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    Princesa Charis, es hora de marchar. Os he estado buscando por todas partes. Me cans de esperar y me entr hambre. No es extrao asegur Ilean. Comis siempre muy poco. Bien, vaymonos

    ahora. Os estn esperando. La muchacha se levant despacio. Recordad vuestra promesa dijo la pinche mientras Charis se incorporaba y

    escoga una ltima torta para llevarse con ella. Si os dieran dos regalos iguales... T tendrs el que yo no quiera. Lo recordar. La joven parti la torta en dos

    mitades y se meti una de ellas en la boca. Adis. Cuando Charis e Ilean llegaron al patio del palacio, los viajeros se acomodaban

    ya en los carruajes, mientras que los jvenes prncipes, a caballo, daban vueltas por el recinto, expresando de forma muy sonora su impaciencia por partir. Los coches estaban sostenidos por cuatro ruedas grandes y delgadas, y haba espacio para cuatro pasajeros en sus dos amplios bancos. Unos aros sujetaban un toldo color carmes encima del banco trasero, y dos estandartes del mismo color, uno a cada lado del elevado asiento del cochero, ondeaban bajo la ligera brisa.

    Estuvimos a punto de partir sin ti reprendi Briseis, mientras Charis ocupaba precipitadamente el asiento junto a ella.

    Un pequeo ejrcito de soldados a caballo penetr en el patio, las afiladas puntas de sus largas lanzas reluciendo bajo los rayos del sol. Su capitn intercambi unas pocas palabras con Avallach. El rey subi a su corcel mientras los soldados se alineaban a la cabeza de la comitiva y, a los pocos minutos, los carruajes empezaron a rodar. Atravesaron lentamente la gran arcada, dejaron atrs las puertas del palacio y salieron a la calzada que una el palacio con la ciudad de Kellios, a sus pies.

    Por fin suspir Charis, girndose en su asiento para ver cmo los muros del palacio retrocedan poco a poco a su espalda. Por fin me voy.

    La caravana de carromatos y carruajes del rey Avallach rod por carreteras

    enlosadas, cruzando la ciudad real, y penetr en las densamente arboladas colinas en direccin al sur, dejando muy atrs la costa. Se alzaban muchas ciudades en el camino y, en cada una, la poblacin se agolpaba para ver pasar el cortejo real, colocndose a lo largo de la carretera, para saludarles y ofrecerles presentes. Los viajeros acampaban cerca de alguna ciudad o pueblo Iraklion, Parnitha, Kardis, Oenope, Xanthini donde eran agasajados cada noche por sus habitantes hasta que iniciaron el suave y ondulante descenso hacia la cuenca del ro Coran, que delimitaba la frontera meridional del reino de Avallach. El ancho y frtil valle del gran ro se extenda desde el corazn del continente hasta el mar, separando Sarras de Corania. Tras cruzar el ro la comitiva recorri mesetas pobladas de rboles durante dos das ms antes de llegar al palacio de Seithenin, situado sobre la colina, en forma escalonada, que dominaba el gran puerto de Ys.

    Jinetes montando guardia se desplegaban en el acceso al palacio y, al ver acercarse al cortejo, salieron al galope para anunciar la llegada de Avallach, de modo que, cuando la caravana del rey se aproxim, le sali al encuentro un escuadrn de soldados vestidos con capas color gris humo y lanzas de plata en las que ondeaban estandartes tambin de color gris. Las tropas se dividieron para formar columnas a cada lado de la carretera y le rindieron honores con las lanzas tendidas hacia afuera y los estandartes ondeando al viento.

    La comitiva de Avallach desfil ante esta formacin y lleg ante un enorme muro que la carretera atravesaba pasando por una inmensa puerta con adornos de bronce en la que aparecan esculpidos dos pulpos gigantescos, uno en cada hoja, retorciendo

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    ambos los tentculos en direccin al otro. A la puerta los esperaba el mismo Seithenin en su carro de ceremonia.

    Saludos, amigo, y s bienvenido! grit cuando Avallach cabalg hacia l. Seithenin descendi de su carro y Avallach desmont. Ambos se abrazaron.

    Luego el anfitrin invit a Avallach a subir con l a su carruaje y los dos atravesaron juntos la puerta, recorriendo el camino que ascenda hasta el palacio en la cima de la colina que se perfilaba delante.

    La reina Briseis, desde su coche, observ la bienvenida y coment: El saludo de Seithenin resulta muy agradable. Annubi, sentado frente a ella, parpade cegado por el sol y repuso: Con demasiada ceremonia, me parece a m. Un espectculo se lleva a cabo para

    muchos ojos, me pregunto cules. Pues, para los nuestros, pienso yo. Su acogida pareca genuina. Quiz. Pero existe algn propsito detrs de ella, podis estar segura. Dicho

    esto se qued silencioso y ya no quiso continuar la conversacin. Charis escuch la advertencia y abandon su inspeccin del palacio de Seithenin

    para mirar fijamente a Annubi. El adivino pareca agitado e incmodo; sus largas manos se aferraban inquietas a sus rodillas. Cuando la comitiva pas bajo la sombra del palacio, dio un respingo y levant los ojos hacia los muros que se elevaban sobre ellos.

    Briseis le puso una mano sobre el brazo. Annubi, qu sucede? El adivino se llev una mano temblorosa al rostro y se cubri los ojos. Na... nada. Nada, mi reina. Un momentneo escalofro, eso es todo. Le

    dedic una sonrisa forzada. Charis se sinti intrigada ante su respuesta, ya que, tambin ella, haba sentido

    algo parecido, aunque no con tanta fuerza como Annubi. De buena gana lo hubiera interrogado sobre ello, pero algo le indic que aqul no era el momento oportuno. Lo interrogar ms tarde, pens, y devolvi su atencin al palacio.

    Era un edificio enorme y complejo, que reflejaba las ambiciones de sus diferentes ocupantes, ya que cada sucesivo monarca lo agrandaba, aadiendo una pared aqu, una muralla all, una torre, un saln, un almacn o una residencia en algn otro sitio. Todo se rodeaba de parques, jardines, viedos, palomares, estanques de peces y establos. Siglo tras siglo de edificacin continuada haban producido un laberntico monumento a la riqueza de los reyes coramos.

    Mientras los carruajes pasaban a travs de puertas y sobre puentes para llegar al corazn del enorme palacio de Seithenin, Charis ya no pudo reprimir su asombro por ms tiempo.

    Mralo exclam. Hay algn palacio mayor que ste en la Atlntida? Slo el palacio del Sumo Monarca, en Poseidonis respondi su madre.

    Pero el de Seithenin debe de ser casi igual de grande. Observa a la gente! La muchacha contempl a la muchedumbre que se

    alineaba en los parapetos de los muros interiores, agitando las manos y arrojando flores al camino que se trazaba debajo. Todos ellos viven en el palacio?

    La mayora repuso Briseis. Aunque supongo que algunos deben de residir en la ciudad.

    Cuntas esposas tiene Seithenin? inquiri Charis. Su madre se ech a rer. Por qu lo preguntas? Un rey con un palacio as debe de tener muchas esposas para que lo ayuden a

    llenarlo. Y si es as, debe de tener muchos hijos, quizs uno o dos de mi edad.

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    Oh! Estoy segura de que al menos habr uno de tu edad. Seithenin tiene siete esposas y muchsimos hijos. Seguro que hars amistad con alguno.

    Charis se qued pensativa durante un momento y luego pregunt: Por qu tiene Seithenin siete esposas, mientras que Avallach no tiene ms que

    una? La reina sonri. Los senderos del amor son misteriosos, no tardars en aprenderlo. Los senderos de la poltica, querris decir replic Annubi desdeoso. No me gustara ser una entre siete declar Charis. Si me he de casar,

    quiero ser la nica esposa. No tienes demasiados motivos para preocuparte repuso la reina

    alegremente. La costumbre de tomar muchas mujeres est desapareciendo en la Atlntida.

    Estupendo observ Charis. Pero, por qu? Los tiempos cambian, muchacha. Mira a tu alrededor! seal Annubi, casi a

    voz en grito; luego las mir con cierto embarazo y murmur: Perdonadme la intromisin.

    No, por favor, contina le inst Briseis. Me gustar escuchar lo que tienes que decir.

    Ya ha sido demasiado se quej el adivino. Volvi la cabeza y mascull entre dientes: A veces se escapan las palabras.

    Por favor, Annubi rog Charis. Cuntanos. El adivino levant los ojos hacia el cielo y lo contempl durante unos instantes. Los tiempos cambian repiti. Los hombres marchan lejos de sus hogares,

    naciones enteras van errantes; el mundo resulta cada vez ms pequeo. La gente no respeta la autoridad; el saber disminuye. Los reyes urden guerras en sus corazones, o se entregan a la ociosidad o a la extravagancia. A los dioses ya no se los venera como se haca antes; los sacerdotes de Bel se han vuelto gordos y estpidos, pero ya nadie se preocupa.

    Dinos alguna cosa buena pidi Briseis en un intento por animarlo, porque, a buen seguro, las cosas no pueden estar tan mal como t sugieres.

    Alguna cosa buena? Pos un dedo sobre sus apretados labios y contempl el palacio de Seithenin con el entrecejo fruncido. Cuando volvi la mirada hacia ellas, sus ojos brillaban con perverso regocijo. Aqu la tenis: lo que est hecho no puede deshacerse, pero lo que se ha perdido, a veces, puede encontrarse.

    Y a veces, Annubi interpuso Briseis, creo que sencillamente disfrutas confundiendo a la gente.

    Charis escuch todo aquello y se qued desconcertada. Qu le suceda a Annubi? Desde la visita de los hombres de Belyn, pareca en ocasiones distante y ansioso, muy diferente a su comportamiento normal, aunque ste fuera ligeramente desabrido. Qu podra haber ocurrido para trastornarlo de aquella forma? Quizs el motivo de su desasosiego fuera otro.

    Siguieron adelante y llegaron por fin a los patios interiores del palacio, donde los esperaban los sirvientes de Seithenin, vestidos con sus mejores libreas. Era un espectculo impresionante, ya que haba ms de cuatrocientas personas reunidas para darles la bienvenida: cocineros y mayordomos, mensajeros, ujieres y sirvientes, criados y criadas, chambelanes, senescales y consejeros de diferentes rangos, cada uno con un cargo y posicin especficos dentro del servicio domstico de Seithenin.

    El carruaje se detuvo y los ojos de Charis se pasearon veloces por la multitud. Dnde estn? inquiri. Quines? pregunt su madre.

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    Los hijos del rey Seithenin. Pronto los conocers. Se ayud a bajar a los visitantes de los carruajes y se escolt a la comitiva de

    Avallach al interior del palacio. Charis se maravill ante las enormes puertas de dinteles dorados y las macizas columnas que soportaban el peso de enormes vigas de madera de cedro que, por su parte, sostenan el techo pintado de brillantes colores. Nada ms penetrar en la sala de entrada salieron a saludarles las esposas de Seithenin y una pequea hueste de sus hijos, cada uno llevando un regalo envuelto en sedas de colores.

    Se adelantaron pronunciando unas protocolarias palabras de bienvenida y entregaron un regalo a cada uno de los invitados. Charis se sinti consternada al ver que, con excepcin de unos pocos infantes en brazos de sus nodrizas, la descendencia de Seithenin pareca de mayor edad que ella, y que la mayora eran muchachos. Arrug el entrecejo y mir a su madre.

    No hay nadie para m! susurr lacnica. Su madre sonri al aceptar un regalo de una mujer vestida con una deslumbrante

    tnica naranja, con un largo tabardo rojo brillante y un collar de coral. Ten paciencia indic Briseis, y volvi su atencin al regalo y a su portador. Charis baj los ojos y se agit inquieta. Estaba dando pataditas a las baldosas

    cuando se percat de la presencia de un par de pequeos pies bronceados encerrados en unas sandalias de cuero azules. Una jovencita que deba de alcanzar la mitad de su edad estaba frente a ella, con los brazos extendidos, sosteniendo un pequeo paquete envuelto torpemente en un pedazo de arrugada seda amarilla.

    Charis acept el presente con educacin pero sin entusiasmo. La muchachita sonri, revelando un hueco en el lugar donde haba perdido un diente.

    Me llamo Liban dijo. Y t, cmo te llamas? Charis. Abre tu regalo, Chariz cece la nia, indicando con la cabeza el paquete que

    Charis sostena en sus manos. Esta desat la seda y de ella cay un brazalete hecho de pedazos de anguloso

    jade pulido ensartado por manos inexpertas en hilo de colores. Gracias dijo Charis, sombra, dndole vueltas a aquella cosa en la mano.

    Mir los extravagantes regalos que reciban los dems: botas y sandalias de delicada piel, anillos y brazaletes de plata, una daga de oro con un centelleante zafiro en la empuadura para Avallach, arcos hechos de asta y carcajs de flechas para los prncipes, un nfora de aceitunas en aceite para Annubi, una caja lacada incrustada de perlas que contena tres frascos de costoso perfume para Briseis...

    Contempl una vez ms su regalo, un brazalete barato de jade del tipo que poda encontrarse entre las mercancas de cualquier vendedor callejero. Su evidente desilusin, sin embargo, no fue percibida por su benefactora, que segua sonriendo con simpata.

    Lo he hecho yo mizma declar Liban orgullosa, ezpezialmente para ti. Lo acepto con gran alegra replic Chars. Cmo sabas que yo vendra? Mi madre me lo dijo. Vamoz, pntelo. La nia se acerc ms y tom el

    brazalete. Charis extendi la mano y aqulla se lo desliz en la mueca. Ez un poco grande observ Liban, pero crecerz. Qu nmero erez t?

    Nmero? Qu princeza?, quiero decir. Yo zoy la nmero cinco. Tengo cuatro hermanaz,

    pero zon mz mayorez, y diez hermanoz, aunque trez no zon mz que bebz. Charis sonri; a pesar de la diferencia de edad, se encontr con que le gustaba

    Liban.

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    Supongo que soy la nmero uno, porque soy la nica princesa. La nica? Liban sacudi la cabeza asombrada. Debez zentirte muy zola. S, a veces admiti Charis. Quierez ver mi habitacin? Bueno... asinti Charis indecisa, mirando a su alrededor. La sala estaba llena

    de gente, pero nadie pareca estar interesado en ella, excepto Liban. De acuerdo, me gustara verla.

    Puedez quedarte conmigo zi quierez indic Liban cuando empezaron a andar. Pueden poner una cama. Hay mucho zitio.

    Abandonaron la recepcin, metindose por un amplio corredor de reluciente mrmol verde. Liban parloteaba alegremente, tirando de Charis como si temiera perderla. A sta, que jugueteaba con su tosco brazalete, se le ocurri de repente que nadie le haba hecho un regalo antes, es decir, uno hecho especialmente para ella.

    Una vez que sus invitados hubieron descansado y se hubieron refrescado,

    Seithenin envi a sus senescales para proponer a los acompaantes de Avallach que se reunieran con l en el prado. Avallach acept y se les condujo a un llano en el interior de los muros exteriores cubierto de pabellones; constitua un prado festoneado, ahora, con estandartes y linternas colgados de un poste a otro. Enormes braseros de hierro llenos de cenizas ardientes ocupaban el centro y sobre stos daban vueltas lentamente bueyes y cerdos enteros ensartados en asadores, mientras los jefes de cocina rociaban la carne con regueros de mantequilla especiada que sacaban de un barreo de madera.

    En el centro de la circunferencia exterior de tiendas se vea una elevacin, que daba a un campo acordonado, con varias docenas de asientos. Un grupo de jvenes, que llevaban guirnaldas y cintas de colores, salieron corriendo a recibir los carruajes cuando stos se detuvieron al borde del prado. Los conduca Liban, y portaban brazadas de flores que entregaron a los pasajeros de las carrozas reales. Charis acept un enorme ramo de manos de la sonriente chiquilla y, luego, los muchachos y muchachas echaron a correr otra vez para empezar a formar crculos sobre la hierba.

    Liban tir de la mano de Charis, pero sta se ech hacia atrs. Vamos, vete con ellos indic la reina, dndole un golpecito en el codo y

    quitndole el ramo. No has hecho otra cosa ms que ir en carroza durante das. Charis acept la mano de Liban y juntas se reunieron con los bailarines. Uno de

    ellos se quit su corona de cintas y la coloc sobre la cabeza de la princesa; unos tambores tocados con las manos marcaron el comps, las flautas y la lira iniciaron una alegre meloda y todos empezaron a bailar.

    Avallach desmont y ayud a Briseis a bajar de su carruaje para que fuera saludada formalmente por la delegacin oficial de nobles coranios. Annubi y otros miembros de rango oficial de la comitiva sarrasanida estaban incluidos, y todos se trasladaron al pabelln ms cercano, donde se les sirvi vino azucarado procedente de unas nforas que haban estado sumergidas todo el da en un estanque alimentado por una fuente.

    Los cuatro prncipes, sentados todava en sus sillas, no vean nada que atrajera su inters, hasta que aparecieron algunos de los hijos mayores de Seithenin con arcos y dianas. Los prncipes saltaron entonces de sus monturas para unirse a sus nuevos amigos, todos ellos ansiosos por demostrar su destreza en el tiro con arco.

    Cuando el rojo y dorado disco de Bel se hunda hacia el borde del horizonte occidental, los viajeros y sus anfitriones ocuparon sus lugares en las tribunas. Msicos con caramillos y tamboriles, liras y trompas empezaron a tocar, mientras coranios ataviados con ropajes de brillante colorido ofrecan cuadros vivientes de la historia

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    antigua: Atlas luchando con el demiurgo Calyps por la tierra recin creada; Poseidn clavando su tridente en las laderas de la montaa sagrada mientras su esposa, Gea, mataba a Set, el dragn que haba invadido la habitacin de los nios para devorar al pequeo Anteo; Deucalin y Pirra surgiendo del arcn empapado despus del diluvio y levantando un altar a Bel.

    Charis consider cada escena mejor que la anterior y hubiera podido contemplarlas durante toda la noche si no se lo hubiera impedido el avance de la oscuridad, que no le permita ver. Con la llegada de la noche se encendieron las linternas, las cuales transformaron el campo en un mar de terciopelo verde inundado por el resplandor de trescientas lunas doradas. Se condujo a los invitados a sus asientos y se sirvi la comida. Las largas mesas se combaban bajo el peso de las humeantes bandejas llenas hasta rebosar de viandas: enormes pedazos de carne asada, cortados en gruesas tajadas; montaas de pescado, cada uno envuelto en hojas de vid y cocido con rodajas de limn; montones de panes recin horneados; cestos de frutas dulcsimas tradas del lejano sudoeste; verduras estofadas en burbujeantes calderos; cido vino de resina.

    A Avallach y a su familia se los coloc en los lugares de honor, rodeados de nobles y notables coranios, y, tras una muy larga serie de brindis de rituales, empez la comida. Charis se sentaba entre Guistan y un muchacho alto y desgarbado, hijo de un patriarca coranio. El muchacho no haca ms que inclinarse sobre ella para poder hablar con Guistan sobre carreras de perros, al parecer, la nica diversin de que disponan los jvenes de Corania.

    Tengo cuatro podencos explicaba el muchacho, cuyo nombre Charis olvid rpidamente. Algn da, los har correr y ganarn. Son muy veloces.

    Si son realmente rpidos debes hacerles correr en el valo Real de Poseidonis. Slo los mejores pueden correr all.

    Son rpidos insisti el muchacho, ms rpidos que cualquier otro en todos los Nueve Reinos. Algn da los llevar a correr a Poseidonis.

    Yo prefiero las carreras de caballos replic Guistan dndose importancia. Para no quedarse atrs, el jovenzuelo interpuso: Mi to tiene caballos de carrera. Ha ganado coronas y cadenas en todas las

    competiciones importantes. Cmo se llama? inquiri Guistan con la boca llena. Caister; es muy famoso. Nunca he odo su nombre replic Guistan. El muchacho lanz un soplido y volvi la cabeza. Charis sinti lstima de l, por

    haber picado el anzuelo y haber sido derrotado por Guistan. Le dio a su hermano un codazo en las costillas.

    Ay! exclam ste. A qu viene eso? El pobre slo intentaba ser amistoso. Podras comportarte con educacin. He sido educado! sise Guistan enojado. Acaso me re en sus narices? La fiesta continu, a pesar de los malos modales de Guistan, y la noche se alarg

    con ms manjares, risas y bailes. Charis comi hasta que ya no pudo tragar ni un bocado ms y, entonces, se uni a la danza junto con otros jvenes. Se reunieron debajo de las linternas y formaron una serpentina para zigzaguear entre los postes que sostenan las linternas y los pabellones.

    Los bailarines cantaban mientras daban vueltas alrededor del escenario de la fiesta, alzando sus voces a medida que la serpentina se mova ms y ms deprisa, hasta que no pudieron mantener el equilibrio y cayeron los unos sobre los otros para desplomarse, cuan largos eran, sobre la hierba. Charis se ech a rer mientras yaca sobre el suelo, con las linternas y las estrellas girando vertiginosamente sobre ella.

  • 60

    Cerr los ojos e intent recuperar la respiracin. Las carcajadas que flotaban en el aire murieron. Se incorpor. Otros estaban de pie, inmviles, con los ojos fijos en la oscuridad. Charis se levant tambin.

    Una silueta borrosa y oscura aguardaba justo ms all de la periferia de la luz. Mientras la princesa la contemplaba, la figura se movi, avanzando despacio hacia ellos.

    Los silenciosos bailarines retrocedieron. El misterioso visitante se acerc ms a la luz y su forma oscura se convirti en los brazos y piernas, cabeza y torso de un hombre.

    No sigui avanzando, sino que se qued al borde de la luz, mirndolos. Desde un poco ms arriba de su hombro, Charis vio surgir el fro destello de una luz amarilla, como el guio de los ojos de un gato en la oscuridad.

    Charis sinti una helada sensacin de reconocimiento. Saba quin se encontraba all observndolos. El extrao no intent acercarse ms a ellos, pero la muchacha percibi su invisible mirada. Luego, el hombre se dio la vuelta y se alej tan silenciosamente como haba venido.

    Algunos de los muchachos mayores lanzaron risitas disimuladas y lo llamaron, imprecndole con ordinarieces e insultos, pero el hombre se haba desvanecido en la oscuridad. Los dems formaron con rapidez otra serpentina, pero a Charis la haban abandonado las ganas de seguir bailando. Regres a su lugar en la mesa, donde pas el resto de la velada a pesar de que Liban insisti repetidas veces en que se uniera a la algaraba.

    Haca rato que la luna brillaba, y ahora se desplazaba a travs de una fragante brisa nocturna mientras derramaba su luz plateada sobre la tierra. Cuando los invitados estuvieron hartos de comida y de msica, se pidieron los carruajes y la gente empez a regresar a palacio.

    Charis, medio dormida, fue introducida en la carroza real, donde se acurruc en un rincn y cerr los ojos.

    Mirad! La voz reson aguda en sus odos; Charis se movi en su asiento. Ah... otra! exclam alguien ms. Charis abri los ojos y levant la cabeza. A su alrededor todo el mundo

    contemplaba el firmamento, de modo que Charis tambin alz la vista hacia el cielo nocturno. ste reluca con la luz de tantas estrellas que pareca como si un fuego celestial ardiera en la morada de los dioses, brillando a travs de una mirada de diminutos agujeros en la bveda celeste.

    Mientras observaba con mucha atencin la oscuridad, una estrella hendi el cielo para hundirse en el mar, ms all del palacio. Al instante, otra cay, y otra. Se volvi hacia su madre y estaba a punto de decir algo cuando vio centellear una luz sobre el rostro de sta y todos gritaron a la vez.

    Charis mir de nuevo y vio arder el cielo con un flgido resplandor; cientos de estrellas se precipitaban en picado hacia la tierra. Ms y ms abajo, seguan cayendo, atravesando la noche como tizones encendidos y arrojados al oscuro Oceanus.

    No se detendr nunca? se pregunt Charis, cuyos ojos brillaban a la luz de las estrellas fugaces. Oh, mralas, madre! Parecen caer todas las estrellas del cielo! Es un presagio.

    Un presagio murmur Briseis. S, una seal importante. De la misma forma imprevista con que haba empezado, la lluvia de estrellas se

    termin de repente. Una quietud sobrenatural se adue del lugar, como si el mundo entero se hubiera quedado expectante en espera de lo que sucedera despus. Pero nada ocurri. Sin habla, los espectadores del suceso se volvieron los unos hacia los

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    otros como para preguntar: Lo has visto t tambin? Ha sucedido de verdad o lo he imaginado?.

    Muy despacio, los sonidos de la noche volvieron a aparecer en el aire y la gente empez a moverse de nuevo en direccin al palacio. La reina se qued contemplando el cielo largo rato antes de ocupar su lugar en el carruaje con el resto del grupo. Charis se estremeci y se frot los brazos con las manos, al sentir un glido aliento que le penetraba en los huesos.

    Las carrozas rodaron sobre el prado iluminado por las estrellas hasta el palacio de Seithenin. Cuando llegaron, los invitados entraron uno a uno y muy despacio en el vestbulo, muchos conversando en voz baja pero animada de lo que haban sido testigos. Briseis se volvi y vio a Annubi, de pie y solo, que atisbaba el cielo.

    Me reunir con vosotros enseguida indic a los que la acompaaban, y regres junto al adivino. Qu es lo que viste, Annubi? pregunt, cuando estuvieron a solas.

    El hombre baj los ojos para mirarla y ella vio que una honda tristeza empaaba su visin, como si una bruma velara sus ojos.

    He visto caer estrellas del cielo en una noche despejada. He visto fuego hurgando en los surcos de las olas de Oceanus.

    No hables utilizando acertijos como los magos repuso Briseis en voz baja. Cuntame claramente qu has visto.

    Mi reina replic Annubi. Yo no soy ningn mago, de lo contrario vera con ms claridad. Veo tan slo lo que se me permite, nada ms.

    Annubi rega Briseis con suavidad. S ms de lo que crees. Explcame lo que observaste.

    El adivino volvi a escrutar el firmamento. Vi la luz de la vida extinguida en las profundidades. La reina recapacit sobre ello un momento y luego pregunt: La vida de quin? Esa cuestin... contempl la noche estrellada, no puedo explicarla. Pero seguramente... Habis preguntado qu es lo que observ le espet Annubi, y os lo he

    dicho. Se volvi con brusquedad y empez a alejarse. Ms no puedo decir. Briseis lo sigui con la mirada mientras se alejaba, y luego se reuni con los otros

    en el interior. Annubi se qued paseando por los jardines colgantes en soledad, perdido para el

    mundo de los sentidos, mientras sus pies vagaban por los oscuros senderos del futuro que se le haba revelado fugazmente con la centelleante luz de la lluvia de estrellas.

  • 62

    8 Elphin y sus acompaantes vadearon el ro y siguieron el sendero arbolado a lo

    largo de la orilla sur, hasta que por fin llegaron al suave promontorio inclinado que dominaba Aberdyvi, en cuya llana cima se ergua el reducto fortificado del padre de Elphin. Pasaron junto a corrales de cerdos negros y reses de color pardo que levantaron sus cabezas para observarlos mientras ascendan por el pedregoso sendero que segua junto a las edificaciones exteriores de paja y ramas en direccin al caer rodeado por un foso.

    En Caer Dyvi los jinetes fueron recibidos por las fras y ceudas miradas de los miembros del clan, ninguno de los cuales pareca alegrarse particularmente de ver a Elphin, ni sentirse muy animados por la presencia de las dos extranjeras, y su exiguo rebao de gimoteantes ovejas.

    No obstante, cuando los jinetes alcanzaron el gran edificio situado en el centro del caer, haban atrado ya la atencin de gran nmero de sus convecinos que los escoltaban curiosos. Gwyddno sali de la casa con Medhir, quien llevaba al pequeo Taliesin en brazos.

    Saludos, Elphin! exclam el jefe. Veo que has tenido xito. Ms que xito, padre respondi Elphin. Fui en busca de una nodriza y he

    regresado con una esposa. Se desliz fuera de la silla y, ante los murmullos de sorpresa de los curiosos,

    ayud a Rhonwyn a desmontar. Una esposa! exclam Medhir. Es eso verdad? Lo es respondi Eithne. Medhir vio entonces a su parienta que desmontaba

    de la yegua de pelo rojo. Eithne! Medhir, con el nio en brazos, corri hacia su prima. Slo el verte

    alegra mi corazn. Bienvenida! Las dos mujeres se abrazaron, y Eithne baj los ojos hacia la dormida criatura. ste debe de ser el beb que ha encontrado Elphin. El mismo, te lo aseguro. Medhir levant las ropas que envolvan al nio para

    que Eithne lo pudiera ver. Oh, qu criatura tan hermosa! Elphin dijo que el pequen era muy lindo, pero

    no nos revel que fuera tan hermoso. Si existe alguno igual, no lo he visto jams. Lo mismo se puede decir de tu hija replic Medhir, contemplando con

    aprobacin a la muchacha que estaba junto a su hijo. Pequea Rhonwyn, hace mucho tiempo que no te vea. Ah! Pero ahora te has convertido en una mujer. Mrate, crecida y toda una belleza! Abraz a la ruborizada Rhonwyn mientras Elphin sonrea satisfecho. Bienvenida.

    Taliesin se agit y grit. Medhir le entreg la criatura a Rhonwyn, diciendo: He hecho todo lo que he podido para alimentar al nio; sin embargo, est

    hambriento todo el da. Rhonwyn separ un poco el cobertor y mir al nio. Sorprendido por la luz del

    sol, Taliesin dej de llorar y, al ver un rostro inclinado sobre l, gorje muy bajito y

  • 63

    sonri. Mirad eso! dijo Gwyddno. Unicamente con tomarlo en brazos ella, la

    criatura se tranquiliza. se es el toque de una autntica madre. Es precioso repuso Rhonwyn, que no haba apartado los ojos del nio. Pero, qu hay de ese matrimonio? pregunt Gwyddno, mirando a su hijo.

    Esto es totalmente inesperado. Lanzando una ojeada a todos los miembros del clan que los rodeaban, Elphin

    replic: Entremos a refrescarnos y os contar todo lo que ha sucedido desde que me

    march. Gwyddno orden a dos hombres que descargaran los caballos, y ellos entraron

    en la casa, dejando a la audiencia boquiabierta pero con nuevo material con el que alimentar los cotilleos. Una vez en el interior, Taliesin empez a llorar de nuevo, as que Rhonwyn lo llev a un jergn situado en una esquina, se solt un lado de la tnica, y empez a amamantarlo mientras las dos mujeres de ms edad se apresuraban a preparar la comida. Elphin contempl la escena con agrado y empez a relatar lo que haba ocurrido durante su visita a Diganhwy.

    Comieron mientras Elphin continuaba su relato y, cuando termin, Gwyddno pregunt:

    Cul fue la actitud de lord Killydd? Se mostr muy bien dispuesto con respecto al matrimonio. De hecho, estuvo

    completamente de acuerdo cuando le ofrec la casa de Eithne. Se est haciendo viejo y no quiere problemas entre nuestros clanes, argumenta que ya hay bastantes rencillas con los cruithni en el norte.

    Gwyddno consider aquellas palabras. Bien dicho. Yo tambin estoy preocupado. Los cruithni se vuelven cada vez

    ms audaces. Aguardan tan slo una oportunidad para lanzar un gran ataque. A eso no se atrevern, mientras contine estando la guarnicin en Caer Seiont. Ah!, se plantea una paz incmoda. Conviene ms tenerlos all que aqu, pienso

    yo. En cualquier caso, es una vergenza que precisemos de ellos. Reflexion durante un momento y continu. Sin embargo, son aguerridos luchadores y nunca rehusan una batalla. Hay noticias ms recientes?

    Muy pocas. Para ellos ha sido un invierno tranquilo al igual que para nosotros. Lord Killydd me cont que el tribuno lo visit en una ocasin para proponerle enviar hombres para ayudar a reparar la muralla. Killydd lo rechaz. Se disculp asegurando que necesitaba a sus hombres para plantar durante la primavera. Le dio caballos a cambio.

    Gwyddno asinti. Salvo por sus impuestos anuales, que siempre entregaba en persona para que los magistrados no olvidaran quin pagaba, Gwyddno mantena reducidos al mnimo sus tratos directos con los romanos, y, por esto, se consideraba afortunado. Aunque muchos seores, como Killydd, comerciaban con ellos, y ms de un jefe guerrero luchaba junto a ellos a cambio de plata, Gwyddno prefera mantenerlos a una cierta distancia. De una forma u otra, cuando se trataba de aquellos astutos y atezados romanos, uno siempre sala perdiendo en el trato.

    Ahora, pues, en cuanto a esta boda dijo, me siento muy satisfecho. Se volvi para mirar a Rhonwyn, que, sentada bajo la ventana, con el cabello llameando bajo la luz de la tarde que penetraba por la estrecha abertura, y ajena a su mirada, continuaba alimentando al nio. Ah! Lo has hecho realmente bien.

    Cundo tendr lugar el matrimonio? inquiri Medhir. Tan pronto como sea posible. Maana, si se puede arreglar, o pasado maana

    replic Elphin.

  • 64

    Celebraremos una fiesta de esponsales! exclam Gwyddno. La fiesta ms grande que nadie haya conocido.

    Maana? empez Medhir, mirando a Eithne. Qu Brighid nos ayude! No puede ser maana, ni siquiera pasado maana!

    Y, por qu no? pregunt Gwyddno. Si es lo que quiere Elphin, que sea as.

    Seor, te olvidas de que Rhonwyn acaba de dar a luz. El matrimonio no puede consumarse hasta finales de mes como mnimo.

    No se puede evitar asinti Eithne, y mir temerosa a Elphin y a Gwyddno. Un matrimonio sin consumar no es un matrimonio aadi Medhir, vacilante. Bueno, ms de un matrimonio se ha consumado mucho antes de la boda

    observ Elphin. Nosotros lo haremos al revs. Veis! Os preocupis por nada. Celebraremos la boda declar Gwyddno.

    Elphin y Rhonwyn se quedarn aqu hasta que puedan dormir juntos en la casa que construir para ellos.

    Elphin le dio las gracias a su padre, pero anunci: Quiero construir la casa yo mismo observ a Rhonwyn orgulloso. Ser mi

    regalo para mi esposa. Se hicieron planes apresuradamente y se anunci la boda al clan, el cual empez

    a prepararse al momento para la fiesta. Se cavaron hoyos para las hogueras que se llenaron de lea, se fregaron calderos y se llenaron de verduras, nabos y agua, se hizo salir a los cazadores para que trajeran jabales y venados, se sacrificaron reses y se las aderez, se hundieron las redes en el mar para sacarlas cargadas de pescado, se amontonaron barriles de aguamiel y cerveza sobre largas mesas hechas de troncos partidos por la mitad, se horne pan en barras especiales para bodas, y se sujetaron antorchas a los extremos de largos postes.

    Inmerso en aquel espritu festivo, el clan pronto olvid sus diferencias con Elphin y empez a considerarlo con una ptica ms favorable. Despus de todo, no se casa cada da el hijo de un rey. Y nunca haba habido un seor ms generoso en todo Gwynedd que Gwyddno Garanhir. Todos tenan asegurada una racin digna de un rey y una celebracin que no desmerecera de ninguna otra.

    A media maana del da siguiente, el humo de las hogueras ascenda en espesas nubes y el aroma de la carne asada impregnaba todo el pueblo. La gente, libre de sus tareas con motivo de la celebracin, se reuna en grupos para hablar y rer mientras continuaban los preparativos. A medioda, empezaron a llegar con los invitados los jinetes que se haba enviado a cada uno de los seis cantrefs para convidar a las nobles familias y a los parientes a asistir a la fiesta.

    Cada tribu aport una sustancial contribucin: carne ahumada, enormes quesos blancos ensartados en palos de madera, montaas de hogazas de cebada dulce, pellejos llenos de dulcsima aguamiel y riqusima cerveza negra, pollos y aves de caza, corderos y cabritos, huevos, mantequilla y requesn en cntaros. Uno de los parientes de Elphin, un to procedente de un cantref del este que llevaba una gruesa cadena de oro colgada del cuello, trajo un carro lleno de pellejos de vino obtenidos de la guarnicin de Caer Legionis.

    Cuando el sol empez a descender por el oeste, Gwyddno, viendo que todos los invitados haban llegado, se subi a la pirmide de barriles apilados y sopl con fuerza su cuerno de caza. La gente se arremolin a su alrededor cuando proclam a grandes voces.

    Que la fiesta de la boda de mi hijo d comienzo! Y as se cumpli. Elphin sali de la casa de su padre luciendo un grueso torc de

    plata alrededor del cuello, una tnica de brillante color amarillo y pantalones verdes

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    sujetos a la rodilla con tiras de seda azul. En el ancho cinturn de piel sujetaba una daga tachonada de esmeraldas. Por encima de unas finas botas de cuero, y sujeta al hombro con un gran broche de oro incrustado de granates, llevaba una capa nueva de tartn naranja y escarlata. Mientras se acercaba al lugar de la fiesta, atestado ahora de gente, se le hizo un pequeo espacio y el joven se detuvo en el centro del crculo.

    Medhir y Eithne fueron las siguientes en aparecer y se colocaron a ambos lados de la puerta para apartar y sostener las pieles que cubran la entrada. Rhonwyn sali, se irgui y avanz despacio hacia el crculo. Llevaba un vestido largo hasta los pies de hilo color verde brillante, con bordados de oro en la parte del cuello y del dobladillo. Sobre el pecho llevaba un collar de oro trenzado, aros de oro en forma de serpiente rodeaban sus brazos desnudos, y brazaletes tambin de oro tintineaban en sus muecas. La capa que luca era de refulgente seda prpura con diminutas campanillas de plata cosidas a las borlas que haba a lo largo de su reborde. Alrededor de la cintura llevaba un cinturn incrustado de perlas y en los pies calzaba zapatillas de cuero plateado. Su cabellera roja y dorada caa en llameantes ondas sobre su espalda por debajo de dos largas trenzas entrelazadas en las que se haban sujetado pequeos capullos con la ayuda de horquillas incrustadas en joyas.

    Elphin la contempl mientras avanzaba despacio, y sinti que jams haba visto a una mujer ms hermosa. A decir verdad, la mayora de los reunidos se haban quedado extasiados con su belleza.

    Cuando Rhonwyn se hubo reunido con Elphin en el crculo, Hafgan, llevando su bastn de roble, se coloc frente a ellos. Lo seguan sus dos nuevos filidh, uno de los cuales llevaba un cuenco de barro y el otro una jarra de vino. Sonri con cario a la pareja y exclam:

    sta es una poca muy propicia para un matrimonio. Mirad! Seal con su bastn la primera estrella que iluminaba el cielo. La propia estrella de la diosa os contempla y bendice con su luz.

    Entonces tom el cuenco, lo llen con el contenido de la jarra y lo alz, ofrecindolo al sol que se pona y a la luna que empezaba a salir. Le entreg el recipiente a Elphin diciendo:

    Esto representa la vida, bebe vidamente de ella. El joven lo tom y bebi, vacindolo con tres grandes sorbos. Hafgan volvi a

    llenarlo y se lo pas a Rhonwyn repitiendo su orden. Esta vaci el cuenco y lo devolvi al druida que llen el cuenco por tercera vez y lo coloc en las manos de la pareja.

    Este cuenco representa vuestra nueva vida entrelazada. Bebed de l juntos. Elphin y Rhonwyn lo levantaron y bebieron a la vez hasta que lo hubieron

    terminado. Mientras tanto, Hafgan se inclin y, tomando los extremos de sus capas, los at juntos.

    Romped el cuenco! orden Hafgan cuando lo hubieron vaciado, y ellos lo arrojaron al suelo, donde al chocar se rompi en tres pedazos. El druida estudi los fragmentos durante un momento, luego alz su bastn y proclam: Veo aqu un largo y fructfero matrimonio! Una unin bendecida en abundancia con todo tipo de buena fortuna!

    Larga vida a Elphin y Rhonwyn! gritaron a su vez los invitados. Que su casa prospere!

    Se abri una avenida en el crculo, y se condujo a Elphin y a su esposa hasta la larga mesa de madera, donde se les hizo sentar en un lecho de juncos cubierto de pieles de cervatillo moteadas, y dio comienzo la fiesta. La comida se sirvi en recipientes de madera, y los pedazos ms exquisitos estaban destinados a los novios. Se llen de vino un enorme cliz de plata y se coloc frente a ellos. Todo el mundo encontr un lugar donde instalarse; los invitados de honor fueron colocados en mesas bajas a la derecha e

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    izquierda de la pareja, segn su rango, y el resto de los asistentes se procur acomodo sobre las pieles y alfombras diseminadas por el suelo.

    Todos rean y hablaban mientras coman, proclamando su alegra a grandes voces. Cuando se hubieron probado suficientemente las delicias de la mesa, la gente empez a clamar pidiendo diversin.

    Hafgan! grit Gwyddno alegremente. Una cancin! Cntanos una cancin, bardo!

    Cantar respondi el druida. Pero os ruego el honor de cantar el ltimo. Permitid que mis filidh empiecen en mi lugar.

    Muy bien, ahorra tu voz contest Gwyddno. Pero te exigiremos lo mejor de tu repertorio antes de que termine la fiesta.

    Los aprendices sacaron sus arpas y empezaron a cantar viejas canciones de conquistas y de derrotas, de hroes y de sus extraordinarios actos de valor, del amor de sus mujeres, de radiante belleza, y de trgicas muertes. Mientras lo hacan sali la luna en todo su esplendor con su squito de estrellas y el crepsculo se convirti en noche.

    Elphin contempl a su esposa y la am tiernamente. Rhonwyn le devolvi la mirada y se apoy contra l, descansando la cabeza en su pecho. Y todos los que los vieron se percataron del cambio producido en Elphin, porque en verdad pareca un hombre nuevo.

    Cuando los filidh terminaron sus cantos, se elev un clamor para que Hafgan continuara.

    Ofrcenos una cancin! gritaron algunos. Un relato! pidieron otros. Tom su arpa, y se coloc frente a la mesa. Qu deseas or, seor? Se diriga a Elphin, y a nadie se le escap el significado de este privilegio, aunque

    ste prefiri no darse por aludido y repuso: Es mi padre quien debe escoger. Estoy seguro de que su eleccin agradar a

    todos. Un relato, pues dijo Gwyddno. Una historia de bravura y magia. Hafgan se qued silencioso un momento, arranc algunas notas sueltas a su arpa

    mientras meditaba, luego anunci: Escuchad pues, si as lo queris, la historia de Pwyll, prncipe de Annwfn. Excelente! gritaron los reunidos; se volvieron a llenar copas y cuencos al

    tiempo que los convidados se acomodaban para or la narracin. En los das en que el roco de la creacin estaba an hmedo sobre la tierra,

    Pwyll era seor de los siete cantrefs de Dyfed, de los siete de Gwynedd y tambin de los siete de Lloegr. Al despertarse un da en Caer Narberth, su principal fortaleza, contempl las agrestes colinas llenas de toda clases de caza y se le ocurri reunir a sus hombres y salir a cazar. Y esto fue lo que sucedi...

    La voz de Hafgan se oa fuerte y clara, y la historia, para delicia de los oyentes, se desarroll siguiendo la estructura acostumbrada. Al llegar a ciertos pasajes, el druida rasgueaba el arpa y cantaba aquella parte, tal y como prescriba la tradicin. Era un relato muy conocido, uno que encantaba a todos los que lo escuchaban, puesto que Hafgan saba contarlo muy bien, representando los personajes importantes y haciendo que su voz se acomodara al habla de los diferentes protagonistas. Esta es la narracin que cont:

    La zona de su reino en la que Pwyll deseaba cazar era Glyn Cuch. Se puso en

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    marcha de inmediato con un gran grupo de hombres y cabalgaron hasta el anochecer, de modo que llegaron justo cuando el sol empezaba a hundirse en el mar occidental para empezar su viaje por el Mundo Subterrneo.

    Acamparon y durmieron y, a la maana siguiente, al amanecer, se levantaron y penetraron en los bosques de Glyn Cuch, donde soltaron a los perros. Pwyll hizo sonar su cuerno de caza, reuni a los cazadores y, como era el jinete ms rpido, sali al galope detrs de los perros.

    Sigui a la presa y, al poco tiempo, sus compaeros lo perdieron de vista y ellos quedaron rezagados en la espesura. Mientras segua el grito de su jaura, oy los ladridos de otra, muy diferente de la suya, que se diriga hacia l, y cuyo estruendo helaba el aire. Cabalg hasta un claro que tena frente a l y fue a parar a un terreno amplio y llano donde vio a sus perros agazapados y llenos de temor en un extremo, mientras la otra jaura corra tras un magnfico ciervo. Y he aqu que mientras l observaba, los extraos mastines alcanzaron al animal y lo derribaron al suelo.

    Se les acerc sin desmontar y advirti entonces el color de los animales. De todos los perros de caza del mundo, jams haba visto ninguno como aqullos: el pelo que cubra sus cuerpos era de un blanco reluciente y puro, y el de sus orejas, rojo, y brillaba con la misma fuerza que el blanco de sus cuerpos. Pwyll cabalg hasta los extraos animales y los dispers, dejando a sus perros el ciervo muerto.

    Mientras daba de comer a sus canes, apareci ante l un jinete montado en un caballo tordo, con un cuerno de caza colgado al cuello y un traje gris plido como atuendo de caza, el cual se le acerc diciendo:

    Seor, s quin sois, pero no os saludo. Bien dijo Pwyll, quiz vuestro rango no lo requiera. Lleu es mi testigo! exclam el jinete. No es mi dignidad o la obligacin

    del rango la que me lo impide. Qu otra cosa entonces, seor? Decdmelo si podis! repuso Pwyll. Puedo y quiero replic el desconocido con voz dura. Juro por los dioses

    del cielo y de la tierra que es a causa de vuestra propia ignorancia y descortesa! Qu falta de cortesa habis visto en m, seor? inquiri Pwyll, ya que no

    se le ocurra ninguna. No he visto mayor desconsideracin jams en ningn hombre replic el

    extrao que echar a la jaura que ha matado un ciervo y lanzar a la propia sobre l. Qu deshonra! Eso demuestra una deplorable falta de consideracin. No obstante, no me vengar de vos, aunque bien podra, pero har que un bardo te satirice por un valor de cien ciervos.

    Seor le rog Pwyll, si he cometido una equivocacin, os pido que hagamos las paces.

    En qu trminos? pregunt el jinete. Aquellos que vuestro rango, cualquiera que sea, requiera. Conocedme pues. Soy rey coronado de la tierra de la que procedo. Que prosperis da a da! Qu tierra es sa, seor? inquiri Pwyll. Pues

    yo mismo soy rey de todas las tierras de los alrededores. De Annwfn respondi el jinete. Soy Arawn, rey de Annwfn. Pwyll se qued pensativo al or esto, ya que traa mala suerte conversar con un

    ser del Otro Mundo, ya fuera rey o no. Pero, como se haba comprometido a recuperar la amistad con el jinete, no tena otra eleccin que mantener su palabra si no quera provocar mayor deshonor y desgracia sobre su nombre.

    Decidme pues, oh rey!, si as lo queris, cmo puedo recuperar vuestra amistad, y obedecer de buen grado.

    Escchame, Gran Jefe, as la recuperars empez a decir el otro. Un

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    hombre cuyo reino limita con el mo me hace la guerra continuamente. Es Grudlwyn Gorr, un seor de Annwfn. Si me liberas de su opresin, lo cual te resultar bastante fcil, repararemos el dao, y t y tus descendientes seguiris viviendo en paz conmigo.

    El rey pronunci unas arcaicas y misteriosas palabras y Pwyll tom la apariencia del rey, de modo que nadie hubiera podido diferenciarlos.

    Ves? continu el rey. Ahora tienes mi forma y mi aspecto; por lo tanto, ve a mi reino, toma mi lugar y gobierna como quieras hasta que, a partir de maana, se cumpla un ao. Transcurrido este perodo nos volveremos a encontrar en este lugar.

    Como queris, mi seor, pero aunque ocupe vuestro lugar durante un ao, cmo hallar al hombre del que me hablis?

    Grudlwyn Gorr y yo estamos comprometidos por un juramento a encontrarnos dentro de un ao a partir de esta noche en el vado del ro que separa nuestras tierras. T estars en mi lugar, y si le asestas un nico golpe no sobrevivir. Pero aunque te ruegue que le golpees de nuevo, no lo hagas, por mucho que te lo suplique. Yo he luchado contra l muchas veces y le he asestado ms de un golpe mortal; sin embargo, a la maana siguiente siempre est perfectamente y sin un rasguo.

    Muy bien concedi Pwyll. Har lo que decs. Pero, qu le suceder a mi reino mientras estoy fuera?

    Y el rey del Otro Mundo pronunci ms palabras arcanas y misteriosas y tom el aspecto de Pwyll.

    Ves? Ningn hombre ni mujer de tu reino conocern el cambio de identidad asegur Arawn. Yo ocupar tu lugar como t hars con el mo.

    Y de esta forma ambos se pusieron en marcha. Pwyll cabalg a las profundidades del reino de Arawn y lleg finalmente a su corte, con los ms hermosos edificios, salones, residencias y habitaciones que haba visto jams. Los sirvientes salieron a recibirle y le ayudaron a quitarse su traje de caza; despus lo vistieron con las ms preciosas sedas y lo condujeron hasta un gran saln, al que entr una compaa de soldados, la ms esplndida y mejor equipada que haba visto jams. La reina estaba all, la mujer ms bella de todas las de su poca, ataviada con una tnica de reluciente oro y cuya cabellera brillaba como la luz del sol sobre el trigo dorado.

    La reina ocup su lugar a la derecha de l y se pusieron a conversar. A Pwyll le pareci la ms encantadora, amable, considerada y complaciente de las compaeras. Su corazn se deshaca por ella, y dese con todas sus fuerzas poder tener una reina la mitad de noble que aqulla. Pasaron el tiempo en agradable conversacin, entre buena comida y bebida, canciones y entretenimientos de todas clases.

    Cuando lleg el momento de irse a dormir, ambos se fueron al lecho. Sin embargo, tan pronto como estuvieron acostados, Pwyll se volvi de cara a la pared y se puso a dormir dndole la espalda a la reina. As sucedi cada noche a partir de entonces hasta el final del ao. A la maana siguiente volva a reinar el afecto y la ternura entre ellos, pero no importaba la amabilidad que pudiera existir en las palabras que se dirigan durante el da, no hubo una sola noche diferente de la primera.

    Pwyll pas aquel ao entre celebraciones y caceras al tiempo que gobernaba el reino de Arawn equitativamente, hasta que lleg la noche, recordada muy bien incluso por el ms remoto habitante del reino, en que deba tener lugar el encuentro con Grudlwyn Gorr. Se traslad, pues, al sitio acordado, acompaado por los nobles de su reino.

    En cuanto llegaron al vado, apareci un jinete que grit: Caballeros, escuchad bien! ste es un encuentro entre dos reyes, y entre sus

    cuerpos tan slo. Cada uno de ellos reclama las tierras del otro, por lo tanto, apartmonos a un lado y dejmosles que luchen entre ellos.

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    Los dos reyes se dirigieron al centro del vado para enfrentarse. Pwyll arroj su lanza y le dio a Grudlwyn Gorr en medio del ombligo de su escudo, de modo que ste se parti en dos y l cay hacia atrs, sujetando an su lanza, sobre la grupa del caballo, y fue a parar al suelo, con una profunda herida en el pecho.

    Gran Seor grit Grudlwyn Gorr, no conozco ninguna razn por la que deseis asesinarme. Pero ya que habis empezado, por favor, por el amor de Lleu, terminad conmigo!

    Seor respondi Pwyll. Lamento haber hecho lo que os he hecho. Encontrad a otro que os mate; yo no lo har.

    Leales caballeros exclam Grudlwyn Gorr, sacadme de aqu, mi muerte es segura ahora y ya no podr proporcionaros mi apoyo.

    El hombre que ocupaba el lugar de Arawn se volvi hacia los nobles presentes y dijo:

    Subditos mos, poneos de acuerdo entre vosotros y decidid quin me debe lealtad.

    Rey nuestro replicaron los nobles, todos os la debemos, ya que no hay ms rey en todo Annwfn que vos.

    Y, entonces, le rindieron homenaje todos los presentes y el rey tom posesin de las tierras en litigio. Al medioda del da siguiente, los dos reinos ya estaban en su poder y se puso en marcha para cumplir su cita con Arawn en el lugar acordado. Cuando lleg de nuevo a Gly Cuch encontr a Arawn, rey de Annwfn, que lo esperaba. Y ambos se alegraron de volverse a ver.

    Que los dioses te recompensen por tu amistad hacia m exclam Arawn. Me he enterado de tu xito.

    S replic Pwyll, cuando lleguis a vuestros dominios veris lo que he hecho por vos.

    Escchame pues repuso Arawn. En agradecimiento, cualquier cosa que hayas deseado en mi reino ser tuya.

    Entonces Arawn pronunci las arcaicas y misteriosas palabras de nuevo y cada rey recuper su apariencia real, tras lo cual ambos se dirigieron a su propio reino. Cuando Arawn lleg a su corte, se sinti muy contento de volver a encontrarse con su squito y su compaa de soldados y tambin con su hermosa reina, puesto que haca un ao que no los vea. Pero, por su parte, ellos no haban sentido su falta, de modo que no hallaron nada de extraordinario en su presencia all.

    Pas el da disfrutando intensamente de su continua conversacin con su esposa y sus nobles. Despus de la cena y de las diversiones, cuando lleg el momento de ir a dormir, la reina y l se fueron al lecho. Ambos se metieron en la cama; al principio, l le habl, luego la acarici cariosamente y la am. Ella, que haca un ao que no haba conocido tal cosa se dijo para s: Palabra de honor! Qu diferente esta noche de como se ha comportado durante el pasado ao!.

    Y se puso a pensar sobre ello durante mucho rato, y segua meditando cuando Arawn se despert y le habl. Al no obtener respuesta de ella, la interpel de nuevo y luego una tercera vez; finalmente, le pregunt:

    Mujer, por qu no me contestas? Te dir la verdad respondi ella. No haba hablado tanto durante un ao

    en estas mismas circunstancias! Mi seora. Yo crea que habamos hablado continuamente. Que me muera de vergenza replic la reina si, durante este ltimo ao,

    desde el momento en que nos metamos entre las sbanas, haba placer o conversacin entre nosotros, o siquiera me mirabas a la cara! Y menos cualquier otra cosa!

    "Dioses de la tierra y del cielo pens Arawn, qu hombre tan

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    extraordinario he encontrado como amigo! Una amistad tan fuerte e inquebrantable debe ser recompensada." Y le explic todo lo que haba sucedido a su esposa, relatndole toda la aventura.

    Confieso indic ella cuando l hubo terminado que en lo que respecta a luchar contra la tentacin y mantenerme fiel a ti, encontraste un magnfico aliado en l.

    Entretanto, Pwyll lleg a su propio reino y empez a hacer preguntas entre sus nobles para sondear lo ocurrido durante el ltimo ao.

    Rey y seor le dijeron, vuestro criterio nunca fue mejor, nunca habais sido ms amable y comprensivo, y jams tan dispuesto a utilizar vuestras ganancias en bien de vuestro pueblo. A decir verdad, nunca habais gobernado tan bien como durante este pasado ao. Por consiguiente, os damos las gracias de todo corazn.

    Oh, no me deis las gracias a m replic Pwyll, dad las gracias ms bien al hombre que ha realizado estas acciones en mi lugar. Observ que lo miraban asombrados y procedi a contarles toda la historia: He aqu cmo sucedi.

    Y de esta forma, al haber vivido en el Otro Mundo durante un ao y haber gobernado con tanto xito, y haber unido los dos reinos gracias a su bravura y valor, se le llam Pwyll Pen Annwfn, es decir Pwyll, Jefe del Otro Mundo, a partir de entonces.

    Sin embargo, a pesar de ser un rey apuesto y joven, no tena reina. Record a la hermosa dama que haba sido su reina en el Otro Mundo, y suspir por ella, dando paseos por las solitarias colinas que rodeaban su corte.

    Una noche, justo a la hora del crepsculo, estaba de pie en un montculo, contemplando su reino, cuando se le apareci un hombre y le dijo:

    Es caracterstico de este lugar que quien se siente en este montculo sufrir una de dos cosas: o bien recibir una terrible herida y morir, o presenciar un prodigio.

    La verdad es que en mi presente estado, no me importa vivir o morir, pero podra animarme una visin maravillosa. Por lo tanto, me sentar en este montculo y que acontezca lo que deba ser.

    Pwyll se sent y el hombre desapareci. De pronto vio a una mujer montada en un magnfico caballo blanco, plido como la luna cuando se alza sobre los campos en la poca de la cosecha. Iba vestida con telas y sedas de reluciente oro, y cabalgaba hacia l con paso lento y seguro.

    Baj del montculo para ir a su encuentro, pero cuando lleg a la carretera que discurra al pie de la colina, ella se haba alejado. La persigui tan deprisa como pudo, pero cuanto ms intentaba alcanzarla ms se distanciaba ella. Por fin, abandon la persecucin abatido y regres a su caer.

    No obstante, pens en aquella visin toda la noche y concluy: Maana por la noche me sentar de nuevo en el montculo y llevar conmigo

    el caballo ms rpido del reino. As lo hizo, y una vez ms observ a la mujer que se acercaba. Pwyll salt sobre

    la silla de su corcel y lo espole para salir a su encuentro. Sin embargo, a pesar de que ella mantena su enorme montura a paso majestuoso y lento, cuando Pwyll lleg al pie de la colina ella ya se hallaba muy lejos. El caballo del rey sali en su persecucin pero, aunque volaba como el viento, no le sirvi de nada, ya que cuanto ms rpido la persegua, ms distancia se interpona entre ellos.

    Pwyll se maravill ante este hecho extraordinario y dijo: Por Lleu, que es intil seguir a la dama. No s de ningn caballo en el reino

    que sea ms rpido que ste y, sin embargo, no estoy ms cerca que cuando empec. Y su corazn se sinti tan desdichado que grit como invadido por un gran dolor: Doncella, por el bien del hombre al que ms amis, esperadme!

    Al instante la mujer se detuvo y se volvi hacia l, retirando el velo de seda que

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    le cubra el rostro. Resultaba la mujer ms hermosa que nunca haba contemplado en carne mortal, ms bella que toda una primavera llena de flores, que la primera nevada del invierno, que el cielo en pleno verano, que el color dorado del otoo.

    Os esperar de buen grado repuso y hubiera sido mejor para vuestro caballo si lo hubieras pedido antes.

    Mi seora replic l respetuosamente, de dnde vens? Y decidme, si podis hacerlo, la naturaleza de vuestro viaje.

    Seor exclam ella con la mayor amabilidad, viajo con una misin especial y me alegro de veros.

    Sed bienvenida, entonces salud Pwyll, mientras pensaba que la belleza de todas las doncellas y damas que haba visto jams, era fealdad comparada con su hermosura. Cul, si puedo preguntarlo, es vuestra misin?

    Por supuesto que podis: el objeto de mi bsqueda lo constituais vos. Pwyll sinti que su corazn daba un vuelco. Esa resulta una excelente bsqueda desde mi punto de vista. Pero, podis

    decirme quin sois? Puedo y quiero. Soy Rhiannon, hija de Hyfiadd Hen, y se me va a desposar en

    contra de mi voluntad. Ya que jams he deseado a ningn hombre hasta conoceros a vos. Y si me rechazis ahora, jams amar a nadie ms.

    Pwyll no poda creer lo que oa. Hermosa criatura dijo, si pudiera escoger entre todas las mujeres de este

    mundo y de cualquier otro, siempre os elegira a vos. La doncella sonri, y brill tal felicidad en sus ojos que Pwyll sinti como si su

    corazn fuese a estallar. Bien, si sa es vuestra respuesta, concertemos una cita antes de que sea

    entregada a ese otro hombre. Acepto cualquier deseo vuestro repuso Pwyll, y cuanto antes mejor. Muy bien, Gran Seor replic la doncella. Venid a la corte de mi padre,

    donde va a celebrarse una fiesta, y all podis pedir mi mano. Lo har prometi, y regres a su corte, donde reuni a su escolta y

    emprendi el camino hacia la corte de Hyfiadd Hen, llegando justo al caer la noche. Pwyll salud a Rhiannon y a su padre y dijo: Seor, hagamos que esto se convierta en un banquete de bodas, ya que, como soberano de este reino, os pido a vuestra hija como esposa si ella me acepta.

    Hyfiadd arrug mucho el entrecejo, pero respondi: Muy bien, as sea. Pongo este palacio a vuestra disposicin. Que empiece la fiesta exclam Pwyll, y se sent con Rhiannon a su lado. Pero apenas si se haban acomodado cuando se oy una gran conmocin en el

    exterior y penetr en el saln un caballero de elevada estatura y aspecto noble, ricamente vestido. Cruz el saln y avanz hasta quedar frente a Pwyll a quien salud.

    Bienvenido, amigo; busca un lugar donde sentarte le invit Pwyll. No puedo replic el hombre. Soy un suplicante y debo llevar a cabo mi

    trabajo primero. Entonces, adelante. Muy bien, seor, mi tarea tiene que ver con vos; he venido a efectuar una

    peticin. Formlala pues, y, si est en mi poder, te la conceder de buena gana, puesto

    que ste es un da lleno de alegra para m. No! grit Rhiannon. Oh!, por qu habis respondido as? Ya lo ha hecho, y en presencia de todo el palacio replic el desconocido.

    El honor lo obliga a conceder mi peticin.

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    Amigo, si amigo eres, dime cul es tu solicitud apremi Pwyll, sintindose desesperado.

    Vos, seor, vais a dormir esta noche con la mujer a la que ms amo, y os pido que ella sea mi mujer, y que esta celebracin sea la de mi fiesta nupcial!

    Pwyll se qued en silencio. No haba respuesta posible que no hiciera pedazos su corazn.

    Quedaos en silencio tanto tiempo como queris, mi seor! le espet Rhiannon, enojada, slo existe una contestacin.

    Seora exclam Pwyll, yo no saba quin era! Es el hombre al que me queran entregar en contra de mi voluntad. Su

    nombre es Gwawl, hijo de Clud, y ahora debis hacer honor a vuestra palabra o caer sobre vos alguna desgracia peor.

    Cmo puedo cumplir mi palabra, cuando ello me matar? Quiz haya una forma dijo ella, y se inclin para susurrarle al odo. Me har viejo esperando gru Gwawl. El semblante de Pwyll se anim y dijo: No aguardes ms. Aunque me apena terriblemente, tendrs lo que pides. Se

    levant y abandon el saln en compaa de su anfitrin. Gwawl lanz una sonora carcajada y se jact: Con toda seguridad, no ha habido nunca nadie tan imbcil como l y ocup

    el lugar de Pwyll junto a la bella Rhiannon, aadiendo: Que se sirva la comida de mi banquete nupcial. Esta noche dormir con mi esposa.

    Pero antes de que pudiera servirse el festn se oy una gran conmocin al fondo del saln.

    Quin levanta tanto alboroto? exigi Gwawl. Traedle aqu para que me ocupe de l. Arrastraron a un hombre vestido de harapos ante l. Ja! Miradle exclam Gwawl. Qu haces aqu, pordiosero?

    Si me lo permits, seor, tengo un asunto con vos replic el desgraciado. Qu asunto puedes tener conmigo que la punta de mi bota no pueda

    solucionar? Es una peticin razonable replic el harapiento, y una que podis

    conceder fcilmente si queris: una bolsa de comida. Pido slo por necesidad. La tendrs replic Gwawl con altanera. Vio una pequea bolsa de cuero

    que colgaba del cinturn de Rhiannon y se la arrebat de un tirn. Aqu la tienes se mof, llnala como quieras.

    Pwyll, que se haba disfrazado de pordiosero, la tom y empez a llenarla. Pero no importaba lo mucho que introdujera en su interior, pues sta no pareca ms llena que al principio. Gwawl, impaciente, hizo una seal a sus criados, quienes se acercaron y empezaron a meter comida en la bolsa y, sin embargo, sta segua igual de vaca.

    Mendigo, es que nunca se va a llenar tu bolsa? pregunt Gwawl, colrico. Nunca, a menos que un noble se levante y la pisotee al tiempo que grita: Ya

    hay suficiente!. Hacedlo, Gwawl, y habris terminado con este asunto sugiri Rhiannon. De buen grado, si me libera de l. Gwawl abandon su asiento y puso los pies sobre la bolsa y, no bien lo hubo

    hecho, aqulla aument mgicamente de tamao, y el mendigo la retorci de tal manera que Gwawl cay patas arriba en su interior, luego la cerr y at los cordones. Entonces, de debajo de sus harapos sac un cuerno que hizo sonar. Al instante, una fiera compaa de soldados irrumpi en el saln. El mendigo se quit los harapos y ante ellos apareci Pwyll Pen Annwfn.

    Ayudadme! grit el otro desde el interior de la bolsa, a qu estis

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    jugando? Al juego de matar a una alimaa respondi Pwyll, despus de lo cual, sus

    hombres empezaron a golpear la bolsa a patadas. Seor dijo Gwawl, escuchadme, matarme dentro de esta bolsa no es

    muerte para m. Hyfiadd Hen se adelant muy mortificado y dijo: Tiene razn, Gran Seor. Matarlo dentro de un saco no es una muerte digna

    de un hombre. Atendedle. Lo estoy haciendo repuso Pwyll. Entonces, permitidme que pida la paz pidi Gwawl. Poned vuestras

    condiciones y las aceptar. Muy bien, juradme que nunca pediris reparacin ni venganza por lo que os

    ha sucedido y vuestro castigo terminar. Tenis mi palabra. La acepto replic Pwyll, y orden a sus hombres: dejadle salir. Tras de lo cual se permiti salir a Gwawl de su encierro y ste parti en

    direccin a su reino. Se prepar entonces el saln de nuevo para Pwyll y todos se sentaron para disfrutar de una maravillosa fiesta nupcial. Comieron y se divirtieron y, cuando lleg el momento de irse a dormir, Pwyll y Rhiannon se fueron al lecho nupcial y pasaron la noche entre placeres.

    A la maana siguiente regresaron a Caer Narberth, donde la fiesta continu durante siete das con la asistencia de los mejores hombres y mujeres del reino. Nadie se march sin que se le hiciera un regalo especial: un broche, un anillo o una piedra preciosa.

    As acaba el mabinogi que relata el reinado de Pwyll Pen Annwfn y Rhiannon, la ms bella entre las bellas.

    Las ltimas notas del arpa se desvanecieron en el aire de la noche, y el bardo

    inclin la cabeza. Las hogueras se haban ido apagando y las antorchas daban una luz mortecina. Muchos de los asistentes se haban envuelto en pieles y dorman en sus asientos, o se haban tumbado junto a los rescoldos del fuego.

    Un relato maravilloso, Hafgan agradeci Gwyddno, mirando sooliento a las figuras acurrucadas que lo rodeaban. Eres el mejor de los bardos. Pero terminemos por hoy. Descansemos ahora, ya que la fiesta continuar y oiremos otro relato maana por la noche.

    Dicho esto, Gwyddno se envolvi en una piel, se enrosc junto al fuego y se puso a dormir. Elphin y Rhonwyn se alzaron de la mesa y, recogiendo sus pieles de cervatillo, se deslizaron en silencio hasta la casa de Gwyddno, donde se tumbaron juntos en un lecho de juncos recin cortados y se durmieron uno en brazos del otro.

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    9 Es tarde y debemos salir temprano urgi Seithenin, su voz levant un ligero

    eco en la casi vaca habitacin. Pesadas vigas de madera de ciprs formaban arcos en la oscuridad sobre sus cabezas; las paredes, bellamente esmaltadas, relucan a la luz de las lmparas de bronce que colgaban del techo. Decidnos qu es lo que vuestros poderes de adivinacin han revelado.

    Los tres magos estaban de pie frente al rey, ataviados con las ondulantes vestimentas propias del cargo: una alba larga de color blanco, sujeta con un cinturn de plata trenzada y cubierta por una casulla verde mar ribeteada con hilo de plata; unas altas caperuzas cilindricas les cubran las cabezas rapadas. Levantaron las manos haciendo el signo solar, sonriendo dbilmente. Avallach estaba sentado junto a Seithenin; Annubi permaneca de pie detrs de su seor con las manos apoyadas en el respaldo del asiento y los ojos entrecerrados.

    Majestad empez el mago principal, tras leer los textos prescritos en el templo, hemos consultado entre nosotros y hemos decidido que sta es una seal muy favorable, un presagio de gran virtud, que indica prosperidad y supremaca para todos aquellos que lo hayan contemplado.

    Explcalo pidi Seithenin. Quiero comprender su significado con ms precisin.

    Como deseis, majestad replic el mago con una sonrisa amarga. Es nuestra opinin que la cada de estrellas representa la semilla de los cielos con el que Cronos ha fecundado a Oceanus. El resultado ser el nacimiento de una nueva era en la que los Nueve Reinos se alzarn para guiar al mundo con bondad, sabidura y poder.

    Que as sea replicaron los otros magos, inclinando la cabeza, de modo que los sombreros cilindricos se balancearon adelante y atrs.

    Cundo tendr lugar esto? pregunt Seithenin. Pronto, majestad. Como en el caso de un nacimiento humano, vendr

    acompaado de seales por las que podremos deciros con ms precisin el momento de su llegada. Y entonces anunciaremos el cambio al pueblo.

    Seithenin lanz una ojeada a Avallach, y dijo: Por favor, habla si deseas hacerlo. Veo que ests molesto. Eres perspicaz, Seithenin replic Avallach. Estoy molesto, es verdad. Y la

    razn es sta: estoy seguro de que la seal no presagia nada ni la mitad de agradable de lo que hemos odo decir a estos doctos caballeros. Es ms bien un anuncio de algo espantoso: Desafi a los magos directamente: Qu tenis que argumentar a esto?

    Los magos se pusieron rojos de rabia ante aquella afrenta a su arte, hinchando los carrillos.

    Cul es, pues, vuestra fuente de informacin? pregunt el mago principal, mirando a Annubi. Haba una sutil nota de desdn en su voz.

    Avallach lo mir furioso, pero hizo caso omiso del insulto. Estoy esperando vuestra respuesta. Los tres juntaron las cabezas y discutieron el asunto entre ellos, mascullando

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    entre dientes. Por fin se volvieron y su jefe replic: Es difcil, majestad, explicarlo a alguien que no est adiestrado en el arte de la

    profeca. Intentadlo conmigo. Creo que me encontraris muy despabilado dijo

    Avallach. Al menos, no me dejar disuadir tan fcilmente. El mago dej escapar un silencioso juramento, pero inici su explicacin: Entre los sabios se reconoce que de todos los signos de la tierra y el

    firmamento, los presagios de las estrellas son los ms potentes. Sabemos que las casas celestes a travs de las que se mueven las estrellas en sus trayectorias...

    S, s apremi Avallach, impaciente. Sigue; no soy estpido. Sencillamente, puede decirse que el cielo representa el orden perfecto hacia el

    que tienden todas las cosas de la tierra. De esta forma, cuando las estrellas caen de la Casa de la Oportunidad, pasando por la Casa de los Reyes, debemos esperar un aumento en la fortuna, especialmente para aquellos de sangre real. Cuando los reyes prosperan, ello significa lo mismo para sus reinos. La cada de estrellas es siempre altamente propicia. Hay precedentes en los textos sagrados, por desgracia, demasiado numerosos para mencionarlos, que confirman nuestra opinin. El mago extendi las manos para mostrar que cualquier persona sensata encontrara su explicacin satisfactoria, por no decir evidente.

    Avallach no qued convencido con tanta rapidez. Tambin es verdad que el signo de la oportunidad tiene un doble, no es as? El mago pareci sorprendido. S, claro. Muchos signos tienen interpretaciones bivalentes. Y no es verdad que la otra interpretacin de la oportunidad es el peligro? Es verdad. De hecho, no es cierto que el signo para el peligro y la oportunidad es

    exactamente el mismo? Son signos gemelos, majestad. S. No son gemelos insisti Avallach. Son el mismo signo. As es admiti el mago con cautela. Pero los textos sagrados lo dejan muy

    claro: esto debe considerarse un buen augurio. Por qu? Porque siempre es as. Quieres expresar que se debe a que nada malo ha resultado jams de una

    manifestacin parecida? Precisamente replic el mago; sus colegas asintieron con satisfecha

    autocomplacencia. Siempre he considerado muy poco sensato el creer que algo no suceder

    simplemente porque nunca antes ha ocurrido. Es que nada acontece nunca por primera vez?

    El mago empez a farfullar incoherencias y apel a Seithenin en busca de ayuda. Majestad, si estis descontento de nuestros servicios, por favor, expulsadnos.

    Pero os aseguro que hemos estudiado la cuestin con toda atencin y cuidado. Seithenin alz una mano, conciliador. Por mi parte, no estoy descontento. Pero quiz deseis estudiar la cuestin que

    nos ha presentado Avallach, eh? Una investigacin ms a fondo no producir ningn dao.

    Como deseis respondi el mago. Los tres se dieron la vuelta al unsono y abandonaron la habitacin, su

    resentimiento chisporrote en el aire. Cuando hubieron desaparecido, Seithenin se volvi hacia Avallach y dijo:

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    Lo que dices tiene su razn, desde luego. Pero estoy satisfecho. No veo motivo para poner en duda la sabidura de los magos en este asunto.

    Yo pienso diferente, y permanecer alerta. Si ests preocupado, esa actitud es sin duda la mejor. Pero sigui Seithenin,

    dando una palmada sobre los brazos de su silln y ponindose en pie, saldremos de viaje maana, y ambos tenemos esposas que nos esperan. Retirmonos a ocupaciones ms placenteras. Se dirigi hacia la salida.

    Ir inmediatamente repuso Avallach. Buenas noches. Seithenin cerr la puerta, y el sonido de sus pasos se perdi por el vestbulo. Bien? Avallach se levant y contempl a su adivino. Qu viste? Los ojos de Annubi se movieron en direccin a la puerta. Estaban asustados. La mayor parte de lo que dijeron fueron mentiras. Mentiras

    y estupideces. Hicisteis bien en desafiarlos, pero creo que eso los volver ms testarudos. Los sabios no admiten fcilmente su ignorancia.

    Asustados? Por qu tenan que estarlo? A menos que sepan ms de lo que estn diciendo.

    Es exactamente lo contrario: saben menos de lo que dan a entender sus palabras. Sencillamente no aciertan a interpretar la lluvia de estrellas y, por lo tanto, disimulan esta ignorancia inventando mentiras agradables. Annubi lanz un resoplido. Hablan de precedentes en libros sagrados, cuando saben perfectamente que seales de esta magnitud son sumamente raras.

    Es extrao. Por qu haran eso? Por qu no pecar de cautelosos? Annubi le respondi con una voz llena de desprecio. Y permitir que todos adviertan su escaso conocimiento? No, antes que

    desencantar a la gente o a su poderoso patrn, soltarn necedades y las endulzarn de modo que la gente se las crea.

    Avallach mene la cabeza, perplejo. No tiene sentido. Han perdido los poderes de su arte explic Annubi, la exasperacin daba un

    tono agudo a su voz. Y no pueden admitirlo ante nadie, ni siquiera ante ellos mismos. Han olvidado, si es que alguna vez lo han sabido, que su misin es servir, no gobernar.

    As que, al carecer de visin, hablan en voces muy altas para ahogar nuestras voces disidentes. Avallach hizo una pausa y aadi: Dejando esto a un lado por el momento, qu hay de la seal? An la consideras de mal agero?

    Muy desfavorable, desde luego. No tengo ninguna duda, ni la ms mnima. Qu hay de la Lia Fail? Servir de ayuda? Oh, s! Cuando llegue el momento. Pero es pequea, y su uso es limitado,

    como sabis. Sin embargo, ayudar con los acontecimientos ms inminentes a medida que se puedan ir distinguiendo.

    Entonces confiar en ella, y en ti, Annubi. Y ahora, puesto que no hay nada ms que podamos hacer al respecto por el momento, sugiero que vayamos a dormir.

    Justo entonces dos jvenes pajes entraron de golpe en la habitacin con apagavelas de hierro en las manos. Vieron a los dos hombres, hicieron una apresurada reverencia y salieron andando de espaldas.

    No, entrad los llam Avallach. Hemos terminado. Reservad las lmparas para otra noche.

    Los dos reyes y sus squitos unidos viajaron hacia el este desde el palacio de

    Seithenin, en direccin a Poseidonis.

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    Los das eran luminosos y clidos y la marcha resultaba agradable, ya que las carreteras eran anchas y bien pavimentadas y la compaa alegre. A los pueblos se les avisaba con mucha antelacin de la inminente llegada de los reyes, y todos se volcaban para dar la bienvenida a los nobles viajeros y saludarlos a su paso.

    La primera noche acamparon junto a la carretera en un campo de trboles. La siguiente lo hicieron cerca de una ciudad, que los agasaj con manjares y bebidas, especialmente preparados por sus habitantes. Las dos que siguieron transcurrieron en un perfumado bosque de cedros; durante la quinta se instalaron en las propiedades de uno de los nobles de Seithenin, que ofreci una carrera de caballos para su diversin.

    Siguieron su viaje, atravesando campos y bosques, suaves colinas y extensas y frtiles llanuras por las que corran caballos salvajes y bueyes. Y, por fin, la tarde del duodcimo da, llegaron a la calzada del rey que conduca a la capital. Los carros y carruajes rodaron a travs de colinas llenas de rboles y sobre arroyos turbulentos, cruzando puentes en los que retumbaban los cascos de los animales. Y, mientras el sol tea ya la parte inferior del cielo con su llameante resplandor dorado, la larga comitiva alcanz el borde del valle y se detuvo para contemplar a sus pies la amplia depresin que acunaba la ciudad del Supremo Monarca.

    Poseidonis era una ciudad enorme: una ciudad dentro de una ciudad, ya que el palacio del Supremo Monarca constitua una ciudad en s mismo. Su disposicin formaba un crculo perfecto de mil estadios de dimetro, que representaba al sagrado disco solar. La circunferencia estaba atravesada por un canal que iba desde el Templo del Sol al mar, con la anchura suficiente para que dos trirremes pudieran navegar a la par, y cuyo lecho de piedra era tan recto como el palo de una lanza.

    Tres canales ms, cada uno en forma de crculo uno dentro del otro, separados por anillos de tierra, dividan este canal. Todas estas secciones interiores formaban el palacio del Sumo Monarca. Los apartamentos reales se situaban en el enorme templo que cubra la isla circular ms interior. Los canales representaban perfectos anillos concntricos unidos por grandes puentes, a los que se llegaba mediante rampas, ya que tenan forma de elevados arcos para permitir que los botes cargados de mercancas pudieran pasar por debajo.

    Una inmensa muralla exterior de piedra blanca, en la que se alzaban a intervalos precisos unos torreones terminados en punta, rodeaba la ciudad. Bajo cada torren haba una puerta, cada una de un metal diferente: bronce, hierro, cobre, plata, oro, oricalco. A travs de stas pasaba el atareado comercio de la ciudad, formado por comerciantes de los Nueve Reinos y del mundo exterior. A excepcin de estas puertas y del largo canal que desembocaba en el puerto, aquella pared de piedra blanca no posea ni una fisura, ni una brecha.

    Alzndose en la distancia, como una pirmide cubierta de nieve, se divisaba el Monte Atlas, sereno y distante, envuelto en brumas y nubes, dominndolo todo con su pico hundido en la cpula celeste baada por el sol. La montaa sagrada de los dioses se recortaba sobre la ciudad para recordar a todos los que vivan a su sombra que, al igual que la montaa, los dioses estaban por encima de todo, supremos, alejados, indiferentes y silenciosos, pero, sin embargo, siempre presentes.

    Charis observ todo aquello cuando las carrozas y los carros se detuvieron antes de iniciar el descenso al valle. Aunque a menudo haba odo ensalzar las maravillas de la ciudad, nunca haba imaginado que fuera tan magnfica, tan impresionante. Sus ojos se quedaron clavados en la reluciente escena que se desplegaba ante ella; luego el carruaje se balance hacia adelante e iniciaron el descenso hacia la ciudad.

    Los trompetas situados en los elevados torreones de la muralla exterior otearon la comitiva real que se acercaba y anunciaron la llegada de los reyes con una brillante fanfarria que reson por todos los confines. Jinetes vestidos con los colores del

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    Supremo Monarca salieron al instante a las calles para despejar el paso. Los carruajes llegaron frente a la puerta, la atravesaron y se encontraron en la Avenida de los Prticos, as llamada por los hogares de los ricos comerciantes del distrito cuyas casas bordeaban la calle, cada una con un largo y elevado porche apoyado sobre mltiples columnas que daba sombra al enorme edificio.

    Las carrozas recorrieron majestuosas la avenida, atravesaron portones, pasaron entre elevadas murallas y cruzaron mercados atestados, en los que resonaba el bullicio del comercio; Charis vio bueyes negros y camellos de color arena cargados de mercancas exticas, e incluso un elefante pintado de mltiples colores encadenado a una columna junto a un puesto. El aire estaba cargado del olor de las especias y del incienso y resonaba con los gritos de animales y hombres: camellos que bramaban, perros que ladraban, nios que chillaban y mercaderes que voceaban sus mercancas. All donde miraba, Charis distingua el rojo destello del costoso oricalco que resplandeca bajo la luz del sol. Era como si la ciudad entera hubiera sido forjada en el metal propio del dios, para que reluciese bajo la gloria de Bel igual que en una joya centellean cada una de sus caras. El squito real avanz a paso lento por aquel distrito bullicioso y atareado y lleg por fin al lugar donde la calle se cruzaba con la Va Procesional, una avenida amplia y bien pavimentada que conduca directamente al templo-palacio del Supremo Monarca.

    Una vez en ella, llegaron con rapidez al curvado puente que cruzaba el primer canal. ste estaba bordeado por los estandartes de los Nueve Reinos y, delante de cada uno, haba un soldado que sujetaba un escudo oblongo y una lanza de plata.

    Los cascos de los caballos chacolotearon sobre el puente, y la comitiva penetr en la primera de las zonas interiores. Aqu habitaban los artesanos reales en casas altas y estrechas, de ladrillos blancos barnizados; sus alojamientos se situaban sobre sus talleres. Eran herreros, tejedores, alfareros, carpinteros, albailes, vidrieros, curtidores, cereros, zapateros, talabarteros, constructores de liras y de lades, abatanadores, hilanderos, tejedores de alfombras, carreteros, tallistas, fundidores, caldereros, toneleros, fabricantes de herramientas, ladrillos y objetos de cristal, canteros, tintoreros y esmaltadores.

    Las losas del suelo vibraban bajo la actividad de aquellos artesanos, y el aire se impregnaba de polvo y humo, del clamor de voces y del estrpito de los martillos que golpeaban piedra, metal o madera. Al igual que los soldados en el puente, todo el mundo vesta la librea del Sumo Monarca: largas tnicas verdes con cuellos plateados, sobre pantalones azules.

    La comitiva cruz la primera zona y lleg al segundo canal circular, cuyo puente, como el primero, tena dos elevadas torres a cada lado, unidas en la parte superior por un pasillo cubierto, de las que poda descender una puerta. Los estandartes de los Nueve Reinos ondeaban sobre lanzas, con un soldado en armadura de gala peto y escudo en forma de concha de vieira, y el casco en forma de nautilo reluciendo debajo de cada uno.

    Al cruzar el puente, penetraron en el segundo anillo interior, que, en comparacin con el anterior, estaba silencioso como una tumba, ya que se trataba de la provincia de los magos que servan en el templo del Supremo Monarca o enseaban sus artes arcanas en las escuelas del templo. Los edificios de este anillo eran tambin de ladrillo barnizado, aunque teido de azul plido; tenan ventanas pequeas y puertas estrechas en forma de arco, y estaban rematados por cpulas bulbosas, alrededor de las cuales se haban construido parapetos circulares. Desperdigadas por entre los edificios haba numerosas torres redondas con escaleras de espiral en el exterior. No obstante, los tejados de stas no finalizaban con cpulas, sino que eran planos, facilitando de esta forma a los magos plataformas desde las que estudiar el cielo nocturno con sus

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    instrumentos de exploracin del firmamento. Una densa neblina azulada flotaba sobre esta seccin, y sta, Charis se dio cuenta

    en seguida, proceda de los montones de incienso quemados para las ceremonias de adivinacin. En cada esquina, en cada rincn y callejn resguardado de aquel laberinto de calles, haba magos, de pie ante humeantes braseros o acurrucados sobre piedras videntes en oscuros cuchitriles, que atendan a peregrinos de los Nueve Reinos llegados en busca de consejo o bendicin, o para que les predijeran el futuro los hombres ms sabios y santos del pas.

    Los carruajes recorrieron la segunda zona y llegaron al tercer y ltimo puente, que era de piedra y se hallaba bordeado con pedestales a cada lado, cada uno luciendo la figura de uno de los anteriores Supremos Monarcas. Al otro lado del puente se levantaba el palacio: una reluciente y enorme estructura que se alzaba sobre un sistema de gradas amontonadas, al parecer, unas sobre otras en una sucesin de tamaos cada vez menores hasta terminar en un enorme y estilizado obelisco en su pinculo. ste se haba fabricado tallando un enorme topacio, de modo que cuando los rayos del sol lo iluminaban por la maana, el obelisco pareca llamear como una llama dorada.

    Grandes hemisferios de cpulas de oricalco sobresalan por encima de macizos cimientos cuadrados, torres relucientes y rotondas coronadas por cpulas doradas se erguan hacia el cielo; se vean gigantescas columnas alineadas ordenadamente que sostenan techos y murallas; altas y afiladas espiras con florones dorados se alzaban majestuosas por encima de todo. Las salas y galeras se encontraban a docenas; jardines elevados adornaban cada nivel; fuentes y cascadas relucan al sol.

    La procesin pas a travs de una enorme arcada y penetr en el primero y ms exterior de los patios, una autntica planicie, donde los viajeros se encontraron con hileras de mozos que aguardaban su llegada. Se detuvieron y, tan pronto como hubieron descendido de sus carros y carruajes, los sirvientes se pusieron en movimiento, descargando los carros, tomando los equipajes de los reyes y transportndolos al interior del palacio sobre sus cabezas. De repente la msica los envolvi; Charis mir a su alrededor y vio msicos que surgan de la columnata y avanzaban hacia ellos para darles la bienvenida.

    Encabezando a los msicos, a alguna distancia por delante de ellos, avanzaba un hombre alto, vestido por completo de color verde, que llevaba en la mano un cetro de marfil con la punta de oro.

    Es se el Supremo Monarca? pregunt Charis en un susurro. No respondi su madre, es el mayordomo mayor del rey. l nos conducir

    a palacio y nos presentar al Supremo Monarca. El mayordomo hizo una profunda reverencia ante los reyes, les dijo algunas

    palabras en privado y luego todos subieron el corto tramo de escalera que llevaba a la columnata y al interior del palacio. Charis, a quien le pareca que ni el mismo Bel poda poseer una residencia tan magnfica, andaba como flotando, como si sus pies tuvieran dificultad en tomar contacto con el suelo.

    Entraron en un saln de recepcin y el mayordomo los dej al cuidado de los chambelanes, explicando:

    Vuestros apartamentos han sido preparados. Sin duda desearis refrescaros tras vuestro viaje. El Supremo Monarca est ansioso por daros la bienvenida y as lo har esta noche en el Saln de Oceanus. Los ujieres os vendrn a buscar cuando llegue el momento inclin la cabeza en un regio saludo. Hasta entonces, si deseis cualquier cosa para sentiros totalmente cmodos, los chambelanes estn a vuestras rdenes.

    A Avallach, su familia y sus servidores se los condujo por una serie de pasillos en apariencia interminables hacia un atrio abierto; al otro lado del mismo haba

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    alojamientos superpuestos en dos niveles. Los vuestros son los aposentos superiores, majestad explic el chambeln

    que los haba acompaado. Los aposentos inferiores son para vuestros criados. Mis habitaciones estn all indic una puerta lateral. No os faltar nada mientras permanezcis en palacio. Estoy aqu para cumplir todos vuestros deseos. Tras este ofrecimiento, los acompa a sus habitaciones y se retir en silencio.

    Charis estaba acostumbrada al lujo y al decorado elegante. Sin embargo, los

    muebles de su habitacin la dejaron boquiabierta: el sereno brillo de la seda y el suntuoso y clido lustre de las maderas de sndalo y teca aparecan ante sus ojos en todas las direcciones. Gir por toda la estancia, con los brazos extendidos, tocndolo todo, y lleg a la balaustrada de mrmol blanco de un pequeo balcn.

    Oh, mira! Habas visto alguna vez un jardn tan maravilloso, madre? Briseis se reuni con ella en el balcn para contemplar una inmensa extensin

    verde en plena floracin. Senderos resguardados del sol serpenteaban junto a arroyos, alimentados por grciles surtidores, que iban a desembocar en frescos estanques bordeados de flores.

    Sencillamente esplndido coincidi su madre. Es incluso ms encantador de lo que lo recordaba.

    Y mira sigui Charis, tengo mi propia escalera, de modo que puedo bajar al jardn siempre que quiera. Mir al otro lado del parque, a la gran protuberancia en forma de reluciente cpula que se alzaba por encima de un bosquecillo de acacias enfrente de su balcn. Qu es eso? El Gran Templo?

    No, sa es la cmara donde se rene el Gran Consejo. Quiero ir a verlo! Quiero examinarlo todo! No tardaremos mucho ri Briseis. No me cabe duda de que no te aburrirs

    durante el tiempo que estemos aqu. Vamos la reina hizo entrar de nuevo a su hija, debemos dejar las exploraciones para ms tarde. Es hora de darse un bao y cambiarse de ropa. Hemos de estar listas cuando el ujier venga a buscarnos.

    Charis regres al interior despacio, animndose otra vez al descubrir que su habitacin posea una pequea piscina a la que se haba llenado de agua perfumada en previsin de su visita. Se desvisti veloz y penetr en el agua.

    Oh, es estupendo! suspir mientras se deslizaba entre sus clidas aguas. Disfruta de tu bao recomend su madre. Enviar a Ilean para que te

    vista. Me puedo vestir sola replic Charis, rociando con agua un capullo flotante. Te ests mojando el pelo! advirti su madre. Cenaremos con el Supremo

    Monarca y en presencia de otros reyes y familias reales; debes tener el mejor aspecto posible, Ilean te vestir.

    Charis se revolcaba todava en el agua cuando entr la doncella. Por favor, princesa, poneos en pie y dejad que os lave pidi Ilean, al