el indio trifronte de parinacota: un enigma iconografico
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La accio´n de la corona espan˜ola y de la Iglesia en Ame´rica tuvo como objetivo centralla instauracio´n y consolidacio´n de la cristiandad, tarea que implicaba, entre otrosaspectos, la difusio´n de una doctrina, la adecuacio´n de las costumbres a la moralde los conquistadores, el reemplazo de elementos culturales incompatibles y laimposicio´n de un nuevo orden social. Las herramientas privilegiadas para acometeresta empresa fueron las ciudades, la arquitectura y las ima´genes. Desde Californiahasta Chiloe´, los funcionarios de la corona, los obispos, el clero secular y las o´ rdenesreligiosas, con la colaboracio´n de artistas europeos, indı´genas o mestizos, tejieron unared de formas y colores de la que resultaba casi imposible sustraerse. Serge Gruzinskihabla de una ‘trampa de ima´genes que no dejo´ de ampliarse, desplegarse ymodificarse al ritmo de los estilos, de las polı´ticas, de las reacciones y oposicionesencontradas’ (1994, 1213).TRANSCRIPT
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El Indio Trifronte de Parinacota: unenigma iconográficoPaola Corti a , Fernando Guzmán a & Magdalena Pereira aa Universidad Adolfo Ibáñez y Fundación AltiplanoVersion of record first published: 13 Dec 2011.
To cite this article: Paola Corti , Fernando Guzmán & Magdalena Pereira (2011): El Indio Trifrontede Parinacota: un enigma iconográfico, Colonial Latin American Review, 20:3, 381-400
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El Indio Trifronte de Parinacota: unenigma iconograficoPaola Corti, Fernando Guzman & Magdalena Pereira
Universidad Adolfo Ibanez y Fundacion Altiplano
La accion de la corona espanola y de la Iglesia en America tuvo como objetivo central
la instauracion y consolidacion de la cristiandad, tarea que implicaba, entre otros
aspectos, la difusion de una doctrina, la adecuacion de las costumbres a la moral
de los conquistadores, el reemplazo de elementos culturales incompatibles y la
imposicion de un nuevo orden social. Las herramientas privilegiadas para acometer
esta empresa fueron las ciudades, la arquitectura y las imagenes. Desde California
hasta Chiloe, los funcionarios de la corona, los obispos, el clero secular y las ordenes
religiosas, con la colaboracion de artistas europeos, indıgenas o mestizos, tejieron una
red de formas y colores de la que resultaba casi imposible sustraerse. Serge Gruzinski
habla de una ‘trampa de imagenes que no dejo de ampliarse, desplegarse y
modificarse al ritmo de los estilos, de las polıticas, de las reacciones y oposiciones
encontradas’ (1994, 12�13).
En el ambito andino, los responsables de la evangelizacion debieron enfrentar
complejos asuntos iconograficos. Las transacciones entre la iconografıa cristiana y el
patrimonio local de imagenes dio como resultado lo que se ha denominado el barroco
mestizo o barroco hıbrido, cuyas manifestaciones se pueden seguir en el libro de Teresa
Gisbert: Iconografıa y mitos indıgenas en el arte (2004). Se trata del viejo dilema, descrito
por Hans Belting, de la incapacidad de los teologos para controlar las imagenes: las
promueven pero luego estas cobran vida propia y se transforman (2009, 9).
Parinacota
A este fenomeno corresponden las pinturas murales que se conservan en la Iglesia de la
Natividad de Parinacota, localidad ubicada en el altiplano del norte de Chile, en la
region de Arica y Parinacota, frontera con Peru y Bolivia, a 184 kilometros de la ciudad
de Arica y a corta distancia de Tambo Quemado, frontera de Bolivia. El bofedal, en
cuyas inmediaciones se ubica el templo, daba sustento*mucho antes de la llegada de
los espanoles*a una poblacion de pastores que iba y venıa en busca del mejor
ISSN 1060-9164 (print)/ISSN 1466-1802 (online) # 2011 Taylor & Francis on behalf of CLAR
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Vol. 20, No. 3, December 2011, pp. 381�400
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alimento para sus animales. El permanente movimiento de estos hombres fue gestando
las vıas de comunicacion e intercambio comercial entre la costa, la precordillera y el
altiplano. En este contexto, Parinacota era un enclave de gran utilidad para los viajeros,
punto de abastecimiento y verdadera puerta de entrada a las tierras altas.
La conquista espanola produjo cambios paulatinos en las formas de vida del lugar.
Durante el siglo XVI se producen en la region importantes movimientos de poblacion
indıgena; hombres y mujeres que intentan librarse del duro trabajo de explotacion
minera en el yacimiento de Potosı, descubierto en 1545. Es probable que algunos de
estos migrantes hayan pasado o se hayan radicado en Parinacota.
Durante el siglo XVII la interaccion con espanoles fue aumentando paulatina-
mente. Las caravanas que bajaban con la plata de Potosı hasta el puerto de Arica
facilitaron un contacto cada vez mas estrecho con europeos. La resistencia de la
poblacion local para someterse a las formas de trabajo que imponıan los
conquistadores y la presencia de misioneros debio marcar la centuria. No existen
indicios, para este perıodo, de una atencion religiosa permanente. Los habitantes de
Parinacota debıan pasar largos perıodos sin atencion sacerdotal.
En el ano 1739 se menciona por primera vez a Parinacota en un documento, se
trata de los Autos del Obispo Cavero en cuya novena foja establece que el sacerdote
que atiende Belen tendrıa a su cargo Pachama, Saxamar, Ticmamar, Parinacota,
Choquelimpie y Guallatire, ‘aunque estos tres ultimos por ser minerales o ingenios
regularmente suele haber uno u otro sacerdote forastero con que se puede tomar
algun partido’ (Archivo Arzobispal de Arequipa). Es probable que antes de ese ano se
hubiese construido la actual capilla, cuya principal singularidad es la presencia de un
programa de pinturas murales de factura popular. La documentacion consultada no
permite identificar antecedentes precisos como el nombre del autor de los murales, la
fecha en que fueron realizadas las pinturas o la antiguedad exacta del templo. Sin
embargo, el cruce de antecedentes facilita proponer una cronologıa tentativa. La
observacion fısica y estilıstica de las pinturas permite reconocer una sola factura con
repintes menores; se trata, por tanto, de un conjunto realizado en un solo momento y
que no ha sufrido modificaciones de importancia. La presencia de azul de Prusia,
pigmento que se comenzo a comercializar en America en la cuarta decada del siglo
XVIII, indica que la obra habrıa sido ejecutada despues de ese momento.1 Por otra
parte, los detalles de vestuario de varios de los personajes, como se vera a lo largo del
texto, corresponden a finales del siglo XVIII, antecedente que tambien se debe tener
en cuenta. Lo anterior permite afirmar que los murales pudieron ser pintados, con
bastante probabilidad, en la ultima decada del siglo XVIII, no pudiendo descartarse
una fecha inmediatamente posterior.
Las pinturas murales
Se trata de un programa pictorico de caracter penitencial, como era habitual en las
capillas de pueblos de indios en la zona andina, que incorpora a Nuestra Senora de
Dolores, san Jeronimo penitente, san Jorge matando al dragon, los desposorios de la
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Virgen y san Jose, el Juicio Final, la confesion, seis escenas de la Pasion, el bautismo
de Cristo, una alegorıa eucarıstica, ademas de elementos ornamentales diversos
(Figura 1).2 Recoge, en gran medida, los contenidos propuestos en el Sermonario del
III Concilio Limense o Tercero Catecismo, a los que se incorporan tematicas propias de
una evangelizacion tardıa, particularmente las relativas a la Pasion ([1584] 1773).3
Si bien el Concilio fue realizado entre 1582 y 1583 y el Sermonario fue publicado en
1584, por tanto, dos siglos antes de la fecha en que posiblemente fueron realizados los
murales de Parinacota, la difusion del texto fue amplia y sostenida en el tiempo,
siendo manifestacion de ello su reedicion en 1773.
Parinacota, como muchas otras localidades andinas, no contaba con una atencion
sacerdotal suficiente (Chacama 2009, 8). Dependıa de la doctrina de Codpa, cuyo
sacerdote debıa recorrer un extenso territorio para atender a la feligresıa de su
jurisdiccion. Para el ano 1739 el obispo de Arequipa, junto con constatar la amplitud
del territorio atendido desde Codpa y la inexistencia de informacion acerca de las
personas que viven en cada pueblo, senala que el sacerdote esta muy anciano y casi no
puede moverse. Lo anterior queda recogido en la foja 1 de los Autos del Obispo
Cavero (Archivo Arzobispal de Arequipa). Esta situacion pudo permitir una mayor
libertad al pintor que ejecuto los murales de Parinacota, generandose una
circunstancia propicia para la interaccion entre los elementos cristianos y las formas
y significados locales.
Sin duda, de todas las imagenes la mas sorprendente es la del Juicio Final. Ubicado
en el muro de la epıstola, y muy cerca de la puerta, presenta una escena de gran
dinamismo en la que dominan*por su tamano y colorido*las fauces del Leviatan
(Figura 2). La representacion sigue, en gran medida, los patrones iconograficos
Figura 1 Iglesia de Parinacota. Pinturas del muro Sur. Siglo XVIII.
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definidos en la Europa medieval para el tema: la figura del Cristo Juez dominando la
escena, san Miguel venciendo al demonio y pesando a las almas, la resurreccion de los
muertos, los tormentos de los condenados, el purgatorio y las puertas del cielo (Reau
1998, 761�76).4 Tampoco hay novedad alguna en su incorporacion al programa
general de la iglesia; ya en el siglo XVI, el Tercero Catecismo, al hablar de los
novısimos o postrimerıas, da por descontado que los fieles han visto imagenes
relativas al Juicio Final: ‘Y por eso habeis visto pintado a San Miguel con un peso, que
esta pesando a las almas’ ([1584] 1773, 461). En la misma lınea, Guaman Poma de
Ayala recomienda que en las capillas de indios se incorporen las imagenes de las
postrimerıas: ‘Y ancı en las yglecias y tenplos de Dios ayga curiucidad y muchas
pinturas de los santos. Y en cada yglecia ayga un juycio pintado. Allı muestre la venida
del senor al juycio, el cielo y el mundo y las penas del ynfierno, para que sea testigo
del cristiano pecador’ ([1615] 2008, 547�48).
No obstante, el Juicio Final de Parinacota posee dos peculiaridades que lo hacen
unico, incluso en el contexto del arte virreinal andino. En primer lugar, se debe
senalar que se trata de un relato de condenacion y salvacion en el que todos los
actores son indıgenas (Figuras 3, 4 y 5).5 Se conservan algunas representaciones del
area andina en que el artista incorporo a algun indıgena en el cielo o en el infierno,
dando a entender que estos misterios tenıan una aplicacion universal: Guaman Poma
de Ayala dibuja en las fauces del Leviatan a un espanol, un negro y un indio ([1615]
2008, f. 941); mas tarde, en el lienzo de Caquiaviri, pintado en 1739, se puede ver a un
indio, con tocado de plumas, alcanzando la salvacion (Gisbert 2002, 80). El caso de
Parinacota es que todas las almas son imberbes y el cabello les llega hasta los
hombros; si bien se podrıa tratar de la sobrevivencia de la tradicion iconografica
Figura 2 Juicio Final, las fauces del Leviatan y el Infierno. Siglo XVIII.
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bajomedieval, que suele representar en las postrimerıas a hombres desnudos y sin
barba, como se puede ver en el infierno de Huaro; es necesario observar con
detencion la larga cabellera de todo los personajes representados en Parinacota,
posible indicacion de su origen etnico.6 Pero, quiza la principal originalidad de la
pintura sea la presencia de una figura que no tiene parangon alguno; se trata de la
Figura 3 Juicio Final, demonios y almas condenadas. Siglo XVIII.
Figura 4 Juicio Final, el Purgatorio. Siglo XVIII.
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inquietante imagen, ubicada justo en el centro del Juicio Final: un indıgena de tres
rostros acompanado por un espanol y un mestizo (Figura 6).7 La interpretacion de
estas figuras se topa con la enorme dificultad de no contar con un modelo americano
o europeo al cual remitirse. Las claves debieran encontrarse en la gestualidad de los
Figura 5 Juicio Final, San Miguel venciendo al demonio, resurreccion de los muertos,
salvos y condenados. Siglo XVIII.
Figura 6 Juicio Final, el indio trifronte. Siglo XVIII.
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personajes, su vestimenta, su vinculacion con las demas escenas del Juicio y con las
otras pinturas de la iglesia de la Natividad.
El enigma del trifronte
Lo que se intentara demostrar a continuacion es que la inusual y turbadora figura
serıa un curaca que se ha puesto dos mascaras, instrumentos eficaces para defenderse
de las insinuaciones de los personajes que lo escoltan. En el contexto del Juicio Final
el combate que sostiene el indıgena debiera tener relacion con su salvacion o
condenacion eterna; eje central del programa iconografico presente en las pinturas de
Parinacota. En ese sentido, resulta interesante fijarse en las pinturas mas cercanas al
Juicio Final. La representacion del sacramento de la confesion, en los costados de
la puerta de la iglesia, recuerda la necesidad de la purificacion y la penitencia. La
‘defensa de la Eucaristıa’, en el coro alto, se vincularıa con el buen gobierno de la
Corona que el curaca debiera emular, particularmente, defendiendo la fe de sus
subordinados. Finalmente, la Virgen de los Dolores, justo frente al Juicio*en el muro
del lado del Evangelio*estarıa intercediendo para que los frutos de la Redencion se
derramen sobre la Iglesia en general, beneficiando tambien a los habitantes de
Parinacota.
Ante la ausencia de una interpretacion canonica pareciera recomendable revisar
detenidamente las propuestas formuladas por otros investigadores, al mismo tiempo
que explorar algunos argumentos posibles pero que, a la luz de los antecedentes
disponibles, carecerıan de suficiente fundamento. Esta ruta algo indirecta y sinuosa,
que comienza descartando algunas soluciones consideradas inadecuadas, facilitara un
acercamiento mas prolijo al problema de investigacion. Las figuras estan ubicadas
entre la boca del Leviatan y san Miguel. No parece haber interaccion con el arcangel,
pero sı con el monstruo infernal de cuyas fosas nasales surge una serpiente que se
acerca a la cabeza del indıgena hasta casi tocarlo. El indio viste botas negras,
sombrero alon del mismo color y un unku, semejante a un poncho, de listas verticales
de color rojo, azul y blanco. Las dos primeras prendas son de origen espanol, la
tercera es caracterıstica de la poblacion quechua y aimara. La fusion de ropa indıgena
y europea es un indicio de que se trata de la representacion de un Curaca; entre estas
autoridades era comun el uso de zapatos, medias, calzon y jubon, prendas sobre las
cuales se ponıan el unku (Gisbert, Arze y Cajıas 2006, 63). Tambien es significativa la
calidad de la prenda indıgena: las listas verticales, los colores utilizados y los delicados
flecos que la ornamentan son claros signos de que se trata de una persona de
jerarquıa. (Siracusano 2005, 241).
Probablemente, el aspecto mas desconcertante de la escena sea el hecho de que la
cabeza del indıgena tenga tres rostros, uno de frente y dos de perfil. El referente mas
cercano, desde el punto de vista cronologico e iconografico, serıan la representaciones
trifrontes de la Santısima Trinidad;8 se conservan ejemplares en el Museo Charcas de
Sucre y en el Museo de Arte de Lima (Amodio 2005, 98�103). La mirada frontal del
rostro que se ubica en el centro, actitud que se repite en pocos personajes del programa
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pictorico, funcionarıa como una interpelacion a los indıgenas locales. Los rostros de
perfil del Curaca, por su parte, miran a dos personas muy bien caracterizadas. A la
derecha, un espanol de sombrero, chupa y calzon negro, medias grises y chuspa blanca,
gris y roja y zapatos negros con tacon y refinada horma. A la izquierda, un mestizo
vestido con vincha, bufanda cafe, poncho de factura sencilla, camisa y calzon gris,
medias blancas y zapatos negros. Ambos personajes tienen una fisonomıa facial que se
define por la presencia de barba y una nariz prominente. El espanol y el mestizo le
ofrecen*o muestran*al Curaca una chuspa y un baston de mando, respectivamente.
Sin descartar otras posibles vıas de indagacion, la primera opcion para alcanzar una
interpretacion de estas enigmaticas figuras debiera ser conectarlas, si es posible, con el
relato de salvacion y condenacion eterna descrito en el Juicio Final.9 La heterodoxa
imagen no fue suprimida por los sacerdotes que pasaban por Parinacota; ası, su
subsistencia testimonia indirectamente que el indio trifronte y sus escoltas debieron
tener una lectura cristiana coherente con el resto del relato del mural.
Ası lo pensaron Briones y Villaseca, en 1984, al formular la primera interpretacion
publicada acerca de la escena. Los autores piensan que la figura central es una mujer,
el de la izquierda un mestizo y el de la derecha la representacion del conquistador.
‘La interpretacion que podrıamos plantear a la luz de los antecedentes de otros
murales con rasgos parecidos es el personaje central, investido y caracterizado como
mujer, por sus atuendos y maquillaje, representarıa el demonio, que incita a los
hombres al pecado’ (Briones y Villaseca 1984, 69). Si bien se debe corregir la
identificacion de la figura central como una mujer*es un Curaca con unku,
pantalones y zapatos*el punto de partida de Briones y Villaseca es correcto y, como
se vera, las propuestas interpretativas que ahora se proponen se apoyan en este
primer ejercicio de analisis.
El trifronte infernal
Una primera hipotesis podrıa tener como punto de partida el hecho de que los unicos
que no lloran en el espacio de condenacion son los demonios. El trifronte y sus
acompanantes estan ubicados a la izquierda de Cristo y no muestran signos de
desesperacion o sufrimiento, lo que permitirıa asimilarlos a las fuerzas infernales.
Desde este punto de vista, el Curaca de tres rostros serıa Lucifer bajo su forma de
Trinidad Infernal. Se trata de una representacion poco habitual, pero de la que se
conservan algunos ejemplos. Los demonios de tres rostros, o trinidad infernal, que se
contraponen a la divina son mencionados por Louis Reau (1998, 44); una noticia
semejante entrega Jurgis Baltrusaitis, agregando que la incredulidad, la desesperanza y
la impiedad, vicios opuestos a las virtudes teologales, fueron representados bajo la
figura del Diablo trifronte, como se puede ver en el fresco de Camposanto en Pisa
(Baltrusaıtis 1994, 24�25).10 La existencia de estas trinidades infernales de tres rostros
es una de las razones por la que se considero inapropiada la imagen de la Santısima
Trinidad como un hombre de tres rostros, como las que se conservan en Lima y
Sucre. En el contexto andino no se conservan pinturas de trinidades infernales; sin
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embargo, hay evidencia de la fabricacion de mascaras de diablos con tres rostros. Las
referencias existentes son de los siglos XVII y XX, lo que permite suponer que
tambien se habrıan usado en el momento en que se concibieron las imagenes del
mural de Parinacota, a fines del siglo XVIII. Wendy McFarren recoge el interesante
testimonio de un mascarero: ‘En el pasado los diablos eran representados en forma
diferente a los actuales. Los demonios mas importantes eran Lucifer y Satan. Lucifer
estaba representado por tres rostros que simbolizaban la ‘‘Trinidad del Infierno’’:
Padre, Hijo y Espıritu Santo, pues el demonio trata de imitar a Dios en su divinidad.
Su vestuario es rojo por delante, y a los costados azul y verde’ (1993, 158).
A partir de esta noticia se podrıa plantear una posible vinculacion con las imagenes
tricefalas o bicefalas a las que se rendıa culto en epoca prehispanica, e incluso,
durante el perıodo virreinal. Jose de Acosta se refiere expresamente a ellas en su
Historia Natural y Moral de las Indias:
Acuerdome que estando en Chuquisaca, me mostro un sacerdote honrado unainformacion, que yo la tuve harto tiempo en mi poder, en que habıa averiguado decierta guaca o adoratorio donde los indios profesaban adorar a Tangatanga, que eraun ıdolo, que decıan que en uno eran tres, y en tres uno. Y admirandole aquelsacerdote de esto, creo le dije que el demonio todo cuanto podıa hurtar de la verdadpara sus mentiras y enganos, lo hacıa con aquella infernal y porfiada soberbia conque siempre apetece ser como Dios. ([1590] 1979, 268)11
Los expedientes de extirpacion de idolatrıa podrıan contener referencias sig-
nificativas en este sentido. Joseph de Arriaga describe ıdolos de diversos tamanos y
caracterısticas formales. De especial interes resulta la transcripcion de la carta que en
1621 el licenciado Rodrigo Hernandez le dirige al arzobispo Bartolome Lobo
Guerrero, particularmente cuando se refiere a la visita del pueblo de Huaylla:
Llevaronnos a la otra banda del pueblo, cerca de un cuarto de legua, donde estabauna cueva muy grande, y en ella muchos difuntos gentiles, y entre ellos tres cuerposde gigantes de disformes cabezas, vestidos de cumbi, aunque con el tiempo,podrido. ([1621] 1999, 100)
Es posible, desde esta perspectiva, que el trifronte de Parinacota sea, en una lectura
escondida, una trinidad andina que actua bajo los auspicios del infierno o que se
identifica con el mismo demonio. Los avances de investigacion en el ambito de las
extirpaciones de idolatrıa podrıan arrojar en el futuro nuevas luces para la
interpretacion, en este sentido, de tan enigmatica iconografıa.12 Lo cierto es que
la idea de que se trate de una forma infernal, asociada a los vicios, los pecados y la
condenacion eterna, se verıa refrendada por la presencia de la serpiente que, surgiendo
desde las fosas nasales del Leviatan, acompana o controla al Curaca, cuyo cuerpo
parece flotar en el espacio gracias al poder que lo asiste desde las tinieblas (Figura 7).13
Si esta interpretacion fuese correcta el resultado serıa inquietante pues no se
tratarıa solo de un diablo de tres cabezas, sino de uno que se presenta velado bajo un
amable camuflaje. En el mural de Parinacota, Lucifer habrıa tomado la forma de un
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Curaca, ocultandose bajo una apariencia ajena, recogiendo de esa forma una larga
tradicion en la figuracion del demonio. Efectivamente, en el arte europeo y
americano se lo ve en muchas ocasiones como un caballero, un monje o un
sacerdote, es decir, como un agente encubierto para poder realizar su trabajo con
mayor eficacia; lo delatan unos pequenos cachos o la punta de una cola que se asoma
bajo las vestiduras. Esta forma de representacion viene a manifestar que el pecado y la
tentacion muchas veces se presentan bajo una vestidura de nobleza y bondad, al
tiempo que advierte que el demonio puede actuar a traves de personas investidas por
el prestigio de la virtud; el polimorfismo es una de las caracterısticas del tentador
(Reau 1998, 1:83). En este caso, se tratarıa de prevenir a los indios que la accion
infernal podrıa tener al Curaca entre sus aliados. La presencia de un demonio con
vestimentas de Curaca no serıa un hecho aislado; se conservan algunas obras de la
zona andina que parecen apuntar a lo mismo. El ejemplo mas significativo se
encontrarıa en el lienzo del infierno que se conserva en la iglesia de Carabuco,
pintada por Jose Lopez de los Rıos en 1684; en una escena se muestra a dos mujeres
ofrendando keros a un demonio vestido con unku (Gisbert 2003, 82).
Si el indio trifronte es realmente Lucifer disfrazado de Curaca, el espanol y
el mestizo serıan sus sirvientes o colaboradores, formando una trıada que, si
bien debiera asistir al indıgena en su esfuerzo por ser buen cristiano, termina
arrastrandolo al pecado. Los beneficios del dinero y el poder son las herramientas que
los sirvientes de Satanas utilizaran para alejar a los indıgenas de la vida cristiana.
El trifronte infernal bendice con la mano izquierda al espanol, al mestizo y a
todos aquellos que sigan su camino de perdicion, invirtiendo ası el gesto de Cristo en
una representacion de tono burlesco.
Figure 7 Juicio Final, el indio trifronte. Siglo XVIII.
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La interpretacion del indio trifronte como trinidad infernal disfrazada de Curaca es
una propuesta sugerente; sin embargo, se topa con la dificultad de que los demonios
encubiertos siempre muestran, de algun modo, su verdadera naturaleza: los cachos,
un rostro deforme o los pies en forma de pezuna, son las formas de representar que el
engano de la tentacion puede ser desenmascarado por un ojo atento o, para ser mas
exactos, por una conciencia delicada. El Curaca de tres rostros no presenta ningun
signo que permita identificar una posible identidad diabolica. Serıa, por tanto, difıcil
sostener esta lectura iconografica. Por otro lado, la ausencia de jerarquıa en la imagen
tambien nos desvıa de esta interpretacion pues cuando en otras imagenes vemos al
demonio en contraposicion con Dios (ya sea la Santısima Trinidad o de Cristo Juez),
aquel suele estar entronizado en el infierno, y no fuera de el, respetando de este modo
el mensaje apocalıptico y evitando ambiguedades en el mensaje catequetico y en su
interpretacion.14
La tentacion del trifronte
Una segunda hipotesis se podrıa construir invirtiendo el planteamiento original de
Briones y Villaseca: transformando al seductor en seducido y viceversa. El diablo, en
forma de serpiente, se acerca al Curaca para deslizar en su oıdo insinuaciones
torcidas. En este sentido, pudiese haber consonancia entre la figura de la serpiente,
sımbolo del demonio tentador, y el pecado original: la naturaleza humana esta
caıda*el indio no escapa a ello*y requiere, por lo mismo, de la Redencion de Cristo
que, dado el tema de la imagen, viene ahora como Juez.
La accion malefica es apoyada por un espanol que le ofrece una chuspa,
probablemente con monedas, y por un mestizo que le entrega un baston de mando.
El primero, simbolizarıa la inclinacion desordenada por el dinero y el apego a los
bienes materiales; el segundo, encarnarıa la tentacion del poder. El Curaca esconde su
mano derecha bajo el poncho para no tocar el baston de mando y con la izquierda
parece rechazar la chuspa que le ofrece el espanol, en un intento por resistir las
insinuaciones del maligno. El rostro de frente representa su deseo de luchar contra
sus tendencias torcidas y elegir el buen camino. Los rostros de perfil muestran, en
cambio, su inclinacion al pecado, pues, miran al tentador y adquieren sus
caracterısticas: una gran nariz y un largo bigote. La vıctima se mimetiza con el
embaucador. Desde este punto de vista, se podrıan leer los tres rostros como
situaciones que lo afectan simultaneamente: el indıgena se debate entre fuerzas
contradictorias. Sus gestos exteriores son los de un buen cristiano, pero su corazon
torcido se revela en sus otros rostros (Corti, Guzman y Pereira 2009a).
La ubicacion del Curaca, a la izquierda de Cristo, permitirıa afirmar que ha
sucumbido a la tentacion y sera condenado al infierno. Sin embargo, hay algunos
aspectos de la escena que permitirıan juzgar el asunto de otra manera. El hecho de
que se trate de una escena de tentacion, asumiendo la hipotesis planteada, estarıa
indicando que la accion transcurre antes del Juicio Final. El Curaca, por tanto, es
representado en el trance mismo de elegir entre el bien y el mal; pertenece al mundo
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de los vivos, donde la tentacion es posible y la salvacion o condenacion aun no se
han consumado. En este sentido, es importante el hecho de que se encuentre vestido.
La desnudez, como hemos visto, es el elemento distintivo de las almas en muchas
representaciones del Juicio Final. En el caso de Parinacota, las almas del infierno, el
purgatorio y el cielo estan sin vestimenta, de modo que el Curaca, el espanol y el
mestizo son los unicos, a excepcion de san Miguel, san Pedro y Cristo, que llevan
ropajes. Tambien es relevante observar que el Curaca no tiene lagrimas en sus ojos,
como sı las tienen los indios que caminan hacia el Infierno; el llanto es un atributo
de los condenados. Se tratarıa, entonces, de una escena separada del resto de la
representacion; funcionarıa como un recuadro que permite ver lo que esta
ocurriendo en un tiempo anterior*en otro tiempo*por tanto su ubicacion a la
izquierda del Juez Eterno no serıa determinante. El Juicio Final es un relato
escatologico, que sucedera en el fin de los tiempos y, en estricto rigor, no le es propia
dicha dimension; el trifronte, el espanol y el mestizo, por el contrario, se
encontrarıan en el tiempo del fiel que mira la obra, recordandole que lo temporal
y lo eterno solo se encuentran en el presente, en ese ahora en el que se decide la
condenacion o la salvacion futura. En este sentido, considerando que el Curaca se
encuentra a la izquierda de Cristo, sus gestos*la mano de frente y su mirada
hieratica*cobran una nueva dimension: actuarıan como advertencia al fiel que
ingresa al templo de Parinacota, serıan una suerte de memento iconografico.
Memento puesto que la finalidad de esta escena*recortada del tiempo de las
postrimerıas*recordarıa al fiel que observa la misma, en especial los indios de la
comunidad de Parinacota y su Curaca, la urgencia de actuar en el presente de un
modo prudente en vistas a la salvacion futura.
El curaca y sus mascaras rituales
La tercera hipotesis que aquı planteamos se acerca a la anterior, en el sentido de
considerar la escena como un relato de tentacion. Se mantiene la idea del espanol y el
mestizo como portadores de la seduccion infernal, pero, se vuelve mas compleja la
concepcion del papel que jugarıa el Curaca en el relato. Una de las claves de esta
nueva propuesta estarıa en la constatacion de que los rostros de perfil serıan en
realidad mascaras con mostachos que permiten al Curaca enfrentarse al poder de
espanoles y mestizos con mayores probabilidades de exito (Briones y Villaseca 1984,
69). El rostro de frente representarıa la verdadera identidad del indıgena (en la que se
reconocerıa tambien el fiel que admira la escena) y su deseo de apartarse del mal
camino. Las mascaras de espanol o mestizo que lleva en los costados, reconocibles por
los bigotes y las narices prominentes, son identidades postizas que le permiten
protegerse de las amenazas de la tentacion; son escudos que reflejan el poder de
los tentadores y le permiten al Curaca sobrevivir al poder de sus embaucadores
(Figura 6).15 Serıan un ejemplo de lo que Teresa Gisbert denomina mascara
sustitutiva (Gisbert 1993, 19). El uso ritual de la mascara en el mundo andino,
como en otros contextos culturales, implica un cambio de identidad. Se asume una
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nueva personalidad, muchas veces de manera sarcastica, para anular el poder del otro;
en este caso, el Curaca encarna al espanol y al mestizo usando para ello mascaras que
ridiculizan sus facciones con narices prominentes y bigotes caricaturizados.16 La
mascara transforma al que la porta: su vida ha sido donada, temporalmente, para
vivificar a la criatura que la mascara contiene, accion que entrana riesgos
significativos para el portador; si no posee las virtudes necesarias, podrıa perder su
identidad y ser dominado totalmente por lo que la mascara personifica.17
El Curaca, en representacion de su pueblo, se disfraza de tentador para enfrentar la
influencia diabolica, accion que conlleva el riesgo de perder la propia identidad y
subsumirse en la ajena, sucumbir a la tentacion y convertirse en colaborador del
diablo, arrastrando a la condenacion eterna a los indios que estaban bajo su cuidado.
En los bailes religiosos andinos, la mascara es el elemento que permite al danzante
revestirse y desprenderse de una personalidad amenazante; culminar el rito con el
rostro descubierto implica la afirmacion de la propia identidad, personal y colectiva,
anulando ası la amenaza de lo ajeno o nocivo.18 El Curaca de Parinacota parece
encontrarse al final del acto ritual, las mascaras que debıan cubrir su rostro y su nuca,
dandole la apariencia de un Jano bifronte, estan en los costados, indicando que su
identidad ha prevalecido y que los males que se encarnaban en las mascaras han sido
derrotados.
La mejor referencia del uso de las mascaras en el siglo XVIII, aunque corresponda a
un contexto geografico algo lejano, se encuentra en las acuarelas del codice Trujillo del
Peru, particularmente las del volumen II que representan a bailarines con mascaras de
espanol que no ocultan totalmente los rostros (Martınez Companon, 140�71). La
idea del triunfo sobre la tentacion se podrıa reforzar al observar los colores de los
tres personajes. Es el poncho del Curaca el que posee mayor diversidad cromatica con
sus franjas blancas (sulfato de calcio), rojo (rojo ocre), ambar (siena natural) y gris
(negro de humo y blanco de plomo).19 La riqueza de colores en el ropaje indica,
como ya se senalo, jerarquıa social; sin embargo, al mismo tiempo, se puede leer
como un signo de salud. Gabriela Siracusano senala que en el mundo andino el
arcoiris proveıa sanacion y protegıa de los malos presagios, por la relacion que sus
colores tenıan con los pigmentos minerales o vegetales que se usaban para tratar a los
enfermos; muchos rituales de curacion se realizaban imponiendo lanas de colores a la
persona que sufrıa una dolencia (2005, 256). En este sentido, el Curaca serıa portador
de un signo positivo: las lanas del unku se pueden vincular a la salud corporal y, para
el caso del mural en estudio, a la salud del alma.
La escena y las rebeliones indıgenas
Las tres hipotesis interpretativas le asignan una funcion central al Curaca; se puede
pensar que el doctrinero o la comunidad quieren decirle algo al lıder indıgena de la
region: quieren recordarle su responsabilidad en el drama de la salvacion y
condenacion. Segun lo anterior, se torna insoslayable juzgar la imagen a la luz de
la contingencia polıtico-economica del area sur andina y del pueblo de Parinacota en
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la segunda mitad del siglo XVIII. Las rebeliones indıgenas del perıodo obligaron a
reforzar ciertos mensajes que se dirigıan principalmente a orientar a los Curacas,
respecto de lo que se debıa considerar bueno o malo.
No cabe duda que la tematica del Juicio Final se prestaba para incorporar algunas
escenas que aludieran, directa o indirectamente, a circunstancias del momento en que
se pintaba la obra. Es el caso de la escena de los bailarines que danzan al son de una
musica interpretada por el demonio, presente en el infierno de Carabuco; los indios
pacajes adorando al demonio en forma de macho cabrıo, en la iglesia de Caquiaviri, y
el espanol de armadura que indica con su dedo ındice el lugar donde se separan las
almas de salvos y condenados, en las pinturas murales de Copacabana de Andamarca.
Se trata de inserciones, ajenas a la iconografıa habitual de las postrimerıas, que se
adecuan a unas circunstancias especıficas de la comunidad para la cual se realizaba la
obra.
Desde el ultimo tercio del siglo XVIII se sucedıan sublevaciones aisladas en los
pueblos del area sur andina por el mal trato y abuso de los funcionarios coloniales
hacia los indıgenas. El Juicio Final en estudio y la escena del indio trifronte fueron
pintados en este contexto de tension e inestabilidad. Existieron asimismo conflictos
especıficos entre los indıgenas de Parinacota y el Curaca de las doctrinas de Codpa y
Belen, Diego Felipe Canipa.20 En el ano 1772, Canipa presentaba tierras de tributo en
Parinacota, como lo menciona Demetrio Egan, en su Revisita a los altos de Codpa: ‘en
Parinacota tiene tierras y pastos’. El documento se conserva en la Serie Corregimiento
del Archivo Departamental de Tacna (Legajo 1, C.8). Los Canipa habıan ejercido
como caciques de Codpa desde el siglo XVII y controlaban con gran eficacia los
pueblos de la precordillera; por el contrario, su influencia en las tierras altas,
gobernadas antiguamente por el senorıo de Carangas, fue siempre fragil. Sin
embargo, ‘en la decada de 1770 los pueblos del bloque septentrional del cacicazgo
participaban en una faena comun por la que cultivaban ‘‘tierras de tributos’’ para
Felipe Canipa’ (Hidalgo y Durston 2004, 531). A tanto llegaba la influencia de este
cacique en el altiplano, o su ambicion de controlar los pueblos de las tierras altas, que
en 1773 aparece manejando las actividades mineras de Parinacota por medio de sus
alcaldes de indios ordenandoles que usurparan la explotacion de yacimientos que
legalmente pertenecıan a los vecinos hispanos, como lo reflejan las declaraciones de
los propietarios en el pleito que se conserva en el Archivo Nacional de Chile en
Santiago:
Y estando [los indios] sosegados en su trabajo en aquellos otros relaves, el dichocacique les escribio un papel a los alcaldes de aquel asiento en que les dice q.e sepasen a trabajar a nuestros relaves y que si hubiese resistencia de nuestra parte se lehavise pa dar parte ası mismo entonces desterrar al dicho Casildo, principalazoguero en aquel hasiento [. . .] Quando este deve propender a la paz y la quietudde sus indios parece que pretende contravenir a los superiores ordenes de la realjusticia y con este abrigo del casique que discurre ser absoluto y por tal locontemplan los indios por la distancia par del recurso (a la justicia) pudiera resultaralguna sublevacion contra nosotros. (Archivo Judicial Arica, 49�47)
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A lo anterior se suma la revolucion de Tomas Katari en el norte de Potosı, en 1777,
y de Tupac Amaru o Jose Gabriel Condorcanqui en 1780 en Cuzco. Ambas
propiciaban el castigo a los malos funcionarios coloniales, corregidores, y la abolıcıon
de las mitas mineras. La rebelion llego hasta el interior de Arica el ano 1781,
conducida por lıderes aimaras de las etnias caranga y pacaje (Hidalgo 2004, 247�70).
Diego Felipe Canipa fue ejecutado, junto con algunas autoridades de los comunes,
por negarse a renegar del orden hispano. Su comunidad parece no haberlo defendido;
la autoridad de Canipa, como la de muchos Curacas en el area andina, se habıa
debilitado significativamente, pues se los veıa como parte de la estructura
administrativa colonial (Hidalgo y Durston 2004, 532).
Juan Chacama propone otra alternativa, particularmente sugestiva. En su opinion,
el indıgena de tres rostros es Tupac Amaru (2009, 24). El primer indicio serıa el
sombrero negro de ala ancha que se puede observar en muchas de las representa-
ciones del lıder indıgena. Sin embargo, el rasgo mas concluyente serıa la serpiente que
sale de las fauces del Leviatan y que casi toca con su lengua bıfida al Curaca. El
apellido de Tupac Amaru significa ‘serpiente’ y su figura esta siempre presente en la
emblematica que lo representa. Serıa probable que la serpiente de Parinacota pudiese
haber sido identificada con la rebelion y sus cabecillas. Sin embargo, parece mas
coherente con el total de los elementos iconograficos involucrados, que el indıgena
sea un Curaca local, asediado por diversas fuerzas que lo desvıan del buen camino.
Una de ellas, quizas la mas poderosa pues surge directamente del infierno, serıa la de
Amaru.
No es posible afirmar que el mural se refiera directamente al caso citado. Sin
embargo, bajo el supuesto de que la pintura fue realizada en un clima enrarecido,
serıa muy probable que junto al sentido religioso se concibiera tambien un mensaje
con carga polıtica concreta. La tendencia del hombre andino a asumir nuevas
influencias religiosas o culturales y reinterpretarlas*pero manteniendo sus ritos y
cosmovision*se podrıa ver expresada en esta escena. A la lectura, de contenido
cristiano y caracter catequetico, se puede agregar una nueva dimension: la escena
representarıa a un Curaca enfrentado con la ambivalencia de asumir las demandas de
su pueblo y de los espanoles. Se tratarıa, posiblemente, de un mensaje de la
comunidad, de una advertencia: el poder y el dinero son agentes de corrupcion que
pueden borrar su personalidad indıgena. El Curaca era el catalizador de la identidad
comunitaria, y cuando esta funcion no se cumplıa a cabalidad su autoridad se
resquebrajaba (Hidalgo y Durston 2004, 525).
Tiempo, eternidad y salvacion
Tambien es posible concebir la escena como un mensaje de los misioneros a los
indios, particularmente significativo en las circunstancias de inestabilidad social en
que el mural pudo ser pintado. El proposito podrıa ser el de debilitar el poder viciado
de un Curaca, denunciando ante los indios su doblez e hipocresıa, actitud que pone
en riesgo su propia salvacion y la de su comunidad. En este sentido, se podrıa
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interpretar como una apelacion al buen gobierno; el trifronte serıa un anti-tipo del
buen gobernante. El hecho de que el trifronte y sus acompanantes se presenten con
vestimenta de epoca, plantea un interesante problema en relacion con el tiempo en
que transcurre la escena en su conjunto. El relato del Juicio Final, en el que se inserta
la imagen, sobreviene junto a la segunda venida de Cristo, es decir, al final de los
tiempos o, para ser mas exactos, fuera de la dimension temporal. Se trata de un
acontecimiento futuro que no tiene una duracion medible. La explosiva simultanei-
dad que caracteriza este tipo de representaciones, tanto en Europa como en America,
intenta plasmar precisamente este inasible concepto.
Sin duda, uno de los propositos del Juicio Final de Parinacota es transportar al
observador fuera de este tiempo*el tiempo historico, cotidiano y profano*y
situarlo en uno sobrenatural, en la segunda venida de Cristo como juez universal,
circunstancia dentro de la cual las preocupaciones ordinarias pierden todo su relieve
aparente a la vez que adquieren su verdadero sentido. En esta logica, es viable
concebir que el Curaca, el espanol y el mestizo han sido sorprendidos por la eternidad
mientras resolvıan asuntos terrenales, la banalidad de sus juegos de poder y dinero es
ahora evidente, su insensatez los conduce a la condenacion; ‘alla no hay tiempo de
merecer o desmerecer’, nos recuerda el Tercero Catecismo ([1584] 1773, 455).
En este sentido, es posible leer la pintura mural de Parinacota como una secuencia,
identificando un antes, el Curaca tentado, y un despues, san Miguel pesando sus
meritos y demeritos. Como una verdadera narracion secuencial de imagenes en que se
muestra, primero, el tiempo tanto del pecado como de las buenas obras y, a
continuacion, la eternidad de la condenacion y la salvacion. De este modo, se recuerda
a los fieles, en el presente, el sentido de urgencia escatologica propio de la vida ascetica
cristiana: el final de los tiempos, personal y colectivo, ocurrira pronto, aunque solo
Dios sabe cuando, de modo que este debe sorprender a cualquier cristiano
adecuadamente preparado. En este sentido, el trifronte de Parinacota llamarıa a esta
preparacion escatologica del fiel, poniendolo ante el relato en imagenes de su situacion
futura.
A la vez, una relacion que rompe la temporalidad se puede estructurar a partir del
vınculo entre eternidad y presente. En este caso, el acento no se pondrıa en la idea de
una secuencia a partir de la cual se puede estructurar un relato, sino, por el contrario,
de mostrar la articulacion que existe entre el relato del Juicio Final y la situacion de la
comunidad de Parinacota en un presente concreto. Tiempo y eternidad solo se
conectan en el presente, por tanto, las acciones actuales del Curaca, ası como las
de cualquier cristiano, estan decidiendo su destino eterno. Drama cuya representa-
cion les recuerda a los habitantes de Parinacota que la salvacion no depende de los
meritos obrados en el pasado, ni de una conversion futura; la puerta del Paraıso es la
vida cristiana presente.
La decision de mostrar vestidos al Curaca, al espanol y al mestizo indica, como se
senalo anteriormente, que ellos se encuentran en el orden de lo temporal, que no son
almas habitando en la eternidad. Hay signos de triunfo: las mascaras bigotudas ya no
esconden su identidad, sus manos no reciben las dadivas del espanol y el mestizo.
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Sin embargo, su ubicacion a la izquierda de Cristo y la acechanza de la serpiente
indican que el peligro no ha terminado, la victoria no esta asegurada. La comunidad y
su lıder no pueden descuidarse, el enemigo no cejara en sus intentos. La tesis central
del Juicio Final de Parinacota serıa la existencia de un misterioso vınculo entre la
salvacion eterna de los miembros de la comunidad y el respeto a sus propias
singularidades culturales, el deber del Curaca es garantizar la preservacion de las
mismas.
Notas
1 El estudio fısico y quımico de las pinturas fue realizado el ano 2009 por las restauradoras Isabel
Olivares y Lilian Aubert. El informe de este trabajo se puede consultar en la Fundacion
Altiplano. Se puede conocer mas antecedentes en la publicacion de Corti, Guzman y Pereira
(2009a).2 Respecto de las caracterısticas de la pintura mural andina se puede consultar: Gisbert 1992 y
Flores, Kuon, y Samanez 1993.3 La edicion consultada fue impresa en una fecha cercana a la realizacion de los murales de
Parinacota, aspecto que evidencia la vigencia del texto a dos siglos de realizado el Concilio. En
relacion con las caracterısticas que presenta la pintura en procesos de evangelizacion tardıa, se
puede consulta Flores, Kuon, y Samanez 1993, 153�59.4 Sobre la iconografıa propia del Juicio Final en el arte de la Edad Media, iconografıa que se
difundio con especial acento durante los siglos XIV XV y, de modo particular, en el arte de los
Paıses Bajos, se puede consultar a Male 1986 y Panofsky 1971. Para la representacion del
infierno y sobre la iconografıa infernal medieval, especialmente presente en iluminaciones de
manuscritos se pueden consultar los trabajos de Jerome Baschet (1983 y 1985). En America se
conservan pinturas murales y lienzos que, al margen de algunas variantes, coinciden con las
soluciones europeas que se reiteran en Parinacota. Es el caso, a modo de ejemplo, de las pinturas
del Juicio Final de Diego Quispe Tito y Melchor Perez de Holguın que se conservan en Cuzco y
Potosı, respectivamente. Sin embargo, la obra mas cercana a la de Parinacota es el Juicio Final de
la Iglesia de Santiago de Curahuara de Carangas en Bolivia. Para este punto se puede consultar
Corti, Guzman, y Pereira 2009b.5 Castro, Chacama y Mir senalan que la mayorıa de los condenados son mujeres, atribuyendole al
mural un contenido misogino (2009, 35). Sin embargo, del analisis de las figuras se desprende
con mayor claridad su caracter de indıgenas mas que su identificacion sexual, salvo en unas
pocas figuras que presentan senos pronunciados.6 En grabados del siglo XV y XVI, procedentes de fuentes bajomedievales, suelen aparecer las
almas condenadas representadas como hombres y mujeres, jovenes y desnudos; los varones van
sin barba y las mujeres se distinguen por sus senos, como se puede ver en Male 1986 (figs. 264,
268�72). El Tercero Catecismo recoge esta tradicion: ‘desnudos nacemos y desnudos y sin nada
hemos de morir’ ([1584] 1773, 458). Los marcados senos de algunas figuras en el mural de
Parinacota permiten reconocer la presencia de hombres y mujeres en las distintas escenas. Si bien
la tradicion iconografica bajomedieval y del siglo XVI suele representar durante el Juicio
Final a los hombres, desnudos e imberbes, ya para los siglos posteriores, y en especial para el
caso de juicios finales en el arte americano, vemos el abandono de este esquema: se conserva la
desnudez, pero se distingue la edad y origen del individuo por el uso de la barba. Esto ultimo,
sumado a las largas caballeras de todas las figuras, nos lleva a inclinarnos por la idea de que en el
Juicio Final de Parinacota los representados son solo indıgenas. Por otra parte, si consideramos
unicamente la lectura que la poblacion local harıa del mural, serıa razonable postular que la
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interpretacion canonica de la igualdad frente a los misterios eternos pudiese trocarse hasta el
punto de que los habitantes de Parinacota o Huaro viesen en la pintura solo a indıgenas.7 No se trata de un mestizo racial, cosa difıcil de dilucidar a partir de la pintura, sino de una
persona con sangre espanola, posee barba, pero que en su vestimenta manifiesta la ıncorporacıon
de elementos culturales indıgenas.8 Sobre la Trinidad y su representacion en el arte de la Edad Media se pueden consultar los
trabajos de Boespflug (2000 y 2010).9 En este sentido, segun advierte Elena Isabel de Gerlero (1987, 84), fue de uso comun entre los
misioneros en America durante el siglo XVI la presentacion de lienzos didacticos con imagenes
que promovıan la evangelizacion; en ellas, el contraste entre las delicias de los salvos y los
tormentos de los condenados, eran incluidas, aunque conservando siempre una jerarquıa
alto/bajo. Este antecedente nos abre una vıa de analisis interesante para estudiar la posible
persistencia del uso didactico y moral de las imagenes de postrimerıas en comunidades en
proceso de evangelizacion tardıa, como lo es en cierta medida la comunidad de Parinacota en el
siglo XVIII.10 En el Infierno del Dante (canto XXXIV, 37�45 y 55�57) se nos describe el Diablo como aquel que
‘tenıa tres caras en la testa . . ..’ Sobre esta oposicion entre virtudes y vicios durante la Edad
Media, que tendra en el Juicio Final y su iconografıa una definicion que se afirma entre los siglos
XIV y XV, esta la importante obra de Casagrande y Vecchio (2003), en especial la colaboracion
que en ella hace Jerome Baschet, ‘Les sept peches capitaux et leurs chatiments dans
l’iconographie medievale’ (339�85).11 Se puede ver una pieza precolombina tricefala, semejante al Tangatanga que describe Acosta,
reproducida en el texto de Teresa Gisbert (2004, fig. 86).12 Serıa interesante proponer la existencia de una lectura accesible solo a algunos indıgenas
iniciados en los ritos antiguos, quienes reconocerıan en el Curaca trifronte a algun ıdolo tricefalo,
como el citado Tangatanga. Sin embargo, los antecedentes disponibles no permiten fundamentar
adecuadamente esta hipotesis para el caso de Parinacota.13 En este punto, el cruce de la significacion cristiana y prehispanica de la serpiente podrıa tener
interesantes consecuencias; tematica que se debiera desarrollar teniendo a la vista las diversas
imagenes que de ella se encuentran en el area andina.14 Cfr. con las imagenes de los lienzos didacticos citados mas arriba (nota 9) en los que se respeta la
composicion jerarquica del conjunto que senala, a su vez, la superioridad divina a traves del eje
arriba (Dios)/abajo (Demonio).15 En opinion de Gisela Canepa la mascara es capaz de anular los poderes del que representa, al
poseer el rostro del enemigo se adquiere su valentıa y su poder (1993, 358).16 Los ejemplos son abundantes. La mascara de Ch’uta es portada por los pacenos de origen indio,
la barba y bigote de crin, los trajes y la voz de falsete permiten reconocer el caracter burlesco
de la representacion. Algo semejante ocurre con las toscas mascaras de los paquchis y los
ridıculos pasos del danzante que las porta: se trata de elementos que buscan caracterizar la
absurda altivez de los soldados espanoles (ver Vargas 1993, 46, 61).17 Sobre el caracter simbolico y tranformador de la mascara se pueden consultar los trabajos de
Joseph Campbell (1997 y 2000) y la obra de Claude Levi-Strauss (1997).18 Gisela Canepa describe este proceso para el caso de la fiesta de la Virgen del Carmen de
Pautarcambo (1993, 377).19 La informacion tecnica se obtuvo del ‘Analisis estratigrafico de los pigmentos de las pinturas
murales de Parinacota’, documento en poder de la Fundacion Altiplano, Arica, Chile.20 Los conflictos entre los Canipa y algunas comunidades son estudiados por Jorge Hidalgo como
un ejemplo de los problemas que ocasionaba la superposicion de una jurisdiccion hispana, como
lo era un cacicazgo en el siglo XVIII, con los antiguos equilibrios de autoridad. Asunto bien
descrito en el trabajo de Hidalgo y Durston (2004, 507�34).
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