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58 n. o 41 TÉCNICA COMUNICACIÓN Álvaro Enríquez de Salamanca Ingeniero Técnico Forestal DRABA Ingeniería y Consultoría Medioambiental, S.L. Especies vegetales exóticas en cauces y riberas Cortaderia selloana en la ribera del río Guadarrama (Madrid)

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58 n.o 41

TÉCNICACOMUNICACIÓN

Álvaro Enríquez de Salamanca

Ingeniero Técnico ForestalDRABA

Ingeniería y Consultoría Medioambiental, S.L.

Especies vegetales exóticas en cauces y riberas

Cortaderia selloana en la ribera del río Guadarrama (Madrid)

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Las principales causas de degra-dación de los cauces han sido, y siguen siendo, el cultivo de las vegas, ganando terreno a la

llanura de inundación y encajonando los cauces, y, en tiempos más recientes, las grandes obras hidráulicas –canali-zaciones, trasvases, presas–, que han destruido algunos cauces o modificado sus características morfológicas, bioló-gicas o, cuanto menos, hidrológicas. La frenética expansión urbana de los últimos años también ha alcanzado las vegas, ocupándolas parcialmente, y con el perverso efecto inducido de obligar a la canalización de cauces para evitar la inundación de las zonas edificadas. A las anteriores causas de degradación se suma la contaminación por especies exó-ticas, plantadas o naturalizadas, que en ocasiones llega a ser absoluta, reempla-zando a la vegetación natural originaria.

Pese a tan sombría exposición, en gran parte del territorio ibérico las riberas fluviales son uno de los últi-mos refugios de la vegetación natural, sustituida de forma masiva por cultivos agrícolas y, en menor medida, por plantaciones forestales. Se plantea por tanto una singular dualidad: la degrada-ción generalizada de las riberas pero a su vez su elevado valor ecológico como reducto para la vegetación natural o se-minatural y para la fauna y por su papel como corredores biológicos.

La presencia de especies exóticas en las riberas es objeto de controver-sia; desde qué especies lo son –se sigue discutiendo la espontaneidad de algunas– como su papel ecológico y for-ma de gestión. En el presente artículo se aportan algunas consideraciones sobre especies exóticas presentes en cauces y riberas, su importancia o

problemática y las posibilidades de actuación.

COMPLEJIDAD CONCEPTUAL DE LO EXÓTICO

La espontaneidad y exoticidad son conceptos difíciles de acotar y siem-

pre matizables. La vegetación no es estática; evoluciona y cambia con el tiempo, tanto por factores naturales como por la acción humana.

Los cambios en la vegetación por causas naturales suelen ser procesos graduales, prolongados en el tiempo. En los últimos 2,5 millones de años se han sucedido periodos glaciares seguidos de otros más cálidos que han llevado aparejados movimientos de las especies vegetales, colonizando nue-vos territorios o abandonando antiguos dominios. No cabe duda del carácter espontáneo de la vegetación surgida de estos procesos. En ocasiones, los cambios en la vegetación se deben a procesos catastróficos –inundaciones, incendios naturales–, pero suelen ser fenómenos locales.

Más difícil encuadre tendrán en un futuro quizá no demasiado lejano los movimientos en las especies vegeta-les inducidos por el incremento de la temperatura por causas antrópicas: el llamado cambio climático. Sin duda se producirán desplazamientos en la vegetación, que en el hemisferio norte serán predominantemente en dirección septentrional, pudiendo alcanzar algu-nos vegetales, de forma espontánea, latitudes donde nunca anteriormente vegetaron.

La exoticidad está asociada a la acción humana. El caso más claro lo representan las plantaciones de espe-cies procedentes de regiones alejadas, que nunca han vegetado de forma espontánea en un determinado territo-rio ni parece que tuvieran posibilidad de hacerlo. Eucaliptos australianos o coníferas americanas son ejemplos en España. Más compleja de calificar es la plantación de especies que siendo espontáneas en una amplia región se desconoce si lo son en la zona concre-ta de implantación, caso de numerosas plantaciones de pinos ibéricos. Sigue sin existir acuerdo en muchas zonas sobre la naturalidad de las especies, como ocurre con el pino carrasco en la Comunidad de Madrid, considerado introducido por AMARAL (1986) y es-pontáneo por SÁNCHEZ DE RON. Los

Los cauces fluviales han sido desde hace milenios elementos fundamentales para el asentamiento de la población por la dis-ponibilidad de agua, la existencia de prados y vegas fértiles y como vías de comunicación. Su importancia ecológica y como medio de subsistencia no ha evitado, sin embargo, su degrada-ción. Durante siglos ésta fue progresiva, aunque lenta, pero a partir del siglo XX las posibilidades humanas de transforma-ción del medio han pasado a ser enormes.

En zonas de montaña, la menor presencia humana, unida a un relieve abrupto, un clima más hostil y menores posibilida-des agrícolas por ausencia de vegas, han permitido una mejor conservación de los cauces, tanto en sus aspectos morfológicos como biológicos. Sin embargo, en los cursos medio y bajo la degradación ha sido intensa, hasta el punto de que cada día es más difícil encontrar un cauce con su forma y vegetación ripí-cola originales inalteradas.

Galería arbórea. Junto a Populus alba, Fraxinus angustifolia, Salix alba y Salix atrocinerea crecen pies naturalizados de Populus nigra y Populus x candensis. Río Arlanzón (Burgos).

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estudios paleopolínicos supondrán una gran ayuda en este sentido.

Dentro de las especies cultivadas se pueden establecer dos grandes gru-pos: las introducciones recientes y las seculares. Los cultivos recientes son especies de orígenes diversos, cultiva-dos con fines alimenticios, industria-les u ornamentales cuya introducción podría considerarse a partir del siglo XIX. Su exoticidad es clara. Los culti-vos tradicionales, muchos de origen incierto pese a su carácter introducido, han llegado a formar parte del paisaje y de la cultura. Lo mismo ocurre con especies forestales como el castaño, originario de los Balcanes, Asia Menor y Cáucaso (ROCHA AFONSO, 1990) e introducido en la Península Ibérica de forma secular, que hoy forma parte del paisaje vegetal del norte peninsular, gozando incluso de protección en la Unión Europea.

Otro grupo de especies exóticas son las colonizadoras, que aprovechan actuaciones humanas, como cultivos o infraestructuras, para ganar territorio. En cunetas y baldíos proliferan espe-cies favorecidas por la acción humana al destruir la vegetación natural y dejar el suelo desnudo. Algunas son de origen remoto, como Conyza spp. o Amaranthus spp., pero muchas otras son especies ibéricas, cuya distribución y presencia están distorsionadas por la actividad antrópica.

A tan complejo marco, apenas es-bozado, se une la capacidad de algu-

nos vegetales exóticos de prosperar de forma espontánea, es decir, de naturalizarse. Cuando una especie exó-tica presenta una gran capacidad para naturalizarse y colonizar terrenos se habla de una especie invasora.

El Convenio sobre la Diversidad Biológica es el primer esfuerzo a nivel internacional para destacar la impor-tancia de las especies exóticas, en especial las invasoras, a las que dedica su artículo 8h y la decisión VI/23, que define especies exóticas como “las especies, subespecies o taxón inferior, introducidas fuera de su distribución natural en el pasado o actualmente” y especies exóticas invasoras como aquellas “cuya introducción y/o difusión amenazan a la diversidad biológica”.

LA CONCICENCIA DE CONTAMINACIÓN POR

ESPECIES EXÓTICAS

La conciencia de contaminación por especies exóticas tiene su origen

en los territorios insulares y en las zo-nas de más reciente colonización. Uno de los países pioneros ha sido Nueva Zelanda, territorio insular aislado y con colonización tardía, donde la introduc-ción de especies exóticas ha sido un proceso reciente de repercusiones eco-lógicas muy evidentes, en especial en la fauna. Por ello, mantiene programas de erradicación de especies invasoras y es uno de los Estados que más ha influido en la elaboración de convenios internacionales. También son notables

los esfuerzos realizados en Australia, Estados Unidos y áreas de alta sensibi-lidad, como las Islas Galápagos.

En el viejo mundo, pese a ser el área geográfica con mayor presencia de especies exóticas introducidas a lo largo de milenios, esa conciencia ha tardado mucho en calar. No resulta exagerado afirmar que en España no ha existido conciencia de la contaminación de la vegetación por especies exóticas hasta el presente siglo, hasta hace apenas unos años. La región donde antes se percibió la problemática fue el archipiélago Canario, por su aislamien-to y flora peculiar.

Por fortuna, en los últimos años se está produciendo un cambio notable en la percepción del problema, aunque aún parcial y centrado en las especies invasoras más agresivas. Muestra de ello son, por ejemplo, las publicaciones y listas del actual Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (DA-NA et al., 2004; SANZ ELORZA et al., 2004; CAPDEVILA et al., 2006), la ex-haustiva publicación de la Junta de An-dalucía (RODRÍGUEZ DE LOS SANTOS, 2005) y su Plan para el Control de las Especies Exóticas Invasoras, la publica-ción de la Xunta de Galicia (FAGÚNDEZ & BARRADA, 2007), el documento de la SOCIEDAD DE CIENCIAS NATURALES DE SESTAO, patrocinado por el Gobier-no Vasco, o la guía sobre el carrizo de la pampa de HERRERA & CAMPOS (2006), editada por la Diputación Foral de Bizkaia.

Otras Administraciones comienzan a prestar atención a este aspecto, con mayor o menor detalle, como el Gobierno de Canarias, el Gobierno Ba-lear o la Generalitat de Catalunya. La Generalitat Valenciana ha dictado una Orden (10 de septiembre de 2007) por la que se aprueban medidas para el control de las especies vegetales exóti-cas invasoras y se establecen brigadas de erradicación de especies invasoras. La Confederación Hidrográfica del Gua-diana ha editado un folleto sobre el Plan integral contra la plaga del jacinto de agua en la Cuenca del Guadiana. También se han realizado estudios en Murcia (CARRIÓN et al., 2006). La Univer-sitat de les Illes Balears mantiene un herbario virtual donde se recogen las especies alóctonas de Baleares, Cata-luña y Comunidad Valenciana.

También puede destacarse el naci-miento del Grupo Especialista en Inva-

Estrato arbóreo de Eucalyptus camaldulensis y arbustivo de Salix atrocinerea. Río Zújar (Badajoz).

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siones Biológicas, dedicado al estudio de especies invasoras, que ha editado: una relación de las veinte especies más dañinas en España (GEIB, 2006); la organización de dos congresos nacio-nales sobre especies exóticas invaso-ras en 2003 y 2006; y la creación de la base de datos INVASIBER de especies exóticas invasoras de la Península Ibé-rica. Un análisis de las actuaciones autonómicas en materia de especies exóticas se recoge en ANDREU & VILÀ (2007).

En el ámbito internacional existen numerosas listas y bases de datos sobre especies exóticas que incluyen el territorio español, como la lista de las cien principales especies invasoras de la UICN (LOWE et al. 2004), el proyecto EPIDEMIE, que abarca las islas del Me-diterráneo –entre ellas, las Baleares–, la publicación de AME-ARPE (2003) sobre especies invasoras del Mediterráneo, la página de la FAO, con una sección de-dicada a especies invasoras, o el pro-yecto DAISIE de la Comisión Europea. En EUROPEAN COMMISSION (2004) se recogen las actuaciones relacionadas con espe-cies exóticas realizadas en programas LIFE. El NISIC estadounidense contie-ne amplia información sobre especies exóticas y enlaces a páginas web de todo el mundo. Destaca la labor de la UICN, con el Global Invasive Species Programme (GISP) y su base de datos, y la publicación de estrategias, guías y manuales para la gestión de especies exóticas (SHINE et al., 2000; MCNEELY et al., 2001; WITTENBERG & COCK, 2001; GISP, 2007).

La mayoría de publicaciones y docu-mentos referidos datan de los últimos ocho años –cuatro, en el caso español–, muestra de que la preocupación por el asunto es muy reciente. Sin embargo, desde hace algunos años se desarro-llan ya planes de control de especies invasoras en lugares como los Parques Nacionales canarios, Doñana, el delta del Ebro o el río Guadiana, entre otros puntos. En general, las actuaciones desarrolladas son locales y centradas en especies muy invasoras (gandul, camalote, amor de hombre, árbol de la seda...), pero no existe una clara conciencia global de la contaminación de la vegetación natural por especies exóticas. Pocas veces se plantea que el paisaje vegetal de un territorio sea artificial (cultivos, choperas, eucalipta-res...). Se empieza a considerar el ries-

go de las especies exóticas invasoras, pero existe aún poca percepción de la problemática de especies exóticas menos agresivas pero plantadas de forma masiva o expandidas a lo largo de siglos que alteran notablemente las comunidades vegetales espontáneas.

En conclusión, una importante limi-tación a la hora de afrontar la gestión de especies exóticas en la vegetación de ribera –y de cualquier ecosistema en general– es la escasa conciencia de contaminación existente, más allá de unos pocos táxones muy invasores pa-ra los que, además, su consideración como un problema se remonta a unos pocos años.

PRINCIPALES ESPECIES EXÓTICAS DE RIBERA. SITUACIÓN Y GESTIÓNLa relación de especies exóticas

invasoras en cauces y riberas es exten-sa, para lo que se remite a las listas y publicaciones referidas en el anterior apartado. No obstante, en ellas faltan algunas de las especies exóticas más importantes en riberas, como los cho-pos o el olmo de Siberia, sobre las que aún se tiene poca conciencia de su problemática. En este apartado se co-mentan las especies más frecuentes, significativas fisionómica o ecológica-mente o determinantes para la gestión forestal.

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Ailanthus altissima (Mill.) Swingle - Árbol del cieloEspecie invasora muy agresiva que coloniza a menudo las riberas y puede

desplazar a la vegetación autóctona mediante fenómenos alelopáticos (DANA et al., 2004). A menudo coloniza antiguas olmedas muertas por grafiosis. Es una especie indeseable, que conviene erradicar por su potencial colonizador y com-petencia con la vegetación natural.

Su capacidad para rebrotar de cepa hace insuficiente el apeo, e incluso contraproducente, exigiendo su descepe. Según RODRÍGUEZ DE LOS SANTOS (2005), estudios realizados en Virginia (Estados Unidos) muestran que las técnicas de corta no solo no fueron efectivas, sino que causaron un aumento de la densi-dad de individuos. Como soluciones se plantean la corta anual, tras el apeo, de todos los rebrotes, o el tratamiento químico. La Office National des Forêts de Corse está probando el anillado del tronco a 3-5 cm de profundidad, lo más próximo posible al suelo (AME-ARPE, 2003)

Es recomendable su erradicación puntual en zonas donde se desee recupe-rar la vegetación natural, por la competencia que ejerce. Un caso claro son las olmedas, donde la mortandad de olmos por grafiosis ha favorecido la expansión del árbol del cielo, sustituyendo a la especie original y, en ocasiones, impidiendo su recolonización o restauración.

Ailanthus altissima en un arroyo

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Eichhornia crassipes (C.F.P. Mart.) Solms-Laub - Camalote, jacinto de agua

El jacinto de agua o camalote es una planta acuática suramericana, con enorme capacidad invasora, al reproducirse vegetativamente por fragmentación. En cauces y canales de Suramérica y Centroamérica se hacen precisas actuaciones perió-dicas de erradicación, al llegar a obstruir las vías de navegación. Está incluida por la UICN entre las cien especies más peligrosas (LOWE et al., 2004).

Su introducción en España ha sido reciente, pero su invasión, sú-bita. En 2004, DANA et al. (2004) no citaban problemas especiales, más allá de puntos localizados. Pocos años después, sin embargo, se pro-dujo una invasión masiva en tramos del río Guadiana, obligando a una actuación de erradicación por parte de la Confederación Hidrográfica del Guadiana, en coordinación con la Junta de Extremadura.

La erradicación, al ser una planta flotante, consiste en su retirada ín-tegra desde las orillas o con barcas. Cuando hay invasiones masivas, un gran problema es el destino de los vegetales retirados, por las tonela-das de material vegetal mojado que pueden obtenerse, no resultando fácil encontrar zonas de vertido.

La enorme capacidad invasora de esta especie hace recomenda-ble actuaciones de erradicación en cuanto se detecte su presencia. Esperar unos años a la eliminación de una población puede suponer la diferencia entre una pequeña actua-ción local o una gran operación de erradicación.

Arundo donax L. - CañaEspecie tan común en las riberas

que durante mucho tiempo se ha consi-derado espontánea en España y Europa occidental. Oriunda del este de Asia y subcontinente indio, es cultivada en Asia y sur de Europa desde hace milenios, y plantada en Norteamérica, Surámerica y Australasia en el pasado siglo (BELL, 2002). Calificada por la UICN como una de las cien especies invasoras más peligrosas a escala mundial (LOWE et al., 2004) por su capacidad para desplazar a la vegetación nativa.

En el interior peninsular, las condi-ciones climáticas resultan favorables para el carrizo (Phragmites australis), que presenta un buen vigor y compite, con ventaja, con la caña, limitando su expansión. Sin embargo, en el Sur, Levante y Baleares, la caña encuentra condiciones más favorables, crecien-do con vigor y dando lugar a grandes cañaverales, a menudo en detrimento de otras especies, no solo carrizos y espadañas sino también de especies arbustivas de ribera. En España, sólo de forma muy reciente ha empezado a considerarse una especie invasora.

Existe un acuerdo general en la necesidad de eliminar a conciencia el rizoma para erradicar la especie, ya que pequeños fragmentos dan lugar a una rápida recolonización (BELL 2002, BENTON et al. 2005, DANA et al. 2004, DUDLEY 2006, HOSHOVSKY 1986). Pueden usarse medios mecánicos (con la dificultad de retirar todos los rizomas), químicos y biológicos. También existe acuerdo en la necesidad de restaurar las áreas invadi-das con vegetación más favorable.

La gestión de esta especie en España resulta muy compleja. Pese a su carácter invasor y a desplazar a la

vegetación originaria, los cañaverales son biotopos adecuados para la fauna, sirviendo de refugio a gran número de especies de aves y anfibios. Su eliminación, por tanto, puede acarrear serias consecuencias ecológicas, más indeseables que la propia presencia de la caña. Por ello, cualquier medida de erradicación debe ser sopesada con detalle y apoyarse en estudios concretos de fauna. Además, debería llevar aparejada una inmediata restau-ración de la vegetación natural.

Otro problema importante es la existencia de Arundo plinii, que se mezcla con A. donax, resultando am-bas especies muy similares, aunque la primera es de menor talla y gro-sor. Aunque A. plinii también se ve favorecida por el hombre –acequias, plantaciones cortavientos–, una ac-tuación de erradicación de A. donax podría llevar aparejada la destrucción de poblaciones de esta especie es-pontánea. Por ello, antes de aplicar cualquier medida de erradicación se debe verificar la composición florística de los cañaverales.

Parece más acertado limitar la expansión de la especie en nuevas colonizaciones que erradicar masas existentes. En obras de restauración de riberas o humedales, donde el sue-lo quede desnudo, es posible realizar escardas y eliminación de rizomas de caña, asegurándose que se trata de Arundo donax, en las primeras fases de colonización, apoyadas de planta-ciones de rizoma de carrizos, espada-ñas o A. plinii. El tratamiento químico sólo debería de afrontarse con totales garantías de su seguridad e inocuidad por la alta sensibilidad ambiental de los medios acuáticos.

Extenso cañaveral de Arundo donax en S’Albufera de Mallorca

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Eucalyptus camaldulensis Dehnh. y E. globulus Labill. Eucaliptos rojo y blancoLos eucaliptos no son especies ripí-

colas, pero no desdeñan la posibilidad de proliferar en zonas con alta disponi-bilidad de agua. En general, evitan las riberas con inundación frecuente y ocu-pan una segunda banda de vegetación, aprovechando la humedad pero no el encharcamiento.

En el sur y oeste peninsular es especialmente frecuente en riberas el eucalipto rojo (Eucalyptus camaldulen-sis). Esta especie fue de empleo pre-ferente, hasta que resultó desplazada por el eucalipto blanco. Como conse-cuencia, el eucalipto blanco domina en las masas productivas, mientras el rojo es más común en bosquetes no explotados, plantaciones ornamentales o riberas. En los ríos Zújar y Guadiana existen numerosas plantaciones en las riberas, ocupando incluso islas en los cauces. Se trata de una especie que carece de interés en las riberas, pero en ocasiones supone la única cubierta arbolada existente, desempeñando un importante papel ecológico, tanto en el control de avenidas como para la fau-na. En el citado caso del Zújar, existe una pajarera de garcillas y garcetas en un eucaliptar y numerosos nidos de ci-güeña en eucaliptos riparios. En estos casos, la eliminación de los eucaliptos puede conllevar mayores problemas ecológicos que su presencia. La erra-dicación de eucaliptos en estas riberas solo debe acometerse cuando carezcan de interés faunístico o hidrológico y no suponga una reducción importante en la cubierta vegetal.

En el norte peninsular es más fre-cuente encontrar en riberas al eucalipto blanco. En este caso no se trata de plantaciones realizadas específicamen-te en riberas, sino de amplias masas de repoblación que no respetaron los cauces, invadiendo el espacio de otras comunidades vegetales, a menudo, alisedas. Con el paso del tiempo es común que la vegetación riparia se regenere (alisos, abedules, sauces, salgueras...), pero alterada por la pre-sencia de eucaliptos. Aunque de forma menos intensa, ocurre lo mismo con algunas plantaciones de Pinus radiata. En este caso, lo ideal sería eliminar los eucaliptos más próximos a los cauces, para permitir un buen desarrollo de la vegetación de ribera, aunque se integre

en una amplia masa de eucalipto.Entre los problemas de ambas es-

pecies destacan los procesos alelopá-ticos, que pueden inhibir el desarrollo de la vegetación espontánea. Rebrotan de cepa, por lo que el apeo es insu-

ficiente, exigiendo su descepe. Éste puede resultar dañino en las riberas, alterando los cauces y dañando a la ve-getación espontánea. También el apeo en zonas con vegetación natural puede causar daños.

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Azolla caroliniana Willd. y Azolla filiculoides Lam. Helechos de aguaSe trata de dos helechos acuáticos de origen americano, muy similares, hasta

el punto de haberse considerado como una sola especie. Colonizan lagos, char-cas y acequias, pudiendo proliferar mucho, hasta cubrir la lámina de agua. Están naturalizados en puntos dispersos por la Península Ibérica.

Su potencial invasor se debe a la rapidez de crecimiento y a su fácil repro-ducción, tanto por esporas como vegetativamente. Su proliferación genera pro-blemas sobre todo porque reduce la cantidad de luz en la masa de agua y los niveles de oxígeno disuelto, afectando seriamente a la vida piscícola. Por ello, resulta importante su control, sobre todo en áreas sensibles.

Puede retirarse de forma manual, pero los fragmentos que se rompen y que-dan en el agua y las esporas pueden dar lugar a una nueva proliferación. En el Reino Unido y en Doñana el control mecánico de esta planta ha sido infructuoso (RODRÍGUEZ DE LOS SANTOS, 2005). El empleo de herbicidas no resulta seguro. Se está estudiando el control biológico, con el coleóptero Stenopelmus rufinasus, que se alimenta sólo de Azolla. Esta especie ha sido recientemente hallada en el río Guadiana, precisamente sobre Azolla filiculoides (FERNÁNDEZ, 2005).

Invasión de Azolla filiculoides

Prácticamente la única vegetación de ribera son las plantaciones de Eucalyptus camaldulensis. Río Zújar (Badajoz).

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Populus nigra L. y P. x canadensis Moench Chopo y chopo híbridoNo existe especie de ribera más

polémica que el chopo (Populus nigra), empezando por su discutido origen. Tradicionalmente considerada espontá-nea, aún muchos autores y Administra-ciones defienden esa opinión (VANDEN BROECK, 2003). Ya JALAS & SUOMINEN (1976), en su mapa de la especie lo consideran naturalizado en España. En su revisión del género Populus, SORIANO (1993) considera la especie oriunda del este de Europa Oriental y el oeste de Asia, cultivado desde la antigüedad y asilvestrado en la mayor parte de Europa, incluyendo la Península Ibérica. Numerosos estudios sobre vegetación de ribera no reconocen formaciones naturales de chopo, lo que apunta a un origen alóctono. Se trata, por tanto, de la principal especie exótica de ribera, la que más altera las comunidades naturales y a la que menos atención se presta.

El chopo es una especie ripícola o freatófita, de crecimiento rápido y bue-na capacidad de adaptación gracias a su capacidad para arraigar a partir de fragmentos de ramas, lo que permite una expansión vegetativa. Tal es su adaptabilidad y agresividad, que en numerosas riberas ibéricas ha despla-zado u ocupado el hueco de especies oriundas, sobre todo del álamo blanco (Populus alba), aunque también de fres-nos, sauces e incluso alisos. En el arro-yo de San Vicente, en Torrelaguna (Ma-drid), se conserva una buena galería riparia con su composición específica natural, pero donde Populus nigra ha reemplazado por completo a Populus alba, especie dominante original.

Para aumentar la producción en madera se cruzó el chopo común (Popu-lus nigra) con el chopo de Virginia (Po-pulus deltoides), obteniendo un híbrido artificial llamado Populus x canadensis. A partir de este híbrido se han ido se-leccionando clones, reproducidos masi-vamente por estaquillado, con los que se han realizado plantaciones por gran parte del planeta. En España, todas las actuales choperas de producción están compuestas por algún clon del chopo híbrido. Como el chopo común, estos clones se reproducen vegetativa-mente de forma vigorosa, colonizando y expandiéndose por las riberas con ayuda del hombre, que lo planta de

forma indiscriminada. Tampoco este chopo, pese a su carácter exótico y artificial y a ser una constante en las riberas fluviales, se incluye en las listas de especies invasoras, lo cual resulta difícilmente comprensible. Afortunada-mente, dentro de los programas LIFE se están subvencionando programas de eliminación de chopo híbrido (EUROPEAN COMMISSION, 2004).

En la actualidad, en muchas ribe-ras conviven estos dos chopos, Po-pulus nigra y P. x canadensis, junto a otras especies riparias. Parece existir una cierta tendencia a considerar como “chopo bueno” a Populus nigra, por su pretendido carácter espontáneo (lo cual resulta falso) y como “chopo malo” a Populus x canadensis. La diferencia en-tre ambos es de unos cientos o miles de años en su introducción, aunque P. nigra es una especie autónoma y P. x canadensis un híbrido artificial.

Una visión simplista puede llevar a considerar los chopos como especies indeseables, evitar su empleo y procu-rar su sustitución. Pero esto supondría erradicar las dos especies que mayor biomasa global tienen en las riberas ibéricas, es decir, las especies princi-pales en numerosos tramos fluviales. Tal importancia exige cautela. Además, por su productividad, hoy en día sólo es posible encontrar existencias sufi-cientes para hacer plantaciones a raíz profunda de clones del chopo híbrido.

Descartar en la actualidad el empleo de estas especies supone renunciar a corto y medio plazo a la realización de plantaciones a raíz profunda. Eliminar estas especies de forma súbita sería un desastre ecológico e hidrológico, y seguir empleándolas puede empeorar la situación actual.

Los chopos han tenido y tienen un importante papel en las riberas, y posiblemente siempre lo tendrán, considerando su abundancia y amplia distribución. En algunos casos, las cho-peras generan paisajes de gran belleza, merecedores de admiración y protec-ción. Buen ejemplo son las Hoces del río Duratón; sustituir esas choperas por alamedas, posiblemente la vege-tación primigenia, sería cuanto menos una barbaridad. En varias Comunidades Autónomas, como Madrid, existen cho-pos, incluso híbridos, catalogados co-mo árboles singulares. También forman ya parte de nuestra cultura, de nuestro arte, de nuestra literatura...

Se están tratando los dos chopos de forma conjunta por su íntima mezcla y por la dificultad para diferenciar algu-nos clones de Populus x canadensis frente a P. nigra. No obstante, existen claras diferencias en su gestión.

El chopo híbrido (Populus x cana-densis) debería considerarse, sin lugar a dudas, una especie exótica invasora, y tratarse como tal, con las cautelas antes indicadas, cuando suponga la

Arriba:Los chopos han reemplazado al álamo blanco en

esta ribera. Arroyo de San Vicente (Madrid).

A la derecha:Populus x canadensis invadiendo una ribera.

Río Esla (León).

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única especie en las riberas. En ge-neral, su eliminación debería llevar aparejada la reintroducción de otras especies espontáneas. En las riberas que linden con choperas de producción se deberían establecer programas de seguimiento para evitar una invasión de esta especie.

El chopo común (Populus nigra) de-be tratarse también abiertamente como una especie exótica, aunque su gestión ha de ser más cautelosa. Tendría que evitarse su empleo en plantaciones de ribera, práctica común incluso en labores de restauración, reemplazán-dola por las especies oriundas, sobre todo Populus alba. Con respecto a las choperas existentes, lo más sensato parece respetarlas, salvo casos excep-cionales (espacios naturales, tramos fluviales singulares...).

Salix babylonica L. y S. x sepulcralis Simonck.Sauce llorónAunque no suele ser abundante,

la presencia de sauces llorones es frecuente en muchas riberas fluviales. En su inmensa mayoría se trata de ejemplares plantados con poco criterio, pero en ocasiones se asilvestra por su capacidad para reproducirse de forma vegetativa.

Como invasora en general es poco agresiva, pero merece atención su ca-pacidad para hibridarse con Salix alba, uno de los principales sauces espontá-neos en las riberas ibéricas. El híbrido, denominado Salix x sepulcralis, se em-plea en jardinería, y parece ser solo de origen artificial (BLANCO, 1993). Este híbrido se asilvestra también en ribe-

ras, no siendo fácil su diferenciación frente a las especies partentales; en Australia se considera especie invasora (DEPARTMENT OF PRIMARY INDUSTRIES).

En las riberas con sauce llorón se debería realizar un seguimiento de su expansión e hibridación. Al no ser casi nunca una especie importante en las riberas, su erradicación es viable, pero precisando, como muchas especies invasoras, su descepe, con los consi-guientes daños a la vegetación natural y al cauce. Probablemente sea prefe-rible recurrir a su anillamiento. Como medida de prevención se debe evitar su plantación en riberas y en parques que linden con tramos fluviales.

Ulmus pumila L. - Olmo de SiberiaEl olmo de Siberia es una especie

exótica naturalizada, con alto poder co-lonizador y en plena expansión, aunque no súbita, a la que se ha prestado una escasa atención sorprendente como potencial especie invasora. No figura en las relaciones de especies invaso-ras, y ni siquiera es tratada en detalle en la revisión del género Ulmus de NA-VARRO, C. & S. CASTROVIEJO (1993), pese a que en la Flora iberica se incluyen las principales especies naturalizadas.

Muy empleada en jardinería y como árbol de paseo, también se ha utilizado en plantaciones forestales por su resis-tencia a la grafiosis, como sustituto del sensible Ulmus minor. Esta práctica, muy negativa, debe desterrarse, ya que la línea de trabajo debe ser la re-cuperación de las olmedas de U. minor y no su sustitución por una especie alóctona, que solo logra agravar el problema y dificultar la recuperación de

las olmedas por la competencia de la nueva especie. Coloniza de forma inten-sa los márgenes de carreteras, sobre todo en zonas periurbanas, llegando a desarrollarse incluso en desmontes de pendiente fuerte.

La primera medida importante con respecto a esta especie debería ser la toma de conciencia de su potencial invasor, que pese a no ser intenso, pue-de causar problemas de competencia con el olmo común. En segundo lugar, debería evitarse su plantación en zonas naturales. Su erradicación solo parece tener sentido en riberas y olmedas donde se pretenda una recuperación de Ulmus minor.

Aliseda del río Leira en O Mazo (Orense), con chopos, castaños y cerezos

Cauce ocupado por edificaciones y colonizado por especies exóticas (Opuntia, Ipomoea y Lonicera

japonica). Majaneque (Córdoba).

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Otras especiesDiversas especies de árboles em-

pleadas como ornamentales se asil-vestran localmente en riberas, proceso favorecido por el ajardinamiento de los cauces en tramos urbanos. La principal es la falsa acacia (Robinia pseudaca-cia), incluida entre las veinte insavoras principales en España (GEIB, 2006). En Cataluña, la GENERALITAT DE CATALUNYA la destaca como especie invasora en riberas. En Andalucía aparece de for-ma dispersa (RODRÍGUEZ DE LOS SANTOS, 2005). El apeo suele resultar insufi-ciente, por su capacidad de rebrote, exigiendo descepes. Otras especies con problemática similar, aunque me-nos extendidas, son el negundo (Acer negundo) y la acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos). En general, en España no suponen un problema im-portante, aunque localmente pueden resultar abundantes, sobre todo en el norte peninsular. Como medida de pre-vención debería evitarse el empleo de estas especies en parques o jardines que linden con cursos fluviales, para evitar su expansión por las riberas.

Al menos catorce especies de acacias o mimosas (Acacia spp.) se cultivan y en ocasiones se naturalizan en la Península Ibérica (PAIVA, 1999). Algunas de ellas aparecen localmente asilvestradas en ramblas del Levante y Andalucía, sobre todo Acacia saligna. Aunque no suele ser abundante, altera la fisonomía del paisaje, habiéndose detectado procesos alelopáticos que inhiben la germinación de semillas de especies espontáneas (RODRÍGUEZ DE LOS SANTOS, 2005). Su erradicación solo pa-rece necesaria en espacios naturales o zonas sensibles donde se busque una elevada naturalidad. Exige el apeo y descepe o el tratamiento de cepas con herbicidas.

El gandul (Nicotiana glauca) es una invasora notable, muy llamativa en las islas Canarias, donde resulta abundan-te en zonas áridas. En ocasiones inva-de ramblas, e incluso forma la única vegetación apreciable en ellas. Se han realizado labores de erradicación en los Parques Nacionales de Timanfaya y Doñana (DANA et al. 2004). No suele dar lugar a una vegetación importante, ni ecológicamente ni como refugio de fauna, por lo que su erradicación no presenta problemas.

La correhuela de cañaveral (Ipo-moea sagittata), originaria de la pe-

nínsula de Yucatán, es una potente invasora en cañaverales, carrizales y bosques riparios del Levante y Ba-leares. Su presencia en humedales levantinos es tan frecuente que incluso se cita como especie característica y, erróneamente, se ha llegado a plantar en la restauración de algunas zonas húmedas. Su erradicación es difícil sin afectar a las comunidades vegetales invadidas. La mejor medida sería limitar su empleo como ornamental, al menos en el entorno de espacios naturales o zonas sensibles y, desde luego, evitar su plantación en humedales. La forma de erradiación de acuerdo con DANA et al. (2004) es la retirada manual. En Ga-licia y Andalucía es también importante la campanilla (Ipomoea indica).

Las pitas y sisales (Agave ame-ricana, A. sisalana) se asilvestran en numerosos medios en zonas secas

del sur y este peninsular, incluyendo ramblas. Son fisonómicamente muy lla-mativas, aunque en riberas suponen un problema menor que no suele requerir tratamiento.

La budleia o arbusto de las ma-riposas (Buddleja davidii), oriunda de China, se asilvestra en riberas de ríos, especialmente en el norte peninsular, donde puede formar matorrales den-sos. Suele ser un problema local, aun-que apreciable en ocasiones, como en la ría de Villaviciosa en Asturias (DANA et al. 2004). Las mejores medidas son limitar su empleo como ornamental en zonas sensibles y en parques próximos a cauces. El desbroce no es efectivo, incluso resulta contraproducente por su capacidad de rebrote. Por ello, no debe plantearse su corta si no lleva apareja-do el descepe. Además, se reproduce

Robinia pseudoacacia en una aliseda degradada. Río Mañaria (Vizcaya)

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bien de semilla. Si se descepa, debe hacerse en épocas en que no exista simiente, para evitar que el movimiento del suelo favorezca la siembra de la especie.

Los plumeros o carrizo de la pam-pa (Cortaderia selloana) se utilizan frecuentemente en jardinería por su lla-mativa espiga plumosa, y recientemen-te, con poco criterio, en plantaciones de carreteras, lo que ha favorecido su expansión. Abunda en el norte peninsu-lar, siendo más rara en el sur, levante y el interior, aunque recientemente la hemos localizado en riberas de cursos meseteños. Su porte y gran espiga ha-cen que su presencia resulte llamativa. Puede formar densas poblaciones en zonas húmedas, dificultando el esta-blecimiento de las especies nativas propias de estos hábitats y alterando profundamente tanto la composición de las comunidades vegetales que invade como los procesos ecológicos que tienen lugar en estos delicados ecosistemas (HERRERA & CAMPOS, 2006). Se trata de una rizomatosa que rebrota fácilmente, lo que exige su descepe. Se debería evitar su empleo en carreteras, así como en parques y jardines próxi-mos a cursos fluviales. Un tratamiento preventivo es cortar sus panículas an-tes de la diseminación para evitar su propagación (AME-ARPE, 2003).

Varias especies de falsos tés (Bi-dens aurea, B. frondosa y B. subalter-nus) pueden naturalizarse en riberas, suponiendo problemas locales, pero no importantes a nivel peninsular. FA-GÚNDEZ & BARRADA (2007) indican que la eliminación de poblaciones mediante

control mecánico es factible, ya que su principal forma de reproducción y propagación es por medio de semillas. Por lo tanto, se podrá rozar, segar o arrancar manualmente sin esperar pro-blemas de dispersión vegetativa.

Al menos existen media docena de especies del género Cyperus exóti-cas –existen varias especies espontá-neas– asilvestradas en zonas húmedas de la Península Ibérica, aunque muchas de ellas solo presentan pequeñas po-blaciones, poco estables (CASTROVIEJO, 2008). Las dos más importantes por su potencial invasor son Cyperus era-grostis, frecuente en la región atlántica (CASTROVIEJO, 2008; FAGÚNDEZ & BARRADA, 2007), y C. involucratus, en zonas costeras, destacando su presencia en

el delta de Ebro (DANA et al., 2004). Su erradicación, en caso de ser precisa, debe hacerse arrancando las plantas enteras y sacando los rizomas.

La planta de la seda (Gomphocar-pus fruticosus), de origen surafrica-no, actúa como invasora en algunas ramblas y riberas, como en el Parque Nacional de Doñana, donde se realizan labores para su eliminación, zonas riparias de Baleares o las rieras del sur de Cataluña (DANA & AL. 2004). Aunque de momento es un problema local, parece que va incrementándose. Sus poblaciones aumentan en situaciones de sequía o alteración del medio. La única forma de control es el arranque antes de la fructificación (RODRÍGUEZ DE LOS SANTOS, 2005).

Con frecuencias los chopos son una parte importante de la vegetación de ribera. Foto superior río Oca. Inferior, río Tirón (Burgos)

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El estramonio (Datura stramonium) es una invasora frecuente en culti-vos de regadío, que llega a colonizar riberas, con poblaciones localmente abundantes. Se trata de una planta muy tóxica y que probablemente genera sustancias alelopáticas que desplazan a especies nativas.

En ocasiones crece en riberas el ár-bol de paraíso (Elaeagnus angustifolia), usado en jardinería y que tolera ciertas concentraciones de sales y sulfatos. En general no es un problema importante.

En Andalucía y el Levante, y en me-nor medida en el centro peninsular, no es raro el ricino (Ricinus communis). Es una especie tóxica, y según estu-dios realizados en Norteamérica puede dificultar o imperdir el desarrollo de es-pecies nativas (RODRÍGUEZ DE LOS SANTOS, 2005). Forma grupos densos, aunque en general, aislados.

El chopo de Elche (Populus euphrati-ca), presente en un canal de riego del em-balse de Elche y recientemente plantado en otros puntos, se consideró durante un tiempo espontáneo, pero es una especie de Asia y norte de África, introducida, al parecer, de forma reciente (SORIANO, 1990). Sus poblaciones son muy restrin-gidas y no muestra expansión.

CONCLUSIONES

La presencia de especies exóticas en los cauces y riberas españoles es muy frecuente, en especial en cursos medios y bajos. En ocasiones son especies

naturalizadas de forma dispersa, pero en otras son auténticas invasiones que puede alterar seriamente el ecosistema.

Pese al gran avance en los últimos años, aún existe poca conciencia de la contaminación de los hábitats naturales por especies exóticas. De hecho, algu-nas de las especies más relevantes ni siquiera están catalogadas como invaso-ras. El territorio español, por su diversidad climática, se presta a la invasión de gran número de especies de climas templados, tropicales y áridos.

Para atacar el problema, el punto de partida debe ser completar las listas y estudios de especies exóticas invasoras, así como aumentar la conciencia sobre su problemática en el medio natural, en especial por parte de las Administra-ciones y profesionales implicados en su gestión. Existen bastantes experiencias en medidas de erradicación, parciales en España y más completas en Estados Unidos y Australia, que pueden ser aprovechadas.

Algunas Comunidades Autónomas han comenzado a desarrollar planes de actuación y normativa sobre especies invasoras, una línea de trabajo fundamen-tal que debería extenderse a todo el territorio español. También debe desarrollar una labor importante de coordinación y apoyo la Administración General del Estado, al tratarse de un problema global, no abordable únicamente a escala au-tonómica. Es preciso regular también normativamente el empleo ornamental de ciertas especies potencialmente invasoras, prohibiendo la más problemáticas.

Falta conciencia de los problemas derivados del uso masivo de especies en plantaciones, como el chopo híbrido o el eucalipto, que alteran de forma notable muchas riberas.

La Confederaciones Hidrográficas y órganos autonómicos responsables de la gestión de cauces deben tomar conciencia del problema en toda su magnitud -no solo en casos de invasiones súbitas- y regular, limitar y vigilar las plantaciones realizadas en el dominio público hidráulico, con especial atención a los parques urbanos y periurbanos.

Por último, es precisa una mayor sensibilidad y rigor en las plantaciones realizadas para la restauración de riberas y zonas húmedas donde, con la mejor intención, se siguen introduciendo especies exóticas.

Ism

ael M

uñoz

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