manifiesto contra el trabajo

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  • 7/29/2019 Manifiesto Contra El Trabajo

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    krisis

    Beitrge zur Kritik der Warengesellschaft

    Buchvorstellung: Die groe Entwertung

    Einleitung

    Introduction (English translation)

    Massenausfall - (Leseprobe)

    Die Elementarform des Finanzindustriellen Reichtums - (Leseprobe)

    Die Phasen der Krisenverschiebung und ihre Grenzen - (Leseprobe)

    Radiofeature zum Buch

    Rezensionen zum Buch

    Weiterfhrende Aufstze

    Crashkurs-Flugblatt zur aktuellen Finanzkrise

    http://www.krisis.org/http://www.krisis.org/2010/buchvorstellung-die-grosse-entwertunghttp://www.krisis.org/2012/die-grosse-entwertung-einleitunghttp://www.krisis.org/2012/the-great-devaluation-introductionhttp://www.krisis.org/2012/massenausfallhttp://www.krisis.org/2012/die-elementarform-des-finanzindustriellen-reichtums-leseprobehttp://www.krisis.org/2012/die-phasen-der-krisenverschiebung-und-ihre-grenzen-leseprobehttp://www.krisis.org/2012/die-grosse-entwertung-radiofeature-audiohttp://www.krisis.org/2010/buchvorstellung-die-grosse-entwertung#rezensionhttp://www.krisis.org/2010/buchvorstellung-die-grosse-entwertung#vertiefunghttp://www.krisis.org/2008/crashkurs-flugblatt-zur-finanzkrisehttp://www.krisis.org/2008/crashkurs-flugblatt-zur-finanzkrisehttp://www.krisis.org/2010/buchvorstellung-die-grosse-entwertung#vertiefunghttp://www.krisis.org/2010/buchvorstellung-die-grosse-entwertung#rezensionhttp://www.krisis.org/2012/die-grosse-entwertung-radiofeature-audiohttp://www.krisis.org/2012/die-phasen-der-krisenverschiebung-und-ihre-grenzen-leseprobehttp://www.krisis.org/2012/die-elementarform-des-finanzindustriellen-reichtums-leseprobehttp://www.krisis.org/2012/massenausfallhttp://www.krisis.org/2012/the-great-devaluation-introductionhttp://www.krisis.org/2012/die-grosse-entwertung-einleitunghttp://www.krisis.org/2010/buchvorstellung-die-grosse-entwertunghttp://www.krisis.org/http://www.krisis.org/2010/buchvorstellung-die-grosse-entwertung-april-2012
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    Manifiesto contra el trabajo

    Presentacin

    Desde hace ms doce aos la gente que forma parte del Grupo Krisis, de Alemania,intenta desarrollar una posicin, ms all de las corrientes acadmicas dominantes y delos discursos paralizantes de la izquierda movimentista, que suponga una superacindel marxismo de tipo movimiento obrero, sin caer en un discurso afirmativorealista. Siendo conscientes de que esto no resulta posible sin establecer relacionesactivas y organizar foros de discusin, hace aos que la asociacin Krisis e.V., que es laeditora de la revista Krisis, viene or ganizando mesas de discusin, encuentros detrabajo, etc., que persiguen facilitar el intercambio entre personas con voluntad detransformar las viejas maneras de la izquierda, a fin de abrir un debate entre posturas,sectores y modos de hacer hasta ahora dispares, que permita crear una nueva crticasocial de carcter antipoltico.

    En El manifiesto contra el trabajo la gente de Krisis consigue sintetizar muycerteramente los ejes principales de su crtica a la sociedad del trabajo, desarrolladosms extensamente en numerosos artculos y libros. A la gente de Virus nos parecaimportante dar a conocer las posiciones de Krisis, pues pueden contribuir ciertamente aenriquecer debates similares iniciados en el Estado espaol, y que en parte han quedadorecogidos en otros textos publicados con anterioridad en Virus. Completamos la edicindel Manifiesto con un artculo de Robert Kurz, miembro del Grupo Krisis, en el queaporta la interesante nocin de la persona flexible, figura emergente de la decadentemaquinaria capitalista.

    Para contactos con el grupo, os podis dirigir a:

    Frderverein KrisisPostfach 211191011 Erlangen

    Tel./fax: 00-49-911-705628e-mail: ntrenkle AT aol DOT com

    Manifiesto contra el trabajo

    del Grupo Krisis

    1. El dominio del trabajo muerto

    Todos deben poder vivir de su trabajo, dice el principio planteado. Poder vivir est,por tanto, condicionado por el trabajo, y no existir tal derecho, si no se cumple estacondicin.

    J ohann Gottlieb Fichte, Fundamentos del derecho natural segn los principios de la

    doctrina de la ciencia, 1797

    http://www.krisis.org/1999/manifiesto-contra-el-trabajohttp://www.krisis.org/1999/manifiesto-contra-el-trabajo
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    Un cadver domina la sociedad, el cadver del trabajo. Todos los poderes del planeta sehan unido para la defensa de este dominio: el Papa y el Banco Mundial, Tony Blair y

    Jrg Haider, los sindicatos y los empresarios, los ecologistas alemanes y los socialistasfranceses. Todos conocen una nica consigna: trabajo, trabajo, trabajo!

    A quien todava no se haya olvidado de pensar, no le resultar difcil darse cuenta de lainconsistencia de una posicin semejante. Pues la sociedad dominada por el trabajo noest pasando por una crisis temporal, sino que est llegando a sus lmites absolutos. Laproduccin de riquezas se est alejando cada vez ms en una medida que hasta hacepocas dcadas slo era concebible en la ciencia-ficcin del uso de mano de obrahumana como consecuencia de la revolucin microelectrnica. Nadie puede afirmarseriamente que este proceso se vaya a parar o que tenga marcha atrs. La venta de lamercanca mano de obra va a ser tan prometedora en el siglo XXI como la de sillas deposta en el XX. Sin embargo, en esta sociedad, a quien no puede vender su mano deobra se le considera excedente y se le manda al vertedero social.

    El que no trabaje, no come! Esta cnica frmula todava es vlida, y hoy en da inclusoms, porque se vuelve irremisiblemente obsoleta. Es absurdo: la sociedad nunca ha sidotan sociedad del trabajo como en un momento en que el trabajo se est haciendoinnecesario. Es precisamente en el momento de su muerte cuando el trabajo se revelacomo un poder totalitario que no admite otro dios a su lado. Determina el pensar y elactuar hasta en los poros de la cotidianidad y la psique. No se ahorran esfuerzos paraprolongar artificialmente la vida del dolo trabajo. El grito paranoico de empleo

    justifica que se fuerce incluso la destruccin, hace tiempo conocida, de los fundamentosde la naturaleza. Cuando se abre la perspectiva de un par de miserables puestos detrabajo, se permite dejar de lado acrticamente los ltimos obstculos a lacomercializacin total de todas las relaciones sociales. Y se ha convertido en un acto defe comnmente exigido la idea de que es mejor tener cualquier trabajo que ninguno.

    Cuanto ms patente es que la sociedad del trabajo est llegando a su final definitivo, contanta ms violencia se oculta ese final a la conciencia pblica. Los mtodos deocultacin pueden ser tan distintos como se quiera, pero tienen un denominador comn:el hecho mundial de que el trabajo se evidencia como un fin absoluto irracional, que seha hecho obsoleto a s mismo, es redefinido con la terquedad de un sistema enloquecidocomo el fracaso personal o colectivo de individuos, empresas o enclaves. El lmiteobjetivo del trabajo debe parecer, pues, un problema subjetivo de los excluidos.

    Si para unos el paro es el producto de pretensiones desmesuradas, de falta dedisposicin a rendir y de flexibilidad; los dems le reprochan a sus directivos ypolticos incapacidad, corrupcin, codicia o traicin a su enclave econmico. Y al finaltodos acaban por coincidir con el ex presidente federal alemn Roman Herzog: el pasnecesita de un empuje que lo recorra de parte a parte, como si se tratase de unproblema de motivacin de un equipo de ftbol o de una secta poltica. Todos tienenque remar con fuerza como sea, aun cuando haga tiempo que se le hayan escapado losremos de las manos; y todos tienen que ponerse manos a la obra como sea, auncuando no quede nada (o slo sinsentidos) que hacer. El trasfondo de este triste mensajees inequvoco: el que a pesar de todo no consiga la gracia del dolo trabajo, tendr lmismo la culpa, y se le podr prescribir y expulsar sin problemas de conciencia.

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    Esta misma ley de la vctima humana tiene validez mundial. Las ruedas del totalitarismoeconmico aplastan un pas tras otro y demuestran as siempre lo mismo: que stos hancontravenido las llamadas leyes del mercado. Al que no se adapte incondicionalmentey sin considerar las prdidas al transcurso ciego de la competencia total, le castigar lalgica de la rentabilidad. Las bases de la esperanza de hoy son la basura econmica de

    maana. A pesar de esto, los psicpatas econmicos que nos dominan no se dejanperturbar lo ms mnimo por lo que se refiere a su explicacin estrafalaria del mundo.Ya se ha declarado deshechos sociales a tres cuartas partes, ms o menos, de lapoblacin mundial. Se hunde un enclave econmico tras otro. Despus de losdesastrosos pases en vas de desarrollo del Sur y despus de la subdivisin decapitalismo de Estado de la sociedad mundial del trabajo en el Este, han desaparecidoasimismo en el infierno de la catstrofe los alumnos ejemplares de la economa demercado en el sudeste asitico. En Europa tambin hace tiempo que se est extendiendoel pnico. Sin embargo, los jinetes de la triste figura de la poltica y la direccinempresarial continan su cruzada en nombre del dolo trabajo con tanto ms ahnco.

    2. La sociedad neoliberal del apartheid

    El bribn haba destruido el trabajo, aun habiendo tomado el sueldo de untrabajador; ahora tendr que trabajar sin sueldo, imaginando para s mismo en lamazmorra la bendicin del xito y la ganancia [...] Tendr que ser educado para eltrabajo honrado como acto personal libre mediante el trabajo forzado.

    Wilhelm Heinrich Riehl, El trabajo alemn, 1861

    Una sociedad centrada en la abstraccin irracional trabajo desarrolla necesariamente unatendencia al apartheid social, cuando el xito en la venta de la mercanca trabajo sevuelve ms una excepcin que la regla. Todas las fracciones del campo trabajo, queabarca a todos los partidos, han aceptado hace tiempo secretamente esta lgica ycolaboran con entusiasmo en la misma. Ya no discuten sobre si se empuja a losmrgenes a partes cada vez ms grandes de la poblacin y se las excluye de todaparticipacin social, sino slo sobre cmo imponer esta seleccin.

    La fraccin neoliberal confa, segura, el negocio sucio social-darwinista a la manoinvisible del mercado. Es en este sentido que se estn recortando las redes estatales deproteccin social para marginar, de la manera ms silenciosa posible, a aquellos que noson capaces de resistir la competencia. Slo se reconoce como ser humano al que

    pertenece a la hermandad de los sardnicos vencedores de la globalizacin. Todos losrecursos del planeta se usurpan, con toda naturalidad, en nombre de la mquinacapitalista autofinalista. Cuando ya no se puedan emplear de manera rentable para esefin, sern dejados en barbecho, aunque eso suponga hambre para poblaciones enteras.

    A la polica, las sectas salvadoras, la mafia y las cocinas populares les tocar encargarsede esta molesta basura humana. En los EEUU y casi todos los pases de Europacentral hay ms gente en las crceles que en cualquier dictadura militar mediana. Y enLatinoamrica los escuadrones de la muerte de la economa de mercado matandiariamente a ms nios y pobres que a opositores en los peores momentos de represinpoltica. A los excluidos slo les queda una funcin social: la del ejemplo aterrador. Su

    destino ha de servir para que todos los que todava estn en la carrera hacia la tierraprometida sigan aguijonendose en el combate por los ltimos puestos de trabajo; y

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    que incluso la masa de perdedores se mantenga en un trajn incansable para que no seles ocurra rebelarse contra unas imposiciones tan desvergonzadas.

    Pero aun pagando el precio del autoempleo, este nuevo mundo tan bonito de laeconoma de mercado totalitaria slo prev para la mayora un lugar como personas

    sumergidas en la economa sumergida. En tanto que mano de obra ms barata yesclavos democrticos de la sociedad de servicios slo les queda ponersesumisamente al servicio de los vencedores bien pagados de la globalizacin. A losnuevos pobres trabajadores se les permite limpiarle los zapatos a los ltimos hombresde negocios de la sociedad feneciente del trabajo, venderles hamburguesascontaminadas o vigilarles sus centros comerciales. Y quien haya dejado su cerebro en elguardarropa puede incluso soar con el ascenso a millonario de servicios.

    En los pases anglosajones ese mundo de pesadilla ya es realidad para millones depersonas y, en cualquier caso, tambin en el Tercer Mundo y en Europa oriental. Y en latierra del euro parecen estar decididos a recuperarse generosamente del retraso existente

    a este respecto. Los peridicos de economa especializados ya no mantienen en secretosu idea del futuro ideal del trabajo: los nios del Tercer Mundo limpiando parabrisas encruces apestados son el ejemplo brillante de iniciativa empresarial que tienen quehacer el favor de seguir los parados en el desierto de servicios autctono. El ideal delfuturo es el individuo como administrador de su propia mano de obra y de su previsinexistencial, escribe la Comisin sobre Cuestiones de Futuro de los Estados Libres deBaviera y Sajonia. Y : La demanda de servicios sencillos relacionados con las personasser mayor cuanto menos cuesten los servicios, es decir, cuanto menos gane el que lospresta. En un mundo en donde a la gente todava le quedase un mnimo de dignidadesta afirmacin provocara una revuelta social. En un mundo de animales de trabajodomesticados slo lleva a un asentimiento desvalido.

    3. El apartheid del Estado neosocial

    Cualquier trabajo es mejor que ninguno.

    Bill Clinton, 1998

    Ningn trabajo es tan duro como ninguno.

    Lema de una exposicin de carteles de la Oficina Federal de Coordinacin de las

    Iniciativas de Parados de Alemania, 1998El trabajo voluntario debera ser recompensado, no retribuido [...] Pero quien realizaun trabajo voluntario se libra adems de la mcula del paro y del receptor de ayudasocial.

    Ulrich Beck, El alma de la democracia, 1997

    A las fracciones antineoliberales del campo trabajo, en el conjunto de la sociedad, talvez no les guste mucho esta perspectiva, pero tambin tienen muy claro que un serhumano sin trabajo no es un ser humano. Anclados con nostalgia en la era de posguerra

    del trabajo fordista de masas, no piensan en otra cosa que en resucitar esos tiempospasados de la sociedad del trabajo. El Estado se tendra que volver a encargar de aquello

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    que el mercado no puede cubrir. La pretendida normalidad de la sociedad del trabajo setendra que seguir simulando con programas ocupacionales, trabajos forzadoscomunales para receptores de ayudas sociales, subvenciones a enclaves econmicos,endeudamiento y otras medidas polticas. Esta planificacin estatal del trabajo reavivadasin conviccin no tiene la menor posibilidad de xito, pero sigue siendo el punto de

    referencia ideolgico para amplias capas de la poblacin amenazadas por eldesmoronamiento. Y justamente por la desesperanza en la que se fundamente, laprctica que se deriva de la misma es cualquier cosa menos emancipadora.

    La transformacin ideolgica del trabajo escaso en el primer derecho del ciudadanoexcluye, consecuentemente, a todos los no-ciudadanos. La lgica social de seleccin noes, por lo tanto, cuestionada, sino definida de otra manera: la lucha por la supervivenciaindividual ser suavizada mediante criterios tnico-nacionalistas: calandrias autctonasslo para los autctonos, grita el espritu del pueblo reencontrado de nuevo encomunidad gracias al amor perverso al trabajo. El populismo de derechas no le ponereparos a esta conclusin. Su crtica a la sociedad de la competencia slo conduce a la

    limpieza tnica en las zonas en retroceso de la riqueza capitalista.

    Frente a esto, el nacionalismo moderado de cuo socialdemcrata o verde quiere que losinmigrantes laborales de larga duracin cuenten como los autctonos e incluso darles lanacionalidad, si demuestran un buen comportamiento agradecido y garantizan sumansedumbre. Claro que as se puede legitimar popularmente tanto mejor la exclusinacentuada de refugiados del Sur y del Este, y realizarla tanto ms silenciosamente;naturalmente, todo envuelto siempre en un torrente de palabras de humanidad ycivismo. La caza humana de ilegales que se quieren hacer con puestos de trabajosnacionales, no debera dejar, en la medida de lo posible, feas manchas de sangre y fuegoen suelo alemn. Para eso est la polica de fronteras, la polica nacional y los pasesparachoques del territorio Schengen, que lo solucionan todo segn la ley y el derecho ytanto mejor si estn lejos las cmaras de televisin.

    La simulacin estatal del trabajo ya es violenta y represiva de por s. Est al servicio dela voluntad incondicional de mantener con todos los medios disponibles el dominio deldolo trabajo aun despus de su muerte. Este fanatismo burocrtico-laboral no permite alos excluidos, a los parados y a los carentes de oportunidades, y a los que se niegan atrabajar por buenos motivos, disfrutar de un poco de tranquilidad ni siquiera en losresquicios restantes, ya de por s lamentablemente estrechos, del Estado social endescomposicin. Trabajadores sociales y mediadores de empleo les arrastrarn bajo las

    lmparas de interrogatorio estatales, y se vern obligados a humillarse pblicamenteante el trono del cadver reinante.

    Si ante los tribunales suele valer el principio de inocente mientras no se demuestre locontrario, en este caso el peso de las pruebas se invierte. Si en el futuro no quierenvivir del aire y del amor al prjimo, los excluidos tendrn que aceptar cualquier trabajosucio y de esclavos y cualquiera de las medidas de ocupacin, por muy absurda queparezca, para demostrar su disposicin incondicional a trabajar. Da igual si la tarea quehan de realizar slo tiene un sentido remoto o si representa una absurdidad absoluta. Loimportante es que sigan en movimiento permanente para que no olviden cul es la leyque rige sus vidas.

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    Antes los hombres trabajaban para ganar dinero. Hoy en da el Estado no repara engastos para que miles de personas simulen el trabajo desaparecido en peregrinostalleres de entrenamiento y empresas ocupacionales, a fin de mantenerse en formapara puestos de trabajo normales que no van a conseguir nunca. Cada vez se inventanmedidas nuevas y ms estpidas solamente para hacer ver que la calandria social, que

    gira vaca, puede seguir funcionando eternamente. Cuanto menos sentido tiene laobligacin de trabajar, tanto ms brutalmente se machaca a la gente con que tiene queganarse el pan con el sudor de su frente.

    Desde este punto de vista, el nuevo laborismo y sus imitadores en el mundo enterohan demostrado ser del todo compatibles con el modelo neoliberal de la seleccinsocial. Mediante la simulacin de ocupacin y ese querer aparentar un futuro positivode la sociedad del trabajo se crea la legitimacin moral para enfrentarse con mayordureza a los parados y a los que se niegan a trabajar. Al mismo tiempo, el trabajoforzoso estatal, las subvenciones a los sueldos y los llamados trabajos voluntarios noremunerados rebajan cada vez ms los costes laborales. De esa forma, se favorece un

    sector creciente de sueldos bajos y trabajo de miseria.

    La llamada poltica laboral activa, segn el modelo new labour, ni siquiera preserva alos enfermos crnicos y las madres solteras con nios pequeos. Quien reciba ayuda delEstado no se librar de las asfixiantes garras de la burocracia hasta llegar al nicho con sunombre estampado. El nico sentido de esta persistencia impertinente es desanimar almximo de gente posible de realizar reclamaciones al Estado, y ensear a los excluidosinstrumentos de tortura tan repugnantes que hagan aceptable, en comparacin, cualquiertrabajo miserable.

    Oficialmente, el Estado paternalista empua el ltigo slo por amor y siempre con laintencin de educar con rigor a sus hijos considerados mandrosos, en nombre de unfuturo mejor para ellos. En realidad, todas las medidas pedaggicas tienen nica yexclusivamente el fin de sacar a los clientes a palos de su casa. Qu otro significadopodra tener obligar a los parados a trabajar en la recogida de esprragos? El objetivo esque desbanquen all a los trabajadores polacos, que slo se conforman con el salario demiseria porque al cambio les supone una retribucin aceptable en casa. Pero a lostrabajadores forzados ni se les ayuda ni se les abren nuevas perspectivas laborales conestas medidas. Y tambin para los dueos de los campos de esprragos resultan slo unafuente de problemas los desganados doctores y trabajadores especializados con los queson agraciados. Pero si despus de una jornada de trabajo de doce horas en la tierra

    madre alemana, a alguien se le ocurre, de pura desesperacin, que igual no estara tanmal la idea de abrir un puesto de perritos calientes, la ayuda a la flexibilizacin habrdemostrado el efecto neobritnico deseado.

    4. Agudizacin y desmentido de la religin del trabajo

    El trabajo, por muy mammnico y vil que sea, est siempre en relacin con lanaturaleza. Ya el deseo de desempear un trabajo conduce cada vez ms a la verdad ya las leyes y prescripciones de la naturaleza, las cuales son verdad.

    Thomas Carlyle, Trabajar y no desesperarse, 1843

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    El nuevo fanatismo del trabajo, con el que la sociedad reacciona a la muerte de su dolo,es la continuacin lgica y el captulo final de una larga historia. Desde los das de laReforma, todas las fuerzas pilares de la modernizacin occidental han predicado lasantidad del trabajo. Sobre todo en los ltimos 150 aos, todas las teoras sociales ycorrientes polticas han estado prcticamente posedas por la idea del trabajo. Socialistas

    y conservadores, demcratas y fascistas se han combatido a muerte; pero a pesar de todaesta hostilidad mortal, han adorado siempre al dolo trabajo. Apartad a losholgazanes, dice el texto de La Internacional [en su versin alemana, N. del T.]; eltrabajo libera resonaba atrozmente desde el portn de entrada de Auschwitz. Fueronlas democracias plurales de posguerra las que apostaran de verdad a fondo por ladictadura perpetua del trabajo. Incluso la constitucin de la catlica Baviera adoctrina alos ciudadanos en un sentido completamente pegado a la tradicin de Lutero. Eltrabajo es la fuente del bienestar del pueblo y est bajo la especial proteccin delEstado. A finales del siglo XX prcticamente se han evaporado todos los antagonismosideolgicos. Slo ha quedado el dogma comn, inmisericorde, del trabajo como destinonatural del ser humano.

    Hoy en da la realidad misma de la sociedad del trabajo desmiente ese dogma. Lossacerdotes de la religin del trabajo siempre han predicado que el hombre, segn susupuesta naturaleza, es un animal laborans. No se hace hombre hasta que, cualPrometeo, somete la materia natural a su voluntad y se realiza en sus productos. Estemito del conquistador del mundo y del demiurgo, con una misin que cumplir, siempreha sido una burla al carcter del proceso moderno del trabajo, pero pretenda haberposedo un sustrato real en tiempos de los capitalistas-inventores de la talla de Siemenso Edison y sus plantillas de trabajadores especializados. Entretanto, este gesto se havuelto completamente absurdo.

    Quien hoy en da se pregunte todava por el contenido, el sentido y el fin de su trabajo,o se vuelve loco o en factor perturbador del funcionamiento autofinalista de la mquinasocial. El homo faber antes orgulloso de su trabajo que, a su manera torpe, se tomabaan en serio lo que haca, se ha quedado tan anticuado como una mquina de escribirmecnica. El molino tiene que seguir girando a cualquier precio, y con eso basta. Para labsqueda de sentido estn los departamentos de publicidad y ejrcitos enteros deanimadores y psiclogos de empresa, asesores de imagen y camellos. Pero cuando separlotea continuamente de motivacin y creatividad lo nico seguro es que no quedanada de ninguna de las dos, a no ser como autoengao. Por eso la capacidad deautosugestionarse, de venderse a s mismo y la simulacin de competencia figuran hoy

    en da entre las virtudes ms importantes de directivos y especialistas, estrellas de losmedia y contables, maestros y vigilantes de aparcamientos.

    Con la crisis de la sociedad del trabajo tambin ha quedado completamente en ridculola afirmacin de que el trabajo es una necesidad eterna, impuesta a los hombres por lanaturaleza. Desde hace siglos se predica que hay que rendir culto al dolo trabajo,aunque slo sea porque las necesidades no se pueden satisfacer por s mismas sin elesforzado quehacer humano. Y que la meta de todo el montaje del trabajo serasatisfacer las necesidades. Si esto fuera verdad, la crtica del trabajo tendra tan pocosentido como la crtica de la fuerza de la gravitacin. Pero cmo una ley natural deverdad iba a poder entrar en crisis o, incluso, desaparecer? A los portavoces del campo

    social trabajo desde los locos del rendimiento neoliberales, devoradores de caviar,hasta los sindicalistas de barrign cervecero la pseudonaturaleza del trabajo les hace

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    enfrentarse a dificultades argumentativas. O cmo quieren, si no, explicar que trescuartas partes de la humanidad se hundan en la necesidad y la miseria slo porque elsistema de la sociedad del trabajo ya no necesita su trabajo?

    No es ya la maldicin del Antiguo Testamento comers el fruto del sudor de tu

    frente la que pesa sobre los excluidos, sino una nueva perdicin, esta s inexorable:no comers, porque tu sudor no es necesario y es invendible. Y se supone que estoes una ley natural? No es ms que un principio social irracional, que se presenta comoimperativo natural porque, durante siglos, ha destruido o ha sometido todas las demsformas de relacin social, ponindose a s mismo como absoluto. Es la ley natural deuna sociedad que se tiene por sumamente racional, pero que en verdad slo sigue laracionalidad finalista de su dolo trabajo, a cuyas exigencias circunstanciales estdispuesta a sacrificar sus ltimos restos de humanidad.

    5. El trabajo es un principio social coercitivo

    De ah que el obrero se sienta en su casa fuera del trabajo y en el trabajo fuera de s.Est en casa cuando no trabaja, y cuando trabaja no est en casa. Su trabajo, por lotanto, no es voluntario, sino obligado, trabajo forzado. No es, por lo tanto, lasatisfaccin de una necesidad, sino slo un medio para satisfacer necesidades fuera deste. Su carcter ajeno lo pone de relieve el hecho de que, tan pronto deja de existiralguna coaccin fsica o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como de la peste.

    Karl Marx, Manuscritos econmico-filosficos, 1844

    El trabajo no significa de ninguna manera que las personas transformen la naturaleza ose relacionen entre s por su actividad. Mientras haya gente, se construirn casas, seproducirn alimentos, vestidos y otras muchas cosas, se criar a los nios, se escribirnlibros, se discutir, se cultivarn huertos, se compondr msica y muchas ms cosas porel estilo. Esto es algo banal y obvio. Lo que no es obvio es que la actividad humana porexcelencia, el puro empleo de fuerza de trabajo, sin importar su contenido, de formatotalmente independiente de las necesidades y de la voluntad de los implicados, seaelevado a un principio abstracto que domina las relaciones sociales.

    En las antiguas sociedades agrarias haba todo tipo de formas de dominio y derelaciones de dependencia personal, pero ninguna dictadura de la abstraccin trabajo.Las actividades de transformacin de la naturaleza y de las relaciones sociales no tenan,

    desde luego, un carcter autodeterminado, pero tampoco estaban subordinadas a laventa de fuerza de trabajo, sino que ms bien estaban imbricadas en complejossistemas de reglas de prescripciones religiosas, de tradiciones sociales y culturales deobligaciones recprocas. Cada actividad tena su momento y su lugar especial; no habauna forma de actividad general-abstracta.

    Fue el sistema productor de mercancas, con su fin absoluto de la transformacinincesante de energa humana en dinero, el que hizo surgir por primera vez una esferaseparada del resto de relaciones, que haca abstraccin de cualquier contenido, elllamado trabajo: la esfera de la actividad no independiente, incondicional, sin relacincon nada y robotizada, ajena al contexto social restante y obediente a una racionalidad

    final empresarial abstracta ms all de las necesidades. En esa esfera separada de lavida, el tiempo deja de ser tiempo vivo y vivido. Se convierte en una mera materia

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    prima que debe aprovecharse ptimamente: el tiempo es dinero. Cada segundocuenta, cada ida al lavabo es motivo de enfado, cada cruce de palabras con loscompaeros, un crimen contra el fin de produccin independizado. All donde setrabaje, slo se puede hacer uso de energa abstracta. La vida tiene lugar en otro sitio, oen ninguno, porque el ritmo del trabajo se aduea de todo. A los nios se les adiestra

    para el tiempo, para que despus sean laboralmente aptos. Las vacaciones slo sirvenpara reproducir la fuerza de trabajo. E incluso cuando comemos, salimos por lasnoches o amamos suena el reloj de fondo.

    En la esfera del trabajo no cuenta lo que se hace, sino que el hacer se haga como tal,puesto que el trabajo es un fin absoluto en la medida en que es portador de laexplotacin del capital-dinero: la multiplicacin infinita del dinero por mor de s mismo.El trabajo es la forma de actividad de este fin absoluto absurdo. Slo por eso, no porcausas objetivas, todos los productos se producen como mercancas. Porque slo asrepresentan la abstraccin dinero, cuyo contenido es la abstraccin trabajo. En estoconsiste el mecanismo de la calandria social independizada, en la que est presa la

    humanidad.

    Y por eso mismo, el contenido de la produccin es tan indiferente como el uso de lascosas producidas y como sus consecuencias sociales y naturales. Que se construyencasas o se fabrican minas antipersona, que se impriman libros o se cosechen tomatestransgnicos, si por eso la gente se pone enferma o slo se estropea un poco el sabor,todo eso no tiene transcendencia mientras, de la manera que sea, la mercanca seconvierta en dinero y el dinero en nuevo trabajo. Que la mercanca exija un uso concretoy que ste sea destructivo le es completamente indiferente a la racionalidad empresarial,ya que para sta un producto slo es el resultado de trabajo pasado, de trabajo muerto.

    La acumulacin de trabajo muerto como capital, representado con la forma dinero, esel nico sentido que conoce el sistema moderno productor de mercancas. Trabajomuerto? Una locura metafsica! S, pero una metafsica convertida en realidad alalcance de la mano, una locura cosificada que tiene cogida por el cuello a esta sociedad.Las personas no se relacionan como seres sociales conscientes en el eterno comprar yvender, sino que ejecutan como autmatas sociales el fin absoluto que les ha venidoimpuesto.

    6. Trabajo y capital son las dos caras de una misma moneda

    El trabajo rene cada vez ms buena conciencia de su parte: la inclinacin por laalegra ya se llama necesidad de descansar y empieza a avergonzarse de s misma.Cada uno es responsable de su propia salud, se dice cuando se nos sorprende en unaexcursin campestre. Pronto se podra llegar al punto en el que uno no pueda ceder ala inclinacin por una vida contemplativa (es decir, irse de paseo con pensamientos yamigos) sin despreciarse a s mismo y sin remordimientos de conciencia.

    Friedrich Nietzsche, El ocio y la ociosidad, 1882

    La izquierda poltica siempre ha rendido honores al trabajo con especial celo. No sloha elevado el trabajo a esencia del ser humano, sino que tambin lo ha mistificado as a

    supuesto principio opuesto al capital. El escndalo no era para ella el trabajo, sinomeramente su explotacin por el capital. Por eso el programa de todos los partidos de

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    trabajadores era la liberacin del trabajo y no liberarse del trabajo. La oposicinsocial entre capital y trabajo, sin embargo, no es ms que una mera oposicin deintereses distintos (con poderes ciertamente tambin distintos) dentro del fin absolutocapitalista. La lucha de clases fue la forma de poner en juego esos interesescontrapuestos en el campo social comn del sistema productor de mercancas.

    Perteneca a la dinmica interna de explotacin del capital. Da igual que la lucha setuviera que centrar en los sueldos, derechos, condiciones laborales o puestos de trabajo:su ciega condicin previa sigui siendo siempre la calandria dominante con susprincipios irracionales.

    Desde la perspectiva del trabajo, el contenido cualitativo de la produccin cuenta tanpoco como desde la perspectiva del capital. Lo que interesa es nicamente la posibilidadde vender ptimamente la fuerza de trabajo. No se persigue la determinacin comn delsentido y fin del propio quehacer. Si alguna vez se tuvo la esperanza de que taldeterminacin autnoma de la produccin se poda hacer real en las formas del sistemade produccin de mercancas, la mano de obra se ha quitado ya hace tiempo tal

    ilusin de la cabeza. De lo nico de lo que se trata ya es de puestos de trabajo, deocupacin; los propios conceptos demuestran ya el carcter de fin en s mismo detodo el montaje y la falta de poder de decisin para los partcipes.

    Qu, para qu y con qu consecuencias se produce le importa tan poco al vendedor de lamercanca fuerza de trabajo, en ltima instancia, como al comprador. Los obreros de lascentrales atmicas y de las fbricas qumicas cuando ms airadamente protestan escuando se habla de desactivar sus bombas de relojera. Y los empleados deVolkswagen, Ford o Toyota son los ms fanticos partidarios de los programas desuicidio automovilstico. Y no meramente porque se tengan que venderobligatoriamente para que se les permita vivir, sino porque se identifican ciertamentecon esta existencia estpida. Para socilogos, sindicalistas, sacerdotes y otros telogosprofesionales de la cuestin social, todo esto sirve de demostracin del valor tico-moral del trabajo. El trabajo forma la personalidad, dicen. Tienen razn. Lapersonalidad de zombis de la produccin de mercancas que no son capaces ya deimaginarse una vida fuera de su calandria tan amada, para la que se preparan cadada.

    Sin embargo, la clase obrera como clase obrera ha sido en tan poca medida lacontradiccin antagonista y el sujeto de la emancipacin humana como, por otro lado,los capitalistas y directivos han dirigido la sociedad por la maldad de una voluntad

    subjetiva de explotacin. Ninguna casta dominante de la historia ha llevado una vida tanesclava y deplorable como los acosados directivos de Microsoft, Daimler-Chrysler oSony. Cualquier noble medieval los hubiese menospreciado profundamente. Porquemientras ste se poda entregar al ocio y dilapidar ms o menos orgisticamente sufortuna, las lites de la sociedad del trabajo no se pueden permitir ni una pausa. Fuera dela calandria, tampoco ellos saben qu hacer con sus vidas aparte de comportarse comonios; el ocio, el amor al conocimiento y el placer de los sentidos les son a ellos tanajenos como a su material humano. Slo son siervos asimismo del dolo trabajo, meraslites funcionales del fin absoluto irracional de la sociedad.

    El dolo dominante sabe imponer su voluntad sin sujeto sobre la coaccin sorda de la

    competencia, ante la que tambin los poderosos se tienen que arrodillar, justamenteaunque estn dirigiendo cientos de fbricas y moviendo sumas millonarias por todo el

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    planeta. Y si no lo hacen, se les quita de en medio con tan pocos miramientos como a lamano de obra sobrante. Pero es justamente su propia falta de poder de decisin la queconvierte a los funcionarios del capital en inmensamente peligrosos, no su voluntadsubjetiva de explotacin. Ellos son los que menos pueden permitirse preguntarse por elfin y las consecuencias de su hacer infatigable; no se pueden permitir sentimientos ni

    consideraciones. Por eso le llaman realismo cuando desertizan el mundo, afean lasciudades y hacen que la gente empobrezca en medio de la riqueza.

    7. El trabajo es dominio patriarcal

    La humanidad se ha tenido que hacer cosas espantosas antes de conseguir crear el smismo, el carcter idntico, instrumental, masculino del ser humano, y algo de eso serepite todava en cada infancia.

    Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, Dialctica de la Ilustracin

    Aunque la lgica del trabajo y su transformacin forzada en materia dinero puedanpresionar en esa direccin, no todos los mbitos sociales y las actividades necesarias sedejan apresar en esa esfera del tiempo abstracto. Por eso, junto con la esferaindependizada del trabajo, surgi, en cierto modo como su otra cara, tambin la esferaprivada del hogar, de la familia y de la intimidad.

    En ese mbito, definido como femenino, se quedan las actividades mltiples ycambiantes de la vida cotidiana que no se pueden transformar en dinero o slo en casosexcepcionales: desde limpiar y cocinar, pasando por la educacin de los hijos y elcuidado de los mayores, hasta el trabajo del amor del ama de casa de tipo ideal, quemima a su hombre agotado por el trabajo y le sirve de reserva afectiva. Es por eso quela esfera de la intimidad, como la otra cara del trabajo, es declarada baluarte de laverdadera vida por la ideologa burguesa de la familia, aunque en realidad la mayorade las veces no sea ms que un infierno ntimo. El asunto es que no se trata de unaesfera de vida mejor y verdadera, sino ms bien de una forma igual de estpida ylimitada de la existencia, a la que se ha adjudicado un designio distinto. Esta esferatambin es producto del trabajo, aunque separado de ste, pero slo existente conrelacin a ste. Sin el espacio social separado de la actividad femenina nunca hubiesepodido funcionar la sociedad del trabajo. Este lugar es su silenciosa condicin previa y,al mismo tiempo, su resultado especfico.

    Esto tambin vale para los estereotipos sexuales que experimentaron su generalizacincon el desarrollo del sistema de produccin de mercancas. No es casual que seconvirtiera en un estereotipo extendido la imagen de la mujer de comportamientonatural e instintivo, irracional y llevada por sus emociones de manera paralela a la delhombre trabajador, creador de cultura, racional y con dominio sobre s mismo. Ytampoco es casualidad que la autopreparacin del hombre blanco para las exigencias deltrabajo y de la administracin estatal de recursos humanos se viese acompaada durantesiglos de una brutal caza de brujas. Tambin la apropiacin cientfica del mundo quecomenz al mismo tiempo estuvo contaminada en sus races por el fin absoluto de lasociedad del trabajo y sus prescripciones para cada gnero. De esta forma, el hombreblanco, para poder funcionar sin dificultades, expuls de s todos los sentimientos y

    necesidades emocionales que en el reino del trabajo slo resultan factores molestos.

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    En el siglo XX, sobre todo en las democracias fordistas de posguerra, las mujeresfueron integradas progresivamente en el sistema laboral. Sin embargo, el resultado sloha sido una conciencia femenina esquizofrnica. Pues, por un lado, la entrada de lasmujeres en la esfera del trabajo no poda traer una liberacin, sino la misma disposicinrespecto al dolo trabajo que los hombres. Y por otro lado, la estructura de la

    separacin continu existiendo y, con ella, tambin la esfera de las actividadesdefinidas como femeninas fuera del trabajo oficial. Las mujeres fueron sometidas, deesta manera, a una doble carga y, a la vez, a imperativos sociales completamentecontrapuestos. En la esfera del trabajo siguen ocupando hasta el presente, en su mayora,puestos de trabajo peor pagados y subalternos.

    Una lucha, conforme con el sistema, por cuotas y oportunidades de carrera para mujeresno cambiar nada de esto. La lamentable visin burguesa de la compatibilidad deprofesin y familia deja intacta la separacin de esferas del sistema de produccin demercancas y, en consecuencia, la estructura del desdoblamiento. Para la mayora delas mujeres esa perspectiva es invivible; para una minora de mejores sueldos se

    convierte en una posicin prfida de ganadora en el apartheid social, al poder delegarlas tareas domsticas y el cuidado de los nios a empleadas (obviamente mujeres)mal pagadas.

    La sagrada esfera burguesa de la llamada vida privada y de la familia, en realidad, se vecada vez ms mermada y degradada en la totalidad de la sociedad, porque la usurpacinde la sociedada del trabajo exige la totalidad de la persona, entrega completa, movilidady disponibilidad temporal total. El patriarcado no es abolido, se vuelve ms salvaje en lacrisis no reconocida de la sociedad del trabajo. En la misma medida en que se derrumbael sistema de produccin de mercancas, se hace responsable a las mujeres de lasupervivencia en todos los mbitos, mientras que el mundo masculino siguemanteniendo de manera simulada las categoras de la sociedad del trabajo.

    8. El trabajo es la actividad de los incapacitados

    La identidad entre trabajo y ausencia de poder decisorio se puede demostrar no slofctica, sino tambin conceptualmente. Hace unos pocos siglos las personas eranconscientes de la relacin entre trabajo e imposicin social. En casi todas las lenguaseuropeas el concepto trabajo se refiere originalmente slo a la actividad de la gentesin poder decisorio, de los dependientes, los siervos y los esclavos. En el mbitolingstico germnico se refera al trabajo mprobo de un nio hurfano y, por eso, cado

    en la servidumbre. En latn laborare significa tanto como sufrir una pesada carga yse refiere, en sntesis, a los padecimientos y vejaciones de los esclavos. Las palabrasromnicas travail, trabajo, etc., se derivan del latn tripalium, una especie deyugo que se empleaba para la tortura y castigo de esclavos u otras personas privadas delibertad. En la expresin el yugo del trabajo an resuena ese origen.

    Trabajo, por lo tanto, no es ni en su origen etimolgico un sinnimo de actividadhumana autnoma, sino que se remite a un triste destino social. Es la actividad de losque han perdido su libertad. La expansin del trabajo a todos los miembros de lasociedad no es, en consecuencia, ms que la generalizacin de la dependencia servil; yla adoracin moderna del trabajo, no es ms que la elevacin casi religiosa de esta

    situacin.

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    Estas circunstancias se pudieron ocultar con xito y se pudo interiorizar estedespropsito social porque la generalizacin del trabajo se vio acompaada de sucosificacin, a travs del sistema moderno de produccin de mercancas: la mayorade las personas ya no estn bajo el ltigo de un solo seor. La dependencia social se haconvertido en un conjunto de relaciones abstractas del sistema y, por lo tanto, se ha

    hecho total. Se nota en todas partes y, precisamente por eso, apenas si se puedeconcebir. Donde todos son siervos, son todos al mismo tiempo seores, en tanto quecada uno es su propio tratante de esclavos y vigilante. Y todos obedecen al doloinvisible del sistema, al gran hermano de la explotacin del capital que los ha enviadobajo el tripalium.

    9. La historia de la imposicin sangrienta del trabajo

    El brbaro es perezoso y se diferencia del hombre culto en que se recrea en su propiaabulia, puesto que la educacin prctica consiste justamente en el hbito y en lanecesidad de ocupacin.

    Georg W. F. Hegel, Fundamentos de filosofa del derecho, 1821

    En el fondo, ahora se siente [...] que semejante trabajo es la mejor polica, quemantiene a todo el mundo a raya y que sabe cmo evitar con firmeza el desarrollo de larazn, la concupiscencia y el deseo de independencia. Puesto que emplea una cantidadenorme de energa nerviosa, la cual sustrae a las actividades de meditar, ensimismarse,soar, preocuparse, amar, odiar.

    Friedrich Nietzsche, Los aduladores del trabajo, 1881

    La historia de la Modernidad es la historia de la imposicin del trabajo, que ha dejadotras de s una inmensa huella de destruccin y horror en todo el planeta; puesto que nosiempre ha estado tan interiorizada como en el presente la exigencia de empear lamayor parte de la energa vital en un fin absoluto ajeno. Han hecho falta varios siglos deviolencia pura en grandes cantidades para que la gente, literalmente bajo tortura, acepteponerse al servicio incondicional del dolo trabajo.

    Al principio no estuvo la supuesta propagacin favorecedora de la prosperidad de lasrelaciones de mercado, sino el hambre insaciable de dinero de los aparatos de Estadoabsolutistas para financiar las primeras mquinas militares de la Modernidad. Slo por

    el inters de estos aparatos, que por primera vez en la historia conseguan inmovilizarburocrticamente a toda la sociedad, se aceler el desarrollo del capital comercial yfinanciero de las ciudades ms all de las relaciones comerciales tradicionales. Fue ascomo el dinero se convirti, por primera vez, en un asunto social central; y laabstraccin trabajo, en un requisito social central sin consideracin de necesidades.

    La mayora de las personas no fueron voluntariamente a la produccin para mercadosannimos y, con ello, a una economa del dinero generalizada, sino porque el hambreabsolutista de dinero haba monetarizado los impuestos y los haba elevadoexorbitantemente. No tenan que ganar dinero para s mismas, sino para elmilitarizado Estado de armas de fuego premoderno, para su logstica y su burocracia. Es

    de este modo y no de otro como naci el absurdo fin absoluto de la explotacin delcapital y, con sta, el trabajo,

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    Pronto dejaron de ser suficientes los impuestos y las contribuciones monetarias. Losburcratas absolutistas y los administradores capitalista-financieros se dispusieron aorganizar forzosamente a la gente como material de una mquina social detransformacin del trabajo en dinero. Se destruyeron las formas tradicionales de vida yexistencia de la poblacin; no porque esta poblacin hubiese intentado continuar su

    progreso libre y autnomamente, sino porque era necesaria como material humano dela mquina de explotacin que se haba puesto en marcha. Se sac a la gente de suscampos con la violencia de las armas, a fin de hacer sitio para la cra de ovejas para lasmanufacturas de lana. Se abolieron todos los derechos tales como la caza libre, la pescay la recogida de lea en los bosques. Y cuando las masas empobrecidas deambulabanpidiendo limosna y robando por los campos, entonces se las encerraba en casas detrabajo y manufacturas, para maltratarlas con mquinas de trabajo torturadoras y parainculcarles a la fuerza la conciencia de esclavos de animales de trabajo sumisos.

    Pero tampoco esta transformacin a empellones de sus sbditos en el material del dolotrabajo, productor de dinero, fue ni mucho menos suficiente para los monstruosos

    Estados absolutistas. Extendieron sus pretensiones tambin a otros continentes. A lacolonizacin interna de Europa le sigui otra externa, primero en las dos Amricas y enpartes de frica. Aqu los agentes de imposicin del trabajo perdieron definitivamentetodas sus inhibiciones. Se lanzaron con campaas de saqueo, destruccin y exterminio,hasta entonces nunca vistas, sobre los mundos redescubiertos; las vctimas de all nisiquiera tenan el valor de seres humanos. Las potencias europeas, devoradoras dehombres, de la emergente sociedad del trabajo se atrevan a definir las culturasextranjeras subyugadas como salvajes y antropfagas.

    De esa forma, se dotaban de legitimidad para eliminarlas o esclavizarlas a millones. Laesclavitud literal en las plantaciones y explotaciones de materias primas coloniales, quesuper en sus dimensiones incluso a la esclavitud de la Antigedad, es uno de loscrmenes fundacionales del sistema de produccin de mercancas. Por primera vez, sepuso en prctica a lo grande el exterminio por el trabajo. ste fue el segundo pilar dela sociedad del trabajo. El hombre blanco, que ya era portador del estigma de laautodisciplina, poda desfogar su odio reprimido a s mismo y su complejo deinferioridad con los salvajes. Al igual que la mujer, no eran para l ms que medioseres, entre animales y hombres, prximos a la naturaleza y primitivos. Inmanuel Kantconjeturaba con agudeza que los papiones podran hablar si se lo propusieran, pero queno lo hacan porque tenan miedo de que entonces se les mandase a trabajar.

    Ese razonamiento grotesco hace recaer una luz traidora sobre la Ilustracin. El ethos deltrabajo de la Modernidad, que haca referencia en su versin protestante originaria a lagracia de Dios y desde la Ilustracin, a la ley natural fue enmascarada como misincivilizadora. En este sentido, cultura es la subordinacin voluntaria al trabajo; y eltrabajo es masculino, blanco y occidental. Lo contrario, la naturaleza no-humana,informe y sin cultura es femenina, de color y extica; y, por lo tanto, se ha de sometera la coaccin. En pocas palabras, el universalismo de la sociedad del trabajo es, ya ensus races, profundamente racista. La abstraccin universal trabajo slo se puede definira s mismo distancindose de todo lo que no es absorbido por l.

    Los pacficos comerciantes de las antiguas rutas comerciales no fueron los antecesores

    de la burguesa moderna, que, en definitiva, fue la heredera del absolutismo. Fueronms bien los condotieros de las bandas de mercenarios de principios de la Modernidad,

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    los alcaides de las casas de trabajo y de las penitenciaras, los recaudadores deimpuestos, los tratantes de esclavos y otros usureros los que prepararon la tierra madrepara el espritu empresarial moderno. Las revoluciones burguesas de los siglos XVIIIy XIX no tuvieron nada que ver con la emancipacin social; slo reubicaron lasrelaciones de poder dentro del sistema de coercin surgido, liberaron las instituciones de

    la sociedad del trabajo de los caducos intereses dinsticos e impulsaron su cosificaciny despersonalizacin. Fue la gloriosa Revolucin Francesa la que anunci con un pathosespecial el deber de trabajar y la que introdujo nuevos correccionales de trabajo con unaLey para la erradicacin de la mendicidad.

    Esto era justo lo contrario de lo que perseguan los movimientos sociales rebeldes queardan en los mrgenes de las revoluciones burguesas, sin consumirse en ellas. Muchoantes ya se haban dado formas autnomas de resistencia y de rechazo que no significannada para la historia oficial de la sociedad del trabajo y de la modernizacin. Losproductores de las antiguas sociedades agrarias, que nunca aceptaron tampoco sin roceslas relaciones de dominio feudales, no se queran resignar, con mucho ms motivo, a

    que se hiciese de ellos la clase obrera de un sistema de relaciones ajeno a ellos. Desdelas guerras campesinas de los siglos XV y XVI hasta las revueltas de los movimientosluego denunciados como los destructores de mquinas, en Inglaterra, y ellevantamiento de los obreros textiles de Silesia, en 1844, slo se sigue una nica cadenade amargas luchas de resistencia contra el trabajo. La imposicin de la sociedad deltrabajo y una guerra civil, abierta a veces y latente otras, han ido durante siglos unidas.

    Las antiguas sociedades agrarias eran cualquier cosa menos paradisacas. Pero laimposicin espantosa de la sociedad del trabajo que irrumpa en escena era vivida por lamayora como un empeoramiento y tiempo de desesperacin. De hecho, pese a laestrechez de la situacin, la gente tena algo que perder. Lo que en la falsa concienciadel mundo moderno se presenta como tinieblas y plagas de una Edad Media ficticiaeran, en realidad, los horrores de su propia historia. En las culturas precapitalistas y nocapitalistas, tanto dentro como fuera de Europa, el tiempo diario y anual de actividadproductiva era muy inferior incluso al actual de los empleados modernos de fbricasy oficinas. Y esta produccin no era ni mucho menos tan condensada como en lasociedad del trabajo, sino que estaba impregnada por una marcada cultura del ocio y deuna relativa lentitud. Dejando de lado las catstrofes naturales, las necesidadesmateriales primarias estaban mucho mejor cubiertas para la mayora que en largosperiodos de la historia de la modernizacin; y, en cualquier caso, mejor que en lossuburbios espantosos del mundo en crisis actual. Tampoco el poder se poda hacer tan

    presente hasta el ltimo rincn como en la sociedad del trabajo completamenteburocratizada.

    Por eso, la resistencia contra el trabajo slo se pudo quebrar militarmente. Hasta elpresente, los idelogos de la sociedad del trabajo siguen fingiendo que la cultura deproduccin premoderna no se desarroll porque se ahog en su propia sangre. Losactuales demcratas declarados del trabajo prefieren achacar todos esos horrores a lascircunstancias predemocrticas de un pasado con el que no tendran ya nada que ver.No quieren reconocer que la prehistoria terrorista de la Modernidad desvelatraicioneramente la esencia tambin de la actual sociedad del trabajo. La administracinburocrtica del trabajo y el registro estatal de personas en las democracias industriales

    nunca pudo ocultar sus orgenes absolutistas y coloniales. En la forma de la cosificacinhacia un contexto sistmico impersonal, la administracin represiva de la gente en

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    nombre del dolo trabajo incluso ha crecido y ha penetrado en todos los mbitos de lavida.

    Justo ahora, en plena agona del trabajo, se vuelve a sentir, como en los comienzos de lasociedad del trabajo, la garra asfixiante de la burocracia. La administracin del trabajo

    se desvela como el sistema coercitivo que siempre ha sido, al organizar el apartheidsocial e intentar conjurar, en vano, la crisis mediante esclavismo estatal democrtico. Demanera similar, tambin regresa el espritu maligno del colonialismo mediante laadministracin econmica impuesta en los pases de la periferia, arruinados, uno trasotro, por el Fondo Monetario Internacional. Tras la muerte de su dolo, la sociedad deltrabajo vuelve a recurrir, en todos los sentidos, a los mtodos de sus crmenesfundacionales, los cuales, sin embargo, no podrn salvarla.

    10. El movimiento obrero fue un movimiento por el trabajo

    El trabajo tiene que empuar el cetro, siervo debe ser slo el que va ocioso, el trabajo

    debe regir el mundo, porque solo l es el fundamento del mundo.

    Friedrich Stampfer, En honor al trabajo, 1903

    El movimiento obrero clsico, que vivi su auge mucho despus del ocaso de lasantiguas revueltas sociales, ya no luchaba contra los abusos del trabajo, sino quedesarroll una sobreidentificacin con lo aparentemente inevitable. Lo que perseguaera slo ya derechos y mejoras dentro de la sociedad del trabajo, cuyas imposicioneshaca tiempo que haba interiorizado ampliamente. En vez de criticar radicalmente latransformacin de energa humana en dinero como fin absoluto irracional, acept elpunto de vista del trabajo y concibi la explotacin econmica como un orden decosas positivo y neutral.

    As, el movimiento obrero haca suyo a su manera la herencia del absolutismo, elprotestantismo y la ilustracin burguesa. De la desgracia del trabajo se pas al falsoorgullo de trabajar, que redefini como derecho humano la domesticacin propia enmaterial humano del dolo moderno. En cierta forma, los parias domesticados deltrabajo le dieron la vuelta ideolgicamente a la tortilla y desarrollaron un celomisionario, que les llev a reclamar, por un lado, el derecho al trabajo para todos y,por otro, a exigir el deber de trabajar para todos. La burguesa no fue combatida entanto que portadora funcional de la sociedad del trabajo, sino que, por el contrario, fue

    insultada en nombre del trabajo por parasitaria. Todos los miembros de la sociedad, sinexcepciones, tenan que ser reclutados a la fuerza para los ejrcitos del trabajo.

    El movimiento obrero se convirti as, l mismo, en pionero de la sociedad capitalistadel trabajo. Fue l quien impuso los ltimos escalones de la cosificacin, en el procesode desarrollo del trabajo, contra los torpes portadores funcionales burgueses del sigloXIX y principios del XX; de manera muy similar a como la burguesa se habaconvertido en heredera del absolutismo un siglo antes. Esto fue slo posible porque lospartidos obreros y los sindicatos, en el curso de su idolatracin del trabajo, fuerontomando una actitud positiva respecto al aparato estatal y las instituciones de laadministracin represiva del trabajo, las cuales no queran abolir, sino ocupar ellos

    mismos, en una especie de marcha a travs de las instituciones. De esta manera

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    hacan suya, lo mismo que antes la burguesa, la tradicin burocrtica de gestinsociolaboral de las personas iniciada con el absolutismo.

    La ideologa de la generalizacin social del trabajo exiga, no obstante, tambin unasituacin poltica nueva. En lugar de la divisin constante con derechos polticos

    distintos (por ejemplo, el derecho de voto segn el grupo impositivo), en la sociedad deltrabajo a medio imponer tuvo que irrumpir la igualdad democrtica general del Estadodel trabajo consumado. Y las desigualdades en el funcionamiento de la mquina deexplotacin, en tanto que sta determinaba la totalidad de la vida social, tuvieron quecompensarse social-estatalmente. El movimiento obrero tambin proporcion elparadigma para esto. Bajo el nombre de socialdemocracia, se convirti en elmovimiento civil ms grande de la historia, que no poda ser otra cosa que unatrampa puesta a s mismo. Porque en la democracia todo es negociable menos lasimposiciones de la sociedad del trabajo, que se presuponen de manera ms bienaxiomtica. Lo nico que se puede discutir son las modalidades y maneras de aplicardichas imposiciones. No queda ms que la eleccin entre Ariel o Dixan, entre la peste y

    el clera, entre ser un fresco o un tonto, entre Kohl y Schrder.

    La democracia de la sociedad del trabajo es el sistema de dominio ms prfido de lahistoria: un sistema de autoopresin. Por eso, esta democracia no organiza nunca ladeterminacin libre de los miembros de la sociedad sobre los recursos comunes, sinoslo la forma legal de las mnadas trabajadoras, separadas unas de otras, que tienen quedejarse la piel en el mercado compitiendo entre s.

    Democracia es lo contrario de libertad. Y as, las personas trabajadoras democrticasacaban por degenerar, necesariamente, en administradores y administrados, enempresarios y empleados, en lites funcionales y material humano. Los partidospolticos, y principalmente los partidos obreros, reflejan fielmente esta situacin en supropia estructura. Dirigentes y dirigidos, gente prominente y gente de a pie, lderes ysimpatizantes son muestra de una situacin que nada tiene que ver con un debate o unatoma de decisiones abierta. Es un constituyente integral de esta lgica del sistema quelas propias lites no puedan ms que ser funcionarios heternomos del dolo trabajo yde sus resoluciones ciegas.

    Como muy tarde desde los nazis, todos los partidos son partidos de trabajadores y, almismo tiempo, del capital. En las sociedades en vas de desarrollo del Este y del Sur,el movimiento obrero mut en el partido terrorista de Estado de la modernizacin an

    por hacer; en Occidente, en un sistema de partidos populares con programasintercambiables y figuras mediticas representativas. La lucha de clases se ha acabadoporque se ha acabado la sociedad del trabajo. Las clases se muestran como categorassociales funcionales de un sistema fetichista comn, en la misma medida en que estesistema se extingue. Cuando la socialdemocracia, los verdes y los ex comunistas sehacen un hueco en la administracin de la crisis y disean programas represivosespecialmente mezquinos, entonces demuestran slo que son los herederos legtimos deun movimiento obrero que nunca ha querido otra cosa que trabajo a cualquier precio.

    11. La crisis del trabajo

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    El principio moral fundamental es el derecho de los hombres al trabajo [...] Segn miparecer, no hay nada ms abominable que una vida ociosa. Ninguno de nosotros tienederecho a algo semejante. En la civilizacin no hay sitio para gente ociosa.

    Henry Ford

    El capital es l mismo la contradiccin en proceso [en tanto] que tiende a reducir eltiempo de trabajo a un mnimo, mientras que, por otro lado, pone el tiempo de trabajocomo nica medida y fuente de riqueza [...] Por una parte, en consecuencia, llama a lavida a todos los poderes de la ciencia y la naturaleza, as como de la combinacinsocial y la circulacin social, a fin de hacer la creacin de riqueza (relativamente)independiente del tiempo de trabajo que haya exigido. Por otra parte, quiere medir esasenormes fuerzas sociales, as creadas, segn el tiempo de trabajo y encauzarlas en loslmites que se requieren para mantener como valor el valor ya conseguido.

    Karl Marx, Contribucin a la crtica de la economa poltica, 1857-58

    Despus de la Segunda Guerra Mundial, por un breve momento histrico, pudo parecercomo si la sociedad del trabajo en las industrias fordistas se hubiese consolidado comoun sistema de prosperidad eterna, en el que lo insoportable del fin absoluto coercitivose pudiese aliviar de manera permanente con el consumo de masas y el Estado social.Aparte de que semejante idea fue siempre una fantasa democrtica de parias, que slose refera a una pequea minora de la poblacin mundial, tambin iba a quedardesacreditada en los centros. Con la tercera revolucin industrial de la microelectrnica,la sociedad del trabajo tropieza con su lmite histrico absoluto.

    Era de prever que se llegara antes o despus a ese lmite. Porque el sistema deproduccin de mercancas adolece desde su nacimiento de una contradiccin incurable.Por un lado, vive de chupar energa humana en cantidades masivas mediante ladilapidacin de mano de obra en su maquinaria, cuanta ms mejor. Por otro lado, la leyde la competitividad empresarial impone un crecimiento constante de la productividad,en la que la fuerza de trabajo humana se sustituye con capital en forma deconocimientos cientficos.

    Esta autocontradiccin ya haba sido la causa profunda de todas las crisis anteriores,entre ellas la atroz crisis econmica mundial de 1929-33. Estas crisis, sin embargo,siempre se pudieron superar con mecanismos de compensacin: cada vez que se

    alcanzaba una cima de productividad, despus de un cierto tiempo de incubacin ygracias a la expansin de los mercados a ms estratos de compradores, se volva aengullir, en trminos absolutos, otra vez ms trabajo del que antes se haba eliminadopor motivos de racionalizacin. El empleo de mano de obra por producto se reduca,pero en trminos absolutos se producan ms productos en una cantidad que permitasobrecompensar esta reduccin. Mientras que la innovacin de productos super a lainnovacin de procesos, se pudo traducir la autocontradiccin del sistema en unmovimiento de expansin.

    El ejemplo ms caracterstico es el del coche: mediante las cadenas de montaje y otrastcnicas de racionalizacin cientfica del trabajo (aplicadas por primera vez en la

    fbrica de coches de Henry Ford en Detroit) se reduce el tiempo de trabajo por coche al

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    mnimo. A la vez el trabajo se densifica prodigiosamente, de forma que el materialhumano es mucho ms esquilmado en el mismo lapso de tiempo.

    De esta manera, se satisfaca en un grado mayor el hambre insaciable de energahumana del dolo trabajo, pese a la produccin en cadena racionalizada de la segunda

    revolucin industrial del fordismo. Al mismo tiempo, el coche es el ejemplo central delcarcter destructivo de los modos de produccin y consumo altamente desarrollados dela sociedad del trabajo. En inters de la produccin masiva de coches y del transporteindividual masivo, se cubre de asfalto y se afea la naturaleza, se contamina el medioambiente y, con indiferencia, se toma por normal que en las carreteras del mundo, unao s y otro tambin, haga estragos una tercera guerra mundial no declarada, conmillones de muertos y lisiados.

    Con la tercera revolucin industrial de la microelectrnica se desvanece el anteriormecanismo de compensacin mediante expansin. Aunque mediante lamicroelectrnica tambin se abaratan, por supuesto, muchos productos y se crean otros

    nuevos (sobre todo en el mbito de la comunicacin); por primera vez, el ritmo deinnovacin de procesos supera el ritmo de innovacin de productos. Por primera vez, seelimina ms trabajo por motivos de racionalizacin del que se puede reabsorber con laexpansin de los mercados. Como consecuencia lgica de la racionalizacin, la robticaelectrnica sustituye la energa humana y las nuevas tecnologas de comunicacin hacenel trabajo innecesario. Se arruinan sectores y mbitos enteros de la construccin, laproduccin, el marketing, el almacenamiento, la distribucin e incluso de la gestin. Porprimera vez, el dolo trabajo se somete involuntariamente a s mismo a una estricta dietapermanente. Y con ella pone las bases de su propia muerte.

    Dado que la sociedad democrtica del trabajo consiste en un autofinalista sistemamadurado y autorregenerativo de consumo de mano de obra, dentro de sus formas no esposible introducir un cambio hacia la reduccin generalizada del tiempo de trabajo. Laracionalidad de la economa de empresa exige que, por un lado, masas cada vez msnumerosas se queden sin trabajo de manera permanente y, de esta forma, se veanapartadas de la reproduccin de su vida inmanente al sistema; mientras que, por otro, elnmero cada vez ms reducido de empleados se vea sometido a unas exigencias detrabajo y de rendimiento tanto mayores. En medio de la riqueza reaparecen la pobreza yel hambre incluso en los propios centros capitalistas; una gran cantidad de medios deproduccin y campos de cultivo intactos permanecen en desuso; una gran cantidad depisos y edificios pblicos permanecen vacos, mientras que la mendicidad aumenta sin

    parar.El capitalismo se est convirtiendo en un espectculo global para minoras. Empujadopor la necesidad, el feneciente dolo trabajo se est autofagocitando. En busca dealimento laboral restante, el capital hace saltar por los aires las fronteras de la economanacional y se globaliza en una competencia de suplantacin nmada. Regiones enterasse ven apartadas por las corrientes globales de capitales y mercancas. Con una ola sinprecedentes histricos de fusiones y compras no amistosas, las multinacionales seestn armando para la ltima batalla de la economa de empresa. Los Estados y nacionesdesorganizados implosionan; los pueblos arrastrados a la locura por la lucha por lasupervivencia, se lanzan a guerras de bandidaje entre ellos.

    12. El final de la poltica

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    La crisis del trabajo arrastra consigo necesariamente la crisis del Estado y, enconsecuencia, de la poltica. En principio, el Estado moderno tiene que agradecerle sucarrera al hecho de que el sistema de produccin de mercancas necesite una instanciasuperior que garantice el marco de la competencia, los fundamentos legales y requisitosgenerales de explotacin, adems de los aparatos represivos, por si se da el caso de que

    el material humano, contraviniendo el sistema, se insubordinase. En su forma msdesarrollada de democracia de masas, en el siglo XX el Estado ha tenido que hacersecargo, de forma creciente, de tareas socioeconmicas. Entre stas figuran no slo la redsocial, sino tambin los sistemas educativo y sanitario, las redes de transporte ycomunicacin, infraestructuras de toda clase que se han vuelto indispensables para elfuncionamiento de la sociedad industrial desarrollada del trabajo, pero que no se puedenorganizar a su vez como proceso de explotacin econmica empresarial. Porque estasinfraestructuras tienen que estar disponibles para toda la sociedad de manera constante yespacialmente exhaustiva y, en consecuencia, no pueden regirse por coyunturas deoferta y demanda del mercado.

    Dado que, sin embargo, el Estado no es una unidad autnoma de explotacin y, por lotanto, no puede convertir por s mismo el trabajo en dinero, se ve obligado a sacardinero del proceso de explotacin real para financiar sus tareas. Si se agota laexplotacin, entonces se agotan tambin las finanzas del Estado. El supuesto soberanosocial se muestra completamente heternomo frente a la economa ciega y fetichista dela sociedad del trabajo. Puede promulgar todas las leyes que quiera; cuando las fuerzasproductivas crecen por encima del sistema del trabajo, el derecho positivo del Estado seve abocado a un vaco que slo puede remitirse siempre a sujetos del trabajo.

    Un paro de grandes dimensiones en crecimiento constante hace que se agoten losingresos estatales procedentes de los impuestos sobre los ingresos por trabajo. Las redessociales se rompen en el momento en que se llega a una masa crtica de personasexcedentes, a las que slo se puede seguir alimentando, en sentido capitalista, con laredistribucin de otras fuentes de ingresos. Con el rpido proceso de concentracin delcapital durante la crisis, que sobrepasa las fronteras econmicas nacionales, tambindesaparecen los ingresos estatales por impuestos sobre las ganancias de las empresas.Las multinacionales obligan a los Estados que compiten por las inversiones a recurrir aldumping impositivo, al dumping social y al dumping ecolgico.

    Es exactamente esta evolucin la que hace mutar al Estado democrtico en un meroadministrador de la crisis. Cuanto ms se acerca el estado de emergencia financiera, ms

    se reduce a su ncleo represivo. Las infraestructuras se hacen depender de lasnecesidades del capital transnacional. Como pasaba antes en los territorios coloniales, lalogstica social se restringe cada vez ms a unos pocos centros econmicos, mientrasque el resto se hunde en la miseria. Se privatiza todo lo que se puede privatizar, auncuando as se excluya a cada vez ms gente de las prestaciones de aprovisionamientoms elementales. Cuando la explotacin del capital se concentra en cada vez menorcantidad de islas del mercado mundial, deja de ser importante cubrir de maneraexhaustiva las necesidades de aprovisionamiento de la poblacin.

    Mientras que no afecte a mbitos directamente relevantes de la economa, da igual si lostrenes funcionan y las cartas llegan. La educacin se vuelve privilegio de los vencedores

    de la globalizacin. La cultura espiritual, artstica y terica se hace depender de lasfluctuaciones del mercado y se extingue. El sistema sanitario se hace infinanciable y

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    degenera en un sistema de clases. De una forma velada y oculta, primero, y despusabiertamente, entra en vigor la ley de la eutanasia social: puesto que eres pobre ysobras, te tienes que morir antes.

    A pesar de que todos los conocimientos, capacidades y medios de la medicina, la

    educacin, la cultura y la infraestructura general estn a disposicin en gran abundancia,stos se mantienen bajo llave, se desmovilizan y se desguazan, conforme a la irracionalley de la sociedad del trabajo objetivada en reservas de financiacin; y lo mismo pasacon los medios de produccin industriales y agrarios que ya no se pueden presentarcomo rentables. Aparte de la simulacin represiva del trabajo mediante formas detrabajo forzado y mal pagado, y del desmontaje de todas las prestaciones sociales, elEstado democrtico, transformado en sistema de apartheid, no tiene nada ms queofrecer a sus ex ciudadanos trabajadores. En un estadio posterior termina por caer lapropia administracin del Estado. Los aparatos del Estado degeneran en unacleptocracia corrupta, el ejrcito en bandas armadas mafiosas y la polica en salteadoresde caminos.

    Ninguna poltica del mundo puede frenar o revertir esta evolucin. Puesto que lapoltica, por su esencia, es un accionar respecto al Estado que, bajo las condiciones de ladesestatalizacin, se queda sin objeto. La frmula democrtica de la izquierda deconfiguracin poltica de las circunstancias se desacredita cada da ms. Aparte derepresin permanente, desmontaje de la civilizacin y disposicin a auxiliar a laeconoma del terror, no hay nada ms que configurar. Dado que el fin en s mismode la sociedad del trabajo es un presupuesto axiomtico de la democracia poltica, nopuede haber ninguna regulacin poltico-democrtica para la crisis del trabajo. El finaldel trabajo supone el final de la poltica.

    13. La simulacin casino-capitalista de la sociedad del trabajo

    Una vez que el trabajo en su forma inmediata ha dejado de ser la gran fuente deriqueza, el tiempo de trabajo deja de ser y tiene que dejar de ser su medida y, enconsecuencia, el valor de cambio [la medida] del valor de uso. [...] De esta manera, sedesmorona la produccin fundamentada en el valor de cambio y el proceso materialinmediato de produccin se desprende por s mismo de la forma de la insuficiencia y lacontrariedad.

    Karl Marx, Contribucin a la crtica de la economa poltica, 1857-58

    La conciencia social dominante se autoengaa sistemticamente acerca del verdaderoestado de la sociedad del trabajo. Las regiones desmoronadas son excomulgadasideolgicamente; las estadsticas del mercado de trabajo, falseadas descaradamente; lasformas de empobrecimiento, mediticamente ocultadas y simuladas. La simulacin esdesde luego la caracterstica central del capitalismo de crisis. Lo mismo ocurre con lapropia economa. Si como mnimo en los pases occidentales principales siguepareciendo posible, hasta el presente, que el capital pueda acumular tambin sin trabajoy que la forma pura del dinero, sin substancia alguna, pueda seguir garantizando laexplotacin del valor, esta apariencia se debe a un proceso de simulacin de losmercados finanacieros. A modo de reflejo de la simulacin del trabajo mediante

    medidas coercitivas de la administracin democrtica del trabajo, se ha ido formando

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    una simulacin de la explotacin del capital mediante el desacoplamiento especulativodel sistema de crdito y de los mercados de acciones respecto a la economa real.

    El aprovechamiento del trabajo presente se ve sustituido por el recurso al uso del trabajofuturo, que no va a tener lugar nunca. Se trata, en cierto modo, de una acumulacin de

    capital en un futuro condicional ficticio. El capital dinero, que ya no se puedereinvertir con rentabilidad en la economa real y que, por esa razn, ya no puedeabsorber trabajo, tiene que desviarse de manera creciente hacia los mercadosfinancieros.

    Ni siquiera el empuje fordista de explotacin en los tiempos del milagro econmico,despus de la Segunda Guerra Mundial, fue un empuje autosustentador pleno.Sobrepasando ampliamente sus ingresos por impuestos, el Estado tom crditos en unamedida desconocida hasta entonces, porque de otra manera no se podan financiar lascondiciones bsicas de la sociedad del trabajo. El Estado hipotec, por lo tanto, susingresos futuros reales. De esta forma, surga, por un lado, una posibilidad de inversin

    capitalista-financiera para el capital dinero excedente, que se prestaba al Estado acambio de intereses. ste cubra los intereses mediante crditos nuevos y volva a ponerinmediatamente en circulacin el dinero prestado en el ciclo econmico. De este modo,financiaba, por otro lado, los gastos sociales y las inversiones en infraestructuras ycreaba as una demanda artificial, en sentido capitalista, porque no era cubierta conninguna clase de empleo de trabajo productivo. El boom fordista fue alargado, de estamanera, ms all de su alcance verdadero, al ponerse la sociedad del trabajo a chupar desu propio futuro.

    Este momento simulativo ya del proceso de explotacin todava aparentemente intacto,lleg a sus lmites junto con el endeudamiento del Estado. Las crisis de la deudaestatales no permitieron un nueva expansin por tales caminos ni en el Tercer Mundo nien los centros. ste fue el fundamento objetivo para la cruzada victoriosa de ladesregulacin neoliberal, que, segn la ideologa, se deba ver acompaada de unabajada drstica de la cuota estatal en el producto social. En realidad, la desregulacin yla reduccin de las tareas del Estado se compensan con los costes de la crisis, aunquesea en forma de gastos estatales en represin y simulacin. En muchos Estados la cuotaestatal incluso aumenta de este modo.

    Pero, debido al endeudamiento del Estado, ya no se puede seguir simulando lacontinuacin de la acumulacin de capital. Por eso, desde los aos ochenta, la creacin

    adicional de capital ficticio se trasladaba a los mercados de acciones. Hace tiempo quelo importante all no son los dividendos, la parte de ganancias de la produccin real,sino slo las ganancias de cotizacin, el aumento especulativo de los valores de losttulos de propiedad hasta magnitudes astronmicas. La relacin entre economa real ymovimientos especulativos de los mercados financieros se ha invertido. El aumentoespeculativo de la cotizacin ya no se anticipa a la expansin econmica real, sino que,por el contrario, simula el alza de una creacin ficticia de valor, una acumulacin realque ya no existe.

    El dolo trabajo est clnicamente muerto, pero se le mantiene con respiracin artificialgracias a la expansin aparentemente independiente de los mercados financieros. Las

    empresas industriales tienen ganancias que ya no provienen de la produccin,convertida hace tiempo en negocio deficitario, ni de la venta de bienes reales, sino de la

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    participacin de un departamento financiero astuto en la especulacin de acciones ydivisas. Los presupuestos pblicos registran ingresos que ya no provienen de impuestoso de crditos solicitados, sino de la cmplice participacin diligente de laAdministracin de Hacienda en el mercado de apuestas. Y las economas privadas,cuyos ingresos reales sustentados en sueldos y retribuciones se reducen drsticamente,

    se siguen permitiendo un alto nivel de consumo gracias a que hipotecan las ganancias delas acciones. Surge, as, una nueva forma de demanda artificial, que trae consigo, porotro lado, una produccin real e ingresos estatales reales de impuestos sin suelo bajolos pies.

    De esta manera, el proceso especulativo aplaza la crisis econmica mundial. Sinembargo, dado que el aumento ficticio del valor de los ttulos de propiedad slo puedeser el anticipo de un uso futuro de trabajo real (en una cantidad proporcionalmenteastronmica), que nunca ms va a llegar, el fraude objetivado tiene que explotar despusde un cierto tiempo de incubacin. El derrumbamiento de los mercados emergentesen Asia, Latinoamrica y Europa del este ha sido slo una primicia. El colapso de los

    mercados financieros de los centros capitalistas de los EEUU, la UE y Japn es slo unacuestin de tiempo.

    Este estado de cosas se percibe de una forma completamente desfigurada por laconciencia-fetiche de la sociedad del trabajo y tambin, precisamente, por los crticosdel capitalismo de izquierdas y de derechas. Cautivados por el fantasma del trabajo,ennoblecido a una condicin de existencia sobrehistrica y positiva, confundensistemticamente causa y efecto. La postergacin provisional de la crisis mediante laexpansin especulativa de los mercados financieros parece entonces justamente, alcontrario, la supuesta causa de la crisis. Los especuladores malos, eso se dice con mso menos pnico, quieren destrozar toda la hermosa sociedad del trabajo, porque se

    juegan, por pasrselo bien, todo el buen dinero, del que hay suficiente, en vez deinvertir, de manera aplicada y respetable, en maravillosos puestos de trabajo, con losque se pueda seguir dando pleno empleo a una humanidad de parias locos portrabajar.

    Sencillamente no les entra en las cabezas que no es la especulacin, ni mucho menos, laque ha paralizado las inversiones reales, sino que stas han dejado de ser rentablesdesde la tercera revolucin industrial y que los movimientos especulativos son slo susntoma. El dinero, que circula all aparentemente en cantidades inagotables, hacetiempo que dej de ser bueno, en sentido capitalista, para pasar a ser slo aire

    caliente con el que se sigui hinchando la burbuja especulativa. Todo intento depinchar esa burbuja con cualquier clase de proyectos impositivos (la tasa Tobin, etc.),para traer el capital dinero de nuevo a los molinos supuestamente correctos y realesde la sociedad del trabajo, slo podr terminar con el estallido tanto ms rpido de laburbuja.

    En vez de comprender que todos nosotros nos estamos volviendo inevitablemente no-rentables y que, en consecuencia, lo que hay que atacar, en tanto que obsoleto, es elcriterio de la rentabilidad, junto con sus fundamentos de la sociedad del trabajo, seprefiere demonizar a los especuladores; tanto ultraderechistas como autnomos,probos funcionarios sindicales y nostlgicos keynesianos, telogos sociales y tertulianos

    insignes y, en general, todos los apstoles del trabajo honrado cultivan unnimementeesta imagen barata del enemigo. Slo unos pocos son conscientes de que slo hay un

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    pequeo paso entre esto y la revitalizacin de la locura antisemita. Conjurar el capitalreal, de sangre nacional, creador, contra el capital dinero, judo-internacional,acaparador, amenaza con ser la ltima palabra de la izquierda-del-puesto-de-trabajoespiritualmente desamparada. Ya es, en cualquier caso, la ltima palabra de la de por sracista, antisemita y antiamericana derecha-del-puesto-de-trabajo.

    14. El trabajo no puede ser redefinido

    Los servicios sencillos, relativos a personas, pueden aumentar tanto el bienestarmaterial como el inmaterial. As puede crecer la sensacin de bienestar de los clientes,si los prestadores de servicios se ocupan del trabajo propio ms pesado. Y a la vez,aumenta la sensacin de bienestar de los prestadores de servicios, al aumentar laautoestima gracias a esta actividad. Llevar a cabo un servicio sencillo, relativo apersonas, es mejor para la psique que estar en paro.

    Informe de la Comisin sobre Cuestiones de Futuro de los Estados Libres de Baviera y

    Sajonia, 1997

    Sujtate con fuerza al conocimiento que se acredita al trabajar, porque la naturalezamisma lo confirma y le da su s. Ciertamente, no tienes ms conocimiento que eladquirido trabajando; todo lo dems no es ms que una hiptesis del saber.

    Thomas Carlyle, Trabajar y no desesperarse, 1843

    Despus de siglos de adiestramiento, el hombre moderno ya no se puede imaginar, sinms, una vida ms all del trabajo. En tanto que principio imperial, el trabajo domina noslo la esfera de la economa en sentido estricto, sino que tambin impregna toda laexistencia social hasta los poros de la cotidianidad y la vida privada. El tiempo libre,ya en su sentido literal un concepto carcelario, hace mucho que sirve para la puesta apunto de mercancas a fin de velar por el recambio necesario.

    Pero incluso ms all del deber interiorizado del consumo de mercancas como finabsoluto, las sombras del trabajo se alzan tambin fuera de la oficina y la fbrica sobreel individuo moderno. Tan pronto como se levanta del silln ante la televisin y sevuelve activo, todo hacer se transforma inmediatamente en un hacer anlogo al trabajo.Los que hacen footing sustituyen el reloj de control por el cronmetro, en los relucientesgimnasios la calandria experimenta su renacimiento postmoderno, y los veraneantes se

    chupan un montn de kilmetros en sus coches como si tuviesen que alcanzar elkilometraje anual de un conductor de camiones de largas distancias. Incluso echar unpolvo se ajusta a las normativas DIN de la sexologa y a criterios de competencia de lasfanfarronadas de las tertulias televisivas.

    Si el rey Midas vivi como una maldicin que todo lo que tocaba se convirtiese en oro,su compaero de fatigas moderno acaba de sobrepasar ya esa etapa. El hombre deltrabajo ya no se da cuenta ni de que al asimilar todo al patrn trabajo, todo hacer pierdesu calidad sensual particular y se vuelve indiferente. Al contrario: slo por medio deesta asimilacin a la indiferencia del mundo de las mercancas le puede proporcionarsentido, justificacin y significado social a una actividad. Con un sentimiento como el

    de la pena, por ejemplo, el sujeto del trabajo no es capaz de hacer nada; latransformacin de la pena en trabajo de la pena hace, no obstante, de ese cuerpo

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    emocional extrao una dimensin conocida sobre la que uno puede intercambiarimpresiones con sus semejantes. Hasta el sueo se convierte en el trabajo onrico, ladiscusin con alguien amado, en trabajo de pareja, y el trato con nios, en trabajoeducativo. Siempre que el hombre moderno quiere insistir en la seriedad de suquehacer ya tiene presta la palabra trabajo en los labios.

    El imperialismo del trabajo, en consecuencia, tambin se deja sentir en el uso comn dellenguaje. No slo estamos acostumbrados a usar inflacionariamente la palabratrabajo, sino tambin a dos mbitos de significado muy diferentes. Hace tiempo quetrabajo ya no se refiere solamente (como correspondera) a la forma de actividadcapitalista del molino-fin absoluto, sino que este concepto se ha convertido en sinnimode todo esfuerzo dirigido a un fin y ha borrado as sus huellas.

    Esta imprecisin conceptual prepara el terreno para una crtica de la sociedad del trabajotan poco clara como habitual, que opera exactamente al revs, o sea, a partir de unainterpretacin positiva del imperialismo del trabajo. A la sociedad del trabajo se le

    reprocha, justamente, que an no domine la vida lo suficiente con su forma de actividadporque, al parecer, hace un uso demasiado estrecho del concepto de trabajo, alexcomulgar moralistamente del mismo el trabajo propio o la autoayuda noremunerada (trabajo domstico, ayuda comunitaria, etc.), y considerar trabajoverdadero slo el trabajo retribuido segn criterios de mercado. Una valoracin nuevay una ampliacin del concepto de trabajo debera acabar con esta fijacin unilateral ycon las jerarquizaciones que se siguen de sta.

    Este planteamiento, por lo tanto, no se propone la emancipacin de las imposicionesdominantes, sino exclusivamente una reparacin semntica. La enorme crisis de lasociedad del trabajo se ha de superar, consiguiendo que la conciencia social eleveverdaderamente a la aristocracia del trabajo, junto con la esfera de produccincapitalista, a las formas de actividad hasta ahora inferiores. Pero la inferioridad de talesactividades no es meramente el resultado de un determinado punto de vista ideolgico,sino que es consustancial a la estructura fundamental del sistema de produccin demercancas y no se supera con simpticas redefiniciones morales.

    En una sociedad dominada por la produccin de mercancas como fin absoluto, slo sepuede considerar riqueza verdadera lo que se puede representar en forma monetarizada.El concepto de trabajo as determinado se refleja imperialmente en todas las demsesferas, pero slo negativamente, al hacerlas distinguibles en tanto que dependientes de

    l. Las esferas ajenas a la produccin de mercancas se quedan, por lo tanto,necesariamente en la sombra de la esfera capitalista de produccin, porque no entran enla lgica abstracta de ahorro de tiempo propia de la economa de empresa; a pesar deque y justamente porque son tan necesarias para la vida como el campo de actividadesseparado, definido como femenino, de la economa privada, de la dedicacinpersonal, etc.

    Una ampliacin moral del concepto de trabajo, en vez de su crtica radical, no sloencubre el imperialismo social real de la economa de produccin de mercancas, sinoque adems se encuadra excelentemente en las estrategias autoritarias de administracinestatal de la crisis. La exigencia, elevada desde los aos setenta, de reconocer

    socialmente como trabajo plenamente vlido tambin las tareas domsticas y lasactividades en el sector terciario, especulaba en un principio con aportaciones

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    estatales en forma de transferencias financieras. No obstante, el Estado en crisis le da lavuelta a la tortilla y moviliza el mpetu moral de esta exigencia, en el sentido del temidoprincipio de subsidiaridad, en contra de sus esperanzas materiales.

    El canto de loa del voluntariado y del trabajo comunitario no trata del permiso para

    hurgar en las arcas estatales, de por s bastante vacas, sino que se usa como coartadapara la retirada social del Estado, para los programas en curso de trabajo forzoso y parael mezquino intento de hacer recaer el peso de la crisis sobre las mujeres. Lasinstituciones sociales oficiales abandonan sus obligaciones sociales con el llamamiento,tan amistoso como gratuito, dirigido a todos nosotros para combatir, e