la fabrica de nubes

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3 Este libro fue financiado por el CONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES, Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura Convocatoria 2012

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Este libro fue financiado por elCONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES,Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura

Convocatoria 2012

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M. Carolina Budge E.Ilustraciones: Mónica Glavich

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© María Carolina Budge E., 2012Número de Inscripción Nº 210.734ISBN 978-956-17-0508-1

Derechos ReservadosTirada: 1.0000 ejemplares

Ediciones Universitarias de ValparaísoPontificia Universidad Católica de ValparaísoCalle 12 de Febrero 187, ValparaísoTeléfono (56-32) 227 3087 / Fax (56-32) 227 3429Correo electrónico: [email protected]

Ilustraciones: Mónica Glavich

Diseño Gráfico: Guido Olivares S.Asistente de Diseño: Mauricio Guerra P.Asistente de Diagramación: Alejandra Larraín R.Corrección de Pruebas: Osvaldo Oliva P.

Impresión: Salesianos S.A.

HECHO EN CHILE

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Índice

La Fábrica de Nubes . . . . . . . . . . . 9

Las Luciérnagas . . . . . . . . . . . . . 19

Mi primera gran excursión . . . . . . . 27

Acacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36

Domingo . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

El río más grande del mundo . . . . . . 53

Felicita . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

La familia Pérez . . . . . . . . . . . . . 67

Gastón, el grano de sal . . . . . . . . . 77

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La fábrica de nubes

P elayo el rey del skate en la cuadra en donde vi-vía, era un niño alegre, divertido y muy inquieto.

Todos los niños de la cuadra se juntaban los viernes después del colegio; unos con bicicleta otros con ska-te, patines, o lo que tuvieran.

Lo pasaban muy bien. Hacían competencias de ca-rreras en bicicleta y el que ganaba se ganaba algún premio.

Habían estado esperando toda la semana aquel vier-nes del mes de junio, ya el viernes anterior habían te-nido que suspender su reunión pues estaba lloviendo muy fuerte, y como no iba a ser así, si donde vivía Pe-layo estaban en pleno invierno.

Hoy nuevamente estaba lloviendo…

– Oh, no otro día de lluvia!! – decía Pelayo mirando por la ventana de su pieza.

¡Tengo una idea! – pensó Pelayo.

– Mamá ¿me dejas convidar a mis amigos a jugar a la casa? Por favor, di que sí, te prometo que no vamos a hacer ningún desorden.

– Bueno, no hay problema puedes convidarlos, pro-meto un rico té si de verdad se portan bien.

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A las 5 en punto comenzaron a llegar todos. La mesa estaba puesta y en ella había ricas galletas, pie de limón, queque, panes con queso derretido y un sa-broso chocolate caliente. Después de ese sabroso té se pusieron a jugar bachillerato.

– ¡¡¡Gracias tía, por el té!!! Gritaban los amigos de Pelayo.

Afuera llovía sin parar y muy fuerte; el día comenzó a oscurecer muy temprano, y para hacer más oscu-ro lo que quedaba de aquel viernes, la luz se cortó, pues comenzó una fuerte tormenta.

– ¿Que pasó?

– No hay luz.

– Buuu, que entretenido!!!

Como no había luz, los niños desistieron de jugar ba-chillerato y decidieron contar historias.

Había un ambiente muy especial, muy poca luz, nada de ruidos, sólo los de la lluvia y el viento que se hacían notar con mucha fuerza.

Comenzaron a conversar sobre si alguno sabía cómo se hacía la lluvia, el viento, las nubes y los truenos.

Yo – dijo Tomás – sé cómo se producen las tormentas, estas son simplemente lluvias acompañadas de re-lámpagos (fenómenos luminosos) y truenos (sonido). Los dos se producen al mismo tiempo, pero nosotros percibimos primero la luz debido a una diferencia en la velocidad entre la luz y el sonido.

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Nicolás asombrado con la explicación de su amigo, seguía muy atento la conversación.

Pelayo – dijo muy excitado – yo sé cómo se hacen las nubes, siempre veo a la fábrica que las hace cada vez que voy con mi papá al campo.

Todos los amigos lo miraron asombrados y lo animaron para que les contara sobre esa fa-

bulosa fábrica. Esa sí que debía de ser una his-toria muy distinta.

La fábrica está a la orilla del camino que nos conduce al campo. Tiene unas grandes torres y

al lado de ellas pasa un río con mucha agua, que creo es la que se ocupa para hacer las nubes, pues ellas están hechas de agua.

– Guau! – dijeron todos a tono, menos Nicolás que nunca creía nada de lo que le contaban sus ami-gos.

Yo – dijo Nicolás – tengo que ir a ver la fábrica para creerte.

Entonces vamos a organizar un paseo al campo para ir a conocerla.

Resultó que justo al día siguiente el papá de Pelayo iba a ir al campo.

– Papá, quiero pedirte que nos lleves a mis amigos y a mí al campo para que cuando volvamos, yo les muestre la fábrica de nubes.

– ¿La fábrica de nubes? No entiendo de qué me es-tas hablando – respondió sorprendido el papá.

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– Sí papá, esa que está a la orilla del camino que nos lleva al campo, esa que tiene unas torres muy gran-des y de donde salen las nubes, ¿recuerdas?

– Ah, ya entiendo, sí tienes razón, la fábrica de nu-bes – dijo él.

– Bueno, puedes decirles a tus amigos que mañana temprano estén aquí para que pasemos a conocer la fábrica de nubes.

Al día siguiente se juntaron muy temprano en la ma-ñana en la casa de Pelayo, se subieron en la camio-neta roja del papá y se fueron felices cantando.

Era un lindo y helado día de sol de aquel mes de junio, parecía que la tormenta del día anterior se hu-biera llevado a todas las nubes del cielo.

A medida que se iban acercando al campo, comen-zó a distinguirse a lo lejos, algo así como un conjunto de vapor que emanaba de un mismo lugar.

Esa tiene que ser decía uno de los amigos.

Sí, claro, sí se ven muchas nubes.

¡Guau! – sí que tenías razón – dijo Nicolás muy impre-sionado, con sus grandes y redondos ojos verdes

Papá, por favor, detente allá en la fábrica de nubes.

Así lo haré niños, y no sólo voy a parar, sino que ade-más vamos a tratar de entrar y ver cómo es aquella fábrica que hace esas nubes.

Una vez estacionada la camioneta, bajaron todos rápidamente.

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Tenían mucha ansiedad por descubrir cómo es que lo hacían aquellas gigantes torres de fierro, pareci-da a la torre Eiffel de París, para poder expan-dir por todo el cielo esas gordas y blancas nubes que siempre veían pasar.

Mucho vapor era el que por ahí circula-ba, los niños asombrados

comenzaban a mezclar-se por él como si de laberintos se tratara. Había mucho ruido de máquinas, claro esas debían ser las que hacían las nubes.

Llegaron hasta una gran tur-bina que giraba entre mucho

vapor de agua, junto a ellas es-taban las grandes torres. Siguie-

ron recorriendo el lugar, las gran-des torres de fierro que de el camino

divisaban, ahora estaban a su lado, y al mirarlas hacia arriba parecían como las torres de un castillo.

Sin duda, que el estar en medio de aquel tremendo alboroto de vapor y ruidos de tur-binas, los hacía ir imaginando cosas como aquellas, y también otras, como que quizás iba a aparecer el señor del castillo, o sea, el dueño de la fábrica de nubes, y a lo mejor ¿tendría unas nubes con sabor a chocolate

para sus visitas? Lo mejor sería seguir avanzan-do para ir descubriendo la fábrica de nubes.

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De pronto apareció un señor bajito y gordito, con un delantal azul, unos gruesos anteojos y un gran

bigote al estilo mexicano. ¿Sería el dueño? – No, no podía serlo, el dueño segura-mente sería un señor de gran tamaño con una varita mágica en la mano para poder hacer las nubes.

– ¿Qué es lo que ocurre aquí? –

Todos se dieron vuelta muy asustados expectantes ante la reacción que aquel bajo caballero pudiera tener. Parecía que iba a pescarlos a todos y meterlos dentro de alguna de esas nubes de vapor por haber entrado en la fábrica de nubes sin su permiso.

– El papá de Pelayo se adelantó: – disculpe Ud. se-ñor por haber entrado en su propiedad, pero lo que pasa es que siempre que vamos camino al campo, Pelayo mi hijo, aquel de pecas en el rostro, ha teni-do la curiosidad de saber cómo es que funcionaba esta fábrica de nubes y quiso traer a sus amigos que tenían mucha curiosidad por verla.

– Ah, ya entiendo dijo amablemente el señor y le tendió la mano a Pelayo, para saludarlo, mi nombre es Fausto. Este gesto lo hizo sentirse muy importante ante los demás.

– Me alegra mucho que hayas venido a conocer la fábrica de nubes.

Pelayo y sus amigos se sintieron bastante más aco-gidos y comprobaron que el caballero no era tan gruñón como parecía serlo.

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– Pelayo eres muy ingenioso al pensar que aquí ha-cemos las nubes, pero tremenda creación sólo Dios pudo llevarla a cabo…

Nosotros lo que tenemos aquí, no es precisamente una fábrica de nubes, es una termoeléctrica, es de-cir, una central de producción de energía eléctrica.

Guau! Dijeron los amigos, yo nunca había venido a un lugar como este.

– Ni yo – replicó otro.

Pelayo se sintió un poco avergonzado ante sus ami-gos, pues él creía saber de dónde venían las nubes.

Y esto funciona más o menos de la siguiente forma, comenzó diciendo Fausto. El agua se calienta a través de la mezcla de diferentes tipos de energía, como el petróleo, el gas natural y carbón, para lue-go producir vapor, el cual mueve aquella turbina, la que genera la electricidad. Aquellas grandes torres son las que transportan la energía a todas las ca-sas de esta región. Es por eso que tú ves esas nubes, pero no son precisamente las que producen la lluvia. Esas están hechas de gases y es historia para otra ocasión.

En todo caso, me alegra mucho de que hayas pen-sado que yo tenía una fábrica de nubes, porque si no hubiera sido así nunca hubieras venido con tus amigos a conocer esta termoeléctrica que alimenta a tu casa y a la de tus amigos de la energía diaria.

– ¡Qué interesante, gracias a la imaginación de Pe-

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layo pudimos aprender cómo funciona esto de la electricidad! – dijo entusiasmado Nicolás.

Después de oír el comentario de Nico la sonrisa volvió a la cara de Pelayo, sí era cierto gracias a su imagi-nación los amigos aprendieron algo muy interesante aquella fría y soleada mañana de junio. No era la fábrica de nubes con que él siempre había soñado, ¡era la fábrica que hacía la electricidad y que nun-ca pensó en que podría ser tal!

Se subieron todos a la camioneta roja nuevamente, algo cansados y asombrados de lo que habían conocido.

Iban todos en silencio, mirando por las ventanas de la camione-ta hacia el cielo, en busca de la fábrica de nubes que seguro se encontraba por allá arriba.

A veces nuestra imaginación nos hace creer que las cosas son como nosotros las pensamos, pero a me-dida que vamos creciendo vamos descubriendo cómo son realmente las diferentes creaciones que hay en el mundo en que vivimos y eso es lo bonito de imaginar….

La historia de las nubes queda para otra ocasión.

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