fr. v. solano y olme do canto a bolívar, por j. j. de...

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Cuenca Ecuador, S . . A m . BIBLIOGRAFICO DIRECTOE: G. Humberto Mata TÑT 19 Cuenca, 20 de Junio de 1958 do Carta crítica sobre el poema intitulado, Victoria de Junio, canto a Bolívar, por J. J. de Olmedo Fr. V. Solano y Olme Poco conocido es el trabajo de Fray Vicente Solano (1791-1865) sobre «VICTORIA DE JUNIN CANTO A BOLIVAR» por el poeta José Joaquín de Olmedo (1780-1847). Inició su publicación en «Se- manario Eclesiástico: Periódico Relijioso, Político y Literario» N° 2, Cuenca, Domingo 31 de Mayo de 1835. Luego lo continuó en «LA ESCOBA» Núm. 18°, Cuenca, Enero de 1857, con el titulo "Revista de algunos hombres célebres de nuestro siglo J- Ol- medo". El Dr. Antonio Borrero, biógrafo y arreglador de las obras de Solano, publica esta critica en "0- OBRAS COMPLETAS". /Barcelona, Establecimiento Tipográfico de "La Hormiga de Oro", 1892-95/ mas, la amplia a su gusto y sabor sin indicar la proce- dencia para afirmar los añadidos. En el citado pe- riódico " L A ESCOBA", Núm. 32, Cuenca 20 de Enero de 1858, hay el articulo de Solano "Lengua Castellana" donde trata de los arcaísmos de Olmedo, párrafos éstos alterados por el Dr. Borrero a fin de presentar una crítica erudita y rehecha laboriosa- mente. Ignoro de donde habrá tomado las demás in- crustaciones para dar cuerpo al trabajo de Solano. Este articulo —de divulgación de una valiosa obra harto desconocida me impide exhibir mayores aná- lisis, empero preciso es hacer algunas breves a- cotaciones a la labor critica del ilustre fraile cuencano. Solano indica a Olmedo que si se tratase de hablar de obras sobre las que hubieren juicios crí- ticos le seria fácil, copiando, producir él también el suyo; que como no se ha ejercitado como poeta no puede juzgar con tino una pieza original. ¿Es que el crítico tiene que basarse en los pronuncia- mientos de otros antes que en el discrimen personal? ¿Deberá quien opine sobre piezas originales ceñir- se a lo que ya se haya dicho antes? Entonces... no puede haber, jamás, critica individual.de uno. Este ha sido el mal de los críticos ecuatorianos: todos han ido por senderos trillados, remoliéndolo soste- nido por los antecesores y, así, se ha maleado el gus- to y se ha vedado el nacimiento de un critico de verdad, que opine con los elementos y las reaccio- nes de su propio criterio sin apoyarse en andade- ras anteriores. Juan León Mera fue crítico autóno- mo. Dentro del desvio de su gusto, su severidad sí hizo mucho bien a la floricultura poética nacional. Lástima fue que Solano no hubiese iniciado esa crítica. Efectivamente: le faltaba poesia al alma de Fray Vicente Solano, pero le sobraba erudición, con- tracción y talentos de bu', na ley aunque demasiado ceñidos al "sentimiento religioso", que le esrtobaba para admirar las bellezas de la poesía de Olmedo en todo su esplendor. De haberse haberse quitado esta tara de cánones, Fr. V. Solano, pudo juzgar con más esclarecido tacto las estrofas que él cree se oponen entre si, pero que no son sino la grada- ción sucesiva del poema para, por contraste, pre- sentar la hermosura y fuerza de los versos dentro sus "hinchazones" y "frialdades".. . Solano se engríe en 1857 que Torres Caicedo, de Colombia, hubiese emitido un juicio semejante al suyo en el "Correo de Ultramar, núm. 185 y si- guientes". Antes que el juicio de Torres tenemos el de Bolívar quien, en sus Caitas desde Cuzco, 27 de Junio de 1825 y el 12 de Julio, del mis- mo año y desde la misma ciudad, dada a Olmedo verdadera enseñanza de Poesia, a la vez que ejercía Crítica sobre "VICTORIA DE JUNIN". Y el L i - bertador citaba a Horacio, a Boileau, La Riada, la Eneida... y presentaba todas las características del escrito de Solano. ¿Conoció éste la critica de Bolí- var realizada quince años antes que la suya? Sola- Mi estimado amigo: No sé cual será su funda- mento para recurrir a mis escasas luces con el ob- jeto de esclarecer sus dudas sobre el poema que se intitula VICTORIA DE JUNIN, C A N T O A BO- LIVAR. Si no conociese el carácter de V. diría que su pregunta era por burlarse de mí. Porque si se tratase de la ILIADA, de la Eneida, de la Jerusa- len del Tasso, etc... yo podría decir algo con acierto; no tuviera otra cosa que hacer, sino copiar algunos párrafos de tantos libros buenos que hay en pro y en contra de aquellos poemas. Pero querer hablar con tino de una pieza original, es pedir algo más de lo que pueden mis fuerzas, que jamás se han ejercitado en servir a las musas. Sea lo que fuere: V. me insta, y voy a darle gusto, bajo la inteli- gencia de que mi dictamen, bueno o malo, quizá nunca verá la luz. (1). Yo entro sólo en este sendero; quiero decir, que no he leído otra critica que la de J. J. de Mo- ra, inserta en el Correo Literario y Político de Londres, num. 2 o , que más bien debe llamarse un panegírico exagerado que un juicio imparcial. Cuan- do esto se hace con método, ciencia y buen gusto, enseña mucho más que todos esos centones de obras didascálicas que por lo común carecen de buenos ejemplos, sea por falta de discernimiento en el compilador, o por estar destituidos de bellos mo- delos en el idioma en que se escribe. Tal es, sin duda, el defecto de las Lecciones de Blair, asi en el no mienta el trabajo de los Amunátegui citado por J. M. Torres Caicedo y sentencia que ''La critica de Amunátegui, no merece la pena de ser contesta- da; pues se puede decir en dos palabras, que ha- bló con preocupación, o no meditó lo que escribía''. /Cf. LA ESCOBA, Núm. 18, p. 3/No, asi no se ha- ce critica. Todo juicio de otro hay que revisar- lo, sin fallar omnímodamente; presentar razones, exponer fundamentos antes de dictamiuar tan irre- flexiblemente. La critica de los chilenos "JUICIOS CRITICOS DE ALCUNOS POETAS HISPANOAMERICANOS" (aparecida en libro se- gún Luis Alberto Sánchez en 1859 y según Julio A. Leguizamón en 1861), es de mucho valor, tanto que Mera no se despreció de tomarla en cuenta, refutándola en su "Ojeada Histór ico-critica sobre la Poesía Ecuatoriana, desde su época más re- mota hasta nuestros días". /Barcelona, Imprenta y Litografía de José Cunill Sala, 1893, p. 228 y sgts./ Por supuesto que Mera estuvo resentido con los chilenos por su severidad al juzgar unas poesías publicadas por él en 1858 y exageró la defensa del poeta guayaquileño. Mas, sí consideró que deci- bia ser contestada.. . Tengo mis dudas respecto de que Solano conociera la "NOTICIA DE LA VIC- TORIA DE JUNIN, Canto a Bolívar, por J . J . Olmedo. Reimpreso en Londres, 1826", de Bello /Cf. EL REPERTORIO AMERICANO. Londres, En la Librería de Bossange, Barthés y Lowell, 1826, t, i , p. 54-61/ ya que todo lo que emite sobre Bello es atra- vés, iluminado por el colombiano autor de "ENSA- YOS BIOGRAFICOS Y D E CRITICA LITERARIA". Si la maestra obra del Libertador, geográficamente más cerca, no es citada por Solano, la del venezo- lano allá en Londres pudo ser, quizás, del todo igno- rada por propio y personal conocimiento. Con todo, la critica del polígrafo azuayo es un aporte valioso para el estudio del poema del vate Olmedo que disparaba tiros donde hubo sólo com- bate a lanza. La publicaré completa en los siguien- tes números de este BOLETIN BIBLIOGRAFICO. G. h . M . original inglés como en la traducción castellana por Munarriz, según el sentir de buenos críticos. Lo primero que ocurre al leer la Victoria de Junín, es el entusiasmo con que el poeta rom- pe el silencio y se arrebata inmediatamente a la inflamada esfera, según su expresión. En efecto, el estro lírico, a vista del grandioso objeto que iba a cantar, no permitía esta plácida introducción que observamos en la Eneida: "lile ego, qui quondam gracili modulatus avena Carmen Si esta primera estrofa hubiese sido dictada por el buen gusto, habría llegado al sublime; pero desgraciadamente no lo es, como se verá luego. La conclusión del poema es digna de aten- ción, a la vehemencia de los primeros acentos suce- de la calma, y a esta calma el reconocimiento de la musa que le ha inspirado, aquí todo es natural en el pensamiento y en los versos. "Mas ¿cuál audacia te elevó a los cielos, Humilde musa mía? ¡Oh! no reveles A los seres mortales En débil canto arcanos celestiales, Y ciñan otros la apolínea rama. Yo volveré a mi flauta conocida Libre vagando por el bosque umbrío, Que matiza la margen de mi río". Se nota en la mayor parte del canto bastante elocuencia filosófica y moral. Tal es, entre otras, la estrofa que comienza: "Las soberbias pirámides que al cielo El arte humano osado levantaba, Ludibrio son del tiempo, que con su ala Débil, las toca, y las derriba al suelo Entre la sombra del eterno olvido, ¡Oh de ambición y de miseria ejemplo! El sacerdote yace, el Dios y el templo". La aparición del Inca es una máquina poética tan hermosa, que no se encontrará cosa semejante, según mi pequeño modo de concebir, ni en Homero, ni en Virgilio, ni en el Tasso, etc. Es una imita- ción de la profecía de Anquises. en el libro 6 o déla Eneida. Pero esta imitación es superior al original. El cantor de Eneas hace hablar al principe troya- no de las futuras glorias y calamidades de los roma- nos, para tomar de aquí ocasión de elogiar a Au- gusto y a su joven sobrino Marcelo. Esta es una pura idea del poeta. El cantor de Bolívar pone en boca de Huaina-Capac un discurso que, a excep- ción de algunos periodos, es el mismo que pronuncia- ron Huáscar. Atahuallpa y Manco-Inca. Véase la historia de Garcilaso. En una palabra, esta ficción es la más verosímil entre todas las apariciones de di- vinidades, fantasmas, furias, espectros, etc., de los poetas más famosos. Por manera que el señor 01- (i) Así creía el autor de esta carta en otras circustancias; pe- ro estas han variado ahora, y quizá la lectura de ella no será en- teramente inútil. Hay algunas criticas minuciosas que en un país muy ilustrado serían supérfluas; mas en el nuestro son necesarias, a fin de que los jóvenes se aficionen a la bella literatura.

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C u e n c a E c u a d o r , S . . A m .

BIBLIOGRAFICO D I R E C T O E : G. H u m b e r t o M a t a

TÑT 19 Cuenca, 20 de Junio de 1958

do Carta crítica sobre el poema intitulado, Victoria de Junio,

canto a Bolívar, por J. J. de Olmedo Fr. V. Solano

y O lme Poco conocido es el trabajo de F r a y V icente

Solano (1791-1865) sobre « V I C T O R I A D E J U N I N C A N T O A B O L I V A R » por el poeta José Joaquín de Olmedo (1780-1847) . Inició su publicación en «Se­manario Eclesiástico: Periódico Relijioso, Político y Literario» N ° 2, Cuenca, D o m i n g o 31 de Mayo de 1835. Luego lo continuó en «LA E S C O B A » Núm. 18° , Cuenca , E n e r o de 1857, con el t i t u l o "Rev i s ta de a lgunos hombres célebres de nuestro siglo J - O l ­medo" .

E l D r . A n t o n i o B o r r e r o , biógrafo y arreg lador de las obras de Solano, publ ica esta c r i t i c a en " 0 -O B R A S C O M P L E T A S " . /Barce lona , Establec imiento Tipográfico de " L a H o r m i g a de O r o " , 1892-95/ mas, la ampl ia a su gusto y sabor s in ind i car la proce­dencia para a f i rmar los añadidos. E n el c i tado pe­riódico " L A E S C O B A " , Núm. 32, Cuenca 20 de E n e r o de 1858, hay el a r t i c u l o de Solano " L e n g u a Caste l lana" donde trata de los arcaísmos de Olmedo , párrafos éstos alterados por el D r . Borrero a f in de presentar una crítica erudita y rehecha laboriosa­mente . I g n o r o de donde habrá tomado las demás i n ­crustaciones para dar cuerpo al trabajo de Solano. Este articulo —de divulgación de una valiosa obra har to desconoc ida— me impide e x h i b i r mayores aná­lisis, empero preciso es hacer algunas breves a-cotaciones a la labor c r i t i ca del i lustre f ra i le cuencano.

Solano indica a Olmedo que si se tratase de hablar de obras sobre las que hub ieren juic ios crí­ticos le seria fácil, copiando, p r o d u c i r él también el suyo; que como no se ha ejercitado como poeta no puede juzgar con t ino una pieza o r i g i n a l . ¿Es que el crítico tiene que basarse en los pronunc ia ­mientos de otros antes que en el d i s cr imen personal? ¿Deberá quien opine sobre piezas or iginales ceñir­se a lo que ya se haya dicho antes? E n t o n c e s . . . no puede haber, jamás, cr i t i ca i n d i v i d u a l . d e uno . Este ha sido el mal de los críticos ecuatorianos: todos han ido por senderos tr i l lados , r emo l i éndo lo soste­nido por los antecesores y, así, se ha maleado el gus­to y se ha vedado el nac imiento de un cr i t i co de verdad , que opine con los elementos y las reaccio­nes de su propio c r i ter io sin apoyarse en andade­ras anter iores . J u a n León Mera fue crítico autóno­mo. D e n t r o del desvio de su gusto , su severidad sí hizo mucho bien a la f l o r i c u l t u r a poética nac ional . Lástima fue que Solano no hubiese inic iado esa crítica. E fec t ivamente : le faltaba poesia al alma de Fray V i cente Solano, pero le sobraba erudición, con ­tracción y talentos de bu', na ley aunque demasiado ceñidos al " s e n t i m i e n t o re l ig ioso" , que le esrtobaba para a d m i r a r las bellezas de la poesía de Olmedo en todo su esplendor. De haberse haberse qui tado esta tara de cánones, F r . V . Solano, pudo j u z g a r con más esclarecido tacto las estrofas que él cree se oponen entre si , pero que no son sino la grada­ción sucesiva del poema para, por contraste , p re ­sentar la hermosura y fuerza de los versos dentro sus " h i n c h a z o n e s " y " f r i a l d a d e s " . . .

Solano se engríe en 1857 que Torres Caicedo, de Colombia , hubiese emit ido u n ju i c i o semejante al suyo en el " C o r r e o de U l t r a m a r , núm. 185 y s i ­gu ientes " . A n t e s que el ju i c i o de T o r r e s tenemos el de Bolívar q u i e n , en sus Cai tas desde Cuzco, 27 de J u n i o de 1825 y el 12 de J u l i o , del mis­mo año y desde la misma c iudad, dada a Olmedo verdadera enseñanza de Poesia, a la vez que ejercía Crítica sobre " V I C T O R I A D E J U N I N " . Y el L i ­bertador c i taba a Horac io , a Boi leau, L a Riada, la E n e i d a . . . y presentaba todas las características del escrito de Solano. ¿Conoc ió éste la c r i t i ca de Bolí­var realizada qu ince años antes que la suya? Sola-

M i estimado amigo : No sé cual será su f u n d a ­mento para r e c u r r i r a mis escasas luces con el ob­jeto de esclarecer sus dudas sobre el poema que se i n t i t u l a V I C T O R I A D E J U N I N , C A N T O A B O ­L I V A R . Si no conociese el carácter de V . diría que su p r e g u n t a era por burlarse de mí. Porque si se tratase de la I L I A D A , de la Eneida, de la Jerusa-len del Tasso, e t c . . . yo podría decir algo con acierto ; no tuv iera otra cosa que hacer, sino copiar algunos párrafos de tantos l ibros buenos que hay en pro y en contra de aquellos poemas. Pero querer hab lar con t i n o de una pieza o r i g i n a l , es ped i r algo más de lo que pueden mis fuerzas, que jamás se han ejercitado en serv i r a las musas. Sea lo que fuere: V . me insta , y v o y a darle gusto, bajo la i n t e l i ­gencia de que m i d i c tamen , bueno o malo, quizá nunca verá la luz . (1).

Y o ent ro sólo en este sendero; quiero decir , que no he leído otra c r i t i ca que la de J . J . de M o ­ra, inserta en el Correo Literario y Político de Londres , n u m . 2 o , que más b ien debe llamarse u n panegírico exagerado que un ju ic io imparc ia l . C u a n ­do esto se hace con método, ciencia y buen gusto, enseña mucho más que todos esos centones de obras didascálicas que por lo común carecen de buenos ejemplos, sea por falta de d i scern imiento en el compi lador , o por estar destituidos de bellos mo­delos en el id ioma en que se escribe. T a l es, s in duda, el defecto de las Lecciones de B l a i r , asi en el

no mienta el trabajo de los Amunátegui citado por J . M. T o r r e s Caicedo y sentencia que ' ' L a cr i t i ca de Amunátegui, no merece la pena de ser contesta­da; pues se puede decir en dos palabras, que ha­bló con preocupación, o no meditó lo que escribía''. /Cf . L A E S C O B A , Núm. 18, p. 3 / N o , asi no se ha­ce cr i t i ca . Todo ju i c io de otro hay que rev isar ­lo, s in fa l lar omnímodamente; presentar razones, exponer fundamentos antes de d i c tamiuar tan i r r e -f l ex ib lemente . La cr i t i ca de los chilenos " J U I C I O S C R I T I C O S D E A L C U N O S P O E T A S H I S P A N O A M E R I C A N O S " (aparecida en l ibro se­gún Luis A l b e r t o Sánchez en 1859 y según Ju l i o A . Leguizamón en 1861), es de mucho valor , tanto que Mera no se despreció de tomar la en cuenta , refutándola en su "Ojeada Histór ico-critica sobre la Poesía Ecuatoriana, desde su época más re­mota hasta nuestros días". /Barce lona , I m p r e n t a y Litografía de José C u n i l l Sala, 1893, p. 228 y sgts. / Por supuesto que Mera estuvo resentido con los chi lenos por su severidad al juzgar unas poesías publicadas por él en 1858 y exageró la defensa del poeta guayaquileño. Mas, sí consideró que dec i -bia ser contestada . . . T e n g o mis dudas respecto de que Solano conociera la " N O T I C I A D E L A V I C ­T O R I A D E J U N I N , Canto a Bolívar, por J . J . Olmedo. Reimpreso en Londres, 1826" , de Bel lo /Cf . E L R E P E R T O R I O A M E R I C A N O . Londres , E n la Librería de Bossange, Barthés y L o w e l l , 1826, t, i , p. 5 4 - 6 1 / y a que todo lo que emite sobre Bel lo es a t r a -vés, i l u m i n a d o por el co lombiano autor de " E N S A ­Y O S B I O G R A F I C O S Y D E C R I T I C A L I T E R A R I A " . Si la maestra obra del L i b e r t a d o r , geográf icamente más cerca, no es c itada por Solano, la del venezo­lano allá en Londres pudo ser, quizás, del todo i g n o ­rada por propio y personal conoc imiento .

Con todo, la c r i t i ca del polígrafo azuayo es u n aporte valioso para el estudio del poema del vate Olmedo que disparaba t i ros donde hubo sólo c om­bate a lanza. L a publicaré completa en los s i g u i e n ­tes números de este B O L E T I N B I B L I O G R A F I C O .

G. h . M .

o r i g i n a l inglés como en la traducción castellana por M u n a r r i z , según el sent i r de buenos críticos.

L o p r i m e r o que ocurre al leer la Victoria de Junín, es el entusiasmo con que el poeta r o m ­pe el si lencio y se arrebata inmed ia tamente a la inflamada esfera, según su expresión. E n efecto, el estro lírico, a v ista del grandioso objeto que iba a cantar , no permitía esta plácida introducción que observamos en la Eneida:

"lile ego, qui quondam gracili modulatus avena Carmen

Si esta pr imera estrofa hubiese sido dictada por el buen gusto , habría l legado al subl ime; pero desgraciadamente no lo es, como se verá luego.

L a conclusión del poema es d i g n a de a t e n ­ción, a la vehemencia de los pr imeros acentos suce­de la calma, y a esta calma el reconoc imiento de la musa que le ha inspirado , aquí todo es n a t u r a l en el pensamiento y en los versos.

"Mas ¿cuál audacia te elevó a los cielos, H u m i l d e musa mía? ¡Oh! no reveles A los seres mortales E n débil canto arcanos celestiales, Y ciñan otros la apolínea rama.

Y o volveré a m i f lauta conocida L i b r e vagando por el bosque umbrío,

Que matiza la margen de m i r ío" .

Se nota en la mayor parte del canto bastante elocuencia filosófica y mora l . T a l es, entre otras, la estrofa que comienza:

" L a s soberbias pirámides que al cielo E l arte humano osado levantaba,

L u d i b r i o son del t iempo, que con su ala Débil, las toca, y las derr iba al suelo

E n t r e la sombra del eterno o lv ido , ¡Oh de ambición y de miseria e jemplo! E l sacerdote yace, el Dios y el t e m p l o " .

L a aparición del I n c a es una máquina poética t a n hermosa, que no se encontrará cosa semejante, según mi pequeño modo de concebir , n i en Homero , n i en V i r g i l i o , n i en el Tasso, etc. Es una i m i t a ­ción de la profecía de Anquises . en el l i b ro 6 o d é l a Ene ida . Pero esta imitación es super ior al o r i g i n a l . E l cantor de Eneas hace hab lar al p r i n c i p e t r o y a -no de las futuras g lor ias y calamidades de los roma­nos, para t o m a r de aquí ocasión de e logiar a A u ­gusto y a su j o v e n sobr ino Marce lo . Esta es una pura idea del poeta. E l cantor de Bolívar pone en boca de H u a i n a - C a p a c u n discurso que, a excep­ción de algunos periodos, es el mismo que p r o n u n c i a ­r o n Huáscar. A t a h u a l l p a y M a n c o - I n c a . Véase la histor ia de Garcilaso. E n una palabra , esta ficción es la más verosímil entre todas las aparic iones de d i ­vinidades, fantasmas, fur ias , espectros, etc., de los poetas más famosos. Por manera que el señor 0 1 -

( i ) A s í creía el autor de esta carta en otras circustancias; pe­ro estas h a n variado ahora, y quizá la lectura de e l l a no será en­teramente inútil.

H a y algunas criticas minuciosas que en un país m u y ilustrado serían supérfluas; m a s en el nuestro son necesarias, a fin de que los jóvenes se aficionen a l a bel la l iteratura.

) en su poética:

icta vo luptat i s causa, sint próxima ver is ;

3 aquí resulta aque l apasionarse el lector ame­no de una m u l t i t u d de ideas, que le hace nacer

visión respecto a su patr ia , mucho mejor que cuentos de H o m e r o y el pasaje tan patético de

g i l i o : T u Marcel lus e r i s . . ., que hizo d e r r a m a r r imas a Octavio y a su hermano Augusto .

La versificación es, por lo común, f lu ida y p r o -•cionada al asunto. Esto hace conocer que e n -nde el uso y mecanismo de nuestro verso, no .no aquel pedante de Bogotá, que compuso u n tremés i n t i t u l a d o Las Convulsiones, en versos decasílabos pareados y estilo sacr i legamente cho ­r r e r a . A esta clase de obras l l a m a b a n los romanos medias tabernarias . ¿Qué idea tendría este buen

m i b r e de nuestras composiciones dramáticas? ¿Se jdrá apl icar le estos versos de Despreaux?

" U n sot, en e c r i v a n t fait t out avec plais ir , I I n'a p o i n t en ses vers l ' embarras de choisir ; E t tou jours a m o r e u x de ce q u ' i l v i e n t d ' ecr i re , R a v i d ' e tonnement , en soi meme i l s ' admire " .

Que imitaría así:

U n escritor tolodrón Todo lo hace con placer A pesar de no t ener E n sus versos elección,

De amor prop io en u n abismo Se t ranspor ta por su escrito ; Contémplase de hito en h i t o , Y se r e m i r a en si mismo.

Pero la crítica i m p a r c i a l no debe l imitarse a observar lo bueno y ocu l tar los defectos. Estos son inevi tables en todas las producciones del espíritu h u m a n o ; y se puede decir que los hay notables a la par de las bellezas de u n poema. H o m e r o , V i r g i ­l i o , M i l t o n , el Tasso, etc., no están exento¡; hasta del r i d i c u l o . B i e n es verdad que el legislador del buen gusto, cuya autor idad no debe causar tedio aunque se repi ta varias veces en esta mater ia , Horac io , nos asegura que, cuando hay muchas cosas estimables en las poesías, no debemos inculcar demasiado so­bre algunas faltas: se ent iende cuando estas no sean sustanciales.

" V e r u m ub i p lura n i t e n t in carmine , n o n ego paucis Of fendar maculis , quas aut i n c u r i a f u d i t , A u t humana p a r u m cav i t n a t u r a " .

¿Cuáles son, pues, en la Victoria de Junín? Helas aquí, según m i modo de juzgar . La pr imera es­t ro fa , respecto de la segunda, es r e tumbante , h i n ­chada y fría. D i ce asi:

" E l t r u e n o horrendo que en f ragor rev ienta Y sordo r e t u m b a n d o se di lata Por la in f lamada esfera, A l Dios anunc ia que en el cielo impera .

Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta L a hispana muchedumbre .

Y el canto de v ic tor ia Que en ecos m i l d iscurre ensordeciendo, Proc laman a Bolívar en la t i e rra A r b i t r o de la paz y de la g u e r r a " .

Presc indiendo ahora de la cuestión sobre la na­turaleza de la poesía, si consta en la ficción, o no ; d igo , que la p r i m e r a estrofa es fría, porque debió precisamente, con relación a la segunda, tener una ficción poética que la animase. E l verso último, al Dios anuncia que en el cielo impera, es una ver­dad tan br i l l ante cuanto son los órganos por donde ella se nos t rasmite : la revelación y la razón. A h o ­ra b i en : comparemos esta verdad luminosa con los últimos versos de la segunda estrufa; y al leerlos se queda y e r t o el lector cr is t iano . Se dice que Dios es dueño del rayo celeste con independenc ia , y lo misino Bolívar del de la g u e r r a . Esto último es una ficción y ¡o pr imero una verdad . H e aquí puestas en paralelo dos cosas que pugnan entre si, y se oponen a todo sent imiento rel igioso. Esto, en buen castellano, se l lama blasfemia. Luego todo el pen ­samiento, quer iendo elevarse al subl ime, se ha que­dado hinchado y re tumbante , s i n . ser capaz de a-caiorar una imaginación medianamente perspicaz. E l subl ime no dista mucho del r id i cu lo , se ha dicho repetidas veces, i m i t a n d o este ve iso de Horac io :

' I n v i t i u n d u c i t culpae fuga, si caret a r t e "

Y SU CRONOLOGIA DE CUENCA

Conocí al D r . Ro lando en Qui to , mientras ha­cía yo m i Curso de Biblioteconomía en la U n i v e r ­sidad C e n t r a l . Y a graduado , le traté mejor en C u e n ­ca donde, en una conferencia , hice su presentación encomiando su labor de p r o f u n d o conocedor de la bibl iognosia a la que ha dedicado toda su v ida : con fervor , con sacrif icios y con vocación nunca dec l i ­nante .

Grata sorpresa fue ver le en estos días, t r a -yéndome de G u a y a q u i l u n dato que le había sol i ­citado por carta . Cons igno esto para hacer patente la muni f i c enc ia de su espíritu, la f r a t e r n i d a d i n t e ­lectual y la conciencia que él t iene de la misión del d i f u n d i d o r de C u l t u r a . Esta labor de dispensador de luces la ha ejercido desde hace más de medio siglo, ya j u n t o al maestro A l m i n a t e y ya solo en en este camino tan i n g r a t o y tan i n c o m p r e n d i d o : puesto que nadie aqui lata la misión de q u i e n r e ­coge datos, señala el orden y la fecha de los suce­sos escritos en la i m p r e n t a , presentando una lista exacta de publicaciones de u n determinado autor o ya sea de u n pais, de u n tópico dado o de una ciencia en par t i cu lar . E l D r . Rolaudo l lama a esto B I B L I O G R A F I A , del mismo modo que cuantos es­cr iben sobre este asunto dan esta clasificación que ha venido a cons t i tu i r arte de bibliografía apl icada, anulador de la Bibliografía científica o p u r a .

E l uso se ha impuesto para entender por b i ­bliografía el mero sumin i s t ro m a n u a l de títulos de todo lo que rato ha establecía, dejando de lado el considerar a dicha bibliografía en su esencia más perfecta especulando sobre el proceso crítico, sobre la observación, el análisis y la información del proceso inte lec tual . Todos han realizado b ib l i o ­grafía mater ia l , aplicada a la enumeración de l i ­bros que provean de un hontanar para una mate ­r ia o a la misma fuente de producción inte lec tua l de u n autor io que cae más dentro de la crono lo ­gía que de la bibliografía pura ; nomenc la tura antes que el mapa espir i tual de una obra. Empero labor útilísima p o i q u e abarca el índice genera l de todos los conoc imientos que el espíritu ha consignado en l e t ra impresa.

He tenido en mis manos la obra de Rolando que me la ha hecho v i v i r ante m i admiración, por ­que este docto bibliógrafo, de los elementos consig­nados en sus encasi l lamientos, presenta el p a l p i t a n ­te interés del l i b r o , del fo l leto , de la hoja suelta con su historia elocuente. Así, no ha caído en lo que Menéndez y Pelayo l lamaba al bibliógrafo: á-r ido "acarreador y faquín de la república de las l e t ras " . . . Puigblanc , según la Espasa, también d iz ­que tenia el mismo pensamiento ; cosa que salta a la v ista , pues eso vendría a ser el ordenador de las obras publicadas: s imple abacero que muestra en estantes los productos del saber humano .

Enseñada esta C R O N O L O G I A C U E N O A N A por su autor , es una verdadera guía de estudio del re ­per tor io esp ir i tual de Cuenca: desde su más remo­ta antigüedad hasta hogaño. Esplende en ella la pa­ciencia del verdadero amante de los l ibros que ha hecho de su b ib l i o f i l i a cu l to de caballerosidad y de nobleza, a más de su deleitoso m a r t i r i o que en el encuentro logrado c i f ra su palma de t r i u n f o . H e visto a Rolando deslumhrado ante el hallazgo de u n papel raro , de una pieza por los demás dese­chada pero que para él ha sido una culminación. Su voz le t iembla de entusiasmo, su rostro tórnase r a -

Así que, debió en la p r i m e r a estrofa decirse de esta manera , u otra semejante, sin perder m e t r o :

" A Jove indica que en el cielo impera ' ' .

Entonces la explosión del t r u e n o v iene m u y bien a la ficción del poder absoluto de Júpiter; en­tonces Bolívar puede d i v i d i r el suyo con esta d i ­v i n i d a d quimérica, y ser a r b i t r o en la t i e r r a ; en f i n , se hace una bella imitación de estos versos de V i r g i l i o en honor de Augusto .

T o t a p l u i t nocte, redeunt spectacula mane: D i v i s u m i m p e r i u m c u n Jove Cesar habet .

(Continuará)

Cuenca: I m p r e n t a del Gob ierno , por Manue l Corone l . A ñ o 1835."

d iante y en sus ojos d iscurre la luz del i l u m i n a d o que carga su fe l ic idad en pedestal de l ibros que si la dan i n m e d i a t a satisfacción más proyecc ión t e n ­drá en el f u t u r o , c u a n d o j a s generaciones venideras aprec ien su labor de perenne sacrif icado para ser­v i r a la completa His tor ia del L i b r o Ecuator iano .

D e desear seria que las inst i tuc iones de C u l ­t u r a en Cuenca le fac i l i ten la edición de esta obra de verdadera necesidad, no sólo para quienes v i ­ven j u n t o a las disc ip l inas de! L i b r o sino aun para los simples curiosos. E l n o m b r e de Rolando, conoc i ­do en todos los círculos intelectuales de América, es garantía de que su obra es de responsabil idad en su valer , así como sus l ibros publ icados atest i ­guando están lo que él ha real izado: en hechos. Ahí su Bib l io teca ' C A R L O S A . R O L A N D O " que en ac­ción de hi jo cariñoso regalara G u a y a q u i l . Las d i g ­nidades que los centros de C u l t u r a le han acordado hasta hoy re f rendan la consagración de su perso­na l idad . Mis deseos son que continúe gozando de su g l o r ia en v ida . . . y aunque esto no fuera asi, qu ie ­nes en el p o r v e n i r lean el n o m b r e de su Bib l io teca le estarán honrando , por ese s imple hecho, en v e ­neraciones y respetos, para s iempre .

G. h. M.

Algunos Libros Ecuatorianos E l Azuay, Apunte para una Interpretación

de su realidad social, por L u i s Monsalve Pozo. Cuenca, I m p r e n t a de la U n i v e r s i d a d , /s. a./

Historia de la Literatura Morlaca, por G. H u m b e r t o M a t a . - C u e n c a , E d i t o r i a l Amazonas,"4957.

Reflexiones sobre la Historia del Ecuador, por G a b r i e l Cevallos Garc ía .—Cuenca ,— E d i t o r i a l Casa de la C u l t u r a Ecuator iana h ú c l e o del Azuay , 1958.

Diccionario Quichua-Español, Español-Qui­chua, por Luis Cordero . Q u i t o , E d i t o r i a l ' d e la Casa de la C u l t u r a , 1955.

E l Coronel Antonio Ver;a Muñoz, por M a ­nue l María B o r r e r o . — C u e n c a , E d i t o r i a l G. M o l i ­na, 1957.

Un Centenario y una Infamia. E l Suicidio del Coronel Vega, por César Peralta Rosa les .—Qui ­to , E d i t o r i a l Rumiñahui, 1956.

Nuevo Diccionario Filosófico, por Hermóge -nes H e r r e r a . — C u e n c a , I m p r e n t a H e r m i g , 1955.

E l Libro de Oro. Edición Conmemorativa de la Fundación Española de Cuenca, /s. p. i . / , 1957.

E l Espadachín Zabala, por L u i s A . Moscoso V e g a . — C u e n c a , Casa de la C u l t u r a , Núcleo del A z u a y , 1958.

E l Azuay y Cuñar, Desarrollo Económico, Situación Agraria y Forestal.— Q u i t o , 1956.

Directorio Industrial.— M i n i s t e r i o de Econo­mía, Qui to , 1957. V o l . I .

Manabi: Prehistoria, Descubrimiento, por W i l f r i d o L o o r . — Q u i t o , Ed i t o r ia l La Salle, 1956.

Indio, Cerebro y Corazón de América, por Segundo B. Maiguashca. — Q u i t o , E d i t o r i a l F r . Jo -doco Rocke, 1949.

La Música de los Incas, - p o r Segundo L u i s M o r e n o . — Q u i t o , E d i t o r i a l Casa de la C u l t u r a Ecua­tor iana , 1957.

Apuntaciones sobre Problemas Ecuatoria­nos, por Jorge Reyes.— Q u i t o , E d i t o r i a l Casa de la C u l t u r a Ecuator iana , 1956.

Thomas Marín y el Nuevo Humanismo, por A l f redo Pareja Diezcansecu. - Q u i t o , E d i t o r i a l Casa de la C u l t u r a Ecuator iana , 1956.

Leyes, Estatutos y Reglamentos, U n i v e r s i d a d de Cuenca .—Cuenca , I m p r e n t a de la U n i v e r s i d a d , 1957.

Este Boletín se distribuye

gratuitamente.

S O L I C I T E L O .

^ o i u e r e n c i a l e m a por naiaei Maya en el 1 eatro de Colon, con motivo de la Feria del L ibro , el día 9 de Mayo de 1944.

Penetrad al rec into de una Bib l io teca . Llegáis probab lemente del bu l l i c i o de la calle, del afán de los negocios, de todas las citas del interés y de la lucha, con la cabeza en f iebre, los nervios exaltados, la conciencia l lena de sordos e inconfesables resen­t imientos , y en los oídos el eco de todas las va ­cuidades y torpezas que f lo tan a merced de las conversaciones ocasionales, en los sitios donde el egoísmo, la r i v a l i d a d y la competencia se c i tan para c o n f i r m a r el apotegma de que el hombre es lobo . para el hombre ; el mal estado de los negocios, la s i ­tuación política de la patr ia , los problemas i n t e r n a ­cionales, en f i n , miles de preocupaciones os t i enen con el alma entenebrec ida ; habéis trabajado m u ­cho, con poco éxito; habéis luchado por el predo ­m i n i o de algún par t i cu lar interés de que dependía buena parte de vuestro bienestar f u t u r o , y todo lia resultado a medias; el cansancio es g rande , ia preo­cupación absorbente, y en tal estado de alma pe­netráis en vuestra bibl ioteca. ¿Qué sucede? ¡Ah! Po­co a poco vuestro ánimo se calma, la angust ia va cediendo ante el lento avance de una serena t r a n ­qu i l idad que os embarga el a lma, y los sentidos re ­cobran el equ i l i b r i o de las horas en que fa máquina tota l de nuestro organismo parece f u n c i o n a r con perfecta y seguía cadencia. Es que la sola presencia mater ia l de los l ibros t iene la v i r t u d del sosiego. Es benéfica como la sombra de u n árbol, segura co­mo la protección de u n m u r o bien c imentado , a le­gre como el r u m o r de las aguas, fecunda como la luz del sol , íntima como la t ib ieza de los hogares. L a atmósfera que allí se respira no tiene nada de común con ese aire insa lubre de que hab i tua lmente se a l i ­m e n t a n nuestros pulmones en otros sitios. E l si lencio que allí re ina no es comparable a n i n g u n o otro s i ­lencio , n i s iquiera al del campo, que es un s i l en ­cio creador, porque ampara los misterios de la fe ­cundación universa l ; n i s iquiera al s i lencio de la noche, que u n silencio d i v i n o , porque todas las ins­piraciones del cielo descienden entonces a fecundar al sueño de los hombres. No . E l s i lencio de los l i ­bros es más alto , más puro , más sobrecogedor. O r ­denados por filas, como los ejércitos de la t i e r r a , co­locados en órdenes y jerarquías, como las huestes angélicas, aparentemente mudos y fijos dent ro de su metódica repartición, como las constelaciones, los l ibros poseen una intensa vida inv i s ib le y desalan una ac t iv idad verdaderamente cósmica en el peque­ño rec in to en que se hal lan guardados. Escuchad el impercept ib l e ru ido de las bibliotecas. Escuchadlo con atención, y veréis que al poco t iempo aquel pa ­ci f ico r u m o r como de co lmena doméstica os atruena V ensordece tanto como el estruendo de las olas. Es que ha despertado la voz de todos los pueblos, de todas las razas, de todas las edades. Es que allí se canta , se i m p l o r a , se impreca , se g r i t a , se l lora , se inqu iere , se blasfema, se reza, en todos los id i o ­mas, en los más diversos tonos, desde todos l o s ' l u -gares del m u n d o . Es allí escucháis el p r i m e r beso de amor que estalló en la mañana del paraíso, el gemido con que se in i c ia el inacabable drama h u m a ­no, la ruda voz de los patriarcas conductores de rebaños, el estruendo de las armas conquistadoras, el golpe de las mural las que se d e r r u m b a n , el jadeo de los constructores de torres y fortalezas, los c l a r i ­nes mi l i tares , los pr imeros coros de las l iras que ce­lebran la al ianza del hombre con las d iv in idades y los combates del cielo con la t i e r r a ; choques de ra­zas y de pueblos; inflagración de cu l turas : duelos de re l ig iones contrar ias , celos de monarcas, alianzas de reyes, e x t e r m i n i o de ejércitos, venganza de las m u l ­t i tudes irresponsables, si lencio de los sabios y de los pensadores ante el espectáculo de la h is tor ia , ante las leyes de la natura leza , ante la mudez del un iverso , f e rvor y sacrif ic io de los santos, exaltación y v i c t o r i a de la maldad y de la v io lencia , mis ter io ­sa opresión a los buenos, persistencia de los h u m i l ­des y heroicos sacrif icios, v igenc ia de la cólera e n ­diosada, rencor de todas las v ind i c tas impotentes , g l o r ia de los descubrimientos , sombría resignación de los fracasos, a f irmaciones y dudas, imprecac io ­nes y duelos, agonía cont inua y muerte sempi terna , todos los pasos, grados, actos, cambios y t rans i c i o ­nes de la tumul tuosa escena histórica, c u y o decorado es el cambiante universo en que nos movemos, y cuyos actores y representantes son la insaciable a-petencia del corazón, la f u n d a m e n t a l miseria del o rgu l l o humano , y la t r emenda vorac idad de la muer te , que d iar iamente reduce a cenizas aquel f a n ­tástico tablado.

T a l es el p r o f u n d o s igni f i cado de una b i b l i o ­

teca. Así como las capas geológicas son" una histo ­r ia de ¡a t i e r r a , distribuía en capítulos que se su ­perponen los unos a los otros, asi las filas de l ibros son la h is tor ia verídica del pensamiento h u m a n o ordenado de acuerdo con la dinámica aparición de las cu l turas históricas. S i pudiéramos penetrar una intuición genia l en aquellas páginas, y d i s t r i b u i r , co­mo en u n plano inmenso , todas las materias allí tratadas, y tener de todo ello* una comprensión to ­t a l y simultánea, el pensamiento h u m a n o se o fre ­cería a nuestra in te l i genc ia asombrada con más a m p l i t u d , var iedad y hermosura que los planos de las grandes ciudades, que las cartas geográficas que las topografías de t i e r r a , que las mismas t rans ­cr ipc iones gráficas del cielo estrellado. ¡Qué exacta y descomunal cosmografía del espíritu humano! Pe­ro lo más sorprendente de todo ello seria a d v e r t i r cómo hay u n p r i n c i p i o común que r ige y a r m o n i z a tan asombrosa var iedad . D e n t r o de ese plano ve ­ríamos que a la postre todas las cosas c o n v e r g e n hacia u n ideal común, y los fenómenos más con­tradictor ios se reconc i l ian dentro de una ley que los exp l i ca umversa lmente , y las leyes t i enden ha­cia la sencillez, implicándose las unas en las otras, y los pr inc ip ios hacia su ident idad esencial, y los seres hacia f inalidades idénticas, y las ideas hacia categorías superiores en que se absorben, buscan­do cada vez más las síntesis to ta l , todo ello como consecuencia de esa i rres is t ib le tendencia a la u n i ­dad, que es la ley suprema de las almas y de los seres. U n i d a d cuya percepción parc ia l a lcanzan a l ­gunas veces los espíritus superiores, for jando e n ­tonces esas supremas síntesis que son los grandes sistemas filosóficos o poéticos, o realizándola den ­t r o de sí mismos por una íntima y misteriosa ar ­monía entre todos los impulsos y tendencias de la personal idad. Cuando ese sentido de lá un idad se rompe , sobrevienen las épocas de c u l t u r a especia­l izada y atómica como la que alcanzamos, y el pre ­domin io de caracteres f ragmentar ios , en que la i n ­tegr idad humana se rompe para dar nac imiento , d e n ­t r o de una misma persona, a muchos sujetos para-dojales que riñen consigo mismos, porque su pensamiento ofrece aspectos contrad ic tor ios , al re ­flejarse en los espejos de una conciencia despeda­zada.

Pero los l ibros impresos son apenas una i m a ­gen vis ible de lo que es el l i b i o , entendido en su recóndita esencia. L i b r o es todo en el un iverso . L i b r o son nuestros rostros, y los caracteres en él impresos cons t i tuyen los títulos de las esperanzas o los largos párrafos del i n f o r t u n i o . Más recóndito l i b ro son nuestras almas, escritos unos en caracte-teres corr ientes y otros en escr i tura c i frada que necesita interpretación. Quienes se habiiúau ha es­tos signos y les a r r a n c a n su verdadera significación son de hecho los grandes psicólogos, los analistas inter iores , los consumados maestros de la introspec ­

ción. También los enamorados suelen estar en el secreto de ese abecedario simbólico. I n m e n s o l i b ro es la t i e r r a . Allí cada l e t ra t i ene su larga h is tor ia y c ons t i tuye por si sola u n capítulo. Ese g rano de arena, depositado en e l cauce de u n r io , t i ene una t r a y e c t o r i a v i v a más interesante que la existencia de A l e j a n d r o . Es f r a g m e n t o de las grandes c o n v u l ­siones geológicas que han sacudido el v i e n t r e de esta generosa t i e r r a que nos cría y a l imenta , y en sus d i m i n u t a s proporc iones vale tanto como los astros, desde el p u n t o v ista de t raged ia cósmica. ¿Y quién será capaz de condensar en pocos r e n ­glones la h is tor ia de ese río, contemporáneo de l m u n d o y en cuyas or i l las fangosas fueron a m o r i r los animales g igantes de la época prehistórica? Y él continúa f l u y e n d o , inagotab lemente , y si c on ­templásemos p r o f u n d a m e n t e sus aguas, veríamos reflejadas en ellas todos los semblantes de la fábu­la. U n a hoja de hierba es una verdadera epopeya para q u i e n sabe contemplar las cosas dentro de la u n i d a d un iversa l . L a v i d a y la muer te de 'os h o m ­bres no resulta tan interesante como el a g o t a m i e n ­to y el f lorecer de los campos. Las montañas son los apartes más interesantes de ese l i b r o , y e q u i ­v a l e n , d e n t r o de esa l i t e r a t u r a geográfica a las obras excelsas del ingen io h u m a n o . Son Ufadas, D i v i n a s C o m e d i a s . N o v e n a s S infonías , Q u i j o t e s , C a t e d r a l e s G ó t i c a s , S u m a s T e o l ó g i c a s que el ge­nio de la t i e r r a ha escrito con a n t e r i o r i d a d a la aurora del pensamiento humano , y que seguramente habrán de sobrev iv i r a sus hermanas, las creadas por el genio l i t e rar i o de los hombres , pues cuando los poemas homéricos y las obras del trágico i n ­glés se hayan deshecho en po lvo , todavía as ist ire ­mos a la epopeya de los volcanes y de las nubes y al t r emendo drama de la v i d a y la muerte de la natura leza . ¿ Y qué página más hermosa han podido concebir los hombres que esa del cielo estrel lado, con las grandes inic iales de las constelaciones y e l apretado t e x t o de la luz que n a r r a la hermosura de Dios?.

Pero hay, f i n a l m e n t e , otro l i b ro más i m p o r ­tante que los anter iores . Es el l i b ro de nuestra v i ­da. Y1\ más var iado y expres ivo de todos ellos. C a ­da m i n u t o es una línea que escribimos en él, de modo que su caligrafía es labor incesante. Es cuen ­to , m a d r i g a l , fábula, d rama , poema heroico , h istor ia novelesca o crónica ins ign i f i cante , según sea el es­t i l o en que se redacte. Puede tener una un idad ab ­soluta, o estar concebido en frases discordantes. L o escribimos con todo nues t i o ser y nuestra ambición no de jar márgenes blancas para que en él quepa toda la histor ia de nuestro paso por la t i e r r a , pues hay inev i tab lemente un momento en que la mano de la muerte se i n t e r p o n e y d ibuja el punto apar ­te. E l capítulo que sigue no lo escribimos en la t i e r r a .

P l ' B L I C A M E S BE PERMANENTE INGRESO Poctry—\o\. 88, Núm. 1, 3, 4.'.5, 6, V o l . 89,

Núm. 1, 3, 4, 5, 6, V o l . 90, Núm. 2, 3, 4, 5, 6. V o l . 9 1 , Núm. 2, 3 , 4 , 1 9 5 6 - 1 9 5 8 — P u b l i s h e d m o n t h l y . E d i t o r i a l offices. 1018, N . State Street , Chicago 10 l i h n o i s .

Revista {Javerian a.—Tomo X L I V , al X L X , Núm. 220, 222, 223, 224. 225, 226, 227, 228, 229, 238, 2 3 1 , 232, 233, 234, 235, 236, 297, 238, 239, y 240, de 1956-1957, Bogotá Colombia , E d i t o r i a l Paz.

Vida Universitaria.—Año V I al V I H Núm. 6 1 , 6 2 , 6 3 . 6 4 . 7 5 , 55, 67, 68, 69,., 70. 7 1 , 72, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 8 1 , 82 , 82 , 1955-1957, La Habana , Cuba, i m p r e n t a de la U n i v e r s i d a d de la Habana .

Boletín de la Unesco para las Bibliotecas.— V o l . I X al X I I , Núm. 11-12, 2-3, 4, 5, 6, 7, 8 .9 , 10. 1956. Núm. I , 2. 3, 4, 7, 8, 9, 11 , 12, 1957. 1, 1958. París-Francia, I m p r e n t a Unión París.

Revista de Sociedad Boiivariana de Vene-zuela.<-Vo\. X V , Núm. 48, 49, 1955, V o l . X V I , Núm. 50, 5 1 , 52 , 53, de 1956. Caracas-Venezuela , I m p . Nac i ona l .

Educación.—Etapa I I , Núm. 79, 8 1 , 82 , 83, 84, 85, 1956. Caracas-Venezuela . I m p r e n t a del M i ­n i s ter i o de Educación.

Revista de la Universidad Nacional de Cór-dova.—Año X L I I . Núm. 1, 2, 3, 4, 5, A ñ o X L I I I 1,

3. 1956. Córdoba-Argent ina, I m p r e n t a de la U n i ­vers idad Nac iona l de Córdoba.

Agricultor Venezolano.—Año X X - X X I , N ú ­meros 180. 181, 183, 188, 189. 190, 192, 194, 196, Caracas, Venezuela , 1957, y 58, I m p r e s o en Roto -grabado por Grabados Nacionales , C. A . Caracas.

Boletín de la Academia Nacional de Histo­ria. T o m o X X X V I I I y X X X I X , Núm. 149, 150, 152, 153. 154 155, 156, 157, 158, 159. Curacas, Venezue la , 1956-1957. I m p r e n t a Nac iona l .

Revista Nacional de Cultura — Núm. 111 , 112, 113 ,114 , 115 116, 117, 118, 119, 120. 121, 122, 123, 1956-1957, Caracas-Venezuela . I m p r e n t a del M i n i s t e r i o de Educación.

Boletín del Instituto Folklore.—Vol. I Núm. 5, V o l . I I , Núm. 4, 5, 7, 8, 1955-1956, Caracas, V e ­nezuela.

Cultura Universitaria. - Núm. 50, 5 1 , 5 2 , 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 6 1 , 62, 63. 1955-1957, Cara ­cas-Venezuela, E d i t o r i a l Sucre , Caracas.

Faro a Colón.-Año V I . Núm. 12, 13, 14, 15, 16 .18 , 1955-1957, Ciudad T r u j i l l o , R. D . I m p r e ­sora D o m i n i c a n a .

Anales de la Universidad de Chile.—Año C X X I I I ' Núm. 99, 100, 101, 102, 103, 104, 105. 1956-1957, Sant iago de Chi l e .

Leído en la Real Academia £.spánma, con moi-ivo uc en Za noche del 7 de octubre de 1926.

(Fragmentos)

Q U E ES E L L I B R O Veamos, ante todo, qué es el l i b r o ; qué es u n

l ibro . Para el ant iguo lexicógrafo don Sebastián de Covarrubias , «llamamos l i b ro v u l g a r m e n t e qua lqu ie r v o l u m e n de hojas o de papel o pergamino l igado en cuadernos y cubierto» . Pero esto no es c lara­mente el l i b r o que deseamos ver de f in ido . N i aun es­te otro que def ine la edición décimaquinta de nues­t r o Diccionario, aunque en lo mater ia l y ex te rno , a m i ju i c i o , no deje que desear: «Reunión de m u ­chas hojas de papel , v i t e la , etc. . . » Mas a los l ibros de que yo me propongo t r a t a r mejor conviene , aun siendo f o r m a l m e n t e algo defectuosa, la definición que nos dejó Ale jo Venegas en su Primera parte de las diferencias de libros que ay en el uniuerso. Díjolo así: " L i b r o es un arca de depósito en que, por not i c ia esencial, o por cosas, o por f iguras, se depositan aquellas cosas que pertenecen a la i n ­formación e c lar idad del e n t e n d i m i e n t o " . M i r a n d o más al contenido que al cont inente , el maestro V e ­negas nos ha d^do una definición m u y acomodada a cuanto de los l ibros hemos de decir .

¿COMO S E D E B E L E E R ? Para ha l lar en la lectura toda la enseñanza y

todo el deleite de u n l i b ro puede dar de sí, se ha de leer despacio, saboreándose in te l e c tua lmente con ca­da bocado, como se saboreaban aquellos peregr inos alemanes, compañeros de Ricote, con quienes topó y comió Sancho Panza acabada de abandonar su ín­sula. Ciertas aves, cuando beben, cacjp vez que me­ten el pico en el agua elevan la cabeza y m i r a n ha­cia arr iba , para que el agua pase por la garganta . Pues asi, mutatis mutandis, se debe leer a peque­ños sorbos, a paraditas frecuentes; deteniéndose a medi tar sobre lo leído, no sólo para as imi lar b ien lo que convenga de ello, sino asimismo para penetrar lo que el l i b ro sugiere sin dec ir lo por manera ex ­presa; porque todo l i b ro t iene implícitamente y co­mo entre renglones algo y aun mucho que no llegó a ser escrito, n i quizás pensado, por su autor , y así el buen lector colabora con él, y a luz del entend i ­miento va sacando lo escondido y tácito de su obra . M a l sabe leer el que no acierta a ha l lar en u n l ibro sino lo que le dice la letra de molde. Esp ine l , en el prólogo de su Marcos de Obregón, indicábalo con estas palabras: " D e no leer los autores m u e r ­tos n i a d v e r t i r en los vivos los secretos que l l evan encerrados en lo que profesan nace no darles el aplauso que merecen; que no es sola la corteza lo que se ha de m i r a r , sino pasar con los ojos de la consideración más a d e n t r o " . Por desdicha, el leer de esta manera no es el común estilo de hoy , cuando casi nadie hace nada, pero casi todos t i enen mucha prisa , y son, por tanto , más de actual idad que lo fueron en el p r i m e r terc io del siglo X V I I aquellas palabras de f ray Joseph Gallo, en su Historia y diá­logos de Job: " H a y algunos que han leydo muchos l ibros , y que apenas han comenzado por el prólogo, quando ya le t i enen por la tabla, y cada día con l ibro nueuo , aun les falta qué hazer; y es que m i r a n de por j u n t o y leen a bu l to , s in dar lugar al pensa­m i e n t o que r u m i e y piense en cada razón de por sí. E l buey come dentro de poco rato mucho; pero valo después r u m i a n d o poco a poco; y assi, auer ia Dios más que le sacrificassen los animales rumiaodres que no los que en tragando la y e r u a no saben qué es lo que c o m i e r o n " . E l maestro Menén -dez y Pelayo, en la estatua que t iene en la B i -ql ioteca Nac iona l — y éste fue u n acierto más del i lus t re escultor Coul laut V a l e r a — , no está precisa­m e n t e leyendo , sino meditando a l ibro abierto en lo que lee. Dice lo m u y a la c lara la posición en que t iene l i b r o .

A la mala y casi genera l costumbre de leer con precipitación debe a t r ibu i rse , s iquiera por piedad cr is t iana , la i g n o r a n c i a de que a veces dan muestra algunas personas que, aun por sus deberes pro fe ­sionales, no habían de estar ayunas de ciertas espe­cies, hasta rud imentar ias , estrechamente re lac iona­das con ellos. Y o conoci y traté a u n caballero que nunca se persuadió de que los relieves de un a n t i ­guó amuleto que uso por an i l l o representan los doce signos del zodiaco. Pues tanto me impor taba su negación como su asenso, y es bobería dar leccio­nes a los que por maestros se d i p u t a n , jamás q u i ­se demostrarle que tales signos, usadísimos por los astrólogos judic iar ios para l evantar f i gura , y que y a se co lumbraban en la famosa representación zo­diacal egipcia de D e n t e r a , fueron y son cosa har to conocida por los hombres cultos, y es, por tanto , poco airoso el i g n o r a r l a . Poco airoso, y aun i n v e r o ­símil; pues si , por ser ant iguos y estar en latín, este

ta l sujeto no conocía l ibros como el Libellvs de an-ni ratione, de Sacrobosco (París, 1538), y el t ratado anulis antiqvis, del genovés L i c e t i ( V t i n i , M D C X -L V ) , y la Dacthyliotheca de A b r a h a m Gorleo ( M D C X C V ) , que le habrían hecho ver c laro : su error , ¿ cómo no le sa t i s f i c i e ron , entre otros que es­tán en l lano romance y son modernos , y hasta v u l ­gares dentro de lo profes ional , la parte p r i m e r a de la Astronomía náutica de don Agustín Canellas (Barcelona, 1816) , y el t omo p r i m e r o de la de F e r ­nández Fontecha (Cádiz. 1875), en cuyas páginas 141 , y 9 0 - 9 1 , respect ivamente , se ve representado el z o d i a c o con las mismísimas f iguras que en el mencionado anulo? Esto, s in contar los d icc io ­narios enciclopédicos, como el de Berthe lo t , y los especiales de antigüedades, como el de D a r e m b e r g y Saglio . Y es lo más peregr ino del caso que aquel buen señor, que s iempre t u v o por "senci l la senten­cia árabe" — l e n g u a que asimismo i g n o r a b a — los signos de m i amuleto , ¡había expl icado geografía astronómica en una escuela o f ic ia l ! Pensando con venevo lenc ia , es de presumir que, habituado a leer aprisa, cien veces pasarían por delante de sus ojos esos mal aventurados signos, y n i s iquiera una pa­ró la atención en ellos, a u n siendo tan llamativas sus f iguras . Cámara fotográfica es el cerebro h u m a ­no: t iene por ob jet ivo el aparato v is ia l , y cuando se lee con rapidez , sin i r dando a lo que se lee el t i e m ­po de expansión necesario, o las especies no quedan fijadas, o se f i jan b o r r o s a m e n t e — q u e es p e o r — en la placa del e n t e n d i m i e n t o , mal que no puede reme­diar el revelador de la memoria , por falta de mate­r ia revelable.

A P O L O G I A D E L O S L I B R O S L a b o r m u y di latada, y no discurso como el

presente, requería el debido encarec imiento de las excelencias de esta inaprec iable obra del hombre , a cuya formación c o n c u r r e n de consuno las tres po­tencias del alma con lo mejor que t ienen , y de ia cual puede con verdad decirse que apenas habrá habido algún escritor que no le dedique frases de fervorosa alabanza. Gómez M a n r i q u e exhortaba a su rey en estos términos:

M i consejo p r i n c i p a l es, g r a n señor, que leáis, porque , sabiendo, sepáis d i s cern i r el bien y el m a l . Que si la sab idui ia es a todos conveniente , más a la g r a n señoría de los que han de ser guía y gobernal le de gente .

D e l grande amor que Monta igne t u v o s iempre a sus l ibros salen por abonadas fiadoras estas pa la ­bras de sus geniales Ensayos: " E l t ra to con los l i ­bros — d i c e — costea todo el curso de m i v ida y me asiste en todo momento : consuela m i vejez y m i so­ledad; descárgame del peso de una ociosidad onero­sa; me l iber ta s iempre de las compañias que me fast id ian y debi l i ta las acometidas del do ior cuando no es extremado y no me domina enteramente . Para d istraerme de una imaginación i m p o r t u n a no hallo cosa comparable a echar mano a los l ibros, que se apoderan de m i y me la a r r e b a t a n " .

Cervantes , en el Persiles, observaba con su pecul iar agudeza de ingen io : " L a s lecciones de los l ibros muchas veces hacen más c ierta experiencia de las cosas que no la t i enen los mismos que las han visto , a causa que el que lee con atención repara una muchas veces en lo que va leyendo, y el que mira sin ella no repara en nada; y con esto, excede la lección a la v i s t a " . Lope de Vega , a q u i e n los l ibros deben mucho más que él les debió, con deberles tanto , hacía decir a uno de los personajes de su co­media La Viuda valenciana:

Es cua lquier l i b ro discreto (que si cansa, de hablar deja) u n amigo que aconseja y que reprende en secreto.

Céspedes y Meneses, en E l Soldado Pínda-ro, no se queda corto en la alabanza. " L o s l ibros — d i c e — muestran en poco t i empo lo que con g r a n trabajo enseña la exper ienc ia en muchos años... S i el que los t ra ta es justo , con ellos es más santo; si discreto, más sabio; si entendido , más cuerdo; y si bueno, mejor ; porque su lección y discurso refresca la memor ia , despierta el ju i c i o e in f lama los deseos para segu irá la v i r t u d y caminar adelante con e l l a " . Y en c ier ta obra casi desconocida hoy , pero que de­bía andar en manos de todos —ref iérome a la que se t i t u l a E l Desengañado (1663)—, dice su autor d o n Franc i s co de M i r a n d a y Paz: " N o son los l ibros a lha-

Es rea lmente el l ibro todo esto, y mucho más todavía: es comida que satisface y no har ta , v i s i ta que no se enoja si la despedimos, vela s iempre e n ­cendida, de cuya l u m b r e , s in menoscabarla, pueden t o m a r luz mucbos entendimientos . E l l ibro esperará sin paciencia a que le i n t e r r o g u e n , y tampoco la tendrá para que le dejen; él, s iempre dócil a nuestro deseo, os aconsejará cuantas veces le preguntéis; él triunfará c o n t i n u a m e n t e en la prodigiosa empresa de haceros actual lo más remoto ; poniéndolo ante vuestros ojos como v i v o y pa lp i tante , pues ¿qué t e ­legrafía sin hilos de más marav i l l a que comunicar , leyendo , no solo con quienes están m u y lejos de nos­otros en cuanto al espacio, sino también con qu ie ­nes están apartadísimos en cuanto al t i empo , porque pagaron hace diez, ve in te o más siglos el i n e x c u ­sable t r i b u t o de la muerte? Además, la buena lección, como la haza de copiosa mies, da g rano para el pan de cada día y dalo también para sembrar entrando que sea el otoño. Debemos agradecer al l ibro como a l imento actual lo que pa lmar iamente nos dice; pe­ro no menos le agradezcamos la almáciga de los p e n ­samientos que nos sugirió y que sin su lec tura no habrían nacido. " ¡Oh l ibros ! — e x c l a m a b a arrebata ­damente V i c e n t e E s p i n e l — ¡Oh l ibros , fieles conse­jeros, amigos sin adulación, despertadores del e n ­t e n d i m i e n t o , maestros del a lma, gobernadores de l cuerpo , guiones para b ien v i v i r y centinelas para bien mor i r ! ¡Cuántos hombres de oscuro suelo ha­béis levantado a las cumbres más altas del m u n d o ! Y ¡cuántos habéis subido a las sillas del c ie lo ! "

Muchas veces discurrí que en todo lector de buenos l ibros puede co lumbrarse u n Ecequiela. q u i e n Dios ha dicho, como al profeta de este nombre : Co-mede volumen istud et vadens loquere ad filios Israel. Y cuando este lector ha enr iquec ido su alma con la excalente doc t r ina , parece que al exponer y d i v u l g a r todo lo que aprendió y las muchas cesas que el estudio le ha sugerido, puede dec ir lo que di jo Ecequ ie l : Et comedí illud, et factum est in ore meo sicut mel dulce. Por la noble ansia de no dejar de gustar estas ricas mieles, a ningún otro man jar h u ­mano comparables, el ins igne maestro Menéndez y Pelayo, que tanto había leído, exc lamaba con p r o ­funda tr isteza en los postreros instantes de su g l o ­riosa v ida : " ¡Morirme, cuando tanto me quedaba que l e e r . . . !"

" U N L I B R O Y U N A M I G O . . . " Los que sintiéndose asqueados de las m e n t i ­

ras y vanidades del m u n d o anhelaron hab i tar lejos de sus engañosos oropeles, suelen a l u d i r a la h u m i l ­de medida de sus nuevas ambiciones. Q u i e n como f r a y L u i s de León, proc lamaba, s iguiendo los pa­sos del poeta de Venusa :

A mí una pobreci l la mesa, de amable paz b ien abastada, me basta. . .

Q u i e n , como el antequerano Pedro Espinosa, en su r e t i r o de anacoreta, reprobaba la lujosa osten­tación del siglo, p r e g u n t a n d o :

¿Qué i m p o r t a que sea parda la escarlata, pues no es de menos ánimo b izarro usar del barro cual si fuese plata que usar de plata cual si fuese barro?

Y otros, en f i n , para v i v i r apartados del b u ­l l ic io del mundo , sólo pretendían reservarse dos pre ­seas: u n l i b ro y un amigo . As i , por e jemplo , el a u ­tor de la insuperable Epístola moral a Fabio:

U n ángulo me basta entre mis lares; u n l ibro y u n amigo : u n sueño breve que no p e r t u r b e n deudas n i pesares.

Y a u n muchos pensaron que, por c i r c u n s t a n ­cias diversas, vale más el p r i m e r o que el segundo. " E s t a venta ja —dice Mateo A lemán— hacen por excelencia los l ibros a los amigos: que los amigos no siempre se a t reven a decir lo que s ienten y sa­ben . . . , y en los l ibros está el consejo desnudo de todo género de v i c i o " . Pero como el número de los buenos l ibros es, s in duda a lguna , mucho m a y o r que el de los buenos amigos, porque , según la sa­biduría popular , " A m i g o leal y franco es m i r l o b l a n c o " y " A m i g o s buenos, uno entre c iento , y si mejor lo he de decir , uno entre m i l " , más habre ­mos de conf iar en la lealtad de u n buen l i b ro que en la del amigo mejor , que al cabo, a u n siéndolo hoy , podrá, como el mejor v ino , repuntarse y t o r cer ­se mañana. Además, del buen l ibro podremos dec ir en el sentido l i t e ra l y con toda certeza lo que sólo tropológlcamente y con g r a n riesgo de equivocar ­nos solemos a f i r m a r de ta l o cual persona: " ¡A ése le tengo yó en el bo ls i l l o ! " ; porque en el bolsi l lo , cuan ­do salimos a pasear, podemos l levar nada menos que aun Séneca , a u n P lutarco , a u n Cervantes , para dele i tar nuestro espíritu con su comunicación.