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LA PERSONA DE JESUCRISTO Y LA MISION DE LA IGLESIA EN TEOLOGIA DE LA RELIGION Y EL DIALOGO INTER-RELIGIO- SO. 1. La persona de Jesucristo y su significado en teología de la religión. La fe cristiana confiesa a Jesucristo como mediador único y universal entre Dios y los hombres. La mediación única y universal de Cristo y la necesaria sacramentalidad de la Iglesia no se pueden separar en la conciencia que la Iglesia tiene de la obra de la salvación del género humano. 1.1.- El problema de la unidad del Cristo de la fe y el Jesús histórico para la teología de la religión. El evento Jesucristo está en el centro de la historia de la salvación. Las tradiciones religiosas de la humanidad están orientadas hacia él. Aun en el caso de que las religiones sean reconocidas como mediaciones parciales de la salvación para sus miembros, no pueden ser consideradas en teología cristiana como paralelas o complementarias, sino mediadas, a su vez, aun de un modo misterioso e invisible, por la mediación única y universal de Jesucristo. 1.1.1.- El Jesús histórico y el Cristo de la fe. R. Bultmann nos dirá que: no se puede llegar al Jesús histórico pero tampoco es necesario. La fe se apoya en la predicación primera (kerygma); la tarea de la exégesis es encontrar las formas primitivas de esa predicación. La fe brota de la fuerza del mensaje. Jesús es irrelevante, su figura, todo lo más, es la ocasión para que brote el mensaje. La reacción postbultmaniana insiste en que para el 1

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La misión

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LA PERSONA DE JESUCRISTO Y LA MISION DE LA IGLESIA

EN TEOLOGIA DE LA RELIGION Y EL DIALOGO INTER-RELIGIOSO.1. La persona de Jesucristo y su significado en teologa de la religin.TC \l2 "7.1.- La persona de Jesucristo y su significado en teologa de la religin Cfr. J. Dupuis, Ges Cristo incontro alle religioni, Assisi 1989, 247-290..La fe cristiana confiesa a Jesucristo como mediador nico y universal entre Dios y los hombres.

La mediacin nica y universal de Cristo y la necesaria sacramentalidad de la Iglesia no se pueden separar en la conciencia que la Iglesia tiene de la obra de la salvacin del gnero humano.

1.1.- El problema de la unidad del Cristo de la fe y el Jess histrico para la teologa de la religin.TC \l3 "7.1.1.- El problema de la unidad del Cristo de la fe y el Jess histrico para la teologa de la religin.El evento Jesucristo est en el centro de la historia de la salvacin. Las tradiciones religiosas de la humanidad estn orientadas hacia l. Aun en el caso de que las religiones sean reconocidas como mediaciones parciales de la salvacin para sus miembros, no pueden ser consideradas en teologa cristiana como paralelas o complementarias, sino mediadas, a su vez, aun de un modo misterioso e invisible, por la mediacin nica y universal de Jesucristo.

1.1.1.- El Jess histrico y el Cristo de la fe.TC \l3 "7.1.1.1.- El Jess histrico y el Cristo de la fe.R. Bultmann nos dir que: no se puede llegar al Jess histrico pero tampoco es necesario. La fe se apoya en la predicacin primera (kerygma); la tarea de la exgesis es encontrar las formas primitivas de esa predicacin. La fe brota de la fuerza del mensaje. Jess es irrelevante, su figura, todo lo ms, es la ocasin para que brote el mensaje.

La reaccin postbultmaniana insiste en que para el cristianismo es muy importante aquello que ha hecho posible el kerygma.

El carcter central de la persona y la obra de Jess de Nazaret es directamente proporcional a la aproximacin crtica a los textos evanglicos.

En la aproximacin histrico-teolgica al problema el metodo debe tener un carcter inductivo: recorrer el mismo camino que los discpulos en el progresivo descubrimiento del misterio de Cristo, de manera que se manifieste la continuidad entre el Jess histrico y el Cristo de la fe.

1.1.2.- El vnculo entre el misterio de Jesucristo y la salvacin.TC \l3 "7.1.1.2.- El vnculo entre el misterio de Jesucristo y la salvacin.Existe un vnculo indisoluble entre el Cristo de la fe y el Jess histrico. Cristo es transhistrico, ciertamente, pero es Jess de Nazaret el que ha llegado a ser ese Cristo transhistrico a travs de la transformacin real de su propia existencia humana resucitada. No hay un Cristo que sea distinto de Jess resucitado, transformado, transfigurado y llegado a ser transhistrico. No es concebible Jess de Nazaret como la manifestacin limitada, imperfecta y parcial de un Cristo que lo transcendera. La desvinculacin entre Jess y Cristo sera un modo de dulcificar el escndalo del evento Cristo con valor transcendente y universal, relativizando su dimensin histrica. Cuando en teologa de la religin se dice que Cristo est presente tanto en el cristianismo como en cualquier otra tradicin religiosa, de modo misterioso siquiera, como mediador universal de la salvacin, se trata de Jess-el-Cristo. En l y por l reciben la mediacin salvfica los hombres, cristianos o no. Los textos paulinos analizados no dejan lugar a dudas al respecto.

Existe una vnculo indisoluble entre el Logos y Jesucristo. Toda accin precristiana de la gracia del Logos ha de ponerse en relacin con el misterio de Jesucristo. Es en ste en quien se ha cumplido el designio salvfico. Jesucristo est en el centro no para sustituir a Dios sino como mediador para conducir a l. Por consiguiente:

a) La humanidad de Jess pertenece ciertamente al orden de los smbolos, en una ptica fenomenolgica.

b) Pero supera este orden en una ptica teolgica porque esa humanidad est indisolublemente unida al misterio divino mismo.

En consecuencia, no hay teocentrismo cristiano que no sea, al mismo tiempo, cristocentrismo, ni misterio crstico separable de Jess de Nazaret, ni Cristo de la fe sin Jess histrico. De ah la posicin adoptada de cristocentrismo inclusivo: la mediacin salvfica se opera a travs del nico Jesucristo, para todos, cristianos y no cristianos, si bien, para estos ltimos, permanecen ocultos para el conocimiento, incluso teolgico, en lo misterioso de los designios divinos muchos de los aspectos de dicha mediacin.

1.2.- El problema de la unicidad y universalidad de Jesucristo.TC \l3 "7.1.2.- El problema de la unicidad y universalidad de Jesucristo.1.2.1.- A la bsqueda del fundamento teolgico de la unicidad y universalidad de Jesucristo.TC \l3 "7.1.2.1.- A la bsqueda del fundamento teolgico de la unicidad y universalidad de Jesucristo.La cuestin central es la unicidad y universalidad de Jesucristo en el orden de la salvacin. La unicidad de Jesucristo es constitutiva de la salvacin de todos los hombres. Y esa unicidad es ontolgica, no meramente epistemolgica o gnoseolgica, es decir, no meramente limitada a la conciencia.

Lo que est ahora en el centro del debate de la teologa de las religiones es la "unicidad constitutiva" de Jesucristo, porque sta es la lnea de demarcacin de las posiciones nebulosas o confusas. Slo la identidad personal de Jesucristo como Hijo Unignito de Dios constituye un fundamento teolgico suficiente para establecer la unicidad constitutiva de Jesucristo como salvador universal:

1) O Jesucristo es Hijo Unico de Dios y entonces su mediacin nica y universal es consecuente.

2) O no es Hijo Unignito, y entonces no es posible sostener la pretensin cristiana de su unicidad constitutiva, por falta de fundamento teolgico, y consecuentemente no se puede sostener la mediacin nica y universal de Jesucristo.

1.2.2.- La fe en Jesucristo Hijo Unignito de Dios.TC \l3 "7.1.2.2.- La fe en Jesucristo Hijo Unignito de Dios.El Nuevo Testamento afirma claramente la mediacin universal de Jesucristo en el orden de la salvacin: 1Tim 2,5-6; Hech 4,12 y los himnos cristolgicos de Ef 1,3-13 y Col 1,15-20. Establecer esto como "norma fidei" es la razn por la cual el Nuevo Testamento fue escrito.

El Nuevo Testamento contiene una masiva afirmacin de la filiacin divina de Jesucristo. Algunos telogos de la religin, segn hemos visto, sugieren relativizar esta afirmacin en base a la siguiente argumentacin: procede de una concepcin del mundo histricamente condicionada y de unas formas de lenguaje contextualmente dependiente de la cultura.

La fe cristiana afirma, sin embargo, que el evento Jesucristo confiere a la historia humana una densidad especfica. El evento Jesucristo hace estallar el sentido israeltico de la historia: se cumple la espera mesinica de los ltimos tiempos superndola:

a) Israel est vuelto hacia una intervencin decisiva de Dios en la historia en un futuro indefinido.

b) Los primeros cristianos haban comprendido que la intervencin de Dios haba tenido lugar en la muerte y resurreccin de Jesucristo. Para los cristianos la espera escatolgica tiene dos momentos: ya.... pero todava no.

La Tradicin cristiana tambin ha dicho su palabra al respecto. El Credo afirma la universalidad de la salvacin en Jesucristo. Aunque la tradicin patrstica nos ofrece pocos datos explcitos sobre su unicidad: para los Padres esta conviccin se ubica en el centro de la fe, por encima de cualquier sospecha, duda o necesidad de explicitacin o aclaracin.

En todo caso, lo que se poda discutir no es el "hecho" de la unicidad, sino el por qu, que reside en su identidad personal de Hijo de Dios. Es el contenido de los primeros concilios cristolgicos. Esta identidad hubo de ser preservada de las herejas adopcionista, modalista y subordinacionista.

El II concilio de Constantinopla intentar una precisin terminolgica. Equiparar hypstasis con prosopon como designativos de la nica subsistencia de Jesucristo. Asmismo physis con ousia como designativos de las dos naturalezas que se encuentran en Jesucristo. Y diferenciar hypstasis de physis, es decir, la subsistencia nica de Jesucristo de su doble naturaleza. Un nico Jesucristo con dos naturalezas, humana y divina, que en su mismo ser hombre es ms que hombre. Se trata de una serie de precisiones y puntualizaciones que perfeccionan la capacidad de expresin de la fe cuyo proceso de estabilizacin culmin en Calcedonia.

Lo hoy que se pone en duda por parte de algunos es el "por qu" de la pretensin cristiana sobre la unicidad de Jesucristo en el marco de la pluralidad religiosa existente. Es decir, una vuelta a la problemtica anterior a su estabilizacin calcednica. Se ha pretendido impugnar ese "por qu" desde dos lecturas de la confesin cristiana de la unicidad de Jesucristo:

a) La fe en Jesucristo salvador tiene un carcter doxolgico movido por un impulso de fe amante y ciega que es necesario atenuar desde una lectura ms desapasionada. Sin embargo no se dan razones concretas. Es una presuncin.

b) La unicidad y la divinidad de Jesucristo es producto de un proceso de helenizacin indebida.

La reflexin teolgica tambin ha dicho su palabra sobre este tema. Un determinado nmero de telogos, sobre todo en el campo de la teologa de la religin, afirma que es insostenible la pretensin de unicidad de Jesucristo en el actual contexto de pluralidad religiosa. Por consiguiente hay dos soluciones:

a) Dulcificarla: proponiendo una unicidad relativa como smbolo ideal o paradigma de las aspiraciones humanas a la relacin hombre-Dios.

b) Abandonarla: para que el dilogo sea posible. La cristologa no es normativa ya que existe una igualdad fundamental entre todas las religiones como manifestaciones divinas diversas y relativas. Liberado Jess del mito de la encarnacin ya no es ni constitutivo ni normativo para la salvacin, y todas las intervenciones de Dios en la historia tendran igual espacio (teocentrismo pluralista extremo).

c) Sostenerla: la fe cristiana no permite reducir la filiacin de Jesucristo a una filiacin metafrica.

La trasposicin de la conciencia personal de Jess como Hijo de Dios en conceptos humanos comunicables confiere a la revelacin que da de s mismo y de Dios un valor trascendente objetivo, inigualable e insuperable.

El misterio de Jesucristo y su unicidad no dependen de la calidad del testimonio de sus discpulos.

Tarea de la teologa es demostrar la originalidad y la diferencia de la experiencia cristiana de Dios en cuanto fundada sobre el misterio de Jesucristo, conocer a Dios en Jesucristo, encontrarlo en el rostro humano de Jess: esa es la originalidad irrenunciable de la fe cristiana. Todo dilogo, como ya hemos insinuado, debe hacerse desde la sinceridad, y esta implica la palabra dialogal desde la propia integridad de la fe.

2.- La realidad de la Iglesia y su significado en teologa de la religinTC \l2 "7.2.- La realidad de la Iglesia y su significado en teologa de la religin.

La Iglesia tiene conciencia de s misma como sacramento de Cristo, universal y necesario de la salvacin.

Sin embargo, no puede olvidarse la voluntad salvfica universal de Dios En la conjugacin de ambas confesiones de la fe de la Iglesia se han intentado establecer los fundamentos teolgicos para una valoracin del papel de las tradiciones religiosas desde la teologa cristiana.

En el momento del Concilio el eclesiocentrismo no se haba aproximado an al cristocentrismo en el caso de la valoracin de las religiones. El mismo decreto conciliar NA no dio el paso explcito a un reconocimiento teolgico positivo del valor salvfico de las tradiciones religiosas objetiva e institucionalmente consideradas, aunque adopta una ptica sumamente respetuosa y de positivo aprecio hacia ellas e insina un camino hacia la valoracin teolgica institucional cuando habla de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero, los preceptos y doctrinas, que, por ms que discrepen mucho de lo que ella profesa y ensea, no pocas veces reflejan un destello de aquella verdad que ilumina a todos los hombres, y pide a los catlicos que reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales... que existen en los adeptos de otras religiones y que son la aportacin de estas como instituciones a la vida de aquellos.

Lo comn entre el eclesiocentrismo inclusivo y el cristocentrismo inclusivo es que los dos vienen a coincidir, con matices, en una lnea media que pone a Jesucristo en el centro de la salvacin. Pero, mientras en el modelo cristocntrico guardan equilibrio la dimensin humano-particular y la csmico-universal de Jesucristo, en el eclesiocntrico predomina la dimensin humano-particular con el peligro de que quede en sombra el hecho de que Jess es inseparable del Verbo creador presente en toda la humanidad, base de una autntica valoracin teolgicamente positiva de las tradiciones religiosas.

La misin de las religiones como sostenedoras de la "espera annima" es posible por la presencia invisible y escondida de la Iglesia como precursora de la humanidad y representante de la misma, portadora de un germen muy seguro de unidad, esperanza y salvacin para todo el gnero humano:

La Iglesia no comprende actualmente a toda la humanidad, pero es ya en medio del mundo el germen de unidad y la esperanza de que toda la humanidad alcanzar la salvacin. De ello se deduce que la Iglesia es como la representante y la precursora que media misteriosamente los dones salvficos para todos los hombres.

En esta actividad pionera la Iglesia realiza tres movimientos de servicio a la humanidad y a las diversas tradiciones religiosas que soportan y sostienen su "espera annima o latente": a) una misin representativa; b) una misin misionera; c) una misin dialogal.

2.1.- La misin representativa de la Iglesia.TC \l3 "7.2.1.- La misin representativa de la Iglesia.La ley de representatividad es para V. Boublk una de las claves de la historia salvfica. El universalismo se conjuga siempre, en ella, con la eleccin, limitada a pocos y ofrecida a todos. La eleccin y la representatividad estn ntimamente ligadas a la historia salvfica, mostrando tres niveles:

1) Cristo es el elegido y mediador de toda eleccin, los hombres lo son por medio de El.

2) Una parte del gnero humano es elegido para la dignidad de "pueblo de Dios".

3) Dentro del pueblo son elegidos individuos personalmente, vocacionados para una misin particular en el mismo.

Cristo hace, en nombre de la humanidad lo que sta no puede hacer y ofrece a todos la posibilidad de participar en los eventos salvficos. El pueblo elegido de la Antigua y Nueva Alianza realiza tambin en nombre de la humanidad lo que sta no puede hacer todava, aunque podra hacerlo segn la parbola de los trabajadores de la ltima hora, metfora central en la concepcin de Boublk.

De este modo, la eleccin de Israel prepara el evento de Cristo en la historia y la eleccin de la Iglesia construye el cuerpo mstico de Cristo. Todos pueden y deben incorporarse a Cristo, aunque sea a ltima hora, pero de momento slo el pequeo grupo de la Iglesia vive en Cristo y representa a todo el gnero humano predestinado para Cristo. Dios realiza por esta eleccin del pequeo grupo lo que quiere actuar en todo el gnero humano. Toda la humanidad est misteriosamente presente en este pueblo elegido, la Iglesia, en su misin representativa y precursora.

Los fundamentos de esta representatividad se encuentran en el amor cristiano en el que se hace presente el amor electivo de Cristo que no se deja aprisionar por barreras histricas: la transcendencia escatolgica de Cristo obliga a la Iglesia a superar los lmites. Se trata de una visin teolgica casi mstica del amor representativo cuya universalidad no depende del nmero sino de la presencia misteriosa de Cristo y del Espritu Santo en la vida de la Iglesia, en la cual est representada la entera humanidad.

En el largo camino de la humanidad hacia Dios, habra una zona emergente de la misma, la Iglesia, que constituye la porcin representativa de toda la humanidad que ms se acerca a Dios en Jesucristo. Pero esta emergencia no significa un mero privilegio exclusivo para s misma con olvido del resto de la humanidad religiosa no incluida dentro de sus histricos confines visibles; muy al contrario, el privilegio de la eleccin representativa debe redundar en beneficio de toda la humanidad por cuya salvacin muri Cristo. Todas las religiones de la tierra tienen el derecho de esperar que el ser y la existencia de la Iglesia, con su autoconciencia de nuevo Pueblo elegido por Dios, sea para ellas una bendicin.

2.2.- La misin misionera de la Iglesia.TC \l3 "7.2.2.- La misin misionera de la Iglesia.La misin es la respuesta a un mandato explcito de Jesucristo, una expresin necesaria del misterio de la Iglesia y manifestacin visible de su relacin con las religiones. El pasado no ha hecho aparecer siempre la actividad misionera como un servicio a las religiones, sobre todo cuando el anuncio del evangelio se acompaaba de la importacin de la cultura europea. Las revisiones de la actividad misional emprica de la Iglesia no siempre arrojan balances positivos. Desde algunas Iglesias jvenes nos llegan adevertencias sobre la exportacin de un cristianismo eurocntrico y de un cristo euroeclesistico que no ha tenido en cuenta los valores propios de las culturas donde la Iglesia ha de encarnarse. La nueva situacin actual y la comprensin teolgica de las religiones imponen una modificacin y enriquecimiento de ciertas estructuras de la misin de la Iglesia.

La misin se apoya en tres bases fundamentales: a) el mandato misionero de Jesucristo; b) la necesidad de testimoniar a Jesucristo; c) la dignidad de la Iglesia como sacramento universal de Cristo, mediador universal de la salvacin.

La misin misionera de la Iglesia no puede insistir solamente en la continuidad histrico-salvfica entre las religiones y Cristo. Ha de provocar tambin una crisis, una ruptura con el pasado que realiza la superacin de las religiones. En el trnsito de una economa religiosa diversa de la cristiana a la econmia salvfica cristiana hay un proceso de muerte y resurreccin; todo hombre que se sienta existencialmente confrontado e impactado por la persona de Cristo hasta el punto de pretender entrar en el reino de Dios por su seguimiento ha de nacer de nuevo, nacer del Espritu.

2.3.- La misin dialogal de la Iglesia.TC \l3 "7.2.3.- La misin dialogal de la Iglesia.El dilogo podr asumir diversas formas segn las circunstancias histricas. Al hilo de las orientaciones conciliares podramos hablar de tres formas generales de dilogo:

a) Dilogo de vida: simplemente consiste en vivir de modo consciente segn los valores del evangelio y en profundsimo respeto de los valores religiosos de quienes estn a nuestro lado.

b) Empeo social: se trata de la participacin comn en proyectos que todos estiman necesarios para el bien del hombre y de la humanidad: all donde el hombre se encuentra amenazado por las fuerzas naturales (sequa, cataclismos...), o por fuerzas destructivas desencadenadas por el propio hombre (guerra, desigualdades, refugiados, emigracin, miseria...).

c) La oracin: que brota del sentimiento de la creaturalidad, del convencimiento de que el poder humano no es autosuficiente ni absoluto e impulsa un movimiento del hombre, desde la vida y el empeo social, hacia el manantial de su vida y de su fe; cada uno segn su propia tradicin religiosa, solidario en el comn esfuerzo frente al sufrimiento del hombre se remite humildemente a la fuente ltima de la realidad, que los cristianos, y los testas en general, reconocemos como Dios.

El dilogo conlleva siempre una confrontacin. Un encuentro conduce al mutuo conocimiento, aclara las diversidades, hace brotar preguntas, invita al replanteamiento, empuja a la reflexin. Hemos visto cmo el replanteamiento del papel de las religiones en la historia de la salvacin ha enriquecido la fe y la reflexin teolgica de la Iglesia. Incluso el dilogo ha tenido como consecuencia frutos positivos en la reinterpretacin y replanteamiento de la accin misionera de la Iglesia: se han reconocido errores en las acciones evangelizadoras, se buscan nuevos caminos, nuevas soluciones en fidelidad al mandato misionero de Jesucristo y en respeto a las autnticas exigencias del evangelio y a las riquezas de los pueblos evangelizados.

La invitacin al testimonio es otro fruto de esta confrontacin dialogal. La Iglesia ha llegado a ser consciente de que la evangelizacin requiere un eficaz testimonio que ponga de relieve ante los otros los autnticos valores de la nueva vida vivida en el seguimiento de Jesucristo. Privadas las misiones de otros apoyos culturales y sociales del pasado, queda claro que el testimonio de la propia vida puede conectar mucho ms directamente con los valores personales de la vida humana.

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