foladori horacio - la intervencion institucional

310
Horacio C. Foladori La Intervención Institucional Hacia una clínica de las instituciones (DITORIALARdS

Upload: rossana-passeggi

Post on 18-Dec-2015

12 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

sociología

TRANSCRIPT

  • Horacio C. Foladori

    La Intervencin Institucional Hacia una clnica de las instituciones

    (DITORIALARdS

  • Horacio Carlos Foladori curs la carrera de Psico-loga en Uruguay, recibindose en 1971. Posteriormente, realiz estudios de Maestra y Doctorado en Mxico y en EE.UU., respectivamente. Si bien se orient hacia la psicologa clnica y al psicoanlisis, desde muy temprano se interes por los grupos y por sus amplios espacios de aplicacin tanto en mbitos clnicos como sociales. Pero los grupos siempre tienen una insercin institucional, por lo que su investigacin acerca de los grupos no po-da dejar de lado la problemtica del poder que la inter-vencin sobre los mismos supone.

    En 1976 se traslada a Mxico asumiendo la Direc-cin del Departamento de Orientacin Vocacional de la Universidad Autnoma del Estado de Morelos, donde se implementa, desde 1980, un novedoso programa grupal de orientacin y que produce material para publicar varios libros sobre el tema. Ms tarde funda la primera Maestra en Psicologa Clnica Infantil del pas, al tiem-po que edita la revista Ilusin Grupal.

    A partir de 1993 se radica en Santiago donde adems de psicoanlisis ensea psicologa de los grupos (grupos operativos) y anlisis institucional.

    En Chile ha publicado Anlisis vocacional grupal (1997), El grupo operativo de-formacin (2001), Grupa-lidad. Teora e intervencin (2005), Intervencin grupal en el mbito comunitario (compilador) (2006), adems de artculos e investigaciones en revistas especializadas nacionales y extranjeras.

    Actualmente es acadmico de la Universidad de Chile (en pre y postgrado); de la Universidad Metropo-litana de Ciencias de la Educacin (Departamento de Filosofa); de la Universidad Adolfo Ibfiez (Magster en Psicologa Clnica); de la Sociedad Chilena de Psico-anlisis (Ichpa) y de la Universidad ARCIS (Magster en Grupos e Instituciones). Es fundador (1993) y Director de la Escuela de Psicologa Grupal y Anlisis Institucio-nal Enrique Pichn-Rivire. Profesionalmente trabaja como psicoanalista y realiza intervenciones familiares, grupales e institucionales.

  • Horacio C. Foladori

    La Intervencin Institucional Hacia una clnica de las instituciones

    (DIlORIAL-ARdS

  • Universidad ARCIS Editorial AliClS Libertad 53 Telfono: (56-2) 386 6 4 U F.-mail; publicacionesC'^^iatcis.cl - www.iiarcis.cl

    La Intervencin Institucional. Lacia una clnica de las Instituciones

    l^ edicin: Septiembre de 2008

    C^loordinador de publicaciones: Vctor Fugo Robles L^seo y dagramacin: Paloma Castillo

    Registro de propiedad Intelectual N 163-440 LSBN: 978-956-310-844-6

    Impreso en Alfabeta Artes Grficas

  • NDICE

    Prlogo Gregorio Baremblitt

    Prlogo Osvaldo Saidn

    Presentacin. Recortes de implicacin

    Metodologa

    Teora de la fisura

    I Parte

    Casos de intervenciones institucionales El grupo-anlisis: Tcnica de diagnstico de clima organizacional. Anlisis de un caso de alcoholismo

    Del deseo a la autogestin, intervencin en la universidad

    Intervencin en un Ministerio

    Intervencin en un hospital geritrico

    La intervencin: del sufrimiento a la recuperacin del pensar

  • II Parte

    Las instituciones y el pensamiento

    La institucin de las organizaciones no gubernamentales y su "crisis"

    Violencia: La institucin del maltrato

    La institucionalizacin del pensamiento

    Represin pscjuica, represin-poltica

    La salud de la institucin:

    a modo de conclusiones transitorias

    Bibliografa

    Anexos

    El nuevo programa de Orientacin Vocacional como analizador institucional 271 Bion y Rickman. La intervencin institucional en el Hospital Militar de Northfield 295

  • PRLOGO

    Gregorio Baremblitt

    El autor de este libro, profesor Horacio Foladori, adems de un "antiguo" compaero de estudios y traba-jos, ha sido siempre un amigo con el que compart, diga-mos, tanto la "produccin de alegra" como la de "sufri-miento" (vase el captulo correspondiente a este escrito) durante pocas tenebrosas de las dictaduras del Ro de la Plata.

    Las vicisitudes del exilio y de nuestras actividades nos llevaron por rumbos geogrficos diferentes, y durante demasiados aos nos privaron de mutuas noticias.

    El honor y el placer que el profesor Foladori me da de prologar este importante libro suyo, es un testimonio de que todo ese tiempo de convivencia que se nos escap, en parte por "Las venas abiertas de Amrica Latina", no fue perdido en trminos de vida, trabajo y militancia. Segn creo este texto es una contribucin de gran valor para la bibliografa del movimiento instituyente en Lati-noamrica.

    Recuerdo que a nuestro amigo Rene Lourau no le gustaba el trmino "riqueza", ni siquiera empleado en for-ma metafrica. Obviamente, le desagradaba su inevitable matiz acumulativo pecuniario. No obstante, no se me ocu-rre otra palabra para celebrar la forma y el contenido de este volumen de Foladori cuyos numerosos mritos no me siento capaz de describir fehacientemente en pocas lneas.

    Apenas intentando, dir que se trata de un texto que cubre candentes problemas de los llamados "grupalismo" e "institucionalismo", de sus condiciones de produccin

    7

  • y de ejercicio terico y tcnico, de su campo de anlisis y de intervencin entendidos desde diferentes y eminentes corrientes de su gesta.

    Me parece aceptable opinar que el autor ha practi-cado, en esa revisin y sus aplicaciones, una actitud tjue alguna vez denominamos "eclecticismo superior" (por analoga con la calificacin que C Deleuze hace de la fi-losofa de Hume "un empirismo superior").

    Se trata de que Foladori en su larga y activa forma-cin, ha tomado lo mejor de autores clebres para cons-truir su modo original de pensar, de actuar, sin ninguna sumisin doctrinaria ni sistemtica.

    Una de la impresiones que nos ha sorprendido muy agradablemente, es la de que, a pesar de compartir una gran parte de esas preferencias bibliogrficas, Foladori ha "extrado" valiosos aportes de otros que nosotros no hemos transitado demasiado y que nos han revelado con-secuencias que no sospechbamos.

    Otro gran mrito que me permito destacar, es el es-tilo de escritura de estas pginas, riguroso, pero extrema-damente claro y preciso, valores estos que parecen haber sido abandonados por los intelectuales contemporneos. Por otra parte, el libro presenta una serie de crnicas clnicas de intervenciones institucionales que son muy es-casas en la literatura de este dominio y que los estudiosos reclaman insistentemente.

    Entre los diversos captulos neta y clsicamente grupalistas e institucionalistas, "aparece" uno inesperado que se pregunta nada ms y nada menos acerca de "qu es pensar", y lo hace no desde un punto de vista especulati-vo, sino desde una ptica estrictamente relacionada con la primaca de la praxis de los agentes, grupos, organizacio-nes y movimientos que aspiran al autoanlisis y a la auto-gestin como medio y como fin.

  • Para no demorar la entrada de los interesados en este valioso libro, agregar apenas que el mismo muestra tambin una severa aunque serena vocacin autoanaltica, lo cual nosotros vemos como una realizacin del lema es-quizoanaltico de experimentar "con la infinita audacia e infinita prudencia".

    Mi sincera bienvenida al libro del profesor Foladori al panorama cultural de nuestros pueblos.

    Bello Horizonte, diciembre 2007

  • PRLOGO

    Osvaldo Saidn

    Tenemos un nuevo libro sobre el anlisis institucio-nal en Latinoamrica. Demor unas semanas en comenzar su lectura, en los das que lo recib me encontraba traba-jando en unos textos sobre la potencia de lo grupal.

    Ya en las primeras lneas Foladori nos advierte que la diferencia entre dispositivos grupales y dispositivos insti-tucionales es inexistente. Entonces ya me t o m el entusias-mo que provoca la lectura de un amigo, que cordillera de por medio va a hablarnos tambin, a su manera, de la riqueza del dispositivo grupal en el trabajo con institu-ciones...

    Al culminar su lectura percib que hay una pregunta que recorre todo el libro, y que es tma pregunta necesaria para tocios los que se interesan en el trabajo con grupos e instituciones.

    La podramos resumir as. Cmo se hace'i Foladori tiene coraje de mili tante, la claridad del

    maestro y la clnica sutil del psicoanalista y... responde con toda franqueza, diciendo: como l hace. Acti tud poco comn en nuestro medio.

    A partir de all, nos introduce en cmo piensa, cmo interviene, cmo analiza, y sobre todo cmo crea.

    El quehacer como plano de consistencia que recorre el libro se inscribe en la mejor tradicin institucionalista. Es la que nos seala Franco Basaglia cuando nos convoca a un opt imismo de la accin.

    Al ensearnos cmo hace sus intervenciones, nos muestra cmo se las ha arreglado en estos aos en un lar-

  • go recorrido por Latinoamrica a sostener la fuerza insti-tuyente de su trayectoria en los ms diversos mbitos.

    Es esta trayectoria profundamente latinoamericana la que hace a este libro necesario.

    Necesario en primer lugar para el autor que se lo ve y se lo escucha a travs de su escritura, precisando expo-ner lo que ha hecho y pensado, interviniendo en las ms diversas instituciones. En el libro, asimismo, realiza una puesta a punto de su marco conceptual, a partir de las si-tuaciones polticas que ha tenido que enfrentar.

    Necesario para nosotros sus compaeros y colegas, que acompaamos vicisitudes similares en otros pases y que necesitamos el testimonio de las intervenciones que ha realizado en pases como Uruguay, ("hile, Mxico, y de pensamiento que ha surgido de estos trabajos.

    Pero este libro es necesario sobre todo para consoli-dar, para dar consistencia a un plano latinoamericano del trabajo con grupos e instituciones.

    Podemos discutir acerca de la originaliciad y la im-portancia del pensamiento latinoamericano en el psicoa-nlisis, la psicologa y/o la sociologa.

    De lo que sin duda podemos coincidir, y este es uno de esos textos para confirmarlo, es de la creatividad y la consistencia de la escuela de grupos latinoamericana. Cada vez ms las academias, las universidades, la salud y la educacin publicas e incluso las diversas asociaciones en Amrica Latina se confrontan con esta evidencia.

    En ese sentido este texto recoge y recrea aportes de lati-noamericanos como Surez, Pichn-Rivire, Bleger, Bauleo, Baremblitt, y los cruza con los de Lourau, Mendel, Guattari, para sorprendernos en el ltimo captulo con un anlisis lle-no de observaciones interesantsimas sobre el propio Bion.

    Es que el pensamiento en grupos e instituciones lati-noamericano no es un regionalismo, sino que obtiene su

    12

  • potencia justamente de una divetsidad que solo ha sido teorizada y sobre todo actualizada en infinitas interven-ciones en nuestros pases.

    Esta diversidad, este modo de habitar lo mlt iple es lo que posibilita el dispositivo grupa! que tan bien lo vemos desplegar a travs del texto y qtie le permite a Fola-dori inventar y redescubrir nuevos conceptos.

    El libro esta aqu para que Uds. lectores vayan re-corriendo estos conceptos, as que no deber extenderme sobre los mismos.

    Me referir a algimos t|ue me han afectado particu-larmente, por tomar el desah'o c]ue el propio autor p ropo-ne cuando nos dice que solo se puede pensar con otro, en grupo, en dilogo y haciendo mquina.

    Sealar algunos t]ue me afectaron part icularmente durante la lectura.

    En el libro le dedica un captulo a explicarnos su idea de fisura institucional.

    La fisura es im concepto clave que no solo desarro-llara tericamente, sino que tambin una y otra vez lo veremos utilizarlo para entender, intervenir y avanzar o retroceder en diferentes intervenciones.

    El concepto me parece especialmente litil para res-ponde r a una encomiencia s iempre presente entre los analistas institucionales consistente en acortar la distancia entre el campo de anlisis y el campo de intervencin. Pasan por las pginas del texto diferentes instituciones: de salud, de aprendizaje, de gestin de Estado, de servicios y produccin.

    Las fisuras nos las muestra a travs de los relatos del cotidiano institucional. Desfilan a travs de las interven-ciones diferentes universos, diferentes modos de habitar el m u n d o . Es especialmente conmovedor el de los repar-tidores de gaseosas, cuando nos dicen que "las heridas no

    13

  • se curan", frase que no puede dejar de remitirnos a una multiplicidad de sentidos en el C^hile post-Pinochet.

    As revistan diversos personajes, historias de vida que nos arrastran a otros mundos de los tjue habitualmente convivimos.

    Tal vez all est el gusto, la verdadera pasin que nos sostiene implicndonos en el anlisis y la intervencin institucional. Salir de lo mismo, experimentar otros m-elos, habitar el desierto.

    Los analistas institucionales cjue nos reconocemos en estas pginas somos exilados, desterrados, nmades, con-traculturales, un poco antiedpicos y sobre todo desinsti-fucionalizados por deseo ms que por necesidad.

    Por eso cuando Foladori se reitere a otro concepto que me afect patticularmente: el osttacismo institucio-nal, creo que toca un tema en el C]ue estamos especial-mente implicados.

    Casi no hay intervencin entre las que se relatan en el libro en la que no aparezca el temor a la prdida de! trabajo.

    Casi dira yo que no hay verdadera intervencin, es-pecialmente en Latinoamrica que no pase por enfrentar esta amenaza. Y nosotros los grupalistas, los instituciona-listas, transcurrimos gran parte del anlisis de nuestra im-plicacin, transformando este temor en una herramienta para la accin y la invencin.

    El ostracismo institucional, que tanto padecimiento causa a funcionarios, pacientes, alumnos y maestros, debe ser especialmente soportado por nuestra tribu. Sabemos que el temor y el miedo son derivados del terror cjue se inocula-ron en los cuerpos durante nuestra historia reciente.

    En los anlisis institucionales que enfrenta se lo ve al autor interesado en ensearnos cules son los mtodos que utiliza y que sustenta cada eleccin. Estoy convencido

    14

  • que cuando planteamos los ms diversos encuadres, lo importante no es el formato, sino el sostenimiento de una actitud, que muchas veces se extiende ms alia de la pro-pia intervencin.

    A diferencia de ciertos analistas que nos comprome-ten con frmulas preestablecidas, Foladori no solo explora las caractersticas de la demanda, sino que las sita en el contexto sociopoltico de su poca, las historiza. Es fiel a la regla del "decirlo todo" pero entiende que decirlo todo no es simplemente una cuestin psicolgica, sino un desafo poltico en nuestras democracias nacientes. Lo peligroso que puede resultar la liberacin de la palabra tiene un con-texto particular en los pases donde le ha tocado intervenir. Las marcas de la dictadura en Chile, el temor a la prdida del trabajo, tambin favorecen de un modo muy particular y bien estudiado por el autor ima predominancia de lo psi-colgico familiar que est al servicio de ocultar lo poltico.

    Su clnica es la estrategia con la que trabaja para producir un desocultamiento, una contraefectuacion a la queja y la apata institucional.. .

    El sufrimiento habla a travs de ciertos estallidos en la institucin.

    Foladori se inscribe en la tradicin del anlisis gene-ralizado y de la autogestin, y por lo tanto se mete en la tormenta que produce el estallido.

    Nos muestra por ejemplo: cmo el conflicto con la autoridad desptica estalla a travs de problemas a nivel interpersonal del propio grupo.

    Ot ra vez de lo que se trata es de devolver el poder a los propios actores institucionales evitando la regresin hacia lo psicolgico y asumiendo los riesgos polticos.

    La intervencin consiste entonces en poner en evi-dencia lo insti tuido y lo insti tuyente en sus relaciones complejas.

    15

  • A travs de un trabajo con diversos grupos en una dependencia del Estado arma dispositivos, intenta liberar la palabra, aparecen avances y retrocesos.

    Son intervenciones sucias, con momentos fros y momentos calientes, donde la sistematizacin aparece a posteriori, con encuadres reinventados permanentemente, en funcin de posibilitar el surgimiento de los analizado-res...

    En la segunda parte del libro comienza a trabajar con el pensamiento como institucin. No deja pa.sar mucho tiempo que ya est nuevamente en el campo de la inter-vencin concreta. Analizando y cuestionando los nuevos emergentes sociales, la predominancia de las ONCi en los contextos polticos latinoamericanos de hoy.

    Nos advierte sobre el modo en que las ONCi con su institucionalizacin han do perdiendo su origen au-togestivo y constructor de un incipiente poder paralelo quedando como una versin actualizada de la institucin de la beneficencia.

    As en realidad alarga el concepto de institucin, plan-teando un artlisis ce las cuestiones sociales de la poca.

    Aqu al traer la poltica concreta formula una serie de hiptesis, para ir construyendo un pensamiento que escape a las normas instituidas que justamente son las que le retiran stt potencia al pensar...

    A medida que elabora su idea de lo que considera un inconsciente poltico, est el propio haciendo poltica en una inmanencia en la cual al tiempo que cuestiona el po-der ya est proponiendo los instrumentos para resistirlo.

    Aqu los dejo lectores con un texto que nos va a per-mitir valorar, mejorar, y alegrarnos de nuestra implicacin en la corriente institucionalista latinoamericana.

    Buenos Aires, enero de 2008

    16

  • PRESENTACIN RECORTES DE IMPLICACIN

    El texto que se presenta corresponde a un amplio desarrollo de reiexiones y de diversas intervenciones ins-titucionales y grupales realizadas durante los lt imos 15 aos. Ello no obsta para tjue ios orgenes de la "pasin" se encuentre mucho antes, en ios momentos iniciales de mi vida profesional cuando estaba lejos de poder asiunir cabalmente (esto no supone que lo haya hecho ahora) las implicancias institucionales del trabajo tcnico. Los primeros pasos, as como los siguientes, se vieron sistem-ticamente cuestionados por los diversos efectos institucio-nales de la labor profesional, lo que acentu la conciencia de la necesidad de profundizar el estudio, entrenarme y abrir nuevos captulos de interrogacin en lo que conside-r, desde un inicio, como un ejercicio profesional social-men te compromet ido .

    En tal sentido, los institucionalistas hablan de im-plicacin para poder dar cuenta de los diversos niveles de articulacin y determinacin que las instituciones tienen sobre las personas, instituciones que limitan de diversos modos la observacin y lectura tjue se realiza de lo c]ue se recorta como discurso. Esta nocin se opone radicalmente a pensar el lugar del tcnico como ostentador de una cier-ta neutralidad, observar desde afuera, sin comprometerse y realizar intervenciones desde una asepsia ms deseada que posible. Si el lenguaje es una institucin y se lo he-reda* - recordemos tjue se habla del "lenguaje materno"

    * La nocin de herencia con la cjue trabajo, justo es decirlo, no tiene nada que ver con la biologa en sus desarrollos genetistas. Se trata de podet pensar la manera que adopta la transmisin de la vida psquica a travs de las generaciones, los mecanismos que utiliza la cultura para

    17

  • aparece desde all un "rayado de cancha" que determina lo que omos, lo que vemos y cmo o en relacin a qu reaccionamos. Qu decir de todos los otros fenmenos de la cultura! Recordemos c]ue Le Barre (1977) "acusa" a Dcvereaux de haber demostrado que toda investigacin social es autobiogrfica, casualmente portjue lo t]ue mues-tra la pesquisa social son las diversas instituciones que atraviesan al cientfico social.

    El que seamos conscientes de algunas de las institu-ciones que nos han formado y que constittiyen nuestra identidad y a las que pertenecemos (familia, religin, or-ganizaciones sociales diversas, clase social, etc.) no implica que tambin pertenezcamos a otras (prejuicios, ideologa sexual, xenofobia, etc.) sobre las que quisiramos mejor no enterarnos. As, el efecto de las instituciones sobre nuestras acciones y sentires no puede ser neutralizado a voluntad.

    En general, estos atravesamientos operan directa-mente ms all de nuestros deseos, lo admitamos o no, comprometiendo tanto el anlisis de la situacin como a la intervencin institucional misma c]uc se realiza. Ya que la red de determinaciones institucionales es miltiple, se hace imposible, a pesar de ser deseable, poder construir un mapa completo.

    A pesar de estas limitaciones, creo firmemente que ciertas determinaciones institucionales son imprescind-bles para que la investigacin pueda ser comprendida en su unidad; una nueva pretensin. Pero adems, hace a la

    "eternizarse" y las formas en que el "aprendizaje social" de una generacin se constituye en patrimonio de la siguiente. Tambin, tiene que ver con aquel trabajo de simbolizacin no realizado por una generacin y que "pesar" en la siguientes de mltiples formas en su produccin cotidiana (Tisseron 1997, Kaes y otros 1996). Freud nove otra forma para fundar el aparato psquico que instalando de manera decidida la herencia psquica a travs del ncleo constitutivo de lo inconsciente: la represin primaria (las fantasas originarias).

    18

  • naturaleza del compromiso que cada quien adquiere con lo que hace, compromiso con el reconocimiento de los l-mites hasta donde sea posible y hasta donde pueda ver, en un momento particular. Ya que la vida entera del inves-tigador est expuesta en cada intervencin-investigacin, justo es reconocer algunos hitos de la historia, sabiendo adems que otros podrn leer intenciones no confesadas y que adems el inconsciente siempre est dispuesto a ju-garnos una mala pasada.

    Lo institucional entonces ha intervenido decidida-mente en este compromiso y ha flechado la pasin en un sentido. Sera como aventurarse a darle cierta secuencia al texto que se presenta, unidad que vale la pena decirlo desde un inicio no se construye como un proyecto de investigacin de manera lineal con objetivos y metas, sino como algo que deviene en im camino nico que se transi-ta, sin saber muchas veces hacia dnde va, por el cariz de btisqueda que adopta.

    Por ello es que la imidad no proviene del proyecto mismo sino de ese devenir, lo cual abre desde ya miilti-ples preguntas acerca de su sentido como productor de conocimiento, de sus relaciones con lo que est insti tuido como "conocimiento cientfico" y con las consabidas pre-guntas por la validez de lo producido y de la "verdad" que se persigue. Por otro lado, no es posible reflexionar sobre este devenir, sino es tomando en consideracin ciertos acontecimientos de la historia ms o menos reciente. Di-cho de otro modo, las preguntas en ciencia no surgen de cualquier manera y de la nada, sino que son preguntas co-yunturales, es decir, que tienen que ver con circunstancias sociales que las producen, con efectos maqunicos, con instancias de poder que operan en un momento particular regulando los flujos y de terminando -has ta donde cada quien puede darse o no cuenta de la produccin desean-

    19

  • te en la que participa. As, tampoco hay que buscar un marco terico estructurado (o rgido), lo cual no significa pensar u operar desde la ilusin de la neutralidad.

    Si bien el psicoanlisis fijrm parte importante desde un inicio de mi preocupacin-formacin, el estudio del mismo lo realic a travs de una crtica sistemtica y per-manente de su institucionalizacin: como no se poda es-tar "al da" con lo que ofreca la luiiversidad (limitada en la formacin analtica que poda brindar), haba que recu-rrir a otros espacios de aprendizaje tildados de "salvajes". La institucin psicoanaltica oficial era reacia a validar es-pacios de formacin no "oficiales" (ya que se autoatribua el monopolio de la formacin de analistas).

    En realidad, en mi caso, la formacin comenz des-de lo grupal que de inmediato abri a lo institucional. All estuvieron muy presentes Armando Bauleo y Grego-rio Baremblitt como dos figuras que marcaron tanto las preguntas acerca del acontecer de los grupos como sobre el poder que se produce en los grupos y hacia el exterior de los grupos. Podra decir que la articulacin compleja entre el grupo y la institucin se constituy desde un inicio en la pregunta latente. Esta es un conclusin ac-tual que puede ser reconstruida en perspectiva, desde el a posteriori, ya que en ese momento no solamente no tena clara conciencia de sus repercusiones sino que, adems, estaba absorbido por el cmulo de impresiones y vivencias que el espacio grupal y la produccin de sus normativas generaba en los participantes. Los autores y especialistas mencionados fueron a su vez protagonistas del Grupo Plataforma, movimiento internacional, que a principios de los 70 ocasion no pocos problemas a la Asociacin Psicoanaltica Internacional en la medida en que en di-versos foros se cuestion el "curriculum oculto" de la formacin de analistas, a saber: producir sometimiento,

    20

  • reprimir la creatividad, ideologizar (va la ilusin de neu-tralidad) los anlisis, compromiso con el sistema, control social, "fiscalizacin" de los candidatos, etc. Ello signific la renuncia de varios contingentes importantes de analis-tas de la institucin oficial, tanto en la Argentina como en Europa. Desde all las preguntas por la fiarmacin y por sus atravesamientos institucionales.

    Si se asuman las crticas al oficialismo no correspon-da ingresar a una institucin analtica oficial para Drmar-se, haba c]ue hacerlo de manera autogestiva y eso fue lo que comenzamos a hacer en Montevideo con un grupo de colegas, a pesar de que esta alternativa significaba una descalificacin por parte de la institucin oficial.

    Paralelamente, Robert ("astel comenzaba a ser ledo a travs de algunas traducciones informales: no estaba cuestionada solo la institucin psicoanaltica, sino el psi-coanlisis mismo como institucin. Deleuze y Guattari realizan una de las crticas ms duras con el Antiedipo. Estos desarrollos son producto del mayo francs del 68 que ha generado un frreo cuestionamiento al autorita-rismo en todos los sectores. Pero Amrica Latina tena su propia lgica; amplios sectores de la poblacin im-pactaban el espacio poltico al demandar por la situacin social de empobrecimiento a que se vean sometidos. Se revitalizan los movimientos organizados en el Cono Sur (montoneros, tupamaros, miristas, etc.). Estos movi-mientos tienen cierto xito, por ejemplo con el ascenso al gobierno de Allende en el 70. Ya para el 73 los militares, hacindose cargo de resguardar cierta "institucionalidad" han dado golpes de estado en Chile, Argentina y Uruguay y han instalado la represin social y poltica de los disi-dentes, con el patrocinio e intervencin directa de los Es-tados Unidos. La vida misma est en riesgo; como titul alguna vez el director del prestigioso semanario uruguayo

    21

  • Marcha, Carlos Quijano: "Encierro, entierro, destierro, los destinos del pueblo". Emigr a Mxico.

    No pocos destacados analistas haban icio a parar a Mxico, grupalistas e institucionaiistas t]ue se sumaton a otros que ya estaban trabajando estos problemas de lo grupal y lo institucional o de lo psquico y lo social como tambin se deca. Cabe mencionar a Santiago Ramrez (quien se haba apartado haca poco de la Asociacin Psicoanaltica Mexicana), Marie Langer (de Plataforma argentina), Armando Surcz (que provena del grupo disi-dente de Caruso en Austria), Miguel Matrajt (tambin de Plataforma), el grupo de analistas grupalcs de la Asocia-cin Mexicana c psicoterapia analtica de grupo (y su re-nuncia a adoptar el trmino psicoanlisis a partir de pre-siones de la Asociacin Psicoanaltica Mexicana), el grupo de la Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco (cuya licenciatura en psicologa social utilizaba los grupos operativos), grupos emergentes en Quertaro y en JVon-terrey. En el 75, Armando Surez haba logrado reunir en un debate a Franco Basaglia, Marie Eanger, Igor Caruso, Thomas Szasz, Elseo Vern y Cuillermo Barrientos, las intervenciones fueron luego publicado con el ttulo de Razn, locura y sociedad.

    A Mxico llegaban los fundadores del pensamien-to institucionalista. Alrededor de los 80 Robert Castel estuvo en Cuernavaca para un encuentro de alternativas a la psiquiatra, tambin particip David Cooper. Rene Lourau acept mi invitacin para venir a Cuernavaca y debatir sobre cuestiones institucionales; haba sido contratado para intervenir en AMPAG. Tambin Claire Ruetf (integrante del grupo Desgenettes animado por Gerard Mendel) dict un seminario en la U. Iberoame-ricana. Flix Guattari estuvo en un Foro en Monterrey. Varios colegas regresaban de Pars habiendo completado

    22

  • estudios con Lourau, Lapassade, Foucault, etc. La U A M -X fimda una maestra en grupos e instituciones. El anli-sis institucional estaba en todo su apogeo. Los congresos adoptaban estos temas, publicaciones, revistas (La nave de los locos, Tramas, Ilusin grupal, etc.). Los trabajos del II Simposio internacional de psicoanlisis, grupos e institu-ciones, que se realizan en Ro de Janeiro, son publicados por su presidente Ci. Baremblitt en Mxico bajo el t tulo El inconsciente institucional. Se vive un cierto boom de las intervenciones institucionales las que se realizan en em-presas, en organizaciones diversas y en sistemas de salud y educacionales.

    Me decido a ima nueva emigracin: Chile con la vuelta a elecciones en medio de una Const i tucin p ino-chetista vigente. Las experiencias grupales existentes dejan fuera las diversas corrientes psicoanalticas de trabajo grupal (grupos operativos, analticos, ps icodramt icos , etc.). Recordemos que lo primero que se prohibe por una dictadura son las retmiones. Tampoco es fcil hablar de anlisis institucional: El tema de la institucin es escucha-do en trminos de un cuestionamiento al "ordenamiento institucional", patr imonio de los militares, en tanto as justificaron la razn de su intervencin. Por otro lado, hay grupos que a pesar de la represin han estado trabajando mucho en estos temas, pensando la actual coyuntura y las pasadas y denunciando, dentro y fuera de Chile, el ava-sallamiento a los derechos humanos y las condiciones de vida durante la dictadura. Mi experiencia me dice, en ese momen to , que hablar de instituciones en espacios acad-micos produce temor y reserva.

    El miedo est presente en todos los rincones. Pero una manera de enfrentarlo es analizarlo, es-

    tudiarlo y abordarlo con todos los mecanismos que se tengan a mano . Mlt iples grupos lo han hecho y han

    23

  • podido publicar trabajos qne son ledos sobre todo fuera de Chile, y muchas de estas organizaciones son solicitadas por su experiencia para intervenir en situaciones similares en otros pases.

    Preguntas sobre el Estado, sobre los grados de ins-titucionalizacin, el panptico es uno de los remas de los artistas, porque as se construye la ciudad, todo se con-trola en todo momento. Instituciones piiblicas as como ONG dan cuenta de estos atravesamientos. Pero sobre todo las preguntas interrogan la realidad cotidiana en un sistema de opresin sin par. Qu ocurre con el pensa-miento, con lo no dicho, con hi represin pstjuica y pol-tica. Qu ociure con el retorno de lo reprimido social.

    Las preguntas que me insisten giran alrededor del tema de la conciencia social y poltica, de la capacidad organizativa de las masas (de los grupos sociales), del problema planteado por Marx, por Pe Bon, y en el que se inscriben tambin Freuti, Pdton Mayo, Lewin y todos los grupalistas e institucionalistas, acerca de si los grupos htmianos son capaces de pensar, del problema de la auto-gestin y del sometimiento a la autoridad, al lder. Tam-bin creo que hay problemas que abren la concepcin del imaginario social y de la memoria colectiva, al igual que el tema de la represin social. Las interrogantes anteriores se complementan con el asunto del retorno de lo reprimido social y de sus diversos mecanismos de desplazamiento.

    Podra decirse que las cuestiones, anteriormente enimciadas, se condensan en la pregunta por una metap-sicologfa del psiquismo social, si se puede plantear de ese modo.

    No hay que olvidar que, a lo ya enunciado, como campo de problemticas interconectas, se debe sumar e problema del Estado, de su origen, de su naturalizacin y de su necesidad de legitimacin permanente, as como

    24

  • el asunto poltico que plantean las sociedades primitivas, cuando se organizan contra el Estado (Clastres 1974).

    Por otro lado, figuran tambin los enfoques fcnome-nolgicos que se preguntan acerca del valor psicosocial de las instituciones, de la necesidad de sostenerlas en tanto constituyen soportes psquicos imprescindibles para la vicia social, para controlar la locura (E. Jacques 1951, Menzies 1969) y para constituir identidades a travs de su afiliacin.

    Preguntas todas que se concentran en esa lnea fronteriza donde lo tcnico no se desmarca de lo poltico (toda la prctica de los cientficos sociales se dibuja en ese borde) para angustia de muchos. Pretil en el que la propia teora aparece interrogada (al estar instituida) en su com-promiso social y en sus efectos, requirindose de nuevos anlisis para mostrar su implicacin. Qu decir, enton-ces, de las intervenciones...!

    Sobre estas preguntas desordenadas, caticas casi como paradigma es c]ue se desarrolla este texto. Aclaro que no se trata de contestarlas...

    25

  • METODOLOGA

    Las intervenciones que se relatan presentan una me-todologa que vara en funcin tanto de las posibilidades de cambio institucional como de la demanda planteada.

    C]omo se ha dicho, el dispositivo es siempre griipal. Ahora bien, en algimos casos la grupalidad es abordada con fines de esclarecimiento de las relaciones interperso-nales y de los conflictos que los diversos siibgrupos man-tienen al interior de la institucin, desde una perspectiva fundamentalmente afectiva. Ello no implica que adems, con las tcnicas utilizadas, no se trate de buscar esclarecer las dificidtades que el grupo tiene para dedicarse decidida-mente a lo que le compete, sorteando los obstculos que toda tarea supone. Se trata de btiscar los impedimentos para la creatividad, siempre con la mira de que el grupo tendera a la autogestin de su trabajo.

    Por supuesto, pensar en la autogestin como ob-jetivo ltimo supone articular adecuadamente tanto los tiempos de la intervencin que estn dedicados al escla-recimiento como los lmites que la institucin impone a la autogestin de los grupos que la componen. Creo que siempre es posible trabajar en ese sentido aunque ms no sea para que el proceso grupal advenga en un esclareci-miento de la conciencia en el sentido de desmarcarse de los paternalismos y dependencias y asumirse, de acuer-do a sus posibilidades, como actores responsables de su propio devenir y destino. Este camino reproduce lo que Goldman(1980) en su momento llam la conciencia real y la conciencia posible, y el "trnsito" de la primera a la segunda.

    Las tcnicas utilizadas en estos casos en que se pri-vilegian los aspectos intragrupales y afectivos tiene que

    27

  • ver con el grupo Balint (1961) (Lucilina 1982), el grupo operativo segn lo creara Pichn-Rivire (1971) y sus dis-cpulos (Bleger 1977, Bauleo 1977, Ulloa 1967, 1977), y grupos de discusin en su modelo ms clsico lewiniano (Bradford 1962).

    Pero hay otras aproximaciones en las cuales ha sido posible planificar y desarrollar estrategias que se sitan decididamente en la rbita socioanaltica, esto es, el an-lisis institucional en el momento de la intervencin. En estos casos, los instrumentos utilizados han sido aquellos privilegiados por Lourau (1970, 197,3), como es la asam-blea general, o por Mendel (1974, 1993), quien propone un modelo de grupos totalmente autogestivos desde un inicio, sin coordiitacin alguna.

    Estos instrumentos han sido luilizados en forma pura o combinados irnos con otros segn el caso, a pesar de que ello podra ocasionar tanto el espanto de Lourau como la anatema de Mendcl, por las diversas considera-ciones y crticas que cada uno realiza sobre el otro. Mi experiencia me dice que la riqueza de cada rcnica puede ser perfectamente obtenida si no se fuerzan las condicio-nes de su aplicacin y que ms que contraponerse, son de inigualable ayuda si se las puede articular segn los momentos de la intervencin. He de reconocer en las razones de esta combinacin, gratas experiencias perso-nales producto de la realizacin de laboratorios sociales o de relaciones humanas, cuya caracterstica esencial dice de la capacidad de combinar con sumo cuidado las tc-nicas ms dismiles, siempre y cuando se las instrumente planificadamente en funcin de un objetivo preciso ms amplio que aquel que puede perseguir la utilizacin de una tcnica en particular.

    Los objetivos que se fijaron ambos representantes del anlisis institucional son diferentes. Lourau, por ejemplo.

    28

  • parece importarle poco el resultado de la intervencin en trminos pragmticos; su norte est en la posibilidad de hacer patente durante la intervencin que all, de di-versos modos, est presente el Estado. Ese es su objetivo. El Estado como esa presencia, poder inconsciente que se cuela y se reproduce casi en todo movimiento insti tucio-nal a travs de las normativas presentes en lo insti tuido y a travs del movimiento instituyente que al poco t iempo termina como instituido.

    M e n d c l , por su parte , est ms p reocupado por replantear los mecanismos de distribucin de poder, de cuotas de poder que se dan en toda pirmide institucio-nal. As los distintos niveles de la jerarqua institucional (l las llama originalmente clases institucionales, t rmino bastante controvertido) operan segn un cierto "repar-to" de poder. Se trata, entonces, en una intervencin sociopsicoanaltica, de generar mecanismos autogestivos al interior de cada clase para que la clase como grupo se pueda reapropiar tie algo del poder sobre su trabajo originalmente expropiado. Este es im tpico movimiento grupal; Mendel sostiene la imposibilidad de que esta re-apropiacin del trabajo se pueda realizar a travs de un "combate" individual.

    Ambos autores coinciden tcitamente en que la au-togestin es la tnica alternativa ya sea porque la interven-cin socioanaltica de Lourau implica la autogestin de la asamblea general como tcnica esencial, ya porque el fun-cionamiento de los grupos correspondientes a las clases institucionales requieren de un distanciamiento perma-nente de modelos paternalistas (grupos con coordinador, moni tor , director de debate o como se quiera llamarlos, pero siempre dirigidos tcnicamente).

    El caso de Pichn-Rivire (1971) es llamativo, por cuanto se trata como todo grupo orientado psicoanal-

    29

  • t i camente - de un grupo que cuenta con equipo tcnico para poder funcionar. Por otro lado, su preocupacin siempre estuvo centrada en lograr c]ue el grupo operativo funcionara con un equipo coordinador que coordinara solo por presencia, atmque en los hechos ello acontece de tanto en vez. Para lograr ese objetivo, la coordinacin se hace transitoriamente imprescindible.

    Por ello es que no me ha parecido que las propuestas de los autores sean antagnicas, si bien hay que reconocer que an falta mucho por ser investigado en este tubro .

    O t ros autores del anlisis ins t i tucional , Gua t ta r i (1976), Castoriadis (1989), han sido muy creativos te-ricamente, proponiendo conceptualizaciones novedosas y tiles para pensar problemas institucionales y sociales; sin embargo, no han diseado especficamente metodologas y tcnicas para planificar la intervencin institucional. Tai vez haya que esperar una segunda generacin de discpu-los para contar con un inst tumcntal ms logrado. A modo de ejemplo, sobresalen las intervenciones institucionales diseadas pot Ana Mata Fernndez (1993, 1999) y su eqinpo, por su gran creatividad para abordar situaciones complejas. Ella se basa fundamentalmente en la teoriza-cin del imaginario social de Castoriadis.

    Subsiste acju una vieja discusin terica esencial que no habr de profundizar, dado los alcances de la misma, sino tan solo enunciar. El problema tiene cjue ver con cmo pensamos la naturaleza ltima del poder mismo. Es decir, cul es la relacin c|ue el poder guarda con los siste-mas de representacin, con el lenguaje, con el psiquismo. De qu foritta se hace presente ia estructura social (jerar-quas, concentracin de poder, apropiacin-recuperacin del poder, etc.) en el psiquismo de los humanos .

    Para algunos, que se inclinan ms por una posicin psicoanaltica, todo es representacin y, por tanto, len-

    30

  • guaje. Y aquello que an no lo es, debe llegar a poder ser simbolizado. Si es as, los problemas institucionales, de poder, solamente pueden ser resueltos desde el aparato psquico, en el inconsciente freudiano, por lo que las tc-nicas sern grupales con conduccin psicoanaltica, inclu-so en el caso en el cual se pueda incorporar el psicodrama como instrumento (Bouquet y Satne 1970, Anzieu 1982).

    El caso de Kononovich y Saidon (1991, 1995) es diferente ya que ellos utilizan las tcnicas dramticas para ejemplificar situaciones de poder sin recurrir a interpre-taciones acerca del contenido de las mismas, sin suponer ima escena que sea representacional. Esta postura se dis-tancia del psicoanlisis y se acerca a un modelo esquizoa-naltico (Deleuze y Cuattari 1974).

    Ea otra postura que toma distancia clara del enfoque ms psicoanaltico est representada por Lourau y Castoria-dis. Para ellos, las instituciones no son un efecto de la in-fraestructura social como hizo entender a algunos la lectura de Marx. Eas instituciones son parte de la "base material", las relaciones de produccin ya estn instituidas desde un inicio por lo que no son parte de las superestructuras.

    Si ello es as, entonces el inconsciente est "someti-do" al marco socioinstitucional ms amplio y el poder en las instituciones solamente puede ser abordado a partir de intervenciones directas sobre lo real, sobre la institucin misma. Poco importa si el poder, a partir de sus represen-taciones, puede ser trabajado psquicamente. El hecho es que ese ser solo un efecto, no la raz misma del poder.

    P s^to explica por qu las intervenciones institucio-nales pueden desarrollarse desde una perspectiva o desde la otra, desde un enfoque ms subjctivista o desde una posicin ms objetivista. Eos argumentos son contun-dentes en ambas posiciones por lo cual no ha sido posible superar esta controversia. Ea polmica sigue vigente, con-

    31

  • flicto que produce abundante material creativo de ambas posiciones.

    Esta diferencia hace tambin a la definicin del ins-trumental de intervencin: la diferencia entre interpreta-cin e intervencin. La primera, supone que nos estamos moviendo en el terreno de la representacin, que hay algo del orden de lo imaginario c]ue debe ser "traducido" a lo simblico, puesto en palabras.

    La intervencin, por el conttario, es tut acto que opera en lo real, que modifica una situacin ya que intro-duce all algo t]ue no figuraba y que al presentarlo genera un cambio en las condiciones existentes. La intervencin supone un reacomodo de los elementos, desbarata esc momento y su eficacia se mide por los efectos.

    Ahora bien, la interpretacin de alguna manera tambin es una intervencin, ya que filtra en el discurso otra produccin. Difcil es saber si la eficacia de la inter-pretacin se debe a la produccin de sentido que ctea o al impacto como intervencin, ya c[ue su novedosa presencia interroga toda la situacin.

    Lo mismo ocutte con la intervencin que, segn el caso, podra ser entendida como interpretacin (tanto cuan-do es verbal como cuando la intervencin es im acto). Por ello, me inclino a pensar que si bien es necesario abundar en los desarrollos tericos rigurosos pertinentes, en los hechos es complicado deslindar los diversos matices que estn pre-sentes cuando se utiliza un determinado instrumental.

    Los casos aqu considerados presentan toda la gama de matices, desde aquellos ms "afectivistas" hasta los ms radicales, siempre bajo la artictacin del anlisis de la de-manda, por un lado, ciertos objetivos propios del tiempo de institucin con la que se trabaja, por otto, y el impon-derable aspecto que supone la implicacin, que es la que define, en liltima instancia, la eleccin realizada.

    32

  • TEORA DE LA FISURA

    Hace ya algunos aos que trabajo en intervenciones insti tucionales. Algunas de ellas han sido abordadas a travs de diversos dispositivos grupales y otras lo han sido por medio de dispositivos analizadores. Ent iendo por es-tos liltimos aquellos abordajes tcnicos que emanan de las teoras de anlisis institucional tespectivas. La diferencia entre dispositivos grupales y dispositivos ins t i tuciona-les en el h)ndo es inexistente, ya que toda intervencin se realiza sobre un grupo que est institucionalizado y la solicita. I'recisando estos bordes, Bleger deca que el contrato es institucional y el dispositivo es grupal en to-dos los casos. Ahora bien, en tanto hay dispositivos que han sido creados por enhiques grupalistas y otros por las diversas corrientes del anlisis institucional, se ha man-tenido esta nomencatti ta que no hace ms que ser fiel al origen teirico del instr iuncnto utilizado. Sin embargo, hay que considerar tambin un matiz esencial que hace a la intencim de cteacin del dispositivo, esto es, que los enfoques grupalistas han puesto el nfasis en los aspectos afectivos grupales e interpersonales, localizando all el origen de todos los males. A su vez, los institucionalistas han perseguido dilucidar el origen del poder al interior de las instituciones (que son grupos amplios). Por ello es c]ue la teota que se elija como referente determina el para qu del dispositivo, si bien en sentido estrictamente tcnico toda intervencin institucional se realiza a travs de dispositivos grupales (en el entendido de que se realiza sobre un grupo). Segiin el marco referencial que se elija se tendr un dispositivo grupal con el que se podr trabajar la problemtica del poder o la problemtica afectiva inter-personal del grupo.

    33

  • Mi prctica profesional de intervencin ha seguido los pasos de mi en t renamien to personal . In ic ia lmente realizaba solo intervenciones desde la ptica grupalista; pos ter iormente , cuando estudi e investigu acerca los diversos enfoques del anlisis insti tucional, comenc a realizar intervenciones con dispositivos institucionalistas. Actualmente, trato de elegir el enfoque ms adecuado - s e -gn mi experiencia sin perder de vista que la problemti-ca del poder est siempre presente, como tambin aquella afectivo-grtipal, aunque no necesariamente la incidencia de cada aspecto es igual en todos los casos.

    Ahora bien, las diversas experiencias realizadas me han dejado siempre un s innmero de problemas a resolver. En muchos casos las preguntas provienen de aspectos te-ricos poco claros, lagunas en la conceptualizacin institu-cional o formulaciones poco precisas, as como abundantes dificultades en las tcnicas de intervencin que no acaban de "cerrar" en una propuesta suficientemente coherente.

    Hay un problema que se presenta casi permanen-temente en las intervenciones y que tiene que ver con el cambio, con la teora del cambio institucional. C]on el cambio posible y con el cambio imposible. Cuando se pretende trabajar con una institucin, es decir, con un insti tuido, la intervencin es posible siempre y cuando lo instituido presente una fisura. Esta tesis primaria debe ser fundamentada:

    Comienzo por sealar que lo instituyente tiene dos formas de operar. Una dice sobre aquello que Lourau llama lo insti tuyente-en-lo-insti tuido y que tiene que ver con el cambio previsto, con el cambio normado desde lo insti tuido, con el cambio mn imo necesario para que lo instituido no quede "fijado", detenido en el t iempo y se vuelva entonces anacrnico. Lo insti tuido, por ms insti-tuido que est, requiere de ciertas adecuaciones para po-

    34

  • der seguir mantenindose como lo instituido. Se trata de considerar un ripo de cambio que a su vez est inst i tuido. He aqu el cambio "reformista" que no puede escapar a aquel "normado" por lo instituido.

    La segunda forma de operar de lo inst i tuyente es rupturista y dice acerca de la creacin de un modelo de institucin nueva, lo cual supone la disolucin de lo ins-ti tuido para poder instituir a su vez otra cosa. Se rrata de reconocer que lo instituido ha perdido vigencia y que es necesario para recuperar el poder expropiado original-mente crear una contrainsti tucin. Se trata de un acto esencialmente revolucionario ya que supone la ruptura de lo insti tuido a travs de la disolucin de los vnculos de "representacin" y la implantacin de un mecanismo de accin directa, superando la estructura jerarquizada y resistiendo toda forma de apropiacin y concentracin nueva de poder.

    En los hechos, como la historia lo demuestra, este camino es complicado. Muchas veces el modelo original-menre revolucionario instala finalmente una estrucrura institucional tambin basada en jerarquas y diferencias, procesos de delegacin de poder, etc., que reprime la po-sibilidad de la participacin direcra de los interesados.

    Ahora bien, es aconsejable c o m p r e n d e r que esta divisin que da cuenta de las formas de operar de lo insti-tuyente es meramente analtica y didctica. En los hechos toda manifestacin de lo instituyente supone la presen-cia de mrgenes de accin que se encaminan tanto en la primera frmula como en la segunda. El desarrollo del conflicto y el proceso de institucionalizacin, vale decir, la coyuntura particular en cada instante, dar cuenta del resultado, ms polarizado en un sentido o en otro.

    Desde la perspectiva de la intervencin, si lo insti-tuido funciona de manera armnica y organizada no hay

    35

  • espacio para intervencin alguna. Si lo instituido es capaz de procesar la fuerza de lo instituyente en lo instituido (el cambio normado como posible) no hay necesidad de una apertura externa. Si el conflicto puede ser "manejado" por la institucin autorizando cierto reajuste, ITO se instala la fisvira. Mvichas institvicioncs jams rec^uieren de una inter-vencin, la eficacia de lo instituido alcanza para regular el funcionamiento y evitar una apertura.

    La intervencin es demandada cuando lo institui-do (a travs de la apuesta inicialmente reformista que le ofrece lo instituyente) es incapaz para disminuir el sufri-miento institucional. Dicho sufrimiento es sentido como una amenaza anrc]uica, vale decir, c]uc al generalizarse puede llegar a romper totalmente lo instituido. Por tanto, el pedido de intervencin siempre es para controlar inter-namente el devenir institucional (aunque no sea ese ne-cesariamente su efecto): reforzar el orden de lo instituido para que este pueda responder a la misin institucional. (Recurdese que Mi.ihlmann [19681 sealaba que lo ins-tituido es el fracaso de la profeca, es decir, lo que queda, el monumento en recuerdo de lo instituyente, la negacin del proyecto. La misin institucional es lo que ya no est, es el homenaje a la clausura del proyecto creativo). De este modo, lo instituido (vaco de contenido creativo) lo-gra su objetivo, esto es, eternizarse; hacer honor al dicho popular "Los hombres pasan, las instituciones quedan".

    Por tanto, es duro para lo instituido reconocer y en-frentarse con su propia incapacidad y es ms complicado an visualizar que dicha demanda no hace ms tjue insta-lar all, de hecho, la fisura.

    Por otro lado, la estructura misma de la fisura se construye en tanto se hace depositaria de los intereses de lo instituyente: la fisura es el xito de lo instituyente, es la razn de su existencia y la culminacin de su esfuerzo. Es

    36

  • el primer paso para que algo pueda suceder como cambio inst i tucional . Puede, por tanto , hacer fuerza justo all mostrando todo sti podero. Dira que es lo inst i tuido que instituye la fisura, aunque paradjicamente se resiste a reconocer su existencia en tanto la naturaleza de la misma proviene de lo instituyente. De hecho, cuando el m o m e n -to de la intervencin, lo instituyente podr aprovechar la fisura para manifistarsc y proponer alternativas radicales para el cambio institucional.

    En muchos casos lo instituyente fracasa, y ese es el pun to al que deseo llegar: dicho fracaso hace que lo ins-t i t indo se "cierre" nuevamente, recomponga como pueda sus defensas " tapando la fisura" e intente anular el proce-so recorrido, si bien aceptando algunos cambios menores (algo debe ser negociado), que podrn tener lugar bajo el nuevo ordenamiento .

    Solo se ha logrado un cambio reformista, la negocia-cin, en el fondo ha favorecido una vez ms a lo institi-do. La fisura ha sido aprovechada ms por lo instituido que por lo instituyente donde incluso este l t imo se ha mostrado, facilitando entonces la puesta en funcionamien-to de fuerzas selectivas para su contencin y represin.

    Se plantean entonces las siguientes preguntas: Por que es que lo instituido tiende a recomponerse

    tan fcilmente? Cules son los factores determinantes que hacen qtie lo instituido termine rearmndose? Cules son las razones que dan cuenta de la "incapacidad "de lo institu-yente para "aprovechar" el momento de la fisura, destruyen-do lo instituido para sustituirlo por un nuevo proyecto?

    Si bien Pourau se ha preocupado de estudiar "la auto-disolucin de las vanguardias" mostrando a la vez cmo es que lo apenas instituido se puede disolver cuando reconoce el fracaso del lugar de vanguardia en la medida en que se instituy, no es menos cierto que esas no son las institucio-

    37

  • nes que importan al sistema. Hay muchas instituciones del sistema que tienen "autorizacin" para disolverse ya cjue no ponen en peligro al fundamento mismo, el Estado. La auto-disolucin de las vanguardias estudiadas por Lourau (1980) supone en el lenguaje de Gtiattari el pasaje de un grupo en s a un grupo para s. Esta diferencia se asienta en el recono-cimiento de una diferencia: hay grupos que emprenden una tarea y la realizan (grupos en s), y hay otros, que adems de hacer su trabajo se hacen preguntas acerca de cmo funcio-nan (grupos para s) cuando realizan una tarea.

    Tampoco es cierto t]ue las instituciones, como he-chos sociales, nacen, se desarrollan y mueren. Ms bien t ienden a eternizarse adoptando los cambios mnimos (lo insti tuyente al servicio de la renovacin de lo insti tuido, el reformismo) que garantiza su supervivencia.

    Si bien lo instituido se "abre" en el momen to de la fi-sura, aprovecha dicho momento para tomar conocimiento de la existencia de lo instituyente y de su fuerza, as como de sus pretensiones. Dicho "aflojamiento" del control -ya vimos las razones que tiene para obrar de ese modo pare-ce constituirse en una suerte de trampa para lo instituyen-te, que emerge entusiasta para mostrarse tal cual es. Habra que discutir si este no es un riesgo, ima falla estratgica, en el anlisis de Lourau. Esto explica la capacidad de recons-titucin de la defensa la sutura de la fisura que hace que ahora lo insti tuido pueda operar "selectivamente" en tanto maniobra con conocimiento de causa: no es nada fcil ni comn lograr un cambio radical en la institucin. Por ejemplo, Basaglia es excepcin, otros han solo construido "islas "sociales. Por qu ello es as?

    Sostengo que hay dos series de vectores que inciden y determinan este proceder. Estas series de vectores fun-cionan de manera independiente unos de otros, si bien se apuntalan mu tuamen te como se podr apreciar.

    38

  • La primera serie de vectores

    la cons t i tuye el factor po l t i co

    El Estado debe legitimarse permanentemente , como una manera de preservar su existencia que no es otra que la del poder que ejercen los grupos de poder que se han consti tuido como sus dueos. La apropiacin del poder va de la mano con la apropiacin del excedente econmi-co. Apropiarse del poder-hacer es apropiarse del trabajo, del producto del trabajo humano . La divisin del trabajo (tcnica y jerrquica) hace eso posible. Se debe legitimar de manera permanente en todas y cada una de las insti-tuciones que se sostienen en su interior y tal legitimacin repercute en la legitimacin total del sistema estatal. Se puede decir que el Estado opera permanentemente a la defensiva, vale decir, suponiendo la pregunta por su le-gitimidad en todo mbito y en todo momen to y reaccio-nando en su defensa. Una de las formas ms potente de legitimacin es la naturalizacin; es decir, aparecer como natural, como lo dado, como un hecho incuestionable, necesario y eterno; por tanto , inmodiftcable.

    El mecanismo con que cuenta el Estado para natura-lizarse es el de monopolizar el modelo de insti tucin que autoriza y que impone a travs de lo insti tuido. C o n ello logra que toda institucin creada dentro del Estado lleve sti sello y que no se permita a su vez, un modelo de ins-ti tucin distinto de aquel que rige para el Estado. Si no existe otra alternativa de modelo institucional, entonces el modelo oficial aparece como "natural". Lourau inclu-so sostiene que el Estado es el inconsciente, ya que es la forma que termina imponindose por doquier y aparece ms all de las propuestas ms radicales que cuestionan su existencia y su estructura. Es decir, el Estado se impone ms all de la ideologa que sostienen formas alternativas

    39

  • y diferentes. Si hay Estado, este est presente en todas las instituciones del sistema y en todas las instituciones crea-das dentro del espacio del Estado. Por eso, para Lourau la intervencin socioanaltica tiene sentido, tiene "xito", si logra mostrar (poniendo al descubierto, ya tjue est camu-flado) de qu manera particular el Estado est presente en esa institucin en la que se interviene.

    La segunda serie de vectores t i enen que ver con el

    vector ps i co lg i co , aquel de la subjet iv idad

    Desde las teorizaciones de Elliot Jacques (1951) podemos decir cjue las inst i tuciones como hechos so-ciales externos, cumplen una (uncin psicolgica muy importante . Tienen qtie ver con proveer al psiquismo de un nuevo (segundo) sistema de defensas frente a las an-siedades psicticas, ante la paranoia y la depresin. Eas instituciones cumplen por tanto una funcin de control y soporte: el sistema normativo institucional, su "firmeza" instituida, garantizan al ser h u m a n o que no es posible hacer cualquier cosa y que las instituciones velarn por cierta permanencia de lo racional frente a los impulsos de ms difcil control .

    Esto explicara por qu algunos ex pacientes de hos-pitales psiquitricos, una vez dados de alta, regresan al poco t iempo al manicomio, o como tambin, presos t\ue son puestos en libertad, cometen actos a toda luces incon-gruentes con mantenerse en libertad. Hay autores que han credo ver en indicios como estos, algo as como la firma del delincuente, que si bien por un lado aludiran a "su obra" (el robo como un arte) por otro delataran al autor. Por tanto, valdra la pena preguntarse si el acto de "atra-par al ladrn" no estara en parte posibilitado por algn

    40

  • acto fallido cometido por este. Algo as como suponer que el ladrn se delata a s mismo a travs de los indicios que deja a su paso, siempre bajo la interrogante que plantea el "retorno" al espacio institucional. Hay otros ejemplos en ese sentido que muestran, a mi juicio, cierto requeri-miento de proteccin por parre del yo y la bsqueda del "refugio" institucional conocido. Esto lleva a preguntarse por los riesgos para la estructiu-a psquica de vivir en la ant)rmatividad, al margen de las instituciones.

    CACO que a los humanos nos cuesta movilizarnos en la anormatividad y encontramos comodidad en las nor-mas claras y explcitas para hacer las cosas. Si bien esto se aprehende en la familia, no es menos cierto que nos sometemos a ellas no sin cierto placer y sintiendo en m u -chos casos im dejo de proteccin cuando pertenecemos a ima institucin. En todo caso, la institucin tambin nos brinda su identidad y ya sea por sexo, edad, profesin, apellido, escolaridad, etc., tuilizamos a las instituciones para definir quines somos a partir de mostrar lo que ha-cemos: la afiliacin a la institucin.

    A'jn hay un argumento adicional tjue tiene que ver con la relacin g rupo- ins t i tuc in . Desde los estudios de Le Bon (1895) y luego ms precisamente con Freud (1921) sabemos que en la medida en que un individuo se incorpora a un grupo se cusparan mecanismos muy pri-mitivos (el efecto de la grupalidad) (Foladori 1999) que implican casi la disolucin de su psiquismo en el espacio del grtipo-masa. EJ anonimato, reacciones que muestran dependencia absoluta de un lder, la dificultad de pensar, el descontrol emocional, son todos fenmenos que dan cuenta del surgimiento de un funcionamiento psquico muy primitivo, previo a la individuacin, en el que pri-man grandes montos de angustia sobre todo persecuto-ria y que nos habla de un m o m e n t o de funcionamiento

    41

  • sincrtico muy distinto al de la sociabilidad posterior, cuando este individuo se relaciona con un otro similar a l. Se podra sostener que se ha producido una regresin en la estructura y funcionamiento yoico, lo que implica metapsicolgicamente que el yo se ha visto en la necesi-dad de operar con mecanismos defensivos muy primitivos para lograr un cierto control de la situacin. Ac es donde la institucin interviene para "rescatar" ese yo y proveerlo de mecanismos defensivos adicionales.

    La jerarqua institucional que se "introduce" en los grupos es un fuerte instrumento que posibilita contar con elementos discriminadores, en tanto vuelve a definir lugares "nicos" reconocidos dentro de la estructura. Es por esto que los integrantes de grupos tienden a organi-zarse como institucin (jerarquizada) recurriendo a las normativas que definen los lugares institucionales. As, la jerarqua es la que resiste la grupalizacin y posibilita al yo operar en un espacio grupal discriminado.

    Este lugar que cumplen las instituciones como una suerte de segundo sistema defensivo del yo frente a la in-diferenciacin a que lo somete la pulsin, muestra que el ostracismo institucional se enfrenta con la locura. El cam-po anormativo caracteriza im lugar en el cual las amenazas son grandes y las angustias se hacen presente sin ms, sin mediaciones.

    Si bien como ha sealado Sartre no se puede estar en ningn lugar: si se est fuera de una cierta normativa inevitablemente se est dentro de otra, ello no significa que desde la perspectiva subjetiva no se genere cierto sentimiento de liberacin cuando se sale de algn sistema normativo y se deja de sentir el peso de las reglas conoci-das, y esto a pesar de "los riesgos" que se corren al vivir al margen de las instituciones.

    42

  • Los problemas del cambio institucional

    En prrafos anteriores se dio cuenta de dos series de vectores que apuntalan y determinan la afiliacin a las instituciones: los factores polticos y los factores psicol-gicos. Con dichos instrumentos es posible pensar la pro-blemtica del cambio en las instituciones, cualquiera sea este y en sus diversos grados.

    Por lo general, se contar con dos conjuntos de fuer-zas (los vectores descritos) que intervendrn para sostener la permanencia de un sistema institucional y evitar toda modificacin en su estructura y en su mecnica. Se genera as un fuerte movimiento resistencial a travs de los vecto-res sealados (los factores polticos y los psicolgicos), los que se apuntalan recprocamente para evitar la debacle de las relaciones institucionales tanto en el plano subjetivo como en el poltico, aquel que hace a la concentracin del poder y que a su vez genera dependencia.

    El discurso que se emite desde el lugar de poder tiende siempre a legitimar lo dado, la institucin como un hecho social, aquello para lo cual la institucin ha sido creada pero que en el discurso oficial se plantea siempre como una necesidad "natural"; no hay otra alternativa.

    Al misrno tiempo, dicho lugar de poder desde donde se emite el discurso oficial, cumple la funcin de sostener el sistema normativo institucional, transmi-tiendo seguridad y proteccin a los miembros del grupo institucional (aspecto subjetivo) y autorizando -segn el propio sistema normativo ciertas formas de discre-pancia, cuando el sistema es suficientemente firme como para soportarlas.

    Esta teora del cambio en base al funcionamiento de dos fuerzas paralelas permite explorar algunos problemas que se producen en los casos en que solamente uno solo

    43

  • de los vectores es valorado y considerado en el m o m e n t o del cambio institucional previsto.

    1. Los cambios cjue solamente se producen en el " m u n d o interno" producen a la larga frustracin, si no se pueden asentar a su vez en cambios externos reales. La rustracin opera as como una cierta "vacuna" ante la po-sibilidad de otros cambios: la experiencia no ha sido sufi-cientemente satisfactoria. Claro est que el psicoanlisis puede colaborar en aimientar la capacidad de frustracin, con lo cual aparece aliado a la estructura sociopoltica ex-terna. Tambin puede, a travs de su trabajo de anlisis, liberar diversas fuentes de energa que el yo puede apro-vechar para poner el principio de realidad al servicio del principio del placer. Ello supone inciusionar en los tor-tuosos caminos de modificacin de la realidad imperante.

    2. Los cambios polticos cjie no van acompaados de una cierta elaboracin de las ansiedades que produce el momento de caos o locura que acompaa los momentos anormativos, contr ibuirn a producir compor tamientos regresivos en trminos personales y polticos en trminos sociales, acentundose la dependencia y rechazando a me-diano y largo plazo el cambio introducido. El cambio po-ltico a nivel del p o d e r - sostiene una estructtua jerarqui-zada de base. El cambio radical del modelo institucional no ha implicado muchas veces un cambio en los modos del vnculo (por ejemplo, el problema de la ruptura de los sistemas jerrquicos), es decir, no se ha procesado el cambio en la subjetividad, no se ha hecho consciente la const i tucin de una contrainst i tucin, con los peligros que ello implica.

    Ahora bien, a la hora de la intervencin socioanal-tica, cuando se puede plantear en el grupo el anlisis del cambio particular que se persigue y para lo cual han soli-citado la intervencin, el panorama general del grupo se

    44

  • complejiza ya que aparece un nuevo elemento que tiene que ver con la manera en cmo los diversos sectores insti-tucionales se imaginaron el cambio deseado o posible. El cambio se diluye entonces en mltiples propuestas, requi-rindose de todo LU trabajo de discusin y sntesis para construir un proyecto de cambio. Este proyecto crea ya de por s un espacio anormativo generador de mltiples angustias.

    El cambio nunca es visualizado como neutro: estn aquellos que lo vern como favorable (creen c]ue ganan con el cambio) y otros c|ue lo sentirn como amenazante (creen que pierden con el cambio).

    Ejemplificando de manera simple y esquemtica: el que cree que gana y ve al cambio como favorable, sentir angustia ya tjue la institucin ya no ser soporte de su yo, al menos durante el periodo en el cual se establecen nue-vas normativas. Queda situado en un trecho en el cual la situacin de anormatividad lo podra inducir a "hacer lo-curas", si no encuentra un espacio grupa) suficientemente cont inente. A su vez, el que cree que piercie (poder de decisin, poder econmico, lugar en la jerarqua, etc.) va a sentirse amenazado y podra realizar tambin "actos de locura" para defender ac]uello cjue ha sentido durante mu-cho t iempo como propio y como parte de su identidad.

    La fisura y los desviantes

    Abordare ahora el problema que supone pensar la fisura en torno a sus caractersticas ms concretas. Para ello es conveniente partir del asunto de la demanda ins-titucional que, como lo seala Lourau, es siempre una demanda de el o los grupos que pueden formularla y que de una manera u otra son los que tienen el poder de con-

    45

  • tratacin. Ello supone que in situ, en la medida en que se instale el proceso socioanaltico, surgirn otras demandas representativas de grupos "sumergidos" o marginados del poder institucional.

    La explicitacin de las demandas supone ubicarlas en un cierto registro que Lourau ha teorizado a travs del concepto del desviante: ideolgico, libidinai u orga-nizacional, que conforman a su vez la manera de leer los problemas que ocurren en la institucin. Dicho de otro modo, toda demanda construye el desviante y lo materia-liza, en el sentido de que lo constituye en la coyimtura es-pecfica del momento que corresponde a la intervencin. Eso muestra donde parece que el problema est, vale de-cir, objetiva un punto de referencia para iniciar el trabajo. La propuesta concreta de una intervencin no puede dejar de hacer referencia explcita a un conflicto visualizado por los demandantes en uno de los tres desviantes seala-dos; pero en tanto el proceso de socioanlisis avance ir mostrando que otras demandas podrn aludir a los otros desviantes.

    El proceso de anlisis tiene como objetivo la elu-cidacin de estas propuestas, su jerarquizacin e inter-dependencia y sobre todo el estudio de su naturaleza de desviante. Ello significa partir del hecho que el desviante es siempre un lugar desplazado, que siempre la problem-tica del poder (de lo instituido) aparece donde no est, coino una forma de camuflarse, incluso de defenderse de la interrogacin instituyente que ha cobrado fuerza en el marco del proceso autogestivo socioanaltico. Se trata de un efecto sorprendente que tiene consecuencias tanto te-ricas como prcticas. Tericas porque reabre la pregunta acerca de la naturaleza misma de la fisura, de sus determi-naciones, de la imagen que lo instituido pretende dar de ella y de la intensidad de las fuerzas en juego.

    46

  • Desde un punto de vista prctico, el desviante gua al analista como una briijula ya que le posibilita un tra-bajo paralelo de articulacin de la demanda con los otros desviantes que no aparecen aludidos en la explicitacin de la misma, casualmente como una forma de construir el inconsciente institucional* en cada momento.

    La objetivacin del desviante, la posibilidad de dar cuenta del camino realizado por el desplazamien-to, supone construir una nueva realidad que implica necesariamente la prdida del poder de los grupos que lo tenan hasta ese momento; de aqu las pasiones que dicho movimiento despierta. Esto es lo que confiere a la intervencin socioanaltica el carcter de virulenta y convierte al proceso de intervencin en un campo de lucha donde lo instituido y lo instituyente polarizan su accionar.

    * El "inconsciente institucional" es un trmino extraordinariamenre complejo, amplio y a la vez ambiguo. Diversos autores han realizado propuestas tericas en las que lo aluden, a saber: En sentido global, el ttmino aparece mencionado por Baremblitt y otros (198.3) quien apunta a la trama de podet no visible en las instituciones; Deleuze y Guattari (1974) hablan del inconsciente maqunico; Lourau (1978) propone el Estado inconsciente; Castel (1980) discute -en lo patticular aquello sociopoltico que el psicoanlisis deja fuera cuando se instituye- y acu-a el trmino de inconsciente social del psicoanlisis. Otros autores se interrogan mis por lo no dicho institucional (ver en este mismo texto el captulo sobre la institucionalizacin del pensamiento). En todo caso, debe quedar claro que el "inconsciente institucional" nada tiene que vet con la problemtica de la sexualidad (segn el concepto de inconsciente acuado por Freud para el psicoanlisis), sino con los mecanismos que instalan los nticleos de podet. Es particularmente importante tomar en cuenta las propuestas, pot ejemplo de Deveteaux (1977) del ptoblema de la implicacin, como de Guattari (1976) de la transversalidad, as como de Baremblitt (1991) de la transferencia institucional, ya que con ellas estaramos interrogando aquellas determinaciones sociopolticas del cientfico social que inciden y determinan sus intervenciones de manera no consciente. Ahora bien, la dilucidacin de los desarrollos teiicos de cada autor y de los lmites del concepto que cada quien propone consti-tuye de por s un estudio independiente que transciende con creces los objetivos de este trabajo.

    47

  • Lo anterior debe alertar a los analistas en el sentido de no dejarse guiar por las apariencias. No necesaria-mente una deiTianda planteada en el desviante libidinal supone mayor pasin que otra que aborda el problema desde lo organizacional o desde lo ideolgico (a las que se les podra atribuir la puesta en juego de mayores recursos intelectuales en detrimento de los emocionales). Sosten-go que el problema hay que pensarlo en trminos de las caractersticas de la fisuta qtie lo instittiido insi:ala para poder apreciar la magnitud de lo que est en juego en esa ocasin y del movimiento que lo instituido realizar para recomponerse.

    48

  • I PARTE

  • CASOS DE INTERVENCIONES INSTITUCIONALES

    En este primer apartado se relatan diversos casos que dan cuenta a su vez de varias formas de intervencin insti-tucional. Se utilizan esquemas referenciales que responden tanto a las demandas y/o coyunturas de la intervencin como a la postura ideolgica del analista. El relato de las intervenciones es seguido de reflexiones ulteriores desde la perspectiva de la teora de la fisura, as como tambin para explorar problemas adyacentes.

    51

  • E L GRUPO-ANLISIS: TCNICA DE DIAGNSTICO DE CLIMA ORGANIZACIONAL

    Anlisis de un caso de alcoholismo

    La tcnica del grtipo-anlisis, a diferencia de otros enfoques como puede ser el de la encuesta, estudia al grupo humano como ima globalidad, lo que permite un grado de profimdidad considerable en lo que hace a la esencia y determinacin de los "sntomas" que la empresa presenta, de los conflictos que acontecen en su seno. El grupo-anlisis permite una visin dinmica de las situa-ciones, esto es, una visin de la empresa como totalidad, en su cotidianeidad, en su quehacer, en las relaciones que los individuos mantienen, nucleados por una tarea comiin t|ue constituye la produccin.

    El mtodo del grupo-anlisis permite reproducir en el grupo piloto la totalidad de las variables intervinientes, as como poder valorarlas de una manera estructural y de-terminar la incidencia de cada una de manera cualitativa no cuantitativa, lo que no deja de presentar ventajas ya que las conchisioncs que se extraigan reproducen el "aqu y ahora" de la empresa con toda la riqueza que ello aporta al diagnstico de la situacin. Por lo menos, as es en teo-ra. En la prctica, intervienen otros factores por lo que, en resumidas cuentas, se hace lo que se puede.

    Se pretende que el anlisis de caso que se expone a continuacin ilustre este proceso. Antes, es conveniente precisar algunos fundamentos del mtodo, que hacen a la

    * Una primera versin de esce trabajo se public en Revista Psicologa, Vol. IV, U. de Chile, 1993.

    5,1

  • congruencia entre la concepcin que se puede tener de la empresa y la puesta en prctica de una tcnica acorde con la misma que arroje una imagen de una empresa "vivien-te". Algunos postulados son:

    1. La empresa funciona como un conglomerado hu-mano incluido en la categora de grupo grande o pequeo segn su tamao (Schlemenson 1983). Todo grupo fun-ciona a partir de leyes que le son propias en tanto grupo, descritas y estudiadas por especialistas desde hace ya tiempo. As, se trata de un grupo porque hay una tarea (la produccin) que los rene (Pichn-Riviere 1971); puesto en situacin de reflexin por una coordinacin tcnica, el grupo se analiza a s mismo (Foulkes 1981); el grupo se mueve en funcin de una serie de esrructuras imaginarias inconscientes (supuestos bsicos de Bion 196.3), etc. Cala-to est que la empresa no solamente es un grupo, tambin es una institucin ya que su estructura, sus lugares, estn normados, esrn reghimentadas las relaciones entre sus miembros y esr organizada segn una particular estructti-ra donde las jerarquas son responsables del cumplimiento de la tarea.

    2. La empresa, si bien constituye un grupo amplio, est tambin integrada por mltiples grupos pequeros, los que se definen por sus tareas especficas dentro de la empresa con sus responsabilidades e intereses particulares. Los inregrantes de los grupos pequeos (administrativos, choferes, repartidores, personal de planta, etc.) y a su vez, tambin de la empresa en su totalidad como grupo amplio, son soportes y creadores de una estructura grupal informal, resultando todos, a su vez, efecto de la misma. Son "encargados" de manera no consciente de determi-nados conflictos (grupales y/o institucionales) y actan, muchas veces sin saberlo, situaciones con otros ajenos a ellos. En suma, cuando se trata del anlisis de un grupo

    54

  • es necesario realizar una adecuada valoracin de aquellos aspectos que pertenecen a la conformacin del g rupo ampl io inst i tucional , de otros aspectos particulares de los grupos pequeos funcionales a la empresa y de otros grupos de pertenencia de cada individuo (por ejemplo, la familia de cada quien).

    De ms est decir que las relaciones entre los indivi-duos al interior de un grupo se caracterizan por principios bastante diferentes a los aportados por la psicologa cuan-do estudia al individuo aislado, por ejemplo, en lo que tiene que ver con las normativas grupales (E. Mayo 1977; Sherif 19.36) o con los cambios de actitudes (K. Lewin 1947), etc. Es as como la aproximacin del grupo-anlisis al estudio de la empresa aprovecha una amplia experiencia en grupos y miiltiples investigaciones en el rea, adems de reproducir una situacin natural (E. Jacques 1951; A.K. Rice 1963). Para ilustrar algunas de estas cuestiones se analizar el caso de una empresa que permite mostrar de c]u manera se puede realizar el deslinde de las deter-minaciones de los sntomas y a su vez, en consecuencia, deducir las proposiciones modificadoras.

    Caso: U n a empresa productora y repartidora de

    refrescos e m b o t e l l a d o s

    Antecedentes : La menc ionada empresa localizada en una ciudad relativamente extendida, cubre en la ac-tualidad el 8 0 % del consumo local de refrescos. Ciertos estudios informan que podra expandirse en un 4 0 % del mercado an no cubierto, pero no est en condiciones de hacerlo por problemas organizativos en el reparto y otros. Niveles gerenciales de la empresa temen que los competi-dores se apropien de ese crecimiento potencial, como de

    55

  • hecho ha estado sucediendo. El estudio estima que es la ineficiencia la t |ue gener este problema.

    Motivo de consulta: La empresa manifiesta preocu-pacin porque de un t iempo a esta parte ha detectado un incremento del alcoholismo en los operarios, aspecto para el que la empresa no encuentra causalidad alguna. Dicho incremento lo ha medido en otros indicadores a saber; ausentismo y llegadas tarde. Ambos aspectos dificultan la distribucin ya que por las llegadas tarde no pueden salir los camiones repartidores a la hora y entonces la compe-tencia gana espacios. Por el ausentismo hay camiones que no pueden partir de ningima manera, ya que la empresa no tiene personal suplente para cubrir las rutas; esto tam-bin es aprovechado por la competencia.

    Se agregan a lo anterior los accidentes c|ue han te-nido los camiones, todos ellos muy aparatosos y con pr-didas importantes de maquinaria y mercadera, as como tambin problemas de responsabilidad civil c]ue implican fuertes erogaciones.

    Los camiones salen de la planta a las 6:30 a.m. a cargo de un chofer (responsable) y dos operarios. La ruta a cubrir est determinada con precisin y nunca es termi-nada antes de las 18 hrs. En algunos casos, los camiones regresan a la planta cerca de las 21 hrs.! (A veces cuesta or estos relatos que muestran la cruda realidad de la ex-plotacin). En todos los casos, al arribo realizan la entrega de la caja con lo recaudado y llevan el camin a cargar para que quede listo para el da siguiente. Los sueldos son relativamente buenos y en el caso de los choferes son muy buenos.

    El m o d e l o tcnico: Se p ropuso trabajar con un grupo piloto de 15 integrantes, conformado por las auto-ridades de la empresa de manera variada (choferes, ope-rarios, personal de planta) en 3 sesiones de 3 horas cada

    %

  • una. Tambin se realizaron entrevistas individuales con aquellos operarios que se requiri. De hecho, la empresa seleccion a los individuos "problema": alcohlicos y "fal-tanrcs". El grupo fue coordinado por un equipo tcnico especializado en grupo-anlisis con roles de coordinador y observador complementarios. En las sesiones se estimul la participacin y se realizaron preguntas y comentarios sobre el trabajo cotidiano. El material fue registrado para tui posterior anlisis.

    Del material obtenido se pudo ir, poco a poco, sepa-rando lo accesorio de lo importante, lo anecdtico de lo bsico, lo que se puede ordenar en los siguientes acpites.

    El discurso de los func ionar ios

    El operario y su cuerpo

    Una de las primeras cosas que llama la atencin es la gran cantidad de cicatrices que todos los miembros del grupo tienen. Eanto en la cara como en las manos, brazos, piernas, y dicen t]ue hasta en la espalda, por el estallido de las botellas y porque tambin al tirar las ca-jas de envases desde lo alto del camin se golpean y se rompen. El calor y el movimiento hacen que la presin dentro de las botellas aumente considerablemente, por lo cual, cuando esrallan lo hacen con gran violencia. Ahora bien, de esto la empresa no se entera oficialmetite porque las heridas no son denunciadas por temor a perder el empleo. Se curan como pueden y tratan en la medida de lo posible de estar al otro da en el trabajo de nuevo. Claro est, surge entonces que el equipo de seguridad no es utilizado: no usan los guantes porque argumentan que al hacer la mano ms grande, les dificulta agarrar las

    57

  • botellas, sobre todo cuando tienen que ordenarlas ya que los comercios las entregan revueltas. No usan los zapatos con suela antideslizante porque dicen que los que pro-vee la empresa son inadecuados. De hecho, la empresa solamente a los de planta les da suelas antideslizantes de buena calidad! Sin este tipo especial de zapatos les es ms difcil trepar al camin y bajar las cajas sin golpes o cadas (y cortaduras). Tampoco usan fajas especiales para el cuidado de la columna port]ue son incmodas y no las soportan por el calor. En consecuencia las lumbalgias son comunes. De hecho, cada caja pesa 25 kg y son capaces de levantar por lo menos tres y a veces hasta cuatro por vez. Comentan jocosamente cmo se entrenan los nuevos operarios, que deben levantar una caja desde el piso y co-locarla sobre el hombro. El caso es que deben ser capaces de hacer eso con cuatro cajas: hay algunos principiantes que a la primera clase se retiran y no regresan. Todo este manejo ostentoso del cuerpo y sus cicatrices, de la fuerza y la despreocupacin por los accidentes, se asienta en patrones culturales machistas, donde el uso del equipo de seguridad es visto como que "ateminiza" (lo denuncia como dbil) al operario. Un "buen macho" debe poder hacer todo con su fuerza y no preocuparse de las conse-cuencias. Es evidente entonces que los cursos sobre el uso del equipo de seguridad caern en "saco roto" hasta que no se modifique la actitud de los operarios hacia s mis-mos, para lo cual habr que implementar algo ms que un simple curso de capacitacin. Sin embargo, no hay que dejarse guiar por el psicologismo ya que las condicio-nes laborales de sobreexplotacin, el chantaje en base a la prdida del trabajo y la manera como opera la empresa hace que sea casi imposible que los operarios puedan pensar las cosas de otro modo: cierta naturalidad laboral se impone.

    58

  • Ahora bien, hablando de accidentes reconocen que las respectivas familias se oponen a que el operario trabaje en la empresa. Los argumentos son variados: Es la familia la que se hace cargo del herido cuando llega a la casa; hoy es una simple cortadura, pero maana... lo que configura una fuente de permanente preocupacin. Porque adems, los camiones son asaltados y algo hay que entregarle a los ladrones a cambio de la vida; otra fuente de preocu-pacin. Las cajas de seguridad que se han instalado en los camiones repartidores salvan el dinero de la empresa pero no los exime del asalto. El ratero siempre obliga a los operarios a que le entreguen algo. Por tanto, la angustia de la familia se incrementa pues temen que algn da el operario no regrese.

    El grupo familiar

    Tampoco el horario los favorece: llegan tarde y se van muy temprano y entonces no hay convivencia en el hogar (Nos podramos preguntar qu llega del operario a la casa luego de trabajar ms de 15 horas?). Comentan en broma que cuando ingresa a la casa la madre, le dice a los nios "lleg el repartidor de...". Ahora bien, este rechazo de parte de la tamilia hacia el trabajo que el jefe de la casa realiza, lo comienza a sentir como un rechazo a su perso-na. Vale decir, les ocasiona culpa el no poder hacer algo para que las familias puedan vivir ms tranquilas y evitar las quejas, que son sentidas como presiones. Afirman que esto hace que el trabajador tienda a llegar cada vez menos a la casa para evitarse el malestar que le ocasiona las que-jas, ya que no tiene muchas posibilidades de cambiar de trabajo. Dicen que prefieren, entonces, permanecer ms con los compaeros de ruta y de otras rutas, con quienes conviven todo el da, se distancian del hogar y la "familia"

    59

  • se traslada al grupo de compaeros de ruta: sienten que estos s se solidarizan con l, incluso lo aplauden y lo esti-mulan, lo cuidan y lo protegen. Adems, es con los que se pueden divertir y recuperar energas luego de una ardua jornada laboral. Este aspecto crucial t iende a generar im espacio propicio para el alcoholismo.

    Relaciones entre pares

    Lo primero que hay que sealar es que los operarios, en general, toman mucho, desde antes tie su ingreso a la empresa. Vale decir c]ue desde siempre ha existido un nivel base de consumo excesivo. Este aspecto tiene races culturales y se "jtistifica" por el clima semitropical de la ciudad cionde laboran. Pero este nivel base de constmio sera aquel que la empresa midi primero. Por tanto, la inquietud actual se sita en las razones del incremento que "afecta" la produccin.

    Los operarios no tienen claro las causas de ello, pero entre todo lo qtie relatan recuerdan que algn t iempo atrs funcionaban en la empresa equipos de fi'itbol que se reunan a jugar cuando retornaban del reparto. Los partidos estaban fijados para las 17 horas y convocaban un gran pblico. Cuando los camiones iban llegando, los operarios se encaminaban al part ido. All se pasaban por lo menos tres horas y luego comentaban sobre el partido tomando cerveza. Pero se dio el caso de que por no per-derse el partido hubo camiones que abandonaban la ruta y esto ocasion que la empresa sin medir las consecuen-cias suspendiera unilateralmente los encuentros de ft-bol. Los operarios interpretaron que el deporte les provea adems de un compromiso en su t iempo libre, actividad en s que poco se poda combinar con el exceso de bebida; pero la suspensin de los encuentros abri para muchos

    60

  • de ellos un espacio de varias horas, en las cuales sentan que no tenan nada que hacer: se comenzaron a reunir en la cantina a matar el t iempo, as lo relatan.

    A nlisis de resultados

    El trabajo con los grupos arroj informacin que se us para hipotetizar sobre las razones que mantenan y desarrollaban cada vez ms el alcoholismo entre los tra-bajadores. Hs ticsdc el deslinde de las disfintas "causas" enunciadas por los participantes en los grupos con que se trabaj en ese caso concreto y segiin el imaginario del grupo, se construye la posibilitiad del p lanteamiento de medidas apropiadas y consistentes de solucin.

    Es evidente que ac la empresa (y el sistema todo) pone entre parntesis todas las normas laborales, por lo que las medidas que se puedan sugerir son solo paliativos que no hacen otra cosa que sostener el sistema de explotacin.

    Factor cultiual: Los operarios piensan que toman mucho porque provienen de un medio que toma mucho y donde el tomar es una actividad valorada posit ivamente porque es propia de machos. Sentirse macho es tomar y para poder sentirse perteneciente al grupo de iguales, de trabajadores de la empresa, es necesario compart ir entre ellos la bebida.

    lisie ritual, al estilo de la comunin , configura el sustrato alcohlico cuya modificacin es harto compli-cada porcjue res