empezar de cero, la biografía de jimi hendrix

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Page 1: Empezar de Cero, la biografía de Jimi Hendrix
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4. BOLD AS LOVE(junio de 1967-agosto de 1967)

I’m not here to destroy anythingDon’t forget there are other people still around

Making those nice sweet soundsYou’ve still got The Beach Boys

And The Four Seasons To hang on to

AuDAZ CoMo EL AMor

No he venido a destruir nada.No olvides que por aquí todavía hay gente

que crea sonidos bonitos y dulces.Todavía te quedan los Beach Boys

y Las cuatro estacionesa las que ser fiel.

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[18 de junio de 1967, Monterrey, California].

Paul McCartney era el gran Beatle malo, el gran tipo que nos consiguió el bolo en el festival pop de Monterrey. Ése fue nuestro arranque en Estados unidos.

Monterrey era sobre todo un festival de música montado como se supone que se deben montar los festivales. Todo era perfecto.

Dije: «¡Guau! ¡Todo está listo! ¿Y ahora qué hago?».

En otras palabras, casi me daba miedo. Me daba miedo subir y tocar delante de toda esa gente. Quieres que toda esa gente se ponga a tono de verdad. Es una sensación de preocupación muy profunda. Muy intensa. Así lo veo yo. Me sale natural. una vez que tocas la primera nota, o que suena lo primero, todo va bien. ¡A hacer que todos muevan el trasero!

Cuando estoy en el escenario me coloco con la música, ésa es la verdad. Es casi como ser adicto a la música. Mira, en el es-cenario me olvido de todo, incluso del dolor. Mírame el pulgar, mira lo feo que lo tengo. Cuando estoy tocando no pienso en ello. Simplemente, me coloco ahí e improviso. De eso se trata, de llenar las cavidades pectorales, las rótulas y los codos vacíos.

Es otra forma de comunicarse, de intentar que reine la armonía entre las personas. Cuando sienten y sonríen con esa mirada somnolienta y cansada, es como si cogieras una ola. A veces llegas a un tono tan alto que pasas a otro nivel. No te ol-vidas del público, pero te olvidas de toda la paranoia, de cuan-do estás pensando: «Señor, estoy en el escenario, ¿y ahora

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qué hago?». Entonces, pasas a otro nivel y, encierto modo, es casi como un juego. A veces tengo que contenerme, porque me emociono tanto… No, no me emociono, me involucro.

Cuando estaba en Gran Bretaña solía pensar en Estados unidos a diario. Soy estadounidense. Quería que la gente de aquí me viera. También quería saber si podíamos triunfar aquí. Y lo hicimos, tío, porque fuimos nosotros mismos, nosotros mismos de verdad, y nadie más. Teníamos nuestro precioso sonido blues-country-funky-freaky, y la gente estaba muy a tono. Sentí como si el mundo entero se estuviera encendiendo con este nuevo sonido, el mejor sonido, el más bello. Así que decidí destrozar mi guitarra como sacrificio al acabar la can-ción. Porque uno sacrifica las cosas que ama.

Yo amo mi guitarra.

El festival de Monterrey era un buen sitio. Toda esa gente ma-ravillosa. Tuvimos unos pocos días libres y luego fuimos al Fillmore West. Después, tocamos gratis (en el Golden Gate Park, en San Francisco) y también me lo pasé muy bien. Esos hippies son increíbles. Todas las bandas tocando gratis, a eso lo llamo yo trabajar bien en equipo. Fue uno de los mejores bolos que hemos dado nunca, y nos ayudó a vender diez mil álbumes.

¡Flower power! ¡Sí!Me pregunto qué vendrá después.Supongo que aflojaremos el ritmo, y estoy impaciente por

que llegue el invierno con sus canciones sobre la niebla y los trineos.

Pero es divertido. Me gusta todo mientras no haga daño a nadie, y mientras la gente lo disfrute a tope. uno no ama a to-do el mundo sólo porque tenga el pelo rizado o lleve cascabeles o abalorios. uno tiene que creérselo, no limitarse a repartir flores. Es un sentimiento, y alguien que lleve traje de chaqueta también lo puede tener.

Aunque todo el panorama hippie estaba relacionado con el rollo sensacionalista de las drogas, la idea principal de «ama

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a todo el mundo» ayudó muchísimo con el problema racial en Estados unidos. En el pasado, los artistas de color no se habrían atrevido a acercarse al público sureño. Pero desde la moda del flower power la violencia se ha reducido mucho. Por supuesto, en más de una ocasión han arrestado a muchos de esos hippies, pero ¿has oído alguna vez que los hippies roben bancos en California?

Me encanta la Costa oeste. Es donde me gustaría vivir. El tiempo es bueno y hay muchísima gente interesante. Me encantan los coches, tío, los coches bonitos. No hay dema-siados volkswagen, y eso es bueno. Ah, sí, casi se me olvidan las chicas. Hasta vienen a los bolos. Es maravilloso, es ab-surdo y todo lo demás, pero ¡no tengo ni idea de lo que está ocurriendo!

Lo pasamos genial en Los Ángeles. Nos quedamos en casa de Peter Tork. Tenía como mil habitaciones, un par de baños y dos balcones que dan al mundo y a Piccadilly Circus. Tiene un estéreo que te hace sentir como si estuvieras en un emporio de grabación, con un piano eléctrico y guitarras y amplificadores por todas partes. Hay un garaje en el que hay un Mercedes, un GTo, y algo que parece una antigua estufa de cobre. Y un pe-rrito amarillo precioso que es como un cachorro.

Dave Crosby y una banda llamada Electric Flag vinieron a vernos al Whisky A Go Go. Electric Flag son estupendos. uno de ellos, Buddy Miles, es un tipo con el que me gusta hablar de música. Ahora escucho cosas distintas, desde Electric Flag hasta Jefferson Airplane. Me gusta mucho el sonido de Jefferson Airplane, pero no deberían dar tanta importancia a la ilumi-nación. Tienen mucho talento, pero a veces sus espectácu-los de luces son tan buenos que la banda se queda sólo en el 25% del espectáculo. Se vuelven sombras; sólo, voces para los patrones de luces. No me gustaría que esa cosa andara dis-parada de un lado a otro durante mi actuación, aunque estaría bien tener algo distinto que ilustrara cada canción: velas en el

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escenario para «The Wind Cries Mary», una proyección para «Purple Haze», etc.

[Julio de 1967, primera gira en Estados unidos].

Después, nos fuimos de gira con The Monkees. Son como unos Beatles de plástico. The Beatles es una banda de la que no pue-des decir nada malo, porque son increíbles, y es vergonzoso que Estados unidos produzca una banda como The Monkees. Son un producto comercial del negocio del espectáculo esta-dounidense. ¡Señor! ¡Qué aburrimiento! odio que un grupo así tenga tanto éxito, cuando hay bandas en Estados unidos que se mueren de hambre intentando dar el salto.

No me malinterpretes. Me gustan The Monkees en sí mis-mos. En lo personal, fue maravilloso. Son unos tipos estupen-dos. Me llevé muy bien con Micky y Peter, y salimos mucho por ahí. Los rumores sobre que iban separados en el avión eran tonterías.

Tocamos siete veces con ellos, y después dejamos la gira porque la cosa se enredó. Primero, no nos incluyeron en los anuncios –los pósteres del espectáculo sólo gritaban: ¡Monkees! La gente ni sabía que estábamos allí hasta que no subíamos al escenario. Después, nos dieron el tiempo muerto del espectáculo, justo antes de que empezaran The Monkees. El público sólo chillaba y gritaba el nombre de The Monkees.

Al final nos dejaron que saliéramos los primeros, y las cosas mejoraron. Conseguimos que el público gritara y reac-cionara bien, y algunos chavales hasta se lanzaron al escenario.

¡A los chavales empezamos a gustarles más que los Beatles de plástico!

Entonces, unos padres que trajeron a sus hijos se quejaron de que nuestro espectáculo era vulgar.

Dijeron: «¿De qué va esto? ¡¿A los chavales les gusta?! ¡Aj! ¡Demasiado erótico!».

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Todo esto me deja pasmado. Supongo que me muevo de determinada forma, y que las chicas de la primera fila ponen caras raras, pero no es exactamente sexy. Creo que puede tener más que ver con la idea de que hay alguien en el escenario que se exhibe, y la gente sabe que en realidad no puede tocarte, pero le gustaría hacerlo. Es una sensación frustrada, pero es buena. Seguramente, hasta ese momento no han tenido la oportunidad de gritar, y entonces, dejan que todo salga.

En realidad, nunca antes habíamos tocado para un públi-co tan joven, y hay que tener en cuenta que si bien los padres de los chavales en Inglaterra no se meten mucho, los pa- dres en Estados unidos no tienen nada que ver. Y, además, ahí están todas esas organizaciones conservadoras, ¿no? En Nueva York, las Hijas de la revolución Americana intentaron boico-tear nuestro concierto, porque decían que éramos demasiado sexys. Imagínate lo cachondas que estaban esas viejitas. Esta-ban tan cachondas que intentaron boicotear nuestro número. ¡Así están las cosas!

Decidimos que no era el tipo de público adecuado. Creo que me sustituyeron por Mickey Mouse.

Estados unidos es como cualquier otro país. Sólo necesita un poco más de tiempo. Nos movimos por sitios distintos, como los clubes de Nueva York, Central Park; Washington D. C.; Ann Arbor, en Michigan, y el Hollywood Bowl. A veces ni siquiera sabíamos dónde estábamos.

Estuvimos con The Mamas and The Papas durante un tiempo. En Nueva York fuimos todos al club Electric Circus, en el village, que me dejó con la boca abierta. Allí tocaba una banda llamada The Seeds, pero entre medias hacían todo tipo de numeritos raros. un tío subió al escenario y se quedó ahí, de pie, gruñendo como durante cinco minutos. Después dijo «gracias» y ¡se fue! otro tipo salió con una camisa de fuerza y se puso a rodar por el suelo durante media hora.

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Después, unos hombrecillos extraños bajaron del techo columpiándose en unas cuerdas. ¡No nos lo podíamos creer! Los de The village Fugs están chiflados. Hacen temas adapta-dos de William Burroughs, canciones sobre lesbianas y cosas como volverse locos con un barril de tomates, estrujándolos con los sobacos. ¡Puaj! Es para verlo, tío, esos tipos son super-vulgares. Declaman esos poemas asquerosos y extraordinarios, los más asquerosos que te puedas imaginar.

Sí, fue una época increíble en Estados unidos. Excepto porque la policía me detuvo en Washington D. C. y me negaron la entrada en uno o dos restaurantes, pero eso fue porque iba con una pareja de hippies. uno de ellos parecía Toro Sentado. No fue un tema racial.

En Nueva York los taxistas se acercaban, me miraban y se mar-chaban. Algunos quieren que todos se ajusten a sus estánda-res. Bueno, a mí no me van a pillar en eso. ¿Por qué querría parecerme al taxista?

Era totalmente desconocido en Estados unidos hasta que se corrió la voz de que a los británicos les encantaba mi músi - ca. Ahora las entradas se agotan. En los clubes de Greenwich village nos recibían como dioses. Nadie que esté constan-temente experimentando con la música gana mucho dinero, pero consigue que se le respete en los círculos adecuados.

No hago nada que sea tan distinto, pero de repente, re-vistas como Life y Time escriben sobre mí. Es una sensación extraña. Son los mismos que antes se reían. ¡Ja, ja! Ahora ya no soy Jimi el estúpido, soy el señor Hendrix. Tratan de anali-zarme y escriben una especie de informe psiquiátrico, que no suena para nada a mí. No tienen ni idea de qué me corre por las venas. vivimos en mundos distintos. ¿Mi mundo? El ham-bre. Los barrios pobres, el racismo feroz; y la única felicidad, la que puedes sostener en la palma de la mano.

* * *

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Los críticos me ponen malo. Es como disparar a un plati-llo volante que trata de aterrizar, ¡sin darle a los pasajeros la oportunidad de identificarse! Siempre habrá alguien que quie-ra acabar contigo. Aparecen por el camerino con una actitud de «vamos a desnudarlo y a colgarlo de un árbol bien alto». Muchos se van tan colocados que no saben ni sobre qué van a escribir.

Ya nos están clasificando basándose en un álbum y, quizá, en uno o dos conciertos a los que han ido. No es fácil clasifi-carnos, pero te aseguro que lo van a hacer. Como ése que me llamó «el Elvis negro». Es el juego del sistema. Danos una palmadita en el hombro y elimínanos rápido. Estrújanos el al-ma y ponnos en jaulas durante el resto de nuestras vidas. ¡Pero no les dejaremos! No hacemos caso a las marcas. una vez que consiguen que empieces a pensar en ti, te tienen agarrado por las pelotas.

Aparece algo diferente como The Experience, y un mon-tón de tíos que ponen etiquetas se asustan. Quieren ponerte en un saco. Si no pueden, se asustan y no saben qué hacer. Na-turalmente, van a propagar rumores sobre la gente a la que no entienden, como «Jimi Hendrix es deprimente, siempre está colocado, bebe zumo de sandía con el café, usa la cortina de la ducha como papel higiénico». Eso es lo que la gente negativa intenta trasmitir. Proyectan una imagen determinada y el resul-tado es que todo el mundo tiene miedo a conocerme de verdad.

va a llevar tiempo que esa gente que pone etiquetas conoz-ca nuestra música. Para empezar, no creo que se deba separar lo musical de lo visual. La gente que habla mal de nuestro es-pectáculo no sabe utilizar los ojos y los oídos a la vez. Tiene un botón en los omóplatos que hace que funcione lo uno o lo otro. Sientes que está como afligida, como si no pudiera ver la te-levisión y masticar chicle al mismo tiempo. ¡Al diablo con esa gente y con los desgraciados frustrados que dicen que no toco de verdad con los dientes!

* * *

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Cuando nos juntamos en Inglaterra no decíamos «vale, aho-ra vamos a tocar esta canción, yo creo que me voy a poner de rodillas, Mitch, tú gira las baquetas ahí, y, Noel, ponte el bajo encima de la cabeza». Lo hacíamos sin planearlo. No nos co-nocíamos de nada, y las cosas simplemente fueron surgiendo.

Se trata de autosatisfacción. Tocamos para el público, pero también tengo que pasármelo bien. Y trabajo para que esa nota determinada suene distinta. A veces tengo que ponerme a mil físicamente para sentir esa nota. Si me apetece poner la gui-tarra en el suelo y subirme encima, lo haré. Lo mismo le pasa a Noel. Toca la guitarra como le da la gana.

Si dejara de moverme por el escenario porque algunos se distrajeran de la música, sería poco honesto y me daría a mí mismo diez puntos negativos. A veces hacemos todo el nume-rito diabólico cuando estamos en el estudio y nadie nos ve. Así es como nos sentimos. Como nos sentimos y como nace nuestra música. Cuanto antes lo entienda la gente, mejor.

Y creo que es hora de que la gente entienda que cada es-pectáculo que damos es diferente. ¿Cómo puede no serlo cuando estás constantemente probando, improvisando, ex-perimentando? Es imposible. Antes solíamos llevar una lista, pero me deshice de ella rápidamente, porque no me apetecía seguirla. La mejor palabra que se me ocurre es espontaneidad. Seguimos creciendo en esta espontaneidad. Y todo esto va a acabar explotando dentro de poco.

Las cosas tienen que calarme, y tengo la necesidad de mostrar mis emociones en cuanto las siento. Por eso decidí quemar la guitarra cuando tocamos en Monterrey. Acababa de terminar de pintar la guitarra ese día y estaba entusiasmado. Le apliqué un espray más líquido y, después, le quité los pe-dazos quemados. Quedó bastante bien, así que en Washington D. C. la volví a destrozar. ¡Cuando tocamos en el Hollywood Bowl nos estaban esperando con extintores!

* * *

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La costumbre de destrozar cosas empezó por casualidad. Estaba tocando en Copenhague y me arrastraron fuera del escenario. Todo iba genial. Lancé mi guitarra al escenario y después salté yo. Cuando la recogí, tenía una grieta enor-me justo en el centro. Me cabreé e hice pedazos la maldita guitarra.

El público se volvió loco –como si hubiera encontrado el «acorde perdido» o algo así–. A partir de ese momento, cuan-do la prensa andaba por allí o me sentía así, repetía el nume-rito. Pero no es sólo por el espectáculo, y no sé explicar por qué. Es como si quisieras desmadrarte o hacer justo lo que te apetece porque tus padres no te ven.

En realidad no soy un hombre violento, pero la gen-te tenía la impresión de que lo era por el número. Destro-zas la guitarra tres o cuatro veces y la gente se piensa que lo haces todo el tiempo. Sólo lo hacemos cuando nos apetece. Te sientes muy frustrado, la música cada vez suena más alta y, de repente, crash, bang, y empieza a salir humo. Algunas noches podemos llegar a ser muy malos. Cuando destroza-mos algo es porque ese instrumento, que es algo que adoras, esa noche no está funcionando como debería. No responde, y por eso lo quieres matar. Es una relación de amor-odio, justo como te sientes a veces cuando tu novia empieza a ton-tear por ahí. Lo haces porque la música y el instrumento no pueden defenderse.

Son mis defectos, que salen al exterior. Me refiero a que da igual lo amable y tierno que sea uno, todos nosotros guar-damos en nuestro interior cosas feas y oscuras. Yo saco las mías en el escenario, y así no le hago daño a nadie. Y hemos comprobado que eso también funciona con el público. In-tentamos que saquen fuera toda la violencia. En general, nos apoyamos en patrones electrónicos y en la emoción, no en la melodía. Podemos tocar música violenta, y eso en cierta for-ma libera violencia. No es como si se dieran de palos, sino como una seda violenta. Me refiero a que la tristeza puede ser violenta.

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Puede que la gente que disfruta con el hecho de que mos-tremos violencia en el escenario, luego no tenga ganas de irse a destrozar el mundo. Sentir la emoción y dejarse llevar en un sitio así es algo que te moldea el alma. Es mejor que moldearte el alma en peleas. Nunca debes llegar a ese punto.

[El verano de 1967 estuvo marcado por la peor violencia racial de la década. The Experience tocaron en Detroit el 15 de agosto, poco después de que las luchas raciales hubieran asolado gran parte de la ciudad, dejando cuarenta y dos muertos].

Los disturbios raciales en Estados unidos son de locos. La dis-criminación es de locos. Creo que podemos convivir sin todos esos problemas, pero por culpa de la violencia esos proble-mas siguen sin solucionarse. Las dos partes dicen un montón de chorradas. Naturalmente, no me gusta ver cómo queman casas, pero ahora mismo no simpatizo mucho con ninguna de las dos partes.

El problema racial no existe. Es un arma que utilizan los grupos de presión que están intentando destruir el país. Ha-cen que los blancos y los negros se peleen por asumir el man-do. A eso está esperando el sistema. Dejan que te pelees, dejan que salgas a la calle y luches. Pero luego te meten en la cárcel. ojalá hubieran tenido guitarras eléctricas en los viejos tiem-pos en los campos de algodón. Muchas cosas se habrían re-suelto, no sólo en lo referente a los blancos y los negros, sino a la causa.

Look at the sky turn a hell-fire red, LordSomebody’s house is burning down, down, down, down

Well, I asked my friend«Where is that black smoke coming from?» He just coughed and changed the subject and said«Uh, it might snow some»

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So I left him sipping his tea and I jumped in my chariot and rode offTo see just why and who could it be this timeSisters and brothers, daddies, mothers standin’ round cryingWhen I reached the scene the flames were making a ghostly whineSo I stood on my horse’s backAnd I screamed without a crackI say, «Oh baby, why’d you burnYour brother’s house down?»

Well, someone stepped from the crowdHe was nineteen miles highHe shouts, «We’re tired and disgusted, so we paint red through

the sky»I say, «The truth is straight aheadSo don’t burn yourself insteadTry to learn instead of burn, hear what I say!»

Contempla cómo el cielo se vuelve rojo como el fuego del infierno, Señor.

La casa de alguien está ardiendo, ardiendo, ardiendo.

Y le pregunté a un amigo:«¿De dónde viene ese humo negro?».Él se limitó a toser, cambió de tema y dijo:«Ah, puede que nieve un poco».

Así que le dejé bebiendo su té,subí a mi carro y me alejépara comprobar por qué y quién había sido esta vez.Hermanas y hermanos, padres, madres que están ahí paradas llorando,cuando llegué al lugar, las llamas formaban un lamento

fantasmal.

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Así que me erguí sobre mi caballoy grité sin dudar.Dije: «¿Por qué has quemadola casa de tu hermano?».

Alguien salió de entre la multitud,medía 30 km de alto.Grita: «Estamos cansados y asqueados, así que vamos a pin-

tar de rojo el cielo».Yo le digo: «La verdad está delante de ti, así que no te prendas fuego, trata de aprender en lugar de prender fuego, ¡escúchame!».

Sabes cuál es la verdad. La verdad es que ha llegado la hora de unirnos. Si la gente dejara de culpar a los demás... Es muy frustrante. El negro le dice al blanco que ha sido maltratado durante los últimos doscientos años. vale, es verdad, pero es hora de solucionarlo, en lugar de hablar del pasado. Sabemos que el pasado es una mierda, así que, en vez de hablar de él, ¡hagamos algo juntos para arreglarlo ahora!

[El 8 de agosto de 1967 sale a la venta Burning of the Midnight Lamp en Estados unidos].

Me importa un bledo cómo vayan nuestros discos en las listas de éxitos. Burning of the Midnight Lamp, que todo nuestro en-torno odiaba, sólo llegó al número once. Dijeron que fue el peor disco, pero para mí era el mejor que habíamos grabado. Creo que es un disco genial. Me alegro de que no fuera un su-peréxito y de que no lo mangonearan. En las listas de éxitos se abusa de muchos buenos discos. Los ponen entre los tres pri-meros y enseguida bajan rápidamente. Puede que sea un buen disco, pero nadie lo recordará de aquí a dos semanas.

No creo que la gente entendiera de verdad Burning of the Midnight Lamp. Quizá sea un poco rebuscado, un poco turbio,

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pero es el tipo de disco que pones al que vuelves. La primera vez que escuché «Whiter Shade of Pale», de Procol Harum, pensé que era un poco rebuscada. Entendí el primer verso y ya. Pero cuando la escuchas más veces, empiezas a comprenderla.

Escribí parte de esa canción en un avión de Los Ángeles a Nueva York, y la acabé en los estudios, en Nueva York. Hay bastantes cosas personales en ella. Estaba un poco triste. Aun-que creo que todo el mundo puede comprender esa sensación de que, cuando estás viajando, independientemente de dónde vivas, no hay ningún sitio donde te sientas en casa. La sensa-ción que tiene un hombre que se encuentra en una casa vieja en medio de un desierto y que mantiene encendida una lám-para a medianoche. No siempre buscas que las cosas sean tan personales, pero así es como son…

The morning is dead and the day is tooThere’s nothing left here to greet me but the velvet moonAll my loneliness I have felt todayIt’s a little more than enough to make a man throw himself awayAnd I continue to burn the midnight lamp, alone

Now the smiling portrait of youIs still hanging on my frowning wallBut it really doesn’t, really doesn’t bother me, too much at allIt’s just the ever falling dust that makes it so hard for me to seeThat forgotten earring laying on the floorFacing coldly towards the doorAnd I continue to burn the midnight lamp all, alone

La mañana ha muerto y el día también.Aquí nada me espera sino la luna de terciopelo.Hoy he sentido la soledad más profunda.Lo suficiente para hacer que un hombre se abandone.Y dejo encendida la lámpara a medianoche, solo.

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Tu retrato sonrientetodavía cuelga de la inquietante pared,y la verdad, la verdad es que no me molesta demasiado, no.Es sólo ese polvo que no deja de caer y que me impide vertu pendiente en el suelo olvidado,fríamente colocado ante la puertaY dejo encendida la lámpara a medianoche, completamente solo.

Soy incapaz de quedarme mucho tiempo en el mismo sitio. Me mina, independientemente de lo que pase. Tengo miedo de vegetar. Tengo que moverme. Hay tanto que ver y tantos sitios a los que ir. ojalá pudiera viajar todo el tiempo. He pasado en Inglaterra mucho más tiempo del que he pasado en cualquier otro sitio, aparte de Nueva York. Me gusta Inglaterra, pero la verdad es que nunca he tenido un hogar en ningún sitio. El planeta Tierra es mi hogar.

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