero, a diferencia de quienes acabaran protagonizando los episodios ms destacados de la crisis, Blondel mantuvo siempre una actitud de concordia y respeto por la ortodoxia catlica (cfr. Izquierdo 1999, 923).

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    Despus de que Loisy publicara El Evangelio y la Iglesia en 1902, comenz una correspondencia entre el exgeta y el filsofo que le permiti descubrir a este segundo, planteamientos e ideas muy afines con su propia visin de las cosas, pero al mismo tiempo, pudo notar una propuesta sobre las relaciones entre historia y fe, entre la vida real del hombre y el dogma catlico que le result inquietante. Todo ello fue preparando la publicacin, en 1904, de los tres artculos que constituyen Historia y Dogma (cfr. Izquierdo 1999, 924).

    Loisy se cea al mtodo histrico-crtico en el estudio de los evangelios y afirmando ser solamente un humilde descifrador de textos, relegaba el mbito filosfico y teolgico en su estudio, pues no aceptaba la injerencia ajena al propio mtodo histrico y filol-gico de su trabajo.

    Con ello, la distancia entre historia y fe, entre datos histricos y afirma-ciones dogmticas, pareca inevitable. Cuestiones vivas del momento como la conciencia de Jess, o el origen de la Iglesia, aparecan en dos estratos separados: en el histrico, no era posible afirmar nada que trascendiera a los hechos histricos a los que -a su juicio- se llegaba por medio de la investigacin histrica. Al lado de ese Jess de la historia, la predicacin anuncia un Cristo y una Iglesia que son objeto de fe, y lo hace en nombre de factores ajenos a la historia cientficamente atestiguada. El resultado, como queda patente, era la separacin entre la historia y la fe, entre el conocimiento cientfico y el contenido de la revelacin. Fe y ciencia -en este caso histrica- Seran dos niveles que no se comunican (Izquierdo 1999, 924).

    La posicin de Loisy lo ubicaba en un historicismo para el que solo el mtodo de la ciencia histrica poda hablar con fundamento racional sobre las creencias cristianas y cuyo extremo opuesto era el extrince-sismo, que anulaba de hecho la historicidad de la Revelacin, sometin-dola de tal manera al carcter eterno de la verdad revelada que no era posible un conocimiento cientfico de esa historia, considerada insigni-ficante. En estas dos corrientes (historicismo y extrincesismo) existe un dualismo que rompe la relacin entre lo natural y lo sobrenatural.

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    Sin poder reclamar dominio en los campos de la teologa y la ciencia histrica, Blondel no se excluy de esta discusin, pues saba que los verdaderos problemas alrededor de este asunto se resolvan a un nivel mucho ms profundo que el de las discusiones exegticas, y en ese nivel, la filosofa de la accin tena mucho que aportar. Blondel ha desarrollado en La Accin sobre todo el aspecto de la ciencia, quedando la fe en un plano secundario. Algunos aos ms tarde se ocup de las relaciones entre ambas de modo explcito (Izquierdo 1999, 924).

    La obra se compone de tres partes: El problema; Soluciones incompletas e incompatibles y El papel vital y el fundamento filosfico de la tradicin. Casi dos terceras partes del ensayo estn centradas en la crtica y la tercera propone la solucin blondeliana al dilema a travs de la Tradicin. Sin embargo puede decirse que en ltimas esta divisin corresponde a la crtica del extrincesismo (I); a la crtica del histori-cismo (II) y a la Tradicin (III).

    Comienza presentando un panorama muy claro de la cuestin a desarrollar. Luego de exponer las doctrinas adversas, Blondel echa mano de principios, expresiones y frmulas utilizados en las cartas dirigidas a Loisy. Los tpicos principales siguen siendo el mtodo y la cuestin cris-tolgica, a las que se agrega la exposicin sobre la Tradicin y la prctica fiel del cristianismo que tal vez sean los ms originales de Historia y Dogma en relacin con la correspondencia antes mencionada, en la que los dems asuntos ya haban sido tratados a profundidad.

    Tal vez, el concepto de la voluntad que quiere en esta obra no est tan presente como en la anterior, sin embargo, no es poca su importancia, considerando que el puente trazado por Blondel entre la inmanencia de los hechos histricos y la dimensin sobrenatural presentada en el dogma se construye con las bases que aporta la filosofa de la accin, en la que sigue siendo clave la expansin de la voluntad.

    Por lo anterior, la experiencia del creyente no es un aspecto secun-dario o de poco inters para el autor, porque en ella se fundamenta la apertura a lo trascendente que pretende mostrar en el Jess histrico algo ms que un personaje revolucionario, un lder carismtico o un hombre iluminado con un alto grado de capacidades intelectuales. Blondel no duda en presentarlo como el Mediador entre lo trascendente

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    y lo inmanente pues solo por l nuestra voluntad puede adecuarse a s misma (Blondel 1996, 450). Ya en La Accin se encuentran algunas pinceladas de esta particular cristologa filosfica que caracteriza al pensador francs y que se ir completando en obras posteriores:

    Para hacer de Dios el fin del hombre segn la necesidad imperiosa de nuestra voluntad, para convertirse en su cooperador, para conducir toda vida a su fuente y a su destino, hace falta una ayuda, un inter-cesor, un pontfice que sea como el acto de nuestros actos, la oracin de nuestra oracin y la ofrenda de nuestro don () Al hombre le es esencial un auxilio no slo para creer y actuar, para conocer y realizar la verdad, sino sobre todo para remediar las debilidades inevitables de la accin (Blondel 1996, 450).

    Aqu se ve bastante bien como Cristo es respuesta concreta a una voluntad que no halla su equilibrio en el mundo y se descubre incapaz de dar por los esfuerzos de la accin con el objeto que quiere. Esta experiencia de inadecuacin compartida por los creyentes en distintos momentos histricos y que obtiene respuesta en el Mediador hace parte de lo que Blondel entiende por Tradicin y que prolonga en el tiempo los acontecimientos que relata el Evangelio.

    La Tradicin en su acepcin religiosa es mucho ms que la trans-misin histrica de contenidos y doctrinas. En Historia y Dogma signi-fica una unidad de pensamiento, actos, experiencias y esperanzas entre los hombres de cualquier poca o lugar, que siguen encontrando en la accin de un Cristo viviente el llamado a imitar su ejemplo de caridad, entrega y sacrificio, prcticas por medio de las cuales el hombre se conforma con Cristo y tenindolo en s mismo puede encontrar la solu-cin a la dialctica de la voluntad:

    S o no la accin de Cristo no fue ms que un medio para suscitar un movimiento de la conciencia religiosa, y la verdad cristiana es slo una verdad que slo acta si es conocida, que podra limitarse a ser un ideal del que se beneficiaran solo quienes la conocen y en la medida en que toman sus ejemplos de su propio fondo? O bien es una realidad, un

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    fin tanto como un medio, que adquiere a travs de la Encarnacin un papel metafsico, que responde por medio de la Redencin a exigencias morales y sustanciales, y se aplica bajo ciertas condiciones incluso a quienes ignoran su eficacia? (Blondel 2004, 157).

    Las exigencias morales y sustanciales a las que se refiere Blondel constituyen nada ms y nada menos que el deseo natural del fin sobre-natural pues tampoco al vivir podemos sustraernos a la radical y universal penetracin de algo que siempre impedir al hombre encon-trar su equilibrio en el orden humano (Blondel 2004, 158) y es aqu donde Historia y Dogma hace referencia al estado sobrenatural en el que el hombre es colocado para poder realizar esa vida de gracia a la que est invitado. Si en l existe una dialctica de la voluntad puede entenderse como una vocacin primera, un estado que resulta de la prdida del don inicial, pero como una necesidad y una aptitud para recibir su susti-tucin (ibdem, 159).

    Solo cuando el hombre somete su razn y apuesta por vivir de acuerdo a la Revelacin, sustituyendo con la voluntad divina el amor propio (Blondel 1996, 494) se une al caudal inmenso de la Tradicin y as, por la vivencia del amor se ilumina su intelecto, frgil y limitado para acceder por s mismo a las profundidades del ser y su voluntad recibe an ms del don que esperaba.

    Es posible que las disposiciones de nimo (Blondel 1991, 29) referidas en la Carta Apologtica no sean otra cosa que el sacrificio de la inteligencia y de la voluntad, la docilidad prctica que no se detiene ante las contradicciones que se presentan al conocimiento, porque sabe que forman parte de una realidad ms amplia que l mismo. El hombre anhela lo infinito, y el nico modo de alcanzarlo es abrindole un espacio en s mismo por la muerte personal y la renuncia, por eso, as como en la tesis de 1893 el vnculo entre el conocimiento y el ser es la accin, en Historia y Dogma, inmanencia y trascendencia, voluntad humana y creencia, hechos y dogmas encuentran su unidad sinttica no en una abstraccin racional de las ciencias, sino en la accin fiel de cada hombre:

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    Guardar la palabra de Dios, es en primer lugar, practicarla. Y el depsito de la Tradicin, que las infidelidades de la memoria y las estrecheces de la inteligencia deformaran inevitablemente si nos fuera entregado bajo una forma completamente intelectual, slo puede ser transmitido ntegramente, ms an, slo puede utilizarse y desarrollarse si es confiado a la obediencia prctica del amor. La accin fiel es el arca de la alianza donde habitan las confidencias de Dios, el tabernculo en el que l perpeta su presencia y sus ense-anzas. Si la verdad esencial del catolicismo es la encarnacin de las ideas dogmticas en los hechos histricos, hay que decir rec-procamente que la maravilla de la vida cristiana es que, de los actos al principio quiz dolorosos, oscuros e impuestos, llegamos a la luz por medio de una verificacin prctica de las verdades especulativas (Blondel 2004, 146).

    Para superar el inmanentismo y el subjetivismo modernos para los cuales todo quedara reducido al pensamiento y conocimiento del sujeto; para afirmar la metafsica, el ser y la consistencia real de los objetos sin que queden reducidos en el idealismo, hace falta un elemento distinto de la ciencia que es la prctica efectiva, que soluciona para cada uno la cuestin de las relaciones del alma y Dios porque conocer es ser lo que conocemos y no se puede conocer a Dios, no se puede tener dentro a Dios ms que obrndolo, viviendo el amor, dedicndose muy concre-tamente y desde muy cerca a alguna humilde obra de misericordia (Blondel 1996, 498). Es en este tipo de prcticas experimentadas, luces adquiridas por la piedad, en la plegaria y la mortificacin (Blondel 2004, 146) donde no solo se encuentra al ser por la va del amor sino que la Tradicin encuentra su sustento y criterio regulador.

    La prctica revela su extraordinaria fecundidad, no slo en la accin individual, sino tambin en la solucin de problemas anlogos a los de sta en la sociedad creyente. Es el problema de Histoire et Dogme. La laguna filosfica, de la que habla Blondel, entre los datos hist-ricos y los dogmas es paralela a la irreductibilidad entre inteligencia y fe. La solucin () la encuentra Blondel en la prctica colectiva,

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    en la accin fiel que es el elemento clave de la tradicin. Aparecen entonces en Histoire et Dogme trminos familiares para el lector de LAction: verificacin prctica, vida moral, obediencia prctica del amor, etc. Todos ellos son elementos que forman parte de la defini-cin integral de tradicin que Blondel propone en la tercera parte de Histoire et Dogme, y que tienen su antecedente en la quinta parte de LAction (Izquierdo 1990, 288).

    En el ncleo de esa ciencia de la accin que enlaza la dogmtica y la exgesis se encuentra el amor vivido entre todos los hombres y de cada uno hacia Cristo. Pretender estudiar el Evangelio y la Iglesia como quien disecciona cadveres y negando ilegtimamente de plano todo carcter metafsico en su relacin es olvidar, con graves conse-cuencias para la investigacin histrica y teolgica que lo que Jess busc y obtuvo, no es ser analizado como un tema teolgico, sino ser amado por encima de todo (Blondel 2004, 112) y que si se intentar reducir a Cristo a la inmanencia, no por ello el grito de la voluntad dejara de pedir mucho ms, dado que en l existe un ineludible bautismo de deseo que solo sacia el infinito.

    Conclusin

    Una nota caracterstica de nuestro tiempo es la bsqueda espiritual de hombres y mujeres que encuentran insuficiente una vida en torno al trabajo, la eficiencia profesional y el consumo.

    Desde las grandes religiones, pasando por cultos sincrticos hasta diversos tipos de sectas intentan responder a la inquietud del corazn humano, que siempre est buscando algo ms all del horizonte material y subjetivo. Tal panorama de lo que podramos llamar oferta espiritual conduce inevitablemente a un relativismo religioso, y lo que antes pareca ser revelacin de lo divino se convierte en respuesta que el hombre crea para s mismo desde su propia inmanencia, en una especie de mstica de la identidad (cfr. Ratzinger 2005, 41) que suprime la contraposicin entre el Yo humano que busca la trascendencia y el T divino que se revela en un lenguaje comprensible para el hombre, pero que le abre

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    una dimensin que no est a su alcance por su propio esfuerzo. Desde esta perspectiva, los conceptos que remiten al hombre a lo sobrenatural careceran de realidad y no seran ms que categoras para poetizar la inmanencia, para resignificar un hecho que expresado en los trminos concretos de un Feuerbach, un Marx o un Nietzche suena terrible: El hombre est solo en el universo y solo debe arreglrselas.

    La filosofa de la accin de Maurice Blondel, coherente con los principios del pensamiento moderno y con un mtodo fenomenolgico de gran alcance, aporta -desde el concepto de voluntad que quiere- elementos fundamentales para un dilogo entre la filosofa y la teologa que no se reduzca a una mstica de la identidad, reivindicando la meta-fsica y la ontologa, no como consecuencias de la especulacin y el intelectualismo realista, sino como necesidades del ser humano que parecieran haber sobrevivido al racionalismo ilustrado, al positivismo de un mundo tecnolgico y al sinsentido que pregona una posmoder-nidad desengaada por las promesas incumplidas de la modernidad.

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