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REVISTA AÑO 91, No. 1-2 ENERO - JUNIO 2000 DE LA BIBLIOTECA NACIONAL JOSÉ MARTÍ ISSN 0006-1727 RNPS 0383 Pág. 11 Alfonso Reyes/Fernando Retamar CORRESPONDENCIA (1951-1959) Pág. 49 Graziella Pogolotti AQUEL ESTUDIANTE DE ARQUITECTURA Pág. 53 Ambrosio Fornet EL AUTOR QUE SIEMPRE SE ANTICIPA

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REVISTAAÑO 91, No. 1-2 ENERO - JUNIO 2000

DE LA BIBLIOTECA NACIONAL JOSÉ MARTÍ

ISSN 0006-1727 RNPS 0383

Pág. 11

Alfonso Reyes/Fernando RetamarCORRESPONDENCIA (1951-1959)

Pág. 49

Graziella PogolottiAQUEL ESTUDIANTE DE ARQUITECTURA

Pág. 53

Ambrosio FornetEL AUTOR QUE SIEMPRE SE ANTICIPA

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Director anterior: Julio Le Riverend Brusone (1978-1993)

Director: Eliades Acosta Matos

Consejo de Redacción:Rafael Acosta de Arriba, Salvador Bueno Menéndez, AnaCairo Ballester, Tomás Fernández Robaina, Josefina GarcíaCarranza, Zoila Lapique Becali, Enrique López Mesa, Fran-cisco Pérez Guzmán, Siomara Sánchez, Emilio Setién, CarmenSuárez León, Eduardo Torres Cuevas

Jefa de Redacción: Araceli García CarranzaEdición: Marta Beatriz ArmenterosDiseño e ilustración: Luis Garzón Masabó

Composición electrónica: Departamento de Edicionesde la Subdirección de Promoción y DesarrolloBiblioteca Nacional José Martí

Canje: Revista de la Biblioteca Nacional José MartíPlaza de la RevoluciónCiudad de La Habana

Fax: 81 6224 / 33 5938Email: [email protected] Internet puede localizarnos:htp/binanet.lib.cult.cu

Primera época 1909-1912Segunda época 1949-1958Tercera época 1959-1993Cuarta época 1999-

La Revista no se considera obligada a devolver originales nosolicitados.Cada autor se responsabiliza con sus opiniones.

Año 91/ Cuarta ÉpocaEnero-junio 2000Número 1-2Ciudad de La HabanaISSN 0006-1727RNPS 0383

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Índice GeneralELIADES ACOSTA MATOS

Editorial ............................................................................................................................ 7

HOMENAJE A ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMARANA CAIRO

La continuidad de nuestras tradiciones ...................................................................... 9ALFONSO REYES - ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

Correspondencia (1951-1959) ..................................................................................... 11GRAZIELLA POGOLOTTI

Aquel estudiante de arquitectura ............................................................................... 49ARACELI GARCÍA CARRANZA

La Biobibliografía y la colección Retamar en laBiblioteca Nacional José Martí ................................................................................... 51AMBROSIO FORNET

El autor que siempre se anticipa ................................................................................. 53DENIA GARCÍA RONDA

“El otro” de Retamar .................................................................................................... 55CARMEN SUÁREZ LEÓN

Transtextualidad y/o sobrevida de un poema y de su poeta ................................ 58VIRGILIO LÓPEZ LEMUS

Hacia la nueva. En saludo al setenta cumpleañosde Roberto Fernández Retamar .................................................................................. 62AMAURY B. CARBÓN SIERRA

Roberto Fernández Retamar, latinista ........................................................................ 64Iraida Rodríguez FigueroaMemoria alerta .............................................................................................................. 67LUIS TOLEDO SANDE

Carta a la Revista de la Biblioteca Nacional .......................................................... 69PEDRO PABLO RODRÍGUEZ

Fernández Retamar ....................................................................................................... 72

VIGENCIASIVÁN A. SCHULMAN

Fernando Ortiz y el culto a Martí ............................................................................... 75ANA CAIRO

Los intelectuales orgánicos en Cuba: algunas reflexiones .................................... 81

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BRÍGIDA PASTOR

Identidad femenina en el Cuadernillo autobiográficode Gertrudis Gómez de Avellaneda ........................................................................... 90DAISY CUÉ FERNÁNDEZ

Muerte y resurrección del poeta Plácido .................................................................. 98TERESA DELGADO

Alfonso Reyes: esencia y ancilaridad en su concepto de literatura .................. 105MARIEN PRIETO

La Habana para un infante difunto. Para una relecturadel espacio citadino ................................................................................................... 120JOSÉ LÓPEZ SÁNCHEZ

Génesis histórica de la cultura científica cubana ................................................... 135ELIADES ACOSTA MATOS

La globalización y sus daños colaterales ............................................................... 158JOSÉ MANUEL DEL VAL

El balcón vacío. Notas sobre la identidad nacional a fin de siglo ....................... 167ELIADES ACOSTA MATOS

Correo en respuesta al artículo de José Manuel del Val ....................................... 189

RESEÑASAMAURY B. CARBÓN SIERRA

Nuevo número de Letras. Cultura en Cuba ......................................................... 193ESTEBAN LLORACH RAMOS

Leer a Martí 1999 ...................................................................................................... 195ENRIQUE LÓPEZ MESA

Sobre esclavos y precios .......................................................................................... 196

LIBROSELIADES ACOSTA MATOS

Presentación al libro Cultura, Estado, Revolución,de Antonio Núñez Jiménez ....................................................................................... 198

EN LA BIBLIOTECAADRIÁN GUERRA

Donación de Ismaelillo ............................................................................................. 202MARTA BEATRIZ ARMENTEROS

Actividades ................................................................................................................. 202

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Editorial

Cuando muchos de los que leen estas pa-labras y quien las escribe no vivamos yasobre la Tierra; cuando los que vendrándespués se hagan casi las mismas pre-guntas que nos hacíamos nosotros y seles acabe también su tiempo sin haber al-canzado a desentrañar las respuestasadecuadas para las dudas eternas, se ha-blará todavía de la zaga cultural de la Re-volución cubana, de los tipos obstinadose irrepetibles que la protagonizaron.Vale la pena haber vivido en estos tiem-pos. Nadie de los de entonces ha podi-do abjurar de ellos, aunque, ciertamente,algunos lo hayan vivido de una manerainexplicable.

Una especie de respeto ecuménico, es-pontáneo, rodea en Cuba a los sobre-vivientes de aquella epopeya. Nadie, niaun los más exaltados iconoclastas delmomento, ni los que apuestan a resal-tar con la estridencia de turno, se atre-ven a transgredir ciertos límites que lapropia vida ha creado. Puede que, aun-que raramente, alcancemos a presen-ciar el aleccionador espectáculo dealgún kamikaze intelectual que sedesintegra al chocar contra la majestadde algunas de estas personas a quie-nes pretende, ingenuamente, atacar.Cuando la marea arroja sobre la playalos restos de su naufragio, se compren-de mejor qué significado tienen los díasintensamente vividos, la fuerza de ser-vir sin descanso a un ideal, cuánto blin-da la libertad intelectual asumida aconciencia, cuánto fortalece la lealtada sí mismo y a la Historia.

Los hombres y mujeres de los que ha-blo forman algo así como un equipo “To-dos estrellas” de la cultura revolucionariay cubana. Ningún país, por grande y po-deroso que fuese, podría darse el lujo demantener sentados en el banco, sin usarregularmente, a tales jugadores. Ellostampoco lo soportarían.

Roberto Fernández Retamar une a sumás que demostrado talento y a su obrainmensa, la cualidad de mantener la dis-tancia y la ecuanimidad; la de apare-cer en público lo estrictamentenecesario, lo imprescindible para man-tener viva la leyenda. Pocas veces hevisto una presencia más fuerte en lasletras y el pensamiento cubanos susten-tada sobre la más estricta invisibilidad.Pocas veces se ha reafirmado más unautor, un pensador, un poeta de su ta-lla, sin proponérselo, y aun contra supropio deseo.

Con motivo de su cumpleaños número70, la Revista de la Biblioteca Nacio-nal se une al júbilo de numerosas ins-tituciones cubanas y extranjerasdeseosas de hacerle saber su admira-ción y cariño, de testimoniarle que valela pena vivir como él lo ha hecho y deluchar por lo que ha luchado.

Retamar es uno de los escritores cuba-nos que más estrecha relación ha man-tenido siempre con la Biblioteca Nacional.Su trato respetuoso hacia nuestro colec-tivo y su demostrada confianza en que lainstitución sabría remontar las dificultadesque ensombrecieron, en tiempos felizmen-te ya superados, su capacidad de cuidarcon honor el patrimonio bibliográfico dela nación, justifican la predilección conque los bibliotecarios lo tratan.

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Pocos, como Retamar, han mostradocon tantos hechos concretos su volun-tad de hacer depositaria a la instituciónde una buena parte de sus papelería, dela extensa documentación que se agolpaen las márgenes de toda obra grande.Cuando chocamos con incompren-siones a la hora de persuadir o concien-tizar a quienes deben entender el papelpatrimonial que cumple una BibliotecaNacional; cuando alguien nos dice queno ha pensado en la necesidad de guar-dar en nuestras bóvedas su documenta-ción creativa, siempre pensamos enRetamar. Pocos como él han tenido me-nos necesidad de recurrir a nosotrospara guardar lo que ya ha sido seleccio-nado por la vida para perdurar, y sin em-bargo, nadie más puntual a la hora deentregarnos sus papeles.

Este número especial de la Revista dela Biblioteca Nacional ha reunido a ungrupo importante de autores contempo-ráneos vinculados por el denominadorcomún de este homenaje. No sé qué pen-sará Retamar en el momento de leer sustrabajos, pero yo no concibo muestras demayor respeto hacia un creador quelas que expresan estos artículos.

Cuando en las tribunas en que los crea-dores cubanos discuten sus ideas se es-cucha la voz grave y pausada deRetamar, todos hacen silencio. Se esperasiempre de sus intervenciones la agude-za y brillantez que orientan y el desplie-gue de una cultura vasta, que nuncaagrede. Es que por él hablan Calibán, yCasa de las Américas y tanta poesía y en-sayos martianos.Y los poetas y escrito-res caídos por un mundo mejor. Y sumaestro Ezequiel Martínez Estrada.Y elespíritu inquieto y rebelde, a fuerza de

honrado y deseoso de saltar toda atadu-ra, el espíritu lúcido, inmenso y militanteque anima a hombres como el Che.

Espero que el humilde homenaje de estarevista, que es suya por derecho propio,renueve el pacto con una institución,como la nuestra, que se precia de sualiento y presencia; que ve en su alar-gada figura de caballero andante, de ja-cobino impenitente, de garibaldino entremambises, la prefiguración de lo que undía, no lejano, han de ser los nuevos in-telectuales cubanos; los que recojan elguante de los animadores de esta tra-dición que no se rinde, que no se doblegacon el paso de los años, que escribe ypiensa mejor con el volar de los días.

No siento nostalgia, sino orgullo por tantoque hemos vivido, sentido, escrito y leí-do, en estos años de Revolución. Sientoorgullo, un orgullo inmenso y bienhechor,por haber visto y escuchado a hombrescomo Retamar. De ello hablaré a misnietos y lo dejaré escrito para que nadieponga en duda que estos Profetas de laBuena Nueva de la Redención Huma-na existieron.

Con letras de fuego queda escrito. Comoen lo más profundo de la Patria quedagrabada la obra de los fundadores, la deRetamar entre ellos. Los tiempos de glo-ria no han concluido. El Hombre Nue-vo no es un delirio trasnochadoentrevisto en la bruma de los 60. Aúnes posible su advenimiento, su construc-ción. ¡Gracias Maestro, por recordárnos-lo, por exigírnoslo!

ELIADES ACOSTA MATOS

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Lacontinuidadde nuestrastradiciones

Ana CairoProfesora de la Universidad de La Habana

En 1930, un comité de intelectuales yel Directorio Estudiantil Universitarioplanearon rendir tributo a Enrique JoséVarona (1849-1933), con motivo del pri-mer cincuentenario de su primer cursode filosofía. La gran manifestación es-tudiantil del 30 de septiembre, en queparticiparon también profesores y obre-ros, se convirtió en el acto más opor-tuno y trascendente de reconocimientoal pensador.

Cinco años después, José MaríaChacón y Calvo (director de cultura dela Secretaría de Educación) publicó ellibro Homenaje a Enrique José Varo-na en el centenario de su primer cur-so de filosofía, que constituía unamiscelánea de estudios literarios, histó-ricos y filosóficos. Así, se daba cum-plimiento eficiente (pero tardío al ser yapost mortem) a las aspiraciones del co-mité gestor en 1930.

De nuevo, al comenzar 1965, un grupode intelectuales preparó un tributo aFernando Ortiz (1881-1969) para recor-dar el cincuentenario de su primerimpreso. Con el apoyo solidario de co-legas de las Américas se logró reuniren tres tomos la Miscelánea de estu-dios dedicados a Fernando Ortiz(1955-1957).

Después de 1959, la tradición de home-najes se renovó al privilegiarse el arri-bo a los setenta años, como la ocasiónideal para los festejos. Nicolás Guillén,Alejo Carpentier, Juan Marinello, RaúlRoa, Vicentina Antuña, José Z. Tallet,Carlos Rafael Rodríguez y José Anto-nio Portuondo, entre otros, disfrutaronde esos jubileos signados por el afectoadmirativo.

Roberto Fernández Retamar entrará enel “club de los setenta” (según el finohumor de Portuondo) el 9 de junio. Suscompañeros de estudio, amigos, alum-nos y colaboradores, hemos queridoofrecerle este convite.

Fernández Retamar hizo su primerarevista, Alba, cuando era estudiante debachillerato en el Instituto de la Víbo-ra. Ha dirigido otras como la NuevaRevista Cubana o Unión. Sin embar-go, la mejor hazaña ha sido regir el pro-yecto cultural y de educación adistancia Casa de las Américas des-de 1965.

Atendiendo a ese amor a las revistas,hemos querido estructurarle esta mo-

HOMENAJE A ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

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desta “miscelánea” en la Revista de laBiblioteca Nacional José Martí. Enel número se contrapuntean textos ins-pirados en él o en su obra, con otrosrelativos a algunos de sus amores te-máticos, o ilustrativos del desarrollo al-canzado por las materias que ayudó afundar, o a impartir, en la Universidad

de La Habana, donde ostenta la condi-ción de Profesor Emérito.

Con este jubileo para FernándezRetamar se continúa la tradición fun-dada con el homenaje a Varona hacesetenta años.

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Alfonso Reyes/RobertoFernández Retamar.

Correspondencia(1951-1959)

Se me ha solicitado esta correspondencia para su publicación en la Revista dela Biblioteca Nacional José Martí, con motivo de que debo cumplir pronto se-tenta años: los que tenía Reyes al morir, mientras yo tenía veintinueve. Si bien yoconservaba las cartas y las tarjetas que don Alfonso me había enviado, no ocurríalo mismo, como es lógico, con las que hiciera llegar a él. Pero el investigadorVladimir Smith, cuando tuvo a su cargo la Biblioteca Alfonso Reyes de la CasaBenito Juárez, de La Habana, encontró en México, en la Capilla Alfonsina (e hizofotocopiar), casi todas las comunicaciones mías. No halló la primera, del 19 dejunio de 1951; la del 9 de julio de 1955, que pude reconstruir al menos aproximada-mente a partir de un borrador, y otra de agosto de ese año en que anuncié a Reyesque había obtenido por concurso-oposición una cátedra en la Universidad deLa Habana. Smith me dijo en 1996 que esta correspondencia, unida a otras mante-nidas por don Alfonso con varios cubanos, aparecería en libro que iba a publicar laAcademia de Ciencias de Cuba. Es de suponer que nuestra escasez de papel loimpidió, de modo que la doy a conocer ahora, añadiéndole, cuando lo considerénecesario o posible, notas explicativas mías. Además uniformé las referencias aobras: títulos de libros, revistas, cuadernos, etcétera, aparecen en cursivas; títulosde poemas, artículos, ensayos, etcétera, incluidos en otras publicaciones, aparecenentre comillas. Conservé el uso personal de mayúsculas o minúsculas en los títu-los. Si el original de la carta o tarjeta no está mecanografiado, señalo entre corche-tes que es un texto manuscrito; y hago otro tanto con respecto a las posdatasmanuscritas. Finalmente, he separado por asteriscos las comunicaciones.

La Habana, marzo del 2000

R.F.R.

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México, D.F., 31 de julio de 1951.

Sr. don Roberto Fernández Retamar,

San Francisco 19, Víbora,

La Habana,

Cuba.

Muy estimado señor mío:

Gracias por su bella y poética plaquette Elegía como un himno,1 y mi enhorabuena.

Aquí va un poema autógrafo de hace 26 años para la exposición de que me hablasu atenta del 19 de junio último.2

Lo saluda con la mayor estimación

Alfonso Reyes

Av. Industria 122,

México 11, D.F.

*******

Alfonso Reyes saluda atentamente

al Sr. R. F. Retamar

y le agradece el envío de Patrias.3

Av. Industria, 122 A. R.

México, D.F. Febrero 29 de 1952.

*******

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Transcripción en la página siguiente

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[Tarjeta manuscrita. Al dorso lleva una foto: Biblioteca de Alfonso Reyes. Av.Industria 122, México 11, D.F. (foto Gisèle Freund)]

12.4.1954

Gracias a Roberto Fernández Retamar: generosidad y comprensión, elegancia ytino. No sé qué admirar más. Mi gratitud no encuentra palabras. Las dos manos desu amigo

Alfonso Reyes4

[Al borde izquierdo] Por favor, su dirección personal

A.R.

*******

[Carta manuscrita]

La Habana, mayo de 1954

Sr. don Alfonso Reyes

México

Admirado Sr. Reyes:

Últimamente he tenido dos alegrías: la que me proporcionó la lectura de su Obrapoética; y la que me trajo su tarjeta, al decirme que le había agradado mi pobre, peroentusiasmada nota en la revista Orígenes: gracias a Ud. por esa doble y hermosamanera de alegrar.

Yo guardo entre mis recuerdos más protegidos de olvido, el de un mediodía delverano de 1952 en que –en compañía de mi esposa5 y del pintor cubano FelipeOrlando6– estuve con Ud. en esa capilla alfonsina, corazón del saber americano.De aquella visita (“Breve viaje a don Alfonso Reyes”) hice una narración queapareció en una revista, y que no le envié porque salió cumplidamente acompaña-da de esa corte de erratas que nadie ha lamentado como Ud.

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Ahora, frescas todavía tinta y erratas, le envío esta labor escolar; y un nuevo ysiempre vivísimo testimonio de afecto y admiración.

Retamar

s/c-Calle H No. 510, Ap. 12, El Vedado, La Habana

*******

México, D.F., 1º de junio de 1954.

Sr. don Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510, apto. 12,

Vedado

La Habana

C U B A

Querido amigo:

Gracias por su carta y por su precioso libro La poesía contemporánea en Cuba,que de veras es una alegría leer y releer, porque a cada paso se encuentra uno conlo que sueña y con lo que desea. Lo felicito cordialmente. Le agradezco los buenosrecuerdos y menciones. Quedo atento a su obra y prendado de su buena amistad.Muy suyo,

Alfonso Reyes

Av. Industria 122,

México 11, D.F,

*******

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México, D.F., 3 de noviembre de 1954.

Sr. don Roberto Fernández Retamar,

Calle H nº 510, apto. 12,

La Habana, C U B A

Amigo mío:

Por mis bodas de oro con la pluma (28 de nov. 1955) algunos amigos quierenpublicar, en el Fondo de Cultura, un breve volumen de muy escogidas páginassobre mi obra, hechas ya anteriormente. Me piden su artículo de Orígenes, X,nº 34, 1953, págs. 73-76.8 No lo daré sin previa autorización de usted, y si hayretoques, los espero. Si no le agrada, no tenga empacho en decírmelo.

Suyo cordialmente

Alfonso Reyes

AV. GRAL. BENJAMIN HILL, No. 122

MEXICO 11, D.F.

*******

La Habana, noviembre 11 de 1954

Sr. don Alfonso Reyes

Av. Gral. Benjamín Hill, No. 122,

México 11, D.F.

Admirado don Alfonso:

Su carta me ha traído alegría verdadera. Pensaba ya, desde hace semanas, des-pués de conocer (por artículo de Félix Lizaso9) la cercanía de su primer mediosiglo “entre libros”, cómo sumarme, de alguna manera, al natural júbilo por esos

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sus cincuenta generosos años de literatura. Ahora Ud. me ofrece la más grataoportunidad. Con gusto he vuelto a copiar (para ser honrado: lo ha hecho mi espo-sa) el trabajo, y he tachado aquí y allá, con la esperanza de que no se escapenerratas de las que deshacen o hacen sentido.

No pierda Ud. costumbre, le ruego, de sorprender tan espléndidamente como consu carta ha hecho, a su devoto

Roberto Fernández Retamar

Calle H No. 510, apto. 12,

El Vedado, La Habana.

*******

La Habana, 23 de diciembre de 1954

Sr. don Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill no. 122,

México 11, D. F.

Admirable Reyes:

Joyce pidió alguna vez, entre socarrón y grave, un lector dedicado de por vida a latarea de leerlo. Yo no sé si usted ha hecho, en algún sitio de su bosque, tan singularpetición. Pero a sus lectores se nos va –se nos acrece– la vida en ese siemprerenovado y siempre insaciado placer de leerlo por los cuatro puntos cardinales. Enestos meses, no ya por razones de mero deleite, sino por urgencias académicas(“con vistas, como todo español, a oposiciones”, decía en carta reciente a un amigoel poeta Valverde10 de parecidas labores), he vuelto sobre sus grandes textos,que me entregaron, junto al placer de ayer, la armoniosa erudición que tanto le agra-decemos. Aun después de estudiados los tres gruesos y secos volúmenes de J. E.Sandys (A History of Classical Scholarship),11 hallamos materia y espíritu sobrados

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en La Crítica en la Edad Ateniense,12 en La Antigua Retórica.13 Pero, “a lo quete truxe”: la noche del día 20-21 volví a devorarme Junta de Sombras.14 A las doso tres de la madrugada se acabó el libro –y casi me acabo yo. Pero he aquí quecuando regreso maltrecho, a la hora de almuerzo, de las clases, me espera laalegría de ver que la silva ha echado nuevas hojas verdes. Para mayor gusto,había buscado en vano el cuaderno que tuvo la bondad de enviarme,15 así que estalectura fue la primera. Y en fin, ¿qué decirle?: consuelo nuevo; y estos versos,16

borroneados sin tiempo, pero con la devoción sin reservas de su

Roberto Fernández Retamar

P.S:-Muchas felicidades pascuales –y de las otras.

*******

[Tarjeta manuscrita. Al dorso lleva un dibujo de Saul Steinberg.]

Sr. D. Roberto Fernández Retamar

Calle H No. 510, apto. 12, - Vedado, La Habana

Cuba

¡Gracias por ese magnífico poema “Visitaciones cubanas” ! Le envié un Mallarmé.Que le sea grato. Feliz año de 1955

11.I.55

Alfonso Reyes

AV. GRAL. BENJAMIN HILL, No. 122

MEXICO 11, D.F.

*******

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La Habana, abril de 1955

Sr. Dn. Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill, 122,

México, D. F.

Admirado don Alfonso Reyes:

Hay muchas labores ingratas, dicen que repetía Perogrullo. Una, por ejemplo, re-cibir mamotretos más o menos literarios con la esperanza de que sean publicados.Créame que la de enviarlos no es más agradable. Durante muchos meses he teni-do esta papelería a mi lado, esperando la fortuna de poderla editar por mi cuenta.Como a estas alturas aún no he terminado de pagar el anterior libro (sobre poesíacubana), creo llegado el momento de perder tan singular ilusión, antes de que losversos amenacen ser hojas póstumas. Y, tras muchas vacilaciones, le envío elcuaderno con la esperanza –que bien sé que nada abona– de que pueda publicarsebajo la generosa mano del Fondo.17 ¿Es ello posible? Mi gratitud hacia Ud.,ya grande, será mayor. ¿No lo es? Comuníquemelo, por favor, tan pronto pueda,para irme con mi ruido a otra parte, ejerciendo el ingrato papel que ya con Ud. heestrenado: el de joven con manuscrito bajo brazo. (Parece el título de un cuadrofeo.) Perdone que lo moleste con esta impertinencia, pero no tengo otra. AndersonImbert, creo, ha contado una curiosa anécdota sobre su relación con Shaw: despuésde leer en los periódicos que el dramaturgo inglés se quejaba de que su vasta co-rrespondencia le impedía producir alguna comedia más al año, Anderson decidióno escribir más a G.B.S. para contribuir así de algún modo al crecimiento de suteatro. Crea que a mi vez yo contribuiría gustoso con mi silencio a otro tomo desu traslado de la Ilíada, a un nuevo y admirable trabajo sobre mitología griega, aquién sabe qué ganancia deliciosa y necesaria de nuestras letras; pero, por un mo-mento, puede más el escozor de la publicación. Excúseme, y gracias por cualquieratención.

Con reiterada admiración,

Roberto Fernández Retamar.

s/c.- Calle H No. 510, Ap. 12, El Vedado, La Habana

o

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de La Habana

*******

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20

México, D.F., 10 de mayo de 1955.

Sr. don Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510, apto. 12,

Vedado,

La Habana,

C U B A

Mi querido amigo:

Gracias por su carta de abril, gracias por sus bellos versos “Canciones de antes”en Orígenes.18 Recibo con los brazos abiertos el original de Alabanzas, conver-saciones. Estoy navegando en sus páginas con deleite. Espere usted un poquito,por favor. No formo parte del Fondo de Cultura, aunque ellos son los editores de lopoco que publicamos en el Colegio de México. Pero sí soy muy amigo de esa casa,que ha publicado la mayoría de mis libros en México. El Director, Arnaldo OrfilaReynal, está ausente. No tarda en volver: creo preferible ir a la cabeza. Ya leinformaré. Cordialmente suyo.

Alfonso Reyes.

*******

La Habana, mayo 29 de 1955

Sr. don Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill no. 122,

México, D. F.,

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21

Admirable Reyes:

Con mucha alegría natural recibí su carta en que me hablaba de mi cuaderno deversos Alabanzas, conversaciones; gustosamente espero, y le quedo aun másagradecido. Si hay necesidad –yo no sé si se requiere– de alguien que perso-nalmente atienda las pruebas y realice otras gestiones, el pintor Felipe Orlando,amigo muy querido residente en México, estoy seguro que podrá hacerlas. Desdeluego, no le he dicho aún nada. En fin, aguardo cualquier palabra suya.

Recibí para deleite mayor su Mallarmé entre nosotros.19 Lo conocíafragmentariamente, pero leerlo completo fue placer nuevo. Por cierto, ¿conoceUd. el traslado del “Golpe de dados” realizado por Cintio Vitier?20 Apareció enalgún Orígenes.21 Si le interesa, tendré mucho gusto en hacérselo llegar. Leí tam-bién su Trayectoria de Goethe:22 un libro necesario y cumplido, con final muyhermoso. Y nada más, salvo afectuosos saludos. Espera de Ud. siempre razonespara felicidad,

su

Roberto Fernández Retamar.

s/c.- Calle H No. 510, Ap. 12, El Vedado, La Habana

*******

México, D.F., 6 de junio de 1955.

Sr. don Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510, apto. 12,

Vedado,

La Habana,

C U B A.

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22

Mi querido amigo Roberto:

Recibo su carta del 29 de mayo, y me duele en extremo tener que transcribirle laque con fecha 3 de junio acaba de dirigirme el Fondo de Cultura Económica y quea la letra dice:

“Lamento tener que decirle lo que tantas oportunidades me he visto obligado aexpresarle: La Junta de Gobierno no ha podido hasta ahora resolver la incorpo-ración de una sección de Letras Hispanoamericanas como lo desearía y yasabe usted que únicamente pudo incorporar la de Letras Mexicanas porque erauna obligación que teníamos con nuestro propio país. Esta circunstancia haceque no pueda darle a usted una respuesta favorable para responder al amableofrecimiento del Sr. Fernández Retamar. Me hubiera agradado mucho, por serusted el amigo intermediario, haber podido acceder a esa solicitud.”

Por la adjunta copia de mi respuesta al Sr. Orfila Reynal verá usted que sigoempeñado en procurar una solución.

Lo abraza afectuosamente

Alfonso Reyes.

AV. GRAL. BENJAMIN HILL, No. 122

MEXICO 11, D.F.

*******

México, D.F., 6 de junio de 1955.

Sr. D. Arnaldo Orfila Reynal,

Fondo de Cultura Económica,

Av. Universidad 975,

México 12, D.F.

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23

Mi querido amigo:

Tomo nota de su carta del 3 relativa a la petición del poeta Roberto FernándezRetamar, a quien ya comunico su resolución. Me atrevo todavía a suplicarle que,dado su conocimiento del ambiente editorial, me oriente un poco sobre la posibi-lidad de obtener un editor en México para el libro de mi admirado y queridoamigo.

Lo saluda muy afectuosamente

Alfonso Reyes

AV. GRAL. BENJAMIN HILL, No. 122

MEXICO 11, D.F.

*******

México, D.F., 14 de junio de 1955.

Sr. D. Octavio Paz,23

Organismos Internacionales,

Secretaría de Relaciones Exteriores,

México, D.F.

Mi querido Octavio:

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24

Tengo en mis manos el original de un libro de poesías del buen poeta cubanoFernández Retamar. ¿Habrá posibilidad de que usted lo examine para su posibleinclusión en las colecciones de Emilio Obregón?

Muchas gracias en todo caso y un afectuoso abrazo de

Alfonso Reyes

AV. GRAL. BENJAMIN HILL, No. 122

MEXICO 11, D.F.

*******

La Habana, 28 de junio de 1955

Sr. don Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill, 122,

México, D.F.

Mi admirado, mi querido don Alfonso:

Le tenía ya una carta cuando me llegó la copia de la suya a don Octavio Paz sobrelas vicisitudes de Alabanzas, conversaciones. Pero no puedo sino multiplicarle loque allí le decía: que siento como ventura grande el haber verificado por mis pro-pias manos lo que el gran viejo Unamuno afirmó: “la inteligencia de AlfonsoReyes es una parte de su bondad”; y que este encuentro, el de la bondad huma-na, es más extraño, más fabuloso y necesario que el de un editor; a éste podríasuplirlo con algún dinero: ¿con qué a su inagotable benevolencia, a esos trajinesde pater familias cuya parentela es un pueblo de bocas? Yo eso le agradezcomás que toda otra cosa: el espectáculo espléndido de su generosidad. Mucho tiem-po he sido deudor de su inteligencia; ahora lo soy también de su corazón. Le hecausado muchas molestias: no puedo hipócritamente excusarme (Ud. sabe cómose quiere, cuando se necesita, una publicación); pero me molesta de veras robarle

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25

su tiempo. Me gustaría que Ud., como por otra parte parece, fuera en efectomúltiple, vario, como un personaje de Wells o Borges: así me consolaría pen-sando que, a la vez que perdía su tiempo tratando de dar a la luz o sombra misborradores, ganaba ese mismo tiempo en otras labores suyas. Pero en fin, ya estáhecho, y sólo me queda asegurarle que, sea cual fuere el resultado de esas gestio-nes, ha dado Ud. muchas y nobles alegrías a su devoto

Roberto Fernández Retamar

s/c Calle H No. 510, Ap. 12, El Vedado, La Habana.

*******

México, D.F., 2 de julio de 1955.

Sr. D. Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510, apto. 12,

La Habana,

C u b a.

Mi querido y buen amigo:

Yo comprendo que la ilusión de usted era publicar su libro de versos en el Fondo deCultura. Ya ve usted que esos señores no ceden en sus planes. Tampoco entrarondentro de los planes del librero Obregón. Otras editoriales hay, pero no son litera-rias o no tienen categoría ni garantía. Porrúa también publica sólo lo que quiere ensus colecciones limitadas. ¿Qué hago con su libro? Yo puedo ofrecerle hacer porcuenta del Colegio de México una edición limitada y judía. No sé si eso le convie-ne. Déme sus órdenes, por favor. Aún no somos los escritores [esta última pala-bra, intercalada manuscrita] dueños de la máquina editorial. Lo saluda con vivoafecto

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26

Alfonso Reyes

[Posdata manuscrita]

Mi carta se cruza con su simpática misiva del 28 de junio. Espero sus órdenes. Loabrazo

A.R.

*******

La Habana, 9 de julio de 1955

Sr. don Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill no. 122,

México, D. F.

“Mi más querido Alfonso”:

Por ventura, la mano mayor de Juan Ramón me sigue dando las palabras que yoquerría: “Fénix/ de alas abiertas, siempre nuevas/ en los moldes del llamear.” Meofrece Ud., para mi ajetreado cuaderno de versos, “una edición limitada y judía”por cuenta del Colegio. Quizá la vanidad, que nunca se decepciona; quizá el “Amorintelectuallis” de que nos hablaba el judiazo (ya que entre hebraísmos andamos),me hace sólo decirle que sean cuales fueren las condiciones, las acepta de ante-mano, y le expresa la mayor gratitud, su devoto

Roberto Fernández Retamar

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27

P.S.- Le recuerdo que mi querido amigo el pintor Felipe Orlando, quien allí reside,creo que podría –de pedírselo yo– atender la impresión del librito.

*******

EL COLEGIO DE MÉXICO

DURANGO, 93

Mexico 7, D.F.

México, D.F., 15 de julio de 1955.

Sr. D. Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510, apto. 12,

Vedado,

La Habana,

C U B A.

Mi querido amigo:

Celebro mucho la decisión que me comunica su grata del 9 del actual. Ya procedoa orientar la edición de su libro de versos en los términos anteriormente indicadosy, en su momento, le comunicaré detalles y me pondré en relación con el pintor donFelipe Orlando, nuestro buen amigo. Perdóneme mi laconismo: estoy algo enfer-mo. Las dos manos de su devoto amigo

Alfonso Reyes

AR/ja.

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28

EL COLEGIO DE MÉXICO

DURANGO, 93

México 7, D.F.

México, D.F., 12 de agosto de 1955.

Sr. D. Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510, apto. 12,

Vedado,

La Habana, CUBA.

Mi querido amigo:

Me da usted una excelente noticia que me llena de alegría. Todo sea para bien, yque prospere su curso de filología clásica y lingüística en aquella Facultad.

Como no somos una verdadera editorial, la imprenta en que trabajamos nos dejasiempre para los últimos turnos y cumple primero con las casas que de verasla sostienen. Por eso su libro tarda un poquito. Pero conviene desde ahora que pidausted a nuestro común amigo don Felipe Orlando que se ponga en comunicación connosotros. Acaso pudiera estar a tiempo todavía para dar a la imprenta las correc-ciones, aumentos y supresiones de que usted me habla, lo que ahorraría tiempo ytrabajo.

Le envía un abrazo afectuoso su firme amigo

Alfonso Reyes

AR/ja.

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29

[Tarjeta postal manuscrita. Al dorso, foto del Panteón.]

PAR AVION

Sr. D. Alfonso Reyes

AV. GRAL. BENJAMIN HILL, No. 122

MEXICO 11, D.F.

[París, agosto de 1955]

Traídos por el azar, la alegría y la justiciera sorpresa a París, pensamos aquí en Ud.no menos que en Cuba. En 41, rue Tournefort, París 5e., dispone Ud. por algúntiempo de

R. Fdez Retamar y Sra.

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30

[Tarjeta manuscrita.]

Sr. D. R. Fernández Retamar

41 rue Tournefort

París

France

Caro poeta: Gracias por su saludo y recuerdo. Que su señora y Ud. disfruten deese París inolvidable donde dejé pedazos de mi juventud.

Suyo Alfonso Reyes

AV. GRAL. BENJAMIN HILL, No. 122

MEXICO 11, D.F.

8 sept. 1955

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31

*******

[Carta manuscrita.]

La Habana, 18 de enero de 1956

[dice por error 1955]

Sr. don Alfonso Reyes, R. Fndz Retamar

Av. Gral. Benjamín Hill, 122, H. No. 510 Vedado

México, D.F. La Habana

Cuba

[Anotación manuscrita de A.R.]

Admirado Reyes:

Creo que la última vez que le escribí, estaba yo en Grecia; y aunque, honradamen-te sea dicho, no recorría yo las tierras cantando el pou moi ta rhóda, pou moi taía, pou moi ta kalá sélina [en el original, en letras griegas],24 no es menos ciertoque derivé inolvidables alegrías de ese viaje: Atenas blanca, Eleusis extraña,Epidauros en cuyo teatro se escucha propagarse el soplo de la voz, Micenas solaen medio del áspero gris. ¡Y las islas! Itaca del astuto, el país de los feacios,aquella otra disputada por la arqueología y la imaginación. Pero en fin: el viaje haterminado: los meses en París, la visita a Venecia, a Roma, a Pompeya, el paso porEspaña, concluyen con uno sentado en esta silla, nostálgico, y escribiendo estascosas. De nuevo en La Habana (donde, ay, “suspiro por las regiones/ donde vuelanlos halcones/ sobre el mar”, como decía nuestro pobre Casal), ofrezco a Ud. aquí,de nuevo, este su hogar, y cuanto pueda querer de mí. Además, por enésima vez–nunca la última ni la suficiente– agradezco su excesiva gentileza al hacer impri-mir los versos con que le molesté.

Su devoto y agradecido

admirador

R. Fdez Retamar

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32

P.S.- Acabo de leer el núm. 2 de la excelente Revista Mexicana de Literatura,y su gran trabajo [la fotocopia se interrumpe aquí].25

*******

EL COLEGIO DE MÉXICO

DURANGO, 93

MÉXICO 7, D.F.

México, D.F., 23 de enero de 1956.

Sr. D. Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510,

Vedado

La Habana,

C U B A.

Mi querido amigo:

Muy grata sorpresa su carta del 18 de enero, al regreso de la eterna Grecia y delas demás Grecias de Europa. Gracias por su apreciación de mi trabajo sobre ladanza griega, que es un capítulo de un libro en marcha sobre la religión griega,26

por lo cual especialmente insistía en los aspectos religiosos.

Antes de cerrar esta carta, incluiré en ella una notita informativa sobre el estadoen que se encuentra la impresión de su libro de versos, asunto de que siempre nosfelicitaremos aquí todos.

Un abrazo muy afectuoso.

Alfonso Reyes.

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33

[Posdata manuscrita:]

Se me hace saber que su tomito, cuyas pruebas vio Orlando, se está encuadernan-do ya.

A.R.

AR./ja.

*******

La Habana, 8 de febrero de 1956

[Dice por error 1955]

Sr. don Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill, 122,

México, D.F.

Don Alfonso:

La esposa de Felipe Orlando me trajo –como el venturoso pan con que nacen losniños en ¿Alemania?– dos ejemplares de mi librito27 ante los que di mal disimula-das zapatetas en el aire. Gracias, don Alfonso, muchas gracias: otra cosa no sédecirle. Si pudiera arrancarme los ojos y comérmelos, según el verso generosa-mente horrible,28 lo haría como homenaje a su bondad. No pudiendo, le tiendo miagradecida mano de amigo, hijo, discípulo, enloquecido deudor.

Su

Roberto Fernández Retamar

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México, D.F., 17 de mayo de 1956.

Sr. don Roberto Fernández Retamar,

Calle H, nº 510, apt. 12,

Vedado, La Habana,

C U B A.

Mi querido amigo don Roberto:

El gratísimo presente de sus Alabanzas, con su conmovedora dedicatoria, mellega como buen augurio el día que cumplo mis 67 primaveras (que mayo se es).Gracias de corazón y cuente siempre con la admiración y el cariño de su amigo

Alfonso Reyes.

*******

UNIVERSIDAD DE LA HABANA 1728

[Es el diseño de un escudo]

FACULTAD DE FILOSOFIA

Y LETRAS

La Habana, 22 de diciembre, 1956

Sr. don Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill, 122,

México, D.F.

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Admirable Reyes:

Le acompaño una nota de heterodoxo profesor de filología en que, como siempre,lo cito con aprovechamiento y gusto.29 Estoy trabajando en la preparación de uncurso libre (Idea de la estilística), a base del cual haré un cuaderno: tan prontovea la luz le mandaré un ejemplar.

Como peticionario suyo casi profesional, voy a rogarle un servicio: quiero poner enmi despacho dos retratos: el de Unamuno y el de Ud.: el español muerto y elviviente (¡y por mucho tiempo!) a quienes debo más. ¿Tendría Ud. una foto suyaque pudiera enviarme? Me apresuro a agradecerlo. Y a hacerle llegar mis mejoresdeseos de venturas pascuales y para el año venidero.

Su devoto

Roberto Fernández Retamar

[Posdata manuscrita]

P.S. El retrato de Unamuno de que dispongo es del tamaño de la “colección” quepublicó Sur, por ej[emplo].

*******

[Tarjeta manuscrita con algunas palabras impresas]

Sr. Dr. Roberto Fernández Retamar,

Facultad de Filosofía y Letras

Universidad de

La Habana

Cuba

Alfonso Reyes saluda cordialísimamente a su querido Roberto Fernández Retamary le agradece el envío de su preciosa nota sobre “La Escuela Lingüística Españo-

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la” y su grata carta; espera siempre sus trabajos y le envía foto barbada (nuevaépoca), a la vez que le desea mucha dicha en 1956-7.

Ave. General Benjamín Hill 122

México 11, D.F.

*******

UNIVERSIDAD DE LA HABANA 1728

[Es el diseño de un escudo]

FACULTAD DE FILOSOFIA

Y LETRAS

La Habana, febrero, 1957

Sr. don Alfonso Reyes,

Av. Gral. Benjamín Hill, 122,

México, D.F.

Admirado don Alfonso Reyes:

Gracias por su tarjeta y su retrato “barbado (nueva época)”, que está ya en sumarco y, como mira de frente, atiende inexorable a cuanto voy haciendo. Es decir,eso quiero.

A cada rato me llega de México, o de cualquier otra parte del planeta, noticia,respiración de su vida en dos o tres (cientos) mundos.

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Alegre algún día pidiendo, esta vez usted, algo a su fiel

Roberto Fernández Retamar

*******

[Carta manuscrita.]

New Haven, 9 de octubre, 1957

Sr. don Alfonso Reyes,

México, D.F.

Admirable don Alfonso:

Pensaba enviarle un saludo muy cordial desde esta ciudad breve o pueblo grande,cuando amigos de New York —el excelente Eugenio Florit30 entre ellos, que medio a leer preciosa carta de Ud.— me comunican que ha estado Ud. enfermo yque ha sido sometido a operación. Con sobrado motivo le escribo ahora, paraenviarle mis mejores deseos de restablecimiento rápido y total. (Hay que volver arecordar a San Pedro los muchos libros que le quedan a Ud. en su descomunaltintero.) Estoy seguro de que ha de ser así.

Durante este curso estaré a sus órdenes en esta Universidad,31 a la que he sidoinvitado a ofrecer un curso sobre poesía hispanoamericana contemporánea.

Las mejores memorias de su

R. Fdez Retamar

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México, D. F., 14 de octubre de 1957.

Sr. Prof. R. Fernández Retamar,

Department of Spanish

137 College St.

Yale University,

New Haven, Conn.

Mi querido amigo:

Gracias por su afectuosa carta del 9. Me voy reponiendo poco a poco, en efecto,de una durísima operación. Que tenga usted el mayor éxito en esa Universidad.Las dos manos de su muy amigo

Alfonso Reyes

*******

[Tarjeta manuscrita con algunas palabras impresas]

Sr. D. R. Fernández Retamar

Universidad Central de las Villas

Santa Clara

Cuba

¡Gracias, Roberto Fernández Retamar, poeta siempre, escritor siempre adamanti-no, amigo querido!

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Alfonso Reyes le agradece el envío de Idea de la Estilística.32

Un abrazo

24 IV 1959

Ave. General Benjamín Hill 122

México 11, D.F.

*******

REPÚBLICA DE CUBA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN

INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA

La Habana, 11 de julio de 1959

Sr. don Alfonso Reyes

Av. Gral Benjamín Hill, 122

México 11, D.F.

Mi admirado y necesario don Alfonso:

Gracias por su tarjeta generosa a propósito de mi librito sobre estilística. Hoy vuelvoa Ud. con esa recurrencia de la naturaleza donde hay estaciones (que no en Cuba)o de nuestros pertinaces ciclones. Sucede que mi querido Cintio Vitier, que con tantafortuna comenzó a dirigir la Nueva Revista Cubana, ha sido honrado con la jefatu-ra del Instituto de Estudios Hispánicos de la Universidad Central de las Villas, vién-dose así privado, por falta material de tiempo, de seguir al frente de la Revista.La directora de cultura33 me ha instado entonces a asumir esa cabeza vacante, y a

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sabiendas de que la sucesión es difícil tratándose de un hombre de tanta sabiduríay poesía como Cintio, no he podido negarme. En otras y más llanas palabras: quehe quedado como el director de la Nueva Revista Cubana. Mi primer pensamien-to: pues a escribirle a don Alfonso, a sabiendas de que Cintio lo ha hecho ya,y abrirle de par en par páginas, puertas y ventanas de esta revista suya. ¡Cuántaalegría contar con algo suyo, trabajo grave o arañazo de pluma! Como ademásestamos ahora en luna de miel con la historia, después de tantos años de espanto oausencia, el nombre de Ud., cabeza natural de la América nuestra, es sencillamen-te una necesidad que sienten todas y cada una de las páginas de la revista. No dejeUd., por favor, de hacerlo brillar allí. Y si sabe de algún amigo a quien interesaríapublicar en la Revista, sepa que su consejo en ese sentido hace ya mover lasprensas.

Sus ojos me están mirando desde el retrato barbado que tengo frente a mí. Losmíos lo miran a Ud. siempre. Espero su respuesta.

Su

R Fdez. Retamar

[Posdata manuscrita]

P.S.- ¿Le ha llegado ya el primer número, con textos de Fernando Ortiz, JorgeMañach, Eliseo Diego, Nicolás Guillén, Lezama et al.?34

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México, D.F., 22 de julio de 1959.

Sr. D. Roberto Fernández Retamar,

Ministerio de Educación,

Instituto Nacional de Cultura,

C U B A.

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Mi querido don Roberto:

Gracias por su carta del 11 y la honrosa y muy bien venida invitación que me trae.Celebro saber que hereda Ud. la dirección de la Nueva Revista Cubana, de manosde nuestro admirado y querido Cintio Vitier. Ya le enviaré algo en cuanto pueda.Llevo meses hospitalizado en casa (el corazón...) y de momento no puedo ofrecer nicumplir. Pero no lo olvidaré, no.

¿Posibles colaboradores mexicanos?

José Luis Martínez, Euclides 10, México, D.F.

Alfonso Caso, Av. Revolución 1283, Tacubaya, D.F.

Daniel Cosío Villegas, 2a. Cerrada Frontera nº 7, Villa Obregón, D.F.

José Gaos (el filósofo español, ya mexicano), Niágara 38, México 5, D.F.

Juan José Arreola, Elba 32 - 402, México 5, D.F.

Ramón Xirau (español ya mexicano), Adolfo Prieto 730, Colonia del Valle, Méxi-co, D.F.

A suivre. No tengo fuerzas para nada.

Lo recuerdo siempre. Soy cordialmente suyo.

Alfonso Reyes,

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REPÚBLICA DE CUBA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN

DIRECCIÓN GENERAL DE CULTURA

La Habana, septiembre 3 de 1959.

Sr. don Alfonso Reyes,

Avenida Benjamín Hill, 122,

México, D.F.

Mi querido amigo don Alfonso:

Primero que nada, le agradezco su carta de julio 20 y las direcciones de colabora-dores posibles, a todos los cuales he escrito ya, desde luego.

Ahora, aunque bien conozco (y lamento) de su enfermedad, quisiera pedirle algoque, acaso, no le sea más difícil de dictar que una carta –y para nosotros esimportantísimo. Es esto: con motivo de cumplirse el primero de enero próximo elprimer aniversario de la caída de la dictadura, pienso naturalmente consagrar a eseacontecimiento memorable el número correspondiente de la Nueva Revista Cu-bana, que se llamará: La Revolución Cubana: un año de vida.

Espero dividir la entrega en tres partes: Testimonio Extranjero, Testimonio Cubano yuna serie de estudios sobre aspectos del país (Vida Intelectual, por José AntonioPortuondo; Política Externa, por Raúl Roa, etc.). El Testimonio Extranjero deseoprofundamente encabezarlo con el suyo. Deben figurar también Miguel Ángel Asturias,Ezequiel Martínez Estrada, María Zambrano (que han prometido colaborar con laRevista) y, probablemente, algunas grandes figuras de otros idiomas. Se trata deuna o dos cuartillas en que se exprese simpatía por nuestro país, nuestra actualsituación, el esfuerzo de nuestra Revolución, etc.: lo que Ud. pueda considerarimportante para encabezar número tan importante. Sé que con esto le robo tiempoy esfuerzo: piense que unas cuantas palabras (como suyas, “unas cuantas palabrasverdaderas”, según decía Machado) alegrarán mucho a este país que lo tiene a

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Ud. como lo mejor suyo, y que vive ahora momento de tanta noble tensión espe-ranzada.

Lo aprecia devotamente,

Roberto Fernández Retamar

P.S. Desde luego consideramos ésta como una colaboración regular a los efec-tos que Rubén hubiera llamado argentinos.

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REPÚBLICA DE CUBA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN

INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA

La Habana, 26 de noviembre de 1959

Sr. don Alfonso Reyes

Avenida Gral. Benjamín Hill, 122

México, D.F.

Admirado amigo Reyes:

Hace ya algún tiempo (el 3 de septiembre) escribí a usted en demanda de unaslíneas que consideramos esenciales para nosotros. Espero vivamente que no hayasido la enfermedad lo que le haya impedido hacernos ese grande servicio, y sí elcúmulo de trabajo que luego se traduce en libros admirables [...]. Por ello, por la

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esperanza de que no son males del cuerpo los responsables de esta nueva peti-ción, es que me animo a hacerla.

¿Recuerda Ud. que le había hablado de un número especial de la Nueva RevistaCubana, en que se rendiría homenaje a la revolución cubana al cumplir su primeraño de vida? De ello se trata. Este número estará encabezado por un “testimonioextranjero” en que se recojan páginas de algunas grandes figuras, de algunos grandeshombres, sobre la hazaña extraordinaria que está siendo esta revolución. Tal “tes-timonio” queremos encabezarlo con unas palabras de Ud. También se ha pedidocolaboración a Ezequiel Martínez Estrada, que ha enviado una página valiente ynoble; a Waldo Frank y Miguel Ángel Asturias, que han prometido, en su paso porLa Habana, enviarla; a Rómulo Gallegos, a María Zambrano, y posiblemente aJean Paul Sartre. No tengo necesidad de encarecerle la importancia suma queconcedemos a estas palabras. Se trata, en cada caso, de una o dos cuartillas(aunque nosotros, desde luego, las consideraremos a todos los efectos como unacolaboración regular). En ellas, se expresará una opinión personal sobre el actualmomento cubano, en el que todos tenemos puestas nuestras ilusiones y nuestrasesperanzas. Nietzsche –¿recuerda usted?– decía que España era un pueblo quehabía aspirado a demasiado. Pero, mi querido amigo, ¿qué otra cosa, sino lo dema-siado, es meta digna para un pueblo? Lo demasiado nuestro no es Cuba, sinoHispanoamérica, ese sueño de fundar aquí, al cabo, por algún costado, por todos,la última Tule que encontró ya voz en usted. Ese costado es México, es Cuba, es lagran tierra nuestra. Cuando batallamos en uno de nuestros rincones, nunca nosabandona la conciencia de guerrear por la tierra, por la patria mayor “de Bolívar yBello”, –se leerá en la entrega que está al salir– “de Hostos, de Rodó, de Reyes”.Que no nos falte su palabra excepcional en este momento excepcional.

Lo admira mucho su

Roberto Fernández Retamar

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México, D.F., 30 de noviembre de 1959.

Sr. D. Roberto Fernández Retamar,

Instituto Nacional de Cultura,

Ministerio de Educación,

La Habana,

C U B A.

Mi querido y admirado amigo don Roberto:

En efecto, recibí su carta anterior a que se refiere la actual del 20 de noviembre. Enefecto, mi salud es muy mala y no puedo concentrarme para escribir ahora nada quevalga la pena, y menos sobre asuntos tan delicados como los que se refieren a lafelicidad de nuestros pueblos americanos. Quizá usted habrá advertido que me heabstenido sistemáticamente de tocar las cuestiones políticas contemporáneas de mipaís, siguiendo una norma general de mi vida. No puedo romperla en este caso. Loúnico que quiero es que conste de un modo explícito y claro mi profundo anhelo porla felicidad del pueblo cubano y por el afincamiento cada vez mayor de sus libertadesy la pulcritud de sus gobiernos. Esta declaración general puede usted desde luegousarla. Sé que es muy poco expresiva desde un punto de vista exterior y retórico.Pero si dan ustedes a las palabras todo su peso, sé que ello basta y manifiestaclaramente mi estado de ánimo para la querida república hermana.

Lo abraza

Alfonso Reyes.35

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NOTAS

1Se trata de mi primer cuaderno: Elegía como un himno. (A Rubén Martínez Villena), La Habana, 1950.2 Yo le había pedido a Reyes un poema autógrafo para una exposición que proyectábamos hacer en laSociedad Cultural Nuestro Tiempo. La exposición no se realizó al cabo, y terminé donando lospoemas que había recibido a la Biblioteca Nacional José Martí.3 Fue mi segundo título de versos: Patrias (1949-1951), con una viñeta de Felipe Orlando, La Habana,1952.4 Reyes me envió esta tarjeta a propósito de mi ensayo “En torno a la obra poética de AlfonsoReyes”. Orígenes (La Habana) (34); 1953, en que comenté su libro Obra poética, México D. F.,Fondo de Cultura Económica, Letras Mexicanas, 1952.5Adelaida de Juan. Nos casamos el mismo día, a mediados de agosto de 1952, en que viajamos aMéxico.6 Radicado desde la década de 1940 en México (y luego en España), Felipe Orlando nació en Cuba en1911. A su notable faena de pintor sumó luego otra de escritor. Gracias a su generoso entusiasmo,en nuestro viaje de recién casados a México pudimos desde conseguir albergue hasta conocer creadorescomo Reyes y Rufino Tamayo.7 Fernández Retamar, Roberto. La poesía contemporánea en Cuba (1927-1953). La Habana : Ed.Orígenes, 1954.

Había sido mi tesis de grado en la Universidad de La Habana.8 Lo que Reyes pensó que sería “un breve volumen” que iba a publicar el Fondo de Cultura, fueron enrealidad dos tomos de unas seiscientas páginas cada uno: Páginas sobre Alfonso Reyes [...] Edición dehomenaje. Monterrey : Universidad de Nuevo León. El primero (1955) comprende textos publicadosentre 1911 y 1945; el segundo (1957), textos publicados entre 1946 y 1957.9 Escritor cubano (1891-1967) que tuvo bajo su cuidado Archivo José Martí (1940-1953). El artículomencionado apareció en el periódico habanero El Mundo.10 El escritor español José María Valverde (1926-1996), poeta, ensayista, historiador y crítico de laliteratura, traductor, preparaba en su país oposiciones para una cátedra de estética, poco antes de queyo lo hiciera en Cuba para otra de filología clásica y lingüística.11El erudito inglés Sir John Edwin Sandys (1844-1922) publicó los tres tomos de A History ofClassical Scholarship from the Sixth Century B.C. to the End of the Middle Ages, Cambridge at theUniversity Press, entre 1903 y 1908.12 Reyes, Alfonso. La crítica en la Edad Ateniense (600 a 300 A.C.). México : El Colegio de México,1941.13 _______. La antigua retórica. México : Fondo de Cultura Económica, 1942.14 _______. Junta de sombras. Estudios helénicos. México, D.F. : El Colegio Nacional, 1949.15 _______. Nueve romances sordos. Alcance al número 13 de Huitlale, Tomo II. Correo Amistoso deMiguel N. Lira y Crisanto Cuéllar Abaroa, Tlaxcala, 1954.16 Se trata de mi poema “Visitaciones cubanas”, fechado el 21 de diciembre de 1954 y dedicadoMagistro silvaeve Alfonso Regibus. Sólo vine a publicarlo en la sección “Cortesía, como Reyes”, demi libro Poesía reunida 1948-1965. La Habana : Bolsilibros Unión, 1966.

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17 Por supuesto, el Fondo de Cultura Económica.18 Fernández Retamar, Roberto. Canciones de antes. Orígenes (La Habana) (37); 1955.19 Reyes, Alfonso. Mallarmé entre nosotros. 2a. ed. México : Ediciones Tezontle, 1955.20 Poeta, crítico, ensayista, traductor (luego también narrador), Cintio Vitier (nacido en 1921) es figurade primera fila del grupo Orígenes, y además su principal estudioso y antólogo.21 Mallarmé, Stephane. Un golpe de dados jamás abolirá el azar. Orígenes (La Habana) (32); 1952.(traducción de Cintio Vitier)22 Reyes, Alfonso. Trayectoria de Goethe. México : Breviarios del Fondo de Cultura Económica,1954.

Muchos años después supe que por esta época también leyó el libro el joven Ernesto Guevara, quienentonces lo comentó así: “Uno de los más altos espíritus americanos se acerca a la obra de uno de losgrandes talentos de la humanidad. Pero el acercamiento, sin ser irreverente, no es de rodillas. Desde elsiglo y medio que ha pasado desde Goethe, Reyes mira con cierta displicencia a su modelo germánicoy se da el lujo de apuntar las fallas de su carácter [...]”. En: Guevara, Ernesto. Apuntes de lecturas.Casa de las Américas (La Habana) (184):25; jul.-sept. 1991.23 Esta carta no aparece incluida en Correspondencia Alfonso Reyes / Octavio Paz (1939-1959). Ed.Anthony Stanton. México : Fundación Octavio Paz, Fondo de Cultura Económica, 1998.24 “¿Dónde [están] mis rosas, / dónde mis violetas, / dónde mis hermosos apios?”. Se trata de unacanción popular en la Grecia clásica que hoy, a más de cuarenta y cuatro años de mi carta a Reyes, hepodido poner en español gracias a la amabilidad de la profesora Elina Miranda.25 En el No. 2 de la Revista Mexicana de Literatura, noviembre-diciembre de 1955, aparece eltrabajo de Alfonso Reyes, “La danza griega”, que evidentemente, a juzgar por su respuesta, lecomenté entusiasmado. Dicho número incluye también, del colombiano Rafael Gutiérrez Girardot,el valioso estudio “Notas sobre la imagen de América en Alfonso Reyes”.26 El anunciado libro La religión griega no llegó a ser revisado por Reyes. Apareció póstumamente,editado por Ernesto Mejía Sánchez, conjuntamente con Mitología griega, en el tomo XVI de susObras completas. México D.F., : Fondo de Cultura Económica, 1964.27 Fernández Retamar, Roberto. Alabanzas, conversaciones (1951-1955). / viñeta Felipe Orlando.México : El Colegio de México, 1955.

Según el colofón, “se acabó de imprimir el día 30 de noviembre de 1955”. Y también: “Cuidaron laedición Alí Chumacero y Felipe Orlando.”28 Se trata, desde luego, del verso de Pablo Neruda en su “Oda a Federico García Lorca”.29 Fernández Retamar, Roberto. Sobre la escuela lingüística española. Universidad de La Habana(124-129); 1956.30 Aunque nacido en España, y radicado desde la década de 1940 en los Estados Unidos (donde llegoa ser destacado profesor universitario), Eugenio Florit (1903-1999) fue poeta cubano, uno de losmayores de este siglo.31 Entre octubre de 1957 y mayo de 1958, cerrada la Universidad de La Habana, e invitado por elprofesor José Juan Arrom (nacido en Cuba en 1910), ofrecí en la Universidad de Yale el curso que semenciona. Adelanté un resumen de él en conferencia que leí el 11 de noviembre de 1957 en laUniversidad de Columbia, Nueva York, con el título “Situación actual de la poesía hispanoamericana”y fue publicada en Revista Hispánica Moderna, Año XXIV, No. 4, octubre de 1958.32 Fernández Retamar, Roberto. Idea de la estilística. Santa Clara : Universidad Central de Las Villas,1958.

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33 La doctora Vicentina Antuña (1909-1992), quien fuera profesora de latín en la Universidad de LaHabana y figura relevante de nuestra vida pública.34 Ese primer número de la Nueva Revista Cubana (abril-junio de 1959), publicada por la DirecciónGeneral de Cultura del Ministerio de Educación, incluyó en efecto colaboraciones de no pocos de losmás destacados representantes de la vida intelectual cubana del momento: entre ellos, el sociólogoFernando Ortiz (1881-1969), el pensador Jorge Mañach (1898-1961), los poetas Nicolás Guillén(1902-1989), José Lezama Lima (1910-1976) y Eliseo Diego (1920-1994).35 Esta carta, la última que recibí de Reyes, fue escrita por este a un mes de su muerte. Apareció casicompleta, póstumamente, en el número correspondiente al Año II, No. 1, enero-marzo de 1960, deNueva Revista Cubana. Con el título “Carta sobre Cuba” y unas palabras de presentación, encabezóla sección inicial, “Homenaje a la Revolución Cubana”, donde también aparecieron colaboraciones delestadunidense Waldo Frank, el italiano Cesare Zavatini, el argentino Ezequiel Martínez Estrada, elguatemalteco Miguel Ángel Asturias, el ecuatoriano Benjamín Carrión, el haitiano René Depestre,el hispanomexicano J. M. García Ascot. En la sección sin firma “Avisos” de esa entrega me referí a ladesaparición del maestro mexicano en un texto que años después, con el título “Muerte de Reyes”,recogí en mi cuaderno Cuando un poeta muere 1957-1993, Matanzas (Cuba), Colección Venablos,Ediciones Vigía, 1994. Pero aquella carta no fue lo último que me llegó de don Alfonso, pues un pocodespués de su muerte, ocurrida a fines de 1959, recibí su cuaderno Marginalia. Tercera serie 1940-1959,México, El Cerro de la Silla, 1959, con esta dedicatoria: “A Roberto Fernández Retamar, / sólo paradesearle dicha en 1960 / Alfonso Reyes.”

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Aquelestudiante dearquitectura

Graziella PogolottiProfesora de la Universidad de La Habana y

vicepresidenta de la Unión de Escritores yArtistas de Cuba

Como tantas otras veces, Víctor Ma-nuel había aparecido con un jovenacompañante. Esta vez no era un pin-tor, sino un estudiante de arquitecturaaficionado a las letras. Yo escuchabala conversación, algo distante, hasta elmomento de hacer un pequeño apartecon aquel recién conocido. A puntode definir mi carrera universitaria, es-taba tentada por la de arquitectura. Lepregunté por sus estudios. Supe que es-taba a punto de dejarlos. Me describiólas farragosas clases de dibujo y mehizo comprender que ese tampoco se-ría mi camino. Pocos meses después,nos encontrábamos nuevamente, aho-ra en las aulas de la Facultad de Filo-sofía y Letras. Perdidos entre uncentenar de rostros todavía sin nombre,nos sentábamos con frecuencia uno jun-to a otro. Intercambiábamos libros, co-mentábamos nuestras lecturas másrecientes. Entre los apuntes de clase,Roberto Fernández Retamar que yoleía en los recesos entre clase y clase.Éramos voraces. Queríamos aprenderlotodo. Queríamos también cambiar elmundo. Nada, ninguna de las cosas dela vida, nos resultaba indiferente.

La Universidad se mantenía en perma-nente agitación. Después de la batallacontra el aumento de los precios en eltransporte público, llegaron las eleccio-nes de la FEU. Las tendencias se de-finieron. Por un lado se alineaba laizquierda, encabezada por AlfredoGuevara y Lionel Soto: por otra, unaderecha, en parte bien retribuida porprebendas gubernamentales. Formamosuna candidatura. Con ingenuidad de ad-venedizos, decidimos reunir los métodospolíticos habituales. Basados en principiosmás que en compromisos de simpatía per-sonal, nuestra conducta habría de ser avalsuficiente para ganar la contienda elec-toral. Sufrimos una derrota aplastante. Enmedio de un aislamiento absoluto, no pu-dimos contar más que con nuestros pro-pios votos.

Roberto supo convertir su tránsito por laUniversidad en un verdadero procesode formación intelectual. Estudiantedestacadisímo, primer expediente de sucurso desdeñó las lenguas clásicas, esegriego y ese latín, disciplinas impuestaspara tanto. Los aprovechó como vía deacceso para un saber gustoso. Hizode la filosofía un entretenimiento parael ejercicio del pensamiento. Todo ellosin olvidar a Cuba como centro de con-vergencia de su reflexión, hasta el pun-to de dedicar a nuestra poesía su tesisde grado. Dos modos en apariencia dis-tantes, pensamiento y creación estable-cieron desde temprano un diálogo sutil.Sus primeros cuadernos, Elegía comoun himno y Patrias inauguran una dé-cada, la del 50, con la voz de una nue-va generación.

Revistero por vocación, todavía estu-diantes, nos convocaba en la pequeña

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sala de su casa en la Víbora para pro-yectar ideas de fundación. A pesarde su timidez de entonces, flaco comoera, sabía entretejer múltiples hilos derelaciones para reunir, alrededor de unsueño nunca cristalizado, a sus coetá-neos interesados por la literatura, por lamúsica, por el cine quizás. Pasábamosasí alguna que otra tarde calurosaproponiendo nombres, sugiriendo suma-rios para lo que en aquellas circunstan-cias resultaba imposible.

Nuestra capacidad de fraguar sueñosestableció la diferencia respecto a mu-chos de nuestros compañeros de aula.También nos sirvió de escudo para lostiempos difíciles que habrían de venir.Estábamos en el último año de lacarrera cuando se produjo el golpe mi-litar de Batista. Hulegas, manifestacio-nes estudiantiles dejaron incólume a ladictadura. Terminamos por regresar ypor dar término, de cualquier modo, conla muerte en el alma, a nuestro brevepaso por la Universidad.

Anduvimos de un lado para otro. In-merso cada cual en lo suyo, los encuen-tros se hicieron más esporádicos.

1959 fue el instante del reencuentro.Pasados ya más de cuarenta años, lasimágenes se agolpan. El profesor uni-versitario inició los estudios teóricos dela literatura, abrió los seminarios dedi-cados a la obra de José Martí. Elrevistero impenitente animó la primera

Gaceta, dio paso a la cultura viva delmomento y concedió espacio a las po-lémicas de la hora.

Acompañó a los estudiantes en la mili-cia y en los trabajos sociales empren-didos en zonas campesinas. Desafiócon ellos los ciclones y los ríos desbor-dados. Cuando fue necesario, vistió eltraje diplomático. Se hizo cargo de larevista Casa de las Américas. Desdeallí, animó los grandes debates intelec-tuales que sacudieron el pensamientolatinoamericano en la década del 60. Yen medio de esa intensa labor, no aban-donó el ejercicio de la poesía en la quefue entregando libros imprescindibles. Elensayista había madurado. Colocó aMartí en la óptica del tercer mundo, rei-vindicó a Calibán, concibió la posibilidadde una teoría para nosotros, los de laperiferia.

Y siguió tejiendo las redes de la amis-tad. En otra sala, la de su casa delVedado, por las noches, se reuníael grupo, diverso y afín, sin fronteras deoficio o de generación. Estaban los vi-sitantes habituales y aquellos, de pasopor La Habana que devorados por elcombate, no habrían de volver.

En la entrega permanente al estudio yen la lucha cotidiana, RobertoFernández Retamar, aquel estudiante dearquitectura, se había convertido en unintelectual de cuerpo entero.

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LaBiobibliografíay laColecciónRetamar enla BibliotecaNacional

Araceli GarcíaCarranza

Bibliógrafa e investigadora de la BibliotecaNacional

La Biblioteca Nacional José Martí ate-sora colecciones de figuras relevantesde la cultura cubana las cuales han pro-movido investigaciones bibliográficas,o sea, la creación de repertorios de con-sulta acordes con las características decada una de ellas; estos repertoriosfacilitan el acceso a dicha información.

Generalmente los autores cubanos, porvoluntad propia, depositan en el teso-ro de la nación sus papeles, publicadoso no publicados, y estas acciones pro-mueven el necesario control biblio-gráfico; en otros casos las coleccionesfueron depositadas por eruditos colec-cionistas, investigadores y otros estudio-sos tales como Antonio Bachiller yMorales, Manuel Pérez Beato, Vidal

Morales y Morales, entre otros, fon-dos antiguos que llegaron a nuestro de-pósito de la otrora Biblioteca Nacionalradicada en el Castillo de la Fuerza; ypor excepción en la década de los 60,adquirimos algunas por compra, comola del sabio polígrafo cubano don Fer-nando Ortiz (1881-1969).

En el caso de la Colección RobertoFernández Retamar, el eminente poetay ensayista cuando cumplió sus 60 añosdonó su papelería a la Biblioteca Na-cional de Cuba. Este inmenso donativopromovió la compilación de suBiobibliografía, y el inventario y pro-cesamiento de todos los documentosque lo integran.

¿Quién le iba a decir a su bibliógrafaque aquel joven y excepcional profe-sor, que en los años 1960-1961 le im-partía con admirable erudición yexcelente voz, conferencias magistra-les sobre la fragmentación lingüísticade la Romania, le diera a conocera Ferdinand de Saussure, y la deleita-ra con sus clases de teoría literaria,que 30 años después recibiría su pa-pelería, y tuviera la inmensa respon-sabilidad de legar al futuro el necesariocontrol bibliográfico que esta iba a re-querir?

Estudiosos e investigadores, cubanos yextranjeros acceden hoy a su obra a tra-vés de la Biobibliografía compilada porla autora de esta sencillísima reseña.

La obra está estructurada acorde conlos géneros abordados por el doctorRetamar en cada tipo de documento.Así la Bibliografía Activa describe supoesía, su ensayística, su periodismo y

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sus entrevistas en libros, folletos, pu-blicaciones periódicas, manuscritos,mecanuscritos, y otros documentos; suobra en más de veinte idiomas; ysus ensayos de crítica e interpretacióndel pensamiento martiano. La Bibliogra-fía Pasiva incluye Generalidades; su ac-tuación y relación fundacional con laCasa de las Américas; la historia y crí-tica de su obra poética; la ValoraciónCrítica de cada uno de sus libros depoesía, ensayos y entrevistas; y, en sec-ción aparte la valoración crítica de sustítulos martianos. Por último Otros Do-cumentos: carteles o afiches, catálogosde exposiciones, discos, manuscritos,partituras y programas completan elrepertorio biobibliográfico que como sutítulo indica incluye su trayectoria vital,la cual precede el cuerpo bibliográficodescrito, y está conformada con datosy textos activos que siguen el paso asu vida y a su obra. Los datos extraí-dos de su extensa Bibliografía Pasiva,procedentes también de su curriculum,aparecen apoyadas por datos primariosque confirman la información biográfi-ca y bibliográfica. Esta cronología seinterrelaciona con cada una de lassubdivisiones del cuerpo bibliográficodonde se organizan las descripcionesde cada documento, también en formacronológica.

Actualmente la Sala Cubana de la Bi-blioteca Nacional encargó a un grupode expertos el procesamiento de la pa-pelería según la Norma cubanade descripción bibliográfica de ma-nuscritos, de 1999, y a su vez estosconforman un inventario que garantizala protección y seguridad física deesta documentación, independientemen-te de otras medidas de seguridad

que se aplican en estos casos.El doctor Fernández Retamar comonuestro gran novelista cubano y univer-sal Alejo Carpentier (1904-1980), hijoy padre entrañable en el espíritu dela más pura amistad, han donado envida su creación intelectual, desde sustrabajos de juventud hasta sus obrasmás relevantes. Sus papeles, a veces,en varias versiones, o rectificados ytachados, de puño y letra, dan fe delnacimiento y logro de obras perdura-bles.

Gracias maestro Fernández Retamar,mi profesor, por donar su obra a nues-tra querida institución.

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El autor quesiempre seanticipa

Ambrosio FornetEnsayista y crítico literario

Si una anécdota merece formar partede un homenaje, contaré lo que me su-cedió con “Cuba defendida”, ensayo deRetamar que se había publicado par-cialmente en La Gaceta de Cuba en1994. La revista universitaria TheSouth Atlantic Quarterly (SAQ), edi-tada por la Universidad de Duke, enEstados Unidos, me había encargadoun número especial sobre Cuba –o, másexactamente sobre la cultura cubanacontemporánea– que debía aparecer,y de hecho apareció, en el inviernode 1997. Aclaro que la Universidad deDuke está situada en Carolina del Nor-te, el Estado del senador Helms, porlo que la idea de encargarme un núme-ro de SAQ sobre Cuba –iniciativa de sueditor, Fredric Jameson– tenía algo dedesafío. Yo necesitaba desesperada-mente un texto sobre las conflictivasrelaciones entre ambos países, pero untexto que fuera capaz de comunicarserealmente con sus destinatarios mante-niendo un diplomático equilibrio entre lamás firme denuncia y la más sinceracortesía. Pues bien, el hecho es que esetexto ideal ya estaba escrito –era“Cuba defendida”–, de modo que cuan-do se lo encargué a Retamar estabahaciendo, sin saberlo, un encargo re-trospectivo. Así caí en la cuenta de

que yo no había imaginado ese textosino que lo había recordado simple-mente. Quien lo haya leído compren-derá por qué suelo decir que si Retamarno existiera tendríamos que inventar-lo..., porque no es posible desarrollarpersuasivamente esos argumentos si nose tienen su lucidez, su rigor, su habi-lidad polémica y su cultura.

Hace ya cuatro siglos –el propioRetamar nos lo recuerda– Quevedo es-cribió España defendida... para “res-ponder por mi patria y por mis tiempos”a quienes fraguaban y divulgaban por elmundo la leyenda negra antiespañola.“Cuba defendida” cumple la misma fun-ción no sólo contra la leyenda negraanticubana, sino también –en un acto dejusticia histórica– contra aquellas quela precedieron en nuestra América,como es el caso dramático de Haití yParaguay. De ahí que Retamar inven-tara el acrónimo de un país imaginario,Haipacu, para representar en una nuezesa larga historia de grandezas e igno-minias. Y para denunciar, en el caso deCuba, el papel que las transnacionalesde la información han desempeñado enempresa tan innoble, subrayando a lavez la idea de que defender a Cuba estambién defender el costado más no-ble y generoso de los Estados Unidos.

Por cierto, el autor incluiría ese ensa-yo en un volumen homónimo formadotambién por una entrevista que le hicie-ron dos intelectuales norteamericanos en1993. Que él, que no es filósofo ni polí-tico, fuera capaz de moverse por esospredios con tanta soltura, explica la tra-viesa ironía del título: “Un poeta meti-do en camisa de once varas”. Laentrevista tiene, con el ensayo, dos co-

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sas en común: su radical firmeza deprincipios y el hecho de estar dirigida,en primerísimo lugar, al público univer-sitario estadounidense. Pero el géneromismo marca las diferencias. Ahí seabordan los más variados temas, des-de la visión que hoy tiene el entrevis-tado sobre su famoso y polémicoensayo “Calibán” –un clásico dentro delproceso de descolonización cultural quese abrió en nuestra América en losaños 60– hasta la opinión que le mere-ce la llamada crisis del marxismo, pa-sando por el somero inventario de susdioses tutelares en el ámbito de la sen-sibilidad y el pensamiento: Martí, des-de luego, pero también Unamuno, quele trasmitió el “sentimiento trágico de lavida”, Bernard Shaw, que lo convirtiópara siempre en “un socialista román-tico”, y Julián del Casal, que le reveló,en plena adolescencia, el misterio de lapoesía.

Sabiendo ya, como editor, que en loconcerniente a Retamar no tendría queencargarle trabajos para proyectos edi-toriales que lo involucren –porque se-guramente ya tiene esos trabajosescritos– se me ocurre que añadiendoa los dos mencionados el ensayo “Laenormidad de Cuba”, aún no recogidoen libro, armaríamos un tríptico perdu-rable –calibanesco, como corres-ponde a su genealogía. Como editor,este sería el primer homenaje que megustaría rendirle a Retamar en sus se-tenta y en este fin de siglo.

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“El otro” deRetamar

Denia García RondaProfesora de la Universidad de La Habana

El primero de enero de 1959, mientraslas calles, caminos, trillos, guardarrayasse llenaban de eufóricos gritos, mien-tras los hasta ayer desconocidos seabrazaban emocionados y dichosos, ylas banderas flotaban en los balcones,automóviles, bohíos y carretas, un poeta–Roberto Fernández Retamar– escribíaunos versos que no se correspondíancon el estado de excitación general quelo rodeaban. Al contrario de variascomposiciones que se escriben en losprimeros meses posteriores al triunfo dela Revolución, caracterizadas por sutono enfático, exaltado y triunfal, estaes una reflexión, contenida e íntima,sobre el costo en vidas de ese triunfo,y sobre la responsabilidad histórica delos que sobrevivieron. Por otra parte, demanera implícita, ese poema queRetamar tituló “El otro”, establece elcompromiso del hablante lírico con elnuevo proceso. En ello se anticipa elsentido de “Isla” de Rolando Escardócuando dice “Pero lo que importa es laRevolución / lo demás son palabras /del trasfondo / [...] lo demás son misargumentos”, o el de Fayad Jamís en“Por esa libertad, bella como la vida /habrá que darlo todo” o aun el deHeberto Padilla que en aquel, su primerpoemario después de 1959, aseguraba

que “el justo tiempo humano va a na-cer”. O sea, “El otro” anticipa y resu-ma la actitud –asumida por la mayoríade los poetas del momento– de identi-ficación de sus aspiraciones personalescon las de toda la sociedad, jerarquizadasobre sus propias angustias odesgarramientos individuales, y aun so-bre su propia obra lírica.

Mi intención en estas breves notas eshacer un somero análisis del poema des-de el punto de vista gnoseológico. Paraello, creo útil recordarlo:

1-Nosotros los sobrevivientes

2-¿a quiénes debemos la sobrevida?

3-¿Quién se murió por mí en la ergás-tula?

4-¿Quién recibió la bala mía,

5- la para mí en su corazón?

6-¿Sobre qué muerto estoy yo vivo

7-sus huesos quedando en los míos,

8-los ojos que le arrancaron, viendo

9-por la mirada de mi cara,

10-y la mano que no es su mano,

11-que no es ya tampoco la mía,

12-escribiendo palabras rotas

13-donde él no está, en la sobrevida?

El poema, como se aprecia, comienzacon un sujeto lírico plural, lo que, de en-trada colectiviza la experiencia. En esesujeto se incluye el receptor implícito;

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por lo que el destinatario discursivo esigualmente colectivo. Se trata de todoslos sobrevivientes. Ahora bien, ¿a quese sobrevive? En el caso de una lectu-ra textual, es decir, sin tener en cuentael contexto, los datos para la produc-ción de sentidos están dados indirecta-mente en los versos siguientes. Se tratade sobrevivientes a una situación demuerte, presidio, torturas. Sin embargo,las claves paratextuales lo contex-tualizan en un espacio y un momentodados. La nacionalidad del autor y jus-tamente la fecha –ese primero de ene-ro de 1959– colocan al lector –sobretodo al cubano, que sin duda es el re-ceptor ideal del poema– en las circuns-tancias nacionales del períodoinmediatamente anterior a esa fecha.

A partir del tercer verso, el poema con-tinúa con un yo lírico identificado conel hablante, pero igualmente con el no-sotros anterior. O sea, se individualizael sujeto, pero se mantiene latente locolectivo, gracias a los dos primerosversos. Colectivo es también lo que pu-diéramos considerar un tercer sujeto,esta vez referido: el muerto innomina-do y desconocido por el hablante, aquien se le debe la vida. Un él implíci-to quien murió por los demás –y segúnel poema en lugar de los demás– y quees también una singularización de todoslos que murieron. La estructurapoemática mediante interrogacionescontribuye con efectividad a esta idea.

Ahora bien, a partir del sexto verso, sinrenunciar al sentido agradecido y deconciencia de la deuda adquirida conlos caídos, que se aprecia en los prime-ros versos, hay una variación en el poe-ma, una suerte de transmutación, que

justifica el sacrificio de aquel y que su-giere el compromiso del hablante. Elsujeto lírico asume simbólicamente, laidentidad del muerto: “Sus huesos que-dando en los míos / los ojos que learrancaron, viendo / por la mirada demi cara”; pero he aquí que ambasidentidades consustanciadas se trans-forman en una tercera (“Y la mano, queno es su mano, / que no es ya tampo-co la mía”), lo que parece indicar –ade-más del sentido de colectividad quesugiere– el desistimiento del poeta in-cluso a su propia voz en aras de la fun-ción que hubiera debido cumplir el otro.El uso de esa sinécdoque que continúaen el siguiente verso (“escribiendo pa-labras rotas”), traslada, en efecto, laproblemática al plano literario. El finaldel poema, que cierra la última interro-gación, enfatiza, o más bien concluyela idea de la deuda de los sobrevivien-tes con los que perdieron la vida en lalucha antibatistiana, y en el plano sim-bólico ratifica el carácter de trasvasede uno de los sujetos (el muerto) al so-breviviente. Eso, en mi lectura, se su-giere en el último verso: “donde él noestá, en la sobrevida”.

Una vez analizado el poema, podemostratar de descifrar su titulo. “El otro”,indica, de entrada, una distinción entreel sujeto lírico y aquel de quien se ha-bla. De acuerdo con la estructurapoemática, el recurso es muy efectivo.Empieza con una alteridad entre elmuerto y el (los) sobreviviente(s), queesencialmente se niega en el desarro-llo del poema, al asumir este último lasfunciones del primero. El otro, por tan-to, según el poema sugiere, vive, o debevivir, en el sobreviviente, por lo que seelimina la otredad.

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De modo nada casual, –por supuestodando por descontadas la autonomía li-teraria y los específicos procedimientospoéticos– este poema recoge, implíci-tamente, la posición del autor en las po-lémicas que sobre el papel delintelectual en las nuevas circunstanciasnacionales, llenaron los primeros añosposteriores al triunfo de la Revolución.No hay que olvidar que, en su ensayo“Hacia una intelectualidad revoluciona-ria en Cuba” recogido en su Ensayo deotro mundo, de 1967, Retamar expli-ca –y no por primera vez– cómo, alcontrario de la Revolución del 30, laparticipación activa de los intelectualesen el período insurreccional de los 50fue escasa, y cómo mayoritariamenteaquellos prefirieron el destierro volun-tario. Estos hechos, histórica ysociológicamente condicionados, danpor resultado que apenas hubo relacio-nes entre ellos y la vanguardia política,y que en ese sentido la intelectualidadcubana queda retrasada. Los intelec-tuales –o la mayoría de ellos para serexactos– debieron, por tanto, hacerse“intelectuales de la Revolución en laRevolución”. Retamar reclama –estavez en “Poesía y revolución en Cuba”–para esa transformación de su genera-ción literaria “volverse sobre el país”,sin que eso signifique “que podamos li-mitarnos a ver mecánicos reflejos en loque implica experiencias, búsquedas yhallazgos personales”.

Ese sentimiento –que el poeta y ensa-yista reconoce en sí mismo y en otrosmiembros de su generación–, más deresponsabilidad que de culpa (no estoyde acuerdo con que en la poesía deRetamar haya un afán de exorcizarculpas, como alguna vez dijo Julio E.Miranda), más de conciencia de la ne-

cesidad de asumir las nuevas tareasque se precisan –tanto intelectualescomo de otro tipo– que de autocríticapor no haber estado en la vanguardiade la lucha insurreccional, (aunquecierto tono de sano remordimiento pue-da apreciarse), está en la esencia de lamotivación de “El otro”.

En otros aspectos también este poemaes paradigmático. Además de ser unadelantado de la redefinición temáticade la poesía de la llamada “Generacióndel 50”, indica una de las vías en el tra-tamiento del conversacionalismo, queno abandona necesariamente los proce-dimientos tropológicos ni los recursospoéticos, en general; sino que practi-ca una voluntad de alejarse de códigosdemasiados crípticos. Aunque Retamarya había incursionado, antes del 59, enel conversacionalismo, el hecho de ser-virse de esa vía para ese poemafundacional la incluye en la nueva direc-ción poética que su autor intuyó y pro-movió con tanto éxito.

En resumen, “El otro”, por su conten-ción, por su carga lírica, por la emotivi-dad del reconocimiento y el homenaje,por el compromiso social implícito, y porla vía expresiva seleccionada se convir-tió, en su momento, en una especie decarta de presentación del discurso poé-tico de varios de los contemporáneos alautor y de él mismo. No es casual queeste pequeño poema haya sido uno delos más conocidos y apreciados en sumomento y que haya provocado unasaga de poemas que, de una forma uotra, tocan el tema. “El otro” denota la“voluntad real de servicio” de su autor,y lo hace como debe hacerlo el hechopoético: sin exaltaciones retóricas ydejando “en su lugar, la poesía”.

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Transtextualidady/o sobrevidade un poema yde su poeta

Carmen Suárez LeónInvestigadora del Centro de Estudios

Martianos

El otro(Enero de 1959)

Nosotros, los sobrevivientes,¿A quien debemos la sobrevida?

¿Quién se murió por mí en la ergástula,Quién recibió la bala mía,La para mí, en su corazón?

¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,Sus huesos quedando en los míos,Los ojos que le arrancaron, viendo

Por la mirada de mi cara,Y la mano que no es su mano,Que no es ya tampoco la mía,Escribiendo palabras rotas

Donde él no está, en la sobrevida?

Roberto Fernández Retamar

El día que triunfa la Revolución cubana,luego de arrasada la dictadura de Ba-tista, luego de clausurada una tempora-da convulsa y angustiosa de torturas,desapariciones y caídos en combate, elpoeta titula su poema “El otro”, recono-ciendo el momento “transfigurativo”, lavuelta “a los períodos mitológicos” deque hablaría luego Lezama.1 Y desde

su escritura, un nudo de alusiones defuerte densidad poética intenta descri-bir un estado interior que nos recuerdaal Rimbaud del “yo es otro”. El sacrifi-cio de tantos compatriotas lo han con-vertido en ese otro, alguien que desdesu condición de sobreviviente incorporaa su “sobrevida” la voz, el gesto, la mi-rada de los muertos, consciente de quela única manera posible de sobrevivirloses a través de esa incorporación.

Unos veintiséis años después, el 7 dejulio de 1985, Roberto FernándezRetamar escribe otro poema y lo titula“Nosotros los sobrevivientes”, texto conel que homenajea a un poeta acabadode morir ese mismo día, Luis RogelioNogueras.2 Otra estremecedora expe-riencia de sobrevida será descrita enestos versos que, como una red, se em-peñarán en apresar variados campos derelaciones conformados sobre un arcopoético tendido entre el primer poema yel segundo, entretejiendo con una arro-lladora “pasión intertextual”,3 la obraescrita y la experiencia de vida de estosdos poetas.

“El otro” resultó un excelente poema degran impacto generacional, como quehacía blanco en la sensibilidad de todoslos testigos –participantes o no– de laluchas revolucionarias de la décadadel 50. El primer verso los nombra co-lectivamente, aunque el poeta hable desí mismo: “Nosotros los sobrevivientes”.Este elemento del texto, de gran cargasignificativa y emocional migrará haciael paratexto de otras dos obras.Nogueras, alumno de Retamar, enamo-rado de este poema, escribirá el guiónde la película Leyenda, donde se na-rran las actividades clandestinas y de

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inteligencia de un grupo de revolucio-narios cubanos. El guión será el puntode partida de la novela Nosotros, lossobrevivientes, que apareció en el año1981, publicada por la Editorial LetrasCubanas. El poema de FernándezRetamar está incorporado al texto de lanovela en la página 409, luego de narrarla gesta revolucionaria del grupo de jó-venes. Su primer verso pasa a dar títuloa la novela.

El mismo verso servirá para nombrar denuevo al poema de 1985, a la muertede Nogueras. Y esta vez FernándezRetamar hará de la cita el recursoestilístico central de su texto, lo que eratambién otra manera de homenajear aNogueras, para quien toda forma de ci-tación fue característica de su estilo yverdadera obsesión transtextualy comunicativa, de la que se auxiliabacontinuamente para divertirse, paradefender o para toda forma de creacióny reflexión.

Llama la atención que ese verso deRetamar que ya había sido utilizado porNogueras, vuelva a ser convertido entítulo, pero un título cuya significaciónse completa dentro del texto mismo,como si el juego transtextual nos estu-viera haciendo en la misma arrancadadel poema un guiño malicioso, como siaboliera traviesamente sus propias de-marcaciones entre texto y paratexto:

Nosotros los sobrevivientes

Que antes fue el título de unabuena novela tuya,

Y antes aun un verso mío que túgenerosamente propagaste,

Ahora es de nuevo una laceranteperplejidad

Ante tu última broma, tu desapari-ción

Que nos priva del elfo de pelo rojode nuestras letras,

Del Cabeza de Zanahoria real, noel de Jules Renard

(¡Cómo te gustaban las citas verda-deras, y todavía más las apócrifas,Quizás anticipando sin saberlo este

momentoEn que no estamos seguros de si tumuerte es verdadera o apócrifa!).

Este título resultará aquí un artefactoverbal más complicado que el títulocomún y corriente, que apela al públicolector o a cualquier especialista, comogancho y anticipo de la lectura. Vuelvea incluirse el poeta en una pluralidad, lade los sobrevivientes, y anuncia así ha-cia dónde se dirigirá probablemente–tratándose de poesía–, el texto que si-gue. Sin embargo, he aquí que el autorcomienza el poema introduciendo unaoración subordinada con un Que en ma-yúscula cuyo antecedente está en el tí-tulo. Una legítima trabazón sintácticainvolucra a este elemento paratextualcomo parte del texto. Pero el autor nose refiere aquí al significado semánticode estos vocablos (Nosotros los sobre-vivientes), sino a su función formal detítulo que fue antes otro título y aun antesverso (“Nosotros los sobrevivientes”).En el tercer versículo de su poema,Fernández Retamar vuelve a restable-cer la referencia al significado y anotaque la frase “ahora es de nuevo una la-cerante perplejidad” ante la muerte,igual que lo era cuando fue escrita laprimera vez en “El otro”, en condiciónde primer verso.

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Se ha construido pues un primer campode relaciones que subraya tanto los cru-ces formales como de significaciónefectuados en la escritura de ambospoetas a partir de un enunciado.

Sigue la evocación del joven poeta muer-to, cuya desaparición parece una malabroma. Es invocado por un nombre quevuelve a entrar en el juego transtextual:“Del Cabeza de Zanahoria real, no elde Jules Renard”. Ahora somos lanzadostras el primer libro de Nogueras, Cabe-za de Zanahoria (Premio David depoesía 1967), cuyo título (¡otra vez untítulo!) nombra, como es de rigor, alpoemario, pero también significa a suautor, que a su vez se autoidentifica conel personaje de la novela Poil deCarotte (1894), de Jules Renard, un niñotierno, relegado y pelirrojo al que siem-pre le toca perder. El poemario está,además, precedido por una cita de lanovela francesa sobre el tópico del ju-guete inalcanzable, la trompeta de Ca-beza de Zanahoria, arrojada comocastigo a lo más alto del armario. Todauna constelación de imágenes que des-criben al poeta y conforman un símbolode la paradójica estirpe del albatros deBaudelaire y de los cisnes simbolistas.

Este primer segmento cierra con unalarga recordación entre paréntesis queexpresa el amor de Nogueras por lascitas auténticas o apócrifas, en una es-pecie de movimiento de legitimación delpropio discurso poético que regala unconmovedor ramos de citas al poetaausente.

En el segundo segmento FernándezRetamar inserta en el cuerpo de su poe-ma un texto de Nogueras. Uno de sus

célebres y temidos epitafios, el que de-dicó al propio autor. El tema de la muer-te vuelve a inscribirse en estos versosdesde la cita textual de un tipo de com-posición que practicó Nogueras comoejercicio de ironía y diversión, anticipan-do la muerte de sus contemporáneos.Esta vez la reflexión gira sobre la des-aparición hipotética del propio autor con-templada desde la escritura del otropoeta, ya desaparecido.

El diálogo con Nogueras, molde por elque fluye el poema desde el primer ver-so, se acelera, se intensifica y cobra unnostálgico temblor en el tercer fragmen-to, donde es testimoniada e ilustrada laconvivencia en que ambos poetas hanentrelazado sus vidas a partir de las mis-mas experiencias así como la súbita in-terrupción del convivio, experimentadacon dolor. Otra vez el deslizamiento deuna cita, que ahora subraya la nota cul-ta, vendrá a posarse en la escritura paraenfatizar la pérdida precoz: “Y ahoraresulta que en pleno florecimiento (losgriegos / le llamaban acmé: buena cita,¿eh?), te vas / Y nos sorprendes, y nosestropeas la partida, y nos llenas de lá-grimas...”. Esta sostenida complicidadcon Nogueras en el recurso a la citaobsesiva, dobla ahora una palabra cla-ve (“florecimiento”, “acmé”) asociadoal hecho luctuoso que está en la basede la construcción poemática: la muer-te en el instante de la plenitud. El cam-po de relaciones que se desenvuelve eneste tramo enlaza los actos de escrituracon los actos de la vida desde la pers-pectiva del poeta y del escritor y su po-sibilidad de escindir obra y vida.

Los versos finales producirán un flashback vertiginoso a un instante de la vida

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en común entre el alumno y el discípulo,un público, pero secreto, y entrañablerito magisterial:

¿Verdad que vas a regresar? ¿Nodeben servir para eso

las quince mil vidas del caminante?Sólo te pedimos una más, y que la

uses hasta el final,Y pueda volver a decir: “Nogueras,

Luis Rogelio”, y en el fondo delaula

Se oiga otra vez una delicadasonrisa, y luego un silenciopunzó, y luego: “Presente”.

La cita vuelve a fijarse en otro título deNogueras: Las quince mil vidas delcaminante (1981), que es a su vez eltítulo de un poema con un exergo deLactancio. Todas estas escriturastranstextualizadas desde el poema deFernández Retamar apuntan al fluir in-cesante de la vida en diálogo con lamuerte, al tráfico incesante entre am-bas nociones. Y postula al fin la espe-ranza de que Nogueras pudiese agotaruna sola vida “hasta el final”.

La cita que ha recorrido diversos regis-tros: el juego formal con títulos, la refe-rencia insistente y significativa a la obrade Nogueras, la zambullida irónica en elepitafio que refiere al poeta que escri-be, la nota culta, ahora, finalmente, sedetiene en el acto docente de pasar lalista, capturando la presa en la plenaoralidad, en dos frases que funcionande pronto misteriosamente, se salen desu tremenda cotidianidad para conver-tirse, por acción de la poesía, en fórmu-la mágica de resucitación, por la que elpoeta es invocado y vuelto a la vida:“Nogueras, Luis Rogelio”, “Presente”.

Desde la sobrevida afanosa y creadorade Roberto Fernández Retamar, “Elotro”, aquel poema del 59 que una ge-neración hizo suyo, dispara sus dardostranstextuales sobre la obra deNogueras, para venir y sobrevivirse eneste otro poema, “Nosotros, los sobre-vivientes”, que construye un espacio deentrañable anudamiento entre las vidasy las obras de estos poetas cubanos.

Junio-julio de 2000, en el cumpleañossetenta de Roberto Fernández Retamar y alos quince años de la desaparición físicade Luis Rogelio Nogueras.

Notas1Lezama Lima, José. Triunfo de la RevoluciónCubana. Revista de la Biblioteca Nacional JoséMartí (La Habana) 79 (2): 44-46; mayo-ag. 1988.

2Fernández Retamar, Roberto. “El otro”. Casade las Américas (La Habana) 26 (152): 115-116;sept.-oct., 1985.

3Me auxiliaré, alegremente, y sin pretensionesrigoristas, de algunas categorías que GerardGenette maneja en:

Genette, Gerard. Introducción al architexto.Umbrales. Criterios (La Habana) (25-28):43-53;en. 1989-febr. 1990.

_______. La literatura a la segunda potencia. En:Intertextualidad. Francia en el origen de untérmino y el desarrollo de un concepto. /Selección y traducción de Desiderio Navarro. /La Habana : UNEAC, Casa de las Américas,Embajada de Francia en Cuba, 1997. pp. 53-62.

_______. Título Definiciones. En: Conjuntos.Teorías y enfoques literarios recientes. México :UNAM y Universidad Veracruzana, 1996. pp.67-74.

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Hacia lanueva. Ensaludo alsetentacumpleañosde RobertoFernándezRetamar

Virgilio López LemusInvestigador del Instituto de Literatura y

Lingüística

Cuando un poeta llega a la EdadPitagórica, lo mejor es leerle los versosseptuagenarios y su obra sigue“juveneciendo”, bello verbo inventadopor José Martí. La suya es una trayec-toria de real importancia dentro de la tra-dición poética cubana. Elijo para laevocación todo un libro: Hacia la nue-va (1989), porque con él se preparabapara la entrada a los sesenta años, de-jando detrás suyo una trayectoria defi-nida dentro de la corriente coloquialistade la poesía cubana.

Hacia la nueva mantiene ese rumboemprendido en los años 50, que alcanzómomentos cimeros con variospoemarios, entre ellos Con las mismas

manos (1962). Se advierte la presenciadel poema-narración, del testimonio, dela evocación del contexto político, o sea,de las circunstancias, que han presididopor años no sólo la labor en versos deFernández Retamar, sino la crítica yensayística, tan meritorias.

Retamar continúa alejando de sus poe-mas el entramado tropológico, para re-fugiarse en un tono conversacional ycierto prosaísmo que se puede advertiren “Con Vladimir Maiakovski en el ae-ropuerto Augusto César Sandino”:

Y por ahí andan todavía metiendobala en la montaña

Frente a los mismos invasores y losmismos hijueputas

Que son pagados por los yanquis olos yanquis mismos

Igual que William Walker en el siglopasado,

Igual que los que lo combatieron enLas Segovias,

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Este parlamento, en búsqueda de un tra-bajador del aeropuerto de Managua (osea, un “personaje” dentro del poemaque a su vez tiene un “narrador”), con-trasta con instantes del excelente poe-ma “Niñerío”, que se sitúa entre losmejores de toda la obra de su autor. Enese poema desfila en grupo una familiaque, a veces, trae al recuerdo un céle-bre texto de Rolando Escardó, comocuando Retamar escribe: “Ismaelito yaes mayor, ya va al círculo”, o, en con-traste mejor, en pasajes plenos de ter-nura como el siguiente:

Al entrar a un avión, si veo quehay una cunita

Y en ella una criatura que va a irde un país a otro,

O que incluso va a atravesar elocéano

Bajo la noche llena de estrellas, yque el bamboleo que

sentiráNo ha de ser el de la cuna en tierra

ni el de los brazos de lamadre,

Sino el de un avión en cuyo senomaterno va a viajar,

Pienso que ese avión, ese en parti-cular, no puede caerse:

Hay allí una vida recién comenzadaQue debe abrirse en flor.

Por supuesto que el poeta no elude losrecursos tropológicos, aun cuando supoema sea directo y conversacional, perono es ese recurso el que resalta en elpoema, sino precisamente el aire testi-monial, la mirada directa a la realidad,lejana de todo platonismo, concreta, cir-cunstanciada. En “A un tirador” eltexto casi se convierte en relato,epicidad por medio, pero la mirada

emotiva transforma al texto en una par-ticularidad que supera la anécdota.

No trato de reseñar Hacia la nueva,sino de advertir lo singular de su discur-so a los cincuenta años de hacer poéticoconstante. Ese libro no fue una estaciónpoética más, sino una reafirmación delos intereses expresivos de su autor.Épica e intimidad se enlazan en poemascon franco sentido “trascendente”, o sea,para advertir lo que trasciende por poé-tico en la realidad-real, y por ello tieneun particular interés de sobrevivir, de re-sistir al paso del tiempo.

Ello se debe a que Fernández Retamarha escrito una poesía de la circunstan-cia, pero buscando la trascendenciaoculta de los actos de la vida, con unlenguaje conversacional que lo carac-teriza por ser uno de los poetas cimerosde la poesía de la Revolución, medianteel logro sutil de ligar realismo con vehe-mencia, y la violencia que le llega de lostiempos que ha vivido a contrapelo deaquella frase de Alejo Carpentier: “Esmuy difícil ser poeta y vivir”.

El “acto” se filtra a través de un “yo”que es el poeta mismo, pero que ahoradeja a su subjetividad trabajar sobre unrealismo lírico difícil de plasmar. Lo-gra que lo exterior se interiorice: esaes su ganancia principal antes de queel poema se convierta en obra lírica ytestimonio de lo circundante.

Setenta años es decir recuento, o toda-vía no: el poeta tiene mucho que decir,así como esperaba su arribo a los se-senta con un poemario cuyo título evo-ca la novedad.

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RobertoFernándezRetamar,latinista

Amaury B. CarbónSierra

Universidad de La Habana

Hace poco más de un siglo, el humanis-ta y patriota camagüeyano Enrique JoséVarona, en un artículo publicado en ElFígaro en 1894 con el título de “Len-guas antiguas y lenguas modernas”, serefería –al pasar– a los que amanlas letras clásicas y las cultivan, y a losque las aman sin cultivarlas. Quizás en-tre estos últimos, con nostalgia o año-ranza, se incluía el propio Varona, quiendurante su etapa de formación había es-tado vinculado asiduamente con el latíny el griego, lenguas a las cuales debíano poco de su portentoso estilo.

A ese mismo grupo –si se acepta estadistinción–, pertenece con todo derechoRoberto Fernández Retamar, uno de losmás prestigiosos intelectuales cubanoscontemporáneos, también amante degriegos y latinos, y a la vez, herederoconsciente de una rica tradición culta, ybuen martiano.

Admirado y reconocido en Cuba y en elextranjero por su larga y fructífera tra-yectoria no sólo como poeta y ensayis-ta, sino también como presidente de la

Casa de las Américas y director de larevista de igual nombre, sería innecesa-rio a los fines de estas notas enumerarlos méritos acumulados por él en cadafaceta y los honores recibidos, como nosea para subrayar el papel que han te-nido las letras clásicas grecolatinas enla formación de nuestros pensadores,políticos, hombres de ciencia y literatos,entre los que se cuenta el doctorRetamar.

Exdiscípulo en la Universidad de LaHabana de la inolvidable magistraVicentina Antuña Tavío en asignaturasde lengua y literatura latinas, FernándezRetamar dio prueba temprana del do-minio alcanzado por él en estas discipli-nas cuando en 1951 obtuvo el PremioEspecial de Literatura Latina “Adolfode Aragón” con la traducción del latínal español, y comentario histórico, gra-matical y estilístico de la obra Decoiniuratione Catilinae, de CayoSalustio Crispo (Introducción y retratode Catilina). A pesar de la extensión ycomplejidad del ejercicio, verificado el29 de septiembre de ese año, el tribunalno pudo hacer ningún señalamiento uobjeción a sus respuestas.

Para que se tenga una idea, siquieraparcial, de su meritoria labor, setranscribe seguidamente el fragmentointroductorio de su correctísima versióna primera vista. Por supuesto, que elentonces aventajado estudiante de Filo-sofía y Letras, que se iniciaba comoescritor y ese mismo año obtenía el Pre-mio Nacional de Poesía con su libroPatrias, hubiese deseado otro tema,preferiblemente los versos de Catulo ala prosa del historiador, como él mismoexpresara años después.

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Traducción:

Conviene a todos los hombres quedesean aventajar a los restantes ani-males, esforzarse con sumo empe-ño para que no pasen la vida ensilencio, como los animales, a loscuales la naturaleza formó inclina-dos y obedientes al vientre. Pero sitoda nuestra fuerza ha sido puestaen el alma y en el cuerpo, usamosmás de la fuerza del alma que delservicio del cuerpo; la una la tene-mos común con los dioses, el otrocon las bestias. Por lo que a mí meparece más rectamente buscar lagloria en las obras del ingenio quede las fuerzas y, puesto que la vidamisma, de la cual disfrutamos, esbreve, hacer la memoria de nosotroslo más perdurable posible. Porquemientras la gloria de las riquezas yde la belleza es floja y frágil, la vir-tud famosa y eterna se mantiene.Pero por largo tiempo una gran dis-puta hubo entre los mortales sobresi por la fuerza del cuerpo o por lavirtud del alma avanzaría el hechomilitar. Porque, y primero que em-pieces es menester haberlo pensadoy, cuando lo hayas pensado, haberobrado rápidamente. Así, ambas co-sas, pobres en sí, están necesitadasuna del auxilio de la otra.

Aparte de su interpretación de Salustioque lo hace merecedor de figurar en lalista de traductores cubanos de latín, sedeben mencionar sus versiones caste-llanas o meros apuntes, aún en borra-dor, de la poesía que escribió en la lenguadel Lacio el gran lírico español Garcilasode la Vega. Aunque inconclusas, sonesas traducciones en cierne expresión

o evidencia de una viva, profunda y raigalmotivación. No se olvide que fue obradel azar y no de la voluntad el queRetamar, profesor de la Facultad deArtes y Letras desde hace cuarenta yseis años, no hubiera podido ingresarmediante oposición al claustro de la des-aparecida Facultad de Filosofía y Le-tras como titular de la disciplina Lenguay Literatura Latinas, para la que se ha-bía preparado afanosamente; sino comocatedrático de la de Lingüística, la úni-ca plaza desocupada; en la cual, no obs-tante, el conocimiento del griego y el latínle proporcionaban la base sólida reque-rida. Uno de sus aportes a esta cátedrafue la elaboración del texto Idea de laestilística (1956-1957), publicado en1958 y reeditado en cuatro o más oca-siones.

Si por definición se considera latinista ala persona versada en lengua y literatu-ra latinas, Roberto Fernández Retamarlo es, entre otras tantas cosas, aunqueya no las cultive, porque su visiónhumanística del pasado está presente ensu sensibilidad, en su actuación, y en supoesía. Una prueba de ello es el siguien-te poema suyo que pone fin a estasnotas:

Deber y derecho de escribir sobretodo

Absurda la idea de que solo puedesescribir sobre lo

Que te ha ocurrido(Lo pequeño, lo ínfimo que le ha

ocurrido a ese cuerpo,a esa vida entre sus fechas),

Como si todo no te hubiera ocurri-do, como si

Hubiera una tarde que no cayerapara ti,

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Como si todos los imperios destrui-dos, aventados por

Los desiertos, devorados por lasselvas,

No hubieran conducido hacia ti;Como si el más lejano astro, extra-

viado al borde delUniverso,

Y también los astros que ya hoy noexisten,

Y las nebulosas pensativas,No hubieran trabajado, sabiéndolo

o sin saberlo,Para ti, para este instante, para

este poemaQue se escribe gracias al aliento

exhalado por MirandaO por Jenofonte,

Con un trozo sobrante de Casiopea.

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Memoriaalerta

IraidaRodríguez Figueroa

Profesora de la Universidad de La Habana

En estos días en que con motivo del se-tenta aniversario de su nacimiento serealiza una serie de homenajes a Ro-berto Fernández Retamar, se ha convo-cado al recuento de las múltiples facetasdesarrolladas por este joven setenta-ñero. Y se habla del poeta y del escritorde ensayos, del fundador, dirigente deCasa de las Américas y director de surevista, del crítico y del hombre de cul-tura, del profesor universitario y del hu-manista. De todo esto se habla. Y sehabla mucho y bien. Pero, creo que detodo esto que ha sido y es el compañe-ro Retamar lo que más atesora es sucondición de maestro, tarea que siem-pre ha considerado como la más alta res-ponsabilidad a él encomendada. Por ello,en este aniversario quiero hablar delmaestro Retamar.

Quienes hemos tenido el privilegio quesin duda representa haber podido estu-diar en la Escuela de Letras y allí habersido alumnos de los más destacados pro-fesores de un claustro, orgullo de la cul-tura cubana, con nombres comoVicentina Antuña, Camila HenríquezUreña, Mirta Aguirre y otros, para sólomencionar a los que ya no están, la pre-sencia de Roberto Fernández Retamarentre sus docentes constituye un hechode imborrable recordación, puesto quefue para nosotros, grupo que solicitó laextensión de la carrera a cinco años y

soñó asignaturas que luego encontraronmaestro, precisamente en el profesorRetamar, el iniciador de disciplinas fun-damentales en la carrera de Letras. Así,con alumnos que pedían y profesor quemontaba la asignatura, surgieron Poe-sía hispánica contemporánea, Semina-rio martiano y Teoría y crítica literarias.Es, por tanto, la actividad fundacionaldel maestro la que marca en la memo-ria de los que fuimos sus alumnos, sulabor de tantos años.

Sin embargo, uno siente que allá en losresquicios de la memoria permanecen,como asordinados, ángulos significati-vos, que no siempre se expresan y cons-tituyen, quizás, lo más cálido y fertilizadorde la tarea desempeñada. A mí me su-cede así con el profesor RobertoFernández Retamar: Recuerdo sus cla-ses amenas, dichas con voz sugestiva ybien modulada, sus citas leídas con pre-cisión y elegancia, y ese tono cercano ycomunicativo en el que humor delicadoy reflexión sapiente se aunaban parahacer que lo dicho para el grupo nume-roso y heterogéneo, pareciese mensajepersonal y casi intransferible. No he ol-vidado su capacidad interpretativa –todoprofesor es un actor en ejercicio– cuan-do en la clase ejemplificaba, con un frag-mento, las características del poetaestudiado; tampoco esa capacidad deestar siempre informado de las últimaspublicaciones o contingencias cultura-les y la generosidad con la que compar-tía su conocimiento. Pero recuerdo,mucho más que todo eso y mucho másfrecuentemente de lo que el propio pro-fesor puede sospechar, su sagaz, rigu-rosa y estimulante corrección de lostrabajos entregados para la evaluaciónde la asignatura. Allí, el profesor mar-

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caba todos los defectos o descuidos enla escritura. Cuando me entregaba eltexto evaluado, lo último que yo busca-ba era la calificación. Antes, con tem-blorosa timidez –inexplicable paraquienes me han considerado siempremuy desinhibida– me apresuraba a bus-car el comentario y a recorrer rápida-mente los círculos, corchetes o señalesde cualquier orden estampados sobre élpara hacer ver las repeticiones de pala-bras, las rimas internas, la cacofonía pro-ducida por la excesiva utilización desonidos semejantes, los anglicismos, bar-barismos, la escasez o abuso de signosde puntuación, en fin, todo lo que aten-tara contra la precisión y elegancia enel decir.

Han pasado tantos años, es mejor nocontarlos, y todavía saltan a mi vista dosnotas escritas en el margen superiorderecho de sendos trabajos: “Ustedescribe bien y lo sabe. No puede serdescuidada”, “Usted tiene mano de es-critor, cuide los detalles”. Ese cuidado,querido profesor Fernández Retamar esun consejo que recurrentemente vuelvea mí ante el susto anonadante de unacuartilla vacía o en el ansioso revisar untexto buscando no cometer alguno delos vicios contra los cuales me alertaba.Entonces llega, ineluctable, la angustiaporque: “Qué solapadas son las conso-

nancias!, / qué perceptibles después, aloído de los demás, esa semejanza fónicaentre palabras que parecen sonar tandistintas cuando se escriben! / cómo des-aparecen del idioma los sinónimos deun término que tiene que usarse con fre-cuencia!, / cuánto deslumbramiento nosproduce el hallazgo de un vocablo in-sustituible para expresar nítidamente unconcepto, al que nos aferramosgozosamente, hasta que se nos revelala atroz realidad de su presencia cuatrorenglones antes!, / qué sufrimiento cadavez que, creyendo haber terminado, sur-ge desde el fondo de mis recuerdos lasentencia aleccionadora: “Cuide los de-talles”.

El no haberme podido dedicar a la crea-ción literaria ha eximido al críticoFernández Retamar de comprobar lacerteza o no de sus juicios sobre mispotencialidades como escritora, pero suexigencia resulta meta a alcanzar encada cuartilla que escribo. Esta la ter-mino con la expresión de mi gratitud poresa alerta sembrada en mí ante la “fa-cilidad” de escribir, y quedo, temerosa,deseando que al leer estas memorias notenga el profesor que trazar muchosredondeles, corchetes o subrayados paraadvertirme una vez más: “No puede serdescuidada”.

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Carta a laRevista de laBibliotecaNacional

Luis Toledo SandeSubdirector de la revista Casa de las Américas

La Habana, 28 de abril del 2000

Para Araceli García-Carranza y AnaCairo Ballester

Revista de la Biblioteca Nacional JoséMartí

Queridas Ana y Araceli:

En medio de múltiples y exigentes ta-reas, y, a veces, de un ánimo remendable–aunque esto último no parezca tener-se como rasgo que me distingue, ni hayapor qué andar revelándolo–, me llegala insistencia de ustedes, con la quehacen bien –y yo, ¿cómo negarme?–,para que escriba una nota destinadaal número en que esa fraterna y magis-tral Revista rendirá homenaje a Rober-to Fernández Retamar por sus setentaaños. En veinticinco de ellos he tenidocon él vínculos de aprendizaje, trabajo yamistad, y es natural, y honroso para mí,que se estime que algo mío deba apare-cer en dicho número. Estas no serán las

primeras líneas que escriba acerca deRoberto, y algunas se han publicado. Laspresentes, que deben vencer los esco-llos apuntados al inicio, no estarán cen-tradas –como a una de ustedes o a lasdos les habría gustado– en el quehacer,íntimo digamos, de la revista Casa delas Américas, aunque ella fue la publi-cación donde apareció, ¡hace un cuartode siglo!, mi primer texto publicado, sidescontamos la atrevida traducción (deuna carta dirigida a mí) que apareció enAlma Mater en septiembre de 1970: lohe recordado por estos días al calor delacarreo bibliográfico con que en esagran Biblioteca me privilegian e inquie-tan (no vaya a ser agasajo pre mortem)las experimentadas Elena Graupera,Josefina García Carranza y la propiaAraceli, responsable –bien leída, lapalabra responsable califica a quien me-rece o es susceptible de recibir respon-so– de tal iniciativa. En Casa de lasAméricas, además, trabajo desde 1993.

Hay varias razones para que ahora noaborde el tema que se me pide tratar.Una es de carácter material: quizás mevería obligado a extenderme más delo esperado y aconsejable en casos comoeste. Otra de ellas es de diferente índo-le: tantos años lleva Roberto al frentede la revista –la dirige, con una breve yrelativa pausa, desde 1965–, y tanto laha conformado, que ya es casi como sihubiera participado directamente en eseproyecto/realidad editorial desde quese fundó; y tan intensa y decisiva es suparticipación –no se me ocurre ahoraun término mejor, pero participaciónsubraya en exceso lo de parte–, que na-die tendrá, si tiene, mayores argumen-tos, información y autoridad que él parahablar de la revista “por dentro”, en sus

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detalles y como un todo. Aunque esmucho lo que tiene de colectivo, el tra-bajo de la revista está troncal y decisi-vamente identificado con él. Cualquierotro aporte –me refiero al plano edito-rial, no a la colaboración brindada pordistintos creadores, incluido él, desde di-versas comarcas del planeta– resulta unacontribución humildísima, siempre a pun-to de revelar aún más su pequeñez, supoquedad, ante la revisión a que él so-mete el trabajo en cada una de sus eta-pas, si es que él mismo no lo ha hecho.Así que, contrariando las expectativasde ustedes, dedicaré esta nota –cuyocarácter de carta no es solamente for-mal, sino constancia de que les pertene-ce y pueden no publicarla si consideranque no está a la altura de lo que la Re-vista de la Biblioteca, el tema y uste-des merecen– a otro asunto, que nohablará directamente de Casa de lasAméricas, pero sí de Roberto.

Me refiero a un hecho que difícilmentequienes lo presenciamos podamos ha-ber olvidado. No ubico exactamente lafecha, y no me asombraría que hayantrascurrido ya varios años. Sucediómientras el amigo Amaury Carbón Sie-rra vencía el último paso de su doctora-do. El nerviosismo, unido tal vez a algúnresfriado u otro contratiempo fisiológi-co, le ocasionó al doctorando –¡vayapalabrita!– un ataque de tos que suce-sivamente fue poniéndolo cada vez másen apuro y dificultándole leer su exce-lente defensa académica. RobertoFernández Retamar, miembro del tribu-nal y seguramente la persona de mayorrelieve profesional no sólo en aquellaaula de la que para mí sigue siendo Es-cuela de Letras y de Arte de la Univer-sidad de La Habana, abandonó su sitio,tomó de las manos de Amaury su texto

y terminó él de leerlo, sin ni siquiera di-simular los términos cuya lectura le ofre-cía dificultad tras varios años de noincursionar centralmente en las llamadaslenguas clásicas, en las que se doctoróAmaury, quien sabe enriquecerlas can-tando en latín memorables versiones su-yas de danzones y otras maravillastambién clásicas y eternas.

Otros –y otras: que no hay que dejar deser sexista solamente para lo bueno–pudieran desorientarse en tiemposy en circunstancias en que la humildad,entre cuyos legítimos portadores natu-rales ocupa Amaury un sitio prominente,no se ha asegurado todavía la capacidadde triunfo que ella debe tener para quela humanidad sea plenamente humani-dad. Otros –y otras...– podrán ignorarque en alguien como Amaury, en quienel figureo y otras jorobetas rentables nohallan cabida, pueden tener albergue lainteligencia y la sabiduría productivas ynobles. Martí, quien entendía que sobreel mundo no debería reinar otra majes-tad que la inteligencia humana, tambiénsostuvo que la inteligencia no es másque una cualidad, y no la más importan-te, del ser humano –para quien no ha-brá plenitud sin generosidad yhonradez–, y advirtió que uno de losmayores peligros de la virtud suele sersu poca acometividad para imponersey hacerse valer: en otras palabras, lavocación de modestia que a menudo laacompaña, y que no es precisamente loque más jugosos dividendos proporcio-na. Pero con su lección de solidaridadhumana, y también con criterios explí-citos, en aquella sesión académica Ro-berto Fernández Retamar evidenció queestá entre quienes saben apreciar elmérito ajeno.

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¿No les parece, queridas Araceli y Ana,que la anécdota puede figurar entre otrasseñales que holgadamente legitimanla decisión de celebrarle su llegada a unacifra de años que no es precisamente loque más deba destacarse en quien me-rece de veras encomio? Saluden aEliades y a todo el equipo de esa insus-

tituible Biblioteca, que gracias a los dio-ses no habrá que inventar, porque feliz-mente existe, pero sí necesita cuantoapoyo pueda dársele para que cada díaesté mejor dotada y atendida, y sea másútil; y reciban ustedes grandes abrazosde su amigo

Luis Toledo Sande

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FernándezRetamar

Pedro Pablo RodríguezInvestigador del Centro de Estudios Martianos

En mi adolescencia, cuando lo conocíleyéndolo, era simplemente el poeta,aunque no me perdía sus otros textosen las revistas donde aparecían. De lavariada vorágine de lecturas en la queno quería perderme cuanto se publica-ba por aquellos escritores jóvenes cu-banos de entonces, me impresionaronsobre todo dos poetas: José ÁlvarezBaragaño y Roberto FernándezRetamar. Los del primero los releía yme los aprendía, y procuraba compar-tirlos sin éxito alguno con las tantasmuchachas de las cuales me enamora-ba, supongo porque la mayoría no mehacía caso.

Los de Fernández Retamar eran el mo-delo que nunca pude alcanzar y apenasintentar cuando llenaba hojas y hojas deversos que por suerte nadie sabe a dón-de han ido a parar. Quería entoncesimitar aquel coloquialismo, y, sin embar-go, nunca logré que me saliera. Y esome provocó respeto y admiración por elpoeta, a quien veía andar en las tardespor el edificio universitario de Zapata yG que compartíamos los estudiantes deHistoria y de Letras.

Alguna amiga (¿la enamoré también?),que sí se atrevía a leer a los poetas nue-vos, me incitaba a hablarle y enseñarlelos míos a aquel profesor alto y delga-do, de vestir elegante y de voz modula-

da que trataba a los estudiantes de us-ted y era un personaje para la prensa.Era demasiado para mí, y el pudor sal-vó al poeta de otra arremetida de ver-sos de las muchas que seguramente hasufrido en su vida.

Cuando estudiaba Historia, yaFernández Retamar era parte de mi en-torno, y tenía que escuchar los comen-tarios de mis condiscípulas deseosas deque él fuera también su profesor parasuspirarle, como hacían las alumnas deLetras en su clase, la cual, por cierto,ganaba también el elogio de los varo-nes, no sólo de los que ya comenzabana despuntar como escritores. Yo sabíamuchas historias reales e inventadas porla imaginación de aquella muchachada;sabía que al poeta le gustaba la pelota,y también le decía el Bob, como fueconocido a partir de determinado mo-mento entre los estudiantes.

Nunca cruzamos una palabra hastamucho después, cuando ya yo era ins-tructor graduado del Departamento deFilosofía y también enfrentaba el aulauniversitaria. Pero para entoncesFernández Retamar cobró la dimensióndel ensayista, y el poeta que siempre leofue quedando en un segundo plano. Megustaba –y me gusta– su prosa elegan-te, tersa, de galana erudición, y me re-sultaban muy sugerentes sus ideas tanpersonales. Me atraía aquel escritorporque no tenía nada que ver con la he-morragia de textos que derrochabanmarxismo manualero para ocultar su es-casez de ideas propias y su incapacidadpara transmitir y agradar.

Un texto me ha quedado para siempre:“José Martí en su (tercer) mundo”.

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Me complació encon-trar al fin una miradaque fijaba al Maestrocon su mundo de losdominados, del que fueparte y expresión bri-llante y al que quiso li-berar en primertérmino, y, al mismotiempo, me hizo deba-tir muchas de sus apre-ciaciones que nocompartía. Por eso noolvido aquel texto, quehe debido estudiar enmás de una ocasión: fue acicate para miprimer escrito acerca de Martí, publica-do en la revista Pensamiento Crítico.

Aquella publicación me abrió el tratocon Fernández Retamar, ceremoniosopor ambas partes hasta el día en que élme pidió que nos tuteáramos, y casi sindarme cuenta le empecé a decir Rober-to, aunque en las conversaciones conlos amigos siguiera siendo el Bob.

José Martí nos ha conducido por estosaños en nuestras relaciones, y por esoquiero aprovechar esta oportunidad paraexpresar algunas consideraciones acer-ca de la obra martiana de RobertoFernández Retamar, sin pretender cu-brir así el necesario estudio de dicha obraque ha de hacerse algún día.

Por un lado han de recordarse sus va-rias compilaciones de texto martianos.Me viene a la mente de inmediato lasPáginas escogidas, que han gozado devarias ediciones, cuyo primer tomoreúne escritos sobre Cuba, nuestraAmérica y Estados Unidos, y cuyo se-gundo tomo se dedica a una selección

de poemas, de LaEdad de Oro, detextos sobre letras,educación y pintura,correspondencia yfragmentos del Dia-rio de campaña.Esta es, sin dudas,una atinada escogidade la producción delMaestro, pues sabeaunar una muestrade la excelencia dela lengua con temasde importancia deci-

siva y textos insoslayables. Siempre hepensado que estas Páginas escogidasofrecen una síntesis rigurosa –útil al es-tudioso que no puede moverse con lasObras completas– junto a la amenidady variedad que puede atraer a quien estépoco avezado en la lectura de Martí.

De alto interés en su momento fue lacompilación que Fernández Retamar ti-tuló Nuestra América, publicada enMéxico y en La Habana (Casa de lasAméricas, 1974), que entregó una am-plia cantidad de textos martianos acer-ca de la temática latinoamericana,probablemente la más completa sobreella hasta la fecha, y que continúa sien-do muy útil para quien pretenda acer-carse rápidamente al tema sin tener queemprender una búsqueda fatigosa porlas Obras completas.

La otra compilación es la que reúne susEnsayos sobre arte y literatura (LaHabana, Instituto Cubano del Libro,1972), imprescindible para quien se pre-ocupe por trabajar esta temática en laobra martiana. A mi juicio, el valor deeste esfuerzo colector –también nunca

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antes intentado– sehace mayor cuando seaprecia el amplio y cui-dadoso criterio con quese trabajó. Allí estánlos grandes textos delcrítico publicados enlos periódicos junto auna carta decisiva de1878 a José JoaquínPalma, trabajos queofrecen el ideario esté-tico dentro de su parti-cular cosmovisión(como “El poema delNiágara” y “El carácter de la RevistaVenezolana”) y hasta notas de sus Cua-dernos de apuntes; allí se reúnen textossobre creadores y obras de Cuba y delresto del mundo, y desde consagradoscomo Goya hasta figuras que aún no ha-bían trascendido como Walt Whitman oJulián del Casal.

Para leer a Martí, pues, FernándezRetamar ha dado entregas de la mayory perdurable estimación. Está clarotambién que sus escritos han enriqueci-do particularmente la bibliografíamartiana pasiva. No puedo recordarlostodos, pero tengo que mencionar algu-nos, quizás los que más me han aporta-do. Sin orden ni concierto, pienso en“La revelación de nuestra América”,estudio pionero de la formación de eseconcepto básico del pensamientomartiano; en “Sobre la crítica de Martí”,prólogo aún iluminador a los Ensayossobre arte y literatura; en “Desatar a

América y desun-cir al hombre”,brillante análisisde los propósitosesenciales del re-volucionario cu-bano; en “Martíen su ( tercer)mundo”, que jun-to a “Martí, Leniny la revoluciónanticolonial”, en-sanchó las pers-pectivas para laubicación espacio

temporal del pensamiento martiano.

No se trata de que siempre haya com-partido todos los puntos de vista y aná-lisis de Fernández Retamar acerca deMartí. Quienes se dedican hace tiem-po a estos estudios saben de nuestrasdiferencias debatidas ampliamente; peroellas no vienen ahora al caso ahora,cuando lo que deseo es justipreciar loselementos aportados por el ensayista aldesarrollo de tales estudios. Y escriboasí, el ensayista, a conciencia, sin pre-tender demeritar así tales escritos deFernández Retamar. Justamente creoque ellos son muestra altísima e ineludi-ble de la privilegiada posición del autoren la ensayística cubana del siglo XX,quien siempre los ha escrito con pasión,muy bien decir, rigor, y sin la pedanteríachata y falsamente académica de bue-na parte de las llamadas monografías oestudios.

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FernandoOrtiz y elculto a Martí

Iván A. SchulmanInvestigador y profesor universitario

norteamericano

Las circunstancias históricas –naciona-les o internacionales–; las “irrupciones”a través del tiempo percibidas porLezama Lima; o las transformacionesy colectividades de la cultura anotadaspor Fernando Ortiz, encierran la posibi-lidad de producir paralelismos y ascen-dientes cuyas manifestaciones enrelación a la figura de José Martí serán

el primer enfoque de nuestra presenta-ción. En la obra de un escritor la persis-tencia en sus textos de metáforas opaisajes, o la aparición constante deideas que asociamos con el disucursode otro creador, constituye la base deun proceso de simbolización o de la fun-dación de cultos o íconos –como en elcaso Martí-Ortiz. Entre estas dos figu-ras existe una red de afinidades y coin-cidencias que apoyan nuestro principalargumento de la consanguinidad ideoló-gica, política, y cultural de dos intelec-tuales y activistas dedicados a laelevación de la sociedad nacional –con-sanguinidad a la cual el mismo Ortiz alu-dió cuando, en 1940, a mediados de sucarerra, escribió:

[...] sentimos que todavía hay mu-cho que pensar sobre la vida de nues-tro Apóstol, sus epístolas, sus

VIGENCIAS

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predicaciones, sus dolores, sus su-plicios y su muerte. Cada día creceel culto a este apóstol de Cuba, quejamás tuvo dinero de traición en sumano, ni negó a su Verdad, [...] nise durmió en la pasión, ni se humillóa los escribas, [...] ni necesitó tocarla llaga para creer, ni evadió para ali-gerar el gravamen de su agónicoapostolado los deberes humanos delamor, de la paternidad y del susten-tador trabajo cotidiano [...] Martí estáentre las primeras figuras de altar yrito [...].1

Le Riverend, en una apreciación gene-ral de la obra de Ortiz, va más lejos yconsidera que a medida que este pro-duce sus trabajos sobre Martí, “descu-bre que su pensamiento se hallaba másfundamentado en la obra del Maestro,que en la de cualquier otro de los cuba-nos que le precedieron”.2 Y no fue lade Ortiz una veneración generada porla obligación circunstancial o el oportu-nismo político, ni tampoco una presen-cia reconocida en momentos fugaces yaislados. Al contrario; en su trayecto in-telectual y cívico podemos trazar rutasparalelas y cruzadas con las de Martí apartir de la primera década del nove-cientos hasta 1969 –año de su falleci-miento.

De modo semejante, en la lectura de susobras se patentizan elocuentes resonan-cias martianas, entre ellas, un venerocrítico generado no sólo por las contra-dicciones de la modernización burgue-sa, época de vuelcos y replanteamientos,época que, según Martí, pedía un“remolde” universal, sino, en relación conlas circunstancias repudiables de la vidapolítica de Cuba, por un profundo senti-

miento de indignación engendrada por larectitud moral y el deseo de promoveruna mejoría nacional en el terreno políti-co, social, económico y educativo. Comootros miembros de su generación –naci-dos entre 1880 y 1895–, la vigilanciaconstante frente a los vacíos y los erro-res de la República neocolonial definiósu obra. Esta desgraciadamente, se hajuzgado a menudo en forma trunca, puesha primado la tendencia a definirlas entérminos de sus contribuciones de capi-tal importancia a la etnografía. Pero, eluniverso de Ortiz fue más amplio. Ha-bría que describir sus parámetros de tér-minos de la labor de un humanista quedefendió la libertad individual y nacio-nal, un ciudadano que luchó en pro de laindependencia de una patria libre de co-rrupciones e intervenciones extranjeras,y un hombre que, con las armas del cien-tífico, defendió la dignidad del ser hu-mano, la de todos los seres humanos, lade todas las razas. ¿Resumir su laborde este modo no convalida su nexo conel quehacer cívico y el ideariomartianos?

Del pensamiento de Ortiz quizá la face-ta más íntimamente ligada a la de Martífue la noción de una república moral,concepto que asedió a Martí, sobre todoen los últimos años de su atribulada exis-tencia. Pero, la ensoñada nación deMartí, difirió en forma violenta de la rea-lidad del ambiente corrupto de la repú-blica mediatizada cuyas lacrasobservaron a diario a Ortiz y sus con-temporáneos. Enfrentados con esta rea-lidad, era preciso, según lasobservaciones atinadas de Le Riverend,“recomenzar el camino perdido o cor-tado en este nuevo nivel de experienciahistórica. Martí que lo había previsto,

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hasta el punto de anunciar el futuro po-der de las inversiones norteamerica-nas...”..3 Pero, el imaginario nacionalde Martí, poco después de su muerte,se convirtió en mito, y su “obra de pen-samiento y de fundador [...] [quedó] se-pultada en el gobierno de la Revoluciónde 1895 [...]”.4

Frente a estas circunstancias, Ortiz ylos de su generación, vieron la necesi-dad de proseguir con la lucha iniciadapor Martí, la de fundar una repúblicaética. Urgía continuar lo que el mismoOrtiz, en su conmovedora “Oración aMartí”, reconoció como la dedicaciónhumanística del Apóstol, es decir, “ahon-dar en los ánimos, romper resistencias,mover masas, abrir cauces, tender puen-tes, alzar represas y desatar las ener-gías cívicas de Cuba que estabanocultas, remansadas [...]”. Era impres-cindible atender a la (re)construc-ción nacional, pues la República, decía,“no ha logrado todavía el alto y definiti-vo nivel cívico a que Martí aspiró”. Y,con una alusión tanto certera como atre-vida, en esta misma alocución cuyosregistros de deseo fueron un llamamientoa la acción cívica de “remolde” martiano,Ortiz subrayó una verdad política quesin duda incomodó a los poderosos quelo escuchaban: “Es innegable que la ter-cera parte de ese medio siglo hemosestado los cubanos sin gobiernos nom-brados por virtud de mandatos electo-rales verdaderos”.

El proyecto de “alzar la nación” no loconcibió Ortiz exclusivamente por la víade la escritura, sino, como Martí, a tra-vés de una activa labor cultural, política,y educativa. Urgía demitificar ycientifizar, levantar el nivel cultural

y científico del pueblo para lograr el sa-neamiento nacional que se propuso. Elejemplo de Martí resultó fundamental enla ideación de este proyecto de larga du-ración en la vida de Ortiz: en libros, enensayos, en discursos, en la creación deorganismos educativos y científicos, enla fundación de revistas y empresas edi-toriales. La huella martiana se patentizay se afirma en varias formas: en trabajosescritos sobre el Maestro, en activida-des similares a las que emprendió Martíen vida, y en libros y ensayos sobre te-mas de índole diversa cuyo discurso re-vela, por encima y por debajo de laspalabras, registros de eticidad y una de-dicación nacional de cepa martiana.

Son tres las obras clásicas de Ortiz so-bre la vida y obra del Apóstol: “Martí ylas razas” (1941); “Oración a Martí”(1953); y “La fama póstuma de JoséMartí” (1956). Hay otras, pero son demenor categoría: la reseña del libro deGonzalo de Quesada, Martí hombre,(1940); “Cañales, dijo Martí”, (1939); y“Martí y las razas de librería”, (1945),especie de síntesis selectiva de “Martíy las razas”.

1. De todas estas obras, la que más re-vela la mano del investigador, amén dela del devoto y apasionado martiano, es“Martí y las razas”. Es la primera ex-ploración del tema de las razas en la obradel Maestro, un análisis construido conabundantes citas en apoyo de las afir-maciones del ensayista. Pero, ademásde un sistemático y consumado estudiocientífico es una defensa de la libertady la dignidad humanas y una historia per-sonal –la de Ortiz y la de la experienciacolonial en Cuba. Hemos dicho que eneste estudio raigal Ortiz se revela como

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un estudioso dedicado de la obramartiana, pero no sólo de textos selec-tos y reiteradamente antologizados dela vasta “mina” martiana, para utilizarla imagen de Gabriela Mistral. No sólode los libros en versos o las crónicas yensayos más citados, sino de los escri-tos menos conocidos pero no por esomenos alucinantes, como los Cuadernosde apuntes. En estos cuadernos Martídejó constancia de los libros que pensa-ba escribir; entre ellos Ortiz glosa el in-titulado “La raza negra. Su constitución,corriente y tendencias. Modo de hacer-la contribuir al bien común, por el suyopropio”. Con su acostumbrada visiónnacional, Ortiz liga el pensamientomartiano de ese proyectado libro con lasituación contemporánea de Cuba:

Habría sido de incalculable trascen-dencia, tanto mayor cuanto el estu-dio sistemático del factor negro enla evolución histórica de Cuba [...]jamás ha sido hecho hasta ahora, niconsiderados sus elementos en lasenseñanzas oficiales, ni favorecidasu investigación, y, antes al contra-rio, visto todo ello con desdén y has-ta impedido, como tema insustancialy baladí, a pesar de vaciarse en él lamitad de toda nuestra historia.

También contribuye a explicar el senti-do de la palabra “raza” tiene para Martínotando que usa el vocablo no en unsentido científico, sino en “el sentidoimpropio y vago”, pero lo hace, agregó,“para rechazar de raíz toda la peligrosagravedad social de que suele cargarseeste concepto...”. Raza para Martí sig-nificaba cultura, y si Martí utilizó elconcepto en un sentido acumulativo parareferirse a los habitantes de América

no significaba por eso que no entendíaque en América, como en Cuba, habíagente de diversos colores y etnias. SiOrtiz no subraya el sentido revolucio-nario del significado de la frase “no hayodio de razas porque no hay razas” entérminos de la labor organizadoramartiana, la que requería la unidad delpueblo, sí señala que a medida que seacerca el momento de iniciar la guerrade liberación, intensifica Martí su defen-sa del negro para contrarrestar los re-celos nacionales en su contra.

2. La “Oración a Martí”, discurso pre-parado para conmemorar el primer cen-tenario del nacimiento de Martí (1953),se pronunció en el Capitolio de Cubacon la presencia del Presidente de laRepública. Es una invocación lírica delespíritu de Martí, una, como él mismodijo, “ceremonia de liturgia cívica”. Enella abundan las palabras independen-cia, libertad, soberanía, democraciarepublicana evocadas en relación conMartí pero con registros discursivosque constituyen un comentario críticosobre el régimen dictatorial de Batista.De función similar es la pregunta fun-damental del discurso: ¿Qué deseabaMartí para su país?, pregunta que con-lleva un significado contemporáneo, ycuyas contestaciones enumeradas des-tacan las ausencias y deficiencias na-cionales del momento: soberanía,libertad, humanismo, bienestar y justi-cias sociales, y una sociedad antirracista.La oración liga el pasado de Cuba, lalabor de Martí y el deseado futuro delpaís al exclamar el orador: “Martí no hamuerto... Vive Martí, y presente está suespíritu”.

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¿Una oración? Sí. Las últimas palabrasde la alocución son:

¡Elevemos a él los corazones en unaplegaria! Martí, padre nuestro queestás en la gloria de tu doctrina, detu ejemplo, de tu pasión y de tu sa-crificio, siempre venerado sea tunombre; venga a nos tu inspiraciónpura para que se cumpla tu voluntad,nos perdonemos recíprocamente lasculpas, haya paz en nuestra tierra yque los pueblos, libres de malas ten-taciones, tengan seguro el sustentode cada día y el pleno, pacífico y pro-gresivo goce de la vida como fue tupromesa, “con todos y para [el biende] todos”, por el amor, el trabajo yla ciencia. ¡Que así sea!

3. Y, finalmente, en “La fama póstumade José Martí” amplía Ortiz la temáticamartiana y ofrece una antología sobrela religión, la muerte, el espiritualismo, lafilosofía, y la libertad. El texto es de in-tención doble como la “Oración a Martí”,es decir, versa sobre Martí, y, a la vez,sobre la situación actual de la nación.De Martí, nos dice, que se le recuerda,como hoy recordamos al mismo Ortiz,por su pasión por la libertad, su luchapor la independencia de su patria propiay la de otras patrias, la virtud pura yheroica de su civismo, el realismo quesupo dar a su ideal acompañándolo siem-pre de la acción valerosa, sagaz y efecti-va, su inquebrantable fe en la verdad y elbien, su inagotable amor humano, com-prensivo y universal.

Pero, en este, como en otros escritossobre Martí, la palabra clave, la que serepite constantemente, la que constitu-ye el eje de la visión del autor, es la li-

bertad, la libertad que desea para Cuba,la libertad que Martí, según nos diceOrtiz, nunca confundió con la tiranía.

También hay escritos no dedicadosa Martí que patentizan la presencia delMaestro. Las limitaciones de tiempo im-piden el comentario con detalle, pero,su examen meticuloso revelaría cuánperseverante es la presencia martiana.Ejemplo significativo de la producciónprimigenia de Ortiz es Entre cubanos;psicología tropical (1913), el único queaduciremos, donde en el prólogo, “Aldormido lector” se perfila la dedicaciónsocial no sólo nacional sino americanade un ensayista que transita por la rutadel Maestro:

No al que contempla de cerca losdestellos de la vida civilizada enlos países de menos luz de sol y demás luz humana –escribe–, no al quedespierto y avisado observa atentola crepuscular vida de Hispano-América, conoce sus tonos apaga-dos y se entristece por la falta decolor vivo; sino a ti, soñoliento hijode los trópicos, a ti van mis pala-bras [énfasis del autor].

Compárense estas palabras iniciales,expresadas además en el estiloanafórico de Martí, con las que abren elensayo martiano “Nuestra América”:

Cree el aldeano vanidoso que elmundo entero es su aldea y con talque él quede de alcalde, o le mortifi-que al rival que le quitó la novia, o lecrezcan en la alcancía los ahorros,ya da por bueno el orden universal,sin saber de los gigantes que llevansiete leguas en las botas y le pueden

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poner la bota encima, ni de la peleade los cometas en el Cielo, que vanpor el aire dormidos engullendo mun-dos. Lo que quede de aldea enAmérica ha de despertar. Estostiempos no son para acostarce conel pañuelo a la cabeza, sino conlas armas de almohada como los va-rones de Juan de Castellanos: las ar-mas del juicio, que vencen a lasotras. [énfasis del autor].

Son dos llamadas a despertarse, adescolonializar, a renovarse, a forjar lavida nueva. Para Cuba, eso implicaba,como Ortiz explica claramente en “Almacubana” (78-81) del mismo volumen,nacionalizar el espíritu, crear institucio-nes liberadas del yugo (neo)colonial. Y,en la consecución de estos ideales,como Martí, recomienda la busca inte-rior: “Buscamos fuera de nosotros mis-mos la columna de fuego que nos guíepor el desierto de nuestras incrédulasmentalidades, no sabemos que la luz delideal han de encontrarla los pueblos enel resplandor de sus propias concepcio-nes”.

“Laboremos, hijos de los trópicos”,19

sentencia Ortiz. Y como Martí, se dedi-có a levantar a su pueblo a despertarloa la vida moderna. En 1930 fundó la re-vista Surco cuyo lema pertenece alideario martiano: “pensar es abrir sur-cos”, revista que aspiraba a divulgar alpueblo hispanoamericano y a los que notenían el dinero para conseguirlas, lasmás significativas expresiones cultura-les no hispánicas del mundo moderno.Y en 1936 con propositos semejantes aSurco, fundó Ultra, en cuyo primernúmero señaló que “sólo la cultura acti-va y no palabrera puede realizar total-

mente en nuestra tierra, el programa deMartí y del noble patriciado que a lo lar-go del siglo XIX dieron alma, vida, y dig-nidad a esta nación”.

La de Ortiz fue una voz del futuro, cons-ciente de la cultura del presente, versa-da en las raíces relevantes del pasado,y dedicada a la construcción de unarealidad sociopolítica y cultural alterna-tiva, una voz, en fin, martiana y moder-na, una voz, como la de Martí que supopercibir los vacíos y las lacras de la vidacontemporánea. En su Historia de unapelea cubana contra los demonios(1959), Ortiz recomendó que se leyeray se releyera a Martí, “con las luces deldía, sin renegarle a cada cantío de ungallo. ¡Que Martí no se quede, como Je-sús, solo en ruido de palabras y en som-bra silente de bronce o de mármol”. Nitampoco la obra de Fernando Ortiz.

Notas

1 En la reseña del libro Gonzalo de Quesada yMiranda, Martí hombre, 313.2 Ortiz Fernández, Fernando. [Orbita]. [LaHabana : Unión de Escritores y Artistas de Cuba,1973]. p. 47. (Colección Órbita)3 -------. Prólogo. En su: Entre cubanos;psicología tropical. La Habana : Editorial deCiencias Sociales, 1993. pp. vi-vii.4 Ibídem, p. vii.

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Losintelectualesorgánicos enCuba:algunasreflexiones*

Ana CairoProfesora de la Universidad de La Habana

La lectura de los Cuadernos de la cár-cel1 de Antonio Gramsci (1891-1937)genera una experiencia conmovedora,porque nos permite conocer a un escri-tor muy original, que se caracteriza poruna correspondencia admirable entre suspensamientos y actos.

Gramsci pasó la última década de vidaen prisiones, donde se enfermó y en-contró la muerte. Para evitar el em-brutecimiento intelectual, se dedicó alestudio y la escritura sistemática. Asícomenzó los Cuadernos... el 8 de fe-brero de 1929 en el presidio de Turi.El primer grupo se extendió hasta mar-zo de 1931; y el segundo, hasta 1933.Tras el fallecimiento, su cuñada logrórescatarlos y enviarlos a Moscú. Sepublicaron entre 1948 y 1951. ParaGramsci también podría ser esta sa-gaz apreciación de José AntonioPortuondo (1911-1996):

En las horas de crisis en que el hom-bre se debate en la encrucijada deconcepciones antogónicas de la rea-lidad, la expresión literaria compor-ta un indudable heroísmo: heroísmode revelar, con absoluta franqueza,la personal visión del mundo, la pro-pia confusión o la angustia; heroís-mo de sostener sin quiebras lainevitable parcialidad que engendra–inevitablemente también– el silen-cio y la hostilidad de la “otra parte”;heroísmo de mirar de frente la reali-dad en crisis, cuando resulta a ve-ces más cómodo y siempre menosriesgoso escamotearla tras la alusiónoscura o la evasión formalista; he-roísmo de decir lo que se ve y lo quese siente, de descubrir las propiasvivencias, lo que a golpes de expe-riencia va entregando día a día larealidad; heroísmo de ser simple yllanamente, sinceros.2

En los Cuadernos..., los juicios so-bre el canto décimo del “Infierno”,primera parte de la Divina Come-dia de Dante Alighieri (1265-1321),o los sagaces comentarios sobre Ni-colás Maquiavelo (1469-1527) o Ale-jandro Manzoni (1785-1873),demuestran que Gramsci tenía unprofundo conocimiento de la historiade la cultura italiana. Se le siente orgu-lloso de esa tradición a la cual su propiaobra se integra. Él asumía su propiacondición de intelectual –como tam-bién lo hacía el peruano José CarlosMariátegui (1894-1930)– y no parti-cipaba de los criterios prejuiciados quefuncionaban dentro del movimientomarxista, que impulsaba a los revolu-cionarios a no considerarse intelec-tuales.

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Este prejuicio podría ilustrarse con dosejemplos cubanos: cuando en 1927Rubén Martínez Villena (1899-1934) leescribió a Jorge Mañach (1898-1961) queya no era un poeta; o cuando Raúl Roa(1907-1982) contó sobre la reunión de1929 para intentar la reorganizaciónde la Liga Antimperialista de Cuba.3

Gramsci y Mariátegui se reconocían par-tícipes de una tradición nacional en tantoque intelectuales y justamente, por lo mis-mo, pudieron reflexionar mejor sobre lascaracterísticas y funciones de estos pro-fesionales en la estructura social.

I

Entre 1930 y 1932 Gramsci escribió so-bre los intelectuales. La primera versiónestaba en el “Cuaderno número 4” y lasegunda en el “Cuaderno número 12”,bajo el título de “Apuntes y notas dis-persas para un grupo de ensayos sobrela historia de los intelectuales y de lacultura en Italia”.

Antes de comentar estos “Apuntes...”,hay que recordar los criterios de su autorante la posibilidad de que se publicara laobra de un escritor sin que este pudierahacerse responsable de la edición:

Es evidente que el contenido de es-tas obras póstumas debe ser asumi-do con mucha discreción y cautela,porque no puede ser consideradodefinitivo, sino sólo material todavíaen elaboración, todavía provisional.

Precisamente, insistir en que los “Apun-tes...” deben pensarse como materia-les de elaboración, me facilita hacermealgunas preguntas sin que ya necesa-riamente tenga las variantes de respues-

tas. En los “Apuntes...” se abordan lossiguientes tópicos:

Primero. Cada grupo o clase social gene-ra sus capas de intelectuales, “que le danhomogeneidad y conciencia de su propiafunción no sólo en el campo económico,sino también en el social y político”.

Segundo. Los intelectuales orgánicosque cada nueva clase crea consigo yelabora en su desarrollo progresivo, sonen su mayor parte “especializaciones”de aspectos parciales de la actividadprimitiva del tipo social que la nueva cla-se ha sacado la luz.

Tercero. Estos hombres que cumplenfunciones especializadas actúan conespíritu de cuerpo, son conscientes deque tienen una tradición, porque sonparte de una “continuidad histórica inin-terrumpida”. Ellos se pueden ver a símismos como autónomos e independien-tes del grupo social dominante.

Cuarto. Los intelectuales orgánicos pue-den nutrirse atrayendo a sus filas a losintelectuales “tradicionales”, que son losque cumplen funciones en la organiza-ción productiva o social.

Quinto. El sistema educacional es el queforma a los intelectuales que se nece-sitan. A mayor diversidad, se puedenalcanzar más altas calificaciones den-tro de las especializaciones y mayoresmatices en cuanto a la eficiencia.

Sexto. Debería buscarse la más ampliabase social (a partir de la escuela obli-gatoria), como garantía democrática,para la selección de los que deben pre-pararse para las más altas calificacio-

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nes intelectuales, dentro de unacosmovisión socialista.

Séptimo. Los intelectuales son los en-cargados por el grupo dominante delejercicio de las funciones subalternasde la hegemonía social y del gobiernopolítico.

Las funciones subalternas podrían ser:

A) Ayudar en la búsqueda de un “con-senso espontáneo” de la sociedad ha-cia los actos del grupo hegemónico.

B) Contribuir a la creación del presti-gio, de la legitimación, de la confianza,en los actos del grupo hegemónico.

Octavo. En la construcción de su propiopartido, los intelectuales orgánicos eviden-cian su fuerza y la capacidad para incor-porar a otros intelectuales tradicionales.

En los “Apuntes...” se encuentran tam-bién importantes consideraciones sobreteoría del partido político; pero, son estosocho tópicos los que me han interesado.Además, aparecen juicios sobre los inte-lectuales en distintos países y criteriosmetodológicos sobre cómo asumir la es-pecificidad de algunos temas. De estemodo, se identifican problemáticas gene-rales en cuanto a los intelectuales y susfunciones en la historia política, social eideológica y se realza la opinión de que encada nación se debe desentrañar el pro-ceso de formación de la intelectualidad.

II

En 1931, el preso político Raúl Roa–recluido en el hospital militar de Co-lumbia– escribió el ensayo “Reacción

versus Revolución”4 en forma de cartapública a Jorge Mañach. En nombre delos revolucionarios, él defendió al mar-xismo, como la concepción del mundo,la metodología científica y la filosofía dela praxis, que debía enseñarles a com-prender y a explicar la Historia de Cuba,y a actuar para el triunfo de una verda-dera revolución agraria y antimperialistacontra Gerardo Machado y su protec-tor, el gobierno de los Estados Unidos.

Roa enalteció a Mariátegui, como elpensador más eficiente para ilustrar lastareas que debían acometer los marxis-tas cubanos. Los Siete ensayos deinterpretación de la realidad perua-na y los artículos de la Escena con-temporánea debían funcionar comoobras teórico-metodológicas para quelos estudios marxistas crecieran en nú-mero y calidades.

En 1936, Pablo de la Torriente Brau(1901-1936) escribió en Nueva York dostextos originalísimos: “Hombres de larevolución” (dedicado a honrar las vi-das heroicas de Antonio Guiteras y Car-los Aponte), y “Álgebra y política”,5 elmás ingenioso ensayo político escrito porun marxista cubano en la primera mitaddel siglo XX.

“Álgebra y política” resulta ser el dis-curso lúcido con el que se explica porqué la Revolución del 30 ya ha fracasa-do. Había que esperar otra oportunidadhistórica. Mientras tanto la lucha en fa-vor de los republicanos en la Guerra CivilEspañola (1936-1939), podría ser paraél lo que Nicaragua o Cuba habían sidopara el internacionalista venezolanoCarlos Aponte.

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Ya en 1937 era indiscutido el fracasode la Revolución del 30. El coronelFulgencio Batista (como jefe del ejérci-to y poder político real) instrumentabael plan trienal. En la Universidad de LaHabana se normalizaban las clases y sereorganizaba la institución. Se acelera-ban los preparativos para una AsambleaConstituyente. Y en la alcaldía de LaHabana se creaba una Oficina del His-toriador de la Ciudad, cuya dirección fueconfiada a Emilio Roig de Leuchsenring(1889-1964), el más importante historia-dor antimperialista de este siglo.

Roig impulsó a los jóvenes intelectualeshacia una nueva interpretación de laHistoria de Cuba. En ese ámbito de dis-cusiones, José Antonio Portuondo y Ju-lio Riverend (1912-1998) comenzaronsus estudios sobre el movimiento inte-lectual cubano. Le Riverend se intere-só por los proyectos del “únicoreformismo creador”, el de finales delsiglo XVIII y la primera mitad del XIX.También incursionó en la teoría martianadel partido político, antes de irse a estu-diar al Colegio de México.

Portuondo aspiraba a especializarse enestética con un enfoque marxista; perotambién adelantaba en el proyecto de irescribiendo los capítulos de una historiasocial de la Literatura Cubana. Dichointento surgió de un ciclo de conferen-cias (dictadas por radio) sobre nuestrarevolución cultural en un curso de His-toria de Cuba que coordinaba Roig.

Después de los estudios en el Colegio deMéxico, Portuondo se interesó en los pro-blemas de la teoría generacional aplica-da a la cultura. Fue uno de los primeros

marxistas latinoamericanos en incorpo-rarla con adecuaciones importantes.

Le Riverend, desde la historia de las ideo-logías (sucedánea de la matriz centradaen las problemáticas económicas), yPortuondo, desde una óptica genera-cional, abrieron la fase contemporáneade las reflexiones en torno a la historiadel movimiento intelectual cubano.

Hasta donde conozco, fue Portuondoquien primero aplicó el concepto de losintelectuales orgánicos de Gramsci anuestra historia cultural, como podríailustrarse con los textos “Mella y los in-telectuales” y “Los intelectuales y laRevolución”.6

Portuondo glosó a Gramsci en “Los in-telectuales y la Revolución” y aportó supropia definición: se trataba de “un for-jador consciente de la conciencia socialen cualesquiera de sus manifestaciones:ética, estética, filosófica, política, etc.” Porotra parte, estimaba que los grupos inte-lectuales existentes en Cuba con poste-rioridad al triunfo revolucionario de 1959eran: políticos, clérigos, profesionales (abo-gados, médicos, etcétera), técnicos, cien-tíficos, escritores, artistas, filósofos, entreotros. A continuación, se ocupaba decaracterizar la reacción de estos gruposde intelectuales ante los cambios radica-les que introducía, en la práctica social,el Gobierno Revolucionario.

Un complemento superador del textomencionado fue “Itinerario estético dela Revolución Cubana”,7 en el queenjuició las tendencias del debate públi-co entre los intelectuales durante la dé-cada de 1960.

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Con la segunda edición revisada del li-bro La historia y las generaciones,8

presentó un esquema generacional delmovimiento intelectual cubano desde elsiglo XVI hasta 1959. Esto constituyó–sin lugar a dudas– una gran audaciapara nuestra historiografía cultural.

En el contexto posterior a 1959, no po-dría olvidarse el trascendental ensayode Ernesto Che Guevara (1928-1967)“El socialismo y el hombre en Cuba”,donde avivó innumerables discusionescon sus juicios sobre los intelectuales,el arte revolucionario y el realismo so-cialista. La controversia alcanzó su pun-to más álgido tras la muerte del Che,cuando se difundió masivamente ese po-lémico texto.9

Carlos Rafael Rodríguez (1913-1997)contribuyó con dos trabajos relevantes:las consideraciones sobre la pequeñaburguesía urbana en la reflexión sobrelas clases sociales, incluido en “Cuba enel tránsito al socialismo” y “Problemasdel arte en la Revolución”,10 en el quereexaminó algunos de los temas abor-dados por el Che en “El socialismo...”.Al publicarse los tres tomos de Letracon filo (1983) se ha podido compren-der mejor cómo Carlos Rafael Rodrígueztambién se adentró en las especifidadesdel movimiento intelectual cubano. Porlo mismo, podría estructurarse uncontrapunteo con la producción de Roa,Portuondo y Le Riverend. Tampocopodría subestimarse en la historia de laacción político-social que Carlos RafaelRodríguez fue quien dirigió el grupo parael trabajo con los intelectuales dentro delPartido Socialista Popular11 durante ladécada de 1950. La lectura de los do-

cumentos programáticos de esa organi-zación ratificaba que se operaba conuna conciencia de especialización afína las tesis de Gramsci. Por supuesto,sólo se apuntó como un elemento deposible coincidencia, ya que las reflexio-nes de Gramsci mayoritariamente cir-cularon en Cuba después de 1959.

Después de la Reforma Universitaria de1962, profesores como Portuondo, MirtaAguire (1912-1980), Isabel Monal, oRoberto Fernández Retamar, (todosmuy especializados en sus disciplinas),propiciaron un acercamiento múltiple aautores como Mariátegui y Gramsci.Los estudiantes de entonces podíamosdisponer de variados incentivos pararepensar el legado del pensamiento re-volucionario en la primera mitad del si-glo xx.

Por razones investigativas, durante lossetenta, ochenta, y noventa, he mante-nido relaciones sistemáticas de trabajoy amistad con una amplia gama de inte-lectuales. Con ellos he discutido sobrenumerosas problemáticas inherentes ala historia del movimiento intelectualcubano.

Si me atrevo a opinar sobre nuestrosintelectuales orgánicos, a partir de unalectura cuidadosa del “Cuaderno núme-ro 12” de Gramsci, es porque entiendoque existen zonas de ignorancia sobrelos aportes de la intelectualidad al pro-ceso de conformación y desarrollo denuestra nación; y porque creo que so-breviven ciertos prejuicios en torno altrabajo de los intelectuales e incluso asu propia condición como grupo social.Lo anterior podría ilustrarse con algu-nas apreciaciones que, en forma de ru-

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mores, circulan en torno a que pertene-cemos “a las partes blandas de la so-ciedad”. El sustrato ofensivo yreaccionario subyacente en este tipo deopinión nos indica que hay que conti-nuar la labor de esclarecimiento y pro-seguir la reflexión pública.

III

Para el examen de la problemática delos intelectuales orgánicos en la historiacultural cubana, pienso que debeatenderse a los siguientes factores:

Primero. Efectivamente, como creíaGramsci, nuestros intelectuales surgie-ron en el proceso de estructuración ydesarrollo de la plantación esclavista,como modalidad económica principal enlos más de tres siglos de coloniaje espa-ñol. En dicho régimen se sufrió ademásotra forma de hegemonía más totaliza-dora y fue la que se derivó del poderpolítico y económico del estado monár-quico metropolitano.

La dominación se ejerció en distintosniveles, intensidades y calidades. Por unlado se funcionaba con regularidadesadministrativas similares para el conjuntode los territorios sometidos; por el otrolado, se privilegiaban particularidadesestratégicas de acuerdo con intereseseconómicos, políticos, militares, socia-les, o geográficos, que el poder monár-quico metropolitano jerarquizaba alvalorizar cada colonia.

Por lo mismo, nuestros primeros gruposde intelectuales podrían también estu-diarse dentro de los estratos comunesde funcionarios, técnicos y letrados delmundo colonial hispanoamericano. Las

reflexiones del escritor uruguayo ÁngelRama12 (1926-1983) podrían sugeriropciones metodológicas para un replan-teo de modelos comparativos entre Cubae Hispanoamérica.

El pensador brasileño Darcy Ribeiro(1922-1997) introdujo como antropólogoy político el concepto de que tambiénexistían los intelectuales orgánicos en lascomunidades de los “indígenas”. Él par-tía de la definición de intelectual “comoaquel que domina su cultura, un domi-nio que otros no tienen. Quienes sí lotienen son reconocidos como intelectua-les, son respetados como sabios”.13

Quizás los siglos del XVI al XIX podríanser enriquecidos usando como hipótesisesta noción de que intelectual fue “aquelque domina su cultura”. ¿Tuvimos inte-lectuales en las comunidades “indias”que encontraron los españoles a fina-les del siglo XV y principios del XVI?¿Cuáles podrían ser los tipos de intelec-tuales existentes entre los miles de es-clavos que llegaron de diferentes etniasafricanas?

A partir del siglo XVIII, la historia cultu-ral de las instituciones, personalidadesy obras confirma un crecimiento acele-rado de las capas de intelectuales orgá-nicos y tradicionales que producenideología. Tenían un programa de aspi-raciones para ampliar la participación delos criollos en el grupo hegemónico dela dominación colonial en la Isla. Podríadecirse que Francisco de Arango yParreño (1765-1837), José Agustín Ca-ballero (1762-1835) o Tomás Romay(1764-1849), entre los intelectuales dela generación del Papel Periódico de

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la Havana (1790), fueron paradig-máticamente orgánicos.

Entre las décadas de 1820 y 1880, elmovimiento ideoestético y cultural delos románticos implicó un nivelcualitativamente superior de complejidaden las modalidades de intelectuales. Losprogramas de los intelectuales orgánicosse reestructuraron para enfrentar la olarepresiva creciente que implementó lametrópoli después de la gran derrota mi-litar en la batalla de Ayacucho (1824) yla consiguiente pérdida definitiva de lamayoría de las colonias.

La expulsión de los intelectuales orgá-nicos cubanos del grupo hegemónico delaparato colonial en la Isla, y la exclu-sión de los derechos políticos a partir dela Constitución española en 1837, fue-ron acontecimientos, cuyo impacto es-pecífico ratificó las consideraciones deGramsci en torno a la autonomía de as-pectos políticos, sociales, culturales, quese imbricaban en las construccionesideológicas que producían los intelectua-les sobre la sociedad y sobre sí mismos.

Aunque no está de moda leer a FélixVarela (1788-1853), José Antonio Saco(1797-1862), Gertrudis Gómez deAvellaneda (1814-1873), José MaríaHeredia (1803-1839), Cirilo Villaverde(1812-1894), entre otros, en todos seaprecian modalidades de un nuevo pro-grama, ya como cubanos, que denun-cian el estatuto de víctimas y promuevenalternativas emancipatorias del sujeto.Ellos están reclamando los derechos deseres humanos a un espacio propio conlibertad.

No obstante, hay tres intelectuales quesuscitan interrogantes adicionales.

Juan Francisco Manzano (1797-1854),único intelectual esclavo que aparece enlas historias culturales. ¿Es una excep-ción, una rareza del período colonial?Quizás el redimensionamiento de la no-ción de intelectual ( a partir de Ribeiro)ilumine otros enfoques menos elitistas ymás democráticos.

Gabriel de la Concepción Valdés(1809-1844), Plácido, poeta fusiladopor los españoles, nos aproxima a lainterrogante de si fue o no un intelec-tual orgánico de estratos sociales quedeben asociarse al factor raza (enten-dida como color de la piel, tipo de pelo,rasgos faciales y como causa de coer-ción física y espiritual).

Ya se sabe que los ricos siempre eran“blancos” por definición. La “blancura”se compraba como los títulos nobiliariosen la sociedad colonial. Desde las indaga-ciones de Francisco Calcagno (1827-1903)sobre los “poetas de color” hasta los tra-bajos de Pedro Deschamps Chapeaux(1913-1996) sobre los negros y mulatoslibres, no se ha avanzado lo que se de-bía. Existen todavía demasiadasinterrogantes tanto para el período co-lonial como para el republicano.

Del mismo modo, se necesita una histo-ria de las ideologías racistas yantirracistas. En 1942, con la conferen-cia “Por la integración cubana de blan-cos y negros”don Fernando Ortiz(1881-1969) planteó cinco fases antesde que el elemento “raza” perdiera todaslas determinaciones políticas, sociales yculturales. Todavía son insufi-

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cientes los análisis sobre los cambios queintrodujo la política revolucionaria a par-tir de 1959 en ese universo.

Gertrudis Gómez de Avellaneda suscitala pregunta de si el factor género ten-dría también que justipreciarse. En lanovela Sab (1841), Tula afirmó que lasmujeres y los esclavos sufrían una do-minación humillante similar. ¿Podría serTula un ejemplo de intelectual orgánico,en el que las preocupaciones sobre gé-nero ensanchan el impacto socioculturalde su propuesta ideológica? ¿Ella seríarealmente una excepción?

El ciclo de las guerras de independen-cia también necesita reevaluaciones. Enla Guerra de los Diez Años surgieronnuevos intelectuales orgánicos delindependentismo que representaban in-tereses de clases populares. AntonioMaceo (1845-1896) o Máximo Gómez(1836-1905) podrían simbolizarlos.

José Martí (1853-1895), el mayor inte-lectual cubano del período colonial,estructuró un proyecto político que en-tre sus múltiples novedades diseñabauna estrategia y principios tácticos paraque los intelectuales participaran encuanto tales dentro de la Revolución.

Martí siempre estuvo muy orgulloso depertenecer a una tradición intelectualcubana,14 la cual era uno de los elemen-tos que avalaba nuestra madurez comopueblo consciente de su nacionalidad yla existencia de grupos especializadoscon capacidad de dirección para fundaruna nación.

La tesis martiana de enaltecer nuestratradición intelectual, como uno de los

valores supremos de un programa polí-tico-cultural, no ha perdido actualidad enlo referente a cómo examinar el fenó-meno de la diáspora, o a cómo defen-der la pluralidad de opciones para quecada intelectual encuentre su espaciodentro del proyecto de construir la na-ción de todos.

En la década del 70, tuve el honor dedialogar con varios intelectuales que sedestacaron en los combates de la Re-volución del 30. Entonces descubrí queellos eran también martianos por la de-fensa activa e inteligente de nuestra tra-dición. Ellos mismos la continuaban consu ejemplo y nos formaban en la impor-tancia de mantener esa estrategia. Y encumplimiento de ese deber moral es quehe compartido con ustedes estas re-flexiones en homenaje al heroísmo deAntonio Gramsci y al grato recuerdo deintelectuales orgánicos como JuanMarinello (1898-1977), Raúl Roa, JoséZ. Tallet (1893-1989), Mirta Aguirre,Julio Le Riverend, y José AntonioPortuondo, que fueron algunos de mismejores maestros.

Notas

* Texto presentado en el Coloquio Internacionalde Homenaje a Antonio Gramsci organizado porel Centro Cultural Juan Marinello, en febrero de1997.1 Gramsci, Antonio. Cuadernos de la cárcel .Edición crítica del Instituto Gramsci. México:Ediciones Era, S.A., 1986. 4 t.

Todas las referencias remiten a esta edición.

“Cuaderno número 4”. t. 2, pp. 186-197.(párrafo 49)

“Cuaderno número 12”. t. 4, pp. 353-373.

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2 Portuondo, José Antonio. Explicación. En su:El heroísmo intelectual. México: Texontle, 1955.p. 9.3 Cairo, Ana. Polémica Villena-Mañach. En su: Elgrupo minorista y su tiempo. La Habana: Editorialde Ciencias Sociales, 1978. pp. 357-374.

Roa, Raúl. La jornada revolucionaria del 30 deSeptiembre. En su: Bufa subversiva. La Habana: Cultural, S.A., 1935. p. 65.

En el conjunto de la evolución de Roa resultasumamente interesante la reflexión autocríticasobre este prejuicio. En particular puede leersesu último libro El fuego de la semilla en el surco.La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1982.(publicado póstumamente).4 _______. Reacción versus revolución. Op. cit.(3).5 Torriente Brau, Pablo. Hombres de la revolución.En su: Páginas escogidas. La Habana: Impr.André Voisin, 1973. pp. 331-335.

———. Álgebra y política. En su: El soldadodesconocido cubano y otras páginas. La Habana:Ediciones Huracán, 1968. pp. 293-364.6 Portuondo, José Antonio. Mella y losintelectuales. Los intelectuales y la revolución.En su: Crítica de la época y otros ensayos. LaHabana : Universidad Central de Las Villas, 1965.pp. 84-135.7 _______. Itinerario estético de la Revolucióncubana. En: Cairo, Ana. Letras. Cultura en Cuba.La Habana : Editorial Pueblo y Educación, 1993.pp. 49 -70.8 ———. La historia y las generaciones. LaHabana: Editorial Letras Cubanas, 1981. 115 p.(Colección Crítica)9 Guevara, Ernesto Che. El socialismo y el

hombre en Cuba. En su: Obras 1957-1967. LaHabana : Editorial Casa de las Américas, 1970.t. 2, pp. 367-384.10 Rodríguez, Carlos Rafael. Los comunistas anteel proceso y las perspectivas de la cultura cubana.En su: Letra con filo. La Habana : EditorialCiencias Sociales, 1983. t. 1.11 El 16 de agosto de 1925 se fundó el primerPartido Comunista de Cuba. Con vistas a laAsamblea Constituyente de 1940 adoptó elnombre de Unión Revolucionaria Comunista.Aproximadamente desde 1942 cambió el nombrepor el de Partido Socialista Popular. En 1962 seautodisolvió para fundar las OrganizacionesRevolucionarias Integradas (ORI) primer pasopara constituir el actual Partido Comunista deCuba (proclamado en octubre de 1965).12 Rama, Ángel. La ciudad letrada. Montevideo:Fundación Ángel Rama, 1984. 176 p. (La serieRama; 502)

———. La ciudad escrituraria. En su: La críticade la cultura en América Latina. Caracas:Biblioteca Ayacucho, 1985. pp. 3- 18. (BibliotecaAyacucho; 119)13 Ribeiro, Darcy. Autocrítica demagógica.Cuadernos Americanos (México) 10 (57):11-23;mayo-jun. 1996.14 Martí, José. Obras completas.. La Habana:Editorial Nacional de Cuba, 1963. t. 5.

En este tomo pueden leerse sus textos sobreAntonio Bachiller y Morales, José de la Luz,Eusebio Guiteras, José María Heredia, RafaelMaría de Mendive, Juan Peoli y Julián del Casal,entre otros, para conocer sus ideas sobre latradición cultural cubana y su importanciapolítica.

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Identidadfemenina en

el Cuadernilloautobiográficode Gertrudis

Gómez deAvellaneda

Brígida PastorInvestigadora y profesora de la Universidad

de Glasgow

La escritura autobiográfica es undiscurso de la identidad. Escribir es unaestrategia de las mujeres para validar lo

que son. La apropiación del lenguaje yde la escritura es, también, la apropia-

ción del ser.1

El epistolario amoroso de la escritora cu-bana Gertrudis Gómez de Avellanedaconstituye una correspondencia volumino-sa dirigida a su amado Ignacio de CepedaAlcalde –un amor que nunca fue corres-pondido– durante el largo período de 15años, entre 1839 y 1854. Estas cartas tam-bién se publicaron bajo el título de Diarioíntimo, y no sólo representan un documen-to biográfico revelador, sino también unafuente extraordinariamente rica de infor-mación sobre la identidad femenina deAvellaneda. Esta correspondencia llegó asu fin cuando Cepeda contrajo matrimo-

nio con otra mujer, y Avellaneda se diocuenta de que lo había perdido definitiva-mente.2 Las cartas no se escribieron conla intención de ser publicadas, y se espe-raba que su receptor las quemara; sin em-bargo, fueron guardadas y tras la muertede Cepeda en 1907, su viuda las publicó.3Se podría especular que tal vez Cepedadio su aprobación para su publicación pós-tuma, aprovechando la popularidad litera-ria de la autora. También cabe la posibilidadde que la misma Avellaneda lo hubieraacordado con su amado, tal y como sesugiere en su última carta. En ese texto,Avellaneda parece responder a una su-gerencia por parte de Cepeda de que las“cartas confidenciales” podrían ser leídaspor un “público” más general:

Respecto a lo que me consultas so-bre mis cartas, sólo puedo respon-derte que no recuerdo exactamentelo que contienen. Ignoro si hay enesas cartas confidenciales cosas quepuedan interesar al público, o si lashay de tal naturaleza, que deban serreservadas. Cuando nos veamos, ha-

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blaremos de eso y examinaremos di-chos papeles.4 [énfasis de la autora]

Este trabajo se centrará particularmen-te en la primera carta extensa o cua-dernillo autobiográfico que Avellanedaescribió a Cepeda, siendo este ejemplorepresentativo de la expresión genuinade su identidad femenina y a la vez ecode su constante lucha como mujer den-tro de una cultura hegemónica masculi-na. Al escribir a Cepeda, Avellaneda nosólo se dirige al amado, sino al lectormasculino. Cepeda no es diferente delresto de los lectores masculinos de laépoca, pues como la misma autora afir-ma: Cepeda es “un hombre como todoslos demás” (p. 54) [énfasis deAvellaneda]. El cuadernillo revela unade las primeras tentativas de la autora entomar la pluma y escribir la historia de suvida, la historia de una “mujer nueva”.Como en el resto de las cartas,Avellaneda se nos presenta como un serdividido, en constante conflicto con losconvencionalismos sociales que la ace-chan. Los conflictos internos que se re-flejan en la ambivalencia de su texto setransforman en un arma vital para ela-borar su epistolario amoroso. Estaambivalencia construye un discurso es-tratégico y dinámico que explora la vozsilenciada de la mujer en el orden sim-bólico masculino y su determinación aarticular su propia identidad como suje-to femenino, por muy deficiente e indi-rectamente en que se lleve a cabo. Esdecir, Avellaneda se propone inscribir suidentidad puramente femenina en un len-guaje que la excluye por su sexo, supe-rando así los rígidos parámetros que leimpone la tradición patriarcal. De estemodo, sus propios conflictos se convier-ten en estrategia para subvertir los có-

digos inamovibles y dominantes delpatriarcado. Como las teóricas feminis-tas Susan Gilbert and Sandra Gubardestacan, la duplicidad que conllevanestos conflictos internos permite que lamujer se invente a sí misma a través dela pluma.5 Para construir un discursofemenino, es necesario que la mujerescritora examine, asimile, y trasciendalas imágenes de “ángel” y “monstruo”que la tradición literaria de mero domi-nio masculino ha asignado a la mujer.Es este ejercicio de deconstrucción y re-construcción lo que definen los escritosde Avellaneda: no sólo desafía la autori-dad de su receptor, sino también los lími-tes discursivos del lenguaje. De estemodo, para articular sus deseos y senti-mientos, Avellaneda se disloca de la opo-sición binaria del patriarcado que generaun lenguaje inmutable y fosilizado, inten-tando así definir la realidad a través desu propio lenguaje (o imaginario femeni-no) –un lenguaje que está desligado delorden simbólico masculino.

La primera carta que Avellaneda escri-be a Cepeda es un texto extenso a modode autobiografía y a la que se refierecomo cuadernillo, dejando muy claroque él es el motivo central de su escrito:“Es preciso ocuparme de usted; se lohe ofrecido; y, pues, no puedo dormiresta noche, quiero escribir; de usted meocupo al escribir de mí, pues sólo porusted consentiría en hacerlo” (p. 39).Estas palabras representan un puentepara entablar diálogo no sólo con su re-ceptor sino consigo misma. Es un ejem-plo elocuente de cómo Avellanedaexpresa simultáneamente sus sentimien-tos por su amado (“de usted me ocu-po”), y su propio Yo femenino (“alescribir de mí”), creando así un vínculo

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íntimo y recíproco con el Otro (mascu-lino). Además, al referirse a Cepedacomo “el objeto de mis tiros”, Avellanedalo convierte en el blanco (patriarcal) delarma discursiva de su pluma la cual ellautiliza para articular su identidad feme-nina. (p. 190) En esta frase, la autoracapta la esencia de la metáfora “mar-gen-centro”, poniendo de relieve su po-sición marginal al erigir a Cepeda encentro y motivo de sus escritos. Estaposición marginal le concede aAvellaneda el privilegio de proponerotras alternativas, distintas a las defini-das por la cultura del patriarcado. NancyHarstock señala el protagonismo de lametáfora “margen-centro” en su ensa-yo “Foucault on Power. A Theory forWomen?” y su relevancia para la auto-biografía femenina:

The autobiographical subject mayoffer a “standpoint epistemology”: anaccount of the world as seen fromthe margins, an account which canexpose the falseness of the view fromthe top and can transform the marginsas well as the center. The point is todevelop an account of the worldwhich treats our perspectives not assubjugated or disruptive knowledgesbut as primary and constitutive of adifferent world.6

Avellaneda coloca a Cepeda como elmotivo “central” de sus escritos, sim-plemente como forma de desafiar el dis-curso hegemónico masculino en un estilosutil y mimético. Por ello, las primeraslíneas del cuadernillo afloran como jus-tificación de su misión de escritora, dán-dose perfectamente cuenta de que elproceso creativo es monopolio exclusi-vo del hombre. De ahí que Avellaneda

admita que el acto de escribir sea unpecado a los ojos de Cepeda, que leexige implícitamente su arrepentimien-to y confesión: “La confesión, que lasupersticiosa y tímida conciencia arran-ca a un alma arrepentida a los pies deun ministro del cielo, no fue nunca mássincera, más franca, que la que yo es-toy dispuesta a hacer a usted”. (p. 39)Esta cita expone cómo Avellaneda, alescribir a Cepeda, parece quitarle im-portancia a su escrito, presentándolocomo una “confesión” que debe ser so-metida a la aprobación masculina del“ministro de Dios”, representado porCepeda. Asimismo, el hecho de que laautora haya escogido la forma verbal“arranca” parece sugerir que su confe-sión y su implícito arrepentimiento(“arrepentida”) están lejos de represen-tar sus verdaderos sentimientos, sino losque se le exigen culturalmente.

Avellaneda impone dos condiciones aCepeda con respecto al cuadernillo:primero, que “el fuego devore este pa-pel inmediatamente que sea leído”; se-gundo, que “nadie más que usted en elmundo tenga noticia de que ha existi-do”. (p. 39) A partir de estas palabraspreliminares, que parecen establecer unpacto de amor, Avellaneda, la escritora,la creadora y la voz discursiva, comien-za a narrar su pasado y a construir suYo femenino. Avellaneda seleccionacuidadosamente los eventos de su pa-sado, que le permiten “escribirse” a símisma, es decir, inventarse en sus es-critos. Al expresar su diferencia comomujer, la escritora confronta todas lasdificultades y contradicciones inheren-tes en el código masculino. Sin embar-go, su realidad femenina determina quesu discurso esté lleno de contradiccio-

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nes y tensiones. Avellaneda subviertela relación de subordinación que man-tiene con su receptor, Cepeda, yuxta-poniendo la confesión de su culpabilidada la de su pasión incontrolada e instinti-va: “Hay días […] en que el corazón serompería, si no se desahogase. Yo teníanecesidad de decirte todo lo que te hedicho, ahora ya estoy más tranquila. Nome censures, por Dios”. (p. 120) Estepasaje revela la necesidad de Avellanedade tomar la pluma y trascender las limi-taciones y censura que le impone su in-terlocutor. La forma verbal“desahogarse” implica la necesidad quela autora tiene de expresar su auténticaidentidad subjetiva, que parece estarbajo el control y represión de su recep-tor, pues, de lo contrario, como dice lamisma Avellaneda: “el corazón se rom-pería”. Por esta razón, la escritora seniega a que sus deseos y sus instintossean aniquilados por los códigos repre-sivos de Cepeda, siendo esta la únicaforma de escapar aunque sea efímera-mente del orden falocrático.

En el epistolario personal de Avellaneda,el pasado está al servicio del presente.El cuadernillo plasma una evocaciónde su infancia y adolescencia. En lanarración de su pasado, la escritora,como sujeto enunciador, ofrece al lec-tor masculino imágenes de ella mismaque están deformadas por las normasdel patriarcado que el mismo Cepedaencapsula. Su ambivalencia refleja lasdiferentes opciones humillantes quecomo mujer confronta cuando tiene quedefinir su presencia pública en el mun-do. Tal y como ella afirma: “No ignora-ba que la opinión pública me condenaba”o, unas páginas mas tarde, “siempre mecondenaban las apariencias” y “juzga-

da por la sociedad, que no me compren-de”. (pp. 59, 81, 90) Estos episodios desu pasado que Avellaneda nos narra enel cuadernillo la retratan como una víc-tima de las leyes represivas de la socie-dad, de su familia y de los interesesmateriales de la sociedad burguesa a laque pertenece. Avellaneda protesta con-tra la situación discriminada de la mujery defiende su derecho a tener una vozcon autoridad y autonomía propias.Phyllis Zatlin Boring observa:

Al leer la autobiografía deAvellaneda, el lector se encuentracon una joven en lucha –en lucha conla sociedad, con los parientes, consi-go misma– . Una persona reñida consu ambiente. Avellaneda no puedeesperar que la entiendan los quepiensan que todas las mujeres debenllevar vidas iguales. Tula es incapazde ser buena gallega casera comolas parientas de su padrastro.7

Una de las características más so-bresalientes en la trayectoria vitalde Avellaneda es su deseo insacia-ble de hacer lo que le place, de vivir lavida para ella misma y poner a pruebala validez de los valores culturales. Sa-bemos que era una niña precoz e inte-ligente, que tenía gran afición a lalectura y que enjuiciaba la opinión desus parientes. Avellaneda destaca quelos parientes españoles de su padras-tro decían que no era buena en nada delo que una mujer debía ser buena ycomo ella misma confiesa: “[M]e ridi-culizaban [...] mi afición al estudio y mellamaban la Doctora”. (p. 72) El hecho deque Avellaneda haya subrayado e iniciadocon mayúscula la palabra Doctora pa-rece indicar su deseo de resaltar el gé-

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nero de la palabra, y su significado pe-yorativo en este contexto (“la que bla-sona de sabia y entendida”8 ). La ironíade Avellaneda también aflora cuandodice: “Dábaseme la más brillante edu-cación que el país [Cuba] proporciona-ba”. (p. 43) La palabra “brillante” aquíes utilizada irónicamente para ponerénfasis sobre la educación limitada yrestringida que ella recibía como mujer.Avellaneda fue una mujer muy atípicapara su época. Fue incluso condenadapor su propia madre, que la llamaba “sal-vaje” por su tendencia a aislarse de lasociedad, siendo su gran placer “estarencerrad[a] en el cuarto de los libros,leyendo [sus] novelas favoritas y lloran-do las desgracias de aquellos héroesimaginarios, a quienes tanto querí[a]”.(p. 44) Influenciada por los ideales ro-mánticos, Avellaneda parece querer ais-larse (“encerrada”) de una sociedad queno la comprende y la censura injusta-mente; una sociedad, en opinión de JoanTorres-Pou, “donde tales ideales no te-nían cabida”.9

Es obvio que Avellaneda encontró en elrecuerdo de su infancia y adolescenciael ímpetu para una poética que años mástarde pondría en práctica en su ficciónliteraria. Sus reminiscencias describenlas actitudes que la caracterizan –supasión por todo lo intelectual– y que lesirven como estrategia para esbozar elproceso de cómo ha llegado a ser laescritora del presente: “Mostré desdemis primeros años afición al estudio”.(p. 42) El hecho de que la jovenAvellaneda demostrara un serio interéspor la lectura la convirtió en una mujerpoco común a los ojos de los que la ro-deaban.10 Este sello de distinción y di-ferencia a menudo representaría

obstáculos para Avellaneda; así lo ad-mite al referirse a la predilección quetenía por Rousseau: “Decían que yo eraatea, y la prueba que daban era que leíalas obras de Rousseau”. (p. 72)Similarmente, Avellaneda infravalora lacalidad de su educación intelectual y suspretensiones de creatividad literaria. Apesar de que en estos momentos su obraya había empezado a publicarse, la es-trategia con Cepeda es presentar suscualidades intelectuales como un juego,o como un producto de sus pasiones in-fantiles: “[Mis] juegos eran representarcomedias, hacer cuentos, rivalizando aquien los hacía más bonitos [...]. La lec-tura de novelas, poesías y comedias lle-gó a ser [mi] pasión dominante”. (p. 44)Paradójicamente, esta cita describe lalectura como la “pasión dominante” deAvellaneda, especificando los tres gé-neros que cultivaría durante toda su tra-yectoria literaria. Avellaneda continúamanipulando el lenguaje ante los ojoscensores del amado y estratégicamen-te admite que aunque ella y su primasolían entretenerse en “objetos másserios y superiores a [su] inteligencia”y ambas poseían “la elevación y pro-fundidad de sentimientos, que sólo sonpropios de los caracteres fuertes yvaroniles”, también se autodefine –estable-ciendo un paralelismo con su prima–según la imagen femenina estereotipadade la tradición patriarcal: “Como yo, re-unía la debilidad de la mujer”. (p. 47) Apesar de su aparente ambivalencia y Yofragmentado, Avellaneda expresa suprofunda admiración por las cualidadesintelectuales logocéntricas que tradicio-nalmente han sido consideradas de ex-clusivo dominio masculino. De estemodo, Avellaneda inscribe a su prima ya sí misma en el lenguaje, logrando ex-

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presar su subjetividad femenina e indi-rectamente exigiendo no sólo “profun-didad de sentimientos”, sino también“inteligencia” (socialmente denegadaa la mujer). La alusión a la prima po-dría interpretarse como un artificio alque la autora recurre para expresar sualter ego a través del cual Avellanedapuede definirse a sí misma. Al conver-tirse en agente de su propio discurso, sedeclara solidaria con su propia identi-dad (femenina). Así lo sugieren una vezmás sus palabras: “mi prima y yo está-bamos solas”. (p. 47) El término “so-las” sugiere solidaridad femenina (sin lapresencia masculina), como modo decombatir la opresión que ejerce el or-den simbólico masculino sobre el sexofemenino. Avellaneda define repetidasveces su identidad indefinida y fragmen-tada: “era [...] yo una mezcla de pro-fundidad y ligereza, de tristeza yentusiasmo [...]. Mi gran defecto es nopoder colocarme en el medio y tocarsiempre los extremos” o “yo me con-tradigo”. (pp. 47, 54) Estas son sóloalgunas de las afirmaciones que ilustranel dilema que experimenta en su papelcomo mujer escritora, y su necesidadde “inscribirse” en su discurso. Al con-siderar “un gran defecto” el no podercolocarse en el centro (como su interlo-cutor masculino), la escritora exponesus temores a dar voz a su propia iden-tidad de forma explícita y directa. SuárezGalbán resalta que la personalidad divi-dida de Avellaneda explica el tormentoautodestructivo que debió experimentar:“Afirma y se niega, se resigna a su pa-pel sexual-social, y se mutila como serhumano”. (p. 298) Sintiéndose aisladaen una sociedad que no la comprende,sus conflictos internos se repiten cons-

tantemente. Por una parte, Avellanedadeclara envidiar a esas “mujeres que nosienten ni piensan [...] y a las cuales elmundo llama mujeres sensatas”. (p. 61)Por otra, deja muy claro que no piensacomo “el común de las mujeres”.(p. 148) Esta aparente contradicciónpone de manifiesto su identidad objeti-va (social) y subjetiva (individual), en suintento ambivalente de intervenir en eldiscurso hegemónico masculino. Esteconflicto es el resultado de su “ansie-dad de autoría”, común a las escritorasdel siglo XIX, las que son temerosas desingularizarse en el ámbito masculi-no”.11

Pero muchas veces estas contradiccio-nes son meras apariencias, constituyen-do una estrategia retórica que permitea Avellaneda expresar su subjetividadde forma indirecta. Así se entiende queAvellaneda deliberadamente se apropiede imágenes misóginas femeninas paraparodiarlas y de esta manera revelarsu perspectiva femenina. Este aparenteuso paradójico de su lenguaje pone derelieve una vez más la actitudcensurante masculina con respecto a lamujer escritora: “Yo no conocía ni elmundo ni a los hombres: era tan inocen-te como el día en que nací”. (p. 56)Mientras que varias páginas después, seapropia para sí misma una imagen frí-vola y poco convencional:

Hubiera yo querido mudar mi natu-raleza [...] Yo me avergonzaba deuna sensibilidad, que me constituíasiempre en víctima [...]. En este tiem-po dos veces he contraído pasaje-ras relaciones. Mi corazón no lasformó, fue [...] la necesidad de una

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distracción, el ejemplo de la socie-dad. (p. 74) [énfasis de la autora]

Este párrafo presenta la apropiación deAvellaneda de un comportamiento quees generalmente sólo lícito al hombre,tal y como sugiere el haber “contraídopasajeras relaciones” como mera “dis-tracción”. Esta estrategia de caráctersubversivo es incuestionablemente fe-minista, pues implícitamente subrayacomo las mujeres son puramente obje-tos en el imaginario sexual masculino.El Yo en el discurso de Avellaneda pa-rece incoherente, como “neurótico”, dis-tinto al que caracteriza al modeloautobiográfico tradicional, en el que laimagen representada y la identidad delautor/a es la misma. Aquí una vez más,las palabras de Avellaneda reflejan lastensiones estéticas y las contradiccio-nes morales que la amenazan como es-critora. Ella se da cuenta de que Cepedano es capaz de reconocer su verdaderaidentidad (femenina) e intenta enmas-cararla, expresando el deseo de cam-biar su “naturaleza”. Obviamente, laautora asume esta estrategia como laúnica manera de no convertirse en ob-jeto de censura ante Cepeda. Así, laimagen negativa que revela de sí mis-ma es expuesta como una proyeccióndel imaginario cultural masculino, y, porconsiguiente, del estado de represiónsocio-cultural que experimenta comomujer.

A la vista de todo lo expuesto, se podríaconcluir que el cuadernillo autobiográ-fico de Avellaneda se gesta como unpalimpsesto que enmascara el significa-do más profundo de sus ideas (social-mente censuradas) y otorga autoridadliteraria a su autora al adoptar y trans-

gredir simultáneamente los cánonesmasculinos literarios a distintos niveles.Estas estrategias discursivas planteanlos dilemas que Avellaneda experimen-ta como mujer-objeto en la sociedad ensu intento de inscribirse como sujeto au-tónomo y con derecho propio en su dis-curso. En suma, Avellaneda sobresalecomo una mujer en busca de sí misma,en busca de su propia identidad. Es evi-dente que la escritora desarrolla en sucuadernillo una fuerte ego-identidad,logrando expresar su auténtica voz fe-menina que habla de su condición so-cial y trascender meros parámetrossocio-culturales. Así el “diálogo” implí-cito que se recoge en esta primera yextensa carta permite que el lector re-evalúe el papel de la mujer en la socie-dad y condene las injusticias sociales delas que es víctima. Pero, sobre todo, dejatestimonio de la autoconciencia queGertrudis Gómez de Avellaneda tenía desu condición diferente. El acertado jui-cio de Nara Araújo resume la presen-cia significativa de la identidad femeninade Avellaneda y su “diferencia” en elcuadernillo, “diferencia […] que pro-yectó desde la perspectiva de géneropara alcanzar un cuestionamiento de lainiquidad humana.”12

Notas

1 Aileen Schmidt. La construcción del sujeto endos cronistas de viajes cubanas del siglo XIX. En:Mujeres latinoamericanas: historia y cultura.Siglos XVI al XIX. / ed. Luisa Campuzano. LaHabana : Casa de las Américas-UniversiddMetropolitana, 1997. vol. 1, p. 141.2 Según la opinión de Carmen Bravo-Villasante,

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aunque a Cepeda siempre le fascinó el talento yla belleza de Avellaneda, “él la quiere como amiga,como amante (así se decía antes al amado), perocomo esposa teme que le resulte insoportable elexceso de inteligencia, su futura gloria”.

Una vida romántica: la Avellaneda. Barcelona :Editora Hispano-Americana, 1967. p. 46.3 La Avellaneda. Autobiografía y cartas de lailustre poetisa, hasta ahora inéditas. / prólogo ynecrología de don Lorenzo Cruz de Fuentes / 1ªedición. Huelva, 1907.4 Gómez de Avellaneda, Gertrudis. LaAvellaneda: Autobiografía y cartas. / ed. LorenzoCruz de Fuentes / 2ª ed. Madrid : ImprentaHelénica, 1914. p. 242.

Todas las citas en el texto pertenecen a estaedición.5 Gilbert, Sandra M. and Susan Gubar. TheMadwoman in the Attic: The Woman Writer andthe Nineteenth-Century Literary Imagination.New Haven, London : Yale University Press,1979. p. 16.6 Feminism/Postmodernism. / ed. Linda J.Nicholson. Nueva York : Routledge, 1990.p. 171.7 Boring, Phyllis Zatlin. Una perspectiva sobrela confesión de Avellaneda. En: Homenaje aGertrudis Gómez de Avellaneda. Memorias del

simposio en el centenario de su muerte. / ed.Rosa M. Cabrera y Gladys B. Zaldívar. Miami :Ediciones Universal, 1981. p. 97.8 Ver definición 6 de doctor, ra. En: Real AcademiaEspañola. Diccionario de la Lengua Española. /21 ed. Madrid : Espasa-Calpe, 1992.9 Torres-Pou, Joan. La ambigüedad del mensajefeminista de Sab de Gertrudis Gómez deAvellaneda. Letras Femeninas 19 (1993), 55-64(p. 58).10 Otras escritoras contemporáneas como laespañola Faustina Sáez de Melgar tuvo tambiénque enfrentarse a la fuerte censura de susfamiliares con respecto a sus inclinacionesintelectuales: “Acusábanle, como de un crimen,de su afición a las lecturas: la mortificaban sincesar con burlas mordaces”.

En: Sinués de Marco, María del Pilar. Biografíade la señora doña Faustina Sáez de Melgar, enFaustina Sáez de Megar, La Higuera deVillaverde (Madrid: Imprenta de D. BernabéFernández, 1860), p. 83]. XXVER11 Picón Garfield, Evelyn. Poder y sexualidad:El discurso de Gertrudis Gómez de Avellaneda.Amsterdam, Atlanta : Rodopi, 1993. p. 128.12 Araújo, Nara. El alfiler y la mariposa.La Habana : Editorial Letras Cubanas, 1997.p. 48.

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Muerte yresurreccióndel poetaPlácido

Daisy Cué FernándezProfesora de la Universidad de Oriente

El poeta no muere,

pues del tiempo y los hombresla historia está en su lira

y la inmortalidad está en sus cuentos

Plácido

En los estudios acerca de la literaturacubana publicada durante el siglo XIX,siempre se menciona un detalle de in-dudable interés. El poeta más editadoen la pasada centuria no fue, como erade esperarse, José María Heredia, con-siderado con justeza el poeta nacional,sino un criollo mestizo, expósito,autodidacta y artesano que al morir en1844 frente a un pelotón de fusilamien-to, sólo había publicado tres libros deversos, algunos bastantes zarandeadospor la crítica y centro, él mismo, de nu-merosas polémicas que abarcaban des-de la calidad de su producción literariahasta su participación real en la conspi-ración de negros que le costara la vida.Lo cierto es que Gabriel de la Concep-ción Valdés, quien en vida nunca puso

los pies fuera de su tierra natal y cuyomarco de relaciones sociales estuvo muyconstreñido, obtuvo once ediciones, casitodas fuera de Cuba, y la plegaria que,según tradiciones repetidas hasta nues-tros días, fue recitando camino al patí-bulo, ha sido uno de los poemas mástraducidos a diversas lenguas, entre laamplia producción literaria de la época.

La popularidad de Plácido fuera de laisla hay que buscarla más en razonessociológicas que literarias, aunque am-bos aspectos no pueden desligarse sinabsolutizaciones peligrosas. Por unaparte su condición de hombre sometidopor razones étnicas y sociales, daba másvalor aún a una poesía que, pese a sudesigualdad estética, legó páginasantológicas a las letras americanas; porotra parte su participación activa en lallamada Conspiración de la Escaleracontribuyó a crear una aureola alrede-dor de su figura más allá de los límitesnacionales y la “Plegaria a Dios” se con-virtió en el canto de cisne de un poetaque pagaba con la vida sus anhelos deemancipación social.1

La carencia de una investigación cohe-rente sobre el tema en el área caribeñaha impedido comprobar la magnitud yrepercusión de los sucesos del 44 en lospaíses limítrofes,2 pero si tomamos encuenta los trabajos publicados porRobert Paquette y Rodolfo Sarracino,donde se demuestra la incidencia totalde los ingleses en la formación del mo-vimiento conspirativo, y el periplo reco-rrido por alguno de sus agentes como elinglés Francis Ross Cocking o el domi-nicano Luis Gigaut y que abarcaba Ve-nezuela, México, Santo Domingo, Haitíy Nueva Orleans,3 es fácil suponer el

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interés que pudo haber despertado enlos sectores comprometidos o al menosconocedores de la isla, el rumbo poste-rior tomado por los acontecimientos. Loque sí ha podido comprobarse es la re-lación estrecha entre Gigaut, figura di-rectriz del grupo de mulatos cons-piradores y el poeta, quien le alojó en sucasa durante casi dos años y le acom-pañó en su labor proselitista por dife-rentes regiones de la zona occidental deCuba. El hecho de que el dominicano lo-grara escapar antes de su detención yPlácido, en la exposición del 23 de juniode 1844, declarara haber sido advertidodel peligro que corría y se le ofreciera lasalida para México, demuestra que losconspiradores no se encontraban total-mente solos en aquellos momentos deci-sivos y contaban con una ayuda exteriorque en el caso del poeta no llegó a mate-rializarse por una decisión personal:

Determiné pues partir fuera de la Islapor no ser espectador y acaso vícti-ma de la catástrofe que juzgaba in-evitable, con tal objeto pensé sacarun pasaporte para Veracruz, y ha-biéndome pedido una fianza para elinforme el Comisario del EspírituSanto D. José de Mesa; le llevé unacarta del Sr. D. Francisco Chacón yCalvo que debe existir en su poder,mas en el acto mismo de extendér-melo no pude resistir el deseo de veracaso por última vez a la que hoy esmi esposa, y se lo pedí para Matan-zas con ánimo de sacar después elpasaporte [...] Hay momentos quedeciden para siempre la suerte de loshombres, y aquel fijó mi destino. Vinea Matanzas, me casé, fui a Villa Cla-ra, caí preso, y hombres que jamásme han visto acusan a Plácido.4

El fusilamiento del poeta fue, tal vez, elhecho de mayor repercusión dentro deun proceso, de por sí bastante notorio.Nunca se logró obtener las pruebas ju-diciales necesarias para su procesa-miento, ni su confesión de culpabilidad.Por ello su ejecución adquirió todos losmatices de un asesinato legal,magnificado por la protesta de inocen-cia expresadas en la “Plegaria...”. Comotal tuvo gran trascendencia en su épocay fue centro de atención en los periódi-cos tanto europeos como americanos.

Junto con la noticia de la muerte de Plá-cido, la “Plegaria...” traspasó las fron-teras del país, y se convirtió endocumento acusador para el gobiernoespañol el cual al suprimir físicamentea su autor le concedía, paradójicamen-te, una gloria que hubiese tardado mu-cho más tiempo en adquirir, dadas lasrelaciones estamentales y clasistas pre-dominantes en la isla y el carácter pola-rizado de las valoraciones estéticas desu tiempo.

Las primeras publicaciones de la “Ple-garia...”, por razones obvias se produ-jeron en el continente europeo, salvo lascopias que de manera clandestina cir-cularon en Matanzas a raíz de su muer-te. El 16 de agosto de 1844, fechabastante temprana si se tiene en cuentalas dificultades de comunicaciones enla época, apareció en el Laberinto deMadrid una reseña de los sucesosacaecidos, junto con el texto del poema,reproducido a su vez en periódicos in-gleses y franceses unos días más tarde.

Sin embargo, lo que en Europa no pasóde ser en aquellos momentos una infor-mación sensacionalista, en el ámbito

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americano y caribeño tuvo connotacionesmuy diferentes. El 15 de mayo de 1845The Jamaica Guardian & Patriot enKingston publicó una carta firmada porJoseph Soul procedente de Londres, don-de se narraban los últimos momentos delpoeta y se proponía erigirle un monumentocon fondos obtenidos por la donación demedio día o de un día completo de salariode cada trabajador que así lo deseara. Lacarta pone de manifiesto las deformacio-nes sufridas por la información del remi-tente, ya que en la descripción de Plácidose mezclan rasgos reales de este con losde Juan Francisco Manzano, al punto deconsiderar al segundo como un seudónimoutilizado por Gabriel de la ConcepciónValdés. El propósito del trabajo periodísticotenía carácter abolicionista y para ello seprocedió a exaltar la memoria de Plácidocomo símbolo de los descendientes de afri-canos sumidos en la esclavitud y un ejem-plo digno de imitar. Su “Plegaria a Dios”,traducida al inglés acompañaba la informa-ción, precedida a su vez por una nota deremisión del consulado de España en la islade Jamaica al Capitán General y Goberna-dor político y militar de la isla de Cuba. Eltexto de la nota plantea:

Muy señor mío por el adjunto perió-dico publicado en esta Ciudad seenterará V.E. de un artículo en el cualse trata de elevar un monumento enesta Isla a la memoria de un tal Plá-cido fusilado en esa a causa de laúltima conspiración de la gente decolor.

Dios guarde a V.E. muchos años

Kingston a 2 de junio de 1845.

Juan del Cantillo5

Las causas por las que el monumentono llegó a erigirse son desconocidas, almenos para mí, pero sin dudas el hechode haberlo publicado indica lo que podíarepresentar el poeta cubano en ese do-ble plano socioliterario y la repercusiónde su muerte en la conformación poste-rior de la leyenda placidiana.

Durante los años subsiguientes sus poe-sías, especialmente las escritas durantelos días de la prisión, cuando la certezade un final desgraciado se cernía sobreél, comenzaron a difundirse con rapidezen los círculos más variados. El “Adiós ami madre”, “Adiós a mi lira”, “A la fata-lidad” y la “Plegaria...” se convirtieronen elementos acusadores contra lasevicia colonial, sobre todo fuera deCuba, ya que desde 1844 sus versos fue-ron terminantemente prohibidos en la islay adquirieron carácter subversivo.

Ese mismo año se publicaría enVeracruz, México, el folleto La muertede Plácido, editado por José MaríaSalinero, quien también dio a la publici-dad sus últimas composiciones; en 1845una edición de las Poesías de Plácidovio la luz en dicha ciudad; en 1846 laeditorial América Poética en Valparaísoantologa algunos de sus poemas más im-portantes; en 1847 apareció una colec-ción de sus versos en Nueva Orleans ya partir de 1850, ediciones diferentesaparecen en Nueva York y México.

Estos ejemplos pueden servir comomuestra de la popularidad alcanzada porel poeta después de su fusilamiento, peroesta no se limitó a la publicación de ver-sos. Al mismo tiempo comenzó anovelarse su vida y sobre todo, su muer-te. Así Eligio de la Puente refiere la

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existencia de una novela publicada enEspaña en 1846 con el título El mulatoPlácido y otra en Chile en 1871 deno-minada Plácido el mulato,6 en tantoRobert Paquette afirma que en 1861 sepublicó en Estados Unidos Blake, de lacual era personaje importante. Esta úl-tima tenía carácter abolicionista y suautor Martín Delary fue un ardientedefensor de los derechos de los negros.7

De estas novelas ninguna se publicó enCuba y las referencias existentes son es-casas lo cual limita su valoración. En laisla, en cambio, existen ejemplos másconcretos, editados también en el pasa-do siglo como El sol de Jesús del Mon-te, de Andrés Avelino de Orihuela dondese narra su trágico fin y en Once patí-bulos, fragmento de una novela incon-clusa: “La Conspiración de la Escalera”,escrita por Casimiro del Monte con idén-ticas características.8 Ambas narracio-nes alcanzan un clímax dramático muydel gusto romántico a partir de las se-cuencias finales de la vida del poeta: lamarcha hacia el patíbulo declamandosus versos y sobre todo el fallo en laejecución que obliga a repetirla y hacemás efectista su muerte.

Estos elementos fueron tomados encuenta también en dos intentos de dra-mas históricos que no llegaron a ver laluz: “Plácido, el poeta” de SebastiánAlfredo Morales, cuyo prólogo se en-cuentra entre los manuscritos del autor,conservados en la Biblioteca Nacional,9

y Plácido, episodio histórico dramáticoen dos actos de Crecencio RodríguezRivero quien, al decir de Enildo Garcíalo estrenó en Santa Clara y en Canariasal principio del siglo, aunque no fue pu-blicado.10

Mejor suerte corrió La muerte de Plá-cido, de Diego Vicente Tejeda, publi-cado en 1875 y referido, como sunombre indica, a los últimos momentosde Gabriel de la Concepción Valdés. Eneste caso el poeta adquiere un valor sim-bólico como representante de las ansiaslibertarias que llevaran a los cubanoshacia la manigua.

Gran repercusión tuvo a su vez, por esamisma época, el ensayo publicado porel insigne portorriqueño Eugenio Maríade Hostos en 1870 bajo el título de Plá-cido, con motivos muy similares al de-dicado por Martí a Heredia. Hostos, ensíntesis evoca la figura placidiana des-de sus oscuros orígenes y ofrece unavisión interesante de su poesía al hacerénfasis en las fábulas, género bastantedesdeñado por la crítica y del cual legóuna producción de más de setenta tex-tos no exentos de valores literarios. Elportorriqueño con un enfoque socioló-gico, valora cuánto había en ella de lossentimientos del autor hacia la sociedady sus contemporáneos bajo la cobertu-ra ofrecida por los apólogos.

El mérito mayor del ensayo es el acer-camiento de Hostos a la personalidaddel poeta y a las profundas contradic-ciones que subyacían en él. En ese sen-tido intenta ubicar en su justo sitio unafigura ya polémica en el campo históri-co en quien reconoce los caracterespsicológicos del mestizo humillado y losvalores del poeta capaz de superar consu obra las flaquezas del individuo.

Como puede apreciarse la muerte dePlácido repercutió en el continente a lolargo del siglo XIX hasta el punto de con-formar una verdadera leyenda donde se

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diluían los elementos históricos en unaatmósfera casi épica, proclive a la exal-tación desmesurada de su personalidad,lo cual provocó numerosas polémicasprolongadas mucho más allá de los lími-tes decimonónicos y reeditada de vezen vez a lo largo del siglo XX.

Sin embargo, no sería justo que la tras-cendencia de la obra poética de Gabrielde la Concepción Valdés se limite ex-clusivamente a los poemas de prisión ya las circunstancias en que estos fue-ron escritos. El ensayo de Hostos de-muestra que hubo zonas de su poesíapoco atendidas por la crítica finiseculary merecedoras de un estudio más deta-llado.11 Al igual que las fábulas, los ro-mances, las letrillas y los epigramas sonportadores de un innegable ingenio y sen-tido del humor en tanto en los sonetosalcanza momentos de hondo lirismo. Sibien sólo logró algunos momentos dealto vuelo en las odas o elegías tan degusto de la época, en el soneto y el ro-mance sí encontró moldes adecuados asu estro poético. Los versos de “El ve-guero”, “La flor de la caña” o “A unaingrata” entre otros, son dignos de figu-rar en cualquier antología y de hechohan estado presentes en compilacionesde poesías cubanas y aun hispanoame-ricanas de diferentes épocas.

Su obra más importante fue sin lugar adudas el romance “Xicotencatl” dondeevoca la figura del cacique tlaxcaltecacomo símbolo de lo efímero de las glo-rias humanas. Poema de brillante colo-rido y plasticidad, donde la cadencia delos esdrújulos prefigura las hoguerasde sacrificio, más que obra digna deGóngora, como planteara Marcelino

Menéndez y Pelayo, es una anticipaciónde lo que más tarde sería el modernis-mo americano. El poema responde engran medida a las características de loque José Juan Arrom llamara la poesíaprecortesiana y a través de recursosestilísticos y atmósfera poética entroncacon una línea discontinua iniciada por laantigua poesía nahuatl y llevada a la máxi-ma expresión por Rubén Darío.

“Xicotencatl” –más allá de su connota-ción histórica un tanto discutible– es sím-bolo para el poeta de una raza extinta,hermana en desdichas de los pueblos deeste continente; no en balde en las alu-siones al mundo indígena Plácido reite-ra una y otra vez este elemento. Así esun fragmento de “Al pan” inspirado se-gún José Juan Arrom en una Relaciónde Pané, evoca con nostalgia el pasadoantillano a través de los fantasmasvagamundos que pueblan la montañamatancera.

Los vivientes que algún díatrincaban en tu espesurahoy salen como las hadasal esplendor de la luna,

entre las esbeltas palmas,y las flexibles yagrumas,a recordar lo que fueron

sus simples sombras se agrupan.

De igual forma busca el esqueleto deHatuey, el cacique rebelde en un singu-lar anacronismo en los versos de “AlYumurí”. Hatuey se une un poco aXicotencatl en el carácter simbólico conque lo utiliza, no sólo en los versos men-cionados sino en las alusiones y epítasispresentes en su poesía. En “Eco de la

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gruta”, dedicado a José María Herediaa su regreso a Cuba, lo llama “hijo deHatuey”, en tanto en la oda dedicada“Al General Mejicano, hijo de Cuba, DonAndrés de la Flor”, desterrado comoHeredia a México por su participaciónen movimientos subversivos contra Es-paña, se refiere a él con el epíteto de“heredero del aliento de Hatuey”. Es-tas alusiones se explican en una conno-tación más amplia, si tenemos en cuentaque los conspiradores del 44, al menosel grupo formado por los negros, pensa-ba formar una república negra bajo pro-tectorado británico con el nombre delcacique antillano. Así Hatuey resumía ensu figura rebelde a dos etnias, reprimidassalvajemente por la colonización españo-la: la indígena y la descendiente de los afri-canos.

La poesía de Plácido fue por tanto unaportadora de los intereses de un esta-mento discriminado y en peligro de su-frir un exterminio parecido al de lascomunidades indígenas a las cuales ha-bía sustituido como fuerza de trabajo.En este caso, más que sustitución hayuna equiparación de valores entre am-bas, a través de versos donde el len-guaje exótico tiene un papelcondicionado por la censura del tiempo,pero en los que destaca un gran tema,reiterado en sonetos como “Muerte deGessler”, “A Polonia” o “A César”, enlas odas a la reina española tan mal in-terpretadas por la crítica, en fábulascomo “El hombre y el canario” o “Elcernícalo y la abeja”; en las décimas“Habanero”, “Libertad” o en cualquie-ra de los poemas mencionados con an-terioridad: el anhelo de una libertadimposible de alcanzar e incluso de can-tar de forma abierta en su poesía. No

en balde el soneto “El juramento” fueincorporado a la documentación del pro-ceso judicial seguido contra él, comoprueba en su contra. Los versos, másque una figura retórica fueron la expre-sión de un sentimiento contenido quequizá soñó con ver hecho realidad.

A la sombra de un árbol empinadoQue está en un ancho valle a la

salidaHay una fuente que a beber convida

De su líquido puro y argentado.

Allí fui por mi deber llamadoY haciendo altar la tierra endurecida,

Ante el sagrado código de vida,Extendida mis manos he jurado:

Ser enemigo eterno del tirano,Manchar, si me es posible, mis

vestidosCon su execrable sangre, por mi mano

Derramarla con golpes repetidos;Y morir a las manos de un verdugo,Si es necesario, por romper el yugo.

El drama de su vida agónica, el del co-lonizado, sometido a fuerzas superioresa las suyas y por tanto imposibilitado deocupar el sitio social que su talento leseñala. Drama que le equipara más alláde las fronteras geográficas, con otrosindividuos sujetos a condiciones simila-res. El mar que lo separaba de lostlaxcaltecas, de los caribes o de otrosdescendientes de africanos estaba for-mado por una cuota idéntica de lágri-mas y sudor y se constituirá siempre enpuente común de poesía, anhelos y es-peranzas.

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Notas1Acerca de la posible actividad conspirativa dePlácido se trata ampliamente en: Cué Fernández,Daisy. Plácido: leyenda y realidad.

Tesis en opción por el grado de doctora enCiencias Filológicas, discutida y aprobadaen la Universidad de la Habana en 1991. Laautora basa sus opiniones en el conocimientoreal acerca de los sucesos evidenciado por el poetaen sus diferentes declaraciones durante el procesojudicial al cual fue sometido; en lacorrespondencia total entre sus planteamientosy la documentación inglesa reproducida porRobert Paquette en Sugar is Made With Blood yen sus frecuentes viajes por “tierra adentro” dondesostuvo relaciones con individuos con actividadessubversivas contra la corona española como LuisEduardo del Cristo y el pardo dominicanoLuis Gigaut.2 El mejor texto que conozco sobre la rebeldíaesclava en el área caribeña como fenómenototalizador es el texto de Rafael Dubarte JiménezRebeldía esclava en el Caribe publicado por laComisión Estatal Conmemorativa del VCentenario del Encuentro de Dos Mundos,Soberano del Estado de Veracruz, 1992. Auncuando el libro se centra fundamentalmente en elcimarronaje urbano y sólo alude de modotangencial a la Conspiración de la Escalera comoun hecho histórico por dilucidar, su nivel deinformación acerca del comportamiento esclavoen el Caribe le convierte en obligada referenciapara cualquier investigador al respecto.

3 Paquette, Robert. Sugar is Made with Blood.Connecticut : Wesleyan, University Press, 1988.

Saracino, Rodolfo. Inglaterra y las rebelionesesclavas cubanas 1841-1851. Revista de laBiblioteca Nacional José Martí (La Habana)28(77); mayo-ag. 1986.4 Exposición del poeta Plácido al Presidente de laComisión Militar el 23 de junio d 1844. Hoja810 (vuelta). Archivo personal de la autora.5 El mecanuscrito de Manuel Sanguily sobre elartículo pertenece al archivo personal de la autora.6 Prólogo. En: Valdés, Gabriel de la Concepción.Poesías selectas de Plácido La Habana : Cultural,S.A., 1930. p. [XII]. (Colección de libros cubanos,IX)7 The Conspirancy of La Escalera and the conflictbetween empires over slavery in Cuba. En:Paquette, Robert. Op. cit. (3). p. 125.8 Dicho fragmento aparece publicado en Cuba yAmérica (La Habana) 27(15):4; 13 ag. 1908.9 T. 22 Sala “Martí”, Biblioteca Nacional JoséMartí.10 Cuba: Plácido, poeta mulato de la emancipación(1809-1844) (“Senda de estudios y ensayos”)New York, Senda Nueva de Ediciones 1986.Bibliografía general anexa.11 La incidencía político-social de sus poesías engéneros vapuleados por la crítica tradicional esestudiada con acierto por Castellanos, Jorge.Plácido poeta social y político. Miami : Florida,Ediciones Universal.

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AlfonsoReyes:esencia yancilaridaden suconcepto deliteratura

TeresaDelgado Molina

Profesora de la Universidad de La Habana

Esencia y teoría literarias

Desde que los formalistas rusos se em-peñaron en descubrir lo específicamenteliterario o la “literaturidad” –como decíaJakobson–, centrados en el estudio rigu-rosamente científico de lo literario, labúsqueda de la esencia literaria no hahecho más que diversificar sus caminos,sus perspectivas, lo cual ha conducido adiferentes respuestas.

Jonathan Culler, quien admite que se po-dría “llegar a la conclusión de que la lite-ratura no es ninguna otra cosa más queaquello que una sociedad determinadatrata como literatura: es decir, un con-junto de textos que los árbitros de la cul-tura –profesores, escritores, críticos,

académicos– reconocen que pertenecea la literatura”,1 cree, por su parte, que ladefinición de la literaturidad se planteó:

[...] no porque se quisiera distinguir loque es literario de lo que no lo es, sinoporque se quería promover, mediantela separación de lo propio de la litera-tura, métodos de análisis que permi-tieran avanzar la comprensión de esteobjeto y dejar de lado métodos impro-pios que no tomaban en consideraciónla naturaleza de este objeto”.2

Culler parte de los propósitos declara-dos por los formalistas, en especial, deEichenbaum, sin valorar que la distin-ción de lo propio de la literatura no pue-de sustraerse de una concepción basadaen la especificidad de la literatura y quese sostiene en la oposición literatura/no-literatura. Como el mismo Culler reco-noce, la cuestión de la especificidadliteraria se plantea sólo con “la institu-ción de la crítica literaria y el estudioprofesional de la literatura”; es una ma-nifestación propia de la especializaciónmoderna, y se aviene con el afán positi-vista de delimitar un campo, así comoexpresa el deseo de legitimar la autono-mía no sólo de la literatura, sino tam-bién del saber que se ocupa de eseobjeto. No es casual que los formalistasse encargaran de distinguir su acerca-miento científico a la literatura dela aproximación de la crítica periodísti-ca al fenómeno literario.

La historicidad de la literatura ha sidoun indiscutible motivo de reflexión, yha sido considerada en algunas de lasconstruciones teóricas, como se pone demanifiesto en la concepción sistémicade la literatura en Tinianov, o en la pers-

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pectiva funcionalista de Mukarovsky,entre otros.3 Sin embargo, prevalece elpropósito de determinar los rasgos per-manentes y definidores de la literatura,más allá de las variaciones temporales.

Algunos autores han analizadocríticamente las estrategias ideológicasimplícitas en las construcciones teóri-co-literarias y se han esforzado enmostrar cómo factores extracientíficossobredeterminan las búsquedas desin-teresadas de la esencia literariay cómo estas guardan nexos profun-dos con las estructuras de poder. Demodo que no se trata sólo de lahistoricidad de la literatura, sino tam-bién de la propia teoría encargadade su desentrañamiento. En este sen-tido se orienta la “crítica política” deTerry Eagleton a las diferentes concep-ciones teórico literarias del siglo XX, y ala validez misma de la teoría literaria engeneral.4 El principal argumento de lapropuesta del intelectual inglés es la ines-tabilidad del objeto de estudio dada sunaturaleza histórica e ideológica, lo cualaspira a demostrar con un interesanteanálisis de los profundos nexos entre elascenso de las letras inglesas a fines delXIX y principios del XX y las transforma-ciones que se operan en las estructurasde poder en el mismo período. Eagletonse muestra categórico en sucuestionamiento antiesencialista:

No es fácil –dice– separar, de todolo que en una u otra forma se ha de-nominado “literatura”, un conjuntofijo de características intrínsecas.A decir verdad, es algo tan imposi-ble como tratar de identificar el ras-go distintivo y único que todos los

juegos tienen en común. No hay ab-solutamente nada que constituya laesencia misma de la literatura.5

A pesar de que Eagleton simplifica enocasiones el sentido de las diversas pro-puestas teóricas, su cuestionamiento dela pertinencia de una teoría de la literatu-ra parece bien fundamentada. Pero noes sólo el marxista Eagleton el único quesostiene dentro del campo intelectual an-glosajón esa postura antiesencialista, otrospensadores como los neoprag-máticos de la crítica cultural norteameri-cana se alejan de las pretensionesuniversalistas de una teoría de la litera-tura y proponen una crítica sustentadaen la historicidad de los objetos cultura-les y para la cual la literatura no es másque una forma cultural entre otras.6 Esinteresante cómo estos autores encuen-tran inspiración en un crítico y pensadordel siglo XIX como Emerson, y en la tra-dición pragmática de los Estados Unidos,antiesencialistas por excelencia.7

Por otra parte, resulta interesante la pro-puesta de la sociocrítica, inspirada en lapoética bajtiniana, de considerar a la li-teratura como un discurso entre otros,y en su carácter interdiscursivo.8

El examen de la construcción teórico-literaria de Alfonso Reyes contenida enEl deslinde permite apreciar cómo elpensador mexicano enfrenta el dilemaentre su afán de constituir una teoría dela literatura y el reconocimiento de lainestabilidad del objeto literario. La bús-queda de una “esencia común al fenó-meno literario” –objetivo declarado porel autor de El deslinde– encuentra elobstáculo de la naturaleza mutable con-cedida por Reyes a la literatura, a la cual

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designa como “ente fluido”. De ahí lacautela en su propósito definidor –al me-nos en principio–, sus aclaraciones y has-ta la moderada formulación de susobjetivos científicos. No en vano decla-ra en el capítulo I:

En esta mudanza incesante, en estemar de fugaces superficies, no esdado trazar rayas implacables. [...]En este vaivén hay culminaciones ydepresiones de la onda, pero no siem-pre se pueden fijar pesos específi-cos permanentes.9

Buen conocedor del espiritualismobergsoniano y del pragmatismo de James,y profundamente crítico de las rigidecescientificistas del positivismo, Reyes no nie-ga la “continuidad”, la dinámica de la crea-ción literaria, de la relación entreconciencia y realidad. La flexibilidadconstatable del pensamiento reyesiano,que se expresa discursivamente en su pre-dilección por la modalidad ensayística, seresiste a una conceptualización categóri-ca, a una construcción teórico-literariadefinitiva que no aprehenda la fluidez atri-buida a la naturaleza literaria. Sin embar-go, la opción de Reyes no deja de serprofundamente esencialista, como se ad-vierte en su propósito de realizar un estu-dio fenomenológico o fenomenográfico del“ente fluido”, interesado no solo en la de-terminación de los rasgos identificativosde la literatura a partir de su manifesta-ción textual concreta, sino también en lapercepción específicamente literaria de losdatos de la realidad, en el “movimientonoético” distintivamente literario.10

Este debate apreciable en Reyes, y quese pone claramente de manifiesto en susdudas hacia el discurso teórico-literario,

se da en las condiciones de la desigualmodernización latinoamericana. Sóloserá en la segunda mitad de este si-glo que se pueda hablar de ciertaprofesionalización de los escritores y delos estudiosos de la literatura, de unainstitucionalización y especialización dela literatura y sus estudios en AméricaLatina. Si bien Reyes aspira a fundaruna ciencia moderna de la literatura,develadora de “lo propiamente literario”,y de tal modo a “deslindar” el territoriode la literatura, asimismo intenta legiti-mar teóricamente la función integradoray crítica de la especialización moder-na que en la práctica se le había con-cedido a la literatura. Habría querecordar la alternativa humanista pro-puesta por la generación de Reyes alpositivismo reduccionista: el espiritua-lismo de filiación arielista frente al utili-tarismo de la sociedad moderna.

A diferencia de los formalistas, que bus-can la esencia en el dominio de la técni-ca literaria específica, del procedimiento,Reyes intenta validar la naturaleza uni-ficadora, esencialmente humanista de laliteratura.

La distinción del acercamientoreyesiano se aprecia tanto en la defen-sa que hace del uso del sentido meta-fórico en la argumentación científica,como por la constante socavación deldiscurso “sistemático” del tratado porexpresiones tropológicas que intentanparadójicamente precisar las definicio-nes y formulaciones derivadas del ra-zonamiento científico.

La “fenomenografía” reyesiana descri-biría el fenómeno literario sin llegar a“derivar normas ni proponer cortapisas

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sobre las evoluciones posibles o aun lassúbitas mutaciones futuras”.11 Así nohabría que confundirla con la Retórica,ni con las aspiraciones teóricas de for-mular las leyes fundamentales de laestructuración literaria.

La modulación espiritualista en la pro-puesta teórica reyesiana podría ser con-templada como una forma de“especialización de la crítica a la espe-cialización”,12 pues aunque se refiere ala literatura en términos de “agenciaespecial del espíritu” que se distinguede otras manifestaciones espirituales, yal carácter autónomo de la teoría litera-ria que se propone inaugurar, la maneraflexible asumida para enfrentar el co-nocimiento de la literatura apunta las li-mitaciones de un enfoque estrictamentetécnico ante un objeto movedizo, frutode la conciencia humana y cuyas fron-teras –allí donde se desvirtúa– seríanlas de la especialización, incluso la ver-bal: “La especialización exacerbada enel puro placer verbal –extremo agudodel deleite técnico– no por ser extremaes menos humana. Y en cuanto signifi-ca ya la expresión de una experienciaespecífica, es la orilla por donde la fun-ción literaria se desvirtúa en función demera ingeniosidad lingüística”.13 Ahíestá expresada en síntesis su raigal di-ferencia con los formalistas rusos.

Otra diferencia que se podría conside-rar residiría en la importancia conferidapor Reyes al lector en la constitucióndel hecho literario. Aunque no desarro-lla este aspecto en El deslinde, Reyesesboza aquí como en otros textos su ideaen torno al carácter abierto del texto li-terario a las múltiples interpretacionesde diferentes lectores.14 También en

“Apolo o de la literatura” apunta esaidea, propia de la “fenomenología de lainterpretación”, y que sin ser desarro-llada ampliamente por el pensador mexi-cano, introduce un elemento deindeterminación más, y relativiza su pro-pio acercamiento. Asimismo sus inte-resantes consideraciones en torno alvalor estético, referidas a opiniones deOrtega y Gasset, ponen de manifiestoun punto de vista historicista, contradic-torio con su criterio universalista.¿Cómo es posible, entonces, determinarla esencia literaria a partir de un con-junto de textos si el proceso no se clau-sura en la obra, sino que continúaindefinidamente en las infinitas lecturasy si el criterio de valoración estéticavaría históricamente? Sin embargo,como el mismo Reyes dice, ese es elprocedimiento que sigue para respon-der qué es la literatura:

Si ahora prescindo, hasta donde esposible, de épocas, países, génerosconcretos, y procuro abstraer, de to-das las obras una esencia común alfenómeno literario, este será el con-cepto de la literatura a que aquí quieroreferirme. [...] Tal es la literatura se-gún la contempla la teoría literaria. 15

Pero Reyes no precisa hasta dónde esposible tal abstracción. Su teoría tienecomo punto de partida la deshistorizaciónde la literatura, como condición quehace posible el acceso a la esencia dela literatura. ¿Cómo concilia el pensa-dor mexicano la “movilidad” que le con-cede a la literatura y la determinaciónde una esencia distintiva de lo literariopor encima de las manifestacionescircunstanciales? Vale recordar quepara Reyes las contingencias históricas

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esconden una unidad esencial, “el serde las sociedades”, el espíritu, el puroser humano, unidad que se expresa enla cultura. La literatura, en su esencia,vendría a ser la expresión de la unidadde la existencia del ser humano, en suconstitución histórica adoptaría formasdiversas, contingentes:

Pero como en esta materia es impo-sible manejar la abstracción pura sinacercarse un poco más a las espe-cies concretas, necesitaremos [...]referirnos a modo de anticipación, alos tres principales procedimientos deataque que lanza la mente literariasobre sus objetos [...] no negamoshistoricidad a la literatura, pero cree-mos que ella admite una abstracciónfenomenográfica que ni es de ordenespecíficamente psicológico ni tam-poco de orden preceptivo. Esta abs-tracción es la teoría literaria.16

Los “procedimientos de ataque” son losque más adelante identifica como lasfunciones, es decir, el drama, la ‘epicay la lírica, a las cuales les concede uncarácter histórico, pues sus estructurasestán sujetas a modificaciones contin-gentes. No obstante, la teoría develaríacuáles rasgos las identifican –más alláde sus diferencias históricas y estructu-rales– como literatura.

Ese grado de abstracción fenome-nográfica que Reyes cree admitela literatura y que definiría a la teo-ría literaria, vuelve a esta, ante sus ojos,la más desinteresada entre todas lasdisciplinas encargadas del estudio de laliteratura, lo que vendría a significar –desdela visión reyesiana– que, como el poeta, elteórico, en su función contemplativa,

ajeno a fines utilitarios, encarnaría alsujeto unificador del hombre y de lasociedad moderna.

El deslinde, en su condición de prole-gómeno a la teoría, constituye una pri-mera fase en la búsqueda de la esencialiteraria centrada en la confrontación dela literatura y la no-literatura para deli-mitar las coordenadas distintivas de lopropiamente literario.

En un primer planteamiento del problemaReyes se propone la decantación de la li-teratura en pureza, diferenciada de la lite-ratura ancilar, lo cual ha de entenderse comoun procedimiento para abstraer de toda laliteratura lo específicamente literario. Noes una separación de obras literarias purasy otras ancilares, sino que se trata de des-tilar la esencia puramente literaria, cons-tante en todo texto considerado literario.En este primer momento, Reyes ofrece unadefinición elemental de la literatura: “una ma-nera de expresar [...] asuntos de cierta ín-dole”. Y más adelante, después de apuntarque el asunto determina la “manera de ex-presión”, puntualiza:

El asunto, para la literatura propia-mente tal, se refiere a la experienciapura, a la general experiencia huma-na; y para la no-literatura, según elcaso, a conocimientos especiales(más o menos: tópica común, o tópi-ca específica en Aristóteles). La litera-tura expresa al hombre en cuanto eshumano. La no-literatura, en cuantoes teólogo, filósofo, cientista, historia-dor, estadista, político, técnico, etc.17

Antes de pasar al análisis de la distin-ción propiamente literaria, es precisodetenernos en la concepción de “lo hu-

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mano” que le sirve de base. ¿A qué serefiere “la experiencia pura”, “la gene-ral experiencia humana”? Podría iden-tificarse con aquella “profesión generalde hombre”, tantas veces citada por Re-yes, quien se la atribuía a Rodó, y quese opone –incluso en sus ensayos– a laexperiencia especializada. Más adelan-te dice que “lo humano puro se reducea la experiencia común a todos los hom-bres, por oposición a la experiencia li-mitada de ciertos conocimientosespecíficos”.18 De modo, que elesencialismo literario de Reyes tiene sufundamento en una concepciónontológica centrada en la idea de la uni-dad del ser humano, desnudo de todotipo de condicionamiento específico. Suabstracción de la literatura en purezapresupone la abstracción previa de la“esencial naturaleza humana”, sin em-bargo, esta no queda suficientementeprecisada por el autor mexicano. Laoposición parece definir la “experienciahumana” en términos del “saber” (ge-neral/específico), aunque también pudie-ra incluir las experiencias afectiva,estética y ética en un sentido general,desligadas de todo contexto específico.

La delimitación de la literatura a partirde un saber general por oposición alconocimiento específico, no puededesvincularse de las frecuentes críticasde Reyes a la especialización modernacomo causa de la crisis de la culturaoccidental en el siglo XX, ni de la fun-ción central concedida a la literatura ensu proyecto utópico.

Para Reyes, la literatura, en esencia, es larepresentación del hombre en su totalidadesencial, mientras la no-literatura es la ex-presión de la fragmentación del hombre.

En verdad, si se aceptara que el “asunto”de la literatura es la “experiencia pura delhombre”, la analogía funcionaría con laantropología, centrada en el conocimientodel hombre o, en todo caso, con la historia,cuyo “asunto” también gira alrededor delser humano, pero la temática de las cien-cias exactas o de otras ciencias no se re-fiere directamente al estudio del hombre.Centrar la definición de la literatura por opo-sición al conocimiento especializado con-duce lógicamente a admitir que la funcióngnoseológica constituye esencialmente a laliteratura, sin embargo, Reyes no privilegiaesa función. En rigor, se construye una teo-ría sobre una analogía que no es pertinen-te, y que se sustenta en un criterioapriorístico y arbitrario.

Aun cuando la oposición entre literaturay no-literatura en este primer momentodel libro no explicita de manera directauna jerarquización de una en relación conla otra, la fundamentación ontológica dela esencia literaria, le confiere indirec-tamente a la primera un valor superior,la función de mantener la unidad delhombre fragmentado por lassuperespecializaciones. La literatura sedefine implícitamente como agente y es-pacio utópicos, representación del hom-bre sin distinciones de ninguna especie.

Función ancilar o de nuevo esencial

El concepto de literatura en pureza vie-ne inevitablemente asociado al de lite-ratura ancilar, definido por oposición, altiempo que por una curiosa relación dedependencia. Referido el primero a lainstancia sustantiva de la literatura, alsegundo corresponde la adjetiva, desig-na los “acarreos extraños” que –segúnReyes– la literatura trae consigo.

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El término identifica también la inciden-cia literaria en los textos no-literarios,por lo que cubre más bien un amplio te-rritorio de intercambio interdisciplinariofocalizado con gran énfasis por el hu-manista Reyes. Por supuesto, que elcentro de su observación va a ser la li-teratura, su naturaleza integradora deconocimientos específicos, y consecuen-temente, el lugar que ocupa en relacióncon las otras actividades teóricas.

Aunque Reyes vuelve una y otra vezsobre las nociones de literatura en pu-reza y ancilar, hay que convenir en queno precisa qué designa uno y otro tér-mino. Su ambigüedad ha dado lugar auna interpretación que me parece no secorresponde con el propósito último deEl deslinde, el de determinar la esen-cia de la literatura. Para esa lectura ladistinción entre literatura en pureza yancilar se refiere a obras literarias “pu-ras” y “ancilares”, lo cual parece en-trar en contradicción con afirmacionesde Reyes como cuando dice que “noexiste literatura que viva sin alimentar-se de la no-literatura”,19 lo cual sugiereque no consideraba la existencia deobras literarias “puras”, sino que su pro-pósito era reducir los textosheterogéneos a su esencia común y per-manente. La instancia adjetiva o ancilarla concebía entretejida a la sustantiva oesencial en los diferentes textos litera-rios en grado variable.20

Entiendo que más bien se trata de dosniveles, uno abstracto y otro concreto,ya que el concepto de literatura al quequiere arribar supone una abstracciónpara la cual prescinde de épocas, paí-ses, géneros concretos y así determinarcuál es esa “esencia común al fenóme-

no literario”. Se podría pensar hastaaquí que la noción de literatura iden-tificaría su abstracción, mientras queliteratura en pureza y ancilar correspon-derían al nivel concreto, es decir, a de-terminados tipos de obras literarias. Sinembargo, allí donde se supone que va adeslindar cada uno de esos términosReyes crea más bien incertidumbre:

Todos admiten que la literatura es unejercicio mental que se reduce a:a) una manera de expresar b) asun-tos de cierta índole. Sin cierta ex-presión no hay literatura. Sin ciertaíndole de asuntos no hay literatu-ra en pureza, sino literatura apli-cada a asuntos ajenos, literaturacomo servicio o ancilar. En el pri-mer caso –drama, novela, o poema–la expresión agota en sí misma suobjeto. En el segundo –historia conaderezo retórico, ciencia con formaamena, filosofía en bombonera, ser-món u homilía religiosa– la expresiónliteraria sirve de vehículo a un con-tenido y a un fin no-literario.21

Más que definir va de una oposición aotra y no mantiene la misma terminolo-gía. Cabe preguntarse si usa indistinta-mente y con el mismo valor las nocionesde “literatura” y “literatura en pureza”;si “literatura aplicada” es igual a “lite-ratura ancilar”; además, si la oposiciónse reduce a la literatura y la no-literatu-ra. Una interpretación posible es que laliteratura o lo que sería lo mismo, litera-tura en pureza, no sólo se define por unmodo de expresión sino también por lanaturaleza de su asunto. (¿Esa no seríala “esencia”?) Si avanzamos unas líneasmás se lee: “En el siguiente capítuloveremos los acarreos ancilares que la li-

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teratura en pureza puede llevar consi-go...”. 22 Esto ya se parece a una con-tradicción. Cabe la posibilidad de quehable de la literatura por oposición a lano-literatura. Pero si es así, se despren-de que en la medida en que en la literatu-ra existe la mezcla de una instancia puray otra ancilar, es la primera la que defineesencialmente a la literatura, luego en-tonces, se trataría de una abstracción. Enel párrafo siguiente afirma:

El asunto, para la literatura propia-mente tal, se refiere a la experienciapura, a la general experiencia huma-na; y para la no-literatura, según elcaso, a conocimientos especiales. 23

La “literatura propiamente tal” en rela-ción con la experiencia pura, podría iden-tificarse con la literatura en pureza, esdecir, aquello que la define esencialmen-te. Si se considera la oposición en esepasaje, la literatura se define en estre-cha relación con la no-literatura. Po-dría entenderse que en un nivel deabstracción el asunto en ambos casosse definiría gnoseológicamente. Otraposibilidad de sentido en el mismo frag-mento sería que la literatura ancilar co-rrespondiera al nivel concreto de lano-literatura.

Cuando Reyes reclamaba que no seconfundiera la “literatura en pureza” conla “poesía pura”, ¿acaso no estaría par-tiendo justamente de la distinción entreesos dos niveles? La primera, en tan-to abstracción; la segunda, como un tipoconcreto de concepción literaria que noagota el sentido de la esencia que se quie-re expresar con la primera noción. Enotro momento agrega:

Lo literario es un ejercicio de la men-te anterior, en principio, a la literatu-ra. Puede o no cristalizar enliteratura. [...] Cuando ella precipitaen literatura, tenemos la literatura enpureza, cualesquiera sean los aca-rreos extraños que esta precipitaciónrecoja a su paso.24

“Lo literario” corresponde a lo que iden-tifica con el nivel noético, movimientodel espíritu hacia el objeto, pero lo queaquí nos interesa es de nuevo la asocia-ción paradójica de la literatura en pure-za y los acarreos ancilares, los cualesno determinan que esa literatura seaancilar. Y aun completaría:

Si quiero distinguir en el agua lo queno es agua, lo primero es reducir elagua y deshacer las mezclas en queaparecen. El agua es la literatura, ycomienzo por destilarla, mediante eldiscrimen de los elementos ajenos quelleva en suspensión o en disolución, ola extraigo de los sistemas dispersosen que aparece. Estos “sistemas dis-persos” constituyen la literaturaancilar. [...] La literatura ancilar esun caso de la función ancilar. Y loque se llama literatura aplicada es uncaso de la literatura ancilar.25

La literatura aplicada –se aclara– es lahistoria escrita en un estilo literario. Portanto, no sería literatura. La metáforaquímica de la decantación no resultamuy feliz, propicia la confusión, contri-buye a la impresición. La interpretaciónque sostengo intenta recobrar una cier-ta lógica que Reyes no explicita. ¿Esadecantación sería una separación deobras no-literarias de las obras litera-rias? ¿o sería en términos abstractos la

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separación de lo que constituiría enpuridad a la literatura? Me inclino haciaesto último, pero comprendo que Reyessólo me deja la posibilidad de argumen-tarlo como interpretación. Ya EdmundoO’Gorman le criticaba la confusión delos niveles abstracto y concreto, aun-que él entendía que la literatura en pu-reza y la ancilar correspondían a loconcreto. Si tomamos en cuenta lasobras literarias en las que el tratadistaaprecia la función ancilar, se notará quecita autores griegos de tanto prestigiopara Reyes como son Esquilo yHomero; y entre muchos autores deotras literaturas de la tradición occiden-tal aparece Virgilio, su modelo paradig-mático por excelencia. ¿Cómo pensar,entonces, que las considere simplementecomo “ancilares”? El componenteancilar no las define, sino que al decan-tar esa ancilaridad, quedaría en ellas laliteratura en pureza.

Por último es incuestionable que definirla literatura por ese grado de pureza, hacepensar que en tanto se manifieste la pu-reza en mayor medida, más literaria serála obra, lo cual parece ratificarse con elprivilegio concedido en su sistema a lapoesía, porque, en general, presenta unmayor grado de abstracción del referen-te empírico y del conocimientoespecífico. Pero esto ya me conduciríaa otro tipo de reflexión.

La atención de Reyes se dirige funda-mentalmente a la “función ancilar”(“cualquier servicio temático onoemático, sea poético, sea semántico,entre las distintas disciplinas del espíri-tu”.26 Adviértase que la función ancilarno queda referida al plano noético (cur-so del pensar), sino tan solo a la con-

creción del asunto mentado, al aspectotextual en los dos niveles designados porReyes. Esta es una diferencia cardinaldel teórico mexicano con formalistas yestructuralistas, y con la escuela estilís-tica, quienes se centraron absolutamenteen la materialización textual de la per-cepción, y es, a su vez, uno de los as-pectos que lo acerca al enfoquefenomenológico.

Los caminos del examen de la “funciónancilar” aunque presuponen la especia-lización y autonomía de los diferentesórdenes “teóricos”, conducen de mane-ra especial a señalar las conexionesentre las diferentes disciplinas humanas,así como a destacar que la literaturaasimila naturalmente los conocimientosespecíficos de los otros órdenes, y loscomplementa. El concepto de funciónancilar apunta a la articulación de laautonomía y la universalidad de la lite-ratura, en un intento de legitimación dela funcionalidad esencial de la agencialiteraria en un mundo que se atomiza ydeshumaniza: “La integración de todoslos motivos e intenciones sólo puedeexpresarse en la literatura, y la literatu-ra es la única disciplina que no se des-virtúa con tal integración, antes vive deella”.27 Si bien Reyes busca abstraer quées la literatura en su estado más puro,no ha de perderse de vista cómo se sir-ve de la “ancilaridad” para argumentarla naturaleza totalizadora de la literatu-ra y, consecuentemente, su importanciacomo “función vicaria de la vida”.

Como la función ancilar se refiere alintercambio entre todos los órdenes,Reyes distingue el que se produce de loliterario a lo no literario con la denomi-nación de “préstamo”, y le llama “em-

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préstito” cuando lleva sentido contrario,es decir, de lo no literario a lo literario.Este último no es nunca una “invasión”,sino un “ensanche” o “fertilización”; laliteratura no conoce “límites”, puedeapropiarse de los temas de la ciencia ode la historia con suma naturalidad,mientras que tanto a la ciencia como ala historia se le señalan límites en la in-corporación de temas ajenos. Reyes losintetiza del siguiente modo: “Lo que vis-to desde la literatura, es empréstito convalor de ensanche temático, visto des-de la no-literatura, es un aprovechamien-to económico de la literatura entendidacomo función vicaria de la realidad”.28

El propio autor confiesa que “este gali-matías” tiene el propósito de insistir enel caracter ilimitado de la apropiaciónliteraria. En general, la catalogación deintercambios ancilares pone de mani-fiesto esa intencionalidad que privilegiaen su focalización a la literatura paraconcluir en su “centralidad”, tanto porsu universalidad noemática como por suservicio a las disciplinas especializadas.

La tipología de funciones ancilares con-tradice en cierta medida, el criterio se-guido para definir la esencia literariacomo expresión de la experiencia puradel hombre, que le concede un valor de-terminante al nivel semántico. Reyes dis-tingue dos “empréstitos” de lono-literario a lo literario, uno poético yotro semántico, sin embargo, aclara queun empréstito poético total no podríaconsiderarse literatura, mientras que síes admisible uno semántico total, de locual se desprende la centralidad del ni-vel poético. El propio autor confirmanuestra interpretación: “Adviértase queel sustento de la obra literaria está en lapoética; de modo que la semántica

extraliteraria corre como una música defondo, como una presencia tácita en lamente del autor”.29 Pero antes ha di-cho: “La manera de expresión aparecedeterminada por la intención y por elasunto de la obra. [...] El asunto, parala literatura propiamente tal, se refierea la experiencia pura, a la general ex-periencia humana...”.30 ¿Cuál es, enton-ces, el término regente? Hay variasimprecisiones: Primero, entre el nivelabstracto y el concreto, así como entrela literatura en pureza y la obra. En elfragmento anterior, parecen ser equiva-lentes, cuando en otros tantos son cla-ramente diferenciados. Segundo, enrelación con la “semántica extralite-raria”, se considera dominante a la éti-ca”, mientras que en relación con la se-mántica “propiamente” literaria –pura–,el asunto aparece como determinante dela poética. En algunos de sus ensayosReyes señala la función decisiva del ni-vel poético, y en otros momentos de Eldeslinde también se desliza el mismocriterio. ¿Cómo se explica su énfasisprimero en el asunto (la experienciahumana pura)? La contradicción naceen la doble orientación de su propuestateórica: la sustentación de la autonomíaliteraria y la afirmación del carácteresencialmente humanista de la literatu-ra. La legitimación de la autonomía lite-raria privilegia el plano formal en ladeterminación de la especialización lite-raria, como se aprecia rigurosamente enla poética formalista; mientras que la con-cepción humanista se centra en la valida-ción de la universalidad de la literaturacomo fundamento ontológico, y aun su-braya los nexos entre literatura y lasesferas no-literarias. En Reyes se en-cuentra el propósito de armonizar am-bas proyecciones, de modo que la

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orientación humanista regule los “exce-sos” de la especialización moderna, sinembargo, el intento descubre notablesdesajustes y tensiones –como los ci-tados. Incurriríamos en una deforma-ción del pensamiento de Reyes si no nosrefiriéramos a su noción de “intención”que aunque no la define rigurosamente,es central en su conceptualización de laliteratura. Es necesario aclarar ahoraque para él la “intención”, rumbo men-tal que rige la orientación de la crea-ción, (ficcional y estética en la literatura)no corresponde al orden noemático, aun-que determina su sentido, es decir, queno va a ser contemplada en la funciónancilar, referida sólo al plano noemático.Además, se encarga de precisar quepara el análisis de la función ancilar vaa prescindir “provisionalmente de la ne-cesaria intrincación” existente entrepoética y semántica, la cual relaciona alrumbo mental o noesis. No se ha de ol-vidar, pues, que su estudio del planonoemático no refleja toda la compleji-dad de su concepto de literatura.

No obstante, el propio razonamiento deReyes nos muestra las contradiccionesesenciales de su lógica interna. Es rele-vante en tal sentido, la explicación su-plementaria que ofrece del cuadroancilar con el objetivo de demostrar nue-vamente la “universalidad o ilimitaciónde la literatura” y que consigue, para-dójicamente, desconstruir la oposiciónesencial/ancilar”.

También hubiéramos podido trazarel esquema ancilar como un eje car-gado con todos los procesos interme-dios, y cuyos dos polos serían: a unlado, la literatura diáfana, teóricamentedesprovista de tentaciones ancilares,

que llamaríamos “alfa”, y al otro lado,la no-literatura, el tipo “E”, que lla-maríamos “Omega”. Pues bien: en-tonces resulta que “Omega” sí existe,en todas las obras puramente no lite-rarias; y, en cambio, por mucho quenos esforcemos, “alfa” no existe, por-que no existe literatura que viva sinalimentarse de la no-literatura, en gra-do mayor o menor. [...] “Alfa” es unapetito abstracto que se arroja sobre“Omega” como un ave de presa yvive de su sustancia. Por donde cae-mos en una nueva demostración des-criptiva de la universalidad o ilimitaciónde la literatura.31

Cabe ahora preguntarse si se trata deuna función ancilar o esencial. ¿No sedice que depende la literatura en pure-za de la no-literatura? ¿Se puede preci-sar si hay un término dominante en laoposición? La no-literatura puede exis-tir sin la literatura, pero, si seguimos aReyes, la literatura no puede existir sinla no-literatura. La distinción esencial/ancilar no resiste un examen lógico ele-mental sin que aflore la naturaleza in-determinada de esa oposición, y, porconsiguiente, la vulnerabilidad del conceptode literatura fundado en esa relación. Sinembargo, Reyes no repara en la con-tradicción, por el contrario cree haberofrecido una “nueva demostración des-criptiva” de la universalidad de la litera-tura al explicar metafóricamente lainterrelación entre “Alfa” y “Omega”.La definición de “Alfa” en cuanto “ape-tito abstracto” nos hace recordar sus pa-labras en Discurso por Virgilio: “la másalta poesía es aquella que más contem-pla al hombre abstracto, y mucho másque al accidente que somos, al arqueti-po que quisiéramos ser”.32 Aunque “la

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más alta poesía” no es “Alfa” –ya que“Alfa” no existe–, ha de estar muy cer-cana a ella, y su excelencia se hace re-sidir en el aspecto “semántico”, en sugrado de contemplación del “hombreabstracto”. El “apetito abstracto”caracterizador de “Alfa” podría ser re-ferido especialmente a la plasmación li-teraria de la experiencia pura delhombre, y en tal caso, la poéticavirgiliana sería el modelo paradigmáticode su propuesta, no solo desde el puntode vista estético, sino también desde unaperspectiva ético-social: “Los educado-res no deben ignorar que la lectura deVirgilio cultiva –para todos los pueblos–el espíritu nacional”.33 Con el ejemplode Virgilio explica cómo se da lainterrelación entre lo “accidental” y lo“esencial” en la obra literaria: “[...] elsentimiento nacional de Virgilio se va ro-busteciendo hasta que, por su concen-tración, se emancipa: abandona elmodesto signo local que le dio pábulo,vuela y se torna abstracto [...]”.34 Mu-chas veces afirma Reyes que la litera-tura es “liberación”, es decir,trascendencia de las condiciones acci-dentales, la “emancipación” consegui-da por Virgilio y que le confiere –segúnReyes– un valor universal.

Las distinciones y jerarquizaciones queva proponiendo Reyes se rigen profun-damente y de manera esencial por uncriterio humanista, el cual lo lleva a du-dar de la legitimidad de ciertasexperimentaciones estéticas como la desu querido Mallarmé:

Ante aquella su furia por plantear lapoesía en problemas, por encontrarguarismos mentales de valor absolu-to, palabras mágicas a las que la rea-

lidad se someta ¿no es esto –me hedicho– una extralimitación, condena-da como todas al duro castigo de lanaturaleza en un escorbuto literario?La esterilidad afila sus hachas paradecapitar al que pisa los linderos sa-grados. Y asistimos, si vale decirlo, aun “fracaso superior”, a una catás-trofe de altura por elevación y asfixia.También Babel pretendía escalar elcielo y paró en enredo lingüístico.35

Como se conoce, Mallarmé fue un poe-ta muy estudiado por Reyes y aprecia-do desde el punto de vista formal, noobstante, no representa la poética delsimbolista francés el ideal estético legi-timado por el humanista mexicano, comotampoco el barroco Góngora encarnaese ideal. No es casual que, en general,Reyes asocie al poeta español con elfrancés tanto por el nivel formal comopor la “deshumanización” que apreciaen ambas poéticas. En “Sabor deGóngora”, Reyes ofrece una valoraciónde su poesía que nos ayuda a entenderhasta qué punto es determinante en suconcepto de literatura en pureza –mu-cho más que la realización formal– laexpresión de la experiencia humana.

Dice bien el irreprochable DámasoAlonso: Góngora es el gran poetaespañol de la tradición grecolatina;pero no es el poeta, no es ya nuestropoeta. Su filosofía de la vida nos sir-ve de muy poca cosa. Góngora,aparte de que nos separa de él todoun latido de la conciencia histórica,no es un poeta del espíritu: es unpoeta para los sentidos. En él encon-traremos secretos y deleites técni-cos, placeres de forma, nunca

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estremecimientos sentimentales nialtas orientaciones.36

De algún modo con este texto de 1928Reyes dialoga con la llamada Genera-ción del 27, que –como se recordará–había redescubierto y legitimado lapoesía de Góngora. Si Virgilio es consi-derado por Reyes como un poeta vigen-te, con mucho que decir a los mexicanosy latinoamericanos en general, si Virgilio–más distante en el tiempo– consiguiótraspasar las circunstancias históricaslocales y aún en el siglo XX enseña elsentido de lo nacional; Góngora no,Góngora “no es el poeta”, ese esVirgilio. Mallarmé tampoco. De modoque, si bien el virtuosismo formal es unaspecto altamente valorado por Reyes,no lo considera, sin embargo, suficientepara la definición de la esencia literaria.La función “poética” –decisiva paraJakobson– no lo es para el pensadormexicano, que sueña –con Platón– unideal de “bien y belleza”.

La poesía centrada en sus propios arti-ficios, que tematiza autorreflexivamentesus mecanismos de construcción, queintenta constituirse como realidad autó-noma, es tenida por Reyes como “ex-tralimitación” o como un caso de“especialización” literaria que afecta–como otras formas especializadas– ala comunicación universal distintiva –ensu opinión– de la literatura. Su condi-ción de humanista y su disfrute con lasinvenciones de la lengua, con losdivertimentos, conduce a Reyes a tole-rar esas “deformaciones” literarias, aaceptar las aportaciones a nivel lingüís-tico de poéticas como las de la vanguar-dia, pero sin concederles el rango de laliteratura.

La universalidad literaria es el punto departida y de llegada de la teoría reyesiana;rige tanto su teoría literaria como su va-loración de la literatura. Si una obra lite-raria, ya sea por no trascender larepresentación de lo local como porabsolutizar el valor formal, no comunica“la esencia de lo humano puro”, no po-drá alcanzar la categoría de “la más altapoesía”, de valor “universal”, según elcriterio axiológico de Reyes.

El “universo” literario a partir del cualReyes define la literatura ha sido cons-truido a partir de un concepto de lite-ratura, tautología fácilmente advertiblea través de su exposición.

La distinción de lo sustantivo y lo adjeti-vo en la literatura muestra su carácterrelativo y deconstruye la teoríaesencialista del humanista mexicano,quien llega a confesar que:

Lo sustantivo y lo adjetivo seintrincan en ella (la literatura) demodo indiscernible. Y por ventura lono individual o adjetivo es lo más fá-cilmente captable al método científi-co; casi diríamos, lo que hay dehistórico en la obra.37

La “historicidad” reside en la “adiposi-dad parásita”, en “lo adjetivo”, en la“adherencia” que le da existencia a laliteratura en pureza, o dicho con su pro-pia paradoja: “La invención literariaes la cosa más individual que existe;su esencia es lo individual, aun cuandoel revestimiento de motivos no individua-les es lo que le da su última forma, loque la hace ser como es”.38

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Notas

1 Culler, J. La literaturidad. En: Teoría literaria.México : Siglo XXI, 1993. p. 37.2 Ibídem, 38.3 Tinianov, Y. Sobre la evolución literaria. En:Teoría de la literatura de los formalistas rusos.México D.F., : Siglo XXI, 1967.

Mukarovski, J. Forma, norma y valor comohechos sociales. En: Estética. La Habana : Puebloy Educación, 1987.4 Eagleton, T., Una introducción a la teoríaliteraria. México D.F., : Fondo de CulturaEconómica, 1988.5 Ibídem, p. 20.6 A propósito de la Crítica Cultural anglosajonaes interesante el trabajo inédito de Luis EnriqueWong titulado “Cultura, fragmentación y discursocrítico: Valoraciones preliminares sobre la CríticaCultural”.7 “[...] el Pragmatismo se ha brindado a estosintelectuales contemporáneos como un modelode pensamiento no esencialista [(...)]”. Op.cit. (6).8 Cros, E. De l’engendrement des formes.Montpellier : C.E.R.S. / Études Sociocritiques, 1990.

_______. Literatura, ideología y sociedad.Madrid : Gredos, S.A., 1986.

_______. Sociología de la literatura. En: Teoríaliteraria. México : Siglo XXI, 1993. Vertambíen

Robin, R. Extensión e incertidumbre de la nociónde literatura. En: Teoría literaria, quien afirma:“Si texto y discurso se han de tomar en un mismoparadigma de lenguaje, es forzoso constatar quea la problemática de la ‘literaturidad’ y a la de la‘intertextualidad, tan características del textoliterario visto en su clausura, hay que agregara partir de ahora, cuando no sustituir, unaproblemática de la interdiscursividad que sedesplegaría en todos los terrenos de lo social, yque en el plano de un discurso transverso sereemplearía de discurso a discurso, y se inscribiríaigualmente bien en las producciones del campoliterario como en discurso político, periodísticoo filosófico, etc. Esto es precisamente lo que

tratan de hacer los estudios que se centran en lanoción de discurso social. (Robin/Angenot,“L’inscription du discours social dans le textelittéraire”, Sociocriticism, I,53-82.) En este niveles en el que la sociocrítica adquiere todo su valory toda su dimensión, puesto que integra a unaproblemática del discurso social un análisis dela especificidad de los procedimientos paratextualizar, definiendo aquello por lo que latextualización se aparta de la simple puesta endiscurso. Sin embargo, la sociocrítica no hace estoni con un pensamiento de lo inefable o del genio,ni siquiera con una concepción de una literaturidadimposible de definir. Lo hace precisamenteampliando la perspectiva y reintroduciendo enella a la literatura en su amplia red interdiscursiva.9 Reyes, Alfonso. Obras Completas. MéxicoD.F. : Fondo de Cultura Económica, 1963. t. 15,p. 31.10 Más adelante nos detendremos en los nexosentre El deslinde y la fenomenología. Por ahora,vale aclarar que fue el propio Reyes quienidentificó su proceder de fenomenológico, yquien lo sustituyó posteriormente para lasegunda edición de La experiencia literaria porel término fenomenográfico, para diferenciar superspectiva de la de Husserl. Esta modificaciónla introduce como respuesta a cierta parte de lacrítica que le censuró el hecho de que su propuestano se ajustaba rigurosamente a la metodologíafenomenológica husserliana. El término“fenomenografía” dice adoptarlo del mexicanoPorfirio Parra. Para mayores detalles puedeconsultarse:

Rangel. Las ideas literarias de Alfonso Reyes.México, D.F. : El Colegio de México, 1989.11 Op. cit. (9). p. 30.12 Ramos, J. Desencuentros de la modernidad.México, D.F. : Fondo de Cultura Económica,1989. p. 211.13 Op. cit. (9). p. 42.14 Son de sumo interés las consideraciones deReyes al comienzo mismo de El deslinde acercade la importancia del receptor en el procesoliterario: “De un lado hay una postura activa; delotro, una postura que superficialmente llamamospasiva. Superficialmente, pues es evidente quela reacción es también una acción, y mucho habríaque decir sobre la colaboración entre el artista y

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el público para la representación humanadefinitiva de cada objeto artístico. [...] Si ya todapercepción es traducción (la luz no es luz, la mesano es mesa, etc.), mucho más cuando el filtro esla sensibilidad artística. En sustancia, hay tantostipos divergentes como lectores. [...] Las distintasrepresentaciones pueden quedarse en lo íntimodel lector, pero también podrá ser que se lasexprese y exponga. De aquí las discusiones entreapreciaciones diferentes u opuestas; de aquí lasrevaloraciones críticas que de tiempo en tiemposobrevienen, pues también el curso de los añostrae consigo una refracción. Recuérdese, comoejemplo ilustre , la historia de la ‘cuestiónhomérica’. Estos vaivenes, estas vicisitudes,constituyen propiamente la vida social de laliteratura”. [Op. cit. (9). p. 25] Los problemasteórico-literarios esbozados como “salvedadesaclaratorias” constituyen el centro de la teoría dela recepción, y de haber sido tratados en toda suprofundidad por Reyes, hubiera debido abandonarsu postura esencialista, pues ponen de manifiestola profunda historicidad del hecho literario y sucarácter interdiscursivo. A pesar de que Reyesparticipa de la idea romántica del “genio” y de lasobrevaloración de la individualidad, las“salvedades aclaratorias” dejan ver ciertacomprensión de la literatura como “hecho social”.Esas observaciones guardan relación con otras apropósito del “valor estético”, que Reyes exponeen algunos ensayos. Reyes deja sin explicacióncómo se articula esa historicidad de la literaturacon la “universalidad” por él defendida.15 Op. cit. (9). p. 39.16 Ídem.17 Ibídem, p. 40.18 Ibídem, p. 41.19 Ibídem, p. 109.

20 En “Apuntes para la Ciencia de la Literatura”(Op. cit. (9) aparecen una observacionesreveladoras de los matices de sus criteriosaxiológicos. Al comparar la Estilología y el método

histórico dice que la primera “convienesingularmente a las obras maestras”, es decir,aquellas cuya realización verbal es excelente,mientras que el histórico “agota más fácilmentesus problemas cuando se aplica a los nivelesmedios, a las obras –paradójicamente– menosdignos de la conservación histórica”. Sin entrar aanalizar la relación determinista entre la calidadartística y el método crítico, se puede apreciarque el criterio de valoración seguido por Reyesse rige básicamente por el nivel poético, y por elmenor apego posible del texto a las cuestionesancilares. Vale aclarar también que no se identificaplenamente con los métodos formales, sino quepropone un método de análisis integrador de losdiferentes enfoques, dada su concepciónhumanista de la literatura.21 Op. cit. (9). p. 40.22 Ídem.23 Ídem.24 Ibídem, p. 43.25 Ibídem, p. 45.26 Ibídem, p. 46.27 Ibídem, pp. 107-108.28 Ibídem, p. 113.29 Ibídem, p. 51.30 Ibídem, p. 40.31 Ibídem, p. 109.32 Ibídem, t. 11, p. 170.33 Ibídem, p. 164.34 Ídem.35 Ibídem, t. 14, p. 381.36 Ibídem, t. 7, p. 194.37 Op. cit. (35). p. 386.38 Ídem.

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La Habanapara uninfantedifunto. Parauna relecturadel espaciocitadino

Marien PrietoInvestigadora del Instituto de Literatura y

Linguística

La reconstrucción de los recuerdoseróticos en el libro de Cabrera Infante esno sólo un pretexto para aproximarse,sino para recuperar un pasado vincula-do con un determinado lugar. El temaerótico no impide que por debajo,clandestinamente casi, yazga esa preocu-pación esencial [...] el personaje secreto,pero quizás o más palpable de la novela,es la ciudad cuya función está lejos deser un escenario porque representa todoun modo de vivir de una época dada. Lasdescripciones meticulosas del Malecón,de la vida nocturna, de la lluvia y delmar, todas ellas le permiten acercarse alo definitivamente perdido, permitenacercarse a esta ‘isla dentro de la isla’que se ha transformado en el recinto dela memoria.1

Se trata de una obra conocida en lospredios de nuestra academia. A vecesbuscada con fruición; otras, ignorada.

De hecho se constituye en un texto parala alegoría. Alegoría de una ciudad per-dida en la memoria de un tiempo pasa-do. Cabrera Infante construye unaestrategia discursiva a partir del posibley/o probable encubrimiento en una pri-mera persona del singular que contienedemasiadas referencias biográficas. Lamascarada se monta con el único pro-pósito de conducirnos a un juego nos-tálgico que ha distinguido durantedécadas su escritura.

La Habana... se ordena composi-cionalmente por una historia marco y unahistoria referida desde el aquí y el aho-ra del narrador. Él expresa su subjetivi-dad con el empleo de esta primerapersona y además, con la declaraciónexplícita del género que se lee.2 Lo na-rrado está situado, explícitamente, enuna época y lugar diferente con respectoal presente narrativo. De esta manera,se ponen de manifiesto dos tiempos ydos espacios distintos. Así, es notablecomo el “doble eje temporal de la na-rración, el eje original del tiempo delnarrar y el eje creado por el narrar enun segmento delimitado del pasado, es-tructura la temporalidad narrativa”.3

El entramado novelesco tiene su origena partir de la articulación de dos ejesque se constituyen, al mismo tiempo, encentros temáticos: el descubrimiento delsexo y de la ciudad por parte de unprotagonista adolescente y virgen queviene del campo a la capital. El signifi-cado de ese primer movimiento espa-cial en su vida es lo que dará origen aestas “memorias”.4 La narración semueve, fundamentalmente, sobre el re-cuento de su aprendizaje en y de LaHabana. Teniendo en cuenta los men-

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cionados ejes temáticos y de funciona-miento, es necesario señalar las líneasque apuntan en dirección a la ciudad yel eros.

Precisiones de orden teórico o decómo se inventa la ciudad de la no-vela

En un texto literario la presentación delespacio se realiza a partir de tres pro-cesos simultáneos de montaje: el planode la descripción, el del escenario yel de los sentidos añadidos.5

Con respecto a la descripción, es bue-no insistir en su capacidad para pro-ducir “entes semánticos”. Se está,efectivamente, en presencia de ella nosólo cuando aparece como un seg-mento textual convenientemente ex-tenso, estilísticamente homogéneoe independizado, sino también cuandose encuentra diseminada en el contex-to “en pequeñas dosis textuales –ape-nas visibles en un ambienteheterogéneo...”.6

Sobre el plano del escenario –uno de loselementos más importantes en la concep-ción y desarrollo de esta novela– se debetener en cuenta que, independientementede cuán grande o pequeño sea el “tro-zo” de espacio que conocemos por me-diación del texto, se percibe en cadacaso que esa extensión es utilizada parafenómenos de otra clase. Y ahora meestoy refieriendo a que los decoradosescénicos son definitorios en atención alo que en ellos tiene lugar. A pesar deque el escenario constituya dentro de laobra una de las grandes figurassemánticas, no puede ser aislado en lamisma medida en que pueden serlo

otras unidades del mismo orden, comopor ejemplo, el personaje, la trama, elnarrador, etcétera. Sobre el tema, afir-ma Slawinski: “de aquí también que elanálisis del escenario tenga siempre uncarácter aspectual: es realizado en aten-ción al papel de las categorías espacia-les en la constitución de totalidades deotro género”.7 Ello se puede constataren las diferentes “aplicaciones” –por lla-marlas de alguna manera– que cumpleel escenario en cualquier obra literaria.Son ellas las siguientes, y al respectoseguiré estrictamente su criterio:

a) determina (o sea, diferencia, separa,clasifica) el territorio en que se extien-de la red de los personajes;

b) constituye el conjunto de localizacio-nes –de los acontecimientos fabulares,escenas y situaciones en que participanlos personajes;

c) interviene como índice objetual decierta estrategia comunicacional en elmarco de la obra.8

En lo que concierne a la separación oclasificación de territorios, el escenario“codetermina la matriz de oposicionese interacciones posibles en el marco delmundo presentado”.9 Oposiciones quese hallan en el rango de: personajes ygrupos de personajes, medios, etcétera.(la patria/el extranjero, el pueblo/la ciu-dad, aquí/allá). En ese aspecto, la fun-ción de las categorías espaciales tieneque ver con el hecho de que a un perso-naje dado se le atribuyan ciertos terri-torios en los cuales puede aparecer, enoposición o equiparación a otros territo-rios propios de otro número de perso-najes. Unos y otros territorios están

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ligados, de cierto modo, a determinadosatributos o funciones de los personajes.

Ciertamente, la segunda “aplicación” esuna de las más conocidas y estudiadas detodas las anteriores. El escenario es unode los componentes básicos dentro del as-pecto temporal de un relato. En este sen-tido, hay que recordar el motivo del caminoen la novela de aventuras.

Sobre la función de estrategia comu-nicacional, dice Slawinski: “el escena-rio [...] constituye un sistema irreductibleen su organización a los supuestos de lasituación comunicacional intratex-tual”.10 En otras palabras, esto signifi-ca que algunas de las propiedades delespacio presentado en la obra –comopor ejemplo, la continuidad, el caos, latransparencia, etcétera– se pueden ex-plicar en el contexto de la estrategia deentendimiento con el receptor, adopta-da por el sujeto literario. Es decir, el lec-tor ha de descifrar cuál es el sentido yla coherencia de uno o lo otro en el con-junto textual.

La relación del plano de los sentidosañadidos con el escenario es, de algunaforma, análoga a la del escenario con ladescripción. El enunciado descriptivogenera el espacio de aquello que se re-presenta, este, a su vez, en la medidaen que cobra forma, produce significa-dos adicionales que se alzan por enci-ma de dichas presentaciones espaciales:“Los objetos, las distancias, las direccio-nes, las escenas y los paisajes puedenactualizar en la realidad presentada de laobra un estado de connotaciones nuevo,es decir, no inferible de la semántica dela propia enunciación, con una marcasimbólica más o menos clara”.11

La cita nos lleva, directamente, al pro-blema de lo extra y lo intratextual. Lossentidos añadidos tienen, por lo regular,una axiología ligada a ellos. Esto impli-ca, de cierta forma, que se ha de salirdel texto para buscar la tradición litera-ria y cultural que los legitima. Por elcontrario, si el proceso se invierte y lapregunta se encamina a lo que en la pro-pia construcción del escenario provocadichas connotaciones adicionales, nosencontraremos, ahora sí, en el marco dela obra.

Algunas consideraciones sobre lafunción y tratamiento del espaciodentro de la obra

Se hace evidente a lo largo del texto laseparación entre el macroespacio de LaHabana –con un sinnúmero de signifi-cados– y el espacio (escenario), en suprimera y segunda “aplicación”. Es de-cir, como el lugar donde se extiende lared de personajes y como un conjuntode localizaciones de los acontecimien-tos fabulares. No se trata de dividirartificialmente contenido y continente,sino de que, a los efectos de este acer-camiento, es necesario delimitar elmacroespacio del escenario.

El conocimiento del macroespaciocitadino se da, en principio, a partir deenunciados descriptivos que lo califican.Tales enunciados, al mismo tiempo, ha-cen posible la aparición de la pluralidadde locaciones en que ocurre la diégesis.Por ese motivo se puede hablar deLa Habana desde dos perspectivas:como el conjunto de escenarios dondetiene lugar el aprendizaje del perso-naje protagónico y, paralelamente,

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como el macroespacio pluridimen-sional que se hace “protagonista” dela novela.

La singular manera en que se trata elespacio en La Habana... ha provoca-do de Stephanie Merrim el apelativo de“novela topográfica”. Tomo prestadodicho término. Esta nueva óptica –so-bre todo, el punto de vista topográficode la narración– se relaciona con lamanera en que se enfrentan elmacroespacio y el aspecto erótico enlos episodios del protagonista. SegúnMerrim, La Habana y la habanera sonimprescindibles para la concepción to-tal de la obra:

Aparte del narrador la novela tiene dos“protagonistas”: la ciudad y la mujer, otal vez sólo uno, porque la técnicatopográfica las aproxima. “Captada lamujer en los altibajos de su carne [...] yrepresentada La Habana como un mapadetallado de calles que suben y bajan, LaHabana y la mujer son su misma topo-grafía, una sola superficie inconsútil dezonas secretas que se exploran con pre-cisiones de cartógrafo”.12

La llamada “técnica topográfica” sebasa, fundamentalmente, en la represen-tación fragmentaria de La Habana. Enla medida en que el personajeprotagónico avanza en su aprendizajeamoroso, se van conociendo más zonasde ella. En algunos instantes, la novelaadquiere la forma de un “mapa erótico”de la ciudad, mapa donde aparecensubrayados los escenarios de las aven-turas del protagonista. Esta especiede cartografía habanera se va deli-neando, continuamente, a través de losdesplazamientos espaciales que él rea-

liza. Lo paradójico de todo esto es que,en estas correrías, no abundan las des-cripciones detalladas –en cuanto al am-biente, decorado escénico, etcétera– delos escenarios donde tienen lugar talesepisodios. Sin embargo, si nos remitimosa los múltiples encuentros sexuales–sean fallidos o no– en los que inter-viene el protagonista, se encuentran des-critos de un modo particularmenteminucioso. En otras palabras, el aspec-to erótico recibe un tratamiento frío, casiclínico. A lo largo de la trama se ofrecennumerosas imágenes del cuerpo femeni-no o del acto sexual con un tono científi-co, apenas con algo de pasión o, las másde las veces, humorístico. De lo anteriorse deduce que el macroespacio sedesdibuja en la misma medida en la queel propio texto pone de manifiesto suintención topográfica.

Un ejemplo ilustra, inmejorablemente,dicha concepción topográfica. La tra-vesía que hacen el protagonista y unpersonaje llamado Titón13 por lo que elnarrador llama “mi Habana viva”. Titónregresa de Italia convertido en uncineasta diplomado y, a la par, en un com-pleto desconocedor de la verdaderaciudad. Este es el pretexto para hacerel relato de una peregrinación al inte-rior de diferentes barrios habaneros.

La historia de esta jornada tiene unaestructura similar en todos los casos: pri-mero se nombra el barrio y se lo “ca-racteriza” brevemente; luego, se ubicadentro de la geografía citadina y, porúltimo, en algunos de ellos, se habla deun personaje típico del escenario:

Recorrimos el barrio de Cayo Hue-so, tan mulato, en medio de las ca-

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lles blancas de San Rafael y SanLázaro, y en San Miguel (en la Ha-bana abundan las iglesias y las ca-lles santas), no lejos del parque Trillo[...] le enseñé a Titón un cartel deuna adivina que se anunciaba con unojo verde enorme [...] Era una pito-nisa poderosa, Delfos en el centrode La Habana [...] De allí transpor-té a Titón en la alfombra mecánicade una guagua al barrio de San Isi-dro, a la misma calle de San Isidro[...] a mostrarle una casa de dos pi-sos donde había un letrero grande queanunciaba: “Academia de Rumba”[...] Seguimos a Jesús María, ver-dadero barrio negro, corazón africa-no de La Habana Vieja, dondeanotamos el intrigante aviso: “Setiemplan cueros”, que parecía oscu-ramente obsceno y simplementeanunciaba que se afinaban tambo-res [...] esta tour de trouvalles laextendí a ir a conocer al repartoDiezmero al legendario compositorde sones Ignacio Piñeiro...14

La nueva topografía de La Habana tie-ne otras características. Ahora no sepretende esbozar un “mapa erótico” dela ciudad, sino que se intenta, más bien,una especie de aproximación al folklorhabanero. Aquí se mezclan la “carac-terización” de cada escenario con ex-plicaciones sobre la mitologíaafrocubana, costumbres nacionales,fiestas religiosas ... –Al mismo tiempo,el viaje al centro de La Habana seconvierte en una de las tantas estrate-gias con el propósito de ampliar la re-cepción de la novela.

Los espacios en que se mueve el per-sonaje protagónico tienen dentro del en-

torno de sus descubrimientos sexuales,un valor determinado. Así, en el textose marcan los desplazamientos que de-terminan sus diversos cambios en cuan-to al aprendizaje erótico. En este sentido,hay un elemento que no se puede ob-viar en la novela, una línea que subyacedetrás de la narración: los recuerdos delnarrador-protagonista, quien, al paso delos años, intenta recuperar su pasadomediante la escritura. Cada escenariohabanero tiene determinada importan-cia y es, en dependencia de ella, que sejerarquiza o no un espacio.

De cómo los desplazamientos espa-ciales del personaje protagónico fa-vorecen su evolución

Cuatro escenarios indican la transforma-ción del protagonista de La Habana...El primero es el solar. De este, se pasaal cine como “coto de caza”. Los dosiniciales son presentados en el primer ytercer capítulos. En cuanto al tercero delos escenarios, hay que enunciarlo en plu-ral: burdeles, posadas, apartamentos (es-pacios cerrados). El cuarto y últimoserían la calle y el balcón, como escena-rios de “cacerías sexuales” (espaciosabiertos). Algunos de estos espacios sonpresentados en un solo capítulo de la no-vela. Por ejemplo, el solar, el cine y elbalcón. Los otros, se encuentran distri-buidos en el transcurso del texto. Por otraparte, la agrupación del tercero y el cuar-to se realiza teniendo en cuenta su nivelde influencia para el desarrollo del per-sonaje protagónico.

El solar de Zulueta 408 resulta ser elescenario de la iniciación sexual del na-rrador-protagonista. En esto reside sumayor relevancia. Aquí entra un niño y

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sale el adolescente que nos acompaña-rá el resto de la obra. Definitivamente,es el escenario donde se efectúa su des-pertar erótico.

La relación del personaje protagónicocon este primer espacio es ambivalente.Lo más curioso es que se le recuerdacontinuamente. Sin embargo, no ocurrede la misma manera con otros escena-rios. Una y otra vez el narrador llama aZulueta 408 de formas diferentes. Ungrupo de denominaciones destaca surelación con el sexo: “arquitectura decolmena depravada”, “colmena sexual”,“colonia sexual”, “promiscuidad primo-rosa”, “falansterio fecal” (pp. 40, 47, 82,142 y 323). Quizá la afirmación máscontundente sea la siguiente: “había algoen el edificio, en el aire del falansterioque esparcía la luz ceniza, quizás a cau-sa de la promiscuidad forzosa, tal vez alcarácter del cubano [...] que predisponíaa la pasión pública, al uso del sexo, a susposibles variaciones (incluyendo el cri-men) y lo hacían un plexo solar”(p. 90).

Por otro lado, también aparecen modosde calificarlo que lo reivindican comoescenario favorable al conocimiento:“esa universidad”, “falansterio que se-ría trascendental en mi vida, con el quesueño todavía sueños que tienen la com-posición de pesadillas...” , “en realidadera un cordón umbilical que, cortado deuna vez, es siempre recordado en el om-bligo” (pp. 47, 41, y 117). De este modo,se hallan dos apreciaciones del solar.Una, la que subraya sus característicasnegativas y la otra, la que mira con nos-talgia esa “licencia de las costumbres”,pues gracias a ella el protagonista reali-zó sus primeros descubrimientos en elterreno erótico. Tal vez la insistencia se

deba a que este espacio repercutió tan-to en la “educación” del protagonista,que evocar esa ambivalencia contribu-ya a clarificar, de algún modo, el recuer-do del “memorista”.

La imagen de la escalera de Zulueta 408con la que se abre la novela expresa, decierto modo, cuál es la importanciade este escenario para la caracteriza-ción del personaje protagónico. Estaescalera indica, justamente, el comien-zo de su adolescencia. El comienzo dela formación de un carácter: “This imageof ascent marks his introduction into anew world and society, where he willbe iniciated into a number ofdiscoveries, including adult sexuality andurban poverty”.15

Como era de esperar, este es el espaciodonde más insistencia se hace en lasiniciaciones. No sólo las sexuales, sinoen las de todo tipo: es la primera vezque el protagonista llega a una ciudad,la primera vez que monta en una gua-gua, que vive en un solar... y así sucesi-vamente. Aunque la estrategia deestablecer cuándo y cómo ocurren lasiniciaciones no se abandona en todo ellibro, sí se debe agregar que, es justa-mente en el primer capítulo, con la lle-gada a La Habana, que comienza amanifestarse lo que se transforma enun propósito del texto.

En suma, la “caracterización” del solarse puede definir teniendo en cuenta dospuntos de vista y dos circunstancias. Pri-mero, como dije en páginas anteriores,se destacan sus atributos negativos. Másadelante, el saldo resulta positivo tenien-do en cuenta la perspectiva del protago-nista. Este cambio de significación ocurre,

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precisamente, en las últimas páginas delprimer capítulo, cuando el narrador ad-mite: “Por ese tiempo yo ya había salva-do los complejos que me atacaron antespor vivir en un solar. Así todos mis ami-gos, viejos y nuevos venían a visitarme ami casa, a nuestro cuarto...” ( p. 116).En la cita aparece una connotación des-conocida de este escenario. El que anteshabía sido acusado de promiscuo y de-pravado es ahora –a partir de la supera-ción de los complejos del personajeprotagónico– un territorio donde conver-gen personajes de diferentes proceden-cias sociales. En la nueva significaciónde Zulueta 408 se inscribe el hallazgo deotra faceta, la cultural. Justamente, enun momento determinado, el cuarto delsolar se convierte en camerino para losactores del grupo de teatro Prometeo delcual el protagonista formó parte.

Sin duda alguna, a través de este esce-nario ocurre la entrada del erotismo enla obra. Con su llegada al solar, elinnombrado protagonista parece descu-brir un mundo donde lo erótico saturatodos los niveles. Por otro lado, en lanovela es perceptible una corresponden-cia entre la manifestación de la sexuali-dad y los ambientes y personajesrepresentados en los escenarios: cadaescenario implica, de una forma u otra,una muestra diferente de lo erótico.

El siguiente cambio espacial es el cine.Del escenario soleado y colectivo deZulueta 408, nos trasladamos al espa-cio oscuro e íntimo de la sala cinemato-gráfica. Muchos de los incidentes en elprimero, se suceden –contradictoria-mente, con su carácter promiscuo y susexualidad abierta y expansiva– en me-dio de cortinas o puertas medio cerra-

das: “(las cortinas eran telones que nodejaban ver la escena ni los actores;todo sucedía entretelones en el solar)”(p.49). El cine, en cambio, ofrece otramanifestación del erotismo citadino. Eneste caso se trata, más bien, de peque-ñas escaramuzas verbales y, en algu-nos otros, táctiles.

Este movimiento espacial trae comoconsecuencia, un período nuevo. Antes,el personaje protagónico era virtualmen-te perseguido por la sexualidad desata-da del solar. La mayoría de las veces élera presa de las mujeres: Nena la chi-quita lo agrede sexualmente cuando lodescubre caído en la escalera; Severa,la tía de Rosita, lo abraza inesperada-mente; Delia, la china, lo incita a tocar-la. Ahora, el protagonista hace de la salade cine un “coto de caza”. No siempresu anhelo es del todo exitoso pues, enrepetidas oportunidades se invierte larelación, pasando a ser “cazador caza-do”. Recordar los episodios de la mu-chacha que le clava un alfiler, o la quele da una dirección falsa. Del mismo tiposon los incidentes con homosexuales.16

El cine tiene, además del propósito derevelar la transformación del personajeprotagónico –antes pasivo, ahoraseñaladamente activo, antes “presa”,ahora intentando ser “cazador”–, la deser el escenario donde se produce otrainiciación: la del rascabucheo. Por cier-to, este nuevo conocimiento le fue dadopor una mujer. La gorda del cine Lira essu introductora y primera experiencia.

La aventura de la iniciación al rascabucheomerece un comentario independiente.Este resulta uno de los incidentes re-presentativos de la importancia que tie-

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ne lo femenino en la novela. El papelactancial de la mujer resulta notorio enla trama. No es sólo uno de los princi-pales objetos de conocimiento para elprotagonista, sino que a pesar –y estoes indiscutible– del discursoacentuadamente machista del narrador,donde la considera tonta, superficial,etcétera.; ella es también figura que ini-cia, propiciadora de experiencias nue-vas.

En este mismo sentido se halla el hechode que, por momentos, La Habana seantropomorfiza en madre y mujer. Ellaes, primero, una matriz que favoreceexperiencias vitales e intelectuales úni-cas para el desarrollo del personajeprotagónico. En otros, se torna cuerpofemenino por descubrir y poseer. Am-bas se imbrican justo en la conclusiónde la novela, en un juego conceptualextremadamente interesante cuando elprotagonista toca a una mujer en el ciney, luego, al perder una serie de objetospersonales, se “introduce”17 en el úterode ella.

En el cine se debe prestar especial aten-ción a un elemento: su cualidad comoespacio de esta nueva serie de conoci-mientos se complementa con el sinnúme-ro de significados que tiene comomanifestación artística. No se trata deuna referencia intertertextual más den-tro de la infinita cantidad que aparecenen el texto. Es, además, y sobre todaslas cosas, una pauta ineludible para elpersonaje protagónico. Muchas de lassituaciones en las que se encuentra es-tán mediadas por una visión cinemato-gráfica. El narrador dice en unaoportunidad: “casi siempre lo que trans-curría en la pantalla era para mí la vida

y el teatro, el público, las lunetas eranuna zona espectral que no tenía ningu-na consistencia...” (p. 158).

Uno de los elementos más atractivos deesta “escena”, son los comentarios quehace el narrador, relacionados, aparen-temente, con el tema de su otro relato:“todos los estudiantes cubanos recuer-dan a los estudiantes de Medicina fusila-dos y su inocencia ha vencido no sólo sucondena, sino a la muerte –¿será que lamemoria es imperecedera, que no lo esla vida, que el recuerdo puede salvar dela muerte?...” ( p. 414). Decía aparente-mente, pues resulta obvio el rejuego quese está proponiendo con el título de laobra, ¿salvarán estas “memorias” al in-fante difunto? ¿El hecho de contar esepasado en y de La Habana puede revivira ese infante? La escena concluye cuan-do el narrador dice: “Debí demorarmedemasiado entre mártires y tumbaspara que el tiempo pasara tan abrup-to” ( p. 414). De esta manera somostestigos de un mecanismo fílmico: laacción narrativa se detiene con una fi-nalidad –la espera de Margarita– paradar lugar a un flash back que, en estecaso, se extiende hasta el siglo pasado.

Luego de los primeros capítulos endonde tuvo lugar el impulso definitivoa su sexualidad, el antes niño comien-za una búsqueda del ideal amoroso quetermina, como afirmé anteriormente,en un cine dentro del útero de unamujer. Su deambular a través de di-versos cines habaneros no es más queuna parte de esa peregrinaciónmetafórica –de la inocencia al cono-cimiento– que, en última instancia, in-tenta descubrir la novela en susquinientas páginas.

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Otro de los aspectos relevantes de estemovimiento espacial es el cambioque ha experimentado el protagonista alsalir del escenario-solar para entrar enel escenario-cine. Sus aventuras amo-rosas de Zulueta estaban circunscritasal entorno que le proporcionaba la fa-milia. La mayoría de las mujeres conlas cuales tenía contacto eran conoci-das, vecinas, e incluso algunas eranamigas de su madre.18 Por tanto, estecambio de “espacio propio” a “espacioajeno” será doblemente problemáticopara él. En el solar casi todos se cono-cían. Compartían la misma pobreza y lamisma falta de intimidad. En este senti-do era, como bien dice el narrador, unespacio favorable al erotismo.

En cambio, el cine es totalmente ajenoa sus vivencias anteriores. Ya no estáal amparo de su familia. Asimismo, eneste espacio se manifiesta su incipienteindependencia sexual y sentimental; in-dependencia que ya había comenzadoen el solar y que gana un escalón másaquí. De tal modo, este escenario, des-pués del solar, sirve como ejercicio paraque el protagonista pueda poner en prác-tica los conocimientos de la “universi-dad” de Zulueta. Indudablemente, hadado otro paso en cuanto a los dos ejesde funcionamiento textual explicados alprincipio del trabajo.

Los dos primeros escenarios, el solar yel cine, constituyen, efectivamente, es-pacios iniciáticos. Además, Zulueta brin-da al protagonista las primeras nocionesde La Habana, ciudad luminosa y po-bre, sensual y pacata a un tiempo. Elrecorrido por los cines lo transforma enotro sentido. A partir de estos dos es-pacios, va aumentando su radio de ac-

ción. Ya no se moverá en los marcosestrechos del barrio, sino que lo hará pornuevas zonas de la urbe.

De igual modo, uno y otro escenario sedistinguen, entre otros elementos, por lospersonajes representados en cada uno.Mientras que el solar ofrece una ampliagalería de la pobreza urbana, el cine sededica a una considerable muestra fe-menina. En Zulueta se encuentran al-gunos de los personajes más variopintosde la fauna habanera: prostitutas, chu-los, “la aviatriz”, el portero del Shangai.A pesar de esto, no se profundiza en lacaracterización de ninguno de sus mo-radores, aunque sí se enuncia la corres-pondencia entre ellos y el lugar en queviven. Para esto, el narrador explicaminuciosamente lo que él llama “topo-grafía del solar”: en el piso bajo, vivenlos homosexuales y lesbianas; en el otro,las familias, las mujeres solas o las pros-titutas; y en el superior, los más pobresdentro de los pobres.

Entre tanto, en el cine no se indica elnexo entre los personajes y el medio ola procedencia social. De manera simi-lar, tampoco se intenta ahondar en lasicología de quienes asisten allí. Aunqueambos escenarios tengan este elementoen común, es indudable que en el solarse procura una mayor aproximación amuchos de sus personajes. La llamada“topografía del solar” incluye: presenta-ción, cuarto por cuarto de los integrantesde cada familia; anécdotas sobre ellos,descripciones físicas o se dice cuál es suprofesión y nombre.

Precisamente otra de las semejanzasentre estos dos escenarios es, la tenta-tiva de configurar una topografía sexual

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en ambos casos. El narrador hace ex-plícito su empeño en los dos capítulos.Dice en el primero: “Quiero hacer unparéntesis en la descripción topográficadel sexo en el solar...” ( p. 64). Másadelante, afirma: “yo quiero hablar deincursiones íntimas y hacer un mapa delos cines en que vivía, describir la topo-grafía de mi paraíso encontrado y a ve-ces de mi patio de lunetas” ( p. 145).

Las llamadas experiencias iniciáticas–que comprenden los escenarios del so-lar y el cine– ocurren en un sitio especí-fico del macroespacio: la Habana Vieja,donde se ubican el solar y los primeroscines que frecuenta el protagonista. In-directamente –más adelante se enten-derá el porqué– este hecho conduce altercero de los espacios estructuradores.Estoy hablando de las posadas, burde-les y apartamentos. Justamente su in-serción como escenarios de otro tipo deaventuras eróticas, señala un punto degiro en el texto.

El punto de giro se hace evidente a partirdel capítulo “La muchacha más linda delmundo”, destinado por entero a la rela-ción con Julieta Estévez, verdadera maes-tra e iniciadora sexual del personajeprotagónico. Este es uno de los momen-tos más importantes respecto a su apren-dizaje amoroso. Los pormenores decómo finaliza esta relación apoyarán loque quiero decir. Primero, se ubica allector en el escenario en que tendrá lu-gar la ruptura. Se hace describiendo,muy brevemente, el apartamento. Unpoco antes, se había indicado el sitio geo-gráfico en el que este se encuentra(incluso la dirección exacta). En este re-lato se oponen, claramente, dos espa-cios citadinos que significan los dos

momentos cruciales de la relación: “Nofue como al principio una de las maña-nas de frío en la Habana Vieja, con suscalles estrechas, sombrosas, sinuosas,sino en la tarde calurosa de El Vedado,con sus rectas avenidas anchas,soleadas, demasiado expuestas al sol”(p. 289). Tal como se ve, se trata delenfrentamiento ciudad nueva vs. ciudadvieja. A esto se le debe prestar aten-ción por varias razones. Justo a partirde este capítulo se inicia un movimiento–tanto desde el punto de vista espacialcomo socioeconómico y afectivo– delprotagonista hacia la nueva zona urba-nizada. Que su relación con Julieta ter-mine precisamente allí, marca una pautapor dos razones muy claras: una, estaexperiencia erótica revela el principio desu adultez y dos, es el cierre definitivode sus anteriores fracasos sexuales.

Mientras que la Habana Vieja es, in-discutiblemente, donde acontecen lasiniciaciones más importantes del per-sonaje protagónico –la sexual, la cul-tural,19 la del léxico citadino, que secontinúa a través de todas las zonasgeográficas– con el conocimiento deEl Vedado se deja atrás toda la vida depobreza y fracasos anteriores. Allí ocu-rren otras iniciaciones, quizá menostrascendentes que las anteriores: lasprimeras meriendas del pobre, en Ra-dio Centro y El Carmelo. Por otro lado,en esta parte de la ciudad se encuen-tran las posadas que más frecuenta elprotagonista, aunque ocasionalmente enla Habana Vieja se hallen algunas otras.

Sin dudas, el punto de giro implica unatransformación del personaje protagó-nico y del modo en que este se

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va apropiando de la ciudad. En la medi-da en que se va haciendo adulto, es másdifícil encontrar un solo escenario na-rrativo para su aprendizaje erótico. Poresa razón, el resto de los escenariosestructuradores se encuentra en más deun sitio de la geografía habanera.

Los escenarios del burdel, cuartos y lasposadas –terceros espacios estructu-radores– constituyen un avance del per-sonaje protagónico en el terreno de suaprendizaje sexual. Este conjunto se dis-tingue por los diferentes niveles de im-portancia, o sea, por la ocurrencia enellos de experiencias eróticas más omenos definitorias para el protagonista.Por ejemplo, el único burdel que visita,dos veces seguidas, es un escenario defrustración para él. Estos últimos episo-dios constituyen una especie de “cróni-ca social”. En cambio, el resto de losescenarios –las posadas y los aparta-mentos– tienen una relevancia mayordesde el punto de vista de la educacióndel protagonista.

La Habana... alcanza en estos espacioscerrados sus momentos más subidos detono. En ocasiones, esto le ha valido elcalificativo de pornográfica. También, hasido uno de los principales motivos decrítica de muchos de sus detractores. Endichos espacios se revelan con mayor in-tensidad los detalles de las escenas amo-rosas y las descripciones del cuerpomasculino y femenino. Desde el puntode vista espacial, tales escenarios se en-cuentran dispersos por la ciudad: la Ha-bana Vieja, una zona del Vedado y otrade Centro Habana.

Posadas y apartamentos sirven de mar-co para la total realización sexual del

protagonista. A pesar de esto, no sontan sugerentes como sí lo fueron el so-lar y el cine. Lo que sucede es que, eltexto pierde mucha de su riqueza ante-rior y se vuelve reiterativo en el relatode algunas aventuras. Si por un ladoestos escenarios resultan de los quemás repercusión tienen en el aprendi-zaje erótico del personaje protagónico–por la razón argüida– por el otro, nin-guno de ellos es singularmente carac-terizado, ni se distingue por unapeculiaridad como sí lo eran el cine, elsolar o el balcón.

La diferencia básica entre ambos con-siste en que el cine, el solar o el bal-cón tienen algo que los haceinconfundibles. Sin embargo, cadaespacio cerrado se convierte en unacopia exacta del otro. Por citar uncaso, las posadas son presentadas, casisiempre, de igual manera: el cortinaje,que evita la “luz indiscreta”; la camarecién tendida, la mesa para los tra-gos, y por último, el baño. De manerasimilar, acontece con los apartamen-tos, exceptuando el de la hermana deMargarita, cuya descripción sirve paraprecisar y definir con más claridad elorigen social de ambas: clase mediahabanera. Ya sea en un cuarto deposada con Dulce, o en el apartamen-to de Julieta, o con Margarita, la his-toria que se cuenta es la misma: decómo el protagonista hace el amor conuna mujer. No hay transformacionessustanciales en relación con el esce-nario –fuera de algunas leves en el de-corado– sólo se cambia de pareja, deritos iniciales o finales.

No obstante, ellos abren otra fase den-tro de la vida del personaje protagónico.

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La aparición de los nuevos espaciosestructuradores indica, al mismo tiem-po, el conocimiento y la apropiación deotras geografías. Con estos espacioscerrados él deja atrás los lugares ante-riormente recorridos y se familiariza conotros como La Rampa, El Carmelo, lascalles G y Paseo, Radio Centro. Así, deeste modo, llegamos al cuarto espacioestructurador.

Dentro de este proceso continuo, unacontecimiento cambiará al protagonis-ta: se muda de la Habana Vieja al Ve-dado. Ahora estudia periodismo ytrabaja en Carteles. Él y su familia hanentrado al ámbito privado de un aparta-mento. Finalmente, este cambio de re-sidencia lo sitúa en idénticascoordenadas que la ciudad, ya se sabeque en los años cincuenta La Habanacompleta el desplazamiento de su cen-tro cultural hacia el Vedado.

El narrador explica dónde está situadoel apartamento: “nos habíamos mudadojustamente en la cima de la loma [...]en que culmina la Avenida de los Presi-dentes, junto al monumento que dominalos jardines centrales...” (p. 293). Unpoco más tarde, al describir el área dondeestá enclavado el edificio, se mencio-nan personajes que vivían por allí cer-ca, algunos de los cuales ya habíanaparecido en la historia (es el caso deCatia Bencomo, Olga Andreu y Titón).La conexión entre geografía y persona-jes indica, de modo implícito, el vínculoentre este capítulo y los anteriores.Nexo que se define, esencialmente, enla omnipresencia de la ciudad. Ella pue-de ser la causante –directa o indirecta–de la unión o separación de algunos delos personajes de este relato. Recordar

que la ruptura con Julieta –según afir-maciones del narrador– se debió, másque nada, a que ella se mudara de laHabana Vieja para el Vedado.

Aunque esta zona no era totalmentedesconocida para el protagonista, el he-cho de residir allí permanentemente lahace más accesible para sus excursio-nes eróticas. En este momento se pue-de introducir el escenario del balcón, unode los que forma parte del cuarto espa-cio estructurador. Con él, la relaciónafectiva que el protagonista tenía con laciudad se ha modificado. Ya han trans-currido algunos de los eventos más im-portantes de su vida. Poco a poco, amedida en que avanza el argumento, elpersonaje protagónico ha sufrido un pro-ceso gradual de “habanerización”. Enotras palabras ha ido adoptando unaserie de costumbres citadinas que vandesde lo social y lexical,20 hasta losexual.

El balcón y la calle son menos descollantesque los anteriores escenarios. Sin embar-go, al igual que el cine, se convierten enlugares de “caza” del protagonista. El bal-cón se encuentra, como ya se afirmó, en25 y G. En cambio, la calle, es un escena-rio común a todas las áreas geográficas:la Habana Vieja, Centro Habana, el Ve-dado. Lo que hace imprescindibles refe-rirse a estos dos últimos escenarios es elhecho de que la relación “presa-cazador”–que ha sustentado en muchas ocasionessu modo de actuar– se aprecia, muy cla-ramente, en dichos espacios estructura-dores; y que constituyen ejemplos de las“técnicas” que conforman el largo apren-dizaje erótico del protagonista: en la calle,la del “perseguidor”, y en el balcón, ladel “mirón”. Ambas son un complemen-

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to más en su prolongada “educaciónsentimental”.

El escenario del balcón trae, a la par deuna “técnica nueva”, otro descubrimien-to: el placer del voyeur. Ahora sus des-plazamientos son aéreos, ayudado deunos prismáticos. Estructuralmente, elcapítulo correspondiente al voyeurismoestá situado después del que trata elepisodio de Julieta. Esta “pasividad ac-tiva”, como llama el narrador a estanueva etapa, no es más que un pre-texto para desarrollar otro de los ele-mentos que configuran la mitologíacitadina: “En La Habana, donde elvoyeurismo era una suerte de pasiónnativa, como el canibalismo en loscaribes, no había una palabra localpara describir esta ocupación que aveces se hacía arte popular” ( p. 297).Seguido de esto, el narrador se dedi-ca a pormenorizar su etapa de mirón.Modelo de costumbres citadinas, esteescenario es utilizado, además, paradescribir la topografía de una zona es-pecífica. Entre tanto, con la excusade que en la ciudad el voyeur es unpersonaje común, se ofrece una visiónde La Habana y sus habitantes:

En la Habana Vieja, con su profu-sión de balcones abiertos, protegidossolamente por una baranda de hie-rro forjado, solía haber fijada a la al-tura de las piernas una tabla–conocida como la tablita– que guar-daba los muslos codiciados de losmirones, halcones a ras de suelo. Estaprotección llegaba al colmo de ex-tenderse hasta la altura de tres ocuatro pisos donde la visión era sino imposible ciertamente difícil paralas vistas más certeras ( p. 297).

Los cuadros voyeuristas tienen lafuncionalidad de subrayar una expresióndistinta del erotismo en La Habana. Elrascabucheador21 es otra de ellas, el mi-rón, una más. De esta manera, se vaconformando, a lo largo del texto, la es-trecha relación entre sexo y ciudad. Ella,según el narrador, transforma su arqui-tectura, inventa artificios para impedirun fenómeno que le es propio. No im-porta el sitio de la urbe que sea, sinocómo se resuelve allí el problema delmirón:

Luego, procedió a bajar las persia-nas venecianas (esa ciega invenciónamericana –Venetians blinds– quehabían adoptado tantos habanerospara dejar entrar el aire en sus habi-taciones, guardándose del sol, perotambién, tal vez de miradas indiscre-tas –otra tablita, esta en la HabanaNueva) (p. 306).

Esta otra Habana, la que se esconde, através de diversas formas, de las mira-das del voyeur nativo es, también y pre-cisamente por ese motivo, su mayorprovocadora. Así, sensualidad ymoralismo van de la mano en esta urbe,configurando una totalidad magnífica ycontradictoria.

La “técnica topográfica”, empleada alo largo de la novela consigue su mani-festación más lograda en el escenariode la calle. De ellas se sirve el narradorpara representar el “mapa erótico” dela novela. En la calle, el personajeprotagónico se acerca a diferentes mu-chachas, habla con ellas, las acompañaa la parada de la guagua. Cualquier si-tio del macroespacio se convierte en sualiado. Él no ha de transformarlo como

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sí tuvo que hacer en el cine, creando“técnicas” para aproximarse a las mu-jeres, o en el balcón con las estrategiasde observador nocturno. En este casola geografía citadina se torna ambientepropicio, no requiere de una ayuda ex-tra para convertirse en espacio amoro-so. De igual forma, esas caminatas porla ciudad sirven para presentar sus mo-numentos y edificaciones, que simboli-zan, de algún modo, el ser de la ciudad.

Evidentemente, el protagonista va ha-ciendo cada vez más suya la ciudad apartir de sus desplazamientos espacia-les. En esa misma medida, evoluciona,al tiempo que avanza en los citados ejesde descubrimiento.

Sin duda alguna, La Habana... lograofrecer un vívido y singular retrato deuna ciudad. Sin embargo, ¿de qué ciu-dad hablan las páginas de esta novela?Ciertamente este es un espacio fabri-cado para y por la literatura. La ciudaddel texto es la evocación de un pasadoque ya no existe. Se trata, más que todo,de un producto literario construido porlas estilizaciones de la memoria queno aspira a representar, con exactitud,lo que es o fue La Habana. De ahí, queCabrera Infante asegure:

La Habana hace rato que ha dejadode existir como ciudad real. Para míes una ciudad completamente litera-ria. Es una ciudad que reconstruyocada vez que escribo, pero la recons-truyo con palabras, no con ladrillos ycemento. Para mí lo que se llama LaHabana real no tiene ninguna con-sistencia. No tiene, por tanto, ningu-na existencia.22

Sin embargo, esto no impide que, “elalma esencial –más que el entorno físi-co jamás ha encontrado mejor expre-sión artística que la de este escritor quenació lejos de ella y ha vivido la mitadde su vida en geografías aún más dis-tantes y nada tropicales.”23

Notas

1 Bak, Jolanta, La distancia artística en La Habanapara un infante difunto: Revista Iberoamericana(Pittsburg) 57 (154): 253; en.-mar, 1991.2 El narrador afirma reiteradas veces que estárelatando una crónica de su vida erótica.3 Martínez Bonati, citado en:

Lertora, Juan Carlos. La temporalidad del relato.En: Narratología hoy. / Sel. y presentaciónRenato Prada Oropeza. La Habana : EditorialArte y Literatura, 1969. p. 300.4 El tema de los intertextos de la novela requierede otro acercamiento. Al respecto, también debentenerse en cuenta ciertos comentarios del autorsobre la utilización de algunos otros pre-textos.Es el caso de la Bildunsgroman y las “novelitasde relajo”.5 Slawinski, Janusz. El espacio en la literatura:distinciones elementales y evidenciasintroductorias. En: Textos y contextos / sel. y trad.Desiderio Navarro. La Habana : Editorial Arte yLiteratura, 1989. pp. 278-290.6 Ibídem, p. 280.7 Ibídem, p. 283.8 Ídem.9 Ibídem, pp. 283-284.10 Ibídem, p. 28511 Ibídem, pp. 286-287.12 Merrim, Stephanie. Teoría topográfica de lasformas. Revista Iberoamericana (México, D. F)(118-119): 409; en. -jun. 198213 Es evidente que se está aludiendo a Tomás

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Gutiérrez Alea, el conocido directorcinematográfico cubano, al que únicamente se lesuprime el primer apellido. Algunas de lasreferencias del personaje novelesco coincidenexactamente con las del fallecido director14 Cabrera Infante, Guillermo La Habana paraun infante difunto.

A partir de aquí se pondrán las páginas de lostextos citados de esta edición.15 Souza, Raymod de yes, we have no Habana(s):Requiemfor a lost city. World LiteratureToday (Oklahoma) 61(14): 587 198716 Sobre el tema se cuentan, con una mezcla deingenuidad e ironía, dos historias. En la primerade ellas, sólo lo tocan. Él se mueve de asiento yllama a esto “cazador cazado” ( pp. 145-146).Luego la del japonés tocador ( pp. 146-147). Elnarrador al reflexionar sobre el asunto y contarotro episodio que no está directamente relacionadocon él (el del niño que es masturbado por unhombre) lo llama “el tercer acontecimiento extrañoen ese cine” ( p. 148).17 Acerca del sorprendente epílogo se puedenencontrar múltiples interpretaciones en la crítica.Con este se rompe la lógica narrativa que hasta elmomento tenía el texto, insertándose un elementode “irrealidad” o “fantasía”. Precisamente, lapaulatina introducción del campo de lo “irreal” olo “fantástico” o por lo menos de lo hiperbólico,ha tenido lugar silenciosamente a lo largo de laspáginas de La Habana...: el relato de la ciclonera(pp. 225-226) y el cinturón de castidad de Goya(p. 308) son dos de esas irrupciones. Usoentrecomillado para dichos términos porque

no serán objeto de discusión las categorías delo irreal o lo fantástico, sino que en este casose emplean como opuestos a la lógica de lanarración que es la de representar una historiareal sin la presencia de elementos que indujeranla duda o la fantasía en ella.18 Recordar a las que el narrador llama“calientapollas”. Por cierto, se trata,evidentemente, de una concesión al editor español.Aunque el narrador reconoce que es un “ exóticoy exacto” nombre lo está adjudicando,indirectamente, al léxico de la ciudad.19 Como ya dije, cuando el protagonista vive enZulueta 408 forma parte del grupo de teatroPrometeo, y más adelante, de la Sociedad NuestroTiempo y la revista Nueva Generación.20 Uno de los modos en que se convierte a laciudad en “protagonista” de las páginas de estanovela es la expresión de lo que llamo, siguiendoa Leonardo Padura, el “habanero literario”. Setrata de que en el ámbito del discurso el narrador-protagonista va estableciendo, a travésde frecuentes acotaciones el momento en que seproduce el descubrimiento de una voz nueva.21 ¿Realmente no la habría? “Esa pasión nativa”es lo que en el vocabulario popular cubano seconoce con el nombre de rascabucheador, al que,por cierto, el narrador adjudica otro uso.22 Prieto Taboada,Antonio?“ Gajes y placeres”del oficio, Escandalar,( Nueva York) 4 (3 ):77-84; jul.- sept., 1981.23 Padura, Leonardo. Guillermo Cabrera Infante:de tres en tres ( con tristes tigres).

Tomado de una fotocopia.

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Génesishistórica dela culturacientíficacubana

José López SánchezMédico, historiador y Premio Nacional de

Ciencias Sociales 1999

Introducción

En este ensayo sólo abordaremos loshechos científicos históricos acaecidosen Cuba, en un período limitado de tiem-po, pero suficiente para esclarecer laforma y modo de cómo se fue originan-do la cultura científica en la sociedadcubana. Me aventuro a presentar un con-junto de reflexiones abarcadoras de pro-blemas conceptuales, del valor ysignificación de la historia de la ciencia yla medicina según mis propios puntos devista.

La historia de la ciencia es hoy día unfactor de gran valor para la compren-sión del nivel de desarrollo de la socie-dad y un elemento de cardinalimportancia para mensurar la difusiónde su progreso. De todos los elementosque conforman la superestructura de lasociedad y concretamente del comple-jo conjunto de la cultura, en el más am-plio y profundo contenido del quehacerhumano, y de sus valores éticos, el que

refleja más cabalmente el proceso deproducción, su desarrollo y perspectivasestá contenido como fuente primaria enla ciencia, tanto en las naturales comoen las tecnológicas. Estos conceptosdefinitorios cambian en la medida mis-ma en que avanza la interacción entrela sociedad y la naturaleza, las que sonmuy complejas y complicadas y sólocomprensibles como una unidad dialécti-ca. En este punto es necesario advertirque la aparición de nuevas categorías defenómeno, no son sólo dependientesdel modo de producción, sino de las for-mas de pensar del hombre. Esto últimotiene que ver con la aparición de un es-trato cualitativo y cuantitativo nuevo,surgido a impulso de los requerimientosde la ciencia que son los investigadoresy experimentadores siempre en cons-tante evolución al igual que el inventa-rio de equipos técnicos en que se apoyan.Esto presenta una modalidad nueva por-que desencadena móviles imprevistos einesperados, derivados algunos de la in-teligencia artificial. Para la valoraciónde este conjunto es imprescindible elconocimiento de su evolución histórica,es decir, de cómo se han sucedido en eldecurso del trabajo experimental y delas innovaciones y los cambios quese le han introducido.

Esto alumbra un nuevo espacio en lahistoria de la ciencia que desborda suvieja frontera al introducir un nuevoparámetro, el de la creatividad humana yla contribución propia de la tecnologíade punta.

Ahora más que nunca tiene validez laacertada definición que hiciera Keldishen el XXIII Congreso Internacional deHistoria de la Ciencia:

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La historia de la ciencia hace rena-cer en nuestras mentes el apasionan-te espectáculo de cómo el hombrepenetra en los secretos más recón-ditos del Universo –a lo que debeañadirse hoy– y de los misterios dela vida humana. De cómo tienen lu-gar las grandes manifestaciones delintelecto humano y brinda los ejem-plos más significativos de la lucha delos científicos en aras de la verdad ysumo, idónea para el cultivo de lainteligencia en el mundo nuevo quese forja constantemente por lainteracción del hombre y la natura-leza. Las alabanzas por los logrosmodernos no pueden ni deben ocul-tar que la ciencia actual hunde suraigalidad en aquellos conocimientos,hoy al parecer simples y primitivosde culturas anteriores, tan llenas deatisbos perdurables, bastaría recor-dar las revoluciones de la Tierra o elmovimiento circular de la sangrecomo lo más paradigmático en losalbores del renacimiento. La histo-ria de la civilización es una y conti-nua, en cada etapa de su evolución,y en cada país es posible hallar unaparte alicuota de progreso científi-co. Nuestra cultura no es tan excep-cional ni necesariamente másacabada que la que se promoviómilenios atrás. Nuestros conocimien-tos de hoy son muy útiles para com-prender y valorar justamente lavastedad de la sabiduría antigua.

Nuestra generación no es más inteligen-te que la de nuestros ancestros, aunqueciertamente “Los conocimientos actua-les son más extensos y exactos”. Comoafirma Sarton “La adquisición y siste-matización de conocimientos positivos

es la única actividad humana verdade-ramente acumulativa y progresiva”.

El avance de los conocimientos científi-cos ha sido de tal envergadura en estosúltimos tiempos que nos ha creado lailusión –falsa por demás– de que todolo que tuvo lugar en tiempos pretéritos,no merece estudiarse ni recordarse, yhasta se llega a prescribir su inutilidad.Algunos en su vanidad erradamente ima-ginan que ahora, y sólo ahora, comienzala creación científica, y definen que es-tamos en el camino de resolver todas lasincógnitas y, por lo tanto toda la verdadcientífica se alcanzará en un tiempo re-lativamente breve. Este es un criterioprejuicioso que lejos de ayudar entorpe-ce y retrasa nuevos conocimientos.

La historia muestra numerosos ejem-plos, aunque sólo se citará uno. Con losadmirables descubrimientos de Pasteurse pudo pensar que la infectología llegóa su final, pero aparecieron los virus, lasrickettsias y otros agentes. Tampoco eldescubrimiento de los vectores biológi-cos por Carlos J. Finlay puso fin al con-tagio y esto sin hablar de losmecanismos patogénicos, o la patogeno-cidad. En la medida en que nosadentremos en la intimidad de los pro-blemas biológicos, físicos, matemáticos,y los que deben ofrecer las investiga-ciones cósmicas, nos percatamos decuánto ignoramos aún acerca de la na-turaleza, y de su independencia con losdistintos factores que la componen. Paracomprenderlos no hay otro medio queacudir al pensamiento teórico, partien-do de la base de que la ciencia del pen-samiento es una ciencia histórica, la cualtiene también su importancia en lo queafecta a la aplicación práctica, es decir,

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aunque nos parezca paradójica e inge-nua “la contradicción de lo que sabe-mos y lo que ignoramos sigue siendo elmóvil de la investigación, en la búsque-da y explicación de los hechos y los pro-blemas”. No podemos olvidar ni puedeescapar a nuestro discernimiento que laaparición o logro de un descubrimientolleva consigo la ignorancia de otros mu-chos.

La ciencia como un producto general yespiritual del desarrollo social es un ele-mento integrador de la cultura de unanación y está sujeta en sus limitaciones,o en su expansión, a las posibilidadesque ofrece el modo de ser de la socie-dad. Esto complica en grado sumo, suinterpretación a la luz de la historia. Lasciencias se influyen en plenitud dimen-sional por las concepciones y los pro-gresos de la universalidad de su discursoy el específico y peculiar desarrollo in-terno de cada una de ellas, a lo que sele adiciona el papel altamente motivadordel genio humano, es decir del cultor dela ciencia.

Dada la asimetría en el desarrollo so-cio-económico del mundo que ha pre-valecido y aún se mantiene como normade la civilización, un conjunto de paísesacapara los más relevantes éxitos de laciencia y de la técnica, en otros, los más,la investigación científica y su aplica-ción se limitan a ciertas ramas y siem-pre en forma restringida, lo que fraguael predominio de la ciencia en las gran-des potencias y dimensiona su historia.Son ellas las que aportan más descubri-mientos y poseen el mayor número deinvestigadores. El resto de los países,debido a su dependencia económica ysu índice menor de competividad, cons-

triñe la esfera de la investigación, lo cualno implica que no hagan o contribuyancon aspectos valiosos.

La actual jerarquización de la cienciano fue históricamente del mismo rango,porque este en definitiva está sujeto alas leyes del desarrollo de la sociedadhumana. Esto prueba que el progresocientífico está vinculado al sistema so-cial imperante. La historia verifica elaserto de que todo país, en alguna me-dida ha contribuido al acervo científicouniversal.

En otro aspecto digamos que tanto lahistoria de la ciencia, como la propia dela medicina, con la salvedad de otrasdisciplinas, son relativamente nuevas,están en pleno desarrollo metodológicoy estructural lo que equivale a admitirque aún no han generalizado su nivelteórico y sus interacciones con las fuer-zas motrices que la promueven e impul-san en el contexto sociocultural.

La historia de la ciencia no sólo nos esútil por lo que nos enseña sobre ideas ypersonalidades científicas, lo cual esinexcusable. Sus expectativas son másanchas y profundas, es promotora deheurística, de formas educativas supe-riores, de mostrar nuevos senderos enla investigación y su metodología, y pau-ta el inextricable camino de la creativi-dad científica, ensanchando nuestrohorizonte y nuestra visión de lo nuevo, ylo diferente. En síntesis tal como expre-sa Sarton, “es el más precioso patrimo-nio de la humanidad”. En los tiemposmodernos además es un surtidor eficazde proposiciones e hipótesis, con lo quese enriquece nuestro intelecto y lo con-duce por el camino del humanismo.

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Es una pena grande que esta materia nohaya atraído a la legión de jóvenes ymodernos investigadores, que no la estu-dien consecuente y sistemáticamente, queno se percaten de cuán provechoso pue-de serle incluso en su trabajo práctico.

Como disculpa para ello vale el hechode que los historiadores no han tenido lasuficiente habilidad para atraerlos contextos claros y sencillos, libres de la pe-santez de la erudición, y redactados conun lenguaje literariamente rico en ex-presiones que los inciten y los seduz-can, semejantes a ciertas obras deficción, de historia del arte y literaria.

La mayoría de los jóvenes investigado-res admiran la ciencia, por el maravillo-so espectáculo de sus aplicaciones, peroolvidan que en el trasfondo subyacennumerosas intuiciones y conocimientosteóricos que podrían ser muy valiosos,si se expusieran. A veces una idea cien-tífica no culmina aunque fuese bien con-cebida y ello se debe a que no existíanlas condiciones apropiadas, ni el colec-tivo científico las compartía, bien por-que interrumpía bruscamente elraciocinio de su época, o a consecuen-cias de la tozudez o inercia mental quelos mantiene apegados a criterios anti-cuados y obsoletos. En otra vertiente,el espectáculo maravilloso de la verifi-cación de un descubrimiento, encubreen múltiples ocasiones la ciencia teóri-ca y desinteresada que le sirvió de im-pulso. Un ejemplo de esto es posibleidentificarlo en la actitud asumida por elColectivo Médico Académico de Cubay en el extranjero en el siglo pasado fren-te a la enunciación de la teoría finlayanade la transmisión de la fiebre amarillapor el mosquito Aedes Aegypti, la cual

fue acogida con indiferencia y temor.En ese tiempo no parecía concebible unatal teoría a pesar de no ser extemporáneapor lo que no hubo comprensión para sureal significado teórico y sus derivacio-nes prácticas.

En 1542 en De Contagione, Fracastotoenunció la posibilidad de que existiera unconjunto de distancia, pero no conocía detales enfermedades y para lo cual jamáshubo comprensión. Por supuesto queFinlay no partió de esta intuición, sino dealgo más concreto y moderno e ideó lafactibilidad de que el contagio se verifica-ra por intermedio de vectores biológicos.

Podría argumentarse mucho más en tor-no al valor de la historia de la ciencia,sin dejar de advertir que en la medidamisma que se haga más popular y me-nos profesional se pueden crear proble-mas y complicaciones graves queafectan la verdad científica. En mi opi-nión, más que erudición lo que ella re-clama es valor moral, es decir una éticade la verdad, sin prejuicios nichovinismos, ni exageracionesapologéticas, ni denigraciones. La his-toria de la ciencia es un paradigma dela sabiduría del intelecto en función delprogreso humano.

Hay quienes provocan incertidumbresy confusiones al utilizar una metodolo-gía inadecuada, pero los más dañoso sonlos que persiguen deformar la historiacon la aplicación de la epistemología,sobre todo si el autor persigue un fin pre-meditado para saciarse con una conclu-sión que fingidamente la hapreconcebido. Un ejemplo de esto loofrece el pequeño libro de la Delaporte,La historia de la fiebre amarilla, cuyo

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título no se aviene con su contenido yen el que su propio rencor dice que estáescrita como una historia detectivesca.Él sienta como premisa una falsedad dela que no puede ofrecer un testimoniohistórico verídico. Sobre esto ya me hereferido en dos ocasiones distintas, unaen México en la sección plenaria del IIICongreso de Salud y Enfermedad y, otraen La Habana, en el paraninfo de laAcademia de Ciencias donde leí unaconferencia titulada “En defensa de lacredibilidad científica” donde rebato lasargucias que sustenta por inciertas y secalifica este libro como inconveniente yno útil para la juventud estudiosa de lahistoria de la ciencia por atentatorio averdades irrebatibles sostenidas por ilus-tres sabios, en diferentes congresos in-ternacionales de medicina.

Permítanme añadir otra reflexión. Si enlos tiempos pasados se podía tomar lahistoria de la ciencia como deleite, rei-vindicación o erudición, a la luz del de-sarrollo actual es una imperiosanecesidad estudiarla e investigarla, conla misma acuciosidad y rigormetodológico con que se exploran losmás complicados problemas de la bio-logía, la medicina, la física y la ciberné-tica y cuantas otras ciencias componenel firmamento infinito del conocimiento.Con la historia de la ciencia, se deshielala ciencia y se hace entrar en ella savianueva. El pensamiento nuevo sirvepara ver más hondo en la sabiduría an-tigua. Peca de estulto quien no colum-bre que los tiempos son comosementeras revueltas que exigen queuna y otra vez se acudan a los surcosque abrieron los próceres que nos pre-cedieron para la difusión de la niebla delo ignorado y abrir nuevos derroteros

para el porvenir. No se puede minorarla ciencia porque en algún momento dela historia no pudo ni supo alcanzar laverdad. No se puede llegar más allá delo que el tiempo permite y la sociedadnecesita. Pretender algo distinto es comosembrar el caos. Los grandes corifeosde la ciencia cumplieron su misión, aho-ra tócanos a nosotros comprenderlos yhacer accesible su genio, popularizandoy divulgando sus contribuciones cientí-ficas en certámenes internacionales.

Esta actividad podría atraer a gran nú-mero de intelectuales, tales como lite-ratos, educadores, periodistas, escritoresy hasta a los propios científicos ¡Cuán-to ganaría la cultura! La divulgacióncientífica es también un tema que exigehistoriarse. Quisiera recordar a algunaspersonalidades más sobresalientes y quemerecieron el premio Kalinga de laUNESCO, creado por iniciativa de BijuPatnaik a quien pude conocer personal-mente durante mi estancia en la India.

Los descubrimientos científicos, las in-novaciones tecnológicas, surgen y seaceleran con violencia inusitada, de ahíque se hace necesario darlas a conocerlo más temprano posible a la opinión pú-blica. La ciencia hoy está tandiversificada que incluso muchos de losque trabajan en una especialidad igno-ran lo logrado en otras, de las cualespueden necesitar.

Lo importante es que los divulgadores opopularizadores tengan un profundo sen-tido de responsabilidad hacia los lecto-res, una aguda conciencia de exponerlacon seriedad y claridad. Para sólo citara algunos de los científicos que abordanesta tarea magistralmente se pueden

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mencionar entre otros a Louis deBoglie, en Certidumbre e incertidum-bre en la Ciencia; Un planeta lla-mado tierra; Oparin, El origen de lavida; Jean Rostand, La génesis dela vida; Bertrand Russell, Impacto de laciencia en la sociedad; Carl Sagan,Los dragones del Edén; Hawkins, Lahistoria del tiempo; Konrad Lorenz,Los 8 pecados mortales de la hu-manidad civilizada que lo convirtió enun prominente miembro de la protec-ción del medio ambiente; el reciente li-bro de José B. Altschuler La luz quellegó para quedarse, y qué decir deese magnífico libro de Federico EngelsDialéctica de la naturaleza, y el be-llo y esclarecedor Prólogo de J. B. S.Haldane, y para los más relevantescientíficos de India, el libro de JaggitSingh bajo el título de Some EminentIndian Scientist.

Ojeada histórica de la ciencia enCuba

La investigación histórica en nuestropaís, particularmente en las ciencias na-turales y la medicina, es una tarea muylaboriosa porque su fuente documentariaes escasa y se encuentra dispersa. Enlo que respecta al período que denomi-no “hispánico”, sólo dependemos de lasactas del cabildo, protocolos notarialesy los fondos que se conservan en elArchivo de Indias y otros. La imprentaen Cuba llegó sólo en la primera déca-da del siglo XVIII. No obstante ello, hasido posible agrupar algunos elementosculturales que pueden asumirse comolos prístinos que dan origen al movi-miento científico en la isla. A esto mehe referido recientemente en conme-moración de la eclosion científica.

Es conocido, por haber sido divulgadomás de una vez, que en 1648 un nativo,un habanero como se llamaba entoncesa los nacidos en la ciudad, lo cual lespermitía diferenciarse de los españoles,Diego Vázquez de Hinostrosa viajó aMéxico para estudiar medicina, y regre-só a ejercer su profesión en La Haba-na. La importancia de esto estriba en lacontinuidad, pues este servicio era po-testad neta de la metrópoli. Constituyeun elemento cualitativo nuevo, al repre-sentar la actitud de nativos de adquirirpor sí mismos conocimientos, en estecaso médicos. Si bien no se puede in-terpretar como un desafío a las orde-nanzas españolas, sí representa laexpresión de una voluntad peculiar yquizás también de cierta habilidad depercatarse de una necesidad material,representada por la inopia de médicos yla presencia de ciertas enfermedades,casi seguro epidémicas.

Un año después de su salida, en 1649,aparece la primera y más grande epi-demia de fiebre amarilla que se registraen La Habana, aunque quizás pudo es-tar precedida de casos aislados. Lo cier-to es que en esa fecha sólo habíaalgunos cirujanos que fallecieron vícti-mas de la enfermedad. No es hasta 1651que llega un doctor en medicina graduadoen Sevilla, el doctor. Lázaro de Floresy Navarro, quien habrá de figurar en losAnales históricos cubanos por haberescrito en La Habana, entre 1662-1773un libro científico, el Primero, arte denavegar, que por falta de imprenta sepublicó en Madrid en 1673. Desde elpunto de vista científico da a conocerlas primeras explicaciones de fenóme-nos naturales que ocurren en la isla, ta-les como eclipses lunares, y mediciones

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geoastronómicas. Formuló nuevas ta-blas sobre la declinación del sol, com-putadas al meridiano de La Habana.Hizo estudios, sobre el movimiento delas estrellas, tomando como guía aTycho Brahe. Según FernándezNavarrete “aplicó un método nuevo,conforme a principios matemáticos pararesolver la ecuación de las declinacio-nes del sol”. En su libro hace una men-ción a Copernico, aunque era partidariode las doctrinas ptolemaicas. En verdad,en América el introductor de la teoríaheliocéntrica, fue el notable astrónomoy matemático mexicano Sigüenza yGóngora quien la dio a conocer en suLibra astronómica en 1681, lo que re-presentó un verdadero desafío científi-co porque ella estaba considerada comosubversiva y sujeta a la victimización porel Tribunal de la Inquisición. En La Ha-bana representaba al tribunal el notarioJuan Bautista Guilisasti.

Las aportaciones más importantes ynovedosas que ofrece Flores son sus ob-servaciones de eclipses lunares los queutiliza para fijar la situación geográficade La Habana y la diferencia de tiempoexistente entre esta y Sevilla. La pri-mera la efectuó el 12 de febrero de1663, que puede tomarse como la fe-cha primicial de una observación cien-tífica en la isla. El segundo ocurrió el 6de agosto de 1664. El libro de Flores nocirculó en La Habana porque falleció casisimultáneamente con su publicación en1673 y no existe constancia de que suviuda lo haya importado, y sólo se pudoconocer por la cita que hace Delmonte yreproduce Trelles. No fue hasta sutricentenario en 1973 que se hace unanálisis crítico del mismo.

Este incipiente y esporádico científicode la isla guarda un cierto paralelismocon el de México en el siglo XVI, es de-cir un siglo antes. No se puede olvidarque aquel es un producto de la atenciónque se prestó a la cultura indígena quecontó con el apoyo de la metrópoli aldespertar su interés de conocer la florade ese país, para lo cual envió con eltítulo de protomédico a FranciscoHernández. Además hay otros factoresprimordiales para crear una culturacientífica que sí se dieron en México,como la imprenta (1539), carta geo-gráfica completa (1556-1562), univer-sidad (1518) biblioteca (1534), primermédico (1514). Todos comportan unsostén fundamental para los orígenes dela ciencia.

Tras el regreso de Hinostrosa a Méxicoy la defunción de Flores la atenciónmédica en La Habana queda en manosde cirujanos y ocasionalmente de médi-cos de la Armada. A fines de siglo arri-ba el doctor Francisco de Teneza y conél se inaugura las funciones del Tribu-nal del Protomedicato, anteriores a estesólo vinieron un médico español y otrode México. El siglo XVIII se inaugura conun fortalecimiento de la posición de losmédicos. Esto coincide con la aplicaciónde la emigración de cultura a México,y un cambio significativo en su com-posición, de estudiosos de derecho ycánones de medicina, y entre estos serevelan dos importantes figuras que cul-tivarán otros perfiles científicos, que re-presentan una modalidad cualitativa quearrojará luz, en el período que LeRiverend denominaba de “penumbra”.Estos son Francisco González del Ála-mo con quien comienzan los estudiosde medicina de la isla y será también el

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primer publicista de un dictamen médi-co que se dio a la imprenta en Méxicoante la imposibilidad de hacerse en LaHabana, y que aún permanece perdido.La noticia llega a través de la obra his-tórica de Arrate y consta en las actasdel cabildo del 3 del junio de 1711. El 12de enero de 1726 en el convento de SanJuan de Letrán se inauguró el primercurso de medicina, que se desarrolló enaños sucesivos con tanto éxito que cuan-do se creó la Facultad de medicina, deno haber fallecido González del Álamohabría sido su decano y profesor de fi-siología. Sus alumnos fueron profeso-res de la Pontificia.

El segundo llegó a ser la personalidadcientífica más relevante de la primeramitad del siglo XVIII, su nombre MarcosAntonio Riaño de Gamboa. Graduadode médico en México, desde estudiantese mostró interesado en matemáticas, aextremo tal que se presentó como con-cursante a la cátedra vacante por lamuerte de Carlos Sigüenza Góngora en1769; al parecer no tuvo éxito, se des-conocen sus ejercicios por lo que no sepueden valorar sus conocimientos al res-pecto, pero evidentemente que esto lomantuvo como una vocación, pues sibien regresó a La Habana a ejercer suprofesión, en 1706 marcha a Cartagenade Indias donde lleva a cabo estudiosde astronomía, quizás estimulado porlas observaciones primeras que inicia lametrópoli con el propósito de determi-nar las posiciones geográficas de lospuertos y ciudades de las colonias ul-tramarinas, obligada España ante la ne-cesidad de establecer un sistema militardefensivo, particularmente en los pobla-dos o ciudades costeras. Uno de estosingenieros militares fue Juan Herrera

quien había permanecido en Cuba du-rante siete años. En 1769 el gobiernoespañol le ordenó trasladarse a la ciu-dad de Cartagena de Indias. Allí se en-contró con Riaño de Gamboa, quienejercía la medicina y al parecer loinfluenció hacia el estudio de la astro-nomía. Ambos hicieron observacionesconjuntas. J. Cassini director del obser-vatorio de París, recibió una colecciónde observaciones astronómicas realiza-das en América, entre las que se halla-ban las de Herrera y Riaño de Gamboalas cuales publicó en 1729 en lasMemoires de Academie Royal desSciences. En ese estudio afirma queRiaño fue el primero que hizo la deter-minación de la altitud de La Habanaefectuando la observación de cuatroeclipses de luna y la ocultación del pri-mer satélite de Júpiter con un telesco-pio de diez pies y un péndulo. Loseclipses tuvieron lugar en los años 1715,1721, 1724 y 1726, el fenómeno deJúpiter en 1724. También hizo la medi-ción de la altura de Sirio y Proción en1717. Cassini en la época en que calcu-la estas observaciones de Gamboa, lascomparó con otras observaciones co-rrespondientes hechas en Europa. Lasde Riaño sólo tuvieron un error, menorde 45º. Humboldt sostuvo que en cuan-to al interior, la isla de Cuba era una tie-rra desconocida, lo que no se ajustaenteramente a la verdad, porque Riañohabía estudiado la altura meridiana deTrinidad, Sancti Spíritus y Puerto Rico.El artículo publicado por Cassini fue unode los que le sirvieron de base aHumboldt, quien dice: “Creí indispensa-ble dar esta reseña histórica” la queconstituye el capítulo primero de su En-sayo político con el fin de que “el lec-tor pueda comprender los motivos que

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han determinados el camino que sigo.Me remontaré hasta la época de las ob-servaciones de Gamboa, es decir, 90años atrás...”. Riaño también mereciócitas de la Sagra y Oltmanns. El artícu-lo de Cassini fue traducido, comentado,y publicado en Quipu en 1989 porLópez Sánchez.

Riaño falleció en 1729 y parece que fueen México porque la noticia la ofrecióLa Gaceta de México donde se diceque fue famoso médico y revisor de li-bros del Santo Oficio de la Inquisición.Sus trabajos le confieren el título de pri-mer Astrónomo de Cuba, y primer ex-positor de observaciones científicas, losde Flores aunque le antecedieron nofueron conocidas hasta el siglo XIX enCuba.

Otro científico e ilustrado habanero ycondiscípulo de Riaño en la Universi-dad de México lo fue el doctor JoséEscobar y Morales, descendiente de unafamilia de mayor linaje que los prece-dentes, hijo de un alcalde y regidor delayuntamiento de La Habana. Esto pue-de servir como un indicio de la expan-sión del interés y la necesidad hacia lacultura científica que se desarrollaba enese período. Se graduó de médico en1702 e hizo sus prácticas con uno de losmás notable catedráticos, de su tiempo,el profesor Marcos José Salgado, autordel primer tratado de Fisiología escritoen el continente americano. Se graduóde doctor en derecho civil y fue nom-brado abogado de la Real Audiencia. Pormás de 20 años desempeñó la cátedrade matemática y astrología. Médico delHospital Real de Indios, se dice que ja-más dejó de asistir a la atención de susenfermos, no obstante sus importantes

obligaciones. En 1736 México fue inva-dido por una epidemia o fiebrepestilencial, como se denominaba en esetiempo, conocida por Matlazahualt oCocolixtle, sobre cuya enfermedad pu-blicó un folleto. Dícese que falleció acausa de ella. En La Gaceta de Méxi-co se le califica “como uno de los no-bles ingenios de que es tan fecundanuestra América”.

Al arribarse a las primeras décadas deeste siglo la emigración cultural no sólose reduce, sino que cambia de orienta-ción: ya no van a estudiar medicina, sóloindividuos aislados, no obstante ser muyreducido el número de médicos y ciru-janos que vienen de la metrópoli, y lascondiciones de salud de la poblaciónempeoran a causa del abarrote de ex-tranjeros venidos por el incremento delcomercio marítimo. La otra vertiente,siempre muy pequeña, la observaciónde fenómenos astronómicos y su apli-cación para las determinaciones geo-gráficas, no sustancia propiciamente elinterés de los criollos o habaneros, elcaso de Flores se justifica, el de Riañoes una seducción por el ambiente queencontró en Cartagena, ni siquiera Es-paña estuvo interesado en estas activi-dades hasta que las necesidadesmilitares las requirieron. Humboldt pres-tó atención preferente a estos estudiosde precisiones geográficas en los paí-ses de América que visitó, entre ellos laisla de Cuba, motivado por su espíritude explorador inquisitivo sobre un as-pecto poco conocido de la realidad te-rritorial de América.

Por insignificante que parezca el rudi-mentario comienzo de la cultura cientí-fica cubana este es el germen de partida

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de una necesidad histórica, la de ir for-mando su cultura propia, unívoca, antesde culminar su emancipación definitiva.Este es el destino inexcusable de lospaíses periféricos hacia su centro, eneste caso, España. El estudio de esteproceso no es sólo fascinante, sino con-sustancial, para identificar y valorar ade-cuadamente los esfuerzos que hicieronestos países para conquistar su inde-pendencia. En América quien tuvo unasituación de privilegios fue México, gra-cias a la conservación de sus culturasoriginarias autóctonas, el que alcanzóel más alto nivel de desarrollo del quepudo aprovecharse en cierta medidaCuba por su emigración de cultura,cuyo espectro cambió en el siglo XVIII

cuando se concentró en estudios dis-tintos, con preferencia derecho canó-nico y leyes, lo que puede explicarsepor un aumento de las actividades reli-giosas con la fundación de las iglesiasy conventos y las necesarias activida-des jurídicas que generaban los nego-cios y el comercio.

En 1711 España decide por fin estable-cer el protomedicato en la isla y nom-bra como regente a Francisco de Tenezay años después en 1728 como segundoa Luis Fontaine, a la sazón decano de laFacultad de medicina, quizás con la in-tención de correlacionar a ambos. Elprotomédico Teneza cumplió bien susfunciones como tal, implantando y ha-ciendo cumplir las ordenanzas legalesreguladoras del ejercicio de la profesiónde médico, cirujano y farmacéutico.Desempeñó un papel positivo en los pro-pósitos de laicizar a la Universidad, liti-gando contra el hegemonismo absolutode la Orden de los Dominicos en estainstitución. Fue el principal redactor de

la Tarifa de precios, un documento va-lioso no sólo porque constituye el pri-mer impreso cubano, sino porquesentaba las bases para el despacho yventa de medicinas con lo que resolvíaun grave problema en su tiempo, puesno existía un control sobre cuáles me-dicamentos podían recetarse a los pa-cientes, así como la normalización desus precios poniendo fin al mercado es-peculativo. Después de Teneza yFontaine el protomedicato hasta su ex-tinción estuvo bajo la égida de los mé-dicos habaneros graduados en laUniversidad.

El otro instrumento discursivo de excep-cional importancia aun cuando estuvie-ra limitado por su carácter pontificial fuela Universidad erigida en 1728, la quecontribuyó a dar forma y carácter a losestudios superiores que se podían reali-zar: medicina, cánones y leyes. No obs-tante el estatismo de estas institucioneshubo un adelanto en la formación de lacultura científica. El ingreso en la Uni-versidad estaba precedido por la obten-ción del grado de bachiller en artes ofilosofía y no obstante la fuerte influen-cia del aristotelismo se pudo avanzar.Lo paradigmático de este período es lacontroversia de opiniones, la lucha porla introducción de nuevas ideas, en es-pecial en filosofías, esto correspondió alColegio Seminario de San Carlos, conlas lecciones del padre José AgustínCaballero; los estudiantes con indepen-dencia de su condición social estabaninmersos en estos debates, lo que tam-bién ocurría con el profesorado. El he-cho de que un gran número deestudiantes fueron de familias ricas, noentorpece su asimilación hacia nuevosconceptos.

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Con reiteración se ha insistido en la ne-cesidad de profundizar la investigaciónhistórica del siglo XVIII, muy cuajado derivalidades y antagonismos en el domi-nio de las ideas, raciocinios, opiniones ycreencias que a la postre motivaron elflorecimiento de lo científico natural poruna parte y el resquebrajamiento de laarquitectura estructural del pensamien-to escolástico por otra.

Con la llegada del nuevo siglo comien-zan cambios importantes en lo econó-mico y en lo demográfico. La poblaciónaumenta a expensas de una crecida in-migración de extranjeros que no poseenconciencia de la dinámica social queprima en la isla e insta a una diferencia-ción más sostenida acerca de los atri-butos del poder de “dentro”, es decir delos que de algún modo poseen raigalidaden la isla y los de “fuera”, los advenedi-zos, en tránsito o no, que vienen desdela metrópoli tras una ubicación econó-mica. No existía aún propiamente unacapa media, excepto la de los artesa-nos. A los seminarios y a la Universi-dad acudían criollos de diferentes capassociales siempre que fuesen cristianosblancos.

El período de 1740 a 1790 presenta ras-gos muy complicados en las relacionesy antagonismos entre los religiosos y loslaicos. La Universidad recién creadasufrió los embates de unos y otros y laspretendidas reformas que se insinuaronse reducen al propósito de modificar elrégimen de su autoritario gobierno.

Los graduados de medicina, los másnumerosos, poco nuevo aportan ensus tesis doctorales, no rebasan los ni-veles del siglo XVII.

En los años de 1762 a 1763 ocurre latoma de La Habana por los ingleses. Surepercusión fue grande en Cuba y Es-paña, pero nada influyó en el movimientocientífico, por lo menos de inmediato ydurante la ocupación. Sólo puede seña-larse que hubo una gran epidemia de fie-bre amarilla, ante la cual los médicosingleses se mostraban ignorantes, suexperiencia estaba limitada a unos po-cos que habían ejercido en las coloniasanglófonas del Caribe. Se dice, sin cons-tancia protocolar alguna que el médicoJosé Arango Barrios llevó a cabo porprimera vez necropsias de fallecidos.Desde el punto de vista de esta prácti-ca no es nada novedoso, pero sí quefuera en cadáveres de defunciones porfiebre amarilla. Una vez evacuada laplaza, España se preocupó no sólo porlas construcciones militares, sino tam-bién civiles para mejorar su aspecto ur-banístico e inició medidas de higienepública.

Veinte años después de inaugurarse elSeminario de San Carlos se constituyela Real Sociedad Patriótica, también de-nominada Sociedad Económica de Ami-gos del País. Ya esto va a correspondera un período de excepcional importan-cia y notable especificidad en lo tocan-te al progreso de la cultura, la ciencia yla economía que tiene lugar en la déca-da de 1790 a 1800.

La comprensión cabal de la cultura dis-curre a veces sin que se perciba en todasu extensión e intimidad. Existe una for-ma externalista que se da a conocer porlos diferentes medios de expresión y susvariantes, la escrita y la oral, pero otramuy decisiva para el curso de los acon-tecimientos que es la internalista o

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acumulativa que adquieren de motu pro-pios, grupos de individuos a través delecturas, estudios y formas múltiplesde adquirir conocimientos y que noafloran, porque las circunstancias ma-teriales no se conjugan y la necesidadno la urge. Este fenómeno ocurrió en laisla en el curso de varias décadas delsiglo XVIII debido al tardío desarrollo dela imprenta, a la falta de institucioneseducativas académicas, o de otra natu-raleza y, a las contradicciones entre losprincipales centros de difusión y las di-ficultades provocadas por la opresiónmental del ambiente frenador de la li-bertad de expresión, impuesto por losdespóticos gobiernos de mandones ylucrosos, propios del período factorial,así como la no concreción de nuevasformas económicas. Estas se presen-tan en el estadio colonial en el que pri-mará el más alto grado de culturaintegradora que incita a la divulgaciónliteraria y la aproximación a la ciencia.

A la nueva clase que surge le interesa eldesarrollo por vinculación indisolubleal destino del país. De habanero se pasaa ser criollo y se tiende a la moderni-dad, para sostenerse y poder avanzar.En esta vorágine de cambios socio-eco-nómicos se privilegia la formación y lamanifestación cultural dando lugar ala creación de centros de estudio, de so-ciedades que permitan el intercambio deideas, propósitos y aspiraciones, y a lanecesidad de medios de divulgación detales aspiraciones. Este fenómeno ope-ra en La Habana entre los años de 1773,en que se funda el Seminario de SanCarlos, a 1793 en que inauguran los tra-bajos de la Sociedad Económica deAmigos del País y en el interregno lapublicación del Papel Periódico de La

Havana en 1790. En este punto crucialse observa la llegada de un proceso queva a generar una aceleración que se co-rresponda con las innovaciones que sehan estado produciendo en el interiorde la isla, y concomitantemente con losque se suceden en las condiciones in-ternacionales que abren cauces a la li-bertad de comercio, que aparejó unainfluencia decisiva sobre las bases eco-nómicas y sociales creadas a lo largode este período.

Lo más sobresaliente de está década defines del siglo XVIII y que más ha impre-sionado a los historiadores es el violen-to salto que se produce en el desarrollode la economía, cuyo rasgo esencial esla contienda por crear una sólida pro-ducción de azúcar para la exportacióny cuyas posibilidades aparecen más fir-mes cada día. Desde tiempo anterior, laisla venía experimentando un crecienteprogreso agrario en el cultivo de la cañade azúcar, aunque a ritmo lento, porqueeste exigía una fuerza de trabajo de laque se carecía, si bien los factores comotierra fértil, bosques, ganado y utensi-lios de trabajo sí se poseían. Para suplirla falta de brazos se comenzó la impor-tación de esclavos negros acrecentán-dose con un carácter social distinto alde la esclavitud doméstica.

En este auge azucarero intervinieronaccidentes históricos independientes delquehacer propio, de carácter internacio-nal, tales como la declinación de las co-lonias inglesas caribeñas, la ruina deHaití y la aparición del mercado inde-pendiente de los Estados Unidos, sindescartar los propósitos y afanes de lapoblación criolla de incrementar sus re-cursos agrícolas orientándolos hacia los

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cultivos más deseables y utilitarios, paraeso se requería protagonizar conocimien-tos técnicos más avanzados devenidoso procedentes de las ciencias naturales,lo que implicaba una tendencia a la cul-tura escolástica predominante.

Fue en el seno del Colegio Seminariode San Carlos donde adquirió cuerpo deenseñanza una nueva filosofía que de-bía guiarse “por lo que parezca más con-forme a la verdad, según los nuevosexperimentos que cada día se hacen ylas mayores luces que se adquiera conel estudio de la naturaleza”. Es eviden-te, como dijera Martí, “que cuando lascondiciones materiales cambian, tam-bién cambian las ideas de los hombres”,pero este es un camino muy complica-do que requiere mucha decisión y hayque decir que mucho honra al padreCaballero que no se dejase extraviarpor el limitado estado de los conocimien-tos científicos de su época en la isla einsistiese en su filosofía en elegir aque-llos postulados que mejor sirviesen aconcepciones nuevas y desechar lasanticuadas. Esto naturalmente es unproceso histórico y como tal requeríael constante fluir de ideas que en el casocubano, fue un período relativamen-te corto, si se referencia con el ritmo decambios que ocurrían en la economía.La escolástica no podía ser derrotadade una sola vez, tampoco las transfor-maciones se sucedían todas al mismotiempo.

La publicación del Papel Periódico...fue otro instrumento indispensable paravalidar en la opinión pública conceptosy nociones nuevas del reformismo elec-tivo liberal. El padre José Agustín Ca-ballero será su principal mentor

ideológico. Los ingresos provenientesdel periódico se invertirían en la forma-ción de una biblioteca de la que fue di-rector Antonio Robredo, astrónomo quecolaboró con Humboldt en sus investi-gaciones geoastrónomicas.

El Papel Periódico... fue un vehículoidóneo y comprometido para estos pro-pósitos. No es fácil identificar a todoslos autores, pues mucho suscribían conseudónimos sus artículos y son un enig-ma, pero obviamente una gran mayoríase debió a Caballero, otros los relativosa medicina son de Romay, quien tam-bién usó como seudónimo “MatíasMoro”. El primer artículo sobre la físi-ca en 1791 que parece ser de Caballero“es una franca impugnación a la esco-lástica, confeccionado en el nuevo es-píritu cartesiano y newtoniano, conaudaces citas de Arnauld”.

En 1797 como resultado del estímulo queva produciendo la actividad intelectualque tiene lugar en la sociedad, la propa-gación del periódico así como la necesi-dad de abarcar otros aspectos, ven la luznumerosos folletos que aparecen simul-táneamente a lo largo de ese año, asícomo también algunos pronunciamientosque revelan cambios en la mentalidad delos educandos. He dado en llamarlo elAño de la eclosión científica. Reúne ensu conjunto el inicio u origen de la biblio-grafía científica moderna, y no sólo delos criollos, sino también de españolesentre los cuales se revelan evidentes con-tradicciones, inclinándose la modernidada favor de los criollos.

El que inaugura la eclosión es una di-sertación de Romay en el seno de laSociedad sobre la fiebre amarilla, que

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responde a una necesidad material, puesesta enfermedad epidémica se mante-nía activa desde 1762 coincidente conla ocupación de La Habana por los in-gleses, y los médicos se muestran con-fusos e ignorantes en su aspectoclínico-terapéutico. Fue una sesión his-tórica a la que asistió la mayoría de losmédicos que ejercían en La Habana, quese mostraron conformes con sus opinio-nes y pidieron su publicación. Escrita enun estilo acorde con el léxico de la épo-ca, presentó un plan distinto a todo loque se había publicada hasta entoncespor otros autores, incluidos españoles ynorteamericanos. Su importancia estri-ba en que se pronuncia contra la co-rriente en boga de considerar a estaenfermedad “contagiosa”. Esta opiniónfue objeto de una polémica con el médi-co español Francisco Xavier de Córdo-ba y el cirujano inglés John F. Holliday.La conducta asumida por Romay reve-la una intuición sorprendente, es unaprimera manifestación del anticontagio-nismo en esta enfermedad cuya prime-ra indicación se atribuye a Jean Devézehecha en ocasión de la epidemia de 1793en Estados Unidos. Esta tendencia seconcreta en 1799 cuando se funda laAcademia de Medicina de Filadelfia.La fiebre amarilla fue un muy impor-tante problema epidemiológico a nivelmundial, a extremo tal, que cuando es-talló la epidemia de Gibraltar, Franciaenvió una comisión para su estudio laque se pronunció a favor del contagiodirecto, lo que generó un debate entrePariset y Chervin. Este emprendió unperiplo por América y estuvo en LaHabana, donde se entrevistó con Romayquien le facilitó numerosas pruebas afavor del anticontagionismo de la enfer-medad.

El contagio personal estaba muy arrai-gado entre los médicos de todo el mundoa extremo tal que un notabílisimo expe-rimentador italiano, Eusebio Valli, estu-vo en La Habana para llevar a cabo suexperiencia lo que no impidió su muer-te. En aquellos tiempos se dijo que lacausa fue el terror que le inspiró el es-pectáculo de los días finales de losamarílicos.

En su refutación a Holliday, Romay ex-presa este pensamiento antiescolásticoy de entera modernidad: “El hombre quepiensa no se convence con autoridadessino con hechos y razones”.

Del seno de la Sociedad Económica vaa emanar la cultura científica, allí sevan a difundir nuevas ideas y opinionesque generarán conocimientos, poco sepodía esperar de la Pontificia que semostraba incapaz de ponerse al corrien-te de la ciencia moderna. La falta deestudios de matemática y física era unimpedimento, incluso para la medicinaque bien la necesitaba para su desarro-llo, así como también de la química y dela botánica.

En la Universidad se defiende aultranza la enseñanza tomista. Las pre-tendidas reformas se estancaban. Losintentos de Nicolás Calvo de la Puertay O’Farrill de promover estudios de bo-tánica y química se frustraron. Impor-ta saber que este criollo hacendado ricoera una figura intelectual deprimerísimo orden. Su elogio estuvo acargo de José Agustín Caballero quienexpresó que era una figura de excep-cional cultura científica, filológica y lin-güística. Y un poderoso hacendadosacarócrata.

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Caballero fue el primero en lanzarse alreclamo de una reforma integral dela enseñanza desde la primaria gratuitahasta la universitaria comenzando poresta. A este programa se asoció tam-bién Romay.

El espectro de problemas que constitu-yó el quehacer de la Sociedad Econó-mica rebasa todo esquema. En su senose debate, hay controversias y antago-nismo, pero siempre prevalece el espí-ritu renovador; se funde lo material conlo espiritual y prima el propósito de de-sarrollar la economía; se interesan porla agricultura y la industria azucarera.La característica de este siglo XVIII, enla isla tendrá cierta semejanza con elde la metrópoli, el enfrentamiento de dosbloques, uno animado de una decisiónirrevocable, con firme confianza y ar-dor generoso en su misión de que loscubanos entren en posesión de una cul-tura propia, en tanto los otros continúanen su rutina petrificados. Todo descan-sará en tres reformadores: Arango yParreño, portavoz e ideológico de la eco-nomía azucarera; Caballero, insupera-ble y audaz, enseñando un nuevo modode pensar, de batir la inercia educativay promover cambios en las costumbressociales; y Romay, metódico, erudito ydecidido partidario del progreso de laciencia e incluso de cambios, no por tí-midos importantes, en política, comoconstitucionalista y a favor de mantenerun equilibrio poblacional. No fue rico niposeyó haciendas. Lo más notable noes, sin embargo, el conjunto de temasque se aborda este año de 1797, sinoque expresa una dilatada inquietud inte-lectual, que no rehusa la lucha de opi-niones.

Ya lo he manifestado antes, la Eclosióncientífica se produjo ese año de 1797,además de la Philosophia electiva y laDisertación sobre fiebre amarilla apa-recieron otras publicaciones como la deMorejon y Gato sobre variedades de sue-los y análisis de los mismos de MartínezCampos sobre el mejor modo de fabri-car azúcar. Se introduce además una im-portante innovación tecnológica:la aplicación de la máquina de vapora la producción azucarera. No tuvo éxi-to, pero no se desanimaron y afirmaronque nada persuade que se ha de des-preciar esta máquina, porque corrigién-dola o disponiéndola con más aciertopodría ser de gran beneficio, lo que esuna gran prueba del espíritu que inspi-raba a los criollos.

Estas publicaciones aparecidas despuésde 1790 constituyen una hontana deconocimientos nuevos que da cuerpo ala génesis de la cultura científica cuba-na que exponen y defienden loshabaneros transpuestos ahora en crio-llos. A la vanguardia, al frente de la cualmarchan los nuevos capitalistas osacarócratas formados a virtud de laexplosión azucarera que comenzó en1792, año en el que culmina un continuoascenso en la exportación del dulce pro-ducto que se convierte en el renglón másimportante del comercio con Europa ydespués con los Estados Unidos. Estono fue una consecuencia del aumen-to de la productividad del trabajo, ni delos avances técnicos, a pesar de su re-lativo alto nivel, sino al incremento de lamasa de esclavos negros y a los acon-tecimientos políticos que ocasionó el co-lapso de Haití, el más importanteproductor en ese tiempo de azúcar y ala decadencia de las colonias inglesas.

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El padre Caballero refiriéndose a la si-tuación que surge en estas décadas yque preludia un espíritu vivificante y unauge sostenido, dice:

De repente –después de tressomnolientas centurias se produceun súbito progreso en lo material ycultural. En la isla se apodera de lamente de sus más esclarecidos hijosun afiebrado proceso, un vertiginosoquehacer económico y comercial quehace del puerto de La Habana, unaolímpica arribada y salida de barcoscargados de mercancías, productodel desarrollo agroindustrial en el quefigura en primera línea el azúcar, se-guida del café y residualmente el ta-baco, recibiendo a cambio dinero yno sólo por transacciones mercanti-les, sino por lo que fue el capital máspreciado de los hacendados, el ma-léfico negocio de la esclavitud.

No fue un tránsito acomodaticio y sincoléricas injusticias, no llegó, como di-jera Marx del capitalismo europeo, “conlodo y sangre”, pero sí con fuego devegas y montes y vidas de negros es-clavos. Las fértiles y bien regadas tie-rras del valle pródigo de Güines, fue elprimer objetivo de los dueños de inge-nios, criollos acaudalados devenidosaristócratas, y los que querían instalarnuevas fábricas o agigantar las suyas.El conde O’Reilly, testaferro de don Luisde las Casas, capitán general de la isla,Arango Parraño y Nicolás Calvo son losprimeros en abalanzarse sobre las fera-ces tierras bermejas del valle y desalo-jar a los cultivadores pobres de tabaco.

Hay que decir que tras esta invasión sedio inicio y rápido desarrollo a la más

importante aventura intelectual y del es-píritu. Aquellas lluvias trajeron estostorrentes. Y hemos visto la labor prolí-fica realizada por la Sociedad Econó-mica, los escritos divulgadores delPapel Periódico... y los esclarecedoresconceptos que introdujeron los adalidesde este movimiento intelectual. En pocotiempo los azucareros dominaron téc-nicamente el mercado azucarero, die-ron cabida a las más depuradasinnovaciones y se apoderaron de cuan-to conocimiento les fuera útil y prove-choso a sus fines. No existía un textoen español que enseñara sobre azúcar,la mejor y más conocida obra era la deDutrone de la Couture y Corbeau, laBiblia de los azucareros y decidierontraducirla. Trabajaron en ella PabloBoloix, Calvo y el padre Caballeropara perfeccionar el español, como hi-ciera antes con la memoria de Eugeniode la Plaza sobre las abejas.

Ya Caballero había emprendido una cru-zada a favor de perfeccionar el conoci-miento de la gramática del español, puesestaba consciente de que el latín no eraapropiado para la nueva terminologíacientífica y técnica, ni para expresarnuevas ideas filosóficas, por lo que erauna necesidad insoslayable, crear pala-bras y términos nuevos, y expresar conclaridad el modo de decir y de escribirel español. No había cátedra en elSeminario de San Carlos, ni se creó deinmediato. Sólo en el convento de SanAgustín, una sola clase a la semana y laPontificia continuaba sólo con el latín.

La afirmación de que “el mundo del crio-llo del siglo XVIII estaba marcado por loselementos de una sociedad que aún nose había definido intelectualmente en labúsqueda de una expresión propia” es

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algo insostenible a la luz de la aparicióny desarrollo de conceptos nuevos y lapresencia de instituciones modernas,marcadas por su aspiración acontravertir la decadente cultura queEspaña había exportado hacia la isla, laque suscitó polémica a tenor de las im-periosas necesidades, más económicasque políticas. El debate no lo presidíaun propósito de ir en contra de la cultu-ra científica de la metrópoli sino el de-signio de superar el atraso propio, desacudir la rémora que imponía el pocointerés por las ciencias naturales.

Esto fue obra sutil, silenciosa,acumulativa hasta que condiciones adhoc la hicieron realidad en la última dé-cada del siglo, particularmente en 1797.Aunque insuficientes a nivel europeonadie podrá negar que se ofrecen cla-ros exponentes que abrirán cauces amás altos alcances, de inicio en los cam-pos de la agricultura, la medicina y de lasinnovaciones tecnológicas y preferente-mente en la reforma de la filosofía.

El objetivo primero es reducir la influen-cia teológica y abrir las mentes a laconsecución de lo terrenal representadopor la agricultura y el comercio, para locual se requería, una mayor perfecciónde sus conocimientos primordialmente dela física natural, la química y la botánica,cuya enseñanza debe crearse y divul-garse sin dilación. Para ellos es impres-cindible crear en la nueva generaciónde criollos interés por la ciencia, dotar-los de un pensamiento distinto, a los pre-cedentes, no importa su empirismo, loimportante es que no se españolicencomo España rehusó en su inicio euro-peizarse. El exponente principal en laisla lo dictará un proceso cuyo elemen-

to cardinal es el de ser propio. La bur-guesía –como clase social– se sientecapaz por sí misma de acometer estaempresa, una de sus ventajas es que enella bulle un espíritu de apoyar y abra-zar toda novedad.

El siglo XVIII en toda su extensión, no escontinuo, tuvo que enfrentar dos inte-rrupciones en su curso histórico, uno ex-temporáneo, la conquista de La Habanapor los ingleses, un fenómeno de apre-ciación controvertible. Otra de sus cri-sis periódicas, la más importante segúnArango, la de 1779 a 1785 en la que seperdió toda la protección secreta.

A esto se puede adicionar que Españaera un país débil, con una Inquisición queparalizaba la audacia intelectual y so-metía la inteligencia para lo cual teníaun basamento teológico muy sólido, queexcluía toda filosofía aferrada a un es-colasticismo intransigente. En la isla lacreación científica fue esporádica, y muyreducida, pero el hecho de tener escasaprecedencia le facilitó introducir, singrandes pugnas internas, nuevas ideasen la cúpula intelectual.

Toda ciencia en su desarrollo pasa va-rias fases, comienza con una necesidadpráctica derivada de la materialización dela necesidad que en esencia originan losimperativos económicos y sociales, perono exclusivamente, pues a ellos se aunala habilidad individual para captar cono-cimientos, al principio precarios y no co-rrectos, pero por su propio y lógicodesarrollo interno conduce estadiosmás elaborados y complejos que obli-gan a pasar de lo concreto a lo abs-tracto, y de ahí a la fundamentaciónteórica, lo que abre cauces a

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formulaciones más generales y pen-samientos más elaborados hasta alcan-zar una estructura con perfilesindependientes, separándose de otros co-nocimientos afines, así lo que comenzósiendo una sola ciencia generó otras quetambién se hicieron independientes conobjetivos específicos.

En la isla debía vencerse una situaciónsui generis, y poco favorable para al-canzar o constituir un nivel científico jus-to para la solución que reclamaba suprogreso. Este lo determinaba el hechode que la enseñanza que abría la pers-pectiva para una etapa científica supe-rior era posesión de los seminariosreligiosos que imponían limitaciones.Para cambiar este esquema mental ha-bía que transformar este estado de co-sas, principalmente a los profesores ensus ideas y métodos de enseñanza, y estono era fácil de reemplazar, de ahí la ur-gencia de crear al margen de las insti-tuciones oficiales, cátedras libres osociedades.

La modificación parcial que sufrió elSeminario de San Carlos, se debió aCaballero quien comprendió, y fue el pri-mero, que el país requería para su cre-cimiento y avance que el pensamientotomara otro curso.

El siglo XVIII en España, sobre todo susegunda mitad, es algo que incita a lameditación más profunda, y aviva las in-teligencias apasionadas. Tiene una di-mensión que rebasa fronteras eimplicaciones no sólo en el mundo ma-terial, sino en el espiritual y moral. Laisla de Cuba en la periferia lejana dela metrópoli también se hará eco de talescambios, no con la intensidad y profun-

didad que recorrió Europa y en menormedida España. La población joven quenació en la isla, descendientes de es-pañoles, comienza a ver el país con ojosdistintos y percepciones nuevas. En unsiglo de renovación, bastaría comparar-lo con los precedentes, para advertir queen el basamento socio-político se suce-den desafios encubiertos y rivalidadesocultas, sin que esto entrañe cam-bios bruscos ni repentinos. Ningunainstitución se derrumba y la religión nose transforma, pero sí se propenderá acambios en los cultivos y en la propie-dad, incluso la esclavitud pasará de do-méstica y moderada a convertirse en lafuerza de la producción. Las vegas detabaco dejarán paso a la caña, y es eneste período que tiene lugar lo que Fer-nando Ortiz denominó magistralmente,“contrapunteo del azúcar y el tabaco”.

Con el ascenso al poder de Carlos III,surge una tendencia hacia la novedad.No podemos detallar todas las alterna-tivas ocurridas en la metrópoli, tambiénes muy difícil precisar el influjo directoque esto pudo ejercer sobre la isla,aunque sí podemos admitir que apare-cieron ejemplos impresionantes de sur-gimiento de instituciones, la mássobresaliente, sin duda, fue la fundaciónde la llamada Sociedad de Amigos delPaís, y lo cito, porque esta fue sin dudala médula de los progresos en la isla. Seconstituyó con las más prominentese ilustradas personalidades nativas em-peñadas en el avance de la educación yla ciencia.

A lo largo de este siglo tienen lugar enCuba dos hechos que aun cuando noimplican modificaciones en la estructu-ra intrínseca de la sociedad, es decir ni

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en lo económico ni en lo político, se re-flejarán en las mentes de los criollos merefiero, a la conquista de La Habana porlos ingleses y la ruptura del monopoliocomercial.

En el orden de la educación, la religióny la cultura, tendrá repercusiones la ex-pulsión de los jesuitas en 1767 que haráa dominicos y agustinos coaligados mo-nopolizar el poder absoluto en estas es-feras y frustren las aspiraciones de unaparte de la sociedad que pedía que losignaciones abrieran colegios y se impar-tiera una enseñanza en más ampliaescala. También se le atribuye comocausas cierto retraso en la promociónde la ciencia, porque se les atribuía ciertogusto por esta, olvidando que a ellos lesfascinaba más el latín.

El hegemonismo de los dominicos para-lizó los intentos de reforma en la Uni-versidad, consolidándose bajo su égidacomo un baluarte del pasado, ayudandoa la tecnología frente a la filosofía.

Esta disquisición tiene como objetivoprobar que el siglo XVIII, en particular,sus últimas décadas, define claramenteuna búsqueda de una expresión propiasustentada en la reforma filosófica, porlo que a pesar de todo e indirectamenteinfluyó en la Pontificia, a través de losestudiantes que procedían del Semina-rio de San Carlos. Ya hemos visto elpapel de Caballero. En otro sentido esevidente que el aristotelismo tambiénresultó ligeramente modificado, comoexpuso Le Roy. Lo más sorprendente,aunque se trate de disminuirlo, es la ex-posición de la doctrina del sistemaheliocéntrico de Copérnico. Este siste-ma fue quizás el más debatido en el cur-

so de los siglos, y más acremente des-pués de Galileo. Su historia sería dema-siado extensa para poder exponerla enesta oportunidad.

Lo que nos importa aquí, en este mo-mento, es reafirmar que en 1797, entrelos elementos constitutivos de la Eclo-sión científica, se incluye que el estu-diante de medicina, Manuel Cálvez yGonzález, procedente del convento deSanto Domingo defendió en uno de susquodlibetos esta proposición. “En loque respecta al sistema del mundo delos fenómenos se ven, explican y aco-modan mejor por el sistema deCopérnico”. Admitir y sostener en laPontificia esta sentencia es un acto derebeldía intelectual. Recuérdese que nofue hasta 1820 que se suprimió del índi-ce de los libros prohibidos el DeRevolutionibis y sólo aceptado en1747. Los que se arriesgaban a expo-ner el sistema se referían más bien comohipótesis. Es curioso, pero en diciembrede 1796, ve la luz en el Papel Periódi-co de la Havana, un artículo firmadocon un seudónimo indescifrable hastaahora, refutando el sistema deCopérnico y de inmediato nos asaltó lapregunta ¿qué lo motivó? Porque en nin-guna publicación había aparecido ex-posición o alusión alguna a Copérnico.La única explicación podría ser queeste asunto se estuviese enseñando enalgún aula, lo que sería un antecedentede lo que seis meses más tarde habría deocurrir.

Cálvez y González se manifiesta comouna personalidad con un carácter in-dependiente que se rebela contra el mé-todo dogmático que se enseña en sutiempo. En su tesis para optar por el

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grado de Bachiller en Medicina, recu-sa al decano Ayala como miembro deltribunal porque este le exige modifi-caciones en sus quolibetos, y lo ame-naza con la reprobación si no accede acambiar el carácter de sus proposicio-nes experimentalistas que se disponedefender. No sólo rechaza este recla-mo, sino que lo denuncia ante el rectorde haber cometido un acto contra ellibre derecho de defender sus princi-pios y lo acusa por la universal ojerizaque tiene él contra la doctrina experi-mental. El rector aceptó y fue separa-do el decano como sínodo, y nombróen el nuevo tribunal a Tomás Romay yJosé María Pérez, este fue el médicocon quien Cálvez cumplió sus intersti-cios y que después se marchó del paíspara residir en Veracruz, figurando en1825 como integrante de la juntapromotora de la libertad cubana.

Si bien es verdad que de inmediato notuvo repercusión su proposición sobreCopérnico, no es menos cierto que apartir de ella no vuelven a aparecerideas ptolemaicas, hasta 1806, cuandoFélix Varela se adhiere a este sistema,aunque lo califica de hipótesis, que fuela forma más generalizada en tiemposanteriores que se usó para eludir el en-frentamiento contra el Santo Oficio. Esemismo año Agustín Encinoso de Abreuen su examen de filosofía sostiene “quetanto la física como la astronomía,de un modo congruente y óptimo, se ex-plican por el famosísimo sistemacopernicano”. Este fue discípulo del pa-dre José Agustín Caballero y el primeroque osadamente presentó su tesis demedicina en idioma vernáculo, rehusandoel latín.

La introducción y aceptación del siste-ma de Copérnico, no era sólo un pro-blema astronómico, sino que tuvo surepercusión paradigmática en el pensa-miento filosófico. No debe olvidarse queen Cuba, los tres más grandes científi-cos, en las más importantes ramas delsaber de la moderna investigación de lanaturaleza, Varela, Saco, y Luz y Caba-llero se preocuparon en dejar constanciade sus opiniones sobre el siste-ma copernicano. Si ello ocurrió 254 añosdespués de la muerte de Copérnico, noes razón alguna para el demérito y re-vela ignorancia, o quizás descuido en lossaberes de la historia de la ciencia.

España, por casi tres siglos, prestó pocaatención a la isla de Cuba, si exceptua-mos, los aspectos navales y militares.No enviaba personal calificado en lasciencias, ni promovía la creación de ins-tituciones con este fin. No se interesa-ba por tener conocimientos de sunaturaleza e incluso desconocía la ubi-cación geoastronómica de sus principa-les puertos y ciudades. Ya hemos vistoque esto lo inició en forma muy limitaday por su propia voluntad Flores, y des-pués Riaño de Gamboa y Humboldt.

Los primeros conocimientos de la flora yfauna en parte es obra de la inquietudy perspicacia de un portugués residenteen la isla, Antonio Parra, quien dedicó lacolección que fomentó al rey Carlos III.El principal móvil que lo animó, no fue lainvestigación, sino la recolección conpreferencia de peces marinos y crus-táceos.

Esta vocación respondía a un movimientoque se expandía por Europa, de reunir yexhibir los más variados objetos. En la

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medida que avanzó en esta labor comen-zó a interesarse por las característicasde las diferentes especies llegando a pu-blicar una obra en 1787 con el título deDescripción de diferentes piezasde historia natural, las más del ramomarítimo representada en setenta y cin-co láminas.

La obra incluye crustáceos y peces.Se le aprecia no sólo como una joya bi-bliográfica, pues se le acredita verdade-ro valor científico. Al cumplirse 200 añosde su aparición la Editorial de la Acade-mia de Ciencias imprimió una ediciónfascsimilar y un extenso estudio bien do-cumentado sobre el autor y su obra, lomás completo desde el punto de vistareferencial, al que no cabe añadir nin-gún otro juicio que el de ser el mejor ymás completo en su información y aná-lisis moderno de lo que representó estaobra en la cultura científica cubana. Laaseveración de que responde a una in-fluencia derivada de la ilustración ge-nerada en Europa, pienso quesin negarla del todo, es más bien unaobra derivada del espíritu científico quecon características propias se gesta enla isla.

El hecho de que no se tenga una com-prensión válida del movimiento renova-dor que se está creando en la isla en lasegunda mitad del siglo, ha dado lugara que se amengüe la significación delos impresos y expresiones de los cuba-nos de esos años.

España sabía poco de la naturaleza ydesarrollo de los conocimientos internosde su imperio colonial, después del te-soro acumulado por los denominadoscronistas de Indias y de las historias

publicadas por autores radicados enlas colonias, tanto españoles como nati-vos. Hubo mucha despreocupación yfalta de comunicación con la metrópoliy poco o ningún interés en enviar cientí-ficos a América y menos aun progra-mar una política económica y cultural, yello quizás fuera una consecuencia delas sucesivas guerras en que se vio en-vuelta en Europa y a una falta de visiónde hacer depender el dominio a la suje-ción militar y a las persecuciones de lainquisición.

Al finalizar la dinastía de los Austriasdice Vernet “que en España existía unasensación de frustración, en los prime-ros años del siglo XVIII” y paraejemplarizarla cita que el bibliotecariomayor del rey, en 1723, se negaba a quese hicieran reseñas de las obras pu-blicadas para remitir a los periodistasfranceses, aduciendo que en ellas no seencontraba ninguna cosa singular, ni in-vención ni descubrimiento nuevo. No eshasta mediado de este siglo que surgeun movimiento tendiente al envío decomisiones y expediciones científicashacia los países del Nuevo Mundo, conla finalidad de estudiar la naturaleza yun medio de adquirir conocimientosbotánicos y enriquecer el jardín botáni-co; también de química, geología yminerología. Estos últimos de muy altonivel ya en México, pero la atenciónpreferente sería la botánica por lo quepodía significar para la agricultura y lamedicina. En la preparación y costos delas expediciones, España mostró unaesplendidez inigualada. Así comenzabaa suplir su ignorancia acerca de las ri-quezas coloniales. De las tres más gran-des expediciones, la más importantepara Cuba fue la de Nueva España, la

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que incluía también a Cuba, Puerto Ricoy Santo Domingo, y fue creada a solici-tud e instancias del médico Martín Sessé,quien estuvo en La Habana desde 1780cuando llegó con la escuadra del mar-qués del Socorro y se mantuvo comomédico de flota, ejerciendo en el hospi-tal de operaciones, pero no en la ciu-dad. Refiere que tuvo que actuardurante una epidemia que se desarrollóen el área del Caribe que parece habersido de fiebre amarilla. También estuvoen el hospital de Nuestra señora del Pi-lar. En 1785 viaja a México y se le expi-de el título de Comisionado del RealJardín Botánico de Madrid. En 1795regresa a La Habana como jefe de laexpedición, y se pone en contacto conla Sociedad Económica y el Real Con-sulado. La Sociedad Económicacomisiona a Nicolás Calvo de la Puer-ta, quien ya desde 1793 abogaba por lacreación de la cátedra de química y bo-tánica, para que solicite de Sessé ase-soramiento botánico con destino a undiccionario de voces provinciales e ins-trucciones para la creación de un jardínbotánico, un viejo proyecto de la Socie-dad. Sessé acoge favorablemente estaidea que coincide con sus aspiracionesy sugiere, a su vez, la incorporación deun joven criollo para instruirlo en botá-nica. La Sociedad nombra una comisiónpara la elección del candidato que recaeen el doctor en medicina, José EstévezCantal, discípulo predilecto de TomásRomay. A principios de 1797 el grupoparte hacia Puerto Rico y efectúa elrecorrido de la isla, cancelan el viaje aSanto Domingo por los acontecimien-tos que allí tienen lugar y regresan denuevo a La Habana. Coinciden con laexpedición del conde de Mopox y Jarucoque había arribado poco antes, en 1796,

y cuyo principal objetivo era fundamen-talmente militar.

Entre sus planes figuraba el canal delvalle de Güines que serviría al propósitode acarrear madera hasta el arsenalpara la construcción de barcos. En estaexpedición figuraba un botánico,Baltasar María Bolda, para aprovecharen su recorrido el estudio de los árbo-les, y Sessé le recomienda que incor-pore a Estévez, quien se desempeñamuy bien y a la muerte de aquel en 1799ocupa su lugar. Figuraba además unmineralogo, Francisco Ramírez, que dejóun folleto impreso sobre las aguas deMadruga. El saldo de esta comisión noes muy importante, si se exceptúa laparte botánica y algo de zoología, y loscorrespondientes a la descripción geo-gráfica de Isla de Pinos, Guantánamo yMariel. Lo más valioso, fue que permi-tió la incorporación de un criollo quienterminada su misión y a instancias deRomay fue propuesto como becariopara cursar estudios en España de quí-mica, botánica y minerología. Los pro-blemas burocráticos afectaron a Estévezaunque él cumplió sus compromisos,pues cursó todas estas materias y ade-más matemática.

Conocida su instrucción científica,particularmente en química puedeafirmarse que su utilización quedómuy por debajo de las posibilidadesque deparaban sus conocimientos. Ensu ensayo acerca de la utilidad de laquímica enfatiza lo provechoso quesería que se conociera y aplicara porlos que están enrolados en la produc-ción de azúcar, pues esta asentada,ella misma, sobre una reacción quí-mica.

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La presencia de Martín Sessé en LaHabana fue de gran provecho en los orí-genes del conocimiento científico. Suamistad y colaboración con FranciscoBarrera y Domínguez, dio lugar a lasprimeras observaciones microscópicasen el campo de la medicina. Digamosde paso que en 1998 se cumplió el bi-centenario del colosal manuscrito deeste “humilde aldeano”, como él mismose autodenominara y que yo nombro elManuscrito Barrera, que es un tratadosobre enfermedades de los esclavosnegros, hasta ahora el primero en la li-teratura médica universal. Un texto hu-manista llenó de observacionesinteligentes en el que asombra la canti-dad de autores médicos que cita, difícil-mente igualado por médico alguno en la

isla y probablemente en otras nacionesde América.

Como conclusión de esta conferenciacreo haber probado que el siglo XVIII

merece una investigación más profun-da, pues fue cuando se generó la cultu-ra científica. En la medida que nosadentremos en él se podrá comprobarel tremendo significado que tuvo el añode 1797, al que denominé en 1980, elAño de la eclosión científica.

* Conferencia magistral impartida en el V CongresoNacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología,celebrado en noviembre de 1998.

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Laglobalizaciony sus dañoscolaterales

Eliades Acosta MatosDirector de la Biblioteca Nacional José Martí

¿Por qué causa misteriosa nadie hablóde globalización cuando en la películaCasablanca de 1942 aparece unamerican bar en medio de aquella abi-garrada ciudad marroquí repleta de hom-bres y mujeres de todas lasnacionalidades?

Basada en la obra Todos vamos alRick’s (Murray Burnet y Joan Alison),aquella memorable trama que consagra-ría a Bogart, a la Bergman y a As thetimes goes by, puede verse hoy, 57 añosdespués, como la prefiguración de lostiempos que corren; como la metáforade una época donde refugiados y per-seguidores, blancos y negros, borrachosy sobrios, militares y contrabandistas,amantes y tahúres, las derechas y lasizquierdas, los buenos y los malos, con-viven alegre y despreocupadamente eneste inmenso “Rick’s” que es el mundodel tercer milenio.

Poco importaba en el film de MichaelCurtiz que Europa se estuviesedesangrando en la mayor conflagraciónde su agitada historia, mientras las rule-tas del “Rick’s” giraran, Sam entonase

una canción para los enamorados, elpúblico sediento pudiese apurar tragosy estrenar elegantes modelos de altacostura. Y si las cosas se complica-ban; si la sangre de Peter Lorre man-chaba las impolutas alfombras delAmerican bar; si las fuerzas de un to-talitarismo oscuro clausuraban momen-táneamente el local de diversión, siemprequedaba el recurso de conservar en lamemoria aquella amable imagen, la delos nuevos aliados que se alejan entre labruma de un aeródromo fantasmal, pre-sagiando el inicio de una bella amistad.Casi como si nos estuviesen haciendoel cuento, 57 años antes, de lo que nohace mucho ocurriese en Kosovo.

¿Hasta qué punto el llamado “mundoglobalizado” de hoy constituye un fenó-meno absolutamente inédito en la histo-ria de la humanidad? ¿Basta para hacersemejante afirmación la simple enume-ración de rasgos distintivos extraídos,como ya se hace habitual, de las esfe-ras financiera, comercial y tecnológica?

Y aun suponiéndole estas peculiarida-des que se le atribuyen, ¿concedería estoel derecho a proclamar, como hacen atambor batiente sus atildados heraldos,que estamos asistiendo a una nuevaaurora de los tiempos, al arribo delMilenio prometido, a la encarnación, si-quiera, de un orden mundial natural ydeseable?

Los datos de la historia, hoy tan pococotizados como todo lo asociado con lamodernidad supuestamente moribunda,pueden deparar verdaderas sorpresas aquienes los estudien desafiando el ca-non postmoderno. El transgresor podráhallar, por ejemplo, que no hay nada

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nuevo bajo el sol cuando se toma poruna brillante originalidad globalizadoraa la imparable expansión del idioma in-glés y a su rotunda presencia en la es-fera de las comunicaciones, el comercioe Internet. Baste preguntar, ¿cuál erala lengua del imperio romano: la deRoma o la de los pueblos que conquistóbajo el pretexto de sacarlos de su bar-barie?

Tras el paso de las legiones romanasquedaban oficialmente eliminadas lasparticularidades lingüísticas de los pue-blos que se sumaban al mundoglobalizado de entonces: para vender ocomprar ánforas de vino; para estar aldía en las leyes que el senadosupranacional aprobaba y redactabapara obligatorio cumplimiento de todos,incluso de aquellos que no podían en-tenderlas; para entablar y ganar litigiosy ser considerado ciudadano de prime-ra, era obligatorio hablar, al menos, ellatín de mala ley de los legionarios,aproximadamente lo que ocurre ennuestros días.

El hegemonismo de la lengua del im-perio se extendió también, por reflejoy cálculo pragmático, a aquellas expre-siones alternativas y de resistencia quese le opusieron en alguna de las esferasde la vida social o espiritual. Fue unaespecie de latín globalizado el que reinódurante siglos en el seno de la IglesiaCatólica, lengua de las élites, de la lite-ratura sacra y profana, de los hombrescultos, de los comerciantes y leguleyos,de cartógrafos y cortesanos. Hasta quellegó la reforma.

Tendremos que esperar durante un pe-ríodo de tiempo relativamente largo a

que “la Reforma” nos saque las casta-ñas del fuego. Hoy por hoy, lo que sísabemos con certeza es que ningunaexpansión podrá eliminar la evidente vi-talidad de las lenguas nacionales y suprofundo rechazo a los hegemonismosde corte lingüístico. Mal que le pese aMicrosoft.

A fin de cuentas, se supone que viva-mos en el mejor de los mundos posiblesy se considera “políticamente correcto”que lo proclamemos.

Pero los hechos, tal y como lo vaticinóVíctor Hugo, son extremadamentecontumaces: a pesar de la CNN; delbuen gusto postmoderno, y de“Forbes”, lo cierto es que muy pocagente está satisfecha con el mundo enque vive. Aunque Antonio Banderassea su vecino.

¿Cómo aceptar el entorno, si para EmilCioran, nos pierde “La fascinación porlas cenizas”? ¿Acaso nos adentramosen el milenio prometido cuando nos ago-bia la “intemperie espiritual” a la que serefería Octavio Paz? ¿Y qué decir de“los dioses disueltos” de EugenioMontejo?... Y estas son, apenas, lasexpresiones refinadas y deliciosamentepoéticas que intentan sacarnos de lacomplacencia y la molicie tras la que,consciente o vergonzantemente, nosparapetamos para resistir el asedio delas crudas realidades del mundoglobalizado.

Se hace sumamente difícil intentar ana-lizar en un espacio de tiempo necesa-riamente breve el impacto que losprocesos de internacionalización delcapital han tenido sobre nuestra socie-

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dad finisecular, sobre sus relaciones cul-turales, sobre sus expresiones artísticasy literarias, sobre el hombre letrado ysobre el hombre de la calle. Pero valela pena hacerlo.

Si aceptamos que la globalización es unfenómeno económico y cultural, dondeninguna de estas facetas puede desli-garse de la otra y se presuponen en unasimbiosis mutuamente condicionante,podremos entender mejor el protago-nismo y los altos dividendos que apor-tan en nuestra época aquellas expresio-nes culturales o pseudoculturales queson privilegiadas y promocionadas porel canon postmoderno. Nunca antes, enla ya larga marcha de la cultura huma-na, se había presenciado tanto interésinstrumental del poder hacia lo que fue,tradicionalmente, el ghetto de los artis-tas, de los creadores y de la cultura. Ajuzgar por tan benevolente atención, siAmadeo Modiglianni, Vincent VanGogh, Oscar Wilde o Tolstoy fuesennuestros contemporáneos, no tendríanpreocupaciones diferentes a las de losimpuestos y los paparazzi.

A fin de cuentas, ¿qué es lo que se haglobalizado, aparte de este reciente yconmovedor cariño hacia las expresio-nes del arte y la cultura que dejan ga-nancias millonarias?

Eludiré los delicados eufemismos teóri-cos y los conceptos light, descafeina-dos y sin filo que llenan, con demasiadafrecuencia, las obras contemporáneasdedicadas al tema para intentar res-ponder a la anterior interrogante. Loque viene expandiéndose o interna-cionalizándose son las relaciones de pro-ducción capitalistas, conyunturalmente

triunfadoras y dominantes tras la estre-pitosa caída del muro de Berlín. Apro-vecho para acotar, de paso, que si bieneste suceso significó para Cuba la pér-dida de un espacio económico vital eimplicó el recrudecimiento del bloqueonorteamericano con un nefasto aumen-to de sus consecuencias para la Isla, estápor estudiar lo que propició a favor deldesarrollo de un pensamiento social pro-pio, libre de condicionantes externos, máscoherente con su Historia y el devenirde la nación cubana. A diferencia de loque ocurre con la globalización, estaría-mos aquí en presencia, no de un daño,sino de un beneficio cultural colateral.

Y ya que hablamos de internaciona-lización del capital, y muy especialmen-te de sus relaciones de producción, nopuedo escapar a la tentación de darle lapalabra a uno de los más profundos ylúcidos expertos en estos temas, unhombre cuyas opiniones siempre fueronescuchadas por los capitalistas de to-das las épocas, formando parte susobras de los programas académicos devarias generaciones de empresarios delmundo, Carlos Marx, quien escribió hace151 años:

Espoleada por la necesidad de darcada vez mayor salida a sus produc-tos, la burguesía recorre el mundoentero. Necesita anidar en todas par-tes, establecerse en todas partes,crear vínculos en todas partes [...]Las antiguas industrias nacionaleshan sido destruidas y son destruidasconstantemente [...] Se establece unintercambio universal, una interde-pendencia universal de las naciones.

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La aceleración de estos procesos nopuede verse desligada del origen y elfuturo del sistema en cuyo seno tienelugar. Hablemos entonces de los dañoscolaterales que el capitalismo globalizadoha infligido a la cultura humana, porquesobran las publicaciones, los foros ylos soros que no cesan de alabar susbondades.

Lo primero que ha provocado estamundialización económica es el surgi-miento de un nuevo tipo de industria,quizás la más rentable y exitosa delmundo postmoderno: la industria del pen-samiento único. Para que nadie dude delcarácter muy bien definido de sus pre-supuestos teóricos, vale la pena decirque quedan abolidos por decreto o seponen al margen de la nueva ley mo-lestos conceptos y hasta ciencias comola historia, el progreso, las ideologías,las luchas de clase, el pensamiento crí-tico, la militancia política, la justicia so-cial y la solidaridad entre los sereshumanos. Ha faltado sólo, para des-pedir a estos incómodos fantasmas delpasado, la celebración de fastuosos fu-nerales kitsch con limousinas ymarines.

Pero lo genial de esta producción ideo-lógica en serie es que sus fronteras ylímites son invisibles, no se sitúa en opo-sición a nada o a nadie, es capaz de re-ciclar, a su favor, todo lo que se le opone,y al otorgar funciones de censor eficien-te e insobornable al mercado, logra cum-plir el sueño de cuantos censores hansido: anular la capacidad de protesta yrespuesta de los censurados. Cualquiersemejanza con la actual dictaduraneoliberal en la producción y el comer-cio mundiales no es pura coincidencia:

La producción intelectual de una na-ción –escribía al respecto Marx– seconvierte en patrimonio común detodas. La estrechez y el exclusivis-mo nacionales resultan de día en díamás imposibles [...] Merced al rápi-do perfeccionamiento de los instru-mentos de producción y al constanteprogreso de los medios de comuni-cación, la burguesía arrastra a lacorriente de la civilización a todas lasnaciones, hasta las más bárbaras [...]Obliga a todas las naciones, si noquieren sucumbir, a adoptar el modoburgués de producción, las constri-ñe a introducir la llamada civilización,es decir, a hacerse burgueses. Enuna palabra: se forja un mundo a suimagen y semejanza [...]

Los aspectos “civilizatorios” del capitalglobalizador son, en rigor, una estafamonumental para los países subdesarro-llados del planeta: no se les facilita elacceso al desarrollo, pero se les bom-bardea constantemente con modelos devida y consumo que sólo alcanzará unaélite local privilegiada. Más de dos ter-ceras partes de los seres humanos queviven hoy sobre la Tierra quedan antesus televisores como el perro de Pávlov:excitados hasta límites inconcebibles yprivados de poder satisfacer sus deseos.¿Tendrá esto algo que ver con el augede la violencia en las sociedades huma-nas?

La extraordinaria complejidad de losproblemas del mundo actual donde con-viven naciones y capas de la poblaciónde un mismo país en estadios y hastasiglos diferentes y distantes entre sí,desmiente la conveniencia de aplicarfórmulas de pensamiento único a la bús-

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queda de soluciones a dichos problemas.No se ha caracterizado la globalizaciónpor el respeto a la pluralidad de las cul-turas ni de las ideas; tampoco por la pro-moción de los aportes más auténticosdel quehacer humano. La conformaciónde una cultura de masas con rasgoshomogéneos, carentes de toda referen-cia concreta y crítica hacia los proble-mas de la realidad; con componentessupranacionales estáticos que serecombinan constantemente; con ape-laciones incesantes al individualismo yal consumo, a la competencia implacableentre los hombres, anula en la práctica unabuena parte de las potenciales virtudes cul-turales de la era en que vivimos.

En medio de un panorama como el quese describe, ¿qué espacio queda para lotranscendente, para las abstraccionesfilosóficas o teológicas, para los sueñosy las utopías? ¿Será capaz la sociedadcontemporánea de tolerar el discurso deZaratustra en medio del jolgorio de laferia o le volverá a pedir que deje librela tarima para que puedan actuar los sal-timbanquis y titiriteros?

Se hace difícil responder con certeza atales interrogantes. Por lo pronto, unaparte de esta ecuación quedó despeja-da hace ya muchos años y fijada paraquienes quieran oír las siguientes pala-bras de Marx:

Dondequiera que ha conquistado elpoder, la burguesía ha destruido lasrelaciones feudales patriarcales,idílicas [...] Ha ahogado el sagradoéxtasis del fervor religioso, el entu-siasmo caballeresco y el sentimen-talismo burgués en las aguas heladasdel calculo egoísta [...] Ha hecho de

la dignidad personal un simple valorde cambio [...] Ha sustituido las in-numerables libertades escrituradas ybien aseguradas por la única y des-almada libertad de comercio. En unapalabra, en lugar de la explotaciónvelada por ilusiones religiosas y polí-ticas, ha establecido una explotaciónabierta, descarada, directa y brutal.

El desparpajo rayano en cinismo con quese proclama “que todo vale” en las so-ciedades modernas, ha eliminado virtual-mente las fronteras éticas entre el bieny el mal que siempre fueron, de por sí,precarias. En medio de esta regresiónque nos ubica virtualmente en épocasanteriores a la ley de Moisés, no debesorprender a nadie que la pornografíainfantil, la venta de órganos humanospara trasplantes, el comercio de la dro-ga, las armas y el trafico ilícito de emi-grantes, entre otras iniciativasempresariales, puedan desarrollarse casiimpunemente y sin una sanción moralefectiva. No en vano, como señala eleconomista cubano Osvaldo Martínez:

[...] mediante un monólogo del pen-samiento único se ha logrado que lasvíctimas piensen igual, en los mismostérminos, que los victimarios [...] Sehan llegado a separar los conceptosde buen estado de la economía ybienestar de la población [...] Seaceptan como normales tasas dedesempleo que hubiesen escandali-zado a Adam Smith, David Ricardoy Keynes (8, 9, 10% y más) [...] Esla primera vez en la historia del pen-samiento económico y social que seproclama abiertamente a millones deseres humanos, como por ejemplo,casi toda el África Subsahariana

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como sobrantes y carentes de senti-do o futuro en la economíaglobalizada actual.

Al menos es la primera vez que se ha-cen tan despiadadas declaraciones,agrego yo, en años posteriores al Holo-causto y la Solución final.

Cuando en una época se necesita ense-ñar lo obvio, volver a demostrar lo apren-dido y repetir lo dicho, surge laposibilidad de que el pensamiento co-mience a girar en círculos sin hallar lasalida del laberinto. Esto, precisamente,es lo que esta ocurriendo.

Junto a la memoria histórica nada ha sidomás sañudamente combatido en estostiempos que los paradigmas, los valoresy la legitimidad social de elaborarlos.Porque si una sociedad es capaz de plan-tearse la necesidad de trascender suscircunstancias concretas y cotidianas;si elabora modelos de futuro; si susparadigmas son de general o acaso ma-yoritaria aceptación por parte de impor-tantes sectores de la población, estotendría un significado doblemente heré-tico e inadmisible para el pensamientoúnico globalizado y globalizador: en pri-mer lugar, denotaría la necesidad denegar una sociedad como la actual quese piensa a sí misma perfecta y eterna;en segundo lugar, abriría una pequeñabrecha por donde podría penetrar elnefasto virus de la cohesión social, dela solidaridad y colaboración entre loshombres.

Pero no nos engañemos: la descalifica-ción de valores y paradigmas es sólo unode los tantos espejismos de la hora. Lassociedades contemporáneas no han po-

dido librarse de esta condición históri-ca: artículos de fe ideológica de ranciaestirpe y otros de nuevo cuño inundanhoy los medios de comunicación delmundo postmoderno; ¿qué son, sino, losargumentos doctos y pontificios sobreel carácter absolutamente benéfico delas leyes del mercado; la incapacidaddel Estado para participar en la direc-ción eficiente de la economía; la irresis-tible propensión de los pueblos del TercerMundo a la corrupción, el desorden y laviolencia; la insuperable belleza deClaudia Schiffer, la valentía de Stalloney la capacidad nutritiva de lasMcDonalds?

El arte de pensar en un mundo de pen-samiento único entraña peligros para lospensantes; no precisamente peligrosfisicos (que también los hay), sino aque-llos que se derivan de aceptar o recha-zar las suculentas oportunidades que sele presentarán. El imperio del pensa-miento globalizado no admite ni toleramartirologio, lección aprendida por to-dos los poderes de la tierra hace másde dos mil años. Ahora, más que adver-sarios se necesitan cómplices: ya las pá-ginas de los más reputados órganos deprensa, las cátedras, no estarán veda-das a quienes puedan disentir, mientrasno intenten cometer un crimen de lesamajestad, el más nefando de los peca-dos que puedan cometerse en nuestrosdías: intentar pasar de las ideas a loshechos políticos.

La extrapolación de lo académico a to-das las esferas de la vida humana, laglobalización de lo literario en detrimentode otros ámbitos de las cienciashumanísticas conforman un panoramasumamente glamoroso y cómodo que

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descalifica e invade, que domestica alotrora mundo fronterizo de lacontracultura, de los antiguos reductosresistentes al sistema. La extraordina-ria capacidad recicladora de las contra-dicciones sociales y culturales queostentan hoy empresas como Benetton,es también apreciable cuando exponen-tes ideológicos son contratados para ab-jurar en público de sus antiguasconvicciones; cuando se les exhibe ypromociona jubilosamente, en el mejorestilo didáctico con que los emperadoresromanos se rodeaban de los reyes y prín-cipes bárbaros vencidos por sus legiones.

No hay nada que pueda reportar mayo-res dividendos a estas formasinvertebradas y reptilíneas (que es exac-tamente el antónimo de rectilíneas) depensar globalizado, que la aleccionadoraimagen de esos intelectuales, ayer in-cendiarios y hoy bomberos, ocupados enla piadosa tarea de entretener a losyuppies o de cebar la nostalgia delos veteranos de Woodstock o del Mayofrancés con arrullos de Foucault oDerridá; con citas brillantes de Kundera.

Es una respetada y sabia ley económi-ca aquella que apunta contra las aspira-ciones monopólicas de cualquier signo.Esta antigua verdad, no suficientemen-te practicada por los sistemas políticosconocidos, fundamentaría la necesidadde democratizar los procesos globaliza-torios, y de forma apremiante, de aque-llos que transcurren en la esfera delpensamiento y la cultura. Porque lo queprima hoy en las relaciones entre cultu-ras es la soberbia, el avasallamiento yel irrespeto de los más ricos hacia losmás pobres: lo demás es filantropía.

El aleccionador espectáculo que pre-senciamos cuando se produjo la repar-tición del botín cultural y de los signoscomunicantes que identificaban a las so-ciedades socialistas de la Unión Sovié-tica y de otros países de Europa delEste, por parte de sus enconados de-tractores de las vísperas, demuestra lopernicioso de las actitudes oportunistasy pragmáticas en el terreno cultural ycómo pueden manipularse, en un solosentido, las relaciones interculturales.Allí donde se decía hasta la saciedadque el Realismo Socialista no había apor-tado nada a la cultura universal, se pro-dujo una verdadera carrera por comprartodo lo que pudiese ser cargado, trans-portado, empaquetado y exhibido: unverdadero diluvio de banderasondeantes, rostros de obreros, brazos ytorsos curtidos en el trabajo, reclamosde solidaridad para los humillados yofendidos del sistema, pronto cubrieronlos video-clic, los anuncios publicitarios,las portadas de las revistas y todo tipode souvenirs. Vaciados de su originalsignificado, sacados de su entorno, ta-les signos devinieron en una especie depiel de oso disecada para decorar lasmansiones y asustar a los niños. Nadamás.

En honor a la verdad, la culturaglobalizada actual no es ni podría ser di-ferente pues tiene los límites del siste-ma que la engendró. Cuando seleccionaférreamente sus elementos culturales lohace excluyendo todo lo que pueda sig-nificar memoria histórica, verdaderaparticipación, democracia e identidad.Se excluyen también los fermentospopulares o revolucionarios que tan mo-lestos resultaron ser en el pasado. De

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hecho, la nueva cultura globalizada halogrado, con la castración del pensa-miento crítico y la banalización de larealidad, la construcción de una espe-cie de mundo virtual, tan irreal como laeconomía noeliberal donde segúnOsvaldo Martínez:

[...] por cada dólar surgido de la eco-nomía real hay entre 30 y 50 surgi-dos del mercado financiero [...]donde aumenta de día en día la es-peculación, esa tendencia a una eco-nomía más parasitaria, pues elcrecimiento económico real cede sulugar a la llamada “burbuja financie-ra” o crecimiento desmesurado delcapital especulativo que convierte ala economía mundial en una graneconomía de casino.

La fórmula cultural en boga es sencilla:se mezcla lo ahistórico, lo supuestamen-te mundial, que no pasa de ser, en reali-dad, la cultura de una parte del mundooccidental desarrollado, con lodescontextualizado, lo conservador ylo inofensivo, o sea, lo carente de todaarista problematizadora. Se confunde eltalento con la fama, y desde esta ópti-ca, más famoso puede ser el vestido dela Lewinsky y el desnudo de Lecquioque La capilla del hombre deGuayasamín. Y por si fuese poco, paraestandarizar el pensamiento se empie-za por aplanar el lenguaje: ahora lasguerras son “acciones humanitarias” ylos muertos con bombas y misiles inteli-gentes son “daños colaterales”.

La actual y evidente decadencia delpensamiento social; el rechazo atodo concepto que designe la realidadconcreta; la renuncia a explicar el mun-

do para no tener la molesta y ardua mi-sión de transformarlo; la pérdida de vín-culos con los problemas del hombre real,o sea del hombre no literario, del hom-bre de carne y hueso que no entiendede cinismos ni de genialidades irónicas,que sufre, vive y muere, a veces sinconocer a su vecino, pero que siguesiendo tan social, por naturaleza, comolo fue en el Siglo de las luces, y la orgíade autodestrucción en que se halla su-mida la Filosofía, que hoy sirve a los sig-nos antes que a los seres humanos,confirman el acabado, la envoltura, deeste mundo tan atractivo por fuera y tanBlade Runner por dentro.

En realidad, lo fascinante de vivir en el“Rick’s” es que es el lugar del universodonde menos se cumplen las profecíasy las maldiciones; donde los giros ines-perados de la propia vida desmienten aaquellos que creen en la digitalizaciónde las contradicciones sociales, en sureducción a formatos manuables. Aun-que no encaje en los diseños del mundoglobalizado, ni en su cultura, lo cierto esque se acaba de pulverizar a media Yu-goslavia, a niños, ancianos, mujeres,monasterios, museos y bibliotecas, mien-tras Roberto Benigni enseñaba a loshombres a ganar un Oscar y a exorci-zar con la carcajada todos los sufrimien-tos, incluso aquellos que se generaronen los campos nazis de exterminio.

Ilusiones semejantes han durado muypoco en el convulso mundo que alguiennos reservó como espacio vital. Y tanfugaz como la genial carcajada deBenigni ha resultado “el fin de la histo-ria” del algo menos genial FrancisFukujama; porque el triunfo de HugoChávez en Venezuela, las hambrunas en

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África, la prisión de Pinochet, el ascen-so arrollador del Congreso NacionalAfricano de Mandela, la devolución delCanal de Panamá, la tenaz luchadel pueblo cubano por preservar su so-beranía, sus conquistas, y la solidaridadmundial que suscita esta resistencia, sonelocuentes indicadores de que la visióndel mundo quietista, piadosa, crédula,globalizadamente puritana y puri-tanamente conservadora se muestra vir-tual cuando la testaruda historia, con suspasiones, guerras, muertos y sufrimien-to de verdad toca a su puerta.

Los daños colaterales de la globalizaciónen el terreno cultural no son irreversiblesni eternos. Ninguna relación cultural escarretera de una sola vía, ni el subdesa-rrollo económico genera automáticamentesubordinación cultural. Esto hace aun másinteresante la vida en el “Rick’s”: todoslos finales son posibles en este remakedel cual somos ahora actores los hombrey mujeres de la Tierra.

Ni siquiera el mundo globalizado puedeprescindir de un pensamiento socialauténtico y profundo, de una cultura deesencias y no de apariencias: condenadoa multiplicar sus ganancias con tanta ra-pidez como las dilapida, y de manera es-pecial a elevar constantemente el nivelcualitativo de la fuerza técnica, se haceimposible deslindar y mantener en es-tancos paralelos, inconexos, el pensa-miento tecnocrático y el pensamientopolítico-social. Llegado a este puntocomienzan a empequeñecerse los efi-caces auxilios que la pasión por el de-porte, las formas infinitas del ocio y elconsumo brindan a estos fines.

Potencialmente hablando, nunca antestuvo ante sí la Humanidad tantas opor-tunidades de ser feliz como en vísperasde este nuevo milenio. La tecnología, elcomercio, las comunicaciones, los avan-ces médicos, el arte y la cultura, todo lologrado hasta el presente bastaría parahacernos plenos y buenos, hermosos yjustos. ¿Por qué sentimos una sensaciónde frío y desamparo, de intemperie ycansancio cuando nos preguntamos sisomos así realmente?

En 1922 el poeta mexicano JoséGorostiza escribió para nuestro presen-te, para la sensación que nos envuelveen este mundo globalizado, una especiede plegaria, una de sus “Canciones paracantar en las barcas”:

La barca morena de un pescador,cansada de bogar,

sobre la playa se puso a rezar:

de esta conjunción ha de surgir un or-den eterno e inamovible, cuyo preludioes la época en que vivimos, bien sabe-mos ya que basta un fraile dominico em-pecinado para agrietar los muros yenviar a Yuste, con su vajilla de plata ysu corte de sirvientes, a tanto aspirantea emperador postmoderno.

¿Quién quita que allá puedan montar lasruletas, las luces de artificio y lasescenografías, hollywoodenses del“Rick’s”, para dejar, al fin, vivir tranqui-los a los hombres en un mundo más jus-to y mejor?

Falta que hace.

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El balcónvacío (Notassobre laidentidadnacional afin de siglo)

José Manuel del ValAntropólogo mexicano

0.– Abre el balcón...

Dentro del documento base elaboradopara este coloquio, con gentileza, se mecita como representante de las tesis“yuxtaposicionistas”. Nunca me ha he-cho feliz ser clasificado. Dicho esto, deboreconocer que el esfuerzo tipológico, sibien parcialmente, va en el sentido co-rrecto.

En anterior trabajo intenté mostrar quecuando reflexionamos en torno a la iden-tidad tendemos a construir un edificioanalítico en el cual desaparece la com-plejidad identitaria y sus niveles (el indi-vidual, el familiar, el de banda, el decolonia, de ciudad, de región, de país,de clase, de ocupación, de adscripciónreligiosa, política, el nacional, etcétera)a expensas de escoger sólo uno de esosniveles o aspectos posibles, asunto porsupuesto legítimo pero no lo es tanto, sino rescatamos la articulación y subor-

dinación estructural del nivel escogido,al conjunto global de interaccionesidentitarias.

El objetivo central de ese trabajo era elde señalar la ausencia de metodologíasexplícitas que permitieran una discusiónrazonada de alternativas analíticas paraabordar de manera práctica la investi-gación sobre las identidades que se rea-lizan con intención diversa, a lasdescripciones etnográficas y a los mo-delos cuantitativos.

Señalaba en dicho trabajo que si bien espertinente escoger cualquier nivel o com-binación identitaria como motivo de aná-lisis, deberíamos tener en cuenta que elnivel o combinación elegido es parte deun sistema de relaciones entre camposy niveles identitarios y en consecuen-cia, no podemos prescindir de recono-cer la red de las identidades como marcogeneral de referencia.

Como bien sabemos, cualquier nivel,aspecto o campo de la identidad debecomprenderse y concebirse como unarelación social y no como un hecho dado.Debemos reconocer asimismo que di-cha relación social se encuentra entransformación permanente y por lo tan-to las identidades no son atributos in-confundibles y siempre visibles, salvo enmomentos y circunstancias específicaso en los casos que implican marcas de-liberadas.

Afirmaba en dicho texto que la identi-dad emerge y se manifiesta como res-puesta a una interpelación concreta enmomentos específicos; por esta razónes que la caractericé como virtual, yen consecuencia indicaba que a la com-

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plejidad identitaria que deseamos anali-zar hay que incorporarle necesariamenteel análisis del contexto en el cual dichaidentidad es exigida a manifestarse, asícomo las características del agente queprovocan la manifestación.

Hasta el momento no he tenido accesoa trabajos que pudieran refutar o pro-fundizar esos planteamientos, la mayo-ría de los trabajos que he podido consultarson o trabajos cuantitativos, o ensayosen los cuales la identidad no es el objetodel análisis, sino un término referentepara otros temas: indígenas, mujeres,política, sexualidad, etcétera, o la máscomún: ensayos históricos de largo alien-to de construcción y crítica de la identi-dad nacional.

En fin, veo la identidad, como un proce-so que denominaría de sincretismo di-námico referencial, más que comoresultado de yuxtaposiciones de nivelesy campos.

1.– Los balcones de la identidad

Desde Heisenberg sabemos que la po-sición del observador con respecto a unfenómeno dado modifica necesariamen-te la observación del fenómeno elegido.En mayor medida esto es así, si nuestro“lugar” de observación se ubica en elprecario balcón de las llamadas huma-nidades. Y esta distorsión será todavíamás aguda y evidente si el investigadores parte del grupo social cuyo fenóme-no o proceso ha escogido investigar.

Esta circunstancia, más que ser una li-mitación insalvable, debe ser un requi-sito epistemológico y ético al quedebemos dar respuesta de manera sufi-ciente.

Estas consideraciones han sido para míuna fuente constante de inquietud y re-flexión, no sólo por mi peculiar condi-ción identitaria y su previsible influjo enmi análisis, sino y en mayor medida, porla ausencia absoluta de esta preocupa-ción o reconocimiento, en las reflexio-nes y textos sobre la identidadelaborados por mexicanos.

Como la mayoría de ellos son académi-cos, literatos o ensayistas de reconoci-do prestigio e inteligencia, me hepreguntado siempre el porqué de estaobvia elusión: ¿será por pudor, será porsoberbia? No lo sé.

Reflexionar sobre la identidad propia essin duda la mas filosófica de las pre-guntas que nos podemos hacer. Ese¿quién soy y para qué soy? que inaugu-ra toda inquisición sobre el hombre engeneral o sobre cualquier tipo históri-co particular de hombres, no es asuntomenor y debe encararse con el más altogrado de honestidad intelectual posible,en mayor medida si el objetivo de nues-tras disquisiciones tiene pretensionesmoralizantes o como se dice actualmen-te críticas.

El punto es que cuando un mexicanointenta realizar una reflexión y análisisen el campo de la identidad nacionalmexicana debería informarnos desdedónde se habla, qué tipo de mexicanose considera él, así podríamos conocerel grado de distorsión previsible en susplanteamientos y las alternativas me-diante las cuales realiza sus correccio-nes epistemológicas heisenbergianas.

A estas alturas la reflexión crítica sobreel quehacer científico resultaría pueril, así

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como apelar o defender una supuestaobjetividad o neutralidad del sujeto in-vestigador. En el caso nuestro, en el cualprácticamente estamos desarrollandouna reflexión introspectiva el asunto esmás grave ya que, la ausencia de cual-quier consideración al respecto, indica-ría tal vez, el ejercicio de una especiede simulación o cinismo epistémico.

2.– Ventilar la nación

Me temo que esta ausencia o sesgo enla reflexión sobre México y el mexica-no no es exclusiva de la ensayística psi-cológica, filosófica, etnológica o literaria,sino que con formas diversas afecta ala totalidad de las construcciones ideo-lógicas que sustentan el edificio históri-co de nuestra nacionalidad.

Notorio y reconocido es el papel cen-tral que la historia y la etnología handesempeñado en la construcción de lanación mexicana. Estas han sido una delas herramientas (debería decir armas),más eficaces con las que ha contado elestado nacional en su difícil, atropella-da y contradictoria constitución.

En muchos momentos de nuestra histo-ria, aquellos en los cuales peligraba laexistencia de la nación misma, el con-junto de discursos que fundamentabany justificaban la existencia de México,constituían las armas más poderosas delas que se podía echar mano; tal vez lasúnicas.

¿Quien podría entonces haber exigidoobjetividad y crítica a esos fundamentos?

Hoy la mayor amenaza para la naciónsomos nosotros mismos, en particularaquellos para los cuales tal concepción

y práctica de la identidad se ha conver-tido en bastión inexpugnable para per-petuar su poder económico, político ocultural hoy amenazado.

Tal vez ha llegado el momento de que elconjunto de nuestras disciplinas huma-nas inicien el recorrido crítico yautocrítico de nuestra peculiar construc-ción como nación.

La sociedad mexicana avanza y se de-mocratiza; el discurso histórico-políticosobre la nación y el etnológico-filosófi-co sobre el mexicano no deben ser yaun apéndice de las necesidades coyun-turales del gobierno en turno. Su histó-rica dependencia justificada por la“necesaria unidad nacional frente a losacechos del exterior”, metáfora que dis-fraza la imposición, de un solo proyectoy perspectiva, es hoy, a todas luces in-aceptable.

Este fin de siglo la sociedad mexicana,los mexicanos, exigimos un nivel de se-riedad, honestidad y compromiso mayoren la investigación y en la reflexión, quesea capaz de dar respuestas a este pue-blo diverso y dramáticamente desigual,que nos permita vislumbrar y aspirar aun nuevo horizonte de vida, a un nuevoproyecto nacional que tendrá necesa-riamente que ser el producto de una ver-dadera refundación nacional, en la cualuna nueva historia y etnología de Méxi-co, e indudablemente una nueva re-flexión filosófica, son la condición sinequanon.

Trato en las líneas que siguen de señalaralgunos aspectos; señalo sólo algunos sinpropósitos jerárquicos que considero re-levantes y están poco discutidos en esta

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tarea obligatoriamente colectiva de re-pensar los caminos para la reformulaciónde la identidad nacional.

Son fragmentos en estado de elabora-ción de un trabajo de largo plazo quequisiera compartir con ustedes en estecoloquio.

Tratando de ser congruente con lo afir-mado anteriormente y esperanzado en lareciprocidad de mis interlocutores, elegíde manera exploratoria para esta reuniónuna forma de discurso en la cual mi ubi-cación identitaria como proceso, más queocupar un apartado especial al principio,será el hilo conductor de la reflexión ge-neral, una especie de voz en off, que mepermita desenvolver algunos de los ele-mentos que a mi juicio deben caracteri-zar una reflexión completa o “densa” siasí se le quiere denominar.

Apelo a su tolerancia e indico que laspartes que tienen que ver con mi bio-grafía van en letras cursivas.

3.– La identidad en el closet

La búsqueda obsesiva de una explica-ción (los intentos de construcción ha-bría que decir) del “ser del mexicano”,que pueda expresar sintéticamente y demanera comprensiva, el alma de nues-tra identidad como pueblo nacional y suscaracteres básicos y conflictos consti-tuyentes, ha concluido siempre, en es-tereotipos de mexicanos, más cercanosa la caricatura de un sector o grupo quea un nunca suficientemente demostra-do, arquetipo transhistórico.

En este siglo el formidable impulsoregenerador de la revolución puso en lamesa de discusión el tipo de país que

queríamos ser y el tipo de habitante quedebería ser el mexicano.

Desde las llamativas y racistas propues-tas de José Vasconcelos en su Razacósmica en 1925, pasamos a una re-flexión más ponderada y académica enla obra pionera de Samuel Ramos, Elperfil del hombre y la cultura enMéxico, en 1934, y de ahí, al luminosoensayo de Octavio Paz, El laberinto dela soledad, en 1949.

La refrescante obra pedagógica y filo-sófica de José Gaos en la Facultad deFilosofía de la Universidad Nacional ani-mó a un brillante grupo de estudiantes ala constitución del grupo “Hiperión” queadoptó el tema del mexicano como nú-cleo central de su reflexión, producien-do en unos cuantos años una abultadacolección de textos, sobre “México y elmexicano”, desde diversos ángulos yperspectivas.

Como cohete de fiesta, la discusión so-bre el mexicano, subió velozmente a lasalturas, estalló en una cincuentena delibros diversos y multicolores, y con lamisma rapidez se desvaneció en silen-cio. En sólo seis años de 1949 a 1954parecía haber quedado saldado el asun-to de la identidad del mexicano.

Sin embargo, con cierta regularidad noexenta de significación, aparecen revi-siones críticas como la inteligente, in-formada y exhaustiva de Roger Bartraen su Jaula de la melancolía de 1987y su posterior Oficio mexicano, de 1989o, nuevas interpretaciones desdenovedosas perspectivas como el premo-nitorio y no bien comprendido todavíaMéxico profundo, de Guillermo Bonfil

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de 1989. No obstante, la discusión no havuelto a alcanzar la generalidad e inten-sidad que logró a final de los años 40.

La biografía de esta discusión es en símisma ilustrativa del significado deltema, los momentos, los participantes ylas perspectivas adoptadas dan cuentade la relación puntual que esta reflexióntiene en la evolución política de nuestropaís y el reiterado ciclo de esperanza-desesperanza que envuelve a la culturamexicana.

Cualquier revisión de la ensayística so-bre el tema pone en evidencia una ten-sión permanente. Una tensión que nosilustra de la existencia de un evidentedesgarramiento: el de un mexicano, sies el caso, que analiza y reflexiona so-bre “los mexicanos”, con los cuales pa-rece no identificarse, en los que no sereconoce y con los cuales no parececompartir ninguna de las trágicas o có-micas situaciones y características quedescribe y analiza y a través de las cua-les, ese supuesto mexicano genérico,queda dibujado.

Dicha “fisura psicológica” irremediable-mente presente en los textos de los teó-ricos de la mexicanidad de manera ligeray poco clara le es imputada por dichosteóricos, a la cultura mexicana, se leseñala como su condición estructural.Se le encuentran o inventan sugestivasraíces, y algunos se dan el lujo de reco-mendar supuestos remedios.

El más mexicano y cosmopolita de nues-tros intelectuales de este siglo cinceló enprosa magistral el perfil de un estereoti-po de mexicano: el mexicano emigranteen los Estados Unidos, el “pachuco”. Lo

convirtió en el tipo ideal “extremo” delmexicano, lo encerró en un laberinto debellas y contradictorias metáforas y me-diante sutiles descripciones lo condenóa la infinita soledad.

Ningún mexicano que lee el texto sereconoce verdaderamente en el perso-naje creado, no obstante, todos, o nos re-conocemos parcialmente en algunos desus comportamientos, o los hemos vistoen alguien muy cercano.

Pero, ¿y él, el autor del libro? tambiénmexicano, tan típicamente mexicano omás que el fronterizo pachuco ¿no existeen su supuesta comprensión y descrip-ción del ser mexicano?

Esta permanente tensión entre el mexi-cano que somos y que nos negamosponer en evidencia, y que suponemos,nos separa abismalmente del mexicanoque describimos, subyace pesadamen-te en nuestras reflexiones limitando lacomprensión y sesgando los análisis quederivan en imaginativas hipótesiscausales, definitivamente inconsistentes,tan pueriles como aceptadas, y tan frá-giles como reiteradas.

Un ejemplo paradigmático de ellas ra-dica en la tópica explicación que ubicael malestar de nuestra cultura en nues-tra incapacidad de articular armoniosay definitivamente las dos tradiciones alas que se apela comúnmente como raí-ces de nuestra nacionalidad: la indígenay la española.

Este tópico y su reiteración, es fuentecíclicamente de ríspidos debates quedesgarran y enemistan a nuestros inte-lectuales. Por un lado los que no com-

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prenden cómo un suceso de hace másde 500 años puede ser significativo ac-tualmente, y por el otro los que aceptanpero no explican, cómo es que puedetener vigencia. Dicha pseudopolémicaha cumplido una función ejemplar alservicio de intereses no del todo claros.De entrada ha contribuido a eludir unadiscusión seria y rigurosa sobre la es-tructura profunda de nuestra diversidady desigualdad cultural, su historia y susimplicaciones y en consecuencia ha co-laborado en retrasar casi un siglo nues-tro arribo a una forma de culturanacional plenamente democrática.

Abundaré en este asunto más adelante.

4.– Por los balcones del Anáhuac

Me asomo al balcón: soy hijo deexilados españoles; refugiados lesgusta denominarse. Un padre caste-llano de Valladolid y una madre cata-lana de Barcelona. Él, mi padre,arribó a México en el “Sináya” pri-mer navío cargado de emigrados es-pañoles que llegó a Veracruz a finalesde 1939. Marea roja que todavía re-cuerdan los ancianos en los portales.

Mi madre tuvo que esperar a que sedisciparan los humos de las explosio-nes atómicas y llegó a finales de 1945.

Yo nací en el Distrito Federal (pre-fiero decir Anáhuac por cuestión es-tética) lo cual fue indudablementeuna ventaja, ya que el D.F. es unaregión de arribazones.

Es decir, un lugar en el cual históri-ca y persistentemente la mayoría delos oriundos tienen padres o a los

abuelos, que llegaron, y siguen lle-gando de otros lugares, unos de máslejos que otros, de dentro y de fueradel territorio nacional.

Es decir soy lo que de diversas ma-neras y con diversa intención se de-nomina un “chilango”.

El que esta cuenca de lo que fue un sis-tema de lagos sea un lugar de arriba-zón, y asentamiento definitivo, desdemucho antes de la llegada de losmexicas, la constituye en un espacioprivilegiado para el ejercicio de la iden-tidades y por supuesto para el análisis yla reflexión.

Comprendo en este caso como “ejerci-cio de la identidad” al conjunto múltiple,pero no infinito, de estrategias simbóli-cas y prácticas que se han puesto, seponen y se pondrán en práctica durantemilenios, los pueblos, los grupos, las fa-milias o los individuos, para arraigarseemocional, económica, y políticamenteen un espacio geográfico nuevo y des-conocido, en un proceso permanente deconstrucción y reconstrucción.

El ejercicio constante de la identidad enel Anáhuac producto de la continua arri-bazón de gentes, ha sido minimizado enlos análisis, por supuesto se han señala-do las migraciones, pero nunca se lesha otorgado el peso específico adecua-do en el análisis.

Es “sintomático” que todavía se pienseen el fenómeno de la migración comoun hecho aislado, fuera de lo común,como un accidente, cuando en la prác-tica, ha sido y es un proceso social, eco-

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nómico, cultural y político constitutivo dela historia y la condición humana.

Son contados los mitos fundadores queno apelen a una partida, una llegada o eldesplazamiento mismo, como origen deuna cultura.

Por ejemplo, en nuestro caso, ¿qué ca-racterización puede ser más precisa yadecuada para el lábil concepto deMesoamérica que concebirlo, entender-lo y explicarlo como un campo migra-torio? es decir, un espacio delimitadogeográficamente, por razones de ordendiverso y con variaciones significativasen el tiempo, pero que al interior del cualse construyeron y reconstruyeron lospueblos indios de México en movimien-to perpetuo.

En nuestro entrañable Anáhuac ha sidotan constante, sistemático y diverso esteproceso que probablemente sea un caso,con méritos suficientes, como para in-tentar el esfuerzo de construcción con-ceptual de un “tipo ideal” weberiano.

Probablemente esta conjunción complejay no bien caracterizada de circunstan-cias, es la que ha inducido a muchos co-legas que han reflexionado sobre Méxicoy el mexicano a confundir esta “condi-ción estructural identitaria de arribazón”,específica de los habitantes de la cuencadel Valle de México, como la condicióngeneral de todos los habitantes en nues-tro actual territorio, generalizándola im-plícita y alegremente al conjunto múltipley extremadamente diverso de formas po-sibles de ser mexicano.

Esta sistemática elusión analítica de ladiversidad constitutiva de nuestro país,

si bien simplifica enormemente las des-cripciones, también falsifica sus conclu-siones. Por lo general el mexicano “tipo”resultante en los estudios es un recipien-te de características contradictorias dediversos tipos de mexicanos, a la mane-ra de Mary Shelley construimos un ver-dadero Frankenstein nativo.

Este estereotipo es entonces enjuicia-do y victimado por su autor y es cuando“el mexicano” nos aparece como un serinconcluso, un ser inacabado, un ser entransición.

¿Y hacia dónde es esa transición, sepregunta uno? La respuesta es una sola:hacia un tipo de mexicano deseado, ex-plícita o implícitamente que en la mayo-ría de los casos tiene un sospechosoparecido con el autor del ensayo.

Es entonces que nos aparece ese desti-no inefable que algunos convirtieron endestino trágico y en magna tarea del Es-tado nacional: la construcción del soli-tario mestizo.

Uno de los más grandes antropólogosde este siglo, Gonzalo Aguirre Beltránse ufanaba afirmando que losantropólogos mexicanos habíamos cum-plido la tarea de “convertir al mestizoen el símbolo étnico de la identidad na-cional”.

Continúo conmigo; mi apariencia fí-sica se constituyó en una marca per-manente que establecía unadiferencia excluyente. No obstante elser excluido por “blanco” en Méxi-co resulta una “exclusión que deno-mino positiva”. A la desventaja defenotípia, se le resta la ventaja ra-

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cista implícita en la cultura estatal depromoción del mestizaje.

Podría haber salido “a mano” enesta contabilidad identitaria, peroexiste otro elemento, otra carta enjuego, en las sumas y restas.

Este nuevo elemento lo constituye elhecho brutalmente evidente de que enMéxico no existen blancos pobres; laperversa ecuación que define el tonode la piel como condición económica(real o imaginaria) me otorgaba algu-nos puntos más en la contabilidad yfinalmente parecía salir ganando.

Creo que es esta contabilidad identitariala que explica el porqué los mexicanospor nacimiento marcados por una exclu-sión positiva, no protesten y sea esta cir-cunstancia que nuestra sociedad eludediscutir y enfrentar como se dice hoyde manera transparente. Cuando estopasa y el tema salta porque alguienlo señala; un ejército de bien pensantesprotesta airadamente, sepultando bajo eldiscurso de que “aquí no hay racismo nichovinismo”, estas situaciones y circuns-tancias.

De esta manera endosamos a nuestroejercicio cotidiano de la identidad un ni-vel muy nuestro: el de “la simulaciónigualitaria”.

Adjetivo la simulación, con el interés prác-tico de diferenciarla de la simulación enabstracto, que sí ha sido señalada reite-radamente como característica nuestra.

Cualquier ejercicio que singularice laidentidad de los cuadros medios y supe-riores de mando del Estado mexicano,

la iniciativa privada, o del mundo aca-démico y cultural mostraría de manerabrutal que la “exclusión positiva” es unode los mecanismos de estratificaciónsocial y es expresión y práctica del ra-cismo en México.

Hoy nuestra cultura de promoción delmestizaje se expresa en discursos cadavez más tenues. A partir de la irrupciónindígena de Chiapas nadie se ha atrevi-do a mencionarlo. Pero la pragmáticacentenaria que implica está implícita enel conjunto de reglas matrimoniales yrelaciones sociales derivadas. Y lo se-guirá estando si no somos capaces nisiquiera de verbalizar su existencia ydiscutir a fondo sus raíces y su signifi-cado.

Al sector social moreno, de cualquiertono, se le “prescribe” el mestizaje conblancos o menos morenos: denominaréesta práctica: exogamia cromática pre-ferencial. Al sector blanco se le “pros-cribe” el mestizaje con morenos. Enconsecuencia la definiremos como:endogamia cromática preferencial.

Eso explica con relativa obviedad cómomiembros de familias mexicanas concientos de años de antigüedad en el paísparezcan españoles, árabes o gringos, ypor ejemplo, que en cualquier destino tu-rístico se les hable naturalmente en in-glés, resultado de la exclusión positiva.

Cosa que por lo demás les ofende mu-cho y lo interpretan como una muestrade la colonización norteamericana de susconnacionales, y no como lo que es, laconsecuencia de nuestro cotidiano ejer-cicio de la identidad y las normas que lasustentan, conformado y reproducido

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desde antes de la existencia misma delos gringos.

Esta forma peculiar y muy mexicana deracismo, hace que la tensión racial enMéxico se encuentre oscurecida yobliterada en la reiterada cantinela deque entre nosotros no hay racismo y cuyoargumento más sólido es bastante cu-rioso y paradójico: en México no se dis-crimina a los blancos.

No obstante, nuestros “mexicanosuniversales” no podían ocultar su in-comodidad al respecto; es ejemplarese párrafo de Alfonso Reyes enel que en síntesis magistral expli-caba en primera persona y a la ma-nera de la Divina Comedia latragedia de ser mexicano, decía:“...en primer lugar, la primera granfatalidad que consistía desde luegoen el ser humano [...] dentro de estevenía el segundo círculo que consis-tía en haber llegado tarde a un mun-do viejo [...] Encima de esasdesgracias del ser humano y ser mo-derno, las muy específica de ser ame-ricano, es decir, nacido y arraigadoen un suelo que no era foco actual decivilización, sino una sucursal del mun-do. Y ya que se era americano, otrohandicap en la carrera de la vida erael ser latino, o en suma, de formacióncultural latina [...] ya que se pertene-cía al orbe latino, nueva fatalidad den-tro de él, pertenecer al orbe hispánico[...] dentro de lo hispanoamericano,los que me quedaban cerca todavíase lamentaban de haber nacido enzona cargada de indio.

Regreso a su servidor, la exclusiónpositiva hacia mi cotidianeidad rela-

tivamente amable, pero absolutamen-te inaceptable, por lo menos para mí.

La posición económica de mi familiano era del todo mala, no era lo quese conoce como una posición des-ahogada; teníamos que estar nadan-do todo el tiempo.

Este no era un problema identitariosino un problema económico con losasegunes derivados de la exclusiónpositiva. No obstante y en última ins-tancia existía exclusión.

La condición económica relativa-mente precaria de la familia nos im-pedía y en consecuencia nos liberaba,de la práctica perversa de la urba-nización en nuestro valle de habitaren alguno de los ghettos de élite loque hubiera derivado en la prácticade algo que bien puede denominarse“identidad amurallada” y por tantomi vida cotidiana se desarrollaba enlas calles de la ciudad de México,en colonias que se consideraban demedio pelo para abajo; a la intem-perie; entre los nacos.

Sublime concepto a partir del cual sepudieron desenvolverse mis arraigosidentitarios más profundos y entra-ñables. Por fin había encontrado lapuerta de entrada a una identidaddura. Una identidad que desoía su-bordinando, los “llamados de la san-gre, de la tierra, de la herencia, de laclase”, una nueva e inédita solidari-dad fuerte y flexible me envolvía; mehabía convertido en un naco; era (ysoy) un naco; por fin el Anáhuac mereconocía como uno de los suyos.

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5.– El naco al balcón

Una de las constantes “sintomáticas”de los estudios sobre identidad del mexi-cano es la reiterada elusión y rechazo aestudiar el término naco que han mos-trado nuestros sabuesos-investigadoresde la identidad; tampoco los ensayistasse han decidido a abordarlo.

Tan común y cotidiana es la palabra ysu uso; son tantas sus acepciones y sig-nificados; sintetiza, tanto lo que somos,que podemos razonablemente sospe-char, a partir de su utilización universaly sistemática y a partir de la ausenciade reflexión sobre ella, que debe partemedular de una patología plagada deelusiones y simulaciones que probable-mente dé cuenta con mayor amplitud yprofundidad de lo que somos y cómosomos, que muchas de las proposicio-nes conocidas hasta la fecha.

El término naco es indudablemente elconcepto hoyo negro de nuestra iden-tidad: su significado efímero, subordina-do fatalmente al contexto de su uso, lovolatiza, lo convierte en humo, lo queaparece como inaprensible.

Las descripciones fáciles lo asimilan aindio: lo naco es lo indio. Es el indio enel asfalto; el indio revestido; encorba-tado. Por analogía es el mal gusto, locharro, lo kitch, etcétera y se le buscany asignan dudosas etimologías.

En el arco cromático del mestizaje queva de lo café oscuro a lo blanco pálido,debería existir un límite a partir del cuallos nacos empezamos a serlo o dejamosde serlo. No obstante, como decía másarriba este límite es un punto absoluta-

mente variable derivado de la posicióndel que observa y de la ubicación delobservado.

A las distorsiones heisenbergianas ha-brá que sumarle una más, la obvia inco-modidad que el uso del término nacoproduce en nosotros; ya sea por la dudaexistencial de serlo por parte del que loaborde, o tal vez más comúnmente, porla vergüenza de aparecer como racistao clasista al utilizar el término. Simple-mente se le elude y se le ubica en elterreno de las malas palabras, de los in-sultos, como si fuera la peor de laschingaderas.

6.– Los balcones coloniales

Durante la colonia, como todos sabe-mos el asunto de la identidad no era algoque se dejaba en manos del sentido co-mún; era una cuestión jurídica, del de-recho, con implicaciones precisas ydetalladas. El sistema de castas de lacolonia en la Nueva España era unacompleja institución, un articulado sis-tema de normas y reglas a partir de lacual se respondían a la violación siste-mática de las prescripciones matrimo-niales coloniales y se daba orden aldesmadre sociorracial.

Eran tan comunes los ayuntamientoscarnales fuera de la norma, que la so-ciedad colonial era un babel étnica.Mezclas sin ton ni son entre blancos ymedios blancos, indios y medios indios,entre negros y medios negros y de to-dos con todos, con graves implicacionesen la herencia y la propiedad.

De tal suerte que se constituyeron sis-temas descriptivos de los productos detan sorprendente fogosidad interracial.

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Un sistema de castas en algunos casoscon más de cien casilleros permitía ubi-car a cada chilpayate recién arribadoen un casillero preciso con sus conse-cuentes obligaciones y derechos.

Asimismo, tal sistema de relacionesmatrimoniales permitía orientarvalorativamente la irrefrenable sexuali-dad interracial hacia el polo blanco delarco cromático de la sociedadnovohispana con el objetivo estratégicode establecer límites sociales difícilmen-te superables y una dudosa esperanzade movilidad social.

“Saltapatrás”, “cambujo”, “tente en elaire”, “lobo”, “mulato” y decenas detérminos igualmente sorprendentes cons-tituían la precisa taxonomía derivada delcachondeo novohispano.

La independencia terminó, entre otrasignominias y por decreto, con el siste-ma jurídico que soportaba el sistema decastas.

No obstante, como tantos decretos enla historia de México, expresó una vo-luntad justiciera e igualitaria que no ibarespaldada con los elementos necesa-rios para convertirse en realidad, a lomás señalaba una tendencia.

El sistema jurídico de castas y su com-plicada práctica institucional quedó su-primida mediante decreto de la noche ala mañana, sin embargo la cultura de se-paración racial centenaria cristalizada entorno a este sistema sencillamente sesumergió en la conciencia colectiva; seconvirtió en cultura implícita. Tal vezsi en ese preciso momento alguien re-flexionó sobre ello, concluyó que el paso

del tiempo la deslavaría hasta hacerladesaparecer.

Sin embargo, no podemos olvidar que elsistema de castas no era solamente unmecanismo para el control de las mez-clas raciales sino y esencialmente, unmecanismo para controlar los movimien-tos de la propiedad en ese entonces bá-sicamente propiedad agraria, inmobiliariay metálica.

La transformación paulatina de un sis-tema de castas en un sistema propia-mente clasistas pocos cambios implicóen la estructura propietaria; los que seprodujeron derivados de las leyes de lareforma, las llamadas Leyes Lerdo enla práctica significaron mayordesposesión de la inmensa mayoría dela población, hasta ese momento par-cialmente protegida por las Leyes deIndias.

Resulta razonable postular que las con-secuencias culturales de los sistemas declasificación coloniales que respondíana la estructura social de la propiedad alno verse alterados sustancialmente con-tinuaron vigentes, aunque implícitos, enla conformación de lo que a partir de larevolución de independencia se puedepropiamente denominar: Cultura Nacio-nal Mexicana.

Mi hipótesis provisional es que el usopolisémico y referencial del término“naco” es consecuencia necesaria dela continuidad transfigurada del modelocultural implicado en los sistemas decastas. Dicho término permite resumiren un solo concepto la variación infinitade ubicaciones económico-raciales delos mexicanos.

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La sorprendente permanencia de mo-delos culturales implícitos es causa ysimultáneamente efecto de su reproduc-ción, aunque y esto es lo esencial, siem-pre dependientes de la todavía mássorprendente continuidad de los patro-nes de desigualdad económica social enla sociedad mexicana.

7.– Balcones a la carta

Al hacer un recuento exhaustivo de laslindezas mediante las cuales se han ca-racterizado a los mexicanos y su cultu-ra encontraremos un común denomi.nador, una perspectiva que las hace co-munes: el mexicano es un ser inacaba-do, inconcluso, postmoderno, porfragmentario antes de la postmoder-nidad, surrealista sin conciencia de serlo.Somos un pueblo viejo que sigue siendoniño, pueril; somos un pueblo crédulo,esperanzado y agachón, somos tambiénpueblo bronco y brutal, somos pueblotaimado y traicionero, en fin, hasta comohíbridos nos han caracterizado.

Si reflexionamos más, nos percataremosde que muchos de los comportamientosque se nos asignan si bien son visibles ypodemos constatarlos son también pro-fundamente contradictorios.

Hay un “México bronco” que todo elmundo tiene miedo despierte, porquehacemos revoluciones, pero somos tam-bién un “México dormido” que todo elmundo quiere despertar, para hacer re-voluciones. Hay un México pueril y es-peranzado aún después de tanto engaño,al cual todo mundo quiere poner en rea-lidad, también somos también un pueblodesencantado a quien todo mundo quie-re volver a inyectar esperanza. Somos

un pueblo ejemplarmente mestizo, y so-mos también un pueblo diverso que noha podido integrarse en una cultura na-cional.

Podríamos seguir así, con parejas con-tradictorias hasta ver que los mexica-nos podemos ser cualquier cosa, y quepodemos proporcionar hechos y datosestadísticos para casi cualquier compor-tamiento, a la manera de Stevenson po-demos ser el Dr. Jekey o mister Hyde.

Sin el menor ánimo de menospreciar laabundante bibliografía que acompañanuestro devenir como pueblos bien po-demos decir que poco hemos avanzadoen el camino de mejor comprendernos.

Volviendo a mí, debido a la bambo-leante situación económica que ca-racterizó a la familia en mis quinceprimeros años de vida (1949-1964)nos cambiamos muchas veces de do-micilio lo que ponía en tensión conrelativa frecuencia mis acomodosidentitarios de barrio, que como todomundo sabe son básicos en la con-formación de las personalidadesgrupales urbanas. Esta tensión sig-nificó un reto más en la construcciónde mi identidad. No sólo como pro-blema teórico sino que cada acomo-do implicaba de menos una “partidade madre”, es decir un ajuste técni-co y espacial al liderazgo esquineroy de cuadra, de banda se diría hoy.

La Cuahutemoc, la Anáhuac, la Cam-pestre Churubusco, la Álamos, la SanRafael fueron algunas de las colo-nias que si no me vieron crecer, porlo menos me vieron pasar. La exclu-sión positiva producto de mi fenotípia

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fue motivo de reacciones diversas,según el nivel económico de la co-lonia me garantizaba relativa ama-bilidad de recepción o relativaenemistad de recepción con sus con-secuentes derivaciones.

El hecho esencial de este proceso dereconstrucción permanente es que siem-pre concluida con una aceptación tácti-ca que me daba igualdad de derechos yobligaciones.

Lo que deriva, como he afirmado de la“cultura de arribazón” que caracterizaal Anáhuac. Aceptado un nuevo miem-bro en la colonia, esquina o banda goza-ba como afirmé de igualdad de derechosy obligaciones y de reconocimiento porparte del grupo: de identidad pues.

Ya que las bandas de urbe se definen apartir de liderazgos esencialmente físicos,donde el valor y la lealtad son prendasmáximas, el líder podía pertenecer a cual-quier punto del espacio cromático. Noobstante, aunque matizadas y cariñosaslas exclusiones positivas y negativaspersistían, no como límite de derechos,sino como una de las fuentes más siste-máticas en la elaboración de bromas quecomo todos sabemos son el núcleo delaccionar conceptual de las bandas.

En mi vivencia particular pude ver yparticipar del conjunto complejo y con-tradictorio de actitudes a partir de lascuales luego leí se caracterizaban a losmexicanos. Era evidente que cada quienmanifestaba una personalidad individualparticular. No obstante, el accionar dela banda buscaba una igualaciónactitudinal de todos guiada principalmen-te por las “virtudes del líder”.

Lo sorprendente de mi experiencia esque lo que caracterizaba el conjunto devalores aceptados y buscados por to-dos era extremadamente matizado. Másallá de estereotipos muy en boga en loscuales los malos son malos y los buenosson buenos. El comportamiento prescritoimplicaba el contexto de las accionescomo el elemento crucial de juicio.

Esta práctica de juicio referencial indicacon suficiente claridad la importanciadefinitiva que el contexto tiene en el jui-cio que merece una actitud adoptada.

La sistemática importancia del contextocomo el elemento nodal de clasificaciónde un hecho o proceso deriva, a mi enten-der, del modelo cultural subyacente enla denominada cultura nacional mexica-na.

Este accionar cultural en base a los con-textos implica tener o un esquemavalorativo sutil y complejo a partir delcual se juzga cualquier comportamien-to, o una metodología cultural de refe-rencias, hasta ahora desconocida. Loque como es evidente, hace mucho másdudosas las caracterizaciones abstrac-tas del “mexicano” e indica caminos deanálisis que deben explorarse.

La inexistencia de un conjunto sólido ycristalizado de valores de larga tradiciónen la ciudad obliga a sus habitantes auna permanente construcción y recons-trucción de las escalas valorativas, porlo menos a la misma velocidad que cam-bia la sociedad.

8.– ¿Indios en el balcón?

Si bien el Anáhuac es lugar privilegiadode las arribazones no debemos dejar deseñalar la presencia milenaria de pue-

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blos indígenas asentados en la cuencacon historias y tradiciones propias; islasculturales ubicadas en las antiguasriveras del lago; Milpa Alta, Xochimilco,Tlahuac, Culuhacan, son algunos de esosbarrios en los cuales las tradiciones in-dígenas permanecen con culturas rela-tivamente diversas de la denominadacultura de arribazón.

Aparte de que permanecer es el ejerci-cio de resistir y mantener una cultura,con las influencias y transformacionesnecesarias, las culturas históricas de lospueblos indígenas en el Anáhuac seconstituyen como sólidos ejesidentitarios de barrio con los cuales lageneralidad de los chilangos mantene-mos nexos orgánicos.

Estos ejes de identidad son constitutivosdel modelo de identidad de los chilangosy deberíamos estudiar con mucha mayorintensidad sus relaciones recíprocas.

La otra presencia indígena, cultural-mente significativa en el Anáhuac, es laderivada de la permanente arribazón defamilias indígenas extensas, compac-tadas y articuladas de prácticamentetodos los pueblos que habitan en el te-rritorio nacional. Autocentradasculturalmente y con una habilidad sor-prendente para reproducir adaptandosus modelos culturales en la urbe, im-ponen a la ciudad perfiles y definen pro-cesos derivados de sus modelosculturales y que junto con los indíge-nas históricos en el Anáhuac, matizancon gran fuerza las formas de identidadgeneralizadas en la cuenca.

La presencia indígena constante, aun-que poco visible, tiene un impacto en lasociabilidad y los mecanismos de soli-

daridad en la urbe mucho más podero-sos y significativos que lo que habitual-mente suponemos.

La vigencia de la “familia extensa”como modelo de solidaridad y sociabili-dad urbana de las clases populares enla urbe, es un ejemplo significativo y estambién uno de los capitales netamenteindígenas que funciona como organiza-dor básico y como garante de la relati-va paz que en esta ciudad se vivía hacesólo unos años.

Relativa paz que a todos nos ha hechopreguntarnos alguna vez ¿cómo es po-sible que funcione y cómo es posible quela violencia no sea mucho más genera-lizada y explosiva?

9.–Arquitectura de balcones

Nuestro valle repleto y rebosante porsus bordes aglomera a casi veinte mi-llones de seres que resisten y eluden conéxito relativo las formas de civilidadindividualistas aconsejadas para vivir enuna urbe.

Sus razones tienen. Si siguieran los con-sejos urbanos de promover las formasindividualistas de sociedad recreándoseen su “miserable mismidad”, y atenidosexclusivamente a la frágil solidaridad quepuede proporcionar una familia nuclearmoderna el colapso total de nuestra ciu-dad, tantas veces anunciado, habría ocu-rrido ya.

Con gran sabiduría se mantienen lasformas de solidaridad “premodernas” enlas que predominan la familia extensa,y las múltiples formas corporales de so-lidaridad basadas en el parentesco y enel empleo.

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Las “tribus modernas” como diríaMichel Mafessoli constituyen unaarticulada y funcional telaraña de rela-ciones sociales que otorgan sentido eidentidad a los habitantes del Anáhuac,a los chilangos.

Estas formas duras de solidaridad re-sisten e intentan refuncionalizar cual-quier intento consciente o inconscientepor disolverlas.

Por ejemplo, en urbanismo, por ejem-plo, el socorrido e infame género delmultifamiliar hoy denominado unidadhabitacional, fue el modelo escogido porel estado mexicano para ordenararquitectónicamente y funcionalmente elcrecimiento de la ciudad.

Este, como todos sabemos, se funda-menta en la “panalización” de la vidafamiliar, contempla los espacios comu-nes como espacios vacíos, (véanse sino las maquetas) jardines, andadores,estacionamientos. Ni por equivocacióncontemplan la solución comunitaria delas necesidades cotidianas.

Tampoco se percibe en su diseño unareflexión sobre el impacto social de tanradical comportamiento de la vida fa-miliar, descuidando irresponsablementelas formas de socialización, deautocontrol colectivo y de la construc-ción psicológica individual y familiar.

La mayoría de dichos centroshabitacionales promueven implícitamen-te la disolución de formas de solidari-dad suprafamiliares fomentando unindividualismo que, si no es resistidoexitosamente, genera un complejoactitudinal radicalmente insolidario, lo

que se expresa hoy en la crisis y dete-rioro de la vida condominial.

Su deficiente funcionamiento es conse-cuencia de la irracional e irresponsablepropuesta de vida que implica que sóloresponde a los valores de uso del suelo.Dichas unidades habitacionales estimu-lan indirectamente, la formación de nú-cleos juveniles duros que tienden aadueñarse de los “espacios vacíos” enlos cuales imponen modelos de sociabi-lidad competitivos y brutales.

Las casi siempre temibles “bandas”atentan sistemáticamente a la dignidade integridad de las personas, a partir degenerar complejos valorativos propios,desconectados de la familia y del con-junto de valores que la sustenta.

Formas de socialidad que MargaretMead, preveía desde hace décadas de-nominándolas cofigurativas. Aquellasen las cuales las tradiciones no son yael elemento estructurador de la repro-ducción social, a partir de la subordina-ción y el desprecio total por los“mayores”, desplazando el liderazgo alos jóvenes y sus “pares”, que sin arrai-go en las tradiciones y sin historia pro-pia, inventan mecanismos de solidaridad,los cuales, como hemos dicho, se arti-culan en torno a liderazgos crueles yoportunistas.

Como se comprenderá este fenómenose potencia en nuestro Valle como re-sultado de la cultura de arribazón.

La resistencia activa a la individualiza-ción y nucleación excesiva de la vidafamiliar es visible en muchos hechos yprocesos, por ejemplo, todos pudimos

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constatar cómo las reconstruccionesparciales que se hicieron de edificios yviviendas destruidas por el terremoto de1985 en el centro de la ciudad, al tenerque responder a las demandas de loshabitantes y no a los planes centralesdel gobierno, impusieron formas arqui-tectónicas basadas en la “vecindad”como modelo y que como su propionombre indica se fundamentan en unaproxemia “premoderna”.

La lucha en este caso era y es una lu-cha por defender formas de sociabili-dad útiles en el ejercicio y construcciónidentitarios, así como evitar la expulsióna los márgenes de la ciudad en conjun-tos habitacionales poco aptos para el de-sarrollo de formas de vida comunitaria.

10.– Balcones exclusivos

La decisión de a qué escuela iríamosla tomaron mis padres de manerapráctica aunque matizada. Eligieronla escuela más cercana a la casa,pero particular, es decir paga. Loscriterios para elegir una escuela par-ticular, si bien se basaban en el ar-gumento de la calidad educativa, enel fondo era evidente que buscabanuna ubicación de clase, de estratosocial. En ese momento aunque me-nos que en la actualidad, las escue-las particulares prometían un campofértil a las relaciones sociales venta-josas.

Me tocó el Franco Inglés que estabaenfrente de la casa, aunque siemprecon el rechazo de mi padre, que co-munista y ateo se indignaba de laparafernalia religiosa que envolvíala educación de los maristas.

Pocos años estuvimos en el FrancoInglés. Nos cambiaron al ColegioMadrid, que como ustedes saben erauna de las tres escuelas creadas porlos refugiados españoles.

Laico y relativamente liberal el Cole-gio Madrid, se acomodaba más a laideología familiar, aunque no nece-sariamente a mi ejercicio identitario.

Siete años pasé en esa escuela hastaque me expulsaron. Años desgastantesen los cuales las contradicciones yconflictos eran asuntos cotidianos.Aún a pesar de su liberalismo políti-co se respiraba un ambiente de ex-clusivismo soterrado. La fenotipiaambiente era más evidente, la inmen-sa mayoría de mis condiscípulos erangüeros.

Lo que más me sorprendía del sordotrasiego identitario era el ver: cómoniños nacidos en México, mexicanosde nacimiento, hablaban con acentoespañol con la c y la z.

La educación en México ha sido uno delos terrenos en los cuales la disputa porla nación y en consecuencia la disputapor la identidad, ha mantenido y man-tiene una batalla sin cuartel.

Sus momentos estelares son los quedevienen del envión revolucionario quese centra en la fértil y contradictoriagestión de José Vasconcelos que en ellapso de tres años, de 1921 a 1924, sen-tó las bases del sistema educativo na-cional y las bases de el proyecto culturaldel México de este siglo.

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Visionario y racista, Vasconcelos soñócon un México moderno, racialmenteunificado y culturalmente sajón. Su rei-vindicación del México prehispánico seplasmó en murales justicieros y en elculto por los indios de piedra, endesmérito de los indios vivos que en suproteico proyecto estaban condenadosa desaparecer.

El segundo momento es el malogradoproyecto de educación laica y socialistadel cardenismo, este también duró sóloalgunos años.

No obstante sus cortas duraciones sonlos dos momentos a partir de los cualesse define la lucha identitaria en el terre-no educativo.

Ochenta años después podemos ver queno ha habido nuevas protestas y loscambios han sido pequeñas variacionessobre un mismo tema.

Si bien el Estado se reservó la educacióncomo asunto público y prioritario y logrórelativamente sus propósitos, desde elprimer momento vivió bajo el sabotajeincisivo y penetrante de las institucioneseclesiásticas, que en México nunca hanaceptado perder el espacio de construc-ción de conciencias como propio.

Esta lucha sin cuartel acompaña alMéxico de este siglo y es causa y con-secuencia de muchas contradicciones.Un análisis somero de la estructura declases en nuestro país mostraría la co-rrespondencia puntual entre los miem-bros de las altas capas de la sociedad yla educación religiosa y o privada; encontraste, el resto de los mexicanos, lainmensa mayoría, que participa sola-mente de la educación oficial.

Dicha realidad no es privativa de nues-tra nación; lo que le impone un caráctersingular es que tal diferenciación de ori-gen clasista se corresponde puntualmen-te con el color de la piel.

Esta ecuación perversa que ataindestructiblemente el estrato social yla coloración de la piel de las personas,el racismo a la mexicana, se construyey consolida en el proceso educativo. Aun color de piel corresponde un tipo deeducación, un tipo de religiosidad, unentorno social, unos espacios de depor-te, en fin un México diferente y en con-secuencia una identidad nacionaldiferenciada.

La actual lucha que se da en el nivel deeducación superior por garantizar elacceso generalizado a ella o por restrin-gir el acceso a partir de cuotas, pone enevidencia la continuidad de esta luchapor el modelo de nación e identidad quela arrope. Sin lugar a dudas, una de lasconsecuencias previsibles si gana labatalla el sector elitizante, es que la edu-cación superior en México será cada vezmás para los blancos, en este país queinsiste en negar ser racista.

11.– La historia en el balcón

Si algo posee el mexicano, aun el másdesposeído, es una historia singular, unabandera bien bonita y, un himno que atodos nos hace llorar. Tenemos así mis-mo un inmenso ejército de historiadoresactivos desde antes que la nación mis-ma se reconociera como tal.

Aunque los historiadores profesionaleshan producido una obra basta y crítica,la historia nacional mexicana es un gé-nero intensamente popular con el cual

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se pueden hacer, se han hecho y se ha-cen muy buenos negocios, canciones,comics, películas, telenovelas, videos,libros de divulgación, gadgets, y un sinfin de productos comercializables; parabien o para mal nuestra historia está enel mercado.

El único límite a su uso comercial esseguir el guión que los libros de textosoficiales reproducen año tras año conmínimas variaciones.

Todos sabemos lo que puede pasar sialguien con afanes revisionistas quieremodificar o replantear alguno de suspasajes y personajes, ya sea el Pípila, olos “Niños héroes”.

Es una “historia vigilada”. Se permitenlas discrepancias en las interpretacio-nes de algún período; por ejemplo, estáhoy de moda reivindicar la etapa colo-nial conocida como de la Nueva Espa-ña, durante años condenada a laoscuridad, o por ejemplo, se aceptan di-versas interpretaciones del papel juga-do por algún grupo o sector sea este laiglesia o los indios etcétera, no obstanteque el guión es flexible no puedeviolentarse.

La inmutabilidad de la historia de Méxi-co debe esconder algunas de las clavespara entender la confirmación identitariade México y los mexicanos.

Me sorprende la falta de estudios críti-cos al respecto. La famosa “nueva his-toria” que desde hace una década, sepractica en nuestro país, si bien ha mo-dificado perspectivas de análisis, hacambiado el peso específico de los ac-tores en los procesos o ha puesto suatención en temas poco tratados, no ha

hecho una revisión crítica del núcleo deldiscurso nacional, todo lo contrario ese“nuevo pasado mexicano” ha tendido ytiende a consolidar la versión vertebraldel mismo.

A pesar de esto no se le puede echartoda la culpa al Estado mexicano, ya queconocemos la libertad de investigacióne interpretación que han gozado nues-tros historiadores.

David Brading y otros nos han mostra-do que la elección de los aztecas comofundadores de la nacionalidad es unasunto que está vinculado a la lógica delos hacedores de la independencia y noa los hechos históricos inconfundibles.

Por ejemplo, el llamado hoy “mundomaya” que abarca todo el sur del país,podría estar en discrepancia al verseincluidos como satélites en la saga delos mexicas. Qué decir de losPurépechas que los combatieron ince-santemente y así podríamos detallar laaparente arbitrariedad de la elección delos aztecas como los precursores denuestra nacionalidad.

Apunto arbitrariedad ya que desde en-tonces y antes con más fuerza, la ca-racterística de los habitantes del actualMéxico era la diversidad. ¿por qué nofundamos una nación diversa desde elprincipio? Todavía hoy mismo nos re-sistimos y titubeamos para hacerlo.

Dije aparente porque hay razones quesi bien han sido analizadas, no se hanextraído las consecuencias pertinentes.Se escogieron a los aztecas, pues lo quese buscó para fundar una patria nuevaera un modelo de organización social y

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no el continuar una tradición cultural.¿Cuál fue el modelo que se escogió?simple y sencillamente el de un imperio.

Los criollos mayoritarios en la construc-ción conceptual de la independencia sequerían independizar de un imperio paraformar uno propio.

Lo más parecido a un imperio en nues-tras tierras eran los mexicas, aun a pe-sar de su brutalidad y su reconocidomundialmente afecto por la sangre.

Aunque tendemos a olvidarlo y darlesignificación mínima y restarle toda im-portancia analítica, nuestra constitucióncomo nación mexicana independientese concreta por la Junta Soberana quefirmó “El acta de Independencia del Im-perio Mexicano”, el 28 de septiembrede 1821.

Las discusiones de la época hubieranhecho las delicias de las revistas dedi-cadas a la nobleza y sus enredos y quédecir si hubieran existido lospaparazzis. Por ejemplo, un tema quetuvo importancia fue la duda que tuvoel emperador Iturbide para escoger elajuar con el cual asistir a su coronación,no se decidía si asistir ataviado con lacapa napoleónica o en su defecto vio-lentar la moda y asistir con una capaguadalupana, esta última, llena deestrellitas.

Nuestra bandera que llamamosgustosamente lábaro –nombre que de-signa el estandarte de los emperadoresromanos–, lleva en su centro un águilaque se come, muerde, domina o juegacon una serpiente. Motivo que sabemoses de tradición prehispánica, pero que

simultáneamente nos ubica en el selec-to grupo de naciones que tiene un águi-la en su escudo junto con Alemania,Estados Unidos, y algunos pocos paísesmás con decidida vocación imperial.

Pocos años después de la independen-cia nos arrepentimos de ser imperio ynos convertimos sin mucho convenci-miento en República. Asunto que toda-vía no hemos concretado, lejos estamosde tener una vida republicana plena.

No obstante deberíamos indagar conmayor rigor y profundidad si estos he-chos, de los que podríamos dar muchosmás ejemplos, no son significativos enla construcción del discurso de la iden-tidad nacional.

A mi juicio sí, y con un valor explicativoimportante para comprender las formasy el ejercicio contradictorio de nuestraidentidad.

Un último paseo biográfico. En 1968tenía yo 18 años, estudiaba Econo-mía en la UNAM, y militaba en elPartido Comunista. Como muchos demi generación la matanza deTlaltelolco nos hizo no volver a la es-cuela. Viajé durante muchos añospor México trabajando en cualquiersitio y haciendo de todo. En esa épo-ca empecé a estudiar historia deMéxico en serio. Mi interés social seacendró y precisó en las continuaspláticas y discusiones con indígenaspor todo el país.

Empecé a tomar conciencia de un he-cho para mí crucial. La exclusión po-sitiva, componente esencial de micarga identitaria me acercaba de ma-

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nera sorprendente a los indios. Sibien la exclusión para los pueblosindios era negativa, ambos padecía-mos la exclusión. Ahí debe habersedefinido mi futuro como etnólogo.

Deseaba entender más esa solidari-dad dura que yo sentía con los pue-blos indios. Con el tiempo fuiacumulando citas y atando cabos yentendí la natural ubicación políticacompartida de indios y criollos fren-te a los mestizos. Comprendí su natu-ral alianza para hacer laindependencia y entendí que ambos,los criollos nacidos en México y losindios éramos concebidos como gru-pos condenados a desaparecer. Nues-tro destino fatal e imposible eraconvertirnos en mestizos y entre tan-to, ser mexicanos a medias.

Que a mí se me considerara mediomexicano me resultaba relativamentenormal, pero que fuera también lacondición de los indios fue una ilu-minación y definió mis intereses enadelante.

Curiosamente en ambos casos, en loscriollos y en los indios, se da la prác-tica del autoencubrimiento, ambosgrupos buscan no ser reconocidoscomo diferentes. Es natural a nadiepuede gustarle ser un ser a medioschiles.

Nuestra “simulación republicana” estu-vo el siglo pasado a punto de desplo-marse. El affaire francés, comopodemos juzgar el fugaz imperio deMaximiliano, no resultó ser una simpleimposición extralógica.

Fue un proyecto que caló profundamenteen sectores importantes de nuestro paísy que si bien no prosperó, ya que las“armas nacionales se cubrieron de glo-ria”, estuvo a punto de lograrse pues noera totalmente contradictorio con los mo-delos de la constitución nacional.

Con agudeza sin par Maximiliano inter-pretó los signos de la historia mexicana ypor poco logra consolidarse con un pro-yecto semejante y explícito: hacer deMéxico un imperio, el imperio mexicano.

Debemos de reconocer que nuestroshistoriadores tienen con ese período(1864-1867) una deuda que tendrán quesaldar algún día.

Más allá de la “guerra de los paste-les” y de los conflictos entre los in-tereses europeos y norteamericanos, yde las pugnas entre conservadores y li-berales (guión en los libros de texto) esun período de nuestra historia culturalprácticamente virgen.

Más allá de señalar como “traidor a laPatria” a cualquiera que trate de dar unavisión crítica y matizada del período deMaximiliano, deberíamos ser capacesde explicar por qué casi logra su intento.

Los datos son interesantes: Maximilianoha sido el único gobernante del MéxicoIndependiente, hasta hoy, que aprendió elnahuatl y lo hablaba fluidamente. Fundóel primer Museo Nacional de México.Hizo la primera solicitud de devoluciónde tesoros mexicanos robados por laspotencias europeas. Detuvo la expropia-ción de las tierras de las comunidadesindígenas. Impulsó la construc-ción de ferrocarriles, se enfrentó alos conservadores que lo invitaron a

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venir y se confrontó con la jerarquíaeclesiástica, y muchos, pero muchos he-chos y procesos, que indican que lascosas no son tan claras y maniqueascomo las pintan.

De inmediato afirmo que no estoy a fa-vor de Maximiliano de Hasburgo y suproyecto de imperio. No es lugar paraextenderme en esto, pero quiero dejarbien sentada mi posición para los queescuchan sin escuchar.

El punto que quiero indicar es que en laconstrucción de nuestra nacionalidadestán explícitas o implícitas y sumergi-das fuertes tendencias imperiales no re-conocidas y que probablemente sonclaves importantes para entender muchosde los comportamientos nacionales loscuales han sido motivo de libérrimas yparciales interpretaciones.

¿Qué decir de nuestro presidencialismo?Siempre insuficientemente comprendi-do y que generalmente se consideraexplicado mediante la dudosa teoría delas supervivencias como el resultado dela mezcla del patrimonialismo españolcon las tradiciones de dominio aztecas.

Lo que no se dice es que nuestra bande-ra y la concepción de nuestra historia ydestino se corresponden sospechosamen-te con proyectos oscuramente imperia-les y con la necesidad de contar conpersonajes únicos y garantes de la na-cionalidad; no como supervivenciastranshistóricas dudosas sino como la con-dición estructural y reproducidos implíci-ta pero puntualmente en los discursos dehistoria nacional. Si no ¿de dónde nues-tra atracción fatal a figuras carismáticasy mesiánicas como Cuahutemoc, Hidal-

go, Juárez, Díaz, Zapata, Villa, Cárdenas,Echeverría, y Salinas en política; otrosen el campo de la cultura, otros en eldeporte, etcétera.

De ahí los miedos y la incredulidad ge-neralizada que producen en nosotros laspromesas de un México gobernado porun parlamentarismo democrático y dis-cutidor y sin figura principal. De ahí tam-bién que no se ponga en duda el régimenpresidencial y sólo se hable de acotarlo.

Somos un pueblo al cual sus mitosfundacionales y su historia parecen con-denarlo a ser un imperio y somos al mis-mo tiempo un pueblo reiteradamentedoblegado.

De ahí, a mi juicio, dónde deben bus-carse las claves profundas de la fragili-dad existencial que los analistas hanseñalado nos caracterizan, y no comohan querido suponer esos mismosanalistas en la insoluble y transhistóricacapacidad que hemos mostrado paraarticular los dos troncos culturales denuestra nacionalidad.

Siempre que escucho el afán con que lospolíticos nacionales hablan del desarrollopor venir; de nuestro pronto arribo al se-lecto grupo de naciones del primer mun-do, es decir dominantes me digo: bien,pero para lograrlo ¿a quién vamos asubdesarrollar? No podemos dejar dereconocer que “nuestros triunfos” en esteaspecto serán las derrotas de otros.

Hoy Centroamérica empieza a vivir encarne propia el desarrollo de México,esto significa que las transnacionalesmexicanas se apropien de sus merca-dos y de la plusvalía de sus gentes; el

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imperio de la tortilla y la cerveza, delas cementeras y de las vidrieras, de lasacereras y de las televisoras.

En la identidad profunda de los mexica-nos está depositado y cuidadosamenteconservado, como si fuera el bulto dehuchilopoztil, un “destino escondido”, unfuturo maravilloso como promesamilenaria, que se reitera incesantemen-te, tan incesante como las derrotas y losdesaciertos que nos acompañan.

Ante estas realidades buscamos culpa-bles, les transferimos la culpa y segui-mos adelante, como si nada hubierapasado. Nuestro “destino escondido”trasciende cualquier derrota, y nos inci-ta a seguir caminando hasta que ese trá-gico destino nos alcance.

12.– Balcones deportivos

La contradicción entre ese sordo y oscu-recido futuro imperial implícito en el con-texto de nuestra nacionalidad, que se haceacompañar por un discurso, republicano,gritón y altanero, nos permitirá explicarcon mayor certeza, la ambivalencia delser mexicano, con mayor profundidad porlo menos que esas historietas que tratande encontrar sus causas en la imposibi-lidad de lograr la síntesis armoniosa delas dos razas madres.

La investigación a fondo y sin mediosde esas contradicciones nos permitiráadentrarnos en muchos de los compor-tamientos cotidianos inexplicables conlos modelos de uso.

El deporte y de manera particular el fút-bol es un campo de expresión identitaria,cruda ¿Por qué piensan ustedes quecada vez que hay una competición mun-

dial pensamos, sin confesarlo, que po-demos ganar la copa del mundo? y ¿porqué después de cada triunfo parcial, nosautocelebramos paroxísticamente? Noporque seamos ingenuos o tontos o sim-ples mediocres esperanzados, sino por-que en lo profundo de nuestra prácticade la identidad existe ese destino, comoposible.

Por esta misma razón el reiterado fra-caso nos deprime, pero no nos cura laesperanza.

Estas mismas razones pueden explicartambién por qué un triunfo deportivo eneste valle se celebra en el monumen-to a la independencia y no en el zóca-lo o en la plaza de la revolución. Elchilango acude enardecido a tocar, afrotar el axis mundi de nuestra cultura,a celebrar que en ese momento nosacercamos a nuestro futuro, nos conec-tamos con nuestro destino imperial.

Durante algunas horas se instaura untiempo sagrado en el cual las energíascolectivas fluyen en torno al monumen-to de nuestra nacionalidad en libérrimascelebraciones no exentas de brutalidad.

Con desánimo, vemos a nuestros soció-logos de cabecera hacer la crónicadesesperanzada de un pueblo incom-prensible, al cual le aplican tristes adje-tivos y como siempre establecen unadistancia prudente entre esa forma deser mexicano y el mexicano que ellosson y que también como siempre, nun-ca nos aclaran quién es.

Tal vez hoy que políticamente el país seasume diverso podremos dar un pasomás y empezar a penetrar en las claves

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míticas de nuestra nacionalidad, estoserá posible si impedimos que un grupo,sea el que sea, se adueñe del presentey quiera reconocerse como el verdade-ro depositario de la historia, se ubiqueen la saga de los héroes y nos impidauna vez más abrir las ventanas de lanacionalidad y airear el hermoso raci-mo de nuestras identidades

Correo en respuesta aeste artículo

De: Eliades Acosta

A: José Manuel del Val

Día: 3/ septiembre/ 1999

Estimado Pepe:

Acabo de leer “El balcón vacío (notassobre la identidad nacional a fin de si-glo)” y me parece que es un texto sóli-do y profundo, que no sólo te retrata decuerpo entero (los que te conocemos teidentificamos plenamente en lo escrito),sino que te define ante candentes pro-blemas de la vida social contemporánea,que no son sólo problemas de México.

Me dio mucha alegría ver con qué fun-damento defiendes posiciones avanza-das (que no están de moda) en el temade la identidad. Simpatizo mucho conquienes, como tú, rompen lanzas por laverdad, a cualquier precio. Es muy có-modo plegarse a las concepciones do-

minantes de una época: suelen dar bue-nos dividendos, aunque no paz interna.Y sé también cuán difícil es que unaverdad a medias o una simple mentirapuedan ser destinadas, si han sido con-sagradas por el uso o el abuso. Peronada nos excusa de tomar esta tarea enlas manos, máxime si tenemos la con-vicción de que la verdad se impone, tar-de o temprano, y que eso dependemucho de los hombres.

Partes de un enfoque creativo, perso-nal, con voz propia, que aunque se basaen una concepción del mundo (en miopinión) vinculada a lo que, de formasimplista podríamos calificar de “mate-rialismo dialéctico” (más o menos lacuerda en que se movió el doctor Marx);pero un materialismo dialéctico no dog-mático, no anquilosado, no decadente nienvejecido, o sea, el verdadero mate-rialismo dialéctico de Marx, que noha sido refutado ni superado por la vida(aún no, tendrá que serlo algún día, comoindica la lógica del pensamiento huma-no), como sí lo han sido sus endebles ycaricaturescos “propugnadores”.

Defender con argumentos sólidos, tal ycomo haces, las pretensiones risibles “ala supuesta objetividad o neutralidad delsujeto investigador”, artículo de fe del cá-non postmoderno; el carácter distor-sionado, por fuerza, con que el prismade las ideologías hace pagar a las cien-cias la pertenencia de los científicos auna determinada clase social (“falsa con-ciencia de la realidad” llamó Engels a estefenómeno, y muy pocos supieron captarel sentido de esta alerta); la existenciade nexos sólidos aunque difíciles de ubi-car, a veces, entre el poder económico ydiscursos legitimadores de ese poder (léa-

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se aquí también, el discurso de la identi-dad, o los nacionalismos manipuladoscomo argumentos legitimadores) sonmuestras fehacientes de que te sabesmover en un aparato categorial formi-dable si se le utiliza correctamente.Desde tales presupuestos se hace muydifícil poder impugnar tus puntos de vis-ta, desde las ciencias. Otra cosa es si,como es habitual en nuestros días, seintente hacerlo desde el pensamientoúnico al uso, o desde la Disneylandia dela postmodernidad.

No me considero capaz de opinar sobreel devenir de la nación mexicana (o delas naciones mexicanas, a juzgar por tusargumentos). Soy apenas un voraz lec-tor de todo lo que su rica Historia nosha reservado (en estos momentos es-toy leyendo un libro sobre la muerte delgeneral Murguía, de los carrancistas),pero siento que tus puntos de vista sonorgánicos con esa propia historia, y loque es aún más importante: sirven paraponer banderillas al toro delestablishsment en que se ha anquilosa-do esa historia, disfrazándose de “inte-rés nacional”. Ubico a tus ideas dentrodel movimiento, perceptible, que recla-ma cambios a un modelo agotado; quetrata de poner al desnudo la endeblezteórica que fundamentaba un mundo, aprimera vista imponente. Y todo eso, sinhacer concesiones suicidas ni ingenuasal mundo de la “real política”, al vecinopoderoso, ni al ambiente globalizado denuestra época: esto es una rara virtud,difícil de hallar en los pensadores de hoy.

Acentuar el carácter procesal, de cam-bios continuos, dialéctico y plural de lasidentidades, es ganarle la pelea a lavolatilidad conceptual, al reciclamiento

perpetuo con que el cánon postmodernoha querido descalificar a toda la cienciaprecedente, en este y otros campos, enaras de un movimiento sin sentido,sin principio ni fin. ¿Quién o quiénesno son producto de una “condiciónidentitaria de arribazón”? Como biensabes, Cuba es un clásico exponente deeste enfoque, precisamente por ello, unode los aspectos que más me impresionade tu texto es lo aplicable que es, a mu-chos de los problemas nuestros; lo válidoque son tus puntos de vista para ayudara desentrañar el hoy y el mañana de mipropio país. En esto radica también, unode tus más acabados aportes: sólo lo uni-versal es verdaderamente local.

Cuba sufre también de “identida-des amuralladas”, o sea, de concepcio-nes estáticas y superficiales sobre suselementos constitutivos. No sólo existelo naco en México: forma parte indele-ble de lo popular cubano, tanto que, enestos momentos copa la música salsanacional, la más divulgada y exitosa.Pero siempre estuvo ahí, al acecho deque ciertas carencias o debilidades enlas políticas culturales, ciertasdescordinaciones y mediocridades,le permitiesen aflorar. Tal y como ocu-rre con México, los cubanos solemosdefinirnos a nosotros mismos por oposi-ción “al otro”, generalmente, al foráneo,al cual se identifica, con justicia, como“el enemigo” o “el invasor” (el coloni-zador, el ocupante, el inversionista ex-tranjero, el turista, etcétera). A ellos nosune una especie de “odio-cariño”, unamezcla freudiana que creía insular, has-ta leer tu trabajo y comprender que tie-ne raíces más profundas. A propósito,para los cubanos “lo naco” sería el equi-valente de “lo cheo”. Tanto lo uno como

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lo otro nos remiten a castas y clasessociales, a carencias culturales o la asi-milación ridícula a otras culturas bus-cando el éxito o la supervivencia. ¿Quéno estará ocurriendo con ello en unmundo globalizado, de férreos cánonesen lo tocante a qué es lo que se debecomer o vestir, sentir o pensar, aunquese viva en Los Ángeles, en QuintanaRoo o en Singapur? ¿No estaremos pre-senciando la globalización de lo naco, labenettización (de Benetton) de lo cheo?Enigmas del mundo de Bill Gates y deGeorge Soros.

A fin de cuentas ¿qué son lo naco o locheo sino estrategias de supervivencia,de asimilación, de des-identidad? ¿Y noes esto lo que se promulga como “políti-camente correcto” en nuestros días?¿No se nos estimula a diluirnos en elmundo global, estandarizado, homogé-neo? Tu mirada a las dinámicas de es-tos procesos es un paso de avance haciala explicación de los fenómenos en to-das sus conexiones posibles: de expli-car a transformar va un largo trecho,pero el primer paso hacia la transfor-mación es la explicación.

Hoy estas verdades son apenas un oásisen medio del desierto postmoderno, casiasunto críptico de elegidos, de sectas eindividualidades. No siempre será así, yya muchos vienen de vuelta. Hay quetener paciencia.

Leyéndote entendí mejor sobre el ori-gen y las causas psicosociales de la vio-lencia juvenil en las grandes urbes;entendí mejor por qué se han dirigidotantos ataques contra la memoria histó-rica, las tradiciones, la familia y los va-lores en aras de la fragmentación y

perpetuación del dominio clasista en-mascarado en la aparición inducida denuevas formas de socialidad. ¿Qué pa-pel han jugado en esto la literatura demoda, los medios masivos, los entrete-nimientos nada gratuitos, la pedagogíay los comerciales? ¿Qué papel ha juga-do, y juega el cine dominante,aplastantemente norteamericano?

Llegado a este punto la vocación “im-perial” del mexicano es un hallazgo teó-rico para mí, pero un hallazgo intuido.No sé si conoces que hubo planes deanexar Cuba a México, como soluciónintermedia entre las reclamaciones deEspaña y los Estados Unidos. Pero mássorprendente sería la constatación deuna vocación “imperial” cubana, o me-jor dicho, un afán de situarnos en el cen-tro de lo universal y lo moderno, unaaspiración vanguardista perenneque recorre el espinazo de la nación,desde sus orígenes: es un hecho demos-trable. Bien encausado, no está mal,siempre que se mantenga en los límitescuerdos de la vocación.

Lo de Maximiliano de Hasburgo meparece muy atinado: coincido contigo enque debe volverse sobre esta historia ysobre sus protagonistas, sin prejuicios nianatemas prefabricados. Hoy por hoy,si de algo me convenzo es que la verda-dera historia de América (y de granparte del mundo) está por escribir, peroello sólo será posible poco a poco, conmadurez y libres de las condiciones queimpone “la falsa conciencia de la reali-dad”; o al menos, cuando los conflictospolíticos e ideológicos permitan sereni-dad y nos concedan liberarnos decrispaciones.

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Los mitos fundacionales de México sonmuy parecidos a los nuestros. Quizásse hallen ustedes en el momento exactode revisarlos y reformularlos. Para no-sotros, aún no ha llegado ese caso, yno llegará mientras estemos en esta es-pecie de vela de armas perpetua en quevivimos. Más peligroso que los mitossería quedarnos sin historia que, hoy porhoy, es el cemento que une a una na-ción amenazada por factores internos yexternos. Ese momento llegará, y sien-to envidia por los historiadores del futu-ro que podrán plantearse, sinlimitaciones, todas las interrogantes po-sibles. Todavía a la identidad en Cubale espera un largo tiempo de servicios.

Perdona si me he salido de la tangentey torcido un poco el rumbo de tu exce-lente texto, en aras de “aplatanarlo”

como decimos en Cuba cuando algo oalguien se “cubaniza”. Considera queesta pasión y las asociaciones que des-pierta testimonian su valor. Los textos quelo dicen todo, que no son capaces de su-gerir, que no estén abiertos, sonintrascendentes, aparte de aburridos.

Te repito mis felicitaciones, y te recuer-do que espero tu autorización para quelo podamos publicar en la Revista de laBiblioteca Nacional. Para ello necesi-taría una pequeña síntesis de tucurriculum, para acercarte a nuestroslectores.

Un abrazo:

ELIADES ACOSTA

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Una identidad nacio-nal que no renunciea la riqueza adquiri-da en las décadaspasadas y que seacapaz de revisarselas entrañas sin men-tiras ni ocultamientos,sería una fuerza ex-traordinaria si seplantea un propósitotan ambicioso, por elprofundo arraigo quetiene esa identidaden la gente, por lacapacidad que ha te-nido de levantarsesobre raseros mez-quinos para prefigu-rar utopías, y por sucapacidad de convocar a todos a darlesentido transcendente a la vida y a la bús-queda de bienestar y felicidad.1

Luego de unos tresaños de ausencia enla patria, RubénMartínez Villena re-gresó a Cuba (mayode 1993). Punto deatraque: Santiago deCuba. Cinco díasdespués, el 18, BlasCastillo lo conduciríaa La Habana.

Recién llegado,Martínez Villena en-contró un panoramasombrío para la di-rección del PartidoComunista de Cuba(PCC). Dirigentespartidistas, proleta-

rios, juveniles, estu-diantiles se hallabansepultados en lasmazmorras del Prín-cipe: Jorge A. Vivó,secretario generaldel PCC; CesarVilar, máximo líderde la ConfederaciónNacional de Obre-ros de Cuba(CNOC); JoaquínOrdoqui, SeveroAguirre, LadislaoGonzález-Carbajal yotros combatientes.

Partiendo del diez-mado Comité Cen-tral era precisoreorganizar el traba-

jo. Isidro Figueroa “Sampedro” y JoséA. Guerra “Matienzo” llevaban el pesode la responsabilidad principal como

miembros del secre-tariado. Ellos trata-ron de evitarles máspreocupaciones aRubén, pero él exi-gió un lugarprotagónico en labatalla. Para eso fuepreciso coordinarlocaciones, momen-tos, medidas de se-guridad. Poco apoco lo fueron in-corporando a lasjuntas del Buró Po-lítico, que finalmen-te decidió citar alComité Central(CC).

RubénMartínezVillena en

1933.(Centenario1899-1999)

Caridad MassónSena

Historiadora

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Según las referencias que nos brindandos fragmentos de notas manuscritas deRubén Martínez Villena, a mediados dejunio se reunió el CC. Los documentosno precisan fecha exacta, ni si las ano-taciones pertenecen a dos asambleasdiferentes o a una sola convocación condos sesiones. Lo que sí establecen cla-ramente son los aspectos medulares quese discutieron, los cuales pudiéramosresumir en los siguientes aspectos: re-organización del secretariado, Buró Po-lítico, Comité Central y cada uno de losdepartamentos de trabajo; rendición decuentas de los distritos 3, 4 y 5; infor-mación sobre las principales tareas dela Defensa Obrera Internacional y laLiga Antimperialista.

Existen ciertas limitantes para compren-der la información que nos brindan es-tos apuntes. En la generalidad de loscasos se utilizan seudónimos para nom-brar a los participantes; en ocasiones,las palabras no están escritas con todassus letras y debemos deducir las que lefaltan. No obstante, intentamos dara conocer las revelaciones que nos pa-recieron más evidentes, como es el casodel nombramiento de Rubén MartínezVillena, “Julio”, en la responsabilidad deSecretario General del PCC –de modoprovisional– para desempeñar laborescon los ya mencionados miembros delsecretariado, Figueroa y Guerra.2

Las cuestiones obreras mantuvieron entensión a la mayoría de los delegados:la necesidad de mejorar el trabajoorganizativo entre los desocupados, fun-damentalmente en el interior del país; laintensificación de la labor sindical en sec-tores tales como los portuario, minero,ferroviario, cigarrero, educacional, con

el objetivo de encauzar sus demandas ydescalificar sus divergencias reformis-tas; el estrechamiento de las relacionesentre los comités distritales y las direc-ciones de la CNOC y sus sindicatos; lasluchas contra la carestía de la vida; lapublicación de folletos para instruir a loslíderes trabajadores; y la creación de unperiódico que reflejara sus inquietudes.

La asamblea se proyectó también enotro sentido: la relación con los alzados,bandas pertrechadas de fusiles y ma-chetes que desarrollaban acciones con-tra el régimen en los campos, unasveces, saboteando las propiedades alos poderosos, otras quemando planta-ciones de caña, etcétera. Entre estaspartidas se destacaban las fuerzas deBlas Hernández. El PCC debía partici-par en acciones conjuntas y tratar deorientar las operaciones de esos grupospor el sendero de la revolución agrariay antimperialista

Asimismo, las observaciones de Rubénplanteaban la necesidad de redactar undocumento bajo el título “El Partido Co-munista y los problemas de la Revolu-ción en Cuba”, que hiciera referencia alcarácter contrarrevolucionario de lalabor de los trotskistas excluidos de la or-ganización.3 Según las teorías de estos,las huelgas que se desplegaban “estabancondenadas al fracaso”, no podrían ha-ber “paros en la industria azucarera sinuna huelga generalizada”, todas estas de-mostraciones serían “gastos inútiles deridículo”.4

Efectivamente dicho panfleto se publi-có y contenía, además, el siguiente plan-teamiento básico:

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La Revolución en Cuba está en suprimera etapa democrático-burgue-sa, y por ello reviste una formaantifeudal y anti-imperialista. La vic-toria de la Revolución Agraria yantimperialista, será lograda median-te la alianza de la clase obrera y delcampesinado, arrastrando a las ca-pas pobres de la pequeña burguesíaurbana, bajo la hegemonía del prole-tariado y la dirección del PartidoComunista, por el derrocamiento delpoder del imperialismo, por el derro-camiento de los elementos feudales(latifundistas) y de la burguesía nati-va ligada a estos, y el establecimien-to de la dictadura democráticarevolucionaria de los obreros y cam-pesinos, sobre la base de los soviets.

La hegemonía de la clase obrera y ladirección del Partido Comunista en larevolución agraria y antimperialista, esla garantía de su victoria y de su desa-rrollo hacia la revolución proletaria, so-cialista, en el más corto tiempo posible,con el apoyo del movimiento revolucio-nario mundial y especialmente del mo-vimiento proletario revolucionario deEstados Unidos y del movimiento revo-lucionario de los pueblos oprimidos deAmérica del Sur y el Caribe.5

Una pequeña chispa sirvió como deto-nante para el estallido social. El 5 dejulio los trabajadores de ómnibus se re-belaban contra las pretensioneshegemónicas dentro del sector desarro-lladas por Pepito Izquierdo (alcalde delDistrito Central). “¡A la huelga!” fue laconsigna. Primero se les sumaron lostranviarios: la solidaridad fue creciendoy la cantidad se transformó en calidad.En agosto el paro era general.

La dirección del Partido Comunista deCuba declaraba que la huelga era sóloun paso hacia la revolución, no la revo-lución misma; que a Machado solamentese le podía derribar con la insurrecciónarmada popular para lo cual había queprepararse. Rubén temía que el movi-miento terminara en el holocausto y seprodujera la intervención norteamerica-na. En un manifiesto conjunto del PCCy la CNOC, fechado el 6 de agosto, secuestionaban estos dos organismos por-que a esas alturas, hasta los enemigosdel proletariado querían colaborar conla huelga. ¿Cuáles eran sus propósitossecretos? Y se respondían:

Ellos no pueden tener, ni tienen, nin-gún interés en que los obreros de nin-gún sector consigan las demandaseconómicas inmediatas para las cua-les están luchando. La única expli-cación verdadera de su “partici-pación” en la huelga es que, pensandoque el simple cambio de Machadopor cualquier otro gobierno traigaunas condiciones favorables para susnegocios respectivos, creen a la vezque el aumento del movimiento dehuelga puede traer la renuncia deMachado o activar las gestionesdel interventor para cambiarlo.

Más conscientes que los simples pa-trones que han “ayudado” la extensiónde la huelga, estos líderes “grupos deoposición” no piensan que Machado re-nuncie. Comprenden que sólo la insu-rrección del pueblo o la intervenciónyanqui pueden destornillarlo de la Pre-sidencia de la República; y conocedo-res, a su vez, de que el proletariado ylos campesinos no están aún en condi-ciones de tomar el poder e instaurar un

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gobierno obrero y campesino, piensanque lo mejor para sus ambiciones, parasus aspiraciones de verdugo, sería quelas masas, con el sacrificio de sus vi-das, derriben al odiado asno con garraspara poder ellos ocupar inmediatamen-te su lugar.6

Desde su escondite, Rubén se mante-nía informado de la situación por JoséAntonio Guerra, hijo del secretariode la presidencia, Ramiro Guerra, quienle había advertido que Machado estabainconforme con la mediación y se co-mentaba el posible asesinato de Wellespara hacer recaer sobre los comunistasla responsabilidad del crimen.

Joaquín Ordoqui refiere en sus Memo-rias...:

Las circunstancias eran muy complejasen aquellos días y se hacía necesarioobrar teniendo en cuenta todos los as-pectos para mantener la unidad de laclase obrera en torno a una política co-rrecta. El reformismo tenía mucha in-fluencia en las masas de trabajadores,y los reformistas no querían oír hablarmás que de las reivindicaciones econó-micas. Les importaba fundamentalmen-te que fueran satisfechos los pliegos dedemandas formuladas a la patronal, peroofrecían resistencia a una acción demayor envergadura.

Convencido Machado de que le faltabaapoyo de Washington, impresionado dela impopularidad de su régimen, tratóde llegar a cierto entendimiento con lossectores oposicionistas, designando aGustavo Gutiérrez, para que se entre-vistara con la dirección del movimientoobrero y propiciara el envío de una co-

misión a Palacio que tratara con él lasbases de un acuerdo.

Los reformistas presionaban para unacuerdo y por fin se decidió a enviar acompañeros firmes, pero poco conocidoscon el objetivo de percatarse de las inten-ciones del Presidente y ganar tiempo.7

La comisión de la CNOC estuvo inte-grada por tres compañeros entre los cua-les recuerda Blas Castillo estabanVicente Álvarez y Martín Castellanos.La entrevista se desarrolló en un tono deaspereza. Machado con sus desplantesdijo en una oportunidad: “Bien señores.Yo podría hacer ahora lo que quisiera conustedes”. Uno de los entrevistados, Vi-cente el cigarrero, le contestó: “Cuándono, si usted tiene la fuerza”.

Arsenio Ortiz que estaba presente, fu-rioso intervino: “Así no se le contesta alGeneral”; y Machado exclamó: “Déja-los, es mejor que sean cínicos”.

Por fin, la comisión declaró que antesde entrar a discutir los acuerdos teníaque darle la libertad a algunos dirigen-tes de la CNOC en ese momento en-carcelados.

Por eso en el llamamiento del PCC y laCNOC del 6 de agosto se explicaba quela oposición hacía circular la consignade “no volver al trabajo hasta que caigaMachado”, querían llevar la huelga a uncallejón sin salida, a una masacre, paraexigir la intervención norteamericana,acusando a estos organismos de apo-yar a Machado.

Hagamos de esta huelga general–exhortaba el manifiesto– y de lasluchas subsiguientes, el medio por el

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cual venzamos los obstáculos y pro-duzcamos las condiciones, todavíahoy no presentes, que nos impidenrealizar, por el momento, la insurrec-ción definitivamente victoriosa de lasmasas, contra el poder búrgues-feu-dal-imperialista y por la instauraciónde un firme Gobierno SoviéticoObrero y Campesino.8

Después de la masacre del 7 de agostoy con la presencia de algunos luchado-res recién liberados de la cárcel, se con-gregó al CC para tomar una resolucióndefinitiva. Machado prometía satisfacerla mayoría de las demandas económicasy sociales y Villena se interesó por valo-rar de nuevo el panorama existente den-tro del gobierno y las fuerzas armadas.

Las Memorias inéditas de JoaquínOrdoqui describen con detalles las dis-cusiones acaecidas:

Según la opinión de José A. Guerra: “Elejército estaba unido a Machado. Mu-cho más después de la represalia san-grienta de días antes con la cual se sentíacomprometido”.

Este criterio no satisfizo a la mayoría.Estaban los acontecimientos de la Ca-baña, las informaciones de EmilioLaurent sobre descontento de la oficia-lidad y múltiples manifestaciones dedescomposición entre las tropas.

Se puso a discusión si se firmaba o no elacuerdo con el Presidente. Entre los ele-mentos que se tuvieron en cuenta paratomar una determinación estuvieron:

1. El estado interno del gobierno y lospoderes castrenses.

2. La posición de los reformistas y suinfluencia en las masas.

3. El ascendiente real del Partido Co-munista para garantizar la continuaciónde la huelga hasta el derrocamiento deMachado.9

Los otros sectores oposicionistas podíanestar o no con la huelga, pero lo impor-tante en este caso eran los obreros.Rubén analizaba que ellos llevaban se-manas sin trabajar ni recibir sus emo-lumentos. A veces sus familias no teníanun bocado que llevarse a la boca. ¿Has-ta donde resistirían? ¿Sus conciencias lespermitiría comprender la posición delPartido al rechazar un pacto que les con-cedía prácticamente todas sus deman-das? Machado o cualquier otro no iban acambiar el destino de los trabajadores.

Guerra y Felipe González (miembro tam-bién del Comité Central) razonabanque se podía perder todo, de querer irdemasiado lejos, Felipe, recién llegadode la URSS, estuvo largo tiempo argu-mentando sus criterios, incluso citó tex-tos marxistas que hacían referencia asituaciones similares en otros países.Para Villena lo más importante era unanálisis objetivo de las circunstanciasconcretas en Cuba.

Pesaba, además, en la decisión, un ca-ble recibido del Buró del Caribe cuyotexto decía aproximadamente: “Demo-ren venta final”.

Rubén tomó la palabra. “La huelga debetener un término. Los reformistas quie-ren el regreso al trabajo, sin embargo elsector más radical repudia el entendi-miento. No debemos dejarnos presionar

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por los primeros. La vieja fórmula paradescribir el estado de ánimo de las ma-sas es realizar un tanteo en el sectormás afectado por los rigores del paro,los obreros del transporte”.

Se eligió a Cesar Vilar para razonar conla asamblea. el mensaje del Buró Políti-co explicaba cómo la presión de los tra-bajadores de ómnibus y los tranviarioshabían llevado sus respectivas empre-sas a concederles sus demandas fun-damentales. Definía que la tarea delmomento era consolidar las posicionesalcanzadas:

¡Mantened la lucha hasta la victoria,y una vez lograda ésta. organizad lavuelta al trabajo organizadamente,creando los sindicatos, fortalecien-do los existentes y preparándolospara nuevas y victoriosas luchas.

[...] Mantengamos la lucha hasta lo-grar nuestras reivindicaciones inme-diatas en cada industria, en cadafábrica! ¡Arranquemos con las lu-chas de masa nuestras reivindicacio-nes a los explotadores y preparemoslas nuevas y más grandiosas luchasque habremos de librar hasta la vic-toria definitiva del proletariado sobrelos explotadores y la instauración deun Gobierno Obrero y Campesino!10

La respuesta de los huelguistas fue ro-tunda: “Ni un paso atrás, que se vaya elanimal”.

La dirección del Partido había estadodividida en torno a la decisión de pedirlea los obreros el regreso escalonado altrabajo. Rubén Martínez Villena, FelipeGonzález, José A. Guerra, Jorge A. Vivó

y César Vilar se manifestaron por la ne-gociación. El razonamiento de Rubénplanteaba en esencia:

“[...] mejor un Machado débil que unnuevo gobierno de la oposición burgues-latifundista colocado por la marineríayanqui”. Machado entraría en una cri-sis profunda–pensaba– y el proletariadoestaría más preparado para la revoluciónagraria y antimperialista como aspirabael PCC.11

Uno de los análisis históricos más com-pletos sobre lo que se conoció como“errores de agosto” del Partido Comu-nista de Cuba proviene de la pluma deLionel Soto en su libro La Revolucióndel 33 donde plantea que ellos se carac-terizaron por un desacierto táctico esen-cial: la orientación de regresarescalonadamente al trabajo y variaserratas conceptuales: “A Machado solose le puede tumbar con la insurrecciónarmada”, “es mejor un Machado débilque un gobierno de la oposición”, etcé-tera.

Soto centró su examen en aspectos deíndole subjetiva unos y objetiva otros.Rubén sería protagonista del equívoco,y al mismo tiempo, víctima de sus pro-pias concepciones forjadas a la luz delas orientaciones de la InternacionalComunista, de una proyección dogmá-tico-sectaria, que proponía una estrate-gia revolucionaria agraria y antimpe-rialista lograda por la lucha armada y lainstauración de los soviets, sin etapasintermedias de carácter democrático-burgués y, por tanto esquivando alian-zas con sectores de la burguesía mediaque no aceptaban los postulados delPartido Comunista.

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El aislamiento forzoso que le imponía suenfermedad, también contribuyó a queVillena no pudiera calar correctamente losestados de ánimo que predominaban enel pueblo y sopesar todos los factores.

La realidad demostró que el pueblo seríaelemento decisivo en el aplastamiento dela tiranía el 12 de agosto de 1933. Sinembargo, las vanguardias revolucionariasde entonces no estaban suficientementepreparadas para hacer cristalizar un mo-vimiento político superior.

Durante la efímera presidencia de Car-los Manuel de Céspedes, jornadas dedura praxis política y profundos deba-tes ideológicos se produjeron en el senodel Comité Central del Partido Comu-nista, reunido entre el 26 y 28 de agos-to, para celebrar su V Pleno.

Presidido por Rubén Martínez Villenase logró congregar representantes de lamayoría de las provincias. Varios invi-tados extranjeros acompañaban la pre-sidencia: Alberto Moreau, RicardoMartínez, Juan el Polaco (Lavski) yPedro el Canadiense, todos a nombredel Buró del Caribe.

En el examen de la actuación del Parti-do salió a relucir por primera vez, la crí-tica de los errores de agosto, a los cualesse les atribuyó como causa fundamen-tal la existencia de métodos de trabajoeconomicistas y anarcosindicalistas.

No estaban en condiciones de abordarcon verdadera objetividad los sucesos.

Durante ese mismo pleno se discutió lainstrucción del Buró del Caribe relaciona-da con el establecimiento de los soviets

en Cuba. Esta cuestión provocó un fuer-te altercado entre los participantes, envista que Villena manifestó desacuerdocon la orden traída por los invitadosforáneos.

Las reflexiones de Rubén argumenta-ban que los forasteros llevaban muchotiempo fuera de las luchas de sus paí-ses, estaban burocratizados y, además,no habían podido impedir el apoyo deEstados Unidos a Machado, ni la me-diación, por lo tanto no debían imponeresa directiva absurda.

Según recuerda Ordoqui, testigo de es-tos hechos, los representantes del Burótraían la fuerte determinación de que, oel Partido aceptaba la implantación delos soviets o se le consideraría traidor yoportunista.

Rubén se negó a aceptar aquella orden.Ya exaltados los ánimos trató de con-vencerlos: “esa proyección los alejaríade las masas, afectaría el trabajo den-tro de las fuerzas armadas, hasta la pro-pia palabra podía asustar a la gente”.12

La controversia tomó un cariz más agu-do ante la opinión del secretario generalJorge A. Vivó de que los miembrosdel ejecutivo internacional tuvieran vozy voto en la asamblea. Villena se opusoradicalmente a ello y, ante la insistenciade este, promovió su destitución del car-go porque más que un secretario gene-ral se comportaba como un “generalsecretario”. La mayoría lo apoyó. Ensu lugar fue electo el obrero IsidroFigueroa.

Sin embargo, la masa mayoritaria sesolidarizó con el proyecto de los soviets.

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A continuación el delegado manzanilleroFrancisco Wilfredo Calderius López(Martínez o Blas Roca) planteó que ensu región había posibilidades de construirun soviet, en el central Mabay y actoseguido prometió impulsar la formacióndel mismo al regreso a su ciudad natal.

Al producirse el V Pleno del ComitéCentral, ya algunos centrales azucare-ros habían sido tomados por huelguistasde ese sector semanas antes.

Cuando el 10 de septiembre pasaba aocupar el sillón presidencial de la Repú-blica Ramón Grau San Martín, ya el Par-tido Comunista de Cuba había echado aandar sus propuestas del V Pleno. Ape-nas cuatro jornadas después se organi-zaba el soviet de Mabay.

Lionel Soto afirma que el de Grau

[...] era un gobierno revolucionario,pequeño-burgués de facto cuya ideo-logía –dentro de las indefinicionesimaginables– era de carácter nacio-nal-reformista y, por tanto, no poseíauna ideología revolucionaria comple-ta [...].

El nuevo gobierno pequeño-bur-gués, además, dictó medidas de sa-bor nacionalista, de resistencia yhasta de antagonismo enérgico alpotencial y pretensiones del impe-rialismo. Ese gobierno reivindicó latotal y absoluta independencia polí-tica nacional y la defendióinternacionalmente.13

El 29 de septiembre, los trabajadores deLa Habana se dispusieron a rendir pos-trer tributo a las cenizas de Mella traí-das desde México. En la sede de la Liga

Antimperialista (en Reina y Escobar),un grupo de luchadores esperaban lasalida del cortejo que partiría al parquede la Fraternidad. Junto a ellos, Rubénen fantasmagórica entrega.

Con voz apenas perceptible, Villena sedirige a la multitud:

Camaradas: Aquí está, sí pero no enese montón de cenizas sino en eseformidable despliegue de fuerzas.

Estamos aquí para tributar el home-naje merecido a Julio Antonio Me-lla, inolvidable para nosotros, queentregó su juventud, su inteligencia,todo su esfuerzo y todo el esplen-dor de su vida a la causa de los po-bres del mundo, de los explotados,de los humillados... Pero no esta-mos sólo aquí para rendir ese tribu-to a susmerecimientosexcepcionales. Estamos aquí sobretodo, porque tenemos el deber deimitarlo, de seguir sus impulsos, devibrar al calor de su generoso cora-zón revolucionario. Para eso esta-mos aquí, camaradas, para rendirlesde esa manera a Mella el único ho-menaje que le hubiera sido grato: elde hacer buena su caída por la re-dención de los oprimidos con nues-tro propósito de caer también sifuera necesario...14

A un ruego del orador, un sargento queparticipaba en la manifestación levantósu fusil y dijo que estaba dispuesto aentregarlo al pueblo en gesto de con-fraternización. Poco después, ya retira-do Rubén, se iniciaba el tiroteo y con ella masacre.

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Ante la inesperada situación, el PCCacusó al gobierno en su conjunto por laviolencia desatada. No podía discernirclaramente que mientras Guiteras tra-bajaba en la promulgación de leyesde contenido nacionalista y progresistacomo la implantación de la jornada deocho horas y el jornal mínimo y la diso-lución de los partidos machadistas, lashuestes militares actuaban con absolu-ta independencia y Batista aprovecha-ba el descontrol y las vacilaciones delejecutivo para mostrar su faceta homi-cida.

Civiles y militares intercambiaban gol-pes. El 3 de noviembre Guiteras propu-so a Grau juzgar a Batista por traición.Grau se negó a hacerlo.

Cuando el 7 de noviembre se produjoun levantamiento contrarrevolucionariode elementos adversarios confabuladoscon exoficiales y sectores de las fuer-zas armadas, el manzanillero FranciscoCalderius, ya de regreso a La Habana,poniéndose al corriente de la intentonaescribió un documento y lo presentó alBuró Político. Sus apreciaciones fueronaltamente valoradas por los compañe-ros y lo designaron secretario generalinterino del CC sustituyendo a Figueroa.Esta decisión dio una gota de alegría ala dolorosa existencia de Rubén, quienopinaba que había sido una elecciónacertada.

Aunque en los últimos meses de 1933 ylos primeros días de 1934 se pusieronen vigor las proposiciones más avanza-das de Guiteras, vale decir: Leyes deaccidente del trabajo y contra la usura,rebajas de las tarifas eléctricas, conce-sión de matrículas gratis, intervenciónde la Compañía de Electricidad, los co-munistas no percibían el proceso deradicalización que acompañaba esasresoluciones.

Mórbido, lacerado, desde el sanatorio LaEsperanza, bajo las prescripciones de sudoctor y amigo Gustavo Aldereguía,Rubén aguardaba expectante la visitade Fabio Grobart, Francisco Calderiuse Isidro Figueroa que lo mantenían in-formado de dos eventos trascendenta-les a celebrarse: la primera conferencianacional de emergencia del PCC y elIV Congreso de la Unidad Sindical.

Del 12 al 13 de enero se efectuó el IVCongreso de la Confederación Nacio-nal de Obreros de Cuba. A la redac-ción de sus dictámenes dedicó susfenecientes energías Rubén MartínezVillena.

El 16 de enero de 1934, a la edad de 34años, en el Salón de Torcedores, lasmasas laboriosas de la capital le daríanpostrer y digno adiós.

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La semillagermina

Newton BrionesMontoto

Historiador

Cuba, al igual que una tierra mal atendi-da comenzó a dar frutos indeseablesdurante su época republicana. Su dete-rioro había comenzado mucho antes,casi desde el mismo momento de su des-cubrimiento, en 1492. En 1902, año dela constitución de la república, su tierrano estaba abonada con las mejores se-millas. Los casi cuatrocientos años dedominación española no dejaron una tie-rra bien preparada; un campesino adies-trado ni un campo teórico adonderecurrir para resolver problemas en casode necesidad. Sin embargo dejaron enel cubano rasgos negativos. Reapare-cieron caracteres de sus ascendientes,las tradiciones monárquicas, el poderomnímodo de los capitanes generales yla corrupción. En 1945 vivió en Cubaun sociólogo norteamericano por espa-cio de un año. Una de sus observacio-nes lo confirman:

Los funcionarios coloniales espa-ñoles, estaban, en general más in-teresados en los beneficiospersonales que pudieran obtener alamparo de sus cargos que en elmejoramiento de los servicios parael pueblo que tenían bajo su auto-ridad. Sin embargo, este perversomodelo fraguó en el ideal que mu-chos cubanos abrazaron y que pal-

pita en el fondo de su pensamientopolítico.1

Los cinco primeros presidentes dejaronen los gobernados el deseo por alcan-zar algo mejor.2 Cada siembra repro-dujo la calidad de los mismos frutos.Veamos cómo se desarrollaron los cul-tivos y el resultado de sus simientes.

Desde que se inició la república, la se-lección de los presidentes se había guia-do por los procedimientos institucionalesvigentes. Varios candidatos competíanen las elecciones, después el voto de loselectores, y como resultado final un pre-sidente. Una vez en el poder, los proce-dimientos establecidos no garantizarona los electores resultados favorables.Las mezquinas flaquezas humanas so-bresalieron más que las necesidadespopulares. Desde el 20 de mayo de1902,fecha en la que nos comenzamos a go-bernar, hasta el 9 de septiembre de 1933,Cuba había tenido ocho presidentes.Uno logró gobernar ocho años, MarioGarcía Menocal, otro, Alberto Herrera,menos de un día. El primero aprovechóla coyuntura de la primera guerra mun-dial para extender su mandato hasta1921, aunque la Constitución establecíacuatro años como tiempo tope. Despuésvino Alfredo Zayas, una frase de uncontemporáneo, el coronel ManuelDespaigne, podría resumir su obra degobierno. Zayas “escribe con dos de-dos y toma lo que puede con diez”. Losiguió el general Machado, gobernandodesde 1925 hasta el 12 de agosto de1933. En 1927 Machado modificó laConstitución y durante cuatro años másgobernó el país con mano de hierro. Losestudiantes y el pueblo lograron quebrarsu gobierno, el 12 de agosto de 1933.

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Parecía que ese día todo cambiaría, paramejor, pero así no sucedió. Carlos Ma-nuel de Céspedes asumió la presiden-cia, con la ayuda interesada delembajador de Estados Unidos. Su man-dato duró menos de treinta días. Los sar-gentos del campamento de Columbia ylos estudiantes del Directorio Estudian-til se unieron, protagonizando una ac-ción que puso fin al gobierno delpresidente recién elegido.

Todo empezó por un rumor, económico,convertido en temor en las siguienteshoras. Los sueldos serían reducidos de$22 a $13 pesos al mes. A ello se unióel deseo de los sargentos y soldados desustituir a los oficiales, como respuestaa las humillaciones recibidas durante elgobierno anterior. Además se comen-taba, sobre los militares, que estabancomplotados para hacer regresar aMachado de nuevo. Estos ingredientesse unieron ese día, no con el propósitode sustituir a Céspedes, sino para soli-citar mejoras y seguridad. Así empezóel 5 de septiembre, pero terminó de otramanera. El embajador Welles fue el pri-mer sorprendido, su obra política se ve-nía al piso. Él había sido el artífice de lamediación, forma eufemística de tratarla caída de Machado. Céspedes, eraobra suya, y con él esperaba recons-truir a Cuba política y económicamen-te. Al caer su protegido, el trabajoquedaba en nada y sus sueños de forja-dor se derrumbaban. Esto engendró odio,por parte de Welles, hacia los estudian-tes y los militares complotados en elderrocamiento de Céspedes. A pesar delrevés inicial se sabía poseedor de dospoderosas armas, el no reconocimientoal nuevo gobierno, y la intervención deacuerdo a la Enmienda Platt, desde su

posición podía hacerla valer. La historiade la caída de Céspedes sucedió demanera rápida y sin pérdida de vidashumanas. He aquí los detalles prácticosde la acción.

En la madrugada del 5 de septiembrede 1933, los estudiantes y los milita-res se constituyeron en la Junta Re-volucionaria de Columbia, organismoque oficialmente dirigió el movimien-to, en las horas que siguieron al motínmilitar. Estaba integrada por civiles,los miembros del Directorio Estudian-til, por hombres distinguidos en la lu-cha contra Machado, y por militares,los sargentos del campamento de Co-lumbia. La Junta Revolucionaria deColumbia, emitió la Orden General No.1 del movimiento triunfante, dando aconocer su cuerpo directivo. Encabe-zando la lista aparecía el sargentoFulgencio Batista como jefe del mo-vimiento en la parte militar. Hasta esemomento su nombre no era conocidofuera del campamento. A pesar de norepresentar ningún distrito militar, sehabía convertido en el líder del movi-miento. Los personajes más importan-tes de la acción eran los sargentos,contaban con fuerzas físicas en nú-mero de soldados. La locuacidad deBatista, su osadía y atrevimiento lehabían permitido ocupar esa posición.Ni corto ni perezoso Batista supo des-de el primer momento hacia dónde de-bía dirigir sus pasos para obtener unamayor cuota de poder, y demostródesde esa misma noche tener más in-teligencia y carácter que todos los que,con igual o superior grado, lo acom-pañaban en la aventura. Para desgra-cia del país, que esperaba se plantaraotra semilla, sin embargo la postura

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resultaría peor que las anteriores. Lasimiente se conectaba y reproducía lascaracterísticas de los atavismos espa-ñoles. Los que habían soñado con lajusticia prometida por Céspedes,Martí, y Maceo, iban a recibir multi-plicada la herencia de Weyler y Ma-chado.

En la parte civil cinco hombres sustitui-rían a Carlos Manuel de Céspedes. Estemodelo presidencial estaba de moda enotros países. Los cinco recibieron elnombre de Comisión Ejecutiva, y fue-ron seleccionados por la Junta Revolu-cionaria de Columbia. El DirectorioEstudiantil, cabeza política del movimien-to cometió la ingenuidad de confiar ladirección de los asuntos públicos a lospentarcas. Desde las ocho de la maña-na los integrantes de la Junta aguarda-ban a Carlos Manuel de Céspedes, parasolicitarle su renuncia. Céspedes se ha-bía trasladado a las provincias centra-les para conocer de cerca los destrozosde un ciclón, mientras Batista, sin em-bargo, no descansaba en asegurar suposición. Lo primero que hizo fue ga-rantizar su seguridad personal. El ca-rro blindado del general Alberto Herrerale sirvió para trasladarse a los distintoslugares donde él consideraba necesariasu presencia. El profesor HerminioPortel Vila cuenta el primer encuentro.

La primera vez que pude ver condetenimiento al expresidente Batis-ta fue el 4 de septiembre3 de 1933,muy temprano en la mañana, en elpalacio presidencial [...]. De prontohubo una conmoción en la antesalay penetró en el salón el entoncessargento Batista. Le seguía un sol-dado gigantesco, de color, quien por-

taba una ametralladora de mano,montada, y nos estudió detenidamen-te a todos hasta que se tranquilizó.El líder septembrista parecía cansa-do con el ajetreo de la madrugada yllevaba abierto el cuello de la gue-rrera. La expresión de su mirada erade preocupación y sus razones teníapara ello, ya que acababa de jugarsela vida y la conservaría o la perderíasegún como saliesen las cosas.4

Alrededor de las 11 de la mañana Ba-tista visitó al embajador de EstadosUnidos, Sumner Welles. Ninguno de losdos se conocían, aunque el primero apa-recía regularmente en los periódicos,como representante de la poderosa na-ción. Escasas horas hacia que el sar-gento disfrutaba su privilegiadaposición. Sin embargo esto no lo ami-lanó para visitar al señor embajador delos Estados Unidos. Un periodista delDiario de la Marina insertó un co-mentario:

Uno de nuestro reporter se acercóayer al nuevo jefe del Estado Ma-yor del ejército, sargento FulgencioBatista [...] Acababa de salir de laembajada pero a nuestras pregun-tas se negó a hacer declaración al-guna respecto a su conversación conel embajador de los Estados Uni-dos. “Ahora no puedo –aseguró–quizás más tarde. Sólo quiero queustedes digan que estamos muycontentos de la civilidad del pueblode Cuba y de la disciplina de nues-tros soldados”. Un minuto despuésera apresado por la cámara foto-gráfica del diario. Enseguida el sar-gento Batista partió hacia Columbia.Eran las 11.05 de la mañana.5

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La conversación entre el sargento y elembajador obedecía a un interés del pri-mero en esclarecer la situación reinan-te. ¿Acogería favorablemente elgobierno de Estados Unidos al gobiernorecién constituido? preguntaba Batistaa Welles y este último se saboreaba ensu interior, sabiendo que este era su bienmayor, el no reconocimiento, así haríapagar a los que habían destruido suobra. No se lo dijo pero debe haberlopensado, según un cable enviado al De-partamento de Estado, “Ningún gobier-no aquí puede sobrevivir por un períodoprolongado sin el reconocimiento deEstados Unidos y nuestra falta de reco-nocimiento por un período indefinido”.6

Con la visita a Welles, Batista demos-traba anticiparse al grupo de la JuntaRevolucionaria de Columbia. Los queaún aguardaban a Carlos Manuel deCéspedes pudieron verlo a las 12:30 deldía. No hubo nada interesante en eltraspaso de poderes, como había llega-do, se iba. Los pentarcas se asomarona la terraza de palacio, querían hacerpatente su triunfo. El público que sehallaba en los alrededores saludó conrespetuosos aplausos al presidente de-puesto. Habló Sergio Carbó, uno de lospentarcas, dijo que la hora no era depalabras, sino de hechos; que la revolu-ción había triunfado al fin, y era nece-sario consolidarla. La palabra“revolución” mencionada por Carbó, erauna expresión mítica, pues en ella se sin-tetizaban los anhelos de los cubanos porhacer un país mejor. Después, una y otravez, otros la utilizarían para lograr entu-siasmo. Habló Batista y explicó que lossoldados estaban dispuestos a servir aCuba desinteresadamente, sin buscarprebendas, ni ascensos, ni bienestarmaterial, ya que sólo se inspiraban en la

necesidad de mantener el orden, el im-perio de la justicia y el respeto a la ley.7

¿Respondía lo expresado a un sentimien-to o era simplemente un mensaje paralas masas? El tiempo demostraría queeran palabrerías.

Uno de los propósitos de la recién crea-da Junta Revolucionaria de Columbia eradepurar a los oficiales maculados du-rante el gobierno de Machado, median-te la constitución de tribunales formadospor oficiales, clases y alistados. El pro-cedimiento a utilizar después de la de-puración sería que uno de ellos se hicieracargo de la jefatura del ejército. Consti-tuidos en equipo, una verdadera Juntade Oficiales, Batista seguiría siendo sar-gento y actuaría de intermediario entreellos y los alistados. Los pentarcas que-rían restituir a los militares no maculados,ello garantizaba que todo volviera a sucauce normal.

A la caída de Machado se desató unafuria popular contra los machadistas,hubo asesinatos en las calles. Un go-bierno compuesto por estudiantes y sol-dados, no daba la seguridad de protegerla vida y la propiedad. Esta era la metadel momento, dar la impresión de con-trol, y restituir a los oficiales nomaculados resolvía el asunto. Sin em-bargo los militares, representados por loscoroneles Perdomo y Quesada, a los queles ofrecieron la jefatura del EstadoMayor y el campamento de Columbia,no aceptaron. ¿Por qué razón? Alega-ron que de esa manera no era posiblerestablecer la disciplina. Detrás de estadisculpa había otras razones. El attachémilitar de la embajada americana, te-niente coronel Gimperling, era muy co-nocido por los oficiales cubanos y les

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recomendó que bajo ninguna circunstan-cia retornaran a sus mandos. El gobier-no norteamericano jamás toleraría unarevuelta de los soldados, como la quehabía ocurrido, ni un cambio de gobier-no. La intervención americana era in-dudablemente el próximo paso.8 Laopinión de Welles puesta en boca delteniente coronel Gimperling no obede-cía a la casualidad. Este fantasma, eldel no reconocimiento, aparecería otrasveces. Los breves días transcurridos,que por la intensidad del momento pa-recieron meses o años, no lograron ha-cer que ninguno se reintegrara. Losoficiales pasaron dos días tratando deconectarse entre sí, buscaban dóndereunirse para deliberar. Finalmente de-cidieron utilizar el Hotel Nacional. Erael mejor sitio, porque suponían que porestar alojados Welles y Sanguily no se-rían molestados. Después de unos díaslos oficiales negados a reintegrarse alejército se comenzaron a trasladar consus armas para el Hotel Nacional. Unarazón más poderosa estaba detrás detodos estos argumentos, la intervenciónamericana, que era cuestión de días. Poresto se podía saltar por encima de lalógica militar de congregarse en un sololugar.

Pasaron los días, entonces citarona Palacio, para un cambio de impresio-nes, a los oficiales del Ejército Nacio-nal. Sergio Carbó, uno de los pentarcas,presidía la reunión como secretario deGuerra y Marina. A las cinco de la ma-ñana del día 8 de septiembre no se ha-bía logrado nada. El ejército amaneceríaacéfalo y esto preocupaba. Una de lasexigencias norteamericanas para reco-nocer al nuevo gobierno era la tranquili-dad y el ejército participaba en ello.

Sergio Carbó, le dijo a Batista: “No po-demos amanecer sin una cabeza visibleen el ejército”. Y lo ascendieron a co-ronel jefe de estado mayor. Esta deci-sión de ascenso respondía a una nece-sidad del momento más que a una habi-lidad de Batista. Los norteamericanosexplican hechos como este, de maneraconcisa: estar en el lugar correcto en elmomento adecuado. Welles y su deseode perjudicar al nuevo gobierno influye-ron indirectamente en este ascenso, fac-tores subjetivos coadyuvaron en estadecisión.

Después de cuatro días de gobierno, lapentarquía, nombre con el que popular-mente fue bautizado, se negó a conti-nuar, entre otros factores por miedo ala intervención y en desacuerdo por elascenso, el día 8 de septiembre, de Ba-tista a coronel. Las escasas horas quemediaron entre el ascenso de Batista yla decisión de la pentarquía de negarsea seguir al frente del gobierno, sirvieronde aviso al recién nombrado coronel.Siempre alerta, como un radar recogien-do las señales extrañas, reaccionó comocorrespondía. Un breve analisis lo de-mostraba: la pentarquía no quería seguir,Welles deseaba restituir a Carlos Ma-nuel y los militares no aceptaban lasposiciones ofrecidas. Todo estaba cla-ro, había que unirse a los más fuertes, aEstados Unidos. El hecho reportado porWelles, el 9 de septiembre, demuestrauna vez más el deseo del nuevo coronely su falta de escrúpulos: “Una comisiónde Sargentos visitó al Presidente Cés-pedes, en su casa, esta mañana, parainformarle que el Coronel, antiguo Sar-gento, Batista estaba deseoso de apo-yar su restauración a la presidencia,siempre que el Presidente Céspedes lo

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confirmara en la posición de Coronel yjefe del Estado Mayor y garantizara laseguridad de él y la de sus asociados eneste motín. Céspedes rechazó cualquiercondición previa; exigió su restaura-ción.9

Los cuatro días que duró la pentarquía,hasta el 9 de septiembre, trajo como re-sultado un caso atípico en las eleccionespresidenciales. Muy entrada la nochedel 9 de septiembre se reunió la JuntaRevolucionaria de Columbia para nom-brar un nuevo presidente. La palabraaguda y precisa de Clara Luz Durán,estudiante de medicina y miembro delDirectorio Estudiantil, inclinó la decisiónhacia el doctor Ramón Grau San Mar-tín. Los miembros de la Comisión Eje-cutiva o pentarquía, habían renunciado,a excepción de Grau San Martín. ClaraLuz Durán había dicho en voz alta: “Aquílo que hace falta es un hombre”. En rea-lidad la república necesitaba además devalor otros requerimientos. EduardoChibás propuso a Grau y dijo que habíasido “nuestro único defensor cuandofuimos expulsados de la Universidad”.Todos estuvieron de acuerdo con que elnuevo presidente lo fuera Grau San Mar-tín, doctor en medicina y profesor de laUniversidad de La Habana. Los reuni-dos pudieron haber propuesto a otrosmiembros de la Junta Revolucionaria,por ejemplo a Carlos Prío, líder de losestudiantes o al coronel Fulgencio Ba-tista. En esta decisión primó la falta deun líder natural del nuevo movimiento yalguien que tuviera otras cualidades,además de ser hombre. El hecho de serGrau San Martín más conocido por suprofesión y oposición a Machado, loconvirtió en el dirigente del momento.El 10 de septiembre tomó posesión como

noveno presidente de Cuba. Igualmen-te se presentó en la terraza de palacio.Anunció que no juraría la Constituciónpor contener la Enmienda Platt, un ges-to patriotico y osado para la época.

Hacía un mes que el país no teníadescanso, la designación aparecía comola calma esperada, una nueva esperan-za. Intereses surgidos y afincados, des-de mucho tiempo atrás, buscaron enla nueva escena a los actores de la obraa representar. Dos claras tendenciascontinuarían pugnando entre sí, una re-presentada por los cubanos y otra porEstados Unidos. De ellas surgirían losartistas, una encabezada por el coronelFulgencio Batista, sargento hastael 4 de septiembre y coronel cuatro díasdespués. La otra por el doctor RamónGrau San Martín, miembro de lapentarquía hasta el día 9 y ahora presi-dente de la república. Los objetivos deambos se diferenciaban en una solacuestión, impartir justicia. Para Batista,lo primero era sobrevivir y obtener lamayor cuota de poder posible. La tanansiada justicia pasaba primero por sunuevo poder, el del ejército, después sialgo quedaba sería para el pueblo. ParaGrau la justicia pasaba por evitar lo quehabía sucedido durante el gobierno deGerardo Machado: la reelección, unasituación económica precaria y la suje-ción a Estados Unidos. Otros hombresno incorporados todavía, tenían otro sen-tido de la justicia, mucho más amplia quela de Batista y el propio Grau San Mar-tín. De momento lo más importante eraconsolidar el gobierno, sin embargo nose le prestó la atención necesaria. El pro-grama revolucionario vendría a la vez odespués. Los objetivos tácticos de Ba-

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tista, el poder, a diferencia de los estra-tégicos de sus compañeros, hacer algopor el país, le daban ventajas. Mientrastrabajaba para él, los otros lo hacían paralos demás.

Sin ser anunciado en un cartel de boxeo,el encuentro entre los dos contendien-tes comenzó desde el primer día. Medi-rían sus armas por obtener cada cual suobjetivo: el control de la república. Lalucha adquiriría ritmo cinematográfico.El nuevo reto pondría a prueba a Batistauna vez más. Contaba para la nue-va batalla con la jefatura del ejército,además, su habilidad para el muñequeo,las promesas y las trampas. Aparentarque trabajaba para los demás cuandosólo lo hacía para él mismo. Tenía unasola desventaja: ser poco conocido enla vida pública del país. Su contrario, elpresidente Ramón Grau San Martín tam-poco contaba con experiencia en gober-nar. Con voz aflautada daba lasensación de debilidad o poca entereza,aunque poseía el don de convencer. Unperiodista cubano lo describió de la si-guiente manera: “La ambición políticareviste en el profesor de fisiología for-mas suaves, sinuosas, de un aparenteidealismo ético y de un simulado senti-do místico y apostolar”.10 Otro perio-dista vio otro ángulo diferente: “En Grause entrelazan los rasgos predominantesde todos los presidentes que le antece-dieron. Puede esto parecer especula-ción, pero escudríñese en su sicología,en sus reacciones y su modo de operar,se advertirá que en él se resumen el doncaudillístico de José Miguel y Menocal,el sentido paternalista de Estrada Pal-ma, el centralismo autoritario de Macha-do y la displicencia peyorativa deZayas”.11 Entre las dos semillas a

escoger, una menos mala que la otra, serepetiría como una maldición los atavis-mos de la república. Un solo comenta-rio bastaría para resumir, pobrerepública.

El doctor Antonio Guiteras, norteame-ricano de nacimiento y con sólo 26 añosde edad, resultó una de las primeras pro-posiciones hechas al presidente Grau.Su participación en la lucha contra Ma-chado le había ganado reconocimiento.A pesar de su corta edad y tener losojos estrávicos, como resultado de unacaída de pequeño, poseía una gran atrac-ción. A diferencia de Grau y Batista,ambos con facilidad de palabras,Guiteras se caracterizaba por hablarpoco. Él también se convertiría en ac-tor de primera línea al frente de la se-cretaría de Gobernación. Pocos díasdespués fue nombrado también secre-tario de Guerra y Marina. De esta ma-nera Fulgencio Batista quedabasubordinado a Guiteras. Entre el presi-dente y el secretario de gobernación te-nía que moverse el jefe de Estado Mayor,además de participar en la solución deotro sinnúmero de problemas acuciantesdel nuevo gobierno. Uno de ellos, los bu-ques norteamericanos surtos en puer-tos, dispuestos a desembarcar sus tropaspara “garantizar la tranquilidad”.

La oposición al gobierno de las más im-portantes organizaciones políticas, comoel ABC, el partido Conservador del ex-presidente Mario García Menocal y deCarlos Mendieta Montefur, caudillo dela agrupación Unión Nacionalista. ElPartido Comunista no apoyaba al nue-vo gobierno, no por razones tácticas sinopor equivocación. En política exteriorrecibía el exiguo reconocimiento de

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México, Uruguay, Panamá, Perú, Espa-ña y la negativa del resto, incluyendo aEstados Unidos. Una difícil situacióneconómica daba los toques de angustiaal panorama. Mientras, Welles macha-caba indirectamente con su arma, la delreconocimiento y la intervención. Pararematar el oscuro cuadro del momentose sumaban los militares del antiguo ejér-cito introducidos en el Hotel Nacional.A mediados de mes la obra se desarro-llaba con intensidad. Al igual que unacinta cinematográfica con diferentes tra-mas, aparentemente desconectadas en-tre sí, para terminar uniéndose al final,así sucedía con el Hotel Nacional.

Este hotel, construido por una compa-ñía americana, se inauguró el 15 diciem-bre de 1930. Las manos de la casualidadhicieron posible que las moscas partici-paran en su construcción.12 Ahora lasmismas extremidades harían que elmejor hotel del país se convirtiera enprotagonista de una batalla militar. Elgeneral Julio Sanguily, otro de los intér-pretes de esta historia, nombrado jefedel ejército a la caída de Machado, seencontraba en el hotel restableciéndosede una operación. Para rematar el elen-co, el embajador Sumner Welles, en laobra a representar también tendría subocadillo. Y aunque por razones de con-veniencia no aparecía como estrellaprincipal, era el productor principal delfilm. Se había trasladado al Hotel Na-cional porque el arrendamiento de sucasa había expirado el 4 de septiembre,el mismo día del golpe de los sargentos,y tenía previsto partir de Cuba diez díasmás tarde. Su trabajo había concluidocon la mediación de Machado y la de-signación de Céspedes. El movimientodel 5 de septiembre le hizo variar el iti-

nerario. Se había instalado en el hoteldos días antes que los oficiales del ejér-cito llegaran.13

La obra se había puesto en escenael 4 de septiembre, en el campamentode Columbia, cuando los sargentos seinsubordinaron por motivos económicos.Como se sabe los estudiantes acudie-ron esa noche al campamento militar ya través de un documento ampliaron lasdemandas, convirtiéndose en un movi-miento político. En ese momento, Welles,los estudiantes y los sargentos se con-virtieron en protagonistas de la nuevaobra. Aparecieron los actores, la pues-ta en escena sería en el Hotel Nacio-nal. Ante la negativa de los oficiales deabandonar el hotel, el gobierno reaccio-nó mandando a cortar el agua y la luzde la instalación. Los empleados yWelles abandonaron el inmueble eldía 12 quedando los oficiales solos enel lugar, ascendían a unos 400 hombres.El hotel se había convertido en un cam-pamento militar, tenían que cocinar y ha-cer faenas de mantenimiento. Elgobierno apostó una guardia permanenteen los alrededores del hotel. Los sitia-dos habían tomado la precaución de lle-nar las bañaderas y cuanto recipientehallaron a mano. Estaban dispuestos aresistir hasta que los norteamericanosintervinieran.

A mediados de septiembre, el antiguosargento continuó moviéndose en elcomplejo panorama que se le presenta-ba para conseguir su objetivo: sobrevi-vir y obtener una mayor cuota de poder.El decursar de los días hizo variar la per-cepción de Grau y Guiteras sobre Ba-tista y comenzaron a buscar cómoequilibrar el poder del antiguo sargento.

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La lucha entablada desde el primer mo-mento, discretamente al principio, des-pués abiertamente, se manifestaba conpasión. En las soluciones no entraba ladestitución porque el ejército se volve-ría incontrolable y daría pie a una inter-vención norteamericana. De un ladoBatista, trabajando por controlar las fuer-zas armadas. Del otro lado, Guiteras in-teresado en hacer de la Marina uncuerpo capaz de equilibrar la fuerza delejército. Además, promoviendo la ma-yor cantidad de leyes favorables al pue-blo, y de paso conseguir apoyo popular.Así podrían enfrentar los embates de laoposición, unida ahora al gobierno deEstados Unidos.

Mientras, el presidente Grau oscilaba deacuerdo a las circunstancias, mejor di-cho, más bien de acuerdo a su persona-lidad. Según un siquiatra que loentrevistó mucho tiempo después, con-sideró que su debilidad sicológica, erasu rasgo principal. Necesitado de pro-bar continuamente que era fuerte, tra-taba de compensar sus complejos deinferioridad mediante una actitud supe-rior. En resumen estaba temeroso a lasuperioridad de los demás, y necesitabareconocimiento como un enfermo unamedicina. Sin embargo, Batista prose-guía su ascenso y actuaba sin ataduras.El 12 de septiembre, dos días despuésde tomar posesión Grau, el Diario dela Marina reportaba: “Ayer fue un díacasi normal en el Palacio de la Presi-dencia. Cuando el doctor Ramón GrauSan Martín actual presidente de la Re-pública acudió a la presidencia del po-der ejecutivo, era poco mas de las 10de la mañana. Después llegó el coroneljefe del Estado Mayor Fulgencio Batis-ta, rodeado, como lo aconsejan las cir-

cunstancias, de una escolta de 16 hom-bres y de dos oficiales que colaboranresueltamente con el nuevo orden decosas”.

El 16 de septiembre los partidos no in-cluidos dentro del gobierno solicitaronal presidente una entrevista. Los líde-res políticos, nombre con que seautodenominaron los representantesde los partidos existentes, no queríanquedarse fuera del poder. Habló a nom-bre del grupo, Carlos Mendieta, quienle pidió a Grau que renunciara y consti-tuyera un gobierno de concentración na-cional. Grau pidió tiempo para contestar.Al otro día, 17 de septiembre, el presi-dente Grau y el embajador SumnerWelles se reunían en secreto. El infor-me enviado por Welles, decía: “Me dijoque Batista quería ser presidente [...].Declaró que no había alternativa parasacar a Batista de su actual puesto dejefe de Estado Mayor y que en cual-quier intento que se hiciera para cam-biarlo, el Ejército se convertiría, deinmediato, en algo incontrolable”. Lasinocentes confesiones de Grau, al nosaber quién era su verdadero enemigo,reforzaban la incipiente alianza deSumner Welles y Batista.

Por su parte Guiteras desde la secreta-ría de Gobernación comenzó a propo-ner leyes, las cuales polarizaban lasituación. Declaró ilegales los partidospolíticos responsabilizados con elmachadato, suspendió el Congreso ydejó cesantes a todos los gobernadoresy alcaldes, los cuales fueron rempla-zados por revolucionarios. El 17 de sep-tiembre dictó el decreto concediendo elvoto a la mujer, otorgado por primeravez en Cuba, reconociendo sus plenos

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derechos civiles y políticos. PabloRodríguez, iniciador del movimientodel 4 de septiembre, era ascendido a co-mandante, otra acción del secretario deGobernación para contrarrestar a Ba-tista. Los bateyes de los ingenios erangobiernos dentro del gobierno. La auto-ridad era ejercida por los dueños de losingenios auxiliados por la guardia rural.La moneda oficial no circulaba sino queera sustituida por vales o fichas expedi-dos por las propias administraciones, conellas se pagaba el jornal del trabajador.Contra esto arremetió Guiteras y decre-tó la municipalización de los bateyes.Restableció la Ley Arteaga, suspendi-da por Machado, que prohibía el pagode salarios mediante vales o fichas.Suspendió los desahucios y dispuso unamoratoria para los adeudos en conceptode alquileres. Estableció la Ley contra lausura. Creó la Secretaría del Trabajo yel jornal mínimo de $1.00 en la ciudad y$0.80 en el campo, los jornales eran de$0.20 por diez horas o más de trabajo. El19 firmó la jornada máxima de ocho ho-ras de trabajo, hasta ese momento erade 14 horas o más. Desde luego estasleyes no sólo preocupaban a la oposiciónsino al propio gobierno, aunque Grau lashabía refrendado. El propio Guiteras loexpresó tiempo después:

Nuestro programa no podía detener-se simple y llanamente en el princi-pio de la no intervención. Tenía queir forzosamente hasta la raíz de nues-tros males, el antimperialismo eco-nómico, el que hizo retroceder amuchos antingerencistas, dividiéndo-se nuestras filas. Ante los decretosque, como enormes martillazos, ibanrompiendo lentamente esa máquinagigantesca que ahoga al pueblo de

Cuba, como a tantos otros de laAmérica Latina, aparecían en esce-na para combatirnos todos sus ser-vidores nativos y extranjeros, y suformidable clamor espurio nos res-taba uno a uno nuestros colaborado-res, que eligiendo las exclamacionesderrotistas “de este modo no nos re-conocerán nunca los americanos”,“estas medidas alejan el reconoci-miento”; o las más terribles aún: “losamericanos desembarcarán, cerra-rán sus puertas a nuestro azúcar”,etcétera, nos abandonaban. Yo ten-go la satisfacción de haber llevado ala firma del Presidente Grau los de-cretos que atacaban más duro alimperialismo yanqui; los vi retroce-der, porque acudían a mí –Carbó,Lucilo de la Peña, Batista y otros–para convencerme de la necesidadde disminuir el ataque, de variarnuestra conducta.

El cerco de la tropa que rodeaba el ho-tel se iba estrechando y se temía que encualquier momento dieran la orden deprohibir la entrada y salida de personas.El día 22 de septiembre Welles informóa su cancillería: “Esta tarde los estudian-tes no permitieron que entrara un ca-mión cargado con alimentos para losoficiales que estaban en el Hotel Na-cional, aunque los soldados del camióntenían una autorización escrita por Ba-tista, y no obstante dirigir un oficial pororden de Batista la entrada del ca-mión”.14 Este cable de Welles, sin ha-ber encontrado más elementos alrededorde este hecho, encaja perfectamente entodo lo realizado por Batista en estosdías, jugar con dos cartas. El 29 de sep-tiembre otro hecho volvió a poner demanifiesto la posición de Batista y

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Guiteras. En el Parque de la Fraterni-dad se había levantado un monumento,con la autorización del gobierno, paradepositar las cenizas de Julio AntonioMella, líder comunista. Guiteras, comosecretario de Gobernación, concediópermiso para rendir el tributo. Sin em-bargo el ejército se presentó en el lugarprohibiéndolo.

Días después la situación en el interiordel hotel continuó complicándose. Des-de hacía seis días los oficiales no pro-baban bocado; sostenidos con chocolateaguado, preparado con unas tabletas decocoa, lo único que quedaba en la des-pensa del hotel, hacía insoportable la si-tuación. Utilizando la transmisora deradio del hotel se comunicaron con elexterior, enviaron un mensaje a dirigen-tes del ABC. Este era breve pero explí-cito: “nos morimos de hambre”. El díaprimero de octubre, a pleno día, median-te un golpe de audacia, lograron la en-trada por sorpresa de un pequeñocamión cargado de víveres, por la puer-ta de la calle 23. El hecho pudo haberacelerado la posición del gobierno. Eldomingo 1ro. de octubre, presidida porGuiteras, se celebró una reunión enColumbia donde estaban presentes Ba-tista y otros secretarios del gobierno. Ladecisión tomada sobre el Hotel Nacio-nal, era radical: desalojarlos. Al otro día,a las seis de la mañana, comenzó el com-bate. Guiteras y Batista, presentes enel lugar, estaban a cargo de la opera-ción. Ambos con posiciones diferentesante el mismo problema. Batista promo-vió al mediodía un alto al fuego paraevitar males mayores a los militares.Víctor González de Mendoza, secreta-rio general de la Cruz Roja, era el en-cargado de conversar con los militares,

quienes no aceptaron las condiciones derendirse, las cuales no eran nada humi-llantes, y prevalecieron criterios contra-rios. Una hora tenían para decidirse, sinembargo, Batista les concedió hasta lastres de la tarde. A las seis de la tardetodo concluyó, los oficiales fueron sa-liendo de cinco en cinco a intervalosde 10 minutos. Mario Hernándezuno de los sargentos comprometidos conel 5 de septiembre, había ajusticiado avarios oficiales después de la rendición.El gobierno se anotaba un triunfo, habíaresuelto uno de los agudos problemas,los días por venir traerían otros. Batistacontinuaba su labor como hábil jugadorde cartas.

La batalla del Hotel Nacional, a pesarde haber concluido, dejaba asuntos pen-dientes. Welles se sentía comprometidocon los oficiales presos, su indirecta pro-mesa, una intervención de Estados Uni-dos era la causa de todo. La victoriamilitar, para algunos no terminaba conenviar a presidio a los derrotados. Laacción de Mario Hernández, al matar aalgunos oficiales después de rendirse,se sustentaba en un argumento: si elloshubieran triunfado, habrían sido peor.Era necesario cortar la raíz de los quehabían sostenido a Machado en el po-der y querían volver de nuevo. Este ar-gumento, matar a los principales jefesmilitares, se continuaba esgrimiendoentre los miembros del Directorio.Welles lo explicó en un cable: “Desdeayer en la noche y esta mañana existeel rumor de que el Consejo Estudiantil yuna porción de los soldados desean eje-cutar sumariamente a los oficiales queestán ahora en prisión. Lo que he podi-do averiguar es que Batista, sus ayu-dantes personales, y algunos miembros

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del Gobierno se oponen vigorosamentea este movimiento. Espero ver a Batis-ta esta tarde y trataré de conocer quégarantías positivas para la seguridad delos oficiales ha podido proporcionar”.15

Otro cable de Welles es conclusivo:

Batista vino esta mañana a la emba-jada para verme y tuvimos una con-versación privada de aproximada-mente una hora y media. [...] Me diosu palabra de honor sobre su respon-sabilidad oficial que ninguno de losoficiales ahora en prisión sería mo-lestado de ninguna forma. Ade-más me dijo que con el objetivo degarantizar extremas medidas de se-guridad para ellos, y teniendo encuenta los esfuerzos de los estudian-tes para excitar a los soldados sobrela inmediata ejecución de los oficia-les principales, él había arreglado sutraslado a la Prisión Nacional de Islade Pinos, adonde serían llevados engrupos de 20 ó 30 personas durantela noche para que la gente que podíadañarlos no se agrupara en la esta-ción de ferrocarril. Concluyó dicien-do que mientras era completamenteimposible para él evitar el juicio delos oficiales por cortes marciales,pospondría tales juicios por todo eltiempo que le fuera posible para quelas pasiones pudieran enfriarse; másadelante podría ver que las cortesfueran compuestas por abogados yno por soldados o sargentos.16

A esta altura de la situación, Batista, es-taba francamente en la oposición y comotal se comportaba. Hombres dedicadosa los negocios y a las finanzas le solicita-ron protección y modificar la situación

existente. La petición inflamó más aúnel ego del coronel y prometió su esfuer-zo. Comenzó a moverse en la direccióndeseada. Conversaba reiteradamente conWelles, escuchaba las indicaciones y pro-ponía ideas. Habló directamente con elfuturo sustituto del presidente Grau SanMartín, el coronel Carlos MendietaMontefur, nacido el 4 de noviembre de1873 en San Antonio de las Vueltas, pro-vincia de Las Villas. Tenía sesenta años;era médico y coronel del ejército liberta-dor. Todo estaba cocinado, sólo faltabaponer la mesa y servir los platos parasustituir al presidente.

Enterados los miembros del Directoriode la maniobra, un golpe de estado in-minente, se dispusieron a desbaratar laconjura. Los jóvenes, citados por Car-los Prío, se reunieron en palacio con elpresidente. Le informaron del comploty adoptaron medidas para abortarlo. Seconvocaría a la Junta Revolucionaria deColumbia en casa de Sergio Carbó y seexpondrían los hechos. Grau solicitaríasu renuncia en base a la traición deBatista. Los jefes de los distritos milita-res, con los cuales se había conversadopreviamente, apoyarían a Grau. Actoseguido se solicitaría la detención de Ba-tista por alta traición y en su lugar seríanombrado Pablo Rodríguez como susti-tuto. Llegó la hora prevista y todos losinvolucrados estaban presentes en casade Sergio Carbó. Grau comenzó su ex-posición, destacando la gravedad de lasituación, no tenía justificación que el jefedel ejército se pusiera a conspirar conel embajador de Estados Unidos. Hizoel resto de los descargos y cedió la pa-labra a Batista. Este refirió no haber ac-tuado de mala fe. Por desconocimientohabía asistido a una reunión donde se

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encontraban los presidentes de los par-tidos de oposición y el embajador de losEstados Unidos. Agregó no habersecomprometido en nada. Tenía pensadohablar con el presidente y contarle loque le habían dicho. Exaltó a Grau comodirigente y explicó su humilde proceden-cia. Algún resorte sicologico del presi-dente debe haber conmovido la fibra delperdón. Este tipo de persona, aunquemuy inteligentes, sucumben ante los elo-gios. Las observaciones del siquiatra,señaladas con anterioridad pueden ex-plicarlo: “Temeroso a la superioridad delos demás, y necesitado de reconoci-miento. [...] Es un hombre genial en sucaos sicológico”.17 Batista salió ileso dellugar y cuando se le preguntó a Graupor lo acordado respondió: “el susto quele hemos hecho pasar, terminará por re-sultar el mejor”.

Con el perdón a Batista y las habilida-des desarrolladas hasta ese momento,no es necesario decir más. Resultó elgran error. Continuó haciendo de lassuyas, hasta conseguir echar del podera Grau San Martín el 14 de enero de1934. Guiteras lo sintetizó en una entre-vista: “Grau cayó impulsado por los mís-ticos del reconocimiento, con Batista ala cabeza, que habían retrocedido ate-rrados ante la verdadera revolución quepor primera vez veían en todas susluces. Fracasamos porque una revolu-ción sólo puede llevarse adelante cuan-do está mantenida por un grupo dehombres identificados ideológicamente,poderoso por su unión inquebrantable,aunados por los mismos principios y nopor la doctrina de todos para destruir”.18

Después de esta fecha, Batista tuvotodo el poder. Pasaron cuatro presiden-

tes más, todos sujetos al coronel, jefede Estado Mayor. El periodista DanonRuyon, escritor deportivo de Hearst, loentrevistó en 1934 y obtuvo la siguienteimpresión: “Si alguien tiene duda de queFulgencio Batista es el amo de Cuba de-bía pasarse un par de horas en esta an-tesala. Uno saca la impresión de quetodo el que quiere algo en Cuba tieneque verlo a él”.19

Coyunturas internacionales aconsejaronmodificar su status y en 1940 aspiró apresidente manteniéndose en el cargodurante cuatro años. Por falta de ga-rantías hacia su persona, al ser electopresidente Grau San Martín, salió delpaís. Regresó en noviembre de 1948, alser elegido Carlos Prío Socarrás parapresidente. Ante la imposiblidad detriunfar en las elecciones de 1952, dioun golpe de Estado. Se mantuvo en elcargo hasta el primero de enero de 1959.A modo de recuento de su paso por lahistoria de Cuba, podríamos utilizar lossímiles con Aureliano Buendía, perso-naje de la novela, Cien años de sole-dad, de García Márquez. Batistapromovió unas cuantas conspiracionesy hasta el momento había triunfado.Durante el transcurso de su vida tuvocinco hijos de dos mujeres distintas yninguno murió. Escapó a varios atenta-dos, incluyendo el asalto a la mansiónpresidencial en 1957. A los traspies po-líticos, más abundantes y peligrosos quelas agresiones personales, con astuciade lobo los evadió. De aquel encuentrode noviembre de 1933 con Grau, la Jun-ta Revolucionaria de Columbia y los es-tudiantes salió más fortalecido en sudecisión de apoderarse del poder. Susiniciales compañeros, sin saberlo, seríansus futuras víctimas. Tornándose con el

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tiempo en un hombre poderoso y peli-groso. Al contrario de AurelianoBuendía que nunca se había fotografia-do, él deseaba ver su foto en los perió-dicos todos los días, y recibir todos loshonores y medallas inventadas o por in-ventar. Y para desgracia de la repúbli-ca nadie le administró, como a AurelianoBuendía, una carga de estricnina en elcafé. Los valores sobre los que se de-seó fundar la república, méritos, cono-cimientos, deseos de servir, quedaronopacados con los valores implantados.Nuestros antecedentes negativos, de laépoca de España, tomaron cuerpo enBatista, con la ayuda de Estados Uni-dos. La semilla plantada en 1933, parala nueva cosecha, al igual que sus si-mientes anteriores, creció deformada ydeformando a los demás.

Notas

1 Lowry, Nelson. Serie de trabajos tituladosEsquema de Cuba por un sociólogo americano,sobre diversos aspectos del pueblo cubano.Archivo Nacional. Fondo Jorge Quintana. Caja117 #24.2 Estrada Palma, José Miguel Gómez, MarioGarcía Menocal, Alfredo Zayas y GerardoMachado.3 El profesor Herminio Portel Vila dice el 4 deseptiembre, aunque en realidad es el 5. El artículofue escrito en 1950 y para todos el 4 de

septiembre quedó como fecha del hecho.4 Bohemia (La Habana) 42(32):64; 6 ag. 1950.5 Diario de La Marina (La Habana) 6 sept. 1933:3.6 Foreign Relations of the United States.Diplomatic Papers, 1933. The AmericanRepublics. Washington : Department of State.United States Government Printing Office, 1952.vol. 5, p. 416.7 Ídem8 Phillips, R. Hart and Mc Dowell, Obolensky.Island of Paradox. New York : [s.l., s.a.]. p. 90.9 Soto, Lionel. La Revolución del 33. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1985. t. 3, p. 67.10 Ichazo, Francisco. El doce de agosto o elinfortunio de una fecha histórica. Bohemia (LaHabana) 41(33):54; 14 ag. 1949.11 Lorenzo, Raúl. La historia reclama de Prío unapolítica distinta a la de Grau. Bohemia (LaHabana) 40(28):51; 11 jul. 1948.12 Briones Montoto, Newton. Acción directa. LaHabana : Editorial de Ciencias Sociales, 1999.13 Op. cit. (6). pág. 419.14 Ibídem, p. 456.15 Ibídem, p. 468.16 Ibídem, p. 469.17 Martí Ibáñez, Félix. Crónica (La Habana) (8):8-12; 15 mayo 1949.18 Pensamiento Crítico (La Habana) 4(39):287;abr. 1970.19 Runyon, Danon. Cómo nos ven losnorteamericanos. Batista, el amo de Cuba.Carteles (La Habana) 22(7):24; 18 febr. 1934.

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Lahistoriografíaregional ylocal enCuba (1959-1999):balance yperspectivas

Hernán Venegas DelgadoInvestigador del Instituto de Historia de Cuba

Esta es la tercera vez que se me con-voca a analizar el proceso de lahistoriografía regional y local en Cubarevolucionaria. La primera fue en 1984,a propuesta de la Unión Nacional deHistoriadores de Cuba (UNHIC), dedonde resultó el trabajo “Veinticincoaños de historiografía regional en Cubarevolucionaria (1959-1983)”, publicadoen la Revista de la Biblioteca Nacio-nal José Martí de La Habana y en otrospaíses. Años más tarde, en 1993, el Fon-do Editorial Trópykos, de Caracas, Ve-nezuela, me solicitó que actualizasedicho trabajo, conocedores sus directo-res del esfuerzo que se venía desarro-llando en Cuba con el Proyecto Nacionalde Historias Provinciales y Municipales.

De ahí surgió el pequeño artículo “Lahistoria regional cubana (1987-1992)”,publicado en mi libro Provincias, regio-nes y localidades. Historia regionalcubana, impreso en 1993 por dicha edi-torial.

Ahora la Cátedra Emilio Roig deLeuchsenring, el Instituto de Historia deCuba y la Casa de Altos Estudios donFernando Ortiz, de la Universidad de LaHabana, coauspiciadores del ciclo “Me-dio siglo de historiografía cubana”, sehan propuesto analizar el quehacerhistoriográfico cubano en estas últimasdécadas y hacer un balance de sus pro-blemas y resultados. Y, dentro de esteanálisis han tenido a bien solicitarme queopine sobre el tema regional y local, quetanta relevancia ha adquirido en los últi-mos años. Como no quiero pecar derepetitivo, me limitaré a redondear al-gunas ideas antes expuestas sobre estetema y, posteriormente expondré otrassobre el estado actual del problema ysus perspectivas.

Ciertamente, para hablar de historio-grafía regional y local en Cuba, es im-prescindible remitirse a los grandesmaestros de las ciencias históricas. Enesta dimensión los nombres de JulioLe Riverend Brusone, Juan Pérez de laRiva Pons y Ramiro Guerra Sánchez,ocupan un sitial de honor, junto al deaquel infatigable estudioso y propagan-dista de la historia latinoamericana,caribeña, nacional, regional y urbana quefue Emilio Roig de Leuchsenring. Estos–y también algunos otros– abrieronperspectivas, trazaron caminos, nosapuntaron hacia dónde debíamos dirigirlos estudios de estas cuestiones regio-nales y locales.

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Ramiro Guerra, quizás sin una opinióntotalmente formada sobre el futuro deestos estudiosos, nos dejó en su Gue-rra de los Diez Años (1950-1952) todauna fundamentación regional acerca deese trascendental período bélico queabrió las puertas al proceso indepen-dentista cubano y, desde luego, a unacomprensión más acabada de las dife-rencias regionales en el proceso históri-co de formación de la nación, que hoyalgunos se dan el lujo de hacer casoomiso o bien aceptan entredientes. Perotambién Guerra, de esas obras “meno-res” que legó, dejó como herencia Mu-dos testigos. Crónica del ex-cafetalJesús Nazareno, de 1948, es decir, unposible modelo de lo que hoy se llama-ría historia “micro” en otras riberas. Noen balde, al valorar dicha obra en el pró-logo a la nueva edición cubana publica-da por Ciencias Sociales en 1974Manuel Moreno Fraginals, nada sospe-choso de ser un amante de la historiaregional, afirmó que esta es “una de laspoquísimas obras maestras de lahistoriografía cubana”.

Al geohistoriador Juan Pérez de la RivaPons, desgraciadamente fallecido muytemprano, en el amplio goce de sus ca-pacidades intelectuales, debemos, ya enpleno proceso de la Revolución, un ar-tículo que nos conmocionó a todos en1968, “Una isla con dos historias”, pu-blicado en la revista Cuba Internacio-nal. Este fue un trabajo surgido enocasión de la conmemoración del cen-tenario del inicio de las guerrasindependentistas cubanas, en 1868, y delsinnúmero de actividades que a su ca-lor se desplegaron, en particular las re-feridas al planteamiento de losproblemas de la nación y de la naciona-

lidad. Hoy es relativamente fácil criti-car algunas de las tesis y conclusionesdel artículo de Pérez de la Riva, peroquien se remonte a aquellos añosno puede menos que admitir que supropuesta de una Cuba A y de unaCuba B, que signaba todo el procesohistórico nacional, sirvió como una es-pecie de parteaguas para los que yaavizorábamos entonces que algo debíacambiar en la visión historiográfica su-puestamente “nacional” con la que con-tábamos y que aún hoy es predominante.Tal fue el impacto causado por este tra-bajo que, en 1986, casi veinte años des-pués de escrito, otro maestro de lahistoriografía cubana, Jorge IbarraCuesta, homenajeaba al extinto profe-sor, volviendo sobre la tesis central deltrabajo de Pérez de la Riva.

Encima de ello, quizás un poco a la ma-nera de Ramiro Guerra, Pérez de la Rivay su compañera, Sarah Fidelzait, nos le-garon otro texto “menor”, en el nivel“micro”, San José del Sumidero. De-mografía social en el campo cuba-no, de 1987, gestado muchísimos añosantes, que tuvo y tiene la virtud de en-señar cómo combinar diversas cienciasy disciplinas, técnicas y métodos, fuen-tes y procedimientos, orientacioneshistoriográficas y científicas en este ni-vel. Para mí es todavía un gran enigmapor qué el libro citado de Ramiro Gue-rra y este de Juan Pérez de la Riva ySarah Fidelzait, no son tomados mayor-mente como posibles modelos para eltrabajo local, conjuntamente con aque-llas propuestas de las nuevas –y mu-chas veces no tan nuevas– tendenciasque en esta escala nos presenta lahistoriografía euroccidental y anglosajona.

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Y conste que ahora no estoy haciendosiquiera referencia a aquella parte nopublicada de la obra de Pérez de la Riva,en particular su trabajo inédito e incon-cluso sobre la división territorial y la con-quista del espacio cubano, de 1974, cuyapublicación dejaría múltiples dividendosentre los regionalistas y, con toda certe-za, una visión más equilibrada sobre elproceso histórico cubano. Una idea dela importancia de esos manuscritos loda el conversatorio que Pérez de la Rivasostuvo posteriormente con un grupo dehistoriadores y geógrafos cubanos en laBiblioteca Nacional José Martí y quepublicaría en 1978, post mortem, la re-vista Universidad de La Habana bajoel título “Sobre la conquista del espaciocubano (Conversatorio)”, trabajo quetraería tanto el regocijo de quienes nosocupábamos de estos asuntos como eldolor de constatar una vez más la pér-dida del maestro y, con este, de la ver-tiente geohistórica sustentada por él.

Escasamente divulgado y escrito enfrancés, el trabajo de Pérez de la Riva“Peuplement et cycles économiques áCuba (1511-1812)”, publicado en 1973en la revista Cahiers des AmeriquesLatines tuvo la virtud, entre sus múlti-ples ecos, pero mucho más adelante enel tiempo, de despertar el interés de unárea poco trabajada entre nosotros, lade las regiones ganaderas, al relacionarel problema del aprovechamiento de lossuelos con tal renglón de nuestra eco-nomía y sociedad. Y conste que esta-mos hablando de siglos de predominioganadero para la mayor parte de Cubay de otros, más cercanos, cuando elganado vacuno fue obligado“partenaire” del azúcar y, después, almenos, sostén de regiones y subregiones

cubanas hasta bien entrado el siglo XX,realidad histórica sistemáticamentesubvalorada u omitida por esahistoriografía supuestamente “nacional”a la que antes me he referido.

Julio Le Riverend Brusone es aún uncaso más especial en estas lides regio-nales. En 1948, cuando se le avizorabacomo historiador de calibre, durante elVII Congreso Nacional de Historia ce-lebrado en Santiago de Cuba, ya arriba-ba a la conclusión de que la historiaregional y local “debía ser consideradacomo uno de los elementos básicosde la versión historiográfica del pasadonacional” [el subrayado es mío], enri-queciendo una idea presentada previa-mente en el I Congreso Nacional deHistoria de 1942. Cincuenta años des-pués, en 1998, justo antes de morir elgran maestro, al encargarme su obrainconclusa sobre el criollo, me enfatizóen dos dimensiones que debía robuste-cer en los cubanísimos manuscritos le-gados: la latinoamericana, y la regionaly local. El hecho de que se tratara deun historiador cuyas obras fundamen-tales están dirigidas a analizar el proce-so histórico nacional, no fue óbice paraque, durante esa media centuria, conti-nuara plasmando sus preocupacionessobre la cuestión regional, a través deuna serie de artículos y conferenciasde corte metodológico, periodológico yteórico e incluso en varios estudios decaso.

Entre estos últimos se inscribe, con de-recho propio, La Habana. Biografíade una provincia, de 1959, profun-do análisis de la región habanera y, comopara sellar su compromiso con las ideasque siempre defendió, daría a la luz

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en 1992 La Habana, espacio y vida,medular análisis de la ciudad capital deCuba. Este ha sido un acontecimientoeditorial que nos dejó un nuevo aviso alos regionalistas: la necesidad de comen-zar a prestar atención específica al tra-bajo historiográfico contemporáneo enrelación con las ciudades, sobre lo quevolveré más adelante. Algo más,Le Riverend dedicó parte de su precio-so tiempo, inmerso también en diversastareas estatales, a preparar a algunosde los regionalistas actuales, tarea pocograta para otros quizás. Probablementeello significaba para el también saldarsu deuda con sus profesores mexica-nos y españoles republicanos –exiliadosen la nación azteca– del Colegio deMéxico, centro incentivador de algunosde los mejores empeños historiográficosde los países del Gran Caribe.

Pero la historiografía regional y local queforjaría la Revolución recibió tambiénotra herencia, que ha continuado mani-festándose –aunque más atenua-damente hasta hoy–, la de los llamadoshistoriadores locales –y por qué no, re-gionales también–, o sea, la de la llama-da Historia de Bronce, criticadaacremente, a mansalva, cuando no des-preciada, tanto en Cuba como en buenaparte del resto de los países latinoame-ricanos. Justamente podemos enjuiciarcon vigor su ingenuidad de basamentopositivista, su criterio de progreso ins-crito en la más rancia tradición liberal ypositivista, la exageración que hace dela labor de las personalidades y caudi-llos más importantes y, desde luego, laminusvalía con que presenta al puebloen relación con el quehacer de lo quehoy llamaríamos las élites; podemos cri-ticar la superficialidad con la cual se

enfrenta la crítica de las fuentes, las de-ficiencias metodológicas y de procedi-mientos que adolece, los problemasteóricos que comporta. Pero lo que nopodemos obviar es la riqueza de la in-formación brindada, muchas veces des-aparecida a posteriori; algunas ideasparticularmente sugerentes para nues-tro propio trabajo; la transmisión del mito,la leyenda y hasta del testimonio de épo-ca; el lugar brindado a la cultura dentrode la valoración historiográfica; entreotros de aquellos aspectos aprovecha-bles por la renovación de la historiografíaregional y local.

Obras como la del habanero Emilio Roigde Leuchsenring, la del remediano JoséAndrés Martínez-Fortún Foyo y la delsantiaguero Emilio Bacardí Moreau, seinscriben, por derecho propio, en los ana-les de la historiografía cubana de todaslas épocas. Además, algunos de los ex-ponentes de esta Historia de Bronce searmaron con nuevas metodologíase ideas en el transcurso de los últimosdecenios, lo que les permitió continuarengrosando con sus obras el caudal re-clamado continuamente por el Mo-vimiento de Activistas de Historia deaños más recientes, hoy expuesto tam-bién a terribles críticas por algunos.

El triunfo de la Revolución cubana en1959 trajo también un proceso de reno-vación radical para la historiografía re-gional y local, que se benefició con losplanes de transformación regional en labúsqueda de un equilibrio en el desarro-llo económico-social para toda la isla.De forma paralela iguales empeños serobustecían por la incomparable víacepalina en el resto del continente lati-noamericano, con la colaboración de

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Felipe Pazos Roque, cuyas propuestasde desarrollo –el regional incluido–, deantes y después de l959, para Cuba y elresto de América Latina, aún están pen-dientes de estudios entre nosotros.Aprovecho la ocasión para significarque los estudios económicos y socialesregionales, locales y a nivel incluso deempresas, hechos en o con la colabora-ción de las instituciones financieras, deinspiración desarrollista, de la década del1950, también esperan por nuestras in-vestigaciones a fondo. De igual manerasería útil poder comparar los resultadosde similares pesquisas más recientes enel continente con las nuestras, en arasde aprovechar sus métodos y procedi-mientos de trabajo para el laboreohistoriográfico regional y local, cuandono sus propias conclusiones para anali-zar la historia más reciente.

Al antes mencionado Movimiento deActivistas de Historia, que se mantuvoen vigor durante décadas, debemos unaimpresionante cantidad de investigacio-nes, testimonios, monografías, ensayos,etcétera, que se encuentra generalmenteinédita. Estos resultados, de calidad va-riable y de factura empírica por lo ge-neral, encierran un riquísimo acervo parael trabajo historiográfico, previa crítica,del cual los testimonios se inscriben porderecho propio entre las fuentes másimportantes con las que contamos parael trabajo futuro en todas las áreas dela historia, incluida desde luego la regio-nal y local, una de sus fuertes. En miopinión, subvalorar las posibilidades quecomo fuentes atesoran a su vez la ma-yoría de estos materiales es un errorgarrafal. Además, algunos de sus me-jores trabajos se encuentran publicados,por lo general por la vía del Concurso

Primero de Enero, otros a través de laEditora Política y algunos hasta en edi-ciones provinciales y municipales. Lainmensa mayoría de esas publicacionesson de primerísima utilidad para nues-tra área y empeños futuros y, algunas,piezas antológicas de la historiografíaregional y urbana cubana.

Con mayor éxito transitaron desde lue-go aquellos estudios que desde fines dela década de 1960 y por lo menos hastamediados de la de 1990 publicaron lasrevistas universitarias Islas y Santiagoy la revista Del Caribe, así como laspublicaciones ligeras efectuadas por elextinto Instituto de Historia de la Aca-demia de Ciencias de Cuba, amén deotros artículos impresos por otras revis-tas y publicaciones diversas, tanto delámbito universitario como de otros, ver-bigracia la antes mencionada Revista dela Biblioteca Nacional José Martí.Todas estas recogieron muestras delimportante movimiento que se desarro-lló en el país en historia regional y local,destacándose entonces un pequeño,pero importante grupo de historiadoresregionalistas en torno a la mencionadarevista Islas de la Universidad Centralde Las Villas, la que se convirtió en elcentro de este tipo de estudios en Cubay donde aparecieron las más importan-tes propuestas metodológicas y científi-cas de entonces en cuanto a la cuestiónregional y local. Desafortunadamente enIslas dicho impulso se ha estancado enlos últimos años y lo que es más de la-mentar, no se observan síntomas de re-novación. Mientras, mejor suerte hacorrido el grupo de regionalistasnucleado en torno a Santiago y Del Ca-ribe, con evidentes muestras de reno-vación y replanteo de sus objetivos en

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la actualidad, que es deseable incluyaa los Encuentros Nacionales de Histo-ria Local, quince hasta el presente.

En todos estos años fueron aparecien-do tanto en Cuba como en el extranjeroobras de interpretación de la historia na-cional, total o parcialmente, que consti-tuyeron y constituyen puntos de obligadareferencia para el trabajo regional.Como no pretendo hacer un inventarioal respecto, mencionaré algunas de lasmás significativas escritas en Cuba, sinque ello me exima en el futuro de reali-zar un balance de lo escrito al respectoen el extranjero. Entre las escritas enCuba y por derecho propio, habría quecitar en primer lugar a ese clásico de lacultura y de la historia de Cuba que esEl ingenio. El complejo económico-social cubano del azúcar, del maes-tro Manuel Moreno Fraginals. Publicadoen 1964 y reeditado y ampliado en trestomos en 1978, la obra es esencial parael trabajo regional al menos en cuatroórdenes: por lo que dice en cuanto alas regiones plantacionistas del occidentede la isla, es decir, de La Habana y Ma-tanzas, por lo que sugiere en cuanto alo que su autor llama como “enclaves”azucareros del resto de la isla, por loque no dice de esos “enclaves”, ver-daderas regiones plantacionistas a unaescala menor a la habanero-matancera,y por lo que tampoco dice de otrasregiones, como por ejemplo las ganade-ras, umbilicalmente atadas a la vida ymuerte de la plantación. Solamente porestas razones –que no son todas– eltrabajo regional debe mucho a la obrade Moreno Fraginals. Consecuentemen-te con estos criterios, dicho maestroseguirá concibiendo conscientemente a

la historia nacional como la de la granregión habanera, como queda implícitoen su enjudiosa conferencia publicadabajo el título Peculiaridades de la es-clavitud en Cuba, pronunciada a pro-pósito de la XV Reunión Anual de laAsociación de Historiadores del Caribe(La Habana, 1985). Todavía en 1995 rei-tera tal posición en su libro Cuba/Es-paña. España/Cuba. Historia común,con una cierta argumentación acerca desu escogencia de La Habana como ex-ponente de toda la historia insular.

A Oscar Zanetti Lecuona y AlejandroGarcía Álvarez debemos otras dosobras, en dos órdenes distintos, que fue-ron y son instrumentos preciosos parael trabajo regional desde una óptica másgeneral. Me refiero, ante todo, a ese li-bro ya clásico que es Caminos para elazúcar, de 1987, y a la Metodologíade la investigación histórica, de 1989,escrito en colaboración con lametodóloga Aleida Plasencia Moro. Elprimero, sólida obra de la historiografíacubana, se adentra en un problema, elde las comunicaciones ferroviarias, queestá enraizado con el del procesode consolidación primero de las regio-nes históricas cubanas y posteriormen-te con el del debilitamiento o surgimientode otras, según sea el caso. Por otrolado, obra de obligada consulta al noexistir un texto mayor sobre la metodo-logía investigativa en historia regional ylocal, fue el segundo, cuya consulta,acompañada por la de los trabajos al res-pecto de Julio Le Riverend Brusone,Olga Portuondo Zúñiga y HernánVenegas Delgado, brindaron en su con-junto la visión necesaria para comenzary guiar el trabajo del Proyecto Nacionalde Historias Provinciales y Municipales

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durante varios años. Se impone ya, des-de luego, escribir un texto especializadoal respecto que, a su vez, pudiera servirde acicate para incrementar la tenden-cia al trabajo teórico y metodológico quese observa discretamente en el país.

Esta línea teórico-metodológica requie-re, sí, de nuestra atención priorizada,pero advierto desde ahora contra las po-sibles consecuencias del efectismo, delprobable acriticismo que pueda resultarde recepcionar sin una criba apropiadael fárrago de materiales escritos en el ex-tranjero durante una treintena de añossobre historia regional y urbana y, en par-ticular, subrayo la necesidad de que estetrabajo teórico-metodológico lo cubranfundamentalmente profesionales con re-sultados sólidos y palpables en estudiosde casos regionales y locales, es decir,quienes están en mejores condicionesde aprovecharlo y transmitirlo a los de-más. En cualquier caso de lo que se tra-ta es de aprovechar de forma creadoraesa riquísima experiencia occidental,junto a la latinoamericana que ya em-pezamos a conocer.

El Proyecto Nacional de Historias Pro-vinciales y Municipales, concebido en-tre 1987 y 1989 y que arrancó a partirde este último año en casi todo el país,de una u otra forma, es otro de losparteaguas, en este caso trascendental,de los estudios regionales y locales enCuba. Como tampoco deseo repetir aho-ra afirmaciones que antes he realizado,sólo me limito a brindar algunas ideasgenerales. Comenzando entre 1987 y1988 a instancias del Instituto de Histo-ria de Cuba, este fue concebido esen-cialmente por el equipo integrado porOlga Portuondo Zúñiga, Arturo Soreghi

D’Mares, Fe Iglesias Martínez y HernánVenegas Delgado. El mismo contaríadesde entonces con el impulso que ledarían primeramente Rolando GarcíaBlanco y Modesto González Sedeño ydespués Lilian Vizcaíno González.

Pero también el Proyecto debe muchode la experiencia regionalista latinoame-ricana, en particular a la de México yVenezuela en sus años iniciáticos, y a lade Brasil, Colombia y Argentina, al me-nos, en años más recientes. Aquí estoyhablando tanto de los resultados decaso, como de los trabajos de ordenteórico-conceptual, metodológico,periodológico y sobre fuentes que hanido permeando, en mayor o menor me-dida a los regionalistas de todo el país.En mi criterio el acercamiento de los re-gionalistas cubanos a la archifamosa Es-cuela de los Annales en esta vertientenos viene por la vía latinoamericano-con-tinental y en menor medida por la euro-pea, salvo excepciones, desde luego.Además, de todos es conocida la muydiscreta difusión y promoción universi-tarias que tuvo esta imprescindible es-cuela historiográfica entre loshistoriadores cubanos durante varias dé-cadas de la Revolución, fenómeno aúnmás grave en esa área neurálgica cons-tituida por los institutos pedagógicos,después institutos superiores pedagógi-cos. Obsérvese, para evitar fáciles ob-jeciones, que estoy hablando de todo elpaís, y no sólo de su capital.

No es mi intención cantar loas a esteProyecto en el que nos hemos vistoinvolucrados directamente. Como todagran obra, esta ha tenido sus errores ydesaciertos, pero también sus virtudesy logros, aspectos estos últimos que, en

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mi criterio, pesan más que sus resulta-dos negativos y limitaciones, muchasprevistas desde un inicio, por cierto.En primer lugar, ha sido el único pro-yecto de historia regional y local –estefue su enfoque– inscrito en un plan na-cional, fenómeno único en AméricaLatina y el Caribe. En segundo lugar, elProyecto aspiró y obtuvo resultadosconcretos en cuanto a su adscripcióndentro de las más modernas corrien-tes de la historiografía regional y localdel mundo occidental y de AméricaLatina en particular. En tercer lugar, losresultados aún sin publicar del Proyec-to, en particular los referidos a las pro-puestas de periodización sobre lashistorias provinciales, hacen tambalearseen sus cimientos a la “periodización”de la historia nacional, a la vez que esosresultados cuestionan fuertemente su-puestas “regularidades” consagradas porla historiografía “nacional” al uso aún ennuestros días. En cuarto lugar, al impli-car a miles de maestros y profesoresde todo el sistema nacional de educa-ción general cubano, así como a otrosprofesionales de los ministerios de Cul-tura y de Educación Superior, entreotros, el Proyecto preparó a miles de pro-fesionales en todo el país y creó de pasolas bases para empeños ulteriores, porcierto, no sólo en la Ciencia Histórica,sino también en el resto de las CienciasSociales y hasta en las tareas político-estatales y de las organizaciones políti-cas. En quinto lugar, bien a su calor obien como resultado lógico de su obra yde su influjo, surgieron o se revitalizaronen el país decenas de centros y de gru-pos de investigación regional y local. Ensexto lugar, los resultados del Proyectohan trascendido en los últimos años a

áreas vitales de la vida económico-so-cial de toda la nación, como son las delturismo y la educación, por sólo mencio-nar dos de estas.

Desde luego, conozco de errores en laconducción historiográfica en general ymetodológica en particular de algunasde las obras concluidas o en fase de con-clusión en la actualidad tanto en las his-torias provinciales como en lasmunicipales, sobre todo en estas últimas.Es indudable que por lo general brillapor su ausencia la presencia de las co-rrientes historiográficas contemporáneasmás representativas. Sé que la heren-cia positivista supérstite asoma muchasveces tanto por los caminos más trilla-dos y conocidos como por los más in-sospechados vericuetos aunque, desdeluego, ello no es privativo de lahistoriografía regional y local. Reconoz-co que el nivel empírico del conocimientoha gravitado de forma parcial ypeligrosamente sobre algunas de estasobras. Resulta evidente que no siemprela relación región-nación se logra e in-cluso que a veces se obvia la relaciónmacrorregión-región, desconociéndosede paso el papel de los centros nodalesesenciales de aquellas partes del paísque tienen un pluricentrismo urbano acen-tuado. Es indudable que el manejo y equi-librio de las fuentes consultadas adolecede deficiencias y que se han violado oparcialmente cumplido algunas de lasorientaciones que al respecto y tambiénacerca de la conducción del trabajo seestablecieron y se reiteraron hasta laactualidad.

Muchos otros problemas se podrían se-ñalar. Pero en mi opinión lo trascenden-tal de este Proyecto y de sus resultados

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hasta la hora actual está en el balanceque se puede hacer de la historiografíaregional y local en Cuba antes y des-pués de 1987-1989, claramente favo-rable en los días que corren, como dijemás arriba, a tal área de la ciencia his-tórica.

Me pregunto qué hubiese sido de estetrabajo si se le hubiese encomendadosólo a aquellos pocos especialistas y aotros pocos profesionales de prestigiocon los que se hubiese podido contarpara realizar las 14 historias provincia-les propuestas, más las 168 historiasprovinciales y la del municipio especial.Me pregunto cómo se hubiese podidocomenzar a responder a los retos queen la actualidad plantean la enseñanzade la historia nacional y de la historiaregional y local. Me pregunto cómo esque se hubiera satisfecho la siemprecreciente demanda del pueblo de verserepresentado en sus entornos de vida.En la respuesta a estas tres únicas pre-guntas –que no son ni pueden ser todaslas que nos hagamos– está la clave deeste balance que propongo. Ustedespueden hacer sus propios razonamien-tos que, estoy seguro, no estarán muyalejados de los que yo mismo me he plan-teado.

Por último, no deseo dejar pasar estaoportunidad que se me ha brindado parainsistir en un aspecto capital del trabajoregional y local. En mi criterio si bien seha avanzado sustancialmente en la cues-tión regional y este trabajo es perfecta-mente factible y necesario de continuarhaciéndose, adaptándonos a las realida-des de un pluricentrismo institucionalcada vez más vigoroso, existen serias

deficiencias en el trabajo que hemosdenominado como “local”, como un có-modo apéndice al primero; pero que re-quiere ya de su autonomía. Es decir,como he dicho recientemente en la con-ferencia inaugural del evento científicolatinoamericano y regionalista celebra-do en la Universidad Carlos RafaelRodríguez de Cienfuegos, hablamosusualmente de regiones y localidades,englobando por lo general a estas últi-mas dentro de las primeras. Cierto esque se establece una relación entre unasy otras pero relación interactiva, en laque la ciudad y la región guardan sus pro-pias especificaciones, por lo que susrespectivos campos de estudio deman-dan atenciones particulares.

De aquí que la ciudad requiera de unaatención especial entre nuestros histo-riadores, más allá del que le han presta-do los sociólogos, economistas yplanificadores urbanos e historiadoresdel urbanismo y del arte, entre otros.La ciudad requiere de un tratamiento di-ferenciado en relación con su regióncircundante, requiere de consideracio-nes concretas acerca de su realidadpeculiar. Esta atención, por otra parte,no se puede circunscribir sólo a las gran-des ciudades. Requieren, sí, de nues-tra atención las grandes ciudades, comolo ha demostrado fehacientemente el li-bro citado de 1992 del profesor LeRiverend sobre La Habana; pero tam-bién la requieren aquellas ciudadesmedianas y pequeñas, tan característi-cas de Cuba y de otros países latinoa-mericanos. Incluso el pequeñoasentamiento poblacional, en el lindeentre lo urbano y lo rural, como son losbateyes de los centrales azucareros,

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necesitan de nuestro trabajo, como bienha reiterado Abel F. Losada en su re-ciente libro Cuba: Población y eco-nomía entre la independencia y laRevolución, de 1999. Yo añadiría que,junto a los bateyes, debería considerarseel sistema completo de sus pequeñosasentamientos con tales características,cuyo núcleo es el batey, sistema que mu-chas veces engloba pequeñísimas ciuda-des venidas a menos e incorporadas a lavida azucarera. Tan importante es esteasunto para la historia urbana en sícomo lo es para la historia regio- nal ylocal, la historia nacional cubana y la his-toria de la plantación caribeña, niveles to-dos en que el azúcar ha tenido y aún tieneun peso importante en la vida social.

Hasta aquí mis criterios muy generalessobre el tema que se me ha solicitado.

Les ruego que disculpen las omisionesque seguramente he hecho, pues no hasido el objetivo –ni se me ha solicitado–el de realizar un balance historiográficoexhaustivo ni mucho menos de perso-nalidades e instituciones relacionadascon la historiografía regional y local quie-nes, con todo derecho podrían figuraraquí. En mi ánimo está el de presentarestas ideas para contribuir al intercam-bio de opiniones que nos permita a to-dos seguir adelante con nuestro trabajo,cada vez más útil e incluso comprome-tido con las realidades actuales del mun-do globalizante, que ha querido hacer delas regiones especies de caballos deTroya para lograr la desintegración na-cional en los pueblos del llamado Sur deesta parte oprimida del Mundo.

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La vidapública ysecreta deEncarnaciónde Varona(5ta parte)*

Modesto GonzálezSedeño

Investigador de historia de Cuba

Nos hubiéramos muerto de hambre sino hubiera sido por la tropa que nosabastecía de rancho, pues trayendolos bolsillos provistos de mucho di-nero sin hallar en qué emplearlo, lessatisfacían más a su antojo los pla-tos que preparábamos, que aquellacomida siempre igual del campamen-to. Con lo único que nos proveíamosde algún medio era echando remien-dos de talabartería y zapatería, delo que entendía Pancho un poco, yyo, cuando sus ocupaciones no lepermitían tal trabajo, me hacía car-go de él, lo que nos pagaban muybien los militares.

Viendo el juez que las familias nosmoríamos de hambre sujetas solamen-te a las raciones, dio licencia paraque salieran al campo las mujeres ylos niños que se atrevieran. Yo, con-fiando siempre en los cubanos, nodudé un momento en ser de las pri-meras. Vime pues precisada, con con-sentimiento de mi marido, a alquilaruna bestia para salir con uno de misdos muchachitos mayores a JesúsMaría, a buscar los frutos que hu-bieran dejado. Llegamos pues a laroza y por su buen estado conocimosque no había pasado persona algu-na por ella. Cargamos pues nuestrasdos bestias de viandas y frutas de laestación, y nuestra llegada fueaplaudida. En menos de dos horasya todo lo habíamos vendido, y asípudimos pagar el alquiler de la bes-tia, alimentarnos y guardar algunacosa. Seguimos este método de vidapor algún tiempo, yendo un día sí yotro no; de modo que cuando comen-zaron a traer convoy, que era bas-tante dificultoso, ya teníamos resueltoel modo de cubrir algunas necesida-des urgentes.

En esto llegó el general Valmasedael que nos repartió ropa a todos lospresentados. Yo aprovechándome deeste conocimiento, le pedí audiencia,la que me concedió. En ella le hicever cuán dificultosa era nuestra es-tancia allí, y que, aunque habíamosdeseado pasar a Puerto Príncipe, elcomandante nos había negado la li-cencia. El general nos la concedió.Hicimos cuantos esfuerzos pudimospor irnos pero siempre había dificul-tades para ello. En esto nos suspen-dieron las raciones a todos. Muchas

ENCARNACIÓN RELATA LOSTRABAJOS QUE TIENEN QUE

LLEVAR A CABO EN ELCAMPAMENTO ESPAÑOL

PARA LOGRAR QUE SOBRE-VIVA LA FAMILIA

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familias nos vimos afligidas, y toma-mos la resolución de unirnos algu-nas madres de familias para pedirauxilio para el sostenimiento denuestros hijos. Tuvimos la suertede que el día que fuimos a presentarla demanda, habían mudado de ca-pitán, y, por cierto, la acogida de esteseñor no fue de lo peor, pues despuésde escuchar las súplicas que le diri-gí en nombre de todas –designadaspor mis compañeras, y aprobandoellas de antemano todo cuanto yo di-jera– dispuso que entre todas las queposeyéramos alguna cosa en este te-rritorio, podíamos matar una res cadauna y compartirla entre todas, hastatanto que él diera parte al gobierno,para ver si nos concedían de nue-vo raciones. La primera res que secogió fue nuestra; ya mi marido ha-bía hecho otra cosa más cómoda, yyo, desesperanzada de irme habíapedido licencia al capitán para po-ner una escuela de primeras letras;pues ya en uno de los viajes que di-mos a Jesús María hallamos queunos malos vecinos que se habíanpresentado antes habían destruidola estancia de que nos manteníamos,de modo que por eso habíamos de-seado más que nunca irnos del cam-pamento.

Quiso la Divina Providencia propor-cionarnos una carreta que nos cos-taba diez pesos. Nos pusimos en elcamino resguardados por un piquetede infantería, pues no se podía tran-sitar sin este auxilio. Llegamos a LasYeguas, donde nos detuvimos por dis-posición del gobierno, pero un jefe,compadecido de nosotros hizo quenos llevaran del modo que hubiera

lugar. Llegamos pues a Puerto Prín-cipe en el mes de octubre, unos a piey otros en la carreta en que iban nues-tros trastos con un millón de alam-bres de telégrafo, pues estabancomponiendo la línea, y una porciónde militares enfermos. Entramos a laciudad a eso de las nueve de la no-che bajo un fuerte aguacero.

Nos alojamos en casa de mi suegra.No nos faltaban nuestras tres o cua-

tro onzas, pero íbamos casi despro-vistos de ropas, zapatos, y demás. Pordisgustos de familia nos mudamos alpoco tiempo a una casa en la callede San Ramón, que nos costaba seispesos, y entonces Pancho se acomo-dó en una quinta a ganar un tristesalario. Manuel, mi hijo, se hallabamuy enfermo, aun mucho antes de lapresentación. Conchita se había en-fermado con el cambio de lugar yTadeo y Panchito se habían unido aMiguel, mi sobrino, y salían a bus-car frutas y viandas. La criadaDorotea que se hallaba con una críade cuatro o cinco meses, no hallabaquien la alquilara casi nunca, traba-jando a veces por la comida, y yoestaba de meses mayores. Ya puedejuzgar el lector con qué medios con-taríamos para la subsistencia de estanumerosa familia.

COMIENZA UNA NUEVAETAPA EN PUERTO PRÍNCIPE,DURANTE LA CUAL LA FAMI-

LIA DESPROVISTA DE SUSMEDIOS DE VIDA TIENE QUE

ADAPTARSE A LA CIUDAD ENLA SITUACIÓN DE GUERRA

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Un día en que mi corazón intranqui-lo buscaba el medio de variar aque-lla dura situación, fui avisada porManuelito de que mis hijos y mis so-brinos habían sido presos por no lle-var una licencia del gobierno. Sólouna de su padre. En el acto creí per-der el juicio y con el auxilio de miConchita y de Cristina, más versadaque yo en las costumbres del pueblo,estuve gestionando sin descanso has-ta el otro día, como a las dos de latarde, que los pusieron en libertad.

Poco más tarde se hizo Pancho car-go de un terreno o finquita cerca delpueblo donde él, con sus hijos, tra-bajaba sin descanso para proporcio-narnos la subsistencia. Yo entre tantoapelé a la caridad pública, pues tan-to Pancho como los muchachos y aunyo misma, nos enfermamos de unascalenturas que nos duraron muchosmeses sin tener ni el consuelo dela medicina ¡Cuántas calamidades!¡Cuántos sufrimientos! ¿Te acuerdas,mi querido esposo? ¡Cuántas veces tevieron mis ojos sudar la calentura de-vorando un trozo de maíz cocido, queera lo único que había conseguidomi conyugal cariño!

Vivíamos en una casa que nos cos-taba siete pesos, y una de mis veci-nas era Isabel Rodríguez y Agüero,hija de mi madrina de matrimoniodoña Josefa. Esta joven aunque se-parada de su esposo, era al presen-te de conducta intachable. Consus ahorros se había conseguidounos medios y cosía en su máquina,consiguiendo así un bonito diario,pues estaba muy acreditada en el co-mercio. Su familia se componía de ella

y de una pequeña niña. Esta buenaamiga se compadeció de mi estado, ynos protegía en cuanto sus faculta-des le permitían.

Cualquier persona que transite por de-lante de la casa de la acreditada costu-rera Isabel Rodríguez y la observetrabajar afanosamente en su máquina decoser o atender a su pequeña hija, difí-cilmente acierte a imaginar el osado ca-rácter de la apuesta joven. Es cierto quela separación de su primer esposo y laposterior unión con Manuel AntonioGarcía Contreras han dado mucho quehablar a los vecinos de Puerto Príncipe,muy reacios a estor lances conyugales,pero ella ha demostrado que no es mu-jer que se amilane por los chismorreos,su pequeña niña es la hija de GarcíaContreras. Isabel procede de una fami-lia de carácter indomable, pues si ellaes mujer de vida agitada, su hermanoRafael y su sobrino Baldomero son vale-rosos insurrectos que toman parte en losmás fieros combates contra el ejercitoespañol. Los que conocen de su recien-te viudez y de la entereza que ella de-mostró durante los sangrientos hechosde que fueron víctima, aseguran quees una mujer de temple poco usual.El caso es que Isabel en unión de GarcíaContreras se fue al campo insurrecto,

ALGUNOS HECHOS EN LAVIDA DE LA IMPETUOSA

JOVEN ISABEL RODRÍGUEZ YUN INCIDENTE QUE PONE ENDUDAS EL HONOR REVOLU-CIONARIO DE CLODOMIROBETANCOURT, SOBRINO DEENCARNACIÓN YA CONOCI-

DO EN ESTE RELATO

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donde él desempeñó las funciones deprefecto, en Juan Gómez e Imías. Eneste año 1871, la prefectura fue sorpren-dida por una de las bandas de forajidosorganizada por el ejército español, los queasesinaron a García Contreras y a otros,e hicieron prisioneros a Isabel y a ”lospequeños Aurelio Ferrera García y Mer-cedes García Rodríguez, la hija del ma-trimonio. Los prisioneros fueronconducidos a Puerto Príncipe, donde losespañoles exhibieron a la viuda comoun trofeo de guerra; luego, la dejaronen libertad, sin que cesaran de vigilarla.

Esta es la razón por la cual Isabel seencuentra en Puerto Príncipe, trabajan-do en su máquina de coser y laborandoclandestinamente con los patriotas,mientras espera.

En septiembre, Isabel aprovecha una oca-sión que se presenta para viajar al campoinsurrecto con el propósito de volver a vera sus amigos de las filas mambisas. Estaexcursión es el resultado de unas gestio-nes muy complicadas con el Jefe de laPolicía, llevadas a cabo por la familia delya coronel y preboste del Ejército Liber-tador, Francisco Arredondo Miranda.Adujo la familia, para que se le autorizarala salida al campo insurrecto, que teníannoticias de que el estado de salud deArredondo era muy malo, ya que estabaenfermo de cuidado. Y vaya a sabersepor cuáles otras razones además, el mal-vado Jefe de la Policía, Ildefonso Lomelinoha concedido el permiso de salida por 15días a Elvira, la esposa de Arredondo, alas hermanas de este y a la acompañanteIsabel Rodríguez.

A todas estas se encuentra en PuertoPríncipe el sobrino de Encarnación, que

después de la destrucción de los ran-chos donde estaba instalada la impren-ta La Libertad, y de haber deambuladopor los montes de la Soledad, ha sidodetenido y ahora permanece bajo con-trol de la policía en la ciudad. Según todoparece indicar las bandas que asaltaronla imprenta no lograron encontrar lamáquina de imprimir y otros enseres quequedaron bien ocultos, con el concursode Pancho Escobar. En estos mesesClodomiro se halla aislado del movimien-to insurreccional y no ha podido esta-blecer contactos, pues de seguro élresulta un hombre demasiado compro-metido para la red de Torres Lasquetti,si se considera que El Cubano Libreaparecía con un machón que decía “Im-prenta de la libertad a cargo delc. Clodomiro Betancourt”. Probable-mente, él se ha enterado por Encar-nación de los propósitos de Isabel y dela caravana que se prepara para visi-tar el campo insurrecto, y toma la de-terminación de hablar con Elvira,la esposa de preboste Arredondo, paraque ella le lleve una carta solicitándolea este le indique con quién contactar enla ciudad. Elvira entiende que es impru-dente la propuesta de Clodomiro yla rechaza, pero su cuñada JuanaArredondo acepta llevar un papelito enel cual Clodomiro solicita al Preboste quele indique con qué persona puede po-nerse al habla en la ciudad, para con-tinuar su vinculación con el movimientoindependentista, quizás impulsado por latenencia oculta de la máquina de impre-sión en una cueva en el campo. Todoparece indicar que se originaron másconversaciones de la cuenta al respec-to, y que oídos avisados las recogierony llevaron a la policía, que estaba sobrela pista.

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Ya en el campo mambí los excursionis-tas no logran establecer contacto conArredondo, ya que este se encuentraen la vuelta de la región oriental por ne-cesidades del servicio. Aunque se frus-tró el objetivo principal de la comitiva,sin embargo, para Isabel resulta un via-je de maravilla, pues vuelve a sentirseen Cuba libre, sin la vigilancia del hispa-no, rodeada de sus compañerosmambises. Ve llegar con tristeza la horadel retorno. No puede ocultar un senti-miento de angustia, pues desconfía delsalvoconducto que emitieron las autori-dades y teme alguna trampa. Como di-cen que guerra avisada no matasoldados, no se sorprende demasiadocuando al llegar la comitiva a la ciudadlos espera una fuerza situada en lasafueras por el malvado Lomelino. Seiscarruajes, ocupado cada uno por un sal-vaguardia, y un gran movimiento poli-cíaco en la barriada de la Caridad, losespera. En medio de las protestas, lacaravana es llevada a la jefatura princi-pal, donde son acusados por Lomelinode llevar y traer correspondencia a losinsurrectos. Registran a las mujeres, aElvira y a Isabel desde luego, pi-can los quesos que traen y desbaratanlos lomillos de los caballos. como es desuponer, no apareció nada.

Entonces Lomelino pone en juego sucondición maquiavélica, manda a arres-tar a Clodomiro Betancourt y lo enfrentaa las detenidas a las que acusa de haberllevado una carta de Clodomiro al cam-po insurrecto, dejando en el ambienteque este último ha echo alguna delación.En definitiva el registro resultó infruc-tuoso y no apareció nada compromete-dor, por lo que no teniendo ninguna

prueba para dejar detenidas a las muje-res, no le queda otro remedio que man-darlas para su casa, en tanto, insulta aClodomiro y lo deja preso en la jefatu-ra. Este penoso incidente hace pensara Isabel Rodríguez, una de dos, queClodomiro se había comprometido conLomelino a mandar la carta con la soli-citud de información acerca de los con-tactos del movimiento clandestino enPuerto Príncipe, para descubrir los va-liosos corresponsales de la ciudad; uotra, que por indiscreción de Clodomiroo de la hermana de Arredondo se ente-ró Lomelino del comprometido papelitoy aprovechó la ocasión con el fin aviesode obtener la posible respuesta deArredondo, o por lo menos, para crearuna brecha entre los revolucionarios yestropear los resultados de la excursión.Isabel esta consciente de que duranteaños Arredondo y su mujer dudarán dela honestidad de Clodomiro, a pesar deque antes del incidente tenían un buencriterio de él. Ella, sin embargo, piensaque Clodomiro no es hombre de malafe y que se ha visto envuelto por la po-licía en este asunto para desacreditarlo.

De nuevo en su casa, Isabel Rodríguezse sienta a conversar con su amiga En-carnación sobre las peripecias del viajey a continuar sus trabajos de costura.

Nota

* Las partes anteriores de este trabajo han sidopublicadas en los números:

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RESEÑAS

Nuevo número deLetras. Cultura en

Cuba

Acaba de ver la luz el octavo volumende Letras. Cultura en Cuba publicadopor la Editorial Pueblo y Educación. Paraquienes conocen alguno de los volúme-nes anteriores, esta noticia por sí sola des-pertará el interés por el libro, dada labuena acogida del proyecto desde la pri-mera entrega en 1987.

Y no es extraño que esto ocurra porquecada tomo –dotado de estructura pro-pia y ajustada a un contenido específi-co– cumple el objetivo de reunir no sóloartículos, cartas, ensayos, monografíaso fragmentos de estos, predominante-mente sobre literatura cubana, sino tam-bién de artes plásticas, arquitecturay música, los cuales contribuyen a unmejor conocimiento de nuestra cultura ensus tres períodos: colonia, repúblicaneocolonial y el presente, iniciado conla victoria revolucionaria del 1° de Ene-ro de 1959.

De este modo, se hace posible o se fa-cilita a profesores, estudiantes, especia-listas y lectores con otros intereses, laconsulta de textos inéditos o de difícillocalización escritos por intelectuales dereconocido prestigio, lo cual favorece unestudio en el que de forma sistemáticase valoran aspectos múltiples, todosindicadores de la complejidad de nues-tra historia.

Por todo ello, la colección ha logradorebasar los fines de la docencia univer-sitaria que le dieron origen para con-vertirse en una obra colectiva de utilidadpública; pues facilita una amplia infor-mación para diferentes usos e intere-ses, con ahorro de tiempo y esfuerzo.

El volumen que nos ocupa, el númeroocho de este embrión de enciclopediade la crítica y el ensayo, cuenta comosus antecesores con el prefacio y la com-pilación de la profesora titular de la Fa-cultad de Artes y Letras de laUniversidad de la Habana y doctora enCiencias Filológicas, Ana CairoBallester, a cuyo fatigable empeño yproverbial rigor científico-investigativodeben mucho los resultados alcanzadosy el reconocimiento de que ha sido acree-dora la colección. Consta el volumen detres partes. La primera, “Homenaje aJosé Martí poeta”, se conforma con dieztrabajos de conocidos escritores sobrela poesía del Apóstol, en general, y so-bre Ismaelillo, Versos libres y Versossencillos, en particular; así como el pa-ralelismo entre él y Víctor Hugo, y lapresencia de José María Heredia en elMaestro.

La segunda parte, “Valoraciones sobreJosé María Heredia (1803-1839) yJulián del Casal (1863-1893)”, se esla-bona con la anterior al abrir con laspalabras que dedicara nuestro HéroeNacional al cantor del Niágara. Agru-pa criterios de tres intelectuales cuba-nos sobre el poeta santiaguero, y cincoestudios sobre Casal.

Como advierte la doctora Ana Cairo,para los juicios sobre Heredia no sólodebe tenerse en cuenta lo dicho por

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Varona, Chacón y Portuondo, sino loafirmado por Martí y el paralelo deEmilio de Armas entre ambos poetas.Del mismo modo, no debe obviarse laopinión del autor de Ismaelillo sobreCasal.

Observa también la compiladora cómolas dos primeras partes se interrela-cionan estrechamente, puesto que tienenel propósito de resaltar la contribuciónde estos tres grandes poetas de la lite-ratura colonial y a la literatura latinoa-mericana decimonónica.

En la tercera parte, “Aproximaciones aotros poetas de la literatura colonial”,se compilan meditaciones sobre la evo-lución de la poesía colonial, y enjundiososjuicios sobre Manuel de Zequeira, Ma-nuel de Rubalcava, Gertrudis Gómez deAvellaneda, Juan Cristóbal Nápoles (ElCucalambé), Francisco Sellén, José Joa-quín Palma, Juan Clemente Zenea yEnrique José Varona.

Cierra esta última parte con la investi-gación de Zoila Lapique sobre lahabanera como género musical, enla que recoge una muestra de las letrascon las que algunas de ellas eran canta-das. A esta indagación siguen los habi-tuales “Índices por autores”, “Índicetemático”, y la sección “Los autores”.

Aparte de la riqueza de contenido de lostreinta y cinco trabajos que encierranlas 565 páginas, a los cuales sería difícilreferirse en detalle en tan breve espacio,contribuyen a la calidad del volumen laexcelente edición de lujo a cargodel licenciado Arnaldo Pérez Portela, elesmerado diseño de Vivian Lechuga yla bellísima ilustración de cubierta, que

en esta entrega reproduce la obra Ma-rina del pintor cubano LeopoldoRomañach.

Es oportuno recordar que, por la cali-dad de su contenido, edición, ilustracióny diseño, Letras. Cultura en Cuba ob-tuvo el primer premio en el concurso “Elarte del libro”, celebrado en 1989 conmotivo de los 30 años de la creación dela Imprenta Nacional de Cuba.

En resumen, como se hace evidente enla mera reseña temática, el tomo 8 deLetras... –al igual que los volúmenes pre-cedentes– cumple los objetivos del pro-yecto editorial y los requisitos de lo quedebe ser un buen libro definidos porAlcott, porque llegado a nuestras manos,se abre con expectación y se cierra conprovecho. Yo lo he experimentado.

Amaury B. Carbón Sierra

Profesor de la Universidad de La Habana

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Leer a Martí 1999

Con frecuencia escuchamos a los espe-cialistas comentar acerca de las escasasencuestas sobre qué leen y cómo nues-tros niños, adolescentes y jóvenes.

Resulta a autores, editores, bibliotecariosy maestros muy difícil constatar hastaqué punto nuestro público infanto-juvenilse apropia de la enorme cantidad de títu-los publicados por las casas editorialescubanas o importadas para nuestra redde bibliotecas públicas y escolares queescalan hasta montañas.

En el actual contexto, en que la naciónse vuelca hacia la manifestación de lacultura, resulta verdaderamente impor-tante las sucesivas ediciones del Con-curso Leer a Martí, convocado por laBiblioteca Nacional José Martí.

Si en 1998 participaron 5 544 niños yadolescentes de todo el país, en el 1999encontramos 51 063 trabajos de los ni-veles de primaria, secundaria ypreuniversitario: constatamos con granregocijo que la calidad de los 62 traba-jos premiados en la edición de 1999, sudiversidad temática –aunque con prin-cipal insistencia en La Edad de Oro– yla riqueza de imágenes y vocabulariodemuestra que la obra martiana no sóloes leída sino admirada y disfrutada pornuestros pinos nuevos, quienes interpre-tan el sentir martiano con gran amorpropio, desde un punto de vista actual.

La presente edición con prólogo de laescritora y pedagoga Rafaela ChacónNardi –presidenta del jurado–, se ve

enriquecida por los dibujos de los niñosparticipantes y una gama de capitula-res –una distinta para cada trabajo– delos ilustradores Luis Garzón Masabó yAlejandro de la Osa, índices por autory provincia, notas que remiten a los lec-tores a cómo hacer una bibliografía oa las fuentes contra las que se coteja-ron las más de 1 000 citas hechas porlos concursantes.

Gracias a la amorosa labor de un juradode preselección integrado por los traba-jadores de la Biblioteca, al jurado na-cional integrado por la BNJM, el CentroNacional de Cultura Comunitaria, laCasa Natal José Martí, CREART,UNEAC, MINED y OPJM, el apoyoirrestricto del Centro de EstudiosMartianos, a la labor cohesionada dequienes trabajaron en el Departamentode Ediciones de la Subdirección de Pro-moción y Desarrollo de la BibliotecaNacional o en los talleres “OsvaldoSánchez”, sorteando las peripecias enlos diversos procesos editoriales yfabriles, para dar a la luz los 1 000 ejem-plares de la actual edición –insuficienteporque no puede cubrir la demanda mí-nima de las bibliotecas públicas y esco-lares ni del público en general–, con unallamativa cubierta que atrae por iguala los niños, adolescentes, jóvenes yadultos.

La labor conjunta –de equipo– hizo po-sible entre el 28 de enero y abril la edi-ción e impresión de este libro, que señalaen su colofón:

Pensar es servir, nos dice el Apóstolen Nuestra América. Y muestra deque nuestro pueblo piensa y sientees esta edición de Leer a Martí 99,

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dedicada a los niños y jóvenes cuba-nos, y en especial a Elián GonzálezBrotón: posee capitulares dibujadasdiferentes para cada capítulo, se hautilizado la familia Comic Sans MS,con tipos en 12-15 puntos para el tex-to y 10-12 puntos para las páginasfinales.

Con la satisfacción del deber cumplido,la Biblioteca Nacional ha lanzado ya elreto a padres y maestros, y muy enespecial, a los niños, adolescentes y jó-venes: la convocatoria del ConcursoLeer a Martí 2000.

Esteban Llorach RamosEditor de la casa editorial Gente Nueva

Sobre esclavos yprecios

La editorial más antigua del mundo haincorporado a su colección de estudioslatinoamericanos el primer libro sobrehistoria de precios con que cuenta lahistoriografía cubana.*

Este proyecto comenzó a hacerse rea-lidad en 1988, gracias a la coordinaciónestablecida entre la City University ofNew York (CUNY) y el Instituto deHistoria de Cuba, la cual permitió a losautores disponer de un equipo de inves-tigación integrado por trece alumnos delLehman College de la CUNY y docede la Facultad de Filosofía e Historia dela Universidad de La Habana. Ellosejecutaron la fatigosa tarea de locali-zar y extraer información de una mues-tra de 23 000 escrituras de ventas deesclavos asentadas entre 1790 y 1880en los protocolos de dos de lasescribanías habaneras –Galletti yFornari–, así como de las transaccionessimilares de Santiago de Cuba yCienfuegos reportadas desde ambas ciu-dades a la Administración General deRentas Terrestres. Todos estos docu-mentos se han conservado en el ArchivoNacional de Cuba, pero hasta ahora nohabían sido utilizados exhaustivamente,dado su volumen y la falta de una meto-dología apropiada.

La importancia del estudio de los pre-cios como parte de la historia econó-mica quedó patentizada desde ladécada de 1930 por las obras ya clási-cas de Labrousse y Hamilton, pero en

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Cuba había estado poco desarrollado,salvo los trabajos sobre la esclavitudde Juan Pérez de la Riva, Moreno-Klein-Engerman, María del CarmenBarcia y Laird W. Bergad, los dos últi-mos coautores de este libro. Lógicamen-te, sin análisis del precio de los esclavoses imposible calcular los costos de pro-ducción en una economía de ese tipo.

Los autores del libro se propusieron dosobjetivos básicos: primero, demostrarcómo la evolución en el tiempo de lospericios de venta de los esclavos y de lacomposición demográfica de estos pue-de ser utilizada como instrumento deanálisis para comprender aspectos eco-nómicos y superestructurales de la his-toria de Cuba. Segundo, elaborar seriesestadísticas que aportarán nuevas posi-bilidades para el estudio de la historiaeconómica de Cuba: “Como lahistoriografía sobre la esclavitud en elSur de los Estados Unidos ha demos-trado tan gráficamente, es imposibleanalizar las características económicasde las sociedades esclavistas sin unaextensa y multifacética base estadísti-ca, y esto comienza con una confiableserie de precios de esclavos”.

La obra contiene información estadísti-cas sobre precios, edades, sexos, ocu-pación, nacionalidad de los esclavos yotras variables, para una etapa de 91años –subdividida por los autores en seisperíodos– que es la más importante dela historia de la esclavitud en Cuba. Estainformación aparece procesada en 37tablas y 63 gráficos.

Uno de los muchos aportes concretosdel libro es la rectificación de algo quehasta ahora había sido aceptado por los

especialistas: que los precios de los es-clavos se habían triplicado entre 1800 y1840. Los autores demuestran que en-tre 1800 y 1850 dichos precios no sólose mantuvieron estables a largo plazo,sino que en 1840 el de los esclavos conedades comprendidas entre los 15 y 40años era un 17% más bajo que en 1800.

Por otra parte, queda claro en el libroque no hubo un crecimiento vegetativode la población esclava, dado eldesbalance de los sexos. Asimismo, sehace énfasis en la “extrema sensibili-dad” del mercado esclavista cubanoante cualquier factor político externo quepudiera hacer peligrar el suministro re-gular de africanos, lo que invariablemen-te se reflejaba en el aumento coyunturalde los precios de las esclavas en la edadreproductiva, fundamentalmente de lascriollas, tendencia que sugiere tasas defertilidad más altas entre éstas. Así ocu-rrió como consecuencia de los tratadosangloespañoles y de la abolición de laesclavitud en las colonias británicas.

También se aborda la reacción ante losestímulos económicos, como el alza deprecios en el mercado azucarero mun-dial en la década de 1790 y su repercu-sión en el aumento episódico de losprecios de los esclavos, neutralizado porla saturación de la demanda de brazos,que los estabilizó nuevamente a partirde 1800. Esa estabilidad a largo plazofue sucedida, después de 1850, por unainestabilidad debida en buena medidaa la Guerra de los Diez Años. Esta últi-ma “sería el catalizador decisivo queforzó a España a comenzar a desman-telar el sistema en que se había basadola economía colonial”.

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LIBROS

Presentación del libroCultura, Estado,

Revolución de AntonioNúñez Jiménez *

Salvando las inmensas distancias filosó-ficas e ideológicas que pueden separar aun conquistador español del siglo XVI deun revolucionario cubano del siglo XX,siempre he pensado que la noble figurade Núñez Jiménez está emparentadacon la de Bernal Díaz del Castillo, elcronista de Hernán Cortéz.

¿No son inmensas las empresas narra-das por las plumas de ambos? ¿No nosparece, en ocasiones, que lo recogidoen estas crónicas turbulentas excede loslímites de lo verosímil y nos lleva a laépoca soñada en que los hombrespeleaban contra los dioses, sin ceder te-rreno, sin desmayo ni temor ante la fuer-za de las divinidades?

Cuando, en medio de la lectura de unlibro, nos avergonzamos de no haberestado allí donde se desarrollaba la his-toria; cuando echamos a un lado el libroy miramos a nuestro alrededor, como bus-cando al enemigo, como escuchando elgalope de la caballería, el chocar de losaceros, el estampido de las armas; cuan-do nos parece indigno estar sentadosmientras otros hombres mueren porsus ideales y hacen nacer un mundo nue-vo, entonces puede decirse que este li-bro está bien escrito, y que el autor dicela verdad. Siempre me he sentido así

El capítulo dedicado a la “coartación” ylas cartas de libertad es lo mejor y máscompleto escrito sobre el tema hastaahora.

Como bien afirman los autores, las se-ries de precios de esclavos aquí presen-tadas y analizadas constituyen el primeresfuerzo hecho por brindar una base dedatos científicamente procesados paraun lapso prolongado del comercionegrero.

Igualmente, es la primera vez que se lle-va a cabo un análisis estadístico delmercado esclavista en el oriente de laIsla, prácticamente ignorado hasta aho-ra, dada la importancia marginal que tuvola región para la economía azucareradurante el siglo pasado.

Por lo aquí reseñado, y por otras mu-chas razones, este libro es un excelenteejemplo de lo que puede ser la colabo-ración académica entre Cuba y los Es-tados Unidos, con independencia de laconocida polarización política que losenfrenta desde hace cuatro décadas.

* Bergad, Laird W. , Fe Iglesias García y Maríadel Carmen Barcia. The Cuban Slave Market,1790-1880. [¿New York?] : CambridgeUniversity Press [1995]. xxi, 245 p. (CambridgeLatin American Studies, 79)

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al leer los libros del cronista de la Revo-lución cubana, los libros hermosos yesperanzadores de Núñez Jiménez, loslibros de donde se eleva un canto al hom-bre, a sus fuerzas, a sus ideas, no alimperio ni a la expansión, nunca a looscuro ni lo pequeño.

Libros en marcha, libros que combaten,libros infatigables al servicio de una cau-sa y de un pueblo, libros fieles: así sonlos libros que recogen la crónica de nues-tra época salidos de las manos de estehombre que no ha muerto, porquenos sigue asombrando y convocando consus letras, como está ocurriendo en latarde de hoy. Libros soldados que no sehacen explicar dos veces las órdenesde combatir, y van a pelear y a morir, sifuese necesario, con la humildad de losverdaderamente grandes. Libros que nopresumen, que no buscan el aplauso re-lumbrón de los cortesanos, que dicen supalabra a tiempo, sin esperar más pre-mio ni recompensa que los de servir.Libros grandes, libros revolucionariosque eternizan, junto a los humildes porlos que luchó y vivió el autor, la propiaimagen de este hombre, de este Capitánrebelde con rostro, barbas y maneras deun grande de España, de un personajedel Greco, de un caballero andante.

Servir calladamente no está de modaen épocas como estas. Un perniciosoafán de notoriedad a cualquier precio;de fama sin talento que la acompañe haido permeando a muchos creadores delmundo postmoderno, víctimas del mer-cado implacable y de la férrea dictadu-ra del pensamiento único y la culturahegemónica globalizada. La historia per-sonal, el mérito de una vida al servi-cio del hombre, el valor de arriesgarlo

todo por las ideas que se sustentan,no cuentan más que el glamour de lamoda que se viste o unas declaracionesinsulsas a la televisión. Pero en épocasde oscuridad, más luz rodea a quienes nose rinden y no se pliegan a las modas deturno; no cuando en ello va el honor y elfuturo del propio hombre. Por eso, au-tores como Núñez Jiménez y obrascomo la que hoy presentamos adquie-ren una dimensión nueva y son moles-tas: no encajan en el diseño dedominación; crean inestabilidad en elsacrosanto orden impuesto; hacen re-nacer el pensamiento crítico, tan temi-do por los arquitectos de esta época derenegados y apóstatas. Precisamentepor esto estamos en la obligación yel deber, como hace ejemplarmente laFundación que lleva su nombre, y muyespecialmente Lupe Véliz, de ponerla acombatir, de abrirle paso, de darlela oportunidad de vencer...

Cultura, Estado, Revolución es el tí-tulo de este libro, que forma parte de lacolección “Cuba: la naturaleza y el hom-bre”, la cual recoge en 50 tomos los es-critos de Antonio Núñez Jiménez.Hermosa y sobria edición de 1999, fru-to de la cooperación con PeriplusPublishing London, tiene como divisa, ensu portada, la mejor de las ilustracionesposibles, la que más exactamente defineel aliento que recorre sus 319 páginas:la imagen de la bandera cubana, de lamisma que ondeó siempre con honorsobre los cubanos, captada en muy fe-liz instantánea por el lente del propioNúñez Jiménez.

Quienes tengan este libro en sus ma-nos se percatarán de que su contenidodepara verdaderas sorpresas a sus lec-

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Jiménez, que nunca tuvo la menor con-fusión a la hora de saber para quién ypara qué escribía. Esta es una virtud nopequeña en medio de los tiempos quecorren.

Puede afirmar, con absoluta seguridad,que la experiencia del trabajo en lasbibliotecas cubanas, y muy particular-mente en la Biblioteca Nacional, eviden-cia que obras de este tipo, y escritas deesta forma, son las más solicitadas pornuestros usuarios y reciben el alto honorde que sus ejemplares tengan que ser re-novados por el deterioro derivado de suuso frecuente. Esta es la prueba final,la verdadera, del valor de un libro: lodemás es vanidad y autoconsuelo.

Debo destacar que la Fundación Anto-nio Núñez Jiménez de la Naturaleza yel Hombre desde siempre, en vida desu fundador y hasta nuestros días,ha sido ejemplar en la preocupación porpreservar y depositar en las bibliotecascubanas sus publicaciones. Era motivode regocijo conversar con NúñezJiménez, y lo es hoy hacerlo con LupeVéliz, y sentir la plenitud de su com-promiso con la cultura del pueblo cuba-no, con la preservación de nuestramemoria histórica. Créanme si les digoque si cinco justos hubiesen sido sufi-cientes para salvar de su destrucción aSodoma y Gomorra, con cinco editoresy promotores culturales como ellos sal-varíamos lo más importante de la pro-ducción bibliográfica cubana, dispersa yfragmentada por las razones conocidasque signan su existencia en estos días.Y aprovecho para decirlo aquí en vozalta, en medio de esta reunión de ami-gos de lo mejor de la cultura cubana yuniversal: ninguna ley de Depósito Le-

tores. El índice desconcierta por la am-plitud de temas, por la diversidadde asuntos que se tratan; pero es el ale-gre desconcierto que se experimenta anteel hallazgo de lo que se busca, a vecessin resultados positivos, sobre todo cuan-do queremos compartir con nuestros hi-jos y nietos, con niños y jóvenes, los hitoscentrales de nuestro devenir histórico ylas claves profundas de nuestra nacio-nalidad.

¿Quién no ha echado de menos a unaobra como esta cuando los niños pre-guntan por el aporte de indios y negrosa la cultura cubana; cuando se discutesobre los criollos o el significado de lapalabra Patria; cuando debemos hablarsobre Varela, Saco, Martí, Céspedes yFidel; cuando estamos en el deber deexplicarle a los más pequeños sobre lossímbolos patrios, sobre nuestra Consti-tución, sobre Girón, la Crisis de Octu-bre o la Campaña de Alfabetización?

El lenguaje directo del autor, su humil-dad sin pretensiones, su modesto de-seo de servir como cronista anónimoque debe perpetuar para la posteridadlos sucesos que presenció o conoció deprimera mano, son méritos complemen-tarios de la obra. Cansados de eruditasreflexiones que no calan en el lector,pues se escriben sin pasión y sin riesgo,descansamos con placer cuando nosadentramos en una lectura como esta.¿Quién dice que la claridad es señal deobra menor? ¿Quién puede afirmar, sinrubor que no escribe para ser leído ycomprendido? ¿Quién puede rechazar,sin ser un mal nacido, que su obra seaútil, y buscada, y leída por maestros yalumnos? No tengo la menor duda, le-yendo este y otros libros de Núñez

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gal, ninguna normativa o decreto que seemita para lograr que las bibliotecas dela nación reciban lo que publicamos y lopreserven para las futuras generacio-nes, va a hacer el milagro de lograrlo, sino existe antes un compromiso profun-do y raigal, personal y ético, sin alardes,con esa misma cultura y con el puebloque las hace posible, como tenemos elgusto de reconocer en estas entraña-bles personas.

Y por si todo lo dicho fuese poco; comosi no cesasen de asombrarnos con sucotidiano aporte al alma de la nación,a la Revolución, que es el fruto de laPatria y de su cultura, junto a la pre-sentación de esta obra, se deja inaugu-rada también la biblioteca de laFundación, otra obra grande, de indu-dable amor, que llevará el nombre em-blemático, como el que agita unestandarte en medio de la batalla, de ladoctora Sara Isalgué.

Lo que se asienta sobre el espíritu delhombre; lo que estimula sus mejores dis-posiciones, su afán de trascender me-diante la creación y la memoria; lo queapela a la unión de jóvenes y viejos enmedio de una zaga que continúa de unageneración a otra; lo que sirve de puentehacia el futuro; lo que no se doblega nirinde tributo a lo coyuntural; lo que nosimpulsa a vivir y luchar y ser mejores;todo lo que nos hace más revoluciona-rios, más libres y más cubanos es eter-no y grande; merece gratitud y respetocomo hemos querido expresarle a nues-tro Núñez Jiménez, en su obra y sus 77años, en su presencia viva a nuestro lado,como Capitán y conductor en esta largamarcha que no se detendrá mientras ten-gamos tiempo y voluntad para presentar

los libros con estas crónicas de todos; lasque este cronista recogió para nosotros;las que nos guardó este hombre de ver-de olivo con barbas, ademanes y digni-dad de un Grande de España, de unpersonaje del Greco, de un caballero an-dante...

Eliades Acosta Matos

Director de la Biblioteca Nacional José Martí.

* El ministro de cultura, Abel Prieto Jiménez,en la presentación de esta obra a cargo del Directorde la Biblioteca Nacional José Martí, el 18 deabril del 2000, propuso una tirada masiva, paralos estudiantes y maestros de todo el país.Aconsejó además que para ello se utilizaran losnuevos equipos de impresión que próximamenteserán ubicados en todas las provincias.

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Donación deIsmaelillo

De las manos generosas de la prime-ra Dama de la hermana Repúbli-ca Bolivariana de Venezuela señoraMaría Isabel Rodríguez Oropesa deChávez, y con dedicatoria expresa delpueblo y el gobierno venezolanos al pue-blo y al gobierno de Cuba, ha llegado anosotros la fina coedición Conac/Celargde Ismaelillo que con motivo de la vi-sita de Estado que realizó a nuestra pa-tria el Presidente de Venezuela, HugoRafael Chávez Frías, acaba de ver laluz en este noviembre de 1999 en Cara-cas.

La compilación y el pórtico interesantey hermoso de Domingo Miliani, martianoapasionado, añaden valor a la entregaque reúne cartas de Martí a sus amigosde allá y una serie de escritos y discur-sos de Santiago Key Ayala quien danfe de las huellas y los frutos que en lasociedad caraqueña dejara la breveestancia de Martí en 1881. Señala ade-más la devoción del maestro por Bolí-var y da memoria de actos de amistadhistóricos que han enlazado abolivarianos y a martianos, y a los queahora se suma esta coedición de 1 000ejemplares de Ismaelillo que subrayala hermandad de ideales entre nuestrosgobiernos y pueblos.

Adrián GuerraJ’ Dpto. Juvenil de la Biblioteca Nacional

José Martí

Actividades

El 18 de noviembre la señora María Isa-bel Rodríguez Oropesa de Chávezinauguró la exposición Impresos de Ve-nezuela, en la cual se expusieron diver-sos materiales provenientes de laBiblioteca Nacional del país bolivariano.En esa actividad la Primera Dama rea-lizó la donación de 1 000 libros deIsmaelillo, libro de poemas escrito porJosé Martí, editado en esta ocasión enVenezuela como un acto más de her-mandad entre ambos pueblos.

También en noviembre fue expuestaparte de la colección de exlibris de per-sonalidades cubanas y extranjeras comoFernando Ortiz, pertenecientes a la Bi-blioteca Nacional José Martí.

La Cátedra María Villar Buceta tuvo enese mes a la licenciada Marcia Medina,subdirectora de Promoción y Desarro-llo de la Biblioteca Nacional con la con-ferencia Comercialización de productosy servicios bibliotecarios.

Finalizando el mes de diciembre la Bi-blioteca Nacional se unió a la revistaBohemia para rendir homenaje a la fi-gura del Caballero de París, personajeque caracterizó la vida capitalina por suvestimenta y modales de raigal noble yhumana. En la inauguración de la expo-sición compuesta por fotografías y ma-teriales bibliográficos, se proyectó unvideo sobre la vida del Caballero de Parísde los realizadores cubanos NatachaVázquez y Rigoberto Senarega.

EN LA BIBLIOTECA

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Habana fin de siglo, exposición de fo-tos, carteles, mapas, libros, periódicos yrevistas, mostró el desarrollo que ha su-frido la capital cubana a través del sigloXX, y permitió a los jóvenes y no tan jó-venes conocer aspectos de la ciudaddesconocidos para casi todos.

La Cátedra María Villar Buceta tuvo enesa ocasión a la licenciada MargaritaLeón con su exposición sobre los pro-yectos de investigación de la BibliotecaNacional José Martí.

En enero del 2000 se expuso América:cartografía de los sueños, imprentade la utopía en la que se mostraronmateriales del fondo de Mapoteca de laBiblioteca Nacional.

El fotógrafo italiano Mario TorreggianiBianchi inauguró su exposición Huellascon fotos de gran valor artístico a tra-vés de las cuales pueden disfrutarsediversos paisajes europeos.

Dos manifestaciones plásticas se unie-ron en la muestra Fotografía y dibu-jos de Alejandro A. de la Osa y LuisGarzón Masabó, quienes expusieronparte de su obra, el primero mostrando

el cementerio de Colón a través de fo-tos manipuladas artísticamente, y el se-gundo con sus dibujos en tinta sobrecartulina asume nuestros tiempos pormedio de una figuración manipulada.

Como subsede de la IX Feria Interna-cional del Libro de La Habana se efec-tuó el encuentro El lector y la bibliotecaante el nuevo milenio en el que se dis-cutieron diversos temas: Las bibliotecasen sus relaciones con la industria edito-rial; Las bibliotecas nacionales ante elnuevo milenio, evolución y desarrollo. Labiblioteca y las nuevas tecnologías;La red de bibliotecas públicas: perfec-cionamiento y perspectivas, y Las bi-bliotecas y la comunidad: interacciónsociocultural.

El pintor canario Eduardo CamachoCabrera ilustró distintos aspectos de lavida y obra de la poetisa cubana DulceMaría Loynay, y muestra de ello se ex-puso en la Biblioteca Nacional en abrildel 2000.

Marta Beatriz ArmenterosEditora Revista de la Biblioteca Nacional

José Martí

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DEL

PA

TIO

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AZIYADE RUIZ VALLEJO, Camagüey, 26 de septiembre de 1972.Graduada del Instituto Superior de Arte en 1996 en la especialidad de grabado, La Habana, Cuba.

Algunas exposiciones 1999 P.M. Tripersonal, Galería 23 y 12, Ciudad de La Habana.

Mujeres, Galería Havana, Zurich. Suiza.Grabadores jóvenes cubanos, Galería Havana, Zurich. Suiza.

1998 El arte de vivir, Galería Berna. Suiza.1997 La joven estampa, Galería Haydée Santamaría, Casa de las Américas.

Ciudad de La Habana.Encuentro Nacional de Grabado, Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño. Ciudad de La Habana.

Su obra se encuentra en galerías y colecciones privadas de diferentes partes del mundo comoMéxico, Suiza, Estados Unidos, Argentina, Panamá, etc.

S/T, 2000acrílico / tela, 120x110 cm