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  • 5/25/2018 Libro de Graciela Maturo

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    Amrica: recomienzo de la Historia

    La lectura auroral de la Historia

    en la novela hispanoamericana

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    Graciela Maturo

    Amrica: recomienzo de la Historia

    La lectura auroral de la Historia

    en la novela hispanoamericana

    Editorial Biblos

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    ndice

    Graciela Maturo

    Amrica: recomienzo de la Historia: la lectura auroral de la historia

    en la novela hispanoamericana - 1 ed. - Buenos Aires: Biblos, 2010.

    162 pp. ; 23 x 16 cm.

    ISBN 978-950-786-777-4

    1. Estudios Literarios. I. Ttulo

    CDD 801.95

    Diseo de tapa y armado: Luciano Tirabassi U.

    Graciela Maturo, 2010

    Editorial Biblos, 2010

    Pasaje Jos M. Giuffra 318, C1064AA Buenos Aires

    [email protected] / www.editorialbiblos.com

    Hecho el depsito que dispone la Ley 11.723

    Impreso en la Argentina

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede reproducirse,

    almacenarse o transmitirse en forma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea ste

    electrnico, qumico, mecnico, ptico de grabacin o de fotocopia, si la previa autorizacin

    escrita por parte de la editorial.

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    Esta primera edicin se termin de imprimir en

    Primera Clase, California 1231, Buenos Aires,

    Repblica Argentina,

    en enero de 2010.

    Introduccin

    Amrica, la novela......................................................................................

    Captulo 1

    La Historia, construccin de Occidente

    1. Historia y escatologa ............................................................................

    2. De la hermenutica ontolgica a la dispersin del sentido ..................

    3. Humanismo y modernidad ....................................................................

    4. El lugar de la conversin en la tradicin judeocristiana......................

    5. El concepto heideggeriano de la Kehre ..................................................

    Captulo 2

    Novela y humanismo

    1. Sujeto filosfico e identidad narrativa: novela y subjetividad..............

    2. La nueva novela histrica hispanoamericana: cronologa ..................

    3. La relectura de la Historia en la nueva novela: novelar, otro modo

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    de historiar.................................................................................................

    Captulo 3

    Las crnicas de Indias en la conformacin

    de la tradicin narrativa americana

    1. Las crnicas............................................................................................

    2. Criterios de sistematizacin. Principales crnicas de los siglos

    xvixvii...............................................................................................................

    3. Particularismo de las crnicas americanas..........................................

    Captulo 4De los pasos de lvar Nez a Los pasos

    perdidos de Alejo Carpentier

    1. Introduccin............................................................................................

    2. Las crnicas indianas como documentos de la subjetividad del siglo

    xvi................................................................................................................

    3. La Relacin de lvar Nez. El viaje real y el modelo mtico.............

    4. Aspectos estructurales y expresivos de Naufragios .............................

    5. El robisonismo americano .....................................................................

    6. La incursin y el descubrimiento de la ipseidad: Los pasos

    perdidos ......................................................................................................

    7. El concepto de lo real maravilloso.........................................................

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    Captulo 5

    Interioridad e Historia en El largo atardecer

    del caminante de Abel Posse

    1. Introduccin............................................................................................

    3. El largo atardecer del caminante como reflexin sobre la historia

    occidental....................................................................................................

    4. Hacia una intepretacin a la luz de la Historia de Amrica ...............

    5. Reflexin final ........................................................................................

    Captulo 6

    Amrica en su laberinto

    Una aproximacin hermenutica a El General

    en su laberinto de Gabriel Garca Mrquez

    1. Introduccin............................................................................................

    2. La memoria histrica y el discurso novelstico ....................................

    3. Aproximacin al mundo imaginario del texto: el hroe.......................

    4. En el laberinto del texto ........................................................................

    5. Doble referencialidad histrica .............................................................

    6. Perspectiva hermenutica .....................................................................

    7. Lo esperpntico en la obra de Garca Mrquez ....................................

    Captulo 7

    Don Quijote en la transmodernidad latinoamericana

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    1. La transmodernidad latinoamericana..................................................

    2. La leccin de Cervantes.........................................................................

    3. La herencia cervantina en Amrica......................................................

    Captulo 8

    La eutopa americana: de Antonio de Len

    Pinelo a Leopoldo Marechal

    1. Amrica, recomienzo de la historia.......................................................

    2. El Paraso en el Nuevo Mundo ...............................................................

    3. La novela de Leopoldo Marechal Megafn o la guerra .........................

    Eplogo

    Es Amrica una utopa cancelada? .........................................................

    Bibliografa..............................................................................................

    introduccin

    Amrica, la novela

    Atender al campo literario, y en especial a la novela, ese gnero hbrido

    que surge especficamente con la Modernidad, es hallar una va

    que se revela fecunda para conocer y reconocer la identidad hispanoamericana.

    En primer trmino por el carcter del discurso simblico,

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    multvoco y abierto de la novela; en segundo, por su ntima relacin con

    la Historia, con el acontecer real, hecho que la diferencia modernamente

    del antiguo relato pico. Hablar de la novela en Amrica exige a mi

    juicio atender al campo inicial de las crnicas.

    El desarrollo del gnero novela, por otra parte, se liga al Descubrimiento

    de Amrica. No nos atrevemos a asegurar que sea una consecuencia

    de steaunque bien podra aventurarse, dada la conmocin

    que produjo en la conciencia hispnica la historificacin del mito removida

    por los viajes, pero s debemos aceptar que ambos hechos pertenecen

    a una etapa nueva, que cambia las categoras del pensamiento y

    el actuar del hombre europeo en diversas direcciones.

    Los libros de aventuras ficticias se difundieron moderadamente en

    Amrica. Ya la Inquisicin haba percibido su carcter mitolgico, sospechable

    de heterodoxia. En cambio, tuvo apreciable circulacin la obra

    de Cervantes. En el fondo es Amrica misma la que escribe su propia

    nueva, su novela, a travs de la carta, el testimonio, las historias verdaderas.

    No decimos ya que la novela hispanoamericana comienza con el Periquillo

    Sarnientosino con las Cartas de Cristbal Coln; reconocemos el

    carcter novelesco de obras como Las aventuras de Learte, El lazarillo

    de ciegos caminanteso Una excursin a los indios ranqueles. Amrica ha

    remodelado la novela, imponindole categoras propias. Habr ciertos

    momentos de imitacin, reflejos de modas pasajeras, de estilos venidos

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    de Europa; sin embargo, la gran literatura hispanoamericana volver

    reiteradamente a nutrirse en su propia tradicin de cultura. El reconocimiento

    de sus tradiciones no es entre nosotros tarea libresca o erudita

    sino nuevo impulso hacia la experiencia viva, la aventura, la poltica o

    la mstica. En una palabra, Amrica no ha abordado, sino fugazmente,

    [9]

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    esa etapa de la literatura vuelta a s misma, campo sgnico que se

    cierra; por el contrario, sus conflictos y aun su drama social mantienen

    viva la pica histrica, el proyecto americano inconcluso, la vitalidad

    simblica. Es sta una verdad corroborada por la mirada europea.

    La lectura hermenutica impone una mirada de conjunto que puede

    revelar las constantes de la novela latinoamericana. Tambin su transformacin,

    su movimiento. Para esa mirada de conjunto la primera

    constatacin es la del mundo mtico-simblico que si bien es convocado

    en la literatura por palabras, queda ms all de stas y pertenece

    al fondo imaginario de la cultura. Ese imaginario simblico lleva en

    Amrica Latina la marca del humanismo cristiano. ste hizo posible

    la mestizacin tnica y cultural, ms avanzada en los siglos coloniales

    que en pocas posteriores. La analoga de los mitos hizo posible el sincretismo

    americano, importante para comprender el perfil de la cultura

    hispanoamericana.

    La novela ofrece un mbito de libre reelaboracin de tales imgenes.

    En tanto es libre, con mayor fuerza revela esas estructuras que resurgen

    del trabajo simblico. La crnica, que la precede, aporta el momento

    del cambio, la encarnacin de la palabrael idioma, en un nuevo

    tiempo-espacio.

    La novela latinoamericana mitifica la naturaleza, estableciendo as

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    una situacin humana mucho ms limitada que la del europeo. Si ste

    se refleja en la imagen del mago, el sabio, el productor de artefactos,

    figuras fusticas, el americano se ve ms a menudo representado en la

    imagen del hombre ligado a la naturaleza, discpulo de sta. Quien dice

    naturaleza dice a la vez lo dado del mundo, lo csmico, y por lo tanto el

    misterio, lo sagrado. La naturaleza misma es vista por el indgena como

    smbolo de la divinidad. El espaol, por su parte, ve en ella una huella

    divina, como lo expresaba su propia cultura (San Juan de la Cruz).

    La importancia del espacio en la novela latinoamericana ha sido

    reiteradamente observada. Tambin la mitificacin o sacralizacin del

    espacio, las formas simblicas de la casa, el pas, la regin, aluden constantemente

    a ese espacio sagrado. El espaol, en muchos casos de ascendencia

    juda y rabe, no tuvo esa fuerte necesidad de sacralizar el

    espacio hasta que lleg a estas tierras. El indgena tiene una cultura

    netamente espacial. La temporalidad europea se sosiega en estas playas

    donde se abre la posibilidad de poner fin al peregrinaje humano. As

    lo intuyen Coln y los conquistadores: Amrica es el paraso terrenal; al

    menos un paraso posible.

    Amrica surge como continente de la posibilidad. Por eso la utopa

    termina en Amrica. U-topossignifica ningn lugar: un suelo abstracto

    para ser realizado en alguna parte. Amrica clausura la utopa, al

    ser ella misma la imagen del Paraso. El espaol Juan Larrea lo intuy

    Introduccin

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    de esta forma, y antes que l Antonio de Len Pinelo. Hablaremos de

    una transmodernidad americana para aludir al tiempo americano, a su

    cultura entretejida entre la contemplacin y la accin.

    El progreso americano ser pues un progreso lento, y las etapas de

    modernizacin despiertan inevitablemente resistencia y enjuiciamiento

    moral. Amrica es por excelencia un continente construido sobre la idea

    de la justicia. Amrica, como la novela, es lo nuevo en la Historia. Las

    escrituras postulan a Amrica como recomienzo de la Historia. Amrica

    misma es una novela.

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    captulo 1

    La Historia, construccin de Occidente

    1. Historia y escatologa

    La historicidad del concepto mismo de Historia, que ambiguamente

    abarca el acontecer en el tiempo y la palabra que lo registra, se hace

    evidente a quien observe con detenimiento el panorama de las culturas.

    Se da en el tiempo, sobre la circularidad mtica de las culturas antiguas,

    el surgimiento de una nueva actitud, caracterstica de los pueblos

    semitas y ms adelante de los cristianos, depositarios de una idea universalista

    del devenir que se sostiene en una vectorialidad acumulativa

    y reinterpretativa.

    No es posible comprender tal historicidad fuera de un proyecto ligado

    inicialmente a la teologa, que el europeo seculariz: conducir a la

    humanidad hacia su perfeccin en el final de los tiempos. Es propio de

    la mentalidad histrica un subyacente esquema religioso-moral, que

    impone el acrecentamiento del conocer y el hacer humano como tarea

    colectiva, con un implcito reconocimiento del esjatos o finalidad que le

    da sentido. Ludwig Landgrebe afirma sobre la diferenciacin del devenir

    histrico frente a la naturaleza:

    Es conocido en sus lineamientos generales el hecho de que la

    posibilidad de tal diferenciacin tiene sus supuestos ltimos en

    la fe, en las promesas profticas y en su ampliacin como escatologa

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    csmica, tal como aparece por vez primera en la teora de

    los reinos universales del Libro de Daniel.1

    En un trayecto que abarca tres mil aos, se ha cumplido una etapa

    importante de la humanidad cuyo centro de transformacin e irradiacin

    se centr en Occidente. Al hablar de la Historia nos referimos innegablemente

    a ese tramo, que alcanza su fase ms ambiciosa a partir

    del siglo xvi, con lo que se llama la Modernidad.

    La expresin modernus fue usada en el siglo xiv como equivalente

    de nominalista y fue aplicada a la negacin de los universales, pero

    1. Ludwig Landgrebe, Fenomenologa e historia, Caracas, Monte vila, 1975.

    [13]

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    Graciela Maturo

    tambin se la hace corresponder a siglos anteriores como la tendencia a

    reivindicar lo actual y presente.

    La Modernidad, para Jrgen Habermas, queda elevada a tema filosfico

    desde finales del siglo xviii.2 La crtica neoestructuralista de la

    razn dispara el debate modernidad-posmodernidad. Para Max Weber

    era todava evidente la conexin interna, es decir no contingente, entre

    Modernidad y racionalismo occidental. Racional era, para l, el proceso

    de desencantamiento que condujo a debilitar la imagen religiosa del

    mundo, de donde resulta una cultura profana. Esta racionalizacin desarroll

    tres esferas de valor: 1) ciencia y tcnica; 2) religin y moral, y

    3) arte y literatura.3

    La tricotoma planteada por Weber puede ser vista como una puntualizacin

    de la divisin kantiana desarrollada en las tres Crticas:

    Crtica de la Razn Pura, Crtica de la Razn Prctica y Crtica del

    Juicio. Weber describe, dentro de la racionalizacin, dos procesos: 1) la

    profanizacin de la cultura occidental, y 2) la evolucin de las sociedades

    modernas. Las nuevas estructuras sociales vienen determinadas

    por la diferenciacin de dos sistemas: la empresa capitalista y el aparato

    estatal burocrtico. Se trata de una institucionalizacin de la accin

    econmica.

    A medida que la vida cotidiana se vio arrastrada por la racionalizacin

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    cultural y social, se disolvieron las formas de vida tradicionales,

    diferenciadas en estamentos profesionales. Sin embargo, la modernizacin

    del mundo de la vida no viene determinada slo por las estructuras

    de la racionalidad con arreglo a fines. Hoy, modernizacin refiere a la

    formacin de capital, a la implantacin de poderes polticos centralizados,

    a la secularizacin de normas y valores. La teora de la modernizacin

    rompe la conexin interna entre Modernidad y racionalismo

    occidental, de modo que la modernizacin ya no puede entenderse como

    racionalizacin, como objetivacin histrica de estructuras racionales.

    Hegel habla de modernidad en contextos histricos como concepto

    de poca. La expresin alemana Neue Zeit, en ingls Modern Times, en

    francs Temps Modernes, viene a designar, en torno al 1800, los tres

    ltimos siglos transcurridos. Los historiadores del siglo xix visualizaron

    etapas, acontecimientos relevantes. El descubrimiento del Nuevo

    Mundo, el Renacimiento y la Reforma, en torno al 1500, conforman la

    divisoria entre Edad Media y Edad Moderna.

    Cabe recordar que la Modernidad, ligada en sus comienzos al humanismo,

    avanz en los conventos, restituyendo sus fueros al libre pen

    2. Jrgen Habermas, La posmodernidad, un proyecto incompleto, en Hal Foster et al.,

    La posmodernidad, Barcelona, Kairs, 1985.

    3. Max Weber, La tica protestante y el espritu del capitalismo, Barcelona, Orbis, 1985.

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    La Historia, construccin de Occidente

    samiento, las ciencias, la curiosidad por el mundo. Se abra una nueva

    edad en que los hombres seran llamados a construir una civilizacin

    gigantesca. La mentalidad de ese prodigioso momento de la cultura,

    que Jacob Burckhardt llam Renacimiento, no estaba totalmente secularizada.

    El equilibrio entre fe y cienciatrminos de una docta ignorantia,

    como la llam el cardenal Nicols de Cusa en 1450es clave

    del humanismo representado por Pico della Mirandola, Marsilio Ficino,

    Len Hebreo, Erasmo, y sus discpulos en Europa y Amrica.

    Amrica y la Modernidad han nacido juntas, si se atiende al desenvolvimiento

    propiamente histrico del nuevo continente. Sin embargo,

    sera una grave ceguera homologar los tiempos histricos de Europa

    y Amrica; as lo han comprendido los ms importantes pensadores y

    artistas latinoamericanos, no solamente en nuestros das sino tambin

    en el pasado, cuando comenzaba a perfilarse una identidad americana.

    Vista en su conjunto, tal como ahora se la visualiza desde la propia

    Europa, la Modernidad se ha caracterizado por un desarrollo fustico

    de la ciencia y la tcnica que gener en el hombre europeo un sentimiento

    de omnipotencia. Filosficamente, se produjo la autonoma del

    sujeto, el despliegue irrestricto de la racionalidad, la objetividad, el

    afn de dominio, la relegacin del humanismo religioso y, en suma, la

    autopromocin de la cultura occidental en sus ltimas fases, como un

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    modo de universalismo. La aldea encableada vino a ser, a partir de

    los aos 60, en forma explcita o implcita, la fase ltima de la utopa

    europea: una utopa tecnolgica.

    A partir de la expansin, necesariamente limitada, de la tecnologa,

    se ha ido gestando una nueva mentalidad, que ya no abarca a la

    totalidad de los humanos sino a los pueblos blancos, protagonistas del

    desarrollo posindustrial. Los pueblos de la periferia, sus culturas y

    legados, parecen quedar parcialmente fuera de la ltima etapa de la

    Historia, y significan su fracaso como proyecto universal.

    Es a esta etapa proteica y no fcil de abarcar a la que se adjudic,

    en las ltimas dcadas del siglo xx, el nombre ambiguo de posmodernidad.

    En trminos polticos, Habermas distingue dos formas de posmodernidad:

    una de ellas sera neoconservadora y la otra anarquista.

    Ambas reclaman el fin de la Ilustracin, sobrepasando la tradicin de

    la razn desde la que antao se entendiera la Modernidad europea, y

    hacen pie en la poshistoria. Estas corrientes actan en el sentido de

    un desenmascaramiento de la razn, que la muestra como subjetividad

    represora a la vez que como voluntad de dominacin instrumental.

    Cualesquiera sean las diferencias entre estos tipos de teoras de

    la Modernidad, ambas se distancian del horizonte categorial en que se

    desarroll la autocomprensin de la modernidad europea, y pretenden

    haber superado esa etapa.

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    Graciela Maturo

    Examinar la complejidad de la crisis de la civilizacin moderna nos

    conduce, sin embargo, a determinar la coexistencia permanente del

    avance fustico dominante y el humanismo reconciliador. Las utopas

    del siglo xvi obedecan a ese doble impulso. Iniciaban la crtica de Occidente

    y apuntaban, secretamente, a Amrica. Esta lnea, cada vez

    ms dbil, se refugia finalmente en el arte y en pensadores discutidos y

    marginales (Martin Heidegger, Rodolfo Kusch, Mara Zambrano).

    A partir del Romanticismo, y ms acentuadamente con Friedrich

    Nietzsche, surge la crtica de la civilizacin occidental instalada en 1920

    por Oswald Spengler como decadencia de Occidente. La fenomenologa,

    en los comienzos del siglo, cuestion la objetividad cientfica; sus herederos,

    los filsofos de la existencia, recordaron la finitud y la vulnerabilidad

    de lo humano as como la persistencia de los interrogantes ltimos.

    Como Edipo, el hombre moderno y parricida siente el imperativo de volver

    al seno de su madre la tierra, a la que tambin ha destruido.

    El siglo de los grandes logros comunicacionales, la navegacin interestelar,

    los satlites, el microchip, la investigacin microcelular, los

    trasplantes de rganos, ha sido escenario de grandes crmenes, genocidios,

    marginalidad, muerte por hambre y enfermedades sociales, enajenacin,

    mecanizacin, experimentacin nuclear nociva, depredacin

    de reservas naturales, envenenamiento de las aguas y de la atmsfera.

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    El tema del final de la Historia ha sido fruto de una intuicin vlida,

    recibida de distinto modo en diferentes lugares de la tierra. Por un lado,

    se hizo evidente el cruce de una curva arriesgada, que ha puesto en

    peligro la estabilidad de la vida y del hbitat. Por el otro, se patentiza

    tambin la unilateralidad de la aventura, que margina a continentes

    enteros y elimina valores acuados por largas tradiciones.

    Cul es, dentro de tal horizonte, el papel de Amrica Latina? Se

    siente continuadora fiel, antagonista o una variante de Occidente?

    Vive en su peculiaridad mestiza la posibilidad de una reactivacin original

    para el futuro?

    2. De la hermenutica ontolgica a

    la dispersin del sentido

    La tradicin filosfica occidental se halla totalmente recorrida por

    una metafsica que se remonta a los fundadores del filosofar: Platn y

    Aristteles. En sus distintos tramos esa metafsica ha otorgado un fundamento

    al pensamiento y la existencia, y ha reconocido en el lenguaje

    un instrumento valioso para su develacin.

    La Historia, construccin de Occidente

    La fenomenologa, al inaugurar una etapa metdicamente nueva

    de la filosofa, abre distintas posibilidades (no siempre constructivas)

    para la hermenutica contempornea. De la epoj como suspensin de

    lo ya sabido, puesta entre parntesis del mundo y del yo constituido, es

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    posible pasar a la vuelta ontolgica de Heidegger, a la recuperacin del

    pre-juicio cultural a la manera de Paul Ricoeur y Hans-Georg Gadamer,

    mediada por la tradicin, o bien a una fase nihilista y deconstructiva

    de la cultura, que pretende un descondicionamiento absoluto, un cierto

    salto al vaco, como lo hemos visto en Jacques Derrida y Michael

    Foucault. Ellos y sus seguidores han desplegado una hermenutica posmoderna

    que profundiza, en actitud hipermoderna, el progresivo vaciamiento

    de la cultura.

    La hermenutica posmoderna se ubica en el proceso del inmanentismo

    que se abre con Roger Bacon y se contina en John Locke. Segn

    Gianni Vattimo, la hermenutica vendra a ser la Koino lengua comn

    del nuevo tiempo, caracterizada por la destruccin del Logos.4 Esta corriente

    piensa lo histrico en trminos estructuralistas, sobre la negacin

    del sujeto y la verdad o el sentido.

    Me basar ahora en un trabajo de Paul Veyne titulado Cmo se escribe

    la Historia. Foucault revoluciona la historia a fin de intentar una

    caracterizacin del concepto de la Historia en este filsofo francs, que

    tuvo amplia y acrtica recepcin en nuestros mbitos universitarios.

    Ante todo dir que en el pensamiento de Foucault aparecen grandes

    contradicciones. Por un lado niega al sujeto la libertad de elegir, y niega

    entidad a los sujetos mismos. Se refiere a la Historia como entramado

    arbitrario y determinista, no obstante ajeno a toda previa mitificacin.

    Por otro, parece librar al hombre a un acto ltimo de libertad, el suicidio.

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    La posicin de Foucault, adversa a las ideologas, por ejemplo el marxismo,

    contrara asimismo a la fenomenologa y a la hermenutica humanista.

    Segn Veyne, cabe pensar que Foucault reifica una instancia

    que escapa a la accin humana y a la explicacin histrica, que hace

    prevalecer los cortes o las estructuras sobre la continuidad y la evolucin,

    o que no se interesa por el aspecto social de la historia.5 Adems,

    utiliza de un modo especial las palabras discurso y prcticas discursivas,

    dando lugar a aplicaciones ciertamente confusas.

    ParaVeyne,Foucaultes elprimerhistoriadortotalmente positivista6

    pues se ha desembarazado de supuestos previosrevelndose en ello

    4. Gianni Vattimo, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenutica en la cultura posmoderna,

    Barcelona, Gedisa, 1986.

    5. Paul Veyne, Cmo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia, Madrid, Alianza,

    1984, p. 199.

    6. dem, p. 200.

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    Graciela Maturo

    como discpulo de la fenomenologay ha pretendido ir ms all, hacia

    la negacin de los objetos naturales. Para l los hechos humanos son

    raros, no estn instalados en la plenitud de la razn.7 No son evidentes

    aunque lo parezcan, y se rigen por una gran arbitrariedad. Se hace necesario

    investigar en cada caso la parte oculta del iceberg.

    Foucault descalifica las filosofas polticas racionalistas. Destruye la

    causalidad materialista del marxismo as como otras formas de causalidad.

    Lo que existe en la historia son las prcticas de los hombres, y esas

    prcticas unifican el hacer y el decir. Juzgar a la gente por sus actos

    no es lo mismo que hacerlo por sus ideologas ni en funcin de grandes

    nociones eternas. Las ideologas han muerto como han muerto los grandes

    relatos, los mitos en que se hallaban fundadas. Slo cabe descubrir

    en la trama histrica formas que han pasado inadvertidas.8

    Se revela Foucault como uno de los fundadores de la pragmtica textual,

    que identifica prcticas sociales y discursivas. Para esta corriente

    toda palabra no acompaada por una prctica es una palabra vaca.

    No podemos negar que ciertos aspectos de su pensamiento se revelan

    atractivos, y rozan intuiciones del escritor-fenomenlogo. As, por ejemplo,

    su nocin de una gramtica histrica puede llevarnos a pensar

    en aquellas eras no evolutivas, no lineales, de las que habl Jos Lezama

    Lima. Pero ambos se mueven en atmsferas muy distintas. Para

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    Foucault las cosas no son ms que objetivaciones de prcticas determinadas,

    cuyas determinaciones hay que poner de manifiesto, puesto que

    la conciencia no las concibe.9 No hay objetos culturales, ni tampoco naturales;

    slo las prcticas engendran objetos. En cuanto a la tarea del

    historiador, ha de comprender que nada preexiste al hacer. Lo hecho, el

    objeto, se explica por la prctica, el hacer, el discurso.10 As pues, se sustituye

    en esta teora la vectorialidad teleolgica que ha caracterizado a

    la Historia por la prctica de un deseo sin fin y sin objetivos.

    En el trabajo de Foucault se observa una ramificada apelacin a conceptos

    de la escolstica y en general al pensamiento tradicional, tales

    como el amor, transformado en deseo, y a actitudes propias de la hermenutica

    clsica que resultan invertidas. El deseo, que se identifica con

    la nietzscheana voluntad de poder, construye el plan que lo hace posible.

    Se deja de lado la metafsica del ser, y aun el proyecto humanista de

    la felicidad, para situar lo humano en una carrera catica que, contradictoriamente,

    se aboca a aporas insalvables. Un hombre despojado de

    mitos, valores y creencias, lanzado a un nihilismo devorador, resulta el

    7. Paul Veyne, Cmo se escribe, p. 200.

    8. Michel Foucault, La arqueologa del saber, Mxico, Siglo Veintiuno, 1987, p. 208.

    9. Vase Paul Veyne, Cmo se escribe, p. 213.

    10. dem, p. 215.

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    La Historia, construccin de Occidente

    arquetipo de una realizacin por dems sombra, prxima a la locura y

    el suicidio.

    La ideologa no existe; tampoco la realidad histrica. Esta negacin

    enfrenta de modo privilegiado al humanismo cristiano. Puesto que

    nada existe en la Historia, slo quedan referentes prediscursivos.11

    Estamos pues ante un universo completamente material,

    compuesto de referentes prediscursivos que son potencialidades

    an sin rostro; todo depende de todo.12

    Hay cierto determinismo en la visin de Foucault; su obstinada negacin

    de la conciencia y de la libertad lleva una marca estructuralista

    y antihistrica. Exalta las discontinuidades, las formas, las estructuras

    constituidas por conjuntos de prcticas discursivas. El suyo es un nuevo

    positivismo, ms radicalizado, que se construye sobre la negacin del

    mito, la Historia y el humanismo. Para l no hay verdad transhistrica

    pero tampoco cientfica. Como no existe ms que lo determinado, el

    historiador no explica la poltica misma, sino el rebao, las corrientes y

    otras determinaciones, porque no existen ni la poltica, ni el Estado ni

    el poder.13 Se hace necesario, para Foucault, destruir los racionalismos,

    siguiendo una pauta reductivamente nietzscheana que pretende imponerse

    de manera absoluta. El arma del historiador sera la irona, que

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    disuelve las apariencias de verdad.

    Diversamente a Heidegger, Foucault sostiene que el lenguaje no re-

    vela lo real. Contrariamente a Edmund Husserl, la conciencia no es

    constituyente. Lejos de Ricoeur, hacer Historia no es poner en juego

    una tica.

    Detengmonos en la conclusin de Veyne: Hablar claro: *Foucault+

    no es un humanista, porque, qu es un humanista? Un hombre que

    cree en la semntica. La filosofa de Foucault no es una filosofa del discurso

    sino una filosofa de la relacin, porque relacin es el nombre de

    lo que se designa como estructura. Vivimos en un mundo estructurado,

    donde las figuras son lo que las configuraciones sucesivas del tablero

    hacen de ellas.14

    Foucault crea un mito invertido, un mito infernal. En vez de pensar

    una Historia como proceso de sentido en que el hombre es llamado a colaborar,

    piensa una Historia que es proceso mecnico puesto en marcha

    por prcticas no conscientes. No lo vemos ampliando la razn hacia la

    11. Michel Foucault, La arqueologa, pp. 64-65.

    12. Paul Veyne, Cmo se escribe, p. 226.

    13. Michel Foucault, La arqueologa, p. 229.

    14. Paul Veyne, Cmo se escribe, pp. 232-233.

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    Graciela Maturo

    suprarracionalidad del intelecto, como lo hacen Husserl y Ricoeur, sino

    sustituyendo la razn por enfermedad y locura.

    Quienes se inspiran en esta seudofilosofa se colocan a un tiempo contra

    el hegelianismo y el marxismo, y contra la fenomenologa y la hermenutica.

    Construyen una hermenutica negativa, que niega la obra como

    tallibrndola slo a relaciones cambiantes con sus intrpretesy niega

    al autor pues, contradictoriamente, pretende ponerse al margen de una

    filosofa de la conciencia. Foucaultcomo Jacques Derrida, Giles Deleuze

    y otros de esa oleada deconstructivase propone eliminar los ltimos

    vestigios de la metafsica reemplazndolos por una opcin positivista

    que objetiva objetos de fecha concreta sobre una materia sin rostro.15

    La historia-genealoga *+ abarca por tanto completamente el panorama

    de la historia tradicional pero estructura esa materia de otra

    manera *+ no se atiene a los siglos, los pueblos ni las civilizaciones sino

    a las prcticas; las tramas que relata son la historia de las prcticas

    en que los hombres han visto verdades y de sus luchas en torno a esas

    verdades. Esa historia de nuevo cuo, esa arqueologa como la llama

    su inventor, se despliega en la dimensin de una historia general.16

    Foucault encabez el irracionalismo extremo de la corriente llamada

    posestructuralista pero su pensamiento es en verdad el fruto de un estructuralismo

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    avant la lettre. Ya en los comienzos de la dcada de 1970

    vimos la fuerte crtica del hermeneuta Luis Cencillo a esta seudohermenutica

    que no instala sentido sino que lo niega.17 Apoyndonos en

    su ejemplo, como asimismo en el de Ricoeur18 y en la fenomenologa de

    Heidegger, profundizada originalmente por Rodolfo Kusch, iniciamos

    entonces una crtica a esta corriente, que abarc sucesivos tramos: lingstica,

    formalismo, estructuralismo, semiologa, deconstruccionismo.

    En la dcada de 1980 nos invadi esta corriente irracionalista que

    tuvo centros predilectos de difusin en universidades francesas y norteamericanas,

    e hizo pie en notorias revistas de esos aos (Punto de Vista,

    Espacios, Vuelta, etc.). A ellas nos hemos opuesto firmemente desde un

    humanismo renovado por la fenomenologa, que tiene muy lcidos exponentes

    en Europa y Amrica.

    15. Paul Veyne, Cmo se escribe, p. 236.

    16. Michel Foucault, La arqueologa, pp. 215, 237.

    17. Luis Cencillo, Mito. Semntica y realidad, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1970.

    18. Paul Ricoeur, Le conflit des interpretations, Pars, Seuil, 1969.

    La Historia, construccin de Occidente

    3. Humanismo y Modernidad

    Creo que ser interesante detenernos en la creacin cultural ms

    original de los pueblos occidentales: el humanismo, que alcanza su plenitud

    en tiempos cristianos. No estamos hablando de los humanismos

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    de los siglos xix y xx sino de un humanismo propiamente tendrico que,

    siendo de raz precristiana, alcanza en Cristo su mximo ejemplo. No

    se podra entender la evolucin de los pueblos europeos sin este factor

    de impregnacin simblica, historificante.

    Es cierto igualmente que en Grecia, alrededor del siglo iv, tuvo nacimiento

    el nuevo espritu que valoriza al hombre como pensador y constructor,

    sin violentar inicialmente las marcas de la cultura religiosa.

    Mito y libre albedro, aceptacin y negacin, cultura espiritual y realizacin

    mundana, entrarn desde entonces en una tensin creciente, que

    hizo suya el cristianismo. Italia, a partir del siglo xiii, protagoniz el resurgimiento

    del humanismo antiguo y del primitivo cristianismo, de l

    impregnado. Tal movimiento, al que Jacob Burckhardt dio el ttulo de

    Renacimiento, no puede ser entendido como una inclinacin erudita,

    puramente libresca, hacia los textos griegos y latinos. Se trata de una

    revitalizacin excepcional de la idea del hombre como compuesto corpo

    ral, anmico y espiritual, destinado a habitar y conocer el mundo, gozar

    de sus bienes, usar de su razn, manipular instrumentos, producir arte,

    alcanzar la felicidad. Este tipo de hombre nuevo no se desentenda de

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    los mitos, ms bien por primera vez poda reconocerlos e interpretarlos

    desde una hermenutica abierta, enfrentando a una mentalidad estre

    cha, jurdica y clericalista, atenida a la rigidez de la letra.

    El concepto de la divinidad del hombre, audacsimo para la teologa

    autoritaria y generador del cisma de la Iglesia oriental, haca posible la

    valoracin del hombre integral, de su vida, ingenio, creatividad y trabajo,

    generando una indita expectativa en el progreso. Vena a acentuarse

    la proyeccin escatolgica del judeo-cristianismo hacia un final

    de los tiempos, a travs de una valoracin intensa del presente y una

    comprensin amplia del pasado.

    En la cultura humanista no slo prospera la expansin universal

    del Evangelio sino el espritu de la conversin, que inspira un gnero

    tpicamente espaol como las guas de pecadores, estudiados por Mara

    Zambrano.19

    19. Vase La confesin: gnero literario, Madrid, Siruela, 1995.

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    Graciela Maturo

    4. El lugar de la conversin en la tradicin judeocristiana

    Segn los biblistas, la Historia es historia de la salvacin. No es

    posible hallar una definicin suficientemente abarcadora de la Historia

    que garantice su validez para todo tiempo y lugar. Por el contrario,

    se advierte una conceptualizacin de la Historia que es ella misma

    histrica y ha sido elaborada dentro de los parmetros de la cultura

    judeo-cristiana, es decir, sobre un fondo teolgico y tico-religioso que

    da por supuesto un trmino de llegada, anunciado y legitimado por los

    profetas. Ese camino incluye la idea del perfeccionamiento humano y

    hace necesaria la conversin, tanto aplicada al hombre individual como

    a los pueblos.

    La conversin es una realidad humano-cristiana y salvfica central,

    que expresa originalmente el encuentro del hombre con Dios y decide

    sobre la orientacin de la propia vida, removindola desde su pasado,

    en el presente y para el futuro.20 En momentos lmite, el hombre, proclive

    al pecado y al alejamiento de Dios, revive la situacin original de

    pertenencia a su origen. La salvacin no es tal solamente como accin

    de Dios sobre los hombreslo cual se halla fuertemente marcado en

    el judasmosino como conversin de la humanidad hacia Dios; as lo

    afirma la tradicin judaica y lo acenta de modo especial el cristianismo.

    Este aspecto, debemos reconocerlo, no es exclusivo de la tradicin

    judeocristiana. La religin griega, que el Iluminismo intent reducir

    a balbuceos infantiles, guarda en su seno una profunda leccin sobre

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    el despertar y el pleno desarrollo del hombre, que fue recogida por los

    Padres de la Iglesia y recuperada por el humanismo en diversas etapas.

    Centro del rito trgico es precisamente el tema de la conversin.

    En los textos bblicos se hallan dos expresiones relativas a este concepto:

    vahan, metnoein y sb, epistrephein. Metnoein significa arrepentirse,

    cambiar de sentimiento o mentalidad. En el Nuevo Testamento

    se acerca a lo expresado por sb, epistrephein, volverse, convertirse,

    enmendarse, no slo en lo que se refiere a la conducta sino en cuanto al

    cambio del entendimiento y la voluntad. En este sentido la voz hebrea

    sb acenta la significacin de inversin y retorno. El paso de un estado

    a otro se presentifica y se hace central en el Evangelio, donde la figura

    de Cristo Jess pasa a vertebrar simblicamente el devenir de los tiempos,

    haciendo viva y ejemplar la palabra de los profetas. Ams, Oseas,

    Isaas, Jeremas, Ezequiel, y los profetas posteriores al exilio pedan

    la conversin del pueblo y ms an la conversin personal; el Nuevo

    Testamento cristologiza la conversin, la fija en un lugar, el encuentro

    con el Cristo vivo, dando por cumplidas las profecas: El tiempo se ha

    20. Dionisio Borobio, La conversin, Madrid, Accin Cultural Cristiana, 1995.

    La Historia, construccin de Occidente

    cumplido, y el Reino de Dios est cerca; convertos y creed en el Evangelio

    (Mc. 1,15). Tal llamado se dirige a lo largo de los siglos no slo a las

    comunidades no cristianas sino, cada vez ms, a los cristianos, expuestos

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    antes que otros al egosmo y la indiferencia, tal como lo proclama

    la cultura medieval formativa de los valores bsicos del pueblo espaol.

    5. El concepto heideggeriano de la Kehre

    Me propongo ampliar brevemente este concepto cristiano de conversin,

    implcito y explcito en la cultura de los pueblos iberoamericanos,

    hacia el concepto de la Kehreelaborado por Martin Heidegger y expuesto

    de modo especial en una clebre conferencia de 1949. Este concepto

    se ha divulgado en niveles intelectuales de Amrica Latina a partir de

    la obra de Octavio Paz, aunque no siempre se lo recoge con la profundidad

    espiritual y religiosa que posee. Traducido como vuelta, giro, inversin

    o revuelta, el concepto de Kehre es aceptado como prcticamente

    intraducible por Mara Cristina Ponce Ruiz:

    Es sta una de las tres palabras que hemos optado por dejar

    de traducir, dado que expresiones como giro, vuelta, viraje, cambio,

    retorno, regreso, inversin, torna, a las que han recurrido

    traductores y comentaristas de Heidegger, no nos satisfacen del

    todo, ya que no vemos que ninguna recoge en plenitud el sentido

    de esta palabra capital.21

    Para el filsofo, la Kehredebe relacionarse con la poca de la historia

    de la metafsica cuando a nivel planetario impera la tcnica moderna.

    A esta fase Heidegger la caracteriza como olvido del Ser. En su pensamiento

    se inscribe con fuerza la conviccin de que es posible salir de

    esa fase por un camino de retorno al origen, a lo inicial, a la fuente.

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    Cuando el olvido es reconocido como tal, cuando se muestra como peligro,

    es posible alcanzar una salvacin por la va de repensarlo todo: el

    lenguaje, el hombre, lo no pensado, todo aquello que nos concierne y nos

    compromete.

    No es la primera vez que Heidegger trabaja sobre el concepto de

    Kehre. En esta conferencia lo hace en relacin con los conceptos de la

    tcnica, el poder (Das Gestell)y el peligro (Die Gefahr).Heidegger contrapone

    el concepto de lo destinal al puro acaecer:

    21. Mara Cristina Ponce Ruiz, Introduccin, Martin Heidegger, Die Kehre, en Die

    Tecnick und die Kehre, Crdoba, Alcin, 1992, p. 43.

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    Ponemos a la historia en el mbito del acaecer, en lugar de

    pensar la historia segn el origen de su esencia, desde el destino.22

    No es nuestra intencin, desde luego, plantear el tema de la formacin

    teolgica de Martin Heidegger ni de la repercusin que sta puede haber

    tenido en su filosofa. De hecho nos interesa recoger, en las postrimeras

    de la Modernidad, un mensaje de cambio que reitera desde la filosofa

    aquella apelacin cristiana sealada como vertebrante de la cultura hispanoamericana.

    La conversin heideggeriana, de significacin personal

    e histrica, retoma asimismo el concepto de los corsi e ricorsi enunciado

    por Giambattista Vico y la nocin de desnudamiento cultural que apareci

    en Jean-Jacques Rousseau, y fue base del movimiento romntico antes

    de ser finalmente lanzada como un reto a Occidente, en una torsin

    hacia lo dionisaco, por Friedrich Nietzsche. Heidegger ha tematizado

    esta idea devolvindole hasta cierto punto el sentido de una conversin

    impostergable en la oscuridad de los tiempos. La esencia de la tcnica

    es para el pensador el Ser mismo, por eso no puede ser dominada por

    el hombre; s, en cambio, puede ser reconducida por ste a su destino:

    El hombre moderno ante todo debe reencontrarse en la anchura

    de su espacio esencial Lo humano (la cultura) se edifica

    primero en su espacio esencial y all crea su morada; nada esencial

    le es posible al hombre dentro del ahora imperante destino.23

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    Es muy importante, como es sabido, la funcin que Heidegger otorga

    al lenguaje como el lugar que ofrece camino al pensar y est destinado

    a constituirse en morada del Ser. El lenguaje es la dimensin

    inicial dentro de la cual la esencia del hombre slo puede corresponder

    al Ser y su requerimiento.24 Este corresponder inicial es el pensar, que

    permite hablar en el mbito donde acontece el olvido del Ser, lo Gestell

    (estructura de la imposicin) y el peligro que le es propio. Frente a ello

    el filsofo alienta la posibilidad de una Kehreen la cual el olvido del Ser

    pueda ser revertido. A travs de la Kehrepuede hacerse posible el retorno

    de la verdad de la esencia del Ser, su nueva inhabitacin en el ente.

    Tal vez estamos ya en la sombra que proyecta la llegada de esta

    Kehre, afirma. Y dice tambin: La esencia del hombre es la de ser el

    que espera, aquel que espera la esencia del Ser, mientras pensndolo

    lo custodia.25

    22. Martin Heidegger, Die Kehre, p. 13.

    23. dem, p. 15.

    24. dem, p. 21.

    25. dem, p. 23.

    La Historia, construccin de Occidente

    Ese retorno, reversin o conversin del rumbo de la vida se impone

    como una intuicin afirmada en la indigencia del tiempo actual, pues

    lo dice Hlderlin en su poema Patmos, donde est el peligro crece

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    tambin lo que salva.26 Heidegger lo sintetiza diciendo: El peligro

    mismo es lo que salva. Salvar, liberar, cuidar, guardar, custodiar, son

    conceptos inherentes a la Kehre: el acechar del peligro se convierte en

    la guarda de la esencia del Ser. La Kehre se convierte en altheia, es

    iluminacin de la verdad del Ser. Con ello Heidegger no quiere abarcar

    solamente la mirada que comprende sino el relmpago de la verdad que

    ilumina la mirada. La traductora-anotadora de este texto comenta: La

    Kehre es una posibilidad que se juega en el entre de la relacin Serhombre,

    en el co de su pertenencia mutua, y que consiste en ejecutar

    un giro en redondo y retomar, recuperando la originariedad del mbito

    al cual esencialmentecomo hombrespertenecemos.27 Se trata, en

    suma, de la consumacin del acto fenomenolgico en su total pureza.

    Es sta, en suma, la ltima vuelta del humanismo europeo, y no es

    extrao que este tramo haya arraigado en Amrica, en coincidencia

    profunda con su tradicin y su transmodernidad.

    Pensar en el humanismo, en suma, no es slo recordar los tratados

    de Dante Alighieri, la biblioteca de Petrarca, los trabajos de la Academia

    Platnica de Florencia; es abarcar el movimiento espiritual de

    la cristiandad a partir del siglo xiiisin ignorar focos anteriores que

    son considerados protorrenacimientosy su expansin, por hombres

    esclarecidos, a nuevas tierras. No agota tampoco el humanismo la eclosin

    de las ciudades, el lujo, los mecenas, el creciente poder de la banca,

    el gusto por el arte en la cotidianidad de la vida. El humanismo, que

    acompaa el curso de la Historia, ha mantenido su adhesin a los valores

    tico-religiosos y un particular respeto por la naturaleza. Se inicia

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    la divergenciaque Amrica incentiventre una modernidad tecnicista

    y transformadora, que gener la etapa industrial, y una modernidad

    humanista que, siguiendo el ejemplo de San Francisco de Ass, elogia la

    pobreza y ama a las criaturas csmicas.

    El arte refleja los contrastes y las tensiones propios de una humanidad

    en bsqueda de nuevos horizontes. En este marco se comprende

    la apertura de Europa hacia Oriente, frica y las Indias Occidentales,

    donde la obtencin de dominio y riquezas se une ntimamente al afn

    de conocimiento y expansin cultural. El viaje de Marco Polo a los pases

    de Asia y el Cercano Oriente preanunciaba los viajes transocenicos

    de Coln, Vespucio, Sols y Magallanes.

    26. Friedrich Hlderlin, Patmos, en Poesa completa, Madrid, Hiperin, 1979, t. ii, pp.

    140-141.

    27. Mara Cristina Ponce Ruiz, Introduccin, en Martin Heideggr, Die Kehre, p. 45.

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    Graciela Maturo

    A travs de esas rutas llegan al Nuevo Mundo los inventos y las creaciones

    de la Modernidad; la imprenta, la plvora, la brjula, el sextante

    y la carabela. Venan tambin los nuevos estilos de vida y de pensamiento,

    las teoras sobre un mundo total y abarcable, la Biblia, el catecismo,

    la potica de Ariosto, los gneros del humanismo: el dilogo, la novela,

    el soneto, la autobiografa, la utopa. A partir de los documentos del

    pasado y de la tradicin que los reinterpreta, es interesante observar

    el modo originalsimo por el cual ese amplio caudal de filosofa, ciencia,

    arte y religin es incorporado y reformulado en un mbito nuevo, confrontado

    con otras culturas, enmarcado en un paisaje distinto.

    No es sin duda alguna el espritu cientfico progresista ni el afn

    de lujomdicamente expandidos desde las cortes virreinaleslo que

    prevalece en la Amrica hispnica, caracterizada por el hambre, las

    vastas extensiones despobladas y los speros contrastes tnicos. En

    cambio, vemos imponerse cada vez ms el aspecto tico-religioso del

    humanismo, cimentador de la originalidad americana. Ese nuevo espritu,

    moderno en tanto humanista, pero reacio a la modernidad desacralizante,

    ligado a los objetos, empieza por cuestionar la legitimidad

    de la conquista y siembra una inquietud permanente en torno de otra

    legalidad.

    Tengamos presente que son los humanistas espaoles y americanos

    los fundadores del derecho, cristiano en esencia, que habr de revolucionar

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    los tiempos modernos, cuestionando sin cesar el espritu colonialista

    de Europa. La discusin promovida por Las Casas, Vitoria, Surez,

    Cano, culmina en la creacin de un nuevo derecho de gentes. Desde

    el clebre sermn de fray Antn de Montesinos en 1511 hasta la carta

    del obispo de Puebla Julin Garcs al pontfice Paulo iii sobre la naturaleza

    racional del indio, germina una conciencia tico-jurdica que con

    el tiempo har posible la liberacin de los pueblos mismos. Como lo ha

    recordado Miguel ngel Asturias en Audiencia de los confines, las leyes

    nuevas aplicadas desde 1542 abren un ciclo de creciente integracin y

    autoconciencia americana, jalonado de luchas y sacrificios.

    Es bien conocida la aplicacin de franciscanos, dominicos y mercedarios

    al aprendizaje de las lenguas indgenas, de las que hicieron gramticas,

    repertorios y vocabularios. Experiencias inditas de formacin

    educativa crearon espacios de convergencia para el latn, el hebreo,

    la gramtica castellana y las lenguas autctonas; con paciencia y penuria

    se aproximaban los saberes indgenas, sus instrumentos musicales

    y la vieja ciencia de la tierra cocida, con la enseanza de la matemtica,

    la retrica, el derecho y la ciencia poltica.

    En las mejores experiencias de la colonizacinexperiencias que

    debieron ser ahondadas y mejoradas, pero quedaron truncas, el indio

    aprenda la teologa cristiana, el latn, la retrica, mientras el hispano y

    La Historia, construccin de Occidente

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    el criollo asimilaban la medicina indgena, descubran el uso de nuevas

    hierbas curativas, se deleitaban con desconocidas leyendas. Aprendan,

    fundamentalmente, una nueva actitud de vida, contemplativa y reflexiva,

    ms prxima del humanismo clsico que del espritu fustico moderno.

    El estudio de la evolucin de las artes revela incluso la resistencia

    que halla en Amrica el desarrollo de la perspectiva matemtica, la

    ordenacin clsica del espacio, la geometra euclidiana. Se impone en

    estas tierras un componente irracional, dinmico, amalgamante, que

    altera la claridad renacentista. Nace el Barroco, no solamente como

    esttica sino como filosofa y estilo vital. Se conformaba una nueva cristiandad,

    la americana, y ello exiga el esfuerzo de comprender y alentar

    la mestizacin, el dilogo cultural. San Pablo haba dicho en su tiempo:

    Ya no ms griego ni judo sino cristiano. Acaso podra haberse dicho

    en el Reino de Indias: no ms hispano ni aborigen sino mestizo, es decir

    cristiano, americano, barroco.

    Son las ideas de Erasmo, Vives, Toms Moro, de inspiracin humanista,

    las que conforman el sustrato cultural hispanoamericano inicial.

    Detrs de ellos estn los dilogos platnicos, reinterpretados por los humanistas

    italianos y profundizados por la cristiandad. Esta tradicin

    parecera haber preparado el formidable encuentro de culturas que se

    produjo en el Nuevo Mundo. Vemos la expresin de este humanismo

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    dialgico en el Inca Garcilaso, Martn del Barco Centenera, Cervantes

    de Salazar, Francisco de Terrazas, Gutierre de Cetina, Bernardo de

    Balbuena, Sor Juana Ins de la Cruz, la madre Josefa del Castillo. Un

    perfil tico, moral, religioso, marca el devenir de la cultura hispanoamericana.

    Ese perfil ha nutrido el desarrollo de nuestras letras, ms

    all de pasajeros entusiasmos por estticas experimentales.

    Andando el tiempo, es esa misma fuente humanista la que inspira

    la crtica de la modernidad y de la posmodernidad tecnolgica, en el

    escritor latinoamericano del siglo xx.

    En la filosofa humanista de Alejo Carpentier, Miguel ngel Asturias,

    Jos Lezama Lima, Leopoldo Marechal, Hctor A. Murena, Rodolfo

    Kusch, Ernesto Sbato, Abel Posse, Eduardo A. Azcuy, Jos Luis

    Vttori, sin pretensin de unificarlos pero reconociendo en ellos las marcas

    de un humanismo no meramente progresista ni antrpico, vemos

    surgir el cuestionamiento tico, religioso, filosfico y sociopoltico de

    la modernidad cientfico-tcnica, y asimismo de la posmodernidad que,

    pretendiendo su crtica, acenta muchas de sus facetas constituyendo

    en cierto modo una hipermodernidad. De ah la ambigedad y versatilidad

    de los trminos que se utilizan para definir esta etapa, y la necesidad

    de revisarlos y acotarlos desde una perspectiva americana.

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    captulo 2

    Novela y humanismo

    1. Sujeto filosfico e identidad narrativa

    El trmino sujetoproblemtico para la filosofa modernaha sido

    incorporado a la reflexin esttica y en especial a la teora de la novela

    a partir de la obra de pensadores como Mijal Mijilovich Bajtn, Jean-

    Paul Sartre, Xavier Zubiri, Paul Ricoeur, Hans-Robert Jauss.

    La historia del trmino latino subjectum, que se remonta al griego

    hypokemenon, indica que pas a significar, en los siglos medievales,

    algo distante y aun opuesto con relacin al concepto moderno: la sustancia,

    lo objetivamente dado al hombre.1 Segn Ricoeur, la afirmacin

    cartesiana del cogito tiene el mrito de abrir, precisamente, la configuracin

    del problema de la identidad del individuo.2 Y este problema ha

    sido asumido en nuestro tiempo no solamente por el filsofo sistemtico

    sino asimismo por el escritor, ese fenomenlogo que recoge de modo original

    los datos de la realidad y los procesos ms profundos de su propio

    desarrollo gnoseolgico, tico, esttico, volitivo.

    Ricoeur ha aportado a la reflexin esttica la nocin de identidad narrativa,

    sin limitarse a extraerla del texto literario sino adjudicando a la

    vida misma la textura de un relatum. La vida personal, como la historia

    colectiva, se comprende e interpreta por su naturaleza temporal, al verse

    configurada como narracin unitaria. Asimismo, al no existir, segn el

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    filsofo, un relato absolutamente neutro, la narratividad sirve de propedutica

    a la constitucin de una conciencia tica. Esta perspectiva, que

    ahonda y contina algunos aspectos de la reflexin de Sartre y de Bajtn

    sobre la novela, viene a hacer de sta un gnero autnticamente filosfico,

    una mediacin privilegiada de la comprensin de s y del mundo.3

    1. Danilo Cruz Vlez, Filosofa sin supuestos. De Husserl a Heidegger, Buenos Aires,

    Sudamericana, 1970.

    2. Paul Ricoeur, Soi mme comme un autre, Pars, Seuil, 1990.

    3. Ricoeur ha desarrollado estos conceptos en su magna labor sobre la narratividad histrica

    y novelstica, Temps et Rcit, Pars, Seuil, 3 vols., 1982-1985.

    [29]

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    Graciela Maturo

    Como lo ha sealado agudamente el humanista Bajtn, de formacin

    fenomenolgica, el sujeto-autor, negado por la teora positivista del arte

    y sus derivaciones constructivistas, estructuralistas o posestructuralistas,

    se proyecta en su propio discurso dotado de la peculiaridad del discurso

    potico (literario), pero asume tambin cierta mediatizacin a travs

    del sujeto-personaje, que para la fenomenologa es tan humano como

    el autor y el lector. Se trata precisamente de una mediatizacin ficcional

    pero no por ello falsa, creada por la necesidad de la objetivacin del s

    mismo, que es paso ineludible de su plena y total explicitacin hermenutica.

    A ello apuntan los procesos de identificacin y distanciamiento

    que Bajtn ha descripto admirablemente en sus trabajos tericos.4

    La trayectoria de la conciencia individual es inseparable de la expresin

    personal, autocognoscitiva y reflexiva a la cual denominamos

    adoptando un vocablo originado en la modernidad renacentistanovela.

    La novella, nouvelle o novela es inicialmente el relato en el que

    confluyen el confesionalismo cristiano y la reinterpretacin histrica,

    derivada, incluso degradada, del relato mtico o ejemplar.

    Su origen y desenvolvimiento, as como su expansin en obras amplias,

    de estructura compleja, suele ser fijado en el siglo xvi y especialmente

    ligado al nombre de Cervantes; pero si atendemos a la presencia

    de un sujeto individual podramos remontar su origen al siglo xiii, con

    la Vita Nova de Dante Alighieri, y aun ms atrs, al siglo v, con las

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    Confesiones de San Agustn.

    La novela como gnero corresponde a una fase madura de los pueblos

    y especialmente a la aparicin de la conciencia personal, la mirada

    crtica y reflexiva, e incluso la quiebra de la inocencia originaria. No

    encontramos novelas en el sentido moderno sino relatos o sagas picas

    entre los pueblos indgenas de Amrica, si bien los estudiosos modernos

    hablan de novelas con sentido histrico y referencias al contexto

    prximo, que se distinguen bien de los relatos picos, en la cultura mestiza

    americana, por ejemplo, en Venezuela.5 Cabe pensar que esos frutos

    son el producto de la fractura cultural de los pueblos autctonos y de

    la emergencia de brotes crticos surgidos con la venida de los espaoles.

    Se hace evidente que el proceso de la novela occidental, inherente a

    la autognosis del hombre moderno, ha continuado en Amrica, en primera

    instancia con un sentido testimoniallas crnicasy luego con

    creciente desarrollo de la fabulacin esttica y la reflexin crtica. En la

    4. Mijal Mijilovich Bajtn, Esttica de la creacin verbal, Mxico, Siglo Veintiuno, 1989.

    5. Vase Lyll Barcel Sifuentes, Pemontn Wanamar, Caracas, Monte vila, 1978. La

    autora, que estudia los gneros literarios en las comunidades indgenas de Venezuela,

    habla de las historias nuevas que aparecen en las mismas como resultado de un

    sincretismo cultural que conduce doblemente a la valoracin de la historia real y de la

    persona individual.

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    Novela y humanismo

    novela hispanoamericana, proceso creador de intensa calidad heurstica

    y filosfica, queda configurada la trayectoria personal y colectiva del

    hombre americano, tanto en sus aspectos de simbolizacin figurativa

    como en el despliegue de un discurso autoconsciente, que vuelve hacia

    la figura del escritor y examina lcidamente su propia creacin.

    Es nota tpica de la novela hispanoamericana constituirse como afirmacin

    de un sujeto histrico, tico, comprometido, que no ha desdeado

    afrontar riesgosos caminos de evolucin y fisin interior, confrontacin

    dialgica, desenmascaramiento y transformacin, en un continuo esfuerzo

    de reunificacin de la conciencia y de comprensin de la realidad.

    Una fenomenologa de la novela en nuestro continente se halla pues en

    condiciones de descubrir un perfil de identidad que se enriquece en su

    relacionamiento con el sustrato antropolgico popular, las definiciones

    histricas, los ritos sociales y otros aspectos de la cultura.

    Novela y subjetividad

    El itinerario de la subjetividad es ligado a la experiencia esttica

    en la reflexin de Hans-Robert Jauss, quien estudia especialmente el

    trecho que conduce de las Confesiones de San Agustn a las de Jean-

    Jacques Rousseau.

    El descubrimiento de la individualidaden la medida en que

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    se nos revela, en la historia de la autobiografa, con su forma

    literaria ms genuinaofrece un ejemplo significativo para la

    cuestin de siy cmola polmica de la identidad estaba figurada

    en el campo de la esttica.6

    En la obra de San Agustn asoma la subjetividad cristiana, concebida

    como boceto miserable o imitacin de la unidad profundamente secreta

    de Dios. Los predicados de la identidad divina sirven para definir,

    por contraste, al hombre cado y contingente. La intencin de Jauss es

    mostrar cmo, en la medida en que el hombre tiende hacia su autonoma,

    se apropia de los predicados de la identidad divina acundolos

    en normas de una autoexperiencia que se manifiesta plenamente en la

    autobiografa, germen de la novela moderna.

    Veamos, con el citado autor, cules son esos predicados. En primer

    trmino la totalidad: pese a su deficiencia, el hombre conserva en s una

    imagen de la incolumnitasque hace posible su redencin. San Agustn

    6. Hans-Robert Jauss, Experiencia esttica y hermenutica literaria. Ensayos en el campo

    de la expresin esttica [1977], Madrid, Taurus, 1986, p. 225.

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    Graciela Maturo

    apela a un concepto neoplatnico-cristiano para establecer esa continuidad

    ontolgica entre la unidad de Dios y la existencia humana. El

    cambio de lo no esencial en esencial se convierte en centro de la vida,

    y asimismo en centro de la narracin vital. Ese predicado de totalidad,

    seala Jauss, es usurpado por el hombre moderno con desmedida pretensin,

    tal como vienen a probarlo las Confesiones de Rousseau. El

    yo autnomo entra de un modo universal y a la vez individual en la

    antigua paradoja de la infinita pero abarcable totalidad de Dios: el que

    se conoce a s mismo desde la nueva certeza del sentimiento conoce

    tambin a todos los hombres.7 Dios, en la experiencia rousseauniana,

    ha sido reemplazado por el prjimo.

    Un segundo predicado consiste en la inmutabilidad del que todo lo

    cambia. Seala Jauss en las Confesiones de San Agustn la dicotoma

    insalvable del entonces y el ahora, que deja sin resolver el tema de

    la identidad; en tanto Roussseau, por el contrario, viene a afirmar la

    continuidad del yo en momentos muy diversos.

    La eternidad y ubicuidad de Dios es el tercer predicado que se contra-

    pone, segn Jauss, a la nocin del lmite y la imperfeccin de la memoria

    humana en San Agustn. Surge tambin all la conciencia de la corporalidad

    como nota ligada a la identidad de hombre. A partir de entonces

    asoma en la experiencia esttica la potenciacin del recuerdo y el desafo

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    al lmite, que alcanza a la apropiacin de la omnisciencia divina.8 ste

    es precisamente el cuarto predicado sealado por el filsofo de la escuela

    de Constanza: Rousseau rechaza las premisas agustinianas para legitimar

    la mayora de edad del individuo ilustrado. El autor moderno invita

    al lector a experimentar en s incluso aquello que le es ajeno. Ese lector

    es ascendido a juez supremo, dndose a Dios el lugar de testigo. Estimo

    que esta fenomenologa del sujeto aplicada a dos obras que distan entre

    s nada menos que trece siglos puede dar cuenta del salto abrupto de la

    Modernidad con relacin a la cultura cristiana medieval. Queda en el

    medio otro paradigma, el que corresponde a la cultura tendrica humanista,

    legitimadora de un doble centro: hombre y Dios.

    El camino de la individuacin en la novela hispanoamericana

    La trayectoria descripta por Jauss, es todo el camino recorrido por

    la subjetividad moderna? Puede ser aplicado a Cervantes y a su descendencia

    ese esquema de transferencia de los predicados divinos al in

    7. Hans-Robert Jauss, Experiencia esttica, p. 228.

    8. dem, p. 233.

    Novela y humanismo

    dividuo humano? Son suficientes esos conceptos para abarcar el complejo

    proceso que halla expresin en la novela, y ms especficamente

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    en la novela hispanoamericana? Tales son algunas de las preguntas

    que se nos plantean ante la reflexin, sin duda iluminadora, de Jauss.

    La confesin autobiogrfica se hace camino expresivo de un rumbo

    que los griegos velaron como inicitico y riesgoso: el gnosce te ipsum.

    Es la atmsfera del cristianismo la que permite histricamente el desarrollo

    de ese germen nuevo que abarca la introspeccin, el cambio

    de estado, el descubrimiento de los valores, la reflexin filosfica y la

    opcin volitiva. La novela se hace expresin de la conciencia individual,

    aunque habra que revisar esta expresin si recordamos que individuo

    significa lo indiviso, en tanto que el novelista afronta audaces procesos

    de divisin interna o fisin de la conciencia. Son buenos ejemplos americanos

    Ernesto Sbato y Julio Cortzar.

    El espacio de la novela se abre en dos dimensiones complementarias:

    la conciencia personal y la historia de los hombres. A travs de la novela

    moderna el hombre expresa el desgarramiento social, la fragmentacin

    de la cultura, incluyendo el proceso de la crisis interna que significa

    el cuestionamiento y la fragmentacin del yo. Pero esa conciencia que

    testimonia, evala y expresa no se limita a ser testigo de su tiempo ni a

    reflejar pasivamente su propio desgarramiento. Desde Cervantes hasta

    Marechal o Rulfo, el rumbo de la novela nos ha mostrado la pervivencia

    de un proceso activo de religacin y autoconocimiento, que deriva en

    una hermenutica histrica y en reclamo o propuesta de un proyecto

    tico. Tal es la va que aos atrs sealbamos como rasgo dominante

    en la novela hispanoamericana, y que otros estudiosos de las letras

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    vienen indicando de igual modo.9

    Limitndonos aqu a la rbita literaria hispanoamericana, sealamos

    que ella constituye un campo particularmente rico para constatar

    ese doble movimiento de la subjetividad, que por un lado se reconoce a

    s misma, y por otro experimenta la religacin que le devuelve el vnculo

    trascendente. A travs de la expresin novelstica, el hombre hispanoamericano

    crea un espacio de honda resolucin de las contradicciones

    racionales, reintegra lo disociado, expresa los procesos profundos de la

    conciencia y da testimonio de lo nuevo germen de la novela, sobrepasando

    y completando el trayecto de la subjetividad rousseauniana

    y cartesiana. El ms acabado ejemplo de tal proceso es la novela de

    Leopoldo Marechal Adn Buenosayres.

    9. Graciela Maturo, La literatura hispanoamericana. De la utopa al Paraso, Buenos Aires,

    Garca Cambeiro, 1983; Iber Verdugo, El carcter de la literatura hispanoamericana

    y la novelstica de M.. Asturias, Guatemala, Universidad de San Carlos, 1984.

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    Se convierte as la novela, como modo intensamente elaborado del

    conocimiento y el lenguaje, en va personal de crecimiento que acompaa

    y expresa la transformacin de la conciencia y se hace signo de

    la transformacin del yo contingente y limitado en yo trascendente, en

    conciencia pura.

    Tal conviccin invita a considerar el gnero novela, y en especial

    dentro del mbito hispanoamericano, desde el enfoque y las coordenadas

    bsicas de la fenomenologa, el personalismo y la psicologa de la

    individuacin, tal como ha sido planteada por Carl G. Jung.

    Con diversos matices y enfoques, estas corrientes han replanteado

    el tema del yo trascendental como meta ltima del proyecto humano.

    La bsqueda de identidad es en el fondo bsqueda de ipseidad, como lo

    seala Ricoeur retomando un concepto de Jean Nabert.10 La creacin

    artstica aporta a este proceso su cuota de interiorizacin y develamiento

    simblico, haciendo posible la superacin interna de los conflictos

    por la transformacin de la conciencia. No es ste un descubrimiento

    moderno, si bien ha sido la Modernidad la que histricamente ha desarrollado

    su virtualidad genesaca y hermenutica. El camino de la individuacin

    queda indicado ejemplarmente en el mito del hroe, comn

    a muy diversas culturas, y ahondado como rito por la tragedia griega.

    La novela moderna viene a encarnar plenamente en la persona de

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    un autor real ese proceso de autoconciencia prefigurado en la cultura

    antigua. La vida personal se ofrece a la comprensin e interpretacin

    como el campo ms inmediato de su ejercicio; pero asimismo es el proceso

    de la conciencia el que se presenta como ncleo ltimo de la fabulacin

    novelstica. El hombre es concebido como autor, como gestor, que

    para conocerse a s mismo se encarna figurativamente en un personaje,

    en personajes. Sujeto autoral, sujeto personaje y sujeto lector son

    figuras intercambiables del tejido intersubjetivo novelesco, que surge

    como continuidad y tambin como discontinuidad del mundo de la vida.

    Bajtn nos ha mostrado con gran agudeza la condicin filosfica de la

    autora y la diferencia que separa al autor del fabricante de textos.11 Su

    teora de la novela se distancia, en consecuencia, de aquella que refiere

    el gnero a la acumulacin de textos, de citaciones.12

    Bajtn, prximo a Emmanuel Levinas y a Friederik Buytendijk,

    pone el acento en la autoconstitucin del sujeto en una actividad incesante

    que requiere la relacin con el otro, la mirada del otro. Esto no

    10. Vase Paul Ricoeur, Soi mme

    11. Vase Mijal Bajtn, Esttica de la creacin

    12. Como ejemplo de una contraposicin terica que se hace evidente en la crtica

    literaria contempornea pueden tomarse las obras de Ernesto Sbato El escritor y sus

    fantasmas y de Julia Kristeva El texto de la novela.

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    Nacido en Amrica, o del contacto con Amrica, el Barroco reconoce

    sus fuentes en el humanismo renacentista, que es griego, judo, rabe

    y cristiano. Si decimos que el Barroco nace de Amrica lo hacemos con

    la conviccin, hoy compartida por algunos estudiosos, de que el hecho

    del Descubrimiento promueve un cambio importante en la conciencia

    europea.

    Acaso deba verse en ese fondo cultural abierto y dinmico de un

    cristianismo renovado la clave del arduo mestizaje que se hizo posible

    en este subcontinente, aun a pesar de mentalidades intransigentes que

    predicaron un cristianismo rgido y persiguieron al humanismo.

    El mbito hispanoamericano se ha mostrado siempre proclive a la

    mezcla cultural, e incluso a la integracin de niveles distintos de la cultura,

    en abierto desafo a la idea de un progresismo lineal que da por

    clausuradas las etapas anteriores. Cabra hablar de la posmodernidad

    americanaen continuidad con el Barrocosi este trmino no estuviera

    hoy excesivamente ligado a una atmsfera europea de dismiles caractersticas.

    Por eso hablamos de transmodernidad.

    Es nuestra conviccin que la cultura hispanoamericana ha ofrecido

    al escritor un sustrato dinmico, tensionado por un fuerte sentimiento

    de pertenencia csmica y una innegable valorizacin de la libertad in

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    Graciela Maturo

    dividual. En esa tensionalidad no resuelta crece y fructifica la novela

    hispanoamericana, modo expresivo de una conciencia en expansin.

    En la reflexin filosfica de Alejo Carpentier, Amrica llega a presentarse

    como el recurso del mtodo (camino), el recurso de la historia.13

    Cabe ver en esto algo ms que un mero juego de palabras. El mtodo occidental

    no es para el americano el nico camino transitable o deseable.

    Ms an, parecera que Amrica y Europa, habiendo partido de fuentes

    comunes en la historia de la cultura humana, hubieran tomado rumbos

    dismiles y aun antagnicos.

    2. La nueva novela histrica hispanoamericana

    La literatura hispanoamericana del siglo xx se ha visto desde los

    comienzos tocada por un creciente inters en la historia del continente.

    Ello forma parte de un amplio impulso de afirmacin de la propia identidad,

    que profundiz en las primeras dcadas la valoracin romntica

    del paisaje, el rescate de la propia cultura en todas sus manifestaciones,

    la recreacin del cancionero y el folclore. Desde ese primer tramo se fue

    perfilando el inters de los novelistas por la historia continental, tan-

    to la inicial y fundante como la contempornea. A ese movimiento de

    bsqueda y reinterpretacin pertenecen novelas como La gloria de don

    Ramiro, de Enrique Larreta; Maladrn, de Miguel ngel Asturias; El

    camino del Dorado, de Arturo Uslar Pietri; Zama, de Antonio Di Benedetto;

    El reino de este mundo, de Alejo Carpentier.

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    A partir de 1980, por poner una fecha, movidos por una de las efemrides

    ms convocantes de los ltimos tiempos, los Quinientos aos

    de Amrica, los novelistas latinoamericanos se dieron afanosamente

    a releer y reescribir la historia de la Conquista, acompaados por una

    amplia corriente de historiadores, antroplogos, lingistas e intrpretes

    de la cultura, que en su conjunto han producido una voluminosa

    bibliografa sobre el tema. se ha sido, a nuestro juicio, el mayor evento

    cultural de la segunda mitad del siglo.

    La sola mencin de algunas de estas creaciones, precedidas por las

    novelas de Alejo Carpentier y Leopoldo Marechal, puede darnossin

    pretensin de exhaustividaduna idea de la vigencia que ha tenido el

    fenmeno de la novelizacin histrica a que hacemos referencia: Con

    13. Vanse Alejo Carpentier, El recurso del mtodo, Mxico, Siglo Veintiuno, 1974, y

    nuestra interpretacin de esta novela en Graciela Maturo, Fenomenologa, creacin y

    crtica, Buenos Aires, Garca Cambeiro, 1989. Alejo Carpentier juega con la expresin

    cartesiana discurso del mtodo y la transforma en recurso del mtodo, en implcita

    referencia a los corsi e recorsi de Giambattista Vico.

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    Novela y humanismo

    cierto barroco, de Alejo Carpentier, 1974; El arpa y la sombra, del mismo

    autor, 1978; La isla de Robinson, de Arturo Uslar Pietri, 1981; El mundo

    alucinante, de Reinaldo Arenas, 1982; Los perros del Paraso, de Abel

    Posse, 1983; 1492. Vida y tiempos de Juan Cabezn de Castilla, de Homero

    Aridjis, 1985; Caverncolas, de Hctor Libertella, 1985; Ro de las

    congojas, de Libertad Demitrpulos, 1981; Maluco, de Napolen Bacci

    no Ponce de Len, 1990; Vigilia del Almirante, de Augusto Roa Bastos,

    1992, y El largo atardecer del caminante, de Abel Posse, 1992.14

    Dos grandes orientaciones han presidido esta tarea. Una de ellas puede

    reconocerse como guiada por la anamnesis platnica o reconstruccin

    intuitiva del acontecer, con el apoyo de documentos y textos del pasado y

    una oculta tarea de bsqueda de analogas con los procesos actuales. La

    otra trabaja preferentemente sobre el discurso ya constituido para parodiarlo,

    imitarlo, negarlo, deconstruirlo o trasladarlo al plano humorstico.

    Por supuesto, se da tambin una confluencia de ambas corrientes.

    Un ejemplo de la primera podra ser Ro de las congojasde Libertad

    Demitrpulos, que traslada el punto de vista de la historia del Ro de

    la Plata al mestizo Blas de Acua y a la compaera de Juan de Garay:

    Mara Muratore. Desde el punto de vista de Mara, Juan de Garay adquiere

    una dimensin humana diferente de los estereotipos que nos

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    transmite la historia oficial. Se revelan nuevas facetas, palabras, gestos,

    se adquiere nueva perspectiva respecto de sus decisiones.

    El venezolano Arturo Uslar Pietri publica en 1990 La visita en el

    tiempo, recreacin de la Europa posterior al retiro de Carlos v a un

    monasterio. Es un gesto creador que va en el sentido de la recuperacin

    del tronco cultural hispnico.

    La novela Maluco, del uruguayo Napolen Baccino Ponce de Len,

    trabaja sobre el plano del discurso, inventando un contradiscurso de las

    crnicas conocidas. Quien escribe en forma epistolar es Juanillo Ponce,

    bufn de Hernando de Magallanes. Recoge, en forma de percepciones fugaces,

    detalles de la partida, del viaje, etc., que denuncian al visor directo

    de los hechos. Usa alternadamente procedimientos descriptivos y lricos,

    con referencias a la tradicin literaria: por ejemplo, el robledal de

    Corpesen alusin al Poema de Mo Cidech a andar en la Trinidad;

    pueden leerse estos indicadores como signos de reafirmacin cultural.

    En rigor las dos perspectivas aludidas se entrecruzan, se mezclan.

    Debe verse este gran movimiento como indagacin de la historia no

    escrita, de lo no dicho, lo posible que existi o debi existir; la explicacin

    de lo oculto que sin embargo ha generado consecuencias. Nuestros

    14. El profesor Seymour Menton ofrece una nmina muy amplia, que abarca 367 ttulos.

    Vase Seymour Menton, La nueva novela histrica de la Amrica Latina, 1979-1992,

    Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993.

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    Graciela Maturo

    escritores se propusieron descubrir plenamente el sentido de la historia

    americana, llenando sus huecos y configurando imaginariamente lo

    que no fue descripto o inventariado. Se trataba tambin, innegablemente,

    de un esfuerzo hacia la comprensin del presente y el futuro posible

    de Amrica Latina.

    En esta corriente es notable la diversidad de perspectivas y formas

    dentro de ciertas constantes, que revalidan la libre imaginacin como

    modo legtimo de novelar e historiar. Tambin lo es el inters del escritor

    por textos escritos en el pasado, que a menudo se constituyen en

    fuente y modelo de la obra. En la llamada nueva novela histrica se

    afirma una actitud crtica que demitifica los clichs, las figuras, las

    tradiciones cristalizadas, lo oficialmente admitido. En este punto, sin

    embargo, discrepo con crticos que atribuyen a esta corriente el papel

    de una demitificacin de la Historia. Estimo que la nueva novela hispanoamericana

    tiene un fuerte carcter remitificante: reelabora hechos y

    personajes descubriendo su significacin, relacionndolos con el presente,

    estableciendo vinculaciones entre diferentes momentos del pasado

    y ejerciendo, en fin, una actitud hermenutica y reinterpretativa. A mi

    juicio, la nueva novela histrica se presenta como una reafirmacin de

    la identidad cultural del subcontinente.

    El novelista no poda quedar al margen de la poderosa atraccin

    simblica que ejercen figuras como la nave, la selva, la ciudad, la guerra,

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    el canto, la escritura, el mestizo. Todo ello hizo de las primeras

    crnicas, testimonios y novelas escritas en el continente en el siglo xvi

    un corpus singularmente novedoso, original, reflexivo y polmico, en el

    que asomaron profundas intuiciones de comprensin y crticas demoledoras,

    destinadas a la paulatina rectificacin del rumbo histrico de la

    Conquista y, con el tiempo, a la emancipacin.

    Dentro de esa misma tradicin los novelistas contemporneos se

    asomaron a las fuentes histricas para redescubrirlas, comprenderlas,

    volver a crearlas, expandirlas. El modo especfico de la verdad potica

    vuelve a hacerse presente en la novelizacin de gestas conocidas y episodios

    fabulados, en el discurso escrito de los hroes histricos y en el

    discurso oral que se les atribuye, ms all de los documentos. La perspectiva

    novelesca se ampla, diversifica o invierte. Quien cuenta es a

    veces el hroe histrico, dejndonos ver la trastienda confesional de sus

    crmenes, ambiciones y secretos; a veces son los personajes secundarios,

    la amante, el bufn, el escudero, el soldado oscuro, quienes adquieren

    voz y capacidad reveladora.

    La novela viene pues a cumplir con aquel mandato histrico-cultural

    que le atribuy Bajtn, cuando habl de su capacidad para recoger

    lo no oficialmente establecidoescritural, notarial o mercantilde la

    Historia. Recoge ms bien los imponderables, los sobreentendidos, los

    Novela y humanismo

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    silencios, las miradas, los cuchicheos. Releva el contraste abrupto entre

    el indgena culturalmente mtico, pronto a la simbolizacin de nuevas y

    dolorosas situaciones, y el europeo provisto de mapas, brjulas, armas,

    vidrios y atuendos; ese europeo hispnico ya abierto a la Modernidad, a

    la afirmacin de s y de sus obras, la expansin planetaria, la codicia y

    el afn de dominio, pero a la vez fuertemente asentado en la enseanza

    del Evangelio, y por lo tanto expuesto a la introspeccin y el autocuestionamiento.

    El novelista descubre lo aparentemente imposible: el dilogo, el intercambio

    lingstico, la fractura que hace posible la modificacin de

    ambas partes en la incipiente construccin de algo inslitamente nuevo,

    sobre la progresiva destruccin de lo viejo.

    La novela de 1980-1990 se ubica en el quiasmo del deconstruccionismo

    europeo, con su fragmentacin y diseminacin de los smbolos, y la

    vuelta americana, que no es slo una efectivizacin de las indicaciones

    de Nietzsche y Heidegger sino la puesta en marcha de profundas tendencias

    culturales que se han afirmado en Amrica desde los tiempos

    de la colonia. Amrica se inicia en la historia como una vuelta de los

    tiempos.

    Cronologa de la nueva novela histrica hispanoamericana

    1974

    Alejo Carpentier, Concierto barroco, Madrid, Siglo Veintiuno,

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    1980.

    1975 Carlos Fuentes, Terra Nostra, Barcelona, Seix-Barral, 1975.

    1976 Edgardo Rodrguez Juli, La renuncia del hroe Baltasar, Puer

    to Rico, Editorial Cultural, 1986.

    1978 Alejo Carpentier, El arpa y la sombra, Madrid, Siglo Veintiuno,

    1980.

    1979 Antonio Bentez Rojo, El mar de las lentejas, La Habana, Letras

    Cubanas, 1979.

    1981 Arturo Uslar Pietri, La isla de Robinson, Barcelona, Seix Barral,

    1983.

    1987 Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo, Barcelona,

    Seix Barral.

    1982 Jorge Ibargengoita, Los pasos de Lpez, Mxico, Editorial del

    Ocano.

    1983

    Reinaldo Arenas, El mundo alucinante, Caracas, Pomaire.

    Francisco Herrera Luque, La luna de Fausto, Caracas, Pomaire.

    Abel Posse, Los perros del paraso, Barcelona, Arcos Vergara.

    Juan Jos Saer, El entenado, Barcelona, Destino.

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    40

    Graciela Maturo

    1984

    Denzil Romero, La tragedia del generalsimo (premio Casa de

    las Amricas, 1983), La Habana, Casa de las Amricas.

    Edgardo Rodrguez Juli, La noche oscura del nio Avils,

    Puerto Rico, Huracn.

    1985

    Francisco Herrera Luque, En la casa del pez que escupe el agua,

    La Habana, Casa de las Amricas.

    Toms Eloy Martnez, La novela de Pern, Buenos Aires, Legasa.

    Carlos Fuentes, Gringo viejo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica.

    Hugo Giovanetti, Morir con Aparicio, Montevideo, Arca.

    1987

    Pedro Orgambide, El arrabal del mundo, La Habana, Casa de

    las Amricas.

    Denzil Romero, Grand Tour, Caracas, Alfadil.

    1988 Toms De Mattos, Bernab Bernab,Montevideo, Ediciones de

    la Banda Oriental, 1989.

    1989 Gabriel Garca Mrquez, El general en su laberinto, Barcelona,

    Mondadori.

    1990 Napolen Baccino Ponce de Len, Maluco. La novela de los descubridores,

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    Barcelona, Seix Barral.

    1992

    Abel Posse, El largo atardecer del caminante, Buenos Aires,

    Emec.

    Augusto Roa Bastos, Vigilia del Almirante, Buenos Aires, Sudamericana.

    1993

    Carlos Thorne, El seor de Lunahuan, Buenos Aires, Corregidor.

    3. La relectura de la Historia en la nueva novela

    Tengamos presente que la Historia es por un lado el acontecer que tie-

    ne por sujeto a un pueblo, a un conjunto de pueblos o en cierto modo a la

    humanidad, y es tambin el conjunto de relatos que registran esos acontecimientos,

    crendose as la interaccin de historiae historiografa