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oIranea su eterna permanencia . En El trino . . .el personaje mitológico se debate entre lagrandeza en la que se cree enaltecido y lanecesidad del convencimiento de su mediocridad; es decir, en la obligación éticade aceptar la mediocridad del mundo. Elmismo Diablo, para convencerlo, asegura que "ya no hay almas que merezcanuna disputa". Asl, Fausto, a través de laobra de Miralles y con la reafirmación delEsprritusatánico, acepta ser un actor zombie, mediocre, un actor que interpreta personajes muertos: Hamlet, Don Juan, personajes que una vez estuvieron vivos peroque ahora pertenecen al pasado.
Lo que propone Miralles a través delpersonaje de Fausto y del Espfritu satánico es obligarnos a aceptar nuestra medianfa. Por eso, de los textos que el actor tiene como propuestas de representación, elEspfritu le recomienda interpretar al personaje de una obra insulsa que lo mantenga vivo, titulada: Hoy, aquf, ahora: la vulgaridad. El protagonista de dicha obra viveuna vida mezquina, sin grandes cambios.El personaje descubre de pronto que loslatidos de su corazón permanecen siempre inalterables; él, sin inmutarse, aceptaque ha sido un muerto en vida. No existeen la existencia. Fausto-actor rehúye interpretar a ese personaje. Sin embargo, elDiablo lo incita, pues es el único personaje que le sienta dado su carácter de falsedad, de engaño con el que se revestirá enaras de la verdad.
Si tuviéramos que clasificar el texto deMiralles, podríamos aventurarnos a decirque pertenece a esa corriente tan de modahoy dta, la del llamado "Postmodernismo", sobre todo en cuanto al postuladoprincipal de esa corriente, que consiste ensostener el fin de la cultura, el fin de lostiempos; el mundo en deterioro constante, sin la posibilidad de sostenerse o devolver atrás. Esun texto que pretende descubrir las limitaciones de la condición humana, para que de ahf los hombres resurjan a fin de encontrar un nuevo comienzooriginal.
Parece ser que el "postmodernismo",y precisamente al manifestarse en El trinodel Diablo, comprende que ha llegado eltiempo terminante de la decepción. Lo queantes se creyó que era glorioso -el GranArte, las notabilidades modelo de Edipo,Hamlet, Segismundo - hoy no puede verse sino como algo derruido, sin vida, comoun esqueleto del que sólo podemos observar fragmentos. Pero no se trata únicamente de hacer una denuncia quejumbrosa, pues se prevé que está por iniciarse unnuevo tiempo en la historia, en este caso
esEciedad con el interés de descubrir cuál esla posición que ocupan los hombres en elpresente.
El texto de Miralles es ante todo una reflexión sobre la existencia. Sus preocupaciones existenciales se manifiestan a cadainstante. El trino del Diablo es una profusión de imágenes y de palabras en formaabigarrada, lo que se complica al paso deltiempo dramático. Aquf las citas abundan,la erudición de un pensador se percibe.Debido a la excesiva información, el texto corre el riesgo de perderse, sin que estoimporte mucho, pues de todos modos selogra impactar al espectador con un temaque le atañe como ser humano.
Fausto, en El trino del Diablo, es el "actor atractivo en la cumbre de la fama", esel protagonista que se ve inmerso en unmundo de ficción, donde interpreta unaobra: Fausto, aunque no interpreta sólo aFausto, sino, en otros momentos, a DonJuan, al Alcalde de Zalamea. En la obra deMiralles, Fausto ama a Isabel, actriz aquien por "prescindir de inteligencia" ladegüella al término de la tormentapaslonal. El Espfritu, el Diablo, aparece para dialogar, o más bien filosofar con Fausto. ElEsprritu tiene la cualidad de ser bífido, deintroducirse en el cuerpo de Isabel paraprovocar la demencia de Fausto. Los juegos de lo grotesco y la crueldad excesivaabundan. El actor quiere ver "un gran teatro luminario" de la resurrección de suamada, pero el Diablo se burla de los deseos de esapirotecnia infemal de pacotilla.
La dilucidación de Fausto es respecto
Un texto del "Postmodemismo"batro
EL TRINO DEL DIABLO
Por María Muro
OBRA DE LA,DESILUSION
En el espléndido espacio del Foro SorJuana Inés de la Cruz, del Centro CulturalUniversitario, se presenta El trino del Diablo, de Alberto Miralles, bajo la direcciónde EduardoRuizSaviñón. Autor y directorlogran en la propuesta escénica ciertosmomentos culminantes correspondientesal teatro contemporáneo, cuyas caracterfsticas se prestan a la polémica y a la reflexión.
El trino del Diablo pertenece al tipo deobras que reflexionan sobre el arte teatral,sobre la relación entre ficción y realidad.Propone un Fausto-actor que juega a laactuación y que actúa el personaje deFausto. Esto es, se propone el interminable juego de la creación dramática, en unanueva variante del mito, buscando con inteligencia la negación, el aminoramientode ciertos valores establecidos. Lo quehace Miralles es examinar aspectos de lahistoria del teatro, de la cultura y de la so-
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LB puesta en escena
el del esplritu del conocimiento asumido
por el cuerpo de la amada.
EL CINE IMAGINARIO VII
Cine
LAINTEMPORALIDADDEL PRESENTEPor Daniel González Dueñas
t, Cargas de realidad
El cine hereda de la fotografla lo que puede llamarse "la intemporalidad del presen
te": a la vez que el umbral muestra un lapso precioso por fugaz , la imagen sobrevivey se interna en el tiempo llevando su mensaje irrepetible. Ese instante se convierteen intemporal: puente entre dos islas, apariencia de lo que perdura. Además de la yainmensa carga de realidad que recibe de lafotografla, más tarde sonido y color enriquecen el lenguaje cinematográfico. El cinedeja de ser exclusivamente visual: el sonido deroga la utilización de 105 intertitulos (cartones en que se escriben tanto diálogos de 105 personajes como acotacionesde la anécdota, y que después se alternancon las escenas). La pantalla conquistaotro sentido humano -el oldo- y posteriormente perfecciona el primero -la visión-: el color amplia la gama "realista"y, al igual que el sonido, parece la definitiva victoria de quienes postulan la "fidelidad a lo real". Con estas dos impactantes innovaciones, las salas estratégicasimponen una derrota a aquellos cineastasexperimentales que consiguieran un intenso grado de estilización en el transcursode las décadas anteriores. Nace entoncesel realismo como alambre de púas, lrmiteinmovilizador, territorio conquistado.
En efecto: si la corriente experimentalse habta fortalecido, era porque se hablabasado en los propios elementos queconstituían la totalidad del cine (el silencio, el blanco y negro). Sonido y color danun duro golpe a toda corriente de búsqueda, en tanto son utilizados como últimoconfinamiento. De entrada, se genera unmonumental gambito retroactivo: el silen-
que el cuerpo muerto de Isabel ocupadopor el Diablo camina sobre la mesa y llevaen sus manos una cruz ardiendo; o aquella otra cuando el Esplritu sale de un nichorevestido de Satanás. Éstas y otras múltiples escenas hacen que El trino del Diablo mantenga una estabilidad visual, aun
en contra del desequilibrio mencionado, demodo que la obra atrae al espectador a laatmósfera de lo sobrenatural. Todo estoayudado en gran medida por la iluminación, que el mismo Ruiz Saviñón ha dise
ñado con no pocos aciertos.La imperfección del equilibrio de la obra
en escena puede descubrirse en el ordendel ritmo, y en este sentido puede decirse que una obra que lo tiene será siemprebien acabada y efectiva. En el caso de Eltrino del Diablo, este ritmo se adquiere sobre todo durante la primera parte, cuando Fausto e Isabel hacen el amor impetuosamente, llevando la relación hasta elsadomasoquismo. Los dos actores entablan una armonía violenta en sus actuaciones: Mauricio Davison y Elena de Harocrean la exageración de sus personajes,que son dos actores grandilocuentes; 'ambos llevan un ritmo dificil de lograr, de necesaria sobreactuación y falsedad, la quehace falta precisamente para interpretara dos actores-personajes quienes jueganel papel de la actuación.
Es hasta el momento mismo en queFausto degüella a Isabel, cuando el ritmose mantiene limpio, violento, congruente.Luego, en la segunda parte, desde la entrada del Espfritu, el ritmo de la obra decae en varias ocasiones, quizá porque eltipo de actuación de José Ángel Garcla,el Esplritu, no corresponde a la tensióndramática anteriormente sostenida. Desde su aparición, en adelante, tan sólo existen algunos cllmax y visiones repentinos.
A pesar de estas declinaciones actorales de ritmo, la puesta en escena de RuizSaviñón resulta ser una obra que despierta interés, porque el espectador escuchalas disertaciones de Miralles, las cualesconstituyen un texto lleno de ingeniosidadque nos hace reflexionar sobre la condición humana, y porque atestigua la congruencia de un director en sus obsesionesescénicas. El trino del Diablo resulta serun buen esfuerzo de lo que hoy persigueel teatro contemporáneo en esa valiosavertiente de la búsqueda espectacular. O
El trino del Diablo, de Alberto Miralles. Foro Sor JuanaInés de la Cruz, Centro Cultural Universitario. Con Mauricio Davison, José Ángel Garc ía y Elena de Haro . Asesoría literaria: Manuel Núñez Nava . Escenografía: ArturoNava. Puesta en escena e iluminaci6n: Eduardo Ru izSaviñ6n.
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Existe en el texto mismo una burla tajante hacia el ser mediano, en contra de laampulosidad humana ocultadora del espí
ritu vacto, hecho que aprovecha EduardoRuiz Saviñónpara sostener ese humor negroque ha caracterizado a sus puestas enescena. Particularmente me refiero al anterior trabajo: Juegos profanos, de CarlosOlmos,donde Ruiz Saviñón tomó 105 elementos propios del expresionismo paraenfatizar el texto violento del autor.
Encuanto a El trino del Diablo, Ruiz Saviñón manifiesta haber adquirido mayorseguridad en su propia trayectoria . No escatima esfuerzos en la interpretación deun texto complejo, que él entiende encuanto expresión de lo grotesco, comoanálisisvirulento de la condición humana,y en cuanto critica de la historia y de lamodernidad. Enesta puesta existen variosmomentos sobresalientes. Sin embargo,tal vez por el mismo texto, que es másbien discursivo -se antoja sobre todopara leerse- la dirección escénica en ocasionestiende a perder el equilibrio. Los largos diálogos de Fausto con el Espíritu resultan valiosos sólo en cuanto discusiónfilosófica, es decir, en esos momentos noexiste acción dramática atrayente, porquela palabra por la palabra provoca que lapuesta en escena se debilite y el discursodeja de tener sentido teatral.
Los momentos de exaltación, no obstante, permiten valorar la propuesta del director. Ruiz Saviñón sabe crear atmósferas visionarias , como en la escena en la
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